El idiota que ha regresado - Marina Santiago

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El idiota que ha regresado Marina Santiago Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). © Marina Santiago, 2019 Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com www.universodeletras.com Primera edición: 2019 ISBN: 9788418036835 ISBN eBook: 9788418035258

A mi madre, mi tía y mi abuela. Tres mujeres que son un modelo para mí. Y a mi Coockie, el dueño de los ojos más hermosos, el dueño de mi corazón.

Adelanto Ethan No me creo lo que ven mis ojos, pero bien pensado sería algo muy cruel por parte del destino hacerme ver esta maravillosa ilusión. Por que eso parece, una ilusión, como cuando quedas atrapado en el caluroso desierto y de repente ves ante tus ojos, una fuente inagotable. Eso era ella, mi fuente inagotable de vida. Y, sin duda, estoy deseando beber de ella. Cuando decido acercarme a hablar con ella, escucho a mi corazón frenético contra mi pecho, al ver que un chico rubio, que parece tener un par de años más que Mare, la toma entre sus brazos, usurpando mi lugar. Por que ese es mí lugar, a su lado, abrazándola, cabreándola, amándola.. Ése es mi lugar, y lo pienso recuperar.

Capítulo 1

El regreso Ethan Abro los ojos y la vista que se me presenta a través de la ventanilla del avión en el que me encuentro, me relaja bastante. Es viaje se me ha hecho eterno y no por el viaje en sí, si no por la ansiedad que llena mi pecho al saber que la voy a volver a ver. Lo bueno de todo esto es que, al parecer, vamos a aterrizar en breve. Lo noto cuando me jo en la azafata que está parada casi frente a mi asiento y el cartel que brilla a su espalda y pide que nos abrochemos el cinturón. —Señoras y caballeros, informamos que vamos a aterrizar en breve y solicitamos que se pongan el cinturón…— pronuncia la voz del piloto junto a todas las indicaciones que se suelen dar en los aterrizajes, a la vez que la azafata señala cada una de las cosas que está explicando el piloto, a través del sistema de sonido del avión, con voz cansina. Desconecto y comienzo a pensar en la morena que ha robado mi corazón, en lo mucho que la he extrañado y en lo que haré para que me perdone. El avión toca tierra y espero a que esté vacío para salir sin ninguna prisa. Una vez fuera, el aire azota sin compasión mi rostro pero a pesar de ello, siento que me ahogo. Así que decido ir al baño a refrescarme un poco. Me miro frente al espejo del baño del aeropuerto, el mismo aeropuerto que fue testigo de mi marcha, mejor dicho de mi huida. Por que eso hice, hui. Fui un cobarde Mientras dejaba al amor de mi vida, tras de mí, llorando y gritando, suplicándome que no me marchase, que me quedase junto a ella. Me partía el corazón oír sus súplicas, pero en ese momento el miedo pudo más que el amor. Me arrepiento. Por eso ahora estoy aquí, mirándome frente al espejo, lavándome la cara para calmar mi miedo, miedo a que me rechace. Tembloroso y ansioso. Me

encuentro terriblemente ansioso por volver a verla después de más de un año. Camino con la rme decisión de recuperar a Mare, tomo el primer taxi que veo, para que me acerque hasta la estación de tren que llega hasta la zona donde ella vive. Ya que aún no me han podido enviar mi coche, pero no me importa, haré el mismo recorrido que hice la primera vez que vine aquí. Tal vez vuelva a encontrarme con ella, como aquel día. (...) Una vez que bajo del taxi, el regordete conductor me intenta ayudar con mi maleta, pero yo le digo que no es necesario, tan solo llevo una de mano. Le doy el dinero que marca el taxímetro además de una pequeña propina. —Gracias joven—dice el hombre algo tímido—es muy generoso. —No es nada, adiós—. Me voy rápidamente de ahí, estoy como loco por reencontrarme con mi amor. Compro el billete de tren y veo que quedan menos de veinte minutos para que salga. Me siento en los asientos de la estación  del tren mientras recuerdo la tortura que ha sido este tiempo sin ella. Aún no me creo que haya podido sobrevivir tanto tiempo sin Mare a mi lado. Estoy tan ansioso por volver a verla que siento como me tiembla todo el cuerpo. Cuando nalmente es hora de tomar mi tren, me encuentro tan absorto pensando en mi chica, que apenas me percato de un par de asientos libres, cercanos a la puerta, un instante antes que una chica que también se iba a sentar ahí. Al verme, me mira de forma lasciva y se coloca en su sitio el pecho antes de inclinarse frente a mí y hablar. —¡Hola guapo!, ¿puedo sentarme contigo?—. Dice poniendo morritos y aunque intento ser amable con la pobre chica, que realmente piensa que conseguirá algo de mí así de fácil, ésta situación me cabrea. —No, no puedes. —Pero... —insiste pero le corto al instante. —Mira, te lo he dicho de la manera suave, de la otra forma no seré tan cortés. Así que no, no me interesa lo que sea que quieras conmigo y no insistas.

La chica me lanza una agria mirada y nalmente se va. Antes, hubiese irteado con ella sin ninguna duda, pero ahora que tengo a Mare, no me imagino bromeando, ligando, tonteando y menos siendo serio con ninguna otra mujer. La quiero a ella. Es la única a la que deseo a mi lado. Me encuentro envuelto en recuerdos de nuestro tiempo juntos, cuando de pronto, escucho una risa familiar y no dudo ni un segundo en levantarme y buscarla con la mirada. No me creo lo que ven mis ojos, pero bien pensado sería algo muy cruel por parte del destino, hacerme ver esta maravillosa ilusión. Por que eso parece, una ilusión, como cuando quedas atrapado en el caluroso desierto y de repente ves, ante tus ojos una fuente inagotable. Eso era ella, mi fuente inagotable de vida. Y, sin duda, estoy deseando beber de ella. Disfruto de la vista que la vida me ofrece, se ve tan hermosa. Tiene el pelo mucho más largo, tanto que le llega hasta la cintura. Trago en seco cuando me doy cuenta de que está un poco más delgada y mi yo sobreprotector me insta a llevármela donde nada la dañe, mientras otra parte de mí, la más racional debo admitir, me recuerda el hecho de que seguramente es por mi culpa. Más bien me grita que es así. Cuando decido acercarme para hablar con ella, escucho a mi corazón frenético contra mi pecho, al ver que un chico rubio que parece tener un par de años más que Mare, la toma entre sus brazos, usurpando mi lugar. Por que ese es mí lugar, a su lado, abrazándola, cabreándola, amándola… Ése es mí lugar, y lo pienso recuperar.

Capítulo 2

Ha regresado Mare La fría sensación que me rodea, hace que abra los ojos en busca de algo calentito en lo que refugiarme del extraño frío matutino que estaba haciendo en la ciudad, desde la semana pasada. Una vez tapada hasta la cabeza, con la pequeña manta que mi madre me había puesto anoche, trato de volver a caer dormida, pero unos suaves a la par que persistentes toques en la puerta me lo impiden. Me mantengo en mi sitio, muy quieta y sin hacer ningún ruido a ver si así la persona que se encuentre tras la puerta decide irse, pero me temo que no funciona. Ya que continúa y esta vez, acompañada de una voz que es demasiado conocida para mí y que después de lo mucho que ha hecho por mí, el dueño de esa voz grave y a la vez tierna, no puedo ignorarlo. —¡Vamos bombón! hay que sacar a ese trasero tuyo de casa, me lo prometiste — insiste Álex y aunque no tengo ni chispa de ganas de salir de la cama tiene razón, se lo prometí. Pero estos días fríos me recuerdan tanto a Ethan. Un escalofrío recorre mi cuerpo al completo de solo pensar en él y me jo en mi piel erizada mientras lo maldigo en silencio por ver en lo que me ha convertido. Esta persona que solo parece querer llorar a cada momento y que ha caído en su faceta más oscura por un egoísta y mujeriego idiota. Así que me niego a darle más de mi tiempo al innombrable y me levanto para ir donde está Alex esperando pacientemente por mí, como ha hecho desde hace ya casi dos años. —Buenos días cariño— exclamo nada mas abro la puerta y me lo encuentro con su pelo rubio un tanto más revuelto que de costumbre. —Buenos días bombón— dice dándome un beso rápido en la mejilla. —Voy a cambiarme y nos vamos.

Veo como baja a la cocina y me visto de manera rápida con unos vaqueros negros y una camiseta gris claro y bambas del mismo color. Me doy un ligero toque de maquillaje y cojo mi bolso, móvil y un poco de dinero. Antes de salir de la habitación miro mi re ejo frente al espejo y decido que así estoy bien. Nada más cruzar el umbral de la enorme cocina de casa, me encuentro con Álex atacando la despensa. Lo cierto es que se conserva genial para todo lo que traga. Estoy apunto de hablar cuando la voz de mamá resuena a mi espalda, sobresaltándome en el proceso —Álex que alegría verte por aquí, ¿traes pizza a mi pequeña o vais a salir? —Mamá — protesto ante su pregunta. —¿ ué? — pregunta a la vez que se encoge de hombros. —No solo atiborro a tu hija de pizza, Rosa—se de ende mi rubio favorito. —No, por supuesto que no— suelta mamá tras unos minutos, distraída mientras miraba algo que al parecer estaba sobre la mesa. Me acerco a ver de qué se trata y frunzo el ceño con disgusto al ver como aparta de mí el periódico del día. Creo que sé a que se debe y todo esto me molesta, ¿por qué me ocultaría algo así? —Mamá… —Adiós cielo, lleva cuidado y no llegues tarde esta noche, ¿vale? —pide llevándose el periódico. —Mamá…— vuelvo a protestar pero ya es tarde, mi madre se ha ido y el sonido de la puerta cerrándose me lo con rma. De inmediato doy media vuelta y enfrento a Álex, quien se encuentra sentado y me mira con un cierto aire de preocupación —. ¿A qué ha venido todo esto? ¿por eso querías que saliésemos hoy? Álex, ¿ ué es lo que no quieres que vea, qué ha salido en el periódico? —Nena, eso es algo que no te va a hacer para nada bien. Créeme. Sé perfectamente a qué se re ere, mejor dicho a qué persona se re ere, tan segura como que no es necesario pronunciar su nombre. Así que nalmente me decido a preguntar lo que más me puede interesar en este momento. —¿Lo sabe mamá? —No estoy seguro de nada, pero si sé que sabe lo su ciente como para haberse percatado de que hay alguna noticia de las que salen en el periódico que te altera.

Cada vez que puede trata de sonsacarme sobre el tema. Lanzo un suspiro de frustración y agito la cabeza antes de decidirme a empujar todo este tema a un lugar muy profundo de mí, en el que no me moleste por el resto del día—. Bien vamos —Y así es cómo he acabado en donde estoy ahora. Me encuentro en el tren, junto a Álex, el repartidor de pizza, si. Resulta que cuando se marchó... el innombrable y después de las quejas de todas las personas de mi entorno sobre mi «nula alimentación», comencé a pedir pizza día tras día y el repartidor siempre era Álex. Un día, aterrado por si me molestaba y provocaba su despido o algo, si, en la zona en la que vivo hay gente que haría algo así, me preguntó el porqué de mis pedidos diarios. Yo le pregunté si tenía tiempo, porque estaba tan mal que necesitaba alguien externo para hablar del tema y me daba igual quién era pero estaba segura que no serían ninguno de mis padres, al n y al cabo ellos nunca han sabido nada sobre mi breve historia con...él. Estaba casi segura que me contestaría que no le importaba tanto, pero para mi sorpresa yo era su última entrega y tenía tiempo. Le invité a pasar y comiendo pizza le conté absolutamente todo sobre mi relación con él y su marcha, me escuchó con una paciencia extrema, lloré demasiado esa noche. Pero de todo eso salió algo bueno, a él le caí tan bien como él a mi y siguió viniendo con pizzas que compartíamos día tras día. Lo que comenzó con «citas» para verme llorar y compartir la enorme pizza, pasó a «citas» para despotricar y comer que pasaron a salidas a cines, bares y demás, convirtiéndose así en la sincera amistad que es hoy en día. —Mare hoy tenemos que salir a mover el esqueleto— dice Álex meneando sus caderas al ritmo de una melodía inexistente, provocando mi risa. Se acerca a mí y me rodea la cintura con sus brazos como acostumbra a hacer desde que nos volvimos cercanos. Estoy apunto de responderle cuando de repente me veo interrumpida por alguien que iba a arruinar por completo mi día. —Mare. —Escucho tras de mí esa voz. Esa maldita voz que me hace temblar y hace tiempo que no escucho, pero que ahora solo provoca en mí, una rabia incontenible.

Me giro lentamente, deseando para mis adentros que no sea real, que sea algún tipo de alucinación o fantasía como me pasaba los primeros meses después  de su marcha, lo que sea pero que no estuviese aquí. Pero cuando lo veo, me doy cuenta de que es real. Está aquí, frente a mí, mis plegarias han sido ignoradas, ha regresado. Es curioso el hecho de ver como a mi alrededor siempre se ve todo tan normal, mientras en mi interior todo se está desquebrajando. Y siempre es por la misma persona, así que no pienso darle ese poder sobre mí, no esta vez. —Tú—me limito a decir lo más fría, que los frenéticos latidos de mi corazón me permiten. Llega hasta mí a paso rme y frente a un Álex que observa la escena en completo silencio, se coloca frente a mí y me susurra en el oído. —Estoy aquí por ti, preciosa, he vuelto por ti. Maldición.

Capítulo 3

Como te he dicho. He regresado por ti Mare Su cercanía me deja inmóvil por un instante que se me antoja una eternidad. Todas las cosas que le he querido decir desde que se fue, las maldiciones que pensé que le diría en caso de que regresara, todo, absolutamente todo, muere en mis labios en cuanto le veo. Maldito sea. ¿Cómo puede ser que ahora esté incluso mas guapo que hace dos malditos años? Mi mirada oscila entre su cuerpo y su cara, detallando cada uno de sus rasgos que se ven más marcados, como si hubiesen sido cincelados por un ángel. La camisa negra que lleva se le amolda perfectamente a su cuerpo y sus vaqueros se ciñen perfectamente a sus caderas. Sus orbes grises me observan con fascinación y dulzura, como lo hacía cuando estábamos juntos. Como si no hubiese pasado el tiempo entre nosotros. Como si no hubiesen pasado cerca de dos años desde que me dejó tirada en medio de un mar de gente, en el jodido aeropuerto, y eso me cabrea. Si supiera por todo lo que he pasado tras su marcha, no tendría la desfachatez de plantarse así frente a mí. uedo mirándolo sin saber qué hacer. Me encuentro perdida ante el mar de emociones que aún causa Ethan en mí y su cercanía hace todo aún mas dif ícil. Por un momento siento como todo a mi alrededor comienza a desvanecerse, salvo él. No hay nada. No hay gente en el vagón del tren, no está Álex, solo somos Ethan y yo. uién se encuentra muy cerca de mí, tanto que su aliento me roza la cara, invitándome a acercarme a él y romper con todo, pero me niego a hacerlo. Cierro los ojos buscando algo de cordura, buscando no verlo más, ya que él me la roba y hace imposible resistirme a sus encantos. Sin embargo y sin

voluntad de controlar mis movimientos, me acerco poco a poco a él. Cuando siento la piel de sus labios rozar los míos, el sistema de altavoz del tren, resuena dentro de este, anunciando la parada en la que nos vamos a detener. Cosa que me hace reaccionar y me aparto rápidamente. Busco con la mirada el letrero de las paradas y me alegro inmensamente cuando doy con el. Aún estamos muy lejos de la que me lleva cerca de mi casa pero poco importa, lo único que me importa en este momento, es salir de aquí lo más rápido posible para no verlo más. uitarme su aroma de mi piel, que con su escasa distancia parece haberse impregnado de nuevo en ella, tomándola como suya, apoderándose de ella y volviendo a torturarme. Así que, antes de que se cierren las puertas del tren, aparto a Ethan de mí, tomo la mano de Álex y salgo corriendo de allí. Un suspiro sale de mí y de un completamente sorprendido Álex, cuando logramos salir de ahí sin ser pillados por la puerta. Siento que un enorme alivio se instala en mi pecho cuando creo que me he librado, por el momento, de hablar con él pero me dura poco, exactamente hasta que escucho tras de mí un carraspeo familiar. Maldigo nuevamente para mis adentros, antes de girarme hacia él y enfrentarlo.

Ethan —¿ ué haces aquí? —me pregunta con una rabia indescriptible en sus ojos, la misma que va machacando mi corazón a una velocidad que consigue dejarme pasmado—¿por qué has vuelto? —. No se me escapa la frialdad en su voz cuando vuelve a hablar. —Hago exactamente lo que necesito para estar con quién amo. He vuelto por ti, mi amor, como bien te he dicho—. No consigo evitar sonar herido. Veo como una sonrisa irónica se extiende sobre el rostro de mi ángel y me preparo porque sé que el golpe que recibiré va a doler. —¿Con quien amas?. Ja, no me hagas reír por favor. ¿Acaso sabes tú lo que es amor, cuando vas de mujer en mujer, ofreciéndote y cuando encuentras algo

verdadero huyes?. No seas cínico. —No lo soy... —trato de hablar pero me corta. —¡No quiero escucharte! Tuviste dos meses tras tu marcha. Dos meses para contestar mis preguntas, y no cogiste nunca mis llamadas. —No podía y me marché por que tuve que hacerlo, no porque quisiera… —¡Ya! El pobre niño rico y malcriado, que siempre hace lo que le da la gana sin pensar en los demás, pero ahora lo obligan a hacer algo que no quiere. Muy conveniente ¿no? —Si me dejases hablar entenderías que la llamada... —La maldita llamada—vuelve a cortarme a la vez que pone los ojos en blanco —¿la llamada de la chica esa con la que tanto se te vio el año pasado?, ¿por eso te tuviste que marchar?—. No respondo. Abro la boca pero nada sale así que cierro la boca nuevamente. Me quedo callado porque no quiero tener que mentirle y sé que en el momento que le diga, que en parte es así, se cerrará en banda y no escuchará el resto—. Si, quédate callado, es mejor que mentir, ¿no?—me dice apenas conteniendo las lágrimas que se acumulan en sus preciosos ojos. Las mismas lágrimas que me gustaría borrar con mis dedos y poder besar tranquilamente esos deliciosos labios con los que he soñado tanto. Los que he añorado desde que me marché. Sin decir nada más me da la espalda y se va. Se va con él, aniquilando todo rastro de esperanza de que vaya a escucharme, pero no me rendiré. —Te pienso recuperar—grito a su espalda antes de que se aleje más de mí. No se gira pero detiene por un momento su avance y cuando lo hace, sé que me ha alcanzado a escuchar. Me giro y me dispongo a irme a buscar un piso. Como le he dicho, no pienso rendirme.

Capítulo 4

¿Qué mierda ha sido eso? Mare No paro una y otra vez de preguntarme lo mismo. La misma pregunta no deja de rondar mi mente sin descanso, sin dejar que me centre en el rostro de Álex, que me mira en busca de una explicación. Sin dejar que me centre en la carta de la cafetería, en la que nos hemos adentrado mientras esperamos que pase un taxi. Ya que nos hemos bajado en otra parada y no nos apetece andar. Y la pregunta es, ¿qué mierda ha sido eso? Él se marchó, cuando estábamos bien, se marchó dejándome sola y rota. Sin mirar atrás mientras le suplicaba una y otra vez que no me dejara, ¿y ahora que regresa, se atreve a decir que ha vuelto por mí?. Si fuese cierto directamente no se hubiese ido, no se hubiese alejado de mí. + Solo juega con nosotras. —Te tardabas en aparecer—le digo a mi conciencia. + Pero aquí estoy jefa, lista para aconsejar. Me río yo sola ante una mirada expectante de Álex. —y dime, ¿cuál es el chiste?—pregunta el rubio sentado frente a mí. Dejo de reír para contestarle—nada nada—. Su gesto contrariado me hace gracia. —Bueno... ahora que te encuentras de mejor humor, ¿me contarás lo de ese chico?, ¿es él verdad?— me dice sin nombrarlo por que sabe que me duele escuchar su nombre. —Si—reconozco cabizbaja y Álex enseguida, alarga su mano para alcanzar la mía y las entrelaza. —Ánimo nena—. Abre la boca para hablar de nuevo, pero se ve interrumpido por el sonido de mi móvil. Miro la pantalla y me doy cuenta de que es una

llamada de mamá. —¿Si?—. Lo primero que se escucha al contestar es un grito de pura emoción, con el que corro el riesgo de quedar sorda así que, aparto rápidamente el teléfono de la oreja. Cuando compruebo que ha dejado de gritar, lo vuelvo a acercar—. ¿mamá qué pasa? —Ethan vuelve a quedarse unos días en la casa—. Dice mi madre con emoción y lo primero que se me ocurre es negarme, pero no puedo. Mi madre le cogió mucho cariño a Ethan los meses que vivió con nosotros, lo tiene como el «hijo que nunca tuvo». Cuando se marchó, mi madre lo echaba de menos los primeros meses al igual que yo. Sin embargo mis padres no llegaron a entender hasta qué punto lo extrañaba, y ahora ella está feliz de que vuelva y no pienso hacer nada que la ponga triste. Ya ha tenido bastante con haber estado a mi lado en mi peor momento, sin saber si quiera el motivo. —Pero mamá, ¿por qué ha regresado si allí vivía con sus padres? —le pregunto tratando de sonar desinteresada por el tema. uiero saber cual es la excusa o cial que ha dado para volver. —Ha vuelto por unos temas de trabajo, la empresa familiar central se encuentra aquí y ha conseguido que su padre vuelva a con ar en él—. Claro, saliendo con la chica que su padre quiere para él y tirándosela sin importarle nada—pienso. Bufo mentalmente mientras sigo escuchando a mi madre hablar y desvariar, sobre lo mucho que él se ha esforzado, lo mucho que ha logrado y lo orgullosa que se siente de él—. Le ha dado el cargo para dirigir la empresa y mientras que encuentra una casa y no, se quedará con nosotros. Aunque yo le he asegurado que no es molestia, que puede vivir con nosotros todo el tiempo que quiera, pero no ha accedido. Es tan responsable ahora, ha madurado—me dice sonando aún más orgullosa si cabe. —Si, si...—se me escapa y me doy una bofetada mental. —¿ ué?— pregunta extrañada mamá, ya que para ella y mi padre, Ethan y yo nos llevamos extremadamente bien. ¡Ay!, si supieran... —Nada mami que me tengo que ir. Hoy dormiré en casa de Álex, chao mami te quiero—le digo de manera rápida y cuelgo antes de darle tiempo a mi madre

de negarse. Miro a Álex, que no ha apartado la vista de mí en ningún momento, me mira atento y asiente. —Sabes que puedes venir a mi casa cuando quieras—. Contesta obvio a una pregunta que no le he hecho, pero que sabía de antemano cual sería su respuesta. —Gracias bombón— exclamo sonriente. —De nada nena—. Utilizamos los motes cariñosos con los que comenzamos a llamarnos cuando nos hicimos más cercanos. Necesito desconectar. Necesito alejarme de ese maldito idiota que ha regresado y él cada vez insiste más en tenerme cerca.  Si quiero alejarme y no pensar en nada, eso solo lo lograré estando con Álex.

Capítulo 5

Noche fuera de casa Mare Llegamos a la  casa de Álex a eso de las cuatro de la tarde,  al nal decidimos comer en esa cafetería cualquier cosa, antes de pasarnos por la tienda de licores y arrasar con el primer estante que vimos. —¡Bien!, prepara las copas yo necesito ir al baño—exclamo a Álex mientras cierro la puerta de su casa tras de mí. —Claro nena, las preparo. Intento ir al baño, pero Álex me alcanza y coloca cariñosamente ambas manos a cada lado de mi cara. Sus tibias manos, calientan de manera suave y rápida mi piel, que se ha quedado helada desde que lo vi a él en el tren. Acaricia con sus pulgares la zona bajo mis ojos, limpiándome así dos pequeñas lágrimas que se me habían escapado sin permiso alguno. Acerca sus labios a mi cara y deja un suave beso en mi frente que se alarga bastante, pero no me molesta. Al revés, el suave y cálido tacto de sus labios contra mi piel me reconforta y mucho. Sus labios bajan lentamente, como si me quisiera acariciar con ellos, dejando besos pequeños por toda la cara. Desde la frente hasta la punta de mi nariz, va a mis mejillas y las besa suavemente primero una y después la otra, para terminar dejando un tierno beso en mis labios. A penas un pico, pero se me antoja muy cariñoso y reconfortante. Me imprime fuerzas y alivia un poco mi tortura interna de verlo a él de regreso, de saber que tendré que verlo todos los días en casa, como antes, pero que jamás será como antes porque él lo destruyó. Destruyó todo lo que hicimos, todo lo que vivimos y lo poco que comenzamos a sentir juntos. Lo arruinó todo al marcharse así, sin mirar atrás, sin importarle nada y menos yo.

Dejándome rota en el proceso. Jamás podré olvidar su silueta cruzando esa puerta, mis gritos nombrándolo, suplicando que no me dejase, que no se fuera. Diciéndole que si aunque fuera miraba atrás, hacía mí por un momento, tan solo un instante, lo esperaría. Como tampoco olvidaré como se negó a mirarme, se negó a cumplir mi única petición y se negó a un «nosotros». Álex adivinando, como siempre, lo que ronda «mi cabecita» como él dice, me da un abrazo y susurra en mi oreja palabras de ánimo. Siempre sabe qué decir para hacer que me sienta mejor. —Nena, sabes que mi casa es tuya, puedes venir cuando todo parezca pesar demasiado que incluso te corta la respiración, para hablar e insultar al muy estúpido, para cenar conmigo y ver pelis o incluso solo para que te de un abrazo. Siempre que quieras. Sabes que mis puertas estarán siempre abiertas para ti. Lo miro y asiento ya que no me siento preparada para decir una frase completa sin ponerme a llorar. Deja un beso en mi coronilla y me suelta para que pueda ir al baño. Aunque creo que ya no lo necesito y Álex lo sabe. Pensaba meterme al baño para llorar con tranquilidad, pero él me ha animado mucho más con ese abrazo. Igualmente entro al baño para comprobar mi maquillaje y efectivamente, ésta totalmente arruinado. El rímel corrido y mi pintalabios también, los ojos rojos de haber contenido las lágrimas y haber llorado. En de nitiva, parezco un oso panda lloroso y con la boca roja. Decido lavarme la cara bien con jabón, para quitar cualquier rastro de haber llorado. Me hecho agua bien fría para bajar la leve hinchazón de mis ojos y cuando me veo bastante decente frente al espejo, decido salir y tomarme mi copa. Álex me espera en su sofá de cuero negro, copa en mano mientras la mía me espera en la mesa. La cojo y la veo bastante cargada. —¿Doble?—le pregunto al ver las dimensiones y sobretodo la diferencia entre su copa y la mía. Niega con la cabeza. —Triple, la necesitas—completa su frase antes de que pueda protestar—. No te pasará nada, estaré aquí para ti y no saldremos de mi piso. uedo por un momento pensativa al respecto, pero Álex tiene razón, la necesito. Bebo mi copa de un trago, que abrasa mi garganta al completo

mientras el líquido ocre hace su camino hasta mi estómago. Lleno mi propia copa y repito el proceso unas cuantas veces más. (...) —¡Álex!—le digo desde arriba de la mesa— ¡sube el volumen! —grito por encima de la música para que se me escuche. Álex niega con la cabeza y hace gestos de que ya está a buen volumen. Bufo molesta, Álex es un aburrido. Comienzo a mover mis caderas al ritmo de Juan Magán, mirando de frente a Álex. Le señalo con el dedo índice y le pido que venga pero se niega. Así que mientras sigo meciendo mis caderas al ritmo de la música, voy bajando poco a poco dejando asomar mis muslos desnudos por la camiseta que Álex me dejó cuando cayó una copa sobre mi ropa. Ahora mismo tan solo estoy cubierta por su enorme camiseta que me queda como un vestido largo. Viendo que sigue sin ceder, ya que no le gusta nada bailar, bajo de la mesa de un salto y voy hasta él. Lo agarro de la mano y comienzo a moverme contra su cuerpo, lentamente ya que ha cambiado la música por una más tranquila. Ahora resuena por la habitación «devuélveme el corazón» de Sebastián Yatra. Hago que retroceda hasta que caemos al gran sofá de una manera muy cómica. El debajo mío y yo sobre él con una pierna a cada lado de las suyas. —Ja ja ja, —me río como una desquiciada, mis amigas siempre me dicen que  cuando bebo me río de cualquier chorrada. —¿De qué te ríes, nena?—pregunta Álex acomodándome sobre sus piernas para que me siente más cerca, estaba casi en el borde y si no lo hacía me caería al suelo. —No lo sé— digo mirándole a los labios. Álex se da cuenta de dónde miro, sonríe satisfecho y se acerca a mí. (...) Un horrible dolor de cabeza me despierta temprano en la mañana. Extiendo el brazo para alcanzar mi móvil que se encuentra sobre la mesita del lado derecho de la cama y apagado, ya que lo apagué antes de ponerme a beber, porque mi

madre no dejaba de llamar y dejar mensajes para que no pasara la noche fuera. Lo único seguro es que estaría molesta. Enciendo el pequeño aparato y miro la hora, son las nueve de la mañana, no me preocupa ya que en la universidad estamos de vacaciones. Nada más encenderlo me invaden una avalancha de noti caciones. Llamadas perdidas y mensajes tanto de mamá como de papá y un número que aunque reconozco, porque lo memoricé, no lo tengo en mi lista de contactos. Un mes después de que se marchara lo borré. Harta de esperar una llamada o mensaje que no llegaba y que no llegaría, lo borré de mis contactos. Siempre pensé que cuando volviese a escribirme, mi corazón palpitaría pletórico y que una gran felicidad me embargaría, nada más lejos de la realidad ya que lo único que siento es, una gran amargura cuando leo sus malditos mensajes. 22:00 No tenías que evitarme 22:02 ¿Estás con él? 22:03 ¿El chico del tren?

Los dejo sin contestar, ¿cómo demonios se atreve a preguntar eso?, ¿qué derecho cree tener para hacerlo?, después de más de un año, saliendo en las distintas revistas con la misma chica, una y otra vez, haciéndome daño. Paso a los mensajes de mamá, que está súper cabreada. 21:50 Hoy era la primera noche que Ethan dormía de nuevo aquí. 21:52 Hemos quedado fatal ante nuestro invitado 21:55 Desde luego, estás más que castigada y cógeme el teléfono señorita o será

peor. 22:30 Mañana por la tarde-noche habrá un evento benéfico que organiza la empresa de tu padre, más te vale que estés aquí antes de las diez de la mañana para arreglarte, o te enterarás jovencita. 22:40 Cuando vuelvas hablaremos muy seriamente de tu actitud. Pensé que todo esto ya lo habíamos superado hija.

Y como esos mensajes unos cinco o seis más. Dejo de leer los mensajes, no quiero torturarme más. Con ese último mensaje incluso se me revolvió el estómago al recordar como se lo hice pasar a mis padres en ese tiempo. Noches enteras fuera de casa, volvía borracha o ni volvía hasta la tarde del día siguiente con tal resaca que me encerraba en mi cuarto y no los dejaba hablar. Marchándome sin decir a dónde ni con quién, justo como Ethan se había ido. Me sentía destrozada y mi madre sufrió por mi culpa y aún peor, ya que no sabía el motivo. Caí en una depresión atroz de la que solo Álex pudo sacarme, por esa misma razón mis padres lo adoran tanto y ahora he hecho a mi madre pasar de nuevo por esta agonía por culpa de él. ¿Porqué ha tenido que regresar? Me giro sobre la cama y veo a Álex a mi lado, con sus pantalones deportivos y una camiseta negra. Una sonrisa llega a mi cara cuando lo veo quejarse, girándose hacia mí con su pelo rubio alborotado por la noche. Acaricio su bonita cara y abre los ojos lentamente en respuesta. —¡Hey, nena!, ya te has despertado, ¿cómo te encuentras? Suspiro más relajada. —Bien—digo con una pequeña  sonrisa en mis labios. Me mira por un momento y al verme tranquila sonríe satisfecho. —Bien—concuerda conmigo—. ¿Te acuerdas de lo de anoche? uedo pensativa recordando que bailaba para él, con una gran vaso lleno de whisky en la mano, sobre la mesa, luego bailando con él y cayendo al sofá los

dos dónde caí en sus brazos y me llevó nalmente a la cama, dónde le pedí que no me dejara. —Estaba muy borracha—le digo. Asiente mirándome de frente. —Mucho—me da la razón—te llevé a dormir y me dijiste que me quedara, que no querías quedarte sola otra vez. Asiento algo triste. Sin apartar los ojos de sus bellos orbes azules. —No pasó nada, solo dormimos abrazados. Sonrío tranquila—. Lo sé. Confío en ti, Álex. Coge mi mano y tira de mí hasta hacer que me tumba sobre su cálido pecho y me abraza de manera protectora—. Jamás dejaré que te vuelvan a dañar. Nunca—a rma seguro. Dejo un beso en su mejilla en señal de gratitud, siempre le estaré agradecida y estaré a su lado cuando me necesite, al igual que él estuvo, está y estará para mí. Es un gran amigo y lo amo con locura. (...) Cuando llego a mi casa, pago al taxista ya que insistí  en volver sola, a pesar de que Álex quería venir para no dejarme sola, pero estaba muy cansado y quería que descansara un poco antes del evento de ésta noche. Abro la puerta principal con lentitud, miro a ambos lados y cierro la puerta tras de mí. Cuando logro entrar sin que nadie me intercepte, suspiro aliviada. Aunque sé que pronto llegará la riña, bien merecida por otro lado, de mi madre. Lo primero que ven mis ojos cuando giro es a Ethan, desnudo de cintura para arriba y con una rara mueca en la cara. De nitivamente una extraña combinación entre alegría, por verme supongo, y molestia por saber que he pasado la noche fuera, con otro, aunque no haya pasado nada, cosa que por supuesto  no le aclararé. Dejaré que crea lo que le dé la gana, que sufra un poco si acaso sabe lo que eso signi ca. Algo que estoy segura pensará es que he tenido sexo, ya que mi imagen no induce a otra cosa. Porque he entrado a casa a hurtadillas, aún con la camiseta de Álex puesta y sin nada más que unos antiguos bambos míos que dejé por error en casa de Álex. Bendita sea mi mala memoria, ya que si los hubiese cogido

antes, hoy tendría que haber regresado a casa descalza, debido a que la copa que Álex me arrojó sin querer también había encharcado mis zapatos. Ethan abre la boca para decir algo pero se ve interrumpido por mi madre, que entra a trompicones a casa, agarrando mi mano y tirando de mí mientras no deja de balbucear una y otra vez. —Vamos a hablar jovencita, esto no puede seguir así— explota mamá mientras tira de mí escaleras arriba.

Capítulo 6

La subasta Mare —¡No puedes seguir así hija!, nos preocupas—. Dice mi madre de manera dulce una vez que ha dejado de gritarme cosas, sobre la falta de responsabilidad a mi edad y lo poco que cuesta hacer una llamada para no preocupar a los padres, y otras cosas más de lo poco que los jóvenes de hoy en día se preocupan por sus padres y que no respetan las normas de cortesía. —Lo siento mamá—. Tan solo digo eso por que es lo único que me atrevo a decir, lo único que soy capaz de decir sin contarle lo de Ethan. Mi madre endulza el gesto cuando me ve tan mal—¡Cielo!. Ven aquí—. Dice alargando los brazos hacia mí, no tarda en envolverme de manera protectora entre sus cálidos brazos en cuanto me siento en su regazo—. uiero ayudarte mi vida, de verdad que quiero, pero mientras no me cuentes qué te pasa, por qué te sientes tan decaída, yo no podré hacer nada. Sabes que haría lo que fuese por ti, ¿verdad? Asiento. —Cuéntame hija ¿qué te pasa?, pensé que ya habías superado tu mala racha. Se te veía tan feliz los últimos dos meses... —No puedo mami —. Digo llorando. —Dime qué puedo hacer... —Solo darme un abrazo, por que te juro mamá que lo necesito y a partir de esta noche, esto no se volverá a repetir, seré más fuerte pero en serio necesitaba esta noche. Por favor, no te enfades. Siento mucho no haber contestado tus llamadas ni mensajes, me he sentido fatal ésta mañana, cuando leí tus mensajes, por hacerte pasar un solo día más por esa agonía y en verdad lo siento. Pero necesitaba esta noche sin escuchar quejas ni protestas, solo necesitaba beber y

olvidar—le digo sin reparos porque para empezar, siempre he tenido mucha con anza con mi madre y para seguir, ella sabe que cuando no daba señales de vida era porque estaba bebiendo con mis amigos, o sola así que, qué más da. Mi madre me hecha una mirada molesta pero no me dice nada, así que continuamos con el abrazo en silencio. Pasada una media hora, llega la estilista que nos arreglará para el evento bené co de esta noche. Antes de abrir mi madre me murmura un rápido «que no se vuelva a repetir». —Si necesitas un respiro y espacio, —me mira con cierta tristeza— y sientes que no puedes contar conmigo, al menos llama o coge el teléfono—. Dice ante de abrir la puerta, sin darme oportunidad de hablar. Entiendo cómo se debe sentir. Frustrada, al menos así me siento yo en este momento con su regreso. (...) —¿ ué pasa esta noche? —pregunto y me arrepiento de hacer la pregunta errónea en el momento en que mi madre me lanza una mala mirada—. uiero decir, ¿qué evento bené co es el que se celebra? —Es una cena y baile bené co que celebran la empresa de tu padre y la de los padres de Ethan en colaboración, la recaudación irá dirigida a una asociación que construirá unas cuantas escuelas en tres de los países más pobres y la instalación de aparatos para puri car el agua y hacerla potable. —¿Piensan de verdad que una cena y un baile podrá recaudar tanto dinero para lograr todo eso? —. Mi madre me mira curiosa—. He de admitir que es una causa muy noble y me encantará ayudarte en lo que sea necesario, pero ¡vamos!. ¿Un baile y cena para una recaudación tan elevada? No funcionará, hay que hacer algo más. —Es curioso—comenta mi madre pensativa y le hago un gesto para saber de qué habla— Ethan dijo exactamente lo mismo que tú—. Me es imposible no poner mala cara cuando lo menciona, pero intento forzar una sonrisa de manera rápida, para que mi madre no lo note—. Por eso dio una gran idea que aceptamos encantados pero dudamos que tú accedas, pero ya que has dicho que harás lo que sea necesario... —tantea mi madre y una sensación de miedo se

instala en la boca del estómago. Esto no me va a gustar— y me has dado un gran disgusto..., —mierda ha utilizado eso, no me podré negar—supongo que me lo debes. —Vale mamá, lo pillo. ¿ ué quieres que haga? —suspiro resignada. Una sonrisa triunfal se planta en su cara antes de hablar—. Una subasta. Se subastará una cita con una chica soltera y participarán los jóvenes de las familias más ricas de nuestro entorno. Jóvenes guapos, ricos para recaudar el máximo, responsables y lo más importante de todo, los conocemos, así que no pasará nada malo. Por el momento se han apuntado unas treinta chicas, entre ellas tus dos amigas y tú obviamente—. Explica alegre. —Pero mamá... —Sin excusas, has dicho lo que sea y sólo es una cita. —Está bien. —Ahora levanta y mírate al espejo—. Le miro extrañada sin moverme— ¡vamos!, no seas aburrida y contempla la gran belleza que tienes. ¿ ué? Me levanto, miro al espejo y quedo fascinada con el resultado de las más de dos horas de maquillaje y peluquería. Luzco una piel maravillosa, con un vestido rojo de tirantes con un poco de escote y una pequeña raja en el lado izquierdo que hace que asome un poco mi larga pierna. Ojos negros y pinta labios rojo a pesar de no ir muy cargada, dando un aspecto so sticado y ligero. Unos tacones negros terminan de adornar la gran obra de arte que ha hecho la mujer conmigo. —Un último detalle—dice la estilista antes de soltar la pinza que sostenía mi melena, soltándola y haciendo que caiga en ondas naturales, sobre mis hombros. La verdad es que me he descuidado un poco, de normal no me dejo tan largo el pelo pero ahora me doy cuenta de que me roza el trasero. Vuelvo a mirarme al espejo y veo lo bien que queda mi atuendo con mi larga melena castaña. —Estás preciosa hija—. Miro a mamá que también está de impacto. A diferencia de mí, ella lleva un vestido color vino con algo más de escote y una

pequeña manga de raso del mismo color, que llega hasta su codo, su vestido se amolda a la perfección a su cuerpo y no lleva abertura. —Tú también estás genial mami—. Me sonríe agradecida. —Vamos cielo, los invitados estarán por llegar. Bajamos a comprobar que estén hechos los últimos detalles y tras dar el visto bueno nos preparamos para dar la bienvenida a los invitados. La gente comienza a hacer acto de presencia engalanados con sus mejores prendas. Reconozco entre los invitados a algunos socios de papá con sus familias, además de algunos vecinos y amigos de la familia. Me sorprende ver que algunos alumnos de mi universidad también están invitados, además de algunos antiguos compañeros del instituto. Rezo internamente porque mi madre no haya invitado a Miranda. uiero tener la esta en paz. —Estás preciosa pequeña — susurra Ethan en mi oído, apareciendo por mi derecha. Me trago la rabia que siento y le doy las gracias ya que mi madre está a nuestro lado. Veo que Ethan lanza una mirada rabiosa a mi espalda y no comprendo por qué. Unos brazos me envuelven por atrás y cuando me giro para descubrir a Álex, comprendo esa mirada de rabia que tenía Ethan. —¡Bombón! —grito con emoción lanzándome a sus brazos. —Nena—dice alegre, recibiéndome entre sus musculosos brazos. Me parece escuchar un gruñido tras de mi y pasos alejarse así que me giro y cuando miro en esa dirección Ethan ya no está ¡Mejor! (...) Hace más de dos horas que llegaron los invitados, ya hemos cenado y en este momento se está celebrando la esperada subasta. La recaudación va genial, hemos alcanzado una cifra que supera los diez millones. Ya se han subastado más de la mitad de las citas y en éste momento están en plena subasta tanto Cris como Carmen. ue debo decir que están radiantes. Mientras que Cris se decidió por un mono largo de color negro que realza su silueta y una trenza de sirena, Carmen se decantó por un vestido efecto metálico que la hacía brillar y su

melena de leonesa recogida en un moño le daba un toque encantador. Estaba claro que ambas iban a arrasar. —Adjudicada la señorita Cristina al hijo menor de los Gómez—. Me alegra ver que sea Diego quién consiga una cita con Cris, a ella siempre le ha hecho tilín Diego. Tras una pequeña batalla de cifras entre el mayor de los Gómez y Daniel, el hijo de uno de los socios de papá, escucho al presentador contratado por mis padres hablar—. Adjudicada la señorita Carmen al hijo mayor de los Gómez. Ramiro Gómez. La sala estalla en aplausos y gritos de felicidad. Me alegra ver que los invitados se lo están pasando en grande y sobretodo, que están aportando grandes cifras de dinero. La ocasión lo merece y así no sentiré que esto que voy a hacer sea una total pérdida de tiempo. El presentador anuncia mi nombre y salgo forzando una sonrisa. —La impresionante señorita Santiago, única hija de los an triones de esta noche. Una cita con esta espectacular joven no merece menos que comenzar con cinco mil euros. Un chico pelirrojo que no conozco levanta la mano, y el presentador pregunta por otra cifra, esta vez es un rubio bastante mono, he de decir, quién duplica la cantidad anunciada ante el asombro de todos incluso de mí misma. Miro a Álex quién alza los hombros con desconcierto, tanto él como yo, desconocemos de quienes se tratan. Miro ahora a mi madre, quien me devuelve la mirada feliz mientras que varios chicos entre ellos Ethan, se enzarzan en una batalla de cifras. —Ofrezco un millón—exclama Ethan acabando de raíz con cualquier otra puja que los chicos tuviesen en mente y un murmullo de sorpresa se extiende por toda la sala. Porque es una total locura, ¿cómo va a pagar tanto por una simple cita? El presentador pregunta si alguien superará la cifra dada pero lógicamente, no hay una mayor oferta así que debe aceptar el millón de Ethan, para mi desgracia. Bajo del escenario totalmente consternada y me encuentro a Ethan frente a mí. —¿ ué quieres? —gruño.

—Hoy nada, pero mañana serás toda mía—. Le miro mal pero él me ignora y se va—. Mañana por la mañana, tenemos una cita—. Me mira sonriente antes de desaparecer escaleras arriba.

Capítulo 7

La subasta Parte 2 Ethan Desde que llegué ayer, de nuevo a casa de los Santiago, Mare ha estado esquiva. No me lo podía creer cuando la vi en el tren, tan hermosa, con esa sonrisa tan linda... Lo que no podía soportar era ver cómo sonreía a ese tío. Esa era una sonrisa reservada para mí, pero la recuperaré. uiero todo de ella, sus reproches, sus besos, sus caricias, su cuerpo, todo lo que me pueda ofrecer y más. Desde la primera vez que probé sus labios, supe que ella era para mí y aunque me negaba a aceptarlo cuando pensé que estaba con José, siempre he sabido que yo soy de ella. Anoche fue, la primera noche que dormí en su casa desde que he regresado, estaba realmente ansioso y pensaba colarme en su habitación, como tantas veces hice cuando empezábamos a conocernos. Extraño dormir con ella, el calor de su cuerpo contra el mío y como, a pesar de regañarme por entrar sin su permiso a su cama, me abrazaba como si temiera perderme o como si yo fuese lo que más anhelaba. Pero anoche no vino a dormir. Cuando llegó esta mañana, tan solo con la camiseta de ese otro tío, sentí tanta rabia que podría haberla puesto sobre mis piernas y enseñarle que no hay otro para ella más que yo. Cuando nalmente salí del estupor de verla así, solo llegue a ver como su madre se la llevaba. No he parado de pensar en maneras de volver a coincidir con ella, ya que cuando me ve cerca se va. Por eso me alegro tanto de haber tenido la gran idea de la subasta, cuando esta mañana bajé por un vaso de agua y escuché la conversación que mantenían sus padres sobre la esta, obviamente da igual el dinero, cueste lo que me cueste yo conseguiré esa cita.

(...) Me parece mentira poder verla y tenerla de nuevo tan cerca. Aunque no he estado tan cerca como he deseado desde que la conocí. Durante todo el tiempo que mi madre me obligó a mantenerme alejado de aquí, he estado atento a todo o casi todo lo que pasaba en la vida de Mare, mediante José. Si, José. Parece mentira, con lo mal que comenzamos pero al nal nos fuimos acercando poco a poco y cogí tal con anza con él que le conté mis verdaderos motivos para irme. Los respetó y me prometió guardar mi secreto y mantenerme informado sobre su cabezota prima. Ahora, estando frente a mí, vestida con ese vestido rojo que no le hace justicia, subida en el escenario improvisado de la esta y siendo observada por tantos babosos que la contemplan con deseo, admiración y esperanzas de conseguir una cita con ella… No son más que eso, esperanzas vacías por que ella ha sido, es y siempre será mía. Se escucha una oleada de pujas de diferente hombres mientras que yo estoy perdido en sus ojos, que me escanean incrédula. No presto atención a las demás pujas y tan solo doy la mía que supera rápidamente todas las demás y provoca un murmullo de sorpresa por toda la sala. De pronto, el presentador dice las palabras que tanto he deseado escuchar desde que comenzó la subasta. —Adjudicada la cita con la señorita Santiago al joven King. Baja del escenario totalmente consternada y me coloco frente a ella para que no me esquive. —¿ ué quieres? —gruñe a la vez que su oscura mirada se cierne sobre mí. Una extraña emoción me invade de pronto y aunque sé que no estoy en situación de provocarla demasiado, no me puedo callar frente a ella que he ganado. Aunque solo sea una batalla pero he ganado. —Hoy nada, pero mañana serás toda mía—. Me mira mal, pero ignoro su mirada y me alejo dispuesto a darle un poco de espacio—. Mañana por la mañana, tenemos una cita—. Le recuerdo sonriente antes de desaparecer escaleras arriba. Subo a mi habitación encantado con haber conseguido uno de mis objetivos de esta noche, pero cuando recuerdo como aquél tío la sostuvo momentos antes

de la subasta y la llamó nena… Durante toda la maldita noche permaneció a su lado y podía ver con una claridad que aniquilaba a mi corazón, como por debajo de la mesa la tomaba de la mano. Daba igual las malditas veces que trataba de alejarlo de ella, él permanecía a su lado y diría que lo hacía aposta, ya que cada vez que se encontraba más cerca de ella, ambos me lanzaban una mirada. Recordar como la sostenía, como le susurraba cosas al oído y miraba en mi dirección hace que sienta tanta rabia que nalmente, no puedo controlarme y suelto un puñetazo a la pared —¡Mierda! — Gruño al ver restos de sangre en mi puño, pero aún siento una rabia increíble, José no me contó nada sobre que ya tuviese a otro. Intento no pensar en eso y concentrarme en preparar todo para mañana. De momento la cita con Mare es mía y en ella pienso cambiar muchas cosas.

Capítulo 8

La cita Mare Acompaño a mis padres mientras despedimos a los invitados. Una vez que la puerta se ha cerrado tras el último de ellos, un suspiro de agotamiento y alivio se escapa de entre mis labios. Miro a mis padres quienes me observan orgullosos, mi padre deja un beso en mi mejilla y se va mientras murmura un «buenas noches». Cuando mi padre se va dejándonos solas, vamos mi madre y yo a la cocina por un café. —Bien, menos mal que te ha tocado con Ethan. ¿No? —. Pregunta mi madre sonriente pasándome una taza humeante de café. —Si tú lo dices… —Cojo la taza que me ofrece y le agradezco antes de dar el primer sorbo. Mi madre me mira extrañada, pero no le pienso preguntar la razón. Sé cual es y no quiero ahondar en ello. Ni mucho menos en mi relación o falta de ella con Ethan. Tomo el último sorbo de mi café negro con extra de azúcar antes de dar un beso a mi madre e irme a dormir. Subo las escaleras torturándome una y otra vez, con la imagen impecable de Ethan hace apenas unas horas. Llevaba un traje azul marino que se le amoldaba perfectamente a su amplia musculatura. Le quedaba como un guante. Lo remataba con el uso de una camisa blanca y una corbata que combinaba a la perfección con mi vestido. No sé si será casualidad o lo hizo adrede pero cuando se puso frente a mí, casi se me cae la baba. Me costó mucho trabajo mostrarme impasible ante él, cuando lo que en realidad sentía, eran unas ganas tremendas de lanzarme a sus brazos. Llego a mi habitación y cierro la puerta, me cambio y me quedo rápidamente dormida entre mis mantas. Me encontraba realmente cansada, la noche ha sido dura y aún faltaba la cita de mañana.

(...) Noto un ligero hundimiento en el centro de mi cama y me pregunto si... No, imposible, no se atrevería después de dejarme, a volver a meterse a mi cama. Vuelvo a dormirme con un poco de di cultad, ya que tengo la extraña sensación de que algo irá realmente mal. El tranquilo cantar de los pájaros se cuela por las paredes, haciendo que despierte con una extraña calma que hace tiempo no sentía, desde que él… No, me niego a pensar en él. Me giro y no puedo evitar que se me cristalicen los ojos, al ver la imagen que tengo ante mí. Miro al techo y me encomiendo a cualquier santo que me quiera escuchar y me diga que esto no es real, que no es más que una imaginación. Una ilusión como las que tuve al principio, cuando se marchó. Tan solo un juego cruel de mis propios temores, mi mente que quiere jugar conmigo, pero no, lamentablemente está aquí en mi cama y las lágrimas no dejan de hacer su camino con libertad. ¡No puede hacerme esto!. ¡Es un descarado!, no puede torturarme así. —Levántate, estúpido—. Le grito sin retenerme una vez que he dejado de llorar. Ethan alza la mirada un tanto asustado por el repentino grito y me mira dolido— ¿ ué mierda haces aquí? —Le hablo entre sollozos. Sin dejarle contestar le digo que se vaya, no lo necesito aquí y desde luego no lo quiero en mi vida, ya no—. Lárgate—le insto lo más fría que me permite la situación. —Mare, te necesito a mi lado… —Olvídate de eso, perdiste el derecho cuando te fuiste—. Contesto cuando el enfado se apodera de mí. Le empujo para que salga de mi cama, de mi cuarto y de mi vida. Voy a hablar para decirle que me deje, que no lo quiero más aquí y justo en ese momento la puerta se abre de golpe, provocando que Ethan gire sobre sí asustado y pum, cae al suelo. Cuando de pronto por la puerta se asoma la cabeza de mamá quien me mira frenética, al mismo tiempo que miro en dirección hacia ella para ver quién entraba. —Hija, ¿qué ha pasado?, ¿qué ha sido ese ruido? — pregunta asustada mientras yo estaba haciendo un esfuerzo enorme por no mirar al otro lado de mi cama

para ver si Ethan estaba bien. —Eh.., nada. ue se ha... caído algo—Intento improvisar una excusa rápida. Muy mala, pero es lo que hay. —¿Con quién hablabas?—. Me dedica una mirada cargada de preocupación. No me da tiempo a responder ya que al verme se da cuenta que he llorado y llega corriendo a mi cama para darme un abrazo de oso— ¿Otra pesadilla? Pensé que habían parado... —No… solo..., ocurre de vez en cuando, pero hoy…—La verdad es que hoy no he tenido una pesadilla, he dormido como hace tiempo no lo hacía. Ver que Ethan ha dormido conmigo, me hace pensar que esa sea la razón de que haya podido dormir así de bien y me entristece. No puedo depender tanto de una persona que no es con able y que no sabes cuando se cansará de ti y te dejará. —Tranquila cielo—dice aún acunándome ya que me he quedado callada por mucho tiempo. Me siento cohibida y no quiero hablar más del tema. Desde luego no cuando Ethan está escondido en mi cuarto y corro el riesgo de que se entere del motivo de mi tortura emocional y lo use contra mí. —Vamos a desayunar mamá por favor. —Claro, bajemos ¡¿Oye, has visto a Ethan?! He ido a su cuarto y no me ha respondido, abrí y no había nadie, su cama estaba hecha. Pero él anoche se retiró de la esta antes que nosotros—Dice mi madre pensativa. —Se habrá ido a correr y como no querría molestar, se hizo su cama antes de irse. Volverá pronto—. Le digo mientras la voy «animando» a ir al salón, por no decir que me la llevo a rastras. (...) Hace apenas dos horas que Ethan bajó de su habitación con ropa cómoda e informándome donde iríamos hoy. Por mi parte intento buscar otra cosa que hacer o alguna excusa que me salve de ir a esta ridícula cita, pero nada surge. Resignada a ir con él, me animo recordando que esto lo hago por una buena causa y aunque no hace que esta estupidez me apetezca más, al menos, me hace

sentir un cierto alivio. Pensar en esos niños, en todo lo que recibirán y conseguirán con el dinero donado…, hace que una sonrisa se me plante en la cara. Un cuerpo musculoso se para frente a mí, contemplo el escultural cuerpo con asombro. Si anoche estaba guapo, hoy está que arrebata. ¡Mierda! Me ha pillado mirándole y no hay duda de ello al ver como una lenta y torcida sonrisa se desliza en su rostro. + Estamos perdidas—me recuerda mi voz interna. —Completamente—Coincido con ella. —¿Te gusta lo que ves?—Sonríe socarrón. Su tono es ronco y juguetón. Y en seguida, el sonrojo se apodera de mí, creo que hasta la raíz del pelo se me puso roja. —Eres un idiota—. Digo con un ngido tono de cabreo que ni yo misma me llego a creer. —Puede ser—Admite con una sonrisa encantadora— pero soy tu idiota—. Se acerca a mí y toma mi mano, haciendo que me levante de la silla en la que estaba sentada hasta el momento y mi cuerpo se pegue al suyo—. Soy tuyo, solo tuyo—. Susurra cerca de mis labios. —Acabemos con esto—. Suelto con rabia ante sus mentiras. Si de verdad fuese mío, no se hubiese ido.

Capítulo 9

La cita Parte 2 Mare Cuando salimos de mi casa veo a Ethan inquieto y nervioso. Por el rabillo del ojo veo como intenta acercar su mano a la mía para luego apartarla, está ansioso. Lucho por que no se me escape la caprichosa sonrisa que se empeña en mostrarse ante él y la verdad es que esta será nuestra primera cita de verdad. Ya que cuando estábamos juntos, nunca se dio la oportunidad de tener una. Algo oscurece mi, ya extraño humor, es el recuerdo del porqué no pudimos tener una primera cita como dios manda. La respuesta es, por que se marchó. ¡Maldita sea! No quiero esto, no quiero estar siempre con ese maldito pensamiento. No quiero torturarme más con esto. Me sorprendo cuando veo que, naufragando en el mar de recuerdos que me provoca estar tan cerca de Ethan, ya hemos llegado a un hotel, donde Ethan me espera pacientemente con la puerta abierta. Echo un rápido vistazo a la fachada del hotel y resulta ser el hotel Hilton. —¿ ué hacemos aquí? —Pregunto con un tono más duro del que pretendía en realidad. —Tranquila, solo almorzaremos, no haremos nada más—. Dice con una sonrisa que pretende ser cómplice o tal vez graciosa, pero el caso es que no lo consigue. Le lanzo una mirada dura, ni siquiera le hablo. No es necesario, ya que cambia el gesto por uno preocupado y se disculpa rápidamente—Perdona. Tan solo quería relajar el ambiente un poco. Te noto tensa... —¿En serio ha dicho eso? + Si, lo ha dicho.

—¿Tensa? —pregunto para luego soltar una carcajada dura— ¿Estás de broma? —. Va a abrir la boca para contestar pero no le dejo—no Ethan, no estoy tensa, estoy cabreada. Cabreada por que te atreves a venir como si nada. Porque vienes y me obligas a tener esta estúpida «cita»—entrecomillo con los dedos la palabra cita. Me doy cuenta que lo he dejado completamente helado, sin palabra alguna para decir ante eso, por que si lo intentase no podría. Me encamino dentro del hotel con paso decidido, chocando con un Ethan perplejo pero me da igual. Debe enterarse, debe saber que no lo tendrá tan fácil como siempre ha tenido todo en su vida. ue no lo pienso perdonar, aunque en realidad arda en deseos por besarle, por tenerlo junto a mí, pero ya no me veo capaz de dar una oportunidad más a alguien como él. Ya no. Una vez dentro del restaurante del hotel, una chica que parece tener un par de años más que yo y alguna que otra visita al cirujano, nos da la bienvenida sin dejar de pestañear o tocar a Ethan. Este se muestra correcto y apenas le hace caso. —¿Entonces serán dos, precioso? —Si—. Se limita a contestar Ethan sin mirarla. —Acompáñenme por aquí —. Nos habla con el respeto que debe mostrar con los clientes, una camarera de un hotel tan prestigioso, pero a la vez noto como posa su fría mirada en mí con suma hostilidad. La camarera se adelanta a nosotros para mostrarnos la mesa. Mece sus caderas exageradamente y siento en apenas un instante una gran vergüenza ajena. ¿No se da cuenta de que está haciendo el ridículo? La chica nos acompaña a la que será nuestra mesa y una vez ahí, Ethan aparta mi silla para que me siente, detalle que hace que me sonroje. Cuando Ethan se sienta en su lugar, no sin antes dejar un suave beso en mi mejilla que pretendía ser en otro lugar de mi cara, la lagarta… digo la chica, se inclina con el menú en mano mostrando su canalillo a Ethan, a diferencia de a mí, que me lo deja caer sobre la mesa. Hago todo lo que puedo para no reír mientras veo como Ethan pasa de ella olímpicamente y pide un café con tostadas sin siquiera mirarla a la cara. Si la chica no hubiese sido tan extremadamente idiota conmigo, me daría pena pero como ha sido así, que se joda.

