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Créditos : Yvonne y Fatima85
Kath Nayari yiany Cjuli2516zc lingos05 High Queen Violeta Rosaluce Lvic15 JandraNda
Karens Mimi Dabria Rose
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Dabria Rose
Dabria Rose
Sinopsis Sensual. Angustioso. Apasionado. Abrumador. Enloquecedor. Ese es el amor que Finn y yo compartimos. Es del tipo de lo que nunca puedes recuperarte.
Del tipo de lo que nunca QUIERES recuperarte. Es por eso que haremos todo y cualquier cosa para protegerlo. Cuando mi pasado me persigue hasta Outskirts, tenemos que tomar una decisión.
Dejar que las mentiras destruyan nuestras posibilidades de un futuro juntos… o enterrarlas en lo profundo del pantano, donde pertenecen. ¿Tienes una pala?
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Capítulo 1 Mi madre estaba de pie a unos metros de mí. Mi madre. Viva. Respirando. Dio un pequeño paso arrastrado hacia mí y yo di uno hacia atrás, tumbando la silla detrás de mí y casi cayéndome con ella. No podía recuperar el aliento. Mi mente corría con posibilidades, ninguna de las cuales tenía sentido. Estaba en un universo alternativo. Uno donde la gente regresaba de entre los muertos. No podría ser real. Tal vez era un sueño. Tal vez era el whisky. La incredulidad, la duda y la confusión total estaban como un nudo en mis entrañas, empujando hacia arriba mi acelerado corazón y avanzando hacia mi apretada garganta. No podía respirar. No podía tragar. ―Yo-yo… ―No podía hacer mucho más que mirar boquiabierta a la mujer que parecía y sonaba exactamente como mi madre. Solo que, no podía haber sido. ―No es posible ―dije en un susurro sorprendido―. Simplemente, no. ―Es posible. Está realmente aquí ―dijo Critter. Su voz profunda solía calmarme, pero en ese momento, no había nada que pudiera calmar mis manos temblorosas y palmas sudorosas―. Esto no es un sueño, Sawyer. Está viva. Tanto como tú y yo. ―Lo miré y él me estaba mirando, calibrando mi reacción―. Le dije que tenía que esperar hasta que estuviera más fuerte, pero quería verte y cuando está así, como lo estuvo esta mañana, no hay forma de convencerla que no lo haga. Una mujer alta y robusta con anchos hombros cuadrados, cabello corto y negro apareció al lado de mi madre. El ceño fruncido en su rostro no coincidía con el brillante uniforme medico rosado con una gran carita feliz. ―Esto no es bueno para ella, señor Critter ―dijo la mujer―. Necesito llevarla de vuelta a la casa.
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Fue entonces cuando me di cuenta que mi madre no se había movido desde que dijo mi nombre por primera vez. Su mirada estaba en blanco y desenfocada en la pared trasera. ―¡No, espera! ―dije. Corrí y la rodeé con mis brazos, necesitaba sentirla, necesitaba saber que ella realmente estaba allí porque las palabras no eran suficientes. Los brazos de mi madre se mantuvieron a su lado, colgando flojamente contra su cuerpo. ―Mi niña ―susurró. Retrocedí justo a tiempo para ver cómo la pequeña sonrisa en sus labios se desvanecía en una línea recta. Sus labios estaban parcialmente abiertos. ―¿Qué pasa? ―pregunté en un grito estrangulado. No respondió. Me volví hacia Critter―. ¡Qué le pasa! ―exigí saber. ―Vamos. Es hora de irnos ―dijo la enfermera, levantando a mi madre y acunándola en sus brazos como si no pesara más que un niño pequeño. ―¿Qué se supone que debo hacer, Maddy? ¿Amarrarla a la maldita cama? ―le preguntó a la enfermera―. Nunca pude decirle que no a ella ―gruñó, frotándose las sienes. ―¿Qué está pasando? ―exigí, mirando entre la enfermera y Critter. Retrocedí un paso mientras mi mente se aceleraba. Me sostuve en una mesa cuando me mareé―. ¿Cómo es esto posible? Mi madre gimió y la enfermera la sacó por la puerta trasera. Critter y yo la seguimos y la vi colocarla en una furgoneta que la esperaba, asegurándola hábilmente en la camilla de la parte de atrás en cuestión de segundos. Critter subió por la rampa de la camioneta y acarició amorosamente la mano de mi madre. ―Está bien. Te llevaremos a casa ahora para que puedas descansar. ―Mi madre no respondió―. Iré a verte más tarde, mi amor. ―La besó en la frente, suspiró y luego se volvió hacia Maddy―. Llévala. Te seguiré pronto. ―¿A dónde la llevan? ―pregunté, sintiendo el pánico que me recorría ante la idea de no saber dónde estaría cuando se marcharan. ―A casa. Mi casa ―respondió Critter. Se rascó la cabeza y miró la camioneta mucho después que desapareció por el camino―. Donde siempre debió estar. ―Se volvió hacia mí y colocó una mano sobre mi hombro, pero di un paso atrás como si me hubiera electrocutado. Miró hacia el suelo―. Sé que tienes muchas preguntas…
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―¿Preguntas? ―dije, y sin darme cuenta empecé a reír―. Las preguntas parecen tan pequeñas en comparación con lo que tengo ahora. ―Lamento no decírtelo cuando llegaste aquí ―continuó Critter, ignorando mi arrebato―. Pero tu madre estaba en tan mal estado que no quería que tuvieras que llorarla dos veces. Nunca pensé en la condición en que estaría cuando la recuperé. Fui tan estúpido como para asumir que sería ella misma como lo había sido antes. Debería haberlo sabido mejor. No pasas dos décadas con un hombre como Richard Dixon y sales bien de ello. ―Me miró e hizo una mueca, dándose cuenta de lo que acababa de decir―. Lo siento, no quise decir… ―No lo lamentes. Es verdad. No pasas dos décadas con un hombre como él y sales completa. ―Tomé una larga y temblorosa respiración―. Estoy familiarizada con eso. Pero por favor dime, ¿qué pasa con ella? ―Resulta que sufre de trastorno por estrés postraumático. Es lo mismo que a veces sufren los soldados después de regresar del combate. Y no tengo ninguna duda que por lo que pasó tu madre fue una maldita zona de guerra. Era callada, pero todo estaba bien al principio. Una vez le dijimos que estabas aquí y bien, fue como si todas las paredes que había levantado se derrumbaran, y la magnitud de todo la golpeó como un maremoto. ―¿Se pondrá mejor? ―pregunté. Los ojos de Critter se llenaron de lágrimas otra vez. ―Solo el tiempo dirá. Está recibiendo ayuda. Pero tiene sus momentos. A veces, va y viene entre el presente y hace veinte años. ―Me mentiste ―le dije. El peso de la realidad no era simplemente aplastar a mi madre porque la sentí sobre mis hombros como un yunque. ―Sí. Lo hice ―admitió Critter―. Pero si ayuda en algo, sé cómo te sientes. Pensé que estaba muerta. Pensé que me había dejado y luego que la había matado. ―Apretó y soltó sus puños―. Sé ahora que eso es lo que él me hizo creer. Tu madre pensó lo mismo. Que estaba muerto. No fue hasta que tuve un sueño sobre ella que sentí que de alguna manera estaba viva. Envié un equipo para buscarla de nuevo. Al principio, no encontraron nada. Y luego ubicaron la casa rodante y la camioneta en una unidad de almacenamiento en Carolina del Norte. Así fue como lo rastreé hasta ella. Así fue como supe dónde estaba. ―Entonces, ¿fingió su muerte? Critter miró al suelo y arrastró los pies. ―No, nosotros lo hicimos. La sacamos. El plan era sacarlas a los dos, pero yo estaba allí ese día. Mirándola desde la distancia, esperando a que te reunieras con
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ella, pero algo estaba mal. Ella no solo estaba triste. Había algo más allí. Una finalidad en la forma en que veía el tráfico moverse de un lado a otro en la carretera. Sabía que teníamos que sacarla de allí en ese momento, y así lo hicimos. Hice que unos miembros no tan respetables de la sociedad pretendieran atropellarla y falsificar un cuerpo mutilado para que lo vieran. Sobornaron a todos y de todas las formas, hasta que tu madre murió en todos los sentidos, excepto en dejar de respirar. Planeamos volver por ti unos días más tarde. No te habría dejado allí. Debes saberlo. Pero para entonces ya habías huido. Demonios tuve un maldito ataque al corazón cuando apareciste en el bar ese día. ―Todo este tiempo. He estado aquí en Outskirts, ella… ¿ella también ha estado aquí? ―pregunté en un susurro. Critter asintió sin quitarme los ojos de encima. Con una expresión triste en su rostro normalmente estoico. ―¿Y… y has estado cuidando de ella? ―pregunté, sabiendo la respuesta. Otro pequeño asentimiento. De repente, la necesidad de recuperar el aliento fue abrumadora. Mi pecho estaba tenso. Mi garganta seca. No podía tragar como si algo estuviera atorado en mi tráquea. Me froté los brazos como si pudiera calmar el flujo de inquietud y confusión que corría por todo mi cuerpo. Tenía frío y luego calor. Náuseas. Abrumada y mareada, me quedé sin aliento. Tenía que salir de allí. Irme. Ir a… algún lugar. Algún lugar menos confuso. Sin decir una palabra más, me volví y salí disparada del bar, a la lluvia que recién comenzaba a caer. Debería estar eufórica porque mi madre estuviera viva, pero había algo más que bloqueaba esa sensación de asimilarse. Un dolor. Un dolor como nunca antes lo había sentido. Confusión sobre todo lo demás. Corrí más y más rápido como si pudiera escapar de todo. A medida que la lluvia caía cada vez más fuerte, clavándose en mi piel con cada paso, pero no era nada comparado con el aguijón en mi corazón.
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Capítulo 2 Finn está encima de mí en la cama, su cuerpo presionado contra el mío en la más deliciosa manera. El calor de su pecho calentando mi corazón y mi piel. Su cabello rubio estaba despeinado. Una ligera capa de sudor cubría su piel ligeramente bronceada. Sus músculos definidos del hombro estaban contraídos en tensión. Deslicé mi mano por su mandíbula, y cerró los ojos como si mi toque lo fuera todo para él, y en ese momento, sentí que era así. Me miró con sus hermosos ojos azules brillantes y es como si estuviera mirando tan profundamente en los míos como si pudiera ver a través de mí cuando empujó dentro de mí por primera vez. Mi cuerpo se encendió, y gimió, tirando y empujando dentro de mi cuerpo de nuevo. Me besó, bebiendo de mis labios como si estuviera muriéndose de sed y gemí su nombre en su boca cuando nuestras lenguas se encontraron. ―Te amo ―susurró. Estoy temblando. De alegría. Por anticipación. Él es todo lo que nunca supe que necesitaba que fuera. Mi corazón se expande y mi sexo se aprieta a su alrededor mientras empuja más fuerte y más profundo dentro de mi hinchado canal. Estoy tan cerca. La acumulación es casi dolorosa. Cada golpe me deja más necesitada que el anterior. Finn se desliza dentro de mí cada vez más rápido. Impulsando implacablemente cada vez más duro. Justo cuando llego al borde de mi liberación... él se ha ido. La cama ya no está. Ahora estoy detrás de una multitud familiar en un entorno aún más familiar. En algún lugar que nunca quise ser de las primeras. ―El matrimonio es la promesa más sagrada que puedes hacer. La familia es superada solo por Dios. ―El reverendo predica detrás de su podio de mentiras. El ataúd de mi madre está al frente y al centro. Estoy de vuelta en su funeral. Solo que, algo es diferente. Raro.
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Todos en la multitud están sonriendo. Siguen mirando sobre sus hombros como si estuvieran esperando algo. Finn aparece a la vista y al instante me tranquiliza verlo. Exhalo. Está tan guapo como siempre, vistiendo un traje gris oscuro con corbata a juego. Sus ojos se arrugan ligeramente en los bordes mientras su sonrisa se hace más grande y brillante. Mi estómago revolotea. Él camina por el pasillo y justo cuando se acerca me doy cuenta que no me está mirando. Él está mirando A TRAVÉS de mí. Finn se desliza junto a mí y se detiene en el podio, parado al lado del reverendo que pone una mano en su hombro. ¿Qué está haciendo él aquí? ¿Qué está pasando?, me pregunto mientras miro hacia abajo solo para encontrar que una vez más estoy vestido con una falda larga y una blusa gris sin forma. Intento dar un paso, para encontrarme con él pero no puedo. Estoy congelada en el lugar. Intento gritar su nombre pero no emito ningún sonido. No puede oírme. Está enfocado en algo más en el centro del pasillo. De alguien más. Aparece una hermosa mujer rubia con cabello rubio perfecto y una sonrisa blanca brillante. Lleva un largo vestido blanco de novia. Una lágrima cae por su mejilla cuando llega a Finn quien toma sus manos entre las suyas. Solo se miran el uno al otro. ―Estamos aquí reunidos ante Dios para unirnos a Finn Hollis y Jacqueline Watson... Jackie. No escucho el resto. No puedo. Ni siquiera puedo respirar. Mi pecho está aterradoramente apretado, se siente como si alguien estuviera saltando sobre mi pecho. Intento gritar de nuevo, pero no funciona. No pueden escucharme. O al menos Finn no puede. Jackie me mira, su cabeza gira muy despacio. Ella me guiña un ojo. Jadeo y salgo de la tienda. Golpeando con algunas sillas en el camino. Una vez más, tropiezo con una lápida, pero esta vez cuando la utilizo para sostener mi caída noto su nombre. El mío. Me doy vuelta y corro. Más rápido y más rápido saltando sobre lápidas hasta que se convierten en árboles, la tierra se envuelve debajo de mis pies. Estoy sin aliento, pero empujo a través de la sensación de ardor agudo que se acumula en mis pulmones. El aire está caliente en mi garganta mientras respiro por mi boca, tratando de extraer la mayor cantidad de oxígeno posible para poder continuar.
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Debo seguir. Escucho el eco de pasos corriendo detrás de mí. No estoy sola. Corro más y más rápido. El roce se vuelve más y más cerca hasta que mi larga falda queda atrapada en una rama y me detiene bruscamente. Caigo al suelo. Me duelen las manos cuando caigo sobre un tronco. Mis dientes vibran como un diapasón cuando mi barbilla choca contra la tierra. Me giro e intento tirar de mi falda para liberarla de la rama en que está enganchada, pero de repente las espinas de la rama que me tiene cautiva se convierten en dedos. Los dedos se alargan más y más, las flores se convierten en manos, las ramas en brazos. Las flores en las personas de mis pesadillas. Cientos de ellos se acercan a mí y resbalo en la suave tierra, tratando de pararme, de escapar. Desabotono mi falda y la empujo por mis piernas, pero ya es demasiado tarde. Las manos me están sosteniendo contra el suelo. La lucha es inútil. Estoy atrapada, mi cabeza encerrada en la carne de los dedos humanos. Intento y grito mientras más y más brotan de la nada, alcanzan mi cuerpo y me atan como una loca en una camilla, pero de nuevo, silencio. Una pequeña hendidura entre los dedos me permite ver las piernas de la persona que me ha perseguido cuando se detiene. Mi boca se cubre de repente con una mano. Luego mi nariz. No puedo respirar cuando la persona finalmente aparece a la vista. Mi madre. Ella mira, niega y sonríe. Arrodillándose a mi lado, comienza a reír en silencio. Su boca abierta, sus hombros temblando violentamente. Me pregunto si es que no puedo escucharla porque sus manos me cubren los oídos. O porque en realidad ya estoy muerta.
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Capítulo 3 Cuando vi que la caballería de la iglesia comenzaba a llegar, pasé toda la tarde viéndolos armar su campamento y descargar sus camiones. Agarré mi bote y, cuando me acerqué lo suficiente, apagué el motor y avancé bajo un terraplén donde permanecí sentado, escuchando a los trabajadores que montaban el campamento. No había escuchado mucho más que gritar instrucciones. Estaba a punto de irme cuando escuché las voces de dos hombres directamente sobre mí, caminando a lo largo del borde del terraplén a unos pocos metros sobre mi cabeza. Me agaché tan cerca de la pared fangosa como pude. ―¿Quién está ofreciendo la palabra del Señor esta temporada? ―Un hombre le preguntó al otro. Mis oídos se animaron al instante. El latido de mi corazón se aceleró. ―Creo que están enviando al pastor Young ya que el pastor Dixon no vendrá hasta más tarde esta temporada. Si llega, estará al menos unas semanas atrás del resto de nosotros. ―Qué lástima de su esposa. Que Dios la bendiga. ―Sí, pero el Señor tiene sus razones. ―Amén. La familia es la luz del Señor. Su voluntad en carne humana. El otro hombre murmuró su acuerdo y luego se fueron. Jodidas gracias. Richard no vendría, pero mientras volvía a la tierra para poder llegar a Sawyer, me llené de inquietud. Puede que no viniera ahora y sabía de hecho que Critter todavía tenía los ojos puestos en él, pero mi alivio fue temporal porque siempre sería una amenaza. Siempre estaríamos mirando por encima de nuestros hombros. Para cuando volví a mi camioneta, no me había dado cuenta de cuánto tiempo los había estado mirando cuando revisé mi teléfono. Cinco llamadas pérdidas. Dos de la línea fija en el bar de Critter y tres del propio Critter.
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Llamé al celular de Critter. Critter respondió con un gruñido ―¿Qué? ―La caballería de la iglesia está en la ciudad, pero escuché a algunos de los trabajadores. Richard Dixon no se unirá a ellos este año. ―Bien. Mi chico me dirá si cruza la frontera estatal, pero ahora tenemos peces más grandes para freír. Sawyer sabe sobre su madre. ―Pensé que ibas a esperar. ―Sí, pero Caroline tuvo un momento de lucidez y todo lo que quería era ver a su hija. Pensé que podría ser útil. ―¿Lo fue? Hubo una pausa. ―No. No para ninguna.
La puerta de la biblioteca estaba desbloqueada y una sola luz de mesa estaba encendida en el centro de la habitación. Allí estaba Sawyer, encorvada sobre la mesa con un libro debajo de sus brazos, su cabello salvaje extendido como los rayos del sol de color castaño rojizo. Solté un profundo suspiro de alivio. ―Pensé que te encontraría aquí ―dije, acercándome por detrás de ella e inclinándome sobre su hombro, respirando su familiar aroma a lavanda―. ¿Qué estás haciendo? ―susurré, colocando mi barbilla en su hombro. Levantó la cabeza, se dio la vuelta y di un paso atrás. Inmediatamente noté las lágrimas en su rostro. Sus ojos hinchados. El enrojecimiento de sus mejillas. ―Debo haberme quedado dormida ―dijo, pareciendo aturdida y respirando con dificultad―. Tuve una pesadilla. ―¿Estás bien? ―pregunté, agachándome frente a ella y tomando sus manos en las mías―. Hablé con Critter. Me contó lo que pasó con tu madre. ¿Estás bien? ―Me incliné y la rodeé con mis brazos, presionando mi áspera mejilla contra la suave de ella. Se encogió de hombros lentamente como si sus hombros estuvieran pesados bajo el peso de sus problemas. ―Y luego estaba la pesadilla que tuve, donde estabas... no importa.
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―Dime ―insistí. Sacudió su cabeza. ―No es importante. Pensé que era ingenua y que no sabía mucho sobre el mundo exterior, pero resulta que no sé mucho sobre nada, ni siquiera sobre mi pasado, incluso sobre mi propia madre. Ella está... está viva, pero no es lo mismo. Critter dijo que es algo llamado Trastorno de Estrés Postraumático. Quiero estar feliz. Simplemente... no puedo. Todavía no. Es demasiado. Hay más. La culpa me inundó de inmediato por haberle ocultado la verdad. Merecía saberlo todo. ―Say, tengo que decirte algo ―comencé, pero me interrumpió. ―No podría imaginarme tener una hija y simplemente desaparecer para ella. Dejarla pensar que estaba muerta cuando no lo estaba. Ni siquiera por un segundo. ―Agarró su estómago, envolviendo sus brazos a su alrededor en un abrazo como si la idea la estuviera poniendo físicamente enferma. De hecho, podría haber estado enfermando porque se veía mucho más pálida de lo normal. Sus ojos estaban llenos de círculos oscuros―. Estoy realmente confundida. No sé dónde ubicar todos estos sentimientos. La ira. El dolor. El... todo. ―Sawyer dio vuelta y dejó caer su cabeza hacia su pecho. Mi chica fuerte, que se había enfrentado al diablo con sus propios cuernos, estaba temblando y me sentí impotente cuando le temblaron los hombros. ―Oye ―dije, envolviendo mis brazos alrededor de ella―. Tienes razón, ¿sabes qué? Cuando te conviertas en madre de nuestros hijos, sé que nunca los abandonarías a ningún precio. Porque eso es lo que eres. Ninguno de nosotros haría eso. Pero tú no sabes todo aún. Debes hablar con Critter. Con tu madre y... ―¿Nuestros hijos? ―preguntó Sawyer con un resoplido. Mi pecho se apretó. Fuera de todo lo que estaba diciendo, eso es lo que había escuchado más fuerte. ―Sí. Nuestros hijos. Juntos, tú y yo. ―Ahuequé su rostro en mi mano―. Nada me gustaría más que verte llevar a nuestro bebé algún día. ―Y era verdad. La sola idea que Sawyer cargara a mi bebé hizo que mi corazón se calentara y una parte primordial de mí deseaba golpear mi pecho y rugir en la noche. Como no tomamos precauciones, siempre fue una posibilidad. La sonrisa de Sawyer estaba cargada de lágrimas. ―Yo también. Algún día, me gustaría mucho. ―La tristeza en su voz hizo que mi corazón se sacudiera en mi pecho sin poder quitarle el dolor.
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La abracé fuertemente contra mi pecho cuando se apartó un momento para recoger un familiar panfleto amarillo desmenuzado que había sido metido en el buzón. Sabía exactamente lo que era porque Critter me lo había mostrado antes. Esta era la primera vez que Sawyer lo veía. En Outskirts, al menos. Contuve la respiración mientras escaneaba el panfleto. Sus ojos se abrieron de par en par. El logo de la Iglesia de la Luz de Dios no se podía perder. ―Él está... está aquí ―susurró. Sin pestañear, dio un paso tambaleante hacia atrás, derribando una silla. Cogí el panfleto. Necesitaba quitárselo como si también pudiera quitarle el miedo escrito en todo su rostro. ―No, no está aquí. Todavía no. Sawyer tropezó de nuevo. Se enderezó antes de usar una de las estanterías. El panfleto todavía en su mano sosteniéndolo en su puño hecho un ovillo. ―¿Cómo sabes eso? ¡No puedes saber eso! Él está aquí, y no dejaré que me lleve. No lo haré. No lo conoces. Me encontrará. ¡Intentará y me romperá como la rompió! Sawyer dio media vuelta pero la giré para mirarme. Me agaché, asegurándome que mis ojos estuvieran alineados con los suyos para que pudiera ver la verdad en mis ojos si, por casualidad, no lo escuchaba en mis palabras. ―Sé que no vendrá porque fui allí. Al campamento. Allí es donde estaba esta noche. Vi los camiones salir de la carretera y los seguí. Sawyer dio un paso atrás, y esta vez le dejé espacio. Solo fueron unos pocos pasos, aunque ahora se sentía como un cañón entre nosotros. ―Y nadie podría romperte. Nadie. Eres demasiado fuerte para ser quebrantada por gente de mentalidad débil. Mira todo lo que has pasado y lo lejos que has llegado. ―No me quitarán todo. No cuando acabo de encontrar este lugar. No cuando acabo de encontrarte. Me sentí terriblemente mal por haber omitido las partes de la historia que, como diría Critter, no era mi historia. ―Fui allí esta noche, y escuché a algunos de los trabajadores hablando. Tu padre, Richard, no vendrá. No por un tiempo de todos modos. Tenemos tiempo. No estaremos aquí cuando él llegue. Todo estará bien. ―dije, tratando de convencerme tanto como a Sawyer. Sawyer se burló.
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―Él va a querer su venganza por el dinero que robé. Va a querer su venganza por mi huida. Me matará de la forma en que estoy segura que siempre ha planeado matarme porque me culpó cuando ella murió. ―Una mirada de puro pánico cruzó su rostro―. ¡Espera, mi madre! ¿Sabe que está viva? ¿No puede saberlo? Si él no está allí, ¿dónde está? ¿Dónde está mi padre? ―Colocó sus temblorosos dedos sobre sus labios. Me encogí ante la siguiente respuesta que debía entregarle. ―No está aquí. Si cruza la frontera del estado, lo sabremos primero. Te protegeré, Sawyer. Juro con todo lo que tengo que te mantendré a salvo. ―Pero podría venir aquí. Podría venir por nosotros. ―Jadeó―. ¡Mi madre! ―Tu madre está con Critter en este momento. Está a salvo. Lo prometo. Él no dejaría que nada le pase como yo nunca dejaré que te ocurra nada. Los hombros de Sawyer cayeron visiblemente hasta que se enderezó como si hubiera vuelto a pensar en lo que sea que la había dejado caer al principio. ―Voy a ir a la iglesia ―dijo, marchando hacia la puerta―. Voy a decirles el monstruo que es. Pueden no valorar a las mujeres pero no pueden hacer la vista gorda ante todo el daño que ha causado. Si pueden usar la Biblia para justificar sus acciones, pueden usarla para ver cuán equivocados están también. Cerré la puerta en el momento en que la abrió. ―No, maldición, no lo harás. Te mantendré a salvo, te guste o no, y enfrentarte a una iglesia entera de los partidarios de tu padre no está en los planes. ―Tengo que hacer algo. No puedo simplemente sentarme aquí como una vaca en un potrero esperando al carnicero. Debo actuar. Debo llegar a él primero. Tengo que decirle a alguien en la iglesia quién es y ¡qué es capaz de hacer! ―Sus ojos eran salvajes. Locos―. Me siento como un animal enjaulado. No hay escapatoria. Nunca habrá un escape. ―Sí, habrá. Pero dime esto, ¿qué crees que va a pasar cuando entres en esa tienda y acuses a uno de los suyos de cosas que tú misma me dijiste que quizás ya conozcan? E incluso si no aprueban ese tipo de cosas ¿por qué te escucharían? Eres una desertora, sin pruebas físicas para respaldar tus afirmaciones. ¿A quién crees que van a creer? ―Tienes razón. ―Sacudió su cabeza. Su rostro estaba manchado de parches de rojo y rosa sobre sus pocas pecas. Sus hombros bajaron. Pasó sus dedos por su cabello y tiró de las raíces―. No puedo esperar a que nos lastime otra vez. No esta vez.
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―Hallaremos algo. Haremos un plan, juntos, pero es mejor que creas que no te dejaré hacer algo obstinado y valiente si eso te pone en algún tipo de riesgo. ―¡Pero puedo hacer esto! ―discutió―. ¡Puedo ir a detenerlo! ―¡No! ―gruñí, apoyándola en un estante. Los libros cayeron al suelo. ―Hemos pasado por esto, Finn. No me trates como si fuera frágil. Como si me fuera a romper. ―Me dio la espalda―. No soy ella. ¡No soy Jackie! ―No. No eres como ella ―le dije en voz baja. Alcanzando su mano, gentilmente agarré su cintura como para recordarle que ya no estaba sola y que nunca volvería a estarlo―. Eres fuerte, mi amor. Muy fuerte. ―Entonces, por favor, deja de tratarme como si no confiaras en mí para manejar esto cuando he manejado algo mucho peor. He visto cosas peores. Si tomamos decisiones juntos, ayúdame a tomar esta ―argumentó. Tomé su barbilla hasta que sus ojos encontraron los míos. ―No ―espeté, tratando de mantener mi tono lo más suave posible para que no confundiera mi asertividad con ira―. Eso no pasará. Confío en ti. Sí. Solo quiero mantenerte a salvo y no puedo hacer eso si… ―¿No puedes qué, Finn? ―preguntó Sawyer. Extendió los brazos como si esperara a ver la respuesta que le iba a arrojar―. Porque sea lo que sea que tengas que decirme, dímelo, porque estoy cansada de estas medias verdades que me han alimentado toda mi vida. ―¡No puedo perderte! ―grité, mis palabras resonaron en las paredes y el techo, rodeándonos en la desesperación de mis palabras. Dio un paso atrás, pero la sostuve en su lugar. Me incliné y miré en las profundidades de sus ojos. Con toda la determinación que pude reunir, le dije la verdad. Más amable esta vez. ―No puedo perderte. No puedo volver a pasar eso. No contigo. Nunca. Simplemente no puedo. No me hagas pasar por eso. No me recuperaré porque me niego a vivir sin ti. La ira desapareció instantáneamente de sus ojos y se inclinó hacia mí. Envolví mis brazos alrededor de ella y la acerqué. ―No me perderás nunca ―dijo―. Pero tienes que prometerme que no me tratarás como si estuviera hecha de vidrio o papel fino cuando estoy... ―Cuando realmente estás hecha de orina y vinagre ―terminé su frase. ―No tengo idea de lo que eso significa ―dijo con una pequeña risa y un resoplido―. Solo iba a decir que no lo estoy.
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―Significa que eres una fuerza a tener en cuenta. Lo sé, Say. ―Me sacudí un mechón de cabello salvaje que había caído en mis ojos―. Lo supe desde el primer momento en que te vi en ese camino y se confirmó cuando entraste caminando por mi claro. Se puso de puntillas. Estirando el cuello, sonrió contra la piel debajo de mi oreja y susurró: ―También es mi claro. Mi sonrisa se convirtió en una risa total cuando me levanté y la llevé a una mesa. ―Tenía razón. ―Le di un rápido beso en los labios―. Toda orina y vinagre. Ahuequé su mejilla y se apoyó en mi toque. Sus ojos todavía estaban llorosos. Tristes. Mi corazón se sacudió en mi pecho. ―¿Qué puedo hacer para mejorar esto? ―pregunté, deslizando mi pulgar sobre sus lágrimas. ―Vi las campanillas esta noche. Las que colgaste para mí. Justo antes de todo... lo de mi madre. ―Me dirigió una sonrisa triste―. Gracias. ―Era la verdad. De hecho, las colgué hace unas semanas. ―Respiré profundamente―. Haría cualquier cosa por ti, Say. Dime, ¿qué puedo hacer por ti ahora? Odio verte así. Sawyer pensó por un momento. ―Simplemente no quiero pensar en eso ahora. Nada de eso. Solo quiero un segundo para respirar. Pensar en otra cosa. Desaparecer de la realidad. Sentir... cualquier otra cosa. Solo por un momento. ―Lágrimas frescas se acumularon en sus ojos y pude sentir el dolor apretarse en mi pecho. La ira burbujeó en la superficie y me encontré apretando los puños para luchar contra esta bestia invisible del pasado atormentando a mi chica de adentro hacia afuera. ―Solo sácalo, Finn. Solo sácalo todo ―susurró, colocando su pequeña mano sobre mi pecho y mirándome con ojos suplicantes. Aspiré con un suspiro tembloroso. ―Dime, Say. Dime lo que quieres y es tuyo ―susurré, presionando mis labios contra su cuello justo debajo de su oreja. Tembló contra mí. Los diminutos vellos de su cuello se erizaron. Su rápida inhalación cuando rocé mis dientes sobre su piel hizo que mi pulso latiera fuerte en mis oídos. Seguí mis labios hasta su mandíbula.
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―Yo... quiero... ―tartamudeó. ―Dime, ¿me quieres, Say? ¿Quieres que te folle? ¿Quite obligue a olvidarte de todo, incluido tu nombre? ―Entrelacé mis dedos a través de su salvaje cabello en cascada―. Puedo hacer eso. Puedo hacer que tu cuerpo se sienta tan bien que tu mente pueda descansar un rato. ―Sí ―dijo en un gemido. Cuando nuestros ojos se conectaron, había lujuria y vergüenza por su confesión cuando desvió la mirada. Su rostro se enrojeció. ―Mírame. ―Incliné su rostro hacia arriba por su barbilla para asegurarme que nuestros ojos se encontraran una vez más. Obedeció, pero todavía había vacilación en su mirada. Vergüenza. ―¿Qué hacemos? ¿Tú y yo? ―pregunté, señalando entre nosotros―. No es vergonzoso. La forma en que nos sentimos es jodidamente hermosa. Lo más jodidamente bello que jamás haya experimentado. Nunca te sientas avergonzada de decirme lo que quieres. De pedirlo. Me encanta que me quieras, Say. Tomé su muñeca y guie su mano hacia el frente de mis jeans para que pudiera sentir por sí misma que lo que estaba diciendo era verdad. ―Siente lo que me haces. Contuvo el aliento. ―Si quieres que te quite tu dolor por unos minutos de esta manera, es el regalo más precioso que podrías darme a mí y no solo tu cuerpo. Tu confianza. ―Puse un suave beso en su ceja. Su sien. Su mejilla. Su pulso se aceleró. ―Gracias por confiar en mí ―susurré antes de besar sus labios hasta que los dos gemimos en la boca del otro. Sus suaves labios rosados se abrieron para mí y su lengua buscó ávidamente la mía mientras pasaba mi mano por su muslo hasta sus bragas. Gimiendo cuando la encontré empapada y lista para mí, pero aún necesitaba escuchar las palabras―. Te daré lo que necesitas. Siempre. Sólo dime lo que quieres y es tuyo. ―¿Cómo? ―Respiró, estirando su cuello hacia mí. Nuestras frentes se apoyaban una contra la otra mientras respirábamos el aire del otro. Estaba listo para ella. Estar con ella. Dentro de ella. Pero necesitaba que dijera las palabras. ―Repite después de mí. ―Sostuve su mirada―. Te quiero. ―Te quiero ―repitió en un susurro. Vi el crudo deseo en sus ojos y supe que reflejaba el mío. Tembló y cerró los ojos.
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―Mírame ―exigí. Cuando lo hizo, la besé de nuevo. Profundamente, locamente. Como si mi vida dependiera de mantener mi boca conectada a ella de alguna manera. Tragué saliva. ―Buena chica ―elogié, mordiéndole el lóbulo de la oreja. Pasé el dedo pulgar sobre su pezón a través de su camisa y su espalda se arqueó, empujando su pecho contra el mío. Me reí entre dientes contra su cuello―. Ahora di, fóllame, Finn. Mis ojos se dirigieron a su garganta donde podía ver su pulso acelerarse bajo su suave piel. Torció sus sensuales labios rosa. Su vacilación solo duró un segundo antes que envolviera sus brazos alrededor de mi cuello y me acercara para que las puntas de nuestras narices se tocaran. Sus labios se posaron contra los míos. ―Fóllame, Finn. ―Sí ―gruñí. Pude haber sido quien le dijo que dijera esas palabras, pero oírlas salir de su boca causó que el furioso infierno de lujuria dentro de mí explotara más allá de todo control. Tenía la sensación que escucharía esas palabras repitiéndose en mi cabeza por el resto de mi vida. Fóllame, Finn. La levanté a la mesa más cercana y la empujé sobre su espalda. Le quité las bragas de un tirón y mientras la devoraba con mis ojos, de alguna manera logré concentrarme lo suficiente para desabrocharme el cinturón y empujar mis jeans sobre mi trasero, liberando mi polla palpitante. Sawyer gimió cuando separé sus piernas, caminando entre ellas. El sonido era puro cielo. Nuestras lenguas bailaron mientras nos bebíamos el uno al otro. Disfruté la forma en que su cuerpo se sentía contra el mío. Duro contra suave. Hundí mis dedos en la carne de su culo perfectamente redondo antes de moverlos a su coño, donde separé sus cálidos y húmedos pliegues y rasgueé su hinchado clítoris, porque Sawyer era mi instrumento preferido y solo yo sabía cómo interpretarla a la perfección. La mirada en el rostro de Sawyer cuando inserté un dedo dentro de ella fue como si acabara de darle una droga. Estaba drogada por el placer. Sus párpados eran pesados. Sus pupilas grandes y oscuras. Estaba absolutamente decidido a asegurarme de extraer todo el placer de su hermoso cuerpo y darle exactamente lo que me había pedido. Un escape. Y si alguien sabía una cosa o dos sobre el escape, era yo.
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Sawyer se retorció contra mi mano, goteando por mi muñeca. Su coño se apretó a mi alrededor y gemí, deseando haber sentido eso en mi polla. Enganché mi brazo alrededor de su cintura y la arrastré hasta el borde de la mesa. ―Monta mi mano ―ordené en un gruñido estrangulado. Perdida en la sensación, me miró por solo un segundo antes de comenzar a girar sus caderas contra mi mano que todavía estaba follándola furiosamente y rasgándola en cada lugar que la hacía gemir. Sus ojos se movieron hacia atrás en su cabeza cuando su primer orgasmo se estrelló sobre ella. Su voz mientras gritaba mi nombre resonó en la habitación. Su coño se cerró alrededor de mí con tanta fuerza que no sabía si podría volver a sacar mi dedo. Joder. No importaba. Con mucho gusto lo mantendría dentro de ella para siempre. La volví a empujar sobre la mesa y separé sus pliegues con la punta de mi polla, una vez más, tiré de su cuerpo para envolverme en su apretado coño. Echó la cabeza hacia atrás y apretó los labios. Debió darse cuenta de lo fuerte que había estado gritando después de haberse venido la primera vez porque se estaba reteniendo. ―Nadie puede oírte y ¿a quién carajo le importa si pueden? Déjalo salir, Say ―dije con voz ronca, viendo estrellas mientras empujaba a través de su apretado coño hasta que estaba tan profundo como su cuerpo lo permitía―. Somos tú y yo, ¿recuerdas? No puedes equivocarte. Grita. Chilla. Araña. Muerde. Pero no te retengas. Jodidamente no te retengas conmigo. ―Salí a mitad de camino y luego volví a empujar con fuerza. Abrió la boca y salió el sonido más increíble. Medio gemido medio grito que casi me hizo venirme en ella instantáneamente. Me sentí mareado por eso. Quería grabar ese sonido y escucharlo una y otra vez. Sawyer había despertado sentimientos dentro de mí que nunca pensé que volvería a sentir y fue como si una vez que abriera la botella la tapa no pudiera volver a ponerse. Porque mi deseo por Sawyer, mi amor por ella, era lo más fuerte que jamás había sentido. Cada vez que nos uníamos era mejor que la anterior. Nos fusionábamos cada vez más y sabía que nuestro futuro era del tipo que solo terminaba en para siempre. Nuestros ojos se encontraron cuando encontré mi ritmo. Cada vez que empujaba, ella se movía contra mí, tirando de mí cada vez más y más, hasta que no podía evitar golpear más fuerte, hasta que no hubo un ritmo discernible. Solo placer y gemidos y abofetear piel contra piel. Cuando la sentí apretarse alrededor de mi
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polla, mi visión se puso blanca. El placer se disparó por mi espina dorsal y cuando gritó y se contrajo a mi alrededor una y otra vez, ordeñó hasta la última gota de esperma de mi palpitante polla. Junto con hasta la última gota de amor de mi corazón. Me quedé allí, con mi chica durmiendo en mis brazos, pero no pude disfrutar el momento. Mi instinto me dijo que pronto los dos estaríamos deseando que nuestro alivio temporal de la realidad fuera mucho más permanente.
