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2
Staff Vettina & nElshIA
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Vivi
Meme pistols
xx.MaJo.xx
Nelly Vanessa
a_mac
Malu_12
SweetChilOMine
Agus901
Crys
nElshIA
Axcia
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Pachi15
Pachi15
Francatemartu
Índice
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Sinopsis
Capítulo 18
Prólogo
Capítulo 19
Capítulo 1
Capítulo 20
Capítulo 2
Capítulo 21
Capítulo 3
Capítulo 22
Capítulo 4
Capítulo 23
Capítulo 5
Capítulo 24
Capítulo 6
Capítulo 25
Capítulo 7
Capítulo 26
Capítulo 8
Capítulo 27
Capítulo 9
Capítulo 28
Capítulo 10
Capítulo 29
Capítulo 11
Capítulo 30
Capítulo 12
Capítulo 31
Capítulo 13
Capítulo 32
Capítulo 14
Capítulo 33
Capítulo 15
Escenas extras
Capítulo 16
Falling away
Capítulo 17
Sobre la autora
Sinopsis
M
adoc y Fallon. Dos adolescentes distanciados jugando a empujar los límites entre el amor y la guerra...
Ella está de vuelta. Por dos años ella ha estado lejos en un internado, no hubo ninguna noticia de ella. Antes, cuando vivíamos en la misma casa, ella solía evitarme durante el día y luego dejar su puerta abierta para mí en la noche. Fui un estúpido entonces, pero ahora estoy listo para vencerla en su propio juego... Estoy de vuelta.
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Dos años y puedo decir que él todavía me desea, incluso si actúa como si fuera mejor que yo. Pero no seré alejada o asustada. O empujada hacia abajo. Voy a provocarlo y contraatacar. Eso es lo que él quiere, ¿no? Mientras mantenga mi guardia arriba, él nunca sabrá lo mucho que me afecta.
Prólogo
H
abía gente que me gustaba y que no me gustaba. Personas que amaba y que también odiaba. Pero solo había una persona que amaba odiar.
—¿Por qué haces esto? —Escuché una voz femenina quejumbrosa preguntar cuando doblé la sala. Inmediatamente me detuve, mis ojos se detuvieron en Tatum Brandt con la cara roja enfrentándose con mi imbécil hermanastro, Madoc Caruthers, y su amigo Jared Trent. Estaban de pie en el pasillo junto a las taquillas con expresiones planas, luciendo aburridos, mientras se aferraba a sus correas de la mochila por seguridad.
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—Me molestaste ayer —continuó, frunciendo sus cejas a Jared, Madoc sonrió detrás de él—. Y luego, tus amigos siguieron molestándome. Lo que ha sido siempre, Jared. ¿Cuándo va a parar? ¿Por qué haces esto? Tomé una respiración larga y completé combinación habitual de los ojos en blanco.
mi
impresionante
Realmente odiaba tomar una curva. Odiaba las puertas cerradas. Odiaba no ver el camino por delante. Esquina #1: Tu padre y yo nos vamos a divorciar. Esquina #2: Nos estamos mudando. Una vez más. Esquina #3: Me voy a casar. Una vez más. Esquina #952: En realidad no me gustas ni tú ni mi marido ni su hijo, así que voy a tomar quince vacaciones al año yo sola. Bueno, mi mamá nunca dijo realmente eso, pero soy muy buena en la interpretación de mierda. Me quedé atrás y metí mis manos en los bolsillos de mis vaqueros flojos, a la espera de ver lo que esta chica iba a hacer. ¿Finalmente le iban a crecer algunas bolas, o al menos iba a tomar las estupideces que estos pequeños idiotas tenían? Seguía esperando que ella diera un paso al desafío, y siempre me decepcionó. Tatum Brandt era una cobarde. No sabía mucho sobre ella. Solo que todo el mundo la llamaba Tate, excepto Madoc y Jared; ella era una completa estrella de rock en el exterior, pero muy insegura en el interior; y era bonita. Tipo porrista. ¿Cabello rubio largo? Totalmente.
¿Grandes ojos azules? Absolutamente. ¿Piernas largas, labios carnosos y grandes tetas? Incluso a los dieciséis años. Ella era el paquete perfecto, y si yo fuera mi hermanastro, no tendría ningún problema metiendo mi lengua en su boca. Diablos, podría hacerlo de todos modos. Me mordí la esquina de mi labio, pensando en ello. Sí, podría ser una lesbiana. Quizás. Si quisiera. No, no importaba. El punto es… por qué Madoc y Jared la atormentaban era un completo misterio para mí. Pero por alguna razón me interesaba. Desde el inicio del primer año, ambos la habían intimidado. Propagando rumores, la acosaron, y hacían todo lo posible para hacerla infeliz. La empujaban, y ella se retiraba una y otra vez. Estaba empezando a molestarme tanto que estuve a punto de ir a chocar sus cabezas para defenderla. Salvo que apenas la conocía. Y Tatum no me conocía en absoluto. Me quedé tan lejos del radar que el sonar no me podía captar.
7
—¿Por qué? —respondió Jared a su pregunta con una pregunta y se adentraba en su espacio con una maldita arrogancia—. Debido a que apestas, Tatum. —Él arrugó la nariz con disgusto fingido—. Hueles… como un perro. Tate se incorporó de inmediato, y las lágrimas en sus ojos finalmente se desbordaron. ¡Dale una patada en las bolas, perra! Exhalando un aliento furioso, empujé mis gafas hasta el puente de mi nariz. Es lo que hacía antes de prepararme. Ella negó. —Ni siquiera te acuerdas de que día es hoy, ¿verdad? —Ella mordió su labio tembloroso entre sus dientes y bajó la mirada al suelo. Y sin siquiera ver sus ojos, sabía lo que estaba allí. Desesperación. Pérdida. Soledad. Sin mirarlo de nuevo, se dio la vuelta y se alejó. Hubiera sido fácil golpearlo. Lanzarle un insulto. Y mientras yo despreciaba su debilidad, entendí una cosa que no había hecho antes. Jared era un idiota, pero era un idiota que podía lastimarla. Ella estaba enamorada de él. Cruzando los brazos sobre mi pecho, me acerqué a las taquillas donde Jared y Madoc se quedaron mirando después de Tate. Madoc habló detrás de él.
—¿Qué significa eso? ¿Qué día es hoy? Jared se encogió de hombros fuera de la cuestión. —No sé de lo que estaba hablando. —Es catorce de abril —elevé la voz por encima del hombro de Madoc, lo que le hizo darse la vuelta—. ¿Eso significa algo para ti, imbécil? —le dije a Jared. Madoc levantó una ceja rubia oscura hacia mí, un atisbo de sonrisa en sus ojos. Jared giró la cabeza solo lo suficiente para que yo pudiera ver el lado de su cara. —¿Catorce de abril? —susurró y luego parpadeó largo y duro—. Mierda —murmuró. Y Madoc retrocedió unos centímetros cuando Jared cerró la palma de su mano en la puerta del casillero más cercano. —¿Qué demonios? —Madoc frunció el ceño. Jared se pasó las manos por su cara y luego negó. —Nada. No importa —gruñó—. Voy a geometría. —Metió los puños en sus bolsillos, se alejó por el pasillo, dejándonos a Madoc y a mí.
8
Entre mi hermanastro y su amigo, respetaba más a su amigo. Ambos eran imbéciles Grado A, pero al menos a Jared no le importaba lo que la gente pensaba de él. Es un cruce extraño entre un deportista y un gótico. Popular y agresivo. Oscuro, pero muy codiciado. Madoc, por el contrario, le importa todo lo que el mundo pensaba. Nuestros padres. El director. Y la mayor parte del cuerpo estudiantil. Le encantaba ser amado, y odiaba su asociación conmigo. Como estudiantes de segundo año que ya estaban empezando a ejercer el poder que iba a estar fuera de control en el momento en que llegaron a último año de secundaria. —Vaya, tu amigo es un perdedor —bromeé, deslizando mis manos en los bolsillos traseros de los vaqueros. Madoc se concentró en mí con su media sonrisa juguetona y ojos relajados. —Así como tu ami… —comenzó, pero se detuvo—. Oh, eso es correcto. Tú no tienes amigos. —No los necesito —le respondí—. Viajo más rápido por mi cuenta. Estoy yendo a lugares. Tú lo sabes. —Sí, estás yendo a lugares. Solo pasa por la tintorería cuando estés en camino, Fallon. Necesito mis camisetas recogidas. —Se alisó un lado de su Abercrombie abotonada. Con sus vaqueros medio desteñidos, una pulsera negra de Paracord y su cabello rubio oscuro, Madoc se vestía para impresionar. Las chicas acudían a él, porque se veía bien, les encantaba jugar. Para todos los efectos, era un tipo divertido.
Y siempre me hacía sentir pequeña. Hablaba un montón de mierda, pero a decir verdad, era más para mis oídos que cualquier otra persona. Madoc usaba ropa de diseño. Yo Target. Él Godiva. Yo Snickers. Y en lo que a él concernía, tenía derecho, era la hija de la puta caza fortunas que había enganchado a su padre. Madoc pensaba que yo era la suciedad debajo de su zapato. Al diablo con él. Le di a su atuendo una condescendiente mirada. —Tus camisas son súper elegantes, permíteme recordarte que la comunidad gay estaría orgullosa. —Tú podrías conseguir cosas buenas, también. Mi padre le paga a tu mamá lo suficiente por sus servicios, después de todo. —¿Cosas buenas? ¿Al igual que las minifaldas que llevan las chicas con las que sales? —lo desafié. Tiempo para educar a la mierda—. A la mayoría de los chicos, Madoc, les gusta algo diferente. ¿Sabes por qué quieres verme en cosas diminutas? Porque cuanto más muestro, menos me estoy escondiendo. Te asusto. Él negó.
9
—No es así, hermana pequeña. Pequeña… era solo dos meses más joven que él. Decía ese tipo de mierda para hacerme enojar. —No soy tu hermana pequeña. —Di un paso hacia adelante—. Y tengo amigos. Y un montón de chicos interesados. Les gusta cómo me veo. No busco parecerme a ti ni a tus padres… —Bueno, estoy aburrido —me interrumpió con un suspiro—. Tu vida no me interesa, Fallon. Cenas de vacaciones y de vez en cuando por la casa. Esas son las únicas veces que deseo hablar contigo. Alcé mi cabeza en alto, tratando de no regalar nada. No me dolió. Sus palabras o su opinión de mí. No hubo dolor en mi garganta que se dejaba caer en mi estómago y se retorció en los siempre presentes nudos. Lo que dijo no importaba. Me gustaba como era. Nadie me decía cómo vestir, cómo comportarme, a que clubs unirme… Tomaba mis propias decisiones. Madoc era una marioneta. Un avión no tripulado. Soy libre. Cuando no dije nada, empezó a caminar hacia atrás lejos de mí. —Los padres están fuera por la noche. Estoy teniendo una fiesta. Mantente fuera del camino. Escóndete en las dependencias del servicio donde perteneces. Lo vi irse, sabiendo que no iba a escuchar. Desearía haberlo hecho.
Uno
—¿E
n serio? —exclamé—. ¿Podría moverse más despacio? —le pregunté a Jared mientras me sentaba en el asiento trasero del G-8 de su novia con las manos cerradas en la parte
superior de mi cabeza. Ella se dio la vuelta desde el asiento del conductor, con los ojos entrecerrados como si quisiera empujar un cuchillo a través de mi cráneo. —¡Me dirijo a una curva cerrada a casi ochenta kilómetros por hora en un camino de tierra inestable! —le gritó—. Esto no es ni siquiera una carrera real. ¡Te. Lo. Dije. Antes! —Todos los músculos de su rostro estaban tan rígidos como el acero mientras me regañó.
10
Dejé caer la cabeza hacia atrás y dejé escapar un suspiro. Jared se sentaba frente a mí con su codo en la puerta y la cabeza en la mano. Era sábado por la tarde, una semana antes de la primera carrera real de Tate en nuestra improvisada pista local, “The Loop” y habíamos estado en la Ruta Cinco las últimas tres horas. Cada momento que la pequeña imbécil reducía la marcha antes de tiempo o no pisaba el acelerador lo suficientemente rápido, Jared se mantenía callado, pero yo no. No quería herir los sentimientos de su novia, pero no me importaba. ¿Por qué andar de puntillas con ella? No estaba tratando de entrar en sus pantalones. Ya no, de todos modos. Tate y Jared habían pasado la mayor parte de la secundaria odiándose mutuamente. Luchando con palabras y payasadas en el juego de más larga duración de juegos previos que había visto alguna vez. Ahora estaban en la mierda uno con el otro como Romeo y Julieta. En versión porno. Él volvió la cabeza, pero no lo suficiente para mirarme a los ojos. —Vete —ordenó. —¿Qué? —solté, mis ojos se abrieron—. Pero... pero... tartamudeé, al ver la sonrisa triunfal de Tate en el espejo retrovisor.
—
—Pero nada —ladró Jared—. Ve a buscar tu coche. Ella puede hacer una carrera contra ti.
La chispa de adrenalina calentó mis brazos ante la perspectiva de un poco de emoción real. Tate definitivamente podría correr contra una chica que no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero todavía tenía mucho que aprender y faltaba que le crezcan bolas. Que entre Madoc, damas y caballeros. Quería sonreír, pero no lo hice. En su lugar, solo puse los ojos en blanco. —Bueno, eso será aburrido. —Oh, eres tan gracioso —se burló ella, agarrando el volante—. Pareces una gran niña de doce años, cuando te quejas. Abrí la puerta de atrás. —Hablando de lloriquear... ¿quieres apostar que vas a estar llorando para el final del día? —Tú lo harás —respondió ella. —No. Ella agarró un paquete de pañuelos de viaje y me los tiró. —Aquí. Solo por si acaso.
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—Oh, ya veo que mantienes un stock listo. —Sonreí—. Porque lloras mucho, ¿verdad? Ella se volvió bruscamente. —¡Tais-toi! Je vous detes1… —¿Qué? —le interrumpí—. ¿Qué fue eso? ¿Estoy caliente y me amas? Jared, ¿sabías que tenía sentimientos…? —¡Basta! —gritó, callándonos a los dos—. Maldita sea ustedes dos. —Y levantó las manos en el aire y miró entre nosotros. Tate y yo estuvimos en silencio por un momento y luego ella soltó un bufido y no pude evitar soltar una risa, también. —¿Madoc? —Los dientes de Jared estaban pegados juntos. Podía oírlo—. Fuera. Agarré mi celular del asiento e hice lo que me dijo, solo porque sabía que mi amigo había tenido suficiente. Había estado tratando de tentar a Tate todo el día haciendo bromas y distrayendo a Jared. Ella finalmente tenía un oponente real, y a pesar de que Jared y yo habíamos estado trabajando con ella, sabíamos que las cosas iban mal en la pista. Todo el tiempo. Pero Tate insistió en que podía manejarlo. Y lo que Tate quiere, Tate lo consigue. Jared estaba embarrado peor que crema cuando se trataba de esa chica. 1
¡Tais-toi! Je vous detes: ¡Cállate! Tú, detestable…
Caminé de vuelta por el camino de la calzada que llevaba hasta mi GTO color plata estacionado a un lado de la carretera y cavé en mis pantalones vaqueros buscando las llaves con una mano mientras corría la palma de mi mano sobre mi frente con la otra. Era principios de junio y todo ya era tan miserable. El calor no era malo, pero la maldita humedad era peor. Mi madre quería que fuera a Nueva Orleans para visitarla por el verano, y le di un grande y gordo: “Infiernos, no.” Sí, me encantaría sudar mis bolas mientras que su nuevo marido intenta enseñarme a pescar camarones en el Golfo. Nop. Amaba a mi madre, pero la idea de tener mi casa para mí durante todo el verano, mientras que mi papá se quedaba en su apartamento en Chicago, sin duda, era una perspectiva mucho mejor. Mi mano se estremeció con una vibración y miré mi teléfono. Hablando del diablo. —Hola, ¿qué pasa? —le pregunté a mi padre mientras me acercaba a un lado de mi coche.
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—Madoc. Me alegro de que contestes. ¿Estás en casa? —Parecía inusualmente preocupado. —No. Sin embargo, estaba a punto de dirigirme allí pronto. ¿Por qué? Mi padre casi nunca estaba alrededor. Mantenía un apartamento en Chicago, ya que sus grandes casos lo mantenían durante largas horas de trabajo. Me gustaba. Sin embargo, no lo amaba. Mi madrastra había estado ausente sin permiso durante un año. Viajando, visitando amigos. La odiaba. La única persona que amaba en casa era Addie, nuestra ama de llaves. Ella se aseguraba de que comiera mis verduras y firmaba mi boletas de permiso para la escuela. Ella era mi familia. —Addie llamó esta mañana —explicó—. Fallon apareció hoy. —Mi aliento se quedó atrapado en mi garganta, y estuve a punto de dejar caer mi teléfono. ¿Fallon? Poniendo mí palma hacia abajo sobre el capó de mi coche, puse mi cabeza contra él y traté de aflojar mis dientes. —¿Y? —dejé escapar finalmente—. ¿Qué tiene eso que ver conmigo? —Addie te preparó una maleta —explicó—. Hablé con la madre de Jared y vas a estar con ellos durante unas semanas hasta que mi horario se libere. Iré a casa entonces, y veré como lo resuelvo.
¿Discúlpame? Se sentía como si el teléfono se agrietara bajo mis dedos mientras lo apretaba. —¿Qué? ¿Por qué? —le grité en el teléfono, respirando con dificultad—. ¿Por qué no puedo permanecer en mi propia casa? ¿Desde cuándo esa perra tomaba las decisiones? Así que fue a casa. ¡Gran cosa! Mándenla por donde vino entonces. ¿Por qué yo tenía que ser enviado lejos? —Sabes por qué —respondió mi papá, su profundo tono amenazante—. No vayas a casa. Y colgó. Me quedé plantado donde estaba, estudiando el reflejo de los árboles en el capó de mi coche. Me habían dicho que fuera a la casa de Jared, donde Addie me llevaría la ropa, y no a casa hasta nuevo aviso. ¿Y por qué? Cerré los ojos y sacudí mi cabeza. Sabía por qué. Mi hermanastra estaba en casa, y nuestros padres lo sabían todo. Todo lo que pasó hace dos años.
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Pero no era su hogar. Nunca lo fue. Ha sido mi hogar durante dieciocho años. Ella vivió allí por un tiempo después de que nuestros padres se casaron y luego desapareció hace un par de años. Me había despertado una mañana, y ella se había ido. Sin decir adiós, sin ninguna nota, y no se había comunicado desde entonces. Mis padres sabían dónde estaba, pero yo no. No se me permitió saber su paradero. No que malditamente me importara de todos modos. Pero quería estar en mi propia casa para el verano.
Dos horas más tarde estaba sentado en la sala de Jared con su medio hermano, Jax, esperando hasta que su madre nos dejó de ver como un halcón. Cuanto más me sentaba, más ansioso me volvía por buscar algunas distracciones. Jared tenía un montón de licor en su habitación que había llevado de relevo de mi casa, y ya era hora de empezar mi noche de calentamiento del sábado. Jax estaba encorvado en el sofá jugando videojuegos, y Jared se había dejado tatuar. —Así no es como lo manejas, Jason —oí a Katherine Trent susurrargritar desde la cocina. Mis cejas se alzaron. ¿Jason? Ese era el nombre de mi padre. Ella cruzó la puerta mientras se paseaba, hablando por teléfono.
¿Ella llamaba a mi papá Jason? No era extraño, supongo. Ese era su nombre. Me parecía raro. No muchas personas podían llamar a mi padre por su nombre de pila. Por lo general era “Sr. Caruthers” o “señor”. Levantándome, me acerqué al comedor, que estaba justo al lado de la cocina. —Este es tu hijo —le oí decir—. Tienes que volver a casa y enfrentar esto. —Metí las manos en mis bolsillos y me recosté contra la pared junto a la puerta que conducía a la cocina. Ella guardó silencio por un momento a excepción de los sonidos de estrépito de platos. Debía estar descargando el lavavajillas. —No —respondió ella—. Una semana. Máximo. Me encanta Madoc, pero es tu familia, y te necesita. No conseguirás salirte del gancho. Ya tengo dos hijos adolescentes. ¿Sabes lo que hacen cuando intento imponer un toque de queda? Se ríen de mí. —Luché entre sonreír con diversión y apretar los puños con irritación—. Estoy aquí — continuó ella—. Quiero ayudar, pero ¡él te necesita! —Sus susurros eran inútiles. Era imposible tratar de ordenarle a mi padre y estar tranquilo al respecto.
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Lanzo una mirada a Jax y me doy cuenta de que había dejado su juego de video y que me estaba viendo con una ceja arqueada. Sacudiendo la cabeza, bromea: —No he seguido un toque de queda en toda mi vida. Ella es linda al respecto, sin embargo. Quiero a esa mujer. Jax era el medio hermano de Jared. Tenían el mismo padre pero diferentes madres, y Jax había pasado la mayor parte de su vida, ya sea con su sádico padre o en hogares de acogida. A finales del pasado otoño, mi padre había ayudado a Katherine a sacar a Jax de cuidados de crianza y a tenerlo en su casa. El padre de Jared y Jax estaba en la cárcel, y todo el mundo quería a los hermanos juntos. Especialmente los mismos hermanos. Y ahora que Jared, que había sido mi mejor amigo durante toda la secundaria, había encontrado a su compañera de alma y al amor de su vida, no estaba cerca tanto como solía estarlo. Así que Jax y yo nos habíamos vuelto más cercanos. —Vamos. —Tiré mi barbilla hacia él—. Agarraré una botella de la habitación de Jared, y entonces saldremos.
—Quiero ver tus bolas más grandes —le ordené con la voz más profunda que pude reunir. Mis ojos se entrecerraron, y tuve que presionar mis dientes para no reír.
La espalda de Tate se enderezó, y poco a poco se dio la vuelta con la barbilla hacia abajo y los ojos hacia arriba. Me recordó cómo me había mirado mi madre cuando me había meado en la piscina cuando era niño. —Wow, no había oído eso antes. —Ella abrió mucho los ojos hacia mí—. Bien, señor, tenemos algo bastante pesado, pero todos tienen dos dedos y un pulgar. ¿Eres experto? —Tenía una expresión en su rostro como si estuviéramos hablando de la tarea, pero pude ver la sonrisa jugando en la esquina de su boca. —Soy así de experto —bromeé, mi lengua de repente era demasiado grande para mi boca—. Estarías celosa de lo que puedo hacer con esa bola. Ella puso los ojos en blanco y se acercó al mostrador. Tate había estado trabajando en los bolos desde el otoño pasado. Era casi un requisito ordenado por la corte que consiguiera un trabajo. Bueno, no del todo. Probablemente habría recibido la orden de la corte si Jared hubiera presentado cargos. Esta chica de metro noventa, de ochenta kilos, de la nada había golpeado con una palanca el coche de su novio en uno de sus famosos ataques violentos. Fue bastante desagradable y bastante impresionante.
15
El video estaba en YouTube y prácticamente había iniciado un movimiento feminista. La gente hacía sus propias interpretaciones del mismo y aún le ponían música. Se titulaba Who‟s the Boss Now?2 debido a que el coche de Jared era un Mustang Boss 302. Todo fue un malentendido, sin embargo, y Tate pagó por los daños y perjuicios. Y maduró. Jared y yo maduramos. Y todos éramos amigos. Por supuesto, ellos se estaban acostando. Yo no tenía tales gratificaciones. —Madoc, ¿has estado bebiendo? —Tate llevó las palmas de sus manos sobre el mostrador y me miró como una mamá. —Qué pregunta más estúpida. Por supuesto que he estado bebiendo. Es como si ni siquiera me conociera. Sacudiendo su cabeza, miró sobre las líneas detrás de mí, y temí que sus grandes ojos azules cayeran de su cabeza. —¡Tienes a Jax borracho, también! —acusó, claramente molesta ahora. Me di la vuelta para ver lo que estaba mirando, tropezando cuando mi pie se quedó atrapado en las patas del taburete a mi lado. Dejé salir un grito de mi garganta.
2
¿Quién es el jefe ahora?
—¡Quiéeeeeeen! —grité, levantando la botella de Jack Daniels en el aire cuando vi lo que vio Tate. Una multitud de personas se había reunido frente a una línea, riendo y mirando a Jax correr, patinar y deslizarse por una pista de bolos. —-¡Diablos, sí! La botella fue arrancada de mis dedos, y me volví para ver a Tate meter cosas debajo del mostrador, presionando sus enojados labios juntos y con el ceño fruncido. —-¡¿Por qué el whisky se fue?! —imité al Capitán Jack Sparrow y golpeé mi puño en el mostrador. Tate pisoteó por el pasillo hacia la puerta que daba a la pista. —Estás en profunda mierda cuando pase este contador —gritó ella, hacia mí.
16
—Me quieres. ¡Sabes que lo haces! —Me reí y corrí a través del laberinto de mesas y sillas alrededor de la concesión donde Jax jugaba. Un par de otros chicos se habían unido y volaban por las pistas, para el deleite de la multitud nocturna del sábado. A esta hora, no había demasiadas familias fuera de casa, y las únicas personas no entretenidas eran los hombres solteros que pasaban sus años mayores lamentando sus barrigas cerveceras y la suerte que tenían de escapar del matrimonio. Solo miraban y negaban. “Fallon está en casa. No vayas allí.” Me tragué el whisky que mantenía arrastrándose de vuelta y eché mi cabeza hacia atrás. —¡Wuuhuu! —grité, antes de golpear abajo el piso de madera de color claro, saltando a la pista sobre mi vientre y deslizándome por el carril. Mi corazón latía con fuerza, y la emoción burbujeaba en mi pecho. ¡Mierda! Estas pistas eran resbaladizamente locas, y solo me reí, sin importarme que Tate estuviera enojada conmigo o que el puño de Jared dejara una marca permanente en mi cara por jugar un poco en el trabajo de su novia. Todo lo que importaba era lo que me llevaba de un momento a otro. No puedo ir a casa. La multitud aplaudió y gritó detrás de mí, algunos de ellos saltaron arriba y abajo. La única manera que podía decirlo era porque sentía las vibraciones debajo de mí. Y cuando me di la vuelta para detenerme, mis piernas colgaron en el carril de al lado, y solo me quedé allí, preguntándome. No sobre Fallon. Ni incluso sobre si estaba demasiado borracho para conducir a casa en este momento. Pregunté en alto:
—¿Cómo diablos voy a levantarme? Esas pistas estaban resbaladizas. Tonto. No podía ponerme de pie, o me resbalaría. Mierda. —¡Madoc! ¡Levántate! —Podía escuchar el ladrido de Tate en algún lugar cerca de mí. Madoc. Levántate. El sol está arriba. Tienes que irte. —Madoc. ¡Levántate! —volvió a gritar Tate. Yo volteé. —Está bien —gruñí—. Lo siento, Tate. Sabes que te quiero, ¿verdad? —Me sacudí a una posición sentada con un hipo. Luego miré hacia arriba para verla caminar por la canaleta3 entre los carriles. Como un jefe. Ella puso las manos en las caderas, con sus cejas juntas. —Madoc, trabajo aquí. Hice una mueca, no me gustaba la decepción en su voz. Siempre anhelaba el respeto de Tate.
17
—Lo siento, nena. —Traté de ponerme de pie, pero solo resbalé de nuevo, un dolor profundo llegó al lado de mi trasero—. Ya dije que lo siento, ¿no? Ella se agachó y agarró uno de mis brazos, tirando de mí hacia arriba. —¿Qué sucede contigo? Nunca bebes a menos que estés en una fiesta. Puse un pie en la canaleta y me tambaleé hasta que Tate me atrajo hacia ella y pude poner el otro pie en el mismo. —No hay nada mal en mí. —Le di una media sonrisa—. Soy un bromista, Tate. Soy... —Moví la mano en el aire—. Solo una... broma, soy un bromista —me apresuré a añadir. Ella continuó sosteniéndome, pero podía sentir sus dedos debajo del dobladillo de la manga corta de mi camiseta. —Madoc, no eres una broma. —Sus ojos eran serios de nuevo, pero esta vez más suaves. No sabes lo que soy. Sostuve sus ojos, deseando contarle todo. Deseando que mi amiga, alguien, viera al verdadero yo. Jared y Jax eran buenos amigos, pero los chicos no querían oír esa mierda, y no éramos muy atentos. Tate sabía que algo andaba mal, y no sabía cómo contárselo. Solo quería que supiera que debajo de todo, no era un buen tipo. Canaleta: Las canaletas son huecos (orificios), que hay a la izquierda y derecha de las pistas, diseñadas para evitar que las bolas invadan los carriles de los costados. 3
—Hago cosas estúpidas, Tate. Eso es lo que hago. Soy bueno en eso. —Estiré la mano lentamente y escondí los pocos cabellos de su cola de caballo detrás de su oreja, bajando la voz a cerca de un susurro—. Mi padre lo sabe. Ella lo sabe. —Dejé caer mis ojos y luego miré hacia arriba—. Tú lo sabes, también, ¿no? Ella no respondió. Solo me estudió, las ruedas en su cabeza estudiándome. Mi mano cayó a su mejilla, y me acordé de todas las veces que me había recordado a Fallon. Acaricié la mejilla de Tate con mi pulgar, deseando que me gritara. Deseando que no se preocupara por mí. Cuánto más fácil sería saber que no tenía nada real en mi vida. Sostuve su dulce rostro, sin saberlo y me incliné más cerca, oliendo su escaso perfume mientras llevaba mis labios más cerca. —¿Madoc? —preguntó ella, su voz confundida mientras me miraba. Inclinando su cabeza hacia abajo, planté un beso en su frente y luego me recosté lentamente. Sus cejas estaban apretadas juntas con preocupación mientras me miraba.
18
—¿Estás bien? No. Bueno, a veces. Bueno, sí. La mayoría de las veces, supongo. Pero no por la noche. —Wow. —Tomé una respiración profunda y sonreí—. Espero que sepas que eso no significó nada —bromeé—. Quiero decir, te quiero. Simplemente no así. Más como a una hermana. —Me eché a reír y me encorvé, apenas terminando la frase cuando cerré los ojos y me agarré el estómago. —No entiendo la broma —me regañó Tate. Un silbido agudo atravesó el aire, y Tate y yo nos miramos. —¿Qué diablos está pasando? —La voz de papá grande y enojada de Jared destrozó el boliche, haciendo que me dolieran los oídos. Pero a medida que me daba la vuelta para mirarlo de frente, accidentalmente di un paso atrás en la resbaladiza pista. —¡Oh, mierda! —Se me cortó la respiración mientras me deslizaba, y estúpidamente mantenía mi peso sobre Tate, que fue demasiado para ella. Caí hacia atrás y ella en mi regazo mientras tropezaba. Golpeamos el piso, cayendo duro en la madera. Probablemente me lastimé en
cada maldito centímetro de mi trasero, pero Tate estaba bien. Ella aterrizó sobre mí. Eso fue genial para mí, también. Pero cuando miré a mi mejor amigo de pie al comienzo de la pista, mirándonos con el asesinato en sus ojos, empujé a Tate de encima con disgusto. —Amigo, ella me deslizó el whisky y ¡trató de violarme! —Le señalé a Tate—. Ella lo mantiene bajo el mostrador. ¡Mira! Tate gruñó y se arrastró de vuelta a la canaleta, con su cola de caballo desordenada pendiendo como una oración. —¡Jax! —gritó Jared desde el carril a mi derecha, donde Jax se arrastraba de vuelta por la pista—. Y tú. —Jared me disparó balas con sus ojos—. Métete en mi coche ahora. —Uuuh, creo que quiere darte una paliza —suspiré hacia Tate mientras ella pisoteaba por la canaleta hacia su novio. —Cállate, despistado —escupió ella de vuelta.
19
Dos
—¿F
ue ese tu primer beso? —pregunta él, tirando su cabeza hacia atrás para mirarme. Mantengo mi mirada hacia abajo y agarro la barra de la cocina detrás de mí. Esto se siente mal. Él está presionándome de nuevo en el mostrador, y no me puedo moverme. Duele. Solo míralo, me digo a mí misma. ¡Míralo, idiota! Dile que retroceda. Él no te ve. Es un manipulador. Te hace sentir sucia. —Ven aquí. —Él agarra mi cara, y me estremezco—. Te voy a enseñar cómo utilizar esa lengua. Esto se siente mal.
20
—¿Fallon? —La voz suave, ligera rompe a través de mi sueño—. Fallon, ¿ya estás despierta? Oí un golpe. —Voy a entrar —anunció ella. Abrí los ojos, parpadeando la niebla de sueño de mi cerebro. No me podía mover. Mi cabeza se sentía separada de mi cuerpo, y mis brazos y piernas estaban moldeados a la cama, como si un peso de diez toneladas se sentara sobre mi espalda. Mi cerebro estaba activo, pero mi cuerpo seguía profundamente dormido. —Fallon —cantó una voz hacia mí—. Te hice huevos poché. Tus favoritos. Sonreí, doblando los dedos del pie y apretando los puños para despertarlos. —¿Con tostadas para sumergir en la salsita? —grité desde debajo de mi almohada. —Con tostadas blancas, porque los multi granos son para maricas —dijo Addie inexpresiva, y recordé que le había dicho esas mismas palabras hace unos cuatro años, cuando mi mamá se había casado con Jason Caruthers y nos vinimos a vivir aquí. Le di una patada a las cubiertas de mis piernas y me senté, riendo. —Te extrañé, amiga. Eres una de las únicas personas en el mundo a las que no quiero cortar.
Addie, el ama de llaves y alguien que había actuado más como una madre para mí que la mía, era también una de las únicas personas con las que no tenía obsesiones. Ella entró en la habitación, maniobrando con cuidado una bandeja llena de todas las cosas que no había comido en años: huevos poché, cruasanes, jugo de naranja recién exprimido, ensalada de frutas con fresas, arándanos y yogur. Y ¡mantequilla de verdad! Bien, no la había probado todavía. Pero si conocía a Addie, sería real. Mientras dejaba la bandeja sobre mis piernas, metí mi cabello detrás de mis orejas y agarré mis gafas de la mesilla de noche. —Pensé que habías dicho que eras demasiado genial para anteojos hipster —me recordó. Metí un trozo de pan tostado en la yema de huevo. —Resulta que tenía un montón de opiniones en ese entonces. La mierda cambia, Addie. —Le sonrío feliz cuando tomo un bocado, salivando más mientras el cálido sabor salado de la yema de huevo y la mantequilla golpean mi lengua—. Pero al parecer ¡no en tu cocina! Maldita sea, chica. Echaba de menos esto.
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Addie está lejos de ser una chica en apariencia, pero lo era más que alguien que conociera en personalidad. No es solo un ama de casa valiosa, sino que resultó ser la señora de la casa que el señor Caruthers necesitaba. Se encargaba de las cosas de la forma en que mi madre no hacía. Por supuesto, Addie y el Sr. Caruthers no se acostaban juntos. Ella era unos veinte años mayor que él. Pero... se encargaba de todo. Desde la casa, los jardines, de su calendario social fuera del trabajo. Anticipaba sus necesidades, y era la única persona que nunca podría insultar. En serio. Lo podía llamar una imbécil, y él solo rodaría los ojos. Ella se había hecho invaluable, y debido a ello, llevaba los pantalones en esta casa. También se hacía cargo de Madoc. Era por eso que la necesitaba. —Y yo te extrañé —respondió ella, recogiendo mi ropa del suelo. Corté un trozo de huevo y lo puse en mi tostada. —Vamos. No hagas eso. Soy una mujer ahora. Puedo limpiar mis cosas. No había estado pagando mis propias facturas, pero para todas las metas y propósitos, había estado cuidando de mí misma por completo durante dos años. Mi madre me había dejado en el internado, y mi padre no me controlaba de manera excesiva. Cuando enfermaba, arrastraba mi trasero al médico. Cuando necesitaba ropa, la compraba. Cuando llegaba el día de lavandería, estudiaba al lado de las lavadoras. Nadie me decía que películas ver, con qué frecuencia
debía comer verduras, o cuando tener mi cabello recortado. Yo me hacía cargo de eso. —Eres una mujer. Una muy hermosa por cierto. —Ella sonrió, y sentí un zumbido cálido en mi pecho—. Con unos pocos tatuajes más, pero te quitaste los piercings, ya veo. Me gustaban los que atravesaban tu tabique y labio. —Sí, a la escuela a la que fui no lo hacían. Tienes que saber cuándo retroceder y saber cuándo mantenerlos. No diría exactamente que estaba pasando por una fase la última vez que Addie me había visto, pero sin duda cargaba múltiples formas de autoexpresión. Había tenido un piercing a través de mi tabique, un pequeño anillo, y otros a través de un lado de mi labio y en mi lengua. No había conservado ninguno de ellos, sin embargo. Mi internado de St. Joseph, no permitía piercings “poco ortodoxos”, y te limitaban a dos en cada oreja. También tenía cinco en mi oreja izquierda, el industrial fue una perforación, pero tenía dos agujeros, y tenía seis en mi oreja derecha, contando el de mi oreja, dos en mi lóbulo, y tres subiendo la cresta dentro de la oreja. La escuela me había ordenado quitarme ésos, también.
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Pero cuando mamá no contestó su teléfono para enfrentar sus quejas, finalmente les dije a “la mierda”. Cuando llamaron a mi padre, les dio una considerable donación... y luego les dijo que se fueran a la mierda. —Tú y Madoc han crecido tanto... —Se interrumpió, y me detuve de mascar—. Lo siento —terminó ella, mirando lejos de mí. Si alguien hubiera tratado de sostener mi corazón en ese momento, habrían necesitado ambas manos para sostenerlo. Me tragué el pesado trozo de comida en mi boca, y respiré hondo. —¿Por qué lo sientes? —Me encogí de hombros. Sabía por qué. Ella sabía por qué. Madoc y yo no habíamos estado solos en esta casa después de todo. Todo el mundo sabía lo que había sucedido. —No tienes que preocuparte —me aseguró, sentada en el borde de la cama—. Como te dije anoche. Él no está aquí, y no estará de vuelta hasta que tu visita haya terminado. No. —¿Crees que tengo problemas con Madoc, Addie? —Me reí—. Madoc y yo estamos bien. Estoy bien. Llevamos nuestra idiota rivalidad demasiado lejos, pero éramos niños. Quiero seguir adelante. —Me guardo mi tono ligero, y mis hombros se relajan. Nada en mi lenguaje corporal me delataría.
—Bueno, Jason piensa que no es seguro. Dice que eres bienvenida a quedarte todo el tiempo que quieras, sin embargo. Madoc no estará aquí. Esa era la razón por lo que necesitaba a Addie. Podría hablar con ella y conseguir que Madoc viniera a casa. Solo que no podía ser demasiado obvia. —Solo voy a estar aquí una semana más o menos. —Tomé un sorbo de mi jugo y lo puse de nuevo abajo—. Iré a Northwestern en otoño, pero me quedaré con mi padre en la ciudad por el resto del verano hasta que empiecen las clases. Solo quería visitarlos antes de comenzar la siguiente fase. Ella me vio como las mamás en la televisión miraban a sus hijas. El tipo de mirada que te hace sentir como si tuvieras un par de cosas que aprender, porque cariño, no eres más que una niña, y yo soy más inteligente. —Querías enfrentarlo. —Asintió, sus ojos azules se clavaron en los míos—. Para resolver las cosas. ¿Resolver las cosas? No. ¿Enfrentarlo? Sí.
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—Está bien. —Empujé la bandeja abajo de la cama y bajé—. Voy a correr. ¿Aún conservan esa pista rústica alrededor de la cantera? —Por lo que sé. Crucé la habitación recién decorada al vestidor donde había tirado mi bolsa de lona ayer cuando llegué aquí. —¿Fallon? ¿Sueles dormir en ropa interior y una camiseta demasiado corta para cubrir tu trasero? —preguntó Addie con una sonrisa en su voz. —Sí, ¿por qué? No oí nada durante unos segundos cuando me incliné para conseguir mi bolsa. —Lo bueno es que Madoc no está aquí, después de todo entonces —murmuró en un tono divertido y me dejó sola. Me vestí, mirando alrededor de mi habitación la luz del día. Mi vieja habitación con nueva decoración. Cuando había llegado ayer, Addie me había acercado a mi habitación, pero el interior era muy diferente a la forma en que lo había dejado. Mis carteles de patinaje se habían ido, mis muebles habían sido reemplazados, y mis paredes rojas eran ahora de color crema. ¿Crema? Sí, agh. Había tenido toda una pared llena de pegatinas. Ahora aparecían fotografías un poco impersonales producidas en serie de la Torre Eiffel y de las calles empedradas francesas.
Mi cama era de un rosa claro, y mis armarios y cama eran ahora blancos. Mi tabla gráfica con mis dibujos, mis estantes con mis robots de Lego, y mi DVDs y CDs se habían ido. No puedo decir que extrañé algo de esa mierda en los dos últimos años, pero sentí como que quería llorar tan pronto como entré en la habitación ayer. Tal vez era que había asumido que todavía estarían aquí, o tal vez fue que toda mi vida había estado guardada aquí y había sido arrojada tan fácilmente. —Tu mamá redecoró poco después de que te fuiste —me Addie había explicado. Por supuesto que lo hizo. Me permití unos dos segundos para lamentar todas las horas que había pasado en los tableros de patinaje que estaban ahora en un vertedero de basura y en los preciosos edificios de Lego que estaban ahora pudriéndose en la tierra en alguna parte. Y luego me tragué el dolor en la garganta y seguí adelante. A la mierda.
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Mi habitación era ahora madura y hasta un poco sexy. Todavía me gustaba la ropa y las formas de expresión salvajes de las muchachas, pero mi mamá no apestaba en decoración. No había motivos florales en ninguna parte, y la habitación estaba diseñada para un adulto. Los tonos rosados suaves de la ropa de cama y de las cortinas, la inocencia romántica de los muebles, y las fotografías en negro y blanco en marcos vivos me hacían sentir como una mujer. Como que me gustaba. Y todavía como que quería matarla por tirar todas mis cosas, también.
La mejor parte de mi madre casándose con Jason Caruthers era que su casa estaba en el Valle Seven Hills, una comunidad enorme cerrada, si considerabas eso una “comunidad” cuando tu vecino más cercano estaba a media milla por la carretera en ambas direcciones. A las mierdas ricas les gustaban sus casas de campo, su espacio y sus esposas trofeo. Aunque no usaban ninguna. Cuando pensaba en mi padrastro, Richard Gere de Pretty Woman siempre se me venía a la mente. Sabes, el tipo que se reserva la suite del ático, pero que no puede soportar las alturas, así que ¿por qué carajos reservaba la suite del ático? De todos modos, ese era Jason Caruthers. Compraba casas en las que no vivía, coches que no utilizaba, y se casaba con mujeres con las que no vivía. ¿Por qué?
Me preguntaba eso todo el tiempo. Tal vez estaba aburrido. Tal vez estaba buscando algo que nunca parecía encontrar. O tal vez no era más que un rico de mierda. Para ser justos, mi mamá era la misma. Patricia Fallon se casó con mi padre, Ciaran Pierce, hace dieciocho años. Dos días más tarde, nací. Cuatro años más tarde, se divorciaron, y mi madre me llevó, como a un billete de comida, a todas sus aventuras de búsqueda del oro. Se casó con un empresario que perdió su negocio y un capitán de policía cuyo trabajo resultó no ser suficiente glamoroso para mi madre. Pero a través de él, conoció a su actual esposo y en él mi madre encontró exactamente lo que estaba buscando: dinero y prestigio. Claro, mi padre lo tenía, también. En ciertos círculos. Yo realmente nunca había querido nada. Pero mi padre vivía fuera de la ley, lejos y protegiendo a su familia, se mantenía oculto y silencioso. En realidad, no era la vida glamorosa que mi madre estaba buscando. Pero a pesar de sus egoístas decisiones, me gustó cuando terminó con él. Me gustaba aquí. Siempre lo había hecho.
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Todas las fincas estaban escondidas más allá de las grandes vías de acceso y de los pocos densos barrios de árboles. Había amado correr o incluso caminar a lo largo de los tranquilos, aislados caminos, pero lo que más esperaba ahora era la forma en que la comunidad se conectaba con el área recreativa de Minas España que contaba con senderos estrechos amaderados y canteras profundas. La arenisca alrededor, la vegetación y el cielo azul perfecto sobrecargado hacían de este el lugar ideal para perderse. El sudor corría por mi cuello mientras golpeaba la mierda de la tierra bajo mis pies. Schism de Tool sonaba a través de mis auriculares mientras dividía en zonas el camino, y tenía que recordarme a mí misma mantener mis ojos arriba. Mi padre odiaba que corriera sola. Odiaba que corriera en zonas despobladas y tranquilas. Podía oír su voz en mi cabeza: ¡Mantén tu cabeza arriba y protégete! Me había ordenado una maldita carga de pantalones cortos para correr con pistoleras para el arma adjunta en la parte posterior, pero me negaba a llevarlos. Si quería que llamara menos la atención, ese era el camino equivocado de hacerlo. Si corres en ropa interior, alguien tendrá una idea equivocada, había dicho. Y luego tendré que lastimar gente. Sabes que me gusta hacer eso lo menos posible. No corría en ropa interior. ¿Pero algunos spandex cortos y un sujetador deportivo? A la mierda, hacía calor.
Así que habíamos hecho un compromiso. Él tenía un brazalete diseñado que contaba con un pequeño bolsillo para un cuchillo y un poco de espray pimienta. Parecía una pulsera torcida de enfermo, pero le hacía sentir mejor saber que me la ponía cuando salía a correr. Viendo la pista delante de mí, porque escuchaba a mi papá, me di cuenta de una joven mujer, de mi edad, de pie entre la pista y el estanque, mirando el agua. Vi sus labios hacia abajo y sollozó. Fue entonces cuando me di cuenta de la sacudida de su barbilla. Desacelerando a caminar, hice un rápido inventario. Estaba vestida como yo, con pantalones cortos y sujetador deportivo, y por lo que pude ver, no estaba herida. No había otros corredores o excursionistas. Ella se quedó allí, con los ojos entrecerrados, mirando el suave murmullo del agua. —Bonita melodía —le grité por encima del ruido del iPod atado a su brazo. Ella sacudió la cabeza hacia mí e inmediatamente se limpió la comisura del ojo. —¿Qué? —Se sacó sus audífonos.
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—Dije “bonita melodía” —repetí, Paradise City de Guns N Roses se escucha de sus audífonos. Ella ahogó una risa, su cara se sonrojó aclarándose un poco. —Me encantan las antiguas. —Alargó la mano—. Hola, soy Tate. —Fallon. —Extendí la mano y se la di. Ella asintió y miró hacia otro lado, tratando de borrar de forma encubierta el resto de sus lágrimas. Tate. Espera... cabello rubio, piernas largas, pechos grandes... —Eres Tatum Brandt —recordé—. ¿Secundaria Shelburne? —Sí. —Quitó el cable de sus audífonos de alrededor de su cuello—. Lo siento. No creo recordarte. —Está bien. Me fui al final del segundo año. —Oh, ¿a dónde te fuiste? —Me miró fijamente a los ojos mientras hablábamos. —A un internado hacia el este. Sus cejas se alzaron. —¿A un internado? ¿Cómo estuvo eso? —Católico. Muy Católico. Ella sacudió la cabeza y sonrió como si no pudiera creer lo que le había dicho. O tal vez pensaba que era ridículo. ¿Acaso las personas no enviaban a sus hijos no deseados fuera de su mundo? ¿No? Extraño.
El viento soplaba a través de la pista, haciendo que las hojas se movieran ligeramente, y la brisa fuera una bienvenida a la comodidad de mi piel caliente y húmeda. —¿Así que acabas de volver para el verano antes de la universidad o para siempre? —preguntó, sentándose en el suelo y mirándome. Lo tomé como una invitación y me senté, también. —Solo una semana más o menos. Me dirijo a Chicago para la escuela. ¿Y tú? Ella miró hacia abajo, perdiendo su sonrisa. —Se supone que iba a ir a Columbia. Ahora no, sin embargo. —¿Por qué? Columbia era una gran escuela. Había hecho solitud para allí, pero mi padre no me quería cerca de Boston. Cuanto más lejos de él más segura, había dicho. —Mi papá está teniendo ciertas... cuestiones. —Pude ver sus húmedas pestañas mientras se recostaba en sus manos y continuaba estudiando el estanque en frente a nosotras—. Durante mucho tiempo, al parecer. Creo que lo mejor es quedarse cerca de casa.
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—Debe ser difícil renunciar a Columbia —le ofrecí. Ella se mordió el labio inferior y negó. —Nop. No lo pensé dos veces antes, en realidad. Cuando alguien a quien quieres te necesita, lo entiendes. Estoy molesta porque no me lo dijo. Ha tenido dos ataques al corazón, y solo me enteré por las facturas del hospital que no se suponía que vería. Actuaba como si ni siquiera tuviera opción. Como si fuera tan fácil. Mi padre está enfermo. Me quedaré. Estaba celosa de su resolución. —Vaya, lo siento. —Ella sonrió y se sentó, sacudiéndose el polvo de las manos—. Apuesto a que te alegras de haberte detenido a saludar. —Está bien. ¿A dónde crees que vas a ir a la escuela ahora? —La miré y vi que tenía un pequeño tatuaje en la parte posterior de su cuello. Abajo, en la curva donde se encontraba con su hombro. No era muy grande, pero podía ver las llamas saliendo una linterna negra. —Bueno, me metí a Northwestern —ofreció—. Es una buena opción para mi grado, y está a solo una hora de aquí. Cuanto más pienso en ello, más emocionada me pongo. Asentí. —Bueno, ahí es donde voy a ir yo. Ella arqueó las cejas, sorprendida. —Bien, bien... te gusta la vieja escuela Gun N’ Roses, vas a Northwestern, tienes un poco de tinta agradable. —Hizo señas a las palabras que había escrito detrás de mí línea de la oreja que decían
Out of Order—… y corres. Dime que estás en ciencias, y podría haber encontrado a mi alma gemela heterosexual. —Estoy en especialización de Ingeniería Mecánica —canté, esperando que fuera suficiente cerca. Ella levantó su puño para chocarlo contra el mío y sonrió. —Suficientemente cerca. Su sonrisa era mucho más frecuente que la última vez que la había visto. Debió haber conseguido que la Cosa 1 y la Cosa 2 la dejaran en paz, o los había puesto en su lugar. —Entonces —comenzó, levantándose y sacudiéndose su trasero—, mi amigo dará una fiesta mañana. Deberías venir. Él no tiene problemas con que las chicas guapas se dejen caer. Tendrás que renunciar a tu ropa interior en la puerta, pero voy a protegerte. Me puse de pie, también. —Él suena como un juerguista.
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—Trata de serlo. —Se encoge de hombros, pero pude ver la pequeña sonrisa de orgullo debajo del gesto. Agarró mi teléfono de mi mano y marcó algunos números—. Está bien, llámame. Ahora tienes mi número, por lo que envíame un texto si estás interesada. Te daré la dirección y la hora. —¿De quién es la fiesta? —le pregunté, tomando mi teléfono de nuevo. —Es en la casa de Madoc Caruthers. Cerré la boca y tragué ante la mención de su nombre. Ella continuó. —Requieres usar un bikini, pero si le das una patada en las pelotas, se callará. —Oscureció sus ojos en una disculpa—. Es uno de mis mejores amigos. Simplemente toma algún tiempo acostumbrarse a él —explicó. ¿De sus mejores amigos? ¿Eh? Mi respiración se volvió superficial. ¿Madoc se suponía que estaba teniendo una fiesta mañana por la noche? Ella retrocedió, a punto de irse. —¡Nos vemos mañana, espero! Y luego se fue, mientras yo me quedaba allí, cambiando mi mirada de izquierda a derecha, en busca de no-sé-qué. ¿Madoc era amigo de Tatum Brandt? ¿Cómo diablos pasó eso? *** —Me gusta ese metal en tu boca. Oí que un piercing en la lengua puede ser todo tipo de divertido para otras cosas aparte de besos. —
Agarra mi cabello, respirando en mi boca—. ¿Así que eres realmente una chica mala o simplemente juegas a ser una? Muéstramelo. No estoy segura de lo que me despertó primero. La náusea rodando como un trueno a través de mi estómago o lo alto que inundaba mis nervios con emoción. Las náuseas y la emoción. La enfermedad y la emoción. ¿Por qué sentía ambas cosas al mismo tiempo? Sabía que el mareo era de sueño. ¿Pero la emoción? ¿La excitación? Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que me había despertado. El flujo de aire en la habitación había cambiado. Ahora se filtraba por el pasillo. Mi corazón latió más rápido, y mi vientre se estremeció con mariposas. Tensé mis músculos en respuesta, porque la alegría que fluía a través de ellos era demasiada. ¡La puerta de mi dormitorio estaba abierta! Abrí mis ojos y me senté de golpe en la cama, mi corazón se alojó en mi garganta mientras trataba de tomar un respiro.
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Una figura oscura, mucho más grande de lo que recordaba, estaba en la puerta. Casi grité, pero mantuve mi boca cerrada y tragué. Sabía quién era, y definitivamente no tenía miedo de él. —Madoc —dije echando chispas—. Vete.
Tres
M
e apoyé en el marco de la puerta, con la botella de cerveza en los labios.
Ella estaba en lo cierto. Debería irme. Es una puta mala idea quedarte, amigo. Pero por alguna razón, solo tenía que verla por mí mismo. No sé por qué no lo creía. Mi padre me lo había dicho y Addie lo había confirmado, pero simplemente no podía tragarme el hecho de que Fallon Pierce estaba de vuelta en la ciudad después de tanto tiempo.
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Había tenido una desagradable resaca esta mañana, gracias a ella, luego conducido a casa después de que sabía que todo el mundo estaría en la cama. No había habido ningún plan para llegar a su habitación y no tenía ningún plan de entrar, pero tenía demasiada maldita curiosidad. ¿Cómo sería ahora? ¿Cuánto habría cambiado? Había algunas respuestas que necesitaba, me gustaran o no. Ella alargó la mano y tomó sus gafas de montura negra de la mesita de noche. La luna estaba cubierta esta noche, así que no pude ver una mierda. Solo su forma. —Así que realmente estás de vuelta. Me empujé el marco de la puerta y me acerqué hacia el final de la cama. —No se supone que estés aquí. Addie dijo que estabas alojado con amigos. ¿Qué carajos? Tenían razón. Ella tenía miedo de mí. Pero, ¿por qué? ¿Qué demonios había hecho para que lo tuviera? Apreté la botella verde en mi mano y traté de dejarla en la oscuridad. Llevaba una camiseta azul oscuro con una cierta escritura blanca que no podía leer y su cabello estaba por todo el lugar. Solía tener piercings, pero no era capaz ver nada en ese momento. —Esta es la casa de mi padre —hablé bajo y enderecé mi espalda—. Algún día toda esta mierda será mía, Fallon. Esa cama en la que duermes, junto con todo lo demás bajo este techo. —Yo no, Madoc. No eres mi dueño.
—Sí. —La sacudí—. He estado allí. Hecho eso. Tuve la camiseta. Gracias. —Vete —ordenó ella con tono duro. Tomé otro sorbo de mi cerveza. —La cosa es, Fallon... que te dije antes que bloquearas la puerta si querías que me quedara fuera. Lo gracioso es... —me incliné—… que. Nunca. Lo. Hiciste. En un rápido movimiento, ella se quitó las sábanas y se levantó en la cama. Cargando hasta el final, me dio una bofetada en la cara antes de saber lo que estaba sucediendo. Casi me reí. Diablos, sí. Mi cuerpo se quedó en su lugar pero mi cabeza se había torcido hacia un lado con el golpe. Cerré los ojos por reflejo. El aguijón comenzó como algunas pequeñas agujas debajo de la superficie, pero explotó y se extendió como la electricidad. Mantuve los ojos cerrados durante unos segundos más de los necesarios, saboreando el apuro. Con la cama elevándola, ella quedaba cerca de 3 centímetros más arriba que yo y volví mi cabeza hacia ella lentamente, dándole la bienvenida a todo lo que tenía.
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Ella me frunció el ceño. —Tenía dieciséis años y era demasiado estúpida como para mantenerte fuera mí —escupió—. Poco sabía que tenían cepillos de dientes más grandes que tú. Y definitivamente tuve algo mejor que tú en los últimos dos años, por lo que cuenta con la puerta cerrada de ahora en adelante. A veces llevaba sonrisas, pero no las sentía. A veces las sentía y no las llevaba. No quería que supiera lo mucho que ansiaba esto. Me mordí el labio inferior. Ella se dio la vuelta de regreso a la cama y extendí la mano tirando de su tobillo desde debajo de ella. Se desplomó sobre el colchón, aterrizando en su vientre y rápidamente fui sobre su espalda, susurrando en su oído: —¿Crees que incluso te tocaría ahora? ¿Sabes cómo solía llamarte? Sexo-fácil. Fuiste accesible cuando necesitaba una liberación. Giró la cabeza para mirarme, pero no pudo torcerse lo suficiente con mi peso sobre su espalda. —Tampoco pensé alguna vez que fueras más que eso, tampoco, Madoc. Estaba aburrida y era lindo verte alardear de tu habilidad. Nunca me reí tanto. —Podía escuchar la sonrisa en su voz—. Pero lo sé mejor ahora —terminó. —¿Sí? —le pregunté—. ¿Abriéndote alrededor como tu madre? Tenías razón, Fallon. Seguro que vas a lugares.
Me empujé fuera de la cama y la vi voltearse y sentarse. Fue entonces cuando me di cuenta lo que llevaba puesto. Una camiseta y un bikini de ropa interior. Mierda. Parpadeé largo y duro. Mi pene se sacudió contra mis pantalones cortos de baloncesto y cerré un puño, obligándome a tener control. —Pero —continué—… no te sobrestimes a ti misma, nena. No puedes hacer que me echen de mi propia casa. Yo vivo aquí. No tú. Su pecho subía y bajaba con fuerza. La ira en sus ojos devolvía todo lo que había vivido hace dos años. Sus piercings faciales se habían ido y me hubiera gustado que todavía los tuviera, pero su cabello era un hermoso caos. De la forma en que siempre se veía en la noche. Todavía llevaba sus anteojos sexys y no podía evitar pensar en esas piernas fuertes. Había estado allí. ¿Y su carácter? Sí, los irlandeses en ella no eran ninguna mentira. —¿Madoc?
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Aspiré una bocanada de aire y me di vuelta para ver a Hannah de pie en la puerta en bikini. —El jacuzzi está listo —dijo ella, con las manos en las caderas. Miré a Fallon, todavía sentada en la cama y con los ojos dando vuelta para ver a mi cita. Sonreí. —Quédate —le dije con voz relajada—. Cómete la comida. Utiliza la piscina. Y después, consigue tu propia puta vida cuando te vayas.
Cuatro
S
abía exactamente lo que sentía por Madoc. Y sabía por qué me sentía de esa manera. Lo odiaba. Odiaba lo que me hizo. Pero, ¿por qué demonios me odiaba él a mí? Me lavé la cara, llevando a cabo mis rituales matutinos, mientras pensaba en él. Madoc había sido grosero anoche. Tenso. Claramente me despreciaba. Eso no era parte del plan. Habíamos dejado cosas sin terminar, ¿pero cuál era su problema? Tenía lo que quería, ¿no? ¿Por qué estaba tan enfadado? Sequé mi cara y me puse mis gafas, en dirección a la planta baja mientras repetía sus palabras de la noche anterior. —¿Crees que incluso te tocaría ahora? ¿Sabes cómo solía llamarte? Sexo-fácil. Fuiste accesible cuando necesitaba una liberación.
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Nunca había empezáramos…
sido
tan
cruel.
Ni
siquiera
antes
de
que
Un fuerte grito resonó por el pasillo en dirección a las escaleras, y me detuve. —Madoc, ¡bájame! —La voz de Addie hizo eco desde abajo en alguna parte. Crucé mis brazos sobre mi pecho, dándome cuenta de que todavía llevaba puesta mi camiseta, sin tirantes y sujetador, y Madoc aún estaba en la casa. Pero los dejé caer rápidamente. Todavía está aquí. Bien. Aquí era donde él tenía que estar, y ahora no debía hacer que Addie lo trajera de vuelta a casa. Incliné mi barbilla, enderecé mis hombros y bajé las escaleras. Al entrar en la cocina, vi a Madoc de pie detrás de Addie y extendiendo su brazo por encima de su hombro para sumergir su cuchara dentro de la masa que ella estaba preparando. Su sonrisa fácil que siempre llegaba a sus ojos me detuvo en seco, y entrecerré mis ojos. Deja de sonreír, mentalmente le ordené. Entrecerré mis ojos aún más de modo que mis cejas probablemente se estaban tocando. Dio vuelta la cuchara y metió la sustancia viscosa que parecía chocolate en su boca mientras Addie trataba de arrebatárselo. Él se apartó, y ella intentó golpearlo en la cabeza, pero ambos estaban riéndose. —¡No vuelvas a meter la cuchara en la mezcla, mocoso! Te enseñé mejor que eso. —Sacudió su gran cuchara de madera hacia él,
salpicándose mezcla en su camisa blanca, a pesar de que llevaba un delantal. Madoc le guiñó un ojo y caminó hacia la nevera, la cuchara de plata todavía colgando de su boca, imagínate, y agarró un Gatorade. Mi mirada se detuvo en el enorme tatuaje a través de su espalda, extendiéndose de hombro a hombro. Y mi corazón dio un vuelco. ¿Era mi nombre? Pero parpadeé y sacudí de mi mente la ridícula idea. No. El tatuaje decía “Fallen”. Habían distorsionado la “e” del entintado para que parecieran llamas. Era un tatuaje hermoso, aunque, tuve que detener el pensamiento de cómo lo hacía parecer más sexy. Los tatuajes hacen más sexys a todos. Mi madre, cuando hablaba con ella, era conocida por comentar cómo me vería a los ochenta con mis tatuajes. Me veré impresionante.
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Sus vaqueros quedaban bajos sin cinturón, y no llevaba camiseta como si se acabara de despertar y se hubiera olvidado de terminar de vestirse. Pero, ¿quién era yo para hablar? Estaba de pie allí con mis pantalones cortos de dormir y mi camiseta sin tirantes, luciendo mucho más indecente. Mi cabello iba en todas direcciones, se extendía alrededor de mi cara y por mi espalda con nudos y enredos. Él estaba fresco y brillante, y yo estaba marchita. —¡Fallon! —exclamó Addie, y parpadeé—. Estás despierta. —No engañaba a nadie con el tono nervioso de su voz. Madoc estaba de espalda hacia mí, pero pude darme cuenta de que su brazo se congeló por unos momentos mientras tomaba un trago de Gatorade. Se recuperó rápidamente, sin embargo. —Sí —arrastré la palabra—. Es complicado dormir con el alboroto aquí abajo. Madoc giró la cabeza hacia mí y me miró por encima de su hombro con una ceja arqueada. Se veía molesto. Su mirada descendió lentamente, asimilando mi apariencia o tal vez solo tratando de incomodarme, pero mis mejillas inmediatamente ardieron de todas formas. Viajó por mi pecho, sobre mi estómago hasta que llegó a mis pies descalzos, y luego ascendió de vuelta para encontrarse con mis ojos, evidente asco en sus profundidades azules. Sus mismas fosas nasales ensanchadas estaban allí, igual que anoche, pero su mirada se mantuvo estable. Apreté mis dientes para obligarme a respirar más lentamente. No podía enfadarme por la manera que él me había mirado. Me había preparado para no enfadarme.
Madoc siempre estaba tranquilo, después de todo. Tan tranquilo todo el maldito tiempo mientras crecía. Él no gritaba o mostraba su enfado hasta que se hartaba. Y nunca sabías cuándo iba a pasar exactamente. Esa era la parte de él que daba miedo. —Fallon, Madoc me sorprendió esta mañana —intervino Addie para explicar—. Pero él se va después del desayuno, ¿verdad? —le preguntó a Madoc, incitándolo con sus cejas levantadas. La miró y de regreso hacia mí, picardía y placer evidente en su expresión. Sacudió su cabeza. —Nah —dijo, desestimando la preocupación de Addie como si acabara de decirle que no quería postre—. Fallon y yo hablamos anoche. Estamos bien. —Me miró, entrecerrando sus ojos con una sonrisa—. Tengo un infierno de verano planeado, y esta es una casa grande. ¿Cierto, Fallon? Funcionaremos bien o permaneceremos fuera del camino del otro. Asintió mientras hablaba y miraba a Addie con la misma despreocupación, inocencia, ojos amplios de mierda que le he visto usar un millón de veces.
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Esta era la razón por la que Madoc iba a ser un buen abogado como su padre. Las personas no pueden ser persuadidas con solo las palabras que dices. Es sobre el lenguaje corporal, el tono y el momento. Mantener tu voz natural, tu cuerpo relajado, y distráelos con un cambio de tema lo antes posible. Aquí viene en tres, dos, uno… —Vamos —incitó a Addie—. Está bien. Se acercó hasta pararse detrás de ella en el mostrador, extendió su brazo y lo puso alrededor de su pecho, abrazándola estrechamente pero con sus ojos fijos en mí. —Solo acaba con mis panqueques de chocolate. Me muero jodidamente de hambre. —¡Madoc! —susurró-gritó, regañándole pero fallando al ocultar su sonrisa. Y eso fue todo. Él había ganado. O eso era lo que él pensaba. Aclaré mi garganta. —Sí, Madoc está en lo cierto, Addie. No tengo ningún problema con ello. Te lo dije ayer. —Vi a Madoc levantar sus cejas. Apuesto a que pensó que iba a pelear con él en esto—. Y, de todas formas, me iré en una semana. Solo vine para comer y usar la piscina.
Dejé que el sarcasmo fluyera lentamente en mi tono y mantuve mis ojos fijos en los suyos. Había extrañado jugar con él más de lo que quería admitir. —¿A dónde vas? —preguntó, apoyándose sobre sus codos en la gran isla de granito. —Chicago. Empiezo en Northwestern en otoño. ¿Tú? —Notre Dame —susurró, reduciendo sus labios con un toque de resignación en su voz. No, no resignación exactamente. Aceptación. Como si hubiera perdido una batalla. Notre Dame era la escuela de la familia. El padre de Madoc, sus tíos y tías, su abuelo, todos habían ido allí. A Madoc no le disgustaba la escuela, pero no podía decir si realmente le gustaba tampoco. Era difícil decir si él tenía algún sueño propio además de lo que su padre había planeado para él. —¡Oh, es cierto! —Addie arrojó la cuchara dentro del recipiente y pasó sus manos por su delantal—. Olvidé completamente darte tu regalo de graduación. —Atravesó la cocina y sacó dos “algo” de un armario.
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—Fallon, no sabía si estarías aquí, pero te había conseguido uno de todos modos para enviártelo. Toma. —Le entregó tanto a Madoc como a mí lo que parecían linternas. Eran de plástico negro en la parte inferior con una cápsula de cristal en la mitad superior. El fondo presentaba cinco filas del alfabeto. —¡Un criptex! —Le sonreí mientras Madoc observaba el suyo como si fuera un bebé extraterrestre. —Pero… —Frunció el ceño—. Sabes que solo quería verte en bikini —le dijo a Addie. —Oh, cállate. —Ella agitó su mano. —¿Qué es esto? —Su ceño seguía fruncido mientras observaba la pieza de rompecabezas. —Es un criptex —explicó Addie—. Tienes que resolver el acertijo grabado en el fondo, e indicar la respuesta de cinco letras para abrir la ranura. Entonces puedes obtener el regalo dentro. Madoc leyó el suyo en voz alta. —“Por la noche aparecen sin ser atraídas, y por la mañana desaparecen sin ser robadas”. ¿Qué son? —Sus ojos van rápidamente hacia Addie—. ¿En serio? Echó hacia atrás su brazo, levantando el criptex por encima de su cabeza, cuando Addie extendió la mano y lo agarró. —¡No, no te atrevas! —gritó, mientras él fruncía el ceño en burla hacia ella—. ¡No lo rompas! Usa tu cerebro.
—Sabes que no sirvo para estas cosas. —Pero luego empezó a indicar letras, tratando de adivinar la respuesta. Leí la mía para mí. “¿Qué se pone más mojada cuanto más secas?” Por favor. Me reí disimuladamente e indique toalla4. El criptex se abrió, y saqué una tarjeta de regalo para una tienda de patinaje que solía frecuentar en la ciudad. —Gracias, Addie —dije emocionada, porque no quería contarle que ya no patinaba. Miré a Madoc, quien todavía estaba trabajando con su rompecabezas con una ceja arqueada. Se estaba esforzando, y cuanto más se esforzaba más tonto se iba a sentir. Caminando hacia él, tomé el criptex de sus manos, quedándome sin aliento por un momento cuando mis dedos rozaron los suyos. Miré el rompecabezas y hablé en voz baja mientras indicaba. —“Por la noche aparecen sin ser atraídas, y por la mañana desaparecen sin ser robadas”. —Se abrió, y encontré sus ojos observándome, no al criptex—. Estrellas5 —dije, casi en un susurro.
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Él no respiraba. La severidad apareció en sus ojos mientras se cernía sobre mí recordándome las muchas veces que lo había mirado, queriendo cosas que estaba asustada de pedir. Pero ahora éramos diferentes. Solo quería su dolor, y a juzgar por la chica que había traído a casa anoche, Madoc seguía siendo el mismo. Un egoísta. Entorné mis ojos, intentando parecer aburrida, mientras empujaba el ahora abierto criptex de vuelta hacia él. Tomó una respiración profunda y sonrió, su intensa concentración desaparecida. —Gracias. —Entonces se volvió hacia Addie—. ¿Ves? Nos estamos llevando bien. Y se marchó por las puertas corredizas de cristal que conducían al patio y a la zona de la piscina con su tarjeta de regalo para ir a la pista de carritos motorizados. Tragué saliva, intentando calmar el torbellino en mi estómago. —Así que, ¿ya está? —pregunté a Addie—. Lo estás dejando quedarse, ¿después de todo? —Dijiste que estabas bien con eso. —Lo estoy —me apresuré a añadir—. Simplemente… simplemente no quiero que te metas en problemas con el jefe. 4 5
Towel en inglés, cinco letras. Stars en inglés, cinco letras.
Ella me dio una media sonrisa y empezó a verter la mezcla sobre la plancha. —¿Sabes que Madoc ha empezado a tocar el piano de nuevo? — Sus ojos permanecían fijos en su tarea. —No —respondí, preguntándome sobre el cambio de tema—. Su padre debe de estar encantado. Madoc había tomado clases de música desde los cinco años, específicamente de piano. Jason Caruthers quería que su hijo fuera hábil, pero cuando Madoc cumplió los quince, alrededor de la época en que mi madre y yo nos mudamos, se dio cuenta de que su padre en realidad solo quería que tocara en público. Algo más de lo que el Señor Caruthers pudiera alardear y mostrar. Así que Madoc lo había dejado. Se negó a aprender y amenazó con destrozar el piano si no lo apartaban de su vista. Lo habían bajado al sótano donde estaba mi rampa Half-pipe. Pero siempre me había preguntado… Madoc amaba tocar. Era una liberación para él, o parecía serlo. Por lo general solo practicaba en las lecciones requeridas, pero tocaba voluntariamente el piano cuando estaba molesto o muy feliz.
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Después de que lo dejara, empezó a hacer cosas estúpidas sin esa liberación: salir con el cretino de Jared Trent, intimidar a Tatum Brandt, entrar al colegio para robar partes de coches, algo que nadie sabía además de mí. —Oh, dudo que su padre lo sepa —continuó Addie—. Madoc todavía no interpreta o toma clases. Es más como en la oscuridad de la noche cuando toda la casa está dormida o nadie puede verlo o escucharlo. —Se detuvo y me miró—. Pero yo lo escucho. El ligero sonido de las teclas surgiendo del sótano. Es muy débil. Casi como si fuera un fantasma que no puede decidir si quedarse o irse. Pensé en Madoc tocando solo abajo en la oscuridad de la noche. ¿Qué tipo de canciones tocará? ¿Por qué lo hacía? Y entonces me acordé del Madoc de anoche. Él había insinuado que yo era una puta barata. Y mis acelerados latidos se redujeron a un ruido sordo. —¿Cuándo volvió a tocar otra vez? —pregunté, mirando hacia el patio donde él estaba hablando por teléfono. —Hace dos años —dijo en voz baja—. El día que te fuiste.
Cinco
A
hora entendía por qué Jared se ahogaba en fiestas constantemente por Tate. Las distracciones eran útiles. Si tenías demasiado en tu mente, entonces podías empujar tus pensamientos con ruido, licor, y chicas y seguir moviéndote a gran velocidad. Cuando mi amigo desaceleró el tiempo suficiente para pensar, fue cuando se metió en problemas. Pero con el tiempo las cosas funcionaron para ellos. Él la empujó, y ella comenzó a empujarlo de vuelta. Él siguió empujando, y ella finalmente lo derribó en su culo. Fallon y yo éramos muy parecidos a ellos. Solo que yo no la amaba, y ella no me amaba. Estuve obsesionado con ella una vez y amé que ella me dejara sacar mis urgencias adolescentes en ella, pero no estábamos enamorados.
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Éramos dos personas en una familia jodida haciendo nuestro camino desde padres jodidos. Y ninguno de los dos sabía hacerlo de manera diferente. Ella pisoteó a su habitación después de los panqueques, y yo estaba listo para mi fiesta que comenzaba a media tarde pero terminaría hasta la mañana siguiente si tenía algo que decir al respecto. Tenía la esperanza de que ella apareciera, y al mismo tiempo la quería lo más lejos de mí. Fallon afectaba mi cuerpo de maneras extrañas. Pero solo porque es diferente, me dije. La última vez que la vi estaba durmiendo en el sofá de cuero en la sala de teatro llevando solo mi camiseta. Había retorcido sus labios hacia arriba mientras frotaba su nariz en su sueño, y recuerdo pensar en lo mucho que no podía soportarla durante el día, pero lo mucho que la quería cuando alejaba su lengua viperina por la noche. Todos en la escuela pensaban que era un bicho raro. Sin duda pensaban que era lesbiana. Y ninguno de los chicos pensaba que era sexy. ¿Bonita? Claro. Incluso con los gorros que cubrían su cabeza y las gafas que ocultaban sus ojos. Pero no sexy. Sus piercings los asustaban, y su ropa era una vergüenza para cualquier hombre que la llamara su novia.
Solo yo sabía la verdad. La había visto sin ropa, por accidente, por supuesto, y sabía lo que cubría. Pero eso fue hace dos años. Ya no era sexy para mí. Ahora era letal. A pesar de su ligera ascendencia irlandesa, su piel era de oro con la más bella pizca de pecas en su nariz y debajo de los ojos. Su cabello había sido teñido. Mientras que antes era de un aburrido, marrón claro, ahora era cerca de tres diferentes tonos de marrón con algunos modestos mechones de rubio mezclados. Sus ojos verdes se destacaban más de lo que recordaba, y tomó apretar cada músculo de mi cuerpo esta mañana para mirarla como si no estuviera chequeándola. Al verla caminar a la cocina en sus pijamas, luciendo como si hubiera sido felizmente follada durante toda la noche, me puso caliente. Pero que-mierda-con-eso. Ese barco entre nosotros partió hace mucho tiempo, y no había manera de que ella redimiera el daño que había hecho. —Nadie conducirá. —Addie me señaló con el dedo mientras configuraba mi portátil y arrastraba mis altavoces afuera en el patio, con las preparaciones para la fiesta.
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Le di un saludo a medias y la despedí. —Ve a ver tus repeticiones de The L Word. Ella rodó los ojos antes de subir las escaleras a su dormitorio en el tercer piso. No éramos tan pretenciosos que manteníamos a la servidumbre tan lejos de nosotros. Era solo que Addie era nuestra única empleada viviendo en casa, y el tercer piso era como un apartamento en sí mismo, con una cocina, dos dormitorios, dos baños, y una zona de estar. No fue siempre así, pero mi padre tuvo que convertirlo para Addie cuando se dio cuenta de que él no la dejaría ir por nada del mundo. Fallon había salido en su moto deportiva tarde, esta mañana y había regresado alrededor de la una. Aparte de eso, no la había visto. Y para las tres y media, mi casa fue abarrotada con casi todo el mundo de mi clase de graduación. Jax llegó temprano, ayudando a colocar y poner la comida que me había entregado. Vi el coche de Jared estacionado en el lado de la casa, lo que significaba que Tate y él estaban en su habitación, la que les di para que pudieran tener “tiempo a solas”, sin su papá vigilándolos siempre. Al diablo con él. Estaban enamorados, y yo los amaba como parte de mi familia, así que mi casa es su casa. —Vamos, hombre. Date prisa —presionó Jax, llevando el grifo para el barril mientras yo agarraba los vasos. Todo el mundo se filtró dentro y fuera de la casa, y dentro y fuera de la piscina, disfrutando de la agradable tarde.
—Jamison —llamé a Ben, que estaba en la piscina ligando a Kendra Stevens—. Ni siquiera lo pienses, hombre. Ya he estado allí — bromeé. —Cállate, Madoc. Ya quisieras —replicó ella, volando su mano a través del agua, tratando de salpicarme. —Oye, tú fuiste buena, nena. —Me encogí de hombros, siguiendo a Jax a donde el barril se colocó—. Para una chica gorda, no sudas mucho. Los ojos de Ben se desorbitaron y Kendra gritó: —¡Madoc! —Pateó sus piernas flacas en la balsa, derramando su bebida. Me volví hacia Jax, quien estaba riéndose silenciosamente tan duro que su rostro se volvió rojo. Tirando de la junta fuera del barril y enchufando la boquilla, Jax vertió unas cinco bolsas de hielo en el cubo alrededor del barril, mientras que comencé a bombear y verter los primeros vasos de espuma. —Oye, Madoc. —Hannah y su amiga Lexi se acercaron a mi lado— . Jax. —Ellas asintieron hacia él y él no hizo más que asentir de vuelta.
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—¿Qué pasa, chicas? —les pregunté, tomando un trago de cerveza. —¿Estás teniendo un buen verano, Madoc? —preguntó Hannah como si no nos hubiéramos visto apenas ayer por la noche. —Absolutamente. ¿Tú? —Bastante bien hasta ahora —respondió, y puso las manos en sus caderas, haciendo a su pecho más prominente—. ¿Cómo está tu verano, Jax? —No podría ser mejor —murmuró, todavía acomodando el hielo. —Oh, creo que se va a poner mucho mejor. —Ella arrastró una mano por su espalda, y lo vi ponerse rígido. Su significado estaba claro—. Nos vemos por ahí —se burló, y ella y Lexi se alejaron. Me reí de nuevo en voz baja y tomé otro trago. Jax recibía mucha atención en la escuela, y con Jared fuera del mercado y yo partiendo a la universidad, estaba bastante seguro que Jax podía manejar la carga. Realmente dependía de su estado de ánimo, sin embargo. A veces, él iba todo depredador con una mentalidad de buscar y destruir. Otras veces se comportaba como que prefería sacarse las uñas de los pies que hablar con ciertas chicas. —La resistencia es inútil, Jax. —Le di una palmada en la espalda— . No las dejes asustarte. Simplemente disfruta del viaje.
—Dame un respiro. —Se puso de pie con la espalda recta, desechando la bolsa vacía a un lado—. He estado teniendo sexo más tiempo que tú. Simplemente no me gustan las mujeres como esas. —Se quedó mirando a la multitud a través de la piscina—. Me ven como un juguete. Le entregué una cerveza. —¿Y qué hay de malo en eso? Su mandíbula se contrajo, y su voz era tranquila. —Es solo que no me gusta. Jax no tenía miedo de las mujeres de ninguna manera, y aunque sabía que él había tenido una vida muy dura, a menudo me preguntaba si sabía qué diablos era “una vida dura”. Había deducido después de más de un par de pistas que el padre de Jared y Jax, quien se encontraba actualmente en la cárcel, los había abusado físicamente. De Jax más aún, porque creció con el hombre, mientras que Jared solo había pasado un verano con él.
