Leon\'s Way - Sunniva Dee

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Créditos Moderadoras:

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Traductoras

Corrección y Revisión: Diseño:

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Indice

Sinopsis Soy Leon, objeto número uno de los millones de rumores de Deepsilver. Dueño de la zona de conflicto estudiantil, Smother. Desde los dieciséis años, el mundo ha sido mío. Hago todo… A mi manera. Cada alumna en esta ciudad aprieta sus muslos sobre mí, pero la mayoría ni encajan completamente. Mira, me gustan mis chicas rotas. Una vez que detecto mi sombra estropeada de no-me-importa-una-mierda, lucho duro, peleo sucio y no paro hasta que…

Estoy fuera de control. Pero en el centro de mi caos, ella existe. Siempre cerca, siempre dulce, y tan maravillosa jodidamente… saludable. Ella representa todo lo que he evitado en una mujer. Aun… Se me antoja. Soy Leon, y no niego mis ansias. Solo… esta chica no se rinde. Así pues, estoy aquí, luchando con más fuerza. Luchando más sucio. Y maldita sea todo… Conquistaré.

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Padres borrachos y frecuentes palizas no merecen atención, pero cuando mi despreciable padre inicia el proceso de graznar, me vi obligado a recordar. De este modo, la espiral descendente comenzó: mi última chica-rota me volteó las tornas y se largó. Mi empleada sexy-como-el- infierno, Arriane, me lanzó la bola curva de la vida. Y de repente…

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Conquisto.

0. Titiritero Este es mi bar. Mi fiesta. Y ella es mía. Los ojos de mi novia brillan con alivio y felicidad. Solo que no está sonriéndome a mí. Empuja mi mano de su muslo, y se para sobre su taburete, saludando. Sonriendo, como nunca lo ha hecho conmigo.

―Oh no, no lo harás. ―Sujeto a Pandora cuando salta a su encuentro. He luchado muy duro para dejar que esto suceda. En pocos minutos, empieza un Año Nuevo, y ella está en él, maldición, conmigo; no se irá con otro hombre. ¿Cómo mierda entró en Smother en primer lugar? ¡Mis guardias son inútiles! Les di una sola orden esta noche: No dejen que Dominic entre. Pandora comenzó como un desafío para mí. Sé que la encontré tarde, que tenía una historia con el chico bonito. Pero él estaba nombrado como “Dominic Perfecto” en su celular, la cual es la verdadera razón de que ella esté conmigo y no con él. Sí, Pandora y yo, somos iguales. Somos la mancha arruinada del otro, ¿y adivina jodidamente qué? No voy a dejar que olvide. Nunca pierdo, y controlo mi mundo con la precisión de un titiritero, pero… Los hilos están debilitándose. Mis títeres no están obedeciendo.

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Dominic se sitúa en la parte superior de las escaleras como un héroe femenino. Lucha para conseguir pasar a Jason, uno de mis guardias. Los ojos de Dominic están pegados a mi… mi Pandora, con tanta jodida emoción que quiero arrancárselos.

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Miro a los juerguistas en la terraza de mi club, siguiendo su mirada. Ignoro el color del cielo, las explosiones de los fuegos artificiales neoyorquinas celebrando Año Nuevo, y lo encuentro tan fácilmente como ella lo hizo.

Detrás de mí, mi segundo al mando, Christian, me llama. No me reconoce, no ahora que arrojo a mi novia por encima de la barra y uso su cuerpo para abrir la puerta de la habitación de almacenaje. Apenas registro los ojos de Pandora agradándose con terror. Su miedo… está más allá del que estoy acostumbrado. Está entrando en pánico… pero yo también. Porque no puede. Malditamente. Elegirlo. A él. Mi mente se nubla. Entonces, funciona. El brillante arcoíris de colores en el cielo es como una cuchilla cuando una sombra de rojo tiñe mi visión. ―¡Leon! ¿Qué estás haciendo? ―chilla Pandora. Soy un macho alfa. Un guerrero. Un hombre de las cavernas. La arrojo fuerte contra los estantes. Soy un lobo mordiendo su cuello, silenciándola. ―Arreglaré esto, Pandora… volveré enseguida ―gruño. Entonces, cierro la puerta detrás de mí. Le doy vuelta a la llave y la encierro dentro y guardo la llave. Está volviéndose loca allí dentro, esperando que abra, rogando. Pronto, no puedo escucharla porque he pasado a Jason, y estoy en la garganta de Dominic.

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―¡Tú! ―grito―. Pequeña mierda. ¡Te destruiré!

1. Treinta días atrás El hombre que he amado durante años está iracundo. Libros, vasos y velas rebotan en las paredes y chocan contra el suelo. El gruñido bajo contenido en su garganta se desata mientras lanza su estéreo por la ventana, haciendo que los vidrios se rompan con el impacto. ―¡Ella malditamente me dejó por él! Se gira y me mira fijamente. Cuando Leon te mira, te consume. Te atrapa en un pequeño y, nervioso vacío donde está todo lo que a él le importa.

Este estado en el que está… No sacude mi necesidad de estar ahí para él. Yo… Siempre estoy cerca. Él es mi amor. Mi amor no correspondido, porque soy sólo Arriane, su mano izquierda, la camarera favorita. No una de las chicas que rompe. El pecho de Leon se levanta y se hunde con su agitación. ―Nunca he trabajado para mantener a alguien de la manera en como lo hice con ella. Joder, hice todo lo que pude mientras todo lo que tenía que hacer era irrumpir en Smother. ¡Él se la robó en mi cara! ―Lágrimas de enojo brillan, haciendo de un surreal azul sus iris. ¿Robó? Está delirando. Nunca vi a una chica tan distante de él como su ex. Ella no estaba aquí por Leon. Estaba aquí por la fiesta, por el escape. Sí, ésta situación es extraña. En mi tiempo en el club, Pandora es la primera que lo dejó por su propia voluntad, libre.

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No puedo envolver mi mente alrededor de éste desastre. Nada lo desconcierta, nada lo sorprende; en todos mis años en el club, nunca había visto grietas en la fachada de mármol de mi jefe. Con la excepción de sus novias, todo lo que toca permanece en orden, y aun así lo está perdiendo completamente ahora.

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―Leon… estarás bien. ―Empiezo, pero mi voz tiembla.

Una vez que Leon sabe lo que quiere, lo hace todo a su manera. Es ambicioso y tiene éxito con las mujeres, sus esfuerzos comienzan cuando está sobre ellas. Porque entonces ellas harán cualquier cosa para conservar su afecto. Las sietes semanas que duró, estaba aquí para ser testigo de su supuesta "relación". Al final, ya que no pudo escapar del territorio de Leon, el club y su apartamento de arriba, Pandora se refugió en sí misma. ―¿Por qué…? ―Dudo, insegura de cómo va a reaccionar si lo pregunto. Aun así, necesito vocalizar mis pensamientos. Su mirada se ajusta a mi boca, mirándome continuar―. ¿Por qué insististe cuando ella hablaba siempre de Dominic? ―¡Arriane! ¿No viste lo perfecta que ella es para mí? Demonios. Soy perfecto para ella.

Yo… Dolor para borrar su dolor. ―¿Cuánto tiempo viviste con ella, Leon? ¿Una semana? No era perfecta para ti si estaba enamorada de alguien más. ―Sigo hablando. Sabiendo que debería parar―. No te preocupes. La chica correcta llegará. Ira parpadeó sobre esas perfectas facciones que he memorizado. ―¿Qué sabes tú? ¿Siquiera tienes alguna cita? ―deja escapar. Ésta explosión no es él. ―Sí, sólo que… no últimamente ―murmuro, aturdida. ―Desde que comenzaste a trabajar para mí hace tres años ―escupe. Con ninguna deliberación, asiento. Porque cuando me enamoro, me enamoro de verdad. No recupero mi corazón fácilmente. A los pocos meses que estuve en mi trabajo en Smother, en ese momento lo supe. Claro, he tenido una cita o dos. Ocasionalmente he estado por una sesión avanzada, pero… ―Oh, eso te hace experta en relaciones ―se burla en un tono que nunca usa, especialmente no con sus empleados. Con sus oscuros ojos, camina hacia mí, frente

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Leon no es material para novio. Leon es un rompecorazones andante, en un paquete impresionante. Y sin embargo no soporto que esté sufriendo. Desearía que pudiera manejarlo mejor.

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Las filas de las novias de Leon eran largas. Una tras otra, llegaban y eran botadas. Como el crack, hacía que las mujeres fueran adictas a él antes de romper sus corazones con su rápido enfriamiento de interés. ¿Y, Pandora? Ella volteó el juego para él.

a la salida. No estoy segura de sus intenciones. Para estar por el lado seguro, cierro la puerta, con doble seguro Gracias a Dios. Todavía hay una barricada. ―¿Qué estás haciendo, Arriane? ―Su tono es bajo con acento suave, prometiendo un peligro que no he recibido antes. Sus palabras suenan íntimas, como la manera en que a veces habla con sus novias y, trago, queriendo calmar tanto el miedo como el calor que aumentan en mí. Presiono mi espalda contra la puerta, poniendo mis palmas protectoramente sobre la madera en mis costados. Él es lo suficientemente fuerte como para pasar, por todo lo que sé, y no puedo, no puedo permitir que eso suceda. No soy rival para él. Mi pequeño cuerpo es todo lo que le impide intentarlo. ―Muévete ―dice, pero niego, tratando de no encontrar su hermosa mirada. Me estremezco.

―¡Abre la maldita puerta! ―ruge Leon. ―Leon, hombre, lo siento ―responde Christian desde afuera―. Arriane, esto es malo. No creo que lo puedas calmar. Vamos a entrar. No. ¿De qué sirve abrir la puerta ahora mismo? Él los pasará, se llevará su motocicleta y, ¿quién sabe dónde terminará? Jalo aire de mis pulmones, inflándolos. ―¡No lo hagas, Christian! ―grito tan fuerte como puedo. Las palmas de las manos de Leon chocan contra la puerta al lado de mis sienes, y un grito de sorpresa se desliza de mí. Se inclina, más cerca de mi rostro de lo que nunca ha estado, casi tocando mi nariz. ―Hmm ―murmura, cambiando su tono tan rápidamente que me congelo con incertidumbre―. ¿Ibas a calmarme? ¿Con qué, con una repisa? ―Se inclina hacia atrás lo suficiente para mirarme a los ojos y el hielo en los suyos aparece―. ¿Con una soga, tal vez? ―Se ríe―. No, Arriane, no te preocupes. Ninguna chica puede hacerme saltar.

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―Sí, mantenla bloqueada. Puedo hacer esto ―digo. Mi voz no suena bien, sin embargo. Tiemblo con incertidumbre, y envuelvo mis brazos alrededor de mí misma para mayor comodidad.

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―Arriane ―dice Christian, el segundo a cargo del club, desde afuera―, ¿estás segura de esto?

No respondo. Mi respiración se acelera mientras mi adrenalina bombea a mi corazón por las venas. Leon está tan cerca que roza sus caderas contra mi estómago, y él está… No es posible. Con el humor en el que está, ¿cómo puede…? Pero entonces, es cierto: está duro. Estoy segura ahora, porque alinea su cuerpo contra el mío y se presiona contra mí. ¡La sensación de su roca sólida contra mi cuerpo por primera vez es una locura! En mi sobrecarga sensorial, mi mente irracional piensa sobre cómo está tan bien equipado. Delgado y hecho de granito. Es por sus artes marciales, mi cerebro analiza innecesariamente. Él exhala, un soplo de aire tocando mi piel.

En el trabajo, se mueve entre nosotros como un dios pagano, siempre presente y con un aire fresco, omnisciente de maestría. Tomando el cargo y, la responsabilidad. Reduciendo la tensión frenética de trabajo en las noches cortas, da órdenes. Ahora, está recuperando su control, sólo un tipo más íntimo. Él irradia un tipo de seducción de poder que tan a menudo lo he visto ejercer sobre sus chicas. ―Te excité, ¿no es así? ―Una leve sorpresa tiñe su voz, como si no esperara esto. No sirve expresar la decepción que mi cerebro inventa porque mi cuerpo no miente. No le contesto. ―¿Estás bien, Arriane? ―Christian interrumpe desde afuera―. Mierda, ¿de quién fue la idea de todos modos? ―le murmura a Jason, nuestro principal gorila―. Claro, es Arriane, pero aun así, lo pudimos haber encerrado con otra chica. Las pupilas de Leon se dilatan y me atrapa. ―Ella está bien, Christian ―responde por mí―. Ambos lo estamos. No le haré daño. Un corto silencio sigue. ―¿Arriane?

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―¿No? ―pregunta―. Entonces, ¿cuál es tú plan? ―Sus ojos zafiro brillante, se estrechan mientras me analiza, y me retuerzo bajo su control. Me sostiene, sin embargo, y sin querer aplicar fricción entre nosotros. Leon aspira aire a través de sus dientes en un silbido que dispara fuego en mi estómago.

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―No quise, no, nunca… ―tropiezo, tratando de enfocarme en su pregunta. Sólo que me quedo sin aliento, y el resto de las palabras no vienen. Una ráfaga suave de perfume en su cuello, llama mi atención.

Mi respiración es un susurro que no controlo. Se levanta el arco perfecto de la ceja de mi jefe. ―Sí ―logro decir. Christian respeta a nuestro jefe al igual que yo, no soy la única que conoce esta parte de él―. Leon ha regresado. Es otra vez él ―le digo a pesar de que no sé lo que viene a continuación. La mano de Leon se extiende. Cierra la puerta desde adentro y llega hasta mi cuello. Lo dejo cuando me guía lejos, dentro de su apartamento con una palma curvada debajo de mi cola de caballo. Ninguno de nosotros reacciona a la voz de Christian que repite mi nombre desde el pasillo. Cuando quitan la barricada se escucha fuerte contra el piso. ―¿Quieres quedarte? ―susurra Leon―. ¿Haciéndome compañía? Sus ojos tienen ese brillo especial, una mirada que no es de amor ni de adoración. Sé que aceptar su oferta. Sería una locura.

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Asiento.

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Y sin embargo…

2. Hace veintinueve días Soy el diablo. ¿Qué hizo ella para merecer esto? Es mi empleada y una espectadora inocente, que no se parece en nada a mis contendientes habituales.

El cabello de Arriane es negro como el mío. Es largo y tan sedoso que brilla incluso en la tenue iluminación de mi dormitorio. Primero, quito la sencilla cinta de cabello negra de su cola de caballo. Después, extiendo su melena a lo largo de mi almohada. ―Debes llevar más el cabello suelto ―digo, y el pequeño montecillo en su garganta se eleva cuando traga ansiosamente. Retrocedo un instante, estudiándola. ―¿Te gusta? ―murmura. Parece sorprendida. Deslizo un mechón brillante entre dos dedos y lo veo desparramarse de nuevo en la almohada. ―Por supuesto que sí. Es jodidamente hermoso. Hace tres años, me estaba quedando sin empleados, y entró esta chica, esta dulzura de veinte años, que necesitaba dinero. Como la mayoría de la gente en la ciudad universitaria de Deepsilver, Arriane vino aquí por su título. Sólo que no viene de una familia acomodada, y la matrícula es costosa. Desde entonces, ha trabajado más en Smother de lo que ha estudiado. Cada vez que necesito a alguien, giro, y Arriane está ahí, lista para tomar el relevo. La hermosa y leal Arriane. ―Tus ojos son violetas ―anuncio, porque no lo había notado antes; ella trabaja para mí, y yo no me involucro con mis empleadas.

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No tengo ninguna excusa para actuar así. No puedo pretender estar borracho en esta secuela de la víspera de Año Nuevo. No, sólo no puedo lidiar con lo que pasó hace un rato. Quiero olvidar cómo perdí mi mierda, la forma en que rechacé la falta de compromiso de Pandora conmigo.

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Aun así, acecho por encima de Arriane en el colchón, de la forma en que lo he hecho con innumerables mujeres antes. Sentado a horcajadas, estoy en cuatro patas, inclinándome lo suficiente para soplar suavemente en su boca, haciéndola jadear.

―Sí ―susurra―. Nadie más en mi familia… ―comienza, pero luego lamo sus labios y gime suavemente. Me gusta ese sonido. ―¿Qué mezcla eres? ―Como yo soy el resultado de una mezcla de razas estadounidense, soy blanco con un poco de japonés, le pregunto sin dar vueltas. Espero que reaccione a mi insolencia. Cubro el pulso en el hueco de su clavícula con la yema de un dedo mientras espero. El violeta de sus iris disminuye ante mi tacto, rindiéndose a un color más profundo. ―India. Blanca. Algo de hispana ―tartamudea. A esta altura, ansío acción, así que dejo su cuello. Tomo los lados de su camisa y empujo hacia arriba. La curva de sus pechos ofrecen resistencia, pero los libero con unos pocos tirones bruscos. Arriane jadea sorprendida. No me detiene, sin embargo, lo que me hace estar duro como una roca. Mi polla palpita con necesidad.

Desciendo, muerdo, chupo bastante fuerte sus anchas areolas marrones, haciéndola gemir en una mezcla de dolor y lujuria. ―Leon ―suplica, ¿para que le haga qué? ―No mientas, Arriane ―advierto en caso de que se esté yendo en esa dirección―, y dime que no sabías. ―Tomo su boca duramente. Investigándola. Deleitándome en sus labios, dejándola jadeante. Nada es más bonito en una mujer que un cóctel de deseo con una pizca de miedo. Espero que sea esto. ―¿Saber qué? ―jadea. ―Que juego rudo. ―No le doy tiempo de responder antes de que entienda lo que quiero decir. Dándola vuelta en la cama, le quito rápido su pantalón. Eficientemente. Su piel… ―Eres jodidamente dorada por todas partes, ¿no es así? ―siseo. Tan suave. Maldita sea, es hermosa. ¿Quién demonios sabía?―. Siéntate. ―Le ofrezco mi mano. La acepta y se posiciona de lado por alguna razón, con las piernas dobladas. La transparente ropa interior roja que usa, se oculta entre sus muslos en esta posición.

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―Huye, niña ―le digo mientras desabrocho su sujetador y aprieto sus magníficos pechos juntos. Niega en la almohada, su cabello sedoso escurriéndose a su alrededor. Entierro mi rostro entre sus montículos, y son tan suaves y cálidos como se ven.

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Como era de esperar, estoy perdiendo interés en el bien o el mal. Esto lo provoca Arriane estando conmigo en lugar de estar a salvo en su propia cama.

―¿Te estás escondiendo de mí? ―gruño bajo en mi garganta. Estoy complacido más que nada, porque su reacción, esta aprehensión preocupada, jodidamente me está matando―. Descruza las piernas, Arriane. Ella está balbuceando, indecisa, así que enderezo sus piernas sobre el colchón como si fuera una muñeca. Le doy un ligero empujón para que se sostenga en sus codos. Joder sí, esto es mucho mejor. ―Hmm, buen trabajo, nena ―le digo recompensándola, mientras mis ojos se arrastran por su perfecto cuerpo. Cuando agarro mi cuerda de seda favorita de la mesita de noche, la paso sobre su sexo. Todavía está cubierto por sus bragas transparentes―. Arriane. Su respiración es tan rápida. Me está matando. ―¿Sí? ―Se las arregla para decir. ―Te depilas, ¿no? Sus mejillas se ruborizan por mi pregunta íntima, y es increíblemente sexy. Sonrío y me inclino en ella, poniendo una mano encima de su hueso pélvico y deslizando dos dedos por encima de su mitad.

―Oh, Dios mío ―se queja, mortificada y encendida como el infierno. No puedo dejar de reír―. ¡Estás loco, Leon! No respondo, y no pido permiso para lo que hago a continuación. Hago el trabajo rápido de las ataduras. Amarro un brazo delgado más alto que el otro a los barrotes de la cabecera. Ella está sobre su espalda, pero con su torso ligeramente inclinado hacia la izquierda. La posición es perfecta para hacer alarde de sus tetas particularmente deliciosas. Esto no lo he hecho en mucho tiempo. Pandora era cobarde, y Arriane va a hacerme olvidar toda esta noche de mierda. Sí. Esto es lo que necesito. No reacciona hasta que he terminado con el último nudo, y no se toma el tiempo para comprobar su respuesta. ―Esto no está bien ―murmura, su rechazo es demasiado débil como para hacer caso. Soy consciente de cómo habla la gente, cómo mis ex novias chismorrean. Nadie me pregunta directamente, y algunas de las historias están más allá de la risa. Pero hacen a los hombres y a las mujeres tener cuidado a mi alrededor. Cuando la gente no sabe, te trata con precaución. Y estoy bien con eso.

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―¿Estás ocultando un coño depilado ahí para mí, cariño?

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Presiono.

―¿Has oído o no lo que hago con mis chicas? ―Dado el rubor en su garganta, entiende lo que quiero decir. ―Sí, yo… ―Entonces, ¿por qué estás en mi cama? ―Mi pregunta es como un látigo en ella. Inconscientemente, tira sus lazos, incómoda bajo mi escrutinio. Sus músculos se flexionan, la lenta danza de su cuerpo me está volviendo loco. Me alzo sobre ella. Me deshago de mi propia ropa mientras bebo sus curvas redondeadas, su piel tensa. Diablos, sí. ―No podía simplemente dejarte de la forma en que estabas ―jadea.

Sólo que no está luchando con pánico de la manera en que esperaba. La mayoría de las chicas lo hacen cuando no les advierto de antemano. Aguanto hasta el segundo antes de que sus párpados se cierren. Dejo que mis pulgares se deslicen juguetonamente a lo largo de su largo y hermoso cuello. Su temblor al inhalar me agrada. ―¿Cómo te enteraste acerca de la forma en que follo, nena? ―susurro, y deja escapar una bocanada inestable. No cuestiona mis acciones. Deslizo una mano por su vientre, sobre un perfecto ovalo y sus bragas. El aliento de Arriane sale brusco. Tira de sus ataduras como si quisiera detenerme. ―Los he… oído. Te oí. Sedoso. Me pregunto si está mojada para mí. Maldita sea, lo espero. ―¿A mí con las chicas? ―Sí… ―¿Dónde? ―Me inclino, pasando mi nariz a lo largo del lado de ella cuando le pregunto. Sus caderas se inclinan inconscientemente en mi tacto. Ella quiere más, y yo quiero tocarla más. Más abajo. Atrás. Aquí.

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Las pupilas se dilatan mientras dejo pasar los segundos. Disfruto el miedo de Arriane. Malditamente rápido abre su boca mostrando sus dientes blancos y una reluciente lengua rosa. La impotencia que leo, convierte a mi polla en un arma de acero.

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Arriane no puede hacer nada cuando me arrodillo y me pongo a horcajadas sobre ella. Cuando dejo que mis manos se estrechen alrededor de su garganta. Soy un experto en esto. Presiono en contra del punto exacto en su tráquea, bloqueando su consumo de oxígeno. Este poder que tengo… maldita sea. Nunca pasa de moda.

Joder sí, está empapada. ―¿Dónde? ―insisto, mientras me sumerjo, disfrutando de la cálida sensación, resbaladiza―. No te distraigas, nena. ―En la oficina de la planta baja.―Las palabras salen rápidamente, como si necesitara sacarlas mientras pueda. Bombeo dentro de ella, y grita. ―¿Sí? ¿Qué estaba haciendo? ―pregunto, insistiendo. ―Yo no… ―Pequeña mentirosa. ―Sonrío y me inclino, acariciando su lengua en sumisión con la mía. Entonces, retiro mis dedos y dejo de tocarla por completo―. Lo recuerdas. ―Por favor, Leon. ―Su frustración es un susurro, y apenas puedo contenerme. Bajo sobre ella. Aprieto mis brazos para sentir cada centímetro de sus temblores con incertidumbre y necesidad insatisfecha. ―Te haré correrte si me dices lo que viste en la oficina.

―Estabas con la que saliste antes de Pandora, Iris. En tu escritorio. ―Mm-hmm. ¿Y? ―Recompenso a Arriane quitando sus bragas. Introduzco dos dedos dentro de ella, lo que la hace gemir. ―Eso es… todo. No, no. Está tratando de detener el juego. ―¿Qué tal si hacemos esto? ―le sugiero―. Voy a adivinar, y tu responderás con un sí o un no. Fácil, ¿no? ―Me siento y agarro sus tobillos, así puedo estirarla en mi cama. Abro sus piernas para una mejor vista. Hombre, es absolutamente impresionante. La ropa conservadora de Arriane escondía… ¿esto? ―¿Por qué? ―Las brillantes pestañas revolotean hacia arriba para revelar su mirada violeta. ―Porque… ―Me detengo para presionar su pelvis hacia abajo contra los dedos que he reinsertado. Me interrumpo para escucharla gemir. La miro moviéndose en mi mano―. Será caliente, nena. Te gustará derramarte. Sí. Soy un depravado. Esta chica está fuera de su zona de confort, pero no está tratando de escapar.

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―Confiesa lo que viste, Arriane. Dime. ―La beso duro antes de que pueda negar todo lo demás―. Te asomaste.

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―No, yo no…

―¿Sabrías aguantar algunas nalgadas bien merecidas, tal vez? Los ojos de Arriane se cierran otra vez. Asiente. Mi corazón martillea rápido en mi pecho. Esto es bueno. Tan bueno. Vuelvo a pensar en qué otra cosa podría haberle hecho a Iris. Hemos tenido algunos buenos momentos en mi oficina. ―Entonces, ¿falda hacia arriba, sin ropa interior, trasero al aire sobre el escritorio? ―Leon… yo… Mis caricias la excitan. Arriane estará corriéndose pronto. ¿Por qué no se deja ir? Añado dolor pellizcando uno de sus pezones. Se arquea en mi mano sin quejarse. ―Apuesto a que no te fuiste hasta que entré en ella, ¿verdad? ¿Lo hice duro y rápido?

―No quiero hablar de nadie más. ―¿No de Iris? ―susurro en su oído. ―No. ―Arriane nunca es severa con nadie, y sin embargo, en medio de su bruma sensorial, lo es conmigo. Es la cosa más linda; la tengo atada, mojada y lista, sus pezones puntiagudos con deseo, y estoy a segundos de hacerla perder el control sobre su cuerpo. Y aquí está tratando de ser mandona conmigo. ―¿Sólo tú? ―Sonrío contra su oído mientras la hago subir. ―Sí. ―Suspira, y no hay alivio real en su voz. Mierda. Quiero volverla loca. No puedo esperar para penetrarla. ¿Será una funda caliente y apretada como espero que sea? Mis bolas se contraen con anticipación. ―Entonces, vamos a ver si lo entiendo. ―Claro, yo soy el diablo, pero ella es un ángel. Un ángel dorado de cabello negro. Se tiene que correr―. ¿Preferirías no hablar sobre mí follando a alguien más? ―Cállate, Leon. Lo digo en serio. ―Sus ojos abiertos, y tira de las cuerdas. La chica muestra una tranquila ira hirviendo, y es perfecta.

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―¿Qué? ―Bajo de nuevo. Mi otra mano, la que no está ocupada con su coño, traza su cuerpo lentamente. Espero su respuesta. Ella se mueve tan delicadamente bajo mi toque que estoy a punto de estallar.

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―¡Leon! ―jadea, conmocionada.

Me pongo a horcajadas sobre ella para inclinarme y liberar sus brazos. Luego, rodamos al otro extremo de la cama para poder abrir mi cajón de condones. Está viva conmigo, sin miedo, sus pantorrillas haciendo tijera en mis muslos y me acerca más. Su respiración se atora tan dulcemente en mi oído, y la aprieta con fuerza, saboreando la forma en que todo su cuerpo se forma para mí. Esta chica no es Pandora, mierda, no. Ella me quiere con las bolas profundas. Cierra los ojos, para concentrarse. Me siento como un jodido adolescente, a punto de estallar con el contacto de piel. ―Deja de retorcerte, Arriane. Ah. ―Ni siquiera estoy seguro de lo que estoy diciendo―. ¿Estás lista para el verdadero negocio? ―Estoy jadeando. Literalmente, apenas puedo respirar, muriendo por estar dentro de ella. ―Por favor ―gime, y eso es todo. Estoy a segundos de perder el control. Me mantengo ocupado besándola mientras revuelvo el cajón. ¿Dónde están los condones? Ayer, tenía dos cajas nuevas. Me toma algunos segundos darme cuenta que no están.

―¡Pandora malditamente robó mis condones! Arriane está sin aliento, su pecho agitado de deseo por mí. ―No, Leon… ¿por qué… por qué haría ella eso? ―¡Porque malditamente decidió que no íbamos a tener sexo! ¡Perra! ―rujo. Estoy tan putamente frustrado. Me siento, cubriendo mi rostro con las manos, haciendo un miserable intento por tranquilizarme. No está funcionando. La dulce Arriane gatea hacia mí, su pequeño trasero en el aire mientras busca en el cajón, revisando cada esquina. Agarro una nalga y aprieto muy fuerte. Ella no grita. En su lugar, se aparta de mí y se sienta. ―Cariño ―dice. Nadie me llama cariño. No soy dulce. No he sido dulce desde que tenía siete. La pequeña mano de Arriane toma mi pene y lo masajea. Mis ojos se cierran, gruño con rabia, con la creciente necesidad de llenarla. Me empujo en su mano. Luego, me pongo de pie y ella entiende inmediatamente. Mis dedos se entrelazan en su cabello cuando sus labios de rubí se curvan a mi alrededor. Se menea como una muñeca de porcelana, a un ritmo enloquecedor que me enloquece. Es el cielo. No del tipo de cielo cuando mueres.

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―¿Qué?

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―Oh, no, no lo hiciste ―gruño.

―¡Maldición! ―Creo que es todo lo que digo. Ella también se levanta, sus ojos líquidos con algo más que deseo. Arriane es tan hermosa… es dulce. Tan dulce. Amable. Sus manos van a ahuecar mi rostro, y la empujo contra mí mientras me besa. Mi pene se retuerce, duro contra su estómago. Levanta su rodilla. No sé por qué está haciendo esto. No es seguro. ¿Por qué está tentando al destino? Abro mis ojos y veo los suyos mirándome con tanto… ¿amor? No. No maldito amor. ―Arriane. Quita tu pierna de mí ―ordeno, mientras aún puedo. ―Está bien ―murmura, sin aliento contra mis labios―. Estoy a punto de tener mi periodo. Todo mi ser la escucha. Santa. Mierda.

Solo. Necesito… Grita cuando me sumerjo profundamente. Su aterciopelada suavidad roja me recibe, succionándome, y nada se compara con esto. ―Maldición, te sientes bien ―gimo. Estoy alto. Estoy en el puto paraíso. Me enfunda perfectamente. Justo del modo que imaginé. La balanceo contra la superficie, sus brazos se ponen rígidos alrededor de mi cuello, y sus piernas comienzan a temblar. ―Leon… ―me advierte, y luego se contrae a mi alrededor, haciendo girar mi cabeza. Ya no puedo controlarlo. Se supone que salga… planeaba rociar esos pechos comestibles, pero por mi vida, no puedo salir. Los estremecimientos post-orgásmicos de Arriane persiguen mi pene hacia la caída libre mientras nos llevo a la cama y me dejo caer sobre ella. Empujo más profundo que la vida. En segundos, exploto. No estoy seguro de cómo sucedió esto, pero aquí estoy, con el primer y el último revolcón con esta mujer. Mi empleada. Y estoy inundando su interior con mi semilla. Jesús jodido Cristo.

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―Ah… Nunca antes sin un condón… ―La levanto y nos llevo de vuelva a la cabecera. Se ríe mientras me tambaleo con ella, estamos fuera de la cama, contra la pared junto al espejo… no tengo cuidado, no pienso.

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―¿Estas limpio? ―pregunta.

Lo recuerdo instantáneamente: nos quedamos dormidos sin ducharnos la otra noche. Semen permanece por dentro de mis muslos, y parpadeo con la luz de la mañana, dejando que mis ojos se acostumbren a la luz. Leon no está. Dios sabe por qué dormí con él. Incluso aunque trabajo más duro que cualquiera en Smother, me aseguro de estudiar todos sus movimientos. Por eso, sé todo lo que merece la pena saber de él. Basada en mi conocimiento, a lo que acabo de someterme fue increíblemente estúpido. Sí. Siempre sé dónde está. Su humor. Si está en el club. Si salió a hacer recados. Arriba solo… o con una novia. Lo miro más, mucho más de lo que sabe, y escondo bien mis sentimientos.

No debería haber estado con él. No debería haber insistido en llevarlo hasta el final. Mi corazón se acelera. Me visto rápidamente y me escabullo en la sala de estar. Leon ha limpiado todo. La habitación está tan limpia como estaba antes de su colapso horas antes. Una ventana cubre la ventana rota, y estoy segura de que ya ha llamado a los instaladores. En la cocina, café humeante está en la cafetera. Un plato cubierto con plástico transparente espera en la mesa. Tiene mi nombre en el. Lo siento, comienza la nota. Lo siento, me aproveché de ti Arriane. Parpadeo las estúpidas lágrimas traicioneras, porque las palabras duelen y soy yo la que debería disculparse. Me aproveché de él… de su desesperación. Comienzo a leer otra vez. Lo siento, me aproveché de ti, Arriane. Nunca sucederá de nuevo. Termino el desayuno que ha hecho para mí. Vierto el café en una taza. Mi corazón todavía vivo cuando bajo las escaleras y me dirijo al bar con la taza en mi mano. No considero el daño que la multitud de Año Nuevo le hizo a mis decoraciones. Cerveza derramada y cocteles medio secos me pegan al suelo,

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No debería haber subido.

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La curiosidad mata gatos, escuché, y he muerto un millón de veces en los últimos años. Ahora, estoy lista para el matadero… para un nuevo tipo de muerte, una muerte más dura y difícil.

intentando evitar que llegue a su oficina. Mis zapatos se pegan y despegan del suelo, alertando a Leon de mi proximidad. Pierdo coraje. Quiero ir a casa y posponer esto. ―¿Arriane? ―La voz de Leon sale tan suave. Como si ahora, fuéramos diferentes. Inhalo. Moviéndome lentamente hacia la oficina. Apresurándome en los últimos pasos antes de poder cambiar de opinión. Entonces, me asomo por la puerta medio abierta.

―Sí, ¿puedes hacer algunos recados para mí? ―murmura en una voz tranquila que infunde respeto en todos los empleados. Suspiro y me hundo en la silla del lado opuesto. ―Seguro, ¿qué necesitas? ―Me gustaría que armes un regalo. Aquí, agarra un anotador. Esto quizás tome la mayor parte de tu día. Acepto lo que me da. Pongo un mechón de mi cabello en mi boca y lo aprieto con mis labios. La mirada de Leon pasa de mis ojos a mis labios. ―¿Puedo preguntar para quién es? ―susurro. ―Puedes. Cuando me volví loco anoche, robándole a Pandora su libertad para mantenerla alejada de Dominic… ―Estrecha sus ojos, considerando como terminarlo. Ya tiene una postura de luchador, pero se levanta y se endereza de todos modos―. Bueno. ―Suspira―. Necesito compensar lo que hice. Disculparme. Quiero que el regalo refleje la sinceridad de mi arrepentimiento. El dinero no es un problema mientras lo compras, Arriane, y estará dirigido a los dos. ―¿A quién? ―Pandora y Dominic.

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Ojos azules cristalinos flotan desde los documentos organizados frente a él y se detienen sobre mí. No puedo verlos, así que me concentro en el rastrojo de barba acariciando su mandíbula y pómulos. Débilmente, pienso que nunca toqué ese rastrojo. No estaba allí anoche. Si hubiese ahuecado su mejilla, la palma de mi mano me pincharía.

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―¿Llamaste? ―digo, tragando. Aun no me he duchado y huelo como nosotros. Tengo el turno de mañana hoy, y olvidé atar mi cabello en una cola de caballo. Solo Dios sabe dónde está la goma… yo no. Lentamente, asomo mi rostro detrás de mi gruesa capa de cabello. Su aroma sobre mí burlándose, causando un golpe en mi corazón. Colonia, sexo, y equivocación.

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3. Hoy Me miro en el espejo de mi baño. Instintivamente, lo he sabido por treinta días, y aun así mis ojos no han perdido su incredulidad. No tomo préstamos. No estoy en deuda. Tengo veintitrés años y no soy una desertora de la universidad, avancé lentamente, de forma constante con las clases. En este momento, desearía haberlo hecho más rápido. Porque ahora, esta esto.

El último minuto. No estoy pensando en el último minuto. Sin duda, una vez que lleguen los últimos minutos, estaré menos asustada. El espejo refleja mi forma desnuda. Aún delgada, mis caderas en forma de campana debajo de mi estrecha cintura. Ovalado y profundo, mi ombligo se adentra hacia mi secreto. Uso mi mano y acaricio mi hueso pélvico. Sobre la suave piel de mi estómago y hacia mis pechos. Bizqueo, estudiándolas como hago todas las mañanas últimamente. Se sienten llenos. Mis pezones están adoloridos, “estoy aquí y no quiero que lo olvides”, queriendo que recuerde mi error de cálculo. La sensación de gravedad tirando de ellos no tiene sentido, porque no están tan pesados. No aún. Ingela está al teléfono en la cocina. ―No, no, no. Cállate, Cameron. Eres un idiota. ―Sonrío por la forma en la que su acento se tuerce en “idiota”, cortesía de su lengua madre, el sueco―. Espera, preguntaré ―continua, riéndose un poco demasiado―. ¡No, porque tú lo empezaste! Espera… espera… ¡ARRIANE!

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Una burbuja de felicidad injustificada crece en mi garganta. En el espejo, también brilla en mis iris. El sentido común detiene mi sonrisa, sin embargo. Esto es loco. Una locura. Nunca creí que terminaría de este modo. No le he dicho a mi madre, a quien soy cercana y veo cada par de semanas en mi ciudad natal Talco. Definitivamente no le he dicho a mi hermano gemelo, Chanel, será mejor que espere hasta el último minuto.

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Mi bola cuerva.

Nadie grita tan fuerte como Ingela. Nadie. Suspiro y comienzo a vestirme. Una sola pared divide la cocina de mi baño, y en serio, si ella susurrara mi nombre, la escucharía. ―Aun aquí ―gruño, como prueba. ―¡Bueno, estás tardando una eternidad, y Cam tiene una pregunta para ti! ¡Vamos! ―grita.

No pregunté, pero mi suposición es que está en el país con una visa estudiantil. Leon debe estar arriesgándose con el IRS1 por pagarle bajo la mesa. Por suerte, la pequeña charla telefónica de Ingela terminó para el momento que salgo del baño. ―Te lo perdiste. ―Asiente, su sonrisa registrada en su lugar. Su corto flequillo rubio cuelga sobre sus cejas perfectas mientras habla―. Cameron es… ―Frunce el ceño, pensando―. Hila… hila ―entonces, vacila y continua―. Divertido. ―¿Hilarante? ―sugiero, y ella aplaude. ―¡Sí! Hilarante. ―Entonces, ¿no “grosero como el infierno” o “asqueroso”? Ingela cubre su boca con su palma, riendo. ―¡Oh sí, uh-huh! Llamó solo para ser grosero conmigo. No estoy sorprendida… con ninguno de los dos. Ingela toma el último pedazo de pan integral tostado con paté de hígado y lo arroja en su boca. Con la otra mano, revuelve las capas más cortas de su cabello rozando su cuello. 1

IRS: Servicio de Impuestos Internos.

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Estoy impresionada por cuán bien maneja Leon a Ingela. Hace un mes, ella apareció en Smother con ojos azules brillantes y una amplia sonrisa iluminando su rostro. “Soy Ingela, una estudiante de intercambio internacional, y me gusta tu bar, así que debería trabajar aquí”, había explicado, “necesito un trabajo porque estoy total y completamente quebrada”.

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Cualquiera sea la pregunta que tiene nuestro compañero de la barra, ambas sabemos que tiene que ver con triángulos peludos y que la respuesta es, y siempre debe ser, “no”. También estoy bastante segura de que él no quiere que me pregunte, porque todos creen que soy el jefe en el bar. Incluso Ingela, solo que ella no tiene respeto por la autoridad. El personal, como muchos, ha decidido que debe ser una cosa cultural. Estamos comenzado a creer que todos al norte de Europa tiene esto como defecto de nacimiento.

―Tengo clases primero, pero estaré en el trabajo en… ―revisa su reloj―, bah, cuando me aburra. O pronto, de todos modos. Tomaré el autobús del campus… el Silver Line. Me deja cerca de Smother. ―Está bien, ¿entonces no llegaras tarde? ―pregunto. Ingela viste su pantalón descolorido con agujeros. Alta y delgada, el estereotipo de la chica escandinava engancha su mochila en su hombro y da zancadas hasta la puerta. ―Nunca. ―Bate sus pestañas. ―¿No llevaras eso? ―Le señalo. El pantalón negro que se supone debe usar debajo de la barra, mientras permanece detrás del mostrador. ―No, usaré este ―explica, como si no pudiera decirlo. ―Ingela ―comienzo―, tu pantalón está, um. Roto. Además, no es negro. ¿No sería lindo sorprender a nuestro querido jefe trayendo el uniforme correcto sin recordártelo? Él estaría emocionado.

―Sí, bueno. Inconscientemente, cubro mis tetas con mis codos, presionándolas hacia adentro mientras Ingela cierra la puerta con un “hej då”, su “adiós” cuando olvida hablar español. Considero dejarla lidiar con el asunto del uniforme por sí sola. Vivimos a una corta caminata de Smother, así que Ingela podría regresar rápidamente. Aun así, no quiero que llegue tarde. Una vez Ingela comenzó a trabajar en el bar, todo sucedió rápido. En cuestión de días, mi vieja compañera empacó, e Ingela se mudó, ni siquiera recuerdo ofrecerle el cuarto contiguo. A la chica le tomó una semana acostumbrarse a mis talentos administrativos en los genes de mi madre. Gimo internamente. Desafortunadamente, odio decepcionar, así que ahora, tomo el maldito pantalón y salgo.

* * *

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Estamos hablando sobre cosas completamente diferentes, pero mi mente se desvía al amanecer del día de Año Nuevo. En mi experiencia, el hombre es emocionante. Muy emocionante.

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―¡Ha! ―exclama―. Leon no puede emocionarse. De ningún modo.

Esta mañana fue bien en casa. Tomé algunos de las galletas de Ingela y agua antes de salir de la cama, lo cual disminuyó las náuseas. Ahora, sin embargo, algunas horas después en mi turno de trabajo, camino de puntillas para no vomitar mis entrañas revueltas mientras me escabullo por delante de la oficina de Leon. El club no abre por un tiempo, pero con la llegada del nuevo personal desde Año Nuevo, Leon demanda mi presencia más que nunca. Sí, este semestre no estoy tomando ninguna clase en la universidad. No puedo con la forma en la que él me necesita en Smother. Mientras me dirijo al baño, me llama. ―Arriane. Por favor, entra un minuto. Mi corazón late el triple, pero se tranquiliza cuando recuerdo que él no sabe de mi estado.

El estúpido chico lindo, Cameron, está apilando vasos de cerveza cuando vuelvo al bar. Me apoyo contra el taburete, enderezando mi delantal. ―Sírveme algo de Coca, Cam ―digo, y mueve su cabeza rubia nórdica, parecida a la de Ingela, y curva sus labios en una sonrisa seductora. ―Cualquier cosa por ti, jefa. Ruedo mis ojos. ―Solo enséñame cuán rápido puedes ser chico… seremos golpeados después del juego esta noche. No soy la supervisora de nadie, la responsabilidad que tengo está arraigada en las instrucciones detalladas de nuestro jefe. Cuando sea que Leon esté en sus otros clubes en Talco, Christian se convierte en el jefe de Smother. ―Y deja de llamarme así ―agrego. ―Lo siento, chica mandona ―bromea y levanta sus manos en derrota cuando lo miro―. ¡Oye, al menos no dije, jefa! ―Ahora lo hiciste ―digo, causando que se ría y murmure algo en el sentido de “oh, mierda” y “esa es buena”.

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Tengo suerte. Nadie más está en el otro cubículo, así que no tengo que mantener mis arcadas en silencio. Cierro la puerta principal del baño de mujeres para tener el lugar para mí. Me como la última tanda de galletitas saladas, las que mantenía escondidas en mi bolso. Parpadeando las lágrimas de mis ojos, me relajo. Terminé por ahora. Siempre me siento mejor justo después que saco todo.

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―Ya voy ―grito, toda negocios.

Lentamente, tomo mi medicina burbujeante. Mi estómago se tranquiliza con el azúcar, asentándolo aún más. ―Arriane. ―Me tenso en el asiento con la voz de Leon detrás de mí―. ¿Vienes? Esto luce mal. En lugar de ir directo a su oficina, estoy sin hacer nada, tomando y comiendo sus cosas. Conociéndolo, no tomará ninguna represalia contra mí, sin embargo. ―Está enferma ―ofrece Cameron―. Ha estado vomitando todo el día. Eso ni siquiera es verdad. Hoy es la primera vez, y ya es bien entrada la noche. Honestamente, me siento bien sobre esto. No tan bien acerca de lo que Cameron dejó escapar. Soplón. ―Gracias, Cameron ―susurro en voz baja. Él no tiene idea, sus ojos verde claros se amplían con sorpresa.

Espero que se siente detrás de su escritorio, porque la distancia funciona bien para mí. Desafortunadamente, solo cruza sus brazos y se vuelve hacia mí.

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―¿Es verdad lo que dijo Cameron? ―Su voz es una suave alerta y no está lista para comprar mentiras.

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Me deslizo en el modo de control de daños. Salto del taburete y doy los primeros dos pasos en dirección a Leon. Las oscuras líneas de sus cejas se fruncen. Sin una palabra, sostiene la puerta de su oficina para mí y la cierra tras nosotros.

―Sí, ayer comí algunas sobras… ―¿También comiste sobras la noche anterior? ―Gracioso, en realidad lo hice. ―Una mentira inocente, con el rostro serio. ¿Por qué? ¿Va a decirme algo por eso? Leon se mueve en mi espacio personal, su mirada brillando sobre mí. Un mechón de cabello se mueve sobre sus pestañas cuando parpadea. ―Pequeña mentirosa. La única otra vez que me llamó así fue cuando… Mi corazón de un salto innatural, y lo callo mentalmente. ―Estoy preocupado por ti, Arriane ―me dice, y me mira del modo que lo hizo arriba hace un mes. Con él tan cerca, con sus manos descansando planas contra la pared junto a mi cuello, no me siento como su empleada―. Te veo, ya sabes. Cuán exhausta estás últimamente. Es mi culpa. Te hago trabajar muy duro. Deberías… ―La mirada de Leon se mantiene en mi rostro, buscando signos… de

algo. Baja a mi garganta, y me vuelvo súper consciente de cuán fuerte late mi pulso allí. ―Gracias, jefe, pero no es nada, en serio. ―Incluso con mi tono tranquilo, sueno convincente. La habitación está caliente, y mis mejillas queman por su cercanía. Nos enfrentamos, en un punto muerto por un momento. Una sacudida de cabeza casi imperceptible antecediendo sus siguientes palabras. ―Siento lo de la víspera de Año Nuevo, Arriane. ―Rastros de colonia me alcanzan. Zarcillos de almizcle y… sexo. Es difícil no pensar en sexo cerca de Leon. La disculpa me sorprende, porque no ha abordado nuestra noche desde que dejó su departamento la mañana después.

―Arriane ―dice Leon, más bajo que antes. Hasta ahora, los eventos del piso de arriba han parecido irreales. Eso fue yo con él. Yo. ―Sí, Leon. ―Tomate algunos días libres. ―No.

―¿Hermana? ―Sonrío en el teléfono―. Espera… no. ¿Quién es este impostor? Mi hermanita nunca llama. Está toda ocupada en su mundo de Silicon Valley con su trabajo de alta tecnología. Katsu se ríe como una niña pequeña, vibrando de alegría. ―Mierda, soy mala. ¡Pero tú también podrías llamar, Shishi!

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Mi cerebro se mueve por el último mes. Ha sido un buen mes. Leon ha estado en un periodo libre de novias. Esos son los momentos en los que respiro libremente. Él no elige a sus chicas rotas rápidamente. Una vez las encuentra, sus relaciones son cortas, intensas… nada de semanas o largos meses. Entonces, hay periodos de negación e histeria de las chicas a las que deja.

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Mis ojos deben haberse cerrado cuando inhalé su esencia. Me sobresalto cuando dedos ligeros tocan mi mejilla. Buscan por la piel desnuda de mi cuello, y estoy alerta. Mi corazón martillando en alerta.

―¿Entonces qué hay de nuevo? ―pregunto. Katsu no llamaría sin razón. No me malinterpreten, somos cercanos. Cuando confías en el otro contra padres monstruos de niño, nunca te separas. En aquel entonces, luché por ella, y ella mintió por mí. Los últimos restos de su risa se despejan rápidamente. ―Bueno, me imagino que no has revisado a papá ―dice. ―Por supuesto que no lo he hecho. ¿Por qué la haría? ―Bueno, llamaron del Hospital Parkwood. Papá tuvo un derrame cerebral, Leon. No puedo imaginarme al hombre enfermo. Es más fácil recordar la punta de acero de su bota de trabajo golpeando contra mí a los diez años, mientras yacía hecho una bola en el piso hasta que los chillidos de la pequeña Katsu llenaban el aire. Me encojo de hombros.

―Bueno, estoy yendo a casa. Incluso si él es un maldito perdedor… ―No maldigas ―la interrumpo automáticamente. ―… él aún es nuestro padre, y no deberíamos tener ningún arrepentimiento si termina croando o lo que sea ―explica, ignorándome―. Lo cual es por lo que queremos hacer lo correcto. ―Eso es basura. El único arrepentimiento que tendré es no escapar antes. Se une a mí en la segunda parte del mantra que he repetido muchas veces y termina con: ―Sí, sí. Como sea. ¿Puedo quedarme en tu casa? Tengo una semana. ―Claro que sí, hermanita.

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Sin sorprenderse, mi hermana no pierde el ritmo. Los años no han cambiado quiénes somos. Ella siempre se ríe fácilmente, y ahora, las risitas que emite son todas Katsu.

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―¿Qué quieres que haga, hermana? ¿Curarlo?

4. Vulnerable

Tomo otro sorbo de Coca Cola y exploto un puñado de cacahuetes en mi boca. Mi atención está siempre en Leon, incluso cuando no está en mi línea de visión. En el momento en el que él piensa que está solo, pero estoy lo suficientemente cerca para atraparlo entrecerrando los ojos y encorvando esa siempre recta espalda un poco. Su boca… ¿Por qué están esos labios cereza regordetes temblando? Leon es un hombre reservado, y no debería curiosear. Todavía, a veces cuando no lo crees, te involucras. ¿Y yo? No puedo dejarlo solo dañado. Camino hacia la mesa alta dónde está sentado con su contabilidad. No me paro hasta que mi mano toca su mejilla. ―¿Leon? ―pregunto, mi corazón desacelerándose con preocupación.

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El sudor frío amenaza porque no he ganado control sobre mis nauseas todavía. Creo que este es un camino para recorrer. Cinco semanas y contando. ¿Cuánto tiempo se tarda antes de que desaparezca? No leo sobre esto. Mi estrategia es esperar. Posponer. Mantener mi secreto no digerido debajo de una alfombra.

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Hoy, Leon no es su calma, auto-inescrutable. Cameron está ayudando a Christian a montar una fiesta en la azotea, y yo estoy colgando cintas y serpentinas para la celebración del día Nacional del Sombrero, arriba de las escaleras. Desde que empecé en Smother, he estado a cargo de la planificación de eventos y decoraciones. Me gusta cuándo mi creatividad de días especiales produce muecas de placer en la cara de Leon.

Toma una respiración por mi toque, gruesas pestañas cayendo. Ligeramente, se inclina hacia mi palma y lo siento, fantaseo con su barba incipiente. Pica como una suave pata de gatito cactus contra mi piel. ―¿Qué está mal? Espero que me menosprecie, se levante. Se vuelva el hombre de negocios. Me dé una baja, clara orden que pueda llevar a cabo para él. Pero las rodillas de Leon se separan, haciendo espacio para mi cuerpo. Sus manos corren rápidamente a rodearme, empujándome dentro, y algo se mueve en mi vientre incluso cuándo es probablemente demasiado pronto.

Encuentra mi piel desnuda bajo mi camisa, y mientras que nos besamos, mete una mano por arriba de mi pantalón. Le dejo. Le quiero feliz. Sin pensar, levanto un pie poniéndolo en la baranda de su taburete mientras que él se acerca lo suficiente en su asiento para dejar sólo un pedazo de tela entre nosotros. Sopla un gruñido en mi oído. ―Espera, déjame… ―Empieza pero se va apagando por el movimiento. Dedos hábiles deshacen los botones superiores de mi pantalón y abre mi bragueta―. Mucho mejor. No podía llegar a ti. Suspiro cuándo sus dedos encuentra mi entrada desde atrás, mostrándonos a los dos cuán rápido me caliento por él. ―Cariño, los chicos estarán aquí en cualquier momento… Leon me corta con una punzante palmada en mi trasero, terminando su violenta caricia con un firme agarre en la nalga que azotó. ―Confía en mí. Lo hago. Yo…

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―Sólo mierda de familia luchando en mi cerebro ―susurra. ¿Puede oír mis latidos? Es rápido, insistente. Esperanzador. Cuando me atrevo a mover mis brazos congelados de los suyos, colgando a los lados a baja altura, para unirlos en un abrazo. Él gira mi cara hacia él y me besa, primero castamente en la boca, hasta que la abro y profundiza el beso.

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Su suspiro es tan pesado. Sus brazos se extienden por mi espalda, sus dedos presionando mi carne, siguiendo hacia arriba hasta que un puño se envuelve alrededor de mi cuello. El pellizco es doloroso mientras me impulsa más cerca, doblándome, así puede profundizar contra mi garganta.

Me sostiene mientras me toquetea. Los chicos ríen en la parte superior de las escaleras. ―Nah, estoy bien ―suelta Christian―. Tengo a mi Shannon, ella me mantiene ocupado. Pero voy con eso. Dicen que una vez tienes un trío, nunca querrás volver atrás. Cameron aúlla de risa, chocan los cincos llegando hasta nosotros. ―Infiernos, eso sería increíble. Tengo que encontrar algunas chicas que estén en ello más de una vez. Quiero decir como para siempre, ¿verdad? Si no me hubiera estado ahogando en el mundo de Leon, rodaría mis ojos por lo de Cameron. ―Seguro, y casarte con ambas. En varios estados antes de que los tres se muevan a un tercero ―le ayuda Christian. ―Tú. Eres. Un. Genio ―suelta Gracioso Cam―. ¡O en un país diferente! Suecia.

La respuesta de Christian es seca. ―Imagínalo. ―Abre los ojos ―me dice el hombre que amo. Él no está prestando atención a la conversación absurda de los chicos. Sus ojos queman a través de mí, absorto por el deseo que no puedo esconder. Estoy subiendo, estoy ya tan cerca, pero… son mis compañeros. Esto es tan insano. ―Leon ―gimo―. Por favor, déjame ir. ―Shh. ―Me gira entre sus muslos, moviéndome lo suficiente para empujar una mano en mi pecho también. Ambas manos alcanzando mi… ―Joder, Arriane. ―Respira en mi oído―. Date prisa, hermosa. Vente. Mi corazón, mi pobre corazón. Galopa por él, por los bebés no planificados. Corre por temor a que los chicos nos descubran. Me estoy muriendo un poco, y entonces exploto en sus manos, amortiguando el sonido en él, y no puedo aguantar más el aullido que está creciendo en mí. Leon detiene mi grito, me detiene con… Dios, cómo me encanta sus labios en mi boca. Cameron salta bajando las escaleras dos a la vez.

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―Sí, se lo podría sugerir a ella. Ella dijo que estaba, y cito textualmente “bruta”.

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―¿Ingela, huh? ―pregunta Christian.

―Eres un maldito hipopótamo suelto, hombre. ―Christian se ríe de su joven aprendiz. Soy gelatina. Pusilánime y lánguida. Leon pone mi pantalón en su lugar. Me mantiene de pie con una mano, me sube la cremallera con la otra. Es rápido, seguro. No esperaba nada menos de este hombre. Cuando Cameron golpea el último paso, Leon me sienta en el taburete frente a él. ―Todo listo, jefe ―dice Cameron. Así estoy yo. Wow. Detrás de él, Christian muerde sus labios, estudiándome. ―¿Estás bien, Arriane? ―Huh, ella es una remolacha roja ―murmura Cameron no tan discretamente a Christian.

Sobre él sin saberlo. Sobre la curva más dulce. Sobre… nada de esto. Es pronto. Tengo mucho tiempo para darle vueltas a las cosas. Idear un plan. ―¿No? ¿Has estado vomitando durante dos semanas seguidas o algo así? ―pregunta Cameron demasiado observador. La expresión de Leon es inescrutable. Las manos en sus muslos, sus ojos no se alejan de mi cara. ―Arriane, creo que deberías de dejar de comer las sobras. No eres una chica del tipo de comida vieja.

Las luces están bajas, y la fiesta está vibrando. El Día del Sombrero es otro de los éxitos de Arriane. Ella se mueve sutilmente detrás de la barra, las caderas moviéndose al ritmo que llena su vaso con soda. Su nariz se arruga cuándo Cam

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―Está todavía enferma ―explica Leon, haciendo que me ruborice aún más. Él no tiene ni idea, y no he decido qué hacer.

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Leon sigue sus miradas hacia mí, y por un nanosegundo un matiz de ternura aparece en sus fríos iris. Sus ojos caen en mi pecho enrojecido, y desearía llevar cuello alto. O que Leon fuese el único mirándolo. O que simplemente no tuviésemos…

ondea un e-cig2 en su cara. Con sabor a Bubblegum supongo, porque ella parece anormalmente disgustada. Serena, equilibrada y hermosa Arriane. Sobrepasé hoy mis límites otra vez cuando ella vino a verme. Abierta y confiada, ella quería aliviar mi bajón. Pero salí disparado por “ayuda” en su lugar. Cierro mis ojos apretadamente, extrañando a Pandora, extrañando a las putas que follé antes de ella, cada una de ellas tan deseosas de mí, o de lo que tenía que ofrecer. Encaramado en mi puesto en la cabina del DJ, examino emborrachándose a los hombres con sus sombreros de vaqueros remolinándose alegremente en la pista de baile de chicas con tiaras.

―¿Quién es ella? ―pregunto, inclinando mi barbilla en su dirección. ―Marla algo. Transferida de la Universidad de Deepsilver ―grita. ―Nombre raro. Se ríe, de acuerdo conmigo. ―Te la presento, ¿de acuerdo? Robin está en ello. Participa a veces en mis pasos de bebé cuando pruebo una nueva mujer. Veo como camina mientras que salta a la pista a su nivel. Ella cubre su boca, sorprendida por él hablándola. Él se inclina, explicándole. Entonces, me señala. Un leve giro de su cabeza, y la boca de Marla cae abierta. Estoy animado porque ella no puede sostener mi mirada. Ahora, levanta su mano hacia mi mejilla. Ella es sexy, vergonzosa. Agradable. Robin se retira, haciendo alarde de una sonrisa con hoyuelos mientras vuelve a la cabina del DJ. Marla no parece mover la mano de su cara. Mi señal.

E-Cig: cigarrillo/cigarro electrónico (también llamado «vaporizador electrónico», eCig o eCigar) es un sistema electrónico inhalador diseñado en origen para simular y sustituir el consumo de tabaco. 2

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Atrapo los ojos de mi DJ. Robin se empuja fuera de su cabina. Inclina una oreja hacia mí.

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Una chica de cabello rubio se sienta sola en la mesa en el otro lado de la cabina del DJ. Ella es bonita de esa forma de porcelana frágil, puedo trabajar con eso. Hombros ligeramente inclinado, su intención es la de desaparecer. Sorbe y mueve su cabello de forma que no es natural para ella. Está fuera de lugar. Tratando duramente de parecer tranquila. Sintiendo mi atención, ella mira hacia arriba pero se esconde detrás de su cerveza cuándo sigo comprobándola.

Me pongo de pie. Tomo los tres pasos hacia el borde del podio y miro hacia abajo desde mi punto de vista hacia ella. Ella tiene la cosa de senos abultados que me gusta, así que levanto dos dedos y los muevo. Marla se ríe con nerviosismo detrás de su mano. Perezosamente, avanzo hasta que estoy en su taburete. ―¿Marla? ―digo, como he hecho muchas veces antes. Es una jodida repetición. Predecible. Siempre la misma mierda. Tan fácil. Así que… Mierda. En el bar, Christian sirve una bebida a su novia Shannon. Un par de amigos héroes del fútbol inclinan sus cabezas débilmente hacia el mostrador mientras que esperan a Arriane. El asentimiento de Marla es sutil. Ella está de acuerdo así que tengo bien su nombre. Leo a estas chicas fácilmente, y esta ya está nerviosa.

Dejo que mi mirada se deslice sobre el cuerpo delgado de Arriane mientras se presenta ella misma a Marla. Arriane respira profundamente, su camiseta negra de barman apretado sobre su pecho. Incluso a la distancia, veo el brillo de un botón de plata con la luz un foco. La forma en que se esfuerza en no abrirse por la mitad. Preocupado, imagino el encaje negro que probablemente esté llevando debajo, cómo podría saltar libre para el placer de la vista de todos. Marla espera tímidamente por mi siguiente movimiento. Levanto mi copa, sorbo lentamente. La cambio de lugar a mi mano izquierda, y hundo mi nariz en la derecha. Inhalando el olor de Arriane otra vez. En frente de mí la cara de Arria se contrae con líneas preocupadas antes de marcharse de la barra. Se apoya en la estantería de las botellas detrás de ella por unos segundos. E incrédulamente, la veo bajar hacia el suelo. Corro pasando a los bailarines. Asiento hacia Christian que se gira hacia la fuente de mi atención, pero consigo llegar antes que él. Cuando llegamos, ella tiene la puerta del frigorífico de nuestras reserva de champán debajo de la barra trasera abierta. Ella está bien. Ella está bien.

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Mi enfoque retorna al bar dónde Arriana sonreía a los matones futbolistas, pestañas bajas mientras que les pasa las cervezas que habían ordenado. No es una sonrisa coqueta, así que, no es amistoso. Es la genuina, real Arriana la que merece hasta los últimos aumentos de centavos que insistí.

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―No te había visto aquí antes. ¿Primera vez en Smother? ―Subo mi labio superior en una media sonrisa, esperando su respuesta.

Alguien debe de haberle pedido una botella, y ella perdió el equilibrio. Sólo, que no está quitando nada de las estanterías. Sólo está sentada ahí, aferrándose a la puerta entreabierta. Estoy de rodillas, y ella salta cuando pongo una mano en su hombro. Arria es mi empleada de mayor confianza junto a Christian. Con sus brotes de enfermedad estas últimas semanas, tal vez meses por lo que sé, estoy preocupado. ―Arriane ―digo―, ¿estás bien? ―Sí, yo… yo tengo vértigo eso es todo. ―¿Has ido con el médico? ―empiezo. ―¿Por qué necesitaría un médico? ―suelta, sorprendiéndome. Siento mis cejas fruncirse mientras leo su expresión. Frustración. Tal vez incluso ira. Durante los años que ha formado parte de mi equipo, Arriane no ha mostrado un lado temperamental antes.

Sé bien que no debo llamarla a través de la música. Está tan alta ―no me escucharía― así que la sigo pasando la oficina, a través del pasillo a la cocina. Le doy una palmada en el hombro a Mario, quién está sirviendo las bandejas de comida, en mi camino hacia fuera. En el callejón, la encuentro apoyada en la pared de ladrillo. Ella se apresura a quitar sus manos de su cara. Es ilusa creyendo que no me di cuenta. Nada en mi bar se me escapa, y lo que sea lo que está pasando con Arriane, no soy su fan. ―Hey ―le digo. ―¿Por qué me estás persiguiendo? ¿No puedo conseguir un minuto para mí misma? Estaré dentro pronto. Yo solo… ―Jura suavemente soltando aliento―. Necesito aire. No conozco a esta mujer. Ella es diferente a lo que estoy acostumbrado. Puritana, siempre confiable, leal, no estúpida Arriane. ―¿Qué diablos está pasando? ―Otra vez, no estoy preguntando. Estoy demandando. ―No ―responde―. Sólo no.

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―Nada ―dice, se levanta, y huye de la barra. Encuentro la mirada de Christian de qué infiernos antes de que le empuje para pasar e ir detrás de ella.

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―¿Qué está pasando? ―digo, una orden más que una pregunta. Mi equipo, demonios, gente, respóndeme.

¿Quién sabía que Arriane, de todas las personas, tenía en ella el poder de frustrarme? ―¿Qué no? ―Condescendiente. ¿Qué? Estoy en una realidad alternativa. Arriane está jodidamente rebelde. ¿Contra mí, su jefe, y mientras me estoy preocupando de su bienestar? ―Estás pálida ―insisto, manteniendo la calma. Si hay algo en lo que soy bueno es en eso. ―Así que lo estás. ―Me mira furiosa. Arriana intenta esconder la forma en la que dobla hacia delante la parte superior de su cuerpo pero sus manos no mienten y se cubre su estómago. ―Lo juro, Arriane, ―digo, simplemente.

―Hueles bien ―digo, y al instante se da cuenta de que no me estoy refiriendo a su perfume floral. ―Deberías lavarlo, Leon. ¡Dios! Doy un paso hacia ella. ―¿Sí? ¿Cuál es la diversión en esto? No estarías en mis manos, entonces. Sus ojos. La mirada lavanda tormentosa en mí, me mortifica y me enfurece a la vez. ―Eres un… un… ―Se queda quieta antes de perder su último hilo de profesionalismo. Confusión y arrepentimiento fluyen sobre sus rasgos antes de que deje caer su cabeza, y se deslicen espirales de su sedoso negro cabello obstruyendo mi vista―. Lo… lo siento, jefe. Por favor, descuente el tiempo de mi sueldo. Estaré ahí adentro. ―Cuándo su mirada se encuentra con la mía, ella es miembro del personal otra vez. La leal, dulce empleada que nunca dice “no” a una tarea. La única que cubre a todo el mundo y toma el relevo. No estoy listo para volver a nuestra rutina todavía, así que paso la palma de mi mano sobre su suave mejilla y veo sus labios temblar. Ella está guardando secretos esta noche. No está dispuesta a compartirlos conmigo. Por impulso, levanto su cabeza. Le doy el más ligero beso en los labios. Seco y suave. Entonces, asiento.

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La recuerdo acercándose más que eso. La sensación de ella en mis manos. Escarlata, cálida. Suave contra mí.

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―Seguro que lo haces ―murmura.

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―No hay prisa. Y olvida cualquier reducción de la paga. ¿Prométeme que irás al médico? ―Esta vez estoy preguntando, queriendo que esté de acuerdo, en lugar de seguir mis órdenes.

5. Chica

La náusea familiar sube en mí. A veces me pregunto si es más psicológico que una reacción física a mi intruso. Tal vez no me enfermaría si pudiera darme el lujo de trabajar en un club que no es de Leon. Si no estuviera a su alrededor todo el tiempo. Blood Bank por ejemplo. Es un gran bar, tengo varios amigos que trabajan allí, pero Leon paga mejor que nadie, y si alguna vez voy a terminar esta licenciatura en comercio… Puedo lograr otro año de esto. De tener mi corazón retorcido y exprimido. Después de todo, desde la víspera de año nuevo, no he visto a ninguna chica rota alrededor de Leon. Estoy arruinada. Lo que debe ser la razón de que muero un poco cuando su mano sigue la columna vertebral de la chica y la mueve sobre su cabello con caricias reconfortantes. Mi bolso. Se desliza de mi hombro y cae al piso. En cámara lenta, Leon se gira hacia mí, y el más ligero de los azules de verano se encuentra con mi mirada. Dolorida, trago saliva, y él frunce el ceño. ―Arriane, llegas temprano. ―No quita sus brazos de alrededor de la chica. Ella vuelve su cabeza por lo que su mejilla descansa en él―. ¿Estás bien? ―me

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He llegado sin previo aviso al club, antes de lo que espera Leon, así que no debería ser una sorpresa toparme con princesas de porcelana en su morada, pero mi mano todavía encuentra a mi corazón y presiona hacia el interior. Así como ayudara cuando él desliza un brazo alrededor de su cintura y la lleva a su pecho. Apoya su barbilla en la parte superior de su cabeza, sin verme en la puerta.

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Una chica silenciosa se ha quitado sus zapatillas y curva su pie alrededor de la pata del taburete. Tiene un corte pixie negro azabache y flequillo corto que cubre la mano que tiene apoyada en su frente. Es completamente femenina de una forma sin curvas. Mis propias tetas palpitan ante el doloroso recordatorio de curvas. Y secretos.

pregunta a mí, a mí, y no sería lindo, sólo por una vez, gritar en la parte superior de mis pulmones que no, no estoy bien. ―Síp, hola chicos ―digo y camino hacia ellos. Gracias a Dios la chica se levanta. Libre del abrazo de Leon. Yo nunca haría eso. ―Kat, esta es Arriane, de quien te he hablado tanto. Es mi mano izquierda, la que está a cargo de todo eso. ―Señala hacia las cuerdas de los sombreros de vaqueros, sombreros3, y cascos de bomberos que no desarmé ayer. Es por eso que vine temprano, para arreglar este lugar para una noche regular de bar. A pesar de su palidez y la estatura alta de Leon junto a la pequeña de ella, se complementan entre ellos. Donde los rasgos de Leon son una combinación deslumbrante de razas, la de ella es claramente asiática. Simplemente es hermosa, y los dos se ven sorprendentes juntos… lo que hace encogerse a mi corazón. La chica agarra mi mano en un apretón delicado. Sus ojos son color marrón claro. Los labios de color malva, la forma de un capullo de rosa medio abierto, se levantan en las comisuras en una sonrisa.