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Capítulo 4 Cuando me desperté a la mañana siguiente, busqué a Sawyer, pero lo único que encontré fue el colchón. Me senté en la cama y me encontré con el olor a tocino. Salí de la habitación hacia la pequeña cocina de su pequeña casa y fui sorprendido por el buffet que me estaba esperando en el mostrador. Junto con el tocino había huevos revueltos, tostadas, jugo, café y croquetas de papa. Mi estómago gruñó. Lo que más me sorprendió fue Sawyer, que todavía no había notado mi presencia. Me quedé allí por unos momentos. Mirándola. Observando. No solo estaba cocinando una tormenta, revoloteando de un gabinete a otro para obtener lo que necesitaba, también estaba tarareando junto a la canción en la radio. Esta no era la misma chica de anoche. Estaba confundido y me sentí al borde viendo a esta nueva Sawyer paseando por la cocina. ―¿Que es todo esto? ―pregunté. Se giró y casi dejó caer un plato, pero se recuperó rápidamente antes de dejarlo sobre el mostrador. ―Me asustaste ―dijo con una gran sonrisa radiante y supe de inmediato que algo andaba mal―. Pensé que se suponía que yo era la que no sabía de las cosas. Este es el desayuno, por supuesto. ―No quise asustarte ―dije, acercándome a ella por la espalda y envolviendo mis brazos a su alrededor Planté un beso en su cabeza antes de soltarla―. Y puedo ver que este es el desayuno, pero estaba hablando más sobre el tarareo, la cocina y tu comportamiento en general, no la comida. ―Agarré un trozo de tocino crujiente y le di un mordisco, mis ojos casi se salieron de mi cabeza con la salada bondad. ―Me gusta esta canción. El nombre de la cantante es Beyoncé. ¿Has oído hablar de ella? ―preguntó Sawyer. Pronunció Beyoncé (Bee-Yon-Chee) y no pude evitar sonreír.
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―Creo que podría haber oído hablar de ella una o dos veces ―contesté, sentándome en el mostrador―. Pero lo que quise decir fue, anoche, estabas bastante molesta, ¿y ahora? ―Hice un gesto al mostrador y a la radio. Ella sonrió, pero fue una sonrisa forzada, apenas más que una línea en su rostro. ―Nada. Voy a trabajar ―dijo encogiéndose de hombros. Y fue entonces cuando lo vi. El vacío en sus ojos. El espacio vacío donde solía vivir tanta vida. Era como si estuviera funcionando en piloto automático. ―¿Trabajo? ―pregunté. Negué con la cabeza―. Hoy no. Hoy debes hablar con Critter sobre tu mamá. Quizás, ir a verla. Sawyer apartó la vista sacudiendo su cabeza. Puso una sartén en el fregadero y apagó el grifo. ―No, aún no. Hoy no. ―Say, no puedes simplemente seguir con tu día como si anoche nunca hubiera sucedido. Es mucho para asimilar. Creo que puedes tomarte el día libre. Ella me miró como si yo fuera el que actuaba de forma extraña. ―En este momento, prefiero centrarme en esto. Desayuno. Ser feliz. ―Ella me miró―. Contigo. Me incliné y presioné un beso en sus labios. ―Me encanta que quieras ser feliz conmigo porque todos jodidamente saben que eso es todo lo que quiero en el mundo. Pero sé cómo funciona cuando empujas esa mierda en el fondo en lugar de dejarla salir y ¿sabes lo que pasa? ―¿Terminas viviendo con la chica loca de una secta religiosa en medio del pantano? ―preguntó, presionando un beso en mi mandíbula. ―Lindo. Pero en serio, retrocede, porque esa mierda no funciona. Confía en mí. Ve a hablar con Critter. Con tu madre ―dije, sintiéndome algo más que un poco incómodo con su actitud juguetona cuando anoche ella estuvo a punto de perder su mierda―. No puedes simplemente ignorar esto, Say. ―Claro ―dijo, plantando otro beso en mis labios. Agarró su bolso y se lo colgó al hombro―. Simplemente no todavía. ―Eres exasperante. Espera, al menos déjame llevarte ―ofrecí, agarrando mi camiseta de la silla y tirándola sobre mi cabeza. ―Está bien. Quédate. Come. Puedo caminar. Además, le dije a Josh que pasaría por su casa antes de mi turno.
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―Simplemente como un recordatorio, todavía no sabemos si es seguro ―dije, poniéndome la camiseta y agarrando mis llaves―. Hasta entonces no estás caminando a ningún lado sola. ―No es gran cosa ―dijo, alcanzando la puerta―. No tienes que caminar conmigo. Puedo cuidarme sola. ―Sí. ―Me paré en su camino―. Pero no tienes que hacerlo. No vas a ir a ninguna parte. No sola. Lo dije en serio cuando te dije que no podía perderte. ―El miedo que bullía dentro de mí era tan real que era casi tangible. Si tan solo ella pudiera sentir una fracción de lo que estaba sintiendo, entendería la razón de mis demandas. Es solo porque estoy aterrorizado de perderte. ―No eres mi madre, Finn ―dijo con una expresión vacía en su hermoso rostro que me hizo querer perforar un agujero a través de la pared. ―No. No lo soy. ―Me apoyé contra la pared, cruzando mis piernas por los tobillos. Me encogí de hombros―. ¿Por qué no vas a hablar con ella? ―Lindo ―dijo, echándome mi palabra anterior. ―Hablo en serio, Say. Todavía hay cosas que necesitas saber. Cosas que hasta esta mañana, pensé que siempre quisiste saber. Como por qué tu madre poseía tierras aquí. Como por qué... ―¿Como por qué Critter está casada con ella? Déjame adivinar, ¿porque no es tu historia para contar? ―B-I-N-G-O. Sawyer contrajo su rostro con confusión y entendí que no entendía mi referencia. ―Quiero decir, tienes razón. No es mi historia para contar. Y para tu información, ¿posición emocional del robot? No es para ti. ¿Por qué no traes a mi chica de vuelta? Ella suspiró. ―¿Qué pasa si todo es demasiado? ―preguntó, su labio inferior temblando. Por mucho que odiara verla molesta, me alegré de ver algo de emoción en ella―. ¿Qué pasa si no puedo manejar la verdad? ¿Qué pasa si me dicen algo que no puedo escuchar? ¿Algo que me seguirá por el resto de mi vida? No sé si puedo manejar eso. Besé la parte superior de su cabeza. ―Ella es tu madre. Pensaste que te había abandonado y no lo hizo. Está aquí ahora. Está viva. La mayoría de las personas no tienen segundas oportunidades
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como esta. La gente no vuelve de entre los muertos, pero ella lo hizo. ¿No crees que le debes escucharla? ¿Escuchar a Critter? Ella asintió contra mi pecho, pero sus hombros permanecieron rígidos. Estaba asustada y tenía todo el derecho a estarlo, pero yo necesitaba que supiera que no iba a pasar por esto sola. ―Say ―dije, alejándome para poder mirarla a los ojos―. Me tienes a mí. ¿No sabes ahora que haría cualquier cosa por ti? Cuando el mundo se ponga pesado sobre tus hombros, llevaré el peso por ti. Estaré allí. No iré a ningún lado. No ahora. Ni nunca. Los labios de Sawyer se volvieron hacia arriba en una sonrisa. Era pequeña, pero al menos era real. Sorbió por la nariz. ―Llévame con ella. Suspiré de alivio pero no fue una respiración completa. Mientras Richard todavía estuviera allí afuera, y Sawyer y su mamá estuvieran aquí, nunca sería capaz de relajarme por completo. Tiré de ella hacia mí y apoyé mi barbilla sobre su cabeza. No estaba mintiendo cuando le dije que cargaría el peso del mundo sobre mis hombros por ella. Lo que no mencioné fue la posibilidad que podría aplastarnos a ambos.
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Capítulo 5 La casa de Critter era una casa roja estilo rancho con un exterior de estuco color beige y dos contraventanas negras recubriendo las dos pequeñas ventanas delanteras. No sabía qué esperar de su casa, pero lo que no esperaba era que estuviera ubicada en un campo de girasoles. Toqué el colgante de girasol que colgaba de mi cuello. El único que mi madre me había dejado en la caja debajo de mi cama. Permanecí en el auto cuando Finn salió y abrió mi puerta. ―¿Estás lista? ―me preguntó, ayudándome a bajar y apretando mi mano fuertemente. ―No creo que alguna vez lo esté ―respondí. Finn me guio hasta el porche delantero donde Critter estaba sentado en una de las dos sillas mecedoras de mimbre. Él no perdió el tiempo. ―Sawyer, entiendo que estés confundida, pero recuerda, también ella lo está. Tu madre tiene algunos momentos de claridad. En ocasiones duran minutos y a veces horas. La mayoría de las veces piensa que está viviendo hace veintidós años atrás. ―No voy a molestarla ―prometí―. Al menos, trataré de no hacerlo. Critter asintió hacia mí y me giré hacia Finn. ―Creo que necesito hacer esto sola ―le dije. ―Estaré aquí afuera esperando ―dijo, besando mis nudillos antes de soltarme. Critter abrió la puerta mosquitera por mí. ―La última puerta al final del pasillo. Mis ojos se adaptaron a la oscuridad dentro de su acogedora casa con una alfombra de felpa y un millón de marcos de fotografías en la pared. Me recordó a una versión más hogareña del bar.
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Cuando llegué a la habitación al final del pasillo, casi esperaba que mi madre estuviera recostada en la cama, pero en cambio estaba sentada en una silla mecedora en la esquina, tejiendo. Su enfermera, Maddy, estaba sentada en otra silla cercana hojeando una revista. Maddy levantó su cabeza cuando me vio y me dio una mirada de advertencia. ―Critter dijo que estaba bien ―le dije. Ella vio hacia mi madre y luego de regreso a mí. ―Caroline, tienes una visita ―dijo en voz alta aunque dulcemente―. La mejor manera de no molestarla es no corregirla si dice algo que no suene adecuado y no le recuerdes quién eres porque lo más probable, por cómo lo está haciendo en este momento, es que no va a saberlo. ―Con eso Maddy dejó la habitación y cerró la puerta detrás de ella. ―Hola, allí, querida. ¿Cuál es tu nombre? ―preguntó mi madre cuando me notó de pie al final de la cama. Bajo sus tejidos. Una maraña de hilo rosado con un patrón no descifrable. Su cabello rubio estaba húmedo y pulcramente peinado hacia atrás. Usaba una bata de baño rosa sobre su pijama de rayas rosadas y blancas, completada con zapatillas peludas. Era lo más colorido que la había visto usar además de la camiseta sin mangas amarilla en la foto que había encontrado en la caja que había dejado para mí. Se veía saludable. Más pesada. Más fuerte de lo que la había visto en años. Físicamente, de todos modos. ―Hola ―dije, sintiéndome rara al no saber cómo presentarme frente a mi propia madre. Examiné su rostro por alguna señal de reconocimiento. Nada. Ignoré el creciente agujero en mi estómago y el dolor en mi corazón. ―Soy… Sawyer. Colocó su tejido en su regazo. ―Tú debes ser la vecina de la que Critter estaba hablando. La nueva con el niño pequeño que sigue robando todos mis girasoles. Es agradable conocerte finalmente. ―También me agrada conocerte ―dije, sentándome en el borde de la cama donde la enfermera había estado―. Y siento tanto que él robe tus flores. ―Oh, está bien. Descubriremos cuán traviesos serán los niños muy pronto. Lamento no poder ir a buscarte algo de beber. Critter ha sido realmente insistente que me quede quieta debido a que las náuseas matutinas realmente me han afectado.
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―¿Náuseas matutinas? ―pregunté―. ¿Estás embarazada? Mi madre quitó su tejido y pasó su mano sobre su vientre plano como si estuviera redondeado en lugar de marcado. ―Sí, tengo seis meses ahora y las náuseas todavía no han desaparecido. A veces creo que mi hija estará fuera en el mundo y crecida para el momento que desaparezcan. ―Lamento que no estés sintiéndote bien ―dije―, pero estoy segura que Critter está cuidando muy bien de ti. ―Ese hombre enlazaría la luna si así se lo pidiera. Por eso me casé con él. ―¿Casaste? ―pregunté. ―Sí, justamente antes que nos enteráramos que íbamos a tener un bebé. Fue discreto, solo nosotros en el campo de girasoles con un juez de paz de la oficina del condado. No tengo mucha familia ni tampoco Critter. Fue más especial de esa manera. Aunque, no será así por mucho tiempo. ―Mi madre estaba sonriendo de oreja a oreja mientras se mecía y continuaba tejiendo. ―Entonces, cuéntame, ¿cómo se conocieron ustedes dos? ―pregunté casualmente, tratando de no verme como una vecina curiosa. ―Bueno, fue amor a primera vista. Yo estaba… ―Contrajo su rostro y sacudió su cabeza como si estuviera alejando un mal recuerdo―. No quieres escuchar todo esto de mí, ¿verdad? Es una larga historia. ―Quiero. Realmente quiero escucharlo. ―La animé, tratando de no mostrar el nerviosismo causando estragos en mi corazón. Finalmente iba a escuchar la historia por la que he esperado tanto tiempo. Una parte de mi quería girarse y correr. Otra parte de mí no se movería incluso si un buldócer1 atravesara la pared. ―Desde el principio si te parece bien ―propuse―. El mismo comienzo. Tus comienzos, tengo tiempo de sobra. ―Vi hacia mi muñeca desnuda como si estuviera revisando la hora en un reloj cuando nunca he tenido uno. Me deslicé al suelo y llevé mis rodillas hacia mi pecho con mi espalda contra la cama y traté de no dar un golpecito con mi dedo del pie en la alfombra aunque prácticamente estaba hormigueando por hacer justamente eso. Mi madre miró por la ventana mientras recordaba su historia.
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Del inglés bulldozer: es un tipo de topadora que se utiliza principalmente para el movimiento de tierras, de excavación.
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―Bueno, nací siendo una rebelde, negándome a venir a este mundo por tres días completos. ―Sacudió su cabeza―. Mi pobre madre. Crecí en un hogar religioso y cuando mis dos padres murieron fui entregada a los ancianos de la iglesia para que me criaran ya que solo tenía quince años cuando ellos fallecieron. ―Lo siento ―dije, mis entrañas retorciéndose ante la noticia de mis abuelos de los que ella nunca había hablado. ―No te preocupes. Fue hace mucho tiempo. Pero fue solo entonces cuando me di cuenta que mis padres eran miembros de la iglesia. En nuestra casa, no teníamos que bajar la mirada y podíamos hablar en cualquier oportunidad que sintiéramos que teníamos algo que decir, pero eso no era lo habitual. Estaba muy lejos de eso. Fue una forma severa de crecer y nunca la acepté. Tampoco lo hice yo. ―Cada día cuando despertaba veía la luz desvaneciéndose de mis ojos a medida que más y más reglas eran empujadas en mi garganta. Para el momento que me informaron que iba casarme con este hombre de la iglesia. Richard era su nombre. ―Se encogió―. Casi me había dado por vencida. No conocía la vida fuera de la iglesia y pensé que no podría hacerlo por mi cuenta. Tenía la esperanza que tal vez Richard sería más como mis padres. Pero solo tomo unas cuantas reuniones con él para darme cuenta que quizás él era el peor de todos. Me trataba como un perro con correa y siempre se aseguró que el collar me permitiera respirar, pero siempre me recordaba que con un solo tirón en la dirección equivocada me estaría ahogando. Estaba llorando por dentro por mi madre, pero traté te permanecer impasible en el exterior. No fue fácil. ―Un fin de semana, mis tutores me trajeron con ellos a un servicio de renacimiento de carpas para ayudar. Nos quedamos en un pequeño motel y salía a caminar por la ciudad cada vez que podía escabullirme por una hora más o menos. Un día vi una camioneta y una casa rodante a la venta en un depósito de chatarra y algo se apoderó de mí. Una idea que no podía alejar. ―Mi madre siguió tejiendo y luego lo bajó de nuevo. Continuó: ―En el día que me casé con Richard, robé un crucifijo de oro que pertenecía a Richard y lo llevé al depósito de chatarra. Lo intercambié junto con mi anillo de boda por la casa rodante y la camioneta. No llegué muy lejos antes que la camioneta se dañara en el lado de la carretera. Salí y caminé para buscar ayuda y me aseguré de caminar en la dirección opuesta del lugar de la feria porque a pesar que la libertad
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que había probado solo eran unos sesenta y cuatro kilómetros del lugar de la feria supe que nunca volvería. ¿Y caminar sola en el medio de la noche? Fue glorioso. Mi primera probada de verdadera libertad. El sonido del pantano en la noche. ―Cerró sus ojos como si aún pudiera escucharlo. Luego inhaló profundamente a través de su nariz―. El olor de agua salada y azufre. ―Abrió sus ojos de nuevo―. Para el momento que me di cuenta que estaba perdida no me importó si alguna vez alguien me encontraba. Caí en un terraplén y me quedé atrapada en estas pequeñas franjas de tierra fangosa, pero era demasiado empinado para escalar de vuelta a la cima. A medida que el agua ascendía pensé que seguramente iba a morir allí. ―¿Qué hiciste? ―pregunté, inclinándome hacia adelante. Se encogió de hombros y comenzó a tejer de nuevo. ―No había nada que pudiera hacer. Y había algo tan… liberador sobre la experiencia que me senté en el barro y solo… solo empecé a reír. Y ahí fue cuando Critter me encontró. Sentada en el barro, el agua subiendo a mi alrededor, cuando pasaba por allí con su pequeño bote e hizo una toma doble. Se detuvo y me sacó. Estaba cubierta de picaduras de mosquitos, barro de la cabeza a los pies, y empapada y ¿sabes lo que hizo el hombre? ―preguntó con una sonrisa amorosa. ―No. ¿Qué fue lo que hizo? ―pregunté, inclinándome hacia adelante. Sonrió en una forma que me dijo que no podía creerlo ella misma. ―Empezó a reírse conmigo. El hombre no tenía idea por qué me estaba riendo, pero se unió a mí. Me llevó de vuelta a su bar y mientras me limpiaba y cambiaba mi ropa, él fue y remolcó la camioneta y la casa rodante de vuelta al bar. Cuando salí toda limpia y libre de barro, me miró y nunca olvidaré lo que dijo. ―¿Qué? ¿Qué fue lo que dijo? ―pregunté. ―Levantó la mirada y dijo, eres tú. Como si hubiera estado esperando por mí toda su vida. ―Miró por la ventana donde Critter estaba sentado en el porche, meciéndose en su silla, jugueteando con algo en su regazo―. Y luego, antes que el café estuviera listo en la mañana, nos habíamos enamorado loca y profundamente. ―Esa es una hermosa historia ―dije, y realmente lo era―. ¿Qué pasó con este tipo Richard? ―Miré las paredes y al suelo y de vuelta. A cualquier lugar menos a mi madre―. ¿Era… el padre de tu bebé? Mi madre sacudió su cabeza. ―No, Dios, no. Me fui antes que nuestra noche de bodas se llevara a cabo. Afortunadamente nunca llegó tan lejos. Esta pequeña niña aquí ―se dio una palmadita en el vientre―, o al menos creo que es una, es cien por ciento de Critter. Cien por ciento… Critter.
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―Dijiste que ¿ustedes dos están casados? ¿Quiero decir tú y Critter? ―Seguro que lo dije ―respondió, tarareando y tejiendo una vez más―. El matrimonio con Richard fue solo una ceremonia en la iglesia. Sin papeleo así que no es legal ante los ojos del Estado. Afortunadamente para mí, la iglesia se atiene a la ley de Dios, pero no a la del hombre. Entonces, fui libre para casarme con Critter. Legalmente está casada con Critter. Mi madre se veía como si estuviera a punto de decir algo más, pero se detuvo antes que las palabras salieran. Giró su cabeza de un lado a otro como si estuviera viéndome por primera vez. Había una claridad en sus ojos que no había estado allí antes, junto con algo más. Reconocimiento. Mi estómago se agitó. Mi corazón palpitó en mis oídos. ―¿Sawyer? ―preguntó en un susurro, parpadeando rápidamente―. ¿Eres tú? ―Sí, madre. Soy yo ―dije tan suave como pude, manteniendo mi expresión tan plana como fuera posible. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba arrastrándome sobre la alfombra hacia ella hasta que estuve de rodillas frente a ella, mirando fijamente a sus familiares ojos amorosos. ―Mi pequeña niña. Realmente eres tú ―dijo, dejándose caer de la silla en sus rodillas frente a mí. Me atrajo a un abrazo y no pude detener las lágrimas una vez que comenzaron y mi madre tampoco pudo. Nos sentamos allí, abrazándonos y llorando en los brazos de la otra―. Estás viva. Él me dijo que lo estabas, pero no le creí. Necesitaba verte. Lograste salir. Lo siento ―dijo en mi cabello, salpicando besos a lo largo de mi cabeza rizada―. Lamento todo. ―Logré salir mamá. Por ti. Por tu carta, la caja y tus instrucciones. Me enviaste aquí. Me sacaste ―le dije. Mientras hablaba, sentí que algo del resentimiento que había estado sintiendo hacia ella empezar a disiparse. ―Lamento no habértelo dicho ―lloró―. No pude. Necesitaba mantenerte a salvo. Perdóname, dulce niña. Hice lo que pensé que era lo mejor, pero hice un desastre de todo. Tengo tanto que decirte ―dijo, sollozando contra mí―. Hay más que necesitas saber. ―No tienes que decirme todo ahora ―respondí contra su hombro mientras me apretaba repetidamente como si necesitara un constante recordatorio que realmente estaba allí tanto como yo necesitaba uno. Luego de unos momentos, los brazos de mi madre se pusieron rígidos y antes que se alejara supe que nuestro tiempo juntas había pasado. Cuando volvió a mirarme la vidriosidad en sus ojos estaba de vuelta.
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―Será mejor que me levante del suelo. Critter no quiere que me esfuerce en mi condición. Dice que no es bueno para el bebé. ―Se levantó y se sentó de nuevo en su silla, recogiendo su tejido una vez más. Las lágrimas medio secas manchando sus mejillas eran la única evidencia de nuestra reunión robada. Me levanté para irme cuando Maddy entró a la habitación y me dio un asentimiento severo. ―Debería irme. Gracias por recibirme, y gracias por contarme la historia de cómo conociste a tu esposo. Me sonrió dulcemente. ―No fue molestia para nada. Me encantó contarte esa historia. La mitad de las personas en esta ciudad ya están cansadas de escucharla. Gracias por venir a visitarme. Asegúrate de hacerlo de nuevo ―dijo―. ¿Tal vez el domingo? Los domingos, hago mi famoso pastel de durazno. Es el favorito de Critter. Limpié mi rostro húmedo con el dorso de mi mano. ―Me gustaría mucho hacer eso, si estás segura que está bien para ti. ―Por supuesto. Me encantaría. Nos vemos el domingo ―dijo alegremente―. Y no te preocupes por ese adorable niño tuyo. Finn es bienvenido de tomar girasoles cuando quiera. Tenemos muchos. Finn. Le di un pequeño gesto de despedida y luego esperé hasta que estuve en el pasillo casi en la puerta principal antes de susurrar: ―Adiós, mamá. ―No sabía cómo sentirme al verla de esa manera, pero cuando la vi volver a deslizarse en un lugar donde nunca existí, nunca esperé que se sintiera como si hubiera muerto de nuevo.
Corrí hacia los brazos de Finn en el segundo que estuve de vuelta en el porche. Enterré mi rostro en el suave algodón de su camiseta y no me alejé hasta que escuché la voz de Critter. ―¿Sawyer? Me giré para enfrentar a Critter quien se levantó de su silla mecedera con una mirada conocedora visible en las líneas de su rostro. El rostro de mi padre. Nos quedamos allí, viéndonos el uno al otro por lo que se sintió una eternidad. ―¿Critter? ―pregunté, como si estuviera viéndolo por primera vez.
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Se balanceó ligeramente hacia adelanté sobre las puntas de sus pies, y cruzó sus manos detrás de su espalda. Para un hombre tan alto y fuerte mi corazón se tambaleó por cuán vulnerable parecía. ―Te escuchamos allí dentro con ella ―dijo Finn detrás de mí. Critter asintió. ―Hiciste bien, pequeña. Pero si no te importa, me gustaría… por qué esto es tan jodidamente difícil ―murmuró. Tomó una profunda respiración―. Me gustaría que me llames, papá. ―Su voz se rompió al final de la palabra. Mi corazón se abrió de golpe, liberando un poderos torrente de emociones junto con lágrimas incontrolables. Caí de rodillas. Y antes que pudiera darme cuenta, Critter había cerrado la distancia entre nosotros y me había levantado de mis rodillas, atrayéndome con sus fuertes brazos contra su pecho. Olía como a humo de puro y colonia. Así es como olía mi padre y lo recordaría para siempre. Estaba sollozando tan fuerte que impidió que hablara, pero Critter me observó cuando levanté mi mirada y articulé las palabras: ―Hola, papá. Me levantó, balanceándome de atrás hacia adelante mientras mis pies colgaban fuera del porche. ―Hola, pequeña. ―Mis lágrimas empaparon su camiseta mientras nos apretábamos el uno al otro fuertemente y salpicaba besos en la cima de mi cabeza―. Bienvenida a casa, pequeña ―dijo en un sollozo ahogado―. Finalmente. Bienvenida a casa. Nos quedamos de esa manera por un largo tiempo, juntos, reunidos. Padre e hija. Y lloramos. Lloramos porque finalmente ambos sabíamos la verdad. Lloramos por el tiempo perdido entre nosotros. Y aunque ninguno de los dos lo dijo en voz alta, sabía que en algún momento entre esas primeras lágrimas cayendo y el sol hundiéndose profundamente en el horizonte, que ambos estábamos llorando por ella.
El sol acababa de asentarse por la noche. Las estrellas iluminando el cielo oscuro oficialmente habían tomado su turno para proteger la tierra. Finn, Critter y yo todavía estábamos sentados en el porche delantero de la casa. Ellos estaban bebiendo cervezas. Yo me conformé con un té helado después de
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decidir que la cerveza era un gusto adquirido, y todavía no había tenido el tiempo para adquirirlo. ―¿Necesitas… necesitas que te ayude a cuidar de ella? ―le pregunté a Critter―. Mi madre. No es justo que tengas que hacerlo todo tú solo. Él sacudió su cabeza y tomó un sorbo de su cerveza. ―Escucha, pequeña, has pasado tu vida entera cuidando de tu madre. Has hecho un excelente trabajo. Hiciste más de lo que haría la mayoría en tu situación. Infiernos, te quedaste cuando la mayoría se hubiera rendido y la hubiese abandonado. ―Se inclinó hacia adelante en sus codos―. ¿Qué te parece si te haces a un lado y me dejas hacerlo por una vez? Además, me he perdido de cuidar de esa mujer por dos décadas. Tengo mucho que compensar. ―No te he preguntado cómo has estado durante todo esto. Así que, ¿cómo lo estás sobrellevando? ―No me desanimo. Ella está de vuelta, pero no completamente. Va a tomar un poco de tiempo que vuelva a la normalidad, pero no me detendré hasta que mi girasol esté de vuelta al cien por ciento. ―¿Fuiste tú el que le dio este colgante? ―pregunté, sosteniendo el girasol colgando de la cadena en mi cuello. ―Sí ―dijo, viendo nostálgicamente hacia el campo de girasoles donde el sol acababa de comenzar a ponerse debajo de la cima de las altas flores, iluminándolas por atrás y dándoles un hermoso e inquietante brillo―. Le propuse matrimonio a tu madre en ese campo. Nos enamoramos en ese campo. Nosotros… bueno, algunas cosas son mejor no decirlas. Me reí y tomé un sorbo de mi té. ―Hay cosas sobre mi pasado que deberías saber ―dijo Critter―. Cosas de las que no hablo abiertamente. Pero eres mi hija y deberías saber este tipo de cosas sobre tu viejo. Acerca de quién soy y lo que hice en mi pasado. ―¿Cómo qué? ―pregunté indecisa, mordiendo nerviosamente el interior de mi mejilla. ―No siempre he sido el mejor ciudadano modelo de esta ciudad. He hecho cosas. Muchas cosas. Algunas de ellas malas, realmente malas. Pasé unos cuantos años en la prisión estatal cuando tenía veintitantos años. ―Entonces, ¿te juntaste con gente mala en tu juventud? ―sugerí. Critter negó y miró hacia mí por encima de su botella de cerveza.
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―No, yo era la persona con la que los demás se juntaban. Era las malas compañías o al menos, manejaba las malas compañías. ―¿Mi madre lo sabe? ―pregunté. ―Tu madre sabe todo sobre mí ―rió―. Cada feo y sucio detalle. Y me ama a pesar de ello y a veces a causa de eso. ―Si no le importó a ella entonces tampoco importa para mí. ―No entiendo por qué ella está así ahora cuando no era así antes ―interrumpió Finn. Critter negó. ―El psiquiatra aquí cree que ha estado sosteniendo mucho sobre su cabeza y con el pasar de los años el peso de eso creció más y más pesado. Y cuando la trajimos de vuelta aquí y supo que tú estabas bien fue como si sus rodillas cedieron y finalmente todo se derrumbó a su alrededor. ―¿Crees que alguna vez volverá a ser... normal? ¿Cualquiera que eso pueda ser? ―Normal ―Se rió de la palabra―. Y en cuanto a tu madre, ella es una fuerza de la naturaleza, más fuerte que cualquier jodido huracán con el que me he tropezado. Ella solo necesita un poco de descanso. Un poco de tiempo. Solo hay cierta cantidad de cosas que el cuerpo puede soportar y una mente puede procesar. Ella regresará a nosotros eventualmente. Estoy seguro de eso. ―¿Puedo preguntarte algo? Critter asintió. ―Ella estuvo lejos por dos décadas. ¿Por qué no te volviste a casar o tuviste hijos? Critter suspiró y miró a su mano por un momento antes de responder. ―Porque el tipo de amor que tu madre y yo tenemos no es del tipo del que te puedes recuperar. No es un resfriado. No es temporal. Es del tipo que se convierte en parte de ti. Como la sangre en tus venas. Superar a tu madre no fue posible. ―Realmente la amas ―lamenté. ―Sí, con todo lo que tengo y más. Y a ti ―añadió Critter, con ojos acuosos―. No puedo reponer los años que no fui tu padre, pero estoy seguro que lo intentaré, pequeña. Pequeña. Amé cada expresión de afecto que Critter envió en mi dirección. Me hicieron sentir especial.
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Segura. Amada. Richard nunca me llamó de ninguna otra manera además de Sawyer. O chica. Como si fuera una mala palabra. ―Creo que eso me gustaría. ―Necesitas saber que nunca creí que ella me dejó voluntariamente. Ni una sola vez. No solo te levantas y te alejas de lo que teníamos. No es posible. Las busqué a ustedes dos cada maldito día después que me dejó esa nota. Cada maldito día. Y, cuando no pude encontrarte, pensé que estabas muerta. ―¿Por qué? ―Porque nunca pensé que él dejaría que tu madre o tú vivieran cuando se enterara que estaba embarazada de ti ―dijo Critter, apretando su agarre en su cerveza. ―Probablemente no lo habría hecho ―concordé―. Pero resultó, que fui la perfecta ventaja para manipularla. ―No sabía que estabas viva hasta hace unos cuantos meses cuando esto llegó. ―Critter buscó en su bolsillo trasero y me entregó un sobre sin remitente―. Dejaré que ella te diga lo que pasó. Saqué la carta del sobre y aunque sabía que estaba dentro de la casa, escuché su voz en mi cabeza leyéndome la carta como si todavía fuera un fantasma.
CEstoy arriesgando todo al enviarte esto, pero tengo que hacerlo porque no me queda mucho tiempo. Es demasiado tarde para mí, pero no es demasiado tarde para salvar a nuestra hija. Ayúdala antes que sea demasiado tarde para ella también. Te amo. Siempre lo he hecho. Siempre lo haré. Por siempre tu girasol, -Caroline.
Lágrimas estaban corriendo por mi rostro. Miré desde la carta hasta Critter. ―Todavía no entiendo por qué no se quedó. Pudo haberse resistido a él o haberse escapado y regresar a ti. En cambio se quedó con él. Por… más de veinte años. ¿Por qué?
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Critter elevó su mano. ―Richard la amenazó con la muerte de su hijo, tú. Con matarme. Le dijo que si trataba de escapar no se detendría hasta que nos viera morir a ambos frente a ella. Sé lo que debes estar pensando, pero tu madre no era una cobarde. Hizo lo que tenía que hacer y se quedó porque pensó que era la mejor manera de mantenernos con vida. Ella no es una cobarde. Ni siquiera cerca. Esa mujer vadeó las aguas del infierno con el mismo diablo para mantenernos a salvo. ―Critter se movió en su silla. Echó un vistazo hacia la casa―. Ella es la mujer más valiente de todo el maldito mundo. Finn colocó su mano en mi hombro y le dio un apretón. Amaba que siempre parecía saber cuándo necesitaba ser tranquilizada y en ese momento lo necesitaba más que nunca. Había estado equivocada. Mi instinto, mi cabeza y mi corazón habían pensado lo peor. Había estado equivocada. Tan, pero tan equivocada. ―Yo nunca… vaya ―dije, instantáneamente sintiendo dolor y vergüenza por siquiera sugerir que mi madre era egoísta. ―Solo hay dos cosas que lamento en esta vida. No encontrarlas a ustedes dos, y llegar a ti mucho antes es una de esas cosas. ―¿Cuál es la otra? ―pregunta Finn, girando su cerveza en su mano. Critter no dudó cuando echó un vistazo hacia nosotros con odio frío en sus ojos. ―No matar a ese hijo de perra, Richard, hace veintidós malditos años atrás.
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Capítulo 6 Cuando sonó el teléfono, dejé a Sawyer y Critter en el porche para hablar y responder. ―Hola, mamá. ―Cariño, ¿cómo estás? Han pasado días y no has llamado. ―Hablamos ayer, mamá ―le recordé. ―¿Estás seguro? Parece que ha pasado más tiempo. ―Estoy seguro ―dije, sonriendo al teléfono. ―Suenas muy diferente. ¿Tiene esto algo que ver con la chica de la que he oído hablar en toda la ciudad excepto por mi propio hijo? Miré hacia donde Sawyer estaba hablando con Critter, y mi corazón se calentó. ―Sí, algo como eso. ―Finn Hollis, traes a esa chica aquí de visita en el mismo momento en que tengas la oportunidad. Iríamos nosotros, pero el asma de tu padre ha estado mostrándose. Esta época del año es demasiado húmeda. ―Deja de hacerme sonar como un viejo ―gruñó mi padre en el fondo. ―Entonces deja de hacer cosas de viejo como chuparte los dientes después del desayuno ―le regañó mi madre. ―Ustedes dos no han cambiado ―dije. El tono de mi madre se volvió serio. ―Finn, no te hemos visto en mucho tiempo. Bueno, no desde... ―Hizo una pausa como si estuviera esperando algo. Una reacción de algún tipo. ―Puedes decir su nombre, mamá. Está bien. Jackie. Se llamaba Jackie. ―Estaba muy orgulloso de lo lejos que había llegado. Decir su nombre solía traer mucho dolor. Ahora era un nombre asociado con una chica que una vez había amado y perdido.
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Y eso estaba bien. Ella dejó escapar un suspiro de alivio. ―Gracias a Cristo. No hace mucho tiempo trataste su nombre como una maldición. Una mala. Como con la que llamaste a tu profesor de inglés en tercer grado. ¿Qué niño de nueve años llama a su maestro un co...? Mi padre la interrumpió. ―Hijo, ¿vienes aquí o te tenemos que sobornar? Hemos estado pidiéndotelo por solo dos años ―gritó mi padre al teléfono. Las llamadas telefónicas con mis padres solían ser estresantes. Pasaría cada momento tratando de convencerlos que estaba bien cuando no lo estaba. Últimamente ni siquiera tuve ganas de colgar y arrojar mi teléfono al pantano. Crucé los brazos. ―Eso depende. ¿Qué tienes para sobornarme? ―¿Cobbler2 y tus sándwiches de pollo fritos favoritos? ―preguntó mi madre. Mi estómago gruñó ante la idea de su famoso pollo―. Y haré que Ethan vaya por ti, así no tendrás que conducir. ¿Y traerás a esa chica tuya para que podamos conocerla? ―preguntó con esperanza. Miré a Sawyer y nuestros ojos se encontraron. Ella sonrió. ―Definitivamente.
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cobbler (‘zapatero’): es un postre tradicional de los Estados Unidos, consistente en un relleno de fruta vertido en una fuente grande para horno sobre un rebozado que sube cuando se cuece. El rebozado forma un dumpling dentro del cobbler, además de una corteza encima.
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Capítulo 7 Desde que Critter y yo habíamos hablado hace unos días, me sentí mejor. Más ligera. Pero el miedo persistente sobre un futuro incierto comenzaba a pesar sobre mí. Me sentí agotada. Mis ojos estaban tan cansados como mi mente. La idea que más persistía, la que susurraba a través de mis oídos como una niebla invisible, era que Richard todavía estaba allí afuera. Había una posibilidad que viniera por mí. Después de todo, le había robado y él me odiaba porque me culpó por la muerte de mi madre. Cualquier otro hombre en el mundo no tendría motivos para venir a buscarme, pero Richard Dixon no era ningún otro hombre. Sabía que tarde o temprano vendría. Siempre lo había sabido. Pero una cosa había cambiado. Mamá. Si Richard viniera por mí y la encontrara... odiaba pensar en lo que sucedería. Tal vez, si nos fuéramos de Outskirts, solo por un tiempo, hasta que el servicio de la carpa empacara y se fuera, entonces podríamos evitar que descubriera que estaba viva. Estaba a punto de contarle la idea a Finn, cuando se sentó a mi lado en el banquillo y me distrajo con su pecho desnudo y sus músculos ondulantes. Cuando me sonrió, mi estómago y algo más bajo dieron un pequeño giro de felicidad. ―¿Qué es esa mirada en tu rostro? ¿No es un buen libro? ―preguntó, señalando el libro abierto en mi regazo. RELIGIONES MODERNAS PARA UN MUNDO MODERNO ¿Libro? ―Oh. Sí. No es que no sea bueno. Es que no creo que sea realmente lo que estaba buscando ―le dije, mirando el título del capítulo y leyéndolo de nuevo en caso de haberlo leído mal la primera vez. Nop. Lo había leído bien.