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Los estados de ánimo oscuros de Jared tendían a ser más notables y más volátiles que los de su hermano. Jax los tenía, también, pero raramente los veíamos. Él desaparecía por largas horas, permaneciendo fuera la mitad de la noche y todavía estaba despierto para la escuela temprano al día siguiente. Los hermanos, ambos tenían mucha rabia, pero tenían diferentes maneras de tratar con ella. Cuando te parabas en los pies de Jared, obtendrías un puñetazo en el estómago. Si te parabas en los pies de Jax, él hackearía la base de datos del condado y emitiría una orden para tu arresto. Si golpeabas a Jared, te pondría en el suelo. Nadie golpeaba a Jax. Él llevaba un cuchillo. —Ahora ella por el otro lado —elevó Jax la voz, haciendo un gesto con la cerveza en la mano—. Parece una bibliotecaria en una librería porno. ¿Quién demonios es ella? Seguí su mirada sobre la piscina a las puertas del patio, donde acababa de aparecer Fallon. Jesucristo. ¿Qué demonios? Fallon no mostraba piel, no usaba maquillaje, y no moldeaba su cabello. Así que ¿por qué demonios lo estaba haciendo ahora? Tate se le acercó, tomando sus manos y sonriendo. Llevándola hasta una de las mesas, parecía como si estuviera presentándole a Jared. Pero Jared conocía a Fallon. ¿Cómo lo hacía Tate?
Seis
—A
hora estoy en la dimensión desconocida —solté cuando Tate me presentó a su novio—. ¿Estás saliendo con él? —le pregunté.
Primero la chica es amiga de mi hermanastro, y ahora está durmiendo con la otra mitad del Dúo de Mierda. Quiero decir, lo entiendo. Creo. Madoc tiene una personalidad ganadora, y es caliente. Pero Jared es solo caliente. Al menos Madoc tiene más a su favor. ¿Estaba en una misión de Dios para reformar pendejos? —Bueno —cortó Tate cuando se sentó a la mesa frente a Jared—. Es evidente que no se ha acostado contigo ya que no eres una gran fan. Eso me hace sentir mejor.
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Jared se acomodó en la silla luciendo como si fuera dueño de la casa. Vestido con un bañador negro hasta la rodilla, corrió su dedo índice en sus labios mientras me estudiaba. Sin molestarme en ocultar mis sentimientos, crucé mis brazos sobre mi pecho y traté de no gruñir. —La última vez que los vi a ustedes dos juntos, la estabas haciendo llorar —señalé, mirando a Jared y esperando. Oí a Tate resoplar a mi derecha, y la sonrisa de Jared se asomó de sus dedos. —Mi personalidad ha mejorado, Fallon. No estoy seguro de que la tuya lo ha hecho, sin embargo. ¿Qué tal si empezamos de nuevo? —Me tendió la mano y vacilé el tiempo suficiente para que todos se sintieran incomodos. Pero la tomé. ¿Qué demonios? Si la chica estaba feliz, y parecía feliz, entonces no era de mi incumbencia. Y hacían una pareja de buen aspecto. Él todavía parecía como el mismo, solo que más grande, y ella estaba vestida tan linda como el infierno en un bikini rojo y un top suelto negro de manga corta. —Hola, hombre. —Jared asintió detrás de mí y sentí la presión golpeando mi espalda. No es que alguien me estuviera tocando. —Tate —dijo Madoc detrás de mí—. ¿Cómo conoces a Fallon?
—Nos encontramos corriendo ayer. La invité a la fiesta. Espero que no te importe. —Tate me sonrió y continuó—: Ella nunca envió un mensaje, sin embargo, así que no sabía con seguridad si vendría. ¿Cómo es que ustedes la conocen? ¿De la escuela? —Fallon vive en mi casa — se burló de mí Madoc. —Nuestros padres están casados —le expliqué y me di vuelta para enfrentar a Madoc—. Pero no somos cercamos. Nunca lo hemos sido. Los ojos de Madoc se estrecharon como si estuviera tratando de encontrar algo mejor. —Puedo ver tu sujetador, Fallon. —Él suspiró y miró hacia otro lado, pareciendo aburrido.
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Sabía que podía ver mi sujetador. Sabía que todo el mundo podía verlo. Es lo que quería. No tenía planes de ir a nadar, así que llevaba un sujetador negro con tirantes elaborados que se extendía desde la parte delantera de mi torso a mi espalda y hacia abajo, por mis hombros de mi parte superior del pecho. No estaba destinado a ser escondido, así que lo llevaba con una camiseta sin mangas con cuello en V profundo suelto que lo mostraba. Junto con mis pantalones cortos negros y sandalias, solo con mis pendientes y gafas como accesorios. Ya había conseguido algunas miradas apreciativas, y sabía que eso le jodería a Madoc. Ya sea o no que todavía me quisiera, sabía que no querría que nadie más me tuviera. —¿Te molesta? —Mis labios torcidos en una sonrisa maliciosa—. Tate, dile que luzco caliente. —Se lo haría —respondió con seguridad, y oí a Jared reír detrás de mí. Madoc mantuvo los ojos fijos en los míos, en lo que sabía era un reto. Él quería jugar, pero no quería admitirlo. Me incliné para susurrarle, cruzando los brazos sobre mi pecho. —¿Te acuerdas de lo que pasó la última vez que me presenté a una de tus fiestas sin ser invitada? Todavía piensas en ello, ¿no? El lento aumento y la caída de su pecho se aceleraron mientras mantenía su boca cerrada por una vez y me perforó con ojos duros. —¡Vamos, Madoc! —Me moví a mi derecha y caminé hacia atrás, hacia la piscina—. Es una fiesta. No seas cagón. Y me di la vuelta dándole la espalda, sin querer admitir lo mucho que quería ver su cara ahora. Con el corazón en la garganta, tiré la parte superior de mi top por encima de mi cabeza y dejé mis pantalones cortos caer al suelo. Me tomé un momento para respirar cuando la charla alrededor de mí cesó y los asistentes de la fiesta
dejaran de hacer lo que estaban haciendo para mirarme en mi ropa interior. Estaba más cubierta que algunas de las otras chicas aquí. Mi sujetador era definitivamente hecho para la atracción sexual, pero cubría mis pechos y mi ropa interior de encaje negro era inconformista. Sí, estaba más cubierta, pero era indecente, porque llevaba ropa interior. Me temblaban las manos. ¿Qué estoy haciendo? No quería hacer un espectáculo de mí misma. Me puse el traje para llamar su atención, no la de los demás. Pero era un paso necesario si quería que reaccionara de la misma manera que lo hizo hace dos años, cuando me presenté a su fiesta. Lo quería enojado y fuera de sí. Quería atraparlo. —Tate. —Miré detrás de mí, evitando los ojos de Madoc—. Trae tu culo a la piscina. Hablemos de Northwestern. Sus cejas se alzaron, y luego parpadeó como si no supiera qué responder. —Um, está bien. —Y se empujó fuera de su silla, en dirección a mí, mientras me zambullía.
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Tate y yo realmente no nadamos. Acabamos chapoteando y riéndonos, mientras que de vez en cuando alguien se lanzada de cañón en la piscina o una idiota dejaba que su novio la aventara. Me negué a buscar Madoc, pero sabía que estaba cerca. Vi sus ridículamente caros pantalones cortos a cuadros negros y grises e inmediatamente aparté los ojos. Bueno, así que no eran tan ridículos. A Madoc le quedaban bien las cosas que a otros no. Me acordé de lo mucho que odiaba su atuendo hace dos años. Seguro. Conformista. De Gap. Pero me di cuenta de que eran parte de una fachada que él adoptó. Cuando la ropa se desprendía, también lo hacía la máscara de Madoc. Por la noche cuando pasaba el rato en solo pantalones vaqueros y nada más, era como que estuviera viendo un tipo completamente diferente. Fuerte. Potente. Mío. Al parecer otros habían visto su lado bueno, también, si podía contar a Tatum Brandt como su amiga. Por lo que pude ver, era ambiciosa y sensata. Y a pesar de que su novio y mejor amigo de Madoc podría ir mear encima de un árbol en lo que a mí respectaba, tuve que admitir que parecía haber crecido. Tenía un poco de tinta agradable, un árbol precioso tatuado en su espalda, que cubría casi toda la zona. Mis tatuajes eran más pequeños, pero no tenía más. Podríamos incluso tener un par de cosas en común ahora.
Por mucho que quería saber la historia de Jared y Tate, estaba más y más satisfecha como avanzaba la noche de que la merecía. No le dijo una palabra equivocada, o habló con ninguna otra chica, y siempre la tocaba cuando estaban cerca. Un brazo por encima del hombro, una mano en su espalda, un beso en la parte superior de su cabeza. Y estas personas eran los mejores amigos de Madoc. Eran personas que no me hacían temblar o despreciarlos al estar cerca de ellos. Después de haberme secado, me puse mi ropa y me serví una cerveza del barril, mientras que Jared y Tate se unieron a Madoc y una rubia más en la fogata. El sol se había puesto y aunque no hacía frío, había una agradable brisa que entraba por los árboles. La fiesta seguía siendo fuerte y todavía ocupada, pero la gente se estaba extendiendo. Algunos se fueron a la casa para ver películas o jugar videojuegos, mientras que otros se filtraron a los jardines. Estaba segura de que había varias habitaciones ya ocupadas, también. —Entonces, ¿cómo es que Madoc tiene una hermana? —Una voz aterciopelada profunda se acercó a mi lado.
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Mi cabeza se alzó e hice una doble-toma, mi boca abierta. Mierda. El chico, uno joven, también, era demasiado hermoso para las palabras. ¿Quién demonios…? Tenía un rostro suave, pero una mandíbula fuerte, angular y pómulos altos. Sus cejas eran rectas y en una inclinación, por lo que sus llamativos ojos azules destacaban aún más contra su piel bronceada. O tal vez ese era su tono de piel natural. Llevaba el cabello castaño oscuro largo, pero estaba recogido en una cola de caballo. No tenía tatuajes, y no los necesitaba, tampoco. Con su altura y su cuerpo tonificado, ¿por qué cubriría eso? Lucir así no debería ser legal. Infiernos, mirarlo como lo hacía probablemente todavía no era legal, tampoco. Endurecí mis ojos, esperando que mis gafas oscurecieran mi mirada. —Madoc no tiene una hermana. —Apreté los labios—. ¿Quién eres? —Jaxon Trent —dijo a la ligera—. Y no te preocupes, no estoy tratando de coquetear contigo. Creo que tendría que ponerme en línea, con eso de mostrarle a todo el mundo cómo luces en ropa interior. —Él sonrió con un brillo en sus ojos—. Me gusta tu actitud. Solo quería decir hola. —¿Trent? ¿Al igual que Jared Trent? —Tomé un sorbo de mi cerveza y lo miré. —Sí, él es mi hermano.
Se veía tan orgulloso diciendo eso que no tuve el corazón para ser sarcástica. —Me gustan tus piercings. —Hizo una seña a mis orejas—. ¿Eres tú la que inspiró el de Madoc? —¿El de Madoc? —Empezamos a caminar hacia la fogata, mis sandalias chapoteando en los charcos en la terraza de la piscina ahora empapada. —Su piercing —respondió, inclinándose para susurrar—. El rumor es que tiene uno en alguna parte, pero no podemos verlo. Tate piensa que es un príncipe Alberto6. Me voy con una Escalera de Jacob7. Madoc siempre apuesta todo o nada. ¿Madoc con un piercing? Y ese imbécil me dio tanta mierda sobre el mío. Dejé escapar una risa amarga. —Bueno, no lo sé. —Sí, nos está volviendo a todos locos —bromeó cuando nos sentamos en el círculo que rodeaba el fuego.
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El pozo, junto con el jacuzzi, ayudaba a que el área al aire libre fuera utilizable durante todo el año, incluso durante los inviernos amargos del medio oeste. Era un tazón grande de cobre que se extendía más de un metro de diámetro, y donde se quemaba madera real. No solo creaba llamas sustanciales, sino que también generaba una gran cantidad de calor. Ya que la noche no era lo suficiente fría, solo había una pequeña cantidad madera quemándose. El suave resplandor mantuvo la zona tenue a excepción de los ojos que eran iluminados por la danza de las llamas a través de nuestras caras. Jared se sentó en el suelo, apoyado en una roca, con Tate entre sus piernas y su espalda en su pecho. Madoc estaba en una situación similar; sin embargo, se sentó en una silla frente al fuego de mí con una chica en el suelo entre sus piernas. Qué novedad. Él tenía su mano alrededor de su cuello, pero no de una manera amenazante. Sus dedos acariciaban suavemente mientras su pulgar se movía en círculos. Ella se quedó mirando las llamas, cerrando los ojos de vez en cuando, claramente disfrutando de la atención.
El piercing príncipe Alberto es uno de los piercings más comunes en genitales masculinos. Este es un piercing tipo anillo que se extiende a través de la parte inferior del glande desde la abertura uretral hasta donde el glande se encuentra con el tallo del pene. 7 Una Escalera Frenillo, también conocida como la Escalera de Jacob, se compone de una serie de piercings frenillo que menudo se extienden por debajo de la cabeza del pene y la base del tallo del pene. 6
Vi sus dedos, fascinada por cómo ella era masilla en sus manos. Él era suave y lento, gentil y atento. Posesivo. Presión se construyó bajo en mi vientre, y apreté mis muslos, sintiendo la quemadura ya olvidada. Y levanté la mirada. Mi pecho tambaleó. Sus ojos estaban puestos en mí. Sujetándome con la ausencia de todo lo que solían contener. La diversión se había ido. El mal había desaparecido. El juego era silencioso. La máscara había desaparecido. En ese momento Whore se derramó de los altavoces y miré a los ojos duros que estaban calientes y urgentes en mi piel. Mi lengua se movía alrededor de mi boca cerrada, tratando de calmar la sequedad en mi garganta. La tocaba con sus manos, pero me sujetaba con sus ojos, y cada vez que le acariciaba la mandíbula o pasaba el dedo por su mejilla, podía sentir el hormigueo en mi piel. Cerré los ojos, los abrí y parpadeé con fuerza para romper el contacto. —Así que ¿todavía patinas?
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Parpadeé de nuevo, registrando un trueno en la distancia. —¿Qué dijiste? —le pregunté, mirando a Jax. Solo respira, Fallon. —El tatuaje de patineta en el interior de tu muñeca. —Señaló—. ¿Esa rampa half-pipe con la severa inclinación en el sótano es tuya? ¿Mi half-pipe? ¿Él la había visto? —¿Todavía existe? —le pregunté, incrédula. No lo podía creer. Él asintió. —Sí, al lado del piano. Dejé caer mis ojos de inmediato. Eso era extraño. Con todas mis otras pertenencias arrojadas a la basura, ¿por qué iban mantener una enorme half-pipe que ocupaba espacio? Una gran cantidad de espacio. Estaba a punto de preguntarle a Jax si había alguna patineta a su alrededor, con la esperanza de que tal vez Madoc o uno de sus amigos hubieran salvado aquellas para utilizarlas por sí mismos, pero había empezado una conversación con un tipo al otro lado de la fogata. Tate rozó mi brazo y miré a mi derecha. —Entonces, ¿qué pasa contigo y Madoc? —Parecía que estaba tratando de mantener su voz baja, pero los ojos de Jared se dirigieron a los míos cuando escuchó la pregunta—. Parece que hay mala sangre entre ustedes dos —añadió.
Rápidamente miré a Jared de nuevo, preguntándome si Madoc nunca le habló de nosotros, pero no estaba prestando atención. —Simplemente nunca nos llevamos bien. —Me encogí de hombros hacia Tate, manteniendo mi voz ligera—. Con la forma en que estos dos se comportaban a tu alrededor la última vez que estuve en la ciudad, —bromeé, haciendo un gesto hacia Jared y Madoc—, estoy segura de que entiendes de dónde vengo. Ella sonrió y giró su cabeza hacia un lado, mirando a su novio. —Sí, supongo que sí. —Y entonces ella me fijó con una expresión severa—. Pero también sé que hay dos lados en cada historia. Ustedes dos deberían hablar. —Nosotros apenas podemos soportar estar en la misma habitación juntos. Madoc seguía a través del fuego, sus ojos cambiando entre Tate y yo, y no había duda de ello. Estaba enojado. Tal vez se preguntó lo que estábamos hablando, o tal vez simplemente no me quería aquí. Infiernos, sabía que no me quería aquí, que era el por qué estaba aquí.
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Voces recortadas a mi izquierda me llamaron la atención y arrastré mi mirada de Madoc. —Uno pensaría que si no tienes las bolas para entrar en la pista por ti mismo, entonces cerrarías la puta boca —le ladró a Jax el chico junto a Madoc, que todavía estaba sentado a mi lado. —¿Y correr contra quién? —se burló Jax—. ¿Tú? Sí, eso sería bueno. Correré cuando se trate de un desafío. —No sé qué diablos quieres de mí, Jax, pero estoy enfermo de… —¿Quieres saber lo que quiero? —lo interrumpió Jax, manteniendo la voz arrogante—. Quiero que tu novia se limpie ese brillo de labios color rosa artificial y que se suba a mi coche. Eso es lo que quiero. Lancé mis ojos a todos los bufidos soltándose alrededor del fuego. Madoc se rió en silencio, moviendo la cabeza, mientras que el cuerpo de Jared se sacudió mientras enterraba su risa en el cuello de Tate. Tate vio mi mirada confusa y explicó. —Ese es Liam —susurró—. Es el novio de K.C. —Señaló a la hermosa chica de cabello oscuro sentada al lado de Liam, que se quedó mirando su regazo, aturdida—. Él la engañó en el último año, pero volvieron a juntarse. Jax no ha dicho nada, pero creo que él… La quiere. Terminé su pensamiento en mi cabeza. Bueno, si la quiere, entonces ¿por qué no va tras ella? Claramente, su novio idiota tenía algo contra él.
La mandíbula de Liam se volvió dura mientras su mirada se perdía entre Jax y su novia sorprendida, que parecía como si quisiera meterse dentro de su caparazón. —¿Hay algo entre ustedes dos? —le preguntó. Ella apretó los labios y tragó, apartando los ojos de todos. —Por supuesto que no —dijo en voz baja. Todo el mundo vio como Jax y Liam comenzaron a discutir con todo y Jared, Tate, y Madoc o bien sonreían, reían, o se ponían rígidos cuando Jax hacía chistes o sufría un insulto. Me di cuenta de cuán unidos eran, y cómo siempre permanecían juntos. Madoc tenía una sonrisa de orgullo en sus ojos cuando miraba a Jax como a un hermano y tenía tal facilidad con Tate. Él tenía una familia en ellos. Bueno, aparte de Liam y K.C., de todos modos. Ella se quedó tranquila, claramente avergonzada, pero sus rápidas miradas a Jax no escaparon de mi vista, tampoco. Parecía frágil. Algo así como una vez fui. Romperse era hermoso. Me dolió y fue un camino cuesta arriba volver a la cordura, pero regresé más fuerte, más dura y más sólida de lo que fui antes.
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Agité mis manos delante de mí y negué hacia Liam, finalmente, teniendo suficiente de la idiotez. —Vaya —interrumpí el estúpido comentario que estaba haciendo—. Así que engañaste a tu novia el año pasado. —Me detuve y saludé a K.C.—. Hola, K.C., soy Fallon, por cierto. —Y luego tiré mi atención de nuevo hacia Liam—. ¿Y estás preocupado acerca de que ella te engañe? Yo diría que tienes una mejor chica de lo que mereces. —Carcajadas sonaban alrededor del fuego, y K.C. se movió en su asiento, luciendo incómoda. Con sus cejas estrechadas, se puso de pie y vaciló como si no estuviera segura de qué movimiento hacer sin instrucciones. Mis ojos cayeron a la uña del pulgar que ella seguía arrastrando a través de la muñeca de su otra mano. —Me voy a casa. —Ella agarró su camiseta y se la puso sobre su parte superior del bikini—. Nos vemos más tarde. Bajó los escalones de piedra hasta la terraza de la piscina y vi los puños de Jax contraerse cuando Liam se levantó y se acercó a él. Se inclinó, se cernió sobre Jax, cuyos antebrazos descansaban sobre sus rodillas, y él no hizo nada más que alzar su cabeza, dando la bienvenida a cualquier cosa que Liam soltara. —Déjalo en paz, Liam. —La profunda orden de K.C. me sorprendió, y vi un fuego en sus ojos que no estaba allí antes. Liam no le hizo caso y amenazó a Jax en voz baja:
—Ella es mía. —Solo hasta que empiece a tratar —replicó Jax. Y todos hicimos un trabajo pésimo tratando de ocultar nuestras sonrisas mientras Liam se marchó del patio, detrás de K.C. Supe una cosa en ese mismo momento. Odiaba a Madoc, pero me encantaban sus amigos.
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Siete
I
ba a estrangularla.
No a la chica a mis pies cuyo cuello me imaginaba era el de Fallon mientras trataba de no estrangularla, sino a la misma Fallon. La chica caminaba alrededor de mi fiesta como si esta fuera su casa, y tuviera amigos aquí. Ella y Tate estaban actuando como si fueran mejores amigas ya, y Jax le estaba sonriendo y charlando animado. Lo siguiente que sabría es que Jared iba a estar hablando con interés sobre su moto o alguna mierda. ¿Cuál era su juego? ¿Por qué volver a casa voluntariamente después de tanto tiempo, cuando prácticamente huyó de aquí hace dos años? Solo iba a estar aquí una semana. ¿Qué estaba haciendo? —¿Quién es esa?
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Taylor, la chica sentada entre mis piernas, se había dado la vuelta y me estaba interrogando. Miró a Fallon y luego a mí, y me di cuenta que la había estado mirando fijamente. Nada bueno. Destellé una sonrisa, tratando de parecer arrogante. —Alguien a quien le gusta ver, supongo. Fallon había estado mirando fijamente, también. Habíamos estado mirándonos por quien sabe cuánto tiempo, y esperaba que nadie lo hubiera notado. Di una rápida mirada de reojo alrededor del fuego. Jared susurraba al oído de Tate, mientras ella lo acariciaba, y todos los demás estaban enfrascados en una conversación. —Piérdete, cariño. —Mi cita, Taylor, se rió en dirección a Fallon. —Estás en el medio de una fiesta, cariño. —Fallon imitó la dulzura falsa de Taylor—. Consigue una habitación. Taylor hizo un movimiento para levantarse, pero puse mis manos sobre sus hombros, empujando suavemente su espalda hacia abajo. Taylor no era tímida. Actuaba maliciosa, pero tenía las agallas para respaldarlo, también. —Está bien. —El retumbar de una risa comenzó en mi garganta, pero mi tono sonaba a verdad—. A Fallon le gusta causar problemas. No dejes que te altere.
Los ojos verdes de Fallon ardieron a través de la fogata, y esperé por una reacción que estaba seguro vendría. Siempre escupía algo de vuelta. —Deberías vigilar a quien invitas a tus fiestas, Madoc. —Taylor se recostó en el asiento de la silla, relajándose de nuevo. ―No la invité —contesté—. Me siento mal por ella, sin embargo. No tiene muchos amigos. Taylor se echó a reír. —Sí, su ropa solo le conseguirá enemigos. —Madoc, que demonios… —comenzó Tate, pero se cortó. —Está bien, Tate. —Fallon se irguió y empujó sus gafas a la parte superior de su cabeza. El público alrededor de la fogata se había vuelto tan silencioso como un cementerio. Fallon continuó:
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—Aprendimos en la escuela que los bravucones abusan de otros porque se sienten mal consigo mismos. Están heridos. —Levantó sus rodillas y cerró sus brazos alrededor de ellas, su tono ligero y burlón—. No debemos estar enojados. Debemos tenerles lástima. Madoc nunca ha tenido que tomar una decisión real en toda su vida, lo que significa que nunca ha tenido nada real. Esta casa, los coches, el dinero. Todo es una ilusión. Es como exhibir una victoria cuando se perdió la guerra. —Tomó aire y susurró lentamente—: Madoc no tiene idea de quién es. Algo apretó mi corazón, y sentí como que se extendía por mi pecho y mis brazos. Dejé que la falsa diversión en mis ojos se filtrara hacia ella, pero no sentí el humor. Fallon había sido siempre tan terca. Siempre. Soltaba y decía mierda que no pensaba sobre todo en un esfuerzo por parecer dura. Pero ahora era diferente. Más calculado. Había pensado en mí. Me evaluó. Y anticipó mis reacciones. —Tienes razón, Fallon. —Miré la cerveza en mi mano, agitando el líquido de color marrón en el vaso. Dejando escapar un suspiro condescendiente, saqué mi teléfono, gesticulando—. Pero también sé que si llamo a mis padres en este momento, ambos me van a contestar. Mi mamá volaría aquí en cualquier momento si la necesito, y mi papá no se esconde de las escuchas telefónicas o formulación de cargos. También tengo amigos que no cambiaría por ninguna de esta mierda. —Ondeé mi mano, en referencia a la propiedad—. Y tengo algo más. Sonreí tan grande como mi cara permitía y salté, drenando mi cerveza. No hice contacto visual con nadie, a sabiendas de que estaban todos observando de todos modos. No lo hagas.
Descartando mi vaso a un lado, corrí por los escalones de piedra hasta la plataforma de nivel inferior y rodeé la piscina donde la música estaba sonando cerca de las puertas que dan a la casa. —Puedo cantar. —El cielo brilló con un rayo mientras me preparé. Haciendo clic en una de mis listas de reproducción de entrenamiento, abrí una canción de Offspring, perfecta para esta ocasión, y cogí una botella de agua para usarla como un micrófono. Las letras comenzaban antes de la música, y estaba listo. Con un par de pequeños cambios, por supuesto. Why Don‟t You Get a Job? 8de Offspring me dio solo un segundo para recobrar el aliento, porque las letras comenzaron antes que la música. —¡My dad„s got a wife! —canté a todo pulmón, de pie en el borde del jacuzzi—. Man, he hates that bitch!9 —Todo el mundo se dio la vuelta para mirarme. Agarré la botella de agua y cuando los tambores empezaron, balanceé mi cabeza al ritmo de los golpes, dejando que la multitud alimente mi actitud. Mi actitud. Es lo que yo alimentaba también. Es lo que hacía la gente como yo.
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Seguí la canción, sonriendo mientras la multitud comenzó a cantar y reír, también. Las cervezas chapoteaban mientras personas levantaron sus copas, bailando y gritando su aprobación. Una mano se envolvió alrededor de mi muñeca, tirándome de la cornisa. —¿Qué demonios te pasa? —preguntó Jared. No pude mantener mi diversión bajo control. Todo el mundo estaba bailando y cantando a todo pulmón las letras, claramente más borrachos de lo que yo lo estaba. Solté un bufido. —Espera. —Levanté una mano—. ¿Tú vas a darme consejos sobre cómo tratar a una mujer? Espera mientras tomo notas. —Ella es tu familia, cabrón. ¡Y acaba de salir corriendo de aquí avergonzada! ¿Se fue? Di un paso alrededor de Jared, dirigiéndome a la casa, pero fui interrumpido. —Creo que ha tenido suficiente. —Su voz era suave pero firme. No sé de dónde sacó el ser tan santurrón. ¿Cuántas veces había atormentado a Tate? Y, ¿ahora estaba jalándome de las riendas? 8 9
¿Por qué no consigues un trabajo? Mi papá tiene una esposa. ¡Hombre, él odia a esa perra!
—¿Te acuerdas de la vez que quise ayudarte, y me dijiste que mantuviera la boca cerrada? —Desnudé mis dientes—. Es hora de que tomes tu propio consejo. Lo que sea. Tal vez pensó que estaba borracho, o tal vez estaba tratando de calmar una situación que no entendía, pero no me gustó la forma en que se dirigió inmediatamente a protegerla. Fallon no conseguiría tener a mis amigos. Abrí la puerta corrediza de vidrio y me apresuré en el interior, mirando alrededor de la gente merodeando en la cocina y por el pasillo hasta el vestíbulo de azulejos de mármol. Serpenteando alrededor de la barandilla, empecé a tomar las escaleras de dos en dos. —No estás buscando a tu hermana, ¿verdad? —dijo mi amigo Sam detrás de mí, y me balanceé un escalón hacia atrás. Él tenía el deber de la puerta, controlando las llaves de la gente al entrar y la sobriedad a la salida. Me di la vuelta, sin gustarme la forma en que me había preguntado eso. —Mi hermanastra —aclaré—. Sí, estoy buscándola. ¿Por qué?
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Señaló con el pulgar hacia la puerta principal. —Acaba de tomar tu coche. Mis ojos se abrieron. ¡Hija de puta! —¿Le diste mis llaves? —grité, pisoteando al bajar las escaleras. Enderezó la espalda, empujándose contra la pared desde el taburete donde estaba sentado. —Es tu hermana —dijo, como si eso fuera explicación suficiente. Le tendí la mano. —Dame las llaves de Jared —espeté. —Él y Tate mantienen las suyas en su habitación. No iban a ninguna parte esta noche, de todos modos. —¡Entonces dame las de Jax! La boca de Sam se abrió, y balbuceó mientras buscaba en el tazón de llaves. Déjalo estar. Ve a la cama. O mejor aún, consigue a Taylor y ve a la cama. A veces me preguntaba si los ángeles hablaban para conseguir que me comporte o para tentar al diablo para salir a jugar. Cogí las llaves de la mano de Sam y corrí hacia la puerta.
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Ocho
H
abía arrebatado las llaves de Madoc y salí corriendo de la casa, pero no fue hasta que estuve en la carretera que me di cuenta que no tenía ni puta idea dónde iba. No conocía ningún amigo en esta ciudad, ni familia y no había realmente ninguna parte donde pudiera huir y reagrupar mi mierda. Al menos en St. Joseph había encontrado consuelo en la capilla. No iba a rezar y apenas participaba en las misas a pesar de que se requerían para los estudiantes. Pero me gustaba la capilla. Era hermosa y tranquila. Orando o no, era un buen lugar para pensar. Para planear.
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No hubo suerte en este momento, sin embargo. Estaba demasiado oscuro para la cantera y muy pronto iba a estar demasiado húmedo para cualquier espacio al aire libre. Como era casi la medianoche, era demasiado tarde para ir a cualquier restaurante u otro lugar parecido. Un trueno sonó cerca, haciendo eco a través del cielo negro y pisé los frenos cuando la lluvia comenzó a salpicar el parabrisas. Me había dado cuenta de los relámpagos y de los truenos en la fiesta. Fue por eso que había tomado prestado el coche de Madoc. No quería quedar mojada por la lluvia en mi bicicleta. Al momento que el príncipe se enterara, le iba a llevar una semana quitarse el mal humor. A los chicos no les gustaba que jodieran con sus coches. Y a mí no me gustaba que jodieran conmigo, por lo que supuse que estábamos a mano. Moví la palanca de cambios a la quinta marcha y pisé el acelerador. Reduce la velocidad y junta tu mierda, Fallon. Ya tenía lo que necesitaba para mi madre y el señor Caruthers. Solo necesitaba lo de Madoc. Pero no había pensado que iba a ser tan difícil. Al verlo. Sabiendo que lo que decía era cierto. Trataba de actuar como si fuera más fuerte. Quiero decir, después de todo lo que me había pasado, debería serlo, ¿verdad? Las lágrimas quemaron mis ojos, amenazando con derramarse, pero me obligué a bajar el dolor del tamaño de una pelota de golf en mi garganta.
Mientras viajaba por la carretera desierta, me concentré en el sonido del spray golpeando los neumáticos y las luces reflejadas en el camino negro. Más adelante, las luces de la ciudad brillaban fuertemente y vi una señal familiar a un lado. PARQUE IROQUOIS MENDOZA. Toneladas de tardes y fines de semana allí pasaron por mi mente. Era donde solía pasar el rato con los pocos amigos que hice cuando asistí a la escuela secundaria aquí. Negué y casi me reí. El parque tenía una impresionante zona de patinaje. La nostalgia me llevó a un giro a la izquierda y conduje hacia el parque, llegando a una parada justo en frente de una de las muchas rampas de patinaje. La iluminación de arriba generalmente estaba disponible cuando había eventos en el parque, pero esta noche estaba extrañamente oscuro. Dejé el coche en marcha y las luces encendidas para alumbrar el área.
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Al salir del coche, parpadeé contra la caída ligera pero constante de la lluvia. Mis pies crujían en mis húmedas sandalias mientras caminaba hasta el borde de la rampa desierta y bajé la mirada hacia la profundidad suave, poco profunda. Deslizando los zapatos de mis pies y temblando en mis ahora húmedas ropas, me senté y luego me deslicé al fondo de la rampa, sintiendo el cemento aterciopelado en los dedos de mis pies. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de nuevo, pero ya no estaba fría. La noche era cálida y aunque la lluvia hizo el aire más frio, era una temperatura confortable. Di un paso, respirando con dificultad, sintiéndome malditamente encerrada por las escarpadas paredes que me rodeaban. Nunca solían asustarme. Frecuentaba lanzarme por el vértice, disfrutando de cómo mi corazón bombeaba más rápido mientras corría a toda velocidad hacia el lado inclinado. Aquí era donde solía respirar mejor. Pero ahora. . . Me di la vuelta, el gruñido de un motor excavando a través del aire espeso. El arrastre de neumáticos atravesó la calma cuando un Mustang negro se paró en seco al lado de GTO de Madoc. Enderezando mis hombros, sostuve mi cabeza en alto, dispuesta a enfrentar lo que sabía que se avecinaba. Madoc saltó del coche, ni siquiera teniendo cuidado de cerrar la puerta tras él. —¡¿Te robaste mi coche?! —gritó, mirando al fondo de la rampa. Con las luces detrás de él, la zona estaba bien iluminada mientras trataba de respirar contra el aleteo en el pecho. Él estaba aquí. Estábamos solos. Estábamos enojados. Déjà vu.
Esto es lo que quería. Es lo que había planeado. Pero le di la espalda, de todos modos. Me había dicho a mí misma una y otra vez que no me importaba lo que pensaba de mí. No quería su corazón, después de todo. No era parte de la ecuación. No necesitaba que me quisiera o me respetara para que esto funcionara. Me gustaría conseguir lo que quería sin tener que preocuparme acerca de lo que estaba en su cabeza. No. Importaba. Entonces, ¿por qué no podía simplemente atraerlo como lo había planeado? ¿Por qué quería escupir de vuelta? —No lo robé. Lo tomé prestado, princesa —le respondí. Saltó al fondo de la rampa, sus chanclas sonando contra el cemento húmedo mientras se acercaba. —¡No toques mi mierda, Fallon! —Oh, ¿pero tú si pudiste entrar en mi habitación anoche y tocarme? No puedes tenerlo todo, Madoc.
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Se detuvo a unos metros de mí y sentí las paredes de la rampa cerrarse mientras me miraba. Esperaba más gritos e insultos, pero se quedó allí, luciendo como todo lo que me podría destruir sin siquiera decir una palabra. Luciendo como todo lo que casi me destruyó. Todavía estaba vestido solo con sus pantalones cortos y chanclas. Sin camiseta. Supongo que había salido de la casa a toda prisa si venía detrás de mí. Había cambiado mucho en los años que me había ido. Ahora sus hombros y sus brazos eran obras de arte. A Madoc siempre le había gustado hacer ejercicio y valió la pena. Estaba bien construido como un mariscal de campo, era alto. Me hubiera gustado no sentir el cordón invisible tirando de mí hacia él, queriendo tocarlo de nuevo, pero estaría mintiendo si dijera que no lo hacía. Siempre queremos lo que es malo para nosotros. Madoc era caliente. Él lo sabía. Y sabía que todo el mundo lo sabía. Pero lo que había debajo del cabello rubio, los ojos azules de niño y el cuerpo suave y tonificado era malo. Él era malo. Algún día su aspecto se desvanecería y la persona con la que se quedara solo tendría a alguien malo. Tuve que recordarme a mí misma de ello. No había nada en él que yo quisiera. La lluvia ligera sopló alrededor de su cara y parpadeó con el agua chorreando por sus mejillas. —¿Sabes qué? —se burló, luciendo como si estuviera a punto de darme la espalda—. Estoy tan harto de tu mierda, Fallon. Me gustaría saber qué demonios querías de mí. —Su voz se hizo más fuerte—. Actúas como que todo está bien en torno a Addie, vienes a mi fiesta vestida
para impresionar en tu ropa interior alrededor de todos mis amigos y luego mencionas mi fiesta hace dos años. —Se metió en mi cara—. ¿Qué quieres de mí? —Su bramido se alzó desde lo más profundo de él. —¡Nada! —grité, mis ojos ardiendo de ira—. No quiero nada de ti. ¡Nada, nunca más! Se echó hacia atrás un poco, como si le hubiera sorprendido. —¿Nunca más? ¿De eso se trata? —preguntó—. ¿De nosotros follando hace dos años? Follando. Aparté los ojos. Prefería meterme una baqueta en la nariz que dejarle ver lo mucho que eso dolió. Me limpié el agua de mi frente y alisé el cabello en la parte superior de mi cabeza. —¿Sabes qué? —Entrecerró los ojos, hablando antes de que tuviera la oportunidad—. Puedes irte al infierno, Fallon. Tenía dieciséis años también. Era virgen, igual que tú. Estuviste toda sobre mí también y lo sabes. ¡No te obligué! No tenías que ir a quejarte con nuestros padres. ¡Jesucristo! ¿Eh?
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En ese momento él respiraba con dificultad. —¡Me trataron como si te estuviera presionando o alguna mierda! —gritó, lanzando su mano en el aire—. ¿Les dijiste que te estaba obligando? —Madoc, yo. . . ¿De qué diablos estaba hablando? Mi aliento, mis manos, mis rodillas, todo estaba temblando. —Que te jodan, Fallon —me cortó, poniéndose más enojado—. Todo lo que tenías que hacer era decir algo. Te habría dejado sola, pero pensé… Se calló, mirando al suelo, luciendo demasiado disgustado para hablar, con los labios fruncidos. El aire en mis pulmones se había ido. ¿Qué demonios? Todo lo que decía era como una bofetada y pateaba mi trasero. ¿De qué demonios estaba hablando? Me acerqué más. —¿Ellos te dijeron que me quejé? Su cabeza se levantó y vi los músculos crispados en su mandíbula. —Tu madre me dijo que odiabas lo que te estaba haciendo. Que tenías que alejarte de mí y por eso desapareciste durante la noche. — Cada palabra sangró de su boca. Su corte era profundo.
Maldita sea. Cerré los ojos y sacudí mi cabeza. ¡Esto no estaba sucediendo! Si hubieran mentido y dicho a Madoc que me quejé, entonces eso significaba que pensaba que quise irme. Pensaba que les pedí a nuestros padres que me llevaran al internado. Chupé el agua de mi labio inferior y abrí los ojos, encontrando el ceño fruncido de Madoc. Nunca había querido que me fuera. Pensó que había huido de él. Eso era inesperado. Sin embargo, no tenía por qué cambiar las cosas. Si nuestros padres nos mintieron a los dos, entonces todavía iba darles su merecido. Tal vez Madoc no era tan malicioso como había pensado en un principio, pero todavía no era inocente. Todavía me trató como a una puta y nunca vino por mí. Nunca llamó, escribió, o me buscó. Todo lo que pasé, lo hice por mi cuenta. Todos eran enemigos todavía. —Fuera de mi camino. —Pasé a su lado, subiendo de nuevo por la pendiente.
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Pero antes de que llegara el coche, Madoc agarró la parte interior del codo y me hizo girarme. —No, no. No puedes irte hasta que consiga una explicación. Levanté mi vista hacia él, sintiendo el calor de su piel a través de mi camisa mojada. —¿Una explicación? —Me encogí de hombros—. Supongo que es genético, Madoc. El tamaño del pene es hereditario. No hay mucho que podamos hacer al respecto. Di la vuelta, en dirección al GTO con mi mandíbula dolorida por una sonrisa que me esforzaba por contener. Al abrir la puerta del coche, me tiró hacia atrás, cerrándola de golpe otra vez con fuerza delante de mí. ¡Mierda! Mi corazón latía con fuerza y mis venas corrían con calor líquido. Antes de que pudiera darme la vuelta, Madoc cubrió mi espalda, presionando mi pecho en la puerta del coche. Aire entraba y salía de mis pulmones, me sentía caliente todo el camino hasta mi cabeza. —Dime que lo odiabas —desafió, sus labios rozando calientes en mi oído—. Quiero escucharte decirlo.
Él me besa. Su boca está húmeda y por todo mi cuerpo. Puedo oler los cigarrillos en todas partes. De donde su boca y sus manos están. Sus dedos se deslizan por mi trasero y lo aprietan. —¿Estás lista para ir arriba? —pregunta—. Quiero ver lo mala que realmente eres. Sacudo la cabeza. No. —Quiero volver a salir a la fiesta. ¿Por qué dejé que me besara? Me lanzo a su izquierda, pero empuja su cuerpo contra el mío, cortándome. —Pero me tienes todo encendido. Vamos, vamos a ir a pasar un buen rato. —Llega a mí y pasa un pulgar sobre mi pezón. Mis ojos se abren, mis puños aprietan a punto de golpearlo. —Aléjate de ella. —Oigo la voz de Madoc desde atrás del chico que se cierne sobre mí. —Consigue la tuya, Madoc. —Esa es mi hermana. —Su voz es aguda—. Aléjate de ella o sal de mi casa, Nate.
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Nate retrocede de mí. —Está bien. No sabía que era tu hermana, hombre. Lo siento. Él se va, pero todavía me siento avergonzada. —Madoc, yo… —Cállate —ladra, agarrando mi mano—. Sabía que vendrías aquí, tratando de ser el centro de atención como de costumbre. Buscas pasar un buen rato al igual que tu madre, ¿no? —Eso no es lo que estaba haciendo, idiota. —Trato de tirar de mi mano mientras me arrastra por las escaleras. —¿En serio? ¿Tienes amigos aquí? Sí, no lo creo. —Nos detenemos en mi puerta y me deja ir—. Vuelve a tu habitación, Fallon. Juega con tu Legos. —No eres mi jefe, Madoc. Y no soy una puta. —Pongo las manos en mis caderas—. Pero si vas a seguir llamándome así, entonces podría también acabar de una vez. Tu amigo Jared está afuera, ¿verdad? Está caliente. Tal vez él sería mi primero. Rodeo a Madoc y voy por las escaleras de nuevo. Me agarra y me tira a través de la puerta de mi dormitorio. —¡Madoc, suéltame! —¡Mantente alejada de mis amigos! —Me deja ir pero se me acerca, llenando mi espacio. Está tan enojado, pero no estoy asustada.
—Oh, como si en verdad te fuera a rogar por ser parte de tu multitud —me burlo—. Un montón de Kens y Barbies que obtienen sus noticias del mundo fiable de Facebook. Avanza. Retrocedo hasta la pared llena de parachoques.
pegatinas de
—Actúas como si fueras tan superior —gruñe—, pero ¿quién se besuqueaba con uno de mis amigos de la planta baja? ¡Para alguien que no se preocupa por esas personas, parecías bastante lista para abrir tus piernas para uno de ellos! Acerco mi rostro al suyo. —Hago lo que quiero, cuando quiero. Nadie toma decisiones por mí, Madoc. No tú. No nuestros padres. No mis amigos. Tengo el control. ¡Soy libre! —¿Libre? —se ríe amargamente—. ¿Hablas en serio? ¿Solo porque tienes mierda atravesada en la cara y unos tatuajes? No conseguiste esos tatuajes porque querías. Los tienes para demostrar que podías. ¡Estás tratando de demostrar algo, Fallon! ¡No. Eres. Libre!
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Le pego duro con mis dos manos, pero me atrapa antes de que pueda golpearlo por tercera vez. Tiene mis muñecas y nos miramos el uno al otro. Algo pasa a través de sus ojos y antes de darme cuenta, sus labios están los míos. Los dos nos agarramos el uno al otro. Tira de mí con fuerza y su boca está toda sobre la mía. No es como cuando Nate me besó en la planta baja. Madoc se siente real. Como si nada fuera planeado. Todo viene de sus entrañas. Esto se siente bien. Se aleja, respirando con dificultad, con los ojos abiertos. —Oh, Dios mío. —Sus cejas se fruncen por el miedo—. Lo siento, Fallon. No sé en qué estaba pensando. No quise… Me le acerco de nuevo, incapaz de mirarlo a los ojos. —No te detengas —le ruego. Poco a poco, acerco mi mano temblorosa y lo tomo alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia mí. Se sacude cuando mis labios encuentran los suyos, pero después de unos segundos, sus brazos rodean mi cintura. —Me gusta pelear contigo —dice entrecortadamente, me pone en la cama y se pone encima de mí—. Esto va a cambiar todo. Saco su camiseta por encima de su cabeza. —Esto no cambia nada —le digo.
—Dilo, Fallon —me presionó, sus labios en mi cabello—. Dime cuánto odiabas mis manos sobre ti... mi boca sobre ti. Extendí mis palmas contra la puerta, recordando cómo mis manos habían estado en cada centímetro de él. Madoc se convirtió en mi mundo hace dos años. Esperaba por él en la noche, mi corazón latiendo a mil por hora, sabiendo que iba a venir. Sabiendo que iba a tocarme. Amaba todo eso. Nunca quería que el sol saliera. Me empujé contra su largo cuerpo, el calor húmedo entre mis piernas casi haciéndome gemir. Apenas podía respirar cuando torcí mi cara hacia un lado. —¿Quieres oír lo mucho que lo quería? —Mi garganta se cerró sobre las palabras. Él puso sus manos sobre las mías contra la puerta y se apretó contra mí, más duro desde atrás. Sus labios estaban en mi cuello. —A la mierda el pasado —respiró—. Quiero oír que lo extrañaste.
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Nueve
M
e incliné, chupando su cuello en mi boca antes de que tuviera la oportunidad de responder. —Madoc —gimió, y sus rodillas cedieron.
Pasé un brazo alrededor de su cintura, mis labios aun devorando su cuello, y la presioné contra el coche. Maldita sea. Mierda, no se suponía que la cosas pasaran así. Sujeté su cabello mientras chupaba su cuello, y luego capturé su lóbulo, y la besé en la línea de su mandíbula antes de que girara la cabeza hacia mí y tomara su boca en la mía. La dulce calidez era más de lo que podía tomar. Mi polla se sacudió, y cuando Fallon empujó su hermoso culo en mí, casi gruñí.
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—Joder, Fallon —jadeé, tirando de la parte superior del top empapado por su cabeza y arrojándolo al suelo. Dejó caer su cabeza contra mi hombro, su pecho subía y bajaba rápidamente con sus jadeos. Sus ojos desesperados me rogaron antes de que estuvieran fuertemente cerrados. Tenía el cuerpo dolorido. Al igual que el mío. Envolví una mano ligeramente alrededor de la parte frontal de su cuello y pasé una mano posesiva sobre su vientre. —Quiero estar dentro de ti. —Tomé su cuello, inclinando su barbilla hasta que me miró a los ojos—. Pero es mejor que no me mientas de nuevo. Su rostro estaba mojado, y parpadeó quitando la lluvia de sus pestañas, luciendo tan desesperada que quería estar dentro de ella. Durante toda la noche. Me decidí por besarla, arremolinando la punta de mi lengua contra la de ella y poseyendo su boca. Jesús, sabía bien. Estiré mi mano y la sumergí en sus pantalones cortos, ahuecándola en mi mano. —Oh, Dios —gimió. Froté su húmedo calor entre mi dedo medio y pulgar, listo para jodidamente estallar.
Se retorció, moviendo su espalda arriba y abajo por mi pecho mientras gemía. Froté su clítoris con mis dos dedos y apreté mi polla en su culo. Su cuerpo cubierto de lluvia brillaba con el resplandor de los faros, y pude sentir el pulso entre sus piernas contra la punta de mis dedos. Estaba necesitada y lista. Desabrochando su sujetador, lo tiré por sus hombros y desabroché sus pantalones cortos por detrás. Tirando de ellos y sus bragas por sus piernas, retrocedí para mirarla. Se puso de pie con las piernas temblorosas y se apoyó contra la puerta del coche, sus dedos todavía extendidos a través de la ventana. Las gotas de agua caían en cascada por su larga y delgada espalda y sobre su culo redondeado hasta sus muslos. —Siéntate en el coche, nena. —Mantuve mi voz tranquila a pesar de que mi cuerpo estaba gritando. Apenas podía respirar. Pensé brevemente que tal vez deberíamos salir de la lluvia, pero todavía era cálido fuera, y ¿a quién quería engañar? Estaba tan hermosa así.
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Sus brazos cayeron a sus costados, y se dio la vuelta, manteniendo la barbilla hacia abajo y los ojos en mí. Caminando a su derecha, se sentó en el capó, con los pies colgando justo por encima del suelo. Me acerqué, así, de pie frente a ella, pero manteniendo mi distancia. Sus pechos eran más grandes de lo que recordaba, y quería ir más despacio. Había pasado demasiado tiempo desde que la había tocado, y quería volver a descubrirlo todo. Pero no había tiempo. Mi pene era como una barra de acero en estos momentos. —Abre las piernas —dije con voz ronca, una sonrisa en mis labios. Se quedó sin aliento, y miraba sus pechos subir y bajar con entusiasmo. O nerviosismo. Su mandíbula se endureció cuando vio mi desafío. Echándose hacia atrás en sus manos, abrió sus piernas, dejando al descubierto lo que quería. Maldita sea esta chica. Mis ojos se dirigieron por su cuerpo enrojecido y húmedo mientras desataba mis pantalones cortos, dejándolos caer al suelo. Sus ojos se abrieron como platos tan pronto como notó el destello de plata en mi punta. De pie entre sus piernas, la empujé suavemente hacia atrás sobre el capó lentamente, al compás de la canción Sail de AWOLNATION sonando desde el estéreo del coche. Luego, sosteniéndola por las
caderas, hundí mis labios en su cálido estómago, mojado, teniendo un festín con su suave piel, y luego me trasladé hasta su pezón, chupando. —Ah —gimió y se quedó sin aliento, pero ignoré sus sacudidas. Moviéndome más allá, tomé el otro en mi boca, chupando y mordiendo, atrayendo su duro pezón con los dientes, y maldita sea, me encantaba lo dulce que sabía. Hace dos años no sabía una mierda. Claro, follar con Fallon me había enseñado un poco, pero todavía había sido inmaduro e inseguro de mí mismo. Ahora, sabía más, y lo que quería. No tenía miedo de tomarlo y correr riesgos. Moviéndome rápido, subí el ritmo y besé el largo de su estómago, cada centímetro llevándome más cerca de lo que realmente quería. Con un movimiento apresurado, tomé su clítoris entre mis labios y lo chupé como un melocotón. —¡Oh, Dios mío! —Se retorció, echando la cabeza hacia atrás, el capó doblado debajo de sus movimientos. No pude ver sus ojos. Su rostro se contrajo en el placer.
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Arremoliné mi lengua alrededor, agitándola unas cuantas veces duro. La odio, me dije. No confío en ella. Va a joderme otra vez. Y no me importaba darle placer. No me importaba que ella estuviera disfrutando de esto. Simplemente quería que se viniera en mi boca, para que supiera quién era su dueño. Pero cuanto más se agarraba de mi cabello y se volvía loca debajo de mí, más me daba cuenta de que quería oírla decir mi nombre. Me di cuenta de que quería que amara lo que le hacía. —Madoc. —Su voz temblaba—. ¡Madoc, ahora! Levanté la mirada y la vi mirándome. Pasó la mano por mi mejilla. —Ahora —rogó—. ¿Por favor? Y eso era lo que estaba esperando. Aunque no lo sabía. De pie, apreté los dientes, mirando hacia abajo, a ese hermoso cuerpo. Esa chica hermosa que me odiaba, y la odiaba, pero, maldita sea, me encantaba como nos odiábamos, porque era crudo y real. No tenía ningún sentido, pero sí, era real. Tirando de ella hasta el borde del coche, sostuve su mirada mientras me hundía en su interior.
—Ahhh… —Cerró sus ojos. —Mierda, Fallon. —Me detuve, cerré los ojos, y saboreé la sensación. Caliente y apretada a mi alrededor, el calor propagándose a través de mis muslos y mi pecho. La lluvia hizo poco para enfriarme. No sé con cuántos chicos habían estado después de mí, y no quería saber, pero imaginé que mi perforación podría tardar un minuto para ajustarse. Al estar por encima de ella, mi polla dentro de ella, solo la miré, esperando a que sus ojos se abrieran. Cuando lo hicieron, me miró y deslizó su mano alrededor de mi cuello, acercándonos para poder besarnos. Mientras masajeaba su lengua con la mía y mordisqueaba sus labios húmedos, empecé a moverme dentro de ella lentamente al principio, sintiendo cada centímetro de su calor y saboreando cada pequeño gemido que soltaba en mi boca.
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Rompiendo el beso, ahuequé su pecho con una mano y me apoyé con la otra mano en el capó del coche. Todos los músculos de mi espalda estaban tensos, y mis hombros estaban en llamas. El aire entraba y salía de mis pulmones, y no podía aguantar más. Golpeé en su interior, el volcán entre mis piernas caliente y urgente, se sentía tan condenadamente bien. Sus pechos rebotaban de un lado a otro mientras me movía dentro y fuera de ella más y más duro. Sus uñas se clavaron en mi pecho. —Más, Madoc. Se siente tan bien. Me puse de pie con la espalda recta, la atraje hacia abajo hasta el borde del capó, y enganché la parte posterior de sus rodillas sobre mis brazos. —Dime que extrañaste esto. Parpadeó y tragó saliva. —Sí. —Asintió, su susurro salió tembloroso—. Lo extrañé. También yo. Entré en ella de nuevo y bombeé como si no hubiera mañana. Su espalda se arqueó, sus tetas me volvieron loco, y gimió largo y fuerte. —Sí… ¡Oh, Dios mío! Se apretó alrededor de mi polla, su estómago sacudiéndose con respiraciones superficiales, y sus ojos fuertemente cerrados mientras se corría.
El fuego en mi polla se extendió a través de mis muslos y quemó hasta la punta. Me salí de ella, jadeando y acariciándome hasta que me vine sobre su estómago. Mi garganta estaba seca, y mi corazón estaba tratando de hacer un agujero a través de mi pecho. Dejé caer mi cabeza entre sus pechos y cerré los ojos, sintiendo su pecho subir y bajar debajo de mí. No había pensamientos coherentes formándose en mi cabeza. Solo palabras. Impresionante. Caliente. Maldita sea. Mierda. No tenía ni idea de lo que se suponía que tenía que hacer ahora, y su silencio me dijo que estaba tan desconcertada como yo. Estaba a punto de bajar de ella cuando empezó a correr sus dedos por mi cabello empapado. Congelado, solo me quedé allí y la dejé hacerlo.
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Y entonces me estremecí, al darme cuenta que no había usado un condón. Mierda. ¿En serio, amigo? Los tienes en la guantera. ¿Por qué no había pensado en ello? Siempre los había utilizado, excepto con Fallon una o dos veces cuando éramos más jóvenes. —Nunca le dije esas cosas a nuestros padres —habló, sacándome de mis pensamientos. ¿Nuestros padres? ¿Los traía a colación ahora? —¿Nunca les dijiste qué? —Mantuve mi barbilla en su pecho, pero levanté la vista hacia ella. —Te mintieron. —Me acarició el cabello y miró hacia el cielo—. Nunca me quejé de lo que estábamos haciendo, Madoc. Solo se enteraron y me enviaron al internado. Entrecerré los ojos, empujándome a mí mismo y colocando ambas manos a cada lado de su cabeza. —¿Me estás diciendo que nunca quisiste dejarme?
Diez
¿Q
ué estaba haciendo? ¿Qué diablos estaba haciendo?
Así que mis padres le mintieron. Le dijeron que quería irme. Eso le dolió. ¡Bien! Eso me ayudaba. Madoc merecía eso y mucho más, y mientras que él no estaba en el tope al extremo de mi lista donde mis padres estaban, todavía estaba ahí. Pero en mi felicidad post orgásmica, quise proteger su corazón. Quise mantener a salvo los recuerdos. Quise creer que nunca me usó. Pero lo hizo. Me usó bien y me olvidó.
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Dormir con él ahora era parte de mi plan. Todo iba según lo planeado, me dije. Ocurrió antes de lo que pensé que pasaría y con mucho más lujurioso comportamiento de mi parte, pero había pasado tanto tiempo desde que tuve sexo. Fue más difícil resistirse a él de lo que había previsto. Madoc y yo estábamos locos a los dieciséis años. Demasiado jóvenes para hacer lo que hacíamos, pero aprendimos juntos. Ahora era un hombre, y ambos teníamos mucha más confianza. Madoc era bueno. Muy bueno. Me sentí culpable al querer más de él. ¿Y su piercing? Dios Santo. Aparté la vista y me senté, empujándolo fuera de mí. —No, Madoc. No quise irme. Retrocedió, pero podía sentir sus ojos sobre mí. Me arrodillé y recuperé mi ropa empapada, y luego me volteé, usando mi camiseta sin mangas para limpiarme el estómago. —¿Cómo se enteraron? —¿Importa? —dije suavemente—. Éramos demasiado jóvenes. Lo que hacíamos estaba mal. Ellos sabían. Enviarme lejos fue lo mejor. Traté de colocarme mi ropa interior y mis shorts, pero estaban tan fríos por la lluvia que seguía cayendo a cántaros sobre nosotros. Un escalofrío recorrió por mis brazos. —Pero me mintieron. —Se quedó allí, desnudo—. Todos estos años pensé… —Sobrevivimos, Madoc —interrumpí y evité sus ojos mientras me ponía mi sostén—. Seguí adelante, y tú también, ¿verdad?
Estaba segura que me iba a tomar un millón de años pasar de esa noche, pero me quedé dormida en cuestión de segundos. Incluso no recordaba tumbarme en la cama, tratando de relajarme. Después de tratar con Madoc, Addie, la fiesta y luego la “lluvia”, había cerrado los ojos y desperté casi en la misma posición en que me había quedado dormida. Pero en cuanto abrí mis ojos, fui bombardeada por pensamiento tras pensamiento, preocupación tras preocupación, todos cargando como una tormenta de elefantes a través de mi cabeza. Tragué con fuerza. Mierda. ¡Me acosté con Madoc! Está bien. Era parte del plan. Pero te gustó. No, me encantó. Está bien. No has tenido sexo en dos años. Estabas caliente. ¿Le dijiste a Madoc que sus padres mintieron?
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Bueno, ya que no quería que creyera que yo hubiera dicho algo así. No me debería haber importado. Un inconveniente menor que no molesta en nada al plan general. Relájate. ¡Pero se enfrentó a su padre! Su padre vendrá casa.... ¿Y? Quiero al señor Caruthers en casa. De todos modos mi plan tendrá sus frutos en unos pocos días. Todo estaba en la agenda. Inhalé con tranquilidad y exhalé temblorosamente. Así que ¿por qué no estaba feliz? El primer año que pasé lejos estuve demasiado confundida, demasiado entumecida, para darle sentido a todo lo que había pasado, mucho menos poner mis cosas en orden. Pero el año pasado todo con lo que había fantaseado fue mi venganza y hacerles daño. A cada uno de ellos. Ver sus mundos al revés tal como había sido el mío. Pero ahora mi mente seguía viajando a la noche anterior. Cómo los labios de Madoc se habían sentido en mi cuello. Cómo veía cada centímetro de mi cuerpo como si estuviera viéndome por primera vez. Como sus ojos calientes y sus manos posesivas me habían hecho sentir como si me deseara. Puede ser un niño mimado y un idiota ensimismado, pero él me había dejado atónita. Necesitaba recordar que solo porque alguien fuera bueno en la cama no significa nada más allá de eso. Esto era un juego para Madoc, pero era una guerra para mí.
Di la vuelta y me senté, balanceando las piernas al borde de la cama, pero luego inmediatamente dejé caer mi cabeza y solté un respiro. ¡Maldita sea! Mi interior se sentía estirado y me dolían los músculos debajo de mi vientre. Estaba dolorida por todas partes. De pie, atravesé mi habitación de puntillas sobre mis piernas temblorosas y abrí la puerta. Oí una aspiradora en algún lugar de la casa y supe que Addie estaba despierta. Me deslicé fuera de mi puerta, corriendo al final del pasillo hacia el baño. El dormitorio de Madoc tenía un cuarto de baño. El mío no. No merecía el grado suficientemente alto. —¡Estás levantada! —gritó una voz grave—. Me impresiona. Me torcí hacia mi izquierda y vi a Madoc cerrando la puerta de su habitación y corriendo directo hacia mí. Un nudo se alojó en mi garganta. Qué… Cargó contra mí como una línea de defensa, me pasó encima de la cintura y me tiró encima de su hombro.
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—¡Madoc! ¡Bájame! —Shhh… —Nos empujó a través de la puerta del baño, la cerró de una patada y plantó mi culo en el mostrador del cuarto de baño. —Madoc… Pero me cortó. Atacó rápidamente mis labios, envolviendo sus fuertes brazos alrededor de mí y casi asfixiándome con la presión que ponía en mi boca. Cada vez que él tomaba un respiro, yo hacía lo mismo, porque al instante él volvía por más. Sus labios se trasladaron a los míos, rápidos y urgentes, necesitados y listos. Ambas manos subieron por debajo de mi camiseta, amasando mis pechos, y no pude evitarlo. Mis manos se deslizaron por sus pantalones de pijama negro, agarrando su culo perfectamente liso y tirando de él entre mis piernas. —Ahora voy a pedir disculpas por mi falta de serenidad —jadeó, tratando de tirar de mi camiseta sobre mi cabeza, pero yo seguí tirándola hacia abajo—. Estoy más caliente que un hijo de puta. —Oh, ¿es algo mañanero? —Crucé mis brazos sobre mi pecho para bajar mi camiseta. —¿Mañanero? —Empezó a acariciarme en el estómago, cosquilleándome para que mis brazos soltaran la camisa—. He estado despierto toda la noche torturándome. Nunca debí haberte dicho que trabaras la puerta anoche. Él me llevó a mi habitación anoche, ordenándome que cerrara mi puerta. Al parecer, él no siempre conocía a todos los que venían de fiesta a su casa, y no estaba seguro de quien de todas las personas se
desmayaría por ahí. Solo había visto tres cuerpos cuando crucé la casa, pero podría haber más. —Estabas tratando de protegerme de los violadores —señalé, mordiendo mis labios para evitar reírme. —Sí, fue un gran movimiento. —Me sonrió, acariciándome continuamente en el estómago—. No pude llegar a ti, tampoco. Agarró mi cara con ambas manos y deslizó su lengua en mi boca, devorándome otra vez. Pequeñas agujas brotaron sobre mi piel, y me estremecí, reuniendo calor entre mis piernas como un horno. Agarré su cara, besándolo de regreso. Aprovechó esa oportunidad para tirar de mi camiseta sobre mi cabeza de un solo golpe como un mago que saca un mantel de debajo de una mesa totalmente puesta. —Madoc, no —ordené patéticamente, doblando los brazos sobre mi pecho—. Estoy adolorida por lo de anoche. Junto sus cejas y arqueó un labio. —¿Adolorida? ¿Por mí? Eso. Es. Impresionante.
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Idiota. No le debería haber dicho eso. Ahora se sentía como el hombre. —Bueno, entonces... —Él suspiró y me bajó del mostrador—. Estás a salvo. Por el momento. Lo que sea. Parpadeé lento y con fuerza. Estoy controlada. Estoy controlada. Estoy controlada. Todo se estaba moviendo en la dirección equivocada. Me hizo sonreír. Me hizo olvidar. Teníamos que bajarle el ritmo. Tenemos que parar. Levantó mi barbilla y bajó su boca sobre la mía. Lo dejé besarme, sin hacer ningún esfuerzo para devolvérselo, pero todavía no podía evitar inhalar su limpia y deliciosa esencia. Maldición, me encantaba cómo olía. Se inclinó hacia atrás, riéndose. —Es bueno tenerte de vuelta, Fallon. —Y luego salió como tuviera todo lo que quisiese en la palma de su mano. ¡Maldito! ¡Maldito! Pateé la puerta detrás de él y grité por lo bajo un puñado de palabras que solo había oído escupir a los estibadores de mi padre. No salí del baño por otra media hora mientras intentaba poner a mi cabeza otra vez en línea recta.
Las cosas en la vida de Madoc eran demasiado fáciles. Él hizo que fuese demasiado fácil hacerlo caer en la diversión. Su sonrisa relajada, su descuido sobre todo y la forma en que era simplemente... ¡él! Había problemas en este mundo. Problemas en las familias. Problemas en mi familia y en la suya. Nuestra historia tenía un problema. ¿Por qué parecía siempre como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo? Habíamos tenido sexo enojado anoche después de que nos habíamos insultado y molestado el uno con el otro. Al parecer no le importaba lo que nos había llevado allí, solo que obtuviera su recompensa. Mierda. Arañé mi cabeza y cerré los ojos mientras estaba parada frente a mi espejo de cuerpo completo. Necesitaba un tiempo a solas. Tiempo para pensar. Un agradable paseo. Una buena carrera, quizá. Pero Madoc era como un torbellino de actividad. Casi lo había olvidado.
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Después de vestirme con unos shorts blancos y una camiseta Hurley, dijo que llevara de regreso mi culo a mi habitación y que me cambiara. Después de sacarle el dedo medio y de verter mi cereal, explicó que íbamos al lago con sus amigos, y que necesitaba un traje de baño. Cuando le dije que se vaya al carajo, de que él no tomaba decisiones por mí, caminó alrededor del mostrador donde estaba comiendo parada y puso su mano en la parte trasera de mis shorts, continuó sonriendo y habló con Addie como si nada. Con mi corazón perdido a cada otro ritmo y con el sudor cruzando mi frente, había cedido, comprendiendo que no pararía de acosarme hasta que le dijera que sí. De todos modos, Tate iba a estar ahí, así que lo miré como un plus. También estaríamos en público, así que podía contar con que él no intentaría nada. O al menos eso creía.
—¿Dónde estamos? —le pregunté mientras se detenía en una pequeña casa de ladrillo de un piso. Se detuvo en un vecindario decadente con césped crecido y fea cerca de malla. Aunque la casa parecía estar en buen estado, el porche era ordenado, y las ventanas estaban limpias, el ladrillo estaba opaco por los años y la puerta era de mala calidad. —Vamos. —Él ignoró mi pregunta y salió de su GTO.
Siguiéndolo, cerré la puerta y caminé un paso detrás de él en la pasarela de losa de cemento. —¡Madoc. Madoc! Estiré mi cabeza y miré con ojos abiertos como un niño, de siete años, salía corriendo hacia Madoc y chocaba contra su cuerpo. Madoc lo atrapó en un abrazo. Una rigidez se apoderó de mi pecho, y aspiré con fuerza. Cabello rubio, ojos azules y piernas largas. El niño se parecía a él. No. Sacudí mi cabeza. Eso es ridículo. Madoc habría tenido que tener como 10 años cuando nació este chico. —Mi mamá dijo que si no era bueno no podía ir contigo, pero fui bueno —gritó el niño, sonriendo. Madoc se inclinó de nuevo y lo miró con disgusto. —¿Bueno? —repitió—. Oh, no digas eso. ¿Ser bueno es como qué? El chico y Madoc simultáneamente pegaron los dedos en la boca e hicieron una parodia de tener arcadas. Una sonrisa levantó la comisura de mis labios, y tuve que cubrirlo con la mano. Nop. Madoc no era bueno con los niños. Me negué a creerlo.
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—Es cierto. —Él acarició al niño en la espalda y se volteó para verme—. Fallon, este es mi engendro. Ladeé mi cabeza y lo miré sin creerle, tratando de sacarme de la cabeza la imagen de ellos dos metiendo sus dedos por la garganta. —No, no mi verdadero engendro. —Él sabía a dónde iba mi mente—. Pero tiene potencial, ¿no es así? Puse mis manos en mis caderas y mantuve un tono agradable por el bien del niño. —Madoc, ¿qué está pasando? Abrió la boca para hablar, pero una mujer salió por la puerta de pantalla llevando una pequeña mochila. —Madoc —saludó—. Hola. —Hola, Grace. Grace se vía joven, definitivamente por debajo de los treinta años, y tenía una bonita cabeza de largo cabello castaño recogido en una pulcra coleta. Llevaba uniforme, así que supuse que era una enfermera... y probablemente una madre soltera por cómo se veían las cosas. —Aquí tiene un cambio de ropa para después de nadar. —Le entregó a Madoc la mochila—. Hay protector solar, un refrigerio y un poco de agua, también. ¿Lo tendrás en casa para la cena? Madoc asintió.
—Debemos detenernos en un bar, pero definitivamente después de eso. —Fantástico. —Ella sonrió y negó hacia él como si estuviera acostumbrada a sus comentarios ingeniosos—. Está emocionado — continuó—. Llama si tienes algún problema. Madoc se agachó y puso un brazo alrededor del niño. —Oh, maaaaaaaaaa —se quejaron como si sus preocupaciones fueran tontas. Ella rodó los ojos y extendió su mano para mí. —Hola, soy Grace. ¿Y tú eres? —Buena mamá. Asegurándose de que su hijo estuviera a salvo. —Hola. —Tomé su mano—. Soy Fallon. La... um... hermanastra de Madoc —tartamudeé, esperando que no escuchara el resoplido de Madoc. Técnicamente, no estaba mintiendo. —Encantada de conocerte. Que se diviertan. —Ella se despidió y retrocedió.
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Madoc dio la vuelta y no pude superar el cómo él y el chico no solo se llevaban bien, sino cuán iguales se veían. Ambos iban vestidos con bermudas y camisetas negras. Pero mientras Madoc llevaba sandalias de cuero negro, el chico llevaba zapatillas de deporte. —Fallon, este es Lucas —me presentó finalmente—. Es mi hermano menor. Como en el programa. Soy su hermano mayor. Exhalé. De acuerdo, bien. Me alegré que lo hubiera explicado. Porque eso había sido raro por un momento. —Vaya, ¿te confían a los niños? —le pregunté, algo más o menos seria. —¿Qué? —Se llevó la mano en el pecho, pareciendo herido—. Soy genial con los niños. Algún día voy a ser un buen padre. Dile, Lucas. Lucas me miró y ni siquiera parpadeó. —Me enseñó cómo saber cuándo una mujer lleva una tanga. Rompí a reír, poniendo mi mano sobre mi boca. Madoc tiró al chico por el cuello mientras caminamos hacia el auto. —Te lo dije, las mujeres son el enemigo. Ellas no comprenden habilidades así.
Once
—¿J
ared y Tate estarán allí? —dijo Lucas de repente desde el asiento trasero.
—Oye, hombre. No patees el cuero — bromeé, extendiendo mi brazo detrás de mí para detener sus pies de empujar mi asiento—. Y sí, van a estar allí. —Genial. Nos sentamos allí, balanceando nuestras cabezas con la música y no podía dejar de mirar a Fallon junto a mí. ¿Qué estaba pensando? Parecía gustarle Lucas, pero también realmente sorprendida de conocerlo.
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¿Era tan inusual que quisiera pasar el tiempo con un niño que no tenía un padre? Fallon siempre me juzgó por ser pretencioso, egocéntrico y cualquier otra palabra que utilizó un día en particular, pero ahora entiendo que ella realmente lo creía. Se sentó allí, mirando por la ventana y completamente extrañada por la situación. O tal vez estaba afrontando lo que habíamos hecho la noche anterior a la luz del día. Ella solía tener una cosa sobre la oscuridad. Estando a solas en su habitación, sin luz, era como si lo que hacíamos no fuera real para ella. Aunque siempre participaba plenamente, las cosas cambiaban a la luz del día. Actuaba como si nada hubiera pasado. No volvía a hacer contacto visual. Apenas incluso decía mi nombre. Comprendí cómo funcionaba muy rápido y estuve de acuerdo. Oye, tenía dieciséis y un infierno de vida sexual. No iba a quejarme de que no me dejaría tocarla cualquier otro momento. Estaba sencillamente feliz de obtener lo que conseguía a esa edad. Pero ahora, tocándola, escuchando sus jadeos… todo lo que hicimos ayer por la noche en la lluvia era aún mejor de lo que recordaba. Solía caminar de un lado a otro por mi habitación, esperando a que Addie bloqueara la casa por la noche, así sabía que era seguro ir a la habitación de Fallon. Estaba feliz y vivo cuando estaba con ella. No me había sentido así por un largo tiempo. Cuando Fallon se fue, me desmoroné. Al igual que Jared cuando Tate se fue a Francia durante un año, no perdí el control como él lo hizo, pero hice cosas malas. Su mamá me había dicho que ella y mi padre descubrieron lo que estaba pasando, porque Fallon nos delató. Patricia dijo que Fallon se
sentía incómoda y presionada por mí. Toda la confianza que había forjado fue destrozada. No lo manejé bien. Ella y yo podríamos haber vivido en la misma casa, pero nunca nos habíamos visto uno al otro como hermanastros. Incluso nunca habíamos pasado mucho tiempo juntos, así que nunca sentí que lo que hacíamos estaba mal. Me encantaba todo de ello y quería más. Pero durante los últimos dos años mi aborrecimiento hacia ella creció. Cada chica palideció en comparación y la única vez que me sentí bien fue cuando había estado con Fallon. Y luego la noche anterior, me dijo que nunca habló con nuestros padres. Nunca les dijo nada. Estuve lleno de alegría y enfadado al mismo tiempo. Mi corazón bombeaba con intensidad otra vez, sabiendo que ella me quería, pero había pasado toda la noche pensando en todo el tiempo que perdimos, que nos quitaron y quería descubrir la verdad. Y lo haría. Pronto.
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Si enfrentaba a mi padre ahora, vendría a casa y Fallon se iría. Así que si no podía convencerla de quedarse por más tiempo, entonces solo tenía unos días más con ella hasta que se fuera a Chicago. Trataría con mi padre después de eso.
Aparcamos en el terreno justo al lado del coche de Jared. Agarrando la mochila de Lucas, entregué eso y algunas toallas de la cajuela a Fallon mientras recuperaba la nevera y la manta de picnic. —¡Tate, detente! Saqué la cabeza de la cajuela, oyendo la voz de Jared. —¡Tate! —Caminaba pesadamente detrás de su enfadada novia. Genial. Comenzaba a pensar que mis mejores amigos buscaban razones para pelear. En serio. Siempre terminaba en sexo de reconciliación, después de todo. —Déjame en paz. ¡Lo digo en serio, Jared! —gritó sobre su hombro, y estuve sorprendido y condenadamente divertido cuando ella se quitó su sandalia negra y se la arrojó. Él alzó sus manos, desviándola de su cabeza y frunciendo el ceño hacia ella, sus labios apretados. —Iba a decirte —dijo sobreactuando como siempre.
con
brusquedad—.
Pero
estás
—Ugh. —Se detuvo en medio del estacionamiento, quitándose con fuerza el otro zapato, y lanzándoselo, malditamente cerca de impulsar todo su cuerpo en el movimiento. —¿Qué está pasando? —murmuró Fallon. Suspiré, pasando mi mano por mi cabello. —Juegos previos. Cerré la cajuela y comencé a caminar por la playa, dejando a mis amigos solos. —¿Debemos ayudarlos? —Fallon tropezó con algunas rocas, mirando detrás de ella hacia el estacionamiento, donde aún podíamos escuchar los gritos ahogados de Jared y Tate. —No si quieres participar. Van a estar haciéndolo en diez minutos —prometí. Y eso es exactamente lo que quería estar haciendo con ella en este momento. Me encantaba Lucas, pero deseaba haber sabido que Fallon regresaba. Habría preferido tenerla sola ahora. Para pelear. Para atormentarnos. Para lo que sea.
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Diablos, hubiera provocado una maldita pelea si eso significaba lograr desnudarla otra vez. Al menos hasta que la saque de mi sistema. Pero no podía cambiar los planes para el día en este momento, así que dejé la nevera y estiré una manta en la pequeña playa. Deshaciéndome de mis zapatos, seguí a Lucas con mis ojos mientras corría hacia el agua. —Espera, ¿no vas a hacer que use un chaleco salvavidas? — preguntó Fallon mientras se detenía para quitarse su blusa. Sonreí, sabiendo exactamente de dónde provenía. Siempre había una punzada de miedo, viéndolo ir y hacer cosas que podrían lastimarlo. Los lagos eran peligrosos y había intentado hacer que use un chaleco salvavidas la primera vez que vinimos aquí el verano pasado. Síp, intenté la primera vez y nunca lo volví a intentar. Se opuso a ello y pronto descubrí que él sabía lo que estaba haciendo. Me quité mi camisa. —Su padre estaba en la Guardia Costera cuando vivían en Washington, y se aseguró de que Lucas supiera nadar. Después de que murió, su madre los trajo de regreso aquí para estar cerca de la familia, pero en realidad no tiene muchos hombres en su vida u oportunidades de seguir practicando. Le encanta. Trato de traerlo tanto como sea posible durante los meses más cálidos. Sus ojos se estrecharon y parecía perdida en sus pensamientos mientras miraba hacia el agua.
—Vamos. —Le di un suave empujón con mi codo, caminando junto a ella. Chapoteando a través del agua fría, caminé hasta cubrir mis pies, luego mis pantorrillas y mis muslos, y luego mi estómago. Empujándome con mis pies, me elevé y me zambullí de cabeza en las frías profundidades. Joder, odiaba el lago. Es sucio y fangoso. ¡Y frío! Si nadas en él no eres capaz de ver lo que está pasando debajo de ti. Me. Hace. Sentir. Fuera. De. Control. Pero era una de las pocas cosas para hacer en ésta aburridacómo-el-infierno ciudad y había estado aquí muchas veces con demasiadas bebidas y muchas chicas alrededor. Hubo un momento en que fue divertido. Pasar el rato, emborracharse, cuando no tenía nada mejor que hacer. Pero ahora estaba aquí solo por Lucas y por alguna razón había querido que Fallon me acompañara hoy. Probablemente íbamos a entrar en una pelea frente al pobre chico. Y con Jared y Tate haciendo sus cosas por, sorpresa, sorpresa, pelear de nuevo, no habría ningún área neutral si Fallon sacaba sus garras.
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Debería haberla dejado en casa, supongo. Saqué mi cabeza fuera del agua y miré hacia la playa, viéndola en su traje de baño. O tal vez no. Santo infierno. Hijo de una perra. Mi polla se sacudió y endureció al instante, ¿en serio? incluso en el agua fría. Su bikini blanco era solo eso. Un bikini. En todas las definiciones posibles de la palabra, era maldad y tentación en su peor forma. La parte inferior cubría todas las partes importantes, pero la parte superior tenía cordeles que se ataban en la parte delantera en lugar de la espalda. Todo lo que tenías que hacer era tirar. Sin extender tus brazos alrededor. Sin ir a tientas mientras tratas de encontrar el cordel correcto. Nop. Solo tenías que tirar y todo se liberaría. Soltó su cabello de su cola de caballo y de repente mis manos se sintieron demasiado vacías. Un salpicón de agua me golpeó en la espalda y di un respingo. —Tu pequeño… —Pero me contuve y solo salpiqué a Lucas a cambio. —Parecía que podrías necesitar refrescarte un poco. —Rió, lanzando su brazo hacia atrás, apartándose nadando.
¿Refrescarme? ¿Acaso siquiera sabía de lo que estaba hablando? Televisión. Ahí es donde los niños sacaban esa mierda. Fallon todavía estaba en la playa, manos en sus caderas y caminado de un lado a otro por el borde del agua, sumergiendo sus dedos del pie de vez en cuando. Ella parecía medio dispuesta ya sea a arrojarse al agua o dar la vuelta y correr hacia el estacionamiento. Alcé mí barbilla, gritando: —¡Deja de darle al chico una lección de anatomía femenina y entra al agua ya! Su mirada se dirigió rápidamente a la mía por un segundo, pero podía sentir el calor de su ira incluso en la helada agua. Después de dudar un minuto más, solo para enfadarme, entró en el lago y atravesó el agua hasta poder sumergirse. Alrededor de una hora pasó mientras jugábamos y nadamos en el agua. Lucas tuvo diversión, aunque llevó tiempo que Fallon se uniera. Al principio ella se quedó atrás, flotando en una balsa, pataleando en el agua y manteniendo su distancia. Pero cuando fui por la balsa y Lucas le avisó de ello, finalmente se relajó.