―Arriane, ésta es mi hermana Katsu. Está de visita desde San Francisco. Sí. La náusea es psicológica y no sólo cuando estoy molesta. El alivio del título, trae oleadas de alivio en mí hasta que tartamudeo un “también es un placer conocerte”. Entonces, me retiro al baño.

He extrañado mucho a mi hermano, espero que la próxima vez esté aquí solo 3

Sombreros en español original.

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Ésta es una chica triste, controlando su voz de temblar. Ya que no la he visto antes, mi conjetura es que él solo recientemente la hizo suya, el estilo de Leon, pero, ¿ya está afligida? Sus mujeres no están tristes hasta que su interés se enfría. La proximidad que comparten también me confunde. No es compatible con lo reciente que debe ser esta cosa entre ellos.

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―Encantada de conocerte, Arriane ―dice, en voz baja.

para él. Desafortunadamente, en este momento, estoy en Deepsilver por el viejo que llamo “el donante de esperma”. Tengo mi trabajo hecho; quiero que Leon venga al hospital. La fachada de mi hermano es dura como el acero y suave como el mármol, pero en el interior esconde a un chico que se culpa por todo lo que me sucedió. Él desea, desea… Yo también deseo. No dejo que nuestra infancia obstaculice mi vida, sin embargo. Nuestro padre es un monstruo que deber ser procesado como la papilla y pasar como los movimientos intestinales en los laxantes.

―¿Qué estás haciendo? ―pregunto. ―Voy a revisar si está bien. Lo amo, pero es tan despistado. Me pregunto cómo se las arregla sin mí. ―¿Estás durmiendo con ella? ―Saco un mechón de cabello de su rostro mientras su mirada se desliza de nuevo en la puerta por la que ella desapareció. Sus ojos corren como un rayo del baño hacia mí. ―¿Mmm? Ah, no, Kat. Como dije, Arriane ha trabajado aquí por años, y me preocupo por ella. Se está enfermando mucho últimamente. ―Bueno, no puedes invadir su privacidad si “empleada” es todo lo que es. ―No seas ridícula. Es mi club, y el espacio necesita estar listo para las horas de entrada, incluyendo… Hace un minuto, estaba abrumada por la situación con el donante de esperma, pero mi hermano es toda acción sin pensar ahora mismo. Me hace sonreír. ―Nop, aléjate del baño de chicas ―le digo. Me desvío de su talento innato para distraer mi atención. Del interior, un caos

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Levanto la vista hacia Leon. Esta chica, Arriane, lo perturba. No estoy segura de lo que está pasando entre ellos, pero definitivamente hay algo; ella apenas murmuró un saludo antes de correr al baño. Conozco a mi hermano, está un poco en el lado libertino. Más de una mujer le ha gritado “hijo de puta” en mi presencia. Ahora, Shishi se pone de pie, listo para ir tras ella, pero lo detengo.

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En la mayor parte, he llegado a un acuerdo con lo que hemos pasado. Mi hermano, mi Shishi, no, así que lo último que necesita es que nuestro padre muera. El donante de esperma no es digno del resentimiento de nadie, y el niño en el interior de Shishi se excedería en el resentimiento y se sumergiría en la culpa indigerible si no se enfrenta al pasado.

que ningún niño debe experimentar, mi hermano mayor estaba allí, cambiando la química de mi mente unas palabras a la vez. Los ojos de Shishi se mueven rápido hacia mí, su color incluso más claro que el de nuestro padre. Él odia el recordatorio de cualquier parecido entre los dos, así que no lo menciono. ―Bueno, entonces tú ve tras ella. Lo que sea que necesite Arriane ―termina. Entiendo. ―Bien, hermano ―le digo, porque la expresión lo molesta mucho. No hay nada malo en presionar algunos de los botones fraternales. En el baño, Arriane se inclina hacia su reflejo. En los grifos del agua en el lavabo frente a ella, y se seca el rostro con una toalla de papel, evitando el profundo lápiz kohl enmarcando sus ojos. ―¿Puedo traerte algo? ―pregunto. Ella se enfoca en mí en el espejo, la mirada se suaviza con disculpas:

―Es gracioso ―dice Arriane―. Mi hermano mellizo y yo éramos de la misma forma. Mi mamá me puso el nombre a mí, y papá a él. También somos de dos culturas diferentes, así que tengo un nombre estadounidense y él uno hindú. ―¿Cuál es su nombre? Ella se ríe, retorciendo el cabello largo sobre su hombro: ―Chahel. ―Es un nombre fuerte ―ofrezco... Mmm. De alguna manera me recuerda a Superman. ―¡Ah! ―Arriane resopla, ampliando sus ojos en falsa sorpresa―. ¡Mi hermano es súper! Cuando regresamos, Shishi todavía está en el bar, un codo apoyado en el mostrador. Su mirada se arrastra sobre Arriane. Como siempre, su expresión es cautelosa, pero lo conozco y capturo un brillo de preocupación en sus iris. ―Está bien ―le digo a pesar de que ella está junto a mí y podía decírselo por sí misma. Envuelvo mis dedos alrededor de su hombro y lo aprieto un poco―. Ha

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―Sí, nuestra madre me puso el nombre. Es en homenaje a nuestra ascendencia japonesa. Nuestro padre biológico eligió el nombre de Leon ya que era un niño. ―Sorbo con remilgo como si tuviera sentido, haciendo reír a la chica―. Puedes llamarme Kat ―añado.

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―Ah, no, estoy bien ahora. Gracias, sin embargo. Y lo siento, no era mi intención correr, ¿Kat… su?

terminado de devolver sus tripas.

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―No estaba mal ―refuta ella, y la sombra de una sonrisa toca la boca de mi hermano.

6. Primera visita En mi primera mañana en Deepsilver, bajo la mirada hacia la forma inconsciente del hombre que me dio la vida. Una cosa tan hermosa, no es así, darle vida a alguien. Debería estar de duelo en su presencia, pero gracias a todo lo que este donante de esperma nos hizo, no lo estoy. Es curioso cómo el milagro de la vida expira frente al abuso.

Un pliegue de piel camufla el pulso débil en el cuello de mi padre. Quiero que se detenga. Deseo que la máquina deje de ayudarlo a respirar, y sin embargo estoy aterrorizada de que muera antes de que esté lista, antes de que mi hermano se haya despedido, dándole la absolución que merece. Cuando mi padre suspira desde el interior de su coma, mi propio pulso repiquetea y bombea adrenalina aterrada en mis venas. Han pasado diez años, pero mi cuerpo no puede comprender cómo es que no saltará de la cama para castigarme por despertarlo. Desde que tengo memoria, mi hermano y yo hemos odiado a esta persona. Incluso como niños, sabíamos que odiarlo significaba fuerza y supervivencia. Un sonido de gorgoteo viene de mi padre, así que llamo a la enfermera. Hay un sollozo atrapado en mi garganta, por el amor y el cuidado que se supone que recibas de un padre, por lo que no recibimos. Ya no lo odio. He asimilado mucho en los años que he estado lejos, ¿pero esta amargura persistente? Quiero muchísimo que se vaya. Y Shishi…

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La combinación de emociones que experimento ahora no será nada comparado con las de Shishi si nuestro donante de esperma muere. Podré solo tener veinte años, seis años menor que mi hermano, pero él no siempre es más sabio.

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Blanco como el papel de arroz, su rostro se inclina hacia un lado. Labios delgados y sin brillo, tan diferentes a los que solían gritar amenazas a mi hermano, encorvados en las esquinas, saliva brillando bajo un tubo grueso.

Fui un poco enérgica antes de que me diera por vencida y viniera aquí sin él. Las aguas cristalinas de su superficie se ondularon en la más pequeña porción cada vez que él me dijo que "no". ―¿Todo está bien, señorita Stonewell? ―pregunta la enfermera cuando responde a mi alarma. ―No lo sé. Sonó como si se ahogara por un segundo. Me dirijo a la puerta mientras la enfermera comprueba los tubos y acomoda a mi padre contra las almohadas. Ella me envía una mirada de perplejidad, probablemente preguntándose por qué no espero su evaluación. Ella no entendería que he visto lo suficiente de él. Además, no estoy en su marcado rápido en cuanto a cambios en él de todos modos. Me voy.

Dicen que las mujeres son fuertes. Si eso es lo que me considerarían en este momento, podrían estar equivocados. ¿Porque yo? Siento que soy insensible.

Contengo mi frustración hasta que Kat se ha ido para el hospital. Entonces, irrumpo en la habitación de los sacos de boxeo y me balanceó contra el más grande de ellos tan rápido y fuerte como puedo. La suave textura de la piel absorbe mis golpes. Soportándolo, soportándolo y soportándolo. Como hice por mi padre después de que mamá se separara. Soportándolo, hasta que Kat fuera lo suficientemente grande para ser también tirada de un lado a otro. Ahí fue cuando dejé de soportarlo. No entiendo por qué le importa. Por qué insiste en que la acompañe al hospital. Tiene que dejar las cosas como estaban. Ya rara vez pienso en él. No lo he hecho en una década, desde que puse a Kat en el avión hacia San Francisco, en un último esfuerzo para mantenerla a salvo.

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Siempre he sido cariñosa y comprensiva. Solía creer que la crueldad de mi padre no me había influenciado como persona, pero hoy no estoy tan segura.

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De vuelta en el auto de mi hermano, estoy sorprendida por lo tranquila que estoy. Me siento durante un minuto, deleitándome porque la visita al hospital termino.

―Por favor, Shishi, ¡quiero estar contigo! ―Me había pedido en la puerta de embarque. ―Mamá te recibirá en el aeropuerto ―le susurré―. Tendrás una bonita y nueva habitación. Una nueva escuela con nuevos amigos. Papá nunca te hará daño de nuevo. ―No la conozco ―sollozó, con la nariz rosada y brillante por las lágrimas. ―Kat ―le había dicho, acunando su carita―, no tengas miedo. Ella te está esperando. Recuerda que te ama. La única razón por la que nos dejó fue porque papá nunca la hubiera dejado llevarnos. Niego por cuán duro lo intente. Dios sabe que no tenía ni idea acerca de lo que estaba diciendo. Todavía no. ¿Puede una madre que ama a sus hijos irse sin siquiera un adiós? Claro, él la golpeó sin sentido y no me tocó hasta que ella había gritado, ¡pero Kat era sólo una bebé!

Me quito la camisa. Pateo mis vaqueros a un lado y doy zancadas hacia el estéreo. Lo enciendo con el power metal más oscuro que poseo mientras agarro mi pantalón negro de karate de la silla y me lo pongo. No suelo revivir esta mierda de nuevo. Lo hice durante años después de que consiguiera poner a Kat segura. Todo lo que sé es que si no fuera por el nuevo esposo de nuestra madre, un pequeño y soso abogado, Kat hubiera sido forzada a volver a la custodia de mi padre con el chasqueo de dos dedos. Empiezo con una sucesión vertiginosa de patadas explosivas. Uno tras otro, mis golpes, puñetazos y bloqueos cortan el aire en la danza rítmica de los katas. Mi ritmo cardíaco se acelera, mi pecho abultándose con la energía que libero. Con los años, cada vez que recibía buenas noticias acerca de mi hermana en San Francisco, había recordado mi ingenio a los dieciséis años, cómo la puse en el primer vuelo, entonces llamé a mamá después. Supuse que el daño estaría hecho de esa manera, mamá podría también reconocerlo, estaría en problemas con papá sin importar qué sucediera. Resulta que ella, o su nuevo esposo, estuvieron de acuerdo conmigo. El death metal rugiendo por los altavoces se desvanece, lo que funciona bien porque me he calmado lo suficiente como para seguir con la pera de boxeo. Un

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Kat había insistido en que la acompañara, pero yo tenía dieciséis años y estaba fuera de la casa de mi padre, Deepsilver era mío. Necesitaba a mi hermana segura, para poder dejar su casa. Estar con mis amigos, practicar mi karate, y nunca mirar atrás.

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Mierda.

latido sordo en ambos puños por la bolsa pesada me dice que debería agarrar los guantes, pero todavía no estoy listo para el alivio del dolor. Rápido, duro, explosivo. Me quedo mirando el balón de boxeo mientras mis golpes hacen que sea borrosa. Uno-dos-tres, uno-dos-tres, uno-dos-tres. Un hombre es quien es gracias a su pasado, su talento y su trabajo duro. Mi padre no pudo golpearme hasta la sumisión. Lo que él hizo fue golpearme hasta volverme tranquilo, controlado, y controlador. En mis años de adolescencia, una vez que el mundo más allá de nuestra puerta se había convertido en mío, juré nunca convertirme en el hombre modesto y sádico que él era. Mantuve esa promesa a mí mismo con un simple desliz, mi corta relación con mi ex, Pandora, con quien estuve fascinado por un momento. He dejado de preguntarme cómo inclinó ella mi mundo. Lo principal es que nunca resbalaré de nuevo. Los golpes y mis gruñidos bajos son los únicos sonidos en la habitación, hasta que un tímido golpe en la puerta de mi apartamento me interrumpe. Me detengo y dejo salir unas bocanadas de aire. La pared de espejos refleja la mirada salvaje en mis ojos.

―Alas ―comento―. ¿Estás mejor esta mañana? ―Su mirada baja por mi cuerpo antes de regresar a mi cara. Avergonzada, supongo por su propio escrutinio en mí, enrojece. ―Hola, sí… justo me estaba preguntando acerca de la Fiesta Nacional del Hada de los Dientes en una semana. Tenemos algunas cosas que quedaron del año pasado, esto y un lote en el ático, pero… ¿Hada de los dientes? Maldita sea. ―Pero, ¿qué? ¿Quieres más cosas de hadas? ―corto por lo sano. Se muerde el labio, como si estuviera reconociendo lo tonto que suena esto. ―Mmm, ¿tal vez? ―Ahora, sus ojos brillan con diversión. Demonios, me está gustando cuando puedo hacer que esos despampanantes violeta brillen. ―Adelante. Desayuna conmigo, y repasaremos todas las necesidades de las hadas. Arriane resopla como si estuviera a punto de rechazar la oferta. Aparta un largo mechón de cabello negro como la tinta de su cara. Necesito la distracción, sin embargo, así que agarro su mano y tiro de ella detrás de mí hacia la cocina.

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Un momento después, abro la puerta con mi pecho aún agitado. Arriane está en el exterior. Separa sus labios, preparándose para hacer una pregunta. Sostiene un conjunto de alas y un puñado de varas, moviéndolos.

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Yo soy mejor. Soy mejor. Puedo domar a los demonios.

―Así que. ―Empiezo preparando la cafetera. Vierto granos en el molinillo y comienzo a llenarla de agua―. ¿Necesitamos polvo de hadas? ¿Brillos y mierda así? O dientes. Arriane en realidad se ríe. El sonido se escurre de ella, haciéndome pensar en porquerías al azar como barrancos de montaña en los que nunca he estado. Le echo un vistazo detrás de mí. Recostándose contra el respaldo de la silla, se relaja con su risa. No estoy acostumbrado a que las mujeres se relajen en mi guarida. Esta es Arriane, sin embargo. Ella jodidamente limpiaba mi apartamento cuando ella era demasiado joven para servir copas para mí, así que, a menos que le ate a mi cama, realmente debería sentirse a gusto aquí. ―Más alas, tal vez algunas pelucas ―me interrumpe cuando mis pensamientos están avanzando. Lo cual es hacia la habitación principal con su cuerpo por encima de mi hombro, su trasero lo suficientemente cerca como para morderlo.

Un jadeo estrangulado viene de detrás de mí, y doy la vuelta. Lo que encuentro es a Arriane hundiéndose hacia delante, riendo en voz baja, con los codos sobre las rodillas y los senos temblando por su risa. ―Caray, Leon. Me haces partirme de la risa. Nuevo. ―¿Por qué? ¿Qué es tan gracioso? ―Mm, imaginarte a ti y a los chicos como las hadas. Me siento como para jugar con ella, así que le dirijo una mirada severa. Ella responde inmediatamente, presionando dos dedos sobre sus párpados, tratando de reprimir la risa. ―Mierda, lo siento por eso ―murmura. ―Correcto. Así que sin disfrazarse. ―Sí. Ah, los usaré para la decoración de la pared. Oh, y a lo largo de la barra del bar. Me quedo con cara de piedra, disfrutando de su incomodidad por otro momento. Se está poniendo nerviosa. Lindo.

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―Trato hecho. Consigue alas y pelucas. ¿Cuántas, un par de docenas de cada uno? ―Estoy listo para aceptar cualquier cantidad que argumente―. ¿Vas a disfrazarnos?

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Cierro la tapa de nuevo y empiezo a hacer el café.

Aspirando, se endereza, tratando de volver a estar seria. Me acerco. ―Por cierto, ¿estabas haciendo ejercicio? ―pregunta en un intento de desviar mi atención. ―Lo estaba. ―Me dejo caer delante de ella, con ambas manos sobre sus rodillas. Mi triste excusa para un susurro de conciencia acerca del abuso de poder y no hacer esto―. Tenía que descargar un poco de energía. ―¿Dónde está Katsu? ―Claramente sacudida por mi proximidad, está intentando la desviación de nuevo. ―Mi hermana fue a visitar al viejo en el hospital. Lo que es una mierda. ―¿Por qué? ―Arriane pregunta inmediatamente. Sus ojos se encuentran con los míos por debajo de sus pestañas―. Él tuvo un accidente cerebro vascular, ¿verdad? ―Sí. Ella no lo ha visto en diez años… ―Eso es agradable de su parte, entonces, compensar por el tiempo…

Arriane permanece en silencio, con la mirada todavía en mí, esperando a que continúe. Mi mano empieza a frotar en círculos en su muslo, el suave algodón de su falda aplicando fricción sobre la piel desnuda debajo. ―Está bien, Arria. Este es el asunto. Para Kat, comenzó a los cuatro años. Fue entonces cuando nuestro viejo la arrojó fuera del camino por primera vez. Había tomado el control remoto junto a su vaso de whisky y accidentalmente cambió el canal en la televisión. ―Está bien… ―comienza Arriane, pero yo continuo. ―Realmente la arrojó, Arriane. Como a varios metros de altura y directo hacia la pared. ―De ninguna manera. ―Sí. Afortunadamente, Kat era una estudiante rápida. Encontró formas de permanecer bajo el radar cuando estaba borracho. Maldición, podía ser silenciosa. Kat desaparecía en las paredes, lo juro, camuflándose tan bien que incluso yo a veces no la notaba. Aun así, no se puede ser perfecto todo el tiempo. ―Dios. Lo siento mucho, Leon. ¿También te lastimo? ―Arriane no está segura de si debía estar preguntando eso, y sonreí un poco ante lo cuidadosamente

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―… por una razón ―termino mi frase.

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Odio ser interrumpido.

que lo dejaba salir. No me importa hablar de mí mismo si soy incitado. Supere su mierda hace años. Es lo que le hizo a Katsu lo que nunca seré capaz de digerir. ―Claro, me golpeó hasta el cansancio. ―No puedo evitar reírme. Los rasgos de Arriane se suavizan con compasión mientras pasa suavemente su mano sobre mi mejilla. Giro mi cara hacia su palma, cerrando mi mano alrededor de la de ella y besando sus dedos uno por uno―. No estés triste por mí. Fue hace mucho tiempo ―murmuro―. Además, aprendí la lección y comencé a quedarme antes de tiempo en el sofá de mis amigos. Sus dedos bajan por mi centro, acariciando mi estómago. ―¿Comenzaste con las artes marciales para enfrentarte a él? ―Escuchen a la señorita psicóloga, aquí ―bromeo―. Pero sí. A los dieciséis años, era cinturón negro en Enshin Kaikan, full-contact karate. Le rompí una clavícula después de una noche especialmente divertida. ―¡Oh Dios mío! ¿Qué pasó? Aquí es donde estamos de vuelta a Katsu. No soy capaz de hacer esto.

―No lo sé. No me importa. ―Me incorporo sobre mis rodillas. Agarro su mandíbula suavemente y la pongo en el ángulo que la quiero. Entonces, chupo su labio inferior en mi boca. Su aliento se congela. Debería dejar de mezclar el placer y el trabajo, dejar de corromper a esta dulce mujer, pero después de mi primera probada en la víspera de Año Nuevo, he estado deseándola. Los brazos de Arriane cuelgan a los lados. No están subiendo para atraerme. Me besa en respuesta, sin embargo, que es lo que necesito. ―¿Nena, quieres jugar de nuevo? ―Acaricio su lengua con la mía. ―Deberíamos hablar del Día de las Hadas de los Dientes ―susurra contra mis labios. ―O podría follarte primero ―murmuro, y ella no está sorprendida, como la última vez que llame al sexo por su verdadero nombre. ―Creo que me “jodiste” bien la primera vez, jefe ―exclama. Tengo una extraña sensación en mi estómago cuando me retiro para estudiarla. Una de las razones para mi éxito en los negocios es mi capacidad para leer expresiones y lenguaje corporal. Las de Arriane son contradictorias. Irradia

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―¿Estará… bien? ―pregunta, y su voz es muy suave.

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―De todos modos. Para hacer corto un cuento largo ―resumo―, el tipo no merece que Kat o cualquier otra persona lo mime el hospital.

atracción y disposición, pero también frustración. La ira que ha estado saliendo a la superficie últimamente estalla en sus ojos de nuevo. ―Arriane. ¿Qué diablos quieres decir? ―Estoy de vuelta en exigir respuestas en vez de pedirlas, mi tono cayendo en la última palabra. Mantengo mi mirada en ella. Ha sido reservada últimamente. Este más vale que no sea uno de esos momentos. Empujo el pensamiento persistente hacia el fondo de mi mente, no haré conjeturas. ―Vas a explicarme exactamente por qué dijiste eso. Por lo que vi, disfrutaste que te jodiera bastante bien. Me pregunto si mi boca sucia finalmente llegó a ella físicamente, porque el tono dorado de su rostro palidece. Se sienta más erguida en la silla, con los ojos deambulando hacia la salida y planificando su escape. ―Yo, sólo… no seamos tan íntimos de nuevo, Leon.

―¿Cuál es la diferencia, quieres seguir con el toqueteo en público, cariño? Quizás chuparme la polla en su lugar, porque nada de eso es sexo. Enojado conmigo mismo, doy un paso atrás, enderezándome, y miro con furia hacia su dulce rostro. ―¿O, prefieres degustar una variedad? ―dejo salir―. ¿Tienes los ojos puestos en algún imbécil en el club o algo así? ¡Mierda! Ah. Sus ojos se intensifican en un color lavanda cuando encuentran los míos, encontrándome con ira contra ira. ―No. No mezclo ni me emparejo, imbécil. No me verás tanto como mirar a otro hombre por siete meses y medio. Arriane me ha sorprendido hasta dejarme en silencio. Nadie me aturde hasta dejarme en silencio. Si el lavanda pudiera hervir, eso es lo que sus iris harían en este momento, mientras absorben cada arruga de mi conmoción. ―Sí, Leon ―dice―. No estaré jodiendo con nadie. En absoluto.

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En realidad estoy dolido por esto. Coño.

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―¿Por qué no? ―le pregunto mientras mi conciencia golpea con un puño escuálido en la tabla, estando de acuerdo con Arriane. Ordenándome que calle. Nunca fui muy seguidor de la obediencia.

7. ¿Es mío? El hombre que amo se me queda mirando, incrédulo. Inhalo una larga respiración para lo que viene. Su furia. La negación. Rechazo.

Me le quedo mirando. Esos pómulos altos que he estudiado desde todos los ángulos por años. El bronceado ligero de sus mejillas, la barba incipiente apenas allí que acaricié hace apenas minutos. El gatito suave y todavía quisquilloso. Tan perfecto contra mis dedos. Los desteñidos azules se conectan con mis oscuros mientras plantea la pregunta que no pensé sería su primera. ―¿Estás segura, nena? Nena. Mi corazón se tropieza con la última palabra. Quiere engañarme para llorar. Entiendo que me diga “nena” cuando somos íntimos. Cuando él estaba en mi interior, alto en mi altura, al igual que ayer. Pero ahora, ¿después de lo que acaba de enterarse? Leon ―su situación― se mezcla tanto en mí. Mi cerebro va en círculos a alta velocidad a través de todo lo que podía preocuparme. Pienso en cómo los chicos no siempre pueden controlar lo que le sucede a una chica. Cómo es de injusto el mundo, el que yo estoy en control y Leon no lo está. Puedo decidir dejar crecer esto en mí, si me quedo con el bebé o no. Diablos, incluso podría mentir sobre el padre mientras lo único que él puede hacer es preguntar: “¿Es mío?” Mi estómago se mueve.

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Lo que sucedió no fue planeado, pero insistí en esto. No era sólo para mí y mi oportunidad de finalmente estar con él en el más profundo de los sentidos, pero aun así: Leon se perdió esa noche, y en su desesperación, se rindió porque el alivio que le ofrecí era lo que necesitaba.

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Crecí en una familia donde gobernó la justicia. Soy práctica, fundamentada, capaz de comprender un mundo afuera de los límites de mi ego, lo que hace esto simple; nunca podría culparlo por cualquier reacción.

Por favor. Ahora no. Sé lo que quiero, lo que estoy haciendo de aquí en adelante. No voy a inventar una historia más bonita incluso si él termina herido. Leon, este amor no correspondido hacia mí, merece la verdad. Me levanto de la silla, insegura, y Leon está allí junto a mí, curvando una mano alrededor de mi cuello y moviendo mi cabeza en una inclinación ligera. ―Arria ―repite―. ¿Estás segura? Todos saben que las últimas pruebas te dan la certeza casi inmediatamente. Confirmo de todas formas: ―Sí, Leon. Lo estoy.

Una vez que he terminado de vomitar mi angustia, me levanto y limpio el baño y el dormitorio más allá de él. Por instinto, elijo su dormitorio principal. ¿Por qué? Ando de puntillas en la sala de estar. El sabor de mi boca se empapa a través de la pasta de dientes que acabo de comer. Me siento asquerosa. Un vistazo a mi reloj revela que tengo otras ocho horas de trabajo más una hora hasta que el personal de esta noche llegue. El apartamento no muestra signos de Leon en cualquier lugar. El padre de mi hijo no nacido… se retiró. Lo que sea. Entre mi confesión no prevista y lo preocupada que estoy sobre su reacción, no tengo espacio para la indignación. Estoy mentalmente exhausta. Honestamente, si termina interesado en el pequeño o en mí, mi traición será más grande. Verás, Leon me dejó sola mientras mi cuerpo se rebelaba contra su bebé. ¿Pero yo? Después de todo lo que he visto de este hombre, sé con una certeza del cien por ciento que Leon no puede ser una parte de nuestras vidas. Me retiro en su apartamento en lugar de salir. A través de la puerta de su dormitorio y en su baño de nuevo. Doy un vistazo en la ducha de Leon, las paredes alineadas con azulejos crepitantes color verde jade. Sólo he limpiado este

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Leon no me está siguiendo. No es que lo esperara. Sí, hubiera estado bien, pero después de mi llamada sollozante con mamá anoche, estoy menos preocupada. Puedo hacer esto. Su mayor preocupación era que terminara con alguien que no me podría amar de la forma en que yo lo amaba. Ella entendió mi miedo en el primer intento.

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Salto al baño. El plan es encerrarme antes de que el arroz al vapor que había desayunado aterrice en el inodoro. No tengo tiempo. Un corto ataque de hipo interrumpe mi respiración antes de que tenga arcadas de nuevo.

espacio. Podría ir a casa. Hubiera sido más fácil dejarle una nota, explicando que estaría de vuelta antes de abrir las puertas en el club. Si le hubiera pedido permiso, me lo daría inmediatamente. Una parte de mí piensa que debería quedarme, sin embargo. Absorber otra arruga de cercanía con él. Tengo que aprender a evitar este impulso. Mantengo la luz apagada mientras me deslizo en su ducha para lavarme. Dios, el olor de aquí. Huele como él. Almizcle, injusticia, pino… alguna clase de bondad correosa. Trago saliva. Él está a mi alrededor, y está creciendo dentro de mí. Estas son cosas en las que tengo que dejar de pensar. Me tengo que enfocar hacia adelante, mantener la cabeza bien puesta. Los pies en la tierra. Como dijo mi madre anoche: “Una mujer inteligente y capaz no necesita un marido para criar niños felices”. Ella debe saberlo.

Mi corazón se acelera con su voz: ―¿Arriane? ―grita. Trato de interpretar su estado de ánimo pero no puedo. No suena diferente de cualquier otro momento que ha dicho mi nombre. Trago saliva y me miro fijamente en el espejo. ―¿Sí? ―respondo. Soplo rápido, deseando que mi latido se desacelere―. Estoy en el baño. Ahora, él finalmente preguntará si el bebé es suyo. No tengo ningún motivo para estar molesta cuando me culpe por no ser cuidadosa. Por arruinar su vida. Un golpe bajo en la puerta del baño se prolonga al girar el picaporte. A través del chirrido, él susurra: ―Oye. ―Como que tiene miedo de despertarme de mi sueño. ―Oye… ―digo, abrazando la toalla a mi alrededor. ―Te tengo algo. ―Los ojos de Leon brillan. Tan hermosos―. Me falta una pieza vital, pero… ¿sal cuando estés lista? Entiendo que está pidiendo en lugar de decirme qué hacer. Meneo la cabeza en acuerdo. Mi corazón, mi corazón.

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Me tomo mi tiempo lavando. El vapor forma una niebla amplia que abandono una vez he terminado. Recupero una toalla de debajo del lavabo y la envuelvo alrededor de mí mientras la puerta del apartamento chirria.

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Ella tiene razón. Ella tiene razón.

Tengo miedo de su regalo. No puedo imaginar que sea nada bueno. Una vez que me vestí, me escabullo en silencio hacia el dormitorio. Se ve igual. Ni una sola pieza de ropa fuera de lugar, la cama perfectamente hecha, y Leon no está a la vista. Inhalo profundamente, preparándome para entrar en la sala de estar. Una bocanada de algún perfume de flores me alcanza. ¿Alguien más está con él? Tal vez Katsu ha regresado de su viaje al hospital. A menos que. Dios, espero que no sea la chica con la que coqueteó anoche en la planta baja. Mi cuerpo se tensa, listo para arrastrar el culo fuera por la puerta si ese es el caso. Entro silenciosamente en la sala de estar, inclinando la cabeza contra la jamba de la puerta en mi camino, y mi pecho se expande ante la vista encontrándome. Leon. Se pone de pie en medio de la habitación con los brazos levantados en sus costados y las palmas hacia arriba. Su sonrisa es tan grande en su rostro, nunca lo he visto así.

Me tapo la boca, pero un chillido de sorpresa escapa de entre mis dedos. Le lleva cuatro pasos para estar frente a mí, invadiendo mi espacio. Los brazos de Leon van a mi alrededor, y, ¿cómo podría objetar cuando me aplasta contra él y apoya la barbilla en mi cabeza? ―Arriane ―murmura, su voz fuerte―. Sé que ésta no es la forma correcta de hacer las cosas. Lo siento por ser el imbécil más grande en el planeta, y siento que estoy… haciéndote llevar a mi bebé cuando no habíamos planeado esto, pero, por favor… Él tira mi cabello junto en una coleta adentro de su puño y me inclina para encontrar su mirada. A pesar de la expresión determinada en su rostro, sus ojos sonríen: ―Nena ―repite como antes, haciendo saltar mi corazón. Mi pobre corazón, pienso débilmente. ¿Cuánto más puede tomar hoy? ―Incluso si tenía planeado casarme y formar una familia, no podría haber tomado una mejor elección que tú. Nadie podría ser una mejor madre, y seré el hombre más afortunado del mundo si dices “sí” a lo que estoy a punto de

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Toda la habitación está cubierta con flores. Peonias, rosas, narcisos, tulipanes, y toneladas de ni siquiera sé cómo se llaman. Cuento diez ramilletes enormes en jarrones mientras el resto se encuentra sin abrir en las mesas y alfeizares. Tiene un montón en la isla de la cocina también, y una ensaladera grande llena de agua junto a ellas, probablemente piensa que será un buen jarrón.

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Entonces, está el espacio a su alrededor.

preguntarte. Ya no pienso. Mi cerebro se ha apagado. Mis rodillas entienden, sin embargo, y se vuelven débiles con el presentimiento, porque esto ―esto― no puede estar sucediendo. Pero entonces lo hace. Sucede, y Leon cubre mi boca con sus labios. Son suaves, dulces, y los que ansío, antes de dejarlos ir y sus locos azules me atrapan de nuevo. El valiente Leon, siempre tan seguro de sí mismo. Ahora, dice, sin tener en cuenta nuestras diferencias, sin considerar que no soy lo que necesita, que él no es con lo que yo… cualquier esposa, debe vivir:

―¿No me vas a preguntar cómo sucedió esto, Leon? ―es su no-respuesta. ―No. Estaba aquí, y lo recuerdo vívidamente ―le digo, acariciando un mechón largo y liso de una de sus sienes. Ella cierra los ojos por un instante, tal vez reviviéndolo también―. Maldita sea, Arriane ―le susurro al oído. Disfruto la sensación de su cuerpo contra el mío. Alguien diminuto está ahí, entre nosotros. Joder, esto es enorme. ―¿Qué tal… si el bebé no es tuyo? ―dice ella, entonces. Los músculos en su espalda se tensan mientras se arranca de mí, armándose de valor para mi respuesta. ―¿Por qué debo preguntar eso? De todas las personas, confío en ti. Tú no te acuestas con cualquiera, y nunca mencionarías esto si no estuvieras segura. No. No necesito preguntarte nada. Ella cubre su rostro y se desploma en mí. No es alivio o felicidad. No está a punto de darme el “sí”. Su lenguaje corporal es diferente y no uno que quiero ahora mismo. ―Arria. No juegues conmigo.

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Los ojos de Arriane se abren con la misma conmoción que experimenté hace una hora.

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―Arriane, ¿quieres casarte conmigo?

Ella tira una gran calada de aire a través de su nariz, posponiendo lo que sea que está queriendo decir. De repente, es importante que sólo diga lo que quiero oír. Mientras recogía las flores, imaginaba cómo sería tenerla en mi cama todas las noches. En mi casa, jugando con mi bebé, tal vez un niño con sus ojos y piel dorada. Ella se encargaría de nosotros. Y yo les proveería a ellos. Pero ella está dudando. No está segura de esto. ¿Qué. Demonios? ―Nena ―susurro en un tono que sólo utilicé justo antes de perder a Pandora―. No quiero dejarte sola por mucho tiempo, así que no fui a la joyería. Me gustaría que vinieras conmigo y escojas el mejor anillo que puedas encontrar. ―Oh… ―dice ella. La voz de Arriane es tan baja que apenas escucho sus siguientes palabras. Sin embargo se registran―. Cariño. No puedo.

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Me gustaría poder deshacer su impacto en mí.

8. Frustración He ido al hospital tres días seguidos. No por mucho tiempo ―he estado por unos minutos cada vez― pero sé que estoy haciendo lo correcto para mí. Así es como ha pasado. Así es cómo encontraré un cierre completo.

Entiendo mis propios sentimientos mezclados, puedo vivir con ellos. Soy el polo opuesto de mi hermano. Cada día, trato de decirle a Shishi que venga. Cada día, él me rechaza un montón de veces antes de marcharse a alguno de sus negocios en el club. Ahora, estoy en Smother, y es un miércoles temprano. La noche es lenta, y me doy cuenta de que el bar no presume con ninguna decoración cortesía de la camarera favorita de Leon, Arriane. Por ahora, nosotros sólo tenemos diez clientes pagando, y Christian y la chica sueca ―Ingela creo que se llama― se encargan del bar. Un chico joven y rubio, Cameron, se encarga de la puerta pero parece estar más tiempo dentro, tonteando con Ingela que fuera. ―¡Cam! ―grita Ingela, la fuerza de su voz me sorprende. En serio, la chica la eleva por encima del dusteb4 sonando a través de la habitación. Estoy impresionada. Cameron sacude su cabeza, inclinándosela juguetonamente―. Ese gay allí ―le grita, señalando al cliente a mi derecha―, necesita Jameson, el “mejor whiskey” ―ella pone los ojos en blanco―, y estamos fuera. ¿Puedes conseguir las llaves del almacén de Leon? ¿Gay? 4

El dubstep (/dʌbstɛp/) es un género musical derivado de la música electrónica.

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Cuándo estoy con mi padre en el hospital, me permito odiarle. Echo de menos lo que podría haber sido, y a pesar de la oscuridad que él despierta en mi corazón, es triste verlo marchitarse.

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Después de mi llegada a San Francisco, mi padre me metió inmediatamente en terapia, y considerando que soy una víctima de abuso alto funcional; siempre hago mis “deberes” que me da mi terapeuta, y siempre estoy arriba de las últimas investigaciones, lista para asimilarlo y aprender cómo enfrentarlo cada vez mejor.

Su cliente la mira, desconcertado, pero Ingela sólo le lanza un guiño de una modelo de pasarela de cinco estrellas antes de girarse para coger una cerveza para otro cliente. Le echo un vistazo a Arriane para ver lo que hace con el insulto de Ingela. Arriane se encoge de hombros y se inclina hacia el cliente ofendido. ―Lo siento, hombre. Ella no es de aquí, quería decir chico5. Empiezo a reírme. ―Wow, ella es algo más, ¿no? ―le digo a Arriane mientras saca un vaso del estante superior para servirme algo de Cabernet. Entrecierro los ojos―. ¿Está llevando vaqueros desteñidos? Arriane menea la cabeza, riéndose también. ―Sí, y como una madre total, tengo un pantalones negros aquí en caso de que ella decida ser buena.

―¿Tomas una copa conmigo? ―digo. Arriane frunce el ceño, pensando―. No estás trabajando, ¿verdad? ―pregunto. ―No… ―Parece decidirse, caminando baja un vaso para ella misma, y lo llena hasta la mitad de lo que lo hizo para mí. Ella no debe de ser una gran bebedora. Es perfecto ahora, pienso, saboreando el rico sabor con mi lengua. Arriane se hunde a mi lado en la parte exterior de la barra. ―Un poco agradable no tener una multitud. ―Ella sonríe―. Por supuesto no es bueno para Smother, pero sólo por esta vez, ¿verdad? ―Sí, estoy de acuerdo. Amo este lugar ―añado. ―Yo también. Arriane y yo chocamos los vasos cuándo Shishi llega de la cocina. Él ha estado peleándose con el lavavajillas toda la noche. Mi hermano cruza la pista de baile, flequillo recto y manchado de tinta en sus ojos, provocando que alguna chica en la mesa por el DJ le mire con nostalgia. Nada es nuevo bajo el sol, aparentemente. Una vez junto a nosotros, pone un brazo alrededor del respaldo de Arriane. 5

Guy (chico) se pronuncia parecido.

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―Ella tiene manos fuertes. ―Arriane asiente, adivinando mis pensamientos.

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―¡Nunca soy buena! ―grita Ingela a todo pulmón mientras pasa. Cameron se gira con el whiskey que ella pidió. Ella le susurra algo en su oído―. ¡Imbécil! ―exclama y le golpea lo suficientemente duro en la parte posterior como para maldecir por el dolor.

―Hey, chicas. Leon le echa un vistazo a nuestras bebidas. Él ha estado siendo reservado por los últimos días, pero ahora sus iris parecen helados. A veces, es el único signo de emoción que permite, y tienes que conocerlo bien para notarlo. ―Ingela, consígueme un VOSS, quieres, y algunos hielos. ―¡Sí, señor! ―grita Ingela, poniendo la música en vergüenza. La mirada de Arriane se fija en la cara de Leon. Él no está reconociendo su atención. Lo que sea que está mal, ellos son los únicos que están enterados. Lo juro, estos dos. Algo raro está pasando. Es decir, ¿soy yo o el ambiente entero aquí ha cambiado cuando mi hermano pidió una botella de agua? ―¿Tienes sed, Leon? ―pregunto para cortar la tensión. Ingela saca rápidamente una botella del refrigerador, abre la tapa, y agarra un vaso. Ella se ríe.

La chica, Marla, ¿verdad? Se esconde tras su bebida, evitando nuestro escrutinio. Arria y yo intercambiamos miradas, la mía divertida, la suya… no. ―Ingela. ―Mi hermano tiene su experta fachada dura. No está buscando nada gracioso en esto. Palmea la parte superior de la barra, la golpea una vez―. Sólo déjala aquí. Y ve a ponerte el pantalón negro, por favor. ―En serio, porque a tus clientes les gustan mis vaqueros, ¿verdad? ―Ella asiente a un cliente dándole una cerveza―. ¡Este gay, por ejemplo! ―Chico ―la corrige Arriane automáticamente. Cameron camina detrás de la barra para buscar una Coca Cola para él. Se mete en la conversación. ―Sí, todo el mundo disfruta esta parte. ―Él la acaricia a través de un agujero bajo una nalga.

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La sonrisa de Ingela se ensancha, y Arriane y yo tenemos el mismo impulso. Nos giramos para comprobar a la chica pequeña de aspecto frágil que miró a mi hermano hace un minuto. Robin, el DJ, me dijo que Leon había hecho un movimiento con ella la otra noche. Según él, ella prácticamente se ha mudado al bar desde entonces.

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―Apuesto a que no es para él. No he estado aquí el tiempo suficiente para verlo, pero alguien me dice que tu hermano sólo exige esta agua de diseñador para sus novias. ¿Quién es la chica afortunada, Leon?

―¡Ah! ¡Paquete de mierda6! ―grita ella. ―Imbécil, Inga ―es su respuesta. ―¡Esto es demasiado! ¡Todo esto! ―Hombre, ella es chillona. La presencia de Leon parece extenderse desde su puesto de trabajo entre Arriane y yo. Mi hermano puede ser muy dominante a veces, lo cual lo ha heredado de su donante de esperma. No tengo deseos de morir, así que nunca lo diré. Su miradas taladrando a Ingela, y realmente, no tienes que ser un psíquico para sentir ese tipo de intrusión. La pobre chica vuelve de sus disputas con Cameron y frota sus manos nerviosamente. ―Leon, lo siento por el pantalón. ¡Casi se me olvida otra vez! Me cambiaré. ¿Casi? Cuando la VOSS es puesta en frente de Leon, Arriane se pone de pie.

―Aquí ―dice, simplemente. De repente, soy un voyeur, porque Arriane no es cuidadosa cuándo estudia la expresión de Leon. Mientras que Leon pone el agua enfrente de ella, toda clase de emociones aparecen en su rostro, sorpresa, perplejidad, alivio y dolor. ―¿Para mí? ―pregunta, incluso Christian, quien ha estado con Leon la mayor parte del tiempo, frunce el ceño desde la caja registradora mientras ve a los dos. Wow, ¿cómo puede pasar tanto por una simple botella de agua? ―Me imaginé que preferirías tener VOSS que vino. Y sólo así, la suavidad en los ojos de Arriane desaparece, y se marcha enojada en dirección a la cocina.

Dice: Douche-pack, cuando la forma correcta es Douche-bag, que puede ser imbécil, cabrón o hijo de puta. 6

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Ella agarra su copa de vino, pero los dedos de mi hermano se cierran alrededor de su cintura, poniéndola debajo de nuevo.

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―Bueno. Yo… yo no me estoy sintiendo al cien por ciento. Iré a conseguir aire fresco.

Salgo para enfriar la tensión del bar, pero por supuesto Leon no puede dejar esto irse. Él me sigue, así que aquí estoy, diciéndole lo que estoy pensando. ―No puedes dictar mi vida, Leon. ―¿No? ¿Querías emborracharte con mi bebé dentro de ti? ―¡No! Nunca lo pondría en peligro. He leído acerca de esto, y es bueno para la futura mamá tomar un pequeño vaso de vino para relajarse de vez en cuando. Tu hermana me lo ofreció… Leon me enjaula contra la pared del callejón, su olor envolviéndome. Inclino mi cabeza hacia atrás y no peleo por su cercanía. Su aliento está vivo sobre mí, haciéndome cosquillas. ―Sin embargo el bebé estará alegre si tú lo estás. ¿Ese era el plan, conseguir emborracharlo?

Dios. Él está siendo tan atento desde que le dije sobre el bebé. Todo lo que hago en el trabajo, él está cerca de mí y listo para saltar. Para mis proyectos, mueve los objetos fuera de mi camino sin que se lo pida, incluso las cosas que fácilmente podría mover yo misma. Cuándo no estoy bien, él desvía la atención de la gente, y siempre que es posible, me lleva arriba para vomitar en paz en lugar del baño de las chicas en la planta de abajo. Me obligo a recordar cómo devora sus novias. La manera en la que no piensa en nada después de que corta sus corazones rotos y pierde sus almas. Espero dejar de amarlo en algún momento. Tal vez todo lo que necesito es verlo con algunas más de sus chicas rotas. Leon dice que respeta mi decisión de no intentar tener una relación con él. Él está en mi espacio, sin embargo. En mi cara. Una respiración espeluznantemente calurosa pasa por mi piel. Mi amor no está tocándome, pero sus palmas están contra el ladrillo y su boca se sumerge hasta que me encuentra. Lo chupa con una honda respiración mientras tira de mi labio con sus dientes. ―Cristo, Arriane. ―Me besa y yo abro mi boca, tomando una temblorosa inhalación con mi decisión.

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―Me lo imaginaba, por eso es por lo que te conseguí agua en su lugar. Arriane, escucha. Sé que me has rechazado. Estoy ajustándome al hecho de que una chica no me está eligiendo, incluso si esta chica eres tú y estás llevando mi hijo. Sólo déjame cuidarte todavía.

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―No… te lo dije…

―Por favor no ―susurro, pero mi cuello se acerca para encontrarle mejor. Una de sus manos llega a mi cintura, acariciando cuidadosamente. Moviéndose sobre mi estómago cuando nuestro beso se profundiza. ―Sólo un poco ―susurra de vuelta, y la punzada caliente en mis entrañas me hace gemir―. Mierda ―dice―. Eres jodidamente adictiva. ―Para de confundirme… ―farfullo, pero su toque sigue su rastro, curvándose alrededor de mi pecho. Cuándo lo aprieta, presiona su cuerpo duramente contra mí. ―Tú decides, Arria. Estoy aquí ―dice, leyendo mi mente y avivando mi fuego. Quemo. ―Deberías encontrar a otra chica ―presiono, sin querer decir una palabra. ―Juzgando lo celosa que estás, me permito disentir.

Debería de irme antes de que haga algo de lo que me arrepienta. Un botón de mi camisa está a punto de desabrocharse, y Leon lo encuentra en el centro de mi pecho. Un gruñido satisfecho se me escapa mientras lo hace y una mano se cuela para acariciarme por debajo de mi sujetador. ―Me quieres tanto, nena ―me dice―. Ah, esos pezones… ¿Quédate conmigo esta noche? De alguna manera mi cerebro sigue funcionando. ―No puedo. ―¿Por qué no? Por favor, nena… te complaceré. ―Se balancea contra mí, mostrándome lo que me estoy perdiendo, y yo gimo, recordándolo tan claramente. ―Calla. ―Así que debería de perseguir a otras chicas, ¿entonces? ―susurra en mi oído mientras se mueve contra mí. Mis piernas se aprietan alrededor de su cintura, mis caderas ondulándose con él, montándole, usando fuerza. Él me ayuda. Dios, él está duro como el granito entre nosotros, y me estoy muriendo por este hombre.

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Yo…

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―No estoy celosa ―señalo mientras sus manos pasan por mi espalda y me tira contra él. Su toque se vuelve más áspero, y mis dedos pasan a través de su cabello. Leon me tira contra la pared, mis piernas deslizándose sobre sus caderas por su propia voluntad.

Mi cerebro no está trabajando. ―Leon, por favor… ―¿Debería de tomar a la chica de la cabina del DJ en su lugar? ¿La única que está atraída por mí? ―murmura mientras me besa. ―No… Estoy sin vergüenza, yo… presiono mi entrepierna contra él, necesitando la liberación. Estoy jadeando, solo apretándome contra él, y Leon entiende, me trabaja, se trabaja a sí mismo contra mi corazón hasta que empiezo a lloriquear por él. ―Oh, nena, nena… ―Su respiración es rápida contra mi boca, cada músculo en su cuerpo está apretado en una espiral cuándo llego al clímax―. Me encanta cuando te vienes.

―Ssshh, nena. Sshh.

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―Lo siento, ―digo, queriéndolo decir por todo. Por darle esto, por no hacerle feliz, por no aliviar sus preocupaciones como ha sido mi misión desde que empecé a amarle. En cambio estoy añadiéndole una carga.

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Soy débil, dejo caer mi cabeza contra su hombro mientras él me acuna en sus brazos. Besa mi cuello, una ráfaga de aire caliente de sus fosas nasales me golpea y me provoca que se ponga la piel de gallina.

9. Llamada de atención No estoy seguro de cuándo regresará Kat. Conociéndola, depende de la situación de nuestro padre, lo que no es algo por lo que perderé el sueño.

―¿Él está despierto? ―Dejaron un buzón de voz. ―¿Hace cuánto tiempo? ―pregunto, en voz baja. Amenazador. Animándola a decir que todo el tiempo sabía que él ya no estaba en coma. ―Lo juro, Shishi, acabo de darme cuenta del mensaje del hospital de camino aquí. No podía arriesgarme a que te dieras la vuelta, así que no les devolví la llamada ―susurra. ―Lee… ―El idiota trata de decir mi nombre. La papada amarilla cuelga de forma asimétrica de su rostro, tocando la bata azul de hospital por debajo de su cuello. Está agradecido de que estamos aquí, y quiero lanzar mis tripas fuera al estilo Arriane. Que. Se. Joda. ―Papá ―dice Katsu. Su tono tiembla. El miedo en ello me catapulta directamente de vuelta a la noche de mi graduación de cinturón negro. ―Al diablo con esto, Kat ―digo―. ¿Lista para largarte? ―Shishi, siéntate, ¿por favor? ―me ruega antes de dejarse caer en una silla de visitante al lado de nuestro padre―. Estamos aquí, nos reconoce. ―Gracs… ―empieza mi padre―. Graaac…

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Kat me alertó sobre el tubo que se supone que cubre su boca, pero a medida que entramos, él está despierto con los ojos como de cerdito mirándonos desde los delgados y transparentes tubos de respiración en su nariz. Su boca, esa maldita hendidura en su cara, trata de sonreírme cuando me paro en seco en la salida.

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Después de una semana de tenerla en mi casa, estoy pasmado por lo mucho que voy a extrañar su dulce presencia. Es por eso que estoy con ella, entrando en el cuarto de hospital de mi padre en el último día de Kat en Deepsilver. Estoy haciendo esto por ella.

Oh, demonios no. ―¿Nos estás agradeciendo por venir, papá? ―escupí―. Deberías agradecerle a tu hija. Es un jodido ángel, ¿lo sabías? No es tu obra. ―Leon ―empieza Katsu, poniendo una pequeña mano fría en mi brazo―. Por favor, no… ―No, Kat. Me trajiste aquí, estoy aquí. Si quieres que me quede, me quedaré, pero tienes que lidiar conmigo siendo yo. El labio inferior de Kat tiembla. Casi puedo ver su corazón latir como alas contra sus costillas:

―¡Shishi, por favor! Vámonos, estoy lista para irme… ―Intenta Kat, sabiendo condenadamente bien que ahora no puedo ser detenido. Me inclino sobre la cama de hospital de papá. Amenazándolo de la forma en que él lo hizo sobre mi cama cuando era pequeño, antes de que aprendiera cómo bloquear mi puerta: ―¿Debería patearte en el estómago, papá? ¿Recuerdas cuánta diversión habías tenido haciéndome eso? ―Dddeteent… ―se agita mi padre. ―¿Detente? ¿Eso es lo que quieres decir? Vaya, suena muy familiar. Mmm. ―Levanto el dedo índice a mis labios y hago una demostración de reflexionar mi déjà vu―. ¡Oh! Correcto. Kat te dijo eso. Una y otra y otra vez. ¿No lo disfrutas cuando se te devuelve la jugada? El sonido de bip se acelera, y Kat está llorando. No quiero que llore pero… ¡que se joda este hijo de puta! ―Leon ―suplica ella. Kat nunca fue mucho de usar mi nombre real. Siempre que podía, en homenaje al lado suave de nuestras vidas, utilizaba la palabra japonesa para león como mi sobrenombre, Shishi, como mamá lo hizo―. No te conviertas en él.

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Mi padre parpadea con algo más que insensibilidad. Diferente de la crueldad, rabia o placer. Su monitor cardiaco suena más rápido, lo que probablemente no es una buena señal, y no me importa ni mierda.

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―No te estoy lastimando, Kat, por decir lo que pienso, ¿o sí? ¿Estoy lastimando tus sentimientos si le digo a este pedazo de mierda que es un pedazo de mierda? ―Me río y me balanceo hacia él―. Padre. Eres basura debajo del zapato de Kat. Me gustaría desinfectar su zapato, ¿está bien? ¡No, conseguirle jodidos zapatos nuevos!

Nadie conoce mis botones de la forma en que Katsu lo hace. Este jodido pegote empieza a fermentarse en mi garganta, por lo que es difícil respirar mientras fulmino con la mirada a mi padre. ―Adivina qué, viejo. ―Estrujo las palabras a través de mis dientes porque este hombre, que no es nada, no se ha ganado mis lágrimas―. Nunca me voy a convertir en ti. Cuando me convierta en padre, seré uno. Ninguna jodida bebida destilada. Sin violencia. Sin perderlo. Porque aprendí del peor. Estoy de nuevo en control. Ahora lo tengo. Mi pecho ya no está a punto de explotar con rabia, y froto el hombro de Katsu mientras llora en su silla. Mierda, amo tanto a esta niñita. ―No te preocupes, Kat ―le digo. Ella nunca será demasiado grande para que quiera protegerla.

El monitor cardiaco reacciona inmediatamente, emitiendo pitidos inconsistentes. Buena señal; el cerebro del monstruo funciona lo suficientemente bien para comprender que esta historia no es una que querrá escuchar: ―Tiene un final feliz ―le digo. ―Tómalo con calma con él ―susurra Kat, porque es un jodido ángel, y la amo hasta la muerte. Trataré. Trataré. ―Érase una vez ―empiezo, modulando mi tono hasta el nivel del narrador de Disney―, hubo un padre que no era un padre. Era un hechicero malvado, sin poderes mágicos. ―Asiento, agrandando mis ojos para dar énfasis. Un pequeño sollozo escapa de mi hermana, y lo siento, pero ahora no puedo parar―. Una princesa vivía en su calabozo. Era una princesa pequeñita, y una noche cuando su hermano, el príncipe, se encontraba en un torneo… ―Bajo mi voz y ahueco mi boca para indicar que estoy revelando un secreto―. Ése soy yo, padre, en la prueba de clasificación de cinturón negro de karate… ―guiño antes de seguir―… el hechicero hizo señas a la princesa para unirse a él en sus aposentos. Su cáliz estaba vacío y su cabeza y su polla estaban rabiando. El hechicero, ¿o era un demonio?, llevó a la chica a su suite real y bloqueó la puerta. »Pero, verás, el príncipe-hermano sabía que no podía quedarse atrás en el

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―Papá, estamos a punto de partir, tenemos cosas que hacer, pero primero quería contarte una historia de buenas noches ―digo.

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Una lágrima se escabulle del rabillo del ojo de nuestro padre, trazando hasta la mitad de su mejilla. Abre la boca, pero ya no puede formar las palabras, y que me joda si no espero que siempre vaya a ser de esta manera.

torneo una vez que había ganado. Él galopó sobre el foso en su hermoso semental, lanzó sus riendas al mozo de cuadra, y corrió hacia el castillo oscuro. Mi hermana se ríe a través de sus lágrimas, se ríe de mi cuento de hadas, y la presión en mi pecho cae. ―El príncipe-hermano corrió al calabozo y descubrió que la princesa pequeñita se había ido. No perdió tiempo en correr a los aposentos del hechicero donde golpeó, entonces utilizó sus habilidades del torneo para tumbar la puerta. Los ojos como de cerdito mirándome desde la almohada se han agrandado. Me imploran que me detenga, pero no quiero ―no puedo― incluso cuando las risitas bajas de Kat disminuyen y mueren. ―¿Y adivina lo que encontró? ―Utilizo un tono de maestro de jardín de infancia que sueña con Broadway; estoy emocionado de dejar a mi audiencia la conclusión. Estoy jodidamente eufórico de restregar sal y vinagre, lo que sea con lo que los héroes medievales torturaban a sus víctimas, en las heridas de mi padre.

He terminado. He terminado. Podría destruir tan fácilmente al monstruo en la cama, que es demasiado bueno para él. Demoler esta habitación. Me levanto para irme. Rastrillo una mano impotente en mi cabello y mis ojos se conectan con los ojos marrones llorosos de Kat. ―No terminaste ―su pequeña voz alienta. ―¿Qué? ―pregunto. Mi pecho todavía necesita aire, expandiéndose y contrayéndose muy rápido―. ¿Quieres más? ―Sí ―susurra ella. Esta es la mejor parte. Katsu tiene razón. Le prometí un final feliz, y nunca me he enfocado demasiado en lo malo. Le debo a mi hermana detallar lo bueno. El pensamiento me hace sentir menos destrozado. ―Es verdad ―digo, inhalando una bocanada de oxígeno―. El príncipehermano arrancó a la princesa pequeñita del malvado hechicero que no era un padre. La puso detrás de él, fuera de alcance del hechicero. Agarró al hechicero por el cuello de la camisa, y lo puso de pie.

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―Lo siento, no entiendo eso ―digo, insensible como él―. El príncipehermano se cuela y encuentra al hechicero en su trono en la suite. La princesa pequeñita sentada a horcajadas en su regazo, y ninguno de ellos usaban ropa interior real. ―Ya no estoy sonriendo. No estoy en el personaje, porque…―. ¡El puto hechicero era un pederasta y el príncipe-hermano salva a la princesa justo a tiempo!

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―Sssuff… ―intentó mi padre a través de una tos.

»En una rápida sucesión, el príncipe-hermano disparó una serie de golpes a puño limpio y patadas. El codo elevado golpeó al hechicero y lo envió aporreado al suelo, pero el príncipe-hermano no había terminado. No, no en absoluto. Los ojos de mi padre se cierran, los párpados temblando. No puede escapar de esto. ―El hermano-príncipe era un experto en karate ―susurra mi hermana, lamiendo una lágrima que se ha filtrado en su boca. ―Lo era ―digo, enderezándome un poco. De nuevo estoy en el personaje, y me gusta la forma en que resumo esto―. Así que el príncipe-hermano izó al hechicero medio desnudo del piso. Lo empujó contra la pared, y le dio su primer puñetazo. Después, siguió con un doloroso puñetazo a nivel medio y un gancho doble que dejó su cara en ruinas. Al final, el golpe de la lanza en la mano rompió su clavícula y selló el trato. Mi hermana aplaude. Es una cosa débil y frágil que no indica alegría.

Ella sonríe, secándolas con el dorso de su mano. ―¿Ella vive feliz para siempre? ―Sí, sí, la princesa pequeñita lo hizo. Porque el príncipe-hermano la envió a otro reino mejor, donde no había hechiceros, sólo mamás reales y escuelas nuevas. ―Escuelas nuevas. ―Emite una risa ahogada. ―Sí, escuelas nuevas. ―La ayudo a secar sus lágrimas, tiro de ella en el hueco de mi brazo y la acompaño hacia la puerta. Ninguno de los dos se vuelve para decir nada mientras nos dirigimos afuera y de nuevo al coche.

Estoy enojada conmigo misma por mi deficiencia de planificación. Tuvimos que correr al aeropuerto después de visitar al donante de esperma. Me voy, y Leon

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―Llevó al príncipe-hermano al baño antes de que pudiera destruir al hechicero. ―Suelto un suspiro. Kat asiente, sus ojos tan llenos de lágrimas que no puedo creer que no se desbordan. Suelto una carcajada―. Tus ojos, hermana. ¿Estás tratando de contenerte?

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―¿Qué hizo la princesa pequeñita? ―pregunta ella.

no está bien. Tan bueno como se sentía al escucharlo contar la versión del cuento de hadas de mi última noche en la casa de nuestro padre, ojalá hubiera ido sola al hospital. Mi Shishi casi se perdió, y odio verlo de esa forma. Ha mantenido sus recuerdos cosidos, pero ahora están sangrando fresco. Debe tener a alguien con él para alejarlo del sufrimiento. Me le quedo mirando sentado delante de mí, enfrente de las puertas de seguridad. Los minutos pasan, y ya no estamos sonriendo. Si no fuera por mi trabajo, mi asombroso y demasiado bueno para alguien con un título de asociado en juego de diseño de trabajo, me mudaría temporalmente. Hasta que su suciedad haya sido limpiada. Los codos de Shishi están en sus rodillas, sus dedos pasando por su cabello. Siente mi mirada en él y levanta la vista, los azules blanquecinos pinchándome. ―¿Vas a estar bien, Kat? ―pregunta, siempre preocupado por mí―. Lo siento, no pude detenerme allí. No es la clase de mierda que querías discutir de nuevo. Alboroto su cabello y hablo en un arranque de valentía:

Es la señal de mi labio inferior. Empieza temblando. ―Siempre. Me quedo mirando después a mi Shishi cuando se va. Con la cabeza bien alta, saluda con la mano en su salida, sinuosamente esquivando a la multitud que va en dirección opuesta. Pronto, es una silueta oscura que hace a las puertas correderas abrir y cerrar. Los otros viajeros entran en fila al puesto de control uno a uno, y también entro en la línea. Antes de dejar Smother, intercambié números de teléfono con Arriane e Ingela. Ahora, envío un texto a Arriane. ¿Cuidas a mi hermano por mí? Día difícil en el hospital. Su respuesta hace tic mientras me pongo cómoda en mi asiento del pasillo. ¿Él está bien? Antes de apagar el teléfono, preparándome para el despegue, respondo. No estoy segura. Papá salió del coma.

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―Sí, lo haces. ―Él conecta un brazo alrededor de mi cabeza y tira mi frente contra la suya―. Pórtate bien allá afuera, ¿de acuerdo?

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―No te preocupes por mí. Soy fuerte. Lloro. Sobrevivo.

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10. Afrontamiento Es domingo, la noche más lenta de la semana en Smother. Mi escudo está de vuelta en el momento en que estaciono el auto y me acerco a Jason en la entrada.

Sacudo la mano de Jason como saludo. ―Hey hombre. ¿Cuáles son las estadísticas hasta ahora? Comprueba el contador manual y maldice, el pequeño complejo de Jason. Le encanta que le pregunte. ―No está mal para un domingo, jefe. Tenemos ciento trece cabezas. ―Bien ―digo y le doy palmadas en la espalda como si fuera su logro. Por la forma en que inclina la cabeza, sonriendo, también lo cree. ―No hay problema, jefe. Considero llevar mi rabia sin terminar arriba, a la sala de bolsas de boxeo. Con un centenar de visitas, pueden manejar los negocios sin mí durante un par de horas. Tengo que comprobar a Arriane, sin embargo. La mamá de mi bebé. Jesús. Si me preocupo de este hecho también ahora mismo, mi cabeza va a explotar, así que no lo hago. Todo lo que necesito es asegurarme que ella esté bien, entonces voy a ir a arriba.

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“¿Qué pasa con la indemnización? Había preguntado con la voz grave que mantiene a los locos a raya en el club. “Iba a comprar una moto”. Yo había reído y dicho que mantuviera la paga, hasta que regresara.

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Además de Christian y Arriane, él es el único en el bar que me ha visto sin control. Me salvó físicamente de tomar malas decisiones cuando Pandora me dejó por Dominic. Lo despedí rápidamente, pero extrañé su culo y le ofrecí el trabajo de nuevo unos días después.

Como siempre, me detengo en la puerta de la sala principal. Detrás del mostrador, Arriane balancea sus caderas con la música. Ingela también, en su pantalón de nuevo. Las dos son polos opuestos y excelentes juntas. Ingela sacude su corto cabello rubio natural, salvajemente, enfatizando una historia que está contando, y Arriane lanza su larga melena negra atrás, riéndose de sus travesuras. Suspiro de alivio al verlas, por un segundo, todo está bien con el mundo. Como si Arriane sintiera mi atención, se endereza y me saluda. Ella no ha hecho eso por un tiempo, no desde el año pasado. Últimamente, vacilaba entre permanecer fuera de mi camino, y rendirse cuando la arrinconaba. En vez de devolverle el saludo, cruzo la barra con un propósito. Arriane está dejando una Corona por una común cuando entro detrás de ella. ―Arriane, Ingela. ¿Todo bien? ―Levanto mi cabeza, asegurándome que puedan leer mis labios. Es lo que haces en las salas con este ruido. ―¡Sí, señor! ―grita Ingela a su manera. La chica no articula nada. Señalo a su pantalón, y asiente con fervor.

Arriane niega hacia mí, con una pequeña sonrisa jugando en sus labios que me encantan besar. ―Ella no lo hizo. Yo los traje. Sonrío de verdad por primera vez desde la visita al hospital. ―Incorregible. ―Totalmente. Quiero tocarla. Descansar mi brazo alrededor de su cintura y acunar su estómago con mi mano. Protegerla de cualquier cosa que pudiera herirla, o a él, conmigo mismo. Miro el pulso en su cuello. Las luces cambiantes no me permiten contar los latidos o decidir si es rápido, lento, o normal. Pero si mis labios estuvieran sobre él, lo sabría. Dejo escapar un suspiro, casi deseando que se enferme. La tendría arriba, entonces la cuidaría. Maldita A. Si tuviera que limpiar el vómito, podría no necesitar la sala de bolsas de boxeo. ―¿Qué es tan gracioso? ―pregunta.

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Ingela es todo un personaje. Entre los vestidos de pasarela y su actitud feliz y despreocupada, entiendo por qué tiene a varios “gays” viniendo la mayoría de las noches, compitiendo por su errática atención.

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―¡Oh! ¡Lo siento! ¡Traje mi pantalón de trabajo, sin embargo!

―Oh, nada ―respondo. Ella no quiere que nadie sepa que durmió con el jefe, cosa que respeto. Me inclino, actuando como si estuviéramos realizando negocios―. ¿Él no te está enfermando esta noche? ―pregunto. Sonríe, pero mantiene sus pensamientos ocultos. ―No, está siendo un buen chico. Me dejó dormir y comer galletas. ―¿Puedes comer otra cosa? Te estás poniendo flaca. ―Huevos. Amoooo los huevos. ―Soy un campeón en hacer huevos ―le digo al oído, aunque podría empezar rumores. Afortunadamente, los únicos que están cerca son Ingela, que está con un cliente, y Christian. Su chica, Shannon, está aquí, y lo mantiene ocupado. Un cliente le señala a Arriane hacia abajo, indicando algún tipo de bebida mezclada. Le está tratando de ordenar sólo con gestos, parece. ―¡Quiere un San Francisco! ―le grita Ingela a Arriane, y el chico mueve su cabeza como si ella acabara de ganar la lotería. Es buena. No tengo idea de cómo hizo eso.

―Arriane ―digo―. Tengo que ir arriba un minuto. Sube si necesitas el baño, ¿de acuerdo? Ella está en la licuadora, con vermut en una mano y ginebra en la otra, vertiéndola. Su rostro está oculto, así que aparto su cabello. Ingela lanza una mirada en nuestra dirección, que me recuerda dejar de tocarla. ―Gracias, jefe ―responde Arriane, y no estoy tan seguro de que me guste más mi puesto de trabajo en su labios. Qué maldita forma eficaz de crear distancia.

* * *

Me cambio inmediatamente, incluso vendo mis manos. Por el momento, los guantes vencen mi propósito, pero un poco de vendas no está de más. Tengo mi sistema. Sé lo que funciona. Además de tener sexo por el culo, esto y mi moto son las únicas cosas que me calman. Con el torso desnudo y en mi pantalón gi negro, me lanzo a la pesada bolsa.

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Mi mente vuelve a mi hermana pequeña. Está a salvo en su vuelo, regresando a su vida. Una mejor vida. Se me hace un nudo en el estómago cuando me detengo a reflexionar sobre la vida que dejó aquí. El hechicero malvado. Mierda.

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San Francisco.

La música del club resuena a través del suelo, pero necesito más, así que meto un CD antes de continuar. La colisión entre las melodías de la planta baja y mi propio death metal me dan ganas de reír. Sin embargo, no lo hago, porque estoy gastando mi energía en esto. En cada golpe, visualizo el rostro de mi padre cuando me hice cargo de él a los dieciséis. La conmoción, los moretones, la sangre. La maldita clavícula rota. Algo surge en mí al pensar en eso, alejo todo lo demás. No hay espacio para la expresión de Katsu en su regazo antes de arrancársela. Golpeo la bolsa del medio. La golpeo, matándola como había deseado hacer con él. El espejo lanza mi forma brillante. ¿Qué Dios maligno le permitió sobrevivir a la apoplejía?

¡Mierda, el bebé no puede estar escuchando esto! Voy al equipo de música y lo apago. Desde abajo, una balada se cuela en nuestra burbuja, y la miro, sin palabras. Enormes ojos parpadean con compasión. Con lentos pasos vacilantes, se acerca cuidadosamente, como si yo fuera el asustado. Me cubro el rostro con las manos. La rechazo. Me muevo hacia la esquina. ―Cariño ―susurra.

Nos veo desde afuera.

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Mi pecho se mueve con la necesidad de oxígeno. Me doy cuenta de que no me queda nada, y mis pulmones no pueden llenarse lo suficientemente rápido. En el espejo, la veo, pequeña, asustada, mirándome tragar aire. Se ha ahogado en esta música que es directamente del infierno, lo contrario de todo lo que ella representa, y el bebé…

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Gruño por mi decepción, uniéndome al coro de rugidos de la música, y no me detengo, no dejo de matarlo hasta que una mano me toca el hombro. Me congelo, porque ni siquiera aquí, en mi santuario, estoy a un paso menos del control.