—Un zumo de naranja y un sándwich de jamón y queso—. Digo sonriente— Gracias. —En seguida señorita—me mira furiosa antes de irse. Sin embargo no dejo que se resienta mi sonrisa en ningún momento, mientras que la chica nos trae el pedido, que por supuesto fue primero el de Ethan mientras que yo aún, seguía a la espera del mío. Unos quince minutos más tarde, el gruñido del estómago de Ethan quejándose por la falta de alimento, me hace apartar la vista de mi móvil. Ya que Álex me había escrito para enterarse de cómo me estaba yendo la mañana. —Deberías almorzar ya—le digo a Ethan contemplando su plato que ya debe estar frío y todavía se encuentra intacto. —No, te esperaré—. Le miro— para así almorzar juntos. Siento que con esa maldita frase, quiere decir más, mucho más pero no digo nada al respecto. Aunque si tengo que ser sincera, debo admitir que me fastidia su actitud. Desesperada, bufo apoyando mi mentón sobre la palma de mi mano y miro en silencio por la ventana. —Se te habrá helado para cuando esa mujer traiga lo mío— Escucho como una silla se corre y cuando le miro Ethan se encuentra de pie. —¿A dónde vas? —No me contesta, tan solo hace su camino hasta lo que supongo, es la cocina. Contemplo la abarrotada calle a través de la ventana, mientras veo a cada una de las personas caminando con rumbo jo. Suspiro. Estaría tan bien saber a dónde vas... últimamente ni yo misma sé donde voy, me siento perdida. Miro a mi alrededor y me sorprende ver que justo hoy el comedor del enorme hotel no está atestado, cada vez que paso por aquí lo veo a través del enorme ventanal, lleno hasta los topes, pero hoy parece que solo seremos nosotros. Pasados pocos minutos, Ethan vuelve a la mesa y poco después un chico alto y moreno viene por su bandeja y otra chica, diferente a la que nos ha atendido al llegar, viene con nuestros pedidos. —¿ ué ha pasado?, ¿ ué has hecho?—. Le pregunto desconcertada. Toma mi mano que hasta ahora estaba descansando sobre la mesa y me mira con una seriedad que no le conocía hasta el momento.

—No dejaré que nadie arruine nuestra primera cita—. Asombrada y sonrojada tiemblo ante su tacto pero no quito la mano. Él lo nota y me sonríe feliz. La salida juntos está resultando bastante tranquila, a diferencia de lo que temí esta mañana. Pero claro, es por que no hemos tratado ningún tema delicado, sé y temo que en el momento que quiera hablar de nosotros, todo se irá por el retrete. Me alegra comprobar que Ethan también lo sabe y trata de no tocar esos temas. —Este lugar está muy bien—. Comenta Ethan y toma un sorbo de café. —Mmh, pero el servicio deja un poco que desear—. Contesto con desgana recordando a la chica que nos atendió al entrar. Rápidamente Ethan que se ha dado cuenta de por donde voy, se disculpa. —Lamento eso. Miro a Ethan y veo tal sinceridad en sus ojos que me dejo llevar por él. —No es tu culpa—. Le sonrío pensativa. —Me quedaré con este hotel—. Dice como si nada. Creando un mar de sensaciones contradictorias dentro de mí. Pensar por un momento que planea quedarse de manera permanente aquí, causa estragos en la falsa calma que hasta ahora luchaba por mantener. —Mmh— me limito a contestar ya que no me veo capaz de utilizar palabras coherentes. Desde que lo conocí hace casi tres años en la calle cerca de mi casa, siempre me ha provocado demasiadas cosas. —¿ ué has hecho todo este tiempo?—Pregunta con cierto temor a que no le conteste. —No voy a hablar de eso contigo—Hablo irritada y con dureza, más de la que pretendía, si soy completamente sincera. Veo a Ethan suspirar en busca de algo de calma. O casi como si se estuviera preparando para recibir algún golpe duro. —Mare tenemos que hablar de por qué me marché... —No —le corto de manera tajante a pesar de que puedo escuchar en su tono de voz, lo frustrado que le tienen mis constantes negativas — no quiero tocar ese tema.

—¿Y se puede saber de qué coño quieres que hablemos?—. Estalla con furia. Lo miro sorprendida por su reacción y al ver mi gesto, cierra los ojos e intenta respirar con más calma, ya que su respiración se encontraba agitada. Pasado un momento, me mira y veo que se ha tranquilizado bastante—Te niegas a cualquier tema que yo saque. Algo que me irrita. —Entonces no haberme obligado a venir—. Tomo mi servilleta y después de limpiarme la dejo sobre la mesa. Me levanto y me voy camino al ascensor para volver a mi casa. Sé que en parte tiene razón, pero no pienso ponérselo fácil después de por todo el caos en el que me he visto envuelta los últimos dos años por su culpa. Ethan viene corriendo tras de mí y me detiene en mitad del camino. — uiero que escuches lo que te tengo que decir. A este punto mi cabreo ha llegado a tales dimensiones que ya no hay ninguna medida en mis palabras, como tampoco la hay en mi tono. —¿Por qué? — pregunto harta de escuchar sus tonterías, sin a penas prestar atención a las pocas personas que comenzaban a entrar al salón —¿qué te da el derecho de ser escuchado cuando tú no me hiciste caso? —Maldita sea, si me dejases hablar lo entenderías de... —No, no quiero entender nada, no quiero escuchar nada ni que me expliques nada. Tan solo quiero que te vuelvas a ir —. Miento desesperada y bañada en lágrimas mientras le empujo para que se aleje de mí. Siento que necesito que se marche para poder superarlo de nitivamente. Si no se va, nunca podré seguir delante de nuevo sin Ethan—. Regresa de dónde viniste—lo aparto de mí aún más, golpeando su pecho con ambas manos por segunda vez en a penas un minuto—y desaparece de mi vida de una vez por todas. —No quieres eso—. Lanza herido—. Tú me amas, al igual que yo te amo a ti. —No. En eso también te equivocas—. Le miro tratando de imprimir toda la rmeza que puedo, en mi mirada, antes de hablar —Yo ya no te amo.

Capítulo 10

La cita Parte 3 Mare Cuando se abren las puertas del ascensor frente a nosotros, me adentro ignorando la existencia, lo más que puedo, de Ethan. uién nada más cerrarse las puertas detrás nuestra, me agarra con sus duras y suaves manos de la cintura. Me voltea y empuja suavemente contra la pared, atrapándome así entre ésta y su cálido cuerpo. Lejos de aterrarme, sentir de nuevo tal cercanía con él, hace que el latir frenético de mi corazón sea aún más perceptible. Tanto que creo que si mantenemos este silencio infernal que se ha creado entre nosotros y escucha con atención, Ethan podría darse cuenta de el. Ethan se acerca peligrosamente a mí, sus hermosos ojos grises están ahora oscurecidos un par de tonos, debido al enfado que siente y al igual que yo, su pecho sube y baja a un ritmo animal, salvaje y devastador. Acerca su hermosa cara a la mía y acaricia mi nariz cariñosamente con la suya, mientras hace un poco más rme su agarre en mi cintura. Cuela ambas manos por debajo de mi blusa azul cielo y soba con mimo mi vientre, creando círculos cticios que a su vez crean olas de sentimientos en mi interior. Sacudo la cabeza a ambos lados para infundirme algo de razón y detener esta tremenda locura. ¡No!— me grito a mí misma. No puedo caer en sus trucos, sucios trucos de mujeriego. No otra vez. Perdida en mi propia telaraña de pensamientos no llego a poder evitar el beso que me da, el cual comienza lento, tan solo probando mis labios. Un leve y dulce roce que se convierte en algo más. Algo apasionado, voraz, con deseo y sobretodo con amor. Y me inquieta reconocer que es por ambas partes. Un

suspiro se me escapa de mis labios al poder volver a saborear los suyos. Lo que a leguas se ve que es un enorme fallo por mi parte, ya que Ethan aprovecha para colar su lengua en mi boca. En cuanto hace contacto con mi lengua, lanza un gruñido, aliviado de no ser rechazado, imagino. Eso hace que reaccione y coloque ambas manos sobre su duro pecho, ahora Ethan está mucho más torneado… +No, Mare, debes detener esto, ¡ya! Me lleno de fuerza de voluntad y con gran esfuerzo empujo todo lo que puedo a Ethan, quien a penas se mueve un par de centímetros. Lo su ciente, por otra parte, para detener ese delicioso... ese beso. Miro a Ethan quién a su vez me mira sin comprender y una enorme oleada de furia se adueña de mí. Casi sin poder retener a mi propia mano, sale volando hasta su cara. Me pongo recta y veo como Ethan se acaricia la zona dolorida. Al ver su reacción toda la rabia que había sentido, a penas unos segundos atrás, se ve reemplazada por culpa y vergüenza. Yo no quería golpearle por besarme, al revés, quería que siempre me besara, sin parar y sólo a mí. Pero no estoy dispuesta a permitir que él vea eso, no después de todo lo que ha pasado. —¿Cómo te atreves a besarme? Ethan me mira con dolor en su mirada y suspira antes de hablar—. Tú me amas, al igual que yo a ti. Jamás te atrevas a decir lo contrario. (...) Llegamos a casa aún sin dirigirnos la palabra. El camino a casa ha sido en un interminable y agonizante silencio. No sabía qué hacer, no sabía cómo reaccionar ante todo lo que me había dicho o como había actuado conmigo. Miraba por la ventanilla del coche y miraba cada poco a Ethan, quien conducía pensativo. Creo que me quería dar un poco de espacio, pero ahora que estamos cada uno en su habitación, completamente solos y el silencio reinando en la casa, cada vez me siento peor por las mentiras que le he dicho. Me siento tan agotada, que me dejo caer sobre mi cómoda cama y me dejo guiar por el sueño a algún lugar en el que no tenga que pensar en Ethan, en lo agotador que ha sido

resistirme a él, ni lo duro que será verlo en casa de nuevo. Mucho menos pensar en sus besos, esos que pensé que no volvería a probar.

Capítulo 11

El día después Mare Estoy sentada en una de las mesas, de la nueva cafetería de mi barrio. Es inspirador el día de hoy, el cielo está despejado, brilla el sol y para mejorarlo todo, estoy tomando una taza de café mientras la suave brisa que acompaña al perfecto día, abanica de manera leve mi melena. Me siento genial y es toda una novedad después del día que tuve ayer lleno de emociones contradictorias y recuerdos dolorosos. Todo es perfecto hasta que veo a la estúpida de Miranda venir hasta mí, contoneándose exagerada y ridículamente, para sentarse en mi mesa, frente a mí. ¡¿Acaso no hay más mesas?!, o mejor. ¡¿Acaso hoy es la semana de jodamos a Mare?! Señor dame paciencia, por que si me das fuerza, la arrastro a base de golpes, y no será algo grato de ver, por que… —Ujum—. Mis plegarias se ven acalladas por un ridículo carraspeo que llama mi atención. Miro a la dueña de esos ojos verdes que me observan con malicia. Y me doy cuenta de que está tramando algo y viniendo de alguien como Miranda no será bueno. —¿ ué demonios quieres? —. Siseo más que molesta. No tengo ganas, tiempo, ni mucho menos paciencia para afrontar su presencia con educación. —¡Vaya! —exclama divertida con su chillona voz que taladra mis tímpanos—. Vas al grano, al menos hay algo de ti que me gusta. —Ya somos... —quedo pensativa por un momento, mirándola mientras me observa con clara impaciencia—una— lo recalco sin alzar la voz—ya que a mí no me gusta nada de ti. Veo rabia en su mirada cuando aprieta la mandíbula tanto, que no se cómo es posible que no se parta algún diente y escucho alto y claro, como dice

«maldita» en lo que pretende ser un susurro. Algo totalmente imposible para ella con su voz. —Solo quiero que sepas que Ethan ha vuelto y es mío. —¡Vaya, si que superas mis expectativas hija!, eres aún más estúpida de lo que pensé alguna vez. ¿De verdad crees que Ethan es un juguete que te puedes pedir cuando te apetezca jugar con él? —¿Y de verdad crees que me importa lo que tú digas?—me reta, mirando sus uñas de aspecto recién pintado con actitud pasota. Está claro lo que quiere provocar con todo esto, que haga alguna escenita pero no pienso caer en su juego. La ignoro y sigo hablando. —Y si de verdad crees que me pueda seguir interesando..., bueno. Verdaderamente eres una idiota. Puede que tú no tengas ni chispa de orgullo ni autoestima, pero lo que yo tengo más claro que el agua, es que no volveré con alguien que me dejó de esa manera. —Me alegra que hayamos llegado a un acuerdo…—. Parece que Miranda se va a levantar e irse, así que decido mantener mi postura hasta que desaparezca de mi vista. Me niego a demostrar lo mucho que me duele esta situación. Cuando parece que se va a marchar, se inclina hasta mí y me susurra cerca del oído— porque se lo pasa en grande conmigo y no hablo solo en pasado. Pregúntale qué hizo la noche que regresó— Se aleja de mí totalmente complacida y se vuelve a sentar para disfrutar de mi reacción. Estoy luchando por no mostrar nada, mantener mi gesto impasible cuando en realidad por dentro tengo unas tremendas ganas de llorar. ¿Me ha dicho que cuando regresó a la ciudad, la fue a ver? Mientras me mantengo lo más serena que me es posible, por debajo de la mesa tengo las uñas tan clavadas en la palma de mi mano que noto algo gotear, a la vez que un extraño escozor se apodera de mi mano. Veo que Miranda mira a algún punto por encima de mi hombro, tras de mí y con la boca formando una gran «O». La curiosidad me puede, pero no es necesario que mire en esa dirección ya que la silla que se encuentra a mi lado, es movida y en ella se sienta Ethan. Hay entre ellos dos otra silla vacía, sin embargo él se ha sentado a mi lado y no se me escapa la mirada de rencor con la

que Miranda lo mira. Aunque desde que se sentó, Ethan no ha apartado la vista de mí en ningún momento. —Vamos Mare, te llevo a casa —pide sin apartar su mirada gris de mí. —¡Estamos hablando!—ladra indignada Miranda con gesto diabólico. —Pues no nos interesa nada que salga de ti—le responde mirándola jamente. Por mi parte absorbo toda la información que hay frente a mí atónita. No sé qué está pasando pero creo que tampoco me quiero enterar. —Vamos pequeña—repite Ethan, ya levantado de la silla en la que se sentó a mi lado, ofreciéndome su mano. Me siento tan desconectada que la tomo y dejo que me guíe sin ofrecer ningún tipo de resistencia. Me acerca a su coche que por lo visto lo ha aparcado realmente cerca de donde me encontraba instantes antes. De pronto, escucho un grito de Miranda antes de que cierre la puerta tras de mí. —Recuerda lo que te he dicho. (...) Han pasado un par de horas desde que Ethan me trajo a casa y me dejó sola como le pedí. Mientras que estoy aquí, tumbada en la cama y mirando al techo, recordando una y otra vez sus palabras, siento como lentamente la rabia se instala en mi sistema. Se acumula poco a poco y se extiende por todo mi cuerpo, arrasando con todo a su paso, los recuerdos de Ethan diciéndome que me quiere, sus besos, todo lo que compartimos… Todo mentira. Algo dentro de mí me dice que es cosa de Miranda, que no es cierto lo que me ha dicho y que solo quiere alejarnos cada vez más por que está rabiosa. Porque lo quiere para ella, pero no puedo evitar que a oren en mi ciertas dudas. ¿Y si antes de venir aquí, la vio a ella primero? Desde hace al menos una hora que no he dejado de llorar, solo de pensar en esa maldita posibilidad. No quiero que vuelvan a jugar conmigo. No quiero volver a caer en eso y sobretodo no ante él.

Capítulo 12

Mi necesidad Mare Abro los ojos y veo la hora en mi reloj de mesilla. Las siete de la mañana. Mi horario es un completo asco desde el comienzo de la semana, desde el regreso de Ethan. Me voy a mi habitación muy pronto por la noche para no verlo rondando a mi alrededor, y a causa de ello termino madrugando demasiado. Lo bueno que puedo sacar de ello, es que me da mucho tiempo a lo largo del día para hacer todo lo que tengo que preparar para cuando regrese a la universidad. ¿Por qué tuvo que regresar?. O mejor. ¿Por qué se marchó en primer lugar? Esas son las preguntas que me rondan constantemente por la cabeza y aunque parte de mí, me dice que lo sabría si lo escuchase, hay otra y es la que más pesa, que me recuerda constantemente lo que Ethan me hizo al marcharse de esa manera y mi orgullo hace el resto. Observo a través de la ventana el cielo encapotado, lleno de nubes oscuras y amenazando con soltar todo su contenido sobre los viandantes. Me levanto y al abrir la ventana un temblor invade mi cuerpo debido a una ráfaga helada de frío. Contemplo mi erizada piel pero aun así no la cierro. Sigo asomada, veo los pájaros volar y pienso lo libres que son, o al menos parecen ser. En ese preciso momento llega a mi mente un solo pensamiento, todo el tiempo que llevo sin salir a correr y lo libre que me sentía al hacerlo. Así que sin dudar cierro nuevamente la ventana, me pongo ropa deportiva, zapatos adecuados para correr y una chaqueta de chándal. Recojo mi larga melena en una cola de caballo y me recuerdo a mí misma que ya es necesario darle un buen corte, llevo las puntas fatal. Nada más abrir la puerta, el viento me recibe de lleno. El día es frío y parece que lloverá en cualquier momento, lo que para mí no tiene importancia alguna. Salgo corriendo por la ruta que acostumbraba a

recorrer, ignorando la mirada de las personas que me rodean. Coloco los audífonos y me hundo en la hermosa voz del cantante de «Imagine Dragons». Disfruto de la sensación de adrenalina que azota mi cuerpo y me anima a aligerar el paso. Mi corazón martillea y aunque parezca una exageración, siento como la sangre circula por mis venas y me llena de vida. Mis pies chocan contra el asfalto con fuerza y mi respiración está acelerada, no recordaba lo mucho que me gusta ésta sensación. Corro sin rumbo jo, sin jarme por dónde me llevan mis pies, tan solo disfruto del mar de sensaciones que recorren por mi cuerpo, y de pronto comienzo a recordar a donde me llevaba este camino, lo que hace que frene de golpe. Cuando me detengo, me doy cuenta de hacia dónde me han traído mis pies, y es justo lo que me estaba temiendo. Estaba tan metida en las diversas sensaciones sentidas y en la música que me acompaña que no me he dado cuenta, hasta ahora, del camino que tomé. La vista al lago desde aquí es genial. Te invita a nadar en el, pero a la vez me trae demasiados recuerdos. Me planteo por un momento si es buena idea meterse al agua con este tiempo, el agua debe estar helada además del pequeño detalle de que no porto ropa para nadar, ni muda limpia. Sin embargo no puedo resistirme a las ganas de nadar un poco a pesar del tiempo, que amenaza con volverse aún peor. Así que en un arranque de valentía, miro a mi alrededor y ver que estoy completamente sola, sin nadie que me moleste o nada por lo que deba sentir vergüenza me alienta aún más. Me acerco al borde del lago, me deshago de toda la ropa que llevo puesta y quedo en ropa interior. Sin pensarlo me lanzo al agua fría. Decir que el agua está fría sería ser demasiado condescendiente, ya que está helada, tanto que de manera involuntaria miro a mi alrededor en busca de cubitos de hielo o algo por el estilo pero no, no los hay. Los dientes me castañean y a pesar de que el temblor de mi cuerpo me lo di culta, comienzo a nadar para entrar en calor. Conforme braceo y nado de un lado para el otro, noto como mi cuerpo se va aclimatando al agua y cada vez la noto menos helada para terminar siendo cálida.  Pero la salida del agua sé que será terrible. Me adentro aún más al agua hasta que cubre todo mi cuerpo y miro hacia arriba, se ve todo tan calmado... como aquel día. Cierro los ojos bajo el agua y recuerdo

todo lo que ese día pasó el lago, el cielo, las montañas, Ethan y yo como únicos testigos. Lo tranquilo que era ese día, el clima soleado, la suave brisa fresca. Las risas y miradas cómplices que compartimos tanto Ethan como yo. Los suaves rayos del sol chocando contra nuestras pieles desnudas o casi desnudas. Su respiración contra mi cuello, sus labios sobre mi piel y yo probando por primera vez la suya. Sus caricias... Noto como algunas lágrimas se escapan de mis ojos conforme llegan los recuerdos de aquél día y se diluyen en el agua del lago. —Mare... Una voz conocida llega a mis oídos tan alta y clara que, si no fuese por que sé que estoy capuzada bajo el agua, pensaría que en realidad me encuentro fuera del agua. El aire comienza a escasear así que vuelvo a salir a la super cie y tomo una larga y un tanto desesperada bocanada de aire. Me refriego la cara con ambas manos y busco la voz de la persona que me ha interrumpido. Cuando entra en mi campo visual, el motivo de mis lágrimas, mis ojos se abren como platos con auténtica sorpresa. Su pelo está algo revuelto por la brisa matutina y tiene un ligero aspecto de cansado que lo hace ver aún más encantador. Parece que viene corriendo y se le ve tan guapo con su ropa de deporte... —¿ ué haces aquí?—. Pregunto algo brusca una vez que consigo escapar del ensimismamiento en el que me he visto envuelta a causa de Ethan, pero no me importa, así es como me siento, demasiado molesta como para poder ocultarlo. ¡No iba a poder estar tranquila! —Yo quería... solo pensé en pasar el día contigo...— responde de una manera que se me antoja casi tímida, si no lo conociese me lo creería completamente. —¿Me has seguido?—. Pregunto con una sonrisa cargada de ironía. —Te vi salir corriendo—. Se de ende. —Osea que si—. Nado hasta el borde del lago. Ethan al verme acercándome se agacha para mirarme a la cara— Solo quiero que vuelva a ser todo como antes. —Como antes... ¿cómo?, ¿antes como cuando me dejaste destrozada y me convertí en a penas una sombra de la persona que era y solo lloraba tu ausencia? —. Me pongo la mano en la frente—. ¡Oh, ya sé...! antes cuando te tirabas a

Miranda cuando querías y luego volvías a tratarme como si nada hubiese pasado, como si te importara... —Es que me importas...—. Me interrumpe con enfado en su voz— ¡No lo entiendes!...— estalla— y no lo entenderás nunca a menos que me escuches— dice más tranquilo acercándose mucho a mi cara, demasiado diría yo—. No te cierres ante mí. Déjame entrar y mostrarte lo mucho que me importas. Sin darme la oportunidad de alejarme de su tacto, acuna mi cara entre sus manos y me besa sin demora. Es en ese preciso momento en el que me doy cuenta de que me veo atrapada y que tal vez, no quiera escapar de la trampa de sus labios. Cierro los ojos y disfruto de la maravillosa sensación de tener de nuevo sus labios contra los míos. Noto el movimiento que hace su cuerpo al sentarse sobre el borde del lago y adentrarse en el, frente a mi cuerpo. Me abraza y siento como la ropa que aun lleva puesta se va humedeciendo debido al contacto con el agua. Sin importar que esté calado hasta los huesos y con el agua, que para él debe estar realmente helada como para mí al entrar, ataca mis labios con pasión y dedicación. Me pega aún más a su cuerpo en busca de un mayor contacto y calidez. Para ese momento yo ya no tengo ni chispa de voluntad para detener lo que sea que vaya a ocurrir, pero mucho me temo que tampoco la tenía al inicio de nuestro beso. Soy como arcilla entre sus manos, barro que el puede moldear a su voluntad, tan solo con su cercanía. La cercanía que me vuelve tan loca y me desespera, la misma que hace tiempo que no siento. El frenesí que me invade en este momento me obliga a quitar con desespero la camiseta del cuerpo de Ethan, la cual se le pega di cultando la acción de deshacerme de ella. Al nal cuando la logro quitar, Ethan la toma de mis manos  y alargando el brazo, la lanza fuera del agua, cerca del lugar dónde dejé mi ropa antes. Hago lo mismo con sus pantalones y de nuevo Ethan me ayuda. Nos deshacemos rápido del resto de  su ropa y acerca su hombría a mi centro y cuando se coloca entre mis piernas comienza a mover sus caderas lentamente adentrándose en mí. —Te quiero...—. Se sincera, sin apartar sus preciosos ojos grises de los míos, en un suspiro tembloroso y anhelante, cargado de deseo mientras mece sus caderas

contra mí, en un movimiento lento pero seguro como si de una caricia se tratara. —Ahh...— Se escapa un jadeo de entre mis labios una vez que Ethan los suelta nuevamente. A nuestro al rededor tan solo se escuchan nuestras respiraciones, acompañadas por el suave mecer del agua debido al movimiento de nuestros cuerpos, y el cantar de los pequeños pájaros que surcan el cielo. —Te extrañaba demasiado Mare. He extrañado estar dentro de ti, sentir tu cuerpo contra el mío, abrazarte y tocarte. —Ahh, Ethan... — Jadeo sin control debido a la gran intensidad de las emociones que Ethan me hace sentir. Anhelo, rabia, amor e ira son algunas de las tantas emociones que siento en este momento. Las que logro identi car en el huracán de emociones y sentimientos que tengo ahora. Me besa y une su lengua a la mía en una danza ardiente y pasional que demuestra la veracidad de sus palabras. Me ha echado de menos tanto como yo a él, pero la diferencia es que yo no fui quién se marchó. —Mare...—. Susurra contra mi cuello mientras lo lame, besa y chupa. Ethan arremete con pasión  contra mí. Sus movimientos son cada vez más intensos, fuertes, rápidos y profundos. Se mueve con frenesí dentro de mí mientras mis manos lo acarician y detallan cada milímetro de su trabajado cuerpo. Subo las manos hasta su pelo y tiro de él inundada en el deseo que su toque me provoca y llevada a la cima del torbellino de pasión en el que Ethan me ha alzado cuando aumenta el ritmo de sus caderas. Creando pequeñas olas en el agua del lago cuando chocan con nuestros cuerpos desnudos. Una oleada de placer llega desde mi centro y se extiende por todo mi cuerpo cuando ambos llegamos al tan deseado orgasmo. Ethan me sostiene más a su pecho y me dejo caer, fatigada y nublada por la excitación y el placer recibido, sobre él pegando ambas frentes. Cuando recuperamos el aliento me deshago de su agarre y salgo del agua con Ethan siguiéndome de cerca. (...)

Hace un rato que hemos salido del agua, ninguno ha dicho nada. Mientras Ethan buscaba sus pantalones, ya que los arrojó con demasiada fuerza, yo me limité a vestirme rápidamente. No me avergüenza mi cuerpo y después de todo lo que ha pasado con Ethan, no es que me moleste que me vea desnuda, pero el frío es horrible y los espasmos hacen que me duela todo el cuerpo. Al nal sí comenzó a llover, pero lo que empezó con una leve llovizna ahora se ha convertido en lluvia torrencial. Está cayendo tanta cantidad de agua que no creo que nadie se atreva a salir de casa sin paraguas, pero viendo lo empapada que me encuentro, ¿qué más da? Hago mi camino de regreso pero la mano de Ethan me detiene. —Tenemos que hablar. —No tengo ganas de hablar contigo—. Lo miro con atención para asegurarme que entiende lo que le voy a decir—. Esto solo ha sido algo de sexo entre un chico y una chica, lo haces todo el rato...— No lo digo como reproche, sino por que es un hecho. Tanto Ethan como yo lo sabemos. Ante mis palabras veo a Ethan tensarse. Sus puños se cierran en un agarre rme y su mandíbula está apretada. —Tú no eres como las demás y yo no soy el que era antes—. Habla después de un largo  momento de tenso silencio, en el que Ethan se ha dedicado a respirar lentamente sin dejar de mirarme—. El chico que tan solo le importaban las estas, el alcohol y el sexo ha desaparecido. Todo gracias a ti. Lo miro sin terminar de creer en sus palabras. Da igual lo que me diga, no importa porque sé que no podré volver a con ar en él. Así que pre ero alejarlo de mí de una vez por todas y así poder olvidarlo de nitivamente. De modo que tomo un respiro con los ojos cerrados, debo estar calmada, fría y sonar lo más  segura que pueda, aunque esto rompa un poco más mi ya maltrecho corazón. Abro los ojos y mirándolo lo más fría que me es posible, le digo— Esto era solo necesidad. Sentía ganas y tú estabas aquí. Eso es todo— . Me mira dolido pero enseguida cambia su a igida expresión y me mira esperanzado. —Eso es mentira— a rma rotundo, mientras su mirada gris no abandona la mía en ningún momento. Era una batalla en toda regla, marrón contra gris. Maldigo para mis adentros. Una sonrisa satisfecha y altanera, baila en su  rostro

—. De todas formas, si eso fuese verdad, ¿qué hay de mi necesidad?, ¿qué hay de lo que yo necesito?. Porque yo te necesito a ti—. Me quedo callada, no sé qué decir ante eso—. Te amo Mare, eres la única persona que me ha hecho cambiar de verdad y por ti lucharé una y otra vez por recuperarte... Te demostraré que te amo, te demostraré que me has cambiado. ue estoy hecho para ti tanto como tú lo eres para mí. Y como si la naturaleza quisiera darme una maldita señal, la lluvia para de golpe una vez que Ethan termina de hablar. El dulce olor de la lluvia en el ambiente y el silencio nos acompaña en nuestro camino a casa.

Capítulo 13

Fiebre Mare Al n de cuentas no resultó ser una gran idea eso de meterme en el lago en un día como el de ayer. Achus. Desde que llegué anoche a casa me sentía bastante mal, de manera que a penas cené y después de darme una ducha de agua caliente, me acosté. Tanto Ethan como yo hicimos lo mismo, lo que sorprendió a mis padres, sobretodo a mamá. La cual antes de dormirme me dijo que volverían a irse a un viaje rápido de dos o tres días por trabajo. Aunque no dijo nada más, al verme pálida y sudando como un pollo me miró compasiva antes de dejarme dormir. Pero eso fue anoche, esta mañana me he despertado ardiendo en ebre, sudando y sintiéndome aún peor de lo que me sentía cuando me acosté. Ahora frente a mí, se encuentra mi madre, acariciándome la cara y cabeza para aliviar un poco el dolor y debatiéndose si quedarse o no, mientras mi padre se ha adelantado a la empresa en busca de unos papeles. —No mamá, no te quedes solo por mí. Es un resfriado, me tomaré lo que te ha dicho el médico y ya está—. Le digo mirando la mano con la que todavía sostiene mi móvil, después de haber llamado a un amigo suyo que es un reputado médico de la zona—. Sabes bien que no estoy sola, Ethan estará aquí— le digo no muy convencida pero sabiendo que eso la va a tranquilizar—. Además, hoy regresa Magda de las vacaciones con su familia ¿no? —pregunto recordando a la hermosa y cálida mujer que ha estado con nosotros desde que nací. Magda es un amor, siempre me ha cuidado cuando mis padres debían irse a algún viaje de la empresa, y hoy volvería después de haber pasado los últimos tres

meses con su familia, que viven en Venezuela. Es una mujer adorable que ronda los cincuenta, pero no los aparenta. Siempre anda elaborando algún tipo de nueva receta que acaba siendo la cosa más rica que hayas probado. Es divertida y la tengo más como una tía que como alguien ajeno a la familia. Desde siempre ha trabajado en nuestra casa, pero hace casi tres años tuvo una urgencia familiar, algo que le pasó a su hijo, por ello no llegó a coincidir nunca con Ethan. Pero ahora va a regresar y doy gracias al cielo, por que la necesito. Seguro cuando le cuente lo que ha pasado me sabrá aconsejar. —Es verdad— dice mamá nalmente, haciendo que le devuelva toda mi atención y mirando su reloj de pulsera— tiene que estar a pique de llegar, pero me quedaré hasta que ella venga… —También puedo llamar a Álex mientras tanto, no te arriesgues a perder el avión. Sé que este viaje es importante…—Sus ojos brillan de emoción al escuchar que lo nombro. —Está bien hija... pero ten el teléfono cerca  y cógelo cuando te llame—Dice severa. Parece que con la mención de Álex se ha convencido del todo. —Si mami…—. Le sonrío para tranquilizarla, pero debido al cansancio y la ebre que tengo, me debo conformar con un extraño gesto facial que al parecer la convence. Sin decir nada más y dejando un pequeño beso en mi frente, se va a preparar el equipaje para su partida de esta tarde. Los ojos me arden y siento una picazón extraña en ellos, me comenzaba a costar mucho enfocar bien lo que hay a mi alrededor. Como si llevase horas despierta en lugar de acabar de abrir los ojos. Así que los cierro de nuevo para dejarlos descansar y en ese momento la puerta se abre para cerrarse un instante después, creando una leve corriente que provoca que me erice, pero yo sigo con los ojos cerrados. Escucho unos pasos que se acercan a la cama, a mí y de pronto una mano que reconocería en cualquier lugar, porque solo su toque provoca esto que siento, acaricia mi mejilla con amor. Una sensación cálida se instala en todo mi cuerpo y los nervios se hacen presentes cuando noto algo tierno y caliente rozar mis labios. Sus labios. Ethan. Una escurridiza lágrima se escapa de mi ojo derecho y siento como Ethan la quita. Mi cuerpo arde a un nivel que pocas veces he experimentado y puedo

asegurar que no es a causa de la ebre. De pronto toda sensación de calidez me abandona de golpe cuando Ethan se levanta y se va, cerrando la puerta tras de si. Abro los ojos a tiempo de ver como la puerta se abre de nuevo y por ella entra mi madre, vestida esta vez con un impecable traje blanco que le aporta un aire empresarial que impone mucho respeto. Miro a su lado y veo un montón de maletas fuera de mi cuarto. La duda que tenía se aclara en ese momento y casi me quiero dar con la palma en la frente por no caer que era por eso... ¡Claro!, por eso se habrá ido tan rápido, escuchó venir a mamá. — uerida, me voy ya. Acaba de llamar tu padre diciendo que dentro de poco irá directo al aeropuerto. ¿Necesitas algo? —No mami. Estoy bien—Digo con voz ronca. —Los números que puedas necesitar están en la agenda. He dejado apuntado junto a la nevera, una lista de los medicamentos que debes tomar y los alimentos que debéis comer. He llamado a Magda y le he comentado la situación y en seguida llegará, pero su tren se ha retrasado—. Asiento, al ver a mi madre esperando pacientemente una respuesta por mi parte, ya que no me veo con fuerzas para hablar. Suspira con algo de alivio a la vez que coloca un mechón rebelde, que se ha soltado de su coleta, detrás de su oreja— lleva cuidado por favor— me recuerda antes de lanzarme un beso desde la puerta. —Te quiero mami. —Yo también pequeña— dice sonriente antes de dar media vuelta y marcharse rumbo al aeropuerto, donde le esperaba papá. (...) Hace más de una hora que mi madre se fue, y poco después escuché llegar a Magda quien, cuando bajé a verla me recibió con un beso y un par de historias sobre su familia. Estoy segura que los ha extrañado demasiado y está encantada de haber podido conocer a su nuevo nieto. Un pequeño llamado Javier que le ha robado completamente el corazón y del que no ha parado de hablar desde que llegó. Finalmente, tras la agradable charla y un delicioso té de hibisco, decidí regresar a la comodidad de mi cuarto y descansar un poco. Me sentía súper débil.

Ahora, la casa se siente tan tranquila de nuevo que no puedo luchar contra el pensamiento recurrente de que algo iba mal con Ethan. Sin poder evitarlo, recuerdo la sensación tan tibia de sus labios contra los míos, lo que me tenía preocupada. ¿Él también estará enfermo? Se sentía tan agotado como yo la otra noche, pero hasta ahora no se me ha ocurrido pensar que él también pueda tener ebre. La puerta se abre de pronto, sacándome de golpe de la telaraña de pensamientos en la que me estaba viendo atrapada, para ver a Magda asomar tímidamente, su melena rubia recogido en un moño suelto, por una pequeña rendija. —Pasa Magda... estoy despierta... —cada vez sentía mi voz más y más resentida y un dolor horrible que invade mi garganta. —¡ ué bien que estás despierta cielo! —Exclama visiblemente aliviada—. Te he traído un vaso de agua con la medicina que te toca. Enseguida te subo una sopita caliente—. Antes de poder protestar, Magda me mira de manera tierna y vuelve a hablar mientras se sienta a mi lado. Su cálida mano, rozada por los signos de la edad, acaricia mi mejilla con mimo maternal—Verás cómo te ayuda. Magda sabe que no es mi plato favorito, pero tengo la garganta tan in amada que creo que será lo único que me podré tragar sin que me duela demasiado. Resignada le digo que vale y se va con una hermosa sonrisa victoriosa en su rostro. (...) Miro el techo aburrida, esperando a que llegue la hora de comer. Me siento bastante oja y tengo mucha hambre. No hay ningún movimiento en la planta de arriba de casa, de hecho si no fuera por el gruñir de mis propias tripas, no oiría nada. La puerta se abre e ilusionada miro hacia ella y comienza mi diarrea verbal — ué bueno que nalmente alguien venga. Estaba aburridísima y me siento demasiado sola como para… —me detengo en seco en cuanto aparece en escena

Ethan y en seguida me arrepiento de todo lo que he soltado por la boca en cuanto veo que es él quien cruza mi puerta. —Entonces…, ¿te alegras de verme?

Capítulo 14

Fiebre Parte 2 Mare —Entonces..., ¿te alegras de verme? — pregunta el castaño con suma picardía mientras su mirada gris me observa de arriba abajo, deteniéndose por lo que diría que es demasiado tiempo, en la curva de mis piernas desnudas, ya que vestía pantalón corto, haciendo que un incómodo sonrojo llegue a mis mejillas sudadas por la ebre y obligándome a taparlas. —¿ ué haces aquí? —pregunto ronca. —Hay que ver, menudo carácter. ¿Te traigo la comida y así me tratas?—. Dice con ngida molestia pero con una sonrisa satisfecha danzando en su rostro. El mismo que abofetearía por burlarse de mí. — uiero que te vayas. —Pues lo siento—. Dice de manera que me hace ver que es todo lo contrario, no lo siente para nada. Se acerca a mi cama y deja la bandeja sobre mi mesilla. Se sienta a mi lado en la cama y lleva un mechón suelto tras mi oreja con mucha delicadeza. Sentir de nuevo sus manos sobre mí, aunque sea de esta manera tan inocente y sutil, hace que todo mi cuerpo reaccione. Mis palmas pican por las ganas de acariciarle también, mi pulso se acelera de una manera que creo que Ethan, lo podrá escuchar si permanece en silencio el tiempo su ciente y presta atención. Mi respiración se torna agitada, con deseo de profundizar ese pequeño roce, mi piel se eriza y una sensación de calor se extiende de manera salvaje por todo mi ser, y para empeorarlo todo, Ethan me mira de manera abrasadora para aniquilar mi última barrera de defensa contra él, al terminar su frase— no me voy. No te dejaré sola nunca más pequeña.

Miro embobada a Ethan y lo veo rojo, con pinta de sentirse acalorado y con una leve capa de sudor cubriendo su rostro. Si, él también tiene ebre, ahora no hay más dudas. Extiendo mi mano hasta su cara y dejo la palma de mi mano sobre su frente. A penas siente mi roce sobre su frente, Ethan acerca aún más su cara a mi mano, buscando un mayor contacto y cierra los ojos a la vez que suelta un suspiro cargado de alivio. Me siento nerviosa y ansiosa, no quiero que piense que tan solo haciendo esto le perdonaré pero tampoco quiero que se sienta rechazado y odiaría hacerle sentir falsas esperanzas. No sé qué hacer, así que intento hacer uso del humor para salir de la trampa en la que yo misma me he metido de cabeza. —Estás delirando. No sabes lo que dices... —No Mare. Tú me haces delirar—dice mirándome jamente a los ojos, con una gran intensidad— Y nunca he hablado más enserio. Cada vez su cara se aproxima más a la mía. Con cada palabra de Ethan, cada una de ellas cargada de sentimientos, la distancia que nos separa va muriendo poco a poco, hasta que toca mis labios con los suyos. No sé qué hacer, me veo dividida entre las ganas de alejarlo de mí porque sigo odiando lo que me hizo, y las ganas que tengo de abrazarle y sentirlo aun más cerca de mí, si es eso posible. Antes de tener la oportunidad de decidir, Ethan cae ardiendo de ebre sobre mí. —Magda… —grito con desespero una y otra vez para que suba a mi cuarto, pero no viene. Me levanto sujetando la cabeza de Ethan entre mis manos, para que no caiga de manera brusca sobre el colchón. ¡Maldita sea! ¿dónde está Magda? —Tranquilo amor, voy a hacer que te sientas mejor. Magda—la vuelvo a llamar mientras tumbo a Ethan sobre mi cama, le quito los zapatos y lo acomodo para bajar en busca de Magda. Bajo las escaleras de manera rápida, al menos lo más rápida que puedo ya que me siento mareada a causa de la ebre. Llego a la cocina y la veo entrando por la puerta de atrás, tarareando felizmente alguna canción, completamente ajena a lo que pasa en el piso de arriba. —¡Corazón!. ¿ ué haces fuera de la cama…? —Pregunta en cuanto me ve, pero no le dejo terminar ya que la cojo de la mano y tiro de ella.

—Rápido Magda, Ethan tiene ebre y se ha desmallado en mi cama—. Le cuento tirando de ella para que me siga escaleras arriba. —¿ ué?— Sale corriendo y llega hasta mi habitación antes que yo. Cuando subo los encuentro a Ethan en bóxer, aún tumbado en mi cama y a Magda intentando levantar el casi metro noventa de puro músculo—. Hay que llevarlo a la tina y bajarle la ebre, ¡el muchacho está ardiendo! —Explica cuando ve que entro al cuarto. Verlo tan débil, abriendo y cerrando la boca difícilmente en busca de aire me aterra tanto que, por un momento me quedo estática en mi lugar, sin poder hacer nada. Jamás he visto a Ethan de esta manera y ver a alguien tan seguro y fuerte en esta situación resulta impactante—. Date prisa corazón y ayúdame— pide Magda haciendo que nalmente reaccione. Me muevo hasta el otro lado de la cama y juntas lo llevamos al baño, abrimos el agua de la bañera y cuando la llenamos con agua tibia, la ayudo a meter a Ethan en ella. En cuanto su cuerpo entra en contacto con el agua, comienza a quejarse y gemir como un animalillo herido, a pesar de que el agua se encuentre más caliente que fría, el contraste con su cuerpo que se encuentra ardiendo, debe ser espantoso para él. Ethan abre los ojos con esfuerzo y me doy cuenta que busca mi mirada. —Mare... —suelta un suspiro tembloroso. —Tranquilo, mi amor. Te sentirás mejor en breve, ya verás— Le aseguro mientras sostengo su cabeza para que no caiga sobre el frío material de la tina. ¡Mierda! Me he dejado llevar por la situación y sobretodo por lo preocupada que estoy por él, y tan solo me doy cuenta de que lo que he dicho ha sido frente a Magda, cuando su mirada ja recae sobre mí. Demasiado atenta como para pasarla por alto. Comienzo a dejar pequeñas caricias sobre la frente de Ethan, sin mirar a ningún otro punto de la habitación más que a él. En este momento lo único que quiero es reconfortarlo y hacer que su ebre baje. Así que con ese pensamiento en mente, hace más fácil no prestar atención a la mirada que aún sentía sobre mí. Después ya hablaría con Magda. —Mare… — llama una y otra vez Ethan con esfuerzo.

—Shh… Ethan tranquilo, estoy aquí. — Le aseguro aún acariciando su cálida piel. (…) Siento como su piel se refresca poco a poco y es entonces cuando me atrevo a mirar a Magda, quién me mira también, con una sonrisa en sus labios, aunque se mantiene callada ante lo que ve. Cuando logramos que le baje un poco la ebre, Magda seca el cuerpo de Ethan, me ayuda a llevarlo hasta mi cama y lo tapa hasta la cintura con mi manta. —Voy a buscar ropa limpia para ponerle—. Me informa Magda antes de salir de mi cuarto. Sin destapar a Ethan, meto las manos por debajo de la manta y le quito los calzoncillos con los que le hemos bañado, ya que está empapado. Justo cuando los dejo en el baño y regreso a su lado, Magda entra con unos pantalones y una camiseta de manga corta entre las manos. —Supongo que lo puedes vestir tú... ¿no? —. Pregunta con una sonrisa cargada de malicia. Me sonrojo y miro al suelo como si fuese lo más interesante del mundo. No me atrevo a mirarla a los ojos cuando le contesto—. Si. —Bien—dice con simpleza y se retira con una pequeña sonrisilla astuta en el rostro, después de darme la muda limpia de Ethan— ¡Ah! Cuando despierte, que se tome la medicina que hay en tu mesilla... y cómete toda la sopa jovencita. Cuando despierte Ethan, le haré más a él y me llevaré tu bandeja— indica recostada sobre el marco de la puerta de mi habitación. —Gracias, Magda… —le digo antes de que se marche—y por favor… —Ni una palabra a tu madre, tranquila—asegura apoyando su dedo índice en sus labios y me guiña el ojo antes de dar media vuelta y volver a los quehaceres de la casa.

Capítulo 15

Fiebre Parte 3 Mare Ethan se mueve incómodo y le destapo un poco para que se sienta mejor. En cuanto lo hago suspira con alivio, casi como si le hubiese quitado un enorme peso de encima. Estamos tumbados en mi cama, al nal Magda me dijo que ya que pesaba tanto y los dos estábamos enfermos, no pasaba nada si compartíamos mi cama. Aunque no dijo nada más en su mirada iba implícita la frase «seguro que no te molesta». La verdad, aunque siento cierta incomodidad, es un alivio que haya alguien que sepa de mi relación o, en este momento, falta de ella con Ethan. Alguien con quién me pueda desahogar. Agradezco que sea ella ya que podré hablar del tema sin ninguna atadura. No tengo muy claro que pudiese hablar de todo lo que siento con cualquier otra persona, sin contar a Álex, claro. Ethan abre los ojos y me busca con la mirada, detiene la mano con la que sostengo la toalla húmeda con la que le quito el resto del sudor y carraspea. —¿Esto es un sueño? — pregunta con un extraño brillo en su mirada que me hace traga en seco. Su mano se entrelaza con la mía, alejando la pequeña toalla de mi agarre y mi corazón comienza, un frenético martillar dentro de mi pecho, a causa de ese mínimo toque. —No Ethan. Tú también tienes ebre y debes tomarte la medicina—. Le digo soltando nuestras manos con la excusa de acercarle el medicamento—. Te ha bajado la ebre pero tienes que comer algo—. Insisto más que preocupada pero no me hace caso. —¿También es un sueño que me llamaras amor...? —Me mira esperanzado, pero ahora mismo no podemos hacer esto. —No me ignores… esto es importante Ethan.

Ethan toma mi mano otra vez y mira mis labios, cuando vuelve a retomar el tema que tanto le importa. —No te ignoro, jamás lo haría, pero no hay un tema de mayor importancia para mí, que nosotros... — vuelve a atacar y le interrumpo como él está haciendo conmigo —Estás ardiendo en ebre... —¡ ue le den a la ebre!—exclama con desesperación. Su ronca voz acaricia mis sentidos y hace vibrar a mi cuerpo con la misma intensidad con la que Ethan me contempla en este momento—. Necesito hablar de esto, —entrelaza sus manos con las mías—de lo nuestro. Conozco a Ethan, lo conozco demasiado bien como para saber que no se dará por vencido y que aunque se niegue, necesita comer y descansar. Así que cedo ante él y le prometo que hablaremos cuando baje la ebre de ambos. —Está bien. Hablaremos, pero solo cuando nos encontremos mejor del resfriado, —veo por su expresión que va a protestar, así que antes de que llegue a hacerlo le pregunto—¿Está bien? Pasa un momento en silencio antes de murmurar un resignado «está bien». Satisfecha me tumbo en mi cama, a su lado. (..) Pasamos el resto del día hablando un poco de todo y a la vez de nada. Sin tocar temas que nos puedan hacer desatar algunas emociones o sentimientos reprimidos, sin decir cosas que puedan romper de nuevo esta especie de paz que parece haberse formado entre nosotros. Nos limitamos a hablar de series, de música… y otros temas que no sean «con ictivos». Nos dedicamos a acariciarnos en silencio, disfrutar la cercanía del uno con el otro, disfrutando de la calma que nos envuelve en un mundo alternativo en el que no me ha dejado, aún nos queremos como el primer día y no existe ni un resquicio de resentimiento. Con temor a romper esa calma que parece tan frágil y recordar la sensación de abandono que me derrumbó cuando se fue. Olvidando el hecho de

que le he prometido tener una conversación que no tengo ningún deseo de mantener, aunque sepa que es algo necesario. Pensando en todas estas cosas y estando en la comodidad de mi cama, abrazada al que sin duda ha sido, es y siempre será el amor de mi vida, comienzan a pesarme los párpados. El cansancio hace acto de presencia y Morfeo no duda en acogerme entre sus brazos y transportarme a otro lugar. Uno en el que Ethan jamás se marchó o al menos, me pidió que le esperase. (...) Cuando abro los ojos, una oscuridad que se me antoja in nita, baña la habitación al completo. Un absoluto silencio existe en la estancia y nada empaña la tranquilidad que exuda por todo el lugar. Giro la cabeza en dirección a la ventana y veo el negro velo nocturno cubriendo todo el exterior. Me inclino hacia mi derecha encontrándome con Ethan. Lo único que hacía evidente que no estaba sola en casa y que por ello no me debo poner nerviosa, es que descansa a mi lado, durmiendo plácidamente y abrazado a mí. Como si temiese que lo abandonase. Siento un pinchazo en el corazón al pensar eso y una insolente frase que no deja de repetirse sin descanso en mi mente, incordiando y metiendo el dedo en la herida que aún sigue abierta a pesar de que haya regresado, provocando un dolor incesante y burlándose del resquicio de esperanza que aún conservo. La maldita frase no deja de bailar y dar vueltas una y otra vez por mi cabeza, y puedo oírla alta y clara. Yo no te dejaría. No como tú— reprocha en silencio mi mente. Miro la hora en el reloj y me sorprende ver que son a penas las cuatro de la mañana. Hemos dormido más de once horas. Un gruñido proveniente de mi estómago me advierte que debo comer algo. Al parecer la ligera sopa que tomé al despertar esta mañana y el resto del día que he pasado sin comer, ha dejado mella en el, ya que no deja de quejarse y pedir alimento. Voy a salir de la cama para bajar a la cocina y preparar algo para comer Ethan y yo, pero un fuerte agarre me lo impide. Los brazos de Ethan se aferran fuertemente, pero sin

dañarme, a mi cuerpo y se niega a soltarme. Alzo la vista y lo veo con los ojos entreabiertos en mi dirección. —No te vayas... —Suplica sin dejar de mirarme ni un instante. Me suelto una de mis manos de su agarre y acaricio su mejilla. Aún está caliente pero su ebre parece haber bajado. —Solo voy a preparar algo para comer. Ahora vuelvo—. Le digo para que me suelte, pero en el fondo, sé que hay una parte ín ma de mí que tampoco desea que lo haga. —No te quiero soltar... — pronuncia con una emoción que me deja pasada y me contagia. O creo que eso hace, ya que es el único modo que me explico mis propias palabras. —Tampoco quiero que lo hagas —. Se me escapa y al instante me invaden unas terribles ganas de golpearme, por que Ethan utilizaría mis propias palabras en su bene cio, de eso estaba completamente segura. Sin embargo pasan unos pocos segundos e Ethan no sonríe burlón, ni se muestra altanero para mi sorpresa. Al contrario, me mira con tal profundidad que parece que pueda ver a través de mí. Me devora con su honesta mirada y cuando creo que no puedo quedar más embobada con su reacción, me contesta con una voz ronca y suave que acaricia mis sentidos—No lo haré. No te dejaré ir de mi lado. El poder que ejerce Ethan sobre mí es atroz, algo casi magnético y sin duda inevitable, pero no pienso en nada de ello y simplemente hago lo que tanto deseo hacer. Me acerco a su rostro con hambre, deseo besarle más que nada, sentirle de nuevo. Sus caricias, su ronca risa contra mi piel, despertar junto a él. Lo amo con todo mi corazón y me destroza saber que no siente lo mismo, que tan solo sean palabras fáciles que decir. Me aterra que resulte ser el mismo Ethan de antes, que iba detrás de cualquiera con falda. De pronto, como un recordatorio de que Ethan no quiere a nadie y no le es el a nadie, advierto una pequeña marca en su cuello que no había visto antes y me separo de golpe de sus brazos. Voy corriendo hasta la puerta y cierro tras de mí, murmurando un casi inteligible «quédate en la cama, ahora vuelvo con la comida». Una apagada protesta de su parte se escucha antes de cerrar completamente la puerta. Bajo las

escaleras a toda velocidad y voy directa al fregadero, dónde me echo agua fría en la cara. U . Por poco vuelvo a caer ante sus palabras. No puedo hacer eso. No pienso dejar que me engañe. Se fue a Los Ángeles durante más de un año y en todo ese tiempo estuvo con una de sus ex. Sin responder mis mensajes ni llamadas y dejándome sola. Tiene un maldito chupetón en el cuello y no se me olvida lo que Miranda me dijo. Tal vez ese chupetón es la prueba de que estuvo con ella antes de volver a mi casa, la prueba de que lo que Miranda me dijo es verdad. Seco mi rostro y me miro al espejo antes de respirar profundamente y decidir dejar el tema aquí. Son demasiadas cosas en las que pensar en una sola noche, demasiadas cosas que sin duda no harán más que torturar mi mente, sobretodo cuando no tengo ninguna respuesta a mis preguntas. Lo único que tengo claro es que a Ethan tan solo le importa él mismo y esto no puede seguir así. Lo tengo que olvidar.

Capítulo 16

Visita sorpresa Mare Para cuando llegó el lunes ambos nos encontrábamos mejor. Mis padres volvieron un día antes de lo prometido y eso me hizo más fácil eludir a Ethan y nuestra charla pendiente. Los días han ido pasando con tanta velocidad que es casi impresionante, pero hoy es jueves y en todo lo que llevamos de semana no he coincidido con Ethan en ningún momento. Ayer vi algo triste a mi madre y esta mañana escuché algo sobre alquilar un pisito de soltero o algo así. ¿Acaso Ethan se iba a marchar de nuevo?. Una marea furibunda de diversas emociones en completa contradicción, inunda mi pecho, haciendo que quede sin aliento. Alivio, molestia y duda me invaden a partes iguales. Alivio por que no tendré que verlo todos los días rondar por casa, ni aguantarme las ganas de lanzarme a sus brazos de nuevo. Molestia por el hecho de que vuelve a irse sin darme  ni una sola razón, después de prometerme que se quedaría y molesta sobretodo conmigo misma por creerle nuevamente y esperar algo de él que obviamente no iba a cumplir. La duda que tengo, es qué gana haciendo esto. ué demonios gana jugando y rompiendo de nuevo mi corazón. Haciéndome ilusiones para dejarme destrozada y sola. La rabia sin duda, opaca los demás sentimientos. Mientras me pregunto una y otra vez, ¿cómo he podido ser tan estúpida?, ¿cómo he podido creer en él de nuevo, después de todo?. No me gusta pensar que soy una de esas mujeres que creen en la palabra de un in el cuando les juran y perjuran que no las engañaran nuevamente y mientras, están yendo de cama en cama. No me gusta la idea de que puedan jugar tan fácilmente conmigo.

—Mare hija— me llama mamá apoyada sobre el marco de la puerta de mi habitación. La miro un poco desconcertada mientras que ella me contempla con hastío—. Te he estado llamando un buen rato, ¿no me has escuchado?— me regaña con molestia. Yo que aún me encontraba algo aletargada, dejo el libro que llevaba entre las manos, al que por otra parte no le prestaba la atención su ciente por culpa de Ethan, sobre la mesilla que se encuentra al lado de mi cama, me levanto y voy hasta la puerta. Carraspeo —perdón mami..., ¿decías? —Ay hija, ¿dónde tienes la cabeza?—. Exclama mamá rodando los ojos hasta el techo, suspira y continúa con su explicación —. Te llamaba para decirte, que esta tarde irás al piso de Ethan—Intento protestar, pero ante mi gesto lo único que consigo es que mamá levante la mano con autoridad y me mande a callar—. Ni tu padre ni yo podemos, así que solo quedas tú para ayudar. Ahora era mi turno para rodar los ojos— ue contrate a alguien, si tanto necesita la ayuda. —Hija, él quiere acercarse de nuevo a ti. No sé que os ha pasado, pero estabais tan bien juntos—. La miro con horror ante sus palabras. ¿Acaso ese maldito idiota le ha contado lo nuestro?. Al ver mi expresión, mi madre se adelanta a explicarse—. Erais buenos amigos. Un sentimiento para nada comparado al que he sentido hasta la fecha, se extiende por todo mi cuerpo al comprobar que mi madre parece estar de su lado. Lucho contra las palabras que se acumulan en mi boca, esforzándose por salir. Lucho por no soltar las palabras que tanto deseo decir pero que por otro lado de nada servirían. Resultaría infantil e inútil debido a que mi madre no sabe absolutamente nada de lo ocurrido entre Ethan y yo, y jamás se enterará, no por mí eso seguro. Pero antes de que pudiese controlar a mi propia lengua, las palabras salen sin control y con vida propia—. Se fue mamá, eso fue lo que pasó —. Escupo con un tono ácido que hasta ahora jamás había escuchado en mi voz. Mamá me mira con suma ternura, y acaricia mi mejilla mientras dice— Mare, tenía sus motivos—. Dice con simpleza mi madre sin ser consciente del sentimiento de traición que se estaba construyendo en mi pecho.

—¿Tú los sabes mamá?— pregunto con tal reproche que no le pasa inadvertido a mamá. —Cariño, no era mi intención ocultártelo, pero su madre... —Se detiene a sí misma, apretando los labios como si hubiese cometido un error imperdonable, al hablar de la madre de Ethan. —Su madre, ¿qué?—. Le animo a que continúe. —No, hija. Ya he dicho de más… —Pero si no me has dicho nada—le corto completamente desconcertada ante su actitud. Sin decir nada más, mamá se limita a mirarme con ternura y dejar una pequeña caricia en mi mejilla, que estoy segura pretende ser reconfortante, pero no lo consigue. Una tormenta interna, sigue causando estragos en mi calma y esa tormenta tiene nombre y apellidos. Ethan King. —Estoy segura que Ethan te lo contará. De hecho estaba deseoso por encontrarse contigo, pero nunca coincidíais. Vendrá por ti a la hora de comer, yo me voy a una reunión de la empresa con tu padre—dice para después girar y marcharse sin darme la oportunidad de hacerle más preguntas. (...) Hace un rato que han dado las dos de la tarde, estoy sola en casa, Magda hoy no vino y el chófer que siempre acompañaba a mis padres hoy tenía la tarde libre. Llaman a la puerta y quedo extrañada, ya que queda más de media hora para que venga Ethan a por mí. Voy hasta la puerta con la mayor lentitud que puedo, ya estoy vestida pero no me apetece nada, pasar la tarde con él. Abro la pesada puerta principal y ardo en deseos de cerrarla en la cara de la persona que está frente a mí, en el momento que la veo. —¿Por qué rayos tiene que venir Miranda a mi casa, no tiene vida? + Está visto que no… —¿ ué quieres ahora? — el cansancio en mi voz no se podía pasar por alto de ninguna manera, tanto ella como yo lo habíamos notado, y era algo que al parecer le causa gracia.