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Compitieron entre sí. Ella no lo dejó ganar. Él y yo nos mojamos entre sí. Ella comenzó a sonreír más. Jared y Tate regresaron con dos sonrisas de encargarse de sus asuntos en la clandestinidad. Y Fallon se quedó tan lejos de mí como pudo. Lo cual estaba bien. No había nada que quería de ella en este momento de todos modos. ¡Oh, ¿a quién estaba engañando?! Estaba dispuesto a golpearme la cabeza contra una boya por traer a Lucas aquí cuando seguía completamente pensando en desgarrar esos frágiles blancos cordeles. —¡Lucas! —gruñí—. Ve a sentarte en la manta con Jared y Tate. Hidrátate y come tu merienda. —Oh, hombre —refunfuñó. Y sonreí, viéndolo nadar fuera mientras me dirigía hacia Fallon. Se sentó en la balsa reclinable púrpura con los brazos apoyados en los costados inflados. Uno de sus pies colgaba fuera del borde, sumergido en la tranquila superficie del agua. —Así que… —Entrecerré mis ojos hacia ella, apoyando mi mano en la balsa de apoyo—. ¿Por qué estás en casa, Fallon? La comisura de su boca se curvó, parecía como si hubiera un secreto tratando de escapar. —Esta no es mi casa.
Había estado tan asombrado por el hecho de que ella estaba en casa que no había pensado en eso hasta la noche anterior. Su madre estaba en el extranjero. Italia o España o algo así. Gastando el dinero de mi padre en Gucci y gigolós. Y Fallon no tenía amigos aquí con los que se hubiera mantenido en contacto de los que supiera. Ella apenas tenía una relación con mi padre, quien no estaba en casa, tampoco, así que la pregunta pedía ser hecha. —¿Entonces por qué estás en la casa del marido ausente de tu madre donde no quieres estar? Su ligera sonrisa se hizo un poco más grande. —¿Y dónde no soy querida? Incliné mi cabeza en el agua, cerrando los ojos mientras imágenes de la noche anterior cruzaron por mi cerebro. —Oh, te quieren —bromeé. Ella soltó una risita. —Esa no es la forma en que lo hiciste sonar cuando entraste en mi habitación la otra noche. Cerré mi boca rápidamente.
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Sí, eso me calló. Fui una especie de cretino la otra noche. Bien, un gran cretino. Moví mi cabello hacia atrás y subí rápidamente el extremo de la balsa, mirándola intensamente mientras ella se estabilizaba por la sacudida. —Bueno, para ser justos, creía que habías mentido sobre mí. Tenía derecho a estar enfadado, Fallon. Nunca llamaste o volviste a casa de nuevo. ¿Qué se suponía que debía pensar? No respondió. Simplemente se sentó allí, escondiéndose detrás de sus gafas de sol. Sus ojos siempre habían parecido oscuros y perdidos para mí como si estuviera buscando algo pero no sabría si lo encontraba. Repetí mi pregunta: —Así que, ¿por qué estás en casa? Ella tomó directamente.
una
pesada
respiración
y
finalmente
me
miró
—Cierre —dijo—. Me fui sin realmente decir adiós a este lugar. Necesitaba eso antes de comenzar mi nueva vida en Chicago. Cierre. ¿Es eso lo que necesitaba, también? —Ellos te encontraron en el cuarto de cine, ¿verdad? —le pregunté. Me dio una indiferente sonrisa.
—Usando tu camiseta, y dejaste tus vaqueros en el suelo —terminó, levantando los ojos hacia mí expectante. —Estabas dormida —expliqué—. No quería despertarte. Sus ojos seguían esperando por más. —¿Te cubrí? —ofrecí, ahogándome como una rata. Había considerado eso mucho. Después de nuestra primera vez juntos nos encontramos a nosotros mismos yendo por ello cada par de días y luego muy rápidamente se volvió cada noche durante una semana. Fallon nunca quiso salir de su habitación cuando estábamos juntos. En su territorio, en la oscuridad y no hablamos de ello fuera de esos límites. Esas fueron las reglas no verbales que había determinado después de nuestras primeras veces juntos.
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Pero tenía mis formas. Finalmente fui capaz de forzarla para que saliera de su habitación y bajara a la habitación de cine. Habíamos visto una película, pero terminamos uno encima del otro como sabía que lo haríamos. Se había puesto mi camiseta y luego dormido. Mirando hacia atrás ahora, fuimos estúpidos por pensar que no lo iban a descubrir. Si no la hubieran encontrado, entonces Addie o alguien más hubiera notado tarde o temprano que siempre estábamos cansados. Puesto que pasábamos la mitad de nuestras noches juntos, conseguíamos dormir muy poco. La baja voz de Fallon pareció casi triste y demasiado indulgente. —Se ha terminado. Es el pasado, Madoc. Con mis ojos entrecerrados, la miré. —Esto no ha terminado, y lo sabes. —Anoche fue algo que pasó por accidente. Estábamos enojados. Extendiendo rápidamente mi mano antes de que pudiera moverse, agarré su tobillo y tiré de ella hacia abajo en el agua conmigo. —Madoc —gritó antes de sumergirse completamente en el agua. Ella agitó sus brazos y salió de regreso a través de la superficie del agua, salpicando—. Imbécil —tosió. Tiré de la balsa en frente de nosotros, protegiéndonos de vista de la playa. —Algo que pasó por accidente, ¿eh? —Me incliné hacia ella, susurrando. Se aferró a la balsa, y motas de oro aparecieron en su cara y en su cabello por el sol en el agua. Esperé a que me mirara. O se alejara. O simplemente respirara. Pero no lo hizo. Se quedó mirando mi pecho, esperando. Por qué, no lo sabía. Extendiendo mi mano, corrí la palma a través de su estómago y luego agarré su cintura, atrayéndola más cerca de mí.
Pero ella se repentinamente.
apartó,
tomando
una
bocanada
de
aire
—Tu… pequeño hermano está allí. —¿Y si no estuviera? —Ladeé mi cabeza hacia un lado, y suspiré. Por fin levantó la mirada, sus ojos volviéndose acero. Me incliné y susurré en su oído: —Bloquea tu puerta esta noche, Fallon. Y nadé hacia la orilla, buceando profundamente en el agua fría no calentada por el sol. No hay razón para dar a un niño de siete años de edad una lección de anatomía masculina, tampoco.
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Doce
Y
a era suficiente. No podía permitirle que siguiera afectándome tanto. Cierto, Madoc había crecido. No había dudas de aquello. Era inteligente, divertido, y más atractivo que nunca. Parecía que se preocupaba por sus amigos, y algún día, podría incluso ser un buen marido y padre. Simplemente no era la chica adecuada para él, y ciertamente, él no lo era para mí. Me había tenido y me había olvidado. Ahora, quería irme de esta casa por mi propia voluntad con la cabeza bien alta. No sería como una rata en una jaula, vestida como mi madre quería o un juguete con el que Madoc jugara cuando le daba la gana. Nunca querría ser como ella y acabar con su vida. Jason Caruthers engañaba a su esposa… constantemente. Aunque mi madre también lo engañaba. Lo había descubierto, no es que lo hubiera dudado de todas formas, por mis propios medios.
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Su matrimonio era vacío y superficial, y Madoc había crecido consciente de su derecho innato. Sabía que podía hacer lo que quería, cuando quería, y si a la chica no le gustaba, otra vendría para sustituirla. No sería una más en esa lista. Salí con dificultad del agua, temblando cuando el aire golpeó mi piel mojada. Tate se recostó en sus manos, con sus piernas flexionadas y vestía un bikini ligeramente más modesto que el mío. Me habría puesto un bañador de una sola pieza si hubiera sabido que iba a venir un niño. Jared yacía de espaldas al lado de ella con una mano en su muslo y los ojos cerrados. Lucas estaba comiendo una manzana y unas galletas de mantequilla de cacahuete. —Así que, ¿qué pasa ahora? —le preguntó Madoc a Jared y Tate mientras agarraba una toalla y me la lanzaba. La cogí justo a tiempo para evitar que me golpeara en la cara. Jared suspiró con un “Allá vamos”. —Le pedí que se viniera a vivir conmigo —admitió, y levanté mis cejas. Madoc dio un resoplido. —¿Y te lanzó sus zapatos? A mí me suena como a matrimonio. —En Chicago —aclaró Tate con una aguda voz de regaño—. Me pidió que me mudara con él en Chicago. Le dije que quería estar más cerca de mi padre, así que voy a ir a Northwestern en vez de Columbia.
Entonces me dice que no quería ir a Nueva York de todas formas y que quería quedarse por aquí para estar cerca de Jax. Madoc se entretuvo sacando botellas de agua de la nevera. —Eso está bien. Ambos ganan. ¿Cuál es el problema? —El problema es —intervine por Tate, y me giré hacia Madoc—, que él no se lo dijo. Él ya tenía sus propios planes en los que no la involucraba. —Ella hizo lo mismo —argumentó él de vuelta. —Pero suena como que él nunca quiso ir a Nueva York —levanté mi voz, y pude sentir los ojos de Tate y Jared sobre mí—. Ahora ella siente como si lo hubiera presionado o que está haciendo que él haga algo que no quiere. Madoc puso los ojos en blanco. —Tápate los oídos, Lucas. Lucas obedeció, y Madoc miró al grupo, encontrándose con los ojos de todos.
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—Mira, lo siento, Tate, pero llevas viviendo en una jodida isla de magdalena de arcoíris rociado de azúcar si realmente pensaste que Jared Trent iba a mudarse a la ciudad de Nueva York. La gente no conduce allí. ¿Cómo se supone que va a estirar sus piernas? ¿Siquiera sabes cuánto le costaría aparcar un coche allí? Los ojos de Jared seguían cerrados, pero su pecho temblaba con una risa silenciosa que fue lo suficientemente listo de mantener para sí mismo. La mandíbula de Tate estaba abierta, y no en la forma de guaueso-realmente-tiene-sentido. Era más como qué-idiota-voy-a-darle-unapatada-voladora. No estaba del todo segura, pero Madoc probablemente sintió el calor del fuego de su mirada detrás de sus gafas de sol. Levanté mi mano. —Así que, ¿estás diciendo que su coche es más importante que ella? —le grité a Madoc. Dejó escapar un suspiro y caminó por detrás de mí, parándose en mi espalda y tapando mi boca con su mano. Podía escuchar la sonrisa en su voz cuando le habló a Jared y Tate. —Así que ambos estarán en Chicago. Estaré a solo a una hora y media de distancia en Notre Dame. Todos ganamos.
Alrededor de las cuatro en punto, Jared y Tate se fueron a darle la noticia al padre de ella sobre su cambio de planes de la universidad, y Madoc y yo llevamos a Lucas a casa a tiempo para la cena. Madoc condujo los giros y vueltas de las tranquilas carreteras en dirección a nuestra, su, casa, y ninguno de los dos rompió el silencio. La tensión era tan espesa como el barro mojado, y no sabía qué estaba en su mente. Normalmente era todo un charlatán. Ahora parecía casi estoico mientras estaba distraído en la carretera y aceleraba por la autopista negra. Los árboles se alzaban a ambos lados, haciéndome sentir como si estuviéramos en una cueva. —Fallon —empezó a decir, y lo miré—. Ya no tenemos dieciséis años. Me quedé observando, sin saber qué quería decir. —Lo sé. Tiró hacia abajo la palanca de cambio, poniéndolo en sexta marcha. Entre el hecho que estaba mirando fuera de la ventana y el parabrisas delantero y no mirándome a los ojos, parecía incómodo como el infierno.
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—Creo que nos llevaremos mejor si maduramos. Puedes quedarte durante el verano si quieres. ¿Qué? ¿Hablaba en serio? Cuando no reveló que fuera broma, solo desvié mi mirada hacia la ventana. No quiere que me quede, pensé para mí misma. O tal vez sí quería. —Sí, sexo a tu disposición, ¿cierto? —Sentí el revoloteo en mi estómago aliviarse cuando me di cuenta de por qué probablemente quería que me quedara. Sacudió su cabeza. —No quise decir eso. Sí, claro. ¿Por qué otra razón me querría a su alrededor? Era posible que hayamos aclarado algunos malentendidos, pero él todavía me veía como mercancía dañada. No lo suficientemente buena, justo como mi madre dijo. Y a mí no me gustaba mucho, tampoco. Incluso si realmente quería que me quedara, ¿querría sufrir de su compañía todo el verano? —Si quisiera un coño, lo conseguiría, Fallon —dejó caer—. Pero, ¿qué puedo decir? De alguna manera me gusta tenerte por aquí, supongo. Y sé que te gusto también. Por mucho que intentes ocultarlo, todavía te excito. Así que para de actuar como si no te gustara. Apreté mis dientes mientras él pulsaba el botón en el control remoto de su visera, abriendo la puerta de su comunidad. ¿Estaba siendo serio? ¿No se daba cuenta que solo porque dos personas se lo pasaban bien en la cama no significaba nada? ¡La gente
iba a bares, se conocían la una a la otra durante una hora y se iban a casa juntos! Una cosa no tenía nada que ver con la otra. —¿Sabes qué es lo que realmente no me gusta? —resoplé, saliendo de su GTO cuando lo aparcó en frente de casa—. ¡Odio tu coche! Sus asientos son demasiado bajos, hay demasiados puntos ciegos ¡y parece un Chevy Cavalier que te hubiera costado la mitad de dinero que este residuo metálico! Corrí hacia el interior de la casa, escuchando su risa detrás de mí. —Parecía encantarte anoche cuando gritabas mi nombre. ¿A quién estaba engañando? Tendría más éxito intentando meterme una rama de árbol en mi culo que convencerme a mí misma de que no me gustaba. Pero, ¿a quién le importa, cierto? Sí, me gustaba. Pues claro, ¿a quién no le gustaría? Podría disfrutar esto. Solo una vez más. Simplemente tenía que tomar el control, eso es todo.
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Saltar dentro de la ducha, lavarme y salir de ella me tomó menos de dos minutos. Mis manos estaban temblando un poco, y estaba parpadeando mucho, algo que hago cuando estoy intentando no pensar. Me puse mi ropa interior de encaje negro y un sujetador de satén vintage de color rosa pálido. En realidad era solo un sujetador en el sentido de que cubría mis pechos, pero no los soportaba. Era flojo como una combinación que ha sido cortada justo por debajo de la zona del seno. Le iba a encantar a Madoc. No solo era sexy, sino que era fácil de manejar. No tenía que quitarla para tener sus manos donde él quisiera. Soltando mi cabello, lo ahuequé, dejándolo un poco enmarañado, a Madoc parecía gustarle de esa forma, y me apliqué un poco de rímel y color a mis labios. Antes de salir por la puerta, cogí mis gafas negras de pasta de la mesita de noche. El pasillo estaba oscuro mientras recorrí los pocos metros por el pasillo hasta la habitación de Madoc. Deslizándome dentro, escuché el agua de su ducha caer, y sonreí mientras me dirigía a su cama. Bien. Quería estar aquí antes de que saliera. Por una vez, quería sorprenderlo. Me senté en el borde, apretando mis dientes para contener mi sonrisa. El calor corrió por mis venas, y los dedos de mis pies se curvaron en la alfombra beige mientras ponía las palmas boca abajo en la cama al lado de mis caderas. ¿Cómo debería hacer esto? Doblé mis piernas varias veces de diferentes maneras, intenté un montón de diferentes posturas, pero todo parecía antinatural. Piernas abiertas, no abiertas. Inclinada sobre mis manos, acostada de lado. Todo aquello era estúpido. Madoc se iba a reír. Bien, quizás no, pero aun así…
Esta noche todo iba a ser a mi manera, me recordé a mí misma. No quería que él me dominara. Decidí dejar mis pies apoyados en el suelo, piernas juntas y mis manos dobladas en mi regazo. El agua se apagó, e intenté que mis latidos se rebajaran a un ritmo normal. Madoc salió del baño, con una toalla negra alrededor de su cintura, e inmediatamente puso sus ojos sobre mí. Sus ojos me recorrieron, y su boca se cerró de golpe. Parecía intenso y un poco enfadado. Por un momento me asusté, preocupada de que hubiera sobrepasado mis límites viniendo aquí después de que él había invadido mi espacio numerosas veces, pero luego miré hacia abajo. El bulto debajo de su toalla estaba creciendo. Doblé mis dedos e intenté no sentirme orgullosa, pero era imposible. Mi confianza me impulsó como un par de tacones de quince centímetros. —Estás enfadado —me burlé, inclinándome hacia atrás sobre mis manos—. Cambié el juego. Se acercó más a mí, sus pasos parecían los de un depredador.
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—No estoy enfadado, realmente. Solo sorprendido. —Pero, has tenido a otras chicas en esta cama, ¿no? —pregunté—. ¿Por qué no yo? En realidad no había pensado en ello hasta el momento en que hice la pregunta, pero era verdad. Madoc se había acostado con otras chicas en esta cama, en esta habitación. Probablemente. Pero nunca conmigo. —¿Es eso lo que quieres? —Su era voz, sensual y sexy, jugaba conmigo. Pero vacilé. ¿Quería eso? —Tú no hacías el amor con las chicas en esta cama —supuse—. Tú te las follas. Ellas estaban dentro, y entonces fuera, solo para ser sustituidas por otra. Podría hablar conmigo misma en la cima de una colina para darme cuenta de que todavía estaba a los pies de la montaña. No quería ser usada, olvidada, y sin nombre. Él tenía razón. ¿Qué demonios estoy haciendo? Miré a todos lados menos a sus ojos, insegura de donde estaban las respuestas o incluso cuales eran mis preguntas después de todo.
Madoc y yo podríamos echar un polvo esta noche. Podría salir de aquí en vez de ser echada… pero, ¿qué habría Madoc perdido realmente? Nada. Practicar sexo con él y después dejarlo no le hacía daño en absoluto. Parpadeé largo y duro, viendo finalmente lo estúpida que había sido. Así que me levanté, con lágrimas picando en mis ojos, y me tragué el nudo en mi garganta. —No, supongo que no es eso lo que quiero después de todo — susurré y pasé por delante de él saliendo por la puerta. —¿Fallon? —le escuché llamarme, confusión entrelazada en su voz. Pero ya me había ido. Corriendo por el oscuro pasillo, me lancé en mi propia habitación, poniendo mi pestillo, bloqueándola. Me desplomé contra la puerta, respirando con dificultad, y cerrando mis ojos para no dejar salir mis lágrimas. No había llorado durante años. Siempre era capaz de detenerlo, de tragármelo. Puedes hacerlo, me dije. Solo hazlo. Antes de que hagas cualquier otra cosa estúpida.
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Mi teléfono estaba encima de la mesilla de noche, y abrí mi último mensaje. Lo publicaremos cuando estés lista. Hacía tres días que había llegado aquel mensaje. Mis dedos débiles marcaron mi respuesta. —¿Fallon? —Madoc tocó en la puerta, y paré de escribir. —Solo déjame sola —ordené, hablándole a la puerta cerrada. —No. ¿Disculpa? Levanté mi voz para responderle. —Me dijiste que cerrara la puerta para mantenerte fuera, idiota. Eso es lo que estoy haciendo. —¡Te dije eso cuando tenía dieciséis y tenía palillos por brazos! —Su voz amortiguada se hizo más fuerte—. Tengo músculos ahora — continuó—. ¡Y esta puerta será leña en cinco segundos si no la abres! Corrí y abrí la puerta. —¡No te atreverás! —¿Cuál es tu problema? —Pasó junto a mí en la habitación, volviéndose para enfrentarme—. Pasamos un buen día. Y tenía una noche incuso mejor planeada, empezándola en el jacuzzi. Por supuesto que sí.
Cerré la puerta detrás de él, sacudiendo mi cabeza y dejando escapar una risa amarga. —Te dije que me dejaras en paz. ¿Por qué no puedes solamente hacer eso? —Mi tono permaneció estable, pero los músculos de mis brazos y piernas estaban tensos cuando caminé más allá de él. Me agarró del codo, poniéndonos cara a cara. —Entras en mi habitación, vestida de esa manera. —Hizo un gesto hacia arriba y abajo por mi cuerpo—. Y entonces te vas, ¿esperando que no me pregunte qué demonios está pasando por tu cabeza? —¿Acaso importa? No es que te preocupes. Sobre nadie excepto tú mismo, de todas formas. Tiré de mi brazo y caminé hasta un lado de la cama, poniendo una distancia prudente entre nosotros.
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Sus cejas estaban fruncidas por la confusión, como si no entendiera a donde quería llegar. ¿Por qué lo haría? Había hecho un completo cambio de postura desde antes, dejándole seducirme, y entonces había cambiado el juego y traté de seducirlo para demostrar que podía. Fracasé completamente, y ahora lo estaba alejando. Estaba confundido y debería. Yo lo estaba. Había pensado que sabía exactamente que quería que pasara cuando regresé aquí. —¿De dónde diablos viene todo esto? ¿Es sobre la pregunta de las otras chicas en mi cama? —preguntó avanzando hacia mí. Se me escapó un pequeño y silencioso suspiro, y con él, mi plan. —No importa. —Podría preguntarte sobre otros chicos, pero no lo hago. —Tenía una expresión enfadada—. ¿Quieres saber por qué no? Porque me importaría. ¿De verdad quieres saber cuántas chicas he tenido en mi cama? ¿Con cuántas chicas me he acostado? ¿Le importaría? —No, no lo quiero saber. No tenemos una relación —reprimí. Madoc se quedó inmóvil, su cara endureciéndose más y su barbilla un poco elevada, pero por lo demás su cuerpo era una piedra. No sabía si estaba enfadado, herido, confuso o molesto. Pero sabía qué estaba pensando. Miré su gran cuerpo, sus pantalones de pijama negros colgando debajo de sus caderas, lo vi caminar por mi habitación, tomar mi gran silla acolchada gris, y llevarla para sentarse en frente de mi espejo de cuerpo entero. —Ven aquí —demandó, y doblé los dedos quedándome plantada donde estaba. Cuando no me moví, suavizó su voz: —¿Por favor? —pidió.
de mis pies,
Se sentó en la silla y me miró a través del espejo, esperando. Se inclinó hacia atrás, repantigado, con sus piernas a un pie de distancia. Su pecho resplandecía suavemente en la tenue luz de la habitación, y tuve que lamer mis labios porque estaba sedienta de repente. ¡Esto es ridículo! Puse mis manos sobre mis caderas, intentando mirar hacia otro lado, pero siempre volviendo a su mirada. Lo que sea, que le den. Dejé caer mis manos, y fui lentamente, intentando parecer aburrida. Madoc cogió mi muñeca y me atrajo hacia la parte delantera de la silla, tirándome hacia su regazo. —¡Eh! —protesté, tratando de volver a ponerme de pie, pero sus manos seguían en mi cintura. —Confía en mí. Resoplé, pero me detuve, aunque solo fuera para ver a donde quería llegar. —¿Qué quieres? —gruñí, moviendo mi trasero poco a poco hacia su cuerpo, porque estar a horcajadas sobre su muslo era… sí.
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—Mira. —Levantó su barbilla—. Mira al espejo. ¿Qué ves? —¿A qué te refieres? ¿Qué demonios? —¡Abre los ojos! —gritó, erizando todo el vello de mi cuerpo. Mierda. Sí, nunca podrías decir cuando Madoc iba a ir de lo amable a lo escalofriante, pero siempre sucedía repentinamente. Alcanzando mi barbilla, la movió hacia el espejo, y contuve mi aliento. —¡¿Qué es lo que ves?! —gritó. —¡A ti y a mí! —exclamé—. ¡A Madoc y Fallon! Mi corazón estaba desbocado. Lo miré a través del espejo. Me senté a un lado de su regazo, así él podía ver desde el otro lado, y nos miramos el uno al otro, mi pecho subiendo y bajando con más urgencia. —Eso no es lo que veo —dijo en voz baja—. Esos nombres no significan nada para mí. Son simples y huecos. Cuando estoy contigo, no veo a la hija de la puta caza fortunas y el señor irlandés de la droga o al hijo del deshonesto abogado y la Barbie vegana. Casi quise reírme. Madoc tenía un modo irónico de mirar el mundo. Pero él no estaba sonriendo. Tenía el ceño fruncido. Estaba hablando muy en serio, y sabía por experiencia propia que estos momentos auténticos eran poco y distantes entre sí.
Alzó una mano, enroscándola en mi cabello mientras la otra descansaba sobre la silla. —Veo todo lo que quiero durante tanto tiempo como pueda tenerlo —continuó—. Veo a una mujer que tiene el ceño pequeño más bonito como si tuviera dos años y le hubieran dicho que no podía comerse un caramelo. Veo a un chico que fue y consiguió un piercing en el pene, porque quería vivir en su mundo aunque fuera por solo un momento. Cerré mis ojos. No me hagas esto, Madoc. —Veo a una preciosa mujer con un cuerpo de infarto y al chico al que vuelve loco deseándola. Sus manos se movieron a mi cuello, acariciándolo arriba y abajo. —Veo mil noches de encimeras, duchas, piscinas y sofás donde él va a follarla hasta que grite. —Bajó su voz hasta un suspiro—. Veo sus ojos y cómo se ven cuando ella se corre. Mis pezones se endurecieron, y tuve que empezar a inhalar con fuerza. Abriendo mis ojos, pude ver sus ojos azules, brillando como cristales, mirándome.
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—Veo al chico que se volvió tan loco cuando ella se fue que arrancó toda la mierda de sus paredes, pensando que le odiaba. Mi rostro se quebró, y mis ojos se humedecieron; el nudo de mi garganta se había hecho demasiado grande para que pudiera tragármelo. —Madoc… —Veo —me interrumpió, arrastrando su mano sobre mi estómago y dentro de mi sujetador de encaje—, el cuerpo del cual él chupó la lluvia anoche y que quiere en su boca ahora mismo, porque, nena, lo estás torturando. Se inclinó hacia adelante, besando mi brazo superior con besos sensuales y suaves, arrastrándolos hasta mi espalda. Puso mi cabello sobre mi hombro, hundiendo sus labios en mi columna vertebral y ascendiendo mientras dejaba caer mi cabeza sobre su hombro. —Madoc… —jadeé, hormigueo extendiéndose por mi espalda. Sus labios… oh Dios mío, sus labios. Ambas manos fueron bajo mi sujetador, amasando y apretando mientras empecé a frotar mis caderas contra él. —Maldita sea, mírate. —Su voz sin aliento provocó que mi sexo se apretara. Abrí mis ojos, viendo lo que él veía. Una chica joven en ropa interior, sentada sobre el regazo de un hombre que tenía sus manos dentro de su sujetador. Nuestros ojos se
encontraron, y el calor me hizo querer desgarrarlo con los dientes. Lo deseaba. Joder, lo deseaba. Acurrucando mi cabeza con la suya, mantuve mis ojos en él a través del espejo mientras agaché mi mano y la deslicé dentro de mis bragas. Sus ojos se volvieron afilados como agujas mientras me miraba. Separé mis piernas y gentilmente recorrí mi calor con mis dedos, observándolo mirarme. Se inclinó hacia atrás, sin dejar de acariciar mi espalda con una mano mientras me comía con la mirada. Tener sus ojos en mí, tan interesado, estaba haciendo cosas en mi cuerpo que no esperaba. Madoc solía tener prisa siempre, y anoche pulsó el acelerador a fondo. Pero ahora parecía como si fuera el dueño de la habitación. Me miraba como si le perteneciera y no tuviera prisa por poseerme antes de que saliera el sol.
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Levantándome, deslicé mis manos hacia abajo por los lados de mis bragas y me las quité, dejando que se deslizaran solas por mis piernas. Sus manos se apretaron en puños donde colgaban en el apoyabrazos, y lo vi endurecerse a través de sus pantalones. Su cuerpo me necesitaba, y mi clítoris estaba palpitando. Una vez. Dos veces. Tres. Maldita sea. Todo acerca de Madoc era intenso y me hacía sentir bien. —Yo… —Quería decirle que no lo odiaba. Que pensaba en él. Que lo sentía. Pero las palabras no vinieron—. Madoc, yo… —Dejé escapar un suspiro—. Te quiero aquí. Y me senté en su regazo de espaldas, frente al espejo. —Te quiero de esta manera. Una pequeña sonrisa tiró de las comisuras de sus labios, y después jadeé mientras puso una mano en la parte delantera de mi cuello y me atrajo hacia él. Nuestros labios se juntaron, moviéndose la una sobre la otra. Entonces levanté mi mano y deslicé mis dedos dentro de su suave y corto cabello, besándolo como si fuera la única cosa que alguna vez hubiera necesitado para sobrevivir. Sus manos se deslizaron bajo mi estómago y me separó ambas piernas para descansarlas en el exterior de sus muslos. —Madoc —susurré, suplicando—. Estoy ardiendo. Tomé su mano y la conduje entre mis muslos, aspirando cuando sus dedos se deslizaron dentro de mí. Oh, Dios, sí.
Sus manos se movieron, mi humedad facilitándole entrar y salir, pero el fuego en mi estómago me tenía tan hambrienta que empecé a frotarme contra su mano. —Madoc. —Me encanta cuando dices mi nombre. —Echó su cabeza hacia atrás, y su pecho se elevó más rápido. Parecía estar disfrutando de esto aunque no lo estuviera tocando. ¿Le estaba gustando tanto tocarme? Mis caderas se mecían contra su mano, y por primera vez en dos años, quise cosas. Quería esto. Lo quería a él. Y lo quería todo de nuevo. Pero sabía que no lo podía tener. Sabía que esto era todo lo que seríamos. Esta sería la última vez que me haría el amor. La última vez que lo besaría. La última vez que me querría. Y quería enterrar mi cara en mis manos y gritar que no tenía que hacer esto. No tenía que alejarme, pero solo era demasiado entre nosotros a lo que hacer frente. En cambio, me levanté y me volví, montándolo a horcajadas frente
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a él. Recorriendo abajo el lado de su cara con mis dedos, mantuve mí voz baja por miedo a que no fuera capaz de contener las lágrimas. —Quiero verte. —Me dolía tanto la garganta que apenas podía respirar—. Quiero besarte cuando te corras. Me incliné sobre mis rodillas, dándole espacio para que se quitara los pantalones. Antes de que se los quitara totalmente, cogí un condón de dentro del bolsillo. Sonrió. —¿Cómo sabías que tenía uno ahí? —Porque eres un confiado hijo de puta —susurré con voz ronca, sin sonar sarcástica ni lo más mínimo. Puse el condón en su mano antes de envolver mis hambrientos brazos alrededor de su cuello y besarlo con fuerza. Sus labios trabajaron sobre los míos, y no nos separamos mientras se ponía el condón detrás de mi espalda. Balanceando mis caderas, me froté contra su gruesa dureza, sintiendo el fuego volverse más y más pesado mientras el pulso en mi clítoris latía más y más fuerte. —Ahora, Fallon —exhaló, dejando caer su cabeza hacia atrás contra la silla. Vacilé al escuchar mi nombre. Él solía llamarme “nena”. —Di mi nombre otra vez. —Me senté sobre su polla, y ambos cerramos los ojos con la sensación. Me sentí llena.
—Fallon —jadeó. —¿Quién te está besando en este momento? —Puse besos suaves a lo largo de su mandíbula, chupando lentamente y mordiendo hasta que se gimió. —Jesús —jadeó. —No soy Jesús. Se rió. —Fallon. —Y levantó su cabeza y me miró directamente mientras que lentamente subía y bajaba por su longitud. Subí muy lentamente, mirando a sus ojos mientras él observaba mi cuerpo moverse sobre suyo. Y hacia abajo, tomándolo, sorprendida en cómo cerraba sus párpados por la sensación. Nunca había hecho esto antes. Nunca estuve encima, y él se sentía tan bien de esta manera. Quiero decir, él siempre se sentía bien, pero el ángulo que tenía en la silla me permitía tenerlo tan profundo.
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Podía sentirlo frotando las paredes de mi interior. Ese piercing me hacía querer deslizarme lento y acelerar, pero también me hacía no querer parar nunca. —¿Quién te está montando? —Sostuve su cara, mis pulgares en sus mejillas y mis dedos sobre su nuca. —Fallon. —Se filtró fuera de su boca como una bala en cámara lenta. Mi respiración se quedó atrapada en mi garganta cuando envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y nos levantó, guiando mis piernas alrededor de su cuerpo. Aire entraba y salía de mis labios mientras él permanecía ahí, su boca tocando la mía. —No vas a conseguir ganar este juego, Fallon. Aunque me gusta cómo juegas. Me estrelló contra el espejo, hundiendo su boca en la mía antes de dejar caer mis piernas. Dios, su beso me quitó la respiración, pero no me importaba que no pudiera respirar. Tan pronto como mis pies tocaron el suelo, me dio la vuelta y tomó mis senos, enterrando su boca en mi cuello. Lo observé en el espejo, y ya me importaba un comino no poseerlo o dominarlo. Aunque quería controlar esto, estaba claro que no tenía el control ahora mismo. Hasta que él dijo. —¿Por qué me vuelves tan loco, Fallon? —Su respiración era desigual, y sus manos y labios se movieron duro y rápido—. ¿Por qué tienes que ser tú?
Y ahí fue cuando me di cuenta de que no estaba intentando dominarme. Estaba desesperado. Yo tenía el control. —Madoc —susurré, girando mi cabeza y fusionando mis labios con los suyos. Separándome, abrí mis piernas y me incliné hacia delante en el espejo. —Por favor, te necesito. —Pude sentir su calor en el interior de mi pierna. Madoc se colocó y se deslizó dentro de mí. Me mordí el labio con el dulce dolor de su profundidad. —Se siente tan bien. —Fue apenas un susurro mientras sentí que el resto de mis entrañas se desmoronaban alrededor de su gruesa longitud dentro de mí. Y entonces él cerró sus ojos y echó su cabeza hacia atrás, su voz temblorosa. —Vas a arruinarme, Fallon. No más de lo que tú me arruinaste.
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Trece
T
rato de liberar mi mano de su agarre. —¡Mamá, no! ¡Por favor!
Mi pecho está a punto de explotar. Quiero gritar y lastimarla. Lágrimas corren por mi rostro en una corriente constante. —Vas a hacer esto, Fallon —grita, tirando más fuerte de mí—. Deja de quejarte y haz lo que te digo. Mis pies tropiezan mientras me jala más cerca de la puerta a la que no quiero entrar. —¡No puedo hacer esto! ¡Por favor, te lo ruego! ¡Por favor! Se detiene y me enfrenta.
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—¿Qué crees que va a pasar, Fallon? ¿Crees que va a casarse contigo? Él ni siquiera se va a quedar contigo. Si no haces esto, tu vida se arruinará. Todo por lo que he trabajado tan duro será arruinado. Una parte de mi sabe que no hay esperanza. Pongo las manos sobre mi estómago sintiendo una ola de nauseas. Seis semanas. Habían pasado seis semanas desde que lo había visto y ocho desde que había quedado embarazada. O al menos eso había dicho el doctor. ¿Madoc me ha extrañado? ¿Ha estado pensando en mí? Me gustaría volver atrás y ser más amable con él. Cuando había tratado de besarme en el gimnasio después de la escuela, no debí haberme alejado. Lo extraño y odio extrañarlo. No quiere decir que lo ame. Niego. —No voy a hacerlo. La sombra de la clínica se cierne sobre nosotras mientras me limpio las lágrimas. —¿Por qué lo quieres tanto? —gruñe. Mi corazón todavía late rápido, temperamento bajo control.
pero debo mantener mi
—Porque es mío. Es de Madoc y mío. Necesito hablar con él. —Él ya siguió adelante con alguien más. —Saca su teléfono y me muestra la pantalla. Mi estómago se vuelca por lo que veo y me estremezco por el dolor de contener las lágrimas.
Él había posteado en Facebook fotos de una fiesta en su casa. Tenía el brazo alrededor de otra chica. —¿De verdad creíste que te amaba? —Necesito hablar con él. Ella vuelve a guardar el teléfono en su bolso de Prada y sus manicurados puños a su lado. —¿Alguna vez le habló a sus amigos de ti? ¿Alguna vez fuiste a una cita con él? ¡No fue amor! ¡Te uso, Fallon! —¡Estás mintiendo! —Me acerco a ella, la agonía doliendo en mis músculos tensos—. Me ama. Lo sé. He sido tan mala con él durante tanto tiempo, pero sé que él me quiere. Nunca miraba a otras chicas cuando estaba conmigo. Y no puedo soportar estar sin él. Ella alza una mano al aire.
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—¡Bueno, felicitaciones y bienvenida a la tierra de Cada Mujer es una Idiota! —me grita—. Todas hemos estado allí al menos una vez. “Él me sonrió. Me quiere de verdad. Abrió la puerta para mí”. —Me mira directamente—. Déjame que te cuente lo que he aprendido acerca de las mujeres y los hombres. Las mujeres sobre analizan todo y los hombres solo piensan es sí mismos. Madoc nunca salió contigo en público. ¡No te quiere! Parpadeé despertando, las vibraciones de mi teléfono me alertaron. La habitación estaba a oscuras y eché un vistazo al reloj para ver que solo era la medianoche. El sueño todavía estaba fresco. Me froté los ojos con las palmas de las manos y empujé las imágenes lejos. Inclinada sobre un lado de la cama, agarré mi celular del suelo. Recordé haberme acostado con Madoc más temprano. Madoc. Giré mi cabeza hacia un lado para encontrarlo dormido a mi lado. Se veía tan tranquilo y yo estaba recostada mirándolo. Él descansaba sobre su estómago y tenía la sábana hasta la cintura. Su cabello aún estaba mojado por la ducha y después de toda nuestra actividad, se había secado en un lio. Estaba levantado hacia veinte diferente direcciones haciéndolo parecer más joven. O tal vez más despreocupado de lo que ya era. Sus brazos abrazaban la almohada debajo de su cabeza y envidiaba su lenta respiración. El tatuaje en su espalda me había lanzado a un bucle, todas las veces que había atrapado la vista de él durante los dos días pasados. Inmediatamente pensé que era mi nombre. Me preguntaba qué significaba la palabra “Fallen”, pero sabía que nunca se lo preguntaría.
Mi teléfono zumbó en mi mano y tomé una respiración profunda, abriendo el mensaje. Mi padre había llamado dos veces y enviado mensajes. Mi madre también había llamado y dejado un mensaje. Los eliminé todos sin escucharlos. Sabía que era un sermón del por qué había venido aquí o más mierda que no quería escuchar. Abrí el mensaje de texto de mi padre, vi dos mensajes. ¿Fallon? ¿Quieres que publique esto? Mirando a Madoc, sabía que mi plan había cambiado. Escribí mi respuesta. No. Envíalo a Caruthers. ¿Estás segura? Respondió.
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No, no lo estaba. No quería seguir más con esto, pero era la única manera de que sentiría que tuve un cierre. Madoc y yo no teníamos ningún futuro. No era amor y no me iba a seguir engañando un minuto más. Ahora. Abriendo un nuevo mensaje, le envié uno al padre de Madoc. Revisa tu correo electrónico. Te veré en tu oficina. Tienes dos horas. Tipos como él duermen con sus teléfonos, pero sabía que él probablemente todavía estaría despierto cogiéndose a su amante. Me respondió minutos después. En camino.
—Katherine Trent.
Dejé una carpeta sobre el escritorio de Jason Caruthers y me dejé caer en la silla frente a él. Él entrecerró los ojos, luciendo vacilante y abrió la carpeta. Sus labios se apretaron mientras examinaba cuidadosamente los documentos, recibos y fotografías. —¿Por qué has hecho esto? —preguntó con una calma fría como ya había manejado. Miré a Jason, viéndose mucho como se verá su hijo en treinta años y los odié otra vez. Con su cabello rubio muy corto que le quedaba mejor que a la mayoría de chicos veinte años menores que él y en un traje negro, el Sr. Caruthers todavía era un hombre atractivo. No me sorprendía que mi madre se le hubiese lanzado, incluso antes de haberse divorciado de su último esposo. Era rico, guapo e influyente. El paquete perfecto para una caza fortunas. Aunque no podía decir que siempre fue cruel conmigo, su presencia me intimidaba. Igual que Madoc. En mis jeans ajustados, camiseta de Green Day, no tenía alguna armadura para resistirlo. O al menos, eso pensaba él. —¿Por qué lo crees? —ataqué de vuelta
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—Dinero. —No necesito tu dinero. —Mis palabras eran cortantes y quería quemar mierda cuando este tipo estaba alrededor—. Preferiría tomar el dinero sucio de mi padre antes que tomar algo de ti. —Entonces, ¿qué quieres? —preguntó, levantándose y yendo al bar para servirse un trago de algo marrón. Me senté con la espalda recta y miré por la ventana detrás de su escritorio, sabiendo que podía oírme. —Levantarse mientras alguien está hablando es grosero. Aún lo sentía y esperé solo un momento antes de que estuviera de vuelta frente a mí, sentado sobre su escritorio. —Iba a filtrar lo que viste en el mail. El pago a los jueces… —Un juez —intervino. —Y la aventura que has tenido desde hace tiempo con la Sra. Trent —continué—, la cual has estado llevando con ella a través de dos matrimonios. No lo podía creer cuando me enteré. Mientras indagaba en sus asuntos, no era una sorpresa que había estado durmiendo con otras mujeres. Infiernos, él y mi madre comenzaron a extraviar el camino apenas se casaron. Madoc y yo lo sabíamos. A pesar de que él y yo no hablábamos mucho en ese entonces, sabía que él vio que su matrimonio era una farsa, al igual que yo lo hice. Sabíamos que ninguno
de los cuatro seríamos algún tipo de familia. Y por eso nunca sentimos alguna solidaridad. Hasta la semana en que las cosas cambiaron y empezamos a dormir juntos. —¿Por qué no publicas la historia? —preguntó él. Buena jodida pregunta. Mantuve mis brazos sobre la silla y el contacto visual. Caruthers podía fácilmente sentir la debilidad. Era parte de su trabajo. —Porque resulta, que no soy una mala persona —le dije—. Podría lastimar a personas que realmente no se lo merecen y no estoy dispuesta a hacer eso. Aún. —Gracias. —Parecía sinceramente aliviado, que se joda. —No lo hice por ti. Cruzó las manos sobre la mesa. —¿Dónde está mi hijo? —Dormido. —Sonreí—. En mi cama.
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Hombres como Jason Caruthers raramente gritaban, pero sabía que estaba enojado. Él estaba haciendo esa cosa de cierra-tus-ojos-yrespira-lentamente. —Entonces, ¿qué es lo que quieres de mí, Fallon? —preguntó finalmente. —Quiero que te divorcies de mi madre. —Sus ojos se ensancharon, pero continué—: Asegúrate de que ella pueda cuidarse, por supuesto. No la amo, pero tampoco quiero que esté en la calle. Ella se queda con una casa y manutención. Se rió amargamente, sacudiendo su cabeza. —¿Crees que no he tratado de divorciarme de ella, Fallon? Tu madre está luchando contra lo inevitable. No quiere un divorcio y la atención de una larga y enmarañada batalla legal. Créeme, puedo divorciarme de ella sin perder demasiado. Pero no sin un circo mediático. Pobre tipo. —Eso no es de mi incumbencia. No me importa cómo y ni si le va a doler. Si lo quieres rápido y fácil, entonces te sugiero que abras más ampliamente tu billetera. Apretó sus labios y podría decir que lo estaba pensando. No estaba preocupada. ¿Un abogado como él no podía vencer a su esposa en la corte? Por favor. Se preocupaba por su reputación y nada más. Él estaba en lo cierto. Mi madre haría cualquier cosa para llamar la atención y se arrastraría por el lodo. Pero tenía un precio. Todo el mundo lo tenía.
—¿Qué más? —Alzó las cejas, claramente no le gustaban los términos hasta ahora. —Uno de los socios de mi padre, Ted O’Rourke, es elegible para libertad condicional en septiembre. Haz que se apruebe. —Fallon. —Negó hacia mí de nuevo—, defiendo a los tipos malos. No tengo ninguna influencia con la junta de libertad condicional. ¿A quién quería engañar? Me incliné, colocando mi mano sobre el escritorio. —Ya basta con el acto de impotente. No me hagas pedir dos veces. —Voy a tratar. —Inclinó la cabeza hacia mí—. ¿Qué otra cosa? —Nada más. —Le sonreí con la boca cerrada. —Eso es todo. Tu madre y Ted O’Rourke. ¿Nada para ti? Me puse de pie, metí algunos mechos de cabello detrás de mí oreja y dejé caer los brazos a mi lado. Poner las manos en los bolsillos también sería una señal de debilidad.
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—Esto nunca fue para mí, Jason, ¿pero lo haces por mí, no es cierto? Es por eso que te asustaste cuando nos encontraste a Madoc y a mí juntos. Sabías quien era mi padre y cómo era mi madre en ese entonces, asumiendo lo peor de mí. No querías a tu único hijo jugando con lodo. Se pellizcó el puente de la nariz. —Fallon, solo eran niños. Era demasiado, demasiado rápido. Siempre me has agradado. —No te agrado —le respondí—. La culpa, la tristeza, el abandono por parte de los adultos que se suponen que estarían para mí y todo lo que pasó después fueron cosas por las que nunca debía haber pasado. Especialmente sola. Entrecerró los ojos en confusión. —¿Qué cosas pasaron después? Perdí mi aspecto amenazador. ¿Él no lo sabía? Claro. ¿Por qué pensé que mi madre le habría dicho? Niego, ignorando su pregunta. ¿A quién le importaba? No es como si me hubiera protegido de todos modos. —Esas son las imágenes que tengo de Katherine. Nada digital. Él parpadeó. —¿Vas simplemente a dejármelas ahora? Así no es cómo funciona el chantaje.
—Esto no es un chantaje —me burlé—. No soy como tú. Pero conozco un montón de gente mala y por eso sé que harás lo que te estoy pidiendo. Si mantienes tu palabra, no diré nada. Si, él sabía quién era mi padre y el tipo de gente que conocía a través de él. Nunca los usaría para hacerle daño a alguien, pero él no lo sabía. Levantó la vista y preguntó: —¿Cómo puedo saber si debo confiar en ti? No quiero que el nombre de Katherine se ensucie. —Nunca te he mentido —señalé y giré para alejarme. —¿Fallon? —me llamó y giré para mirarlo—. Conozco desde hace tiempo donde he fallado. Y mis defectos. —Se puso de pie y metió las manos en sus bolsillos—. He descuidado a mis esposas, a mi hijo y nunca tomé mucho interés por las cosas fuera de la corte —suspiró cansado—. Pero no importa lo que pienses, sí amo a mi hijo. —Creo que lo haces. —¿Fue tan malo? —Entrecerró los ojos, estudiándome—. ¿Estar separada de él? Quiero decir, después de todo este tiempo, ¿no puedes ver que fue lo mejor? ¿De verdad dolió tanto?
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Dolor. Mi mandíbula se tensó y mis ojos ardían. ¿Alguna vez amó algo lo suficiente que dolía? Mi voz fue casi un susurro. —Pienso que sí. Al principio. Me dolió cuando me arrancaron lejos de él sin un adiós. Me dolió que no pudiera verlo o hablar con él. Dolió cuando mi madre no me llamaba ni me invitaba a casa para las vacaciones. Y me dolió cuando volví aquí después de unos meses y encontré a Madoc con otra persona. —Enderecé mis hombros y lo miré con los ojos muertos—. Pero lo que realmente dolió fue ser forzada por mi madre a ir a esa clínica, a ese cuarto y estar sola mientras una maquina robaba su bebe de mi cuerpo. Sus ojos se abrieron y supe sin ninguna duda que él no lo sabía. Asentí, mi voz ronca. —Sí, esa parte realmente apestó. Me giré, salí y traté de no pensar en la mirada desconsolada en el rostro de Jason Caruthers antes de que lo enterrara en sus manos.
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—¡M
adoc! Abrí mis ojos, parpadeando lejos el sueño, y salté en la cama cuando vi a Addie mirándome fijamente.
—Addie. ¿Qué demonios? —Ajusté las sábanas para asegurarme de que estuviera tapado. Esto era jodidamente incómodo. Como si no supiera lo que estaba pasando, de todos modos. Estaba desnudo en la cama de Fallon por amor de Dios, pero aun así. Addie no me había visto desnudo desde, bueno… el último Año Nuevo cuando me emborraché y salté a la maldita piscina congela culos por un reto de Tate.
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—¿Dónde está Fallon? —pregunté, mirando alrededor. —Cariño, no sé qué está pasando, pero Fallon se ha ido, y tu padre está abajo. Quiere hablar contigo ahora. —Asintió y me dio la loca mirada que significaba que debía levantar mi trasero. Mierda. Aparté las sábanas, y escuché detrás de mí un tsk ya que de seguro Addie no apreciaba que caminara mostrando mis pelotas a través de la habitación. —¿Dónde fue Fallon? —grité mientras cruzaba el vestíbulo hasta mi habitación. —No sé. Se había ido cuándo me levanté. No. No. No. Apreté mis ojos y sacudí mi cabeza mientras me ponía rápido algún bóxer, unos vaqueros, y una camiseta. Agarrando mis calcetines y llaves, no tenía intención de tratar con mi padre por mucho tiempo. Iba a encontrarla y arrastrarla de vuelta por sus cabellos si tuviera que hacerlo. ¿Qué diablos? Corriendo bajé las escaleras, cogí mis zapatos dónde los había dejado cerca de la escalera y entré en la oficina de mi padre. —¿Dónde está Fallon? —demandé, dejándome caer con despreocupación en la silla frente a su escritorio y poniéndome los calcetines y los zapatos. Mi padre estaba sentando en el borde de su escritorio con una bebida en su mano, y le di una doble mirada. Ahora estaba de hecho
un poco preocupado. Mi padre era controlador y responsable. Sil estaba bebiendo en la mañana, entonces… ni siquiera sabía. Nunca le había visto beber por la mañana. Solo sabía que era raro, mi padre vivía de su rutina. —Se ha ido —contestó él. —¿Dónde? —No sabría decirte. Se fue por su propia voluntad, Madoc. Y tú no estás yendo a ninguna parte. Necesitamos hablar. Me reí amargamente y terminé de atar mis zapatos. —Di lo que tengas que decir, y hazlo rápido. —No puedes tener una relación con Fallon. Simplemente no es posible. Su franqueza me sorprendió. Creo que sabía que habíamos iniciado algo otra vez. ¿Quería una relación con ella? Me levanté, preparado para dejarlo. —Tú has tenido dos matrimonios fallidos. No debes darme consejos sobre este tipo de cosas.
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Alcanzó algo detrás de sí y arrebató una carpeta de su escritorio, empujándola contra mi pecho. —Echa un vistazo. Suspiré pero abrí la carpeta de todas formas. Jesús. Mis latidos hacían eco en mis oídos mientras examinaba cuidadosamente foto tras foto a mi padre y la madre de Jared, Katherine. Fotos de ellos entrando en su apartamento juntos, abrazándose y besándose en frente de su ventana, él ayudándola a salir del coche… —¿Estás teniendo una aventura con la madre de Jared? Asintió y rodeó su escritorio para sentarse. —De modo ocasional por 18 años ahora. No hay nada que tú puedas decirme sobre querer algo que no puedes tener que no pueda entender, Madoc. Katherine y yo tenemos mucha historia, muchas dificultades, y un mal momento. Pero nos amamos, y me voy a casar con ella tan pronto como sea posible. —¿Hablas en serio? —jadeé y me reí al mismo tiempo—. ¿Qué demonios? No podía creer lo que estaba escuchando. Oye, estoy teniendo una aventura con la madre de tu mejor amigo. Oye, nos vamos a casar. Y él hablaba de esto como si estuviese comentando sobre el clima. Este era mi maldito padre para ti. Hace lo que quiere, y tratas con ello, o no… Era justamente cómo…
—Espera. —Mi estómago se retorció—. ¿Dieciocho años? Tú no eres el padre de Jared, ¿verdad? Me miró cómo si estuviese loco. —Por supuesto que no. Acababa de tener a Jared cuándo nos conocimos. —Frotando sus manos por la cara, cambió de tema—: Tengo este sobre de Fallon. Junto con este y otro de mis transacciones de negocios, así que para todos los efectos, me está chantajeando, Madoc. La carpeta se arrugó en mi puño. —Estás mintiendo. —No lo estoy —me consoló con su voz plana—. Todo esto es mucho más complicado de lo que te das cuenta, pero quiero que sepas que aunque Fallon regresó aquí con segundas intenciones, no creo que quisiera herirte. Podría haber ido a los medios de comunicación con lo que tiene sobre mí. Eso habría herido a esta familia. Me quedé mirando las imágenes, mi respiración volviéndose superficial, rápida, y mi cara calentándose con ira.
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—Está muy enfada —continuó en voz baja como si estuviese pensando en voz alta—. Pero no fue a los medios, Madoc. No quería causarte ningún dolor. —Deja de intentar protegerme —mascullé, sentándome de nuevo en la silla. Si volvió para chantajear a mi papá, entonces todo lo demás fue mentira también. —¿Entonces qué tiene ella de ti? —pregunté—. ¿Además de esto? —Sujeté la carpeta. Se frotó los ojos y habló con vacilación. —Era un soborno que negocié. Fue ilegal y podría perder mi licencia, cuanto menos. Pero no fue una decisión que tomé a la ligera, y lo haría otra vez. —Me miró directamente—. Sin embargo, Fallon no está pidiendo mucho. Y no te conté esto para dañarte. Te lo conté para que puedas avanzar. No obligué a Fallon a irse. Me envió un mensaje anoche. Me lanzó su móvil, así podría ver los mensajes. Como era de esperar, el primer mensaje era de Fallon. —No es la correcta para a ti. —Su voz era como un eco distante mientras miraba las palabras en su pantalla—. Su padre, para empezar… —Se fue apagando. Y entonces le dejé de escuchar. Mi estómago se hundió, se me cayó el teléfono al suelo, y luego puse mis codos sobre mis rodillas, escondiendo mi cara en mis manos.
Recordaba esta sensación. Era lo que sentí hace años cuándo me habían dicho que se fue de repente. Cuando vi su cama vacía dónde perdimos nuestra virginidad juntos. Y cuándo no había podido dormir, y me había refugiado en el sótano para tocar el piano. No quería esto de nuevo. Nunca hubiera querido sentir esto otra vez. Inhalé una respiración profunda hasta que mis pulmones dolían tan mal que pensé que explotarían. —Deja de hablar —interrumpí lo que sea que estuviera hablando—. Solo para de hablar. ¿Dieciocho años? —pregunté—. Eso significa que estabas viendo a Katherine Trent cuando estabas casado con mi madre. Su mirada cayó a su escritorio, y luego de vuelta a mí. No dijo nada, pero veía la culpa en sus ojos. Por amor de Dios. ¿Qué demonios le pasaba? —Madoc —habló bajo—. Te estoy enviado a Notre Dame pronto — me dijo con un tono resignado. ¿Qué? Debió de ver el ceño confuso en mi cara, porque se explicó:
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—Las cosas van a ponerse difíciles aquí. Con el divorcio, Patricia no tendrá elección excepto venir a casa. Te quedaras en South Bend hasta que los dormitorios abran. —¡Demonios, no! —Sacudí mi cabeza, poniéndome de pie de nuevo. Como de costumbre, mi padre permaneció calmado, sin moverse. —Bien, entonces ve a ver a tu madre en Nueva Orleans durante el resto de verano. No te quedarás aquí. Quiero que consigas perspectiva, y necesitas espacio. Pasé la mano por mi cabello. ¿Qué demonios estaba pasando? No quería ir a Indiana por el resto de verano. Apenas conocía un alma, a excepción de algunos profesores que mi padre me había presentado aquí y allá en nuestros viajes deportivos y eventos de ex-alumnos. No iba a ir. ¡De ninguna maldita manera! Y no iba a ir a Nueva Orleans, tampoco. Mis amigos estaban aquí. —Madoc. —Negó hacia mí como si pudiera leer mis pensamientos y me estuviera diciendo que no—. Vas a ir, encontrarás un trabajo o algo voluntario para pasar tu tiempo, porque en estos momentos estoy tratando de protegerte de ti mismo. Te daré mi apoyo, el costo de la matrícula, tu coche, hasta que veas la luz. Distancia es lo que necesitas ahora mismo. Hazlo, o me vas a obligar a tomarlo en mis manos. ***
En el lapso de unas pocas horas, había pasado asquerosamente feliz y emocionado sobre la vida, a buscar pelea.
de
Fallon ni siquiera se había llevado nada de lo que había traído con ella, salvo la ropa que tenía puesta. Fue todo una mentira, pero entonces, ¿qué esperaba? Follamos. No es como si habláramos sobre mierda, saliéramos una cita o tuviéramos algo en común. Había otras mujeres para darme lo que me dio. Pero todo se sentía incorrecto otra vez. Igual que antes. Las nubes estaban demasiado bajas, la casa estaba demasiado vacía, y no estaba hambriento. No de comida, ni de un buen rato, ni de nada, excepto de una pelea. No me importaba porque estaba rabioso. Mierda, ni siquiera estaba seguro por qué lo estaba. Solo sabía que tenía que desquitarme con alguien.
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Subí a mi coche y aceleré hacia la casa de Jared, sabiendo que no sería detenido. La policía nunca me había detenido. Una de las ventajas de ser el hijo de mi padre. Mis palmas sudorosas apretaban con fuerza el volante mientras subía Numb de Linkin Park y conducía rápido. Mis neumáticos chirriaron hasta detenerse en frete de su casa, salté fuera del coche, sin preocuparme que Tate y su padre estuvieran bajo el capó de su coche con él. —¿Tu madre está teniendo una aventura con mi padre? —grité. Los tres se giraron para hacerme frente. —Hombre, ¿qué? —Jared me miró confuso, limpiando sus manos en un paño. Merodeé a través del césped, metiendo mis llaves en mi bolsillo mientras Jared me encontraba a mitad de camino. —La puta de tu madre ha estado durmiendo con mi padre durante años —gruñí—. ¡Él ha estado dándole dinero, y ahora quieren casarse y mierda! Los ojos de Jared se encendieron, y supo que yo estaba buscando pelea. El Sr. Brandt y Tate me miraron con sus ojos y bocas abiertas. Tate bajó la mirada, hablando más para sí misma. —Supongo que esto tiene sentido. Ha estado viendo a alguien y manteniéndolo en secreto. —Dejó escapar una risa nerviosa —. Vaya. Me burlé de ella. —Sí, es estupendo —respondí sarcásticamente—. Mi madre llorando cuando mi padre no venía a casa por la noche. Yo tratando de comprender por qué trabajaba tanto en lugar de aparecerse en mis juegos de fútbol. —Levanté mis manos y cogí la cara de Jared entre ellas—. Cuando a mis maravillosos ojos debería aparecer otra puta cazafortunas que estaba lista para hacer su persecución.
Jared no esperó otro segundo. Su puñetazo me golpeó directo en la mandíbula y me reí mientras tropezaba hacia atrás. —¡Vamos! —le insté a continuar, el fuego en sus ojos estaba completamente ardiendo. Arremetió contra mí, y ambos caímos al suelo, trepando uno sobre el otro. Se cernió sobre mí, su puño falló de golpear mi mandíbula. Gruñí y lo empujé, balanceando mi puño hacia su cara y llevando el otro a lo largo de su mandíbula. —¡Deténganse! —Escuché a Tate chillar—. ¡Jax! ¡Haz algo! ¿Jax? Oh, sí. Él vive aquí. —¿Por qué? —Le escuché preguntar. Las manos de Jared se envolvieron alrededor de mi cuello, y él aseguró sus brazos tan rectos como barras de acero, sosteniéndome tan lejos de él como podía. —¡Idiota! —espeté. Apenas dejó de apretar sus dientes. —Maldito imbécil.
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Agua helada salpicó mi espalda, derramándose por mis brazos y golpeando a Jared en la cara. —¿Qué de…? —grité. El chorro de agua me golpeó en la cara, y Jared soltó mi cuello para proteger su cabeza del frío ataque mientras rodaba fuera de él. Nos limpiamos el agua fuera de nuestros ojos y nos sentamos, mirando al hombre de la manguera hasta que notamos que era el Sr. Brandt. Y parecía enojado. Sus pantalones cortos caqui estaban salpicados, y tenía manchas de grasa en su camiseta de los White Sox. —Sus padres se están viendo —habló bajo, cincuenta kilogramos de peso en cada palabra—. En el peor caso ellos rompen. En el mejor caso, son hermanastros. —¿Y? —espeté, sin el sentido común de callarme. Tiró la manguera y gritó: —Entonces, ¿por qué están peleando? Tragué, mi boca se había secado. Sí, olvidé esa parte. Jared y Jax ya eran mis hermanos según mi opinión, pero tener nuestras familias conectadas así sería genial. A menos que el matrimonio no funcionara. Lo cual, con el historial de mi padre, era malditamente muy posible. Pero por otro lado, sus matrimonios posiblemente fallaron por su aventura con la madre de Jared. Ahora que podían estar juntos, podría ser para siempre.
—No sé —murmuré. Levantándome, no podía mirar a ninguno de ellos, pero sabía que me estaban mirando. ¿Por qué demonios ataqué a mi mejor amigo? Había llamado a su madre puta, por amor de Dios. Toda la mierda de Jared mientras que Tate estuvo en Francia regresó. Él la echaba de menos. La amaba, aunque no lo había sabido entonces. Y había estado desbastado sin ella. Peleó. Bebió. Folló. Y nada de eso lo hizo sentir mejor. Entonces, ¿por qué estaba jodiendo mi vida por una chica que ni siquiera amaba? ¿Quién ni siquiera merecía mi atención? Podía entender a Jared perdiendo su control por Tate. Era una buena chica, y luchó por él. Y cuándo no funcionó, ella volvió a luchar por él. Nunca paraba de demostrarle que estaba allí. Pero Fallon no era Tate. Ni siquiera estaba en la misma liga. Todo esto era estúpido. No tenía razones para salirme del camino porque apareció de nuevo en la ciudad y jodió conmigo de nuevo.
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Tendiendo mi mano, me alivié cuando Jared la cogió. Lo ayudé a levantarse, esperando que él lo tomara como una disculpa. Jared y yo no necesitábamos tener toda la conversación de chicas. Él sabía que lo había jodido, y sabía que yo lo sabía. —Oh, mira. —Sonreí con suficiencia—. ¿Arreglando tu coche de nuevo? Eso le pasa por ser un Ford. Y caminé hacia mi GTO, escuchando el resoplido de Tate detrás de mí.
Quince
L
a casa de mi padre había estado bastante solitaria desde que llegué hace dos semanas. Eso era exactamente lo que había estado buscando. Mientras que algunas personas ansiaban la distracción y el ruido, yo anhelaba las tranquilas carreteras rurales y nadie que me hablara. La finca de ladrillo de setenta y cinco metros cuadrados que se alzaba en una curva sin salida privada era otro ejemplo de un rico de mierda gastando su dinero en algo que rara vez usaba. Está bien, mi papá en realidad no era un rico de mierda. Bueno, algo así. Pero aun así lo amaba.
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La casa estaba a tres millones de dólares, y cuando le pregunté porque consiguió una casa cuando podría haber tenido un departamento en la ciudad, me dio una clase de geografía sobre porque América estaba tan bien posicionada del resto del mundo. —Antes de que se inventaran los cohetes y las armas nucleares que pueden volar largas distancias —dijo—. Era muy difícil para cualquier nación atacar este país. Estamos posicionados estratégicamente entre dos océanos con aliados amistosos en el norte y en el sur. Y enfrentémoslo. —Bajó su voz a un susurro—: Incluso si no fueran amistosos, de todos modos no estamos realmente asustados de Canadá o México. En todo lo demás, tienes posibles enemigos rodeándote. Europa es la pesadilla de un estratega en guerra. Los enemigos pueden invadirte en cualquier momento o amenazar a tus estados aliados. Para atacar América uno tiene que navegar un océano o volar una larga distancia. Eso es por lo que los japoneses atacaron Pearl Harbor. No habrían tenido combustible para llegar a la isla central. Así que… —Dejó el Shirley Temple que había hecho frente a mí—. Pagué para poner un lindo y gran trozo de tierra alrededor de mi familia y de mí así puedo ver a mis enemigos venir antes de que estén en mi puerta. En ese punto supe lo que mi padre hacía para vivir, y aunque sabía que estaba mal, nunca lo odié por ello. Odiaba que me hiciera quedarme con mi madre tanto y odiaba que hubiera largos periodos donde no lo veía, pero el confiaba en mí y siempre me hablaba como una adulta. Siempre usaba grandes palabras y nunca sostuvo mi mano para cruzar la calle. Me enseñó cosas y esperó lo mejor de mí. En mi parecer, cuando alguien te hacía cumplidos y te daba buenos opiniones rara vez significaban algo más. Mi papá era la única
persona en el planeta cuyo respeto y consideración me preocupaba proteger. —¿Entonces obtuviste lo que querías? —Entró en la cocina mientras estaba sentada en la mesada de granito de la cocina trabajando con mi portátil. Ningún “hola” o “¿cómo estás?”, pero estaba acostumbrada a eso. No lo había visto en un mes y acababa de llegar a la ciudad hoy. —Sí, lo hice —repliqué, sin levantar la vista de mi trabajo mientras él se dirigía hacia el refrigerador. —¿Y tu madre? —Sacó un vidrio congelado del refrigerador y fue hacia el grifo. —Aún sin aparecer. Paro aparecerá lo suficientemente pronto para disputar el divorcio, estoy segura. No estaba segura de porque me estaba preguntando sobre esto, Le había mandado un correo dejándole saber que todo estaba según el plan. Nunca había estado totalmente abordo con mi plan para mi pequeña venganza contra aquellos que me habían traicionado, pero me había dejado tomar mis propias decisiones e hizo lo que pudo para ayudar.
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—Quedarás atrapada en fuego cruzado —señaló. Moví mis dedos sobre las teclas, olvidándome de lo que estaba escribiendo. —Por supuesto. —¿Madoc? —presionó, y dejé salir una respiración silenciosa, preocupada de que me estuviera haciendo muchas preguntas. Sin embargo, sabía lo que él quería saber. —Cambié de opinión —expliqué—. Después de todo, no quiero que él se golpee con esto. —Bien. —Me sorprendió, y levanté la mirada, encontrando sus ojos—. Supongo que él también era un niño —ofreció. Había regresado a Shelburne Falls con la intención de liberar el paquete de medios una vez que me probara que había seguido adelante con Madoc, que él ya no tenía mi corazón o mi cabeza. Aunque nada fue acorde al plan. En lugar de humillar a Madoc, a su padre y a mi madre, había tomado el camino de menor resistencia. No quería a Madoc lastimado, porque no se lo merecía. Fui lastimada a los dieciséis cuando había robado uno de los autos de mi padre y manejado de regreso a Shelburne Falls solo para encontrar a Madoc con alguien más. Pero tan adultas como nuestras acciones fueron en aquel entonces, éramos solo niños. No podía odiar a Madoc por cometer errores como tampoco podía culpar a nuestro hijo no nacido por ser creado.
Madoc nunca me amó, pero supe que nunca quiso lastimarme. Así que cambié el plan. Conseguí lo que quería, pero lo hice silenciosamente sin ninguna humillación para él o su padre. Bajé mis manos a mi regazo y moví mis cutículas. Un hábito nervioso. Sabía que a mi papa no le gustaba. Él y el señor Caruthers contrarios en muchas formas. Aligeré mi voz: —Ted debería estar en libertad condicional. —Fallon. —Negó con agravación—. Te dije que no te involucraras con eso. —Él es tu tío. Lo que significa que es mi familia. —Eso no es… —Cuando alguien que amas te necesita —lo interrumpí—, lo ayudas sin quejarte. Sonreí con las palabras de Tate saliendo de mi boca. Desearía haberla conocido más.
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Volví mi mirada hacia el portátil y comencé a teclear otra vez, indicándole que la conversación había terminado. Se quedó parado ahí por varios minutos, tomando de vez en cuando sorbos de cerveza y mirándome. Me negué a mirarlo o a dejarle ver mis dedos temblando. Había cosas que nunca le diría a mi padre, sin importar cuanto lo amara. No sabría que había perdido cinco quilos en las últimas dos semanas o que tenía sueños cada noche que me hacían nunca querer despertar. Apreté mis dientes y parpadeé el ardor en mis ojos, escribiendo cosas sin sentido solo para poder lucir como si tuviera mi mierda junta frente a mi papá. “Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la calma de sus profundidades” hubiera dicho mi padre, citando a Andrew Harvey. Pero las profundidades no estaban en calma. Un hoyo negro se había abierto en el centro de mi estómago al ver a Madoc otra vez y me estaba absorbiendo poco a poco, el cielo se ponía más oscuro cada día y mi corazón latía cada vez más lento. “Vas a arruinarme Fallon” Golpeé las teclas más fuerte. No tenía idea de lo que estaba escribiendo para el curso de verano que elegí para mantenerme ocupada. Mi papá caminó hacia la puerta pero se detuvo para mirarme antes de irse.
—¿Te sientes mejor ahora? Tragué el dolor. Al menos traté de hacerlo. Pero de todos modos elevé mi barbilla y lo miré de frente. —Nunca esperé sentirme mejor. Solo quería que ellos se sintieran peor. Se quedó ahí en silencio por un momento y luego se alejó.
Una semana después, salí de la ducha para ver que tenía dos llamadas perdidas de Tate y mi madre. Apreté el teléfono en mi mano, queriendo hablar con alguna de ellas pero sabiendo que no debería y sabiendo que debería hablar con la otra pero no quería, tampoco habían dejado mensajes, pero Tate me había mandado un mensaje después de llamarme. ¿Necesitas una compañera en NW?
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Mis ojos se entrecerraron pero sonreí a pesar de mi misma. Sin dudarlo le devolví la llamada. —Oye, ahí estas—contestó con la risa en su voz. —¿Qué es esto sobre una compañera de habitación? —Me acosté en mi cama, mi cabello húmedo extendido en las sabanas. —Bueno —empezó—… mi papá finalmente aceptó que realmente quería ir a Northwestern, y lo hacía. Solo no le dije que había cambiado mis planes por él. De todos modos no me dejará vivir con Jared. Insistió en que tuviera la experiencia universitaria completa y me quiere en los dormitorios el primer año. —Escuchas a tu padre, eso es lindo —me burlé, a pesar de que envidiaba que tuviera un padre tan involucrado. Ella soltó un bufido. —La gente no enoja a mi padre a propósito, especialmente Jared. Mi cara calló de inmediato con la mención de su novio. Haciendo a un lado a Madoc, había amenazado a Jason Caruthers con exponer a la madre de Jared, me preguntaba si él sabía. No sonaba como que Tate lo hacía, no creo que ella me hubiera perdonado eso fácilmente, y estaba sorprendida al sentir una súbita punzada de culpa por traicionar su amistad. —Entonces —continuó, con picardía en su voz—. ¿Estás en los dormitorios este año? —Sí, y sucede que tengo uno doble que estoy usando yo sola.
En realidad era perfecto, Tate y yo nos llevábamos bien y por alguna razón, estaba deseando que la escuela empezara ahora. —¿Tú sola? No quieres estar sola. Es taaaaaan solitario —dijo arrastrando las palabras con exageración. Me reí. Pero aún no estaba segura, Tate significaba Jared y Jared significaba Madoc. No podía estar cerca de él. Él no querría estar cerca de mí. —Tate, no lo sé. Quiero decir, me encantaría tenerte como compañera, pero para ser honesta, Madoc y yo no nos llevamos bien. Solo no creo que la mejor situación para nosotros sea estar cerca. —¿Madoc? —sonó confundida—. Madoc solo estará cerca del apartamento de Jared, si alguna vez viene a Chicago para visitarnos, lo que no estoy segura de que suceda. Madoc ha estado fuera del radar estos días. Me senté. —¿Qué quieres decir?
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—Fue enviado a Notre Dame temprano, su padre tiene una casa allí. Supongo que Madoc fue enviado allí hasta que comience la escuela y los dormitorios abran el mes siguiente —dudó y otra ola de culpa me atormentó. Él se había ido. Y probablemente fue enviado lejos por mi culpa. Ella continuó: —Probablemente es lo mejor. Con el papá de Madoc y la mamá de Jared estando juntos, Madoc estaba bastante enojado. Él y Jared tuvieron una pelea y nadie ha hablado con él por semanas. Solo le estamos dando algo de espacio. Mierda. ¿Qué hay de Lucas? ¿Madoc ha vuelto a casa para pasar algo de tiempo con su hermano pequeño en absoluto? Mi cara calló, me sentí como mierda otra vez. Esto era mi culpa, tal vez debería haber sentido como si fuera justicia poética por el hecho de que Madoc fuera enviado lejos como yo, pero no lo quería solo. Y odié que tuviera que dejar su hermanito. —Entonces —insistió—. ¿Qué piensas? ¿Qué pensaba? Quería decir que sí, pero sabía que debería distanciarme de cualquiera relacionado con Madoc. Suspiré, tratando de esconder el nerviosismo en mi voz. —Digo que vamos a patear traseros este año, compañera.
—¡Demonios, si! —gritó y luego subió la espantosa música metal en el fondo. Alejé el teléfono de mi oído y parpadeé. Wow.
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Dieciséis
M
is manos se clavaron profundamente en su parte inferior, apretando la carne firme cuando enterré mi cara en su cuello. No la miré. Si no lo hacía, casi podía imaginar que…
—Sr. Caruthers, basta. No aquí. —Ella se retorció contra mi cuerpo y se rió mientras trataba de empujarme. —Te dije que no me llames así —le susurré. —Bien —admitió—. Madoc, entonces. Vamos a tu habitación. —Pero esto es más divertido.
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Brianna o ¿Brenna?, tenía sus piernas alrededor de mi cintura y la tenía inmovilizada contra la pared al lado de mi habitación en la casa de South Bend de mi padre. Ella venía una vez a la semana, limpiaba y lavaba la ropa y no esperé mucho tiempo antes de hacer mi movimiento. No estaba seguro de cuántos años tenía, pero era al menos veinticuatro o veinticinco años y caliente como el infierno. Cabello rubio, ojos azules, y siempre con ropa de niña buena como capris y polos a la medida. Definitivamente lejos de donde me había extraviado antes. —Necesitamos condones —señaló. Dejé escapar un suspiro mientras la soltaba y la arrastraba detrás de mí en mi habitación. Aparte de Brenna, mi vida aquí era más aburrida que un tractor de arrastre. Las clases aún no habían empezado, no había hecho amigos ya que los estudiantes no estaban en la escuela, sin embargo, la ciudad estaba muerta sin la gente de la universidad. Sí, me gustara o no, esta chica era el punto culminante de mi semana. Sus tetas eran más grandes que mi cabeza y cuando se iba yo sonreía de nuevo. Al menos por un rato. Desabrochando mis vaqueros, vi cómo ella se despojaba de sus ropas y saqué un preservativo de la mesita de noche. Paseando sobre mí en su sujetador de encaje blanco y bragas, ella metió la mano en mis bóxeres negros y frotó mi erección. Me miró, lamiéndose los labios y sonriendo. Mi respiración se agitó y aparté la mirada. No sabía lo que era, pero no podía mirarla. Nunca podía. Ni siquiera recordaba su nombre la mitad del tiempo.
No quería que fuera real. Agarrando su cabello en la parte posterior de su cabeza, tiré de ella para darle un beso. Nuestros dientes se frotaron entre sí y oí su gemido. Por el beso duro o placer, no lo sabía, y realmente no me importaba. —Lo quiero ahora —jadeó, frotándome más duro. Mi mandíbula se endureció y rompí el beso, agarrándola por el codo y la llevé hasta la cama. —No me mandas. No eres mi dueña. ¿Entiendes eso? —espeté. Un destello de emoción cruzó sus ojos como un rayo. —Sí, señor. Metí mis dedos por debajo del borde de mis bóxeres y los tiré por mis piernas, pateándolos hacia un lado. Agarrando la parte posterior de su cuello, la traje conmigo cuando me acosté. —Abajo. Frío oxígeno se vertió en mis pulmones y mi corazón bombeó más rápido. Rápido-rápido.
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Rápido-rápido. Rápido-rápido. Su boca descendió entre mis piernas y apreté mis ojos con fuerza, deleitándome con el placer de lo ansiosa que ella estaba. Me lamió y chupó, tomando todo de mí en mientras su cabello calentaba mis muslos. “Quiero verte. Quiero besarte cuando te vengas”. Traté de apagar esa voz fuera de mi mente, en lugar puse las manos sobre la cabeza de Brenna y la empujé hacia abajo aún más en mi polla. —Sigue adelante, nena —gruñí, instándola—. Eso se siente bien. Su cabeza se balanceaba arriba y abajo mientras chupaba más fuerte, y arqueé las caderas hacia arriba en su boca. “¿Quién te está besando en este momento? ¿Quién te está montando?” —Más. Más duro —pedí, pero a pesar de mis mejores intenciones, el cabello rubio que sostenía se volvió de un color marrón claro y ojos verdes oscuros me miraban fijamente—. Dios, que es bueno, nena. Y me gustara o no, retiré mi cabeza a donde Fallon vivía y dejé que la fantasía se hiciera cargo. No quería pensar en esa perra. No quería desearla, pero lo hacía.
Fallon estaba aquí, con su boca sobre mí en este momento y la odiaba. Joder, la odiaba, e iba a follarla con ese odio hasta que viniera. Los nervios en mis piernas quemaban, llegando a mi ingle y agrupándose entre mis piernas. Apreté mis caderas hacia arriba dentro de ella, yendo más y más duro, mientras que su lengua se frotaba contra mí. Ella apartó su boca de mí y luego me pasó la lengua arriba y abajo, antes de envolver la mano alrededor de mi eje, acariciando mientras chupaba la cabeza. “Madoc, por favor.” —Mierda. —Me sacudí, arqueando la espalda y sacando la cabeza fuera de la cama. Me vine en su boca, agarrando su cabello en su cuello y respirando a través de mis dientes. Trabajó en mí hasta que estuve acabado y me desplomé en la cama, dejándola ir. Mi cuerpo siempre se sentía más relajado. Después. Pero mi cabeza estaba incluso hecha más nudos.
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Fallon. Siempre regresaba a Fallon. No podía seguir al menos que pensara en ella. Quería bajar la mirada y ver las orejas llenas de piercings y los tatuajes pequeños aleatorios que tenía por todo el cuerpo. Quería ver los ardientes ojos verdes con delineador negro devolviéndome la mirada y matándome con todo dentro de sí que trataba de ocultar. ¿Por qué? ¿Por qué la quería tanto cuando ella me seguía dejando? —¿Quién es Fallon? —Oí una voz en mi cabeza de alguna parte. Parpadeé y le pregunté: —¿Qué? —Fallon. Dijiste ese nombre mientras yo estaba… —Su voz se desvaneció. Mierda. —Nadie. Probablemente escuchaste mal. ¡Hijo de puta! Mierda. ¿En serio, amigo? Brenna se sentó. —Gritaste cuando te ibas a venir. ¿Te gustan los chicos? Fallon es el nombre de un chico, ¿no es así? —Ella me miró por el rabillo del ojo, burlándose con una sonrisa. —No es un maldito chico —gruñí y luego la miré directamente—. Es mi hermana, en realidad.
Ella se rió hasta que se dio cuenta de que no me estaba riendo. Entonces se calló. —Um, está bien. —Se deslizó fuera de la cama, luciendo como si quisiera correr—. Eso no es raro. Se vistió en silencio y rápidamente, sin decir ni una palabra antes de que se fuera. El estruendo en mi pecho se desató, y me reí miserablemente mientras me deslizaba de nuevo bajo las sábanas.
—¡Oye! —Me removí en la cama—. ¿Qué demonios? —pregunté, porque no tenía ni idea de por qué mi culo dolía. —¡Levántate! Me froté el sueño de mis ojos y miré hacia mi madre al final de la cama. Ella agarró la sábana y las retiró. Gracias a Dios tenía mis pantalones cortos de baloncesto puestos. Sus labios rosados estaban apretados en señal de desaprobación y sus manos acomodadas en sus caderas.
