!No puedo con mi jefe! - Dylan Martins

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© Autores: Dylan Martins y Janis Sandgrouse © Imagen de portada: © Primera edición en eBook: Octubre 2020 La novela ¡NO PUEDO CON MI JEFE! es una obra de ficción. Cualquier parecido con los personajes, lugares que se citan o cualquier otro tipo de coincidencia es fruto de la casualidad. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los autores, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier tipo de procedimiento.

CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2 CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 5 CAPÍTULO 6 CAPÍTULO 7 CAPÍTULO 8 CAPÍTULO 9 CAPÍTULO 10 CAPÍTULO 11 CAPÍTULO 12 CAPÍTULO 13 CAPÍTULO 14 CAPÍTULO 15 CAPÍTULO 16 CAPÍTULO 17 CAPÍTULO 18 CAPÍTULO 19 CAPÍTULO 20 CAPÍTULO 21 CAPÍTULO 22 CAPÍTULO 23 CAPÍTULO 24 CAPÍTULO 25 CAPÍTULO 26 CAPÍTULO 27 CAPÍTULO 28 CAPÍTULO 29 CAPÍTULO 30 CAPÍTULO 31 CAPÍTULO 32 CAPÍTULO 33 CAPÍTULO 34 EPÍLOGO

Capítulo 1 -Vera, el señor Conrad me ha pedido que le envíes el documento de los colindantes de la urbanización "Paraíso" -la miré de arriba abajo. Sí, esa era yo, Vera, secretaria desde hacía tres años en Luxe Constructies. -¿Qué le pasa? ¿Ahora me manda a su asistente personal a pedirme las cosas? ¡No, no!, dile que me lo pida él -solté sin titubear. -Pues se lo digo, por mí de lujo, me llevo con él peor que tú, así que, fíjate que problema -se marchó directa a su despacho con esa sonrisita de maldad. Noa se llevaba fatal con Conrad y es que hacía un tiempo ellos se liaron después de coincidir en una fiesta. Ella se hizo ilusiones, él pasó de ella y desde entonces se la había jurado, no lo quería ni ver y no perdía la

oportunidad en intentar tratarlo de aquella manera, pero era obvio que se trataba de una estrategia de ella, pues se pensaba que de ese modo lo iba a conseguir engatusar otra vez. Trabajo tenía, desde luego, porque él seguía ignorándola y ella no quería darse cuenta de que fracasaba día sí, y día también. Yo no lo podía ver ni en pintura y todo porque un día, cuando llevaba poco tiempo, me trató de una manera un poco fuera de lugar, me sentí despreciada y desde ese día me prometí que ni él, ni nadie se pondría por encima de mí, así que, aquí estaba, si quería el documento que me lo pidiese que para eso era su secretaria, además de la de Norris, el otro jefe. Conrad y Norris eran los dueños de la empresa de construcciones de lujo para la que yo trabajaba, unas oficinas que ocupaban toda la planta diez de un pequeño rascacielos en el que la mitad de las plantas albergaba viviendas y la otra, las oficinas de diferentes empresas. Ellos dos vivían en la quinta planta del edificio, por supuesto, en viviendas diferentes. Dos apartamentos de esos de revista de decoración que ves en fotos y te enamoras, pero que solo puedes ver así, en las hojas de papel cuché, porque no podrías tener uno a no ser que te tocara una lotería. Aparte de las oficinas, que era el centro neurálgico, la empresa contaba con una nave en el polígono sur de la ciudad, ahí era donde guardaban todo el material y donde los operarios de la obra tenían su base. Los jefes desde las oficinas negociaban todos los terrenos mientras que, desde la nave, se llevaba todo lo que era la construcción de las urbanizaciones de lujo. Aquí trabajábamos ocho personas fijas, incluidos Conrad y Norris. Noa, la asistenta personal de los dos súper jefes de la empresa y con la que yo me llevaba fatal, una mujer menuda, pero con carácter, de treinta años, ojos y cabello marrones.

Berel, el asesor laboral y fiscal, un señor que, para tener ya los cincuenta años, los llevaba, pero que muy bien. Metro noventa, complexión fuerte, ojos marrones y cabello negro con alguna que otro mechón plateado que le hacía lucir bastante interesante. Era muy serio, pero buena persona, muy enfocado exclusivamente en su trabajo, rara vez te lo encontrabas charlando con alguien por los pasillos, y es que no era su estilo perder el tiempo mientras estaba en su jornada laboral. En la empresa había tres despachos para los arquitectos, que eran Ansel, Andrea y Fiona. Ansel, de cuarenta y dos años, alto, elegante, ojos color avellana, cabello negro, guapo a rabiar y casado con Andrea, cuatro años menor que él, con unos ojos marrones casi negros que desprendían alegría, cabello castaño y una sonrisa de lo más simpática. Llevaban casados trece años y tenían una hija de once, llamada Brenda, con la que vivían en el centro de la ciudad en un piso de una buena zona. Fiona, la otra arquitecta, a sus treinta y cuatro años, era la más joven de los tres. También era menudita como Noa y como yo, con ojos verdes y cabello rubio. Vivía sola en un apartamento en una zona tranquila a las afuera de la ciudad. Cuatro meses atrás la dejó su novio con el que vivía desde hacía seis años, pero como era piloto para una compañía de aquí, no había problema. Este vino cuando a él lo mandaron a una mejor compañía y se tendría que ir a Latinoamérica, ni lo pensó, no dudó en dejarla a ella, así que ahí estaba intentado superar lo que le hizo su ex. A pesar de la situación en la que estaba, siempre tenía una sonrisa y una bonita palabra para darte. Por las mañanas aparecía por la empresa la alegría de la huerta, Julia y Sheila, unas chismosas de cuidado, pero dos chicas majísimas que eran pareja y vivían juntas. Eran las limpiadoras de las oficinas y yo me llevaba genial con ellas.

¿Sabéis eso de que los polos opuestos se atraen? Pues justo eso es lo que había con ese par de dos. Julia, a sus veintiocho años, era una preciosa pelirroja de ojos verdes y metro setenta, mientras que Sheila, dos años mayor, era una morena de esas guerreras de ojos marrones y metro setenta y cinco. Las dos guapísimas, sonrientes y de cuerpos bien proporcionados. Yo solía bromear con ellas diciéndoles que, pudiendo estar pisando las pasarelas y luciendo los modelos de los mejores diseñadores del mundo, estaban aquí aguantando que, en ocasiones, el personal les pisara a ellas "lo fregao" como solía decir Julia. A ver, no es que aquello fuera un campo de guerra, pero sí que había unos cuchillos cortantes y no todo el mundo se soportaba, así que era una lucha diaria por contenernos algunos de nosotros. Si bien es cierto que en todos los trabajos suele haber sus más y sus menos, aquí no iba a ser diferente a otros sitios, eso estaba claro. Los dimes y diretes, los chismorreos de despachos y escaleras, estaban a la orden del día y más, cuando Julia y Sheila se enteraban de algo jugoso con lo ocupar algunos minutos de sus jornadas mañaneras. Escuché pasos acercarse, yo seguía revisando algunos correos, y por eso de que ya llevaba aquí un tiempo, sabía que quien se acercaba era el jefe. Y no, no me equivoqué, Conrad apareció por mi despacho con cara de pocos amigos. -Me has hecho venir. ¿No sabes acatar una orden? -preguntó él, entrando sin llamar, que para eso era el jefe, claro. -Podrías haber levantado el teléfono como siempre y no el culo. No, no te lo envié pues nunca antes ha venido tu asistente personal a decirme qué necesitabas, así que, sin una orden directamente tuya, no, no iba a mandarte nada.

-Pues acostúmbrate a que cuando te pida algo, por la vía que sea, me lo tengas preparado y enviado rápido -ahí, pidiendo amablemente las cosas, ¡qué bien! -A sus órdenes, jefecito... -Sí, sí, hasta el saludo con dos dedos en la sien le hice, así, en plan militar y todo. -No me toques los cojones -dijo señalándome desde la puerta. -Ni intención de ello -contesté con la mano en el pecho, mostrándome ofendida. -Vera, no me busques que me encuentras... -sonaba a amenaza, sí, y yo debería quedarme quieta y callada, como decía mi hermana, pues así estaba mucho más guapa, pero es que tenía al jefe atravesado desde que me trató mal, y mira que hacía años ya, ¿eh? Pero nada, que lo de "perdono, pero no olvido", ahí estaba. -No te busco, solo te informo. ¿No quieres molestarte en venir a pedirme tú unos documentos que necesitas con urgencia? Pues me llamas por teléfono -dije señalándolo con una mano-, que para eso lo inventaron, para no tener que desplazarse a pedir las cosas en una oficina, entre otras muchas utilidades, claro está. No, lo de estar callada no iba conmigo y al jefazo, eso de que le contestara a todo y no de muy buenas maneras, aparte de con un toquecito de retintín, no es que le sentara bien, para qué engañarnos. Prueba de ello eran esos ojos azules que me miraban como si quisieran fulminarme, y... ¿Era humo eso que le salía por las orejas? -¡Lo quiero, ya! -dijo marchándose y dando un portazo con la puerta de mi despacho, y eso que yo siempre la tenía abierta. -¡¡Esos golpes!! -grité, dejándome la voz en esas dos palabras, para que se enterara bien el capullín de mi jefe. Bueno, él y el resto de quienes estuvieran en la oficina, que bien lo había gritado yo.

Guapo, estúpido, chulo y un creído de mierda que se pensaba que el mundo giraba alrededor de él, tres cuartos de lo mismo que Norris, el mujeriego de la oficina y no es que Conrad se quedara atrás, pero este se llevaba la palma y es que en el circulo que se movían, yo tenía varios conocidos y se rumoreaba de todo. Viéndolos juntos se podría pensar que eran como el día y la noche. Mientras que Conrad era un cuarentón de metro ochenta y tres, complexión fuerte, ojos azules y cabello castaño casi rubio, Norris era tres años menor, un par de centímetros más alto, ojos también azules y pelo negro. ¿Qué tenían en común aparte de la empresa? Que ambos eran unos solteros de oro, además de lo anteriormente mencionado. Por todos era sabida la historia de Norris que, tras cinco años de relación con Susan, una azafata de vuelo, rompieron hacía un año después de haberle sido infiel. Vamos, que dejó a la mujer por otra con la que tampoco duró mucho tiempo. En las oficinas teníamos horario de mañana, de ocho a cuatro y de lunes a viernes, lo bueno de todo es que ya era jueves y me faltaba un día para hacer un corte de mangas a todo, e irme de relax. Lo necesitaba, y no porque no estuviera a gusto en el trabajo, o que me llevara mal con todos, simplemente es que tantas horas sentada delante de un ordenador, acababa pasando factura. Mi hermana ese fin de semana decía que no iba a salir ni a la esquina, que se quedaría descansando que bien se lo había ganado. Era abogada y tenía treinta y dos años, cuatro más que yo, vivíamos juntas en la casa que mis padres nos dejaron en herencia cuando fallecieron, hacía ya dos años, así que nos quedamos ahí las dos y, la verdad, nos llevábamos genial y nos apoyábamos en todo, ya que solo nos teníamos la una a la otra.

Nosotras sí que no nos parecíamos en nada. Yo rubia de ojos azules y poco más de metro sesenta y ella, con su metro setenta, ojos marrones y la melena marrón chocolate, como a mí me gustaba decir, era preciosa. Cuando nos veían juntas solían preguntar si éramos amigas, o, como mucho, primas, pero lo de hermanas era algo que nadie imaginaba. Lo mejor de todo es que la diferente de la familia era yo. Nuestros padres eran rubios, de ahí mi melena, pero ella había salido a nuestra abuela materna, otra que en su juventud había sido una belleza. Busqué los documentos de los colindantes de la urbanización "Paraíso" que Conrad me había pedido, los organicé y se los mandé antes de hacer una paradita, que ya tocaba. Necesitaba despejarme un poco, pero, sobre todo, descansar la vista porque al final me pasaría como solía decir mi madre, que acabaría viendo menos que una estatua. Mi madre y sus comparaciones... Salí a la sala de descanso donde teníamos una cafetera, nevera con refrescos y microondas para quien quisiera calentar allí la comida, aunque en la última planta del edificio había un bar restaurante, pero yo no salía de la oficina, solía llevar mi comida y sentarme en esa sala a ver la cara del que me cuadrara en ese momento, en este caso nadie, ya se veía que todos habían tomado su rato para comer y solo faltaba yo...

Capítulo 2 Salí de las oficinas dispuesta a pasar la tarde en casa relajada, mi hermana me llamó y me dijo que me esperaba en el Starbucks del centro, cuando me decía eso era que íbamos a tomar café, quemar tarjeta, cenar y luego a casa a descansar. Y ahí estaba ella, en la puerta esperando mi llegada. -Hermana, es jueves -reí al verla con esa sonrisa que lo decía todo. -¿Y? -Volteó los ojos. -Nada -respondí acercándome a pedir los dos cafés para llevar. Teníamos un vicio, pero sano, con esa cafetería y además nos gustaba tomarlo paseando con esos vasos tan llamativos. ¿Quién no se tomó alguna vez un café de aquella franquicia? -Hermana, he conocido a un chico... -empezó a decirme Kelly. -¡Cuenta! Ya me parecía a mí raro esta salida, siendo un día entre semana. -Necesitaba que me diera el aire -me hizo un guiño-. Es un compañero. -Otro abogado, es bueno tener en mi vida dos personas que me defiendan cuando haga una de las mías -le hice una burla. Kelly era una de las mejores abogadas de Londres, llevaba tanto temas penales como civiles y tuvo la suerte de poner su propio despacho. Es una oficina pequeña en uno de los edificios del centro, tiene dos abogados trabajando con ella y es feliz con lo que hace. -No seas tonta, solo lo estoy conociendo, se acaba de separar hace unos meses y tiene una hija de seis años, tienen la custodia compartida. -Te veo ejerciendo de madre... -reí. -No, ella tiene a su madre, pero está claro que, si esto acaba en algo, tendré que adaptarme a la niña. Se llama Naomi. -Bonito nombre y, ¿te dijo cómo era?

-Bueno, no lleva bien la separación de los padres y dice que está un poco rebelde, imagino que necesitará más tiempo para asimilarlo todo -me respondió tras dar un trago a su café. -Verás que al final es la niña del Exorcista -bromeé. -Espero que no, sabes que tengo poco aguante y eso podría ser una guerra viva, de todas formas, te repito que nos estamos conociendo. Mañana me quiere invitar a cenar, aprovechando que esta semana no tiene a la niña. -Pues perfecto, ¿no? -Claro, y por eso quiero comprarme algo chulo para estrenar. -Ahora ya te voy entendiendo más -di un sorbo al café pensando que mi hermana estaba en otro nivel en esos momentos, en uno que hacía mucho que no la veía y la verdad es que me gustaba que tuviera esa ilusión por alguien. -Se llama Ryan y tiene treinta y ocho años -me contó sin que le preguntara, sin duda podía asegurar que mi hermana, aunque no quisiera confesarlo, tenía buenas sensaciones con respecto a eso que estaba empezando entre ellos. -Interesante, seis más que tú -sonreí mirando hacia un escaparate en el que parecía que en el interior podríamos encontrar algo que fuera con ella-. ¿Desde cuándo le conoces? -Bueno, conocerle desde hace tiempo, solo de vista, de los juzgados y eso. Pero hace un par de semanas, al salir, me tropecé de la manera más tonta en las escaleras y no me caí de milagro, bueno, de milagro y porque Ryan subía en ese momento. -Oh, por favor, ¡qué bonito! Ya estoy viendo la escena, ¿escuchaste música al verle? -pregunté, haciendo que ella riera negando. -Nada de música, boba. El caso es que después de aquello, volvimos a vernos un par de veces más por allí, hasta que me dijo que, por haberme

salvado de una rotura de tobillo de libro, debía invitarlo a un café. Y así llevamos una semana, tomando café y quedando a comer algún día. Entramos a la tienda y nos pusimos a ver qué se podía poner la niña al día siguiente para su cita con Ryan, ese hombre que había tocado su corazoncito, uno en el que hacía mucho que nadie lograba entrar. Cosas que pasan, que ya se sabe que en el amor hay días buenos y otros no tanto, pero cuando te dejan el corazón tocado... cuesta recuperarlo. Al final se decantó por un pantalón negro de pitillo y una camiseta caída hacia un hombro que le daba un aire muy roquero, con unas sandalias de tacón y tiras también negras, iba a ir guapísima. Cuerpo tenía, guapa ya era, y cualquier cosita que se pusiera la iba a lucir, lo único que ese modelito la hacía desenfadada. Además, en los tribunales estaban acostumbrados a verla muy arreglada, así que, ahora un aire roquero le haría salir de esa línea y sorprender a ese hombre, bueno, roquera, pero muy tirando a pija, pues las cosas había que saber llevarlas bien puestas y nosotras dos, gusto teníamos un rato, todo había que decirlo. Salió contenta con la elección y es que era perfecta. De ahí nos fuimos paseando hacia nuestra tienda de ropa interior favorita "Woman Secret´s", donde nos compramos cada una un conjunto interior. Me encantaba la lencería de esa tienda y casi toda la compraba allí. Que sí, que la lencería se vería poco, por eso de que iba debajo de la ropa, pero una tenía que sentirse bonita y, por qué no, sexy para una misma lo primero, el resto podía esperar. Ella lo cogió en negro y yo en blanco, para mí era así, la ropa interior de colores no me hacía gracia, yo o blanco o negro, de ahí no se me podía sacar o de lo contrario, me sentía como una feria interiormente con tanto color.

Fuimos de tienda en tienda a lo largo de esa avenida que era de lo más comercial, llena de boutiques de todas clases, de firmas, económicas... Pasamos toda la tarde comprando algunas cositas y echando un vistazo a lo que había, incluso nos quedábamos con lo que nos había gustado por si se presentaba una nueva ocasión de cita sorpresa, ya fuera por su parte o por la mía, e ir a cosa hecha en busca del modelito. De vez en cuando salíamos en ese plan, a ver escaparates o curiosear dentro y pecar cogiendo alguna cosita, y como se había dado la ocasión esta tarde, pues había que aprovechar. Al final terminamos en un restaurante asiático cenando un poco de arroz chino con ternera picante, eso aparte del rollito de primavera que tomamos de primero. Nosotras parecíamos internacionales, nos gustaban las comidas de todos los países: mexicana, turca, árabe, japonesa, china... Vamos, que se nos podía llevar a comer a cualquier sitio, que íbamos a disfrutar como enanas y sin ponernos tiquismiquis, que no habíamos sido nunca de quejarnos. A ver, si no has probado una cosa, ¿cómo sabes que no te gusta? Habría que haberlo probado antes, ¿no? Pues eso, que nosotras probábamos y dábamos en el clavo. A pesar de que la vida nos había dado un buen mazazo con la pérdida de nuestros padres, no podíamos quejarnos. La verdad es que nos iba bien, no es que fuéramos ricas ni estuviéramos cerca de serlo, pero yo tenía un buen sueldo y ella con los casos se sacaba todos los meses un buen dinero, casa no pagábamos porque mis padres la tenían liquidada, así que, estábamos desahogadas. Por tanto, sí, nos iba bastante bien. Teníamos trabajo, salud y, sobre todo, lo más importante, nos teníamos la una a la otra.

Mi hermana siempre hacía la compra grande del mes para la casa y se dejaba un pastón, no escatimaba en nada y yo iba comprado durante el mes lo que iba haciendo falta. Solíamos cocinar las dos y yo me lo llevaba en un táper a la oficina, ya que salía a las cuatro de la tarde pues era jornada continua prácticamente, el descanso del desayuno y el de la comida eran brevísimos. Ella, sin embargo, a las tres como muy tarde estaba en casa y comía allí. Llegamos a casa y fuimos a ducharnos, lo bueno es que había dos baños y teníamos cogido uno para cada una y así teníamos ahí colocadas nuestras cosas. Cuando salimos hicimos el plan de los jueves, que no era otro que poner el culo en el sofá para ver un programa de televisión que nos encantaba, nos sentamos justo cuando comenzó. -De verdad, cuánta razón hay en eso de que la realidad supera a la ficción. Si es que ves a ese hombre por la calle y piensas, -dije cuando vimos al principal sospechoso del primer caso que nos planteaba el programa. Sí, siendo una abogada y la otra su mayor fan, ¿de qué iba a ser el programa? Pues esos de crímenes perfectos, o no tanto, que solían cometerse a lo largo y ancho del mundo. -La verdad es que sí, que igual después es inocente, pero entre esas greñas que me lleva, la cara que no ayuda y la mirada siniestra... Tiene todas las papeletas -me contestó ella asintiendo sin perder ojo de la pantalla. -¿Te acuerdas cuando lo veíamos con papá? -Claro que me acuerdo, el tío tenía un ojo para sacar al culpable... -Tú también, que eres abogada y esas cosas ya las sabes -le aseguré.

-Sí, pero a veces las apariencias engañan. Mira, ¿ves al ex novio de la víctima? Tan formal, tan educado, bien vestido... Pues podría ser incluso él. -Kelly, pero si se le ve destrozado -dije frunciendo el ceño-. Que sería su ex novia, pero algo de cariño le quedaría, digo yo. -Sí, claro, pero todo puede ser. Ya te lo diré al final del este primer caso. -Tú ya sabes algo que a mí se me ha escapado, ¿verdad que sí, tramposilla? -pregunté, y por respuesta tan solo recibí una de esas sonrisas que solía poner cuando había desentramado el caso. Joder, me equivoqué de carrera, tenía que haber estudiado derecho, así le haría la competencia a ella. Bueno, no, que yo creo que empatizaría demasiado con según qué clientes y no sería bueno para el negocio. Pues sí que era buena la cabrita, sí. Ahora entendía bien todos esos casos ganados que llevaba en su currículum. ¿Pues no resulta que había sido el ex novio? Más loco estaba ese, que el que salía con cara de psicópata. Pobre hombre, que ese solo la encontró y trató de auxiliarla, pero, claro, al verlo la policía en el lugar del crimen, ya se sabe, optaba a tener todas las papeletas de ser culpable. Me llegó un mensaje de mi amiga Melissa, me decía de salir al día siguiente por la noche a cenar y tomar algo por la ciudad. Realmente solíamos quedar los sábados, pero mira, como el viernes mi hermana no estaría, pues mejor que mejor, así no me quedaba aburrida. Le contesté que sí, que pasaba a buscarla por su casa y ya iríamos a ver dónde acabábamos la noche, eso era lo mejor, improvisar los planes. Ir a ver en qué sitio cenábamos y después al local de siempre a bailar un rato. Fui a prepararme una infusión, como cada noche antes de dormir, le llevé otra a mi hermana y seguimos ahí pegadas al sofá viendo la televisión y tratando, en mi caso, de averiguar quién y, por qué habían asesinado a la víctima en cada caso. Desde luego que, para lo loco que andaba el mundo,

pocas cosas pasaban para las que podrían ocurrir. Que en esos casos quien más y quien menos, se daba como enajenado mental y en vez de pena de prisión, acababan en un psiquiátrico. Cuando acabó el programa nos fuimos a la cama y me puse a bichear un poco las redes sociales, eso de los cartelitos con indirectas que ponía la gente me molaba, era como si el resto del mundo se diera por aludido y, lo peor de todo, es que mirabas sus perfiles y tenían cuatro mil personas agregadas. ¡Ni que fueran los hijos de un famoso! Nunca entendería ese afán de meter la gente en su lista a personas desconocidas, en fin, cada uno con sus locuras y Dios aguantando las de todos.

Capítulo 3 -¿Qué miras? -pregunté a Noa, que lo hacía con descaro. -Al que está detrás de ti -me giré y no había nadie. -Mucha edad para tan poco cerebro... -resoplé negando mientras continuaba mi camino hacia el despacho. ¿Y que esa se haya acostado con el jefe? Vamos, para alucinar, una de dos, o él estaba muy desesperado esa noche o ella lo drogó, otra no me cabía en la cabeza. Y lo que era peor... ¿Y si ella estaba en la empresa y no era despedida por algo que sabía? Es que eso a mí no me entraba en la cabeza, porque, desde que ella se lio con Conrad y este no le hizo caso ni una sola vez más, ella se lo tomó con mucho despecho y desde entonces siempre lo trataba fatal, y eso que era su asistente personal. Y, lo raro rarísimo, es que él se lo permitiera, no podía entenderlo, de verdad, es que no me cuadraba nada. En mi caso era diferente, pues Conrad y yo no nos podíamos ni ver, esto fue como todo lo contrario al flechazo, no fue un amor a primera vista, fue un desprecio y odio desde el primer momento, pero por ambos lados, no nos conocimos con buen pie y desde entonces lo llevábamos doblado. A pesar de eso, no me puede echar, ¿por qué? Estas oficinas eran de mi padre y se las alquiló a Conrad. Un día, un año antes de fallecer, mi padre recibió una llamada de este haciéndole una buena oferta por las oficinas y el hombre aceptó vendérselas con una condición, que me contrataran a mí indefinidamente y si cerraban o vendían, me tendrían que dar una buena indemnización. Así que ahí estaba yo, el veneno de uno de los jefes y él, mi más maldito corta días, pues era verlo y qué asquito me entraba. Y encima Noa, es que no había por dónde cogerlos ni a uno, ni a la otra, vamos que esos estaban para encerrarlos.

Me dispuse a trabajar cuando entró el Calvin Klein en mi despacho, así llamaba a Conrad, y es que a veces traía unos modelitos que solo le faltaba llevar en las manos el perfume. -¿Le puedo ayudar en algo, señor? -pregunté con ironía. -Si te perdieras seríamos felices los dos, pero te tengo que aguantar -sonrió con la misma ironía que mi pregunta. -Ya, pero todo tiene un precio -le hice un guiño. -No lo había meditado... -dijo señalándome con el dedo. -Pues ya estás perdiendo el tiempo -puse cara de resignación. -Tengo que hablar contigo -cerró la puerta y se sentó en una de las sillas que había delante de mi mesa. Desde luego, el poder que daba ser él manda más de la empresa, madre mía, que ni permiso para entrar ni para encerrarnos pedía el tío. -Tú dirás. -Te necesito mañana por la noche. -Ni que fuera puta -negué resoplando. -No, joder no necesito ninguna de esas, te necesito a ti para que me acompañes. -¿A un prostíbulo? Pues a esa hora no entiendo dónde quieres que te acompañe. -No -se frotó los ojos desesperado porque no dejaba que se explicara, y es que en eso consistía mi día a día, en sacarlo de quicio-. Verás, tengo que acudir a la fiesta de un cliente muy importante, es en su casa a las afueras de la ciudad, una imponente casa en la que dará una recepción y me invitó a mí y a mi pareja. -¿Qué pareja? ¿Te has echado novia? -pregunté aguantando la risa, aunque yo sabía lo que quería, pero a ese lo iba a bautizar como "el del quicio", pues lo iba a sacar todos los días de mi vida.

-De eso se trata, de que vengas y te hagas pasar por mi novia. -¿Por tu novia? -pregunté con los ojos fuera de las órbitas y la mandíbula desencajada- ¿Me has visto a mi cara de Julia Roberts y tú te crees que eres Richard Gere? Porque... perdona, pero, aunque tengas más o menos la edad que debía tener él cuando hizo la película... Ni te le pareces. -Más o menos -apretó los dientes, lo que le estaba costando pedirme aquello. -Mira, no tendrías dinero para pagar una noche conmigo. -¿Cuánto? -Tres mil y si me pones un dedo encima, pierdes los huevos. -Trato hecho -me señaló con el dedo-. Solo una cosita sin importancia apretó los dientes de nuevo y me temí lo peor-. Tenemos que salir en dos horas y antes tienes que pasar por la boutique "Le Fame" y coger el vestido y los zapatos que quieras, como si fuera para una fiesta de Fin de Año, no te preocupes que yo corro con los gastos. -Espera, chaval, espera... ¿Me estás diciendo que nos vamos en dos horas y que estaré contigo hasta mañana por la noche? -Regresamos el domingo -arqueó la ceja y me miró de reojo. -Mira, para yo sacrificar un fin de semana de mi vida para salvarte el culo, me tienes que quitar dos meses la hora de entrada a las ocho y que sea a las diez, sin tenerla que recuperar, por supuesto. -Trato hecho -se levantó-. En dos horas estoy en la puerta de tu casa. -¿Sabes dónde vivo? -Eres mi empleada -me hizo un guiño y fue a abrir la puerta, pero antes, volvió a hablar-. Por cierto, tienes que coger tu pasaporte, no lo olvides. -¿Mi pasaporte? -pregunté, pero fue inútil porque él ya había salido del despacho, dejándome con la palabra en la boca.

A todo esto... ¿Dónde era la fiesta y por qué nos íbamos ya, si era mañana por la noche? ¡Y para qué narices necesitaba el pasaporte! ¿Veis?, es que era raro rarísimo, pero yo me acababa de ganar tres mil libras esterlinas y un vestido de una tienda de firma. ¡Anda que no! A este paso me iba a volver escort. Le llamé por teléfono a su despacho, pero al ver que era yo no me lo cogía. De verdad, era para matarlo. Soltaba una cosa así y se largaba, pues anda que íbamos bien. Nada, si Mahoma no va a la montaña... Fui a su despacho, llamé a la puerta que él, sí tenía cerrada, y no esperé ni a que me diera paso, abrí y entré cerrando tras de mí. -Sí, ya revisé los cambios, avísame cuando hayáis empezado -debía estar hablando con alguno de los trabajadores de las obras. Me senté en la silla frente a su escritorio y esperé a que terminara de hablar, cosa que hizo como cinco minutos después. -¿Qué haces que no te has ido? -preguntó arqueando la ceja-. Estás perdiendo el tiempo. -Tengo dos horas, no me metas prisa -contesté como si nada. -Tenías dos horas, ya te queda una hora y cuarenta y cinco. -¡Joder! ¿Lo vas a cronometrar? Madre mía, ni que fuera una carrera o algo. -¿Quieres decirme, para qué has venido? -¿Para qué narices necesito el pasaporte? -Por Dios... Vera, cógelo y punto. Es una maldita orden de tu jefe, acátala y ya está. -Eh, eh, menos humos que te vas solo a la cena. -Por favor, vete a la boutique, escoge vestido, zapatos, complementos, lo que sea que necesites y ve a esperarme en tu casa.

-Vale, vale. Me haré una maletita con un par de mudas limpias, no voy a estar hasta mañana por la noche con el traje de oficina. Sí, el traje, porque ya que era secretaria, me ponía mis buenas y bonitas faldas de tubo, con camisa y chaqueta. Si mi madre me viera... Salí de su despacho, pasé por el mío a recoger mis cosas y cuando estaba en el pasillo me encontré con Fiona. -¿Ya te vas? -preguntó mirando su reloj-. Yo quiero un trabajo como el tuyo, ¿eh? Que ella, que era arquitecta y podía salir antes solo por el mero hecho de reunirse con un cliente me dijera eso, nos hizo reír a las dos. -El jefe, que me ha dado permiso para salir antes -contesté, encogiéndome de hombros. -Pues aprovecha, corre, que es viernes. -Y tú, diviértete también, ¿ok? -Se intentará. Nos vemos el lunes, guapa. -Sí, el lunes volvemos a la rutina. Bye bye. Me marché de las oficinas diciendo adiós con la manita como si fuera la Reina de Inglaterra, más feliz que una perdiz. Llamé a mi amiga de camino a la tienda y le conté la buena nueva, se quedó flipando. Me daba pena porque tenía que cancelar los planes con ella, pero de todas formas me dijo que iba a salir, ya que sus compañeras de trabajo se reunían todos los viernes en un sitio. Me alegre de que al menos no tuviera que quedarse en casa por mi culpa, bueno, por la mía no, por la de mi jefe, que mira que pedirme horas extra de trabajo así, tan de repente... Cuando llegué a la tienda y entré, aluciné al ver los modelitos que había, a cuál más bonito a la par que elegantes, muchas noches de cenas me estaban apeteciendo para poder lucir alguno de ellos, lástima que solo fuera a ser una. Escogí un vestido de raso negro, con una caída espectacular como si

fuera de novia, era de tirantes muy finos y el cuerpo de tablitas, una cucada, además de unas sandalias negras de tacón fino y tiras con pedrería, que eran una preciosidad. Conrad había dicho también complementos, ¿verdad que sí? Pues... complementos para la cena que me iba a comprar. Unos pendientes plateados de los que colgaban dos cadenitas monísimas, además de una bonita gargantilla haciendo juego. Listo, me lo prepararon todo y como sabían que iba de parte de Conrad, me despidieron con una espléndida sonrisa por la comisión que se llevaban a mi costa esas dos. Me marché con todo en esas elegantes bolsas y para casa a preparar la maleta, donde metí ropa cómoda y de vestir, ni idea tenía de nada. Llamé a mi hermana por teléfono y se lo conté, me quería matar, pero me reñía y se reía a partes iguales, yo solo pensaba en lo que me iba a ganar de paga extra. -A ver, hermana, ¿adónde vas? Mira que lo del pasaporte suena raro. ¿No era a las afueras de la ciudad? -preguntó después de un rato de risas. -¿Y yo qué sé? Se lo he preguntado dos veces, la primera no la escuchó y la segunda, no dijo nada. -Bueno, tú ten cuidado, a ver si te va a llevar a algún sitio por ahí perdido de la mano de Dios y encuentran tus huesos dentro de veinte años. -Joder, hermana, qué exagerada eres -proteste mientras reía, porque es que me imaginaba su cara-. Vamos a tener que dejar de ver ese programa, ¿eh? -No, no, a mí eso no me lo quites. Y no me digas que no lo has pensado, que con lo mal que os lleváis igual quiere librarse de ti sin vender la empresa. -Anda, boba, que ese hombre otra secretaria tan eficiente como yo, no encuentra -le aseguré sonriendo.

-Esperemos. Bueno, tú hazme caso y ten cuidado. Te dejo, que entro a juicio. -Muy bien, dales duro a los malos. -Sí, sí, a estos no les libra su abogado, ya te lo digo yo. Un beso. -Un beso, te quiero. -Y yo. ¡Oye! -gritó antes de que colgara. -Dime. -Pásalo bien en la cena, ¿de acuerdo? -Eso está hecho, hermana. Adiós. Colgué y como ya tenía la maleta preparada, me cambié el traje por algo de ropa más cómoda, aunque los zapatos de tacón no me los pensaba quitar, que yo estaba bien ahí, en las alturas. Y ahí estaba yo, esperando que llegara la hora en la que debía venir a buscarme y que me llevara donde quiera que fuera ese destino que solo él sabía.

Capítulo 4 Ya estaba lista cuando me llegó un mensaje del jefe para que bajara, así que ahí fui yo toda preparada con mi maleta, un bolso bien grande y dispuesta para ir a... Pues no sabía dónde, que eso parecía secreto de sumario, pero, por tres mil libras, iba donde él quisiera llevarme. -Buenas tardes, jefe -saludé y él me cogió la maleta de la mano para ponerla en el maletero. -Buenas tardes, tormento. -Eh, que aquí el tormento te va a salvar el culo. -Bueno, tanto como salvar... Mi dinero me va a costar. -Eso es calderilla para ti. -Pero es mi calderilla -me abrió la puerta del copiloto para que me montara. Arrancó el coche y directos que fuimos al aeropuerto. Todo el camino sin hablar, ni él dijo una palabra ni yo menos, silencio total por parte de los dos. Allí el único que hablaba era el de las noticias de la radio, de economía eso sí, que el jefe siempre estaba puesto al día en esas cosas. Estábamos en primavera y aquí en Londres, a pesar de que no había un considerable aumento de temperatura, teníamos algunos días en los que la luz del sol bañaba la capital de modo que podíamos salir a disfrutar de un paseo por el parque, eso sí, con el paraguas por si nos sorprendía la lluvia. Me gustaba ir de copiloto porque podía contemplar las vistas por la ventanilla, vale que sí, que me las tenía ya muy vistas, pero estaba enamorada de la ciudad que me vio nacer, tenía rincones preciosos y perfectos para perderme sola durante unas horas. Llegamos al aeropuerto y, maletas en mano, nos dirigimos hacia la zona de la que saldría nuestro vuelo.

-¿Nos vamos a Marruecos? -decir que me quedé asombrada al ver que estábamos en la facturación que llevaba hacia Marrakech, era quedarme muy corta. -¿Nunca has estado allí? -preguntó sorprendido. Vamos, ni que yo me fuera recorriendo el mundo los fines de semana. -¡Yo me cago en mi vida! -grité, nerviosa- ¿Cómo vamos a ir a ese país sin escoltas? -¿Escoltas? -soltó una carcajada. -Es un país árabe y mira que... -Eres un poco inculta, por lo que veo -me cortó, el muy idiota. -Inculta un huevo, y encima no entiendo para qué facturamos dos maletas pudiéndolas llevar en el avión. -Tranquila, a la salida nos las dan a nosotros directamente, vamos en primera clase. -¿Quién me mandaría a mí meterme en este lío? -grité pinzándome el puente de la nariz, ya estaba atacada de los nervios-. Si lo llego a saber antes, pido más caché, esto es algo internacional -lo seguí para pasar el trámite policial. -¿Lío? Vas a conocer el país que probablemente más te guste del mundo. -Los cojones, como que nada más que me baje me compro una chilaba y un pañuelo, que no paseo yo de esta guisa para que me cambies por un camello -me señalé la ropa, pues era muy poco apropiada para aquel lugar al que íbamos. -A ti no te cambian ni por un llavero, te lo digo yo. -¿Me estás llamando fea? Lo que me faltaba por escuchar, menudo fin de semana me espera contigo. ¡En qué mala hora dije que sí! -Te estoy llamando pesada, pero eso ya lo sabes, no es nada nuevo respondió encogiéndose de hombros.

-Mira, te voy a decir una cosita... -Nos paramos ante el embarque en el cual nos hicieron pasar inmediatamente sin tener que esperar cola- Te voy a aguantar tres días, en un país en el que, para colmo, tengo que aparentar ser tu novia, pero desde ya lo soy, porque me voy a agarrar a tu pescuezo y no me voy a soltar hasta la vuelta, que igual tengo la mala suerte de que allí me rapten o algo por el estilo. -¿Pescuezo? Vaya vocabulario más feo... -¿Será tonto? -Me senté antes que él para quedarme con el asiento de ventanilla. -Ese era mi asiento -hizo un carraspeo. -Tú lo has dicho, era, así que... Te jodes, cariño -sonreí con maldad-. Y una cosita, yo sí que no me voy a joder, que, ya que te voy a tener que aguantar cobraré por ello, pero tú vas a tener que soportarme a mí y te va a costar el dinero, así que calladito -le hice un gesto de caricia en el hombro. -Madre mía, esto va a ser peor de lo que esperaba -se frotó los ojos. -Bueno, tampoco es para tanto, ¿eh, jefe? Que pocos hombres pueden darse el capricho de tenerme setenta y dos horas... -dije por lo bajo para que nadie me escuchara. -Ya, ya -negó con cara de resignación. Ese hombre no sabía lo que le había caído encima conmigo y lo que le quedaba, vaya. A quién se le ocurre hacerle una petición de ese calibre a su mayor enemiga, sabiendo que le iba a dar el peor fin de semana de su vida. ¡Porque se lo iba a dar! Despegó el avión y yo solo pensaba en una cosa, ¡Marruecos! ¿Qué se me había perdido a mí allí? Era un país que me daba un poco de miedo y que, si no fuera porque iba con él, ahora mismo me tiraba del avión que estaba ya en el aire.

Conrad se pidió una copa de vino y yo un refresco light, lo que me faltaba a mí era entrar en ese país encima borracha, ni de broma. Me puse los cascos y comencé a escuchar un audiolibro que me había pillado por Internet, es que yo era floja hasta para leer, todo sea dicho, eso sí, en audio escuchaba casi todas las novedades de mis autores favoritos. Ahora estaba con una historia que me tenía muy enganchada y es que la cosa se ponía interesante con la aparición de un ex que dejó a la protagonista marcada de por vida y al que consideró su gran amor, ese que la dejó por otra, años atrás. Él, se pasó todo el vuelo con un periódico en la mano leyendo cada noticia que aparecía en todas las páginas, con ese aire pijo que tenía y con toda su chulería. Yo lo veía así, un chulo de esos repelentes. ¡Qué mal me caía, por favor! -¿Quieres algo para comer? -me preguntó después de darme un golpecito en el hombro para que me quitara los cascos. Miré hacia el pasillo y ahí estaba la azafata, sonriente, esperando mi respuesta. -Sí, por favor. Ella asintió y se marchó, regresando poco después con el almuerzo que tenía una pinta bastante buena. Conrad dejó el periódico a un lado y yo seguía con mis cascos, no es que tuviera mucho que hablar con el jefecito. Primero: porque que nos caíamos fatal. Segundo: que sus gustos no eran los míos, y tercero porque me importaba una soberana mierda todo lo que fuera ajeno a la empresa, así que yo con estar ahí, ya era suficiente para acatar mi parte del trato. Tras el delicioso pescado al horno que había tomado, me dieron varias opciones de postre y no pude resistirme a pedir mousse de limón, me encantaba desde siempre.

-¿Qué música escuchabas? -me preguntó Conrad, cuando guardé los cascos de nuevo en el bolso. -No era música -respondí, escueta. -¿Y qué era? -¿Y qué te importa? -Era por charlar un rato, que te has olvidado de mí, en cuanto te has puesto los cascos. -Para lo que había que hablar contigo... Se quedó mirándome con el ceño fruncido y como yo sabía que no iba a parar hasta saber qué había estado escuchando, acabé diciéndoselo. -Un audiolibro. ¿Contento? -Y, ¿no prefieres leerlo en papel, o en un libro electrónico? -Podría hacerlo, sí, pero reconozco que me da pereza, por eso prefiero escucharlos. No dijo nada, se limitó a asentir y volvió a su periódico. Yo aproveché para enviar un mensaje a mi hermana, diciéndole que iba camino de Marruecos, que no se preocupara que no me pensaba soltar del jefe en ningún momento, pero, que si no tenía noticias mías cuando debía volver a casa, que llamara a la policía sin perder un solo minuto. Que igual estaba exagerando un poquito y todo salía bien, pero más valía ser precavida y evitar sustos innecesarios. Cuando el capitán dijo que íbamos a aterrizar en la ciudad de Marrakech, un cosquilleo recorrió mi estómago y es que a mí ese país siempre me había dado un poco de "yuyu" y jamás imaginé que lo fuera a pisar, ni de broma, pero bueno, ya no había vuelta atrás y ahí estaba, aterrizando en Marruecos para acompañar a una fiesta a mi jefe, que ya podría haber sido en Europa... En cuanto nos bajamos del avión salimos directamente a la zona de maletas y sí, allí nos estaban esperando con ellas en la mano, no tuvimos ni

que pasar por la cinta a esperar que aparecieran ni nada por el estilo, eso era glamour y lo demás tontería. Pasamos por inmigración donde entregamos unos visados que nos dieron en el avión para rellenar, con eso y una comprobación que hicieron, fue suficiente para que nos pusieran el sellito ese de autorización de entrada en el pasaporte y que pudiéramos salir de la terminal. Por supuesto, y cosa que no dudaba, afuera nos estaba esperando un señor con un cartelito con el nombre de Conrad, como en las películas. -¡Anda, mira! Tenemos chofer y todo, cómo se nota que eres importante, ¿eh, señor arquitecto? -Vera, no hagas que me arrepienta de haberte traído nada más pisar el país -me dijo mientras nos acercábamos al coche. El chofer en cuestión nos dio la bienvenida en nuestro idioma mientras cogía las maletas para guardarlas. Nos montamos con él en el coche y emprendimos camino al lugar en el que nos alojaríamos. -¿Es un viaje de placer, señor? -le preguntó a Conrad. -Sí, pero también de negocios -respondió con una media sonrisa. Vamos, que ya me veía yo en la cena del jeque al que fuéramos a ver, más sola que la una, mientras Conrad hacía negocios con uno o varios de los asistentes a la misma. Menuda diversión iba a tener, esperaba que al menos pudiera hablar con alguna de las mujeres que fueran acompañando a sus maridos, o con las amantes que igual no todos estaban casados y acudían allí en calidad de amiguitas de cama. El caso es que ya me estaba arrepintiendo, otra vez, de mi decisión de aceptar esa petición. ¿En qué diablos estaba yo pensando cuando dije que sí hace unas horas? Vale, en que saldría una noche, a un lugar diferente al que estaba acostumbrada y que me relacionaría con gente elegante, pero no que

me fuera a la otra punta del mundo donde si me descuidaba, me compraban pagando a mi jefe con cuatro camellos. ¿Cuatro? No sé, ¿a cuánto equivale un camello al cambio en libras esterlinas? Joder, ya me veía siendo la quinta o sexta, o igual la décima esposa de un pastor del pueblo. Porque, si me quisiera un jeque, ese pagaría con petróleo o algo por estilo, ¿no? Madre mía, no hacía ni diez minutos que había pisado suelo y ya estaba desvariando. Cerré los ojos, respiré hondo y me olvidé de lo del cambio por unos camellos. Pero, ¿y si me raptaban? ¡Ay mi madre! A mi hermana le daba algo, que se quedaba sola en el mundo. Bueno, ahora estaba conociendo a Ryan, que tenía una hija, ellos serían su nueva familia. Pero no, eso no es igual que tenerme a mí, no, no, para nada. Donde esté una hermana pequeña a la que querer y adorar... -¿Estás bien? -me preguntó Conrad, sacándome de esos desvaríos que me llevaba yo sola. -Perfectamente -respondí mintiendo cual Pinocho. Conrad siguió hablando con el chico que nos llevaba hasta nuestro alojamiento quien, por cierto, era marroquí, pero se veía que sabía muchos idiomas, estaba preparado para recibir a personas de todo el mundo que hubieran contratado los servicios de su empresa. Como mi jefe, vaya.

Capítulo 5 Si tenía algo claro es que aquello era una bofetada de contrastes, me iba dando cuenta desde aquel coche que nos llevaba a lo que imaginaba que era un hotel. La sensación era de sentirte en un país lejano, lleno de color, hasta el olor lo pude percibir cuando pasamos por algunos lugares en los que estaban los puestos en plena calle con varios tipos de comida, era una sensación extraña pero no me llegaba a desagradar, aunque aún me faltaba el contacto físico, el de la calle, el de no ir en un vehículo, ahí notaría toda la esencia de ese lugar de África. Mientras íbamos en el coche busqué por Internet algunos de los sitios que la gente recomendaba visitar de Marrakech. Me encantaron las fotos que vi del Zoco, que no era otra cosa que un laberinto lleno de callejuelas repletas de tiendas. Según iba pasando las imágenes cada vez tenía más ganas de ir a visitarlo y perderme entre sus angostas calles, para deleitarme observando los productos típicos de artesanía, o las tiendas de telas. Seguí investigando y muchas de las páginas recomendaban no dejar pasar la oportunidad de visitar la Mezquita Koutoubia y el Palacio de la Bahía. Si las múltiples fotos que había de la mezquita me gustaron, rodeada de jardines, las que vi del palacio hicieron que me enamorara complemente y es que era algo de una belleza increíble. Cada rincón, los jardines que mostraban, la arquitectura. Todo ese conjunto era simplemente precioso. Si tuviera la oportunidad de conocerlo, iba a ir para caminar por ese patio y sentirme como la esposa del gran visir que vivió en él. Y como me encantaban los bollos, busqué dulces típicos que comprar para llevarle a mi hermana, otra golosa como yo, qué le íbamos a hacer.

Solo con verlos en las fotos daban ganas de comérselos. Había de todos los tipos y tenían una pinta riquísima, vamos que me moría por probarlos. Me hice una lista con algunos de ellos para buscarlos por las tiendas o en el Zoco, porque ya me podría decir Conrad lo que quisiera, pero este me llevaba a por unos dulces y algún que otro souvenir de recuerdo, como que me llamaba Vera. -Te veo entretenida -dijo inclinándose para mirar en mi teléfono, pero le di la vuelta rápido. -Sí, mirando cosas de este país. -Vas a ver muchas en vivo, no necesitas ver fotos. En ese momento me sonó el teléfono y al ver en la pantalla el nombre de mi hermana, sonreí. Ya había tardado mucho en llamarme. -Hola, hermana, ¿qué tal? -pregunté. -¡¿Que qué tal?! ¿Me preguntas tú a mí qué tal? Vera, por el amor de Dios, que la que está en otro país eres tú. ¿Se puede saber en qué pensaba ese hombre? -Ese es el problema, Kelly, que no debe haber pensado mucho -le contesté a mi hermana mirando a Conrad de reojo que, por esa media sonrisa, debía estar escuchándola. -Mira que lo del pasaporte me olía mal, pues se suponía que era una cena aquí, y ya, pero no, tienes que viajar fuera y nada de Italia, París, o, ¡qué sé yo, España por ejemplo! No, tu jefe te lleva a un país donde, como te descuides, te pueden detener por escándalo público -le estaba saliendo la abogada que llevaba dentro, bueno y fuera también-. Y dime qué hago yo, que estoy aquí. Cómo te saco de allí, ¿eh? -Kelly, tranquila por Dios que no me voy a poner a bailar desnuda en mitad de una plaza -lo solté así, sin pensarlo, sin darme cuenta de que no iba sola, sino con dos hombres dentro de ese taxi.

Conrad casi se ahoga al escucharme, empezó a toser y tuve que darle en la espalda, claro que no muy fuerte, no fuera a ser que encima le desencajara un hueso o vete a saber. Y el chófer... ese me miraba por el retrovisor con los ojos más abiertos que un búho. -Tranquilo, que no voy a montar un numerito de ese estilo -le dije al pobre que seguía mirándome. -¿Qué dices de tranquilo? -me preguntó Kelly. -No es a ti.... -¿Y con quién hablas, si estoy yo al teléfono? -Con el chófer que nos está llevando al hotel, que se ha asustado al oírme decir eso del baile. -¿Ya vais al hotel? Bueno, pues ten cuidado, que no quiero quedarme sin hermana. Por Dios, Vera, antes de hacer otra cosa de estas, pregunta. -Que sí, que ya no me pilla en otra, eso te lo digo yo. Y no te preocupes, que yo me cuido, pero, ya sabes, si me pasa algo, a mi jefe le sacas una buena indemnización. Miré a Conrad que me miró a su vez, con el ceño fruncido. Vamos, que si se pensaba que se iba a librar de soltar pasta si me pasaba algo, clarito lo llevaba. Me despedí de mi hermana, nos dijimos que nos queríamos y le aseguré que nos veríamos en casa. Vamos, que yo pensaba volver, sí o sí. Nos llevaron a un precioso hotel que estaba justo al lado de la plaza Yamaa el Fna, por lo visto era la plaza más importante de Marrakech, por lo que me dijo Conrad cuando nos bajamos del coche. ¿El hotel? Un antiguo palacio con jardines y un postín que se veía que me quedé a cuadros. ¡Vaya lujazo! Y es que, yo me imaginaba que íbamos a

terminar en una habitación tercermundista. La verdad es que me estaba llevando una impresión bastante diferente a lo que imaginaba. Me encantaron esos jardines, llenos de rosas, jazmines, narcisos, lirios, claveles... Todo era muy colorido y alegre a la vista, además de varios árboles frutales como naranjos, cerezos, manzanos, algunos almendros y palmeras, además de lavandas. En ese rincón podría pasarme horas sentada tan solo disfrutando del silencio y de esas maravillosas vistas. -¿Qué te parece? -me preguntó Conrad, al ver mi cara de asombro frente a esa maravilla que tenía delante. -Precioso, esto es sencillamente precioso. -Pues aún no has visto nada de este país. Verás cómo acabas dándome la razón y será el que más te guste del mundo -me aseguró con una sonrisa. -Ya veremos, que aquí puede pasar cualquier cosa. Entramos al hotel y nos dieron la bienvenida en la recepción con dos tazas de té y la verdad es que estaba bastante rico, tenía un sabor de esos que te dejan la boca con ganas de más. Nos hicieron el registro y tras entregarle la llave a Conrad, el chico que nos llevaba las maletas nos acompañó hasta la habitación y ahí me di cuenta de la belleza que se escondía tras la puerta que nos tocó. Entramos a una suite con dos habitaciones con una cama de matrimonio además de un baño privado en cada una, balcón y una especie de salón en medio con una buena terraza. -El mío será este, que es más femenino -dije mirando al de los tonos malvas. -Todo tuyo -sonrió él, con esa ironía que se gastaba conmigo. -Bonito eres, hijo -le solté con sarcasmo. -Madre mía, estás peor de lo que pensaba -negó riendo.

-No lo sabes tú bien... -le saqué la lengua y entré a colocar mis cosas en la habitación que había escogido. Las puertas no eran puertas, sino unos arcos que comunicaban una estancia con otra, vamos, que no te podías encerrar, pero bueno, al menos tenía mi parte y eso era lo que me importaba. Me quedé prendada de lo que veía en la habitación. La ropa de cama, así como las finas cortinas de los ventanales, eran en tonos malvas. Sobre ambas mesitas de noche había un jarrón de cristal con lirios blancos y morados que contrastaban a la perfección en esa estancia. Coloqué mis cosas, me di una ducha para aliviar tensiones después del vuelo y me cambié de ropa, quería estar un poco más acorde con el país y no llevar un escotazo de dos pares, más que nada por respeto, así que me puse un vaquero ajustado, unas botas primaverales en tono marfil y una camiseta hasta los codos del mismo color, eso sí, mi melena al aire. -Ya estoy lista -salí y comprobé que él también se había duchado y cambiado, estaba sentado en el sofá y empezó a mirarme de arriba abajo-. ¿Algún fallo que sacarme? -pregunté ante la radiografía que me estaba haciendo. -¿Ganas de calle? -Ganas de lo que sea, no nos vamos a quedar aquí mirándonos la cara el uno al otro, ¿no? Más que nada, porque terminaríamos a hostias -sonreí con ironía. -También es verdad, ahora nos vamos a ir a tomar un té a lo alto de una terraza de la plaza, quiero que desde ella veas el cambio del día a la noche. -¿Qué pasa, que le ponen lucecitas? -No -rio negando-. La plaza se transforma... -¿En qué? -pregunté con los ojos entrecerrados.

-Nada, vamos, quiero que la veas de dos maneras, al menos te voy a hacer un poco de guía turístico. -Pues ya me podía haber tocado otro guía mejor -me dirigí hacia la puerta. -Tendrás quejas, que vienes a gastos pagados. -No, estaría bueno que encima de que pongo en riesgo mi vida viniendo a este país, además quieras que invite. -Tienes un morro... -protestó negando con la cabeza. -¡Calla! El que me has metido en esto eres tú, por mí no hubiera ido contigo ni a la esquina. -Ni yo te hubiera contratado... -Pues no tendrías las oficinas en propiedad -solté, recordando lo evidente. -Por eso te salvaste. -No -apreté el botón del ascensor-. Te salvaste tú, que no se te olvide. -Anda, entra, que valiente fin de semana me queda aguantándote. -Tú te lo has buscado, yo estaba tan tranquila... -le aseguré encogiéndome de hombros y apoyándome en la pared. -Bueno, ¿y si firmamos la pipa de la paz al menos durante el fin de semana? -Me parece bien, pero solo si es por el fin de semana, que en cuanto volvamos y pise las oficinas, voy a seguir como siempre, no te pienses que ahora me vas a tener en plan pelota como están los demás. -¿Los demás me hacen la pelota? -preguntó extendiendo su mano para que saliera la primera del ascensor. -Todos menos Noa, a esa te la tiraste y te comenzó a joder -sonreí. -Vaya tino el mío -volteó los ojos. -Desde luego. Quién te mandaría mezclar trabajo con lo otro. Si es que a veces pensáis con la cabeza que no debéis -hice un gesto de riña-. Por

cierto, yo tengo claro el por qué me aguantas a mí, pero, el por qué lo haces con ella, no. -¿Y crees que te lo voy a contar? -preguntó arqueando la ceja. -¿No habíamos firmado la pipa de la paz? -le reproché. -Eso no implica que tenga que contarte mis cosas. -Bueno, tampoco implica que tenga que ser demasiada paz. -Vaya, creo que me estás amenazando. -¿Yo? -Me hice la ofendida- Te darás cuenta cuando sea una amenaza -dije saliendo de los jardines del hotel y comprobando que había mucha más gente en la calle-. Por cierto, hay mucha más gente que cuando vinimos. -Te he dicho que la plaza se transforma, y no solo eso, la ciudad sale a la calle y se vuelve mucho más bonita. La plaza era grande, muy grande, rodeada de cafeterías, tiendas, de todo, pero se estaba comenzando a montar lo que parecían puestos. Aquello era impresionante y daba un ambiente diferente a lo que conocía hasta ahora. Debía reconocer que, en el poco tiempo que llevaba en ese país, me empezaba a gustar y mucho, pero no se lo diría a él, al menos por el momento. Nos fuimos directos para la terraza de la cafetería que decía Conrad, una pasada de lugar en el que cogimos una mesa pegada al muro desde el que se veía la plaza en todo su esplendor. Aquello era impresionante, como si fuera otro mundo y algo que me sorprendió es que no me sentí insegura en ningún momento, es más, la gente de allí era simpática y amable, fue algo que me chocó mucho.

Capítulo 6 Nos pedimos un té, aquel lugar me estaba transportando a algo único, cada vez la plaza estaba un poco más llena de gente y comenzaban a montarse un montón de puestos callejeros en el centro de forma sincronizada. Estaba atardeciendo y ahí, por lo visto, según lo que me estaba diciendo, llegaba la transformación. Y bien que llegó, y con ella ese cambio que vistió de música a aquella plaza llena del bullicio de la gente. Puestos de comida, zumos, pasteles y especias, aceitunas, de pinchitos a la plancha... También hombres con unas cestas de donde salían bailando las serpientes y otros grupos con su música. Yo estaba flipando sentada en aquella terraza desde la que lo veía todo a vista de pájaro, pero a la perfección. Todo me lo iba describiendo él, mientras señalaba. -¿De dónde salió tanta gente? -pregunté alucinando. -Cada noche pasa lo mismo y no solo aquí, en todos los lugares de este país, por la noche todo se transforma, lo que pasa es que esta plaza es famosa por la vida que cobra y cómo se montan todos los puestos de forma tan sincronizada. -¿Y ahora quién es el guapo que se mete ahí con tanta gente? -Nosotros lo haremos. -¿Estas de broma? -le pregunté casi gritando, porque meterse ahí, entre toda esa marabunta de gente, iba a ser agobiante, no se podría ni caminar tranquilo. -No, además cenaremos ahí de puesto en puesto. -¡Ah no! Yo de aquí, me vuelvo para el hotel, seguro que allí me hacen un sándwich o una hamburguesa. Quita, quita, ni muerta. Es más, estoy pensando en llamar a la policía para que me escolten hasta la puerta de la habitación, porque si te digo la verdad, miedo me da andar ese trozo.