Este hombre. Con los hombros estirados, enderezando su cuerpo a una impotente postura de no-jodas-conmigo. Emergiendo desde sus dedos extendidos, su rostro levantado, revela iris brillantes con agonía cuando me mira. Me muevo, sigo caminando hacia él. Este hombre. Es una criatura salvaje, un animal acorralado que quiere huir, pero es Leon, también, el que no dejo de amar y necesita… ―Aléjate ahora, Arriane. Vete. ¡Fuera! No. El mensaje de Katsu quebró mi resistencia. Estoy aquí porque él está sufriendo y quiero aliviarle este dolor. Nunca voy a poner en peligro la felicidad del bebé por Leon, pero antes de que nazca, estaré aquí para su padre. Por ahora, la única que lo va a lastimar si lo consuela, soy yo. ―Cariño ―digo de nuevo. Con los instintos de un gato salvaje, Leon niega, percibiendo mi intención. Inhalo por valor y doy el paso final hacia él.

Grita la última parte y parpadeo, absorbiendo y rechazando su advertencia, lo experimenté volviéndose loco en la víspera de Año Nuevo y sobreviví. No voy a dejar que eso me intimide de nuevo. Todo lo que quiero es que él sea… ―¿Has terminado de ser una víctima, Arria? ―El tono de Leon ha cambiado. De repente, baja, acariciándome con cada sílaba―. Tienes cinco segundos para escabullirte. Ve a estar a salvo en algún lugar. Vete a casa, ¿de acuerdo? De vuelta a ese pequeño lugar rosado que probablemente tienes. ¿Cómo puede haber tanta tensión, tal amenaza, vibrando con una voz tan tranquila? Apenas exhala sus amenazas, y sin embargo mi pulso se agita en cada extremidad. ―Apuesto a que tu cama huele a ti. ―Arrastra una mano por su rostro―. ¡Ah! Arria. Déjame terminar esto. Por favor, vete. ―No puedo ―digo, y de repente me doy cuenta de que eso es lo que siempre le digo. Últimamente, no importa lo que pida, no puedo. Esta vez, es para su beneficio, sin embargo, y él ve la diferencia también. ―Soy un monstruo ―susurra, me toma el cabello en un puño, y mueve mi cabeza hacia atrás.

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―Arriane, no tienes idea en lo que te estás metiendo. No quieres esto, cómo sería contigo. ¡Tú! No estás hecha para esto.

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Sudor, almizcle, colonia. Peligro sale de sus músculos tensos y está lista para atacar.

―No, no lo eres ―me las arreglo para decir, porque es verdad. Él está desconsolado. ―¡No confíes en mí así, Arriane! ―No espera una respuesta. Mis cinco segundos terminaron, y su boca se aplasta en la mía. Abre mis labios y roba mis besos. ―¿Por qué ―dice entre dientes, sus dedos se cierran alrededor de mi cintura y me acerca―, no escuchas? Diez malditos minutos, y habría estado bien. ―Por un nanosegundo, sus ojos recorrieron la habitación y aterrizaron en una colchoneta negra de gimnasia. Me levanta y me lleva allí. La adrenalina corre a través de mí. Aún, mi cuerpo está conectado a reaccionar, y ahora se está preparando para la pasión impredecible.

Sucede tan rápidamente. En un movimiento, agarra mis muñecas, toma una cuerda de saltar en su puño, y la ata encima de mi cabeza. Merodea encima de mí, se sienta a horcajadas entre mis hombros mientras me sujeta a las barras de pared detrás de nosotros. Habla solo. ―Tan estúpido ―dice mientras baja a mi cuerpo. Arroja mis zapatos a un lado y me quita el pantalón. Por un instante, está de rodillas, mirándome, sosteniendo un desafío. Entonces, baja a sus nudillos, en media flexión de brazos por encima de mí. Su aliento se desplaza a través de mi rostro. A pesar de no querer mostrar angustia, jadeo. ―¿Arria? ―Su voz es suave―. Si mueves un músculo, voy a atar tus piernas también. ―No me voy a mover… ―susurro. ―Sshh.

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Mis ropas están en ruinas, pero prácticamente no significan nada. En un nivel primario, estoy entregada, estoy lista, y lo único que importa es sobrevivir a su ataque de amor. Para disminuir la pelea, me estiro entre nosotros y desabrocho mi pantalón. Creo que le estoy haciendo un favor, y sin embargo, gruñe para que me detenga.

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Caigo en la colchoneta. Leon cae después de mí y de inmediato encuentra mi garganta, chupando, mordiendo. Me arranca la camisa, los botones vuelan. Rompe mi sujetador como si no pudiera ser molestado con impedimentos que requieran concentración.

Mi ropa interior se rompe en su puño, y se adentra en mí. Grito cuando manos fuertes levantan mis caderas del suelo, contra su cuerpo. Estoy desnuda, abierta, tan vulnerable, su boca está en mi montículo, deslizándose hacia abajo, encontrando todo de mí, y de alguna manera, en medio de sus caricias ásperas se las arregla para reducir la velocidad. Me pierdo en el ritmo caliente que crea. Está chupando mi centro, jugando conmigo y haciéndome respirar erráticamente. Un golpe corta el aire, y retengo mi grito. Un dolor ardiente me recorre, nunca me ha tratado así, y retrocedería si pudiera. No debería sorprenderme, mentalmente pensé que estaba preparada para cualquier cosa, pero me golpeó donde más siento. Donde soy un nudo de nervios. Donde debería ser placer para él. Leon me estudia, sus ojos brillando.

No me gusta este juego. Lo juego para él… hasta que sus ojos se oscurecen y van a mi garganta. Sé lo que está a punto de hacer. No lo ha hecho desde la víspera de Año Nuevo. Es jodidamente perverso, peligroso, y para mí no tiene nada que ver con el sexo. Sus manos son engañosamente calientes cuando se envuelven en mi garganta. Lentamente, se aprietan hasta que me cortan todo el aire. Me las arreglo para decir “no” antes de que mis pulmones tengan espasmos de miedo por la falta de oxígeno. El pecho de Leon se eleva con la prisa de un control completo. Los segundos pasan mientras lucha, no conmigo, sino con él. ―Cuando digo que no me sigas hasta aquí es por tu propio bien. ―Se queda mirando mis labios temblorosos. ―Odio. Esto ―digo. Lo veo congelarse cuando se da cuenta de lo que estoy diciendo. Mi amor afloja su agarre gradualmente, hasta que todo lo que esas manos cálidas hacen es acariciarme.

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Asiento una vez, sabiendo que él quiere mi dolor. Me sopla, calmando la punzada antes de que su boca me explore de nuevo, lamiendo, succionando, disfrutándome. Se retira para arremeter de nuevo. No contengo mi grito, y él gruñe, satisfecho. El amor duro de Leon chamusca una de mis nalgas mientras su lengua encuentra mi entrada. Lame mis jugos. Golpea mi trasero de nuevo, con fuerza. Una. Dos. Tres veces.

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―¿Te duele el pequeño clítoris?

Cierra los ojos en un gesto de dolor. ―Me gustaría que… no me hubieras seguido. ―Me baja al suelo. Se acuesta conmigo y besa mi rostro. ―Lo siento ―tartamudeo. Sus acciones no son obra mía, no debería lamentarme. Pero, yo lo empujé cuando debería haberle dado espacio. Leon se quita el pantalón, y mi atención va a su cuerpo. Está duro, listo, y me duele por él de una buena manera. ―¿Condón? ―susurra, necesitándome. ―No… el daño está hecho. Una apenas sonrisa toca su hermoso rostro antes de hundirse hacia abajo sobre mí. En sus codos, con el rostro enclavado en mi cuello, está respirando con dificultad. Su punta se desliza sobre mi hendidura para arriba y abajo, y luego se mete en lo profundo con un movimiento lento. ―Lo siento, nena ―respira en mi oído. Estoy llena de él, y esto es bueno. Muy bueno.

Estoy apretando a su alrededor, lo que no pasa desapercibido. Se aleja un poco para ver mi expresión. Estoy ruborizada. Tímida bajo su escrutinio. Y sin embargo, estoy jadeando por más. ―Ahora, ¿estoy haciéndote sentir bien? ―La satisfacción en su voz me hace contraer. Mis brazos no lo pueden abrazar, pero mis rodillas se abren más, y engancho mis tobillos alrededor de sus muslos para llevarlo más profundo. Inclino mi pelvis para encontrar cada una de sus embestidas, meciéndome contra él desde mi posición restringida. ―Sí, esto es… ―Estoy abrumada por las sensaciones que me inundan. ―¿Delicioso? ―ayuda, y río, pero no es una risa. No, es un grito, y se mueve más rápido. Lo necesito más cerca. No abrazarlo contra mí, me está volviendo loca, porque necesita estar más cerca, mucho más cerca. ―¡Libérame! ―grito, y la respuesta de Leon es instantánea. Sus manos van detrás de mí mientras me retuerzo, enganchada a él, pero con miedo de que se escape. Él tira, se deshace de las malditas restricciones que me tienen de rehén. Suspiro de alivio, lo acerco, entrecruzando todo mi ser a su alrededor mientras me da en la colchoneta. Leon busca mi boca. No entiende, sin embargo,

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―Me encanta repartir dolor, Arriane. Sólo… tiene que aumentar el placer de mi chica, y a ti, ah. No te gusta.

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Con cada golpe medido, Leon se confiesa.

necesitamos estar unidos. Presiono su rostro en mi cuello, apretándolo duro, muy duro. Esto no es duro. No es doloroso ni extremo. No, es Leon y yo sosteniéndonos. Resbaloso con sudor, se desliza contra cada centímetro de mi piel y me presiona. Un ruido suave emerge de su pecho, vibrando en mi nuca, donde está enterrado, y paso mis manos por su espalda, por encima de su trasero. Le clavo las uñas, trabajando para influir en su ritmo desconcertante. Sus movimientos son sutiles, lentos, diferentes de… él. Los dos estamos al borde de la ruina. Él hace lo que quiero, me mantiene cerca, tan profundo, y ahora soy yo la que tira de su cabeza para mirarlo a los ojos. ―No puedo aguantar mucho más, nena… ―dice. Yo tampoco puedo. Mi boca se abre. ―Vamos ―tartamudeo. ―¿Estás ahí? ―comienza antes de darse cuenta cómo estoy alrededor de él―. Oh, sí lo estás. ―Leon no acelera. No se aleja. No hay apuro para ir a la línea de meta, nada más que un ascenso medido donde está totalmente centrado en mí.

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Dios.

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No lo veo venirse. Sólo lo siento, y…

11. Revelación ―No, ¡porque ni siquiera bajaste de su apartamento para trabajar otra vez! ¡Ja-ja-ja! ―Ríe Ingela―. De ninguna manera, Arriane. ¡Estoy segura, segura de que te acostaste con Leon anoche! ¡En su casa! ―Dios, Ingela, deja de gritar, estoy aquí. No me sentía bien, ¿de acuerdo? Algún tipo de virus estomacal.

―Me dejó usar su baño y su sofá ―aclaro. ―¿Y tal vez lo usaste a él? ―sugiere Ingela―. Por cierto, no es violación si consintió. Maldición, ¿sabes lo que pienso? ―La salsa baja por su dedo y golpea la encimera en un pegote rosa salmón. ―Ingela, deja de ser idiota. ―Nunca aprendo la naturaleza de sus pensamientos, porque tristemente, mi comentario le recuerda más cosas que requieren respuestas. ―Entonces. ―Su ya amplia sonrisa gana cinco millones de megawatts―. Leon parece que es un hombre de trasero. ¿Lo es? ¿Prefiere metértela en el trasero? ¡Cristo! ―Huevos ―digo. Cosa que debe distraerla desde que regresé a casa antes del desayuno. ―Tengo un montón de chistes sobre los huevos ―informa―. La mayoría se burlan de los noruegos, pero puedo hacerlos sexy. Es fácil. ―Vamos a comer ―propongo, sacando un sartén. Una vez que los huevos están revueltos y desparramados perfectamente sobre tostadas, lanzarlos por la ventana resulta ser una mejor idea. Cualquier cosa para detener las náuseas por el olor.

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―Son puras excusas. ¿Qué dices, “excusas, excusas” o algo así, ¿verdad? ―Me señala con el vegetal.

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Estamos en nuestro apartamento, e Ingela está agitando un palito de apio bañado con salsa mil islas en frente de mí.

Ingela no es del tipo observador. Durante el último par de meses, ella podría ser la única en Smother que no ha mostrado preocupación por mi “enfermedad”. No me gustaría que eso cambie ahora, así que empujo una pequeña porción de los huevos en mi boca, eficientemente bloqueando mi nariz desde el interior de la garganta. ―¿Todavía no te sientes bien? ―pregunta. Fantástico. ―Solo estoy cansada. Creo que voy a tomar una siesta ―le digo. ―Probablemente estás embarazada con el hijo de Leon. ―Libera un cabello de sus pestañas maquilladas, y mis mejillas se enrojecen, infiernos, todo mi rostro está en llamas. ―Chica, primero que todo… ―Vacilo. Pronto, va a ser muy claro que estoy embarazada, incluso para Ingela. Si Leon se mantiene cerca de mí, todos van a esperar alguna placa de empleada del año para mí, o van a sumar dos más dos.

―Wow ―dice. ―Y tú estás babeando. Debes cerrar la boca. ―Estás follando a Leon y vas a tener a sus bebés. ¡Maldición! ―Su teléfono vibra antes de que pueda responder. La sonrisa torcida de Cam aparece en la pantalla, y el rostro de Ingela ilumina―. ¡Espera hasta que Cameron escuche esto! ―Oh, eh-no. ―Le quito el teléfono justo a tiempo. ―¡Hey! ¿Cuál es el problema? No es como si te estás acostando con Cam también, o… ―Su pequeña nariz se arruga cuando lo considera―. ¿Es por eso que no quieres que le diga? Las vueltas que da la mente de Ingela son misteriosas. E inquietantes. ―Ew, Ingela. ―Hey, es sexy ―se defiende―. Además, su polla es enorme. Diez, uh, pulgadas7. ¿Cuánto es eso en centímetros? Dios mío. ―¿Has medido su…? ―¿Su pene? No, él me dijo. Totalmente dormiría con él… 7

Diez pulgadas: veinticinco centímetros.

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―Baja tu arma, chica, me estás asustando. ―Cuando no contesta, inhalo por coraje y exhalo para encontrar su mirada. Es amplia con entendimiento.

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El tenedor de Ingela se congela en el aire, y de nuevo desvío el tema.

―Follarías, quieres decir. ―Ambos, solo si deja de ser asqueroso sobre tríos y esas cosas. Esta conversación es incómoda, pero la atención no está en mí, cosa que estoy agradecida. Trago el bulto de huevos atascados en mi garganta con jugo de naranja. ―Ahora, de vuelta a ti ―dice. Tengo mala suerte. ―No creas lo que dice Cameron, Ingela. Él está soñando. Probablemente tiene un pene del tamaño de un maní. Se ríe con entusiasmo y golpea sus muslos.

―A mí no ―dice, negando―. Sólo me importa el de Leon, así que lo comparo con algo más, entonces. Zanahorias, pepinos, gatitos. Lo que sea que funcione. O centímetros sería más fácil. Claro. Tengo que hacérselo fácil a Ingela. Miro mi reloj. Estoy a horas de tener que ir a trabajar. ¡Horas! ―¿Vas a ir a clases hoy? ―No. ―Hunde su barbilla en las sus manos, con una amplia sonrisa. Suspiro. ―Ingela. ―¿Sííí? ―Por favor, prométeme que no le dirás a nadie. Las cosas están complicadas… con Leon y yo. Frunce el ceño ligeramente. ―Puedo guardar un secreto. ¿Por qué, sin embargo? ¿Por dónde empezar? Tiro el resto de mis huevos en las oscuras entrañas del cesto de basura y pongo mi plato en el lavavajillas.

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―¿Estás jodiéndome? ¿Qué clase de pregunta es esa? ―Esta no es la primera vez que hubiera sido mejor no discutir con ella. Nunca lo sé con Ingela, y aquí estamos de nuevo, se acaba de enterar de que estoy embarazada, y sus primeras investigaciones se relacionan con el tamaño del padre y sus modales en la cama. Clásico―. Y además, ¿un jabalí? ¿A quién le importa los penes de los jabalíes?

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―¡Una buena! ¿Qué hay de Leon? ¡Dicen que es loco en la cama, como peligroso! ¿Es como un jabalí?

―He trabajado en Smother durante tres años, y conozco bien a Leon, ¿de acuerdo? Él tiene problemas, Inga, y simplemente no somos compatibles. Ignora mi explicación. ―¿Lo amas? Una expresión seria tensa sus rasgos, y de nuevo me sorprende. Medio esperaba que insistiera en los problemas de Leon, luego tal vez daría alguna loca, pero genuina, opinión sobre el embarazo. Me río. ―Realmente no quiero hablar de esto. ―El bebé es una cosa, ¿pero escarbar en mis sentimientos por Leon? ―Lo amas, ¿eh? Parece que lo haces ―añade Ingela. Estira una mano bronceada y acaricia mi cabello. No tiene que sentir lástima por mí, pero ella ha sido tan dulce… Mierda.

No puedo dejar de reír a través de las lágrimas. ―“Chico” Ingela, “chico”, y por favor no lo mates. Tiene un poco de lado irreparable, y no tiene ni idea de lo que siento por él. ―Oh, tienes que decirle. ¡Dile, dile! Puedo si quieres. ―Ingela agarra mis hombros y me sacude un poco en el asiento―. ¿Me dejas? Me estoy riendo en serio ahora. ―Claro, voy a esconderme detrás de una esquina mientras le das una nota por mí. ―Estadounidenses raros. Lo hacemos en la escuela primaria en Suecia. ―Inga, estoy bromeando. No, no hay necesidad de compartir. Superaré mi pequeño enamoramiento. Se queda en silencio por un momento, acariciando mi cabello como si fuera un gato. Es conmovedor y divertido a la vez. Estoy emocional. ―¿Entonces no vas a intentar una relación con él o algo así? ―pregunta. Un pensamiento la golpea, y frunce los labios con sospecha―. Sabe que estás embarazada, ¿verdad?

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―Aw, Arriane. ¡Voy a matar al gay!

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Me estoy rompiendo.

―Sí, y esos rumores son ciertos, Leon es lo más alejado de material de novio que existe. Lo he visto dejar un río de angustia a su paso, así que no. No estoy tratando nada con él. ―Bueno, creo que deberías al menos preguntarle. Es un, eh, chupapollas si no lo hace. ¿Qué? ¡Jesús Santo! ―Ingela, realmente no deberías usar la palabra “polla” en absoluto. ―¿No suena bien? ―No. Te hace sonar como un hombre vulgar. ―Bueno, está bien, pero él es eso, sin embargo, a menos que te ruegue ser su, uh, novia. Leon debe suplicarte sobre codos y rodillas para que estés con él. ¡Eres taaaan agradable ―explica―, y tan hermosa! Harían la pareja más linda que nunca existió. Además, él tendría suerte si dijeras “sí”. ―Sonríe. ―Eres tonta. Me preguntó, sin embargo. ―¿Para ser su novia? ¿Y dijiste “no”?

―¿En serio? ―¿Por qué estoy sorprendida de nuevo? Asiente sabiamente. ―Eso fue dulce de su parte, pero estás mejor así. Quiero decir, si te casas te estancas.

Estoy de regreso de Choice, mi otro club en la ciudad vecina de Talco. Es un par de horas en auto, así que tengo un montón de tiempo para golpearme por ayer. Llamé a Arriane. Me atendió su correo de voz y dejé un mensaje, disculpándome como lo hice anoche. En respuesta, me mandó un corazón por texto. ¿Estás bien? Lo siento, respondí. Estoy bien. Solo con nauseas.

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―Ah, sí. Tiene sentido que lo rechaces.

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―No, para casarme con él.

Yo pidiendo perdón. Es un círculo vicioso de mierda en el que estoy. Ella me ha visto con mujeres desde su primer día en Smother, así que elige no ser mi chica. Solo, me gustaría que se aleje de mí. Últimamente, el monstruo que mi padre crió surge con más frecuencia. Contengo la ira con métodos demostrados, sexo con una chica y ejercicios, pero Arriane está interviniendo, y no puedo controlar mi manía con ella cerca. Anoche. Ah, maldición. Ella calmó mi tormenta, ¿pero a expensas de qué? Nadie me puede ver cuando soy así, y ella es mucho más que “nadie”. Arriane es perfecta. No es perfecta para mí, es jodidamente perfecta en general. Nunca ha sido lo mío, y sin embargo, aquí estoy, absorto. Ella es hermosa, deliciosa, adictiva, todo lo que nunca va a reclamar, sin contar con mi medio intento con mi propuesta sosa. Vergonzosamente digna. La futura madre de mi hijo.

Una vez que nazca, mi bebé será mantenido. Me romperé el culo para que a ellos no les falte nada, de la manera que mi padre nunca consideró. Las escuelas, amigos, vivienda. Alimentación, salud, cualquier cosa a mi alcance y más allá, voy a arreglarlo para nuestro bebé. Soy conocido por perseguir a mis mujeres con todo en mí, los cristianos las llaman “chicas rotas”, aquellas que inconscientemente borran mi disturbio. Con Arriane, sin embargo, la lucha es grande, y ella, mi oponente, sigue un conjunto de reglas desconocidas. Llego Smother al atardecer. Las farolas parpadean, dejando manchas amarillas en el aire húmedo. Arriane trabaja también esta noche, y apuesto a que está temprano. Ligera irritación despierta en mí porque no me obedece en esto. Necesito que baje las horas, que me permita aumentarle el salario así puede cubrir más de sus cuentas, las mujeres embarazadas no deben matarse trabajando, especialmente, no la que lleva mi hijo. Mío.

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Estoy aprendiendo mi lugar en este lío. Soy un maestro en el negocio, en el liderazgo, profesional. No va a ser fácil difuminar mis impulsos nerviosos para mantenerla cómoda y segura mientras ella crece.

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Este bebé tiene tanta suerte. Está a salvo en el interior de Arriane. Probablemente lo piensa también, sobre todo después de la sala de bolsas de boxeo. Ah, me desconcierta que se quedó en mi cama hasta el amanecer. Nunca he dormido mejor que con ellos dos en mis brazos.

Sin cambiarme de ropa, me dirijo a la sala de bolsas de boxeo. Tengo tiempo para una ronda rápida. En un antojo, compruebo los restos de Arriane y encuentro unas pequeñas bragas arrancadas, al pie de la colchoneta. Las levanto y ruedo de espalda al suelo. Hago series de cincuenta abdominales, y cuando descanso empujo el encaje en mi nariz. Su olor. Es débil, pero está allí. Y si voy a recordar mi lugar, no tengo que hacer esto.

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La música suena desde abajo, indicando que Robin en la cabina de DJ, está probando nuevos canciones contra la acústica de la sala principal. Generalmente, Cameron e Ingela vienen temprano para probarlos en la pista de baile. Una sonrisa tira de las esquinas de mi boca. No me puedo quejar, a pesar de la vida de mierda lanzada en mi camino, papá y la reaparición de mi monstruo interior incluido, he conseguido buenos empleados.

12. Rutina Las semanas pasan rápidamente. La primavera ha comenzado oficialmente, y de repente estoy embarazada de cuatro meses. En los árboles brota verde irisado en sus ramas. Gracias a Dios la náusea se ha aquietado. Mientras me cuido, no estoy más débil. Incluso estoy disfrutando de la comida de nuevo. Los vegetales verdes y Pepsi Diet en particular. ¡Los ansío!

―Hey, eres una linda regordeta ―dijo el otro día, y fue lo suficientemente grosero. Para Ingela, había sido más explícito, mencionando que era totalmente “follable” y tenía “pechos de seis estrellas” en estos días. Por supuesto, ya que él no le pidió mantenerlo en secreto, inmediatamente lo compartió conmigo. Leon y yo pasamos mucho tiempo juntos. No hablamos de lo que sucederá después de la llegada del bebé. Si está con otras chicas, no se junta con ellas en Smother. No pregunto, porque no puedo soportar pensar en él con nadie más. La única chica, Marla, todavía viene, pero por lo que sabemos Ingela y yo, él no ha hecho ni un movimiento. Las pocas veces que he estado en su cama durante los últimos meses han sido cuando ha recibido noticias de su padre. Él quiere esconderlo de mí, pero generalmente Katsu me manda mensajes después de sus llamadas telefónicas más tristes. Ella es la única fuente de información que él acepta con respecto a su padre. Es difícil dejarlo sufrir solo. Le enoja que me meta, grita que él es un monstruo y que lo estoy victimizando. No me opongo. No se lo he dicho directamente, pero creo que instintivamente sabe que esto es temporal, una vez que nazca nuestro bebé, no voy a estar interviniendo más.

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Ingela sigue siendo la única que sabe acerca de mi embarazo. Mi pequeña protuberancia provoca miradas sospechosas, especialmente de las chicas en el trabajo, pero nadie excepto Cameron ha comentado.

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Leon no está contento con la parte de la gaseosa. No expresa su opinión. No necesita hacerlo. Sus ojos son duros cada vez que tengo un segundo vaso.

Por el lado positivo, nos encargamos mejor de sus ataques. Su ira dura menos, y no me congelo por ella. Además, los dos somos silenciosamente conscientes de que cuanto antes le ganemos al arrepentimiento de la sumisión, más pronto vamos a estar inmersos en nuestra propia especie de éxtasis. Tenemos una rutina. Todas las tardes, voy a Smother antes que nadie. He dejado de tomar días de descanso. Eso significaría estar lejos de él, y sólo tengo unos pocos meses de la manera que somos. Leon me debe escuchar cuando llego, porque siempre me está esperando abajo. Tan pronto como entro, camina hacia mí, ya sea desde las escaleras de su apartamento, o desde la oficina. Con ojos brillantes, entrelaza sus dedos con los míos y me guía a la barra. Allí me sirve una Pepsi Diet… en el vaso más pequeño que poseemos. Siempre le agradezco, sin mencionar que lo voy a volver a llenar tan pronto como él no esté mirando. Me hace sentir como una alcohólica. ―Hey, tú. ¿Te dejó descansar? ―preguntará a modo de saludo, cosa que me hace sonreír. No es como que el bebé está en mis brazos y reclama mi atención en el medio de la noche, todavía.

Todavía tengo cinco meses para endurecer mi corazón contra Leon y adecuarme al plan. Todas las noches, pienso sobre otros trabajos, otras soluciones, pero no importa cómo lo retuerza, mi lado práctico insiste que necesito el dinero extra que Smother ofrece una vez que llegue el bebé. Ningún bar en la ciudad puede igualar a los salarios de Leon. Lo miro, ahora, por encima de mi hombro. Levanta la barbilla en una orden silenciosa para que camine por delante de él por las escaleras. Me ha hecho una ensalada, dice, con un nuevo lote de hojas de diente de león de Deepsilver, la única tienda saludable. No tengo hambre, pero la idea de verde, especialmente el sabor fuerte del hierro, me hace la boca agua. Le agrada verme comer. Y cada vez que soy responsable de su placer, estoy satisfecha. Así que aquí estoy, siendo colocada con cuidado en una silla de la cocina con un vaso de agua con hielo en frente de mí. Quiero Pepsi Diet. Este amor mío, el padre de mi bebé por nacer, busca vinagreta en la nevera. Es mi aderezo preferido hoy en día, aunque generalmente soy simple. Segundos más tarde, se endereza y sostiene una botella pequeña triunfalmente.

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No lo detengo si levanta una mano para acariciar mi mejilla. Incluso cuando sus caricias nacen de la ternura y duelen más que los voraces ataques de amor. Lo dejo porque vivo el momento y mi corazón se envuelve de su toque como un bálsamo.

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―Sí, es un buen chico. No tengo náuseas, ni ningún dolor ―respondo hoy.

―Sabía que no la habías terminado la última vez. ―Sonríe mientras lo coloca al lado de la ensalada―. ¿Puedo? ―pregunta, agachándose a mi lado. Me encanta este no-novio mío en cualquier forma o tipo, pero ahora está tranquilo. Abierto. Juguetón. Una rara combinación para Leon Stonewell. Dejo escapar un suspiro feliz. Inclino la cabeza hacia atrás un poco, lo suficiente para encontrar su hombro detrás de mí. ―Sí, claro. Hunde su barbilla en la parte superior de mi cabeza y desliza una mano alrededor de mi cintura. Apoya su palma sobre mi bulto, y se queda ahí conmigo, con nosotros. Como siempre, cuando hace esto, mi corazón golpetea más rápido antes de desacelerar de nuevo, acostumbrándome a él. Esto no es sexual. Es intimidad en un nivel diferente. Leon está satisfecho también. Hay un ambiente en el aire, uno de expectativa y esperanza. ―Estás tan llena, ¿no?, de él ―murmura. Río.

―¿Recuerdas lo flaca que eras hace sólo unos meses? ―Sí. Todo por tu culpa ―bromeo, y por el resoplido que emite, puedo decir que está entretenido. ―Lo siento, cariño. No era mi intención engordarte ―susurra en mi cabello. Mi pulso cambia instantáneamente, sabiendo que esto acaba de pasar a sexual, a pesar de que las propias palabras son todo lo contrario. Leon tiene un instinto asombroso cuando se trata de los estados de ánimo de las personas, y conmigo, es psíquico. Detecta el cambio en mí, mi receptividad, y ángulos de mi rostro. Rozando sus labios sobre mi mejilla, baja a mi cuello. ―Eres tan hermosa así ―dice. Está tan cerca que mis pezones se endurecen. Respiro rápido. ―Y eres sexy cuando estás excitada. ―¡Leon! Ríe suavemente, con sus manos viajando para ahuecar mis tetas. Son pesadas, en un nivel completamente nuevo, y su risa se transforma en un gemido como si tocarme fuera una tortura.

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Un ruido vibra en su garganta.

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―Sí, y voy a estar mucho más llena también, según los rumores.

―Lo siento. No voy a respetar límites, y no puedo echarle la culpa al ataque tampoco ―dice. Me relajo en su hombro, respirando profundamente, y de repente estoy arqueándome en su agarre. Las manos de Leon se vuelven más firmes, más exigente. Mi cabeza da vueltas con las posibilidades. ¿Cómo sería dormir con Leon cuando no está molesto? Mi estúpida respiración irregular. Está haciendo su cosa otra vez, haciendo que mi pecho se mueva rápido, y Leon no está disculpándose más. Me levanta de la silla y asegura mis piernas alrededor de su cintura. Con la boca abierta, se entierra en mi cuello, succionándome mientras me lleva a su dormitorio. ―La ensalada puede esperar, nena ―dice, y sólo asiento―. Necesito verte, todo de ti. ¿Cuántas semanas? ―pregunta. ―Cuatro semanas desde la última vez que estuvimos juntos… ―jadeo. Mis pechos duelen con anticipación, y cuando me deja, entrelaza nuestros dedos, levantándolos como si estuviéramos viendo imágenes. Leon…

Obedezco, sacándomelas pieza por pieza hasta que estoy desnuda delante de él. ―¿Tienes frío? ―susurra, sus ojos mirándome. ―No… Levanta nuestras manos de nuevo, como lo hizo antes de que me desnudara. Las sostiene con la suya. Luego, las pone detrás de su cuello y me lleva más cerca. ―Dios, Arria. ¿Qué hago contigo? ―¿Amarme? ―sugiero, y por la forma de su mirada, me doy cuenta de lo que podría significar―. Hazme el amor ―me corrijo, sonrojándome. ―He sido bueno, ya sabes ―dice mientras sus caricias corren por la parte baja de mi espalda a mi trasero―. Apuesto a que no creías que podía estar lejos de mis chicas normales. ―Yo… Leon. ―Nunca hemos hablado de esto antes. Me suelta y da un paso atrás. Me quedo donde estoy, desnuda, a su vista, viendo sus ojos brillar con deseo, con el reconocimiento de mi timidez. Suavemente, ahueca mi pecho, llenando su mano con él. ―Son más grandes. Y tus pezones, son más oscuros, ¿no? ―pregunta con asombro en su voz, y es tan sexy, tan…

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―Vamos a quitarte la ropa.

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¿Me mira con tanto amor? No, no es amor. Diablos, no.

Este Leon, es asombroso. ¿Sobre mi cuerpo? ―Sí, estoy con toda la cosita de embarazada ―respondo. Sus ojos se mueven a los míos, sin perder mi estado de ánimo fluctuante. Estoy conmovida y excitada como el infierno. Me dan ganas de llorar y reír. Malditas hormonas. No menciona mi estado. En su lugar, traza las costillas hasta mi estómago. Esperaba que su mano se detuviera, que explore mi bulto, pero se mueve por encima de mi hueso pélvico hasta que con un solo dedo se encuentra con la parte superior de mi hendidura. ―Ah ―resoplo. ―¿Dejaste de depilarte? ―pregunta. ―Mi piel es más sensible ahora. La depilación con cera duele. ―Sí, no te gusta el dolor. ―Lleva mi labio inferior a su boca y lo acaricia con su lengua. Río entre sus besos, porque se está refiriendo a las nalgadas. Golpes. Pellizcos. Incluso ser atada no es erótico para mí.

―No cuando estás enojado ―digo mientras me acuesta en el colchón. Estoy jadeando con deseo latente en sus ojos―. ¿Quieres mi dolor, entonces? ―No, lo tienes mal, nena. No me gusta que sufras. Estás siempre aquí demasiado pronto para que esté en control. ―Leon deja caer su camisa en el suelo y tira de su pantalón y los boxers antes de subirse detrás de mí―. Dolor ―dice mientras sus labios se cierran alrededor de mi pezón, tirando en contra de su lengua―, es una explosión cuando aumenta el éxtasis de una chica. Te lo he dicho antes, no te hace eso. ―Nos da la vuelta, deslizándome por encima de él. Me retuerzo un poco a propósito, haciéndolo gruñir y entrecerrar los ojos los ojos. ―¿Entonces no me vas a atar hoy? ¿No me vas a golpear ni pellizcar? ―bromeo, esperando. ―No. Sólo… esto. ―Con un ligero ajuste, se mete en mí, haciéndome gritar―. ¿Eso duele, nena? ―dice, recordándome la vez que lo sorprendí en su sala de bolsas de boxeo. Preocupación falsa mezclada de lujuria en su voz. ―Oh, no… exactamente ―me las arreglo para decir, mis piernas tensándose en el exterior de sus caderas. ―¿Es este placer, entonces? ―insiste contra mi oído―. ¿Sólo placer? ―Dios, sí.

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―Y me gusta tu placer.

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―Sí. Soy más del tipo de chica que le gusta el placer.

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13. Mala noche El club está lleno de clientes esta noche; el último día antes de las vacaciones de primavera. Tengo la mayor parte del personal de guardia, e incluso he abierto la terraza. El negocio es bueno en el techo con el clima suave y sin lluvia.

Sí, a la mierda. Arreglaré esto. Voy hacia el bar y detrás del mostrador. Le hago señas a Shannon, la novia de Christian, de camino hacia Arriane, quien está trabajando codo a codo con Ingela. Por un segundo me permito devorar el menudo tamaño de Arriane, los hombros dorados, la forma redondeada de su estómago. No me gusta que nadie lo sepa. Ingela me envía un vistazo cauteloso de lado, lo que me levanta en parte el ánimo. Ella es la compañera de cuarto de Arriane, y mi conjetura es que conoce nuestro secreto. Generalmente puedo controlar mis impulsos, pero ahora deslizo un brazo alrededor de la cintura hinchada de Arriane. La sensación de ella bajo mis dedos me calma al instante. Ella salta, sin embargo; la he sorprendido en medio de la preparación de un cóctel. Con mi boca en su oreja, le digo: ―Necesito un camarero extra en el patio y arriba en la terraza. ¿Cuál te gusta más?

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Entonces, mi instinto está generalmente en lo cierto sobre su estado, y ahora dice que está perfectamente feliz. ¿El bebé escucha estos malditos golpes, sin embargo? Apuesto a que lo hace.

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Me estoy poniendo exigente con lo que quiero que Arriane haga y cómo. La música está demasiado alta para que ella esté en la sala principal. Se ve cómoda, bailando detrás del mostrador con la falda demasiado corta que lleva puesta, pero debe estar fingiendo.

Va a faltar alguien en el bar principal. Voy a enviar a Misty aquí abajo. Es nueva, pero tiene mucha práctica de otros bares, por lo que puede manejarlo, especialmente con Christian cerca. Arriane se gira hacia un lado, encontrando mi mirada para comprobar que no estoy bromeando. ―¿En serio? ―dice. Adoro a esta chica, y nuestra situación se está poniendo cada vez más difícil y más dura de digerir. Con su cercanía, mi reacción es puro instinto; por primera vez con gente alrededor, me inclino y beso su cuello. Se le cae el mezclador, derramando líquido, pero agarro el vaso antes de que pierda todo el contenido. Juntos situamos la bebida en una copa de cóctel, y con una mueca sin palabras sobre su propia torpeza, ella se lo pasa al cliente.

Beso su cuello otra vez, tan jodidamente cansando de escondernos, y la pequeña mandona agarra mi mano y me arrastra fuera desde detrás de la barra. En la salida junto a la caja registradora, un par de enormes tipos jugadores de fútbol bloquean nuestro escape. Shannon nos sonríe desde su puesto al lado de Christian. ―¡Felicidades, chicos! ―grita, causando que Christian mire entre nosotros―. Apuesto a que estás emocionado, Leon… ¡ni siquiera sabía que ustedes dos estaban juntos! Mierda. Bueno. ―Gracias ―le digo, y con esa palabra, estoy mintiendo y he revelado el secreto de Arriane al mismo tiempo. Echo un vistazo a Ingela, que está cubriendo su boca, consiguiendo la visual de lo que acaba de suceder cuando Shannon acaricia el estómago de Arriane. Ingela inmediatamente se para de puntillas sobre Cameron a su lado. Sí, en cuestión de minutos, se confirmarán las sospechas en todo el bar, y todos mis empleados lo sabrán. ―¡Leon! ―gruñe Arriane desde debajo de mí, tirando de mi mano… y de mi corazón. Mierda, es adorable cuando está enojada. Tan raro. Sonrío un poco, pero despejo la salida para que ella me pueda arrastrar al patio. Tenemos una mejor oportunidad de tener privacidad allí.

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―¿Qué estás haciendo? ―gesticula hacia mí.

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Una vez que ha terminado, deslizo una mano debajo de su cabello, deleitándome en la forma en que sus ojos se vuelven tormentosos. Ella está comprobando si alguien nos presta atención. Christian y Cameron nos miran mientras enmascaran su interés lo mejor que pueden.

Ella inmediatamente sabe dónde me quiere y camina por delante de mí, caminando a través de la multitud hacia lo que el personal ha apodado “El rincón de los Amantes”. Es demasiado temprano en la noche para que el escondite tenga parejas besuqueándose. Tan pronto como las sombras nos tragan, ella presiona sus pequeñas manos contra mi pecho, empujándome hacia atrás en una esquina de la cerca. Con mucho gusto la dejo. ―¿Qué demonios, Leon? ―me gruñe. Me río bajo ante su belicosidad, pero ella no encuentra la situación divertida. ―Nena, ¿no deberías mantener la calma en tu estado? ―pregunto. ―Mierda, Leon, ¡ponte condenadamente serio! ―maldijo. A mí―. ¿En qué estabas pensando? ―Estoy pensando que estoy harto de jugar juegos ―le digo con calma. Estoy perdiendo la sonrisa ahora, porque quiere una pelea.

Ella sopla su cabello con impaciencia, para sacarlo del camino. Extiendo la mano, y deslizo el ofensivo mechón entre mis dedos, pero ella golpea mi mano apartándola. ―¿Tienes alguna idea de cómo me siento ahora, Leon? ¿La tienes? Frunzo el ceño, concentrándome en sus vibraciones. Enojo. Frustración. Un remanente de vergüenza, tal vez mortificación. ―¿Estás avergonzada de estar embarazada? ―pregunto. ―¡No! ―escupe, e incluso en la oscuridad, veo un aumento ligero de rubor en su pecho. Una cosa es leer a la gente, otra es entender por qué reaccionan como lo hacen. ―Así que, ¿por qué estás enojada, entonces? ―¡Porque revelaste jodidamente todo y sin ninguna advertencia para mí! Leon, confiaba en ti, y tú sólo seguiste adelante y, y… Agarro su rostro y le clavo mi mirada con profundidad. Luego, intercambio nuestros lugares demasiado rápido para que ella reaccione, hasta que ella es la arrinconada en un rincón oscuro. No voy hasta el fondo con mi cuerpo contra el suyo, pero su vientre sobresale lo suficiente como para causar fricción entre nosotros.

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―Oh, no… sí lo estás. Se llama “estar embarazada de casi cinco meses y no admitírselo al mundo”.

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―¿Qué juegos? ¡No estoy jugando ningún juego!

En serio, ¿qué estaba pensando? Todo el mundo debe haber adivinado para ahora de todos modos. Tal vez no se trata de nosotros, pero sin duda ella está teniendo un bebé. ―Sí, revelé lo nuestro. ¿Alguna vez me consideraste a mí, Arriane? ―gruño―. Si fuera por ti, nunca conseguiría compartir lo que está pasando contigo. Él es también mío, sabes. ¿Y adivina qué? Estoy jodidamente orgulloso. ¡Estamos cocinando un puto milagro en ti! Ella jadea, sin palabras. La beso.

―Detente, Leon ―susurra, pero su ira y su vergüenza se están desvaneciendo―. Estoy tratando de mantenerme alejada ―continúa―. No estás haciéndolo fácil. ―¿Por qué debería hacerlo fácil cuando te deseo? ―Ese no es el punto. Tú deseas a todo el mundo, Leon. Puedes tener a todo el mundo. Me río en voz baja entre nuestros besos. Sin pedir permiso cuando peso sus pechos en mis palmas. ―Nena. Sólo te deseo a ti, y no te me estás dando. ―Soy tu sensación del momento ―me corrige. Que tonta. ―No Arria, todos los días, todo el tiempo. Es mediados de mayo, y no he hecho poco más que besar a otra mujer. Mis bolas están azules de esperar por ti y tus migajas. ―Viajo por su cuerpo para acunar su trasero. La levanto contra el panel de madera detrás de nosotros. Su dulce vientre todavía no está en el camino. Puedo alcanzar. ―¿Me lo vas a hacer aquí? ―pregunta. Busco sus ojos. Están brillando por el reflejo de las luces de la cuerda en el bar del patio―. ¿Frente a toda esta gente?

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La respiración de Arriane es errática, por sus emociones encontradas, lo sé, pero no puedo preocuparme por eso. Porque estoy ocupado saciándome. Rasguño sus labios con mis dientes, chasqueo mi lengua fuera para chupar y mordisquear antes de profundizar en su boca por esa dulce lengua de nuevo. Ella está indecisa, con los brazos descansando a lo largo de sus costados. En un recuerdo rápido, mi polla recuerda sus gemidos la última vez que la dejé satisfecha. Realmente satisfecha.

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―¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has dejado que te toque? ¿Jodidas semanas? No recuerdo cómo te sientes. Necesito, necesito, recordar ―digo de repente. Mis manos recorren su cuerpo. Memorizo su gruesa cintura como si estuviera a punto de verla irse en su coche. O ponerla en un avión.

¿Sólo meterás furtivamente tus partes en mí y esperarás que nadie se tope con nosotros? Dejo escapar un breve soplo de aire. La dejo caer al suelo. Acaricio su mejilla con una mano y agito la cabeza. ―Me vuelves loco, Arria. ¿Cuál es tu problema? Tienes que dejar de alejarme y casarte conmigo, ¡maldición! Eso no fue planeado en absoluto, y que me jodan por decirlo en serio. Como si pudiera ser un buen marido. Ella tiene razón en siquiera no considerarme. Ahora, está llorando. No vi venir eso. ―Mierda. ¿Qué, Arria? ―Es muy frustrante no entender lo que hay detrás de sus reacciones―. ¡Dime! ―Nada… Nada.

Y no acababa de decir eso. Ella está murmurando, por lo que podría ser cualquier cosa. Mi cerebro hurga por otras posibilidades. ―¿Perdón? ―incito, finalmente. La voz de Arriane es pequeña cuando continúa. ―Te he amado desde hace mucho tiempo, Leon. Tal vez esto es lo que necesitas oír para orientarte. Sé que odias perder… peleas sucio para conseguir lo que quieres, pero ya me puedes considerar un triunfo. Por lo menos tienes mi corazón. Una lámpara del patio se balancea con la suave brisa, encendiendo el matiz violeta de sus ojos por un instante. Están repletos de dolor. ―Pones mucha presión sobre mí, Leon, tentándome. Todos los días, estás ahí, haciendo cosas para mí. Estando cerca. Mirándome. Protegiéndome. No entiendes. Estoy tratando de ser inteligente aquí. ―¿Me amas? ―Algo se levanta justo debajo de mis costillas. Libera el aire, por lo que es más fácil respirar―. Que yo sepa, si amas a alguien, se supone que debes querer estar con él.

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―Te amo.

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―Puedo aceptar tu ira, que me ignores cuando te quiero jodidamente cerca, pero tu “nada” me hace subir por las paredes. ¡Qué!

―No puedo ―susurra, siendo ilógica, difícil, y jodidamente frustrante. Paso una mano por mi cabello, y estoy de nuevo gruñendo. Ella es tan buena en esto. Detener todo por el maldito infierno mismo. ―Así que déjame ver si entiendo. Crees que estás enamorada de mí. Soy el padre de tu hijo. Y te niegas a estar en una relación conmigo. ¿Eso lo resume? ―La lujuria y la ira se revuelven en mí, haciendo difícil permanecer racional. Si alguien puede, sin embargo, soy yo, me digo. Durante dos segundos. Antes de golpear mis manos en la pared al lado de su cabeza, de la manera que lo hice la primera noche con ella en mi apartamento. Esta vez, mi desesperación es diferente. Esta vez, ella no tiene miedo. ―Danos una oportunidad. Por favor. ―¿Esa es mi voz? Se quiebra―. No tienes que casarte conmigo… sólo ser mi novia. Si me equivoco, no detendré que te vayas, nena.

De alguna manera, mi cabeza se hunde en su hombro por debajo de mí. Su mano se curva alrededor de mi espalda, y me dejo disfrutar de su toque, incluso si es sólo para sacar el teléfono. Por un instante, su rostro se entierra contra mi cuello mientras hace clic en el celular y lo pone contra mi otra oreja. ―Shishi ―suspira Kat. ―Sí. ¿Qué pasa? ―Es el donante de esperma. Se fue de nuevo al hospital. La amante o lo que sea que vive con él llamó. ―Apesta ser él ―le digo, sosteniendo el teléfono yo mismo y enderezándome. Me quedo mirando a Arriane, sin ver mientras escucho. ―Comenzó a beber tan pronto como llegó a casa, dijo la señora. Se negó a atender las órdenes del médico y a parar todo. Esta vez piensan que es su hígado. Es como si su cuerpo se estuviera cayendo a pedazos, Leon, y ahora está con vigilancia veinticuatro horas, y… ―¡Kat! Kat, Kat… no quiero oír más. Me importa una mierda, ¿de acuerdo? Que se joda.

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―Cariño… ¿ese es el tono de Kat? ―susurra Arriane antes de que pueda pensar con claridad. No contesto. Sólo la miro fijamente, controlando mi respiración. Ella está tan cerca. Tan lejos―. Atiende, cariño. Katsu no llama por el gusto de hacerlo.

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Suena el teléfono en mi bolsillo.

―Pero, ¿qué pasa si se muere? Podría estirar la pata en cualquier momento, Shishi, ¿quién sabe? ¿Qué harías entonces? No merece que él… ―¡Cállate! No me quedaré al teléfono por esta mierda. Kat, lo siento. El club necesita… me tengo que ir. ―Leon, espera. ¡No cuelgues! ―me está gritando, con su voz chillona. Arriane me alcanza, pasando una mano por mi brazo, pero la aparto con el codo. Ella retrocede. Cruza los brazos sobre su vientre. ―¿Qué? ¿Algo más? ¿Cómo está mamá? ―le grito a Kat. ―Mamá y John están bien. Estoy reservando un vuelo, Leon. Voy a hablar con mi manager y le pediré trabajar desde Deepsilver por un tiempo. ¿Puedo vivir contigo hasta que encuentre un lugar? ―Hermana. Ah. ―Respiro a través de mi nariz, enviando lentamente aire dentro y fuera, para calmarme―. Por supuesto. Quédate el tiempo que quieras.

Y ahí es cuando finalmente pierdo el temperamento y le gruño a mi hermana.

La cabeza de Leon se levanta de su teléfono, los ojos iluminados por la luna ardiente en mí. ―Arriane, me estoy yendo. No te muevas. ―¿A dónde vas? ¿Al hospital? ―Joder no. ―Él infla una casi risa en voz baja antes de balancearse e irse. Su espalda se mueve entre los clientes con una facilidad con propósito, y yo trato de mantener el ritmo. Me atraso, sin embargo, y él no se da la vuelta para comprobar si lo estoy siguiendo. Para cuando estoy de vuelta dentro, le ha entregado la llave del almacén a Christian, quien asiente una vez mientras Leon se dirige a la puerta principal. En la entrada del club, Jason me detiene.

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―Por favor, hasta que yo vaya, Shishi. ¿Puedes ir a verlo? Estoy tratando de averiguar la logística… ni siquiera le he mencionado esto a mi jefe, sin embargo, por lo que podría llevarme unos días llegar.

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Ella no ha terminado.

―Arria, lo siento… el jefe me dijo que no dejara que lo siguieras. ―¿En serio, Jason? Su padre está en el hospital de nuevo. ¿Notaste su estado de ánimo? ¿Alguna similitud con la víspera de Año Nuevo? Jason parpadea, tratando de asimilar lo que estoy insinuando. Debería habérselo dicho directamente. Incómodo, encoge sus gruesos hombros. ―Son órdenes estrictas, sin embargo. El jefe me paga bien para hacer mi trabajo, Arria. Dos niñas intoxicadas se ríen mientras caminan más allá de nosotros, claramente en búsqueda de un baño. Parte de mi decoración de flores para la celebración de la primavera de esta noche está envuelta alrededor de sus cabezas como guirnaldas. Señalo automáticamente hacia adentro, orientándolas hacia el baño de mujeres. Las dos se ríen más fuerte y se apoyan sobre la otra mientras una rebota sobre sus pies con ganas de hacer pis. ―Jason, ¿te dijo a dónde iba? ¿Estaba llevando la camioneta o motocicleta?

―¿Podría estar en Shisha Gardens? ―me digo, sin esperar que Jason se meta en la conversación. ―¿El restaurante japonés en las colinas? ―Jason frunce el ceño, sin comprender. ―Sí, es de su familia. ¿No lo sabías? ―pregunto, sin realmente preguntar―. Su tío dirige el lugar. Leon pasó un montón de tiempo allí cuando era niño. ―Ese lugar es lo máximo. Es como un gran viejo, eh… palacio rojo ―ofrece Jason. Ingela grita desde la sala principal. ―¡Arriane! ¡Te necesitamos! ¡La gente tiene sed, y las cosas están fuera de control! ―Mi corazón se acelera mientras troto hacia la barra. Christian me da un rápido abrazo cuando paso a su lado.

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El estrés de Leon, la tensión… es lo que experimentó en la víspera de Año Nuevo antes de colapsar. ¿A dónde va a esta hora? No a Pandora, seguro. Me maldigo por pensar en ella, pero era mi mayor temor en víspera de Año Nuevo. Tenía miedo de que los cazara y golpeara a Dominic hasta dejarlo inconsciente. Leon no la ha mencionado en años, sin embargo. Ella fue una casualidad, y de acuerdo a Christian, Dominic y ella siguen siendo pareja.

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―La motocicleta. Se llevó su casco. ―Jason hace señas hacia el estante vacío en su stand, donde el casco de Leon estaba colocado más temprano, esta noche.

―Felicidades ―dice en mi oído, y yo trago. Nuestro secreto está fuera, y Leon está fuera de control. Estoy muy preocupada. No estamos juntos. Eso es algo bueno, me digo. ―Gracias. ―¡Sabía que estabas embarazada! ―grita Cameron, con una enorme sonrisa en su hermoso rostro de bebé. ―¡Tú no tenías ni idea! ―le grita Ingela de regreso. Cameron me taclea en un abrazo que me recuerda a cuando te levanta un bombero. ―Sí que lo sabía, Inga. Ha, hay mucho de ti, señora jefa. ―Se ríe, tratando de mantenerme en el aire sin apretar mi barriga demasiado fuerte. Esto… es exagerado para mí en este momento. Mi cerebro ya está a punto de explotar.

―Leon está en un estado de ánimo extraño, y yo… sólo quería asegurarme de que no le está causando problemas a Pandora. Shannon frunce el ceño, estudiando mi expresión. Sus pensamientos ruedan por su rostro como la versión corta de una película muda: ¿En serio? ¿Esta chica está embarazada con el bebé de su novio, y tiene miedo que se dirija a su ex medio año después de su ruptura? Cierro los ojos, incapaz de verla más. ―No es probable, sus problemas no tienen nada que ver con Pandora, pero Leon es tan precavido. Cuando se quiebra, realmente se quiebra. Y odiaría que estuviera yendo de camino a casa de ella. Me encuentro con la mirada de Shannon. Sus ojos son de color marrón suave, similar a los de Katsu. Asiente y tipea un mensaje de texto en su teléfono, a su amiga probablemente. Pandora era una chica fiestera y solía ser habitual en Smother. Ahora, no la hemos visto desde la explosión en víspera de Año Nuevo. Al parecer, ella ni siquiera bebe más.

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Podría llamar a Shisha Gardens. No, ellos harían preguntas, tal vez se preocuparían por él. Echo un vistazo a Shannon. Ella es la mejor amiga de Pandora y vive con ella. Al menos puedo eliminar una preocupación. Curvo un dedo hacia Shannon, y ella viene a mi parte de la barra. Inclinándose, ahueco mi mano hacia su oído.

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―Gracias ―me repito, luchando para liberarme y comenzar mi trabajo. Hago estallar la tapa de una Miller Lite para una de las chicas con la decoración de primavera. Ella debió haber renunciado a la fila del baño, optando por más líquido en su lugar. No es la bombilla más brillante.

Mi corazón no se ralentiza esta noche. Desesperada porque Leon esté a salvo, está golpeando, y golpeando en mi pecho. En piloto automático, reparto tintos, blancos y cerveza. Mezclo un Blue Bay y un Bitter Hitter para algunos inesperados amantes del Curacao, mientras que la cara tensa de Shannon se centra en su pantalla, respondiéndole a Pandora. Ella finalmente levanta su mirada, y me da una pequeña sonrisa. Le levanto un dedo a una joven réplica borracha de Jason, dándole la señal de “un momento” antes de inclinarme hacia Shannon. ―Pandora tiene algunas cosas que están pasando con su papá. Lo siento. Pero, si Leon está allí, ella no está. Está en casa de Dominic. Duerme mejor en su casa. ―Me da una sonrisa cariñosa―. Y no te preocupes, Dominic nunca la dejaría en peligro. El chico está… enamorado. ―Se ríe, y me huele a broma privada. ―Enamorado ―le digo, sonriendo también.

Mi espalda baja está empezando a fastidiarme, haciéndome sentir débil. Soy joven y sólo estoy a mitad de la línea de meta con mi bebé. Voy a tener mucho más peso que esto… realmente, no puedo dejar que me obstaculice ya. Mi ritmo cardíaco… es agotador. ¿Leon está siquiera a salvo? ¿Qué le está tomando tanto tiempo? ¿Fue a la casa de Iris o una de sus otras ya que no le estaba dando algo de amor? Me tomo un descanso para recorrer los taburetes frente a mí, la pista de baile llena, y la habitación más allá. La mirada de Robin me encuentra desde la cabina del DJ. Él hace un guiño y parpadea una gran sonrisa. Debajo de él, busco a la pequeña fan flaca, Marla, la chica que Leon no ha reconocido en meses. No puedo verla esta noche. Vamos, ella está aquí todas las noches. ¿Dónde está? ¡Ella no está aquí! Estoy perdiendo la calma. Ingela me ve presionando una palma contra mi corazón, tratando de calmar la maldita cosa.

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Las siguientes dos horas me las paso trabajando mi trasero y comprobando mi teléfono por una respuesta a mi mensaje de texto a Leon. De vez en cuando, lo llamo. Sabiendo que no va a contestar, no salgo de mi puesto detrás del mostrador mientras lo hago.

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―Uh-huh. Ennnamorado. ―Parpadea sobre su exagerado estallido de “n”. Niego, pensando que si no fuera por el amorío tipo tornado de Pandora con Leon, Shannon y yo podríamos haber sido amigas. Como son las cosas, ninguna de las dos lo consideraría. Demasiada historia.

―¡Arria, te ves horrible! ―grita―. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está Leon? No puedo responder en este momento. No estoy… bien. Estamos a sólo una hora del cierre. Un tiempo tan corto para no perder la cabeza, y sin embargo… La cara preocupada de Inga se desdibuja un poco. Christian salta de su taburete junto a la caja registradora y me atrapa a la velocidad del rayo antes de que caiga en el suelo. ―¿Qué demonios? Cameron, llama a Leon. Arriane está… ―¿Tiene la llave para ir arriba? ―Sí, comprueba su cartera… ―Sus voces aparecen y desaparecen.

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Hasta que se desvanecen por completo.

14. Consecuencias Sexo violento. La sala de bolsas de boxeo. Ninguno de los dos está al alcance en el club con Arriane tan cerca. No voy a jugar duro con ella nunca más. Ella tiene la llave de mi apartamento, y no confío en ella para permanecer lejos mientras yo hago un alboroto allí.

Los últimos quinientos metros no ofrecen ninguna ruta, pero sigo adelante, con mi moto coleando y arrastrándose a toda velocidad por los desniveles del terreno. La prisa en mi pecho es lo que necesito, lo que armoniza con el crescendo en mi cerebro, insistiendo piso los putos frenos y considero la súplica de mi hermana. “Por favor, ve a verlo”. ¿Por qué demonios debería hacerlo? La única razón válida sería para torturarlo como él nos torturó a nosotros. Me recuerdo que la filosofía detrás de mi karate me conecta a tierra. Hasta ahora, ha dejado mi mente tranquila y mi cuerpo controlado. Gracias a mi dojo, no sigo el ejemplo de mi padre. A Katsu le encantan las experiencias mentalmente estimulantes sin ton ni son. Mientras estaba aquí, confesó cosas de PSICOLOGÍA 101 a diario, mezclando algunas líneas serias sobre el karma, lo que llegó a mí y a nuestra madre siempre fue franca sobre el karma.

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Mi motocicleta es el único catalizador que queda para mi tensión. Me inclino sobre el manillar, apretándome alrededor de su cuerpo estilizado. Ella gruñe por la carretera llena de baches más allá de Shisha Gardens, hacia la cumbre. La obligo a pasar el bloqueo y entrar en la tierra áspera. La luna y las estrellas se esconden detrás de las nubes, dejándome en la oscuridad con mi caos.

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Podría ir a la casa de Iris. Marla, o incluso, cuál es su nombre… Lauren. Pero no son dignas adversarias, que es lo que esto sería. El sexo sería una pequeña parte de mi salida, la lucha y la puta conquista el evento principal.

“Por favor, Shishi. No estoy diciendo que debes visitar el hospital por él. Ve por ti”, dijo Kat. Pero he terminado con él. Apenas reúno la fuerza de voluntad para tener cuidado cuando dejo caer la moto. Corro los últimos veinte metros a la cima de la cumbre y recojo una roca del montículo creado por antiguos visitantes. La arrojo por la ladera tan fuerte como puedo. Golpeo otra, luego otra. Lanzándolas en rápida sucesión, y el eco cuando golpean la pared de granito alimenta mi energía. Pronto, estoy agarrando a ciegas, disparando piedras en la noche como balas. No me detengo hasta que el rugido en mi garganta está agotado. Finalmente siento el zumbido de una llamada de teléfono en el bolsillo. Cubro mi cara, frotándola. Aclarando mi mente. ¿Por qué no me dejan en paz? Es Christian.

Mi pantalla se llena con llamadas no contestadas de Arriane, una de Ingela, y el resto de Christian. ¡MIERDA! Corro hacia la moto mientras llamo a Christian. Él atiende en el primer timbre. ―Leon. ―¿Está todo bien? ―Arriane está en el hospital. No estoy seguro de lo que pasó, pero se desmayó en el bar. Ingela está con ella, y su madre está en camino desde Talco, pero… sí. Daba miedo, hombre. ―¿Qué hospital? ―grito―. ¿Hace cuánto tiempo? ―La ambulancia la recogió hace quince minutos. Está en Parkwood. Ingela acaba de llamar, diciendo que los paramédicos están haciendo su cosa, pero eso es todo lo que sé. ―Estoy en camino. Me coloco mi casco y arranco el motor. Salgo volando por la ventosa carretera a una velocidad por la que sería enviado a la cárcel. Los dioses están conmigo. Con

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Me tiemblan las manos por el esfuerzo físico cuando saco el celular. Dedos ―mis dedos― rasgados en carne viva entran en foco, por cortes de las rocas irregulares.

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No dejo el club durante el horario laboral, excepto para mis viajes a Choice en Talco. Christian no me contactaría a menos que hubiera una emergencia.

todos los músculos tensos, estoy de vuelta en Deepsilver y girando la nariz de mi bestia hacia el oeste, hacia el hospital Parkwood.

* * *

Me lavo en la habitación de hombres de ER, me deshago del casco, y paso mis dedos por mi cabello. Preparándome para una pelea. Meto mis manos raspadas en los bolsillos antes de acercarme a la recepcionista. Es joven, fuerte. Con el cabello recogido en una cola de caballo apretada, su barbilla hacia arriba, exudando eficiencia mientras su mirada se encuentra con la mía. Su tarjeta de identificación dice “Sarah”. La chica es acogedora, pero siento terquedad debajo de la superficie. Ella está ansiosa por hacer su trabajo correctamente.

Me he pasado toda la vida protegiendo mis emociones, pero en este instante, necesito exponerlas. Podría ser la diferencia entre un “sí” y un “no”. Levanto mis ojos hacia la chica y fuerzo a mi terror por Arriane y el bebé para que salgan. Por un momento, su expresión muestra una especie de empatía primaria. ―¿Cuál es su nombre? ―pregunta, y yo exhalo, aliviado.

* * *

Ingela se levanta de la única silla para visitantes cuando entro en la habitación de Arriane. No suelta la mano de Arriane. Detrás de ella, Arriane está sentada en el banco de examen, con el rostro pálido. Registro sus facciones rápidamente. A pesar de la angustia en sus ojos, ella me sonríe. ―Gracias, Ingela. Yo me hago cargo desde aquí ―le digo a mi empleada, pero ella no me escucha. Sorprendido, la observo revisar con Arriane para su confirmación. Afortunadamente, Arriane está de acuerdo con mi evaluación. Ella lleva la mano de Ingela a su mejilla, dándole un abrazo.

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―¿Sarah? ―pregunto. Ella menea la cabeza afirmativamente―. Hola. Estaba lejos cuando mi novia embarazada cayó enferma. Llegué aquí tan rápido como pude.

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Aspiro, preocupado de que ella me corte y me eche. Sus pupilas ensanchadas me dicen que me responde a nivel femenino. Le gusta lo que ve, lo que por lo general ayuda. No me importa usar mi apariencia.

―Gracias por venir conmigo. Realmente lo aprecio, sobre todo porque mi mamá está tan lejos. ―Oh, cariño, siempre estaré aquí para ti ―promete Ingela. Se inclina y abraza a Arriane con fuerza. Cuando sale de la habitación, con el teléfono en su oído, dice―: Leon, podrás ser mi jefe, pero será mejor que trates bien a Arriane o voy a… ―considera, evaluando las opciones―, haré tu vida un infierno. Arriane aclara su garganta en un intento de ahogar la amenaza de Ingela. ―Entiendo ―le digo. Ingela se queda por un segundo más en la puerta antes de soplarle un beso a Arriane e irse. Me hundo junto a Arriane en el banquillo. ―Lo siento cariño. ¿Qué pasó? ―Escabullo mis brazos alrededor de su cintura, acariciando el bulto del bebé en el camino―. ¿Están bien? ―Me puse nerviosa, supongo… ―Ella se va apagando.

―¿Qué pasó en el trabajo? ¿No regresaste a la sala principal, verdad, en lugar de ir fuera donde te quería? ―Pero te fuiste, y estaban llenos abajo ―se defiende. ―Hay una razón por la que le pido a mis empleados que sigan mis órdenes. Ella no me responde. Está cansada. Son las tres de la mañana, y estoy aumentando su angustia. ―No importa. ―Suspiro. Entrelazo sus dedos con los míos y los beso uno a uno. Ella me deja―. Háblame de la preeclampsia. ¿No es eso una especie de envenenamiento durante el embarazo? ―Sí. ―Bueno, eso es un asunto serio. Se encoge de hombros contra mí, sin preocuparse demasiado. Preeclampsia: Es la complicación del embarazo más común y peligrosa, por lo que debe diagnosticarse y tratarse rápidamente, ya que en casos graves ponen en peligro la vida del feto y de la madre. Se caracteriza por el aumento de la tensión arterial (hipertensión) junto al de proteínas en la orina (proteinuria), así como edemas en las extremidades. 8

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―Algo así. El médico está realizando pruebas. Dijo que la presión arterial y la proteína en la orina indican que tengo preeclampsia8. Y estaba estresada en el trabajo y preocupada por ti, y…

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―¿Qué, terminaste en el hospital porque estabas nerviosa?

―El médico lo ve todo el tiempo. Me tengo que hacer revisiones frecuentes, sin embargo, dijo. Me perdí mi cita en Talco la semana pasada, y ella lo habría descubierto. ―¿La presión arterial alta lo habría delatado? ―Sí, y la proteína en la orina. Era extraño. Me mareé en el bar, y mis ojos no estaban funcionando bien tampoco. ―Bueno, estás consiguiendo un médico en Deepsilver cuanto antes ―le digo. ―Podrían mantenerme aquí toda la noche. ―Quiero mantenerte durante la noche ―replico. Ella me mira. El impresionante violeta de sus ojos se profundiza con resentimiento. ―Oh, ¿entonces hay espacio en tu cama? ¿O pensabas acomodarme en la habitación de invitados? ―Al menos su nivel de energía va en aumento. ―Un montón de espacio, ¿por qué no iba a haberlo? ―Llevo sus dedos a mi boca, pero ella los aleja.

―No soy la que es depravada, aquí, y ambos lo sabemos. ―Ella sigue con su traje de camarero, y enrojecimiento pinta la piel desnuda encima del último botón de la camisa. Es hora de aliviar su presión arterial. ―Lo siento cariño. Estaba molesto por mi padre y necesitaba pensar. Llevé la moto a Firam Peak y me quedé allí por un tiempo. Ella es una chica aliviada. Mierda, es increíble verla relajarse por algo que dije. Me encanta hacerla feliz. ―Firam, ¿eh? ―dice, su voz es más brillante. ―Sí. Firam. ―Estoy cerca de ella ahora. Pasando mi nariz a lo largo del puente de la de ella―. Me alegra que estés bien. Así que, ¿medicamentos para la presión arterial para ti, entonces? Ella asiente contra mí. ―Sí, y visitas al médico cada semana. Tomo la oportunidad para besar sus labios suaves. Ella sabe salada. Por los cacahuetes en el bar… o lágrimas.

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―Ah, ya veo. Pensaste que fui a recoger a alguien. ¿A quién, Arriane? Tú pequeña mente depravada… ―Esto sería divertido si no estuviera poniéndose nerviosa.

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―¿Dónde estabas? ―corta.

―Déjame intentarlo, Arriane. ―Ella entiende a lo que me refiero, porque su pecho palpita rápidamente. Tiene miedo―. No vamos a saber si apesto como novio si no me das una prueba ―termino. Una pequeña risa gotea de ella, y corro mi palma sobre su estómago. Arriba abajo. Arriba abajo. Ella no está lista para responder. ―A la mierda con las otras chicas. No quiero a ninguna de ellas ―le digo, adivinando dónde está su mente―. Estoy caliente por esta hermosa mujer, gordita con tetas jugosas ―explico―, y nadie más se compara. ―¿Jugosas? ―Esa pequeña risa burbujea fuera de ella otra vez. Sonrío. ―Sí. Mi cama es demasiado grande sin ti. Si no aceptas, voy a estar cambiando la maldita cosa por una cama simple. Ahora, se está riendo en serio.

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―Claro, porque eso es lo que tenías antes de que yo entrara en la imagen ―se burla.

Él tiene el encanto tan alto, que no puedo creer que no me haya derretido en un charco en el banquillo ya. Los ojos de Leon brillan cuando se aparta para ver mi respuesta. ―Arriane, no estoy pidiendo permiso para poner un anillo en tu dedo. Por favor, sólo… estemos en una relación exclusiva. ¡Exclusiva! Dios, el hombre sabe lo que está haciendo. Me está diciendo que se mantendrá lejos de otras chicas. Puede que no sea un charco todavía, pero me estoy convirtiendo en jodida plastilina bajo sus cuidados. Esa voz suave y sedosa continúa, envolviéndome con comodidad. ―No quiero que te enfermes sin mí alrededor de nuevo. Quiero cajones llenos de tu mierda en mi dormitorio. Si algo pasa, cariño, voy a ser el que te lleve al hospital, porque voy a estar cerca.