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―¿Qué? ―preguntó Finn, inclinándose para mirar lo que había estado leyendo. Inhalé su aroma fresco y me incliné hacia él ligeramente para sentir mejor el calor de su pecho a través de mi delgada camiseta sin mangas. Escaneé el artículo rápidamente y le di los puntos sobresalientes. ―Hay una religión llamada Iglesia del monstruo volador de espagueti. La base es que los seguidores de esta religión creen que un ser que llaman el Monstruo volador de espagueti creó el mundo y todo lo que contiene. Literalmente está volando pasta y albóndigas ―dijo, señalando la imagen debajo de la leyenda. Cerré el libro y lo dejé a un lado, negando con incredulidad. ―¿Cómo es eso más extraño que creer que un hombre caminó sobre el agua o resucitó de los muertos? ―preguntó Finn, apoyándose en sus manos―. ¿O que las vacas son animales sagrados? O hay personas que mantienen una tostada durante décadas, porque juran que pueden ver la imagen de Jesucristo quemada por la tostadora. ―Bueno, ahora que lo pones de esa manera, un monstruo volador de espagueti no parece tan extraño ―respondí juguetonamente. Finn agarró mi mano. ―Eso tiene sentido, pero el tema es que todo esto puede parecer una locura para nosotros, pero para muchas personas les da paz, les hace sentir completos. Les da un propósito No le corresponde a nadie decidir qué es lo que está loco y qué no. Si hace que alguien se sienta completo, entonces tendrá más poder para ellos. ―¿En qué religión creciste? ―le pregunté dándome cuenta que no tenía idea si la familia de Finn era gente de fe o no. Finn hizo una mueca. ―Uh, del tipo que va a la iglesia en Semana Santa y Navidad, pero solo si el estacionamiento no estaba demasiado lleno y no teníamos que estacionar en el barro al otro lado de la calle. ―Se sentó y apartó mi cabello de mi hombro, trazando mi clavícula con su dedo―. ¿Qué está pasando realmente con las cosas religiosas, Say? ¿Quieres hablar de eso? Decidí ir con la verdad ya que cualquier otra cosa sonaría aún más extraño. ―Ya no sé qué creer. Es aterrador no tener fe, pero liberador al mismo tiempo. Es como si tuviera la oportunidad de vivir mi vida en mis propios términos, y sabiendo todo lo que hay que saber, no sentiré que falta una pequeña parte de mí ―confesé―. Aunque no estoy cien por ciento segura. Tal vez, pensé que si leo más (estudiado sobre las religiones del mundo), entonces, de repente, todo tendría sentido para mí. Pero no es así. Ninguna tiene sentido en absoluto para mí.
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―La gente de esas religiones piensa que tienen perfecto sentido ―respondió. ―Sí, esa es la cuestión. Todos tienen fe en lo que creen y todos piensan que tienen razón y lo llaman fe. Conozco la fe. El diccionario lo llama confianza y creencia en algo basado en la aprehensión espiritual en lugar de la prueba. Pero con todas las religiones que existen en el mundo, algunas deben estar equivocadas. ¿Tengo razón? Quiero decir, si hay una absoluta que la mayoría de ellas, tiene que estar equivocada. Finn se encogió de hombros y apoyó su barba incipiente en mi hombro desnudo. ―Pero, ¿y si están bien? ―Besó el espacio entre mi cuello y hombro y me relajé en su toque. Sonreí. ―Entonces, que el monstruo de espagueti nos bendiga a todos. Finn se rió entre dientes antes que su sonrisa se desvaneciera y su tono se volviera más serio. ―¿Lo extrañas? ¿Al menos, partes de él? Tu pasado, quiero decir. ―¡No! ―dije con mucha más fuerza de la que pretendía―. Quiero decir, me sentía como una extraña en la iglesia porque lo era. No podía solo ir con ello y creer ciegamente. Y aquí, por mucho que me guste, todavía me siento como una extraña. Cada vez que Miller saca a colación un programa de televisión o una referencia a algo que no entiendo, es solo un recordatorio que no vine de este mundo ―expliqué. Finn permaneció en silencio por un momento, mirando al suelo. ―¿Qué? ―pregunté, preguntándome qué tenía en mente. Él parpadeó y volvió a mirarme. ―Solo tenía una idea... ―Y… Lo desechó. ―Te diré después. Mientras tanto, por favor no bases nada en lo que dice Miller. Una vez se reportó enfermo al trabajo para ver tres días un reality show de televisión sobre esposas en Misisipi. ―Entrelazó sus dedos con los míos. Me encantaba lo grande que era su mano en comparación con la mía. Su bronceado contra mi palidez. ―Yo solo... quiero saber cosas ―dije―, armarme con conocimiento. Averiguar de dónde vino todo y tomar una decisión propia sobre lo que quiero creer.
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Finn asintió y había otra mirada en su rostro. ¿Orgullo? ―Creo que es una gran idea. Investiga todo y avíseme cuando comience el servicio del monstro volador de la pasta. ―Plantó un rápido beso en mis labios. ―Monstro volador de espagueti ―lo corregí. ―Eso es muy específico. ―Rió entre dientes Finn, llevándome a su regazo. ―Estaba pensando en escribirlo todo como un diario. De esa forma puedo recordar todo lo que aprendo y tomar notas. ―¿Qué tal un blog? ―sugirió Finn. ―¿Un blog? ―Arrugué la nariz, desconociendo el término. ―Sí, es como escribir en un diario o periódico, excepto que lo publicas en línea de esa manera más personas tienen acceso a él. Pueden aprender de él a medida que lo haces tú. Creo que serías muy buena en eso y yo puedo ayudar a armarlo si quieres. ―¿Harías eso? ¿Por mí? ―pregunté, mi corazón revoloteando y mi piel calentándose bajo su toque. ―¿No lo sabes a estas alturas? ―Respiró Finn, su mirada fija en la mía―. Haría cualquier cosa por ti. Todo mi cuerpo se estremeció contra él mientras presionaba un beso en mi cuello. Entonces, muy lentamente, trazó la parte exterior de mi oreja con la punta de la lengua. Todo dentro de mí cobró vida. ―¿Qué estás haciendo? ―pregunté, sin aliento. ―Estoy ayudando ―insistió―. ¿Quieres religión? ―Finn echó hacia atrás un mechón de mi cabello―. Entonces me arrodillaré y te adoraré por el resto de mi vida. ¿Quieres salvar a alguien? Ya lo has hecho. Me salvaste. ¿Quieres el cielo? ―Su mano se deslizó por la parte posterior de mi falda. Me estremecí. Su voz profunda zumbó en mi oído―. Te llevaré allí en este momento. Me dolió por su toque. Porque me diera más que solo sus deliciosas palabras. ―Sí. Cielo. Por favor. ―Di un grito ahogado cuando enganchó los dedos dentro de mis bragas y las echó a un lado. ―Tan húmeda para mí ―gimió. Se desabrochó el pantalón y levantó las caderas para empujarlos hacia abajo. Me colocó sobre mi espalda, haciéndome sujetarme al borde del muelle. No quitó sus ojos de los míos cuando empujó dentro de mí, haciendo que mi espina dorsal se arqueara fuera del muelle cuando un rayo de placer se disparó a través de mí.
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―Joder, eso es tan bueno. Eres tan buena. Cada vez. Cada maldita vez ―gimió Finn. Empujé hacia atrás contra él mientras me tomaba rápido y fuerte. No me tomó mucho tiempo para que el placer estallara dentro de mí. Vi estrellas. Después de unos cuantos golpes furiosos, Finn me siguió hasta el límite y disfruté de la sensación de su caliente liberación llenándome. Colapsamos encima de la imagen del Monstruo de Espagueti Volador. Finn apoyó su pecho contra mi espalda sin salir de mi cuerpo. ―Sabes, ahora soy una pecadora. Probablemente hasta vaya al infierno ―le susurré, enfocando su atención en la Biblia en la que mi mano todavía estaba presionada. ―Eso no es verdad ―argumentó Finn, todavía tratando de recuperar el aliento. ―¿Cómo puedes estar tan seguro? Finn se balanceó hacia adelante y me recordó al instante que todavía estaba dentro de mí. ―Porque, te sientes como el paraíso para mí.
―Cuéntame más acerca de cómo creciste. Dime cuán diferente era de aquí ―dijo Finn mientras trazaba círculos perezosos sobre mi espalda y sobre mis nalgas. ―Ya lo sabes casi todo ―dije, volteando hacia él. Estábamos en su cama en la cabaña después de movernos al interior del muelle y decidir rápidamente que no habíamos terminado el uno con el otro. ―Sí, pero quiero saberlo todo. Lo que te hace tú. Bueno o malo, te hizo lo que eres y, por mi parte, amo lo que eres. ―¿De verdad? ―pregunté, aunque ya me lo había dicho, nunca me cansaba de escucharlo. Con Finn, me sentía cálida desde adentro hacia afuera. Todo mi ser reaccionó a él, desde la nariz hasta los pies. De mi corazón a mi alma ―Sí. Te amo. Ferozmente. Posesivamente. Locamente. Siempre. ―Eso fue hermoso. ―Eres hermosa ―dijo, inclinándose para besar mi hombro. Continuó rastreando cada pequeña peca y lunar en mi cuerpo. ―Sabes, si continúas rastreándolos todos, entonces vamos a estar aquí por un tiempo ―señalé.
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El hoyuelo apareció con su sonrisa. ―Estoy contando con eso. Ahora, habla. Lo pensé por un momento. Me sentí vulnerable abriéndome a él. Había omitido la mayoría de los detalles sobre mi vida, aunque conocía la versión corta. Era casi como si me lo estuviera guardando porque era mi cruz y no quería molestar a nadie más con eso. ―Creo que era como vivir en un universo diferente. Uno donde todos los días era igual. No celebrábamos las fiestas o los cumpleaños. No entendía si era mi casa la que era diferente debido a la severidad y el temperamento de mi padre o si cada familia en la iglesia era así. Todos los días vivíamos la misma mentira una y otra vez. La mentira que la iglesia era sobre la familia. Familia sobre todos lo demás. Lo más importante en el mundo junto a Dios mismo. Y quién sabe, tal vez en otras casas, en otras familias, eran diferentes a puerta cerrada. Cariñosos. Amables. Tal vez dejaban que las mujeres comieran en la misma mesa o los mirasen a los ojos. El seguimiento de Finn se detuvo y luego comenzó de nuevo. Yo continué: ―Tal vez sus hijas podían hablar sin tener primero el permiso del hombre de la casa. Tal vez no usaron la fuerza física para disciplinar a las pobres mujeres tontas cuyo único propósito en la vida era criar a los bebés y servir a sus maridos. Me callé ―Eso debe haber sido duro. ―Me hice insensible a eso después de un tiempo. Era la única vida que conocía. Hubo días en los que me sentaba en mi habitación y me sentía culpable por querer salir. Por querer una vida diferente. Pensé que era egoísta y que al no poner a los demás por encima de mí, fui la pecadora más grande de todas. Y ahora sé lo valiente y desinteresada que era ella. Tal vez yo era la pecadora más grande después de todo. Finn se acomodó a mi lado mirando hacia un lado con la cabeza sobre la almohada y su mano sobre mi cintura. ―Pero pusiste a otros antes que a ti. Te quedaste, ¿verdad? ¿Por tu madre? Ella se quedó para ti y te quedaste para ella. Ella no fue la única valiente. Las dos fueron valientes. La una para la otra. ―¿Eso crees? ―Say, todos somos egoístas de alguna manera. Es la naturaleza humana. Soy egoísta porque te reclamé antes que tuvieras la oportunidad de experimentar este mundo y encontrar a alguien mejor. Piénsalo de esta manera. Si no fuera el egoísta
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que soy, ni siquiera estaríamos juntos. ―Ahuecó mi rostro en su mano―. Pero no importa. Porque nunca te dejaré ir. Finn se colocó sobre mí, arrastrando besos por mi cuerpo más allá del ombligo y luego cada vez más bajo. Todo el tiempo entre besos y mordiscos repitió sus palabras anteriores. ―Te amo. Ferozmente. Posesivamente. Locamente. Siempre
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Capítulo 8 ―No vayas sola a ninguna parte. Prométemelo ―dijo Finn con la mano posesivamente sobre mi pierna. No había nada en su actitud que sugiriera que estaba bromeando, y tuve la sensación que no me iba dejar salir del auto hasta que estuviera de acuerdo. ―No lo haré ―le dije, sin querer hacerle preocuparse―. Lo prometo. Finn se inclinó hacia mí y presionó un beso en mi sien. ―Gracias. Me sonrojé. ―Subiré al apartamento de Josh y luego me llevará a la biblioteca. ―Salí del auto y cerré la puerta. ―Te recogeré. Eso me da tiempo para preparar todo para nuestro viaje ―dijo Finn, casualmente lanzando la idea de la que nunca había escuchado hablar mientras se echaba en reversa. ―¿Qué viaje? ―llamé por encima del sonido de su rugiente motor y los neumáticos rodando sobre la roca y la grava. ―¿Qué? ―gritó, ahuecando su oreja y sonriendo de oreja a oreja―. No puedo oírte. ―¿Qué viaje? ―grité más fuerte. Puso la camioneta en el camino y me guiñó un ojo antes de arrancar. ―Oh mierda ―gritó Josh, giré para encontrarla inclinada sobre el balcón del tercer piso de su edificio de apartamentos. Pensé que estaba allí, porque Finn no se habría marchado de otra manera―, parece que Finn no anda en nada bueno. Habían pasado unos días desde la última vez que hablé con Josh. A pesar que Finn le había informado sobre todo lo que estaba sucediendo, sentí que había una brecha en mi vida que necesitaba ser completada por unos minutos en su compañía.
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―¿Por qué tu rostro está haciendo esa cosa extraña en la que no pestañeas? ¿Se te caerán los ojos? Porque una advertencia sería agradable. O… mierda. ¿Vas a tener un ataque? Porque no creo que el seguro de mi arrendador lo cubra, así que, si lo es, te recomiendo que salgas antes del edificio―dijo Josh juguetonamente a pesar que su expresión de preocupación era genuina. Abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarme entrar. Le di la bolsa que contenía la sopa de la panadería que me había pedido que recogiera en el camino. ―¿No lo creo? ―dije, pero salió como una pregunta. Dejé mi bolso en su mostrador. ―¿Con toda la mierda que has tenido? No me sorprendería. ¿Cómo estás? ―Estoy... bien. Es difícil ser feliz porque mi madre esté viva y que Critter sea mi padre cuando no sé si mi madre todavía estará bien y si la amenaza de Richard todavía está por ahí ―dije, mirando hacia el mostrador―. Siempre estará ahí afuera. ―No siempre. Vamos a reunirnos y pensar en algo. Voy a girar las ruedas hasta que la goma se caiga pensando en cualquier manera que pueda ayudar. ―Levantó mi barbilla con su mano―. Ahora mira hacia arriba, buttercup. Josh se acercó y me abrazó con fuerza. Olía a loción de coco y su piel estaba tibia como si hubiera estado sentada afuera. ―Estoy aquí si me necesitas. Siempre. ―Me recordó, buscando entendimiento en mis ojos. Asentí y aparté la mirada antes que las lágrimas vinieran. Ya había tenido suficiente de ellas por bastante tiempo, y sabía que una vez que abriera el grifo sería difícil cerrarlo de nuevo. ―¿Qué es esto que Finn te lleva a un viaje esta noche? ―preguntó Josh. ―Sabes tanto como yo. Nada. ―Típico de Finn ―dijo Josh rodando los ojos. Sacó la sopa de la bolsa y la colocó en el mostrador, quitándole la tapa cuidadosamente para liberar el vapor. Abrió un cajón y sacó una cuchara. ―¿Para quién es eso? ―pregunté. Josh señaló con un dedo la puerta cerrada de la habitación y me indicó que la siguiera adentro. Algo debajo de las sábanas de su cama se movió y me tomó un momento darme cuenta que había una oscura mata de cabello sobresaliendo de la pila de almohadas blancas y esponjosas. No solo cualquier cabeza. La cabeza de Miller.
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―Estoy tan enfermo ―gimió, dando vueltas con la manta apretada en sus puños, levantándola sobre la cabeza. Josh se inclinó sobre él y gritó a través de las sábanas. ―¡Lo único que tienes es un caso de gripe de hombre! No es mortal, solo molesto como el infierno. ―Me miró―. Especialmente para la población femenina. Miller bajó la manta revelando una nariz ligeramente enrojecida. Sollozó. ―No me grites. No me siento bien. Creo que es la peste negra. ―Bajó la voz hasta una cacofonía susurrante―. Quién sabe cuánto tiempo me queda... ―dijo, seguido de una serie dramática de tos en su puño. ―Aquí está tu maldita sopa de pollo ―gruñó Josh y dejó caer el tazón sobre la mesita de noche, derramando un poco sobre el costado. ―¿Estrellas o fideos? ―preguntó Miller sin siquiera mirar el cuenco o lo que había dentro. Volvió a ponerse las mantas sobre la nariz, mirando a Josh por encima. Josh puso los ojos en blanco y colocó una mano sobre su cadera prominente. ―A este ritmo, solo agradece que no sea arsénico. ―Se giró y me condujo fuera de la habitación. ―Está demasiado lejos ―se quejó Miller, haciendo un movimiento gracioso con la mano, la sopa estaba al alcance de la mano, si hubiera intentado alcanzarla―. No puedo… no puedo alcanzarlaaaaa. ¡No me dejes así, mujer! ―Ni siquiera tiene fiebre ―me informó Josh, ignorando a Miller y cerrando la puerta. ―Sawyer, ¡¿por qué la dejas ser tan cruellll?! Josh estornudó en su codo y sacó un pañuelo de papel de la caja del mostrador para sonarse brevemente la nariz. ―Tengo el mismo resfriado ―dijo, tirando el pañuelo a la basura y lavando sus manos en el fregadero de la cocina―. ¿Y ves cuán diferente lo estamos manejando? ―Solo un poco diferente ―estuve de acuerdo. Ella miró la puerta cerrada. ―Necesita comportarse un poco como mujer, porque lo juro por Dios, si pide una cosa más, lo voy a echar en la camioneta y lo arrojaré a una celda. Puede dormir como lo hace el señor Ward. Cada vez que las Panteras pierden y ahoga sus penas en el alcohol ilegal de su abuelo. ―¡No lo harías! ―gritó Miller desde el otro lado de la puerta.
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―Oh, sí, ¡pruébame! ―gritó ella de regreso. Después de unos segundos, cuando no hubo respuesta, se volvió hacia mí. ―Lo siento. ¿Estás bien? Quiero decir, ¿estás realmente bien? Siento que no hemos tenido mucho tiempo para hablar y he estado ocupada tratando con el señor Loco Posesivo allí. Ferozmente. Posesivamente. Locamente. ―Josh, ¿puedo preguntarte algo? No tienes que responder, pero tengo curiosidad. ―Miller me pidió que usara mi uña para alcanzar algo que no podía en su nariz. Le dije que si me volvía a preguntar le patearía en la polla, pero el punto es que ninguna pregunta aparte de esa, me ofendería en este punto. ―Asqueroso, y anotado. Tengo curiosidad. ―Señalé el dormitorio―. ¿Lo amas? Josh entrecerró los ojos en rendijas. ―Hoy puede que no sea el mejor día para preguntarme eso. Josh y Miller eran completamente opuestos, pensarías que se odiaban el uno al otro. Pero una vez que descubrí que eran algo, y lo habían sido durante mucho tiempo, lo vi. El amor que no querían que nadie más viera. Puedo mirar hacia atrás en todas nuestras interacciones y retomar el intercambio de miradas. La forma en que Miller sabía dónde estaba ella en la habitación en todo momento. La forma en que siempre parecen estar tocándose entre sí cuando pensaban que nadie estaba prestando atención. Era tan evidentemente obvio ahora que no sé cómo me lo perdí desde el principio. ―La última vez que los vi estuvieron en la garganta del otro. ¿Han hablado las cosas? ―pregunté, bebiendo de la botella de agua que me tendió de la nevera. Josh negó. ―Solo si consideras que el aparecer en mi puerta, estornudar en mi rostro y decirme que me ama y necesita que lo cuide antes de caer de bruces en mi cama, es hablar las cosas, sí. Creo que hablamos. ―La última vez que te vi fue la primera vez que te vi realmente enojada con él. No juguetonamente enojada, sino realmente enojada. Josh caminó hacia el sofá y se dejó caer, metiendo un pie debajo de ella. Me senté en el extremo opuesto y reflejé su posición. ―Sí, eso ―dijo, mordiéndose el labio inferior y negando, mirando fijamente a la pared―. Todavía no sé realmente qué fue eso. Cuando se trata de Miller, creo que trato de hacer retroceder todos los sentimientos tanto que cuando se abren paso, saltan como un maldito gato en la caja.
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―Quizás hablar con él sobre eso ayude ―sugerí, aunque no era de los que daban consejos. Solo había tenido una relación romántica y estaba adivinando a medida que iba. ―¿Sabes? ―preguntó Josh, entrecerrando los ojos―, para alguien que dice ser inocente cuando se trata de muchas cosas, seguro que puedes hacer de doctor Phil como una campeona. No sabía quién era el doctor Phil, pero la forma en que Josh lo dijo, lo hizo sonar como algo bueno. ―O tal vez… ―me dio un codazo en el brazo―, eres solo una muy buena amiga. Mi pecho se hinchó. ―Antes de venir aquí nunca tuve un verdadero amigo. Tú eres oficialmente la primera. Y gracias. Por escuchar. Por todo. No sé lo que haría sin ti. O Josh no estaba sorprendida o lo ocultó realmente bien. ―Y no olvides que también tienes a la señorita Miller allí. ―Movió su pulgar a la habitación―. Sin embargo, somos más que amigos, Say. Somos familia. Familia. Cuando llegué a The Outskirts, no tenía a nadie, y ahora parecía que estaba agregando familia todos los días. ―Lo siento. Sé que todo esto tiene que ser duro con tu madre y todo eso ―dijo Josh, tomando mi mano en la suya y apretándola―. ¿Quieres hablar acerca de ello? ―No, tuve una buena charla con mi madre cuando se puso un poco a ello y luego con Critter y luego con Finn. Creo que he hablado todo por ahora Y llorado. Y agotado emocionalmente. ―Bien, porque después de tratar con la señorita Pantalones Remilgosos, podría usar un maldito silencio ―discutió Josh. ―¡Escuché eso! ―gritó Miller―. Sálvame, Sawyer. Ella es muuuy malvada. ―Estas paredes son demasiado delgadas ―dijo Josh. Me apretó la mano―. Bueno, sabes que estoy aquí para ti, Sawyer. No importa lo que necesites. Estoy aquí. Finn también. Todo lo que pude hacer fue asentir en respuesta. Josh fue realmente una gran amiga, y tuve la suerte de tenerla. Hice un movimiento para pararme cuando escuché que la camioneta de Finn entraba en el estacionamiento, pero me tambaleé y volví a sentarme cuando de repente me sentí mareada. ―¿Estás bien? ―preguntó Josh. Presionó el dorso de su mano en mi cabeza y luego sintió mi pulso en mi cuello―. Sin fiebre. El pulso es un poco rápido.
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―Estoy bien. Creo que me levanté demasiado rápido o quizás estoy teniendo el mismo resfriado que tú y Miller. Movió los dedos alrededor de mi garganta presionando arriba y abajo en varios puntos. ―No hay glándulas hinchadas tampoco. Respóndeme esto, ¿tienes ganas de quejarte de simples estornudos y tos? ¿Sientes la necesidad de ser mimado mientras lloriqueas incesantemente sin razón alguna? Negué. ―No. Nada de eso. Josh miró hacia la puerta de la habitación y gruñó. ―Entonces definitivamente no tienes lo que Miller tiene. ―¡También escuché eso! Josh lo ignoró. ―De todos modos, ¿dónde crees que te llevará Finn? Lo pensé por un momento. ―No tengo ninguna idea. ―No puedo esperar para saber dónde. Llámame y cuéntamelo tan pronto como lo sepas. ¿No te encantan las sorpresas? ―Rebotó Josh en el cojín con entusiasmo. Me encantaba que Finn estuviera planeando un viaje para nosotros, pero venía de un lugar donde las sorpresas terminaban en ojos negros, moretones y sangrado. Entonces, no, honestamente podría decir que no me gustan las sorpresas. De ningún modo. Especialmente, del tipo que nunca vimos venir.
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Capítulo 9
Cuando el pequeño avión bimotor ascendió, la expresión en el rostro de Sawyer fue una que recordaré por el resto de mi vida. Palideció a medida que ganamos altitud y su cabeza permaneció pegada al respaldo de su asiento. ―¿Vas a estar bien? ―pregunté. ―Nunca había estado en un avión. ―dijo, su voz era mucho más aguda que de costumbre. Ethan, el vecino de mis padres a quien conocían desde hace tres años, se dio la vuelta desde el asiento delantero del avión. Echó un vistazo al rostro de Sawyer y dijo: ―¿La primera vez en un avión? ―¿Cómo supiste? ―preguntó con voz temblorosa. Su mano apretó la mía cada vez más fuerte con cada golpe y sacudida del avión. Ni siquiera me importaba que me estuviera faltando la circulación. Estaba demasiado emocionado de poder compartir el primer viaje en avión de Sawyer con ella. ―Solo una conjetura ―dijo Ethan con una sonrisa―. ¡Lo estás haciendo genial! ―Regresó a los controles. Entramos en una nube blanca y esponjosa. El avión comenzó a temblar como un autobús conduciendo por un camino rocoso. ―¿Esto es normal? ―preguntó. Su rodilla rebotó furiosamente hasta que coloqué mi mano encima antes que se eyectara a sí misma fuera del avión. ―Lo estás haciendo muy bien, nena ―le aseguré―. Y sí, esto es todo normal. ―¿Recuerdas cuando me contaste todos esos hechos durante la tormenta para distraerme? ―Por supuesto ―dije. ¿Cómo podría olvidarlo? Fueron las mejores noches de mi vida. Fue la primera vez que tuve a Sawyer en mis brazos. En mi cama.
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―¿Tienes más de esos? Realmente me vendrían bien ahora mismo. ―El avión se sumergió a la izquierda. Un giro suave. Sawyer saltó como si alguien la hubiera asustado por detrás. Perdí toda la sensibilidad de mi mano. Todavía no me importaba. ―¿Sabías que en la historia de la aviación las turbulencias nunca han derribado un avión? Ella negó en respuesta apretando sus ojos. ―Es verdad. Las turbulencias son perfectamente normales. No son una indicación de problemas en el motor. Piensa en ello como un automóvil en una carretera con baches. Estos aviones fueron hechos para conducir en carreteras con baches, o en aire lleno de baches, debo decir. El avión se niveló. Sawyer se agarró el estómago. ―¿Vas a vomitar? ―pregunté. Sawyer sacudió la cabeza furiosamente de un lado a otro. Las sacudidas disminuyeron. El viaje se hizo suave. ―Mira ―le dije a Sawyer―. Abre los ojos. ―¡No! ―exclamó, colocándose las manos en los ojos ya cerrados. ―¿Lo sientes? Se acabaron los baches. Es hermoso allí abajo. Debes verlo. ―Cuando eso no funcionó intenté con otra táctica―. ¿Dónde está mi chica valiente? ¿Dónde está la que no deja que nada la detenga? ¿Quien no tuvo miedo cuando debería haber tenido miedo? Necesito que esa chica abra los ojos y mire porque sé que estaría molesta cuando descubriera lo que se perdió. Porque ahora, desde donde estoy sentado, la vista es increíble. Tiré ligeramente de Sawyers retirándole la mano de los ojos. Lenta y a regañadientes, los abrió y entrecerró los ojos por el sol. Una vez que sus ojos se adaptaron me incliné sobre ella hacia la ventana, obligándola a acercarse para que pudiera ver el suelo debajo. ―¿No es sorprendente? Sawyer solo asintió. Sus labios se separaron. El asombro reemplazó el miedo en su mirada. Su rodilla dejó de rebotar. Su mano soltó la mía mientras la presionaba contra la ventana, tratando de obtener una mejor visión de la tierra debajo de nosotros. ―Es tan... caramba. Durante el resto del vuelo, Sawyer no pudo quitar sus ojos de la ventana. Justo antes de aterrizar, se volvió hacia mí y dijo:
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―Te hace pensar, ¿verdad? ―¿Acerca de qué? ―Acerca de lo insignificante que es todo. Y al mismo tiempo, lo importante que es todo. No sabía exactamente lo que estaba tratando de decir. Todo lo que sabía era que lo más importante del mundo para mí estaba sentado a mi lado, chillando de alegría cuando las ruedas golpearon la pista.
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Capítulo 10 ―¿Dónde estamos exactamente? ―pregunté mientras Ethan nos dejaba en la entrada de una cabaña estilo rustico montañés. Finn le agradeció a Ethan que señaló su propia casa al otro lado del estrecho sendero. ―Ahí vivo yo, si necesitan algo. Ethan retrocedió y se dirigió a su propia entrada. ―Estamos en las montañas de Georgia. 57
―¿De quién es esta casa? ―pregunté, justo cuando un grito emocionado atravesaba el aire de la noche. ―¡Mi bebé está en casa! La puerta de la entrada se abrió de golpe y una mujer diminuta salió al porche, corriendo hacia Finn con los brazos abiertos y chocando contra él con tal fuerza que lo hizo retroceder un paso. ―Hola, mamá. Es bueno verte también. ―Finn se rió contra su cabeza, devolviéndole el abrazo. Madre. Estábamos en la casa de sus padres. Empecé a entrar en pánico más de lo que tenía en el avión. Mis palmas se pusieron sudorosas. Mi garganta se secó. Al menos me había contado del vuelo unas horas antes. Él no me había dado ninguna advertencia sobre esto. La madre de Finn retrocedió pero mantuvo sus manos en sus brazos. ―Déjame mirarte ―dijo, viendo una vez más a su hijo. Sus ojos eran marrones oscuros y llenos de calidez. Su cabello corto era una dulce fresa rubia. Ella no se parecía en nada a Finn y era al menos treinta centímetro más baja que él.―. Te ves muy bien, cariño. ―Sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.
―Nada de eso ahora, mamá. Pero te ves genial también ―dijo Finn. Puso un brazo alrededor de mi hombro y me atrajo hacia él―. Mamá, esta es... ―¡Esta es la chica! ―chilló su madre, atrayéndome en su abrazo―. Es tan maravilloso conocerte finalmente. Eres hermosa. Finn, no me dijiste que era tan hermosa ―susurró sus siguientes palabras en mi oído―. Gracias. Cuando me aparté para preguntarle por qué me estaba agradeciendo, me di cuenta que me había equivocado. Ella tenía un parecido con Finn. El hoyuelo que aparecía en su mejilla cuando sonreía. ―¿Se van a quedar allá afuera y abrazarse todo el día o van a entrar? ―Otra voz fuerte pero mucho más profunda resonó desde la puerta. Finn y su madre me acompañaron hasta los escalones de la entrada para encontrarse con el hombre que era prácticamente igual a Finn, un poco mayor. Tenía el cabello blanco donde Finn era rubio oscuro. Unas líneas más en su rostro ligeramente enmarcado. Pero su altura, constitución e incluso la forma en que estaba parado con los brazos cruzados sobre el pecho era completamente igual a Finn. ―Es inquietante, ¿no es así, cariño? ―me susurró la madre de Finn cuando me vio mirando a los dos hombres. Solo pude asentir. No sabía si inquietante era la palabra correcta, pero sin duda era interesante cómo parecía que el molde utilizado para hacer el padre de Finn se reutilizara para hacer a Finn. ―Encantado de verte otra vez, hijo ―dijo el padre de Finn―. Ha pasado mucho tiempo. ―Tendió su mano pero al segundo que Finn extendió su mano, su padre la tomó y lo jaló para darle un abrazo―. Ven aquí. ―Es genial verte también otra vez, viejo ―dijo Finn sonando genuino. No pude evitar sonreír. Su felicidad era francamente contagiosa. ―¿Viejo? No luzco con más de cincuenta y dos. ―Su padre discutió, hinchando su pecho. ―Eso es porque tienes cincuenta y dos ―dijo la madre de Finn con un juguetón empujón en el hombro. ―Esta debe ser Sawyer ―dijo su padre, volviendo su atención y su sonrisaasesina-de-Finn hacia mí No pude evitar devolverle la sonrisa. ―Es genial conocerlos a los dos, señor y señora Hollis. Gracias por invitarme a su casa. ―Inmediatamente me di cuenta que todavía estábamos en el porche―. O... ¿fuera de su casa? ―corregí.
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Finn puso una mano sobre mi espalda. Un gesto tranquilizador que necesitaba desesperadamente. No sé por qué estaba repentinamente nerviosa de conocer gente nueva. Lo había estado haciendo prácticamente todos los días durante meses. Pero esta es la primera vez que conoces a los padres del hombre que amas. ―No hay necesidad de formalidades, cariño. ―Se rió entre dientes Hollis―. Puedes llamarme Joe y esta hermosa dama de aquí es mi Josie. ―¿Joe y Josie? ―Levanté las cejas ante los nombres similares pero a la vez adorables. Josie puso un brazo alrededor de mi hombro, alejándome de Finn y llevándome a la casa. Joe y Finn lo siguieron de cerca. ―¿Crees que es extraño? ―susurró―. Deberías conocer a nuestros vecinos. Sam y Samantha. Me reí. ―Aunque, creo que estos chicos de aquí nos superaron con los nombres lindos, cariño ―intervino Joe. ―¿Cómo es eso...? ―La madre de Finn se detuvo. Dejó de caminar y se giró cuando la comprensión la golpeó. ―Sabía que te divertirías ―dijo Finn con una sonrisa orgullosa―. Ya que es tu libro favorito y todo. Josie juntó sus manos y parecía como si estuviera a punto de derretirse en el piso de madera. Miró entre nosotros con una sonrisa que abarcó todo su rostro. ―¡Finn y Sawyer!
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Capítulo 11 Comimos el famoso pollo frito de mi madre para la cena. Sabía mejor de lo que recordaba. La conversación fue ligera y llena de risas. Me encontré extendiendo mi mano en varias ocasiones para apretar la mano de Sawyer o frotar mi pie contra su pantorrilla debajo de la mesa para tranquilizarla. Aunque después de un tiempo fue claro que sus nervios se habían desvanecido y ella era solo otra Hollis sentada alrededor del comedor. Solo otra Hollis. Algo sobre eso me hizo querer arrastrarla a una cueva en alguna parte. Dudo que la cama doble en mi habitación fuera tan varonil, pero iba a tener que serlo. Mis impulsos cavernícolas tendrían que esperar. Después de la cena, mi padre y yo nos sentamos en el porche trasero mientras mi madre insistía que Sawyer se quedara para ayudarla con su famosa tarta de frutas. ―¿Desde cuándo mamá necesita ayuda con el postre? ―pregunté, tomando el puro que mi padre me entregó y mordiendo el final para encenderlo. Los puros realmente no eran lo mío, pero casi era una tradición que cada vez que visitaba fumáramos uno y habláramos casualmente. ―No la necesita. Esa mujer puede hornear con los ojos cerrados y sus manos atadas detrás de su espalda. ―Levantó el puro en su mano―. Ha pasado demasiado tiempo desde que fumamos uno de estos ―dijo, encendiendo su puro y calándolo hasta que la punta se tornó roja y después me lo entregó para hacer lo mismo. Tomé una calada y la dejé salir. ―Sí, papá ―concordé―. Demasiado tiempo. ―¿Estás mejor ahora, muchacho? Porque te ves mejor que la última vez que vi, cuando prácticamente nos arrojaste a tu madre y a mí sobre nuestros traseros cuando llegamos a visitarte después que Jackie falleciera. Sé que nos dijiste que estabas bien incluso cuando ni siquiera estabas cerca de estarlo. Rompió nuestros corazones cuando nos dimos cuenta que no había nada que pudiéramos hacer por ti, además
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de dejarte solucionarlo por ti mismo. Y sé que fue duro, pero me alegro que continuaras tomando las llamadas de tu madre. Significaba el mundo para ella saber que todavía estabas caminando a través del desastre que hiciste de tu vida en lugar de darte por vencido. Odié ser responsable por su dolor mientras pasaba a través del mío. ―Lo siento ―dije―. Realmente lo siento. No podía ver más allá de mi propia mier… ―mi padre me fulminó con su mirada. Me reí por lo bajo―… cosas, para entender lo que les estaba haciendo pasar. Mi pecho se apretó ante la idea de ella sufriendo a causa mía. ―Sí, nos lastimaste. Pero sí, estás perdonado. Siempre ―dijo, dándome palmaditas en la parte superior de mi mano. ―Sin andar con rodeos, no es así ―dije juguetonamente. Mi padre sonrió de oreja a oreja. ―La vida es demasiado corta para andar con rodeos cuando puedes tallar tu camino en la mitad de tiempo y sentarte con una cerveza y un puro durante la otra mitad. ―No había nada que ustedes pudieran haber hecho para ayudarme a ver a través de mis propias tonterías en ese tiempo. Pero, sí. Estoy mejor ahora. Lamento haberlos hecho pasar por todo eso. Papá miró su puro, girándolo en sus dedos como si de alguna manera tuviera todas las respuestas. ―Parece que Sawyer pudo haber jugado una parte importante en hacerte volver a nosotros. ―Hizo un gesto hacia la ventana donde mamá estaba hablando entusiastamente, agitando un rodillo de cocina en su mano mientras Sawyer se reía de cualquier historia vergonzosa que probablemente estaba contándole acerca de mi niñez. Significó todo para mí tenerla allí. Que fuera parte de mi familia. Las tres personas que más me importan en el mundo estaban bajo el mismo techo y fue una especie de sentimiento de plenitud que nunca pensé que podría tener. Él no podría haber tenido más razón. ―Ella fue la primera persona en venir que me hizo extrañar vivir. No estaba esperándola. O la forma en la que me hizo sentir. Me tomó completamente por sorpresa. ―Las buenas siempre lo hacen. ―Papá asintió como si entendiera exactamente lo que estaba diciendo, aunque yo no lo entendí del todo―. Veo la forma que miras a esa chica. A eso es lo que me gusta llamar el factor de para siempre. Lo tuve en mis
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ojos cuando vi a tu madre la primera vez. ―Dejó salir un suspiro como si no pudiera creerlo. Echó un vistazo por la ventana. ―Todavía la tienes cuando ves hacia ella ―dije. ―Eso es lo que significa para siempre, hijo. Me reí y tomé otra calada de mi puro. Para siempre era exactamente lo que quería con Sawyer. Pero ya había tomado mucho de ella. ¿Cómo podría pedirle para siempre ahora mismo cuando ha experimentado tan poco de la vida? ―¿Sawyer sabe cómo te sientes? ¿Cuán profundo es esto para ti? ―preguntó, como si estuviera leyendo mi mente. Me encogí de hombros. ―Creo, pero su vida es… complicada. Todo esto es nuevo para ella. ―Levanté mi mirada hacia el cielo―. Nuevo para mí también. ―Puede ver eso. Nunca viste a Jackie de esa manera. Ella fue una chica buena y todo. La extraño como si hubiese sido mi propia hija, pero ella no era tu factor para siempre. ―No, no lo era. ―Esperé que el familiar aguijonazo de culpa siguiera esas palabras, pero nunca llegó. ―Entonces, no quieres asustar a Sawyer con la enormidad de tus sentimientos. Así que, dime hijo, ¿cómo está tu cortejo? ―¿Mi qué? ―pregunté, ahogándome con el humo. Alcancé la cerveza en el porche junto a mi silla y tomé un trago saludable. Mi padre arqueó una ceja y me dio una mirada de lado que fue tan caliente que podría haber derretir metal. Se giró hacia mí en su asiento. ―Eres un Hollis, hijo. Por favor dime que has estado cortejando a esa chica y no solo practicando relaciones maritales. Dime que sabes cómo cortejar. ―De verdad que tienes una manera con las palabras. ―Me reí entre dientes. También, tenía un punto. Papá puso sus ojos en blanco. ―¿Quieres encerrarla en un para siempre, pero no estás cortejándola? ¿Siquiera la has llevado a una verdadera cita? ―Yo… mierda ―dije, recostándome y tomando otra calada de mi puro―. No. No lo he hecho. Mi papá se burló.