-No sabes lo que dices, no te imaginé tan cerrada de mente. -¿Qué me estás llamando? -Nada -rio negando y dio un trago a su té-, pero no sabes lo que dices, es más, ahora vamos a bajar ahí y verás cómo te encantará la experiencia. -¿Experiencia jugarme la vida? -Pero, ¿cómo puedes decir eso y quedarte tan campante? -preguntó con esa media sonrisa que hasta le hacía parecer interesante. -Te digo una cosa, y no es por nada, ¿no estás viendo a todas esas mujeres con el pelo cubierto y tapadas hasta los pies? -Por supuesto que sí, igual que veo a muchas otras que no van así. -Claro, las turistas. -No, hay muchas marroquíes que no lo llevan, ahora lo verás, además, mira aquel grupo de chicas -señaló hacia un lado de la plaza-. Van vestidas como las occidentales, con sus pantalones vaqueros, tenis, botas, solo que el velo lo llevan puesto pero de forma más moderna. -Es verdad, pero bueno, que yo de aquí al hotel. -Cruzando por la plaza. -No, no, bordeándola -resoplé viendo tanta gente. -¿Quieres relajarte? Íbamos a darnos una tregua. -Sí, una tregua para no llamarte de algún modo digamos... inapropiado, no para que me lleves obligada a cruzar un sitio por el que no quiero. Vamos, que solo te falta cogerme de la manita como si fuera una niña pequeña y llevarme así todo el camino. -No me des ideas... -me dijo ladeando la cabeza y con una sonrisa que no auguraba nada bueno. -Una cosita... ¿Por qué no escogiste a Noa para venir? -Ni muerto -otra vez esa media sonrisa. -¿Y Fiona?

-No, no, con ella todo el trato es muy laboral. -Vamos, que conmigo es fraternal -me entró un ataque de risa. -Estás muy equivocada conmigo, que lo sepas. -¿Yo? -Me hice la extrañada. -Sí, tú. Me la tienes jurada desde que nos conocimos. -¡Ah no!, eso fue mutuo. -Para nada -negaba con su media sonrisa. -Cómo que, ¿para nada? ¿Acaso tú has tenido un gesto cortés conmigo alguna vez? -¿Cortés? Vas a por mí desde el primer día que te incorporaste y yo jamás te dije nada que no fuera del trabajo, era evidente que con las cosas que me hiciste no me pusiera a tocarte las palmas. -Eres un poquito exagerado, ¿no? -Le hice el gesto con los dedos y resoplé. -Nada, no soy nada exagerado. -Me estás pintando como a Cruella de Vil, de verdad, no creo que yo sea tan mala. -No, pero ya no podía más. -No te entiendo... -Me eché hacia atrás, ya que vino el camarero a rellenar el té, la verdad es que era un momento impresionante, la música de los grupos callejeros y el bullicio de la gente, era increíble. -Verás, estaba ya un poco incómodo con lo que estaba pasando en la oficina entre tú y yo... -No estaba pasando nada, no nos estábamos matando, solo era indiferencia. -¿Me dejas terminar? -De nuevo esa media sonrisa- Quise hablar contigo fuera de la oficina y en tierra de nadie, primero para que no huyeras y segundo para tener tiempo.

-Conrad, hijo, hablas raro, ve al grano -le toqué las palmas para que se aligerase, sus pausas me daban ansiedad y me daba a mí que no estaba aquí por lo que creía. -No tengo ninguna invitación mañana, solo quería traerte aquí para ver si podíamos limar asperezas. -¿Me estás hablando en serio? -Lo miré con ganas de matarlo. -Sí -apretó los dientes y se me escapó una carcajada. -¡Tú eres tonto! ¿Te vas a gastar tres mil libras y un dineral en un viaje para que nos llevemos bien? -No es eso exactamente... -volvió a apretar los dientes. -¿¿¿Entonces??? -pregunté tan alto, que todos los que estaban en las mesas de alrededor me miraron, les sonreí y comprobé que por primera vez veía a Conrad soltando una carcajada. -Entonces -paró como pudo la carcajada-, que me gustas, Vera, me gustas mucho. -¡Ay Dios, Alá, o quién haya ahí arriba, aguántame para que no me tire hacia la plaza! -No mujer -dijo él, y juraría que se le había pasado por la cabeza el que yo pudiera tirarme de verdad. -A ver, Conrad... ¿Te estás quedando conmigo? -Para nada, te juro que no -lo peor de todo es que no quitaba esa media sonrisa. -Una cosa. ¿Y el vestido? Porque vamos, si digo que te costó la broma entre el vestido, las sandalias y los complementos... -Quinientos euros -acabó por mí. -Veo que ya te llegó la factura. -Es para mañana, te quiero enseñar algo. -¿Y tengo que ir vestida de, Rania de Jordania?

-Entonces irás muy guapa. -Estoy flipando en colores, "mi arma". Sí, ahí me había salido la vena española, esa que tenían mis padres, que nacieron en Sevilla y dejaron su tierra para buscarse un futuro mejor en Reino Unido, donde nacimos mi hermana y yo. Ni qué decir tiene que a ella le pusieron Kelly porque en cuanto mi madre lo escuchó la primera vez le encantó y así la niña no desentonaba en la ciudad. Aunque, llamarse Kelly y apellidarse Cortés, en Londres como que muy británico no era, la verdad. -¿Empezamos intentando llevarnos bien, como dos amigos que vienen a disfrutar de un fin de semana en Marrakech? -me preguntó, resignado. -¿Y cómo se supone que lo debemos terminar? -¿De la mano? -Conrad, me parece que te estás quedando conmigo, pues no veo otra opción -me reí, aquello debía ser una broma. -Una pregunta. Si te hubiera pedido esta mañana que vinieras a cenar conmigo a un restaurante allí, en Londres, ¿habrías aceptado? -No -reí. -Pues no me quedó otra que hacer esto -se encogió de hombros. -A ver, Conrad. ¿Qué quieres de mí? Al grano. -Conquistarte... -¡Alma de cántaro, pero si eres un mujeriego! -Porque no encontré a alguien como tú. -Pero si soy tu peor enemiga. -Lo eras. -¿Cómo que lo era? -reí. -Desde hoy todo va a cambiar -me hizo un guiño que, no sé por qué, hasta me entró un cosquilleo por la barriga.

-Porque tú lo digas -hice un gesto con la cabeza-, el fin de semana me he comprometido a comportarme, pero no le pidas peras al olmo. -Te hice sonreír. -Me has hecho llorar de la risa. Tienes más moral... -No, tengo esperanzas. -Y optimismo -reí-. Eres del último hombre del que me fiaría en este planeta. -No lo creo -negó y sí, con esa media sonrisa- ¿Nos perdemos en la plaza? -me hizo un guiño. -No, no, a mí me llevas al hotel, a la plaza de día cuando esté desértica. -Anda, vamos -le dio el dinero al camarero y bajamos. Salimos hacia fuera y me echó el brazo por el hombro. -¿Qué haces? -lo miré riendo. -Protegerte. -¿De qué? -Vamos -me llevó hasta el interior de la plaza entre el bullicio y era verdad... Aquello había que vivirlo. Por un momento se me pasó ese miedo, vi algo con mucha aura a mi alrededor, era especial, bonito, diferente, lleno de olores y de sabores que casi se podían percibir sin necesidad de llevarse nada a la boca. Aquello estaba lleno de color y todo minuciosamente colocado. Recorrimos una mínima parte de la plaza, dejando que ese maravilloso ambiente nos envolviera, hasta que Conrad se paró ante un puesto y pidió dos pinchitos de kefta y dos refrescos. Nos quedamos ahí mismo, de pie, comiéndolos, y repetimos, estaban riquísimos, aquel sabor me había impresionado y mucho. Joder, cómo se lo habían currado. -Te ha gustado, ¿eh? -preguntó, cuando estábamos acabando el segundo pinchito.

-Está riquísimo. Lleva canela, ¿verdad? -Sí, pero apenas un poco. ¿Cómo lo distingues? -Bueno, mi hermana y yo somos de buen paladar. Nos gusta probar cosas nuevas y a veces hasta adivinar los ingredientes. -¿Sabías... -se acercó más a mí, apoyando la mano en mi cintura mientras se inclinaba para susurrar- que la canela es considerada un afrodisíaco? -Algo había escuchado, pero, ¿por eso has parado aquí para comer estos pinchitos? -pregunté y él por toda respuesta tan solo sonrió y se encogió de hombros-. Mira, el que dice que no es un mujeriego. Qué bien informado estás, ¿eh? De nuevo esa sonrisa que estaba entre maliciosa y pícara. Si es que este hombre era una cajita de sorpresas. A saber, qué se le estaría pasando por esa cabecita suya. Del puesto de los deliciosos kefta fuimos al de los caracoles, el olor llamaba la atención y a mí es que me encantaban, mi madre siempre los había cocinado muy bien, pero, los de aquí, además parecían cabrillas y estaban de vicio. Conrad estaba atento, diferente a aquel prepotente que yo conocía y no, no es que yo lo viera así, es que lo era, al menos conmigo por mucho que él dijera que fue todo provocado por mí, pero yo creo que no, casi estaba segura. A mí este ahora no me iba a vender esa moto, aunque, ¿no era raro que casi se me hubiera declarado y me hubiera traído hasta aquí y que encima estuviese de lo más simpático? Pues claro, así que lo iba a dejar en cuarentena, ahí al loro, que no me fiaba de él. -¿Has estado muchas veces aquí? -pregunté mientras degustábamos los caracoles. -Bueno, bastantes, es un lugar al que vengo a desconectar. -Joder, ya te podrías ir a la playa.

-También lo hago, pero este me llena de energía, siempre vuelvo con más fuerzas. -¿En serio? -Verás con el chute de buenas vibras que vuelves a casa. -Eso si no me raptan antes... -murmuré. -No, este pueblo está lleno de buenas personas. -¿Las conoces a todas? -sonreí con ironía. -No, pero lo poco que los conozco me han demostrado ser un pueblo lleno de amor. -Joder, como está Conrad hoy -volví a murmurar causándole una carcajada. -¿Y qué Conrad te gusta más? ¿El de antes, o el de ahora? -preguntó, acercándose un poco más. -Ninguno de los dos, son bipolares. -Lo de las treguas contigo es difícil. -Mucho, pero lo estoy intentando -me puse la mano en el corazón. -Bueno, me alivia saberlo -hizo un carraspeo. Dejamos el puesto y nos mezclamos con la gente que disfrutaba de la plaza. Estuvimos paseando por ahí un buen rato, incluso tomé uno de esos zumos de naranjas que te exprimían al momento y que tenían un sabor impresionante. La noche era perfecta, se estaba de lujo, el clima no era como el de Londres, así que se estaba de diez. Debo reconocer que me estaba riendo mucho con Conrad. ¡Quién me lo iba a decir! Pero solo reír, porque seguía teniendo un concepto de él, que no se me iba a pasar, aunque me fuera a llevar a dar la vuelta al mundo. Y es que pensaba en Noa, y en que si yo caía pues que al final estaríamos Conrad y yo en la oficina peor que ahora. Vamos, que al final parecería

aquello un programa de esos del corazón, con las dos ahí lanzándole veneno con la mirada. Estuvimos dando vueltas viendo todo, parando en los puestos, admirando cada uno de ellos, estaba todo tan al milímetro y bien puesto que impresionaba. Compré una cajita con té de varias clases que me pagó el jefe, y eso que le peleé, pero me dijo que nada, que sería un regalo de él, para cuando lo tomara en casa lo recordara, encima tenía un morro que se lo pisaba, para que le recordara decía. En fin... De allí nos fuimos al hotel, allí sí servían alcohol y es que no en todos los lugares de Marruecos tenían, solo en sitios muy destinados al turista, según me estuvo contando Conrad. Nos sentamos en los jardines, en una de las terrazas, nos pedimos dos copas de vino y nos pusimos a charlar. -Cuéntame. ¿Hay alguien en tu vida? -preguntó de repente, lo que hizo que el trago de mi copa se me fuera por mal sitio y casi me ahogara evitando escupirlo todo, que le habría puesto bonito a él, vamos. -¿A qué viene esa pregunta? -Si quiero conquistarte, tengo que saber si tengo competencia. -¿Si tuviera pareja estable, te meterías en medio? -pregunté, arqueando la ceja. -Define estable. -¡Ay por favor! Años, muchos. -No soy tan cabrón, me quedaría fuera, aunque me matara verte a diario. Mierda, ¿tenía que decirlo con ese tono de voz y esa mirada de cachorro abandonado? -No has contestado. ¿Tengo que esforzarme mucho para conseguir tenerte a mi lado?

-No hay pareja de muchos años. -¿Eso es que la hay, de pocos años o algunos meses? -Mira que eres, de verdad. ¿No te he dicho que no voy a caer? Que no vamos a tener nada, Conrad. Si nos llevamos fatal. -Cielo, ya sabes lo que dicen: "los polos opuestos se atraen". -¿Opuestos? Nosotros no es que seamos opuestos, es que no nos entendemos, ni lo haremos nunca. -Vera, solo deja de surja -me acarició el brazo y sentí que me estremecía por completo. -Vamos a tomarnos esto y nos subimos, que se hace tarde -dije retirando el brazo y dando un sorbo a mi bebida. -No me digas que no te gusto, aunque solo sea un poco. Que no te has quedado mirándome cuando salía de tu despacho, como hago yo contigo. Porque, sí, te miro. Veo el contoneo de tus caderas al caminar y tengo que armarme de valor para no levantarme del sillón, encerrarte en el despacho conmigo y aprenderme tu cuerpo de memoria solo pasando mis manos por él. Tienes que haberte dado cuenta del modo en que te observo cuando hablas, de que no puedo apartar mis ojos de ti, de esa preciosa carita que me tiene loco, de esos labios que me llaman y que besaría hasta dejarlos rojos e hinchados con mis besos. -Para -le pedí apartando la mirada. Madre mía, si es que me estaba empezando a dar taquicardia con esa manera de hablar, con esa voz tan sugerente y el modo en que me miraba. Lo iba a matar, me estaba buscando, eso no era tirar indirectas, no, eso era tontear a lo grande, aquí en Marrakech, en la Sevilla de mis padres y en Londres. Su mirada era penetrante, fija, ni pestañeaba y eso era lo que más nerviosa me ponía mientras lo único que podía hacer era reír, negar y jugar con mi

copa. Estaba aún en shock con eso de que yo le gustaba y me quería conquistar. ¿En serio me había traído mi peor enemigo hasta aquí para eso? Era surrealista, esto solo me podía pasar a mí y es que como decía mi hermana, era como un imán para atraer a las cosas, joder, pero esta vez me había superado. -¿Alguna mala experiencia amorosa? -preguntó. -Ahora qué eres, ¿periodista del corazón? -Venga, que estamos en tregua. Dime, ¿hay alguna? -No, ninguna, pero a ver, que si ya no estoy con esas parejas por algo será ¿no? -¿Por qué? -Madre mía, solo te falta la grabadora para la entrevista -resoplé-. Se acabó el amor, eso es todo. -¿Cuántas ex parejas tienes? -¿Y a ti qué narices te importa? ¿Te pregunto yo con cuántas te has liado en tu vida? No, ¿verdad? Pues ya está, se acabó el cotilleo. Tras acabarme la copa de un trago, me levanté dispuesta a marcharme, pero él fue más rápido y me cogió de la mano, llevándome hasta su regazo. -¿Qué haces? Deja que me marche. -¡Ahora nos vamos! Espera que no he acabado mi copa -me dijo, con toda la tranquilidad del mundo y con esa mirada que empezaba a ponerme nerviosa. Evité esos ojos azules en los que estaba segura más de una mujer se habría perdido al mirarlos y no quería que me pasara eso a mí. Sentí que cogía mi barbilla con dos dedos y claro, al final tuve que volver a mirarle.

-¿Te pongo nerviosa? -preguntó acercándose demasiado a mi rostro, pero se desvió un poco y le noté aspirar cerca de mi cuello-. Me encanta cómo hueles. Madre mía, madre mía. ¿En serio tenía que hablar con ese tono? Si es que no me extrañaba que tuviera candidatas a acabar con él bajo las sábanas. Por el amor de Dios, con esa voz, ¿quién podría resistirse? Pues yo iba a hacerlo, estaba claro. -No, no me pones nerviosa en ese sentido. Me sacas de mis casillas en el trabajo, pero creo que igual que yo a ti. -Cielo, tú consigues que me olvide de cosas importantes cada vez que te veo en la oficina, pero no me sacas de mis casillas, solo te hago creer que es así. Se acabó, una tenía cierto límite y eso de que estuviera tan cerca... me estaba poniendo nerviosa, sí, así de claro. Por lo que me puse en pie, cogiendo su copa y acabándomela de un trago. -Ale, ya podemos irnos -le dije mientras lo veía aguantar la risa. Subimos a la suite y lo primero que hice fue ir a mi habitación a cambiarme. ¡Estaba loca por quitarme los vaqueros! Eran de licra, pero me apretaban una barbaridad y estaba deseando librarme de ellos. Joder, en cuanto me quedé en braguitas me sentí aliviada, como cuando llegas a casa y te quitas los zapatos de tacón después de haberte pateado toda la ciudad o, incluso mejor, como cuando te quitas el sujetador y te sientes libre. Eso solía decir mi madre que le pasaba en su juventud en Sevilla, pero vamos que eso nos pasaba a todas las mujeres del mundo, convencida estaba yo de ello. Me puse el camisón y mis pantuflas, esas tan cómodas que me había regalado mi hermana hacía un par de meses solo porque sí, y es que según

dijo, las vio y se acordó de mí. Pues bienvenido fue el regalito. Volví al salón y vi que Conrad también se había puesto cómodo con un pantalón corto de algodón y una camiseta. Estaba guapísimo, como ya dije lo era, pero tonto también, por mucho que hoy fuera diferente nadie cambia en un día y yo, como dije, lo tenía en cuarentena. Me senté en el sofá junto a él y empezamos a charlar un rato, hasta que se levantó y sirvió dos copas. -¿Qué quieres, emborracharme? Porque ni así, vas a conseguir que ocurra algo entre nosotros esta noche -le aseguré cogiendo la copa que me ofrecía. -Esta noche no, pero, ¿otra sí? -No me seas listo, que no va a pasar nada. -Venga, reconoce que sí pasará. Soy un hombre soltero, tú eres una mujer soltera, preciosa y que me gusta. ¿Por qué no dejarnos llevar por el momento en este bonito lugar? -Si es que... mira que te gusta regalarles los oídos a las mujeres. -No, solo digo la verdad. Me gustas mucho, Vera. Deberías creerme. Dio un trago a su copa y yo a la mía. Subí las piernas al sofá, encogiéndolas y abrazándomelas. Si fuera otro hombre, si no supiera de su historial de conquistas, quizás podría creerle, pero... me costaba hacerlo. -¿Por qué no quieres creerme? No soy un niño de veinte años que no sabe lo que quiere, tengo cuarenta y las ideas muy claras. -Sé la edad que tienes y que no eres ningún jovencito. -¡Vaya! ¿Debo considerar que me acabas de llamar viejo? -preguntó mirándome con los ojos muy abiertos. -No, para nada, no he dicho eso, pero si no te creo es porque he visto cómo es la relación que tienes con Noa, y no quiero ser una más de tus conquistas. -¿Y qué quieres ser, cielo? -Se había acercado más, tanto, que podía apreciar el aroma de su perfume.

Noté que me acariciaba la pierna despacio, como si estuviera distraído y no fuera consciente de lo que hacía. Apoyé la mejilla en mis rodillas, mirándole y cuando nuestros ojos se encontraron le vi sonreír. -Tenemos los ojos casi del mismo tono -fue lo primero que se me ocurrió decir. Vale, me había vuelto oficialmente idiota. -Ajá, lo sé. Aunque no lo creas, me gusta mirarte a los ojos, me dicen mucho de ti cada día. -Ah, ¿sí? -Sí -respondió apartándome un mechón de cabello de la cara y colocándomelo tras la oreja. -Y, ¿qué te dicen, si puede saberse? -Cuando estás triste porque recuerdas a tus padres, por ejemplo, tienen un brillo diferente a si estás feliz, esto lo acompañas de una sonrisa y lo haces creo que, sin darte cuenta, porque te he visto hacerlo cuando estás sola en tu despacho. -¿Te has fijado en todo eso? -pregunté, sorprendida. -En eso y en más. Cuando estás preocupada, no dejas de morderte la uña y cuando te quedas pensativa, inconscientemente, das golpecitos con el dedo sobre la mesa. Decir que me había quedado sorprendida era quedarme, pero que muy corta. ¿Cómo era posible que llevándonos tan mal en la oficina, él se hubiese fijado tanto en mí? Es que no me lo podía creer. -Será mejor que me vaya a la cama, necesitaré descansar si mañana tienes planeado que salgamos por la noche -dije poniéndome en pie y dejando la copa en la mesa. -Duerme conmigo -me pidió cogiéndome la mano mientras seguía sentado.

-No. ¿Estás loco? Tú en tu habitación y yo en la mía. Cada uno en su cama y tan tranquilos. -No haremos nada, solo dormir, de verdad, palabra de boy scout. -No te lo crees ni tú, que no eres ningún santo. -Tampoco soy el diablo. -Eso habría que verlo. Anda, tira para tu habitación. Me solté de su mano y antes de que intentara cogerme de nuevo, le esquivé, empezamos a reírnos y aproveché que se levantaba del sofá para salir corriendo a mi habitación. ¡Que me fuera a su cama quería el muy listo! ¡Ni de broma!, antes me tenían que torturar o matarme. Me encerré en el cuarto de baño, que afortunadamente sí tenía puerta, mientras él no dejaba de reír fuera, diciendo que no me iba a salir siempre con la mía. Pero vamos, estaba claro que yo esa noche no me iba a meter en su cama, ni esa, ni ninguna otra.

Capítulo 7 -¡¡¡Conrad, el café!!! -grité aguantando la risa desde la cama. Y es que, ahí le tenía a él, en mi cama, tumbado encima de las sábanas con el brazo alrededor de mi cintura. De esa guisa me había despertado cuando sonó la alarma del móvil. Es que era para matarlo, qué ocurrencia había tenido este hombre, por Dios. -Ven, dame un beso y te llevo a que tomes el mejor desayuno del mundo dijo acercándose, intentando besarme. -Con un café me conformo y, tranquilo, que ya me lo pago yo -respondí apartándolo, tenía que estar lejos de él ya mismo. -Ven, mujer, no me tengas miedo. -No te lo tengo, es solo es que estoy estirando mis huesos. Me levanté, salí hacia el salón y ahí apareció él corriendo, me levantó en peso, se fue para el sofá mientras yo chillaba y me sentó sobre sus piernas agarrándome, bromeando para que no me escapara. -Ni se te ocurra -empujé su cara con mis manos mientras no dejaba de reír. -Tranquila, que no te voy a besar -su tono era creíble. -Más te vale -fue soltar las manos de su rostro y me dio un beso rápido en los labios- ¿Qué haces? -resoplé haciéndome la indignada, pero no podía dejar de reír. -El próximo me lo vas a dar tú. -Sigue soñando, principito. -¿Principito? -preguntó extrañado, pero con una amplia sonrisa. -Vas de principito, todo sea dicho. -Para nada, veo que tienes un concepto de mí que no se asemeja a la realidad. -Mujeriego y bastante putero. ¿A qué eres así?

-¡Pero bueno! -Comenzó a hacerme cosquillas y me moví con tal fuerza que le di sin querer una patada en la cara que tuvo que parar. -Lo siento -dije a carcajada limpia. -¿Así me tratas? -No, pero eres tú el que me has buscado. -Solo son cosquillas. -No las aguanto, además me engañaste para robarme un beso. -Te garantizo que el próximo, me lo vas a robar tú -muy seguro le veía. -Ya me lo has dicho, no hace falta que te repitas, además, te vas a quedar con las ganas, que lo sepas -le aseguré sacándole la lengua. -Antes del lunes que nos vayamos, ten por seguro que me lo vas a dar. -¿Qué lunes? Nos vamos el domingo. -Me lie con el día, ahora miré los billetes en el móvil y es el lunes a media mañana -dijo tan tranquilo, con cara de no haber roto un plato en su vida. ¿Sería posible? -¡Ay Dios! -Me puse la mano en la cara mientras seguía en sus piernas y él rodeándome con los brazos- No me digas eso que no me hace gracia -eso de cara a la galería. ¿A quién le importaba quedarse un día más en un país extranjero, que tenía tanto por ofrecer, haciendo turismo? -No pasa nada, tu jefe ya está al tanto. -Te odio -negué riendo. -No te lo crees ni tú. -Te lo tienes muy subidito, ¿eh? -Ya me darás el beso... -No me cambies el tema -le señalé con el dedo riéndome a carcajadas y de lo más nerviosa. -Vamos a desayunar -se levantó conmigo en brazos y me puso con esa media sonrisa de pie sobre el suelo.

Me fui directa al baño de la habitación para ducharme, iba alucinando en colores. ¿Y este cambio de Conrad? Lo peor de todo es que no me incomodaba, es más, me sonrojaba, pero luego me acordaba que estuvo con Noa y que después de eso pasó de ella, y se desmoronaba todo. Me puse un vestido largo de manga corta, con botones hasta la cintura, por arriba iba más pegado y por abajo suelto completamente. Era blanco con circulitos minúsculos bordados, a mí me encantaba, además lo acompañé con unas sandalias preciosas en rojas de media cuña, agarrada al tobillo y delante con tres tiras entrelazadas. Había llevado un bolso de hilo rojo que se podía cruzar por si me ponía ese conjunto, así que metí todas las cosas en él y cuando salí... -Estás preciosa -dijo en un tono que por su rostro parecía sincero. -Una que lo vale -anduve hacia la puerta poniendo cara de influencer. Dejamos la suite y ahí estaba yo, dispuesta a pasar una mañana de sábado en aquel lugar del mundo, disfrutando de los aromas, sabores y colores que envolvían cada rincón de Marrakech. Entramos en el ascensor entre medias sonrisas, esas que me encantaban de él, sí, me encantaban desde el día anterior, pero que era una estrategia de Conrad y a mí, no me la iba a dar. Salimos a la plaza a desayunar y fue impresionante ver la paz que allí se respiraba a esa hora del día. ¿Dónde estaba toda la gente? Aquello era un misterio para resolver. Un manto de personas que aparecieron la noche anterior y ahora ver esto así era un choque brutal. Conrad iba guapísimo con un pantalón vaquero, camisa blanca de lino, recogida hasta los codos y un poco entreabierta, y con unas zapatillas deportivas de color blanco con la punta redondeada my chulas. Ahora me fijaba en más cosas de lo que antes hacía y, siendo sincera ¡me encantaba

cómo vestía! ¿Cómo podía ser? Estaba claro que me podrían llamar loca y no debería enfadarme, porque hasta yo misma lo pensaba. Nos sentamos en aquella terraza de la noche anterior y es que era tan bonita y se podía divisar toda la plaza, que merecía la pena el lugar y él me había dicho que era uno de sus rincones favoritos para desayunar o tomar un té por la noche, no me extrañaba, me había cautivado hasta a mí. -Vas a saber lo que es un buen desayuno -dijo acariciando mi mano por encima de la mesa. -¿Me estás sobando? -pregunté mirando hacia nuestras manos. -Te estoy haciendo una muestra de cariño -dijo en voz baja y de lo más sensual. -Eres un zalamero de mucho cuidado, Conrad, y conmigo no te vas a salir con la tuya -reí. -Mientras te siga sacando las sonrisas que llevas regalándome desde ayer, me doy por vencedor. -Pues nada, de aquí al lunes a carcajadas para hacer feliz al jefe, eso sí, el martes te vas a cagar. -Fina eres bastante -dijo sonriendo. -Andaluza, que mis padres eran españoles. -Pero tú naciste y creciste en Londres. -A ver si te crees que en casa no hablábamos español, es mi segundo idioma, listillo. Apareció el camarero con una bandeja con dos tazas de té, cafés, zumo de naranja, pan, una especie de tortas finas que parecían crepes, pero mucho más fino, también para untarle mantequilla, mermelada, miel o una crema de cacahuete de la textura de la Nutella y además algo de bollería. Desde luego, razón tenía Conrad cuando dijo que iba a saber lo que era un buen desayuno. De aquí podían comer otros dos más con nosotros.

Eso sí, el camarero puso todo sobre la mesa, pero Conrad no soltó mi mano ni un solo momento, seguía acariciándola tan feliz y yo estaba entre, soltarme, o dejarla ahí y desayunar con una sola mano... Me estaba pasando algo súper extraño y es que los gestos y cosas que antes me molestaban de él, ahora me parecían de lo más sensuales. Aquello me daba miedo, lo que me faltaba a mí era caer como Noa y luego estamparme contra un muro, ni mijita, tenía que ser fuerte, esto no era algo más que un intento por su parte de meterme en su cama, es a lo que estaba acostumbrado, pero si era sincera, sí, me gustaba que estuviera pendiente de mí y de esa manera, para qué iba a negarlo. Quitó su mano cuando sirvieron el té y levantó el vaso en plan brindis, es que era tremendo, sabía cómo actuar en cada momento. -Qué buena pinta tiene todo, quiero probar este pan con mantequilla y mermelada. -Está espectacular, es uno de mis preferidos. -Hay varios tipos de pan, un buen surtido... -Sí, pero para desayunos y meriendas se usa este -señaló al que parecía una capa de creps-, y este que es el redondo. -Pero también por lo que veo hay de barra -nos habían puesto de los tres tipos. -Sí, pero estos dos son los más típicos -arqueó la ceja. -Vale, vale -levanté un poco las manos y aguanté la risa, y es que me estaba buscando con esos gestos y miraditas, que yo tonta no era. -Eres muy cabezona -me dijo de repente. -¿Y a qué viene eso ahora? -pregunté con el pan que iba a probar en la mano. -Estás luchando contra ti, no estás relajada y disfrutando de la oportunidad de este fin de semana.

-Verás, encima le voy a tener que dar las gracias -murmuré. -Conque antes de irnos me des el beso, me doy por satisfecho, aunque estoy completamente seguro de que lo harás. -Eres un poco creído, ¿no? -No confundas sentimientos con altivez. -No, pero en tu caso... -No soy la imagen que tenías de mí, soy lo que ves ahora, aquí, cuando estoy contigo -me aseguró y por la manera de mirarme juro que quería creerle, pero me costaba hacerlo. -Si no te conociera diría que hasta es precioso lo que acabas de decir mordisqueé el pan sonriendo. -No me conoces, me estás conociendo ahora y por eso estamos aquí. -Estamos aquí porque me has engañado. -Mentira piadosa. -Viniendo de ti, nada puede ser piadoso -volteé los ojos. -Ese concepto te irá desapareciendo a lo largo del día. -No tienes tú fe... -Bueno, digamos que confianza en ello. -Te vas a chocar con un muro... -O quizás tú tengas que tragarte tus palabras -arqueó la ceja. -Madre mía... Anda, desayuna que te estás ganando una palmada en la nuca de esas que no te darán ganas de venir a por otra -se le escapo una risa. -Eres dura -negó. -Mi padre diría cabezona, más bien -contesté encogiéndome de hombros. Dura o no, la verdad es que por momentos creía en él, pero luego lo veía como un juego que él tenía más que aprendido por la fama de mujeriego que le precedía y que esto no era otra cosa que su forma de conquistar a todas las mujeres.

-¿Te está gustando el país? -me preguntó recostándose en la silla con la taza en la mano. -Sí, realmente es todo lo contrario a lo que podría esperarme. -¿Ves como no corres ningún peligro? Conmigo estás a salvo. -Pues eso me alegra saberlo, a ver si es verdad que no me secuestran, o que me cambies a un pastor de cabras por cuatro camellos. -Si te cambiara, quizás me dieran dos. -¿Dos camellos? -pregunté abriendo los ojos como platos, vamos que ni siquiera los cuatro que yo había pensado- ¡Madre mía, que poquito valor tengo yo aquí! Nada, no aceptes camellos, busca un jeque, ese al menos te daría acciones en su petrolera, o diamantes, qué sé yo. -Y, ¿para qué necesito petróleo o diamantes, cuando lo que quiero es a ti? Me miraba fijamente y yo seguía con mi desayuno, tratando de evitarlo, pero era imposible, me sentía observada y claro, se me iban los ojos a él. Contemplé la plaza una vez más, esa tranquilidad que se veía ahora tan diferente al ambiente de la noche anterior. Aunque había gente, nada que ver con la marabunta en la que me había visto envuelta apenas unas horas antes. Nos pasamos todo el desayuno entre miradas que me hacían poner de lo más nerviosa, caricias en mi mano sobre la mesa y gestos que me sonrojaban aún más, y lo que más rabia me daba es que me sentía bien, sí, con ese hombre que detesté los tres últimos años y con el que ahora estaba viviendo un fin de semana en otro continente y encima tonteando, para alucinar. Esto era increíble. Si mi hermana lo supiera, me llevaría a un médico a que me vieran de urgencias. ¿Cuántas veces le hablé mal de este hombre por cómo era? Y ahora, aquí, lejos de todo cuanto conocíamos en nuestro país, era un hombre tan distinto, que me estaba volviendo loca.

Tenía la cabeza dando vueltas a todo, intentando averiguar el motivo de ese cambio. Pero, por más que pensara, no daba con una respuesta que me sirviera. Él decía que yo le gustaba. ¿Tenía que creerlo? Bueno, parecía sincero, pero tantas veces lo habían parecido antes... Salimos después del desayuno y fuimos a perdernos por la medina, estaba loca por conocer uno de esos zocos de los que tanto había escuchado hablar, y es que conforme iban pasando las horas, se me iba quitando ese concepto que tenía sobre Marruecos, ya que tenía algo que atrapaba, envolvía y hacía que te dejaras llevar por un montón de sensaciones. Nos metimos en todo el meollo de ese zoco, era un lugar increíble en el que poder hacer compras y dedicarse al regateo. Si algo me llamó la atención al meternos por esas calles es que todo se separaba por gremios, era como si se concentraran por un lado los del cuero, por otro los de la ropa, en otras calles las comidas y así con todo. Conrad me llevaba del hombro, yo lo miraba como diciendo, que hacía, pero él seguía a su rollo y me agarraba como si fuese algo que le perteneciera. -Esto es una pasada -dije mirando todo a mi alrededor. -Sí que lo es. Y lo bueno es que está tobo bien organizado, como has podido comprobar. -Sí, no pensaba que lo tendrían por gremios. -De ese modo es más fácil para los turistas, el poder verlo todo, pero por separado -comentó mientras sonreía. Me encantaba esa media sonrisa con la que me miraba como si no pasara nada o todo a la vez. Me estaba buscando a cada momento y lo peor de todo, es que a mí me encantaba, me sentía especial. Aunque luego recordaba que era un mujeriego y me ponía hasta de mala hostia, pero ahí

estaba él, que se encargaba de que se me pasara rápidamente y que no hubiera motivo por el que pudiera estar así. ¿Y cómo lo conseguía? Con sus continuas atenciones. Y es que, mi jefe, se había propuesto volverme loca y, lo peor de todo, es que lo estaba consiguiendo. A cada paso que dábamos me quedaba más y más maravillada con todo lo que veía. Bolsos de cuero hechos a mano en diseños modernos y otros que, por lo que me dijo Conrad, eran inspirados en modelos tuaregs. Y qué voy a decir de los que llevaban flecos y remachados con monedas. Una preciosidad. Compré un par de cinturones que me encantaron, uno para mí y otro para mi hermana. Los vi tan largos que preguntamos si podían ajustarlos, menos mal que mi hermana tenía la misma figura que yo y pudimos medirlos bien. Con lo que sobró nos hicieron un par de pulseras, desde luego que para un look de esos roqueros como el que había escogido mi hermana para salir con el abogado, nos venían de perlas. Y hablando del abogado, tenía que llamar a mi hermana para preguntarle por su cena y saber qué tal le había ido. Entramos a una tienda y me volví loca comprando unos joyeritos pintados en cerámica y lacados para mi casa, a mi hermana le iban a encantar, además de un porta velas y una lámpara para el salón. Todo lo pagó Conrad, que se empeñó de tal manera que, no hubo forma humana de hacerlo yo, mira que le dije de todo, pero nada, se dirigió al chico y este le hizo caso a él. Igual que con los cinturones. ¡Qué cruz de hombre! Entré directa a una de las tiendas al ver un montón de collares, pendientes y pulseras expuestos. No pude resistirme, tenía que ver todo lo que había y comprar algo. Eran todas joyas de playa, preciosas, con diseños actuales y otros con ese estilo marroquí de la cultura tuareg o bereber.

Me enamoré de un par de pendientes pequeños, finos y discretos, que acababan en un rombo en el que había incrustados dos ámbares. Cogí unos para mí y otros, idénticos, para mi hermana, y es que sabía que le iban a encantar tanto como a mí. Conrad era sin duda el maestro del regateo, cómo se notaba que era jefe de una empresa internacional y que estaba acostumbrado a este tipo de cosas. Si de mí hubiese dependido, el vendedor me habría dejado más pelada que un pollo recién desplumado. Fue adentrarnos en la parte de las telas y ahí, sí que no sabía qué escoger. Todos los diseños eran preciosos. Entré en una de las tiendas, miré todo cuanto me iba llamando la atención y el vendedor nos comentó que podía comprar algunas de las telas para darle el uso que yo quisiera, puesto que no tenían ningún remate final. Pues allá que fui decidida a comprar algunas que podrían servirme en casa como colchas para el verano. Además, compré algunos cojines que combinaban bien con esas telas y con la decoración del salón de mi casa, a mi hermana también le gustaría. Me surtí bastante bien de pañuelos y bufandas, vamos que mi hermana de este viaje mío iba a tener más regalos, que cuando éramos pequeñas el Día de Reyes. Vale, eso en Londres no se celebrará, pero mis padres siempre nos regalaban algo por esas fechas, no querían que nos olvidáramos de sus raíces. -Te lo estás pasando pipa -me dijo Conrad, que cargaba con algunas de las bolsas, mientras volvía a pasarme el brazo por los hombros. -Pues sí, es que me gusta ir de tiendas. Con mi hermana suelo hacerlo alguna vez que otra, la verdad. -Ya imagino.

Pasamos por delante de una tienda de cosas de mimbre y en cuanto Conrad me vio mirándolo y haciéndole ojitos como una niña pequeña delante de una un montón de chuches, empezó a reír y me indicó con un gesto de cabeza que pasara. Eso hice, entrar y comprar algunos salvamanteles, así como manteles individuales de lo más bonitos. Y, ¿qué era una visita a ese gran zoco sin pasar por las tiendas de dulces o especias? Esa fue nuestra última parada. Entramos en una de ellas para comprar algunos dulces de los que preparaban a base de miel y frutos secos y que pudiera llevarme a Londres sin problema, así como unas cuántas especias y productos cosméticos naturales que elaboraban con plantas, como el argán entre otras muchas. -Creo que vamos un poco cargados para ir a comer, ¿no te parece? comentó mirándome con la ceja arqueada. -Ups -respondí observando todas las bolsas que llevábamos entre los dos, pero todas compras mías, ya que él, no cogió nada. Decidimos volver al hotel, pero antes paramos en una de las cafeterías a tomar un té, nos habíamos perdido por las calles del zoco y la verdad es que necesitábamos descansar un rato. Le mandé un mensaje a mi hermana para preguntarle qué tal estaba, aunque mi intención era llamarla desde el hotel, pero no me contestó, cosa que me extrañó bastante. Regresamos a dejar las compras para no ir cargando con ellas para ir comer. Le pregunté dónde tenía pensado que fuéramos y él, solo me decía que me iba a llevar a un sitio fascinante y yo, bueno yo loca de conocer tantas cosas que me estaban atrapando. Ahora me sentía una inculta por haber opinado de un país donde la amabilidad, hospitalidad y buen trato, formaban parte de la vida de sus ciudadanos.

Lo que más me asombró es que íbamos comprando y nos servían una taza de té en las tiendas, era como una forma de bienvenida, aunque debo de reconocer algo, y es que yo alucinaba con lo del regateo, no era mala, no, lo siguiente. Sin embargo, a Conrad, se le daba bastante bien, sabía llegar a un acuerdo rápido y con un descuento brutal. -Voy a llamar a mi hermana antes de irnos, si no te importa -le dije nada más entrar en mi habitación. -Claro, te espero en salón -colocó las bolsas en la cama y, tras un beso rápido en mi frente, salió dejándome sola. Saqué el teléfono del bolso y pulsé el botón de llamada sobre el nombre de Kelly. Tardó tanto en contestar, que ya me estaba poniendo hasta nerviosa. -Hola, perdida -me dijo por todo saludo. -¿Perdida yo? Perdona, pero estoy en Marruecos, que, si me mandas un mensaje, te respondo. Y, si me llamas, te contesto al primer o segundo tono, no como tú, que ya pensaba que te había pasado algo. -No escuché el mensaje, lo siento -contestó. -Ni el tono de llamada tampoco, por lo que veo. -Sí, ese sí, solo que me dejé el teléfono en la habitación y... -En la habitación -dije intentando adivinar el motivo- ¿Y eso? Tú nunca te dejas el teléfono en la habitación. Eres abogada y te pueden llamar en cualquier momento. -Es que salimos de la ducha y al ir a la cocina pues me lo dejé allí. Vale, analicemos la frase. Salimos de la ducha, eso había dicho, por lo que no estaba sola. -¡Serás bruja! -le grité- ¡Te ha acostado con el abogado! -Joder, Vera, no grites.

-Vamos, habla. Bueno, sin contarme detalles, que no me interesan. ¿La cena fue bien, entonces? Vaya pregunta te hago, claro que fue bien, si no ese hombre no estaría contigo en casa. Porque es el abogado, ¿verdad? No me digas que la cena fue un fiasco y acabaste en un local de copas ligando con el camarero. -Vera, de verdad, tienes unas ocurrencias. Claro que es Ryan -contestó con una risita en la voz. Bien, mi hermana estaba feliz y yo me alegraba por ella. -Bien, bien, me queda claro que la cena fue genial y pasaste una gran noche con Ryan. -No pasó nada. -Anda, a otra con ese cuento. Ha pasado la noche en casa. -Sí, pero no hicimos nada. Se quedó a dormir y ya. -O sea, que el abogado nos ha salido todo un caballero. Quiero conocerle, así que en cuanto ponga un pie en Londres, ya estás presentándomelo. -Caballero, caballero... tampoco -otra risita, mi hermana ya parecía una adolescente. Entonces organicé las pocas piezas del puzle que tenía. ¡Toma ya con el abogado! Que había sido un mañanero en... -Vale, vale, ya imagino que el caballero quedó en la noche, y esta mañana amaneció pidiendo desayuno. Mi hermana empezó a reírse, lo que me confirmaba que esa ducha había sido testigo de lo que sea que hubieran hecho. Me dijo que, aprovechando que Ryan no tenía a la niña y que yo no estaba en casa, habían decidido después de ese encuentro pasar el resto del fin de semana juntos, tan solo iban a salir de allí para ir a por algo de ropa para él, incluyendo un traje con el que ir el lunes directamente al trabajo.

Quién había visto a Kelly y quien la veía ahora. Me parecía mentira que volviera a reír así de ilusionada. Seguimos charlando un rato y se puso como loca cuando le dije todo lo que había comprado y que estaba segura que le iba a encantar. Me pidió que le mandara fotos de cada cosa en cuanto pudiera, le dije que sí, pero vamos que no iba a mandarle ni una, quería que se sorprendiera cuando me viera llegar a casa con todo aquello. Nos despedimos y le dije que disfrutara, se lo pasara bien y que no pensara en nada más que en eso, en vivir ese fin de semana. Mucho aconsejarle a ella, pero yo ni caso, que estaba entre que disfrutaba y no de mi viaje en tan buena compañía. Me reuní con Conrad en el salón y tras decirle que estaba lista, salimos de la suite y nos dispusimos a perdernos de nuevo para ir comer a ese lugar tan enigmático.

Capítulo 8 Salimos del hotel y noté cómo el sol cada vez brillaba con más intensidad, hasta picaba en la piel, era una primavera que se estaba poniendo de lo más intensa. Un coche nos esperaba en la puerta y nos montamos en el asiento de atrás, no tenía ni idea de dónde iba, pero de todas formas como no conocía nada de allí tampoco es que me importara, así que prefería sorprenderme. Miraba por la ventanilla y me gustaba ver sus gentes, sus casas, sus puestos, tiendas, era todo tan diferente que me llamaba la atención, iba embobada mirando para todas partes. Estaba aún en shock con todo el tema de Conrad, seguía sin entrarme en la cabeza eso de que, de repente, apareciera como una persona que estaba "enamorada" de mí y que esto lo hacía por limar asperezas y yo, como que no lo digería, no me lo terminaba de creer. Bueno, ni lo empezaba tampoco, pero es que había momentos que me preguntaba si el brillo de sus ojos cuando me miraba con esa media sonrisa, era de mentira, no sé, estaba un poco perdida con él, precisamente con él, ese hombre que hasta el día anterior era mi enemigo público número uno. -No me haces ni caso -me dijo Conrad, cogiéndome la mano. -No me estabas hablando -contesté, tratando de soltarme de su mano, pero no me dejó. -Cierto, pero pensé que te seguirías preguntando a dónde te llevaba. -Si no vas a decírmelo, ¿para qué preguntar? -Me encogí de hombros. Volví a mirar por la ventana, pero él no me soltó la mano, sino que empezó a acariciarme despacio el dorso con el pulgar. Se iba escuchando en el coche música marroquí, no estaba muy fuerte, lo justo para disfrutar de ella mientras iba contemplando todos aquellos lugares por los que pasábamos.

Paramos delante de unas puertas gigantes que llevaban por un camino todo de jardines, era una auténtica maravilla. Al fondo había una carpa tipo jaima, que era un restaurante precioso, algo idílico, con cojines en los suelos para sentarte a comer ante una mesa baja. En una esquina, un grupo musical amenizaba el lugar. No tardaron en traernos unas cervezas, al menos ahí las había, así que la comida la pidió Conrad. -No he entendido nada de lo que has pedido, pero seguro que está todo riquísimo, solo hay que ver el pan -cogí un pellizco porque estaba muerta de hambre, y estaba riquísimo. -Tajín de ternera con ciruelas, verás qué rico, cuscús de verdura para acompañar y una pastella, seguro que te gusta, es con hojaldre y relleno de pollo con una salsa que te va a encantar. -Me muero de hambre -sonreí. -No, no morirás que esta noche viene el plato fuerte. -Es verdad, que estreno mi vestido caro con mis sandalias -dije, dando palmaditas como una niña con su juguete nuevo. -Efectivamente -sonrió señalándome con el dedo. Y así fue como comenzaron a traer los platos y, ¡madre mía!, aquello tenía una pinta espectacular y el olor... La pastella era algo que me dejó como loca, de esas me tenía que comer unas cuantas antes de regresar, y es que el contraste de sabores era espectacular, no dejé de gemir en ningún momento y la cara de Conrad era para verla, me miraba con esa sonrisa pícara que me ponía de lo más nerviosa, pero no por eso me quitaba el hambre. La ternera con ciruelas también me encantó y más, con ese cuscús con el que iba alternando, la verdad es que tenían una mano en la cocina impresionante.

-¿He acertado con los platos? -me preguntó sin dejar de mirarme. -Para qué te voy a decir que no, si está todo riquísimo. -Me alegra que te guste. Seguimos disfrutando de la comida, creo que yo más que él. Vi que él estaba en un plan muy misterioso, jugaba mucho con la sonrisa y las miradas como queriendo decir algo con ellas, que no pensaba por ahora decir con su boca, ya le iba conociendo, le estaba calando rápido. Era obvio que a la vuelta de este viaje lo iba a mirar diferente, no como hombre que me gustara, ni de coña, de este no me fiaba ni un pelo y no iba a caer en sus redes, pero sí como una persona que ya no me caía mal, aunque lo seguiría jodiendo un poco ya que este no se iba a quitar mi mala leche de encima tan fácilmente, pero ya sería diferente. Estaba segura que me tomaría con él un café, incluso no me importaría quedar para comer, me iba cayendo bien, era la verdad. Me gustaba el lugar que había escogido para comer, se respiraba una calma increíble en este entorno. Era todo tan de cuento, como esos que bien podría haber contado Scheherezade en Las mil y una noches. Si pudiera escoger un lugar en el mundo en el que quedarme, aparte de Londres, sin duda alguna sería en el que me encontraba en ese instante. Tras la comida amenizada por ese grupo y el añadido de que todo estaba perfecto, nos tomamos una taza de té, charlando un poco sobre su socio, Norris, y es que me reía porque me admitía que era un mujeriego, pero de él mismo no lo hacía, vamos que es más fácil verlo todo en ojo ajeno. Norris es verdad que me caía mejor, lo que hiciera con su vida personal me daba igual, pero tenía chispa el tío y siempre nos soltaba una de las suyas cuando llegaba a la oficina de mal humor. -Así que Norris sí es un mujeriego -dije, mirándole con los ojos entrecerrados.

-Sí, desde que lo dejó con Susan, su ex, ha cambiado mucho. -Espera, espera. Que no la dejó, él. Digo yo que sería ella, porque fue Norris quien le puso unos cuernos como el reno de Santa Claus. -Digamos que una mala decisión en una noche, la puede tener cualquiera. -Como tú con Noa, ¿verdad? -Exacto, como yo con Noa. -Pues vaya par de dos estáis hechos. Después de una buena sobremesa volvimos al coche que nos llevaba para el hotel, íbamos a descansar un poco antes de la cena, esa que era todo intriga y de la que no soltaba prenda, pero esperaba que estuviera a la altura de las circunstancias. Joder que iba a ir como Rania de Jordania, como para que me metiera a cenar de nuevo en la plaza. La vuelta fue con la misma sensación, ahora se veía a más niños correteando por las calles, otros vendiendo y la gente parecía que iba a comenzar a salir como cada tarde. Llegamos al hotel y pidió que nos subieran un té a la habitación, nos sentamos en el sofá que había a descansar un poco, yo me puse de lado con los pies arriba, como si estuviera en mi casa, vamos. Conrad se iba pegando a mí y yo me iba echando hacia el otro lado, no paraba de reír, la verdad es que estaba todo el tiempo provocándome. -No te pegues tanto, que aquí hace calor -le dije. -Pero yo quiero estar cerca de ti, me gusta disfrutar de tu compañía contestó acercándose un poco más. -Pero a ver, que allí donde estabas sentado también estoy haciéndote compañía. Anda, venga, échate para allá que hay mucho sofá. Pero nada, que él seguía pegadito a mí como si no me hubiera oído. Resoplé y ya me di por vencida, hasta que noté sus manos cogiendo uno de mis pies.

-¿Qué haces? -Darte un masaje -me contestó así, sin más, mientras me toqueteaba el pie. Y por Dios que debo decir que ese hombre tenía unas manos prodigiosas para los masajes. Yo había leído en alguna ocasión que un masaje en los pies era bueno para relajarse, eliminar estrés e incluso estimular la circulación de la sangre, pero si lo daba alguien como Conrad, que además no dejaba de mirarme, ponerme nerviosa y hacer que los ojos se me fueran a esos labios que había sentido en los míos de manera fugaz, pues el masaje se podría convertir en cualquier cosa menos en relajante. Afortunadamente, para mí, claro está, nos trajeron el té y Conrad tuvo que dejar mis pies tranquilos. Menos mal, porque ya me veía yéndome por otros pensamientos menos adecuados para la relajación, la de ese momento, al menos. Estuvimos un rato ahí charlando sobre los compañeros de la empresa. A él le caían bien todos menos Noa, pero eso sí, no me contaba por qué la aguantaba y no la ponía de patitas en la calle, se traía un misterio con eso que yo no entendía. -Con Ansel siempre he tenido buena relación -me dijo dejando la taza de té en la mesa-. Es un buen arquitecto y con Andrea, hacen un equipo estupendo. -Imagino que el que sean matrimonio y se conozcan desde hace tanto tiempo ayudará. -Sí, eso ayuda, pero no tiene porqué. Hay gente que congenia bien con otras personas en poco tiempo y los resultados son buenos. Fiona, por ejemplo, se entiende muy bien con Ansel y Andrea desde el principio y no se conocían de nada. La verdad es que tengo un buen equipo en mi empresa. -Tenéis, que Norris también es el jefe.

-Sí -me contestó riendo-. Tranquila que no se me olvida que tengo un socio. Si no fuera por eso, ahora mismo no estaría aquí disfrutando de tu compañía.

-Dime una cosa. ¿Alguien en la empresa sabe que estamos los dos juntos, en este país? -pregunté, muerta de miedo y vergüenza a partes iguales. Y es que, si ese fuera el caso, a ver con qué cara iba a mirar yo a los demás cuando volviera. -No necesitas saber nada de eso ahora, simplemente disfruta del viaje, de los lugares donde voy a llevarte, del entorno y, lo que es más importante, de la compañía que tienes, o sea de mí. -Si algún día se entera Noa de que me trajiste aquí, solo para pasar tiempo conmigo y no a ella... -A ella nunca quise traerla aquí, ni a ningún otro lugar. Me quedé mirándolo y pensando en eso que había dicho de ningún otro lugar. ¿Dónde más tendría pensado llevarme en ese país? Porque parecía todo tan de secreto de sumario, que me estaba poniendo mala de verdad. Dos horas después fuimos a ducharnos cada uno a su baño, era la hora de prepararnos para ir a esa cena que tan intrigada me tenía. Capaz y todo de estar invitado a un sitio de esos donde el glamour y la gente de postín se concentraba, pero bueno, tocaba descubrirlo. Íbamos con tiempo, así que me tomé el necesario para prepararme. Me di una ducha de esas que sirven para relajarse, me lavé el pelo y lo hidraté con el acondicionador para que, una vez lo secara, se viera brillante y sedoso como a mí me gustaba. Tras secarlo y ponerme la ropa interior, me esmeré en maquillarme, casi como si fuera una actriz de cine, pero no tan profesional, aunque no solía quedarme nada mal. Saqué el vestido, lo contemplé unos instantes y sonreí antes de vestirme, seguidamente terminé de arreglarme poniéndome las sandalias. Escuchaba a Conrad que trasteaba en su habitación, así que aún no debía estar listo. Fui al cuarto de baño, me pulvericé mi perfume favorito, ese que llevaba utilizando años y que, al parecer, según me había dicho Conrad, le

gustaba cómo olía. Un retoque con el gloss labial, acomodar bien el pelo y me vi lista para salir esa noche. Regresé a la habitación y me di un último vistazo frente al espejo de cuerpo entero que había en ella. Me gustaba cómo me quedaba el vestido, era como si lo hubieran diseñado para mí y que fuera él quien me escogió en la boutique y no yo. Tan solo esperaba que le diera buena impresión a Conrad y que, donde quisiera que fuéramos a ir, no desentonara. Cogí el bolso de mano, apagué las luces y salí al salón donde Conrad, ya estaría esperándome.

Capítulo 9 -¡Wow, estás preciosa! -exclamó al verme. -Bueno, por primera vez y, sin que sirva de precedente, te diré que tú también lo estás -sonreí poniendo cara de circunstancia. Estaba acostumbrada a sus trajes en la oficina, pero verle con el esmoquin y la pajarita, era otro nivel de elegancia, desde luego. Me ofreció su brazo para que me agarrara a él, con esa media sonrisa que, sí, cada vez me ponía más nerviosa y me gustaba un mundo, pero bueno, que como ya dije no me lo creía y lo tenía en cuarentena. Bajamos en el ascensor y salimos afuera atravesando los jardines ante la mirada de la gente, y es que íbamos que parecía que estábamos en la alfombra roja. Madre mía, solo esperaba que ese lugar hiciera honor a nuestra vestimenta. El conductor nos abrió la puerta y, tal como nos sentamos, Conrad cogió mi mano y la entrelazó con la suya. Un cosquilleo recorrió mi estómago y es que, aunque no era la primera vez que lo hacía, esa noche estaba yo más... no sabía bien cómo explicarlo, ¿sensible? ¿Y si era verdad que sentía algo por mí? Nah, era imposible, mira que ponerme a pensar esas cosas. ¡Para matarme! Además, ese hombre era un mujeriego y yo, solo un capricho más. Llegamos ante la puerta de entrada de lo que parecía que era una mansión y, bueno, pues sí, era una gran mansión con unos jardines llenos de gente al más puro estilo de una fiesta de millonarios. Madre mía, cómo iban todos y todas las asistentes de elegantes, parecía que estábamos en cualquier lugar del mundo menos en Marruecos. -Sí, había una fiesta -sonreí incrédula a todo lo que estaba viendo. -Sí, pero no de ningún cliente, ni amigo, ni nada por el estilo, ahora te toca cumplir tu parte. Y todo lo que te dije de porqué te traje hasta aquí es

verdad, pero lo hice coincidir con esto puesto que los anfitriones estaban muy pesados con que me buscara pareja. -Madre mía, no entiendo nada, Conrad -dije bajándome del coche e intentando sonreír, estaba flipando, este tío me iba a volver loca. Me puso su codo y anduvimos hasta el final donde, obviamente, las dos personas que estaban en la entrada, recibiendo invitados que pasaban por allí a saludar, eran los millonarios dueños de la casa, otra cosa no me quedaba. Eran una pareja elegante, a los que se les veía simpáticos y nos acercamos hasta ellos. -¡Hijo mío! -dijo la mujer abrazándolo. -Mamá, papá, ella es Vera, mi prometida. ¿Mamá? ¿Papá? ¿Su prometida? ¿Fiesta de sus padres? ¡Hijo de la gran...! Le miré con los ojos abiertos como platos, pero procuré disimular ante ese matrimonio que tenía delante. Madre mía, me había pagado por engañar a sus padres y si hacía eso con ellos, ¿qué no haría conmigo? Sonreí y besé a su madre, al padre le di la mano. -Bienvenida a la familia -dijo su padre mientras la madre me sonreía. -Gracias -sonreí entre dientes. Nos apartamos para que siguieran recibiendo invitados, cogimos dos copas de vino y nos dirigimos hasta un columpio de madera que había sobre un árbol, eso sí, con sus cojines y todo, aquello era todo un lujo digno de ver, hasta el columpio debía de ser más caro que mi coche. De fondo la música árabe, pero vamos, allí marroquíes eran unos cuantos y los del servicio, los demás todos europeos. -Me has traído para engañar a tus padres... -dije entre dientes, lo más bajo que pude y sin gritarle.

-Bueno, eso era un diez por ciento porque coincidía, el noventa era porque quiero conquistarte -chocó su copa con la mía y la levantó un poco antes de dar un trago. -Te juro que no pillo por dónde vas, pero que me estas utilizando lo tengo claro. -Oye, recuerda que te vas a ganar un dinero, no es utilizar si lo quieres ver de esa manera, pero te repito, podría haberte traído solo a la cena y volvernos. Te recuerdo que estamos viviendo unos días juntos aquí y eso no lo hago con cualquiera. -¿No eran los vuelos que había? -Qué va, lo cogí así, el de ida... -Y el de vuelta que lo pusiste para el lunes. -Aún no lo confirmé... -¿¿¿Cómo qué aún no lo confirmaste??? -grité, empezando a ponerme mucho más nerviosa. -Tranquila, mañana lo confirmo -carraspeó. -¿Y si mañana no quedan vuelos? -Sí, seguro que sí. -Muy tranquilo te veo, y te recuerdo que tengo que trabajar. -Estás haciéndolo, dije que íbamos a negociar unos terrenos y que tú vendrías conmigo como buena secretaria y a veces las negociaciones llevan más de una semana. -¡Ah no!, a mí no me líes, yo me vuelvo el lunes. -Ya lo veremos. -¿Cómo que ya lo veremos? -pregunté riendo con incredulidad. -Tranquila, está todo controlado -apoyó su mano en mi pierna. -Tienes un morro que te lo pisas. Yo el lunes me voy. -¿Y si te pago un plus?