Una sonrisa se extiende por su rostro maltratado a base de cremas, la maldad brilla en sus ojos verdes y en sus manos de arpía sostiene una camiseta que me es muy conocida. Su sonrisa se extiende aún más y con más malicia, si es posible, al ver que la reconozco. Me tira la camiseta a la cara y con gran satisfacción me sonríe antes de hablar— ¿la reconoces verdad? Lávala tú. Ya que vive en tu casa y la querrá recuperar. La noche que volvió no dudó en pasarse por mi casa a hacerme una visita y no veas como sudamos. No sé qué se me pasa por la cabeza, yo no soy así. yo no me peleo y menos por un tío que parece que no vale la pena. Pero me sorprendo tanto a mí misma como a ella, al estirar el brazo y darle el que resulta ser el primer bofetón. El inicio de la pelea.

Capítulo 17

Visita sorpresa Parte 2 Ethan Hoy por n podré hablar con Mare y me tendrá que escuchar, ya que lo he organizado para que parezca que me ayudará con la mudanza de mi nuevo piso. Nada más lejos de la realidad he de admitir. Mi nueva casa ya está amueblada y con una cama comodísima, la verdad. ¿ ue si es sucio utilizar a su madre para que Mare no tenga escapatoria alguna?. Puede ser, pero no me ha dejado alternativa posible. He jugado las cartas que tengo a mi favor y lo bueno de todo esto, es que me ganaré a mi suegra, antes de que ella misma sepa que lo es. Si me preguntan, si estoy nervioso..., como el mismo in erno. Las manos me sudan, el corazón me palpita desbocado y temo fastidiarla a la primera oportunidad que encuentre. Mare no me lo pondrá para nada fácil. Por otro lado, eso es lo que tanto amo de ella, me ha ganado poco a poco y sin siquiera pretenderlo. Es la única mujer que ha hecho que me sienta amenazado, ilusionado e intimidado. La única que me ha hecho buscarla un sin n de veces. La única por la que me he esforzado tanto. En de nitiva, la única mujer para mí y lucharé por reconquistarla. Abro la puerta de la casa de los Santiago y me sorprende ver en plena entrada como Mare se encuentra situada sobre Miranda, sin dejar de golpearla. Cuando abro la puerta por completo, Mare mira en mi dirección y aprovechando la distracción, Miranda intenta golpearla, pero me lanzo hacia ellas y alzo de la cintura a mi chica, antes de que logre tocarla. —Suéltame— me grita molesta, con los brazos estirados en un intento de llegar hasta Miranda. uien aún se mantiene tumbada en el suelo del hall y se acaricia la zona del pómulo que mi chica le ha golpeado—. Estoy harta de esta

trepa — grita de nuevo a la vez que agita su cuerpo en el aire para que le suelte. Cosa que no pensaba hacer ni loco. —Por favor, no hagas nada. Cálmate— , le susurro en el oído cuando meto mi cara en el hueco entre su cuello y su hombro. Noto como cada vez pone menos resistencia ante mi agarre, mientras voy dejando suaves besos en su hermoso cuello. Levanto la mirada y veo como Miranda nos contempla con rabia, pero me da igual, en este momento tan solo me importa Mare—. Vete Miranda, no sé qué coño le has dicho, pero lo que sea sabes que es mentira. Jamás te tocaría. —Ya lo has hecho querido—. Lanza satisfecha una vez levantada y mientras se sacude el polvo de su ropa. Provocando que una oleada candente de furia comience a trepar por mis entrañas. —Y fue un error, así que desaparece de mi vista o juro que te destruiré—. Le amenazo con la mandíbula en tensión, en un intento por contener mi propia rabia que Miranda no deja de avivar con su maldita actitud de niñata caprichosa. No permitiré que vuelva a dañar a Mare ni que nos vuelva a alejar. Cuando Miranda pasa por mi lado, pisando fuerte como cualquier niña mimada haría, la sostengo del brazo y me acerco a su oído para susurrarle una última advertencia — No te quiero cerca de Mare. —¿Es acaso una orden?—, pregunta con burla. Su ceja alzada con una actitud tan altiva, como la que siempre ha mostrado desde que la conozco. —Tómalo como quieras —me limito a decir con mayor tranquilidad. —¿Y si no te obedezco, qué…?—arremete con chulería. Así que la acerco más a mí y me doy cuenta cómo su respiración comienza a acelerarse. Es obvio que a pesar de que quiera mantener un aspecto relajado, es consciente de todo lo que puedo hacer si se mantiene rme en interponerse en mi camino. —Atente a las consecuencias—. Susurro en un tono cargado de molestia, antes de soltarla y tras unos segundos, en los que no deja de fulminarme con la mirada, se va cerrando con fuerza la pesada puerta. Pasan al menos unos minutos antes de soltar a Mare, pero aún así, sigo con las manos sobre su cintura, me niego a soltarla del todo. Ya está en el suelo y mucho más tranquila, o eso parece, ya que cuando voy a acercarme a ella, se suelta de mi

agarre, da media vuelta y me da una sonora bofetada. La mejilla me arde y veo como Mare sacude en el aire su mano con gesto de dolor. La pobre se ha tenido que hacer mucho daño y yo, lo único que acierto a hacer es llevar mi mano a la mejilla, para tratar de calmar el dolor que siente mi piel. Sin duda alguna, esta chica sabe dar buenas bofetadas. Nos quedamos en silencio sin apartar la vista el uno del otro y no comprendo cómo hemos llegado a esto ¿Por qué todo parece estar siempre en nuestra contra?, ¿acaso nunca podremos estar juntos? Por que me niego a ello. Me niego a perderla. Aunque me lleve toda la vida ganarme su perdón, serán años bien empleados, ya que al menos podré tenerla a mi lado. —No sé qué te habrá dicho y supongo que estarás más que molesta, pero te recuerdo que me prometiste una conversación cuando estuviésemos en mejor condición de salud y me has estado esquivando —. Veo a Mare alzar la vista y mirar el techo con fastidio, pero no tarda en contestar. —¿También me chantajearás con eso?, ¿no crees que haya sido su ciente utilizar a mi madre contra mí? —Admito que puede ser que me haya pasado, pero no me has dejado otra opción. Necesito que me escuches y tú no lo harás por las buenas. Creo que lo has dejado bastante claro en cada ocasión cuando me evitabas. He hecho de todo para que me aceptes de nuevo a tu lado y lo único que he obtenido a cambio es tu creciente rencor. Así que me he visto obligado a acorralarte—. Le explico y no dejo de hablar hasta que he dicho mi última palabra, a pesar de ver el notable enfado que mostraba el gesto de la hermosa y cabezota castaña, que me ha robado por completo el corazón. —No es mi culpa que te fueses, tampoco que actuases como el imbécil niño rico y caprichoso que eras, eres y siempre serás—, estalla contra mí con una contundencia que me deja aturdido, es obvio que ha estado guardándose demasiadas cosas—como tampoco es culpa mía que hayas regresado con unas pretensiones imposibles — ataja haciendo que reaccione y vuelva a retomar el hilo. —No es nada imposible Mare, yo te amo y sé que tú sientes lo mismo que yo. Un amor así no se acaba en poco más de un año.

Mare La tensión que se ha creado en el ambiente es atroz y as xiante, y me niego a callar lo que ahora mismo Ethan provoca en mí. Rechazo. —Sí…—replico decidida— se acaba. Se acaba cuando me has dejado en el aeropuerto, rogándote que no me dejes y diciendo que incluso te podía esperar. Pero eso no te importó mientras cruzabas la puerta dejándome sola y tirada en el suelo del aeropuerto, llorando frente a mil desconocidos que observaban la escena entretenidos, sin siquiera mirar atrás. Y desde luego se acaba, después de casi dos años de decepciones y humillaciones por verte en todos los medios públicos, volviendo a tu antigua vida de mujeriego. Y sobretodo por esto—le lanzo la camiseta, que ha traído Miranda, a la cara. Él la sujeta antes de que caiga al suelo y la mira desconcertado. —Una camiseta mía... —Si—le corto— ¿a que no sabes quién me la ha dado diciendo que la dejaste en su habitación la noche que volviste?—. No contesta así que continúo.— Miranda—. Veo en su cara algo que me advierte que lo negará todo así que no le dejo hablar —No te atrevas a negarlo, tú mismo has admitido que esta camiseta es tuya. —Es mía— admite con aire desa ante—  ese día iba a ir directo a tu casa, pero... —Te encontraste conmigo en el tren y yo te dije que te fueras— le corto nuevamente— así que como la rata mentirosa y traidora que eres  fuiste a por ella y te escurriste entre sus sábanas. Venga completa la historia—. Le exijo sintiendo como un profundo rencor sube por todo mi cuerpo. —Eso es mentira, la única vez que la he visto desde que regresé fue el otro día, en la cafetería y contigo. Sabes perfectamente que la ignoré y te acompañé a casa. —Es lo mismo que ella me ha dicho que tú dirías. —¡Maldición! —exclama desesperado—te ha dicho que diría eso porque eso es lo que pasó—. Se acerca más a mi, obligándome a retroceder, con cada paso suyo, me encuentro más y más cerca de la pared.

Los nervios debido a su extrema cercanía comienzan a invadirme y aunque se le ve tan serio, no puedo tragarme una más de sus mentiras. Me niego a creer lo que me dice. —Ve tras ella—digo conteniendo las lágrimas que comenzaban a acumularse en mis ojos y pugnaban por salir — se acaba de ir, a lo mejor la alcanzas. Me mira furioso y me atrapa entre sus dos brazos, extendidos a cada lado de mi cuerpo, sobre la pared que se encontraba a mis espaldas, creando una jaula perfecta—. Mare—me advierte. —¿ ué? ¿Me vas a pegar? — Veo que respira con cierta di cultad, intenta controlarse lo noto, pero yo estoy harta. Cansada de ser siempre la que pierde los papeles desde que él regresó. Así que decido seguir presionándolo— ¿Eh?, responde, ¿me vas a pegar?—. Le grito golpeando con fuerza su pecho, pero él no se mueve ni un poco. —No—Habla con voz ronca. Sin abandonar su mirada de mis labios. —Entonces que... —no puedo continuar la frase por que me frena con sus deliciosos labios y cuela su juguetona lengua entre los míos. —Haré esto—. Murmura sobre mis labios para volver a atacarlos con suma delicadeza y sensualidad. Gruño de placer entre sus labios y en cuanto le escucho emitir un sonido similar, me golpeo mentalmente. +Estúpida, estúpida ¿Cómo le dejas entrar tan fácil de nuevo a tu corazón? Detenle, no puede ser así, ya no, no nos va a utilizar de nuevo. —Lo sé, pero son tan dulces sus besos... +¿También serán dulces sus besos con Miranda? —Eres cruel… +Yo no soy cruel, él lo es. Yo solo te advierto: no quiero tener de nuevo el corazón roto por él. Y es verdad, aún ahora apenas estoy reuniendo los pedazos que él dejó detrás de sí. Con una enorme fuerza de voluntad, coloco ambas manos sobre su pecho y lo separo de mí, para acercarme a la puerta. Mientras su mirada me sigue hasta el nal de mi recorrido, totalmente confundido, la abro y le pido que se marche.

—Mare, te puedo explicar lo de la camiseta, no me eches por favor, escúchame —. Algo en su manera de decirlo, de mirarme, me hacía pensar que no se refería solo a hoy, sino a que no lo echase de mi vida, pero se equivocaba una vez más. Yo nunca lo he echado de mi vida, él se fue por si solo, y ahora tan solo le recuerdo cual es el lugar que él mismo decidió tener—. Por favor, esa camiseta es de la primera vez que estuve con ella, cuando le dije que se marchase se la llevó puesta. Le dije que la podía quemar o tirar, que podía hacer lo que quisiera con ella, que no me importaba. Se ve que se la guardó, está empeñada en apartarme de ti— explica desesperado a la vista que planeo cerrar la puerta. Sin embargo ya estaba harta de todo esto. Ya había sido su ciente y no quería escuchar más. —¿Ethan no te das cuenta? No necesita hacer nada, ya lo consigues tú solito— digo antes de cerrar la puerta frente a él, dejándolo fuera de mi casa y espero que de mi vida. No soportaré tener que alejarle de mí una sola vez más. Era demasiado doloroso.

Capítulo 18

Mudanzas Ethan Ha pasado cerca de media hora desde que Mare me sacó de su casa. Ha dejado la llave puesta en la cerradura, así que mi copia de las llaves no son demasiado útiles y no me deja entrar. No he parado de llamarla desde fuera y pulsar el timbre, cosa que no ha dado ningún otro resultado que miradas indiscretas. Hace por lo menos veinte minutos que los vecinos de alrededores, han salido de sus casas y contemplan entretenidos el espectáculo que les ofrezco. Sin contar con la gente que va a pie y miran sin disimulo alguno lo que ocurre. Pero nada de eso me detiene, y golpeo una y otra vez la puerta de la entrada. —Mare, déjame entrar. No hay respuesta por su parte. —Me obligas a tomar medidas que no quiero. Recibo un apabullante silencio como respuesta. —Por favor…—Jamás he rogado a ninguna mujer por su atención, no me ha hecho falta, pero no me rendiré si al nal consigo a mi pequeña cabezota. Escucho a través de la puerta como bufa molesta. Tanto ella como yo sabemos que no le queda otra que ceder. —Está bien—dice apareciendo por la puerta con la chaqueta vaquera, que descansaba sobre el respaldo de una de las sillas, en su mano —. Vamos — dice cerrando la puerta tras su espalda y sin dudarlo la sigo.

Mare Una vez dentro de su coche, el silencio nos invade. Tan solo se escucha nuestras respiraciones, sin embargo, no resulta incómodo. Es extraño. El trayecto, a diferencia de lo que pensaba momentos antes, tan solo dura unos diez minutos.

Veo que Ethan se detiene frente a un complejo de apartamentos de lujo de nueva construcción en la zona, y recuerdo que escuché a mis padres hablar de este edi cio de apartamentos. Desde el coche lo que más resalta a simple vista es lo alto que es el edi cio y el buen aspecto del que parece gozar. Ethan sale del coche una vez que ha conseguido aparcar, y cuando llega a mi lado me abre la puerta. Tomo la mano que me ofrece y salgo del coche admirando el lugar. La entrada al edi cio es espaciosa, hay una pequeña replaceta que también hace función de parque infantil, lo que supongo que será para las familias que tienen niños y vivan en el edi cio, cosa que me parece genial. Una vez que entramos al portal, puedo ver que la decoración es bastante sobria, mezclando gris con tonos en blanco y negro. A diferencia de la decoración exterior, en este espacio no hay ni una sola planta. En medio de mi inspección visual, me doy cuenta de que al fondo, tras un mostrador cerca de los ascensores, se encuentra a cargo de la seguridad, un hombre que ronda los cuarenta y tantos, de aspecto rudo y vestido de uniforme. —Buenos días, señor King. Señorita—. Saluda el hombre con una pequeña inclinación de cabeza en cuanto nos acercamos. —Buenos días Jorge. —Buenos días—. Le sonrío un poco intimidada. El ascensor se abre ante nosotros y dudo si debo entrar con Ethan o no. Recuerdos de la última vez que bajamos en ascensor juntos, vienen a mi mente y erizan mi piel. Creo que Ethan sabe en lo que estoy pensando, por que me sonríe de manera sugerente y me promete que no me hará nada, y añade un «que tú no quieras» susurrado en mi oído. Ante tal acción, siento la necesidad de humedecer mis labios secos, mientras lo hago, veo a Ethan, que aún me sostiene la puerta del ascensor, seguir con la mirada el rumbo que toma mi lengua. De modo que entro cabizbaja al ascensor y se cierra para subir al piso trece. Ethan no tarda en encontrar las llaves una vez que se encuentra frente a la puerta. Abre y me ofrece entrar a mí primero. Lo primero que me sorprende al entrar, es ver que todo está completamente amueblado y listo para vivir, una imagen muy distinta a la de la pila de cajas que había mantenido en mi mente. Mis peores temores se con rman cuando escucho como la puerta se cierra con

llave e Ethan la saca de la puerta. Lentamente me giro para ver que no hay ni rastro de la llave. —¿Dónde están las llaves? — pregunto al ver que tampoco las tiene entre las manos. —Escondidas—. Se limita a contestar. —Eso es sumamente infantil ¿Lo sabes, no? —Solo quiero que me escuches… —¿Y es necesario encerrarme para eso?—. Le corto harta de su actitud infantil y demandante. E Ethan asiente con la cabeza. —En cuanto hubieses visto la casa, te hubieses marchado. Lo sabes. —Por que me has mentido… —alzo las manos al cielo un tanto exasperada— ¡otra vez! —Por que no me dejas otra opción, cuando me acerco, te alejas —. Dice acercándose más a mí, atrapándome entre la puerta y su cuerpo. Su aliento cálido chocando contra mi fría piel y su ronca y dulce voz aún acariciando mis sentidos. Como un eco con el que soy incapaz de luchar. —¿Y tú no me alejaste a mí primero?—. Le pregunto en voz baja, realmente cansada de pelear con él y sin dejarle que responda, continúo diciéndole lo que tanto deseo expresar—. Responde, ¿para qué quieres que te deje acercarte a mí, si me vas a partir de nuevo el alma? ¿Tan grande es tu ego que sientes la necesidad de romperme por completo? El rostro de Ethan se encontraba consternado ante mis palabras. El gesto de ternura que se adueña de su rostro puede conmigo y creo que acabaré cediendo ante él, ante sus palabras. Lo necesito tanto. —Eso no pasará. Confía en mí—. Se acerca a mis labios pero lo esquivo, haciendo que sus labios rocen mi mejilla y provocando que un estremecimiento se apodere de mi cuerpo. —No... puedo…—. Digo con la respiración entrecortada. Estar así, tan cerca de él, nubla mis sentidos y buen juicio. Algo que no me puedo permitir en este momento. —No me rechaces—súplica entrelazando los dedos de nuestras manos, acercándose a mí peligrosamente, pero no me siento para nada asustada al revés

siento un deseo indescriptible y como mi voluntad de alejarme de él, se desquebraja rápidamente— por favor, no me rechaces de nuevo. Te necesito, te extraño—dice uniendo nuestros labios. Si, está claro que yo también lo necesito. Una especie de ronroneo se me escapa de la parte más profunda de la garganta cuando su lengua se introduce sensualmente en mi boca y acaricia la mía, haciendo una especie de danza erótica entre ellas.  Ethan gruñe mientras me alza levantándome de las caderas y enrollo mis piernas a su cintura. Me lleva hasta la cama encaramada a él sin dejar de besarnos apasionadamente. Sin ningún tipo de preámbulo o aviso, me lanza de espaldas a la cama y se sube encima de mí sin dejar su peso sobre mi cuerpo. Traza con su inquieta lengua el borde de mis labios mientras sus manos atrevidas comienzan a recorrer en libertad, la totalidad de mi cuerpo. Una de ellas sube desde mi cintura hasta acunar uno de mis pechos, dejando con ello un mar de sentimientos que bullen fervientemente en mi interior, mientras la otra acaricia la cara interna de mi muslo, dando caricias suaves y tímidas. No me quiere presionar, pero llegados a este punto, la pasión y el anhelo hablan por nosotros. Acaricia con mimo mi estómago mientras posa sus cálidos labios sobre mi cuello, por donde deja besos húmedos hasta llegar al inicio de mis pechos y les da la atención que cada uno de ellos exige. Todo eso me llevaba a un estado de placer incomparable y provoca que pequeños gemidos, salgan sin cesar de entre mis labios. Los mismos que Ethan posee nuevamente. Se instala entre mis piernas sin abandonar por ninguna razón mis labios, como si fuesen su comida favorita. Mientras yo por mi parte, le devuelvo el fogoso beso con la misma pasión y entrega. Comenzamos una ardua batalla entre nuestras lenguas, en la que la falta de aliento no parece ser impedimento para ninguno de los dos. Después de tanto tiempo privándonos ambos de esta hermosa sensación, ninguno queremos ceder. De un momento a otro, ambos nos encontramos totalmente desvestidos y entregados a la pasión. Ethan se adentra en mí, lentamente en su total plenitud, saboreando cada milímetro de placer que dicha acción le ofrece. Comienza un tentador vaivén que me hace perder la razón y todo desaparece como si estuviésemos otando y solo nos encontrásemos el uno al otro, no hay nada más. Nada más que nos importe.

Como si todo se hubiese desvanecido y ya no hay miedo, enfado ni soledad. Tan solo él y yo. En plena cúspide de este delicioso torbellino de placer, cada uno llega a su momento culminante diciendo el nombre del otro. Caemos sobre el colchón, llenos de sudor, cuerpo con cuerpo, aún sumergidos en el placer y con la respiración agitada. Pasa a penas un instante cuando, la mirada de Ethan se entrelaza con la mía, con una calidez que hacía tiempo no le veía. —Te amo Mare—, dice de pronto dejándome aturdida—. Dame esto—nos señala a ambos y mis ojos se humedecen al instante—. Dame una última oportunidad, dame un nosotros y te juro que no habrá ni un día en el que no te haga sonreír. Ni uno solo en el que no te escuche, ni uno solo en el que no sea tu apoyo, tu muro en tus malos momentos. Ni un solo día en el que no te ame con todo mi ser—. No tengo palabras, no sé qué decir. Así que viendo mi silencio, continua hablando—. Dame esto y yo te daré todo mi amor, lo que me reste de vida. Por que nena soy tuyo completamente y jamás ha sido de otra forma. (...) Horas más tarde en las que no hemos dejado de besarnos, acariciarnos, sentirnos el uno al otro y hablar de todo un poco, un bostezo se me escapa sin poder hacer nada por evitarlo y tras una pequeña risa, nalmente Ethan habla. —¿Por qué no te duermes?, yo estaré aquí cuando despiertes mi amor—. Me asegura con una calidez en su mirada que consigue templar mi alma rota. Una parte de mí no se  aba de que eso fuera cierto y me visualizo a mí misma, tocando el colchón, en busca de un segundo cuerpo en un colchón vacío, pero aun así cierro los ojos y me dejo caer en un profundo sueño, estoy agotada. Y algo me decía que nalmente iba a dormir de maravilla. (...) Cuando despierto, tanteo con la mano el otro lado de la cama y un mal sentimiento me atraviesa, es decepción. Aunque pensé que eso era lo que iba a pasar realmente deseaba que no fuese cierto. Giro sobre mí, dándome la vuelta

en la cama sin siquiera abrir los ojos, suspiro y oigo una especie de eco, que consigue sobresaltarme. ¿Otra respiración? Extrañada abro los ojos y ahí es cuando me encuentro con la imagen más hermosa y sexy con la que alguien se podría encontrar a primera hora de la mañana. Lo primero que veo al abrir los ojos son unos labios. Unos labios rosas y ligeramente hinchados de todos los besos que nos dimos hace..., miro el reloj de mesa, a penas 4 horas. Sus hermosos ojos grises, ahora cerrados, su bella cara cincelada que ahora se encuentra totalmente relajada. Libre de la frustración que en ella reinaba, mientras discutíamos horas antes, ofreciéndome una visión adorable que no querría dejar de contemplar, por nada en el mundo. Una sonrisita se instala en mi rostro, encantada con la situación y decido disfrutar más de la calidez que mi chico me ofrece. De forma que me acomodo sobre su costado y de manera automática, su brazo rodea mi cintura, como si ese fuese su lugar, como si solo quisiera estar junto a mí. Se me escapa un suspiro de alivio y me dejo llevar, por la calma que me inunda, hasta caer de nuevo en un profundo sueño.

Capítulo 19

La conversación que nos debemos Ethan El sol pica mis ojos, a pesar de que se encuentran aún cerrados. El dulce aroma de mi chica, por que sí, es mi chica y no hay duda de ello, acaricia mis sentidos aún adormilados y me despierto casi al instante. Una enorme sonrisa se extiende por mi rostro al abrir los ojos y verla recostada plácidamente sobre mi pecho. Su respiración es suave y lenta y una pequeña sonrisa se adueña de su hermoso rostro. El mismo que lidera todos mis sueños y fantasías desde que la conocí, hace casi tres años, en la calle, el primer día que llegué aquí. Ese día lo supe, con aquel choque y la manera en la que me dejó parado como un estúpido, viendo como su perfecta silueta desaparecía por aquella calle, supe que esta loca chica llegaría a mi mundo para revolverlo todo a su paso y se quedaría en el, ganándose para siempre mi corazón. Su pequeño cuerpo, que se encuentra rodeado por mi brazo, tiembla ante mi contacto y veo como poco a poco sus ojos se abren. Cuando me mira, siento un pequeño pinchazo de ansiedad, temiendo que se escape de mi lado otra vez, pero ese temor desaparece en cuanto Mare se acerca a mí y roza sus labios con los míos, dejándome más que sorprendido y con ganas de profundizar ese pequeño roce que me alza hasta el cielo y mata todas mis dudas. —Tenemos que hablar—le digo casi suplicante, a lo que ella asiente con un pequeño movimiento de cabeza, haciendo que un mechón rebelde le salte al centro de su cara y me impida la maravillosa vista de ella que tenía hasta el momento. Extiendo mi mano hasta su cara y con una pequeña caricia, acomodo el mechón castaño a su lugar nuevamente. Mi mano se queda quieta por un momento sobre la mejilla de Mare y esta inclina su cabeza contra mi mano, en

busca de un mayor contacto. Sus ojos brillan de felicidad y sé que es el re ejo de los míos. Veo como se estira, como si de un pequeño gatito se tratase y nos levantamos para enfrentar el momento que tanto esperaba y temía por igual. Dejo una humeante taza blanca de café bien cargada y con bastante azúcar, como le gusta a mi chica, frente a ella. No paro de mirarla una y otra vez, recorro su escultural y pequeño cuerpo, de arriba abajo sin cesar. Creo que jamás me cansaría de contemplarla, pero esta vez es diferente. Esta vez quiero absorber lo más que pueda de ella, memorizar cada mínimo rasgo de ella. Su mirada de placer cuando el líquido oscuro toca su lengua, la manera casi idéntica en la que me mira, con un hambre voraz. Como coloca tímidamente su rebelde mechón de pelo, que no deja de incordiar, detrás de su oreja, la misma que ahora tengo tantas ganas de morder. Sin ser consciente de mis propios movimientos, llego hasta ella en apenas dos zancadas. Tomo su cara entre mis manos temblorosas e inclinándome un poco, estampo mis labios sobre los suyos en un rico beso candente, apresurado y que expresa todo lo que pasa por mi cabeza en este momento. Miedo, ansiedad, inseguridad, pasión y amor. El miedo de no volver a sentirla tan cerca de nuevo, me atenazaba. Lo más difícil de mi relato era como comenzar, lo sabía. Pero en este momento me encuentro en una encrucijada que jamás pensé tener que afrontar. Temo perderla si no se lo cuento, pero también cabe la posibilidad de que no me crea. Separo nuestros labios encontrándonos ambos con la respiración entrecortada, y yo con unas ganas tremendas de llevarla a la cama y no dejarla salir de allí nunca más, pero sé que no puedo alargar más la espera. Debíamos comenzar con la conversación que teníamos pendiente. La conversación que nos debemos.

Mare No sabía qué era lo que tanto quería contarme, pero tan cierto es como que respiramos el mismo aire, que podía ver lo mucho que esto, sea lo que sea, le estaba costando a Ethan. Se sienta en la silla que hay frente a mí y sostiene mi

mirada con algo de dolor y miedo. Así que le tomo de la mano y le doy un apretón a modo de aliento. —No me iré, me cuentes lo que me cuentes..., aquí estaré —. Pronuncio y veo claramente como un peso desaparece de sus ojos, en cuanto lo digo. Ethan deja escapar un suspiro antes de hablar. —Mare... tenías razón, todo comenzó con esa maldita llamada— me informa captando toda mi atención al instante—. La llamada era de mi madre. —¿Tu madre? ¿Por qué tu madre…?—me detengo en el momento en que Ethan levanta una de sus manos indicando que guarde silencio. —Sé que ardes en deseos por conocer toda la verdad y la mereces. Pero te pido que me dejes contar todo de un tirón, sin preguntas—. Intento protestar pero Ethan me lo impide—. Mare, esto ya es lo su cientemente difícil. Siempre lo es cuando se trata de reconocer tus propios fallos, lo que está mal en ti y en tu vida. Así que, por favor… Asiento ante su mirada cargada de súplica. —Cuando me marché, fue debido a que me lo pidió mi madre—. Se le escapa un suspiro—. Todo comenzó con esa llamada. Pero según los planes de mi madre, lo que pasaría estaba decidido desde hace muchos años—. Su mirada está ja en un punto lejano, como si estuviese evocando aquel momento, invadida por el dolor. Sin siquiera mirarme, continúa con su relato. —Siempre he sido un caprichoso, he hecho lo que me ha dado la gana y como ya te conté, he hecho mucho daño a mucha gente. He jugado con muchas mujeres—ataja—mi padre, cansado de arreglar mis problemas con la prensa, excesos y diversos malos entendidos, había concertado un matrimonio con la hija de uno de sus socios. Jimena—suspira— ella es la chica con la que estaba comprometido, es la mujer con la que se me ha estado fotogra ando durante todo el año pasado y fue la chica que rompió mi corazón. La razón de que comenzase a actuar así con las mujeres—. Me mira—yo no quería alejarme de ti Mare, tú me has cambiado, contigo todo siempre ha sido diferente, desde el principio. Hay veces que he sido un completo idiota contigo, pero todo fue debido al miedo que sentía por volver a sufrir—. Suelta un suspiro de dolor, el mismo que se re eja en sus ojos grises—.

No tenía más remedio que marcharme, mi madre no me dio más opción. Jimena está enferma. —¿ ué le pasa? —Pregunto a pesar de que sabía que era un error. —Cáncer y es terminal. Supuestamente, para la prensa, yo vine aquí para centrarme en terminar mis estudios y comenzar a a anzar relaciones empresariales, ya que este año yo «tomaría las riendas de la empresa familiar»—hace comillas con los dedos cuando habla de la empresa de su familia—. Así que por eso me mantenía alejado de mi prometida, pero en esos momentos en que mi familia y la de ella luchaban por que la noticia de su estado de salud, no fuese ltrada a la prensa, yo debía estar tranquilo y no armar ningún escándalo. Por eso me mandaron aquí en primer lugar. Lo que nadie se..., —calla de golpe y tras una pequeña sonrisa, retoma su oración— lo que yo no me esperaba era a ti. Me quedo paralizada ante sus palabras, realmente era algo que no esperaba escuchar de mi idiota favorito. —Jamás pensé que te ibas a meter tan dentro de mí—, admite pegándome más a él—jamás pensé que me enamoraría. Lo admito, al principio te vi como un juego, pero pensar que estabas con otro me destrozaba y me afectó más de lo esperado. Fue ahí cuando me di cuenta de mis propios sentimientos, pero no se lo podía contar a nadie, conociendo mi historial no me creerían. Después, cuando todo parecía ir bien entre nosotros… Mi madre me pidió que regresara, dijo que era hora de sentar la cabeza, y los últimos años de vida de mi prometida estar a su lado, cumplir con lo que le debo a su familia ya que di mi palabra. Así que no tuve más opción que dejarte y fue lo más duro que he tenido que afrontar en mi vida, créeme, pero si quería demostrar a mis padres que había cambiado, debía hacerlo. Debía marcharme. La habitación queda ahogada en un silencio atronador, mientras que lo único que ambos nos vemos capaces de hacer, es mirarnos el uno al otro. Sin saber qué otra cosa hacer y sin encontrar nada que decir para que la tensión que hay en el ambiente disminuya, envuelvo su cuerpo entre mis brazos y no duda en hacer lo mismo, mientras susurra una disculpa tras otra en mi oído.

Capítulo 20

La conversación que nos debemos Parte 2 Mare Cuando nos separamos veo en su mirada que aún tiene mucho más que debe compartir conmigo.  No puedo quitarme de la cabeza que tal vez haya sido demasiado dura con él, pero yo también he sufrido lo mío e Ethan debe comprender que si quiere que lo nuestro vaya bien, debe con ar en mí y no ocultarme las cosas importantes. Ethan suspira antes de mirarme a los ojos y continuar su relato. —¿Recuerdas el día que te dejé? —pregunta con cautela Ethan. Sabe el caos que puede provocar en mí esa pequeña pregunta, que de primeras parece inofensiva. Nada más lejos de la realidad. —¿Cómo olvidarlo?—respondo con la inevitable amargura que llena mi pecho, cada vez que toco este tema. Ethan tuerce el gesto y me dedica una mirada de disculpa antes de continuar. —Ese día... te quise contar tantas cosas... —Comenta acariciando por un momento mi mejilla—. ¿Recuerdas lo que te conté? —Apenas, recuerdo que estabas extraño... —No te quería dejar, me vi forzado por la situación—. Se apresura a excusar su actitud de aquél maldito día. —Me contaste que te enamoraste de una chica que te rompió el corazón—. Tanteo e Ethan asiente. —Mi prometida—completa en tono sombrío—. Ella quería a otro y solo estaba conmigo por que sus padres se lo ordenaban. Pero yo, como un maldito estúpido me dejé engañar por ella, me manipuló como quiso y me enamoré perdidamente —. Se detiene así mismo, lo comprendo, o al menos lo intento.

Debe ser duro abrirse así después de tanto tiempo negándose a sentir, por lo visto—. Cuando los descubrí juntos en mi cama, ella me miraba con una sonrisa satisfecha y lo supe. No se sentía mal por haberme engañado, quería hacerme el mayor daño posible. El silencio inunda la sala de nuevo y una sensación angustiosa, como si estuviese pisando suelo inestable y resbaladizo, inunda mi pecho de una manera aterradora. Me da miedo lo que va a venir ahora. Pensar en lo que pasará… —Por eso actuabas así con las mujeres... — sale de mis labios lo que ambos sabemos que no es una pregunta. —Si, fui un maldito cobarde. Solo me rodeaba de mujeres como ella, por que pensaba que de alguna manera, al tratarlas como ella me trató a mí, le estaría regresando algo del dolor que sentí. Puede parecer estúpido... —No lo es—le interrumpo—estabas más que dolido y no pensabas con claridad... Sin duda no tomaste las mejores decisiones, pero todo el mundo se equivoca. Eso no te hace peor que el resto, te hace ser una persona más… — Lo calmo, recordando las palabras que mi terapeuta me dijo a mí. —También quise hacer lo mismo contigo, quise dañarte—me corta de nuevo con pesar—. No al principio, todo lo que pasó aquel día en el lago..., todo fue real para mí. —Y para mí—me apresuro a contestar. A lo que Ethan me sonríe con ternura y me pega aún más a él. Su calor, su ternura, acarician incluso mi alma. Cómo lo extrañaba. —Ahora lo sé. Pero cuando pensé que estabas con José y a la vez conmigo, volví a sentir esa decepción…, ese rencor. Llegué a pensar que eras igual que todas, pero aún así no podía alejarme de ti. Nunca he podido y jamás podré—. La intensidad de sus palabras, la honestidad en su voz y el brillo cándido y amoroso que veo con claridad en su mirada, chocan contra mí de manera apabullante y causan en mí, una especie de catarsis—. Desde que te conocí me hechizaste y cuando descubrí la verdadera relación que te une a José, supe que eras para mí y aún lo eres Mare. Sé que la he cagado, me has dado demasiadas oportunidades; lo sé, pero ahora estoy aquí, frente a ti, de dónde nadie me moverá y te pido la última oportunidad.

Es tan lindo, claro que quiero estar con él, pero aún tenemos muchas cosas en nuestra contra. —¿Y qué pasa con tu madre?. Rayos, ¿qué pasa con tu padre y la apariencia de ti que quiere dar? —Lo que opine la prensa de mí me importa una mierda, he hecho cosas peores y me los he ganado con esfuerzo. Con respecto a mi madre, no te debes preocupar. ¿Por qué crees que estoy aquí? Lo miro sin entender. —A mi madre jamás le gustó Jimena, aceptó el matrimonio por que vio que  yo estaba enamorado. Por eso cuando vio como me trató Jimena..., mi madre toleró todo lo que yo hice para aliviar el horrible dolor que sentía—. Asiento al no saber qué otra cosa hacer—. Mandarme aquí fue en parte idea de mi madre, para que no siguiera «haciéndome daño a mí mismo» —se sincera haciendo entrecomillas con sus dedos, utilizando las palabras que tal vez utilizó su madre—Reconozco que me metía en peleas y eso aterraba a mamá—dice más para él que para mí, pero lo alcanzo a escuchar. —Te castigabas a ti mismo—. Deduzco. —Lo hacía—. Pasan unos instantes en silencio e Ethan me mira con cierta emoción en su rostro—. Mi madre llegó a pensar que no había remedio para mí, y ya que Jimena se está muriendo y mi padre no podía cancelar mi compromiso con ella..., me ordenó que volviera. Intenté mil veces explicarle que había cambiado, que había mejorado, que me había enamorado, pero no se lo creía. Cuando regresé con ellos, vio realmente que hubo un cambio en mí. En varias ocasiones en las que salíamos a cenar—explica—en la o cina con las secretarias de los distintos departamentos—veo cierta vergüenza en su mirada—, cualquier mujer que se me acercara— carraspea incómodo, no debe ser fácil hablar con la chica que quieres sobre tus conquistas del pasado, o al menos las chicas que querían serlo—. Yo ni las miraba y eso llamó la atención de mamá, pero aún así no terminaba de creerlo. Cuando todo empeoró yo seguía ahí para ella pero entonces vi algo que me destrozó. Un articulo—. Me mira como si esperase algún tipo de reacción o escusa por mi parte ¿Tal vez una disculpa?

—¿ ué artículo? — me animo a preguntarle a la vista que él no me lo dirá por si solo. —¿Bromeas? —. Suelta duro, cosa que me hace ponerme a la defensiva. —No ¿ ué artículo Ethan? —repito, esta vez molesta. —Ven conmigo—. Suelta tras mirarme en silencio durante unos minutos. Da media vuelta y avanza por el pasillo. Lo sigo y entramos a una pequeña o cina, que imagino, utiliza como despacho en casa y se encuentra al nal del pasillo. Lo veo revolver dentro de un cajón y de ahí saca una carpeta marrón que me ofrece. Lo cojo y quedo asombrada al ver su contenido. —No puede ser... —Realmente no lo sabías ¿no? —. Pregunta impresionado al ver mi expresión de sorpresa. —Mis padres me lo ocultarían para protegerme supongo. Cuando te marchaste no estuve nada bien—. Admito vagamente, poniendo toda mi atención en el artículo que tengo entre mis manos y perfectamente conservado. En el aparece una foto mía en muy mal estado, saliendo tambaleante de un bar y abrazada a un chico que no reconozco. Luego para empeorar todo un poco más y hacer que mi vergüenza sea mayor, hay  una segunda foto. Una que muestra como Álex, me separa del desconocido y me lleva sana y salva en su coche. —Poco o nada es lo que recuerdo de ese año y pico, a decir verdad. Casi todo el día lo pasaba bebiendo o recomponiéndome de la borrachera del día anterior. Me siento muy avergonzada, pobres de mis padres. Por suerte, ahí se encontraba Álex. A mi lado, para sacarme del agujero tan profundo en el que yo misma me había metido y sin pedir nada a cambio, tan solo mi amistad. Con razón mamá lo adora tanto—. Con eso acalorada por la vergüenza y roja como un tomate. Ethan no dice nada, solo me miraba serio y con aire taciturno, mientras parece pensar cuál va a ser su siguiente frase. —Dime Mare, ¿qué relación tienes con ese tipo? Casi la fastidio por no preguntar y asumir cosas que no eran, cuando te vi con José. No cometeré el mismo error.

Una sonrisa ilumina mi rostro ante sus palabras y de pronto me siento más relajada. —Álex y yo solo somos amigos. Un suspiro de alivio se le escapa y me rodea con sus brazos de nuevo. —Eso está bien. Ahora que tengo el apoyo de mis padres, no pensaba rendirme aunque tuviese que pelear por ti con ese tipo. —¿Tenemos su apoyo?. Y deja de llamarlo tipo, su nombre es Álex—. Exclamo molesta. —Está bien, está bien—alza sus manos en son de paz—Álex—Pronuncia con algo de burla, pero aún así lo dejo pasar, no quiero arruinar el ambiente relajado que se ha formado de nuevo entre nosotros. —Cuéntame lo de tus padres, ¡que te dejas lo mejor! —me quejo con una sonrisa divertida en la boca. —Mi madre me vio tan destrozado al ver esa noticia que me pidió la verdad. Así que se lo conté todo. Lo mal que te traté en un primer momento, el mal entendido, nuestra relación y que te amo—me mira y ambos nos sonreímos felices en uno al otro— entonces me echó en cara que a qué esperaba para volver junto a mi amor. Aún así no era todo tan fácil y Jimena—suspira con fastidio— no quería ceder ante la anulación del compromiso. —Maldita idiota que no deja de interceder... —farfullo en voz baja, pero Ethan me escucha y en lugar de molestarse me sonríe con cierta picardía. Si con tan solo verla en fotos con Ethan la odiaba, ahora que sé toda la historia no la puedo ni ver. Ethan carraspea y atrae mi atención al momento. —Cuando se dio cuenta que me iría con anulación o sin ella y que no me importaba la opinión pública, cedió. A cambio de que ella quedase como la enamorada que al ver cerca su nal, dejaba marchar a su amor, para que fuese feliz con otra—se mofa con voz trágica—. Sinceramente, me daba igual lo que ella inventase, así que acepté y pude regresar. —¿Y tu padre? —Mi madre habló con él mientras me encargaba de organizar todo para venir por ti.

—¿Y mis padres? —Pregunto con verdadera expresión de terror en el rostro. Ethan carcajea al verme. —Mis padres han dicho que no dirían nada. Es nuestra la decisión de contarlo cómo y dónde queramos. Sonrío alegre ya que eso era una victoria —. Lo haremos. —Lo haremos—concuerda conmigo antes de unir nuestros labios nalmente.

Capítulo 21

Cena con los suegros Ethan La luz solar, que apenas entra en la habitación, por las diminutas rendijas de la persiana a medio bajar, choca contra la espalda desnuda de mi pequeña y crea guras de luz y sombras que juegan en su piel, deslizándose por ella como quiero hacer yo. Siempre. Un pinchazo de ridícula envidia se adueña de mi cuerpo y mente en este momento. Y es así como me siento, ridículo por sentir envidia de algo así, pero amo a Mare y esto es lo que provoca en mí. Así que… Una sonrisa se desliza por mis labios cuando veo a mi pequeña desperezarse en la cama. Después de la dura y larga conversación que mantuvimos, ambos sentimos la necesidad de sentirnos, de abrazarnos y recuperar de alguna forma así, todo el tiempo perdido y así, nos quedamos dormidos enredados ambos en el cuerpo del otro. Contemplo complacido la melena de mi mujer, por que es mía, esparcida por la almohada de la que espero que pronto sea nuestra cama. Recuerdos de nuestra historia abarrotan uno tras otro, como si de ashes tratasen, mi mente. Un suspiro se me escapa al rememorar todo lo que hemos vivido juntos y el tiempo que hemos permanecido alejados, pero no me arrepiento de nada. Por que todo por lo que hemos pasado me ha llevado hasta aquí. A ser el hombre que ella merece y a que Mare se de cuenta que, a pesar de lo destrozado que estaba, valgo la pena y desde luego lo vale nuestro amor. Todo esto nos ha llevado a este momento y estar junto a ella, me hace inmensamente feliz. Sus preciosos ojos castaños me observan un momento  antes de regalarme su hermosa sonrisa mañanera. —Buenos días, amor — me saluda con su dulce y aún adormilada voz.

—Buenos días de nuevo pequeña—le digo burlón y la aprieto aún más en la prisión que he creado con mi cuerpo. —Debemos levantarnos. Un gemido escapa de mis labios a modo de protesta. —Aún no estoy preparado para soltarte—Admito inclinándome para devorar sus labios. —No tienes por qué hacerlo—dice acariciando mi cara con sus suaves manos. Cierro los ojos ante su tacto—. Le diremos a mis padres y ya no tendremos que mantener oculta nuestra relación—. Sonrío por sus palabras. —Te amo Mare. —Te amo Ethan. Cerramos la distancia que nos separa con otro beso, un beso que da paso a algo más, mucho más. (...) —Necesito ir al baño—la voz de Mare interrumpe la tranquilidad que inundaba el cuarto. —Pues ve—. Le digo sin moverme ni un solo milímetro. Y mi chica se ríe ante mi reacción. —Me tendrás que soltar para que pueda ir—. Suelta con gracia. A regañadientes, deshago mi agarre al rededor de su cuerpo, para dejar que vaya al servicio —. Pero no tardes. Mare se pone en pie, con una enorme sonrisa bailando en sus labios y dejándome contemplar con total tranquilidad su completa desnudez, antes de cerrar la puerta del baño a sus espaldas. Tras unos cuantos minutos y el sonido de la cisterna, la puerta se abre de nuevo y asoma por ella la cabecita de mi pequeña. —Ethan, me quiero duchar pero... —Me dice dubitativa y comprendo lo que necesita. —Hay ropa en mi armario que puedes utilizar—. Me mira mal pero no pregunta nada.

Mare se mantiene callada unos instantes antes de fruncir el ceño, como si estuviese debatiendo un asunto de vital importancia. Veo claramente como lucha contra su propia vergüenza, pero no se me ocurre por qué motivo se puede sentir así. Agacha la cabeza como si fuese una niña regañada y al n habla. —Me gustaría lavarme los dientes pero no tendrás… —En el mueble de abajo del lavabo—la interrumpo—ahí encontrarás todo lo que necesitas. —Vale—. Dice molesta, sin mirarme y de nuevo se adentra al baño sin dedicarme una sola mirada. Sonrío cuando me doy cuenta de lo que ocurre. Mi pequeña se ha puesto celosa. Aunque no tiene por qué estarlo, no hay motivos para ello. La verdad es, que cuando compré el piso con la idea de que al recuperarla, tendríamos un lugar para estar juntos y tal vez que se vendría a vivir aquí conmigo, abastecí toda la casa con las cosas que pensé que podría necesitar. Ropa incluida. Sin embargo me iba a divertir un poco con su reacción. Escucho la puerta abrirse de nuevo y regreso a la realidad, a tiempo de ver a mi pequeña erecilla salir del baño con cara de pocos amigos. La llamo y doy palmadas sobre mis piernas para que venga conmigo. Mare duda, pero al nal viene a mí. Aunque a diferencia de mis deseos, se sienta en el extremo de la cama más alejado de mí. —Ven aquí pequeña—le pido un tanto ronco por la risa contenida. Niega con la cabeza. A pesar  de que insisto ella es una chica demasiado cabezota y continúa negándose a ceder. Bufo un tanto divertido por su actitud y voy hasta su parte del armario. Dejo ante ella unos vaqueros y una camiseta de lana rosa, que resalta a la perfección, su color de ojos. En cuanto se la acerco, Mare mira la ropa como si llevase ántrax y niega una vez más—. No utilizaré eso—dice señalando con asco las prendas que le ofrezco —a saber quién lo usó antes. Ya no aguanto más y me parto de la risa. Mientras que Mare me lanza una mirada asesina, pero es imposible, yo no me puedo dejar de reír. —La ropa no es de nadie—. Admito una vez que recobro la compostura—. Yo mismo las compré para ti. —¿ ué? —pregunta con un hilo de voz.

—Sí pequeña. Yo mismo compré de todo cuando conseguí el piso. Pensé que si tal vez lograba que me escucharas y me perdonaras, pensarías el venir a vivir conmigo, así que a la larga necesitarías tus propias cosas. uería que fuese todo nuevo, que nada te recordase mis fallos y que esto, signi case un nuevo comienzo tanto para ti como para mi y nuestra relación —. Con eso sincero viendo como los ojos de Mare se van aguando poco a poco. Veo claramente como lucha contra sus propias lágrimas sin éxito alguno. Sin control alguno sobre mi cuerpo ni mis actos y sintiendo la necesidad de consolarla, me encuentro a mí mismo, limpiando el recorrido de esas impertinentes, que salen sin permiso alguno, con mis pulgares y acunando con mimo la carita de mi pequeña. Llevo mis labios contra los suyos y los acaricio suavemente para después besarlos lenta y profundamente. Nuestro acto tan delicado e íntimo provoca pequeños gemidos que escapan de entre nuestros labios. Hasta el momento en que el aire comienza a escasear, obligándonos a romper este maravilloso beso. Cuando abro de nuevo los ojos, veo a mi chica, con cierta duda aún, en el rostro y me animo a preguntar. —¿ ué te pasa por la cabeza pequeña? —. Mare me contempla con decisión y algo de temor, y siento como se me oprime el corazón. No quiero esto, no quiero que mi chica sienta que no puede con ar en mí y lo peor de todo esto es, que sé que el culpable de ello soy yo. —Sé que ya me has explicado lo de la camiseta y lo de la chica con la que aparecías en todos esos eventos... Pero hay algo que no me puedo quitar de la cabeza. Si no ha pasado nada con Miranda... ¿de quién es el chupetón que te vi en el cuello cuando tuviste tanta ebre? Y no trates de esquivar el tema, yo misma lo vi. El arrepentimiento invade todo mi cuerpo en el momento en que Mare, la mujer que amo con todo mi ser y me ha echo volver a con ar en el amor de nuevo, termina de pronunciar aquello de lo que menos quería hablar. En ningún momento aparto la vista de ella, no puedo ni quiero, a pesar que siento, una tremenda vergüenza, por haberme dejado engañar de nuevo por Jimena. O casi.

—Antes de regresar aquí, Jimena trató de volver a sus juegos de siempre. No pasamos de besos y caricias—admito rápidamente, para su tranquilidad y para la mía propia—no pude. En seguida, tu rostro vino a mi mente y no podía sacarte de ahí, como tampoco quería. Sentía sus manos sobre mí pero no eran las tuyas, sus labios sobre los míos y sobre mi cuerpo, pero seguían sin ser los tuyos. Todo mi cuerpo ardía por ti y la rechazaba a ella Mare. Así que me hiciste fácil separarme de ella y saber que ya no habría vuelta atrás. Mi corazón es tuyo pequeña mía—tomo su cálida  mano y la sitúo sobre mi pecho, en el lugar en dónde late como loco por ella y solo por ella—. Te amo. —Yo también te amo mi amor—dice Mare rompiendo la corta distancia que nos separa y uniendo de nuevo nuestros labios.

Mare El corazón me late frenético, las manos no me dejan de sudar y todo mi cuerpo tiembla, mientras el precioso castaño situado a mi lado, en el lado del conductor, se ve más tranquilo y radiante que de costumbre. La ciudad poco a poco nos va despidiendo con sus destellantes luces y su trá co usual, conforme nos vamos adentrando a la carretera que nos lleva, a la zona residencial de lujo en la que vivo con mis padres. En todo el camino Ethan no ha apartado en un solo momento su mano de mí, la cual se encuentra apoyada en mi muslo, donde cada pocos minutos deja un leve apretón en pos de imprimirme la calma que se me escapaba por momentos. Al nal después de tanto hablar sobre el tema de la ropa, me había decantado por un vestido negro de ores monísimo, que había descubierto en la parte del armario que Ethan dejó en su casa para mí. Cosa que le facilita mucho poder tocar mi pierna mientras conduce, como tanto le gusta hacer. Aún me acuerdo cuando antes de marcharse me admitió que le encantaba hacer eso por que, eso me mantenía cerca de él a pesar de tener que prestar atención a la carretera, y no le gustaba apartarse de mí. Un sentimiento cálido llena mi pecho al evocar ese momento y alivia parte de la tensión que siento. Sólo una parte. Cuando siento detenerse el coche de Ethan frente a mi casa, el sentimiento de terror que se había apoderado de mí, se multiplica por cuatro.

Ethan que me siente algo tensa, apoya su frente contra la mía y acuna mi rostro entre sus manos, antes de hablar. —Todo saldrá bien preciosa. —Todo saldrá bien—repito como si de un mantra se tratase. A pesar de no estar del todo convencida. —Saldrá bien.—. Asegura nuevamente.

Capítulo 22

Cena con los suegros Parte 2 Mare —Todo irá bien preciosa—no ha dejado de susurrar en mi oído una y otra vez Ethan desde que salimos del coche. Ahora nos encontramos frente a la puerta de mis padres y estoy aún más nerviosa si cabe. —No lo sé. Mi madre tal vez se moleste por haberle estado mintiendo. —Puede ser—dice tranquilamente Ethan, ganándose una mirada mortal de mi parte—. Tranquila, tranquila—dice levantando ambas manos—quería decir que es probable, sin embargo, cuando le digamos que estamos juntos se le pasará todo. Yo gusto a las madres y a la tuya le encanto, igual que a ti—. Termina con una media sonrisa socarrona. —Ethan, no es el momento—. La expresión de Ethan cambia en ese mismo instante, a una de completa seriedad, lo cierto es que aún me sorprendía, como era capaz este chico de hacer bromas en momentos así. Entonces sus manos me acarician ambas mejillas con su calidez natural y un suspiro lleno de calma sale de entre mis labios, como si con su mero toque pudiese arreglar el mundo. De hecho podía arreglar mi mundo. —Solo quiero que te relajes. ¡En serio Mare!, todo saldrá bien—, el rostro de Ethan se va acercando cada vez más y mi loco corazón comienza a latir frenético, a la espera del roce de sus labios. Cuando de repente, la puerta de la casa de mis padres se abre, forzándonos a separarnos rápidamente, ante la mirada expectante de mamá. —¡Hola... mamá! —intento no hablar atropelladamente, pero creo que no lo consigo del todo, ya que mi madre me mira con el ceño fruncido, seña que desaparece al percatarse de que no estamos solas.

—¡Ethan! —exclama mamá entusiasmada—. Veo que lo de ayudarlo con la mudanza ha hecho que liméis asperezas—la mirada de mamá ahora, uctúa entre Ethan y yo—me alegro mucho hija… pero, ¿qué hacéis en la puerta? ¿Por qué no entráis ? —Íbamos a tocar el timbre, acabamos de llegar—se explica hábilmente Ethan, algo que agradezco con una sonrisa enorme. Nunca se me ha dado bien poner excusas. Y aunque hemos decidido decirle la verdad sobre nuestra relación a mis padres, creo que estamos de acuerdo en que la puerta no es el mejor lugar para mantener ésta conversación—. Buenas noches Rosa. —¡Pasad!, que la cena se enfría—. Nos ordena mamá metiéndonos en casa—. Por cierto hija, Álex también acaba de llegar. Una sonrisa se plasma en mi cara al momento que escucho las palabras de mamá y sin aguantar más lo llamo desde el pasillo—¡Álex!. —¡Nena! —me contesta la voz de Álex desde el salón y no se me pasa por alto el gruñido que se le escapa a mi chico en respuesta. —¡Amor! —exclamo lanzándome a sus brazos en cuanto atravieso las puertas dobles del salón, forzándole a alzarme para no caer al suelo mientras envuelvo las piernas al rededor de su cintura. En cuanto me tiene bien sujeta, dejo sonoros besos por toda su cara, provocando su suave risa. —¡Vamos chicos!, ya habrá tiempo para eso, que se enfría la cena—nos regaña mamá, sin embargo, cuando la miro tiene una sonrisa en la cara, a diferencia de Ethan que cada vez lo veo más serio. Nos sentamos cada uno en nuestro lugar de costumbre,  a diferencia de Álex que ésta vez se ha sentado frente a mí, en lugar de a mi lado como ha pasado desde que nos conocemos. Ethan está sentado a mi lado y en frente se encuentra mi madre, junto a mi padre, quién ocupa su lugar habitual presidiendo la mesa. Comenzamos a comer el rico pollo asado con patatas que ha preparado mamá, sin mediar más palabras. La sala se inunda en un silencio un tanto incómodo, al menos para mí, ya que mis padres no parecen percatarse de las miradas de odio que se dedican dos de los hombres de mi vida. Sin saber qué hacer, miro el plato de pollo que hay delante de mí, buscando algún tema para hablar.

—Umh, qué rico mami—alabo la comida de mamá cuando meto el primer pedazo de pollo en la boca, tratando de rebajar la tensión que siento en el ambiente. —Gracias cariño—agradece mamá sonriente y mi padre suelta un gruñido de acuerdo a lo que he dicho. La verdad es que mamá cocina de escándalo y junto con la comida de Magda, es la mejor que he probado. Estoy tan centrada en mi plato, pensando qué decir para mejorar el humor de mi chico, que me asusto cuando siento de pronto la mano de Ethan posarse sobre mi muslo. Miro a mi alrededor y veo que todos están en la misma posición que hace a penas un instante, nadie me está mirando. Así que bajo la cabeza un tanto sonrojada y agradecida por el hecho de que, al parecer, mis padres no se han dado cuenta de nada. La mano de Ethan comienza ha hacer su particular camino hasta arriba, dejando pequeñas y lentas caricias que erizan la  piel de mis piernas y me hacen suspirar. Sé que esto no está bien, que nos estamos arriesgando a ser descubiertos de la peor manera, pero no lucho contra sus caricias, disfruto en silencio de ellas mientras el resto de la mesa comen sin darse cuenta de lo que sucedía bajo la mesa. Sus dedos comienzan a trazar círculos invisibles en mi piel, perezosos roces que consiguen pasar inadvertidos para los demás comensales. De pronto, cuando me he acostumbrado al toque de sus cálidos dedos, los cuales pensé que se quedarían en el inicio del muslo, me sorprenden subiendo por mi pierna en un movimiento lento pero decisivo. No sabía muy bien como sentirme, si bien sus caricias siempre me encantaban este no era el momento pero cada vez que intentaba apartar su mano, ésta esquivaba la mía con habilidad, pero no podíamos ser demasiado obvios, sino mis padres y Álex podrían notarlo. Cuando siento como uno de sus dedos llega al elástico de las bragas que había decidido utilizar esta noche, desvío mi atención que hasta ahora estaba en el plato, hacia Ethan y lo miro con reproche, sin embargo él solo se dedica a sonreír y seguir con lo suyo. Un suspiro se me escapa en el momento en que la juguetona mano de mi chico roza una zona demasiado sensible y lo detengo en el acto frente a la atónita mirada de mis padres. Me parece que he sido demasiado obvia.

—Es que está tan bueno... —bajo la cabeza y engullo con rapidez la comida, tratando de ocultar el sonrojo que sé que se ha extendido en mi rostro. —Sí  que te debe de gustar hija—murmura mi padre devolviendo su atención a su plato. Cuando me atrevo a levantar la vista de nuevo, Álex, quién parece haberse dado cuenta de todo y pasarlo realmente bien a costa mía, me dedica una sonrisa cargada de picardía y un gesto que indica que hablaremos más tarde. Mientras que mamá me dedica una mirada suspicaz que cambia por una sonrisa rápidamente, en el momento que ve que la observo. Para después centrarse nuevamente en su plato. El resto de la cena transcurre normal, sin más incidentes y en un silencio mucho más cómodo. Sabiamente Ethan no intentó hacer ninguna otra cosa, el manotazo que le solté había sido lo su cientemente claro y me sentía mucho más tranquila para afrontar lo que llegaba, sobretodo con Álex a mi lado. —Bueno chicos, ¿os apetece tomar una copa de vino? He hecho una nueva adquisición y quiero que lo probéis con nosotros — dice papá emocionado y mamá niega con la cabeza con una pequeña sonrisa bailando en sus labios. —Dejemos a los chicos hablando de su vino cielo—dice mamá con cierto humor, ya que papá habla de sus vinos como si fuesen sus bebés. Siempre ha sido un amante del buen vino—¿me ayudas a recoger la mesa? —Claro mamá —comienzo a recoger junto a mamá y nos alejamos de la mesa, dirección a la cocina.

Ethan —Claro señor, iré a por él — exclama ese tal Álex. —Álex ya te he dicho mil veces que no me llames señor, tú ya eres de nuestra familia —le regala Arturo medio en broma, medio en serio y a mí me hierve la sangre al pensar que mi suegro lo quiera de pareja de mi chica. ¡Eso no pasará jamás! — y bueno Álex ya sabes donde está… El rubio se levanta y voy tras él, pero no me alejo mucho de la mesa cuando mi querido suegro me pregunta.