Mis dedos van a su boca, tocando el perfecto arco superior. Los rastrojos suaves encima. Él besa un dedo a la vez, su pequeño movimiento firme, mientras espera mi respuesta. Leon no miente. Quiere decir esto, lo sé. Pero, ¿podrá cumplir su promesa? ¿Puedo correr el riesgo? Todo el mundo en el club piensa que ya somos algo, que hemos estado manteniendo nuestra relación en secreto. En este punto, tendría más qué explicar si no lo somos. Podría ir un día a la vez. Dormir en su casa algunas noches y el resto en mi propio apartamento… no tengo que ir a vivir con él. Aunque mi corazón hace un giro vertiginoso ante la idea de hacer eso. Mierda. Estoy jodidamente considerando esto.

Los labios de Leon encuentran los míos de nuevo. Es como si pudiera ver mi indecisión. ―No lo pienses demasiado, Arria ―me dice―. Escucha, si te ayuda, hagamos esto: danos una oportunidad hasta que nazca el bebé. Si no funcionamos, te prometo que no voy a detenerte de dejarme. Infiernos, te ofreceré una buena posición en Choice en Talco si prefieres estar lejos de mí en ese momento. Niego, incrédula. Estas son algunas ofertas serias. Este hombre que amo… está luchando muy duro por mí. ¿O es que sólo quiere al bebé? Sólo. Ja. ¿Importa si es del bebé que necesita estar cerca? Sería una madre terrible si me pongo antes de la felicidad del pequeño de todos modos. Alguien golpea suavemente a la puerta, interrumpiendo el remolino en mi mente. Leon no se mueve del banco a mi lado, pero se sienta derecho cuando responde: ―Sí, adelante. Es la enfermera. Revisa mi presión arterial de nuevo. Me da un paquete de muestra de la medicina que me han dado y una receta. Le sonríe a Leon, lo felicita también, como lo hizo conmigo antes. Nos explica que el médico está satisfecho,

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Por mucho que lo echo de menos, me alegro de que mi hermano Chahel se encuentre en Nueva Delhi. Él estaría destrozando a alguien muy rápido.

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Tomo una respiración apresurada, tratando de orientarme. Está a punto de llegar mi mamá, creo. Ella ha sido tan comprensiva y de apoyo sobre mi decisión de no sumergirme en una relación inestable con alguien en quien no confío. Si intento esto con Leon, va a predecir un corazón roto y estará triste por mí. Ella siempre tiene razón también, acerca de mi futuro.

que no tengo que pasar la noche, y le recuerda a Leon que evite ponerme nerviosa estos últimos meses. ¡Estos últimos meses! Leon tira mi cabello en su puño después de que se va. Mi cerebro todavía lucha con los pros y los contras de nosotros juntos. No puedo… no puedo decidir. Es tan enorme, tan alucinante. En silencio, guía mi cara hacia él por la coleta improvisada y sostiene mi mirada. No hay duda en esos ojos. Hace que parezca fácil. Casi imperceptiblemente, su barbilla baja con una afirmación para mí. Él está ayudando. ―Vamos a casa ―decide. Se levanta del banco y me tira hacia arriba. Me siento hundirme contra su cuerpo. Sus movimientos son seguros cuando envuelve un brazo alrededor de mí y me lleva a cal y canto.

El cuerpo de Leon hace una pausa. Sus manos se congelan a mi alrededor, y su pecho deja de moverse en esas silenciosas inhalaciones tranquilizadoras. Él está silencioso al principio. Entonces, me levanta y entierra su cara en mi garganta. Exhala allí, provocando piel de gallina en mi piel. ―Maldición, chica. Hacer esperar a un chico, ¿por qué no?

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―Está bien, estoy dentro. Vamos a darnos una oportunidad ―le digo.

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Respiro con él, permitiéndole a mi mente reducir la velocidad. Su barbilla descansa sobre mi cabeza. Puede que ya no espere por una respuesta, pero quiero decirle cuál es de todos modos. Él ha luchado tan duro. Se merece escuchar las palabras, incluso si ya las estoy transmitiendo con mi tácito acuerdo.

15. Novia Durante toda la noche, ella durmió en mis brazos. Ni siquiera tuvimos sexo, completamente loco por esta mujer.

Mis manos vagan por sus caderas y su estómago. Me maravillo por la ligera pendiente desde el pico de su ombligo y hacia abajo hasta su pelvis. Cabello suave encuentra mis dedos allí, y sonrió por lo muy delicada que está su piel como para seguir depilándose. Por mucho que su coño suave y sin vellos me encendía, estoy feliz de que ha dejado de hacerlo. No estoy seguro de cómo me siento con respecto a ella mostrándose a alguien más en uno de esos lugares de depilación. Por todo lo que sé, puede que hasta empleen hombres allí. Acaricio sus muslos. Me calzo a mí mismo entre sus nalgas. Soplo aire mientras muerdo su cuello. En su estado adormecido, aún abre sus piernas lo suficiente para darme acceso. Tengo todo el tiempo del mundo mientras la acaricio. No se está retorciendo impacientemente aún, lo cual es mi meta esta primera mañana con ella como mi novia. No la follaré hasta que ruegue. Introduzco un brazo bajo su cuerpo y ahueco sus senos con ambas manos. Me muevo lánguidamente contra ella, dejando que mi pene tiente sus labios allá abajo. Demonios, recuerdo vívidamente como se envuelve a mi alrededor. Su rostro cuando se viene.

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Es de madrugada. Puedo deslizar mis manos sobre mi novia adormecida. No una chica rota, una novia real. Una que lleva mi bebé. Es extrañamente sexy el hecho de que está embarazada de mí. La he hecho así, exuberante.

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Tendré cinco meses así si no lo daño. No echarlo a perder significa mantenerme alejado de las chicas que se me ofrecen ―fácil― y mantener mi temperamento bajo envoltorios. Tendré que hablar con Arriane acerca de dejarme solo en la sala de bolsas de boxeo. No puede continuar irrumpiéndome, experimentando mis demonios a toda fuerza cada vez.

―¿Cariño? ―dice, su voz ronca. Sonrío por el apodo que me ha dado. Es malditamente ridículo, nadie está más lejos de ser dulce que yo. Viniendo de ella, sin embargo, es lindo. ―¿Mm-hmm? Su cuerpo está respondiendo ahora, su pequeño trasero se arquea contra mí, y sus muslos se abren un poco más para que mi polla juegue a las escondidas con ella. ―¿Qué estás haciendo? ―pregunta. Es tan obvio como el infierno lo que estoy haciendo, así que me río contra su oreja. ―Te estoy calentando para la hora de jugar. ―Hora de jugar ―dice suspirando, una mezcla entre adormilada y excitada―. ¿Qué si no quiero…? ―¿Jugar?

Se ríe en la almohada, y muerdo su garganta ligeramente. Es interesante lo fácil y sin esfuerzo que es ir suave con Arriane. Sus pezones se endurecen en mis palmas, y la emoción del placer elevándose en ella hace que mi corazón golpee duro. ―Por favorcito ―susurra. ―¿Ya? ¿Estás segura? ―bromeo. ―No me lo diste anoche, novio. Pensé que ibas a cuidar de mí. Gruño en su cuello, apretándola contra mí. ―Cuidado con lo que pides, novia, porque tal vez haga… esto. Farfulla su pequeño chillido en la sábana a medida que la penetro, la resbaladiza calidez rodeándome es casi demasiado al principio. Permanezco quieto por unos pocos segundos antes de continuar. No explotaré en la segunda jodida estocada. ―¿Eso es lo que querías, dulzura? ―digo, enterrando mi rostro en su cabello. ―Umjú… y siéntete libre de moverte también ―dice. Descarada.

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―Entonces, tendrías que rogar por ello. Todas las novias lo hacen, es una regla. Los hombres necesitan un extensivo juego previo para estar de humor.

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―Ah, no… calentar.

―Lamento que no pude encantar a tu mamá anoche ―dice Leon a medida que me sirve huevos revueltos. Estoy famélica. Dios, estoy emocionada de haber terminado con las náuseas matutinas, ha pasado una semana ahora, y ni siquiera me han molestado. ―Le dije que no viniera. Sin embargo lo hizo, mujer tonta. ―Porque es una buena mamá. ―Sus ojos resplandecen, como si estuviera insinuando que también lo seré. Me gusta su confianza en mí. mucho―. Estaba a mitad de camino hacia acá cuando la llamaste, ¿recuerdas? Y ya había reservado una habitación de hotel ―me recuerda.

―Bueno, estás ya sea en la competencia por el Mejor Novio del Mundo, o simplemente quieres engordarme para satisfacer tus propios deseos. De acuerdo a tu humor, te gustamos rellenitas con grandes senos ―digo bromeando, causando que Leon estalle en risas. ¿En serio? Simplemente rompió en risas. ¿Alguna vez he visto a este hombre reservado y serio hacer eso antes? Estoy sonriendo de oreja a oreja. Esta cosa de la relación está yendo bien hasta ahora, a pesar de que mi madre me halara a un lado anoche, implorándome que lo reconsiderara. “Dulzura, querida. Es guapo. Yo también fui joven, y entiendo la atracción, pero… este es tu corazón, pequeña. ¿Estás segura de que quieres darle una oportunidad a esto?”. ―Tu madre y tú podrían ser gemelas ―dice Leon. ―¿Qué? ―parpadeo―. Es pálida, tiene cabello rubio corto y tetas deportivas. ―Tetas deportivas. ―Se ríe―. El desayuno contigo es todo acerca de las tetas. Nos llevaremos bien. Seguro, los colores de tu mamá son los opuestos a los tuyos y puede que ella tenga senos más pequeños, pero allí es donde termina las diferencias. Justo como tú, es chiquita, delgada con curvas, y claramente has heredado su lindo rostro.

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―Bien ―comenta secamente.

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Leon intenta verter más huevos en mi plato, pero lo alejo al último minuto, causando que un pedazo aterrice en la mesa.

―Hombre, también me gusta el desayuno contigo. ―Me río―. ¿Qué otros rasgos maravillosos comparto con mi mamá? Es la persona más amable del mundo, correcta, y una santa, y… Leon se toma el resto del café y se pone de pie. ―Síp, todo lo anterior. Simplemente adorable. Excepto por la mala actitud conmigo. ¿Dijo algo acerca de llamar a tu hermano? Quizás escuché eso mal. Gruño. ―Sí. No sucederá, sin embargo. La cortaré si lo hace ―miento. Él se está preparando. Christian dejó un mensaje de voz mientras dormíamos, diciéndole a Leon que ha sido llamado para una reunión especial esta mañana. Todos los empleados tienen órdenes de ir, hasta el jefe. Leon no lo ha comentado, pero estoy segura de que encuentra esto tan extraño como yo. En el tiempo que he estado con Smother, nadie excepto Leon llama a reuniones.

―¿Ya te tomaste las pastillas para la presión sanguínea? ―pregunta. Vaya, esto podría volverse un poco demasiado. ―Cariño se supone que espere hasta el mediodía hoy, porque me hicieron tomar una gran dosis en el hospital anoche. Por favor confía en mí, ¿de acuerdo? No pondré en riesgo mi salud ni la del bebé. Se toma un momento en la puerta, mirándome con una mano contra la perilla. Entonces, asiente. ―Sí, tienes razón. Deja salir aire contenido mientras se voltea. Ambos estamos al tanto de sus deficiencias. También sé de sus virtudes. Por un instante me siento mal por él, porque le es tan difícil dejar ir el control. Leon tiene más con lo que luchar que yo en esta relación que hemos iniciado. Para mí, mi corazón destrozándose en mi única preocupación.

* * *

―¡Felicitaciones! ¡Yuju!

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―Sí, tengo que encontrar el top que le hace juego, sin embargo. ―Le guiño un ojo, y él rueda sus ojos.

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―¿Irás así? ―pregunta Leon, mirando el minúsculo pantalón corto de dormir que me puse después de nuestra ducha matutina.

Los gritos y silbidos retumban cuando entramos a la habitación principal abajo. Todo el mundo está allí, y hasta Leon está sorprendido, puedo notarlo por la baja inhalación de aire en mi cuello. Escabulle un brazo alrededor de mi parte media y me guía hacia las mesas. ―¿Esta es la reunión obligatoria? ―pregunta. La barra está cubierta con parafernalia para bebés. ¿Cómo demonios hicieron esto desde ayer? Miro a Ingela, y ella se parte de la risa, tan alto como siempre. ―¡He estado preparándolo desde hace tiempo, Arria! ―grito por encima de los demás. ―Nos asustaste anoche ―me dice Christian, y asiento como disculpa. Guirnaldas hechas de chupetes plásticos y zapatos de bebé rosados y azules cuelgan en hileras desde los estantes encima del mostrador del bar, un arreglo floral con una cigüeña en el centro adorna el centro de las mesas que han unido en una sola larga.

―Ustedes están locos. Ni siquiera hemos digerido la noticia aún ―digo. ―Has digerido algo ―bromea Cameron, y Jason es el único a bordo con su chiste. Se está riendo tan duro. ―No, Cam, esa es la cosa ―explica Ingela―. No lo ingirió, si lo hubiera hecho, no estaría cocinando el primer bebé Smother que ha existido ahora mismo. Por Dios. La chica está en fuego, y tan sólo son las diez de la mañana. Shannon, la novia de Christian, también está aquí. Es tan dulce de su parte. Está ignorando las ventajas menos-que-sutiles de Ingela con respecto a tragarlo. ―¿Sabes si es niña o niño? ―pregunta. ―Queremos que sea una sorpresa ―dice Leon por encima de mi hombro. ―¿Lo queremos? ―Lo fulmino con la mirada juguetonamente―. Es niño de todas formas, así que no necesitamos revisarlo. ―Cierto. Algunas de las chicas nuevas se ríen por nuestro acuerdo con respecto a esto. Ya han estado comprando y recogen regalos hermosamente envueltos de la mesa

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Las chicas nuevas que hemos estado entrenando en los turnos tranquilos, Rosa, Jen, y Jade, pasan una botella de leche entre ellas, hasta que la cosa termina en mis manos.

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Acabamos de terminar el desayuno, pero Christian quita la tapa de un par de docenas de donas con glaseado de color pastel y nos pasa café en biberones.

hacia mí. Estoy impresionada. Como el perfecto caballero que repentinamente es, Leon saca una silla. Tomo asiento, murmurando: “Definitivamente compitiendo para el Mejor Novio del Mundo”, para que sólo él pueda escucharlo. ―Bebe tu leche, Mujer del Jefe ―insta Cameron―. Pronto no la estarás bebiendo, estarás… ―Cállate, Cam ―dice Ingela―, hablas… mmm… ¿palmadas? Jason levanta su boca en un lado, considerando su uso del término. Desenvuelvo un enterizo adorable para bebés. Vaya. Ni siquiera tengo una opinión acerca de estas cosas. Pronto tendré que empezar a darle una hojeada a tiendas de bebés. Cunas, cochecitos, ropas. Leon abre el gran, cuadrado regalo de Cameron. Es sólo una bolsa plástica marrón de una estación de servicio atada con cinta de fibra de vidrio, el único regalo feo en la mesa. ―Pañales.

―¡Oh, Cam! ¿Qué dijiste de nuevo, ayer, cuando te dije de ellos? ―pregunta Ingela, ojos amplios―. Demonios, eso fue gracioso. ―Inga, no. No dije nada. ―Cameron está preocupado. Esto debe ser interesante. Ingela no capta las insinuaciones, un hecho que Cameron aún debe aprender. En este caso, estoy bastante segura de que Inga entiende que “No dije nada” significa “No recuerdo lo que dije. Por favor recuérdame”. Y lo hace. ―¡Sí lo hiciste! dijiste muchas cosas ―le asegura, asintiendo hacia Leon y yo―. Dijo que eres un caballo ―le dice a Leon. ―Oh, ¿quieres decir que lo tiene como un caballo? ―le ayuda el estúpido de Jason. ―Muy bien, niños, traigan más regalos ―interrumpe Christian, tratando de salvar la situación, y cuatro regalos son empujados a través de la mesa simultáneamente. Chicas parlotean, incluso el normalmente callado Manuel se une con algo que no puedo oír. ―No, por hacer un bebé ―grita Ingela―. Es un caballo. O un estudiante. No…

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―Me aseguraré de memorizarlas. ―Leon le sigue la corriente, y estoy pensando en que debería practicar en un objeto inanimado primero. Pobre bebé.

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―Ja, y también tiene unas instrucciones allí, mira ―dice Cameron―. Yo totalmente necesitaría eso.

―Cállate, Ingela ―chilla Cameron. Por primera vez, está aterrado, sus mejillas de hecho flameantes. ―Oh, está bien ―frunce el ceño, aún pensando en la expresión correcta. Entiende lo que quiere decir, sin embargo: esto es vergonzoso, y Cam no quiere que explique más. Desenvuelvo un par de adorables zapatos de bebé mientras que Jason completa el desastre, causando que todo el mundo se quede mudo con incomodidad. ―¡Ah, ya sé! ―Sonríe como si tuviera la respuesta final en un programa de juegos―. ¡Es un semental por haber embarazado a Arriane!

―¿Es realmente sueca? El brazo de Leon está sobre mi respaldo, y su pecho aguanta mi hombro. Un sonido de siseo bajo se cierne a medida que el aire se expulsa de sus pulmones. Me toma un momento. Me toma un momento darme cuenta que es risa contenida. Me giro para mirarlo justo cuando los otros también lo hacen, y Leon tiene lágrimas en sus ojos por reírse. El redoble bajo de Jason se le une primero. Entonces, vienen las carcajadas que son de alguna manera temerosas de Cameron , y las risas disimuladas de las chicas nuevas. ―Ustedes dos están dementes ―finalmente se las arregla para decir Leon. Le doy un guiño a Inga, quien se encoge de hombros. ―Sólo estaba diciéndolo ―dice ella. Uno de estos días tendremos un curso intensivo acerca de los que sí puede o no hacer con respecto a sus comentarios. Más temprano que tarde. Su vocabulario ya es demasiado grande para su propio bien, podrían terminarla golpeando literalmente por ello. Después de todo, trabaja en un bar.

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Está tan silencioso aquí. El único sonido es del papel al arrugarlo que creo a propósito con el siguiente regalo. Tan callado que escucho a Shannon cuando susurra en la oreja de Christian, a mi lado.

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Es Leon de quien estamos hablando. El reservado, inalcanzable jefe que todo el mundo admira, el que todos ―excepto Inga― obedece por completo. Nadie bromea con Leon. Ni siquiera Christian se vuelve muy afable con él. La última vez que bajó su guardia y perdió su temple en frente de sus empleados fue en la noche de Fin de Año. Noventa y nueve por ciento del equipo fue despedido o trasladado a Choice como resultado.

16. Cita ―Todavía puedo encajar en tu motocicleta ―le informo, pero él niega, mirándome seriamente bajo esos flequillos sedosos que amo apartar. Ahora, puedo hacer eso, ya no hay mensajes mezclados, porque somos una pareja. ¡Estamos malditamente juntos!

Debo lucir desanimada, porque su boca se curva hacia arriba solo un poquito, agrietando los planos inmóviles de sus rasgos. ―¿Tú? Eres linda. Probablemente debería encontrar la declaración sexista. Está claro que ni siquiera está dirigiéndose a mi deseo, pero sinceramente, me gusta ser linda a sus ojos y lo está haciendo por nosotros. ―Tu madre, Melinda, ¿cierto? ―Sí. ―¿Está bien con que estemos juntos? ―Ja. Cuando me despedí después de la cita para el almuerzo, ella… no importa. ―¿Qué? Me río un poco. No quiero que piense mal de ella, porque, para mí, no podría haber conseguido una mejor mamá. ―Bah, ella no te conoce. Le daremos tiempo. Solo digamos que cree que eres demasiado sexy para ser un buen padre. Te está juzgando por el aspecto.

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―No se trata de encajar o no. No voy a tomar ningún riesgo contigo y el bebé. La camioneta es mejor, Arria.

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Su voz se amortigua a través de las paredes de plástico que me encapsulan. Desafortunadamente, Leon me quita el casco de repuesto. Es negro como el suyo pero con tamaño de chica. No pensaré en cuántas otras chicas han estado dentro de la cosa.

Un ligero pliegue se forma entre sus cejas. Está sumando dos y dos, seguramente dándose cuenta de que le he dicho a mi madre un poco acerca de él. Tiempo para desviar la conversación en una dirección diferente. ―Shisha Gardens, ¿eh? ―le digo. ―Sí, tengo que celebrar el día en que finalmente cediste y te convertiste en mi novia. Mis tíos están allí esta noche también, así que puedo presumirte con la familia. ―Se queda mirando mi cinturón de seguridad, el ceño fruncido profundizándose. Ya lo tengo puesto y asegurado. No estoy segura de con qué está insatisfecho. Empieza a jugar con él. Corre la cinta superior por encima de mi estómago y la inferior más abajo. Sin embargo, no está satisfecho. ―¿Qué? ¿Algo está mal? ―pregunto.

―Bueno, vamos a conseguir uno ―dice. Nosotros. ―También en la competencia por Mejor Papá ―replico, haciéndolo esbozar una sonrisa. He estado en Shisha Gardens antes. El restaurante japonés en expansión que la familia de él posee ocupa toda una meseta de la montaña Firam Peak, repleta de magníficas lagunas artificiales, zonas verdes y edificios bajos y lacados con rojo en donde la mayoría de la superficie es de cristal. Entrar en este establecimiento como un palacio revuelve una mezcla de sentimientos en mí, de los cuales todos son buenos. Me recuerda al Palacio Celestial en la Ciudad Prohibida, pero la elegancia aquí es moderna y con un estilo mucho más simple. ―El color ―pienso en voz alta. Leon sostiene la puerta abierta para mí. ―¿Qué pasa con él? ―Oh, nada, el rojo es lo que me hace pensar en el Palacio Celestial. Mi comentario correcto, al parecer, porque sonríe hacia mí.

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Es tentador decir una broma, alabando a las motocicletas por encima de los autos, pero tengo misericordia de él y le digo acerca del accesorio para el embarazo que mi prima utiliza en su Honda.

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―Hmm. No hay manera de que esta cosa esté hecha para damas embarazadas. Si el auto se detuviera abruptamente, apretaría sobre tu estómago. ―La frente de Leon se frunce más.

―Asegúrate de deslizar esa pequeña exquisitez en la conversación con mi tía. Ella te adorará. ―¡Leon! ―exclama un pequeño hombre en sus cincuentas. Al instante me doy cuenta de que su espalda es tan recta como la de Leon. Agarra la mano de mi novio y la sacude enérgicamente, pero su mirada divertida se posa sobre mí―. ¿Esta es ella? ―Sí, tío… Arriane Sarin, mi novia. ―Es un placer. Puedes llamarme Hank ―dice su tío. Sus rasgos son puros y fuertes, similares a los de Katsu, pero menos delicados. Parece genuino e interesado. Instantáneamente me gusta este hombre. ―Encantada de conocerlo, señor. ¿Es ese un… mmm, nombre japonés también? ―pregunto estúpidamente. Para un hombre tan pequeño, tiene una risa bastante ruidosa. ―Ah, no, no, no ―dice―. Mi padre me llamo…

La tía de Leon no se siente bien, Hank nos dice. Mientras recita sus disculpas y deseos de todo corazón de conocerme muy pronto, asimilo el espacio grande como un salón de baile detrás de él. Los estanques interiores y el puente en el centro. Las pequeñas e íntimas mesas con lámparas chinas de papel en miniatura contienen pequeñas velas que parpadean en su centro. Sonrío, intercambiando información y bromas con Hank, pero mis ojos son atraídos más allá de la multitud hacia la pared del fondo. Delante de una enorme representación del Palacio Celestial en bronce está ubicada una pareja que habría reconocido en cualquier parte. Dominic está inclinado sobre la mesa, cubriendo una de las manos de Pandora con la suya. No miran hacia nosotros, porque están demasiado ocupados sonriéndose el uno al otro. De todos los días que podríamos haber elegido… ¿cuáles son las probabilidades? Hank es observador. Sigue mi mirada y me palmea el hombro felizmente. ―Ah, sí. Sus amigos están aquí. ¿Pandora y Dominic? Son tan dulces. Regresan para su aniversario men… ―Piensa por un minuto antes de que continuar―. Bueno, para su aniversario cada mes. Es bueno para que la relación

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―Sí, sí. Me llamó Hideyoshi, lo cual es difícil para que los americanos lo digan. ―Él asiente, entretenido por como nosotros destrozamos su nombre―. Así que desde que era pequeño, he utilizado Hank.

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―… mi abuelo ―específica Leon para mí.

sea romántica, sabes. Míranos a tu tía y a mí, Leon. ―Él se endereza aún más, orgulloso de sí mismo. Me arriesgo a mirar en dirección a Leon mientras detiene a un camarero con una seña. El rostro de Leon se ha vuelto estudiadamente en blanco. Sus ojos azul claro no revelan ningún sentimiento en absoluto, y mi corazón rebota en mi pecho. Mierda. No he visto a Pandora y Dominic desde la víspera de Año Nuevo, desde que sucedió. Por un momento, estoy insegura. ¿Leon aún alberga algún tipo de sentimientos por Pandora? Hay tanta presión sobre él en este momento, entre la enfermedad de su padre, que yo esté embarazada, nosotros habiendo decidido ser una pareja… ¿Esto va a hacerlo venirse abajo? Él colapsó ayer, hasta el punto de dejar su propio club en el máximo punto de una de las noches más concurridas del año. Una cosa impensable para él. Está claro que no está siendo el mismo. Este encuentro, ¿es demasiado?

En segundos, registro todo acerca de Pandora por el rabillo de mi ojo. Ella es hermosa como siempre, con esas largas ondas de cabello ligeramente salvajes, doradas, alcanzando su trasero sobre un vestido corto y holgado de color crema. Es sencillo y deportivo y termina encima de la rodilla. Tiene puestos unos tacones sensacionales, como siempre lo hacía en Smother, y un toque de maquillaje. De repente, estoy muy consciente de cómo me veo. Me alegro de haber elegido el vestido rojo hasta la rodilla que compré el otro día. Acentúa mis mejores características: mis senos y mi trasero. No lo he usado antes, ya que también pone mi barriga a la vista, amoldándose cómodamente alrededor de mi cintura. Mi maquillaje está en su lugar, también tengo zapatos de tacón alto, y llevo mi cabello suelto, largo y liso, de la forma en que le gusta a Leon. ―Dominic. Pandora ―dice Leon, asintiendo con la cabeza en señal de saludo. No se sienta pero levanta un dedo hacia el camarero. Ordena agua helada y té caliente. Pandora levanta la mirada primero, con los ojos verdes ampliándose por la sorpresa.

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―Por este lado, señor. Señora. ―El camarero inclina su cabeza con respeto y nos muestra una mesa al pie del puente, al otro lado del camino de donde están Pandora y Dominic. Estamos tan cerca que podríamos conversar sin levantar nuestras voces. Hank nos muestra los pulgares hacia arriba desde la distancia, pensando que nos ha hecho un favor.

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La mano de Leon se aprieta alrededor de la mía, con el rostro vacío de expresión.

―Oh hola, Leon ―dice ella, sonriendo. Mi corazón tartamudea por un segundo, antes de darme cuenta de que está siendo dulce y no de un modo voy a robarme a tu hombre. Duh. ¿Por qué estaría de esa manera? Le doy un vistazo a Dominic, que se recuesta en su asiento, cómodo pero vacilante. Estira una mano. Cuando Leon la agarra, él se levanta de la silla. Mi novio está satisfecho. Veo la leve curva de sus labios y el parpadeo rápido en sus ojos. Pandora también se levanta. Vaya. Estos dos están actuando como si fuéramos amigos. ―Has conocido a mi novia, Arriane ―dice Leon. ―Oh sí. Hola, Arria, ha pasado mucho tiempo. ―Pandora se ríe―. Nosotros ya no vamos a bares. Me he hartado de eso si entiendes lo que quiero decir. ―Claro. Bien por ti ―le digo. La atención de Pandora se desvía a mi estómago, mientras que Dominic le agradece a Leon por la cesta de regalo. Se disculpa por no haberlo hecho antes.

―Vaya, felicidades, muchachos. ―Ella está sonriendo como si lo dijera en serio. No hay resentimiento en sus ojos―. Dominic, ellos van a tener un bebé. Oh mi Dios, yo debería ser la madrina. Tan enfermo como eso suena, Pandora nos juntó. Quién sabe si Leon me habría notado si no fuera por su colapso después de que ella se fue. ―Bien… o no ―dice Dominic, acostumbrado a que ella diga las cosas de manera impulsiva―. Felicidades, muchachos. ―Una terrible idea de hecho ―está de acuerdo Leon, y Pandora se ríe, tapándose la boca con dos dedos. Se desliza hacia el hueco del brazo de Dominic. ―Ella está loca ―explica Dominic y besa la parte superior de su cabeza con cariño. ―¿Así que ustedes celebran aquí, entonces? ―Sí, siempre, gracias a ti, Leon. Este es un lugar muy impresionante ―habla Pandora efusivamente―, y hoy es nuestro aniversario de cinco meses. Malditamente cierto. El primero de mayo. ―Para nosotros, es nuestra primera celebración ―les digo.

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―Sí. ―Miro a Leon, cuya conversación con Dominic se detuvo ante el “oh” de Pandora. Su brazo se ajusta alrededor de mi cintura, tirando de mí contra él.

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―¡Oh! ¿Es eso…? ―Ella no está seguro de si debería continuar, pero está curiosa.

―Ah, probablemente nos encontraremos aquí cada mes hasta que nos mudemos, entonces, cariño ―le dice Dominic. Diez minutos más tarde, han terminado su comida, y Pandora y Dominic se van. En los ojos de Leon, no leo ninguna angustia. Está contento. Nuestra comida huele increíble, y una variedad de platos pequeños son distribuidos en estantes alrededor de nuestra mesa. Hank no va a dejarnos ir con hambre, al parecer. Nuestro primer encuentro con Pandora y Dominic desde el incidente no podría haber ido mejor. Alivio y felicidad se mezclan en mi cuerpo. ―Eso estuvo bien, ¿eh? ―le pregunto en voz alta. ―¿Qué? Fue perfecto. ―Leon toma mi mano sobre la mesa―. ¿Tienes tu pastilla para la presión arterial? No te olvides de tomarla con la comida.

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―Sí, papá ―le digo, y él me besa los nudillos en respuesta.

17. Domestico No comprendo. ¿Por qué esta resistencia? Ya son tres días que Arriane está durmiendo en mi apartamento, y sigue actuando como si no viviera aquí. Esta mujer tiene un lado terco que no había visto antes, y ahora está levantándome la barbilla, mirándome con esos brillantes ojos violeta. Mierda, si no fuera tan linda le daría unas nalgadas. Le daría una porque es tan linda. No. No puedo. Joder. Esta mierda es difícil.

―Esta es mi decisión, Leon, no algo que tú tengas que considerar. Hmm. ―Además, no quiero entrometerme mientras Katsu esté aquí. Ustedes dos necesitan tiempo juntos. Con tu papá en el hospital de nuevo… Escucha: Tengo mi propio lugar. Ingela me extraña, y tú y yo nos veremos todos los días de todos modos. Trabajo abajo. ―Señala el piso, no necesito que me recalque dónde trabaja. ―No, no entiendes. Kat podría quedarse un buen rato, estará trabajando fuera de Deepsilver diseñando su proyecto de juego hasta que todo esté solucionado con papá, y mientras esté aquí no tendría que perder nuestro tiempo juntos ―repito gritándole de nuevo, pero no me escucha. ―Cariño, dejaré mis cosas en tu vestidor y baño… ―Nuestro baño. ―Sigo calmado. Ya no estoy gritando. La mirada de Arria va a mis puños a los costados. Me relajo y luego los extiendo. La envuelvo en mis brazos y hundo mi nariz en su cabello. Amo el aroma picante que es tan de ella. Es sexy como el infierno. Ella no me lanza otra replica, lo tomo como una buena señal.

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La ira parpadeo en sus ojos antes de que hablara.

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―¿Y esto por qué, nena? ―demando―. Solo explícalo, y lo consideraré.

―Katsu estará en la habitación de invitados, y puede usar el otro baño. Quiero despertar con tus ronquidos retumbando contra mi pecho. ―Acaricio con mis dedos su cabello y los deslizo hasta la parte de atrás de su cuello. ―¿Lo quieres? ―La voz de Arria es suave, con un toque dócil que me da esperanza―. Bueno vamos estar topándonos en todas partes, sin embargo no estamos siendo exactamente discretos cuando estamos… juntos. Una cosa es vivir con compañeros de cuartos sin relación alguna, ¿pero con tu hermana? Muevo su cabeza para disfrutar de su boca. Ella se relaja, dispuesta a ser persuadida. Bueno. Haré que cambie de opinión. Ella sabe a limonada, un nuevo sabor. Anoche, se levantó a comer cuatro de ellos, con todo y cascara. Voy a googlear dónde conseguir los orgánicos hoy, porque esos no pueden ser buenos. ―No ronco ―murmura contra mi boca. ―Tal vez. Podría ser más como un pequeño rugido. Ella ríe disimuladamente.

―Realmente no, nena, pero puedo hacerte ronronear. Comienzo quitando su camisa, ella levanta sus brazos mientras la beso. Estamos tratando de sacar la maldita camisa por su cabeza sin despegar nuestras bocas, lo que no está funcionando. Finalmente la quito y continúo con su sujetador. Lástima que use uno sobre esos pechos hinchados. Por otra parte odiaría que alguien los viera a través de su camisa. ―Ouch ―gime cuando mis manos juegan con ambos pechos. Su pequeño gemido mezclado con deseo, hace que se me ponga dura. ―¿Hmm, sensible? ―Sí, toda sensible, pero especialmente mis pechos. Tan extraño que estén presentes hoy. ―Créeme, amor, ellos siempre han estado presentes. Ella jadea mientras ríe, porque me moví hacia su pantalón. Tampoco debería estar usando pantalón. ―A partir de hoy ―susurro en su oído―, no sólo te estás quedando aquí y no estás regresando a tu pequeño, rosado aparta…

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Un estruendo sordo vibra en el suelo. Robin está en casa y ha comenzado a probar su bajo. Como en una hora las puertas se abrirán. Puedo conseguir lo que tengo en mente para entonces.

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―Nu-huh, ronroneo.

―Mi apartamento es todo color crema y melocotón. ―Como digo: rosa. Igual que tu lugar secreto. ―Le muestro con dos dedos exactamente donde y ella gime. Interesante cómo luce sorprendida. Debería de saber que ahora es mi lugar favorito. ―¡Leon! Bajemos ―dice, pero me sigue besando, moviendo sus caderas contra mi mano. La risa de Ingela resuena justo abajo de nosotros. Lo que significa que está en el baño. ¿Qué podría ser gracioso ahí? Ella distrae a Arriane, sin embargo, no me gusta. Niego cuando abro los ojos y veo la puerta abierta. ―No, Arria. No lo harás, no después que me calentaste. ―Esa no fui yo. ―Ella finge asombro―. A mí me parece que te calentaste solo. Hiciste el trabajo sólo tú. ¿Tus manos, Leon? Ellas andan en todas partes ―murmura, sexo con piernas largas mientras retrocede saliendo de mi agarre.

En un acto de picardía, pongo en mi bolsillo su sostén, pero ella sólo me sonríe. ―Buen intento, chico tonto ―dice. Arreglándose el pantalón, hala la cintura elástica sobre la tanga que le vi ponerse esta mañana. Mete sus pies en unos pequeños tenis y se dirige hacia su nueva gaveta de lencería, ignorándome. El streaptise inverso es algo tan, pero tan triste. No quiero ni pensar qué pasara en el par de meses que acordó conmigo, pero hoy es mía. Así que la sigo. Me inclino y paso un brazo alrededor de su estómago por detrás y con eficiencia presiono su culo contra mi entrepierna. Sí. Esto es bueno. Arriane se detiene. Exhala un pequeño soplo de aire, supongo que por la sensación de toda mi longitud en medio de la raja de su culo. Incluso con la tela entre nosotros es bastante agradable. En lugar de alejarse de mí, restriega su delicioso trasero un poco más. Suelto su cintura para encontrarme con sus pechos. Muerdo su hombre y hago que gima.

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Gimo por la necesidad, desesperadamente necesito un polvo rápido. A pesar de nuestras diferencias, Arriane y yo somos parecidos, al parecer. A ella le gusta también causar dolor, y está teniendo éxito conmigo ahorita, porque mi polla no está feliz ante la perspectiva de que se aleje.

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Mierda. La responsable Arria que hace el trabajo de otros está de vuelta y se está preparando para el trabajo que le pago por hacer. Ella sí que es una empleada de ensueño. Yo soy un chiste.

―Y esto lo resuelve ―susurro en su oído―. Hablemos un poco más sobre mover tu mierda de tu apartamento para acá en un minuto… ―Deslizo mi palma por la curva de su estómago a la pelvis, presionando a mi chica más cerca de mí―… después de joderte, nena. El cuerpo de Arria no tiene objeciones, incluso si su cerebro las tiene. Puedo trabajar en ello. Ella se está deshaciendo. Ingela también ha cerrado la boca allá abajo. Estamos haciendo pequeños movimientos giratorios, uno contra el pantalón del otro, tranquilamente Arria abre su pantalón. Esto me recuerda a cuando se los quitaba a las chicas en la escuela secundaria. Solo que mejor. Tengo acceso completo a sus pechos desnudos. ―¡Oh, mierda! ―La voz de Katsu nos llega desde la puerta. ¿Qué mierda?

Kat está rebuscando en un armario en la cocina sin tomar nada. ¿Qué sucede con rebuscar cuando las chicas están nerviosas? ―Hermana ―digo―. ¿Llegas temprano? Se suponía que me llamarías. Ella se aclara la garganta incomoda, sin volverse para verme. ―Hey hermano. Te llamé pero no respondías. Pensé que te gustaría ser sorprendido, cuando adelante el vuelo. ―Definitivamente me sorprendiste ―declaro porque es muy obvio. La situación pudiera ser graciosas si fuera alguien más que mi hermana. Borro la escena que debe estar arraigada en su cerebro: Su hermano frotándose con una chica semidesnuda que tenía inclinada sobre una cómoda. Clásico―. Me preguntaba qué se había hecho mi llave extra. ―Sí. ―Deja escapar una risa avergonzada. Por la escena en su cabeza o por haberse quedado mi llave. No estoy seguro―. La encontré en mi bolso cuando regrese a SF. Estoy lo suficientemente cerca para mover su rostro hacia mí.

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―Oh no, no, no… ―murmura Arria mortificada. Sus dedos revuelven cosas al azar en el cajón, así que jalo el sujetador que robé y se lo doy. La beso en la mejilla, ajusto mi ropa y salgo para encontrar a mi hermana.

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Aflojo mi agarre sobre Arriane quien se da la vuelta para ver a mi hermana pero ella ya se ha ido.

―¿Estás bien? ―pregunto. Las mejillas de Kat están rosadas―. Lo lamento por todo esto. Me había propuesto presentarte a mi novia de una manera muy diferente. ―No, fue mi culpa. No debería haber irrumpido. Iba a dejar mi equipaje en la habitación y la puerta estaba abierta, por lo que… ―Está divagando―. Debería haber llamado o algo por el estilo. Espera… ―Su mirada encuentra la mía―. ¿Una verdadera novia? ¿Te refieres a que estás saliendo más de una vez con alguien? Pasos suaves que vienen del pasillo nos alertan que Arriane está cerca. Se detiene en la puerta, apoyando su cabeza en la madera. Luego levanta su mano a mi hermana. ―Hola, Kat. ―Está extraordinariamente cerca. La conozco lo suficiente para saber que puede poner una buena cara de póker. Katsu por otro lado es expresiva. Aplaude entusiastamente.

Levanto una mano, moviéndola para que Arria se acerque y se nos una en la isla de la cocina. Cuando está a mi lado, la halo hacia mí. ―¿Por esto estabas enferma? ―pregunta Kat, tal vez refiriéndose a la pequeña tontería del baño hace unos meses. Arriane se mueve incomoda. Se vuelve a mí como si estuviera tratando de ocultarse. En algún nivel primario, hace que me sienta protector con ella. ―Sí, estuve enferma durante los primeros meses. ―¿Por qué no me lo dijiste? ―espeta Kat, entrecerrando sus ojos igual que lo hago yo. Hago un análisis rápido de su expresión: sorpresa, felicidad, y también ofensa. ―Gracias, sí, estamos contentos ―contesto, lo que la hace fruncir el ceño. No soy fácil de leer, pero Kat recibe mi pista que debe concentrarse en el bebé. ―Ah, duh. ¡Felicidades!

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Sus ojos viajan al estómago de Arriane que se ve saludablemente grande bajo esa camisa negra. Sus pechos han amenazado con hacer volar los botones desde hace un tiempo, pero hoy su vientre está a juego también. Nota mental: Tengo que llevarla de compras.

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―¡Lo sabía! Pasaba algo entre ustedes la última vez que estuve aquí. ¡Tú, mentiroso! ―Me da un golpe en broma.

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18. Suficiente Esto no está funcionando. Arriane regresó a su apartamento después de que mi hermana nos atrapó besándonos, y esto, ¿esto? ¡No está funcionando, Joder!

Pero, ¿adivina qué? Hay un momento en el que simplemente piensas: ¿No debería ser capaz de lanzar a mi novia en la cama y jodidamente disfrutar de ella tanto tiempo como quiera? ¿Por qué tiene que ser tan inalcanzable? Me quedo mirando a mi chica, frente a mí en el mostrador, a unos cien metros de distancia. Estoy en plena ebullición, mientras se ubica en su puesto en el bar del patio, caderas redondas y balanceándose deliciosamente con la música, con mi bebé debajo de su corazón. Está sirviendo una cerveza a alguien y guiñando un ojo a la chica nueva, Rosa, sobre la pequeña charla que tienen. A menos de que haga demasiado frío afuera, no hay manera de que la deje trabajar en el salón principal con la música crepitante y los clientes empujando y todos menos bum apresurándola. ¡Mierda! ¡Yo! ¿Cómo pasó esto?, ni siquiera sé. ¿El incidente con Pandora en la víspera de Año Nuevo desenroscó alguna válvula en mi sistema? Incluso si ese fuera el caso, una cosa es volverse loco en una sola ocasión durante unos minutos, y otra muy distinta es sentir el calor sobre base diaria, incendiándote y abrumándote hasta el

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No es que haya nada malo en sentir a las mujeres, especialmente Arria por el momento, tirando de su pantalón y hundiendo mi cara en ella cuando todo el mundo está justo fuera. Claro. ¡Claro!

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Cada puto día Arriane llega con su ―mi― gran barriga a trabajar a las cuatro de la tarde, todo porque Kat está en mi casa. No alcanzo a dormir a su lado. No llego a sentirla, la única vez que la tengo alrededor como para tocarla, incluso siquiera besarla, es cuando la meto a mi oficina, cierro la puerta y la tomo.

punto de casi ―casi― hacer tu cabeza fría silbar alejándose y no saber cuándo, o si, va a terminar. Eso es lo que Arriane me hace en este momento. ¿Lo sabe? Mientras lo pienso, ella sacude un trozo sin fin de cabello sedoso y negro, del tipo que violentamente retiro de su cara para poder devorarla cuando la tengo en mi oficina. Jason está detrás de mí, tocando mi hombro y necesito toda mi fuerza de voluntad para no girarme y aterrizar dándole una serie de golpes doble U a ambos lados de su mandíbula. ―Jefe, tu hermana te solicita. ―Me entrega el teléfono que a propósito dejé en la caja registradora del salón principal. ¿Todos mis empleados son retrasados? ―Se supone que debes estar en las puertas ―demando, y por la forma en que se dilatan sus pupilas, realmente está sintiendo mi agitación.

Muevo mi pulgar hacia atrás señalando adentro. Le asiento a Rosa, quien se escabulle más allá de los otros, más allá de mí, y al bar principal. Soy un fanático del control y estoy orgulloso de serlo. Mi control es lo que me sacó de la arena movediza en la que mi padre me dejó caer después de que mamá se fue. Aun así, es lo que hace tan difícil esta situación. Hace cinco meses, Arriane me atrapó y sostuvo mi cordura en medio de la peor ruptura de mi vida. Astillas de mis remolinos locos giran en mi mente si no los bloqueo: el abandono de Pandora, yo no siendo capaz de hacerla cambiar su decisión, luego lo peor, la ventana de mi habitación a las seis de la mañana, cuando tenía siete años y vi a mi madre dejarnos en su auto azul celeste. California Dreamin' para mamá. California Dreamin'. Mi ex chica-rota, Iris está de vuelta en la ciudad, desde Dios-le-importadónde. Está escabulléndose hacia mí en su camino hacia el bar. Detiene y reduce sus pestañas de color rojizo, haciendo pucheros con sus labios como sabe que alguna vez me gustó. Luego ronronea su firma personal:

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Ahogo el gruñido en mi garganta mientras Arriane me manda una sonrisa distante. Una que indica que está en su mundo bebé, o tal vez en su tiempo de amigas con Rosa e Ingela y no me presta atención a mí. Hay tres camareros en un día de semana en mi patio bar pequeño-como-la-mierda. Levanto una mano, y Rosa e Ingela se enfocan en mí inmediatamente. Arria no lo hace.

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―Sí, jefe, simplemente, Christian me envió ―balbucea.

―Hhhulla. Jodidamente solía encontrarlo sexy. Sin embargo, mi infancia se adueña de mí esta noche, así que tuerzo mi boca en una sonrisa cortés sin responder. Yo llorando hasta que se me secan los ojos, mis dientes mordiendo el alféizar de la ventana, esperando, esperando, sintiendo que mi madre no volvería. Papá irrumpiendo para patear la mierda fuera de mí por primera vez. ―Mucho tiempo, bebé ―campanea Iris. ―Seguro, Iris. Ya en aquel entonces, mis instintos me dijeron que me convertiría en el protector de mi hermana.

En la puerta de la habitación principal, la multitud calienta mi espalda mientras contemplo el patio. Jason debió dejar entrar más clientes que de costumbre, porque de repente están empujando para salir tres a la vez. Iris no tiene problemas en ser exprimida contra mí, y no hace ningún movimiento para continuar. Sinceramente, me importa una mierda. Nada va a hacer que hoy sea más fácil, especialmente cuando sé que mi novia y mi futuro bebé se irán con Ingela en vez de venir a casa conmigo por quinta noche consecutiva. ―¿Me extrañaste, Leon? ―me grita Iris al oído sobre la música mientras mi mirada se mantiene en la barra. Arriane tiene un ojo en mí. Ve eso. La mirada de mi chica se desliza a Iris y se centra totalmente. Ahora, está empujando a Ingela detrás del mostrador. ¿Quién sabía que una mujer embarazada podría cruzar un patio lleno de gente tan rápido? Algo se instala en mi pecho. Me relajo, viendo a Arria avanzar a zancadas hacia nosotros. Con la barbilla levantada, dispara láseres violeta hacia Iris. Sonrío mientras recuerdo la descripción de Arriane de lo que me había visto hacerle a Iris en mi oficina. A diez metros de distancia, el paso de Arriane se desacelera a un paseo casual, que es extra lindo en su estado. Ella es sexy, loca, y… expectante. Suspiro con satisfacción.

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No me podría importar menos. También preferiría no tener a Kat lidiando con una situación tan desordenada, pero es terca.

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Me quedo mirando al teléfono en mi puño, sabiendo que tengo que devolverle la llamada a Kat. Ella ha estado en el hospital durante ocho horas seguidas. Dado que yo no voy, entre ella y la amante como-se-llame toman todos los turnos ahora que nuestro padre esté a punto de morir.

―Hola, bebé ―grita ella sobre la música. Bebé. Me río por dentro. El único apodo que ella ha utilizado para mí es "cariño" y sin embargo, aquí está, llamándome “bebé". Me queda bien. Dada la multitud presionando desde la sala principal, sólo ahora comprendo que los dedos de Iris descansan sobre mi pecho. ―¿Quién es tu amiga? ―pregunta Arria. Mi chica no está perdiendo el tiempo. Agarra la mano izquierda de Iris mientras espera mi respuesta y la sacude tan firmemente que es como si estuvieran en el ring. No me sorprendería que golpeara sus puños juntos y mirara a Iris sobre sus guantes de boxeo imaginarios. ―¡Iris! No te había reconocido. De vuelta en la ciudad, ¿eh? ―Arriane conoce su valor, su nueva posición. Estoy apreciando algo diferente con ella, algo que no había buscado en las mujeres antes.

―Qué bueno que pasaras por acá realmente pronto. ¿Verdad, bebé? ―pregunta.

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―En efecto. ―Trato de disimular mis labios curvándose hacia arriba. Mi chica no debería trabajar o ser presionada en su estado.

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Las manos determinadas de Arriane me liberan del toque de Iris completamente.

Por lo que sé, Arriane no tuvo problemas con Iris durante los pocos meses en que fue mía. Recuerdo algo parpadeando en la expresión de Arriane de vez en cuando mientras veía a mi ex. Creo que mayormente era compasión. Miserable, rota, Iris. Así que mi tipo. Buen sexo también. Mi polla se retuerce, ya no por Iris, sino por la manera posesiva en que Arria se mantiene a mi lado y desliza su mano alrededor de mi cintura. Mi nuevo gorila debe haber estado cubriendo las puertas solo; Jason no permite que mis antiguas chicas rotas entren después de que terminamos. Ahora, juego con la idea de dejar a mis ex aparecer más a menudo. La autoestima de Iris nunca fue buena, lo cual era parte de mi atracción por ella. Ahora, se cruza de brazos en una demostración inequívoca de inseguridad. Se queda mirando el estómago de Arriane. ―Wow, ¿realmente vino de esa manera, Leon? ―pregunta. Tóxica. Espero que Arriane no atrape la alusión de Iris.

Pero por supuesto que la atrapa. A juzgar por el fuego lavanda en sus ojos, una pelea de gatas no estaría fuera de orden, y para ser honesto, el pensamiento aclara mi estado de ánimo más. ¿Hmm, cómo intervenir si las cosas van mal? Las pequeñas manos de Arriane patinan sobre mi estómago y llegan hasta mi pecho. Acaricia mi mejilla antes de enlazarse alrededor de mi cuello, entrelazando los dedos apretados de manera de quedar al ras contra mí. ―No, Iris ―le dice a la otra chica―. No vine de esta manera. Fue todo Leon. Oh. Cachetada. Estoy sonriendo. Hace tan sólo minutos, había estado tenso, malditamente enojado hasta la mierda sobre una situación que no puedo cambiar sin herir los sentimientos de mi hermana. Cuando Iris se aleja pisoteando, pregunto: ―¿Asustando a la competencia? ―Mientras entierro mi nariz en su cabello―. Culpo al bebé de volverte peleadora.

Mi teléfono vibra y Arriane mira la luz de la pantalla entre mis dedos. “¿Katsu?”, adivina. Yo asiento un sí.

* * *

Estoy en mi oficina, la puerta cerrada contra la música en auge de la fiesta al otro lado. La sensación de bienestar que provocó la reacción de Arria hace minutos se disipa con las palabras de Katsu. Me concentro fuertemente para que la habitación no gire. Ella todavía está en el hospital, su tono implorante me llega a través de la línea. ―No, Shishi, no estoy bromeando. Papá está literalmente rogando verte. Por favor. ―¡Kat! ―Desde que llegó, ha sido lo mismo cada día. Cree que sabe lo que es mejor para mí, insiste en que haga las pases, converse, etc., con mi padre, pero, ¿por qué habría de hacerlo? Lo único que siento cuando pienso en él es odio―. Perdió el derecho de pedir cualquier cosa de mí hace mucho tiempo, diría que más

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―Bah, ella se lo merecía. Es grosera, Leon, ¿escuchaste? “¿Vino de esa manera?” ―imita en la versión caricaturizada de la voz de mi ex.

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Su pecho se levanta con esfuerzo y se hunde en un bufido.

o menos cuando te secuestró siendo una bebé. Apuesto que no le tendrías compasión si recordaras eso. ―¿Qué él qué? Nunca nadie me dijo. ―Bien, ¿tal vez porque no necesitas esa clase de historias antes de dormir? "Había una vez una princesa pequeñit…." De todas formas, papá estaba borracho y furioso con mamá. Él sabía lo que le haría más daño, llevarte con él, así que lo hizo. Vi su pánico durante días hasta que ustedes volvieron a casa. Un pequeño sonido sale de la garganta de Kat. No necesito verla para saber que se está rompiendo, así que recorto un poco. ―Yo no era lo suficientemente grande como para captar los detalles, pero ustedes se habían estado quedando en un hotel. Dejaste de llorar tan pronto mamá te tomó en sus brazos.

―Ah, carajo, Kat. Es solo… que no se merece tu compasión. Trae tu culo de vuelta aquí, ¿de acuerdo? Arria está trabajando, e Ingela también; estamos de fiesta en el club. Alguien murmura a sus espaldas. Capto: “Está bien... entiendo”. Las palabras están mal articuladas en ese estilo grave que nuestro padre utiliza. Mi pulgar e índice vuelan hasta el puente de mi nariz y presionan hacia abajo. ―Kat. Me estás llamando desde su habitación, ¿no es así? Incluso si no lo visito, no puedo malditamente alejarme de él en estos días. Papá y yo hemos estado en la misma ciudad durante toda nuestra vida, pero desde que tenía dieciséis años, nuestros caminos apenas se han cruzado. Después de enviar a Kat fuera, pasé semanas en sofás de diferentes amigos del karate. Luego, cuando finalmente le confesé a mi tío Hank cómo era mi vida, él me acogió. ―Sí. Papá dice que entiende que no quieras venir a visitarlo, pero realmente, yo… ―No. No, no, no. No estás tratando de obligarme a visitar al monstruo que destruyó nuestra infancia, mientras él está escuchando. ―Estoy paseando.

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Estoy frustrado. No necesito pensar en esta mierda tampoco.

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La forma en que te apretó, hermana, ¿cómo si nunca te dejaría ir? No entiendo cómo nos botó y salió corriendo sólo diez meses después. Kat no necesita escuchar esto. Mamá ha hecho todo cuanto ha podido para recuperar el tiempo perdido desde que envié a Kat a SF.

Arrojo un puño a la pared de ladrillo. El dolor es inexistente. En el otro extremo, una puerta hace clic cerrándose. ―Estoy afuera ahora, Shishi. Cálmate. Escucha… él es diferente. No es en absoluto de la forma en que solía ser. ¿Te dije que dejó de beber? ―Sí, lo hizo, a pesar de que volvió a la bebida después de ser dado de alta del hospital, ¿no? Así que debe haber estado sobrio por unas dos semanas ―me burlo―. ¿Cuántos años tiene? ―Sesenta y nueve. ―Sí, buen trabajo, viejo, aunque lástima que está perdiendo el tiempo. ¡Dile que recoja la botella de nuevo y beba lo suficiente de una sola maldita vez para que se ahogue!

―¿Te pregunté? ―gruño pero no cuelgo. ―Su nombre es Daisy, y es muy dulce ―continúa mi hermana, ignorándome―. Dios sabe cómo la enganchó el donante de esperma. Ella ha estado cuidando de él en su casa desde la última visita al hospital. La mujer está a cargo de todo lo relacionado con su rehabilitación física. Por lo que entiendo, si no fuera por ella… bueno, él es capaz de hablar con bastante claridad de nuevo gracias a los esfuerzos de Daisy; entiendo casi cada palabra que dice. ―¿A quién le importa, Kat? ¿Tiene un ojo negro o dos? ¿La nariz rota? ―pregunto, sonriendo por alguna razón. El diablo sabrá por qué eso es gracioso. ―No. Ella no toma su mierda, al parecer. Mantuvo su propio apartamento a pesar de que han estado juntos por años. Cada vez que bebía o se punía de mal humor, ella lo dejaba solo. ―Ojalá mamá hubiese pensado en eso ―le digo―. Pudo haber ido con Hank. ―Probablemente era demasiado joven. Siendo papá ese mundano hombre mayor, debe haberle cortado las alas tan pronto como comenzaron a salir. Se abre la puerta detrás de mí y pasos tranquilos se acercan haciéndose más fuertes. Manos pequeñas serpentean alrededor de mi cintura y un tenso vientre presiona mi espalda. Suspiro. Aliviado, cierro los ojos. Girando entre los brazos de Arriane, enlazo su cuello con el hueco de mi brazo y tiro de ella contra mí.

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―Esta noche me crucé con la amante ―me dice de la nada.

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Ella está tranquila, entendiendo el mensaje fuerte y claro. Kat no está sorprendida, por supuesto. Tampoco puedo imaginarla estando triste en nombre del monstruo. Ella se recompone. Mi hermana tiene acero bajo su fachada de porcelana. Tanto como él en esencia; Katsu no se da jodidamente por vencida, y eso es exasperante.

―¿Todo bien? ―susurra para que solo yo pueda oírla. ―Sí. Kat, me tengo que ir ―le digo a ambas. ―Bueno… parece que me quedaré aquí esta noche. El estómago de papá está inflamado por la cosa que creo que tiene en el hígado y está adolorido. Van a deshacerse de parte de ese líquido en la mañana. ―Jesús, Kat. No seas una presa tan fácil. ¿Quedarte toda la maldita noche? ―Sólo estoy atrayendo buen karma. ―Hay una sonrisa en su voz. Mi conjetura es que está pensando en los discursos de nuestra madre. Una vez que colgamos, me dejo llevar por Arriane. Ella espera a que hable, tal vez le diga qué hacer. Me mira, compasión fluyendo hacia mí. Me giro hacia mi escritorio. Con los brazos rectos, me apoyo en ambos puños y miro por la ventana. Lo único que veo es la pared lateral del garaje que alberga la camioneta y mi motocicleta.

―Kat se quedará con el monstruo esta noche ―le digo. ―Sí, eso entendí. ―¿Escuchaste mi conversación al teléfono, bebé? ―Sonrío. Me sumerjo en su garganta para poder morderla. ―¡Ah! Con cuidado ―susurra. ―Eres una chica chismosa y muy sexy. ―Detente ―murmura cuando me muelo contra ella, recordándole lo que vamos a hacer pronto. Maldición, ella puede llenar el cerebro, la polla, de un chico con ideas―. Solo besos hasta que estemos arriba ―tartamudea. ―Mi señora mandona. ―Me río bajo en la garganta―. Tú eres la jefa, ¿recuerdas? ―Cam es un idiota ―balbucea a través de los ruidos de succión mientras hala mi labio con su boca. ―Cierto. Buen apodo que se le ocurrió para ti, sin embargo. ¿Quieres que le dispare a su tonto trasero? ―bromeo, provocando que la risa llegue con más fuerza.

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Se apoya en mí de nuevo, con todo su cuerpo cubriéndome. Arriane abarrota mi mente llenándola de cosas brillantes en lugar de odio y oscuridad.

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―Puedo dormir en tu casa esta noche si quieres ―dice Arriane. Su voz es tan baja que no estoy seguro de haberla oído correctamente. Será mejor que la haya oído bien.

―No, él será el proveedor de pañales. Además, hace un trabajo decente dándote cuestionables refuerzos de confianza. Semental. Ella contiene el aliento mientras la tiento. Se exprime contra mí. ―No puedo esperar a tenerte en mi cama y que puedas quedarte toda la noche. Maldición, ha pasado mucho rato. ―¿En serio? Ha pasado todos los días ―me recuerda. ―Los arrumacos callados en la oficina no cuentan. Cualquiera puede hacer eso. Levanta su mirada lentamente y se aleja lo suficiente para mirarme a los ojos.

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―Algunas personas hacen más que otras.

19. Las preocupaciones Estoy embarazada de seis meses. Increíble.

El ginecólogo más grande y con más experiencia en Deepsilver es un señor mayor, que enoja a Leon. Estoy en sintonía con la necesidad de mi amor por el control, siempre que sea posible, trato de hacerle feliz. Con esto, es fácil; no tengo una preferencia en el género de mi ginecólogo. Para mí es casi más extraño con una mujer metida ahí abajo. De hecho, podría preferir un hombre, aunque es viejo y no es por placer. Me río de mis propios pensamientos. Leon no mencionó sus luchas internas antes de decidir, pero las diminutas fracturas en su fachada eran fáciles de leer. A pesar de su disgusto por las manos de otro hombre en mí, eligió el mejor. Hasta el momento, estoy más que satisfecha con la elección de Leon. El Dr. Rosenthal es mucho más suave que cualquier ginecóloga con la que he estado. A pesar de que llegó tarde dos veces a la semana al juego, este novio mío nunca se pierde una cita. Él estará a mi lado, sosteniendo mi mano, con los ojos fijos en el Dr. Rosenthal mientras el médico lleva a cabo mis revisiones. Mi ginecólogo debe haberse visto peores que Leon, porque no se inmuta por la intensa mirada azul de mi novio. Es siempre amable y profesional, restando importancia a mis temores cuando están infundados y responde a nuestras preguntas con la verdad. Uno de estos días, Leon podrían incluso relajarse en la sala de examen.

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―¡Palomitas hechas! ―grita Ingela desde la cocina, interrumpiendo mis pensamientos―. ¡Es del tipo que no te gusta sin sal ya que no puedes tener nada a causa de la presión arterial! ―Acentúa el triste hecho, como sal en mis heridas saladas de hambre. No tengo ninguna diversión, te juro.

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Veo a Ingela y camino por mi sala de estar en mis calcetines. Mis pies están hinchados alrededor de los tobillos, al parecer, no es una buena cosa cuando tienes preeclampsia. Todo va bien hasta ahora, sin embargo. Estoy bien con lo de revisar mi presión arterial y Leon insistió en encontrarme un ginecólogo en la ciudad, así que no tengo que viajar a Talco si pasa algo urgente.

Por otra parte, ¿a quién estoy engañando? ―¡Es noche de Tres hombres y un bebé! ―grita Ingela mientras entra en la guarida―. Puedes pulsar “Reproducir” mamá. ―No me llames “mamá” ―digo otra vez. Ella no va a escuchar. Por ahora, su llamada de cariño para mí se está imponiendo en el club también. Uno de nuestros clientes habituales, un linebacker9 de la universidad, me gritó “Mamá” el otro día. Eso me hizo sentir sexy. No. ―Además, quiero ver… um… Halloween.

―No, Halloween alteraría a mi ahijado ―me informa Ingela. Ella no va a ser la madrina de nadie. Simplemente se encoge de hombros cada vez que menciono este hecho. ―Maldita sea, deberíamos hacer esto más a menudo ―continúa mientras mueve su trasero en los cojines a mi lado en el sofá. ―Sí, no de nuevo ―le digo, guiñándole un ojo. Su sonrisa se ensancha. ―Bueno, sin contar tu visita a emergencias. Aquí están tus palomitas aburridas. Quédate alejada de la taza roja. ¡Tiene muuucha sal para mí! En los veinte minutos de la película de los años ochenta que ha elegido para nosotras, me doy cuenta de que no estamos aquí para verla en realidad. Ingela no se calla. ―Así que Cameron dice: “¿Qué pasa con Rosa? No tienes que tocarla, yo solo estaré sobre ustedes dos. Sigue siendo un trío, Inga, si no quieres chuparla”. Linebacker: Posición conocida en América Latina como apoyador, es una posición en el fútbol americano. Los linebackers son miembros del equipo defensivo. 9

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Cuando se dio cuenta de que no me iba a quedar en su casa, ordenó de inmediato a Ingela "trabajar desde casa" esta noche. ¿Qué significa eso en el negocio del club? Cuidar a la novia embarazada del propietario, al parecer. Ingela está más que feliz que obligada, especialmente con el doble sueldo bajo la mesa que le prometió. Es ridículo.

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Se trata de la primera noche en un mes que estoy libre. Ayer, Leon me vio marearme en Smother, me llevo a la sala de emergencia para una revisión, que no mostró ningún cambio en mi estado, y ahora me ha ordenado relajarme por la noche. Estoy volviendo a trabajar mañana, seguro. Realmente, no estoy enferma, y necesito el dinero. Dinero ganado. No es el dinero-entregado-a-mí que Leon piensa debería obtener.

Me río. ―Wow, ¿alguna vez renunciará? ―No sé ―responde, teniendo en cuenta mi pregunta―. Él me preguntó acerca de todas las niñas en Smother ahora. Tal vez voy a decir "sí" si él pasa a los gays. Por una vez, creo que en realidad significa gays y no hombres. Es difícil saber, sin embargo. ―¿Como que un tipo que va a estar besándose con Cam en vez de ti? ―No, tonta ―dice, rodando los ojos―. Por ejemplo, Christian es ardiente y sexy Manuel en la cocina, e incluso Jason. Él es lindo, sabes. Pero Leon es el gay más sexy de todos. Si éste no fuera tu novio y si no estuviera demasiado ocupado comiéndote en el bar… ―¿Comiéndome? Él no…

―Él me está devorando con los ojos durante las horas de trabajo, ¿estás diciendo? ―No lo he notado. Una especie de aleteo comienza en el estómago por la idea, sin embargo. Me gusta. Mucho. ―Síííí. ―Arrastra la voz estilo Ingela y atiza mi rodilla con todos los dedos de una mano a la vez―. ¡Él está tan hambriento de ti! Avanzando un estadio de alas de mariposa en mi estómago, y estoy reaccionando como si no estuviéramos saliendo. Las cosas son diferentes con Leon. De repente, Ingela se inclina, una sonrisa comprensiva en su cara bonita. ―No lo estás presionando, ¿verdad? Yo fruncí el ceño, pensando mucho. ¿Qué debería estar presionando? A juzgar por su expresión, es algo que hacen las mujeres por sus hombres, y sin embargo Ingela como que entiende si no lo hago. No tengo nada. ―Está bien. Creo que muchas chicas embarazadas no presionan a sus gays. Maldita sea. Será mejor que presione cuando llegue el momento. En la pantalla, tres hombres sexys aletean alrededor con gestos lindos tratando de alimentar a este bebé que han heredado de alguna manera. No me he dado cuenta de cómo, gracias al parloteo sin parar de mi amiga. ―Inga, cariño, no entiendo lo que estás diciendo ―finalmente admito.

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Cierto.

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―Gah, no tendrás más ―se queja―. Quiero decir, en realidad no comiéndote. Mirándote, estúpida.

―Una especie de conveniente, ¿eh? ―replica―. Tiene hambre por ti, porque no presionas. Duerme con él, Arria. ¿No duermes con él para nada?, pobre hombre. Me estoy muriendo. Me encorvo sobre mi propio estómago, riendo e Ingela se une a mí. ―¿Qué? ―pregunta entre sus propias risitas―. ¿Qué es tan gracioso? ―Ah, Inga. Tú… ―Me estoy destrozando, y maldita sea es bueno reírse así. Mi estómago se contrae, primero por causa de la risa, pero luego siento que una fina capa de músculos en toda la superficie de mi vientre se aprieta en un escudo alrededor del bebé. La sensación no es nueva, pero es algo a lo que no he prestado atención antes. Es más fuerte esta noche―. Estás preguntando si me estoy apagando, ¿no? ―Finalmente me las arreglo para decir, e Ingela gira la cabeza. ―Sí, lo he dicho.

Ella no está chillando y buscando más detalles que podría haberle dado en el estado de ánimo adecuado. En cambio, frunce los labios y los tuerce a un lado, pensando. ―Así que, ¿por qué te mira de esa manera, entonces? Todo el tiempo, Arria. Cuando no está trabajando, te mira como si tuviera un flechazo y fueras… eh. Inalcanzable. Wow. No estoy segura de lo que me sorprende más. Por alguna razón, he puesto a Ingela al nivel de Cameron. Linda. Divertida. Ingenua y feliz y despreocupada. Podría ser que su uso fluido y erróneo del idioma inglés ha oscurecido sus rasgos más profundos. Pero entonces, no sé qué es lo más chocante. Ese Leon, mi genial, hombre vigilado, que no deja de mirarme. ―No, él probablemente se asegura de que esté a salvo a causa de la preeclampsia ―le digo. Ingela niega. ―Uh-huh, pero hay más, sin embargo. ¿Quién te mira como que quiere comer a alguien porque tienen una enfermedad?

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―No, no le he puesto un alto ―le digo, en un arrebato de honestidad. No comparto los asuntos de Leon y míos con la gente, pero se siente bien ahora.

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No voy a corregirla. No funcionaría de todos modos, así que, ¿por qué molestarse?

Tan extraño como lo dice, ella tiene razón. Sé que no es feliz con las cosas como son. La situación con su padre le molesta, por lo que no vive con su hermana en vez de conmigo. Pero… El teléfono de Ingela parpadea en la mesa, y ella gime. ―Cameron. ¿Puedes hacer una pausa en la película? ¿En serio? Ella se desliza hacia arriba y me muestra el mensaje que Cam acaba de enviar. Leon está gruñón como el infierno. Consigue que la jefa vuelva aquí. Él necesita algo grande para ver. ―¡Tan grosero! ―Ingela jadea. ¿Así que no es tu polla?, tipea y presiona "enviar". Tiempo para un muestra-y-di, Inga. ¡No! Un chupa-y-di. Treinta centímetros, Cameron responde al instante.

―¡Espera, no! ¡Tenemos que terminar la película! Le diré que se calle la boca ―dice con una voz dulce. ―Cuidado con esos modos alrededor de la gente ―digo automáticamente. ―¿Ves? ―Me muestra el teléfono, y por supuesto: Cállate la boca está sobre su pantalla. Todavía me levanto y enderezo mi camisa―. ¿Qué significa “elocuente”? ―pregunta, con los ojos en la pantalla. ―Que a él le gusta tu respuesta. Ella bombea un bíceps flaco. ―Debido a que soy lo máximo.

Jason está siendo particularmente denso esta noche. Le he mostrado tres veces cómo quiero las cuerdas nuevas para trabajar fuera de la entrada de Smother,

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―Me voy a la cama. Ustedes tortolitos, disfruten bien ―le digo.