-¿Un plus por qué? -Quiero enseñarte algo, para eso debemos ir a otra parte. -¿Ahora? -Mañana... -A otra parte, ¿dónde? -Dentro del país, pero nos llevará unas horas y tendremos que quedarnos al menos dos noches allí. -Verás que al final me lía... -resoplé riendo, pero es que la verdad, saber que me podía quedar más días junto a él, hasta me emocionaba, aunque quisiera demostrar lo contrario. -Solo quiero que te dejes llevar y el día que quieras irte, me lo dices y nos vamos, pero me gustaría que fuéramos a ese lugar, sé que te va a encantar. -Está bien, pero que conste que quiero un plus -le saqué la lengua. Los camareros pasaban cambiando las copas y trayendo entrantes, la música árabe era de lo más acorde y hasta muy bonita de escuchar, te metía de nuevo en la esencia de ese país a pesar de que esa fiesta era de todo, menos árabe. Conrad comenzó a contarme que su padre era marroquí, cosa que pude deducir cuando lo vi y su madre sí, era londinense. Al verlos juntos comprobé que físicamente se parece bastante a su padre, pero tanto el cabello castaño como los ojos azules eran de su madre. Me comentó que ahora que vivían aquí en Marruecos, en esta casa, no tenían intención de volver a Londres, ya que sus padres decían que aquí estaban más tranquilos, felices y cómodos. Me sorprendió mucho eso, no me lo esperaba para nada, pero bueno ya estaba descubriendo yo un país que creí de una manera y era totalmente lo contrario, así que imaginaba que, siendo su padre de aquí, más fácil lo tuvieron para decidirlo.

Dieron paso al salón principal para la cena y yo me quedé alucinada, estaba todo muy bonito y bien decorado con ese estilo marroquí que mezclaba lo antiguo de su arquitectura con lo moderno. Me sentía como si estuviera en una de esas recepciones para reyes, príncipes y princesas. Por un momento pensé y hasta me creí que yo podría desentonar, me miré disimuladamente, pero al parecer no fui todo lo discreta que pensaba. -Estás perfecta, guapa y elegante -susurró Conrad, para tranquilizarme. -Me deberías haber dicho algo, podría haber escogido otro vestido. -Ni de broma, así estás preciosa. Nos sentamos donde nos indicaron, que no fue en otro lugar que junto a sus padres, Abdul y Grace. Él presidía la mesa y ella estaba a su derecha, por lo que nos sentaron con ella, bueno, a mí me tocó sentarme a su lado y Conrad lo hizo al mío. -¿Tardará mucho en venir esta hija nuestra? -le preguntó Abdul a Grace, y yo automáticamente miré a Conrad, girando la cabeza lentamente, como lo haría cualquier muñeco de esos de las películas de terror. Una hermana, el muy puñetero tenía una hermana de la que, por supuesto tampoco me había hablado. -Mikaela, treinta y cinco años, es veterinaria y vive con mis padres -me susurró haciéndome un resumen de lo importante, para que nadie se enterara, puesto que me había encontrado con la familia de mi supuesto prometido esa misma noche. -Cariño, ya sabes que no le gustan demasiado este tipo de cenas -le respondió Grace-. Bastante que se viste para la ocasión y deja el trabajo a un lado. -Lo sé, pero no creo que le costase nada llegar un día a la hora que le pido. -Tiene que arreglarse -replicó ella.

-Vera, ¿te está gustando el país? -Abdul me miró, como con una súplica en el rostro y entendí que quería cambiar de tema. -Sí, a cada lugar al que voy y veo lo precioso que es, me quedo un poco más enamorada -contesté con una sonrisa. -Si mi hijo dejara Londres y os vinierais aquí a vivir... -Grace, nuestro hijo es mayor para decidir por sí solo. Que tiene cuarenta años, no dieciséis. Deja que ahora que son jóvenes vivan allí y si quieren trasladarse a Marrakech y ser un matrimonio de sesenta años feliz como nosotros en este lugar, que lo sean. -Bueno, sesenta tendrá Conrad, yo algunos menos -solté, sin pensar y los que se suponían que ya eran mis suegros, me miraron frunciendo el ceño-. Es que... soy doce años menor que él -comenté señalando a Conrad, que no tardó en cogerme la mano y cuando le miré vi que se la llevaba a los labios para besarla. -Sabes que eso a mí no me importa, alhabiba -me dijo mirándome fijamente a los ojos. Qué bien sonaba en sus labios el idioma de sus raíces paternas, pero ni idea de qué me había llamado. Aunque tenía que ser algo bueno, porque escuché a su madre decir un "oh" seguido de un suspiro. -¿Alhabiba? -preguntó una mujer que hizo que, tanto nosotros como sus padres miráramos hacia donde estaba ella-. Hermano, ¿al fin has hecho caso a nuestros padres y puedes llamar cariño a una mujer? Y ahí estaba Mikaela, una preciosa mujer claramente marroquí, igual que su padre. Piel tostada, ojos marrones, cabello negro azabache y alta, al menos unos diez centímetros más que yo, incluso con tacones. Llevaba un bonito vestido rosa pastel que le hacía resaltar aún más el tono de piel. Menuda cuñada tenía, esa tenía que dejar corazones rotos a su paso.

-Hermana, te presento a mi prometida, Vera -dijo Conrad, tras ponerse en pie y llevarme con él de la mano. -Encantada, Mikaela -saludé sonriente. -No tiene pinta de señorita de compañía -comentó ella con el brazo izquierdo sobre sus pechos y el derecho apoyado en él, dejando el índice en la barbilla-. Se la ve lista, aunque igual para estar contigo... no lo sea tanto. -Hija, mira que te gusta buscar a tu hermano... -la riñó Grace. -Mamá, que todavía me acuerdo de la última mujer que nos presentó. -Hermana, eso es cosa del pasado y lo sabes. -Sí, sí, pero que de lista tenía más bien poco, o mucho, según se mire. A ver, las cosas claras. Vera... -¿Me lo parecía a mí solo, o su hermana me tenía manía sin conocerme? -. Mi padre es director de banco, mi madre exmodelo, como comprenderás, dinero tienen para forrar hasta el cuarto de baño con él si quieren. Y mi hermano, un prestigioso arquitecto londinense, aparte de un mujeriego. ¿Cuánto tardarás en querer dar un braguetazo? -¡Mikaela! -gritó Conrad. -Verás, cuñadita -para chula yo. ¡Hombre, por favor! - Sabía lo de tus padres porque en alguna de las conversaciones entre tu hermano y yo, salió el tema, y no voy en busca del dinero de una exmodelo que disfruta de su jubilación, por llamarlo de alguna manera. No te ofendas Grace, por favor. Como tampoco del que gane tu padre como acaudalado banquero. ¿Lo de tu hermano? Llevo tres años trabajando para él y su socio Norris como secretaria, en unas oficinas que, para tu información por si a tu hermano se le pasó comentároslo cuando empezó en ellas, eran propiedad de mi padre que aceptó vendérselas. Mi padre junto con mi madre, que mi Dios y tu Alá los tengan en su gloria, nos dejaron una buena casa ya pagada a mi hermana y a mí, además de algo de dinero, por lo que no, Mikaela, no voy detrás del dinero de tu hermano tampoco. Y ahora, si me disculpáis, necesitaría ir al

cuarto de baño -Grace, que sonreía de oreja a oreja, me indicó dónde estaba y no había hecho nada más que das dos pasos, cuando me giré hacia mi querida cuñada-. Tranquila, guapi, que no voy a robar el toallero. Cuando regresé al salón, Grace me miraba con una amplia sonrisa, igual que Abdul, lo que me hizo pensar que me había ganado a mis suegros poniendo en su lugar a su hija menor. La cena estaba deliciosa, pero ahí corrían las botellas de vino como si fuera agua y yo, me lo estaba bebiendo de la misma manera. Conrad no paraba de acariciarme la mano siempre que podía, sobre todo, con ellas entrelazadas encima de la mesa. Tras la cena, seguimos disfrutando de una agradable velada, bebiendo, bailando, charlando con sus padres e incluso con algunos tonteos entre nosotros, y Conrad que quería volver a besarme y yo que no le dejaba. Tiempo después nos despedimos de ellos y nos montamos en el coche para volver al hotel, algo que agradecí porque necesitaba dos cosas: quitarme las sandalias que me tenían los pies molidos y meterme en la cama a dormir porque me notaba ya demasiado cansada. Aunque creo que Conrad, también estaba igual que yo.

Capítulo 10 El coche paró ante el hotel y yo tenía la sensación de que todo me daba vueltas, es más, al bajarme me dio como una especie de vértigo, menos mal que Conrad se dio cuenta y, sin previo aviso, me cogió en brazos. -Bájame -reí agarrada a su cuello. -No, no te bajo -decía andando firmemente conmigo en brazos. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos, me sentía segura ahí, eso, o que el alcohol me estaba causando más estragos de los que podía imaginar. Llegamos a la habitación y me puso cuidadosamente sobre la cama, lo miré y comencé a reír, él levantaba su ceja con esa media sonrisa y se sentó a un lado de mí. -¿Puedes cambiarte o te ayudo? -me preguntó acariciándome el pelo. -No puedo, pero dormir como una princesita tampoco está mal. -No, no lo está, pero debe ser incómodo -se echó hacia delante y comenzó a quitarme las sandalias, dejándolas caer sobre el suelo. Luego se levantó y cogió mis manos para ponerme de pie, se puso tras de mí, me apartó el cabello a un lado y empezó a bajar la cremallera de mi vestido. El calor de su respiración hizo que me estremeciera cuando entró en contacto con mi cuello. -Conrad -murmuré, y noté que sus labios se posaban en mi hombro mientras deslizaba el vestido con los dedos, dejando que cayera al suelo. Me quedé en ropa interior de espaldas a él, inmóvil, erizada por completo al pensar en lo que, sin duda, pasaría a continuación, algo que en el fondo yo estaba deseando. Le notaba cerca de mí, pero sin que su cuerpo me rozara, era solo sentir esa proximidad a mi cuerpo. Hasta que volvió a tocarme, entrelazando sus

manos a las mías mientras me besaba el cuello y bajaba hasta el hombro. Me soltó las manos y, despacio, me acarició los brazos subiendo desde las muñecas tan lentamente mientras dejaba pequeños y delicados mordiscos en mi cuello, que tuve que cerrar los ojos al tiempo que cogía aire para calmarme. Cuando llegó a los hombros, bajó con esas suaves caricias por la espalda hasta que llegó al cierre de mi sujetado. Se apartó un poco y comenzó a desabrocharlo, bajándolo, poco a poco como hizo con el vestido y dejándolo caer. Contuve la respiración, pues sabía que... sí, eso mismo que estaba haciendo. Dejando cortos pero suaves besos por mi espalda, con la tela de mi braguita entre sus dedos, la deslizó hasta dejarla caer junto al resto de mi ropa y luego, con total tranquilidad, se puso delante de mí, cogiendo mis manos, me miró fijamente todo el cuerpo y se paró ante mis ojos. Lo miré sonrojada, ni siquiera gesticulaba, no podía moverme, no podía ni hablar. Era un momento de esos que te dejaban sin saber qué hacer, bajo el control absoluto de ese hombre que, dados los años que hacía que no nos llevábamos demasiado bien, era con el último que hubiera pensado tener un momento así. Me acarició la mejilla y apartó un mechón de cabello, me hizo un gesto para que no hablara y me estuviese quieta ahí, fue hacia su móvil, puso una música de lo más sensual, árabe pero muy sensual. Vino hacia mí desabrochándose la camisa y, ¡madre del amor hermoso! Aquel cuerpo dorado, tan definido, sin un ápice de grasa, era una tentación y bien grande. Sentí ganas de acariciar ese torso que se mostraba ante mis ojos, como si se insinuara y me incitara a llevar las manos sobre él, incluso me dio la sensación de que me picaban las yemas de los dedos, como si de repente tuviera unos imanes en ellas que querían ir al encuentro de los que él,

tuviera en ese cuerpo que estaba segura volvería loca a más de una. De hecho, era más que probable que hubiera una larga lista de mujeres que acabaran así por su culpa. Se puso delante de mí y comenzó a quitarse el pantalón, mirándome fijamente, dejándolo caer seguido de su bóxer, todo con una sensualidad en su mirada que hacía arder cada rincón de la habitación donde nos encontrábamos, desnudos, con la única luz de la Luna que entraba por la ventana y rodeados de esa sensual melodía que nos acompañaba. -Conrad -volví a murmurar pues, aunque sabía que en el fondo deseaba que pasara lo que él tuviera en mente, la mía se mantenía en una lucha continua por dejarme llevar o no hacerlo. Él, tan solo puso un dedo sobre mis labios exigiendo silencio. Agarró mi mano y me llevó a un lado donde había una especie de mini bar, sirvió dos copas mientras yo permanecía alucinando en colores, puso una sobre mi mano y brindamos, todo sin hablar, solo con miradas. Yo sabía que, el que ya hubiera bebido bastante, me ayudaba en ese momento tan... ¿surrealista? Sí, esa era la palabra, surrealista. Porque nunca habría creído que acabaría desnuda, en la habitación de un hotel en Marrakech con mi jefe, y no solo eso, sino el hombre al que le tenía cierta inquina desde que empecé a trabajar para él. Dimos un trago y dejamos las copas, me pegó a él agarrándome por las caderas y se me quedó mirando de forma penetrante. Y yo, producto de los nervios, ¡lo besé! Sí, se había salido con la suya, al final había hecho eso que él tanto me repetía, que lo acabaría besando antes del lunes. ¡Maldito fuera él!, pero es que no pude resistirme... Esos labios me habían estado llamando, incitándome, provocándome cada vez que él me había hablado en el poco tiempo que llevábamos en ese país.

Me buscaba continuamente con sus miradas, con sus gestos, con esas medias sonrisas que, estaba convencida, habrían provocado más de un desmayo si Conrad fuera el cantante de algún grupo. Me levantó en alza y comenzamos a besarnos de forma desenfrenada, siendo él quien manejaba la situación y eso a mí, me imponía un montón, pero al mismo tiempo me parecía de lo más excitante y eso provocaba las ganas de que pasara algo más, mucho más, de hecho. Me recostó sobre la mesa del salón y se colocó entre mis piernas, no tardó en mordisquearme los pechos mientras me acariciaba el cuerpo tan lentamente que además de sentir un poco de desesperación porque siguiera, notaba que me excitaba aún más. Bajó sus dedos desde mi vientre hasta mi pubis, me acarició levemente el clítoris y en cuanto noté que iban introduciéndose por mi más que húmedo sexo, instintivamente elevé las caderas haciendo que se hundieran un poco más adentro, buscando un mayor placer. No tardé en sentir su lengua, con la que comenzó a juguetear de forma viperina con mi clítoris mientras sus dedos hurgaban en mi interior, ocasionándome una explosión de excitación por la que no se hizo esperar un intenso orgasmo y... Joder, es que fue magia. Aquello fue un incesante momento de placer, en el que creí que iba a caer completamente desfallecida. Abrió mis piernas, colocándome al borde de la mesa, y ni siquiera esperó a que me recuperara de ese orgasmo cuando ya estaba azotándome con embestidas que me hacían chillar como nunca lo había hecho. Me apretaba con fuerza las caderas con ambas manos, aquello era brutal, un momento en el que pensé que caería desmayada por la mezcla de placer y algunas sensaciones que no podría describir. Me acercaba a él llevando mis caderas bien agarradas por sus manos al encuentro con las suyas. Nuestros gemidos, gritos y jadeos se

entremezclaban con la música de fondo en aquella penumbra que era testigo de lo que estaba pasando, mientras nuestros cuerpos se dejaban llevar por lo que sentían y necesitaban en ese momento. Conrad se inclinó para besarme, momento que aproveché y le rodeé el cuello con ambos brazos, mordisqueé sus labios y tras eso escuché algo que pareció un gruñido salir de lo más profundo de su garganta. Se incorporó conmigo aún abrazada a su cuello y así, cargando conmigo a pulso, me embistió varias veces hasta que nos atravesó un intenso orgasmo a ambos. Tras un beso tierno en los labios que nada tenía que ver con la fogosidad demostrada minutos antes por su parte, me llevó a la ducha, donde comenzó a enjabonarme con sus manos, en silencio, mientras me dedicaba miradas de lo más lujuriosas, al tiempo que llevaba los dedos cubiertos de gel dentro de mí y lavaba hasta el último recodo. A veces notaba la sensación de dolor, pero mezclada con ese placer, era aguantable, excitante y yo, lo único que sentía es que estaba bajo el control de ese hombre. Me giró e hizo que me apoyara con las manos en un poyete que había, levantó mi culo y comenzó a limpiármelo con ese gel. Jamás me habían tocado en esa parte, era algo que nunca pensé que dejaría hacer a nadie. Quise frenarle, pero con su mano me dejó claro que me estuviera quieta, contuve la respiración y me hizo un gesto con la otra mano para que me relajara. Eso hice, cerré los ojos y cuando me dejé llevar por esas sensaciones que nunca antes había sentido, empecé a relajarme. Conrad fue cuidadoso, yendo poco a poco, hasta que se quedó jugando ahí mientras yo aguantaba esa mezcla de dolor y placer que me provocaba. Sacó los dedos y me hizo girarme para que nos besáramos bajo el agua que caía cubriéndonos por completo, notaba que su miembro se venía arriba

y paró un momento para coger un preservativo, colocárselo y tras alzarme de nuevo y dejándome apoyada en la pared, penetrarme de una embestida. Yo pensé que de esta no salía viva, pero aquello era de esos momentos que había que disfrutar, en los que lo que había que hacer no era otra cosa que dejarse llevar. Cuando terminó me dio un beso con esa media sonrisa y salimos a secarnos, no me dejó ponerme ropa, nos fuimos a su cama así, ni siquiera hubo palabras. Me recostó en su pecho, me abrazó y apagó luz, no sin antes haberme dado un beso en la frente. Le notaba respirar, su pecho subía y bajaba bajo mi mejilla mientras con la mano me acariciaba la espalda. No recordaba la última vez que había estado así con alguien, puede que, quizás, ni siquiera hubiera habido antes una vez. -Buenas noches, alhabiba -me dijo, y poco después noté que se quedaba dormido. De nuevo esa palabra en su idioma paterno, otra vez llamándome cariño como había hecho durante la cena. Y ahí estaba yo, escuchando los latidos de su corazón mientras una pregunta me rondaba en la cabeza. ¿Qué cojones estaba haciendo? No lo sabía, pero me iba a dejar llevar hasta el final, total, ya me había implicado y era consciente de que, con él, no tendría nada serio, pero estaba dispuesta a jugar su juego y, sobre todo, disfrutar del momento. Cuando regresáramos a Londres todo volvería a la normalidad, todo quedaría en un mero encuentro extra laboral entre dos personas que, sin ser conscientes de ello, se sentían más atraídas la una por la otra de lo que pensaban. Así que, sí, disfrutaría de este viaje, de lo que me esperaba en los próximos días con Conrad y una vez en casa, diría aquello de, "Lo que pasa

en Marrakech, se queda en Marrakech".

Capítulo 11 La cabeza me daba mil vueltas y para colmo, notaba unos pinchazos como si tuviera ahí a alguien con un martillo. Escuché a Conrad hablar por teléfono en árabe, ahora ya tenía claro por qué lo hablaba tan bien. Lo observé desde la cama, llevaba puestos tan solo un bóxer y así, con el pelo alborotado, estaba de lo más sexy. Me miró desde donde estaba y me hizo un guiño, además de una señal para que me levantara y fuera hasta él, le hice un gesto de ir al baño y me di cuenta de que estaba desnuda. ¡Joder! Entonces recordé todo lo sucedido la noche anterior cuando llegamos al hotel y me sonrojé, es verdad que me lo pasé de infarto, pero no me lo podía creer. ¡Que me había acostado con Conrad! Observé mi reflejo en el espejo y me quedé loca, si mi hermana me viera... Despeinada, con el maquillaje corrido y unos ojitos de dormida, que me estaba dando hasta pena. Me lavé la cara para adecentarme un poco y luego me puse un albornoz que había colgado junto a la ducha. No me veía saliendo desnuda por mucho que ya me hubiera visto como mi santa madre me trajo al mundo. Cuando salí y fui hacia donde estaba Conrad, sonrió al verme, colgó la llamada y dejó el móvil a un lado, me quedé alucinada al ver el desayuno que había sobre la mesa. -Y eso, ¿cuándo lo trajeron? -pregunté notando ya que mi cuerpo necesitaba ingerir comida y con urgencia. -Justo antes de que te despertaras, lo dejaron en la puerta y salí a cogerlo. -¡Uf!, qué buena pinta tiene todo. Me agarró y comenzó a besarme metiendo las manos por dentro del albornoz, toqueteándome todo el cuerpo y agarrando mis caderas. ¡Joder con el fogoso! Parecía un pulpo, ¡madre mía! Y qué beso de buenos días me había llevado así, sin esperarlo siquiera.

-Quiero desayunar -imploré. -Claro -agarró mi mano y nos sentamos en el sofá, frente a la mesa sobre la que estaba todo aquel manjar que pensaba devorar en menos que cantaba un gallo-. Estaba hablando por teléfono porque una tienda que hay en la avenida principal nos abrirá sus puertas en una hora, necesitamos coger ropa para donde vamos, además algo de abrigo y allí hay de todo. -¿Abrigo? -pregunté mientras untaba mantequilla a una rebanada de pan. -Ajá. Donde vamos a ir, por la noche refresca mucho y, además, tenemos que recoger las cosas, de aquí ya salimos hacia la tienda y de ahí a ese viaje. -Eres don misterio... -protesté señalándole con el cuchillo. -Ya, pero te gusta -carraspeó. Negué riendo y desayunamos para comenzar a prepararlo todo. Se me pasó por la cabeza que tal vez esa mañana también tendríamos sexo, pero no, hicimos las maletas y me sorprendí al ver que esta vez no nos esperaba un cochazo de lujo, sino un todoterreno de alta gama. Me dio la sensación de ir de safari. Paramos en esa tienda que era impresionante, nos recibieron dos chicas muy simpáticas, no tardaron en servirnos unas tazas de té mientras íbamos bicheando las prendas y es que me estaba perdiendo. -¿Algo que quiera probarse, señorita? -me preguntó una de las chicas en mi idioma, cosa que agradecí, acompañada de una amplia sonrisa. -Pues... -Me quedé pensando, mirando de nuevo todas esas prendas. Y es que a mí ya me gustaba todo lo que veía y sabía que, cuando eso pasaba, me iba a costar la misma vida decidirme por una prenda u otra. Y eso que iba sola, bueno, con Conrad, que si llego a estar con mi hermana Kelly... De ahí salimos las dos con la tarjeta chamuscadita. Por lo que me había dicho Conrad mientras desayunábamos, ahora había que comprar ropa adecuada para senderismo, campo, todo lo contrario, a lo

que me había pedido cuando me mandó a la boutique de Londres. El look de ahora era para ir en plan ciudad, algo raro, pero yo me dejé llevar por él y sacamos unos modelitos de lo más graciosos y cómodos, hasta pegaban con las deportivas que yo llevaba, pero bueno, que también compró un par de botas de montaña. Veríamos si no me tiraba por un barranco. -Voy a probarme estos pantalones -dije cogiendo unos vaqueros desgastados que me habían gustado-, y estas camisetas. Y... ¡Oh, sí! Estos otros pantalones también. Miré a Conrad que sonreía con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros. Joder, para ser un tío de cuarenta años qué bien le quedaban, por Dios, qué manera de marcar culo. No me extrañaba que a la dependienta que estaba con él, se le fueran los ojos de vez en cuando a esa parte. Ganas me dieron de decirle que sí, que mirara lo que quisiera pero que ni se le pasara por la cabeza tocar, que ese culo era mío y de nadie más. Ni sé la de ropa que me probé, entre pantalones, camisetas, jerséis, abrigos y algún vestido mono que me gustó, si no era para esa ocasión podría ser para otra, estaba claro. Me sentía como una modelo de esas de pasarela que, cada vez que lucen un diseño, entran corriendo al backstage subidas en ocasiones en esos tacones imposibles y sin partirse hasta el alma, para cambiarse al siguiente look que deben mostrar. Esa tienda era una chulada pues tenía varias partes de diferentes marcas y había para todas las ocasiones, lo que más gracia me hizo fue que compró dos pantalones tipo safari iguales, como pasó con las botas y con los chubasqueros. -¿Has escogido abrigo? -me preguntó Conrad, rodeándome por la cintura, pegándose a mi espalda, mientras me miraba en el espejo a ver cómo me

quedaban esos pantalones blancos pitillo con el jersey rosa chicle y unas deportivas haciendo juego. -Ajá, sí. Aquel que está guardando ya la chica -respondí dejando mis brazos sobre los suyos, y sonreí al ver nuestro reflejo en semejante estampa. -Me gusta lo que veo -confesó con la barbilla apoyada en mi hombro-. Me gusta mucho. -¿El conjunto está bien? -pregunté, haciéndome la tonta, vamos. -Sí, pero me refiero a nosotros. A nosotros juntos, concretamente. -¡Ah, bueno! Sí, no estamos mal. Somos guapos y fotogénicos -contesté señalando el espejo. -También, pero ya sabes que lo digo por la buena pareja que hacemos. Somos las dos mitades de un todo. Me quedé sin palabras, no supe ni cómo reaccionar ni qué contestarle. Conrad me miró con esa media sonrisa en los labios y, tras darme un beso en la mejilla, se alejó dejando que me pusiera de nuevo mi ropa. Al final fueron tantas las cosas que compramos, que parecía que nos íbamos para un mes, os juro que estaba flipando y lo más gracioso es que de allí salimos hasta con dos maletas donde las chicas se habían encargado de guardarnos la ropa, y su buena propina que les había dejado Conrad. En fin, solo tenía clara una cosa, y es que me iba a dejar llevar en ese nuevo viaje a quién sabe dónde, bueno el único que lo sabía era él, a la vuelta ya se vería qué hacer. Nos despedimos y nos fuimos hacia el coche, donde el conductor, que se llamaba Mohamed, como la mitad del país, pensé aguantando la risa, nos esperaba con el maletero abierto para que guardáramos todo. Era muy gracioso y atento, desde luego que su trabajo lo hacía a la perfección. Conrad me avisó de que el camino sería largo y que no llegaríamos hasta el atardecer o poco más, vamos para la cena, así que me daba a mí que

íbamos a atravesar el país o algo por el estilo, pero yo viendo aquellos paisajes que íbamos dejando atrás me sentía como en una butaca de cine, aquello era impresionante y, sobre todo, los contrastes, era una maravilla en toda regla. Dos horas después paramos a comer en un restaurante de carretera en medio de la nada y, cuando digo de la nada, es de la nada. Vamos, que ahí no había nada en kilómetros a la redonda. Como para que te quedaras tirado con el coche, ¡madre mía! ¡Hasta que viniera alguien a recogerte! Justo en la entrada había un chico con unos fogones haciendo tajines y pinchitos, tenían un olor de esos que se te quedaban impregnados y abrían el estómago. Comimos con el conductor que nos explicó que siempre paraba ahí con los clientes que llevaba, eso sí, estaba más callado que en misa, no decía dónde íbamos, era como si Conrad le hubiera advertido para que no desvelara nada, pero bien que me decía que esa noche iba a ser una de las más especiales de mi vida, bueno eso dejando aparte la noche anterior que se me quedaría grabada para siempre. ¡Vaya forma la suya de entregarlo todo en el sexo! Y es que Conrad era brutal, todo lo que dijera era poco y sinceramente esperaba que esa noche pasara algo de nuevo. Lo deseaba, lo admito, lo deseaba y mucho. El tajín me lo pedí de kefta, que, a diferencia de los pinchitos, esta vez eran bolitas de carne picada en tomate casero con unas especias que lo hacía de lo más rico, y en medio un huevo, aquello me hizo ponerme a mojar pan como una loca. Conrad se reía mirándome, pero a mí me daba igual, yo disfrutaba mucho de la comida y Mohamed, decía que se notaba que me había gustado. Hasta la ensalada inicial tenía algo, y es que le daban un punto a todo que terminabas atrapándote por esa cocina marroquí que se había convertido en

todo un descubrimiento para mí. Anda que no la iba a echar nada de menos cuando volviera a Londres, aunque conocía un restaurante de esta especialidad y nunca me dio por ir a probar, así que después de esto creo que se iba a convertir en uno de mis favoritos. Sería lo primero que haría en cuanto pudiera, iría allí con mi hermana para que probara todo lo que había estado comiendo yo, en mi estancia aquí. Estaba segura de que a ella le iba a gustar tanto como a mí, o quizás incluso más porque, sí, yo disfrutaba comiendo, pero ella aún más. Eso de probar cosas nuevas, mezclar sabores y tratar de saber qué especias llevaba cada comida, era algo que hacíamos desde que teníamos quince años. El té no podía faltar después de la comida, y es que, ¿qué era un momento sin té en aquel país? Pues nada, no era nada ya que era la bebida estrella que más se consumía en todos los rincones a cualquier hora del día, sobre todo en las cafeterías que siempre estaban repletas de hombres charlando mientras tomaban uno y veían la televisión. Terminamos de comer y reanudamos el viaje, ese al que aún le faltaba mucho para llegar al destino que Conrad y Mohamed sabían, pero que a mí algo me decía que iba a ser otro lugar espectacular a descubrir. Uno de esos que estaba segura disfrutaría como había hecho con todos los que había visitado hasta el momento. Y es que, al final, estaba viviendo aquello como la aventura de mi vida.

Capítulo 12 Nada, que ya podría preguntar yo mil veces más dónde me llevaba, que él no daba ni una sola pista. Solo que me gustaría el lugar al que llegaríamos, que tampoco sabía cuándo sería eso porque aún faltaba. Lo que tenía claro es que estábamos en ruta hacía el suroeste del país, cada vez nos íbamos adentrando en un paisaje diferente, más seco. Tiempo después llegamos a Ouarzazate, una ciudad turística situada al sur de Marruecos y que, tal como me dijo Conrad mientras yo me quedaba con la boca abierta ante aquella diversidad de paisajes, era conocida como "La puerta de entrada al desierto del Sahara", cosa que me impresionó bastante. -Aquí se han rodado muchas películas -dijo mientras tomábamos el té en aquella otra parada antes de continuar nuestro camino. -Normal, la estampa es increíble -afirmé dando un vistazo a mi alrededor-. Eso sí, se dice que es la puerta de entrada al desierto, y oye, que está muy bien, pero yo me pregunto, ¿dónde vamos? -me eché a reír. -Lo mismo terminamos en Argelia -arqueó la ceja. -¡Ni en broma! -exclamé riendo. -No, pero sí que quedaremos cerca de la frontera con ese país -me contestó al tiempo que afirmaba con un movimiento de cabeza. -¿Te va el riesgo? -No veo dónde lo puede haber -hizo un carraspeo. -Qué fuerte eres -resoplé. -No es ser fuerte, es conocer el terreno -acarició mi mano, la llevó hacia su boca y la besó con esa sonrisita que me hacía recordar todo lo de la noche anterior y un cosquilleo recorrió mi estómago. El conductor estaba charlando con un compañero suyo que también estaba en ruta y había hecho parada ahí, imagino que, como todos, así que estábamos tomando el té solo nosotros dos.

-A ver, que me gustan las sorpresas -comenté-, pero en su justa medida. -Pues esta te va a encantar, ya lo verás. -Eso ya lo has dicho, y posiblemente tengas razón, pero, después de que me dieras la sorpresa de venir hasta aquí, pues... comprenderás que me sienta de lo más intrigada. -Quiero que te sorprendas, eso es todo. Además, por mucho que te dijera dónde vamos, no sabrías exactamente en qué parte del país es. -Pues me estoy empezando a temer lo peor, vamos, que al final veo que a lo tonto me estás secuestrando tú. Conrad empezó a reír y por mucho que me intentara enfadar con él, aunque solo fuera un poco y en broma, me encantaba verle con ese aire tranquilo y relajado que nada tenía que ver con el hombre de negocios que mostraba a diario en las oficinas. Me estaba gustando cada vez más verle sonreír y, sobre todo, escucharlo. -Mira, que veo que me cambias por un par de camellos, no voy a decir cuatro porque ya me comentaste que solo te darían dos -me crucé de brazos resignada mientras él no dejaba de reír, y al final acabé medio riendo con él. Salimos hacia fuera a tomar un poco el aire y me quedé mirando un puesto con velos de colores, eran preciosos. Me llamó la atención uno en color verde safari como los pantalones que habíamos comprado por la mañana, él no tardó en decir que lo quería y lo pagó. -Lo iba a comprar yo... -protesté con el ceño fruncido y cruzándome de brazos. -No permitiría que pagaras nada. -Ya veo, pero... -Viniste a gastos pagados -me cortó antes de que acabara de hablar, besó mi mejilla y nos fuimos al siguiente puesto.

En ese otro había un buen surtido de pendientes, collares, tobilleras, anillos y pulseras. Fue una preciosa pulsera de piedras la que me gustó, tanto que me la quería comprar, así que le dije al vendedor que me la pusiera y miré a Conrad con un gesto de que pagara. Se echó a reír al ver mi descaro, pero es que se lo había buscado él solito, por no dejarme pagar nada de lo que yo quisiera comprarme. -Te voy a contar una anécdota que me recordó esto de que tú siempre quieras pagarlo todo -dije recordando aquella historia y echándome a reír. -Adelante -arqueó la ceja y sonrió. -Yo solía salir con una amiga que ahora vive en Escocia y, esa chica, era brava, pero tenía mucha chispa, era muy viva. Un día vino enseñándome un anillo de pedida sobre el dedo, ella súper feliz, pero yo me quedé un poco en shock al ver aquello que más que de pedida parecía una cruz, eso debía pesar muchísimo y, de tanto oro que tenía, era hasta feo. Le dije con sinceridad que me parecía demasiado ostentoso y me contestó que el chico en cuestión le había dicho que eligiera el que quisiera, el que a ella más le gustara. Y ella, que como te dije era muy viva, solo miró el que tenía más peso, sin importar la belleza. Su pensamiento fue que, si él la dejaba algún día, lo vendía al peso y se le acabarían las penas. Conrad se echó a reír a carcajadas mirándome con esos ojos que se me clavaban en el alma, pero yo tampoco podía parar de reír. Y es que aún recuerdo ese momento como si hubiese sido ayer mismo. La cara de mi amiga al ver el anillo que llevaba en el dedo y que, si se descuidaba, acabaría dislocándoselo, fue auténtico horror. -Tu amiga es un poco lista -aseguró cuando dejó de reír. -Ya te digo, yo me quedé a cuadros, me duró el recuperarme del shock un mes. Qué cosa más horrorosa cada vez que miraba su dedo, eso sí, solo se lo ponía cuando lo veía a él y para disimular. A mí no me extrañaba, que

eso no era bonito de enseñar a nadie, madre mía. La cara que se le quedó a su madre cuando lo vio... Le dijo que era bonito, pero por compromiso, porque estaba el chico delante. Claro, imagina a esa mujer diciéndole al pobre que qué buen gusto había tenido, y cuando él dijo que fue mi amiga la que lo eligió, esa mujer por lo bajo susurró "ya me extrañaba a mí". -Y al final, ¿se fue a Escocia con él? -preguntó tras unos segundos de risas. -¡Qué va!, con otro. A ese lo dejó al mes porque apareció su ex por el que ella tenía debilidad y se fue con él a las Tierras Altas. -Vaya, imagino que vendió el anillo. -¡No, no, lo guarda para cuando le haga falta! -exclamé riendo-. Ahora tiene dos, a este también le sacó otro. -Madre mía, veo que se está asegurando su futuro. -Totalmente, es una adorable bruja. -¿Y tú cómo eres? -preguntó, pasándome el brazo por los hombros. -Yo como los bancos, cada día que pase aquí en Marruecos contigo, sube el interés de las tres mil libras. Y, para tu información, señor arquitecto, yo lo pago todo, la cantidad ya va por tres mil doscientas. -No te voy a dar ni las tres mil -se echó a reír. -Pues te rompo el coche... -Está asegurado a todo riesgo. -Pues ya pienso algo, pero de que cobro, ya verás si lo hago. -¿Para qué quieres el dinero, si tienes conmigo todo lo que desees? -Tampoco te pases, que cuando llegue a Londres, tú, por tu camino y yo, por el mío. -No estoy muy seguro de ello... -Tranquilo que ya te lo digo yo. -Bueno, también me dijiste que no me darías el beso...

-Tampoco sabía que me iba a poner tan caliente -sonreí con cara de pilla. -Me alegra saber que te causé eso y, dime... -se inclinó acercándose a mi oído, dándome un leve mordisco en el lóbulo antes de susurrar con esa voz que conseguía ponerme nerviosa- ¿Te gustó lo de anoche? -A una mujer no se le preguntan esas cosas -le hice una burla. -Bueno, veremos las veces que te hago repetir -soltó antes de darme un beso rápido y fugaz en los labios. -Explícame eso... -Me has entendido -me cogió de la mano y nos fuimos al coche donde ya estaba Mohamed esperándonos. Continuamos la ruta y fue impresionante, paramos una vez más a tomar té ya que el camino aún era largo, pero eso sí, cada vez estábamos más cerca. Aquella zona era como de barro, todo se veía más remoto, más de otra época muy diferente a la actual, era como estar cien años atrás, como si se hubieran quedado parados en el tiempo y no hubieran avanzado, como si desconocieran que hay al otro lado del país, del mundo, era muy fuerte ese contraste de la parte norte a la del sur, era una diferencia abismal. -¿Queda mucho aún para llegar? -les pregunté a ambos mientras tomábamos el té. -Un poco, pero tranquila que va a merecer la pena -contestó Conrad. -A ver, Mohamed, bonito -le dije al chófer que me miró extrañado, pero con una sonrisa-. Dime tú cuánto nos queda, anda, que al final me voy a pasar el resto de días que me queden aquí metida en un coche. -Poco, yaghib -me contestó volviendo a llamarme señorita de nuevo. Si algo tenía que reconocerle, es que era de lo más educado. En ese momento se paró, frente a nuestra mesa, un hombre que tendría la edad del padre de Conrad, vestido con la ropa típica de la zona, que sonrió

al verme. Me miraba fijamente y, de repente, miró a Conrad y empezó a hablar con él. -Aimra'at jamila -dijo, y como yo no entendí ni media, le pedí a Mohamed que me fuera traduciendo. -Dice que es usted bonita, yaghib -me respondió. -'Iinaha zawjati -le contestó Conrad al hombre, cogiéndome la mano. Mohamed me lo tradujo como que le había dicho que era su mujer y el recién llegado sonrío, asintiendo, después se quitó una cadena que llevaba al cuello quedándose con ella en las manos, en la que vi que llevaba un bonito colgante de plata con la forma del amuleto que allí se conocía como "La mano de Fátima", en cuyo centro tenía un ojo. Se acercó a mí, miró a Conrad como pidiendo permiso y este asintió. El hombre, sin dejar de sonreírme, me puso la cadena alrededor del cuello mientras hablaba. -Yahmik Allah. Miré a Mohamed que sonriendo me dijo que el hombre me deseaba que Alá me protegiera. -Shukraan -devolviéndole la sonrisa, le di las gracias en su idioma ya que fue lo primero que le había pedido a Conrad que me enseñara para no ser una desagradecida con la gente de ese país. Le vimos marchar tal como había venido después de que se despidiera. Sostuve ese precioso amuleto entre los dedos y me gustó el detalle de ese hombre que, sin conocerme de nada, me había regalado eso con lo que en su cultura se protegían contra el mal de ojo. Regresamos al coche y, antes de subirnos, el hombre que me había dado el amuleto y que aún estaba por allí, se acercó a Conrad para decirle algo que, por mucho que les pedí a él y a Mohamed que me tradujeran, ninguno lo hizo.

-Aetani bizujatik, fahi tuhabak. Subimos al coche y emprendimos de nuevo el camino. Era increíble que llevábamos en total más de siete horas de viaje y no se me había hecho pesado, todo lo contrario, se me pasó volando mirando hacia todos partes, viendo a niños jugar a los lados de las carreteras, eso sí, por estos lares no son de asfalto, sino de tierra, ahora comprendía lo del todoterreno. Y es que ese viaje era para hacerlo en ese tipo de vehículos. Lo que no me podía imaginar viendo cómo nos adentrábamos, era a dónde íbamos a terminar, eso sí, me daba igual. Todo, quería vivirlo todo, y es que Marruecos me había ganado.

Capítulo 13 Caía el atardecer sobre aquel precioso horizonte, cuando llegamos al lugar que Conrad había mantenido en secreto hasta ese momento. Una puerta que guiaba por un solo camino, como una autopista sin fin, a ambos lados el desierto nos recibía y a mí, se me puso la piel de gallina al entrar en ese oasis. Él sonreía agarrando mi mano y viendo mi cara de asombro ante el espectáculo que teníamos delante. Aquello era algo inexplicable, había pasado de dejarme envolver por el cambio de paisajes y de forma de vida, a entrar en el corazón del desierto y eso, eso era como un soplo de aire fresco que hace que renueves todas tus energías. Atrás habíamos dejado el pueblo de Merzouga de dónde venía el nombre del desierto en el que nos habíamos adentrado, todo eran sensaciones, emociones y un montón de nervios por descubrir qué nos depararía aquella preciosa noche. Tras transitar durante un tiempo por esa carretera en la que, a los lados, de vez en cuando te encontrabas una señal de madera con el nombre de un campamento o albergue, nos salimos en uno de esos letreros y comenzamos a ir por arenas y dunas. El coche iba dando unos botes que aquello era pura adrenalina, estaba viviendo un momento de esos increíbles que solo ves en las películas. Nos abrieron las puertas de una gran muralla que parecía una fortaleza y mis ojos se agrandaron sobremanera al ver aquello que estaba ante mí. Escuché las puertas cerrarse tras nosotros mientras avanzábamos a aparcar delante de la entrada de aquello que parecía una mansión a los pies de la Gran Duna. -No me lo puedo creer... -murmuré en shock por aquello que estaba ante mí.

-¿Te gusta? -me preguntó una vez salimos del coche. -¿Gustarme? Esto es precioso, Conrad, una maravilla, de verdad. -Vamos -pidió cogiendo mi mano-. Te lo enseño mientras él nos lleva todo a la habitación. Lo seguí como una muerta viviente que no reaccionaba y de la que tenían que tirar para que se moviera, y es que aquello me había dejado perpleja. Imaginad lo que es encontrarte ante un alojamiento así mirando a la Gran Duna, pero dividido como por un pasillo que era una piscina que va desde la entrada hasta casi los pies de las dunas. La zona del chalet que daba a la duna era toda la parte delantera de la casa, compuesto por terrazas completamente acristaladas, con unos sofás de lo más idílicos para tumbarte ahí y contemplar las estrellas, además de la arena formando esas dunas. La piscina dividía las dos partes del chalet, pero tenía una especie de puentecito para atravesar de un lado a otro por ahí, era una cucada. Fuera había un balancín, una mesa con seis sillas, un sofá en forma de L y unos pufs, aquello era estar en otro mundo. En el desierto, sí, pero con todas las comodidades y, lo mejor de todo, delante había algo que me impresionó mucho... Una jaima de plástico transparente, formando una especie de bola gigante en la que dentro había una cama. Eso era para estar en medio de la arena, protegido y pasando una noche impresionante viendo todo, como si estuvieras fuera. La parte de la casa de la derecha estaba formada por una terraza, salón, tres dormitorios con sus baños; una suite con vestidor que contaba con baño propio, un jacuzi a los pies de la cama, un gran sofá y una mesa con dos sillas. Fue en esa donde nos habían dejado las maletas y bolsas de las compras de ropa en Marrakech.

Al otro lado de la casa, podía verse una terraza igual que en esta, además de salón comedor, cocina y baño. Conrad Cogió una botella de vino, la descorchó, llenó dos copas y, tras ofrecerme una, salimos hacia fuera donde nos sentamos en la mesa al aire libre para disfrutar de las vistas que nos regalaba ese atardecer. En la parte de atrás de la finca, justo cuando entrabas, había una casa para los tres miembros de seguridad y el personal de servicio que había allí, además de una cocinera que venía cuando la casa estaba ocupada, según me había estado diciendo Conrad. -No quiero imaginar cuánto te habrá costado la noche -dije tras dar un sorbo al vino que me pareció delicioso. -Nada -sonrió. -¿Te la han prestado? -Es mía -contestó como si nada, volviendo a sonreír. -¿¿¿Que es tuya??? -pregunté y menos mal que estaba sentada, porque de lo contrario, me habría caído de culo por la impresión. -La compré como inversión para hacer aquí un albergue turístico, pero cuando vine y la vi, me enamoré de ella, la sentí como ese refugio al que acudir los días de vacaciones. Esto trae mucha paz, aquí nos olvidamos del tiempo. -Dime una cosa, ¿tu objetivo desde el primer momento era traerme hasta aquí? -Claro -otra vez esa maldita sonrisa. -No me lo puedo creer... -negué incrédula- Esto no me lo pensarás descontar de mis vacaciones, ¿no? Porque solo me faltaba que ahora me digas eso. -En absoluto. -Eres tremendo -reí negando.

-No me creíste cuando te dije que estaba loco por pasar unos días contigo, de enterrar el hacha de guerra... -No cantes victoria tan pronto, que, una vez que volvamos, seguiré siendo la misma cabrona de siempre -reí. -No te hagas la dura, no eres así -acarició mi mano por encima de la mesa. En el fondo me estaba dando cuenta que era mi debilidad, pero bueno, no se lo iba a mostrar tal cual, aunque ya me había tirado a la piscina la noche anterior y ahora... Bueno, ahora me tiraba a las dunas si hacía falta, pero estos días lo iba a disfrutar, no sabía cuándo volveríamos, pero estaba tranquila de saber que, mi puesto de trabajo, no corría peligro. A Conrad le entró una llamada que dijo debía atender, al mismo tiempo que a mí me llegaba un mensaje de mi amiga Melissa. Melissa: ¡Hola! ¿Ya estás de vuelta? Esto iba a ser largo de contar por mensaje, así que decidí llamarla. En cuanto le dije que aún estaba fuera y el destino al que me había llevado mi jefe, se quedó alucinada. Me había olvidado por completo de mi amiga, no tenía perdón desde luego. La verdad es que tuve que hacerle un resumen de lo que había pasado hasta ahora, porque no sabía el tiempo que Conrad tardaría en volver de donde fuera que se había metido para hablar. -¿Te acostaste con él? -preguntó algo sorprendida. -Sí, ahora es cuando me dices que la he cagado -respondí recostándome en la silla. -No, no. Si está muy bien que te dejaras llevar, lo malo es que la cosa acabe mal y te pase como a Noa, que la vas a ver todos los días en la oficina. -Lo sé, contaba con ello, pero pasó y...

-Pasó, ya está. No tienes que darle más vueltas al asunto ni buscar explicaciones. A ver, que a él le apetecía ponerte mirando al Sahara y tú querías que lo hiciera. A quien le parezca mal, que se rasque un poquito. -¿Te he dicho alguna vez que podrías ser consejera sentimental? -le pregunté, con un poquito de sarcasmo. -Pues se me daría genial, la verdad. Otra cosa es que esas personas sigan mis consejos al pie de la letra -respondió y juro que sabía que incluso había encogido los hombros, aunque yo no la viera. Seguimos charlando unos minutos más hasta que Conrad regresó, me despedí de Melissa, que me preguntó cuándo volvía, pero como ni yo misma lo sabía, pues me limité a decirle que la avisaría en cuanto pudiéramos vernos. Conrad se sentó a mi lado, me pasó el brazo por los hombros y tras pegarme bien a su costado me dio un beso en la frente. Me gustaba estar así con él, y más en este lugar. -Ahora entiendo por qué te quedaste este lugar para ti solo, aquí se está de maravilla -le dije mientras contemplaba el cielo cubierto de estrellas. -Te lo dije, en este rincón es donde encuentro la paz que en ocasiones me falta estando en Londres. Nos tomamos las copas y fuimos a la habitación a ducharnos, pero primero sacamos toda la ropa de las bolsas y maletas para colocarla bien, vamos que parecía que íbamos a quedarnos una temporada. Mis ganas, desde luego, porque en ese lugar sí que podía decir que estaba casi en el fin del mundo donde nadie podría molestarnos. Me pegó contra él y comenzó a desnudarme con esa media sonrisa que me hacía desplomarme sin más, mirándome a los ojos y dejándome ver en los suyos cuánto me deseaba en ese momento.

Tras deshacerse de mi ropa y la suya, me agarró de la mano y nos metimos en la ducha. Bueno, llamarlo así era quedarme corta, la verdad. Ducha era lo que yo tenía en mi casa, esto era como una habitación grande en forma rectangular con el suelo de piedra lisa, una preciosidad donde la ducha era como una seta gigante. Era increíble la de posiciones que tenía para que cayera el agua, que te envolvía por completo sin dejar un resquicio de tu cuerpo sin que se mojara, y él, puso la perfecta. Comenzó a enjabonarme con ese gel que olía a los caramelos de fresa y nata, y sentí que me pellizcaba los pechos causándome un respingo y una ligera excitación con la que noté cómo se hinchaba mi sexo poco a poco. Me dejé llevar por esas manos que sabían cómo tocar mi cuerpo y encenderlo como una llama viva, deseosa de todo aquello que Conrad me podía ofrecer y que no era poco. Ese hombre sabía muy bien cómo hacer enloquecer a una mujer. Me puso de espaldas a él y comenzó a tocar mi zona hinchada y húmeda, con esos círculos y fuerza necesaria para ponerme peor aún, mientras con su otra mano jugueteaba con uno de mis pezones. Acomodé la cabeza en su pecho, cerrando los ojos y empezó a mordisquearme el cuello. Cada vez iba a más, haciéndome temblar con sus traviesos dedos, que alternaba con pellizcos a mi clítoris y alguna penetración con ellos. Tuve que sostenerme de su cuello con ambas manos como pude cuando noté que me empezaban a temblar las piernas por el orgasmo que estaba cada vez más cerca. Chillé, soltando todo aquello que me hacía cuando me atravesó ese latigazo de placer mientras él seguía llevando los dedos dentro y fuera de mí. No tardó en girarme y penetrarme, de un solo golpe, parecía que había

aprendido al milímetro dónde tenía que apuntar hasta entrar por completo, pero es que hasta para eso era bueno. Nos besamos mientras el agua nos bañaba y el deseo era quien nos guiaba, dejando que hablaran las ganas de sentirnos y las caricias que nos regalábamos mientras sucumbíamos al placer. Pegada a la pared de la ducha, con Conrad aún dentro de mí, acabé dejándome caer sobre él, tras el intenso orgasmo que había tenido, rodeándole el cuello mientras él alternaba besos sobre mi hombro y la mejilla. Terminó de enjabonarme con una delicadeza que jamás habría pensado que tuviera el hombre que estaba a mi espalda. Se duchó y tras acabar salimos a secarnos y ponernos algo de ropa cómoda. Nos quedamos dentro en la parte acristalada ya que el frío allí por la noche se sentía mucho más, así que nos tomamos un vino y al momento llegaron dos chicos con las bandejas de la comida. La pusieron sobre la mesa y la verdad que era un marco precioso el poder cenar ahí mirando hacia las dunas, en pleno desierto y viendo las estrellas a través del techo de cristal de esa zona. Una ensalada, dos hariras, que era sopa marroquí, y dos pastellas, eso sí que me emocionó. A Conrad se le veía feliz, cómodo, no sé, pero me daba la impresión de que le gustaba estar a mi lado, se le veía que disfrutaba de mi compañía. Estaba atento, pendiente, veía que le gustaba sorprenderme, hacerme sentir especial y cuidada. Eran muchos detalles los que hacían que me fuera dando cuenta cada minuto que pasaba a su lado. Estaba descubriendo esa parte de él que no conocía y que tenía que ver con su vida privada, lo último que me hubiera imaginado es que sus padres vivieran en Marruecos y que él tuviera esta joya en medio del desierto.

Algo me decía que aún me sorprendería con muchas cosas de él, no solo con el tema económico, ya que al final lo único que consigues con ello es adquirir cosas materiales, pero era su parte personal, esa que tenía un toque de misterio y que cada vez me caía mejor. Era como si fuera otra persona diferente a la que conocía hasta ahora, eso sí, lo de la fama de mujeriego se le iba a quedar como un San Benito para toda la vida. -El vino está delicioso -dije cuando Conrad me llenó de nuevo la copa. -Ya veo que te ha gustado. Espero que no acabes otra vez como anoche. -¿Desnuda? -pregunté, arqueando la ceja y sonriendo. -Eso puede que sí, me refería a mareada por tanto alcohol. -Tranquilo, que lo de anoche creo que fue por los nervios de conocer a tu familia -carraspeé. -Si te sirve de consuelo, creo que les gustaste. -A tu hermana, lo dudo mucho. -No, a ella creo que no. Aunque la verdad es que creo que no le ha gustado ninguna mujer con la que me haya visto -respondió dando un sorbo a su copa. -Qué maja tu hermana. Igual es que no quiere que te cases. A ver, que puede ser que tus padres tengan planeado darle un buen pellizco al primero que se case y quiera ser ella. Conrad empezó a reírse, contagiándome a mí, aunque eso lo había dicho totalmente en serio, vamos, que no sería la primera vez ni la última que había disputas entre hermanos por un dinero. Eso a mí no me pasaría nunca con Kelly. Terminamos de cenar entre risas, yo le decía que quería ir a dormir a la burbuja transparente, él me decía que, al día siguiente, que habría tiempo para todo. Tampoco quería dormir en aquellos sofás imperiosos en la terraza

en la que estábamos cenando y que era salón, con el techo ese en el que podíamos mirar las estrellas mientras lo hacíamos. Me explicó que lo de la burbuja era como un ritual que ya me enseñaría al día siguiente, no solo era dormir allí, esa noche pasaba algo aún más mágico, así que nada, me dejó con más intriga aún de saber qué era eso y la sensación de dormir ahí. -Eso quiere decir que, finalmente, no regresamos mañana a Londres -dije recostándome en la silla. -No, el vuelo no es para mañana. -¿Para cuándo, entonces? -Para cuando quieras regresar. Dime, ¿quieres hacerlo mañana? -preguntó sonriendo porque bien sabía él, que no iba a querer, que lo que me apetecía era dormir en esa burbuja que me llamaba desde la distancia. -Eres un tramposo -respondí sacándole la lengua, lo que hizo que él riera con una sonora carcajada. Desde luego que, aunque tenía ganas de volver a Londres, ver a mi hermana, a mi amiga Melissa y disfrutar de mis tardes con ellas, también era cierto que me encantaba estar aquí, perdida en este paraíso alejado del mundo en su compañía y conociéndole un poco más. Estábamos agotados del viaje, así que tras la cena decidimos irnos a la cama. En cuanto nos acostamos, empezamos a charlar entre abrazos. -Entonces, ¿te ha gustado la sorpresa? -preguntó poco después mientras me acariciaba el brazo. -¿La de que me trajeras aquí? -Sí. -La verdad es que sí, me gusta este lugar. -Me alegro, porque ahora que sabes que existe este pequeño paraíso donde relajarte, podremos venir cuando quieras.

No contesté, no sabía qué decir exactamente puesto que en mi mente seguía existiendo la posibilidad de que todo esto acabaría en cuanto pisáramos suelo británico. Vamos, que por mucho que él dijera que me había querido llevar para conquistarme, no podía estar cien por cien segura de ello. No sé en qué momento me quedé dormida, pero lo hice, y a mí me parecía que no había mejor lugar para ello que allí, en el desierto y sobre su pecho.

Capítulo 14 Amanecí babeando encima de él. Por favor, ¡qué horror! -No hace falta que me limpies -me dijo antes de besarme en la frente. -Lo siento -apreté los dientes mirándole. Y no había nada que sentir pues comenzó a besarme con esa pasión desenfrenada que irradiaba cuando estaba conmigo, al menos quería pensar que, por muchas mujeres que hubieran pasado por su cama, no habría mirado a ninguna como me miraba a mí. ¿Era tonta? Puede ser, pero estos días me lo iba a llevar como el mejor de mis recuerdos a pesar de no creer en él, como algo duradero, pero sí como una bonita experiencia en un viaje a este país que acababa de descubrir y al que tenía que traer a mi hermana para que lo conociera. Me sentó encima de él y comencé a moverme con una sonrisa pícara, buscando el placer de ambos con ese roce mientras él apretaba mis caderas y me miraba fijamente. Sentí que empezaba a humedecerme mientras bajo mi sexo le notaba cada vez más excitado. Estiró la mano, cogió un preservativo, me levanté un poco para que se lo colocara y me senté con cuidado mientras su miembro iba entrando y él me sujetaba con fuerza. Ambos dejamos salir el aire de nuestros pulmones cuando nos unimos por completo finalmente. Moví las caderas de adelante atrás, lentamente, mientras él seguía ese suave movimiento con sus manos aferradas a mi cintura. Me dejé caer apoyando las manos en sus hombros, me incliné un poco más y lo besé. Fue tan solo un roce de mis labios en los suyos, un breve instante que dio paso a que él, con una mano, me sostuviera la nuca acercándome para besarme con más intensidad.

Fue un momento de lo más sensual, cómo me miraba soltando el aire, cómo se me agitaba a mí la respiración, con solo mirarnos nos decíamos todo, era increíble la conexión que notaba con él. Nos hizo girar sobre la cama y quedó entre mis piernas, penetrándome cada vez más rápido sin dejar de besarme hasta que ambos liberamos en un grito ese orgasmo que nos hizo estremecer. Nos levantamos y fuimos a la ducha donde no cesaron las caricias y los besos, parecía que teníamos un imán que nos atraía al uno hacia el otro en todo momento. Nos vestimos con la ropa que habíamos comprado la mañana anterior en Marrakech, las botas de montaña, los pantalones safari en verde botella y una camiseta de manga corta blanca, ya que en el desierto durante el día hacía calor. En la parte de fuera ya nos esperaba un pedazo de desayuno que nos acababan de dejar, había de todo, y, cuando digo de todo es porque no faltó detalle. -Me he perdido el amanecer -puse cara de tristeza. -No te has perdido nada, créeme que lo verás y como no te imaginas. -Eso espero, porque si nos vamos del desierto y no lo veo, sería para que me metieran presa. -Tranquila -sonrió. Aquello era una paz absoluta, algo que no eres capaz de entender esa sensación hasta que la vives, era estar en armonía y con una vibra de esas que te hacen sentir completamente feliz. Estuvimos desayunando tranquilamente durante una hora y luego nos fuimos a la parte de atrás donde estaba la entrada. Se fue directo a un Quad, se montó y me dio la mano para que yo también lo hiciera detrás de él.