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―Será mejor que te pongas en ello. Si no quieres descargar tu carga de sentimientos en tu chica para siempre, sin asustar las abejas fuera de la colmena, entonces tú, hijo, vas a tener que cortejarla primero. ―Papá dejó salir un perfecto anillo de humo. Eché un vistazo de nuevo a esta casa. Mis ojos se encontraron brevemente con los de Sawyer a través de la ventana. Ella se sonrojó y volvió a escuchar cualquier historia que mamá le estuviera contando. Me encantó ese sonrojo. Me encantó que su cuerpo entero se volviera rosa cuando estaba excitada. No me encantó que mi padre tuviera la razón. ―Odio cuando tienes razón ―refunfuñé, sin imaginar cómo he sido tan ingenuo. Entre reunirme con la sociedad y toda esa mierda que estuvo pasando con los padres de Sawyer, me había saltado llevarla a una cita. Sentí una contundente palmada en la parte posterior de mi cabeza. Me giré para encontrar a mi padre colocando un periódico enrollado en el porche. ―¿Por qué demonios hiciste eso? ―Ella nunca ha estado en una cita antes, ¿verdad? ―preguntó―. Has estado asociado con ella. Prácticamente viviendo juntos y no la has llevado a una sola cita. ―Mi papá puso sus ojos en blanco y silbó a través de su decepción―. Ni siquiera una película o una cena. Nada. ¿Siquiera eres mi hijo o debería obtener una de esas costosas pruebas de ADN en internet? ―Mierda ―murmuré, limpiando mi rostro con mi mano y rascando la barba incipiente en mi barbilla. ―En caso que todavía te lo estés preguntando ―dijo mi padre―, esa bofetada fue por recoger la manzana antes que tuviera tiempo de caer del árbol. Te crie mejor que eso, hijo. ―Sí, lo hiciste ―concordé. Mi padre se giró hacia arriba y miró las estrellas, reclinándose en su crujiente silla de jardín. Hice lo mismo. ―¿De qué lado estás de todas formas? ―pregunté después de unos cuantos momentos de silencio. Papá rió entre dientes y sabía exactamente lo que iba a decir porque era como siempre respondía a la pregunta cada vez que había hablado con él en el pasado sobre mi madre o incluso sobre Jackie. ―De su lado, hijo. Siempre de su lado.
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He sido un idiota egoísta. Lo cual era apropiado porque cuando se trataba de Sawyer parecía ser que era con lo que había estado pensando en lugar de mi cerebro 3. Mi padre tenía razón. Había tomado la manzana antes que cayera del árbol o cualquier palabrería confusa que dijo y que se abrió paso a través de mí. Ella nunca había estado en una cita. He estado dentro de ella y nunca la he llevado a una cita. Seguro, he dormido con suficientes mujeres con las que nunca salí antes, pero Sawyer no era como nadie que hubiera conocido antes, lo cual explicaba por qué la cita que había planeado era muy diferente de lo tradicional. Con todo lo que ha estado pasando no me había dado cuenta que nos habíamos saltado completamente un paso. En realidad, nos habíamos saltados numerosos pasos. Fuimos del beso ocasional para evitar que enloqueciera a tenerla en mi cama cada noche. Estaba extremadamente feliz, pero no me había detenido a pensar ni por un solo segundo sobre todas las cosas que nunca había experimentado. Todas las cosas que se había perdido. Sawyer nunca tuvo la experiencia de asistir a la secundaria, o al baile, o a un juego de fútbol americano y al primer momento que tuve la reclamé como mía y en algún lugar en todo el maravilloso caos de enamorarme de ella me había olvidado de realmente salir con ella. Merecía esa bofetada que mi papá me había dado. Necesitaba otra cuando cada pensamiento impuro conocido por el hombre cruzó por mi mente cuando Sawyer salió de la habitación usando un vestido de verano blanco que abrazaba cada una de sus curvas. ―¿Tuviste un corte de cabello? ―preguntó Sawyer cuando me encontró en el porche frontal en casa de mis padres. Olía a lavanda y vainilla. Mi olor favorito desde que tuve la oportunidad de conocerla y la única que ahora asociaba con todas las cosas de Sawyer. Hice una nota mental para agradecerle a mi madre por llevar de compras a Sawyer a la ciudad hoy. Su vestido era del tipo que se amarraba detrás de su cuello y puso sus fantásticas tetas a la vista con solo una pequeña cantidad de escote. Ya estaba flexionando mis dedos para evitar desatar el vestido y dejarlo caer abierto. Abrazaba su pequeña cintura y trasero levantado, y se acampanaba lo suficiente 3
Juego de la palabras con él término idiota del inglés “prick” que también es utilizado con connotación sexual para referirse al pene de manera vulgar (polla, verga, etc.)
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para gentilmente moverse contra el lugar donde el material se detenía en la mitad de su muslo. Tragué fuerte. Sawyer, nerviosamente, metió un lado de su cabello rojizo detrás de su oreja, moviéndose debajo del escrutinio de mi mirada mientras observaba la magnífica criatura frente a mí. ―Eres sorprendente ―conseguí decir finalmente. Aclarando mi garganta e intentando traer mi cabeza de vuelta al juego. Ella se sonrojó debajo de sus pecas y tosí porque mi corazón literalmente se saltó un latido―. La cosa más hermosa en la que he puesto mis ojos. ―Sabes. Cuando nos conocimos la primera vez solías ser un poco… ―¿Malvado? Ella negó. ―No, ¿cuál es la palabra que Josh usaría? ―Hizo un chasquido―. Un idiota. Eras todo un idiota. Me doblé de la risa. ―¿Está mal que encuentre divertido, adorable y excitable cuando maldices? ―Creo que eso es aceptable. ―Me miró por debajo de sus largas pestañas negras―. Gracias. Y… ¿tu cabello? ¿Lo cortaste? ―Sawyer presionó sus hermosos labios rosados juntos. No podía creer que esta chica fuera mía. ―¿Finn? ―preguntó, arrastrándome al presente. ―Oh. Sí. Mi cabello. Mi mamá lo recortó. Dijo que me veía como si me hubiera arrastrado de un pantano, no vivo además. ―Le di una palmadita a la cima de mi cabeza como un mono bailante en un espectáculo de circo―. Ella estaba en lo cierto. Lo necesitaba. Ha pasado un tiempo. ―Siempre he sido confidente en mi apariencia y me encantaba la forma que Sawyer me veía y apreciaba mi cuerpo, pero esta era la primera vez en mi vida que estaba buscando aprobación de una chica. Era como si necesitara que pensara que era lo suficientemente bueno para ella. No lo era. Nunca lo sería. Pero todavía, quería que lo pensara. Fue entonces cuando me di cuenta de lo nervioso que estaba. Lo cual era estúpido porque prácticamente vivíamos juntos. Pero esto era diferente. Más profundo de alguna manera. Más significativo.
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―Se ve realmente genial ―dijo, evaluando mi camisa de manga corta abotonada que se abrazaba a mis bíceps, pantalón oscuro ajustado y botas negras―. Luces realmente genial. ―Ese jodido sonrojo, la forma en que el color de sus mejillas coincidía con sus labios carnosos. Estaba dolorido por tocarla, pero me dije que me iba a comportar. Se merecía esta noche y mucho más. Eso no significaba que no iba a ser una noche larga. ―Realmente no sabes cuán jodidamente sexy eres ―le dije. Había reducido drásticamente los cigarrillos pero encendí uno sobre todo para no lanzarla al suelo y hacerla gritar lo suficientemente fuerte como para despertar a mis padres, que se habían quedado dormidos en la sala viendo Jeopardy una hora antes que se hubiera puesto el sol. ―Seguro que tienes algo con las palabras, Finn Hollis. ―Sus ojos dorados brillaban con preguntas y asombro. Sus pupilas salvajes y amplias―. ¿Estás seguro que eres el mismo hombre que conocí en el claro? ―No. No soy el mismo ―admití―. No desde que te conocí. Me miró como si estuviera aturdida por mis palabras hasta que tomé una calada de mi cigarrillo y parpadeó rápidamente. ―Entonces, ¿a dónde exactamente me llevas? ―Es... una sorpresa. ―Expulsé el humo y apagué mi cigarrillo. La agarré por la cintura y la atraje hacia mí. Inhalando su aroma. Solo un poco de ella para controlarme. ―¿Acabas de olerme? ―preguntó con una risa nerviosa. ―Claro que sí. ―No tenía sentido negarlo. ―Entonces, ¿cómo huelo? ―Delicioso ―gemí―. Siempre delicioso.
Durante todo el viaje en la camioneta de mi papá, estaba tratando de ajustar casualmente mi erección. Me sentía como un chico de trece años que apenas podía controlarse. Nunca antes había sido así, pero me resultaba imposible no pensar en lo que estaba pasando en mi pantalón cuando todo lo que hacía Sawyer parecía enviar una sacudida justo entre mis piernas. Como cuando noté que su vestido se había subido a sus muslos. Cuando cruzó y descruzó las piernas, pude ver algodón blanco entre sus piernas. Cuando pasó la punta de su dedo índice sobre el ligero brillo en su lleno labio inferior en el espejo retrovisor.
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Sí. Larga jodida noche. Pensarías que una vez que tuve a Sawyer, el deseo por ella disminuiría, como había hecho en el pasado con todas las chicas con las que había estado, pero ese no era el caso en absoluto. Era como si cada vez que Sawyer estaba cerca de mí, estuviera más infectado por esta enferma necesidad. Una enfermedad de la que nunca quería curarme. Una enfermedad de la que felizmente moriría mientras le daba las gracias al universo por otorgarla con mi último aliento. ―¿Estás bien? ―preguntó Sawyer, descansando su mano en mi muslo y dándome un suave apretón. Sofoqué un gemido. ―Mejor que nunca. ―Me ahogué. ―Parece que tienes algo en mente. ―¿Yo? Nah. Ni una maldita cosa. ―Me detuve en el campo vacío al lado de la montaña y dejé el motor encendido. ―¿Estás seguro? Podemos hacerlo en otro momento si no... ―No ―espeté―. ¿De verdad quieres saber en qué estoy pensando? ―pregunté con una sonrisa. ―Sí. Por supuesto ―preguntó inocentemente, sin tener idea de cuánto me afectaba. ―Está bien. Todo el viaje aquí, estaba pensando en cuánto de ti todavía no he explorado. Acerca de cómo me gustaría recorrer mi lengua sobre cada centímetro pecoso de ti. Acerca de la forma en que te sonrojas antes que te haga venir. Sobre cómo me tiras del cabello cuando te estoy besando entre... ―Ooohh ―chilló, colocando una mano sobre su boca. Ahí estaba ese sonrojo de nuevo. Sus pezones alcanzaron su punto máximo detrás de la tela de su vestido. ―Pero estoy tratando de ser un caballero aquí antes que mi padre me patee el trasero por no llevarte a una cita adecuada. ―¿De eso se trata todo esto? ―preguntó, deslizándose para besarme en la mejilla. Cerré los ojos para controlarme y cuando los abrí de nuevo encontré mis ojos con los suyos. ―Sí. Si no te importa, ¿podrías dejar de ser tan increíblemente sexy para poder hacer esto correctamente?
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Se reclinó en su asiento y presionó sus labios. ―¿A dónde vamos? ―preguntó, mirando a nuestro alrededor oscuro. Rodeé la camioneta y la ayudé a bajar, agarrando la mochila y la canasta de picnic del asiento trasero que había tirado antes con un poco de ayuda de embalaje de mamá. ―Vamos justo aquí ―le dije, tendiendo la manta en el suelo―. Siéntate. ―Se sentó y esperó mientras reunía el resto de lo que necesitaba. Puse el proyector portátil en el capó de la camioneta señalando hacia el lado de la montaña. Agarré el control remoto y me uní a ella en la manta, sacando otra de la bolsa por si se enfriaba. ―No hay muchas opciones de citas en Outskirts, lo mismo ocurre con las montañas. Hice algunas investigaciones y el cine más cercano al lugar de mis padres no está tan cerca. Una hora en auto y están proyectando algo que creo que vi en la escuela secundaria. ―Me gusta más esto ―dijo Sawyer―. Es más... nosotros. ―No has visto nada todavía. ―Dejé la comida y los bocadillos en la manta y le pasé una bolsa de palomitas de maíz. Me aseguré de estar mirando su rostro y no el lado de la montaña que se iluminó cuando presioné reproducir en el control remoto. ―Vaya ―exclamó estirando el cuello hacia la pantalla de cine de seis metros ahora proyectada en la parte superior de la roca frente a nosotros―. ¿Qué es esto? ―Esto es cena y película ―le expliqué, y me llevé un trozo de palomitas de maíz a la boca. ―Esto es realmente agradable ―dijo, metiéndose un puñado de palomitas de maíz en la boca―. Y esto es taaaaan bueno. ―Habló con la boca llena y cuando las palomitas de maíz salieron disparadas de su boca se rió entre sus llenas mejillas de ardilla. Estaba a punto de presionar reproducir cuando Sawyer dijo algo que me hizo detenerme. ―Me encantó conocer a tus padres. Muchas gracias por traerme aquí. Fue todo lo que pensé que se suponía que era. ―¿Todo lo que pensaste que podría ser? Suspiró como si estuviera contenta. ―Familia.
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Siempre supe que mis padres eran geniales. Habían aguantado muchas cosas en mis primeros años y aún más mierda a medida que fui creciendo. Pero de repente los estaba viendo desde los ojos de Sawyer. ―Sabes, ni siquiera pensé en cómo esto podría molestarte. Lo siento. Sacudió su cabeza. ―No. Fue maravilloso. Fueron tan amables y atentos. Se rieron, sonrieron y se rieron un poco más cuando derramé el agua por toda la mesa. ―Se rió entre dientes mientras besaba su cabeza―. Fueron increíbles. ―Son geniales. Y te amaron. ―Porque me amas ―dijo, como si finalmente lo entendiera. Negué. ―No, porque tú eres increíble. Presioné reproducir en el control remoto antes que me olvidara por completo de todo excepto desnudar a Sawyer y follarla en el medio del maldito campo. La música comenzó a reproducirse desde el altavoz conectado al proyector. Los ojos de Sawyer se iluminaron mientras seguía la corriente de luz sobre nuestras cabezas hacia el gran árbol frente a nosotros donde rodaban los créditos iniciales de la película. ―¿Qué película es esta? ―preguntó saltando sobre su trasero y aplaudiendo―. ¿De qué se trata? ―Solo había un puñado de películas que funcionaban con este proyector en el sótano de mis padres. Una era sobre tiburones, otra sobre guerra, un documental hecho en los años setenta sobre pornografía. ―¿Qué es pornografía? ―Uh… bien. ―Sentí mi propio rostro cada vez más caliente. Sawyer permaneció inexpresiva mientras tropecé con una explicación hasta que estalló en carcajadas. ―Es una broma. Sé lo que es. Pero me encantó que esta vez fueras tú el que te hayas sonrojado. Extendí la mano y le arrojé palomitas de maíz al cabello, que esquivó hábilmente. ―De todos modos, para responder a tu pregunta anterior. Esta se llama Juno. Se supone que es una comedia. Aparte de eso, no sé mucho al respecto.
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―Estoy segura que me encantará ―dijo, con su amplia sonrisa radiante en la oscuridad casi tan brillante como la luz del proyector. ―Ven aquí ―dije, tirando de Sawyer en el hueco de mi brazo. Se acurrucó contra mí mientras comíamos y mirábamos la película que no era tan divertida como pensé que sería considerando que se trataba de embarazo adolescente y de dar un bebé en adopción. Alerta de Spoiler: Terminó con la madre y el padre adolescentes llorando en la habitación de un hospital por la pérdida de su bebé. Mientras rodaban los créditos de cierre, miré a Sawyer que tenía una mirada confundida en su rostro. ―¿Qué pasa? ―pregunté. Levantó la cabeza para mirarme. ―Nada, esto solo fue... fue todo, Finn. Estoy feliz. Me haces feliz. Gracias. ―Puso su cabeza sobre mi pecho y pude sentir su aliento contra mi piel a través de la hendidura entre el botón de mi camisa. Besó mi pecho a través de la tela. ―¿Puedes...? ―comenzó, pero luego se detuvo―. Quiero decir, podemos... ―Sawyer, todo lo que tienes que hacer es pedir y es tuyo. Ya te lo dije ―dije, sintiendo el calor de su piel a través de nuestra ropa. Jugueteó con los botones de mi camisa. Extendí la mano entre sus dedos y deslice el botón fuera del agujero. ―¿Es eso lo que querías? ―pregunté en tono áspero. Asintió. ―Dime ―le susurré―. Dime que quieres. Me miró. Sus ojos dorados oscuros. Sus pupilas grandes y relucientes. ―Te quiero. ―Gracias, Cristo ―juré, empujándola sobre su espalda y quitándome la camisa en un tiempo récord. Presioné mis labios con los suyos. Se abrió de inmediato para que nuestras lenguas pudieran encontrarse y bailar juntas. Gruñimos y gemimos el uno al otro mientras ella alcanzaba la hebilla de mi cinturón. Cuando lo tuvo a través de las pretinas, abrí el botón y metí la mano debajo de su vestido, tirando de esas bragas blancas y burlonas por sus piernas. Usó sus pies para empujar mis jeans más allá de mis caderas. Mi polla dura saltó y gemí cuando la punta presionó contra el calor de su núcleo. Me acaricié arriba y abajo contra su coño, cubriendo mi polla en su humedad. Bromeando con los dos. ―Dentro de mí, por favor ―dijo con voz ronca, meciéndose contra mí, levantando sus caderas para sentirme más.
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―Finalmente ―dije en voz baja, empujando mis caderas hacia adelante e impulsándome dentro de ella en una larga y dura estocada. Su cabeza se disparó hacia atrás y sus ojos se cerraron. Su núcleo se apretó contra mí y estaba estrujado por todos lados, rodeado por el lugar más suave, más húmedo y más cálido que nunca quería abandonar. Nos quedamos allí en esa manta, en ese campo, durante horas. Alternamos entre follar y hacer el amor. A veces nos mirábamos el uno al otro mientras todavía estaba duro dentro de su cuerpo y nos quedábamos sin aliento. A veces hablamos de todo y algunas veces de nada en absoluto. Nos corrimos, nos reímos, y comenzamos todo de nuevo. No fue hasta pasada la medianoche cuando revisé mi teléfono y me di cuenta que tenía varias llamadas perdidas de Critter. Hice clic en mi ícono de texto y me congelé. El mundo a mi alrededor se detuvo. Solo era yo. Sawyer. Y el texto que me miraba con odio desde la pantalla en mi mano. ―¿Qué es? ―preguntó Sawyer, me giré sobre el hombro para enfrentarla. ―Ese era Critter. ―No había nada que quisiera hacer menos en el mundo que pronunciar las palabras que tenía que decir a continuación. Levanté la vista de mi teléfono―. Es tu madre. Está desaparecida. Sawyer se quedó sin aliento. ―¿Dónde está...? ―No necesitaba que terminara la oración. Negué lentamente. Quería salvarla de lo que estaba a punto de decirle pero no pude. Mi corazón se rompió por ella antes que hubiera pronunciado las palabras. ―No lo sabemos.
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Capítulo 12 En el momento en que desembarcamos, saltamos a la camioneta de Finn y corrimos hacia la casa de Critter. Él salió a nuestro encuentro en el patio. ―¿Qué pasó? ―le pregunté sintiendo que el pánico invadía todo mi cuerpo como un enemigo contra el que había luchado y contra quien había perdido antes. ―Estaba en el porche. Maddy entró a buscarle té. Cuando regresó, tu madre se había ido. Al principio, pensaron que simplemente se había alejado. Pero revisamos el campo de girasoles, y no había ninguna señal de ella. Finn intervino. ―Podemos separarnos, cubrir más terreno de esa manera. Critter negó. ―No has revisado tu teléfono desde que llegaste, ¿verdad? ―No, ¿por qué? ¿Qué pasó? ―preguntó Finn, luciendo tan conmocionado como yo por las noticias. ―Porque Caroline está aquí. En casa. Está a salvo. Se confundió y se perdió. Sólo se fue por unas horas. Volvió llena de barro y picaduras de mosquitos. Pero aparte de eso, está bien. Está descansando ahora Mis entrañas, que se habían marchitado con la noticia que algo le había sucedido a mi madre, de repente se expandieron de nuevo y finalmente pude tomar una bocanada de aire. El primero desde que Critter envió el mensaje de la desaparición de mi madre. Era casi demasiado. Me sentí mareada. Di un paso tambaleante y luego otro antes que unos fuertes brazos me atrapara mientras caía. Levanté la vista hacia el hermoso rostro preocupado de Finn. Me estaba gritando algo, pero no podía escuchar las palabras. Solo vi sus labios moverse mientras su hermoso rostro se desvanecía completamente hasta que estuve sola en la oscuridad.
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Finn estaba pegado a mi lado más cerca que nunca. No solo porque me desmayé y se asustó, sino porque no sabíamos dónde estaba Richard. Aparentemente, el hombre de Critter lo perdió de vista cuando entró en un bar y nunca volvió a salir. Finn quería irse nuevamente y le prometí que nos iríamos en unos días. Después del susto con mi madre, solo necesitaba sentirme cerca de ella y de Critter, y no podía imaginarme irme de nuevo de inmediato. Hasta entonces, traté de seguir con la vida como siempre y me aseguré que alguien en nuestro círculo íntimo estuviera conmigo siempre. Finn estaba más nervioso que nunca. Mirando por las ventanas cada pocos minutos. Marchando delante de la puerta. Flexionando sus dedos largos y ocasionalmente tronando sus nudillos. ―Tienes que calmarte ―le dije, pasando una página en mi cuaderno. ―Lo haré. Una vez que sepamos dónde está ese hijo de puta. ―Caminar no hará que lo encuentres más rápido ―señalé. ―No ―estuvo de acuerdo―, pero me hace sentir mejor. Si me quedo quieto, podría lanzarme por el techo. ―Entonces, siéntate. Eso es algo que me gustaría ver ―bromeé con un guiño. Finn apartó los ojos de la ventana y me miró. ―Sabelotodo ―refunfuñó. Era la primera vez desde que nuestra cita terminó que lo había visto sonreír. Sentí sus pesados pasos en el suelo cuando se inclinó sobre mi hombro. ―¿Qué es esto? ―preguntó Finn, alcanzando sobre mí la mesa donde había dejado mi cuaderno abierto―. ¿Esto es parte de tu investigación? ―No. No es… nada. ―Intenté arrebatárselo, pero ya era demasiado tarde y Finn ya estaba pronunciando las palabras en silencio. Mis palabras. ―Sawyer. ―Había un asombro reverencial en su voz que nunca había escuchado antes. Bajó la página y me miró. Sus ojos se llenaron de asombro. Orgullo. Mi estómago se revolvió―. ¿Escribiste esto? Me mordí el labio y moví nerviosamente la pluma en mi mano. ―¿Sí? ―Salió como una pregunta.
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Finn dejó el cuaderno con reverencia sobre la mesa. Se estiró hacia mí, colocando sus manos en mi rostro. Presionó un beso firme en mis labios que sentí todo el camino hasta la parte más profunda de mi alma. ―No sabía que pudieras escribir así. Me encogí de hombros. ―Yo tampoco. ―Es realmente bueno. Como, realmente bueno. ¿Tienes más? ―Sí, pero sobre todo es solo un montón de garabatos. El arte y la religión están tan estrechamente relacionados. Nunca lo había sabido antes. Pinturas. Tapices. Poesía. Me encantó tanto la poesía que comencé a leer todos los libros de poesía que tenemos aquí. Eran… inspiradores. He estado jugando con algunas ideas y la forma en que las palabras se sienten cuando las escribo. Me siento en paz leyéndolas de nuevo para mí misma. En control cuando todo lo que alguna vez sentí estaba fuera de control. ―Es realmente increíble. ―Este libro es mi favorito. ―Busqué un libro que mantenía fuera de su sitio en la esquina del estante. Lo había estado sacando al menos unas pocas veces al día. No quería seguir moviendo la escalera rodante cada vez que quería alcanzarlo en el estante superior. Coloqué suavemente el libro titulado, POESÍA DEL CORAZÓN, sobre la mesa y abrí el poema de Maya Angelou del que me enamoré en el primer capítulo―. Leí esto y me hizo sentir algo. Me doy cuenta que eso es lo que el autor estaba tratando de hacer. Provocar una emoción. Transmitir un sentimiento. Desahogarse y hacer que la gente vea dentro de su mente. Era… brillante. Asombroso. Entonces pensé que podría hacer algo así también. Obviamente, no como ella, pero como… no sé. Yo. ―Nunca he leído algo así. ―Finn volvió a levantar la libreta y, para mi disgusto, volvió a leer mi intento de ser creativa, aunque esta vez, para mi gran consternación, leyó las palabras en voz alta.
Un AVE CAYÓ de un árbol hoy y cantó su última canción en el suelo. Tal vez, no fue una canción. Tal vez estaba equivocada. Pudo haber sido un grito o un llanto. Una llamada de ayuda. Una súplica para no morir.
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Estaba indefensa de saber y sin poder ayudar, así que lo llamé una canción y seguí adelante Un ave cayó de un árbol hoy y gritó su último grito en el suelo.
―Demasiado mórbido, ¿cierto? ―Me encogí. ―No. Al menos yo no lo creo. Se trata de la percepción y no poder cambiar las cosas. El ave moribunda podría ser cualquier cosa. Cualquier persona a la que no puedas ayudar o cualquier situación que no puedas cambiar. Es realmente… simplemente wow. ―Envolvió sus brazos alrededor de mí―. Justo cuando pensaba que ya no podías sorprenderme, entonces lo haces ―murmuró. Su teléfono sonó y me dio un rápido beso antes de dirigirse a la parte posterior de la biblioteca, junto al área de almacenamiento, para atender la llamada. Es el único espacio en el lugar donde tus palabras no hacían eco ni se amplificaban como si estuvieras gritando en un megáfono. La campanilla sobre la puerta de la biblioteca alertó de un visitante. No hemos recibido muchos hasta el momento. Especialmente porque no estábamos oficialmente abiertos. Pero quería que la gente se sintiera libre de revisar nuestro progreso. Me encantaba conocer a más y más personas del pueblo al que ahora llamaba mi hogar. ―Todavía no estamos abiertos, pero siéntanse libres de mirar a su alrededor ―dije cuando una joven conocida entró, mirando a su alrededor como si estuviera perdida. Tenía el cabello marrón sin vida, enrollado en un moño severo en la nuca. Su blusa gris de mangas largas sin forma y su falda negra hasta el tobillo me recordaron momentos que preferiría olvidar pronto. ¿Estoy viendo cosas? ―¿Sawyer? ―preguntó la joven, como si fuera ella la que no podía creer lo que estaba viendo. Caminó tentativamente hacia el centro de la habitación con los brazos bajos y las manos juntas frente a su cuerpo. Me miró de arriba abajo antes de abrir la boca en lo que parecía una sorpresa. Sus cejas se arquearon―. Te ves… estás tan diferente. No fue hasta que estuvo justo frente a mí a solo unos metros de distancia cuando finalmente la reconocí. ―¿Bridget? Asintió y me dedicó una pequeña sonrisa. Si hubiera estado sonriendo cuando entró, probablemente nunca la habría reconocido. ―No pensé que te acordarías de mí.
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Bridget había sido lo más parecido a una amiga que tuve, pero eso no decía mucho. El hecho de no poder hablar en público o a una distancia auditiva de los adultos, o de pasar mucho tiempo a solas con otras personas de nuestra misma edad, dificultaba el establecimiento de relaciones. Bridget y yo pudimos comunicarnos a través de miradas laterales y miradas compartidas, junto con el susurro ocasional o las conversaciones robadas. ―Por supuesto que te recuerdo. ¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunté, envolviendo mis brazos alrededor de ella y acercándola para un abrazo. Me alegraba de verla, pero mi felicidad rápidamente se convirtió en preocupación. Estaba mucho más delgada de lo que recordaba. Podía sentir su caja torácica presionada contra mí. Por el rabillo del ojo vi a Finn, quien rápidamente canceló su llamada, pero mantuvo la distancia, observando nuestra interacción atentamente. Asentí para hacerle saber que todo estaba bien, pero todavía no nos quitó los ojos de encima. Bridget se puso rígida por la sorpresa y noté mi error. El abrazo. ―Lo siento ―dije, dando un paso atrás―. No estaba pensando. ―Los abrazos no eran algo que hubiera experimentado de nadie más que mi madre cuando era pequeña. Imaginé que la vida de Bridget era muy parecida, si no peor. Su madre apenas hacía contacto visual con nadie. Ni siquiera ella―. Fue increíble lo rápido que acepté el abrazo como un saludo. ―Está bien. El afecto siempre se te dio de forma natural. Siempre te veía extender la mano o acercarte mucho a alguien antes de corregirte. ―Se rió nerviosamente. Yo también lo hice. ―Eras muy observadora. Miró alrededor de la habitación. ―No era como si hubiera mucho más que hacer aparte de mirar cuando nadie piensa que estás mirando. Hablando de mirar. Te ves tan diferente a la última vez que te vi. En el funeral de tu madre ―dijo Bridget, mirándome una y otra vez. Era más una curiosidad que un cumplido, pero de todos modos le di las gracias. Tiré del dobladillo recortado de mi pantalón corto de mezclilla negros que apenas cubrían algo de pierna, de repente me sentí muy expuesta. ―Sí, las cosas ciertamente han cambiado para mí ―dije―. Sí. Me fui después de eso. ―Pensé que estabas muerta. ―¿Por qué?
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―Porque tu padre nos dijo que estabas muerta. Te mataste como tu madre lo hizo. ―Fijó sus ojos en mí―. No le creí por un momento. Sabía que eras más fuerte que eso. De repente, se me ocurrió que podría no estar sola. ―Bridget, me alegra verte, pero ¿por qué estás aquí? ―le pregunté, mirando a Finn que ya estaba mirando a través de todas las ventanas―. ¿Cómo es que estás aquí? ―Oh, no te preocupes. Estoy sola. Creen que estoy repartiendo folletos para el servicio de la tienda ―dijo, su columna vertebral se enderezó ligeramente. Sus ojos finalmente se encontraron con los míos, aunque solo fuera por un segundo―. No eres la única rebelde que sale de la luz de Dios, lo sabes. Sonreí. ―Entonces, ¿dónde están tus folletos? ―pregunté, mirando sus manos vacías. Bridget sonrió tímidamente y susurró: ―Los arrojé al contenedor más cercano. ―Una pequeña carcajada escapó de su boca e inmediatamente la cubrió y se recompuso, aunque pude ver lo orgullosa que estaba de su desafío. También estaba orgullosa de ella. ―Tienes razón. Tal vez no soy la única rebelde que sale de la iglesia ―comenté―. Pero tan feliz como estoy de verte otra vez, Bridget, ¿por qué estás aquí? ―Yo… vine a buscarte. Oí a algunos de los ancianos, incluido tu padre, hablando de ti. Nos dijo a todos que estabas muerta, pero lo escuché corregirse ante el pastor Dimitri. Le dijo que estabas muerta para él. No como muerta muerta. Luego dijo que estabas cerca y que… Pavor. El terror puro llenó mi cuerpo. Sentí escalofríos y sudores al mismo tiempo que todo mi ser registraba el miedo creciendo en mi corazón y mi mente. ―¿Y eso qué? ―le dije, incitándola, tratando de permanecer impasible. ―Y que todos te veríamos de nuevo muy pronto ―susurró al suelo. Finn se puso rígido, pero no hizo ningún movimiento para avanzar. ―¿Qué… qué más dijo? ―pregunté, tratando de sonar lo más calmada posible. Bridget se movió de un pie al otro. ―Yo… Una voz masculina desconocida la llamó desde afuera de la ventana.
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―Bridget, ¿a dónde fuiste? Bridget, ¿dónde estás? ¡Tenemos trabajo que hacer! ―Me tengo que ir ―dijo, corriendo hacia la puerta. Colocó su mano en el mango―. Ese es mi esposo. ―¿Esposo? Bridget, ¿qué esposo? ―pregunté―. No tienes que ir. Puedo ayudarte. Puedes quedarte. Te protegeré si quieres quedarte. ―Siempre fuiste tonta, Sawyer. Tú, de todas las personas, deberías saberlo mejor. ―Bridget negó y corrió hacia la puerta, sin darle a Finn ni una segunda mirada mientras lo cruzaba en el camino. Sus hombros estaban ahora encorvados, sus ojos abatidos. El uniforme tradicional de las mujeres de La Luz de Dios―. Nadie puede protegerme. ―¡Espera! No te vayas. ¿Qué más tienes que decirme? ―pregunté, sintiendo crecer el pánico en mi pecho. Bridget me miró con simpatía en sus cansados ojos. ―Sandy Bennett. Recuerda a Sandy Bennett. ―¡Bridget, dónde estás! ―La voz de afuera se hizo más fuerte y enojada. Ella abrió la puerta y la luz del exterior me cegó temporalmente. ―¡Espera, Bridget! ―llamé de nuevo. Pero llegué demasiado tarde. Ya se había ido.
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Capítulo 13 Dejé a Sawyer con Josh en el bar porque Critter insistió en que teníamos que hablar. Maddy, la enfermera, estaba con la madre de Sawyer y cuando le pregunté si era de confianza, Critter me informó que era más de confianza que una enfermera real y que él, y cito, “no jodería con ella”. ―¿A dónde vamos? ―pregunté a Critter, quien se subió al deslizador detrás de mi choza y apenas desaceleró para que pudiera saltar a bordo―. ¿Pensé que querías hablar? ―Estoy moviendo mis labios y salen sonidos, ¿verdad? ¿No es eso hablar? ―espetó Critter, girando el bote y yendo hacia el pantano a velocidades que cualquier persona que no hubiera crecido por aquí no se atrevería a intentar. ―Esa chica que vino. Bridget. Nos dio un nombre. Josh se está encargando de investigarlo. Veamos a dónde nos lleva antes de hacer algo que vaya a mantenerte alejado de tu familia durante otros veintidós años. La mirada de Critter hizo un agujero en mi cráneo. ―He estado esperando veintidós putos años para que ese bastardo vuelva a mi pantano y será mejor que sepas que me voy a asegurar que nunca se vaya. ―¿Cuál es exactamente tu plan, entonces? ―La vieja y buena hospitalidad del sur ―respondió Critter con brusquedad. Mierda. ―¿Y eso qué significa? ―Eso significa que le arrancaré la cabeza de un disparo y después voy a encenderme un cigarro. Quizás después lo celebre con un poco de pastel. ―Bien. Hazlo. Vuélale la cabeza. Lo entiendo. Suena como un plan genial. ―No. No estabas escuchando. También había aquello sobre un cigarro y pastel. Apoyé la cabeza entre mis manos.
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―Critter. Quiero a este idiota muerto tanto como el que más. Pero acabas de recuperar a Caroline. Si nos atrapan, estaremos de vuelta donde empezaste y serás tú quien pague el precio por los crímenes de Richard. De nuevo. No dejes que gane. No esta vez. ¿No quieres verla cuando se mejore? ¿Hablar con ella? Entonces tenemos que ser inteligentes sobre esto. No digo que la hospitalidad sureña esté fuera de la mesa. Sólo digo que quizás no queremos irrumpir en una iglesia y alejar al pastor mientras está predicando en el púlpito como alguna milicia de dos imbéciles paletos. Critter puso los ojos en blanco. ―No seas tan dramático, Karen ―se burló―. ¿No has matado a un hombre antes? He sido desplegado dos veces y te lo digo. Se necesita un poco más de delicadeza que simplemente agujerearle a tiros o como sea que lo digan los jóvenes de hoy en día. ―No conozco a nadie que diga eso ―gemí―. Excepto tal vez Miller. Critter miró las aguas oscuras ante nosotros. ―He conocido a hombres como él antes. No va a parar hasta que estén bajo su control de nuevo o muertas. Y dado que sabemos que no va a recuperar su control… tiene que morir ―dijo Critter con una mezcla de ira y tristeza―. Tiene suerte de no estar muerto todavía, pero fue un hombre difícil de encontrar. Cubrió bien sus huellas, escondiéndose tras esa iglesia suya. Hice que varios investigadores privados lo buscasen durante años. No pudieron encontrar nada hasta que el último volvió y me dijo que Richard y Caroline estaban muertos. Accidente de auto. ―Critter cerró los ojos brevemente como si estuviera recordando un gran dolor―. Pensé que estaba muerta. Pensé que mi mundo estaba muerto. ―Sus manos apretaron el panfleto―. Ahora me doy cuenta que mi investigador debió encontrar a Richard y ese cabrón le pagó para que me diese información falsa. Será mejor que ese investigador hijo de puta no se vuelva a cruzar nunca conmigo. Pasamos sobre un trozo de tierra como si fuera agua. Pero cuando vi el siguiente trozo en la distancia, me levanté y entrecerré mis ojos como si no pudiera creer lo que estaba viendo. ―Mierda ―juré. Había algo yaciendo justo frente al barco―. ¡Detente, Critter! ―grité dirigiendo su atención a la mata de cabello y tela. Critter viró bruscamente y me tiró al agua. Vadeé hacia la hierba y me detuve sólo para ver que lo que estábamos a punto de golpear no era una cosa en absoluto. Era una persona. Alguien a quien había visto sólo unas horas antes. La misma persona que había dado la advertencia que Richard estaba aquí. Bridget.