—¿Dónde vas Ethan? —Eh, a acompañar a Álex, tengo muchas ganas de ver ese vino. —Está bien chico, verás que te encanta. Salgo del salón y llego a la bodega que tiene la familia Santiago en su sótano, para encontrar a Álex apoyado en una mesa y por lo visto, me estaba esperando. La radiante sonrisa que había estado dibujada en su cara toda la noche, ahora se veía transformada en una expresión molesta y altanera. —Has tardado —reprocha cruzándose de brazos y creo que no se re ere solo a que he tardado en llegar hasta la bodega. —Todo esto no es asunto tuyo, no te incumbe así que no te metas y desaparece de mi camino— habla mi parte celosa a pesar de que sé a la perfección, que si esta conversación llega a oídos de Mare, va a estar muy molesta conmigo. —Por lo menos no has llegado tarde para estar con Mare, pero has sido demasiado lento— sigue él como si no hubiese hablado — si hubieses tardado un poco más en regresar y más con esos últimos artículos sobre esa chica y tú, ella te habría superado…—. Mis puños se cierran con fuerza y mi respiración es acelerada y a pesar de que no quiero hacer nada que me haga retroceder con Mare, me está costando demasiado no partirle la bonita cara al rubio que se encuentra frente a mí. —¿Y qué crees que hubiese pasado? ¿ ué habría caído en tus brazos…?— atino a responder a la vez que mis puños se cierran con mayor presión, tanta que estoy seguro de haber visto mis nudillos blancos— Ni en tus mejores sueños…—La repentina risa de Álex me corta. Me siento demasiado molesto en este momento y su pose impertinente y actitud altanera no ayuda para nada a esta incómoda situación. Su actitud hace que el nivel de enfado, que comenzaba a volverse difícil de controlar, se convierta en furia. Este tipo no estará con mi chica, no pienso permitir que ni Álex ni otro, me quite a Mare. —Así que ¿eso es lo que crees que está pasando aquí? Déjame decirte que no puedes estar más equivocado, lo único que quiero es que si vas a estar con ella sea por que la mereces de verdad, y no le hagas más daño. Y con respecto a que no pinto nada, estás equivocado. Recuerda que yo soy quien la ayudó a levantarse

cuando tú la dejaste caer—. Me reprocha el que siempre será, el peor error de mi vida—No me importa tu opinión o lo que creas que sabes de mi relación con Mare o de mí. Lo único que me interesa es su bienestar y te aseguro que como le vuelvas a hacer llorar, vas a arrepentirte y no será el pie de José el único que tengas en tu trasero pateándolo—. Advierte antes de alejarse de mí, botella de vino en mano. —No sé muy bien lo que me impulsa a hacerlo, tal vez las ganas que tengo de demostrar que la amo y que no la pienso dañar de nuevo, aunque no sería a Álex a quien debería demostrárselo, o por que sé que él es importante para Mare y por tanto es importante para mí su opinión, pero tomo su brazo antes de que se marche. —No le volveré a fallar— prometo— la amo demasiado como para perderla otra vez. No podría soportarlo— le aseguro y tan solo se queda mirándome por un momento que se me hace eterno. Hasta que asiente lentamente antes de dar media vuelta. —Está bien King, te creeré…— dice por encima de su hombro, antes de salir de la bodega.

Capítulo 23

Después de la cena Mare El reloj del salón marcaron las diez de la noche cuando Álex dijo que se tenía que marchar. Habíamos terminado de cenar hacía una hora, y aún no habíamos anunciado Ethan y yo lo nuestro, sospechaba que Ethan lo estaba retrasando por alguna razón, aunque no sabía cual. Pero eso era otra cuestión que afrontaría al entrar de nuevo en casa. Ahora, me encontraba en el porche de casa, despidiéndome de Álex , ya que debía marcharse. —¿Entonces has cenado bien? —No cambies de tema nena—habla Álex quien se niega a marcharse sin recibir una explicación—. Suelta la sopa, ¿has vuelto con Ethan verdad? —Shh—le riño tapando su enorme boca con la palma de mi mano—. ¿Estás loco?, te pueden escuchar mis padres. —An o lo sbn. —¿Eh?, ah perdona—quito la mano de su boca para dejarlo hablar, pero antes le advierto que lo haga bajito. —¿Aún no lo saben? —No, pensamos decírselo ésta noche. —Bien muñequita, entonces te deseo buena suerte—dice dándome un fuerte y largo abrazo—te espero mañana en mi casa para contarme cómo exactamente habéis vuelto a estar juntos y por qué rayos no me lo has dicho antes—. Me reclama en  cuanto se aleja un poco de mí. —Claro, mañana te llamo. —Más te vale. Me quedo parada frente a la puerta, viendo como se monta en su moto y antes de que arranque, le despido con la mano.

(...) —Bueno..., ¿cuál es esa buena noticia que nos querías contar Ethan? — pregunta mamá entusiasmada. Me trago un gran suspiro y cuando pienso contarles como ha sucedido todo y que Ethan y yo estamos juntos otra vez, Ethan se me adelanta y lo que dice me deja con la boca abierta. —He comprado un hotel—. Suelta de pronto y me siento como si me hubiesen arrojado un balde de agua helada—. Como ya sabéis, me voy a hacer cargo de la dirección de las empresas de la familia—dice para continuar tras un leve asentimiento por parte de mis padres —, pues hemos tomado la decisión de expandir nuestro nombre, adquiriendo nuevas propiedades y diversi cando un poco. Movernos en otros terrenos, por así decirlo. Así que vamos a abrir una nueva línea de hoteles y ya tenemos el primero de ellos—. Informa y recuerdo aquel hotel en el que tuvimos la cita que ganó en la subasta. —Felicidades — aplauden mis padres. Sin embargo yo no atino a hacer nada más, que mirarle con asombro. No lo entiendo. Íbamos a contarle lo nuestro, ¿qué ha pasado?, ¿se ha echado atrás acaso? —Mare, recuerdas el lugar al que te llevé tras la subasta ¿cierto? — si, lo recordaba. Al igual que recuerdo a la idiota que me atendió mal ese día. Asiento a su pregunta—. Te dije que había comprado el restaurante, pero lo cierto es que esto será el comienzo de algo grande. No soy capaz de escuchar nada más mientras que mis dudas se repiten una y otra vez en mi mente. Dan vueltas sin cesar y sin darle un solo segundo de respiro a mi, cada vez más embotellada cabeza. Cuando siento que no aguantaré más toda esta farsa sin estallar, me disculpo ante mis padres y sin dedicarle una última mirada a ninguno de los tres, subo a mi cuarto. (...) Al día siguiente despierto cómodamente entre los brazos de mi testarudo chico. uién, apenas mis padres se fueron a dormir a su habitación, se escabulló a la mía para hablar y al nal se quedó junto a mí.

Un

hor

atrás

No consigo dormir. Hace más de media hora que subí a mi habitación con la excusa de que me sentía agotada por la mudanza de Ethan, pero todo había sido en balde, ya que toda la ansiedad que había experimentado, mas el incesante e insidioso eco de lo sucedido tras la cena, no me permiten dormir. La duda de por qué Ethan se negó a hablar de lo nuestro, no deja de repetirse una y otra vez en mi cabeza. Atormentando mi mente, y haciendo menor la con anza que comencé a tener de nuevo en Ethan. De repente una leve presión en mi pierna y el colchón cediendo ante el peso de otra persona, me avisan de la presencia de alguien más. Sin embargo no me muevo ni un solo centímetro y tampoco miro quién es, no es necesario. Tan solo hay una persona aquí, que sería capaz de colarse en mi habitación de noche, y es la misma persona que me trae loca desde hace casi tres años. Ethan. —Mare, sé que posiblemente te sientas herida. Soy un idiota. No pensé que te sentirías mal al no contarles lo nuestro a tus padres..., aún—. Aclara rápidamente—. Tan solo pensé que sería divertido recordar cuando estábamos juntos a escondidas. De pronto, algo de lo que ha dicho hace mella en mí, y tratando de no hacerme ilusiones en vano, le pregunto sobre ello. —¿Aún? —pregunto dudosa. Ethan me dedica una sonrisa encantadora, de esas que sé que son solo para mí. —Sí, Mare. No lo diremos aún, solo quiero estar solos tú y yo durante un poco más, pero se lo contaremos—, acuna mi cara entre sus cálidas manos —. Como te prometí —termina de hablar antes de pegar sus labios a los míos. Comenzando un beso tierno y sin prisa. ¡Dios! Aún no sé como he podido pasar dos años sin sus besos. Ellos me dan la vida. (...) Contemplo su cuerpo desnudo, tan solo cubierto por la na sábana de mi cama. Miro nuevamente su cara antes de dejar un casto beso en sus labios, dejándome llevar por los sentimientos que a oran en mí en cuanto los pruebo.

Su respiración se acelera unos segundos antes de abrir uno de sus ojos grises, oscurecidos por el sueño. Es entonces cuando Ethan me dedica una de esas sonrisas que sé, que son solo para mí, justo como me gusta. —¿Disfrutando de la vista? —pregunta con su voz enronquecida. Sin embargo, no me da tiempo a reaccionar antes de lanzarse a devorar mis labios dulcemente—. No contestes, sé que sí. —Fanfarrón — le contesto a su chulería. —Gruñona— ataca de regreso. —Molesto. —Preciosa— contesta con una sonrisa ante mi gesto fruncido. —Idiota. —Tú idiota. —Mío—. Acuno su cara entre mis frías manos y noto como su piel se eriza ante mi tacto en respuesta. —Solo tuyo —sonrío y corto la distancia que nos separa. Disfruto de su calidez, absorbiendo todo lo que pueda de él. Todo lo que Ethan me da, ya que hay un mal presentimiento que no me puedo quitar y sé que algo va a pasar. Algo de lo que ninguno saldrá bien parado. Y temo por ello.

Capítulo 24

Esto es mío Mare Hor

más tarde

Despierto abrazada a la almohada y con los ojos aún cerrados frunzo el ceño al sentir el material blandito y frío en lugar del suave y cálido cuerpo de Ethan. Mmh, esto no es justo… Ethan me ha dado el cambiazo—pienso al darme cuenta que me encuentro sola en mi cama de nuevo. Decido ignorar el pinchazo de molestia que eso me provoca. Me repito un par de veces que el que no esté, no signi ca que nunca vaya a decir que estamos juntos ante mis padres. Hundo la cabeza otra vez sobre la cómoda almohada en la que me encontraba. Un suspiro se escapa de entre mis labios e intento volverme a dormir. En cuanto cierro los ojos, me doy cuenta de algo que me hace sonreír de inmediato. El perfume natural de Ethan está impregnado en el colchón y con los ojos cerrados, podría jurar que él aún está conmigo, tumbado en la cama y estoy entre sus brazos. Cuando estoy a pique de conseguir dormirme, una noti cación de un mensaje llega a mi móvil, el cuál dejé cargando en la mesita de noche. Estiro el brazo y cojo el teléfono para ver quién osa despertarme a esta hora, a pesar de que no es demasiado temprano que se diga, y una enorme sonrisa aparece en mi cara al ver de quién es el mensaje. Álex: Me debes una explicación jovencita.

Me encantaba cuando se ponía en plan mamá. Sabía qué contestar para mosquearlo un poquito. Es tan chismoso que iba a utilizar esa faceta suya contra

él. Me iba a divertir. Mare: Eres un exagerado, solo pasó.

Escribo sabiendo que me exigirá todos los detalles. Comenzando por la razón por la que no se lo dije a él primero. Álex: Sabes que eso no basta conmigo, ¿verdad?

Comienzo a reírme nada mas leer su último mensaje. Mare: Lo sé. Álex: Y sabes que no te escaparás de contarme, todos los detalles de tu vuelta con tu chico sexy ¿verdad? Mare: Al menos lo intentaré...

Sin repuesta Mare: Ok, te contaré todo...

Dejo ya de lado la broma, aunque sé que no se enfadaría en serio conmigo por eso. Sin embargo conozco a mi amigo y sé que a estas alturas, debe estar subiéndose por las paredes por su deseo de saber todo. Álex: Eso quería oír mi amor.

Me río por la respuesta de mi amigo y niego con la cabeza a pesar de que no me pueda ver. Me incorporo sobre mi cómodo colchón y estiro el cuerpo. Me siento un poco engarrotada la verdad. Cuando giro la cabeza hacia la mesilla me doy cuenta de lo tarde que es y decido darme una ducha rápida, ya que aún debo ir al apartamento de Álex y después quedé con Ethan en ir a comer con él en su nuevo hotel. Siendo completamente honesta, no es algo que deseé hacer, no tengo ni chispa de ganas de ver de nuevo a esa tipa que me atendió fatal; bastante tengo con aguantar a Miranda cada vez que me la encuentro, pero si esto iba a ser algo permanente, ella debía saber quien soy yo y tener muy claro mi lugar en la vida de Ethan. No me pensaba dejar acorralar por nadie, ya basta de esconder lo que sentimos. (...) Las puertas del ascensor se abren y nada más alzar la vista me encuentro con Álex, quién me espera en el umbral de su casa. Vestido con una camiseta verde fosforescente de lo más estrambótica, muy estilo Álex. Si algo pasa desapercibido, no es algo que utilizaría Álex, eso es un hecho. Sin embargo algo tenía en especial esta camisa que le hacía verse realmente atractivo. No sé como mi amigo está aún soltero… —Álex— bramo contenta. —Pequeña... — me recibe entre sus brazos como acostumbra a hacerlo— ahora me contarás todo y sin excepción. uiero hasta los detalles jugosos— pide a la vez que levanta y baja ambas cejas. Entra a su casa sin soltarme y cierra la puerta de una pequeña patada, causando mi risa. Álex es único. Caemos sobre su cómodo sofá y comienzo a contarle todo lo que pasó desde la subasta y cómo ganó Ethan una cita conmigo. Para después hablarle sobre la encerrona de mi madre junto a Ethan. Sin saltarme lo que pretendió hacer Miranda, haciéndome creer que se había acostado con Ethan, para acabar con los golpes que le cayeron encima por mentirosa. Para cuando llegué a todo lo que Ethan me contó de su pasado y la forma en la que se abrió a mí, Álex me miraba con cierta lástima. Es comprensible su actitud

cuando te das cuenta de lo mucho que sufrió por la primera mujer que amó y después de enterarme de su enfermedad, no puedo enfadarme por que me dejara, tan solo intentaba hacer lo correcto, pero si le puedo reprochar algo, es no habérmelo contado. Lo habría entendido y jamás lo hubiese dejado solo. Eso es algo que aún está por resolver, nuestro problema de con anza. —¿Y por qué aún no vivís juntos? ¿No se lo pensabais contar a vuestros padres como me dijiste anoche? —Eso haríamos pero luego Ethan cambió los planes — la mirada que Álex me lanza es de completo fastidio—. No es lo que piensas... — hablo atropellándome para que no piense mal de Ethan. —Más le vale a ese idiota. No quiero tener que partirle la cara cuando deba recogerte nuevamente—. Dice con una pequeña sonrisa— No puede lastimar de nuevo a una chica tan hermosa. Se me escapan un par de lágrimas ante las palabras de mi amigo. La verdad es que si estoy viva y frente a él, es gracias a Álex. Mi rubio favorito ve lo que sus palabras han provocado en mí y se apresura a limpiar el rastro de lágrimas de mi rostro con los pulgares, para después dejar un casto beso en cada mejilla. Gesto que hace como seña de cariño cada vez que me ve llorar, y siempre surte el efecto que él quiere. —Eres el mejor. —Lo sé, me lo dicen muchos. «Happy» comienza a sonar, resonando con fuerza en el interior de mi bolso. Cuando doy con mi móvil, veo una llamada entrante de Ethan y me doy cuenta de la hora que es. Soy un desastre. —Me tengo que ir — explico con una mirada de disculpa. —Corre, ve con tu hombre, ya que tú lo tienes. Me rio por el puchero tan lindo que me dedica—. Ya verás como en seguida llega alguien... —Tal vez ya haya alguien— me interrumpe con aire misterioso. —¿En serio, quién? —. Pregunto sin obtener respuesta por su parte. Álex se ríe y es ahí cuando comprendo que se está vengando por no haberle contado antes. Voy a protestar pero me veo interrumpida por su voz.

—Más tarde, ahora tu hombre te espera—. Mierda no me acordaba. Le doy un beso a Álex y me voy disparada para llegar a tiempo. Ethan me espera. (...) Me coloco bien el vestido rojo que había escogido para la comida antes de entrar en el hotel. La mirada de varios hombres que se encuentran en recepción cae sobre mí, pero hay una que destaca sobre ellas. Una chica pelirroja que se disponía a recibirme, se detiene en seco mirando a algún lugar tras de mí, y no tardo en descubrir de quién se trata. Su calor corporal acaricia mi espalda, en cuanto siento su cuerpo detrás del mío, haciendo que trague en seco por su cercanía. Su perfume llega a mí al instante, mientras sus manos se colocan sobre mi cadera para atraerme más hacia él. Mi pulso se acelera al sentir como la curva de mi espalda choca, contra su duro y perfecto cuerpo y suspiro con cierta di cultad. —¿No íbamos a mantener lo nuestro en secreto hasta más adelante? —me atrevo a preguntar a pesar del nulo control en mi voz. —¿Y quién exactamente va a impedirme abrazar a mi mujer en mi propio hotel? — pregunta peligrosamente cerca de mi oído, erizando mi piel al momento—. Esto es mío—. Pronuncia y no tengo claro si se re ere a mi cuerpo o al hotel. De todas formas, y en ambos casos, no seré yo quien le quite la razón a Ethan. Se coloca frente a mí y lo veo suspirar aliviado. Frunzo el ceño ante tal gesto. —Deseaba poder verte mi amor—, sus palabras hacen temblar a mis piernas y sin que se percate de nada, me sostengo en sus brazos para no caer — me mata dejarte en la cama y tener que irme. —Pues no lo hagas. No me dejes, contémoslo. No tenemos nada que ocultar —. Imploro por que piense igual que yo. —Lo diremos. —¿Cuando? —. Pregunto sin apartar los ojos de sus hermosos pozos grises. —Mañana mismo amor—contesta mientras me alza y hace que giremos, siendo el centro de atención de todo el Hall— no pienso volver a alejarme de ti,

ni ocultaremos más que estamos juntos—. Exclama y me rio cuando comienza a besar mi cuello sin parar de girar. Mi cuerpo pegado al suyo, justo como deberíamos estar siempre. Estoy tan feliz, Ethan me hace tan feliz. Es mío y jamás lo soltaré. (...) Nos encaminamos hacia el restaurante del hotel con las manos entrelazadas. Llegamos a nuestra mesa, la misma que ocupamos cuando tuvimos aquella cita que ganó en la subasta. Veo como Ethan se adelanta llegando en una larga zancada para ofrecerme la silla, gesto que agradezco con timidez. Una vez que tomo asiento, lucho por concentrar mi atención en otra cosa, mas me es imposible. Finalmente me encuentro naufragando con la mirada por todo el salón. —Astreed no nos incordiará—dice leyendo mi línea de pensamiento, al parecer soy fácil de leer, o al menos para él. Carraspeo y trato de hacerme la desentendida, aunque estaba claro que no iba a funcionar. —¿Cómo? — una pequeña sonrisa de disculpa adorna su bello rostro. —Astreed. La camarera de la otra vez. Me he ocupado de ella—. Mis ojos se salen de las órbitas en ese momento. —¿La has despedido? —la inevitable culpa que siento crece más y más conforme la respuesta de Ethan tarda en llegar. —No, no. ¡Por dios! ¿cómo crees? La mandé a otro sector. Ya no está en el sector cliente, no nos volverá a molestar—. Un silencio cómodo se expande entre nosotros mientras esperamos que vengan a atender nuestra mesa—. Le he advertido. Si hace alguna otra cosa que te moleste..., —Ethan se encoge de hombros—ya será solo decisión suya. Asiento en silencio, estaba de acuerdo con eso y esperaba que la chica no fuese tan tonta como para perder su trabajo, solo por coquetear a Ethan una vez más. Escucho unos pasos acercándose a nuestra mesa y cuando alzo la mirada, veo al chico moreno que trajo nuestro pedido la última vez. Después de que Ethan fuese en persona a ver qué pasaba con mi almuerzo.

—Señor... —se dirige a Ethan. Y este pone un gesto raro. —Ya te he dicho Alec que quiero que me llamen por mi nombre. Soy tu jefe no tu dueño—. Bromea para rebajar la tensión ganándose mi admiración total. Lo cierto es que Ethan ha pegado un cambio enorme desde el chico engreído y ególatra que llegó a mi casa por primera vez, al hombre responsable, sexy y generoso que es ahora. Aunque lo sexy jamás le ha faltado, debo decir. Me siento orgullosa de él. De que esté a mi lado. —Está bien Ethan—pronuncia un tanto incómodo— ¿qué van a tomar para comer? Le pedimos nuestra comida y nos dice que en seguida llega, antes de dedicarnos una pequeña sonrisa e irse a la cocina por lo que hemos pedido. Pasados a penas veinte minutos, Alec llega con nuestro menú y he de admitir que se veía realmente exquisito. Al nal me había decantado por un lete de salmón a la marinera con patatas y verdura de guarnición, a diferencia del carnívoro que tengo frente a mí, que ha elegido un lete de ternera. Ethan tenía razón en querer quedarse con este lugar, además de tener una estupenda localización, el personal es agradable y la comida deliciosa. Nuestra conversación se mantiene amena y muy agradable, entre pequeños piquitos y caricias cómplices. Y me siento muy cómoda durante todo el tiempo que permanecemos en la mesa, a pesar de las miradas que se encontraban jas sobre nosotros, hasta que llega el momento de salir. —¡Mierda! —exclama con molestia. —¿ ué pasa amor? — le pregunto al ver como palpa los bolsillos de su traje en busca de algo. —Se me han quedado las llaves del coche arriba, en el despacho. —Bien, pues subimos a por... —No—me interrumpe tranquilamente— ve yendo al coche, está en la acera de enfrente —deja un leve beso en mi frente antes de ir raudo hacia el ascensor — subo y te alcanzo — exclama antes de que las puertas se cierren entre nosotros. Me dispongo a girar en redondo y me encuentro con la fría mirada de la tal Astreed. Aprieto la mandíbula y hago de tripas corazón, paso por su lado de

manera tranquila. Nadie me va a hacer sentir incómoda en un lugar que es de mi chico. No pienso tolerar que nadie me haga sentir inferior. Cruzo las puertas de hierro del hotel y cuando estoy en el último escalón siento un empujón por la espalda. Me giro en redondo y veo quién es la responsable. —¿Se puede saber qué demonios te pasa?, estás loca—. Y no es una pregunta, es una a rmación. Niego al no recibir respuesta y sigo mi camino. Antes de dar siquiera otro paso, siento otro empujón, esta vez más fuerte. Dejándome llegar al bordillo de la acera. Miro al cielo y agradezco al de arriba no haberme puesto tacones altos, sino, estaría tirada en medio de la carretera. —Ahora sí que está claro que estás desquiciada—. La miro por encima del hombro antes de continuar mi camino. No pienso hacer un espectáculo frente a las puertas del hotel de Ethan. Menos a pocos días de la esta de presentación ante los medios. Avanzo lentamente, pidiendo de manera interna, por que entre en razón y deje la esta en paz. Le he consentido dos y no pienso pasar por alto una tercera, por más que quiera ver por el bien de Ethan. Una vez que llego al coche, siento un tercer empujón y puedo jurar, que noto cómo la última gota de paciencia abandona mi cuerpo. Llevo la mano hacia su cara y me sorprendo al ver la rapidez con la que esta se inclina hacia el lado opuesto. Justo en el momento que la mano comienza a picarme, veo su mejilla tornarse más y más sonrojada. —¿Cómo te atreves...? — trata de preguntar la pelirroja con rostro consternado. —No —la interrumpo de manera inmediata— ¿cómo te atreves tú? He soportado dos ataques tuyos y no habrá un tercero—le digo rme — ¡ ue te quede claro!, puedo hacer que pases a ser desempleada si me apetece, así que ¡compórtate de una vez! Sé que tal vez me haya pasado con mis palabras, y es obvio que no haré que la despidan, pero debía intentar que se detengan todos sus hostigamientos, si no, Ethan sí que la echaría sin contemplación alguna. El gesto de Astreed se resiente por la rabia en cuanto termino de hablar y agradezco que las miradas no maten, sino ya no estaría en pie.

—Siempre me he enfrentado a zorras como tú. Niñas mimadas que me quitan lo que quiero y no me voy a dejar—. Rompo en carcajadas en cuanto termina su oración y veo como aprieta aún más su mandíbula. Si le contara todo lo que he pasado los últimos dos años, se iría sin atreverse a decirme ni mu. —¿Se puede saber de qué te ríes? Se ve que tenía razón cuando pensé que eras una mimada y una fres... — su insulto se ve interrumpido por una voz varonil, enronquecida por el mal humor a causa de sus palabras. —Atrévete a terminar esa frase. La cara de Astreed pasa por tantos colores en cuestión de segundos, que llega a darme algo de pena. En un momento pasó de tener un tono tan rojo como el de su propio cabello, a tener una piel tan blanca como la misma harina. —Se...se...señor. Y-yo… — se atropella ella misma con sus palabras, al tiempo que se gira para poder ver a Ethan, ya que se encontraba tras ella. —Ibas a insultar a mi mujer —. Brama rojo de la ira, jamás había visto a Ethan ponerse así. —Noo, señor yo... —¡Basta! Sal de mi vista inmediatamente. —Por favor… yo… necesito... — balbucea con esfuerzo Astreed. —Necesitas entender que entre tú y yo, nunca, jamás, pasará nada—Ethan no decía eso de manera despectiva, ni siquiera hiriente, tan solo era la verdad—. La única mujer que me importa, es a la que acabas de llamar zorra—. Escupe esa última palabra como si le quemara. A Ethan nunca le ha gustado esa maldita palabra, al igual que a mí. En estos momentos, la cara de Astreed se encontraba tan pálida que temía que se desmayara en cualquier momento. Resulta que Ethan había alcanzado a escuchar más de lo que pensábamos. —Estás despedida.

Capítulo 25

Obstáculos Mare Después de la discusión en plena puerta con Astreed, Ethan tomó mi mano y sin dejar que dijese nada para ayudar a la pelirroja, que por otro lado se veía realmente mal, tiró de mí con suavidad hasta que subimos a su coche. Todo el camino lo estamos haciendo en un completo silencio que a pesar de no ser incómodo, no puedo decir que me guste. Desde que entramos al coche, no he podido dejar de mirar a Ethan con preocupación, ya que se ve algo alterado, aunque no sé cual es la razón, si ya ha pasado todo. Llegamos a la casa de Ethan y nada más cerrar la puerta tira las llaves contra el suelo. —Cálmate mi amor—le pido mientras lo rodeo con mis brazos. —No puedo, maldita sea. No permito que nadie te hable así. Si fuera... —Lo sé— le corto para que no se ponga peor — tranquilo. Todo está bien— le aseguro con una sonrisa para que me crea. —Mare, esa arpía te ha herido — exclama acariciando mi labio, pero es imposible si la chica no llegó a... —¡Ay! ten cuidado. No toques bruto — le grito alejándome de su tacto para verme en el espejo. —Perdón... — la mueca de niño pequeño que tienen sus labios hace que me olvide hasta del horrible corte que veo en mi adolorido labio. Ahora entiendo por qué estaba tan alterado, en medio de mi preocupación por Ethan, no me había dado cuenta de que mi labio estuviese sangrando. Le doy una sonrisa a través del espejo para tranquilizarlo y a pesar del incómodo dolor que siento cuando la piel del labio se estira, no se lo hago ver. Parece que mi gesto lo calma un poco, ya que se acerca a mí y pegando su cuerpo contra el mío, me deja un suave beso en la coronilla.

—No volverá a tocarte. Lo juro. (...) Despierto envuelta en los brazos de Ethan. Anoche nos quedamos hasta tarde ultimando los detalles para la esta de inauguración del hotel. Ethan se encontraba nervioso a la par que entusiasmado mientras me contaba todo lo que pretendía hacer con el hotel. Esta oportunidad es muy importante para él, sabía todo lo que habían soportado sus padres. Desplantes, salidas de tono en diversos medios públicos... Ésta era su oportunidad para redimirse antes los ojos de sus padres y aunque ambos sabíamos que por su parte todo estaba perdonado, Ethan no quería decepcionarlos. El orgullo emanaba de su voz con cada detalle que me contaba, lo que hacía que una enorme sonrisa se apoderase de mi gesto. Me gusta tanto verlo tan feliz, se lo merece. Una repentina llamada corta de raíz mis pensamientos y antes de que Happy de Pharrell Williams logre sacar a Ethan de su profundo sueño, alcanzo mi móvil y salgo de la habitación haciendo el menor ruido posible. —Mamá—susurro nada más apretar el botón verde. —Aleluya... — una potente carcajada que sale de entre mis labios corta lo que estaba a punto de decir mi madre — si tú ríete. Mientras yo aquí preocupada. Desde la cena que tuvimos con los chicos que no te veo. Ni me has llamado. —Mamá solo he pasado la noche fuera. Tranquila. —Hija si yo no te llamo, tú ni si quiera te hubieses acordado de decirle a tu madre que dormías fuera—. Un pinchazo de culpabilidad llena mi pecho. —Lo siento mami. Te llamaré la próxima vez— le aseguro en un susurro. —A todo esto. ¿Por qué estás susurrando? — sin darme tiempo a buscar una buena excusa, un suspiro de sorpresa se escucha desde el otro lado de la línea— estás con un chico — lo que me dice mamá pretende ser una pregunta pero le sale más como una a rmación que cualquier otra cosa. —Mamá solo... —No, no hija, no me lo niegues por favor. Solo preséntamelo cuando estés segura. Me alegra que hayas encontrado a alguien Mare. Solo recuerda decirle a

tu chico que también tienes padres—. El sonrojo engulle mi piel, me noto demasiado caliente—. ue te deje un poco de tiempo con nosotros. —Mamá... ¿sabes qué te pondrás para la inauguración? — trato de cambiar de tema pero no cuela. Mamá chasquea la lengua unas cuantas veces antes de volver a hablar—No trates de cambiar de tema jovencita. Sabes bien que conmigo eso no funciona — y es verdad, lo sabía a la perfección. En eso mi madre era clavada a Álex, creo que por eso, además de por obvias razones, ella adora a mi amigo. Hablamos de un par de cosas más antes de despedirme de mamá, prometiéndole ir a cenar esta noche. Cuelgo y vuelvo al lado de Ethan. Me siento con las piernas cruzadas bajo mi cuerpo y lo miro atentamente. Pensar en todo lo que ha pasado estos días hace mucho más irreal este momento. Y a pesar de eso, consigue formar una enorme sonrisa en mi rostro al ver que es verdad. Recordar la manera en la que me había defendido de la loca de Astreed, no hacía más que darme ganas de comérmelo enterito a besos. Acuno su rostro entre mis manos y comienzo a dejar pequeños besos por cada centímetro de la cara de Ethan. Sus largas pestañas chocan contra mi mejilla cuando éste se despierta. —Mmh... a si sí que se despierta uno a gusto... — murmura ronco. —Eso podría decirlo yo. —Me gustaría poder hacerlo para siempre — quedo estática ante sus palabras — despertar a tu lado estos dos días ha sido perfecto. Hacerlo toda una vida sería maravilloso... ven a vivir conmigo Mare —pide dejándome atónita. Es decir, aún no le hemos dicho a mis padres que estamos juntos... — Acéptame a tu lado de todas las maneras posibles. Por favor, dime que si. La emoción que siento en este momento es tan indescriptible, que no sé con qué palabras expresar el torbellino de sentimientos que su propuesta crea en mi pecho. Siento las lágrimas recorrer mi rostro. Estoy a punto de gritar que si, cuando una extraña llamada me interrumpe. Miro extrañada la pantalla de mi móvil y descubro un mensaje recibido que me deja desconcertada.

Desconocido: Deberías comprobar el correo.

¿Cómo? Miro a Ethan quien aún espera por mi respuesta. —¿ ué pasa? —pregunta extrañado mientras se incorpora a mi lado. Niego con la cabeza ya que no sé qué es lo que pasa. —No lo sé. Espera aquí, ahora vuelvo…—le dijo a la vez que me acerco a dejar un pequeño beso en sus labios y salir antes de que me detenga, esto no me estaba dando buena espina. Me coloco mi batín y salgo hasta los buzones del edi cio, pasando por la enorme replaceta. En todo el camino no me cruzo con nadie, y no hay ni rastro de Jorge, a pesar de que ya son más de las ocho de la mañana y su jornada laboral debería haber comenzado hace un par de horas. Abro la pequeña cajita de metal y me encuentro un sobre negro que ojalá nunca hubiese abierto. Mi boca cae abierta en cuanto leo lo que hay en su interior. Por más que lo leo y releo, mi mente se encuentra embotada y es como si no asimilase el signi cado de ello. Mi pecho comienza a subir y bajar a un ritmo casi frenético, y el pequeño bichito insidioso que es la ansiedad, pica profundamente en mí, devastando mi calma debido a lo que descubro dentro del sobre. En el se encuentra una carta, dos frases y una clara amenaza. «Deberías tener un ojo puesto en tus espaldas. Será mejor que te alejes de Ethan y no le digas nada o lo mataré.»

Capítulo 26

La inauguración Mare Abro los ojos y me recibe una imagen completamente encantadora del hombre que despierta a mi lado desde hace cuatro días. Los mismos que llevo sin salir del apartamento de Ethan. Después de recibir aquella maldita nota, no pude hacer nada más que quedarme petri cada. Había pasado tanto tiempo fuera, que al nal Ethan se había decidido por salir a por mí para traerme a casa. Cuando lo hizo me encontraba congelada y entumecida, por la fría brisa que acompañaba a la época del año en la que nos encontrábamos. Aún ahora, incluso cuando han pasado los días, recuerdo como el frío viento azotaba sin misericordia todo mi cuerpo, mientras que yo no era capaz de reaccionar, y se me eriza la piel. Esa noche al nal, tuve que coger fuerzas de donde no sabía ni que las tenía, para así llamar a mi madre y cancelar la cena que le había prometido esa misma mañana. Esa noche todo lo que hice fue llorar hasta quedarme rendida. A pesar de que Ethan trató de hacer que hablara con él, no pude. Si abría la boca lo matarían, la nota lo decía muy claro. Al día siguiente de recibir la nota, sentía que cada vez que Ethan se acercaba a la puerta, el corazón se me fuera a salir por la boca. La ansiedad se había apoderado de mí de tal manera, que no podía concentrarme. Me era imposible respirar de una manera normal y aunque trataba que no se me notase, Ethan no parecía convencido ante mis constantes «estoy bien». Finalmente lo convencí de terminar de arreglar todos los detalles para la inauguración del hotel, desde su casa. Por lo tanto hemos pasado los últimos dos días entre llamadas y mensajes. A pesar de que Ethan no estaba seguro de prepararlo todo por teléfono, habíamos logrado organizarlo todo a las mil

maravillas y hoy era el día tan esperado. El día de la inauguración nalmente ha llegado. Me siento en la cama y contemplo a Ethan mientras este trata inútilmente de anudarse la corbata. Su postura es tensa y rígida y comienzo a sentir pena de ese pobre pedazo de tela. Es obvio que Ethan está demasiado nervioso como para atinar en sus movimientos. —Mierda—protesta en un murmuro. —Trae, yo te pongo la corbata— estiro los brazos en señal de que se acerque mientras me arrodillo sobre el colchón para estar más cerca de él. Sus brazos rodean mi cuerpo al ver que pierdo momentáneamente el equilibrio sobre el colchón y me pegan a su cuerpo. Lugar en donde me atrapa y comienza a dejar besos en cualquier zona de mi cuerpo a la que tuviese acceso, causando estragos en mí. El calor de su cuerpo trasladándose al mío debido a nuestra cercanía, sus dedos acariciando la piel de mi cintura y jugando con la cinturilla del pantalón que aún estoy vistiendo. A pesar de que me cuesta un montón, me concentro en lo que estoy haciendo, el nudo de su corbata. El roce de sus labios sobre mi cuello y oreja di cultan mi tarea, pero al nal anudo la maldita corbata y me aparto de él. Ethan va detrás de mí, lo noto, sin embargo yo me excuso con que me correrá el maquillaje y me aparto de él. Desde que encontré esa maldita nota siento que me observan. Temo que si tengo mucho contacto con Ethan acabarán dañándolo, pero al mismo tiempo soy incapaz de abandonarlo. No en su noche especial. —¿Te encuentras bien?, estos últimos días has estado demasiado esquiva conmigo. —No digas cosas raras, me encuentro genial —trato de sonreír pero sé que esta vez no funciona—. Mi amor, hoy es tu noche y quiero que todo te vaya bien. Estoy un poco nerviosa eso es todo. Me acerco a su cuerpo y lo abrazo por un largo rato, dejando a Ethan estático por mi movimiento tan repentino. Siento que este abrazo será el último y lo disfruto todo lo que puedo. Una vez que sus brazos me rodean, la tristeza de saber que nos tenemos que volver a separar, esta vez para siempre, me derrumba. De manera que sin darle tiempo a decir nada, y antes de darle tiempo a notar

mis lágrimas, me aparto de él con la excusa de terminar de vestirme. Entro al baño y echo el pestillo a la puerta y nada más acercarme al espejo, veo mi maquillaje total y completamente arruinado. Lavo mi cara dejando que, una vez más, las lágrimas caigan con total libertad. Últimamente, desde esa maldita carta, sentía que no hacía otra cosa que no fuese llorar. No sabía qué demonios hacer y me sentía acorralada por un enemigo que ni siquiera conocía. Después de llorar por un buen rato y tomar un profundo aliento, decido volver a maquillarme y colocarme el precioso vestido que Ethan me había regalado para esta noche. —Iré yo primero. Te espero en el hotel — le digo en cuanto salgo del baño. Tomo el picaporte de la puerta pero antes de tirar de el, su voz aturdida me sorprende. —¿ ué dices?, vamos juntos. —Mis padres no saben lo nuestro —digo sin girarme, mirando aún a la madera de roble de la puerta—, iremos por separado. Es lo mejor —menciono antes de salir por la puerta sin darle opción a rebatir. A n de cuentas no mentía, lo mejor era ir por separado y no enfadar a quien nos amenaza. (...) La velada estaba siendo maravillosa. El maquillaje que me había colocado cubría a la perfección el corte que, aún no sabía cómo me hizo Astreed, tal vez me mordí cuando ella me empujó. La prensa estaba encantada y varios medios habían con rmado que sus críticas serian excelentes, al igual que el trato de la familia King hacia sus invitados. Adam y Natalia, los padres de Ethan, habían tomado su avión privado para llegar al evento. Ambos iban impecables y con mucho estilo. Mientras que Adam iba ataviado con un traje azul rey, que combinaba a la perfección con su corbata negra y camisa blanca. Natalia vestía un imponente vestido del mismo tono, el cual portaba con suma elegancia, mostrando su espalda, gracias al escote que el vestido tenía.

Por su parte, Ethan capturaba las miradas de todos los presentes en el gran salón, con el traje en el que iba enfundado. Se había decantado por un traje entallado de color oscuro, que se le pegaba a su fornido cuerpo, decorado por una sencilla corbata color vino, que hacia juego con mi vestido. Uno que él mismo había escogido para la fecha, y marcaban a la perfección mis curvas hasta llegar a la cintura. Lugar donde caía una extensa cascada de satín del mismo tono que la parte superior. El vestido era hermoso y metida en el, me sentía de igual manera. A pesar de las circunstancias. Veo que Adam y Natalia se encuentran cerca de su hijo, ambos inspeccionan el espacio con ojos ansiosos en busca de algo. En cuanto ambos me ven, comprendo que soy yo a quien buscaban. Mi cuerpo tiembla al ver que se acercan a mí con paso rme. — uerida Mare, que gusto ponerte cara al n. Ethan nos ha hablado mucho de ti y he podido ver alguna que otra foto tuya—dice Natalia sonriente — me alegra conocerte por n. —A mí también señora... —tres rápidos chasquidos me hacen recti car en seguida— Natalia. —El gusto es nuestro—el que habla esta vez es Adam, el padre de Ethan, el cual al sonreír muestra una amplia y blanca sonrisa, iluminando su mirada tan clara como el océano—. Gracias a ti hemos podido recuperar a nuestro hijo. Te estaremos agradecidos por tu amor hacia nuestro hijo toda nuestra vida. Las palabras de los que podrían haber sido mis suegros, hacen que a oren en mí mil sensaciones, contrarias una de la otra. Alegría y tristeza. Ira y amor. Y unas ganas de salir corriendo del gran salón del hotel se adueñan de mí por partes iguales. —¿Cariño qué pasa? Te has puesto pálida—. La aterciopelada voz de Natalia llega a mis oídos mientras la imagen de mis padres acercándose a nosotros junto a Ethan, se cuela en mi campo visual. —Mis padres... aún no saben nada— sin saber demasiado bien como lo he hecho, me las apaño para apresurarme a explicarles la situación de forma rápida, ya que en este momento me siento algo mareada. Mis padres llegan a nuestro lado y saludan con gran alegría a los padres de Ethan. Los contemplo mientras hablan del tiempo que han pasado sin verse y

que no debe repetirse ese distanciamiento. La verdad es que mis padres se han esmerado para la ocasión. Mientras que mi padre viste un perfecto traje completo de color negro, a juego con su corbata y una camisa blanca, que le quedan como un guante, mamá se ha atrevido con el magní co vestido negro que le aconsejé. El cual porta un escote de vértigo a la par que elegante, y muestra su na gura. Sabía que hacía tiempo que mi padre y Adam no se veían, pero por lo visto para mi madre también eran cercanos. —Me alegra tanto volver a verte Rosa — dice radiante Natalia, antes de alejarse abrazada a mi madre. Ethan y yo vemos como nuestros padres se sumergen en un ir y venir de anécdotas de la universidad y este aprovecha para llevarme a un lugar un poco más apartado. —Pequeña ¿qué te pasa?, te ves muy pálida— Ethan acerca su mano para acariciar mi mejilla, pero me aparto. —No me pasa nada—le digo y me doy cuenta del gesto que pone ante mi reacción, cuando baja la mano. Me siento fatal por rechazar su tacto de esa forma, sin embargo aquí hay miles de personas. ¿ uién me asegura que el acosador no se encuentre entre ellos? —pienso mirando a nuestro al rededor en busca de alguna mirada indiscreta. El gesto de dolor que posee Ethan, cuando mi mirada vuelve a caer sobre él, consigue quebrantar casi por completo mi intención de mantenerlo al margen de todo esto. Tal vez, si somos dos, se nos ocurra una manera de salir de esta. —Estás enfadada conmigo ¿verdad? Es eso—suelta y logra desorientarme. ¿ ué? ¡No!, jamás podría enfadarme contigo —. Estás enfadada por que a pesar de prometerte hace cuatro días que diríamos lo nuestro, no lo he hecho aún. —¿ ué dices...? No, eso... —Tranquila mi amor que lo diré frente a todo el mundo. Para mañana por la mañana, a nadie en este puñetero mundo, le quedará duda alguna de que te amo. ue me haces feliz y que juntos somos la mejor pareja que existe. Te lo aseguro. —No Ethan por favor yo... —trato de detenerlo pero es tarde. Ya está subido en el centro del escenario que montaron por la tarde. Los cañones de luz y las

miradas de todos los invitados sobre su gura. —Atención damas y caballeros. Lo primero que quiero es agradecer su asistencia esta noche y su apoyo a mi nuevo proyecto. Este hotel, es el primero de muchos que quiero forjar con la ayuda y bajo el apellido de mi padre. El hombre al que más admiro. Mamá, papá, quiero deciros gracias. Gracias por vuestro apoyo y paciencia y sobre todo vuestro amor—. Su mirada recae sobre mí y siento como mis manos sudan mientras sostengo con fuerza una servilleta, que ni yo misma sé, en qué momento la he tomado de la mesa—. Y por último pero no menos importante, agradecer a una persona muy especial para mí. Ella... Niego con la cabeza rezando para que vea mi negativa a pesar del enorme foco que lo ilumina. —Ella... —Ethan titubea y de repente, esa seguridad que portaba hace unos segundos frente a toda esta gente, ha desaparecido. La expectación carga tanto el ambiente que me cuesta respirar. El enorme salón se ve invadido por ashes y leves murmullos que cogen mayor fuerza, conforme los minutos pasan y no reciben respuesta alguna. Sin saber que hacer, clavo la vista en Ethan, quien a su vez no ha apartado la mirada de mí, en busca de respuestas que no le puedo dar. Respuestas que lo ponen en un serio peligro. Veo como Adam susurra algo a su esposa y cuando va a disponerse a avanzar hacia el escenario, esta lo frena. —¿ uién es ella?, ¿se trata de su prometida? ¿Otra persona tal vez? — las preguntas de esa periodista hace que se abra la veda. Y todo el salón se llena de las voces de distintos periodistas. Cada una preguntando cosas más impertinentes que el anterior. La mirada de Ethan se clava en mí antes de tragar en seco, y dirigirse a la escandalizada multitud, para despacharlos con unas cuantas palabras. —Bueno, sigan disfrutando de la noche—menciona antes de bajar del escenario y acercarse a mí con rabia apenas contenida—. Dime a qué rayos ha venido todo eso.

Capítulo 27

El comienzo del fin Un mes después

Ethan Hoy, como acostumbraba a hacer desde hacía ya no sé el tiempo, me levantaba solo en la cama. Últimamente Mare solía recibir un sobre negro bastante grande, de cuya existencia pensaba que yo desconocía. Lo cual era cierto, al principio. Más tarde me preocupé cuando vi que su comportamiento cada vez era más raro. Me esquivaba cuando la tocaba, me mentía cuando le preguntaba sobre lo que había recibido y comenzó a verse con un extraño hombre. Así que, le puse a alguien de vigilancia temiéndome lo peor. ¿ ué?, ¿acaso me podéis culpar?, temía que una ex encaprichada o algo por el estilo, fuese la razón de todo ello. Había un extraño sentimiento de negatividad al rededor de Mare. En cualquier momento en el que le preguntase sobre su día por el último mes, ella se tensaba a más no poder. Notaba como su pequeño y sensual cuerpo trataba de relajarse sin éxito alguno cada vez que preguntaba. Como intentaba que su agitada respiración no se notase, que yo no la notase. Sin embargo, si hay algo bueno de mi pasado, es que me ha enseñado a conocer a fondo a la gente. Y de mi pequeña obsesión por Mare, a conocerla mejor que a nadie. No se me engañaba tan fácilmente y sabía que me ocultaba algo. Sin embargo sólo había logrado descubrir el hecho de que alguien le mandaba algo a diario. Algo que me ocultaba a mí. Me estiro en la cama, noto como los músculos de mi cuerpo se destensan después de una ajetreada noche. Mis movimientos ya son algo mecánicos, ya que es algo que he hecho desde el último mes. Miro al reloj que se encuentra en mi

mesilla y me asombra que sean las siete y cuarto, la misma hora que ayer. La misma hora de siempre, nunca falla. Me levanto y voy hasta el gigantesco ventanal que da a la calle. Verla como se acerca a ese tipo, como comparte con él algo que al parecer a mí me niega, me hace enloquecer en cierto modo. Como antes. Pero me niego a ello, ahora soy mejor. Ahora somos mejor y no dejaré que los mismo fallos del pasado, me alejen nuevamente del amor de mi vida. No tropezaré dos veces con la misma piedra. Pienso relegar, al idiota celoso e inmaduro al lugar oscuro al que corresponde. Mare jamás me ha fallado y después de todo lo que ella ha sido capaz de perdonarme, le debo detenerme a pensar antes de dejarme llevar por mis malditos impulsos. Escucho la puerta de nuestro apartamento cerrarse con demasiada lentitud, tanta que me da el tiempo su ciente de volver a la cama y aparentar que no soy consciente de lo que pasa a mi alrededor, pero esta vez me niego a hacerlo. Los pasos de Mare se adentran nuevamente a la estancia que compartimos cada vez que nos es posible, y después de cerrar la puerta de la que me gusta llamar nuestra habitación, a pesar de que Mare se niegue a venirse a vivir conmigo, como tantas veces le he pedido desde que volvimos a estar juntos, veo como se sobresalta al verme incorporado sobre la cama. Es obvio que no esperaba encontrarme despierto. —¡Oh!, te has despertado—. No se me escapa el tono de culpabilidad que asoma en su voz, como tampoco el hecho de que parece que le cuesta mirarme a los ojos mientras habla. Esa es la razón por la que me da la espalda nada más llegar a la altura de nuestra cama—. Buenos días—. Dice sin mucho ánimo. —¿ ué hacías fuera? — decido obviar su incomodidad. —¿ ué? — trata de ganar tiempo para ver que excusa inventa. Lo sé. —Te he visto con ese hombre—. Me niego a darle el tiempo que necesita. La ansiedad se ltra en mi tono de voz, tan abruptamente que la obligo a girarse ante mí al escuchar mis palabras. Incluso a mí me asusta lo angustiado que me escucho. Pero como evitarlo si no puedo ayudar a la mujer de mi vida cuando más parece necesitarlo. Siento que le estoy fallando. —Ethan..., él—. Mare atrapa su grueso labio inferior entra sus dientes, su mirada no abandona la mía en ningún momento, esta vez no lo hace. Parece

dudar de si contarme algo o no, sin embargo tras un agonizante silencio, retoma su actitud anterior—. Solo era un tipo pidiendo indicaciones. Cierro mi mano en un puño y aprieto tanto como puedo, hasta el punto de ver como mis nudillos se tornan blancos— ¿Y se puede saber qué es lo que hacías en la calle a esta hora? —Yo, había salido a... tomar el aire. Trago en seco sin creer lo que estoy a punto de preguntar. —Mare... — trato de hacer la pregunta que tanto me angustia, pero Mare corta toda posibilidad de conversación con un beso. Sus labios acarician los míos con devoción y detenimiento. No es un beso hambriento, no es tenso ni contiene ningún tipo de intención sexual, pero para nada está libre de sentimiento. Al contrario, me transmite demasiados y a la vez ninguno en concreto. Nos envuelve una vorágine de sentimientos tan crudos e intensos, que no soy capaz de analizarlos todos a la vez. Por que eso es mi relación con Mare y siempre lo ha sido, una fuerza de la naturaleza que jamás nadie podrá intervenir y mucho menos detener. No estamos haciendo nada en especial, tan solo permanecemos tumbados sobre la cama, con Mare encima de mí sin abandonar ni por un instante mi boca, y al n siento que soy capaz de respirar de nuevo. Jamás había necesitado tanto a una chica, está claro que Mare no es una chica cualquiera si puede hacer esto conmigo sólo con un beso, ella es especial. —¿Está todo bien? —le pregunto acariciando su castaña melena que se encuentra desperdigada por encima de los enormes almohadones de nuestra cama, después de cambiar de posición, situándome sobre ella, entre sus piernas —no sé qué es lo que pasa. Cada vez te siento más lejos de mí y temo perderte—. Admitir lo que atormenta mi corazón, lo que más me aterroriza en este mundo, frente a Mare, lejos de ayudarme me llena de una inseguridad que me atenaza—. Me niego a ello, sin ti yo ya no sería yo.

Mare

Hoy, como acostumbraba a hacer desde hace más o menos un mes, me levanto sobresaltada por una llamada. No eran todos los días, ni siquiera todas las semanas, de hecho habían días de un silencio tan atronador, que vivía a la espera de algo. Tensa y sobresaltándome por cualquier pequeña cosa del exterior. Un incesante pitido me despierta y en cuanto alcanzo mi teléfono móvil, veo como aparece en pantalla una noti cación de una llamada perdida. Salgo despacio de la cama para no despertar a Ethan, como ha sido mi costumbre el último mes. Me coloco mi pequeña bata roja y salgo en silencio del cuarto. Cuando me encuentro en el comienzo de las escaleras, corro todo lo que puedo hasta llegar al exterior del enorme complejo de apartamentos. Lugar dónde se encuentran los buzones. Lo que no me gusta de esta lujosa zona en la que Ethan se compró el apartamento, es que hay que recorrer una pequeña replaceta para ver el correo recibido, cosa de la que se encarga el conserje, pero no tengo más tiempo qué perder. Voy tan rápida como mis pies me lo permiten y cuando llego a donde necesito llegar, abro la pequeña caja metálica que lleva el número de nuestro apartamento, para coger un sobre negro. Últimamente alguien que aún desconocía, me mandaba un sobre negro bastante grande, de cuya existencia aún ocultaba a mi chico. Ya que resultaba una amenaza directa a nuestra relación. Al principio, después de la primera amenaza, tan solo eran pequeñas insinuaciones o recortes de él con varias chicas. Cosas que ya conocía y sobre todo cosas que Ethan había hecho antes de volver a mi lado. Cosas que ya no me afectaban. Más tarde, comenzaron las pequeñas amenazas e incluso en algunos sobres aparecían notas que me impulsaban a pensar que Ethan podía tener algo con la rubia insoportable de su nuevo hotel. Al principio reconozco que eso me alteraba, cada vez que leía una de esas notas me alejaba de él, no soportaba que me tocase. Sin embargo caí en la cuenta de que eso era lo que quería la persona que se ocultaba tras esas cartas, separarme de Ethan. Así que me preocupé en buscar a alguien que me ayudase a descubrir a mi acosador. Y pedí ayuda al único que sabía que tenía contactos importantes que me podían ser de utilidad, el único de mi familia que conocía mi relación con Ethan, mi primo José. Me veía en la obligación de mentir al hombre que amo

por el bienestar de nuestra relación. Conocía a Ethan, y sabía lo que sería capaz de hacer si leía esas cartas. Además Ethan no es tonto, yo sabía que en algún momento sospecharía algo sobre mis repentinos cambios de humor y tuve la con rmación de ese hecho en cuanto la persona a la que recurrí, me dijo que alguien me seguía. Por esa razón me dediqué a ngir que no me había dado cuenta del perro guardián que llevaba tras mi espalda. Ethan solo quería cuidar de mí, al igual que yo, ¿le podía echar en cara que me ocultase cosas cuando yo estaba haciendo lo mismo? La respuesta más obvia es que no. Estoy tan metida en mis propios pensamientos, en cómo ha pasado el tiempo desde que comencé a recibir los anónimos y en el cómo he llegado a esto, que no me doy cuenta de que aún tengo el sobre cerrado entre mis heladas manos, hasta que bajo la cabeza y lo descubro semi arrugado entre ellas. Sacudo la cabeza y regreso la atención al sobre negro, para nalmente abrirlo y encontrar una de tantas amenazas en él. Esta al menos es original, espero que se me note el sarcasmo. «Aléjate de mi chico. No deberías poner aprueba mi paciencia por más tiempo»

Necesito a Stephen, tiene que haber descubierto algo. Introduzco la mano en el bolsillo de la bata y tomo mi teléfono para llamarle y colgar al tercer timbre, método con el que acordamos que nos comunicaríamos. (...) Media hora ha pasado desde que llamé a Stephen. Media hora en la que no he parado de dar vueltas en círculos como una tonta, con tal de no morir de hipotermia. En estos momentos mi cuerpo duele del frío que siento. Todo mi cuerpo se encuentra resentido y entumecido, me golpeo mentalmente al recordar que la mujer del tiempo dijo ayer que habría un descenso drástico de las temperaturas. Cuando estoy a pique de rendirme, mandar un mensaje a Stephen

para quedar otro día e ir a la cama donde mi hombre me espera, escucho a lo lejos como un motor de coche se detiene. Apenas unos minutos más tarde, alzo la vista y veo llegar a Stephen. Un hombre joven de unos veintiocho años, cuyo cuerpo se asemeja a una torre llena de músculos. En su día, fue un gran marine, al que se le acusó de una gran injusticia en un momento que estaba de permiso. Tras el incidente hubo tal barullo, que nadie lo quiso defender, salvo mi primo José. El mismo que poco tiempo después de haber pedido el caso, y buscando en profundidad, pudo encontrar las pruebas que liberaban a Stephen de toda sospecha. Lo que terminó creando un lazo especial entre ellos, que hizo a Stephen ofrecerse a ser algo así como mi guardián mientras mi primo estuviera fuera. Realmente le debo mucho a ambos. Nada más que entra en mi campo de visión, se da cuenta del tembleque que reina en mi cuerpo y lo rodea con sus enormes brazos, en busca de ofrecerme resguardo del frío extremo en el que nos encontramos. —¡Ey!, ¿estás bien, qué ha pasado? —me pregunta con su marcado acento irlandés, mientras aún me tiene abrazada. Sus fuertes brazos hacen pequeños barridos por mis brazos y espalda para proporcionarme el calor que necesito. —He vuelto a recibir un maldito sobre — me quejo sobre su hombro — estoy harta de ocultarle las cosas a Ethan. No es tonto, sé que sospecha y por lo que hemos vivido, sé que probablemente se esté pensando lo peor—. Digo más para mí que para él, pero como siempre desde que lo contraté, me ha escuchado. —Díselo — se limita a mencionar lo que me lleva aconsejando desde el principio, pero no estoy segura de nada, temo que haga alguna locura. —No puedo—Pronuncio con la creciente ansiedad que siento en el centro de mi pecho. En ese momento, su atención se desplaza a algún punto tras de mí. Sin embargo aún no me suelta. —Creo que nos está mirando, no hagas ningún movimiento brusco — me aconseja—o pensará lo que no es. —¿Entonces qué hago? —Regresa a tu habitación como si nada hubiese pasado —. Me suelta rápidamente — Mare…— me llama de nuevo nada más soltarme, para quitar el sobre de mis manos, las mismas que ya no tiemblan—yo me encargo de esto.

Nada más alejarme dos pasos de Stephen, escucho que este me llama, así que me detengo a la espera de que hable y lo observo por encima de mi hombro. Su enorme mano peina un rizo rebelde que cruzaba su cara antes de hablar. —Prepárate. Tal vez te lo encuentres a la defensiva— sus ojos verdes muestran preocupación, pero no dice nada más. —Lo sé— es lo único que sale de entre mis labios, antes de alejarme de él y volver a la casa de Ethan, de donde espero no salir envuelta en lágrimas. No esta vez. Abro la puerta de nuestro apartamento, como le gusta llamarlo a Ethan. Cierro la puerta con demasiada lentitud, necesito el tiempo que esto me ofrece para buscar el valor de donde pueda. Temo que este sea el punto nal de nuestra relación. Nuestro punto nal y de nitivo. Cruzar tan lentamente el amplio apartamento me da tiempo para recordar todo lo que hemos vivido aquí. Ethan la llama nuestra casa, pero no puede ser nuestro hogar si toda esta situación sigue así. ¿Cómo puedo llamar hogar al lugar en dónde le estoy engañando? Me detengo nuevamente al pie de la escalera, los recuerdos se a ncan en mi mente de una manera brutal. Puedo recordar con total claridad el momento en que Ethan me pidió por primera vez que viviéramos juntos. Deseaba tanto decirle que sí, pero ahí ya había comenzado todo. Recuerdo cuantas veces más me lo pidió. Lo amo tanto. Lo necesito en mi vida. Pero no sé qué pasará con nosotros ¿Cuánto tiempo más esperará por mí? Me adentro nuevamente a la estancia que compartimos cada vez que nos es posible, y después de cerrar la puerta tras de mí, me sobresalto al verlo incorporado sobre la cama. Es justo como me ha advertido Stephen. —¡Oh!, te has despertado—. No se me escapa el tono de culpabilidad que asoma en mi voz. La culpa me está carcomiendo viva y me es imposible mantenerle la mirada. Esa es la razón por la cuál le doy la espalda nada más llegar a la altura de nuestra cama—. Buenos días—. Digo sin mucho afán. —¿ ué hacías fuera? — espeta con calma. —¿ ué? —trato de ganar tiempo para ver qué excusa invento. Sin embargo no me lo da.

