Lyupen William - Fenomenologia Existencial

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Dr. W. LUYPEN P ro fe so r J e D u q u esn e U n iversity

FENOMENOLOGÍA EXISTENCIAL Con u n prólogo de A . Dondeyne profesor de la U niversidad de floraina

e d ic io n e s

C

BUF.NOS AIRES

arlos

L

ohlé

MÉXICO

Título del original en neerlandés: E X IS T E N T IÉ L E F E N O M E N O L O C .IE

T ra d u cción castella n a p o r Pedro Martín y de la Cámara

Ünica edición debidamente autorizada por el autor y protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n9 11.723. Todos los derechos reservados.

©

C a b lo s L o k l é ,

s o c . a n ó n , in d . y

c o m .,

Buenos Aires, 1967.

Prólogo Son muchos y bien informados los estudios escritos en lengua neer­ landesa sobre fenomenología y filosofía existencial. Añadamos a esto que en ninguna parte como en Holanda se ha empleado el método fenomenológico con tanta capacidad y originalidad tan ingeniosa para renovar la psicología y la psiquiatría. Sin embargo, hasta ahora, no poseíamos un tratado filosófico general concebido y formu­ lado en el espíritu de la nueva filosofía. E l presente libro llena am pliam ente este vacío. Y aunque no le cuadre al filósofo entregarse a la profecía, no dudo en predecir que el nuevo libro del Dr. Lnvpen obtendrá gran éxito. La apertura del mundo intelectual de habla neerlandesa ante el pensamiento filosófico contemporáneo, el re­ nom bre del autor y la amplitud de su trabajo garantizan lo acertado de esta predicción. E l autor, en la Introducción, formula claram ente y sin ambages la intención de su trabaio. No es éste un ensayo “sobre el existencialismo o la fenomenología” sino “un replanteo relativamente indepen­ diente de los problemas eternos que han preocupado siempre al hombre pensante”. Sin embargo, este replanteo se desarrolla en el clima del pensamiento au e es propio de existencialistas y fenomenólogos, pues el autor abriga la convicción de que en la actualidad no se ha propuesto otra manera de pensar que exprese el sentido último de la realidad integral de una manera mejor y más acorde con la vida. Ciertam ente, es probable aue jamás se exprese de manera ex­ haustiva la realidad integral. Siem pre tendremos que admitir, con Shakespeare, que “hav muchas más cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña tu filosofía” . Y con todo aun el dicho de un hombre que no quería ser tomado como filósofo es una afirmación filosófica. Nos enseña, mejor quÍ 2 ás que las definiciones de escuela, lo que la filosofía es, o por lo menos debería ser, para responder a su nombre. L a filosofía no es una especulación en las nubes, ni una fuga de la realidad, ni una estructura conceptual extraña al mundo. E l amante de la sabiduría es aquel que ama la verdad; aquel a quien consume la pasión de la verdad y veracidad; aquel que luch? por la verdad, para llegar a la sabiduría y por la veracidad que hace libre. En el lenguaje prefilosófico de la gente verdad y realidad son casi sinónimos. Consumirse por la pasión de la verdad significa, pues, que la realidad misma habla al hom bre y, por así decirlo, lo invita a dar expresión a esta realidad, a mostrarla al mundo, a hacerla pública, a soltarla de ataduras para la liberación de la huma­