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Enfadada. Estaba tan enfadada. Todo lo que veía era rojo. Rojo brillante como sangre. En el interior, era un auto derrapando para parar en una carretera mojada. En el exterior, era una suave sonrisa falsa y música de ascensor. ―¿Quién te hizo esto? ―preguntó Josh con suavidad. Había mucha simpatía en su voz mientras pacientemente esperaba que una Bridget golpeada y magullada respondiera a las preguntas que ya le había hecho varias veces sin una sola respuesta―. Estamos tratando de ayudarte ―continuó. Estaba en modo de policía total, pero su compasión por la mujer en la cama del hospital entre nosotras me sorprendió. ―Bridget, te lo dije. Te podemos ayudar. Podemos protegerte. Mírame. Estoy aquí, ¿verdad? Ellos me mantienen segura. Pueden mantenerte a salvo también ―la tranquilicé, poniendo mi mano en el brazo que no tenía cabestrillo. Bridget se quedó mirando mi mano como si la estuviera quemando. La retiré y la froté como si estuviera sofocando las llamas. ―No por mucho tiempo ―gimió ella, con un ojo púrpura hinchado y cerrado. La habían golpeado mucho y no teníamos ni idea de cómo había llegado a yacer en medio del pantano, pero había sobrevivido. Por ahora. ―Bridget, si vuelves allí… ―Dejé de hablar, sabiendo exactamente lo que sucedería. Esta era una advertencia por acudir a mí. Podría haber muerto. A ellos no les hubiera importado. Monstruos desfilando como cristianos. ―¿Qué pasaría si pudiera...? ―Josh comenzó a decir cuando dos hombres entraron en la habitación. Al primer hombre no lo reconocí en absoluto, pero llevaba el pin de la iglesia de la Luz de Dios en su camisa. El segundo se quedó detrás de la puerta en las sombras con su sombrero bajo en su cabeza. ―No respondas nada ―ordenó el primer hombre, situándose al lado de Bridget―. Esta es mi esposa.
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―Gracioso ―dijo Josh, poniéndose de pie para revelar su uniforme completo de policía. Su placa brillaba bajo la luz fluorescente. Frunció sus labios―. No he oído un “Gracias a Dios que estás bien”. Ni siquiera escucho un “Estaba jodidamente preocupado“. La única cosa que he escuchado ha sido a usted proclamando que es su esposa como si estuviera recogiendo a un perro de la perrera. ―Josh señaló al ojo de Bridget―. ¿Así es como trata a su perro, señor? ―Estoy sorprendido. Eso es todo ―dijo el hombre, tomando la mano de Bridget torpemente como si nunca lo hubiera hecho antes―. ¿Cómo se atreve a acusarme de tratarla como a un perro? ―No, creo que he indicado que la trata como menos que a un perro. ―¿Podemos hablar más tarde, oficial? ―La palabra fue dicha con desdén―. Me gustaría un momento a solas con mi mujer. ―Sólo si está bien con nuestra víctima ―dijo Josh utilizando el mismo énfasis en la palabra víctima. Bridget no nos miró, pero asintió. ―Está bien. Es mi esposo. ―¡Bridget, no tienes que hablar con ellos! ―grité mientras Josh iba hacia la puerta―. Podemos quedarnos. No tienes que estar sola. Nunca más. ―Josh me giró por mis hombros y me guió fuera de la habitación, cerrando la puerta detrás de nosotros―. ¡No podemos dejarla allí con ellos! ―exclamé―. Son monstruos. ¡Mira lo que le hicieron! ―No van a hacer nada conmigo aquí. ―Puso una mano en su cinturón―. Tengo una pistola y más cosas. ¿Qué van a hacer? ¿Luchar contra mí con algunas oraciones de mierda? Sawyer, si tocan un cabello de la cabeza de la chica, iré a dispararles como si fuera el salvaje oeste. ―Sus ojos eran fuertes y serios. ―Gracias ―dije, agradecida de no ser la única que quería protegerla. ―Pero hay algo que tienes que saber ―dijo Josh, manteniendo sus ojos fijos en la puerta. ―¿Qué? ―pregunté. Suspiró y apuntó a la ventana donde el marido de Bridget estaba acurrucado sobre su cama. ―Esa chica de ahí va a salir de este hospital con ellos esta noche. ―¡No! ―grité, sintiéndome enferma ante la idea.
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―Lo que le hicieron fue una advertencia y ella recibió el mensaje alto y claro. No hubo ni siquiera un parpadeo o guiño o una sacudida de su mano diciéndome lo contrario. ―¡No...! ―dije, tratando de alcanzar el pomo―. Mi madre se quedó con el hombre que la torturó. No voy a quedarme atrás y verlo suceder de nuevo. ¡No puedo, no lo haré! Josh me apartó y me puso en la silla en el pasillo. Se acuclilló para que sólo yo pudiera escucharla. ―Debes darte cuenta que no todos son tan fuertes como tú. La puerta se abrió y la familiar sensación de temor cayó por mi espalda mientras los hombres caminaban por mi lado. No me molesté en mirarlos. Estaba demasiado disgustada como para darles siquiera eso. ―Volveremos ―dijo el marido de Bridget casi alegremente, como si estuviera presumiendo―. Para llevarla a casa. Cuando la campana sonó y las puertas se abrieron, los dos hombres salieron. Antes que se cerrase de nuevo, el otro hombre habló. El que había permanecido en las sombras. ―Sí. Volveremos. Para llevarlas a casa.
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Capítulo 14 Desearía poder dejar de ver a la chica destrozado entre los juncos en el pantano. Quería borrar la imagen de Bridget de mi cerebro porque era todo lo que podía ver, pero cada vez que la imagen acudía a mí, no era a Bridget a quien veía yaciendo allí ensangrentada y rota. Era a Sawyer. La idea me enfermaba. Tuve que detenerme dos veces de camino al lugar de Critter para purgar la idea a través de los contenidos de mi estómago. Después de vomitar en la carretera, eliminé mis frustraciones con los puños sobre el volante. Gritando mi rabia a absolutamente nadie. Critter estaba en la parte trasera del bar, fumando su cigarro y dirigiendo un camión de licor que estaba retrocediendo hacia la puerta. ―¿Un poco temprano esta mañana? ―le pregunté mientras el conductor del camión salía y le entregaba un portapapeles antes de abrir la puerta trasera y sacar la rampa de metal. ―¿Lo es? No me había dado cuenta ―dijo Critter. ―Tal vez si durmieras algo lo harías. ―Demasiado ocupado pensando para dormir ―replicó, tomando una calada de su cigarro. Había conocido al hombre toda mi vida. Solía robar girasoles del campo alrededor de su casa cuando todavía estaba en pañales. Ni una vez lo recuerdo pareciendo cansado hasta esa mañana. Era demasiado joven cuando la madre de Sawyer se fue para recordar cómo lo manejó todo, aunque estoy seguro que se veía igual de cansado entonces. ―¿Algo que quieras compartir conmigo? ―pregunté, con la esperanza que tal vez hablando podría tranquilizarlo un poco.
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Critter subió por la rampa e inspeccionó el cargamento. Garabateó su firma en el papel y se la devolvió al conductor, que la guardó y comenzó a descargar. Critter, que nunca se había quedado de brazos cruzados, agarró una caja y lo siguió al bar, dejándola caer en el área de almacenamiento al lado de la oficina. Lo seguí e hice lo mismo. ―Nada que quieras escuchar ―refunfuñó. ―Pruébame ―dije. Critter agarró otra caja del camión. Estaba inclinándome para agarrar una cuando se volvió hacia mí, dejó caer la caja y metió la mano en el bolsillo para sacar su teléfono. Presionó unos números y levantó la pantalla para que pudiera ver uno de sus contactos registrado sólo como 911-B. ―¿Qué es eso? ¿O quién es ese? ―Esto ―dijo, metiendo el teléfono de vuelta en sus vaqueros―, es un número al que podría llamar y con un movimiento del pulgar podría haber eliminado a Richard Dixon de la faz del jodido planeta ahora que sé dónde está. ―Entonces, ¿por qué no lo has hecho? ―pregunté con curiosidad. ―Porque ella me pidió que no lo hiciera ―dijo Critter, frotándose el rostro con una mano. ―¿Qué? Critter agarró otra caja. ―Caroline. Anoche tuvo un momento de lucidez. Uno más largo de lo habitual. Me dijo que no me haría mejor que él tener su sucia sangre en mis manos. Me hizo prometer que no lo haría y ahora tengo que encontrar la manera de poner fin al reino del terror de ese hijo de puta de otra manera. ―Nosotros ―lo corregí―. Nosotros tenemos que descubrir cómo ponerle fin. Critter gruñó. ―¿Cómo está Sawyer llevándolo después de verlo en el hospital? ―Sigue diciendo que está bien, pero sé que no es así. Yo no lo estaría si estuviera en la misma habitación que el mismo hombre que secuestró a su madre, amenazó sus vidas y las atormentó durante años. ―Incluso decir las palabras me hizo sentir una absoluta furia asesina, pero vi que Critter estaba vacilando y no quise ser el que lo empujara y le hiciera romper su promesa a su mujer. ―Sí, soy consciente del currículum del hombre ―espetó Critter―. Sin embargo, gracias por la actualización. Siempre es bueno tener un curso de
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actualización de todas las cosas horribles sobre el hombre que he imaginado matar durante un par de décadas. ―No está exactamente en la lista de personas que Sawyer y yo invitaremos a nuestra boda ―dije sin pensar. Critter se volvió hacia mí y me lanzó una mirada de muerte como si fuera el enemigo. Me giré para asegurarme que Richard no estaba detrás de mí. ―¿Qué? ―cuestioné. Entrecerró sus ojos hacia mí. ―¿Hablas en serio sobre eso? ¿Estás pensando en casarte con mi hija? Pensé en mis siguientes palabras cuidadosamente, pero la respuesta era simple y no era el día para mentirle a Critter. ―Síp. Sí. ―Hice una mueca―. ¿Señor? ―Hijo… ―¿Es hijo ahora? ―Sí, lo es. ―Critter me señaló, moviendo su dedo mientras hablaba―. Hijo, si lastimas a mi niña de cualquier manera, te digo en este maldito momento que te despellejaré vivo, alimentaré con tu cadáver a mis perros de caza y montaré lo que quede de ti encima de la puerta de mi casa como una advertencia para los demás. ―Me revolvió el cabello como solía hacer cuando era un niño y no me gustó ahora tanto como lo odiaba en ese entonces. Lo volví a alisar y Critter sonrió, yendo a pasar un trapo por la barra y los vasos como si no acabara de amenazar mi vida de una manera muy real y horripilante. ―Vaya, Critter. Ha pasado un tiempo desde que he tenido una charla estilo paternal. Sin embargo, tengo que decir que nunca lo esperé de ti ―dije, volviendo al asunto de ayudarlo a él y al repartidor a llevar las cajas. ―Bueno, no lo esperes otra vez, porque eso fue una advertencia de cortesía. Solo recibirás esa. ―Anotado. ―¿Qué es esto? ―preguntó Critter cuando el conductor le tendió una botella de whisky que no había estado en ninguna de las cajas. Giró la botella transparente en sus manos. El conductor se encogió de hombros. ―El jefe me dijo que te lo diera. Es un regalo. Una muestra para que pruebes. Algo nuevo que intentará venderte, supongo. No estoy seguro. Simplemente
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entrego la bebida, embarazo a mi esposa y sigo pagando por la maldita educación de los niños. No necesariamente en ese orden. ―Gracias, Pete. Dile a Mike que mejor que esto no sea una mierda yanqui. La última botella que me envió la usé como blanco de tiro en mi campo. Pete volvió la botella en la mano de Critter. Grabada en la parte posterior había una nota que decía. NO MIERDA YANKI. Critter se rió entre dientes. ―Completamente sureño, Critter ―dijo Pete. Salió corriendo y subió a su camión. Seguí a Critter al bar vacío. Se puso el cigarro en la boca, abrió la botella de whisky y puso dos vasos. Los llenó más de la mitad. Deslizó uno hacia mí. ―Es un tipo de whisky de mañana. ―Nunca he sabido que seas un tipo de hombre de whisky para el desayuno. ―Tampoco sabías que estaba casado y tenía una hija. ―Buen punto. Critter chocó su vaso con el mío sin esperar a que lo levantara. Lo vació en dos grandes tragos, golpeándolo tan fuerte sobre la barra que me sorprendió que no se rompiera. Giré el vaso del que aún no había tomado un sorbo mientras Critter ya estaba sirviendo otro. ―¿Qué hay del nombre que esa chica Bridget le dio a Sawyer? ―Sandy Bennett ―dije―. Josh está en eso. Revisando el nombre en todas las agencias a las que tiene acceso. Critter vació su segundo vaso. Suspiró. ―Sabes, desde el momento en que descubrí que Caroline y Sawyer estaban con vida. Tuve que poner mi necesidad de lastimar a ese hijo de puta en segundo lugar por mi necesidad de querer abrirle el cráneo. ¿Sabes por qué? Porque la familia viene primero. Mis chicas son lo primero. Pero por desgracia, Caroline tenía razón. Tenías... bueno, algo de razón. No iré a prisión cuando recupere a mi familia. No volveré a vivir sin ellas. ―Su expresión se suavizó―. No puedo. Lo miré. ―Lo entiendo ―dije, pasándome la mano por el cabello y soltando un suspiro de frustración. Había tenido el mismo pensamiento mil veces. Mi pecho dolió. Recordé el dolor que soporté después que Jackie murió. Suficiente para enviarme a
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años de soledad. Critter había sabido cómo se sentía y se había acercado a mí, pero ni siquiera él pudo llegar a mí. ―La forma en que lo veo es que tú y yo estamos en el mismo barco. Ambos hemos tenido algunas pérdidas horribles ―dijo Critter, haciéndose eco de mis pensamientos―. Creo que es la maldita hora que ganemos. O de un descanso. O de algo. Negué y tracé mi dedo alrededor de mi vaso. ―Es una locura que un hombre pueda causar todo este dolor. Toda esta angustia. Uno pensaría que había un ejército de él ahí fuera. O que era el mismísimo diablo. Critter apoyó ambas manos en la barra y cerró los ojos por un momento como si estuviera luchando con algo. Cuando volvió a abrirlos, habló con más convicción de la que nunca le había oído hablar antes. ―Tengo noticias para ti ―dijo Critter. Tosió y golpeó su pecho con su puño cerrado―. Richard Dixon es el mismísimo diablo. El rostro de Critter palideció y sus ojos se abrieron de par en par. Comenzó a toser. Cuando no disminuyó, me puse de pie y rodeé la barra. Estaba golpeando su pecho con su puño cerrado. Agarró el mostrador en busca de apoyo pero perdió el agarre y lo atrapé mientras caía, bajándolo al suelo mientras jadeaba por aire. Sus ojos se volvieron vidriosos. Busqué mi teléfono presa del pánico. Mi mente incapaz de comprender los eventos en desarrollo. ―Quédate conmigo, Critter. Has sobrevivido a tanto que no te rendirás conmigo ahora, viejo. Critter miró hacia el techo, desenfocado. Sus ojos comenzaron a cerrarse. Los colgantes revoloteaban alrededor del techo indicando que la puerta había sido abierta. Con mi teléfono en mi oreja, levanté la vista y encontré a Sawyer parada a mi lado mirando a Critter. Sofocó un sollozo. ―¡Nooooo! ―gritó. Mi corazón se hundió. Por él. Por ella. Entonces… dejó de respirar.
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Capítulo 15 El hospital era el último lugar donde quería estar de nuevo. Viendo a Critter. Critter era fuerte. Saludable. Era el hombre más terco que había conocido. Pero también el más atento. El más cariñoso. Amaba todo de él, desde su profunda voz de barítono a su bigote ridículo, que sólo él podría llevar con estilo. Cuando estaba allí para ver a Bridget, quería ayudarla a salvarse. Con Critter tendido allí, conectado a los tubos y máquinas, quería no sólo salvarle, quería darle la vida. Quería golpearle en el pecho con los puños y gritarle hasta que despertase y me dijera que iba a estar bien. Tenía que estar bien. Tenía. Que. Estar. Bien. Finn estaba en la esquina hablando con la doctora de Critter mientras me encontraba sentada junto al lecho de Critter, sosteniendo su mano con mi cabeza en su pecho. ―Así que eso es todo ―dijo la doctora. Había estado tan sumergida en mi propia devastación que no había escuchado ni una palabra de lo que le había dicho a Finn. ―Lo siento, no entiendo, ¿qué exactamente está diciendo? ―pregunté―. ¿Fue un ataque al corazón? ―Levanté mi cabeza del pecho de Critter, pero mantuve mis dedos entrelazados con los suyos. La doctora me miró por encima del borde de sus gafas. Puso su portapapeles bajo su brazo. Sabía que lo que estaba a punto de decirme no iba a ser bueno ya que Finn se hallaba ahora inclinándose contra la pared en busca de apoyo. Su rostro era varios tonos más pálido de lo que había sido cuando llegamos aquí. Me quedé inmóvil. Podía oír el latido de mi corazón cuando ella habló.
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―¿La versión corta? ―preguntó la doctora, como si tuviera prisa. Asentí y contuve la respiración―. Su padre fue envenenado.
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Capítulo 16 Envenenado. Finn y yo no habíamos salido del hospital durante dos días. Dormimos erguidos, apoyados uno contra el otro en sillas. Nos abrazamos no solo físicamente, sino emocionalmente. Estábamos más que cansados y podía decir que el estrés le pesaba tanto como a mí. Quería a Critter como un padre y yo quería a Critter incluso antes de saber que era mi padre. Me encontré recitando mentalmente, por favor, despierta, por favor, apúrate, por favor, despierta. Cada vez que la máquina emitía un pitido, mis esperanzas se elevaban, pensando que era una señal que estaba despertando. Y cada vez, mis esperanzas se desvanecían cuando no lo hacía. ―Sin importar qué, vamos a pasar por esto juntos ―dijo Finn. Amaba que tratara de consolarme cuando sentía la misma desesperación que yo―. ¿Quieres que busquemos algo de comer? Hace tiempo que no has comido nada. Negué. ―No. Me quedaré aquí. Con él. ―Llevé mis rodillas a mi pecho y envolví mis brazos alrededor de mis piernas. ―Sabes, mirarlo fijamente como un sedal en el agua, esperando que algo suceda, no lo hará mejorar más rápido ―dijo Finn, tratando de hacerme sonreír. Mantuve mis ojos en Critter. ―Sólo quiero que despierte. ―Oíste a la doctora. Tiene una buena oportunidad. Es fuerte. Sobrevivirá. Sé que lo hará ―dijo Finn; o bien era un actor realmente bueno o realmente creía lo que estaba diciendo. ―¿Cómo puedes estar tan seguro? ―pregunté, sintiendo que mis ojos se volvían cada vez más pesados. Sintiendo un nudo en mi garganta y mi corazón hincharse con cada segundo que pasaba.
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Finn se deslizó de su silla y se arrodilló frente mí. ―¿Recuerdas cuándo tuvimos esa conversación sobre la fe? Creo que me dijiste que el diccionario lo definía como “la creencia en algo basado en la aprehensión espiritual en lugar de la prueba”. Asentí. Aunque me mató apartar mis ojos del cuerpo en reposo de Critter, aunque fuera por un momento, supe que quería mirar a Finn. No simplemente necesitaba escuchar lo que estaba tratando de decirme. Necesitaba sentirlo. Tomó mis manos. ―Es por eso que estoy seguro que va a salir adelante. No creo en mucho. Pero tengo fe en él. Ese hombre ha esperado mucho tiempo para estar con su familia. Créeme. No te va a dejar ahora. ―Siempre fue un buey obstinado. Finn y yo miramos hacia la puerta, donde Maddy empujaba la silla de ruedas de mi madre. ―Ma... hola ―corregí. Había una lucidez sobre ella, pero quería actuar con cautela, así que evité llamarla mamá. Maddy la llevó hasta la cama de Critter y luego salió de la habitación, haciendo guardia junto a la puerta. Con lágrimas en los ojos, mi madre me tendió la mano. ―Ven aquí, cariño. Ven a sentarte con tu madre un rato. Nunca había escuchado a mi madre sonar tan fuerte, tan clara. ¿Era temporal? ¿Había vuelto? Mis pensamientos, mi estómago y mi mente se tambalearon causando estragos en los latidos de mi corazón. Por un momento, solo me quedé allí. Observando. Embobada. Era como si ella ni siquiera fuera la misma mujer. Mi madre agitó sus dedos extendidos. ―Te tengo ahora. Lo prometo. Fueron esas palabras las que rompieron cualquier barrera que todavía me estuviera apartando de mi madre. Sentí una avalancha de euforia abrumadora. De paz. La cadena invisible de nuestro vínculo madre-hija estaba siendo reparada con cada paso que daba hacia ella. Podía sentirlo en mis huesos. En mi corazón. Finn se hizo a un lado para que pudiera arrodillarme junto a mi madre, pero eso no era lo suficientemente cerca para ella. Extendió la mano y tiró de mi brazo.
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―Ven aquí ―dijo, poniéndome sobre su regazo. Me levantó los pies sobre el borde de su silla de ruedas y me acunó como un bebé. Lo perdí. Sollocé en la blusa blanca de mi madre mientras me apartaba el cabello de la frente. Entre sollozos, le conté de mi trabajo. Mi frustración. Mi confusión. Mi amor. Me susurró cuánto me amaba mientras le daba todas las lágrimas que había estado conteniendo toda mi vida. Después de haberme tranquilizado, me quedé en el regazo de mi madre y juntas vimos el pecho de Critter subir y bajar con la ayuda de las máquinas. ―Les dejaré pasar un tiempo a solas ―dijo Finn, excusándose. Mi madre lo detuvo antes que pudiera llegar a la puerta. ―¿Eres el joven de quien mi hija está tan desesperadamente enamorada? ―La pregunta hizo que mi interior sonriera. Fue lo mismo que sentí al visitar a los padres de Finn. Como si esta fuera la forma en que las cosas deberían haber sido todo el tiempo. Con solo unas pocas palabras, mi madre me decía que ya no era solamente mi madre, sino la madre que siempre había querido ser. Me sentí más fuerte debido a ella. Quería SER más fuerte debido ella. Finn sonrió. Parecía completamente inafectado por su comentario mientras que incluso mi interior se sonrojaba. ―Sí, señora. Ese sería yo ―dijo Finn―. Es un placer conocerla oficialmente, señora. Aunque supongo que nos hemos visto antes. Han pasado muchos años. Mi madre asintió. ―Han pasado muchos años. Has crecido un poco desde la última vez que te vi ―bromeó mi madre, pero su voz permaneció triste y pesada. ―Sólo un poco, supongo. Me levanté del regazo de mi madre y tomé una silla a su lado. Unió su mano con la mía como lo había hecho un millón de veces. Bajé la mirada a donde nuestras manos estaban conectadas y todavía no podía creer que todo fuera real. ―Solías robar sus girasoles ―le dije a Finn, recordando lo que mi madre me había dicho durante nuestra primera conversación. ―Seguro que lo hizo―confirmó mi madre. ―Creo que todos mis secretos están al descubierto ahora ―dijo Finn, balanceándose sobre sus talones. ―Critter está muy feliz que Sawyer y tú se encontraran ―dijo mi madre, mirando entre Finn y Critter. ¿Lo estaba?
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La sonrisa de Finn era triste. ―Es agradable oír eso. La última conversación que tuvimos sobre Sawyer y yo terminó cuando me dijo que iba a… bueno, no necesitamos entrar en detalles, digamos que termina conmigo en pedazos. ―¿Te amenazó? ―cuestioné, sorprendida y secretamente eufórica porque Critter fuera tan protector conmigo cuando conocía a Finn de toda la vida y a mí desde hace solo unos meses. ―Por supuesto ―dijo Finn, apoyado contra la pared―. Eso es lo que hacen los buenos padres para proteger a sus hijas. No esperaría menos que la amenaza de patearme el culo cada par de semanas al menos. Mi madre miró a Critter. ―Vivirá para amenazarte otro día. Porque al igual que tú, Finn, tengo fe en que va a salir adelante. Puedo sentirlo. ―Puso su mano sobre su pecho. Finn se excusó de nuevo para ir a la cafetería, donde me dijo que iba a comprarme algo de comida, me gustara o no. ―Dos décadas y esto aún no ha terminado. ―Mi madre suspiró―. Pero tiene que acabar. Esto tiene que terminar ahora. ―Hubo una determinación en sus ojos cuando dijo en voz alta lo que yo había estado pensando todo el tiempo. Mi madre continuó y me encontré asintiendo a todo lo que estaba diciendo. Me enojaba cada vez más con cada frase que pronunciaba. ―Después de todos estos años, el mismo hombre ha encontrado todavía la forma de aterrorizar a esta familia, a pesar de todo lo que ya nos ha hecho pasar. Sigue sin ser suficiente. Mantenerme en contra de mi voluntad no fue suficiente. Amenazar a mi familia no fue bastante. Envenenar a mi esposo… ―Hizo una pausa y se recompuso―. Es la gota que colma el vaso. Estoy cansada de esperar y no hacer nada. No va a parar. Nunca será suficiente. ―Su voz se apagó―. Nunca será suficiente hasta que todos estemos muertos. ―Y sin embargo, parece que no hay una sola cosa que podamos hacer al respecto ―dije, mis frustraciones burbujeando a la superficie una vez más. ―O tal vez la hay ―susurró, la esquina de su labio girando hacia arriba en una media sonrisa. Respiró hondo y de repente se levantó de su silla de ruedas. Salté, medio esperando poder atraparla si se caía. Pero no se cayó. Enderezó los hombros y caminó al lado de Critter, como una reina lista para encargarse del reino mientras el rey estaba temporalmente incapacitado. Tomó su mano y la besó antes de cubrirla con su otra mano.
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Esta mujer, cuya voluntad, cuya mismísima existencia, había sido reducida a cenizas y, sin embargo, allí estaba ella, lista para luchar por su familia. La determinación que irradiaba de ella era casi tangible. Me sentí orgullosa. Sentí mi propia resolución a luchar construirse desde mi interior una vez más. Por primera vez en mucho tiempo, tuve la sensación que todo estaba bien. Creo que incluso podrías decir que tuve fe. Y tal vez fue por esa fe que una voz profunda rugió desde la cama detrás de mí. ―¿Por qué demonios es todo el alboroto?
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Capítulo 17 Entré en la habitación para encontrar a Critter despierto y alerta. Miró entre Caroline y Sawyer una y otra vez. Sonrió, su bigote curvándose hacia arriba. ―Ahora, te dije que no hicieras ningún alboroto ―gimió, ajustando su posición en la cama, tratando de sentarse más recto. Sawyer se inclinó y abrazó a Critter. Sus hombros temblaron con su alegría, haciendo que mi corazón se detuviera unos segundos y las lágrimas escocieran en la parte posterior de mis ojos. Puede que hubiera crecido rodeado de esta gente, pero descubrir que Sawyer estaba relacionada con Critter era probablemente la mejor noticia que jamás había escuchado, a pesar de sus amenazas hacia mí. Porque ahora no era solo mi familia. Era nuestra familia. ―Hola, mamá. Hola, niña. ―Critter rodeó con un brazo a Sawyer y con el otro a Caroline. ―Es tan hermoso, hombre. Miré a Miller, que lloraba ante la vista. Lágrimas bajaban por su rostro. Hilos de saliva conectaban sus dientes. Me reí porque no podía NO reírme. Josh puso los ojos en blanco y arrastró a Miller fuera de la habitación. ―Permitámosles tener algo de tiempo. Puedes venir a hablar con él más tarde ―le dijo. ―¿Lo prometes? ―chilló Miller cuando Josh lo sacó de la habitación despidiéndose sobre su hombro. La doctora apareció justo cuando se marchaban. La misma que vio a Critter el primer día que lo trajeron en ambulancia. ―¿Cómo te sientes? ―le preguntó a Critter, revisando los números en una máquina sobre su cabeza.
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Critter hizo una mueca cuando Caroline le ajustó la almohada. Siguió haciendo una mueca de dolor hasta que volvió a apoyarse en esta. ―¿Cómo me siento? ―repitió Critter, sus pobladas cejas se alzaron en su frente―. Como si estuviera en un maldito hospital. Pero estoy vivo. Así que, hay eso. ―Lo estás ―dijo Caroline―. Estás aquí. ―Y tú también, cariño. Las miradas que estaban intercambiando estaban tan llenas de amor que inmediatamente pensé en las palabras de mi padre. Critter y Caroline tenían ese factor eterno del que hablaba. Miré a Sawyer y pude ver nuestro futuro juntos. Nuestras vidas aquí en Outskirts. Si no lo había sabido antes, lo supe entonces. Sawyer siempre estuvo destinada a ser mí para siempre. Y siempre estuve destinado a ser el suyo. ―Nunca pensé que volvería a hablar contigo ―admitió Sawyer―. Cuando te estaban llevando lejos… ―Hizo una pausa. ―Perdón por haberte asustado ―dijo Critter―. No lo haré de nuevo. Lo prometo. La doctora comenzó a decir algo con palabras como toxicidad, ingestión, contramedidas y justo a tiempo. Terminó con un: ―Tienes suerte de estar vivo. ―Gracias, Doc ―dijo Critter―. ¿Pero qué demonios pasó? ¿Debería preocuparme que vuelva a suceder? Todos nos pusimos rígidos. Todos nosotros, por supuesto, excepto la doctora que simplemente se encogió de hombros y mantuvo sus ojos enfocados en su portapapeles. ―No a menos que planees ser envenenado nuevamente pronto. La habitación estaba en silencio mientras los ojos de Critter se ensanchaban lentamente. Sus manos curvadas en puños en la cama. El único ruido en esa habitación era el eco de los tacones de la doctora mientras se alejaba por el pasillo. Y el sonido de la sangre de Critter hirviendo.
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Capítulo 18 Habían pasado unas semanas desde que Critter salió del hospital. Desde entonces, Josh estaba trabajando con mi madre y Critter para defenderse contra Richard. No me involucraron. Dijeron que era mejor que supiera lo menos posible sobre lo que estaban haciendo. Finn todavía quería irse del pueblo. Yo aún quería quedarme y estar cerca de mi familia, y todavía tenía que asegurarme que alguien estuviera conmigo en todo momento como medida de seguridad. Al menos Critter estaba en casa ahora. Y con él y mi madre mejorando cada día (no había vuelto a pensar en absoluto que era hace dos décadas desde el hospital), me sentí aliviada. Pero había algo más que me molestaba. Algo que no podía entender. Después de todos los eventos de los últimos meses, me sentía completamente agotada. Retiré una silla de una de las mesas y me senté, apoyando mis pies en otra. Como Critter estaba afuera pasando tiempo con mi madre, Josh se había ofrecido como voluntaria unas horas después de su turno policial. Al igual que Finn, que estaba en la parte posterior limpiando platos, y Miller, que estaba fuera haciendo una entrega. Hablando de eso, el repartidor que había entregado el whisky que creían que había envenenado a Critter desapareció con su familia y no había sido visto desde esa mañana. Cobarde. ―¿Por qué nos lleva a cuatro de nosotros hacer el trabajo de un hombre? ―le pregunté a Josh, quien estaba rellenando los dispensadores de servilletas. ―Sabía que el hombre era una máquina, pero maldita sea. Realmente lo hace todo. Traté de reír, pero estaba demasiado cansada para evocar la energía.
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―No pareces tú misma últimamente. ¿Es tu madre? ¿Critter? ―preguntó Josh. Sus brazaletes dorados tintinearon cuando se acercó y puso su mano sobre la mía. Su sonrisa era genuina, pero triste. Las líneas de preocupación se grabaron en su rostro usualmente liso y perfecto. Negué justo cuando otra oleada de náuseas me envolvió. Revolviendo mi estómago, amenazando con expulsar todo lo que había comido esa mañana. Cerré los ojos y tomé algunas respiraciones profundas hasta que, afortunadamente, la amenaza disminuyó. Esperé algunos segundos para asegurarme que la sensación desaparecía por completo antes de hablar. ―No, no es mi madre o Critter. Simplemente no me he sentido bien. Creo que comí algo malo. ―¿De nuevo? No hay forma que alguien coma algo malo tan seguido. ―Josh rodeó la mesa y acercó una silla al lado de la mía―. ¿Cómo es que no te has sentido bien? ―preguntó, acercando su silla hasta que sus rodillas estuvieron contra mi muslo. ―No es nada ―dije, restándole importancia con un gesto de mi mano―. Estoy un poco mareada. ―Sólo pensar en vomitar me mareó―. Pero no he vomitado ―agregué, como si eso marcara la diferencia en mi diagnóstico. ―Eso no es lo bastante específico, Say. ―Josh recostó y colocó sus pies en la misma silla que los míos―. ¿Qué más has estado sintiendo? ―preguntó con un encogimiento de hombros casual, mirándose las uñas―. No omitas nada. Me tomé un momento para pensar. ―Uh… hay algunas otras cosas ―dije en voz baja. ―¿Qué tipo de otras cosas? ―inquirió Josh diez veces más fuerte como si sus gritos me hicieran hablar. Miré a mi alrededor para asegurarme que Miller y Finn no estaban cerca. ―Cosas… cosas de las que no me siento cómoda hablando. Josh asintió como si lo entendiera y apartó los pies de la silla, inclinándose más cerca. ―¿Qué pasa si enumero algunos síntomas comunes de algunas cosas y solo asientes o niegas? ―preguntó―. ¿Sería eso más fácil? ―Puedo hacer eso ―respondí, sintiéndome mucho más cómoda con su idea. ―¿Estás… dolorida en alguna parte? ―preguntó, recargando el dispensador de servilletas en la mesa en la que estábamos sentadas.
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Asentí. ―Bien. ¿Alguna de esas áreas incluye las tiernas partes femeninas? Ya sabes, ¿pechos? ¿Vagina? ¿Ambos? Asentí de nuevo. ―¿Te sientes más cansada de lo normal? ―cuestionó―. No importa. Puedo responder eso. Es un sí. Esas bolsas debajo de tus ojos no se construyeron en un día. Tenía razón. ―Estoy demasiado cansada para sentirme insultada. ―¿Te encuentras más sensible a los olores últimamente? ―No que yo sepa ―dije, y agregué―: Aunque rociaste suficiente desinfectante en esta mesa para usarla en un hospital. ―Está bien, qué tal esta, ¿has tenido tu período en el último mes? ―preguntó Josh. Pensé en su pregunta pero no pude dar una respuesta definitiva. ―No estoy segura. Realmente nunca he llevado un registro. Aunque no ha sido reciente, es posible que no lo haya tenido hace un tiempo. ―¿Cuánto es un tiempo? ―Bueno, he estado aquí por más de tres meses. No recuerdo haberlo tenido desde que estuve aquí ―dije. Josh me miró, volviendo la cabeza y asintiendo como si esperara que llegara a una conclusión a la que no estaba llegando. ―¿Y? ¿Qué piensas? ―pregunté―. ¿Gripe? Josh se inclinó hacia adelante y colocó una mano en cada una de mis rodillas. ―Sawyer, ¿crees que hay alguna posibilidad que puedas estar embarazada? Casi me reí mientras negaba. ―No. No es posible. ―¿Qué quieres decir con que no es posible? Ni siquiera trates de mentir y decir que Finn y tú no están haciendo cochinadas. ―Josh se cruzó de brazos. ―Si hacer cochinadas significa lo que creo que significa, entonces sí. Lo hacemos. Pero no puedo quedar embarazada. ―¿Y por qué es eso? ―preguntó Josh. ―Porque Finn y yo no estamos casados. ―Tan pronto como las palabras salieron de mi boca me di cuenta de lo estúpido que sonaba. Recitaba algo que me
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habían enseñado a temprana edad. Algo que nunca consideré desafiar. Excepto que si hubiera pasado todo el tiempo pensando en ello, habría llegado a la conclusión a la que acababa de llegar hace unos veinte segundos. No sólo no era cierto. Era francamente ridículo―. Lo sé, lo sé ―gemí―. También acabo de darme cuenta de lo estúpido que suena. Josh pareció contemplar sus palabras mientras se mordía el interior de la mejilla. Habló lentamente. Cautelosamente. ―Sawyer, no sé lo que te enseñaron, pero es posible que un hombre deje embarazada a una mujer sin que se casen. Si no me crees, sólo pregúntale a mi prima Corinne. Tiene un papá para cada bebé en todos los condados de aquí a Miami. Un pozo en mi estómago comenzó a crecer. Puse mis manos donde había desabotonado el botón superior de mi pantalón corto esa misma mañana preparándome para el trabajo. Recordaba culpar de lo encogidos que estaban al mal funcionamiento de la secadora. ―¿Alguna vez has visto un episodio de Teen Mom? ―Uh. No. ―Déjame preguntarte esto. ¿Finn y tú usan algo cuando van al asunto? ―preguntó Josh. ¿Usar algo? ¿Cómo qué? Solté un largo suspiro de frustración. Sentí que mi piel hormigueaba. Una advertencia de sobrecarga de sentimientos inminente. ―No lo sé. Hay otras cosas para usar además de tu… ¿ya sabes? ¿Tus partes? Josh se arrodilló frente a mí y apretó los labios para no reírse. Tocó mi pierna con cada opción que enumeró. ―Me refería a control de natalidad. ¿Condones? ¿Pastillas? ¿Salirse? ―No que yo sepa ―respondí. Josh suspiró. ―Niña, esto es mi culpa. Sabía que Finn y tú se estaban acercando más. Debería haber tenido la charla de los pájaros y las abejas contigo. ―¿Usas abejas? ―pregunté, mis ojos se abrieron de par en par―. ¿Cómo? ―¡Tienes que estar bromeando! ―exclamó Josh. ―Bien, esa era una broma ―admití―. Pero todavía no sé a qué te refieres. ―Estaba tratando de hacerme la desentendida. Tratando de hacer una broma de todo, pero la realidad era que nunca había estado tan avergonzada en mi vida.
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―Es simplemente una expresión. Una muy estúpida ahora que lo pienso. Gruñí, odiando que todavía fuera tan ingenua sobre el mundo. Pensé que me estaba yendo bien para alguien que no creció en la corriente principal de Estados Unidos inmersa en la cultura pop. Estaba equivocada. Estaba avergonzada sobre todo lo demás. Por supuesto que podías quedar embarazada incluso si no estabas casada. El matrimonio no era un ritual de fertilidad mágica. ―Oh. ―Me senté―. Podría estar embarazada. Podría estar embarazada. ―¿Se te acaba de ocurrir? ―preguntó Josh, dándome una golpecito en el brazo con una servilleta doblada. ―Al parecer, soy lenta para captarlo ―dije. Podría haber un bebé dentro de mí. NUESTRO bebé. Una vida que dependía de mí. Una chispa de lo que sólo podía describir como amor incondicional se plantó en lo más profundo de mí y, con cada segundo que pasaba, creció hasta que prácticamente zumbé con amor por este bebé que ni siquiera sabía si realmente estaba cargando. ―Se necesitan dos para bailar tango, Sawyer. Finn también estaba allí. Sí, estaba. Oh-oh. Finn. ¿Qué pensaría Finn cuando le dijera que debido a mi estupidez podría estar embarazada de su bebé? Una especie de emoción extraña me sacudió y me encontré luchando contra una sonrisa. Dijo que quería hijos algún día. Conmigo. Tomé una respiración profunda y tranquilizadora. Lo cual fue un momento perfecto porque la puerta trasera se abrió y Finn entró tranquilamente, envolviendo su camiseta húmeda de sudor alrededor de su cuello y hombros. En el momento en que me vio, supo que algo estaba pasando. Debía haber tenido el pánico escrito en mi rostro. ―Mierda. ¿Qué diablos pasó? ―preguntó Finn―. ¿Qué sucede, Say? ―Cruzó el bar y se agachó donde acababa de estar Josh. Se puso de pie para dejarle sitio, apoyándose contra la barra. Me tapé el rostro con las manos, pero las retiró suavemente y alzó mi rostro para que nuestros ojos se encontraran. Negué. Avergonzada que aunque pudiera hallar las palabras, todavía no sería capaz de transmitirlas apropiadamente.