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Ella está sonriendo ampliamente por los textos de Cameron. Estaría vomitando, pero por otra parte, todos somos diferentes.

pero sigue abriéndolas así que la línea se vuelve corta y menos organizada. Le muestro de nuevo. Paso a Tom, el amigo del gimnasio de Jason, quien contraté como gorila hace más de un mes. El hombre todavía no ha conseguido la parte donde mis ex deben mantenerse alejados del club. Cruzo los brazos e inclino la barbilla hacia arriba para que pueda mirar hacia abajo a él a pesar de su estatura tamaño Hulk. ―Tom. Me doy cuenta de que hay algunas por recordar, pero cuando pregunten por mí, y en particular cuando dicen ser mi novia, no hay manera en el infierno que sea una de ellas, ¿de acuerdo? Incluso si Jason no está cerca y puede verificar su sospecha, simplemente bótalas. Tom arruga la frente pecosa, pensando.

―Jason. Lucha en el interior. ―En ello, señor. ―Se va fuera, en una misión. Tomo una respiración, preparándome para explicar lo auto-explicativo en lo que respecta a las novias. ―Tom, ¿alguna de las chicas que dejaste entrar anoche se veían como Arriane? ―¿Jefe? No… ―Este es el trato. A menos que te diga lo contrario, Arria es mi única novia. Alguien más está jodidamente mintiendo. ¿Entendido? Tom parpadea. ―Sí, señor. ―Bueno. Ahora, ayuda a Jason con el interior, y voy a mantener un ojo aquí en el ínterin. Triste como el infierno esta noche. No me malinterpreten, me alegra que Arria obedeciera y se quedara en su apartamento con Ingela después del susto de ayer con la visita a emergencias, pero no estoy cavando por su ausencia. No hay

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Una de las nuevas camareras, Jen, mueve su mano desde la pista de baile. Una vez que tiene mi atención, señala a dos chicos empujándose el uno al otro mientras que las parejas de baile dan ambiente a su alrededor. Asiento una vez.

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―Pero, ¿qué si no están mintiendo? No me gustaría botar a la dama si realmente es tu novia, jefe. ―Sus líneas de preocupación se suavizan, lo que indica que está satisfecho con su respuesta, y me recuerda a mí mismo que yo no lo contrate por su capacidad de flexionar su cerebro muscular.

caderas felices meneándose y tentándome detrás de la barra del bar, ni una sonrisa dulce cada vez que me acerco y atrapo su atención, y no hay apretones robados. Como de costumbre, Kat no está. Ella pasa cada vez más tiempo en el hospital. Ha vivido conmigo durante más de un mes, y la situación es insoportable. Soy paciente, o por lo menos puedo tener paciencia falsa. Pero el embarazo de Arriane, estos meses que me prometió, están corriendo más rápido que las huellas en las playas tormentosas. Si bien mi niña sigue siendo accesible sólo por breves momentos al día, Kat regresa cada noche con nuevas disculpas de mi padre. Versiones frescas de por qué el alcohol era el culpable de todo lo que ocurrió. Demonios, nadie sabía mejor que nosotros, no tengo idea de por qué gasta energía en recordárnoslo. Molesta la mierda fuera de mí que está poniendo a Katsu con su sufrimiento y las historias cursis. Por cada visita, ella habla de él con más respeto. ―Leon, amaba a nuestra madre tanto, todavía lo hace ―me dijo ayer, sus ojos llenos de compasión por el hijo de puta.

Golpeo el puño sobre la mesa. ―Maldita sea, Kat. ¿Se supone que debo perdonarlo por ti? ¿Cómo las cosas se volvieron tan retorcidas? Yo fui el que te arrastró fuera de la casa, salvándote de sus puños cuando estaba borracho y furioso. Cada vez te sacaba demasiado tarde y ya te había golpeado, te llevé al lugar de helados por la calle. ¿Recuerdas? Solía hacer que te sintieras mejor a pesar de él. Kat bajó la mirada, las lágrimas brillando y cayendo. ―Sí. Me… gustaría que fueras a verlo, sin embargo. Sólo una vez. ―¡Lo hice! Nuestro padre está dentro y fuera del hospital, dependiendo de cómo lo está haciendo. En sus tiempos fuera, Kat incluso empezó a hablar de visitar su casa. Daba miedo como la mierda, pero todo es hablar por ahora. ―Tiene mucho que decirte, y su hígado no está mejorando. Si no consigue un donante pront…

* * *

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―Shishi, no está bebiendo más. Si puedes dejar atrás todo, entonces puedes por lo menos intentarlo. Si no fuera por él, por ti mismo… y por mí.

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―Una buena manera de demostrarlo, ¿no crees? ―le dije.

La más molesta noche de club que puedo recordar por fin ha terminado, y Kat todavía está despierta cuando me dirijo arriba. Son las tres de la mañana No hay manera de que pueda digerir otra historia acerca de Querido Papi. Mi hermana está en la cocina con una taza de leche caliente con canela en frente. Está en sus propios pensamientos, pero mira mi entrada. ―Hey ―digo, y mi voz se quiebra a pesar de mi escudo. Ella inmediatamente se alarma. ―¿Todo está bien? ¿Dónde está Arriane? ―Aquí no, obviamente. ―Cierro―. ¿Es ella alguna vez, Kat? ―Mi respiración se transforma en un gruñido, lo ahogo con mi mano. Tengo que frenar esto. ―Leon, ¿qué está pasando? ―Ah ―resoplo de todos modos―. Estás manteniendo a dulce papá feliz. ¿No lo entiendes?

malditamente

ocupada

―Arria no está aquí porque tú vives conmigo. ―Entonces, divulgo lo que creo que es el problema, por qué mi chica casi no pone un pie en mi apartamento ya―. Ella no va a vivir con los dos, porque piensa que te interpones entre nosotros teniendo relaciones sexuales. Ella está aturdida. ―¿En serio? ¡Eso fue una vez! Totalmente fuera de lo común, nunca, nunca más ese tipo de problema. Casualidad total. ―Lo sé. ―Suspiro―. Kat, te quiero, pero estoy con tantas cosas en mi vida en este momento: la presión de que me digas todo lo que yo no quiero saber sobre papá. Tu insistencia en que vaya cuando lo único que quiero es jodidamente olvidar. Y entonces esto. Tengo tan poco tiempo con Arriane, y realmente necesitaba estos meses con ella. Mi hermana me mira fijamente, con la boca entreabierta mientras toma lo que digo. ―¿Qué? ¿Por qué…? ―No está segura de qué preguntar. La parte de nuestro padre no es nuevo, por lo que debe estar en silencio por Arriane. Me dejo hundir en la mesa y me levantó para cubrir mi cara con mis manos. Estoy cansado, tan cansado de querer más.

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―No, me he preguntado acerca de ustedes dos, Shishi, pero no quería presionar. Sólo puedo molestarte sobre tantas cosas. ¿Qué está pasando?

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Se necesita más que mi voz elevada para llamar la atención de Kat estos días. Ella traga otro bocado de vapor de leche.

―Kat, estás ocupada con papá. Respeto que a pesar de que no entiendo qué demonios estás pensando. Yo… ah. Amo a esta chica. Ella está… casi al alcance. Todo el tiempo. Dice que me ama, y sin embargo no se entrega a mí. Me siento… Joder. Como si me estuviera volviendo loco, está bien. Hay un pegote formándose en mi pecho mientras hablo. Me ha llenado, acentuando mis palabras. ―Ella está embarazada de seis meses ahora. Tengo tres meses para convencerla. ¿Cómo puedo convencerla cuando sólo paso el rato en el trabajo? Olvidando sus revisiones cortas y la cena ocasional. Nosotros nunca estamos juntos. Kat se muerde las cutículas, absorbiendo lo que estoy diciendo. Ella niega. ―Así que ambos están ocupados, totalmente común, ¿cierto? ¿De qué necesitas convencerla, Leon? ―De lo que soy lo que ella llama “material de novio”.

―Tenemos un acuerdo, Kat. Durante tres años completos, Arria vio que era un culo total en el club con una gran cantidad de mujeres. No confía en mí. Dormimos juntos una vez, y cuando me enteré del embarazo, le propuse matrimonio… Mi hermana jadea pero no interrumpe. ―… y Arriane me rechazó. Después de meses de insistir, finalmente accedió a ser mi novia, pero sólo para el resto de su embarazo. Estos meses son mi oportunidad de probarme a mí mismo. La cosa es que, cada puto día va por el desagüe como pis. Entre el trabajo y su estancia en su propio apartamento, no hay nada que pueda hacer para convencerla. Estoy derrotado. Ha sido una larga noche con demasiados conflictos por resolver en la planta baja. Echo de menos a mi chica. Me sostengo ahora mismo. Jodidamente dormiríamos juntos si ella estuviera conmigo. ―La estoy perdiendo, Kat. Si no puedo luchar por esta mujer, se va a salir de nuestro acuerdo tan pronto como nazca el bebé, y Dios sabe cuánto tiempo voy a llegar a pasar con cualquiera de ellos después. Mientras le digo todo esto, el pegote en mi pecho se coagula en el miedo. El miedo a perder algo bueno en mi vida. Envío una mirada en dirección a la sala de

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Me levanto, incapaz de relajarme a pesar de mi cansancio. En la ventana de la cocina, empujo los paneles hacia afuera con las dos manos, aliviado cuando el aire de la noche ingresa.

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―¿Por qué? Eres su novio… ¿no es así?

bolsas de boxeo. Lo necesitaré si quiero dormir esta noche. Mientras pivoteo alrededor, llegando a mi santuario, Kat está allí, catapultando su pequeño cuerpo al mío. Mi hermana lleva mi cabeza contra su garganta y me abraza de la forma en que solía hacer con ella cuando éramos niños, después de los ataques de nuestro padre.

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―Sabía que algo estaba pasando, Shishi, cariño ―me susurra―. Estoy aquí para ti. Estoy aquí.

20. Ideas Me había imaginado a Katsu y a mí pasando el tiempo juntas una vez que se mudara a Deepsilver. Es una persona tan adorable. Aun así, esta es la primera reunión solas que hemos tenido en las semanas que ha estado aquí. Levanta una mano delicada al mesero, ordenando que me llenen de nuevo el agua. ―¿Por qué no hemos hecho esto antes? ―Refleja mis pensamientos, y sonrío.

―¡Qué bien! ¿Qué tal semanal? ―Esa boca rosada como un capullo de rosa que tiene se extiende a una dulce sonrisa. ―Trato hecho ―respondo―. Estoy encerrada en casa o en Smother demasiado. La invitación de Katsu me sorprendió, y estoy suponiendo que tiene algo en su mente. Ahora, se torna seria, un destello de determinación ennegreciendo sus ya oscuras iris. Entonces, viene. ―Arria, ¿podemos hablar acerca de mi hermano? Estoy tan sintonizada con él, con lo que sea que tenga que ver con Leon, que mi corazón hace un salto doble. La conversación con Ingela anoche me lanzó a un conjunto de sueños después que fui a la cama. El punto focal de esos sueños fueron sus ojos, sus hermosos ojos fijados en mí con intensidad dolorosa. A la luz del día, siento la conexión entre los sueños y la realidad, porque todo lo que necesitaba era que Ingela lo señalara. Tiene razón. Él siempre está allí. Lo que sea que haga ahora, lo siento en mi visión periférica. ―¿Está bien? ―pregunto. Por la expresión preocupada de Kat, no lo está.

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El nuevo restaurant de fusión asiática que ella ha elegido alardea de pequeñas cabinas colocadas contra paredes color lavanda naranja. La mezcla de intimidad y temperamento está hecha con mano segura.

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―No estoy segura, pero deberíamos convertirlo en una tradición el almorzar en un sitio divertido.

―No ―confirma, y de la nada, sin advertencia, continúa―: Mi hermano te ama, Arria, y está sufriendo. Mi corazón, mi pobre corazón. Mi hermano te ama. Mi hermano te ama. No, por favor. Una pequeña sonrisa revolotea a través de sus rasgos. ―Nunca he visto a mi hermano de esta forma por ninguna chica. Lo reconozco, no estoy alrededor para ver todo en lo que está metido, pero esto, contigo, es serio.

―¿Por qué no debería decir eso? Es la raíz de la mitad de sus problemas. Oye… tú sabías, ¿cierto? ―me pregunta su hermana. Mi corazón está latiendo rápido, volviéndose loco con el futuro y las posibilidades. Aterrado y exaltado, entra en pánico. ―No sabía. Mis pastillas para la presión sanguínea, creo. Las tomé esta mañana. Estoy bien. Y oye, los doctores no han confirmado una conexión entre los picos por el estrés y la presión sanguínea alta. Necesito controlarme por el bebé. Detener los pensamientos arremolinados, calmar mi loco corazón. ―¿Por favor! ¿Pueden llenarnos de nuevo ya? ―grita Kat a medida que le hace señas al mesero para que se acerque. Sale de su asiento y se arrima a mi lado en la cabina―. Arria, dime que estás bien ―ruega, acariciando mi hombro. Aflojo la garra que mis dedos crean contra mi pecho. ―Sí, yo… lo siento ―murmuro, dejando caer mi mano a mi regazo―. Sólo… El agua llega, y Kat levanta el vaso por mí. Dejo salir una risa aireada por eso, y ella se me une, tranquilizada mientras bebo la aliviante frescura. ―Así que, ¿nunca te dijo que te ama?

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Sí. Cometí un error. Animé sexo sin protección cuando debí haberme salido y haberlo amado desde la distancia. Pero más que todo, le dije acerca del bebé. Pude haberme mudado. Empezado una vida en otro lugar donde el riesgo de que mi corazón muriera por la despedida de Leon nunca sería una opción.

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―No digas eso ―digo entrecortado porque me está asustando. No puedo escuchar esto. Es fácil cuando yo soy la que ama. ¿Cómo puedo liberarme ahora? Mi mente recorre a través de cosas locas, cosas que no importan porque no pueden ser deshechas.

―No ―niego con mi cabeza para mayor énfasis. Tomo otro trago de agua para no empezar a berrear. Ella le hace señas de nuevo al mesero―. Necesitaremos otro vaso de agua lleno. Con poco hielo. Mi sonrisa se tambalea y cae. ―Bien, eso es desafortunado, y como su hermana, haré mi deber y no le daré una mierda ahora. ¿Tú amas a Leon? La miro fijamente, y ella se encoge de hombros, sin retirar su pregunta. ―Mira, adoro a mi hermano. Si tuvieras alguna pista de lo que ha hecho por mí, entenderías. Nos pondremos al tanto de eso más tarde, pero honestamente, necesita ayuda inmediata. Nunca lo he visto deprimido, Arria, pero ahora lo está, y tu estas sentada en la llave para ello. Que es por lo cual estoy preguntando. ¿Lo amas? No es un secreto. Se lo he dicho más de una vez. Dejo salir un aire reprimido cuando respondo.

¿Qué tan ridículo suena eso? Mis mejillas se calientan, pero asiento. ―Sí. Déjame explicar, sin embargo. Sólo sugerí el límite de tiempo porque… ―Mi hermano es un puto y terrible con las mujeres. Sí, me lo dijo. Mis hombros se hunden por su comprensión. ―¿Cómo te sientes hasta ahora con respecto a estar con él? ―Katsu continúa su interrogación. Me ofrece el agua de nuevo cuando hago un movimiento para presionar mi mano en mi corazón. Tomó otro trago. ―Bueno, ha sido exclusivo conmigo, creo ―comienzo. ―Cierto. ¿Algo más? ―Esta minúsculo hermana menor de él es dura. Permanezco en silencio porque no sé qué decir. Para ser honesta, Leon es dinamita por detonar. ―Kat ―finalmente empiezo cuando su mirada color café no se levanta―. Leon tiene tanto que arreglar en su vida. Yo… si fuera sólo yo, probablemente me arriesgaría, pero estoy a punto de tener un bebé. ―Ambos lo harán ―me recuerda, su mirada volviéndose de acero por un momento.

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―Bien, listo ―dice como si estuviera pasando a través una lista de su trabajo de diseño de juegos. Estoy viendo su lado metódico―. Ahora, entiendo que tienen un acuerdo. ¿Son novios hasta que el bebé nazca?

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―Sí, lo he amado por un largo tiempo, y él lo sabe.

―Sí… no te preocupes. Obtendrá derechos de visita sin importar lo que pase. Resopla, molesta, pero entonces se encamina de nuevo. Antes de que pueda hablar, continúo: ―Tuve una mamá asombrosa, y ella nos crió a mi hermano gemelo y a mí sola desde que teníamos doce. Aún estamos en contacto con nuestro padre, quien se mudó de vuelta a Nueva Delhi en ese punto, de hecho, mi hermano está estudiando allí ahora. Para resumir: voy a ser la mejor mamá posible para este bebé. Si eso significa dejar ir al amor de mi vida, entonces que así sea. Katsu no comenta mi historia. En su lugar se sumerge en la esencia. ―¿Crees que Leon no tiene reparo, Arria? ―Determinación irradia de ella. Somos dos mujeres, amando al mismo hombre en maneras tan diferentes. Para ella, su bienestar es más importante que el de mi bebé. ―No lo sé ―digo―. No puedo arriesgarme. Mira cómo maneja la situación de tu padre.

Lo amo tanto, y ella también, ambas queremos lo mejor, pero, ¡mierda! ¿Por qué las cosas tienen que ser tan difíciles? Salto cuando su mano toca mi hombro nuevamente. ―Arria ―susurra. ―¿Qué? ―¿Por qué no le das por lo menos los meses que le prometiste? ―Tiene los meses. Estamos en una relación. ―Sí, ¿pero no se suponía que debían vivir juntos por estos meses? Dejo de respirar. Entonces, decido ser honesta. Tan brutalmente honesta como ella lo está siendo conmigo. ―Sí, pero tú llegaste, y necesitabas un lugar para quedarte. No podía quedarme con ambos. Katsu no pierde un segundo. ―Si encuentro otro apartamento, ¿te mudarías con él? Pienso en ello. Recuerdo mañanas despertando junto a Leon. Viendo su cabello despeinado cayendo sobre una frente suave con sueño. La pequeña arruga en la esquina de su ojo cuando lo besaba para despertarlo. Dios. Quiero eso.

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―¿Cómo podemos demostrarte que él es lo suficientemente bueno, Arria?

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Está silenciosa, respirando para controlar su frustración conmigo. Cubro mi rostro con mis manos. En serio, quiero llorar ahora mismo.

No considero las consecuencias cuando me volteo hacia ella y respondo: ―Sí.

Alegría destella como motas lavanda en los iris de Arriane. Voltea su cabeza completamente hacia mí, una risa tentativa tocando su boca. Reconozco lo que mi hermano ve en esta chica. Tiene una amabilidad silenciosa, una fuerza disfrazada. Es lo que te hace verla dos veces cuando está en una habitación. Y cuando lo haces, te das cuenta de lo hermosa que es también. Ahora, mete un largo mechón detrás de su oreja y encuentra mi mirada.

El mesero está de vuelta, entregándome la cuenta. Arriane se extiende para agarrarla, pero no la dejo. ―La próxima semana. ―Sonrío, y ella me hace estrecharle la mano como promesa. A medida que caminamos fuera del restaurante, digo la idea con la cual he jugado desde el colapso de ayer de Leon. ―Arria, no habría pedido esto de otra manera, pero creo que el hecho de que te mudes de vuelta es urgente para el estado mental de Leon. Te necesita allí. ¿Qué te parecería intercambiar guaridas hasta que pueda encontrar algo más permanente? Arriane está pasando un lápiz labial a través de sus labios pero se congela a medio movimiento. ―¿Mudarte a mi apartamento con Ingela?

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―Sí, entiendo eso, Arriane. Si estuviera en tus zapatos, seria de la misma forma. Todo lo que pido es que le des la oportunidad de probarte de lo que es capaz. Mi hermano, es el hombre más ingenioso, más determinado que conozco. Cuando Leon se propone algo, lo logra. Sé que ustedes dos son su mayor prioridad ahora.

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―Siempre he querido sólo lo mejor para Leon. Es sólo que esta nueva responsabilidad, el bebé… no me arriesgaré una vez que él haya nacido.

No puedo leer su expresión. Nos detuvimos en la calle, y está completamente enfocada en mí. Mierda, estoy siendo exigente de nuevo. Demasiado rápido, lo cual Leon dice que soy yo en pocas palabras. Pienso en los anuncios de Craiglist que había rastreado toda la mañana mientras papá dormía en el hospital. La única opción viable está en el tercer piso del Blood Bank, un bar a dos calles del Smother. Me estremezco por la idea de pensar vivir encima de otro establecimiento para beber. ―Sí, si algo se desvía con mi hermano, me mudaré en dos segundos ―prometí. Con la ayuda de un genio. Me relajo cuando se ríe en voz alta. ―¿Dos segundos, eh? Necesitarías un genio para eso. ―¡Ah! ¡Lo que estaba pensando! Quizás busque un genio en Craiglist sólo por si acaso ―bromeo.

Dos casas más abajo del bar de mi hermano, finalmente se detiene y se gira hacia mí. Sus ojos son ligeros con la decisión que ha tomado. ―Leon es tan afortunado de tenerte, Katsu. ¿Sabes eso, verdad? Tendré que hablar con Ingela primero, pero estoy lista. Intercambiemos. Aplaudo como si tuviera tres años y empiezo a saltar en mis pies. ―¡Sí! ―dejo salir―. Bien, bien. Arria, ¿quieres sorprenderlo? Asiente entusiastamente. ―Así que, ¿recuerdas que mañana es su día en Choice, y estará dirigiéndose a Talco al amanecer por todo un día allí con el gerente del club? ―Ah, cierto ―dice, poniéndose al tanto. ―Mientras no está, reclutaremos a Ingela, quizás Cameron, y pondremos todas tus cosas en su apartamento. Frunce el ceño, su labio viéndose preocupado. ―¿Todas mis cosas? Suspiro impacientemente. ―¿Estás de acuerdo, cierto? Es todo o nada, nena. Como dije, no perderás tu apartamento sólo porque me dejarás vivir allí por un minuto.

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Smother está al final de la calle. Arriane entrará más temprano para prepararse para otra festividad estrafalaria, Día de Nombra tu Veneno.

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Seguimos caminando en silencio. Es difícil no seguir insistiendo, pero debo dejarla deliberar. Darle algo de espacio para respirar.

Arriane dice riendo: ―Lo sé.

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―¿Trato? ―Levanto mi mano, lista para chocar esos cinco, y ella me da una palmada.

21. Mudándose Me despierto esta mañana con el bebé haciendo una vuelta completa en mi estómago. La sensación es tan extraña que chillo y arrastro los pies hacia la cocina en mi bata. Me encuentro con amplias sonrisas y una taza gigante de café. ―¿Cómo diablos es que ya llegaron aquí todos? ¿Qué hora es? ―pregunto, aunque lo sé. Sólo son las jodidas siete y media.

―Sí, si eso es una insinuación sexual, Cam, tienes que trabajar más duro ―dice Shannon. ¿Shannon? ¡Santo cielo, también está aquí! Estoy conmovida. ―Ustedes son increíbles ―les digo, examinándolos. Ingela, por supuesto, Cameron, y Shannon―. Muchas gracias por venir. ―Kat está empacando lo de su habitación en el apartamento de Leon reallllllmeeente de manera silenciosa ―me informa Ingela no tan silenciosamente―, mientras espera a que Leon se vaya. ¡Supongo que él se levantó tarde hoy! Mi tímpano. Juro que debe ser sorda. ―Y Christian está consiguiendo panecillos ―suministra Shannon, con una dulce sonrisa en su rostro―. Pandora dice “hola” por cierto. Casi me empujó fuera de la puerta esta mañana para que pudiera ayudarte a mudarte. ―La mención de Pandora debería ser incómoda, pero a pesar de mí misma encuentro gracioso el comentario. ―¿Por dónde empezamos? ―Cam aplaude, con la mirada parpadeando por el apartamento―. Yo puedo vaciar tus cajones de juguetes sexuales. O bueno, los gabinetes de pornografía.

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―No podía dejar pasar la oportunidad de ver a la jefa recién salida de la cama. Podría ser mi última oportunidad.

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Un Cameron con un cabello despeinado por levantarse temprano aparta cortos flequillos dorados de sus ojos verdes claros y agita sus cejas hacia mí.

Cam siempre parece tener al menos un destinatario para sus bromas. Esta vez se trata de Ingela. No es una verdadera sorpresa cuando ella se dobla de la risa. ―¡Eres un idiota, Cam! ―grita. No estamos tomando muy en serio su elección de palabras. Para el momento en que me ducho, me visto y me preparo para trabajar, Christian ha llegado con una docena de panecillos calientes, más café, y potes de queso crema. Charlamos entre bocado y bocado, planeando el resto del día. Christian se adueñó de una camioneta de un amigo, así que hay mucho espacio "en donde empujar mi mierda" como dice Cameron. Smother está extrañamente tranquilo cuando llegamos con el primer lote de mis cosas un par de horas más tarde. Abrimos la puerta de atrás que da paso al patio y empezamos a descargar la camioneta. ―Ve arriba, mamá ―me grita Ingela ―. Puedes comenzar el desempacar con alguien más.

―Necesitas echarte un polvo, Cam ―deja salir Ingela con un resoplido desde detrás de mí. Ella tiene varias cajas apiladas alto delante de ella. ―¿Sí? Cuando sea que estés lista para alguien con treinta centímetros, cosita caliente ―la atosiga. Ella chilla cuando él le golpea el trasero. ―¡Imbécil! De todas formas todo lo que quieres son tríos. Apuesto a que te haría alucinar si… ―¡O a mi polla! ―aúlla en respuesta. ―Ya, ya, niños, el lenguaje ―dice Katsu desde arriba de las escaleras―. Hay bebés presentes. ―Ella está a la vista en la puerta y me guiña el ojo. Shannon sonríe. ―Sólo he estado con ellos durante unas horas, y no puedo imaginar con lo que ustedes deben lidiar todos los días en el trabajo, bebé.

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Estoy rodeada de gente mandona, pero no estoy a punto de quejarme. Después de todo, no debo levantar cosas pesadas, y tenemos un plan para que esté instalada para el momento en que Leon llegue a casa de Talco. Agarro mi gran y acogedora manta y mi almohada favorita y subo las escaleras. Cameron me pasa en el camino hacia abajo, tirando un "¿de camino a la cama de nuevo, jefa?”.

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―Buena idea, Ingela. Ve, Arria. ―Christian mueve la cabeza en dirección a la entrada.

Christian se encoge de hombros y presiona un beso en los labios de Shannon mientras agarra la pequeña mesa que ella está cargando. ―No. En el trabajo, estamos bien debido a la fuerte música… es imposible escuchar todo el intercambio. Sólo escuchamos siempre las respuestas de Ingela. Me echo a reír. Ingela está de vuelta con un montón de plantas en maceta. ―¿Qué es tan gracioso? ¿Yo? ―Siempre, cariño.

* * *

A las 3 p.m., la mayoría de mis cosas está en la casa de Leon. Mi corazón no ha dejado de correr en anticipación de lo que dirá. Siempre que dudo de esta decisión, envío mi mirada hacia Kat, que me sonríe en respuesta. Ella todavía no ha desempacado sus pertenencias en mi apartamento. Quiere ayudar a poner todo en orden aquí antes de irse.

―¡Nos vamos a quedar! Nos vamos a quedar… yo también, ¿verdad? Sí, ese no era el plan. ―Claro, si quieres. ―Mi respuesta es corta y no del todo genuina, un matiz que Inga se pierde completamente. ―¡Uhhhh! ―grita, bailando mientras pone mis platos en los armarios, mezclándolos con los de Leon. Esto no lo puedo ver. Una cosa es poner más de mi ropa en los cajones de Leon y tomar algunos privilegios con los ganchos en el armario. Esto, sin embargo… encontrar espacio para mis chucherías de color crema y melocotón, utensilios de cocina, y pinturas y las malditas pinturas en su habitación en negro y plateado, es abrumador. En un momento dado, todos excepto Kat han dejado el apartamento. Me quedo mirando la imagen en colores pastel de una sirena. Hemos clavado una puntilla profundamente en la pared blanca e impecable de Leon para colgarlo en medio de los afiches en blanco y negro enmarcados de Bruce Lee. Estoy teniendo un serio momento de duda. ―Katsu ―gimo―. En realidad no creo que Leon esté feliz. ¿Qué hemos hecho? ¡Jesús! ―Señalo la transgresora pieza de arte―. Adoro esta imagen, pero él

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―Por supuesto que no, te lo mereces ―le digo al instante, e Ingela aplaude con entusiasmo.

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―¿Te importa si me quedo para ver la reacción de mi hermano?

va a enloquecer. ¿Y si pasa que prefiriera que no me mudara en absoluto? ¡Nunca se lo preguntamos! Maldita sea, Kat… tu hermano es un poco volátil. Especialmente con… ―¿Las mujeres? ―Ella sonríe en grande hacia mí―. No, tú eres diferente. Llega un momento en la vida de cada hombre ―canturrea con una voz seria, como de drama de TV―, donde encuentra a su complemento en una mujer. ―Guiña y termina su cuento con una fanfarria de tambor imaginario antes de que me señale con una vara inexistente. Es divertida. Si no fuera por las circunstancias, habría apreciado el humor. ―Ah, solo deseo que hubiéramos dejado algunas de mis cosas en el apartamento. De verdad, ¿qué pasa con esta mesa? El pedacito más delicado hecho con laca de color salmón se encuentra junto a la mesa de café de Leon. La suya es robusta, moderna, con una estructura de acero y detalles en negro.

Ambas sonreímos. Ella es entretenida. ¿Yo? Empiezo a reír de los nervios. El bebé patea, y levanto una mano hacia mi lado, tocando un pie o codo pequeñito. ―Él parece despertar cuando sea que me río. ―¿Qué? ¿El bebé? ―La cara de Kat se ilumina con asombro―. ¿Todavía se está moviendo? ―Sí, ¿quieres sentirlo? Kat deja salir un gemido emocionado. ―¿Estás bromeando? Por supuesto, quiero sentirlo. Mientras su palma moldea un lado de mi vientre, pienso en que todavía no he hecho esto con Leon. El bebé ha estado moviéndose dentro de mí desde hace un tiempo, y en el último par de semanas, también lo he tocado desde el exterior. Nosotros siempre estamos ocupados, sin embargo, en el club, y además he estado durmiendo en mi casa. Sí, entiendo la frustración de Leon. Lo ha mencionado en varias ocasiones, pero se requirió de la concisa explicación de Kat para darme cuenta de que él se está perdiendo de un montón de cosas en este momento. ―Podría jugar fútbol ―dice Kat―. ¡Es fuerte! Vaya.

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―Mmm, sí. ¿Podríamos encontrar un lugar mejor para la tuya, tal vez? Como en la habitación.

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Kat entrecierra los ojos, mirando rápidamente entre los dos.

―¿Cierto? Apuesto a que los otros bebés no patean tan duro ―bromeo, y ella resopla. ―Eres divertida, Arria. Hombre, espero que Leon no lo eche todo a perder contigo. Te adoro, y ya híper-amo a este loco jugador de fútbol al que le estás dando vida. ―Él podría ser el siguiente Bruce Lee ―le sugiero, señalando con mi barbilla hacia los carteles que flanquean a mi estupenda sirena. ―¡Como su papi! ―Kat tiene estrellas en sus ojos. Literalmente. Mi celular vibra en mi bolsillo. Lo saco y leo el mensaje de Leon. ¿Estás bien? He estado llamándote. Volveré más o menos a las nueve. ¡Mierda! Oh, Dios. ―¿Qué? ―Kat ensancha su mirada hacia mí―. ¿Ocurre algo? ―Sí. ―Tomo aire para corregirme―. No, tu hermano regresara más temprano porque no he contestado algunas llamadas.

―¡Sí, perfecto! ―grita Ingela desde la puerta, asustándonos a las dos―. ¿Debo conseguir globos? ¡Oh, oh! ¡Podemos hacer el baby shower de nuevo y convertirlo en una noche fuera! ―¿Kat? ―le suplico, con la esperanza de que tenga una respuesta razonable. Claro, padeceré que las dos vean la reacción de Leon, pero, ¿convertirlo en una noche fuera? Ya soy un manojo de nervios. ―Inga, creo que será mejor que los dejemos solos. Puedo decir que Ingela está tratando de averiguar el significado subyacente del mensaje de Katsu. Está teniendo un momento difícil. ―¿Podríamos celebrarlo, sin embargo? ―sugiere. ―¿No tienes que trabajar? ―pregunta Kat dulcemente, e Ingela frunce el ceño. ―Sí, ¡pero ellos están aquí, en el piso de arriba! Correré de arriba a abajo. ―Tengo muchas ganas de reírme. Por supuesto que Inga quiere festejar y trabajar al mismo tiempo. ―Claro. Sin embargo, apuesto a que ellos van a querer probar la nueva disposición del dormitorio. Estoy ruborizándome.

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―Perfecto.

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Kat se ríe.

―¿De verdad, Kat? ―articulo. Ingela no analiza su respuesta antes de contestar. ―¡Sí, pero él siente un deseo intenso por ella por lo que terminarán rápido, y entonces podemos celebrar! Mis malditas mejillas. Están ardiendo. Inga quiere esperar a que terminemos con nuestras aventuras sexuales para celebrar. Conociéndola, ella estaría bien pasando el rato en la guarida mientras tanto. Una risita silenciosa escapa de Kat. La hace sonar como su hermano. No entraré en detalles acerca de la larga duración de los deleites en la atención de Leon, pienso. ¡No para Ingela, que cree que compartir es preocuparse, y no con su, um, hermana! ―Te doy un cupón, Inga ―logra decir Kat finalmente―, lo que significa, algún otro día.

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Kat es natural con el tipo especial de extranjero de Ingela: vocabulario inglés colosal y torpemente utilizado combinado con una cultura… muy exótica. Ellas se llevarán simplemente bien.

22. El regreso

Lo que sé es que a Ralph le falta conectarse con sus empleados, lo cual causa enganches en la rutina diaria. Tres de mi equipo de Smother se trasladaron hasta acá después de mi fiasco de Nochevieja. Todos eran perfectos para el negocio, y sin embargo todos se mudaron a nuevas oportunidades, el último tipo hace una semana. Cuando sea que vengo, Ralph tiene nuevo personal, su selección no suena necesaria en primer lugar.

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Un mensaje de texto llega de parte de Arriane mientras manejo a casa. Miro mi teléfono celular en el asiento del pasajero y veo.

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Mi gerente en Choice vino altamente recomendado, con toneladas de experiencia en el negocio de clubs nocturnos. Lo secuestré de un establecimiento exitoso en el norte, pero no puedes estar seguro hasta que lo pruebes. Este, es digno de confianza y hace la contabilidad bien. Su mercadeo, sin embargo, parece hecho sin pensar por decir lo mejor.

Estoy bien. Tengo una sorpresa para ti. Xx Un mensaje extraño viniendo de ella. La sorpresa más vale que sea buena después de hoy. Las dos X son prometedoras. Besos virtuales, supongo. La primera cosa que haré en Smother es arrinconar a mi chica y arrastrarla conmigo a la oficina. Extraño su cuerpo contra mí, y obtendré mi cuota de ella esta noche aunque no sea muy privado. No entiendo por qué está tan asustada de que Kat nos encuentre. Le he dicho, Kat nunca entraría a mi habitación si la puerta está cerrada. Hago una nota mental de agregarle una cerradura. Síp, eso definitivamente vale la pena intentarlo, pienso y sonrío con ironía de pensar cómo estoy aferrándome por migajas; quizás se quedará a dormir una que otra vez si lo hago. Christian está a cargo de Smother por mí esta noche. Mis días de Choice han culminado. Generalmente, termino pasando el tiempo que sea que haya quedado de la noche en el club de todas formas, pero no me meto con la responsabilidad que le doy a él; Christian siempre termina el trabajo bien.

Me estaciono en Smother a las nueve de la noche en punto. Salto fuera del vehículo, le doy a Jason un apretón de manos en la puerta, y entro. No está lleno todavía. Ingela me saluda desde el bar, y Kat también está allí. Ha pasado un tiempo desde que Kat simplemente pasaba el rato con los cantineros, y estoy complacido de verla de esta manera. Le doy un apretón a su hombro. Miro alrededor pero no puedo ver a Arriane. ―Oye, hermana. ¿Mi chica no está aquí? ―pregunto. ―Hmm ―dice Kat a través de un corto intervalo entre canciones. Mi DJ, Robin, agita su cabeza a un ritmo que tiene en su oreja, levanta una mano para saludarme, y asiento de vuelta―. Creo que fue arriba ―dice Kat. Frunzo el ceño por ello. Arriane no ha ido arriba durante las horas de trabajo desde que estaba enferma. ―¿Está bien?

No tengo tiempo para esto. Me doy la vuelta y camino a través de la multitud, pasando las escaleras del patio y hacia los escalones que guían a mi apartamento. ¿La puerta está entreabierta? No pienso. Tomo los escalones de tres en tres. Kat, Ingela, ¿y Cameron? Todos están detrás de mis talones, siguiéndome tan rápido como pueden. Me detengo en la parte superior y giro, fulminándolos con la mirada, Ingela se ríe, y Cam se ve como que terminó en mi escalón por accidente. ―¿Te importaría? ―espeto. ―Olvidé algo que necesito ―dice mi hermana sarcásticamente. No puedo intimidarla, e Ingela no lo entendería si lo tratara. Suficientes mierdas ya. La adrenalina me tiene irrumpiendo a través de la puerta con demasiada fuerza, y detrás de ella, detrás de ella, encuentro a… Arriane. Está usando un mini vestido rojo y tacones altos. Su cabello cae en espiral sobre sus senos y hacia ese dulce estómago. Mayormente, sin embargo, está portando una grande, nerviosa sonrisa. Hay algo diferente en el apartamento.

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Ingela está a rebosar de secretos. Secretos felices. Está retorciendo sus manos y termina metiéndolas en los bolsillos de sus vaqueros, ignorando al cliente que le está ondeando uno de veinte.

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―Sí, umjú. ―Kat se encoge de hombros. La miro fijamente, tratando de leerla. Tiene la cara en blanco, de la manera que sólo yo puedo hacerlo. Familia. Le disparo una mirada a Ingela, y también lo hace Kat.

Noto el olor primero. Es distintivamente Arriane. Un aroma aflorado y condimentado que sólo obtengo al enterrar mi nariz en su nuca. Ahora, me rodea. Barro la habitación con mi mirada. ¿Qué demonios? Mis paredes… tienen mierda de sirenas en ellas. Cositas rosadas se mezclan con mis piezas de arte de color negro en los estantes encima del televisor. Cinco pares minúsculos de zapatos de mujer en el pasillo. Una palmera al lado de la ventana, vegetación regada por todos lados, de hecho. ―¿Nena? ―pregunto, encontrando sus ojos. La sonrisa de Arriane se tambalea un poco. Está preocupada. Sus manos están dobladas apretadamente sobre su estómago. ―¿Te gusta? ―susurra. Camino hacia ella, sostengo su rostro con mis manos y beso rechonchos, deliciosos labios. Inclino su cabeza hacia arriba y encierro su mirada.

―¿En serio? ―digo en un murmullo―. ¿Realmente, de verdad te mudaste? ―Sí… lo siento por las… ―¿Cosas rosadas vomitando por todo mi apartamento? ―¡Revisa tu habitación! ―grita Ingela desde nuestras espaldas. Cierto. Olvidé que tenemos público. Volteándome, halo a Arriane en mis brazos y la aprieto contra mí. ―¿Ustedes fueron cómplices de todo esto? ¿Quién salpicó rosado por todos lados? ―No parezco poder contener mi sonrisa. Se estira a través de mi rostro por sí sola. Ingela y Cam señalan y empiezan a darse codazos el uno al otro cuando descubren que la otra persona los ha delatado. ―¡No, fue este gay aquí! ―grita Ingela, mientras Cam responde: ―Me gusta demasiado el coño para ser gay, tonta. ―¿Quieres mostrarme la habitación, nena? ―murmuro en la oreja de Arriane. Su brazo… está desnudo, y le estoy dando escalofríos. Mierda. No puedo esperar por el resto de ella. Hoy es un maldito día jodidamente genial.

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―Tal vez lo haya hecho ―dice con una risita. Aún está nerviosa pero más relajada que antes de que la besara. Así que la beso de nuevo.

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―¿Te mudaste, Arria?

Asiente. Apoya su cabeza en mi hombro por un momento antes de guiarme hacia la alcoba. Nuestra habitación. ―Está diferente, cariño ―advierte―. Puedo cambiarla de vuelta. Detrás de mí, mi hermana y lo que parece ser todos mis empleados nos siguen hacia la alcoba. ―¿Por cuánto tiempo tendremos, um, visitantes? ―le susurro en voz alta. Su risa es entrecortada. Espero por Dios que la esté interpretando correctamente, que está lista para echarlos de cabeza por las escaleras para que podamos tener algo de tiempo solos. Me detengo en la puerta y miro. Seguro que está diferente. Esta habitación también es rosada. ―Tenemos… ¿qué…? estatuas ―pregunto aunque no pueden pasar desapercibidas. ―Dioses griegos. ―Se ríe.

―Eso diría. Me gustan las tetas. ―¿Cierto? ―dice Cameron desde la puerta. ―Esa es Afrodita, la diosa del amor ―dice mi chica, sonriendo. ―O la diosa de las tetas bonitas ―le canturrea Cameron a Ingela. Sin mirar, escucho el golpe que le da por encima de una oreja. Inhalo una respiración profunda. Absorbo que de alguna forma he obtenido cortinas transparentes drapeando alto por encima de mi cabecera. Sábana a juego, y una alfombra mullida en cada lado de la cama. Es ridículamente femenino. Muy Arria. ―Lo amo ―digo porque soy inteligente, y he caído bajo. Tomaré cualquier alojamiento para dormir, siempre y cuando esta chica, aquí mismo, me deje violarla. Y eso está a punto de suceder en exactamente dos minutos. ―¿Lo haceeeeees? ―Ojos violeta brillan con felicidad, y ninguna mentira ha sido jamás una mejor opción. ―Por supuesto, nena. Tienes buen gusto en… rosado. ―Durazno y crema. ―Correcto, exactamente.

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―Nop, sólo tres. Sólo son un poco grandes e imponentes.

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―Hay todo un ejército de ellos ―le informo, pero ella niega.

Kat se echa a reír. Mi indicación para voltearme y dirigirme a todos. ―Chicos, muchísimas gracias por ayudar a Arriane y ser parte de su sorpresa para mí. Estoy impresionado. Ahora, lárguense. Gracias. ―Aww. ―Por supuesto que Ingela está decepcionada. Mientras se despiden y caminan por el pasillo, lejos de nosotros, Cameron le murmura a Ingela: ―¿Así que te gustaría ser parte de un trío con ellos, eh? ¿Qué hay de malo con mis tríos? ―No, cabeza de moco. Sólo quería festejar ―es su respuesta. ―Es lo mismo ―dice Cameron.

―¿Qué? ―Tú y yo podemos hace el amor en cada superficie de todo el apartamento. Es nuestro, sólo nuestro. ―Frunzo el ceño. Mierda. Katsu. La sonrisa de Arriane se hace más grande. ―¿Estás pensando en tu hermana? ―pregunta. ―Sí. Bueno, cerré con seguro la puerta. Nos dejará ser. ―Ve a revisar su alcoba. No pregunto por qué. En lugar de eso, acecho por el corredor hacia la habitación de huéspedes, abro de golpe la puerta, y no encuentro ninguna de las ropas de mi hermana, maquillaje o equipo de computación. ¡Está lleno a rebosar con la mierda rosa! ―Sí ―gruño―. Sí. Sí. ¡SÍ! Regreso a nuestra alcoba. Hago retroceder a Arriane de vuelta a la cama. ―¿No te ordené que te quedaras quieta? ―siseo contra su garganta.

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―Quieta ―le digo. Doy zancadas y cierro el apartamento. Entonces, a propósito dejo que la puerta de nuestra habitación se quede ampliamente abierta―. ¿Ves? Nadie está aquí. Nadie entrará. La puerta del frente está bloqueada, ¿y tú y yo? ―Hago una pausa para agregarle efecto, lo suficiente para que Arriane responda con un:

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La puerta del apartamento se cierra detrás de ellos, amortiguando la música de Robin abajo. Empujo a Arriane a la cama y le doy a sus rodillas un pequeño golpecito para que se siente en el colchón en el fondo.

―Sí ―dice jadeando, tan lista para mí. Alzo su culo para así poder halar su falda sobre su vientre. Se recuesta en sus codos, observando mi mirada hambrienta a medida que absorbo muslos dorados, la manera en que su estómago se hincha sobre sus pequeñas braguitas. ―Dios, eres hermosa ―susurro―. Jodidamente te necesito tanto ahora mismo. ―¿Lo haces? ―Su voz es ligera, soñadora, y quiero devorarla también. ―Sí. Me vuelves loco. Finalmente, estás aquí. ―Lamo su vientre―. ¿Qué ocurrió? ―pregunto entre bocados de ella. Se arquea, dejándome quitarle su tanga. ―Tu hermana, se mudará a mi apartamento. Retumbo una carcajada mientras tiro de su vestido sobre su cabeza. El pecho de mi chica está palpitando, insegura de qué haré después. Exactamente como me gusta.

―Ingela tiene bastantes, además dejé las cosas grandes ―dice tartamudeando. A este punto, ya no la escucho. Su boca puede moverse, eso está bien. La haré que se siga moviendo. Jadeando. Malditamente chillando. Su rodilla… la doblo hacia arriba lo suficiente para disfrutar la vista de su culo. Al principio, lo acaricio ligeramente, y después le doy una nalgada juguetona. ―No te hare daño, nena ―susurro el recordatorio para ambos. Me acerco. Trabajo para quitarme mi pantalón lo suficientemente rápido y permito que mi polla se libere de la manera que quiere―. Toda la noche ―le prometo―. Toda. La. Noche. Ni siquiera hemos empezado, y está pidiendo por mí. Soy un adolescente. ―Mierda, Arria. Yo, ah… extraño estar dentro de ti. Extiende muslos dorados para mí. Encima de ellos, sus senos ondulan, areolas marrones hinchadas con madurez. ―Por favor ―susurra.

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―Tu viejo apartamento debe estar vacío ya ―murmuro, sin importarme en lo más mínimo―, sin ninguna mierda rosada para mi hermana.

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Su sujetador. Es inmenso ahora. Soy un hombre afortunado el cual puede ahuecar estas tetas deliciosas y apretarlas dentro de este nuevo y enorme marco. Pierdo la paciencia rápido, sin embargo, porque necesito mi boca en ellos.

Me subo, introduzco mi pene en ella lentamente. Su estómago está en el camino, y es lindo, hermoso, sexy, todo a la vez. Me aseguro de no apoyarme en ella. A medida que me deslizo dentro y fuera, construyendo el deseo en ambos, me recuesto en un codo, observando sus labios separarse en pequeños jadeos. ―Nena, te gusta esto ―le digo―. Te encanta cuando te tomo lento. ¿Puedes sentirme? Por supuesto que puede. Sus caderas se levantan contra mí. Me encuentran, me ayudan. ―Me… me gusta. Mi chica se aprieta a mi alrededor, la mejor sensación del mundo. ―¿Es bueno ahora? ―bromeo, sabiendo que preferiría no hablar. Su respiración es errática, y me inclino hacia adelante para atrapar sus suspiros con mis besos. Chupo su lengua, insisto. Estoy en su rostro, en su placer. Tan duro.

―Allí ―la apaciguo, mis labios en la oreja de mi mujer, resoplando a través de mi propio clímax. No puedo mantener mis ojos abiertos ya, porque es demasiado. Cuando me estremezco, ella me toma. Recibe mi liberación y gime. Aferra sus brazos alrededor de mi cuerpo y me acerca tan apretadamente que casi me preocupo por el bebé. Hay un sollozo en su voz. Lo escucho, y debería preocuparme por ello también. No puedo, sin embargo. Aún estoy saboreando cómo el estrés se vierte fuera de mí. La tensión de meses juntos sin tenerla realmente. La necesito. ¿Es mía ahora? ―Te amo ―me susurra―. Te amo. Te amo.

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―No ―lloriquea, inclinándose hacia mí en su clímax. Uno ambos brazos alrededor de la parte baja de su espalda y la empujo contra mí, montándola, cabalgándola.

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―¿Hmm? ¿Quieres que me detenga? ―pregunto cuando no me responde.

23. 7 meses y medio Todo lo que tengo es demasiado pequeño. Ninguno de mis pantalones estaba ni siquiera cerca de lo que Leon llama un "vientre saludable." Saludable por cierto. Y sólo va a estar más saludable.

Ruedo los ojos, resoplándome a mí misma, y a su elección de vestimenta. ―Sexy, cariño ―le ronroneo. Los ojos azul claro de Leon fluyen a mi cara, interpretando mi estado de ánimo. Entonces, se acerca a mí, toma la parte posterior de mi cabeza, y me tira hacia él. ―No, tú eres sexy. No importa lo que uses. ―Su pecho retumba con diversión―. Sí, no voy a ir allí. ―¿Por lo que me prefieres sin ropa? ―Ah, mi chica es un lector de mentes. El mes desde que me mudé al apartamento de Leon ha sido poco menos que increíble. Despertar cada mañana con él. Ducharme con él. Vestirme. Desayunar. El más pequeño detalle todos los días es mejor con este hombre. En el vestuario, lucho para mantener el equilibrio mientras meto un pie en un pantalón negro. Lo único es que la parte superior tiene amplias opciones para ampliar más en forma de globo. Se ven como una broma total y sin embargo una vez que los muevo hacia arriba, son perfectos. Por desgracia, hicieron este pantalón para mí.

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Está sosteniendo un enorme vestido, rojo. Es algo que no usaría ni en mi peor pesadilla. Débilmente, considero que su cuerpo no está cambiando. La gente tiende a usar plural para lo que estamos experimentando, como que estamos teniendo un bebé, pero, sinceramente, él está mucho mejor que yo. Leon podría ser, como, no está teniendo un bebé.

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―¿Este? ―dice Leon desde el lado opuesto de Big & Beautiful. Buen nombre para una tienda. En un pequeño pueblo las opciones de tiendas para las mujeres embarazadas son pocas, y éste abastece a todas las edades y tamaños superiores.

Empiezo a reír, y la voz de Leon se filtra desde fuera. ―¿Buen ajuste? Abro la puerta para él. No puedo dejar de molestarlo. Inclina su mirada sobre mi forma, mi extraña, extraña forma, no encuentra nada lo más mínimo gracioso. Su rostro de mármol se mueve en una pequeña mueca. ―No podría haber sido mejor. ¿Verdad? ―¡Exactamente! ―resoplo. Él arquea una ceja ante las lágrimas de hilaridad que se forman en mis ojos. ―Estás extraña. ―Quiero decir, ¿cómo sucedió esto? ―trato de explicarme, incluso levantando las manos, agitándolas sobre mi cuerpo como una varita. La más mínima sonrisa levanta el labio de Leon en un lado. Es lindo, arrogante, y mi corazón rebota un poco a su vista. ―Creo que fuiste noqueada ―me dice.

Leon está en uno de sus estados de ánimo de nuevo. Ocurre con más frecuencia últimamente, y no puedo hacer nada para revertirlos. Se retrae de mí, pasa sus mañanas en la sala de bolsas de boxeo, golpeando, golpeando en esas bolsas. Reproduciendo música, música horrible, tan fuerte que también podría estar en un club. Él me protege de sí mismo, dice, con el cerrojo que ha instalado en el interior de la puerta. Pero sé que puedo ayudarlo, solía ser mejor después de hacer el amor conmigo en uno de sus ataques violentos. ―No. Disfruta ―enuncia palabra por palabra―. Odio ser yo mismo y después saber lo que te hice. ¿Cuánto tiempo durarás conmigo si tomo todo lo que tienes en tu vida? ¿Cuánto tiempo va a durar de todos modos? Tengo siete meses y medio de embarazo, y ambos ―Leon y yo― somos muy conscientes de las pocas semanas que quedan de nuestro acuerdo. Si el bebé nace prematuramente, podría sobrevivir en el hospital en esta etapa.

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* * *

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―Tú… espárrago ―replico en una copia de la voz de Cam.

―Hay que darle el beneficio de la duda ―me dice Kat. Pasó para el desayuno de esta mañana de domingo, pero no ha visto a Leon todavía. Tuvo una pesadilla y ha estado en esa habitación desde las 5 a.m.―. ¿No es bueno para ti? ―No, él es increíble conmigo, Kat, pero no con él. Nada ha cambiado en el mes que he vivido con él. No está luchando contra sus demonios. No es más que… ―Trago y ordeno mi compostura―. Luchando allí. Es como si estuviera tratando de forzar todo de nuevo, bloqueándose de nuevo para que pueda mantener las apariencias. Los ojos de Kat se cierran sobre la humedad que no puede ocultar. ―Me gustaría que hubiera ido a ver a nuestro padre. Leon sólo tiene un demonio para exorcizar. ―Sigo diciéndole, créeme ―le digo. No quiero pensar en lo que sucederá dentro de seis semanas. Temo dos cosas: dar a luz, y… Dejar a Leon.

Una serie de golpes rápidos suenan en la pared de la sala de bolsas de boxeo entre canción y canción. Niego. Inclino mi frente en una mano. ―¿Cómo puede seguir adelante por cinco horas de mierda? ¿Está tratando de destruirse a sí mismo? ―¿Te dijo que papá está en el hospital otra vez? ―dice Kat. ―No. ¿Pasó eso ayer por la noche? Leon estaba tranquilo cuando nos fuimos a la cama. Y más exigente. Mi mano va a los moretones alrededor de mi cadera, donde su alcance llego. Kat sigue mi gesto con los ojos, pero no hace comentarios. ―Complicaciones de la enfermedad hepática. Necesita un nuevo hígado para sobrevivir. ―Vaya. ¿Es fácil de encontrar? ¿Un donante de hígado? ―Una risita se me escapa a pesar de mí misma. ¿Quién renunciaría a su hígado? ―No. Esto sólo ocurre si el cadáver correcto aparece, y la lista de espera es de un kilómetro de largo. Ya que es un alcohólico, es aún más difícil de conseguir. Hacen trasplantes con vivos también, de trozos de hígado de las personas, pero

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―Sí, lo sé.

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―Yo también. Él me evita ―añade Kat con una pequeña risa―. Le he estado molestando con tanta fuerza sobre esto que me rehúye cuando vengo a Smother.

alguien tendría que dar un paso adelante. Como parientes. ―Kat aprieta los labios para contener su propio ataque de risa fuera de lugar. Las dos estamos en mal estado en este momento, me parece. Empiezo a reír primero, y ella se une de todo corazón. No nos damos cuenta de Leon hasta que su intensa mirada me hace girar. En holgado pantalón negro de karate y un torso desnudo, se queda en la puerta, goteando, absolutamente lleno de sudor. Si no fuera por las circunstancias, su visión habría tomado mi aliento. Los ojos de Leon parecen aún más ligeros de lo habitual, en contraste con el flequillo negro azabache goteando sudor en sus pestañas. Cuando se mueve, gotitas brillan y gotean por su cuerpo tenso por el músculo que sigue vibrando de horas de abuso ―¿Qué es tan gracioso? ―pregunta.

Ante nosotros, la expresión de Leon se relaja. Un atisbo de diversión comienza en sus ojos y se extiende en plena hilaridad en cuestión de segundos. Se inclina, riéndose más de lo que le he visto reír antes. Kat se encuentra en medio de su propia carcajada. No pueden mirarse el uno al otro sin otro ataque de risas de nuevo. ―Eres voluntario, ¿verdad? ―dice Kat, y Leon se carcajea. ―Por supuesto ―logra decir, secándose las lágrimas ante lo absurdo del concepto. ―Un ciudadano tan excepcional lo necesita. Vamos todos a dar una rebanada cada uno ―continúa Kat―. ¡Voy a llamar a mamá también! De acuerdo, esto se está poniendo morboso. He dejado de sonreír, pero sus problemas, lo que han pasado por ese hombre, es más grandes que cualquier cosa que pueda entender dentro de mi infancia normal. Si esto es lo que necesitan para reír, sobre cuestiones irreparables y locas, entonces por todos los medios se hace. Camino al refrigerador y saco lo necesario para un sándwich; Kat y yo terminamos de desayunar, pero Leon necesita nutrición. Agarro la pechuga de

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―De los donantes de hígado y el donante de esperma que necesita un voluntario para una nueva pieza. ―No estoy segura de por qué me reía, probablemente por la situación en su conjunto. Esto parece ser lo que llega a ambos, sin embargo. Su humor torcido sobre su monstruoso padre realmente pone las cosas en perspectiva.

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Kat y yo intercambiamos miradas, considerando cuánto compartir. Ella tiene su mente alerta primero.

pollo frío y mezclo una ensalada rápida. Unto una generosa parte de ella en un baguette fresco y añado un poco de lechuga y pimiento rojo, un toque que Ingela me enseñó el otro día. Cuando le entrego mi ofrenda a Leon, pasa un brazo por lo que queda de mi cintura y me atrae cerca. Se relaja de nuevo, de buen humor, tal vez por el momento extraño que compartió con su hermana. ―Buenos días, dormilona ―murmura contra mi sien. ―Estas mojado. ―Fallo la mueca de asco. Leon toma un enorme bocado del sándwich, y traga antes de que responder. ―Es curioso viniendo de ti. No tengo ninguna queja cuando tú lo… ―Casi lo acaba, pero me las arreglo para cortarlo con un beso mientras Kat finge un gemido mortificado. Sabe a curry. Podría haber sido un poco generosa con mis especias―. Deliciosa. ―Él asiente, y puedo ver, literalmente, cuando el siguiente bocado pasa por la garganta. El hombre se muere de hambre―. Casi tan delicioso como tú.

* * *

Hemos tenido tres días de paz desde que Kat vino a visitarnos para desayunar. Leon pasa horas en la sala de bolsas de boxeo, pero sabe que estoy preocupada por él y no exagera. Fuera de su santuario, Leon es el mismo. Con expresión cautelosa y la cabeza bien alta, maneja su club y sus empleados con mano segura, como siempre. Pero nuestras noches no son pacíficas. En la oscuridad, cada centímetro de él se vuelve vibrante y tenso mientras me hace el amor. Sin poder relajarse, me reclama con dolorosa pasión obligada y su respiración se tensa en mi oído. Se despierta de un salto cuando duerme como si sus sueños fueran demasiado siniestros de soportar. Nuestra cama, que debería ser pacifica, se

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Las cinco horas en la sala de bolsas de boxeo funcionaron. Mi mano se aleja de su músculo oblicuo, hasta los pliegues de sus costillas, y descansa debajo de su brazo. Leon ha silenciado a sus pensamientos. Ocultado sus demonios. Ha surgido de nuevo como el novio que podía acariciar por siempre. La esperanza que siento ahora es ridícula, porque esto no cambia nada. Mi amor es una bomba de tiempo del que no puedo estar cerca cuando explote.

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―Jesús, Shishi estoy aquí ―murmura Kat―. Buenos días, hermanito ―le saluda cortésmente.

convierte en un lugar nervioso, muy agitado donde mi corazón galopa y me preocupo por él, por el bebé y por mi presión arterial. Cada noche que pasa, sus sacudidas se magnifican. Mi amor se sienta sobre sus codos, se acuesta otra vez, ya controlado en cuestión de segundos, y sé, sé que no podemos seguir así. La quinta noche, considero mudarme al cuarto de huéspedes. Por un instante, contemplo reclamar mi viejo apartamento. Sin embargo, es solo un pensamiento, porque Leon no necesita otro golpe de mí. Aun así, estoy asustada, por él y por mi embarazo, y no puedo soportar el estrés mucho más. Pienso en Kat. Desde que Leon comenzó a caer en espiral, hemos pasado más tiempo juntas. Las historias que me ha contado sobre su “donante de esperma” son horrendas. Porque amo a Leon, porque albergo una loca esperanza por nuestra relación, reflexiono sobre el método de Kat para lidiar con el pasado. Estoy empezando a pensar que el suyo, es la única manera.

En la sexta noche de molestias de Leon, respiro profundamente para obtener coraje. Tensándome, me preparo para la ira que le provocaré. Sin embargo, esto no puede quedar sin ser dicho. ―Por favor, ve a visitar a tu padre ―le susurro―. Si no es por él, hazlo por nosotros. Toca la lámpara para encenderla. Se inclina atormentado, mirándome con los ojos rosas. ―¡Joder! No digas eso, Arria. Haría cualquier cosa por ti y el bebé, excepto volver a ver a ese hijo de puta otra vez. ―Pero no estás mejorando, y es horrible verte ir cuesta abajo así. ―Détente. ¡Estoy bien! Confía en mí. Una vez que él muerda el polvo, todo estará bien. Siento un hormigueo desde la columna hasta el cuello por la preocupación. Me muerdo el labio porque estoy a punto de insistirle de una manera que nunca lo he hecho. ―Cariño, desde que empezaste a… perder tu enfr…

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“No es más que un hombre viejo, triste, sobrio”, me explicó el otro día. “Y el único deseo que le queda es pedirle disculpas a Leon”.

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Todos los días, Kat se somete a sí misma a la compañía del monstruo. Se lastima al hacerlo, pero dice que es como tenerle miedo a las alturas. Si te presionas a enfrentar a tus miedos en un ambiente seguro, el temor finalmente se disipará.

Leon me lanza una mirada. Quiere interrumpir, pero no lo hace. ―… he leído sobre lo que estás pasando. Todas las investigaciones psicológicas que hay por ahí dicen que si un individuo tiene la oportunidad de conseguir un cierre, un cierre real, antes de que muera su torturador, tienen una mejor posibilidad de alcanzar la paz después. En tu caso, si, por alguna razón, sobrevive, solo seguirás adelante con tu vida sin él en ella. Estoy asombrada de que me haya dejado terminar mi pequeño discurso. Mi amor respira fuerte, pero por todo lo demás, controla su reacción, sus iris dejan ver un brillo glacial. ―Fui con Kat la primera vez que estuvo en el hospital, Arria. Allí… bam. Cierre. ―¿Entonces, eso ayudo? ¿Estás satisfecho? ―le pregunto. ―No, no lo estoy. Solo necesito que se muera, ¡joder! ¿Está bien? ―¿Has visto detalladamente a Kat últimamente? ―lo provoco.

―¿De qué estás hablando? Créeme. Sé cuál es su estado ahora; nuestro padre la tiene controlada. Mi hermana pequeña está todo el tiempo preocupada por él, de duelo y otras mierdas… ¿Cuán retorcido como la mierda es eso? La agitación de Leon hierve a fuego lento en su voz. ―Si no hubiera llegado a tiempo, la habría violado cuando tenía diez años. ―Lo sé ―le digo sorprendiéndolo―. Kat me lo dijo. Se quedó quieto por un segundo. ―Vaya ―finalmente murmura. A Katsu le gusta la psicología. Ella y yo hemos tenido algunas discusiones interesantes las últimas semanas. ―Básicamente, las reacciones de tu hermana son las respuestas normales al duelo, y son más fáciles de superar que la culpa y el odio. ―Espero que estalle ante eso, porque la verdad… estoy diseccionando su dolor, siendo la pseudo experta en emociones humanas. ―Bueno ―me responde, sorprendiéndome―. Nunca me encontraré sintiendo culpa por mi padre.

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―No lo creo, Leon, porque si lo hubieras hecho, te habrías dado cuenta de cómo está ella.

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―Claro…

―Pero le pasa a la gente, aun cuando saben que no hay razón para sentirse culpable ―insisto. Eso es el colmo. Leon odia, odia mis palabras. Salta de la cama y golpea su puño contra la puerta. El rugido que le acompaña resuena en mis oídos, la conmoción inicial me sacude, haciendo que me encoja y tape los oídos. ―¡Joder, Arria! ―grita, dándose vuelta para mirarme―. ¿Puedes detenerte? ―Cariño, todo lo que quiero es… ―¿Es qué? ¿Destruirme? ―No espera una respuesta y se va a la sala de bolsas de boxeo y pone su rock de odio, canciones que nunca había puesto abajo o en ningún otro lugar. Desde enero, mi corazón y mi cerebro han estado en guerra. Ahora, los dos me están gritando más fuerte que nunca. Vete a la mierda de su vida.

Tomo asiento, con las piernas cruzadas, en el piso así puedo mantener un ojo en él. Asegurarme de que no se ponga en peligro a sí mismo. Mis brazos se amoldan a mi estómago, protegiendo al bebé de la música loca. No puede escucharla, me repito. El ambiente dentro de mí ya es ruidoso, con los sonidos de mi sistema digestivo silbando a su alrededor. Sólo los golpes débiles del bajo vibran a través de las paredes de mi útero. La fuerza de Leon es tremenda. Con el pantalón de karate puesto con descuido, golpea los puños como piedras en una bolsa, una y otra y otra vez. Trabaja en silencio, dejando que los gruñidos y rugidos de la música enferma escupan rabia, odio, odio. El bebé se encoje apretadamente en mi estómago, compartiendo mi adrenalina, mi miedo, cada sensación que pasa por mí. Compartimos tanto, él y yo, mientras vive en mí. A pesar de la desesperación en la sala, trato de calmarme, calmar mis nervios para detener la ansiedad de llegar a mi cálido núcleo viviente. No deberías estar aquí, canturrea mi cerebro. Si no te preocupas por ti, al menos preocúpate por tu bebé. Pequeños puntos manchan mi visión. Pestañeo. Cuando no se van, cierro los ojos por completo. Levanto las manos hasta las orejas para taparlas. Despierta y

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Esta noche mi corazón gana. Hace ese martilleo rápido que no me gusta, pero necesito estar aquí, vigilarlo, de la forma en que he anhelado desde que empecé a trabajar en Smother. Leon se olvida de echarle cerrojo a la puerta, así que me escabullo dentro. Quiero ser invisible. No voy a interrumpir, sólo…

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Quédate, arréglalo. Lo amas. No puedes ser feliz sin este hombre.

rebelándose, mi sangre se espesa en mis venas. No es momento de enfermarme. Me quedaré congelada hasta sentirme mejor, y luego, mañana, visitaré al señor Rosenthal para una revisión de emergencia. Me hundo contra la pared. Hago las técnicas de respiración que estaré haciendo cuando llegue el momento. En la habitación no falta el oxígeno, lo sé, puedo llenar mis pulmones todo lo que necesito, y sin embargo, esta sala me asfixia. La música de Leon se detiene abruptamente, pero mis parpados siguen cerrados. Estoy inhalando, exhalando. Permitiendo a mi corazón acelerarse por él. Me sacudo cuando siento sus manos en mi rostro. ―Arria. ―Su voz es suave, como si volviera en sí―. ¿Qué estás haciendo aquí?

Me fuerzo a abrir los ojos. No me estoy desmayando. Estoy consciente. No puedo distinguir sus rasgos desde mi oscuridad. Sus manos fuertes me agarran los brazos, queriendo levantarme, pero estoy demasiado débil para ayudar. No me puedo arriesgar a caer, así que sacudo la cabeza. ―Cansada ―le susurro―, me levantaré pronto. ―No, no, no ―dice tranquilamente. Aun así, me suelta y sus pasos se desvanecen por la puerta y lejos de mí. Me concentro en respirar. Hay un dolor flojo debajo del bebé en un costado. ―Sí. Tiene ocho meses de embarazo y tiene preeclampsia ―dice Leon desde el pasillo. Está al teléfono con el hospital, otra vez. Quizás… Puede que sea lo mejor.

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―Oh, cariño, cariño, no te me enfermes ―me susurra con voz ronca y tan cerca de mí―. Por favor… lo siento. No debería haberme vuelto loco y dejado ahí sola.

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Le responderé enseguida, pero estoy disfrutando del silencio mientras espero que mi corazón se desacelere.

24. Horario de visita

Leon está aquí tanto como le es posible, dejando a Christian a cargo en Smother. Hoy, sin embargo, Arriane y yo estamos solas. ―Te traje esto ―le digo, entregándole un par de diminutos pijamas, con pies. Dos patos se reúnen en un beso en la parte superior. Adorable. ―Aww, eres la mejor tía de todos los tiempos. ―Arriane sonríe, frotando la tela suave en la mejilla antes de ponerlo sobre su vientre―. ¿Cómo es que nunca le traes algo azul, sin embargo? ―¿Has tenido un ultrasonido para saber qué será? ―Ella no lo ha hecho. Esta soy yo haciendo alusión a por qué no compro cosas azul. ―No, pero es un niño ―explica con paciencia, de la forma en que lo hacen cada vez que alguien pregunta. Leon y Arriane están cien por ciento seguros del sexo del bebé. Él cree en la intuición femenina, por lo que mi teoría es que Shishi está seguro porque ella lo está. ―¿Ha venido Leon hoy? ―Arrugo el papel de regalo que arranqué y me siento. ―Sí, llegó al amanecer. ―Una triste sonrisa se dibuja sobre sus facciones, y al instante tengo un mal presentimiento. Mi hermano está haciendo lo correcto,

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Ella es una chica cansada entre su enfermedad y el bebé de mi hermano. Ha crecido mucho últimamente. El médico la sigue manteniendo en observación, y ella está agradecida de que no tengan que inducir el parto cuando Leon la trajo la otra noche. No estoy segura de lo que precedió a la visita de Emergencias, pero llegué tarde en la noche, y mi conjetura es que ella no estaba durmiendo cuando se enfermó. Espero que no estuvieran peleando.

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De repente, tengo dos personas para visitar en el hospital. Están en diferentes edificios, un garaje y un estacionamiento aparte. Con el donante de esperma, me quedo un máximo de quince minutos, mientras que con Arriane paso tiempo de calidad. Este es su segundo día aquí.

visitándola tan pronto como se despierta, pero no es suficiente para hacerla feliz. Deseo, no, necesito que ella dé detalles. ―¿Qué pasa? ―pregunto. Los iris de Arriane toman un extraño tono de azul, recordándome la lavanda. Flotan hacia mí lentamente, revelando un brillo brumoso. ―Kat, yo… Mi hermano se merece todo en este mundo. Claro, él es duro y dominante, pero incluso cuando era un niño, colocó la seguridad de los demás antes de la suya. Más de una vez he pensado en cómo podría haber sido si se hubiera ido de casa antes ―dejar de tener palizas y vivir en otro lugar― si no fuera por quedarse allí por mí, la hermana pequeña. ―… no creo que pueda hacer esto más. ―Mientras dice las palabras, su barbilla empieza a temblar.