—Te he visto con ese hombre—. La ansiedad se ltra en su tono de voz tan abruptamente que me obliga a girarme ante él al escuchar sus palabras. Me asusta lo angustiado que lo escucho. Siento que le estoy fallando. —Ethan..., él—. Atrapo mi labio inferior entre los dientes, mi mirada no abandona la suya en ningún momento, esta vez no lo hace. En este preciso momento, me encuentro ante la duda de si debo hacer caso a Stephen y a mis instintos o de si debo escuchar a mi corazón, el cuál teme perder a Ethan de nuevo. Sin embargo tras un agonizante silencio, retomo mi actitud anterior y decido no contarle nada—. Solo era un tipo pidiendo indicaciones. Cuando bajo la mirada, veo que Ethan tiene cerrada su mano en un puño y la tiene tan apretada que puedo ver como sus nudillos se tornan blancos— ¿Y se puede saber qué es lo que hacías en la calle a esta hora? —Yo..., había salido a... tomar el aire—. Sé que resulta una excusa algo patética, pero es lo único que se me ha pasado por la cabeza. Me encuentro entre la espada y la pared y el temor que siento en este momento hace que me quede sin palabras. Veo a Ethan tragar en seco, prácticamente veo como sus dudas sobre mí, sobre nosotros, revuelan sobre su cabeza y temo que este sea realmente el n de todo. —Mare... —me doy cuenta de que después de todo este mes de sospechas, de vernos cada vez más lejos por el temor de las amenazas que recibo, Ethan está hasta los topes. No es tonto y sé que se ha dado cuenta. He visto a su hombre, en más de una ocasión, seguirnos a Stephen y a mí, pero la seguridad que me da el saber que jamás descubrirá nada de él, a menos que yo quiera, me ayuda a hacerme la tonta al respecto. Temo que el momento de que Ethan se harte y mande a nuestra relación bien lejos y a mí con ella, haya llegado después de este último mes. Así que lo detengo con un beso que borre cualquier duda que pueda albergar sobre mis sentimientos por él. Ese no es nuestro problema, mis sentimientos por Ethan es lo único que siempre he tenido claro. Mis labios acarician los suyos con devoción y detenimiento. No es un beso hambriento, no es tenso ni contiene ningún tipo de intención sexual, pero para nada está libre de sentimiento. Al contrario, es un beso que transmite demasiados y a la vez ninguno en concreto.

Nos envuelve una vorágine de sentimientos tan crudos e intensos, que no soy capaz de analizarlos todos a la vez ni yo misma. Por que así es mi relación con Ethan y siempre lo ha sido, una fuerza de la naturaleza que jamás nadie podrá intervenir y mucho menos detener. Algunos dirían que no estamos haciendo nada en especial, de hecho tan solo permanecemos tumbados sobre la cama. Me encuentro encima de Ethan sin abandonar ni por un instante sus labios y al n siento que soy capaz de respirar de nuevo. Él es aire fresco para mí. Jamás había necesitado tanto a una persona, está claro que no es un chico cualquiera si puede hacer que mi cuerpo tiemble sólo con un beso, Ethan es especial. —¿Está todo bien? — me pregunta acariciando mi larga melena que se encuentra desperdigada por encima de los enormes almohadones de nuestra cama, después de cambiar de posición, situándose sobre mí, entre mis piernas — no sé qué es lo que pasa. Cada vez te siento más lejos de mí y temo perderte—. Escuchar esas palabras de la persona más segura que conozco, provoca un tormento a mi corazón. Noto como da un mortal para atrás dentro de mi pecho y por un momento me siento totalmente paralizada e inútil—. Me niego a ello, sin ti yo ya no sería yo. Si supieras lo mucho que te amo— pienso sin dejar de mirarle.

Capítulo 28

Respuestas Mare «Me niego a ello, sin ti yo ya no sería yo»

Esa frase no deja de repetirse una y otra vez en mi mente, en los minutos en los que Ethan no ha apartado su vista de mí, esperando pacientemente por mi respuesta. Mientras yo, por mi parte me mantengo callada. Al momento en que logro reaccionar, niego con la cabeza y veo como el gesto de Ethan cambia radicalmente. Este agacha la cabeza como si lo hubiesen herido y temo que me haya mal interpretado, así que le hago mirarme de frente y antes de que pronuncie cualquier palabra, me apodero de su boca. La misma con la que me hace delirar de mil maneras diferentes. —Lo has entendido al revés — me expreso entre besos suaves—. Jamás me perderás. Ruedo sobre el colchón quedando bajo su candente cuerpo mientras nos damos besos lentos, cargados de un sentimiento que hace latir como loco a mi corazón. Escuchamos como el teléfono suena desde el salón pero ambos lo ignoramos y seguimos con lo que estamos. Ambos necesitamos esto. Siento que no hay cercanía su ciente que calme la angustia creciente que siento. En cada uno de los momentos que vivo con Ethan, siento y temo que pueda ser el último. Las caricias que deja sobre mi cuerpo se vuelven cada vez más precisas, más profundas sobre mi sensibilizada piel, que responde ante sus movimientos. Como si mi cuerpo fuera una mera sombra del suyo, respondo a sus movimientos con tal precisión que parece que un hilo invisible nos uniera. Ethan más animado y calmado con mis palabras, comienza a dejar una serie de besos por cualquier parte de mi piel a la que logra tener acceso. Comienza por mi cuello, besa mi garganta, llega a mi clavícula en donde su ansiosa lengua

comienza a crear una extraña danza, saboreando todo a su paso. Lo besos, mordiscos y caricias se desplazan por todo mi cuerpo mientras Ethan no deja de decir una única palabra. «Mía»

(...) Acerco a mis labios, una taza humeante de café y doy un largo sorbo. —Mmh..., ¿puede haber algo mejor? —me pregunto a mí misma sin ser consciente que Ethan acababa de entrar a la cocina y se encontraba a mis espaldas. —Creo que te acabo de recordar que sí lo hay, hace a penas cinco minutos— susurra cargado de picardía en mi oído, y un estremecimiento recorre todo mi cuerpo. Cuando giro la cabeza para mirarle, lo encuentro con una sonrisa victoriosa. Su melena castaña hecha un perfecto desastre debido a lo que acababa de pasar en el dormitorio. Sus pozos grises mirándome con adoración, hacen que me muerda los labios. Es tan maravilloso. Niego rápidamente ganándome un suave beso en los labios. —Eres demasiado para mi tensión arterial — siento como el calor sube a mis mejillas. Ethan me mira sonriente. —Soy demasiado para cualquiera, pero jamás para ti cariño—. Su respuesta acelera de una manera increíble a mi ya alocado corazón. Temo que algún día me mate con su dulzura. Voy a contestar a Ethan cuando me veo interrumpida por una noticia de la tele que capta su atención por completo. —El hotel King, la nueva adquisición del menor de la saga familiar, inaugurado hace poco más de un mes, está resultando ser un diamante en bruto. Muchos se preguntan si esto resultará ser el comienzo de una nueva línea de negocio, de una de las familias más acaudaladas del país, mientras su ex prometida está sola sufriendo por... — Ethan avanza a largas zancadas a la

pantalla plana que se encuentra en la pared de la cocina, extiende el brazo y apaga la tele, bufando agotado. —¿Cuando dejarán de hablar sobre temas que ni saben? —brama al aire mientras lo contemplo sin saber qué decirle, debe ser muy duro para él. Desde que llegó de regreso, los periodistas han estado siguiendo sus pasos y tergiversando todo lo que pasaba entre nosotros. Incluso la foto que nuestros padres insistieron en hacernos todos juntos para la prensa, la noche de la esta. Acusándolo de abandonar a su prometida mientras se está muriendo y tachándolo de in el. Cuando la realidad es que era un compromiso arreglado y que los padres de Ethan estaban haciendo todo lo que podían por ella. Cuando ella jamás trató bien a su supuesto prometido. La presión mediática que sufría en estos momentos Ethan era atroz y todo eso no era más que un impedimento para contarle todo lo de las amenazas. Esto solo era una piedra más en el camino para nuestra relación. Me negaba a cargarle con más preocupaciones. Voy hacia él y lo rodeo por la cintura con ambos brazos. Lo pego a mi cuerpo logrando un contacto más que exquisito y se le escapa un suspiro en cuanto lo hago. Su suspiro agotado solo hace que sienta aún más culpa. He estado el último mes muy distante con él y ni siquiera sabe la razón. Me duele saber que soy una razón por la cual lo veo tan destrozado. —Tranquilo, todo se resolverá — lo animo con algo que ni yo misma sé, pero que ambos necesitamos escuchar.

Capítulo 29

Riesgos Mare Me encuentro agotada, el hastío que siento me supera y a pesar de que doy lo mejor de mí e intento ser positiva y paciente, como me aconseja Stephen, la ausencia total de resultados está consumiendo la poca paciencia que poseo. Anoche hablé con mi primo José, necesitaba desahogarme con alguien y obviamente él era el elegido, lo extrañaba. Desde que dejó el trabajo en el instituto y retomó su carrera de abogado como tanto le habían pedido sus padres, decidió irse a la mejor universidad que había, al otro lado del mundo. Con lo cual, no lo había visto mucho desde hacía un año y las pocas veces que podía hablar con él a solas, era mediante cortas llamadas, ya que tenía mucho que estudiar. Mi primo es un chico listo y sé que lo conseguirá. En una de esas llamadas le conté toda la situación o al menos, las partes que no lo alarmaran e hiciesen volver sin terminar su carrera. Mi primo era una persona sumamente protectora y me quería como a una hermana, así que de sobras sé que sería capaz de hacerlo. Le pregunté si conocía a algún investigador privado o algo por el estilo y fue cuando mi primo me habló de Stephen y me contó su historia. Aunque no le conté más allá, tan solo le conté que necesitaba descubrir algo que me inquietaba y sé que lo dejé con la mosca en la oreja. ¿ ué, no he dicho ya que mi primo es un chico listo? Cosa que me reconoció cuando anoche le conté todo con lujo de detalles. Incluyendo la razón por la que le pedí la forma de contactar con Stephen. Sabía que contaba con Álex, pero no quería que corriese peligro y mi primo tiene muchos más contactos que yo, nadie lo tocará. El hecho de que fuese conserje de mi instituto solo era un mero entretenimiento para él, hasta que decidiera qué hacer. Y al n lo había decidido. Recuerdo la noche en la cual lo llamé hecha un

mar de lágrimas. Por más que trataba de controlar mis nervios no era capaz de hacerlo. Como tampoco era capaz de parar de llorar. Ese día había recibido la segunda carta y en ella habían un montón de fotos de Ethan con otras mujeres. Todas ellas distintas entre si e iguales a la vez. Mismo estilo pero distinto cabello, distintos ojos y tamaños, incluso distintas edades. Sabía perfectamente que todas ellas habían sido antes de mí, pero todo eso no me hacía olvidar la clara amenaza que pendía sobre nuestras cabezas y esa segunda nota me lo recordaba. «Aléjate de mi chico o lo mato»

Aquella noche —Mare, —me recibe la voz somnolienta de José desde el otro lado de la línea —¿sabes la hora que es?, anoche me dieron las cuatro de la madrugada estudiando tácticas para el juicio que tengo pendiente—. Con ese simple comentario, un sentimiento de culpa había a orado en mi pecho y no se iría fácilmente, pero sabía que esa no era la intención de mi primo. —Sé que esto es importante para ti, pero te necesito— sabía perfectamente que esta era una gran oportunidad para mi primo, y no pensaba echársela a perder. Nadie en su tercer año de abogacía era requerido para un caso así, ni siquiera de ayudante, y mucho menos si había dejado la carrera a la mitad, en un primer momento, para retomarla un año más tarde como era su caso, pero necesitaba su ayuda. —¿ ué te pasa pequeña? —. Escucho ruido que proviene desde el otro lado y un pequeño golpe, como si hubiesen tirado algo pesado al suelo, la agitada respiración de José me avisa que sostiene algo pesado, para después retomar la conversación— Tomaré el primer avión que... —No..., — le corto de inmediato—solo necesito saber si conoces de alguien que pueda investigar algo por mí—. Ni loca haría que mi primo perdiese semejante oportunidad. Era bueno en lo suyo, eso es un hecho, pero si rechazaba esta oportunidad no habría otra. Él mismo lo dijo en nuestra última llamada.

Pasa pocos minutos en los que la llamada se ve engullida por el silencio. Ninguno de los dos habla, pero me mantengo en silencio porque sé que José mantenía una pequeña lucha entre lo que él pensaba que debía hacer, o lo que yo le pedía, que era quedarse y terminar lo que había empezado. Un momento más tarde lo escucho suspirar. —Hay un chico, a pesar de su juventud es un experto en su campo. Muchos socios del bufete acuden a él—. Me informa de su experiencia y yo a rmo con un leve movimiento de cabeza, a pesar de que sé que no me está viendo. Ya, por suerte, las lágrimas han dejado de salir—. Su nombre es Stephen, te pasaré su contacto por mail. —Está bien—me siento más ligera, la angustia que sentía momentos antes parece disminuir poco a poco. —Sin embargo, si algo más ocurre espero que me lo cuentes..., que acudas a mí por que te protegeré— una sonrisa aparece en mi gesto en cuanto escucho sus palabras. Verlo y tenerlo cerca en estos momentos sería lo mejor que me pudiera pasar. Siempre hemos sido algo así como él y yo contra el mundo. —Lo haré, acudiré a ti primo. Ahora duerme, mañana te quiero ver radiante y ayudándoles a ganar ese caso, ese desgraciado no se puede librar del daño que ha causado. —Acabaré con él prima — utiliza como despedida antes de colgar. Ambos dijimos antes de que se marchara que cuando sea que nos pusiéramos en contacto, ninguno diría adiós, que sería como un «nos vemos» y no una despedida. Preferíamos mantenernos eles a esa idea. Actualidad Unos suaves golpes en la puerta del apartamento rompen mi línea de pensamiento justo cuando estoy al borde de las lágrimas. Así que agradezco a quien sea que esté aporreando la puerta. Me levanto y camino hasta ella, en cuanto giro el pomo unos largos y fuertes brazos me rodean en un típico abrazo de oso. Un momento, este aroma...

—¡José! — exclamo con fuerzas al verlo tan hermoso como siempre y tan cerca como hace casi un año que no lo tengo. —¿Has extrañado a tu sexy conserje barra abogado? —Tonto, eres el único conserje —digo recordando aquello que me dijo cuando llegaba tarde a clase y me dejó pasar. Una pregunta llega de pronto a mi mente y no puedo detenerme de soltarla—. Oye, ¿cómo es que estás aquí? La mirada de obviedad que me dedica ante mi pregunta, se ve rápidamente sustituida por un gesto tierno. —Si mi hermosa y pequeña prima me llama, a cualquier hora del día, y me cuenta todo lo que tú me contaste en la llamada de anoche. Créeme que lo primero que hace uno es cogerse el primer avión que pueda. —Y estás aquí... —digo más para asegurarme de que no se trata de ningún sueño y que esto es real. ue mi primo está aquí. —Estoy aquí — a rma antes de atraparme entre sus cálidos brazos, los mismos que tanto he necesitado este último año y medio. Me encuentro tan cómoda resguardada, metida en el protector abrazo de mi primo, que me sobresalta el repentino zumbido de un mensaje entrante en mi teléfono, el cuál se encuentra en el bolsillo de mi vaquero. Me aparto un poco del fuerte cuerpo de mi primo, lo su ciente como para tomar mi teléfono y abrir el mensaje. El mismo que habría deseado abrir lejos de mi primo José, ya que llega a leerlo por encima de mi hombro. «Lo pre ero muerto que a tu lado. Si no es mío, tampoco será tuyo, ni de nadie»

—Esto se va a acabar Mare. Tenemos que hacer algo ya. Cualquier día puede cumplir su palabra y pobre de aquel que se atreva tocarte un solo pelo — dice con un brillo de furia en sus ojos que jamás había visto antes. Y estaba claro que mi primo tenía toda la razón del mundo, coincidimos en que esto tiene que acabar de una vez por todas pero eso no era lo único. Siento como la sangre se me hiela dentro del cuerpo en cuanto mis ojos hacen contacto con la última línea del mensaje. «Reúnete conmigo frente a la cafetería que tanto te gusta y ven sola o te arrepentirás»

Ósea, me había estado vigilando. —Debemos andar con cuidado, esto no es algo aislado. Esta persona te conoce —hace hincapié mi primo como si pudiese escuchar mis pensamientos. —No primo, yo debo ir a resolver esto... —Ni se te ocurra que te dejaré sola—me interrumpe actuando como el sobreprotector que es y siempre ha sido. Aunque en esta ocasión no se trata de una exageración suya. —No primo, debo ir sola lo dice el mensaje. Hasta que no estemos preparados para enfrentar a quien sea que esté haciendo todo esto, no podemos arriesgarnos a que se cabreé—. Digo poniéndome la chaqueta de cuero que me regaló Ethan y abriendo la puerta de casa—. Además, me ha citado en un lugar público, en plena luz del día. No me va a pasar nada — atajo ante su cara de escepticismo, mirándole por encima de mi hombro antes de cerrar la puerta tras de mí.

Ethan Conduzco lo más calmado que me es posible, no debo hacer que se percate de que la sigo, pero el intenso martilleo de mi corazón me grita que detenga toda esta locura, frene de golpe al lado de Mare y me la lleve lejos de toda esta mierda. Lejos de todo. Llevo varias semanas comiéndome la cabeza, tratando de descubrir qué es lo que demonios le pasa a mi mujer pero no doy con respuesta alguna. El tipo que contraté tampoco ha sido de gran ayuda. Todos mis intentos han sido inútiles y mi nivel de ansiedad está llegando a niveles críticos. No soporto la idea de que Mare me aparte de lo que sea que le esté preocupando. Y no doy con la forma de que me lo diga, así que es así como he terminado. Siguiéndola con un coche que he pedido prestado a Spidi, un amigo al que ahora le debo muchísimo por este favor, solo para que mi testaruda castaña no me descubra en medio de la «persecución». En el momento en que la veo detenerse, ralentizo el vehículo y aparco una calle detrás de ella. La vista no es de lo mejor debido a la cierta lejanía que nos separa, pero al menos ella no me verá, y yo la tengo cubierta por todos los lados. Unos minutos más tarde, veo a una chica pelirroja acercarse a Mare. Su cuerpo se

tensa casi al instante, de la misma manera que mi mano sale disparada hasta la manivela de la puerta del conductor, al ver su reacción. Antes de abrir la puerta me detengo, mientras me recuerdo a mí mismo, que no debo interferir en nada si quiero descubrir lo que pasa. Me cuesta horrores no salir disparado del coche para situarme al lado de mi chica, pero al nal lo logro. Mi mirada, la cuál hasta ahora se encontraba perdida en el vacío, de manera literal mientras me obligaba a calmar mis impulsos, se detiene en la pelirroja que se encuentra frente a Mare. ¡ ué extraño!, no logro quitarme de la cabeza lo familiar que se me antoja esa chica. Sin embargo hay algo muy raro en todo esto, el sentimiento de que antes no se veía de esa manera llega a mí abruptamente. Decido parar todo esto y toco el claxon del viejo trasto de Speedi, el cuál suena como si estuviera averiado, de nitivamente le compraría un coche en condiciones a mi amigo, asustando a ambas en el proceso. Antes de arrancar y acercarme a ellas, veo como la pelirroja mira con sorpresa en mi dirección, toma de las manos a Mare de manera violenta y sale corriendo en dirección contraria. Salgo del coche y me aseguro de que mi chica se encuentre bien, sin embargo antes de salir tras la desconocida, esta me detiene. —No la sigas Ethan, por favor—pero son sus últimas palabras las que me terminan de convencer de que ahí hay algo malo—. Es peligrosa.

Capítulo 30

Afrontar la verdad Mare Me estiro en la cama después de haber pasado casi toda la noche relatándole lo del acosador a Ethan, quién al parecer ya había descubierto por sí solo más de la mitad. Mi chico es todo un genio y tiene muchos contactos a su alcance, al parecer más que yo. Así que tal vez descubramos pronto quién está detrás de los anónimos que no me han dejado descansar bien durante el último mes y medio. Me levanto de la cama sin hacer ruido, ya que ayer Ethan decidió que trabajaría desde casa para así no dejarme sola. Después del encuentro con la misteriosa chica de la que desconocía su nombre y su relación conmigo o con Ethan, la verdad es que me encontraba bastante alterada. Enciendo la pequeña tele que se encuentra en la cocina y voy hasta la cafetera para preparar una taza bien cargada. Sin duda la necesito. La tele se enciende y mientras que una reportera comienza a narrar las noticias, sigo con mi tarea. Bajo de la estantería dos tazas que tenemos mi idiota favorito y yo a juego y las lleno de café. Sin embargo, cuando estoy apunto de despertar a mi dormilón, la mención de un nombre femenino en la pantalla plana hace que todas las palabras mueran en mi lengua. Siento la mano en la que sostengo la enorme taza adormecida, de modo que termina deslizándose entre mis dedos para chocar contra el suelo de madera que hay en la cocina, haciéndose añicos. Justo como estará Ethan al enterarse de esto. Escucho la voz de Ethan llamarme adormecido desde la habitación, para segundos mas tarde sonar alarmado. Puedo escuchar con total claridad el sonido de sus pasos acercándose hacia mí. Puedo sentir sus cálidas manos rozar la piel de mi cara, brazos y cadera, pero me es imposible. No puedo emitir ninguna

palabra. Lo único que soy capaz de pensar es en lo que hará Ethan cuando se entere de la noticia. —¡Nena!, ¿ ué te pasa?, me estás asustando. —. Su ronca voz se escuchaba realmente alterada pero era incapaz de responderle. —Esta madrugada nos hemos despertado con la noticia del fallecimiento de la jovencísima Jimena Santos, prometida del menor de la saga King. Decenas de celebridades han acudido conmocionados a la clínica en donde ha estado hospitalizada los últimos dos meses, dispuestos a apoyar a sus padres. ueridos y respetados por muchas personas de gran importancia para la economía del país. Esto ha sido un duro golpe—. Contesta la reportera en mi lugar, a la pregunta que ha hecho Ethan. Mi mirada se desplaza en seguida al rostro de Ethan. uien mantiene un gesto temible mientras contempla estupefacto la pantalla como si esta le fuese a decir algo más que nadie sabe. Con enormes zancadas y sin dirigirme ni una sola mirada, va directo a la habitación. Temo que vuelva a sus viejos hábitos, que se encierre en sí mismo y no me deje entrar, así que lo sigo en silencio. Veo que toma su teléfono y marca de manera rápida antes de colocar el pequeño aparato de su oreja. Mi mente se encuentra trabajando frenéticamente, en busca de cual puede ser el número que ha marcado con tanta urgencia, pero no doy con nada y lo único que logro con esto es sentir una mayor desazón. —Mamá—exclama Ethan aportándome claridad y un poco de paz mental. Veo que intercambian un par de palabras, sin embargo por más que me acerco no escucho nada ¡maldita sea! —¿Está papá por ahí? Silencio Trato de poner atención pero nada de esto funciona. Así que termino haciendo señas a Ethan para que ponga el altavoz. Este me entiende y no tarda en decírselo a su madre—. Mamá te pongo en altavoz. Mare está aquí—avisa. —Mare querida que alegría. —Buenos días señora

—¡Oh!, ¿pero qué te he dicho de decirme señora? Ahora somos familia... —Ya mamá deja eso — le corta su hijo de mala forma y aunque no digo nada en voz alta para que su madre no nos escuche, le mando una mirada enfadada por sus palabras—. Es decir..., necesito preguntarte algo. Es por Jimena — Ethan no necesitaba decir nada más, parece que su madre lo entienda incluso a larga distancia. — uerido, son ciertas las noticias. Lo siento mucho cielo. —Maldita sea—vocifera iracundo contra nada en particular, alejando aún más el teléfono para no asustar a su madre—¿Por qué no me dijisteis nada? No llamasteis— les echa en cara. —No lo sabíamos — se excusa rápidamente Natalia. —¿Cómo que no lo sabíais? —Nos hemos enterado por las noticias. Jimena llevaba cerca de dos semanas recluida, en la habitación de la clínica donde nos encargábamos de su cuidado, sin dejar que otro que no fueran sus padres o su doctor pasasen. Se negaba a vernos y dio orden que no nos informasen de nada—relata con extrema angustia—. Hijo, entiéndeme. Si te llamaba para decirte esto, solo lograría que dejases todo y volvieras. ue te alejases de nuevo de tu felicidad por mi culpa —. La mirada de Ethan se clava de nuevo en mí— no podía consentir eso. No de nuevo. Pesadas lágrimas caen por el rostro de Ethan, mientras mira con cierto desespero en todas direcciones, sin posar su vista en un mismo punto por más de un par de segundos. Sus ojos tan grises como la plata más pura, ahora se encuentran enrojecidos. Su mano no paraba de enredar una y otra vez en su salvaje melena, nervioso por lo que estaba escuchando de su madre. —Mamá... — la voz desgarrada de Ethan no hacía más que erizarme. Podía sentir como una extraña corriente corría libremente por mi cuerpo, y algo pesado se instalaba en la boca de mi estómago. Me dolía verlo tan triste y no poder ayudarlo de ninguna manera. Me siento inútil y frustrada. Despacio y sin hacer ruido, avanzo hasta la puerta. Me alejo de Ethan para darle algo de intimidad mientras habla con su madre. Cierro la puerta que nos separa, a mis espaldas y me deslizo por ella hasta acabar en el suelo. Poco a poco

mi visión se torna borrosa, el leve picor que tenía en los ojos, ahora se ha vuelto un fuerte escozor, debido a las lágrimas retenidas con esfuerzo. Pienso en todo lo que Ethan y yo hemos pasado hasta llegar aquí. A lo que somos hoy. Pienso en lo mucho que esa chica le ha hecho sufrir y en todo lo que ha hecho a causa de ella. Todas las mujeres con las que ha jugado, por un corazón que ella misma destrozó sin miramientos. Lo mucho que cambió después de descubrirla con otro, y también, el cambio que hemos pegado desde que nos conocimos. Y casi sin darme cuenta, comienzan a caer lágrimas que esta vez, no interrumpo.

Desconocido —Esa maldita no logrará lo que desea. No se quedará con Ethan. Tenemos que hacer algo, ¡maldita sea! —grito estampando el jarrón que hay sobre la mesita del café contra la pared más alejada, del pequeño apartamento en dónde me encuentro con William. —Tranquila, debes... —¡No! No te consiento que me diga lo que tengo o no que hacer Will. Soy yo la que tiene que estar escondida en este maldito cuchitril, mientras se adueñan de lo que es mío. Así que no me dirás lo que debo o no hacer. —¿Cálmate quieres? No has pasado por todo esto tú sola. Yo también he perdido mucho por el camino y no pienso consentir que perdamos nada más. Juntos, obtendremos todo lo que nos ha sido arrebatado, mi amor, recuperaremos la vida que nos han quitado junto a toda su fortuna.

Capítulo 31

Despedida Ethan El cielo encapotado que nos cubría, hacia ver este espantoso día aún más triste. La estación que nos acompaña, parecía ser perfecta para el ambiente sombrío que oscilaba entre los asistentes al funeral de Jimena. Echo un vistazo al cielo que cubre nuestras cabezas y le frunzo el ceño molesto por las circunstancias. Parece que en cualquier momento el cielo se desbordara sobre nosotros, como si hasta el cielo estuviese triste por esta pronta pérdida. Para ser honesto conmigo mismo, no sé como debo sentirme exactamente frente a la muerte de Jimena. Si bien fue, en su momento, una persona a la que quise y con la que llegué a querer formar una vida, más tarde solo se convirtió en la razón por la que actuaba como lo hacía. No con aba en las mujeres debido a ella, a su traición. Jugué con demasiadas mujeres. Unas lo merecían y otras no. Sin embargo así sentía que de alguna retorcida manera, equilibraba la balanza. Ahora tan solo es un eco de todo eso. Jimena está muerta, y en mi cuerpo se está batiendo una guerra en la que no sé quién será el vencedor. Era tan joven que en el fondo no podía terminar de creer que este era su n. Un n tan prematuro y lleno de silencio. En parte por ello pedí al doctor Collins, el que había sido su médico el último año, el informe de su muerte y por lo que pude comprobar, lamentablemente todo cuadraba. Por mi mente no paraban de aparecer, una y otra vez, las mismas preguntas. ¿Cómo me debo sentir? ¿Debo sentir la pérdida de una mujer que me dañó tanto? ¿Debo sentirme aliviado acaso? Por que no era así, no me sentía aliviado en absoluto. Lo cierto es que el único alivio que siento en este momento, es tener a mi lado a la mujer que amo. La mujer que me hizo abrir los ojos y volver a con ar, no

solo en el amor, si no en mí mismo. Aprieto su pequeña y fría mano dentro de la mía y aunque no la miro, sé que ella mantiene ja su vista sobre mí. Lo siento. El sacerdote comienza a recitar la liturgia. A pesar de que el sonido de su ronca e intensa voz es alta y clara, por cada momento que pasa la voy escuchando cada vez más leve, como un pequeño sonido de fondo. Mientras mi mente navega en un mar de recuerdos de los dos; el día que la conocí, las cosas que compartimos y lo mucho que la llegué a amar. El día que descubrí su traición y todo lo que hice a causa de ello. El día que conocí a Mare también aparecía entre oleadas de recuerdos de Jimena. La vez que mi corazón volvió a latir por alguien, me sentía tan muerto por dentro, que recuerdo que pensé que era imposible sentir algo tan fuerte. Tan bello. Tan real. Mare hace que todo se sienta mucho más real y es increíble. Eso es lo que ha hecho que me volviese loco por ella desde la primera vez que la vi. Contemplo en silencio a Mare, quien se encuentra a mi lado en este momento tan duro y sostiene mi mano con rmeza, como si en cualquier momento corriese el riesgo de caer al suelo, hecho pedazos. La contemplo mientras oigo de fondo como el sacerdote continua con la liturgia de despedida de Jimena. Sé lo afortunado que soy.  Mare no tendría porque estar aquí, no conocía en persona a Jimena. Sin embargo, aquí está, dándome su apoyo, como siempre ha hecho. Enfrentando la dura opinión que tiene sobre ella la prensa rosa, y solo por que me quiere. Por que sabe que la necesito más que a nada en este mundo, sobre todo en este momento. Su gesto se mantiene con una calma que apabulla. Simula tanta tranquilidad que nadie, ni siquiera yo mismo, sería capaz de decir, que esta mañana estaba tan nerviosa que parecía que acabara de pasar un huracán por nuestra habitación. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos, hasta yo lo dudaría. Sé que esto también es duro para ella. Al n y al cabo, Jimena es la mujer por la que la abandoné por más de un año. A pesar de que eso no fuese por voluntad propia, es un hecho que no puedo pasar por alto. Precisamente por lo mucho que sé que le cuesta estar hoy aquí, es que aprecio su apoyo más que nunca. Tener la certeza de que cuento con su apoyo y su amor, eso hace este momento más

llevadero. En cuanto siente que mi atención se encuentra sobre ella, ésta me mira con sus preciosos ojos marrones. Busco su mirada con la mía y me pierdo gustoso en ella. Le doy una pequeña sonrisa que ella contesta de igual forma, a pesar de que en sus ojos brille la inquietud. —Sé que es absurdo preguntar esto en un día así pero... ¿estás bien? —la miro completamente embobado y detallo su rostro, la manera en que me mira, su forma tan sincera de preocuparse por mí. Todo, absolutamente todo lo que veo de Mare me encanta. Levanto nuestras manos entrelazadas y la llevo hasta su rostro. Disfruto en silencio de su suave tacto, antes de darle un sutil movimiento de cabeza en respuesta. —Si, estoy tranquilo.

Capítulo 32

Después de su marcha Ethan Cuando el sacerdote terminó de hablar, fueron pocos los que se acercaron a mí a dar el pésame, cosa que agradezco internamente ya que los pocos que si lo hicieron, se notaba que solo lo hacían o por quedar bien o para analizar cada uno de nuestros movimientos. Los de Mare y los míos. Cosa que le era sumamente incómodo a mi chica, mientras que a mí, solo me hacía empeorar cada vez más mi mal humor. Saco de ahí a mi chica bajo mi ala en una posición protectora, con la que trato que la persona que siempre me ha apoyado desde que la conozco, no se sienta sola. Mare ha sido tratada injustamente y reconozco que ha sido mi culpa por dejar, en su momento, que Jimena hiciese lo que le venía en gana, por dejar la situación de nuestro compromiso desatendido y en sus manos, sin embargo, no pienso tolerar que toda esta situación continúe. Mare no será el saco de boxeo particular de nadie y menos si yo tengo voz en todo este asunto. La llevo hasta el lugar en dónde aparcamos mi coche al llegar y nada más entrar en el, dejo salir de un suspiro todo el aire que estaba conteniendo. Paso ambas manos por mi rostro con cansancio y desvío mi atención al asiento del copiloto, a ella. La hermosa castaña que me ha robado el corazón, mi mente y cualquier otra parte de mi ser, y no parece tener deseos de devolverlos. Aunque si ese fuera el caso yo mismo me negaría a aceptarlos de vuelta. Me mira con una extraña emoción en sus ojos oscuros que no logro identi car. Me siento un verdadero asco por volver a ponerla en esta tesitura, pero ya no puedo volver atrás, no puedo volver a perderla. No me imagino la vida sin Mare a mi lado. —Lo siento— me disculpo por vez número... ya ni sé las veces que le he pedido perdón la ultima semana —. Todo irá bien a partir de hoy. Lo prometo— no sé

por qué lo hago, pero se lo prometo, ya que no sé que más hacer para quitarme esta maldita sensación que me abrasa por dentro. Algo me dice que nada va a ir bien. Algo me dice que la acabaré perdiendo. —Lo sé — dice simplemente mientras se recuesta sobre mi hombro. (...) Cruzamos el umbral del apartamento que Mare y yo compartimos tomados de la mano. El camino a casa ha sido silencioso, demasiado silencioso diría yo. Pero, ¿quién puede culpar a Mare por no querer hablar? Desde luego yo no. Ya que ni yo mismo sabía qué decir. He estado pensando en todo el barullo que ha sido nuestras vidas últimamente y ,tras darle muchas vueltas, he pensado que lo mejor sería contratar seguridad. Mare no iba a verse envuelta en más caos por mi culpa. Eso era un hecho.

Mare Las últimas dos horas habían sido algo caóticas. Demasiado para mi gusto. El último, mes la prensa se había cebado conmigo de manera desmedida. Me colocaban en el centro de todo, como la persona que había separado a una pareja. Incluso me habían llamado rompe hogares. ¡Por dios! Si no vivían juntos, ni estaban casados. ¿Se puede saber qué hogar he roto? Pero de igual manera, yo sentía que mi lugar era estar junto a Ethan y aunque él, en ningún momento verbalizó su necesidad de tenerme a su lado, sabía que era así. Por eso no me arrepiento de estar ahí para él, pero nunca imaginé lo duro que todo esto sería. Ver a la prensa tan deseosa por obtener material para ir a por mí, en un momento así, me dejó desconcertada. Me encontraba tan perdida en mis propios pensamientos, que no sabría decir el momento exacto en el que volvimos a casa. Es por eso que cuando alzo la vista y me encuentro de pie, en medio del salón de nuestra casa, me sobresalto un poco. O tal vez es el sonido que sale del interior de mi palma. —¿Nena qué te pasa?

—Mmh nada, debo contestar esto—levanto el móvil que sostengo con mi mano derecha, no sé ni cuanto tiempo lo he estado cargando conmigo. Pero ahí está y me están llamando. Ethan no dice nada, tan solo  eleva una de sus cejas y asiente extrañado. Me alejo de Ethan lo su ciente como para que no me escuche y vuelvo a mirar a la pantalla. En cuanto lo hago, un estremecimiento recorre cada milímetro de mi cuerpo, al leer «desconocido» en ella. Una palabra. Esa única palabra, palpitante e imponente en pleno centro de la pantalla. Pareciera que se estaba riendo de mí. A la mente me llegan todas  las llamadas, las notas y las amenazas que he recibido el último mes y pico. No solo contra mí. Si no que también contra Ethan y mis padres. Incluso mi primo José corría peligro solo por estar en mi vida. Por un momento, la duda hace que me planteé si debo responder o no. Pasan los minutos y el móvil continúa sonando entre mis manos. Finalmente decido no hacerlo, no contestar. Así que pulso el botón rojo de la derecha y la llamada cesa nalmente. Regreso al lado de Ethan sintiéndome ansiosa. No sabía si se trataba de la persona que me pro ere esas amenazas. Tal vez era un número equivocado, pero me parece que lo descubriré dentro de poco. Entonces el pequeño aparato vuelve a sonar y sin si quiera molestarme en mirar la pantalla, vuelvo a colgar. El móvil suena por tercera vez y un pinchazo de ansiedad llega a mi pecho cuando veo por el rabillo del ojo, como Ethan trata de alcanzar mi móvil. Tomo la llamada antes de que logre ver quién me llama, y me alejo de él para hablar a solas con quien sea que me esté llamando. No llego a decir ni una palabra cuando de repente, una voz grave que se escucha como a lo lejos, comienza a aparecer desde el otro lado de la línea. —Veo que nalmente contestas. No has debido colgarme el teléfono las otras dos veces, no, teniendo en cuenta que tengo el futuro de toda tu familia entre las manos. —¿ ué demonios quieres de mí? ¿ uién eres? —Eso no te importa estúpida— dice con una voz que claramente está alterada por algún tipo de aparato—. Y con respecto a lo que quiero... me temo que eso ya

lo sabes... querida—pronuncia como si la última palabra le provocase un asco inimaginable. Si, sabía lo que quería de mí. De hecho es algo que ha ordenado en cada una de sus amenazas. ue deje a Ethan. —Veo que has recordado — habla después de ver mi repentino silencio. —¿ ué quieres de mí? — logro escuchar una risa histérica a través del otro lado de la línea, así que me veo obligada a recti car— ¿por qué me llamas? —¿Ahora mismo? Te quiero a ti. Eres la buena. La perfecta y altruista Mare. ¡Estoy tan harta de ti! Pero si te entregas a mí ahora, tal vez me piense si destruyo a tu familia. Sus palabras dejaban a la luz muchas cosas, creo que más de lo que ella, al parecer, pensaba. —Dime dónde y a qué hora— un plan, aunque algo peligroso, comenzaba a formarse poco a poco. Primero debía hacerle perder el control. —¡Oh! Además valiente... —¡Vamos! No dices que me quieres a mí, pues no te hagas de rogar. Hazme el favor— la provoco. —Maldita. No será como tú quieras. Aquí quien manda soy yo. Son sus últimas palabras antes de colgar. La tengo. Regreso al lado de Ethan y a pesar de no sentirme cómoda con esta situación, le oculto lo que acaba de pasar. No quiero que se enfade pero si le cuento mi plan, él vendrá y me detendrá. Lo sé por que es lo que yo haría. Me recuesto a su lado y lo observo en silencio, pero no sé cómo, él como siempre, nota mi mirada y se gira hacia mí. —¿ ué te pasa pequeña? —suena realmente agotado. —¿Te he dicho últimamente lo mucho que te amo? Su amplia sonrisa me contesta por él, pero a pesar de ello, me responde con palabras lo que su sonrisa dice en voz alta y clara. —Lo haces, pero me gusta escucharlo. —Te amo — le digo sin dudar, por que es la verdad más ferviente que puedo tener. Hoy, mañana y siempre. Siempre amaría al idiota que ha regresado.

—Yo también... — lo acerco a mi rostro y atrapo su labio inferior sin dejar que termine con la frase que iba a decir. Sé que me quiere, no es necesario que lo diga. Me lo demuestra con cada respiración. Con cada pequeño gesto. Cada una de sus miradas, me transmiten el enorme y puro amor que siente por mí. Y es algo que me encanta. —Nena, ¿va todo bien? — pregunta separando nuestros labios. Asiento con la cabeza viéndome incapaz de utilizar mi propia voz. ¿Si va todo bien? Hace meses que no, pero si esto funcionaba, todo volvería a ir bien. Así que no le estaba mintiendo ¿No? (...) Han pasado un par de horas desde que la mujer de las amenazas, colgó la llamada. Las mismas horas que llevo ansiosa debido a la espera. Sé que Ethan lo ha notado, lo sé por su manera de observarme. Me mira con cierta cautela, pero sabiamente se mantiene callado. Tanto silencio por su parte está acabando con mi paciencia, pero hago mi mejor esfuerzo por ngir cierta calma. Es obvio que la mujer está tratando de marcar su terreno.

Ethan Me encuentro ansioso. Sé que mi pequeña está pensando en algo y no saber de qué se trata hace que no pueda sentirme tranquilo. Observo a Mare mientras va de un lugar a otro como si fuera un animal enjaulado. A pesar de que trata que su repentino nerviosismo pase inadvertido, hay algo que la delata. Y es el hecho de que le cuesta mantenerme la mirada. Aprovecho que está pendiente de su teléfono para comprobar un pequeño detalle que me está comiendo por dentro. Hace unas pocas semanas, cuando me puse en contacto con mi viejo amigo Spidi, pedí que le pusiera al teléfono de Mare un pequeño regalito y como el brillante informático que es, lo hizo sin dudar cuando le conté que era por su seguridad. Me dispongo a abrir en mi móvil, el archivo que Spidi me preparó, y busco la llamada que le ha puesto tan nerviosa.

¡Mierda! Maldigo por lo bajo cuando leo desconocido en el historial. Sabía que algo no iba bien. Tecleo rápidamente en mi teclado y escucho como la puerta del apartamento es abierta, mientras mi atención está sobre Mare. uién a su vez ha estado mirando la ventana hasta el momento en que ha escuchado la puerta. Veo cómo se sobresalta y dirige su vista hacia mí. Su mirada oscura me pide algún tipo de explicación, ante el pequeño grupo de personas que han entrado al apartamento, armados hasta los dientes. Si. Estaba claro que debía haber una explicación, pero de los dos, no sería yo quien la tuviese que dar. —¿De qué va todo esto? — pregunta exaltada y a la vez vacilante. Estaba claro que temía que su plan, sea el que sea, se haya venido a abajo. Y a la vez pretendía que no descubriese nada. —Pretendía llevar esto con sigilo. Ponerte custodia sin que te dieras cuenta, pero visto lo visto tendrás que aguantar que te sigan incluso dentro de casa. —¿Por qué...? —pregunta con pose desa ante, pero la interrumpo. No estoy dispuesto a que invente una excusa. —Por que me has mentido— gruño con rabia— otra vez y cuando prometiste no volver a hacerlo. No con algo así—. La noche que nalmente hablamos de todo lo que me ocultaba, la hice prometer que no volvería a tenerme al margen. —¿En qué te he mentido? — pide en un tono de voz tan falso que estoy seguro que ni ella misma lo cree. —No juegues conmigo, esto no es un puto juego ¿te enteras? Se trata de tu bienestar. No dice nada, no hace nada, tan solo se mantiene inmóvil, con la misma pose desa ante de hace un momento. Suspiro cansado de su actitud. No quiero discutir más con Mare, pero si una pelea la mantendrá a salvo, estoy dispuesto a ello. —Lo he pensado por el último mes y creo que es lo mejor— trato que entienda mi punto de vista a pesar de que no me está mirando. De hecho su vista está clavada en James, el castaño que se encuentra a mi espalda, y sé que se ha

dado cuenta—. Lo conoces—le aseguro— él es James, el hombre que puse a seguirte cuando pensaba que me ocultabas algo. Una ácida mirada es lo que recibo en respuesta. —No quiero que te pase nada—voy hasta ella y la envuelvo entre mis brazos, sus duros ojos se suavizan casi al instante— ¿puedes entender eso?

Mare Si y esperaba que justo por eso, Ethan entendiese lo que estoy a punto de hacer. —Lo entiendo— contesto a su pregunta antes de que deje un tierno beso en mis labios y se marche con parte del equipo de seguridad. Dejándome bajo el cuidado de James. Miro al castaño con cierta sospecha y pienso como puedo escapar de él. Su dura mirada recae sobre mí y me da un intento de sonrisa, en cuanto se da cuenta que le estoy mirando. —Iré a mi habitación— le informo antes de dar media vuelta e ir al cuarto. Nada más comenzar a moverme, siento sus pasos tras de mí. Una vez dentro, lo veo detenerse frente a mi puerta. Lanzo un suspiro antes de cerrarla frente a su mirada de disculpa. Sé que solo quiere mi bienestar, pero todo esto me está exasperando. Aseguro la puerta colocando la silla de mi tocador contra ella y me acerco a la ventana. Maldita sea, hay demasiada distancia como para saltar. Miro a mi alrededor y cuando doy con la enorme cama King size que se encuentra en el centro de la habitación, se me ocurre una locura digna de cualquier película de dibujos animados. Bueno, ellos no se rompen nada cuando lo hacen. Me santiguo y comienzo a hacer nudos fuertes entre todas y cada una de las sábanas de la enorme cama, creando una especie de cuerda que ato a la manivela del ventanal que decora la estancia. Lanzo el resto al vacío y tomo mi móvil y algo de dinero antes de comenzar con mi bajada. Me subo a la mesilla de noche y quedo encaramada al per l de la ventana, ver la distancia que me separa del suelo, hace que el corazón de un vuelco dentro de mi pecho. Tomo una

profunda respiración y  vuelvo la vista al frente. Me encomiendo a todos los santos para que esto salga bien y comienzo el descenso. (...) Salgo del terreno del edi cio y espero a Stephen a la orilla de la carretera, semi oculta entre los grandes setos que allí hay plantados. Miro por última vez el reloj en mi muñeca antes de que la camioneta verde que Stephen suele conducir, se detenga a mi lado. Me subo rápidamente a su lado y veo como arranca nada más cerrar la puerta tras de mí. —Bien, explícame qué demonios está pasando. —Se ha puesto en contacto conmigo. Stephen no dice nada, tan solo se queda mirándome en silencio, a penas unos segundos antes de volver su atención a la carretera. No necesita nada más. A n de cuentas, sabe de sobra a quién me re ero. —Y ¿qué está rondando por esa cabecita tuya? —Lo sabrás pronto, necesito que me dejes en un lugar. Mantendré encendida mi ubicación, por favor necesito que estés pendiente del móvil para cuando te llame. —Por supuesto, no te dejaré sola.

Capítulo 33

Desmoronándose Mare Después de casi una hora dando vueltas con el coche, recibo el mensaje que tanto esperaba. En una hora. En la calle central, frente a la plaza. Ven sola, si veo algo que no me guste: te arrepentirás.

Stephen detiene el coche en el arcén y pide ver el mensaje. Lo miro por un instante, sintiéndome indecisa, pero al nal le paso el móvil. (...) Llego al punto de encuentro y no veo a nadie que llame mi atención. Todo es normal. El trasiego de la calle, el ruido del trá co a esta hora, teniendo en cuenta que es la avenida principal. Nada fuera de lo común. Me sitúo en el centro de la acera y comienzo a mirar a mi alrededor en busca de algo que salga de lo habitual. Mi atención navega por toda la escena pero es inútil, no encuentro nada que parezca sospechoso. De pronto me jo en un chico moreno, de unos treinta y pocos. No deja de mirar una y otra vez su reloj, para después clavar su atención en el horizonte y de nuevo a su reloj. Desvío la atención a mi muñeca y me doy cuenta que falta apenas un minuto y medio para la hora del encuentro. Los nervios comienzan a subir por mi estómago y a anidar ahí sin ninguna autorización, como algún tipo de plaga, adueñándose de mi ser. Vuelvo a ver al chico, quien ahora me mira jamente. Viste por completo de negro y lo único que destaca de su atuendo, es que lleva un par de gafas rojas. Lo veo dar un paso en mi dirección y de pronto, una noti cación llega a mi móvil.

¿ ué? Veo cada vez más cerca al chico, mientras mi corazón late como a mil por hora. Abro mi teléfono y busco el mensaje. No puedo quitar la vista del chico. Está cada vez más cerca y yo no me puedo mover. Finalmente el mensaje se abre y cuando alzo la vista, veo al chico pasarme de largo para saludar a una chica que se encontraba sentada detrás de mí. En una de las mesas de la conocida cafetería «Muse». El alivio que siento es tan grande que casi caigo al suelo. Un suspiro se me escapa, pero el inmenso alivio que siento tan solo dura hasta que leo el mensaje que ha tardado tanto tiempo en abrirse. Ve a tu izquierda. Todo recto unas tres calles. Te encontraré en el camino, te estoy vigilando.

Voy en la dirección que me pide el mensaje y conforme voy acercándome al lugar que me ha dicho, busco con la mirada a la chica que se encontró conmigo la otra vez. Siempre pensé que tal vez era una mandada, ya que no la conocía de nada y no lograba comprender su odio hacia mí. Sin embargo ahora creo que puede ser ella la cabecilla de todo. Sigo caminando recto y paso la primera calle, la ansiedad comienza a picar fuerte dentro de mí. A pesar de saber que Stephen sigue de cerca mis pasos, me siento desprotegida. Cada paso se siente como una pesada ancla que me lleva hasta mi última respiración. Siento que me ahogo con cada paso. Llego a la segunda y mi corazón late desmesurado. Puedo escuchar el acelerado ritmo de mi corazón, detrás de mis orejas, con una claridad que me atenaza. A pesar de ello, me animo a mí misma a continuar. +Tan solo me queda una calle más y descubriré quién está detrás de todas las amenazas. Voy a comenzar la tercera calle; cuando de pronto siento un fuerte tirón que me arrastra a un oscuro callejón. —Ah...— mi grito se ve cortado cuando una cálida mano tapa mi boca.

Forcejeo y pataleo, me muevo y trato de escapar, pero unos fuertes brazos se a anzan al rededor de mi cintura sin dejarme vía de escape posible. Lo que me sorprende de todo es, que el fuerte agarre que siento en torno a mí, no me lastima lo más mínimo. —Tranquila Mare, soy yo— su voz acaricia mis sentidos y hace que abandone mi lucha al instante. —Ethan... ¿por qué...? —Estoy aquí, ya que tú te has negado a contarme tus planes, otra vez— termina mi frase, aunque no fuese precisamente eso lo que yo iba a decir. Su fría mirada me examina de una manera tan cortante, que toda queja muere en la punta de mi lengua. —¿Dónde está Stephen? — pregunto preocupada por él a pesar de su formación militar. —La está siguiendo... — se limita a decir, con rmando que ha sido Stephen quien le ha contado todo. —No te enfades conmigo—suplico ante su gesto frío. —Nos vamos— es lo único que me dice antes de adentrarnos aún más en el oscuro callejón y casi arrastrarme hasta su coche. En el camino al coche, puedo ver a James mirándome con cierta lástima por la situación en la que nos encontramos.

Especial Stephen ¡Maldita sea! La maldita conduce bien, me lo está poniendo realmente dif ícil para mantenerme tras su culo. Pero lo que no sabe es que tengo un par de trucos guardados bajo la manga. Maniobro y me quito a tres coches de delante. Logro chocar contra la parte trasera del viejo Dodge casi destartalado que la pelirroja conduce. Para ser una vieja máquina que debería estar hace años en un desguace, me lo está poniendo complicado para atrapar a su conductora. Me acerco más y dando un pequeño volantazo, impacto de nuevo contra la parte trasera del coche. El fuerte impacto, hace que se desprenda el guardabarros

del vejestorio que tengo frente a mí. Me gusta. Siempre he sido un chico de clásicos, pero esta chatarra me está jodiendo demasiado. Esquivo el trozo largo de metal antes de que rasgue las ruedas de mi camioneta, y antes de poder darme cuenta, una bala atraviesa mi parabrisas y lo deja desquebrajado. Un profundo camino de diversas líneas recorren en su totalidad, el parabrisas delantero, privándome de visión. Maldigo internamente en este momento por haber puesto un cristal antibalas en la parte frontal de mi camioneta. Aunque eso me ha salvado la vida, en este momento, no logro ver nada. Extiendo una pierna sobre el salpicadero del coche y pateo con fuerza el parabrisas, logrando que este se haga añicos y ver lo su ciente como para esquivar al coche que se me venía encima. Cuando regreso la vista al coche que persigo, veo como la ventanilla trasera está bajada al completo y por ella, asoma una mano que sostiene una pequeña pistola. Es entonces cuando analizo la situación. Es un hecho que no son gente formada para la manipulación de armas. Un profesional no escoge esa arma para un tiroteo en movimiento. Me doy cuenta que me han llevado a un lugar un tanto desolado. Así que viendo que nadie saldría dañado de todo esto, cargo mi arma. Comienzo a disparar al coche frente a mí. Tres disparos. El primero, rompe el cristal trasero. Ahora tengo visual de la maldita pelirroja que está poniendo en peligro a Mare y apunto. El segundo, logra tocar el brazo de la pelirroja. Apunto está vez al tipo que va con la fugitiva en el coche, montado en la parte de atrás. Pero la chica hace una maniobra y pierdo el contacto visual. Aun así,  disparo. ¡Maldición! El tercero, falla. Suelto el arma y presiono el acelerador a tope aprovechando que vamos en línea recta. Una marea de polvo me nubla la vista y escucho como algo viene a gran velocidad hacia mí. Aumento la velocidad para pasar la nube de polvo en la que me veo metido y nada más salir de ella veo, como una enorme plataforma metálica se acerca de manera rápida hasta mi coche, con clara amenaza de

impactar contra mí. Pego un volantazo y logro apenas esquivar la enorme plataforma metálica. Sin embargo no logro deshacerme de ella a tiempo y toca la parte derecha de la camioneta. Impulsándola a dar vueltas sin control sobre el asfalto mojado. Salgo disparado al arcén y veo frustrado como esos dos se me escapan, dejando una nube de polvo a su paso.

Mare Una vez que entramos en casa, Ethan va directamente a la cocina, sin siquiera dedicarme una sola mirada. El silencio no es incómodo pero si implacable. Sé que no he debido mentirle, mucho menos escapar de la seguridad que ha contratado por mi bien. Sobretodo después de la promesa que le hice, la noche que le hice partícipe de todo. Pero debe comprender que lo he hecho por su bien.

Ethan —No puedes hacerme esto. No me puedes tratar así— escucho su voz bastante dolida. —Te dije que lo resolveríamos juntos— no alzo la voz, ni siquiera la miro. Es tan frustrante que la mujer que amas no confíe en ti... —Pero era algo que debía hacer yo sola. Me quiere a mí ¿no lo entiendes?— esto es la gota que colma el vaso. —Y yo te quiero sana y a mi lado. ¿No lo entiendes tú?— golpeo la super cie plana del mostrador de la cocina con el puño. —¿Estabas preocupado por mí? Lo tenía todo controlado, por eso conté con Stephen. Continúo dándole la espalda sin contestar a su pregunta, y sigo con lo que estaba haciendo. ¿ ué clase de pregunta es esa? ¡Claro que estaba preocupado! En estos momento no puedo mirarla a la cara. El eco de unos pasos resuenan por la habitación. Cuando creo que se ha marchado, siento sus cálidos brazos rodearme por la espalda. —Lo siento...

—Mare... yo, no puedo... —¡Por favor!, no me odies— pide entre sollozos y no puedo ignorarla más. —Jamás podría odiarte. ¿No me entiendes? No puedo perderte, ¿qué harías tú si estuvieras en mi lugar y yo me pusiese en peligro mientras estás tranquilamente en casa? —Me moriría— contesta sin duda alguna y eso es lo que quiero que entienda. —Es lo mismo para mí. Casi muero cuando James me ha dicho que no estabas. Estaba desesperado. No podría seguir en esta maldita vida, si no te tengo a mi lado.

Mare Mi piel se eriza ante la rmeza de sus palabras. No puedo ni imaginar que algo malo le pueda pasar a Ethan. —No digas eso por favor— lo miro con reproche. —Entonces no vuelvas ha hacer eso. No me dejes fuera de tu vida— pide y escucho como se desquebraja mi corazón. —Jamás te alejaría de mi lado. Hemos estado separados un tiempo y mira como nos ha ido. Eso con nosotros no funciona—.  Respondo de la manera más honesta que puedo. Su mirada se clava en mí con pasión y anhelo. Ambos nos contemplamos el uno al otro sin tener medida del tiempo. Eso es algo que desde siempre Ethan ha logrado hacer; que me pierda en su mirada. Hasta el momento no había pensado que tal vez yo tengo el mismo poder en él, sin embargo me doy cuenta de ello cuando sin notar cuando se ha acercado tanto a mí, lo tengo pegado a mis labios. Su beso está desprovisto de lujuria, no es eso lo que nos lleva en este momento a basarnos de la manera en que ambos lo estamos haciendo. Es el amor y la tristeza lo que guía este beso. Sus suaves y amplias manos acarician desde el per l de mi rostro hasta mi cintura. Trazan el contorno de mi cuerpo, dejando a su paso pequeños apretones que dejas cálidas las zonas correctas. Sus fuertes brazos se posan en la curva de mi trasero y me alzan. No pierdo tiempo en envolver su cintura con mis piernas, en

cuanto lo hago, el roce de nuestros cuerpos nos hace suspirar. Da largos pasos conmigo entre sus brazos, hasta llegar a nuestra habitación, sin separar sus labios de los míos. Deja una pequeña mordida en mi labio inferior y cierra con un puntapié la puerta tras de si, antes de ponerme con cuidado sobre el colchón. Nada más tumbarme se coloca sobre mí, dejando todo su peso en sus brazos para no chafarme. Cuela su rostro en el hueco que existe entre mi cuello y mi hombro, como a él tanto le gusta, y comienza a morder y chupar a su antojo haciendo que me ría extasiada por su calidez. Mientras me acaricia y besa, soy medianamente consciente de cómo la ropa va desapareciendo poco a poco y cae por algún rincón desconocido de la habitación. Y si te soy sincera, tampoco me importa mucho donde caiga la ropa que ahora es tan solo una molestia para mi chico y para mí. Ethan comienza a perderse en mi cuerpo y me traslada a otro mundo en el instante en el que nos volvemos uno solo. Sus labios dejan cortos besos en el centro de mi frente, bajan por la sien hasta encontrarse en la comisura de mis labios abiertos debido a la pasión de nuestros cuerpos. Viajan a mi oído en donde deja un pequeño mordisquito, antes de hablar. —Mi amor... —Ethan—suspiro su nombre por todo lo que me hace sentir. —Te amo...— dice una y otra vez entre los besos que deja por cada parte de mi rostro. En ningún momento sus labios se separan de mi piel, se dedica a dejar pequeños besos húmedos sobre cualquier milímetro de piel al que tenga acceso. Casi como si quisiera dejar su huella personal impresa en mi piel, tan fuerte que ni los años sean capaz de borrarla. Tan intensa que todos la puedan percibir como suya. Para cuando todo ha terminado, tengo una sonrisa enorme pintada en la cara, que sé con certeza que no desaparecerá mientras permanezca al lado de Ethan. Y  haría lo que fuese necesario para que eso no cambie. (...)