Nos pusimos los cascos y se abrieron las puertas para que saliéramos de allí. Un cosquilleo recorría mi estómago y es que me parecía de lo más fascinante dar una vuelta por el desierto. Iba a bastante velocidad, pero sin pasarse, hicimos un buen camino hasta meternos en uno de esos carteles de la carretera que nos llevó a una cafetería que había al pie de una duna. Aquello era fascinante, demasiados lugares escondidos en aquel lugar lo más parecido a un oasis, solo faltaban las palmeras y en este bar las había, colocadas por ellos claro estaba, pero podías disfrutar de ellas en grandes macetas. Dejamos el Quad y nos sentamos en uno de esos cojines que había sobre una gran alfombra, todo rodeado de mesitas bajas, la música amenizaba el sitio, además había unos cuantos camellos para pasear a los turistas que iban llegando a tomar algo. -Me estas regalando el viaje de mi vida -dije mirándole. -Me alegra saberlo, porque aún te puedo enseñar todo el país -sonrió. -Bueno, sí no corro riesgo en el trabajo, acepto -respondí bromeando. -Para nada, ni pierdes sueldo, ni días de vacaciones, soy un chollo -me hizo un guiño. -Eres como una lotería -reí. -Pues espero que no sueltes el premio... -El tiempo que dure este viaje -le devolví el guiño. -No, esto no acabará cuando volvamos, vete haciendo a la idea. -¿Me vas a obligar a estar con un mujeriego? -No lo soy -volteó los ojos-. Tienes que dejar que te lo demuestre. -¡Ah no!, yo no me la juego -reí. -Ya verás como sí. No, no me imaginaba viéndome con él en este plan al regresar a Londres y es que, aunque ya me cayera muy bien a estas alturas, no me fiaba del

hombre que era en cuestión de líos de faldas. Conrad tenía un currículum impresionante, anda que no se había hablado nada en las oficinas de sus escarceos amorosos y de la cantidad de mujeres despechadas que habían aparecido por allí montando algún que otro numerito. Sin contar a Noa, claro, que ella ya estaba en las oficinas día sí y día también. Tras quedarnos allí un buen rato volvimos al Quad y fuimos dirección a fuera de la puerta de entrada al desierto, aquello era una maravilla. Llegamos al pueblo de Merzouga y aparcamos para caminar por sus calles, todas de barro. Aquel pequeño pueblo en mitad del desierto era increíble y Conrad, me contó que sus habitantes eran descendientes de esclavos mauritanos. Paseamos por allí disfrutando del maravilloso día que hacía, del buen ambiente que se podía ver en torno a varios puestos que había con sus productos, tanto artesanos como comestibles. El aire estaba cargado del aroma de cada plato de comida o dulce que vendían en algunos de los puestos y yo me sentía como uno de esos dibujos animados que van levitando llevados por el olor de la comida. Acabé pecando de golosa y compramos unos bollos que estaban riquísimos, a los cuales acompañamos de una taza del delicioso té al que ya empezaba a acostumbrarme. Nos hicimos unas cuantas fotos, todas por supuesto por duplicado porque Conrad decía que también quería tener esos recuerdos de nuestro viaje, que no iba a ser yo sola quien las conservara. Regresamos a la ruta del desierto y me llevó a un lugar que me dejó impresionada. Era un pueblo nómada donde sus habitantes vivían en jaimas grandes, en plena arena de aquellas impresionantes dunas. El pueblo se llamaba Khamlia, y Conrad me dijo que se les conocía como "El pueblo de los

Negros". Sin embargo, en otro pueblo de ellos sus casas eran de adobe y madera y tenían ganado entre sus pocas posesiones. Por donde parábamos nos recibían con una taza de té y nos daban la bienvenida de una forma sincera, se les reflejaba en los rostros y me parecían personas de lo más limpias de alma. Estaba viviendo lo que era un momento mágico que te pone la vida para que seamos conscientes de muchas cosas, entre ellas, que se puede vivir la vida de mil maneras diferentes, sin perder la sonrisa. Estando allí nos pidieron que nos sentáramos y vimos a unos cuántos acercarse a nosotros con lo que supuse serían instrumentos musicales, y sí, eso mismo eran ya que empezaron a tocar la que, según me dijo Conrad, era la música Gnawa, típica de ese lugar. Uno de ellos llevaba lo que Conrad llamó Guembri, que no era otra cosa que un laúd de cuerda. Varios tocaban las Qraqeb, que sería lo que mis padres conocían como las típicas castañuelas made in Spain, solo que estas eran metálicas y se las veía pesadas. Dos de ellos portaban unos tambores de gran tamaño, además de amenizar con su música, hicieron un baile al que se unieron algunos niños y niñas que había por allí. Una pequeña y preciosa niñita de unos seis años, con el cabello completamente trenzado y una mirada de brillantes ojos marrones que desprendían felicidad, se acercó a mí sonriente, tendiéndome las manos para que se las cogiera. Miré a Conrad que sonrió y me indicó que fuera, así que eso hice, la acompañé hacia donde estaban todos bailando y me fue guiando en los pasos que debía dar. Me hizo sentir una más a pesar de que mi tono de piel era mucho más claro que el de ellos y mi cabello, muy rubio. Le pedí a Conrad que grabara aquello, quería tenerlo como recuerdo y poder enseñárselo a mi hermana.

Me dejaron tocar unas de esas castañuelas y sí que pesaban, sí, se notaba que ellos estaban de sobra acostumbrados a ellas, pues las tocaban con una agilidad que ya quisiera yo. Me hice fotos con los músicos improvisados y rodeada de todos esos niños que se habían unido a tan bonito espectáculo, pero con la que más hice fue con esa preciosa niña que no dejaba de sonreírme y que, cuando nos despedimos, ella lo hizo con un abrazo sincero y cargado de afecto. Era increíble recibir semejante muestra de cariño por parte de alguien que ni siquiera me conocía, pero así eran en ese pueblo, amables, cariñosos y hospitalarios con cuantos decidieran pasar por allí a disfrutar de sus costumbres, del delicioso té y de su música. Seguimos paseando por ese lugar y paramos en un campamento donde nos hicieron un Tajín bajo tierra, me quedé asombrada al verlo y es que no lo podía imaginar, el resultado fue exquisito, nos lo comimos allí con esas personas que no borraban la sonrisa. Qué decir del pan con el que lo acompañaron, delicioso. Me estaba llenando de todo aquello tan bonito que sabía que iba a volver siendo otra persona, la misma, pero con otra visión de todo. Nos despedimos del último pueblo nómada con los que comimos y regresamos hacia la casa. Cuando llegamos nos tiramos en el sofá de la terraza, pero con las puertas cristaleras abiertas, comenzamos a charlar sobre la experiencia de ese día, y es que había sido alucinante todo lo que había vivido y sentido, no lo podía explicar, pero él me entendía. Vi el vídeo que había grabado y se lo mandé a mi hermana por mensaje, que me contestó diciendo que se me daba bien, pero que no se me ocurriera volver a coger los hierros esos que se veían pesados y podía dislocarme una

mano. Desde luego, Kelly era británica de nacimiento, como yo, pero un poco exagerada como la española de nuestra madre. Aproveché que estaba con el móvil para enviárselo también a mi amiga Melissa, que me dijo que quería venir a pegarse uno de esos bailes y que ella en vez de los hierros se pedía el tambor, que eso tenía que quitar el estrés de maravilla. Reí por su ocurrencia y me despedí con un besazo y un abrazo de esos de oso tan nuestros. Después de tanta charla Conrad y yo, nos quedamos dormidos en el sofá un buen rato, casi dos horas, y al levantarnos pidió que nos trajeran la merienda. Poco después aparecía uno de los chicos del servicio con dos tazas de té, cafés y pasteles marroquíes que estaban de lo más deliciosos. Los sabores allí eran como los olores, alimentaban, enamoraban el estómago, aunque usaban muchas especias lo hacían de forma adecuada para conseguir esas explosiones de sabores que me habían dejado enganchada. Estaba experimentando unos momentos tan espirituales, que sentía hasta cómo era la paz en todo su contexto, hasta podía escuchar las voces del desierto entre esas dunas que teníamos frente a nosotros. Conrad se quedaba mirándome relajadamente en muchos momentos, acompañándome en ese instante que sabía que estaba sintiendo, con su media sonrisa y sabiéndose victorioso de conseguir que yo conectara con todo aquello que él me había querido enseñar. -Esta noche va a ser especial desde que caiga el sol -me dijo de repente. -Eso lo tengo claro, solo estar aquí merendando es algo demasiado especial. -Pero esta noche lo será más. -¿Vamos a dormir en la burbuja? -pregunté riendo.

-Entre otras muchas cosas. -Ah, es verdad, que aquello venía precedido por más -volteé los ojos para buscarle la lengua. -No la olvidarás jamás. -¿A la burbuja? -reí. -A la burbuja, como tú la llamas, y a todo lo que ella conlleva. -Tengo una duda... -le dije mirándolo mientras me daba golpecitos en la barbilla. -Dime. -¿Desde detrás de la casa nos pueden ver? -No -rio-. Además, en un rato le pondrán una especie de biombo, a esta parte de atrás. -Estupendo, veo que lo tienes todo bien pensado -reí. -Más de lo que imaginas. Y ahora... -Ahora, ¿qué? -Vamos a ducharnos, nos ponemos los pijamas mientras lo preparan todo, en un rato comienza a caer el sol y lo veremos tomando una copa de vino. Me llevé la mano a la frente en un gesto que indicaba que estaba a sus órdenes y entramos a la casa, eso sí, me resultó raro que no pasara nada en la ducha más allá de caricias y besos. Cuando salimos me puse el albornoz y me sequé un poco el pelo, ya que no quería salir afuera con ese frío que hacía por las noches y acabar cogiendo una pulmonía. Suerte que lo tenía liso y en apenas unos minutos ya estaba seco, de modo que volví a la habitación y busqué entre la ropa que habíamos comprado en Marrakech hasta dar con el conjunto que luciría esa noche. Aquella iba a ser mi primera fiesta de pijamas en el desierto y si me lo hubieran dicho hace unos días, no lo habría creído.

Esto era como todo en la vida, ver para creer. Y aquí estaba yo, viendo a Conrad desnudo a punto de vestirse mientras me observaba con esa sonrisa de medio lado que bien sabía yo que no auguraba nada bueno, o sí, dependiendo de cómo se mirara. Y para mí la verdad es que sí, podía ser algo realmente bueno. Nos pusimos unos pijamas térmicos con un tacto de lo más gustoso ya que el frío de la noche era fuerte, así que nos preparamos para coger lo necesario y no volver hasta por la mañana. Me preparé un neceser donde puse el móvil y alguna que otra tontería, pero ahí iba yo, feliz de la vida para disfrutar de un atardecer y una noche que, si algo tenía claro, es que iba a ser de las más espectaculares que habría vivido en mi vida, y eso me ponía realmente ansiosa, pero feliz por descubrir esas sensaciones.

Capítulo 15 Salimos hacia fuera y era para vernos, con los pijamas, las botas de montaña, el chaquetón en la mano y listos para... -¡Me quedo muerta! -grité al ver al lado de la burbuja, que ya estaba tapada con el biombo, una gran alfombra, una mesa baja, dos pufs, una botella de vino en un botellero y dos copas, además de dos grandes farolillos con unas velas ya encendidas. -No, no te mueras -agarró mi mano y tiró de mí para ir hacia allí. Sobre los pufs había dos mantas sin estrenar con un tacto increíble, le dimos un trago al vino no sin antes brindar. Entramos a la burbuja y dejamos los chaquetones y las botas, lo mejor en ese momento era estar descalzos, así que miré hacia fuera y sabía que esa noche iba a ser la más especial de mi vida hasta ahora. Salimos a sentarnos para tomar el té, eso sí, nos habían puesto unas aceitunas de varios tipos en un cuenco como una flor y en cada pétalo unas diferentes, pero las picantitas me encantaban, la metían en una salsa que estaba para chuparse los dedos. Comenzó a caer la noche y aparecieron los chicos del servicio con la cena, un Tajín de ternera con ciruelas que tanto me gustaba y la pastella, anda que iba a dormir yo esa noche ligerita. El atardecer y con esos farolillos era un deleite a la vista, algo que me ponía en un estado inexplicable, como sentir que el mundo se había parado y te pilla en un equilibrio emocional bastante fuerte, así me sentía allí. Era como si el resto del mundo me sobraba. Siempre me rondaba la misma pregunta. ¿Por qué era yo la que estaba ahí con Conrad? Esto me lo llegan a haber dicho una semana atrás y me hubiera hartado de reír, increíble, pero real, como si todo no encajara, pero a su vez fuera un perfecto desorden.

Un chico hizo un fuego cerca de nosotros y eso fue la guinda del pastel a esa noche, además nos dejó bastante leña para que Conrad lo fuera alimentando. Tras la cena seguimos charlando mientras disfrutábamos del vino, me contaba vivencias suyas en el país y yo me sentía de lo más cómoda escuchándole, y es que al recordarlas sabía que volvía a revivirlas como si no hubiera pasado el tiempo. Al lado de la hoguera se estaba de muerte, además estábamos bajo un manto de estrellas que nunca había podido contemplar como esa noche y con las mantitas esas en las que nos acurrucamos. Estuvimos charlando un buen rato y luego nos metimos en la burbuja, la cama tenía una buena manta térmica de esas con las que no pasabas frío, y era una maravilla mirar el cielo desde ahí, pudiendo contemplar todo aquel universo infinito que había ante nuestros ojos. Por supuesto lo hicimos, pero de otra manera, más pasional, fue un momento de esos que acabarías recordando por ser de lo más bonito. A las cuatro de la mañana me despertó y me quedé un poco extrañada al ver que había un chico fuera con tres camellos. -¿Qué pasa? -pregunté somnolienta. -Nos vamos a la Gran Duna a ver el más bonito de los amaneceres -me contestó Conrad, con una amplia sonrisa y, además, bien fresco que estaba él, como si no hiciera apenas unas horas que habíamos conseguido dormirnos. -¿En camello? -Por supuesto, cansa mucho andar por esas arenas. -¡Ay mi madre, estoy alucinando! -grité emocionada levantándome de la cama. -Venga, nos han puesto fuera un café para espabilarnos un poco.

-Tendremos que ir a la casa por ropa. -No -rio-. Ponte las botas y el chaquetón que nadie nos verá. Me tuve que echar a reír, lo mejor de todo es que fuera había como una especie de habitáculo de madera y dentro un baño, ahí que fui corriendo a mojarme la cara para espabilarme un poco y hacer pis, además de lavarme los dientes pues llevaba todo en el neceser. Una vez lista, salí a por ese café que nos esperaba ante la sonrisa de aquel hombre del desierto que estaba junto a los camellos. El café me supo a gloria bendita y cuando quise darme cuenta ya estábamos subidos a lomos de un camello cada uno, siguiendo al que nos hacía de guía. Llegamos a esa cima, al pico de la Gran Duna donde nos sentamos. Me hizo gracia que el chico sacara un termo de una bolsa, unos vasos y volvió a ofrecernos una taza de café y bien rico me supo. Entre el sabor que tenía y que quería espabilarme un poco más, creo que fue el café que mejor me había sabido en toda mi vida. Nos lo tomamos viendo ese momento. La piel se me puso de gallina y me quedé inmóvil observando un amanecer que parecía de otro planeta. Sin duda alguna podía decir que era el más bonito que hubieran podido imaginar mis ojos y, tan fuerte fue el momento, que hasta sin quererlo derramé unas lágrimas de emoción. Hubo un silencio durante minutos, no se podía hablar, bueno sí se podía, pero, ¿quién se atrevía a hacerlo ante semejante belleza que te dejaba sin voz y sin querer escuchar nada más que el silbido que producían las dunas? Regresamos en camello hasta la casa después de haber vivido la noche más mágica de mi vida, y es que ahora lo podía decir con total contundencia, era la noche más especial, bonita y emocionante que había vivido jamás.

-¿Te ha gustado? -me preguntó Conrad, cuando entramos en la habitación. -Me ha encantado, de verdad. Ha sido el amanecer más bonito que he visto en mi vida. -Sabía que te gustaría, por eso era una sorpresa. -Y tanto que sí -dije dándole un beso en la mejilla. Nos duchamos y le di un millón de veces las gracias por eso que me había enseñado, él me besaba sonriendo y diciendo que me podía enseñar mil cosas más si no lo apartaba de mi vida. ¡Para cagarse! Una cosa es lo que me había hecho sentir y otra muy distinta es que me fiara de él. Una llamada le hizo cambiar la cara y es que no me podía creer mientras desayunábamos en la terraza lo que me iba a decir. -Tenemos que volver a Londres, Norris tuvo un accidente anoche y se encuentra entre la vida y la muerte, en estado crítico -dijo mientras los ojos se le inundaban de lágrimas. -¡No me lo puedo creer! -Se me hizo un nudo en la garganta. Se hizo un silencio de esos que te deja sin aliento. No podía ser, Norris entre la vida y la muerte. ¿Qué había pasado exactamente? Bueno, ahora mismo lo último que iba a hacer era entrar en detalles. Terminamos de desayunar e hicimos las maletas rápidamente, él llamó para que nos prepararan un vuelo para esa misma noche, así que eran apenas las ocho de la mañana y ya estábamos montados en el todoterreno, para ir directos al aeropuerto de Marrakech. Hicimos el camino de un tirón, solo paramos para comer y otra vez más para tomar un té e ir al baño. Conrad iba todo el tiempo hablando por teléfono, su voz estaba rota, llena de dolor y yo le acariciaba la pierna, sabía que Norris era como un hermano para Conrad y ahora mismo no había consuelo para él.

Llegamos al aeropuerto de Marrakech y el conductor nos llevó todo hasta facturación, nos despedimos y entramos a la zona de embarque donde hicimos un poco de tiempo hasta entrar al avión. Me partía el alma ver a Conrad como estaba, blanco, sin poder gesticular y roto por el dolor, así desde que recibió la llamada por la mañana. Durante el vuelo nuestras manos iban entrelazadas, él miraba por la ventanilla todo el tiempo, yo notaba que estaba llorando y solo podía acariciar su brazo tratando así de calmarle, pero ni eso ni nada podría consolarlo en esos momentos tan duros. Aterrizamos en Londres y nos montamos en su coche, me llevó directamente a casa y me pidió que no me olvidara de él, le dije que estuviese tranquilo, nos despedimos con un abrazo y un beso, se marchaba directo para el hospital a pesar de ser cerca de las doce de la noche. Subí a casa y mi hermana me esperaba despierta, ya sabía que llegábamos, así que la puse al tanto de lo de Norris, lo demás ya lo iba sabiendo por los mensajes que habíamos tenido en estos días. -Seguro que todo sale bien, Vera -me dijo Kelly, dándome un abrazo. -Eso espero, no sabes lo mal que he visto a Conrad. Norris es mucho más que un simple socio para él, es como de su familia. -Venga, te preparo un té y vas a acostarte, ¿de acuerdo? -La vi marcharse a la cocina y me quedé en el sofá, pensando en qué podía haber ocurrido para que estuviera tan grave. Cerré los ojos y me recosté, deseando con todas mis fuerzas que, como decía mi hermana, todo saliera bien. Tenía una presión en el pecho de lo más fuerte, la sensación de haber vivido lo más bonito y de haberlo terminado con un final tan doloroso, y es que Norris estaba luchando por sobrevivir en el hospital y eso me dolía. No es que le tuviera un cariño de esos como a un amigo, pero sí bastante fuerte,

eran ya unos años ejerciendo de secretaria suya y encima ahora que había tenido esa conexión con Conrad y que sabía lo importante que era para él, pues peor lo llevaba. Sentía una tristeza impresionante cuando me metí en la cama, los recuerdos se me agolpaban y comenzaba a darme cuenta de cuánto echaba de menos a Conrad, y es que no era otra cosa que sentir el vacío en mi cama esa noche y eso causarme dolor. Sabía que me había venido con unos sentimientos muy fuertes hacia él y ahora estaba en medio de un caos mental en el que era incapaz de ordenar mis ideas. Además, sabía que vendrían días duros por lo que le había pasado a Norris, así que intenté relajarme y pensar que la vida pondría todo en su sitio y que, por mucho que me atormentara, no iba a conseguir aclarar nada en mi mente.

Capítulo 16 El despertador sonó y lo primero que hice fue mirar si tenía un mensaje de Conrad, pero no. Me duché y me tomé un café a toda prisa para irme a las oficinas a trabajar, y es que ante todo tenía que retomar mis responsabilidades. Lo que menos me podía imaginar es que al llegar a las oficinas me encontrara con una Noa enfurecida. -¡Eres una zorra, Vera! -fue su saludo, de lo más cariñoso, vaya-. Sé que no te fuiste con él por ningún asunto laboral, te llevó con sus mentiras como hizo en su día conmigo, y te puedo asegurar, que primero intentó llevarse a Fiona -dijo refiriéndose a la otra arquitecta de la empresa. -Vete a la mierda, Noa -respondí mientras me iba hacia mi despacho echando humo. -¡Una más, que te quede claro! ¡Solo eres una más que has caído en sus redes! -gritaba por los pasillos ante la mirada del asesor que pasaba por allí-. Ya tuvo lo que quería, llevar una mujer ante sus padres para callarles la boca. -¡Que te den, Noa! -le grité cerrando de un portazo mi despacho. ¿A Fiona? ¿A Fiona le había propuesto irse con él y le dijo que no? ¿Por eso me llevó a mí? ¿Llevar a alguien ante sus padres para callarles la boca? Hijo de puta... Me senté casi como si fuera a darme una bajada de tensión, notaba mis piernas temblando, como si las fuerzas se me fueran, apoyé mis codos en la mesa y puse la cabeza entre mis manos. ¡Maldito hijo de puta! Escuché dos golpes en la puerta y cuando miré vi que era Noa quien había abierto.

-¡Cierra si no quieres que te abra la cabeza! -le grité señalándola con el dedo. -Norris ha fallecido -soltó en un tono tristón y yo me quedé blanca, ya lo que me faltaba ese día. Cerró la puerta y me quedé sin saber qué hacer. Salí hacia fuera y me encontré con Berel, el asesor. -¿Es cierto? -pregunté en tono preocupada. -Sí, al parecer falleció anoche, esta tarde le entierran. -Joder, joder. ¿Se sabe cómo fue el accidente? -Estaba parado en un semáforo, un camión llegó por detrás, al parecer le fallaron los frenos, pero cuando quiso avisar a Norris, era demasiado tarde. Intentó maniobrar y esquivarle, pero no pudo evitar chocar contra su coche. Lamentablemente al ser embestido y desplazarse hacia delante, un coche que llegaba a gran velocidad por la derecha impactó contra él. Se llevó un fuerte golpe. Si el choque hubiera sido en el lado izquierdo del coche... -Norris seguiría vivo, al menos -dije acabando su frase. Él tan solo asintió. -El funeral será a las siete de la tarde en Sangery. -¿Iréis todos? -Claro. -De acuerdo, allí estaré. -Por mandamiento de Conrad, se cierran las oficinas hasta el lunes, nos vamos todos, no es momento para estar aquí, Noa se va a encargar de avisar a los clientes. -Vale. La verdad es que era una semana tranquila y mientras los de construcción se quedaran haciendo los proyectos andaba todo bien, los demás realmente no hacíamos falta aquí y más que nada entendía a Conrad, era momento de unos días de luto por el que había sido su socio y mejor amigo.

Me fui a una cafetería a desayunar, pues entre lo que me había contado Noa y el fallecimiento de Norris, mi cabeza iba a mil. En ese momento sonó mi teléfono y era Conrad. -¿Dónde estás? -preguntó y le noté tristeza en la voz, algo normal puesto que acababa de perder a su mejor amigo. -No debe de preocuparte eso -me salió esa contestación. -¿Y a ti qué te pasa? -Siento lo de Norris -intenté cambiar el tema. -Estuve toda la noche en el velatorio, vine a casa a las seis de la mañana a ducharme y descansar tres horas. ¿Dónde estás? -volvió a preguntar. -Conrad, ¿por qué quieres saberlo? -Quiero verte. -No, por favor, de verdad, esta tarde iré al funeral, pero no me apetece verte. -¿A qué viene ese cambio ahora? -No es momento para hablar y respeto tu dolor. -Mi dolor lo estás engrandeciendo, Vera. -No, yo no, tu actitud y tu forma de hacer las cosas. -¿A qué viene eso? -Déjalo de verdad, en otro momento hablaremos, aunque tampoco hace falta. -Dime dónde estás -insistió y escuché ruido de llaves. -No te lo voy a decir, Conrad. -Dímelo... -Hasta luego -colgué y comenzó a llamarme con insistencia. Puse el teléfono en silencio y boca abajo, pasaba de escuchar nada, era un falso, un mujeriego y una vez más lo demostraba, no tenía ni un poco de sentimientos hacia nadie.

Se me saltaron las lágrimas, desayuné sin ganas y luego me fui a casa, me tiré en el sofá a llorar como una niña pequeña, me había llevado la peor decepción de mi vida y eso que ya me estaba preparando para la vuelta, pero no, ya era tarde, me había enamorado de ese hombre que ahora me dejaba con el peor sabor de boca. Sentía la decepción más grande de mi vida, el dolor ese que se quedaba tras haber vivido un precioso momento, que se esfuma como el humo de un cigarrillo. No miré el teléfono en toda la mañana y cuando mi hermana llegó a comer, al verme la cara se quedó a cuadros. La puse al día y no se lo podía creer, en el fondo quería pensar que ese hombre había cambiado y que lo que había vivido conmigo era de verdad y no un capricho de esos a los que él estaba acostumbrado. Me eché un rato a dormir y luego me desperté para ir al funeral, tenía más de veinte llamadas perdidas de Conrad y un montón de mensajes diciendo que le cogiera el teléfono. Desde luego que era frío hasta para montar ese numerito. ¿Se pensaba que me iba a arrastrar hasta él, después de saber qué clase de persona era? Y lo peor de todo es que pensé en más de una ocasión que podría ser mejor de lo que imaginaba, pero era muy sucio que me hubiera utilizado de conejillo de indias por otra haberse negado. Realmente lo había pasado genial con él, había vivido los días más impresionantes de mi vida, pero el dolor que ahora sentía era de lo más insoportable, solo tenía ganas de llorar y partirle algo en la cabeza. Me daba mucha rabia que me hubiera utilizado de esa manera y me culpaba a mí misma de haberlo permitido sabiendo cómo era. ¿Qué podía esperar de un mujeriego como él? Me puse un vestido de manga corta en color negro, era largo con caída, oculté mis ojos con las gafas de sol y me dirigí hacia el coche para ir al

funeral, me partía el alma saber que no vería más a Norris, era tan joven, estaba tan lleno de vida y ahora ya no estaba, se habían cortado sus alas de forma inesperada, era algo inconcebible, así que eso añadido a lo que me había hecho Conrad, estaba que parecía que iba a la guerra, mi rostro era el reflejo de todo. Llegué allí y ya estaban casi todos, Noa me miraba con descaro y Conrad, estaba arropando a la que imaginé era la madre de Norris. El funeral fue emotivo, lleno de palabras hacia ese hombre que ya partía a buscar la eterna paz. La verdad es que era muy triste todo y en el fondo me daba pena ver así al hombre que ahora me había destrozado el corazón. Se escuchaban algunos murmullos de gente que supuse eran amistades de Norris, sobre todo, por parte de algunas mujeres. Por lo que decían, se estaba viendo desde hacía poco tiempo con alguien y al parecer en el momento del accidente podría haber ido a su encuentro. Vaya cuadro se me estaba pasando a mí por la cabeza, la mujer que estuviera esperando a su cita estaría ahora descompuesta. Si eso me pasara a mí... estaría muerta en vida. De allí fuimos al entierro y fue de lo más doloroso, los quejidos de llanto de la mujer que sí resultó se la madre, retumbaban en todo el cementerio y eso parecía bombear en mi cabeza. Salí la primera, no quería cruzarme con Conrad y me fui rápidamente para mi casa, no me apetecía escuchar nada y menos a él, no estaba dispuesta a que me siguiera mintiendo y, mucho menos, aguantar nada más ese día que había sido demasiado largo. Mi hermana me abrazó al verme aparecer, sabía que estaba mal, reventé a llorar como una niña pequeña y es que tenía una mezcla de sentimientos de lo más fuerte y dolorosos.

Era tristeza, rabia, dolor, decepción y ganas de gritar, todo eso es lo que sentía en estos momentos en los que no encontraba consuelo con nada. Mi hermana me dio una sopa y me la tomé casi sin ganas, no dejaba de llorar y veía cómo ella lo pasaba mal de verme así, pero no podía hacer nada para evitarlo, estaba tocada, hundida y con un desasosiego increíble. Mi teléfono volvió a sonar varias veces, lo tenía en silencio y lo puse a cargar, no se lo iba a coger, no quería saber nada de él, ya demasiado palo era como para escuchar más mentiras. Egoístamente agradecía el no tener que ir hasta el lunes al trabajo así me daba tiempo a recuperarme un poco y levantar cabeza, esa que tenía ganas de tener bajo la almohada y no sacarla para nada. Me quedaban cuatro días por delante que me daba miedo afrontarlos, sabía que me iba a sumir en una gran tristeza, además encerrada en el piso, y que no lo iba a pasar nada bien, solo esperaba ir cogiendo fuerzas y asumiendo eso que ya sabía, que aquella historia real por mi parte se quedaría en Marruecos y en mis recuerdos. Me levanté varias veces e incluso le robé un cigarrillo a mi hermana y me lo fumé en la cocina por la noche, había dejado el tabaco tres años atrás, pero en esos momentos me fumaría todo un estanco, y es que estaba sintiendo una ansiedad bien grande, de esas que te oprimen el pecho y no te dejan respirar. Maldije el haberme dejado llevar de aquella manera, y sobre todo sabiendo durante el viaje que era una persona por cuya vida las mujeres pasaban a borbotones, pero yo me sentí especial. ¡Maldita sea, muy especial!

Capítulo 17 Me desperté y eran apenas las nueve, hacía un momento que había escuchado a mi hermana salir para ir al trabajo. Lo primero que hice fue prepararme un café, ni mirar el móvil ni nada, la puerta sonó en ese momento, seguramente mi hermana se había dejado las llaves o algo. Abrí sin preguntar y me quedé a cuadros... -¿Qué haces aquí, Conrad? -Pues intentar hablar contigo, no tengo otra forma -entró sin previo aviso. -Eso, tú entra sin saber si hay alguien. -Me crucé con tu hermana, así que sé que estás sola. -¿Y si hubiera un hombre en mi cama? -pregunté dirigiéndome a la cocina. -Pues lo sacaría por la ventana -se apoyó sobre la encimera mientras yo terminaba de hacerme el café, obviamente le haría uno a él. -¿Por la ventana? ¿Con qué derecho? Aunque lo mismo te saca él a ti, vamos, que te veo muy subidito. -Eso habría que verlo. Y ahora dime, ¿qué ha pasado para ese cambio tuyo? -Así que era a Fiona a quien te ibas a llevar a Marrakech... -¿De qué estás hablando? -preguntó frunciendo el ceño. -No me vengas con hacerte el inocente. -No me hago nada, vengo de pasar unos días increíbles contigo, me entero de que mi mejor amigo perdió la vida y tú me das la espalda. ¿Qué inocente? ¡Solo quiero saber! -exclamó en voz tan alta, que hasta hizo que me sobresaltara, pues no lo esperaba. -Me llevaste a Marrakech para callarle la boca a tus padres, pero me escogiste a mí porque se lo pediste a Fiona y te dijo que no.

-¿De dónde te has sacado esa mentira? Esto es de locos -estaba muy enfadado, le puse su café a un lado de la encimera. -¡Me lo dijo Noa! -Yo me cago en la vida de Noa y en todas sus obsesiones -dijo apretando los dientes y llamando por teléfono con el manos libres activado. -¿Qué haces? -Llamarla, veremos qué es eso que dice de Fiona. -¿Sí? -Se escuchó la voz dormida Noa. -Noa, ¿qué le has dicho a Vera? -¿Yo? Nada, no tuve tiempo ni de saludarla, volvió y seguido fue lo de la noticia de Norris -la madre que la parió, qué hija de puta. -¿¿¿No me había llevado a Marrakech porque se lo propuso Fiona y ella se negó, y además me dijiste que era para callar a sus padres??? -pregunté a chillidos. -¿Has bebido, Vera? -me preguntó haciéndose la inocente. -¡¡¡Hija de puta!!! Conrad colgó la llamada y me miró serio. -Si me dices que la crees a ella, te juro por mi vida que el que sale por la ventana eres tú -y enfaticé mis palabras señalando la mencionada ventada con el dedo. -No, no la creo a ella, pero tampoco entiendo tu actitud hacia mí, sin corroborar las cosas. -Esto es de locos -me puse a dar vueltas por la cocina con las manos sobre la cabeza. La hija de puta esa me había engañado y ahora lo negaba-. ¡¡¡Su puta madre!!! -exclamé gritando. -Ten claro algo, que te llevé para callar a mi madre, sí, además te lo dije antes de ir que te necesitaba para fingir algo en una cena -hablaba

enfadado-, pero lo de no solo ir dos días es porque quería estar contigo, limar asperezas y decirte de una vez por todas que me gustabas y mucho. -Pero es que eras un mujeriego y un putero. ¿Cómo no la iba a creer? -Mira, estoy seguro de que te lo dijo, es más, sé que lo de la cena se lo contaría mi hermana, y que estábamos allí, pues se lleva muy bien con ella. -Vaya, a falta de una hija de puta, van dos -resoplé. -¡Pero me lo deberías de haber dicho! Vaya funeral me has dado -su cabreo era monumental-. Lo de mujeriego ya me toca mucho los huevos, siempre con lo mismo, pero lo de putero... te lo puedes ahorrar, no tienes ni puta idea de mi vida. ¡Basta de juzgarme! -parecía que los ojos se les iba a salir de las orbitas, estaba de lo más cabreado. -¡Joder, sabía hasta lo de la fiesta de tu madre! -¡Como si hubiera sabido el número de vuelo, que no joder, que no me merecía que me hicieras eso, creo que he sido honesto contigo! -¡Lo siento! -¿Qué sientes? ¿Esto? ¿Vas a seguir pensando que soy el hombre que crees, que solo se pierde en las faldas de las mujeres y no tiene corazón, ni sentimientos? -No dije eso... -¿No? ¡Mil veces me lo dijiste! -Me estaba sintiendo mal de verlo tan enfurecido. -¡¡¡Pues lo siento!!! -grité con rabia y rompí a llorar, llevaba mucha tensión dentro y esto había terminado de partirme. -Solo te voy a decir algo, tengo que irme a Escocia, debo cerrar allí algo y estaré hasta el domingo, llevo la maleta en el coche, si quieres venir, tienes cinco minutos para hacer la tuya, o me voy solo. Ni le contesté, me bebí el café de un sorbo y salí pitando a mi cuarto para preparar las cosas, no iba a permitir que se fuera solo y menos, quedarme

aquí llorando y comiéndome la cabeza, ni de broma. ¡Idiota! Eso era yo, una idiota, pero ya cogería el lunes a Noa, esa iba a perder la melena por los pasillos de las oficinas, no sabía a quién se enfrentaba. Salí duchada, preparada y con la maleta en la mano, su cara de enfado no se le quitaba del rostro, anduvo hasta la puerta con mi maleta, que cogió del pasillo, y lo seguí sabiendo que ahora a ver quién era la bonita que le sacaba del enfado. Metió la maleta en el coche y abrió mi puerta para que me montara, al cerrarla dio un portazo que me asusté y todo. -Podrías ser un poco más delicado -dije cuando se montó él. -Lo mismo te digo, Vera -salió con el coche como si estuviera en el Circuito de Montecarlo. ¡Ay Dios! Los cojones los tenía bien puestos y encima estaba enfadado, pero a lo bestia, jamás lo había visto con ese rostro y es que lo entendía, había perdido a su amigo y yo lo había ignorado por completo dos días. Durante el camino puso canciones de Phil Collins, más antiguas que el arroz, pero me gustaba, lo que me producía mucha incomodidad es que no hablaba y tampoco se le quitaba esa cara de enfado que no solo es que se reflejaba, sino cómo se sentía. Dos horas después paramos a desayunar en un bar de carretera, nos bajamos en un silencio cortante que había entre los dos y es que yo ni me atrevía a hablar, estaba Conrad, que echaba humo por la cabeza. Pidió unos sándwiches, unos cafés y salimos afuera a tomarlos. Absoluto silencio, yo hablaba con mi hermana por mensajes e intentaba no mirarlo y es que me daba muy mal rollo verlo así, encima me sentía culpable por creer a la repelente de la oficina. ¡Gilipollas! También estaba claro que tenía razón y más cuando la llamó a ella y lo negó, pero de ahí a que se le quitara el San Benito de mujeriego, no, aunque

ahora estaba claro que tenía motivos para estar así y es que yo, como siempre, la había liado. Continuamos el camino en ese absoluto silencio, aún nos quedaba bastante para llegar a Edimburgo, así que a apechugar con lo que había hecho. Anda que no me quedaba nada y por lo que veía, Conrad tenía para largo con el enfado y era de los que le duraban bastante. Volvimos a hacer una parada casi cuatro horas después a comer algo, en otro de los restaurantes de carretera. Me hizo gracia porque con el enfado ni me preguntó que quería, pidió por los dos, menos mal que yo era de buen comer. -Está bueno -dije rompiendo el hielo, tratando de que entabláramos una pequeña conversación. Pero no, no me habló durante la comida, aquello era como si los cuchillos volaran y tenía la sensación de que, si le decía algo, me iba a contestar de manera que no me iba a gustar, borde y cortante. Una vez de nuevo en camino hacia Escocia, me limité a observar los paisajes, era preferible mirar por la ventana que mirarlo a él, que seguía con esa cara de cabreo que estaba empezando hasta a darme miedo. Llegamos a Edimburgo cerca de las seis de la tarde. Aparcó el coche dentro de un garaje común de un edificio del que tenía el mando y, por supuesto, subimos a un apartamento del que tenía las llaves. Le iba a preguntar si era suyo, pero nada más entrar vi una foto suya en todo el salón, en blanco y negro. Vamos, que estaba claro que este tenía propiedades por toda la geografía. -Voy a bajar a comprar, ve colocando tus cosas en la habitación -dijo y salió por la puerta. A tomar por culo eso de preguntarme si quería ir con él, nada, ahí te quedas, colocas tus cosas y me dejas en paz un ratito, en resumen, así más o

menos. Me senté en el borde de la cama riendo y negando, estaba que me sentía gilipollas y lo peor de todo, es que no sabía cómo iba a arreglar el asunto. Aproveché para llamar a mi hermana y decirle dónde estaba para que al menos se quedara tranquila. Me dijo que tuviera paciencia, que eso no era más que un enfado momentáneo, que se le acabaría pasando y todo volvería a ser como en nuestro viaje. Ojalá Kelly tuviera razón, porque de verdad que necesitaba que volviera el Conrad que había conocido en Marrakech. Coloqué mis cosas en el armario, en uno de los cajones y en el cuarto de baño, pero las de él no me atreví a tocarlas, no fuera a ser que se enfadara y la terminara de liar.

Capítulo 18 Casi una hora después llegó cargado de bolsas, pero cuando digo cargado, es que lo tuvo que acompañar un chico del súper a subir la compra. Lo dejaron todo en la cocina y le dio una propina, antes de que se marchara. Me puse a colocar todo con él, en ese silencio que a mí me ponía de lo más nerviosa. Yo me había cambiado antes de que llegara, y me puse unas mallas ajustadas con una camiseta, él no tardó en entrar a cambiarse y salió con un pantalón de chándal y una camiseta. Descorchó una botella de vino y llenó dos copas, se puso a preparar la cena y yo me senté en esa especie de barra que separaba el salón de la cocina. -¿Te puedo ayudar en algo? -pregunté, temerosa, porque ya me esperaba cualquier cosa de él. -No. Joder, parecía que tenía la respuesta preparada, anda que tardó en contestar, en fin, me sentía castigada. Di un sorbo a la copa de vino y me puse a contemplarlo de espaldas a mí, cómo preparaba todo, ese rostro serio me daba rabia, primero porque sabía el dolor que sentía por lo de Norris y segundo, por la decepción que tenía conmigo. -Vale, sé que me equivoqué y lo siento. ¿Me perdonas? -pregunté a su espalda desde el taburete mientras él seguía a lo suyo. Me ignoró, pero ignorada por completo, ni se giró, ni se pronunció, es como si hubiera escuchado una mosca. ¡Pues sí que me lo iba a poner difícil! Ay, Dios ¿¡Quién me mandó a hacerle caso a esa loca!?

Y lo peor de todo es que estaba atrapada por Conrad, pasó de ser mi enemigo público número a uno, a convertirse en esa persona que solo deseaba tener a mi lado. Puso la mesa y se sentó frente a mí, me miró con el rostro serio y con una ceja un poco levantada, con esa mirada penetrante. -Que aproveche -dijo en tono bajo, firme y mirándome fijamente. -¿Es lo único que me vas a decir en todo el día? -¿Acaso crees que te mereces que te diga otra cosa? -Hombre, es que tampoco soy un ogro. -Un ogro no dejaría de hablarle a una persona en un momento tan duro como el que estaba pasando, por creer lo que cualquiera se atreviera a decirle. -Qué pasa, ¿qué no me lo vas a perdonar? -pregunté ya de manera indignada. -¿Tú me vas a decir a mí cómo tengo que hacer las cosas? -dijo en un tono claro y alto, mirándome con rabia. -¡Tranquilo, que ya no te voy a molestar más, me callo la boca y a sus órdenes! -solté mucho más enfadada que antes. Ni me respondió, puso un gesto de rechazo que me hirió profundamente y pasó de mí. Joder, pues sí que lo tenía difícil, lo que no me explicaba entonces era, ¿por qué cojones me había llevado allí con él? La cena me estaba sentando hasta mal, ni ganas de comer tenía, pero lo estaba haciendo para no hacerle un feo. Madre mía, me parecía a mí que este me iba a tener los cuatro días en un profundo silencio. Tras la cena me senté en el sofá y él se quedó en la barra de la cocina revisando una documentación, así que aproveché para escribir a mi hermana y contarle lo que había sucedió, lo peor de todo es que no paraba de mandarme aquellos "jajaja", que me estaban poniendo de los nervios, y es

que yo no sabía dónde le veía la gracia a lo que me había soltado este en la mesa. Me levanté y me fui hacia la cafetera de capsulas a hacerme un café, sabía que no eran horas, pero me apetecía. Le iba a preguntar si quería uno cuando, al escuchar encender la cafetera, me soltó otra de las suyas. -¿Son horas de tomar café? -¿Tú me vas a decir a mí cuando tomarme algo? -respondí devolviéndole lo que él me preguntó a mí hacia un rato. -Por supuesto que sí -murmuró mientras seguía revisando eso. ¿En serio? ¿Conrad me estaba diciendo eso en serio? ¿Le había sacado acaso un poco su vena árabe? ¡No se lo creía ni él! Me lo hice y por supuesto ni le pregunté si quería, primero porque sabía que no y segundo que, si le apetecía, se lo hiciera con los huevos, dicho rápido. Me volví a sentar en el salón y cogí el móvil para volver a poner al tanto a mi hermana que no hacia otra cosa que hartarse de reír. Juro que por un momento lo vi un acto un poco machista, pero luego no, me di cuenta de que estaba borde y que él no era machista, pero hombre es que parecía que yo hubiera matado a alguien. Solo creí lo que me estaba diciendo una persona con la que además él, había estado. Vale que debí de haber hablado con él, pero de ahí a como estaba... Me quedé muerta al ver que sacaba de un cajón una cajetilla de cigarrillos y se encendía uno, vamos que detrás iba yo. Me levanté y sin pedir permiso, cogí uno, me lo encendí y me volví a donde estaba, que, por cierto, había un cenicero. Por supuesto él me miró inmediatamente porque nunca me había visto fumar, es más no fumaba, pero las otras noches le había cogido a mi hermana y ahora volvía a

necesitarlo, pero vamos, que no sabía yo tampoco que él lo hacía ya que no lo había visto hasta ahora. -No deberías fumar -murmuró sin levantar la vista de aquellos papeles. -Ni tú -solté con un aire de chulería, y es que ya me estaba tocando los ovarios el "Conritad de los cojones". -¿Vas a estar los cuatros días en plan contestona? -preguntó levantando la cabeza con ese aire de querer matar a alguien y mirándome con firmeza. -¿Vas a estar tú en ese plan borde? -¿Te mereces qué esté de otra forma? -¡Qué te den! -le dije con sacada de dedo incluida, y es que se lo había buscado. Ya estaba bien, que no era un florero y me estaba haciendo sentir eso desde que salimos de Londres y eso lo único que me hacía era no entender por qué me llevó con él. -Ya me dieron -murmuro con rabia e hizo un rápido zarandeo con los papeles que tenía en la mano y continuó leyendo. Joder, me la tenía jurada, jamás lo vi así, ni en mis tiempos de enemiga que lo sacaba de quicio constantemente, parecía que no me podía ni ver, pero no, no era eso, realmente su rostro reflejaba rabia e impotencia porque yo lo había decepcionado, pero, ¿cuánto le iba a durar? Yo qué sé, no quería que me hiciera la ola, pero tampoco ese vacío. Me levanté después de fumar el cigarrillo y tomar el café, fui al baño, me di una ducha y me puse un camisón. Decidí acostarme, a ver para que me iba a ir al salón si aquello era peor que un funeral, vamos, a dormir y a esperar que el día siguiente fuera mejor. Bueno, quien dice dormir, dice contar ovejas, maldecirme, resoplar, agobiarme y no dejar de pensar en la que había liado. Lo sentí meterse en la cama por lo menos dos horas después, me hice la dormida, por supuesto, y el muy canalla me dio un beso en la frente,

murmuró un te amo y se echó a dormir. Así tal cual, un te amo. ¡Un te amo! ¿Y ahora quién era la bonita que dormía? Tardé mucho, muchísimo en conciliar el sueño, aquello me iba a volver loca. Por la mañana lo escuché en la cocina, no, no estaba a mi lado. Salí y di los buenos días entrecortado, él me respondió en un flojo murmullo y ni se giró. -Joder, ya es hora de que olvidemos lo que pasó, ¿no crees? -no me respondió y siguió preparando las tostadas-. Mándame a la mierda, dime que te sobro, que me odias, fóllame, pero, ¡haz algo, este vacío no es justo! Se giró, me agarró por las caderas, me levantó para sentarme en el borde de la barra, metió sus manos por dentro del camisón y me bajó la braguita. Se puso entre mis piernas y comenzó a tocar mi clítoris mirándome a los ojos y sin decir ni media. Entre todas las opciones que le había dado, fue esta la que escogió, se había tomado bien la palabra y lo peor de todo es que no podía dejar de estar a su merced. Quería estar con él, sentirlo de alguna forma, aunque fuera de esa tan fría en la que estaba excitándome de aquella manera tan rara. Me apoyé sobre mis manos hacia atrás, sus otros dedos estaban moviendo todo el interior de mi vagina, comencé a gemir con todas mis fuerzas y caí hacia atrás extasiada. Nada, ni diez segundos y ya estaba dentro de mí, agarrado con fuerza mis caderas y sin esperar a que me incorporara, directo al corazón del placer. Apretaba mis pezones con fuerza, causándome un dolor que se contrarrestaba con el placer y se hacía más llevadero, estaba desatado, estaba soltando su rabia en el sexo. Terminó, salió, fue al baño y volvió a seguir preparando el desayuno, eso sí, no medió ni media palabra.

No entendía nada, juro que no entendía nada y lo peor de todo es que empezaba a echar de menos esos días en Marruecos. Desayuné con una tristeza increíble, parecía que mi mundo se estaba desmoronando de la noche a la mañana, aquella sensación no me estaba gustando nada. -Ahora tengo que ir al banco a llevar los contratos, ¿vienes o te quedas aquí? -Voy, te esperaré en alguna cafetería cercana. -Está bien -se levantó e hice lo mismo para recoger todo, es más, me adelanté para fregar, no lo iba a hacer todo él. Él se fue a cambiar mientras tanto, luego lo hice yo, acto seguido nos fuimos hacia la calle, él con su carpeta bajo el brazo. Paró delante de una cafetería. -Quédate aquí, el banco es aquel, ahora vengo. -Vale, jefe -dije en un intento de broma. Me miró fijamente, negó y se marchó. Madre mía, por la noche me dice que me ama, cuando piensa que no lo puedo escuchar, por la mañana le digo que haga algo y entre las opciones está que me folle y coge esa y todo esto sin despeinarse, nada hacía presagiar que me iba a hablar en esos días. A mí lo que me escamaba es que, si yo no era más que un capricho, ¿por qué se ponía así? ¿Acaso era verdad que me amaba? No, no podía ser, aunque lo había escuchado de su boca y parecía sincero, no me lo quería creer. Apareció una hora después, me dio tiempo a tomarme un café, un crep y un refresco. Me hizo un gesto para que nos fuéramos y dejó el dinero sobre la mesa. Ya no traía la carpeta, eso sí, la cara esa de pocos amigos la seguía teniendo intacta, era como un maquillaje permanente, qué barbaridad.

Caminamos un buen rato y entró en una librería, preguntó por un libro y lo había, él sonrío al dependiente como aliviado de poderlo comprar y se lo llevó. Eso sí, se giró para irnos y ya se le puso de nuevo la cara de policía amargado. -Se me está acabando la paciencia -canté murmurando para que se enterara, por supuesto. Nada, tampoco surtía efecto, me estaba ya poniendo nerviosa y, como me terminara de romper la paciencia, ese no sabía lo mal que podíamos terminar. Llegamos a la casa y después de cambiarnos de ropa se puso a preparar la comida, le dije de ayudarlo y me hizo un gesto para que me sentara, así que me comencé a tomar la copa de vino que había servido y cogí un cigarrillo de su paquete. -Conrad, o solucionamos esto, o cojo mis cosas y me voy sola de vuelta ahora mismo. -No vas a ir a ningún sitio -respondió sin volverse y con tono convincente. -Me voy a ir a donde me dé la gana, ya está bien, ni que hubiera matado a alguien. -Me has ofendido, me has tratado mal y has sido injusta -se giró-, y ¿pretendes que se me pase de la noche a la mañana, como si mi corazón fuera de mármol? No eres una cualquiera a la que con no mirarla tengo bastante, eres la mujer que amo. No me pidas normalidad cuando te he necesitado en el momento más duro y no te has dignado ni a escucharme. Me quedé a cuadros, no sabía qué decir, eso había sido una estocada de las que dejan sin fuerzas, sin saber qué contestar, es más, ¿qué se contestaba ante algo así?

Siguió preparando la comida y yo me quedé en silencio, apenada, triste y con rabia de saber que, aunque tuviera razón, ese vacío a mí me mataba. -Pues no entiendo qué hago aquí -solté en voz alta sin querer. -Si aún no lo entiendes, es que tienes un problema muy grande de pensar solo en ti. De todas formas, tuviste la oportunidad de quedarte y quisiste venir a pesar de saber lo que habías hecho, así que deja de preguntarte qué haces aquí y pregúntate qué pasa dentro de tu cabeza. -¿Me estás llamando loca? -Da igual -negó enfadado y con gesto de no poder conmigo, como si no lo entendiera, que lo hacía, otra cosa es que viera todo ya desmesurado cuando se había aclarado, pero él estaba de lo más indignado. Comí a desgana, con enfado, con frustración, con ganas de irme a que me diera el aire y con ganas de mandar todo a la mierda, pero con mucho miedo a la vez de perder a ese hombre que, para mí, conocí en Marruecos. Tras la comida él se echó un rato en el sofá, yo me cambié de ropa sin hacer ruido para irme a dar una vuelta, tenía ganas de llorar sola, de caminar y de maldecir mi comportamiento tras la vuelta del anterior viaje. Salí sigilosamente sin hacer ruido y comencé a bajar las escaleras esperando no escuchar mi nombre, y no, no se dio cuenta, así que salí del portal y comencé a caminar por esa calle que se notaba que empezaba a llenarse ya que era viernes y como en todos lados, la gente salía a tomarse unas cervezas o copas desde bien temprano. Me paré en un estanco y compré un paquete de tabaco, me senté en una mesa y me pedí un vino, comencé a escribirme por mensaje con mi hermana que me decía que me tranquilizara e intentara ponerme en el lugar de él, pero en el fondo se reía de toda la situación, decía que parecíamos dos niños pequeños, pero no veas cómo dolía, a mí me estaba matando de pena. Miré al camarero y le pedí que me rellenara la copa.

-Otra para mí, por favor -escuché la voz de Conrad y me quedé sin aliento, tomó asiento inmediatamente. -Hola -dije con tristeza. -¿Por qué te has ido sin decirme nada? -su tono era un pelín más conciliador. -Me ibas a decir que no iba a ninguna parte. -Bueno, eso te lo dije porque decías que te ibas de regreso a Londres, no te tengo aquí secuestrada. -¿Cómo has sabido que estaba aquí? -Tienes el móvil de empresa, activé el localizador como perdido y me dio tu posición. -Vaya, no había pensado en eso -dije encogiéndome de hombros- ¿Así que puedes saber dónde me encuentro en todo momento? -Es la primera vez que lo hago, no voy espiando a nadie. ¿Estás bien? menuda sorpresa, ahora se preocupaba por mí. -Hasta que no revolee a Noa por toda la oficina, no lo estaré -el camarero trajo las copas. -No se te ocurra hacer eso. -¿Me lo vas a impedir tú? -pregunté con tristeza mirando hacia la copa. -No se merece llevarte a ese nivel. -Pues no me quedaré tranquila hasta que lo haga. -No pienses en eso. -¿Me vas a perdonar por dudar de ti? -Claro, pero no vuelvas a actuar así, coges, vienes, me dices lo que seas y se habla, no puedes tratarme como si fuera una basura de la que te despojas cuando no te gusta. -Me dio mucha rabia y dolor -le dije, pero seguía sin mirarle.

-Pues lo podrías haber arreglado antes cogiéndome el teléfono, no es bonito sentirse apartado sin saber qué pasa, como si todo para ti fuera un juego. -No lo es... -Eso espero. Hubo un silencio y de repente me hizo una revelación que no me esperaba. -He venido hasta aquí para liquidar la parte de Norris a su madre como él dejó puesto en los estatutos de la empresa si le pasaba algo, me encontré con ella en el banco. La empresa era privativa no herencial, en el caso de que faltara uno de los dos se liquidaba a la madre de este la parte proporcional y pasaba a ser ya del que quedara. Y eso hice en el banco, su madre vive aquí y vine a liquidar su parte. -No me lo esperaba. -Pero hay algo más, es sobre Fiona... -No entiendo, ¿qué pasa con ella? -pregunté frunciendo el ceño. -Por eso me daba rabia que Noa hubiera usado a Fiona para enfadarte, ella está esperando un hijo de Norris. Él quería meterla a ella de socia, indudablemente por su trayectoria y cómo trabaja lo será, quiero que al hijo de Norris no le falte de nada. -¿¿¿Norris estaba esperando un hijo de Fiona??? -Sí, y la empresa al no ser sociedad que contabilice para herencia, hice lo que habíamos acordado, pero me encargaré de que tanto a Fiona, como a su hijo no les falte de nada. -Eso te engrandece -dije con tristeza al saber la verdad. Y yo pensando que Conrad había querido llevarse a Marrakech a Fiona. Es que era para matarme, madre mía la que había liado la zorra de Noa, vamos que esa no se libraba de que la llevara por los pelos arrastrada por todas las oficinas, por mis muelas que no.

Nos levantamos para ir a tomar una copa a otro sitio y ahí fue cuando me echó la mano por el hombro y besó mi mejilla. Desde luego que ahora que me había contado todo me sentía una idiota, y es que estaba sintiendo que Conrad, era mucho más que aquel chico mujeriego que se iba con una y con otra. Tenía mucho corazón, ese que a mí me estaba ganando. Tomamos otro vino charlando y desahogándose, contándome cosas que había vivido con Norris, me daba pena el dolor que estaba pasando y que mi otro jefe se hubiera ido tan pronto de este mundo, le quedaba mucho por vivir y es que la vida a veces se comportaba de una forma rara e injusta. Después de esa copa nos fuimos a cenar a un restaurante que él conocía bien donde cenamos una ensalada y unos entrantes espectaculares. Estuvimos charlando durante toda la cena y las muestras de cariño volvían a aparecer en Conrad, se le estaba pasando ese enfado que había pillado conmigo, y con razón. Nos fuimos hacia la casa paseando de la mano, como una pareja, y es que Conrad conmigo estaba siendo todo un señor, fui yo la que por mi estúpida actitud y creyendo a la perra de Noa, lo había sacado de quicio y me había comportado muy feamente. Nos acostamos temprano abrazados, entre besos, caricias y lo hicimos con un sentimiento que me causó hasta ganas de llorar, y no era broma, pero hacerlo mirándolo a los ojos con todo eso que me transmitía, cómo me hacía sentir, era un coctel de emociones que me hacían estar con una gran felicidad por dentro.

Capítulo 19 El sábado por la mañana nos despertamos como dos adolescentes sonrientes entre besos y abrazos, no había mejor despertar que ese y es que con Conrad estaba tan cómoda, tan a gusto, daba igual el lugar en el que estuviéramos, pero era junto a él, donde me sentía bien. Esas muestras de cariño, acompañadas de miradas, nos llevaron a entregarnos de nuevo el uno al otro bajo las sábanas, esas que habían sido testigo de nuestra pasión la noche anterior. Tras una ducha, nos vestimos para después de desayunar poder irnos a pasear por la ciudad. Edimburgo era muy bonito y había que disfrutarlo, aunque estuviera con ese dolor que le hacía entristecer su rostro por lo sucedido con Norris, pero bueno, estaba segura de que poquito a poco iría a mejor. No me dejó ayudarle a preparar el desayuno, y es que me daba rabia porque a mí me gustaba hacerlo, pero a él le gustaba aún más ponérmelo todo por delante, era una batalla que poco a poco tenía que librar. -No se me van a caer las manos por ayudar, ¿sabes? -protesté mientras me tomaba el café y una tostada. -Lo sé, pero aquí eres mi invitada, así que tú no haces nada. -¡Acabáramos! ¿Qué tengo que hacer, invitarte a mi casa para cocinar yo? -pregunté arqueando la ceja. -Es una opción, sí, aunque no te garantizo que te dejara hacer nada. -Lo que me faltaba, ni en mi propia casa. Después de desayunar entre risas nos fuimos a la calle, íbamos de la mano, me llevaba por el hombro, por la cintura, me besaba y estaba súper pendiente de mí. Todo era muy bonito y yo quería disfrutarlo, quería quitarme de la mente lo que hubiera hecho en su pasado y así poder juzgarlo por lo que era

conmigo desde que emprendimos ese viaje a Marruecos. Lo primero que visitamos fue la parte de la ciudad vieja, conocida como el barrio más célebre de todo Edimburgo, donde se encuentra la denominada Royale Mile, que es considerada la columna vertebral del barrio. Esa gran avenida es donde se concentran más museos, tiendas de souvenirs, pubs o artistas callejeros que amenizan el paseo de los viandantes. Por lo que me contaba Conrad, en esa avenida había varios closes, que no eran otra cosa que estrechos callejones donde también había lugares que poder visitar, y estos iban desde el castillo hasta el Palacio de Holyrrood. Inmortalizamos aquella mañana con varias fotos de algunos de los edificios más bonitos de fondo, pero, sin duda, la que más me gustó fue la que nos hicimos delante de la Catedral de St Giles, donde además pudimos entrar para conocer su interior y quedé enamorada, al punto de que por la mente se me pasó una idea alocada. Si alguna vez me casaba tal vez podría ser en este lugar. Las siguientes horas las pasamos disfrutando del majestuoso Castillo de Edimburgo, contemplando la ciudad desde lo más alto de aquella roca volcánica. -¿Te ha gustado? -me preguntó pasándome el brazo por los hombros. -¿El castillo? Me ha encantado. -Me refería a lo que has visto hasta ahora. -Claro que sí, es una maravilla. Las calles tan llenas de vida, la catedral tan bonita... Gracias por enseñarme esta pequeña parte de la ciudad. Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla que recibió con una amplia sonrisa. Continuamos por la Royal Mile y fuimos a comer a una de las tabernas de la avenida, al terminar no pude evitar entrar en una de las tiendas para comprar algún recuerdo, desde imanes para la nevera hasta

platos de porcelana con el castillo pintado a mano. Incluso una pequeña réplica de la catedral que pondrían en el salón de casa. El resto del día lo pasamos recorriendo la ciudad, tomamos café e hicimos alguna compra de ropa, bueno, me la regaló Conrad, ya que no me dejó pagarla e incluso me regaló un bolso que vi en un escaparate de una marca que me encantaba y no dudó en cogerme de la mano, entrar en la tienda y pedirlo. Regresamos justo antes de la cena, queríamos hacerlo en el apartamento, ya que nos habíamos dado un buen trote de calle y es que el día fue largo, pero precioso, como todo lo que vivía a su lado. Esta vez me dejó ayudarlo a preparar la cena, porque me puse cabezona más que nada, que ya estaba él diciendo que no, que me sentara, pero no me daba la gana de que todo lo hiciera él. Así que vivimos un momento de lo más divertido preparando esas pizzas caseras donde la harina por poco llega a casa del vecino. Nos sentamos en el sofá a comer las pizzas mientras veíamos una película de suspense, esa noche tocaba relajarse ya que al día siguiente regresábamos a Londres y eso en el fondo, me entristecía. Nos quedamos dormidos en el sofá después de ver la película, pero estábamos tan a gusto ahí abrazaditos que sin darnos cuenta nos quedamos allí de lo más plácidamente. Fue sobre las dos de la mañana cuando me despertó con cuidado y nos fuimos a la cama. Por la mañana me desperté y comencé a besarlo, no tardó en sonreírme y darme los buenos días entre besos, me encantaba sentirlo así tan cercano, tan cariñoso y atento. Desayunamos y recogimos las cosas, nos esperaba un largo camino por delante, pero precioso y por fin con un buen rollo entre nosotros.