nidad, porque solamente la verdad hace al hombre libre. Por esa razón el hombre es Logos, es decir, capacidad para ser-interrogado y de interrogar, de compartir v de impartir, de recibir y de dar. La filosofía está al servicio del Logos. Lo que la filosofía se propone es revelar el hombre a sí mismo. Más allá y por encima de todas las apariencias externas y modos de pensar, la filosofía quiere hacerle posible al hombre ver el verdadero significado de sus tendencias y actos, el verdadero significado de su subjetividad como tensión viviente de situación y libertad, de cuidado del yo y preocupación por los demás, de gravitación terrenal y apertura para lo celestial, porque “no de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la boca de D ios”. Pero la filosofía pretende, por sobre todo, aguzar nuestro sentido de responsabilidad por la autenticidad de nuestra propia existencia humana, ya que ser hom bre es al mismo tiempo un don y una tarea o, en palabras del autor, un “tener-que-ser-ligado-a-la-objetividad” y un ser fiel a los movimientos éticos de la conciencia. Podemos, pues, decir que el pensamiento filosófico, para ser vá­ lido, debe ser fiel a la vida y nutrirse en el contacto estrecho con ella. La filosofía ha nacido del contacto con la realidad y debe llevar al hombre a un contacto con la realidad más genuino y auténtico. En su Carta sobre el Humanismo, H eidegger señala acertadamente que bajo la influencia de la ciencia y de la tecnología modernas el hombre alienta con frecuencia la ilusión de que para él ya no hay distancias. Su mirada penetra cada vez con más profundidad en el pasado prehistórico del hombre y en los rincones más recónditos del universo. Y sin embargo, nunca el hombre se ha sentido tan solo y abandonado en la tierra como en nuestro tiempo, nunca tan re­ moto y extraño de lo que lo rodea: vive sin hogar. L a tarea del pen­ samiento filosófico consiste precisam ente en damos un acercamiento más auténtico a la "realidad integral”. D e donde podemos concluir que una filosofía fiel a la vida y en estrecho contacto con ésta es una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo. En una obra precedente, Existentie-crvaring en theologie (L a ex­ periencia de la existencia y la teología), aparecida en 1952, el Dr. Luypen había llamado ya la atención sobre la necesidad de pensar con fidelidad a la vida. E ste nuevo y más amplio libro, que ahora ofrece al público, ha nacido de la misma preocupación de llenar esa necesidad. Es el fruto de siete años de estudio asiduo y de perseverante firmeza en el propósito, por los cuales debemos estar agradecidos al autor. Instituto Superior de Filosofía Universidad de Lovaina ALBERT DONDEYN E

Introducción Cuando el título de un libro menciona las palabras “'fenomenología” o “existencialismo”, el lector puede esperar de sus páginas casi cual­ quier cosa. Por lo común esos libros contienen estudios co n cern ien tes a la fenomenología o al existencialismo. Son bastante numerosos. Las obras de Jam es Collins, Kurt Reinhardt, Frederick Copleston, Em m anuel Mounier y Jean W ahl, para nombrar sólo unas cuantas, son excelentes introducciones a los distintos aspectos y sistemas de la filosofía que se conocen como existencialismo y fenomenología. No obstante, el lector atento llegaría con no poca frecuencia a la conclusión de que 110 parece haber trazas de unidad e interconexión en el pensamiento filosófico de existencialistas y fenomenólogos. E n la hora actual, sin embargo, ya no se puede formular dicho aserto sin poner de manifiesto una falta de comprensión de lo que son el existencialismo y la fenomenología. Es verdad que desde cierto punto de vista se puede sostener que Kierkegaard y Husserl, H eidegger y Sartre, Jaspers y M arcel, Merleau-Ponty y Ricoeur, tienen cada uno su propio mundo de pensamiento. Pero esta afir­ mación pasa por alto el elemento más importante de su modo de pensar. E l punto principal que hay que tener en cuenta es que las diferencias entre todos estos autores revelan tener poca impor­ tancia, tan pronto como se comprende que lo que hoy en día se llama “fenomenología existencial” es fundamentalmente un “mo­ vimiento”, un “clim a” de pensamiento, cuyo carácter propio no se podría descubrir ni expresar de inmediato. No sin razón se conec­ taron en seguida con el existencialismo y la fenomenología los nom ­ bres de ciertos autores, en tanto que otros jamás fueron mencionados de ninguna manera. No sin razón se llamó “existencial” o “fenomenológico” a cierto enfoque —contrarío a otros— de los problemas per­ tenecientes a las ciencias positivas. Todo esto indica una cierta u n id a d de “movimiento” o de “clim a”, por más grandes que puedan ser las diferencias entre las tesis explícitas de existencialistas y fenomenólogos. Algún historiador del pensamiento contemporáneo podría prestar un servicio muy valioso escribiendo un estudio sobre el existencialismo y la fenomenología, cuyo propósito principal fuese demostrar que estos filósofos tienen un común estilo de pensar, ya que hasta ahora se ha concedido muy poca atenc ión a este punto. Sin em bar­ go, un estudio de esa índole seguiría siendo un libro co n cern ien te al existencialismo y a la fenomenología. Tenemos que recalcarlo para estar seguros de que el lector comprende la diferencia exis­