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―No puedo. Simplemente no puedo. ―¿Qué pasó? ―repitió Finn, esta vez a Josh y en un tono mucho más severo. Josh no bromeó ni sonrió. Permaneció seria, pero calmada. Su voz se suavizó con un tono que nunca antes la había escuchado usar. Podía decir que estaba haciendo un gran esfuerzo para no hacerme sentir peor de lo que ya hacía. ―Sawyer no se ha sentido bien. ―¿Todavía? ―preguntó Finn―. ¿Gripe estomacal? ¿Resfriado? Correré a la tienda. ¿Qué puedo conseguirte? O mejor aún, te llevaremos al doctor al final de la calle. Atiende sin cita. Andando, vamos. ―Se puso de pie y me levantó mientras me miraba en busca de signos evidentes de enfermedad. Miré a Josh por ayuda. Suplicando con mis ojos que no me hiciera decírselo. Estaba siendo una cobarde, pero había sido tan fuerte en otras áreas. Podría bombardear con valentía esta pequeña cosa. ―Espera ―dijo, tirando de la camisa de Finn―. Toma asiento. Finn se sentó a regañadientes e hice lo mismo. ―¿Alguien va a decirme qué está pasando? ―Sawyer no recuerda exactamente cuándo fue la última vez que tuvo su visita de cada mes, pero no cree que haya sido este ―dijo―. O desde que ha estado en Outskirts. Hice una mueca. La conducta de Finn se convirtió en piedra. Me encogí y esperé a que retirara sus manos de las mías, pero no lo hizo. ―¿Por qué no dijiste algo? ―preguntó gentilmente, apretando mis manos. Sentí mi rostro enrojecerse. ―No lo sabía. No pensé que fuera posible. Me siento muy estúpida. ―¿Por qué? ―Finn me acarició el cabello. Cuando fui a bajar nuevamente la cabeza, no me dejó―. Mírame, Say. ―Finn estaba sonriendo, riéndose de mi deseo de ocultar mi rostro―. ¿Por qué te sientes estúpida? Vamos. Mírame. Lentamente alcé la mirada. Nuestros ojos se encontraron. ―Sólo pensé que no me sentía bien. ―Apreté mis labios e hice una pausa―. Y no creí que fuera una posibilidad porque… pensé… ―Solté las últimas palabras rápidamente. La frase más rápida que había pronunciado en mi vida―. Pensé que debías casarte para quedar embarazada. ―Incluso esta vez tuve que reírme―. ¿Ves? Soy estúpida. Y por lo tanto, me encuentro muy avergonzada en este momento.
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―Oye ―dijo Finn, su voz adquiriendo un tono enojado―. No eres estúpida y no quiero oírte decir eso sobre ti otra vez. ―Sus fosas nasales se ensancharon. Me levantó de mi silla y me colocó sobre su regazo―. Josh, ¿puedes hacernos un favor? ¿Puedes ir a la tienda…? ―Ya estoy en eso ―dijo Josh desde la puerta de entrada, su bolso ya colgado del hombro―. Ya vuelvo ―aseguró, y luego se fue. ―Realmente no sé qué decir ―confesé―. Pero eso explicaría por qué este pantalón corto ya no me sirve. ―Bajé la mirada a mi botón desenganchado. Finn sonrió. ―Te compraremos algunos nuevos. ―Su sonrisa cayó cuando deslizó su mano por mi muslo. Se dirigió a mi estómago, donde levantó el material de mi camiseta y puso una mano sobre mi vientre―. Espero que estés allí ―susurró. Mi corazón revoloteó en mi pecho como si le crecieran alas y estuviera tratando de escapar. Entonces fue cuando me di cuenta. Esperaba que hubiera alguien allí también. Una pequeña persona que Finn y yo creamos juntos. ―Lo siento, sin embargo, fui tan ingenua. Debería haber sabido más de lo que hacía. Finn gruñó. ―No. No tienes que disculparte. Esto fue completamente mi culpa porque sí sé más. Sé cómo funciona todo esto. Podría haber usado un condón. Contarte sobre las pastillas. Pero no lo hice. ―¿Por qué? ¿Lo olvidaste? ―pregunté. Finn negó. ―No, no lo olvidé, Say. Nunca lo he olvidado desde el día en que perdí mi virginidad a los dieciséis. Ni una sola vez. ―No entiendo. ―Pertenecemos juntos, Say. La idea que estés embarazada de mi hijo es… todo. Si hubiera sabido que no sabías lo que podía pasar, te habría hablado al respecto. Eso es mi culpa. Pero aún no me arrepiento. Ni un poco. ―Entonces, ¿estás diciendo que esto es culpa tuya? ―le pregunté, mirando su hermoso rostro. Extendí la mano y ahuequé su rostro en mi mano, su barba raspando el interior de mi palma. Finn se rió y me abrazó más fuerte.
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―No. Esto no es culpa de nadie. No quiero que ninguno de nosotros lo piense de esa manera. Si vamos a tener un bebé, es algo para celebrar. Este es el destino. Somos nosotros. Exhalé y me relajé contra Finn, quien me besó en la frente. ―Te amo ―dije. Finn murmuró contra mi cabello y sus palabras se dispararon directas a mi corazón. ―Ferozmente. Posesivamente. Locamente. Siempre. Josh regresó en tiempo récord con una bolsa de varias marcas diferentes de pruebas de embarazo antes de recibir una llamada sobre un vehículo varado y tener que irse. Finn se quedó en el bar mientras me encontraba en el baño, siguiendo cuidadosamente las instrucciones en la parte posterior de cada caja. Cuando salí del baño, Finn puso el cronómetro en la estufa durante tres minutos. Me atrajo contra él y susurró palabras tranquilizadoras sobre mi frente mientras esperábamos. Cuando el temporizador sonó, me miró. ―¿Quieres que revise? Asentí. Estuvo en el baño más tiempo de lo que tardaría en bajar la mirada y contar las líneas. ―¿Y? ―dije. Finalmente, después de lo que parecieron eones, Finn emergió con una gran sonrisa en su hermoso rostro. Lágrimas en sus ojos azules. Se acercó a mí y me levantó en el aire. ―¿Nena? ―inquirió, plantando besos en mis párpados y bajando por mis mejillas. ―¿Sí? ―pregunté, sin aliento. La sonrisa de Finn se ensanchó aún más. Me miró profundamente a los ojos y susurró: ―Vamos a tener un bebé. ―¿De verdad? ―La felicidad calentó mi cuerpo desde dentro hacia fuera. Estaba hormigueando por todas partes. Finn y yo habíamos creado la vida. Juntos.
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Capítulo 19 Hay algo acerca de la maternidad inminente que crea un cambio dentro de ti. Un cambio hacia el futuro. También saca las partes más protectoras de ti. Pasé todos los días pensando en la mejor manera de proteger a este bebé. Fui al médico con Finn poco después de hacerme todas las pruebas. El doctor confirmó que probablemente estaba de más de dos meses y medio, lo que significaba que me había quedado embarazada inmediatamente después que Finn y yo habíamos estado juntos. Si no lo hubiera descubierto un poco más tarde, habría sido mi barriga la que me hubiera alertado. Fue como si en el segundo que descubrimos que estaba embarazada, sobresaliera como si el bebé hubiera comprendido que lo sabíamos y estaba bien mostrarle a la gente ahora. Lo que me recordó la otra cosa que cambiaba la maternidad inminente. Toma tu actual nivel de paciencia y lo tritura. Estaba nerviosa como nunca. Me encontraba en la biblioteca tratando de escribir para aliviar mi mente, pero solo me llegaron dos palabras. Proteger. Defender. No era una verdadera poeta en lo absoluto, pero incluso yo sabía que dos o tres palabras no eran suficientes. Frustrada con la escritura, me di por vencida. Decidí leer el poema El pájaro Enjaulado de Maya Angelou4. Cada vez que lo leí en los meses que había estado en Outskirts, me sentí triste, enfadada o poderosa, dependiendo de mi estado de ánimo. Lo leí una y otra vez. Maya Angelou: Fue una escritora, cantante y activista por los derechos civiles estadounidense. Publicó siete autobiografías, tres libros de ensayos, varios libros de poesía y además se le acredita toda una lista de obras teatrales, películas y shows de televisión que fueron relevantes por más de cincuenta años. Angelou recibió docenas de premios y más de cincuenta títulos honorarios. 4
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Nada. Suspiré y cerré el libro. Agarré un trapo y comencé a limpiar la capa exterior de polvo de la tapa desgarrada. Bien podría terminar algo de trabajo si no podía concentrarme en nada más. Maddy estaba de guardia afuera. Como mi madre ya no requería cuidados a tiempo completo, se ofreció a quedarse con nosotros y ayudar a protegernos hasta que este asunto con Richard estuviera terminado. Si es que alguna vez terminaba. Realmente quiero que termine. Las campanas encima de la puerta de la biblioteca repicaron, sacándome de mis pensamientos. Maddy asomó la cabeza por la puerta. ―Josh llamó, dijo que este tipo estaba en camino. ―Gracias ―le dije, agradecida que decidiera quedarse con nosotros, aunque parecía extraño que todavía vistiera su uniforme rosa con caritas sonrientes. Entró un hombre joven y rechoncho que nunca había visto antes. Estaba a principios de sus treinta y media no más de uno sesenta y cinco. Las luces del techo brillaban en su cabeza calva. Sus mejillas bien afeitadas eran tan redondas como el resto de él, añadiéndole un aire de juventud. Las mangas de su camisa blanca sin abotonar estaban enrolladas hasta los codos. El cuello estaba manchado de sudor. Echó una mirada a las pareces alrededor de la habitación con curiosidad y asombro en sus ojos. Era adorable de una manera que nunca pensé que un hombre adulto podría ser. Esbocé una sonrisa para cubrir la preocupación. ―Hola. Todavía no estamos abiertos. Pero siéntase libre de mirar todo lo que quiera. ¿Puedo ayudarlo con algo? ―pregunté. El hombre me miró y sonrió de inmediato, exhibiendo dos dientes delanteros blancos y brillantes que eran ligeramente más grandes que los demás. Su voz era suave y aguda, casi femenina. ―Vaya, hola, bizcochito. ODM5. Me encanta tu cabello. Tan salvaje. Quiero arrancarte la cabellera para poder hacerme una peluca. ―Vio la confusión que podía sentir, escrita por todo mi rostro―. Y sí, eso fue totalmente un cumplido. ―¿Gracias? ―le respondí a este raro pero maravillosamente extraño hombre.
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Oh, Dios mío.
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―Soy Wilfredo ―dijo, con su mano en su pecho y haciendo una reverencia―. Mis amigos me llaman... Wilfredo. No pude evitar reírme por lo bajo. Su personalidad era enorme y ocupaba la mayor parte del espacio en mi pequeña biblioteca. ―Soy... ―Sawyer, lo sé. Joshy-boo me lo dijo. Me contó que habías reabierto la biblioteca así que tenía que venir a comprobarlo por mí mismo. ―Miró a su alrededor, de estantería en estantería, recorriendo con las manos el lomo de los libros una vez polvorientos, que entre Finn y yo habíamos limpiado y restaurado casi en su totalidad para estar en condiciones de ser prestados una vez más―. Bravo, querida. Buen trabajo. Este lugar no parece ni de cerca tan ruinoso como solía hacerlo. ―¿Eres de aquí? ―Puse el libro de poesía sobre la mesa. Wilfredo asintió. ―Nací y crecí en el barro, pero me mudé a California hace unos años después de conocer al hombre de mis sueños en línea. ―Parpadeó rápidamente y miró con melancolía las luces fluorescentes de arriba. ―Suena romántico ―comenté, terminando de limpiar el libro y poniéndolo en su lugar habitual en el estante. ―Sí. ―Suspiró dramáticamente―. Lo fue. Hasta que llegué allí y desafortunadamente mi gran parecido con Justin Bieber era mucho menos Biebs y mucho más... Lyle Lovett. ―Arrugó la nariz, así que lo tomé como algo malo. ―Es una pena. ―No realmente. No he encontrado a mi hombre ideal, pero me enamoré de Cali. He estado allí desde entonces. ¿Y tú? Josh dice que no estás aquí desde hace mucho. ¿Qué te está pareciendo nuestro pequeño y retrasado pueblo en el medio de la nada de Estados Unidos? ―En realidad, me encanta aquí ―dije, pero los sentimientos que normalmente venían con esta declaración no se encontraban―. Es mi hogar. ―Sí, lo entiendo. Quiero odiar este lugar, de verdad. Pero realmente es un pueblo genial. ―Wilfredo retiró una silla y se sentó, abanicándose con un panfleto amarillo. Se rió entre dientes―. Quiero decir, si la población homosexual alguna vez aumenta de digamos... uno, y por uno quiero decir el uno siendo yo, entonces volvería aquí en un abrir y cerrar de ojos. Viviendo con mi hermoso y desgarrado chico del pantano con un overol. Observándolo cubierto de barro o recogiendo cosas
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pesadas, o lo que sea que hagan aquí, eso podría ser sexy si lo pienso lo suficiente. ―Sonrió―. Viviría mi propia pequeña fantasía gay sureña. Ah, eso sí sería vida. Me reí y me senté frente a él. ―Creo que me gustas, Wilfredo. ―Me gustas también, Sawyer. Entonces, ¿cuál es tu historia? ¿Cómo terminaste en Outskirts? ―Es una historia muy larga ―dije con un suspiro. ―Dame la versión corta de tu larga historia. Tengo tiempo. Mi hermana todavía está con el doctor Maloy al final de la calle teniendo su última revisión antes que nazca el bebé. Es por eso que estoy de vuelta en la ciudad. Para consentir a mi nueva sobrina y sobrino. Los miembros más recientes de la camada de cachorros humanos cada vez más numerosos de mi hermana. ―Felicidades. ―Gracias. Ahora, de vuelta a tu historia. Versión corta. Adelante. ―Chasqueó los dedos y cerró los ojos. ―Bueno. Pensé por un momento en cómo acortar mi historia y no arrastrar a mi nuevo amigo a la pesadez de mi vida. Me gustó que alguien nuevo me preguntara sobre mi relación con Finn; me recordó que aún éramos nuevos. Era como tener un secreto del que sólo yo decidía cuánto o qué tanto quería compartir con los demás. ―Necesitaba un cambio, así que cuando descubrí que mi madre tenía tierras aquí, decidí que quería venir a verlo. Tomé su vieja casa rodante y su camioneta y he estado aquí desde entonces. ―Tengo la impresión que tu versión corta es el resumen del resumen de tu historia. ―Wilfredo se secó el sudor que le caía por la frente con un pañuelo de bolsillo. Me incliné hacia adelante y susurré: ―Digamos que tienes razón. ―¿Encontraste a un hombre, Roja? ―inquirió Wilfredo―. Sé que las opciones son escasas por aquí, pero... ―Hizo una pausa cuando vio mi mano caer sobre mi creciente barriga de bebé. Jadeó. ―Desembucha, niña. ¿Quién es?
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―Si eres de aquí, entonces seguramente lo conoces ―dije, mordiéndome el labio―. ¿Finn Hollis? La boca de Wilfredo se abrió y sus ojos se agrandaron. Chilló tan fuerte que tuve que taparme los oídos. Luego, apresuradamente, se persignó al revés. ―Dulce bebé Jesús, ¿atrapaste al señor del pantano? ―Uh, es él. Bueno, nosotros... ―Te dejó preñada. ODM, mataría para que ese hombre me embarazara. ―Me tendió la mano, con la palma girada hacia mí―. No, mi dulce Roja, ni una palabra más. Solo necesito sentarme aquí y asimilar todo ese erotismo por un momento. ―Cerró los ojos y siguió abanicándose con el papel que se convirtió en un abanico en su mano hasta que sonó el teléfono―. Esa es mi hermana. Fue un placer conocerte, Sawyer, espero verte de nuevo antes de regresar a Cali. ―Me encantaría ―dije, y hablaba en serio. Wilfredo trajo consigo un rayo de luz que no me importaría tener por aquí más seguido. ―¿Sigues trabajando con Critter? ―cuestionó―. Josh dijo que ustedes chicos, estaban ayudándolo un poco. ―Así es. Turno de cena mañana, si quieres venir. ―¡Estaré allí! ―Wilfredo bajó la mirada al papel en sus manos como si acabara de recordar algo. Lo dejó sobre la mesa―. Toma, me olvidé, esto estaba en tu puerta cuando llegué, pero lo usé para abanicarme. Hace tanto calor en esta ciudad como en las entrañas del infierno. Supongo que algunas cosas nunca cambian. ¡Hasta luego, Sexy Sawyer! ¡Cuida a ese bebé! Te veo mañana. Guárdame un lugar debajo de Sandy Bennett. ¿Acaba de decir lo que creo que acaba de decir? Las campanas encima de la puerta sonaron de nuevo. Wilfredo se fue tan rápido como apareció. Arrastrado por el viento como una planta rodadora y multicolor de diversión. Estaba dándole vueltas a las palabras de Wilfredo en mi cabeza cuando fui a tirar el panfleto que me dio. Acababa de lanzarlo a la papelera, cuando mi corazón se detuvo. No era solo un abanico ni un panfleto. Era su panfleto. El de la Luz de Dios. Un escalofrío de terror me recorrió. Las garras afiladas del miedo arrastrándose por mi columna, las que siempre sentía cuando mi padre estaba cerca. Cubrí mi boca en un grito silencioso mientras mi sangre se enfriaba. Mi cabeza empezó a dar vueltas. No fue el panfleto lo que me tuvo agarrándome a la mesa por
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apoyo. Era la nota en el interior, escrita a mano sobre la imprenta en tinta roja brillante. De tal madre, tal hija. ―Ezequiel 16:44
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Capítulo 20 En el reino animal, cuando una madre siente que sus crías están en peligro, hace lo que sea necesario para mantenerlas fuera de peligro. Incluso si ese algo parece ridículo o ilógico para cualquiera que esté mirando desde afuera. Incluso si eso significa sacrificar su propia vida por la de ellas. Una jirafa tratará de alejar a un grupo hambriento de leones pateando y atacando. El elefante, por lo general dócil, cargará repentina y agresivamente a un humano por acercarse demasiado a su bebé mientras bebe de una corriente. Un cocodrilo llevará a sus crías en su boca hasta por un año para mantenerlas a salvo y asegurarse que sobrevivirán hasta la edad adulta a toda costa. Un oso pardo criará a sus cachorros cerca de poblaciones de humanos, su mayor enemigo, para alejar a los machos adultos que se sabe que matan cachorros que no son suyos. Las madres humanas son muy parecidas. Somos animales después de todo. Nuestra naturaleza nos grita que protejamos a toda costa. Llámalo hormonas. Llámalo instinto. Es naturaleza, está escrita en nuestro propio ADN, emerge una vez que nos convertimos en madres. Haremos cosas imposibles, a veces locas, para mantener seguros a nuestros niños. Pero lo que aquellos en el exterior no entienden es que a veces ese tipo de protección viene con un montón de locura. Porque si loco es lo que se necesita para proteger a mi hijo, entonces que así sea. Si se tratara de eso, sería la jirafa atacando al león. Por eso sentí una extraña sensación de calma sobre mí mientras me dirigía al Bar Critter's y escaneaba los miles de marcos que cubrían las paredes. Cuando no
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encontré lo que estaba buscando, saqué una escalera de la tienda y comencé a leer cada campanilla que colgaba del techo. Me llevó una hora encontrar lo que estaba buscando. Dos campanillas con cuerdas un poco más bajas que todas las demás, colgando directamente sobre la gran mesa de la esquina trasera junto a la ventana.
Tuve una cita con Sandy esta noche. Creo que ella es la indicada. -Bennett
Esta podría ser la peor cita de la historia. -Sandy
Sin saber lo que estaba buscando, me puse de puntitas y puse los dedos sobre las vigas. Efectivamente, ubicado en la parte superior de la viga entre las dos campanillas era un teléfono celular. Lo encendí y casi me caigo de la silla por lo que apareció en la pantalla. ―¿Qué estás haciendo allá arriba? ―preguntó Finn, mientras entraba por la puerta. Me agarró por las piernas y me sacó de la silla. Suavemente poniéndome de pie―. Podrías lastimarte. Levanté el teléfono. ―¿Qué es eso? ―preguntó. Sabiendo que lo que acabo de ver podía cambiar todo cuando se trataba de Richard, se lo entregué a Finn con cuidado como si fuera una piedra preciosa, aunque a mis ojos era mucho más valioso. ―Creo que acabo de encontrar a Sandy Bennett.
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Capítulo 21 Iba a ser padre. Ya estaba tan enamorado de un niño que ni siquiera conocía porque era mío. Mejor aún, era nuestro. Por eso tener paciencia y quedarme allí en el recinto ferial del condado de Brillhart, debajo de la carpa, demostraba que necesitaba toda la paciencia que tenía y más. Ahí estaba. Parado al lado de una solapa abierta, mirando directamente al hombre que todos habíamos pasado demasiado tiempo temiendo. Odio. No podría decir que estaba nervioso. Era más como si estuviera nervioso por él. Estaba a solo unos metros de distancia. Todo lo que tenía que hacer era cerrar la solapa, extender la mano por el escritorio y envolver mis manos desnudas alrededor de su... ―¿Puedo ayudarte? ―preguntó Richard, finalmente reconociendo mi presencia. Este hombre había puesto sus manos sobre Sawyer. La había lastimado. Él... tuve que dejar de pensar en ello antes que el plan se derrumbara ante mis ojos y terminara como el único en la cárcel por asesinato. Richard era más bajo de lo que pensaba. Más pequeño que la gran persona que lo precedió. Imaginaba que era enorme. Musculoso. Amenazador. Este tipo medía uno setenta y cinco en el mejor de los casos. No era un hombre grande. Incluso llegaría a llamarlo flaco. ―Sí, creo que puedes, ayúdame ―respondí finalmente―. Quería saber más sobre la iglesia. Vi tus volantes. ―¿Qué te gustaría saber? ―preguntó―. ¿Actualmente perteneces a una iglesia? Negué y miré alrededor del espacio de oficina.
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―No, a ninguna. A menos que consideres ser arrastrado a la misa de Pascua y de Navidad por mis padres cada año cuando niño como perteneciente a una iglesia. ―No lo hago ―dijo Richard con severidad, quitándose las gafas de lectura y puliéndolas en la manga de su camisa blanca abotonada. Richard levantó la vista y me dio una rápida mirada con sus malvados pequeños ojos. Pude ver mi expulsión escrita en todo su rostro. Volvió a ponerse las gafas y cogió un bolígrafo, dejando caer la cabeza hacia su trabajo. ―El servicio es tres veces al día. Los horarios están publicados en la pizarra fuera de mi oficina. También hay algunos volantes si desea tomar uno. Solo estamos aquí durante el verano, pero tenemos una unidad de vivienda en Carolina del Norte, donde se encuentra nuestra iglesia principal, si quieres volver con nosotros y ver de qué se trata. ¿Ese era su juego? Esta iglesia era toda su vida y ¿ÉSE era su discurso? Miller podría haber hecho un mejor trabajo. ―Ya tengo un volante ―le dije, agitando el papel amarillo en mi mano―. Pero ya ves, necesito algo más que el servicio. Me he sentido un poco perdido últimamente. Estoy buscando alguna guía de la vida real a través de Dios. ―¿Cómo es eso? ―preguntó Richard, sonando molesto. Permaneció revisando su reloj por la hora. Nunca me pidió que tomara asiento. ―Recientemente perdí a alguien cercano a mí. En realidad, no fue recientemente. Fue hace un par de años. Pero, parece que no puedo seguir. Cuando supe que vendrías a la ciudad, te busqué. Necesito saber el plan de Dios para mí. Richard negó con la cabeza. ―Todos necesitamos a Dios, hijo. Si lo deseas, puede inscribirse para recibir asesoramiento con la pastora Maryn. Está cerca de la carpa preparándose para la tarde. Estará más que feliz de ayudarte ―dijo Richard, extendiendo su mano hacia la solapa, fomentando mi despedida―. Espero verte en el servicio. Mierda. No iba como había esperado que fuera. La seguridad de mi mundo entero estaba en juego. Necesitaba tenerlo aquí el mayor tiempo posible. Al menos por unos pocos minutos más o menos. Tiempo para el Plan B. Estaba nervioso. Malditamente cerca de la desesperación cuando me volví hacia Richard.
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―Lamento quitarle su tiempo. Es solo que tengo mucho tiempo en mis manos ahora que mi compañía inmobiliaria tiene un nuevo equipo de administración. No tengo más que tiempo para pensar y dinero para gastar, pero no hay nadie en quien gastarlo. Todo parece vulgar. Cosas de casas rodantes. Prefiero gastar dinero en cosas que importan. Como mi alma. ―Abrí la puerta―. ¿La pastora Maryn también maneja las donaciones? No importa. Hablaré con ella yo mismo. Veo que está ocupado. Buenas tardes, señor. ―Hijo, ¿por qué no vuelves y te sientas un rato? ―gritó Richard. Sofoqué una carcajada antes de volverme. ―Lo siento, estaba tan distraído antes ―dijo Richard, empujando sus papeles hacia un lado―. ¿Qué tal si hablas y yo escucho? Entonces, tal vez veremos si Dios puede dirigirnos a su gran plan para ti. Richard hizo un gesto hacia la silla frente al escritorio de la misma manera que había hecho un gesto hacia la puerta unos segundos antes. Me senté. ―Gracias. Realmente aprecio esto ―dije tan genuinamente como pude, aunque las palabras El plan es matarte, hijo de puta, era lo que realmente estaba pasando por mi cabeza. ―Dime de nuevo. ¿Por qué tienes todo este tiempo en tus manos? ―preguntó Richard, apoyando los codos en el escritorio, sus dedos índices presionados juntos en forma de un campanario. Fue casi demasiado fácil. Dinero. Él quería hablar sobre mi dinero. Pasé un tiempo arrojándole mierda. En su mayor parte, escuchó y asintió. Ocasionalmente recitaba algo de la Biblia que sabía que no significaba lo que él pensaba que significaba. Solo porque no elegí la religión no significaba que no la conocía. Después de un tiempo, me preguntó por mi familia. ―Mis padres se mudaron hace un tiempo. Ya no los veo mucho. Realmente no nos llevamos bien. Una de las muchas mentiras que le conté esa tarde. Me dolió mentir sobre ellos cuando no creo que haya habido un momento en el que haya pensado mal sobre mis padres. No creo que se hayan perdido ninguno de mis juegos o prácticas de béisbol. Ellos estaban ahí. Física y emocionalmente. Padres sabios, conseguí la lotería. Miré a Richard. Otros no tuvieron tanta suerte.
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―¿Por qué no te llevas bien con tus padres, hijo? Junto a Dios, la familia es lo más importante. Estupideces. ―Realmente no puedo identificar dónde todo salió mal ―comencé, dejando caer mi cabeza en mis manos por un poco de efecto dramático y agradeciendo mentalmente a la señora Doogan, mi consejera de orientación de la escuela secundaria, por convencerme de tomar ese semestre de drama como una de mis electivos. Levanté la cabeza―. ¿Tiene familia, pastor? Richard asintió. ―Soy viudo, pero tengo una hija. ―Lo siento por su esposa ―le ofrecí. A pesar que ella está VIVA. De lo que esperaba no tuviera idea. ―Todos tenemos nuestra parte justa de problemas, hijo. Mi esposa y yo no siempre estábamos en la misma página. Mi hija está atravesando una fase rebelde. Incluso con mi guía, perdió el rumbo. ―De nuevo, lamento escuchar eso. Richard me rechazó. ―No te disculpes. Estoy muy seguro que pronto encontrará el camino de regreso a nosotros. ―Cruzó una pierna sobre su rodilla―. De una manera u otra. Como el infierno que lo hará. ―¿Y si no lo hace? ―le pregunté. ―Esa no es una opción ―dijo Richard en un tono muy serio, mirándose las manos―. El desafío nunca es una opción. ―Carraspeó, me miró y sonrió―. No cuando se trata de Dios. Richard se levantó y caminó detrás de mí. Miró por la ventana de plástico de la tienda y luego bajó la solapa por la sombra que proyectaba la habitación con una luz tenue. ―Tengo un servicio en unos momentos. Uno de nuestros últimos para el verano. Lo siento, no puedo darte más tiempo. Pero dime esto. ¿Tus verdaderos problemas radican en tu relación con tu familia o tu relación con Dios? O... ―Caminó alrededor del escritorio y se inclinó sobre él con las manos en la parte superior. Sus cejas apuntaban hacia adentro. Una retorcida sonrisa cruel se dibujó en sus labios―. O... ¿es una mujer que te tiene buscando su plan sagrado? ―Bueno ―comencé, a punto de arrojar más tonterías sobre un problema inventado cuando me interrumpió.
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Su voz adquirió un tono completamente diferente. Esta vez era bajo. Amargo. ―Porque creo que el problema real podría derivarse de tus pecados. Específicamente, tu fornicación... con mi hija. Casi me río. ―Dijeron que lo sabías todo. Me sorprende que hayas tardado tanto en descubrir quién era. En ese momento, la respuesta de un micrófono atravesó los altavoces de la gran carpa de al lado. La voz de Sawyer llegaba fuerte y clara. Le sonreí a Richard, que permanecía erguido y parecía confundido mientras se lanzaba hacia la puerta. Me paré frente a él, bloqueándole el camino. ―En realidad, la fornicación con tu hija no es un problema en absoluto. Considerando que ella no es tu hija. Richard echaba humo cuando marchó pasándome hacia a la gran carpa, pero se detuvo cuando vio a Sawyer de pie en la parte delantera de la habitación dirigiéndose a la gran multitud que se había reunido para el servicio. Levantó el teléfono celular “Sandy Bennett”. Estaba justo a tiempo.
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Capítulo 22 Hay una cierta cantidad de miedo que viene con cualquier tipo de charla en público. Sin embargo, mientras camino por el pasillo debajo de la carpa, rodeada por las personas amables que estuvieron en mi vida diaria durante veintiún años. No sentí miedo. Ninguno. Tal vez porque esto era lo que me era familiar desde hace tanto tiempo. Mis palmas estaban secas. Mi respiración era pareja. Me sentí poderosa. Fuerte. Y lista para enfrentar a mis demonios de frente. Tal vez porque mi hijo creciendo en mi estómago me estaba dando un nuevo sentido de valentía que nunca antes había conocido. Tal vez porque estaba a punto de decir palabras que había querido decir durante tanto tiempo a tantas personas que mi emoción superó mi miedo. Critter, Maddy y Miller manejaban las entradas y salidas. Josh estaba parada junto a mí con su uniforme de policía luciendo un poco del lado del policía enojado. Su trabajo también era asegurarse que no me interrumpieran hasta que hubiera dicho todo lo que tenía que decir. La carpa estaba llena. Todos los asientos disponibles tenían un cuerpo. Cuando llegamos al podio, Josh se inclinó y tomó el micrófono. ―Damas y caballeros ―dijo―, tenemos una presentación rápida de seguridad pública para ustedes antes que comience su servicio hoy. Nos disculpamos por la interrupción. Por favor escuchen con atención y estaremos fuera de su camino lo más pronto posible. Gracias. Josh asintió con la cabeza hacia mí. Era mi turno. Miré sobre un mar de rostros. Algunos familiares. Algunos no.
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―Mi nombre es Sawyer Dixon ―comencé. Sin embargo, me detuve cuando vi a mi padre de pie en la esquina trasera de la tienda mirándome como si hubiera visto un fantasma. No pensé que sería capaz de encontrar las palabras para continuar porque mi corazón latía tan fuerte que no sabía si podía escuchar mi propia voz. Cuando comencé a hablar, Richard caminó por el pasillo. Josh se encontró con él en el medio y sacudió la cabeza impidiéndole ir más lejos. ―Como muchos de ustedes, crecí en esta iglesia. Justo como mi madre. Todos los días de mi vida vivía con el temor que mi padre matara a mi madre. Temí que él me mataría. Temía que no nos matara y que tuviéramos que seguir viviendo estas tortuosas vidas para siempre. Repetidas veces golpeó, violó y privó de comida a mi madre, hasta el punto en que no pudo continuar y decidió suicidarse. ―Tomé un profundo y tranquilizador aliento―. Y por un tiempo estuve tan enojada. No sabía por qué estaba tan enojada hasta que me di cuenta que no estaba realmente enojada con ella en absoluto. Estaba celosa. Celosa que encontrara una salida y yo todavía estaba allí. »Ahora era la que estaba siendo golpeada y me dijo que era disciplina. Me amenazó y me dijo que era la palabra de Dios o el plan de Dios. Fui privada de amor porque en esta iglesia una mujer, una niña, somos consideradas indignas de amor. Estamos hambrientas de afecto. Estamos tan por debajo de los hombres que no podemos comer en la misma mesa o hacer contacto visual. Sin embargo, mi padre continuó predicando a la familia primero mientras nos chupaba la fuerza vital con cada segundo que pasaba. ―¡Mentirosa! ¡No tienes pruebas! ―gritó mi padre, sacudiendo su puño cerrado en el aire. ―Cálmate ―advirtió Josh, colocando su mano en la pistolera de su arma―. Está llegando a esa parte. La audiencia comenzó a hablar entre sí en susurros bajos. Mis ojos se posaron en una mujer joven que estaba en la parte posterior de la audiencia. Bridget. Le di una sonrisa y lucía como si pensara que estaba en una misión suicida. Me forcé a mirar hacia Finn, luego a Miller, y finalmente a mi verdadero padre. Critter. Que parecía enojado, pero orgulloso desde donde estaba parado en el extremo opuesto de la tienda de Richard. Se sintió bien que lo presenciara. Me sentí bien al estar allí diciendo las cosas que había estado pensando que debían decirse toda mi vida.
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―Alguien me dijo recientemente que no importa en qué cree tu religión, independientemente de cuán tonto o estúpido pueda parecerle a los demás. Lo que importa es lo que tomas de ella. Cómo te hace sentir. Nada en Richard o en esta iglesia me ha hecho sentir mejor, amada o sabia. O más amable. Bajo el pretexto del amor, Richard enseña el odio. ―Todos es mentira. No la escuchen. Es una deflectora. Dejó la iglesia. Este es el trabajo del diablo. ¡Todo esto! ―gritó Richard. Su rostro rojo de ira. Y como siempre había hecho conmigo... Lo despedí. En mi corazón. En mi mente. En mi vida. No era lo suficientemente importante como para reconocerlo. Para mirarme a los ojos. Entonces, seguí adelante. ―No voy a decírtelo otra vez ―advirtió Josh, moviéndose para pararse frente a Richard. ―Nunca me presenté antes porque no tenía pruebas, nada que respaldara lo que les estoy diciendo hoy. ―Cogí el teléfono celular de mi bolsillo trasero y miré a Miller que estaba en la parte de atrás de la sala y me dio un asentimiento para que continuara―. Pero me fui y encontré un nuevo hogar. Una nueva familia. Las cosas han cambiado. ―Pensé en el niño creciendo mi vientre―. Todo ha cambiado. La multitud nuevamente comenzó a hablar en susurros. Presioné reproducir en el teléfono. La luz del proyector que Miller había instalado la noche anterior cobró vida en la pared de la tienda detrás de mí. La audiencia se quedó sin aliento cuando el primer clip del teléfono mostró al propio marido de Bridget empujando su cabeza hacia la mesa del comedor mientras le gritaba por haber hecho contacto visual accidentalmente. El segundo clip era de Richard, y parecía como si lo hubieran tomado por la ventana de nuestra casa en la segunda planta. Richard se sentaba a horcajadas sobre mi madre en su cama. Fue difícil de ver. Me sentí impotente entonces y verlo me hizo sentir igual de impotente. Me giré para enfrentar a la multitud y medir las reacciones en lugar de mirar el video. La mayoría de ellos tenían los ojos fijos en la pantalla, estremeciéndose con las mujeres en el lado equivocado de la ira.
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Clip tras clip mostraba a miembros de alto rango de la iglesia haciendo lo mismo. Cuando el video terminó, Josh ya tenía a Richard esposado y lo estaba alejando. Gritó por encima del hombro: ―El diablo ha ganado esta ronda, pero Dios prevalecerá al final. ―Esa es la cosa ―dije―. Todo esto fue hecho bajo el disfraz de Dios y la disciplina. No sé qué tipo de Dios pudiera ver estos videos y pensar que se está representando adecuadamente su voluntad. Y si ese es el tipo de Dios en el que eliges creer, no es un Dios del que quiera saber. ―Estoy orgulloso de ti ―dijo Finn alejándome del podio debajo de la solapa de la tienda detrás del podio en dirección opuesta a la multitud. Tan pronto como estuvimos del otro lado alguien se interpuso en nuestro camino. Retrocedí un paso sorprendida. Finn me empujó detrás de su cuerpo. Todo su cuerpo se puso rígido mientras se preparaba para seguir la ofensiva. ―Sólo soy yo. Bridget. ―Eché un vistazo más allá de Finn y él se hizo a un lado. Me acerqué a ella como si fuera un niño pequeño que podría asustar fácilmente. ―Gracias por dejarnos ese teléfono. Bridget pateó la tierra. ―No, gracias por usarlo. Lo robé hace años. Fui a hurtadillas a tomar videos aquí y allá. Nunca supe realmente lo que iba a hacer con ellos o cómo iba a lograr que la gente los viera. Soy yo quien debería agradecerte. ―¿Necesitas un lugar a donde ir, Bridget? ―preguntó Finn con el mismo tono suave que yo. Sacudió su cabeza. ―Mi esposo también fue transportado. Creo que estaré bien. Voy a regresar a Carolina del Norte y saquear la casa. Tomar algo de valor y voy a tomar una página de tu libro y… escapar. Había una emoción. Una vida en su voz que no había estado allí antes. Bridget se escapó mientras mi corazón saltaba viéndola irse. ―Mira lo que hiciste, nena ―dijo Finn, tirándola en el hueco de su brazo―. Ella va a tener su propia vida ahora. Una vida real, todo gracias a ti. Estaba al borde de las lágrimas. No podía creerlo. ―No ―negué con la cabeza―. No por mí. Por ella. ―Tienes razón ―asintió Finn―. Creo que Bridget fue mucho más fuerte de lo que le dimos crédito.