Puso música de fondo y comenzó aquel viaje de vuelta en el que tenía algo claro, y es que nadie iba a volver a poner en peligro aquello tan bonito que estaba naciendo entre Conrad y yo, por lo nuestro sacaría los dientes porque ahora, sí que lo creía. Estuvimos todo el camino contándonos cosas de nuestras vidas, anécdotas, vivencias y todo lo que se nos iba ocurriendo, pero así nos íbamos conociendo un poco más y es lo que parecía que queríamos los dos, saber el uno del otro y compartir todo aquello que había sido importante en nuestras vidas. Hicimos una parada para comer en un precioso lago en un entorno maravilloso, agarró mi mano por encima de la mesa y me dijo algo que por poco me hace desmayar ahí mismo. -Quiero que esto sea el comienzo de algo duradero y bonito, quiero que me des la oportunidad de enamorarte y demostrarte que esto va en serio tenía sus ojos estaban clavados en los míos y yo no sabía si reír o llorar. -¿Enamorarme? ¿Aún no se nota el grado de gilipollez que tengo desde Marruecos? Jamás pensé que sentiría algo así en tan poco tiempo, puede que me equivoque arriesgándome con algo en lo que no confiaba hasta hace unos días que, poco a poco, cambió mi percepción sobre ti y sí, me quiero arriesgar y si me estampo, me estampé, me quedaré con lo vivido que es lo que siento cuando estoy contigo y si no me estampo es que tenía razón en verte ahora de otra manera a la que pensaba. Quiero todo lo que desees. Quiero vivir esto, quiero confiar en que lo que veo en ti es sincero y ahora lo siento así. -¿Ya no soy un putero? -Arqueó la ceja aguantando la risa. -Eres un ex putero -reímos. -No quiero que vuelvas a hacer caso a Noa en nada de lo que te diga.

-Tranquilo que está todo controlado -mentí aguantando la risa y es que Noa a lo más mínimo se comía el suelo, esa no me conocía. -Eso espero, que nada nos robe la paz. -Descuida que, si me vuelvo a enterar de algo, voy a tu despacho, te monto una fiesta de la buena y luego me explicas. -Eso es, descarga la rabia, pero contándomelo. -Vale -le saqué la lengua y sonrió. Tras esa preciosa comida en la que me abrió su corazón, proseguimos el camino, con sus caricias en mi mano, con sus miradas de reojo, con esas sonrisas que me lo decían todo. -Hemos llegado -me dijo parando el coche frente a mi casa. -Sí. -Pero no es un adiós, ¿de acuerdo? -dijo acariciándome la mejilla. -De acuerdo. -Vera, te lo dije en serio, quiero que esto sea el comienzo, quiero que estemos juntos. No dije nada puesto que estaba convencida de que acabaría llorando como una idiota, ya sentía las lágrimas queriendo salir. Asentí, salimos del coche y me acompañó hasta casa. Nos despedimos en la puerta con un abrazo y un beso precioso, quedando en vernos al día siguiente en las oficinas y es que me lo dijo en un tono que me entró un cosquilleo increíble, ya me veía como la novia del jefe.

Mi hermana me esperaba para que le contara todo con pelos y señales, eso sí, seguía a carcajada limpia recordando las cosas que me habían pasado y que le iba contando por mensajes. Me fui a dormir con la sensación más bonita del mundo y es que había algo muy fuerte en mí, que me hacía sentir que Conrad era todo lo que siempre había buscado.

Capítulo 20 Me desperté feliz antes de que sonara la alarma del móvil y es que tenía un gran motivo para estarlo. ¡Iba a ver a Conrad en el trabajo! ¿No era eso tener suerte? Llegué a las oficinas y me crucé con Fiona, la saludé como si no supiera nada y me metí en mi despacho, ni cinco minutos y apareció Noa. -¿Qué quieres? -¿Sabes que Fiona está esperando un hijo de Conrad? Pero él no quiere nada con ella, lo van a llevar en secreto. De esta no se libraba, puse cara de incredulidad y pena mientras me levantaba y, cuando llegué a su altura, la cogí de la coleta y comencé a arrastrarla hasta la oficina de Conrad, vamos, que se tiró al suelo para armar el escándalo y la arrastré sin piedad. De lejos escuché gritando a Julia y Sheila, las limpiadoras, pidiéndome por favor que la soltara, sé que lo decían por mi bien, pero por mi bien esta iba a llegar al despacho de Conrad a rastras, por mis muelas de mi alma. -¡Loca, que estás loca! -gritaba Noa y Conrad apareció saliendo de su despacho. -Vera, suéltala por favor -me pidió con ese tono de súplica. -Aquí te la traigo para que te diga lo que fue a decirme a mí al despacho. La solté, pero me puse de forma que no pudiera salir y se levantó muy enfadada. -Esta me la tiene jurada -le dijo a Conrad-. Yo no he dicho nada. La volví a coger por la coleta y se metió por medio Conrad. -Noa, recoge tus cosas, estás despedida. -No puedes... -Ya lo hice. -¡¡¡Te voy a demandar!!!

-Pagaré gustoso tu despido, vete de aquí. Esa mujer comenzó a soltar una serie de cosas por su boca que no la entendía ni Dios, pero rajaba para todo el mundo, hasta dijo de mí que yo cobraba por acostarme con hombres. ¡Para alucinar! Fiona salió asustada y preguntando qué estaba pasando, le dije que se tranquilizara y le expliqué lo que me había soltado, tanto Conrad como ella negaron incrédulos por lo malísima que era. Me comencé a quitar los pelos de la mano, esos de la cabeza de aquella loca que me tenía hasta el mismo, menos mal que ya de esta se iba a la calle. Qué paz mental me iba a entrar, por favor. -¡¡¡Vera es una puta!!! -escuché chillar a Noa, mientras recogía sus cosas y salí corriendo hacia ella. Otra vez la cogí por los pelos y sentí por detrás a Conrad haciendo que la soltara y a Fiona pidiéndome por favor que la dejara ya irse. Conrad me cogió en brazos literalmente y, mientras le decía a ella que tenía dos minutos para irse, me llevó a su oficina. -¿Te vas a relajar ya? -¡Pero bueno, que me ha llamado puta! -No eres ninguna puta, así que no te tienes que poner así. -Me dijo que el hijo que esperaba Fiona era tuyo. -Es una sinvergüenza y si fuera mío daría la cara, no soy ningún niñato, pero bueno, como ya sabes es de Norris. -Ya lo sé y por eso la traje hasta aquí para no volver a liarla. -Me alegro, pero no tenías que traerla por los pelos -negó riendo. -Lo que la debería de haber dejado era sin dientes -resoplé. -Anda, prepararé dos cafés -me dio un beso con un abrazo y se fue para la cafetera de su despacho.

Me tomé el café con él, entre miradas y sonrisas de complicidad, me dijo que a la salida me invitaba a comer y yo, bueno yo más feliz que una perdiz, le di un beso y me fui hacia mi despacho. Noa ya se había ido dejando un cartel en grande que decía que "Vera se follaba al jefe a cambio de dinero" y remataba con la palabra puta. Las limpiadoras lo quitaron y Fiona me dijo que no hiciera caso a ello, por supuesto que no lo iba a hacer ya que yo no era eso que mencionaba la loca esa que por fin ya iba a estar lejos de nosotros. Me puse a trabajar pensando en todo, pero feliz de saber que me iba a comer con mi Conrad y es que era mío y por él mataba, lo tenía claro. A la hora de la salida pasó por mi despacho y con un guiño me hizo el gesto de que nos fuéramos y eso hicimos. Dejé mi coche aparcado donde estaba y me subí al de él, que estaba en el aparcamiento del edificio, ya que ahí no solo tenía las oficinas, también vivía. Nos fuimos a comer a un restaurante italiano y ahí me dijo que el fin de semana quería llevarme a un sitio chulo, me quedé como en una nube, otra vez me iba con mi jefe por ahí. Lo veía muy atento conmigo, feliz, con brillo en sus ojos y eso era lo que me hacía sentir segura, sin miedos y con un montón de fuerzas para luchar para que aquel hombre afamado por sus líos de faldas, se convirtiera en mi todo para los dos poder ver la vida en la misma dirección. Esa semana fue preciosa, el martes comí en su casa y pasé la tarde con él, el miércoles lo mismo, así cada día hasta el jueves por la noche que ya sabía que al día siguiente me iría con él a otro de esos sitios misteriosos, aunque me dijo que tranquila, que nada de volar, ni de pasaporte, ni mucho menos perder el tiempo en horas de coche, así que sabía que sería cerca, al menos aprovecharíamos más el fin de semana.

Capítulo 21 Esa mañana del viernes Conrad me recogió en la puerta de mi casa bien temprano, pensé que íbamos a ir directos para trabajar antes de irnos, pero no, me susurró al oído que en ese momento comenzaba nuestra escapada de fin de semana. Fuimos a un polígono de las afueras de la ciudad y mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que dejaba el coche allí y nos íbamos en una autocaravana que había alquilado. -¿En serio? -pregunté cuando nos montamos en ella después de meter las bolsas en la parte de atrás. -Totalmente en serio -la arrancó. -¿Y dónde se supone que nos vamos? -reí negando. -A donde queramos, con este alojamiento a cuestas tenemos la libertad de ir a cualquier parte de Gran Bretaña. ¿Algún sitio en especial? -Siempre soñé que la primera vez que me montara en una autocaravana, lo haría para recorrer las Highlands... -Pues allá vamos, además, las conozco bastante bien y te llevaré a unos lugares que te encantarán. -¿En tres días? -No hay prisa por volver, sabes que tenemos cerradas casi todas las inversiones del semestre y que los arquitectos están en ello, así que podemos tomarnos unos días... -Joder, me van a odiar en las oficinas. -No, nadie osaría hacer eso -me hizo un guiño. -Una cosa, esto me lo estoy viendo venir, así que para de nuevo debajo de mi casa y cojo algo de ropa, que llevo para dos días -reí. -Ya compraremos en los pueblos que paremos, te debo tres mil libras soltó una carcajada.

-Eso también es verdad -bromeé, era obvio que ni yo las iba a coger ni él me las iba a dar, pues sería de muy mal gusto. Llamé a mi hermana que se vio que podía atenderme en ese momento, además lo puse en manos libres y le dije que me habían raptado y que no sabía cuándo volvería, se echó a reír, igual que Conrad, mi hermana me dijo que así daba gusto, toda la casa para ella y tan tranquila. Comenzamos un precioso camino en el que los dos estábamos de lo más emocionados, hicimos una parada para tomar un café en la cocina de la caravana que estaba provista de todo, se había encargado de pedir todo lo que quería de comida, bebida y hasta una cafetera de capsulas. Continuamos la ruta hasta la que consideró la parada perfecta para comer y no muy lejos, a cuatro horas y media de Londres, en Liverpool. Dejamos la autocaravana a las afueras y cogimos un taxi para el centro de la ciudad donde comimos unas hamburguesas con patatas y luego entramos a una tienda de ropa para comprarnos un par de pantalones y camisetas. Me encantaba la manera de improvisar que tenía con todo. Continuamos la ruta hasta Glasgow, allí llegamos como a las nueve de la noche pues habíamos parado a tomar algún que otro café y fumarnos un cigarrillo, la ocasión lo merecía. Nos quedamos a las afuera de la ciudad, no se nos había perdido allí nada y queríamos respirar aire puro, así que nos dimos una ducha, nos pusimos los pijamas y preparamos una cena en aquella cocina que, pese a ser pequeñita, no le faltaba detalle. Hicimos unos sándwiches de pollo y abrimos un paquete de patatas chips, con un vino y estábamos los dos en la gloria. Estábamos sentados en el sofá rinconero que valía para todo y había una buena mesa, vamos es lo que había para la cocina y salón, pero era cómodo y además al frente y arriba estaba la tele.

Era todo tan bonito a su lado que estaba como flotando en una nube, además era atento, correcto, predispuesto. ¡No tenía ni un fallo! Nos quedamos ahí un buen rato y luego nos fuimos a la cama, me hacía gracia porque era redonda, no me la esperaba así, pero era amplia. Aquella habitación era una pared entera de armario, la cama y dos tablitas en cada lado a modo de mesitas de noche, pero de estantería. Lo hicimos, como no podía ser de otra manera, entre sonrisas, fogosidad y esos sentimientos que se acrecentaban por instantes... Me encantó esa sensación de despertar con la casa a cuestas, nunca mejor dicho, aquel primer café de la mañana sentada en los escalones de la caravana y mirando hacia la naturaleza, fue un soplo de aire fresco para ese comienzo de nuevo día. Conrad disfrutaba también de esa paz y ese café que sostenía en sus manos mientras leía las noticias en el móvil, y es que él sin ver la actualidad no era persona. Continuamos la ruta después de casi una hora entre cafés y croissants, ilusionados por esta nueva aventura que nos hacía sentir apartados del mundo, siendo solos él y yo, con nuestra historia, esa que jamás pensé que podía surgir entre dos polos tan opuestos. Dos horas y media después, estábamos en Fort William, un precioso pueblo costero de las tan adorables Highlands, donde puedes divisar los paisajes más impresionantes que puedas ver en toda Escocia. Aparcamos a pie del Lago Linnhe, donde se podía ver la montaña de Ben Nevis, una pasada de lugar en el que pensábamos pasar el día sin movernos ni siquiera para ir al pueblo, eso lo haríamos al día siguiente por la mañana, ahora queríamos disfrutar de ese paraje que teníamos ante nosotros. Le pedí a Conrad que se fuera a tomar por saco un rato y me dejara cocinar, así que sirvió dos copas de vino y me dejó una en la cocina, él se

fue hacia afuera a preparar una mesa plegable con sillas para comer en el exterior, incluso desplegó el toldo que venía en la caravana y en un momento teníamos montada la terracita, me encantaba cómo le daba magia a todo y cómo conseguía sorprenderme. A la una ya estaba lista la comida, una ensalada con quesos y nueces, una tortilla española con patatas y unos bocaditos de pollo con bechamel. Me senté junto a él en aquel rinconcito que había preparado mirando hacia esa naturaleza salvaje que era una auténtica joya para la vista, sentía que, aunque todo aquello era de paso, me iba a quedar con tantas cosas bonitas en las retinas, que iban a ser difícil olvidarlas. Con él me podía pasar las horas charlando y sintiendo como mariposas en el estómago cuando me acariciaba, o me hacía uno de esos gestos que hasta conseguían enrojecer mis mejillas. Tras la comida puso una manta sobre el suelo y nos echamos ahí un buen rato, mirando hacia el cielo y así nos quedamos hasta dormidos por lo menos una hora. El día fue de lo más relajado y estuvimos ahí sin necesidad de ir a ningún otro sitio. Al día siguiente sí, nos levantamos y nos fuimos a pasear después de un largo desayuno. Aparcamos a la entrada de Fort William y nos adentramos en esa ciudad de no más de diez mil habitantes. Estuvimos paseando, tomando una cerveza, comiendo en un bar de esos típicos de las Highlands, y es que aquello era una preciosidad a la que venían muchos visitantes de todo el mundo. Compramos unas botellas para llevarnos a la caravana, además a Conrad, se le antojó una de un buen whisky escocés y estuvo un rato decidiendo cuál

mientras yo aguantaba la risa pues se ponía de lo más interesante, yo como no entendía... Volvimos a irnos hacia las afueras, a pie de lago, aparcamos en otro sitio para tener otra perspectiva y ahí comenzamos a charlar y tomar una de las botellas de vino que había comprado. Tas la cena se tomó unos chupitos de ese whisky, yo no, porque si rebujaba habría que recogerme del suelo. Ya eran constantes los "te amo" que salían de sus labios, me encantaba escucharlo susurrado en ese tono tan mágico que él sabía darle y es que lo sentía, no podía ser mentira, me elegía como su mejor opción y eso no se hace con cualquier persona. A la mañana siguiente nos levantamos y, tras el desayuno, reanudamos el viaje hasta Inverness, allí llegamos pronto, no había ni dos horas de viaje. Aquel lugar era el corazón de las Highlands, directamente ese primer día lo íbamos a pasar a los pies del Río Ness, el cual fluye del norte del Lago Ness, donde se dice que habita Nessie, un animal legendario y misterioso del que siempre se habló, había quién lo creía y quién no. Ese día lo comenzamos fuerte, ya que fue parar allí y empezar a tomar cervezas, así estuvimos todo el día, es más, a mediodía pusimos patatas, sándwiches rápidos y ni cocinamos. Estábamos de lo más a gusto ahí tomando y charlando, hasta que por la tarde tenía una encima, que me salía del pellejo. -Te quedas mirando fijamente al lago continuamente. -Estoy buscando a Nessie -dije refiriéndome al legendario monstruo. -¿Crees que existió? -Buenooo, pues claro, tuvo que ser así de impactante para que mil y pico años después se siga hablando sobre ello e incluso hasta ahora hubo avistamientos. -¿Como los OVNIS? -aguantó la risa.

-No te rías de mí -le señalé con el dedo-. Por supuesto que creo en los OVNIS, yo creo que vi algunos, lo que no estoy segura es si era eso o estrellas fugaces -soltó una carcajada tranquila. -No me río, pero de verdad no me esperaba que te creyeras lo del monstruo. -Tú es que la tienes tomada con los escoceses -di un trago a la cerveza. -¡No! -rio negando- ¿Qué tiene que ver eso? -Que si tiene un monstruo pertenece a Escocia. -Te está sentando fatal la cerveza -reía. -Pues no tan mal cuando no veo que pares de reír -volteé los ojos. -Tienes razón, tienes razón, pero no hay monstruo, te lo digo yo. -¿Te gusta joder las ilusiones de la gente? -Puse cara de enfado y una mano en cada cadera. -¿Qué ilusión puede hacer que haya ahí un monstruo que puede liar lo nunca visto? -Es un monstruo bueno -resoplé. -¿Un monstruo bueno? ¿Desde cuándo los monstruos son buenos? -Pues como tú, antes de mí eras un monstruo y ahora conmigo eres bueno. -¡Ay la leche! Lo que me faltaba por escuchar -se puso la mano en la cabeza y yo no podía parar de reír. -Eras un mujeriego. -¿Y qué malo tiene eso cuando eres soltero y nada que te lo impide? -Nada. -Entonces, ¿por qué se supone que era un monstruo? -Porque todo lo que veías te lo comías -pensé que me orinaba encima. -¿Así me veías? -Un monstruo en forma de tornado... -¿Y ahora por qué lo de tornado?

-Porque arrasabas por donde pasabas -dije llorando de la risa. -Hoy estás fatal, te lo digo yo. -No peor que tú, antes de mí. -¿Así que yo antes de ti era un Conrad y ahora soy otro? -Por supuesto, ahora no se te nota lo de putero. -No era tanto como dices, quizás ni una cuarta parte, no he salido mucho y en rara ocasión quedo con nadie, alguna de vez en cuando, pero poco más. Todo es una leyenda. -Sí claro, y yo me chupo el dedo. -Cuéntame qué es lo más impactante que te pasó con algún hombre. -¿Más impactante que el que me ofrezcan ir a una cena, me paguen por ello y me vea envuelta por un viaje al corazón de Marrakech, a los pies de una duna en el desierto continuando con otra tournée por Edimburgo, para luego verme con ese mismo hombre en un paseo por las Highlands buscando al monstruo del Lago Ness? -nos echamos a reír. -Lo más impactante antes de mí -me copió con la frasecita. -Bueno no recuerdo nada impactante, pero sí algo gracioso. -Cuenta... -Pues una noche quedé con un chico que me gustaba y me invitó a tomar algo, el lugar era oscuro, de música muy relajante, no era un prostíbulo ni nada parecido, pero vamos, que era un sitio que desprendía sensualidad. -¿¿¿Rutterdom??? -preguntó con una cara de sorpresa que era para verlo. -Luego dices que no eras un putero. Joder cómo te conoces los sitios. -Sigue, era para ponerme en la escena. -Pues estábamos en la barra, en la parte lateral que lleva al almacén. -Se cuál es. -Nos comenzamos a liar y fue al baño, luego volvió de lo más cariñoso agarrándome por detrás y seguimos con esos besos cuando de repente

escucho "¡¡¡Vera!!!" Y cuando miro bien era el chico viéndome liarme con otro, otro que yo pensaba que era él y cuando lo miré me puse las manos en la boca. A hostias acabaron los dos y yo mientras tanto escapando, fuera del local, para coger un taxi y pirarme a mi casa, no lo volví a ver más... -¿No notaste nada raro? -Sí, olía mejor, pero como había ido al baño pensé que se había echado algo -no podíamos dejar de reír. -Cuéntame más cosas -entró corriendo a por otras dos cervezas fresquitas y dudé si seguir o no, lo mismo hasta cambiaba la percepción de mí y ahora la monstrua iba a ser yo. -Conrad -dije cuando me dio la cerveza- ¿Nunca has hecho una orgía o un trío? -El alcohol me estaba ayudando a hacer de periodista de investigación. -¿No eras tú la que me ibas a contar algo más? -Te toca responder a algo, yo te conté antes lo del pub ese. -Bueno, alguna vez que otra hice algo -carraspeó. -Cuenta, cuenta... -reí frotándome las manos. -¿De verdad lo quieres saber? -Claro, cuenta sin miedo. -Un par de veces hice un trío y en otra ocasión estuve en una fiesta que se fue de madre y terminamos allí todos despelotados, pero bueno, son cosas que las hice porque no estaba con nadie, aunque tampoco las necesito. ¿Y tú? -Yo, ¿qué? -Me hice la tonta. -¿Hiciste alguno? -Arqueó la ceja. -Yo... -carraspeé- Una vez. -Una vez, ¿qué...? -se le escapó una risilla nerviosa. -Hice un trío -reí recordando aquel día y la vergüenza que me daba confesarlo.

-¿Con dos chicos? -Sí... -¿Y? ¿Cómo ocurrió? -Eres un cotilla -reí-. Pues quedé con dos amigos de la facultad para estudiar, ellos compartían piso, me iba a pasar el fin de semana allí con ellos y ahí entre estudios, cervecitas y risas, pasó. -¿Te gustó? -Me lo pasé bien, pero bueno, no es una situación que yo haya querido buscar más, aquello pasó de forma puntual y porque el momento fue ese, pero nada más. -¿Solo fue esa vez? -Bueno, ese fin de semana fue el único, pero lo hicimos un par de días. -Repetiste. -Repetí el sábado... -Arqueé la ceja. -¿Y te lo hicieron por detrás? -Se sentó detrás de mí y me rodeó con sus brazos. -No, el primero que me tocó por ahí fuiste tú con aquel baño en Marrakech. -Me alegra saberlo -metió la mano por debajo de la camiseta y apretó mi pecho mientras me mordisqueaba el cuello-. Si yo te propusiera un trío... ¿Lo harías? -Depende, pero no sé si sería capaz, contigo hay sentimientos. -Solo sería sexo... -¿Me lo estás intentado proponer? -pregunté con la respiración agitada provocada por su otra mano que ya estaba por dentro de mi braguita acariciando mi zona húmeda. -No, pero no lo descarto, me gustaría verte en esa situación.

-¿Te gustaría ver cómo otro hombre me lo hace? -gemí cuando sus dedos aceleraron. -Me gustaría verlo, sí y ver también qué siento yo. -Me estás asustando. -No te pondría en cualquier mano... -Conrad -dije casi sin poder respirar y llegué al orgasmo. Menos mal que en esa parte de la orilla solo estábamos los dos, aun sobre ese mantel y de ahí nos fuimos adentro a ducharnos. Aquello me había dejado un poco en shock, por un lado, sentía que lo hacía como una prueba y por otro, por querer que hiciera con él lo mismo que hice en el pasado, no sé si me explico, pero eso me ponía nerviosa y esperaba que hubiera sido por las cervezas que habíamos tomado ese día. Lo hicimos en la ducha, en ese minúsculo espacio, pero con esa pasión que nos caracterizaba a los dos, luego nos preparamos unos cereales con yogurt y nos fuimos a dormir. Esa noche me quedé dormida mientras caía en la cama, eso de beber tanto me había dejado ya en otra dimensión.

Capítulo 22 Me levanté con resaca y fui hacia la cocina, ahí estaba él que sonriendo me dio una pastilla y un zumo de naranja. -Me quiero morir... -No, siéntate en el sofá que te pongo el desayuno, pero aquí no muere nadie más -me miró a modo de riña con una media sonrisa. -Bueno, tú ya me entiendes... -Lo hago, pero como te digo -señaló al sofá-, a sentarte y a desayunar. -¿Cuál es el plan de hoy? -Cogí un bollo que había en la mesa. -Nos vamos a la Isla de Skye. -Joder, no me lo esperaba. -Pues allá vamos, con esos paisajes estaremos de lo más felices aparcados en cualquiera de sus rincones. Me encantaba la Isla de Skye, había estado una vez de viaje de fin de curso y se me quedó grabada en la retina. Volver y encima de la mano de Conrad, como que me causaba una especial ilusión. Además, esa isla era la más conocida de las Highlands, sobre todo por sus ciudades y esos paisajes que ofrecía, aquello era una maravilla sobre la faz de la tierra, además estaba ligada a su increíble historia. Comencé a acordarme de la conversación de la noche anterior con Conrad, me quise morir, estuvimos hablando de tríos e incluso me dejó entrever que le gustaría hacer uno conmigo, ¿en serio? ¡Ay, Dios!, que la tierra me tragase antes de que eso sucediese. Noté cómo me sonrojé mientras lo pensaba y hasta Conrad se dio cuenta. -¿Qué te pasa? -Nada, ¿por? -Te cambió el semblante y me miraste a la vez que te sonrojabas -arqueó la ceja.

-No te miento, me acordé de la conversación de ayer -volteé los ojos. -¿Cuál? Estuvimos todo el día hablando -sonrió. -La de los tríos y creo que se quedó algo en el aire y no, no haría un trío reí nerviosa. -Sí lo harás -dijo muy seguro y me hizo un guiño. -¿Me vas a obligar? -No, tú te dejarás llevar. -No lo estás diciendo en serio, ¿verdad? -Sí, totalmente -sujetó la taza de café para dar un trago. -¡Ah, pues conmigo no cuentes! A mí a la vuelta me dejas en mi casa y hasta que no se te quite eso de la cabeza, no me saludes ni en el trabajo -reí. -¿Y quién dijo que te vaya a dejar en tu casa y no te vaya a llevar a vivir conmigo a la mía? -Un cosquilleo recorrió mi estómago. -¿A vivir tú y yo juntos? -Lo señalé a él y luego lo hice conmigo. -Ajá. ¿No te arriesgas? -¿Arriesgar? -reí. -Sí, quiero que te vengas a vivir conmigo... -Necesito otro café -le acerqué mi vaso mientras él se levantaba a preparármelo. -Eso creo que es un sí. -Échame el café y procura que no me dé un desmayo -reí. ¿Vivir con él? ¿En serio? No sabía si estaba bromeando o no, pero... -Entonces qué, ¿te vienes a vivir conmigo? -preguntó de nuevo cuando se sentó poniendo mi café sobre la mesa. -¿Tú estás seguro de lo que estás diciendo? -Yo solo sé que cuando estoy contigo mi mundo se viste más bonito, soy más feliz y quiero vivir permanentemente en este estado.

-Joder quieres un trío y que nos vayamos a vivir juntos. ¿Tú te entiendes? reí. -Lo del trío lo resolveremos en la isla, y lo de ir a vivir juntos cuando regresemos. -¿Cómo que en la isla? -abrí la boca asombrada por lo que me acababa de decir. -Tranquila, está todo controlado. -¿Cómo que controlado? -pregunté incrédula a lo que estaba escuchando. Sonrió y pasó de mí, se levantó, se preparó y lo seguí, no soltaba ni prenda, pero a mí esos misterios me ponían de lo más nerviosa. Comenzamos el camino hasta la Isla de Skye, a la que llegaríamos antes de comer, estaba cerca, menos de tres horas de camino. El trayecto lo hicimos cantando, riendo, me acariciaba la pierna, me hacía algún que otro guiño y yo lo besaba en la cara, me encantaba el bonito momento que estábamos viviendo. Eso sí, esperaba que lo del trío en esa isla fuera una broma de él, vamos me daría un soponcio de verme en una de esas guisas con Conrad, es más, creo que ni podría. Llegamos a la Isla de Skye y cuál fue mi sorpresa, que fue directo a una de las tierras en las que había un castillo y aparcó ahí, no tardó en salir a recibirlo Logan, un highlander jefe de esas tierras y perteneciente a un antiguo clan, ese resumen me lo dijo cuando nos adentramos en la finca, yo me quedé a cuadros. Logan era simpático, se abrazó con Conrad y luego me dio un beso en la mejilla con mucha efusividad mientras agarraba mis hombros, como si me conociera de toda la vida. El chico era un escocés bastante guapo, rubio, ojos castaños y un cuerpo bastante curtido de hacer deporte, eso se notaba.

Nos hizo pasar a la terraza trasera de la casa, un imponente porche de por lo menos cien metros cuadrados donde había un sofá de jardín impresionante en forma de L y una mesa gigante de madera, era un rincón alucinante. No tardaron en traer una botella de vino y unos aperitivos, se veía que Logan era un buen amigo de Conrad y charlaban amigablemente, eso sí, me hacían participe, pero yo estaba un poco cortada, no lo conocía e intentaba hablar lo menos posible para no entrometerme mucho. Un rato después y que ya me había bebido una copa e iba a por la segunda, me puse a hablar con ellos ya que se dirigían mucho a mí, hablábamos de cómo estaba la cosa en Londres, los trabajos y tal. Él, contaba que todo en las tierras estaba igual, que vivía muy feliz y tranquilo ahí, que aquello era vida. Una señora del servicio nos trajo la comida un rato después, nosotros seguíamos tomando vino y decía que le había hecho muy feliz la llamada de él esa mañana, o sea, que Conrad mientras yo dormía, le avisó de que veníamos, pero vamos eso lo había yo supuesto. Me sorprendió que le contara que nos íbamos a vivir juntos, es más, un rato después cuando ya estábamos bien de vino le contó hasta cómo me enamoró en sus tierras marroquíes. Logan reía y nos felicitaba, decía que le dábamos muy buena vibra y que se alegraba que nos fuera así de bonito, que estaba seguro de que, aunque fuera todo muy rápido, nos iría bien. Más tarde nos fuimos a duchar, pero en la casa, nos brindó una habitación para esa noche, aunque era temprano, y después iríamos a seguir la juerga en las bodegas de Logan. Primero me duché yo mientras Conrad hacia unas llamadas y luego él, cuando salió bajamos para ir a la bodega donde ya estaba Logan esperándonos.

-Espero que esta noche te dejes llevar por lo que pase... -besó mi mejilla y abrió la puerta. -Conrad, espero que sea broma -mi tono sonó a preocupado. -No pasará nada que no quieras que pase, pero sí que, si ocurriera algo, me gustaría que te dejaras llevar, eso sí, eres libre de hacer lo que quieras. -Conrad, no, te lo aviso ya. -Pasará lo que tú quieras que pase. Yo me iba a cagar en mi vida, reconozco que no es que me horrorizara esa idea, si fuera con una tía me negaría por completo, aunque fuera egoísta y es verdad que Logan no tenía desperdicio, pero me imponía mucho hacer algo frente a Conrad y que no fuera solo con él, yo lo amaba y no me veía en aquellas locuras que años atrás hice ese fin de semana con mis compañeros de facultad. Menos mal que aún tenía el puntito del vino, así que cogí aire y de su mano fuimos hasta las bodegas que tenía al otro lado de las tierras, cuando llegamos me quedé alucinando. Aquello era una preciosidad todo en madera, con juego de dardos, mesa de billar, barra de bar, cientos de botellas en la pared de piedra y sujetas cada una con una especie de semicírculo de madera. Aquello era alucinante y de fondo sonaba música celta, parecía que estaba en otro mundo. Sirvió tres copas de un vino espumoso que estaba riquísimo, nos pusimos alrededor de la barra a charlar y comenzó a contar que la bodega fue el lugar que más le costó decidir cómo lo quería y que todo fue hecho al milímetro, la verdad es que era una pasada. Puso sobre la barra unos quesos, patatas chips y un poco después, llamaron a la puerta y salió Logan a recoger unos canapés que tenían una pinta buenísima.

Estuvimos picoteando y charlando, el vino hacia estragos y Logan era un tipo muy gracioso, me estaba empezando a caer muy bien y me sentía muy cómoda a esas alturas, lo mejor de todo es que no paraban de bromear y yo los pillaba, nos echamos muchas risas. Comenzamos a contar cosas y me tuve que reír mucho, ya había averiguado que en la orgía que estuvo Conrad, lo hizo Logan y me estuve riendo media hora. -Ella se ríe, pero hizo una y no nos invitó -soltó y lo miré con ganas de matarlo. -No os conocía, pero vamos ni me hubiera atrevido con vosotros dos -solté una carcajada nerviosa y resoplé negando-. Además, era más joven y estaba más loca -volteé los ojos. -¿Tan malos parecemos juntos? -preguntó Logan, sirviendo otras tres copas. -Digamos que no me la jugaría. -¿Segura? No sabes lo que te perderías. -Bueno, Logan, no me perdería nada que no fuera buscado, así que no te me pongas chulo -bromeé mirando a Conrad, que me hacía un gesto que entendí como que me dejara llevar. -¿Y a qué temes si te lo puedes pasar bien? -preguntó Logan con ese aire seductor. -¡Me estáis poniendo nerviosa! -Pues queremos todo lo contrario, relajarte y que lo pases bien. -Conrad, tú te callas -dije riendo. -Pues nada, que te convenza él -sonrió dando un trago. -A mí dejadme, que ya me distraigo yo solita -reí. Nos fuimos al gran sofá con esa mesa gigante a seguir tomando vinos. No sé si fue casualidad o hecho por ellos a conciencia, que yo quedé en medio

y me entró un ataque de risa nerviosa. -Confía en nosotros. ¿Ok? -dijo Logan tomando mi mano. -Os estoy viendo venir y me estoy poniendo muy nerviosa -resoplé riendo. -Lo sé, relájate, siéntate aquí y nos miras de frente -señaló a la mesa. -Sí, mejor, así os tengo controlados -resoplé. Me senté sobre la mesa y me quité las deportivas, puse los pies entre medias de los dos y los miré riendo. Seguimos hablando un buen rato cuando vi que Logan, puso la mano en mi rodilla y la comenzó a acariciar mientras me hablaba, un cosquilleo recorrió mi cuerpo. Conrad me hizo un guiño y contuve el aire, sabía que iba a pasar y el vino me iba a ayudar bastante, para qué mentir, hasta me apetecía verme envuelta en ese momento. Logan se echó un poco más hacia el lado para quedar en el centro mío, es más, pasó mi pierna para el lado para quedar justo en medio, miré a Conrad y me hizo un gesto de afirmación que entendí a la perfección. Metió las dos manos por debajo de mi camiseta, una a cada lado y me hizo el gesto de que levantara un poco el culo, bajó los leggins que llevaba y con ellos también mi braguita, sentí un calor recorrer todo mi cuerpo, una mezcla de vergüenza y de excitación. La camiseta estaba dejada caer por encima, pero yo estaba abierta ante Logan que estaba justo entre mis piernas sentado, a un lado Conrad con esa sonrisa y ojos de excitación atento a todo. Logan dio un trago y me hizo un guiño, abrió un poco más mis piernas y con sus manos me sacó un poco más hacia fuera para quedar justo en el borde de la mesa. -¿Puedes traer un vaso con hielo, por favor? -le pidió a Conrad. -Ahora mismo.

Logan abrió un cajón que había debajo de la mesa y sacó un spray que estaba hermético, tenía como un pequeño grifo, lo sacó del plástico y me dijo que me apoyara sobre mis brazos hacia atrás, lo hice un tanto nerviosa. -Abre bien, Vera -se refirió a mis piernas. Con los dedos de una mano abrió bien mis labios y con la otra mano comenzó a meter la cánula por mis partes, era como de silicona, cogí aire mientras la sentía ir dentro de mí y de repente dio un disparo y noté todo mi interior sentir una especie de calor muy fuerte. Estaba apoyada sobre mis brazos y mis piernas, al estar a cada lado de él no podía cerrarlas, además él lo impedía con su mano y pidiéndome que aguantara cuando dio el segundo disparo y ya la sacó. -Si te quieres tumbar hacia atrás, lo mismo estás más cómoda, necesito que te relajes, no te preocupes que iré con mucho cuidado en todo -eso me hizo recorrer un cosquilleo intenso, me eché hacia atrás y él volvió a sacar mis caderas más hacia fuera. Cameron le puso el vaso con el hielo a un lado de mí y este le echó dos disparos de este líquido que había metido en mi interior. -Intenta relajarte -dijo Conrad, acariciando mi brazo desde un lado de la mesa. Logan le dio algo a Conrad, que me di cuenta lo que era cuando lo puso en mis ojos, un antifaz para que no viera nada y me centrara más en el momento. Lo preferí, no quería mirar a ningún lado y sí, quería disfrutar de ese momento que había deseado el hombre que amaba y, como él dijo, solo era sexo. Escuché cómo jugueteaba con el hielo, imaginé que era Logan que era el que en ese momento llevaba la batuta de todo, metió dos dedos dentro de mí

que iban fríos por el hielo, pero como si fuera crema, imaginaba que por la mezcla del hielo y el spray. Conrad subió mi camiseta y me incorporé para que la quitara, al igual que el sujetador, me dejó ahí lista para lo que ellos quisieran hacer. Noté cómo ponía una crema en el culo y resoplé nerviosa. -Relájate Vera, tranquila... -dijo Logan, extendiéndola. Noté cómo esa cánula que había puesto delante ahora la estaba metiendo por detrás, comencé a resoplar y notaba cómo su mano intentaba tranquilizarme tocando mi muslo. -No te muevas, no es nada, verás -la cánula ya estaba dentro y noté el primer disparo, comencé a moverme como loca por la sensación y Logan aguantó mis piernas mientras Conrad, me sujetaba por los hombros. Era una sensación extraña, el calor era intenso y notaba que me excitaba, una locura fue cuando dio el segundo disparo. -Vera tengo que darte frío, ¿te pones boca abajo con los pies en el suelo, que te resultará más cómodo? Asentí con la cabeza y me incorporé con la ayuda de ambos y luego me puse entre sus piernas, de espaldas, echándome hacia adelante, tenía algo claro, me iba a dejar llevar y disfrutar del momento. -Bien -dijo Logan apretando mi nalga y separándome las piernas un poco más con las suyas-. Saca las caderas un poco más hacia fuera. Noté cómo se ponía unos guantes de látex y movía sus dedos dentro del vaso de hielo, me daba un poco de miedo a lo que sabía que iba a hacer, pero confiaba en su tacto. -Si te duele me avisas, si lo aguantas intenta relajarte, voy con cuidado. Cogí aire y su dedo comenzó a entrar lentamente, era dolor, placer, excitación, una mezcla de cosas que me iba a hacer explotar, resoplaba,

pero iba aguantando hasta que noté el dedo moverse cuidadosamente dentro de mí. Estuvo un buen tiempo tocando por dentro hasta que lo sacó y noté cómo se había quitado el guante. Noté que colocó algo a la entrada de mi ano, estaba con líquido, era como silicona que fue entrando y lo dejó ahí en mi interior colocado. -Muy bien -me hizo un gesto para que me incorporara y me girara, me quedé de pie entre sus piernas. Notaba cómo estaba echándose algo de líquido que llevó a mis pezones, comenzó a pellizcarlos con fuerza mientras yo me quejaba con gemidos, era esa maldita mezcla que me hacía sentirme en las dos posiciones, en la del dolor y el placer, pero era una combinación que me encendía y me ponía a mil. Sentí que ponía como una especie de pinzas en mis pezones, grité de dolor, pero rápidamente se fue calmando con un spray que disparó alrededor. Tiró de las pinzas y me dejó los pezones casi ardiendo de dolor, lo podía notar, pero sus dedos estaban introduciéndose en mi vagina y con la presión de lo que tenía atrás comencé a chillar de placer. Me hizo girar y tumbarme en el sofá, me di cuenta de que mi cabeza estaba entre las piernas de Conrad que me acariciaba los pezones con otra especie de gel y me iba calmando. Logan metió algo en mi vagina y lo puso a vibrar, con su cuerpo sujetaba mis piernas y con un succionador de clítoris comenzó a juguetear en mi zona hinchada. Conrad comenzó a dar pellizcos a mis pezones y yo quería saltar, votar, pero me tenían inmovilizada, me iba a volver loca con esa sensación y llegué a un brutal orgasmo que los gritos debían de llegar a la casa.

Creí que iba a perder el conocimiento cuando todo paró, eso dejó de vibrar, pero estaba dentro de mí, como lo del culo, no sabía qué más me iba a deparar con esos dos hombres pero que aquello era brutal lo era y que no podía ni moverme, también. Escuché cómo Conrad dijo que iba a echar tres copas y Logan seguía sentado entre mis piernas con su mano en mi pelvis. -Abre un poco y te saco esto con cuidado -dijo metiendo los dedos entre mis labios para sacar lo de la vagina y lo sacó, un alivio que sentí en ese momento-. Lo de atrás tengo que romperlo y saldrá un gel, es un poco incómodo, pero intentaré que no te duela -asentí con la cabeza. Podía escuchar a Conrad servir las copas a la vez que no veía nada pues seguía con el antifaz. Noté que ponía como una especie de tubito de silicona dura en la entrada de mi culo al que ya le había puesto gel. Una vez dentro noté cómo iba presionando lo que tenía en el interior y reventó, sentí salir un gel frío, levanté el culo de la sensación y me hizo quedarme quieta para sacarlo. Llegó Conrad que puso las copas sobre la mesa y me quitó el antifaz, lo miré y comencé a reírme ante esa sonrisa pícara que lucía, entre mis pies aún tenía a Logan. Me incorporé soltando el aire y me dio una especie de camisa transparente abierta delante para que me la pusiera, lo hice mientras negaba. Nos encendimos un cigarrillo cada uno y me senté con los pies cruzados sobre la mesa tapando mi parte con lo que caía de la camisa, ¡como si no me lo hubieran visto ya bien! Nos comenzamos a tomar la copa, charlando, como si no hubiera pasado nada ni fuera a seguir pasando. La verdad es que me encontraba jodidamente a gusto ahí, tomando esa copa, con esos dos hombres y jugando al erotismo, eso era lo que significaba para mí aquel momento.

Conrad me hizo un gesto para que me bajara de la mesa y me pusiera al otro lado mirando hacia el frente donde estaba Logan, me tiré hacia adelante y me abrió las piernas, me levantó las caderas y me penetró mientras yo miraba al highlander, ese hombre que era otro seductor de lo más sensual, ese que me miraba fijamente mientras Conrad me lo hacía, aquello fue un momento brutal. Terminó y Logan me hizo un gesto de que fuera hacia él, vi cómo Conrad entraba al baño. Se bajó el pantalón ahí sentado con su gran miembro erecto me dijo que me sentara frente a él, fui bajando mientras él la iba introduciendo, luego comenzó a hacerme mover rápidamente con mis caderas, las subía y bajaba con fuerza, me enganché de sus pelos y comencé a moverme como loca. Mordisqueaba con fuerza mis pezones, pero no me dejaba pararme, fue unos momentos intensos, fuertes, pero de lo más placentero. Caí hacia un lado sin fuerzas cuando salió de mí, Conrad había vuelto y se agachó para besarme la mejilla. Me incorporé agotada cuando Logan sonriente, echó otra copa, yo ya estaba sin fuerzas. -Si me volvéis a tocar os mato -dije cruzándome esa camisa transparente. -Ahora te haremos un masaje para que te relajes, te lo has merecido contestó Logan. -No me fío de vuestros masajes -reí. La cara de los dos era un poema, me miraron con esos gestos de que dijera lo que dijera me iba a llevar el masaje y yo solo pensaba que de esa noche no salía viva. Un poco después me hicieron tumbar sobre una especie de colchón fino que pusieron sobre una esquina de la mesa, para que ellos se pudieran mover por los tres laterales.

Me puse boca abajo con las piernas abiertas, mi cabeza sobre los brazos y ahí comenzó un momento de esos que iban a ser difíciles de olvidar. Me echaron una especie de gel aceitado, con un aroma a vainilla increíble. Conrad me masajeaba de cintura para arriba y Logan por debajo introduciendo sus dedos por mis orificios de una manera magistral, también jugueteaba con mi clítoris, aquello parecía una bomba que iba a estallar y estallé, un rato después de hacerme sufrir con ese jugueteo hizo unos círculos fuertes y continuos que me hicieron llegar a lo grande, aquello fue brutal. No podía ya con mi vida y de ahí, sí que me vestí y volvimos todos a la casa, nosotros dormiríamos en la habitación de invitados que nos habían dado al llegar. No hablamos de nada, nos duchamos entre besos, sonrisas y nos fuimos a la cama a dormir abrazados...

Capítulo 23 Desperté y escuché a Conrad en el baño lavándose los dientes, lo primero que me vino a la mente fue lo del día anterior. ¡Qué fuerte! Tenía un poco de resaca, así que con un buen desayuno y una pastilla se me pasaría. Fui hacia el baño y me rodeó con sus brazos dándome los buenos días y me preguntó cómo estaba, así que no tardó en darme un vaso de agua con una pastilla. Bajamos a la terraza de atrás a desayunar y allí estaba Logan tomando un café de pie, le dio un abrazó a Conrad y a mi otro, el mío con mucho cariño ya que besó varias veces mi mejilla. Durante el desayuno Logan nos ofreció irnos los tres a pasar un par de días a su otra casa al otro lado de la isla, nos pareció perfecto. Hizo una llamada para que llenaran el frigorífico antes de que llegáramos, en esa casa no vivía nadie, solo iba ese chico a mantener los jardines y cualquier avería y una chica a limpiarla cada cierto tiempo, no era como esta que había bastante personal, ya que las tierras eran grandes. Tras el desayuno, que duró como una hora en la que nos reímos un montón, recogimos todo y nos fuimos los tres para la autocaravana, en menos de una hora ya estábamos ante esa preciosa casa que parecía un castillo sobre un acantilado, mirando al mar, con poco terreno, pero todo precioso. Había provisto de todo, incluso dejaron en la cocina unas empanadas y varias cosas ya hechas. Me abrí una lata de Coca Cola bien fría, no quería ingerir alcohol ni de broma. Habíamos dejado las cosas en una habitación gigante, me puse un vestido como de camiseta y unas zapatillas, en la casa se estaba de vicio y con una temperatura de lo más agradable.

Volví al salón donde los chicos ya sostenían un vino y yo seguí con mi refresco, aún no me veía con fuerzas de tomar nada. Me puse a mandar mensajes con mi hermana mientras ellos charlaban sobre unas propiedades en Edimburgo que iban a salir a la venta. A la hora de la comida nos reímos un montón, ya estaban empezando los chicos a buscarme la lengua y sabía yo que aquello iba a terminar mal, muy mal y después de todo, lo peor era que no me importaba. Veía que a Conrad le brillaban los ojos conmigo, pero que también disfrutaba con esas cosas, el día anterior lo vi disfrutar mientras me hacían todo lo que quisieron y algo me decía que aquello sería algo puntual, algo a lo que yo estaba dispuesta a disfrutar. Tras la comida hicimos unos cafés y nos fuimos al salón, nos sentamos en el sofá a seguir conversando y era una pasada ya que tenía unos grandes ventanales que daban al mar, aquello era precioso. Un rato después Conrad me echó hacia él, dejándome tirada hacia Logan, reí negando, sabiendo que comenzarían esos juegos y Logan se levantó para ir a por algo. Conrad me levantó el vestido y lo sacó, me desabrochó el sujetador y con un gesto me hizo quitar la braguita. Yo resoplaba sin dejar de reír, me ponía nerviosa todo aquello, pero a la vez me excitaba con solo pensarlo. Logan apareció con una caja que puso sobre la mesa y la abrió, no veía qué había dentro ya que yo estaba estirada en el sofá, me metió un cojín debajo del trasero para levantar mis caderas y me pidió que reclinara y abriera bien mis piernas, luego me hizo un gesto para que me relajara. Le dio a Conrad una especie de cinta que me lio sobre los ojos y eso a mí, aunque me inquietaba, por un lado, por otro me relajaba. Era increíble esa sensación totalmente opuesta.

Echó un gel en la entrada de mi vagina y lo metió bien adentro, en cantidad, era cálido, ni frío, ni calor, sus dedos jugueteaban en mi interior abriéndolo bien, lo estimulaba bastante. Metía sus dedos bien al fondo y tiraba un poco hacia él, yo daba pequeños respingos que rápidamente paraban para que no me moviera, pero aquello era demasiado, sentía que me iba a volver loca. Me hicieron levantar y tirarme sobre la mesa rectangular con los pies en el suelo, me agarré al borde de la mesa y Logan, que era el que llevaba la batuta, se puso en el sofá sentado entre mis piernas, sabía que me iban a tocar por detrás y que debía relajarme. Escuché cómo se ponía esos guantes de látex y solté el aire, me dio unos toques en el culo para que me relajara y luego abrió con su mano mis nalgas y puso como una cánula en la que comenzó a soltar un líquido que me dio una sensación de lo más fuerte, empecé a resoplar y casi a murmurar unos chillidos. -Si te relajas será más placentero, puedes chillar, pero intenta no moverte y centrarte en el placer -dijo Logan. -Vale -contesté casi sin fuerzas. Noté su dedo haciendo movimientos fuera de ello pero que, poco a poco, se fue metiendo hacia dentro. Di un pequeño brinco y sabía que Conrad, se había puesto en la parte de mi cabeza y sus manos se pusieron sobre mis caderas para aguantarme. -No te muevas, preciosa - dijo y solté un soplo fuerte de aire. Ya estaba dentro su dedo jugueteando donde se quedó unos largos momentos y luego los sacó con delicadeza y metió una especie de silicona como el día anterior, pero más grande, pensé que iba a estallar mientras la iba acomodando para que quedara perfectamente ahuecada.

Cuando estaba dentro me hizo levantar y girarme, comenzó a lamer mi clítoris y puse mis manos hacia atrás para apoyarme sobre la mesa. Metió en mi vagina otra especie de aparato que hacía movimientos lentos mientras él, lamía mi zona hinchada y no pude más, comencé a moverme como loca y me hicieron tumbar en la mesa con los pies en los bordes. Conrad me agarraba mientras intensificaba sus movimientos con la lengua y comencé a chillar, iba a explotar de placer y me corrí, lo hice de forma salvaje y es que aquello era brutal. Esperaron a que me recompusiera y luego me llevaron a la otra parte de la mesa, Conrad se sentó y yo me dejé caer sobre él, Logan había quitado lo de mi vagina y ahora me iba a reventar lo de atrás, apreté con fuerzas a Conrad y aquello estalló como una bomba. Logan puso su miembro en la entrada de mi culo y pensé que aquello no lo aguantaría, pero fue entrando, poco a poco y aunque dolía, era soportable y se mezclaba con aquel placer que fui adquiriendo por momentos. Lo hizo de forma tranquila, tenía tacto y al final conseguí relajarme en aquella situación para la que siempre pensé que no estaba preparada. Salió y luego fue Conrad quien me lo hizo por delante, de frente, esta vez apoyada en Logan que me iba pellizcando los pechos y mordiendo mi cuello, aquello era una experiencia de esas que te dejan sin fuerzas. Me pidieron que solo me pusiera el vestido, nada de ropa interior, ese día parecía que iba a ser de lo más erótico y a mí me dolía todo, pero a la vez estaba dispuesta a seguir dejándome llevar por esos dos hombres. Nos fuimos a la cocina a tomar una copa de vino, los dos tenían muestras de cariño e incluso Logan me agarró por la cintura en un momento y besó mis labios mientras Conrad se duchaba, aquello era extraño, pero yo me dejaba llevar.

Antes de la cena en la cocina pasó algo que no esperaba, y es que me senté en la mesa y Logan vino, se puso frente a mí, se desabrochó, se puso un preservativo y me penetró ante la mirada de Conrad que se tomaba un vino. Logan apretaba con fuerzas mis pechos, mis caderas e intensificaba la mezcla de placer y dolor, aquello era increíble y lo peor que cuando salió él, entró Conrad que me lo hizo de la manera más salvaje que hasta entonces había vivido con él. Estaba de lo más salido, excitado, quería sentirme a lo fuerte y yo caí en la mesa casi desfallecida. Mientras preparaban la cena dije que iba a ducharme y que ni se les ocurriera seguirme, se rieron, pero Conrad me pidió que me pusiera aquel camisón sugerente que compramos en Inverness, sin nada debajo, por supuesto. ¿Me iban a matar ese día de tanto sexo? Me duché pensando que todo aquello era una locura, pero que pronto tendría fin, así que las locuras estaban para vivirlas y yo lo pensaba hacer. Salí hacia fuera y la cena ya estaba en la mesa, los dos se habían cambiado y estaban con pantalón de pijama y una camiseta encima, sonrieron al verme con aquel camisón de tirantes con los pechos decorados con bordados y una caída muy suave hasta mis caderas. Cenamos charlando sobre otros temas que nos quitaran esas cosas de la cabeza, y es que aquello estaba siendo todo lo sexual que nadie podía imaginar. Luego nos tomamos unas copas en el salón, yo como siempre sentada en la mesa y ellos en frente, pero con las piernas cruzadas, no quería descentrarlos en aquel momento que sabía que cualquier cosa llevaría a otra. Más tarde nos fuimos a la cama, sí a esa gran cama donde cabía media docena de personas y en la que dormiríamos los tres, yo estaba alucinando, pero me gustaba sentirme el deseo de esos dos imponentes hombres.

Me puse en medio como era lógico, no nos tapamos de primeras ya que me pidieron que me tocara para ellos, yo recliné mis piernas, las abrí bien y comencé a hacerlo mientras los dedos de Conrad entraban en mi vagina y los de Logan pellizcaba uno de mis pechos y el otro lo mordisqueaba con sus dientes. Chillé llegando a un orgasmo de lo más intenso y luego me hicieron poner de cucharita a Logan y mirando a Conrad que me penetró con el otro jugueteando por mi culo con su miembro y cuando me di cuenta estaba un poco dentro, ahí es cuando chillé como loca, pero no por eso pararon, aunque no entró entero, me estuvo dando puntadas que me hicieron casi desfallecer cuando acabaron. Me quedé dormida en nada, aquel día me había dejado de lo más agotada y es que esos dos hombres me habían hecho vivir momentos que nunca imaginé. Por la mañana no estaban en mi cama, me metí en la ducha y luego fui a darles el encuentro a la cocina donde reían hablando de un amigo y tal, les di un abrazo a cada uno y me senté a desayunar, estaba muerta de hambre y ese día ya volvíamos para Londres. No pasó nada más, dejamos a Logan en su otra casa y le dimos las gracias por todo, nos despedimos con un abrazo de esos que saben que has creado un vínculo para toda la vida. Jamás iba a olvidar a ese highlander, eso sí, me iba de regreso con mi amor, ese hombre que había traído demasiadas emociones a mi vida y el que me pedía que me fuera a vivir con él. No hablamos de nada de lo sucedido por el camino, nos hacíamos caricias cómplices y hablábamos de cuando llegáramos dejar la autocaravana, recoger su coche e irnos para su casa, al día siguiente ya iríamos a la mía para ir recogiendo cosas, mi hermana ya estaba puesta en sobre aviso.

Llegamos por la noche y eso hicimos, cuando cogimos el coche nos fuimos a su casa, ese precioso apartamento en el edificio de las oficinas, así que fue ducharnos e irnos a dormir, el viaje había sido largo y lo vivido en él, demasiado excitante para ser cierto...