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—¿Acabas de darme una palmada en el culo? —Me molesté y gemí, cayendo sobre la cama y tirando de mi brazo sobre mis ojos. —¡Levántate! —gritó de nuevo. Normalmente, me gustaba ver a mi mamá. Era muy divertida y era un padre bastante decente en realidad. Ella y mi padre se volvieron a casar cada uno con bastante rapidez, y odié que ella se hubiera alejado. Su nuevo marido vivía en Nueva Orleans. Pero pedirle a un chico salir de su casa y todo lo que había conocido era demasiado. Me quedé con mi padre y su nueva esposa. Idea brillante, eso fue. Suspiré. —Estaba durmiendo. ¿Por qué estás aquí? —Mi tono exasperado le contó todo. Solamente quería que me dejaran solo. —Tu padre llamó y me contó lo que pasó. —No pasó nada —mentí, manteniendo mi expresión aburrida centrada en el techo. Los faros de un coche fuera brillaron a través del techo en la habitación con poca luz y supe que me había dormido todo el día. Escuché tacones de mi madre clunk, clunk, clunk por el suelo de madera. —¡Levántate! —instó de nuevo y lo siguiente que supe que me estaba golpeando con fuerza con una revista.
Saqué a mis brazos y piernas para protegerme. —¡Maldita sea, mujer! Disparó la revista a través del cuarto, metió su largo cabello rubio detrás de su oreja y pisoteó hacia mi armario. —Y despedí a Brittany —espetó por encima del hombro. —¿Quién es Brittany? —El ama de llaves con la que te acuestas. Ahora levántate y dúchate. —Me tiró unos vaqueros limpios y una camiseta y salió de la habitación. Negué hacia la nada, asombrado con las mujeres de mi vida. Jodidas abusadoras. Me giré, enterrando mi cara en mi almohada. —¡Ahora! —tronó desde algún lugar de la planta baja y le di un puñetazo a mi almohada. Pero me levanté. Si no lo hiciera, ella entraría con un balde de agua fría.
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Después de que me había duchado y vestido, mamá me llevó a un lugar italiano tranquilo que era grande con velas y música de Frank Sinatra. Pedí una de sus pizzas y mi madre mordisqueó un poco de pasta con aceite de oliva. —¿Por qué papá te llamó? —le pregunté, sentado en la silla con las manos cerradas detrás de mi cabeza. —Debido a que no ha visto ninguna transacción sobre su tarjeta de crédito que no sea de la estación de gas. Probablemente no has consumido nada excepto Doritos y Fanta por semanas. Y él sabía que preferirías verme a mí, así que… Eso fue bastante bien. No me gustaba comer solo, así que comía snacks y estaba demasiado cabreado ahora mismo para ser sociable. Alimentos de la gasolinera, entonces. Y tenía razón con eso de que no quería ver a nadie, pero mi mamá era preferible a mi papá. —¿Te dijo… —bajé de voz—… que se va a casar? —No quería molestar a mi madre en caso de que no lo supiera, así que traté de mantener mi tono suave. También me enteré de que su actual esposa había demandado por nuestra casa, mi casa, y eso me enfermó. —Sí, me dijo. —Asintió, tomando un sorbo de su vino blanco—. Y estoy feliz por él, Madoc. —¿Feliz? —me burlé—. ¿Cómo puedes estar feliz? Él te engañó con ella. Ha estado sucediendo desde hace años.
Sus ojos cayeron por una fracción de segundo y puso sus manos en el regazo de su blanca falda lápiz. Tomé una respiración pero inmediatamente sentí ganas de dejar caer el argumento. Era un idiota. —Estoy feliz, Madoc. —Ella enderezó los hombros y me miró—. Todavía me duele que fuera capaz de hacerme eso, pero tengo un marido maravilloso, un hijo sano e inteligente y una vida que me encanta. ¿Por qué voy a perder mi tiempo estando molesta con tu papá cuando no cambiaría nada en mi vida? —Me ofreció una pequeña pero genuina sonrisa—. Y lo creas o no, tu padre ama a Katherine. Ella y yo nunca iremos en viajes de compras —bromeó—, pero la ama, eso está bien para mí. Es hora de seguir adelante. ¿Pensaba que no estaba haciendo eso? No podré estar a toda máquina en el momento y podría estar extrañando mis amigos como loco, pero mi padre tenía razón. Distancia y perspectiva. Estaba trabajando en ello. Ella cogió el tenedor, clavándolo en su comida de nuevo. —También me dijo lo que pasó con Fallon. —No vamos a hablar de ella. —Cogí un trozo de pizza y metí un bocado en la boca.
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—Has eliminado tus cuentas de Facebook y Twitter —regañó—, y estás escondido en una casa vacía. ¿Por qué no vienes y pasas las últimas seis semanas del verano conmigo? —Porque estoy bien —ataqué, mi boca llena—. Lo estoy. Estoy recibiendo un comienzo temprano aquí, haré amigos, y tengo la intención de echar un vistazo a la selección de fútbol de Notre Dame. —Madoc… —intentó, pero la interrumpí. —Estoy bien —dije, manteniendo mi voz pareja—. Todo está bien. Y seguí diciéndole eso todos los días cuando ella regularmente enviaba un mensaje para comprobarme, cada vez que llamaba y cada vez que hacía que Addie viniera para verme. Por el resto del verano, estuve bien.
Diecisiete
M
i alarma sonó, y What I Got de Sublime, tocó en mi radio. Tiré mi edredón hacia arriba, habiéndolo pateado durante la noche. El frío de la mañana estaba empeorando cada día, y no podía creer que ya era octubre. Tate y yo nos habíamos mudado a la residencia hacía poco más de un mes, y el tiempo había volado mientras nos instalábamos e iniciábamos nuestras clases de cargas pesadas. Ninguna tenía un trabajo, pero la escuela nos mantuvo oscilando alrededor del reloj. Cuando no estaba en mi habitación o en clase, estaba en la biblioteca. Cuando Tate no estaba en nuestra habitación o en la biblioteca, estaba en el apartamento de Jared en la ciudad.
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Al principio, intentó quedarse allí solo los fines de semana, respetando los deseos de su padre y todo eso, pero ahora se había vuelto más frecuente. No podían estar lejos el uno del otro. La mayoría de los fines de semana viajaban de regreso a Shelburne Falls para visitar a su padre y para correr ambos en el Loop, fuera lo que fuese. Aunque nunca fui. De ninguna manera. Mientras que era solitario el dormitorio cuando ella se iba a casa, aún no había hecho ningún amigo realmente, no podía envidiarles el tiempo que pasaban juntos. Estaban enamorados. Además, en el último par de meses, mi aprecio por Jared había aumentado mucho. Él actuaba en plan macho, pero eso era todo. Un acto. Tate y yo estudiábamos juntas y salíamos de vez en cuando. Desde que Jared asistía a la Universidad de Chicago, no pasaba mucho rato alrededor de nuestro campus. A menudo me invitaban a sus citas, pero no tenía ningún interés en ser la tercera en discordia. La pesada puerta de madera del dormitorio se abrió. —Fallon, ¿estás despierta? —escuché llamar a Tate. Me senté, apoyándome en los codos. —¿Sí? —contesté más como una pregunta, parpadeando contra la luz de la mañana—. ¿Qué hora es? Alcanzando mi despertador, lo giré para ver que solo eran las seis de la mañana. Tate lanzó su mochila sobre la cama y empezó a tirar cosas de los cajones. Todavía estaba con la misma ropa de la noche anterior. Por lo general, cuando pasaba la noche con Jared, llegaba a casa recién duchada y vestida, lista para clase. En este momento parecía apresurada.
—¿Qué clases tienes hoy? —preguntó sin mirarme, mientras se precipitaba alrededor de nuestra habitación. Tragué la sequedad de mi boca. —Um. . . Calculo III, y Sexo y Escándalo en la Inglaterra Moderna. —Genial ―bromeó con voz profunda. —Lo último es educación general —expliqué, avergonzada—. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —¿Tienes ganas de saltártelas? —Metió la ropa en su mochila y luego se volvió para mirarme—. Jax apareció en el dormitorio de Jared esta mañana. Nadie sabe nada de Madoc. No devuelve las llamadas, textos, mensajes instantáneos… —Se interrumpió, con las manos en las caderas. —¿No has hablado con él para nada últimamente? —Aparté la mirada, no quería que viera la preocupación que seguro estaba en mi cara.
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—Sí, Jared y yo lo dejamos pasar al principio, porque pensamos que Madoc necesitaba su espacio, y todos hemos estado muy ocupados. Pero si Jax está preocupado, entonces es definitivamente hora de comprobarlo. —Se detuvo, finalmente, tomando una respiración. Se acercó, tocando mi pierna y sonriendo. —¡Así que vamos a ir en un viaje por carretera! —dijo antes de lanzarse a nuestra zona del lavabo para recuperar sus artículos de tocador. ¿Ir a Notre Dame? Mi corazón empezó a hablar a mil por hora con su ritmo golpe-golpe-martilleo-estruendo. Negué y me recosté, mi voz tranquila. —No, no lo creo, Tate. Diviértanse. —¿Qué? ¿Qué harás todo el fin de semana? —Asomó la cabeza por la esquina—. Deberías venir con nosotros, Fallon. Eres su familia. Me habló como una madre, señalando que debería preocuparme por Madoc cuando pensaba que no lo hacía. La verdad es que me preocupaba, aunque no debería. Y no necesitaba el recordatorio de que nuestros padres seguían casados. Mi madre había estado luchando contra el divorcio, y para empeorar las cosas, estaba tratando de tomar la casa de Madoc. La aventura de Caruthers salió en los medios de comunicación, y durante un momento de debilidad, de hecho me sentí mal por el chico. Le envié un correo electrónico con las fotos, recibos de hotel, y la información de contacto que le darían la prueba que necesitaba de que mi madre no había sido una esposa fiel, tampoco. Curiosamente, no usó nada de eso.
Tal vez no quería mi ayuda, o tal vez la prueba de la infidelidad de mi madre solo traería más atención no deseada. No podía dejar de tener un poquito más de respeto hacia él por no arrastrar su nombre por el fango. —No soy realmente su familia, Tate. Nunca fue así entre nosotros. — Corrí el aro de la lengua que había puesto de nuevo entre mis dientes, pensando—. Y él está bien, ¿sabes? Si estuviera muerto, las transacciones de las tarjetas de crédito se hubiesen detenido. En cuyo caso, su padre estaría encima. Él está bien. Se giró, sus cejas estrechadas en resolución, y arrojó sus artículos de tocador en su cama. Dirigiéndose a mí, se cernió. —Él podría estar bebiendo las veinticuatro horas de los siete días a la semana o en drogas. —Su tono era tranquilo, pero amenazante—. Podría estar deprimido o suicida. Ahora mueve tu gran culo. No quiero hablar de esto otra vez. Salimos en una hora.
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Tate y yo fuimos en su G-8, mientras que Jax y Jared abrían el camino en el Boss con dirección a Indiana por la I-90. El viaje era corto, alrededor de una hora y media, pero con la forma en que estas personas conducían solo tomó un poco más de una hora. Con apenas tiempo en el camino, no tuve suficiente autopista para conseguir que mis manos dejasen de temblar o mi boca dejase de estar seca. ¿Qué demonios estoy haciendo? Casi hundí mi cara entre mis manos. Madoc no me querría allí. Conociéndolo, probablemente estaba metido hasta las rodillas en las princesas de la hermandad y en fiestas de barril. Iba a insultarme, crear una escena, o peor, lo vería roto y perdiendo el control. ¿Sin embargo, realmente tenía esa clase de poder sobre él? Por supuesto que no. Solté un suspiro y tiré la punta de la gorra sobre mis ojos, echándome hacia atrás en el asiento. Era absurdo pensar siquiera que Madoc estaría molesto conmigo por dejarlo sin un adiós. No es como si tuviéramos una relación. No, si él estaba fuera de la reserva, era porque sus planes para el verano se habían arruinado. Y sí, iba a echarme la culpa por eso. Como debería. Tiré mi gorra de béisbol en el asiento trasero y me acomodé el cabello. Al infierno con él.
No debería estar en este coche, pero ya era demasiado tarde. Podía actuar como si estuviera escondiéndome y avergonzada o parecer que pertenecía allí. Él conseguía aparentar. Bueno, yo también. Sacando mi cepillo, cardé mi cabello para que fuese más desordenado y retoqué mi maquillaje en el espejo. Mi sombra de ojos negro todavía se veía bien, pero necesitaba más rímel y un poco de brillo de labios transparente. Addie una vez me dio muy buenos consejos sobre maquillaje. No se supone que te haga bonita. Se supone que te haga más bonita. Traducción: menos es más. Arreglaba mis ojos para hacerlos resaltar, porque eran mi mejor característica. Pero por lo general dejaba el resto en paz. Mi esmalte de uñas azul estaba agrietado, y mis pantalones vaqueros estaban agujereados. Pero de cintura para arriba en mi camiseta negra de manga corta me veía bien. —Conseguimos la dirección por Addie —dijo Tate mientras nos deteníamos en frente de una casa de dos pisos cerca del campus—. Supongo que se decidió en contra de los dormitorios y se mudó con algunos amigos.
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Me asomé por la ventana de Tate mientras aparcaba en la calle. Esta no era la casa del padre de Madoc. Había estado allí una vez. Esta casa, aunque grande, era aún más pequeña y la pintura blanca era fresca, mientras que la casa de los Caruthers estaba hecha de ladrillo. Esto debía ser un alquiler para estudiantes universitarios. Jared y Jax salieron del coche, y yo seguí a Tate, agarrando la puerta y debatiendo acerca de solo quedarme en el coche. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Empecé a balancearme en los dedos de mis pies, y cerré la puerta con demasiada fuerza. —¿Qué decimos? ¿“Sorpresa”? —le preguntó Tate a Jared, agarrando su mano. —No me importa lo que digas. Le voy a romper la nariz. —Jared metió la otra mano en su sudadera, maldito vapor salía cerca de su nariz—. Es ridículo que haga que nos preocupemos así —murmuró. Jared subió los escalones y llamó a la puerta de madera de bosque verde, alternando entre el puño y la aldaba. Jax y Tate lo flanqueaban, y me quedé atrás. Caminando de regreso. Con las manos en los bolsillos. Ojos apartados. Y mi culpabilidad metida firmemente por el culo. —¿Puedo ayudarles? Me di la vuelta para ver a una mujer joven, de mi edad, subiendo el pasillo por detrás de nosotros.
Iba vestida con una linda corta, falda vaquera y una camiseta irlandesa de lucha. Su rostro brillaba en el sol con brillo de oro y purpurina azul marino, en una gran “N” y “D” pintadas en sus mejillas. —Sí —tomó la palabra Tate—. Estamos aquí para ver a Madoc. ¿Lo conoces? Ella estalló en una sonrisa blanca y brillante. —Estoy segura de que ya está en el partido. —¿El partido? ―preguntó Jax. No podía desalojar la bola de mi garganta. ¿Quién era esta chica? —Sí, el partido de fútbol —ofreció, caminando junto a nosotros por las escaleras—. El equipo ha estado fuera desde esta mañana temprano. Volví por sillas para la fiesta posterior. Mejor conseguirlas ahora. Todos estarán demasiado borrachos más tarde —se rió. Arrastró hasta tres sillas plegables desde el pórtico y enganchó los mangos sobre sus hombros. —¿Madoc está en un equipo de fútbol? Casi me reí ante la pregunta de Jared. Sonaba como si quisiera vomitar.
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La chica se detuvo y ladeó la cabeza hacia un lado, mirándolo como si no estuviera segura de qué decir. Después de todo, si fuéramos sus amigos, conoceríamos que jugaba al futbol, ¿no? —¿Podrías llamar a Madoc? —Jax se acercó a ella, usando una voz suave mientras se encogió de hombros—. Nuestros teléfonos están muertos. Ella frunció sus cejas, sabiendo que él estaba mintiendo. —Um, está bien. Tomando su móvil de la parte posterior del bolsillo de su falda, marcó e inclinó la cabeza para poner el teléfono entre su cabello rubio y su oído. —Hola, nene —saludó, y mi corazón se sentía como si alguien hubiera cavado en la parte inferior y estaba dejando la sangre filtrarse hacia fuera. Mierda. Mierda. Mierda. —¿Podrías poner a Madoc? —preguntó, y yo parpadeé—. Tiene amigos en la casa que quieren hablar con él por un minuto. Dejé escapar un suspiro, pero no estaba segura de qué diablos estaba mal conmigo. Esa no era su novia. Pero, ¿por qué demonios me importaba si tenía novia? No había pensado en ello. Ni siquiera había considerado la idea de que había seguido adelante. Por supuesto que lo haría. Supongo que pensé que nunca tendría que ver ni oír hablar de ello.
Observé, viendo su sonrisa mientras negaba. —Bueno, dile a su novia que se desenvuelva de él, entonces — ordenó, y mis ojos se ensancharon—. Sus amigos aquí parecen… intensos. —Le sonrió a Jared, obviamente, burlándose de él, pero mi pecho había desaparecido y se había desplomado de nuevo. ¿Qué carajos? Jax se acercó a la chica y tomó el teléfono que ella le ofreció. —Madoc, es Jax —dijo en un tono serio—. Estoy en tu casa. Tate y yo queremos confirmación de que no estás borracho, drogado, o suicida. Jared está aquí, pero a él no podría importarle menos. Nos vemos después de tu partido, o le daré a Tate una palanca y que se ponga a trabajar en tu coche. Colgó y tiró el teléfono de nuevo a la chica con las cejas levantadas de manera anormal. Me di la vuelta y me dirigí por el pasillo, tomando directa la acera. Al diablo con esto. ¡Qué estúpida idea! ¿Por qué había venido aquí?
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—¡Fallon, espera! —llamó Tate detrás de mí, pero cavé en el pavimento más duro, acelerando mis pasos. Me agarró del brazo y trató de darme la vuelta, pero seguí adelante. —¿A dónde vas? —gritó. —¡Vuelvo a Chicago! Él está bien. Jodiendo alrededor como de costumbre. La brisa de media mañana agitaba las hojas por lo alto y soplaba mi cabello en mi cara mientras caminaba. Maldito. No podía creerlo. De hecho, vine pensando que estaba herido o en problemas. —Fallon. —Tate corrió justo en frente de mí y me cerró el camino—. Estoy confundida. ¿Qué está pasando? —¡Él está bien! —señalé, extendiendo mi mano en el aire—. ¡Obviamente! Fuiste estúpida por preocuparte. Te lo dije. Está en un equipo de fútbol. No. Está en el equipo de fútbol de Notre Dame. ¡Y tiene una novia! Quién tiene su bonito pequeño ser envuelto alrededor de él justo en este momento. Soy tan estúpida. Viré alrededor de Tate y seguí caminando. —¡Alto! —gruñó con una voz profunda—. ¿Cómo vas a volver a casa?
Mis pasos se desaceleraron, y miré alrededor del vecindario, buscando mi cerebro. Sí, me olvidé de esa parte. No estaba caminando de regreso a Chicago. —Fallon, ¿qué pasa contigo y Madoc? —Tate me dio la vuelta para mirarme de nuevo, con los brazos cruzados sobre el pecho—. ¿Hay algo entre ustedes dos? —Por favor. —Traté de reírme de ello, pero salió como un graznido. Cálmate, Fallon. —¿Lo hay verdad? —Sonrió con complicidad—. De eso iba todo ese escándalo cuando saliste con su coche esa noche. Y tú eres la razón por la que se fue al inicio del verano. Aparté los ojos, revisando las grietas súper interesantes en la acera. Tate era una amiga ahora. Una buena amiga. Y no podía mentirle. Pero no me atrevía a hablarle de ello, tampoco. —¡Oh, Dios mío! —dejó escapar, obviamente tomando mi silencio como una confirmación—. ¿En serio? —Oh, cállate.
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Ella cruzó los brazos sobre su pecho y frunció los labios. —Entonces, ¿es caliente? —solicitó. Rodé los ojos, evitando la pregunta. La voz en mis sueños se deslizó de nuevo en mi cabeza. “Siéntate en el coche. . . Abre las piernas”. Tate debe haber visto el deseo en mis ojos, porque estalló. —¡Lo sabía! —Sí, bueno —solté—. No es amor verdadero, Tate. Para él, de todos modos.
Dieciocho
—V
amos, vamos a terminar con esto —saludé a Jared y Jax en lugar de tomar el golpe que ellos me querían dar.
Acababa de salir del vestuario después de ducharme y cambiarme al terminar juego, para encontrarlos esperando con Tate. Agarré la mochila que tenía colgando sobre mi hombro y esperé. Con toda honestidad, los esperaba antes, como hace un mes. Tate se acercó lentamente y me incliné para recogerla en un abrazo. Mala idea. Su puño se abrió y me golpeó justo en el brazo haciéndome tambalear hacia atrás.
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—Maldición, Tate. —Hice una mueca de dolor, escuché a Jax riendo en el fondo. Al menos evitaba mi nariz esta vez. —Eres un idiota —reprendió—. ¡Pensamos que estabas en mal estado y estás bien! Jugando futbol y de fiesta. ¿Qué pasa contigo? Todavía haciendo una mueca, froté mi brazo y dejé caer mi mochila. —Nada. Sé que he estado fuera de contacto, pero no deberías haberte preocupado. Solo estás enojada porque extrañaste mi cuerpo caliente, ¿huh? Resopló y rió un poco. Ellos se preocupaban. Lo suficiente para aparecerse en mi escuela y tenderme una emboscada fuera de mi partido de futbol. Aun así de enojados como se veían, me hacía feliz que habían venido. En verdad, sabía que lo harían. Por alguna razón, no podía llegar a mí mismo. Solo no quería oír cómo de divertido lo estaban pasando este verano en casa. Tampoco quería tener la oportunidad de oír algún chisme o noticias sobre el divorcio de mi padre. Extrañaba a mis amigos y sabía que los iba a extrañar más si estaba en contacto. Así es como tenía que ser. Hasta ahora. Jared dio un paso adelante y Tate puso casualmente una mano alrededor de su cintura, enrollando su camiseta gris.
—Malditamente cierto, no debimos de habernos preocupado, imbécil —gruño en voz baja—. Fallon tenía razón. Me tensé, mi cuello calentándose. —¿De qué estás hablando? No había dicho su nombre en voz alta en meses. Había pensado en ella, sin embargo, a pesar de que no quería. —Ella vino con nosotros hoy. —Tate lucía feliz de entregar ese golpe pero entonces apretó sus labios—. Pero partió cuando vio que estabas bien. Espera, ¿qué? —¿Por qué estaba contigo? —Niego, incrédulo. —Porque Tate y Fallon son compañeras de cuarto —intervino Jared, perdiendo la paciencia—. ¿Cuál es el problema? —¿Qué? —espeté—. ¿Ella vive contigo? —Sí. —Tate dejó escapar una risa amarga—. Ustedes dos no se mantienen mucho en contacto, ¿verdad? Asentí sarcásticamente, doblándome para recoger mi mochila.
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—Eso es fantástico. Ella está viviendo con uno de mis mejores amigos y pasando el rato con los otros dos. —Bueno, Fallon ha sido mejor amiga que tú últimamente —dijo Jared entre dientes—. No puedo creer que tuvimos que perseguirte de esta manera. —Sí, mejor conseguimos pasar un buen rato esta noche —intervino Jax, metiendo sus manos en los bolsillos delanteros de su sudadera. Apenas los escuché, la ira vertiendo dentro y fuera de mis pulmones cada vez más rápido por segundo. Miré a Tate. —¿Dónde está Fallon? —pregunté. —Dijo que iba a ir a caminar alrededor hasta que estuviéramos listos para irnos. —Sacó su teléfono y comenzó a enviar mensajes de texto—. Pensamos que nos quedaríamos a pasar la noche aquí. Tengo una carrera mañana en la noche en Shelburne Falls, así que no estaremos el fin de semana entero. Pero… —Levantó la vista—. Pareces feliz como una almeja sin nosotros aquí, así que supongo que nos iremos de regreso esta noche. No. —No se están yendo. He sido un idiota y no puedo explicarlo en este momento, pero… —Asentí—. Quiero que se queden chicos. Tate suspiró, mirando su teléfono. —Ella está en Grotto.
Solté un suspiro enorme, y le arrojé a Jared la llave de la casa de mi padre. —¿Recuerdas dónde está la casa de mi papá, verdad? —Se había quedado allí a lo largo de un fin de semana cuando Tate estuvo en Francia hace dos años—. Vayan ahí —dije, dirigiéndome hacia mi carro—. Iré por Fallon.
El Grotto era un punto destacado en Notre Dame y una reproducción de un santuario Francés donde la Virgen María se le apareció a San Bernardo en el año 1800. Para creyentes y no creyentes era un hermoso lugar en el campus donde la gente iba a rezar, meditar, pensar, o simplemente estar en silencio por un momento. No podía pretender que era un chico que iba a la iglesia, pero hasta yo encendía velas allí antes de los juegos y los exámenes. Por si acaso. Era también el lugar donde mi padre se le propuso a mi madre hace más de veinte años. Y mira como terminó.
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No sabía lo que le iba a decir a Fallon y ni siquiera estaba seguro qué quería de esto. ¿Quería que se fuera? No. ¿Debía desear que se fuera? Sí. Se merecía toda la jodida ley del hielo en el mundo. Que descaro tenía para aparecerse aquí. Chantajear a mi padre: casi tirando a la madre de Jared bajo el autobús. A mí me sacudía arriba, abajo y alrededor a su voluntad. Claro, había rodado como un trompo por algunas semanas después de llegar a South Bend, pero entonces me había dividido entre el futbol y mis amigos. Estaba bien. Y sí, me había ido AWOL10 de mis mejores amigos. Y por supuesto, apenas había reído desde que llegué aquí, pero todavía seguía estando guapo como nadie. Eso funcionaba para mí. Pasé a través de los jardines de corte, limpio, virando por las aceras bajo los árboles casi desnudos. Vi la Grotto metida dentro de la pared de roca. Y Fallon estaba ahí. No estaba sentada y de mal humor como pensé que estaría. O como quería que estuviera.
10
Expresión militar que significa: ausente sin permiso oficial. Por sus siglas en ingles.
No, ella estaba de pie frente al santuario, con las manos en los bolsillos, mirando el mar de velas encendidas vacilantes en el ligero viento. La Virgen María de pie encaramada en su ensenada a la derecha. Negué, sonriendo ante la ironía. La gente venía aquí para rezar. Había unos pocos arrodillados ante la valla que los separaba de la capilla en estos momentos. No podía gritarle aquí. Maldición. Sentado en el banco detrás de ella, lancé mis brazos por la parte de atrás y esperé a que se diera vuelta. Su cabello castaño claro volaba sobre sus hombros y sus pequeñas manos ahuecaron su culo en sus bolsillos de los vaqueros. Cerré mi maldita boca y tragué. —Sabes —comenzó, volteando su cara a un lado—… es inapropiado para ti mirar mi culo fijamente aquí. La pareja que estaba rezando la miro, luego hacia mí y de vuelta a sus manos. Aja, rueguen por nosotros. —Pero es lo único bueno de ti, hermanita.
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La mirada de asombro de la pareja me hizo querer reír mientras se levantaron, la mujer mirándome mientras se iban. Apreté mi mandíbula, sin querer admitir que esta era la primera vez que realmente me reí desde hace un tiempo. La espalda de Fallon se tensó y se dio la vuelta lentamente, marcándome con sus ojos pacientes, pero me impulsé antes de que ella comenzara. —Así que, ¿qué pensabas? —pregunté—. ¿Que estaría dando vueltas en desesperación sin ti? Ella entrecerró los ojos, la vergüenza calentando sus mejillas. —No debería haber venido. Tate me aseguró que estabas aspirando tu dosis diaria de cocaína del trasero de una puta. Ella me intimidó. Ella era la experta. Me reí para mí, pero luego me tensé. Hablaba de Tate como si fueran amigas. Al igual como si tuvieran una relación completa y yo no era consciente de ello. Infiernos. No lo estaba. Dejé caer la pelota y Fallon recogió lo que dejé ir. Fallon me miró y me di cuenta de que no llevaba sus gafas. Usualmente las usaba en público y solo se las quitaba en el dormitorio. Únicamente eran para leer, así que no necesitaba llevarlas todo el tiempo, pero era como una declaración de moda o algo así.
Ahora, se habían ido. Sus ojos estaban sin cobertura y ella era hermosa. Siempre hermosa. Simplemente diferente ahora. —¿Por qué iba a estar fuera del carril? —desafié cuando se aproximó a mí—. Estoy muy feliz. Gran equipo. Clases interesantes, una buena chica para pasar mis noches… Eso era en parte verdad. Me encantaba jugar para el equipo. Mis clases apestaban, sin embargo. Estaba aburrido como el infierno, sin estar seguro de qué estaba haciendo la mitad de mi tiempo y no tenía una novia. No quería una. Amigos con beneficios era el arreglo que teníamos Ashtyn y yo. Era una estudiante de primer año, igual que yo y jugaba tenis para la escuela. —Aja, lo tienes todo bien, Madoc. Me alegro. —Ella asintió—. Realmente, lo hago. —Sí, claro. —Lo creas o no… —Vino a sentarse a mi lado, manteniendo su distancia—. Quiero verte feliz. Me quedé mirando su boca y el destello de plata que vi en su lengua. Ella puso un aro en su lengua.
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Los músculos en el interior de mi pierna se movieron porque quería tocarla. Quería sentir su lengua, quería sentir la bola en su lengua arrastrándose a través de mi piel. Mierda. Aparté la mirada antes de responder. —Bueno, lo estoy. Las cosas son fáciles aquí. Sin mierdas, sin drama. —Bien —respondió preocuparan.
instantáneamente—.
Lamento
que
se
La señal del final de la conversación. El ánimo estaba muerto y yo estaba más enojado que un hijo de puta. Estaba molesto y eufórico al mismo tiempo. Había mierda que no nos estábamos diciendo y peleas que no estábamos teniendo. Ella pensó que podía cortar esto de raíz con una pequeña reverencia y marcharse, pero yo no. ¿Quién demonios era Fallon, de todas maneras? Quería que viniera a mí. Una y otra vez hasta que se deshiciera. La quería llorando y gritando. Quería rebajar este pequeño acto hasta que estuviera roja y llorando miserablemente. La quería rota. Y entonces la quería temblando y agarrándome porque me necesitaba. Me puse de pie y estiré mis brazos hacia afuera detrás de mí.
—Así que le ofrecí a todos la casa de mi padre por esta noche. Hay algunos bares para arrasar con el equipo y quiero pasar algo de tiempo con Jared, Tate, y Jax… —Bien, que se diviertan —me cortó. Mi estómago se hizo un nudo. —¿No te quedas? —No, nosotros trajimos dos autos. Tomaré el de Tate para regresar esta noche. Estaba esperando a ver qué estaban haciendo cada uno antes de irme. Me froté la mandíbula, tratando de encontrar la manera de mantenerla aquí sin que pareciera que quería que se quedara. —Tan terca —murmuré. Sus ojos se dispararon a los míos. —¿Qué quieres decir? Uhmm, ¿qué quiero decir? Saqué mis llaves del bolsillo y hablé sin mirarla. —Adiós, Fallon. —Mi tono fue cortante.
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Al pasar cerca de ella, tomé mi celular de mi otro bolsillo y marqué a Jax. —¿Qué? —respondió. —Tira del enchufe del acelerador del coche de Tate —ordené. —¿Por qué? —Porque si no lo haces, voy a decirle a cada uno donde desapareciste por dos largas noches. —Mi amenaza no era vacía. Probablemente debí habérselo dicho a Jared cuando lo descubrí la primavera pasada. —Sabía que no tenía que haberte dicho —se quejó. Me burlé. Aunque él no podía verme, podía oírme. —No lo hiciste. Me lo mostraste. Y ahora tengo que lidiar con esas pesadillas. Pienso que necesito hablar con alguien sobre eso —sugerí—. Creo que tengo que hablar con mucha gente. —¡Muy bien! —dijo entre dientes—. ¡Maldita sea! No es como que Tate no fuera a encontrar la manera de solucionarlo en dos segundos de todas formas. —Bueno, solo asegúrate de que no vea bajo el capó entonces.
Diecinueve
E
n St. Joe, leí Infierno de Dante. Declaraba que el séptimo círculo del infierno estaba reservado para los violentos. El anillo interior del círculo albergaba a los violentos contra Dios, el anillo del medio albergaba a los suicidas, y el exterior era para los violentos contra la gente y los bienes. Ese era mi anillo. Porque no solo quería tener una pequeña rabieta con un bate de béisbol y esta estúpida máquina de karaoke, sino que también iba a joder a alguien. Después de descubrir que el coche de Tate estaba fuera de servicio hasta que pudiéramos llegar a un taller abierto de reparación de autos mañana, me había resignado a tener que quedarme en South Bend por la noche.
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Y para empeorar las cosas, Tate y Jax parecían estar en una misión para asegurarse de que los seguía a todos al bar. Madoc no me quería tener cerca. Había bromeado diciendo que encajaba mejor en una de las fiestas del colegio comunitario. Así que… le saqué el dedo, subí a mi habitación, corté en tiras la mierda de la parte posterior de mi camiseta DC de patinaje y me apliqué un infierno más de maquillaje de lo que hubiera querido. Al diablo con él. No creía que encajaría. Nene, yo siempre encajo. Mis vaqueros eran apretados, mi camiseta mostraba mi espalda con veinte o más cortes cruzando por ella, y mi cabello y maquillaje transmitían que me vía condenadamente bien para pasar un buen rato. Tate lo creía, también. Me hizo hacer la misma cosa a su camiseta, y luego Jared la arrastró arriba para cambiarse. No regresaron durante media hora, y Tate todavía estaba usando la misma camiseta. —Oye, ¿vas a la escuela aquí? —gritó un chico en mi oreja mientras esperaba en el bar. Me encogí y eché una mirada hacia él, observándolo dos veces. Su cabello color café expreso era un poco más largo alrededor de las orejas y caía en su frente, y sus ojos azules aparecían debajo de sus cejas oscuras. Él era lindo. Realmente lindo.
Estaba vestido muy casual, vaqueros oscuros lavados y alguna clase de camiseta de cerveza, pero no había dureza en sus ojos. Y definitivamente estaba mejor vestido que Madoc, quien parecía un anuncio de Abercrombie. Este chico no estaba tan desarrollado, era delgado, pero atlético, pero tenía una amplia sonrisa llamativa. —No —grité de regreso sobre la música—. Voy a Northwestern. ¿Y tú? —Sí, soy estudiante de último año aquí. ¿Qué te trae a Notre Dame? —Invitada —respondí, pasándole al cantinero algunos billetes y tomando mi Coca Cola—. ¿Tú? —Bud —ordenó al cantinero y después me miró—. Ingeniería Ambiental. Lindo, ingeniero, y ordena cerveza sencilla. Definitivamente mi tipo. No es que yo bebiera Budweiser o cualquier alcohol demasiado. Podría tenerlo si lo quisiera. No estaban verificando la identificación en el bar, desde que fueron revisadas en la puerta y Madoc había trabajado su magia para meternos, pero todavía elegí permanecer sobria.
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—Muy bien. —Choqué el puño con él y sonreí—. Bueno, voy a regresar con mis amigos. Que tengas una buena noche. Asintió, pareciendo que quería decir algo, pero se quedó en el bar para esperar su bebida. Dirigiéndome a través del denso grupo de personas esperando el turno para sus pedidos, regresé a las dos mesas que habíamos puesto juntas cerca de la pared de vidrio y me senté de nuevo. De inmediato me di cuenta de un cuerpo extra en nuestra mesa. Una chica estaba sentada junto a Madoc, y mis ojos se entrecerraron en su mano sobre la pierna de ella. Su largo cabello oscuro colgaba en rizos grandes sobre sus pechos, y tenía bronceados, torneados brazos que se veían estupendos en una camiseta suelta sin mangas verde que mostraba el sostén de encaje negro por debajo. Estaba vestida definitivamente de una forma zorra sexy, aun así era completamente caro y elegante. Mientras que yo probablemente solo parecía zorra. Estaba bebiendo un Amstel Light. Por supuesto. Madoc me miró por una fracción de segundo pero luego volvió su atención a Jared, quien se sentaba a mi lado. —¿Así que te está gustando ROTC11? —preguntó.
ROTC: Reserve Officer‟s Training Corps es un programa de la Fuerza Aérea estadounidense basado en el entrenamiento de oficiales. 11
—Está bien. —Jared habló fuerte—. Tengo que ir a dos campus separados para todas mis clases, pero me mantiene alejado de problemas. Tate, inclinándose hacia él a su otro lado, palmeó su pierna. —Síp. Dilo, bebé. Tate, tu papá tenía razón. Jared la pinchó con su dedo en las costillas, y ella empezó a reírse con nerviosismo, empujándolo. —Detente. —¿Sabes que van a estar separados? Como un montón. —El tono de Madoc estaba lejos de ser amigable, y su expresión era severa—. Y su culo sexy va a estar lejos de ti en la selva o en un barco durante seis meses al año. ¿Estás bien con eso? —le dijo a Tate. ¿Qué diablos? ¿Por qué le estaba aguando la fiesta? Nunca había sido fan de Jared, pero él se había ganado condenadamente de sobra mi confianza en el último par de meses. Él y Tate lo estaban haciendo muy bien. Tate se puso seria, estabilizando su sonrisa.
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—Por supuesto. —Asintió—. Lo extrañaré, pero confío en él. —Y entonces le sonrió con suficiencia a Jared—. Tú no vas a tocar a ninguno de estos tipos, ¿verdad? —No, a menos que se ponga realmente caliente —bromeó Jax. —Te conseguiré un vibrador, Tate —ofreció Madoc—. O podría solo pasarme. Tú sabes, para checarte cuando él esté muy lejos. Una espina de celos se cavó en mi corazón, pero luego vi a Jared sacarle el dedo por el rabillo de mi ojo. Supongo que era una práctica bastante regular para Madoc bromear así. —Sí, gracias —masculló Tate—. Tomaré el vibrador, creo. Puse mi trago en la mesa y miré por un lado detrás de mí al último idiota entreteniendo a la multitud con su disco malo de karaoke. Oh, espera. Todo el disco era malo. ¿Por qué todos los que cantaban iban por música disco o country? Debería subir ahí y… nop. Olvídalo. Aparté ese pensamiento idiota y me volví hacia la mesa de nuevo. Y encontré a Madoc mirándome fijamente. Todavía tenía su mano en la pierna de la chica, pero dejó de masajearla. No podría decir si estaba ebrio o no. Usualmente no mostraba esas expresiones serias, pero no había estado en el bar más de una vez. La chica a su derecha había estado conversando con Jax, pero ni siquiera estaba segura de si Madoc la había presentado. No había obtenido un nombre, pero ésa debía haber sido la chica de la que él estuvo hablando sobre pasar sus noches.
En cuestión de segundos, sin embargo, ella se volvió hacia Madoc y susurró algo en su oreja. Me encorvé un poquito más abajo en mi asiento, evitando sus ojos. —Oye, Madoc. ¿Cómo va? —Una silla apareció a mi otro lado, y levanté la vista para ver al chico del bar sentándose junto a mí. Me dio una media sonrisa, manteniendo contacto visual por un poco más de tiempo en mí. La voz de Madoc era baja y profunda. —Aidan —saludó. Solo que no sonaba como un saludo. Más como a una amenaza. —Dime todo lo que puedas sobre esta chica linda. —Aidan le habló a Madoc, pero hizo señas hacia mí. ¿En serio? Puse mis ojos en blanco y me enderecé. —Madoc no me conoce. No en realidad. —Le ofrecí mi mano a Aidan. —Aidan, Fallon. Fallon, Aidan —nos presentó Madoc, ignorando mi insulto.
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Sacudió mi mano, y sonreí de regreso, todavía no interesada pero sin querer que Madoc viera eso, tampoco. —Es un gusto conocerte oficialmente —dijo Aidan, sus ojos azules penetrantes. —A su madre le gustan los chicos jóvenes. —Madoc se metió en la conversación de nuevo—. Y su padre mata a gente para ganarse la vida. Cerré mis ojos y exhalé un aliento caliente a través de mi nariz. Qué cretino. Torcí mis labios ante la información exagerada de Madoc. Está bien, no realmente exagerada. A mi madre le gustaban los chicos jóvenes, pero mi padre no se había planteado matar a nadie. Si te cruzabas con él, sabías qué esperar. Pero aun así… A Aidan se le escapó una risa. —Excelente. Obviamente pensó que Madoc estaba bromeando. —Fallon también es bastante fácil —dijo Madoc con voz ronca. Lo fulminé con la mirada, el fuego ardiendo en mis ojos, mientras Aidan se aclaró la garganta. ¡Voy a matarlo!
—Fácil en los ojos, eso es —especificó. Me levanté, agarrando uno de los vasos de chupito sin vaciar de la mesa. —Oh, Madoc. No le has dicho la mejor parte. Puedo cantar. Y bajé el chupito, sin darme cuenta que era tequila hasta que golpeó mi garganta. Golpeando el vaso en la mesa, me di la vuelta y me sumergí en la multitud bailando, esperando hasta que estuve fuera de vista antes de toser por el ardor de la nociva mierda que acababa de beber. —¿Quieres cantar? —preguntó el fornido tipo rockero que hacía funcionar el karaoke mientras daba un paso adelante al lado del escenario. —Sí. ¿Tienes la canción La La de Ashley Simpson? —Tragué el sabor del licor una y otra vez de nuevo, pero no podía deshacerme de él en mi lengua. Aunque era una buena cosa que ya lo sentía corriendo a través de mis miembros y dándome un delicioso escalofrío por todo mi cuerpo. —Seguro. —El chico asintió sin verme mientras operaba la máquina—. Acércate.
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Haciendo lo que me dijo, levanté mi barbilla, tomé el micrófono con una mano, y metí la otra en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Silbidos irrumpieron alrededor de la habitación, y me giré hacia la mesa donde mis amigos y enemigo estaban sentados, viendo a Jared y Tate voltearse en sus asientos, sonriendo. Jax me vio, también, a pesar de que tenía a una mesera tratando desesperadamente de tener su atención inclinándose a su lado para hablar con él. Podía ver su escote desde aquí. Aidan se había quedado en la mesa pero se levantó para ver mejor, y Madoc… bueno, Madoc era el picante en la sangre de mis venas. Su jodida boca estaba pegada a la chica junto a él, sus ojos cerrados, y yo también podría no haber existido. Apreté mis dientes y tensé los músculos de mis piernas, permaneciendo cabreada. Vi a Tate mirar entre Madoc y yo y luego se levantó cuando empezó la música. —¡Aquí tienes! —gritó el tipo rockero. Reboté el talón de mi pie derecho, encontrando el ritmo con el tono pop acelerado. Cerrando mis ojos, sonreí, disfrutando con la emoción de perderme. Doblando mis rodillas, contoneé mi cuerpo hacia abajo y arriba, inclinando la cabeza al ritmo de la música. —You can dress me up in diamonds12 —canté, incapaz de contener el delicioso fuego corriendo a través de mi cuerpo. Dejando 12
Puedes vestirme de diamantes.
que la letra se vertiera de mí, ni siquiera tenía que mirar a los monitores. Muchas veces mientras crecía había cantado las palabras de esta canción. Mi voz baja y barbilla hacia abajo mientras cantaba las palabras, ganándome a la multitud, miré y sonreí en sorpresa, viendo a Tate brincar en el escenario con otro micrófono. Bombeó su puño en el aire mientras ambas gritamos: —Ya make me wanna la la!13 Toda la multitud de chicos y chicas se volvieron salvajes, brincando arriba y abajo y cantando con nosotras mientras reía y cantaba al mismo tiempo. Perdí completamente la vista de nuestra mesa una vez que la multitud se puso en marcha, lo cual era probablemente una cosa buena. Ya no estaba tan enojada, y estaba agradecida de que Tate subió allí conmigo. Se sentía bien tener a alguien de mi lado. Y a pesar de que no podía ver a Madoc, esperaba que estuviera viendo. Si sus ojos estaban en mí, entonces sus labios no estaban en ella. “Veo todo lo que quiero durante tanto tiempo como pueda tenerlo”.
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Parecía tan diferente ahora comparado con el hombre que me había dicho esas palabras en junio. Su frío comportamiento era distante y silencioso, y no estaba segura de si vine aquí para demostrar algo o prolongarlo. —La la la, la la la. —Tate y yo seguimos cantando, terminando la canción. Incliné mi cabeza y luego la lancé hacia atrás, balanceando todo mi cabello fuera de mi rostro. Tate enganchó un brazo alrededor de mi cuello y susurró: —Él no te quitaba los ojos de encima en todo el tiempo. Mi corazón empezó a martillear con más fuerza, y no estaba segura si era eso o los vítores de la multitud que estaban vibrando a través de mis brazos y piernas. Sabía que estaba hablando de Madoc, pero me hice la tonta de todas formas. —¿Aidan? —pregunté. Ella sonrió con suficiencia a sabiendas. —No, idiota. Sabes de quien estoy hablando. Me negué a mirar hacia la mesa, así que me dirigí afuera del escenario y pasé mis dedos por mi frente húmeda. 13
Me haces querer la la…
Aidan surgió de la multitud en la pista de baile y puso una mano en mi cadera. Me puse rígida mientras se inclinaba para hablar en mi oreja. —¡Eso fue genial! Eres una buena cantante. Le ofrecí una pequeña sonrisa y levanté la mirada cuando los altavoces circundantes empezaron a tocar música regular. El DJ anunció un descanso, y las parejas envolvieron sus brazos alrededor del otro y empezaron a bailar música lenta. —¿Te gustaría bailar? —gritó Aidan en mi oreja. Miré a mí alrededor por Tate, que parecía haber desaparecido, y no podía ver nada a través de la multitud. Decidí que era una buena idea irme, sin embargo. No es que haya algo malo con Aidan, sino que había terminado por la noche. —Claro —grité de regreso—. Una antes de marcharme. Agarró mi mano y me condujo en medio del grupo de personas, dando la vuelta para envolver sus manos alrededor de mi cintura. Me atrajo, y retuve sus hombros mientras nos balanceamos con 21 Guns de Green Day. —¿Cómo conoces a Madoc? —pregunté.
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—Estamos juntos en el equipo. —Su pulgar estaba acariciando mi espalda—. Aunque, él está en la primera línea. Probablemente será capitán el próximo año —dijo, sin verse particularmente satisfecho. ¿Capitán en el segundo año de la Universidad? —¿Es así de bueno? —pregunté. Nunca había visto jugar futbol a Madoc. —No, es solo que tiene conexiones —contestó—. Madoc no tiene que ganarse un montón por su cuenta. Mis ojos firmes cayeron, y estaba un poquito cabreada. Podía decir que Madoc era un titulado pequeño príncipe con un duro camino en la vida recién preparada para él, pero por alguna razón, sentí que tenía que defenderlo. Había estado allí cuando él renunció al piano y empezó a estudiar coches en su lugar. Trabajó duro, leyó mucho, y se entretuvo horas para aprender a encontrar su camino en el taller. Madoc ponía mucho empeño cuando se preocupaba y apartaba las cosas cuando no lo hacía. Su nombre podía haberlo puesto en el equipo, pero no iba a jugar si no quería. Y no jugaría si no supiera que era una ventaja. Los dedos de Aidan se deslizaron adentro y afuera de los rasgones de mi camiseta, acariciando mi piel mientras se presionaba más cerca. —Probablemente debería irme… —empecé a decirle adiós pero de repente sentí como si estuviera de espaldas contra una pared.
Aidan miró directamente detrás de mí. —Vete, Aidan. —Parpadeé, escuchando la voz de Madoc viniendo de un lado. Girando alrededor, levanté la vista hacia él y me di cuenta de que sus ojos azules estaban disparando balas a Aidan. Oh, no. Este era un momento cero a sesenta con Madoc, pero nos habíamos saltado la parte del cero. Aidan quitó sus manos de mi cintura. —Oye, hombre… Pero Madoc se movió lentamente en nuestro espacio. —Tócala de nuevo, y te voy a cortar la mano. —Lo dijo con tanta naturalidad. Mi respiración se volvió superficial, pero mi temperamento se levantó. No, no, no… Aidan puso los ojos en blanco y retrocedió, probablemente suponiendo que no valdría la pena la lucha. Madoc se veía listo para extraer sangre.
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Mostré mis dientes, sacudiendo mi maldita cabeza que se sentía como si mi cerebro se estuviera expandiendo y presionando contra mi cráneo. Estaba a punto de explotar. —Madoc. —Apreté mis dientes. —Solo cállate —ordenó, sin aliento—. Solo cállate, y baila conmigo. ¿Eh? ¿Bailar con él? ¿Sin arrastrarme de aquí, gritándome por una u otra razón? ¿Sin ladrar en mi cara y ordenándome que vaya a casa? Me quedé de pie allí tratando de averiguar qué diablos estaba pasando y apenas me di cuenta de que me estaba empujando. Las fuertes manos de Madoc agarraron mi cintura, sosteniéndome fuerte pero por lo demás apenas estaba tocándome. Su pecho estaba justo enfrente de mis ojos, y levanté lentamente la vista hacia él. Maldita sea. Cuando bajó su mirada hacia mí, todo estaba quieto excepto nuestros pies que se movían con la música. Era como si estuviera buscando mis ojos por algo. Todo sobre él, la sombra de sus ojos, los músculos que sentí debajo de su camiseta, la forma de que ya sabía cómo su cuerpo se movía cuando amaba, todo sobre él me atrajo. Contuve el aliento, deseando que dejara de tocarme y deseando poder alejarlo. En un minuto más lo haría. En un minuto más estaría
satisfecha con el calor que no había sentido en meses o los latidos del corazón que podría percibir de nuevo. En un minuto más lo dejaría ir. Cerré mis ojos. Solo. Un. Minuto. Más. Enterré mis dedos en sus hombros cuando sus manos posesivas se enroscaron en la parte posterior abierta de mi camiseta y reclamaron mi piel. No como las caricias ligeras de Aidan. Madoc extendió toda su mano, tocándome con todo lo que tenía. Dejé caer mi frente en su pecho, inhalando su colonia. Mariposas pululaban en mi estómago, y sonreí cuando el aleteo descendió más abajo. Se sentía tan bien. Mirándolo, traté de no se notara el temblor en mi voz. —Tienes a alguien aquí contigo, Madoc —dije en voz baja—. ¿Por qué estas bailando conmigo? Levantó una mano, sosteniendo el lado de mi cara firmemente y amasando sus dedos en mi nuca.
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—Haces demasiadas jodidas preguntas —escupió, con un tono enojado en su voz. Y tirando mi cuerpo con el suyo, cerró de golpe su boca sobre la mía. ¿Madoc? No dije su nombre en voz alta. Creo que pude haber gemido, pero por otro lado, me quedé instantáneamente inmóvil. Y entonces era suya. Un escalofrió me atravesó, y sentí inmediatamente la humedad entre mis piernas. Su calor en mis labios me hizo hambrienta. Contuvo el aliento y susurró: —Porque me gusta la forma en que sabes, ¿está bien? Su boca tomó la mía una vez más, cubriéndola con calor y dominio como si supiera exactamente cómo trabajaba mi cuerpo y lo que necesitaba. Diablos, sí. Me empujé hacia él, devolviéndole el beso mientras su mano se envolvía alrededor de mi cintura y me levantaba hacia su boca. Duro. Enrosqué mis dedos a través de su nuca y moví mi lengua en su boca, masajeándolo y saboreándolo. Solo éramos nosotros. Solo esto. Sus labios se movieron a través de los míos, iban profundo, su lengua trabajando en la mía, golpeando afuera una y otra vez para
frotar mi aro. Me devoró. Tiró de mi labio inferior entre sus dientes, y un gemido escapó de mí mientras apretaba mis ojos contra el dolor dulce. No es que doliera en absoluto. Solo besarlo, tocarlo, inhalarlo era demasiado. Era como una sobrecarga en mi cuerpo, y el placer me daba ganas de gritar. Sus dedos se enterraron en mi espalda, y pude sentir su erección a través de sus vaqueros. Dios, ¿qué estamos haciendo? Estábamos en una pista de baile atestada de gente. ¡Tenía a una chica con él! Jared, Tate y Jax probablemente estaban tratando de no ver o ya se habían marchado. Abriendo mis ojos por un segundo, me di cuenta de que nadie nos estaba viendo. Las parejas alrededor de nosotros estaban enfocadas en ellas mismas. —Madoc —hablé apenas, mi voz casi un grito. Él apartó su rostro, ahuecando mis mejillas y manteniéndonos frente a frente. Ambos estábamos jadeando. —Quiero estar dentro de ti —gimió, y regresé a nuestra noche en la pista de patinaje en la lluvia—. Pero… —Se enderezó y dejó caer sus manos—. No lo voy a hacer.
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Su voz era plana, vacía de cualquier calor que estuvo allí hace solo un minuto. Y se alejó.
Veinte
C
asi abandoné mi plan en el minuto en que la tuve en mis brazos, al segundo que toqué sus labios, en el instante en que gimió mi nombre.
Pero no había manera en el infierno en que iba a verla irse de nuevo. No, no esta vez. Yo sería el que se iría. Y la esquina de mi boca se levantó, hice mi camino a través de la multitud. Estaba tan rígida como un cubo de hielo cuando la quité de los brazos de Aidan, y se derritió en mis brazos. Ahora era un charco por todo el piso de la pista de baile. Soy el hombre.
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¿A quién le importa si se ve como si estuviera teniendo sexo en el escenario? ¿O que hubiera estado un poco celoso cuando Aidan comenzó a bailar con ella? ¿O listo para matarlo cuando vi su mano dentro de la parte de atrás de su camisa? Que se joda él, y que se joda ella. —¡Vete a la mierda! —me gritó Asthyn cuando regresé a la mesa. Vi como llevaba su mano hacia atrás, y me agaché fuera de su camino justo antes de que se estrellara en mi mejilla. —¿En serio? —Levanté mis manos, riendo—. Cálmate, solo era una broma. Supuse que había visto el beso. —¡Eres un imbécil! —gritó y se precipitó fuera del bar. La gente a nuestro alrededor se rió, incluyendo a Jax, mientras Jared sacudió la cabeza y Tate frunció el ceño. —Oh, por favor —rogué sarcásticamente—-. Me extrañaron y lo saben. Tate rodó los ojos y se puso de pie, enderezando su camisa. —Creo que lo hice. —Mirando a su alrededor, suspiró—. Chicos pórtense bien. Voy a ir sacar a Fallon del baño. No sé cómo Tate vio la cabeza de ella desde la parte de atrás del bar a través de los grupos de personas, pero estaba en marcha sin perder el tiempo, abriéndose paso entre los bailarines, en busca de su amiga. Tomando asiento, me bebí el resto de mi cerveza, tambaleándome hacia adelante cuando Jax me da una palmada en la espalda.
—¿No vas a ir detrás de alguna de ellas? —preguntó, llevando sus manos detrás de la cabeza y apoyándose en las patas traseras de la silla. —¿Tate y Fallon? —Miré por encima de él—. Creo que se pueden cuidar entre ellas. —No, me refería a Fallon o Ashtyn. ¿No es Ashtyn tu novia? Novia. La palabra me daba ganas de enterrar mi cabeza en el lodo y no tomar aire hasta que muriera. —No. —Miré de nuevo hacia la pista de baile—. ¿Desde cuándo tengo novia? Entrecerré mis ojos a Jared a través de la mesa, y él no habló. Sin embargo, dijo lo suficiente con los ojos. Él sabía que algo estaba pasando, y sabía que yo estaba perdiendo el camino. Pero como un buen amigo, no sentía la necesidad de decir lo obvio. El hecho de saber que estaba ahí y que lo entendía, ayudó. Divisé la camisa roja de Tate que sobresalía de la multitud, y me senté con la espalda recta cuando me di cuenta de que estaba sola.
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—Bueno… —suspiró—, creo que podemos irnos. Ya he terminado por hoy. Le sonrió a Jared, un vistazo entre ellos dos dejó a entender que no habían acabado la noche. Pero estaba confundido. —¿Dónde está Fallon? —pregunté. Tate cogió su bolso, evitando mirarme a los ojos. —¿Ah, Fallon? Si, está… creo… que se fue para otro bar con ese chico que estaba aquí sentado antes. ¿Cuál era su nombre? ¿Aidan? Ira irradió dolorosamente.
de
mis
poros,
y
mis
cejas
juntas
pellizcando
—¿Qué? —¿Que carajos? Tate finalmente miró en mi dirección y puso sus labios en una fina línea, viéndose como si eso no fuera la gran cosa. —Sí. —Se encogió de hombros—. Fui a agarrarla en el baño, y ella estaba charlando con él en el pasillo. Salieron por la puerta de atrás. Me levanté de mi asiento, mirando a Tate. ¿Fallon se fue con él? Infiernos, no Sin ni siquiera despedirme, me dirigí fuera del bar y a través de la puerta. Al estar en la acera, me detuve y giré mi cabeza a la izquierda y a la derecha. ¿Dónde mierda estaba?
El oxígeno golpeaba dentro y fuera de mis pulmones con pesadas respiraciones. A la izquierda solo había oscuridad. A la derecha estaba la zona de bares universitarios donde él podría llevarla. Fui por la izquierda, primero. Aidan no era un enfermo. Así que no tenía ninguna razón para sospechar que la llevo a algún lugar solitario y tratar de hacer lo que sea, pero se sentía como la mejor opción para asegurarse antes de ir a buscar en los más populares y seguros bares. Golpeando en el pavimento, la ciudad cada vez más tranquila mientras más caminaba. Hijo de perra. Iba a encontrarla, golpearlo a él, y luego arreglar el auto de Tate, así Fallon podría jodidamente irse de la ciudad. Esta noche. ¿Lo arruiné con ella en la pista de baile, al besarla más allá de mi control, y luego pensar que desaparecería y se quedaría quieta? ¿Por qué simplemente no la dejé irse esta tarde como ella quería?
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En los casi tres meses desde que la había visto por última vez, lo había estado haciendo bien. Obvio que no era feliz, pero al igual que antes, superé la separación y seguí adelante con mi vida. Incluso con lo aburrida que era. Ahora, me tenía persiguiéndola. Era Madoc Caruthers. No me enojaba, no perseguía mujeres que no querían ser perseguidas. Pero no podía dejar que se fuera con él. Eso no iba a suceder. El fuerte resplandor de las farolas iluminaba toda la zona, y hasta ahora no había visto a nadie parecida a Fallon. Algunas parejas allí y aquí. Algunos estudiantes dando tumbos juntos. Deteniéndome en una esquina miré a la izquierda de nuevo y dejé escapar un suspiro, finalmente la localicé. Sus piernas se movían con rapidez, y desapareció debajo de las sombras de los árboles, protegiéndola de la luz de la luna. Esa maldita camisa rasgada. Excavando con mis talones, caminé hacia adelante quemando con la ira en mis piernas. Para correr hacia ella, echarla sobre mi hombro y llevarla a su casa. Mi voz fue grave y amarga cuando grité: —¿A dónde vas? Ella se dio la vuelta, deteniéndose y frunciéndome el ceño. —¿Me has seguido? —me acusó. Ignoré su pregunta. —¿A dónde vas? —le pregunté de nuevo.
Sus labios se torcieron hacia arriba, suficiente para saber que había acabado conmigo por el resto de la noche y no estaba cooperando. Pero entonces… su sonrisa se volvió siniestra y me miró de arriba a abajo. —Para alguien que me odia —comenzó, mirándome con fuego en sus ojos—, estas terriblemente preocupado por mis idas y vueltas. —Pasó una delicada mano por su cuello, sobre su seno, continuó bajando hasta descansarla en el interior de su muslo que estaba girado. Santa mierda. Mis ojos tenían mente propia. Ellos simplemente siguieron. Me sonrío como si acabara de ganar, y parpadeé, tratando de arrastrar mi mirada de donde descansaba su mano. Se dio la vuelta, camino incluso más rápido mientras seguía por la acera hacia donde sea que se dirigía. Fue entonces cuando noté que estaba sola. —¿Dónde está Aidan? —grité, pero me ignoró, adentrándose en el oscuro parque.
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Corriendo tras de ella esta vez, me desabotoné mi camisa azul clara y la tiré atreves de su brazo. —Por el amor de Cristo, Fallon, hace frio y está oscuro. Toma la camisa. —La sacudí hacia ella, pero la tomé de vuelta cuando continuó ignorándome. Puse la lengua entre mis dientes para no rechinarlos. —No puedes caminar a través de un parque sola —ladré—. ¿Dónde está Aidan? —¿Por iba a saber dónde está Aidan? —Porque… —me callé, parpadeando largo y duro. Maldita Tate. Dándome cuenta de que había sido manipulado, y aún más grave Tate había permitido que Fallon caminara por la ciudad sola en la oscuridad, exhalé profundamente por la nariz. Por supuesto, Tate probablemente asumió que correría tras Fallon, de todos modos. —Bueno, parece que me equivoqué. Tuve la impresión de que saliste del bar con un completo extraño. —Sí, eso suena como algo que haría, ¿no es así? —El resentimiento en su respuesta era fuerte. —Sí, bueno, te veías muy a gusto con él en la pista de baile. — Luché para mantener el ritmo y todavía parecer genial. Ella casi corría.
—Sí, ¿cómo tú con la morena? —dijo sobre su hombro—. ¿Me estoy quejando, Madoc? No, porque no me importa. Perra. —Oye. —Sacudí el aguijón de sus palabras dándole una sonrisa casual—. Lo superé. No fue difícil. Al igual que tú lo hiciste en Chicago, estoy seguro. —Me metí en su camino y la interrumpí, mirándola fijamente mientras apretaba todos los músculos de su rostro—. Con lo fácil que abriste las piernas para mí —continué—, estoy seguro de que estás teniendo un gran tiempo en la universidad. Sus ojos se ensancharon, y estrelló sus manos en mi pecho, apenas me tambaleé. —¡Ugh! —gruñó. Sus ojos verdes como joyas disparándose hacia mí con furia, y su cabello revoloteando alrededor de su rostro en una tormenta salvaje. —Vamos —la reté, rompiendo a reír—. Sabes que me gusta cuando peleas conmigo. Te pone caliente, y consigo un polvo.
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Sus dedos se cerraron en un puño, y vi su mano probablemente antes de que ella supiera lo que estaba haciendo. Su puño aterrizó al otro lado de mi mandíbula, golpeando la esquina de mi boca, y ni siquiera traté de detenerlo. Me encantaba pelear con Fallon. Siempre me había gustado. El fuerte dolor en mi rostro se extendió por mi barbilla, y apreté mis labios, chupando y tragando la sangre del corte en el interior de mi boca. Sin embargo, sus puños no se detuvieron. Aterrizando dos fuertes golpes justo en mi pecho, la agarré por las muñecas, tratando de aquietarla. —¡Te odio! —gritó, pero las mariposas revolotearon en mi estómago por la diversión que no pude contener. Me eché a reír, y se volvió loca. Sus brazos se agitaban, y trató de empujarme y darme patadas, hasta que finalmente dejé que su cuerpo se estrellara contra el mío, haciéndonos caer a la tierra. Cayó encima de mí, pero rápidamente nos di vuelta, quedando encima de ella a horcajadas. No gritó, gracias a Dios, solo se retorció y me disparó balas con sus ojos. Dios me ayude si un oficial de policía tropieza con nosotros estando de esta manera. Esta “broma” era algo que la mayoría de la gente no entendería. No iba a hacerle daño, solo quería tener su atención. Fijando sus brazos al lado de su cabeza, me incliné, susurrando en su oído. —¿Qué he dicho de malo? —bromeé, sintiendo el rápido ascenso y caída de sus senos contra mi pecho—. ¿No te estás divirtiendo en la
universidad, o te enojaste porque lo dije? No te avergüences por ello, Fallon. Es genético. Eres la hija de tu madre, después de todo. —¡Ugh! —Se irguió, tratando de derribarme, pero la volví a presionar contra la tierra. —¡Vamos! —desafié, al ver las lágrimas que quería en sus ojos—. Vamos. ¡Admítelo! Su rostro, caliente con feroz desafío, parecía a punto de explotar. Y entonces ella gritó: —¡Nunca he estado con nadie más que tú, imbécil! Y me detuve. Todo se detuvo. El aire me dejó. Mi rostro se ensombreció. No me importaba que mi corazón latiera como si un bate de béisbol golpeara mi pecho. ¿Qué diablos acaba de decir? Entrecerré mis ojos, estudiándola. Ella aspiró entre sus dientes, mirándome como si quisiera destrozarme. —Nadie más —gruñó—. Ahora bájate antes de que grite. No lo podía creer.
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—En los dos años que estuvimos separados, ¿no hubo nadie más? —cuestioné, todavía cerniéndome sobre ella. —Va a haber. —Su susurro era más amenazante que sus gritos—. Te voy a convertir en un recuerdo lejano. Entrecerré mis ojos ante su desafío, y si lo entendí o no, mi polla comenzó a hincharse. Tal vez era la posición en la que estábamos, el calor de la batalla, o la necesidad de domarla, pero quería tocarla duro. Vi el destello del anillo de plata en su lengua a través de sus dientes, e instintivamente pasé mi lengua por la parte de atrás de mis dientes de abajo, recordando la sensación de eso en mi boca en la pista de baile. Su respiración se estaba calmando, y se humedeció los labios, sin vacilar bajo mi mirada. Mantuve mi voz baja y suave, tratando de llegar a ella. —Actúas como si no tuvieras corazón, como si te hubieras tragado tu conciencia junto con todo el dolor que has causado. Pero veo a través de ti, Fallon. La verdad es, que me quieres como a nadie. —Cerró la boca y tragó—. Siempre me has querido. ¿Sabes por qué? Porque no trato de matar a tus demonios. Corro con ellos. Su respiración se volvió a acelerar, y sus ojos se empañaron. —Y nunca dejé de quererte —añadí, antes de estrellar mi boca contra la de ella.
Más, más, más. Todo mi cuerpo estaba en llamas. ¿Cómo me hacía esto siempre? Enderecé mis piernas, aplastando mi cuerpo contra el de ella, y moví mis manos de sus muñecas al suelo. Estaba a punto de hacer putas volteretas cuando en vez de golpearme, tomó mi cara entre sus manos para profundizar el beso. Su caliente y habilidosa boca conectó con la mía, y mantuve mis labios abiertos sobre los suyos para jugar con su lengua. Cada vez que el anillo de su lengua rozaba alguna parte de mi boca, mi polla se sacudía con el flujo de sangre. —Maldita sea, Fallon. Tu jodida lengua. —-Solté un gemido ahogado antes de sumergirme por más. La bola en su lengua se convirtió en el punto donde probablemente estaría bien pasar toda la maldita noche besándola. Pero… oír que solo había estado conmigo me hacía sentir un montón de cosas diferentes que no podía analizar en este momento. Todo lo que sabía es que desde ahora quería ser su primero en todo. No estaba preocupado porque me compara con otros chicos. Solo estaba preocupado de estar a la altura de sus fantasías.
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Lo cual, extrañamente, era un orden más alto. Quería darle todo. Moviéndome hasta tumbarme a un lado de ella, no rompí el beso mientras recorría mi mano por su cuerpo y la deslicé dentro de sus jeans. —Jesús. —Me eché hacia atrás, abriendo los ojos y mirándola. No llevaba ropa interior. Solo sus jeans. Mi mano se fue más abajo, buscando lo que quería entre sus piernas, y una sonrisa tiró de mis labios. Mis dedos encontraron su centro, y ya podía sentir lo húmeda que estaba su entrada. Ella arqueó su cabeza hacia atrás y jadeó. —¿Sabes lo mucho que me enciendes? —Mi pregunta sonó más como una acusación—. Tan mojada y perfecta. Mía. Deslicé dos dedos dentro de ella, casi pierdo el maldito control. El calor. La humedad alrededor de mis dedos. —Quiero estar dentro de esto —le digo, bombeando mis dedos más rápido. —Madoc, por favor —suplicó, y acaricié con mi lengua la cresta de su oreja. Se estremeció e inclinó su cabeza hacia mí. —Todavía no. Quiero darte otra primera vez. Me empujé a mí mismo en una rodilla para cernirme otra vez sobre ella, saqué mi mano de sus jeans y la extendí sobre su vientre, empujando el dobladillo de su camisa hasta debajo de sus senos.
Tomando la piel de su vientre en mi boca, atormentándola con pequeños besos, trazando una línea hacia abajo hasta la parte superior de sus jeans. —Madoc, no puedes. —Tomó mi cabeza entre sus manos, tirándola hacia arriba—. Alguien puede vernos. —No me importa. Desabroché y bajé la cremallera de sus jeans de cintura baja y apenas le di un tirón para bajarlo hasta sus rodillas antes de lanzarme a saborearla. Era principio de octubre y ya estaba haciendo frio como el infierno, pero estaba ardiendo. Su cuerpo estaba tan caliente, y la miré mientras mi lengua se arremolina en su clítoris. Contuve una carcajada, al ver su mirada entre sus manos. Estaba avergonzada, y era malditamente increíble. Puede que sea el único en haber estado dentro de ella, pero eso no significaba que alguien más no le hubiera hecho esto. Ahora sabía que nadie más lo hizo. Mi polla, mi boca, mi lengua. Ella era mía.
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Presioné mi lengua sobre su hinchada protuberancia y la moví en círculos, y pronto sus manos estaban fuera de su cara enrojecida, agarrando mi cabello. Sus piernas se comenzaron a mover, primero la izquierda y luego la derecha, y me di cuenta de estaba tratando de quitarse sus jeans. Esa es mi chica. Disparé mi mano hacia ellos y los agarré del dobladillo de sus tobillos y tiré de los jeans, arrojándolos a no-sé-donde. —Hijo de perra —gruñí en voz baja, mirándola, su camiseta subida hasta cierta parte y desnuda hacia abajo. Me dejé caer de nuevo entre sus piernas, y tiró de mi cabello mientras lamía su sexo largo y lento y luego arremolinaba mi lengua alrededor de su clítoris. —Madoc —jadeó, moliéndose a sí misma contra mi lengua—. Eso está muy bueno. Hazme venir. Por favor. Todo mi maldito cuerpo estaba tenso, y estaba en fuego de la cintura hacia abajo. Mi polla friccionándose contra mis pantalones, y podía sentir el rastro de sudor en mi espalda debajo de mi camiseta. No podía aguantar mucho más de esto. No la quería, la necesitaba. Era como un fuego en mi vientre teniéndola de nuevo, y empujé lejos la idea de que ella no me
necesitaba. Podía admitirlo u ocultarlo, pero emanaba de ella como un rayo. Poniendo toda mi boca sobre ella, la comí toda, lo que la hizo gemir más. Chupé y mordisqueé, lamí y me sumergí en su interior. —Oh, Dios, Madoc. —Echó su cabeza hacia atrás, sus respiraciones rápidas iban a mil por hora mientras su cuerpo temblaba. Agarré sus caderas y jaló mi cabello mientras se venía. Y no permití que volviera a la tierra mientras se estremecía. Echándome hacia atrás y sentándome sobre mis talones, busqué un condón en mi billetera. Antes de que abriera los ojos, había desgarrado el empaque, deslicé la goma sobre mi erección y me situé en su entrada. Quería estar dentro ella antes de que su orgasmo terminara. Inclinándome y jadeando tan duro como ella, llevé mis manos detrás de mi cabeza y agarré mi camiseta negra, tiré de ella y la arrojé a un lado. Me apoyé con una mano en el suelo y la otra en mi polla, dura y lista para ella. Fallon volvió a la tierra, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y besándome con fuerza. Froté la punta de mi polla sobre su clítoris, y tembló contra mis labios.
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—Túmbate —gruñí a través de mis dientes—. Te necesito ahora. Tan pronto como volvió a caer al suelo, abrió las piernas más ampliamente, y trabajé mi punta dentro de ella. Agarrando su cadera para estabilizarla, me sumergí en su interior por completo. —¡Ah! —gimió, y cerré mis ojos, dejando escapar un gruñido bajo. Envolví mi brazo bajo su rodilla y agarré su muslo con mi mano, tirando de ella hacia debajo de mi tan rápido como podría ir. —Madoc —susurró desenfrenada. Estaba perdida, anhelando más y más. Agarró mi culo dentro de la parte de atrás de mis jeans, e hice una mueca cuando sus uñas se clavaron. Me encantó eso. —Eso es —suspiré, entrando y saliendo de ella en un ritmo rápido—. Tócame, Fallon. Sus dedos agarraron mi trasero y luego se arrastraron por mi espalda, y dejé caer mi cabeza para encontrarme con sus labios. Ella era salvaje. Su lengua lamió mi cuello, chupó mi oreja, y se zambulló con fuerza en mi boca. —Más rápido, Madoc —susurró en mi oído—. Más duro. Retirándome, continué apoyándome con una mano en el suelo y la otra en su pecho, golpeando en ella mientras apretaba mis caderas fuertemente con cada embestida. Su cabello estaba sobre la hierba fría, y la observaba, fascinado, mientras su cuerpo se empujaba de atrás hacia adelante en el suelo cada vez que entraba en ella.
Me consumía con Fallon, mientras sabía que podía sobrevivir sin ella, no quería. La quería en mi cama, en mi regazo, en mi mesa para cenar, y en mi brazo cada maldito día de ahora en adelante. Esta era mi chica, y finalmente entendía porque Jared necesitaba tanto a Tate. A pesar de que la lastimó cuando pensaba que no podía amarla. Él solo la quería. Fallon me miró, tomando su labio inferior entre sus dientes, y vi sus ojos tensos. Se apretó alrededor de mi polla, y sabía que estaba a punto de llegar. —Quédate conmigo —rogué, manteniendo mis ojos en ella. Con cada golpe, un gemido salía de ella, sus ojos esmeraldas rogándome. Me mordí, tensando mi mandíbula. Finalmente cerró sus ojos y gritó, y también me dejé ir. Sus músculos se apretaron a mí alrededor, temblando, y golpeé dos veces dentro de ella antes de derramarme y colapsar. Me quedé allí con mi cabeza en su hombro, nuestras respiraciones irregulares era el único sonido en el silencioso parque.
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Mierda. Ni siquiera quería mirar a nuestro alrededor para ver si nos habían atrapado. Había sido ruidosa, y sentía la piel caliente mientras mis latidos se alentaban. Giró su cabeza hacia mí, y me incliné, a escasos centímetros de su boca. Sus labios se separaron, y sus ojos suplicaban mientras me miraba, ambos dolor y placer en sus ojos. Tomando la invitación, la besé, envolviendo mis brazos alrededor de la cima de su cabeza sobre el suelo y envolviéndola con mi cuerpo. La fuerza de sus labios empujó contra la mía, profundizando el beso. —Madoc. —Se estremeció contra mi boca—. Yo… —Shhh —rogué, tomando su boca de nuevo. Había cosas que necesitábamos decir. Pero no esta noche.
Esa noche dormí sobre el sofá de la casa de mi padre, no quería presionar a Fallon demasiado lejos, demasiado rápido. Nuestro jugueteo previo de esta noche en el parque era suficiente para asustarla, y estaba molesto por sentir que tenía que andar con cuidado alrededor de ella.
Nunca me había preocupado por otra chica como esta, y no sabía si solo era yo, o si solo era por Fallon. Ella y yo comenzamos muy jóvenes, tal vez me había arruinado para otra mujer. No lo sabía. Y no estaba de humor para pensar si la amaba o no la amaba. Me decidí por el hecho de que simplemente no había acabado con ella. Así que, retrocedí, no insistí en que compartiéramos una cama, y opté por dejarla descansar un poco. Tate y Jared ya estaban en casa al momento en que Fallon y yo llegamos. No los vi, pero definitivamente pude distinguir ciertos ruidos pequeños procedentes de su habitación que me dijeron que no estaban dormidos. Planté un largo beso en los labios de Fallon antes de decir buenas noches. Pero la mañana siguiente, Jared me despertó sacudiéndome. —Oye, nos vamos pronto —me alertó. Me froté los ojos con las manos.
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—¿Todo el mundo está despierto? —le pregunté, sentándome. Él lanzó dos bolsos de lona al vestíbulo junto a la puerta. —Sí, pero Fallon ya se ha ido. Tiré mis piernas por el borde de la cama apoyando mis codos en las rodillas. —¿Qué? —espeté, mirándolo como si fuera mejor que estuviera mintiendo. —Supongo que despertó a Jax temprano para que arreglara el auto. —Me dio una mirada de conocimiento—. Obviamente, eso no llevó mucho tiempo, ya que solo había que conectar de nuevo el cable del acelerador, así que ya hace como una hora que se fue. —Se detuvo y me miró, masticando su chicle y esperando que dijera algo. —Malditamente increíble —grité, tomando un jarrón de la mesa de centro y lazándolo al otro lado de la habitación donde se hizo añicos contra la pared. Golpeé mi espalda contra el sofá de cuero marrón, pasando mis manos por mi cara con exasperación. ¿Qué carajos? —¿Qué pasa? —Escuché venir a Jax de la esquina y preguntar. Dejé caer mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y mis manos en la parte superior de mi cabeza. —Nada —respondió Jared—. Déjame encargarme de esto. No escuché a Jax alejarse, pero cuando dejé caer mis manos y abrí los ojos ya se había ido. Jared caminó alrededor de la mesa de
centro y se sentó en el sillón de cuero marrón que hacía juego con el sofá. —Volvió a Shelburne Falls por el resto de fin de semana. Su mamá le envió un mensaje diciéndole que la necesitaba allí o algo —dijo Jared. La rabia dentro de mí creó una niebla en mi cabeza demasiado gruesa para pensar. Jared buscó en su sudadera y parecía estar buscando una de sus llaves. —Estamos yéndonos ahora —dijo mientras trabajaba—. Vamos a visitar a los padres, y Tate tiene una carrera esta noche. Deberías venir. Negué, sin mirarlo siquiera. ¿Estaba loco? Él me tendió una llave. —De la casa de Tate —explicó—. Fallon se quedará allí esta noche. El Sr. Brandt dejará la ciudad por negocios temprano esta noche, y voy a mantener a Tate en nuestra habitación de tu casa. Vas a arreglar esto. Niego.
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—De ninguna manera. He terminado. ¿Por qué demonios Fallon siempre me hacía esto? Esta fue la última vez. Si no podía abrirse y actuar jodidamente normal, entonces no valía la pena. Jared se levantó y arrojó la llave a mi pecho. —Solo ve —ordenó—. Arregla esta mierda. Quiero a mi amigo de vuelta. —No. —Me mantuve—. No la voy a perseguir de nuevo. —Le dije a toda la escuela sobre mi oso de peluche para tener devuelta a Tate. —Me frunció el ceño—. Persíguela. Más fuerte. Pero no podía. Fallon sabía que la quería. Tenía que saber que me importaba. Pero no confiaba en ella. Estaba jugando conmigo, y no sabía por qué. Cuando estuviera lista para hablar, me buscaría.
Veintiuno
—¿P
apá? —Levanto la vista de la cama de hospital donde acababa de estar dormida. Él está parado en su suéter de color crema y chaqueta de cuero marrón, oliendo a café y
Ralph Lauren. Sus ojos, doloridos y cansados, escanean a través de mi cuerpo. —Mira lo que te has hecho. Mi cara se arruga, y mis ojos empiezan a llorar. —Papá, lo siento. —Un sollozo se queda en mi garganta, y lo miro para que me abrace. Lo necesito. Él es todo lo que tengo.