tente entre dicha obra y el estudio qu e en estas páginas presenta­ mos a su consideración. No abrigamos la intención de escribir sobre el existencialismo o la fenomenología. No se puede filosofar en forma auténtica si nuestro pensamiento no consiste en un replanteo relativamente independiente de los problemas eternos qu e han pre­ ocupado siempre al hom bre pensante. E l propósito de este libro es la auténtica filosofía. Con todo, el replanteo que se presenta en esta obra se produce en el “clima” de pensamiento que es propio de existencialistas y fenomenólogos, puesto qu e estamos convencidos de que en la actualidad la fenom enología existencial, enriquecida por las más profundas intelecciones alcanzadas por la filosofía m edieval, ofrece las perspectivas más promisorias para cualquier esfuerzo por expresar el significado último de la realidad integral. Por supuesto, no se puede justificar esta convicción en una Intro­ ducción. Empero, por otra parte, el mismo estudio que presentamos al lector en las páginas subsiguientes es esa justificación. L a independencia relativa, que es la obligación del pensamiento auténtico, entraña cierta reserva con respecto a los sistemas y tesis propuestos por los distintos existencialistas y fenomenólogos. N o nos limitamos a seguir a ningún existencialista ni fenomenólogo. No obstante, nos hemos esforzado por situar nuestro estudio dentro del pensamiento contemporáneo, y para probarlo hemos agregado el aparato científico de extensas notas al pie de página. ¿Es preciso señalar que estas citas o referencias jamás se pueden considerar como argumentos? Nos habría sido imposible replantear la fenom enología existencial en forma relativam ente independiente si no hubiéramos podido sacar provecho de los frutos del pensamiento que ofrece la Escuela de Lovaina, cuyos principales representantes son Albert D ondeyne, Alphons de W aehlens y Hermán L eo Van Breda. La actitud con que enfrentaron y asimilaron el pensamiento contemporáneo fue la razón inmediata por la cual la actual forma de pensar no perdió su valor, y su propio “clim a” se convirtió en objeto de reflexión filosófica. S e echó luz sobre el “hecho primario” de la fenomeno­ logía existencial, de modo que resultó posible realizar un progreso relativam ente independiente en el pensamiento. No vacilamos en reconocer explícita y agradecidam ente que el contacto con la E scue­ la de Lovaina ha sido de importancia decisiva para nuestro pensa­ miento. Expresamos nuestra gratitud más profunda al profesor Dondeyne. É ste objetaría que alguien se llamase discípulo suyo. Sin embargo, si se acepta que un maestro recibe el nombre de maestro en virtud de la indiscutible grandeza de su manera de pen­ sar que impulsa a otros a pensar con relativa independencia, debe admitirse que el profesor D ondeyne tiene muchos discípulos. Por esta razón nos agradó m ucho vem os honrados por su Prólogo a este estudio. Queremos dedicarle aquí nuestro agradecim iento más sincero.

Nuestro cordial deseo es que esta obra resulte fructuosa para todos los que se esfuercen por pensar auténticam ente. Su crítica puede ayudarnos a continuar nuestro propio avance por el camino del pensamiento genuino. A. L u y p e n , Doctor en filosofía

W illia m

CAPÍTULO I

El hombre, ser metafísico A unque el hombre se ha ocupado de la filosofía durante veinticinco siglos, hasta ahora los filósofos no han logrado ponerse de acuerdo ni siquiera con respecto a un reducido número de te sis.1 Q uizá podamos decir incluso que no hay una sola proposición filosófica que no sea negada por uno u otro pensador. Aun cuando quienes cultivan las ciencias positivas, admirados por la fertilidad siempre creciente del campo del saber que han elegido, se burlen o se com padezcan del pobre filósofo, cada siglo descubre por lo menos a un genio que propone una nueva filosofía. A l parecer el hom bre es incapaz de dejar de filosofar. Sim plem ente no puede renunciar a la filosofía. Bastaría qu e esos detractores lo entendieran así, para darse cuenta de que reírse de la filosofía es en sí una filosofía, y mala. Siempre que hace su aparición una nueva filosofía, los malos filósofos o los seudofilósofos ponen sus ojos en el nuevo sistema para comprobar si presenta o no, por fin, la filosofía. Por supuesto, sus ilusiones se desvanecen, es decir, siguen siendo malos filósofos o seudofilósofos. E l filósofo está más en lo cierto, pues se da cuenta que nunca hubo ni habrá algo que sea la filosofía. T ien e clara conciencia del hecho de que, si existiera la filosofía, ya no habría ningún verdadero filósofo.