―Pero no te hace daño, ¿verdad? ―pregunto, con miedo de la respuesta. Si Shishi se enoja, ¿hasta dónde iría? Y ella está en el hospital. No, no, no. Mi hermano nunca haría daño a una mujer. ―No. Él permanece encerrado en la sala de bolsas de boxeo, como cuando estabas para el desayuno pasado. Golpea, golpea, golpea, durante horas. Él hace estragos allí, Kat, y no me deja pasar. Leon se toma más y más tiempo para salir. Está perdiendo peso. Debes haberlo notado, tu hermano no tiene un gramo de grasa en él ya. Desde el cuello hasta los pies, absolutamente nada, cada centímetro de él, músculos, tendones y huesos. »Hace dos noches, insistí en que visite a su padre, lo que no he hecho antes, te he dejado esa parte a ti. ―Ella me da una pequeña risa, sabiendo que me está evitando―. En este punto, sin embargo, estaba desesperada por ver si podía influir. Él no se enfrenta a sus problemas. Sólo los enmascara. ―Lo sé.

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―¿Acaso Leon te contó sobre la noche que ingresé? ―pregunta. Niego―. Sus cambios de humor están empeorando, Kat. Se esconde detrás de ese su escudo tanto como puede, pero cuando se ve obligado a enfrentarse a cuestiones relativas a su padre, se enoja.

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―¿Qué quieres decir? ―Estoy tomando la mano de Arriane en la parte superior de la manta, provocando una lágrima liberarse y colarse por encima del borde de su ojo.

―Kat, han estado monitoreando la frecuencia cardíaca del bebé e insistiendo que esté en paz como sea posible estas últimas semanas del embarazo. No puedo tener más oportunidades… La corto y aprieto sus dedos que estoy sosteniendo. ―Arriane, voy a hablar con él, ¿de acuerdo? Es muy capaz. Mi hermano supera sus obstáculos… Ella pone mi mano en su mejilla. Es su turno para consolarme. Arriane es tan… "dulce" es la palabra. ¿Por qué Shishi es tan tonto? Él debe tomar esos malditos pocos pasos al coche y conducir hasta el otro edificio del hospital. Solucionar todo. ―Amo a tu hermano, Katsu. No hay nada que desee más que él estando bien, pero no puedo poner en peligro al pequeño por él. El bebé es mi límite.

―¡Deja de molestarme, Kat! Estoy tratando de mantener la calma, aquí. ¿Tienes alguna idea de lo difícil que es eso? ―Los ojos de Shishi se ponen grises. ¿Cómo están las cosas entre nosotros? Él solía poner mis necesidades antes de las suyas, haciendo todo lo imposible por mantenerme a salvo. Ahora, introduje mi pie en la puerta de su apartamento. Estoy entrometiéndome en su propio terreno, imponiéndome. ―Escucha, Kat. Arriane está enferma, y nuestro padre toma su dulce tiempo croando en el hospital. ―Shishi ríe en voz alta, no hay diversión en su tono. Sus palabras me pueden descarrilar tan fácilmente, aspiro, y me identifico demasiado, creando un obstáculo que no puedo superar. ―Déjame entrar ―le digo, y lo digo en serio de varias maneras. Mantengo mi tono bajo mientras trato de ingresar―. Arriane y yo tuvimos una charla. Estás a punto de perderla, Shishi. Por un instante, él está tranquilo. Entonces, tira de la puerta abierta y me deja entrar. ―¿Qué dijo? ―Rastrilla sus dedos por el cabello en un movimiento seguro, pero impotente, alimentando mi dolor por él.

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―Por favor, Shishi ―le digo de nuevo.

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* * *

Un pantalón negro de karate cuelga por debajo de su ombligo, como si hubiera estado pasando tiempo en la sala de bolsas de boxeo. No hay música filtrándose, sin embargo, y lleva una camiseta negra de Smother seca. Para mí, esto es una buena señal; no debe haber estado luchando con los sacos de boxeo cuando llamé. ―Arriane piensa que estás empeorando. Tiene miedo por el bebé, no que le harás daño a ninguno de ellos, pero la situación le estresa, lo cual es malo por la preeclamsia. Su enfoque está en mí, y por una vez toda su fachada está en ruinas. Esos ojos brillantes se oscurecen con pánico. ―¿Cuál es su plan, Kat? ¿Se mudará? ―Mira, ella está en el hospital, ¿verdad? No puede hacer nada acerca de su situación de vida, mientras está allí. ¿Por cuánto tiempo la tendrán?

Casa. Igual a su apartamento. Mi corazón se rompe por él. ―Bueno, si quieres otra oportunidad con Arriane, es necesario que te controles sobre papá. Su cabeza se mueve bruscamente hacia arriba, su mirada ardiente en mí. ―Maldita sea, no le llames “papá'” ¿Qué pasó con “donante de esperma”? De todas las personas eres la última persona de la que se merece escuchar ese nombre ―grita. ―Shishi, por favor. En cuanto a nuestra infancia se refiere, nunca será más que un donante de esperma. Pero mamá me crió para ser una buena persona, por lo que todavía me siento mal por él en algún nivel. No es más que una persona triste, enferma, que está lamentando toda su vida, ¿de acuerdo? No conozco a ese hombre, y simplemente me siento mal por él de la manera que uno se siente por… um, alguien en una película. Él no contesta, pero no estoy sorprendida de leer su completa falta de comprensión en sus azules acerados. ―Tienes dos días hasta que ella salga del hospital, Leon. Pásalos bien. Ve a visitar al donante de esperma. Habla con él. Si quieres contarle más cuentos de

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―Otro día o dos, dependiendo de las pruebas. Si todo va bien, debería estar en casa antes del viernes.

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Se cubre la mitad inferior de la cara con un puño, inhalando respiraciones medidas.

hadas, eso está bien conmigo, no me importa el tiempo mientras hagas lo que puedas. Se hunde en una silla en la cocina. Cubre toda su cara con las dos manos. ―Él necesita un donante de hígado, Kat ―dice. Su voz sigue siendo profunda y constante. Gracias a Dios, no está llorando. ―¿Por qué mencionas eso? ―le pregunto―. ¿Te estás golpeando a ti mismo, ya que no quieres darle un pedazo del tuyo? ―La hilaridad de hace unas semanas, cuando por primera vez le dije a Leon acerca de la casi imposible reparación del hígado de nuestro padre, se queda en mi estómago, con ganas de romper libre. Ahora no es el momento, sin embargo, porque Shishi no está viendo el humor más. ―Yo nunca haría eso ―dice con firmeza. ―Bueno, bueno, sería un riesgo para ti, y, ¿por qué demonios deberías darle una parte física de ti mismo para salvar a tu torturador?

Él se deja caer en la silla, con los brazos colgando a lo largo de sus lados hacia el suelo. ―¿Lo has considerado, Kat? ―Ni una sola vez. Y para ser honesta, no podría encontrar culpa por no ofrecerle un poco de mi hígado si buscara con una lupa. Un siseo escapa de Shishi. Él no me mira, pero su boca se levanta en un lado en una risa silenciosa. ―Maldita sea, Kat. Dices las cosas más raras. ―Soy una diseñadora de juegos. ¿Qué esperabas?

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―Hermano ―empiezo, tratando de molestarlo con la expresión, pero ni siquiera puedo conseguir una reacción de él―. Deja de obsesionarte. Detente. Porque puedo decir que lo estás.

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―Exactamente ―murmura en sus manos, y me uno a él, pasando mis brazos alrededor de mi hermano. Él está duro en todas partes. Necesito encerrarlo fuera de la sala de bolsas de boxeo, porque esto es ridículo.

No hablo con nadie mientras camino por el pasillo hacia la habitación de mi padre. Lo tienen en un cuarto solo, una pequeña pantalla en la parte de su cama de la puerta mientras me asomo. Katsu no sabe que he venido. Es sólo un impulso de todos modos, antes de que me dirija a mi chica y mi bebé en el lado opuesto del lote. ¿Cuándo fue la última vez que lo vi? Sin contar hace unos meses, ha pasado una década. La masacre continuó en aquel entonces, llamando a las puertas de las personas, exigiendo que le dijera donde estaban sus hijos… Niego. La ira hierve a fuego lento en mi pecho ya, y ni siquiera lo he visto. Miro mi reloj. Tres de la tarde, Katsu aún debe estar con Arriane, así que supongo que estoy haciendo esto. Fuerzo mis músculos tensos para relajarme, y entro en silencio. Expongo mi presencia a él sin decir una palabra. Nada más que tubos, máquinas, y un ramo de flores fuera de lugar lo rodean en esta habitación de mala muerte.

―¿Te dan lo suficiente para beber en este lugar? ¿Tienes la oportunidad de chapotear en Georgia Moon? ¿El bar del hospital tiene el más barato whisky y la más repugnante cerveza casera del mundo, o estás atrapado aquí sobrio, recordando el pedazo de mierda que eres, no pudiendo disfrutar de tus hábitos, inductores de ira? Él no responde, y por lo que Katsu me dice, no es porque no pueda. ―Voy a ser padre ―le digo. Sorpresa parpadea y muere en sus ojos apagados. ―¡Y eres un obstáculo de mierda en el camino! Al otro lado de este estacionamiento, se encuentra una chica que es tan dulce como nadie, nadie, la merece. Pero de alguna manera decidió amarme, y mi mujer está embarazada de ocho meses con mi hijo pequeño. »Sí, un niño ―continúo―. Debería ser una bandera roja para mí, ¿verdad? ¿Debería alejarme, asegurarme que no me convierta en ti, golpeando, golpeando a mi hijo y nunca preocuparme por si llora? La voz de mi padre tiembla desde la cama.

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No estoy aquí para una maldita conversación. Voy a perder la calma. Tendría que correr a casa a la sala de bolsas de boxeo como un idiota en vez de absorber el amor suave de Arriane. Sin embargo, no puedo dejar de preguntar:

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Mi padre es una mierda, la forma en que debería, teniendo en cuenta cómo ha vivido su vida. Ese maldito pulso todavía tiembla ligeramente por debajo de la piel de su garganta. Siente mi mirada y gira la cabeza en la almohada.

―Tú no eres yo. ¿Qué carajo? ―¿Estás hablando? Malditamente cierto no soy tú. Nunca voy a poner a mi hijo abajo. Gritarle. Patearle. Haciendo que tenga miedo por su madre o su hermana. Por supuesto que no. ―Leon, me alegro de que hayas venido. Quería decirte cómo… No puedo oír lo que está a punto de decir. No puedo escucharle pedir perdón. Si las lecciones de psicología de Kat tienen razón, él lanzando una disculpa y yo no aceptando no sería bueno. Y joder, estoy de pie justo para probarlo, viéndolo soltar la culpa de su pecho e inundándome con su materia oscura en su lugar.

―¿Recuerdas este movimiento, papá? ―pregunto. Una miríada de reacciones cruza sus facciones mientras rueda por el pasado en su mente―. Hmm, tal vez hayas estado demasiado borracho la mayor parte de las veces. ―Dejo su garganta para contar con mis dedos―. Uno: lo usaste en mí cuando no me gustaba mi sopa caliente, después de empujar mi cara en el tazón. Dos: lo utilizaste en mamá, si ella tenía demasiado miedo a permanecer en silencio. Tres: lo usaste en Kat la noche anterior en que la hice desaparecer de ti. ―¿Puedo hablar? ―susurra, así que no vuelvo a ajustar mi dominio absoluto sobre él de nuevo. ―Nop. Oh, papá, papá ―le digo, recordando otro fragmento para él―. Me dirijo a mi dulce chica, pero, ¿quieres un poco de historia para la siesta? Yo prefiero las que tienen un final feliz para mí. ―Lo suelto por completo y me estiro, emocionado sobre lo que voy a relatar―. Nuestro último cuento de hadas terminó con Kat subiendo a un avión con destino a San Francisco. ¿No estoy seguro si alguien te dijo lo que me pasó? Mira, regresé a casa un momento después. Todavía estabas en el baño, consciente pero incapaz de levantarte debido a mi pequeña venganza. ―Aspiro un suspiro de alivio ante el pensamiento―. ¡Qué extraña sensación de estar allí, estudiándote, y sabiendo que no podías lastimar a

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Sonrío, dándome cuenta de que voy a estar tomando el consejo de Kat de contarle cuentos de hadas. Sólo que con Kat desaparecida, pueden ser documentales arenosos.

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En dos pasos, estoy a su lado. Encorvándome y poniendo mis manos alrededor de su cuello, apretando. Tengo experiencia en esto. En general, uso el movimiento para aumentar los orgasmos de mis niñas rotas. Ahora, estoy obstruyendo el oxígeno del anciano para hacer que deje de gemir. Al instante entiende y obedece.

cualquiera de nosotros nunca más! Mamá había estado fuera de peligro durante años. Kat estaba en el avión para el Estado Dorado. ¿Y Yo? La sensación de poder que tuve cuando me di cuenta de que podía romperte, papá… Niego, pensando en mis emociones en conflicto, mi rabia por la comprensión de que yo soy mucho más fuerte que él. ¿Cómo si no lo hubiera sabido? ¡Yo podría haber golpeado su culo hace mucho tiempo! Quería aplastarlo una y otra vez. Partirlo en dos. Vivir en su casa para que pudiera aterrorizarlo a partir de este momento. Darle todo diez veces así estaríamos iguales. Ojo por ojo. Demonios, diez ojos por cada uno.

Me río a carcajadas, recordando cómo había estado todavía de niño, no aprovechando plenamente mis impulsos todavía. Cuando regresé del aeropuerto después de enviar a Kat a San Francisco, disparé golpes al aire sobre él en el suelo. Lo hice tan cerca de su cara que gimió, porque esperaba que le aplastara de nuevo. ―¿Disfrutaste cuando nos encogíamos por ti? ―le pregunto, asintiendo con la cabeza una vez para que él responda. Esto viene fácil para mí; lo leí como he leído a todos los demás, y ahora menea su nuez a través de la vergüenza del pasado. ―No pienso en eso ―responde―. Me gustaría poder pedir disculpas a tu madre. Tuve suerte cuando esta increíble mujer se enamoró de mí, pero entonces yo… ―Amigo, cállate. Respuestas simples, o voy a abusar de mi intensa superioridad física sobre ti. ―Guiño. Él inhala, con ganas de seguir adelante, sacando más basura que haría que se sintiera bien. El hijo de puta se calla, sin embargo, tan pronto como aprieto mi mano con fuerza, haciendo una media de rotación con el puño delante de su nariz y exhibiendo nudillos de hueso blanco. No es una técnica en absoluto, pero, ¿qué sabe él? Él nunca ha visto mi deporte y no tiene idea. Ahora, él sabe a dónde voy y cierra su fea boca.

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―Te dejé en paz debido al karate, papá. ¿Sabías eso? Durante años, me enseñaron sobre el respeto a los demás, acerca de la auto-disciplina, el perdón, la pérdida de mi ego. Aprendí a usar mi ventaja física como último recurso. Durante mi infancia, todo lo que me enseñaste por ejemplo fue lo contrario de lo que hizo hincapié mi sensei: fuerza mental es tan importante como el físico. Poner la otra mejilla. El control de uno mismo.

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La religión lo hace para muchas personas. Los inspira a alcanzar su pleno potencial. Para mí, lo que me sacó, mi deseo de convertirme en su peor pesadilla cada vez más persistente, fue mi dojo.

No necesito algo para que sea letal. Después de las últimas veces que mi padre y yo "charlamos," creo que él se da cuenta de que puedo matarlo con solo técnica. Soy diez años mayor que la última vez que saqué la mierda de él. Diez años más fuerte. Diez años más mortal. Puede que no haya dado a las respuestas de su familia un segundo pensamiento, pero no estaba borracho cuando finalmente me temió. ―Disfruté de tu miedo cobarde hacia mí en mi último día en casa ―le informo, una pizca de felicidad corriendo a través de mí. Te detesto. Hasta que la muerte nos separe. Y cuando nuestros ojos se encuentran, los blancos manchados de amarillo permanecen todavía bajo mi control. Aplasto la pequeña voz en mi cabeza. Suena un infierno como mi madre, susurrando la única palabra que nunca me preocupó de la formación de mi antiguo sensei.

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Perdón.

25. Embrollo Es extraño lo popular que soy desde que fui admitida en el hospital. Enfermeras y doctores son una cosa, circulan cada par de horas, ¿pero qué hay de los otros? ¡Es como si pensaran que estoy a punto de caerme de bruces contra el piso!

En cualquier momento que Leon viene, su nivel de autocontrol me asombra. Dudo que alguien además de Kat y yo entrevea la agitación detrás de su fachada. Hoy llega temprano. Solo se ha ido por tres horas, tiempo durante el cual he comido, tomado una siesta y aceptado una visita si anunciar de Katsu. Vagamente, me pregunto si Leon deja que Christian dirija la tienda completamente en este momento. Las enfermeras lo adoran. Lo dejarían asesinar impunemente. Cualquier cosa que pida Leon, la tiene, ¿y quién puede culparlas? Incluso las enfermeras al punto del retiro, quienes son realmente buenas con las políticas de horas de visita, detienen mi puerta abierta para mi novio. ―Gracias, Dorothy ―murmura, causando que ella asienta bruscamente, como si con esto borrara su casual manejo de las reglas. Al principio, mi amor eterno se detiene en la puerta, y reconozco su respiración. Es como suena cuando ha estado golpeado con furia las bolsas de boxeo, Leon mantiene su caos controlado a través de inhalaciones tranquilas y apenas audibles.

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Se supone que me relaje, recupere mi energía para poder afrontar las peleas diarias de una mujer embarazada con preeclampsia fuera del hospital. Los doctores todavía no han subido de categoría mi enfermedad, pero si tengo otro episodio del tipo de traerme aquí, estarían induciendo el parto, robándole a mi bebé tiempo de crecimiento en mi vientre con la finalidad de salvar nuestras vidas.

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Durante los últimos días, todos en el personal de Smother han venido, Kat viene, mi madre se ha mudado de nuevo a un cuarto de hotel de la ciudad, tomando ausencia por enfermedad del trabajo, y mi amor, mi amor agridulce que no puedo mantener una vez que salga de aquí, ha estado conmigo cada minuto libre que tiene.

Soy la reina de la postergación. Después de todo, ¿qué bien nos haría a alguno de nosotros si rompiera con él antes de ser liberada? No podría actuar en ello, acomodarme en mi propio departamento de nuevo. Esta mañana, el personal me rodó hacia una habitación doble donde una pantalla me separa de otra chica. Ella tiene la cama más cercana a la puerta. Leon se inclina así puede ver a mi compañera de habitación. Me estudia desde lejos antes de acercárseme, de la manera en que lo hace en el club. Siempre revuelve mi anticipación. Por mucho que sé lo que haré una vez que salga del hospital, mi corazón no está enterado del plan. Se infla y se apresura. Lo bebo, porque ahora puedo hacerlo. El bronceado cremoso de su piel, los suaves planos de su frente, el alto de sus pómulos. Hoy no hay barba incipiente espolvoreando sus rasgos. Su boca está ahuecada, lista para una sonrisa, el ligero dobles en las esquina prometiendo. Pero sus ojos…

Justo ahora, la persona de la que me preocupo es él. ―¿Cariño? ―Suspiro, permitiendo que mis ojos se ensanches y mi boca se abra―. Ven. Se apoya en el divisor, un puño agarrado alrededor del marco de metal. Miro hacia su mano. Es tan fuerte. Él es tan fuerte como esa mano. Solamente, me gustaría que la oscuridad que está enfrentando no fuera demasiado para un hombre que permanece de pie. No sé cómo lo maneja, pero me temo que se desplomará y no se levantará. Yo dejando a Leon. No importa cuándo, lo impactará. Trago un nudo en mi garganta y entierro el pensamiento. Pienso en el bebé. Viene hacia mí lentamente. Brillantes, tan brillantes ojos descansan en mí. Hay pena y sufrimiento en ellos. Pero también un trazo de… ¿esperanza? ―¿Qué has hecho? ―le pregunto, porque ha estado haciendo algo. Se deja caer junto a mí en la cama, acuna mi cara con ambas manos fuertes e infinitas, y hunde su boca en la mía por un beso. Su voz es tan baja como la mía cuando me susurra de vuelta.

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Me preocupo. Solo…

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Azules lechoso. Pupilas demasiado dilatadas. Está enojado pero detiene la desesperación. Mi corazón rebota en formas que no debería. Tiene que escucharme, y yo… tengo que dejar que el humor de Leon influencie mi sistema.

―Fui a visitar a mi padre. Tragó una rápida respiración. ―¿Lo hiciste? ―Sí. ―Se ríe, sonando como si no pudiera creer sus propias palabras―. Estaba despierto, y le dejé deslizar un par más de verdades sobre lo idiota que es. ―Bien ―digo. De acuerdo con Kat debe airear sus quejas―. ¿Estaba feliz? ―continuo sonriendo entre los besos que da a mis labios. ―Para nada ―admite en tono íntimo. ―Dímelo todo ―suplico. Necesito saber, esperanza brota en mi loco corazón mientras mi mente trata eliminarla. Y Leon me dice. Algunas veces, lo interrumpo con preguntas, y algunas veces se atasca, censurando sus palabras. Entiendo que estoy obteniendo la versión apta para toda la familia de lo que pasó.

―Lo hice. ―¿Sabes lo que me gusta más de lo que dijiste? ―¿Encontraste algo agradable en esto? ―pregunta Leon―. Ahora estoy interesado. ―Lo hice, la filosofía que aprendiste en tu entrenamiento de artes marciales. ¿Lo visitarás más tarde? ―Acaricio el costado de su cara. Por un segundo, parpadea y mueve sus labios hacia mi palma, respirando contra ella. ―Sí, por ti. Mi corazón tiembla. ―No, Leon. Por ti, así puedes mejorar. ―¿Tu amiga está dormida? ―pregunta en lugar de contestarme. ―¿Cuál amiga? Dedos ligeros delinean la forma de mi garganta y dibujan un camino hacia abajo de mi pecho. Se abren en la parte superior de un pecho, probando su crecimiento. ―Te extraño, Arria.

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Una sonrisa torcida atraviesa un costado de su boca.

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―Al menos tuvieron una conversación ―digo. Él duda en lugar de estar de acuerdo―. Le dejaste contestar una vez ―especifico.

―No, no ―jadeo en un esfuerzo de mantener mi voz baja. Se está refiriendo a mi compañera de habitación, y sus intenciones son claras―. Leon, no estamos aprovechando que está dormida. El hombre no está escuchado. Una palma ya se está escabullendo hacia la copa de mi sostén y se forma alrededor de mi pecho, masajeándome. Me endurezco ante su toque, y él lo nota de inmediato. Un gruñido susurrado sale de él mientras su boca va hacia mi oído. ―¿Sabes qué tan sexy es esto? Adoro tus senos. Y me encanta que incluso aquí puedo excitarte. Jadeo ante sus palabras. Leon puede no ser romántico, pero el hombre probablemente me puede hacer venir solo con su charla sucia. ―Detente… mejor dime más sobre tu visita.

¡Causa que piel de gallina suba por la parte interior de mi muslo hasta que me encuentra desnuda! Con nuestras caras separadas por centímetros, escucho cada palabra que respira. ―Sin bragas ―articula hacia mí―. Ah. Maldición, te extraño. ―Acaricia mi clítoris, bajo mi grieta hasta que encuentra mi entrada. No objeto, porque sus atenciones me hechizan. Mis pezones se endurecen, reaccionando ante su íntimo masaje. ―Te haré jadear, nena. Aunque no serán chillidos dulces ―enuncia como si le importara―. ¿Qué pensaría la otra dama? ―Leon, por favor… ―Me voy apagando. Es tan bueno con esto. Mis caderas se mueven contra él, facilitando su acceso, permitiendo que sus dedos se deslicen dentro y fuera de mí, a un paso seguro y tranquilo. ―¿Sabías que estás mojada como la mierda? ―Sólo capto lo que dice por el movimiento de sus labios contra mi piel―. Arria. Quiero hundirme profundo en ti. ―Me muestra su deseo introduciendo dos dedos en mi canal y haciéndome jadear―. ¿Lo quieres? ―inquiere roncamente―. ¿Sentirme dentro de ti? Mierda, nos estamos poniendo ruidosos.

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Mi amor suspira un inocente jadeo y recarga su mentón sobre mi hombro. Está demasiado cerca de mí para captar su expresión, algo más allá de su cara. Brinco cuando su mano se escurre bajo las mantas. Una palma acaricia mi estómago sobre la bata del hospital mientas la otra, la otra…

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―¿O… qué tal si hago esto? ―Leon deja ir mi pecho y se hunde en la silla junto a mi cama. No estoy segura de sus intenciones, pero por la travesura en sus ojos, estoy adivinando que no aprobaré su próximo movimiento.

―Leon, ella no puede notarlo ―murmuro, y en alerta por si la cama de la otra chica rechina. ¡Mierda, está tan cerca―. Porque… no deberíamos. ―Cierto. Te estás poniendo sucia. ―Asiente sobre mi hombro, y quiero reírme en medio de mi lujuria. Mi necesidad por él se eleva. Me encuentro tanteando a través de su pecho, bajo las filas de firmes abdominales, pero Leon se aleja. Se pone de pie, alejándose de mí para ver detrás de la pantalla. Parece satisfecho con sus hallazgos pero no habla cuando regresa. Con un vistazo con ojos brillantes, registra mi cara sonrojada. Luego, me da una sonrisa sexy y se deja caer sobre sus rodillas. Leon levanta el edredón lo suficientemente alta para mirarme. De repente soy muy consiente de mi posición. Para facilitar su acceso, mis rodillas se han separados. Jesús, esto es ridículo. Cubro mi boca. Hago un intento de cerrar mis piernas, pero Leon no piensa que sea una buena idea. Chasquea la lengua quedamente, me desliza más abierta y…

―Sshh, nena. ―Pasan dos segundos, y luego su cálida boca cubre mi clítoris, lamiendo y chupando, un gruñido entusiasta vibrando contra mi centro. Es despiadado, y estoy escalando, mis caderas moviéndose por sí mismas, ayudando, ayudando… Cuando me derrumbo, Leon deja salir un plácido resoplido contra mis pliegues. Me lame hasta que me retuerzo para zafarme. Manos apretándose alrededor de mi trasero, me mantiene quieta, pero su lengua se detiene, y una callada sonrisa envía una última sacudida de placer hacia mi abdomen. ―Jesús, Leon. ―Agarro su cabeza y trato de maniobrar con él alrededor de mi muy protuberante vientre. Se levanta y brinca en el colchón junto a mí. Ninguna señal de la agitación que antes había visto en sus ojos mancha sus iris. Dios, me encanta la sonrisa despreocupada que me destella. Es tan engreído en este momento. Tan lleno de él. Ah. Sus labios brillan… ¿por mí? Leon se acerca y me besa, y mis mejillas queman con vergüenza. Levanto la esquina de mi sábana para secar su boca, y por supuesto lo toma, mortificándome más.

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―Por favor, no. ―Jalo mis pantorrillas de alrededor de su cabeza en un fuerte agarre, pero es más fuerte que yo y las separa de nuevo. Aire frío fluye sobre mi área más privada, y justo ahora estoy tan sensibilizada, que estoy a punto de…

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Se agacha bajo mis mantas hacia mi… ¡Ah!

―Hmm, ¿qué es esto? ¿No te gusta tu sabor? ―Sshh, cállate ―siseo, causando que se ría más fuerte. ―Ah, Arriane, mi pequeña mojigata. Te amo. Mi sonrojo permanece mientras el ritmo de mi corazón se acelera. Tres pequeñas palabras. Con todo lo que ha hecho durante los últimos meses, no debería ser una sorpresa. Pero aun así lo es.

* * *

―Síp, al menos que algo loco pase. Estoy tan lista para salir de aquí. ¿Cómo están las cosas en Smother? ―¡Los novatos han llegado! Oh Dios mío, Arria. Leon ha decidido aplicar mano dura. Le ha dicho a Jason que esté atento con las identificaciones falsas y que rechace a gente. Sabes cómo los clubs de todas formas se llenan sin ellos. ―¡Bien! De todas formas Jason nunca ha estado a favor de pasar esas cosas. Siempre se lo recordamos ―digo―. ¿Tal vez el chico nuevo es mejor? ―¡Demonios no! Tiene su trasero atascado en su… eh. ―Esa no es la expresión, pero entiendo lo que quieres decir ―le digo mientras saca un labial rosa y se lo unta. Esta noche está tan arreglada―. ¿Saldrás a algún lado? ―cuestiono. ―Tengo la noche libre, así que me dirijo al Blood Bank. Están empacando ahí estos días también. Mierda, Arria, nunca he visto líneas más largas en algún lugar. ¿La única decepción en Deepsilver? ¡La escuela ha iniciado! Gruñe. Luego, estrecha sus ojos hacia mí. ―¿Tampoco te vas a registrar para algo este semestre, eh? ―¿Luzco como que estaré estudiando? ―parpadeo. ―Si, dentro de un, eh, carro de bebé.

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―¿Así que mañana te vas a casa? ―pregunta.

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Ingela se arregla su salvaje bob en el espejo de mano que ha sacado de su bolso. Cada mechón que toca es blanco como el lino. Para mí, estaría mal llamarla rubia platinada, porque todo lo que alguna vez he asociado con el termino es cabello exageradamente procesado. El de Ingela es natural, probablemente por la falta de sol y los duros inviernos sobre los que habla que paso en el Polo Norte donde nació.

―Cochecito. Sí, definitivamente. ―Sonrío ante de la idea de pasear con un bebé durmiente. Esperando que eso suceda más que arrullarlo en mis brazos con tapones en los oídos metidos profundos en mis canales auditivos―. Así que tendrás que participar en la diversión del bebé, Ingela. ―Seguro, lo pasearé alrededor de la ciudad y mentiré sobre que es mío. ―Sonríe amplio. Maldición, ese es un labial realmente brillante. ―¿Mi corazón? No se parecerá nada a ti, Inga. Se ríe disimuladamente. ―Oye, sólo diré que es la reluciente imagen de su papá. ―Tonta. ―Honestamente, todo sobre Ingela me alegra el día. Es divertida, valiente, directa como el infierno, acompañado por su encanto, la chica es un chiste andante. Lo que es el por qué mi plan a largo plazo es un poco más fácil de digerir―. Pero sí, no me importa que sólo lo lleves a pasear. Me mudaré del lugar de Leon. Jadea.

―Se lo diré una vez que esté de regreso en Smother. ―¿Por qué no te quedas con él? ―Está frunciendo el ceño al punto de fruncir esa pequeña nariz de botón que tiene. Sí, no apoya mi decisión. ―¿No quieres vivir conmigo de nuevo? ―bromeo, pero no está en el humor de chistes. ―Arriane, ¿cómo puedes hacerle esto a Leon? ¿Qué? ―Ingela, yo… ―Vaya, ¿por dónde empiezo? Me salva del problema continuando mientras todavía estoy rebuscando por una respuesta. ―¿Tienes alguna idea de lo que estarás haciéndole? ¡Te ama, Arria! Habla sobre ti y el bebé todo el tiempo. Siempre está revisando sus mensajes, llamándote, viniendo a ti, incluso cuando el club está lleno de gente y estamos vueltos locos. Y ahora está sacudido por lo de su papá y todo, y juro, Arria… ¡estoy segura que eres la única cosa que lo mantiene cuerdo! ¿De dónde saca todo esto?

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Esa es su primera pregunta. Genial.

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―De ninguna manera. ¿Lo sabe él?

―Ingela, no entiendes. Necesito hacer lo correcto para el bebé, y estoy demasiado estresada en esta relación. Incluso puedo no llevar a término al bebé si no… ―Amas a Leon como loca, ¿recuerdas? ―La voz de Ingela es severa―. Ni siquiera vayas ahí sobre pasar de él, porque obviamente eres estúpida. Ustedes chicos, están tan malditamente llenos de sentimientos por él otro, es asqueroso. ¿Asqueroso? ―¡Si amas a alguien, tienes que aguantar y no agallinarte. ―Acobardarte. ―Lo que sea, sólo no hagas eso.

Ingela clava sus ojos en mí sin remordimiento. ―… Christian va en la dirección natural; ¡Shannon se ha mudado con él! Mierda. Ingela rueda sus hombros como si hubiera terminado de ejercitarse. ―Tómalo o déjalo. Sólo son mis… em, cavilaciones sobre el tema. ―Eso diría. ―Porque tú eres impresionante, y te amo. ―Gracias, Inga. Creo…

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―Cambiando el tema, ¿tanto? Kat es una genial compañera de habitación. También me encantaba compartir el departamento contigo, pero no puedes detener al verdadero amor, Arriane. Creo que lo que ustedes tienen es bastante malditamente cercano. ¡Ha! ―resopla al final, y no contesto. Estoy tan sorprendida sobre su diatriba. ¿La dulce, optimista y tonta Ingela la ha tenido conmigo y mi mierda?―. ¿Qué tan genial sería eso? Lo estoy visualizando ahora. ―Levanta sus manos en un cuadro, enmarcando un futuro imaginario frente a nosotras―. Leon fulminado por una rotura de corazón, tratando de pasar a través del día en Smother con el amor de su vida, Arriane, también totalmente destrozada. El único sano en la casa, llevando el espectáculo, sería Christian, porque…

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―Realmente quieres seguir viviendo con Kat, ¿verdad? ―No puedo ayudarme. Todo lo que dice tiene sentido y la culpa sobre Leon acecha mi decisión.

26. Hogar

―Ellos no entiende, Arriane ―dice Ingela, sus ojos arqueados simpáticamente por mi sufrimiento. Luego, su mirada se dirige hacia donde estoy acomodando al bebé lejos de su posición sobre mi vejiga―. Aguántate mamá. Y entonces, ¿si no hacemos cumplir los sombreros de fieltro, por qué insistes que los gay lo entiendan? ―pregunta. Estoy trabajando yo misma. Muevo uno, un verdadero sombrero de fieltro delante de todos, es verde tipo Robin Hood. ―Cristo, ¡pero es tan fácil! ¿Esto luce un poco como lo que los chicos están usando? ¡Miren! ¡Miren! Un incómodo silencio sobreviene mientras los chicos se miran unos a otros. Jason encoge sus hombros desde el interior de su casco de policía. ¿Christian con su corona de laurel romana? No sé qué decir, estoy tan enojada. ―¡Ni uno solo de ustedes! ―jadeo a pesar del golpe en un lado que me dio la pierna del somnoliento bebé. 10

La Petite Menace: la pequeña amenaza.

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Estoy siendo mandona estos días. Creo que es por los malestares de mi enorme vientre combinado con que Leon me dio libertad de manejarlo. No estoy hecha para ser supervisora, como todos puedes notarlo. Leon generalmente me sonríe y me llama “La Petite Menace10” mientras los chicos del club a mi alrededor intentan seguir micro–gestión de órdenes.

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―No, la celebración del Día del Sombrero de Fieltro es diferente de la celebración del Día del Sombrero regular ―le explico a Cameron, quien está mordiendo un popote―. El único sombrero que pueden usar son los sombreros de fieltro. ―En realidad, es auto explicativo, y sin embargo por el brillo vacío en los ojos de Christian y Jason, Cameron no es el único perdido―. Está bien, miren. No vamos a negarles a las personas la entrada solo por… ―Miro el descomunal sombrero de Cam―. Eso, ¡quiere decir que todos somos conscientes de como todos tienen que sentirse!

El brazo de Leon me rodea por detrás. Apoya su barbilla en mi cabeza por un instante. No es de extrañar que no lo oyera en su oficina, mi amor es siempre silencioso. Con su pecho contra mi espalda, la tranquila orden de Leon, contrasta contra mis impacientes arrebatos. ―Subamos sus parafernalias a las paredes. Señala un montón de pequeños sombreros de fieltro de diferentes colores y cadenas de fieltro con forma de sombreros con luces. Las flores estilo ramos con sombreros de fieltro con tallos de flores. ¡He preparado esto durante semanas, y ellos lo han arruinado! ―Ingela, sabes dónde van, ¿cierto? ―pregunta él. ―Síp, donde ponemos todos los materiales de fiestas ―respondes Ingela. ―¡No, estamos a media hora de abrir, y nada se ha hecho todavía! ―Me doy vuelta en sus brazos―. Déjame…

―¿Ingela, esto es en serio? ―Estos jeans, están tan desgastados que juro que puedo ver su ropa interior color rosa por toda la raja hasta su culo. Una pequeña voz en mi cabeza se pregunta, sin embargo: ¿Cuándo fue que empezaste a preocuparte por estas cosas? No eres la dueña de Smother. Solía reírme de las payasadas de Inga, y ahora abro mi boca para regañarla. Leon me interrumpe, los brazos a mi alrededor con la montaña de emociones. ―El proveedor dejo un lote de dientes de león gratis por lo que está segura ‘”nuestra mascota, el conejo”. Vamos arriba y que ellos hagan el resto, ¿sí? Todo estará a tiempo para cuando abran las puertas. Después de tu siesta, vas a estar lista para el público. Me aleja del mostrador y vamos hacia las escaleras del apartamento, y se da la vuelta en dirección de Ingela. ―Pantalón del uniforme antes de abrir las puertas. ―Mi caprichosa amiga me da una mirada letal, pero ondea un pantalón hacia nosotros como una bandera negra.

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Me estoy enojando con él también, por dominante, y por hacerlo delante de los demás. Mi dolor de espalda. He estado de pie, presionando contra las respuestas de estos hombres que seriamente me desafían todo el tiempo en lo que Leon ha estado hablando por teléfono con los proveedores. Ingela llegó por lo menos media hora casi sesenta minutos más tarde de lo previsto, y lo que lleva puesto, está casi desnuda.

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―Cierto, estoy tomando tu pequeño amenazante culo, para que ellos puedan trabajar y tú puedas tener tu siesta antes de la hora del espectáculo ―me explica.

―Duh, me iba a cambiar. Sabelotodo.

* * *

Leon está en la sala de bolsas de boxeo. Por el sonido, sé que está pateando hasta la mierda que tengan sus sacos de boxeo. Ni siquiera se ha tomado el tiempo para encender su música endemoniada. Suprimidos gruñidos se filtran con cada golpe. Leon regresó de visitar a su padre, entró por la puerta como un tornado, le dio un áspero beso a mis dientes y se encerró.

Katsu y yo somos diferentes, pero nos caemos bien en una variedad de diferentes niveles, además de nuestro amor por Leon. Me enseñó a meditar. Estoy tratando ahorita, con la rabia de Leon a un par de habitaciones. Pongo música relajante de varios instrumentos Cruzo mis piernas sobre la esquina del sofá antes de cerrar los ojos. No soy buena en esto de pensar-en-una-única-palabra- pero mi fuerza reside en mi dedicación tenaz. Dentro de un minuto o dos, mi corazón se ralentiza, que es lo que el bebé necesita. Cuando el odioso rock de Leon retumba de repente por toda la habitación, interrumpo lo que estoy haciendo y cierro la puerta de entrada. Ahora tengo que empezar de nuevo, porque ese ruido pone mi estrés a toda marcha. Antes que pueda obligar a mi mente a obedecer, recorro todas mis preocupaciones. Leon es naturalmente un poco perceptivo. ¿Son sus visitas ayuda para su padre? ¿O es que él ha aceptado el castigo por lo que no debería considerar mudarme?

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Su hermana me sigue cada día, manteniendo una estrecha vigilancia sobre mi estado de ánimo. Me molestaría si no fuera tan agradable. Ella viene, me pregunta cómo me siento ―también cómo se siente Leon― porque él no le cuenta mucho a ella. Me da estímulos y consejos que esperarías de una mujer vieja y sabia a pesar de que solo tiene veinte años. Ha pasado por mucho en su vida y conscientemente asimilarlos después de los golpes debe ser lo que la hace especial.

200

Las palabras de Ingela en el hospital me causaron un gran impacto. He estado en casa de Leon por una semana, y no le he mencionado que se tambalea nuestro acuerdo y quiero cambiar el espacio con Kat. Él trabaja duro para evitar que su oscuridad me moleste, así que es razonable que yo haga lo mismo con mis miedos.

Si la preeclampsia no enloquece, nuestro bebé nacerá en cuatro semanas. Es una larga espera con mi cuerpo que ya no me pertenece. Estoy pesada, llena hasta el borde con agua en cada articulación y debido a mi presión arterial, estoy tomando pastillas para no retener más. No quiero ni imaginar cómo me sentirá sin tomar las pastillas. Inhalo profundamente, preparándome para la sesión de meditación de nuevo. Por supuesto mi mente se desvía a técnicas de respiración para que la gente dé a luz. Las he aprendido, incluso las práctico. Por mi vida, aún no entiendo cómo hacen una diferencia cuando se supone que una chica tiene que empujar para expulsar algo enorme. Respirar. Levanto la mirada para ver mi reflejo en el espejo. Este se tambalea con cada ruido de la “música” de Leon contra las paredes. En el centro, mis ojos me miran. Diablo maldito, tengo que recuperar el control. ¿Cómo era el mantra que Kat me dijo para meditar? Una sola palabra, cuando hay tantas pasando por mi cabeza.

Cuatro. Semanas. Ese es el margen de tiempo para que acabe. Puedo alejar mi pensamiento sobre el parto, estoy jodida por todo esto. Pero algo tiene que ocurrir, como mañana, y es algo que no puedo evitar más: las compras para el bebé. Hasta el momento han sido mínimas. Solo porque no puedo decidir dónde estaré viviendo cuando nazca. No he comprador el cochecito, la mesa para el cambio, diablos, incluso la silla para el carro. Va en contra de mi instinto de anidamiento posponer esto, que podría ser la razón por lo que me obsesiono más que nunca con las fiestas especiales de Smother. Mañana. Estoy tan cansada. No. Por el pequeño. Sé qué decisión debo tomar.

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Mi vientre. ¿Se suponía que se hinchara tanto? Es normal, dicen, pero, Dios todopoderoso, ¡tengo cuatro jodidas semanas todavía para el parto! Esto es cuando mi bebé comienza a subir en serio de peso. No me sorprendería si me parto por la mitad.

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Ooooooohm.

Ella me dice que necesita comprar las cosas del bebé. Me preguntaba acerca de ello, cuando las parejas posponen las compras de la cuna y demás mierdas. Ella traga un bocado de lechuga sin aderezar, en su boca. Incluso para el desayuno es su comida favorita actualmente. Al menos lo combina con pan. Mi chica suspira. Hay un brillo en sus ojos que me preocupa. Está a punto decir algo que no me va a gustar. ―Cariño… ―Nena, piénsalo dos veces ―digo abruptamente. Arriane traga, sorprendida. Una mano va a la parte superior de su estómago que está llegando ahora a sus pechos ―Leon, yo…

―Leon, tengo que ser inteligente ―dice Arria en voz alta. Su voz tiembla a través de sus lágrimas. Está llorando. No puedo tomar esto si está llorando. Estoy abajo de la silla y de rodillas a su lado. ―¿Por qué haces esto? ―le pregunto―. ¿No he sido bueno contigo? ―¡Sí! ―dice con voz ahogada―. Pero necesito decidir dónde van a estar las cosas del bebé. Tiene que ser en mi apartamento. ―Aparto su cabello, las lágrimas en mi pecho se intensifican. ―No, no es así. ¿Te estás mudando hoy, enviándome de vuela a Kat? Arria sorbe y levanta la mirada. ―No, todavía no, yo… iba a quedarme aquí hasta el último mes. O lo que dure… ―continua, insegura. ―Estás confundida ―digo al fin. ―No, esto no es confusión. Te amo, y estoy agradecida por como eres conmigo, me gustaría que pudiéramos conservar lo que tenemos. ―Entonces no lo destruyas.

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Ella deja escapar un pequeño sollozo antes de que sus manos cubran su rostro, estoy en lo cierto. El plan rosa es para abandonarme. Dejarme. Si no como el padre de nuestro bebé, al menos como su hombre. Tiene que haber un corte dentro de mi pecho porque estoy tan adolorido que el dolor se esparce desde el centro hasta mis brazos.

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―¿Me estás dejando? ―La miro fijamente, desafiándola a continuar.

Ella se hunde junto a mí a pesar de que me dice que quiere irse. Estoy aliviado de que no esté más allá de anhelar mi abrazo. ―No quiero nada más que estar con ustedes dos ―susurro, abrazando su exuberante cuerpo. ―¡También yo! Pero… ―Sus lágrimas mojan mi cuello mientras se entierra en él. Está devastada y no puedo entender por qué. Por lo que comprendo, estoy poniéndome una “A” hasta el momento. ¿Por qué me quiere dejar hecho polvo? ―¿Es la sala de bolsas de boxeo, huh? ―digo. Mi Arria lanza una respiración profunda por la nariz, tratando de recobrar la compostura. Por un momento se aleja para mirarme. Esos magníficos ojos violeta brillan por el dolor de su propia decisión.

―Escúchame, nena. ―Tomo su rostro y lo inclino hacia mí. La beso antes de levantarme y la halo para levantarla conmigo, consolándola―. Todo va a estar bien. Voy a hacer una cita con un psicólogo, ¿de acuerdo? Voy aplastar a la bestia. No voy a permitir que interfiera con nosotros. Mientras tanto, vamos a comprar las cosas del bebé, y mantenerlas aquí en el apartamento… ―No, Leon, no puedo. ―¿Pueden Kat e Ingela meter todo lo que necesitas en tu apartamento? ―No, pero puedo tal vez dejar algunas cosas con el propietario. ―Ella reflexiona esto, el almacenar basura en lugar de tenerlo aquí. Eso está bien. ―Aquí está mi sugerencia. Tenemos una habitación extra aquí. Vamos a convertirla en el cuarto del bebé. ―Oh, cariño, por favor no… Me está rompiendo el corazón. Y no necesito decirlo en voz alta.

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Ahora no es el momento de dejar salir el resoplido burlón que se estaba formando. Tenía que evitar que se deshiciera de mí de nuevo. Seguro, estaba sobrellevando las visitas a mi padre, incluso durante las semanas que el hospital le permitía quedarse en su propia casa, pero no porque eso me ayudase. Lo hacía por ella. Así que auné fuerzas, sabiendo que no vería el montón de mierda que creo que es.

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―Sí. Si fuera solo para hacer ejercicio, estaría entusiasmada con la sala de bolsas de boxeo, te deja sacar un poco de energía acumulada… pero necesitas la sala de bolsas de boxeo para mantenerte cuerdo, Leon. Lo que realmente necesitas es ayuda profesional. ¿Has considerado eso?

―Arria, entiende esto: él es mi bebé también. Va a tener una habitación en esta casa, incluso si nunca quieres volver a verme. ―Mi voz aumenta con esa declaración. Es tan cierto. ¿Este pequeño niño? Va a tenerlo todo―. No quiero pensar en ti dejándome. Vamos un paso a la vez, ¿está bien? Diablos, estaré comprando doble de todo si necesitas una red de seguridad. Enviamos un juego a tu arrendador si consigues ponerte de acuerdo con él, y otro aquí para para el cuarto del bebé. La he sorprendido. El aire en la habitación pierde la tristeza. Ella sorbe y levanta la mirada para encontrar la mía. ¡Es eso una pequeña sonrisa formándose en sus labios? Me inclino y los degusto. Ella me deja. ―¿Eso te hace feliz? La pequeña sonrisa se extiende. ―Sí… esto no quiere decir… ―Sshhh ―la calmo―. No. Vamos a disfrutar del último mes. Vamos por las cosas para él, ¿de acuerdo? Hagámoslo juntos como se supone que se hace.

―Sí. Te amo. Mucho ―musita. Lo siguiente que digo, quiero decirlo. Estoy empezando a entender. He hecho todo lo posible para hacerla confiar en mí. Si ella no está comprometida en unos pocos meses conmigo… ―Mira, Arriane, creo que tienes tus propios demonios con los que pelear.

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―¿Me amas? ―Porque ahora mismo, necesito la confirmación. Necesito saber que no soy un imbécil bueno para nada.

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Ella traga con dificultad. En un impulso pregunto:

27. Juerga Comprar con Leon es algo más. Sé qué esperar esta vez, después del último viaje por ropa de maternidad. Mi vejiga no es lo que solía ser gracias a mi pequeño, y estoy de regreso de otra pausa para orinar.

―Ésta tiene un asiento reversible que puede ser bajado hasta hacerse cama. La manilla también es reversible. Probablemente sea la única opción aquí para nosotros. Inhalo una respiración, saliendo de mi pequeño trance. ―Cariño, cuesta malditos novecientos dólares. ―Shhh, ¿te gusta? El negro es agradable, pero puedes escoger otros colores. Rosa brillante… ―Controla su expresión, pero su manzana de Adán rebota con disgusto. No puedo evitar sonreír. Leon está siendo lindo, y es demasiado. ―Por supuesto que la carriola es hermosa, pero podemos hacerlo con menos. El bebé no pasará mucho tiempo en ella, sabes ―digo, besando su mejilla. ―Arriane, ésta es la única con un colchón aero-sleep. ―Leon se gira completamente y me mira a los ojos, esperando que lo entienda. No lo hago. ―Está bien…―Mi falta de experiencia en el departamento de colchones brilla de todas formas, así que admito―: ¿Son particularmente de muerte? La expresión de Leon es vidriosa de nuevo. Está de vuelta al mármol suave y frío.

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Se detiene a pensar, completamente inmóvil en su atuendo todo negro. Algunas veces esa inmovilidad hace que luzca felino. Ahora, se inclina sobre el Rolls Royce de los cochecitos, considerando. Azules claros se levantan hacia los míos tan pronto como estoy lo suficientemente cerca para que él me note.

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Con el ojo de un profesional, mi ricura de hombre está ocupado escrutando cochecitos. Prueba las ruedas, asegurándose que no se romperán incluso si terminamos cargando la cosa con bebés elefantes en lugar de humanos.

―Bueno, el bebé realmente lo apreciará mientras esté durmiendo la siesta. ¿El negro está bien? O… ¿rosa brillante? ―Una pequeña mueca atraviesa sus rasgos, y es simplemente divertido. Aparentemente, Leon es alérgico al rosa brillante. ―Está bien, rosa brillante está bien ―digo. Dado que no contesta de inmediato, pongo mis brazos alrededor de su cintura, porque a diferencia de mí, como el infierno que él tiene una cintura, y presionó mi mejilla en su pecho―. Sólo bromeaba. Negro está bien, cariño, pero al menos que tú pagues, no hay manera. Resopla mientras me abraza. ―Te dije que las compras van por mi cuenta. Por el pequeño, estamos comprando sólo lo mejor.

Dejamos la tienda de bebés con tantas cosas que mi cabeza gira. Trato de ayudar, cargando mis brazos, pero soy dejada cargando una sola bolsa de ropa de bebé una vez que Leon me alivia de mi equipaje. Apunta al empleado para empujar la mesa para cambiar, también de la línea Rolls Royce, hacia la parte trasera de la camioneta, y una cuna enorme y hermosa que se balanceará, en todos los sentidos de la palabra, una vez que esté armada. También me regala la silla mecedora para mamás para cuando amamante al bebé. No hubiera pensado en eso, pero nuestra vendedora en la tienda es la dueña, y rápidamente capta que Leon no pregunta los precios o las necesidades reales de los artículos que recomienda. ―Cariño ―gruño cuando estamos de regreso en la camioneta―. ¿Estás seguro? ¿Te das cuenta que pudiste haber comprado un auto pequeño por el precio de todo esto? Sus ojos destellaron, vagando por todos los accesorios de maternidad y en cómo me ajusto perfectamente el cinturón de seguridad. ―Asiento de bebé para auto ―nos recuerda. Mi espalda duele.

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Mientras más dulce es Leon, más peleo. Ve, no me enamoré de él por su entorno misterioso o sus entrañas dañadas. Dentro de las semanas trabajando en Smother, encontré amabilidad innata debajo de su imponente fachada. Vi profunda empatía y lealtad en la forma en que trataba a sus empleados. Cualquiera que dependa de él. Mientras más revela de sí mismo, permitiendo que su lado dulce y cuidadoso se muestre, más caigo por él, ¿quién sabía que el amor duele? Cierto que hacen canciones sobre eso pero… ¿en serio?

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El pequeño. Aww

―¿Tengo que entrar de nuevo? O podemos tomar las cosas con calma, una cosa a la vez. ―Ruedo mis ojos ante la imposibilidad de eso. Esperamos un rato para prepararnos para el bebé, pero ahora Leon se precipita hacia la puerta de inicio, está llenando toda la cajuela de la camioneta. ―Quédate aquí, Arria. Sólo hay una opción. ―Jala su cabeza hacia el escaparate―. Si tienen varios colores, te gustaría… ―Rosa brillante. ―Sonrió―. O nada. Sólo consígueme un latte. ―Escúchala ―murmura, sonriendo. Luego vuelve dentro, siendo encontrado por la servil dueña de la tienda en la puerta, y sale de nuevo en dos minutos con otro Rolls Royce, que ocupará la mitad del asiento trasero de la camioneta―. La caja en que venía era enorme, así que la dejé ―me informa innecesariamente.

―Tú estabas desmayada pero el bebé no ―susurra Leon. El bebé se enrosca como un gato grande y durmiente dentro de mí. Se estira y busca la forma en que está más cómodo. El pequeño está por todo el lugar, a veces me pregunto cómo hay lugar ahí para todos mis órganos. Por el momento, tiene una extremidad completamente extendida que está deformando mi vientre. Desafortunadamente mi camisa es de la variedad que se estira y es cómoda, pero hace que se estire sobre mi estómago y realmente muestra la repentina falta de simetría. Uso ambas manos para llevar mi vientre a su lugar. En frente, por favor. ―Oye ―dice Leon, su voz baja como si todavía estuviera enferma―. No hagas eso. Lo estás perturbando. ―Pero él me está perturbando a mí. ―Me rió―. Deberías intentar tener una bala de cañón humana dentro de ti algunas veces. Una que le guste ponerse en formas locas y presionar en las esquinas extrañas de ti hasta que difícilmente puedes respirar. ―Lo hago sonar peor de lo que es. ¿Aunque la parte de respirar? Inhalo profundamente, porque honestamente a Dios, los intestinos son una cosa, pero si sólo pudiera dejar en paz mis pulmones. Oh, y mi vejiga.

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Me despierto lentamente, con la mano de Leon en mi estómago. Después de atender mi necesidad de lattes descafeinados y bagels, oscilamos hacia la tienda de pintura. Aunque estaba demasiado cansada para entrar, o para mantener mis ojos abiertos, dicho sea de paso. Esta cosa del embarazo me agota.

207

* * *

―¿Ya estamos en casa? ―Levanto mi mirada de mi pequeño mundo Leonbebé y me doy cuenta que ya estamos estacionados afuera de Smother. ―Síp, tiempo de pintar ―dice el papá de mi bebé. No se hace el tonto. Yo, justo ahora no quiero pintar. Quiero dormir. ―Desearía poder hacerlo, cariño. Los gases, sabes, no son buenos para el bebé. Estrecha sus ojos, antes mis formas arteras. ―Cierto. ―No dice lo que seguramente piensa, que estoy llena de basura y que nunca compraría pintura dañina―. No tomemos ningún riesgo. Quédate en la sala de estar, continúa con tu siesta y yo colorearé esto. Parpadeo inocentemente. ―Una vez que esté seco, pondré las cenefas.

―¿Sabes que estás tan sexy como el infierno con mi bebé dentro de ti? Me balanceo por un momento para levantarme de mi asiento, pensando en cómo no soy sexy. Justo ahora, n puedo entender el destello en sus ojos. Veo hacia mi amor. Cuerpo delgado y absolutamente bien esculpido, y labios rojos y en forma de puchero. Mechones de cabello negro azabache acarician la parte alta de sus mejillas y sus oscuros ojos brillan. Maldición. Estos días ni siquiera venimos del mismo planeta. ―Es curioso que digas eso, querido Leon. No estás en tan mal estado también.

* * *

La música ya suena escaleras abajo, pero Leon ha mantenido su palabra. No iba a dejar el departamento hasta que la primera capa del verde azulado pastel estuviera extendida a través de las paredes de la habitación de invitados. Estoy en la puerta, mirando como sumerge el rollo de pintar en un pequeño cubo de agua. ―Mañana en la mañana, pondré otra capa, y estaremos listos para poner las cenefas. ―Mira hacia la dirección de los rollos repletos de bebés dinosaurios color pastel. Sonrío amplio. Realmente son las cenefas más lindas de todo momento.

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Mientras sale de la camioneta, se detiene por un momento, realmente buscando por mí. Sus ojos vagan por mi forma de amiba.

208

―Plan ―confirma, levantando su mano para un choque de manos, y agradecidamente, la choco.

Leon no regresa mi sonrisa, pero un sutil brillo en su mirada demuestra que aprecia mi reacción. ―Es tan bello, Leon. No me puedo imaginar esto como en nada más que una habitación de invitados; pero oye, se está volviendo una guardería, ¿cierto? Mi hombre domesticado establece sus puños sobre sus caderas y le da a su trabajo una revisión rápida. Está contenido. Ah, cuánto me gusta el Leon contenido. ―Mejor que lo esté ―replica. Luego, me saca del cuarto, acercándome tan fácil para poder cambiar al Leon no doméstico. Toma mi cara con sus manos cubiertas de pintura y succiona mis labios―. ¿Quieres jugar antes de trabajar? ―canturrea, necesitándome.

―¿Así que me quieres toda sonrojada para la primera parte de la noche, escaleras abajo? ―Hmm, sí. Nada mejor que verte a través de la habitación con mi expresión favorita en tu cara. ¿Y aquí? ―Toca la piel de mi cuello―. Aquí es donde me vuelves loco. Te enrojeces, Arria, cuando has sido complacida una y otra vez. Jesús. Está bien. Maldita charla sucia. ―Dormitorio. Ahora. ―Sólo estoy parcialmente bromeando. El ritmo de mi corazón ya está acelerado, preguntándose qué hará conmigo. Leon se ríe, su voz engañosamente baja. ―Demonios, sí.

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―Eso creo ―murmura contra mi boca, sus manos ya bajo mi camiseta. Acariciando hacia arriba del aumento en mis costados, sus dedos extendiéndose sobre cada costilla―. ¿Un poco?

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―¿En serio? ―pregunto a pesar de que debería estar acostumbrada a su manejo del sexo. Parte de mi cuerpo vuelve a la vida, mientras otra solo está durmiendo profundamente. Como mi cerebro.

28. Último recurso ―Tenemos que hablar en algún momento ―le dije a mi hermano. Arria está a tres pequeñas semanas para dar a luz. Ella y yo somos cercanas ahora, y me mantiene informada del estado mental de Shishi. Está todo basado en la frecuencia en la que él está en la sala de bolsas de boxeo y cuando se va en su motocicleta.

―Leon, te quedan días para poner las cosas en orden con el donante de esperma. ¿Qué si cae en coma y no se despierta antes de que lo hagas? El banco es un bloque de Smother, que es a donde se dirige él. Sólo le estoy acosando- molestando. Leon se para y se gira hacia mí. La voz de mi hermano tiene ese tono bajo amenazante, prefiero no estar en el extremo receptor cuando me responde. ―Katsy. Hago todo lo que puedo. Todo. He ido al maldito hospital casi todos los días. Infiernos, gracias a Arria, incluso veo a un maldito psiquiatra. ―Sí, ¿pero sigues las recomendaciones del psiquiatra? ―¿Qué, y dejar que me hable el hijo de puta? ¿Malditamente disculparse, quitar mierda de su pecho para que así todo dependa de mí en vez de él? ¡Infiernos, no! Una ola de impotencia me atraviesa. ¿Cómo hago que entienda? Está de nuevo en la punta de mi lengua: incluso si sé que eso no le persuadirá, estoy deseando repetir lo que le he estado diciendo por meses.

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―Deja de estar en mi cara ―gruñe. No voy a ir allí, no contestándole a su acusación. Todo de lo que me preocupo es de persuadirle. Estamos teniendo esta conversación. Papá está empeorando, y está de nuevo en el hospital por millonésima vez desde que me mudé de Deepsilver. Su hígado está arruinado, y el médico no tiene esperanza de que se le asigne un donante en los próximos días, tal vez le queden semanas de vida.

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―Me evitas como si fuese tu enemigo, Shishi ―continuo―. ¿Qué pasa? ¿Por qué no podemos compartir lo que ambos estamos pasando con nuestro padre?

Cambio mi táctica. ―Shishi, nosotros sólo hemos estado visitándole separados desde la primera vez que hospitalizaron a papá. ¿Podemos ir juntos otra vez? Su enfoque regresa a mí. ―¿Al hospital? ―Sí. Me gustaría tu compañía. Lo piensa. Estudia mi expresión por intenciones ocultas, pero si alguien puede permanecer camuflada bajo la mirada de mi hermano, esa soy yo. ―¿Te callarás entonces? ―gruñe. Toco su brazo. Presiono mis dedos en su bíceps con una presión tranquilizadora. El músculo no se está relajando. En absoluto. Arria tiene razón. Nunca he visto a mi hermano de esta forma. Ni siquiera a los dieciséis cuando trabajó sin parar para su graduación en cinturón negro puedo recordarlo de esta forma. No es bueno.

Estamos en su camioneta, a minutos del hospital. Leon conduce demasiado rápido porque está atrapado, obligado a escucharme, y yo no puedo mantener mi boca cerrada. Esto no es un repetición de mi suplica para conseguir que papá diga y él escuche sus disculpas. No, simplemente le digo a Leon cómo me siento por nuestro padre. Los últimos meses han sido una montaña rusa para mí también, sólo que de una forma diferente a la de Leon. Yo, no me he movido de mi objetivo de conseguir sacar el pasado de mi sistema. ―Así que ahora lo sabes ―acabo―. Nuestro padre tal vez no es la mejor persona en el mundo como un hombre sobrio, pero como actuó entonces, con mamá y nosotros, fue el alcohol. ―Kat, estás repitiendo noticias viejas. Eso no cambia la infancia que nos quitó. ―Lo sé… ―¿Te has dado cuenta de que difícilmente bebo? ―pregunta Leon. Lo he notado. ―¿Es porque te vuelves como papá?

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* * *

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―Sí, me callaré.

En su adolescencia y a principio de los veinte, Leon bebió, pero ahora que tiene veintiséis, y a pesar de poseer dos clubes, lo más que he visto beber a mi hermano es una sola copa de vino. Su respuesta explota, silenciándome. ―¡No! Nunca me volveré como él. ―Entonces, suspira, tambaleándose―. Sólo, no estoy dispuesto a correr ese riesgo, aunque la posibilidad de que eso ocurra sea minúscula… ¿cuál es mi punto?; nuestro padre sabía cómo se volvía cuando se emborrachaba. Y aun así lo hacía. Estamos en el estacionamiento del hospital. Mi hermano desbloquea las puertas, y me desabrocho el cinturón, agarrando mi bolso para salir. Un escalofrío recorre mi espina dorsal con el pensamiento de esta visitica; la última con Shishi todavía la recuerdo.

―No, así no es como lo quería decir. Me malinterpretas. ―¿Malinterpretar? Tienes que estar bromeando. ¿Quieres escuchar una historia de lo que le dije a tu pobre padre el otro día? ―La voz de mi hermano hace eco en las paredes. ―Shh, está bien. ―Reviso el espacio. Nadie más está aquí, gracias Dios. Estamos en el ascensor, pero Shishi no presiona el botón. Bien, porque no puedo estar atrapada en un espacio tan pequeño y claustrofóbico con sus historias, me digo, cubriendo mi boca para respirar dentro de la palma mientras espero. Su historia será terrible. No había escuchado esto antes. Shishi alberga secretos que nunca supe porque era mucho más joven que él cuándo sucedió. Desde entonces él ha sido mi escudo, sólo últimamente, ha estado más… comunicativo. Se calma a sí mismo, sus fosas nasales dilatadas mientras registra mi ansiedad. Leon está ya repensando su arrebato. Es bueno para él, sin embargo, el sacarlo. No es bueno tener todo guardado, y yo soy resistente. Puedo aceptar sus historias. ―Ah, olvídalo ―dice, con tono roto.

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―¿Qué infiernos, Kat? ―grita. El techo del estacionamiento es oscuro, concretamente paredes de hormigón nos rodean, una línea de gris ilumina desde donde está abierto entre la barandilla y el techo.

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―No todos tiene tu autocontrol, hermano. ―Tan pronto como lo digo, me doy cuenta de cómo sueno. Como si excusara a nuestro tormento, como si pudiera ser abusada por alguien con la personalidad de nuestro padre en el futuro. Así es exactamente como Leon lo toma.

―No, no des marcha atrás. Dime… ahora. Dos dedos van al puente de su nariz, presionando profundamente contra las esquinas de sus ojos. ―Mi memoria está confusa después de que tú naciste. Recuerdo ser feliz con mamá, sin embargo. No recuerdo a nuestro padre abofeteándola mucho. Él tenía su trabajo y llegaba a casa tarde. En ese tiempo, no siempre estaba colgado en los bares durante horas después de trabajar, creo. »En casa, mamá y yo solíamos tener algunas horas tranquilos antes de que supiésemos si papá volvería borracho. Pasábamos el tiempo juntos, a veces simplemente hablando. Ella me contaba sobre Japón, donde ella siempre había soñado ir. Se tumbaba de lado encima del edredón, me veía jugar con las motocicletas de juguete que me había comprado. Cada tarde, cuando llegaba el momento, ella me hacía jugar a esconderlas por si acaso papá volvía borracho. Él las rompería, si era así. Tiraría mis juguetes.

Tragué, asustada. Shishi giró su mirada oscura hacia delante, presionó el botón del ascensor. Las puertas se deslizaron abriéndose inmediatamente, y me indicó que pasase yo primero. Crucé mis brazos vacilante. Leon le dejó ir. ―Ella lloraba, Kat. Suplicó por clemencia que no le dio. Él no escuchaba. Yo era demasiado joven para entender qué estaba pasando en ese momento, pero fuiste concebida ese día. Un sollozo se deslizó fuera de mí, y Shishi sale desde el baño de barro de sus recuerdos. Acarició mi cabello. ―Eso es todo ―dice, sonando casi cómico. ―Eso es todo, ¿eh? ―Sí… esa es la triste historia. Fin. Mi visión está borrosa cuando me saca del ascensor. Leon se asegura de que nos bajamos en el piso correcto. ―Sabes Kat… y te gustará esto. Nueve meses más tarde, ¿cuándo naciste?

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―Ella era inteligente. Nuestro escondite secreto estaba entre sus colchones. Papá nunca las encontraría allí. ―Su sonrisa se hundió―. Un día papá llego a casa temprano. Estaba borracho. Cerró la puerta de un golpe y mamá se apresuró a meterme en mi propio cuarto antes de que él llegase a su habitación. No hubo tiempo. Recuerdo sus pasos fuertes por el pasillo. Mamá me metió en su armario y cerró la puerta detrás de mí.

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Me reí suavemente, porque es lo que hacemos. Hay humor en las cosas más duras de nuestra infancia. Shishi sonríe también.

―¿Sí? ―Me sequé los ojos con la palma de mi mano. Necesitaré ir al baño antes de que pueda enfrentarme a mi donante de esperma. Necesitaré café también, creo. O tal vez no pueda enfrentarlo después de todo. Tal vez deberíamos ir a casa. ―Nuestro padre tuvo una racha sobria después de que las trajo a ti y a mamá del hospital. Fueron unas buena semanas. Probablemente no era soleado cada día, pero se sentía de esa forma. Recuerdo jugar en el sofá en la sala de estar, esperando a que llegaras. Miré hacia arriba y estabas allí, incluso antes de que te hubiesen llevado a la entrada. ―¿Qué quieres decir? ¿Sobrenaturalmente allí o algo? ―Sí, no estoy bromeando. Escuché tu voz decir “No te preocupes… estoy aquí ahora. Estamos en esto juntos”. Las palabras de Shishi. Como siempre, él encuentra un camino para alegrar mi estado de ánimo.

Leon reconoce mi broma con una leve curvatura de sus labios. ―A través de los momentos más difíciles después que nuestra madre nos dejó, no podía esperar para lo que prometiste, y no podía esperar para que crecieras. Era esperanza para mí. Tomamos ese café, y no discutimos si nos dirigíamos hacia el donante de esperma o no. ―¿Estuve a las alturas de tus expectativas? ―pregunto. Shishi coge un paquete de crema y lo gira entre sus dedos. Su mirada brilla de la única manera en la que mi hermano puede. ―Sí. Cuando mi enfoque no funcionaba, el tuyo lo hacía, ¿recuerdas? Estamos juntos en esto. ―Sí. ―Río―. Lo confrontabas, buscando problemas, mientras que yo utilizaba medios más pacíficos para desviar su atención. ―¿Todavía quieres verlo? ―pregunta Shishi finalmente. Suelta un suspiro. Sí. Estamos haciendo esto. ―Vamos.

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―Qué lata ―digo―. Lo siento… debería haberlo sabido para así ser un niño.

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―Estaba decepcionado al principio, sin embargo, pensaba que tendría una hermana de mi edad. Por qué, ¿quién se preocupaba por los bebés?

* * *

Esta visita es diferente. Nuestro padre se ve terrible, y sin embargo mi simpatía por él no es como era antes. Es curioso cómo un paseo en los recuerdos de Shishi puede hacer esto a una persona. ―Papá. ―Asiento. Siento la necesidad de postergar las cosas, así que apoyo la cabeza en la pared opuesta mientras lavo mis manos. ―¿Aguantando allí? ―pregunta Leon, sonando civilizado. Es casi como un “cómo estás”, pero no del todo. ―Mis dos hijos ―jadea nuestro padre. ―De hecho. Estoy aquí para prestar apoyo. ―Leon se carcajea.