Capítulo 24 Nuevo día y en casa de Conrad, desayunamos y subimos a las oficinas a trabajar, yo estaba como en una nube, flotaba, hasta Fiona me dijo que me veía reluciente y eso me sonrojó. Fui a la oficina de Conrad para que me invitara a un café a media mañana, me recibió con un beso y un abrazo, como si hiciera días que no me hubiera visto, y es que ese hombre todo lo que me transmitía era bonito, mi antiguo enemigo y ahora el que parecía que iba a ser el hombre de mi vida. Volví a mi oficina y recordé lo vivido con Logan, y es que ese hombre era otro fuera de serie, sonreí recordando de la guisa que me vi en sus casas, en esos momentos en los que me hicieron disfrutar pensando más en mí que en ellos. Aquello había sido para mí, una forma de liberarme en el sexo, hacer cosas que jamás había pensado antes y compartir unos juegos que nunca había imaginado ni en mis mejores sueños. Me llegó un mensaje de Melissa para saber qué tal estaba, así que, en vez de contestarla directamente, la llamé. -¡Sigues viva! -fue el saludo que recibí por su parte nada más descolgar, no me dejó ni saludarla siquiera. -Sí, sí -contesté riendo- ¿Cómo estás tú? -Ah, ahora sí te acuerdas que tienes amiga. Pues menos mal que no me ha pasado nada malo porque si hubiera tenido que esperar a que vinieras a ayudarme, pues me habría dado Halloween, con suerte. -Qué exagerada eres, Melissa. Venga, dime, ¿cómo estás? -Entre contenta y no, la verdad. -¿Qué te ha pasado? -Que me trasladan, pero solo un mes, a la planta de arriba. Melissa trabajaba en uno de los mejores periódicos del país, le encantaba todo lo relacionado con los deportes, pero la tenían en la sección de sucesos

y la pobre lo pasaba mal cada vez que tenía que redactar algo que hacía que se te pusieran los sentimientos a flor de piel. Que la fueran a subir a la planta de deportes era motivo más que suficiente para celebrar, pero si solo era un mes... -Bueno, piensa que quizás les gustes a los encargados del departamento de deportes y te quieran con ellos -traté de animarla. -Sí, eso estaría realmente bien, la verdad, pero no creo que pase. -No me seas negativa, ¿eh? Ya verás que sí, mujer. -Bueno, dejemos el tema que me pongo de los nervios. ¿Qué tal tú? -Bien, de vuelta a la rutina. En la oficina estoy trabajando un poco. -Trabajando no, mentirosilla, que estás hablando por teléfono -me dijo entre risas. -Como que tú estás haciendo mucho en tu puesto, ¿verdad? -Tocada y hundida, como los barcos. ¿Todo bien? -De momento sí. -Eso está bien. Oye, te dejo que me reclaman. A ver si nos vemos que me tienes de un abandonado... -Sí, tranquila. Cuídate. -Y tú. Colgué y seguí con mis tareas, hasta que llegó la hora de la salida y Conrad pasó por mi despacho a recogerme y nos fuimos al apartamento. -¿Qué te apetece comer? -preguntó una vez entramos. -No sé, lo que tú quieras. Sabes que no soy tiquismiquis. -Genial, pues sirve dos copas de vino que la voy encargando. Al final pidió comida asiática que no tardó en llegar y, entre miradas, sonrisas y todo eso que desprendíamos estando juntos, terminamos en el sofá apagando ese calentón que nos había entrado durante el almuerzo.

Follamos como locos, Conrad estaba deseoso de mí y me lo hizo de mil posturas, aquel hombre sabía cómo complacerme y conseguir que llegara a tocar el cielo con las manos. Después de ese encuentro de lo más pasional, fuimos a mi casa, donde estaba mi hermana que nos preparó un café mientras yo, aproveché para ir metiendo en cajas más ropa y mis cosas. Ella bromeaba con eso de que estaba en la gloria sola en casa. -Así que te mudas, mira qué bien. Ya puedo traer chicos a casa -dijo guiñando un ojo mirando a Conrad. -Joder, ni que no te hubieras traído al abogado en mi ausencia -protesté. -¡Ay, calla! No cuentes intimidades delante de mi cuñado, que me da vergüenza. No sabía si ella fue consciente de que le había llamado cuñado, pero vamos que Conrad sonrió al escucharla. -¿Qué vergüenza, mujer? Considérame un hermano -respondió él. -Bueno, cuidado que a los hermanos mayores se les suele pedir dinero prestado -le avisó ella. -Lo que necesites, Melissa, no hay problema. Miré a Conrad y supe que se lo había dicho con el corazón. Que, si mi hermana alguna vez se viera en algún apuro, él la ayudaría. Por suerte nosotras contábamos con algo de dinero que nos habían dejado nuestros padres, pero saber que él estaría dispuesto a echarle una mano, me alegró mucho. Pasamos la tarde en casa con Kelly y ya aprovechamos para cenar allí, la verdad es que Conrad y ella se habían caído bien mutuamente y eso me alegraba, eran mis dos pilares y no podría soportar mal rollo entre las personas que amaba.

Esa noche nos abrazamos como dos enamorados que estaban viviendo el más dulce de sus días, esos que te hacen lucir con una constante sonrisa, aquellos que te guían un camino lleno de luz por el que quieres pasar eternamente. El amanecer llegó en forma de besos. Sí, besos, esos que Conrad me estaba dando en la espalda mientras me acariciaba. Estaba boca abajo en la cama, con ambos brazos bajo la almohada y él aprovechó la situación para colocarse entre mis piernas. Tras los besos empezó a masajearme los hombros, la espalda y fue bajando poco a poco hasta darme el mejor masaje de piernas que había recibido en mi vida. -Buenos días, alhabiba -volvía a llamarme así y yo me derretía cada vez que lo escuchaba. -Buenos días. -Venga, una ducha que nos vamos. Le miré sorprendida, me dio un beso rápido en los labios y se levantó para ir al cuarto de baño dejándome sola en la cama. De nuevo estaba el fin de semana ante nosotros, era sábado por la mañana y tras esa ducha salimos a pasear por la ciudad. Desayunamos en una de las cafeterías del barrio y luego nos fuimos de compras. Me reí cuando tiró de mí para entrar a un sex shop, volteé los ojos mientras lo seguía riendo y me dijo que cogiera todo lo que deseara, que no me cortase y que dejara volar mi imaginación para que tuviéramos un fin de semana de lo más sensual los dos solos. Yo ahí estaba alucinando, la cantidad de cosas que había, ¡madre mía! Desde vibradores, a esposas, pasando por trajes de cuero e incluso algunos de enfermera o policía calentorra.

Me quedé mirando lo que según ponía en la etiqueta era un picardías, pero que para mí la definición real sería trocito de tela que no cubre nada. Vamos, que, entre los tirantes súper finos, lo cortito que era y que además iba abierto justo desde debajo de los pechos... Esto te lo pones en invierno sin una buena calefacción o chimenea, y te coges un resfriado que te deja una semana en cama, mínimo, pero me lo compre, por supuesto que sí, ya le daríamos un buen uso. -Me gusta lo que has escogido -susurró a mi espalda, pegándose a mí al tiempo que me rodeaba con un brazo y dejaba la mano sobre mi vientre. -Me alegro. -Lástima que, para lo que tengo planeado para hoy, no vayas a utilizarlo. -Bueno, ya me lo pondré para ti. -Exacto, para mí, solo para mí -me dio un leve mordisco en el cuello seguido de un beso. No es lo que cogí yo, es todo lo que metió él en la cesta y que a mí me daba hasta miedo imaginar verme con todo eso por mi cuerpo, pero, por otro lado, estaba deseando poder descubrir esos placeres. Salimos cargados de bolsas de papel que a Dios gracias no llevaban el nombre del sex shop, porque entonces me habría muerto de vergüenza. Llevábamos más bolsas que las protagonistas de cualquier película que salían de compras. Vamos, peor que cuando Kelly y yo pasábamos un día de chicas. Lo peor fue cuando entramos a una tienda de sofás y preguntó por una butaca reclinable en varias posturas, eso me hizo contener el aliento. Le enseñaron una de piel blanca que inclusive se quedaba como una cama y se elevaba a la altura que quisieras, valía un pastizal y él dijo que lo compraba con la condición de que se lo llevaran a casa en un par de horas, le dijeron

que por supuesto, y yo tragué saliva, estaba viendo venir lo que iba a pasar esa tarde con la dichosa butaca. Salimos de allí y él con su media sonrisa mientras yo le miraba aguantando la risa con los morros hacia fuera. Nos montamos en el coche para regresar a casa y por el camino encargó que nos llevaran comida italiana. En lo que entramos, colocó todo lo comprado en un baúl blanco que tenía en el salón y nos cambiamos, yo me puse una camiseta ancha y él unos pantalones cortos deportivos con una camiseta. La comida llegó pronto y mientras la disfrutábamos los de la tienda trajeron la butaca y la colocaron en un lado del salón, se fueron rápido y seguimos comiendo. Terminamos, nos tomamos un café de pie entre besos, sonrisas, caricias que prometían de todo y sabiendo que nos esperaba una tarde de lo más movidita. Nos fuimos al salón y allí, entre sonrisas y miradas, comenzó a poner todo lo del baúl sobre la mesa, yo solo podía soltar el aire de mis pulmones y es que aquello me imponía mucho, pero a la vez lo deseaba, me encantaba que jugara con mi cuerpo. -Vamos a ir sin prisas, solo quiero que te relajes, te quites la camiseta y la braguita y te tumbes con las rodillas reclinadas y abiertas. No te tenses para nada, ¿de acuerdo? Disfruta de cada segundo -con el mando puso la butaca totalmente abierta y la subió para que quedara a la altura de su cintura. Sonreí arqueando la ceja y me despojé de la poca ropa que llevaba, tumbándome tal como él me había dicho. -No seas malo -reí señalándolo con el dedo. -¿A qué temes de lo que hay aquí?

-A aquellos dos miembros que imagino que van a la vez para los dos orificios -reí nerviosa y vi cómo lo cogía y lo ponía a un lado de mí. -No es nada, ahora lo probaremos. -Si lo sé digo otro -reí. -No, tienes que ser sincera y yo demostrarte que tus miedos están solo en tu cabeza -me dijo mientras se ponía un guante-. Me lo estoy poniendo porque ayuda mucho en algunas cosas. -Lo sé -sonreí recordando que Logan lo hacía. -Te voy a atar las manos, dime si prefieres por encima de tu cabeza o caídas una hacia cada lado. Las dejé caer hacia los lados y puso una esposa en cada mano que después unió con unas barras que había por debajo. Luego rodeó con una cinta el bajo del sillón y lo cerró en mi barriga dejando mi cuerpo totalmente inmóvil. Y lo que más temía, esa barra que iba entre tobillo y tobillo, atados a ellos con dos especies de cinturones, eso fue ya lo último para terminarme de inmovilizar. -Conrad, por tu vida, me siento secuestrada -reí. -Tranquila, solo tienes que pedirme que te libere y lo haré -dio un trago a una copa de vino de las que sirvió antes de este momento-. Te voy a poner un poco de gel en ambos lados, frío delante y calor por detrás, te va a causar una sensación muy fuerte, te lo digo para que te vayas preparando. -Vale -cogí aire y noté sus dedos que iban entrando poco a poco en mi interior y al fondo del que tiró con fuerza y comencé a resoplar mientras él mantenía sus dedos ahí con firmeza. Los sacó, se puso más gel y volvió a hacer la misma maniobra, luego se echó del otro bote en un dedo, podía verlo, esta vez no tenía los ojos tapados y ese sabía que iba hacia atrás.

Lo puso en la entrada y volvió a echarse gel mientras yo ya notaba el calor, me pidió con un murmullo que me relajara, que le facilitara todo para que me fuera menos incómodo. Cerré los ojos, intenté relajarme y ese dedo fue entrando lentamente, notaba ese calor con el frío de la vagina y comencé a volverme loca, a chillar, mientras él jugueteaba con cuidado en mi interior. Su otra mano se metió en mi vagina y comenzó a entrar y salir, mientras con el otro dedo iba haciendo círculos en plan masaje, iba a volverme loca. Tras sacarlos, se acercó para mordisquear mis labios entre sonrisas. -Muy bien, ahora verás cómo es más fácil -puso atrás en mi culo lo que había probado en las Highlands y me lo fue introduciendo, con el calor era una sensación increíble. Luego me metió lo mismo por delante, ahí sí que no lo había probado, después puso el succionador de clítoris en todo el centro y arriba. Dio unos movimientos para que me excitara y paró para cubrir con gel mis pechos, luego puso como unas pinzas, pero más suaves, eso sí, apretaban bastante. Volvió a coger el succionador y le dio toda la velocidad que podía, comencé a chillar como loca y metió algo a la vez por mi culo que rompió la silicona y estalló todo por dentro, me corrí en ese momento, aquello había sido impresionante. Mientras me recomponía, metió los dedos en mi vagina y con ellos explotó el otro, me quedé casi sin sentido, aquello fue alucinante. Me liberó de las sujeciones y me ayudó a incorporarme, me llevó al principio de la butaca mirando hacia ella recostándome con medio cuerpo, las piernas quedaron en el suelo y mis partes expuestas a él. Se cubrió la punta del miembro con un gel y lo llevó a la entrada de mi culo.

-Tranquila, relájate, voy a ir despacio -susurró mientras me acariciaba la parte baja de la cintura. Fue entrando lentamente mientras se agarraba a mis caderas y yo pensé que iba a reventar, que no lo iba a soportar, pero entró bien y comenzó a moverse mientras una de sus manos la llevó a mi clítoris y volvió a jugar con él. Sentía que iba a explotar de placer, grité y disfruté de ese momento que a veces aparecía en forma de dolor incómodo mezclado por la excitación de querer llegar de nuevo a ese momento de estallido total. Con cada embestida mis gritos aumentaban, y es que sentirle a él, junto con esa mezcla de geles en ambos sitios, era una locura. Tuve que agarrarme con fuerza a la butaca mientras Conrad, seguía entrando y saliendo, golpeando con fuerza su cuerpo con el mío. Cuando terminamos de hacerlo nos duchamos y desnudos como Dios nos vio nacer, nos tumbamos en el sofá abrazados a ver la tele, con una manta. Sabía que ese fin de semana iba a ser de sexo total. Lo fue, y es que Conrad era insaciable, no tenía bastante con hacerlo una vez, no. A ese encuentro en la nueva butaca le siguió otro en el sofá, esa vez más tranquilo, más cariñoso y romántico. Después de la cena volvió el hombre juguetón y experto en esas lindes que te llevan al orgasmo casi sin darte cuenta. Y así pasó nuestro primer fin de semana viviendo juntos, en una espiral de cariño, lujuria y pasión que hizo que no saliéramos de la casa hasta el lunes por la mañana, y únicamente porque teníamos que ir a trabajar...

Capítulo 25 Nos despedimos con un beso en la puerta de mi despacho, él se fue para el suyo diciendo que en un ratito lo visitara para tomar un café. Al final él, le iba a coger el gusto a mis visitas de media mañana. En cuanto me senté en la mesa recibí un mensaje en mi móvil y me sorprendió ver que era de Logan. «Buenos días, preciosa. Gracias por el fin de semana y mis mejores deseos junto a mi querido amigo Conrad, os mando un fuerte abrazo». Me sacó una sonrisa, ese jefe del clan era tan buena persona y, cómo no, tan guapo y sexy, un hombre del que se enamoraría cualquier mujer que no tuviera pareja. -¡Buenos días, Verita! -me saludó Julia cuando salí del despacho. -¡Buenos días, Julita! -Qué felicidad me llevas, madre mía. -Pues sí, una poquita -respondí guiñando el ojo. -Pobre Fiona, ¿verdad? -comentó Sheila. -Sí, lo siento mucho por ella. Y las oficinas... no van a ser lo mismo sin Norris -dije con pesar. -Hoy no viene, avisó que estaba mala -informó Sheila. -Lo que le faltaba a la pobre. Bueno, os dejo que voy a tomar un café. -Yo quiero un trabajo como el tuyo, de verdad te lo digo -escuché que decía Julia y empecé a reír. Cuando fui a tomar el café con Conrad, le enseñé el mensaje de Logan y me dijo que le había pedido mi teléfono para darme las gracias. A mí me extraño un poco, las cosas como son, que él se lo diera, porque, a ver, si yo hago un trío con él y con otra mujer, si ella luego me pidiera el teléfono de Conrad, se lo iba a dar su tía la del pueblo, pero me alegraba saber que él confiaba en mí. Era eso, o que su amigo estaba lo

suficientemente lejos como para que no hubiera riesgo de que pasara nada entre nosotros. -Mañana tengo que ir a una reunión a Dubái, me han contestado que sí, cierran el trato y me voy con el asesor, volveré en cuatro días. -Me alegro de que haya acuerdo, llevabas mucho tiempo luchando con eso. No te preocupes por mí que me iré a casa de mi hermana para que la espera se me haga más amena -lo besé. -Puedes quedarte en casa -arqueó la ceja. -Ya, pero así le doy un poco el coñazo a ella. ¿A qué hora te vas? -A las cinco de la mañana, así que no te despertaré, el vuelo sale a las ocho. -Por cierto, me he enterado por Julia y Sheila que Fiona esta mala. ¿Qué le pasa? -Sangró un poco el fin de semana, le han mandado quince días de reposo, pero está bien. -Me alegro, pobre, eso debe de ser por el disgusto de lo de Norris. -Claro -me cogió por la cintura y me besó- ¿Sabes que te voy a echar de menos? -Eso espero -puse rostro de tristeza. Me tomé el café con él y volví a mi despacho. En cuanto me senté delante de la mesa, me eché a llorar. Había aguantado delante de él como una campeona, pero ahora me había derrumbado, se iba sin mí y aunque era lógico, ya que iba con el asesor, me hubiera encantado ir, además era su secretaria, pero bueno, sabía que no lo había hecho con mala intención. Me sequé las lágrimas y le puse un mensaje a Fiona para preguntarle cómo estaba, me respondió que mejor pero que triste ahí encerrada en casa, así que la intenté animar un poco.

Cuando salimos nos fuimos a comer a la calle, yo estaba intentando aparentar que no me pasaba nada y él no dejaba de hablar de todo lo que tenía que preparar, madre mía, ¿pues no parecía que se iba de fiesta? En fin, que yo estaba muy susceptible y él emocionado con el cierre de ese trato por el que llevaba tanto tiempo luchando y esperando que saliera bien. Pasamos la tarde en la calle de compras, paseando y luego cenamos un durum turco y nos fuimos hacia la casa, nos duchamos, él se puso a preparar la ropa y luego nos acostamos abrazados hasta que nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente me levanté y él ya no estaba, como era lógico. Encontré una nota en la almohada diciendo que me amaba, eso me hizo romper a llorar, se acababa de ir y ya lo echaba de menos. La noche anterior le había dicho a mi hermana que quizás me iría a casa con ella y me dijo que allí estaba con su amor, que esa semana no tenía a la niña y se iba a quedar con ella, pero que podía ir, le dije que no, obviamente, que tan a gusto que me quedaba en el apartamento de Conrad. Me tomé el café y me preparé para irme a trabajar que, por cierto, la mañana fue de lo más triste y aburrida, de la tarde mejor no hablar, me la pasé comiendo y viendo series, con una depresión de dos pares. De vez en cuando me llegaba un mensaje de él diciendo que me echaba de menos, así que era para verme la cara de tristeza y depresiva que llevaba ese día. Al día siguiente después de trabajar me fui a un restaurante con mi amiga a comer, necesitaba verla y desahogarme, con ella la tarde iba a pasar más amena. -¡Hola! -ahí estaba Melissa, tan sonriente como siempre, hasta que me vio la cara- ¿Quién se ha muerto? -preguntó asustada y llevándose la mano al pecho.

-Pues diría que yo, que estoy muerta en vida. -Pero, ¿qué te pasa? -Se sentó a mi lado y cuando vino el camarero pedimos la comida. -Me he ido a vivir con Conrad. -¡Qué dices! -gritó sorprendida. -Lo que oyes, pero es que salió ayer de viaje y tengo un bajón. Me pasé toda la tarde comiendo y llorando. Joder, que yo no era así. -¡Ay, que te me has enamorado! -No sabes cuánto, Melissa. -Bueno, pero aparte de que se haya ido de viaje y que tú estés con la cara de una vampira, ¿qué tal os va? -Bien, bien. Está muy atento conmigo, es cariñoso y de lo más fogoso. -¡Ah, no! A mí no me cuentes las veces que comes, que yo en eso paso mucha hambre. -Qué exagerada eres, madre mía. -Sí, sí, madre tuya pero que no me como ni una pastita desde... ¡Yo qué sé desde cuándo! -Y tu traslado, ¿cómo va? -Bien, ya estoy en la sección de deportes, ahora a ir quitando días de este mes. -Verás cómo te quedas fija. Seguimos charlando mientras comíamos y en ocasiones me daba el bajón, pero ella me levantaba rápido. Después de comer fuimos a una de nuestras tiendas favoritas, donde encontrábamos siempre alguna cosita para decorar la casa. Compré un jarrón en el que poner unas flores secas para decorar la entrada de la casa de Conrad, quería que al menos hubiera un pequeño toque mío en ese lugar.

Me despedí de Melissa prometiendo que nos veríamos pronto. Fui para casa y en cuanto entré, coloqué mi compra de lo más feliz. Preparé una cena ligera y tras ver un poco la televisión, me acosté, pero esa noche me costó mucho conciliar el sueño, no dejaba de llorar, lo echaba de menos y por lo que me dijo, sabía que él también a mí, pero no entendía por qué no me llevó. El jueves por la mañana estaba saliendo por la puerta del apartamento para subir a las oficinas cuando vi a quien menos deseaba de este mundo. A Noa, levantando las manos en son de paz y pidiéndome que me relajara. -¿Qué cojones haces aquí? -Vera, no quiero peleas, no quiero liar nada, solo quiero cinco minutos para explicarte algo y demostrándotelo, pero prométeme que no me vas a pegar. -¡Eres una mentirosa! -Dame cinco minutos, por favor, vamos a la cafetería de la calle, te prometo que no te arrepentirás y te juro que vengo en son de paz. -Como sea una de las tuyas, te juro que te mato, avisada quedas. -Te juro que no -su rostro parecía sincero. Bajamos en el ascensor y salimos a la calle, nos sentamos en una terraza, pedimos dos cafés y la miré para que comenzara a cantar. -No sé por dónde empezar para que no me la líes sin haberlo escuchado y visto todo. -Empieza, hasta que no acabes no montaré ningún pollo, pero ojo, como vea que hay una estrategia de algo para volverla a liar, te juro que te reviento la cabeza y te dejo medio lista. -A ver, ¿tú sabes dónde está Fiona? -En su casa, de reposo, ¿por? -Te enseño algo y me dejas ir contándote, ¿vale?

Puso su móvil mirando hacia mí y aparecía un video de Fiona con Conrad, entrando a un hotel de lujo y él llevándola por la cintura y no, no podía ser antiguo, esa chaqueta que él llevaba se la compró el lunes por la tarde antes de irse para Dubái, creí que me iba a desmayar. -¿Quién te mandó ese video? -Espera... Me enseñó una foto de los dos desayunando en un hotel, seguro que era el mismo y se veía un camarero con el atuendo que allí se usaba, estaba claro que esos dos estaban allí juntos. -Cuéntame todo -le pedí por favor. -Te dije que el hijo que estaba esperando Fiona era de Conrad, no te mentí, me intentan callar la boca, esa que no creíste, te lo estaba avisando y quien debía de ir a Marrakech era ella, pero no podía sacrificar todo y estaban tramando un plan, te cogieron a ti de gancho. -¿Sacrificar qué? -Conrad quería llevar ese hijo en secreto para no deshonrar a su familia, por lo de la religión de su padre y no podía tener un hijo fuera del matrimonio, en ese caso lo desheredarían. Lo peor de todo es que la hermana de Conrad se enteró del embarazo de Fiona por casualidad, pero se creía que era de Norris y por eso aprovecharon para decir eso cuando este murió. -¿Y yo qué pinto en todo esto? -Pues ibas a ser la que habían elegido para engañarte rápido y casarse contigo en la mayor brevedad, pues una vez se casase el padre le daba una parte anticipada de la herencia. Vera, Conrad es un egoísta, mujeriego y no tiene tacto por nada. Contigo se casaría en separación de bienes, así que tal y como su padre le diera lo que él quería, se separaría de ti y luego se iría felizmente con ella.

-No me lo puedo creer... -Puse las manos en mi cara y quería morirme. Comencé a llorar y ella se vino hacia mí para abrazarme e intentar calmarme. -Sé muchas cosas de él, por eso no me despedía, ahora lo hizo y me quiso pagar una gran suma para callar mi silencio, me dijo que cuando volviera de Dubái nos sentaríamos a negociar. A mí me hizo cosas peores, por eso me da pena que lo haga contigo, solo quería avisarte. -¿Quién te pasó el video y la foto? -Eso no te lo puedo decir, de verdad, pero alguien que también está allí. -Joder, joder -me puse las manos en la cabeza, aquello era demasiado para mí. Le di las gracias y me marché, la dejé ahí sentada, tenía un dolor que no podía con él. Entré a mi despacho, descargué la hoja de renuncia de empleo y la llevé al de Conrad, dejándola sobre la mesa. Me fui a su apartamento y me puse a recoger mis cosas, las iba llevando hacia mi coche en bolsas de basura, de cualquier manera, pero tenía que salir de allí, así que dejé su copia de la llave sobre la mesa de la cocina y cerré dando un portazo a todo lo que tenía que ver con él. No lo quería volver a ver ni en pintura, ahora sí que comenzaba a comprenderlo todo. Me fui hacia mi casa, sabía que no había nadie, lo dejé todo en la habitación bien colocado, estaba destrozada, no dejaba de llorar. Decidí preparar dos maletas con ropa, no me quería quedar en la ciudad y solo se me ocurrió una cosa. Metí las maletas en el coche y me fui a ver a mi hermana que estaba en su despacho, le conté todo, hasta lo que iba a hacer ahora y le hice prometer que, hiciera lo que hiciera Conrad, no le dijera mi paradero, me lo juró y me pidió que la mantuviera informada en todo momento.

Llené el coche de gasolina y comencé un viaje en el que no paraba de recibir mensajes de Conrad y como no le contestaba pues comenzó a llamarme, pero ni caso, no le iba a responder por nada del mundo, no quería volver a cruzar ni una sola palabra con él, le odiaba a muerte. Llamé a mi amiga, con la que también me desahogué... -¿Me llamas para invitarme a cenar en tu nueva casa? -su voz resonó por el manos libres del coche. -No, Melissa, te llamo para despedirme -estaba llorando, no lo podía evitar. -¿Qué te pasa? ¿Has dicho despedirte? ¡Por el amor de Dios, Vera! Dime que te fugas con Conrad a Gretna Green para casaros porque sus padres no le dejan casarse con una británica de padres españoles. Sonreí brevemente pues que mi amiga pensara que me fugaba, nada más y nada menos que a aquel pequeño pueblo al que iban a casarse las parejas antiguamente, cuando no se lo permitían sus padres por no ser mayores de edad, era lo que menos me esperaba. -No, no me fugo con Conrad. ¡Le he dejado! ¡Me he ido de su casa! -grité mientras me secaba las lágrimas como podía. Solo esperaba no tener un accidente. -¿Qué mierdas dices, Vera? ¿Dónde estás, en tu casa? Voy para allá ahora mismo. -Me voy, dejo Londres por tiempo indefinido. -¡Yo me cago en tus antepasados, española loca de las narices! -me gritó, sabía que se iba a enfadar. Así que le conté lo que me había estado diciendo Noa sobre Conrad y Fiona. Lo idiota que había sido por creerle, por enamorarme de él, incluso por sentir pena por ella. ¡Maldita sea mi suerte! Le dije lo mismo que a

Kelly, dónde iba a ir y que no se lo contara a nadie, que por mucho que Conrad quisiera saber, no dijera nada, bajo pena de perderme como amiga. -Pero, ¡qué pedazo de miserable es! Si me le cruzo te juro que le doy un guantazo que no quiere dos. ¿Cómo puede haber sido tan cabrón? -Melissa estaba igual de cabreada que yo. -¡Le odio! ¡Le odio! -grité dando un golpe con la palma de la mano en el volante- ¡Es un gilipollas! Sigue siendo mujeriego, un putero, ¡un mentiroso! Ojalá pille una venérea y se le acabe el chollo de follarse todo cuanto se le cruce por delante. ¡Le odio! -Ya, Vera, cariño, tranquila por favor que vas conduciendo. Relájate, ¿de acuerdo? Yo no voy a decirle nada, antes le dejo sin poder volver ser padre de una buena patada ahí mismo. Total, el primer hijo ya lo está esperando. Me tranquilicé como pude, me sequé las lágrimas y tras despedirme de Melissa asegurándole que iba a estar bien, continué con mi viaje. Unas horas después paré en un hospedaje de carretera y pedí una habitación, estaba agotada y necesitaba dormir, encima no había comido nada en todo el día. Me obligué a comer un sándwich pues no quería estar sin menos fuerzas de las que ya tenía. Por la mañana no eran ni las seis cuando ya abandoné la habitación, me tomé un café y proseguí mi camino.

Capítulo 26 Había emprendido ese viaje para alejarme del hombre al que más quería en esta vida y que resultó ser el que más daño me había hecho. ¿Cómo se podía jugar de esa manera con los sentimientos de una persona? ¿Cómo era posible que alguien tuviera el corazón tan negro y frío como para conseguir enamorar a alguien para después destruir todas sus ilusiones? ¿Por qué a mí? ¿Por qué Conrad me escogió a mí para llevar a cabo semejante juego? ¿Qué le había hecho yo? ¿Qué podría ser tan malo como para que su venganza fuera utilizarme para engañar a sus padres y después dejarme como si no valiera nada? Me sentía tan rota, tan llena de dolor, que dudaba que se fuera igual de rápido que había llegado. Costaría que mi corazón se recompusiera, que los cachitos en los que se había roto se unieran sin que quedara la más mínima brecha. Dicen que del amor al odio hay solo un paso y Conrad, había conseguido que pasara de un extremo al otro con él, en apenas unos minutos. Pero ya no más, no volvería a leer sus mensajes, ni a escuchar su voz al otro lado del teléfono. Cuando cerré la puerta de su casa, dentro de esas cuatro paredes se quedaron mis ilusiones y las ganas de una vida juntos. Eran las doce de la mañana cuando llegaba al fin a la Isla de Skye. Y ahí estaba, en la puerta de la casa de Logan, necesitaba hablar con él y que me dijera si sabía todo eso, quería mirarlo a los ojos y que me confesara la verdad. Le llamé por teléfono y me respondió sorprendido, le pedí que abriera la cancela de su finca y no tardó en ordenar que pulsaran el botón cuando ya estaba abierta, sabía que se había quedado impresionado, no se lo esperaba.

Salió rápidamente al aparcamiento a darme el encuentro, paré el coche y me bajé llorando con una pena que no podía con ella. -¿Qué ha pasado, Vera? -Me abrazaba con cariño mientras acariciaba mi pelo. -Es un hijo de puta. ¿Tú lo sabias? -No sé de qué me hablas. Ven, vamos a tomar algo. Me llevó por el hombro hasta la terraza de atrás de la casa, pronto nos trajeron unos vasos de té frío con unas patatas chips. Me desahogué contándole todo desde el principio, desde antes de ese viaje a Marrakech, a cómo pasó todo y cómo fue todo en este intenso, pero corto periodo de tiempo en el que yo me había enamorado y todo lo que había pasado, hasta ayer, ese día en el que me pusieron por delante la verdad. -No supe nada de él en mucho tiempo hasta que me dijo que venía contigo. No te conocía y para mí era como que se había enamorado, como que era feliz a tu lado, no podía imaginar nada de lo que me estás contando. Ya te digo que hacía tiempo que no lo veía, eso sí, Conrad es un hombre ambicioso, lo que no puedo llegar a entender es que, con todo lo que tiene, necesite más, ni mucho menos sabía esas condiciones familiares a las que estaba sometido y que no son razones para engañarte y conseguir ese propósito. Me duele mucho verte así -se pegó a mí y me abrazó, luego besó mi pelo. Me desahogué durante unas horas con él, comimos ahí, bueno a mí no me entraba bocado, pero me obligaba. Más tarde me dijo que iba a preparar una maleta y que nos iríamos unos días hasta que yo quisiera a la otra casa, frente al mar, ahí estaríamos más tranquilos, quería acompañarme en este duelo. Nos fuimos hacia mi coche y de allí para su otra cosa, ya había ordenado que llenaran la despensa y el frigorífico mucho antes de preparar nada.

Llegamos allí y habían dejado hasta la cena sobre la mesa, una delicia que disfrutamos mirando el mar en ese salón que tanto me gustaba, eso sí, yo no dejaba de llorar y reír, y es que Logan no dejaba de bromear para conseguir sacarme unas carcajadas. Me duché y luego lo hizo él, nos sentamos en el sofá a charlar un rato antes de dormir, la verdad es que me estaba siendo de gran ayuda, me sentía más arropada en tan doloroso momento en el que tenía que enfrentarme a la realidad. Nos fuimos a dormir juntos, me abrazó fuerte pegando mi espalda a su pecho mientras me acaricia el brazo y me susurró que descansara, que cada día sería un poco menos doloroso. Desperté y sonreí al verle mirándome mientras me colocaba un mechón de pelo tras la oreja. -¿Qué tal? -preguntó llevándome hasta él, rodeándome entre sus brazos. -Bueno, al menos dormí que no es poco. -Vamos a desayunar, verás que hoy comerás un poco más. -Si te digo la verdad, hambre tengo -le di un beso en la mejilla y me levanté para entrar al aseo. Había bloqueado a Conrad de mensajes, llamadas y de todo, pero mi hermana me llamó mientras desayunaba y me dijo que este la había llamado. No sé cómo consiguió su número, pero bueno, ella le dijo que me había ido por Europa unos días pero que no le había dicho dónde, se lo agradecí. Tanto Logan como yo, sabíamos que lo último que iba a pensar es que estaba en Escocia con su amigo, eso lo teníamos claro, es más, no lo llamó ni avisó de nada, ni siquiera pensó en él para saber si sabía algo de mí. Paseamos por ese acantilado charlando, me llevaba del hombro, besaba mi mejilla. Me transmitía tanto respeto y cariño, que conseguía que todo el

dolor fuera más suave, más llevadero. A la hora de la comida decidimos hacerlo fuera, en plan picnic, y aquello me recordó a algún momento con Conrad, pero eso ya era pasado. ¡Maldito mentiroso, que me había engañado! Con razón le dio igual hacer aquel trío, vamos que se lo tenía todo más que estudiado. Esa tarde la pasamos en el salón charlando, tomando café y de verdad que me sentía como apartada del mundo, como si en ese trozo de las Highlands estuviera protegida de aquel depredador que era Conrad, no se podía imaginar la repulsa que le tenía, pero vamos, con la frialdad que se las gastaba no le debía de importar una soberana mierda. Por la noche volvimos a dormir abrazados, Logan se pegaba a mi espalda y me encantaba que me arropara de esa manera, que me diera el cariño sincero que transmitía, y es que, detrás de aquel hombre que jugó con mi cuerpo, había un gran ser humano. Por la mañana estaba de nuevo sonriendo, mirándome y me abrazo, o, mejor dicho, nos abrazamos. Nos fundimos en un precioso abrazo y nos terminamos besando, luego me miró a los ojos y me dijo algo que me rompió en mil pedazos. -Sé que estas destruida, que tu corazón se está tambaleando, pero quiero que sepas que estaré a tu lado el tiempo que quieras, que puedes quedarte por un tiempo o para siempre, pero para mí eres una mujer que cualquier hombre desearía tener y yo te deseo. Lo siento por él, que es mi amigo, pero no supo cuidarte y te trató injustamente, ahora me toca a mí conseguir que vuelvas a ser feliz. Me eché a llorar sobre su pecho como una niña pequeña, era lo más bonito que podía escuchar en esos momentos, sentí que al menos para alguien no era un juego y que Logan, estaba ahí en forma de ángel dispuesto a sanar ese dolor que sentía tan fuerte.

Nos volvimos a besar con intensidad, abrazándonos, pero sin ir más allá. Después de una ducha, por separado, fuimos a desayunar y me prometí a mí misma que le iba a dar la oportunidad a mi corazón de volver a reconstruirse. Cogimos el coche y nos fuimos a Portree, allí había un pintoresco puerto y además esta era la capital de la isla y la ciudad más grande. Aquel lugar era ideal para recrearse con la tranquilidad y la naturaleza que aquel entorno ofrecía. Íbamos de la mano, era muy atento, cariñoso y todo un caballero, me encantaba su forma de ser, eso sí, me recordaba a Conrad, pero aquel era un monstruo, no quería ni pensar en él, no se lo merecía. Paseamos por aquella calle llamada Bank Street, estaba llena de cafeterías y tiendas. Entramos en una tienda muy bonita donde me llamó mucho la atención un collar de piedras naturales, no dudó ni un momento en regalármelo y ponérmelo, intenté por todos los medios que no lo hiciera, pero no sirvió de nada, así que ahí lo tenía sobre mi cuello y yo feliz de llevar algo de mi highlander. Paseamos por el parque llamado "The Lump" y llegamos hasta la Apothecary´s Tower. Me sorprendió lo que me contó sobre ella y es que era utilizada como señal de que aquella ciudad disponía de servicios médicos, me pareció fascinante, ya que las embarcaciones se podían guiar por eso en caso de que alguien lo necesitara. Fuimos a comer a un lugar muy bonito con una cocina muy sofisticada, los platos eran unas exquisiteces, me encantaba la complicidad que estaba pillando con Logan y es que ese hombre se lo estaba ganando a pulso. Pasamos todo el día allí y vimos el atardecer desde una terraza tomando un vino y cenando unos crujientes de paté casero, con queso fundido, una pasada que jamás había probado.

Regresamos a su casa donde entramos entre besos, sonrisas y con ganas de estar pegados el uno al otro. No se me había ido el dolor, ni mucho menos, pero me sentía mucho mejor al lado de ese hombre que estaba moviendo el planeta para hacerme sonreír y tratar de que volviera a ser feliz. Nos fuimos a la ducha juntos, en ese momento cuando nos desnudamos me sonrojé, ahora era diferente, solos él y yo, como empezar de nuevo con alguien que hizo temblar cada músculo de mi cuerpo, aquello era increíble. Lo hicimos bajo el agua que caía sobre nosotros, fue un momento mágico, estaba conociendo a Logan de otra manera a la anterior, de forma más intensa, más bonita, más emocional. Me ayudó a secarme, su mirada era tan limpia y pura, que de verdad me parecía que estaba en el lugar correcto, no podía dejarlo de abrazar y es que había sido mi salvavidas. Nos fuimos a la cama entre besos, mimos y gestos que lo decían todo. Él estaba ahí para curar las heridas que otro dejó en mí y yo me sentía feliz de haber pensado en él para escapar de aquello que me estaba pasando, de todo ese dolor que me envolvió nada más saber lo sucio que había jugado Conrad conmigo, lo mal que se portó y la de mentiras que me contó. El mejor acierto que había tenido en mi vida, fue haber buscado a Logan. Estuvimos cerca de una hora charlando mientras acariciaba mi cuerpo y jugueteando con él, me decía que en unos días volveríamos a la casa principal y que quería que ahí comenzáramos una nueva vida. Me daba mucho miedo, pero yo iba a vivir el día a día, si nos teníamos que ir allí, nos iríamos y que el tiempo fuera el encargado de decidir qué hacer con nuestras vidas. Lo que yo tenía claro es que quería estar junto él, no encontraba una mejor opción para intentar ser feliz, así que me iba a dejar llevar por el destino...

Me costó coger el sueño, todo me hacía ilusión ahora, pero debía reconocer que estaba con un dolor en el pecho que no cesaba ni un momento, pero ese iba a ir aflojándose, de eso estaba segura.

Capítulo 27 Me desperté y estaba sobre su hombro, él me tenía abrazada acariciando mi pelo. -Buenos días, princesa. -Buenos días, jefe del clan -reí. -¿Qué tal has dormido? -Bien, genial, ni me desperté un poquito. -Eso me alegra mucho. -¿Desayunamos? -Sí, por favor. Besó mis labios y me ayudó a levantarme, me cogió en brazos y me llevó a la cocina sentándome encima de la mesa. Me dijo que me estuviera quieta, que me iba a dar un desayuno a lo Logan, cosa que me hizo mucha gracia. Preparó unos cafés y mientras lo tomábamos horneó pan e hizo unos bocatas que tenían una pinta espectacular, lo comí sobre aquella mesa y Logan de pie mientras charlábamos. Me encantaba ese hombre, no tanto como me gustó Conrad, y digo me gustó porque lo amé con toda mi alma, pero el dolor que me había causado y saber que solo fui una zona de escape para conseguir su objetivo, me hacía sentir un fuerte desprecio hacia él. Tras el desayuno apartó las cosas de la mesa y se puso entre mis piernas a besarme pegándome lo suficientemente a él, hasta que noté cómo su miembro se había venido arriba. Se deshizo de mi camiseta y me dejó ante él con los pechos al aire que ya se me habían erizado, los acarició de una manera que nada tenía que ver con el Logan juguetón de aquel encuentro sexual con Conrad. No tardó en quitarme la braguita y desnudarse él, con ese cuerpo imponente que alteraba a cualquier fémina.

Se sentó en la pequeña butaca quedando su cara justo a la altura de mi sexo, puse las manos hacia atrás para apoyarme mientras el abría mis piernas y comenzaba a jugar con su lengua, sus dedos, poniéndome a mil por hora. Me llevó a un orgasmo increíble y luego me penetró ahí mismo, agarrándose a mis caderas mientras me miraba a los ojos con un deseo infernal, fue un momento perfecto que me dejó temblando, pero todo con mucha naturalidad, sin esos juegos a los que estaba acostumbrada con él. Tras hacerlo, recibió una llamada y me dijo que debíamos regresar a la casa principal, que tenía que firmar unas cosas que tenía allí, así que decidimos volver para quedarnos. Me presentó oficialmente a la cocinera y encargada de la casa, se llamaba Lía, se veía muy buena persona. Dejamos nuestras cosas en su imponente habitación y me dijo que las colocara en una parte del armario donde tenía bastante hueco, él se fue a hacer esas cosas a su despacho y luego regresó a por mí, para comer en la terraza. Estuvimos coquetos, bromistas y hasta se nos fue subiendo ese calentón de nuevo en el que nuestros cuerpos pedían guerra, me preguntó si me apetecía pasar la tarde tomando unas copas en la bodega y disfrutar unas horas sin prisas con juegos eróticos en los que solo seríamos él y yo por primera vez, le dije que sí, que por supuesto. Entrar ahí de nuevo me removió un montón de recuerdos y sentimientos que me bloquearon por unos segundos. Logan puso dos chupitos de whisky que nos bebimos de un trago y luego sirvió unas copas. Nos pusimos de pie en la barra a tomarlos mientras charlábamos de lo más acaramelados y me confesó que a él, los juegos le encantaban, le gustaba

mucho ser el causante del fervor sexual que aquello provocaba y que le encantó verme disfrutar. -Bueno, también sufrí un poco -reí. -Lo entiendo, pero es parte de la estimulación... -Lo pasé muy bien -dije con tristeza. -Hoy te lo haré pasar mejor. ¿Estás dispuesta? -Bueno, me fío de ti que no es poco -reí. -Con eso me vale -acarició mi mejilla-. Iré poco a poco, sin prisas, quiero que disfrutes con todo y si en algún momento quieres que pare, lo haré. Sonreí negando, ya estaba nerviosa, pero quería hacer todo con él, quería disfrutar de esos juegos que controlaba tan bien, quería seguir disfrutando de su compañía, esa que era el único lugar en el que ahora me podía sentir bien. Se puso detrás de mí y bajó mi braguita, yo llevaba un vestido de hilo hasta la rodilla y caído por un hombro, lo subió hasta mi cintura y pidió que me quedara así mirando hacia la barra apoyada en ella. Sabía que iba a por sus cosas, esas con las que me causó la otra vez mucho placer, esas que puso en una caja sobre la barra y yo me eché hacia delante poniendo mi cara sobre mis manos, dejada caer, con los pies abiertos sobre el suelo, él me hizo levantar un poco las caderas y metió un taburete para también apoyar el vientre. De fondo la música celta, me concentraba en ella, sabía que esto iría lento pero que sería muy excitante, reconozco que algo de nervios me causaba, pero sabía que estaba en buenas manos. -Una cosa... -dije nerviosa antes de que siguiera. -Dime, preciosa. -En la mesa grande, estaba más cómoda -reí. -Pues listo -me dio dos toques en el culo para que fuéramos hacia allá.

Se sentó en el sofá y me puse delate de él, recostada sobre la mesa, volvió a levantar el vestido hasta la cintura, abrió mis piernas y sabía yo que estaba a su altura, me dio un cojín para que me agarrara a él y lo pusiera sobre mi cabeza. Se colocó el guante de látex, eso me puso un poco nerviosa, pero sabía que era lo más cómodo para jugar en mi interior. -Hoy vamos a probar otras cosas, no te asustes. -Claro, me lo sueltas y luego me dices que no me asuste -reí. -Te voy a poner un líquido atrás, no te va a doler lo más mínimo, una vez que esté dentro vas al baño y lo expulsas. ¿Ok? Te duchas de cintura hacia abajo. Asentí con la cabeza y comprendí que iba a lavar la zona, me parecía perfecto. Puso un poco de crema en la entrada y metió una cánula, luego soltó un líquido dentro y cuando me dijo que ya, fui al baño de la bodega, me quité el vestido e iba notando que chorreaba, lo expulsé mientras me duchaba. Entró de nuevo con otro tarrito con cánula y me dijo que me apoyara en la pared y él desde fuera de la ducha volvió a hacer la misma maniobra. -Cuando salgas te lías en esta toalla y vas para allá -me hizo un guiño. Y eso hice, me enjaboné bien y salí hacia fuera donde había puesto el cojín de una parte del sofá sobre la mesa para que estuviera más cómoda, encima puso hasta una sábana y es que el tío era muy previsor, me encantaba. -Túmbate boca arriba con las rodillas reclinadas -me dijo ayudándome a subir a la mesa- ¿Quieres que te tape los ojos? -No, déjame así -sonreí. -Relájate -se acercó a besar mis labios. -Lo estoy -sonreí.

-Voy a dilatarte con un aparato por detrás, pero tienes que relajarte mucho para que no te duela ni te lastime, iré con calma, antes te voy a meter un poco de crema con el dedo. -Vale -solté el aire. -Echa tus caderas más hacia las piernas, así quedarás más libre. Lo hice y noté que sí, estaba lo suficientemente abierta para que él pudiera hacerlo mejor. Puso el gel sobre la entrada y se echó bastante en el dedo, podía verlo y eso no sabía si me tranquilizaba o me ponía más nerviosa. -Aguanta, no te muevas -iba metiendo su dedo. -¡Auch! -solté, cuando lo notaba entrando. -No te muevas, ya casi está. A mí me lo iba a decir, lo había notado dentro como si fuera a reventar. Movió un poco el dedo, notaba el gel y la excitación mezclada con un poco de dolor, pero la aguantaba bien, sacó el dedo y me besó. -Vamos a poner el dilatador, ¿bien? -Enséñamelo -reí. Lo sacó de la caja y mi cara fue de asombro, era como un triángulo con el pico redondo, aquello verlo así imponía mucho. -Espera -me incorporé un poco- ¿No será mejor que me ponga de pie echada sobre la mesa? -solté una carcajada nerviosa. -No, relájate así, me va a ser más fácil para hacer lo que quiero. Le echó gel por encima y se fue para ponerlo en la entrada. -¡Ay! -grité riendo nerviosa al notarlo ahí. -Aún ni entró un poco, exagerada -reía apretando mi bajo vientre para que me relajara. Comenzó a meterlo y me puse a chillar de los nervios entre risas, él sonreía mirándome y atento a como lo iba introduciendo.

Creía que explotaba y que se me iban a salir hasta los ojos, pero entró y lo dejó ahí. -Muy bien -volvió a acercase para besarme. -Quiero un trago -reí. -Espera un poco anda, ahora paramos en un rato y nos tomamos una -dijo dando un trago a la suya y resoplé riendo por su morro. -He dicho que quiero beber ahora -protesté haciéndome la enfadada. -Con este puesto no es bueno que te muevas, si quieres te lo saco, tomamos un trago y luego te pongo otro. -¡Sí! -grité nerviosa. Lo sacó y me senté de inmediato resoplando, se puso entre mis piernas y nos dimos un beso, me comencé a tomar mi copa, sabía que esos juegos iban a durar una eternidad y yo necesitaba ingerir un poco de alcohol para asumirlo. Casi que me lo bebí de un trago y volví a colocarme igual, no tardó en echarse gel en sus dedos y meterlos en mi vagina, una vez dentro hacía fuerza y tiraba hacia él, yo intentaba relajarme, pero aquello me ponía a mil por hora. Sacó algo que me impresionó, era un doble pene de silicona como el que compró Conrad en Londres y que al final no llegamos a utilizar. -¿Los dos a la vez? -pregunté riendo nerviosa. -Claro, verás como no es nada. -Yo te mato cuando terminemos -dije riendo. -No creo que cuando lo hagamos te queden fuerzas, y será la hora de dormir. -¿Me estás diciendo que me harás cosas hasta entonces? -solté una carcajada. -Sí, hoy te toca disfrutar bien del sexo.

-Pero si yo soy muy normalita -mentí pues esos juegos ya me estaban comenzando a gustar demasiado. Puso cada parte en su orificio y comenzó a introducirlo mientras con la otra mano acariciaba mi vientre diciendo que casi estaba. Yo iba a explotar, aquella sensación era una de las más fuertes que había sentido hasta ahora. Lo colocó, luego me besó riendo y diciendo que me relajara un poco, que aquello dilataría mejor para poder continuar. Yo lo miraba con ganas de matarlo y es que todo aquello era una explosión en todos los sentidos. En ese momento recordé a Conrad e hice lo que no había en los escritos por quitarlo de mi mente, no se lo merecía y había jugado conmigo de la forma más tirana que puede hacer una persona y confieso que aún lo amaba con todas mis fuerzas, y que, por mucho que me gustara Logan, daría lo que fuera porque nada hubiera pasado. Cogió un hielo, le echó un spray para que se fuera desintegrando y comenzó a juguetear con mis pezones a la vez que los lamía, además hizo algo que provocó lo que tenía en mi interior se fuera moviendo como en círculos lentamente, me puse de lo más excitada. Lo sacó y se subió desnudo a la mesa, comenzó a lamer todo mi cuerpo y a toquetearme el clítoris y encendiéndome como la que más, consiguió que llegara a otro estrepitoso orgasmo que me dejó sin fuerzas. Me hizo colocarme en la mesa apoyada con las rodillas y los codos, bien expuesta a él, y me penetró en lo alto de aquella mesa, mientras jugueteaba con mi parte trasera y metía su dedo, aquello fue una sensación de lo más placentera. De ahí nos fuimos al baño, había comenzado a llenar la gran bañera y nos metimos en ella uno frente al otro tomando una copa y fumándonos un cigarrillo, se notaba que le gustaba mucho y él a mí, pero tenía en mente al

maldito Conrad y lo que más deseaba en el mundo era olvidar ese dolor que había provocado en mí. Estuvimos un buen rato y nos pusimos unos albornoces que había ahí, luego nos trajeron la cena y él fue a por ella a la puerta, nos sentamos en el sofá cenando aquella ensalada y unos sándwiches. Nos vestimos y nos fuimos a su habitación a descansar, el día había sido excitante con aquel momento en que me encantaba cómo jugaba con mi cuerpo. Me hizo meterme en la cama desnuda, decía que la ropa sobraba y es que ese hombre era pura fogosidad, me hizo mucha gracia porque lo dijo a modo de orden, aguantando esa picara sonrisilla que se le dejaba entrever.

Capítulo 28 Desperté con su boca entre mis piernas, reí dándole los buenos días entre jadeos de excitación. Me lamió y mordisqueó, se sentó de repente entre mis piernas. -Tócate para mí... -Madre mía. ¿Tan temprano? -Tócate -exigió con su sonrisa amplia mientras abría un poco más mis piernas que estaban con las rodillas flexionadas, quería tener una buena visión de mis partes. Se echó hacia un lado un momento para poner en su mano un poco de gel de aloe vera que tenía en la mesita, y me hizo el gesto de que comenzara. Puse dos de mis dedos en mi clítoris y él metió un cojín debajo de mi culo para que estuviera mi zona más alta. Sus dedos con ese gel fueron a mi culo mientras yo me tocaba. Comenzó a estimularme por fuera y yo empecé a volverme loca, Cogió un guante del cajón mientras me tocaba, se lo puso con otro poco de gel y metió su dedo mientras con la otra mano me aguantaba para que no me moviera mucho. Me corrí a chillidos, agotada. Logan sacó su dedo, se quitó los guantes, que tiró a un lado en una papelera y me hizo levantar. Me penetró de pie y luego me cogió en el aire contra la pared mientras me lo hacía fuera de control, estaba de lo más caliente, se le notaba que iba a explosionar y lo hizo mientras mordía mi cuello. -Me tienes todo el día caliente -dijo cuando terminó y fue conmigo en brazos al baño. -Pues yo ya no doy para más -contesté riendo. -Hoy te queda un poco más -carraspeó. -¿Qué planes hay para hoy?

-Desayunamos y nos vamos a pasar el día a la otra casa, voy a llevar unas cosas y lo vamos a pasar genial -me hizo un guiño. -Define cosas -reí volteando los ojos. -Ya lo comprobarás -rio besándome y nos metimos a ducharnos. Preparamos una bolsa con algo de ropa, no mucha, sobre todo de estar por casa, y bajamos a desayunar. Yo estaba nerviosa, sabía que me había cogido con ganas y yo, yo no podía negar que me encantaba que jugara conmigo. Mientras desayunábamos en la terraza, sentados juntos en el sofá, se sacó algo del bolsillo y metió la mano por debajo de mi vestido, apartó la tela de la braguita a un lado y comenzó a meter unas bolas. -Logan... -Abre un poco más que ya casi está. -Nos pueden ver. -Tranquila... Solté el aire cuando metió la segunda bola y noté una presión increíble. Siguió desayunando mientras besaba mi mejilla, me hacía guiños y cuando terminamos nos fuimos con las bolas puesta a su coche para irnos a la casa frente al mar. -Estoy notando liquido... -dije mientras él conducía. -Sí, se están desintegrando -me dio un paquete de clínex de la guantera-. Ve secándote si sale. -Yo a ti te mato, ¿lo sabes? -Si no lo hago yo antes -me hizo un guiño y resoplé riendo. Cogí dos clínex y me lo puse a modo de protección sobre la braguita, aquello me parecía surrealista, pero emocionante a partes iguales, eso sí, estaba agotada, esos momentos me dejaban de lo más floja. Llegamos a la casa y aquello ya estaba desintegrado por completo, me tuve que duchar y todo de nuevo, eso sí, por dentro me dejó una sensación

caliente impresionante, me notaba excitada. Salí hacia fuera con una toalla rodeando mi cuerpo, él estaba en la cocina y sirvió dos cafés, nos encendimos unos cigarrillos. Nos pusimos a charlar entre miradas y sonrisas que eran de lo más tontas, estábamos a gusto el uno con el otro, se notaba, aunque me dolía cuando por mi mente aparecía Conrad. Me puse a preparar una pasta, le había avisado que lo haría, así que hice una con una salsa de nata y salmón, aún tenía el frigorífico hasta la bola. Quitó la toalla y me dio una camiseta mía suelta para que me la pusiera, eso sí, sin ropa interior, me avisó que hoy estaría prohibido. Él estaba con un pantalón corto de algodón y sin camiseta. -¿Te puedo preguntar algo? -Claro -arqueó la ceja. -¿Por qué te gusta tanto jugar por detrás? -Pienso que es la parte más sensual y que más placer os puede ocasionar, además, no me preguntes porqué, pero es mi debilidad. -¿Siempre hiciste este tipo de juego? -Con un par de mujeres con las que tuve más de una aventura, con una llegamos a mucho. -¿A mucho? -Ella se dejaba dominar y disfrutaba con ello. -¿Dominar acaso no es lo que hiciste conmigo desde que me conociste? reí. -A ella le gustaba rozar el dolor y a mí provocárselo, por supuesto controlado y sabiendo dónde estaba el límite. -¿Le pegabas? -pregunté alucinado. -Le daba algún que otro cachete cuando no se relajaba, se contraía o no se abría lo suficiente -me agarró por la cintura y me besó como para zanjar el

tema, pero iba a ser que no, a este lo sometía yo a un interrogatorio, quería saber cómo era él. -Lo mismo que a mí, pero sin cachete... -No -rio mientras servía dos copas de vino. -¿Cómo qué no? ¿Acaso me negué a algo? -No, pero a ella la sometía durante horas y fui mucho más allá... -No lo entiendo -reí. -Hoy por ejemplo quiero jugar contigo lentamente, todo el día, hacer que desees correrte y pienses que vas a reventar, pero no te sometería a ciertas cosas. -¿Cosas cómo qué? -No quieras saber más -rio mordisqueando mis labios. -Sí, quiero saber, no quiero que tu mente vaya más allá de algunas cosas que no me sentarán mal hacer, es sexo y para mí, cuando es consensuado y por lo que aprendí esta última etapa, pues yo me dejo llevar. -¿Te daría igual que te azotaran? -Hombre, siempre que no sea con sarna -reí. -¿Estarías sometida a mí lo que queda de día? -¿Acaso puse trabas en algo? -resoplé. -¿Estás segura? -Sí -dije convencida y retirando la comida que ya estaba hecha, aunque todavía no la íbamos a servir ya que estábamos con la copa de vino y aún era temprano. Se quitó, el pantalón, el bóxer y se apoyó en la mesa, se señaló el miembro y lo entendí, me arrodillé y lo comencé a lamer, a masturbarlo con la boca mientras el me cogía el pelo y lo liaba en su mano tirando para que fuera con más intensidad.

Se corrió quitándose y echando el semen sobre su mano, se fue al baño directamente y yo me quedé pensando en lo que él me había dicho. ¿Le iría el sado? Madre mía que al final iba a salir partida por la mitad. Apareció con algo en la mano, lo puso a un lado de la mesa, vi un bote redondo de lata que contenía crema y unas pinzas para los pechos, contuve el aire mientras él, levantaba mi camiseta y la dejaba detrás de mi nuca. Abrió la lata y se untó la crema entre sus dedos, comenzó a masajearme mientras lo untaba en cada uno de mis pezones que ya se ponían duros y firmes. -Estas pinzas son un poco más fuertes que las de la otra vez -dijo cogiéndolas. -Uff -reí. -Si no lo aguantas te las quito, pero al menos inténtalo. Puso las dos a la vez y comencé a dar botes mientras resoplaba, cogió un spray que me echó en cada pezón y eso me calmó un poco. -No veas cómo impresiona al principio -di un trago de mi copa mientras él cogía el móvil y ponía un mensaje. -Me has dicho que hoy te someterás a mí, ¿verdad? -¿No lo estoy haciendo? -Luego vendrá alguien... -dijo mirando la contestación a lo que imagino que era el mensaje que había enviado. Joder otro como Conrad, ahora que vendría alguien y no sé si me apetecía o no, pero ya le había dicho que haría lo que me pidiera. Lo miré con cara de circunstancia y acarició mi barbilla, besó mis labios y me miró con intensidad. -Será solo por hoy, no te preocupes, quiero que veas a lo que me refería que hice con otras.