1.

LA AUTENTICIDAD DE LA FILOSOFÍA

Filosofar no es aprender un sistema d e tesis. Existen filosofías com­ pletas. L a historia conoce a unos cuantos genios que tuvieron el don de saber exponer su pensamiento en grandiosas piezas m aes­ tras. 2 E n consecuencia, ¿no sería lo más natural expresar estos gran­ des sistemas en complejos de tesis y limitarse a aprenderlos? No obstante, tal empresa tan sólo podría tener éxito con seres humanos de mente sumamente estrecha e incapaces de darse cuenta 1 Karl Jaspers, Einführung in d ie Philosophie, Munich, 1957, p. 9. 2 “Aber die schaffende Ursprünglichkeit, der wir die grossen philosophischen Gedanken schulden, liegt. . . bei Einzelnen, die in ihrer Unbefangenheit und Unabhángigkeit ais wenige grosse Geister in den Jahrtausenden aufgetreten sind.” Jaspers, op. cit., p. 13.

de que estas tesis de los grandes filósofos se contradicen unas con otras. Esto solo debería bastar para rechazar la opinión de que la filosofía es “simplemente otra m ateria” que hay que aprender. Sencillam ente sería im posible determinar qué filosofía habría que “aprender” , pues ¿sobre qué base decidiríamos que un sistema es mejor qu e otro? Sin em bargo, esta dificultad no constituye más que una minúscula objeción contra la opinión de qu e la filosofía es una cuestión de tesis. A unque algún sistema no contuviese ningún error, de poco le serviría al verdadero filósofo. Porque la verdad de estas tesis, no es su verdad, o al menos no lo es todavía, y nunca podrá llegar a serlo si se limita simplemente a aprender estas tesis, con o sin las pruebas. Porque el auténtico o genuino filosofar es esencialmente original; es un asunto personal, un preguntarse y un responderse del mismo hom b re.3 L a vida es la que suscita las cuestiones filo­ sóficas.4 E l hom bre tiene que encontrar una manera de dar asen­ timiento a su vida, pero existen innumerables situaciones en las que verdaderam ente no lo logra. No obstante, mi vid a es mía*'y no puedo dejarla simplemente a un lado, como si no m e concer­ niera. El mantenimiento de una relación con el propio ser es carac­ terístico del ser humano. E l hom bre en sí es lo que él e s .8 Por consiguiente, no es mera coincidencia que el hom bre esté llam ado a filosofar de modo original y personal. Toda su vida sólo llega a ser auténticam ente humana cuando vive él mismo. L a filo­ sofía es auténtica filosofía únicam ente cuando el propio individuo filosofa, cuando él mismo se formula preguntas, cuando él mismo aventura la respuesta, cuando él mismo se pone a eliminar los obs­ táculos que impiden la intelección. Las preguntas y las respuestas de un sistema son impersonales, y los obstáculos qu e hay que remover para posibilitar una formulación integral son irrelevantes con respecto a cualquier sistema. Si la filosofía fuese simplemente una cuestión de sistemas y tesis, sería algo fastidioso, cuyo cono­ cimiento no contribuiría a hacer al hom bre más humano que la enumeración de los centros industriales de los Estados Unidos o de las cuencas mineras de Canadá. Pese a ello, es bastante frecuente enseñar y estudiar la filosofía de esta manera. Por tanto, no debe sorprendernos que nos deje insatisfechos. Porque si las preguntas de los sistemas no son mis preguntas, entonces tam poco las respuestas serán las mías, de ma­ nera que nunca llegaré a ser yo mismo como filósofo. T odo esto 3 “Das philosophische Denken muss jederzeit ursprünglich sein. Jeder Mensch muss es elber vollziehen.” Jaspers, op. cit., p. 11. 4 Jaspers, op. cit., pp. 20-26. 5 “Dasein ist Seiendes, das sich in seinem Sein verstehend zu diesem Sein verhalt. Damit is der fórmale Begriff von Existenz angezeigt. Dasein existiert. Dasein ist femer Seiendes, das je ich selbst bin. Zum existierenden Dasein gehórt die Jemeinigkeit ais Bedingung der Móglichkeit von Eigentlichkeit und Uneigentlichkeit.” Martin Heidegger, Sein und Zeit, Tubinga, 6* ed., 1949, pp. 52-53.