No le extrañaré. Estoy lamentando quien nunca fue, pero es hora de que mi hermano encuentre un cierre. Todo lo que puedo hacer es hablar, tratar de llevar el proceso en una dirección más constructiva que en los estallidos unilaterales. Leon parece que está indulgente hasta ahora. Elijo una de sus historias. Una que en parte he digerido. ―Papá, me acabo de enterar que me secuestraste cuándo era un bebé. ―Cuándo lo dije, el conocimiento me apuñaló en el estómago. Esto es como es, sin embargo; tienes que procesar el dolor. La débil luz de esperanza en los ojos del donante de esperma parece como que lo hará pronto. Debió de pensar que las cosas serían diferentes con los dos visitándole juntos. Soy una buena persona. Veo que él está débil. Por compasión, no quiero que esto siga, pero mi lealtad, mi amor está con mi hermano, que es fuerte, roto, a punto de perder su amor porque está encadenado a los sufrimientos de nuestra infancia. Además, ¿qué hace otro bocado de la proverbial lanza a un hombre viejo, y malo? La mirada del donante de esperma se dirige a Leon, quién se cruza de bazos, esperando.

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La sensación que estoy recibiendo de él me hace valiente y lista para remover la olla. Nuestro padre no tiene mucho tiempo, dicen los médicos. A menos que él, un alcohólico, milagrosamente acelere el lugar en la lista de donantes de hígado, ellos lo trasladarán pronto al hospicio en el lado norte de la propiedad.

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Sorprendida, miro a mi hermano. Aunque su tono es sarcástico, leve diversión es todo lo que veo. El resentimiento, la confusión de antes, se ha ido. Me pregunto si Shishi se siente más ligero.

―¿Te importa si me explico? ―pregunta papá, y es una pregunta, no una reprimenda. El entretenimiento de Leon ya ha desaparecido, su máscara inaccesible, la que usa para guardar sus sentimientos, se corre como una cortina. ―Claro, ¿por qué no? ―pronuncia lentamente. Alivio brilla debajo de los hinchados párpados de papá. Esta es su oportunidad. Como la mayoría de la gente, incluso nuestro padre es multifacético, y eso ayudará a mi Shishi a vislumbrar esos otros lados. ―Estuve en el pub. Tienes que entender, mi esposa, tu madre, era la dama más guapa de toda la ciudad. Yo, tenía mi negocio. Tenía buen dinero hecho por mí mismo y ganaba dinero. Tu madre tenía veinte años, una reina de la belleza directamente de la secundaria y trabajaba en el Jewel, un bar de cóctel en el centro de la ciudad.

El donante de esperma sacude su cabeza suavemente contra la almohada como si fuera consciente de que esto es inútil. ―No te preocupes, hijo. No pediré tu perdón… no es a donde voy. ―Tienes un minuto. ―Empezamos a quedar ―continúa nuestro padre―. La llevé a cenar, al teatro, y al cine. Condujimos mi Corvette hasta la cumbre para ver el atardecer. Tu adorable madre estaba llena de bondad, ternura, todo lo que no merecía. No tenía ni idea de lo que veía en mí. Una risa silenciosa tiembla en sus labios. ―¿Pero quién era yo para dejar a esa joya? La amé a primera vista, ya ves, y pensé que ella debió haber visto algo digno en mí para gastar su tiempo. La llené… gasté dinero para impresionarla. Hice todo en mi poder para demostrar a tu madre el por qué debería elegirme. Después de seis meses, me propuse, y aceptó mi rubí. Organicé una boda lujosa, la boda con la que sueña cada mujer y se celebró en los jardines de Shishi, de la forma en la que ella quería. Padre levanta una mano atravesada por agujas y cinta de hospital. Se limpia una lágrima con su dedo. Brilla en el borde de su ojo antes de limpiársela.

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Shishi se endereza. Su barbilla se levanta, su mirada glacial arde hacia el hombre marchitándose en la cama. No sé cuánto más queda en esta historia. Es mejor que nuestro padre vaya al grano.

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Lo sabemos, papá.

―Ah ―respira, su voz quebrada―. Deberían haber visto los jardines esa noche. Ciento de linternas de jardín hechas desde la esquina más oscura hasta la más iluminada. Brillaba en todos los colores del arcoíris, prometiendo un futuro increíble y Ayako… ¡ella estaba tan feliz! Todo pasó demasiado rápido, mis bebés. No se hundió cómo ella, ella, de todas las impresionantes criaturas de mediana edad, mediocres. ―Es por eso que le agradeciste por secuestrar a su bebé un par de años más tarde ―ataca Leon. El donante de esperma suelta un suspiro que le sacude. Entonces, empieza otra vez.

―Apenas al principio. ―Él soltó un suspiro. Está cansado. Los ojos de papá se encuentran con los de Shishi antes de cerrarlos―. Por mi deseo, mi rubí dejó su trabajo en cuanto quedó embarazada de ti, Leon. Ella era mi pequeña ama de casa que mantenía nuestra casa grande prístina, con comida caliente lista cuando llegaba a casa del trabajo. ―¿Grande? ―Leon ríe. ―Sí, era grande. Durante los primeros años vivimos en el barrio de Belleveu, dos terrazas debajo de Shisha jardines. Exhalo una respiración; los vecinos son los de Bel Air de Deepsilver. Trató de captar la atención de Leon, pero él no está mirando en mi camino. He leído la sorpresa en el conjunto de sus hombros tensos. ―Lo que tú, Leon, recuerdas como casa es un pequeño apartamento que podía pagar después de que me declaré en bancarrota. El único trabajo que conseguí fue como asistente de mi competidor. Tenías tres cuándo eso pasó. Su madre quería volver a ser camarera para poder ayudar a nuestras finanzas. Jewel estaba dispuesto a aceptarla de vuelta en cualquier momento. Ella era tan buena en lo que hacía. No podía decir que yo era joven e inmaduro, era un estúpido. Rechacé el deseo de mi rubí, quería ser su proveedor, ser su todo.

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―¿Así que empezaste a desquitarte con mamá? ―pregunto antes de que Leon pueda retorcer su imaginaria lanza en el pecho de nuestro padre otra vez.

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―Al principio era bueno, Leon. Le daba cualquier cosa que ella deseaba. En cambio, ella me dio de regalo a ti, y estaba asustado de que al crearte entonces tú fueses… tan parecido a ella y todavía con tanto como yo. Es entonces cuando los chicos grandes se mudaron a la ciudad, monopolizando el negocio de los neumáticos y robándome a mis clientes. No podía cumplir con sus precios y ganar lo suficiente para mantener un techo sobre nuestras cabezas.

»Egoístamente, exigí que se quedase en casa. Ella era mi gema privada, la más increíble criatura de todo Deepsilver. Todos los hombres la observaban mientras trabajaba en el bar. ¡Diablos, yo había sido uno de ellos! Él está llorando, y la cara de mi hermano se contorsiona con disgusto. ―Sí, esta mierda al diablo. Eres un delincuente ―escupe Leon. Su mirada dispara cuchillas a quien nos dio la vida antes de perforarme―. Hermana. Me voy de aquí. ¿Vienes? ―¿No quieres saber por qué se desquitó conmigo? ―susurro. Mi hermano siempre sabe lo que quiere. Es doloroso verlo parado allí, moviéndose casi imperceptiblemente en sus pies antes de responder. ―¡Maldito, díselo! ―grita.

―Poético ―suelta Sishi bajo un suspiro. Papá sabía que tenía que terminar su historia rápidamente antes de que su hijo se marchase por la puerta. ―Bebí para relajarme, para ser lo que necesitabas cuándo llegaba a casa, un buen marido y un padre que no se inmutaba por unos centavos extras que gastaba cuándo ella hacía decisiones sin mí. ―¡Ve al grano! El donante de esperma lo hace. ―Un día, ella había vuelto a Jewel sin mi permiso. Estaba borracho, y le pegué. Una semana más tarde, después de que nuestra electricidad fuese cortada por impago, volvió otra vez. Tenía la electricidad encendida con las propinas de una sola noche, y me cegó la furia. ―Por supuesto. ―Las pupilas de Leon se dilataron. Es la angustia, el miedo de lo que viene después. Eran historias que yo no recuerdo porque era demasiado pequeña. Yo no soy valiente de todas formas, pero con Leon eso no es una ocurrencia común.

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―Lo haré. Katsu, comencé a frecuentar bares después de trabajar, olvidar lo que no podía proveer a Leon y a tu madre. Una cerveza no es cara. Tampoco dos. La electricidad, la ropa nueva en niños creciendo, el gas, los préstamos, los impuestos a la propiedad. Los ingredientes para la comida que son más que los básicos. Juntos formaban una montaña que no podía escalar.

218

Mi padre debe haber sufrido muchos gritos desde que Leon empezó a visitarlo porque apenas se estremece.

―Todo fue cuesta abajo después de eso. No hice a mi rubí feliz. La mirada en los ojos de mi hijo no era una delicia cuando regresaba del trabajo con un salario bajo que odiaba. Cada día me tomaba un trago extra en el pub, perdí a mi esposa por una gota y una paliza en un momento. Sabiamente, él se traga un sollozo que mi hermano no sería capaz de soportar. Entonces, los ojos azules se encuentran con los míos. ―Llevaba a tu madre al límite. No era el borracho feliz, relajado que pensé que sería. El alcohol no arreglaba nada. Incluso no ahogaba las penas. ―Su expresión expone la necesidad de reír, pero no puede reunir la energía―. Pronto, Ayako tomó más horas de camarera sin mi consentimiento. Cuando la violencia no le impidió regresar a Jewel, sospechaba que otro mejor hombre la estaba alejando de mí. Suelta una exhalación tintineante, causándome pesar por sus pulmones también. Papá susurra, exhausto de hablar. ―Los celos asumieron el control. Le pegué más duro, más a menudo.

Shishi abre la puerta. Me envía una mirada, y sé que ya ha tenido suficiente. ―Papá, creo que nos vamos ―le digo porque Shishi está más allá del retorno incluso de un argumento sarcástico―. La próxima vez ―le ofrezco. El donante de esperma no ha sido sentado en la cama durante días. Todavía, cuando estoy siguiendo a mi hermano, un gruñido se escapa de él mientras apoya ambas manos en el colchón y se empuja hacia arriba en un intento inútil. ―Katsu, pequeña. Yo… Mañana le escucharé cuando me cuente por qué me secuestró. Sí, ahora, el presente es más importante que el pasado. Él está sin aliento. Pienso que hay algo malo en sus pulmones. ―No tuve una razón para robarte. Quería hacer daño a tu madre como el que ella me hizo… ―¡Pero ella no hizo nada malo! ―exclamo. ―… al no permitirme controlarla.

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―Porque tu madre es orgullosa. Ella no quería empujar sus problemas a nadie así que dejó a su hermano en la oscuridad. ―Esta historia, es como si contara las acciones de otra persona; tiene el resumen completo. No es apologético, tratando de disimular lo que pasó. Plenamente consciente, no oculta sus errores.

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―¿Por qué no intervino el tío Hank? ―pregunté.

Leon se gira en la puerta. Por un nanosegundo, el láser azul cian destella con una alarma intensa. Nuestro padre toma su último suspiro audible y permite que su voz persiga a Leon por el pasillo con un grito hueco:

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―¡Nunca dejé de quererla!

29. Nada bien Tiempo. Escalones, escaleras. Minutos, segundos, ella. Me estoy derrumbando. Necesito llegar a la sala de bolsas de boxeo antes de que sea demasiado tarde. El mundo es un obstáculo y el escudo sosteniéndome es demasiado malditamente delgado.

―Leon. ¿Cariño? Quiero pasar junto a ella, pero no puedo quitarla del camino; está cargando mi bebé y amándome mucho. Acuno la cara de Arriane con manos que tiemblan. La locura saliendo, y taladro mi necesidad en su alma, mirada a mirada, suplicándole. ―Déjame pasar. Demasiado lento. Demasiado tarde. ―¡Leon! ―grita mientras logro pasarla hacia mi santuario, e irrumpo en mi infierno, dejándolo lamentarse a través de las bocinas mientras me quito la ropa, todo, no dejando rastros para disfrazar la locura. Aullidos de demonios sacuden las paredes mientras pierdo mi sentido común con los demonios que fueron de mi padre. Ahora yo los poseo, finalmente los heredé completamente. ¡Dios! ¡Por qué está pasando esto!

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Sus iris índigo con preocupación cuando bebe mi pánico a través de las grietas de mi compostura.

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Dejé a Kat en su casa. Las puertas de Smother todavía no se habían abierto, pero di un pequeño asentimiento a Christian, el único que ya estaba ahí, y me empujé escaleras arriba hacia mi departamento. Uso la llave. Espero que esté cerrado, que ella no esté ahí. Deseo sin sentido, la puerta se abre.

Agarró una bolsa de boxeo, sacando fuerza de la demencia para arrojarla contra los espejos, haciendo pedazos el reflejo del mal, de mí, un ojo brillante, cabello desaliñado, músculo desnudo para cada vidrio roto. La pesada bolsa absorbe el golpe, dos, tres, antes de que la furia me derrote y también lanzo este objetivo contra la pared. No es suficiente. Estoy derrumbándome. La energía necesita liberación. Vuelo en giros saltando, matando y destruyendo oponentes invisibles en mortales mariposas, patadas tornado y combates aéreos. Y jódeme si ella no entra jodidamente. Estoy aquí, y he perdido mi mente ante el temor de ser mi padre, y ella, ella, la que protejo, está de pie y asustada bajo el arco de la puerta, indefensa en mi tormenta. ―¡Vete! ―rujo a través de la muerte desde mi estéreo, pero ella sacude su cabeza, sin escuchar, sus ojos bellamente abiertos. El coro de demonios se espesa y hace ruido sordo alrededor de nosotros, rodeándola como una entidad física. Ella es inocente, cargando a alguien más inocente, y yo…

―¿Por. Qué. Entraste? ―Porque te amo ―susurra. No. No puedo dejar que se convierta en… ¡Mamá! Desde mis pensamientos brumosos, grito: ―¡Arria! ¡No estamos ejercitándonos! ―Cariño… Mi mentón tiembla, provocando agua salada en mis conductos. Pero la detengo, no la permito. ―¿Por qué vives conmigo? Nena, ¿no ves quién soy? ¡Nunca podré ser lo que necesitas! Arriane no me recuerda que yo la urgí a que se mudara. Su mirada vuela hacia un montón de toallas en una pequeña repisa. Desdobla una, y trata de colocarla alrededor de mi cintura.

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La miro, pero mi cerebro no está conmigo. Estoy desnudo, mi polla erecta y lista para dominar, y sus dedos tiemblan mientras cubren su boca. En tres pasos, estoy con ella, agarrando sus brazos. Sacudiéndolos, digo mecánicamente una palabra a la vez.

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Brinco. Sofoco la música.

Tiro de ella y la dejo caer al piso antes de besarla. Mi boca es ruda, abriendo la suya y cavando por su lengua. ―¿Qué sucedió en el hospital? ―suelta mientras levanto su vestido hasta que reposa sobre su vientre. Arriane no objeta. Suave y flexible, me deja. ―Mi padre sucedió ―gruño, haciendo sus bragas a un lado y encontrando una cálida bienvenida―. ¿Por qué me aceptas? Mi chica no tiene respuesta. Retiro mi mano, hundiendo dos dedos húmedos en ella y haciéndola jadear. La jalo conmigo pasando el colchón de caucho hacia las barras de la pared del gimnasio. Mi ritmo es inesperado causando que tropiece. Incluso en mi oscuridad, estoy alerta. No soy muy cuidadoso, pero lo que hago, ella puede tomarlo. Empujo su cara, lateralmente hacia las barras, su vientre presionando sobre ellas. Ella suspira asustada y bonitamente cuando meto mis dedos, fallándola con ellos. No soy lento, ni medido… soy rápido y fuerte, y ella lloriquea. ―Vete ―gruño.

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―No… ―¡No te gustó así!

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―Te amo Joder Abruptamente, me retiro y reemplazo mi mano con mi polla. Es intenso y desesperado, queriendo lastimarla… haciéndola gritar con lujuria y dolor. Mis pensamientos corren a través del descenso de mi padre hacia la monstruosidad. Ese podría ser yo, ese soy yo, ¡mírame! No he amado a nadie como a Arriane y aun así hago esto. ¿Qué tan lejos está de esto necesitarla tan controlada como mantengo mi club? ¡Cuando la romperé! No tenemos sentido. Solía hacerlo bien. A mi manera, mis chicas rotas, era lo que funcionaba. Risa sube por mi garganta, y suena como un jodido gemido. Arriane pega su trasero contra mí. Se aprieta, recibiendo cada empuje. La amo. ―Te amo Arria. El bebé. ―Te amo.

* * *

Arriane todavía está dormida cuando llamo a una reunión con Christian. Estoy en una llamada con Ralph, el gerente de Choice, y esto es lo mejor. Necesito ser físicamente removido de la influencia de mi padre y de lo que le hago a Arria. Mi padre puede yacer ahí, pudriendo sus alrededores como la peste si quiere, mientras esté fuera de su alcance. Contemplo a Arriane una vez más antes de irme para encontrarme con Christian. ―Escucha ―le digo en la cafetería a la vuelta de la esquina―. Algo ha surgido en Choice, y necesito estar ahí a tiempo completo por un rato. Tú eres mi hombre, estarás a cargo de Smother, pero te estoy pidiendo algo más que eso.

Christian no está sorprendido por mi generosa oferta. Después de sus años conmigo, conoce cómo manejo mi negocio. Soy frugal y recorto las esquinas de cualquier cosa, pero con mis empleados y mis clientes, no me hago el tonto. Los necesito felices y ciento cincuenta por ciento leales al bar y a mí. ―Absolutamente, jefe. Mi siguiente parada es el lugar de Kat. La cabeza despeinada de Ingela emerge por la puerta. Sus ojos amplios cuando me ve tan temprano en la mañana, y sin una palabra, se gira y grita tan fuerte que mis tímpanos vibran. ―¡Katsu! ¡Leon está aquí! Se hace a un lado. Pies descalzos y una camiseta blanca hasta las rodillas es todo lo que viste. Aparto la mirada de sus pezones asomándose a través de la tela. ―¿Mi hermana todavía está dormida? ―Sí, son las malditas ocho ―me informa―. ¿Quieres algo para beber? Puede hacerte café sueco.

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―Dejaré a Arriane aquí. ―No le debo una explicación, pero los empleados trabajan mejor con una idea que entienden―. Aquí ella está cerca de su obstetra y cerca del hospital si tiene un susto. ―Una agitación protectora en mi pecho se rebela contra mi decisión. La refreno―. Te he confiado la vigilancia de ella como si fuera tuya. Tu salario será duplicado en mi ausencia, por supuesto ¿Es algo de lo que puedes hacerte cargo?

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―Señor. ―La mirada de Christian encuentra la mía, listo sobre el café rebosante.

―No, gracias. ¿El café sueco es diferente de nuestro café? ―pregunto mientras espero a Kat. Sacude su cabeza, sonriendo. ―¡Por supuesto que no! Es exactamente el mismo que aquí. ―Lo que en mi mente pierde su punto original de ofrecer café sueco. ―Entonces… ¿lo compras por el empaque? ―Chicas. ―Para nada. ―Resopla, empezando a reconsiderar la inteligencia de su supervisor, puedo decir. ―¿Por qué compras café sueco, entonces, Ingela? ―finalmente pregunto lo obvio. ―Porque puedo. ―Se encoge―. Todo lo que tengo que hacer es ordenarlo en línea, pagar extra por el envío. ¡Oh-oh! Podría ser el café insignia de Smother! Jesús.

―Sí, todavía está en la cama. Necesitamos hablar, hermana. Ingela se inclina contra el mostrador, inafectada por su atuendo sin sostén. Sus ojos se balancean entro nosotros, curiosa. La chica no tiene planes de dejarnos solos. ―¿Vamos por un paseo? ―le sugiero a mi hermana, e Ingela gruñe con desilusión.

* * *

Damos un paseo hacia el parque, un paso lento a la vez. Necesito hacer esto, ahora, antes de irme, y corto directo a lo esencial. ―Hermana, ¿puedes mudarte de nuevo a mi departamento sobre Smother? ―Sus ojos negros se disparan hacia mi cara, tratando de leer más. ―¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Arria regresará con Ingela? ―No, no lo está. Me estoy moviendo a Talco por un rato para encargarme del club de allá.

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―¿Arriane está bien? ―Es su primera pregunta, y la amo por eso. Después de la visita de ayer de nuestro padre, esperaba que preguntara sobre mi bienestar.

225

Katsu está restregando su cabello. Sus cejas fruncidas, está estudiándome cuando entra a la cocina.

―¿Y ella se está quedando en Deepsilver? Asiento una vez. ―¡Tonterías! ―dice Kat repentinamente, causando que un hombre viejo con barba muy crecida nos mire mientras pasa―. ¿Quién demonios eres tú? Mi hermano nunca desaparecería en el último minuto antes de que su novia tenga a su hijo. ―¿Escucharás? ―No había esperado nada menos de mi hermana. Su sentido de lo bueno y lo malo está súper desarrollado. Tengo que hacerle entender de donde sale esto. Es momento de ser mortalmente honesto con alguien más que yo mismo―. Soy papá, Kat. ―No, no lo eres. Eres gentil, cuidadoso, todos te aman… mira a tus empleados, a Arriane… ―No, soy papá con Arria. Se queda callada por un momento.

―Dijiste que no le pegabas. ―En la cama. Cierra sus ojos, buscando entender. No contesta hasta que se ha recuperado. ―Sabía que eras diferente ―murmura, y debería estar sorprendido por su admisión. Aunque Smother es un molino de rumores. Deja sacar el aire―. ¿Pero a ella… le gusta de tu forma también? Su timidez es linda. Luego de nuevo, soy su hermano mayor, y estamos discutiendo mi vida sexual. Entiendo. ―No está en mis perversiones, Kat. Con ella, soy vainilla, excepto cuando estoy enojado, lo que ha sido frecuente últimamente con papá en la jodida imagen de nuevo. Me acepta de cualquier forma que sea, y la culpa me está matando. Me detengo y me giro hacia mi hermana, asegurándome que encuentra mi mirada cuando continuo. ―Kat, he sido muy egoísta. No puedo llevarla conmigo. El bebé, ella, no está bien tampoco. He hablado con Christian, quien puede dirigir el bar mientras estoy

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―Lo sé, pero podría hacerlo tan fácilmente. ¿Anoche cuando papá dijo que quería lastimar a mamá de la forma en que ella lo lastimaba cuando no obedecía sus órdenes? Fue cuando me di cuenta que era sólo cuestión de tiempo para que fuera él de todas las formas. En cualquier momento que pierdo mi mierda como anoche, soy rudo con ella, Kat.

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―No le pegas.

en Talco. Mantendrá un ojo en Arria, pero me gustaría la seguridad de saber que vives con ella y la cuidas en mi ausencia. Se siente loco irme, pero tengo que controlarme, y alrededor de papá eso es imposible. ―¿Romperán? ―Kat hace plana y claramente la pregunta que he estado evitando. ―De toda formas, probablemente no querrá saber de mí después de que nuestro acuerde termine, así que no es una cuestión. ―No contestaste. ¿Qué si ella termina con sus tendencias cobardes y realmente se da cuenta que en ti tiene un novio asombroso y un padre?

Sacudo mi cabeza hacia ella, mi pequeña hermana. No ve mi feo corazón. ―No tienes idea, Kat. ―Sonrió con arrepentimiento―. Me arrepiento de haberlo intentado con Arria en primer lugar. No debí haber insistido. Debía haber tratado su embarazo como un acuerdo de negocios, ahogado mi atracción por ella. Llamado a un abogado y hecho los papeles para que ella y el bebé tuvieran lo que necesitaran desde ahora y hasta la eternidad. He cambiado de idea. Eso es lo que haré. Kat se está frustrando. ―Eso, Shishi, tan frío como quieres hacer parecer ahorita, demuestra la persona que eres. Claro, el donante de esperma clama que quería proteger a mamá, ¿pero adivina qué? No lo hizo. ¡Después de perder su empleo, ni siquiera trató más, y no eres él! Eres generoso, peleando por los que amas. Ella es afortunada. ¿Sabes eso? Arria puede no ser exactamente consiente de lo afortunada que es, pero muy pocas personas tienen a alguien como tú, y espero por Dios encontrar un novio que pueda ser como eres con ella. Está respirando fuerte, mirándome. Mi pequeña princesa. Mira en lo que se convirtió. Tan correcta, voluntariosa, y… querida. Estoy sonriendo. Acarició su cabello contra su ira conmigo.

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―No, no eres para nada como papá. Dios, Shishi, no tengo idea de cómo creció, qué o quién lo hizo quien es, y francamente, me importa un carajo. Pero ambos tenemos a mamá en nuestras vidas. Ella es cuidadosa, amorosa y bella dentro y fuera, y no hay una maldita manera que eso no lo haya pasado a nosotros. ¡La tuviste siete años, Shishi, antes de que se fuera! Luego, tuviste tu karate. No puedes volverte papá.

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―Cállate, Kat. ¿No me escuchaste? Ese es exactamente el problema… no soy nada de eso. ¡Soy un idiota! Terminaré siendo un imbécil celoso, golpeándola, espantando la mierda fuera de Arriane y mi hijo, luego haré cosas para lastimarla de la forma en que papá lo hizo con mamá. Soy. Papá.

―¿Por qué siquiera necesito decirte esto? Eres un cobarde, Shishi. Huir de tu futuro es lo que harás, justo cuando las cosas están mejorando. Está equivocada. Nada está mejorando. ―Kat. Dime que puedo contar contigo. ¿Vivirás con Arriane mientras no estoy? Gruñe, escondiendo su cara tras sus manos. Finalmente, me mira, pasa su mirada y la dirige hacia los robles.

―Hola… ―exhalo, tomando su forma derrumbada. ―Se fue ―dice contra sus dedos temblorosos. ―Tenía que hacerlo, cariño ―miento―. Choice realmente lo necesitaba. ―¿Entonces por qué no me pidió que lo acompañara. ―Sus ojos brillan con lágrimas sobre sus uñas cortas y naturales―. Es mi ciudad natal, Kat. Mi mamá vive ahí. Gracias, hermano, por hacérmelo fácil. ―¿Qué dijo ―pregunto, comprando tiempo. Leon desnudó su alma ante mí esta mañana, pero, ¿cuánto le había ocultado a ella? Su labio tiembla entre sus dedos. ―Choice no está yendo bien. Le dije que lo acompañaría para enderezar las cosas. Sólo insistió que estoy más segura aquí por mi estado. ―Porque se preocupa por ti y el bebé ―digo, comprándome tiempo de nuevo Arria arrastra un largo resoplido y mira desde detrás de su cabello.

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Estoy aquí para recoger las piezas después de que se fuera. Para no espantar a Arriane sólo traigo dos maletas conmigo. Leon me dio la llave de repuesto, así no tiene que levantarse cuando entro. Está en la mesa del comedor, sus rodillas juntas, sus talones sobresaliendo del lado exterior de las patas de la silla.

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―Siempre.

―Katsu, hay más que Choice necesitando ayuda. Debe ser sobre tu papá. Leon no me dijo lo que sucedió anoche cuando lo visitaron, pero se volvió loco cuando regresó a casa. Esta mañana, se levantó temprano y desapareció sin despertarme. Después, estuvo de regreso y empacando para viajar a Choice. Muerdo mi labio, considerando mientras le ofrezco el resto de café en la jarra. Sacude su cabeza diciendo que no, y lo sirvo para mí, añadiendo crema dulce. Tomo un sorbo, haciendo un gesto. Descafeinado. Es lo que Leon quiere que ella tome ahora, con el bebé. De nuevo, pienso en cuán similares son Shishi y su novia en el interior. Fuertes e independientes, ambos están asustados a muerte de renunciar a su independencia y ser vulnerables con la persona que más aman. Ahora, Leon ha huido en un momento en que ella está lista para luchar por su relación. Maldición, es difícil mantenerlos juntos.

―Lo supuse ―murmura―. Una vez que sabes que buscar, Leon no es tan ilegible. ¿Por qué volcó ayer, sin embargo? No lo había visto así de mal antes, ni siquiera la pasada Nochebuena. Trago. Puedo explicar sin llorar. Maldición, ni siquiera recuerdo mis días de infancia. ―Mi padre nos dijo por qué me había secuestrado de nuestra madre cuando era tan pequeña que todavía lactaba. Fue su castigo para mi madre por no dejarlo controlarla. Arria se queda en silencio por un instante. Luego dice: ―Leon nunca sería así de cruel. ―Está seguro que es papá. No importa lo que diga, está asustado por lo que el futuro será para él. Arriane se ríe tranquilamente. La crema ha enfriado el café, así que tomo otro débil trago. ―Eso es exactamente lo que le dije antes. Debido al bebé, no quería tomar ningún riesgo en lo que se podría convertir alrededor de nosotros.

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―Está bien, Arria. Esto es entre tú y yo dado que él te lo ha dicho abiertamente. Él piensa que no es mejor que nuestro padre. Leon está atemorizado de terminar lastimándolos.

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Durante los últimos meses, Arriane y yo hemos hablado. En esto difiere de mi hermano. No me aleja, llamándome cabezona. Arriane comprende en un nivel instintivo que el pasado de una persona influye sus acciones.

―Cierto. A veces, son demasiado similares. ―¿Puedo conocerlo? ―pregunta Arriane repentinamente. ―¿Quién, al donante de esperma? ―Sí. He formado esta imagen en mi mente, y estoy segura de quién es él. Tal vez sea más fácil ayudar a Leon si… ―arrastra, insegura.

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―Te llevaría a la maldita luna si eso ayuda a mi hermano.

30. Diferente

Ahora, tengo mucho más que perder. Mi intenso amor que todo lo abarca. Leon está tan lejos de mi vida en Deepsilver, el tenue aroma de su colonia amaderada y maldad es todo lo que perdura de él en el apartamento. Sí, mi cerebro todavía sabe que está equivocado, pero a mi corazón le importa un comino. Porque intuye angustia irreparable, y está listo para hacer todo lo necesario para que no sea mi invasor. Mi madre. Ella ha sido tan abierta acerca de que siga con este espectáculo sin él. Ser una madre soltera con un gran apoyo de mi familia. Me recuerda los últimos años en la casa con nuestro propio padre, de lo triste que estuvimos cuando finalmente regresó a la India. Y de repente, me doy cuenta de que Leon y yo hacemos todo esto sobre nuestros padres. Oh, los pecados de los antepasados. El aire que dejo escapar suena como una risita. ―¿Te estás riendo? ―pregunta Kat. Yo inclino mi cabeza contra el respaldo en su coche. Leon estaría molesto. Olvidó sacar los accesorios del embarazo de su camioneta antes de irse. Estoy bien, sin embargo. Todo lo que hago es pasar la cinta superior por encima de mi vientre y la inferior por mis muslos.

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Es extraño lo lejos que hemos llegado en los últimos meses. Durante años, estuve desesperadamente enamorada de mi jefe, pero no estaba más cerca, ni más lejos de él que el fin de semana que me quedé en casa de mi madre en Talco de lo que estaba en el club en los días de trabajo. Antes del incidente de Año Nuevo, Leon nunca tuvo un destello de interés en sus ojos. Cuando me habló, lo hizo con preocupación agradable y profesional por una empleada apreciada. Yo no era diferente del resto del personal.

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¿Quién es este hombre que destruye mi amor eterno? Katsu y yo estamos de camino al hospital. Espero que esto pueda impedir el duelo por Leon como si estuviera muerto.

―Sí. Me estoy dando cuenta de que Leon está permitiendo que su padre influya en nuestra relación, mientras mi madre afecta mis decisiones. ―Tiene sentido. ―Se encoge de hombros, no tan entretenida como yo―. Aunque el objetivo sería romper el ciclo. ¿Verdad? ―Kat me envía un vistazo rápido. Mi corazón se asienta, y hablo en su nombre. ―Correcto.

* * *

Un pequeño hombre se encuentra en la cama. Las sábanas son de color blanco, pero el hombre… es de color amarillo. Katsu lee la pregunta en mis ojos y murmura: ―Cirrosis.

Párpados de color mantequilla se mueven, y estoy sorprendida de encontrar los ojos de Leon mirándome. Hay una película de revestimiento de nada, sin embargo, un embotamiento haciendo alusión a la inminente muerte. Beige y tenue, se extiende sobre el blanco que debe acentuar sus impresionantes iris. ―Estoy bien. ―Él sonríe débilmente. Es difícil imaginar que este humano aterrorizaba a su familia. La atención del hombre fluye a mi cara, y luego va por encima de mi estómago. Sus ojos se llenan de líquido, y trata de parpadear alejándolas―. ¿Es esta…? ―Sí, papá. Esta es Arriane Sarin, la novia de Leon y tu nieto allí ―dice Katsu, su voz más suave que antes. Me acerco y tomo su mano. Es seca, correosa en la superficie. Su agarre no es más que un escalofrío ligero de músculos contra mi palma. ―Gracias por venir, Arriane… ―Respira a través de las palabras, convocando a la fuerza para seguir adelante―. Estoy muy feliz de conocerte y… al bebé.

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―Una enfermedad hepática en etapa terminal. Las personas se vuelven amarillas ―susurra mientras entramos en la habitación―. Padre, hola. ¿Cómo estás? ―Katsu comienza conversacional. Las palabras son amables, pero vacías de su firma de compasión.

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Levanto mis hombros, sin saber qué es cirrosis.

―Ella está aquí por una razón, padre. ―Katsu corta las sutilezas que tengo en mi lengua. Me pregunto cómo se puede hacer eso con alguien que se está muriendo. Lo estudio; esta persona no puede ser mala. Y aunque lo fue una vez, ¿no merece morir en paz? No hablo más. Nueva en su relación, la única historia que conozco son los fragmentos que me han dicho, ¿y quién soy para juzgar la forma en que manejan esto? Voy con el flujo de Katsu. ―Por supuesto. ―El anciano levanta una mano de las sábanas para secar la acumulación de agua en la esquina de uno de sus ojos. Yo mantengo su otra mano entre las mías, en un esfuerzo por consolarlo―. Cualquier cosa que pueda hacer... ―Leon está alejándose de nosotros ―dice Katsu. Es brutal y verdadero. ―¿A dónde va? ―No, padre. Piensa que no va a lograr tener una familia porque creció con un monstruo.

Las facciones de Katsu se establecen mientras lo estudia. Está triste, sorprendido por sus palabras. Primero, abre la boca para responder, pero luego cambia de opinión.

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―Sr. Stonewell, no estoy aquí para molestarlo. Simplemente quería conocerlo ya que usted es el padre de Leon―digo.

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Wow.

―Y has oído mucho acerca de mí. ―Su pregunta es una afirmación. Miro hacia abajo. No hay mentira. ―Creo que solo… estoy tratando de entender.

Estoy en un motel de alquiler semanal en Talco. Trabajo sin parar de todos modos, y lo único que necesito es un lugar para dormir. A primera hora de la mañana, llego a Choice antes que mi manager. Mala señal. Mientras abro, al instante llamo a una reunión de personal. Para el momento en que Ralph aparece, yo estoy profundamente en la contabilidad, eliminando costosos proveedores y añadiendo opciones más eficientes a mi lista.

Hay un maldito agujero en mi estómago, y el desayuno no me llena. Estar lejos de Deepsilver es un alivio, pero estar lejos de Arriane no. La llamo a las diez, cuando por lo general se levanta. ―Hola ―dice ella en el teléfono. Es íntimo, lleno de lo que siento. ―Nena. Yo… ―Quiero decirle que la echo de menos―. ¿Cómo estás? ¿Dormiste? ―No. ―Se ríe de sí misma, pero está bien. ―¿Por qué no duermes, nena? Necesitas descansar ―me quejo. Estoy haciendo esto por ella. Claro, es incómodo volar a diario, pero solo, puedo hacerle frente a la furia de regreso en casa en la sala de bolsas de boxeo. A la mierda. ―Yo también te echo de menos, cariño. A ti, a tu cuerpo redondo y dulce. A tus senos. ―¿Echas de menos mis senos? ―Su risa es menos triste ahora. Yo sonrío.

―¿Así que no quieres oír cómo aprieto y jalo tus grandes, sabrosos, pezones hinchados? ―bromeo. ―¡Leon! ―¿Qué está diciendo? ―pregunta Kat a sus espaldas. Yo pongo los ojos en blanco. Mi entrometida hermana está a dos tonos de convertirse en Ingela. ―Oh, él está, um, trabajando en Choice ―adivina Arria. ―¿Inventando historias? ―le digo, y me hace callar de nuevo. Le doy una sonrisa llena ahora―. Podría estar en un club de caballeros por todo lo que sabes. ―¿Qué? ¿En Cheaters? ―Ella chisporrotea, de pronto olvidando lo cerca que está Kat. La respuesta detrás de ella es inmediata. ―¿Él está engañándote? ―Mi hermana tiene habilidades; que pueden llegar a estar indignadas increíblemente rápido. ―No, nada de eso, Kat. ―Mi chica se aleja del teléfono lo suficiente para explicar que estoy irritado porque quiero que se desnude.

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―Sshhh. ―Se ríe, bajando a un zumbido―. Tu hermana está levantada. Está haciendo café justo a mi lado. Descafeinado ―añade tranquilizadora. Entonces, nos encierra entre la palma de su mano y tapa el receptor, provocando un sonido hueco con el resto de lo que me está diciendo―. No me hagas molestarme mientras estoy tratando de prepararme.

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―Sí, tienes un rack estelar, y yo…

―Él es un trasero ―es el comentario de Katsu―. No le hagas caso. ―Hey, ando por ahí, aprendiendo cómo ser un caballero. Nos enseñaron cómo balancear una taza de té con nuestros meñiques directamente al lado. Estamos practicando el vals wiener y la siguiente cosa es cómo sostener correctamente las puertas para las damas, mientras inclinas la cabeza de manera elegante. Arriane se está riendo en voz alta. Ah. Me encanta ese sonido de mierda. La hace olvidar toda su mierda. Ojalá siempre pudiera hacerla tan feliz.

* * *

Todas las mañanas, llamo a Arriane. En el segundo día, accidentalmente la llamé antes de que se levantara, esa será mi nueva regla. Joder, es delicioso escuchar gemir su voz de sueño, revestida desde dentro de las sábanas. Trata de sonar como si estuviera molesta porque la desperté, pero en realidad, le encanta. A las cuatro de la mañana, me muero por ella. No es difícil durante el día, mientras todo lo que hago es concentrarme en el trabajo. Es cuando me despierto en una estéril cama de motel, dura como una roca que necesito su dulce calor, que estoy hueco por dentro. Ella contesta, somnolienta por el sueño. ―¿Nena? ―le digo. ―Leon… ―Te extraño conmigo, amor. Te extraño. Llamé demasiado temprano. La oscuridad de la noche fuera aún ni siquiera es azul. Mi chica suspira, soltando una larga, feliz exhalación entre sus labios. ―Yo también te echo de menos.

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Me quedo hasta que cierran. Ralph es como una sombra de mis movimientos, estudiando la forma en que Smother hizo las cosas cuando abrimos. Choice tiene un año, y tiene que demostrar su valía en Talco. El único competidor real es mejor en comercialización, por lo que uno de mis grandes empujes esta semana es negociar acuerdos con las organizaciones estudiantiles y con el periódico local.

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Los días pasan rápidamente. Nunca he trabajado más duro, ni siquiera cuando empecé Smother hace seis años con el dinero prestado de Hank. Me levanto a las cinco, corro por una hora completa, antes de dirigirme a Choice y continuar el proceso de poner el club sobre sus pies.

―Joder, Arria. ―Agarro mi polla, acariciándola, y hay una sonrisa en su voz que se extiende en el otro extremo, gimiendo―. Te necesito ―le digo, estúpido de deseo. ―¿Quieres que vuelva? ―pregunta ella, jugando conmigo, porque no se fue. Yo sí―. ¿No es un poco temprano para estar despierto, cariño? ―Mm-hmm. ¿Cómo está el bebé? ―Pateándome. Me hiciste reír, por lo que ahora piensa que es hora de que nos levantemos. Me la imagino tensa a mi alrededor. Recuerdo exactamente cómo se siente. ―Él será un terror. ―Igual que su padre ―susurra ella, y es todo lo que puedo tomar. ―Arriane. ―¿Sí?

―Cualquier cosa.

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―Tócate a ti misma.

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―¿Podrías hacer algo por mí?

Es eso todo. Tengo que verlo, y me estoy tomando el fin de semana libre. No estoy en el calendario de todos modos, mi novio se ha asegurado de que están cubiertos sin mí todas las noches. Estoy molesta y feliz, todo a la vez. La postcombustión de su llamada hace una hora palpita en mis muslos donde soy más cálida. Leon, ¡me hizo llegar al clímax en el maldito teléfono! El gruñido cuando llegó durante mi propio orgasmo todavía hace que mis pezones se endurezcan. ¿Cómo podemos estar tan necesitados después de sólo cuatro días? Cuatro malditos largo días. La piel de mi cuello se estremece con el entendimiento: Estoy atascada. No estamos hechos para estar separados. No voy a ser capaz de dejarlo después de que nazca el bebé. Quiero correr lejos, una carrera para Talco a la velocidad de la luz.

Talco está a dos horas de distancia, sin embargo. Leon podría no necesitarme más una vez que llegue allí. Era tan diferente en el teléfono… casi necesitado, tal vez la suya era una corta vida, ¿un anhelo impulsivo? Mi corazón enloquece mientras mi cerebro insiste en mis planes de viaje. No he estado en casa en mucho tiempo. Sí. Si la mentalidad de Leon ha cambiado, iré a ver a mamá. Katsu ya está en su computadora en la sala cuando salgo de la ducha. ―Hey, señora ―digo yendo a la cocina. ―¡Buenos días a ti! ¿Todo bien hoy? ―Sí. ―Mi corazón da dobles saltos antes de continuar―. Tu hermano… me extraña. Ella mira hacia arriba, con los ojos brillantes. ―¿Lo hace? Bueno, como debería. ―Lo voy a sorprender. Iré de visita. Su expresión feliz se convierte en preocupación.

Cierra la computadora portátil con la que ha estado trabajando y se levanta. Agarra su café de la mesa y me sigue a la cocina. ―Por supuesto que no. Solo que necesita tanto su control en este momento, espero que no lo tome en mal sentido. Su comentario me molesta de repente. Pienso en cómo Kat siempre considera el bienestar de Leon antes que el mío, incluso antes del bebé. ¿Cuál es la razón por la que nos quiere juntos si piensa que no soy buena para Leon? Normalmente lo entiendo, porque haría cualquier cosa por mi propio hermano. A veces, sin embargo, es demasiado. ―¿Qué pasa si analizas lo que están construyendo por estar separados? ―¿Por qué eres tan sabia, Kat? ¿Tienes veinte o setenta? ―pregunto, porque a pesar de su intrusión, veo su punto. Me pasa una taza de café descafeinado y saca mi crema favorita del refrigerador. ―Nah. Sólo conozco a mi hermano y sus estados de ánimo. ―Bueno, todavía tengo que hacer esto por mí misma. Quiero quedarme el fin de semana. Si él no “entre comillas” está en un buen estado de ánimo, voy a dormir a casa de mi madre. Estaré fuera dos días. Controla su ceño fruncido, pero está ahí.

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―No. ¿Acaso el me impedirá ir a casa? Mi madre vive allí.

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―¿Estás segura? ¿No quieres preguntar primero?

―Te llevaré. ―¿Por qué? ¿Dado que las mujeres embarazadas no pueden manejar? ―le disparo un guiño mientras apilo hojas de diente de león en la parte superior de una rebanada de pan integral tostado. Puedo ocultar mi irritación, pero en realidad es el momento en que deje pasar esto. ―Estoy bastante segura de que puedes ―dice a mi espalda―. Leon le dio a Cristian y a mí tanta basura, sin embargo. ―Por lo cual pido disculpas de antemano. ―Muerdo al dios verde, y trago un bocado. Ella sonríe, el afecto en sus ojos cuando se encuentra con los míos. ―Leon conoció a su igual, ¿eh? No serás mangoneada por él, ¿verdad? ―Nop. Además, es por eso que está en Talco de todos modos, ¿recuerdas? Tiene miedo de su propia necesidad de control.

Pido al recepcionista el número de habitación de Leon, pero no está "en libertad de decirme”. ―Soy su novia, y le estoy dando una sorpresa ―explico, lo cual admite que es dulce. Sin embargo, es firme en las políticas de la empresa. Saco mi celular y llamo a Leon frente al hombre. ―Hola cariño. ―Oye, ¿estás bien? ―Sí, estoy bien, escucha. ―¿El bebé está siendo un buen chico? Sonrío al teléfono. ―Sí, no está actuando nada mal. La presión arterial está bajo control, todo está bien. ¿En qué habitación estás en Talco?

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Mis extremidades están rígidas cuando llego al motel de Leon. El lugar está descuidado, tan no él. A la baja, el edificio es de dos pisos con una barandilla casi raquítica, que serpentea alrededor de un pasillo en el segundo piso. El rojo del exterior se ha desvanecido a través de años de luz solar directa, y la hierba ahoga rosales escuálidos en los macizos de flores.

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* * *

―204. ¿Por qué? ―Sólo me preguntaba. Es una apuesta con Cameron. ―Por supuesto, y de alguna manera supongo que la historia de fondo es demasiada información. ―Correcto. Te amo ―le digo, y es una cosa tan íntima en el teléfono delante de extraños. Durante estos días de diferencia, nos hemos perdido uno al otro. Ayer por la mañana, incluso dijo que me necesitaba. Sin embargo, "te amo" son palabras que no giran alrededor a menos que podamos ayudar a la forma en que se escapan. Está en silencio durante unos segundos. Luego, regresa el sentimiento antes de colgar. ―Yo también te amo.

―Sí, podemos acomodarla, señorita. Tome el ascensor y vaya a la derecha, y siga los números hasta el doscientos cuatro. La empleada le dejara entrar. Es curioso cómo mi corazón está a punto de saltar fuera de mi caja torácica cuando entro en la habitación de Leon. No sabe que venía. ¿Qué pasa si no me gusta lo que encuentro aquí? ¿Y si realmente va a los clubes de caballeros? ¿Trae chicas a casa con él? Podría estar viviendo una vida entera llena de secretos con chicas en mi ciudad natal. Dios sabe que tendría más que suficientes contendientes dispuestas. Es hermoso, con un cuerpo que no tendría ningún problema de inclinar a la mayor parte de la población femenina de Talco a sus espaldas. Como lo hizo en Deepsilver. Maldita sea. Tengo que dejar de pensar. Asiento a la empleada y cierro la puerta detrás de mí. Ahora estoy sola con mi corazón preocupándose. La cama está hecha. Honestamente, no estoy segura si eso es por Leon o la empleada, porque es muy meticuloso. En la mesilla de noche, hay un vaso de agua medio vacío y nada más. Su maleta está apoyada en un soporte de la televisión. Está cerrada. Me resisto a la tentación de abrirla. Al exhalar, me dirijo al baño y agarro una toalla. Tomo el aroma de él por el lavabo donde sus artículos de tocador están alineados

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Él piensa duro. Al final levanta un dedo en un gesto de "un minuto" y se vuelve hacia la pared, hablando bajo en el teléfono. Sonríe ampliamente cuando se gira de nuevo a mí.

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―Doscientos cuatro ―le digo al recepcionista―. Todo lo que quiero es dejar mi maleta en su habitación y refrescarme. Después de eso, lo voy a sorprender en el trabajo.

como soldados cerca del espejo: cepillo y pasta de dientes en un vaso. Su colonia. En la ducha, hay champú y jabón solamente. No hay aromas femeninos desconocidos. Sin ropa interior en cualquier lugar. Estoy tan aliviada que gimo. Media hora más tarde, estoy conduciendo a Choice. Ni siquiera he llamado a mi madre para hacerle saber que estoy en la ciudad. Lo haré, sin embargo, me digo. Una vez que haya terminado de obsesionarme con la reunión de mi novio. El bebé extiende un pie contra el volante mientras conduzco. Es como si él también entendiera cómo estoy anhelando a su padre. Las mariposas se mueven ligeramente en mi pecho ya que no hay espacio por debajo para que lo hagan.

Soy la única dama excesivamente embarazada en esta línea. Tengo algunas miradas secundarias, pero estoy acostumbrada por Smother. Mi bebé duerme bien con la música a su alrededor. Es lo que sabe, y sospecho que el bajo vibrando a través de los sonidos hace que descanse y sea simplemente agradable y familiar para él. Cuando es mi turno, el gorila me mira y frunce el ceño. ―¿Puedo ayudarle? ―Sí, sólo uno, por favor ―le digo―. ¿Está el dueño por aquí? ―Inmediatamente me arrepiento de preguntar. Mi corazón rebota ante el pensamiento de que no esté. Estoy empezando a entender algo acerca de mí. Me estoy volviendo posesiva de este hombre. Estoy… quiero controlarme. No es que alguna vez tenga la oportunidad. Será mejor que saque ese pensamiento de mi cabeza rápidamente. El gorila, que es alto y con mucha carne como nuestros chicos de Smother, dice:

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Fuera de Choice, me siento estúpida. ¿Qué estaba pensando al llegar aquí tan tarde? Si hubiera venido antes, me habrían quedado claras las líneas. Es viernes por la noche, ¡por supuesto que van a estar ocupados! En resumen, creo que dejaré que el gorila sepa quién soy. Por otra parte, quiero ser valiente. Ver la primera reacción de Leon cuando se dé cuenta que estoy aquí. Espero que sea una buena idea. También estoy esperando ver sus verdaderos sentimientos antes de que los oculte, llevándolo lejos tan rápido como siempre.

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* * *

―¿Señora? ―Leon Stonewell. ¿Está en casa? ―bromeo. ―Claro que sí… ―Se está preguntando. Es evidente que las personas no preguntan sobre Leon mucho en esta ciudad. Me alegro, porque en Deepsilver, los que buscan a Leon son o ex novias o chicas formadas para convertirse en chicas rotas. No mis favoritas. ―Gracias ―le respondo, tomando el boleto y obteniendo mi sello en la mano. Estoy a punto de sorprender a mi amor. Contra las recomendaciones directas de Katsu, estoy haciendo esto. Y rezando para que él esté feliz de verme.

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Mierda.

31. Talco Choice tiene un segundo a cargo, informal y leal, y voy a usarla para lo que vale la pena. La buena apariencia de la mujer y maneras seductoras es todo lo que Ralph ha apreciado en ella hasta ahora, pero en el último par de días, le he señalado sus puntos fuertes a él.

―Jefe ―tararea ella a mi lado, sin apagar el sexo que irradia. Entiendo a Ralph, sus gestos hacen que te preguntes qué tipo de petardo sería en la cama. No es que me gustaría probarla. No lo hago con el personal… normalmente. ─Esta noche va a ser una noche de tequila. ¿Ese grupo en el bar? Despedida de soltero de un jugador de fútbol. Lo conozco, le gusta el tequila hasta el final. Podríamos querer comprobar si Adam puede trabajar. Él es un tipo grande con un efecto calmante sobre los escandalosos. ―Buena idea, Kayla. Dale una llamada, por favor ―le ordeno. Kayla sabe cómo usar su voz. Ahora ella es toda susurros para mí. ―En ello, jefe. ―Entonces, saca la cadera y se balancea hacia el teléfono. Es su intimidad insolente lo que hace a mis pensamientos ir hacia Arriane. Quiero llamarla, pero está, probablemente, hasta el codo metida en los negocios en Smother, aterrorizando a mi personal con sus caprichos de embarazada y la falta de capacidad de gestión. Tal niña problemática estos días. Siento mis labios curvarse en una sonrisa. El grifo de la cerveza Miller tiene una fuga. Un camarero, cuyo nombre todavía tengo que aprender, corre por un destornillador. El mango está a punto de caerse, y no estoy seguro de cómo sucedió esto. Lo entiendo de último minuto.

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No lo es. El tipo tiene que controlarse. Él contrató a Kayla hace tres meses, y ya es la camarera más codiciada tanto por los clientes hombres como mujeres. Es rápida, toma decisiones claras sin esfuerzo, y el personal va a ella por preguntas en lugar de buscar a Ralph. La chica es natural.

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―Ella es una bendita versión pelirroja de Marilyn Monroe ―me dice Ralph―. ¡Es malditamente casi imposible trabajar junto a ella!

Ralph está en el otro extremo de la habitación charlando con un par de chicas, sonriendo y agitando un trapo de cocina. ―Señor, Adam quiere hablar con usted ―ronronea Kayla―. ¿Le importa? ―Empuja el teléfono en mi oído mientras aferro al grifo. Este no es un buen momento, pero es mi negocio. ―Sí ―le digo. ―Señor, soy Adam, uno de sus empleados ―me informa Adam. Kayla se apoya encima de la barra, acercándose a mí hasta que traspasa mi espacio personal. Con un codo en mi brazo, sostiene el inalámbrico para mí, con los labios rosados haciendo pucheros en una curva juguetona. ―Lo sé. ¿Qué pasa, Adam? ―Miro a Kayla―. Baja el teléfono contra mi hombro. Lo sostendré. ―Oh, no es molestia, jefe. ―Me guiña, encontrando una posición cómoda entre el mostrador y yo.

―Claro. Trae a tu chica. Una vez que estés en la puerta, dile al portero que me dé un toque, y te doy entrada. Ella tendrá acceso libre y dos bebidas por la casa. ―Hago señas hacia Kayla, quien me da una alegre inclinación de regreso, reconociendo mi orden. Mi hombre con el destornillador finalmente regresa. La cerveza sigue goteando a través de mis dedos, y Kayla amontona paños de cocina para ponerlos en el mostrador frente a mí. Sí. El espacio personal no es uno de sus puntos fuertes. A pesar de la fila clamando por alcohol, me llama la atención completamente alguien desde más allá de la multitud. Me levanto para mirar, y me lleva tres segundos encontrarla detrás de la fila de fiesteros balanceándose. Entrecierro los ojos, tratando de decidir si estoy en lo cierto. Lo estoy. Hombre. Es la sensación más extraña. Su rostro es tan inesperado aquí. Tan jodidamente hermosa. Con los ojos ensanchados y con preguntas, ella se desliza de mirarme hacia Kayla.

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―Señor, me preguntaba. Mi novia está en mi casa, y sé que no es la política dejar a la gente entrar de forma gratuita, pero los dos estamos quebrados. Iba a pasar la noche libre con ella. Entonces, Choice me necesita, correcto, y… ―Adam tropieza en su petición, sin llegar a la pregunta real. La norma que alude es nueva para mí, otra cosa que hablar con Adam.

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En mi oído, Adam zumba:

―Sostenlo, por favor ―le digo a Kayla. Ella es rápida al extenderse a la llave, y yo tomo el necesario paso lejos. Arria no se ha movido, pero sus brazos se cruzan sobre sus tetas, y estoy enojado porque debe haber llegado en coche. Si ella está aquí sola, está en problemas. ¡Eso es un serio kilometraje, cualquier cosa podría haber sucedido! Ella tiene que estar en mis brazos y rápido. Un cliente tropieza. Son sólo las diez de la noche, pero está lo suficientemente borracho como para perder el equilibrio y casi pisarla. Me lanzo hacia adelante y la agarro, la jalo fuera del camino. ―¿Qué estás haciendo aquí? ―No, ¿qué estás haciendo tú aquí? ―grita en respuesta. Oh, correcto. Esto se trata de Kayla. ―Trabajo, nena. ―Arrastro mis dedos por su cabello largo y sedoso y lo sostengo apretado para absorber la textura―. Así es Kayla.

―No, no la dejé. ―Le doy a Kayla un vistazo también. Ahora, está ayudando a su colega, con una mano en su cadera y con la barbilla en su hombro mientras sostiene la llave para él―. No tenía tiempo para ser quisquilloso. El grifo estaba literalmente deshaciéndose, Arriane. Sin embargo sí consideré gruñir un "deja de tocarme”. ―Sonreí. ―¡Oh! ―dice mi malhumorada chica embarazada con enormes y hermosos ojos enojados. Empuja mis manos lejos de ella y se dirige más allá de la multitud hacia la barra. Ella entra, causando que el camarero con el destornillador miré hacia arriba, sorprendido. Veo un "oye" en la boca para un cliente violando su esfera de trabajo detrás del mostrador. Estoy muy cerca detrás. Maldita sea, ella es linda cuando está celosa. Jodidamente adorable. ―¿Kayla? ―le dice a Kayla. ―¿Sí, puedo ayudarte? ―Kayla es amable con sus clientes, como siempre. ―No vuelvas a poner tus manos sobre mi hombre de nuevo. Salto antes que más daño se genere. ―Chicos, esta es mi novia, Arriane. Está de visita desde Deepsilver. ―La sonrisa se extiende en mi cara. Es difícil de subyugar.

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―¿Estás diciendo que ella está sobre ti sin descanso?

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Los ojos violeta encuentran a Kayla en una mirada de dura.

―¡Dios mío! ―dice Kayla. Con un último giro del destornillador, el otro camarero termina la pequeña re-instalación del grifo de cerveza, y Kayla es libre de saludar a Arriane―. ¡Estás tan embarazada! Ah, ¿qué vas a tener? ―Está verdaderamente feliz por nosotros, y la furia de Arriane se encoge al instante. ―Niño. ―No está sonriendo todavía, pero cuando Kayla escabulle un brazo alrededor de su cintura y abrazo su cuerpo como si fueran las mejores amigas, o amantes, Arria me envía una mirada cautelosa. ―Te lo dije ―articulo.

Deepsilver, Katsu, su padre, están lejos de nosotros aquí. Una pequeña lámpara de noche es todo lo que esta encendido, cubriéndolo de una luz baja, mientras que su mano se desplaza hacia arriba, sobre mi pecho, deteniéndose para amasarlo una vez antes de llegar a mis labios. Me encuentro con ojos que brillan oscuros. Se hunden en mi boca, mirando su dedo índice presionar dentro. Instintivamente, me abro para permitirle el acceso. Un suspiro tranquila sale de él mientras ruedo mi lengua alrededor del dedo, chupándolo. ―¿Por qué has venido, nena? ―susurra él―. Estoy trabajando, ya sabes. ―Porque me extrañabas ―logro decir las palabras mal articuladas en su dedo―. Necesitas tiempo libre también. No puede ser todo trabajo. No estamos mencionando nuestros problemas. Él no dice que me dio espacio para ablandar nuestra relación, que él está tratando de hacer que se disipe. Yo no le digo que he llegado a mi propia conclusión respecto a nuestro futuro, el que estoy aquí para luchar por ello. Pero Roma no se construyó en un día. Esta noche no se trata de metas desalineadas.

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Leon no perdió tiempo en sacarme de Choice. A las once de la noche ya estamos en la cama. El motel barato rodeándonos no significa nada cuando el toque de Leon se desliza sobre mi estómago y se ríe ante el bebé esquivando sus manos. Mi novio esta relajado. Feliz.

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―Caray ―murmura.

Leon roza bajando hasta mi muslo, acariciando con la palma plana, agarrando alrededor y doblándolo a un lado. Sus dedos seguros tocan y me descubre como si no tuviera ya cada centímetro de mí memorizado. Cálido, vivo, presente, me acuna allí, sosteniéndome inmóvil mientras su boca va a la mía. Leon está aquí conmigo. Él no está perdido por la ira, no usándome como catalizador. Soy destrozada por su beso. Estoy apoyada contra mullidas almohadas, y el líquido se escurre por mis sienes. Mi corazón no me escucha, hace su propia cosa, precipitándose con el temor de necesitarlo siempre a él. ―No llores. ―No lo hago. Su cara, sus labios. Leon es demasiado, tan intenso. Todo con lo que él lucha, en este momento no se está escondiendo. Sus demonios están latentes, pero sé que todavía están con nosotros.

―Oh, nena ―susurra, disfrutándonos también. Me muevo con él, apenas, pero más que suficiente. Él responde, satisfaciendo mi necesidad de él. Por este momento, mis preocupaciones me dejan ser. Él es todo lo que existe en estos momentos. Es sólo nosotros, sólo el placer, sólo… Éxtasis.

* * *

Me despierto con mi amor de costado detrás de mí. La habitación es de un tono negro, la noche sigue siendo un ser vivo, pero él nos necesita de nuevo. Un sopló silencioso emerge contra mi mejilla mientras me mordisquea. Tiene una mano encajada debajo de mí, alrededor de mis tetas y presionándome hacia él, así que estamos piel con piel. ―¿Más? ―le pregunto innecesariamente. Ya está duro y arrastrándose en la sensación resbaladiza que dejó anoche.

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Cerca, profundo, Leon presiona dentro de mí, haciendo que mi canal se sujete a su alrededor por instinto. Mis pezones son protuberancias duras, y levanto mis rodillas, permitiéndole rodar mi trasero hacia arriba para que pueda ir más profundo. Mi estómago se encuentra en el camino, pero lo hacemos funcionar, oh, sí, lo hacemos. Porque nada importa, siempre y cuando él esté enterrado profundamente.

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Luego, está el bebé. El ser una buena madre. Hacer lo correcto. ¡Qué carajos es lo correcto!

Arremete rápido, haciéndome gritar. ―¿Sientes eso? ―pregunta mi cariño. ―Sí. ―Arqueo mi espalda contra él. Él me abraza fuerte, exigiendo y tomándome en movimientos cortos, duros y balanceantes. ―Levántate ―sisea, con el deseo anulando la consideración para mí, y es tan sexy, que estoy ardiendo por más―. En cuatro patas. Apenas tengo tiempo para obedecer, antes que se estrelle contra mí. Chillo, la sensación tan exquisita me hunde sobre mis codos. Él me anima, pone una mano en mi espalda y presiona hacia abajo. Con la otra, agarra una cadera, levantándome por lo que tiene un mejor acceso. ―Eres mi cielo, Arria ―resopla―. Mi. Jodido. Cielo. Se inclina sobre mí, cubriéndome con músculo y piel caliente mientras me folla. Reuniendo mis pechos con ambas manos.

Sus palabras me hacen tensarme más rápido, y de repente estoy allí. Estoy débil y gimiendo a su alrededor mientras él se sale por lo que sólo la cabeza me provoca antes de empujarse hacia adentro lo más fuerte que puede. La cama se mece hacia la pared, rítmicamente, ruidosa en la oscuridad, mis gritos silenciosos saliendo a borbotones con cada empuje implacable. ―¿Te perdiste, nena? ―bromea, golpeando mi cuerpo con el suyo, piel húmeda golpeando contra piel. Me hundo, ya no estoy siquiera sobre mis codos. Él está dominando mi mente, mi sexo, y todo el camino hasta mis pezones doloridos. Sensible como estoy, le da un apretón mis tetas con una sola mano, y luego se detiene, inmóvil. Me quejo, todavía temblando de las réplicas de él. Leon se impulsa de nuevo con tanta fuerza que gimo, y él crece tan grande que casi ya no lo puedo acomodar. Me muevo, retuerzo, en la espera para que esta sensación increíble haya terminado y dure más a la vez. Una vez más, se sale y se estrella en mí con toda su fuerza. ―Ah ―jadea, pura satisfacción en una sola sílaba. Su amor palpita hacia afuera, cubriendo mi canal y haciéndome gotear. Cuando nos separa, me besa y me ayuda a bajar. Creo que va a limpiarme con la toalla cerca de la cama, pero en su lugar, se acuesta conmigo, acaricia una palma sobre mi lado, mi cadera, y baja a mi muslo.

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―Mmm. ―Mi Leon acaricia debajo de mi oreja, retumbando contra mí―. Te siento. No te contengas.

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Estoy perdiendo el control.

Leon me empuja entre las sábanas. Tengo mis almohadas apiladas altas, y se asegura de que estoy cómoda antes de que su mano roce mi hendidura. Estoy sensible, pero no está tocando mi punto más dulce. Se mueve hacia abajo, encontrándolo con absoluta astucia, deslizando sus dedos a través de él, hundiéndose por más. Pronto su amor cubre mi montículo y cada pliegue de mi vagina. Él tararea, satisfecho con la sensación. ―Esto, nena, es tan sexy ―me dice. Entrelaza nuestros dedos y los lleva hacia abajo para que disfrute de nuestro amor también. Está resbaladizo, suave como la seda, y palpito por él otra vez, tan rápido. ―Estás loco, Leon ―tartamudeo. ―Por ti. ―Acaricia contra el hueco de mi cuello, haciéndome cosquillas. Sopla un suspiro que suena demasiado pesado para algo tan bueno―. No soy un maldito santo, Arria. Estoy tratando de dejarte ir, ¿de acuerdo? Deberías estar ayudando. Mi risa es fácil.

Hay tregua en el olvido físico. Pero una vez que volvemos a nuestros sentidos, la realidad espera, cruda e implacable.

* * *

―¡Oh, Arriane! ―exclama mi madre―. ¿Por qué no me dijiste? Los planes cambiaron desde que hablamos por última vez. Hubiera insistido en tener el día libre completo si supiera que estarías aquí. Podría haber llamado a Trix, ¿recuerdas a Trix, la que trabajó conmigo? ―Uj… ujum ―Ella está ocupada con la compañía de su marido, pero me habría cubierto sin problema, sobre todo con lo raro que nos visitas. ―La última parte no es tan optimista como la primera. Hay definitivamente un resentimiento. Sólo… que no ha sido tan agradable visitar cuando sé cómo mi madre se siente acerca de Leon. ―Fue una decisión de último minuto y Leon está trabajando en Choice esta semana ―explico en el teléfono―. Voy a llamar a tu puerta en dos minutos como mucho.

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―Tú eres el diablo. ―Debajo de su broma, hay un matiz de angustia. Exponiendo lo inseguro que es de sí mismo en este papel.

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―Me gusta ser tu demonio. ¿Puedo ser tu único demonio, por favor?

―¡Llamar a la puerta! ―se burla, y me río. ―Está bien, voy a estar tirando abajo tu puerta en dos minutos, barriga en primer lugar. ―Cuidado con mi nieto ―me amonesta jugando. Cinco minutos más tarde, ella se levantó de puntillas para abrazarme. No soy alta, pero soy una casa en todos los sentidos de la palabra en comparación con mi madre en este momento. ―Dios mío, ¿estás segura que no vas a tener gemelos, cariño? Ya sabes, no era consciente hasta las últimas tres semanas contigo y tu hermano. ¿Han comprobado a fondo?

―¿Qué es lo que bebes en estos días? ―pregunta. Juntas siempre fuimos grandes tomadoras de té. Tantas buenas conversaciones en los últimos años. Mis papilas gustativas se han transformado con mi cuerpo, sin embargo. ―Pepsi de dieta. Ella levanta las cejas y ve que lo digo en serio. ―Vaya. Bueno, el embarazo sí cambia los hábitos de uno. No te excedes, ¿verdad? ―No, mamá ―le miento, aunque no es tanto; Leon no quiere que el bebé se exponga a la misma, por lo que nunca consigo mi cuota de refresco a su alrededor. Con la cabeza agachada, mamá se mueve afanosamente en el refrigerador, extendiéndose profundo y encuentra lo que busca. Desenrosca la tapa de una de medio litro y la coloca ante mí con un vaso. ―Aquí. Restos de la noche del puente. ¿Cuáles son sus planes después de que nazca el bebé? ―pregunta. ―Directo al grano, ¿verdad? Ella baja la voz cuando se hunde a mi lado en la mesa.

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Mamá eleva los hombros y los deja caer. Frota sus brazos, su forma de decir que está incómoda, que puedo esperar un conflicto. Sé de qué se trata. Voy a dar a luz en cualquier momento, así que supongo que es hora de que tengamos esta conversación. Me señala hacia la cocina.

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―Ja, sí, tengo un solo habitante. Es sólo un niño grande como su padre ―le digo, enrojeciendo ante el doble sentido. Soy ridícula. Gracias a Dios, mi madre no lo capta, ¿por qué iba a hacerlo? Esta es mi mente de una sola pista; estoy brillando por la cama de Leon, mi corazón está lleno, y mis extremidades y lugares secretos adoloridos de él.

―Debemos sacar el máximo provecho de nuestro tiempo antes que vaya a trabajar, ¿no te parece? ―Sí. ―Suspiro. Me armo de valor―. Si Leon todavía me quiere, mamá, voy a estar comprometiéndome en nuestra relación… a largo plazo. Las líneas suaves alrededor de los ojos de mi madre se profundizan. Sentada derecha en la silla, la espalda más recta que antes, tensa los nervios con las objeciones listas para entrar en erupción. ―Mamá, estamos en una relación ―le digo antes que pueda hablar―. La mayoría de la gente no rompe cuando tienen bebés. Más bien todo lo contrario. ¿Sabes? ―Agrego mi pregunta en una súplica para que ella entienda.

Estoy acostumbrada a estar de acuerdo con ella sobre asuntos de amor. Mi primer amor de la escuela secundaria. Mi primer amor del instituto. Mi primer pequeño corazón roto. Todo ello, lo compartí con mi madre, y me hizo sentir mejor. Hoy ella no lo hace. ―Necesito tu apoyo ―le ruego―. Me mata que no estés de acuerdo. Él es el padre de mi bebé, y le he amado durante tanto tiempo, mamá. ―El amor no significa nada ―exclama, y yo inhalo bruscamente. Ella no es así. ―¿Estás bromeando? Mamá, por favor, no digas esas cosas. ―Lo siento, no, el amor es bueno. El amor es lo que quieres, pero no a costa de la felicidad. El amor y la felicidad no necesariamente van de la mano, Arriane, y este hombre, Leon, por lo que entiendo, sería insuficiente para llamarlo un buen hombre. Siento que mis hombros se encorvan alrededor de mi corazón. Estoy pesada. Mi estómago es pesado. Mi corazón está teñido de decepción y quiere la aprobación de mamá. Todos mis amigos en el instituto me envidiaban, alguno me

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En general, soy honesta con mamá. Es casi una cosa innata, porque hizo que sea fácil confiar en ella. No tenía necesidad de colarme a su espalda cuando era adolescente. Ella siempre estaba allí para mí con consejos que mezclaba la sabiduría del adulto, cuidado maternal, y comprensión.