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Bridget había demostrado ser más de lo que yo había juzgado que era. Nunca volvería a cometer el mismo error. Porque, como acabábamos de presenciar, Bridget era una fuerza a tener en cuenta. Y el día del juicio estaba aquí.
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Capítulo 23 Debido a la naturaleza grave de los crímenes de Richard, se le denegó la libertad bajo fianza. Estaba esperando un juicio en la prisión del condado de Brillhart. Nos dijeron que la evidencia era irrefutable y que no vería la libertad por mucho tiempo. Si alguna vez lo hacía. No sabía si alguna vez podría acostumbrarme a no tener que mirar por encima del hombro, aunque mis pasos parecían un poco más ligeros y el ánimo entre los que más me importaban había mejorado considerablemente. Finn me dijo que lo encontrara en la biblioteca. Por supuesto, casualmente recibimos un huracán esa misma noche. Mi primero. Cuando le pregunté a Miller cómo tenía que prepararme para el huracán, se rió me dijo: ―Es solo categoría uno. Solo necesitas comprar un poco más de cerveza. ―¿Qué haces para la categoría cinco? ―le pregunté. Josh respondió diciéndome que la mejor manera de prepararse para la categoría cinco era colocar la cabeza entre las rodillas y darle un beso de despedida a tu culo. Me aseguraría de recordar eso. Llegué a la biblioteca justo a tiempo. ―¿Qué es todo esto? ―pregunté, mirando alrededor de la habitación oscura. La única luz provenía de un retroproyector. Finn estaba de pie en el fondo de la sala, jugando con controles en múltiples cajas negras―. ¿Finn? Finn me guio de la mano hacia el centro de la habitación donde había apartado todos los escritorios y colocado una manta junto con almohadas por todo el piso.
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―Puedes llamarme profesor Hollis y esta noche eres mi alumna, así que tome asiento, señorita. ―Se movió hacia el frente de la sala y se paró frente a una gran pantalla que colgaba del techo. ―¿Qué está pasando? ¿Qué es esto? ―pregunté, sentándome entre las almohadas suaves―. Pensé que estábamos aquí por el huracán, pero la tormenta no está programada hasta más tarde esta noche. ―Estás en lo correcto. Estamos aquí porque es el punto más alto de la ciudad y el más alejado del agua en caso de inundación. Pero pensé que podríamos llegar temprano. Quería dedicar algo de tiempo a educar a esa preciosa y sexy mente tuya en los caminos de nuestro extraño mundo. Todo en nombre de tu búsqueda de conocimiento, quería enseñarte algunas cosas antes que se vaya la luz. ―Está bien ―le dije, con escepticismo, cruzando las piernas como un pretzel. Finn sonrió y ese hoyuelo que amo tanto apareció. ―Bienvenida a la versión extremadamente abreviada de todo en nuestro mundo. Mi nombre es profesor Hollis y estaré a cargo de moldear su mente esta noche ―dijo Finn, extendiendo dramáticamente los brazos. Me reí de lo seriamente que estaba tomando esto y me conmovió la cantidad de problemas que había pasado. ―¿Comenzamos? ―Finn se subió las gafas plásticas de montura negra por el puente de la nariz. Llevaba una larga bata de laboratorio blanca. Tenía un control remoto en su mano y se detuvo al costado del proyector. Hizo clic en un botón y una imagen en blanco y negro de un simio apareció en la pantalla―. Notará la pluma y la libreta en el piso frente a usted, señorita Dixon. Recomiendo tomar notas para que no se quedes atrás antes de la prueba. Recogí el cuaderno y el bolígrafo, le indiqué a Finn que continuara. ―Muy bien. Primera lección. Evolución. ―Hizo clic en el control remoto. En la pantalla se escribieron las siguientes palabras que pronunció―. La gente vino de los simios. Hizo clic en el control remoto otra vez. Era un dibujo. Un retrato de un hombre que llevaba una peluca blanca con la bandera estadounidense en el fondo. ―Lección dos. Política estadounidense. Sacudió la cabeza e hizo clic en dos diapositivas más. ―Todo lo que necesitas saber es que la política moderna no está enraizada en ningún tipo de reino concreto creado por humanos. ―Volvió a hacer clic en el control remoto y una foto de un grupo de veinte adultos sentados en un sofá de un café―. Ahora, a la cultura pop. ¿Cuánto sabes sobre el programa Friends?
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―Nada de nada. ―Bien, porque aquí es donde sustituyo al profesor Hollis. ―Miller apareció luciendo una bata de laboratorio y gafas de montura de plástico a juego. Tomó el control remoto de Finn e intercambiaron apretones de mano largos y duros y falsas miradas rígidas. ―¡Ni siquiera te escuché entrar! ―le dije a Miller cuando Finn se unió a mí en el suelo. Se limpió las uñas con su abrigo. ―Quiero decir. La mayoría de las personas no lo hacen. SOY un pariente lejano de Batman. Lo que me lleva al siguiente tema. ―Hizo clic en el control remoto y la pantalla mostró docenas de ilustraciones de hombres y mujeres vestidos con trajes ajustados y máscaras. Reconocí a algunos de ellos y otros no―. Los superhéroes y todas las formas en que son increíblemente increíbles ―dijo Miller. Me reí durante toda la hora siguiente, donde las lecciones de Miller iban desde “Por qué la música de Nickelback no apesta completamente”, y “Por qué Bruce Willis debería ser nominado para la santidad”. Me apoyé en Finn y me reí mientras Miller salía y una y otra vez de la conversación. Mientras daba la lección, Josh, Critter, Wilfredo e incluso mi madre llegaron con hieleras y otros suministros en la mano. Cuando mi madre se cansó, Critter la llevó a la habitación de atrás, donde le arregló una cama para descansar. ―Y la última lección que tengo planeada para ti hoy es... ―Miller hizo clic en el control remoto y un pájaro y una abeja aparecieron en la pantalla―. Los pájaros y las abejas. Ahora, cuando un hombre y una mujer se aman mucho… ―Hizo una señal con las manos. Su dedo índice asomando y saliendo de un agujero que creó con la otra mano. Me reí cuando finalmente capté lo que señalaba. Me reí tanto que mis costados comenzaron a doler―. Ellos hacen eso. Y luego, la semilla bebé del hombre enlaza la cosa de huevo bebé de la mujer y BOOM. Así es como se hacen los bebés y, si realmente tienes mucha suerte y encuentras a la persona adecuada ―Miller le sonrió a Josh―. Incluso te harán un sándwich después. ―¡Buuuuu! ―gritaron Josh y Wilfredo, lanzando envoltorios de caramelos a Miller, que se agachó y esquivó el asalto. ―¡Detención para ambos! ―gritó Miller. Critter, estaba sentado en una mesa cercana estaba rodando los ojos, pero estaba sonriendo. ―¿Te saltaste ese día en la escuela, hijo? Miller se encogió de hombros.
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―En realidad, recibí un premio por asistencia en la escuela secundaria. ―Eso no fue un premio por asistencia. ―Finn se rió―. Fue una advertencia para tus padres que si te saltabas más escuela serías expulsado porque habías perdido más clases que cualquier otro estudiante. ―¿Y? ¿Qué parte de eso no grita el premio por asistencia? ―Miller tomó una cerveza y Josh puso los ojos en blanco. ―Solo espera hasta que tus senos estén gordos y tu barriga esté redonda con mi bebé ―murmuró tirando de ella para darle un beso. ―Con mi suerte, estaría vomitando y sintiéndome como una mierda durante nueve meses ―dijo Josh, alejándolo. ―Apuesto a que te verías muy sexy haciendo todo eso del vomito. ―Miller movió sus cejas. ―Eres asqueroso ―le reprochó Josh, pero no lo rechazó esta vez cuando se acercó y la besó en la punta de la nariz. ―Hablando de sentirse mal ―dije, sosteniendo mi estómago mientras el olor de cualquier dulce que Josh acabara de desenvolver estaba a punto de hacer que mi almuerzo volviera. Leí que una enfermedad ocasional era común, pero esto era mucho más que ocasional. Eso parecía. ―¿Estás bien? ―preguntó Finn, con creciente preocupación escrita en su rostro―. ¿Este pequeño te está haciendo pasar un mal rato? ―Estoy bien. Él o ella probablemente solo tenga piernas muy largas como su padre. ―Desearía poder golpear a alguien ―dijo Wilfredo en un suspiro, inclinándose tan profundamente en uno de los refrigeradores que su cabeza desapareció. ―Uh, puedes golpear a alguien. Eres un tipo. Presumiblemente un tipo con una polla ―argumentó Miller ―Sí, pero a menos que el sexo gay de repente requiera la píldora, entonces nunca va a suceder. Al menos no en el sentido bíblico. Porque a pesar que estas criaturas son fenomenales y feroces y quiero ser ellas. ―Nos señaló, haciendo girar su dedo índice en un pequeño círculo e hizo una mueca―. Lo que pusieron en marcha debajo del cinturón me asusta. Miller miró a Josh y asintió lentamente. ―A ti y a mí, hombre ―negó―. A ti y a mí. ―Gracias por todo esto ―dije, colocando un beso en los labios de Finn.
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―Gracias ―dijo Finn. Mi corazón revoloteó. ―¿Por qué? No hice nada. ―Me reí entre dientes. Finn puso su mano sobre mi vientre. ―Estás haciendo todo. ―¿Qué quieres decir con que solo empacaste tres cajas de cerveza? ¡Es un huracán! ¡No creo que pueda perdonarte! ―Miller le gritó a Wilfredo quien, sin perder la calma, sacó una botella de vodka de su mochila. ―¿Tragos? ―preguntó Wilfredo, sacudiendo la botella. Miller la arrebató de sus manos. ―Perdonado. ―No olvides que te debo una patada en el culo por embarazar a mi hija ―dijo Critter, entrecerrando los ojos a Finn. ―Oh, no me olvidé ―dijo Finn―. No esperaría nada menos. Critter asintió. ―Bueno. Estamos en la misma página entonces. 128
A veces, no sabía si estaban bromeando o no. Pero pensaba que era mejor no meterme, y dejar que hicieran lo que fuera necesario para demostrar cuán varoniles eran uno con el otro. ―Voy a revisar a mi madre ―le dije. Finn me ayudó a ponerme de pie. ―Creo que podría intentar probar suerte con el huracán ―murmuró Josh mientras pasaba. Lentamente abrí la puerta del área de almacenamiento posterior y entré, cerrándola detrás de mí para que la fuerte voz de Miller no despertara a mi madre si estaba durmiendo. Me dirigí de puntillas hacia el catre solo para encontrarlo vacío. Escaneé rápidamente el resto de la habitación y no la vi. Algo se sintió mal, como si hubiera un cambio en el aire que no podía explicar. Se sentía más grueso. Más pesado. ―¿Madre? ―Miré en la esquina oscura donde guardaba algunos libros que necesitaban ser enviados para reparar los lomos. Vi movimiento―. Ahí estás ―exhalé aliviada―. Me asustaste. ¿Qué estás haciendo allí? Todos los libros más nuevos están en los estantes de la sala principal. ¿Hay algo en particular que estés buscando? ―Me arrodillé para atarme los cordones de los zapatos que justo me di cuenta se habían deshecho cuando escuché pasos. Pasos pesados.
No los pasos de mi madre. ―Sí. Tú ―respondió una profunda y gutural voz masculina. Me congelé por un momento y luego me di cuenta que si iba a escapar esta vez iba a tener que actuar rápido. Di un salto hacia la puerta, pero no fui lo suficientemente rápida. Una mano grande me rodeó el pecho y otra me cubrió la nariz y la boca para amortiguar mi grito incluso antes que tuviera oportunidad de salir de mis labios. ―Shhhh, tengo a la puta de tu madre, y depende de ti si sigue viva o no ―susurró Richard amargamente en mi oído. Olía tal como lo recordaba. Como el whisky y la arrogancia―. Cerré todas las puertas de este edificio desde el exterior. Si intentas llamar la atención, incluso un pequeño chillido de ruido e incendiaré todo este lugar con cada uno de esos paganos atrapados en su interior. ―Me mostró un encendedor de metal, abriéndolo y poniéndolo la llama a lo alto, así que podía ver que hablaba en serio acerca de llevar a cabo su amenaza. Me sentí impotente. Aterrada. Mi corazón latía rápidamente y todo lo que podía pensar era en proteger a Finn y a mi bebé. No había nada que pudiera hacer más que obedecer. Y mientras me arrastraba a la noche, pensé que había tropezado con algo, pero estaba equivocada. Había pateado algo. Ese algo era una lata de gas. Con un movimiento de su muñeca, envió el encendedor y la pequeña llama que cayó en cascada en la lata de gas, causando que estallara de inmediato en una bola de fuego que no era muy pequeña. Traté de llegar a ellos. De mover mis extremidades, pero no cooperaban. Estaba respirando irregularmente, absorbiendo cada vez más de lo que él había presionado en su palma cubriendo mi nariz y mi boca. Sentí náuseas. El sonido de la risa cruel de Richard me rodeó mientras me arrastraba cada vez más lejos de la biblioteca. La tormenta aún no había traído la lluvia, pero el viento extendió las llamas rápidamente y en el momento en que mi visión comenzó a difuminarse logré distinguir la última imagen que alguna vez quise ver. El techo de la biblioteca se derrumbó… y colapsó
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Capítulo 24 Todo sucedió tan rápido. Sonó como una explosión y luego el techo de la sala de almacenamiento se derrumbó. Sawyer. Corrí hacia la sala de almacenamiento con Critter, mientras que Miller intentó abrir la puerta que resultó estar cerrada desde el exterior. Juntos, Josh y Miller lograron atravesarlo lo suficiente como para sacar a todos. La lluvia torrencial había apagado el fuego, así que Critter y yo, con las palmas quemadas, apartamos el techo caído para buscar a Sawyer y su madre. No fue hasta que movimos la última viga cuando nos dimos cuenta... que no estaban allí. Una mirada el uno al otro fue todo lo que se necesitó para estar en la misma página. Richard.
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Capítulo 25 Todo lo que escuché fue grillos. El viento golpeaba las hojas mojadas y el barro contra mi rostro. Estaba lloviendo ligeramente, pero el viento soplaba con tanta fuerza que cada gota de agua picaba contra mi piel. Olía a azufre y descomposición. Traté de abrir los ojos, pero no obedecieron. Estaba sentada en unos cuantos centímetros de agua. Mi pantalón corto estaba completamente empapados. Finn. Mi familia. Mis amigos. La biblioteca. El techo colapsando. Me despejé y me saqué de la bruma en la que estaba. Me desperté bruscamente. Mis ojos se abrieron, solo para encontrarme atada en las muñecas detrás de un árbol en mi espalda. Estaba aterrorizada de haber perdido a todas las personas que significaban más para mí en el mundo. Lo único que me impedía estremecerme incontrolablemente de miedo (lo único que me mantenía aspirando mi siguiente aliento), era la vida que estaba creciendo dentro de mí. Me sentía enferma del estómago. Todo dolía. Mi cuerpo se sentó pesadamente sobre mis huesos como si estuviera cargando otra pila de carne y músculo en el exterior de la mía. Al igual que la gravedad estaba trabajando horas extras para llevarme al centro de la tierra. Era difícil levantar los brazos. Mis ojos no se abrieron por completo y me vi obligada a asomarme a la oscuridad de este mundo a través de pequeñas rendijas. Debieron haber sido los efectos de lo que sea con lo que Richard me había sedado. Todo dolía. Mi cuerpo, mi corazón, mi espíritu. Entonces oí una voz y al principio, estaba imaginando cosas, pero su voz no solo era clara, sino que también calma. Y pertenecía a mi madre.
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―Cuando estabas creciendo vi mucho de mí reflejado en tus ojos. Eso me asustó. Una parte de mí deseaba que fueras complaciente. Obediente. Una persona que hacía cola y esperaba su turno y hacía lo que se les decía y eran felices de esa manera. Pero de vez en cuando, vislumbraba fuego en tus ojos. De rebelión. De preguntas, más grandes que las respuestas que la iglesia te daba. Una mirada que me dijo que no estabas destinada para esa vida más que yo. Pero una parte aún mayor de mí estaba orgullosa, aliviada. Y sabía que no podrías quedarte allí. Ese fuego en ti junto con las formas de control y abuso de Richard... nunca terminaría bien. ―Ella presionó sus labios y miró hacia el cielo―. Siempre me sorprendió que no te hubieras escapado antes. Y decepcionó de alguna manera. ―No podría dejarte. Ella sacudió su cabeza. ―Lo cual lo empeora. Deberías haberlo hecho. ―No. Además, dijiste que, si lo hacía, Richard amenazó con matarte. Mi madre asintió. ―Lo habría hecho. Pero nada de eso importaba. Tú eras todo lo que importaba. Eres todo lo que importa ahora. Dejé caer mis manos a mi estómago. ―No. No soy todo lo que importa ahora. Mi pecho se tensó ante la expresión de dolor en el rostro de mi madre. Decidí mantenerme fuerte por ella. Empujar la confusión dentro de mí y estar allí para mi hijo y mi madre. ―Te fallé ―dijo, el viento envió sus palabras volando hacia mí, golpeándome justo en el estómago. ―¡No lo hiciste! Te pusieron en una situación en la que nadie podría imaginarse. No podía imaginarme tener que tomar las decisiones que enfrentabas. Entiendo ahora. Entiendo por qué hiciste todo y yo soy la que lo siente. Por siempre dudar de ti. Y, además, tienes razón. Somos muy parecidas. ―Tal vez, ¿alguna vez te conté la historia de cómo conseguiste tu nombre? ―preguntó mi madre. Ella estaba tratando de distraerme de la crecida de las aguas. Lo necesitaba porque los interminables tirones de mis restricciones no me estaban llevando a ninguna parte. El agua estaba subiendo cada vez más rápido. Solo era cuestión de tiempo antes que nos pasara por la cabeza.
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―No ―dije, negando―. Dime. ―La sangre estaba bombeando furiosamente a través de mí. Me sentí hiperactiva de mi entorno. De mi cuerpo. Estaba tensa como nunca antes lo había sentido. Además de estar total y completamente aterrorizada. Mi madre logró contener una sonrisa. ―Richard quería llamarte Mara. El significado bíblico es amargo o amargura. Era como si todo lo que te hizo fuera un castigo por mis pecados contra él y quisiera que tu nombre no fuera diferente. ―Suena bien ―murmuré, frotando donde sea que estaba atada mis manos y contra la corteza del árbol para tratar de cortar las ataduras Mi madre contempló el cielo como si pudiera ver la historia que me estaba contando desplegándose sobre ella. ―Cuando Critter y yo estuvimos juntos por primera vez, nos tumbábamos en sus campos de girasoles durante horas mirando la puesta de sol y solo escuchábamos las hojas crujir a nuestro alrededor. Hablamos y bebimos vino y nos quemamos la nariz en el sol. ―Suspiró al recordar tiempos más felices y luego comenzó a toser. ―Mamá, mamá, ¿estás bien? ―llamé, odiando sentirme tan impotente. Asintió. Cuando se recuperó, solté un suspiro de alivio. Continuó: ―Ya sabes parte de la historia. Pero un día apareció este pequeño niño rubio. No más de seis o siete años. Lo vi conducir su triciclo al campo y con su pequeña navaja oxidada cortó una flor, vio a Critter y se alejó. ―Ella rió suavemente―. Cuando le pregunté a Critter al respecto, me dijo que el chico hacía eso casi todas las semanas. Cuando le pregunté qué estaba haciendo con las flores, Critter me dijo que encontró al niño en su campo un día y que estaba molesto porque tenía problemas con su madre por maldecir. ―Sacudió la cabeza como si todavía no lo pudiera creer ella misma―. Critter cortó una flor y se la dio al niño. Le dijo que fuera y se disculpara con su madre y le diera la flor. Bueno, debe haber funcionado porque todas las semanas después de eso, Critter dijo que el chico estaba allí con su propio cuchillo, cortando. Una para su maestro, porque le dijo que las matemáticas eran para las personas que no tenían calculadoras. Otra para la señora de la panadería, por haber derribado su tarta de exhibición en la ventana que la había llevado todo el fin de semana para armar.
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―Eso es algo adorable ―comenté, con mi corazón rompiéndose mientras mi mente volvía a reproducir el techo derrumbándose en la biblioteca una y otra vez. Tal vez tendríamos un chico al que le gusta Finn. Quizás nunca conocería a su padre. Mientras estaba rompiéndome por dentro, mi madre habló como si estuviéramos en el porche bebiendo té. ―Era adorable. Resulta que sucedía tan a menudo que llegaron a un acuerdo donde Critter delimitó un parche de girasoles solo para que el niño lo tomara a su antojo. El creciente nivel del agua ahora estaba empapando mis jeans hasta mis muslos. Sabía que tenía que moverme más rápido si tenía alguna oportunidad y cortar mis restricciones. Mi madre me miró. Levantó la voz por encima del viento que se había levantado. ―Fuiste llamada Sawyer por Finn. ―Suspiró felizmente como si estuviéramos a punto de ir a buscar los vestidos de la dama de honor y no a punto de conocer nuestro fin en un pantano turbio. Mi estómago se sentía duro como una roca. Quería huir de esta pesadilla. Reprimí el grito que amenazaba con arrancarse de mi garganta. ―¿Madre, por qué no estás en pánico? ―Logré preguntar, tragando mi miedo de un solo trago. Ella me sonrió. ―Estoy aterrorizado por ti y la vida que tú y tu hijo podrían nunca vivir. ¿Pero yo? Llegué a un acuerdo con mi propia muerte hace años. Mi madre siguió hablando. Seguí intentando liberarme. ―Critter y yo incluso bromeamos sobre cómo si alguna vez teníamos una niña que pudiera casarse con Finn porque ya sabía lo que la mayoría de los hombres nunca aprenderían, cómo disculparse. Ahora eran mis ojos los que lagrimeaban mientras imaginaba una pequeña versión de Finn causando problemas en Outskirts y corrigiéndolos con una flor y una astuta sonrisa con hoyuelos. ―¿Cómo conseguiste que Richard siempre aceptara el nombre? Parecía casi orgullosa cuando me dio su respuesta. ―Sawyer significa leñador en celta. Todo lo que hice fue estirar la verdad un poco. Y como no podía recomendarle el nombre porque simplemente lo aplastaría, le dije a algunas de las señoras en la iglesia, pero les dije que Sawyer significaba
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carpintero, como la ocupación del mismo Jesús. Efectivamente, antes que estuviera a punto de darte a luz, el nombre había llegado a Richard. Un día me anunció que tu nombre sería Sawyer, como si le hubiese sido dictado en una visión del propio Dios. ―Ella comenzó a reír histéricamente. ―Eso fue muy astuto de tu parte, madre. No sabía que lo tenías en ti. Suspiró pesadamente. ―Lo tenía. ―Sus ojos se desenfocaron y de repente fue como si estuviera mirando a través de mí y no me viera. Su cabeza comenzó a hacer un movimiento en órbita, pequeños círculos. ―¿Mamá? ―grité. Ninguna respuesta. ―¡Mamá! ―llamé más fuerte. Sus ojos se cerraron y parpadeó rápidamente como si tratara de aclarar su mente. ―¿Sawyer? ―preguntó, y luego cerró los ojos y su mentón cayó sobre su pecho, mostrando una herida sangrienta de aspecto fuerte en la parte superior de su cabeza. Necesitaba ayuda. Pronto. ―Quédate conmigo, mamá ―la llamé. El agua estaba ahora por encima de nuestras cinturas y seguía en aumento. Sus ojos permanecieron cerrados, pero ella volvió a hablar, solo que sonaba como si estuviera muy lejos en lugar de estar justo en frente de mí. ―Mamá ―dijo―. Me... me gusta cuando me llamas así. Es mucho mejor que madre. Entonces silencio. ―¡Mamá, mamá! ―grité. Esperando al menos otra respuesta incoherente. Aún sin respuesta. ―¡Mamaaaaaá! ―gruñí mientras el agua subía y ahora estaba al nivel del pecho. Si mi madre se quedara en su posición actual, estaría respirando en el agua turbia en los próximos minutos―. Tienes que levantar la cabeza, mamá. ¡Levántala! ―Mis chillidos se convierten en gritos. Tiré de las ataduras atando mis manos y gruñí cuando no cedieron una vez más. Necesitaba mantener la calma. Pensar. Despejar mi mente
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Con el aumento de agua que nos rodeaba y el temor de perder las vidas de mi madre y de mi hijo por nacer, utilicé mi pánico e intenté encontrar algo de claridad entre el caos. Había crecido en un hogar donde la religión era estricta y tanto el cumplimiento de ley de Dios como la ley de mi padre era aún más estrictas. Había inclinado mi cabeza miles de veces y recitado palabras de fe porque me dijeron que tenía que decirlo. Pero nunca realmente había rezado. Nunca puse ningún significado detrás de las palabras que estaba diciendo. Nunca las creí lo suficiente como para ser verdad o tuve el tipo de fe del que a otros les resultaba fácil confiar ciegamente. Querido Dios, Universo, Señora, Señor, Monstruo de Espagueti Volador, Ya no sé cómo orar. En realidad, creo que nunca lo hice. Me enseñaron a dar siempre las gracias y nunca pedir nada porque me proporcionaría todo lo que necesitaba y pedir más sería cuestionar su voluntad. Un pecado. Pero como tanto ha sido una mentira, me voy a arriesgar y asumir que pedirle algo que necesito, no quiero, está bien. Tal vez solo esta vez. Comenzaría diciendo gracias por todo lo que me has dado, pero no hay tiempo. Voy a entrar directamente y ofrecerte un trato. Quizás esté mal, pero no quiero pedirte algo tan grande sin ofrecerte algo a cambio. Pero tengo que intentarlo porque no solo tengo algo que perder. Tengo todo para perder Por favor, te lo ruego, perdona a mi madre, ella ha pasado por tantas cosas. Ha soportado lo impensable. Merece una oportunidad de vivir su felicidad. De ser feliz. Quiero que sepa cómo se siente vivir sin miedo y ser amada incondicionalmente por alguien que no espera nada a cambio. Y por tu generosidad al perdonarla, me ofrezco a ti. Pero solo después que el bebé nazca y esté seguro en los brazos de su padre. Entonces iré contigo. Voluntaria y felizmente, al segundo que sepa que todos están a salvo y juntos. Por favor, deja que mi familia viva y haré cualquier cosa que quieras. Cualquier cosa. Repetí mi oración una y otra vez y, en algún momento, debí haberme quedado dormida porque soñé con una mujer rubia con una sonrisa brillante y un pañuelo de seda púrpura envuelto alrededor de su cuello que caminaba hacia mí. Pero sus pies no estaban tocando el agua, estaba caminando sobre ella. Tal vez solo estaba alucinando. O tal vez ya estaba muerta. Sentí pánico. Verdadero pánico recorriéndome las venas como una sacudida de adrenalina.
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Si estaba muerta, significaba que el bebé también estaba muerto. ―¡No! No puedo estar muerta. No puedo estar muerta. La mujer se agachó ante mí y sonrió. Su pantalón blanco y su blusa estaban sin arrugas, sin mancha. Olía a lino fresco. Parecía familiar, pero no podía ubicarla. ―No te preocupes. No estás muerta. No todavía, de todos modos. Tu bebé está a salvo, pero tienes que escucharme con mucho cuidado. ―¿Eres... Dios? La mujer se rió y sonó ligera y brillante. Angelical. ―Oh, cariño, no querrían que manejara cosas. Sería como una hora feliz dos por uno las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Sería mucho más fraternidad universitaria y mucho menos vida sagrada después de la muerte. ¿Entiendes lo que quiero decir? ―Creo que sí ―respondí―. ¿Quién eres entonces? Aplaudió. ―Soy alguien que está aquí para ayudar. ―¿Cómo? La mujer pensó por un momento, golpeándose la barbilla con una uña perfectamente pulida. ―Sabes, cuando surge una situación mala, la gente tiende a decir que siempre mire hacia adelante y nunca mire hacia atrás, o algo así. ―Claro, mi madre solía decir eso todo el tiempo. ―Bueno, estoy aquí para decirte que todo es una mierda. Es lo que hay detrás de ti lo que cuenta. Es lo que está detrás de ti lo que te va a salvar. No esperes a que tu caballero de brillante armadura te rescate, tan sexy como puedan ser a veces. Sé tu propio caballero. Rescátate tú misma. Finn podría haber rescatado tu corazón, pero el resto depende de ti ahora. Tan rápido como apareció, y antes que pudiera preguntarle qué quería decir exactamente, la mujer vestida de blanco había desaparecido. Abrí los ojos y sentí el agua en mi barbilla. El agua ahora salpicaba en mis ojos. Miré a mi madre, cuyo rostro estaba ahora a solo centímetros del agua que se elevaba. Deseé que mi sueño fuera de alguna manera real y lo que estaba detrás de mí realmente iba a salvarme. Lo único detrás de mí era el árbol al que estaba atada e incontables animales de pantano que esperaban que cambiara de vida a muerte para poder tener en mi cadáver.
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No me rendiría. Nunca me rendiré. Sentí una nueva resolución creciendo dentro de mí. Un nuevo tipo de poder, valentía. Era exactamente lo que necesitaba impulsar. En un último intento de liberar mis manos, estiré los dedos bajo el agua, buscando cualquier cosa que pudiera usar como cuchillo para cortar la cuerda. El agua fluía a nuestro alrededor más como un río que como un pantano, por lo que era posible que las cosas que había debajo hubieran cambiado. Toqué algo duro con mi dedo donde momentos antes no había nada. Era al menos diez centímetros y roto o irregular en un extremo. No sabía si era una tubería o una pieza rota de madera o roca, pero esperaba que fuera así. Lo maniobré entre las cuerdas y comencé a cortar. Lo dejé caer una y otra vez antes de poder dañar la cuerda. Gruñí mis frustraciones en el agua que había llegado a mi boca. Mis pensamientos se mezclaron cuando apreté mis labios fuertemente. No me atreví a mirar a mi madre sabiendo muy bien que tenía que estar sumergida para ahora. No podía permitir que nada me distrajera de la tarea que tenía entre manos. Ambas vidas dependían de eso. Tenía que darme prisa, pero sabía que apresurarme no me llevaría a ninguna parte. Tarareé la canción de cuna que mi madre solía cantarme durante las tormentas para calmar mis temores. Y a medida que mi mente vagaba por esos momentos, me daba consuelo cuando ella no tenía nada propio, corté. Tomé mi última gran bocanada de aire justo cuando el agua subía por mi boca y luego por mi nariz. Después de recitar tres versos de la canción de cuna en mi cabeza, mis pulmones estaban ardiendo, como si estuvieran en llamas. Con un último empujón de las restricciones contra el objeto, y un último grito bajo el agua, algo se rompió y mis manos se soltaron. Salí del agua, jadeando por mi primera bocanada de aire en lo que pareció una eternidad. Cuando mis pulmones se llenaron, fue como si todo se detuviera. El chapoteo de cada gota de lluvia en el agua. Las hojas que caían por el viento que agitaba los árboles. Podía ver todo ahora. Todo olía más fuerte. Sonaba más fuerte. Parecía más claro. Mi mente se aclaró completamente. Me sentí tranquila. Pacífica. Era como si me hubieran bautizado en el agua sucia. Bautizado por el propio huracán y entregado al pantano renacida.
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Ya no era Sawyer, la niña huyendo de su pasado. Era Sawyer, la chica de Outskirts. Un verdadero caso atípico al igual que el resto de ellos. Recuerdo haber leído un artículo para mi estudio religioso, era de un pastor de Alabama, trasmitía que cuando Dios te lleva a aguas turbulentas no es para ahogarte, sino para limpiarte. De repente, se hizo claro a qué se refería. Me puse de pie y soplé el agua de mi nariz, dirigiéndome hacia mi madre, esperando a través del agua espesa y la maleza. Levanté su cabeza del agua con una mano y solté sus ataduras con la otra. Casi me caí de alivio cuando jadeó por aire. Puse su brazo alrededor de mi hombro y solo había dado un paso sobre el terraplén cuando perdí pie y juntas volvimos a deslizarnos al agua con un chapoteo. Me sorprendió el hombre que se cernía sobre nosotras. Un hombre que nunca quise ver de nuevo. Mi corazón golpeó contra mi caja torácica como si fuera a saltar de mi pecho y atacar a Richard. El viento se levantó, silbando entre los árboles. Richard gruñó. ―Parece que tienes un problema allí. Aunque, te daré algo de crédito. Casi esperaba deshacerme de los cadáveres para este momento. Supongo que como fueron terribles al escuchar y acatar órdenes. No es una gran sorpresa para mí que no se callen y mueran cuando se les dice. ―Las palabras de Richard me produjeron miedo, pero sobre todo ira, acumulada de casi veintidós años, surgiendo por mis venas, encendiéndose un fuego de rebelión debajo de mi piel. ―Oye, ¿Richard? ―dije, mirándolo directamente a los ojos por primera vez en mi vida―. ¡VETE A LA MIERDA! Su respuesta fue reírse. ―Crees que eres tan valiente. Pero nada de eso importa cuando estés muerta, pecadora ―se burló. ―Padre, no podemos escoger y elegir a qué pecados nos sometemos. Hablas en contra del pecado, pero tú mismo eres una contradicción andante del pecado. Del mal. Eres culpable de lujuria, gula, ira, envidia, orgullo y mucho más. Lo sé porque lo he visto en la forma en que bebes alcohol como si tu sed fuera interminable. Lo he visto en la forma en que golpeaste y violaste a mi madre. He sido testigo que hablas de la voluntad de Dios como si fueras el único hombre en el mundo que lo comprende. ―Me reí de lo ridículo que era este hombre en realidad―. Bueno, odio decírtelo, pero no lo haces. No entiendes nada de eso.
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―¡Blasfemia! ¡Blasfemia! ―gruñó. Señaló con un dedo hacia mí―. ¡Pequeña puta! ¡Cómo te atreves! Encontré una libertad repentina en mis palabras, pero porque necesitaba tiempo para descubrir cómo iba a lograr que mi madre y yo saliéramos vivas del pantano. ―Dicen que la verdad nos hará libres. Bueno, padre. Por tu bien. Espero que haga exactamente eso. Porque tu verdad es que eres un idiota egoísta que irá directamente al infierno. Allí estábamos, tumbadas en el barro, mirando a los ojos del loco que una vez se atrevió a llamarse mi padre cuando ni siquiera era una fracción del hombre que era mi verdadero padre. Mi madre se deslizó de mi agarre. Aterrizó a un lado en el barro con un sonido audible. Richard la señaló. ―Le dije a tu madre hace mucho tiempo que te mataría mientras ella miraba si alguna vez me traicionaba. Lástima que no esté consciente para verme cumplir esa promesa. Richard se arrodilló y buscó algo en su bolsillo trasero. ―Adiós, hija. Cuando sabes que el final está cerca, pensarías que sería cuando tengas más miedo. No lo es. Porque mientras me preparaba para que todo terminara, no pude evitar sentirme orgullosa. Orgullosa de la mujer en la que me convertí. Orgullosa de las relaciones que había hecho. Y orgullosa de la forma en que estaba enfrentando a Richard en mis momentos finales. Finn también se hubiera sentido orgulloso. Me aseguré de mirar a Richard directamente a los ojos. Si iba a matarme, iba a tener que hacerlo mientras yo desobedecía sus estúpidas reglas hasta el final. Incluso el bebé dio una primera patada desafiante contra mi mano mientras cubría mi estómago protectoramente. Me hizo reír. Me estaba riendo literalmente ante mi propia muerte. Richard nunca tuvo la oportunidad de obtener cualquier arma que estuviera buscando porque algo contundente hizo contacto con su cabeza. Hubo un ruido sordo seguido de un ruido que sonó como una rebanada de pan crujiente partiéndose por la mitad. La mirada de Richard quedó en blanco cuando cayó de bruces al agua.
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―¿Mamá? Levanté la vista y encontré a mi madre parada allí sosteniendo una especie de roca blanca en su mano. ―Tienes razón ―le dijo al cuerpo inconsciente de Richard―. Nada de eso importa. NO importas. Continuó mirándolo con odio, acunando la roca en sus brazos como un trofeo. ―Durante tus sermones, hablabas con frecuencia sobre los lazos familiares. ―Se rio entre dientes mientras citaba a Richard―. Creo que fue algo así como que no hay mayor vínculo en esta tierra que el que existe entre una madre y su hijo. ¿Y si alguien intenta destruir ese vínculo? Dios tenga misericordia de su alma. Se paró sobre él y cuadró sus hombros. ―Que Dios tenga piedad de tu alma, Richard. ―¿Está...? ―pregunté, deteniéndome al ver el leve aumento y caída de su respiración superficial. Mi madre negó con la cabeza. ―No creo que sea tan fácil. ―Se volvió hacia mí, arrodillándose y mirándome de pies a cabeza―. ¿Está bien el bebé? ―El bebé está bien. Estoy bien. Pero tú eres la que está herida. ―Tiré suavemente de su cabeza para echar un vistazo más de cerca a la herida. ―Es solo un golpe desagradable ―dijo, alejándose de mi toque. ―Es más que eso ―señalé―. Sigues desmayándote. ―Lo hice antes. Creo que fue solo un efecto posterior de lo que sea que haya sostenido sobre mi nariz. Pero te digo algo, nada tiene una manera de darte una bofetada que la posibilidad de tu inminente desaparición. ―Pero te desmayaste, justo ahora ―cuestioné. Negó con la cabeza e hizo una mueca. ―No. Eso se llama actuar. Tomé una clase de drama una vez. ¿Lo sabías? ―preguntó mientras me ayudaba a levantarme. Estaba impresionada, orgullosa y completamente enamorada de mi madre. ―No, no sabía eso de ti ―le dije―. Pero tal vez, en algún momento cercano, puedas contarme todo al respecto. Dejamos a Richard en el agua mientras cojeábamos hacia el bote que había estacionado entre dos tocones. Se me ocurrió que mi madre probablemente no vio colapsar el techo de la biblioteca.
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Necesitábamos regresar. Necesitábamos ver si salieron de la biblioteca. Pero primero, tenía que advertir a mi madre sobre lo que podríamos encontrar cuando volviéramos. O lo que podríamos no encontrar. Sentí que el tiempo se había detenido a nuestro alrededor junto con los vientos de la tormenta. Los sonidos amplificados y los olores del pantano de antes se habían calmado. Era casi silencioso. Estoy segura que si escuchabas con atención podrías escuchar mi dolor. Las palabras, que sabía, que tenía que decir se volvieron gruesas en mi garganta y aún más gruesas a medida que brotaban raíces y se enroscaban alrededor de mi corazón, apretando con tanta fuerza que no sabía cómo iba a respirar otra vez. No importa, habla. ―Madre ―me atraganté―. Hay algo que tengo que decirte. ―Cerré los ojos con fuerza. ―¿Qué es? ―preguntó, sonando tan horrorizada como debería. Una fuerte vibración sacudió el pantano, sacudiendo cada rama de cada árbol como el comienzo de un terremoto. Un aerodeslizador emergió, deslizándose sobre una gruesa capa de maleza como si no existiera. Incluso bajo la fuerte lluvia pude distinguir los rostros en ese bote. Los reconocería a kilómetros de distancia. Mi alma los reconocería en cualquier lugar. Todos los sentimientos que nunca pensé que volvería a experimentar, la felicidad, la alegría, la euforia y el amor volvieron a mí de inmediato. El peso se levantó de mi pecho y pude respirar de nuevo. Era tan ligero que me sentía como si flotara sobre mi propio cuerpo. Critter estaba conduciendo. Finn estaba de pie al frente. Ambos estaban en una sola pieza. Ambos estaban vivos.