se reduce a lo que H eidegger llama “ G erede” ,6 es decir, es simple­ mente “ chachara” . E l filósofo habla como “uno” está acostumbrado a hacerlo según determinada tradición; el objeto es en última ins­ tancia la propia cháchara, privada de la comprensión de la reali­ dad. E l lenguaje ya no es una apropiación original y una expresión personal de la realidad, sino meramente un continuo hablar y repe­ tir de acuerdo con lo qu e “se” dice en una determinada tradición. E l resultado final es un estado en el que el filósofo ya no sabe si realm ente entiende algo o si es simplemente víctim a de lo que siempre se ha dicho. H eidegger define esta situación con el término Zw eideutigkeit, es decir, am bigü ed ad .7 La filosofía como un asunto personal. L a filosofía sistematizada es lo que los franceses denominan parole parlée o pensamiento soli­ dificado. Sin embargo, este pensamiento solidificado tiene su origen en la llamada parole parlante,8 la expresión personal de la reali­ dad. Si la filosofía es un asunto personal, entonces, como parole p irlante no puede encontrar su punto de partida más que en la presencia personal ante la realidad del filósofo que soy. General­ m ente esta presencia se denomina “ experiencia” . N q obstante, es importante que este término se entienda en el más afnplio sentido posible. Porque, sin formular aquí la cuestión de lo que es la esencia de la experiencia, debe quedar claro que hay muchas maneras de experimentar que nos colocan en una realidad determinada. H ay una diferencia en la experiencia de un trozo de roca, el H 20 , una: rosa, un desfiladero, un mentiroso, una junta de examinadores, un oficial de policía, un niño bueno y el ser como ser. Por esta razón calificamos de la manera más amplia posible como experiencia toda presencia de un sujeto ante la realidad. Es verd ad ' que todavía no liem os señalado cuándo una experiencia puede denominarse filo­ sófica pero, de todas maneras, lo cierto es que una filosofía que aspire a tener valor debe ser expresión de la realidad. Se deduce, en consecuencia, que la filosofía debe partir de una experiencia definida. Si el filósofo fuera a em pezar por las tesis, nunca sabría lo que debería admitir como verdad. É l no v e realidad, pero ésta es sin duda, al menos al principio, sólo lo que ve. L a misma línea de pensamiento se aplica a la formación filosó­ fica. Esta formación no puede consistir en que el aprendiz de filósofo se ejercite en ciertas tesis, aun cuando por otras fuentes resultara evidente que todas estas tesis son verdad. L a cuestión del genuino entrenamiento filosófico únicamente puede plantearse en tanto la persona que tiene a su cargo la formación ayude al apren­ diz a que él personalmente vea la realidad. Por supuesto, si se 6 “Man versteht nicht mehr so sehr das beredete Seiende, sondern man hórt schon nur auf das Geredete ais solches.” Heidegger, op. cit., p. 168. 7 Sein und Zeit, pp. 173-175. 8 Maurice Merleau-Ponty, Phénom énologie d e la perception, París, 14® ed., 1953, p. 229.