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El vacío. La soledad. Estoy sola ahora. No tengo a nadie. Mi madre se ha ido. No me llamará. El bebé se ha ido. Mis manos instintivamente van a mi estómago, y solo siento un latido sordo en la boca en lugar de amor. Mis ojos arden y aparto la mirada, empezando a llorar en la habitación tranquila y oscura. Esta no es mi vida. No es la forma en que se suponía que debía ser. No se suponía que lo amara. No tenía que romperme. Pero después del aborto, todo se hundió en el barro y no podía caminar más. No podía comer. El dolor en mi pecho solo creció y estaba constantemente agotada por la preocupación y la angustia. ¿Dónde estaba él? ¿Estaba tratando de llegar a mí? ¿Pensaba en mí? No me había dado cuenta hasta que fui arrancada de él, lo mucho que lo amaba. Mi mamá dijo que era un enamoramiento. Un flechazo. Lo superaría. Pero cada día la frustración y la tristeza se profundizaban. Estaba fallando en la escuela. No tenía amigos. Finalmente regresé a Shelburne Falls solo para descubrir que Madoc había seguido adelante, definitivamente como mi mamá dijo. No me estaba esperando ni un poco. La única cosa en su mente era la chica con la cabeza entre sus piernas. Alejándome, había salido corriendo de la casa y salté en el coche de mi padre, que había robado. Ahora, aquí estaba yo, tres días después con heridas en los brazos y un fuerte dolor en mi pecho.
Inhalo y me pongo rígida cuando mi padre arranca la manta y la sábana de encima, haciéndolas volar hasta el suelo. —Papá, ¿qué estás haciendo? —chillo, notando sus feroces ojos verdes. Me da un tirón de la cama, apretando mi brazo con tanta fuerza que mi piel pica. —¡Ay, papá! —gimo, cojeando por el suelo mientras me arrastra hacia el baño. Mi brazo se siente estirado, como si en cualquier momento tirara de un enchufe. ¿Qué está haciendo? Observo cómo abre el lavabo del baño y comienza a llenarlo con agua. Los dedos de su otra mano se clavan en la carne de mi brazo, y empiezo a hiperventilar. Él tira de mi brazo con fuerza, tirando de mí más cerca mientras grita: —¿Quién eres? Las lágrimas se desbordan y sollozo. —Tu hija.
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—Respuesta equivocada. —Y agarra la parte de atrás de mi cuello y fuerza mi cara al lavabo lleno. ¡No! Jadeo y absorbo el agua no deseada mientras mi cabeza es forzada a bajar. Golpeo ambas manos a cada lado del lavabo para retroceder contra su mano, pero es demasiado fuerte. Sacudo mi cabeza, mis manos resbaladizas deslizándose debajo de mí mientras lucho contra él. El agua está en mi nariz, y aprieto mis ojos contra la quemadura. De repente, me da un tirón para salir del agua. —¡Papá, ya basta! —Toso y escupo, agua gotea por mis zarcillos y mi mentón. Su voz retumba a mí alrededor. —¿Quieres morir, Fallon? —Sacude mi cabeza en su ira—. Es por eso que hiciste esto, ¿verdad? —No… —dejo salir antes de que golpee mi cabeza de vuelta en el agua, cortando mi suministro de aire. Apenas tengo tiempo para pensar o prepararme. Mi mente se vuelve negro mientras gimo en la profundidad. Mi padre no me va a matar, me digo. Pero me está haciendo daño. El interior de mis antebrazos duele y creo que mis cortes están sangrando de nuevo.
Me da un tirón hacia atrás, y estiro mi brazo y agarro su mano en la parte trasera de mi cabeza mientras sollozo. —¿Quién eres? —grita de nuevo. —¡Tu hija! —Mi cuerpo tiembla de miedo— ¡Papi, detente! ¡Soy tu hija! Estoy llorando y temblando, el frente de mi camisón chorreando agua por mis piernas. Él gruñe cerca de mi oído. —No eres mi hija. Mi hija no se rinde. No había marcas de neumáticos en la calle, Fallon. ¡Te estrellaste contra el árbol a propósito! Niego en su mano. No. No, no lo hice. No me estrellé a propósito. Mi boca se llena de saliva espesa y mis ojos se aprietan con fuerza, recordando dejar la casa de Madoc y escondiéndome en casa de mi padre, cerca de Chicago. Tomé uno de sus coches y… no, no traté de golpear el árbol. Mi cuerpo se estremeció y mi garganta se llenó de dolor. Solo dejé ir el volante. Oh, Dios mío.
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Robo aire tan rápido como puedo y gimo mientras lloro. ¿Qué demonios me ha pasado? Me tropiezo mientras mi padre lanza mi espalda contra la pared al lado del fregadero. Antes incluso de tener la oportunidad de enderezarme, su mano viene a través de mi cara con una bofetada fuerte y hago una mueca de dolor mientras viaja por mi cuello. —¡Basta! —estallo contra la falta de claridad en mis ojos. Me agarra por los hombros y me empuja a la pared de nuevo y grito. —Oblígame —desafía. Mis puños chocan contra su pecho, e impulso todo mi cuerpo en el empuje. —¡Basta! Da un paso atrás para mantener el equilibrio, pero viene de nuevo y agarra mi cabeza entre sus manos. —¿No crees que me destruyó cuando tu madre te llevó? — pregunta, sus ojos descorazonados—. Golpeé todas las paredes de la maldita casa, Fallon. Pero me lo tragué. Porque eso es lo que hacemos. Nos tragamos cada ladrillo de mierda que este mundo nos da de comer hasta que la pared interior de nosotros es tan fuerte que nada lo rompe. —Baja su voz entrecortada, que suena más fuerte—. Y eso es lo que hice. Dejé que te llevara, porque sabía que esa mujerzuela te haría fuerte.
Aprieto los dientes, tratando de detener mis lágrimas mientras lo miro. Amo a mi padre, pero no puedo amarlo por dejar que mi madre me alejara. Supongo que en su cabeza pensó que era una manera de esconderme de sus enemigos. ¿El vivir con mi madre me hizo fuerte? Por supuesto que no. Mírame, lloriqueando y arruinada. No soy fuerte. —No tienes derecho a rendirte. ¡No tienes derecho a renunciar! — grita—. Habrá otros amores y otros bebés —gruñe, sacudiendo mi cabeza entre sus manos y me observa con su dura mirada—. ¡Ahora. Traga. El. Dolor! —grita a mi alrededor—. ¡Trágalo! Su rugido rompe mis entrañas y dejo de llorar, mirándolo con los ojos abiertos. Sostiene mi cabeza con fuerza, obligándome a mantener mis ojos en él, y me concentro, en busca de algo para agarrarme. Cualquier cosa. Me concentro en el punto más pequeño que pueda encontrar, el centro de sus pupilas negras. No parpadeo. No me muevo.
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El centro de su ojo es tan oscuro y trato de imaginar que se sentiría cruzar a través del espacio a una velocidad vertiginosa. En mi mundo no hay nadie más que él. El oro que rodea sus pupilas negras, y me pregunto por qué no heredé eso en mis ojos verdes. El blanco de su iris se ve como un relámpago y el anillo de esmeralda, antes de llegar al blanco de los globos oculares, parece ondular como el agua. Antes de darme cuenta nuestra respiración se sincroniza, y él está estableciendo el ritmo que sigo. Inhalo, exhalo. Inhalo, exhalo. Inhalo, exhalo. El rostro de Madoc aparece en mi mente y aprieto mi mandíbula. Los recuerdos de mi abortado embarazo irrumpen en su imagen, y mis dientes se rozan. La voz de mi madre entra en mis oídos y chupo mi lengua seca, tomando todo ello, a todos ellos, y trago el bulto duro en la parte posterior de mi garganta, bajando, y siento todo dejar mi cerebro. Todavía está dentro de mí. Pesado. Pero está tranquilo ahora, enterrado en mi estómago. Mi padre libera mi cabeza y dirige un pulgar por mi mejilla mientras sostiene mi barbilla. —Ahora, ¿quién eres tú? —implora. —Fallon Pierce. —¿Y dónde naciste? Mi voz es tranquila.
—Boston, Massachusetts. Él da un paso atrás, dándome espacio. —¿Y qué quieres hacer con tu vida? —pregunta. Finalmente lo miro, susurrando: —Quiero construir cosas. Él llega a mi lado y toma una toalla del estante, entregándomela. La sostengo contra mi pecho, en realidad no sintiendo más el frío. En realidad, no sintiendo nada. Se inclina, besa mi frente y luego encuentra mis ojos. —“Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la calma de sus profundidades.” —cita a Andrew Harvey—. Nadie puede quitarte lo que eres, Fallon. No le des a nadie ese poder.
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No había llorado desde aquel día que de repente estaba en mi mente. He estado cerca, pero dos años enteros y ni una lágrima. Mi padre me mantuvo en casa exactamente una semana para curar las lesiones causadas por los fragmentos de vidrio del parabrisas que me había cortado, pero luego me envió a un internado para seguir adelante con mi vida. Y lo hice. Eso es algo que todos tienen que aprender por su cuenta. La vida sigue, sonrisas vendrán otra vez, el tiempo cura algunas heridas y alivia las que no puede. Levanté mis calificaciones, hice algunos amigos y me reí mucho. Simplemente no podía perdonar, sin embargo. La traición corta profundo y eso es lo que me trajo de vuelta a la ciudad el junio pasado. Simplemente no esperaba que Madoc todavía me afectara. Él me quería. Lo sabía. Lo sentía. Pero ¿por qué? ¿Qué he hecho yo realmente para merecerlo? Había sido fiel a mí cuando teníamos dieciséis. De eso, estaba bastante segura. No lo podía odiar más por buscar un buen momento cuando él había pensado que de buena gana lo había dejado. Hay tantas cosas que debería decirle. Cosas que él tenía derecho a saber. Y luego sentí que le había dicho demasiado. Madoc estaba mejor sin mí. Nuestra relación empezó en el lugar equivocado para empezar. No teníamos dónde crecer. Él no me conocía o sabía lo que me interesaba. No hablamos de nada. Una vez que se sintiera lleno de sexo, se iría. Por no hablar del bebé. Si alguna vez se enterara del bebé, abandonaría el barco. No hay duda. Madoc no estaba preparado para cualquier cosa así de pesada. Me pregunté si alguna vez lo estaría.
Encendí Far from home de Five Finger Death Punch y tragué la culpa todo el camino de regreso a Shelburne Falls mientras conducía a casa a petición de mi madre. Había enviado un mensaje esta mañana para hacerme saber que tenía cosas en la casa. Si no iba a recoger lo que había dejado el pasado verano, iba a la basura. Negué y pasé una mano sobre mis ojos cansados.
Golpeando el código de la puerta, acerqué el G8 de Tate mientras las barras de hierro negro se abrían con un chirrido.
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Era sábado, entrada la mañana y el cielo de octubre estaba ligeramente salpicado de nubes. Hacía frío, pero no había traído una chaqueta, optando por mi camiseta de manga larga negra y con rayas grises y unos jeans. Mi cabello aún colgaba suelto de la noche anterior, pero se había esponjado después de mi ducha esta mañana. Por alguna razón, sin embargo, hubiera querido que el olor de Madoc permaneciera en mi cabello junto con los pequeños trozos de hierba que fui encontrando. Mi largo flequillo se desplegaba alrededor de mis pómulos y tomé mis gafas del asiento del pasajero mientras aparcaba delante de la casa de los Caruthers detrás de BMW de mi madre. Mis gafas se habían destinado para la lectura desde hace años, pero decidí usarlas casi todo el tiempo. Se sentía seguro de alguna manera. Al entrar en la casa, caminé penosamente a través del vestíbulo y por el pasillo al lado de las escaleras que conducen a la parte trasera de la casa donde yo estaba segura de encontrar a Addie en la cocina. La tranquila casa parecía tan diferente ahora. Casi hueca como si no estuviera llena de recuerdos, historias, y una familia. El intenso frío de los suelos de mármol se disparó a través de mis zapatillas y hasta las pantorrillas, y los techos altos no mantuvieron por arte de magia el calor. Mirando por las puertas de cristal del patio, vi a Addie barriendo alrededor de la piscina que ya tenía la cubierta enrollada sobre sí para el próximo invierno. Cuando miré más allá, sin embargo, me di cuenta de que el jacuzzi estaba cubierto también. Cuando vivía aquí, se siguió utilizando durante los meses de frío, así como los muebles de jardín y de la zona de barbacoa. Al papá de Madoc le encantaba los alimentos a la parrilla, él y Madoc se aventuraban a lanzar filetes en la barbacoa al finalizar enero. Ahora todo el patio parecía estéril. Hojas muertas volaban de un lado a otro, y parecía que Addie no estaba haciendo ningún progreso. Ni siquiera parecía que estaba intentando. Esta casa tenía problemas, pero también tenía una historia de risas y recuerdos. Ahora todo parecía muerto.
Abrí la puerta corredera de cristal y caminé a través de las baldosas de piedra. —¿Addie? Ella no me miró, y su voz baja, tranquila, no me dio la bienvenida como la última vez. —Fallon. Me quité las gafas y las metí en mi bolsillo trasero. —Addie, lo siento mucho. Ella mordió su labio entre los dientes. —¿Lo sientes? No tenía que decirle de qué lo sentía. Nada escapaba de ella en esta casa, y sabía que ella sabía que el desastre del divorcio era mi culpa. Que Madoc fuera enviado lejos era mi culpa. —Sí, lo siento —le aseguré—. Nunca quise que esto sucediera. Y esa era la verdad. Quería ser la que dejara a Madoc, y había querido que Jason y mi madre sintieran un pellizco, pero no sabía que mi madre iba a luchar contra el divorcio tan duro o que Madoc estaría atrapado en el medio.
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La verdad es que no había pensado en Addie en absoluto. Ella exhaló por la nariz y su ceño se quedó fijado profundamente. —Esa perra piensa que va a tener esta casa —murmuró—. Va a tomar la casa, vender todo lo que contiene, y dejarlo yacer. Di un paso más cerca. —No lo hará. —No importa, supongo. —Su tono amargo me cortó—. Jason está escogiendo pasar todo su tiempo en la ciudad o en la casa de Katherine, y Madoc no ha estado en casa en meses. Aparté la vista, la vergüenza me quemaba la cara. Yo hice esto. Mis ojos estaban empezando a picar, así que los cerré y tragué. Lo arreglaré. Tengo que arreglarlo. Nunca debería haber regresado. Madoc estaba bien. Todos estaban muy bien antes de mí. Esta casa, una vez llena de risas y fiestas, estaba vacía ahora, y la familia de Addie que ella había amado y cuidado se separó y estaba rota. Ella había estado casi completamente sola estos últimos tres meses. Por mi culpa. Retrocedí, sabiendo que no querría oír otra disculpa. Dándome la vuelta, empecé a volver por la puerta del patio. —Todavía tienes cosas en tu habitación —gritó Addie y me di la vuelta—. Y tienes unas cajas en el sótano.
¿Qué? No tengo nada en el sótano. —¿Cajas? —pregunté, confundida. —Cajas —repitió, todavía sin mirarme.
¿Cajas? Me dirigí a la casa, pero en lugar de ir de arriba a recoger la ropa que había dejado hace meses, me fui directamente a la puerta del sótano a un lado de la cocina. No tenía sentido que tuviera algo ahí abajo. Mi madre tiró todo lo de mi habitación, y no había venido a vivir aquí con mucho para empezar. Bajé por las escaleras iluminadas, mis pies casi en silencio en la escalera alfombrada.
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Para una casa enorme como esta, cuenta con un igualmente enorme sótano con cuatro habitaciones. Uno estaba decorado como un dormitorio adicional y otro era el almacén de licores del Sr. Caruthers. También había una sala dedicada a las cajas de decoraciones navideñas, y luego el gran espacio abierto que resguarda un centro de juegos con videojuegos, una mesa de billar, hockey, futbolito, una pantalla plana gigante, y casi todos los otros tipos de entretenimiento que un adolescente como Madoc podía disfrutar con sus amigos. La habitación también tenía una nevera llena de refrescos y sofás para relajarse. Pero la única parte que me gustaba de venir aquí fue cuando el Sr. Caruthers decidió que necesitaba mi propia área para la actividad en el sótano. Mi rampa half-pipe. Pensó que era una forma de que Madoc y yo no uniéramos, y como no estaba haciendo amigos, sirvió para ponerme lado a lado con Madoc. Mientras jugaban, entonces yo también lo hacía. No funcionó. Simplemente me quedé fuera de allí cuando Madoc se entretenía, y trabajaba en mis habilidades en otras ocasiones. No fue tanto él, sino sus amigos. Encontraba a Jared de mal humor y todo el mundo mudo. Mirando alrededor del área grande, me di cuenta de que todo estaba impecablemente limpio. Las alfombras de color beige parecían nuevas, y la madera olía a cera para muebles. La luz aparecía en el conjunto de puertas que daban al patio trasero por el lateral de la casa. Las paredes de color canela todavía estallaban con parafernalia de Notre Dame: banderas, banderines, fotos enmarcadas y recuerdos.
Una pared entera estaba salpicada con fotos de la familia, sobre todo de Madoc creciendo. Madoc abriendo regalos de Navidad cuando tenía ocho o nueve años. Madoc colgando del poste del arco en un campo de fútbol a las diez u once años. Madoc y Jared bajo el capo de su GTO mientras Madoc lanza un símbolo de pandillas torpe con las manos. Y entonces uno de él y yo. Justo en el medio de la pared, sobre el piano. Estábamos fuera de la piscina y Addie quería una foto de nosotros. Debíamos haber tenido unos catorce o quince años. Teníamos nuestras espaldas el uno al otro, apoyándonos el uno contra el otro con los brazos cruzados sobre el pecho. Recuerdo a Addie tratando de hacer que Madoc pusiera un brazo fraternal alrededor de mi hombro, pero esta fue la única forma en que posamos. Estudiando la imagen de cerca, me di cuenta de que yo estaba medio con el ceño fruncido a la cámara. Hubo, sin embargo, un atisbo de sonrisa. Traté de verme aburrida a pesar de las mariposas en mi estómago, me acordé. Mi cuerpo había comenzado a tener una reacción a Madoc, y lo odiaba. La expresión de Madoc era…
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Tenía la cabeza hacia la cámara pero hacia abajo. Él tenía una pequeña sonrisa en sus labios que parecía que estaba a punto de estallar. Un pequeño diablillo. Me di la vuelta y pasé la mano por el viejo piano que Addie dijo que Madoc todavía tocaba. Pensé que ya no, ya que él estaba ausente por escuela. La tapa se encontraba abajo y había partituras esparcidas en la parte superior. El atril tenía Dvorák en él, sin embargo. Madoc había sido siempre parcial a los compositores europeos, orientales y rusos. Ni siquiera podía recordar la última vez que le oí tocar, sin embargo. Fue divertido. Era como un exhibicionista cuando no importaba y no uno cuando lo hacía. Y fue entonces cuando mi pie rozó algo. Mirando debajo del piano, me di cuenta de las cajas de cartón blancas. De rodillas, arrastré una solo para darme cuenta de que había más de diez por debajo. Moviendo de un tirón la tapa, me quedé helada, tan inmóvil que solo mis latidos se movían en mi cuerpo. Oh, Dios mío. ¿Mis cosas? Bajé la mirada a una caja llena de mis Legos. Todos los robots y coches con mandos a distancia y cables fueron arrojados aquí, salpicado de piezas sueltas alrededor de la caja.
Me lamí mis labios secos, sacando un Turbo Quad que hice cuando tenía doce años y un Perseguidor que acababa de empezar antes de que me fuera. ¡Eran las cosas de mi habitación! Estaba frenética, sonriendo como una idiota, lista para reír a carcajadas. Me sumergí en el piano, sacando dos cajas más. Tirando de los tapas, me quedé sin aliento por la sorpresa de ver todos mis planos de simulacros en ingeniería y otra caja de Legos. Me arrastré a través de los papeles, recuerdos me inundaron de las veces que me sentaba en mi habitación con mi cuaderno de dibujo y diseñaba rascacielos futuristas y barcos. Mis dedos comenzaron a zumbar y una risa temblorosa estalló, haciéndome reír como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo. ¡No podía creerlo! ¡Eran mis cosas! Volví de nuevo bajo el piano, golpeando mi cabeza contra el borde en el proceso. —Ouch —gemí, frotando la parte superior de mi frente y tirando otra caja fuera mucho más lento esta vez.
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Pasé por todas las cajas, encontrando todo lo que había extrañado y cosas que ni siquiera recordaba que había tenido. Patinetas, carteles, joyas, libros… casi todo de mi habitación, excepto la ropa. Sentada con las piernas cruzadas en el suelo, me quedé mirando todas las cosas a mí alrededor, sintiéndome extrañamente desconectada de la chica que solía ser al mismo tiempo tan contenta de haberla encontrado de nuevo. Todas estas cosas representaban un momento en que dejé de escuchar a los demás y empecé a escucharme a mí misma. Cuando había dejado de intentar ser lo que ella quería y empecé a ser yo. Estas cajas eran Fallon Pierce y no se perdieron. Cerré mis ojos, apretando mi nutria marina de peluche que había conseguido de mi papá en SeaWorld cuando tenía siete años. —Madoc. Mis ojos se abrieron y vi a Addie en la parte inferior de las escaleras. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y dejó escapar un largo suspiro. —¿Madoc? —cuestioné—. ¿Él hizo esto? —Se volvió un poco cuando te fuiste. —Ella se apartó de la pared y se dirigió hacia mí—. Robo de licor de su papá, fiestas, chicas… rebotó en las paredes por unos pocos meses. —¿Por qué? —susurré.
Ella me estudió y luego dio una media sonrisa derrotada antes de continuar. —Jason seguro estaba muy metido en su trabajo. Madoc y su amigo Jared causaron estragos como nadie el verano después de segundo año. Una noche se fue a tu habitación y vio que tu madre había limpiado todo para redecorar. Solo que no había empaquetado nada. Lo botó todo. Sí, lo sabía. Pero de alguna manera el dolor en mi pecho no se estaba extendiendo. Si ella botó mis cosas, entonces… Bajé la mirada, cerrando los ojos contra la quemadura de nuevo. No. Por favor, no. —Madoc salió y sacó todo, lo trajo de vuelta de la basura. —La suave voz de Addie se derramó alrededor de mí y mi pecho empezó a temblar—. Lo empaquetó todo y lo guardó para ti. Mi barbilla empezó a temblar, y negué. No, no, no... —Eso es lo que hace de Madoc un buen chico, Fallon. Recoge los pedazos. Me derrumbó.
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Las lágrimas se derramaron sobre mis párpados y me quedé sin aliento cuando mi cuerpo se estremeció. No podía abrir los ojos. El dolor era demasiado grande. Me doblé, agarrando la nutria de mar, y agaché mi cabeza, sollozando. Llegó la tristeza y la desesperación, y quería retractarme de todo lo que le había dicho. Cada vez que dudé. Todo lo que no le dije. Madoc, quien me vio. Madoc, quien me recordaba.
Seis horas más tarde, estaba sentada en la habitación de Tate, mi pierna colgaba de un lado de su silla acolchada cerca de sus puertas francesas, y mirando fijamente el árbol de afuera. Todos los colores del otoño se mecían con la brisa y el suave resplandor de la última luz del día desaparecía lentamente de las ramas, centímetro a centímetro. No había hablado mucho desde que llegué y ella había sido buena al no hacer preguntas. Sabía que estaba preocupada, porque evitó el tema de Madoc tan bien como si fuera un planeta sentado en el medio de la habitación. Me pregunté si él se había enojado al descubrir que me había ido esta mañana. Froté una mano sobre mi ojos. No podría quitarlo de mi mente. ¿Y qué más? No quería hacerlo.
—¿Tate? —llamé. Asomó su cabeza por la puerta de su armario, sacando una sudadera con capucha negra. —Si… traicionaras a Jared —balbuceé—. No como engañarlo, sino perder su confianza de alguna manera. ¿Cómo harías para tenerla de vuelta? Sus labios se aplanaron en una línea mientras lo pensaba. —¿Con Jared? Me aparecería desnuda. —Asiente. Solté un bufido y sacudí la cabeza, que era aproximadamente lo más parecido a una risa que podía convocar en estos momentos. —O simplemente me aparecería —continúa—. O hablaría con él, o tocarlo. Infiernos, solo lo miraría. —Se encoge de hombros, sonriendo y poniéndose su sudadera. Dudaba que tuviera esa clase de poder sobre Madoc. Mientras que Jared parecía más animal, Madoc era más de pensar. Se sentó en el borde de su cama, poniéndose sus zapatillas negras.
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—Lo siento —ofreció—. Sé que no soy de mucha ayuda, pero Jared tiene tanto poder sobre mí, como yo lo tengo en él. Hemos pasado por suficientes cosas. No hay mucho que no nos perdonaríamos el uno al otro. La mitad de lo que decía era cierto para Madoc y yo también, pero no me había ganado su perdón. ¿Qué demonios se suponía que debía hacer? —¿Para Madoc, sin embargo? —Sonrió, sabiendo exactamente en lo que me había referido—. Él aprecia las travesuras. Tal vez algunos mensajes de texto sexis estarían bien. No pude evitar reír. —¿Mensajes sexis? ¿Hablas en serio? —Oye, tú preguntaste. Sí, supongo que sí. Y estaba en lo cierto. Sonaba como algo que Madoc disfrutaría. ¿Pero sexo telefónico? Sí, eso no va a suceder. No del todo lo mío. Levanté la mirada, dándome cuenta de que Tate seguía mirándome. Cuando no dije nada, levantó sus cejas y respiró hondo. —Bien, bien… mi papá se fue al aeropuerto, solo para recordártelo, así que… —Sí, Tate. No voy a tener sexo por teléfono esta noche. ¡Gracias! Alzó sus manos para defenderse. —Solo digo.
Asentí hacia la puerta, dándole una pista para que tome su caminata. —Diviértete y buena suerte en tu carrera. —¿Segura que no quieres venir? Le di una media sonrisa. —No, tengo que pensar en estos momentos. No te preocupes por mí. Ve. —Muy bien —cedió y se puso de pie—. Jax está teniendo una fiesta al lado después de la carrera, así que ven si quieres. Asentí, puse mi Kindle en mi regazo y fingí que empezaba a leer mientras se iba. Mis dedos daban unos golpecitos en mi muslo como si estuviera tocando un piano y sabía que probablemente no iba a lograr leer nada esta noche. No quería leer. Quería hacer algo. Había una pequeña bola de nieve en mi estómago que giraba y giraba, construyendo algo más grande mientras me sentaba. Mensajes sexis. Madoc merecía más que eso.
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Bueno, se merecía eso y más. “Lo siento” simplemente parecía vacío. Tenía que decir algo más, contarle más, pero no sabía cómo empezar. ¿Cómo le dices a alguien que te alejaste, nunca dándole un cierre, tuviste un aborto secreto y luego en un apagón de estrés post-traumático trataste de hacerte daño, y luego fuiste la responsable de que perdiera su casa? ¿Qué dices? ¿Qué lo detendrá de huir de un accidente de tren como yo? Excavando mi teléfono fuera de entre el colchón y la silla, apreté mis dedos mientras escribía. No sé qué decir. Golpeé Enviar e inmediatamente cerré los ojos, dejando escapar un suspiro patético. ¿No sé qué decir? ¿En serio, Fallon? Bueno, al menos dije algo, supongo. Incluso si era estúpido. Consideré la posibilidad de que era un calentamiento. Cinco minutos pasaron y luego diez. Nada. Tal vez él estaba en la ducha. Tal vez dejó su teléfono en otra habitación. Tal vez ya estaba en la cama. Con alguien. Ashtyn, tal vez. Mi estómago se hundió. Pasó una hora. Todavía nada.
No había leído una sola línea de mi libro. El cielo estaba negro ahora. No había ruido de al lado. Todo el mundo aún debía estar la carrera. ¿O Tate dijo que irían por algo de comer primero? Bajé mi Kindle y salí de la silla, caminando por la habitación. Otros veinte minutos pasaron. Tragué el nudo en mi garganta y tomé mi teléfono. Genial. Le estaba enviando mensajes de texto de nuevo después de no obtener una respuesta. Era como esas chicas, prepotentes y espeluznantes, que asustaban hasta la mierda a los hombres. Por favor, Madoc. Di algo… Me recosté contra la pared de Tate, meneando mi pie hacia arriba y hacia abajo y manteniendo mi teléfono en mi mano. Veinte minutos más tarde y todavía nada. Enterré mi cara en mis manos y tomé algunas respiraciones profundas. Trágalo. Inhala, exhala.
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Inhala, exhala. Y entonces mis manos cayeron, lágrimas cansadas bordeaban mis ojos. Él no estaba escuchando. No quería hablar conmigo. Se rindió. Escribí un último mensaje antes de acostarme. Soy una mierda. Mi barbilla tembló, pero con calma dejé el teléfono en la mesilla de noche de Tate y apagué su lámpara. Arrastrándome bajo las sábanas, miré sus puertas francesas y vi la luz de la luna echando un resplandor en el arce de afuera. Sabía que el árbol fue la inspiración para el tatuaje de Jared, pero Tate nunca volvería a realmente hablar de su historia. Ella dijo que era larga y dura, pero era suya. Estuve de acuerdo. Había cosas que no creo que me gustaría compartir con alguien que no fuera Madoc. Mi teléfono sonó y mi corazón dio un vuelco mientras salía de la cama y lo agarraba de la mesita de noche.
Dejé escapar una risa aliviada, secándome una lágrima de mi mejilla. Estoy escuchando. Cada parte de mi cuerpo se estremeció, y casi me sentí mareada. No sabía qué decir, así que escribí lo primero que me vino a la mente. Te extraño. ¿Por qué? Disparó de regreso. Tenía la boca súbitamente seca como un desierto. No me iba a hacer esto fácil, supuse. Mis dedos solo seguían. Confuso o poético, no importaba. Solo dile la verdad.
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Extraño odiarte. Escribí. Se sentía mejor que amar a cualquiera. Esa era la verdad. Mi madre, mi padre, amigos que había tenido, nadie me hizo sentir viva como él. Después de un par de minutos no había enviado mensajes de texto de vuelta. Tal vez no entendió lo que quise decir. O tal vez solo estaba tratando de pensar en qué decir. Estoy jodida le dije. Sigue, Fallon. Me acordé de todas las cosas que me había dicho frente al espejo esa noche, así que le dije lo que había en mi corazón. Extraño tus ojos mirándome, dije. Echo de menos tus labios en la mañana. Estoy escuchando. Finalmente envió un mensaje de vuelta, urgiéndome a continuar.
Me mordí el labio inferior para reprimir mi sonrisa. Quizás Tate tenía razón sobre los mensajes sexis después de todo. Echo de menos tu hambre. Echo de menos la forma en que me tocas. Es real, y te quiero aquí. Le tomó solo unos diez segundos para responder. ¿Qué harías si ya estuviera allí en este momento? El flujo de sangre a través de mi corazón me calentó el cuerpo al instante. Dios, ¡lo quería aquí! Nada, respondí. Es lo que te estaría haciendo…
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Me acurruqué en mis piernas y puse el teléfono en mi regazo, tapándome la cara muy feliz y avergonzada con mis manos. Estaba segura de que tenía diez tonos de rojo en este momento. Mi teléfono sonó de nuevo y estuve a punto de caer dos veces tratando de recogerlo. ¡¿Qué carajo?! ¡No te detengas! Madoc envió un mensaje y no pude contener mi risa. Esto se sentía bien, y a Madoc le gustaba. Puedo hacer esto. Me gustaría que estuvieras desnudo en mi cama ahora mismo, me burlé. Me gustaría que mi cabeza estuviera bajo las sábanas, saboreándote, mi lengua alrededor tuyo. ¿Qué estarías vistiendo? preguntó. A Madoc le gustaba en pijamas. Dijo eso una vez. Tomé prestada de Tate una camiseta pegada de béisbol y pantalones cortos para dormir. En realidad no era lencería, pero Madoc no sería capaz de mantener sus manos fuera de mí de cualquier manera. Puedes verla si quieres. Solo estoy a una hora con cincuenta y ocho minutos de distancia.
Su respuesta llegó en cuestión de segundos. Estaré allí en cincuenta y ocho minutos. Me eché a reír en la habitación vacía. Por supuesto, él arriesgaría su vida excediendo la velocidad para cualquier oportunidad de echar un polvo. Negué, mi cara se estiró con una sonrisa. Voy a tratar de no tocarme hasta que llegues aquí, decía mi mensaje. ¡Maldita sea, Fallon! Me caí de nuevo en la cama, la risa y la felicidad disparándose por todos mis poros.
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Veintidós
F
roté mi mano sobre mi boca, Headstrong de Trapt sonando a todo volumen de camino a casa. Había dado vueltas y vueltas hoy, preguntándome si debería volver para la carrera. Preguntándome si Tate había persuadido a Fallon de acompañarla. Preguntándome, esperando, y luego rindiéndome. Por alguna razón, Fallon no quería quedarse para ver si íbamos a ser algo, y yo simplemente tenía mucho orgullo de sobra. Tal vez Jared tenía razón y necesitaba perseguirla más duro. Pero necesitaba algo, cualquier cosa de ella para demostrarme que lo merecía. Cuando por primera vez envió un mensaje, no respondí. Me senté en mi casa, viendo una pelea de televisión por pagar con algunos de mis compañeros de equipo y esperé.
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Si no sabía qué decir, entonces la dejaría jodidamente averiguarlo. Cuando ella comenzó a abrirse más, estuve dentro. Ella me extrañaba, me quería allí, y Jared tenía razón. No podía dejarla ir de nuevo. Si intentaba rechazarme o huir, iba a presionarla hasta que me dijera cuál era su problema. Relación o no, necesitaba saber qué diablos le pasaba. Y luego cuando comenzó a coquetear, ya estaba agarrando las llaves del coche. Una hora y cinco minutos más tarde, estaba deteniéndome delante de la casa de Tate, la calle ya abarrotada de coches por la fiesta en marcha en la casa de al lado de Jared y Jax. Aparcando al otro lado de la calle, bajé del coche solo para notar a Fallon salir corriendo de la puerta principal de Tate. Jesús. Llevaba pequeños pantalones cortos de pijama y una ceñida camiseta blanca y gris de béisbol, la fina correa de su pequeño bolso cruzando su pecho. Tenía zapatillas de deporte sin calcetines, enseñándome por completo sus hermosas piernas desde los tobillos hasta la parte superior de sus muslos. Maldita pijama. En pijama de chica mala con su cabello colgando en hermosas ondas, Fallon era la única que podía ver o pensar.
Mis brazos hormigueaban por abrazarla, y cuando la vi corriendo por los escalones del porche y cruzar la calle, tuve apenas tiempo suficiente para extenderlos y atraparla cuando saltó a mis brazos. Envolviendo sus brazos y piernas a mí alrededor, aplastó su boca contra la mía, y gruñí cuando retrocedimos contra mi coche. —Maldición, nena —dije sin aliento entre besos. Su boca en la mía se movió duro, rápido y profundo. Su lengua se deslizo contra la mía y salió rápidamente para recorrer mi labio superior y luego hundirse de nuevo. Mis brazos estaban envueltos alrededor de su cintura, y estaba prácticamente arrastrándose sobre mí, tratando de acercarse con cada beso. No había combustión para este fuego. Un incendio era ya dolorosamente intenso en mis jeans y mi camiseta azul oscuro quemaba mi cuello donde ella la agarró y tiró. Pero no me importaba. Mis dedos se clavaron en su espalda, apreciando esto por completo. Sus gemidos resonando en mi boca, la forma en que se aferraba a mí… Nos di la vuelta, para que su espalda estuviera contra la puerta de mi coche, y empecé a devolvérselo. Sus manos ascendieron a mi cabello, bajaron por los lados de mi cara y luego más.
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Alejé mi cara, jadeando con nuestras narices presionadas juntas. Sus manos se metieron debajo de mi camiseta y me produjo escalofríos cuando sus dedos se arrastraron por mi estómago. Sus labios me alcanzaron intentado capturar los míos. Luego se enderezó, envolvió sus brazos de vuelta alrededor de mi cuello, y comenzó a esparcir suaves, ligeros besos alrededor de mi boca, sobre mi mejilla, y en mi cuello. Mi polla se presionaba contra mis jeans, y malditamente deseaba que estuviéramos en un lugar privado, así podía estar dentro de ella aquí y ahora. —Madoc. —Su susurro sonó como si estuviera dolorida. —Shhh —ordené, acercándome para tomar sus labios de nuevo. Pero se apartó. —No, necesito decir esto. —Tomó mi cara y me miró a los ojos. Fue entonces cuando me di cuenta de que no llevaba sus gafas. Su hermosa mirada verde buscó en mis ojos con un poco de temor y su rostro estaba sonrosado. Dios, era hermosa. —Madoc, te amo —susurró—. Estoy enamorada de ti. Mis puños se apretaron alrededor de su camisa, y casi la dejé caer. ¿Qué?
Mi corazón parecía latir más y más dentro de mi pecho, desplomándose de mi cuerpo. Sudor cubrió mi frente y mis piernas casi fallaron. Me miró fijamente, parecía asustada pero definitivamente consciente y alerta. Sabía lo que estaba diciendo, y repetí las palabras una y otra vez en mi cabeza. Madoc, te amo. Estoy enamorada de ti. Bajé mi barbilla, entrecerrando mis ojos. —¿Hablas en serio? ―pregunté. Asintió. —Te he amado siempre. Hay tantas cosas que necesito decirte. Mis brazos se apretaron a su alrededor, y la más grande maldita sonrisa que jamás sentí apareció en mi cara. —Nada más importa —dije, atrapando sus labios para otro beso tan duro que no podíamos respirar. —Oigan, ¿chicos? —Oí un grito provenir del otro lado de la calle, de la fiesta asumía. Sin romper el beso, saqué mi dedo medio detrás de mí hacia la casa de Jared.
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Escuché una risa. —¡Por mucho que me gustaría observarlos tener sexo y todo, realmente no quiero tener que eliminar otra ronda de Adolecentes Alocándose de Internet! Jax. Fallon enterró su boca en mi cuello, abrazándome y riendo. ―¿De qué está hablando? Sí, larga historia. Jax era muy bueno con las computadoras, y estaba definitivamente en lo cierto. Teníamos que salir de la calle. —Jared y Tate. —Me incliné, besándola y estaba completamente jodidamente encendido en este momento—. Te lo explicaré en otro momento. Entremos. —No. —Sacudió su cabeza pero continuó acercándose por besos rápidos, acariciando mi pecho y cuello—. Llévame a casa. A tu cama. Enciérrame en tu habitación y dame placer hasta que lo único que sepa hacer sea gemir tu nombre. La empujé de nuevo contra el coche y me hundí en sus labios otra vez, golpeando mi mano contra en la puerta por frustración. Jesucristo, la deseaba tan mal en estos momentos. Varios gritos y declaraciones estallaron detrás de mí, y sabía que teníamos una audiencia ahora. Oí a Jax riendo y gritándonos mientras que otros simplemente exclamaban, ¡Whoo!
Idiotas. —Te amo —susurré contra su boca—. Vamos a casa.
Todo el camino en coche a la casa fue una jodida tortura. Fallon no se detenía de tocarme, mordisqueando mi oreja, pasando sus manos por mis muslos… Estaba más duro que un tubo de acero y a punto de detenerme y follarla a un lado de la carretera. —Lo siento —susurró en mi oído—. ¿Es demasiado? —Diablos, no. —Metí la sexta marcha después de que conseguimos atravesar la puerta de Seven Hills—. Me gusta este nuevo tú. Pero me estás matando en estos momentos. Exhaló su cálido aliento en mi oído, y cerré mis ojos, apretando mi mandíbula. No iba a durar mucho tiempo. —Madoc, llévame a la cama —suplicó. Gruñí, acelerando en nuestro camino de entrada y deteniéndome en seco frente de la casa. Fallon salió por la puerta antes, y rodeé el coche, cogiendo su mano y arrastrándola hacia la casa.
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Desbloqueando la puerta, la jalé a través, y corrimos por el vestíbulo escaleras arriba. —¿Madoc? —Oí la voz de Addie provenir de alguna parte—. ¿Fallon? —¡Hola, Addie! —gritamos ambos, ni siquiera nos detuvimos a voltear mientras subíamos rápidamente los escalones de dos a la vez. Escuché un “Oh, querido” como queja al llegar a la segunda planta y tuve que reír. Pobre Addie. Fallon llegó a mi habitación antes que yo y abrió la puerta con tanta fuerza que sacudió la pared cuando la golpeó. Reduje la velocidad hasta una caminata, cruzando el umbral con mis ojos fijos en los de ella mientras giraba para mirarme. Retrocedió dentro la habitación, un tímido, suave paso a la vez como en cámara lenta, quitando sus zapatos y lanzando su bolsa al suelo. Sin apartar mi mirada de ella, cerré la puerta detrás de mí. —Quiero hacer un trato —propuse, caminando con intención lentamente hacia ella. Su ardiente mirada me calentó. —¿Y qué es? —preguntó, levantando su camisa sobre su cabeza y dejándola caer al suelo.
Tomé un vistazo del tatuaje de Valknut en el lado de su torso. No era grande, pero nunca había obtenido la oportunidad de estudiarlo. Tendría que recordar preguntarle lo que significaba. —Sí tú —amenacé—, apenas dejas mi cama sin mi permiso en las próximas doce horas, tienes que conseguir un tatuaje con mi nombre… —Sonreí. Arqueó una ceja desafiante. —En tu trasero —terminé. Una sonrisa de superioridad jugó en las comisuras de su boca, y continúe avanzando hacia ella lentamente, admirando su suave piel y sujetador de encaje blanco. —¿Trato? —Alcancé la parte de atrás de mi cuello y tiré de mi camiseta por encima de mi cabeza. Deslizó sus dedos dentro de sus pantalones cortos, los bajó por debajo de su culo y los dejó caer al suelo. —No voy a irme sin un adiós. No me iré en absoluto, Madoc — prometió. —¿Tenemos un trato? —presioné, mi voz más exigente.
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—Sí. Acercándome hasta quedar de pie frente a ella, me tensé cuando sus dedos rozaron mi estómago. Desabrochó mi cinturón, quitándolo bruscamente de las presillas. Saqué mis zapatos y luego alcancé detrás de ella para desabrochar su sujetador. Apartándolo de su cuerpo, dejé a mi boca abrirse un poco ante la vista de sus pechos llenos y pezones oscuros y duros. Pero cuando empezó a desabrochar mis pantalones, agarré su mano. —Todavía no —susurré, capturando su labio inferior entre mis dientes. Sabía a vainilla y calidez y hogar. No me podía imaginar nunca estar hambriento por nadie más que ella. Gimió cuando tiré de sus labios con mis dientes, pero la dejé ir y deslicé mis manos dentro de sus bragas, empujándolas por sus piernas. Me sentí como un niño en el Cuatro de Julio. Fuegos artificiales explotaron por todas partes. Con ella desnuda y yo todavía en mis jeans, la dejé allí de pie y fui a sentarme en la silla tapizada en la esquina. Sus ojos se ensancharon, dirigiéndose de izquierda a derecha. —Um ¿qué estás haciendo? —Siéntate en la cama. Se quedó allí mirándome fijamente durante unos diez segundos antes de finalmente dejarse caer sobre el edredón azul marino y
moverse hacia atrás hasta el centro. Levantando sus rodillas, las abrazó, y se burló de mí con ojos juguetones. Tratando muy duro de parecer inocente. El cabello en la parte de atrás de mi cuello se erizó. Su cabello derramándose a su alrededor, las curvas de su cintura, los tonificados músculos de sus muslos… Fallon se ocultaba bajo un montón de ropa para chicos, y yo era el hombre más afortunado del mundo por haber sido el único en verla así. Levantó la comisura de su boca, desafiándome. —¿Y ahora qué? Me incliné hacia delante, mis codos sobre mis rodillas. —¿Cuándo fue la última vez que estuviste sobre una patineta? — pregunté. Parpadeó y preguntó con una risa nerviosa. —¿Me estás preguntado eso ahora? Ella estaba en lo cierto. Estaba matando el estado de ánimo como un balde de hielo. Pero esperé de todos modos.
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—Bien —dijo, pareciendo insegura—. Creo que han pasado dos años. La última vez que viví aquí. —¿Por qué? Se encogió de hombros, más como si no quisiera decirme que no podía. —No lo sé. Me puse de pie, dando unos pasos hacia ella. —¿Has perdido interés en ello? —No. —¿Entonces por qué? —Me detuve y crucé mis brazos sobre mi pecho. Fallon amaba patinar. Se ponía sus auriculares e iba al parque Iroquois Mendoza por horas, sola o con amigos, y simplemente se perdía. Lamiendo sus labios, ella dijo con un hilo de voz. —Supongo que al principio, no quería disfrutar de nada. No quería sonreír. Eso sonaba como culpa. Pero ¿por qué iba a sentirse culpable? —¿Estabas enojada conmigo? —pregunté—. ¿Por no ir tras de ti? Asintió, su voz todavía un susurro. —Lo estaba.
—¿Pero no ahora? En ese momento, había pensado que había querido irse. Nunca pensé en ir tras ella, porque pensaba que yo era la razón de que huyera. Sus ojos se encontraron con los míos. —No, no te culpo por nada. Éramos tan jóvenes. —Apartó la mirada y añadió en el último momento—: Demasiado jóvenes. Supongo que tenía razón. A veces, sabía que lo que estábamos haciendo era peligroso, pero estaba consumido por ella. No me importaba. Y mientras ella disminuyó su ritmo y se tomó su tiempo para crecer, yo seguí adelante. No dormí con tantas chicas como presumía aunque la oportunidad estuvo allí, pero sin duda no podía decir que me había guardado para ella, tampoco. Me acerqué más, dando un paso hasta el final de la cama. —¿Por qué nunca intentaste volver a casa? —Lo hice.
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Veintitrés
A
sí que Madoc quería hablar. Eso era nuevo.
No podía salir de la cama sin su permiso, y estaba totalmente desnuda y vulnerable mientras él conducía su P&R. Suspiré, sabiendo que le debía eso. Y mucho más. —Unos meses después de que me fui —agregué—. Estabas teniendo una fiesta, y tenías a alguien contigo.
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Tanto como lo pasé odiándolo por eso, la sensación de traición nunca pudo ser olvidada. Él había estado sentado en el borde de la bañera caliente con sus piernas en el agua mientras que alguna chica le hacía una mamada. Había estado inclinado hacia atrás con una mano y con su otra mano en el cabello de la chica, y su cabeza caída hacia atrás. No me vio mirando a través de las puertas del patio. Su papá y Addie estaban en casa pero indudablemente dormidos. Pensé que saldría bien, llegar tan tarde. Él estaría en la cama. Me escabulliría. Hablaríamos. Mi sincronización no pudo haber estado más equivocada. O más correcta. Corrí de la casa, lejos de alguien que era demasiado joven para amar. Madoc apartó sus ojos doloridos. —No deberías haberte reservado para mí. No lo merezco. —No lo hice —susurré—. Me reservé para mí. Parte de eso era que no quería a nadie más que a ti, pero la verdad es que solo no deseaba a nadie. Incluso tú. Estaba sobre mi cabeza. Necesitaba crecer. Su cuerpo estaba todavía quieto. Él dejó de avanzar, y quería que supiera que nada de eso importaba ya. Viviría con eso y tenía bastante tiempo para superarlo. Él estaba todavía ajustándose. Me recosté en la cama, mirando sus ojos volver a mí mientras rodaba sobre mi estómago y lo miraba sobre mi hombro. —A la mierda el pasado. ¿Recuerdas? —le dije, manteniendo mis ojos y tono serios. Mi pose podría estar redirigiendo su atención de vuelta a mí, pero quería que supiera que mientras entendía sus preocupaciones, habíamos terminado de hablar.
Sus ojos se suavizaron, y caminó alrededor de la cama, inclinándose sobre mí en sus manos. Estaba tan cerca, y titubeé cuando sentí un rápido tiro desde mi pecho hacia abajo entre mis piernas. Por favor tócame, Madoc. Le di una sonrisa pícara y entrecerré mis ojos, tratando de ser sexy. Pataleando mis piernas arriba, crucé mis tobillos y oscilé mis pies de atrás a adelante. Giró su cabeza, corriendo sus ojos por toda la longitud de mi cuerpo en una forma que me hizo sentir como si una cálida manta cubriera cada pulgada que su mirada tocó. Alargando la mano, rozó la piel de mi espalda con la punta de sus dedos, y cerré mis ojos. —¿Cómo estuvo la escuela? —preguntó, y abrí mis ojos otra vez. —¡Madoc! ¡Por el amor de Dios! —grité. Odiaba las preguntas, y ¡ahora no era el momento! Él arqueó una ceja reprimiendo. —Temperamento, Fallon —advirtió. Apreté mis dientes, hirviendo.
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Pero entonces fui sorprendida de mi rabia cuando me agarró por el muslo y me arrastró hasta el borde de la cama, tirándome sobre mi espalda. —¡Madoc! Separando mis piernas, me enganchó por debajo de mis rodillas y me tiró para encontrarlo en el borde. Mi corazón latía como un peso de diez libras presionando contra mi pecho, y un sudor rompió en mi cuello. ¿Qué diablos? ¿Por qué estaba maniobrándome? —Escuela —urgió como una advertencia. —Es… es… buena —tartamudeé—. Estoy estudiando ingeniería mecánica. ¿Tú? No reí, porque estaba enojada, pero esto debería ser gracioso, supongo. Corrió sus dedos entre mis piernas, masajeando mi entrada. —Derecho —respondió en un ligero, casual tono—. Sorpresa, sorpresa. —Sonó como que estaba teniendo una conversación de negocios. —Sí —suspiré. Tratando realmente duro de averiguar qué diablos debería estar en mi mente ahora. Sus preguntas o la sensación de sus dedos empujando—. ¿Derecho? ¿Cómo va eso? —pregunté.
—Me gusta, de hecho. —Sus ojos no estaban en los míos. Estaba mirando todo lo que su mano estaba haciendo—. Creo que seré bueno en eso. ¿Entonces qué significa el tatuaje Valknut? Deslizó un dedo dentro, y mi vientre explotó con fuegos artificiales. —Um… ¿Qué? —jadeé. ¿Cuál era la pregunta? Su dedo; o sus dedos, pensé que era uno, pero me sentía tan llena; tenía que estar enterrado hasta el nudillo, porque estaba tan profundo cuando comenzó a masajear mi interior con pequeños círculos. Santa mierda. Mis ojos rodaron hasta atrás de mi cabeza. —El símbolo Valknut, Fallon —me recordó. Apenas aflojé mis dientes. —¿Puedo decirte en otro momento? ¿Por favor por favor por favor, por favor? Su pícara pequeña sonrisa se mostró mientras mirada sus dedos comenzaron a moverse dentro de mí. Bastardo triunfante.
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—Una pregunta más. —Levantó su mirada a la mía—. ¿Confías en mí, Fallon? Me quedé quieta, sabiendo cuál era mi respuesta. —Eres la única persona en que confío. Sentándome con mis piernas todavía enganchada en sus brazos, lo miré y susurré: —Y haré que confíes en mí. Él iba a despertar en la mañana conmigo todavía aquí. Me tiró hasta levantarme de la cama, y lo envolví en mis brazos, abrazándolo. Su suave mandíbula frotaba contra mi pecho mientras su cabeza bajaba, trazando besos sobre mi mandíbula y por mis pechos. Corrí mis dedos a través de su corto cabello rubio y me incliné en su boca. Estremecimientos se esparcieron por todos lados, y temblé. Tomó un pezón entre sus dientes y entonces lo cubrió con su boca entera, succionando duro. —Maldición —suspiré, completamente indefensa. Dejé caer mi cabeza mientras gemía. Su boca caliente succionaba y soltaba, mordía y dejaba ir, una y otra vez hasta que sentí como que había una chispa de electricidad disparándose desde mi corazón directamente al calor entre mis piernas. Entonces, cambió su atención al otro: besando, mordiendo, y malditamente cerca de comerme viva.
Succionando mi labio inferior, enterré mis uñas en sus hombros mientras se daba un festín. La tortura era muy buena, pero estaba construyéndose mucho más que quería tumbarlo, subirme y montarlo. Salté, mis ojos abriéndose cuando sentí sus dedos de vuelta entre mis piernas. —Maldición, estás mojada —gruñó en mi cuello. Sí, podía sentirlo. Empujé contra su pecho y caí en la cama, deslizándome hasta el cabecero en un lento arrastrar. —Deja de jugar, Madoc —desafié a través de ojos entrecerrados—. Tiempo de ponerlo o dejarlo. Vamos a ver lo que tienes. Rompió en una brillante sonrisa, calmando mi corazón. Riendo y mirándome, acechó alrededor de la cama desabrochando sus pantalones. —Mi pequeña rival. ¿Crees que no puedo sublevarme a la ocasión en este juego? —respondió.
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No pude esconder la sonrisa en la esquina de mi boca. Inclinándome hacia atrás sobre mis manos, doblé mis piernas hacia arriba, cerrando mis rodillas juntas con mis tobillos aparte. Levanté mis cejas con una mirada que decía: pruébalo. Pero mi cara cayó cuando sonrío otra vez, esta vez más siniestro. ¡Oh mierda! Un grito se atoró en mi garganta cuando sacó sus manos, agarró mis tobillos, me tiró hacia abajo, y entonces se detuvo solo un momento para saborear mi expresión sorprendida antes de voltearme sobre mi estómago. Rápidas, superficiales respiraciones entraban y salían de mí, y mi interior se apretó y palpitó con la fricción de las sábanas en mi estómago. Me ahogué. —Mad… —No hables —gruñó bajo en mi oído, y es cuando me di cuenta de que estaba atrapada por una pared detrás de mí. Él todavía tenía sus pantalones puestos. Podía sentirlos frotando contra mi trasero. Su mano se enterró de vuelta entre mis piernas, y cerré mis ojos mientras las movía arriba y alrededor de la entrada, a través de mi clítoris en círculos pero nunca entrando en mí. Me impulsé sobre mis codos y empecé a moverme en sus dedos. La cama se hundió, así que sabía que debía haber subido una rodilla para inclinarse sobre mí. Un caliente, húmedo estremecimiento
corrió por mi espalda, y me estremecí ante la sensación de su lengua lamiéndome. Un duro mordisco descendió a mi costado, y apreté las sábanas debajo de mí. —Madoc. —Pero él no se detuvo. Bajando una y otra vez, succionó la piel de mi espalda, tomándola entre sus dientes cada vez. Se sentía como cristal astillándose. Un beso y los hormigueos se esparcieron en un radio de todo mi cuerpo. —¿Quieres retarme otra vez? —Se presionó a sí mismo en mi trasero, y pude sentir su dureza tratando de liberarse. —¡Madoc, maldición! —Traté de sonar molesta, pero salió como un susurro-llanto-ruego al contrario—. ¡Estoy a punto de salir de la maldita cama! ¡Por favor! Mirando sobre mi hombro, me empapé en su suave y sexi como el infierno, bronceado pecho y su paquete de seis que quería lamer. —Te necesito —vocalicé.
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Debió haber visto la súplica en mis ojos, porque alcanzó a su buró y sacó un condón. Rasgándolo con sus dientes, tiró de sus pantalones y bóxeres rápidamente y los patío fuera de sus pies. Sostuve sus ojos mientras se lo ponía. Sostuve sus ojos cuando se arrodilló en la cama y se bajó sobre mí. Pero lo perdí cuando arqueó una de mis piernas hacia arriba, mi muslo interior plano en la cama, y se acurrucó entre mis piernas. Mientras posicionaba ambos brazos en la cama a cada lado de mis hombros, se inclinó abajo sobre mí, su mano bajo mi barbilla, e inclinó mi cabeza arriba para encontrar sus labios. Oh. Cubrió mi boca entera con la suya, y se deslizó dentro de mí, hábil y rápido. Gemí en su boca. —Te amo —gruñó contra mis labios. Alcancé detrás de mí y apreté su nuca, cerrando mis ojos y absorbiendo cada movimiento de ida y vuelta de su cuerpo mientras embestía dentro del mío. Apretando mis dientes juntos, succioné el aire mientras se conducía más profundo y más rápido, su cuerpo deslizándose arriba y debajo de mi espalda. Sus largos, musculosos antebrazos a mis lados flexionados y tensos, y cada vez que entraba en mí, comencé a gemir del placer de lo que él podía hacerme que no podía hacer yo misma. Creo que la gente lo llamaba el punto G, y él era realmente bueno encontrándolo. Comencé a retorcerme contra la cama, empujando arriba contra él para incrementar el ritmo. Entre más rápido iba, más sentía.
Su aliento caliente siseó en mi oído. —No hay paciencia esta noche, ¿eh? —Lo siento —gemí, no ralentizando mi ritmo ni un poco—. Te lo compensaré. Esta posición es simplemente… Mi vientre comenzó a arremolinarse con mariposas como que estaba en caída libre, y mi interior se apretó y soltó. Dejé caer mi cabeza en la cama y arqueé mi trasero arriba para encontrarlo y lo sostuve ahí mientras él golpeaba dentro de mí. —Oh —gemí, sintiendo la quemazón, y volviéndome loca, pidiéndole más rápido y más duro. Hasta que se detuvo. ¿Qué? ¿QUÉ? Mis ojos quemaban con miedo y rabia, y el pulso entre mis piernas corría. Antes de que incluso tuviera una oportunidad de dar la vuelta, sin embargo, agarró mis caderas, me tiró a cuatro patas y entró en mí otra vez.
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—¡Oh, Dios! —grité, endureciendo mis brazos y abriendo mis piernas más amplio mientras él golpeaba dentro de mí tan duro y rápido como antes. —Esta posición es incluso mejor —señaló, sosteniendo mis caderas. Su jodido creído tono. Y entonces me perdí. Me apreté alrededor de su polla, latiendo y estallando mientras el orgasmo quemaba en mi interior, haciendo a mi corazón saltar a mi garganta. Mi frente cayó de vuelta en la cama, pero Madoc no se detuvo y no disminuyó su ritmo, incluso después de que mi orgasmo pasó. Y eso fue para volar mentes, también. Continuar sintiéndolo después de que me viniera era tan bueno. Apretó mis caderas, moviéndose más rápido y más rápido. Maldición, amaba su poder. Gruñó un par de veces, respirando duro y finalmente conduciéndose tan profundo como era posible dos veces más antes de correrse y disminuir su ritmo hasta que terminó. Colapsando de vuelta en la cama, finalmente me dejó caer, también. Mi mejilla descansó en la cama, y mi cabello sudoroso estaba pegado en mi cara. O tal vez su cabello estaba pegado a mi cara sudorosa.
Como sea.
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Veinticuatro F a llo n A menudo me pregunto si el pasado luce mejor para la gente porque odian mucho el presente o luce mejor porque era mejor. Expresiones como “los viejos días de oro” dan a entender que esa vida solía ser de mejor calidad de lo que lo es ahora, pero creo que todo luce mejor en retrospectiva. Después de todo, no es como si tuviéramos la oportunidad de volver y revivirlo sabiendo lo que sabemos ahora y probar esa teoría. Excepto por mí. Regresé a casa, al lugar que odiaba, a una vida que no quería y a un chico que despreciaba.
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E incluso con todo eso, aun extrañaba a Madoc. Nunca dejé de desearlo y amarlo. Aún estaba obsesionada con lastimarlo a pesar de que en la boca del estómago el dolor de necesitarlo seguía ardiendo, estaba segura de llegaría a casa con una revelación como: ¿Por qué creí que lo amaba? o ¿en qué demonios estaba pensando? Pero no, en este caso me acordaba de nuestro tiempo juntos con cariño porque quería, lo recordaba con cariño porque era así de bueno. Recordaba la verdad, no una versión suavizada y decorada con azúcar que mi mente arruinó después de un tiempo de embotar el dolor. Fue realmente así de bueno. —Madoc —advertí con una voz juguetona. Se rió en mi oído. —Eres tan cálida en todas partes —dijo, acariciándome—. Y aun sigues húmeda. Su brazo estaba envuelto alrededor de mi cintura con su mano frotando entre mis piernas. Nos quedamos dormidos la noche anterior después de una ronda dulce y tranquila de hacer el amor y estaba exhausta. Después de apenas haber dormido la noche anterior, el largo viaje hasta Shelburne Falls, descubrir las cajas en el sótano y luego regresar aquí la noche anterior, necesitaba descanso y comida.
Pero aún sonreía porque sabía por qué él se había despertado temprano. Estaba probablemente en alerta máxima incluso aunque no se daba cuenta, su subconsciente probablemente creía que iba a huir cuando se quedara dormido. —Estaba soñando contigo —bostecé y luego hundí mi nariz en la almohada, tenía la esencia de su colonia por toda ella y solo quería poner la sábana sobre mi cabeza y arrastrarme en su olor. Sus dedos comenzaron a hacer su magia, acariciando y haciendo círculos sobre mí y sentí el latido de mi excitación. —Cuéntame sobre el sueño —me urgió. Mmmm… tenía una mejor idea. Sí, mi cabeza se sentía como un balón y apenas podía abrir mis ojos pero, ¿a quién le importaba? Estirándome tomé uno de los condones que Madoc había tirado en la mesita la noche anterior después de la primera vez. Debería haber sabido entonces que tenía planes en medio de la noche. Girándome, lo empujé sobre su espalda y me subí encima a horcajadas sobre él, lamiendo mis labios, pasé un dedo por su mejilla.
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—Creo que te lo mostraré.
—Oh mi Dios, te acordaste —cubrí mi boca con mis manos dejando caer la sábana accidentalmente en mi cintura mientras me sentaba en la cama. Subiéndola nuevamente miré la caja de Krispy Kremes como si fuera el final de mi vida. Mi estómago gruñó inmediatamente. Él se dejó caer, acostado en su lado y abrió la caja que estaba entre nosotros. —No, no en realidad —admitió—. Addie aún los consigue todos los domingos, consigue nuestro surtido regular, relleno de limón para ti, glaseado de chocolate para mí y glaseado simple para mi papá. Y nada para mi mamá, recordé. Ella nunca comería donas. Eligió su favorita y yo tomé una mordida, el glaseado escamoso en sus labios se movió mientras masticaba y por alguna razón mi corazón casi explotó. Moviéndome hacia adelante, cogí sus desprevenidos labios y tuve que retener mi risa cuando se sacudió con sorpresa. Lamiendo el glaseado, no podía creer lo hambrienta que estaba. Madoc me hizo prometer no dejar la cama sin permiso por doce horas y ahora creía que iba a tener que arrastrarme lejos. No era comida lo que quería ahora.
Me cerní sobre su boca. —Me gustas. Se alejó, mirándome con recelo. —Pensé que me amabas. —Oh, lo hago. Pero no puedes amar a una persona que no te gusta ¿sabes? —Busqué en la caja la mía rellena de limón—. Como nuestros padres, nuestros hermanos… pero contigo, también me gustas. Me gusta estar y hablar contigo. Entrecerró sus ojos y se metió un gran pedazo en la boca. —Solo crees que soy genial porque tengo todas las temporadas de Vampire Diaries en DVD. ¡Oh Dios Mío! Estallé en risas, cubriendo mi boca con mi mano mientras reía. —¡No las tienes! —Me eché a reír con incredulidad—. ¿No la sigues mirando, verdad? Me frunció el ceño y arrebató otra rosquilla de la caja.
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—Es tu culpa —se quejó—. Tenías que verla todos los jueves y luego me enganché. —Madoc. —Tragué el resto del bocado—. No lo he mirado en años. —Oh deberías —asintió—. ¿Damon y Elena? Síp. Y luego está Alaric, eso como que apestó, luego llegaron los Originales al pueblo, son bastante asombrosos. Tienen su propio show ahora. Comencé a reír otra vez, y dirigió su mirada hacia mí frunciendo el ceño. —Lo digo enserio —imploró. —Puedo decirlo. Nos sentamos allí, comiendo y hablando por la siguiente hora y luego Madoc a regañadientes me dejó salir de la cama después de rogarle para usar el baño. Quería ir a correr pero había tenido sexo cuatro veces en las últimas nueve horas, estaba sudorosa, pegajosa y dolorida. Necesitaba una ducha desesperadamente. También necesitaba algo de tiempo para pensar que debería hacer con mi mamá y cómo iba a decirle el resto a Madoc. El bebé, mi madre tratando de tomar su casa… Nos estábamos sintiendo tan bien ahora y no quería arruinarlo. Sin embargo solo tenía que decírselo y superarlo. Estaría tan enojado con mi mamá y quizás un poco molesto conmigo por ocultarle eso, pero confiaba que se quedaría de mi lado.
Abrí su gel de baño, oliendo su maravilloso contenido que enviaba a mis hormonas zumbando violentamente por todo mi cuerpo. Como si fuera una señal, creo que sentía cuando mi cuerpo lo necesitaba, abrió el vidrio de la ducha y entró. Sus ojos estaban oscuros, casi enojados, mientras subían por mi cuerpo. —¡Infiernos Fallon! —dijo en un gruñido bajo, empujándome contra él, bajó su cabeza para mojar su cabello, alisándolo hacia atrás. Su boca bajó hacia la mía y olvidé todas mis preocupaciones en la calidez de la ducha y la seguridad de sus brazos. —¿Quieres mirar una película? —le pregunté mientras me arrojaba una toalla. Finalmente habíamos emergido de la ducha una hora después y pensé que bajar a la sala de cine de la casa sería una buena oportunidad de hablar con él, sola, lejos de los amorosos oídos de Addie. Envolvió una toalla alrededor de su cintura y tenía otra en su cabeza mientras secaba su cabello. —Bueno, estaba pensando que quizás sería divertido ver si Lucas está por los alrededores hoy, necesito verlo.
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No dije nada, tenía razón. Era mi culpa que Madoc se hubiera ido antes el verano pasado y fuera alejado de Lucas. Necesitábamos verlo de inmediato. —Y luego tenía la esperanza de que quizás te quedaras aquí por un par de días extras —continuó—. Estoy en el receso de temporada así que no tengo que volver hasta la otra semana. La decepción me golpeó en el mismo sitio. —Northwestern no tiene receso de temporada. Asintió, apoyándose en el mostrador del baño luciendo caliente como el infierno con su cabello todo en punta. —Lo sé, lo investigué esta mañana. Pero si pudieras quedarte un par de días podría valer la pena. —¿Por qué? Nada me gustaría más que quedarme aquí y pasar más tiempo con él, pero mis clases no eran para los débiles de corazón. Pierde un día y perderás mucho, ya me había perdido el viernes. —Tu mamá está tratando de quedarse con la casa, quiero ir a hablar con Jax y ver si puede ayudar. —¿Cómo sería capaz de ayudar? —Caminé hacia él y entrelazó la toalla de su cuello con mi toalla que estaba alrededor de mi cuerpo empujándome más cerca.
—Es bueno con las computadoras —explicó—. Puede encontrar cosas en internet que otros no pueden, solo quiero ver si podemos encontrar algo de ella. No iba a hacerlo, los hombres de mi padre ya habían estado en eso y además de frecuentar prostitutos, la vida de mi madre consistía en comprar, comer en restaurantes y socializar. El padre de Madoc tenía información que se negó a usar. Sin embargo, no le dije eso a Madoc. Sabía mi rol en el divorcio de nuestros padres y no iba a recordárselo. —¡Jared solo dale una oportunidad! Madoc y yo levantamos nuestras cabezas hacia la puerta del dormitorio por el griterío afuera. —Mujer estás drogada —ladró Jared—. De ningún modo. —¡Oh, eres tan maricón! Es solo un baile de salón —gritó Tate. Madoc y yo nos miramos con los ojos ampliamente abiertos y nos dirigimos hacia la puerta del dormitorio abriéndola juntos.
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Jared y Tate justo habían rodeado la esquina y se estaban dirigiendo desde el salón hacia la dirección opuesta, al otro lado de la casa. Presumiblemente a su habitación. Jared se giró, caminando hacia atrás. —Absolutamente no. Madoc puso un brazo alrededor de mi hombro y gritó. —¿Qué está tratando de que hagas ahora? Tate se giró con las manos en sus caderas, mientras que Jared se detuvo en su retirada. —Clases de baile de salón —dijo con los dientes apretados—. No sé de dónde sacó la idea. Tate miró hacia abajo —Solo creí que podría ser una nueva experiencia Jared —dijo dándole la espalda—. No puedo esperar que Madoc baile conmigo en cada ocasión, ¿verdad? Entrecerré mis ojos, estudiándola. ¿En cada ocasión? Y luego me golpeó. Una boda. Eso era lo que ella estaba pensando solo que la severa ceja arqueada de Jared y la risa de Madoc me dijeron que ellos no entendieron. Ella estaba enamorada de Jared e incluso yo podía ver que él tenía la intención de casarse con ella algún día. Ella querría que el bailara con ella en su boda, por supuesto. Y Jared no bailaba.
Quizás no necesitara la habilidad por algunos años pero ella estaba pensando en más adelante. Masticando un lado de su boca, lucía enojada pero tenía demasiado orgullo para decirle porque en verdad quería que aprendiera. —Tengo un idea —hablé, sosteniendo la toalla a mi alrededor y asomándome por el marco de la puerta—. Una carrera —sugerí—. Ella gana y tú tienes que tomar las lecciones hasta que puedas bailar como un profesional. Tú ganas y no tienes que hacerlo. Él miró lejos con una expresión aburrida. —No quiero no hacerlo ahora. ¿Qué hay para mí en realidad? Tate apretó sus labios luciendo lista para golpear la mierda fuera de él. —Está bien imbécil. —Se giró y dirigió a su novio—. Tu ganas y haré las cosas que has estado queriendo que haga. Sus ojos se animaron, parpadeando con picardía, e imaginé que esa era la manera en que lucía Jared Trent la mañana de navidad. —¿Tenemos un trato? —preguntó Madoc. Jared se acercó a Tate, tomando su barbilla entre los dedos.
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—La próxima noche de sábado. Llamaré a Zach y lo arreglaré. —Y caminó hacia su habitación sacando su teléfono del bolsillo en el camino. —¿Qué quiere que hagas? —Podía oír la sonrisa en la voz de Madoc—. ¿Sexo anal? Había creído que ustedes dos ya habían llegado ahí. El cabello de Tate se balanceó en su espalda mientras negaba. —No importa, va a perder. Sonó más confiada que segura. Madoc se rió. —Sí, está bien. La última vez que Jared perdió una carrera fue… hmm nunca. Tenía razón. Creo que había tenido una idea muy estúpida y Tate estaba en ello ahora.
Veinticinco
D
espués de otra pelea divertidísima, Jared y Tate finalmente dejaron la ciudad para regresar a Chicago y a la escuela. Él trataba de convencerla de dejar su auto en Shelburne Falls, ya que de todos modos, estarían de vuelta en cinco días y ella decidió que lo mejor era que fueran en autos por separado y no verse durante toda la semana. Él tuvo un arrebato, y ella murmuró algo sobre la frustración sexual debilitaría sus habilidades agudas para el próximo fin de semana. No tenía prisa en apurar mi tiempo con Fallon esta semana, pero no podía dejar de sonreír ante la idea de ir otra vez al centro de la ciudad de Chicago. Extrañaba a mis amigos más de lo que me había admitido a mí mismo.
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Fallon decidió quedarse un día más o dos, así que nos vestimos y subimos a mi auto. Después de ver a Jax, Fallon y yo íbamos a la casa de Lucas. —¡Jax! —grité, abriendo la puerta principal—. ¿Estás despierto? — Oí pisadas desde el piso de arriba y esperé hasta que comenzó a bajar las escaleras. Como de costumbre, se encontraba en la casa sin camisa, y llevaba pantalones Adidas negros, sin zapatos o calcetines. Su cabello estaba recogido en una cola de caballo, con cabellos sueltos como si se acabara de despertar. Y lucía un moretón en el lado de su labio. Se veía jodidamente cansado, pero de buen humor. —Oye, hombre. —Le di nuestro golpe de puños—. Ponte una camisa, ¿lo harías? Era una especie de broma. Un poco. Yo era más sexy que él. Sin dudas. Agarré la mano de Fallon, recordándole que podía mirar pero no tocar. Jax comenzó a ejercitarse con Jared y conmigo hace aproximadamente un año, cuando aún era joven y estaba en edad de crecimiento, podía sostenerse con nosotros. Se hizo cargo de sí mismo como no lo harían otros chicos de su edad. Tenía una cosa en cuanto a ser saludable y mientras se aventuraba por el alcohol aquí y allá, nunca tocó cigarrillos o drogas. De hecho, tenía un gran problema con las drogas. Un chico le ofreció marihuana una vez, y enloqueció.
Fallon me apretó la mano, sonriendo ante mi petición celosa de que él se pusiera una camisa. Cruzó los brazos sobre su pecho. —Tienes suerte de que me puse pantalones, amigo. ¿Pasa algo? Hice un gesto hacia las escaleras. —Vamos a tu oficina. Se giró, y lo seguimos al piso de arriba, a su guarida. O eso es lo que dije en broma que era. La madre de Jared, Katherine, y pronto a ser mi madrastra, había tomado a Jax del cuidado temporal y lo trajo a casa con ella para que su hijo pudiera tener un hermano consigo. Desafortunadamente, Jax era para ella el sol, la luna y las estrellas, lo malcriaba. Jared tuvo a la madre que se puso a sí misma como prioridad y lo ignoraba, y Jax a la mamá madura que había crecido y se comportaba de forma responsable. Jared se quedó solo, y Jax obtuvo comidas caseras y un fan número uno en sus juegos de lacrosse. Sin embargo, estaba bien. Él merecía un cambio después de la infancia que había tenido, y Jared se sentía feliz de que su familia finalmente estuviera junta.
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A Jax le habían permitido tomar el dormitorio de Jared cuando él se mudó a la universidad y usó el cuarto de invitados como su “oficina”. Entré y sentí como si estuviera en una furgoneta de vigilancia del FBI. Estaba oscuro y un poco intimidante con interruptores, monitores y cables que serpenteaban de arriba abajo por las paredes. Seis monitores enormes de pantalla táctil se alineaban en la pared, tres en cada fila, y luego un séptimo monitor apoyado en un trípode que Jax utiliza para controlar todos. Había tres mesas largas llenas de cosas electrónicas que yo no tendría la menor idea de cómo usar, una PC y una portátil. Cuando le pregunté el año pasado por qué necesitaba todo esto, simplemente dijo que jugaba muchos videojuegos. Sí, esto no era un juego. Esto era severo. Pero considerando a Fallon y mi situación, estaba agradecido que Jax estuviera cerca. Él podría estar en condiciones de emitir documentos que me extraditaran a Sudán para ser procesado por el delito de traición contra su rey, o lo que sea que tenían, pero estaba de mi lado, así que era una ventaja. —Vaya. —Fallon se paró en seco cuando entramos en el cuarto, y me topé con su espalda. Estabilizándome, envolví mi brazo alrededor de su cintura vestida con una camiseta gris y esperé, permitiéndole observar todo esto. Todo era como lo recordaba, pero todavía era mucho para absorber. Cada monitor estaba activado, algunos mostraban líneas de
códigos que no tenían sentido para mí, mientras otros monitores tenían páginas Web, documentos e IMs abiertos. Tuve que parpadear varias veces, porque mi cerebro lo estaba procesando. ¿Cómo demonios Jax miraba toda esta acción cada día? —Jax... —comenzó Fallon con preocupación en su voz. Jax rodeó la habitación, apagó los monitores y sin mirarnos. —No me preguntes, Fallon, y no te diré ninguna mentira —dijo como si hubiera leído su mente. Sus ojos me recorrieron. —Bien —arrastró las palabras en un susurro. —Oye, hombre. Necesito un favor. —Me acerqué a una de sus largas mesas donde divisé un lápiz y papel—. ¿Puedes buscar este nombre? Patricia Caruthers. —Continué escribiendo sus otros apellidos, así como su número de teléfono—. También puedes encontrarla como Patricia Pierce y Patricia Fallon. Ve tras los registros policiales, declaraciones de tarjeta de crédito, sus amigos, su calendario social… Le entregué el papel.
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—Patricia Caruthers. Esa es tu madrastra, ¿no? —preguntó, mirando entre Fallon y yo. —Es mi mamá —intervino Fallon, mirándome antes de continuar—. Jax, lamento que te involucremos, pero ella está llevando las cosas demasiado lejos con este divorcio. Queremos ver si puedes… —Se encogió de hombros arrepentida—, conseguir algo sobre ella. Para convencerla de dar marcha atrás, ¿sabes? Sus ojos pensativos continuaron trasladándose entre Fallon y yo, pero finalmente asintió. —Dame un par de horas.
Después de recoger a Lucas, fuimos a Chevelle para almorzar y luego hacia la pista de patinaje. Le había dicho a Lucas en el restaurante a dónde íbamos, cuando caminamos hacia el cuarto de baño, y monté guardia fuera de la puerta, debido a la gente. Él nunca había hecho patinaje. También le dije que mantuviera su boca cerrada. Quería sorprender a Fallon, y para ser sincero, no estaba seguro de cómo tomaría la idea. Por lo tanto decidí sorprenderla. ¿Mejor pedir perdón que permiso, verdad? Ese es mi lema. Mi teléfono siguió zumbando en mi bolsillo mientras conducía, y presioné el botón de encendido a través de mis pantalones, apagándolo. Fallon me miró, estrechando sus ojos en mis pantalones.
Rodó sus ojos. Mis padres habían estado llamando y enviando mensajes la última hora. Y sabía por qué. No obstante, no quise preocupar a Fallon. Ellos sabían que estábamos juntos, y yo sabía cómo estaban al corriente. Sin embargo, no culpé a Addie por decirles. Nunca habría ofrecido la información. Uno de ellos se debe haber dirigido a ella y haberle preguntado sobre mi paradero. Addie no podía mentir, no es que debiera. Mi mamá estaba muy lejos, en Nueva Orleans. No me preocupaba que se apareciera esta noche. Mi padre, en cambio, podría sorprendernos. Y en este punto, que era de vida o muerte. No renunciaría a Fallon. Frotó pequeños círculos sobre mis nudillos, y eché un vistazo en el espejo retrovisor para ver a Lucas meneando su cabeza al ritmo de su iPod. El maldito niño había crecido tanto. Tenía el cabello más largo alrededor de sus oídos, y había crecido al menos cinco centímetros en los últimos cuatro meses.
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El agarre de Fallon en mi mano se apretó, y la miré por el rabillo del ojo, viendo que había notado que nos dirigíamos al Parque Iroquois Mendoza. Su ceño se apretó cuando dio vuelta a su cabeza. Me tragué mi sonrisa y moví mi mano suelta, metiéndola entre sus piernas y masajeando para distraerla. —¿Qué estás pensando? Agarró mi mano con las suyas. —¡Basta! —gritó-susurrando, dando miradas nerviosas y rápidas sobre su hombro para ver a Lucas. Él todavía meneaba la cabeza y miraba por la ventana. Comencé a masajearla y frotar círculos. Por lo menos ella no estaba pensando en la posibilidad de estar enfadada conmigo por la pista de patinaje en estos momentos. Manteniendo los ojos en la carretera, deslicé mi mano por su muslo, aumentando la presión. Mirándola, murmuré: —Voy a tomarte con tanta fuerza esta noche. Cuidado. Se pellizcó sus labios y tiró de mi mano. Volví a sonreír a través del parabrisas delantero y de un tirón me detuve.
—¡Impresionante! ¡Estamos aquí! —grité, levantando el freno de mano y apagando el motor. Lucas me siguió fuera del auto de inmediato, y rodeamos la cajuela para sacar las patinetas. Me había escabullido en el sótano esta mañana, de vuelta a donde se escondían entre mi half-pipe y la pared. También me di cuenta que las cajas debajo del piano se encontraban vacías y las cosas de Fallon se hallaban esparcidas por todo el suelo. Ella no hablaba de ello, y no tenía ninguna prisa para explicarme que estos últimos dos años había evitado el tema de toda su vida escondida. —¡Fallon! —llamé—. ¡Deja de masturbarte y ven aquí! La puerta se abrió. —Madoc —gritó ella—. ¡Es un niño! Cuida tu lenguaje. Arqueé una ceja sarcástica hacia Lucas. Él negó, murmurando: —Chicas. Levanté la tapa de la cajuela, sujetándola con una mano y echando una ojeada alrededor de ello hacia Fallon.
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—Ven. Escoge tu patineta.
Veintiséis
¿E
scoger mi patineta? Preferiría tener a Lucas disparando bandas de goma en mi rostro.
Cerré de golpe la puerta del auto, metí mis manos en mis bolsillos y mis brazos se tensaron por el frío aire. —Esto es el por qué insististe en ropa floja —acusé. Cuando había empezado a ponerme pantalones esta mañana. Madoc me había dicho que me pusiera algo holgado y que me callara al respecto. Tan encantador.