Me dije por dentro que esperaba que fuera al menos un pedazo de tío, porque como fuera feo y poco apetecible salía por patas, aunque por lo poco que conocía a Logan, sabía que tenía buen gusto con todo. Me colocó la camiseta bien y dejó aquello puesto sobre mis pechos, me causaban incomodidad, pero se iba aliviando, además, cuando me la bajé, me la levantó un poco y volvió a echar el spray calmante. -Aquí lo dejo, cuando veas que lo necesitas me lo dices, se puede echar las veces que haga falta. -Es como anestésico. -Es calmante -volvió a besarme. Nos pusimos a servir los platos y nos sentamos a comer, entre miradas que me ponían nerviosa y preguntas que yo le hacía y las contestaba causando más misterio. Me mandó al cuarto y me dijo que esperara allí, escuché que un coche se adentraba a la finca y supe que era él, Duncan. Me había hablado en la cocina de él y me dejó alucinando al decirme que era orientador sexual y que tenía varios títulos en cursos sobre sexualidad diversa, así como en juegos eróticos y sados. Vamos, que era para echarse a temblar. Un rato después y después de haberme duchado, entró Logan, me dijo que ya estaba ahí Duncan y que le había puesto una copa, me puso algo en las manos y me dijo que me lo pusiera, solamente eso, que apareciera con ello por la cocina, eso sí, me quitó las pinzas de los pechos que los tenía enrojecidos y me untó una crema. Abrí esa prenda suave como la seda, pero de tacto como de licra, era un camisón fino y corto, muy corto, en los pechos llevaba un bordado de forma rectangular, era negro. Me miré al espejo y me vi sexy, pero desnuda, sin

nada debajo, me quedaba espectacular, pero me daba la sensación de estar completamente desnuda y expuesta. Miré hacia una botella de cristal que contenía whisky, en la misma bandeja había un vaso, me eché un poco y lo bebí de un trago, luego fui a lavarme los dientes y echarme enjuague bucal. Salí sonriendo y ese imponente chico con un cuerpo de lo más espectacular y sonrisa cautivadora se levantó mientras Logan nos presentaba, me dio un beso con un ligero abrazo. -Así que tú eres Vera. -Sí -sonreí cogiendo mi copa y dando un trago. -Ya me contó mi amigo un poco por encima, tranquila, verás que no será para tanto y disfrutaras mucho, pero debes poner de tu parte. -Yo ya pongo toda la carne en el asador -puse cara de resignación y di un trago causándole una carcajada. -Eso está bien -sonrió y miré a Logan que me hizo un guiño-. Iremos poco a poco, así que, no te preocupes -me hizo un gesto con su mano para que me pusiera delante de él que estaba en una butaca frente a la mesa y había un hueco entre sus piernas, me hizo girar mirando a Logan. Sentí que echaba su silla más hacia atrás y con la mano ordenó que me dejara caer hacia adelante, lo hice mientras contenía la respiración, levantó mis caderas, echó el camisón hacia arriba y abrió mis nalgas con ambas manos, sabía que estaba mirando mi culo. -Coge de la bolsa que he traído la crema roja que hay, no es necesario que traigas nada más, la voy a hidratar un poco para que la suavice mientras tomamos el vino.

Logan asintió y fue al salón, Duncan me levantó un poco más las caderas y metió sus dedos en mi vagina, la comenzó a tocar al fondo y a tirar un poco hacia él y con su otra mano me dio una torta seca en el glúteo en lo que entendí como señal para que no me moviera. Logan apareció con la crema y Duncan sacó sus dedos, se echó la pomada por ellos y con una mano abrió mis cachetes mientras con la otra comenzó a untarla por el exterior de mi culo, metía un poco hacia dentro pero no mucho, no llegaba a entrar, cuando lo noté un poco más adentró di un respingo y me dio otro cachete, siguió, pero sin entrar, intenté no moverme. Terminó y me hizo un gesto de que ya, me salí de entre sus piernas y me bebí el vino de un trago, los dos se rieron y Logan me volvió a rellenar la copa diciendo que estuviera tranquila. -No decirme más veces que esté tranquila, que lo estaré -reí-, pero me impone mucho teneros a los dos pendientes de mí y sabiendo que van a ir pasando cosas -resoplé. Los dos me miraban riendo y me ponían de lo más nerviosa, negué riendo y volteando los ojos. Sirvió tres copas de whisky con hielo y nos fuimos hacia el salón, ya sabía que ahí comenzaría todo, así que el primero me lo tomé de un trago y yo misma cogí la botella y me serví otro. Los dos se desnudaron quedando en bóxer y apartaron la mesa un poco hacia un lado, para que quedara libre un trozo. La mesa quedaba perfecta y ahí puso un montón de cosas de la bolsa que yo estaba alucinando, cosas que ni había imaginado en mi vida, yo seguía con el camisón y Logan me hizo un gesto de que me lo quitara. Sacó lo que yo sabía que era un limpiador anal que te expulsaba el agua, Logan me hizo un gesto para que lo acompañara al baño y allí me hizo poner sobre el lavabo y me metió la cánula y soltó el líquido, me hizo

aguantarlo unos minutos y luego expulsarlo en el wáter, después me metió en la ducha agachada y puso el grifo ahí para que me lavara bien. Yo lo miraba con ojos asesinos y él lo solucionaba con ese guiño de ojo. Me secó bien, me besó y me dijo que, por favor me relaja y disfrutara, que no quería usar en ningún momento nada para que lo hiciera, se refería a esos cachetes imaginé. Llegué allí y me sorprendí al ver un látigo, lo miré y luego miré a Logan que me hizo otro guiño y el gesto de que estuviera tranquila. -Vamos a tomar una copa relajados mientras te hace efecto lo que te iré poniendo -decía Logan-, pero tú tienes que contribuir. -Otra vez con contribuir, ¿me estoy oponiendo a algo? -reí. Duncan me hizo una señal para que me subiera en la mesa. -Ponte apoyada sobre los codos y las rodillas en este lado. -Vamos, a cuatro patas -me persigné. -Así es, aquí al filo y luego dejas caer tu cuerpo hacia delante para que se queden tus caderas bien levantadas. -Vale -lo hice mirando a Logan, que sonreía dando un trago. -Relájate. Si te mueves te daré una palmada fuerte para que te relajes, si lo haces por segunda vez te daré con esto de forma seca -señaló el látigo y asentí mientras tragaba saliva. Metió sus dedos en un bote que había a un lado delante de mí, por el otro lado, se había puesto el guante de látex, se embadurnó bien los dedos y se fue hacia el lado donde estaban mis partes. Cerré los ojos y me concentré en relajarme. Puso el dedo en la entrada de mi culo y lo fue metiendo hacia dentro mientras yo soltaba el aire. -Esto no es líquido que se salga, esto se absorbe en el interior e hidrata decía untándolo por toda la cavidad, luego lo sacó y metió su otro dedo que

también llevaba cubierto de esa crema. Di un respingón cuando apretó y me dio un cachete fuerte con la otra mano. Solté el aire y evité moverme de nuevo. Sacó el dedo un poco después y me dijo que me diera la vuelta, me dolía un poco la parte de atrás, pero nada que no se pudiera aguantar. Me hizo sentar al filo y le pidió a Conrad que le diera el bote, se quitó el guante, embadurnó sus dedos y me hizo un gesto de que me tirara hacia atrás y pusiera las piernas abiertas sobre el filo. Metió los dedos en mi vagina y con la otra mano apretó mi vientre, comenzó a tirar hacia fuera haciendo presión dentro, yo ni me moví, estaba sintiendo un montón de sensaciones, pero sabía que esto era como una iniciación y pronto me lo reveló. -Listo, se puede tomar la copa mientras hace efecto -apretó mis labios inferiores y me hizo un gesto para que me levantara-. Esto hidratará el interior para que luego todo sea más fácil y placentero. Me gusta tu actitud apretó mi nalga cuando me levanté. Logan agarró mis manos y las besó. -Lo estás haciendo muy bien. -Al final me vuelvo una profesional -reí. -Lo que consiste es en que puedas disfrutar del sexo sin censuras -dijo Duncan agarrando mi nalga y apretándola. -Eso hago, pero debo de reconocer que algunas cosas me causan mucha impresión. -Que te toquen por detrás... -Efectivamente. -Es porque no estás acostumbrada, por eso te quiero estimular bien, para que luego puedas disfrutarlo sin miedo, todo es cuestión de trabajarlo. -Imagino.

-La vagina sí está preparada como ves, y es porque es lo primero que educamos para ello, no es doloroso cuando te meten los dedos o te penetran por eso mismo, a veces es incómodo porque en ese momento está contraída, por eso es necesario liberarla con esos tirones. -Ahora noto por detrás mucho calor, demasiado. -Eso es lo que quería escuchar, está haciendo efecto, cuando no puedas más te lo contrarresto con frío, por eso vamos a ir, poco a poco, no hay prisa hoy, ¿verdad? -Ninguna -dijo Logan-, además, te puedes quedar con nosotros a dormir y te vas por la mañana. -Sí, seguramente lo haga, se nos hará tarde si la vamos a hacer probar de todo lo que me dijiste -eso me causó un cosquilleo por el estómago. -Claro, así podemos ir relajados. Solté el aire fuerte y Duncan sonrió cogiendo un botecito con cánula de la mesa. Se sentó en el sofá y me hizo recostarme sobre sus piernas boca abajo, le dio el bote a Logan y Duncan abrió mis cachas para que este me metiera la cánula que comenzó a soltar como frío, como si fuera humedad, luego la sacó y Duncan apretaba mis dos nalgas para que me relajara mientras eso hacía efecto. Cuando notó que me iba calmando me hizo sentar encima de él mirando hacia fuera, le pidió a Logan algo que no entendí, pero que me recordó a las pinzas de pecho, notaba su miembro duro entre mis piernas. -Echa tu cabeza hacia atrás de mi hombro y relájate, Logan te va a poner un poco de hielo antes de que yo te lo coloque. Logan cogió un hielo del vaso, puso como un cuadrado de puf delante de nosotros y se sentó ahí mirándonos, fue directo con el hielo a mis pezones y cuando me movía los apretaba con mucha fuerza, entendí que ante las

reacciones que provocaba si ellos no decían nada, no me debía de mover, era difícil, pero cuestión de mentalizarse. Un poco después los puso sobre mi pecho y chillé, Duncan me aguantaba para que me relajara, yo quería moverme y saltar, me alivió que me echara ese spray alrededor. -Venga, pequeña, que tú puedes, ya se calma -decía Duncan, sujetándome con fuerza. Solté el aire y fui a mejor, aquello era brutal cómo se agarraba, parecía que me los iba a hacer estallar. Me dejó levantarme cuando me relajé y me encendí un cigarrillo, miré a Logan negando y riendo, él sonreía feliz de verme así, se podía ver la excitación en sus ojos y en su miembro, los dos lo tenían erecto. Di unos tragos a la copa y Duncan se sentó en el sofá un poco más hacia donde estaba la mesa en la que se había sentado Logan quitándose los calzoncillos, luego lo hizo Duncan sentado y se puso un preservativo, se levantó y echó el sofá un poco más atrás. Me puso echada hacia las partes de Logan, levantó mis caderas y me penetró. -Cómesela -ordenó Duncan. Comencé a lamerla mientras me daba estocadas secas y rápidas, lo mordisqueé con fuerzas y comencé a masturbarlo con mi boca más rápido mientras jadeaba de placer, se corrieron a la vez, Logan quitó antes mi cara y se fue hacia el baño del cuarto, Duncan al otro llevándome de la mano. Se lavó su zona y me pidió que me metiera en la ducha, él se quedó fuera y Logan apareció con un paquete que abrió y era una especie de cánula en forma de miembro, pero fina, de silicona y al fondo para ponerlo en la ducha enganchado, entonces el agua saldría por ese aparatito.

Me puso mirando a la pared, él estaba fuera, me hizo abrir las piernas y apoyarme con las manos, metió eso por mi vagina y el agua comenzó a limpiar mi interior, luego sacó un poco mis caderas y lo hizo por dentro, la sensación era brutal. Salí envuelta en una toalla, nos fuimos a la cocina y Logan sacó cosas para picar, estaba atardeciendo y yo no dejaba de reír mirando a los dos mientras negaba, ellos me decían que estaban siendo buenos e iban tranquilos. Yo estaba excitadísima, aún no me había corrido y ellos sí, pero sabía que quedaba mucha noche y que iban con tranquilidad. Comimos, pero poco, la ensalada y unos croissants rellenos de pollo con queso, que estaban deliciosos. Duncan dijo que debía estar ligerita de estómago para disfrutar mejor. Yo estaba con una camiseta y ellos también para cenar, ellos se pusieron los bóxeres, pero a mí no me dejaron ponerme la ropa interior. Tras la cena recogieron todo lo del salón y nos fuimos a la habitación, lo pusieron sobre un mueble cajonero que había frente a la cama. Duncan me dijo que ya iban a ir sobre seguido y eso me hizo casi dejarme sin respiración. Logan se apoyó en esa cómoda y me hizo agarrarlo por la cintura, Duncan abrió mis piernas, puso un gel en el culo y comenzó a meter algo, apreté con fuerza a Logan y me moví. ¿Resultado de mi atrevimiento a moverme? Un cachete bien fuerte por parte de Duncan, con la otra mano que iba metiendo eso. -No te puedes mover -dijo en tono serio. Metió algo que era como silicona blanda pero muy apretada dentro, luego metió su dedo y la acomodó bien, después me hizo poner de pie y que anduviera. -¿Te molesta?

-No, noto la presión, pero no. -Vale, vamos a dejarla un poco ahí adentro. Me cogió de la mano y me sentó en aquella butaca, encima de él, de espaldas y comenzó a tocarme el clítoris. Logan entre mis piernas empezó a meter sus dedos y lengua en mi vagina. Comencé a chillar como loca, entre lo de atrás y esos dos hombres me iba a morir de placer. Duncan me sujetaba con fuerza para bloquearme y Logan me mordisqueaba mientras sus dedos eran pura revolución dentro de mí. No podía con aquella situación y llegué al orgasmo rápidamente, cayendo floja en los brazos de Duncan, que besaba mi rostro y me abrazaba ahora con delicadeza. Logan acariciaba mi pierna desde esa butaquita donde se había sentado, me fui recomponiendo y me dijo que me pusiera cómoda boca abajo en la cama, lo hice con las piernas estiradas, pensaba que me quedaría dormida. Ellos se sirvieron un trago y Logan se sentó a un lado mientras Duncan, que lo hacía al otro, comenzó a sacar lo de atrás con cuidado, yo pensaba que me rompería en dos, pero ni fuerzas tenía para moverme. Hizo que me girara y me sorprendí al notar que me tiraban de los pezones y luego me quitaban las pinzas, metí un chillido con aquella sensación y después me quedé asombrada al notar que echaban por mi pecho un líquido como si fuera caramelo que olía genial, luego el líquido siguió hasta mi vientre y mis partes íntimas, yo estaba medio desfallecida en medio de esos dos hombres con sed de sexo y es que se notaba en cualquier rincón de esa casa. Primero fue Logan quién comenzó a lamer mis pezones con aquel liquido de caramelo, el olor era delicioso, comenzó a mordisquearlo y me encogí un poco. Duncan se lio mi pelo en la mano y tiró de él, sabía que tenía que relajarme, Logan bajó por mi vientre y lamiendo todo, luego se colocó entre

mis piernas poniendo las mías sobre sus hombros sujetando mis caderas y lamiendo mi interior, cogió el bote y echó más, se volvió loco en mis partes y a mí me hizo chillar mientras Duncan sujetaba mi pelo con fuerza. Apretaba mis caderas con fuerza, se estaba volviendo loco ahí pero no hacía porque me corriera, yo iba a enloquecer. Luego me colocó sobre la cama de nuevo y volvió a llenar todo mi cuerpo con ese líquido, esta vez me agarró el pelo Logan y comenzó a lamerme Duncan, que iba pellizcando con mucha fuerza mis pezones, a la vez que los mordisqueaba tras lamer todo el líquido. Acto seguido fue lamiendo todo mi vientre hasta llegar a la zona íntima, paró para meter dos cojines sobre mi culo y abrió bien mis piernas, echó un chorretón por todas mis partes y lo puso en la entrada de mi vagina para que entrara también bastante líquido. Su lengua era viperina, sus mordiscos sabían cómo llevarlo al límite y yo no dejaba de moverme de la excitación, ocasionando que palmeara mi cadera con fuerza, a la vez que se volvía loco en mi zona, creía que iba a explotar de placer. Estaba ardiendo en deseos, con ganas de llegar a un orgasmo que hiciera reventar todo eso que llevaba contenido, pero parecía que me querían llevar al límite y lo estaban consiguiendo. Cuando Duncan terminó, Logan acarició mi pelo y me hizo un guiño, no sabía si reír, llorar o pedir a gritos que quería que me tocaran esa zona completamente hinchada, pero solté el aire y cerré los ojos. -Te estás portando muy bien, Vera -dijo Duncan y lo miré como para matarlo, pero sonriendo- ¿No es así? -Yo me callo -solté una carcajada sin fuerzas. -¿Vas bien? -me preguntó acto seguido. -Estoy encendida, a punto de explotar, pero expectante a lo que queda.

-Queda, queda, pero con calma. ¿Quieres tomar algo y fumar un cigarro? -Sí por favor -dije levantándome de la cama. -Venga vamos, ahora volvemos -dijo Logan, poniéndose el bóxer y él también. Me eché una especie de bata corta por encima, tenía el cuerpo cortado, estaba excitada y con ganas de correrme, esa era la puñetera verdad, correrme y tumbarme a descansar y dormir. Sirvieron una copa y nos encendimos un cigarrillo. -Yo de esta me quedo dormida -advertí señalando la copa. -No -dijo Duncan negando y riendo-, un paso más y luego el final. -¿Un paso más y luego el final? -Vine para estimularte bien y prepararte. -Prepararme -di un trago largo. -¿Qué te pasa? -preguntó Logan riendo. -Nada, nada, yo soy sumisa total -solté bromeando. Duncan, se puso detrás de mí y metió su mano por mi zona. -Está esperando su momento -dijo metiendo sus dedos en mi clítoris, yo miraba a Logan que sonreía esperando de mí que siguiera dejándome llevar. Notaba el miembro de este pegado a mi culo apretando, menos mal que tenía el bóxer, de lo contrario, pensaría que iría para adentro sin anestesia. Comenzó a tocar mi clítoris muy lento y mi respiración se agitaba mucho más, me puso mirando a Logan que abrió mi bata para juguetear con mis pezones fuertemente mientras a mí me faltaba hasta la respiración. Duncan se sentó conmigo abierta, mirando a Logan que continuó con sus pellizcos mientras este metía los dedos de una mano en mi vagina apretando hacia fuera con fuerza, y con la otra tocaba mi clítoris cada vez más fuerte. Me corrí, por fin llegué a ese momento que tanto ansiaba. Duncan me aguantaba aún con sus manos y me abrazó, me resultó raro, pero fue un

abrazo intenso. Me levanté diciendo que me tomaba la copa y me iba a dormir, los dos se rieron y Logan dijo que no, que ya íbamos a lo último en la habitación y entonces me dejarían descansar como premio a como me había portado. ¡Premio! Me tuve que echar a reír. Miré a Duncan. -Vale, yo aguanto el resto, pero tú tenme un poco más de empatía, a veces necesito moverme -resoplé. -Claro y debes de hacerlo, pero yo te debo de someter para que te relajes y disfrutes más. -No puedo con vosotros -reí y bebí la copa, me encendí otro cigarro, no era para menos. Volvimos a la habitación y me quedé alucinando cuando vi que tiraba de una anilla del techo y agarraba con ella unas esposas que luego pusieron en mis manos dejándome ahí de pie y estirada al máximo, un cosquilleo recorrió mi cuerpo. Duncan se sentó detrás de mí dejándome las piernas abiertas por fuera de las suyas, de pie. Se puso un guante y se echó gel, comenzó a meterme el dedo con más ligereza. Logan me aguantaba por delante mientras yo ponía mi cabeza sobre su hombro y lo mordía. Ese dedo se movía a sus anchas y yo aguanté bien, me estaba viniendo arriba. Estuvo un buen rato hasta asegurarse que me había dilatado e hidratado bien, se levantó, quitó la silla y me puso una venda sobre los ojos. Me fue penetrando con su miembro por detrás mientras yo gritaba, Logan me fue aguantando hasta que ya se acomodó dentro y fue entonces él, quien me penetró por delante, tenía a los dos dentro de mí y comenzaron a moverse de forma sincronizada, pensé que me partirían en dos, no dejé de

chillar de placer y de dolor, y encima con esos pellizcos en los pechos que parecía que me los iban a arrancar. Se corrieron a la vez y cuando salieron pensé que me desmayaría sobre aquellas esposas que me tenían totalmente de pie. Se fueron a asearse y me dejaron ahí unos minutos a ciegas, luego Logan vino y me quitó la venda y las esposas, me abrazó y me dio un beso en los labios con un, gracias que me dejó impresionada. -Yo solo quiero dormir -dije agotada. -Ven, te voy a dar una ducha rápida -tiró de mí y dentro de esta ya estaba Duncan que me agarró para que entrara y me echó gel. Los dos comenzaron a enjabonarme con cuidado, esta vez estaban de otra forma y sonrientes, les advertí que me iba a dormir y que si uno me tocaba lo mataba. Nos secamos y la gracia fue que se metieron en la cama uno a cada lado, Logan mirando hacia mí y Duncan a mi espalda en plan cucharita. ¿No era para alucinar?

Capítulo 29 Desperté y estaba sola en la cama, escuché a alguien en el baño y salió, era Duncan. -Buenos días -sonrió con esa toalla sobre la cintura. -Buenos días, profe -solté bromeando. -Logan fue al pueblo a por pan de horno, además tenía que pasar por el banco, llega en nada, me avisó de que venía pronto, que me encargara de ti. -¿De mí? A mí hoy no me pone ni una mano encima nadie -reí tapándome con las sabanas. -Tranquila, anda, hoy solo será para calmarte un poco y que comiences el día bien. -No te entiendo... -dije cuando ya lo tenía sentado a un lado de la cama y quitando las sábanas, yo estaba desnuda. -Te voy a hacer un masaje relajante solamente, no habrá ni juguetes ni nada por medio. ¿Confías en mí? -No hace falta, hombre -dije riendo. -Me lo encargaron -se encogió de hombros y me cagué en la madre que parió a Logan. Se echó gel de aloe vera en las manos mientras reía y comenzó a acariciar mis pezones sin apretarlos, murmuró que me relajara, que cerrara los ojos, y yo le hice caso. Noté cómo me dirigía para flexionar mis rodillas, se puso en medio de mis piernas, pero sentado, pasando estas por encima de él, volvió a repetirme que cerrara los ojos. Masajeaba mis pechos, luego mi vientre, echaba mucho gel, me notaba húmeda por todos lados, luego echó un chorro entre mis piernas y comenzó a masajear mi clítoris, mi vagina por dentro y hasta la entrada de mi culo, pero todo muy light.

Me fui encendiendo cada vez más, me movía un poco, pero él con delicadeza me paraba con su mano, como si ya no estuviera sometida. Seguía masajeando mi interior y mi clítoris y yo comencé a gemir de placer. Se volvió a poner gel en ambas manos y fue a tocarme para que me corriera mientras me follaba con su mano de forma rápida, chillé y exploté en un orgasmo brutal, solté el aire y él siguió de forma lenta con sus dedos en mi interior, hasta que los fue sacando poco a poco. -¿Bien? -Sin fuerzas, pero bien. -Ve a asearte anda, te espero en la cocina, ya debe estar al llegar Logan. Me duché de nuevo, había perdido el control de las veces en las que me había duchado esos días. Lo de Duncan me parecía fuertísimo, pero me gustaba que estuviera ahí, sabía cómo hacer las cosas y era un profesional de eso y yo estaba aprendiendo un montón en el sexo, luego ya sabía que me iría con Logan y sería cosa de dos. Logan llegó y me besó feliz, me preguntó qué tal el despertar con Duncan, este carraspeó y yo dije que bien. -Hoy ya no estás sometida, pero había pensado que nos podemos quedar los tres aquí, lo hablé con él esta mañana y nos podríamos ir mañana por la mañana todos, hoy pasarlo de relax, podemos disfrutar de otra manera. -Por mí bien, pero aclara de otra manera. -Déjate llevar -tocó mi nariz y se puso a ayudar a Duncan con el desayuno. Desayunamos fuera en la mesa del exterior mirando al mar, además tenía una rinconera preciosa donde estábamos los tres, yo me puse a interrogar a Duncan sobre su trabajo y comenzó a contarme anécdotas. Me quedé flipada lo que abarcaba y la de gente que recurría a él, hasta preparaba a mujeres para que luego tuviera las relaciones más fluidas con sus parejas.

Lo de los juegos era otra de las cosas que hacía, para enseñar a utilizarlos, la parte de atrás eran pocos los que se atrevían y él ayudaba a darle normalidad, obvio que no siempre bajo la sumisión. Nos pasamos dos horas tomando café y desayunando, hablando relajadamente sobre esos temas y me encantaba escucharlo, me parecía súper interesante y es que en el sexo había demasiados tabúes, pero también estaba descubriendo que mucha gente hacía tríos y juegos como parte de las relaciones. Luego nos pusimos los tres en la cocina a tomar vino, de esta salía borracha del todo o aficionada, eso mientras preparábamos la comida, seguíamos charlando sobre el tema y es que la curiosidad me podía. Tras la comida y después de estar toda la mañana charlando sobre eso, me propusieron pasar un rato de sexo fluido, sin nada de aparatos, los miré y dije que aceptaba, pero que me movía con libertad, se echaron a reír. Nos pusimos un café y nos fuimos al sofá grande, me senté en medio de ellos, charlamos mientras lo tomábamos y los dos me hacían muestras de cariño, cuando terminamos Logan me dijo que me desnudara para ellos, me lo pidió como si les fuera a hacer un striptease, me eché a reír. Apartaron un poco la mesa y me fui desnudando para ellos, me encantaba ver la excitación en sus ojos. Logan nos dijo de irnos mejor a la cama y eso hicimos, me tumbé en medio mientras ellos se desnudaban, riendo y diciéndoles que más valía que ahora me hicieran disfrutar sin presiones. Duncan comenzó a lamer mi pecho y Logan se puso a lamer mi parte baja, sus dedos iban introduciéndose en mi vagina con cuidado, lentamente, para luego moverlo con más intensidad. Luego fue un momento único, los dos se pusieron uno a cada lado y Logan cogió el succionador de clítoris. Duncan se puso gel en el dedo y uno puso a

funcionar el aparato y el otro masajeaba mi culo sin llegar a entrar, pero jugueteando encendiéndome como una mecha que iba a explotar. También mordisqueaba, pero no tan fuerte, mis pezones y los presionaba con su otra mano. Me corrí a chillidos, estremeciéndome en aquellas sábanas ante esos cuatro ojos, luego cerré los ojos unos instantes. Me hizo un gesto para que me pusiera a cuatro patas y Logan se puso para que me recreara con mi boca y su miembro, Duncan me penetró a la vez y fue otro momento brutal. Me quedé dormida cuando terminaron, pero literal, abrí los ojos dos horas después y los escuché riendo y charlando en el salón, me duché, me puse un camisón y salí sonriente. Ya casi era la hora de la cena, prepararon una barbacoa fuera, yo me eché una mantita por encima mientras charlaba animadamente, nos dieron las doce de la noche ahí riendo y contando anécdotas, lo mejor de todo es que conseguía olvidar a ratos a Conrad, que solo recordarlo me causaba mucho dolor. Nos fuimos a dormir bien tarde, de nuevo los tres en la cama, los dos mirando hacia mí y sabía que vendría otro intenso momento, estábamos achispados, así que no me negué cuando comenzaron a quitarme la ropa. Luego Duncan se sentó y me hizo sentar en medio de sus piernas, con las mías cruzadas y abiertas, se echó un poco de gel en las manos y con una comenzó a estimular mis pechos mientras con la otra, metía los dedos en mi vagina. Logan se puso enfrente colocando el succionador en mi clítoris y ahí comenzaron a hacerme elevar como una diosa. Llegué a un intenso orgasmo y luego me dejaron caer hacia el lado, pero boca arriba, me penetró Logan con ansias y deseos, luego lo hizo Conrad,

aquello era brutal. Si mi hermana se enterara de esto, me mataba, pero para mí estaba siendo un momento de esos que había que disfrutar. Nos echamos a dormir y no tardé nada en coger el sueño, al igual que fui la última en levantarme al día siguiente y ya estaban los dos en la cocina desayunando, les di un beso a cada uno y me senté. Estaba hambrienta, después del desayuno ya volveríamos a la otra casa y Duncan se iría para la suya. Tras el desayuno nos fuimos a la habitación a recoger todo, Duncan se me acercó por detrás después de mirar a Logan y me preguntó si me dejaba tocar por última vez, lo murmuró en mi oído mientras me sujetaba por la cintura. Miré a Logan que asintió y me hizo un guiño, luego se fue hacia la butaca y se sentó a mirar, no me lo esperaba. Duncan se deshizo de mi ropa y me preguntó si le dejaba ir un poco a su forma, le dije que sí. Me hizo tumbarme en la cama con mis partes mirando hacia Logan que estaba un poco apartado pendiente a lo que iba a suceder, no iba a intervenir por lo que veía. -Vamos a enseñarle a Logan cómo se hace sin presión y cómo te relajas ante lo que hago -dijo y me temí lo peor. Duncan se sentó a un lado para no irrumpir la vista de Logan, se puso un guante y lo llenó de un gel, fue directo a mi culo, yo me abrí un poco más para quedar bien expuesta, cada vez me fiaba más de él y era menos reacia a facilitarle las cosas. -Ponte la almohada en el pecho, te relajara agarrarte a ella -y eso hice, la apreté contra mí, mientras ese dedo iba entrando en mi interior anal. Masajeó un buen rato y luego metió una cánula con líquido, yo no veía nada, escuché a Logan decir que abriera un poco más las piernas y es que se me iban cerrando. Duncan me ayudó con su otra mano a abrirlas y

aguantarme un poco, vertió el líquido dentro y luego noté cómo metía el doble aparato en mi vagina y ano, era grande, lo noté bien y solté el aire. Luego puso el succionador en mi clítoris a una velocidad impresionante. Comencé a chillar con todo dentro y quería cerrar mis piernas, Duncan lo impedía diciendo que soltara todo, que gritara, que me desahogara, pero que no cerrara las piernas. Llegué a un orgasmo de lo más intenso. Me sacó el aparato y estiré las piernas, Logan le dijo que me lo hiciera, parecía que quería mirar, así que Duncan esperó un poco a que cogiera fuerzas. Me puse a cuatro patas mirando hacia Logan y Duncan me penetró con fuerza, me hacía chillar de la excitación y la cara de Logan era de deseo, de ganas de saltar de ahí y hacer lo mismo, pero se contuvo ahí mirando hasta que acabamos. Tras terminar nos vestimos y salimos hacia fuera, Duncan me dio un abrazo muy fuerte acariciando mi espalda y me dio un beso en los labios pidiendo permiso a Logan, me hizo mucha gracia. Regresamos a la casa charlando y riendo, Logan había conseguido lo que quería y yo me había dejado llevar por esa intensidad. Llegamos a casa y nos metimos en el baño de la habitación, abrazados, el agua estaba perfecta y nosotros con ganas ahora de tener ese contacto entre los dos. Los días ahí fueron pasando, yo me sentía feliz y cada vez más unida a Logan. Es verdad que muchas veces lloré a escondidas recordando a Conrad, pero imaginaba que, con el tiempo, el dolor se iría convirtiendo en un mal recuerdo, pero tenía ganas de que dejara de doler, no se podía arrancar a una persona tan fácilmente y puede que hubiera personas que tampoco llegaran a entender lo que yo estaba haciendo, pero a nadie le conté nada ni le pedí opinión, cada uno lleva su dolor como quiere y puede.

El sexo con Logan fue impresionante, al día siguiente hacía dos semanas que estaría allí, los días eran entretenidos, le ayudaba a preparar cosas de su trabajo o me dedicaba a arreglar las flores del jardín y es que, aunque tuviera jardinero a mí me encantaba cuidarlas. Esa noche vino de sorpresa a cenar Duncan, hacía muchos días que no sabía de él y me hizo ilusión verlo, venía a despedirse ya que se iba a trabajar a Edimburgo, había abierto allí una consulta ya que la mayoría de sus clientes venían desde ese lugar. Cenamos en la terraza y luego nos fuimos a la bodega a tomar algo, estaba súper cariñoso conmigo dándome abrazos con mucha afectividad, sabía que a ese hombre yo le había caído genial. En la bodega sirvió un whisky de una botella que debía ser una reliquia por el comentario que hizo Duncan. Estuvimos charlando un buen rato y luego comenzaron a buscarme en plan de broma, hablaban de celebrar en ese momento la despedida, ya me estaba imaginando lo que pasaría. Les dije que sí que me unía a la despedida, solo porque se iba y porque mi cuerpo había descansado, los ojos de ambos se encendieron y me eché a reír negando. Duncan me abrazó por detrás, estaba sentado en su silla, me besó en el cuello mientras ese abrazo resultaba de lo más cariñoso, ya había algo de confianza y cariño entre nosotros. -Hoy me vas a dejar jugar contigo, ¿verdad? -Sin presión, ¿eh? -dije mirando a Logan que reía. Logan se acercó a mí que estaba de espaldas a Duncan y comenzó a desnudarme hasta dejarme sin nada, soltó el aire al verme desnuda y Duncan me pegó a él acariciando mi pecho. -Tengo todo en los cajones de aquella mesa -dijo Logan.

-Pues vamos para allá -se levantó y me llevó por el hombro apretándome feliz contra él. -Quiero sexo sin azotes y con libertad -advertí. -Claro, túmbate sobre la mesa -Logan ya había puesto el colchón fino. Me tumbé y abrí las piernas a cada lado del minúsculo colchón y dejándolas apoyadas sobre la mesa. Me echaron el culo más hacia fuera para quedar al borde, Duncan se puso delante y Logan a un lado. -Tráeme un vaso con hielo. Logan asintió y fue a por él, luego Duncan vertió un líquido dentro y comenzó a moverlo para que el hielo se hiciera más minúsculo y derretido. Puso un gel en la entrada de cada orificio y llevó un hielo a mi culo, estaba con ese gel y como que se compensaba la frialdad. Cogí aire y lo metió hacia dentro, me había relajado bastante, me lo dio a entender con unas palmadas en la parte interna del muslo y luego me metió el otro en la vagina. Esperó a que se derritiera... Comencé a soltar el aire, poco a poco. Notaba dentro eso derretido ocasionándome una excitación que ya me comenzaba a faltar el aire. Puso un vibrador en mi culo y comenzó a meterlo, me dolía un poco, pero aguanté y cuando estaba dentro lo puso a andar y comencé a moverme como loca. Logan me aguantó, luego Duncan metió otro aparato gigante por delante y ya exploté a chillidos, los dos intentaban que me relajara, no pude, no podía parar quieta y entonces sacó el de delante y comenzó a meter sus dedos, pero igual el de atrás me estaba volviendo loca. Logan desde un lado comenzó a tocar mi clítoris a la vez que los dedos de Duncan se movían con fuerza en mi interior.

Me corrí a chillidos y aquello seguía detrás con esos movimientos, lo paró y lo sacó entrándome un alivio fuerte. Me puse la mano en la boca y cerré los ojos, estaba muerta, aquello había sido una introducción brutal. Me levanté y salí corriendo hacia la barra, me eché una copa y me encendí un cigarrillo, ellos vinieron riendo. -A quién me toque, lo mato -dije desde dentro de la barra amenazando con un cuchillo. -Te vamos a dejar descansar un rato -soltó Logan y por poco lo mato con la mirada, Duncan se echó a reír. Nos comenzamos a tomar una copa entre risas, yo en pelotas dentro de la barra y ellos, sentados fuera, vestidos, vamos de comedia, aquello era surrealista. Un rato después Duncan se levantó y me hizo un gesto de que saliera, yo lo hice resoplando y advirtiendo que no fueran malos. Duncan se puso a introducir sus dedos en mi vagina para abrirme bien, tiraba hacia afuera y yo resoplaba. Logan me puso entre sus piernas ya que seguía sentado, me puso de espaldas y me subió a él, dejando mis piernas totalmente a cada lado de la suya. Duncan se acercó, se desabrochó el pantalón, se puso un preservativo y me folló mientras Logan me sujetaba bien fuerte, aquello fue apoteósico. Cuando terminamos me puso contra la barra y me lo hizo Logan, pero en la barra, mirando hacia mí Duncan al que agarré por la cintura, estaba ya súper excitada de nuevo y cuando acabamos me pidieron que me sentara en la barra y me corriera para ellos, eso hice, además estaba loca por tener otro orgasmo, estaba desatada. Cuando terminamos me pensé que ahí iba a acabar todo, pero no, nos tomamos otra copa y nos fuimos al sofá a charlar, luego cogió Duncan unos

geles que se desintegraban y me pidió que me echara sobre la mesa con los pies en el suelo, le dije que los iba a matar. Me lo metió los dos por detrás aguantando mis piernas con las suyas que estaban en medio, pensé que iba a enloquecer, además luego jugueteó con sus dedos en mi interior, me estaba volviendo loca. Y otra vez me pusieron de pie, pero esta vez sin atarme. Duncan me penetró por detrás y luego Logan, sabía que ahí iba a terminar todo en esa noche, que sería la despedida a esos juegos que había tenido con esos dos hombres y del que me acordaría toda la vida. Así fue, cuando terminamos nos vestimos y lo acompañamos hasta el coche donde me dio un abrazo y las gracias por ser como era, sonreí volteando los ojos. Logan y yo nos fuimos a la cama, allí nos abrazamos entre besos y dejando de lado aquellos juegos que sabía que eran fuera de nuestros sentimientos, que los nuestros estaban cuando éramos él y yo a solas, como en ese momento.

Capítulo 30 Me desperté notando una caricia en el brazo. Me giré y vi a Logan mirándome, como cada mañana de las últimas dos semanas. Ese era el tiempo que llevaba allí, en Escocia, con él, en el que nos estábamos conociendo, poco a poco. -Buenos días -dije tras recibir un beso y abrazarnos. -Buenos días, preciosa. Mi beso llevó a uno que él me dio, y ese a otro más, y así empezamos el día, entre besos, caricias y arrumacos hasta que no hubo más remedio que activarse y nos levantamos, que Logan tenía un imperio vinícola que dirigir. -Tengo que ir al despacho -me dijo después de ducharnos y vestirnos-. Estaré liado toda la mañana, lo siento -me abrazó y me dio un beso en los labios. -No te preocupes, tienes que trabajar. Venga, que te espero para comer juntos. Salí a la terraza a disfrutar de las vistas que me ofrecía su casa y del desayuno que me esperaba. Café, tostadas, zumo, huevos y algo de fruta. Vamos, que con eso una empezaba el día bien de energía. Me llegó un mensaje y al ver el nombre de mi hermana sonreí. «Buenos días, cariño. Tengo que decirte algo que te va a dejar loca. ¿Recuerdas lo que me constaste de Noa? Pues... era todo mentira». Se me calló el mundo encima en ese momento. ¿Cómo que era mentira? ¿Qué mierda quería decir con eso? Marqué el número de Kelly y esperé nerviosa e impaciente a que contestara. -¿Qué es eso de que todo era mentira? -pregunté en cuanto descolgó.

-Lo que oyes, bueno, lo que has leído. Que esa mujer te mintió, Vera, fue ella quien lo preparó todo. El vídeo, la foto, no era más que un montaje que había hecho un diseñador gráfico. Vete a saber cómo se enteró esa mujer en qué tienda se había comprado Conrad esa chaqueta, así hicieron el montaje perfecto. Yo estaba en shock, no salía de mi asombro. ¿Hasta dónde podía llegar Noa para...? ¿Para qué? ¿Qué intentaba con engañarme y hacerme daño a mí? ¿Esa era su idea de conseguir que un hombre se enamorara de ella? Por el amor de Dios, todo esto era surrealista. -Vera, cariño, hace unos días vino Conrad a verme -siguió diciéndome-, se puso tan pesado que al final me armé de valor y le dije todo lo que me contaste, lo que te dijo Noa y lo que habías visto, al enterarse de que por eso habías dejado el trabajo y te habías marchado de Londres, se fue a denunciarlo todo. El juzgado le acabó dando la razón. Ha estado aquí esta mañana... Sentí que me moría, me faltaba el aire y hasta me estaba costando respirar. ¿Cómo podía haber sido tan tonta de volver a creer en las palabras de esa mujer? Vale, que el historial de Conrad no era como para creerle a él, pero ya me lo había dicho, que fuera a verle y lo habláramos. -Venía con la sentencia que condena a Noa por falsedad y otros cargos que no he querido ni leer. Conrad pagó para que hubiera un juicio rápido. Rompí a llorar como nunca, con un dolor tan grande, que sentí que se me partía el alma en mil pedazos. Había sido una idiota por no ir a verle a él y que diera la cara, que me dijera la verdad o siguiera mintiéndome, pero no debí creer en ella. Y ahora... Ahora me quedaba mucho más vacía que cuando me marché de su casa. Ahora era consciente de que había perdido al amor de mi vida.

-No llores, que me parte no poder abrazarte, hermana, por favor -me pidió, pero yo no podía dejar de hacerlo. Pensaba en cada momento que habíamos vivido juntos, en ese tiempo en el que pude sentir el amor y se me había escapado entre los dedos poco después y todo por las mentiras de una mujer que vivía obsesionada con Conrad. -Vera -escuché a mi hermana llamarme al otro lado de la línea-, espero que me perdones, pero... Tuve que decirle a Conrad que te marchaste a Escocia a desconectar de todo. Ha salido de aquí llorando. Esas palabras fueron el detonante para que supiera exactamente dónde estaba Conrad en ese preciso momento. En el coche, de camino hasta aquí, hasta la casa de su amigo. Porque ahora, con lo que mi hermana le había confesado, sí que habría pensado en Logan, y que era aquí donde me encontraría. -Dime que estás bien, por favor, Vera, o, al menos, que lo vas a estar -me pidió y noté que estaba a punto de llorar ella también. -Sí, lo estoy -contesté secándome las lágrimas-. Tengo que colgar, voy... voy a despejarme un poco, tengo que hablar de esto con Logan. -¿Estáis juntos? -esa misma pregunta me la hacía yo. -Nos estábamos empezando a conocer más. -Vera... No pude seguir hablando. Me despedí de mi hermana, llorando como una niña pequeña y me levanté de la mesa para entrar a la casa. Fui directa a la habitación, esa en la que había compartido tantas cosas con Logan en poco tiempo. Era como si la cama me mirara burlándose de mí, como si supiera que estaba recordando las veces que ese hombre de ojos castaños me había besado y cubierto de caricias entregándome el alma en cada momento.

Entré llorando al cuarto de baño y allí me quedé, sola con mi amargura y sintiéndome la peor persona del mundo por haberme marchado sin tan siquiera pedirle una maldita explicación a Conrad, pero, sobre todo, porque aún le seguía amando y por Logan, no sentía ni tan siquiera una mínima parte. Le tenía cariño, incluso le quería, pero ahora era consciente de que esos sentimientos no eran suficientes para dejar mi vida en Londres por él. Necesitaba que me diera el aire, así que salí a pasear por la finca de Logan, no podía dejar de llorar y me estaba empezando a dar un fuerte dolor de cabeza. Me senté mirando al cielo y dejando que el calor del sol me bañara, como si de ese modo pudiera purificarme, aunque tan solo fuera un poco. Estaba rota de dolor, por dentro y por fuera. Me sentía una mala persona porque, después de esto, de saber que Conrad no había sido quien jugó conmigo y mis sentimientos, no podría volver a dejar que Logan me tocara, ni tan siquiera que me besara. Cuando me sonó el móvil temí que fuera mi hermana, no quería que me notara así, pero al ver el nombre de Melissa, una leve sonrisa asomó a mis labios. -Hola -saludé nada más descolgar. -¿Cómo estás? Ya me ha contado tu hermana. Qué movida, chica. De verdad, esa mujer es mala con ganas, ¿eh? -Estoy hecha una mierda, Melissa, esa es la verdad. -Bueno, tranquila que pronto se solucionará todo, ya verás. -No es que se vaya a solucionar, es que... -¿Sientes algo por el escocés? -No estoy enamorada, si es lo que preguntas -contesté.

-Pues entonces ya te has contestado tú sola. Oye, si me necesitas me llamas, ¿de acuerdo? Que pensé que lo harías, por cierto, pero viendo que Mahoma no venía pues... -Ya ha venido la montaña a mí. Gracias, Melissa. -Nada que agradecer, sabes que siempre voy a estar. Y ahora anímate, ¿vale? Te quiero mucho. -Y yo a ti. Cuando colgué la llamada dejé el móvil a un lado y me eché hacia atrás, tumbándome en aquellos prados que en esos días se habían convertido en mi mejor refugio, en ese lugar donde todo había ido olvidándose, poco a poco, aunque sin marcharse de mi mente por completo. Llevé ambas manos a mi rostro, cubriéndome mientras lloraba y acabé hecha un ovillo soltando todo ese dolor que me consumía, poco a poco. Cuando conseguí calmarme lo suficiente como para enfrentarme a Logan y a contarle todo, regresé a la casa donde ya estaba él esperándome en el salón. En cuanto vio mi cara supo que algo me pasaba. Se acercó, abrazándome y al ir a darme un beso, me aparté y tuvo que dármelo en la mejilla. Fuimos a la mesa y nos sentamos a comer, yo apenas si tenía hambre, pero debía obligarme a comer, aunque fuera un poco. -No estás bien -afirmó Logan, pasados unos minutos. -No -confesé y empecé a contarle lo que había sabido esa misma mañana-. Conrad no me engañó, fue esa mujer quien preparó todo para que me pusiera en contra de él, le odiara y me alejara. Ya ves, lo consiguió. Empezaron a caerme de nuevo las lágrimas por las mejillas. Le conté todo, no me dejé ni una sola coma de lo que mi hermana me había dicho mientras desayunaba.

Logan no dijo nada, permaneció en silencio escuchándome, sabía que seguía conmigo porque le escuchaba respirar, pero nada más. Le miré y le había cambiado la cara. Estaba claro que era porque temía lo que acabaría pasando, y es que ambos sabíamos que Conrad, vendría a buscarme aquí. ¿Qué haría cuando llegara? Ninguno de los dos lo sabíamos, pero, darnos una palmadita en la espalda a cada uno y su bendición para que fuéramos felices, no, desde luego. Terminamos de comer y Logan, que seguía sin decirme nada, se fue a su despacho. Esa tarde la pasé sola, por la noche no cenó conmigo y cuando me metí en la cama lo hice llorando. No sabía en qué momento me había quedado dormida, pero me desperté al notar a Logan a mi espalda, como cada noche, abrazándome fuerte. No me moví, simplemente le dejé rodearme con sus brazos. La mañana y el nuevo amanecer llegaron y, con ellos, el dolor y mi pena por todo lo descubierto el día anterior. Estaba sola en la cama, no sabía dónde estaba Logan, pero seguramente se hubiera marchado a su despacho. Me di una ducha rápida, salí a la terraza a desayunar y ahí lo encontré, sentado con la mirada perdida, un vaso de whisky en la mano y la botella en la mesa. Iba a sentarme cuando me entró un mensaje, al ver el nombre de Conrad en la pantalla casi se me para el corazón. Le había desbloqueado la noche antes y ahí estaba, el mensaje que sabía que acabaría llegando en cualquier momento. «Alhabiba, estoy en la puerta. Abridme, por favor.» Alhabiba, aún quería llamarme así.

-¿Puedes...? -Me costaba tener que decirlo, pero Conrad estaba ahí y al menos se merecía que le escuchara- Logan, ¿puedes abrir la puerta de la finca? Conrad está fuera. Él me miró y creo que en ese momento el rostro de los dos era mucho más pálido de lo normal. Sin duda Logan, sabía tan bien como yo que Conrad acabaría viniendo a buscarme, pero no entraba en sus planes que fuera a ser tan pronto. No dijo nada, dejó el vaso en la mesa mientras se ponía en pie y entramos a la casa. Abrió la puerta desde el salón y salimos juntos a la entrada de la casa para ver llegar a Conrad. Una vez paró el coche me quedé helada cuando le vi bajar llorando. Sin mirar a Logan en ningún momento, se acercó a nosotros y me habló a mí directamente. -Aquí está la verdad de todo -dijo agitando el papel del juzgado que tenía en la mano-. Solo te voy a decir una cosa, no quiero saber lo que haya pasado entre vosotros. Lo único que quiero es que te vengas conmigo y nos casemos, o que me olvides para siempre, pero mi amor es sincero y estoy dispuesto a, si nos casamos, que todo lo mío pase a ser de los dos como prueba de que jamás quise nada más que enamorarte, pues te amo. Miré a Logan mientras las lágrimas me bañaban el rostro, no había dicho nada, seguía tan callado como cuando lo encontré en la terraza. Cerró los ojos un instante, no sabía qué se le podía estar pasando por la cabeza. ¿Sería capaz de enfrentarse a su amigo? Sin mirarme, tan solo con un leve gesto de cabeza, asintió, dándome a entender que me dejaba elegir a mí, que me daba esa libertad para que hiciera lo que me dictara el corazón. -Lo siento -dije sin pensarlo tan siquiera un instante.

Corrí hacia la entrada de la casa, fui a la habitación que habíamos compartido ese tiempo y empecé a guardar mis cosas. Me iba, volvía con Conrad, con el hombre que mi corazón, mi mente y mi cuerpo anhelaban. Vi a Logan en la puerta, apoyado en el marco con las manos en los bolsillos del pantalón y esa cara de derrota que tenía me lo decía todo. -Lo siento, de verdad, pero... Le quiero, estoy enamorada de ese hombre dije entre lágrimas mientras metía todo en las maletas-. Es el hombre de mi vida, Logan, le amo... ¿Lo entiendes? -Me paré un instante y le miré fijamente a los ojos, sin dejar de llorar- Por favor, dime que lo entiendes porque a ti te considero un buen amigo. Logan se acercó, me abrazó y me besó la sien. Rodeé su cintura y me juré guardar ese instante en mi mente para siempre. El abrazo de un hombre que había sido mi soporte en el peor momento de mi vida, que cuidó de mí cuando ni yo misma quería hacerlo y que, a pesar de todo el dolor que debía estar sintiendo, seguiría siendo mi amigo. -Lo entiendo, preciosa, pero, si alguna vez te hace daño, por muy amigo mío que sea, le dejo sin piernas, ¿me oyes? Tan solo asentí, no podía ni hablar por culpa de las lágrimas. Me dejó un beso en la coronilla y se apartó. Terminé de recogerlo todo y salí de la habitación, pero él no me siguió, se quedó allí. Bajé a la entrada y cuando Conrad me vio, cerró los ojos al tiempo que soltaba el aire, sonrió, me miró y vino a abrazarme. Yo seguía llorando, no podía controlarme y como siguiera así, acabaría con los ojos rojos como tomates. Cogió mis maletas, las guardó en el coche y nos subimos para marcharnos a Londres.

Miré hacia la casa, pero no vi a Logan en la entrada, no había bajado detrás de mí y no estaba allí para despedirnos. Lo entendía, claro que lo hacía. No debía ser fácil de soportar ver a la mujer por la que empezabas a sentir algo, irse de la mano de otro hombre. -Lo siento, perdóname, Conrad, por favor -dije poco después para romper con ese silencio que se había instalado entre nosotros. Él me cogió la mano, la apretó y se la llevó a los labios para besarla. -No pidas perdón por algo que no es culpa tuya. -Pero no fui a ti, como dijimos que haría, la creí a ella... -Estaba muy bien montado, no me extraña que no duraras y la creyeras, pero, por favor, no vuelvas a confiar en nadie. Todo eso queda en el pasado, esto empieza aquí y ahora y, por una vez, quiero que salga bien. -Aun así... Quiero pedirte perdón por lo que Logan y yo... -No, por favor, no quiero saber nada. Vera, lo que haya pasado, se queda allí, en esa isla, entre vosotros. Te aseguro que jamás te preguntaré, ni te exigiré que me cuentes nada. No necesito saberlo. Lo miré y asentí. Me acerqué y le besé la mejilla. Podría contarle todo, esa había sido mi intención, pero sabía que no le haría gracia saber que había habido otro hombre. Pero eso, como él decía, se quedaba en aquella isla, en ese lugar. Sin duda alguna, Duncan sería siempre mi secreto inconfesable. Un secreto que estaba segura que Logan, también guardaría. -Hay que ir pensando en la boda -dijo de repente. -Bueno, con tiempo que tampoco hay tanta prisa. -Cuanto antes, alhabiba, cuanto antes. Sonreí al escucharle llamarme así, y es que, si era sincera incluso conmigo misma, lo echaba de menos.

No voy a ser hipócrita, he pasado dos semanas en la cama con otro hombre, y unos días compartidos con un amigo suyo, haciendo cosas que jamás creí que haría, pero no dejé de amar al hombre que tengo a mi lado y que me lleva de vuelta con él, a nuestra casa, a empezar una vida juntos. -¿Qué te parecería si nos casáramos en Marrakech? -preguntó. -Me encantaría. Y celebrarla en casa de tus padres. -Por supuesto, les haría mucha ilusión. Sé que te aprecian. -Y la luna de miel, ¿dónde? -En nuestra casa del desierto -había dicho nuestra casa. No su casa, sino nuestra. -Me parece el mejor destino del mundo. -Entonces, ¿cuándo nos casamos?

Capítulo 31 Cuando Conrad me pidió que me casara con él y sugirió que lo hiciéramos en Marrakech, sabía que iba a vivir no solo el día más importante de mi vida, sino tres. Mi suegra me dijo que cuando ella celebró la suya con Abdul, por aquel entonces fueron siete días, con sus siete noches, los que pasaron entre familiares y amigos, comiendo, bebiendo y bailando. Hay cosas que se pueden hacer juntos, tanto hombres como mujeres, y otras que son cosa solo de cada uno. Anoche celebramos una bonita cena en casa de mis suegros, donde Abdul me recibió como una hija más y me regaló un precioso collar con un diamante engarzado para que luciera el día de mi boda. Grace, por su parte, quiso que llevara la corona a modo de diadema que ella utilizó en la suya. Ya tenía el kaftan escogido, o lo que es lo mismo, mi vestido de novia. Algo que nadie me discutió fue el color. Allí podía elegir entre una gran variedad de ellos el que más me gustara de todos los que me mostraron, pero mi idea siempre fue que si me casaba sería de blanco, como a mis padres les habría gustado verme. Empezaba al fin mi primer día de celebraciones. Y aquí estaba, en el Hammam acompañada de mi hermana y mi amiga Melissa, como parte única de mi familia y mi suegra, que ya ejercía de madre conmigo, Mikaela, que no es que fuéramos grandes amigas, pero nos soportábamos. En la boda no podían faltar nuestros compañeros de la empresa, así que conmigo tenía hoy a Andrea, Julia, Sheila y Fiona, quien llevaba con ella una parte de Norris, en ese bebé que todos esperábamos con ilusión.

La visita al Hammam no era otra cosa que un día completo en el que disfrutar de los baños donde, según me contó Grace, era un proceso simbólico de purificación para mí, así como un ritual de limpieza y preparación para la vida marital. Vamos, lo que yo entendía como que me iban a andar manoseando la espalda y demás para dejarme relajada. Pues ganitas tenía y muchas. Fuimos a uno de los baños y allí nos sentamos todas en corrillo, charlando mientras tomábamos té y comíamos fruta y los dulces típicos con una agradable música de fondo. -Menuda suerte has tenido, amiga -me dijo Melissa poco después-. Yo quiero que me den estos masajes antes de mi boda. -Pero si no tienes ni novio -comentó mi hermana, riendo. -Eso es fácil de solucionar. Grace, ¿a que tienes algún sobrino apañadito por ahí para mí? -preguntó mi amiga al tiempo que batía sus pestañas. Para matarla. -No tienes remedio, ¿eh, loca? -le dije poniendo los ojos en blanco. Y no, no lo tenía, pero yo deseaba que mi amiga encontrara a alguien que la hiciera tan feliz como Conrad me hacía a mí. Mikaela sonreía, aunque no quisiera, yo sabía que en el fondo se lo estaba pasando bien con nosotras, a pesar de que no me terminara de tener en buena estima, pero Conrad, se puso serio y le dio a elegir, o aceptarme como su nueva hermana, o perderlo a él como hermano. Llegó el momento de que me dieron esos masajes, y qué a gusto estaba. La verdad es que no podía verme, pero seguro que cuanto menos sería una imagen divertida, ya que la chica que me estaba toqueteando la espalda, me había cubierto con espuma de un jabón que olía divinamente. A ver, limpieza espiritual no sé, pero que iba a salir de allí con la piel suave como la de un bebé y bien perfumada, seguro.

Unas horas después acabamos y fuimos a cenar a un restaurante que había reservado mi suegra. Me encantaba ir a esos sitios ya que disfrutar de la comida sentada en los cojines del suelo frente a una mesa baja, era una pasada. Los

dueños del

restaurante nos recibieron como

si

fuéramos

personalidades importantes, pero claro, es lo que tiene ser la nuera del director del banco más importante del país, que allá donde vayas te halagan y agasajan sin pudor alguno. No faltó comida, ni tampoco bebida, igual que compartimos risas. Mi cuñada estaba muy integrada con nosotras, tanto que, cuando habló nos quedamos mi hermana, Melissa y yo mirándola, puesto que ambas sabían que muy amigas no éramos. -Qué pena que no te casaras en Londres, cuñada, porque podríamos haber ido a un local de strippers. Mi suegra la miró arqueando la ceja y la pobre Julia se atragantó con la bebida, soltándolo todo en la camisa de la pobre Sheila. -Lo siento, cariño -se disculpó con su chica mientras le pasaba la servilleta por el pecho intentando que se secara un poco. -Anda, déjalo que lo vas a empeorar. Menos mal que de aquí volvemos al hotel. El resto aún seguíamos mirando a Mikaela, porque lo que nos sorprendió no fue lo del local, no, lo que realmente nos había sorprendido fue que me llamara cuñada. Normalmente para ella, yo era Vera en el mejor de los casos, o paliducha cuando ella tenía un mal día. Sí, una joya de cuñada me había tocado. -Mikaela, hija, ¿estás bien? -le preguntó mi suegra. -Sí, ¿por qué? -Me has llamado cuñada -respondí yo por mi suegra.

-Es lo que eres, ¿no? -Sí, sí, solo que... se me hace raro, eso es todo. -Pues acostúmbrate, paliducha, que te voy a llamar así más a menudo -esa ya era un poco más la Mikaela que todos conocíamos. En fin, que por muchos años que pasaran, ella nunca cambiaría. Acabamos de cenar y llevamos a las chicas al hotel en que se hospedaban, que no podía ser otro que en aquel en el que Conrad y yo estuvimos cuando viajamos aquí por primera vez. Grace, Mikaela y yo regresamos a casa de mis suegros, donde nos habíamos alojado él y yo hasta que acabara la boda, ya que después pasaríamos la luna de miel en su casa del desierto. Deseándolo estaba, porque me encantaba ese lugar. Llegamos a la casa y allí estaban los hombres despidiéndose. Ray, el abogado con el que empezó a verse mi hermana, estaba allí también, se había convertido en un miembro más de mi pequeña familia. Ansel se acercó a mí sonriendo y me dio un abrazo. Miré a Conrad, preguntando solo de ese modo qué le pasaba a nuestro compañero, pero no hizo falta que me contestara, pues Ansel me dijo con lengua de trapo que me quería, y mucho. Menos mal que la boda solo era tres días, porque si tengo siete a este hombre aquí bebiendo, acabamos internándolo en Alcohólicos Anónimos. Madre mía, qué resaca iba a tener al día siguiente. Conrad y yo nos quedamos a solas en la entrada y me llevó de la mano hacia los jardines, por mucho que intenté que me dejara irme a dormir, no lo conseguí. -Te echo de menos, no sé por qué tenemos que dormir separados -se quejó cuando nos sentamos en un banco. -Pues porque sí, y punto.