tienen en cuenta las futuras actividades de ciertas personas, puede ser que para ellas resulte útil someterse a una simple instrucción en una cantidad de tesis, pero tal procedim iento carece de todo valor filosófico. Incluso una real formación, esto es, que no sea una especie de ejercicio de la mente con propósitos prácticos, corre el riesgo de falsear la actividad filosófica del aprendiz, porque la ayuda proporcionada para hacer que vea personalmente la realidad consiste y tiene que consistir también en impartir conocimientos de filosofía “ previam ente filosofada” . ¿No ocurre a menudo que el programa se limita a eso? L o que los profesores universitarios pre­ sentan como filosofía, habitualmente parece filosofía, pero con m u­ cha frecuencia dista de serlo. 9 Una objeción y aclaración. La idea precedente necesita ser com ple­ tada y diferenciada para no dar pie al error. Aunque el filósofo aspire al pensamiento personal, sería iluso imaginar que se puede alcanzar este pensamiento con independencia de la tradición. Como filósofo, soy una persona, un yo, y m i pensamiento filosófico s auténtico únicamente si es mi pensamiento filosófico. Sin embargo, toda persona se inserta en una historia que no es personal, que ella misma no ha hecho. No podemos sustraernos a este estar inser­ tados y, en consecuencia, jamás puedo em pezar a pensar desde cero, por así decirlo, pues otros han pensado antes que yo y yo soy llevado por su pensamiento. E stoy en la corriente de pensamiento establecida por la tradición, aunque sólo sea porque hablo su idio­ ma y por lo tanto estoy im buido de los pensamientos expresados en ese idioma. Es imposible pensar sin lenguaje e imposible, asimis­ mo, pensar sin tradición. ¿Se deduce, en consecuencia, que el filósofo debe abandonar toda pretensión de pensar personalmente? L a respuesta es decidi­ dam ente negativa. A unque el filósofo sea llevado por la historia del pensamiento, está llamado a infundir nueva vida a esa historia. Cum ple su tarea cuando realiza un profundo estudio de las obras de sus predecesores. Los filósofos del pasado tienen cosas impor­ tantes que decir. A su manera, han dado expresión a su experiencia d e la realidad y la han sustentado en sus obras. Por m edio de sus obras nos hablan y entran en contacto con nosotros. ¿Cuál es el pro­ pósito de este contacto? ¿Significa que se nos invita a adoptar su aparato conceptual y asimilar su sistema? U na invitación de esa índole equivaldría a dejarse seducir por la inautenticidad, por una filosofía que no es genuina. Sería una negación de nuestra vocación 9 “Die Missdeutungen, von denen die Philosophie stándig umlagert bleibt, werden nun am meisten gefórdert durch das, was unsereiner treibt, also durch die Philosophie-professoren. Deren gewohnliches, und auch herechtigte: ’ und sogar nützliches Gescháft ist es eine gewisse bildungsmássige Kenntnis von der bisher aufgetietenen Philosophie zu vermittelii. Das sieht dann so aus, ais zei dies selbst Philosophie, wahrend es hóchstenfalls nur Philosophíewissensehaft ist.” Heidegger, Einfiihrunp, in d ie M etaphysik, Tubinga, 1953, p. 9.