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Capítulo 26 Todavía no tengo idea de cómo Sawyer y su madre lograron liberarse de un hombre que no se hubiera detenido ante nada para obtener lo que quisiera. Lo que quería era sus vidas. Ya fuera por sumisión o muerte. Mi estómago dio un vuelco ante lo cerca que estuvo de obtener lo que deseaba, de la desesperación que sentí mientras pensaba en que lo peor había sucedido. Éramos afortunados. Solo porque no sé cómo lograron liberarse, no significa que estaba sorprendido. No había dos personas tan determinadas en el planeta. Nadie con una voluntad tan fuerte. Nadie más valiente. Ellas quizás no lo piensen, pero estaban bien equipadas para poder enfrentarse a personas como Richard Dixon. ―Nunca había estado tan jodidamente asustado en mi vida ―le dije a Sawyer mientras despertaba de una siesta de veinte horas. Dio la vuelta y me miró mientras sonreía como si significara el mundo para ella―. No puedo evitar el pensar qué te hubiera sucedido si… ―No. Ven aquí ―dijo Sawyer, abriendo su brazo. Giró para que nos estuviéramos viendo el uno al otro con nuestros brazos y piernas entrelazados, muy parecido como lo que hicimos la primera noche que pasó en mi cama. Excepto que en esta ocasión una de mis manos descansaba sobre nuestro creciente bebé. No había dormido mucho después de todo. Encontré mi descanso observando a mi chica dormir, su pecho y vientre subiendo y bajando con cada respiración. ―Te extrañé ―dijo adormilada. Y aunque sus palabras fueron simples la mirada en sus ojos dijo mucho más… ―Yo también ―susurré. Sus ojos se dilataron y se encontraron con los míos. ―Richard ―dijo, de pronto pareciendo en pánico. ―No volverá a lastimarte.
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Ella se relajó una vez más. ―¿Qué le sucedió? Me encogí de hombros. ―Critter dijo que se llevaría a Richard de regreso a la cárcel, pero no de la que escapó. ―¿Crees que eso fue lo que hizo? ―preguntó, conociendo a Critter tan bien como yo. Me encogí de hombros. ―Creo que es mejor si no lo sabemos. ―Eso suena como algo que él diría ―dijo Sawyer, colocando su mano sobre mi rostro. Me incliné hacia ella y la besé, necesitando sentirla contra mí, necesitando recordarme que a pesar que estaba entre mis brazos, estaba realmente aquí. Estaba realmente bien... ―Estoy aquí ―me recordó, sabiendo exactamente qué necesitaba escuchar. ―Sí, lo estás. Miró sobre mi cabeza a la mesa de noche. Giré y me di cuenta que estaba observando su pila de ropa sucia y la piedra que su madre había estado tomando en su pecho cuando las encontramos. ―Fue real ―susurró. ―¿Qué fue real? ―le pregunté, regresando la mirada a ella. ―¿Ves esa bufanda? ―preguntó, señalando a la sucia pieza de tela morada en la cima de la pila―. Tuve una visión que esta mujer rubia me salvaba y estaba usándola. Sé que suena tonto, pero me ayudo a superarlo. Contuve la respiración, no queriendo pensar lo asustada que estuvo, pero alegre que había encontrado alivio de cierto modo, incluso si fue en una visión o sueño. ―¿Qué pasa con la roca? ―preguntó. No puede evitar que la sonrisa creciera más en mi rostro. ―Es lo que tu madre había estado sosteniendo. Con eso golpeó a Richard en la cabeza. ―Es una roca muy extraña ―comentó. Me levanté para inspeccionarla de cerca.
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―Tienes razón. Nunca había visto una roca redonda así por aquí. ―La levanté y le di la vuelta. Casi de inmediato la solté cuando vi qué había del otro lado. ―¿Qué? ―Sawyer preguntó, moviéndose a una posición de sentado en la cama. Esa roca no era para nada una roca. Era un cráneo. De pronto algo hizo clic. La bufanda morada. El cráneo. Evoqué cierta imagen colgando en el bar de Critter. Una donde tenía mi brazo alrededor de Jackie. Ella estaba usando una bufanda morada que le compré en la feria. Incluso hice que le colocaran sus iniciales JC. Las exactas iniciales que estaban asomándose de entre la suciedad. Coloqué mi cabeza entre mis manos. Al principio, sentí que mi estómago se revolvía al grado de querer vomitar. Respiré profundamente por la nariz, pero no ayudó. Esta era ella. Era Jackie. De pronto fue hace dos años y fue como si acabara de volverla a perder. Su muerte fue como un cuchillo en mi garganta. ―¡Qué! ¿Qué es? ―Sawyer volvió a preguntar. Su voz me regresó al presente. Su voz me recordó que no estaba dos años atrás. Casi perdí a Sawyer. El amor de mi vida. La madre de mi hijo. Pero no lo hice. Algo me dijo que la mujer rubia en la visión de Sawyer era alguien familiar para mí. Había existido una razón por la cual no la habíamos encontrado a pesar de los cientos de búsquedas que hicimos en los años. Y aunque suene ridículo el siquiera pensarlo, creo que permaneció ahí para Sawyer… para mí. Sentí calidez creciendo dentro de mí. Un sentimiento de estar completo. De fin. Amor. Había encontrado a Jackie… o quizás, ella nos encontró. ―¿Finn? ―Sawyer volvió a preguntar. Rápidamente le di la vuelta al cráneo. ―Nada, pensé que vi a un gusano en ella. Era solo una hoja. ―Esa es una increíble reacción para un gusano ―dijo Sawyer, incrédula―. Para alguien que creció en un pantano. Me recosté en la cama jalando a Sawyer conmigo. ―Los gusanos son asquerosos ―dije, presionando su cuerpo contra el mío. Saboreando sus labios como una brocha con mi mandíbula y reía. ―No, dime. Por favor. Suspiré.
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―Está bien, pero va a sonar algo loco ―le advertí, acariciando sus pecas. ―Por suerte para ti, estoy acostumbrada a la locura. Le dije todo y ella permaneció sin expresión hasta el final. ―Eso no es loco, Finn. Es hermoso. Permanecimos en silencio por un momento después de eso. Alegres de respirarnos el uno al otro. ―¿Acaso no eres la persona más valiente que he conocido en toda mi vida? ―le pregunté, sin ser capaz de contener cómo me sentía. ―¿Por qué dices eso? ―preguntó, deslizando sus manos sobre mi cuerpo como si no pudiera creer que estuviera ahí―. Tú eres el que salió arrastrándose de un edificio incendiándose. ―No tanto ―le expliqué―. Una llovizna apareció en el momento justo y calmaron a las llamas antes que pudieran esparcirse. ―Pensé que habías quedado aplastado bajo el techo ―dijo, descansando su mejilla en mi pecho y mirándome con ojos vidriosos. Necesitaba protegerla de esa clase de sentimientos, del dolor. ―No, solo fue la parte sobre la unidad de almacenaje ―la calmé―. Estoy aquí. Estoy bien. ―Repitiendo las mismas palabras que ella usaba para calmarme. Me reí de mí mismo. ―¿Qué es tan gracioso? ―preguntó, su brillante sonrisa iluminando toda la habitación a la vez que mi corazón. ―Aquí que yo pensaba que eras una damisela en peligro. Estaba equivocado. ―Sostuve su mandíbula―. Y resulta ser, que tú fuiste tanto la damisela como el caballero. La besé profundamente y pasamos el resto de la noche y el siguiente día a unos centímetros del otro. Si me salía con la mía, pasaríamos el resto de nuestras vidas en la cama, pero si hacíamos eso, no tendría oportunidad de mostrarle a Sawyer la sorpresa que tenía para ella. Y por mucho que había aprendido que ella odiaba las sorpresas, esta era una que no podía esperar a darle.
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Capítulo 27 Mi madre y yo comenzamos a ver al terapeuta juntas. Eugenia Collins se especializaba en algo llamado Trauma del Síndrome Religioso. Ella también estaba especializada en esos que habían experimentado abuso doméstico y físico. Y aunque Finn se hubiera beneficiado de hablar con alguien como Eugenia, él insistió que estaba bien. Y por la manera en la que había estado silbando y moviéndose de un lado al otro mientras preparaba las cosas para la llegada del bebé, estuve inclinada a creerle. Dos días a la semana, manejaríamos la hora a su oficina y ambas haríamos una sesión solas y luego una juntas. Era esclarecedor aprender cómo y por qué reaccionábamos a cosas y cómo la culpa era tan fácilmente colocada cuando no era la culpa de nosotras más que de la persona que nos hacía sentir así. Sé que mi mamá se estaba beneficiando de ello porque podía verlo en su sonrisa. En la suavidad de sus expresiones. La manera en que apretaba mi mano cada vez que la terapeuta decía cosas de las que podía relacionarse. Para ser perfectamente honesta, no era mucho de la terapia, también era el tiempo que estaba pasando con mi madre lo que me ayudaba. La mayoría de los viajes conduciría mientras escuchaba sus historias. Aprendí más de la mujer que me dio la vida. Y cada semana la vida regresaría más y más a sus ojos, hasta que comencé a conocer a mi madre como la rebelde, divertida, terca, determinada, y amorosa que siempre había sido. Ella comenzó a trabajar con Critter en el bar. Manejándolo debería de decir. Y entre los dos hacían el trabajo de cuatro personas, justo como Critter había hecho, aunque ahora no tenía que hacerlo solo. Ella parecía en casa en ese lugar. En paz. Y si los veías interactuar no creerías que habían pasado separados dos décadas. Pensarías que habían estado toda la vida juntos. Probablemente por eso, porque en cierto modo nunca se habían dejado el uno al otro, al menos no en sus corazones. Mamá también estaba emocionada por ser abuela. Había muchas noches en las que podía escucharla presumir sobre su futuro nieto a los clientes en el bar.
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Finn y yo finalmente habíamos terminado la biblioteca, aunque no tuviera mucho tiempo, considerando que había encontrado su pasión. Había comenzado a comprar las casas a medio construir alrededor de Outskirts y terminado de construirlas. Lo que había iniciado como una brillante promesa para el futuro, se volvió en el pueblo fantasma de las pesadillas, Finn había logrado producir un accesible, amigable con el ambiente, y de energía eficiente en ese lugar. La primera ya estaba terminada y vendida, estaba en el proceso de trabajar en más. También había logrado convencer a una gran compañía de autos en renta de construir su nueva planta justo afuera de Outskirts y donar la tierra para el edificio. Lo que significaba que esas casas que estaba construyendo no quedarían sin usar. El pueblo nunca sería uno grande, pero Finn estaba trabajando en hacerlo bueno. Y aunque muchos pensaran que su pasión era la construcción, estaban equivocados. La verdadera pasión de Finn eran las personas. Yo, su hija, y la gente en Outskirts.
Con un corte de las tijeras gigantes que Finn y yo sosteníamos, oficialmente reabrimos La Biblioteca Pública de Outskirts ante el aplauso de nuestra familia y amigos. Excepto ahora tenía un nuevo nombre. ―¿Estás listo? ―pregunté, jalando de la cuerda que conectaba a la lona que cubría el nuevo letrero sobre la puerta. Nos hicimos a un lado para evitar que cayera sobre nuestras cabezas. Finn ser rió hasta que miró hacia arriba y leyó el letrero. LIBRERÍA PÚBLICA OUTSKIRTS En memoria de Jackie Callahan ―¿Tu hiciste esto? ―preguntó mirando sobre mí. ―Si. No quería que nadie se olvidara de ella. Incluyéndote ―dije―. Además, creo que sume dos y dos cuando te vi hablando con el cráneo en el pórtico ―agregué, golpeándolo con mi codo. Finn sonrió y tomó mi rostro entre sus manos, besándome en los labios. ―Gracias ―dijo, retrocediendo lentamente―. Y la envié a casa. A sus padres. Para que ellos pudieran enterrarla apropiadamente. ―Siempre el caballero ―dije. Critter se aclaró la garganta cerca. ―Ustedes tienen que cortar esa mierda.
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―Ya la embaracé ―dijo Finn. Critter se acercó a él y Finn entró a la biblioteca. ―Supongo que vamos a entrar ―dije, uniendo brazos con mi madre. En adición a muchas novelas románticas nuevas, reservé una pared dedicada únicamente a la historia de Outskirts, completa con imágenes y mapas del pueblo desde el inicio a como estaba actualmente. En el centro, había un libro en hojas plásticas cuidando las viejas y nuevas cartas e historias de los actuales y antiguos residentes sobre la vida en Outskirts. ―Esto es increíble ―dijo Finn, mirando a la exhibición maravillado, sonriendo y llenándose de orgullo―. Tengo una sorpresa para ti también ―dijo, tomándome entre sus brazos. ―Tenemos a otras personas aquí ―le advertí entre dientes, sabiendo muy bien cómo trabajaba. Y gustándome. Finn se rió. ―Como si dejaría que alguno de ellos me detuviera ―dijo―. Vamos. Te lo mostraré. ―Oh, es una verdadera sorpresa ―dije, siguiéndolo. Salimos de la biblioteca y para mi sorpresa pasamos de largo su Bronco en la calle y seguimos caminando―. ¿A dónde vamos? ―pregunté. ―Ya verás, no es tan lejos. ¿Está bien que camines? ―preguntó. ―Sí ―dije. Él bebé había crecido mucho, pero me estaba sintiendo bien. Caminamos tomados de la mano en un agradable silencio. La calidad de su piel presionada firmemente contra la mía, como debía de ser. Aunque estaba mucho más pesada con un grande y redondo vientre lleno de bebés, mis pasos todavía eran ligeros. Finn rompió el silencio. ―¿Sabías que Critter volvió a amenazarme? ―Él no lo hizo ―dije, colocando mis manos sobre la boca y tratando de no reír. Finn asintió. ―Claro que lo hizo. Me dijo que ahora que estoy saliendo con su hija, y porque la embaracé sin casarnos antes, que no podemos ser amigos. ―¿Qué? Pero él no hablaba en serio… ¿verdad? Finn sonrió y el hoyuelo hizo aparición.
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―Él dijo que me ha movido de la lista y me ha hecho “enemigo número uno” ante sus ojos. Si no fuera el padre de su nieto probablemente me hubiera tirado hace tiempo. ―Finn hizo señas con la palabra enemigo―. Y que, si te lastimo, él va a, y estoy repitiendo lo que dijo, “arrancar todos mis órganos vitales y lanzarlos a la carretera”. ―Puntos por ser creativo ―recalqué―. ¿Qué más dijo? Finn movió la cabeza de lado a lado. ―Bueno, después que le prometiera que nunca te lastimaría, me dijo que me guardaría esa promesa. ―No es tan malo. ―A punta de pistola. Me reí. ―Eso suena más como él. ―Fácilmente imaginándome a Critter diciendo esas exactas palabras. Amaba sus amenazas. Me hacían sentir especial y de cierto modo, no creía que a Finn realmente le preocuparan. ―Así que, ¿has pensado en cambiar tu apellido? ―Finn preguntó mientras dábamos vuelta en una calle que nunca había visto antes. ―Critter y mi mamá lo sugirieron desde que legalmente cambió su nombre, que debería de pensar en hacerlo también. Creo que es una buena idea. Un nuevo inicio. ―Admiré los grandes robles en la calle. Había lo que parecía ser una recién pavimentada acera, la primera que había visto en Outskirts―. Nunca me sentí como una Dixon de todos modos. Finn golpeó mi hombro con el suyo. ―Eso es porque nunca fuiste una verdadera Dixon, tú eras una… Critter ―dijo, haciendo una mueca al sacar sus labios para mostrar sus dientes, y levantando su barbilla. Lo golpeé con mi cadera, ―Ha. Ha. Sé que es un nombre ridículo, pero es el nombre ridículo de mi padre. Lo que lo hace bastante bien. Caminamos en otro agradable silencio hasta que nos detuvimos en una casa al final de la calle. Una nueva casa, por lo que podía ver. Era blanca con paneles negros para las ventanas y una puerta roja. ―Wow, se parece a una versión de dos pisos de mi casita. ―Sé que no es la casa de tres pisos de estilo victoriano que te gusta, pero decidí hacer esa una casa para mujeres y niños.
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Mi sorpresa casi fue opacada por la extrema felicidad que acababa de bañarme como si alguien me hubiera lanzado una cubeta con agua sobre la cabeza. ―¿Eres dueño de esto? Finn miró hacia abajo a las llaves en su mano. ―Sí ―dijo, como si dudara de admitirlo―. Aquí fue donde Jackie y yo vivimos. Esta fue nuestra casa. Moví la mano y la pasé por su mandíbula. ―Fue una hermosa casa, pero ahora va a ser más hermosa por los planes que tienes para ella. Finn giró y besó la palma de mi mano antes de girarme para mirar la casa. ―¿Te gusta? ―preguntó, abriendo la pequeña cerca y jalándome dentro. La cama de flores de cada lado de la puerta estaba llenos de altos girasoles que llegaban a las ventanas. ―Me encanta ―dije―. Incluso más que la Victoriana. ―Era la verdad. Había algo en esta casa que se sentía hogareño. Más real―. ¿Es esto en lo que has estado trabajando? ―pregunte, sin ser capaz de apartar la mirada de ella. Finn había comenzado a tomar pequeños proyectos de construcción, pero no tenía idea que estuviera construyendo casas como esta. ―¿Quién es el cliente? ―Tenía envidia de quien fuera a vivir en esta casa, pero orgullosa de Finn por haber creado algo tan hermoso. Antes que pudiera responder, agregué―. ¿Puedo verla por dentro? Sentí como si tuviera que verla al menos una vez antes que la casa cambiara y se volviera el hogar de alguien más. Finn sonrió, esa sonrisa que me daban escalofríos y entrelazó sus dedos con los míos. Me guio por los escalones de la entrada, abriendo la puerta, guiándome a que entrara primero y siguiéndome. Mi boca quedó abierta. No podía hablar. No podía respirar. Era la más maravillosa vista que hubiera tenido. ―¿Acaso es esto real? ―susurré. Mi estado de sorpresa no era por los hermosos pisos grises de madera que iban de la sala a una cocina blanca de espacio abierto. No era por las molduras detalladas alrededor de las ventanas, o la escalera en curva de acero. No era ni siquiera por el gran comedor con una gigantesca mesa de madera oscura en el centro, donde podían estar diez personas.
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No, estaba reaccionando por los cientos de cosas que estaban cubriendo el techo de la sala. Ellos giraron hasta que Finn cerró la puerta. Aunque los techos eran altos los cordones eran más largos. Y mientras entrabamos más en la habitación, quedaron sobre mi cabeza por dos o cinco centímetros sobre mi cabeza. ―¿Qué es todo esto? ―pregunté entrando más, hasta que esas cosas me estuvieron rodeando por todos lados. Finn no respondió, porque las cosas respondieron por él. Cada uno de los cordones tenían el mismo mensaje escrito. ¿TE CASARIAS CONMIGO? -FINN Giré tan rápido que, si hubiera sido más alta, me hubiera enredado en esas cosas. Finn estaba sobre una rodilla frente a mí sosteniendo un anillo de diamante en forma de girasol. Luz y felicidad y promesa llenaron sus ya hermosos ojos azules. ―Así que… ―dijo, haciéndome sentir como si estuviera a punto de explotar de mi propia piel―… ¿sobre ese cambio de apellido? Sin ser capaz de decir palabras reales porque la felicidad aparentemente drena tu cerebro de pensamientos coherentes, me uní a Finn en el suelo, arrodillándome para mirarlo. Cuando me di cuenta que él todavía estaba esperando una respuesta, asentí tan fuerte que creo mis palabras se aflojaron. ―¡Si! ―Finalmente logré gritar. Finn colocó el anillo en mi dedo y me jaló hacia él. Además de, Outskirts, este era mi lugar favorito. ―Me alegra tanto estar aquí, Say ―susurró, sus labios encontrando los míos. Y lo que quisiera decir con sus palabras, ya fuera la casa, el pueblo, o nuestra relación, no importaba. Mi respuesta era la misma. ―A mí también ―susurré. ―Tengo algo más para ti ―dijo, sacando otra cosa de su bolsillo trasero y pasándolo junto con un marcador negro. ELLA DIJO ____. -Finn Y por supuesto, con lágrimas de felicidad, escribí un gran SI.
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Al inicio Finn y yo éramos solo dos personas aisladas, cada uno en la cima de diferentes sociedades. Juntos, encontramos nuestro lugar y no estaba en el pueblo. Estaba en las personas del pueblo. Las personas que nos amaban. Estaba en cada uno. Estaba en la nueva vida creciendo dentro de mí que habíamos creado. Estaba en la familia. Nuestra familia. ―Y aunque ya sea muy tarde ahora ―Finn sonrió astutamente―, me siento como si te debiera una mejor lección sobre la procreación. ―Deslizó su mano bajo mi camisa. ―¿Con que así es? ―pregunté mientras desabrochaba mi sostén y lo lanzaba al suelo. Él hizo lo mismo con su camisa, mostrando sus definidos abdominales y su ancho pecho. Mi boca se secó. Mi cuerpo tarareó. Finn se sacó el pantalón y boxers, exponiendo su apretado trasero y musculosos abdominales. Lamí mis labios a la muestra de mi hermoso hombre. Levanté mis caderas mientras sacaba mis bragas y short. Se levantó y acomodó entre mis piernas, donde lo quería demasiado. Su duro calor latió en mi entrada. ―¿Estas lista para tu lección? ―preguntó, juguetonamente. Su voz fue rasposa y ronca.
levantando
las
cejas
―Sí. ―Jadeé, lista para lo que fuera a darme―. Estoy lista. ―Bien. Porque no puedo esperar más. ―Fuimos salvajes y apasionados. Con necesidad y desesperación. Se empujó dentro de mí con un largo empujón y me hizo jadear, llenándome de placer, mientras llenaba mi corazón de amor. Me ajuste alrededor de su tamaño, mis músculos internos presionando alrededor de él. Finn gruñí, el sonido haciéndome presionarlo una y otra vez hasta que el placer fue casi doloroso. Hasta que hubo lágrimas en mis ojos, y fuimos las únicas personas existiendo en la tierra. Él sostuvo mis manos sobre mi cabeza y no continuó hasta que lo miré a los ojos. ―Te amo, Say. ―Te amo ―respondí, mirándolo profundamente. Este sentimiento entre nosotros, la conexión que compartíamos, agregaba otra capa de fuego a nuestro ardiente placer, llegando a límites que no creí posibles. Una lágrima resbaló por mi ojo. Era demasiado.
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No, era suficiente. Finn besó la lágrima y lentamente y a un ritmo parejo, que me tuvo elevando mis caderas para encontrarme con él una y otra vez. De algún modo habíamos cambiado de nuestro sexo salvaje a hacer apasionadamente el amor. ―Voy a hacerte terminar ahora ―dijo con un gruñido. Me tomó y me cargó para que pudiera acomodarse en un ángulo que me hizo ver las estrellas con cada empuje. ―Por favor ―supliqué, sintiéndome más cerca del límite en el que estaba viviendo. ―Mierda. Te siento. Casi estás ahí. Mierda eres tan estrecha alrededor de mí. ―Empujó más fuerte. Repetidamente empujó dentro y fuera hasta que sus movimientos se volvieron frenéticos y estuvimos inundados de sensaciones y emociones. No pude seguir el rastro de dónde me estaba tocando o dónde nuestros labios estaban. Lo sentí por todos lados. Mi cuerpo. Mi corazón. Mi alma. Los músculos en mi abdomen bajo se apretaron y buscó bajo mi camiseta, rozándome el pezón con su pulgar, que envió una descarga de placer hasta mi centro. ―Estoy estoy… ―No pude terminar mi oración porque ya estaba demasiado lejos. Tuve un orgasmo con una explosión de luces blancas brillantes, mientras el inmenso placer explotaba conmigo. ―Mierda. ―Finn empujó dentro de mí una vez más hasta que lo sentí expandirse dentro de mí, esparciendo su calidez con un pulso que me hizo temblar una última vez mientras las olas de inmenso placer me llevaban. La profundidad del sentimiento no fue como la primera vez en la biblioteca. No sabía cómo o por qué placer así existía, pero todo lo que sabía el que Finn me había dado todo, y mucho, mucho más. Unos meses más tarde, mi padre me llevó por el pasillo formado de puros girasoles. Durante los últimos minutos de luz del sol, en el mismo lugar donde mis padres se casaron, sostuve a nuestra bebé recién nacida entre nosotros mientras Finn y yo jurábamos amarnos el uno al otro.
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Apasionadamente. Posesivamente. Locamente. Siempre.
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Epilogo Cuando llegamos al taller de Gary fruncí el ceño y giré hacia Finn. ―Estoy confundida. ¿Por qué estamos aquí? ―Vamos ―dijo Finn, saliendo de la camioneta. Lo seguí con Sunny, nuestra hija de tres meses, mientras pasábamos el taller abierto por el campo, en la parte trasera del pequeño edificio. Estaba demasiado ocupada tratando de no caer con la tierra inestable que no vi lo que estaba frente a mí hasta que choqué con la espalda de Finn. ―¿Qué es lo que piensas? ―preguntó, haciéndose a un lado. Me quedé con la boca abierta e inhalé pesadamente, cubriéndome la boca incrédulamente. ―Es… ―Me tomó unos dudosos pasos, sin creer lo que estaba viendo, hasta que pasé mi mano por la fresca pintura del costado de la vieja y oxidada camioneta de mi madre, excepto que ahora era todo menos oxidada. ―Ella corre. Realmente bien, la verdad. Tiene muchas cosas nuevas, pero por dentro sigue siendo la misma. ―Pero ¿Gary no dijo que no valía la pena arreglarla? ―pregunté, asomándome por la ventana para darle un vistazo más cercano a la nueva piel azul en los asientos y el volante a juego. Todo era nuevo y limpio. ―Gary no vio la manera en que la miraste como si fuera un cachorro al que tenían que dormir ―respondió. Mi corazón se calentó a su gesto, pero no tuve oportunidad de darle gracias antes que Finn me llevara más lejos donde estaba enganchado a la camioneta. Mi remolque. ―¡Azul! ―Jadeé. ―Todavía tenía mucha vida ―dijo, lo que era exactamente lo que había pensado siempre, pero se me dijo que no valían las partes.
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―Gracias. ―Jadeé, abrazando a Finn―. Les regresaste la vida. Gracias. ―Justo como tú me hiciste vivir de nuevo ―dijo, presionando un poco mi barbilla y colocando un casto beso en mi frente. Cerré los ojos y me incliné hacia sus labios, oliendo su fresco olor a madera―. Ahora, vamos, tenemos mucho camino que recuperar. ―Le dio la vuelta al remolque y abrió la puerta del pasajero, haciendo una seña para que entrara. ―¿Nos vamos a ir en esto? ―pregunté, sin creer que la había recuperado. ―Seguro que vamos. Tenemos que probarla en el camino, ¿no es así? Vamos a mostrarles a su nieta a mis padres. Todo ya está guardado. Ahora vamos, señorita, su carroza le espera. Nunca había sido tan feliz. Nunca había tenido tanta familia antes. Coloqué a Sunny en el asiento en el auto que Finn ya había instalado y le abroché el cinturón. Cuando encendió el motor, di un chillido de felicidad y deslicé mis manos por el tablero. Todavía era la misma camioneta y remolque, pero la habían hecho nueva. Rescatada de la ruina… llevada a la nueva vida que siempre fue destinada vivir.
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Justo como yo. Justo como Finn. Justo como un par de aislados.
Escena Extra Francamente, había esperado jodidamente demasiado para tener a Richard en esta posición de llevarlo a las autoridades. Él ya había conocido a la autoridad, pero estoy seguro que la que iba a conocer está mucho más al sur que la estación de policía de Outskirts. ―Tú sabes, cuando era niño despertaba en la mañana de Navidad con mariposas en el estómago. Emoción ante lo que quizás recibí. Lo que me estaba esperando bajo el árbol. ―Me incliné contra el árbol que sería el último destino de descanso de Richard, y lo miré―. Estoy sintiendo algo similar ahora. Luchó contra sus amarres. ―Oh, vamos. No necesitas batallar. Fui un Eagle Scout y serví en tres giras con la vieja roja, blanca y azul. No existe manera que te desamarres esos nudos. Richard gritó contra la mordaza que le había colocado sobre la boca. ―No te preocupes, Richard. No voy a matarte. ―Encendí un cigarrillo y guardé el encendedor en mi camisa―. Le prometí a mi esposa que no lo haría, y a diferencia de ti, mantengo mis promesas. Además, ella siempre fue mi esposa. Nunca tuya. Lo mismo va para mi hija. Richard se volvió a sacudir, maldiciendo. Me reí. ―¿No lo sabías verdad? Sí, estábamos casados. Legalmente, a diferencia de la mierda de boda voodoo que tuviste en ese pueblo loco que hacías pasar como iglesia. Respiré profundamente por la nariz. ―¿Hueles eso? ¿No amas el aire del pantano? ¿Ese olor de azufre después de un buen huracán? Es como si el mundo se estuviera limpiando de todas las cosas muertas que no necesita más. ―Miré hacia Richard que sus ojos parecían salir de su cráneo. Revolví su cabello―. ¿Ves a dónde voy a llegar con esto? Era algo decepcionante que todo esto tuviera que terminar. Estaba disfrutando demasiado. Pero no podía quedarme. Tenía que regresar a Caroline. A mi familia.
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―Esto se siente bien. Satisfactorio. Tan satisfactorio que, de hecho, siento la necesidad de un cigarrillo pre-venganza. Pero desde que no tengo uno y no los fumo, este cigarro tendrá que bastar. Un bote se apareció en la distancia. Lentamente en silencio. Sin luces. Hora del espectáculo. Me puse de cuclillas frente a Richard. ―Tú tomaste a mi esposa e hija y no tuviste la decencia como buen hombre de darles una buena vida. Eres de lo más bajo. ¿Unas últimas palabras? Bajé su mordaza. ―Iras al infierno por esto ―gritó. Le volví a colocar la mordaza. Me puse de pie y fumé mi cigarro. Me encogí de hombros mientras el bote se acercaba más. ―Entonces, supongo que nos veremos allí. ―Le di unas palmadas a su hombro―. Guárdame un lugar en el autobús. ―Sonreí y coloqué el cigarro en mi boca―. Y cómprame un ventilador, ¿quieres? Escuché que es jodidamente caliente ahí. Los ojos de Richard se dirigieron al hombre vestido de negro que saltó del bote. El diablo rubio, Jake Dunn, apreció a su presa, apenas dirigiéndome la mirada. No dijo palabra alguna, el chico nunca lo hacía, pero me dio un pequeño asentimiento y esa fue mi señal para irme. ―Lamento no poderme quedar a ver el espectáculo, pero estoy seguro que Jake se va a hacer cargo que estés bien cuidado mientras lentamente asegura tu boleto hacia abajo. Con Jake a cargo, no existía duda que Richard Dixon estaba a punto de obtener lo que finalmente se merecía y mucho más. ―Asegúrate que duela ―dije sobre mi hombro, saltando a mi bote y encendiendo el motor. ―Lo haré ―dijo Jake, en un tono tan bajo que fue casi inaudible. Di otra bocanada a mi cigarro y me despedí de Richard con el dedo de en medio. ―Rezaré por ti ―grité, mientras escuchaba sus gritos ahogados y gemidos, mientras Richard estaba teniendo una probada de lo que le esperaría con Jake―. Púdrete en el infierno, hijo de perra ―dije para mí, mientras maniobraba el bote a través de los espesos matorrales de camino a casa con mi esposa y mi hija. Mi familia.
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Después de todo, tenía mi trabajo cortado con ellas. Dos décadas es mucho tiempo que recuperar. Navidades y cumpleaños. Aniversarios. Ya estaba haciendo planes para recuperar esos días en mi cabeza. Después de esa noche, decidí que nunca más dejaría que un recuerdo de Richard se robara otro momento de felicidad, otro pensamiento feliz de mi parte. Él ya había tomado demasiado. Él no tomaría más. Ni uno más. No de mí. La única excepción era cuando no pudiera dormir por las noches. Entonces mis recuerdos regresarían a él. Despertaría recostado con mis brazos alrededor de Caroline y pensaría en cómo Richard tuvo su final. Después de un momento de mi insomnio, y me perdería como un bebé ebrio de la leche de su mamá. La muerte de Richard sería mi nueva oveja para contar. ¿Quién lo diría?
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Escena Extra ―¿Qué es eso? ―pregunté, girando la cabeza para escuchar la mejor la música que estaba sonando detrás de las puertas de lo que parecía ser un edificio de oficinas normal en un viejo centro comercial. ―¿Eso? ―Finn sonrió y levantó mi mano a su boca para colocar un beso en ella―. Es el sonido de la canción religiosa número nueve. ―La canción religiosa número nueve suena increíbles ―admití, moviéndome hacia la puerta, como si la música me estuviera llevando hacia a dentro. ―Espero a escuchar cómo suena desde adentro ―dijo Finn, abriendo las dos puertas. La melodía explotó a nuestro alrededor y de inmediato tuve escalofríos en mi piel y una sensación de puerta alegría en mi corazón. Nos sentamos en la fila trasera para no molestar a las dos docenas o más que estaban asistiendo. El interior de la iglesia no parecía muy iglesia. Estaba vacío de vitrales o representaciones de las partes de la crucifixión o de la Virgen María. Este era una simple habitación amarilla con muchas filas de sillas plegables de cada lado para hacer un pasillo. Las paredes estaban decoradas con dibujos hechos por niños y con un tablero lleno de diferentes anuncios. La música provenía de una pequeña banda en la esquina al frente de la habitación. Una joven mujer estaba usando unos jeans rotos y una camiseta de GunsN-Roses, que parecía de mi edad, era la que estaba cantando en el micrófono. Su voz era melódica, pero a la vez inquietante. Nos sentamos y escuchamos, de inmediato quedé atrapada por su voz y sus palabras.
Cantamos por amor y solo amor. Amor es lo que siempre nos regresa a casa. Vivimos por la luz, pero la oscuridad todavía aparece. Es nuestra luz del interior la que va a perseguir cualquier sentimiento de perdición.
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―Wow ―susurré, sintiendo escalofríos tanto en mi piel como en mi alma. Finn apretó mi mano. Cuando la canción terminó el pastor habló sobre amor y pérdida frente a la multitud. Él posiblemente estaba en sus cuarenta y dio su mensaje con tanta compasión que mi corazón se hinchó en mi pecho. Él también nunca se paró frente a la multitud o detrás de un podio. Él me sorprendió al estar caminando de un lado a otro haciendo contacto visual con todas las personas que asistieron, incluyéndonos a Finn y a mí. Cuando el servició finalizo, Finn me llevó a conocer al pastor Dave. ―Los dejaré hablar a ustedes ―dijo Finn, disculpándose para decirle hola a una anciana que había visto antes, y a la que me había presentado hace un tiempo como una vieja amiga de su madre. Nos sentamos en la primera fila de la ahora sala vacía. El pastor Dave fue el primero en hablar. ―Finn me dijo sobre tu situación y un poco de tu pasado. Él también dijo que estás entre religiones en este momento. Me reí a su frase. ―Supongo, nunca pensé en eso de esa manera, pero sí, en cierto modo. Estoy escribiendo un blog, sobre diferentes religiones, su historia, y sobre qué es realmente la fe. Creo que al final terminaré aprendiendo algo. Descubrí que la mejor forma de escribir sobre ellas es experimentándolas por mi cuenta. Su sonrisa era amable, mostrando las finas líneas alrededor de su boca. ―Creo que es fantástico. Bueno, los CliffsNotes es que somos una iglesia con muchas creencias, lo que significa que no aceptamos una religión como la “correcta” u otra como la “verdadera” fe. Lo que hacemos es reconocer que todos somos hermanos y hermanas en esta tierra y que estamos en esto juntos. Eso es lo que celebramos. Las personas están muy ocupadas con lo que es “correcto o incorrecto” en forma de religión. Están tan concentrados en los detalles. Nosotros nos concentramos en la bondad de nuestros corazones porque Dios vive en nuestros corazones, no en los detalles. Le agradecí por su tiempo y pensé en sus palabras mientras Finn me veía en la puerta. ―¿Pastor Dave? ―pregunté. Él dio la vuelta.
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―¿Sí? ―¿Crees que estaría bien si viniera a su servicio la siguiente semana? ―No nos gustaría más que tenerla con nosotros, señorita Sawyer. Sonreí y Finn tomó mi mano. ―Eso salió bien, ¿huh? ―Sí, sí, fue así. No sabía si me volvería miembro de esa iglesia a largo plazo. Todo lo que sabía era que el pastor Dave tenía razón. Dios es el amor en nuestros corazones. ¿Y mi corazón? Miré hacia Finn. Mi corazón estaba a rebosar de eso. ―¿Te conté que ya decidí un nombre para el blog? ―le pregunté a Finn mientras caminábamos tomados de la mano. ―No, que fue lo que decidiste. Me detuve y giré para tenerlo de frente, levantando el cuello para mirar sus hermosos ojos azules. ―Las aventuras religiosas de Sawyer y Finn.
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T.M. Frazier T.M. Frazier es una escritora éxito en ventas de Usa Today mejor conocida por su SERIE KING. Le encanta escribir sobre antihéroes y heroínas fuertes. Vive en el soleado suroeste de Florida con su esposo y su hija y no tiene idea de cómo vestirse para el clima frío. A la edad de once años, estaba en un grupo llamado Club de Autores con otras jóvenes interesadas en la escritura creativa. Poco sabía que años más tarde la vida la llevaría al punto de partida. Después de graduarse de la escuela secundaria, asistió a la universidad de Florida Gulf Coast y tenía toda la intención de convertirse en reportera de noticias cuando fue absorbida en el sector inmobiliario donde trabajó en ventas durante más de diez años. T.M. nunca abandonó el sueño de escribir, y con el aliento de su esposo y muchas noches sin dormir, se dio cuenta de su sueño y lanzó su primera novela, The Dark Light of Day, en el 2013. Ella nunca miró atrás y NUNCA lo hará. Su libro, Preppy Part One, fue finalista del Premio Goodreads Choice al Mejor Romance de 2016.
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