-De verdad, ni que fuéramos vírgenes, alhabiba. Que mis padres son mayores, pero ya saben que los tiempos han cambiado. -Bueno, pues yo quiero seguir las costumbres de tus padres. ¿Algún problema? -pregunté, sentada en su regazo, poniendo un brazo en jarra. -No, no, ninguno. Eso sí, no esperes salir de la cama en tres días después de la boda. -Hombre, que digo yo que habrá que comer. -Tranquila, que tendremos provisiones en la puerta esperando. Y dicho eso, me besó de tal manera, con tanta pasión, que un beso nos llevó a otro, y a otro y... acabé sin ropa interior bajo la falda. Amanecía un nuevo día, el segundo de celebración de nuestra boda. Qué bien sonaba, nuestra boda. Tras una ducha rápida bajé a desayunar con mi futuro marido, sus padres y mi cuñada, para después empezar a organizar la que sería la comida familiar, esa a la que acudirían todos para acompañarnos. Pero no solo eso, sino que además yo iba ser protagonista de un ritual en el que me iban a cubrir el cuerpo por completo con productos naturales y una mujer especializada en caligrafía árabe escribiría sobre él partes del Corán. Grace, me dijo que esto se hacía para evitar el mal de ojo, así como para desear un matrimonio feliz. Recibimos a familiares y amigos mientras los músicos que mi suegro había mandado llamar para la ocasión, amenizaban la velada. No faltaron tajines, cuscús, pastellas, keftas, bebida y un sinfín de dulces, en ninguna de las mesas que habían colocado en los jardines. Era principios de verano y todo lucía mucho más bonito. El colorido de flores, árboles y palmeras era precioso. Mi hermana sonreía feliz, tanto por el día que se acercaba para mí, como por ella, que estaba más enamorada que nunca y es que su abogado era un

encanto. No me explicaba aún cómo su ex mujer le dejó escapar. Disfrutamos de una agradable velada hasta que llegó la mujer que iba a utilizar mi cuerpo como cuaderno de escritura. Todas las mujeres pasamos a la casa y fuimos a mi habitación, menos mal que era amplia, sino íbamos a estar ahí todas como sardinas en lata. Me quedé tan solo con la braguita y empezaron a ponerme aceite de argán por todo el cuerpo. Una vez estaba bastante suave y no se notaba al tacto, la mujer me pidió que me sentara y empezó a escribir esos párrafos escogidos en mi cuerpo. Cuando acabó me miré en el espejo y pensé que menos mal que con el kaftan no se iba a ver nada, porque tenía más tinta que un futbolista con tatuajes. -Y ahora, la henna -me dijo Grace y me sorprendió, puesto que no pensé que fueran a hacerme esos símbolos también. -¿En serio? -pregunté -Claro, te lo va a hacer Amira. Amira era la hija de una amiga de Grace, una muchacha de veinte años que ya era toda una experta con la henna. Ella estaba allí con nosotras, igual que Amina, su madre, y en cuanto me puse la bata y me senté en la silla, ella lo hizo frente a mí y empezó a sacar sus jeringuillas para aplicarlo bien. La vi mezclarlo con té y me dijo que era para ayudar a que el color se viera más intenso. -¿Te gusta? -me preguntó Amira cuando terminó. En ambas manos me había dibujado una media luna con ribetes y unos puntitos simulando ser cadenas de los que colgaban unas lágrimas. Los dedos también llevaban unos bonitos diseños como si fueran anillos.

En los pies me hizo una preciosa flor en cada uno con una cenefa y me enamoré completamente. Yo quería eso tatuado para siempre ahí. Cuando acabamos, ya de noche, volví a vestirme y regresamos al jardín con los hombres, donde nos recibieron dispuestos a bailar y a disfrutar de la cena. Mientras bailábamos, Conrad me cogió de la mano y me llevó a un rincón apartado de los jardines, me pegó a uno de los muros y empezó a besarme. -Para, estate quieto -le pedí entre risas y él no cesaba en su juego de besos y mordisquitos en mi cuello. -Estoy deseando que llegue mañana, de verdad. No vas a volver a tenerme tres noches durmiendo solo. -Pero si has estado toda tu vida durmiendo sin mí. -Por eso, y le añadimos tres días más, no es justo. Joder, que hasta mi padre me ha preguntado que si no me he escapado a tu habitación. Y para colmo me suelta que él sí se coló en la de mi madre. -¡No! -grité sorprendida. -Mi abuelo no le pilló de casualidad. Esta noche me cuelo en la tuya, alhabiba. -¡Ah, no! A mí me respetas hasta mañana por la noche, ¿eh? -¿En serio? -Se sorprendió- Joder, Vera, con la de cosas que hemos hecho tú y yo juntos y ahora me pides que espere hasta estar casados. Anoche no me decías eso, ¿eh? -Me pillaste con un poquito más de alcohol en sangre de la cuenta. Te aprovechaste de mí. -Anda, boba, con lo que te gusta que te haga... -¡Calla! No seas pervertido -dije mientras le tapaba la boca con mi mano. Me dio un leve mordisco en la palma y chillé retirándola, momento que él aprovechó para lanzarse de lleno a por mis labios y besarme.

-Mañana, no te libras. Y se fue así, sin más, después un rápido beso en los labios dejándome ahí sola en el jardín. Quién me iba a decir después de todo lo que habíamos vivido, que estaría a solo unas horas de convertirme en su esposa. La nuestra fue una relación con subidas y bajadas como en una montaña rusa, pero al final, sentíamos tanto el uno por el otro, que cuando me preguntó si quería casarme, no lo dudé. Le amaba entonces, le amo ahora y le amaré siempre.

Capítulo 32 La mujer que diga que el día de su boda no está nerviosa, miente. Yo lo estaba y eso que durante los días anteriores me invadía una tranquilidad increíble. Pues ahora no, me acababa de levantar nerviosa y con ganas de tomarme un café. Pero mi suegra me dio un té, y es que tener a esa mujer era mano de santo para mí. Conrad ya estaba en su habitación preparándose, ninguno sabía cómo iría vestido el otro. Él creía que yo llevaría un vestido de novia clásico típico de nuestro país, por lo que estaba deseando que me viera llegar con el kaftan que me hacía sentir una auténtica princesa árabe. Yo intuía que su traje sería algo típico de Marrakech, más que nada, porque sabía que a su padre le haría ilusión verlo así vestido el día más importante de toda su familia, así que por eso me decanté por el mío, para que Abdul viera que me había enamorado de su país y de muchas cosas de su tradición y cultura. -¿Vamos a vestirte, hija? -me preguntó Grace, cogiéndome del brazo. Asentí y allá que fuimos la dos a mi habitación. Ni cinco minutos después llegaron Melissa y mi hermana junto con Ray, ya que ellas me ayudarían a prepararme y después los tres se vestirían ahí en la casa. Me habían dicho que durante la ceremonia podía cambiarme de vestido, que eso lo hacían las novias para demostrar el poder económico de su familia, pero yo no quería demostrar nada, tampoco lo necesitaba puesto que mis suegros me habían acogido en su casa desde que me conocieron incluso sin saber que lo de que estaba prometida con su hijo no era más que una pequeña mentira suya.

Así que, no, solo luciría mi impresionante kaftan blanco. Era precioso, me enamoré nada más verlo. Blanco, de gasa muy vaporosa que daba un vuelo perfecto cuando caminaba o bailaba. Llevaba ribetes dorados a modo de cenefa en el frente de la falda, así como en las aberturas de la capa de arriba, en toda la parte frontal del corpiño y en los puños de las mangas. Me compré unas bonitas sandalias blancas de tacón a juego, además de unos pendientes con forma de lágrima grande, en dorados con la lágrima blanca. Amira llegó justo a tiempo para maquillarme, le pedí que lo hiciera ella y ahí estaba, vestida y para la ceremonia y con su set de maquillaje. Una base cremosa, polvos del mismo tono que mi piel, sombra dorada para los ojos, así como el kohl negro que utilizan en Marruecos para delinearlos y que hizo que el color de los míos resaltase aún más. Un brillo de labios rosa que combinó a la perfección con el resto del maquillaje. De peinarme se encargó una de las chicas del servicio de la casa en la que mi suegra confiaba plenamente y es que ella siempre se ponía en sus manos cuando tenían una cena o algún evento al que acudir bien elegante. Horas después, luciendo mi vestido, maquillada como toda una muchacha árabe, el cabello recogido y la corona a modo de diadema que Grace me prestó, y ya estaba lista para enfrentarme a mi gran día. -Espera, hija, te falta el regalo de Abdul -me dijo mi suegra antes de salir de la habitación. -Es verdad, que si no lo llevo se va a disgustar -respondí sentándome de nuevo en la silla para que ella me lo colocara. -Ahora sí, perfecta y hermosa. Mi hijo se va a enamorar un poco más de ti en cuanto te vea.

-Eso espero, porque no quisiera que saliera corriendo. -Para nada, te ama tanto, que antes dejaría que fueras tú quien se alejara. Cuando me dijo eso recordé lo ocurrido en Escocia. Qué tonta fui por aquel entonces, pero habían pasado tantas cosas que sí, decidí alejarme. Las bodas se suelen celebrar fuera de la casa de ambos novios, porque tras el encuentro de ambos, todos van a la casa de los padres de él para seguir con la fiesta, pero nosotros decidimos que iba a ser todo en los jardines de sus padres. Allí ya estaban los hombres, el resto de los invitados y las mujeres que no me habían acompañado a mí para prepararme. Cuando estaba lista para salir, Grace le pidió a uno de los chicos del servicio que fuera a buscar a mi suegro, a Ray y a Ansel, además de al mejor amigo de mi suegro, que no era otro que el padre de Amira. Y, ¿para qué necesitaba mi suegra a esos cuatro hombres? Muy fácil, para que me llevaran hasta donde estaba mi futuro marido esperando. Que sí, que yo podía andar perfectamente que mi traje no pesaba una tonelada, pero iba a hacer mi entrada como mandaba la tradición, sentada en una especie de carroza que ellos debían llevar a hombros. Vamos, como en las procesiones que mi madre nos había enseñado de su España natal. -Estás preciosa, aibnatu -me dijo Abdul, tras darme un beso en la frente. Sí, hacía tiempo que tanto él como Grace me llamaban hija, solo que Abdul prefería hacerlo en su idioma natal. -Muchas gracias, baba -y como no podía ser de otra manera, yo le llamaba papá, también en árabe. Ray, a quien consideraba mi cuñado y hermano, me abrazó, me besó la frente como había hecho Abdul, y me deseó toda la felicidad del mundo. Ese hombre había llegado a la vida de mi hermana y a la mía propia, para darnos ese rayito de luz que se apagó cuando perdimos a nuestros padres.

Y no me olvido de su hija, Naomi, quien, contra todo pronóstico, quería a mi hermana Kelly mucho más de lo que llegamos a imaginar alguna vez ninguna de nosotras, y a mí me llama tía Vera, así que no podía pedir más felicidad para nuestras vidas. Me senté en ese pequeño habitáculo con dosel, entre los cuatro lo cogieron, me agarré a los postes delanteros y así, sonriente y nerviosa, salí al encuentro de Conrad. La música resonaba por cada rincón de los jardines y allí estaban los invitados, esperando mi llegada, bebiendo leche y comiendo dátiles, que era el modo de dar la bienvenida al ritual del matrimonio en ese país. Y vi a Conrad, sentado en uno de los dos tronos que habían colocado allí para nosotros. En cuanto me vio aparecer, se puso en pie con una amplia sonrisa que me lo decía todo. ¿Se podía estar más guapo? Creo que no. Estaba acostumbrada a verle lucir esos trajes de ejecutivo que le sentaban de miedo, pero hoy, con un traje de novio típico del país a la vez que moderno, estaba para comérselo. Pantalón blanco y una chaqueta larga, con cuello redondo y abotonada hasta la cintura, bajo la que se veía una camisa larga en color beige. En el bolsillo de la chaqueta llevaba un pañuelo dorado. Iba completamente a juego conmigo. Miré a Grace, pues sabía que solo ella podía haberle dicho algo de mi traje, y tras sonreírme, simplemente se encogió de hombros. Llegamos junto a él y me ayudaron a bajar, Conrad me cogió la mano, se acercó a mí, me cogió el rostro con ambas manos y me besó en la frente. -No esperaba esto, de verdad -me dijo mirándome a los ojos y vi que los suyos estaban algo humedecidos.

-Nos casamos en casa de tus padres y, si Grace aceptó las costumbres de su esposo, yo también acepto las del mío. -No son mis costumbres, sabes que soy más británico que marroquí. -Pero tu padre es pura sangre marroquí y ahora es el mío también. Soy muy rubia para ser de aquí, pero mira, me he puesto tan bonita como Scherezade -sonreí. -No, estás mucho más bonita, alhabiba. Nos sentamos en los tronos presidiendo la ceremonia, los invitados comenzaron a comer, bailar, reír, incluso hubo gritos de alegría por parte de las mujeres con los que nos deseaban felicidad y un matrimonio próspero. Al fin me relajé y los nervios que sentía cuando me levanté quedaron relegados al olvido. Estaba disfrutando del día más bonito, impresionante y feliz de toda mi vida. Solo faltaban mis padres para que fueran un día completo. Miré al cielo unos instantes y supe que, allá donde estuvieran, seguían guiando mis pasos. Y así fueron pasaron las horas, con Conrad cogiéndome la mano de vez en cuando y besándola, sabiéndome feliz a más no poder. Hasta que me sentí observada, miré hacia la derecha y ahí estaba él, aquel hombre por el que una vez dejé todo y casi pierdo a Conrad. Logan había venido desde Escocia para nuestra boda. Y no venía solo, no, le acompañaba Duncan... Pero, ¿quién lo había invitado? ¿Y por qué venía con Duncan? El hombre rubio de ojos castaños me miraba fijamente, le vi sonreír cuando se dio cuenta de que le había descubierto y, caminando con ese porte de jefe de uno de los clanes de las Highlands, se acercó a nosotros, con él y siguiendo sus pasos, Duncan.

Inconscientemente apreté la mano de Conrad que, al notarlo, me preguntó qué pasaba, pero no hizo falta que hablara, puesto yo tenía la mirada puesta en Logan. Miré a Conrad y en sus ojos la misma pregunta que debía ver él en los míos. ¿Qué hacía Logan aquí? -Hola, pareja -nos saludó al llegar junto a nosotros. Conrad y yo nos pusimos de pie para estar a su altura, y él se acercó, sorprendiéndonos a ambos con lo que hizo a continuación. -Quería daros la enhorabuena personalmente y desearos que tengáis un matrimonio feliz y próspero, en todos los aspectos. Nos dio un abrazo a cada uno, nos presentó a Duncan que hizo como el que no me conocía, se giraron para coger una copa de vino y se mezclaron con el resto de los invitados. -¿En serio acaba de pasar lo que ha pasado? -pregunté a Conrad, mientras los dos mirábamos a Logan. -Sí, ha venido a felicitarnos como si nunca hubiera pasado nada entre los tres. Al otro chico no lo conozco -me entró un cosquilleo por el estómago, yo sí que lo conocía y bien, era mi gran secreto. -Pues... no sé qué decir, la verdad. Pensé que estaría... -¿Enfadado? Nunca creí que pudiera llegar a estarlo. Le conozco bien -me dijo antes de volver a sentarnos. Fue entonces cuando caí en que la noticia de la boda del hijo mayor del director del banco más importante de Marruecos había sido algo tan comentado por todo el mundo, que era normal que Logan estuviera allí. Podría habernos avisado de que pensaba venir, pero claro, a él le gustó más eso de aparecer por sorpresa y hacernos pensar. Qué listo me había salido el escocés, madre mía.

Durante el resto de la celebración tanto Conrad como yo, estuvimos pendientes de Logan puesto que, yo al menos, no podía creer que su visita no tuviera otras intenciones. Pero no, el rubio escocés se lo pasó pipa bailando con unas y con otras, entre ellas mi amiga Melissa y mi cuñada Mikaela. Luego me di cuenta que Duncan tiró más para Melissa, si mi amiga supiera... Hasta miedo me estaba dando por si a ellos se les pasaba por la cabeza montarse una fiestecita con ellas dos, a solas, donde quiera que se alojaran. Miré a Conrad que en ese momento estaba observando la escena que teníamos delante, el rubio entre medias de ellas dos bailando, pero haciéndole ojitos a mi cuñada, que tampoco se andaba por las ramas, y Duncan sí que seguía más atento a Melissa que a la hermana de Conrad. A mi cuñada parecía que le importaba poco que estuvieran allí sus padres, porque le estaba haciendo un traje nuevo al escocés mientras le pasaba las manos por el pecho. Mi amiga pareció darse cuenta de que allí la que sobraba era ella y, tras un beso en la mejilla a Logan y susurrarle algo a Mikaela, les sonrió a ambos y vino junto a nosotros con Duncan y nos lo intentó presentar, ya le advertimos que lo conocíamos de un rato antes. -No me lo puedo creer... -murmuró Conrad, al ver que Logan se inclinaba para tontear un poco más con su hermana- No me jodas, ¿lo está haciendo a propósito? -Cariño, no te alteres. Será un tonteo y ya, tranquilo. -¡Hola, matrimonio feliz! -gritó Melissa sentándose a nuestros pies- Chica, estoy molida de tanto bailar. -¿Por qué te has ido? -le preguntó Conrad.

-¿Tú has visto a esos dos? Casi me quemo del calor que desprendían. Esos acaban echando un señor polvo en alguno de los baños de esta casa. Y yo me eché un amigo escocés de la Isla de Skye, ya tengo allí casa -sonrió mirándolo mientras él estaba a un lado observando todos los jardines. -Y una mierda -Conrad se levantó sin darme tiempo a frenarle, y salió disparado hacia Logan y Mikaela. -¿Qué le pasa a tu marido? Ni que estuviera celoso del rubio -me preguntó, y si ella supiera... Vi a Conrad separar a Logan de su hermana, tratando de hacer un espectáculo, y ella le miró con el ceño fruncido. Empezaron a hablar entre los hermanos, pero lo hicieron en árabe y no me enteré de nada. Solo cuando vi que Mikaela cogía de la mano a Logan y pasaba por delante de Conrad como si fuera Juana de Arco, y al rubio mirando a mi marido con los ojos abiertos como platos, supe que aquello se podía liar más de la cuenta. -Ahora vengo -le dije a mi amiga dejándola allí a los pies de nuestros tronos. Fui hasta Conrad, le cogí de la mano y tiré de él para hacerle bailar conmigo. Me miró a los ojos y estaba algo furioso, lo notaba en su mirada. Me puse de puntillas, le dejé un breve beso en los labios y me acerqué a susurrarle: -Fóllame como en Edimburgo -no hicieron falta más palabras, me había entendido a la perfección. Aquella vez, después del cabreo que se pilló por mi culpa, liberó la rabia de esa forma. Si era su manera de soltarlo, prefería que fuera conmigo y no a golpes con su amigo.

De la mano íbamos por los jardines cuando vi que mi suegro nos miraba, pero el muy bribón se puso a sonreír y empezó a distraer a los invitados. No, si resulta que va a ser verdad eso de que, "de tal palo tal astilla". Menudo tuvo que ser Abdul en su época. Conrad abrió la puerta de mi habitación y nada más entrar me pegó a la pared después de cerrar. Empezó a besarme con una fuerza y un ansia que auguraba que aquello iba a ser rápido y salvaje. Y no me equivoqué. Desabrochó sus pantalones, dejándolos caer al suelo y liberando su erección, y es que mi querido "maridín" no llevaba ropa interior, vamos que se había vestido a conciencia para no tardar más en la noche de bodas. Me cogió en brazos apartando el vestido y la braguita a un lado, me pellizcó el clítoris, jugueteó con él, me penetró con el dedo y cuando gemí estremecida y notó mi humedad, se adentró abriéndose paso con su miembro erecto y palpitante. Con cada embestida mi cuerpo golpeaba la pared, yo gemía y gritaba aferrada a sus hombros y me perdía en su mirada. Esa que sin palabras me decía cuanto necesitaba saber. Le besé, demostrándole que siempre estaría ahí para él, para que sacara la rabia que sintiera. -No sabes cuánto te amo, alhabiba -me dijo con la frente pegada a la mía. Seguimos así, dejándonos llevar por el momento mientras escuchábamos la música, las risas y los gritos de alegría de nuestros invitados. Debería estar avergonzada por abandonar así mi propia boda, pero en ese momento era mi marido quien me necesitaba. Llegamos juntos al éxtasis que nos hizo gritar y nos quedamos abrazados unos instantes mientras conseguíamos calmarnos.

Nos recompusimos y tras un beso lleno de amor, de la mano bajamos de nuevo al jardín para unirnos a la celebración. -Uy, uy, qué carita de felicidad me traes, ¿eh, pillina? -dijo Melissa, cuando me senté en el trono. -Calla, loca, que no se ha dado cuenta nadie. -No, pero porque tu suegro los ha distraído y yo me he quedado aquí. Anda, que bien follada vienes. -¡Que te calles! -grité riendo. -Qué suerte, yo a ver si me tiro al highlander este -señaló a Duncan, que estaba atento a su móvil. -No seas boba, seguro que te acabas llevando al mejor de todos -tragué saliva y recé porque no fuera Duncan, tenerlo cerca era para estar todo el día tragando saliva. -No creo, ese ya lo tienes tú -contestó señalando a Conrad que venía hacia nosotras. Melissa se puso en pie, le dio en beso en la mejilla a mi marido y se alejó de nosotros con una sonrisa y directa hacia Duncan. -Deberías buscarle un pariente tuyo, no quiero verla sola eternamente -le confesé a Conrad, y es que mi amiga tenía un historial amoroso... digno de sonrisas y lágrimas. -Bueno, algo haremos, pero no prometo nada. Ahora la veo entretenida con el acompañante de Logan. -¿Se ha dado alguien cuenta de nuestra ausencia? -Solo mi padre. -Y Melissa. Conrad me miró y acabamos sonriendo los dos. Nos besamos brevemente y seguimos disfrutando de la celebración.

Cuando los invitados se hubieran marchado, empezaría nuestra noche de bodas, ahí mismo en la casa de mis suegros y es que, según mandaba la tradición, debía hacerlo así puesto que con el matrimonio yo, como esposa, entraba como un miembro más de la familia del novio. Deseando estaba que llegara el momento, pero, sobre todo, la mañana siguiente, porque sería el día que comenzaría oficialmente mi nueva vida, y lo haríamos en esa casa del desierto donde descubrí que estaba enamorada de mi jefe y enemigo.

Capítulo 33 Cinco días habían pasado desde que nos casamos, de los que, tal y como me dijo Conrad, los tres últimos los habíamos pasado en la habitación, saliendo de la cama únicamente para darnos una ducha, aunque incluso ahí bajo el agua nos dejábamos llevar. Aún recuerdo la mañana del primer día ya como marido y mujer, cuando llegamos aquí, a la casa del desierto. Lloré al verlo, todo precioso y decorado para darnos la bienvenida. Nuestras iniciales en manera de unos dos metros de alto, con un corazón en medio, rodeadas de pequeñas bombillas que las iluminaban, estaban en la parte final del jardín. Dejé que Conrad me abrazara y lloré en su pecho. Habían puesto un camino de pétalos de rosas desde donde nos tenía que dejar el coche hasta la burbuja, y allí que fuimos para dar rienda suelta a nuestro amor, a pesar de que la noche de bodas ya la habíamos tenido en casa de mis suegros. Pero ese momento era especial, era solo para nosotros, había una botella de champán y dos copas esperándonos para brindar, y así lo hicimos. Después de ese encuentro fuimos a la habitación donde todo estaba repleto de velas, pétalos de rosas y una suave música. Ahí comenzó oficialmente nuestra luna de miel, y el encierro de tres días. Él se levantaba para coger las bandejas con comida que nos dejaban en el pasillo, junto a la puerta y para volver a dejarla en el mismo sitio. Nadie nos molestó, ni siquiera recibimos llamadas de teléfono, nos dejaron tranquilos en la más absoluta intimidad. Me sentía feliz, después de todo por lo que habíamos pasado en este tiempo, al fin estaba donde sabía que debía estar. Casada con Conrad y en una de las tantas casas que tenía.

Aunque seguía sin saber exactamente cuántas más había, además de la de Londres, la de Edimburgo y esta. Tampoco iba a preguntar. -Buenos días, mi querida esposa -me dijo abrazándome desde atrás y dejando un beso en mi hombro. -Buenos días, mi querido esposo. Me giré, le cogí el rostro con ambas manos y le di un breve beso en los labios. -¿Eso es un beso de buenos días a tu marido? -preguntó cogiéndome por la cintura y haciendo que rodáramos por la cama, hasta que me dejó recostada sobre su pecho. -Es un beso, ¿qué más quieres? -Uno en condiciones, mujer. -Mira que luego te pones tontorrón y me lías. -Que no, venga, va, dame un beso de buenos días, pero de los que me gustan. Sonreí al verle poner morritos y no tuve más remedio que besarlo, pero claro, eso de que no se iba a poner tontorrón... pues como que al final se puso. Después de hacerlo no sé cuántas veces en esos días, al fin salimos de la habitación y disfruté de un señor desayuno en el jardín. Me encantaba estar ahí, al aire libre, sintiendo el calor del sol que coronaba el cielo. En la mesa no faltaba de nada, había café, té, zumo, tostadas, dulces marroquíes y croissants. Vamos, que la cocinera sabía que íbamos a necesitar reponer fuerzas después de tres días ahí metidos y enredados bajo las sábanas. Me sonó en el móvil en ese momento y al cogerlo de la mesa vi que era mi hermana.

-¿Qué tal va la vida de casada? -me preguntó. -Muy bien, la verdad. Estoy desayunando en el jardín de mi casa. -¿Habéis salido al fin de la habitación? -Cuando mi hermana me lo preguntó, miré a Conrad, que la había escuchado perfectamente, y el muy sinvergüenza sonrió mientras se llevaba la tostada a la boca. -Sí, al fin. -Chica, vas a estar sin poder moverte un mes. ¡Qué ímpetu el de mi cuñado! -Será que tú tienes queja, amor -escuché que le dijo de fondo Ray, mi cuñado. -No, no, ninguna, ninguna. Todo bien, cariño -contestó ella, mientras la escuchaba caminar-. Bueno, ¿puedo contarte algo ahora que estás menos nerviosa que el día de tu boda? -Sí, pero, ¿qué pasa? ¿Por qué coño murmuras? -Y lo que era peor, ¿por qué lo hacía yo como si pudieran escucharme a mí? Conrad soltó una leve risilla al escucharme y en cuanto lo miré, se calló de golpe e hizo el gesto de cerrarse los labios con una cremallera. -Vera, estoy embarazada. Escupí el sorbo de café que acababa de darle a mi taza, salpicando toda la mesa mientras Conrad, retiraba rápidamente su silla y se ponía en pie para que no le manchara. Madre mía, ¿me habían hecho tía esos dos? -¿Que estás qué? -Embarazada, Vera, embarazada y cagada de miedo -y tanto que lo estaba, pues se lo noté en la voz. -Joder, y yo a tomar por culo de ti. Madre mía, Kelly. -Bueno... la verdad es que Ray y yo, seguimos en Marrakech -me dijo. -¿Hasta cuándo os quedáis? -pregunté.

-Tres días más. -Pues ya mismo estáis dejando el hotel y cogiendo un coche que os traiga. ¡No, no! Te mando yo el coche, prepara las maletas. Colgué y le pedí a Conrad que mandara el coche al hotel para recogerlos. Me miró arqueando una ceja y contesté a esa pregunta que no hacía. -Sí, cancelamos nuestra luna de miel por unos días, pero comprende que mi hermana me necesita. -¿Qué le pasa? -Que está embarazada y cagada de miedo. Esta no se lo ha contado a Ray todavía, que lo sé yo. -¿Y por qué no? Un hijo es lo más bonito que puede hacer una pareja -me dijo rodeándome la cintura con ambos brazos. -Lo sé, pero mi hermana y los niños no es que sean algo con lo que ella contaba precisamente. Bueno, ha estado practicando con Naomi, la hija de Ray, y tampoco lo lleva mal. -Será una madre estupenda, seguro. Igual que tú algún día. -Sí, sí, algún día, pero sin prisa que quiero aprovechar la vida de casada sin chiquillos durante un tiempo. -Vale, cuando tú quieras los tendremos. Conrad me besó en la frente y de la mano entramos en la casa para hablar con el personal de servicio y ponerles al tanto de la visita de mi hermana. Quería que les prepararan una habitación donde estuvieran de lo más cómodos. Unas horas después el coche atravesaba las puertas de la casa y allá que fui yo a recibir a mi hermana con un abrazo y un beso. -Ni que hiciera meses que no os veis -nos dijo Ray cuando nos separamos. -No tanto, pero echo mucho de menos a mi hermana -contestó Kelly.

-Cariño, que están recién casados y de luna de miel. ¿Para qué hemos venido a molestarles? -No molestáis, Ray -se adelantó Conrad a contestarle al ver la cara de mi hermana-. Sabéis que nuestra casa, es vuestra casa. -Sí, pero os partimos los planes. -¿Qué planes? ¿Qué me tenga encerrada todo el día en la habitación sin salir de la cama? -pregunté arqueando la ceja. -Por ejemplo, cuñada, por ejemplo -me respondió Ray, riendo y negando. -Pues que se conforme con las noches, que estamos ya casados de por vida, vamos, que se va a hartar de sexo -no me corté, para qué, había confianza con mi hermana y mi cuñado. Mientras Conrad y Ray fueron a tomarse una copa de vino, yo acompañé a mi hermana a la habitación que iban a ocupar esos días, donde me confesó que supo de su estado unos días antes de venir para la boda y que ahora, contaba ya con seis semanas de embarazo. Yo estaba feliz con la noticia, igual que ella, pero el miedo que tenía no era por si no le iba bien como madre, sino porque Ray le había dicho que quería ir despacio con ella y esa relación, que estaba muy a gusto con ella y quería que todo saliera bien. -Vera, él tenía intención de casarse con su ex, pero pasado un tiempo, el problema es que ella se quedó embarazada y todo se precipitó. Lo malo es que ella le engañó para poder adelantar la boda, el bebé lo buscó solo ella. ¿Lo entiendes? -Sí, pero no sé qué tiene eso que ver contigo, de verdad. -No quiero que piense que me he quedado embarazada para atarle a mí, como hizo su ex -rompió a llorar y se me partió el alma, la abracé y traté de consolarla.

-Y, ¿por qué debería pensar eso, cariño? -Cuando escuchamos la voz de Ray, mi hermana y yo miramos hacia la puerta y ahí estaba él, con los brazos cruzados y los ojos vidriosos. -¿Cuánto tiempo llevas ahí? -preguntó mi hermana secándose las lágrimas. -El necesario para saber que voy a ser padre. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ray se acercó a nosotras, se arrodilló delante de mi hermana y yo me puse en pie al ver que le cogía el rostro para besarla. -Porque tenía miedo. -Pues no lo tengas, porque vamos a ser padres. Te quiero, Kelly, te quiero más de lo que imaginas. ¿Sabes? Eres la madre que Naomi querría haber tenido. Cuando le escuché decir eso, lloré igual que hacía mi hermana. Salí al pasillo sintiendo que estaba cotilleando en un momento tan íntimo, pero no podía evitar seguir escuchando. Conrad me recibió con los brazos abiertos, me rodeo con ellos y besó mi coronilla mientras escuchábamos a los futuros padres. -No digas eso, Ray, ella tiene a su madre. -Una madre que nunca la quiso. Sabes que se quedó embarazada solo para no perder al mejor abogado de mi bufete, no solo me utilizó a mí, también a mi hija. Kelly, no ha nacido de ti, pero te quiere como si lo hubiera hecho. No te llama mamá porque mi ex no se lo permite. Es su madre y no puedo apartarla de ella, si hiciera algo sé que iría en contra mía y prefiero tenerla cuando me toque, a no poder verla nunca. Sé que me la quitaría y no puedo vivir sin mi hija. -Lo sé, y lo entiendo. -Entonces, espero que entiendas que eres la mejor segunda madre que mi hija podría tener, y que nuestros hijos conocerán y con la que crecerán.

Lloré en silencio entre los brazos de Conrad mientras escuchaba a mi hermana llorar, hasta que Ray volvió a hablar. -¿Por eso necesitabas venir? -Sí. -Ya te vale, joderle la luna de miel a tu hermana por esto. Que tu cuñado la quería para él solo unos días, cariño. Reí, igual que lo hizo mi hermana, como también lo estaba haciendo Conrad. -Ahora que vamos a ser padres, ¿podemos vender mi casa y me mudo a la tuya? Tu hermana ya tiene donde vivir. -Claro que sí, y el cuarto de Vera, se lo preparamos bonito a Naomi. -Le va a encantar, ya le gustaba quedarse en la habitación de su tía favorita. -No tiene otra. -Pues también es verdad -respondió Ray, y ambos empezaron a reír. Conrad me llevó abrazada hasta el jardín donde nos iban a servir la comida. Me besó en la frente y antes de sentarme le pregunté: -¿Tú has llevado a Ray a la habitación? -Sí, ese hombre tenía que saber que va a ser padre. -Mira que eres "alcahueta", de verdad -protesté. -Pero me quieres igual. -Y mucho, además -le aseguré antes de besarlo. Sí, claro que le quería, más de lo que nunca habría imaginado.

Capítulo 34 CINCO AÑOS DESPUÉS -Mami, mami -ahí estaba mi pequeña sultana, Jameela, que a sus dos añitos tenía una lengua de trapo que le impedía decir muchas palabras, pero lo de mami y papi se lo sabía al dedillo. Sí, tengo una preciosa hija de dos años rubia y de ojos azules como su padre y como yo, y un hijo de cuatro años, mi guapísimo Nadir, que para sorpresa de todos llegó poco después de cumplir nuestros nueve meses de casados. Vamos, que mi marido dio en la diana durante la luna de miel, claro que con tanto encerrarme en la habitación... Nadir era todo un sultán, y es que había heredado el pelo y los ojos oscuros como su abuelo y su tía paternos. -Hola tesoro. ¿Ya llegaron los tíos? -pregunté cogiéndola en brazos y ella sonrió. Los tíos no eran otros que mi hermana Kelly, acompañada de su flamante marido y socio de bufete, Ray, que venían con mis sobrinos, Naomi, mi mujercita de once años, y James, de cuatro. Cuando mi hermana supo que esperaba un niño, quiso ponerle el nombre de nuestro padre, y Ray no se opuso. Solo que, en vez de llamarle Jaime, lo llevamos al británico James. También venía a casa mi cuñada Mikaela. Las cosas con ella mejoraron mucho, muchísimo todo hay que decirlo, en cuanto supo que estaba embarazada. Creo que ayudó bastante que mantuviera una relación con Logan, sí, mi highlander. Si ya se veía venir el día que me casé, que el escocés miraba mucho a la morena y ella se comía al rubio con los ojos. La sorpresa fue mayúscula cuando nos dijeron un año después que se casaban y ella se iba a vivir a tierras escocesas, ahí es nada.

Y hace tres años que nos hicieron tíos de Salma, una morenita de ojos castaños para comérsela. Salí con Jameela a recibir a nuestra familia y ahí estaban también mis suegros, que cuando nos juntábamos todos, en el país que fuera, disfrutaban como enanos rodeados de tanto nieto. Sí, que, aunque no fueran de su sangre, a los de mi hermana también los querían como a los de sus hijos. Los de mi hermana, digo bien, porque Naomi a pesar de tener a su madre biológica, que desde luego no se podría ganar en la vida el premio a la madre del año, llamaba mamá a Kelly siempre, bueno, siempre que estaba con nosotros, delante de su madre era Kelly y punto. -¡Pero mira mi sultana qué guapa está! -exclamó Grace, cuando vio a mi niña que no dudó en abrir sus pequeños bracitos para que la cogiera su abuela en brazos. Anda que no era lista, la rubita. -Bienvenidos a casa. Navidades en el desierto, ¿cómo lo ves, hermana? -le pregunté abrazándola. -Pues muy bien, aquí tranquilitos y sin que nos molesten los vecinos respondió. -¿Dónde está mi nieto? -preguntó Abdul, mi suegro, tras darme un abrazo. -Por ahí anda con su padre, que no sé qué estarán tramando -contesté poniendo los ojos en blanco. Y es que no, no sabía qué hacía Conrad con nuestro hijo, que llevaban toda la mañana y parte de la tarde perdidos por los jardines. -Aquí estamos, papá -escuché a mi marido por la derecha y al mirarlo, vi que llevaba a Nadir sentado en los hombros. -¡Abuelo! -gritó mi hijo en cuanto Conrad le dejó en el suelo, y salió corriendo a los brazos de Abdul. Lo que mi pequeño sultán sentía por mi suegro, era auténtica pasión. Le encantaba ir a Marrakech y visitar a sus abuelos porque con él, se iba al

banco, lo llevaba al Zoco, incluso cuando ellos venían a esta casa, se iban a pasear por las dunas y cuando regresaban, me decía varias palabras que su abuelo le había enseñado en árabe. Eso era algo que siempre tuvimos claro Conrad y yo, nuestros hijos iban a aprender a hablar a la perfección sus tres lenguas maternas. Árabe, español e inglés. Saludé a Mikaela y en cuanto Salma me vio, tuve que cogerla en brazos. Yo era su tía, y vernos nos veíamos poco, pero me quería más que a nadie, incluso su madre sentía celos porque decía que su propia hija me escogía a mí, antes que a ella. Logan mediaba en esos casos, aunque todos sabíamos que mi cuñada lo decía en broma. Con ellos venían Melissa y Duncan, sí, mi amiga se enamoró de ese hombre y se fue con él a Edimburgo, donde montó la clínica y los fines de semana y vacaciones se iban a la Isla de Skye. Entramos en la casa y organizamos las habitaciones, y es que esas Navidades las pasaríamos en nuestra casa todos juntos. Recuerdo las primeras como matrimonio. Mi hermana llevaba unos meses de embarazo y no podía viajar, así que mis suegros se vinieron a Londres y las celebramos allí. El segundo año mi hijo tenía unos meses y mi sobrino casi un año, así que fuimos a casa de mis suegros. El tercero le tocó el turno a Escocia, a la Isla de Skye, esa en la que vivía mi cuñada con Logan y donde Conrad, los niños y yo, habíamos ido a menudo para pasar un fin de semana con ellos, o en vacaciones de verano. El año pasado volvimos de nuevo a la casa de mis suegros, y, por fin, este año éramos nosotros los anfitriones.

-Naomi, cariño, ¿cómo estás? -pregunté a mi sobrina mayor, que era un amor de niña y se desvivía por su hermano. -Bien, tía. Deseando de venir ya. -¿Tu madre qué tal? -Como siempre -se encogió de hombros y me dio un abrazo, eso para ella significaba que su madre no la hacía ni puñetero caso y que con la familia que había formado su padre estaba mucho mejor. La ex de Ray seguía sola, no había encontrado a ningún otro incauto a quien engañar, pero se gastaba la manutención de su hija en comprar ropa cara, zapatos que no necesitaba, joyas con las que presumir y noches de fiesta que aprovechaba para disfrutar los fines de semana que no tenía a la niña. Le dijimos a mi cuñado varias veces que hiciera algo y le quitara la custodia, pero él se negaba con el mismo motivo, podría quitársela definitivamente. Incluso Naomi nos pidió que no insistiéramos, que esperáramos a que ella cumpliera los dieciséis porque sería entonces cuando se cambiaría al instituto que había cerca de la casa de mi hermana y se mudaría con ellos definitivamente, se pusiera su madre como se pusiese. Comimos en el salón y tras tomar café, decidimos irnos a descansar. Era el día de Nochebuena y tocaba disfrutar de una buena cena. Pero con tanto niño por la casa, lo de descansar quedaba un poco relegado puesto que hasta que ellos cogían el sueño, los mayores estábamos desvelados. Llegó la noche, y con ella todos preparados, engalanados y elegantes a más no poder. Hasta mi hermana se compraba un kaftan para lucir en las celebraciones importantes cuando venía a Marruecos.

Se podía oler el asado desde el salón, incluso antes de que lo trajeran los chicos del servicio, y es que nuestra cocinera era increíble, menuda mano tenía. Salí a tomar un vino afuera para mirar las estrellas, me encantaba sentir el frio en mi cara en aquellas noches en Merzouga, eran una pasada. -¿Pensando en aquellos días en que disfrutamos los tres? -murmuró Duncan y me sobresalté. -Me has asustado -reí-. No, no me acordaba ahora, pero en más de una ocasión lo hice. -Yo también, ahora le veo a todo sentido, todo pasa por algo y cualquier cosa nos puede conectar para toda la vida. -Así es -lo miré sonriendo. -Estás preciosa, se te ve feliz. -A ti también. -Me alegra tenerte entre los míos. -Igualmente, te lo digo de corazón. Nos dimos un abrazo sin importar si nos estaban mirando, nos llevábamos bien y la relación entre todos era muy buena. Se acercó Logan a nosotros y dijo que quería un abrazo de oso, nos abrazó y me eché a reír. -Ahora que no nos escucha nadie. ¿Y el trío que tenemos pendiente para cuándo? -preguntó provocándonos una carcajada. -Joder, a este paso vamos a tener que pasar a orgía -bromeé. -No, no, Duncan y yo queremos los tres solos. -Va, dejaros de bromas, ¿eh? -Tenemos un secreto, ¿qué más da añadir otro fragmento? Piénsalo -decía Logan. -¿Os imagináis? -Arqueé la ceja.

-Aceptamos -dijeron los dos de forma sincronizada provocando una carcajada en mí, me puse a negar riendo y me metí para la casa. Nos sentamos en la mesa y disfrutamos de aquella cena entre charlas, risas y, sobre todo, con las ocurrencias de los más pequeños. Pero claro, ahí estaba yo que era casi más niña que ellos y en cuanto acabamos con la comida, les dije que fueran todos al árbol donde les esperaban sus regalos. Dejé a todos reunidos en el salón después de abrirlos y fui a la cocina a beber agua. Estando allí, de espaldas a la puerta, noté que me abrazaban por la cintura y sonreí creyendo que era Conrad. -Me alegro de que aquel día, decidieras irte con Conrad y poder verte ahora tan feliz -escuché que me decía Logan. Se apartó cuando me removí en sus brazos y al girarme me cogió el rostro para besarme en la frente. Me miró con cariño, con un brillo en los ojos que me decían que sus palabras eran sinceras. Él estaba tan enamorado de mi cuñada, como Conrad de mí. -Y yo me alegro de tenerte en la familia, siempre estaré agradecida por todo lo que un día hiciste por mí -le aseguré-. Puede... Puede que tal vez aquello que tuvimos hubiera salido bien, pero... -Tu corazón era de otro, un hombre en el que pensabas y que, aunque nunca te lo dije en ese tiempo que estuviste conmigo, le nombrabas alguna noche mientas dormías. -Logan... -susurré llevándome la mano a los labios, con las lágrimas a punto de salir. -¡Eh! Nada de lágrimas, a no ser que sean de felicidad. En el fondo creo que tú y yo teníamos que conoceros, porque serías tú, pequeña, la que me llevaría hasta la mujer que amaría el resto de mi vida.

-¿De verdad quieres a Mikaela? -Más de lo que ella cree. Aún tiene dudas, y eso que no sabe, y jamás sabrá, lo que una vez pasó entre nosotros. -Me alegra que sea ella quien te ganara, porque no habría querido a ninguna otra para ti. Bueno, tal vez a mi amiga Melissa, pero el día de mi boda la ignoraste. -¿Te confieso algo? -preguntó, acercándose a mi oído para susurrarHabría hecho un trío con las dos esa noche, si tu amiga no se hubiera retirado. Me dejó a cuadros, pero en el fondo creo que hasta lo esperaba. Cogió una jarra llena de agua y volvió al salón, mientras yo me quedé ahí sonriendo como un a boba. -¿Qué hace aquí sola, señorita? -preguntó Conrad, abrazándome por detrás. -Vine a beber agua y ya me quedé un momento aquí a solas. -¿Qué quería Logan? -Nada, solo quería decirme que se alegraba de que te hubiera escogido y de verme tan feliz. -Pues yo me alegro de que sea él, quien se casara con mi hermana, no veo a nadie mejor, la verdad. -¿Porque es igual que tú y sabes que le puedes hundir la vida si le hace daño? -pregunté, arqueando la ceja. -Por eso, y porque con el pasado que ha tenido él, igual que el mío, en el que ha probado de todo cuanto ha querido, necesitaba esa estabilidad y ese amor que mi hermana le da y él corresponde. -¡Qué romántico, por favor! -Oiga usted, señorita, que soy un romántico. Otra cosa...-Se pegó más a mi espalda, abrazándome aún más fuerte, y susurró- es que me guste ser un

poco salvaje solo contigo. Me besó el cuello y noté que me estremecía. Este hombre era incorregible, siempre conseguía lo que se proponía, sobre todo, conmigo. ¿Quién me iba a decir que así sería mi vida? Quizás, y solo quizás, mi padre viera algo en Conrad, cuando decidió venderle las oficinas. Y, quizás, solo quizás, estaba en sus planes que mi futuro fuera estar con el hombre a quien creí mi enemigo. -¿Recuerdas lo que dijo el hombre de aquel pueblo, la primera vez que estuvimos aquí, en Marrakech? -me preguntó mirándome a los ojos. -Sí, no las palabras exactas porque fue en árabe, y nunca quisiste decirme qué significaban. -Aetani bizujatik, fahi tuhabak. Esas fueron sus palabras, alhabiba -me dijo Conrad sonriendo. -Que significa... -Cuida a tu esposa, ella te ama -respondió con la frente pegada a la mía sin apartar la mirada ni un solo instante-. Ese hombre supo ver en tus ojos y en tu corazón, lo que tú ni siquiera sabías aún. Y ahora, esposa mía, tengo toda la vida para cuidar de ti y amarte tanto o más que tú a mí. Me besó y, en ese instante, me sentí completa, feliz, y sabiéndome en el lugar correcto. En sus brazos.

EPÍLOGO UN AÑO DESPUÉS Esas navidades tocaba en la Isla de Skye, Melissa y Duncan lo habían dejado pues ella no soportaba vivir en Escocia, así que las pasaríamos en casa de Logan con mi cuñada. Yo llegué antes que mi marido que estaba en una reunión en París y llegaba desde allí dos días después, así que metí a mis niños en el coche y me fui hacia allí.

Logan salió con la niña de la mano que estaba nerviosa para irse a jugar con los primos al parque que habían hecho en la finca, eso sí, con la niñera que tenía interna para los cuidados de la pequeña. Mi cuñada estaba en Marrakech y volvía al día siguiente, había ido para cerrar la venta de una casa que tenía en Marruecos y que ya no quería, así que el padre le ayudó en todo y ella fue un par de días sola para firmar y así ver a mis suegros. -¿Qué tal estás? -me preguntó cuando nos sentamos en aquella terraza que tantos recuerdos me traía. -Bien -dije encendiéndome un cigarrillo, ya que no me había quitado ese vicio. -Tengo que ir al pueblo a recoger los encargos para la cena de Nochebuena, ¿vienes? -Claro -dije con la tranquilidad de saber que los niños se quedaban a buen recaudo con la niñera. Menos mal que salimos de viaje el día anterior e hicimos noche en un hostal, así que por la mañana temprano solo nos quedaban tres horas de coche y no eran ni las doce de la mañana y ya estábamos allí, no me sentía cansada, además me apetecía tomar un vino por el pueblo y tener un poco de descanso mental. Nos montamos en su coche y me dijo si me apetecía saludar a Duncan, le dije que, por supuesto, así que nos colamos en la puerta de su casa de sorpresa. Duncan vivía en una casa con un pequeño terreno cerca del pueblo, cuando vio el coche de Logan, abrió sonriente la cancela y al verme su cara fue de incredulidad. Nos bajamos del coche y se vino a abrazarme con mucha intensidad, besando mi cuello y con un brillo en sus ojos, que dejaban entrever la

felicidad de verme. Pasamos y nos puso un vino frente a la chimenea, se veía afectado por la ruptura con Melissa, que se había alejado de todos, algo increíble. Fue dejarlo a él y como querer apartarse hasta de la que un día fue su gran amiga. -Así que vienes a recordar lo que un día hicimos... -dijo echándome la mano por el cuello, yo estaba de pie mirando a la chimenea. -¿Qué dices? -reí resoplando. -Podría quedar en secreto. ¿Verdad, Logan? -Por supuesto, yo no diría ni media -se echó una cremallera en la boca causándome una carcajada. -Cuñado, mira que estás casado -le dije riendo. -Y tú, por eso los dos callados -hizo un gesto bromista. -A mí dejadme de bromas que os conozco. -Por eso -decía Duncan besando mi mejilla mientras intentaba convencerme y, lo peor de todo, que solo de pensarlo me sacaban un sonrojo. -Venga cuñada -así nos llamábamos Logan y yo- ¿Qué más da uno de recuerdo después de todo lo que hicimos? -Os mato, os juro que os mato -Duncan seguía con su brazo sobre mi hombro. -Va, si lo vamos a pasar bien, nadie se va a enterar y eso quedara en nuestro cofre del secreto. -No le puedo hacer eso a Conrad, lo sabéis. -No se va a enterar -me agarró la cara para que lo mirara-. Dime mirándome a los ojos que no lo deseas. -Claro que lo deseo, no soy tonta, pero...

Duncan se fue a mis labios y me dio un beso, me dejó sin saber cómo reaccionar. -Solo te pido una hora, solo eso -me miró con esos ojos de corderito que me hizo negar riendo y hasta plantearme el hacerlo. -Sé que me voy a arrepentir el resto de mi vida, pero acepto -cerré los ojos y ellos empezaron a aplaudir mientras vitoreaban y hasta me cogían en brazos. Duncan me quitó el jersey que llevaba y yo levanté los brazos mientras resoplaba sabiendo que aquello era una locura, luego me quitó la camiseta térmica y el sujetador, soltó un rugido de placer al ver mi pecho y eso que no era lo firme que fue un día, pero le gustó lo que veía. Logan miraba tomando la copa, sabía que le gustaba ver y luego intervenir, así que Duncan, fue deshaciéndose de mi pantalón y braga hasta dejarme desnuda en aquella chimenea. Me quedé desnuda ante los dos que me miraban con ojos de deseo, me apoyó sobre la mesa y me hizo sentar en ella, me flexionó las rodillas y sacó mis caderas hacia fuera, me vinieron todos los recuerdos de la anterior vez. Estaba frente a la chimenea y ahí se puso Logan para ver esa introducción que hacía Duncan, sabía cómo manejar el tema. Duncan me hizo un gesto de que me relajara ahí tirada y fue a por lo que yo sabía que eran sus artilugios, hacía mucho que no me sometía a ese tipo de juegos y, a decir verdad, por detrás jamás me volvió a tocar Conrad, aunque en el sexo con él, me lo pasaba genial y me hacía disfrutar mucho. Logan me sonreía sosteniendo su copa de vino y yo negaba riendo, incluso se acercó, me dijo que me incorporara un poco y me dio un trago, la verdad es que estaba sembrado, le echaba un morro impresionante.

Duncan volvió con un montón de cosas que puso tras mi cabeza, me sonrió. -Te vas a relajar, ¿verdad? -Donde me ves, lo estoy -le hice un guiño y es que, aunque hubieran pasado los años ahí estaba como si fuera aquella vez en la que pasamos dos intensos días. -Te voy a poner una lavativa y vas al baño. ¿Ok? -Entendido, jefe. -¿Desde cuándo no lo haces por detrás? -preguntó mientras quitaba el precinto del paquete. -Desde aquella vez en la bodega -reí. -¿En serio? -Sí. -Madre mía, esto es como comenzar de nuevo, pero tranquila, he adquirido experiencia -bromeé. -No me pongas nerviosa, que luego me pides que me relaje. Se puso crema lubricante en el dedo mientras me miraba con ese arqueo de ceja y la dejó caer en mi culo, luego puso la cánula, la fue metiendo y vació el líquido en mi interior, la sacó con cuidado. -Vete ya al baño y lo expulsas. -Vale -allá que fui yo sintiendo ya que eso comenzaba a salir. Lo expulsé y luego me metí en la ducha para lavarme bien. Salí y estaban los dos en camiseta y bóxer, Logan con la copa en la mano aguantando la risa y yo me tuve que echar a reír. Me puso mirando a la mesa recostada sobre ella, con los pies en el suelo, y apretó mi nalga. Te voy a poner un separador de cachetes, no te impresiones. -¿Eso es nuevo? -pregunté riendo.

-Digamos que nunca lo usé contigo, esto facilita que no tenga que estar yo abriendo. Lo colocó y noté cómo quedaba encajado abriéndolo bien, sabía que estaba totalmente abierta a esos dos hombres que me hicieron enloquecer un día. Se puso un guante de látex y vi cómo cogía el gel que sabía que era para meterlo e hidratar la zona para estimularla. Fue metiendo el dedo y me relajé, aunque sentí esa incomodidad que recordé y vi cómo Logan se puso a un lado acariciando mi espalda. Hurgó con el dedo un buen rato mientras yo iba soltando el aire lentamente, luego lo sacó, metió una cánula y expulsó un líquido dentro que humedecía. Me hizo girar y me puse de pie, me abrazó y besó mi cuello causándome un cosquilleo. -Me encanta que estés aquí -dijo acariciando mi barbilla. -Esto es una locura, pero me alegro también de estar. -¿Seguimos? -Seguimos... Fue a por una manta que tiró sobre la mesa para que estuviera más cómoda, cada uno se puso a un lado y yo con las rodillas flexionadas en medio. Echó un spray en mis pezones, cosa que eso recordaba que lo hacían al final, pero esta vez lo hizo antes y luego puso un gel encima antes de poner esas pinzas que me causaron dolor, pero no tan fuerte, al menos lo recordaba más insoportable. Logan se echó un gel en las manos y metió los dedos en mi vagina mientras Duncan preparaba un aparato doble, era de otra forma a la que

recordaba, pero con tanto tiempo imaginaba que todo había cambiado en algo. Metió sus dedos en mi vagina mientras me miraba fijamente, sabía que entre Logan y yo siempre quedó esa chispa de los días vividos, comenzó a tirar hacia fuera y yo me contraje. Duncan dejó el aparato a un lado y me sujetó por ambos lados del vientre para que no me moviera ante lo que me hacía Logan. Sacó sus dedos y Duncan se colocó en medio de la mesa haciéndome resbalar un poco hacia abajo, puso en cada entrada ese aparato y me dijo que lo iba a meter lentamente, que ni cerrara las piernas ni me moviera, por favor, o me ataría, eso me produjo una carcajada. -Hoy no vengo de sumisa -advertí notando cómo aquello comenzaba a entrar y Logan puso sus manos en mi pecho para que no me moviera. Entró y me revolví por el de atrás, ese me presionaba un montón y Duncan me dijo que se me pasaría, que aguantara un poco que me estaba dilatando. Cogió un succionador y lo puso en mi clítoris, aquello me hizo volver loca del todo y me tuvo que sujetar bien Logan, iba a reventar, aquello era demasiado, hacía mucho que no recordaba tanto placer y me corrí de inmediato. Me sacó con cuidado el aparato y metió sus dedos en mi vagina con fuerza, yo estaba ya casi desfallecida. Echó un spray por todas mis partes y Logan comenzó a lamerme, le dije que parara un poco pues no me había repuesto, pero hizo caso omiso, consiguió volver a hacerme sentir otro orgasmo con su lengua y mordiscos, pensé que no aguantaría mucho más, pero sabía que aquello no había hecho más que empezar. Terminó y me llevaron para la habitación de Duncan, bajo mi asombro del techo también tenía esa argolla a la que podían engancharme con esas

esposas, yo los miré resoplando, me daba cosa verme de esa guisa de nuevo, Duncan me dijo que me relajara mientras me ataba. Primero me penetró Logan por detrás con cuidado mientras yo resoplaba de dolor y placer a la vez, luego Duncan por delante y comenzaron a hacérmelo relajadamente hasta que empezaron a subir la intensidad. Cuando terminaron cayó mi cabeza hacia mi pecho agotada, me soltaron y Duncan me dijo que me echara un poco a descansar en la cama. Logan dijo que venía en un rato que me quedara ahí que iba a recoger las cosas del pueblo para la cena de Nochebuena y que traía algo para comer y ya luego nos iríamos. Me fui al salón y me puse la camiseta, nada más. Duncan me dijo que me esperara que hasta que no me fuera me quedara así. Nos tomamos un vino charlando apoyados sobre la mesa mirando hacia el fuego, en un momento me puso apoyada en él de espaldas y me agarró por la cintura mientras besaba mi cuello y bromeaba, pero en plan cariñoso, no hicimos nada más hasta que llegó Logan con todo. Trajo unas empanadas que comimos y unas croquetas que hacían caseras, tras la comida tomamos un café en el salón y sabía que en un rato nos iríamos, pero también sabía que pasaría algo más. Duncan se sentó en el sofá y me pidió que me sentara encima, puso mis piernas fuera de las suyas y Logan se acercó, se sentó frente a mí en un puf pequeño y comenzó a lamerme mientras que Duncan pellizcaba mis pechos y me aguantaba. Comenzó a comerme de forma brutal, a meter sus dedos, a mordisquearme y Duncan metió su dedo en mi clítoris y mientras Logan se encargaba de mi vagina él lo hizo de tocar mi parte más sensible. Me hicieron enloquecer y luego me quedé unos instantes sobre Duncan intentándome reponer hasta que me levantó y me recostó sobre la mesa para

follarme mirando a Logan, luego lo hizo este y yo pensé que me iba a quedar sin respiración, me temblaban las piernas. Y no, la cosa no iba a acabar ahí, luego preparó otro café y tras él, Duncan se sentó desnudo en el sofá y me pidió que me sentara sobre él y comenzamos a hacerlo, luego me pidió Logan que fuéramos al cuarto, lo seguí y nos quedamos a solas, me tumbó sobre la cama, me penetró y me lo hizo mirándome a los ojos, aquello me dejó a cuadros, descolocada, veía el deseo y como una cuenta que estaba saldando, fue un momento que me dejó de lo más impactada. Nos besamos como cuando estábamos juntos, con desenfreno, con algo que había entre nosotros, no era amor, pero era algo de lo más fuerte. Salimos de la habitación, Duncan me pidió que le dejara echarme una crema para que no me diera escozor, me metió sus dedos por ambos lados mientras yo estaba de pie y me abrazó diciendo que gracias por darle ese regalo de Navidad. Nos despedimos con un beso en los labios y un fuerte abrazo, Logan y yo volvimos en silencio a la finca, eso sí, me hizo una caricia en la mano por el camino que entendí su significado. Estuvimos un rato con los niños, luego se les ducho y la nana se los llevó a cenar y a la cama, nosotros tras la cena nos fuimos a tomar un vino a la bodega. Y allí volvió a pasar, terminamos follando como locos, me introdujo toda serie de juguetes y me lamió, mordisqueó y disfrutó de cada recodo de mi piel. Juramos que no volvería a pasar y tras eso nos despedimos esa noche para recibir al día siguiente a su mujer y, al siguiente, a mi marido. Sé que no está bien lo que hice, sé que muchos me tacharan de muchas cosas, pero no soy ni la primera, ni la última que cayó en alguna tentación y

si tenía algo claro es que amaba a Conrad, a pesar de todo y que aquello era como una cuenta pendiente que saldamos ese día...
!No puedo con mi jefe! - Dylan Martins

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