de filósofos. El propósito y valor verdaderos de los filósofos del pasado son m uy diferentes. Sus obras son el vehículo en el que han sentado su experiencia de "la realidad a fin de hacernos sensibles al significado de esta realidad y permitirnos el acceso a la riqueza del ser por ellos percibida. Filosofar significa siempre experiencia personal y expresión de la riqueza del ser. A causa de los otros que nos precedieron nos es posible ver personalmente algo ante lo cual, de no ser por ellos, quizá hubiésemos perm anecido ciegos. Si no hubiera existido un Platón, nuestra concepción de la realidad y su significado más pro­ fundo hubiera sido m ucho más trivial y material, o más bien, en la totalidad de cuanto es quizá no habríamos experimentado, visto y comprendido lo que ahora comprendemos cuando pensamos filo­ sóficamente acerca de la realidad. Sin san Agustín, quizá no habría­ mos advertido el significado del desasosiego y de nuestro ser-en-elmundo. Los filósofos del pasado nos hablan para hacernos capaces de una experiencia personal de la realidad, para hacem os sensibles a l ’ riqueza contenida en la totalidad de cuanto e s .10 Úna vez aceptado este punto de vista, no hay razón para escan­ dalizarse por la existencia de muchos sistemas contradictorios.11 Lo que importa no es el sistema, sino la realidad. Y en todo sistema encuentra expresión algún aspecto de la realidad. A todo Filosofo verdaderam ente grande le llamó en especial Ta atención determinado aspecto de la realidad. Q uizá elevó indebidam ente a la categoría de realidad pura y sim ple determinado aspecto de la riqueza del ser; y es posible que proclamara como la única expe­ riencia una experiencia determ inada. Así, pues, el sistema resul­ tante no es bueno, pero, con todo, no podemos prescindir de él. 12 Por consiguiente, el hecho de estar inmerso en una historia que no es del propio cuño, no im pide al verdadero filósofo pensar de manera autónoma, independiente y personal. Existe, sin embargo, 10 Albert Dondeyne, “L ’historicité dans la philosophie contemporaine”, R ecue philosophique d e Louvain, vol. 54 (1 9 5 6 ), p. 6, F o i ehrétienne et pensée contem poraine, Lovaina-París, 1952. 11 Dondeyne, “Dieu et le materialismo contemporain”, Essai sur Dieu, Vhomme e t Tunivers, editado por Jacques de Bivort de la Saudée, París, 1957,^pp. 22-32. 12 “Man sieht so eine grosse Reihe von Weltanschauungen, die man mit dem Ñamen Materialismus (alies ist Stoff und naturmechanisches Geschehen), Spiritualismus (alies ist G eist), Hylozoismus (das All ist eine seelisch lebendige Materie) und unter anderen Gesichtspunkten bcnannt hat. In alien Fallen wurde die Antwort auf die Frage, was eigentlich das Sein sei, gegeben durch Hinweis auf ein in der W elt vorkommendes Seiendes, das den besonderen Charakter haben sollte, aus ilnn sei alies andere. Aber was ist denn richtig? Die Begründung im Kanipfc der Schulen haben in Jahrtausenden nicht vemiocht, einen dies r Standpunkte ais den wahren zu erweisen. Für jeden zeight sich etwas Wahres, námlich eine Anschauung und eine Forschungsweise, die in der Welt etwas zu sehen lehrt. Aber jeder wird falsch, wenn er sich zutn einzigen macht und alies, was ist, durch seine Grundauffassung erkUiu-n wili.” Jaspers, op. cit., p. 28-29.

una condición: que se ocupe del pasado creadoramente, que le insufle una vida n u ev a .13 Evidentem ente, tiene que hacerlo él mismo. N o se liga con ninguna escuela del pensamiento ni se entrega ciegam ente a ninguna fórm u la.14 N o acumula el conoci­ miento, sino que presta oídos a la realidad, no importa de dónde provenga su v o z .15 Cuando estudia las obras del pasado, parte de una actividad de confianza y de amor hacia aquellos qu e le hablan, porque se da cuenta que sólo le exigen que sea él mismo quien acepte o rechace sus intelecciones. Pues en última instancia sólo se reconoce como verdadero lo que puede llegar a ser con­ vicción en el pensamiento indepen dien te.16 La filosofía como verdad-para-mí. Precisam ente a causa de que la filosofía sistematizada puede existir y continúa existiendo única­ mente en afirmaciones y juicios formulados explícitam ente, existe una evidente tentación de detenerse y no ir más allá de estos juicios. Sin embargo, así como la ética no consiste en que las leyes gene­ rales sean válidas “ en algún lado” , sino en la propia vida, en cuanto está guiada por exigencias morales personalmente experimentadas y aceptadas, así también la filosofía no consiste en afirmaciones y tesis, sino en la expresión personal de la realidad basada en una presencia personal ante la rea lid a d .17 L o mismo reza de los prin­ cipios de la filosofía. A estos principios no los forman los juicios más generales sino más bien la propia experiencia en su dimen­ sión más fundam ental y decisiva. Estas experiencias fundamentales también son expuestas en juicios explícitos en las filosofías siste­ matizadas. Sin em bargo, para tener verdadero valor, deben volver a recibir vida por la filosofía concebida como parole parlante, como expresión personal de la realidad. “V olver a la realidad misma” fue la consigna de Husserl, el fun­ dador de la fenomenología. Este principio es válido para todo pen­ samiento filosófico auténtico. Aunque estudie las filosofías siste­ matizadas, el filósofo d eb e intentar retom ar a la realidad que toda 13 Heidegger, Sein und Zeit, p. 339, 14 “E l hecho de que se haya descubierto, con anterioridad, un cierto número de ‘verdades definidas’, no significa que nos falten tareas propias por cumplir. Resta todavía que hagamos nuestras estas verdades; aún debemos descubrirlas com o verdades y ver su evidencia con nuestros propios ojos. Y si bien la actividad filosófica es empresa intersubjetiva, es también, y de manera muy especial, una aventura que cada uno ha de emprender por sus propios medios, toda filosofía tiene un momento de solipsismo. Hasta quienes adhieren a una escuelapodránsospechar, a lo más, la verdad de esta o aquella tesis, pero no creerla a priori. Una tradición no es un credo, y cada uno debe andar con los propios pies el camino de la intelección, del descubrimiento o redescubrimiento de la verdad.” G. Van Riet, “Geschiedenis van de vvijsbetjeerte en waarheid”, Tijdschrift voor Philosophie, vol. 19 (1 9 5 7 ), p. 177. 15 Cf. Jaspers, op. cit., p. 115. 16 Cf. Jaspers, op. cit., pp. 143-145. 17 Cf. J. Plat, "Geschiedenis van de filosofie en waarheid”, Handelingen van het XXIIa Vlaams Filologencongress, Lovaina, 1957, pp. 68-74.