Me estiro en la cama y cuando me coloco sobre mi hombre para dejar un corto beso en sus labios, este me recibe con una perfecta sonrisa. Su dulce gesto mientras me mira, consigue calentar mi rostro y a pesar de no tener a mi alcance un buen espejo, sé que en este momento debo ser la envidia de los tomates. Sus preciosos pozos grises se posan sobre mí sin ningún tipo de misericordia, aún a sabiendas de lo que provoca en mí. No me da tiempo a reaccionar cuando de pronto me suelta la bomba. —Mare..., quiero que te cases conmigo— su propuesta repentina hace que me de vueltas la cabeza, pero jamás dudaría de si quiero pasar la vida entera a su lado. Y la respuesta es que sí. Le doy una enorme sonrisa, re ejo de la suya, antes de responder a su pregunta. —Pregúntame de nuevo cuando hayamos salido de todo esto. —Serás mía Mare— sonríe fanfarrón. Tonto. ¿Acaso no sabía que ya lo era? —Ya lo veremos— le digo solo por molestarlo y su mirada se oscurece en respuesta. Ataca mis labios con una pasión que me enardece y sus manos comienzan y crear un camino desde ambos lados de mi cara, hasta llegar a mis caderas. Tira suavemente de ellas, hasta pegar nuestros cuerpos, en un choque que promete muchas cosas. Creo que mi chico está listo para otra ronda. (...) Enciendo la tele en busca de algún canal que no sean noticias, visto lo visto, va a ser la mejor opción, evitarlas por un tiempo. Sin embargo, me detengo en seco cuando veo el apellido de mi familia en la cadena nacional. —Después de haber amanecido con la noticia de la repentina quiebra de una de las familias más acaudaladas del país, aún no hemos obtenido pistas con respecto a la desaparición de todo el dinero de la familia Santiago. Por el momento, la policía desconoce quién ha podido extraer tal suma de dinero sin dejar ni un solo rastro— dice la reportera. uedo boquiabierta ante la información que da la mujer rubia.

—Con ustedes el inspector Martínez, el o cial a cargo de la...— apago la tele al no soportar más todo esto y lanzo el mando contra la pantalla, rompiéndola en mil pedazos. —Maldición... De pronto Ethan llega seguido por el equipo de seguridad al completo, armados y preparados para disparar. —¿ ué ha pasado? No le contesto. Tan solo alzo el dedo índice en una clara señal para que guarde silencio, mientras me llevo en móvil a la oreja. —Mamá, cuéntame qué demonios está pasando— le pido antes de que pueda irse por las ramas. Esto debía ser culpa de la maldita pelirroja y comenzaba a preguntarme cuanto poder manejaba para poder hacer algo así. Pero estaba muy equivocada si pensaba que podría meterse con mis padres de esta manera. (...) Una semana más tarde Jamás, en mi vida, había pisado antes una comisaria. Siempre la he tenido como un lugar frío y hostil, al que ni en el peor de mis días quisiera ir. Y en este momento, estaba comprobando que mi teoría era correcta. La comisaría de policía estaba abarrotada, centenares de ojos puestos sobre nosotros, mientras un agente bastante amable, nos guía hasta el despecho del comisario. Y por bastante amable me re ero a que no nos miraba con pena o acusación. Esas eran las dos opciones que reinaban en el lugar. Ya que la teoría que más se barajaba y por la que muchos se decantaban era el hecho de que todo fuese un montaje o una estafa montada por mi familia. —Adelante— grita desde dentro una voz bastante rasgada y el agente abre la puerta para dejarnos paso. La primera en entrar es mamá, seguida por mi padre quién casi la sostiene entre sus brazos debido al impacto que ha sido toda esta semana para ella. Antes de entrar, veo como de nuevo, alguna que otra mirada hostil, se posa en mí.

Ignorando a todos esos incompetentes que sin conocer la historia nos juzga, me adentro a la enorme sala en la que nos espera tanto el comisario Andreu, como el inspector Martínez, quien se encuentra a cargo de la investigación. —Lamentamos esta situación, señores Santiago, pero nos vemos en la obligación de llevar esto de manera interna. —¿De manera interna...?— planteo sin nada de humor. —Si, señorita— contesta el hombre robusto, de mirada clara con aspecto intimidante que vi en la tele, la mañana que me enteré de todo. Esta vez su mirada no intimida tanto y el hombre moreno, que se encuentra a su lado, se muestra algo arrepentido. —Debieron haberlo pensado antes de dejar que la situación se conozca de puertas para afuera— exige mi padre, terminando por mí la oración. Lo cierto es que era demasiado sospechoso y conveniente, que se conociese la situación con tanta celeridad. Por no hablar del hecho de no haber dejado ningún rastro para seguir. Y ese soplo que a rmaba que el dinero estaba en nuestra cuenta privada y del que no se ha podido veri car la fuente. Era la situación tan irreal... ya que la prensa, la cual me odiaba, se había cebado de manera desmedida contra mi familia. Acusando a mis padres de ser ellos mismos, los que vaciaron todas sus cuentas, la de la compañía inclusive, e ingresándolo en algún lugar al que la ley no tuviese acceso. Haciéndose eco de todos los chismes que las empresas rivales, divulgaban a sus anchas sin ningún reparo. Obvio que iban a aprovecharse de la situación. ¡Buitres! —Exijo una respuesta a todo esto— brama mi padre mientras mi madre comienza de nuevo un incesante lloro sobre su pecho. Como ha sucedido esta mañana. —Lamento decirle señor Santiago que sospechamos de uno de los nuestros. —Pues encuéntrenlo y entréguenlo, nosotros somos las víctimas en esta situación. No permitiré que se nos siga acusando en esta caza de brujas sin sentido—. Dice papá antes de levantarse y ayudar a mamá— Nos vamos. Sigo a mis padres hasta la puerta pero antes de abandonar el edi cio, una llamada llega a mi móvil. La dura mirada de mi padre se posa sobre mí, y aunque sé de sobra que su odio no es para mí, si no para la situación y que lo

único que desea en este instante es, salir de este maldito lugar, le hago un seña para que siga mientras atiendo la llamada. Su mirada es dubitativa, pero al ver que insisto y que mamá se encuentra bastante nerviosa, me da un leve asentimiento y va hasta el coche que Ethan nos dejó. Contemplo como mi padre de aleja derrotado por la situación y en cuanto veo que se ha alejado lo su ciente, contesto la llamada. —¿ ué demonios quieres ahora? ¿Regodearte? ¿No has tenido su ciente con todo lo que has hecho hasta el momento?— contesto harta de esta estúpida situación sin miedo a las represalias, de todas formas. ¿ ué más me puede quitar? —Te dije que obedecieras o todos los que amas sufrirían. Tú lo has querido. Pero no voy a detenerme aquí, te haré realmente miserable. —¿ ué demonios quieres? —¿De momento? Te quiero a ti. En la plaza donde íbamos a encontrarnos la otra vez y esta vez ven sola, si no..., atente a las consecuencias. Sabes que no juego —. Son sus últimas palabras antes de colgar. Si, de hecho lo acababa de comprobar con las nanzas de mis padres. Mira la pantalla del móvil, una y otra vez, con los ojos cada vez más humedecidos y el pecho cargado de ansiedad. Me encuentro tan perdida y no se qué rayos hacer más que caer en su trampa. Así que le contesto con un simple y escueto. «Iré» (...) Deambulo por la plaza que hay cerca de la calle donde me citó. Busco con la mirada a la pelirroja de la otra vez, pero no veo a nadie. La plaza está completamente vacía. De pronto, una repentina voz femenina, que logra sobresaltarme, se escucha a mis espaldas. Clara y fría como el agua más helada. —Fui buena y te avisé, pero no me hiciste caso y seguiste con Ethan. Realmente pensaba hacerlo rápido y quitarte de mi camino, pero ahora te has ganado a pulso, que te haga sufrir antes de acabar con tu miserable vida.

Trago en seco ante sus palabras. El terror comienza a adueñarse de mi sistema y en contra de lo que dicen, quedo paralizada. Siempre he escuchado que cuando te encuentras en una situación  de peligro, el cuerpo reacciona por sí solo, pero es obvio que en este caso no será así. —No debiste desear tener lo que es mío, no debiste cabrearme de esa manera. Tú sola te has ganado lo que él te haga. ¿Él? Voy a preguntar cuando de repente un saco oscuro cubre mi cabeza, siento un fuerte golpe en la cabeza y todo... desaparece.

Capítulo 34

Desaparecida Ethan Estaba preocupado, hacía varias horas que no sabía nada de Mare. No es que la llamase a cada hora, pero desde ayer por la mañana que no la veo, y la desazón que se estableció en mi pecho anoche, cuando me dispuse a dormir en esa fría cama, sin su cálido cuerpo para calentarla, esta mañana se había  transformado en una creciente angustia con el paso de las horas, y el completo silencio por su parte. Marco su número de teléfono y espero. Después de tanto tiempo junto a ella y separados, lo primero que hice tras conseguir su nuevo número de teléfono, fue memorizarlo. Algo de lo que me sentía sumamente orgulloso. Tras unos cuantos tonos, la llamada se corta de nuevo y aparto el pequeño aparato de mi oído mirándolo con el ceño fruncido. ¿ ué Demonios...? Antes de si quiera darme tiempo a volver a marcar su número, en mi pantalla se vislumbra su nombre a modo de llamada entrante, así que decido coger la llamada a la espera de escuchar la dulce voz de mi chica, la cual nunca llega a mí. —Ethan... Todos mis músculos se tensan al oír una voz femenina que no es la de Mare. Siento, lo que estoy seguro que es el burbujeo de mi propia sangre, hervir en mis venas al no ser capaz de ubicar, esa maldita voz. ¿Dónde la he escuchado antes? —¿ uién demonios eres? Y ¿dónde está Mare? —¿Acaso no me recuerdas? — no se me escapa el acento  que reina en su tono, mas no sabría decir de donde me sonaba y toda esta situación me comenzaba a crispar los nervios.

—Responde mi maldita pregunta—. Bramo rojo de la ira. No soporto pensar que algo le esté pasando a Mare por mi culpa. —Jajaja, no te recordaba tan pasional Ethan, si no..., te habría aprovechado más...— pronuncia la desconocida con burla a través del aparato. —Escúchame... —No, escúchame tú maldita sea— me veo interrumpido por la voz femenina que viene del otro lado— si quieres ver a tu pantomima de chica, será mejor que me obedezcas. Y no vayas de héroe porque acabaré con ella antes de que llegues a mí. Froto mi rostro con frustración a la espera de que sus indicaciones lleguen. —Bien— exclama con su ciencia al notar mi silencio— Tendrás que ir a la fábrica abandonada que se encuentra a las afueras de la ciudad. Fácil, ¿verdad? Ahí te espero—.  Indica la voz antes de terminar la llamada, mientras yo siento cómo la ira toma el control de todo mi cuerpo. —Mierda —exclamo golpeando la pared con la lámpara de mesa que había empuñado de manera inconsciente. Salgo de mi o cina llamando al hombre de seguridad que contraté, necesito respuestas de dónde demonios estaba metido mientras hacían presa a mi mujer. Pensaba encontrarla y traerla de vuelta conmigo, justo donde es su lugar. A mi lado. —James, te quiero en cinco minutos en mi apartamento y quiero respuestas. Tienen a Mare—. Ladro nada más que el tipo coge el teléfono—. Y quiero saber quién— exclamo antes de colgar. (...) Llego a casa y me encuentro a parte de nuestro equipo de seguridad, yendo de un lado a otro, haciendo llamadas y comprobando algo en el ordenador. Ayer fue un día realmente agotador. Había tenido que ir a una reunión urgente debido al escándalo que se ha montado con la familia Santiago. Después de convencer a la junta de accionistas de la empresa del padre de Mare, de la cual yo formo parte, de que todo esto no había sido más que una trampa y

que íbamos a encontrar al responsable, aceptaron a regañadientes. Esas personas son un hueso duro de roer, pero al nal conseguí que nos diesen el tiempo necesario para probar nuestro punto. El hecho de que todo el dinero perdido, haya aparecido por arte de magia, en la cuenta privada de Arturo, no nos está ayudando precisamente, pero al menos los tenemos de nuestra parte, de momento. Ayer tuve un día muy ajetreado y por eso no pude  acompañar a Mare y a su familia a comisaría, y ahora lamento terriblemente haber tomado esa decisión. Creo que ellos aprovecharon que no estaba con Mare para llevársela. Nos estaban vigilando. —Señor...— dice James cuando se da cuenta de mi presencia en el salón. —La habéis perdido... ¡otra vez!— exploto a la vez que busco mi teléfono. No quería escuchar excusas, no mientras Mare está con dios sabe quién. —Lo siento señor. La señorita iba con sus padres y a la salida de comisaría le hemos perdido la pista. ¡Maldita sea! Entonces es verdad, nos estaban observando de cerca y nadie se dio cuenta. —Toma—Prácticamente le lanzo el móvil sobre la mano— quiero que Spidi analice la llamada que acabo de recibir. Solo el puede enterarse de esto. —Si, señor— contesta pasándoselo a Greg, el más joven del equipo. —¿Habéis preparado lo que os pedí? — pregunto a James mientras Tom y Jana se preparan para venir conmigo a la fábrica. —Si, aquí tiene el nuevo número, lo he conseguido sin registrar a su nombre. —Bien, me han citado en la fábrica de las afueras, debemos ser sigilosos. Se supone que voy solo. Estoy seguro de que tendrán un ojo puesto en mí. ue tus chicos sean cuidadosos. —Si señor... —Es de la vida de mi mujer de lo que estamos hablando — recalco ya que no quiero que haya ningún error. Ya hemos cometido los su cientes. Me giro para llegar a la puerta pero James me detiene y me pasa un arma. La tomo sin dudar y la escondo en la parte trasera de mi pantalón. A pesar de que conozco como se utiliza, en el fondo esperaba no necesitarla. Lo esperaba de todo corazón.

(...) Bajo de mi coche en busca de respuestas, la falta de ellas me estaba as xiando por completo. Ahora solo quería verla, hablar con Mare y saber que no la han herido. Me resulta imposible estar tranquilo cuando se trata del bienestar de la mujer de mi vida. Llego al destartalado pedazo de metal que hace las veces de puerta y lo deslizo para entrar al lugar. Una vez que me adentro al lugar, lo encuentro vacío y destartalado. Sin ningún rastro de que alguien haya estado por aquí en al menos los últimos veinte años. O al menos es lo que pienso hasta que algo a lo lejos, llama mi atención. Voy al otro extremo de la fábrica y toco el río rojo, que cubre la amplia pared metálica, sintiendo como mi corazón se va oprimiendo por momentos. El terror invadiendo poco a poco mi sistema, hasta que llevo mis dedos a la cara y descubro que no es más que pintura roja. —Menos mal... Doy un par de pasos hacia atrás y leo la nota que la maldita pelirroja me ha dejado. Pagarás todas las que me has hecho.

Una extraña incomodidad inunda en su totalidad mi estómago, provocando un horrible vuelco en el, al releer el mensaje que dejó para mí en la pared. Trato de encontrar un signi cado a sus palabras, pero no se me ocurre nada. ¿A qué se re ere esa maldita mujer? (...) Atravieso la puerta del edi cio con un humor de perros. Si ya estaba mal cuando perdí a Mare de vista, saber que la tiene una desquiciada, que al parecer tiene algo personal contra mí, lo empeora todo al extremo. Si alguna vez ha habido un momento en el que pueda odiarme por mi pasado de mierda, es ahora. Es obvio que se trata de alguna mujer con la que no me he portado como debía. Y me frustra no tener la menor idea de quien se trata. Sin embargo, lo peor de todo es que la lista de sospechosas es larga. Demasiado larga.

Necesitaba a Spidi aquí, esto no era algo que se pudiese resolver a larga distancia. Había pedido a James que movilizara a todos nuestros contactos para trasladar a mi amigo a nuestro equipo. Sabía que era difícil, a n de cuentas Spidi tiene una vida hecha en la otra punta del mundo, pero si con ello tenía de vuelta a Mare, haría lo que fuera necesario. Debo decir que soy bastante ingenioso cuando las cosas se ponen en mi contra para obtener lo que quiero. Y no hay nada en este mundo que desee más, que tener a Mare sana y salva, junto a mí. Movería mar, tierra y cielo para ello. Así que esperaba con todas mis fuerzas que mi amigo pudiese venir a ayudarnos. Si no lo hacía no tenía otra persona a la que recurrir. Solo podía contar con su talento para la informática, ya que es el mejor en su círculo y yo necesitaba al mejor. —Ese que veo por aquí me suena de algo...—es lo que me recibe en cuanto cruzo la puerta de mi piso— se parece a mi amigo Ethan, pero creo que está  perdiendo cualidades con las chicas —escucho la cantarina voz de mi rubio favorito. —Por favor amigo, eso jamás pasará...— contesto a su pulla con la chulería que me caracteriza, mientras me acerco y lo atrapo en un abrazo. A pesar de verme en esta horrible situación, verlo a mi lado, me hace sentir mejor. —En serio Ethan... Se te debe dar muy mal tratar con esta chica para que huya de ti de esta manera. Pongo mala cara por su mal chiste. Pero mi amigo no lo capta y se acerca a mí susurrante, como si quisiera contarme algún secreto. —¿Debemos sentarnos para mantener una conversación? Esta es la segunda vez que necesitas de mi ayuda para localizar a esta chica. Me tienes preocupado... Los chistes de mi amigo siempre me han ayudado a sobrellevar los malos momentos, pero ahora mismo no me hacían ni chispa de gracia. Todo mi cuerpo se tensa en respuesta, y Spidi al notarlo se calla rápidamente. —Está bien, está bien. Ya me callo— dice con ambas manos en alto en señal de que se rinde. Y yo no puedo evitar que una sonrisa cruce mi rostro. A n de cuentas es mi mejor amigo, siempre ha estado ahí para mí y me ha acompañado en mis peores momentos. Siempre hemos sido el y yo y se lo

agradezco. Cuando pasó lo de Jimena fue el único, sin contar a mi familia, que no me dio la espalda. —Gracias por venir hasta aquí Spidi. —Era lo mínimo que podía hacer. Si tú me lo pides, vuelo—sonríe alzando entre sus manos el saco de regaliz que tanto le gusta. Según él, es su fuente de inspiración. —Gracias amigo mío—. Repito ya que lo veo necesario— No tendré vidas su cientes para pagarte lo que estás haciendo por mí. Su intensa mirada se centra en mi rostro, un tanto tocado por la falta de sueño, con su ausencia he comprendido lo mal que descanso sin ella a mi lado. El rubio me mira con interés, mientras un extraño brillo danza en sus ojos verdes. —Esta chica realmente te importa, ¿no es así? —La amo— respondo sin dudar— y quiero pasar el resto de esta jodida vida a su lado. Eso lo tengo más claro que nada. Tras unos segundos que se me antojan los más eternos del día, una perezosa y torcida sonrisa asoma en su rostro, muy típica de él. Para después meterse un regaliz en la boca antes de comenzar con su parte. —¡Bien! Vamos a por tu chica. (...) Ha pasado cerca de una hora, desde que los chicos y yo regresamos de la fábrica y Spidi se puso a localizar la llamada de esa maníaca. Mientras, el equipo y yo nos hemos dedicado a prepararnos para cualquier escenario posible. No sabía quién rayos era esa mujer, ni qué era lo que buscaba al meterse con Mare, pero sabía que era capaz de todo. Esperaba, que al menos, no fuera capaz de matar. —He dado con unas corrientes interesantes...— dice de pronto mi amigo cortando mis divagaciones. —Spidi— lo interrumpo— con palabras que entendamos todos. ¿ ué quieres decir?

El rubio me mira con ojos astutos como los de un gato y una brillante sonrisa como la que solía tener de pequeño, cuando resolvía en clase un ejercicio chungo. Se regodea frente a mi inquietud, y lo único que me detiene de lanzarle algo, contra su dura y realmente brillante cabeza, es el momento en que veo que nalmente se dispone a hablar. —La tenemos.

Mare Escucho una grandes y fuertes zancadas venir hacia mí y siento como mi cuerpo se tensa al instante, a la espera de lo que sea que llegue. El latido de mi ya de por si, alocado corazón volviéndose aún más frenético debido a la situación en la que me encontraba. Temo que sea otro golpe pero no pienso soltar ningún quejido, no les daré tal gusto a esos cobardes.

Capítulo 35

Encontrada Mare Un enorme estruendo que llena todo el lugar me sobresalta y logra despertarme del extraño sueño que estaba teniendo. Trato de levantarme pero una extraña fuerza, tira de mí nuevamente hasta el suelo. Un alarido más parecido al de un animal herido que a mi propia voz, se escucha con claridad, como un eco que se burla de mí. Trato de moverme pero me es imposible. Me siento aturdida. Mis manos y brazos se sienten pesados y aunque quiera, no puedo descansarlos sobre el suelo ya que los tengo atados a algún lugar, sobre mi cabeza. — uédate quieta. Solo te moverás si yo lo digo. ¿Está claro?— pregunta una voz femenina muy cerca de mi oído e imagino que se trata de la pelirroja. De pronto, siento algo frío y metálico, posarse sobre mi frente. Un fuerte chasquido que eriza hasta mi alma, se escucha de manera tan clara que lo escucho por encima de los frenéticos latidos de mi corazón—, ¿te ha quedado claro?— vuelve a preguntar la misma voz y muevo la cabeza, de arriba a abajo en señal a rmativa, ya que no me sentía capaz de utilizar mi propia voz. Siento un pequeño tirón y alguien me quita el pedazo de tela que me mantenía a oscuras. Parpadeo rápidamente para acostumbrarme a la intensa luz que llena el lugar. A pesar de ser un lugar frío y destartalado, que parece estar alejado del mundo, tiene una luz demasiado intensa. La primera persona a la que veo es a la maldita pelirroja, anqueada por un muro de matones y sin pensarlo, arrugo el gesto en un mohín que al parecer, le resulta gracioso. —¡Vaya! ¿así de guapa soy?— pregunta como si fuésemos un par de buenas amigas, en medio de con dencias. A simple vista pude ver que esta chica estaba

bastante desquiciada, pero ahora puedo con rmar que necesita la ayuda de alguien y con urgencia. A pesar de su gesto aniñado, su rostro parece haber sido sometido a varias, por no decir demasiadas, operaciones estéticas. Su piel, lejos de verse con la suavidad que debería tener a su corta edad, se percibe estirajada e irreal, como si no estuviese en el lugar que debe estar. Por no hablar de su comportamiento errático e histriónico. Solo me ha hecho falta ver, como se desenvuelve entre estos matones, para darme cuenta de que algo no funciona bien en su azotea. —¿No me contestas?— pregunta con burla y en respuesta, la miro con obviedad— ¡Oh! Claro. Estás amordazada. Fallo mío. Un dolor corto pero intenso, me atraviesa la piel de la cara, en cuanto tira de una de las esquinas de la cinta aislante que tapa mi boca. —Mmh. —¿Duele?— chasquea repetidas veces su lengua, a modo de algún tipo de regaño, mientras me lanza una mirada mordaz y heladora—. Eso no ha sido nada, para lo que te pienso hacer... Así que no llores— grita esto último pegada a mi rostro. Cierro los ojos con impotencia, ya que su cercanía y mi posición me impiden hacer cualquier otra cosa. La pelirroja se levanta y me da la espalda, mirando al rededor como si hubiese perdido el hilo de lo que estábamos hablando. La veo agitar su corta melena y eso hace que pierda mi calma. —¿ ué demonios quieres de mí?, ¿qué te he hecho?— comienzo a preguntar, pero nada parece llamar su atención. Casi como si no fuesen las preguntas correctas o las que le interesan—. Ni siquiera sé quién eres. No te conozco — le grito más fuerte y eso parece captar su atención. Su furibunda mirada, la cual iba errática de un lugar a otro, ahora recae sobre mí, brillando con el fulgor de la ira cruda. —¿No sabes quién soy?— grita sobre mi rostro de nuevo, pero esta vez sosteniendo mi pelo con fuerza, tirando de él en el proceso. Sacando un potente alarido que se escapa de entre mis labios— ¡Mírame bien! ¿No sabes quién soy?,

deberías tener un poco más de respeto por la gente y reconocer a quién le has jodido la vida. ¡Me has quitado todo! —¿ ué te he quitado yo? — le grito a pesar de que cada vez su agarre es más fuerte. Ahora no solo sostiene mi pelo, sino que también mantiene un fuerte agarre sobre mi brazo derecho, con la mano que le queda libre. —Para empezar, mi vida con Ethan. Si bien no lo amaba, su riqueza era algo necesario para mí, y es algo que me has quitado. —¿Ethan?— Pregunto total y completamente desconcertada. Sin embargo, y como si de una chispa se tratase, ashes de la chica morena que posó en todas las revistas y la prensa junto a Ethan, el tiempo que permanecimos alejados, llegan a mi mente y caigo en la cuenta de algo que no quiero creer que sea cierto. —Espera, no puede ser... —Esta mujer desquiciada no puede jugar de tal manera con los sentimientos de Ethan. —Veo que ya me recuerdas... perra avariciosa— mi mente estaba trabajando tan rápido y tan duro por juntar todas las piezas que la pelirroja me estaba ofreciendo, que cualquiera juraría que si guardaba silencio, se podría escuchar perfectamente como los engranajes de mi mente, trabajaban a marchas forzadas. Pero aún así, no lograba comprender que la llevaba a hacer todo lo que nos había hecho. No solo a Ethan y a mí, sino que también a mis padres. —¡Eres Jimena!— exclamo aún sin creérmelo— no estás muerta... —Veo que sabes atar cabos ¡Bien!—da una palmada en el aire, mientras se pone en pie y sacude algún tipo de polvo inexistente—. Así no te lo tendré que explicar todo desde el principio. —¿ Porqué haces todo esto? — le pregunto sintiendo tal repulsión hacia ella y todo lo que ha hecho, que ni mi tono de voz, ni mi rostro lo pueden ocultar. Ella rueda los ojos con fastidio y mira al techo antes de lanzar un suspiro teatral. —Imagino que sí que tendré que contártelo desde el principio entonces...— comenta con cierta desgana. Lanza otro suspiro exagerado y pide a los dos hombres que están a su espalda que se vayan agitando su mano hacia la puerta. Una vez que ellos se marchan

tras lanzar en mi dirección, un mirada de muerte, Jimena comienza a hablar. —Siempre he disfrutado de una vida llena de lujos. He hecho siempre lo que he querido y mis padres me lo han consentido siempre que estuviese dispuesta a casarme con quien ellos me dijesen. Todo iba bien hasta que me enamoré de un chico que ellos no aprobaban y decidieron casarme con el niño bonito de los King— pronuncia su apellido con una mueca de asco que hace que se me hiele la sangre. No digo nada, tan solo asiento para que continúe y escucho como sigue su historia. Debía comprender a dónde quería llegar con todo esto, necesito saber por qué actúa de esta manera si el hecho de que no soporta a Ethan, es tan claro como el agua. —A mis padres solo les interesa el dinero y sus estúpidos negocios, ¿sabías? — pregunta, pero no a mí, ya que ni me mira mientras continúa narrando su historia como si estuviese perdida en ella, a mil kilómetros de distancia—. Por eso es que me resisto a tomar el control de la empresa como ellos desean. Y por eso, ellos querían a... King —se resiste a mencionar su nombre—, por que él ya iba a gestionar la empresa de su familia. Si nos casábamos solo sería tomar el control de otra empresa más y ellos podían retirarse. Esta vez sí que me mira a la espera de que diga algo, sin embargo al ver que no pienso hablar, continúa apagando el silencio que nos envuelve. —Me daba igual que se quisieran retirar, por mí que vendieran todo, mientras pudiese seguir con mi vida de lujos estaba feliz. En cambio ellos tan solo seguían metiéndome a Ethan por los ojos, de un modo tan insolente que comencé a odiarlo. Así que pensé que si me quería a toda costa, merecía todo lo que sentía por él y puse todo mi empeño en conseguir su atención— La mofa con la que hablaba de los sentimientos que Ethan tenía por ella, tan solo hacía que sintiese cada vez más rechazo por ella. Si me contaba todo esto para que comprendiera su punto, estaba logrando todo lo opuesto—. El muy estúpido cayó por mí— Repite orgullosa al ver mi gesto duro. —Y lo utilizaste como te dio la gana... — exploto. —¡Oh! Pero si habla. Bien, me estaba aburriendo de este monólogo—, dice mirando sus uñas con desdén.

Respiro hondo y trato de calmarme, poco a poco estábamos llegando a lo que inició todo, no podía permitir que volviese a guardar silencio. Ignoro su provocación y decido ser yo la que pregunte, en vez de esperar a que ella hable. —¿Si no lo soportas por qué lo quieres a tu lado? De nuevo recibo una mirada cargada de rabia, comenzaba a pensar que esta chica era demasiado inestable como para tomarla en serio. —¿Eres sorda o qué? Mis padres me obligaban, creo haberlo dejado claro— comienza a dar vueltas a mi alrededor, donde me encuentro sentada en el sucio suelo, mientras sigue haciendo una y otra vez, ese molesto sonido con su lengua —. Ese es tu problema Mare, que no escuchas. Igual que no me hiciste caso cuando te pedí amablemente, en la primera carta, que te alejaras. Pero no escuchas—. Vuelve a gritar sosteniendo con fuerza mi cara. Trato inútilmente de soltarme de su fuerte agarre pero Jimena no me lo pone fácil. Al nal después de un último apretón me suelta burlona. —Si te molesta saber lo loco por mí que tuve a tu chico, lo siento— dice sonriente— es lo que hay. Mis padres me hicieron seducirlo pero yo amaba a un hombre de verdad y se lo hice ver...— comenta como algo inevitable. —¿Por eso te acostaste con ese tipo en su cama?— digo más para mí que para ella pero eso no la frena para contestarme. —Te lo ha contado...— exclama con diversión, antes de mirar al suelo pensativa—. Lamentablemente no valía para mis padres el hecho de que Ethan pidiese romper nuestro compromiso. Y entonces tú te metiste por en medio y me vi obligada a actuar. Mi boca cae abierta por la impresión que me causaban sus palabras. La verdad por n salía a la luz y no era capaz de creerme la manera en la que lo estaba haciendo. —Por eso manipulaste tu supuesta enfermedad. No tenías nada, era solo para atraerlo de nuevo a ti...— digo al recordar el modo en el que me dejó en el aeropuerto, por la repentina llamada de su madre pidiendo que regresara. —Nena, me alegra que nalmente hayas caído en que todo era una mentira. Debiste verte la cara cuando asististe a mi supuesto entierro— lanza una sonora

carcajada—. Te veías tan graciosa, permaneciendo a su lado a pesar de que puse a toooda la prensa en tu contra. Las primeras lágrimas comienzan a caer sin control al recordar el pésimo mes que me hicieron pasar. —¡Oh! uerida, no llores. Al n de cuentas lo merecías. Por tu culpa me iba a quedar sin eso por lo que tanto había luchado. —También puedes llevar una vida más ordenada ¿sabes? No necesitas el dinero de Ethan. No necesitas hacer todo esto. Suéltame— trato que me entienda pero parece ser imposible. —Si, por tu culpa sí que lo necesito. Mis padres me han cortado el grifo ¿entiendes? Si no hay boda con ese idiota no tendré acceso a mi dinero. Así que si debo hacer esto— su gesto de pronto se torna sombrío y distante antes de volver a hablar—. Me estaba sacri cando a mí misma y encima no entiendes que has arruinado mi vida, así que he decidido acabar con la tuya así de simple — dice tan cerca de mi cara que casi la puedo rozar, así que no me lo pienso dos veces y de un fuerte impulso, choco la cabeza contra su nariz, provocando que gruña de dolor. Veo como un chorro abundante de rojo, uye de su nariz y cae al suelo, justo antes de sentir como su palma impacta contra mi mejilla. Seguida por un fuerte escozor en ella. —Te vas a arrepentir de esto maldita niñata— blasfema antes de empujarme de nuevo al suelo. Jimena me da la espalda y llama a sus matones, antes de abandonar el lugar les insta a divertirse conmigo. Escucho como mi corazón se detiene al verlos acercándose cada vez más a mí. Los golpes no paraban de llegar, no me daba tiempo a reponerme de uno cuando comenzaba a perder el aliento por el siguiente golpe recibido. Trato de pensar en cualquier cosa que me saque de este horrible momento pero me es imposible. La luz blanca que llena el lugar hace que todo se vea aún más borroso. Me siento cada vez más agotada, siento que estoy apunto de perder la consciencia pero me pregunto por que aún no lo he hecho. No soporto esto

más, me duelen cada uno de mis músculos y no puedo detenerlos ya que me encuentro maniatada. De pronto, veo volar un enorme pie hacia mi cara, sin embargo un grito repentino lo detiene al instante. —Detente maldito imbécil —Señor, la señorita Jimena nos ha dicho... —Me da igual lo que ella diga— le corta la misma voz masculina al matón que me iba a golpear— tengo otros planes para la princesita. Así que no la volveréis a tocar. Marchaos... —Pero señor...— esta vez es el segundo hombre quien habla. —¡Ahora!— Ruge con furia y los dos tipos le obedecen. Veo como el tipo me mira un momento antes de agacharse frente a mí y extender su mano hasta mi rostro. Un quejido se escapa de mis labios cuando me muevo hacia atrás, intentando huir de su toque. —No deberías moverte— opina colocándose entre el fuerte rayo de luz y mis ojos, haciendo que nalmente pueda verle la cara. Es un hombre joven de pelo oscuro y facciones fuertes. Tal vez tan solo tenga un par de años más que yo. No lograba entender por qué se había visto envuelto en todo esto. ¿Será aquel hombre del que Jimena se había enamorado? —No me mires de esa manera, no pienso hacerte nada— dice agarrando del suelo el asqueroso trozo de tela— no te muevas— pide antes de colocarlo sobre mis ojos. uedo a la espera de lo que llegará después, pero solo escucho como se aleja y la puerta siendo cerrada tras de sí. (...) Abro los ojos y siento mi cuerpo débil y adolorido, recostado contra el suelo. Un horrible pinchazo cruza todo mi cuerpo cuando intento incorporarme, en vano, ya que aún sigo maniatada. Pero al menos esta vez, estaban sobre mi espalda y no en la incómoda posición en la que me encontraba hace unas cuantas horas.

Aún no puedo creerme que todo esto haya sido urdido por Jimena. Me asquea y repele pensar que por alguien tan recomida por el rencor y ansias de poder, haya perdido tanto. El recuerdo de todo lo que ha hecho perder y sufrir a mis padres, el daño y la traición que le ha ofrecido a Ethan. Cómo me ha torturado y jugando con mi mente todo este tiempo, me hace sentir una gran impotencia. Poco a poco el cansancio acumulado de las últimas horas llega a mí y el lugar frío y sórdido en el que me tienen metida, se ve envuelto por las tinieblas. (...) Un extraño sonido de fondo hace que abra los ojos. Sin embargo no veo nada, ya que tengo los ojos vendados. Así que tan solo puedo escuchar impotente, como alguien se acerca rápidamente hasta mí. Escucho unas grandes y fuertes zancadas venir hacia mí y siento como mi cuerpo se tensa al instante, a la espera de lo que sea que llegue. El latido de mi ya de por si alocado corazón, debido a la situación en la que me encontraba, volviéndose aún más frenético. Temo que sea otro golpe pero no pienso soltar ningún quejido, no les daré tal gusto a esos cobardes. Lágrimas ardientes comienzan a acumularse en mis ojos y lucho por no derramar ni una sola. Me niego a darles ese poder sobre mí. Estoy tan concentrada en no llorar, que a penas soy consciente de las sacudidas que sufre mi cuerpo. Al menos, hasta que unos cálidos brazos lo rodean y me atraen a un espacio, que es demasiado familiar para mí. No sé si es real o una cochina jugarreta de mi mente, desesperada por volver a su lado, pero el intenso aroma de mi chico, llega a mí e inunda mi sistema. Mi corazón late exaltado cuando el pegajoso trozo de tela, que mantiene tapados mis ojos, se desliza y por un instante que se me antoja eterno, no ubico nada de lo que se encuentra a mi alrededor, hasta que lo veo a él. Frente a mí y tan guapo como siempre.

Ethan Siento que el alma regresa a mi cuerpo al verla ahí, tirada en el suelo. Es horrible verla en esas condiciones pero verla viva es una inmensa alegría para mí. Voy a pasos largos hasta ella y rodeo su pequeño cuerpo con mimo, impregnándome de su dulce aroma. Disfrutando de su cálida piel. Hace solo un momento me estaba as xiando, y Mare era todo el oxígeno que necesitaba. Deslizo la andrajosa tela de su hermoso, aunque sucio rostro con temor de espantarla. A pesar de que sospecho que Mare sabe que soy yo, desde el momento en que la rodee y su cuerpo dejó de sufrir los fuertes espasmos que tenía. Nada más deshacerme de ese harapo, me encuentro con sus ojos castaños llenos de lágrimas. Los mismos que me observan con una alegría inmediata, y uno mis labios con los suyos, que se sienten similares a cuchillas al contacto con mi piel. Estoy a punto de profundizar nuestro maravilloso beso, cuando una voz chillona nos interrumpe. —¡Oh! Menuda escenita. La parejita se reencuentra... — dice con una voz que pretende ser dulce, pero que está demasiado lejos de conseguirlo—por última vez—. Remata antes de apuntar a Mare con el arma.

Capítulo 36

Encontrada Parte 2 William La puerta es azotada con fuerza y me giro a tiempo de ver a mi querida y exagerada Jimena realmente molesta. Su mirada de color verde pálido, oscurecido un par de tonos por el fulgor de su ira. Sabía que se molestaría conmigo por detener a sus estúpidos y violentos hombres, pero me es indiferente. No puedo quedarme quieto cuando sé que dos hombre que le doblan en fuerza y altura, golpean a una pobre chica que no se puede defender. Bastante tenía con aceptar el estrambótico plan que mi amada tenía entre sus pequeñas manos. —¿Porqué has hecho eso?— exige saber en un grito. —Ya te dije que no toleraría la violencia innecesaria — repito cansado la frase que habré dicho más de treinta veces en las últimas semanas. —¿En serio te parece innecesario? —se señala a su pequeña nariz realmente hinchada y algo roja— mira lo que esa maldita me hizo. Suspiro agotado por sus excesos. —¿Y qué hay con todo lo que le has hecho tú? —¡Ahh! Tan solo eso me faltaba... ¿Ahora la de endes? ¿ ué pasa con esa chica que logra enamorar a todos los que han estado conmigo? Ahora soy yo quien estalla molesto. —No digas tonterías... —me acerco a mi hermosa pelirroja y sostengo su rostro entre mis manos—. A quien amo es a ti. ¿Si no por qué hubiese soportado todo esto? Esconderme y ver como frente a tus padres y todo el jodido mundo, eras suya. Cuando lo único que quería, era gritar que solo me pertenecías a mí.

Me perteneces a mí—me corrijo rápidamente— y ahora todo el mundo lo sabrá. Unimos nuestros labios en un corto beso que se siente casi como si tocase el cielo con mis propias manos. Voy a unir nuestras lenguas cuando unas voces se escuchan desde la otra sala, a través de los monitores que tenemos colocados para vigilar a Mare. Lo que hace que mi chica separe nuestros labios. Ignorando el gruñido que lanzo en protesta por su repentina acción. —¡ ué bien! Romeo ha llegado...— escupe con odio a la vez que toma el arma que se encuentra sobre la mesa, la carga y deja un pequeño beso sobre la punta de mi nariz, antes de ir hacia el otro cuarto.

Ethan —¡Oh! Menuda escenita. La parejita se reencuentra... — dice con una voz que pretende ser dulce, pero que está demasiado lejos de conseguirlo— por última vez—. Remata antes de apuntar a Mare con el arma. Me levanto y cubro con mi cuerpo a mi chica, frente a la mirada cargada de rabia de la pelirroja, que nos apunta con su arma. —No sé quien eres o qué demonios planeas conseguir con esto, pero será mejor que te detengas de una maldita vez. —¡Uy! ¿No sabes quién soy Ethan?— pregunta con tristeza ngida y debo reconocer que algo en ella se me hace muy familiar. Pequeños gestos la delatan, pero tan solo una persona cruza por mi mente, y es imposible que se trate de ella —. Me rompes el corazón. Tantos años esperando por mí y ¿ahora no me recuerdas...?— dice la pelirroja de pelo corto que ya estaba comenzando a cabrearme. Por más que me esforzaba en recordar, de quien se trataba y qué podía ser lo que le había hecho para que me odiase tanto, no conseguía llegar a nada. No sabía de que conocía a esta chica, pero sí que he visto en la pelirroja, desde la primera vez que apareció, algo que me recuerda a ella. uito rápidamente esa idea de mi cabeza. Hay cierto parecido, pero me niego a pensar que sea ella.

Jimena siempre ha sido una mujer caprichosa y traicionera. Nada le bastaba, siempre deseaba más y por su deseo por conseguirlo, hacía lo que fuera necesario, pero incluso ella tenía sus límites. Además están los informes de su muerte... No podía ser ella... Un repentino chasquido hace que ambos levantemos la vista hasta la maltrecha puerta de la especie de bunquer en la que tenían retenida a Mare. Por ella aparece el doctor Collins y todo comienza a tener sentido, pero me niego a que sea ella. No puede haberme engañado a tal extremo. —No eres tú, es imposible...— digo más para mí que para ella, mientras me observa con una pena ngida. —¿ ué pasa Ethan?— inclina hacia un lado su cabeza y veo sus cortos rizos caer— ¿decepcionado...?— pregunta como la primera vez que la encontré en la cama con otro tipo. La misma que puso cuando... ¡El tipo! ¿Cómo no me he dado cuenta antes? He sido tan estúpido. Mi vista se clava en el doctor Collins y es ahí cuando recuerdo de dónde lo conocía. Habían pasado tantos años..., pero desde la primera vez que lo vi, cuando regresé a casa, no pude quitarme la sensación de que me resultaba conocido. —Eres tú— es lo único que digo pero ambos saben a lo que me re ero — ¿Por eso has hecho todo esto? ¿Para seguir acostándote con él?— Esta vez mi mirada había cambiado su objetivo y permanecía ja sobre la mujer que había destrozado mi corazón, de tantas maneras, que eran imposibles ser contadas—. Para eso no tenías que meter a Mare, ella no tiene... —Cállate de una vez... ¿qué vas a decir, que no tiene la culpa de nada? Ella es la maldita responsable de todo. Si ella no estuviera, todo hubiera seguido igual y yo no te hubiera...— se detiene a sí misma, antes de llevar su labio inferior entre sus dientes, gesto que solía hacer cuando estaba nerviosa o cuando sabía que acababa de meter la pata. —No te hubiera... ¿qué?— pregunta la ronca voz del doctor a su espalda, llamando la atención de Jimena, distrayéndola de mí ya de paso. —Will no quería decir eso— pronuncia sin darse cuenta que lo estaba estropeando aún más. Podía ver con total claridad, aún con la distancia que me

separaba  del doctor, la vena de su cuello in arse de manera desmedida. Aprovecho para acercarme a Mare, pensaba desatarla y largarnos de aquí antes de que volviesen a prestarnos atención. Al entrar pude ver una puerta que comunica al exterior, si conseguíamos llegar hasta ella, estaríamos a salvo, junto a mi equipo y ellos dos no tendrían nada que hacer. — ué exactamente es lo que no querías decir... ¡eh!— grita de pronto, lo que hace que Jimena se sobresalte y le apunte con el arma que sostenía entre sus manos. —No te acerques más...— grita ella, pero a pesar de que lo hace a pleno pulmón, no suena asustada para nada. —Siempre supe que ese odio que decías sentir por King no era tal, pero no pienso consentir que te rías de mí. He arriesgado mi carrera por ti, ¡maldita seas! — veo como el moreno se abalanza contra Jimena y comienzan una pelea por el arma. Mientras ellos forcejeaban, mi mirada divagaba entre el arma que había en sus manos y las cuerdas que mantenían atada a Mare. Saco un pequeño cuchillo que tenía oculto en el cinturón y consigo nalmente, liberar sus manos. La ayudo a levantarse pero cuando comenzamos a acercarnos a la puerta de atrás, el fuerte sonido de un disparo nos detiene.

Mare — uedaos quietos ahí — pronuncia con ira la voz de Jimena—. Siempre la tienes que elegir antes que a mí, ¿no es así?— vuelve a preguntar a Ethan, con algo en su voz, que no había notado hasta ahora. El dolor que puedo escuchar en su voz, es tan alto y claro que por un momento logra que me estremezca. —¿Y qué se supone que tengo que hacer? ¿Elegirte a ti?—  no se me pasa por alto la burla que hay en las palabras de Ethan. Pensar que se volvió así de dañino por culpa de Jimena me hace recordar el tiempo en el que me odiaba, cómo me hacía sentir..., pero me obligo a mi misma a no sentir pena por ella. Si de todo esto hay una víctima, tengo por seguro que no se trata de Jimena.

—Pues sí, deberías. Yo solo necesitaba tener algo en mi vida que no pudiesen controlar mis padres, por eso estaba con Will. Pero a quien de verdad amo es a ti maldición. Siempre esperé que volvieras por mí. Escucharías lo que tenía que decirte y entonces te quedarías a mi lado, a él solo lo utilizaba— explica de manera cruel, punteando con su pie el lánguido cuerpo del moreno. El mismo que se encontraba tirado a su lado. Siento entonces como el agarre que Ethan tenía en torno a mi cuerpo, se vuelve más rígido. Y tira de mí para colocarme tras su espalda, a modo de protección. —Tú no sabes lo que es amar. —Jamás me has dado la oportunidad de intentarlo—. Le reprocha ella. —La tuviste— ruge mi chico—,  la has tenido durante tantos años y jamás la has aprovechado. Dios, me tenías rendido a tus pies, te lo hubiese dado todo... —Mentira— le corta irascible— Jamás has apreciado mi amor— dice acercándose peligrosamente a nosotros, apuntando al pecho de Ethan. —Lo tuyo no era amor, era una obsesión Jime...— escucho el mote cariñoso que le puso cuando estaban juntos, y por ridículo que parezca, un pinchazo de celos corroe por mi sistema. Ethan da los pocos pasos que lo separan de Jimena, pasos que lo alejan cada vez más de mí, y se coloca frente a ella. —Necesitas ayuda. Te puedo ayudar— susurra Ethan a la vez que sostiene el rostro de Jimena entre sus manos. —No, no— agita lentamente su cabeza en señal de negación y veo como un pequeño grupo de lágrimas recorren sus pómulos—. No necesito tu ayuda, es tu amor lo que quiero. Tantas oportunidades que has tenido para volver a mí y las has ido aniquilando una a una sin siquiera importarte. Jimena cierra los ojos por un momento y cuando los vuelve a abrir, algo en su mirada ha cambiado. —Ahora te enseñaré lo que una mujer despechada puede hacer cuando la rechazan— pronuncia fría, antes de apuntar el arma en mi dirección. —¡No!— grita Ethan y en un intento por detenerla se abalanza contra Jimena. Sin embargo ella es más rápida y le golpea con la mano que sostiene el

arma. Haciendo que caiga al suelo. Contemplo con impotencia como Jimena niega con la cabeza en dirección a Ethan. —Pobre Ethan... Siempre tomando malas decisiones— se ríe por su mal chiste — pero tranquilo, te ayudaré a cambiar eso—. Dice Jimena, que lo salta con cierta gracia para llegar hasta mí. — ¿Preparada para morir?— pregunta la pelirroja con el gesto contraído por la rabia, mientras voy caminando paso a paso hacia atrás. Consigo dar dos pasos hasta que tropiezo con la gruesa cuerda que me mantenía atada momentos hace a penas cinco minutos. Caigo contra el suelo desatando la potente risa de la mujer que me apuntaba con el arma. uién me contempla como si fuese lo más asqueroso que ha podido caerle en frente. Apunta de nuevo el arma hacia mí y antes de que pueda apretar el gatillo, estiro con fuerza una de mis piernas que choca contra la pequeña pistola, que cae lejos del alcance de Jimena. Veo como la pelirroja se levanta dispuesta a volverla a coger y me lanzo sobre su cuerpo lanzándola al suelo. Comienzo a golpearla como puedo, pero Jimena no se queda quieta y me devuelve algunos golpes. Voy a esquivar uno de sus puños, cuando de repente me da un rodillazo en el estómago que consigue dejarme sin aire el tiempo su ciente, como para alcanzar el arma.

Ethan Abro los ojos y logro ver como Mare y Jimena pelean por conseguir la pistola. Me siento aturdido y mi cuerpo a penas responde. Sí que me dio fuerte. Agito la cabeza y a duras penas consigo ponerme en pie, me encuentro mareado y me siento sin fuerzas, pero lucho por conseguir mi objetivo. Cuando nalmente logro ponerme en pie, veo a Jimena golpear a Mare bastante fuerte. Busco con la mirada algo que nos sea útil. Sin embargo, siento que todo se congela, cuando escucho el sonido de un arma siendo cargada.

Levanto la mirada hacia dos de las mujeres más importantes de mi vida, justo a tiempo para ver como Jimena apunta hacia la cabeza de Mare. —Nooo— grito impotente antes de escuchar como el fuerte sonido de un disparo, retumba entre las paredes del viejo edi cio. Creando un espantoso eco que jamás podré olvidar.

Capítulo 37

El final Tres años más tarde

Ethan El cielo nocturno y nublado cubre mi cabeza mientras me encuentro sentado en la cálida arena de una de las playas más grandes de Los Ángeles. Lugar donde esta noche se celebra la apertura de mi nueva adquisición. Además del cierre del caso de Jimena y el robo a la familia Santiago, que habían sido sospechosos de haber hecho desaparecer ellos mismos su dinero ante la luz pública. Acusados y maltratados por la prensa sin ningún tipo de miramientos, a pesar de haber sufrido tanto con todo lo sucedido a Mare. Y hoy nalmente se ponía punto nal a un capítulo tan oscuro de nuestras vidas. A pesar de estar siendo un triunfo total y absoluto, allí dentro me sentía as xiado, necesitaba espacio y esa es la razón para encontrarme aquí. Sentado en la orilla de la playa, con los pantalones remangados y disfrutando de la suave brisa nocturna del lugar. Sólo existía una persona en este jodido mundo que me diera paz en momentos así, o cualquier otro momento, y esa persona no se encontraba en ese maldito salón, donde festejaban por mi nuevo éxito. La extraño tanto maldita sea. —Debería estar aquí — murmuro para mí sintiendo como la ansiedad me oprime el pecho. Miro al cielo estrellado y me siento un poco mejor ahora que las enormes nubes negras se han desvanecido. El cielo nocturno siempre me ha recordado a Mare.

Tan bella, tan inalcanzable para mí, o al menos eso pensaba en el primer momento que la vi. La necesito tanto. El recuerdo de ella no para de brotar por cualquier esquina a la que mire. Todos nuestros besos, las promesas que nos hicimos y que tal vez no pueda cumplir. Todos los baches que superamos juntos, mi maldita inseguridad, todas las veces que la hice llorar por culpa de mi pasado. Todo eso pasa por mi cabeza haciéndome sentir miserable, justo ahora que la necesito tanto. Perdimos demasiado tiempo, tiempo que podríamos haber tenido juntos. Lanzo un suspiro derrotado y una pequeña brisilla acaricia mi cara. Sin esperármelo unos nos brazos rodean mi cuello. Me sobresalto un poco pero al escuchar su voz, todo en mí se torna paz. —Mi amor, ¿qué haces aquí tan solito?. Dentro están haciendo una esta por ti, no sé si sabías... — murmura sobre mi cuello, demasiado cerca de mi oído como para que mi cuerpo al completo no reaccione ante ella, como siempre ha hecho. —Mmh..., si sabía— decido seguirle su pequeño juego—. Sin embargo yo tan solo esperaba por una persona, y esa mujer ha resultado ser demasiado impuntual —. No puedo controlar el tono de reproche que asoma en mi voz, pero es que la necesito conmigo—. Te necesito ahí dentro, conmigo, para sobrellevar toda esa conmoción— le digo con tono amargo, realmente no llevaba bien todos esos alabos. Es demasiada presión para cualquiera. —Perdona por llegar tarde. Mi vuelo se retrasó y aproveché para escoger ropa adecuada para la ocasión— , la miro y es cierto. Viene arreglada al estilo playero que decidí poner en la esta, y he de decir que está hermosa. Aunque bueno, ella siempre lo está. —Mare, llevo dos semanas sin verte. Te extrañaba...—. Sigo haciéndome el enfadado para ver qué recibo a cambio. Mare responde con suaves besos en mi cuello ante mi reproche. Mi cuerpo tiembla ante ese acto tan sutil. —Ya estoy aquí, jamás te dejaría solo en tu día especial, lo sabes. Ya no soporto más y tomo su pequeño y hermoso cuerpo entre mis manos, para girarla de forma que queda sentada a horcajadas sobre el mío. Al caer sobre

mí, el toque de nuestros cuerpos entibia mi sangre. La cual bulle dentro de mis venas, a causa del deseo de tener más de Mare, mucho más que un pequeño beso. Sin embargo, en medio de la playa donde nos encontramos en este momento, no podemos hacer nada más. Así que ataco sus labios con posesividad. Los mismos que se me han sido negados por dos largas y extenuantes semanas. Cuelo mi lengua dentro de su cálida boca y a cambio recibo un gemido cargado de sorpresa por su parte. Acaricio la piel de sus muslos con ambas manos mientras sigo disfrutando de esta cercanía. La nula distancia que existe entre nuestros cuerpos se siente como un abismo que nos separa. Da igual lo cerca que la tenga, no importa que pueda acariciarla con un leve movimiento, con ella nada me parece su ciente. Siempre quiero más y me di cuenta que Mare siente lo mismo que yo, el día que volvimos a besarnos en el lago. Sus pequeñas y frías manos se cuelan tímidas bajo mi camisa y una juega con la cinturilla de mi pantalón, mientras la otra acaricia la piel tostada por el sol de mi espalda, mandando escalofríos por todo mi cuerpo. Tomo fuerzas de donde ni sabía que las tenía y me separo de los labios de Mare. —Este no es un día especial para mí, el día más especial será cuando aceptes ser mi esposa— me dejo llevar por la emoción del momento y todo lo que he estado pensando las últimas horas. Hemos perdido demasiado tiempo por miedos infundados, personas que se han entrometido en nuestra relación y tantas otras cosas que solo han hecho que permanezcamos alejados. Ahora que estamos juntos y que toda esta maldita pesadilla judicial ha terminado, no nos esconderemos ante nadie. No pienso perder más tiempo. Mare es mía, y se lo haré saber a todo el mundo. —¿ ué dices Ethan? no bromees con eso... — suelta con cierta conmoción. —Te amo. uiero compartir mi vida contigo y quiero que seas mi esposa. No hay nada de broma en todo eso. Tú siempre has sido demasiado importante para mí. —¿Esto es de verdad...? — pregunta tapándose la cara con ambas manos.

Hago que nos levantemos y la tomo de la mano sin apartar ni un momento la vista de sus orbes marrones. Asiento admirando su belleza. Su melena castaña suelta y ondeante al viento, mientras una lágrima insolente cae por su mejilla. Me deshago de ella al instante, este día debe estar lleno de felicidad, sin nada que lo empañe. —Pídemelo otra vez. Miro atento su cuerpo, envuelto en un vestido suelto de color blanco. ¡Es tan hermosa! No sé qué he hecho en esta jodida vida para merecerme este bello ángel. Pero la trataré como ella merece. Sin decir ni una palabra tomo su mano, la entrelazo con la mía y nos guío de vuelta a la esta.

Mare No consigo quitar ese pequeño pinchazo de decepción al ver que no vuelve a pedírmelo. Sé que Ethan me quiere y al parecer mis padres lo sabían antes que él, ya que cuando les contamos lo nuestro, tan solo nos dijeron «habéis tardado» y no explicaron nada más, pero tal vez su propuesta si era de broma. Entramos al enorme salón, decorado como si de una playa arti cial se tratara, aún tomados de la mano. Nada más entrar hago contacto visual con mis padres, que se ven realmente emocionados charlando con los padres de mi chico. Mi mirada navega a nuestro al rededor y he de confesar que no le falta nada a esta esta. El dj está pinchando música realmente buena. En la barra del bar, la cuál está decorada como un típico chiringuito de playa de lujo, se encuentra Alec sirviendo distintos cócteles. Ethan tenía razón cuando quiso hacer de esta inauguración algo diferente, más relajado y casual. ¿Y qué hay más casual que una esta en la playa?— recuerdo sus palabras cuando me comentó su idea cargado de emoción. Supe en cuanto Ethan adquirió esta propiedad que para él iba a ser diferente de los otros hoteles. Ethan no quería para este hotel que personas que solo venían

por aparentar asistieran, por eso pensó en celebrar algo más íntimo. Al menos esa es la razón que tiene mayor lógica para mí. Miro a Ethan, quién se encuentra un poco ansioso y no sé por qué. —Mi amor, ¿estás bien? —Estoy fenomenal — dice mirándome a los ojos con un brillo especial. Veo que hace un gesto a uno de los trabajadores nuevos y este se acerca a Ethan para susurrarle algo al oído. «Todo listo» es lo que alcanzo a escuchar. Y me pregunto, ¿todo listo para qué? —Me has dicho que te lo vuelva a pedir, y eso pienso hacer frente a todos los que son importantes para nosotros — explica rápidamente antes de dejar un beso en mi mejilla. Siento mi cuerpo a punto de explotar de los puros nervios, una vez que Ethan se dirige hacia nuestros invitados y pide un minuto de atención. —Señoras y señores, quiero agradeceros por venir aquí en este día tan especial — comienza a hablar antes de girarse hacia mí—. Este día en el que espero que el amor de mi vida, me acepte a su lado, de todas las maneras posibles—, Ethan mete la mano en uno de sus bolsillos delanteros y de el saca una pequeña cajita de terciopelo azul— Mare, quiero ser tu todo así como tú eres el mío. uiero ser tu amigo, tu novio, tu compañero y ahora tu marido. Aceptas ser mi esposa—. Me pregunta abriendo la cajita y enseñando un sencillo anillo plateado con un precioso diamante blanco—. ¿Aceptas? —Si— me lanzo sobre Ethan y pego nuestros labios—. Si. Si. Si— repito entre besos cortos—. Te amo. Su respuesta se ve acallada por los aplausos que llenan el enorme salón. Pero me supo transmitir todo lo que siente por mí con otro beso. Esta vez fue lento y tierno mientras comenzaba a sonar la canción que escuchamos, en el viaje a la playa que hicimos hace un par de años. Es en ese momento cuando caigo en la cuenta de algo. Recuerdo que le dije a Ethan que siempre había fantaseado con una boda en la playa. Acaricio su pecho con ambas manos y lo aparto lentamente.