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Así que me vestí holgada, pantalones negros de corte recto, una camiseta gris Obey, y recogí mi cabello en una cola de caballo. Preparada para cualquier aventura que había preparado. Cada músculo de mi cuerpo se había tensado. A pesar de que solía ser una competente patinadora, estaba fuera de práctica. Mientras que mi cuerpo aún estaba en forma, mi confianza no lo estaba, y en el patinaje, la confianza y el ingenio eran las llaves del reino. Traté de ignorar a Madoc mientras me esperaba, para hacerle saber que no estaba en esto, pero mi mirada no podía apartarse de la cajuela. Jadeé sin hacer ruido, mi boca colgaba abierta. Saqué mis manos de mis bolsillos y agarré el borde de la cajuela, boquiabierta por todas mis patinetas. ¡Mis patinetas! —No empieces a llorar —se burló Madoc—. No podía guardar tus juguetes lego y no tus patinetas. No pude evitarlo, las lágrimas nublaron mis ojos mientras miraba a las cinco patinetas, cada una tenía un conjunto especial de recuerdos. Mi primera patineta que estaba astillada en cada centímetro de sus bordes y probablemente había sangre en ella. Mi segunda y tercera patineta que había adornado con ruedas personalizadas y las primeras con las que aprendí cómo hacer ollies, kick-flips, y heel-draggers14. Mi
14
Movimientos y trucos con la tabla de skate.
cuarta patinetas que era mi favorita para usar en bowl 15. Y mi quinta. Nuevecita. Nunca utilizada. Mis pulmones estaban vacíos, pero no sentía el dolor. Mirando a Madoc, en realidad me tragué toda mi sonrisa. —Te amo —le dije con voz temblorosa. Guiñó en su forma oh-demasiado-sexy, diciéndome que aceptaría eso como un agradecimiento. —Voy a usar ésta —desafió Lucas, agarrando la tabla que nunca había sido usada. —Oh, no. —Se la arrebaté—. Ésta para ti. —Le tendí una raída, con la tracción casi destrozada. Mordió su labio superior, cogiendo la patineta. —Tienes que graduarla —le expliqué—. ¿Entendiste? Asintió y cogió la tabla mientras yo agarraba una nueva. Madoc cerró la cajuela sin coger ninguna. Lo miré, levantando mis cejas. —No voy a patinar —murmuró—. Me gusta mirar. Sujeté la patineta junto a mí, malhumorada. —Genial.
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—Lucas —llamó Madoc, y ambos nos giramos—. Ponte estos. Madoc le lanzó una bolsa de redecilla con almohadillas y un casco, e intenté contener mi sonrisa. Lucas frunció el ceño como si él fuera muy genial para un equipo de protección, pero yo estaba impresionada. Madoc era bueno con esta cosa de hermano mayor. ¿Era de esta manera desde hace años? ¿O había madurado después de que lo había dejado? Busqué en mi memoria, recordando tiempos en el que se bebía mi jugo para enfadarme, pero luego siempre venía y veía la televisión conmigo, haciéndome sentir menos sola. Y todas las veces que me ignoraba en el colegio, pero luego me enviaba chucherías y globos así no me sentía excluida cuando en vacaciones todos lo demás en la clase conseguían regalos. Él había apuntado algún obsceno o bruto poema, por supuesto, pero hacía que me sintiera bien al recibir algo. Addie tenía razón. Madoc recogía los pedazos. —Lucas. —Puse mi patineta en la acera y alboroté su cabello rubio—. ¿Has patinado antes?
Es una disciplina más del Skate, el cual consta de surfear una piscina con terminaciones redondas, que permite deslizar cualquier pared. 15
—Todavía no. ¡Pero quiero hacerlo! —Señaló hacia la pista, ya que estábamos de pie cerca del borde. Ya tenía puestas sus rodilleras y coderas. —Hoy puedes entrar ahí —le aseguré, tomando su patineta y poniéndola junto a la mía—. Pero te tomará algo de práctica antes de que estés listo para ir rápido. Te mostraré los primeros pasos. ¿Sabes cuál es tu pie delantero? La sangre fluyendo a través de mis brazos se sentían calientes, y mi corazón estaba latiendo con fuerza. Maldita sea, estaba agradecida de que Lucas estuviese aquí. Madoc se sentó, los brazos extendidos y colgaban en el respaldo del banco mientras nos miraba. O a mí. Por lo menos teniendo a Lucas aquí significaba que yo no era el centro de atención. Madoc solo debería haberme dicho que viniera aquí por mi cuenta. Consiguiendo mis pies mojados de nuevo sin público. Pero él me conocía, sabía que no iba a hacer nada sin ser empujada. —¿Pie delantero? —Lucas parecía confuso mientras levantaba un pie para luego bajarlo y levantar el otro, inseguro.
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Sonreí, tocando su brazo para llamar su atención. —Está bien, vamos a subir esas escaleras de allí. —Señalé hacia la acera. —¿Por qué? —Solo hazlo —le ordené con más autoridad, pero manteniendo mi voz suave. Lucas dejó su tabla en el suelo y balanceó sus brazos hacia delante y hacia atrás mientras se acercaba al camino. Tan pronto como levantó un pie en el primer paso, le grité: —¡Para! Se detuvo, manteniendo su pie derecho en alto y temblando mientras miraba atrás hacia mí. —Ese es tu pie delantero —le dije—. Vuelve aquí. Madoc había terminado de volver de su auto y dejó las puertas abiertas así podíamos escuchar música. All I Need de Method Man’s vibraba en la calle, y mi rostro se estremeció con diversión viendo cómo Lucas balanceaba su cabeza como el adolescente que no era. Esta canción era más vieja que Madoc y yo, por amor de Dios. —Bien. —Me agaché y señalé sus pies—. Tu pie delantero va hacia la parte superior de la patineta, y el anterior va en la parte trasera.
Hizo lo que le dije, y lo vi mientras se subía, poniendo a prueba la elasticidad en la patineta izquierda y derecha. Mis pies comenzaron a zumbar por sentir mi propia patineta. Tomé una respiración profunda. —Ahora, cuando te estés moviendo, ve con tu pie delantero hacia delante y patea con tu pie trasero. Cuando pongas los dos pies de nuevo, ponlos hacia los lados así otra vez. No perdió tiempo. Antes incluso de que me hubiese enderezado de nuevo, se había ido. Había llevado su pie delantero hacia delante, al menos por lo que puede ver, debido a que sus pantalones negros eran tan largos que sus zapatos estaban casi cubiertos. Al menos se veía como un patinador. Empujando con el pie trasero, tocaba el suelo una y otra vez, empujado más rápido y más rápido, aumentando su velocidad. Sus brazos se sacudieron, y me tensé. —¡Whoa! —gritó, y miré cómo tropezaba en la tabla y en el suelo. Dejé escapar el aliento que estaba sosteniendo y miré a Madoc. Se encogió de hombros y sacudió su cabeza.
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—Se va a caer, Fallon. Relájate. Los brazos extendidos de Madoc estaban tensos, y mis ojos se demoraron demasiado tiempo en las curvas de sus bíceps y tríceps en su camiseta gris brezo de mangas cortas. La amplia extensión, los tonos de su pecho, recordé que se sentía delgado y duro bajo las puntas de mis dedos. Madoc era duro y suave en todos los lugares correctos y mi boca de hecho se aguó por los pensamientos masajeándolo, así podría pasear mis dedos a lo largo de cada centímetro de su piel. Con aceite. Montones y montones de aceite. —Fallon. Parpadeé, llevando mi mirada hacia el rostro de Madoc. —Limpia la baba, nena —ordenó—. Estaremos bajo las sábanas después. No te preocupes. Mi sexo se apretó, un rayo salió disparado desde mi vientre hasta mis piernas, y miré hacia otro lado, pasando mis manos por mi rostro. Y entonces se estaba riendo. Estúpido mamón gilipollas. Sacudiéndolo fuera de mi cabeza, violentamente, caminé por el camino hacia dónde Lucas estaba haciendo su camino de regreso. —¿Sabes qué? Te quedaste encima de la patineta mucho más tiempo de lo que yo hice la primera vez. —Puse mi brazo alrededor de su hombro—. E hiciste lo que tenías que hacer. Cuando estabas en peligro, saltando.
—No seas tan cobarde —gritó Madoc—. Enséñale cómo hacerlo. Le fruncí el ceño a través de la capucha y miré mi patineta, curvando mis dedos. —¿Qué tienes? ¿Miedo? —Lucas me miró, la pregunta honesta llenaba su rostro. ¿Cómo iba a animarlo a hacer algo que yo no haría? ¿Qué clase de madre sería? Torcí mis labios a un lado y sentí el sudor mojando mi cuello, me puse sobre la patineta, enderezando mis piernas contra el temblor de mis músculos. Me incliné lentamente sobre mis talones y luego hacia delante sobre las puntas de mis pies, respiraba entrecortadamente mientras me balanceaba hacia delante y hacia atrás, doblando la patineta y recordando cómo se sentía el maniobrar y guiarme a mí misma. La gente frecuentemente cree que patinar es solamente sobre los pies, pero la verdad es que es un entrenamiento del cuerpo entero. Cada músculo entra en juego. Te inclinas con tus hombros, diriges con tus talones y sumas o restas presión dependiendo de cómo quieras saltar, dar la vuelta o deslizarte.
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Girando hacia delante mi pie calzado con Van, hice el saque inicial con el otro y doblé mis rodillas, ligeramente, apretando mis puños contra el ataque repentino en mi pecho. Mierda. Mis ojos se abrieron como platos, y solté una carcajada antes de cubrir mi boca. Oh, mi Dios. Espero que ellos no escucharan eso. ¿Acabo de recibir una descarga de adrenalina por lanzarme? Tocando tierra otra vez, pateé y pateé, mi corazón saltando en mi pecho mientras me dirigía a la izquierda, evitando las escaleras. Permaneciendo en la acera, continué pateando y deslizándome en la acera alrededor de la pista, fuegos artificiales descargando sobre mi vientre y mi cabeza. Jodidamente increíble. Era como me sentía. ¿Cómo pude dejarlo? Excavando en el suelo, empujé duro y acusé por delante directamente hacia Lucas. Extendiendo los brazos, tiré mi pierna hacia atrás, trayendo la parte delantera de la patineta hacia arriba fuera del suelo y derrapando hasta detenerme, dando vueltas alrededor de Lucas hasta que paré. Apreté cada músculo de mi cuerpo, deseando poder pellizcar mi rostro en una maldita sonrisa ridícula, gritar y saltar de arriba abajo. Pero eso estaría fuera de onda.
Saltando fuera de la patineta, mi respiración rápida y cortante contra el frio de la tarde, obtuve el rostro de Lucas con los ojos abiertos como platos. —¿Te parece que tengo miedo? —bromeé. Su boca estaba abierta. —Quiero aprender eso. Pisé la parte trasera de mi patineta y cogí la parte delantera en mi alcance. —Derrapar está fuera de la ecuación. Hagamos algunos cambios de dirección. Durante el próximo par de horas, Lucas y yo nos agotamos con steering, balling, ollies y solo la práctica sencilla. Le mostré cómo usar su cuerpo, y cómo caer con una sonrisa. Porque las caídas sucedían. Mucho. Le prometí que íbamos a trabajar en kick-flips la próxima vez, y después él pasó más tiempo practicando en las pistas mientras que Madoc y yo nos sentábamos en el borde viéndolo.
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Acostando la cabeza en su hombro, cerré mis ojos, por una vez, no quería estar en ningún otro lugar.
—Gracias —dije con voz ronca—. Por lo de hoy, quiero decir. Lo necesitaba. —Creo que había reído, gritado y animado más en las últimas horas que en el último par de años juntos. A pesar de que estaría sintiendo dolor mañana, estaba delirante de felicidad. El olor de Madoc me envolvía en el auto de camino a casa, estaría acurrucada junto a él esta noche, y cada músculo se sintió flojo por la liberación de estrés. Se acercó y manoseó mi muslo mientras se dirigía por las calles de la ciudad. Acabábamos de dejar a Lucas justo a la hora de la cena y nos estábamos dirigiendo a casa. Me recosté en mi asiento, mi adormilada cabeza acostada hacia un lado y mirándolo. —No enloquezcas por esta pregunta —empecé—, ¿pero tuviste alguna relación en la secundaria? ¿Cómo novias? Resopló y encendió el limpiaparabrisas. —Las mujeres siempre tienen que hacer preguntas de las cuales no quieren realmente saber las respuestas. —Pero lo hago. —Mi voz permaneció ligera. En realidad quiero saberlo. Habíamos perdido años, y quería saber todo sobre él. —Sí —admitió, asintiendo y sin mirarme a los ojos—. Unas pocas.
Los celos se extendieron en mi cabeza como una enfermedad. ¿Quiénes fueron? ¿Qué aspecto tenían? ¿Qué hizo con ellas? ¿Cuáles eran sus nombres, sus números de seguro social, y direcciones? Es una locura cómo los pensamientos y suposiciones pueden astillar la paz de tu mente. —¿Y? —rogué suavemente. —Y nunca le dije a ninguna que las quería —disparó de nuevo—. Solamente tú. Entonces se giró hacia mí, callándome con su seria, cara de póquer. El pulso latía en mi pecho, y me tomó un momento darme cuenta que mi boca estaba abierta. Inclinó su barbilla hacia mí. —¿Así qué, qué significa el tatuaje de Valknut? Inhalé una impaciente respiración y me giré para mirar por la ventana. —Manera de vencer a un caballo muerto —medio bromeé. —Estás evadiendo.
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Sí, lo estoy. ¿Pero qué demonios podría hacer? ¿Cómo contarle a alguien con quien quieres un futuro que me deshice de su hijo sin que él lo supiera? A Madoc le importaría. No podía decirle exactamente qué significaba el tatuaje. No todavía. ¿Por qué no me preguntaba por el tatuaje Fuera de Servicio o el texto que bajaba por un lado de mi espalda? Estreché mis ojos, centrándome en la lluvia en mi ventana. —El tatuaje significa un montón de cosas diferentes para las personas. Para mí se trata de renacer. —Eso era en parte verdad—. Es sobre seguir adelante. Sobrevivir. —Luego me giré hacía él y encogí mis hombros—. Se veía genial, ¿de acuerdo? Ahí está. Espero que esto sea el fin de eso. Por ahora, de todos modos. Le diría todo. Eventualmente. Tan pronto como pudiese. Por ahora, solo necesitaba esta noche con él. Y fue entonces cuando me acordé de una de las habilidades de un buen orador. Distraerlo con un cambio de tema. Aclarando mi garganta, hablé más alto: —Nunca preguntas sobre el texto en mi espalda. —Y vi cómo sus ojos se movían hacia mis manos cuándo levanté mi camiseta sobre mi cabeza.
Los ojos redondos de Madoc estaban pegado a mis pechos casi desnudos vestido solo con un sexy sujetador de encaje rosa. —Los ojos en la carretera —le recordé con mi seductora voz. Parpadeó y miró a través del parabrisas. —Fallon, estoy conduciendo. Esto no es genial. Una sonrisa deleitó las esquinas de mi boca, mirándolo exprimir a la vida al auto. —¿Ves? —Me volví y le mostré el texto que corría verticalmente desde la parte de atrás de mi hombro por mi espalda hasta justo por debajo—. “Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la calma de sus profundidades”. Es la cita favorita de mi padre. Sentí balancearse mi cuerpo con el viraje del auto, y tuve el buen sentido de no reírme. Me gustaban sus ojos en mí, y cómo lo había distraído. —Y luego… —Alcé mi trasero, ignorando el bulto excitado en mi garganta mientras rápidamente me meneaba en mis pantalones, quitando mis zapatos y mis calcetines con ellos—. Tengo otro aquí. — Señalé el trébol en mi cadera.
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—¡Fallon! —gritó Madoc, sus antebrazos flexionados, mostrando los poderosas músculos en sus brazos cuándo tiró del volante para poner el auto recto—. Maldita sea. Sonreí para mis adentros y recliné el asiento completamente hacia atrás. Las ventanas de Madoc no estaban tintadas, y ya que estábamos todavía en la ciudad, cualquiera podría verme en sujetador. —¿Qué pasa? —le susurré, inocentemente. Apenas aflojó sus dientes. —No vamos a estar en casa por otros diez minutos. ¿En serio me estás haciendo esto ahora? Levanté la mirada hacia él con mi mano detrás de mi cabeza y mis ojos entrecerrados. Bailando mi lengua justo fuera de mis labios, cogí la pequeña bola de plata entre mis dientes y vi el destello de fuego en sus ojos. Mi piel estaba probablemente rosa por todas partes, pero no me importaba. Nada se sentí mejor que ver sus manos torpes con el auto mientras intentaba mantenerse al día con la carretera o con la forma en que sus ojos se deslizaban por mi cuerpo. —¿Madoc? —murmuré, girándome en mi lado y poniendo mi cabeza en mi mano—. Quiero que me folles en el auto. Sus ojos brillaron, y su cuerpo fue como si el auto estuviese conduciéndose ahora por sí mismo. Se apoderó del volante, tirando de la palanca de cambios en sexta marcha, y corriendo fuera de la ciudad.
Antes de darme cuenta, el cielo estaba oscuro, la lluvia caía duro, y estábamos estacionando en un camino de tierra silencioso por la siguiente hora.
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Veintisiete
D
urante toda la secundaria, seguí a la gente. Seguí a mi papá. Seguí a Jared. Seguí las reglas.
Cuando sigues, te olvidas de crecer. Pasan los días, los años pasan sobre ti, y te dejan con poco que mostrar por tu vida. Mi padre era prueba de ello. Trabajó y se escondió, amando a una mujer que no tenía el coraje de reclamar, ¿y para qué? ¿Para poder tener una ciudad llena de gente en su funeral y bastante dinero para dejarle a su distanciado hijo? Mi padre no tenía nada. Todavía no, de todos modos. Sabía que me amaba, y en ese sentido era mucho más afortunado que Jared y Jax, pero no aspiraba ser como mi papá. Habían algunos buenos recuerdos, pero, sinceramente, no estaba seguro de cómo iba a reaccionar si él de repente moría.
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Ese es el pensamiento que me despertó de golpe en mi cama. Calor desplazado por mi cuello y mi espalda, no tenía que tocar mi piel para saber que estaba sudando. Mi padre sabía lo que quería, pero nunca lo tomó. No quería esos arrepentimientos. Miré por encima de mi hombro, captando a Fallon hecha un ovillo y profundamente dormida a mi lado. Estaba vestida con una camiseta sin mangas y pantalones cortos, y las mantas descansaban en su cintura. Con las manos metidas bajo la mejilla y el cabello colgando sobre la almohada encima de su cabeza, se veía tan pequeña e indefensa. Mi boca se levantó en la esquina con una sonrisa ante la idea, porque Fallon era todo menos indefensa. Sin embargo, todavía me gustaba disfrutar de esta vista de ella. Mi pulso cardiaco se volvió más lento, observando su respiración constante. Agarrando mi teléfono de la mesita de noche, comprobé la hora, viendo que eran solo las nueve de la noche. Después de patinar esta tarde y nuestro pequeño desvío, nuestros cuerpos habían estado arrastrándose. Nos estrellamos en mi habitación, sin molestarnos en comer el asado que Addie había dejado en el horno para nosotros. Mi teléfono sonó, y lo sostuve por encima de mí, abriendo el mensaje de texto de Jax.
¿Puedes venir? ¿Solo? ¿Solo? Debe haber encontrado algo sobre la madre de Fallon, pero ¿por qué tengo que ir solo? Estaré allí en veinte. Volviéndome sobre mi lado, codeé a Fallon. —¿Nena? —susurré, besando un sendero desde su mejilla hasta su oído—. Voy a correr por una hora. Volveré pronto. Gimió, apretando los labios. —Está bien —suspiró—. ¿Me puedes traer un jugo cuando vuelvas? Y entonces se desmayó de nuevo, y yo estaba riendo.
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Llegué a la casa de Jax unos quince minutos más tarde. La lluvia seguía cayendo fuera, pero era más ligera, y estaba feliz de ver la luz que salía de sus ventanas. Katherine estaba en casa. Su “madre”, no estaba seguro de cómo llamarla, todavía pasaba mucho tiempo con mi papá, pero oí que ella insistió en alojarse en su casa tanto como pudiera estar en casa para Jax. Me preguntaba cómo mi padre se sentía por ganar dos hijastros. Tenía un tiempo bastante difícil conmigo. Las luces de la cocina y sala de estar brillaban con calidez cuando llamé a la puerta principal y luego inmediatamente giré el picaporte. Había dejado de esperar que me hicieran pasar hace años, y todavía vivía en un pueblo en el que realmente no se preocupaban por mantener las puertas cerradas con llave en todo momento. Saludando a Katherine, quien había asomado la cabeza fuera de la cocina, corrí hasta la “sala de ordenadores” de Jax y entré, cerrando la puerta detrás de mí. Agité mi barbilla mientras él cruzaba la pared monitor, tocando diferentes pantallas. —Oye, ¿qué tienes? —le pregunté. —Hola, hombre. Lamento arrastrarte hasta aquí, pero pensé que deberías ver esto en persona.
Caminando de regreso a su impresora, cogió un par de papeles, revisándolos. —¿Qué es eso? —le pregunté, quitándome mi camiseta con botones y quedándome vestido solo con mi camiseta gris oscuro. —Bueno, en realidad no estoy encontrando mucho sobre tu madrastra. —Me lanzó una mirada de disculpa—. Lo siento, pero es bastante unidimensional. Accedí a su calendario social, y personalmente, me parece que C-SPAN es más entretenido. Mis hombros se hundieron un poco, y suspiré. Dejó escapar una risa amarga. —Aparte de su sucia inmersión en la prostitución masculina, por cierto ella tiene una reserva abierta en el Four Seasons todos los jueves por la noche para eso; es realmente muy limpia. —¿Entonces por qué estoy aquí? Sus ojos cayeron, y vaciló. Grandioso. Sentado en su silla de oficina, se giró hacia mí.
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—He encontrado otra cosa, en realidad. Estaba revisando todas las declaraciones de su tarjeta de crédito, y esto apareció. Me entregó un papel y se alejó. Bajé la mirada, mis ojos explorando, pero no realmente leyendo. Las palabras saltaban hacia mí. Palabras como clínica. Fallon Pierce. Y Salud de la Mujer. Cobraron sentido cuando mis ojos se lanzaron sobre el papel fino, blanco que comenzó a arrugarse en mi mano. Entonces mi escaneo desaceleró cuando como interrupción del embarazo y saldo a pagar.
cogí
palabras
Mis pulmones estaban anclados al suelo. No se expandieron cuando traté de respirar, y cerré mis ojos cuando las palabras se condensaron en mi cabeza como la humedad en el cielo que se une para formar una nube. Una gran nube oscura. Parpadeé y miré a la fecha de la factura. 2 de julio. Un par de meses después de su desaparición hace dos años. Mis ojos se dispararon hasta el saldo adeudado. Seiscientos cincuenta dólares. Agarré el papel, los ojos ardiendo de ira... de terror... de miedo. No sabía qué. Solo sabía que me sentía enfermo. Cerré los ojos. Había estado embarazada. Con mi hijo. Seiscientos cincuenta dólares.
Seiscientos. Cincuenta. Dólares. —Madoc, Fallon es una amiga. —Jax tomó la palabra—. Pero solo pensé que probablemente necesitabas saber acerca de esto. ¿Era tu hijo? El ácido rodó en mi estómago y la bilis ardía en mi garganta. Tragué saliva, mi voz sonó más como una amenaza, mientras decía—: Me tengo que ir.
—¿Dónde está Fallon? —le gruñí a Addie. Había ido corriendo al piso de arriba, una vez llegué a casa y encontré la cama vacía. Ella no tenía el auto de Tate o su bicicleta, así que a menos que se fuera a pie, tenía que estar aquí todavía. —Uh... —Los ojos de Addie rodaron hasta el techo, pensando—. Sótano, creo. Ahí es donde la vi por última vez. Sus manos se enterraron en una masa, ella asintió hacia la estufa, mientras caminaba hacia la puerta del sótano.
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—Ninguno de los dos ha comido la cena —gritó detrás de mí—. ¡La voy a guardar! ¿De acuerdo? Haciendo caso omiso de ella, azoté por las escaleras, dejando que la puerta se cerrara de golpe detrás de mí. Las escaleras de cemento estaban cubiertas de alfombras, así que estaba prácticamente en silencio corriendo hacia abajo. Las luces estaban encendidas, pero todo estaba fantasmalmente tranquilo. Vi a Fallon de inmediato. Se sentó en un extremo de su half-pipe, recostada contra la pendiente con las piernas dobladas. Vestida con un largo camisón de algodón blanco, con el cabello mojado me dijo que acababa de ducharse. —Vine aquí para que Addie no oyera los gritos —admitió antes de decir cualquier cosa. Sus manos descansaban sobre su estómago, y sus ojos estaban pegados al techo. —Sabes que ya lo sé. La mitad de su rostro que podía ver estaba relajado, como si hubiera esperado una tormenta. —Jax llamó cuando estaba en la ducha. Quería avisarme. Dijo que lo sentía, pero que sintió que debías saberlo. Cada paso suave hasta la patineta lo hice con los músculos tensos. Estaba jodidamente enojado. ¡Cómo se atreve a estar calmada! Debería estar sintiendo lo mismo que yo.
¡O por lo menos estar asustada! —Deberías habérmelo dicho —solté, con mi profunda voz que salía de la boca del estómago—. Me merecía la verdad, Fallon. —Lo sé. —Se sentó—. Pensé en decirte. Maldita sea. Todavía estaba tan tranquila, mirándome con esos ojos sinceros e infalibles. Hablando con una voz de oro. Me estaba manejando, y eso me molestó aún más. Me pasé la mano por el cabello. —¿Un bebé ? ¡¿Un jodido bebé, Fallon?! —¿Cuándo se suponía que te lo dijera? —Su voz era temblorosa y lágrimas se derramaban de sus ojos—. ¿Hace años cuando pensé que no me amabas? ¿Este verano pasado, cuando te odiaba? ¿O tal vez en los dos últimos días en que las cosas entre nosotros fueron más perfectas que nunca? —¡Debería haber sabido acerca de ello! —grité—. ¡Jax lo supo antes que yo! Y simplemente te deshiciste de él sin que yo supiera nada al respecto. ¡Yo debería haber sabido!
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Apartó la mirada, su garganta moviéndose de arriba abajo como si estuviera tragando. Sacudiendo la cabeza, mantuvo su voz suave. —No íbamos a ser padres de dieciséis años, Madoc. —¿Cuánto tiempo esperaste? —Le mostré mis dientes, diciendo con desprecio—. ¿Siquiera pensaste en mí antes de hacerlo? ¿O corriste a una clínica tan pronto como te enteraste? Sus ojos se dispararon dolidos hacia mí. —¿Corrí? —Se atragantó. Las lágrimas se derramaron, y mientras trataba de detenerlas, su rostro se contorsionó en agonía. Roja, bañada en lágrimas, en la angustia. Levantándose, pasó más allá de mí, y agarré su brazo, tirando de ella a mi lado. —¡No! —grité—. Quédate aquí y lucha. ¡Acepta tu culpa! —¡No corrí! —gritó, enfrentándome—. ¡Quería ese bebé, y te quería a ti! Quería verte. Quería decírtelo. ¡Me estaba rompiendo, y te necesitaba! Su cabeza cayó, y sus hombros se estremecieron mientras lloraba, fue entonces cuando me di cuenta. Fallon me amaba incluso en ese entonces. No quiso irse, así que ¿por qué siquiera pensé que quiso pasar por eso sin mí? Sus manos estaban en puños a los costados, y se quedó allí, temblando con lágrimas silenciosas, pero era demasiado fuerte para desmoronarse por completo.
—El Valknut. —Se quedó sin aliento, mirándome con ojos desesperados—. Renacimiento, embarazo, y reencarnación. Siempre estuvo conmigo, Madoc. Cerró los ojos, los arroyos tranquilos de lágrimas cayendo en cascada por su hermoso rostro. El peso de lo que tuvo que pasar sola me dio una bofetada en la cara, y me acordé de la firma en el documento que ahora había metido en mi bolsillo. —Nuestros padres. —Me di cuenta. Se quedó en silencio por unos momentos, y luego sollozó. —Tu padre no sabía nada. Nos quedamos allí, tan cerca pero tan lejos, y estaba cansado. Cansado de que todo el mundo tirara de nuestras cadenas. Cansado de preguntar y esperar. Deslizando mi mano alrededor de su nuca, tiré de ella y envolví mis brazos a su alrededor como una banda de acero que nada nunca rompería. No sabía qué pensar en estos momentos.
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¿Debería haber sido un padre de dieciséis años de edad? No, en absoluto. Pero tampoco estaba contento con el aborto. ¿Poner a Fallon a través de eso? Quería matar a la gente. ¿Quitarme de la ecuación ignorante? Alguien iba a pagar.
por
completo
dejándome
Ya me había cansado se ser un seguidor. Tiempo de liderar. Puse Fallon a la cama y me dirigí a la caja fuerte de mi padre. Mantenía tres cosas ahí, joyas, dinero en efectivo y una pistola.
Veintiocho
—¡B
ueno, por supuesto! Mis ojos se abrieron de golpe al oír la voz sarcástica, y me disparé fuera de la cama.
Mi madre estaba de pie en la puerta abierta de la habitación de Madoc con una mano en la cadera y el otro brazo doblado a su costado, mostrando los brillantes diamantes en sus dedos. Todavía estaba vestida en camisón, y parpadeé alejando el sueño, tratando de asumir su apariencia. Me tragué una sonrisa exhausta ante su atuendo ridículo. Llevaba unos pantalones negros equipado, una blusa sin mangas con estampado de animales en blanco y negro, yo odiaba el estampado de animal, y un sombrero de fieltro negro.
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¿En serio? ¿Un sombrero? Cada vez que la veía, ella estaba tratando de parecer más y más joven. O más bien como una heredera italiana. No estaba segura. —¿Qué estás haciendo aquí? —Me sorprendió la aspereza en mi tono. El episodio de anoche con Madoc me había sacado toda funcionalidad, pero me sentía fuerte y alerta del cuello para arriba, por lo menos. Sonrió, su piel impecable brillando en el sol de la mañana que entraba por las ventanas. —Vivo aquí, Fallon. Tú no. ¿Recuerdas? Mirando al otro lado de la cama, me di cuenta de que Madoc no estaba allí. ¿Dónde estaba? Entrecerré mis ojos hacia mi madre mientras caminaba hacia el pie de la cama. —Vete —le pedí. Agarró la camiseta de Madoc y empezó a doblarla. —Acostarte para llegar a la cima, ya veo. No me sorprende encontrarte en su cama. Otra vez. Aparté las mantas y busqué mis gafas en la mesilla de noche, pero luego me detuve. No. No las necesitaba para hablar con ella.
Dejando caer mi mano, salí de la cama y levanté mi barbilla. —Si no sales, te sacaré yo misma. No era una amenaza. Estaba buscando una razón para pegarle. —Jason me está esperando. —Entrecerró sus ojos, tratando de parecer aburrida—. Está en camino. ¿Sabías eso? La sordidez de ti y Madoc juntos es la única cosa en la que mi marido y yo acordamos. Hice una mueca al oír la palabra “marido”. Divertido. Nunca pensé en ellos como casados. Tal vez porque nunca parecían estarlo. Se acercó a mí, frotando sus manos frías por mis brazos desnudos. —Jason tiene maneras de influir en su hijo. Será mejor que te acostumbres a ese hecho tan pronto como sea posible, Fallon. Por tu propio bien. Madoc no está en esto a largo plazo. —Vete. —Una voz profunda nos sorprendió a ambas. Mi espalda se enderezó y mis ojos se dispararon a la puerta donde Madoc se paraba, mirando a mi madre.
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Ella se había girado ante el sonido de su profunda orden, y de repente mis brazos y piernas se precipitaron con poder. Me sentía más fuerte con él aquí. No es que me basara en Madoc para pelear mis batallas. Solo se sentía bien no estar sola. —Lo haré —aseguró, y oí la sonrisa en su voz—. Tu padre estará aquí pronto, así que vístete. Ambos. Miró entre nosotros y luego se dirigió hacia la puerta mientras Madoc entraba. Tenía los brazos cruzados, y los músculos de su pecho desnudo se flexionan. Madoc no golpearía a una mujer, pero ahora parecía querer hacerlo. Mi madre se detuvo en la puerta y se giró para mirarnos. —Madoc, serás enviado de vuelta a Notre Dame. ¿Y Fallon? Vas a venir conmigo hoy. Volveremos a Chicago. Tengo que planificar el Evento Triumph de Caridad, e irás de nuevo a la escuela. No pude evitar la risa que brotó. Me pellizqué mis cejas con incredulidad. —¿Eres del planeta del Engaño? ¿Qué te hace pensar que me puedes decir qué hacer? —Te voy a llevar de vuelta a Chicago, y no verás a Madoc de nuevo. —Sus palabras eran agudas, cada sílaba una amenaza—. No hay manera de que yo sea asociada con él o con su padre después del divorcio. Y ellos no te quieren, de todos modos. —¡Fuera! —gruñó Madoc. Ella cerró la boca y se lo tragó, momentáneamente aturdida. Arqueando una ceja, continuó, dirigiéndose a Madoc.
—Una vez que tu padre llegue, hará que entres en razón. No vas a ver a mi hija, Madoc. Madoc cargó hacia mi madre, tomando pasos largos y profundos hacia ella hasta que se vio obligada a volver al pasillo. Los seguí, y él paró lentamente, frunciéndole el ceño. —Haz esa amenaza de nuevo —desafió—. Te colgaré a una pared si tratas llegar a ella. Los ojos me ardían, y sonreí para mis adentros. Él era por lo menos quince centímetros más alto que mi madre, y yo no sabía si realmente lo haría, pero mi sangre se agolpó caliente por verlo así. Ella frunció los labios en desafío antes de decidirse cerrar su maldita boca y marcharse. Dios, lo amaba. —Madoc… —Corrí hacia él, y se volvió justo a tiempo para atraparme en un abrazo. Le susurré al oído—: Eres tan sexy.
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Su cuerpo se estremeció de risa y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me levantó del suelo. Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello y cerré la puerta de la habitación después de que hubiéramos entrado en ella. —Tenemos problemas —dije con la mayor naturalidad. —Tenemos dieciocho. Y mi padre solo está alardeando. —Pero… —Confía en mí —interrumpió—. ¿Me amas? Asentí como un niño que quería un helado. —Sí. —¿Me amas tanto que no podrías ser capaz de matarme si me convirtiera en un zombi? —Presionó con picardía en su rostro. —Sí. —Me reí. Me dejó, buscó en sus pantalones y sacó una caja de cuero circular, negra. Cuando la abrió, casi me desplomé ante lo que vi. Un anillo, bellamente tallado alrededor de la banda de platino con un gran diamante redondo en el centro y varios diamantes redondos más pequeños a cada lado, brillaba en el resplandor de la habitación. Cuando mis grandes ojos levantaron la mirada, Madoc estaba sobre una rodilla. Sonrió. —Tengo una idea.
—Hombre, ¿estás seguro de que estás dispuesto a hacer esto? — Jared se inclinó sobre el mostrador al otro lado de Madoc mientras firmábamos los papeles para nuestra licencia de matrimonio. —No estés celoso —bromeó Madoc—. Todavía podemos ser amigos. Simplemente no amigos con beneficios. Jared rodó sus ojos y se dirigió de nuevo a la pared con sillas, sentándose con los codos en las rodillas. No parecía preocupado. No obstante, definitivamente inquieto. Tal vez un poco frenético, también. Ciertamente yo también lo estaba. Mareada, nerviosa, petrificada, preocupada y tensa. Y completamente enamorada. Me había llevado dos segundos encontrar mi voz y susurrar “sí” cuando Madoc me pidió que me casara con él. Y a pesar de que tenía un huracán de inquietudes y preguntas que giraban en mi estómago, estaba completamente segura y tranquila sobre una cosa.
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Madoc. No lo dudé ni por un momento, y nunca dudé cuando me pregunté si yo era suya. Lo era, lo soy y siempre lo seré. Eso era todo. Habíamos dejado nuestra casa antes de que el padre de Madoc llegara y se dirigiera directamente a Chicago. Apenas había llevado algo de ropa conmigo, así que me dirigí a mi dormitorio primero para poder limpiar y recoger a Tate, y luego le había enviado un mensaje de texto a Jared para que se saliera de clases y se reuniera con nosotros en la Oficina del Secretario de la Ciudad. Necesitábamos testigos, y por supuesto, queríamos a nuestros amigos allí. Definitivamente no me veía como una novia, sin embargo. Tate y yo usábamos el mismo estilo de ropa, lo que significaba que estaba fuera de suerte para los vestidos. Probablemente era lo mejor, sin embargo. Me habría sentido incómoda. Llevaba una blusa blanca endeble con un collar de fantasía y una camiseta sin mangas metida en unos lindos pantalones ajustados, con unas bailarinas negras y un abrigo militar Burberry negro a juego. Estaba ceñido en la cintura y se ensanchaba al caer hasta la mitad del muslo. Madoc me complementaba con sus vaqueros caros habituales y un abrigo de otoño estilo militar negro que caía justo por debajo de su cintura. Él había puesto un poco de gel en su cabello para que se fijara
y quedara de la forma en que lucía ahora, mostrando su sonrisa brillante, tal y como yo estaba haciendo. Tate y yo habíamos revuelto mi cabello y puesto mi maquillaje, pero Madoc no paraba de mirarme como si quisiera follarme, así que supongo que lo hicimos bien. Entrelacé mis dedos, cada mano agarrando la otra. El anillo de diamante grande se sentía como el cielo en mi dedo, y eso era decir algo para una chica que no llevaba joyas regularmente. Él había dicho que era una reliquia de la familia, y que su padre se lo había dado a su madre por su compromiso. Cuando vacilé, había reído y explicado que a pesar de que su matrimonio terminó en divorcio, la abuela y bisabuela que lo habían usado antes habían tenido vidas largas y felices con sus esposos. Esposo. Preguntas inundaron mi cabeza. ¿Dónde viviríamos? ¿Cómo reaccionarían nuestros padres? ¿Qué pasaría con la escuela? ¿Sería buena para él? ¿Lo haría feliz?
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Bajando la mirada, me quedé mirando el anillo con sus intrincados detalles sobre la banda, teniendo en cuenta la historia que representaba y el hombre que me lo había dado. Él me amaba. Él era fiel. Era fuerte. Y nuestros padres tendrían que enfrentar el hecho de que nunca nos dejaríamos el uno al otro. —Te ves feliz. —Tate se puso a mi lado mientras Madoc terminaba con el secretario. Sostuve mi estómago y suspiré. —En realidad, creo que voy a vomitar. Madoc giró su cabeza, mirándome con las cejas levantadas. Me apresuré a añadir: —Pero es como un vaya-estoy-tan-emocionada-que-creo-quevomitaré. Se inclinó y dejó caer un beso rápido en mis labios. —Venga. Vayamos a la corte. Me tomó de la mano y agarró la licencia de matrimonio de la encimera, pero clavé los pies, deteniéndolo. —¿Madoc? —Mi voz sonaba tan tímida como podría haberlo hecho—. Creo que… tal vez… deberíamos encontrar un sacerdote. Arrugué la cara con disculpa. —¿Un sacerdote? —preguntó, con una expresión confusa.
Madoc y yo habíamos sido criados católicamente y asistido a escuelas primarias parroquiales. Sin embargo, ambos habíamos dejado de practicarla, así que podía ver cómo él estaba sorprendido por mi petición. Tragué saliva. —Creo que mi padre podría matarnos a menos que un sacerdote nos casara. —Levanté una esquina de mis labios en una sonrisa y agarré la mano de Madoc, arrastrándolo hacia adelante—. Vamos.
Jared fue con Tate hacia su auto, y Madoc y yo fuimos en el suyo. El Sovereign’s Pub estaba en el lado norte de Chicago, entre la Oficina del Secretario, de donde habíamos venido, y Northwestern. Nos estacionamos en la parte trasera, y yo abrí el camino hacia el bar, sabiendo exactamente a dónde ir. Sentado en un cuarto trasero que se podía cerrar con cortinas de terciopelo rojo, vi al Padre McCaffrey sentado en una mesa redonda con tres amigos. Dos de ellos eran sacerdotes como él y el otro era un veterano en una chaqueta de cuero.
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—Padre, hola. —Saludé, mi mano todavía en la de Madoc. Sacó su trago de sus labios y me miró con los ojos ampliados. —Fallon, querida. ¿Qué estás haciendo aquí? Tenía un fuerte acento irlandés a pesar de que había vivido en este país por más de veinte años. Creo que trabajó duro por mantener el acento. No solo les encantaba a sus feligreses, sino que yo sabía que había ayudado a mi padre con sus negocios, pues el acento ayudaba al tratar con clientes irlandeses. Y puesto que me había bautizado, lo conocía bien. Tenía cabello gris con rubio oscuro, ojos de color azul claro, y un poco de barriga cervecera. Aparte de eso él estaba en buena forma. Sus pecas le hacían parecer más joven de lo que era. Vestido con pantalones negros y camisa de vestir, también llevaba un chaleco verde esmeralda que permitía que su cuello clerical fuera visible. —Padre, él es Madoc Caruthers. Mi… prometido. —Madoc y yo intercambiamos miradas de reojo y sonreímos. De cierto modo, se sentía extraño decir “prometido” cuando ni siquiera había llegado a llamar a Madoc mi novio. —¿Qué? —La mandíbula del Padre McCaffrey estaba abierta. De inmediato mi corazón comenzó a hundirse. Iba a dar batalla. —Padre, sé que esto es inusual…
—Padre. —Madoc dio un paso adelante, interrumpiendo—. Nos gustaría casarnos. ¿Puede hacer eso por nosotros o no? Sé amable con él, amigo. —¿Cuándo? —preguntó el padre. —Ahora. —Madoc inclinó la barbilla hacia abajo como un adulto hablándole a un niño—. Justo aquí, justo ahora. Los ojos del padre le sobresalieron. —¿Aquí? —jadeó, y casi me reí. Había pensado realmente en coaccionar al padre McCaffrey para volver a la iglesia a pocas cuadras de distancia, pero Madoc parecía querer ir al grano. Bien por mí. Si tuviera que elegir entre una Oficina del Secretario, una iglesia con corrientes de aire, o un viejo bar irlandés con olor a cera para muebles, prefería estar aquí. La barra de madera, mesas y sillas brillaban con el sol de la tarde que entraba por las ventanas y las cortinas verdes hacían que el lugar se sintiera cómodo y hogareño. —Padre —comencé—, cuando no está en la iglesia, está en el bar, y estamos listos.
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—Fallon, ¿no deberías esperar la bendición de tu padre, querida? —La preocupación era evidente en su rostro. —Mi padre —dije con firmeza—, confía en mi juicio. Usted también debería, padre. Madoc me agarró la mano, deslizó el anillo fuera de mi dedo y lo dejó con la licencia de matrimonio y la banda de plata que había elegido para sí mismo esta mañana en la mesa. —Cásenos, por favor, o tendremos que ir a la corte con o sin la bendición de la Iglesia. Eso es algo que a su padre no le gustará. Jared resopló detrás de nosotros, y me giré de nuevo para verlo a él y a Tate tratando de reprimir una sonrisa. Me alegro de que estuvieran disfrutando de esto. El sudor estalló en mi frente. El padre McCaffrey se sentó allí, y lo mismo hicieron todos en la mesa. Miraron entre el padre y nosotros, yo miré entre el padre y Madoc, y el padre miró entre Madoc y yo. No estaba segura de qué fue lo que lo movió, pero no creo que hayamos sido nosotros. El padre finalmente se puso de pie, y deslizando su mano dentro de su chaleco, sacó una pluma y se inclinó, firmando el documento. Bajé la cabeza, una sonrisa enorme extendiéndose por mi cara. Madoc se volvió hacia mí, ahuecando mi rostro, y se inclinó para darme un suave beso en los labios.
—¿Estás lista? —susurró. Aspiré por la nariz, inhalando su rico aroma, y comencé a quitarme el abrigo. —Los niños esperarán hasta después de la universidad —dije lo suficientemente bajo como para que solo nosotros escucháramos—. ¿De acuerdo? Asintió, frotando su frente contra la mía. —Definitivamente. Mientras podamos tener cinco más tarde. —¡¿Cinco?! Jared se aclaró la garganta, atrayendo nuestra atención hacia las personas que nos rodeaban mientras Madoc se reía por lo bajo. Respiré profundo y tragué. Sí, íbamos a tener que hablar de eso más tarde. El padre nos condujo a firmar nuestras partes en virtud del “marido” y “mujer”, y luego Jared y Tate le dieron la vuelta para firmar como testigos, también teniendo que escribir sus nombres en la parte inferior con el padre McCaffrey como oficiante.
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—Todo el mundo silencio ahora —gritó el padre a las quince o más personas en el bar. Se callaron y se volvieron hacia nosotros, finalmente dándose cuenta de lo que estaba pasando detrás de ellos. El bar se quedó en silencio mientras la música se cortaba, y Madoc se volvió hacia mí, tomando mis manos entre las suyas, que ya colgaban entre nosotros. El Padre comenzó un servicio corto, pero apenas lo oí mientras miraba a Madoc. Sus ojos azules siempre mantenían un poco de picardía. Su mandíbula angular y pómulos altos lucían aún más increíbles cuando estaban mojados por la piscina o la ducha. Sus anchos hombros me podían encapsular con su calidez. Pero en lo único en lo que pensaba en su mayoría mientras el padre nos unía era en lo poco que estaba pensando en mí en este momento. Desde que tenía memoria, siempre había pensado en lo mucho que odiaba a mi madre o había perdido a mi padre. Pensé en la decepción y la ira, los agravios y la soledad. Vivía en el pasado, sin darme cuenta de que eso me impedía avanzar. Ahora ya no lo estaba. No quedaba importaba.
en
el
olvido,
por
supuesto. Simplemente
no
Este era mi futuro, y cuando Madoc puso el anillo en mi dedo, sabía que la mejor parte de mi pasado estaba aquí conmigo.
Eché un vistazo a Tate, quien nos miraba con amor en sus ojos, y a Jared, que tenía su brazo alrededor de ella, y lágrimas de felicidad rodaron por mis mejillas. Madoc sonrió, agarrándome por la nuca y llevando suavemente mi cabeza a su pecho. —Termine, padre —ordenó por encima de mi cabeza—. Ella tiene que ser besada. La risa en su voz era embriagadora. Y definitivamente tenía que ser besada. —Yo los declaro marido y mujer. Madoc no perdió el tiempo. Envolviendo un brazo rápido alrededor de mi cintura, me arrastró fuera de mis pies y me besó con fuerza, sus labios disparando un rayo de deseo de mi boca hacia mi estómago. Sostuve su cara entre mis manos, y volviendo la cabeza a un lado, le devolví el beso con todas mis fuerzas. Manteniéndome contra él, nos dio la vuelta y nos sacó del pequeño espacio. —Gracias. —Le sonreí al padre McCaffrey sobre el hombro de Madoc.
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Madoc le habló al camarero por encima de mi hombro. —¿Tienes algo de música? —U2 —respondió el hombre de mediana edad. Madoc frunció el ceño. —¿Eso es todo? —Eso es todo lo que un hombre necesita. —Escuché la respuesta y empecé a reír en el oído de Madoc. Suspiró. —Algo lento entonces. Bajando sus manos, ahuecó la parte inferior de mis muslos y llevó mis piernas hacia arriba y alrededor de su cintura. Lo siguiente que supe es que sillas comenzaron a chirriar contra el suelo, y cuando miré a mí alrededor, todos en el bar estaban empujando hacia atrás las mesas y sillas para hacer una pista de baile. All I Want Is You de U2 empezó a sonar suavemente de los altavoces, inquietantemente al principio, encontrando nuestros oídos. Madoc comenzó a balancearse de un pie al otro, moviéndonos de lado a lado. Puse mi frente contra la suya, escuchando ser susurradas las palabras de la canción y luchando contra lo que quemaba en mis ojos. Mientras lo que decía la canción se volvía más y más fuerte, moviéndonos más, girando lentamente y de vez en cuando, con él dándome un beso en los labios.
Todo lo que quiero es a ti.
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Veintinueve
T
an pronto como dejamos Sovereign, Fallon y yo nos fuimos en auto hasta el Wardolf Astoria para nuestra noche de bodas. Tate pensó que todos deberíamos salir para cenar pero Jared captó la indirecta.
En todo el camino hasta ahí, mientras el botones se llevaba el auto y completamos el registro he permanecido frotando mi dedo meñique en mi anillo de mi boda. La molestia por algo nuevo cuando yo nunca había llevado joyas, con la excepción de mi piercing, contrastaba con el hormigueo que sentía en mi mano. Era raro pero también poderoso. El anillo me recordaba que yo era de Fallon. Me recordaba que yo era su protector, su amante, su pareja.
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Finalmente se me ocurrió que el anillo también significaba que no podía ir y venir como me gusta, no podía mirar a otras mujeres, y yo era probablemente la única persona en mi escuela secundaria clase de graduación que ya estaba casado, pero no me importaba mucho lo que otros pensaban ahora. Estaba bien con esto. Estaba todo bien para nosotros. En el momento en que llegamos al ascensor, las manos de Fallon estaban haciendo cosas que técnicamente no se permitían hacer en público, y yo estaba jodidamente contento de que Jared y Tate nos hubieran dado espacio. Fallon tenía su mano debajo de mi abrigo, masajeando mi espalda baja. Estaba enterrando su nariz en mi pecho mientras caminaba con mi brazo alrededor de ella. Sus ojos me miraban diciendo todo lo que tenía en su cabeza, pero no podía sacar de sus labios. Tan pronto como las puertas del ascensor se cerraron, la empujé contra la pared y me incliné hacia su rostro, el aliento caliente corriendo contra el mío. —Fallon Caruthers —desafié, empujando con fuerza contra su cuerpo—. Qué crees que estás haciendo, ¿eh? Sus dedos empezaron a trabajar en el botón de la camisa debajo de la chaqueta abierta. —Lo siento —jadeó contra mis labios—. En este momento estoy realmente lista para mi marido.
Y de pronto sus manos estaban dentro de mi camisa, por todo mi pecho desnudo y mi labio inferior estaba entre sus dientes. La cogí por la parte posterior de los muslos y la cargué contra la pared, succioné su boca y degusté el crudo calor que hace a mi polla brincar y endurecerse. Necesitaba quitarle su jodida ropa. —Y no voy a cambiar mi apellido —dijo entre besos. Sentí la risa en la garganta y pensé que sería muy mala idea dejarla salir en este momento. Era mi noche de bodas. Quería tener un polvo al fin y al cabo. —Si lo vas hacer —manifesté con toda naturalidad mientras ponía la mano entre sus piernas y frotaba. El ascensor se detuvo y la puse de pie. Gracias a Dios no había nadie en las puertas porque estábamos enrojecidos y sin aliento. Arrastrándola del brazo, saqué del bolsillo de mi abrigo la llave de la puerta. —Entonces voy a separarlos con un guión —murmuró detrás de mí y me costó dos segundos recordar que está hablando de los apellidos.
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—No, no lo harás. —Deslicé la llave, abrí la puerta y la empujé dentro—. Poner un guion entre los dos apellidos es como decir NO QUIERO RECONOCER LA DERROTA cuando la verdad es que la mujer que separa sus apellidos con guión ya ha perdido. Los hombres no separan los apellidos con guión —señalé cerrando la puerta detrás de mí, hundiendo lento los talones en la alfombra de felpa mientras la acechaba—. Ahora vas a ser Fallon Caruthers porque me amas, deseas hacerme feliz y quieres que todo el mundo sepa que eres mía. Tuvo suficiente tiempo para bajar la mandíbula y encender la furia en sus ojos antes que yo estuviera sobre ella. Cogiéndola del cabello de detrás de su cabeza la tiré hacia abajo para exponer su cuello y hundí mis labios y mis dientes, mordiendo y besando tan duro y tan suave que ella no podría saber qué pasó y cómo terminó. La verdad era que yo era un hombre de trato sencillo. En su mayor parte. Pero mi esposa tendría mi apellido, o iba ver. No se trataba de controlarla, y no se trataba de robar su identidad o lo que sea que a las mujeres les gusta reclamar en estos días. Se trataba de la unidad. Nosotros y nuestros hijos algún día tendríamos el mismo maldito apellido, y eso era todo. Con suerte, ella sabía cuándo no valía la pena pelear algunas batallas. Y fue entonces cuando me di cuenta. Me retiré y cerrando los ojos pasé las manos por mi cabello. Niños. —Mierda —dije—. Olvidé los condones.
Escuché su simpática exhalación que sonaba como una risa. La miré con el ceño fruncido. Esto no era divertido. Estaba tan duro como una roca en este momento. —Lo siento. —Quitó con la mano la expresión de enfado de mi rostro—. Estamos bien, Madoc. He estado en control de natalidad desde hace mucho tiempo. Desde… Su mirada cayó. El nudo en mi corazón se retorció apretado y más apretado, y sin ninguna vacilación, la levanté en mis brazos y la llevé al dormitorio. Desde el aborto, iba a decir. Desde que me enteré sobre esto, tuve bastante tiempo para pensar cómo me sentía al respeto. Por un lado hubiera deseado tener el niño, pero por el otro me alegro que no lo tuviéramos. Lo cual no tiene sentido pero es como se hizo. Por una parte odiaba que Fallon hubiera tenido que pasar por esto. Odiaba que no hubiéramos sido más cautelosos. Odiaba que hubiera estado sola. Odiaba que otra persona, alguien que yo odio, haya tomado una decisión sobre mi hijo sin consultármelo.
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Por la otra parte sabía que éramos demasiado jóvenes. Sabía que esto probablemente hubiera cambiado nuestras vidas de una forma que no hubiera sido beneficiosa. Sabía que quería una casa llena de niños algún día, pero no los quería todavía. Veredicto final: voy a ser un buen padre. Y me alegraba esperar para saberlo con certeza. Ajustando a Fallon a mi lado en la cama. Planté mis labios en ella, malditamente cerca de masticarla, estaba con tanta necesidad, quitándome la chaqueta y la camisa. Después de quitarme los zapatos, empecé a trabajar con el botón y la cremallera de sus vaqueros. —No —gruñí en voz baja, cuando empezó a quitarse su camisa—. Déjala. Yo te las quito esta noche. Deslizando mis manos al interior de la parte trasera de sus vaqueros no pude aguantar de pasar mi mano por su delicado culo en tanga. En cuanto empujé los vaqueros hacia abajo por sus piernas y me incliné para quitarle sus zapatos y sus vaqueros, respiré largo y contento de que ella no estuviera haciendo nada ahora. Por mucho que no cambiaría la noche que habíamos pasado juntos hace años, necesitaba compensarme a mí mismo. Un poco más por lo menos. Ir por ella como un adolescente hambriento en pubertad que no puede aguantar su carga no era como debería ir esta noche. Lento.
Vestía una pequeña tanga negra y su blusa blanca caía justo hasta debajo de sus caderas. Me miraba con calor y paciencia en los ojos y simplemente esperaba que yo hiciera un movimiento. Desabrochando su camisa sentí la rápida y aparente subida de su pecho en mis manos. Deslizándola por sus brazos, la apreté en mi puño mientras sentía una oleada de sangre corriendo por mi polla. Vestía un sujetador transparente negro que no me lo esperaba. La blusa blanca no revelaba nada. Sus tetas eran perfectamente visibles a través de este material y froté mi mano sobre su pezón. Tocando su rostro, pasé mi pulgar por su labio inferior. —Eres un sueño. Abrió la boca y metió mi pulgar, chupándolo en su longitud y sacándolo lentamente. Cada nervio de mi cuerpo zumbaba como si hubiera quedado adormecido. Llevando mi mano atrás, llegué a su espalda y desabroché el sujetador tirándolo por delante y dejándolo caer al suelo. Entonces cogí la blusa que todavía tenía en mi mano y pasándosela por detrás la deslicé de nuevo por su brazo.
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Cuando encontré sus ojos, vi la pregunta en ellos pero, ¿qué podría decir? Solía echarle gilipolleces sobre sus ropas y lo mucho que debía esconder debajo, pero resulta que me gustaban las chicas con misterio. Empujándola suavemente en la cama con una mano la ayudé a tumbarse de espalda y luego deslicé la tanga por sus piernas. Llegando a cubrirla, viendo uno de los pechos asomarse debajo de la camisa abierta no pude aguantar mi voz forzada. —Quiero verte en esta camisa esta noche, Fallon, solo en esta camisa, toda la noche y cada vez que te haga correr. Sus cejas se juntaron pero antes de que tuviera oportunidad de decir algo, deslicé un dedo en su calor abrasador, amando el pequeño gemido que salió de ella y la forma que su cabeza cayó hacia atrás. En todas partes que mi dedo tocaba era como un tiro en mi ingle. Ella cubría mi dedo corazón tan fuerte que sentía como si fuera un guante. Empujaba dentro y fuera completamente excitado por como ella se apretaba en mi mano moliendo por más. Sus gemidos se transformaron en maullidos y añadí otro dedo apenas sintiendo la presión en el otro brazo mientras me apoyaba. Sus ojos y labios cerrados se tensaron, y las respiraciones agudas que salieron de ella eran el único sonido en la habitación. En mis dedos iban y venían, húmedos y necesitados mientras continué mi ritmo y empecé rodeando su clítoris húmedo con mi pulgar. Sus caderas rodaron más rápido y más rápido, deslizándose en mi mano por más.
—¿Vas a correrte, Fallon? —Sí —suspiro, respirando fuerte—. Más rápido. —Sorbió aire chillando. Deslizándolo más duro y más rápido miré como golpeaba de arriba abajo ajustándose al ritmo de mi mano. Cada empuje y exhalación era como una súplica. Más. Más rápido. Más. Más duro. —Maldita sea, nena. Mírate. —Tragué saliva sabiendo que ella estaba casi lista. Sabiendo que no podía ir más de prisa. Me sumergí tan profundo como pude, hundí los dedos en ella y los aguanté allí masajeando en círculos sus interiores. —Oh, Dios —gritó arqueándose en oleadas, mientras se corría en mi mano. Arrojando su cabeza hacia atrás dos veces, al instante dio respiraciones desiguales mientras mantenía mis dedos dentro de ella y frotaba el pulgar por su clítoris una y otra vez.
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Todo en ella era precioso. Cerniéndome justo encima de ella le susurré: —Fallon. Parpadeó, los temblores post orgásmicos todavía manteniéndose en su rostro junto a un ligero brillo de sudor en su frente. —Tú fuiste mi primera en todo. Y mi único amor. Quería que lo supiera. Aunque habían pasado los años, la separación, el dolor quería que supiera que fue la única que amé. Sentándose, cogió mi rostro en sus manos. —Nadie nos puede parar ahora. —Pero sonaba más que un lamento de batalla que un hecho. Como si dijera: Estamos casados y no nos pueden quitar esto. Pero también: ¡Adelante, inténtalo! Atrapé sus labios y deslicé mi lengua en su boca, besándola salvajemente con cada músculo de mi tenso cuerpo. Arrastrándome a un lado, me puse de pie y me despojé del resto de mis ropas. Sus ojos se dispararon hacia mi erección y yo no podía alejar mi vista de su camisa cayendo por encima de sus senos sin sujetador. Colocándome encima de ella, la aplasté en la cama y no dejé de besarla mientras ajustaba mi pene en su entrada. Sumergiéndome dentro, solo apenas, me deslicé fuera trayendo su humedad conmigo, rodándola en la cima y alrededor de su clítoris. La vibración de su gruñido chocó en mis labios y me enterré otra vez en ella, solo hasta la
mitad y me retiré frotando la punta de mi pene por su duro nudo otra vez. —¿Madoc? —susurró sonando dolorida—. No soy un piano. Deja de tocarme. Sonrió y me enterré de nuevo tomando lentamente cada centímetro de ella. —¿Y soy demasiado pesado? —pregunté dejando todo mi peso sobre ella. Cuando tengo sexo generalmente no me gusta el misionero. Otras posiciones se sienten mejor y permiten una mejor vista del cuerpo de la mujer, pero esta vez era diferente. Quería sentirla por todas partes. Negó debajo de mi beso. —No, me encanta. —Sus manos subieron por mi espalda y tiró de mis caderas más profundo en su interior—. Ahí mismo —rogó—. Justo así. Jesús.
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Coloque mi frente sobre la suya e inhalé las respiraciones que ella dejaba salir. Sus pechos, las partes que se asomaban fuera de la camisa, estaban húmedos de sudor y el frote con su caliente piel me hacía dar vueltas. Mi pene estaba lubricado con ella, deslizándose dentro y fuera con sus insistentes manos empujándome más fuerte en ella. Joder, estaba tan malditamente necesitada que me excitaba a mí también. No iba a durar mucho. Agarrando sus muslos le di la vuelta, por lo tanto ella estaba encima. Su camisa había caído por uno de sus hombros y una teta quedó descubierta. Por mucho que quería tocarla solo me quedé mirando su movimiento. Apretando solo sus caderas mantuve mis ojos pegados en su molida en mí, mordiendo la esquina de su labio inferior y su expuesta piel brillando de sudor. —Oh, Dios —chilló montándome más rápido. Gruñí cerrando mis ojos. —Dale, nena. Los temblores extendidos por mi cuerpo entero no se podían frenar. Estaba jodidamente excitado y ella era jodidamente sexy. —Madoc. —Su doloroso susurró disparo directo en mi corazón y arqueándome en la cama empujé duro su culo tanto como pude. —Ahh. —Se corrió gimiendo y temblando y me dejé ir también, liberando todo dentro de ella, empujando una y otra vez. Cristo. Mis cejas continuaban apretadas y mis ojos estaban cerrados. Mi cuerpo estaba cualquier cosa menos relajado en este momento. Nunca antes me había corrido dentro de una mujer sin condón.
A excepción de Fallon, años atrás. No me extraña que las consecuencias pudieran ser malas. Siempre había un precio por algo que se siente tan bien. Fallon se derrumbó en mi pecho y por un momento solo nos quedamos callados intentando calmarnos. Pero después, susurró en mi cuello: —Fallon Caruthers, entonces. Y le di la vuelta en su espalda preparado para una segunda ronda.
Nos quedamos enredados en la habitación de hotel por las siguientes veinticuatro horas. Tirándonos nosotros mismos cada uno del culo de otro, sin conmutarnos en tener una conversación. —Bueno, tengo algo de dinero. Mi padre paga la matrícula de mis estudios por adelantado y pone fondos extra para mis gastos. No es mucho pero es suficiente para montar un apartamento. Mantuve mis parpados cerrados pero le presté atención.
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—¿Qué hay de la matrícula del año que viene? ¿No vas a necesitar el dinero para ella? No dijo nada unos pocos segundos pero después respondió: —Nos apañaremos. Tuve que morderme el interior de la mejilla para aguantarme la sonrisa pero no funcionó. El rugido escapó de mi pecho y salió como una risa baja. —¿Qué? Suspiré aliviado todavía sin mirarla. —Fallon, nena, vamos a estar bien. No vamos a tener problemas con el dinero si nuestros padres cortan con nosotros —le dije finalmente. —¿Qué quieres decir? —Su tono se volvió más brusco. —Quiero decir que estamos bien. —Me encogí de hombros—. No te preocupes por esto. Cuando no dijo nada y no presionó, abrí un ojo y la vi con la mirada fija en mí por encima del portátil. Parecía como si estuviera a punto de empezar a hervir. Exhalé una respiración irritada y me incliné a un lado apoyándome en un codo. Agarrando su portátil me conecté a mi cuenta y después le devolví el portátil, enseñándole la pantalla. No esperé a ver su expresión antes de acostarme otra vez y cerrar mis ojos.
—Oh, Dios mío —exclamó despacio—. Esta es… ¿tu cuenta de ahorros? Refunfuñé. —¿Todo este dinero es tuyo? —Presiona sonando como si no me creyera—. ¿Tu padre no tiene acceso a esto? —Gran parte de este dinero no tiene nada que ver con mi padre. La familia de mi madre es adinerada por sus propios medios. Ella me dejó mi herencia cuando me gradué de la secundaria —le expliqué. Rara vez tocaba el dinero de mi cuenta bancaria. Mi padre se aseguraba que todos mis gastos fueran pagados y tuve una tarjeta de crédito para casos cuando no tenía dinero en efectivo. Le gustaba ver lo que pasaba por lo que las notificaciones bancarias llegaban a él, para cuando no estaba cerca para ver lo que hacía a diario. No era porque no confiaba en mí. Confiaba. Solo pienso que mirando mis compras lo hacía sentirse parte de mi vida y le hacía sentir que tenía el control. Oh, mira. Madoc cargó gasolina a las 8 de la mañana del sábado. Debió venir a casa de alguna fiesta.
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Oh, mira. Madoc compró piezas para el auto. Debe tener una carrera pronto. Oh, mira. Madoc fue a Subway. Me alegro que esté comiendo. —¿Tu madre le dio a un joven de dieciocho años de edad tanto dinero? Entrecerré mis ojos de nuevo volviendo a la actualidad. Mirando por encima de ella fruncí el ceño con fingido dolor. —Oye, soy digno de confianza. Tú lo sabes. —Me reí de sus cejas levantadas y continué—: mi padre también me dejó una tercera parte de mi fideicomiso cuando empecé la universidad así que hay algo de dinero suyo también ahí. Tendré otro tercio cuando me gradúe y otro cuando tenga treinta. Pero incluso si no me dan estos dos tercios, por supuesto vamos a estar bien. —Hago ademan con la mano hacia el portátil refiriéndome al equilibrio de financiar mi cuenta bancaria—. Volverás a la escuela el próximo lunes, me retiraré de Notre Damme, me trasladaré y conseguiremos un apartamento aquí en Chicago. Junté mis manos detrás de mi cabeza y esperé a que me dijera algo. Me hacía sentir feliz que ella en realidad se hubiera arriesgado dejando su estabilidad por mí, pero eso nunca iba pasar. Frunció los labios y entrecerró sus ojos. —Estuviste pensando en esto todo el día, ¿o no? —Por supuesto que lo hice. —Le disparé una sonrisa infantil—. ¿Crees que me he regalado a mí mismo a una esposa para cuidar sin tener un plan?
Apoyándome deslicé mi mano alrededor de su cuello y la atraje. Pero cuando sus ojos se cerraron por el beso, ella estaba esperando sin lugar a duda, le toqué la nariz con mi lengua en cambio y me dejé caer cerrando los ojos. —Solo no intentes divorciarte de mí y quedarte con la mitad — amenacé. —Uhh, esto fue asqueroso —se queja probablemente limpiando mi saliva de su rostro. Escuché el portátil cerrándose y la cama moviéndose cuando ella se subió encima de mí, cabalgando mi cintura. Intenté poner mis manos en sus muslos pero ella las agarró y las puso a cada lado de mi cabeza. —Nop. —Sacudí mi cabeza—. Estoy agotado. No quiero hacerlo. No puedes obligarme hacerlo. Pero era demasiado tarde. Su carga en mí y su calor en mi estómago ya me habían hecho enrollar mis muslos alrededor de los de ella cuando su húmedo aliento envió un derribado destello a mi ingle. Mierda.
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Estaba absolutamente duro en este momento y necesitaba algo de maldito sueño. No quería dormir pero lo necesitaba. Su boca avanzó hasta mi cuello y clavó sus dientes en él. Me despejé para ella. —Nena —dejé escapar un gruñido—. No quiero dejar esta habitación jamás. Quita mi camiseta de tu cuerpo. Ahora. Oímos golpes en la puerta de la otra habitación y ambos giramos la cabeza hacia el ruido. —¿Madoc Caruthers? —llamaba una voz severa. Fallon giró sus grandes ojos hacia mí y me levanté colocándola al lado de la cama. Caminando hacia la puerta negué empezando comprender. Jared debería haber reservado la habitación. Había sido bastante inteligente para no usar mi tarjeta de crédito, pero en ningún momento pensé que mi padre se tomaría el tiempo de llamar a todos los hoteles de Chicago buscándome. —¿Sí? —pregunté abriendo la puerta y en seguida dejando caer mi maldita mandíbula. ¿La policía? ¿Qué demonios? —Nos gustaría hacerle una serie de preguntas —dijo un esbelto oficial negro con la mano apoyada en su porra. Esto no me tomó como una amenaza. ¿Debería? El otro policía era una mujer. Mediana edad y cabello rojo. —¿De qué se trata? La mujer policía levantó la barbilla hacia mí.
—¿Fallon Pierce está contigo? Mi corazón empezó a golpear. ¿Qué hago? —Sí — respondí finalmente. —Tu hermanastra, ¿verdad? —confirmó la mujer policía. Parpadeé y suspiré. —Por el momento, sí. Nuestros padres se están divorciando. —¿Qué está pasando? —preguntó Fallon pasando a mi lado. Se había vestido con vaqueros y su blusa blanca arrugada de ayer. Toda la ropa había estado en un montón en el suelo en las últimas veinticuatro horas. También llevaba sus gafas. —¿Tú eres Fallon Pierce? Fallon cruzó sus brazos. —Sí. —Tu madre denunció tu desaparición ayer en la mañana —explicó la de cabello rojo—. Dice que ha sido amenazada por el señor Caruthers, alegando que él dijo que iba a… —Miró hacia sus apuntes y continuó—: La iba a colgar en una pared. Y luego fuiste raptada.
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Los dos policías me miraron y quería reírme. Fallon se giró hacia mí con una sonrisa de superioridad y tan serio como los policías visitando nuestra puerta nos empezamos a reír. Los oficiales cambiaron una mirada hacia mi pecho temblando y Fallon cubrió su risa con la mano. —¿Usted amenazó a la señora Caruthers, señor? ¿Cuál señora Caruthers? Sentí la necesidad de preguntar, pero me resistí. Nadie podría saber todavía sobre nuestro matrimonio, nuestros padres tenían que saberlo de nosotros y de nadie más si queremos que nos tomen en serio. —Oficiales —les aseguré—, estos son temas familiares. Nunca he tocado a mí madrastra. Fallon está aquí por su propia voluntad y no hay ningún problema. —Señor Caruthers —empezó la mujer policía—, sabemos quién es su padre. Pero entonces se desató el infierno. Una mujer y un camarógrafo se apresuraron por detrás de los policías y pegaron un micrófono por dentro de ellos en mi dirección. Me eché hacia atrás y Fallon agarró mi mano. —¿Madoc Caruthers? —disparó la mujer tropezando entre los policías—. ¿Hijo de Jason Caruthers? ¿Tienes una aventura con tu hermanastra? Su madre reclama que la secuestraste. Mi jodido corazón se clavó como una pelota de baloncesto en mi garganta y no podía respirar.
¡Hija de puta! ¡Mierda! Tragué saliva bajando la mirada hacia Fallon. —Ya es suficiente —gruñó uno de los oficiales, los dos dándose la vuelta y manteniendo sus manos en alto para protegernos de la intrusión. ¿Qué demonios? Mi padre era un verdadero problema pero no esta clase de trato. Alguien tuvo que haberle avisado a esta gente. La mujer policía mantuvo la voz calmada. —Vamos a tener esto bajo control. Están interfiriendo con asuntos policiales. —¿Él la está manteniendo en contra de su voluntad? —La periodista meneó su flequillo castaño de sus ojos, luciendo seria y decidida. Me incliné para agarrar la puerta y cerrarla pero Fallon vociferó: —Para —demandó—. Él no es el señor Caruthers. ¡Y no está secuestrándome en contra de mi voluntad, por el amor de Dios! Y tampoco tenemos alguna sórdida relación. Él es mí… Oh, no.
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—… marido —terminó. Cerré mis ojos haciendo un gesto de dolor y dejé escapar un leve gemido. Mierda. Joder. Hijo de puta. Le doy un empujón a Fallon agarrando la puerta y cerrándola de golpe, escuchando a los policías ordenarle a los periodistas que se fueran. Bloqueando la puerta me deslicé junto a la pared y derrumbé sobre mi culo. Flexionando las rodillas descansé mis antebrazos en ellos y golpeé la cabeza una vez en la pared. —Impresionante. —Respiré dentro y fuera apenas notando que Fallon se había quedado donde yo la había empujado fuera de camino. Mis puños se apretaron y estaba seguro que mi cara estaba roja como un tomate. Me sentía estúpido. ¿Por qué siempre he subestimado a Patricia? —Oh, Dios mío —dijo finalmente mirando atontada—. Esto fue espeluznante. Mi madre está loca. —No, ella es lista —dije categóricamente—. Acabamos de transformarnos en la más nueva noticia y avergonzar a mi padre. Su cabeza cayó y se aproximó a sentarse a mi lado.
—Madoc, lo siento. Entré en pánico. Puse mis manos alrededor de ella. —Está bien. Creo que ya no tenemos que preocuparnos por hacer las rondas a los padres. En el momento que se fueran a dormir esta noche, todo el mundo, quiero decir cada uno, supieron que me casé. Habrá un sinfín de mensajes de textos y llamadas por un tiempo y los amigos querrán saber qué habrá pasado. —¿Cómo supieron que estábamos aquí? —preguntó. —Me registré bajo mi nombre. —Sonaba menos embarazoso de lo que era—. Tu madre no tuvo que cansarse mucho para encontrarnos si se dio cuenta que no estuvimos en el colegio. Su pecho cayó fuerte. —Esto va estar en las noticias de las once. —Y estará en Internet en menos de cinco minutos. Los medios van a tener que competir con la velocidad de Facebook después de todo. Van a tener esto subido en nada.
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Me senté ahí tranquilo y atontado intentando averiguar qué hacer después. —Mírame —dijo insistente. Lo hice y me sumergí en el desahogo de sus ojos verdes. —No podemos estar aquí —declaró—. ¿A dónde deberíamos ir? Inclinando mi cabeza hacia atrás lamí mis labios pensando. Fallon y yo no hicimos nada malo. No estábamos huyendo, solo así podíamos tener una mini luna de miel. Y no íbamos a empezar nuestro matrimonio temiéndoles a nuestros padres. Si queríamos ser respetados como adultos entonces teníamos que enfrentar las consecuencias. Me puse de pie tirándola detrás de mí. —A casa —le dije—. Vamos a ir a casa.
Era alrededor de las diez para el momento en que llegamos a la entrada de mi casa. El cielo negro como boca de lobo explotó con estrellas, y los árboles de coníferas que Addie había plantado para que pudiéramos tener verde todo el año se movían con el viento. Los policías habían llegado a nuestra habitación por un par de preguntas restantes. Sí, Fallon y yo estamos casados. Aquí está la licencia firmada. No, no la secuestré, obviamente. ¿Lo ves?
No hay moretones y está sonriendo. Sí, amenacé a mi madrastra y en este caso estoy usando la tarjeta de “papá”. No puedes tocarme porque soy Madoc Caruthers. Ahora, por favor vete. Estamos de luna de miel. Se fueron, nos duchamos y nos arreglamos para conducir la hora que se tarda en llegar a Shelburne Falls. —Espera —le ordené cuando Fallon empezó a abrir la puerta. Saliendo y dando la vuelta por delante del auto la dejé salir, tomé su mano y caminé a su lado hacia la escalera de la entrada. Tomé su enfriado rostro entre mis manos. —No vamos a levantar la voz y no vamos a disculparnos. Asintió y entramos juntos a la casa. El recibidor y todas las habitaciones en ella estaban oscuros y la casa resonaba solo con el tictac de los relojes y el calor desbordante de la ventilación. El olor a carne asada y cuero me golpeó e inmediatamente me sentí en mi lugar. Es como siempre olía mi casa.
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Recordé que una vez Tate dijo que amaba el olor a neumáticos. Le traía recuerdos del pasado y le era familiar. Cuando olía carne asada siempre pensaba en veranos al lado de la piscina. Mi madre preguntando si quería otra Crush. Mi padre, en las veces que estaba en casa, haciendo la parrilla y hablando con sus amigos. Y yo mirando los fuegos artificiales que iluminaban el cielo lleno de estrellas. A pesar de los problemas que mi familia había tenido, todas las familias tienen problemas, fui un niño feliz. Las cosas podrían haber sido mejores pero fueron bastante buenas y nunca deseé algo más. Nunca había faltado gente para cuidarme. Esta propiedad era mi casa y con ella vienen todos mis buenos recuerdos. Cada vez que me escapaba es aquí donde quería llegar primero. Patricia Caruthers podría quedarse con el nombre, el dinero, pero estaría muerto antes que dejarle esta casa. Tenía que encontrar alguna manera de vencerla. No sabía si mi padre estaba en la cama, pero sabía que estaba aquí. Su Audi estaba en el camino de la entrada. Fallon y yo caminamos dentro del pasillo agarrados de la mano y cogimos a la derecha llegando a su despacho. —¿Crees que nuestros hijos nos odian? —preguntó una voz de mujer y me detuve. Le señalé a Fallon para quedarse callada poniendo mi dedo en los labios y los dos nos apoyamos en la puerta escuchando. —No sé —respondió mi padre sonando resignado—. Creo que no culparía a Madoc si lo haría. ¿Jared te quiere?
Katherine Trent. Ella era con quien hablaba. —Creo que sí —dijo lentamente—. Y si se casara mañana, estaría jodidamente preocupada pero sabría que el habría seguido su corazón. Quiero decir, míranos, Jason. ¿Quién les puede decir que no lo pueden hacer a los dieciocho cuando nosotros fallamos mucho tiempo después de esta edad? ¿Somos expertos? Joder. Una invisible mano exprimió mi estómago como escurriendo ropa lavada. Mi padre sabía que me había casado. Escuché pasos pesados. —No se trata de esto. Es sobre prioridades. Mi hijo tiene que terminar la universidad. Necesita vivir la vida. Había recibido los regalos de privilegio y oportunidad. Ahora tiene una distracción. Tomé la mano de Fallon y mantuve su mirada. Hubo un poco de desplazamiento por toda la oficina y después escuché las ruedas de la silla de mi padre mientras dejaba escapar un largo suspiro. Debe haberse sentado. Entrecerrando los ojos intenté averiguar si estaba enfadado o molesto. No sabría decir. Escuché un gruñido y después algunas intensas respiraciones. Sonaba como hiperventilación. Pero no.
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—¡La cagué! —Su voz se quebró y lo escuché llorar. —Sshh, Jason. No llores. —Katherine también empezó a llorar. Mi padre, pensé. Mi padre está llorando. Mi pecho se volvió pesado y bajando la mirada vi el dedo de Fallon acariciando mi mano. Cuando levanté la vista su barbilla temblaba. —Mi casa está vacía, Katherine. —Su voz era tan triste—. Lo quiero en casa. —No fuimos buenos padres —dijo con voz entrecortada—. Nuestros hijos han pagado por nuestras vidas y ahora es nuestro turno para pagar por ellos. Él tiene una chica de la cual no puede estar lejos. No hacen esto para hacerte daño, Jason. Están enamorados. —Sonrió ante sus palabras—. Si quieres a tu hijo de vuelta —continuó—, necesitas abrir más tus brazos. Apreté la mano de Fallon más fuerte y le susurré: —Necesito unos pocos minutos a solas. Sus ojos llorosos destellaron y asintió su consentimiento. Caminando detrás de mí se dirigió a la cocina. Empujando la puerta para abrirla, vi a mi padre en su silla del escritorio apoyándose en sus rodillas, con la cabeza entre las manos. Katherine estaba arrodillada delante de él, supuse que reconfortándolo. —¿Señora Trent? —la llamé metiendo mis manos en los bolsillos de la chaqueta—. ¿Puedo hablar con mi padre a solas, por favor?