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―¿Tienes alguna idea de lo que se siente cuando no funciona? ¡Puedes hacer esto sola, míranos a nosotros! Tú y tu hermano lo hicieron muy bien después que tu padre se fue. No sufriste, ¿o lo hiciste? No después de lo primero… ―Ella se desvanece, recordando la partida de papá de nuevo―. Eso no es lo que quiero para ti o mi nieto ―continúa, sabiendo que mi mente fue al mismo lugar que la de ella.

dijo en broma que cambaría ambos padres por mi único, porque ella era perfecta y eso era todo lo que necesitaba. Un padre perfecto. ¿Lo soy, sin embargo? ¿Sería tan buena como mamá? Aun así… ¿Este bebé no se beneficiaria de crecer con su padre si pudiera? ―Mamá, voy a seguir con esto. Sí, fuiste una gran mamá soltera con nosotros, pero tuvimos a papá durante los primeros doce años, y lo amamos también. Hay una razón por la que Chahel se encuentra en Nueva Delhi con él. Ustedes no funcionaron al final, y tuviste el corazón roto después que él te engañó y se mudó… todo eso no es algo que yo le deseé a ninguna persona, y menos a mi hijo. Pero la cosa es, que tengo que dejar de acobardarme a causa de lo que te pasó.

―¿Lo que me pasó? ―dice ella, incrédula. ―Sí, mamá. Sufrimos las consecuencias, pero en realidad, ni siquiera sabíamos lo que implicaba engañar. Estoy agradecida de que nos protegieras de todo. Has hecho un trabajo estelar en restarle importancia y protegiéndonos del dolor de tu corazón. Sus ojos se llenan de agua. Con el labio temblando incluso después de todos estos años; ella se acerca y nos pone mejilla con mejilla. Llora. Lloro por ella. Ya no extraño a mi padre, ha sido un largo tiempo. ―Arria, estoy tan asustada por ti. Cuanto más tiempo tienes con alguien que amas con locura, más difícil es dejarlo ir. Cuando te dije que el amor es lo que quieres, hice una valiente declaración general. Aun así, te debo una última advertencia, pequeña bebé, el verdadero amor nunca muere. Si abres la puerta, te aprisionara y nunca dejara ir.

* * *

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Y tengo razón en mi suposición:

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Cuando veo la reacción de mamá, me doy cuenta que nunca le he dado mi versión de los hechos antes. Ella esta aturdida, toda miradas casi perforándome. Los tres, mi hermano, mamá, y yo, siempre hemos hablado de los acontecimientos como si mi hermano y yo fuéramos parte de ellos. Pero en realidad, no lo éramos. La infidelidad no tiene nada que ver con los niños. Es asunto de los padres, ya que es algo de la "adulterancia" como mi hermano lo habría llamado en broma.

Mi madre y yo hemos concluido nuestro festival de llanto para el momento en que Leon llama a la puerta. Está tomando un descanso de la revisión del club para almorzar conmigo. Mi corazón se hincha debajo de mi caja torácica, sin dejar lugar para dudas. Estoy en lo profundo, mamá. Es demasiado tarde. Mamá se levanta y abre la puerta. Oigo bromas en el pasillo, el sonido de la voz sedosa de Leon, mientras se acercan. Mi pulso se embrolla, y como siempre, tengo miedo por mi presión arterial. Ociosamente, me recuerdo que tengo un médico en Talco también, alguien que probablemente me podría ver si lo necesito. Tomé mis pastillas esta mañana. Estoy bien. Leon entra en nuestra cocina. Lo veo por primera vez en estos entornos familiares. Mi corazón salta ante sus ojos absorbiendo, el más ligero de azul me atrapa. Eso apenas sonríe…

Dejo salir rápidamente una risa vertiginosa que me hace sonar como si tuviera trece años. ―Sí, estoy bien. Se acuclilla, toma mi cara entre sus manos, y me estudia. Luego, coloca un casto beso en mi boca. No es suficiente para cualquiera de nosotros, por lo que me da un segundo y un tercer beso ligero. El aire ligero que escapa de su nariz envía una sacudida a mis partes femeninas. Pasión contenida. Adoro su pasión contenida. ―¿Cuando es tu próxima revisión con el doctor Rosenthal? ―me pregunta. Mamá se cruza de brazos detrás de él. Ella está mirando fijamente con descaro, absorbiendo todo lo que Leon es conmigo. El malestar se arrastra hacia arriba desde mi espalda hacia el cuello. Cada movimiento que él hace está siendo juzgado. ―Lunes por la mañana. ―Me inclino fuera de su atención, dando una mirada a mamá―. De todos modos, debemos irnos, mamá. Tienes que ir a trabajar, y en algún lugar del centro hay unas samosas con mi nombre en ellas. ―Samosas, ¿eh? ¿No pura lechuga? ―se burla Leon. ―Como comida de verdad también ―le digo, y él tararea en desacuerdo juguetón.

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―¿Estás bien?

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La cara de Leon se asienta. De repente alerta, su mirada fluye hacia mi pecho, y me doy cuenta que mi mano está cubriendo mi corazón. La alejo, pero él todavía dice:

Mientras damos un paso fuera de la terraza, la voz de mamá nos llega desde atrás. ―Leon ―dice ella, en tono bajo. Mi amor se vuelve y se encuentra con su mirada tranquila. ―¿Sí, señora?

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―Cuida bien a mi hija

32. Ayako ¿Estoy soñando? Estoy toda sobre dejar ir, acumular buen karma, ver más allá del monstruo de mi infancia, y lograr un cierre. ¿Pero esto? ―Mamá, ¿qué piensa John de que vinieras aquí? ―le pregunte, recordándole a su marido de diez años de vuelta en San Francisco.

Y aquí está. Ayako no ha estado en Deepsilver desde que huyó de su donante de esperma. Ahora está de vuelta para ver al hombre que amaba… morir. Es lo que tengo entendido, pero siendo Ayako, ella debe querer que exhale en paz. ―Oh, Katsu, Jhon está bien. ―Mamá deja escapar un suspiro cansado. Por el enrojecimiento de sus ojos, supongo que no ha dormido mucho tiempo―. Él tiene trabajo, pero si todavía estoy aquí para el fin de semana, se unirá a mí. Tengo una habitación en el hotel Hilton en Concord Street, por cierto ―añade mientras yo agarro su sencilla, elegante maleta y desabrocho la manija para un mejor agarre. ―No entiendo por qué estás haciendo esto, mamá. ―Ella tiende a reflexionar sobre las cosas durante mucho tiempo antes de actuar, por lo que su venida aquí no es impulsiva. Necesito saber de dónde diablos salió esto. En vez de iluminarme, su respuesta me desvía y me atrapa con la guardia baja. ―Lo trasladarán al hospicio hoy. ―El lápiz labial de Ayako brilla como siempre, pero lo único que veo es cómo se acentúa la tristeza de su sonrisa. ―¿Qué? No me lo dijeron. ¿Cómo te lo dijeron a ti? Ella levanta una pequeña mano con la simple banda de oro que quiso como anillo de bodas de mi padrastro. Hace un remolino en forma de cinta en el aire, indicando con sus ojos y gestos que no está segura.

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¡Una vez que llegara!

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Estoy en el aeropuerto, recogiéndola. Me llamó a las seis de la mañana, no para pedir mi opinión sino para decirme que acababa de abordar un avión. Ella tenía que apresurarse, dijo, y charlaríamos una vez que llegara.

―Desde que me enteré de lo del golpe de tu padre, me he puesto en contacto con la doctora Randall periódicamente. Ayer, tuve una sensación en el estómago, todavía las tengo a veces, y lo revisé con ella. Ir por el centro de la ciudad en coche es tranquilo. Estoy luchando con la idea de ver a mi madre en la misma habitación que el donante de esperma. Entrando y saliendo del sueño, mi padre no ha sido tan sensible los últimos días. Él podría no despertar, me calmo a mí misma. Además, ni siquiera los recuerdo a los dos juntos, no tengo razón para enloquecer. Shishi. Él va a recordarlo. Dios, me pregunto cómo reaccionará a que mamá esté aquí. ―¿Le dijiste a mi hermano? ―No, decidí no llamarlo. Imaginé que será mejor lidiar con su reacción en persona.

Mi madre parpadea rápido, su firma de cuando está tratando de no llorar. Llego al hotel y estaciono el coche. Ella tiene su bolso en su mano, buscando algo, un pañuelo. ―Mamá, está bien. Leon va a sobrevivir. Ya sabes que simplemente odia no controlarlo todo. Tu hijo es un fanático del control total. Ella se ríe con ojos brillantes, y yo sonrío también. He extrañado a mi dulce madre. ―Hablé con él ―susurra. ―¿Con quién? ¿Shishi? ―No, tu padre. Estoy anonadada por la noticia. No tenía idea de que había hablado con el donante de esperma en absoluto desde que se había ido de Deepsilver. ¿Por qué está haciéndose esto a sí misma? ¡Y aquí estaba yo, sorprendida por su contacto con la doctora! ―¿Sobre qué?

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Las dos tenemos una idea bastante buena, sin embargo. Él va a enloquecer y querer enviarla directamente de vuelta a casa.

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―Él ha estado… trabajando en sí mismo últimamente, con todo. Entre el bebé que llegará en cualquier momento y papá muriendo, no tengo ni idea de qué va a decir.

―Hace una semana, la doctora me llamó. Normalmente soy yo la que llama, Kat, la que llega a ella, pero tu padre había insistido en conseguirme para pedir disculpas. Mamá se levanta de su asiento antes de que yo lo haga, antes de terminar su historia. Abriendo la puerta de atrás, ella da un tirón a su maleta. Es tan pequeña, sin embargo. Mi madre no es fuerte a pesar de su apariencia como lo soy yo, así que me lanzo por ella, cierro el coche y empiezo a arrastrar la cosa hacia la entrada del hotel. ―¿Qué te dijo? ―suelto. ―No mucho. Tu padre estaba en una neblina de drogas. Desde que su hígado está fallando, sufre tanto dolor. Has notado, estoy segura, que él ya no está lúcido. ―Duerme casi sin parar ―ofrezco.

La mía es una pequeña púa, insinuando que ella está siguiendo sus órdenes. Por el brillo en sus ojos, ella es plenamente consciente de eso. Ayako no da excusas, sin embargo. ―Sí. Así que vine.

* * *

Mi madre no pierde el tiempo. Descomprime, dobla y guarda la ropa y artículos de higiene personal con una eficacia que rivaliza con la de Shishi. A continuación, arrebata su bolso de la mesa, y voilà, está lista. Mamá dice que no me preocupe, que va a moverse con el transporte del hotel y taxis mientras esté en la ciudad. Tengo que hacer mi trabajo, me recuerda, lo cual es cierto, pero me preocupo por ella de todos modos. ―Déjame ir contigo esta primera vez ―le ruego, y por suerte, cede. Me toma un minuto encontrar el hospicio. Situado en un edificio más bajo, se esconde en un rincón entre la enorme cantidad de hospitales. De dos pisos y flanqueado por árboles de roble, parece antiguo y bonito. Con un estilo utilitario, la

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―Él es el rey del mundo, eh, dándole órdenes a la gente a su alrededor ―digo, riendo―. Piensa que somos sus piezas de ajedrez para mover. ¿Y así que viniste?

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―Bueno, él pidió y consiguió mi perdón, pero no estaba satisfecho. Declaró que debía venir para que me lo dijera en persona, para ser capaz de ver que realmente aceptaba su disculpa.

casa todavía cuenta con una elegancia pasada de moda que no puedo categorizar hasta que leo la placa junto a la puerta. Este es el Hospital original de Parkwood construido en la década de mil novecientos. Tiene sentido para mí que este solemne, elegante lugar sea la última parada para la gente. Una vez a través de las puertas delanteras, noto que tiene todas las comodidades necesarias. No debería ser una sorpresa, pero el contraste entre el exterior y el interior es crudo. Una enfermera camina delante de nosotros, mostrándonos el camino porque la habitación de mi padre está en la curva lejana. Con vistas a un pequeño patio en la parte posterior, dice la enfermera. Es silencioso aquí. Miro a Ayako, que está hundida en sí misma. Mi mente reflexiona sobre su tiempo con el hombre que está a punto de visitar. Su lugar interno debe haber sido muy importante en aquel entonces. Físicamente un peso ligero en todos los sentidos, ella fue lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a tal abuso psicológico y físico.

Las paredes tienen serenas pinturas con barrancos, cimas de montañas, aves que están libres para volar, sumergirse y vagar. No puedo mirar al hombre encogido en medio de la cama todavía. Sólo el entorno. El hecho de que no haya cosas de hospital le habla a mi corazón sobre la pérdida de oportunidades. Sobre la persona que mi padre podría haber sido cuando él no necesitaba hospitales. Me detengo en la puerta. Sujeto el brazo de mamá, deteniéndonos a ambas. No estoy dispuesta a verla con él. ―¿Llamarás a Shishi pronto? ―Mi voz vacila mientras nos compro precioso tiempo fuera de su entorno. Ella levanta su rostro, sus ojos en mi padre a pesar de que se centra en mi pregunta. ―Lo sé, cariño. Tengo que decidir qué hacer. ¿Cuándo ha de volver? ―Él no lo dijo. Arriane está visitándolo, pero ella tiene una cita médica en Deepsilver mañana. ¿Leon, sin embargo? En el peor de los casos, no volverá hasta que ella esté en la sala de maternidad. La frente lisa de mi madre se pliega imperceptiblemente.

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La cama no es del tipo normal de hospitales. Claro, los chismes y las manijas que permiten al personal regular, están ahí, pero tiene un cabecero de madera. La habitación en sí tiene dos mullidos La-Z-Boys uno junto al otro frente a un pequeño ventanal con puertas correderas de cristal.

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Estoy asombrada de mi madre. Llama a la puerta de la habitación de su abusador moribundo. La abre con manos firmes.

―Debo explicárselo en persona, Katsu. Tal vez te pida prestado el coche y le dé una sorpresa. Siento mis hombros relajarse, los músculos que no sabía que estaban tensos aflojándose. ―Sí. Yo te llevaré. Los ojos de mamá no están en mí. Ella se mueve por la habitación, tranquila, silenciosa, hasta que sus dedos revolotean de la manta a las manos de mi padre. Está dormido, un tubo transparente suspendido en una de las ventanas de su nariz y agujas deslizándose a través de la piel floja de una de sus manos. Un suspiro tembloroso sale de mi madre, y me acerco, agarrándola por los hombros e inclinando mi mejilla contra su cabello.

―Hubo buenos tiempos también. ―Sus dedos se elevan y tiemblan sobre sus labios. Toma un aliento, recolectando energía antes de volverse hacia mí―. Voy a sentarme aquí por un rato, cariño. Me traje un libro. Quiero estar aquí cuando despierte.

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Ella niega, recomponiéndose. Para mí es más fácil, estoy segura. Todo lo que hago es compararlo con la imagen de la fantasía de un padre que nunca fue. De mi padrastro, de los papás de mis amigos. ¿Pero para mi madre? El dolor que veo en sus ojos tiene que surgir de diferentes recuerdos.

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―¿Mamá? ―le susurro, temerosa de interrumpir. Y con miedo de despertarlo a él también.

33. Volver Los ojos de Leon permanecen en mí mientras salgo de la plaza de estacionamiento, y mi mirada se queda centrada en el espejo retrovisor hasta que me sumerjo en la carretera principal. Es difícil dejarlo atrás. Cuando me detengo en la luz roja él puede verme desde dónde se encuentra, y me envía un único texto. Guarda el celular y conduce con seguridad. Sonrío temblorosamente.

Yo también te amo… Lo que no me he atrevido a preguntar resbala de mis dedos y en las teclas del teléfono. ¿Cuándo vienes a casa? Mi concentración va entre el espejo y el semáforo. Leon se pone erguido. Incluso a la distancia, su mirada me perfora con la demanda de que obedezca y golpee el interruptor de apagado. Reprimo una risita porque no puede alcanzarme desde donde está. Pronto. APÁGALO. Las pocas horas a Deepsilver se sienten como diez. Cuando finalmente entro en Noble Street, me pregunto si la sensación que tengo es nueva. ¿Tal vez no noté las señales de mi cuerpo mientras estaba con Leon? Músculos adoloridos, lo entiendo. Mis muslos, glúteos, cintura, caderas, e incluso hombros queman por la feroz atención de Leon en el último par de días. Aprieto los labios con una sonrisa y presiono mis piernas juntas, saboreando el dulce dolor después de haber estado juntos. Pero es por lo otro por lo que soy cuidadosa. Mis dedos se envuelven alrededor del volante con más fuerza, mis muñecas hinchadas con líquidos. Soy consciente de pronto de que mi pie en el pedal tiene la piel tensa, como si la carne quisiera liberarse.

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Sí, te amo. Ahora, guarda. El. Celular.

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¿Me amas?, respondo, porque estoy necesitada y lo extraño como loca.

Estaciono el coche en la calle; de repente, no puedo soportar la idea de salir y abrir las puertas traseras sólo para volver al asiento del conductor. Mi pulso se acelera, simplemente reaccionando a la ausencia de Leon, espero. Mejor que no sea físico. Significaría que la preeclampsia me reclama. Camino hacia la entrada del Smother. Otro diurético. Medicamentos extra para la presión arterial. Me muevo lentamente, vacilante como en secuencias extrañamente amortiguadas. Para cada paso, mi corazón palpita en mis oídos. Tom, el gorila bastante nuevo, cuida la puerta solo. Christian dirige el lugar con fría lógica, y ya que es temprano y por lo general no hay gente los domingos, Tom lo maneja bien sin Jason.

Estoy trabajando por salir. Aterrada por mí misma. Necesito comodidad y Leon está lejos, muy lejos. No puedo molestarlo a menos que esto resulte ser algo más que nervios. ―¿Katsu está aquí? ¿O Ingela? ―Ingela está en el bar principal, pero Katsu está en el hospital con su madre, que visita a su padre. ―¿Qué? ―Frunzo el ceño―. La novia de su padre, ¿no? ―No, señora. Christian me llamó temprano, vi a Kat por mí mismo ―dice, como si fuera raro verla en Smother―. La fábrica de cerveza entregó un día antes, y como sus chicos sólo se encargan de la primera planta, ya sabe, porque no tenemos un ascensor, Christian necesitaba a alguien fuerte que lo llevara a la sala de almacenamiento en la terraza. La cual fue la razón de que me llamara. ―Los ojos marrones de Tom brillan con orgullo mal disimulado mientras parlotea―. Sí, así que Kat se llevó su coche de alquiler para buscar a su madre en el aeropuerto. ―Gracias por venir ―le dije automáticamente. ―Oh, no hay problema, jefa… ―Inhala rápidamente―. Um, jefa.

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―Tom, sí, él dice hola y sigue con el buen trabajo ―improviso. Tomo una respiración profunda, esperando que el excedente de oxígeno preste alivio a mi corazón luchando.

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―Hey, jefa ―dice Tom desde lejos―. ¿Cómo está Leon? ¿Eligiendo un perfil? ―Él pone sus enormes puños en sus musculosas caderas a la espera de mi respuesta.

Leon habla de su madre con tanto amor y respeto que es extraño para mí que no me haya informado de su llegada. Ella debe haberle dicho. Aunque, ¿habría permanecido en Talco de saberlo? Tal vez ella se dirigirá a Talco luego, pienso. En mi camino hacia Ingela, abro mi celular. Por la remota posibilidad de que él no esté al tanto, quiero ser la que traiga una buena noticia por una vez. Él no ha estado en San Francisco en años, y no puedo imaginar un mejor momento para que tenga a su madre cerca. Hombre, esto es mejor que decir que estoy con alta presión arterial. Me olvido de las molestias en las que estoy en un momento. ¡Él va a estar tan feliz! Hola, cosa sexy, escribo. Hey, sexy. ¿Estás bien? Sí. Y PD: No soy tan sexy. ¿Esta mañana no te convenció? Los tratos a mis áreas más privadas vienen a mi mente, y sonrío para mí.

Acaba de mandarme un guiño. ¡Por Dios! Estoy mareada por el Leon juguetón. Mi corazón late rápido, más rápido… por lo que parece ya una hora. Al menos ya no estoy a punto de hundirme en un ataque de salud. No puedo esperar para conocer a tu mamá, sigo. Mi teléfono permanece inmóvil por un momento. Sí, ella es dulce, contesta finalmente. Ella no estaba aquí cuando llegué. Está en el hospital con Kat, especifico cuando no manda otro mensaje. Después de todo un minuto, me siento estúpida. ¿Visita sorpresa?, añado y lamento eso también. Quince minutos más tarde, no he oído nada más de Leon. Lo he llamado unas diez veces, y cada llamada me envió directamente al correo de voz. Estoy preocupada. Mi corazón se revuelve en mi pecho, luchando contra la sangre que necesita volviéndose demasiado espesa, yendo demasiado rápido a través de mis venas. El silencio de Leon. Mi cuerpo. Nada está bien. La contracción en todo el globo de mi vientre me quita el aliento. Cuando se afloja, arriesgo una mirada en dirección a Ingela. Ella debe haber regresado a la oficina, donde probablemente está insinuándose-peleando con Cameron.

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¿Qué quieres decir? Hieres mis sentimientos. ;-)

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Eres “especial” por encontrarme sexy ahora.

Efectivamente, él se escabulle detrás de ella, sus labios curvados en una sonrisa baja. Ingela toma bruscamente un vaso y deja caer una Pepsi Diet delante de mí en la barra. Es un vaso, grande y burbujeante y rebosante de hielo. Me gustaría poder disfrutar de él. Robin levanta un dedo en la cabina del DJ, su forma de indicar que va a tocar una de mis favoritas. Soy impulsada por la batería, ahora puedo sonreír y darle un pulgar hacia arriba, aunque no me importa qué canción pondrá. Un dolor quema y propaga el fuego de queroseno hacia mi bebé. No hay nada saludable sobre este sentimiento. No es el progreso natural de nada. Atrapo la mirada de Ingela. ―¿Qué? ―habla sobre la música como de costumbre, y yo sólo sacudo mi cabeza. Apunto hacia el techo y suplico con mis ojos. Ingela se gira y le ladra a Cameron.

―¿Estás bien? Deberíamos llamar a Leon ―añade, comprobando a Ingela por su acuerdo. Ojos curiosos, azul-verdes parpadean sobre mis facciones―. ¡Estás enloquecidamente hinchada! Me entra el pánico. Finalmente me entra el pánico. Me doy vuelta y voy tan rápido como puedo hacia las escaleras del apartamento de Leon. Una vez allí, me agarro a la barandilla y medio me arrastro, medio camino hasta la cima. Ingela está justo detrás de mí. ―Voy a llamarlo ―dice en voz baja por primera vez, y yo contesto: ―Su teléfono está apagado. Empuja la puerta abierta. ―¿Cómo puede estar apagado cuando estás tan jodidamente cerca de tener el bebé, Arriane? ¡Qué pedazo de mierda! No me río, nada es gracioso porque algo está pasando dentro de mí y mi pequeño lo sabe también. Él no está feliz. Está tratando de girarse, pero no puede. ―Acabo de enviarle mensajes a Leon. ―Estoy inventando excusas―. Así que él piensa que estoy bien, y probablemente esté ocupado trabajando. Llama a Kat. ―Sí, está bien.

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Está en mi cara en segundos.

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―Llevaré a Arria arriba. Ocúpate tú, idiota. ―Cameron balancea su flequillo rubio hacia nosotras, realmente mirándome, y frunce el ceño.

Le entrego mi teléfono mientras caigo en el sofá. El bebé está presionando hacia afuera, molesto por lo que está pasando conmigo. Tengo miedo. Estoy tan jodidamente asustada. El celular de Kat la envía directo al correo de voz. ―¿Tienes el número de la madre? ―pregunta Ingela, agitando el dispositivo como si eso ayudara. ―No… ―Estoy respirando con dificultad, trabajando por pasar suficiente oxígeno para mi pequeño. ¿Qué diablos sé yo? Ojalá hubiera asistido a una clase de parto. ―El número de tu madre está aquí, sin embargo. La llamaré. ―No, ella enloquecerá. Espera… ―Algo aparece ante mis ojos. Es la forma oscura y colorida de Ingela con rojos y verdes y azules.

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―¡Eso es! ―murmura, corriendo sus dedos suaves a través de mi mejilla, y saltando hacia la puerta. Lo que grita por las escaleras no hace nada por calmar mi pánico―. ¡Arria tendrá el bebé!

¿Qué. Joder. Está haciendo mamá en Deepsilver? Salgo del hotel, pago, y llamo al manager de Choice mientras me apresuro hacia la autopista. ―Ralph. Algo ha ocurrido. Pon manos a la obra en los cambios con Kayla a cargo del personal de camareros, y te enviaré por correo electrónico el pronóstico actualizado del próximo trimestre. ―Lo haré ―dice. Entonces, voy zumbando hacia Kat en el coche. Ella tiene que alejar jodidamente a mi madre de su abusador. Ojalá hubiera venido aquí con la Ducati. Estoy a dos horas de Deepsilver, sin paradas, un tiempo al que le gano por kilómetros. Mi hermana no contesta. No sólo eso, sino que va directamente al correo de voz. Llamo a mamá, y lo mismo sucede allí. Suelto aire, vislumbrando mis ojos salvajes en el espejo lateral. El hospital cuenta con recepción, ¿verdad? Lo hacen. ¡Sé jodidamente que lo hacen!

Un montón de llamadas perdidas de Arriane. Varios mensajes de texto. Los textos de Katsu de la noche que Arriane estuvo aquí. No me molesté en verlos, porque la noticia que proporcionarían no era del tipo que agradecería aunque disfrutara de mi visitante espontánea. Ahora, finalmente los leo. Se está muriendo, Leon. Apuesto a que va a terminar en un hospicio pronto. El siguiente texto era de la misma noche. Debes volver. Última oportunidad para conseguir un cierre. Están empezando el goteo de morfina. Sé lo que eso significa. El dolor es insoportable, los médicos no tienen ninguna esperanza de recuperación, y pronto lo único que va a hacer es dormir. Mi hermana se rindió después del tercer texto la mañana del sábado:

No me detengo a considerarlo. Dejo que el aceite recalentado de mi furia hierva mientras atravieso las puertas de entrada al hospital. Soy redirigido por unas personas en bata blanca. Mi padre ya ha sido trasladado al hospicio. ―Sí, señor, se encuentra en un edificio independiente. Gire y lo verá a la derecha en la esquina muy por debajo de los grandes árboles de roble ―me dirige. Me olvido de responder. Troto los minutos que se tarda en llegar del edificio principal a la casa de hospicio. Trato de calmarme, pero termino golpeando las dos puertas para abrirlas y entro como una tormenta. ―¿Puedo ayudarle? ―pregunta una impertérrita enfermera anciana con gafas. ―Sí. Estoy aquí por George Marshall Stonewell. ―¿Familia? ―presiona gentilmente. ―Sí. Hijo. ―Y como siempre, estoy horrorizado ante la idea. Mientras ella me lleva por el pasillo, mi rabia hierve por el concepto de ser su hijo. Y pronto, un padre. Nunca voy a cometer los errores de mi padre, he estado presumiendo. Sí, claro. ¿Quién carajo creo que soy? ¿El súper jodido Clark Kent?

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No lo tengo. No es por eso que estoy anhelando la sala de bolsas de boxeo. No es por eso que estoy acelerando para llegar al hospital. En el fondo, soy consciente de que no puede hacerle daño a ella ahora, y sin embargo, la necesidad de transportar a mi pequeña, indefensa madre fuera de allí antes de que él la mire es abrumadora.

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Si tienes algo que decirle al donante de esperma, es ahora o nunca, hermano.

Golpeo un puño contra la pared, el sonido de pesadilla gritando en este lugar sagrado donde la gente muere. ―Señor ―suelta la enfermera―. Entiendo esté de duelo. Por favor, sólo recuerde que hay otros pacientes también aquí. ―No estoy de duelo ―gruño, y ella asiente a eso también. Sin comprometerse, arrastra sus sandalias bajas hasta una puerta verde, idéntica a cada otra puerta en el lugar. Da unos golpes cortos contra la madera. No tengo ganas de esperar, porque sé lo que hay más allá. ―Gracias, yo me encargo desde aquí ―le digo, y convoco todas mis fuerzas para no arrojar la puerta directamente contra la pared en el otro lado. La cabeza negro satinado de mi madre se inclina sobre la mano de mi padre. Parece haber estado en esta posición durante mucho tiempo. Kat salta de su silla, alarma golpeando sus facciones.

Dejo caer mi dominio sobre Kat. ―¿Qué estás haciendo, mamá? ―Mi voz es un susurro y un rugido a la vez, el tono golpeando el techo de manera en que no lo ha hecho desde que tenía diez años. ―Oh, bebé ―dice ella, levantando las manos a mis mejillas. Me alejo, mirándola. ―Esto no está sucediendo. ―Lanzo una sola mirada hacia el monstruo, cuyos párpados revolotean por el disturbio en torno a él. Puede descansar una vez que esté muerto, si es que dejan que la gente descanse allí―. ¡Tú! Vienes conmigo. ―No, Leon. Estoy esperando a que despierte. Él tiene que pedirme disculpas ―dice mi pequeña madre, la determinación pintada no sólo en su declaración, sino en toda su estatura. ―Por supuesto, pero es un poco tarde, mamá. ―Me río. ―Leon, escucha. ―La voz de mamá crece infinitamente, exigiendo atención―. Eso no es lo que estoy diciendo. Por sí mismo, tiene que pedir disculpas, y puede que no sea demasiado tarde.

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Y eso es todo. Agarro los brazos de mi pequeña hermana, apretando tan fuerte que gime. Mamá se levanta también y se escabulle hacia nosotros. Son dos mujeres pequeñas, débil y fuerte lado a lado y sin miedo, frente a mí, su protector autoproclamado. Ellas están listas para defenderse contra mí ―yo― y eso duele como un hijo de puta.

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―Shishi? ¿Cómo lo supiste?

¿Ésta es la familia en la que nací? Están tan jodidos. Estamos tan jodidos, cada uno de nosotros en diferentes maneras. ―¡Eres un maldito mártir, mamá! ―grito. Se abre la puerta, y un enfermero del tamaño de mis guardias apoya sus bíceps en la puerta. ―Señor. Necesita calmarse, o tendrá que venir conmigo. Mamá se endereza, y antes de que pueda reaccionar, camina junto a mí y se dirige al hombre. ―Lo siento, señor, no va a suceder de nuevo. Esto es difícil para mi hijo. Por favor denos otra oportunidad. Ella es tan buena en esto. Tomando la responsabilidad por las acciones de otras personas. Solía hacerlo por papá. Asegurarse de que los vecinos no “malentendieran” los gritos y las contusiones. ―Por favor… ―No es mamá ahora.

―Una última oportunidad. ―El enfermero menea la cabeza una vez, retumbando las palabras mientras nos deja solos. ―No ha estado despierto en días ―susurra Kat. Papá está luchando. Buscando las palabras, tal vez la fuerza para decirlas, y su mirada se ensancha a medida que se centra en su ex esposa entre sus dos hijos. Somos una familia distorsionada. Kat corre hacia él y trata de colocarlo más alto entre las almohadas. Debe ser ligero como una pluma ahora, pero aun así no puede hacerlo. Mi hermana se siente frustrada, sus dedos hurgando contra sus hombros huesudos y su bata de hospital demasiado ancha. ―Shishi, ¿la ayudas? ―suplica mamá, y así lo hago, porque es lo que quieren. Yo soy su protector, no su antagonista. Las necesito felices. ―Vámonos. ―Hago señas de movernos, y ambas me ignoran. El donante de esperma me escucha, sin embargo, y la urgencia cruza sus características. ―Sshh ―arrulla mamá al monstruo―. No nos iremos. Relájate, Marshall. Tómate tu tiempo.

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Todos nos giramos y miramos a los ojos amarillos cuyo azul-infestado-dealgas parece verde.

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Es papá.

Dejo escapar un suspiro. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero no puedo atenderlo. A juzgar por las llamadas perdidas antes, es Arria, y sería un idiota si contesto sólo para asustarla con mi ira. Quedan una, tal vez dos semanas antes de que llegue el bebé; tengo todas las de perder, y mi papá no va a ser mi perdición. ―Apaga el teléfono, Shishi ―dice Kat―. No están permitidos aquí. Es mi turno para ignorarla. Enrosco mis dedos alrededor de mi cuello y camino hacia la ventana, donde la hierba y los árboles ofrecen una distracción del hombre pudriéndose en la cama. No podría responder a las llamadas de Arria, pero no puedo cortarle el acceso. ¿Y si pasa algo? ―Mi esposa… ―tartamudea papá―. Te amo. Tanto. Me giro, mis músculos enrollados y listos para atacar. Voy a dejar al hijo de puta en un sangriento montón. Él nos destrozó, él es su propia destrucción. Quiero reírme de mi nuevo uso de esa palabra, pero destruirlo es más importante. Kat reacciona antes que yo. ¿Cómo fui tan lento? Está en frente de mí, en mi espacio, presionándome hacia atrás con su pequeño cuerpo.

―Silencio, cariño ―tararea mamá hacia el monstruo, y sus malditas manos acarician, acarician, su brazo arriba y abajo ¡como si mereciera la comodidad! ―Maldito seas, malvado… ―empiezo, pero la palma de Kat me silencia. La dejo hacerlo porque… es Kat―. ¿Qué está haciendo mamá? ―murmuro contra sus dedos. No lo entiendo, y estoy reducido a preguntar. Esperando conseguir una respuesta que no sea surrealista. ―Él está fuera por las drogas, Shishi, ella sólo está siguiéndole la corriente, ¿no lo ves? No hay razón para golpearlo con la verdad, cuando no importa de todos modos. ―Te amo, Ayako ―la repetición de mi padre es débil y enfermiza―. Mi esposa. Siempre en mi mente. Abro los ojos, sólo ahora dándome cuenta de que los cerré por él. Le lanzo una mirada, escudriñándolo. Está envejecido para sus años. Hay arrepentimiento detrás de la película amarilla en su mirada. Y me doy cuenta. ―No, Kat. Él no está más allá de la razón. Mira.

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―Él no tiene derecho ―susurro-grito hacia ella, permaneciendo por debajo del límite de modo que el gorila-enfermero no irrumpa de nuevo. Tendría que pelear con él primero, antes de que pudiera demoler a mi padre.

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―¡No lo hagas! ―silba―. ¡No tienes derecho!

Kat sigue mi atención. Nuestro padre me da la razón porque comienza un puto discurso apenas audible. ―Mi único amor. Te he ofendido día tras día, noche tras noche. Por favor, perdóname, Ayako. Fui un tonto. Lo tenía todo en ese entonces, con mi familia. Despilfarré todo por las preocupaciones sobre el dinero. Yo… ―Se queda sin aliento. Me quejo; esto es demasiado difícil de escuchar. Mi teléfono vibra de nuevo. Mierda. ¿Tiene que seguir llamando? Agarro mi torturador electrónico y lo dejo boca abajo sobre la mesa. ―El dinero no significa nada. La gente lo hace. Desde el fondo de mi corazón… ―Está respirando con dificultad, desesperado por terminar la frase. ―Sshh ―murmura nuestra santa madre―. Cariño, no pasa nada. Te perdono. Te perdoné hace años. Puedes descansar ahora. ―No sólo dice todo eso, dándole la absolución total, sino que sonríe también. La sonrisa de Ayako no contiene ningún rencor. ¿Cómo puede hacer esto? ―¿Tu… vida? ―se las arregla para decir papá, con ganas de oír sobre eso.

La sonrisa de mi padre está deshilachada en los bordes, pero el alivio se filtra en cada arruga ante sus palabras. ―Buena vida… ―repite, contento con su respuesta. Por un momento, él cierra los ojos. Entonces, los abre. Van de mí a Katsu―. Princesa… Mi furia gruñe y agita las barras. ¿Cómo se atreve a llamarla princesa? ¿Va a hablar acerca de esa vez? ¿A disculparse, a lloriquear sobre cómo nunca quiso casi violar a su propia hija? ―¡Quieto! ―me silba mi hermana, sus iris en llamas con determinación―. No me importa, hermano. He tratado como una loca de llegar a un acuerdo con esas cosas. Si no puedes superar lo que te hizo, bien. Pero no tienes permitido aferrarte a lo que me hizo a mí. Es como si lo saborearas, chupándolo como si fuera una piruleta. Maldita sea, Shishi, ¡no es tu piruleta! Esta es nuestra última oportunidad, y yo… Sólo. Quiero. Ser. Libre. Congelado, la miro fijamente. La veo caminar hacia la cama del monstruo. Mi teléfono vibra. Quiero tirarlo contra la pared.

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―Mi vida es buena, Marshall. Mi esposo, John, me quiere mucho. Tanto como yo a él. Tenemos una pequeña casa en un barrio perfecto para nosotros. Hago un poco de escritura independiente para un periódico. Tengo mis obras de caridad, mi yoga, y mi religión.

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Mamá entiende.

Mi hermana llega a la cama de mi padre. Las lágrimas rebosan de sus ojos, color beige por su arruinado delineador. Y veo que mi madre da un paso atrás para permitir que ella se acerque. ―Dulce princesa. ¿Tu vida…? Él quiere la seguridad de que no la ha jodido. Mi corazón late a un ritmo antinatural. La ira se mezcla con otra cosa. Algo más suave. Maldición, simpatía. ―Es increíble ―responde mi hermana con convicción, y la sonrisa de nuestro papá se extiende ancha, desmintiendo el tenue destello de energía que su cuerpo produce―. En SF, mamá y John me pusieron en una gran escuela de inmediato. Mis mejores amigas de la escuela siguen siendo mis mejores amigas, y tengo mi trabajo ideal y un impresionante jefe que me dejó venir contigo. Ella ya le debe haber dicho esto durante sus horas en el hospital.

―¿Cariño? ―Los ojos de mamá van entre el celular y yo. Golpeo “rechazar llamada” sin mirar. Entonces, cruzo mis brazos porque sé lo que vendrá después. El enfoque del donante de esperma fluye hacia mí. La luz que mi madre y hermana encendieron en él se desvanece cuando encuentra mi mirada. Un globo se hincha en mí, rozándose contra mis costillas. Se hunde como plomo y me hace sentir como una mierda. Es su culpa. Están todos presionándome con su amabilidad, sus “está bien”, porque en realidad, nada de lo sucedido está bien, y yo soy el único que lo entiende. Esto es una pesadilla. ―Leon, no te preocupes. No merezco tu absolución. ―Mi padre se enuncia claramente, como si no estuviera en la entrada a la muerte. Está serio, lo dice en serio, y sin embargo, su dolor es tan mortal como su enfermedad―. No más de lo que merezco la de tu madre y tu hermana. Ya he sido bendecido. Espero que tu… ―Malditamente cierto, pedazo de mierda. Eres una triste excusa de humano. Deberías haber sido encarcelado por lo que nos hiciste a todos nosotros… Mi teléfono. Mi teléfono. ¡Mi maldito teléfono! ―¡Hola! ―grito en el micrófono antes de poder serenarme.

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―Papá, sí. Lo digo en serio. Se acabó. Me niego a vivir en el pasado con tantas cosas buenas en mi vida. Te perdono por todo lo que hiciste. Incluso por lo que… intentaste hacer. ―Katsu ahoga la última parte mientras mi teléfono vibra en la mesa de nuevo.

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―Ah… ―Mi padre respira como si fuera algo nuevo para él―. ¿Podrías…? ¿Harías…?

―Soy yo, Ingela. ―Tengo identificador de llamadas, ¿de acuerdo? Llega al maldito punto. ¡Estoy ocupado! Qué. Pasa.

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―Claro, Leon. Tu bebé está naciendo.

34. Bebé ¡No se supone que suceda de esta manera! Flanqueada por Ingela y una avalancha de personal con bata blanca, soy llevada hacia la sala de partos. Ellos se murmuran instrucciones quedas entre sí, agarran mis piernas y mis brazos, y me izan desde la silla de ruedas a la cama.

―Estoy respirando. ―Soplo, pero estoy tan asustada que no sé cómo hacerlo de la forma correcta―. Deme una epidural ―pido. El Dr. Rosenthal ya está aquí. Él está tranquilo con un toque de urgencia coloreando sus iris. Ahora atrapa mi mirada. ―Estás demasiado dilatada para una epidural. Estás en nueve centímetros y medio, y acabas de romper aguas. ―Sí, pero… ―El líquido amniótico está descolorido, señorita Sarin. Lo que significa que el bebé no está recibiendo suficiente oxígeno. Tenemos que sacarlo. Ahora. ―¡Mi novio! ―lloro―. Él no está aquí. ¡No puedo! No puedo hacer esto. ¡Por favor, más lento! ―Señorita. ―La voz de mi médico es severa―. No lo está haciendo bien tampoco. No puedo permitir que entre en un ataque de eclampsia, lo que muy bien podría hacer si no sacamos a su bebé. Ahora. Vamos a centrarnos. Necesito su cooperación. La fría mano de otra enfermera, ésta una veinteañera rubia, cepilla el cabello de mi frente. Es pegajosa, sudando a través del dolor.

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―Respira ―ordena una enfermera corpulenta de cabello gris.

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Ruidos metálicos resuenan desde los lados de la cama mientras las enfermeras bajan los barandales. Entonces, alguien lanza el respaldo hacia arriba, y me da una mejor vista. Estoy sufriendo. Estoy hiperventilando. Hay fuego extendiéndose a lo largo de mis caderas. ¡Deben estarse derritiendo, rompiéndose!

―Está bien. Respira conmigo. Jala aire profundamente en tus pulmones, así. ―¿Simplemente van a dejarme sufrir? ―grito. En mi pánico, mi visión se vuelve borrosa. La intensa presión alrededor de mis caderas se alivia un poco, pero habrá más. Estas son las temidas contracciones. Mi tiempo ha llegado. ¿Por qué no me están haciendo una cesárea? ¡Tienen que parar esto, al menos hasta que Leon llegue! Me giro hacia Ingela, que está apretando mi mano con fuerza. Alguien le dice que se siente. Sus ojos están tan asustados que no estoy segura que los oiga. ―Por favor, localízalo ―sollozo―. Lo necesito aquí. ―Estoy tratando, pero no está contestando ―dice Ingela―. Es un idiota de mierda.

Mi ropa se ha ido, la enfermera de cabello gris mete una bata por encima de mi cuerpo y me deja desnuda de cintura para abajo. ¿Esta habitación está llena de gente que no conozco, la mitad de ellos de sexo masculino y yo? ¡Lo único que importa es deshacerme de esta agonía! Otra contracción intensa me atraviesa. Alguien grita que necesito respirar, pero no puedo. Ponen algo dentro de mí, me consuelan y dicen que es para controlar el pulso del bebé. Él no está recibiendo suficiente oxígeno. ―¿Pueden darle la vuelta? ―pregunta uno de los enfermeros al médico. ―Ciertamente estoy tratando ―responde el Dr. Rosenthal secamente. ―¿Por qué necesita darle la vuelta? ―La mirada de Ingela perfora la del médico mientras vuelve a marcar por enésima vez y espera a que Leon conteste. ―Debido a que el cordón umbilical está envuelto alrededor de su cuello. ―Oh, Dios mío ―jadea mi amiga―. ¿Hola? ―dice en el teléfono―. Es Ingela. ―Escucha por un momento antes de continuar―. Claro, Leon. Tu bebé está naciendo.

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―No, no. Esto no está sucediendo. No te rindas, Inga. ¡Dile que esto duele y es su culpa! ―la instruyo. Ella asiente como si tuviera razón y vuelve a marcar, vuelve a marcar, y vuelve a marcar.

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Imbécil.

Los minutos pasan demasiado rápido mientras giro fuera del hospicio y por el estacionamiento hacia el edificio principal. No tengo ni puta idea de dónde está la sala de maternidad. La recepcionista se toma su tiempo desocupándose en el teléfono, y cuando lo hace, es lenta para explicar en detalle a dónde tengo que ir. Salir por la misma puerta que entré y cuatro jodidos edificios más adelante, entrar por el lado opuesto, ascensor hasta el quinto ―el quinto― piso. ¿Qué demonios?

En el quinto piso, me sumerjo en el ascensor. Agarro el brazo de un joven miembro del personal en la estación de enfermeras. ―¿Arriane Sarin? Está dando a luz a mi hijo en alguna parte. ¿Qué cuarto? Ella me da una discreta mirada superficial pero no pide mi identificación. ―Habitación cinco dos dos en el lado izquierdo. Resoplo un "gracias" antes de apresurarme por el pasillo. Entonces, la oigo. Ella está lloriqueando. ¡Mi chica está llorando! ¿Qué están haciendo con ella? Golpeo la puerta abierta, y cinco personas miran hacia arriba. El Dr. Rosenthal está entre sus piernas, con un instrumento plateado perforando su vagina mientras que dos enfermeras sostienen sus brazos. ―¿Qué demonios? ―grito. Inga está aquí. Ella murmura algo al médico antes de apresurarse hacia mí y agarrar mis manos. Las libero de un jalón, pero ella se apresura a ponerme al día con la situación.

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Salgo ofendido. Corro por la calle contando uno, dos, tres. Miro hacia arriba y veo la hilera de ventanas tranquilas a cinco pisos de altura en el cuarto edificio. En algún lugar de allí, ella está teniendo mi bebé. Mierda. Estaba tan asustada del dolor. Más vale que le den algo para eso. Lo harán… ¿verdad? ¿No lo hacen siempre? Demonios, esto es América. Por supuesto que no la van a dejar que sufra.

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Me pregunta si tengo un coche. Quiere explicar cómo estacionar en el área de estacionamiento especial detrás del centro designado para los partos, y sacudo la cabeza con impaciencia.

―El bebé no está recibiendo suficiente oxígeno. Él tiene su cordón umbilical alrededor del cuello. Rompió agua, Leon, porque no se sentía bien. Tienen que sacarlo, o podrían morir. ¿Por qué colgaste? Podría habértelo dicho en el teléfono. Arriane se agita en la cama. Corro a su lado. Ella agarra mi brazo y aprieta con fuerza. ―Nena. Nena, nena, nena. Estoy aquí ahora ―le susurro―. Te quiero tanto. Todo va a estar bien.

Con cada grito, destrozo el silencio. Leon está aquí, pero soy la única sufriendo. ―¡Ojalá nunca te hubiera conocido! Me vuelvo loca de dolor. Mis lamentos se estremecen, sin encontrar ninguna resistencia por parte de él, de nadie en esta sala. ¿Por qué no me empuja en el colchón, encadena mis muñecas para mantenerme quieta, quieta… tan quieta? Como estoy es su culpa. Él hizo en lo que me he convertido… ―¡A la mierda con esta maldita agonía, a la mierda contigo! ―Sshhh, nena, todo va a estar bien. ―¡Hice esto por ti, para hacerte sentir mejor! ¿Así es como me recompensas? ―grito. Por un instante, el fuego rugiendo en mis huesos disminuye. La mueca en mi cara se afloja, permitiendo a mis ojos concentrarse. Su mano acaricia mi mejilla, acaricia mi brazo. ―Por favor, vete ―tartamudeo durante una pausa en mi dolor. Sé que le pedí a Ingela buscarlo, dije que quería solamente ser consolada por él. Pero pronto, voy a estar perdida en la miseria absoluta de nuevo, y voy a estar furiosa, vertiendo amenazas diabólicas de pulverización que no se merece.

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¡Para. Nada. Hecha. Para. Esto!

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―¡Tú! ¡Tú me hiciste esto! ―Mis pulmones rugen a través del grito que produzco. La fuerza en mi voz no es una que posea; el dolor me hace sobrehumana porque estoy…

―Nunca, ―susurra, y encuentro su ojos, el más brillante, azul zafiro derretido. Me recuerdan la obsesión. El daño. El… Amor. Él tiene mi mano envuelta entre las suyas, y las usa para cubrir su boca y su nariz. Dejo escapar un suspiro, saboreando mi alivio temporal. Parpadea, cubre la forma en que sus iris brillan de emoción. Lo veo, sin embargo. No puedo tomar su deleite. Así que le digo lo que quiero ahora mismo, en este mismo momento.

Medio me siento, medio me paro junto a su cama sin nadie más alrededor. Nos dejaron respirar ahora, tener este momento para nosotros como una nueva familia. Té con azúcar y algunos canapés de tipo hospital esperan en la mesa que se levantó entre nosotros. Mi taza dice "papá" y la de ella dice "mamá". Arria lloró lágrimas de felicidad cuando las vio. Su cara… Esta hinchada de líquido retenido y llanto, sus labios hinchados y rojos de su preocupación. El pecho de Arriane todavía enrojecido de la destrucción que tuvo que pasar veinte minutos atrás… Y nunca ha sido tan hermosa. Por debajo de su barbilla descansa la personita más pequeña. Está profundamente dormido, su cabello fino y sedoso cosquilleando en la nariz de Arria y la boca en forma de corazón haciendo pucheros en una pequeña burbuja de saliva. No puedo dejar de tocarlo. Él no reacciona al movimiento repetitivo de mi pulgar grande y calloso sobre su piel delicada. Es amarillento, como si él hubiera estado en la playa ya trabajando en su bronceado.

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Soy padre.

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―Por el amor de Dios ―le susurro―. Por favor. Haz que se detenga.

―Deberíamos ponerle el sombrero de nuevo ―tararea ella, con una sonrisa en su voz. La chica enojada de hace media hora es cosa del pasado. En su lugar se encuentra esta dulce, amorosa… madre. ―Sí, probablemente va a tener frío, ¿eh? ―le pregunto porque no estoy seguro. ―Probablemente. ―Ella mira a su alrededor como si midiera la temperatura de la habitación. Es cálida. Muy cálida, para ser honesto. ―¿Qué piensas? ―Tiro mi barbilla hacia él, y el flujo suave de su risa me alcanza de nuevo. He hecho esa pregunta estúpida cinco veces ya―. Lo hicimos bien, ¿eh? ¿Buena mercancía? Ella pone los ojos en mí. ―Sí, no podría haber sido mejor, papá.

El labio de Arriane comienza a temblar. Mierda. ―Lo siento… Una de las enfermeras dijo que estaría un poco emocional al principio. Nuevos problemas de mamá. ―Ella resopla. ―Él va a estar bien ―le aseguro―. ¿Y mientras tanto? Será un surfista bronceado. Tengo que mantener esas tablas de surf lejos de él. ―A través de las lágrimas, ella se ríe de mi broma. Arria, mi corazón, extiende la mano y tira de mi cara a la de ella. La beso con cuidado, amando esos labios plenos y salados. Incluso ahora, en este momento sagrado con nuestro hijo entre nosotros, mi polla despierta ante la sensación. ―Te amo ―le susurro. Mi hijo gruñe en su sueño, como si ya estuviera planeando cómo interrumpir nuestra intimidad, y ambos sonreímos. ─¿No es gracioso? ―susurra de vuelta―. Lyric ya sabe lo que quiere. ¿Viste? ¡Él se aferró a mi pezón y succionó tan fuerte que pensé que estaba tratando de comerse todo mi pecho! ―Oye, le gusta rudo. ―Le guiño a ella. ―Cállate, pervertido ―murmura dulcemente. Este chico. Duerme tan plácidamente en el pecho de su madre, arropado en sus pronto-a-ser almohadas llenas de leche y soñando con un futuro con padres sabios y amorosos.

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―¿Crees que va a superar lo de hígado? ―El médico nos dijo que estaría bien, que tendría un par de días en una cama de bronceado bebé, y que eso se haría cargo del problema.

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No estoy feliz por su color amarillo, sin embargo.

Los padres que le pueden dar lo que necesita en cada vuelta y cada rincón. Los párpados de Arria se hunden, tal vez al ritmo de la respiración relajada de su recién nacido contra su pecho. Sus boca se curva en una sonrisa, como si el dolor que acaba de atravesar ya no significara nada. Mi padre. Nunca voy a ser como él. Lo sé. Pero aprendí algo de él hoy, porque por fin escuché cuando habló. El dinero se acaba, y eso no significa una mierda si pierdes a tus seres queridos. Las comodidades son sólo eso, comodidades. El amor y la paciencia lo son todo. Los niños necesitan alimento a su valía veinticuatro-siete. Quiero darle todo a mi familia. No quiero ser la bala suelta con la que mi novia eligió quedarse a pesar de su mejor juicio. Yo, León, tengo los recursos y la oportunidad de deshacer esta soga que ha estado alrededor de mi cuello, empujándome a saltar.

―Volveré, mis amores ―murmuro. Y cuando me voy, les doy una última mirada antes de cerrar la puerta.

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Luego, beso la cabeza de mi hijo.

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Así que me inclino sobre la mujer que amo, la que llegó a mi vida tan fácil, y me sacudió hasta la médula. Paso mis pulgares sobre sus mejillas y veo su sonrisa ampliarse más antes de dar un beso ligero en sus labios.

35. Padre ―Estaré callado ―le murmuro a la enfermera de noche en la residencia. Ella asiente, dejándome pasar. En este lugar donde la gente viene a morir, los encargados de normas no son tan estrictos. Aquí, se trata de comodidad para los moribundos y de consuelo para los que se quedan atrás.

―Él no está casado. Mi madre es su ex esposa. ―Ah, pensaba que era extraño. Solo que… tu madre es de quien habla cuando está lúcido. ―Sí… Sus puertas se abren fácilmente. Una pequeña lámpara de noche parpadea en una esquina, que es todo lo que necesito esta noche. Encuentro una silla junto a la cama, la arrastro sin hacer ruido y me siento. Mi padre está con su espalda en almohadas altas bajo su cuello y con las manos por encima de la manta, descansa tranquilamente. Estoy lleno de la alegría de dónde vengo. De mis decisiones, mi futuro, de lo que debería haber dejado hace mucho tiempo. No tengo espacio para odio o resentimiento, porque en el otro extremo de esta propiedad, alguien a quien amo duerme plácidamente también; un pequeño ser en el comienzo de su existencia y debajo de su mejilla suave, una mujer en su apogeo. ―Padre ―empiezo, sin tomar su mano. Abro mi teléfono y miro las fotos que he tomado. Pongo un salvapantalla de mi novia sonriente con nuestro hijo recién nacido―. Eres abuelo ahora. Su nombre es Lyric y es el bebé más hermoso que he visto jamás. Me gustaría que pudieras conocerle.

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―No, ahora no. ―Comprueba el reloj de la pared, marcando la 1 a.m.―. Su esposa estará de regreso temprano en la mañana. ―Su bolígrafo hace un giro rápido arriba y tacha abajo una curva―. Y la novia también.

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―¿Alguien visitando? ―pregunto, dándole el nombre de mi padre y el número de habitación.

Cuando lo digo, me doy cuenta de que es verdad. Realmente deseo para él la alegría de experimentar este puro milagro. Un niño que pueda disfrutar y no sentir culpa o necesitar pedir perdón. Sería bueno. Mi padre ya duerme el sueño de la muerte. Un soplo apenas perceptible se filtra de sus labios, tan bajo que no lo escucharía a menos que me apoye cerca. ―El parto fue duro. Él tenía su cordón umbilical alrededor del cuello, obstruyendo el flujo de oxígeno. Habrían hecho una cesárea si Arriane no hubiera estado tan dilatada ya ―le digo. Mis manos salen a encontrar su brazo. Lo toco una vez antes que me retire. Nunca voy a llorar su muerte, ser un hijo dejado atrás cuando él muera, pero Kat tiene razón, este no es el monstruo de nuestra infancia. Lo que queda de mi padre, el donante de esperma, es sólo un pobre viejo.

―Sí, papá. Los dos están bien. Le dieron a Arriane anestesia local y le cosieron después y el bebé está bien también. ―Sonrío―. Tiene las mejillas rosadas, sólo que están teñidas de azul por su esfuerzo. El médico dice que no es nada, que él va a estar bien. ―Ah… ―Mi padre trata de asentir, pero es demasiado, así que continúo. ―Ya es un glotón. El pequeño hombre sabe qué hacer, aunque nadie se lo dijo. ―Tú… también ―se esfuerza papá, con los ojos lucientes brillando más. Me trago el nudo que tengo en mi garganta. La aclaro antes de continuar. ―Voy a volver con ella. No estoy seguro si me dejaran entrar de nuevo más tarde, pero voy a intentarlo. Sólo… Sus ojos son más amplios, expectantes y creo que hay esperanza detrás de las capas de arrepentimiento. ―Está bien. ―Respiro profundamente antes de continuar―. En algún momento en el futuro mi hijo puede verme morir. Quiero que sepa que lo amo. Que me arrepiento por cada error cometido con él. Porque voy a hacerlos. No estarán al

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―… ¿está bien? ―la pregunta de mi padre atraviesa rizando el aire. Inhalo una respiración rápida y me quedo mirando. Su mirada se encuentra con la mía, expectante desde entre las almohadas. La humedad en sus ojos los hace brillan en la semi-oscuridad.

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―Al final ―le digo―, cortaron para abrir a Arriane allí. Dos enfermeras empujaron contra su vientre, ayudándola a empujarlo. Tenían miedo por su vida, ya ves. Él necesitaba nacer rápido.

nivel de tus errores con nosotros, pero no voy a ser perfecto. Así que, te perdono, papá. Sí. Lo hago. Papá llora. Es un sonido bajo, aliviado que viene de lo profundo de su pecho. Cuando me levanto, estrecho su mano con una fuerza que él no puede corresponder y la sostengo apretada durante un momento, sintiendo el mismo alivio fluyendo a través de mí.

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―Gracias, hijo. ―Son las últimas palabras que escucho de mi verdugo, mi creador de personalidad. Mi padre. A la mañana siguiente, cuando mi hermana, mi madre y yo regresamos al hospital juntos, es para decir adiós a los restos físicos de él y abrazar la nueva, viva, cálida oportunidad para amar que es mi hijo.

Epilogo

Estoy nerviosa; la línea al podio es larga y Lyric no es un niño paciente. Es el niño de mamá. Aprendió como correr, no andar, dos semanas atrás. Jodidamente maravilloso, que pesadilla mi pequeño hombre es… del tipo más delicioso. Estoy maldiciendo cosas. Todavía hay decenas de compañeros antes que yo en la fila y ahora hay una conmoción detrás de Jason. Vislumbro un traje diminuto con brazos agitados que se arrastran desde Leon a las rodillas de mi madre y luego saltando en las rodillas de su tío. Trago el aliento, esperando que esto no acabe en un desastre. Antes de que pueda comprender cómo se las arregló, mi pequeño terco bulto de amor está libre y en el pasillo. Con los ojos fijos en el podio, sale disparado como un cohete y se propulsa en mi dirección. Acelerando a tope, irrumpe. ―¡Ma! ―grita con tanta fuerza por encima del silencio solemne de la audiencia. Mis mejillas arden cuando su padre se lanza por el pasillo también. Sin inmutarse por la falta de etiqueta, los azules magníficos que Leon comparte con su hijo destellan con humor. Es rápido, pero no tan rápido como Lyric, quien alcanza el final de la línea de los graduados y se agarra a las togas oscuras, tirando de ellas al azar como si fueran cortinas con las cuales no tiene paciencia.

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Incluso mi hermano ha volado aquí todo el camino desde Nueva Delhi a ser parte de mi celebración. Estoy conmovida. Aunque no tan afectada por el tratamiento del silencio que ofrece a Leon. Mi novio toma la reacción de Chahel con calma. Al ser un hermano él mismo, dice que puede relacionarse, porque ha combatido y cito, "la mierda de vida” fuera de cualquier tipo con su propia hermana.

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Ajusto el birrete en mi cabeza. La borla amarilla indicando mi título finalmente completado se desliza sobre un ojo cuando me inclino a echar un vistazo a mi familia. Jason y Tom se avecinan una fila delante de ellos, ocultando efectivamente a mi loco bebé y mi eterno amor. A mamá, la veo, sin embargo. Ella se asoma en el lado izquierdo de Jason, con los ojos brillantes de orgullo.

Estoy a punto de deslizarme desde mi lugar para intervenir cuando Leon reduce y golpea con fuerza a nuestro crio en las nalgas cubiertas por un traje. Después, le lanza encima de su hombro, boca abajo. ―¡Mami! ―objeta mi bebé, pateando y frustrándose. Su padre besa una manita regordeta, calmándolo. Dios, amo tanto a estos dos. Son un travieso y un niño en tan diferentes maneras, pero mi vida es increíblemente rica. Leon se mueve hacia adelante, pasando docenas de mis compañeros de estudio para llegar hasta mí. ―¿Quieres darle a mami un abrazo? ―canturrea a nuestro hijo.

Después de la ceremonia, Leon paga mi fiesta de graduación en Shisha Gardens, aunque sospecho que su tío Hank patrocinó gran parte. Lyric es el único bebé en la familia y ambos, Hank y Mary, los tíos de Leon, son masilla en sus puños con hoyuelos. ―Ugh, Cameron, eso ni siquiera es cierto. ¿Quién demonios come testículos de elefante? ¿Verdad que tú no lo haces? ―Ingela mira de reojo a Mary, quien no ha sido sometida a su interés genuino antes―. Él dice que es un manjar para los japoneses. ―Enseña con la barbilla hacia Cameron, que nunca aprende, lo juro. Sus orejas son de color rosa con risa contenida y vergüenza. ―Idiota ―articula hacia Ingela. En voz alta, intenta un―: Lo siento señora, yo no he dicho eso. ―Aunque no hay forma que su compañera en el bochorno lo hubiera ideado. ―¿Así que los jardines traseros, dijiste? ―suaviza Christian por encima tan normal, mientras Shannon murmura algo acerca de los escandinavos siendo irreales. ―Sí, estamos instalando un parque infantil. Nada grande, pero necesitamos algo aquí para los más pequeños ―explica Hank, bajando la voz en las últimas sílabas. Su mirada entrecerrada se traslada al pequeño en cuestión.

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Agacho mi cabeza y lo agarro tan discretamente como puedo. A mi alrededor, algunas chicas elogian y ríen por el fervor del abrazo que estoy recibiendo.

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―¡Huh! ―chilla el bebé, buscándome y no localizándome en la multitud. Cuando están lo suficientemente cerca, levanto una mano y muevo los dedos. No es de extrañar que muestre el nivel de intensidad que su padre. Estoy contenta que el decano utilice un micrófono para anunciar a los que les entregan diplomas, porque si no lo tuviera, los aplausos resultantes de mi alborotadora miniatura le habrían eclipsado.

Lyric está malhumorado. Ha sido un gran día para él. Ha tenido su hartazgo de albóndigas y arroz y ahora pega a su papá con el pulpo crudo que ha arrancado de un pedazo de sushi. Mi madre le levanta de su asiento y deja caer el inquieto bebé en su regazo. Besos ruidosos siguen, pero no se queda quieto. Mi pequeño hombre rápido rebota, la sonrisa más bonita lista cuando piensa que tiene una oportunidad clara de escapar. Tiene demasiados cuidadores, sin embargo. Mi hermano está en el lado opuesto del puente decorado en el medio del restaurante, mientras que la hermana de Leon encorva abajo los brazos abiertos, a nuestro lado. ―¡Ven, ven, ven! ―canta, ligeramente agudo. Lyric se queda en el medio, inseguro.

Leon entrelaza nuestros dedos, los eleva y besa un por uno. ―Lo hiciste bien hoy, Arriane ―murmura contra ellos―. Conseguiste tu título. Ahora puedes hacer lo que quieras. Mi madre aparta su mirada, dándonos la privacidad en el medio de la fiesta, aunque no antes de que capte la pequeña sonrisa formándose en sus labios. Catorce meses de comportamiento impecable de novio deben haberla convencido finalmente. ―¿Smother necesita un planificador de eventos, por casualidad? ―bromeé. Ojos tan brillantes como cristalina destellan a mi pregunta. ―No puedo recomendar el jefe allí ―advierte―. Es un poco fanático del control. ―Y locamente sexy ―murmuro bajo haciéndole reír ―. ¿Tal vez un trabajo de este tipo vendría con… beneficios? ―continuo. ―¿Para ti? Tengo la sensación de que lo haría. El amigo es un fanático de las muchachas con bebés renegados y tetas bonitas.

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A mi lado, mi novio observa el drama del puente y deja escapar un suspiro de satisfacción. Él ha estado empeñado en mi terminación de grado, hasta el punto de no permitirme trabajar un solo turno en Smother mientras estudiaba durante el último año. Madre y estudiante de tiempo completo es todo lo que me ha permitido ser. Sí. Mi amor todavía está controlador, aún mandón.

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―Es tan espabilado. ―Se ríe Cameron.

Ella se baja y se estira encima de mí. Envuelve sus brazos firmemente, los dedos en los músculos de mi nuca. Estas caderas son jodidamente adictivas. Las agarro y empujo hacia abajo, asegurándome que está enganchada profundo en mí, la manera que tan fácilmente encontramos el nirvana juntos. ―Eres mi amor eterno. ―Suspira contra mi oído―. Eres increíble. Gracias por hoy.

Cuando mi chica acierta las notas que me vuelven loco, dejo que me inunde de nuevo: en un apuro, mi cerebro traza el camino hacia esta dicha. Corrí el riesgo de estrellarme a través de mis obstáculos. Con el pecho por delante entré de lleno más allá del rechazo, derribando mi miedo al pasado, de lo que este me haría si me quedaba mirando a la bestia en el ojo. Aquellos días, dejé la puerta la sala de bolsas de boxeo abierta. Todavía es mi santuario, donde encuentro liberación, pero la mayoría de las veces, simplemente voy allí para mantenerme en forma. A veces, a mi mujer le sale la vena malvada cuando me ve trabajar y en el más afortunado de tales casos, Lyric está durmiendo la siesta. Ella se cuela dentro y después me asalta, provocándome placeres que sólo he utilizado con chicas rotas. Delicias que solían sentirse mal con ella. Ahí hay límites estrictos que ninguno de nosotros querría que ella se sometiera. Pero cuando se somete a mis locuras salidas del amor, juguetona de pura lujuria al verme perder mi cabeza por ella, entonces soy el hombre más afortunado del mundo. Desde que tenía dieciséis años, he seguido mis propias reglas. No me importó una mierda lo que la gente pensaba. Luché duro para lo que quería y luché sucio. Pero en quién me he convertido, esta persona con este amor, esta familia, el que en secreto lleva por ahí un solitario en su bolsillo, no es toda mi culpa.

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―Te amo ―le susurro porque sé suficiente para no molestar al pequeña terror de al lado. Él tuvo un buen momento en los jardines, pero se convirtió en más mandón que yo al final.

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Mi mujer es sexy. Suave. Resbaladiza alrededor de mí. La mantengo apretada para que pueda regular nuestro ritmo, arremetiendo contra ella y haciéndola cantar.

No. Mira, mi vida está llena de inteligentes, determinadas mujeres. Sin ellas, puede que no habría entendido que había un mejor camino que el mío.

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Fin

Próximo libro:

Pandora Wild Child Soy libre. ¡Malditamente libre!

demonios

debería

Aceptaron nuestra identidad falsa en Smother, nuestro local favorito. Soy el alma de la fiesta, todos me aman… ¡demonios, podría salirme con la mía en un asesinato! Borracha como una cuba, bailo en la barra, y… ¡Estoy en la cima del mundo! Necesito ordenar mi mierda, sin embargo. Si no saco buenas notas, mi padre no pagará mi matricula. No hay modo de que vuelva a su “fortaleza”. En el bar, pongo mis ojos en un hermoso extraño. Mis planes no lo involucran a largo plazo, una noche debería ser suficiente. Pero Dominic es más de lo que esperaba. Dios, estoy tan atraída por este hombre. Mi piel zumba con su toque porque… Expulsa las sombras de mi pasado y remplaza mi dolor con deseo. El perfecto Dominic. Hermoso, graduado, próximo a seguir con su vida. Dominic.

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¿Por qué contenerme?

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¡Estoy en la universidad con mi mejor amiga y muy, muy lejos de casa! Con mi enfermedad de Scheuermann como una excusa, mi padre me mantuvo encerrada en casa toda la secundaria. Aquí, en Deepsilver, finalmente puedo ser yo, Pandora, entonces…

Soy una niña rebelde. Un desastre caliente. No madura y enfocada como él. Él es adictivo, y yo soy débil, pero… a la mierda con esto. ¡Puedo dejar de depender de él! Con el antídoto correcto…

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Las adicciones pueden romperse.

Sobre Sunniva Dee

Adoro escribir heroínas impulsivas, chicos malos, y chicos buenos descontrolados. Amor intenso, atracción física y emocional, más allá de lo que el cerebro puede entender, sobrecarga sensorial para los lectores, como también para los personajes. Como en la vida real, espero tenerte cautivado hasta el final de cada historia.

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Escribo ficción para adultos con el alma. A veces, con un giro paranormal, como en “Shattering Halos”, publicado por The Wilde Rose Press el 24 de febrero de 2014 y en “Stargazer”, publicado el 21 de Noviembre de 2014 por la misma editorial. Desde entonces, he auto publicado novelas contemporáneas para adultos, “Pandora Wild Child” y “Leon´s Way”, con “Adrenaline” que será publicado el 30 de abril.-

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Soy originaria de Noruega y me mudé a los Estados Unidos en 2001. Tengo una maestría en idiomas y enseñaba español a nivel universitario antes de establecerme como asesora en una universidad de arte en el Sur.

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Leon\'s Way - Sunniva Dee

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