—Por eso querías hacer la esta de la playa y en este hotel... — hablo nada más despegar nuestros labios. —Por n te has acordado...— pronuncia con alivio, pero sin duda, tampoco es algún tipo de reproche. —¿Como olvidar un solo momento a tu lado? Jamás podría. Me hiciste olvidar todo lo que me hacía sentir insegura en el momento más oscuro de mi vida—. Este es el lugar al cual me trajo cuando todo el asunto del secuestro por n terminó y Jimena fue encarcelada. Justo cuando todas las dudas recaían sobre mi familia y nos encontrábamos en nuestro peor momento. Ese viaje me dejó ver la luz tras toda esa oscuridad y me alentó a seguir luchando por los míos—. Pienso admirando mi dedo anular, el mismo que jamás volverá a estar desnudo. Este es el lugar donde me ha pedido pasar juntos el resto de nuestras vidas. Y este, será el momento en que nuestra felicidad jamás vuelva a tener un nal. Fin

Capítulo 38

Extra. La boda Mare Me contemplo al espejo y la imagen que me devuelve la mirada, me gusta. Me tomo un instante para disfrutar de este momento, el momento en que mi vida se unirá para siempre a la del hombre que amo. Mi pelo está suelto y peinado en ligeras ondas oscuras, adornadas  por diminutas ores blancas. Mi rostro iluminado por un maquillaje suave y mi cuerpo está envuelto por un traje blanco entallado y con decoraciones en tela de raso. Es el vestido del que me enamoré nada más verlo, pero hasta ahora, justo en este momento en el que me encuentro frente al espejo, no me había dado cuenta de lo perfecto que es. Lanzo un suspiro y trato de calmar a mi propio cuerpo, el cual en estos momentos parece querer traicionarme. Siento tantas cosas y todas a la vez, que a penas soy capaz de hacer un conteo de todas ellas. Siento la inquietud azotando mi corazón, el pulso que escucho con total claridad tras mis orejas. Los nervios que llegan al centro de mi estomago y lo hacen dar un vuelco y la enorme sonrisa que a ora en mi rostro, al pensar en mi hombre. Aquel que me espera al otro lado del pasillo. Tras estas puertas frente a las que espero . Vuelvo a soltar el aire y me miro una vez más al espejo antes de girarme dispuesta a cruzar las puertas que me separan de Ethan. —¿Estás lista hija?— pregunta mi padre con una enorme sonrisa una vez que salgo del lugar en el que me he estado preparando. —Si papi— digo antes de rodear el brazo que me ofrece. Hoy se ha decantado por un traje gris oscuro que realza sus ojos casi verdes y debo decir, que se ve implacable. Nadie le quitará el puesto del mejor vestido, a

excepción de Ethan, claro. El cielo azul que cubre nuestras cabezas es radiante y claro. No podía quitarme de la cabeza que eso era algún tipo de señal divina, para decirnos que en serio este era nuestro momento, que todo iría bien. Mi atención navega por todo el lugar y mientras voy avanzando por el camino de pétalos que han preparado para mí, miro a todas las personas que nos acompañan en este día tan especial. Veo a mis amigas, Cris y Carmen, quienes a su vez me miran sonrientes. Veo a mi madre, quien está preciosa envuelta en ese corto vestido celeste que le compré. Veo a todos los amigos que hemos hecho en el camino. Sin olvidar a mi hermoso primo y a Álex. Incluso Spidi ha venido. Miro a mi padre quien me sostiene rmemente para que no me caiga desde los altísimos tacones que las chicas me han hecho ponerme. Sigo caminando lentamente sujeta al fuerte brazo de mi padre quien me susurra palabras de ánimo mientras me acerco a mi hombre, quien me espera con pose imponente y más hermoso que nunca. La brisa veraniega de la playa, en la que habíamos decidido que se celebraría la boda, agitaba su melena de tal forma que parecía algún tipo de celebridad posando para una foto, mientras que sus pozos grises brillaban chispeantes de alegría y algo más. Algo que me logró calentar por dentro. Ya sabía lo que nos esperaría esta noche. Llego a la altura en la que Ethan está esperándome y recibo un rápido beso de papá antes de abrazar a Ethan. —Será mejor que cuides de mi pequeña...— advierte mi padre en tono cariñoso. Desde que llegó a nuestra casa, Ethan se ha ganado el corazón de papá tanto como el de mamá. Lo que es grandioso, ya lo tenían como uno más de la familia antes de descubrir lo nuestro. —Lo haré señor— papá lo mira con orgullo antes de apartarse. —Bien chico, es toda tuya. «Toda tuya» se repite una y otra vez, la voz de mi padre en mi cabeza mientras doy, los escasos pasos, que me separan de Ethan. Una energía que no puedo explicar de donde viene, hace que llegue hasta Ethan y junte nuestros labios en uno de esos besos que pide más, mucho más que

un simple roce. Antes de separarnos nuevamente, pego mi frente contra la de mi hermoso hombre y siento los efectos de nuestro beso en su respiración, la cual choca de manera irregular contra mi cara. —¿Esto es todo...?—pregunta provocador. Y yo me pierdo en sus ojos antes de contestar. —Espera a que toda esta gente se vaya y verás lo que te espera, esto solo ha sido un anticipo— prometo imitando su actitud provocadora. Susurrando casi contra sus carnosos labios, los mismos que ardo en deseos por volver a besar. Ethan acerca más su rostro al mío y antes de que pueda apartarme para verlo directamente a los ojos, sus dientes atrapan el lóbulo desnudo de mi oreja. Donde da un pequeño tirón y juega un momento con el, antes de susurrar algo que hace reaccionar a mi cuerpo. —Ardo en deseos por descubrirlo, pequeña. —Ujum— un ligero carraspeo hace que pongamos nuestra atención sobre el sacerdote. uien nos mira con cierto reproche, a pesar de mantener una afable sonrisa, en su avejentado rostro, lleno de arrugas. —Sé que en las bodas uno se deja llevar por el amor, pero aún no he dicho que puedas besar a la novia chico, ¡contrólate!— farfulla por lo bajo el hombre provocando una ligera risa. Me jo que a pesar del regaño que ha recibido, en que en el rostro de Ethan no hay ni chispa de vergüenza. Si no que al contrario de lo que pensaría cualquier otro, que agacharía la cabeza y se mantendría callado, la malicia que brilla en su mirada me hace temblar. Y esa enorme y torcida sonrisa que se encuentra en su rostro, no ayuda a que mejore la situación. —Lo intento padre, créame, pero con esta belleza al lado ni usted podría contenerse— dice con burla y comienzo a sentir como el calor se instala en mis mejillas, a la vez que el pequeño coro de risa que antes había, se transforma en una auténtica carcajada grupal. ¡A este lo mato!

Ethan

Jamás en toda mi vida me he sentido tan nervioso. El corazón me late tan rápido que parece que se me va a salir del pecho. Las manos me sudan y la brisa de la playa azota sin piedad mi pelo. He estado una ridícula cantidad de tiempo peinándolo y ha sido para nada. La arena de la playa, se cuela entre los dedos de mis pies descalzos y juego con ella, a la espera de que Mare llegue por el pasillo hecho de pétalos, que hemos colocado entre las dos hileras de sillas. La expectación se palpa en el ambiente. Puedo ver como nuestros padres me sonríen a modo de ánimo mientras espero que llegue a mi lado. La melodía comienza a sonar, acompañada por la suave brisa marina. Alzo la mirada y es ahí cuando la veo. Con un precioso vestido blanco entallado, que hace que la analice de norte a sur. Viene hacia mí lentamente sosteniendo el brazo por su padre. Y he de decir que está hermosa. Cada vez que la miro, cada mirada que ella me devuelve, cada roce que compartimos o segundo que paso a su lado, me siento agradecido a la vida, por el hermoso ángel que me ha sido concedido. Sus movimientos son delicados mientras hace su camino al altar y quedo embobado contemplando cada uno de ellos. Llega a la altura en la que la estoy esperando y veo como su padre deja un rápido beso sobre su pómulo, antes de darme uno de sus típicos abrazos. La verdad es que a pesar de saber que los padres de Mare me aceptaban tal y como soy, hubo un tiempo en el cual temía que no me aceptaran como el novio de su única hija, y por eso tardé tanto en decidirme a contarles lo nuestro. Tanto Mare como yo pensábamos que se iban a llevar una sorpresa, el hecho de si era buena o mala estaba en el aire y era algo ajeno a nosotros. Sin embargo la sorpresa nos la llevamos nosotros al descubrir que ellos ya lo sabían. Mis padres siempre han sido unos tramposos, pero realmente creí en ellos cuando me dijeron que nosotros podíamos decidir cuando se lo decíamos. Aunque sabiendo lo amigos que son, era casi obvio que mamá, no se iba a callar demasiado tiempo el secreto. —Será mejor que cuides de mi pequeña...— advierte mi suegro en tono cariñoso, cortando mis divagaciones mentales.

—Lo haré señor— lo digo completamente en serio y él me mira con orgullo antes de apartarse. —Bien chico, es toda tuya. «Toda tuya» se repite una y otra vez, su ruda voz en mi cabeza, mientras observo atento como Mare llega hasta mí. Se lanza de un pequeño salto y junta nuestros labios en uno de esos besos que pide más, mucho más que un simple roce. Antes de separarnos nuevamente, pega su frente contra la mía. Puedo sentir tan claramente los efectos de nuestro beso en su respiración, está tan tocada como la mía y es algo que ya no debo ni quiero ocultar. Como ha dicho mi suegro... Ya es toda mía. Y mamá siempre ha dicho que a los mayores se les obedece. —¿Esto es todo...?— pregunto desa ante, una vez que recupero el aliento. Su juguetona mirada se clava en mí, antes de responder a mi pregunta. —Espera a que toda esta gente se vaya y verás lo que te espera, esto solo ha sido un anticipo— promete en un susurro alentador, que logra encenderme. Caigo de lleno en su provocación y me acerco a su pequeña y fría oreja. Lugar donde dejo el primero de todos los mordiscos que pienso dejar en ella, a lo largo de nuestra noche. —Ardo en deseos por descubrirlo, pequeña—. Pronuncio tras soltar su lóbulo de entre mis dientes. —Ujum— un ligero carraspeo hace que pongamos nuestra atención sobre el sacerdote, quién nos mira con recelo. —Sé que en las bodas uno se deja llevar por el amor, pero aún no he dicho que puedas besar a la novia chico, ¡contrólate!— farfulla por lo bajo el hombre provocando una ligera risa. Me jo que el gesto de Mare se encuentra ligeramente sonrojado debido a la vergüenza. Y muy lejos de hacer lo que cualquier otro haría y agachar la cabeza, algo que pasa por mi mente se desliza entre mis labios sin poder contenerme. —Lo intento padre, créame, pero con esta belleza al lado ni usted podría contenerse— contesto a su reprimenda con una sonrisa bailando en mis labios. A la vez que el ligero rubor que cubría, momentos antes, las mejillas de mi pequeña, ahora se ha extendido por toda su cara y la parte del cuello que el

vestido deja al aire. El pequeño coro de risa que antes había, se transforma en una auténtica carcajada grupal y siento sobre mí, la mirada mortal de Mare. A quién al parecer, no le ha hecho ni chispa de gracia mi respuesta al buen hombre. Extiendo mi mano sobre la suya y de un leve tirón pego su cuerpo contra el mío. En un intento por calmar su enfado, que parece funcionar. Tras un breve momento de silencio, el sacerdote insta a comenzar la ceremonia y agradezco a todos los cielos que mi puya no haya hecho al hombre, cambiar su decisión de casarnos. Me encuentro bastante nervioso, nunca me han gustado en exceso las bodas y lo que más deseo en este momento, es que el cura pronuncie la bendita frase que convierte a Mare en mi mujer, ante los ojos de los demás. La inquietud que aturde mi cuerpo, se ve aplacada en el instante en el que Mare sostiene mi mano. A penas soy consciente de las palabras que pronuncia el sacerdote, tan solo puedo percibir un leve movimiento en sus labios mientras, toda mi atención es atrapada por la bella sonrisa de la mujer que se encuentra a mi lado. Un leve movimiento por parte de esos sabrosos labios que quiero devorar, hace que preste atención a lo que pasa a mi alrededor justo en el momento en el que Mare responde. —Si, quiero. —Ethan King— pronuncia la ruda voz del hombre que se encuentra frente a nosotros— ¿ uieres pasar el resto de tus días al lado de Mar Santiago?. ¿Amarla, cuidarla y respetarla hasta que la muerte os separe? —Sí, quiero. Y no doy tiempo a que el hombre diga, la tan esperada frase, cuando ya tengo a mi mujer entre mis brazos. Nuestros labios unidos como tanto he deseado desde que la vi frente a mí, siendo entregada por su padre. Mi lengua juega con la suya y degusto cada milímetro de la paz que Mare me da, solo con estar a mi lado, mientras escucho al hombre suspirar rendido. —En n..., puedes besar a la novia.

Mare Miro a mi izquierda y descubro a mi primo José atacando los labios de Álex, quien le respondía el beso con sumo gusto. Los dos capturaban miradas por donde fuesen, la verdad es que ambos estaban impresionantes. Mi primo se había colocado sus mejores galas dispuesto a presentar a su nuevo novio a mis tíos. Y por su parte, Alex se había decantado por una camisa negra semi abierta y pantalón del mismo color, que contrastaba a la perfección con sus preciosos ojos verdes. Reconozco que me sorprendió cuando José me dijo que salía con mi mejor amigo, pero ellos hacen tan buena pareja, que en cuanto me lo dijo me lancé sobre ellos sin pensarlo. Siempre he querido tener cerca a Álex, desde que lo conocí, lo que jamás pensé es que sería parte de mi familia y es algo que me encanta. —Primito— canturreo mientras me lanzo a dos de mis chicos favoritos. —Pequeña— saluda mi primo. —Nena— exclama Álex  mientras ambos me reciben entre sus brazos—. Felicidades Nena veo que nalmente ese tipo te está haciendo feliz. —Más le vale si no quiere que le parta algo— comenta mi primo de manera protectora y a Álex se le escapa un pequeño suspiro. —Me encantas cuando te pones en plan duro. —¿Si?, pues a mi tú me...— no puedo llegar a escuchar lo que mi primo le dice a Álex ya que se lo susurra en el oído, pero el hilo de la frase y el leve rubor que comienza a aparecer en la cara de mi mejor amigo, me da una clara idea de lo que es. Trato de preguntar a mi primo en qué momento le dijo a sus padres que está con Álex, cuando un tintineo me interrumpe antes de si quiera comenzar  la frase. —Damas y caballeros—, escucho de fondo la grave voz de mi padre, algo tocada por la emoción que nos acompaña a todos este día—. Me gustaría decir unas palabras. Hija mía, a lo largo de mi vida he tenido momentos felices llenos de gozo y felicidad, he conocido grandes amigos que he tenido la suerte de

mantener— dice dedicándole una mirada a los padres de Ethan— Me he enamorado y me han roto el corazón, he vivido mucho y sin duda lo mejor de mi vida habéis sido tu madre y tú. Pequeña, estoy tan orgulloso de ti, espero que seas tan feliz como lo he sido yo junto a vosotras. Te amo pequeña. —Y yo a ti papá — digo corriendo hasta él antes de abrazarlo con ganas. Tras un momento, papá me suelta y vuelve a tomar el control del micro. —Después de estas cortas palabras, me alegra informar de que el momento tan esperado ha llegado nalmente. Con todos ustedes, el primer baile de los señores King. La gente comienza a aplaudir y escucho los pasos de Ethan acercándose a mí. —Me concede el privilegio del primer baile señora King— pide el moreno con una reverencia digna de la realeza. —Por supuesto señor King—contesto a la vez que tomo la mano que me ofrece— pero con una condición. Ethan se detiene en el acto y me mira con atención. —¿Y cuál sería?— me acerco a contestarle al oído, como si de un secreto tratase. —Vuelve a llamarme señora King. Me gusta. La traviesa sonrisa que Ethan me dedica, calienta mi cuerpo y me llena de anticipación. —Lo diré durante toda la noche si lo deseas — tira de mí hasta lograr que mi cuerpo choque contra el suyo, sacándome un suspiro en el proceso— lo diré tanto que te cansarás de escucharlo. —Lo dudo mucho. —No le conviene retarme— mi vista queda prendida a la punta de su lengua, cuando ésta acaricia sus gruesos labios, antes de acercarse a mi oído y susurrar— señora King. Sin despegar mis ojos de los suyos, comenzamos a caminar hasta el centro de la enorme carpa que hemos preparado para nuestra boda. Rodeados por la gente que queremos y acompañados por la dulce voz de Ron pope, Ethan y yo comenzamos a mover nuestros cuerpos al ritmo de «A drop in the ocean», una de las canciones más románticas que puedan existir.

Mecemos nuestros cuerpos al son de la música, mientras los focos de la carpa iluminan nuestra pista improvisada.  El agarre de las manos de Ethan que se ciernen sobre mi cintura, guía el movimiento de mi cuerpo en sincronía con el suyo. Desde luego que quien nos viese desde fuera, pensaría que hemos tomado algún tipo de clase de baile pre nupcial, pero lo cierto es que Ethan es un excelente profesor de baile. Han sido muchos los años que mis padres han ido tras de mí, para convencerme de dar clases de baile, pero hasta el momento no me había decidido ha tomar ninguna y me alegro de ello, ya que nadie me hubiese enseñado de la manera que lo ha hecho Ethan. Poco a poco comienzan  a agregarse más y más parejas, mis padres, los de Ethan, además de otras personas de la empresa que hemos invitado. El nal de la canción se aproxima, e Ethan me toma de la mano y hace que dé un giro lento antes de terminar el baile, inclinando mi cuerpo hacia abajo a la vez que me sostiene de la cintura. Siento como la nariz de Ethan acaricia el inicio del escote de mi vestido, mientras no consigo desprender mi mirada de la suya, que brilla con picardía ante la idea de que nos vea tanta gente en una posición bastante reveladora. El estallido de aplausos que llena el lugar me hace reaccionar y pedirle a Ethan que vuelva a ponerme recta. Entonces el dj decide cambiar el rumbo de la pista de baile y poner algo de marcha a la noche, así que decido ir en busca de mi primo y Álex, quienes al nal han decidido no salir a bailar en el baile de parejas. Ya que por lo visto, aún no ha dicho a sus padres nada sobre su relación con él. —Ahí estás. Tomo una de las copas que el camarero tiene en la bandeja y voy donde se encuentra mi primo José con sus padres. Mis tíos no siempre han sido tan abiertos de mente como mis padres, pero sé que si se trata de la felicidad de su hijo, lo aceptarán. Álex está nervioso por nada. —Hola tita Carla, tío Stephan. —¡Pequeña!— me saluda el gran hombre barbudo y de casi dos metros de alto —. Estás preciosa, pero no he tenido la oportunidad de conocer a ese chico antes

de casarte con él—. Acusa mi tío mirando en dirección a Ethan, que está metido en medio de una conversación con nuestros padres—. Si no te hace feliz...— deja en el aire su frase pero la acompaña con su enorme puño cerrado. —Tío soy muy feliz y José también— le interrumpo lanzándole un guiño a mi primo. uien tras mis palabras es objeto de las miradas curiosas de sus padres. —¿ ué pasa hijo? ¿Tú también has encontrado a alguien y no se lo has dicho a tu viejo padre? Veo a mi primo tragar en seco antes de asentir con la cabeza y hablar rmemente—. Sí papá, he encontrado a alguien y él me hace muy feliz— remarca la palabra él. uedo inmóvil a la espera de cualquier reacción de mi tío, es quién más me interesa ya que al parecer mi tía ya sabía algo desde antes. Lo noto por la forma que tiene de mirar al rededor nuestro, como si buscara a alguien y veo justo el momento en el que lo encuentra. Mi tía hace un gesto al aire y veo que Álex comienza a acercarse. —¿Él? — pregunta con sorpresa el tío Steph. —Sí papá y me hace muy feliz —reitera mi primo con mayor seguridad  en sus palabras ante el gesto inexpresivo de su padre. —¿Él está aquí?— pregunta serio, tanto que comienzo a preocuparme. Y no soy la única. —Sí — dice  Álex desde mi espalda. Me giro y tomo la mano de mi amigo para darle fuerza en este momento, a la vez que mi ahora marido llega a mí y me sostiene de la cintura. El ambiente comienza a tornarse pesado y mientras el resto de invitados están, totalmente ajenos a la tensión del momento, mi mirada no deja de oscilar entre mi amigo y mi tío. —¿Así que eres tú? —Si, señor. Me llamo Álex— dice ofreciéndole la mano para que el tío Steph se la estreche, pero en lugar de eso lo agarra fuertemente de su mano y tira de él para envolverlo entre sus brazos. —Ven a mis brazos campeón, quien sea que haga feliz a mi hijo no solo estrechará mi mano.

Suspiro con alivio y mi mirada se entrelaza con la de mi primo, quien se une feliz al abrazo familiar. Me alegra tanto que todo haya salido bien. —Ven conmigo— susurra mi chico en mi oído. Ethan tira de mí y me lleva hasta el lugar en donde momentos antes, se encontraba mi padre dando su pequeño discurso, ya que  aquel espacio estaba dispuesto como un escenario. Mi hombre, el cual ya se había desecho de la costosa americana que llevaba en la ceremonia, y se había desabrochado los tres primeros botones de su camisa, me invita a tomar asiento en la única silla que hay en el escenario, frente a los invitados. Antes de poder preguntar la razón para subirme al escenario, veo como mi marido se arrodilla ante mí. Y el sonrojo comienza a adueñarse de mi piel cuando imagino lo que quiere hacer. El sonido de palmas acompañan a Ethan mientras sus manos se pierden en la larga cola de mi vestido de novia. Este, sube la delicada tela lentamente, acariciando mi pierna con roces tentativos en el proceso. No detiene su ascenso hasta que llega a la mitad de mi muslo derecho, lugar en donde se encuentra la liga que eligió en persona mi pecaminoso marido. Ethan comienza a dejar un camino de cortos besos, desde mi pantorrilla hasta la cara interna del muslo, donde se encuentra su objetivo. La calidez de su aliento choca contra mi piel, en el momento en que se dispone a quitarme la liga con los dientes. Pierdo el aliento en el instante en que sus dientes rozan mi piel. Y sonriente, comienza a tirar de ella hasta el nal de mi pierna, sin quitar sus hambrientos ojos de los míos. Los cuales se habían oscurecido un par de tonos debido al deseo que guardaban. Ethan lanza a nuestro particular público la liga y puedo ver como la alcanza a agarrar mi querido primo. —Beso, beso...— escucho corear la voz de mis amigos al fondo. Ethan quien aún se encontraba arrodillado, me mira divertido y se acerca mucho más a mí. —Ya has escuchado. Hay que darle a la gente lo que pide— suelta con simpleza antes de acercar sus labios a los míos.

Completamente sonrojada, le doy un pequeño beso a Ethan ante el incesante coreo de los invitados, pero antes de que me aleje de su boca, Ethan me sostiene de manera suave por la nuca y profundiza nuestro beso, dejándome sin fuerzas ni ganas de resistirme más. ¡Lo deseo tanto! Una vez que me suelta siento las piernas hechas de gelatina y si no es por que Ethan aún mantiene su férreo agarre alrededor de mi cintura, creo que hubiese besado el suelo a pesar de estar aún sentada. Justo en ese momento, veo a mamá y Natalia acercarse radiantes de felicidad con mi ramo entre las manos y comienzo a pensar a quién se lo voy a lanzar ¡Esto va a ser bueno! Alcanzo el ramo que mamá  me ofrece y antes de darle la espalda al grupo de mujeres que están de pie, a la espera de que se lo lance, me jo en el lugar en el que se encuentra Álex mirando la escena desde lejos, un tanto tímido. Le pido que se acerque con un pequeño gesto, ya que la liga la cogió mi primo, él debe ser quien obtenga el ramo, según dicta la tradición. El rubio se niega de inmediato, así que me giro decidida a lanzarle el ramo, sea como sea. De modo que cierro los ojos estiro bastante los brazos y lo lanzo con fuerza, mientras pido por que sea Álex quien lo atrape. La protesta general de todas las mujeres solteras presentes, llega a mis oídos y cuando me giro me encuentro a mi amigo, quien me mira con sorpresa y el enorme ramo entre sus manos. ¡Bien! (...) Busco a mi marido entre la multitud cuando la noche comienza a caer y lo encuentro hablando con los chicos y haciendo pequeños aspavientos con las manos. ¿ ué estará tramando? Me acerco a ellos y veo como mi padre le hace un gesto con la cabeza a Ethan y este se gira y me saluda. Antes de que pueda volver a mirar lo que estaban haciendo, los chicos ya se estaban alejando de nosotros.

—¿ ué pasa? Actuáis de un modo raro desde hace un buen rato. —No es nada pequeña, solo una sorpresa que estoy seguro que te gustará. De pronto sobre la arena aún caliente de la playa, comienzan a aparecer distintos círculos de colores provocados por los diversos focos que alumbraban la pista de baile improvisada y playground del grupo cascada comienza a escucharse alto y claro entre el eco de las olas del mar. Sin pensarlo demasiado, mi mirada se dirige a mi marido, ¡umh que bien suena! uien me mira con una sonrisa enorme en los labios mientras José, Álex, papá y el mismísimo Adam King, comienzan a ocupar posición en la pista, dejando el centro libre para... ¡No me digas que lo va a hacer! —Si me permites, tengo una posición que ocupar y si admites sugerencias, desde ese lugar verás mucho mejor el espectáculo— dice señalando una silla que está preparada justo frente a los chicos y antes de irse con ellos, me guiña un ojo. ¡Amo a este hombre! La suave voz de Natalie Horler comienza a escucharse y los chicos comienzan a hacer un extraño baile que es la mar de divertido. Las risas de los invitados comienzan a llenar todo el lugar, junto a vítores y silbidos y frases del tipo «mueve esas caderas» que me sorprendió que provinieran de mamá. Ethan había organizado un ashmove para mí y había convencido a los chicos para que lo acompañaran, no me lo podía creer. Los chicos comienzan a hacer diferentes pasos y debo reconocer que lo hacen muy bien. Empiezo a aplaudir con ganas pero me detengo en el momento en que mi vista queda atrapada por el movimiento de caderas de Ethan. Mi corazón comienza a hacer un extraño baile dentro de mi pecho y a saltarse latidos. Unas grandes ganas de secuestrar a mi marido y alejarnos de todos los demás, invaden mi mente y mi cuerpo. El baile dura un par de minutos más y tras los saludos a los espectadores, Ethan llega a mi lado y me mira con el ceño fruncido antes de preguntarme. —¿ ué pasa por esa cabecita tuya? — uiero secuestrarte— admito sin reparo, ante lo que el abre la boca en una especie de «o» que hacen aún más apetecibles sus labios—. ¿Alguna queja al respecto?

—¿Yo? Por favor pequeña, deseo tenerte para mí solo desde antes del «sí quiero» El alivio que me invade ante sus palabras es inmenso y sin pensármelo dos veces, lo tomo de su camisa semi abierta y tiro de él hasta el interior del hotel, fuera del alcance de la vista de ojos indiscretos. Hacemos el recorrido en silencio hasta que caigo en la cuenta de que nos ha faltado algo por hacer—. La tarta…— Ethan frunce de inmediato el entrecejo en una clara señal de que no sabe de qué estoy hablando, así que se lo aclaro— Nos hemos olvidado de la tarta, es lo que falta por hacer. Ethan no dice nada, tan solo me dedica una de esas sonrisas tan suyas que prometen demasiado. Y veo como se acerca poco a poco hasta mí para susurrar las palabras que de nitivamente me haría olvidarme de todo lo que no sea nosotros dos. —Si eso es lo que te preocupa puedes olvidarte de ella. Tengo algo frente a mí que ahora me apetece mucho más que la estúpida tarta. Pre ero comerte a ti.

Capítulo 39

Extra. La boda Parte 2 Mare Sus manos se deslizan por la parte baja de mi vestido hasta llegar a mi cintura, lugar de donde tira con suavidad y rmeza para pegarme a su duro cuerpo. Desde luego fue una maravillosa idea por parte de Álex y las chicas cambiarme por un vestido corto pero suelto. Su cuerpo avanza lentamente, haciendo que el mío retroceda en respuesta, hasta que mi espalda toca el frío metal del ascensor del hotel. Un quejido de sorpresa que intenta escapar de entre mis labios, queda prendido de los de mi esposo cuando este comienza un ávido beso. Ataca mi boca sin compasión y cuando siento que su lengua pide permiso para entrar en mi boca, le doy libre acceso sin pensármelo dos veces. El tin de la máquina nos indica que hemos llegado a nuestro destino, pero a pesar de ello no nos separamos. Avanzamos a tientas sin dejar de besarnos, hasta llegar a la puerta de la suite nupcial. Abro la puerta con algo de di cultad y una vez dentro, Ethan la cierra de un puntapié antes de cogerme en volandas. Como si de una autómata se tratase, mis piernas rodean su cintura y mi feminidad choca contra su duro eje, provocando que un suspiro se escape de entre mis labios, el mismo que Ethan acalla de nuevo entre los suyos. uedo cómodamente atrapada entre la pared lisa que se encuentra a mi espalda y el suave muro de músculo y piel que choca contra mi pecho. Ethan acaricia suavemente mi rostro con ternura en un claro contraste con su otra mano, la cual mantiene su férreo agarre en mi cintura para que no caiga de bruces contra el suelo. —Eres tan hermosa... — pronuncia con gesto de bobo, mientras me taladra con esos pozos grises que me cortan el aliento y me dejan sin saber que decir.

—Calla y bésame... — lo sé, tal vez parezca una salida fácil pero a n de cuentas no miento, realmente ardo en deseos por que me bese. Ethan se apodera con pasión de mis labios nuevamente y siento que mi corazón late en mi pecho como un loco por ese simple hecho. Acaricia suavemente mis muslos y mi piel se eriza ante la promesa silenciosa que ese roce signi ca. Ethan me pega más a su cuerpo antes de alejarnos nalmente de la pared, me recuesta sobre el cómodo colchón de la cama King size del hotel y se coloca sobre mí, poniéndose de rodillas sobre el colchón. Su mirada gris cae sobre mí de manera sofocante y hace que un sentimiento de anticipación recorra todo mi cuerpo y un extraño y placentero calor ocupe después su lugar. Siento como pasa sus grandes y fuertes manos desde mis rodillas hasta la parte central de mis muslos y abre mis piernas con suavidad, colocándose entre ellas sin dejar de verme jamente a los ojos. Es o cial: ¡este hombre quiere acabar conmigo! Sentir como su cálida piel roza la mía es algo maravilloso, algo que jamás querré dejar de sentir. Ethan regresa a mis labios y comienza a dejar cortos besos que resultan muy provocativos, estoy segura de que eso es lo que busca, provocarme y que de yo el primer paso, así que lo hago. Comienzo un tierno beso, tentativo y sobretodo prometedor y acaricio su cabello castaño, revolviéndolo aún más de lo que suele estar por si solo. A la vez que las manos de mi marido surcan la longitud de mi cuerpo hasta que las coloca en mi trasero y aprieta sin pudor. —Ethan…— se escapa de mis labios su nombre sin saber muy bien por qué. —Dime pequeña esposa, ¿qué necesitas? — pregunta Ethan soltando una especie de ronroneo muy tierno. Su suave voz acariciando mis sentidos. —A ti… —Ya me tienes mi amor— su mano se cuela por debajo del vestido que aún llevo puesto y con la punta de sus dedos, traza el borde de mis bragas de encaje. Juega con ellas, dejando tímidos roces en la zona más sensible de mi cuerpo, mientras su boca seguía sobre la mía. —Por favor…— hablo con una necesidad que jamás había escuchado en mi voz— necesito…

—Shh— me acalla con uno de los dedos de su mano libre, mientras que con la otra sigue haciendo maravillas— sé lo que necesitas… Sin esperar más, Ethan comienza a dejar un camino de besos húmedos por todo mi cuerpo, llenándome de expectativa y sumo placer. Comienza a besar la zona baja de mi cuello, quedándose por un momento en el inicio de mi clavícula, una zona que al parecer le encantaba. Aunque no tanto como mis pechos, palabras suyas, con los que juega dándoles una atención especial a cada uno de ellos, para después bajar a mi estómago, lugar donde se detiene poco tiempo antes de seguir bajando. Un suspiro agitado se desliza fuera de mis labios cuando su fría lengua se une a la maravilla que estaba causando en mi cuerpo sus dedos. —Ahh…— por más que luchaba por evitarlo, los jadeos escapaban de mi boca sin control alguno. Sentía que mi mundo estaba girando, dando tumbos y volteretas, mientras me veía inmersa en el placer que mi esposo me estaba proporcionando. En este momento, el cielo bien podría caer en pedazos sobre nosotros que no me importaría lo más mínimo. Puedo sentir como las paredes de mi preciado orgasmo comienzan a construirse, me siento en el cielo, como si pudiese tocarlo con tan solo estirar las manos. Por raro que parezca, siento la necesidad de hacer algo con ellas, las puntas de mis dedos me pican en necesidad, así que tomo a Ethan por el pelo y tiro de él, sacándole una especie de gruñido animal en respuesta, mientras continúa con su labor. —Eres exquisita, tan dulce y suave. No sé como pude aguantar tanto tiempo apartado de tu calidez— dice mi hombre mimoso mientras deja un beso en la cara interna de mi muslo. ¡Es tan tierno! Le hago una señal con el dedo índice para que venga hasta mí y mi esposo obediente lo hace con una sonrisa. Se acerca peligrosamente a mí, escala mi cuerpo al completo desde donde se encontraba momentos atrás, hasta llegar a mi cuello, lugar donde comienza a dejar pequeños mordiscos, besos y caricias con su cálida lengua. Ethan comienza a hacer de la suyas y ataca mi cuello sin piedad, aún cuando sabe lo mucho que me molesta que me deje marcas. Aún recuerdo la primera vez que me dejó un enorme chupetón en el cuello, en una

zona para nada sutil. Casi muero cuando mamá lo vio, su cara aún me persigue en los momentos que veo a Ethan demasiado cerca de mi cuello. Mientras él lo único que dice al respecto es que no lo puede evitar. —Ethan— se escapa una súplica de entre mis labios sin poder evitarlo, pero lo cierto es que no sabía del todo por qué suplicaba. Tal vez, mi súplica era por que me besara ya y soltase mi cuello o puede que solo quisiera que continuase con su particular tortura, ya que amaba cuando me llenaba de sus atenciones. Ethan es tan cariñoso, me encanta que sea así. —Shh...nena, no te desesperes— susurra en mi oído con la sensual malicia que lo caracteriza— Pienso alargar este momento todo lo que pueda. Voy a probar cada centímetro de tu cuerpo, antes de hacerte mía por primera vez como mi esposa, y créeme que vas a disfrutar de todo lo que hagamos.

Ethan Esto era una locura, yo me encontraba loco por Mare. La necesidad que estaba experimentando en este momento por ella, me llevaba al borde de mi cordura, pero me da igual lo mucho que me mate no poder tenerla ya, pienso hacerla disfrutar como nunca de cada mínimo roce que compartamos, de cada instante que nuestras pieles se toquen. Sentía un anhelo tan brutal por mi mujer que mi cuerpo pedía por el suyo. Verla tan hermosa durante todo el día había sido un suplicio, sobretodo cuando lo único que deseaba era llevármela lejos. Ahora que la tengo para mí solo, no está en mis planes malgastar el tiempo, aunque un solo segundo abrazado a ella siempre será lo mejor que haga en esta maldita vida. Soy tan malditamente feliz. No me podía creer que todo lo malo haya pasado. Por n había acabado el largo y tedioso proceso del caso de Jimena, con ella presa y Mare y su familia libre de toda culpa por la malversación de fondos de la que habían sido injustamente acusados. Lo mejor de todo es que por n Mare y yo éramos libres de vivir nuestro amor sin escondernos del ojo público, y que nalmente había logrado convertir al amor de mi vida en mi esposa. Y la pensaba amar toda la noche. Toda la vida.

Capítulo 40

Extra Ethan Abro los ojos y desvío mi atención a la preciosa mujer que se encuentra a mi lado, mientras disfruto en silencio de las delicias que me ofrece mi nueva vida de casado. Todas las personas pasamos por situaciones a lo largo de nuestras vidas, ya sean malas o buenas, situaciones que hacen que experimentemos diversos cambios. En algunas ocasiones esos cambios son tan pequeños que no son perceptibles hasta que el tiempo pasa y has salido de esa situación. Otros, te hacen ser una mejor persona. Mare ha sido eso para mí. Ha sido ese algo que me ha cambiado y estoy seguro que ha sido para mejor.

Mare Últimamente no he podido quitarme una cita que siempre me ha gustado de la cabeza. Una que ahora comprendo mejor su signi cado y es, que como dicen por ahí: El amor es una era hambrienta que si no alimentas, acabará devorándote o muriendo de hambre. Y el nuestro lo pensaba alimentar cada día.

Contenido extra Amor de verano

Capítulo 1

El viaje

Cuando tu mejor amiga te ofrece, un viaje con todos los gastos pagados y que no te costará ni un duro, lo primero que le preguntas es, ¿cuándo nos marchamos? Por lo menos, eso es lo que hice yo cuando Caroline vino a mi casa anoche como loca y con los pasajes en la mano. El atronador sonido del claxon me despierta y le acompaña un tintineo en mi móvil, informando de la llegada de un mensaje. Con la mano aún en el pecho y la respiración agitada por el susto, cojo el teléfono y veo que el mensaje es de la loca de Caroline. Me jo en la hora y en ese momento quiero darle con la almohada en la cara por despertarme a las cinco de la mañana. Caroline: Estoy abajo espero que estés lista para no dormir a penas en esta semana ;) Lara: Estás loca, me has asustado. *~* Caroline: Levanta tu culito sexy de la cama y ¡vamos ya!, no querrás perder el avión.

Al leer el último mensaje ni respondo. Me levanto de un salto de la cama y me pongo la ropa que dejé anoche preparada en mi silla. Unos vaqueros negros ceñidos que resaltan mi silueta, una camiseta violeta de manga corta, caída del hombro y un poco ancha para crear contraste. Mi largo pelo castaño agarrado en una coleta alta y por último botas altas. Agarro la maleta que preparé anoche

y bajo las escaleras sin hacer ruido, dejo una nota en la cocina para mi madre y salgo por la puerta. Nada más salir, me golpea en plena cara una ráfaga de viento, menos mal que a dónde vamos siempre es soleado, o al menos eso dicen. Hawái allá vamos.

Capítulo 2

En el aeropuerto

Una vez que hemos llegado al aeropuerto, no evito fantasear una y otra vez que tal vez encuentre allí un chico moreno, alto, fuerte, hermoso y sobre todo de buen carácter con el que vivir un corto pero intenso amor y que tenga un gran, ancho y duro… ¡Ay!, mierda ¿quién ha sido tan idiota de no apartarse de mi camino? — pienso al chocar contra algo o alguien. De pronto noto como me envuelve una esencia intensa. Me encuentro tumbada sobre algo duro y ancho y me atraviesa una gran calidez. Cuando me atrevo a abrir los ojos veo frente a mí...¿un pecho?. Mmm y qué pecho. Por desgracia solo acierto a levantarme torpemente y a disculparme de forma rápida con un leve «perdona», antes de que Caroline me agarre del brazo y me arrastre lejos a la vez que grita que llegaremos tarde. (…) Cuando llegamos a nuestro destino levanto ambos brazos y me estiro. Ha sido un largo viaje y a pesar de que he estado durmiendo en su totalidad, me encuentro realmente agotada. Al llegar al hotel, Caroline no deja de mirar y correr de un lugar para otro mientras divaga sobre todo lo que vamos a hacer en Maui. —Oye, aún no me has contado como es que has conseguido este viaje—. Le digo nada más entrar a la habitación y lanzarnos en la gran cama. —Mi padre me lo dio como regalo adelantado por mi cumpleaños. Ya que no va a poder estar presente, dice que al menos me debe unos cuantos regalos que me hagan imposible enfadarme con él.

—Todo por su princesa—, decimos al unísono la frase que suele decir su padre una y otra vez y nos partimos de risa por ello. —Adoro a mi papá, pero exagera demasiado. —Adoro a tu papá por exagerar demasiado— a rmo yo. Nos disponemos a deshacer las maletas mientras nos gastamos bromas, entre risas. Caroline es la mejor, un poco loca pero es genial. La conocí hace tres años y desde entonces somos inseparables. Ella al igual que yo, era la nueva y para colmo por problemas de papeleo entramos ambas una semana más tarde, cuando ya la gente había empezado a formar grupitos. Un día, a la hora del almuerzo la cafetería se encontraba petada y tan solo había una mesa libre. Aún recuerdo como me lancé por ella como si fuese la única tabla salvavidas en medio de un mar embravecido, a la vez que vi una mano aferrarse al otro extremo de la misma mesa. Seguí la mano y me llegó hasta una rubia de cabellera larga, piel pálida como la nieve y unos ojos verdes que se clavaban en mí con algo de timidez. Algo extraño por que daba la imagen de luchar fuertemente por lo que quería y en ese momento quería aquella mesa. Al nal nos acabamos sentando a comer juntas y despotricando de los imbéciles de la universidad. Hablamos lo que para otros, sería demasiado y vimos que teníamos mucho en común, y desde entonces hemos estado juntas. Es mi mejor amiga, una loca y habladora compulsiva en la que puedo contar pase lo que pase y ella conmigo.

Capítulo 3

Noche de marcha

—Eh, me han hablado de una esta en la discoteca deseo. ¿Te apuntas? —Claro que me apunto—. Le digo a mi loca amiga mientras me voy a ver qué me pongo. Un par de horas más tarde, ya estamos preparadas para ir de parranda. Caroline lleva su largo pelo rubio en trenzas deshechas, creando un rizado en bucle. Un vestido verde ajustado que le llega a la mitad del muslo, con un escote sugerente y pequeños brillitos, haciendo resaltar más sus ojazos verdes. Además de unos tacones en los que yo no podría ni subirme, pero que le dan el toque nal más apropiado. Mientras que yo llevo una pequeña falda de cuero negro que se ajusta perfectamente a mi silueta. Un body rojo que deja al descubierto mi espalda en su totalidad, con escote en forma de corazón. Unos tacones del mismo color que el body y el pelo ondulado y suelto. Caroline para remarcar mis ojos color miel hizo un bonito humeado a mis ojos en color negro y un poquito de rojo. Tras su insistencia, me pinto los labios rojos porque, según ella, los hace más deseables y quería que esta noche ligase, porque, según ella insisto, esta viaje es una experiencia que jamás olvidaremos y que por lo tanto hemos de vivirla al máximo y tomar todo lo que la isla nos ofrezca y en ella hay unos isleños maravillosos. Cosa a lo que yo giré los ojos en respuesta, yo no solía salir con la pretensión de ligar con alguien. Solo salía para pasármelo bien y punto. Bailar, reírme un poco o mucho y si sale algo pues mejor, pero tenía claro que no me deprimiría por no encontrar un ligue. Llegamos al local y vemos que por fuera de el ya hay una increíble y desesperante larga la para entrar. Cuando intento ponerme al nal de la cola y

esperar pacientemente a que podamos entrar, Caroline atrapa mi mano y tira de mí hasta el principio de la cola, a rmando que sabe cómo entrar. Avanzamos lentamente escuchando bu dos y quejas del resto de la gente que aguardaba su turno en la cola. Nada más llegar al comienzo de ésta, un chico grandullón, con aspecto de portero de discoteca, que vestía una camiseta negra de manga corta dejando ver sus fuertes y musculosos brazos y que abraza a la perfección su ancho pectoral, nos sonríe y hace una seña a mi querida y loca amiga. Caroline se acerca a este, se inclina sobre él para acortar la distancia, ya que ella es bajita en comparación y él le saca un par de cabezas, le susurra algo al oído mientras acaricia su fornido pectoral, el chico le sonríe, la agarra por la cintura y la besa de manera ardiente, con tanto deseo que parece que de solo mirar podría quedar yo embarazada. Así que desvío la mirada de ellos. —Lara—, me llama mi amiga después de unos minutos. La miro y me hace un gesto para que me acerque, el chico desliza la cinta que impide la entrada a la discoteca y entramos. La fuerte música nos da de lleno en plena cara una vez que abrimos la segunda puerta y nos adentramos por completo en «deseo» la famosa discoteca. Me giro hacia Caroline y le hablo, más bien grito, por encima de la estridente música en busca de una explicación. — Explícame ahora mismo eso—. Digo señalando la puerta, que se encuentra a nuestras espaldas, con el dedo pulgar. Mi amiga me mira con cara de no saber a qué me re ero pero yo sé que si lo sabe—. No me vengas con que no sabes a qué me re ero—, le digo abordándola antes de que se escaquee. Lanza un suspiro debido a mi insistencia y me mira, se acerca a mi oído para que la pueda oír, a pesar de la música que retumba fuertemente por todo el lugar, y habla. —Está bien, ¿te acuerdas que esta mañana tú no querías salir y te dije que al menos a la piscina del hotel, pero nalmente fui yo sola mientras tú descansabas en la habitación? —, me hace la larga pregunta mientras que me apunta con su dedo acusador. Y sí, lo recuerdo, pero es que estaba agotada debido al viaje. Asiento y ella prosigue con su explicación—. Pues lo conocí hoy se llama Stefan, fue un amor conmigo, estuvimos todo el día juntos. Nos conocimos en la piscina y estuvimos hablando, resulta que tenemos mucho en común, me invitó

a comer, después yo le invité a cenar y luego pues… tomamos «el postre»—, dice Caroline haciendo comillas con sus dedos—, si sabes a lo que me re ero. —Sexo, sí, lo sé. La verdad, me alegro por mi amiga muchísimo, pues la veo bastante pilladita para solo conocerse de un día, pero me preocupa lo que pase después, si se engancha. Ósea, él vive aquí y Car muy lejos, demasiado para mantener algún tipo de relación formal. Al ver su sonrisa hacerse aún más amplia, borro esa línea de pensamiento. Mi amiga está feliz, ahora mismo y eso es lo que importa ¿no?. El ahora. Ya que la vida son dos días y hay que pasarlo en grande. Asiento y abrazo a mi amiga que me lleva a la barra de la disco al grito de «a disfrutar». (…) Pasadas tres horas en las que nos bebimos al menos dos tablas de chupitos entre las dos, bailamos como locas y un grupo extremadamente grande de personas, nos subió a la tarima, dónde bailamos al estilo vaquero, «Timber» de Pitbull y Kesha, aún teníamos energía para mucho más. La gente estaba como loca, tanto mujeres como hombres agitaban sus manos y coreaban «otra, otra». Finalmente me bajé de ahí y bailé con un chico que se veía súper lindo. Llevaba una camisa negra y unos vaqueros que envolvían a la perfección su espectacular trasero, mientras veía como Car bailaba con Stefan. ue hacía unos minutos se había acercado a nosotras diciendo que su turno había terminado, y que se robaba a mi amiga. Me separo del hermoso castaño que está pegadito a mí para volver al hotel, cuando de pronto un pecho masculino choca contra mí, derramando la bebida que lleva en su mano. Un horrible tono azul, pero que huele extrañamente dulce y acaricia mis sentidos con su aroma. Se extiende por todo mi vestido y de inmediato, maldigo en voz baja, mientras que una fuerte mano me agarra rmemente de la cadera para lograr que no caiga, cosa que agradezco. Un momento, ese olor… ¡Conozco ese olor! No como algo que parece que te suena y luego no es así, yo lo conozco. De nitivamente yo ya había chocado con este pecho, digo olor, digo… me estoy liando. Noto que algo vibra contra mí y

me atrevo a levantar la mirada. Grave error. Doy de lleno con un adonis de pelo corto y del color del mismísimo in erno que posee unos hermosos ojos del color del cielo. Facciones faciales duras que se suavizan un poco debido al hecho de que se está riendo, mostrando así una preciosa sonrisa por la que a oran unos hoyuelos que seguramente, a toda la población femenina mundial, le apetecería besar una y otra vez, mientras que puedan. Labios carnosos y rosados bajo una nariz bien formada y perfecta. Este bombón está formado a la perfección por pequeñas y perfectas partes. Sin perder detalle de ningún rasgo facial y mientras continúo mi minucioso escrutinio, maldigo internamente por que me he quedado embobada observando a este ángel caído del cielo, pero no puedo apartar la vista de él. Estoy tan aturdida en éste momento, que mis oídos y cerebro han perdido la conexión que hace que procese la información recibida. Veo claramente como mueve sus labios, pero no llego a entender lo que me quiere decir. Viendo que no contesto, que no reacciono y que ni si quiera parpadeo, el chico con cara de genuina preocupación, se acerca a mí, rozando su mejilla con la mía. Un mero roce que hace latir a mi corazón como loco, saltándose varios latidos, aún no me creo lo que está pasando. Es en ese preciso momento cuando su profunda y ronca voz, acaricia nalmente mi oído, provocando que me estremezca por completo. —¿Estás bien? —Sí, perdona, ¿qué decías? —. El chico me mira y me lanza una sonrisa con la que estoy segura que se debe llevar a las chicas de calle. —Te decía que si es costumbre tuya chocar con la gente. Y es en ese preciso momento cuando recuerdo dónde he visto al chico hermoso que se encuentra frente a mí. Es con el que me choqué en el aeropuerto. A pesar de que no logré ver su cara, ese olor estaba claro que jamás lo olvidaría. Tan dulce y atrayente. Es el olor que despide su cuerpo.

Capítulo 4

Él

¡ ué vergüenza! No sabía qué decir ante eso, pero de algo sí estoy segura y es que sin necesidad de verme frente al espejo, sé que estoy roja como un tomate. Es más, el tomate sentiría envidia de mí. —No sé de qué me hablas—, me hago la estúpida y pronto veo en su rostro, a pesar de la escasa iluminación intermitente de la disco, que no cuela, pero dignidad ante todo supongo. Me zafo del agarre del sensual chico y me escabullo entre la gente para bailar en medio de la pista. Me muevo como nunca. Contoneo mi cuerpo al ritmo de la canción que está pinchando en este momento el dj. Una de David Guetta. Me envuelvo en un torbellino de luces y música a todo volumen que logran transportarme a otro lugar y olvidar la vergüenza de hace un rato. La música retumba en mis oídos, igualando al ritmo frenético de mi corazón, cuando siento unos brazos rodear mi cadera y estampar mi espalda contra un pecho amplio y duro. En el momento que su delicioso aroma llega a mis fosas nasales, me dejo llevar por sus lentos movimientos de cadera y me muevo a la par de él. Me guía en un movimiento lento y sinuoso que me tienta a querer más, más de él. Sin duda este chico sabe moverse. ¿Si baila así como se moverá en…? Lara, detén este pensamiento ahora mismo—, me riño mentalmente— debes tener una mente sana y limpia. Has venido a divertirte y no a acostarte con un desconocido. Aunque sin duda tener algo con este desconocido sería divertido. Intento evadir cualquier pensamiento y solo dedicarme a bailar, pero es muy difícil cuando estoy bailando con este chico, en un baile lento en el que el

cadencioso roce es inevitable y tentador. Sujeta mi cadera con ambas manos provocando en mí un escalofrío que, supongo, él percibe. Ya que se le escapa un suspiro lento que más parecería un leve gemido. Sus manos son grandes y envuelven con totalidad mis caderas. Sus dedos se ciernen sobre ambos lados y dejan un suave apretón, antes de girarme hacia él y volver a envolverme entre sus brazos. Casi como si lo hubiésemos coreogra ado, nada más envolverme entre sus brazos, levanto los míos y los paso por detrás de su musculoso cuello, y continuamos con nuestro baile particular. Particular por que soy plenamente consciente de que nuestro leve movimiento, no pega para nada con la rápida música que resuena entre las paredes de ladrillo de la disco, y se di ere mucho del ritmo frenético con el que se agitan los demás cuerpos que bailan por donde sea que mire a nuestro alrededor. El chico, del que aún desconozco el nombre por cierto, pero que sin duda me está afectando, porque yo no suelo hacer esto. Algo está haciendo que actúe diferente, pero me gusta, me siento más atrevida, más lanzada. Hace más fuerte su agarre sobre mí acercando nuestros cuerpos, me pongo de puntillas ya que me saca una cabeza al menos y pego mi frente a la suya. Nuestras miradas se entrelazan y no pierdo detalle de sus ojos. Unos ojos verdes de un color tan intenso como el bosque más extenso. Un color que te cautiva y atrapa, sus ojos parecen ver a través de mí y aunque quisiera, no puedo apartar la vista de ellos. A diferencia de mis ojos castaños que son lo más común del mundo, sus ojos trasmiten muchas cosas, entre ellas deseo. Deseo hacia mí. Mi mirada viaja desde sus preciosos ojos hasta su boca, esos labios me estaban llamando desde hace rato. Parecen ser tan suaves. Me relamo los labios mientras miro los suyos. De reojo veo como él sigue con la mirada el camino que traza mi lengua. ¡Es una señal! Sin pensarlo ni un segundo y con miedo de no atreverme si me lo pienso, choco mis labios contra los suyos. Tarda unos segundos en reaccionar pero en seguida su lengua acaricia mis labios, pidiendo permiso para comenzar un deliciosa y lenta danza con mi lengua, permiso que le concedo gratamente. Este beso resulta ser lento y muy tierno, acaricia mis labios con los suyos, casi como si me estuviese haciendo el amor con su boca. Cuando termina el

increíble beso, lanza un suspiro. Abro los ojos y veo que él continúa con los suyos cerrados. Cuando los abre, veo que me mira con adoración y ternura, casi con.. ¿amor? Mi corazón late entusiasmado al pensar en la completa locura de que puede ser que él sienta lo mismo que yo. Pero, ¿qué siento yo? Existe el amor a primera vista, pero no estoy segura de que sea eso, solo sé que su olor me cautiva, su mirada me atrapa, su boca me enamora y que quiero acercarme más a él. No sé qué pasará mañana, no sé si esto sea lo correcto pero, ¿en la vida cuando se sabe algo con certeza? Ahora diré lo que si sé, esto, sea lo que sea esto, durará poco. Por que al nal de la semana estaré viajando a mi casa de nuevo y no miraré atrás, por que tengo una carrera que quiero hacer. Sin embargo dure lo que dure quiero esto. Habrá gente que se preguntará, ¿porqué meterse en algo que sabes que se va a acabar? Fácil. Nada es eterno, y es preferible estar en algo que te haga sentir, aunque sea poco tiempo, que una larga vida sin sentir nada. Mejor sentir amor, odio, tristeza, lo que sea, por que todo eso es mejor que no sentir nada. uiero arriesgarme a sentir esto, porque desde que le he visto mi corazón no ha dejado de martillear contra mi pecho. Él se separa de mí y sin dejar de mirarme ni soltarme, me dice que le siga, cosa que hago por que siento que le seguiría dónde él quisiera. —Salgamos de aquí.

Capítulo 5

Saber más de ti

Hace una hora que nos hemos escabullido del gentío y el sofocante ruido de la discoteca. Después de escribirle un mensaje a mi amiga para que no se preocupase al no verme por ahí, salimos de todo ese ajetreo y nos sentamos en la na arena que aún guarda el calor del día. Para mi sorpresa. Son más de las cuatro de la mañana, hace poco más de una hora que nos encontramos hablando el chico y yo. ue por cierto me dijo nalmente su nombre y es Hugo. No sé, le pega y resulta que tenemos mucho en común. A los dos nos gusta el arte y la escritura. Amo escribir y quiero estudiar en una academia que es la número uno del ranking de mejores escuelas y tiene un taller de escritura para el que solo dan una única beca al año, una gran oportunidad. Le conté eso y resulta que el también opta para entrar, pero no me ha dicho con palabras exactas que quiera la beca. Aunque si mencionó tener contactos. Para ser exactos dijo que había que tener amigos hasta en el in erno, cosa que me hace gracia ya que esa frase la suele decir mi abuela. El cielo está completamente estrellado y el viento azota sin piedad el pelo rubio de Hugo, pero estoy genial ahora mismo donde estoy, acurrucada entre sus brazos. —¿Entonces has venido de vacaciones?— pregunta tan repentinamente que tardo unos segundos en responder. —S-si—, tartamudeo por la repentina pregunta. —Y... ¿cuánto tiempo te quedarás? —. Creo saber por donde va. —Me iré el sábado por la noche. Lo miro y veo que está pensativo, así que disfruto del cómodo silencio que nos envuelve hasta que se decide a hablar.

—Así que... cinco días—, me mira con un destello de picardía en sus grandes ojos verdes—. Habrá que aprovecharlos al máximo. Sospecho que va a hacer algo que no me va a gustar. —¿ ue vas a...?— no me da tiempo a terminar la pregunta cuando, con un rápido movimiento me sujeta como una princesa, se levanta y corre hasta el mar —. ¡Nooo! Noto como suelta mi cuerpo en el aire y detengo las maldiciones y súplicas que le estoy haciendo, a tiempo de coger aire y taparme rápidamente la nariz antes de caer al agua. Cuando salgo a la super cie mis dientes castañean a pesar de la cálida temperatura. Hugo me sonríe de manera inocente mientras tiemblo debido a una ráfaga de aire fresco. Me meto de nuevo en el agua, agradeciendo no sentir más el aire contra mi cuerpo totalmente mojado. Hugo se mete al agua, se coloca tras de mí y me abraza proporcionándome un poco de su calor corporal. Agarra el extremo de mi vestido y tira de el para quitármelo. —Eh, ¿qué haces? —, pregunto tirando el vestido para abajo de nuevo. Una sonrisa de medio lado se extiende en su bonito rostro y ahí está de nuevo. Ese extraño brillo de malicia en su mirada, como si me pudiese devorar tranquilamente si quisiera y su sonrisa a rma que quiere. Lejos de sentir miedo eso hace que resuene en mí una palabra. «Hazlo» Hace que un hormigueo recorra todo mi cuerpo y se instale una bandada entera de mariposas en mi estomago. —Hay que quitarte el vestido para que no atrapes una pulmonía—, contesta mi pregunta sin perder ni un poco de esa malicia que te invita a jugar. —Si es por eso... —Claro, ¿por qué otra cosa sería? —. Una sonrisa danza en su rostro mientras habla. Una vez que saca el vestido, lo lanza a la orilla y antes de poder protestar me abraza cubriendo todo mi cuerpo con el suyo. Estamos fuera, de noche y con bastante viento pero extrañamente no tengo nada de frío. Hugo me atrae más a él, si es que eso es posible, y comienza a dejar un camino de besos por mi cuello. Levanto la cabeza para dejarle trabajar con mayor comodidad. Me encanta el tacto de sus labios contra mi cuello. Me dejo llevar por Hugo y estoy tan perdida

en las diversas sensaciones que éste provoca en mí, que apenas proceso las palabras que me dice, una vez que separa sus labios de los míos. —Coge aire preciosa—. Dice antes de tirar de mí hasta el fondo del agua y estampar sus deliciosos labios contra los míos otra vez. Jamás me habían besado bajo el agua y debo decir que resulta excitante. Siento como me da un poco de aire a través del beso. Hugo deja una pequeña caricia en mi mejilla y sin saber qué quiere que haga, abro los ojos. Al principio mis ojos escuecen un poco pero la visión es fantástica. Hugo separa sus labios de los míos y tira un poco de mí. Miro al rededor y veo una cantidad increíble de peces, de todos los colores y distintos tamaños. Los re ejos azules que se crean bajo el agua, forma una especie de luz que choca contra la piel de Hugo que parece brillar. El moreno me hace una señal para que mire abajo, cuando miro veo gran cantidad de coral y pequeños pececitos saliendo y metiéndose de el. Casi como si fuese su refugio. Cuando siento que el aire comienza a escasear, le hago una señal a Hugo para subir. Ya no aguanto más, necesito aire. Él al entender lo que quiero decir tira de mí y atrapa mis labios con los suyos, dándome un poco de aire mientras nos saca a la super cie. Cuando llegamos arriba, nos separamos para tomar aire. Miro a Hugo sin terminar de creer lo que acaba de pasar, ese maravilloso mundo que me ha mostrado. Busco con la mirada la orilla y descubro que nos hemos alejado bastante, aunque no logro recordar como ni cuando. —Ha sido genial— le digo una vez que he recuperado el aliento— pero... ¿cómo has podido aguantar tanto tiempo y encima darme un poco de aire? — pregunto asombrada, menuda capacidad pulmonar. Él estalla en una sonora y muy tierna carcajada, es como música celestial para mis oídos—. Antes nadaba y solía competir, tengo buenos pulmones—, se limita a decir tranquilamente. Me abraza y ya no soporto más la pregunta que ronda sin descanso por mi cabeza una y otra vez. —¿ ué quieres de mí Hugo? A lo mejor sueno desesperada pero me trae sin cuidado, necesito saberlo. Este chico ha llamado mi atención desde el choque en el aeropuerto. A pesar de no

haberle visto en ese momento me cautivó y creo que encontrármelo aquí tiene que ser algún tipo de señal. Creo en el destino y sin duda algo de él me atrae, y a Hugo le ocurre lo mismo conmigo, lo sé. Es su forma de mirarme, como me toca, sus labios sobre los míos, como si no dudase que su lugar está junto a mí. — uiero saber más de ti—. Dice y puedo ver una honestidad apabullante en sus ojos. Me atrae hasta él y el rubor se instala en mis mejillas bajo su inescrutable mirada, justo antes de volver a besarme como lo hizo en la discoteca horas atrás. Con esa simple frase hace que me sienta segura de lo que estoy haciendo, esto no es un error.