Las dos cabezas saltaron y Katherine se levantó. Se veía hermosa con un vestido de casa color crema de los años cuarenta con lunares en él. Su cabello castaño oscuro chocolate, el mismo tono que el de Jared, colgando sobre sus hombros en rizos sueltos, pero los laterales recogidos con dos pasadores en cada lado superior de su cabeza. Mi padre a lo contrario era un desastre. Cabello despeinado, probablemente había pasado sus dedos por él, una arrugada camisa blanca, corbata de seda azul colgando suelta y definitivamente había estado llorando. Estaba sentado ahí inmóvil y realmente mirándome con miedo. Katherine aclaró su garganta —Por supuesto. Me aparté de la puerta cuando ella salió pero extendí la mano y agarré la suya, deteniéndola. Besé su mejilla y le di una gratificante sonrisa. —Gracias —le susurré. Sus ojos brillaron y asintió antes de salir.
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Mi padre no se había movido de su silla y di un paso en la habitación recordando que nunca me había recibido aquí cuando era niño. Mi padre no escondía cosas. No aquí de todos modos. Pero una vez dijo que toda su vida estaba en esta habitación y no era un lugar para niños. Creo que fue la primera vez que me di cuenta que no era una prioridad para mi papá. Había cosas aquí a los cuales quería más que a mí. Pero mirándolo ahora… Su mirada cansada, su estrés y el silencio me di cuenta que no supo cómo decírmelo para yo llegar a una conclusión diferente. A lo mejor mi padre se preocupaba. Tomando un profundo respiro caminé delante de él. —Nunca me gustaste, papá —hablé lentamente tomando mi tiempo—. Trabajabas demasiado y nunca apareciste cuando dijiste que lo harías. Hiciste llorar a mi madre y pensaste que el dinero podría arreglar todo. La peor parte es que no eres idiota. Sabías el vacío que dejabas en la familia pero lo hacías de todas formas. Entrecerré los ojos alentándolo a decir algo. Algo para defenderse a sí mismo. Pero sus ojos habían caído en la mesa con mis primeras palabras y se quedaron ahí. Así que continué, enderezando mis hombros.
—Amo a Fallon y amo esta casa. Te quiero en mi vida pero si vas a arrojar tu importancia por aquí como si esto fuera un problema, entonces te puedes ir al infierno. —Paré de acercarme al escritorio—. No te necesitamos. Pero te quiero, papá. Mi mandíbula se apretó y parpadeé para alejar el picor en mis ojos. Alzó los ojos y tenía una mirada que nunca había visto antes. Brillaban con lágrimas pero eran de verdad. Mi padre quería luchar. En su cabeza se preocupaba por mi educación, por Fallon y yo teniendo trabajo, lidiando con un matrimonio cuando todavía estábamos creciendo, pero esto era porque no se había dado cuenta. Dejé de crecer cuando Fallon se fue. Y volví a hacerlo de nuevo cuando volvió a casa. Necesitas tener algo para amar. Algo para luchar, para hacer vivir una ambición en vez de un trabajo. Fallon no me quitaría el mañana. Mi padre se dio cuenta de esto. Sostuve su mirada fija preparado para lo que sea que quiera arrojarme pero él debería de saberlo mejor. Si no nos apoyaría lo íbamos hacer sin él.
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Finalmente levantándose pasó sus manos por su cabello y ajustó su corbata. Lo miré mientras caminaba hacia su caja fuerte, marcó la combinación y sacó algunos papeles. Regresando a su escritorio firmó el documento y me lo tendió por encima del mismo. Dudé. Probablemente era una nueva voluntad para dejarme en la calle o alguna otra porquería. —Me quedo con los otros dos tercios de tu fideicomiso y te los entregaré como estaba planeado —explicó—. Pero aquí tienes un regalo de boda… si podemos luchar lo suficientemente fuerte para quedárnosla. Confundido, desplegué los documentos de nuevo y un sonido de sonrisa se escapó de mis labios. —¿La casa? —pregunté sorprendido. Me había dado la escritura de la casa pero no estaba a mi nombre. Emoción y confusión pasaron por mi cerebro muy confuso. ¿Quería la casa? Sí. ¿Eternamente y para siempre? ¡Infiernos, sí! Me gustaba aquí y también a Fallon. Si la podíamos mantener en las manos Caruthers, la queríamos. Pero, ¿qué quería decir esto por mi padre? No quería necesariamente que se fuera. Algo.
No, no de verdad. —Patricia está intentando quedarse la casa. Estoy seguro que lo sabes. —La mirada de mi padre se nubló en una expresión con la que era más familiar—. Pero la voy a arrastrar en la corte tanto como pueda. Puede que dure un año pero ganaremos. Esta casa está a mi nombre pero como esposa tiene derechos sobre ella hasta que la corte diga que no. La pondré a tu nombre cuando pase el peligro. —Se levantó con la espalda recta estirando su mano hacia mí—. Pero esta casa es tuya para todos los efectos. Sé que Fallon, Addie y tú aman esto y quiero que tengas tu propia casa. Tomé su mano y el frenético flujo sanguino atravesó mis venas relajándose. No estaba seguro si mi padre estaba realmente dejándolo, si solo estaba cansado del drama o si estaba fingiendo. Pero cuando lo miré vi su relajada mirada volviéndose turbia y antes que me diera cuenta fui atrapado en un fuerte abrazo. —Uhh —gruñí contra el fuerte apretón de sus brazos y casi me reí. No estaba seguro si era una broma o se suponía que era divertido pero las cosas raras y extrañas son divertidas. Para mí.
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Pero cuando intenté recuperar mi respiración empecé a darme cuenta que mi padre no me dejaba ir. Sus brazos estaban tan duros como el acero alrededor mío y no pude recordar cuándo fue la última vez que me había abrazado. Y no creo que alguna vez fuese tan fuerte. Me encontré con devolviéndole el abrazo.
mis
brazos
envolviéndolo
lentamente,
—Katherine tiene razón. —Dio un paso hacia atrás y apretó mis hombros—. No puedes estar lejos de ella, ¿verdad? —Si pudieras volver atrás con Katherine y rehacer las cosas… Asintió. —… Entonces Jared y tú hubieran sido hermanastros hace mucho, mucho tiempo —terminó, entendiendo. —No quiero vivir con estos arrepentimientos, papá. Estoy haciendo esto. —Sostuve mi posición—. Vamos a estar bien. Temiendo la ruptura de su matrimonio o luchando en el pasado con el alcoholismo de Katherine eran cosas que mi padre había dejado caer en su camino. De él aprendí estos errores con los que no podías tratar. La mayor parte, no. Me dio una palmada en la espalda y dejó salir un largo suspiro. —Entonces, ¿dónde está Fallon?
Treinta
K
atherine había entrado en la cocina poco después de mí y me hubiera gustado poder encogerme. Hasta que se acercó y me abrazó.
Contuve la respiración, completamente confundida. Sí, hola. Soy la chica que casi amenazó con exponer su asunto en televisión y soy la única responsable del caos del divorcio de su novio en este momento. ¡Pero claro, me quedo con algunos abrazos! Una vez que me soltó, me hundí en el taburete mientras desenterró todos los helados de la nevera.
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Había un montón de cosas que quería preguntarle. Ella estaba, después de todo, teniendo una aventura con el marido de mi madre. Debería despreciarla. O por lo menos no gustarme. Definitivamente no debería respetar a una rompe-hogares. Pero por alguna razón (o muchas razones) sentía como que mi madre era la mala de cada grupo. Y una cosa no se puede negar sobre Katherine. Una historia de casi dieciocho años era amor. Era muy hermosa, también. Y joven. Aún lo suficientemente joven para tener más hijos. —Me sorprende que estés tan tranquila sobre esto. —Elegí helado de vainilla y caramelo. Ella se encogió de hombros, todavía sacando una porción para Madoc. Todo de chocolate. —Empecé joven, también —admitió—. Pero a diferencia de mí, tú y Madoc tienen un excelente sistema de apoyo. —Sí, ella tenía razón. Todavía no sabía cuál era la postura de mi padre en cuanto a esto, y planeaba llamarlo a primera hora de la mañana. Pero Madoc y yo teníamos medios para vivir y teníamos a Addie por lo menos. Tuvimos suerte. —¿No tienes miedo de que Jared vaya a inspirarse y proponérsele a Tate? —bromeé. Su cabeza cayó hacia atrás cuando se rió en voz baja. —No. —Sonaba segura. —¿No?
—Creo que tú y Madoc han vencido… ¿Temas más maduros, diríamos? Puedo entender que el matrimonio se sienta como el siguiente paso natural. Jared y Tate por otro lado. Tuvieron tanto dolor entre ellos durante tanto tiempo que creo que lo que quieren es estar solos por un tiempo. Ellos necesitan calma. En ese momento oímos las voces de Madoc y su papá venir por el pasillo, Katherine y yo giramos para verlos entrar con sonrisas en sus rostros. Mi estómago se pellizcó con anticipación, pero mis hombros se relajaron un poco. Al ver a Jason dirigirse directamente hacia mí, empujé mi cabello detrás de las orejas, haciendo un inventario de todo lo que llevaba puesto. Jeans y una de mis camisas negras, de manga larga, pero todavía estaba usando mi abrigo Burberry. Mi cabello estaba todavía con rizos sueltos de la “boda” y todavía se veían bien la última vez que los comprobé, a pesar de las veinticuatro horas que Madoc y yo habíamos pasado en la cama. Los ojos de Jason eran relajados y acogedores, pero parecía que no respiraba. Su expresión era agradable, pero en guardia. Inclinó mi barbilla hacia arriba, colocó un rápido y suave beso en mi frente y luego me tomó la mano, bajando la mirada al anillo.
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—Se ve bien en ti. Felicitaciones. ¿Eh? ¿Eso es todo? Eso no puede ser. —Gracias —murmuré, en busca de palabras. —Si tanto quieres algunos consejos de un hombre que está a punto de tener dos divorcios a sus espaldas… —Jason miró entre Madoc y yo— . Lucha. Lucha a través de todo. No salgan de casa enojados o vayan a la cama enojados. Lucha hasta que esté resuelto. El fin de los combates es el principio de renunciar. Y entonces me miró. —No se lo dejes fácil. ¿Entiendes? Tragué saliva y le di una pequeña inclinación de cabeza. —¿Sr. Caruthers? —pregunté. Él alzó las cejas hacia mí. —Jason. —Jason. Te debo una disculpa. Este lío con el divorcio… —Tenía que suceder, Fallon —terminó cortándome—. Está bien. Bueno, va a estar bien con el tiempo —ofreció. Con un guiño a Katherine, caminaron de la forma en que entraron. —Katherine y yo vamos a su casa a pasar la noche —dijo—. Nos vemos la noche del viernes en la subasta de caridad.
Y se fueron. Madoc se dejó caer en el taburete en el bar. Tirando de mí entre sus piernas, acarició mi cuello, enviando escalofríos por mi espina dorsal. —¿Madoc? —Cerré los ojos, inclinándome para sus espectaculares besos—. Nene, lo siento, pero creo que tengo que volver a la escuela mañana. Se detuvo. Como que se detuvo tan rápido que pensé que estaba muerto. Tomando su cabeza por el cuello, el brilló de sus ojos azules ligeramente enojados conmigo. —¿Por qué? —Sonaba más como un desafío que como una pregunta. —Oh, recibí un e-mail de un profesor. —Tomé mi teléfono, haciendo un gesto con él—. Él está bien conmigo faltando a algunas clases, pero voy tener un profesor invitado mañana y una prueba el viernes. Los dos son muy importantes. Ya había perdido tres días de clases. Finalmente, lanzó un suspiro.
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—Bien. Me quedaré con Jared, así no tenemos que estar separados. Vas a clases, voy a trabajar para conseguir ser transferido a Northwestern y vamos a empezar a buscar apartamentos. Tenemos que estar en Chicago para esa cosa de caridad el viernes de todos modos. Saldremos temprano en la mañana. Colgué los brazos por encima de sus hombros, uní mis manos detrás de su cuello. —Gracias. Me hundí en él y en su aroma de hombre, tomé su labio superior entre mis labios y él tomó mi labio inferior entre los suyos. Este es el beso en el que siempre terminábamos. Los cuatro labios, extendidos como uno mientras permanecíamos quietos y respirábamos uno por el otro. ¿Puedo decir lo mucho que amo olerlo? Me encanta la colonia que lleva. —Vamos, vamos a la ducha —susurró en mi boca. Negué. —No, ve. —No, quiero decir que quiero una ducha contigo. Retrocedí, desabrochándome el abrigo. —Tengo otros planes. Ve a la ducha y encuéntrame en diez minutos. Su frente se arrugó. —¿Encontrarte?
No dije nada más. Después de unos veinte segundos, se dio cuenta de que había terminado de hablar y se alejó sonriendo. Sonreí para mis adentros. Se creía que era el único capaz de hacer travesuras. Agarrando un poco de papel de impresora de la máquina de fax en la cocina, garabateé una adivinanza para Madoc (sabiendo cómo amaaaba las adivinanzas) y lo dejé en la parte inferior de la barandilla. De vuelta en los días en que solíamos estar en guerra, Esperaría por las noches para que tocaras mi puerta. Ahora tendrás que buscarme en una habitación en esta planta, Donde los vampiros cazan y de tus labios yo estaba rota.
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Quitándome el abrigo, lo dejé caer en el suelo al lado de las escaleras. Tomando unos pasos de distancia, empecé a quitarme el resto de mi ropa y la solté en intervalos pequeños en el suelo de baldosas blancas y negras. Mis zapatos, mis jeans, mi camisa, luego me desabroché el sujetador y lo dejé caer en la alfombra beige de lujo en el pasillo a la derecha. Vestida solo con mi tanga de encaje rojo, caminé por el pasillo débilmente iluminado y entré en la sala de cine, agradecida de que el frío en mi cuerpo me distrajo de la batería en mi pecho. Odiaba esta habitación. Y me encantaba esta habitación. Girando lentamente el dial en la pared, iluminé la zona solo lo suficiente como para emitir un suave resplandor. Al mirar alrededor, me di cuenta de que nada había cambiado. No es que yo lo esperara. Esta sala era utilizada rara vez, pero fue construida para una multitud. Varios sillones de cuero negro y dos largos sofás de cuero negro también, estaban frente a una pantalla plana enorme montada en una pared que estaba adornado con tres pantallas más pequeñas a cada lado. Fotos de la familia y más parafernalia de deportes vestían las paredes de color café, y con la alfombra de color crema, todo parecía acogedor y como en una cueva aquí. Madoc y yo solíamos ver la televisión mucho aquí, a pesar de que rara vez nos decíamos algo amable. Y la única vez que Jason Caruthers venía aquí era para el Super Bowl el domingo. Subiendo los pies, pasé la mano por el suave y fresco cuero negro de nuestro sofá. Donde veíamos Vampire Diaries. Ignorando al otro, a pesar de la espesa nube de tensión entre nosotros. Y la última vez que dormimos juntos antes de que me llevaran.
Mi vientre se tensó y hubo un choque entre mis piernas, haciendo que cosquilleara mi mandíbula con una sonrisa. Este lugar debería ser intimidante para mí. Este fue el lugar que me habían impactado despierta por uno de los padres gritando y otro tan enojado, que ni siquiera podía hablar. Mi madre me había arrastrado fuera del sofá casi desnuda, vistiendo solo la camiseta de Madoc. Jason Caruthers había estado en el pasillo, negándose a siquiera hacer contacto visual cuando me arrastré más allá de él. Madoc no estaba a la vista y dentro de veinte minutos, ya estaba vestida, llena, y ahuyentada, sin saberlo, con un niño dentro de mí. Esta habitación debería haber sido una mala noticia para mí, pero no lo era. Este sofá se había sentido bien en mi piel y recordaba estar con Madoc tan agradecida de que finalmente me había convencido de dejar mi habitación esa noche. En el sofá, me arrodillé en contra de la parte de atrás y descansé mis antebrazos sobre la parte superior. Quería ver a Madoc cuando me encontrara. Cuando la manija de la puerta comenzó a girar, tuve que tragar mi sonrisa y apreté mis dedos de los pies para mantener mi entusiasmo.
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Cuando Madoc abrió la puerta, con los ojos inyectados directamente en mí, le di una pequeña sonrisa sexy, rezando que saliera juguetona y no como la ninfómana en que me había convertido. Vestía pantalones de pijama negro que colgaban bajo y su piel dorada parecía tan cálida y suave que mi boca estaba salivando. Las pequeñas colinas de su paquete de seis flexionadas y arrastré mis ojos hasta sus pectorales y además, amaba la manera en que su cabello casi mojado se pegaba arriba como si lo hubiera peinado de esa manera. Cuando llegué a su cara, sin embargo, su siempre presente diversión había desaparecido. Tragó saliva y levantó la adivinanza que había dejado. —La sala de cine. ¿Por qué no me miraba? Sus ojos se movían mirando de lado a lado. —Me… ale… —balbuceé. Mi corazón empezaba a bombear demasiado rápido. ¡Mierda! ¿Estaba loca? —Me alegro de que lo descubrieras —le dije, inclinando mi cabeza hacia un lado, tratando de seducirlo a entrar. —Sí, bueno… la última línea ayudó. —Dejó escapar un profundo suspiro—. Mira, Fallon. No quiero estar aquí. ¿Podemos ir a la cama? ¿Qué? ¿Por qué?
—Madoc. —Me enderecé para detenerlo—. Sé que este es el último lugar en que nos vimos antes de irme, pero no tenemos que tener miedo de él. Me levanté del sofá y me puse de pie, mis manos dobladas frente a mí. Sus ojos azules llenos de vapor cayeron por mi cuerpo y luego se arrastraron tímidamente de nuevo hasta mi cara. Se acercó a mí, cada paso con fuerza vibratoria a través de mis venas. Tomándome por la nuca, me dio un beso profundo, deslizando su lengua de forma inmediata y haciendo que cada parte de mí se caliente. —Madoc. —Me quedé sin aliento mientras me levantaba del suelo. Cuando ahuecó mi culo, envolví mis piernas alrededor de su cintura. Me encantó como me recogió. Pero no me gustaba que él comenzara a caminar con nosotros a la puerta. —Nos vamos en seis horas —amenazó—. Y puede o no ser suficiente tiempo para saborear cada parte de tu cuerpo. Pero quiero empezar ahora mismo. Vamos a la cama.
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—¡Madoc, no! —Tiré mis brazos y tomé el marco de la puerta, deteniéndolo en seco—. ¡No! Quiero estar aquí. Empujó un poco y apreté mi agarre en el marco de la puerta contra el estiramiento de mis brazos. Si quería sacarme de aquí, solo tenía que empujar un poco más. Podría pasarme sin problemas. —Bueno, yo no —disparó de regreso—. Vamos. No somos niños. Vamos a hacerlo en una cama como adultos y no en un sofá como adolescentes cachondos. —Somos adolescentes cachondos. Me frunció el ceño. —Déjate ir o te hago cosquillas. Mi pecho se tensó y casi cerré los brazos por la amenaza, pero no lo hice. Retorciéndome fuera de su alcance, me bajó al suelo y cerré mis manos en su pecho, empujándolo hacia atrás. Llegando a más, agarré la puerta y la tiré de golpe. Los grandes ojos de Madoc se encontraron con los míos mientras caminaba los pocos pasos hacia él, lo apoyé contra el respaldo del sofá y empecé a jugar con él. Mi mano se metió en su cabello, mis labios besaron duro y rápido su boca y luego el cuello, y mi otra mano contra su gruesa erección ya latiendo. —Fallon, Jesús —maldijo Madoc.
Pero su cabeza cayó hacia atrás cuando el placer se apoderó de él y enredó sus dedos en mi cabello mientras yo dejaba un rastro de besos por su pecho y estómago. De rodillas, lo liberé de sus pantalones y, tomándolo en mis manos, rodeé mi lengua alrededor de su punta, mi anillo de la lengua chocando con su piercing. Él se sacudió y sus ojos se abrieron, bajando la mirada con ojos feroces y mostrando los dientes. —Fallon —advirtió. —Quiero. ¿Por favor? —le pregunté en voz baja. Cerró los ojos y el agarre en mi cabello se aflojó. Bajando de nuevo sobre él, lo metí largo y lento, saboreando el olor del gel de baño que me dio tanta hambre. Tambaleé mi lengua de lado a lado en la parte inferior de él, así podía sentir sus pelotas en mi lengua. Su polla tembló en mi boca y me dio más ganas con el sabor de él. Lento, relajé mi garganta, tomando todo de él hasta la base. —Nena —susurró, aspirando aire a través de sus dientes—. Será mejor que no hayas aprendido esto en otro hombre. Lo saqué y chupé con fuerza y rapidez en la punta cerca de diez veces antes de contestar.
249
—Tate y yo tomamos un libro para investigar el mes pasado. —En serio. —No era una pregunta—. Eso es caliente. Si Madoc supiera, probablemente estaba imaginando a Tate y mi practicando en pepinos. Había querido hacer esto por Jared, pero ninguno de las dos había tenido ninguna experiencia. Obviamente, quería volar su mente, así que sugerí ver a algunos videos porno. Ella me dio un gran “no”, diciendo que no estaba viendo vídeos de mala muerte en Internet. Así que fuimos en línea y comprarnos un libro. Chupé todo el camino en mi boca otra vez, lentamente hasta la base y mi lengua se arremolinó a su alrededor. Alcanzando detrás de él, saqué sus pantalones justo debajo de su culo y sostuve sus caderas para apoyarme mientras me movía más rápido arriba y abajo de su longitud. Mis raíces picaban donde comenzaba mi cabello. Estaba completamente duro, espero, porque no podía aguantar más, mientras saboreaba la sensación de cada centímetro de su piel. Él gimió e inhaló respiraciones fuertes y rápidas, me encantaba la vista de Madoc así. Con su rostro apretado y ojos cerrados, luciendo como si tuviera dolor, tuve el repentino deseo de trepar por su cuerpo. Mi cabeza fue apartada y Madoc parecía violento. —Alto. —Se quedó sin aliento—. Te deseo. Pero no en este sofá.
Lamiendo mis labios, junté mis cejas en confusión, pero no insistí. ¿A quién demonios le importaba en este momento? El sofá, la silla, el suelo… Tomando mi mano, él me llevó a uno de los otros sillones de cuero, me dio la vuelta y me hizo caer en la parte superior, a horcajadas en posición sentada. Su erección se frotó entre mis piernas y luego… ¡Whoa! Deslizó ambas manos en las tiras de la tanga en mis caderas y las arrancó. Mis bragas se habían ido y mi núcleo pulsaba tan condenadamente duro que tuve que morderme los labios para no gritar. Era incontrolable. Me zambullí en él, deslizando mi lengua por sus labios y levantando mientras frotaba la punta en mi entrada. —Oh, Madoc —jadeé. Maldita sea, eso se sintió bien. Sostuve su cara entre mis manos y lo miré a los ojos, incapaz de dejar de molerme en él.
250
—¿Por qué me dejaste aquí sola esa noche? —me aventuré. Supuse que por eso se sintió incómodo en el otro sofá. Tal vez por eso odiaba a esta sala. —No fue mi intención. —Sus ojos se disculparon—. Te cubrí. — Respiró, cerrando los ojos con placer de mi movimiento en él—. Y me fui a tomar una ducha. Había planeado volver a despertarte, pero para al momento de regresar, te habías ido. Todo este tiempo pensé que había tenido su diversión, se fue a la cama y me dejó. —Odio este maldito cuarto —finalizó. Su boca se cerró, pero luego se abrió de nuevo, mirándome como si quisiera decirme algo más, pero no lo hizo. Tomé el control remoto y encendí el estéreo. Team de Lorde se encendió y me agarré al sofá de cuero detrás de él con mis dos manos y me bajé en él lo suficiente como para frenar y volverlo loco. —Voy a hacer que te encante de nuevo —le prometí. Él me llenó, y dejé caer mi cabeza hacia atrás por la sensación de tenerlo dentro de mí. Dejó escapar un gruñido y estrechó sus ojos. —Me gustaría ver que lo intentes.
Treinta y uno
—A
hí estás —afirma una voz detrás de mí y me tenso. Dándome la vuelta, veo a mi madrastra, Patricia, y no oculto el ceño fruncido al verla en su corto blanco camisón de seda.
Agarrando la botella de agua, cierro la puerta del refrigerador con fuerza y trato de mantener mis ojos apartados. Mi cabeza se siente pesada del licor en la hoguera, pero no opaca la incomodidad de esta situación. Su largo cabello rubio cuelga suelto, pero parece recién arreglado como lo hace su maquillaje y su postura no es modesta. Una mano en la isla de la cocina, otra mano en su cadera, si inclina hacia un lado juguetonamente y sonríe. —¿Dónde está mi padre? —increpo con irritación.
251
—Dormido —murmura—. En su habitación. ¿Tuviste una buena noche? ¿Por qué estaba siendo tan amable últimamente? —Sí, hasta el momento —contesto inexpresivamente. Acababa de regresar de una carrera y un infierno de una victoria contra Liam. Y conseguí ver la carrera de Tatum Brandt por Jared. Junto con la hoguera después, había sido una noche entretenida. Pero estoy cansado y no estoy de humor para cualquier veneno que Patricia quiera arrojar. Camino alrededor de la isla, dirigiéndome hacia fuera, cuando da un paso delante de mí. —Madoc. —Pone su mano sobre mi pecho y retrocedo un poco—. Te has vuelto grande con el ejercicio. Te ves bien. —Asiente con aprobación y me da una mirada inocente—. ¿Sabías que tu padre está teniendo una aventura? Jesús. ¿Qué demonios? Definitivamente no está ocultando mucho en ese camisón, tampoco. Puedo ver centímetros de su escote y la piel bronceada de aspecto suave de sus brazos, piernas y hombros. Patricia hace un montón de ejercicio y cuida de ella misma muy bien con el dinero de mi padre. A los cuarenta años, se ve mucho más joven. Un ladrillo de diez toneladas colapsa contra mi estómago cuando sus labios se mueven hacia mi cuello.
¿Qué. Mierda? Empujo su mano lejos. —¿Hablas en serio? —Estoy casi sin aliento por la sorpresa. Paso junto a ella, camino con furia por el pasillo y entro en la habitación de cine. El único lugar donde no quiero estar nunca más. Cerrando la puerta, me acerco y me dejo caer en el sofá (el único lugar donde Fallon y yo estuvimos juntos por última vez) y tiro mi cabeza hacia atrás cerrando mis ojos. Mi corazón está tronando en mi pecho y todo mi cuerpo está caliente con ira. No puedo creerlo. Mi madrastra se acaba de insinuárseme. Con mi cabeza dando vueltas, pellizco el puente de mi nariz, tratando de poner en orden mis pensamientos por la influencia del alcohol. El frio cuero en la parte trasera de mi cuello calma mi respiración. No entiendo por qué, después de tanto tiempo, todavía termino durmiendo en esta habitación casi todas las noches. Fallon se fue. Nunca le gusté, así que ¿por qué quiero recordar su traición?
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Pero aun así... este es el lugar donde pasamos la mayor parte del tiempo juntos, a veces en silencio y una vez no tan en silencio. —Mírame —dice Patricia y abro rápidamente mis ojos. —¡Fuera! —grito, mis labios apretados al verla de pie frente a mí ¿Por qué no cerré la maldita puerta? Me levanto y me enfrento a ella. —Esta es mi habitación. Fuera. Sus ojos parpadean con entusiasmo. —Estás enfadado. —Sacudo mi cabeza.
Puedo
ver
por
qué
Fallon
te
temía.
—Fallon no me temía. No sé lo que te dijo, pero... —No podía manejarte, Madoc. —Levanta la mirada hacia mí, atrapando su labio inferior entre sus dientes—. Está en tu pasado. Tienes que seguir adelante. Ella sin duda lo hace. —¿Qué quieres decir? —Ella está saliendo con alguien en su internado —dice Patricia, y mi corazón resuena en mis oídos. Apenas registro sus manos en mi pecho, frotándome a través de mi camiseta. —Ella ni siquiera habla o pregunta sobre ti, Madoc. Le pedí que vuelva a casa de visita. No lo haría. No se merece el hombre que te has convertido. Mis ojos se cierran, pensando en todo el tiempo que pase aquí, todas las noches pensando en ella, y sé que es una pérdida de tiempo.
Jodidamente lo sé. Claro, salí también. Follé, no tanto como presumía a Jared, pero había habido chicas. Sin embargo, mi corazón nunca perteneció a ninguna de ellas. El susurro de Patricia se arrastró por mi cuello. —Sé de lo que tienes ansias. Lo que te complacerá. Y puedo guardar secretos. Cierra la distancia, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y aprieta sus labios contra los míos. Gime y de repente no puedo respirar. No. No. ¡No! Agarrándola por los hombros, la empujo lejos de mí. —¡Jesucristo! —grito—. ¿Qué demonios? —Su piel se sonroja y arquea una ceja. —¿No? —Se ríe—. No creo que quieras decir eso, Madoc.
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Quiero pegarle. Realmente quiero arrojarla contra una pared y borrarla del planeta. Sobre todo, la quiero fuera de aquí. —Fuera —ordeno. Sonriendo con superioridad, camina hacia el sofá y se recuesta sobre él. —Sácame tú —desafía—. Pero vas a tener que tocarme para hacerlo. Bajo la mirada hacia ella, acostada en el mismo lugar que había visto por última vez a Fallon. Su mano descansa sobre su cabeza y se ve horrorosa. Como algo que nunca quiero recordar. Endurezco mi expresión y hablo bajo. —Márchate mañana, o le diré a mi padre acerca de esto. Debería decirle de todos modos. Pero tal vez no quiero proteger a mi padre en este momento. Tal vez quiero que sufra en este matrimonio. Tal vez lo odio por traer estas dos perras a nuestra casa. O tal vez si pierdo a Patricia, temo perder a Fallon para siempre. No lo sé. Salgo, dejándola en el sofá y saco mi teléfono. ¿Estás despierta? Escribo, pero ya estoy dirigiéndome hacia mi coche sin esperar respuesta.
Mi teléfono vibra. Estoy en la cama. Tienes que venir por mí. Sacudo mi cabeza, sabiendo que no es un problema. Necesito desahogarme. Jess Cullen, la capitana del equipo de deporte y yo tenemos una cosa de amigos con beneficio pasando, y la amaba por componerme. No amarla, amarla, pero la respeto, y es una buena chica. Escribo rápidamente una respuesta. Estaré allí en diez. Te veré pronto.
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Me fui y nunca entré en la en la habitación de cine de nuevo. No hasta esta noche. Muchas veces incluso contemplé la idea de organizar una hoguera por ese maldito sofá que ahora había sido arruinado por la sordidez de esa mujer. Pero después de esa noche, tomó unas largas vacaciones, y no la vi hasta ayer por la mañana cuando amenazó con llevar a Fallon lejos de mí. Cuando había visto la nota de Fallon esta noche, en lugar de conseguir excitarme como estoy seguro de que ella quería, había gruñido. No quería estar allí, y seguro como el infierno no la quería allí. ¿Quién sabía cómo habría reaccionado si le dijera la verdad? Ciertamente no era importante, pero no quería correr el riesgo de algo más jodiendo con nuestra felicidad de nuevo. Llevándola en brazos a la cama esa noche, me incliné y besé su cabello. Fallon, como yo, había visto a sus padres viviendo exactamente como ella no quería. Por suerte para nosotros, nuestra indirecta experiencia se sintió como que ya habíamos cometido los errores de nuestros padres. Sabíamos lo que queríamos ahora. A pesar de que sabía que ella era fuerte, no me impidió querer protegerla y darle todo. Nada ni nadie nos detendría.
Durante el próximo par de días, Fallon y yo comenzamos a organizar las cosas en Chicago. Fue a clase, mientras me encargaba del papeleo de sacarme de una escuela y transferirme a otra. Por la
noche, si ella no estaba haciendo tarea, nos conectábamos en línea para buscar apartamentos. Fallon había estado tratando de contactar a su padre para decirle acerca de nuestro matrimonio, pero cuando contactó a uno de sus hombres, había dicho que Ciaran estaba “inaccesible” por el momento. Lo que significaba que estaba siendo detenido para ser interrogado, probablemente. Nadie era “inaccesible” en el siglo XXI, a menos que su teléfono celular hubiera sido confiscado. —Daniel —habló ella con uno de los hombres de su padre por teléfono—. Si no sé nada de mi padre para mañana, voy a la policía por mi cuenta. Yo, al menos, necesito saber que no está muerto. Era jueves por la noche, y ella estaba sentada en el sofá en el apartamento de Jared, mientras que Tate y yo acabábamos de regresar de una carrera. Fallon normalmente se unía a nosotros, pero había optado por quedarse en casa y hacer sus llamadas. Jared estaba todavía en entrenamiento del ROTC16, y había sido lo suficientemente amable para dejar que Fallon y yo tuviéramos el espacio extra en el desván de su apartamento esta semana.
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—¿Ducha? —pregunté a Fallon mientras me quitaba mi camiseta sudada. Ella levantó un dedo para que esperara, sin dejar de hablar por teléfono. Tate todavía respiraba con dificultad cuando entró en la sala y agarró su teléfono. —La madre de Jared llamó —dijo más para sí misma. Después de presionar algunos botones, sostenía el teléfono en su oreja, llamando a Katherine, asumiría. Entré en la cocina, saqué un Gatorade de la nevera, mientras tenían sus conversaciones. Jared entró, cerrando la puerta con fuerza y estando tan sudado como Tate y yo. —Lánzame uno de esos —pidió, haciendo un gesto hacia el Gatorade en mi mano y utilizando la parte inferior de su camiseta para secarse el sudor de su cara. Arrojándole el mío, agarré otro de la nevera, y nos quedamos en silencio durante unos minutos, bebiendo y recuperando el aliento. —Esta mierda es imposible —gruñó, sacando su camisa por la parte de atrás de su cuello y tirando de ella por encima de su cabeza. Sí, mi garganta pica con la necesitad de reír. Jared en el ejército (o cual sea la rama de su elección) todavía era raro para mí. Jared como parte de un equipo. Jared siguiendo órdenes. ROTC: Reserve Officers' Training Corps, es una universidad basada en el programa en la para la formación de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas de Los Estados Unidos. 16
Jared en reclutamiento y vestido con un uniforme. ¿Jared como líder? ¿Por el bien de la humanidad? Todavía sacudía mi cabeza ante la idea. —Entonces sal —le sugerí—. Hay un montón de cosas que podrías hacer con tu vida. Cosas para las que serías bueno. Me miró como si tuviera tres ojos. —No estoy hablando del ROTC. Estoy hablando de Tate. Mírala. Moví mi cabeza en torno a él, observándola en el teléfono. Era octubre, y estaba corriendo en pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Probablemente para burlarse de él. Sonreí. Me gustaba mucho Tate. Incluso hubo un momento en que la deseé. Pero era como una hermana ahora. El tipo de hermana que no me tiraría, quiero decir. —¿Qué pasa Frunció el ceño.
con
ella?
—Me
encogí
de
hombros.
—Me está volviendo loco, eso es lo que pasa. Usa esas cosas para encenderme, y está funcionando. En realidad estoy buscando en Google bailes de salón para averiguar si es realmente tan malo. —Me miró e hizo una mueca—. Estoy cediendo.
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Tiré mi cabeza hacia atrás, riendo. —Te ves como si estuvieras a punto de llorar —informé sin aliento. —Bueno, Rodé mis ojos.
¿lo
harías?
—Sonaba
como
una
acusación.
—¿Cuánto tiempo hace que me conoces, amigo? No hay mucho que no haría. Él parpadeó largo y duro, sabiendo que eso era cierto y luego volvió la cabeza para mirar a Tate, probablemente soñando despierto sobre todas las cosas que se estaba perdiendo. Fallon colgó y se acercó, sonriendo cuando puse mi brazo alrededor de ella. —¿Todo bien? —pregunté. Asintió. —Por ahora. —Y entonces arrugó su nariz—. Necesitas una ducha. Lancé una mirada a Jared. —¿Podemos tener el baño primero? Su puño se apretó alrededor del Gatorade y sentí pena por él. Probablemente quería hacer lo mismo con Tate y estaba sufriendo. —Muy bien —exclamó Tate en voz alta—. Tenemos que unirnos para esto, así que escuchen. Todas las cabezas se volvieron hacia ella mientras se acercaba a la barra en la cocina.
Ella arqueó una ceja en dirección a Jared, pero evitó el contacto visual, y tuve que apretar mis labios entre los dientes para contener la risa. —Tu papá. —Me miró—. Y tu mamá. —Ella finalmente miró a Jared—. Van a ir a la función de caridad de su familia mañana. —Luego miró entre Fallon y yo, hablando del Gran Evento De Caridad Para Niños Discapacitados de nuestros padres. Asimilé lo que ella dijo, sorprendido, pero no incómodo por la noticia. Mi papá y Katherine estaban apareciendo como una pareja para la función de caridad de él y su esposa. Eso sería incómodo para algunas personas. No para mí, sin embargo. —Entonces —continuó—, Katherine nos ha invitado a asistir, pero creo que es más por apoyo moral. —¿Te contó eso? —preguntó Jared, pareciendo preocupado.
257
—No, pero me dio la impresión. Es su primera aparición pública con tu papá. —Tate me miró—. Y su esposa y sus amigos estarán allí. —Sus ojos se dirigieron rápidamente a Fallon, una disculpa en ellos—. Estoy segura de que hablaran. Tenemos una mesa familiar, así que todos nosotros vamos a estar sentados juntos para cenar. Moví mi barbilla hacia Tate. —¿Jax va? —Ella dijo que estaría allí. —Está bien, entonces. —Me aclaré la garganta—. Vamos a hacerlo. —¿Fallon? —Tate recogió su bolso del taburete—. ¿Nos vemos después de tu clase del mediodía mañana y vamos de compras? —Suena bien. Tate me miró, ordenando: —Y ustedes dos esmoquin. —Se refirió a Jared también, pero no lo miró. Pasó la correa de su bolso sobre su cabeza para dejarlo colgando por su cadera y agarró su chaqueta, caminando hacia la puerta. —¿A dónde vas? —espetó Jared. —Vuelvo a los dormitorios —anunció con enfado, rodeando la pared que conducía a la puerta. Fallon y yo no podíamos verla, pero Jared le lanzó una mirada asesina. —A menos que hayas cambiado de opinión sobre bailar — argumentó, entonando cada palabra, burlándose de él.
Él frunció el ceño, pero luego sus ojos se ampliaron y salió disparado de la silla. —¿Acabas de provocarme? Oímos la puerta persiguiéndola.
258
abrirse
y
cerrarse
de
golpe,
y
se
fue,
Treinta y dos
E
n el camino mantuve mis manos en mi regazo, apretando mis puños tan fuertemente que mis uñas se habían clavado en mis palmas. Mi cuerpo estaba encorvado y podía sentir el pulso palpitando en mi
cuello. Hija de puta. No quería ver esta mujer esta noche. O cualquier noche. —¿Que estás haciendo? —indagó Madoc mientras conducía hacia Lennox House, el lugar habitual para el encuentro anual de gran Evento de Caridad. Golpeando enviar, metí mi teléfono de vuelta en mi bolso. —Enviándole un mensaje a mi padre para hacerle saber dónde estoy en caso de que le sea posible contactarme.
259
—Estas preocupada por él. Negué. —Estoy preocupada por ti. —Hago un gesto intentando esconder mi inquietud—. Mi papá aún podría matarte. Capté la pequeña sonrisa en sus labios antes de salir del coche. Caminando hacia mi lado, abrió la puerta y después arrojó las llaves al aparcacoches. —No va matarme. —Me dio un beso en la frente y se giró para asentir a Jared ayudando a Tate a salir del coche detrás de nosotros. —Estás tan seguro. Resopló y aseguró: —Por supuesto. Todo el mundo me quiere. Sí. Sí que lo hacemos. Colocando mi mano en el interior de su codo, caminamos dentro del enorme salón de baile seguidos por Jared y Tate. Los dos, Madoc y Jared, vestían trajes de sastre negros, camisas blancas y corbatas negras de seda. Madoc tenía un pañuelo rojo intenso y Jared no llevaba nada. Sus zapados relucientes y sus cabellos estaban adorablemente desordenados, era difícil no fijarse en ellos. Juzgando como las señoras giraban sus cabezas cuando entramos, supuse que no nos comían con los ojos a Tate y a mí.
Bueno, podría ser. Lucíamos muy bonitas también. Las dos habíamos decidido adherirnos al negro, optando por preciosos vestidos cortos de cóctel. Ella llevaba un vestido sin mangas negro con un forro cayendo hasta la mitad del muslo y ensanchado apenas un poco más debajo de la cintura. Resplandecía con horizontales rayas negras de seda y enseñaba sus hermosas piernas y brazos. Su cabello rubio estaba rizado y después recogido en una coleta lateral debajo de su cuello. También opte por un vestido sin mangas pero con un efecto más drapeado. Las tiras del escote barca rodeaban mi cuello y trazaban colgando juntas hasta la base de mi espalda. Estaban agrupadas en la parte izquierda de mi cintura y sostenidas con una joyería de oro. Mi cabello estaba peinado con grandes rizos, pero los había arrojado por encima del hombro así podría sentir la mano de Madoc sobre mi espalda. Y aunque Tate y yo llevábamos sandalias negras de tacón, todavía quedábamos unos centímetros por debajo de nuestros hombres. Inhalé el aroma de las flores del aire. Mi madre adoraba los eventos como este, incluso si estaba en ello por el nombre.
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—Oh, esto va ser divertido. —Escuché el suspiro sarcástico de Jared detrás de mí—. ¿Dónde estará mi madre? ¿Y mi hermano? Nadie mencionó nada mientras examinábamos el enorme salón de baile buscando a Jason, Katherine y Jax. La habitación estaba ya repleta de gente. Llena con los felices sonidos de charlas, risas y música, estaba decorada con cortinas, luces y flores blancas en todos los sitios. Las impecables ventanas alrededor de la habitación dejaban entrar la luz de la luna añadiendo una suave luz. No había demasiada luz, pero tampoco estaba demasiado oscuro. El escenario también decorado en blanco destacaba con un pódium y había un grupo tocando piezas alegres. La pista de baile estaba bastante ocupada con tres o cuatro docenas de parejas vestidas en sus más finas ropas y sonriendo entre sus joyas brillantes. Alrededor de la pista había docenas de mesas redondas adornadas con manteles blancos, velas y la mejor cristalería. —Muy bien —comenzó Tate—, vamos a movernos. —Bienvenidos. —Una voz que conocía demasiado bien nos recibió, y mi espalda se tensó. Dándome la vuelta arqueé una ceja mirando a mi madre que se acercaba a nosotros con una copa de champán en una mano y un muy joven acompañante en la otra. Alguien tan joven y tan guapo, que parecía recibiendo órdenes, tenía que ser un acompañante. Llevaba un largo vestido de noche con un lazo grande de encaje adelante y una capa con mangas. Su cabello rubio estaba recogido en
un moño moderno y su maquillaje era impresionante. Aparentaba ocho años más joven de los que tenía. Pasando por preocupación.
delante
de
nosotros,
nos
miró
con
fingida
—Es divertido. No recuerdo enviar a alguno de ustedes una invitación. Pero… —Se paró detrás de mí probablemente comiendo con los ojos a Jared, pero era demasiado asqueroso para averiguarlo—. Todos son bienvenidos. —Tú no nos invitas a las funciones de mi familia Patricia —habló Madoc bajo y amenazante—. Y Fallon tiene más derecho de estar aquí que tú. Estás saliendo de la familia, ¿recuerdas? —Oh, es verdad. —Inclinó la barbilla hacia nosotros sonriendo—. Me olvidé de su matrimonio. Felicidades. —Su mirada cayó a mi mano y su sarcástica expresión me hizo desear pegarle. —Veo que tienes el anillo familiar —observó, tomando otro sorbo de su champán—. Será reconfortante para ti cuando estés sola por la noche y él esté follando a otra. Probablemente ya lo hace. No le costó mucho a su padre después de casarnos. Madoc dio un paso hacia delante, pero lo tiré hacia atrás.
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—No —le advertí—. Está agarrando lo que sea. Déjala que tire sus palabras. —Luego miré a mi madre—. Son lo único que le queda después de todo. Su cara se tensó y levantó su ceja. —Ya lo verás. Podrá costar un año o cinco, pero lo verás. Giró rápidamente con su elegante vestido y su inmensamente tranquilo chico juguete y se alejó. —Uhh. —Rió Tate, el tipo de risa cuando la otra única opción es llorar. Entendía la sensación. —¿Estás bien? —preguntó ella a mi lado. —Estoy bien —asentí y solté el brazo de Madoc. No podía aferrarme a él toda la noche como a una manta de seguridad—. Debí pegarle. —Yo lo habría hecho —aseguró Tate inexpresiva. Jared y Madoc resoplaron al mismo tiempo y Tate bajó la mirada sonriendo. Tenía la impresión de que ahí había una broma que no estaba captando. Ella sonrió al ver mi confusión. —La violencia nunca resuelve nada —se detuvo—, pero llama la atención a la gente. A veces, y subrayo a veces, la violencia es la una cosa que algunas personas respetan. Mira el ejemplo de Madoc. Le rompí su nariz y le pateé las bolas. Me entendió finalmente. Espera, ¿qué?
—Disculpa. —Pasé mi mirada de Madoc a Tate. Jared puso los ojos en blancos cuando lo busqué para una explicación. —¿No le contaste sobre nosotros señor No-Puedo-Mantener-MisManos-Para-Mí? —Su mirada intensa en Madoc lo hizo sonrojar. —Bueno, gracias Tate. —Apartó la mirada como si tuviera un mal sabor en su boca—. Voy a tener que explicar esto ahora. Tragué saliva, no muy segura de si me iba a gustar cómo sonaba y dónde iba esto. Pero Jared pareció leer mi mente. —No te preocupes Fallon —me reconfortó—. Madoc solo estaba intentando juntarnos a Tate y a mí. Solamente que él piensa que el fin justifica los medios, eso es todo. Síp, material de abogado, me reí en mis adentros.
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Finalmente encontramos a Katherine y al padre de Madoc y pasamos la siguiente hora manteniéndonos cerca o en la pista de baile. Katherine lucía impresionante en un vestido de noche rojo intenso, más parecido al estilo del mío, excepto que el suyo colgaba al suelo. Su cabello castaño suelto lucía hermoso al lado del rico color del vestido. Mientras nosotros estábamos seguros que necesitaría soporte moral, debido a que esta gente sabía que era la amante de Jason, aparentemente era solo miedo por su parte. Todos parecían bien, de momento. Me di cuenta que a pesar de que las amigas de mi madre eran las esposas de los compañeros de Jason y ellas podrían estar del lado de mi madre, sabía qué lado les convenía. Sus esposos seguían a Jason y ellas a sus esposos. —¿Le mandaste un mensaje a Jax? —inquirió Jared a Madoc cuando nos quedamos alrededor de la barra—. No me está contestando. Madoc sacó su teléfono mirando a través de sus mensajes. —Si le envié dos. No tengo respuesta. Jared negó empezando a lucir preocupado. Madoc me jaló hacia su lado. —Me voy al baño. ¿Quieres venir? —insinuó moviendo las cejas hacia mí. —Hmmm. —Puse mi dedo en mi mejilla pensando—. Madoc Caruthers follando a su hermanastra sobre el mostrador del baño. Jason Caruthers avergonzado delante de todo Chicago. —Leí el simulado titular, sonriendo. Me dio una palmada en el trasero murmurando: —Eres tan caliente. Se giró y desapareció por el pasillo, mientras Jared llevaba a Tate a la pista de baile. Sonreí detrás de ellos contenta que Madoc no fuera
tan inhibido por el baile. Ellos intentaban solo sujetarse cada uno y oscilar de un lado a otro, pero era bonito que lo intentaran. Estuve al lado de la barra esperando a Madoc, pero después de unos cinco minutos el seguía sin aparecer. Tensé mis músculos de las piernas tratando ignorar la propuesta que me había hecho para juntarme con él. Sacando mi teléfono, observé que Jax todavía no me había contestado los mensajes. Era raro por su parte estar fuera de contacto. ¿Dónde estaría? Me dirigí a través de los pequeños grupos de personas y anduve despacio con miedo de tropezar con mis tacones. Cuando llegué al pasillo mucho más tranquilo, marqué su número y sostuve mi teléfono al oído. —¿Qué tanto la quieres? —Oí la voz burlona de mi madre llegando del baño de hombres y miré por la puerta entrecerrada. Ella habló con una voz suave y sensual que solo significaba una cosa.
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Me acerqué y abrí lo suficiente para ver dentro. Ella y Madoc estaban ahí y se me cayó la cara ante la vista de ella apoyada en la pared con su vestido levantado en la parte alta de sus muslos. Él se quedó ahí. Mirándola. ¿Por qué demonios la miraba? Él pasó su mano por la frente. —De verdad eres otra cosa, ¿no es así? —Tengo una habitación en el Four Season, Madoc. Piensa que bien lo podríamos pasar. Una noche conmigo y puedes tener lo que quieras. Te dejaré la casa. Me deseabas aquella noche ¿verdad? ¿Aquella noche? ¿Qué pasó entre ellos dos? Apenas podía entender lo que decían, el tronar en mis oídos era tan profundo que mis ojos estaban lagrimando. —Sí —replicó lavándose las manos—. Te quería tanto que corrí y follé a otra persona después de dejarte en la sala de cine. Oh, mi Dios. Apreté los puños arrastrando respiraciones dentro y fuera rápido y más de prisa. Mi cara en todo su enfado no podía estar más apretada. Mis pies estaban anclados al jodido suelo. ¿Qué demonios? Clavé mi puño en la puerta con tanta fuerza que golpeó la pared detrás de ella. Los dos saltaron mirando todo al alrededor para localizarme donde me había parado a la salida de la puerta. —¡Fallon! —Mi madre hizo un gran espectáculo arreglándose a sí misma. Poniendo su mano en el pecho me miró con mirada compasiva. —Fallon. —Madoc levantó sus manos y sacudió su cabeza como si fuera a intentar parar mis pensamientos en sus rastreos—. Cariño no es nada, bien. Mírame.
—Te lo dije querida —empezó mi madre—. A Madoc no le importas. Él y yo… —¡No hay tú y yo! —vociferó volviendo su cabeza y matándola con la mirada. —Cuéntale entonces. —Se quitó de la pared enfrentándolo y calmando su voz—. Cuéntale lo de la sala de cine, me besaste… —Cállate. —Madoc se aproximó a mí, luciendo como si estuviera sufriendo—. Fallon mira mis ojos. ¿Qué? Dejé caer mi mirada al suelo intentando darle sentido a esto. —Pregúntale —intervino la voz de mi madre de algún lugar detrás de nosotros—. Te dije que no podías confiar en él, Fallon. Cerré mis ojos empezando sentir mis pies fundirse en el suelo. —¡Fallon nunca pasó nada! —contradijo alguien—. No la he tocado nunca. Ella me besó… Odiaba girar esquinas. Puertas cerradas.
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Podía todavía oírles hablar, pero no tenía idea lo que estaban diciendo. Mis pies se habían ido. Mis piernas hasta las rodillas se habían desvanecido y no podía sentir nada cuando traté de tensar mis músculos. Tu vida no me interesa Fallon. ¿Sabes cómo solía llamarte? Sexo-fácil. Tragué en rápidas aspiraciones pero me dejaron poco a poco como si mi cuerpo no pudiera tener la fuerza de tomar aire de nuevo. Dentro rápido. Fuera lento. Dentro rápido. Fuera lento. ¿Cómo pudo hacer esto? ¿Cómo podía? Eres solo una puta igual que tu madre. Las palabras de Madoc no me habían cortado antes porque sabía que no eran verdaderas. ¿Por qué sentía dolor por ellas ahora? ¿De verdad crees que te ama? ¡Te ha usado! Aprieto mis ojos cerrados aún más fuerte y tragando. Trágalo. Oigo mi nombre. Madoc. Estaba diciendo mi nombre. —¡Fallon, mírame! ¡Abre tus ojos! ¿Qué ves? Mis ojos abrieron de golpe y vi a Madoc estando delante de mí. Sus ojos estaban llorosos y estaba apretando mis hombros. ¿Quién eres tú? La voz suave irlandesa de mi padre cruzó por mí cabeza. ¿Quién eres tú? Apreté mis puños una y otra vez parpadeando cuando Madoc besó mi frente.
No intento matar a tus demonios. Corro con ellos. Eso es lo que hace de Madoc un buen chico. Recoge las piezas. Sentí sus manos en mi cara, sus pulgares frotando círculos en mis mejillas. Recoge las piezas. Haz esa amenaza de nuevo. Te colgaré a una pared si tratas de llegar a ella. Basta padre. Ella necesita ser besada. Madoc. Mi corazón aumentó. Él era mío. Siempre fue mío. Madoc. Mi Madoc. Miré sus ojos, viendo el amor, la preocupación, el miedo… Y sostuve su mirada llenando mis pulmones con aire. Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la calma de sus profundidades. —Fallon, por favor —suplicó Madoc—. Escúchame.
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—No —pronuncié finalmente, dejando caer mis manos y ladeando mi barbilla alto—. Deja de hablar —dije firmemente. Caminé rodeándolo y lento, muy lento me acerqué a mi madre con mis manos dobladas delante de mí. Mantuve completamente mi expresión y mi tono bajo cuando me metí en su espacio, tragando el oxígeno de su alrededor. —Contrataré a un abogado —amenacé—. Madoc y yo queremos la casa y estás muy sola arrinconada, madre. —Inclinándome hacia su cara apenas aflojé mis dientes—-. Estás contra mí y vas a perder. Me di la vuelta antes que ella pudiera reaccionar y con paso tranquilo salí agarrando la mano de Madoc en mi camino. —Fallon, déjame explicar. Nunca ha pasado nada. Ella se me acercó y yo… Me detuve en el pasillo y giré mi cara hacia él. —Ni siquiera quiero oír esto. No necesito ninguna palabra tranquilizadora. Tomando su cara en mis manos tomé sus labios que cautivaron mi cuerpo entero en el momento que se tocaron. Madoc me tenía en cuerpo y alma, nadie podía pararnos. Y mucho menos la bestia de mi madre. Ciertamente no le di el escarmiento que se merecía pero esto no habría sido bueno para nadie. Hubiese gastado mi aliento. Las únicas cosas que le importaban a esta mujer eran el dinero y el poder, yo acababa de amenazar las dos cosas.
Prestarle algo más que atención era en vano. Nunca. Más. Madoc y yo teníamos una vida por disfrutar. —Te amo —susurré en sus labios. Dejó caer su frente en la mía mientras suspiraba. —Gracias a Dios. Me habías asustado. Escuché a alguien aclarando su garganta y giré la cabeza solo para que mi corazón saltara en mi garganta. —¡Papá! —jadeé y dejé libre a Madoc para acercarme a mi padre con un abrazo. —Hola pequeña —dijo gruñendo por el impacto. —¿Estás bien? —pregunté echándome atrás para poder mirarlo bien. Su cabello castaño claro estaba peinado hacia atrás y su cara, por lo general bien afeitada, estaba desaliñada como un demonio con su habitual facha de apariencia envejecida. Vestía un traje Armani, usando una corbata igual que Jared y Madoc en lugar del lazo que todo el resto llevaba.
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—Estoy bien. —Asintió frotando mis brazos—. Lamento haberte preocupado. Quería hacerle preguntas, pero sabía que no era ni el momento, ni el lugar y generalmente tampoco me decía mucho. Confiaba en mí, pero pienso que él opinaba que lo mejor era que su hija no supiera nada de sus negocios, como si yo no pillaría las cosas por mí misma. —Señor, soy Madoc. —Mi esposo le tendió la mano—. En caso que no lo recuerde. Solamente se habían visto una vez, creo. Pero mi padre seguramente lo recordaba. Especialmente después de todo lo que había pasado. Necesitó un momento y luego tomó la mano de Madoc. —Lo recuerdo. Y lo sé todo. —Su mirada era una advertencia—. Este no es un buen sitio para hablar sobre esto y hay cosas que quiero decirle a los dos, pero en este momento me limito a esto. —Entrecerró los ojos hacia Madoc—. Eres consciente del agobio de este matrimonio ¿verdad? —Fallon no es un agobio señor. —Me sonrió Madoc hacia mí. —No estoy hablando de Fallon —disparó mi papá—. Estoy hablando de mí. Tú no me quieres como suegro cabreado. Sería más seguro para ti si mi niña estuviera feliz. ¿Lo captas? Uff, incomodísimo. —Ella va a ser feliz —aseguró Madoc mirando a mi padre a los ojos.
Le sonreí a los dos. —Estoy feliz ya. Podría decir que era difícil para mi padre. Apenas me tuvo al crecer, siempre negociando con mi madre y sus arriesgados negocios. Tampoco se dejó ser el padre que yo quería que fuera, pero esas fueron sus elecciones y no iba a sentir lástima por él. Lo quería. Pero elegía a Madoc para siempre. —Felicidades. —Mi padre me dio un beso en la mejilla—. Pero dime que por favor que fueron casados por un sacerdote. Madoc soltó un bufido y yo le conté todo a mi padre mientras caminábamos hacia la mesa. Para el momento en que llegamos ahí, vimos que todos estaban sentados en la mesa. Jared y Tate juntos, una silla vacía para Jax al lado de Jared, después Katherine y Jason, seguidos de tres sillas vacías para Madoc, mi madre y yo. Pero de ninguna jodida manera ella estaría sentada conmigo en esta mesa, así que senté a mi padre, y Madoc y yo tomamos los asientos que quedaban. Hice las presentaciones entre mi padre, Jared y Katherine. Pero Jason no me esperó para llegar a su turno. —Ciaran. —Asintió colocando una servilleta en su regazo.
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—Jason —contestó mi padre. Y eso fue lo mucho que hablaron. Jason defendía tipos como mi padre, pero no consideraba necesario ser visto relacionándose con ellos tampoco. Y definitivamente temía que su hijo fuera asociado con los Pierce. Era leal a mi padre, pero entendía de donde venía Jason. Camareros empezaron a salir con bandejas del primer plato y todo el mundo empezó a relajarse más. Katherine y Jared estaban hablando, probablemente seguían preguntándose donde demonio estaba Jax, y Tate nos contaba, a mi padre y a mí, la historia de cómo Madoc le había preguntado para ir al baile de bienvenida el último año. Con motivos totalmente poco románticos. Si no, puede que tuviera que parar sus carreras juntos. La música tocaba un lento jazz una vez que los aperitivos fueron distribuidos, mientras todos charlaban y bailaban, la cena de siete platos empezó directo con la sopa. Una excelente y cremosa sopa de espárragos estaba servida y aunque era muy buena, todavía no podía creer que la gente hubiera pagado diez mil por plato para estar aquí esta noche. Bueno, no por plato. Por cubierto. Pero esta es la alta sociedad caritativa supongo. —Espero que todo el mundo esté disfrutando la noche. Mi madre llegó detrás de nosotros y me calentaba sentir la mano de Madoc en mi espalda. —Ciaran, Katherine —saludó—. Desde luego no esperaba la muchedumbre esta noche. Tienes algo de valor.
No pude mirar a mi madre. Y no iba a mirarla tampoco. Pero vi estrecharse los ojos de Katherine y después caer. —Basta —intervino Jason—. Te notifiqué que iba traer a Katherine. —Tu puta está sentada en mi asiento. Jared saltó disparado de su silla casi chocándola por encima nuestro cuando se mecieron sus piernas. —Si no te levantas y pones en su lugar a esta perra —le advirtió al padre de Madoc—. Me llevaré a mi madre de aquí. Jason se puso de pie intentando aplanar la situación. —Nadie se va ir. Patricia, estás haciendo una escena. Para. —¿Parar? Pero yo ya estoy fuera. —Cruzó sus manos, su cartera pequeña colgando en su muñeca—. ¿Por qué debería preocuparme sobre montar una escena? En realidad apenas estoy empezando. Puede que pierda esta batalla en el juzgado, pero tu puta va hundirse en la mierda delante de todos. Ni siquiera he comenzado. En este momento dos teléfonos sonaron y cada uno desvió su atención de Patricia y Jason.
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Sin estar seguros de que teléfono había sido, cada uno sacó el suyo. Pero entonces unos pocos sonidos se quedaron hasta que todos recibieron mensajes. Escuché a Tate gruñendo. —Esto no puede ser bueno. Y me preguntaba qué es lo que pasaba. Jason levantó una ceja ante mi madre antes de detener su argumento para verificar su teléfono también. —Oh, hombre —dejo escapar Madoc mirando su teléfono—. ¿Este es Jax? Parecía confundido por esto, apresuradamente abrí mis mensajes y mis malditos ojos casi saltaron de mi cabeza. Mi padre se inclinó para ver y metí el teléfono en mi pecho con horror. Mirando entorno a la mesa vi a todos congelados, cada uno con una diferente emoción plasmada en sus caras en cuanto habían visto el video. Jared furioso. Tate disgustada. Katherine herida. Jason consternado. Patricia aterrorizada. Madoc perturbado. —Fallon. —Respiró—. ¿Este es Jax con tu madre?
Lentamente quité el teléfono de mi pecho y lo miré de nuevo. Era inconfundible. Jax sentado en la cama. Su cola de caballo colgando por su espalda. Mi madre encima de él. La cámara cortó y pasó a la parte con ella quitándose de encima de él y caminando dentro del baño. Él arrojó una sábana blanca alrededor de sus caderas y caminó hasta la cámara. Ni una sola persona respiraba en la mesa. —Hola. —Sonrió hacia nosotros—. Soy Jaxon Trent. Y tengo diecisiete. Y entonces se terminó. El video se hizo negro y cada latido en la mesa era probablemente tan apresurado y rápido como el mío. Todos los ojos empezaron a desplazarse hacia mi madre que se había quedado ahí todavía mirando fijo el teléfono que mantenía con una mano temblorosa. —Hola a todos. Todos saltamos. Jax se acercó a la mesa y arrastró fuera su silla. Estaba vestido igual que Jared menos la corbata. Su cabello estaba trenzado en tres hileras encima de cada oreja y recogido detrás en su habitual cola de caballo.
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—¿Qué es esto? —lloriqueó mi madre. Parecía a punto de llorar o morir. —Siéntate —ordenó él agarrando el respaldo de la silla—. Ahora. Sus ojos se abrieron y podía oír su difícil respiración. ¿Estaría pensando en huir? Jax levanto su teléfono. —Este video está a punto de llegar a todo el mundo en esta sala. Siéntate. Su gruñido era severo y como nunca lo había oído antes. Mi madre caminó algo aturdida y se sentó lentamente sin mirar abajo pero tampoco mirando a nadie. —Jason, los papeles. —Tendió la mano Jax. Jason tenía una mano detrás de Katherine, en la silla. —¿Tú fuiste quien me envió el mensaje? —Te dije que confiaras en mí —exclamó, arrogantemente. Jason metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó lo que parecían como documentos oficiales. —Siéntese todo el mundo —comandó Jax—. Están llamando la atención. Solo el padre de Madoc y Jared estaban de pie, pero no le quitaron los ojos de encima mientras se sentaban en sus sillas. No sé por qué ninguno de nosotros decía nada. Nadie hizo preguntas. Nadie
manifestó preocupación. Solo estábamos callados mirando a Jax tomando el control en la mesa. —¿Jaxon? —declaró Katherine en tono agudo, pánico flotando fuera de ella como perfume—. ¿Cómo pudiste hacer esto? Él la miro con inocencia. —Yo soy la victima aquí. Y después la esquina de su boca se dobló hacia arriba y colocó los papeles delante de mi madre con una pluma que sacó de su chaqueta. —Aquí está tu acuerdo de divorcio rectificado —avisó inclinándose por encima del hombro de mi madre—. Una bonita cantidad de dinero, ninguna casa ni pensión alimenticia. Firma —ordenó. —Si tú piensas… —Oh, no —la interrumpió—. No emitas amenazas sin valor ahora. Esta es mi mamá para todos los efectos. —Señaló a Katherine—. Y estás jodiendo su felicidad. Esto se termina hora. Parpadeé, mis ojos quemando al ver la escena con incredulidad.
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Jax me recordaba a mi padre con su comportamiento. Controlado y tranquilo. Mi papá siempre sabía el marcador cuando entraba en una sala, siempre estaba preparado y nunca evitaba. Cuando mi madre no se rindió, Jax sacó su teléfono delante de ella. —No querrás que este video salga de esta mesa. ¿Sabes que el Estado puede presentar cargos aunque yo no lo haga? Sus labios se fruncieron de furia y miró de un lado a otro como si hubiera una salida en alguna parte. Pero sabía lo mejor. Tomó la pluma y firmó en los espacios marcados. —Y aquí. —Cambió Jax la página, señalando—. Y aquí —describió volteando otra página. En solo dos segundos recogía la pluma de vuelta, doblaba los papeles y se ponía de pie. Miró a Jason. —¿El cheque? Observé a Jason y casi me reí cuando él, en efecto movía la cabeza durante unos segundos como si no pudiera creer que esto estaba verdaderamente pasando. Sacando un sobre fuera del interior de su chaqueta, se lo tendió a Jax. Jax recogió lo que supuse que era su acuerdado dinero con mi madre y sonrió con su grande y blanca sonrisa. —Felicidades, están divorciados. —Y mirando atrás hacia Jason—. Ahora, ¿la casa?
Jason le lanzó más documentos, los cuales Jax tiró a la parte de la mesa donde nosotros estábamos. —Propietarios de vivienda. —Movió la cabeza—. ¿Está todo el mundo feliz? Madoc y yo abrimos el sobre y cubrí mi boca con la mano, viendo que eran las escrituras de la casa. A nuestro nombre. —Jax —susurré apenas con la garganta demasiado apretada. —¿Qué pasará con el video? —Mi madre estaba más asustada como nunca la había visto. Prácticamente temblaba cuando lo estaba mirando. Se inclinó en su cara, hablándole como si ella fuera una niña. —Tú solo preocúpate ahora mismo de no cabrearme otra vez. Tú te portas bien, yo también lo haré. Tomó el cheque de pago de la mesa, lo empujó en su pecho y la puso de pie. —Vete.
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Agarrando el sobre, ella ni siquiera me miró cuando caminó fuera del salón. Sentí a Madoc apretando mi mano izquierda y mi padre tomó la derecha. Mi marido. Mi casa. Y mirando toda la mesa… mi familia. Mi pecho tembló con una histérica risa silenciosa. —Esto es tan irreal. —Jason se pasó las manos por su cara en cuanto los camareros quitaron los cuencos—. No estoy seguro de cómo me debería sentir con todo esto —murmuró cuando se levantó y le tendió la mano—. Jaxon, gracias. No sé cómo… Jax se balanceó y golpeó al padre de Madoc al otro lado de la mandíbula enviándolo al suelo mientras que todo el mundo se irguió en las sillas y Katherine gritó. Los cubiertos repiquetearon y todas las conversaciones del salón cesaron. Todo el mundo que antes no se había dado cuenta de lo que estaba pasando en nuestra mesa, nos miraba ahora. Jason tumbado en la espalda con la cabeza en el suelo y sujetando su mandíbula. —Jaxon —chilló Katherine saltando fuera de su silla a la vez que Jared y Madoc lo hicieron. Jax se paró de pie a su lado mirando hacia abajo al padre de Madoc. —Deberías haberte casado con ella hace años —le riñó. Le dejó a Katherine un besito en la mejilla y girándose se alejó. A Jared, Tate, Madoc y a mí no nos costó nada dejar la mesa y correr detrás de él. Katherine había conseguido sentar a Jason de vuelta en la mesa y el salón estaba todavía lleno de conversaciones divididas. —Jax, para —gritó Jared.
Él se detuvo en la entrada girándose hacia nosotros. Pero no iba dejar a Jared gritarle. —Jax, gracias. —Di un paso adelante—. No debiste ponerte en esta situación por nosotros. —Sostenía la escritura con las dos manos en mi pecho. —No te preocupes. —Metió las manos en sus bolsillos, pareciéndose mucho más al chico que conocía y no a la amenazante presencia que había probado él mismo ser. Negué, choreando lágrimas. —Yo nunca quise… —Está bien Fallon —me cortó—. Tú eres feliz, Katherine es feliz y esto me hace feliz a mí. —Tomó un gran respiro y palmeó el brazo de Madoc—. Te veo mañana en la carrera. Lo vi moviendo la barbilla hacia Jared y, él y Tate, lo siguieron afuera. Madoc envolvió sus grandes brazos alrededor mío y levanté mi mirada hacia él con ojos nublados. —Somos libres —susurré.
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Tomó mi culo en sus manos y me levantó del suelo, deslizando su lengua detrás de mis labios y besándome tan fuerte que tuve que agarrar en su nuca. —Nadie nos detendrá —respiró ronco en mi boca. Nadie. Una garganta se aclaró y abrí los ojos bruscamente en cuanto Madoc me volvió a colocar en el suelo. Mi padre estaba ahí, probablemente deseando no haber visto esto. —Me despido —anunció. Madoc me dejó ir y lo observé irse, dándonos a mi padre y a mí algo de espacio. Le di a mi padre un abrazo instantemente acogedor y disfrutando el olor de piel y Ralph Lauren. —Iré a Shelbourne Falls por el fin de semana, pero volveré el lunes. ¿Estarás en Chicago? —Si —respondió—. Te llamaré para comer. A los dos —añadió. Le di una sonrisa gratificante mientras empezaba a alejarse, pero entonces se detuvo. —¿Fallon? —Se dio la vuelta—. ¿Quién es aquel chico? —Hizo un gesto hacia Jax hablando con Jared y Tate justo fuera de las puertas. —Jaxon Trent. Es amigo de Madoc. —¿Qué sabes sobre él? —preguntó todavía mirando a Jax. No mucho desgraciadamente.
—Umm, bueno, vive con su medio hermano y su madre. Su padre está en la cárcel y su madre biológica se fue de su lado hace mucho tiempo. Está en su último año de secundaria ¿por qué? Habló bajo como si pensara en voz alta. —Es un muy impresionante jovencito.
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Treinta y tres
—E
ntonces, ¿qué es el Loop exactamente? —Fallon empujó su gorra de béisbol hasta sus ojos y apoyó su cabeza en el reposacabezas.
—¿Tate no te lo dijo?
—Sé que es una carrera. —Bostezó—. ¿Pero es una pista real o qué? —No tenías que venir esta noche. Sé que estás cansada. —Me incliné y acaricié su pierna. —Estoy bien. —Trató de sonar llena de vida, incluso con los ojos cerrados.
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Ella ciertamente no había tenido una semana fácil. Aparte de la diversión sin límites de tratar con su madre, su padre y luego Jax, se había casado esta semana y entre el estudio y yo manteniéndola despierta hasta la mitad de la noche, su cuerpo estaba quebrándose. Duro. No habíamos llegado a la cama hasta las tres de la mañana y luego nos despertamos temprano para mirar un apartamento antes de regresar a Shelburne Falls. Cuando llegamos aquí, empezamos a reorganizar mi habitación para hacer espacio para ella y sus cosas. Aunque nos gustaba Chicago, amábamos más estar aquí. Aquí era donde nos gustaría criar a nuestros hijos. No es que hubiera hablado con ella sobre eso todavía, pero se embarazaría tan pronto como hubiéramos terminado la universidad. Estaría de acuerdo, por supuesto. Nadie podía decirme que no a mí. —Llegamos —anuncié, estacionando al final del camino donde se alzaba el Loop. El cuadrado redondeado de la pista se extendía a la izquierda y la derecha por delante de nosotros y giré hacia la derecha, ubicándonos a un lado y al resguardo en un espacio de césped. Mi sangre corrió por mi cuerpo rápidamente, llenándome de energía tan rápido que me sentía drogado. Maldita sea, se sentía bien estar de vuelta aquí. No reconocí a nadie, pero estaba un poco aprensivo por la nueva cosecha de conductores que habían llegado con este año escolar. Mientras los universitarios como Jared, Tate y yo volvíamos de
vez en cuando, esto era sobre todo un escenario de la escuela secundaria. Pero al salir del coche, vi por lo menos a diez personas que conocía, así que estaba en casa. Jared y Tate ya estaban en su lugar en la pista y tenían una multitud de personas a su alrededor, incluyendo a K.C., que debía de haber vuelto de su escuela en Arizona por el fin de semana. Mirando a su alrededor, también vi a su novio, Liam, y a algunos de los amigos de Jared y míos que se habían quedado cerca de casa este año. Jax se quedó atrás, sentado en el capó de su coche con sus auriculares y mirando a la multitud. Nunca corría. A pesar de que llegaba a los eventos, me daba la impresión de que le aburrían, a pesar de que le había sugerido que en realidad correr era un infierno mucho más divertido que ver. Dijo que estaba trabajando en algo nuevo para el Loop, pero no nos diría qué. Conociéndolo, me daba miedo preguntar.
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Fallon salió de mi GTO y le tomé la mano, tirando de ella hacia la pista. Nos abrimos paso entre la multitud espesa, haciendo caso omiso de las llamadas y felicitaciones por nuestro matrimonio. Sabía que todos estaban riéndose a mis espaldas. ¿Madoc se casó? Sí, claro. Haría lo mismo que mi padre. No les prestaría atención y ellos no nos prestarían atención. Solo las personas cercanas a Fallon y yo nos entendían y no nos explicaríamos a los demás. Estoy seguro que la mayoría de ellos pensaban que la había dejado embarazada. —Hola, hombre —saludé a Jared, quien se alejó de Sam, sonriendo. Tenía Inside the Fire de Disturbed a todo volumen en su estéreo del coche y se sentía como en los viejos tiempos. Fallon fue y habló con Tate, que estaba apoyada en su coche, hablando con K.C. —Estás sonriendo —dije rotundamente, mirando a Jared—. Eso es raro. Se metió las manos en el bolsillo delantero de su sudadera negra y se encogió de hombros. —¿Por qué no iba a estar sonriendo? Incluso si pierdo, lo cual es un gran si, Tate se detendrá con sus travesuras y podré dejar de dormir solo. Es su cumpleaños mañana y nuestro aniversario. Tengo planes. Me reí para mis adentros, sacudiendo mi cabeza. —Tengo muchas ganas de verte bailar por ahí. —Entrecerré los ojos, pensando—. De hecho… Giré mi cabeza para ver a Tate, Fallon y K.C. charlando.
—¡Tate! —llamé—. Ven acá. Ella me lanzó una mirada molesta y se acercó, seguida por las otras dos. —Montaré una consejería —le dije. —¿Por queeeeé? —dijo arrastrando las palabras. —Solo en caso de que necesites asesoramiento. Quiero que ganes. Le sonreí a Jared, viendo su ceja arquearse. —He corrido antes —dijo Tate como si pensara que era inexperta. Su cabello bailaba en el viento y seguía soplándose en su rostro. Envolví mi brazo alrededor de la cintura de Fallon y la atraje a mi lado. —No contra Jared —señalé a Tate—. Voy contigo. Ese es el final de la discusión. ¿Quieres venir? —Miré a Fallon. —Oh, no —saltó Jared—. Tú te llevas a mi chica, yo me llevo a la tuya. —Enganchó el cuello de la camiseta de Fallon y la atrajo a su lado—. Pero no como ayuda. Ella es un rehén.
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—¡De ninguna manera! —estalló Fallon—. No quiero ser asesinada o salir gravemente herida en una pista de carreras ilegales, resguardada por policía corrupta y una multitud de adolescentes borrachos. —Sí. —Asentí—. Ella estaría asustada. Sus ojos verdes ardían como balas. —Muérdeme —gritó, cruzando los brazos sobre su pecho—. Ustedes caerán. —¡Fallon! —Tate estaba echando chispas—. ¡Tú eres mi amiga! —No te preocupes. —Miré a Tate y saqué mi iPod del bolsillo de mi abrigo—. Tomaremos el MC Hammer. —Me jacté de Jared y Fallon, señalando entre Tate y yo—. No pueden tocar esto. Tate inmediatamente lo perdió. Ella se dobló, sosteniendo su estómago y riendo muy fuerte por mi juego de palabras con la canción de MC Hammer. —¡No pondrás esa mierda en mi estéreo! —dijo atragantada a través de su risa. —Oh, sí —amenacé. Pero justo en ese momento, todos se enderezaron. Zack, el Maestro de las Carreras, surgió entre los dos corredores (o equipos) y se aclaró la garganta. Poniendo sus manos alrededor de su boca para formar un círculo, gritó en el aire de la noche: —¡Qué. Los. Juegos. Comiencen!
Fallon y yo nos sonreímos el uno al otro. Y que no se terminen nunca.
Un trueno estalló a través del cielo de medianoche y abrí los ojos mientras bramaba sobre la casa. Cuando lentamente se alejó, parpadeé contra los relámpagos que venían a través de la ventana. Volteando mi cabeza hacia un lado, vi a Fallon todavía durmiendo pacíficamente con su camiseta verde y bragas. Se había echado sobre su lado de las mantas, esa era una cosa que había notado que teníamos en común. Ambos entrábamos mucho en calor cuando dormíamos. Había un montón de rarezas sobre ella que había encontrado y esperaba que las mías no la molestaran demasiado. Su cuello brillaba con una fina capa de sudor y sus labios se abrían y cerraban apenas lo suficiente como para ser notados. Un pedazo de su estómago se asomaba y su cara inocente se veía absolutamente hermosa.
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Con solo observarla, sentí que me endurecía con necesidad. Ya nos habíamos atacamos mutuamente después de la carrera. De hecho, Jared, Tate, Fallon y yo vinimos todos directamente aquí después de la carrera, saltándonos la hoguera por completo. Ellos se fueron a su habitación y nosotros vinimos a la nuestra. Ella me golpearía si la despertaba para sexo, sin embargo. No es que fuera a hacerlo. Estaba exhausta. Tomando una respiración profunda, me quité mis cobijas y salí de la cama, tirando de mis pantalones de pijama y saliendo lo más rápido posible. Mientras más duro me pusiera, menos honorable sería. Así que me fui. Bajé al sótano, frotando mi pulgar a través de mis dedos todo el camino. Hacía meses que no tocaba y sentía el zumbido en mis manos. Las teclas frescas bajo mis dedos. Tocar no era una obsesión o algo que tenía que hacer. Solo me gustaba tener la habilidad de tocar, sin embargo. Todo el mundo debería tener una manera de expresarse, dejar el estrés, incluso si era solo frustración sexual para mí en este momento. Sacando el banco, me senté en el piano de cola Steinway de 1921 completamente restaurado de mi familia y me deslicé a través de la música, retomando una pieza de Dvorák. Colocando los dedos sobre las teclas, empecé a tocar las mismas notas que había estado practicando y dejando durante años. No cambiaba mucho mi música, prefiriendo dominar una pieza antes de
moverme a otra cosa, pero a medida que me ponía más cómodo con la música, me encontraba a mí mismo añadiéndole mi toque personal. Acelerar, frenar, más suave, más fuerte… una sola composición puede tener muchos significados dependiendo de la persona que la toque. Me gustaba la libertad de explorar y tomar riesgos. Lo mismo podría decir Fallon montando la patineta. Ella lo disfrutaba, pero solo en la medida en que se quedaba sola para poseerla. Fresca piel tocó mis hombros desnudos y me enderecé, sacando mis manos de las teclas. —Addie me dijo que venías hasta aquí para tocar en la noche. — Fallon puso su barbilla en la cima de mi cabeza—. ¿Por qué no lo haces en el piano de arriba? Extendí mi mano y tomé las suyas. —Es algo que prefiero hacer solo. —Oh —dijo en voz baja—. Lo siento. —Y se apartó.
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—No, no me refiero a eso. —Me di la vuelta y la tiré de nuevo hacia mí, empujándola a mi regazo—. Quiero decir, sin mi padre alrededor. Me gusta tocar. Es solo que no quiero ser forzado. Se recostó contra mí, sentándose encima de mis piernas y estando enfrente a las teclas. —Era una melodía triste. —La mejor música lo es —le dije al oído—. Estoy contento, sin embargo. Pasó una mano delicadamente sobre las teclas, apoyando su cabeza sobre mi hombro. —Creo que deberíamos tomar las clases de baile con Jared y Tate. Sería divertido. —Ella subió, besando mi mandíbula—. Todavía no puedo creer que él haya perdido. Mi pecho se movió. —Él arruinó esa carrera. Ya lo sabes, ¿verdad? —No lo hizo —sostuvo ella—. Tate estuvo impresionante. Y… Hundí mis dientes en su cuello y ella gimió, cortando su propio pensamiento antes de que incluso lo terminara. Chupé su cuello, mi cuerpo girando con necesidad por el olor de ella. Envolviendo mi brazo alrededor de su estómago, separé más mis piernas. Ya que sus muslos estaban por fuera de los míos, se extendieron ampliamente. Manteniendo mi boca en su cuello y mi brazo alrededor de ella, deslicé mi otra mano dentro de la parte delantera de sus pantalones cortos de dormir.