proposición trata de describir. Sólo en presencia de la realidad, en la experiencia, es posible llegar a lo incontrovertible y aceptarlo personalmente. Sólo de esta manera la verdad se convierte real­ m ente en mi verdad, y se superan la “ cháchara” y la am bigüedad. Verdad-para-mí y verdad intersubjetiva. A veces se iriterpreta erró­ neam ente la afirmación de qu e la verdad filosófica, para ser autén­ ticam ente filosófica, tiene que ser verdad-para-mí. Siguiendo a Kierkegaard, algunos aseveran que la verdad filosófica no es esen­ cialm ente verdad-para-todos, es decir, no es válida en general e intersubjetiva. Este punto de vista puede encontrarse, por ejemplo, en las obras de Jaspers. D e esta manera la divergencia d e facto de las opiniones se convierte en característica esencial de la filo­ so fía .18 A llí donde los filósofos se pongan de acuerdo, la filosofía dejará de ser filo so fía .19 L a intersubjetividad será característica exclusiva de la verdad científica. E l filósofo tendrá que limitarse a practicar una especie de monólogo que exprese su verdad estric­ tamente personal. E ste punto de vista, que fu e defendido por algunos filósofos existenciarios, ahora resulta anticuado y ha sido abandonado, pues entraña una oculta contradicción.20 E n efecto, ¿cómo se puede tratar seriamente de mantener esa concepción filosófica de la ver­ dad filosófica, a menos que se presuponga que dicha concepción, como verdad, es un principio válido para todos?21 Sin esta presu­ posición, no tiene sentido afirmar que ninguna verdad filosófica es válida para todos. D e este modo, la misma negación de la verdad-para-todos tiene que admitir lo que niega, y sin esta afir­ m ación im plícita la negación no puede tener ningún sentido con­ cebible. L a contradicción ni siquiera perm anece oculta y mera­ m ente im plícita en Jaspers, quien afirm a primero que el hecho de que los filósofos no estén de acuerdo pertenece a la naturaleza misma de la filosofía y pretende después que el alcance y el punto culminante de penetración en la historia del pensamiento filosófico radica en los “momentos de coincidencia en fuente” . 22 Por supuesto, Jaspers tendría razón si quisiese decir simplemente q ue la verdad filosófica difiere de la verdad revelada por las ciencias positivas. Sin em bargo, esta diferencia no im plica que, al 18 “Das jede Gestalt der Philosophie, unterschieden von den Wissenschaften, der einmütigen Anerkennung aller entbehrt, das muss in der Natur ihrer Sache liegen.” Jaspers, op. cit., p. 10. 19 “Was aus zwingenden Gründen von jedermann anerkannt wird, das ist damit eine wissenschaftliche Erkenntnis geworden, ist nicht mehr Philosophie.” Jaspers, op. cit., p. 9. 20 Cf. A. de Waelhens, L a philosophie d e Martin H eidegger, Lovaina, 1948,
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