Capítulo 6

Dulce despertar

La suave brisa azota mi largo cabello contra mi cara, y junto al leve sonido que hacen las olas al romper contra la arena de la playa, es lo que me hace despertar. Cuando abro los ojos un pequeño rayo de sol se cuela entre las nubes que cubren, casi por completo, el cielo azul hawaiano. Miro a mi derecha encontrándome con la más bella visión que jamás haya podido imaginar. El hermoso y perfecto cuerpo de Hugo, tumbado a mi lado y abrazándome como si temiera despertar y no verme a su lado. Me acerco aún más a su cálido cuerpo y me coloco sobre él sin dejar caer todo mi peso. Cosa que a pesar de no hacerlo dudo que notase alguna diferencia. Acerco mis labios a los suyos y lo beso tiernamente. Cuando intento separarme de Hugo, me envuelve aún más entre sus brazos y me pega nuevamente a su sólido y blando cuerpo. Entierro mi rostro por completo en el hueco entre su cuello y su hombro, aspirando su característico aroma, ese aroma que solo posee él. Su cuerpo se encuentra jo al mío, apoyado en los lugares correctos. Mi piel en contacto con la suya, ya que nuestro vestuario se limita, en este momento, a la ropa interior de ambos y una manta que nos cubre de ojos curiosos. Siento como cada uno de los pelos que cubre mi cuerpo se eriza debido a su tacto. Soy plenamente consciente del desenfrenado ritmo de su corazón, que choca contra mi pecho escuchándose con total claridad. Cuando nalmente nos separamos, sus ojos me contemplan jamente como si ante él, tuviese lo más preciado que tiene. Cosa que dudo pero cuando mi mirada se centra nuevamente en Hugo, una chispa de esperanza se prende en mí. ¿Realmente existe el amor a primera vista? Y si existe... ¿Puede ser eso lo que Hugo y yo sentimos? No quiero que me vuelvan a herir y menos por algo tonto

que solo durará una semana. ¿Merece Hugo la pena? Sacudo mi cabeza de un lado a otro para borrar esa idea de mi cabeza. Esto no es amor, lo acabo de conocer, Hugo no me va a romper el corazón porque solo lo veré cuatro días más. Sin darme cuenta de en qué momento se ha levantado, veo cómo Hugo, que se encuentra de pie, me asegura bien la manta, que anoche sacó de su coche, al cuerpo para no sentir el fresco de la mañana y me tiende la mano para ayudarme a que me levante. Una vez arriba, hacemos nuestro camino a su coche, en dónde me devuelve mi ropa perfectamente doblada. Al parecer en algún momento anoche, entre que salimos del agua y trajo la manta, la recogió toda y la guardó. Lo miro con adoración cuando hablo. —Hay que ver, piensas en todo. —Y tú eres una despistada—, dice soltando una risa muy bonita. Cuando ya estamos vestidos y montados en su coche, me doy cuenta de que me mira nervioso. Así que decido preguntarle. —¿ ué pasa Hugo? —. Le pregunto poniendo mi mano sobre la suya y este me mira. Tras un momento en el que duda si hablar o no, suspira y entrelaza nuestros dedos. — uiero pasar estos días contigo. Sé que solo nos conocemos de hace unas cuantas horas y que solo estarás por aquí esta semana, pero me vuelves loco. Lo único que quiero es pasar contigo cada momento que pueda, enseñarte todo lo que hay en la isla y que te vayas con un bonito recuerdo de aquí de mí. Esbozo una sonrisa de manera casi incontrolable, por un momento temía que después de que pasamos la noche juntos, fuese como los demás y no quisiera nada más conmigo. Me alegro de haber estado equivocada al dudar de él. Este chico si merece la pena, aunque solo sea por algunos días, sé que merecerá la pena. —Me encantaría que me mostrases la isla, quiero estar más tiempo contigo. Sin darme oportunidad para decir nada más, selló mi boca con un beso.

Capítulo 7

Día lleno de aventuras

En nuestro camino al «Ohana café» el zumbido de mi móvil me anuncia una llamada entrante. Miro la pantalla y veo como se re eja de manera intermitente el nombre de Caroline. Le hago señas a Hugo de que baje un poco la música de la radio, este entendiendo mis señas estira su brazo y la deja como un leve sonido de fondo. —¿Si, Car? —respondo la llamada frente a la atenta mirada de Hugo, que se ha detenido por un semáforo en rojo. —¿Dónde estás Larita? —Con Hugo, vamos a desayunar y a conocer la isla, ¿te apuntas? —Siii— me río por su entusiasmo, Car se apunta hasta a un bombardeo y lo bueno es que con ella jamás te aburres, no te da tiempo. Mi loca amiga es un torbellino. Mientras sigo hablando con Car, noto que el coche vuelve a moverse —. ¿Puede venir Stefan con nosotros? —¿Estás con él? —, murmuro con picardía. —Si, y ha estado in-cre-i-ble—. Dice separando las sílabas. Casi puedo escuchar por su voz, la sonrisa de boba enamorada en su cara, mientras me contesta. —¡Claro!, que venga—. Miro a Hugo y veo que está concentrado en la carretera, pongo de nuevo el teléfono en mi oreja y susurro—, quiero los detalles. Caroline estalla en sonoras carcajadas. —Ya me contarás tú también, donde y como has pasado la noche. Al escuchar eso puedo jurar que mi piel cobra, al menos, dos pares de tonos de más y antes de poder protestar, Car cuelga la llamada. Meneo la cabeza a la vez

que una sonrisa se desliza por mi cara, ¡qué chica! Le mando la dirección del café donde estaremos y un mensaje diciéndole que si no llega en quince minutos desayunaré sin ella. Obvio es mentira pero si no la advirtiera con eso se tardaría horas y horas solo mirando en como vestir. Hugo detiene el coche frente a un pequeño café «típico de Hawái» según dice él. La verdad no sé si será un típico café de aquí, pero desde dentro del coche, lo que la distancia me deja ver, es maravilloso. Sobre una pequeña e íntima terraza se encuentra un techado de paja y ores que se enredan por todo el techo hasta caer por una especie de vallas de madera que se encuentran taladradas a la pared a cada extremo del pequeño bar. Unas hermosas palmeras adornan la terraza y le dan una sensación acogedora. Las amplias cristaleras deja ver la larga barra de madera y piedra. Perdida en mi ensimismamiento, una cálida mano me trae de vuelta. Miro en dirección al dueño de dicha mano y veo a Hugo con una hermosa sonrisa en su rostro. Hugo es único. Seguro que su madre después de hacerlo rompió el molde. —¿En qué pensabas, estabas perdida? —Solo miraba la cafetería, es preciosa— admito tímida. Su sonrisa se ensancha aún más. —Sabía que te gustaría, aunque yo tengo frente a mí algo que sin duda es más precioso. —¿Si, qué sería eso? —, digo cogiendo mi bolso y cuando lo vuelvo a mirar veo que no ha apartado la vista de mí. Sin poder evitarlo y por quinta vez desde que desperté con él esta mañana en la playa, vuelvo a ruborizarme. Ahueca su mano en mi mejilla y coloca su cara frente a mí, tanto que parece que me va a besar, pero no lo hace. Acaricia su nariz con la mía antes de decirme que bajemos del coche. Bajo molesta, qué idiota, pensé que iba a besarme. Al bajar Hugo del coche y llegar hasta mí, intenta tomar mi mano pero se la quito. Cuando llegamos a la puerta, nos recibe una chica de metro setenta, largo pelo oscuro como el ónix y de ojos azules como el mar. Vestía con un biquini y una falda de ores. Llevaba una corona de ores que adornaba su larga cabellera oscura, y de su brazo colgaban un par de pequeños brazaletes.

—Buenos días espero disfruten su visita a nuestra pequeña cafetería—. Dice la chica ofreciéndome una corona de ores y a Hugo un collar. La chica nos indica dónde podemos sentarnos cuando le decimos que seremos cuatro personas. Una vez que estamos sentados en nuestra mesa, la voz de Car llega a mis oídos desde la puerta. Giro la cabeza en su dirección y es cuando la veo. Mi amiga se ve preciosa con un par de ores rojas a cada lado de su cabeza, resaltando su cabello rubio. —Castaña, ¿que tal la noche? —Y a ti rubia, ¿cómo te fue? —, evito su pregunta a sabiendas de que insistirá hasta obtener algún detalle. Cosa que no ocurrirá estando Hugo presente. Car mira pecaminosamente a su acompañante que, hasta ahora había pasado desapercibido, ya que yo prestaba más atención a mi amiga. Hugo aprovecha que la otra pareja esta perdida en su juego de miradas para sujetar con sus dedos mi mentón y hacer que le mire. —¿Sigues molesta? — se atreve a preguntarme. —¿Por qué debería estarlo? — me niego a dejárselo tan fácil. —¿Por un beso quizá? —, siento que se burla de mí y lucho contra el impulso de mandarlo bien lejos, por no decir otro lugar. No entiendo porqué se comporta así, ayer era diferente. ¿Está jugando?, pues se equivoca de chica. A veces me pregunto si llevaré un cartel de «busco chicos estúpidos» pegado en la frente, son los únicos que se me acercan. —No juegues conmigo maldita sea—. Siseo entre dientes cuando noto mi enfado en aumento. —Te aseguro que no juego contigo, jamás me atrevería a hacerlo. No sé con qué tipos te habrás cruzado, pero te garantizo que no soy como ninguno de ellos. —¿Entonces qué quieres? — le pregunto hastiada con la situación, a pesar de que suene tan sincero. —Ya te lo dije anoche, saber más de ti. Anoche fue fantástico y no me arrepiento de nada de lo que ocurrió pero actuamos por puro impulso. Yo quiero que seas más que eso.

—No será posible—. Contesto con un agujero en el estómago formándose lentamente, haciéndolo agonizante y llevándose toda la con anza en mí misma, reemplazándola por una ansiedad creciente. —¿Por qué estás tan segura? —Sólo me quedaré cuatro días. —¿Y? — pregunta impasible, un brillo de chulería danza salvajemente por sus ojos verdes. —¿Tan seguro estás de ti mismo? —. Le cuestiono. Aunque secretamente ardo en deseos de que tenga razón, pero dudo que la distancia nos permita ser algo más que un mero rollo de verano. —Ponme a prueba pequeña—. Dice con una sonrisa traviesa. Ambos quedamos en un cómodo silencio mientras permanecemos mirándonos jamente el uno al otro. Un carraspeo nos aleja de nuestro baile de miradas. Miro en dirección a ese molesto sonido y veo que la camarera está a mi lado y comienza a dejar nuestro pedido. El aroma atrayente del café llega hasta mi olfato y envuelve mis sentidos en una placentera nube deliciosa. Cuando el líquido negro toca mi lengua no evito el gemido de placer que sale desde lo más profundo de mi garganta. Amo el café. Hugo me regala una pequeña risilla y cuando lo miro, sonríe coqueto. Se acerca a mi oído y susurra una frase un tanto caliente, provocando que me sonroje. —Me pregunto si conmigo también reaccionarás así—. Antes de separar su boca de mi oído, enreda entre sus dientes el lóbulo de mi oreja derecha y tira suavemente de el.

Capítulo 8

Día lleno de aventuras Parte 2

Cuando dejamos la cafetería después de desayunar, nos montamos cada uno en el coche en el que llegó. Hugo conducía por delante del coche de Stefan para guiarlo hacia la «sorpresa» según dijo antes de meterse al coche. Miro al hermoso chico sentado a mi lado mientras se encuentra tan concentrado en la carretera frente a ambos que no se percata de mi intenso escrutinio. Veo como las venas que se extienden por la longitud de sus fuertes brazos, los mismo que me tuvieron abrazada durante toda la noche ayer, se hinchan debido al movimiento y presión que este ejerce sobre el volante. Contemplo atenta como sus ojos se achinan levemente debido a su gran concentración, formando pequeñas arruguitas, alrededor de sus grandes ojos verdes, que me dan ganas de besar. Me jo en la pequeña sonrisa maquiavélica que se forma en su bien esculpido rostro y tiemblo pensando qué trama. Cuando el coche nalmente se detiene, aparto la vista de este formidable hombre y en escasos segundos el terror me invade de manera rápida y sin control. Frente a mí se encuentra una gran nave industrial, cuyo cartel me informa que me encuentro en la escuela y plataforma de paracaidismo de Hawái, llamada Skydive. —No saltaré en paracaídas—. Digo rápidamente en cuanto termino de leer el cartel que me da la bienvenida al recinto. —Oh, si que lo harás. Te encantará créeme—. Dice resuelto. —No de verdad, no puedo. —Será una sensación increíble, la gente que viene aquí siempre repite. Te gustará nena, ¿confías en mí? —. Me pregunta alzando mi mentón con una de

sus manos para que lo mire a los ojos, mientras con la otra sostiene mi mano derecha. Unas ganas tremendas de decirle un gran y sonoro «No» me inundan, pero para mi sorpresa y hastío, debido a lo que quiere que haga, sí conf ío en Hugo. Tomo aire, lo sostengo y lanzo un suspiro intentando tranquilizar mi creciente angustia, sin éxito alguno, antes de contestar. —Sí, confío en ti—. La pequeña sonrisa que había en su cara hace apenas unos instantes, se ensancha un segundo después de escuchar mi respuesta. —Bien nena, no te arrepentirás—. Dice dándome un suave apretón a la mano que tiene sujeta, pretendiendo ser alentador, aunque a penas lo logra. Una vez dentro del enorme recinto, que para mi sorpresa no está destartalado a diferencia de lo que se puede ver desde el exterior, un chico alto y moreno, se nos acerca. Supongo que será el instructor. El chico, muy amablemente, nos indica donde lo podemos esperar mientras se cambia, ya que acababa de abrir. A penas un minuto más tarde, sale del pequeño cuarto donde se había metido y colgaba de la puerta un cartel que decía «solo personal autorizado», vestido de manera diferente. Ahora llevaba una camiseta negra con letras impresas en naranja. Mi suposición es con rmada, momentos después, con un simple «hola, me llamo Carlos y seré vuestro instructor de salto el día de hoy». Una vez que Carlos nos enseña los pasos que debemos hacer una vez que estemos en el aire, nos dice donde podemos cambiarnos y se lleva a los chicos a otro lugar. En cuanto nos quedamos a solas, Car no pierde su oportunidad de hacerme las preguntas que sabía que estaba deseando hacerme. —Y... ¿cómo se mueve ese pedazo de hombre? —, pregunta con extrema picardía. —Baila muy bien, ¿no lo viste en la discoteca? —, contesto haciendo como que no sé a lo que se re ere. Caroline en respuesta bufa y rueda los ojos al cielo. —Sabes perfecto a qué me re ero—. Me increpa poniéndose de los nervios. Si algo le gusta a Car es enterarse de todos los detalles que pueda. —Si, si, pero no me gusta hablar de sexo cuando no lo he tenido.

—¿No lo has catado? —, pregunta abriendo la boca de par en par y con ambas manos a cada lado de su cara, recordándome extrañamente a un emoticono. Sin poder evitarlo una ráfaga de profundas y fuertes carcajadas sale de mi garganta casi atragantándome. —Car..., Hugo no es... comida... para catarlo—, le contesto entre carcajadas. Mi loca y absolutamente extraordinaria amiga hace un lindo mohín con sus labios. Ohh, qué linda. —Si te hace sentir mejor, nos hemos besado varias veces y ha sido increíble—. Admito sonrojada. Los ojos de mi amiga se iluminan de manera rápida. —Bien—, junta ambas manos en una palmada— eso es buena señal. Pero, ¿qué hicieron toda la noche? Le cuento a Caroline todo lo que hicimos anoche, mientras nos terminamos de colocar el traje de paracaidismo. Mi amiga me escucha atenta, tan solo interviniendo con algún gritito de ilusión o un «qué lindos» por aquí o por allá. Una vez que estamos preparadas, nos encontramos con los chicos. (…) Después de estar todos sentados y bien asegurados en nuestros lugares, el avión arranca y comienza a tomar altura. Un enorme vacío se instala en la boca de mi estómago en cuando el enorme avión abandona el asfalto de la pista y cierro los ojos respirando de manera agitada. Hugo, que está sentado a mi lado, sostiene mi mano y se acerca a mi oído susurrando palabras de ánimo. Su cálido aliento choca contra mi helada mejilla debido al miedo y provoca, que unos ligeros escalofríos se adueñen de mi cuerpo. A la hora de saltar, Car y Stefan insisten en que ellos lo harían primero para darme tiempo a que me calme un poco, cosa que le agradezco enormemente a ambos. Cuando proceden a saltar me asomo un poco, a tiempo de ver como Stefan me levanta dos dedos como señal de que todo va bien. Un mal presentimiento llega a mi mente y sin ser consciente de ello completamente, comienzo a morderme las uñas por los nervios. Hugo se acerca a mí, pone sus manos sobre mis hombros, acerca su cara a la mía y me besa.

—Venga, todo estará bien —. Susurra contra mis labios, acariciándolos con los suyos. La verdad es que ese tierno gesto me transmite mucha con anza. Asiento y me coloca el arnés que va conectado al suyo y se pone la especie de mochila por donde sale el paracaídas. Siento como mi espalda impacta suavemente contra su cuerpo. Nos asomamos al in nito abismo frente a nosotros y el fuerte viento hace que el pelo que se ha soltado de mi moño me de con fuerza en el rostro. Sin esperar más, Hugo se lanza al vacío y grandes oleadas de adrenalina comienzan a recorrer mi cuerpo. Intento acompasar mi respiración a la de Hugo, tarea bastante difícil, que es bastante calmada en comparación a la mía. Seguramente será por que él está acostumbrado a hacer estos saltos, ya que le gustan los deportes de riesgo, y anoche me contó que se instruyó en esta escuela. Mi cuerpo vibra por la presión, me zumban los oídos un poco, se me han entaponado. Mi corazón late a un ritmo veloz, pero una vez que logro relajarme un poco, la sensación es increíble. El viento me da en la cara, dándome una gran sensación de libertad. Oigo como Hugo me dice algo que no logro entender, acto seguido otro hombre aparece en frente nuestra, mientras caemos a una vertiginosa velocidad, cámara en mano. Ahora entiendo lo que me decía—pienso. Saludo a la cámara con una gran sonrisa en mi cara, esto es genial. Estando bastante cerca del suelo a lo que parece menos de cincuenta metros, o quizás es cosa mía, Hugo hace que salte el paracaídas y un pequeño tirón nos coloca en vertical. Cuando mis pies tocan de nuevo el suelo, una increíble sensación de que puedo con todo me invade, y sin poder contener esta idea loca que uye por mi cabeza, me lanzo de un salto sobre Hugo. Enrollo mis piernas en sus anchas caderas, pillándolo desprevenido y ataco sus labios de forma posesiva. Por suerte Hugo, no tarda en reaccionar y mantiene el equilibro para que no terminemos de bruces contra el pasto. Su lengua juguetea con la mía y cuando el aire comienza a escasear, nos separamos. Antes de poder refrenarme y sin pensar, abro mi gran boca y le digo las palabras que pueden destrozar todo si son dichas demasiado pronto. —Te quiero.

OH, ¡Mierda!

Hugo Me acaba de decir que me quiere. Aún no me lo creo. Dudaba de mi decisión pero ahora está más que claro. Me debo marchar.

Capítulo 9

He metido la pata

No puedo creer lo que acabo de decirle. He metido la pata. ¿ uién le dice te quiero a alguien que ha conocido hace tres días?, peor si me voy dentro de un par de días y para fastidiarlo todo aún más vivimos muy lejos. Muy bien Lara, si te preguntas cómo estropear todo esto aún más, la respuesta es: creo que no se puede. Se mantiene quieto, frente a mí, no ha movido ni un solo músculo. Lo único que hace es mirarme con atención. Desvío por un momento la mirada hacia Car, que se mantiene un tanto alejada de la escena y el ambiente raro que se ha formado entre Hugo y yo, junto a ella está Stef. Cuando devuelvo la mirada a Hugo, este ya se encuentra a escasos centímetros de mí. Su mirada re eja una gran determinación cuando sostiene mi cara con ambas manos y pega sus labios a los míos, acariciándolos, mimándolos y haciéndome sentir correspondida. Sin pedir ninguna clase de permiso, introduce su traviesa lengua en mi boca y encuentra la mía, con la que comienza una sensual batalla, robándome el aliento. Cuando la fastidiosa a la vez que inevitable sensación de necesitar aire nos llega, ambos rompemos el beso a la vez que gruñimos en protesta por tal aberración. Porque así es como se siente, o al menos como lo siento yo, siento que separarnos es una aberración, algo que ya no soy capaz de imaginar. Estar sin él. Siento su respiración agitada al igual que la mía. Su mirada se ha oscurecido un poco y está un tanto sonrojado debido al salto en paracaídas. —Vámonos de aquí —. Dice tras recuperar el aliento. Me limito a asentir con la cabeza y le doy a Car una mirada signi cativa que parece captar.

—Nosotros, hemos disfrutado mucho de esto chicos, pero ahora quiero aprovechar para surfear—. Admite mi amiga para detener la extraña situación que yo misma he formado debido a la emoción del momento. Miro un momento a Hugo, que parece sentir que mi atención está totalmente puesta en él y desvía nuevamente su mirada, que había cambiado hacia Car cuando está habló, a mí. Me sonríe, una sonrisa que a pesar del poco tiempo de conocernos, parece estar única y exclusivamente creada para mí. Extiende su mano y atrapa la mía con una naturalidad pasmosa. Satisfecha por su gesto lindo y honesto, tomo su mano y seguimos a Car y Stef que ya han comenzado su camino hasta su coche. (…) Una vez que hemos llegado a la playa vemos desde la parte delantera del coche de Hugo cómo mi loca amiga y su nuevo novio salen corriendo de la camioneta de Stef con una tabla cada uno y desaparecen de nuestra vista en su camino hasta el mar. —¡Eh! —dice Hugo acariciando mi mejilla con su cálida mano, al ver que no le miro, sujeta mi barbilla y gira mi cara hacia él—. ¿ ué pasa pequeña? Miro jamente esos ojos claros que me han robado el aliento de manera devastadora desde el primer momento en que le vi aquella noche en esa disco. Suelto el aire contenido y lanzo un suspiro un tanto dramático. —Bien, te reconozco que jamás he surfeado y estoy completamente aterrorizada—. Explico de manera rápida y atropellada casi inteligible, de modo que me sorprende el hecho de que al parece me ha comprendido a la perfección. Asiente con la cabeza mientras sus ojos no han dejado de centrarse en los míos en ningún momento. Coloca su mano sobre mi muslo y da un pequeño apretón. Es asombrosa su capacidad de transmitirme calma con un pequeño gesto de parte suya, pero lo logra. —No te preocupes pequeña, no dejaré que nada malo te pase. Confía en mi—. Lo expresa tan solemne que no dudo de él. Hugo es el primer chico que conozco que en lugar de pararme me impulsa a mejorar, a explorar, a conocer cosas

nuevas. Me siento aterrada de que él no sienta lo mismo que yo, pero me siento tan bien con él que, aunque suene extraño, el miedo que siento no me paraliza. Al revés, es todo lo contrario. Sé que a pesar del ánimo de Hugo y que me atreva a hacer cosas locas si es junto a él, siento que probablemente, si en éste momento abro la boca, de ella saldrá una negativa, así que me limito a asentir. Salimos del coche y es en ese momento cuando caigo en la cuenta de que no llevo bikini, es más, aún llevo puesto el vestido de anoche. Es alucinante el hecho de que haya podido lanzarme en paracaídas, con el vestido bajo el equipamiento de paracaidismo. Como si me hubiese leído la mente Hugo saca una bolsa grande de cartón del maletero de su coche y me la ofrece. Cuando lo miro sin entender por qué me la ofrece, me explica. —Tengo un neopreno que puede ser que te valga. Abro la bolsa y miro su interior, saco lo que hay dentro y efectivamente, hay un neopreno que parece ser de mi talla. Es entonces cuando un mar de dudas me inunda y siento como va creciendo en mí una sensación de inquietud mezclado con el maldito bicho de los celos. ¿Por qué tiene un neopreno femenino? ¿Será de su novia? uizá es de su ex, pero… ¿Si es de su ex porqué demonios lo sigue llevando él en su coche? Me he metido tan de lleno en mi línea de pensamiento que cuando vuelve a hablar Hugo doy un respingo debido al susto. —Es de mi hermana—. Responde a una pregunta que no le he hecho pero que moría de ganas de responder. Siento como el alivio va creciendo dentro de mí. —¿Vamos al agua? —Claro, preciosa. (…) Unas cuantas horas más tarde había logrado dominar las olas casi por completo, después de un par de cientos de caídas y zambullidas fallidas. Cuando el sol comienza a bajar, descansamos un poco mientras disfrutamos del precioso

atardecer. Veo cómo Hugo se sienta en postura de indio sobre su tabla, dando la espalda a la orilla para ver mejor el atardecer. Lo imito y palmoteo el agua con las manos para llegar a su lado. En cuanto llego hasta él, me coge de la mano y la entrelaza con la suya. Lo veo pensativo, mirando la bella escena que tenemos en frente mientras que yo solo puedo mirarle a él. —Dos días— susurra. —¿ ué? — uedan dos días. —Si—. Contesto casi sin pensarlo. La verdad no quiero pensar, no quiero contar los días, ni las horas que me queden junto a Hugo, quiero disfrutar mientras pueda. —Serán los mejores de tu vida—. Me garantiza y yo me río. —Eso espero guapo, me lo debes. Tira de mi brazo y hace que nos pongamos de frente. Me hace un gesto con el dedo índice para que me acerque y con sumo cuidado, me deslizo hacia el extremo de mi tabla al igual que Hugo. Sin esperarlo sujeta cada lado de mi cara con ambas manos y me besa. (…) —¡Eh!, ¿hacemos una fogata?. Hemos traído algo para cenar—. Dicen Car y Stef cuando salimos del agua y llegamos al coche. —Suena bien—. Digo. —Suena genial—. Apuntilla mi chico agarrándome de la cintura para levantarme y volver a sorprenderme con un beso lleno de ternura y amor. ¿He dicho mi chico?, pues sí, mi chico.

Capítulo 10

Un paso más allá

Cuando llega la hora de recoger y marcharnos a casa Car se acerca a mí y me dice que esta noche no dormirá en el hotel y que yo tengo vía libre si quiero. Al pensar en una noche entera con Hugo, me pongo muy nerviosa pero lo identi co como anticipación. No suelo acostarme con un chico nada más conocerlo, pero con Hugo siento que todo es diferente y si no vuelvo a verlo quiero, al menos, disfrutar el momento al máximo. —¿Nos vamos? —. Dice Hugo a mi lado, sacándome de mis pensamientos. —Si—. Me limito a contestar. Cuando me acerco hasta la puerta del copiloto, Hugo se me adelanta para abrirla por mí, gesto que le agradezco con un beso en la mejilla. Una vez dentro y cuando se ha asegurado de que mi cinturón de seguridad está bien puesto, cierra mi puerta, va hasta la suya y una vez dentro arranca el coche. El camino hasta mi hotel lo hacemos en un silencio bastante cómodo. Cuando llegamos a la puerta me estoy debatiendo internamente entre si debería invitarle a mi habitación o no. —Estás muy callada— Hugo rompe el silencio de repente. —Estoy pensando… —¿En qué? —En las consecuencias—. Digo sin pensar. —¿Las consecuencias de qué? —De invitarte a entrar—. Admito y le miro por el rabillo del ojo. Hugo me mira el silencio y no logro ver en qué piensa, así que le miro directamente y antes de que pueda decir nada, ataca mis labios con una voracidad tremenda y siento en este beso, que desea estar conmigo tanto como

yo con él. Me besa como si fuese lo último que va a hacer en su vida y eso hace que mi parte más egocéntrica se alce como un pavo. Me siento eufórica desde que conocí a Hugo, como si algo en mí me dijese que debo estar con él, que es para mí. Y por un momento me olvido del terrible paso del tiempo, de que me quedan menos de cuarenta y ocho horas para regresar a mi casa y no volverle a ver y me dejo llevar. Me dejo arrastrar por éste fantástico beso. Una vez fuera del coche, entramos al hotel y la chica de la recepción nos saluda con una radiante sonrisa. Hugo posa su mano en mi cintura y vamos hasta el ascensor. Subimos y nada más cerrarse las puertas detrás de Hugo me besa. Comienza a caminar haciendo que yo retroceda hasta que mi espalda da contra la pared del ascensor. Envuelvo ambos brazos al rededor de su fuerte cuello matando la poca distancia que aún quedaba entre nosotros. Mientras que Hugo lleva una de sus manos por debajo de mi vestido y llega hasta acariciar la piel que rodea mi ombligo, mientras que con la otra acaricia mi pierna y hace que la enganche en su cadera, acercándonos todavía más. Hasta que ni si quiera pudiese correr una ligera brisa entre nuestros cuerpos. Esto está mal y no me re ero a estar ahora con Hugo, sino a que estamos en un lugar público, un ascensor, de un hotel. ¡Por dios!. Pero aún así me es imposible parar. Se sienten tan bien sus manos contra mi cuerpo, sus labios sobre los míos, su aliento contra mi oído mientras lo besa. Cuando llegamos al piso en el que se encuentra la habitación que comparto con Car, el ascensor nos avisa con un «tin». Salimos del cubículo y entramos a mi habitación sin dejar de besarnos. Tropezamos con mi cama y caemos sobre ella muertos de la risa. —Te quiero—. Dice Hugo cuando deja de reír. Yo no sé que decir, ésta mañana fui yo quién se lo dijo y ahora es él quién me lo dice a mí. Esto es un desastre. Pasado mañana me iré y en lo único que soy capaz de pensar es en lo feliz que soy junto a Hugo, y en lo mucho que le quiero. Sin decirle nada más, me acerco a sus labios y comenzamos lo que va a ser una noche muy larga. No hay nada que decir, nada que pudiese mejorar lo que sentimos ahora. Nada que no valla a estropear el momento tan bonito en el que estamos sumergidos por completo en este momento y ambos lo sabemos.

Capítulo 11

Antes de la despedida

Unos fuertes brazos me rodean por la cintura. Abro los ojos y me asombro al darme cuenta que posiblemente tenga frente a mí la imagen más adorable y sexy del mundo. Hugo durmiendo. Su gesto que acostumbra a ser un tanto pícaro ahora se encuentra relajado. Sus brazos se aprietan en torno a mí cómo si temiera que me fuese a marchar. Marcharme... La realidad de esas palabras me golpea, y es que en realidad si me voy a marchar. Me acerco a su hermoso rostro, acaricio con delicadeza su mejilla y trato de no despertarlo. Inspecciono con detenimiento su rostro, quiero memorizarlo para poder recordarlo una vez que me valla, aunque en el fondo sé que no podría olvidarme nunca de Hugo. Me acerco lentamente a él y dejo un corto beso en sus labios pero cuando voy a apartarme, las manos de Hugo que parecen cobrar vida propia, me retienen justo ahí y de golpe y sin saber cómo, me veo a mí misma atrapada entre el duro pecho de Hugo y el colchón. —Buenos días preciosa—. Susurra pegando su frente a la mía. —Buenos días chico guapo—. Le digo sonriente. —Tengo una sorpresa para ti—. Dice entusiasmado. —¿Si? —Si, y es un plan solo para nosotros dos. —¡Me parece perfecto! — exclamo haciéndolo girar y poniéndome sobre él—. Pero por el momento yo tengo otra idea que también es solo para dos—. Le digo mientras voy dejando un camino de besos desde el nal de su oreja hasta su pectoral, pasando por su clavícula y entreteniéndome un poco en esa zona. Deslizo mis manos para tocar un poco más al sur, mientras Hugo comienza a gemir de manera suave, cuando en ese preciso momento la puerta se abre de par

en par y deja a la vista una Caroline sonriente y un tanto sonrojada por la distracción en nuestros planes. Escucho a Hugo gruñir y maldecir en bajo mientras mi amiga no para de decir una y otra vez «perdonad chicos» a la vez que vuelve a hacer sus pasos pero esta vez hacia la puerta. Por que sí, mi amiga había entrado hasta el centro de la habitación y yo como si de una mera espectadora se tratase, contemplando la escena muerta de risa. Hugo me mira con una cara de cabreo tremenda, la misma que al ver que no paro de reír, cambia drásticamente y me imita. Una vez que estamos vestidos y listos, con la única indicación de llevar ropa cómoda y deportivas, bajamos a desayunar al comedor del hotel en donde nos espera la otra pareja. Nada más abrir la puerta, busco con la mirada a mi amiga y rápidamente la veo sentada frente a Stef en una mesa para cuatro. Voy hasta ella pero al verme Car es más rápida y cuando me alcanza me lleva, más bien arrastra hasta el baño. Antes de entrar veo como Hugo llega hasta la mesa y se pone a hablar con Stef. Resulta que eran amigos desde hace muchos años y como Stef se había ido a vivir a Hawái, mi lindo chico había venido aquí a visitarlo y pasar con él un tiempo. —¡Tía perdona por la interrupción! —, suelta dramática mi querida amiga nada más cerrar la puerta con pestillo tras ella, para que nadie nos moleste, no sin antes comprobar que no hay nadie en los cubículos. Digo dramática por que tampoco es para tanto, no ha visto nada y una vez que se marchó Hugo y yo terminamos el asunto que teníamos entre manos. Así que... ¡está bien! —No pasa nada—. Me limito a contestar para tranquilizar a mi amiga. —Entonces..., ¿qué tal la noche? No contesto, tan solo le doy una sonrisa de boba enamorada, que no me apetece para nada borrar. —Uhh, así de bien, ¿eh, pillina? — dice pinchándome con su puntiagudo codo. En otras circunstancias me pondría de los nervios, pero hoy estoy más que feliz. Voy a disfrutarlo mientras dure. —Tenemos que salir, los chicos nos esperan. (...)

Una vez que hemos desayunado y los chicos se han despedido de nosotros, Hugo me guía hasta su coche. Me pierdo mirándole atentamente mientras maniobra para sacar el coche. Hoy está realmente guapo con su pelo rubio algo despeinado, su camisa azul y las gafas de sol que, por desgracia, ocultan sus preciosos ojos. Ya llevamos unos buenos veinte minutos de trayecto y aún no le he sacado información de a dónde vamos. —¡Venga!, dime dónde vamos. Lanza una carcajada que es música celestial para mis oídos. —¿No tienes nada de paciencia eh? —No— admito. —Pues lo vas a pasar fatal, porque quedan otras tres horas más para que veas la sorpresa. Noto que el coche se detiene. —¿ ué?—. Digo poniendo morritos. —No me pongas esos morritos que me provocas. Ya verás que valdrá la pena la caminata. Salgo del coche resignada. Nada más salir veo que hemos aparcado al pie de una montaña enorme, la que me temo es la que toca subir. Comenzamos el camino agarrados de las manos pero pronto descubrimos que no es la mejor manera ni la más práctica y desde luego tampoco la más cómoda. Veinte minutos de caminata más tarde estoy prácticamente sin aire y Hugo que me nota medio muerta se detiene para que pueda descansar. Veo que saca una botella de agua de una mochila y es increíble que hasta este momento no me haya jado en el hecho de que lleve mochila. Me tiende la botella y la cojo agradecida, bebo casi la mitad de la pequeña botella de un trago y se la devuelvo. —Gracias— digo nada más recuperar un poco el aliento. —Tranquila. Nos levantamos y un poco más de cinco minutos después me parece oír agua caer. —¡Espera!, ¿oyes eso? —. Hugo se queda en silencio por un momento y luego el reconocimiento brilla en su rostro.

—Es un riachuelo que hay por aquí. —¿De verdad?, ¿podemos ir? —¡Claro! — dice con una sonrisa. Nos desviamos un poco de nuestro camino inicial y tras atravesar un paso entre árboles llegamos a un precioso riachuelo, medio escondido. —¡ ué hermoso! — exclamo entusiasmada. —Tienes razón—, dice Hugo y cuando le miro veo que está mirando hacia mí. De pronto noto como un extraño calor se instala de golpe en mis mejillas. —Eres bobo. —Y tú preciosa. Siento que podría deshacerme en cualquier momento. Hugo se acerca a mí y me sostiene entre sus brazos, para después pegar sus cálidos labios contra los míos y nos besamos hasta que nos encontramos jadeantes. —Sigamos Lara —. Pide en cuanto recuperamos de nuevo el aliento perdido en los labios del otro. Yo te seguiría a dónde quisieras— pienso, pero le digo un simple «si» y retomamos nuestro camino. Un par de horas más tarde, en dónde hemos disfrutado de un par de descansos más y unos deliciosos bocadillos, parece ser que mi chico pensó en todo. Aún estamos caminando, siento que mis músculos arden, mi corazón late como loco por el esfuerzo y una ligera capa de sudor cubre mi cuerpo y se desliza por las zonas más incómodas. Me distraigo mirando el per l de mi compañero de caminata y disfrutando de la maravillosa vista que tengo frente a mí. —Vamos, que queda poco cariño— me alienta mirando hacia atrás, donde me encuentro. Llega hasta donde estoy yo y me agarra como si de un saco de patatas se tratase. Pocos minutos más tarde llegamos a nuestro destino. Y lo sé porque Hugo me pide que cierre los ojos. —¿Confías en mi? —me pregunta y puedo escuchar un poco de emoción en su voz. —Por su puesto—. Me baja. —Bien.

Me hace dar unos pasos más mientras me sujeta ambas manos. Noto que se pone detrás de mí y me envuelven desde atrás, es entonces cuando vuelve a hablar. —¡Abre los ojos! Le hago caso y los abro. uedo maravillada en cuanto lo hago. Tenía razón, Hugo tenía razón, valía la pena la caminata. Me giro hacia él y le beso frente a la vista, más impresionante del mar, que he visto desde que llegué a Hawái. Nos sentamos a disfrutar de la vista y pronto comienza a atardecer. El día con Hugo ha pasado súper rápido. Y con las mismas volvemos a casa, por suerte la bajada siempre es más fácil que la subida.

Capítulo 12

La despedida

El día que menos deseaba que llegase nalmente ha llegado y con el mi regreso a casa. Con mi familia y mi loca amiga, pero lejos del chico que me ha robado el corazón. Desde que me he despertado, el móvil no ha parado de sonar una y otra vez. «Titanium» de Sia resuena por mi habitación hasta que se detiene y vuelve a comenzar la maldita melodía, una y otra vez. Por mi parte lo único que soy capaz de hacer, es quedarme inmóvil en mi posición, sentada sobre mi cama, mientras miro jamente el odioso instrumento de tortura en el que se ha convertido mi móvil. Al menos desde esta mañana. No dejo de mirarlo mientras el deseo interno de que deje de sonar, se repite constantemente en mi cabeza, pero sabiendo que eso no sucederá hasta que hable con él. Él; qué testarudo y cabezota ha resultado ser mi chico de ojos claros. Una lágrima, caliente y húmeda, se desliza por mi rostro y la atrapo rápidamente con mi mano. No quiero llorar, me niego a hacerlo, porque soy consciente de que una vez que comience no seré capaz de parar de llorar. Y es como estoy segura de que no quiero pasar así mis últimas horas en Hawái. Vuelve a timbrar el fastidioso móvil por vigésima vez al menos y lo miro con fastidio. La puerta de mi cuarto se abre de golpe y una furiosa y aún adormilada Caroline aparece frente a mí. —Contesta de una vez el maldito teléfono y deja descansar al chico y también a mí, ya que estás. Si no, la próxima llamada la cogeré yo, te lo advierto—. Ladra mi amiga. Prácticamente me lanzo sobre el artefacto, cuelgo la llamada, apago el móvil y lo lanzo al otro extremo de mi cama. —¿Así mejor? —. La miro cansada.

Car suspira y relaja un poco su expresión. Me mira con un poco de lástima y se sienta a mi lado, en la cama. —Lara deberías coger su llamada. Deberías hablar con Hugo, ya sabes, antes de irnos. —Lo sé y lo haré. —¿Cuando?, ¿cuando estemos en la puerta de embarque?—. Sus duras palabras me lastiman, pero sé que lo hace por mi bien. —¡No...!, ¡no lo sé!—, casi grito desesperada— lo único que sé, es que ahora mismo no puedo hablar con él. No puedo oír su voz sin que se me rompa el corazón—. Miro a mi amiga con lágrimas en los ojos —, le quiero… Las lágrimas comienzan a abrirse camino y aunque me esfuerzo en intentar dejar de llorar, no lo logro. Caroline me abraza fuerte sin mediar palabra, mientras amortiguo mi llanto desgarrador en su pecho. No soy del todo consciente del tiempo que he pasado llorando, hasta que reacciono y voy hasta el baño para mirarme frente al espejo. Me cuesta horrores reconocerme en el destrozado re ejo que tengo frente a mí, ya que desde que Hugo me dejó anoche en la puerta del hotel no he dejado de llorar. Unas manchas enormes cubren la parte inferior de mis ojos, ensombreciendo mi mirada. Tengo los ojos rojos de tanto llorar y restos de maquillaje corrido por toda la cara, ya que anoche ni me digné a desmaquillarme. Seguramente mi almohada debe estar embarrada pero no es algo que me importe demasiado. Siento mi boca pastosa y la garganta, que tengo algo seca, me escuece a rabiar. Cojo un vaso que dejé anoche en el baño, lo lleno de agua y me lo tomo de un trago para ver si eso calma parte del dolor que siento. —¿ ué voy a hacer? —me pregunto a mí misma, sin dejar de mirar el teléfono apagado que tengo en mi mano. Lo he cogido antes de entrar en el baño, ante la atenta mirada de mi amiga, que se ha mantenido a mi lado todo el tiempo que he estado llorando. Car es sencillamente genial. Enciendo el móvil, en el instante en que introduzco el número pin comienzan a llegar, un torrente de noti caciones de distintos mensajes y llamadas, todas de Hugo. Abro el primer mensaje que recibí cuando apagué el móvil.

Lara por favor cógeme el teléfono.

Leo el siguiente. Tenemos que hablar.

Y así uno tras otro. Hoy te vas, tenemos que hablar. Por favor, no me dejes así. Háblame.

Dejo de leer los mensajes al ver que aún me quedan al menos seis más, puedo percibir su dolor en cada una de sus palabras y no soy capaz de leer ni uno más. Veo que tengo como veinte llamadas perdidas y cuando me cuestiono si debo o no llamarle, la pantalla se alumbra con una foto nuestra. Una que nos hicimos la noche de la discoteca, cuando salimos a la playa, y su nombre palpitando junto a llamada entrante. Ésta vez lo cojo. —Lara—, dice nada más descolgar el teléfono. Su tono de voz muestra un claro alivio por que esta vez he cogido la llamada—. Por favor tenemos que hablar, no me cuelgues. —Siento no haber cogido las otras llamadas—. Digo rápidamente, sintiéndome un tanto avergonzada. —Habla conmigo— suplica—Lara, no se puede terminar así. —Lo sé, yo solo... —Por favor acepta quedar conmigo, voy a tu hotel, o quedamos dónde tú quieras—. Ofrece y la verdad es que quiero verlo. Aunque solo sea una vez más antes de irme. — uiero verte— admito— de verdad que quiero verte, pero es tan duro…—. No consigo reprimir las ganas de llorar y termino la frase con la voz rota. Justo como me siento en este momento.

—Lo sé, Lara. Para mí también, por eso necesito verte. Accedo a vernos en una hora, en el parque que hay frente al hotel. Antes de terminar la llamada me dice que me quiere. Entro al baño y me doy una reconfortante ducha. Bajo el chorro de agua caliente noto como mis músculos se liberan de la tensión que cargaban. Pasados veinte minutos bajo el agua, termino de ducharme, me coloco una toalla y salgo para coger la ropa que me pondré. Casi media hora más tarde vuelvo a salir del baño completamente arreglada y con el pelo recogido en una coleta alta. Vestida con unos simples vaqueros, camiseta blanca resaltando el moreno conseguido en estos días y unos zapatos cómodos. Miro mi reloj por última vez y lanzo un suspiro pesado, antes de salir del hotel y dispuesta a enfrentar la dura despedida que me espera. Sé que llego cerca de diez minutos después de la hora que le dije, pero aún así no aprieto el paso. Siento que necesito este pequeño tiempo extra para prepararme a conciencia. Cuando llego al parque, lo primero que veo es a mi hermoso rubio esperándome sentado sobre la frondosa hierba. Llego hasta él y me siento a su lado. Hugo me mira pero no soy capaz de mirarle directamente a los ojos, sé que si lo hago aquearé. —Mírame— me insta con rigidez. Y lo comprendo, comprendo que esté molesto, yo en su lugar lo estaría. Niego con un leve movimiento de cabeza, mirando el césped—. Mírame— repite en un tono más suave, pero esta vez hace que lo mire, alzando mi barbilla levemente—.Lara—. La manera en la que pronuncia mi nombre, como si uyera suavemente de sus labios y su aliento acariciando mi mejilla combinado con su cercanía, hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo y me erice completamente. Es asombrosa la necesidad que tiene mi cuerpo de sentir nuevamente su tacto. El mínimo contacto f ísico que estamos experimentando en este momento, hace que deseé más. Mucho más que tan solo me sostenga la barbilla con su mano. Sin decir nada más, cierra la poca distancia que hay entre nosotros y pega sus labios a los míos. Los acaricia con delicadeza, sin prisa y con mucho sentimiento. En este beso, puedo sentir con tal nitidez todo lo que ambos sentimos. De manera que hace innecesarias las palabras. Palabras que de todas

formas no cambiarían nada. No cambiaría el hecho de que le quiero tanto o más que él a mí. Tampoco el hecho de que, por más que nos duela, esto es una despedida. Y por supuesto, tampoco cambiará el hecho de que me voy en un par de horas. En el beso me transmite su miedo, su inseguridad, pero también puedo notar su amor. Esa con anza que siempre despide de forma tan naturalmente suya y una gran tranquilidad en la que me hace sumergirme. Cuando estoy con él es lo que siento, una gran calma en la que me dejo llevar. Separa sus labios de los míos y sin decir nada, apoyo mi cabeza en el hueco entre su mandíbula y su hombro. Disfruto de la vista que tenemos delante, mientras Hugo me rodea con sus brazos y me acomoda aún más contra su pecho. Voy a echar de menos esto. Echaré de menos estar con Hugo. Su sonrisa, hablar con él, sus labios. A Hugo en su totalidad. Cuando el sol comienza a esconderse, miro el reloj y me encuentro con que ya es hora de irme. Me quedan menos de dos horas para coger el avión y aún tengo que preparar mi maleta. No me había jado en cuanto tiempo habíamos estado en la misma postura. —Me tengo que ir—. Le digo derrotada. Le beso una y otra vez. — uiero llevarte al aeropuerto —me pide entre besos cortos. —No— me niego. Un gruñido que resuena desde lo profundo de su garganta me sirve de respuesta, pero yo no le dejo hablar—. uiero que tu último recuerdo de nosotros juntos sea así. Tú y yo, en el parque. Besándonos por última vez y no despidiéndonos frente a desconocidos en un aeropuerto. —¿Se puede saber qué tiene de malo?—, pregunta de manera que pretende ser severa pero resulta divertido—. Al n y al cabo así nos conocimos, en el aeropuerto. Frente a un montón de gente que miraba mientras me tirabas al suelo. —No te tiré, tropecé. Se ríe al rememorar mi torpeza y sé que lo hace para aligerar el cargado ambiente que ha surgido entre nosotros, cosa que agradezco. —Adiós— le digo sonriendo y con lágrimas que descienden libremente por mi rostro. —Adiós— me responde limpiando las lágrimas con sus pulgares.

Me alejo de Hugo y sin mirar atrás comienzo mi camino de vuelta al hotel. Puedo asegurar que con cada paso escucho alto y claro como mi corazón se va desquebrajando cada vez más. uedando en pequeños añicos que se me antojan imposibles de recomponer. (...) Miro una vez más a mis espaldas antes de montarme al taxi. Secretamente espero que Hugo no se haya marchado y pueda darle un último beso. Se instala en mí una cierta sensación de decepción, cuando veo que no es así, pero aunque me duela en el fondo sé que es lo mejor. Cuando llegamos al aeropuerto se escucha por la megafonía, la última llamada a los pasajeros de nuestro vuelo. «Última llamada a los pasajeros del vuelo i-148 con destino a Madrid»

En cuanto escuchamos el anuncio salimos disparadas. Corremos lo más rápido que nos permiten nuestros pies y el peso del equipaje. Llegamos casi sin aire al mostrador, damos nuestros billetes al muchacho que está allí y milagrosamente llegamos a montarnos en el avión. El mismo que me lleva de regreso a mi casa. El mismo que me aleja cada vez más de Hugo, de mi hogar.

Epílogo

Han pasado un par de semanas desde que regresé. Mi madre estaba muy emocionada y estuvo los primeros tres días pidiéndome que le mostrara una y otra vez todas las fotos y que le cuente todo lo que hice. Los ojos casi se le salen de las cuencas cuando le conté la pequeña gran aventura del paracaidismo, algo que me pareció divertidísimo. Sin embargo lo divertido duró poco, para ser exactos duró hasta que vi el primer juego de fotos en las que aparezco con Hugo. Toda la mierda vino a mí como un fuerte derechazo del destino en plena boca del estómago. Riéndose de mí en plena cara, por haber pensado por un instante que lo nuestro funcionaría. Caroline también estaba un poco triste hasta que cuando pasó la primera semana de nuestro regreso, la descubrí con una sonrisa tremenda. Saltaba de un lugar para otro. Entonces le sonsaqué la razón por la que estuviese tan contenta y con una felicidad que hace tiempo que no veía en mi amiga, me lo contó todo. Me dijo que había hablado con Stef y que él le había dicho que si tenía paciencia, tras arreglar un par de asuntillos que tiene por ahí, se vendría a vivir a España, inde nidamente y que lo esperase. No se me escapó la mirada de tristeza que puso cuando me lo terminó de contar, al darse cuenta de que Hugo no haría lo mismo y que a mí me destrozaba esa certeza. Como tampoco se me escapó el hecho de que días más tarde intentaba que su alegría no fuese tan obvia, al menos no delante de mí. Hecho que me entristecía. Adoro a mi amiga y quiero que sea feliz, que nada le impida serlo y menos yo. Estoy completamente perdida en mis pensamientos cuando una repentina llamada me hace regresar. Miro con descon anza el número desconocido que me llama y lo cojo por si fuese algo importante. —Academia de las artes de Londres, pregunto por la señorita Lara Rodríguez —. Se escucha una voz de mujer hablando en un perfecto inglés a través del

auricular. Por suerte, hablo a la perfección el idioma. Requisito indispensable para optar a la única beca que ofrece ésta magní ca escuela. Beca a la que por suerte yo opto. Aún sin terminar de creer lo que me está pasando, ya el simple hecho de recibir una llamada de esta prestigiosa escuela es en si un logro, lucho por conseguir emitir frases con cierta conexión y sobretodo sentido. —¡Disculpe, señorita!, ¿está ahí? —Si, perdone. Si, soy Lara Rodríguez—. Le contesto. — ueríamos informarle de que ha sido seleccionada para otorgarle la beca para realizar sus estudios al completo en nuestra academia. Un grito de emoción sale sin censura y sorprendiéndome a mí misma—. Disculpe— me disculpo ante mi reacción. —No se preocupe, lo entiendo—. Una pausa—. Enhorabuena, te lo mereces Lara—. Me dice dejándome sorprendida por su cambio a la hora de comenzar a tutearme, como si me conociese. —Muchas gracias. —Le informaremos mediante un correo electrónico de los trámite a completar y todo lo que resta por hacer— vuelve a hablarme de usted—, disfrute del resto del día. —Eso haré, buenas tardes. Corto la llamada y pego un grito de júbilo. No me lo creo, mi mayor deseo era obtener esa beca y ahora me la han dado. Unos golpes en la puerta me hacen ir hasta ella aún con el teléfono en mano. Abro la puerta y lo que veo hace que el teléfono que hasta ahora llevaba en mi mano derecha, estalle contra el suelo. No me importa en absoluto, lo único que me importa es la persona que tengo frente a mí. Lo único que me importa, es lo completa que me siento de pronto, al verlo aquí. Me lanzo sobre él sin pensar en nada más. Porque lo único que realmente importa, es que Hugo está aquí. —Has venido... —me calla con un beso que me deja sin aliento. —Y me quedo contigo… — completa por mí. —¿Lo dices en serio?

—Sí, y ahora que te han concedido la beca podremos ir juntos a Londres—. Dice entusiasmado y la verdad es que... ¡un momento! —¿Cómo lo sabes?—. Su cara es la viva imagen de la incertidumbre—. Lo de mi beca— le aclaro. Cuando le miro veo que ya sabe por dónde voy y a la vez veo algo que me desconcierta. Lo veo dubitativo, ¿porqué tendría reparo a contarme nada?. Rápidamente lo comprendo cuando nalmente me lo explica. —¿Recuerdas la noche que nos presentamos formalmente? —Si— contesto con cierta duda. Lo recuerdo perfectamente pero no sé a dónde quiere llegar y eso en cierta manera me aterra. —Te dije que yo quería y quiero asistir a la misma academia. También te dije que tengo ciertos contactos—. Se detiene a la espera de que le haga algún gesto para que vea que le sigo. —Lo recuerdo. —No fui sincero del todo— admite tímido—, pero tampoco te mentí— se excusa de manera rápida—. La directora del centro…, es mi abuela. La beca, la proporciona mi familia con sus diversos actos para recaudar fondos para distintas causas. Una de ellas es la beca para la escuela que dirige mi abuela. Una de las más prestigiosas de Londres. ue también es, la que más ayuda a los jóvenes artistas. El peso de sus palabras casi me hunde y de pronto siento un pequeño pinchazo de desilusión. Sumado a una decepción brutal que va calando poco a poco en mí, cuando caigo en el porqué de que me hayan dado la beca que tanto ansiaba. Ahora que la tengo y sé el por qué de ello, no puedo evitar tener la sensación de que no me la merezco. —Así que me la han dado por ti y no por mi trabajo—. Digo desilusionada. —¿ ué dices?, jamás quiero que vuelvas a decir eso. No dudes de lo buena que eres escribiendo—. Sostiene mi cara entre sus manos en un dulce gesto—. Tan solo me he asegurado de que tu trabajo llegase directamente a manos de mi abuela, sin intermediarios. Para serte sincero, ni siquiera le he hablado de ti hasta esta mañana. ue me llamó muy emocionada por los relatos que le había

pasado. uería saber quién era la responsable. Entonces le hablé de ti, y me dijo que te llamaría, justo cuando bajé del avión. —Un momento, ¿venías hacia aquí antes de enterarte que me darían la beca? Hugo me da esa sonrisa tan suya. Esa que me vuelve loca. —¡Claro! Nadie me separará de mi chica—. Dice para luego darme otro cálido beso. —Lo que aún no entiendo es cómo.... ¡Caroline! —Si, Car me pasó tus trabajos—. Con rma mi sospecha. —Eres un loco. —Tú me vuelves loco. Te quiero Lara. —Te quiero Hugo. Con una gran oportunidad por delante. Mi chico, mi familia y mi loca amiga a mi lado, sé que nunca estaré sola. ¿ uién dice que un amor de verano debe quedarse en el verano? ¿ uién dice que un amor intenso y apasionante no puede solo durar.... para siempre? FIN

Agradecimientos

Muchas gracias a todas la personas que han leído esta historia y gracias a aquellos que la leerán. Estoy muy agradecida a los miles de personas que han leído esta historia en la plataforma de wattpad, que en un primer momento, debo confesar, no estaba segura de si gustaría o si quiera que llegase a lo que es hoy. Me enorgullece escribir estas palabras, por que realmente ha sido maravilloso contar con el apoyo de mis lectores para que este historia llegue a papel. Vuestras palabras me han motivado a continuar en momentos de bajón. En estos momentos me siento como una madre primeriza, a la que se le va del nido su primer bebé, pero espero con ansias ver como este crece. Y será gracias a vosotros. Estoy muy agradecida con vosotros, por haber seguido a esta pareja que ha pasado por tantas cosas, hasta que al nal han podido estar juntos. Me alegra ver todas las personas a las que mi historia ha llegado y espero poder seguir contando con vuestro apoyo en las siguientes historias que llegarán. Mi sueño siempre ha sido poder escribir historias que lleguen a gran cantidad de personas y este es mi primer paso. Para aquellas personas que quieran leer más historias mías, mi cuenta de Wattpad es MeyS1992 Espero que hayáis disfrutado de esta novela. Tanto como yo he disfrutado escribiéndola, hasta llegar a tener noches en vela pensando en como continuar. Debo agradecer también a mi madre, quien en muchas ocasiones ha sido mi compañera en mis noches en vela y ha soportado mis cambios tan radicales en las tramas. Y como tampoco me puedo olvidar de una amiga muy especial quien también escribe y con quien comparto las escenas más locas, a pesar de la distancia que nos separa sé que siempre puedo contar con ella.

¡Gracias Eli!

Índice Adelanto. 7 Capítulo 1. El regreso 9 Capítulo 2. Ha regresado 13 Capítulo 3. Como te he dicho. He regresado por ti 17 Capítulo 4. ¿ ué mierda ha sido eso? 21 Capítulo 5. Noche fuera de casa 25 Capítulo 6. La subasta 33 Capítulo 7. La subasta (Parte 2) 39 Capítulo 8. La cita 43 Capítulo 9. La cita (Parte 2) 47 Capítulo 10. La cita (Parte 3) 53 Capítulo 11. El día después 57 Capítulo 12. Mi necesidad 61 Capítulo 13. Fiebre 69 Capítulo 14. Fiebre (Parte 2) 75 Capítulo 15. Fiebre (Parte 3) 81 Capítulo 16. Visita sorpresa 87 Capítulo 17. Visita sorpresa (Parte 2) 91 Capítulo 18. Mudanzas 99 Capítulo 19. La conversación que nos debemos 107 Capítulo 20. La conversación que nos debemos (Parte 2) 113 Capítulo 21. Cena con los suegros 119 Capítulo 22. Cena con los suegros (Parte 2) 125 Capítulo 23. Después de la cena 133 Capítulo 24. Esto es mío 139

Capítulo 25. Obstáculos 149 Capítulo 26. La inauguración 155 Capítulo 27. El comienzo del n 163 Capítulo 28. Respuestas 173 Capítulo 29. Riesgos 177 Capítulo 30. Afrontar la verdad 185 Capítulo 31. Despedida 191 Capítulo 32. Después de su marcha 195 Capítulo 33. Desmoronándose 205 Capítulo 34. Desaparecida 219 Capítulo 35. Encontrada 227 Capítulo 36. Encontrada (Parte 2) 237 Capítulo 37. El nal 245 Capítulo 38. Extra. La boda 251 Capítulo 39. Extra. La boda (Parte 2) 267 Capítulo 40. Extra 273 Contenido extra. Amor de verano Capítulo 1. El viaje 277 Capítulo 2. En el aeropuerto 279 Capítulo 3. Noche de marcha 281 Capítulo 4. Él 287 Capítulo 5. Saber más de ti 291 Capítulo 6. Dulce despertar 295 Capítulo 7. Día lleno de aventuras 299 Capítulo 8. Día lleno de aventuras (Parte 2) 303 Capítulo 9. He metido la pata 309 Capítulo 10. Un paso más allá 315 Capítulo 11. Antes de la despedida 319

Capítulo 12. La despedida 325 Epílogo. 333 Agradecimientos. 337
El idiota que ha regresado - Marina Santiago

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