—Siempre lista para mí —suspiré, sintiendo lo mojada que estaba entre sus piernas. Moví mi boca por el costado de su cara y sobre su oreja. El calor en mis dedos se disparó directo a mi polla y rodeé su clítoris, sintiendo que se endurecía entre mis dedos. Ella se estiró y agarró la parte posterior de mi cabeza. —Después de que volvamos de hacer senderismo mañana — comenzó, respirando con dificultad—, debemos volver a casa y tratar de conseguir trasladar este piano hasta la planta principal de nuevo. Tal vez algunos de tus amigos puedan ayudar. ¿Estaba en serio tratando de hablar conmigo sobre esto ahora? Llevaríamos a Lucas de senderismo mañana y no me sentía capaz de pensar en nada más que ella en este mismo momento. Cuando no paré de besarla para contestar, declaró: —¿Por favor? Mi mano se deslizó alrededor de su cintura y hacia arriba en su camisa. —Con una condición. —Tomé sus labios en la última palabra, devorándola a besos—. Tu rampa viene arriba, también.
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Ella comenzó a rodar sus caderas de nuevo sobre mí y cerré mis ojos con la ola que se apoderó de mí. —No creo que Jason y Katherine aprecien esa cosa en la sala de estar. —Sonaba tan débil. Las cosas se estaban invirtiendo. —Increíble —bromeé—. Porque no es su sala de estar. Esta es nuestra casa, ¿recuerdas? —Sí, pero ellos siguen viviendo aquí. Tenía razón, por supuesto. Nada había cambiado en los arreglos de vivienda. Katherine se mudaría luego de que Jax se graduara en la próxima primavera. Era nuestra casa en nombre, sin embargo, así que no me importaba. Ella seguía frotándose lentamente sobre mi polla y deslicé mis dedos dentro de ella. —Muy bien —cedió—. Mi rampa sube, también. A todo el mundo le encanta eso —añadió con sarcasmo. Quité la mano de sus pantalones cortos y levanté su camisa. —Esto sería mucho más divertido para mí si estuvieras en topless — le dije, tirándola sobre su cabeza sin resistencia. Estirándome y agarrando la parte interior de sus muslos, apreté su culo contra mí y empujé su parte superior del cuerpo para que se apoyara contra las teclas.
Inclinándome, moví su cabello a un lado y arrastré mi lengua por su espalda, separándome de vez en cuando para hincarle el diente suavemente y besarla. Dios, la amaba. Nunca habría nada ni nadie que yo quisiera más, y ella era mía. Cuando teníamos catorce años, entró en mi vida de la mano de una mujer cruel y egoísta, pero pasaría por ello de nuevo. Por cada minuto. Por cada onza de dolor. Pasaría por todo eso de nuevo para llegar a ella. —¿Madoc? —susurró, inclinando su rostro a un lado—. ¿Qué significa “Fallen”? ¿El tatuaje en tu espalda? Preguntas. —No dice “Fallen”. —Besé un sendero por su espalda, pero se empujó hacia arriba y giró la cara para mirarme, con lágrimas en sus ojos. —¿Fallon? —Pellizcó sus cejas juntas con comprensión. Tomé su cara en mi mano, besando la comisura de su boca. —Lo tengo desde hace un par de años —le dije—. Nunca te olvidé. Nunca dejé de amarte.
280
Sus ojos se cerraron y ella estiró su mano para acariciar mi mejilla. Luego, mirándome otra vez, me dio una pequeña sonrisa. —Eso es porque somos imparables. Me zambullí en ella y la besé con fuerza. Malditamente cierto.
Fin
Escenas Extras
281
Continuación del día de San Valentín
P
arpadeé despertándome en la habitación casi completamente de negro, mi teléfono sonando. Mirando al reloj en la mesita de noche, vi que eran solamente la una de la mañana. Tate y yo habíamos dormido por una
hora. Tomando mi teléfono, leí el mensaje de Jax. Casa. Decía.
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Sonreí, sorprendido por el hecho de que estuviera a salvo me confortaba y por cuán rápidamente él había llegado a pensar de mi casa en un hogar Había empezado a pedirle que se reportara conmigo, solo para dejarme saber dónde estaba. Desde que Tate y yo nos habíamos juntado, Jax y Madoc se habían acercado más, y quién sabía en qué problemas se meterían. Envié un mensaje de vuelta. ¿Madoc? Debería estar en casa. Se fue de los bolos hace una hora. Increíble. Al menos Tate y yo habíamos estado dormidos para esa hora, así que no pudimos haber escuchado nada. Buenas noches. Le mandé el mensaje y bajé mi teléfono. Rodando y levantándome, vi que Tate se había puesto sobre estómago y abrazaba una almohada bajo su cuerpo. Estaba un poco lejos de mí, pero con la suave luz de la luna atravesando las ventanas pasando por su rostro y espalda desnuda. La sábana en su cintura. Mirando por encima, sonreí a su rostro relajado y labios hinchados.
Incluso aunque sabía que debería simplemente dejarla dormir, me apoyé en un codo y corrí mi otra mano hacia arriba y abajo por su espalda. No podía no tocarla. Como un dulce que no podía dejar de chupar o un cono de helado que quería lamer, Tate era comida. Después de solamente unos cuantos meses, no había parte de su cuerpo que no hubiera memorizado. Sabía que a ella le gustaba el sexo en las mañanas, que al correr mis dedos por su cabello instantáneamente la haría derretir, y que su sudor era el único perfume que quería que usara. Levantándome en mis manos y una rodilla, me incliné hacia ella, enderezando mi otra pierna sobre las suyas y empecé… a no dejarla en paz. Bajando por su espalda, puse la punta de mi lengua por su piel y dejé un camino húmedo por su espina. Se retorció. —Nene… —murmuró, sus palabras apagadas por la almohada. ―Te quiero —respiré, y deslizando la sábana fuera de ella, abrí mi boca y tomé su trasero entre mis labios y dientes. —¡Jared! —gritó y levantó de golpe su cabeza—. ¿Qué…?
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Pero se fue apagando cuando seguí mordisqueando y besando, y su cabeza cayó de vuelta a la almohada. —¿Estás despierta ahora? —me burlé. Estoy seguro de que escuchó la sonrisa en mi voz. Tomó aire a través de sus dientes, tensando su cuerpo, pareciendo como si estuviera teniendo placer o estuviera adolorida. Tuve mi respuesta cuando de repente se retorció fuera de la cama, y tuve que echarme hacia atrás para evitar sus patadas mientras aterrizaba sobre el piso. —Da cosquillas —chilló—. Y me asusta. Mi estómago se revolvió de emoción, y reí. —En realidad no quería morderte. Al menos no duro. Sus ojos fueron hacia la extremada dureza entre mis piernas, y levanté mis cejas hacia ella. Se veía tan linda, sus piernas encogidas hacia su pecho y apoyándose en sus manos, mirándome como si estuviera lista para correr. —¿Te vas a ocupar de esto o qué? —Hice un gesto hacia mi polla, tratando de actuar a propósito como un imbécil ¿Qué puedo decir? Tate y yo teníamos raros tipos de juegos previos. Se levantó del suelo y agarró una sábana blanca de la cama, envolviéndola en su cuerpo.
—Mi trasero es un “no”. —Se mantuvo firmemente, mirándome con sus grandes ojos azules y bastante asustada. —¿Un “no”? —Sí. Tus manos están bien. Pero no tu boca u… —balbuceó, haciendo gestos de arriba a abajo hacia mi cuerpo—. Otra cosa. ¿Entendido? Sonreí, probándola con ojos traviesos. —¿Qué más podría hacerte allí? Sus ojos cayeron, y movió sus labios de izquierda a derecha, pensando. Reí, bajé de la cama y me deslicé en el pantalón de pijama que había dejado tirado en el suelo. —Ninguna parte ti está fuera de límites para mí, Tatum —advertí con una sonrisa, e inmediatamente vi sus ojos flamear ante la mención de su nombre completo, el cual odiaba. —Ven aquí. Ahora. No lo hizo.
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Se lanzó a la cama, y fue al baño. Me moví como una bala, atrapándola antes, así no podría tener la oportunidad de cerrarme la puerta. —Nooooo —gritó y rió al mismo tiempo mientras la atrapaba contra el mostrador del lavamanos. Así era como Tate y yo jugábamos. Sabía que no vendría cuando lo ordenara. Nunca lo hizo. Ella corría, y yo siempre la seguía. Y sabía que no tenía la intención de poner mi polla en algún lugar nuevo en ella esta noche, nunca antes había hecho eso, y eso me hacía feliz. Desde que no había sido capaz de darle a Tate mi virginidad, al menos podía decir que era mi primera vez con eso. Algún día. Pero maldita sea, amaba su excitación y como me mantenía sobre los pies. Respiró duro, mirándome con fuego y desafío en sus ojos mientras agarraba la sábana estrechamente sobre su cuerpo. Di un paso hacia adelante, poniéndola en el mostrador del lavamanos. —Absolutamente no. —Sacudió su cabeza, mirándome como si estuviera loco—. Nada de anal para mí. Exhalé una risa. —No te estoy pidiendo anal, tonta —bromeé—. Nunca lo hice. Esa es tu imaginación hiperactiva trabajando. Pero quiero algo. Estábamos pecho con pecho, y el bajo mostrador tenía que estar mordiendo sus muslos, pero no me moví. Mirando su rostro enrojecido y ojos tormentosos, simplemente respiré su esencia.
Inclinándome, sostuve su cabeza por debajo de su oreja y devoré su caliente cuello, sintiéndola ponerse flácida a mi lado. Tomé esa oportunidad para sacar la sábana de su cuerpo y lanzarla al suelo. Tuvo el tiempo suficiente para gritar: —¡Jared! —Antes de que tirara de ella y la sentara en el mostrador, asegurando sus brazos en su espalda. Maniobrándome entre sus piernas, le sonreí como el imbécil engreído que no podía evitar ser. —¿Jared, en serio? Déjame ir. —Forcejeó contra mis manos, retorciéndose contra mí ya dura polla, y cerré mis ojos por un momento, tratando de estabilizarme. Ella tampoco estaba tratando de soltarse, porque sabía que no la estaba sosteniendo estrechamente. —Estuvimos en esta posición antes, ¿recuerdas? —pregunté, nuestros labios casi tocándose mientras me miraba—. Siempre me pregunté que podría haber pasado si tú no me hubieras apartado. Rodó sus ojos.
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—Ya había ido lo suficientemente lejos. Debería haberte empujado inmediatamente. Froté mi nariz contra la de ella y dejé ir sus manos, colocando las mías en el mostrados a cada lado. —Me alegro de que no lo hicieras. Nada sabe mejor que tú, y finalmente supe lo que quería y necesitaba. Es a lo que sabe el amor. Mirando su asentimiento, con una mano en su cuello y la otra en su cintura, traje mi boca a la de ella y la empujé contra mí. Sus rodillas se levantaron, y sus pies frotaron la parte interna de mis muslos, mientras sus manos lentamente vagaban. Mi pecho, mi espalda, deslizándose por mi pantalón de pijama… Se echó para atrás y jadeó: —Te amo. —Y entonces su boca estaba de vuelta. El pecho de Tate se frotó contra el mío, y sus pezones duros rozando mi piel, parecían como si ríos de fuego estuvieran arrastrándose por mi ingle. Enderezándome y apartándome de sus labios, gentilmente la puse de vuelta en el mostrador para que así su cabeza y hombros descansaran contra el espejo, y luego me sumergí en su pecho, chupando la suave piel de sus senos. Sus manos pasaron por mi cabello, sus rodillas se levantaron y su espalda se arqueó mientras gemía. —Ahora, Jared. Aquí. Envolviendo mis manos alrededor de sus muslos, la empujé al borde del mostrador y bajé los pantalones de mi trasero.
Posicionándome en su entrada con una mano y apoyándome en el espejo tras ella con la otra, la observé mirándome como si no pudiera evitarlo. La esquina de mi labio subió. —También te amo —dije mientras me deslizaba dentro de ella, una sensación de escalofríos se deslizó por mi cuerpo mientras ella arqueaba su espalda y dejaba escapar un gemido bajo. Primero empecé lento. Ella estaba en una posición rara, y esperaba que no estuviera incómoda. Aunque el entorno fuera ideal para mí. Estaba enterrado hasta la empuñadura y mostré los dientes mientras respiraba, malditamente amando como se sentía esto. El mostrador estaba a la altura perfecta y a través del espejo podía ver sus manos agarrando mis bíceps. Con una mano todavía apoyada en el espejo y la otra en su cintura, aumenté el ritmo, más rápido y más rápido. Estaba tan condenadamente mojada, y me moví dentro y fuera de ella, sintiendo como si estuviera perdiendo más aliento del que estuviera tomando. —Tate, ¿puedo…?
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—Más rápido. —Sabía lo que iba a preguntar—. Ve más rápido. — Cerró sus ojos, y me dejé perder, empujándome dentro y tomando cada bocado de ella como la comida que era. Bombeando dentro de ella, mis caderas golpeando contra las suyas, gruñí ante la dulce oleada de sangre entre mis piernas. Nunca nada se había sentido tan bueno como esto, y quería follarla hasta que apenas pudiera caminar. Sus muslos a mi alrededor se contrajeron y relajaron, y mordió un labio. —Vente, nena ―gruñí, mi cabeza colgando al lado de mi brazo y una gota de sudor corriendo por mi sien—. Estas tan apretada. Y tan condenadamente mojada para mí. Déjame escucharte venir. Chilló, enterrando sus uñas en mis brazos, cerré mis dientes y tragué oxigeno mientras ambos explotábamos alrededor del otro. Todo su cuerpo se puso rígido, y su respiración se volvió superficial. Rápidas y superficiales. Mi ritmo se volvía lento mientras que todo dentro de mí se derramaba dentro de ella, y tomó todo lo que tenía. Maldita sea. Nos quedamos allí por un minuto, respirando y tratando de aflojar cada músculo, y cuando finalmente abrí mis ojos, me estaba mirando. Levantando la mano, agarró mi cabello sudoroso entre sus dedos y lo sostuvo.
—Ninguna parte de mí está fuera de tus límites —susurró con voz rasposa—. Pero algunas cosas tienen que pasar a su debido tiempo. ¿Entendido? Una sonrisa cansada se extendió en mi rostro. —Entendido.
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Descansé mi cabeza en el pecho de Jared mientras estábamos acostados en la cama después de tener sexo en el baño. Estaba exhausta pero no cansada por alguna razón. Tuvimos sexo en la ducha, la cama, el mostrador del baño y estaba segura de que iba estar dispuesta a ello otra vez en la mañana. Pero aun así, no estaba cansada. —Deberías hablar con Jax —le dije a Jared—. Debería invitar a salir a K.C. —¿Para qué? Levanté mi cabeza y miré su rostro aún ruborizado y su cabello mojado. —Él la observa. Lo ves, ¿no? Sabía que Jared le había ordenado a Jax dejar a K.C. en paz y sabía por qué. K.C. y yo no éramos tan firmes como lo solíamos ser, y Jared quería que estuviera lejos. Al menos por ahora.
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Sacudió su cabeza, su pecho subiendo y bajando fuerte debajo de mi mentón. —K.C. es débil. Es todo lo que le atrae a Jax. —Eso no es justo. —Jax la invitará. Con el tiempo se meterá en sus pantalones. Una vez. Quizás cinco veces y después se habrá ido. —Su amarga risa hizo que la habitación pareciera un poco más fría—. Necesita a alguien auténtica. Alguien que sepa como amar. Alguien que sea de acero. Esa no es K.C. Se rompería con el peso de una pluma. No voy a arreglar este tren en ruinas. —¿Y Madoc? Torció su cabeza para mirarme con sus ojos llenos de confusión. —¿Madoc? ¿Qué hay sobre él? Oh, se acabó. Tiré las sabanas, giré mi pierna sobre su cuerpo, me senté a horcajadas sobre él, y golpeé mis puños sobre las almohadas a ambos lados de su cabeza. —Madoc esconde todo con una broma o una loca demostración. No le importa nada, excepto tú, Jax y yo. ¿Qué va a hacer el siguiente año en la universidad sin ti? Cerró sus ojos como si estuviese siendo ridícula. —Tate, Madoc está bien. Lo juro. Y también Jax.
—Espero que tengas razón —declaré inexpresivamente—. Por tu propio bien. —¿Qué significa eso? —Significa que no permanecen fuertes sin ti. ¿Tienes alguna idea de lo mucho que Madoc te busca para consejos? ¿Cuánto Jax se apoya en ti? Son tu responsabilidad te guste o no, y será mejor que cuides de ellos, porque no te pedirán ayuda. —Bajé mi cabeza a la suya, nariz con nariz y susurré—: ¿Lo entiendes? Soné como si lo amenizara, y se suponía que lo hacía. Pero sonrió. —Sí, señora. Me encabronaba que Jared no tomara el liderazgo que Madoc y su hermano obviamente le habían dado. Los cuidaba de alguna forma, pero más que nada los mandaba a volar diciéndoles que ellos se podían cuidar solos. Lo necesitaban más de lo que se daba cuenta. Y K.C. tenía problemas. Sabía cuáles eran, por lo que fui más tolerante con su comportamiento. Pero también sabía que alguien como Jax sería bueno para ella. Tenía mis dudas sobre si ella sería buena para él, pero me di cuenta que una cita no lo dañaría.
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Y Madoc no estaba bien. Claramente estaba incómodo con cualquier cosa relacionada con el corazón, y parecía demasiado contento con sus interminables revolcones de una sola noche. Podía contar con una mano el número de momentos auténticos que he tenido con Madoc. Lo amaba. Pero aún sentía que no lo conocía. —Necesito una botella de agua. ¿Crees que a Madoc le importará si asalto su refrigerar? —Me bajé de Jared y comencé a vestirme con una de sus playeras y su pantalón de pijama. —Iré yo. —Comenzó a levantarse. —No, está bien. —Saqué mi mano para detenerlo—. De todos modos me gustaría ver este lugar. Regreso en seguida. —Solo ten cuidado. Madoc puede estar vagabundeando. Creo que no duerme mucho. Por la noche, de cualquier forma. Um, está bien. Salí por la puerta y caminé sin hacer ruido por el pasillo densamente alfombrado, parándome en seco cuando miré hacia arriba y vi lo largo que de hecho era el pasillo. Paredes color caramelo se encendían con espaciosos candelabros de pared y pinturas con marcos bañados en oro que adornaban los espacios entre las piezas de muebles. Sí, muebles en el pasillo. Era tan amplio. Con los pies descalzos, pisaba suavemente. No tenía ni la menor idea de si alguien aparte de Madoc estaba en casa, y no quería tener que explicarme.
Me detuve cuando llegué a un descanso en el pasillo. Tenía la opción de seguir caminando hacia lo que parecían más recamaras o tomar la derecha a unas escaleras hacia un vestíbulo con piso de mosaico. Estaba a punto de dirigirme a la escalera cuando escuché música y me detuve. Mierda. Curvé mis dedos de los pies. No quería encontrarme a Madoc. No vestida así. Pero mientras giraba mi oído al sonido, sabía que era alguien tocando el piano, y venía de abajo. Podía ser una grabación, creo. Era hermosa, y no sabía los instrumentos o los compositores, pero era lenta y muy suave, casi como un susurro. Como si estuviera enterrado en alguna parte. Dirigiéndome hacia abajo, un paso lento a la vez, di otra vuelta a la derecha hacia el pasillo y me encontré en la cocina. La música ahora era más fuerte, y juro que podía sentir las vibraciones debajo de mis dedos de los pies.
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Ignorando el refrigerador, caminé alrededor de la espaciosa cocina con una isla al centro lo suficientemente grande para cinco de mí y vi la puerta que llevaba al sótano. Sabía que era el sótano porque de ahí venía la música. Entreabriendo la puerta abierta, las notas tintineantes fluían a través, y mi corazón instantáneamente comenzó a martillear con el suave toque de las teclas que de repente había detectado. No sabía porque decidí husmear, pero estaba curiosa de saber si era Madoc. Que yo sepa él no tocaba, pero no sabía mucho sobre él, así que decidí ser entrometida. Bajando las escaleras con pies ligeros, iba a mitad del camino cuando Madoc apareció en mi vista. Obviamente, era él. El tatuaje de “Fallen” colocado arriba de su parte superior de la espalda, y su cabello rubio (lo que podía ver) aún estaba peinado a la perfección. Casi me quería reír. De hecho tocaba el piano. Negué, preguntándome por qué diablos no había hablado sobre esto. Era fantástico. Usaba unos pantalones de pijama con rayas blancas y negras, su cabeza se inclinaba hacia las teclas, moviéndose de lado a lado con la música. Perdido y completamente real, Madoc acariciaba las teclas gentil y lentamente, tomándose su tiempo como si cada nota tuviese un propósito y un alma. Cuando el ritmo subió, su cuerpo se tensó, sus músculos flexionados, y sus manos se movían con precisión. Cuando el ritmo disminuyó, se veía como si estuviese tocando gentilmente a una mujer.
Me recargué sobre la pared, observándolo y preguntándome. Me preguntaba por qué el piano estaba en el sótano, y también, por qué ocultaba esto. Mirando alrededor, vi todo lo que esperas encontrar en un sótano arruinado. Estaba decorado casi tan lujoso como arriba, excepto por una rampa de patinaje completamente fuera de lugar en medio de la pared y el piano. Que yo sepa, Madoc tampoco patinaba. Terminando la pieza, los dedos de Madoc se quedaron en las teclas, congelados mientras la última nota se desintegraba en el aire. Comencé a regresar por las escaleras, pero me detuve cuando tomó las hojas de música del estante y casi metódicamente las rompió por la mitad y después las juntó, rompiéndolas también a la mitad. Estreché mis ojos, observando cómo tiraba la música ahora arruinada a la basura y después cerró la tapa del piano. Di la vuelta y me arrastré por las escaleras, escabulléndome por la puerta y dirigiéndome hacia el refrigerador.
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Probablemente Jared no sabía que Madoc tocaba. No puedo ver a Madoc compartir algo como eso, y no estaba segura si le diría a Jared. Probablemente no le importaría, y obviamente Madoc no quería que la gente se enterara. El refrigerador estaba lleno de los Gatorades de Madoc y carne. Mucha carne. Encontré las botellas de agua en la puerta y rápidamente saqué una, mis manos aun temblando. Me sentí mal por espiarlo, pero era tan jodidamente interesante. Quería saber qué más estaba escondiendo. —¿Necesitas un refrigerio de media noche? Me giré para encontrar a Madoc descansando sus antebrazos e inclinándose sobre la isla. Abracé la botella de agua en mi pecho, probablemente viéndome culpable. Hizo una mueca y meneó sus cejas. —Puedo darte un refrigerio de media noche. Por supuesto. Este era el Madoc que conocía. —No tengo hambre —me quejé—. ¿Te molesta? —Sostuve la botella de agua, preguntando por su permiso. Movió su mano. —Lo que es mío, es tuyo. Cerré la puerta del refrigerador y apreté la botella, escuchándola resquebrajarse bajo mis dedos.
—Gracias por nuestra habitación. Fue muy lindo de tu parte — ofrecí. Y eso era cierto. Madoc era un buen chico. Cuidaba de sus amigos. —No hay problema —asintió—. Solamente promete una cosa. Si Jared alguna vez es secuestrado por alienígenas o se convierte en zombi, ¿eres mía, no? Sonreí, amando como conqueteos inofensivos.
siempre
funcionan
sus
pequeños
—Claro —prometí. Volteando la cabeza hacia las escaleras, me detuve y lo miré de regreso, estudiando su guapo rostro. Su media sonrisa le decía a la gente que estaba bien, y sus ojos callados jamás cedían nada, pero sentía como si Madoc siempre tuviese algo arañando por salir. Algo como lo que había visto abajo. —Escuche música de piano —dije silenciosamente—. ¿Te gusta la música clásica?
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Se bajó del mostrador, riéndose y fijando sus manos detrás de su cabeza. —No es mi estilo. Lo sabes. No sé por qué no le dije que lo vi, pero supongo que solo quería ver si mentiría o sería honesto por una vez en la vida. Tomé un profundo respiro y me preparé. —¿Y la rampa de patinar? —arriesgué, sabiendo que me había delatado por espiarlo—. ¿Tampoco patinas? Sus brazos cayeron a sus lados, y su espalda se puso derecha. La diversión en sus ojos se había ido. Ahora sabía que lo había visto tocando el piano y era obviamente algo que no quería que la gente viera. Frotando juntas sus manos lentamente, miró fijamente la isla de granito. —La rampa de patinar no es mía, Tate —dijo suavemente y levantó la vista hacia mí—. Solamente es basura. Caminando de regreso al sótano, ni siquiera se volteó para mirarme. —Te veo mañana, ¿está bien? —Y entonces desapareció de vuelta al sótano. Justo entonces supe que tenía razón sobre una cosa. Madoc no estaba bien.
Escena Eliminada Rival
A
garrando la sabana en la parte trasera de mi cintura, la tiro encima de nuestras cabezas, viendo la suave luz de la luna desvaneciendo su rostro cuando la miro. Es tan hermosa.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta, su voz preocupada y temblorosa. —Haciendo que solo me veas a mí. Antes de que tenga la oportunidad de hablar, cubro su cuerpo con el mío y me apodero de sus labios. Ella gime y aprieta sus muslos alrededor de mi cintura, respiro en ella, asimilando su aroma y sabor. Todavía estamos en nuestros jeans, pero no me importa lo lejos que esto va, siempre y cuando ella no descarte lo que está sucediendo en este momento. Incluso si esto es lo más lejos que llegamos esta noche.
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Es una locura, y no puedo creer que esto esté sucediendo, ¿pero qué es más? No puedo creer que se siente tan bien. Fallon me mira de forma diferente, y me gusta. Ella no dejaba de mirar alrededor, sus ojos preocupados y respiraciones superficiales probablemente llenas de miles de voces diferentes diciéndole que lo que estábamos haciendo estaba mal, pero no lo era. No se sentía mal. Así que saco la sabana de encima de nosotros. No estamos en su dormitorio. Mi habitación no está al otro lado del pasillo. El dormitorio de mierda de nuestros padres no está a seis puertas más abajo, y solo nos estamos conociendo por primera vez. Sin su mierda. Ella y yo. Fallon y Madoc. Nadie más. Toco mi frente con la de ella y sostengo su rostro, pasando mi pulgar sobre el aro de su labio. Su pecho se eleva y cae con fuerza. —Madoc —jadea—. Yo… —Shhh. —Levanto mi cabeza y me sostengo a mí mismo con un brazo—. Mírame a mí, ¿de acuerdo? Sus ojos preocupados mantienen los míos, y sus manos agarran mi cintura. —Esto se siente bien, ¿no es así? —le pregunto, tratando de calmarla mientras mis dedos corren por su vientre desnudo—. ¿Esto está bien? Su cuerpo tiembla bajo mi mano, y llego más abajo deslizando mi mano debajo de su culo, abrazándola con fuerza.
—No detengas esto —le susurro, con mi frente de nuevo a la de ella—. Tú empezaste. Por favor, no pares ahora. —Yo... —Traga—. Madoc... tengo miedo. —Sonrío para mis adentros. —Estoy igual —admito—. Pero no quiero estar en ningún otro lugar en este momento. Coloco ambos brazos en la almohada encima de su cabeza y hundo mis labios en los de ella, sosteniendo su cuerpo cerca y sintiendo cada centímetro de su calor. Sus labios se mueven con los míos, besándome de nuevo, y aunque sé que tenemos mucho que temer, no me importa. Esto es lo que quiero. Por primera vez, se siente bien. —No quiero estar en ningún otro lugar, Fallon —le digo de nuevo, a la ligera moviéndome entre sus piernas. Ella gime, sus ojos revoloteando cerrados. —Yo tampoco —susurra.
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Envolví la toalla alrededor de mi cintura y me dirigí al espejo del baño, secándome el vapor. Con los nervios anudados en mi estómago, trataba de ignorar el ruido de puertas que se abrían y cerraban en la casa. Nuestros padres estaban levantados. Había dejado a Fallon anoche después de haberse quedado dormida, y me sentía como una mierda ahora. No sé si se suponía que debía quedarme, y no quería que despertara sola después de lo que habíamos hecho la noche anterior, pero tenía miedo de quedarme dormido en el caso de que Addie entrara. Así que volví a mi habitación y estuve despierto toda la noche, cuando en realidad solo quería volver a su cama. Pero no podía. No podríamos nunca hacer eso otra vez. Nuestros padres nunca lo permitirían, y solo porque me toleró anoche no significaba que ella se había vuelto blanda conmigo. Y lo habíamos hecho sin un maldito condón. Podríamos haber sido vírgenes, pero no éramos estúpidos. ¿En qué estábamos pensando? Abrí un par de Advil para un dolor de cabeza y volví a mi habitación, poniéndome algo de ropa fresca. Era viernes, y teníamos la escuela en una hora. —Hola, hombre.
Vi alrededor, Jared paso a través de la puerta luciendo como si necesitara unas veinticuatro horas de sueño sólido y una ducha. No en ese orden. Debió quedarse aquí después de la fiesta de anoche. Caminó hacia mi armario. —¿Puedo pedir prestado algo de ropa? —Sí, como quieras. —Me puse un cuello en v de la camiseta gris y deslicé mi billetera en el bolsillo de mis vaqueros—. ¿Vas a la escuela? — le pregunté, viendo sus pasos tambaleantes. Parecía que todavía podría estar bebido. —Mejor que estar en casa —murmuró, desapareciendo en el vestidor. Sujeté mi reloj y me dirigí al baño, rocié mi cabello. Tuve la tentación de dejarlo sin ningún producto, porque Fallon siempre decía que mi cabeza parecía un pavo real de peluche. O el culo de un pato. O un flequillo apuntando hacia el norte. Mi pecho se sacudió de risa, y negué. Ella era claramente tan dulce como el pastel. ¿Cómo fue que no lo vi? —Entonces, ¿qué te pasó anoche? —llamó Jared.
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Apreté los dientes, mi cerebro de repente en blanco mientras caminaba de vuelta a la habitación, buscando zapatos y calcetines. Madoc... ¿la puerta está cerrada? Oh, Dios. No pares. Tragué saliva. —Uh, nada. Me cansé. Fui a la cama. Eso es todo. —Podía sentir sus ojos en mí cuando cogió una de mis sudaderas con capucha del gancho. Pero entonces oí una puerta abierta, y alcé mi cabeza, mi corazón cayendo en mi estómago al ver a Fallon salir de su dormitorio. Se detuvo, y me sostuvo la mirada, enmascarada por sus gafas, y al instante se puso tensa. La luz del día no había cambiado nada. Tampoco lo había hecho la sobriedad. Quería volver con ella. Ella bajó los ojos, cruzó los brazos sobre su pecho y corrió al cuarto de baño, lejos de mí. Jesús. Mi frente se enfrío con sudor, y fue un minuto antes de darme cuenta que Jared todavía estaba allí de pie, mirándome. Luego se volvió a mirar al pasillo y hacia mí, la sospecha escrita en sus ojos. —Llevaba la camiseta que tenías anoche —señaló. ¡MIERDA! ¡Maldita sea! Le puse mi camisa antes de que se hubiera quedado dormida y ni siquiera se dio cuenta. ¡Mierda!
—Fuiste a la cama, ¿eh? —bromeó—. Está bien, lo que sea. Nos vemos en la escuela. Caminó hacia deteniéndolo.
la
puerta,
pero
me
aclaré
la
garganta,
—Tenemos que hacer frente a Dietrich —le dije, cambiando de tema. Se volvió, entrecerrando los ojos. —¿Por qué? —Él estuvo molestando a Fallon anoche. No tomó un no por respuesta —le expliqué—. Y estaba husmeando a Tate, también. Por mucho que no te guste ella, sé que odias eso. Cerró los ojos, se pasó la mano por el cabello, y dejó escapar una risa amarga. —Sí, bueno, nos hemos librado de Tate, Madoc. ¿No has oído? —se burló—. Se irá a Europa por su tercer año de secundaria, por lo que dentro de unos meses, se irá.
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Ese había sido el objetivo desde el principio, pero me asombró la expresión su rostro. Estaba a punto de ser un hombre muy infeliz. Y Jared infeliz no era ninguna broma. Lo vi caminar hacia fuera, y dejé escapar un suspiro. —Mierda. —Agarrando mi celular y mis llaves, me dirigí abajo, ignorando el sonido de la ducha al pasar por el cuarto de baño. Debía hablar con ella. Necesitaba saber lo que está pasando en su cabeza. Quería saber que ella estaba bien. Pero no me detuve. Al entrar en la cocina, mi corazón lo sentía en mis oídos, me dirigí a la nevera y cogí un Gatorade. Los padres se sentaban en el área de desayuno, mi padre enterrado detrás de su periódico de la mañana, y la madre de Fallon, Patricia, comiendo frutas vestida con ropa de entrenamiento. Más o menos su uniforme mientras estaba en casa. Ella dejó caer la cuchara, y llevó una taza de café a sus labios. —Bueno, no veo porque una llamada telefónica fue tan importante que tuviste que perder casi la mitad de la actuación de anoche —ella cortó a mi padre—. Me dejaste sentada sola, Jason. Durante una hora. Él dejó escapar un suspiro y dobló su periódico. —Lo siento —le oí decir mientras me ocupaba de hacer un plato de cereal—. Voy a compensártelo —prometió y luego gritó—: Buenos días, ¿cómo fue tu fiesta? —me preguntó, probablemente para conseguir que Patricia se callara. Levanté la mirada, arqueando una ceja. Mi padre me utilizaba para distraer la atención de Patricia, así que no le hice caso.
Me di la vuelta, puse la leche, y oí a la mamá de Fallon detrás de mí. —Tomaron licor de nuevo —le dijo a mi padre. Casi me reí. Ella gastaba mi herencia en bolsos de mano de mierda, y pensaba que a mi padre le importaría un poco de licor perdido. —Ellos estaban en casa —dijo—, no condujeron, y Addie estaba aquí. Madoc tiene mi confianza. Me puse de pie en la isla, dejándolos ir y venir y sentir la frialdad entre ellos ponerse más fría cada día. Y entonces surgieron las agujas debajo de mi piel, y estaba caliente. Fallon entró en la cocina moviéndose detrás de mí, y yo malditamente casi me ahogué, porque me tragué una bocanada de cereales sin masticarla. Hijo de puta. Su cabello aún mojado de la ducha, colocó su mochila en el taburete de la isla mientras agarraba algo de la despensa. El vello de mi cuello se erizó, y observé mientras salía y se situaba en la isla a unos metros de mí, con los ojos pegados a la tarea de desenvolver su barra de desayuno.
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—Bueno, no me gusta todo esos chicos merodeando por aquí — espetó Patricia—. Alrededor de Fallon. No es seguro. Vi a Fallon parpadear y casi levantar la mirada, pero luego no lo hizo. ¿Por qué no me está mirando? Un millón de temores diferentes corrían por mi cabeza. ¿Estaba molesta? ¿Estaba asustada? O peor. ¿Se arrepentía? Bajé mi cuenco, dando un paso al lado de ella con la necesidad que me mirara. Su espalda se puso rígida, pero me empujé en su espacio, mi brazo tocando los suyos. Ella se veía diferente. Todavía llevaba la misma ropa, poco o ningún maquillaje, y no podía entender lo que era, pero ella era diferente. Todo era diferente hoy. La voz de mi padre me sacó de mis pensamientos. —Madoc no dejará a ninguno de sus amigos cerca de ella —le dijo a Patricia—. ¿Verdad? Sin siquiera levantar la vista, sabía que él dirigió la última parte hacia mí. Lo miré, pero metí mi mano detrás de Fallon, rozando por encima de su cintura. —Nadie se acercará Fallon más que yo. —Le sonreí. La oí aspirar una bocanada de aire, y deslicé mi mano bajo su camiseta, rozando mis dedos por la suave piel de su espalda.
Mi padre se puso de pie. —Bueno, tengo que salir a la carretera —dijo arrojando la servilleta. Fallon levantó la mirada, mirándome a los ojos, y se veía tan nerviosa que yo solo quería tirar de la sábana sobre nosotros otra vez. —Voy a tener que estar en la ciudad esta noche —dijo mi padre mientras nos mirábamos el uno al otro—. Tengo que estar en reuniones mañana temprano. —Bueno, ¿qué se supone que debo hacer? —argumentó Patricia, siguiéndolo fuera de la cocina, desapareciendo. Fallon negó. —Madoc —advirtió, pero no pude soportarlo más. Agarrando su mano, la acerqué a la puerta del sótano, nos metimos en el interior, y la cerré de golpe. Pasé un brazo alrededor de su estómago, su espalda contra mi pecho, y enterré mis labios en su cuello. —¡Madoc, detente! Nuestros pad… —Tomé sus labios, inclinando su barbilla y le di el encuentro con una furiosa erección ya en mis pantalones.
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Solo recuerda, Fallon. Necesitaba saber que a ella le gustaba. Eso fue real, lo que pasó entre nosotros anoche. Mi mano escalaba arriba y abajo de su cuerpo, sintiendo los muslos que no tenían suficiente de mí hace solo seis horas. Mi mano se deslizó entre sus piernas, por encima de sus pantalones vaqueros, y ella gimió, apretándose contra mí. Sí, fue real. —Madoc, detente —rogó, pero no se alejaba. —Quiero más. —Presioné mi mano con más fuerza entre sus piernas—. ¿Todavía me sientes? —le susurré—. Yo estuve allí, Fallon, y no puedo cambiar eso. Estuve allí. —La acaricié, y aunque gemía, me empujó lejos. —Para. —Se dio la vuelta y alzó las manos contra mi pecho—. Nos van a atrapar, Madoc. No podemos hacer esto. —A la mierda ellos —gruñí—. Los odiamos, y los dejamos estar entre nosotros. Anoche fue la primera vez que alguna vez realmente me viste, y la primera vez que te vi. Quiero sentirte de nuevo —admití, mi boca estaba seca. Ella era como una droga, y yo quería ir más profundo. Quería más tiempo con ella cuando no estaba enojada conmigo y yo no estaba enojado con ella. —Quédate conmigo hoy —presioné. —¿Qué quieres decir? —No vayamos la escuela —le dije—. Quédate conmigo. Vamos en mi coche y solos... —Tomé su cara, susurrando—: perdámonos en uno
de los dormitorios de repuesto de arriba donde Addie nunca nos encontrará. No me importa. Solo para poder tocarte cualquier momento que quiera. Me zambullí en ella, besándola hasta gemir. Arrastré besos por su cuello y ella me dio la bienvenida. —¿Qué te gusta de mí? —preguntó en voz baja, y me detuvo. Levantando mi cabeza, la vi mirando por la escalera hasta donde mi viejo piano estaba. No sabía cómo responder a la pregunta. Supongo que apenas la conocía. Pero me gustaba. Mierda. Sí, eso no tiene sentido. Se volvió y me miró. —¿Por qué no quieres ir a la escuela? —preguntó—. ¿Porque no me puedes reconocer allí? Negué. No estaba avergonzado de ella, y por mucho que no nos sentíamos como de la familia, ella seguía siendo mi puta hermanastra. Por supuesto que no podía tocarla en la escuela. —Soy como el piano —señaló, haciendo un gesto por las escaleras—. Es mejor escondido, ¿verdad?
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—No es así —repliqué—. Fuimos tú y yo anoche. Solo tú y yo. Solo nosotros, y se sintió jodidamente increíble. No lo sobre analices. Se dio la vuelta, el miedo escrito en toda su cara mientras salía a través de la puerta de la cocina. Addie estaba cargando el lavavajillas, y probablemente solo suponía que habíamos estado haciendo algo inocente en el sótano. Fallon cogió su mochila. —Addie, estoy lista para la escuela —se apresuró a decir, deslizando la bolsa en su espalda. Pero intervine. —Yo la llevaré —le dije, al ver la expresión de sorpresa de Addie. Nunca había llevado a Fallon a la escuela, pero muy bien quería hoy. —¿En serio? —preguntó Addie, mirándome encantada. —No —disparó Fallon, frunciendo el ceño hacia mí—. Quiero que me lleve Addie. Como siempre. No me gusta la forma en que conduces —dijo, apretando las correas de su mochila. —Él quiere llevarte a la escuela —instó Addie—. Deja que lo haga. —No. —Ella comenzó a caminar fuera de la cocina—. Voy a estar en el coche, Addie. Addie se secó las manos, y apretó los puños. Si argumentaba más, se vería sospechoso, pero no podía dejar pasar esto.
Iba a tratar de darle unos días para calmarse, pero quería tenerla en mis brazos otra vez. Addie se acercó a mí, dándome una palmada en el pecho. —Bueno, gracias por ofrecerte, Madoc. Es agradable ver que por fin actúas como un buen hermano. Dejé caer mi cabeza hacia atrás y dejé escapar un suspiro. Y esa es una manera de matar una erección.
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Flashback de Madoc
—F
allon —llamo suavemente, lentamente a su cuarto.
entrando
Ella está sentada en su cama, con la espalda descansando en la cabecera y sus rodillas levantadas. La habitación está oscura, excepto por la pequeña luz que brilla en la mesa de noche. Puedo ver sus ojos saltar del libro que está leyendo. —Yo… Yo, um… —tartamudeo, sintiéndome como un completo idiota. ¿Para qué infiernos vine? Ella ha estado ignorándome completamente desde que tuvimos sexo la semana pasada. Aunque yo no he parado de pensar en eso. —¿Qué quieres, Madoc? —Su tono filoso cortó mi confianza, y casi me doy vuelta y salgo de la habitación.
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Pero no puedo. He estado tratando toda la semana de no mirarla, tratando de no buscarla por los pasillos de la escuela, tratando de no pensar sobre cuánto la deseo. Tengo que saber. —Tú. —Tragué y mantuve mi cabeza en alto—. Te deseo. Ella dejó caer sus rodillas y cruzó sus piernas. —¿Así que piensas, entonces, que soy una zorra? ¿Justo como mi madre, Madoc? —Ella me recordó mis horribles palabras hacia ella. —Jesús, no. —Camino hacia el final de la cama—. No quise decir eso. Sabía que eras virgen… como yo. Vi sus cejas levantarse con sorpresa. —Yo solo… —continúo—. Yo solo no puedo parar de pensar en ti. No puedo parar de pensar en ti. Ella mira hacia abajo y lentamente desliza el libro fuera de su falda sobre la cama. Ella está pensando. Con Fallon, eso puede ser malo. Pero ella no me había botado, tampoco. Rodeé el final de la cama para pararme a su lado. —¿Te gustó? —pregunté. Ella miró arriba hacia mí, y su voz se suavizó. —Pensé que solo estabas borracho y enojado. No pensé que tú querías… —se calla, sacudiendo su cabeza.
Azotando las mantas, balancea sus piernas en el borde de la cama y me mira. —Siempre me has insultado, Madoc —acusó. Me arrodillé, mis jeans rosando sus piernas. —Soy un idiota. Eres hermosa, y no sé por qué no lo vi. Sus apretados labios están enojados. —Tú solo me deseas porque estoy aquí. Tú piensas que porque lo hicimos una vez, no diré que no. —Puedes decir que no. —Planté mis dos manos en la cama, una a cada lado de ella, y ella miró mi pecho desnudo—. Puedes cerrar con llave la puerta, y nunca entraré otra vez. Simplemente no puedo dejar de pensar en ti. Amo los piercings. Me encienden. Amo que no te vistas como una chica aniñada. Me gusta que nadie más llegara a ver lo que vi. Por favor dime que te gustó, Fallon. —Busqué sus ojos. Por favor no digas que no. Por favor, dime que puedo tocarte, quiero gritar. La habitación está quieta, excepto por el zumbido de la luz que viene desde las rendijas de ventilación de la calefacción. Ella toma aire y busca en su falda por las respuestas que ya tiene. Ella me desea también. Si no lo hiciera, ya me habría pateado fuera de su cuarto.
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Su ajustado top sin mangas y su short de dormir están dentro de mi toque. Puedo difícilmente respirar, sabiendo que en este momento ella me va a pedir que me vaya, o me va a permitir sentirla otra vez. Luego de un momento, ella tira el borde de mi camiseta gris. —Esto no significa que tenemos que pasar el rato, ¿No? Porque aún odio tu música y a tus amigos. —La alegría se apodera de mi pecho, esparciéndose como un incendio forestal por mi cuerpo. Mi inclino hacia su cuello y lo beso. —Solo de noche —susurro.
Falling Away K.C. Carter siempre ha seguido las reglas, hasta este año, cuando un error la lleva a caminar por el campus y su cuidadoso estilo de vida a chocar contra un muro. Ahora, está atrapada en su pequeña ciudad natal en el verano para completar su servicio comunitario ordenado por la corte y para empeorar las cosas, problemas está viviendo justo al lado.
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Jaxon Trent es la peor clase de tentación y es exactamente de lo que K.C. tenía que mantenerse alejada en la escuela secundaria. Pero él nunca la olvidó. Era la única chica que no le daría la hora del día y la única que decía siempre que no. El destino ha traído a K.C. de nuevo en su vida, a excepción de lo que él pensaba que era un gran toque de suerte resulta ser demasiado cerca para su comodidad. A medida se vuelven más cercanos, descubre que convencer a K.C. para salir de la sombra de su madre es duro, pero revelar las partes más oscuras de su alma es casi imposible...
Adelanto
M
e acerqué lentamente, observando su largo cuerpo bajar las escaleras y caminar hacia mí. Los oscuros vaqueros lavados colgaban de sus caderas y obtuve una maldita buena mirada de los músculos enmarcando la V de sus abdominales. Tenía un cuerpo de nadador, pero no estaba segura si él, en realidad, era un nadador. Por la forma en que el borde de sus pantalones apenas colgaba justo por sobre la línea de cabello, suponía que no estaba usando bóxeres… o nada debajo de los vaqueros. Vino a pararse frente a mí, mirando hacia abajo ya que era unos buenos siete centímetros más alto. —¿Qué estás haciendo aquí? —acusó. Fruncí en ceño a su alrededor antes de bajar mis ojos hacia el piso.
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—¡K.C.! —Agitó su mano en mi rostro, chasqueando sus dedos un par de veces—. ¿Por qué estas vagando sola en la oscuridad? Finalmente miré hacia arriba y tuve que ocultar la forma en la que mi rostro se sintió en llamas con la vista de sus ojos azules. Para alguien tan oscuro y salvaje, sus ojos estaban tan fuera de lugar. Sin embargo, nunca luían mal. Eran del color del mar tropical. El color del cielo antes de que las nubes de tormenta aparecieran. Tate los llamaba azul celeste, yo los llamaba Infierno. Cruzando mis brazos sobre mi pecho, tomé una respiración profunda. —Liam está muy borracho para conducir, ¿está bien? —escupí—. Se desmayó en el auto. Miró hacia la calle donde el auto de Liam estaba estacionado y entrecerró sus ojos antes de fruncirme el ceño —¿Entonces porque no manejas hasta su casa? —preguntó. —No sé conducir un auto manual. Cerró los ojos y negó. Pasando sus manos por su cabello, se detuvo y lo apretó en su puño. —Tu novio es un maldito idiota —murmuró y luego dejó caer su mano, luciendo exasperado. Rodé mis ojos, no queriendo meterme en ello. Liam y él nunca se habían llevado bien. Más que nada por culpa de Jax.
Levanté mi barbilla y mantuve mi tono plano. —Sabía que Tate estaba quedándose con Jared esta noche y no quería despertar a su papá para que me dejara dormir en su casa. Necesito que me ayude a llevar a Liam a casa y me deje quedarme en la suya. ¿Está despierta? —pregunté. Negó y no estaba segura si significaba no o tienes que estar bromeando. Buscando en el bolsillo de sus vaqueros, sacó sus llaves. —Te llevaré a casa. —No —dije rápidamente—. Mi quedando con Tate esta noche.
mamá cree que me estoy
Sus ojos se estrecharon sobre mí y me sentí juzgada. Sí, le estaba mintiendo a mi mamá para pasar la noche con mi novio. Y sí, tenía dieciocho años y aun así no se me permitía la libertad de un adulto. No podía soportar la forma en la que la pequeña mierda me estaba mirando. Está bien, no era pequeño. Pero era ligeramente más joven, así que abrazaba el sentimiento de ser condescendiente.
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—No te muevas —ordenó. Se giró, caminando de regreso a la casa. Después de menos de un minuto, salió y comenzó a cruzar el césped hacia la casa de Tate, señalando con la barbilla para que lo siguiera. Asumí que tenía una llave, así que troté hasta su lado mientras subía los escalones de la entrada. —¿Qué hay de Liam? —No podía tener a mi novio durmiendo en su auto toda la noche. ¿Qué tal si algo le sucedía? ¿O si se enfermaba? El papá de Tate tendría un ataque si intentaba llevarlo adentro. Quitó el cerrojo de la puerta principal. No estaba segura si tenía las llaves de Tate o de Jared. Entró en el oscuro vestíbulo, luego giró la llave y la sacó. Girándose hacia mí, agitó su mano en un gran show, invitándome a entrar. —Conseguiré que Jared me siga en su auto mientras llevo al imbécil a su casa, ¿está bien? —Cubrió sus ojos, luciendo aburrido. —No lo lastimes —le advertí, cruzando el umbral y pasándolo. —No lo haré, pero se lo merece. Me giré de nuevo hacia él para enfrentarlo, arqueando una ceja —Oh, ¿tú crees que eres mucho mejor Jax? —Sonreí Su boca se apretó instantáneamente. —Yo me aseguraría que cualquier novia mía supiera manejar un auto manual y no me habría emborrachado tanto como para no poder mantenerla segura.
¿Por qué siempre estaba tratando de herirlo? Después de todo, Jax no era un mal tipo. Su comportamiento en la escuela ciertamente era mejor que el de su hermano en el pasado. Jax era respetuoso con los maestros y amigable con todos. Casi todos. Tomé una respiración profunda y enderecé mis hombros, lista para tragarme mi boca llena de orgullo. —Gracias, gracias por llevar a Liam a casa —ofrecí, entregándole las llaves—. Pero que hay acerca de tus… —Hago gestos con mis manos, tratando de encontrar la palabra completa—, ¿citas? —Ellas esperaran. —Sonrió. Rodé mis ojos. Está bieeeen. Estirándome, coloqué mi desordenado en un moño flojo, tirando mi cabello color caoba alrededor de mis hombros. Pero luego miré hacia atrás cuando noté a Jax acercándose a mí. Su vos fue baja y fuerte, sin una pizca de humor. —A menos que quieras que me deshaga de ellas K.C. —sugirió, acercándose más, su pecho casi rosando el mío.
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Negué, descartando su coqueteo. Es la misma forma en la que reaccioné cuando lo conocí el otoño pasado y cada vez después que hacía un comentario sugestivo. Era mi respuesta segura y patentada porque no podía permitirme reaccionar de otra forma. Pero esta vez no estaba sonriendo ni siendo arrogante. Su insinuación era clara. Si le decía que alejara a las chicas, tomaría su lugar. Y mientras estiraba un dedo suave y lento y acariciaba mi clavícula, dejé que el tiempo se detuviera mientras dejaba que la idea me entretuviera. La caliente respiración de Jax estaba en mi cuello, mi cabello un lio enmarañado alrededor de mi cuerpo, mi ropa desgarrada en el piso mientras el mordía mis labios y me hacía sudar. Oh, Jesús. Aspiré y miré lejos, entrecerrando mis ojos para mantener mi maldita cabeza bajo control. ¿Qué demonios? Pero luego Jax se rió y dejó caer su mano. No fue una risa simpática. No una risa que decía que era una broma. Era una risa que decía que yo era la broma. —No te preocupes K.C. —Sonrió, mirándome como si fuera patética—. Estoy muy consciente de que eres demasiado preciosa para mí, ¿está bien? ¿Disculpa? —¿Sabes qué? —le dije, mi rostro quebrándose—. No puedo creer que este diciendo esto, pero en realidad haces que Jared luzca como un caballero.
Y la pequeña mierda sonrió. —Amo a mi hermano, pero no somos nada parecidos. Sí, lo sé. Mi corazón no golpeaba alrededor de Jared. Los bellos en mis brazos no se paraban a su alrededor, tampoco. No era consciente de donde estaba y qué estaba haciendo cada segundo que estábamos en el mismo cuarto. Jax y Jared era muy diferentes. —Tatuajes —murmuré. —¿Qué? ¡Mierda! ¿Acababa de decir eso en voz alta? —Uhm… —me ahogué, mirándolo con los ojos amplios frente a mí, lo que resultaba ser su pecho desnudo—. Tatuajes. Jared los tiene, tú no. ¿Cómo es eso? Sus cejas se fruncieron, pero no lucía enojado. Era más… como confundido.
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La espalda de Jared, su hombro, brazo y parte de su torso estaban cubiertos con tatuajes. Incluso el mejor amigo de Jared y Jax, Madoc, tenía uno. Creerías que con esas influencias, Jax tendría por lo menos uno ahora, pero no lo tenía. Su largo y esculpido torso estaba sin marcar. Esperé mientras me miraba y luego lamió sus labios. —Tengo Demasiados.
muchos
tatuajes
—susurró,
tan
silenciosamente—.
No sé lo que vi en sus ojos, pero sabía que nunca antes lo había visto. Podría haber sido tristeza o pérdida, o quizás era miedo. Todo lo que sabía era que éste no era el Jax usual. Retrocediendo, no encontró mis ojos mientras se giraba y dejaba la casa. Cerró la puerta con cerrojo y caminó por el porche, sus pasos silenciosos. Momentos después, escuché el Boss de Jared y el Camaro de Liam acelerar y apresurarse por la calle oscura. Y una hora después, aún seguía despierta en la cama de Tate, pasando mi dedo sobre el punto que él tocó en mi clavícula y preguntándome sobre el Jaxon Trent que nunca llegué a conocer.
Shelburne Falls es una ciudad de tamaño medio en el norte de Illinois. No demasiado pequeña pero apenas lo suficientemente grande para tener su propio centro comercial. A simple vista, era pintoresco. Dulce en su original no-hay-dos-casas-iguales y acogedor de la manera de puedo-ayudarte-a-llevar-los-alimentos-al-coche. Los secretos estaban guardados detrás de las puertas cerradas, por supuesto. Siempre hubieron demasiados ojos indiscretos. Pero el cielo era azul, hojas que crujían en el viento sonaban como una sinfonía natural y niños todavía jugaban fuera en lugar de permanecer dentro de las zonas de video juegos todo el tiempo. Me encantaba estar aquí. Pero también odiaba quien era yo en este lugar. Cuando había dejado la escuela hace dos años, hice una promesa de pasar todos los días tratando de ser mejor de lo que era. Iba a ser una novia atenta, una amiga confiable y una hija perfecta.
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Rara vez he venido casa, eligiendo pasar los veranos pasados asesorando en un campamento de verano de Oregón y visitando a mi compañera de piso, Nik, en su casa de San Diego. Mi madre se puso a presumir de mi vida y mis viejos amigos no parecían echarme de menos, así que todo salió bien. Shelburne Falls no era un mal lugar. En realidad era perfecto. Pero yo era todo menos perfecta y no quería volver a casa hasta que les pudiera mostrar a todos ellos que era más fuerte, más resistente y más inteligente. Sí, esa mierda explotó en mi cara. No solo había llegado despreocupadamente a la ciudad mucho antes de lo que quería, pero era al pie de una orden judicial. Impresión genial, K.C. Mi teléfono sonó y parpadeé, respirando hondo en cuanto salí de mis pensamientos. Ajustando las sábanas, me senté en la cama y deslicé el dedo por la pantalla de mi iPhone rosa. —Hola Tate. —Sonreí—. Te levantaste temprano. —Lo siento. No quise despertarte. —Su alegre voz era un alivio. —No lo hiciste. —Saqué mis piernas de la cama y me levanté, estirándome—. Me estaba levantando. Tate había sido mi mejor amiga en la secundaria. Todavía lo era, supongo. Durante el último año, pude haberla enojado un poco. Está bien, seguro que la enojé. Mucho. Desde entonces, mantiene como dos
pies de espacio personal entre nosotras cuando estoy cerca y no la culpo. Metí la pata y no lo he manejado para pedirle perdón. Tate había cargado con ello, sin embargo. Supongo que pensó que la necesitaba más que ella a mí, para decir que lo siento. Con todo, estaba segura de dos cosas. Tate me amaba. Pero no confiaba en mí. Ella estaba masticando algo cuando habló y la escuché cerrando un refrigerador cerrando en el fondo. —Solo quería asegurarme de que te has instalado bien y que estás confortable. Arrastré mi camiseta blanca abajo sobre mi estómago mientras caminaba hacia las puertas francesas. —Tate, gracias tanto a ti como a tu padre por dejarme quedar aquí. Me siento como una carga. —¿Estás bromeando? —estalló, su voz chillando en sorpresa—. Siempre serás bienvenida y puedes quedarte tanto tiempo que necesitas.
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Después de haber llegado a Shelburne Falls anoche, en avión y luego en taxi, había hecho un trabajo rápido en desempacar toda mi ropa en el cuarto de Tate, ducharme, e inventariar los armarios para cualquier alimento que necesite. Resulta, que no necesitaba nada. Los armarios y el refrigerador estaban llenos de alimentos frescos, que era raro, teniendo en cuenta el papá de Tate había estado en Japón desde Mayo y estaría allí hasta el otoño. —Gracias —ofrecí, bajando la cabeza. Me sentía culpable por su generosidad—. Mi mamá puede calmarse en cuanto avance el verano —le tranquilicé. —¿Cuál es su problema? —Su pregunta honesta me atravesó. ¿Por dónde empezar? Dejé salir una risa amarga cuando abrí sus puertas francesas blancas para dejar entrar la brisa de verano. —Mi expediente policial no concuerda con su salón blanco. Ese es su problema, Tate. Mi madre vivía a unas cuadras de distancia, así que era gracioso que actualmente pensara que escaparía de los chismes por no dejar que me quede en casa mientras completo mi servicio a la comunidad. Esas perras de Rotary Club iban a saber esto, de todas maneras. Eso no era divertido. No debería reírme. —Tu expediente policial —imitó Tate —. Nunca pensé que vería el día. —No me jodas, por favor.
—No lo hago —me aseguró—. Estoy orgullosa de ti. ¿Eh? —No por infringir la ley. —Fue rápida en agregar—, pero sí por levantarte por ti misma. Todo el mundo sabe que probablemente tendría un expediente policial si no fuera por Jared y Madoc tirando su peso alrededor. Cometes errores como todos los demás. Lidia con eso. Me quedé callada, sabiendo que estaba tratando de hacerme sentir mejor. Pero entonces sacudí mi cabeza cuando inhalé el aire limpio de la mañana. Todo el mundo puede cometer errores. No obstante, no todo el mundo consigue estar detenida. Podía hacerlo mejor. Mucho mejor. Y lo haría. Enderezando mi espalda, agarré el teléfono con una mano e inspeccioné mis uñas de la otra. —¿Entonces, cuándo estarás en casa? —le pregunté. —No durante unas semanas. Madoc y Fallon se fueron para unas vacaciones de verano ayer a México y Jared estará en el Campamento Militar hasta primeros días de Julio. Voy a visitar a mi padre la semana que viene, pero por ahora, estoy tomando la oportunidad mientras Jared está lejos para decorar el apartamento.
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—Ah —pensé, mirando distraídamente a través de los árboles a la casa de al lado—. Ahí vienen las velas perfumadas y cojines —me burlé. —No olvides las cubiertas de asiento del inodoro con volados y lámparas personalizadas. Nos reímos, pero estaba obligándome. No me gusta oírlos hablar de sus vidas, en la cual no había participado. Jared y Tate fueron a la universidad y vivían juntos en Chicago. Era en el ROTC o algo así y estaba fuera en una sesión de entrenamiento de un mes en Florida. Su mejor amigo, Madoc, un compañero de la escuela secundaria, ya estaba casado e iba a la Universidad de Chicago con Jared, Tate y su esposa, Fallon, a quien había visto solo una vez. Eran toda una especie de pandilla de la cual ya no era una parte más y de repente un peso se sentó en mi corazón. Extrañaba a mis amigos. —Como sea —continuó—, todo el mundo estará antes del cuatro de Julio. Estamos pensando en un viaje de campamento, así que hazte un favor. Prepárate. Se salvaje. Hoy no te duches. Usa un conjunto de sujetador y panty que no coincidan. Ve a buscar un bikini caliente. Sé. Salvaje. ¿Entendiste? Bikini caliente. Acampada. Tate, Fallon, Jared y Madoc y sus formas silvestres. Dos parejas y yo la quinta rueda. Claaaaro.
Miré a través de la ventana hacia la oscura casa de al lado, donde había vivido una vez el novio de Tate. Su hermano, Jax, también solía vivir allí y me resistí al impulso de preguntarle a Tate por él. Salvaje. Sacudí mi cabeza, lágrimas acumulándose en mis ojos y los dientes pegándose juntos. Tate. Jared. Fallon. Madoc. Todos salvajes. Jaxon Trent. Salvaje. Cayeron las lágrimas silenciosas, pero me quedé callada. —¿K.C.? —señaló Tate cuando no le dije nada—. El mundo tiene planes para ti, estés lista o no. Puedes ser conductor o un pasajero. Ahora, consigue un bikini caliente para la acampada. ¿Entendiste? Me tragué el nudo alojado en mi garganta y asentí. —Sí.
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—Ahora, ve a abrir el cajón de mi tocador. Deje dos regalos cuando estuve en casa el fin de semana pasado. Mis cejas se juntaron mientras caminaba. —¿Estuviste en casa? Deseé no haberlo perdido. No nos habíamos visto la una a la otra en un año y medio. —Bueno, quería asegurarme de que estuviera limpio —respondió cuando me dirigí a la pared enfrente a su vestidor—. Y que tenías comida. Siento que no pude quedarme para saludarte, sin embargo. Estirando el brazo, abrí el cajón e inmediatamente me congelé. Mi respiración se detuvo y mis ojos rodaban. —¿Tate? —Mi voz chirriaba como un ratón. —¿Te gusta? —se burló, la sonrisa en su rostro era evidente a través del teléfono. Llegué con una mano temblorosa y saque el vibrador fucsia Jack Rabbit aún en su envase de plástico transparente. Dios mío. —¡Es enorme! —estallé, tirando los dos, el teléfono y el vibrador—. ¡Mierda! Esforzándome, arrebaté el teléfono de la alfombra y me abracé cuando me reí. —Estás loca. ¿Lo sabes?
El sonido contento de su risa llenó mis oídos y había ido de lágrimas a la risa en casi nada de tiempo. Hubo un tiempo cuando tenía más experiencia que Tate. ¿Quién sabía que ella me compraría mi primer vibrador? —Tengo uno igual —dijo—. Me ayuda a pasar la ausencia de Jared. Y el iPod tiene música rock caliente —señaló. Oh, es cierto. Miré en el cajón de nuevo, viendo el iTouch ya abierto, con audífonos envueltos a su alrededor. Debe haber cargado música en él. —Te ayudará a olvidar ese imbécil. Estaba hablando de Liam y me di cuenta de que apenas había pensado en mí puto ex novio. —Quizás me ayude a olvidar K. C. Carter —me burlé. Agachándome, recogí el vibrador y de alguna manera empecé a preguntarme qué tipo de baterías tenía. —Gracias, Tate. —Esperaba que mi voz sonara sincera—. Si no hay nada más, ya me siento mejor.
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—Utiliza los dos —pidió—. Hoy. Además, usa la palabra puta en algún momento. Te sentirás mucho mejor. Confía en mí. Y luego colgó sin despedirse. Me quedé mirando el teléfono, confusión destrozando mi sonrisa. Había dicho puta. Solo que nunca en voz alta.
Extracto Capítulo 6
M
ientras caminaba de regreso a través de la ciudad, el único sonido que se oía era el del agua en las calles siendo levantada por los neumáticos. Se había silenciado la radio, no estábamos hablando, y... me sentí como si él se hubiera desconectado. Todo se sintió vivo cuando me había besado. Su corazón bajo mi palma. Su aliento en mi boca. Sus manos vagando por mi piel como si estuvieran tratando de memorizar cada centímetro. Ahora, él era una bala. Yendo del punto A al punto B sin dudarlo. Hasta que su tono plano finalmente llenó el coche. —Ven a casa conmigo. Me volví hacia él, atónita.
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—¿Hablas en serio? —le pregunté—. No creo que sería suficiente para ti. —No hagas eso —replicó—. No arruines lo que pasó entre nosotros. Eras el fuego en mis manos, y quiero que recuerdes eso, K.C. Podía sentir sus ojos en mí mientras enganchaba la correa del bolso de mensajero de Tate ubicado en el suelo. —Vestida, sin ropa, no me importa... —Se interrumpió, sonando casi triste—. Siempre y cuando tus labios estén en mí otra vez. Me moví en el asiento, tratando de comprarme algo de tiempo. Lo que quería y lo que debía hacer eran dos cosas diferentes. Peleé esa batalla con Liam, mi madre, e infiernos, la lista seguía. Fue verdad cuando le dije a Jax que quería alocarme. Pero no quería salir lastimada. —Gracias por la lección de conducción —le dije—. Y el viaje a casa. Pero no soy como tú, Jax. No simplemente ignoro las reglas y tomo lo que quiero. —No me conoces. —Su tono se volvió defensivo—. No sabes nada acerca de mí. —¿Y qué sabes tú de mí? —Me eché hacia atrás—. Aparte de que querías que abriera mis piernas para ti en la escuela secundaria. Quieres divertirte conmigo y nada más. Encuentra otra persona.
Él tiró el volante a la derecha, y agarré la manija de la puerta para evitar saltar hacia su lado del coche mientras aceleró en su camino de entrada. Mi corazón dio un salto en mi garganta, y sentí un tirón en mi mano, agarrando el tablero cuando patinó hasta detenerse rápidamente frente a su garaje. —¡Jax, cuidado! —lo regañé. Él apagó el coche, utilizó el freno de mano, y se volvió hacia mí, apoyando su antebrazo en el volante. —¿Crees que no te conozco? —cuestionó. Apreté los labios. —No. Él negó y empezó. —Deseas viajar. A lugares insólitos y peligrosos. Escondías una carpeta llena de páginas de National Geographic en tu casillero en la escuela secundaria, porque no querías que tu mamá viera todas las fotos que habías recortado para hacerle un seguimiento a los lugares que querías visitar.
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Mi mandíbula cayó ligeramente, y mis ojos se ensancharon. ¿Qué? Él continuó: —No comiste a la hora del almuerzo por todo un mes el último año, porque viste que Stu Levi no comía y te enteraste de su madre soltera estaba sin trabajo y no podía permitirse el lujo de poner dinero en su tarjeta de almuerzo. Así que pusiste tu propio dinero en ella. ¿Cómo...? —Te encanta el chocolate negro —siguió—: Te encanta Ricky Gervais, y cualquier película con canto y baile. —Su voz llenó el coche, y los latidos de mi corazón estaba en mis oídos—. Excepto el mago de Oz, porque la bruja te asusta, ¿verdad? Y has coleccionado casi toda una serie de libros de Nancy Drew en edición vintage. Tuviste la mayor cantidad de insignias en tu tropa en las chicas exploradoras, y tuviste que dejar de nadar cuando cumpliste catorce años, debido a que tu mamá te dijo que tus hombros se estaban poniendo demasiado musculosos y no te verías femenina. Te encantaba nadar —agregó. Envolví mis brazos alrededor de mi estómago, el aire girando frío. Tate y Liam ni siquiera sabían todo eso. —No estaba completamente embobado por ti en la secundaria, K.C. Te escuché. Te presté atención. ¿Qué demonios sabes de mí? Y abrió la puerta del coche, salió y la cerró de golpe, sin esperar una respuesta. Me senté allí, mirándolo caminar a su casa y cerrar la puerta.
Entonces incliné la cabeza, dejando que las lágrimas se derramaran. Por mucho que quería demostrarle que estaba equivocado, no podía ir tras él. Él no sabía que lo veía también. No sabía que yo le había prestado atención. Siempre lo veía.
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—La música te centra —le susurré a un coche vacío, levantando la mirada y mirando su puerta principal—. Escuchabas tu iPod entre clases y mientras te sentabas en las gradas antes de la escuela todas las mañanas. —Sonreí, dejando que más lágrimas corrieran por mis mejillas y pensando en cómo era él con sus sudaderas con capucha negras, luciendo tan oscuro—. Amas las palomitas de maíz. Casi cualquier tipo y sabor, pero sobre todo con la salsa de Tabasco —dije, recordando las veces que había ido al cine donde yo trabajaba—. Mantienes la puerta abierta para las mujeres; estudiantes, maestras, e incluso las ancianas que salen de Baskin Robbins. Te encantan las películas sobre desastres naturales, pero tienen que tener un poco de comedia en ellas. Tu favorita es Armagedón. —Tragué saliva y pensé en lo poco que había visto a Jax realmente sonreír alguna vez—. Y mientras que amas las computadoras, no es tu pasión —concluí—. Te encanta estar al aire libre. Te encanta tener espacio. —Toda mi cara dolía, las últimas palabras apenas audibles—. Y te mereces a alguien que te haga feliz. Y yo no soy esa persona.
Entrevista a Jax Mientras lentamente manejo de Fall Away Lane hacia la casa de Trent no puedo evitar sentir nauseas en mi estómago. ¡Hoy tan solo soy un desastre emocionado y revuelto! ¡He estado repasando mis preguntas y dándome un discurso motivacional toda la mañana! ¡Estoy rezando no vomitar mi desayuno de la mañana! Cuando por fin me estaciono en la entrada de la casa de Trent, miro hacia la casa de los Brant y tomo una profunda respiración. No puedo evitar preguntarme si Tate y Jared están ahí. ¡El árbol que está en medio de sus casas me hace sonreír mientras me lo imagino con las luces con las que Jared decoró tiempo atrás para Tate!
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Hoy me voy a encontrar con Jax para mi sesión de preguntas y respuestas y estoy muy nerviosa. Después de estar sentada en el coche por unos cuantos minutos y darme a mí misma una severa advertencia de no babear sobre él, lentamente desabrocho mi cinturón del coche y tomo una pluma y un bloc de notas. Me dirijo hacia la puerta y antes de que pueda tocar, la puerta se abre, y ahí está el mismo hombre de pie. Me da una sonrisa con suficiencia y me mira y después a mi coche. Mierda, me vio sentada en mi coche por un rato… que vergonzoso. Aclaro mi garganta y me presento. Jax solo asiente y se da la vuelta… lo sigo adentro y miro alrededor. Me lleva a la cocina y señala hacia la mesa. Se recarga contra el mostrador mientras me siento. Aclaro mi garganta otra vez y levanto la vista hacia Jax y comienzo con la sesión de preguntas y respuestas. Entrevistadora: ¡Gracias por aceptar reunirte hoy conmigo! ¡Quiero comenzar diciéndote que eres un hombre fascinante y popular! No estoy segura si pones atención pero las fans te aman y les intriga mucho saber sobre ti. Para aquellos de nosotros esperando ansiosamente tu libro, ¿puedes decirnos con tus propias palabras que podemos esperar de tu historia? ¿Cómo va a ser? JAX: Bueno, no es mi historia. Es nuestra. De ella y mía, e incluso después de un mes se está desarrollando. Eso es lo que amo de ella. Cada día es como el comienzo de algo nuevo, y aún no puedo creer cuanto me sigue sorprendiendo. Pensé que yo era el fuerte, el que le enseñaría como vivir y olvidar, pero… ella me enseñó en vez de eso como aguantar. Entrevistadoras: ¿Cuáles son las tres cosas sobre ti que las lectoras/fans estarán sorprendidas de descubrir? JAX: El día de San Valentín es mi festividad favorita. Abrazos, besos, dulces… es todo un día centrado en el amor. Me gustaba eso al crecer.
A veces me siento más cercano a Madoc que de Jared. Y cuando tenía seis, quería ser Peter Pan en Halloween. Por supuesto, mi padre jamás intentó conseguirme el disfraz, pero me hubiera gustado que lo hiciera. Como si fuera capaz de mágicamente escaparme al País de Nunca Jamás, ¿verdad? (Sonrió y sacudo mi cabeza hacia él) Entrevistadora: Lisa, mi chica de Three Chicks and their Books quiere saber, ¿por qué te sientes más cercano a la madre de Jared, que a tu propia madre? ¿Alguna vez deseaste tener una relación con ella y estarías abiertamente dispuesto a tenerla en tu vida? JAX: Nunca conocí a mi madre. Hubo un par de padres adoptivos durante los años con los que estuve en contacto, pero la madre de Jared me aceptó y me dio un lugar solido donde pertenecía. Con mi hermano. Incluso después de que Jared se fue a la universidad, actuó como una madre para mí. Y también es un poco débil. No débil de una mala forma, sino que es muy vulnerable. Muchos demonios. Supongo que quiero protegerla tanto como lo hizo conmigo.
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Entrevistadora: Lisa de True Story Book Blog quiere saber, ¿cuáles son tus planes después de la preparatoria? ¿Ahora qué has terminado puedes darnos una pista de lo que quieres/dónde/qué plan tienes? ¿Estás planeando unirte a la pandilla en Chicago o quedarte aquí? ¡Estoy pensando en que serías un gran espía de la tecnología! (Le guiño el ojo). JAX: No. Pasé tiempo en Chicago, pero tengo intención de vivir ahí. He visto la suficiente mierda para saber cómo se ve un buen hogar. Cuando encuentras un lugar como Shelburne Falls, lo mantienes. Además, tengo las operaciones en el Lopp, y nos estamos expandiendo. Tate recientemente se está volviendo más activa en el escenario de carreras, y espero que esté preparada para mi siguiente creación. (Me despabilo con las noticias sobre Tate… interesante) Entrevistadora: Me encanta tu cabello largo. ¡Creo que es sexy como el infierno! Sé otras cosas que también lo hacen. ¿Significa algo que mantengas tu cabello largo y crees que alguna vez te lo cortarás? ¡Espero que jamás lo hagas…solo apuesto ahí mi dinero! JAX: Bueno, gracias. Pero honestamente, no lo mantengo largo porque se vea bien. K.C. es la única que lo sabe, y lo supo sin que se lo dijera. Es un poco personal. Entrevistadora: Muchos amigos estuvieron sorprendidos por los pasos que tomaste para conseguir que la mamá de Fallon ummmm… cambiara de idea. ¿Cómo demonios te acostaste con ella y te arrepientes de tus acciones o harías algo diferente? JAX: No. Creo que en algún momento todos aprenden que el sexo puede ser usado como un arma. Le gustaban los tipos jóvenes. Los recibía en su habitación del hotel cada jueves por la noche, y yo me
metí en eso como el fin que justifica los medios. Tenía una carta para usar, y la usé para proteger a mi familia. Ahora lamento haber alterado algunas cosas, pero solo hay una persona a la que le respondo, y ella es la dueña del lugar a lado de mi cama. Entrevistadora: Uno de los lectores de mi blog, Jay Baul, quiere saber, ¿dónde/cómo te volviste un genio en la computación? ¿Aprendiste por tu cuenta? ¡La gente piensa que trabajas en secreto para la CIA o algo así! (Parpadeo). ¿Y cómo diablos/dónde/cuándo conseguiste todo ese equipo? JAX: *resopla* Oh, por el amor de Dios. ¿La CIA? No, no trabajo para la CIA. Las computadoras son algo en lo que me metí hace anos. Uno de mis hogares adoptivos tenía algunas cuantas, y jugueteaba mucho. Me encantaba tener la información en la punta de mis dedos, observar al mundo a través de una pantalla y mantener todo en mi línea de visión con fácil acceso. Estoy seguro de que puedes entender por qué. A veces usaba esas habilidades para hacer cosas malas, pero tenía buenas razones detrás de ello.
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Entrevistadora: Madoc… amenaza con revelar un secreto tuyo durante Rival. ¿Muchas mentes curiosas quieren saber si quizás nos podrías dar una pista o si estas de humor para hablar/chismear dónde y cuándo es que lo harás? (Le doy a Jax mi mejor mirada de cachorrito). JAX: No hago desnudos, no veo a strippers, no me prostituyo, no contrato prostitutas, no estoy peleando, no estoy grabando una película porno, y no estoy haciendo nada ilegal. Es personal, entrevistadora. Lo siento, bebé. (¡Aun estoy traumada con Jax haciendo un striptease! Me doy cuenta que lo he estado mirando fijamente por un momento. ¡Aclaro mi garganta y le digo… que lo entiendo!) Entrevistadora: ¡Sabemos que tu chica estará en ello! Muchos amigos no estaban contentos sobre que K.C. fuera tu chica. ¿Qué les podrías decir a estos amigos sobre K.C. que pudiese aliviar algunas de sus preocupaciones? ¡Poner a los negativos en paz! JAX: Nadie que haya leído nuestra historia siente pena por mí. Te diré eso. JAX: ¡Ahora algo para divertirnos…no más cosas profundas! Entrevistadora: ¿Entonces qué actor/cantante/modelo podrías decir que pudiese ser tu gemelo? ¡Estoy tratando de darles a las fanáticas un punto de referencia! ¡Cuando le pregunté a Madoc esto, el chico dijo que se veía como Chris Hemsworth…me muero de la risa! Jax: Soy mucho mejor en tu cabeza. Dejémoslo así.
Entrevistadora: Aquí hay dos preguntas de nuestros lectores del blog, Sara quiere saber, ¿si te gustan las mujeres mayores? Y Shannon quiere saber, ¿qué piensas sobre las morenas con ojos verdes? JAX: Definitivamente me gustan las mujeres mayores, y ME ENCANTAN las morenas con ojos verdes. Como K.C. Entrevistadora: Está bien, ahora pasamos con las preguntas para iluminarnos: —¿Parte favorita del cuerpo del sexo opuesto y por qué? Los ojos. Siempre puedo saber si en verdad me ven. —¿Cuál es tu mejor/más sexy frase para ligar? Vamos. —¿Qué tipo de música te gusta? Rock. Me gusta Rob Zombie, Crossfade, Chevelle, Stone Sour… —¿Las TRES principales cosas que te gusta hacer para divertirte? Arreglar coches, estar afuera, y estar encerrados en nuestra habitación. —¿Bóxeres, calzones o ir desnudo?
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Bóxeres cortos. —¿Película favorita? Armageddon, la lenta caminata al transbordador espacial siempre me afecta. —¿Mayor miedo? Tener hijos. Estaría obsesionado con hacer todo hacer todo bien. —¿Tu recuerdo más feliz? Viéndola bailar en la habitación de Tate. —¿Cuáles son las primeras palabras que se te vienen a la mente cuando diga estos nombres? Jared: padre. Tate: hermana. Madoc: hermano. Fallon: amiga. K.C.: HOGAR. Entrevistadora: ¡Muchísimas gracias por tu tiempo Jax! ¿Tienes unas últimas palabras o algún mensaje para tus fans? JAX: Gracias. Nos veremos pronto. (Guiña el ojo).
Sobre la autora
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Penélope Douglas es una escritora y profesora en Las Vegas. Nacida en Dubuque, Iowa, es el mayor de cinco hijos. Penélope asistió a la Universidad del Norte de Iowa, obteniendo una licenciatura en administración pública, porque su padre le dijo “¡Acaba de obtener el maldito grado!” Luego obtuvo una maestría en Ciencias de la Educación de la Universidad de Loyola en Nueva Orleans, porque odiaba la administración pública. Una noche, se puso borracha y le dijo al guardia de seguridad en el bar donde trabajaba (sí, estaba borracha en el trabajo) que su hijo estaba caliente, y tres años después se casó. Con el hijo, no el gorila. Han desovado, pero sólo una vez. Una hija llamada Aydan. Penélope ama los dulces, el programa Hijos de la anarquía, y va de compras a Target casi a diario.
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