07. Brigada Fantasma- PSYCOP

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Todo el mundo disfruta de la paz y la tranquilidad, y Victor Bayne no es una excepción. Hace todo lo posible para mantener un hogar armonioso con su compañero, Jacob. Aunque la fábrica de conservas es enorme, es difícil evitar el elefante en la habitación... el elefante con las letras FPMP garabateadas en la piel. Una vez que Jacob entregó su placa de PsyCop, se infiltró en el Programa Federal de Monitoreo Psíquico. En su estilo moderado típico, no ha estado compartiendo mucho sobre lo que realmente hace detrás de sus, atentamente, vigiladas puertas. Y fiel a su estilo, Vic no ha preguntado. De hecho, preferiría no pensar en el FPMP en absoluto, ya que le debe al Director Dreyfuss un exorcismo desde su vuelo privado a PsyTrain. Si bien Vic ha evitado con éxito el enredo con el FPMP durante varios meses ahora, finalmente, su deuda debe ser saldada.

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ORDEN DE LECTURA1 01 Entre los vivos 01.1 Thaw 02 Criss Cross 02.1 Chispas Llamativas 02.2 Muchas Devoluciones Felices 03 Cuerpo y Alma 04 Secretos 05 Campamento Infierno 06 FantasmaTV 07 Brigada Fantasma 08 Skin After Skin 09 Agent Bayne PsyCop Briefs: Volume 1

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Este es el orden de lectura recomendado por el propio autor en su blog.

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Capítulo 1 A menudo me pregunto qué podría haber hecho con mi vida si nunca me hubiera convertido en policía. Había un niño que se sentaba detrás de mí en quinto grado. Hace mucho que su nombre ya no está en mi memoria, pero sí recuerdo dos cosas sobre él. Una, me molestaba muchísimo al mover el pie contra la pata de mi silla todo el día. Y dos, sabía exactamente lo que quería ser cuando creciera: un basurero. De cualquier modo, no de una manera irónica. Las carreras en saneamiento lo fascinaban. Dibujaba imágenes de camiones de basura como otros niños dibujaban cohetes o unicornios. El día de la basura, ponía su alarma temprano, así estaría esperando allí en el callejón para echar un vistazo a sus héroes. Si le dabas una caja, no haría nada útil, como un auto o un teletransportador. Haría un contenedor de basura. Cuando escucho el silbido neumático de los frenos de un camión de basura, de vez en cuando, pienso en este niño, cualquiera que sea su nombre. Me pregunto si alguna vez logró vivir el sueño, o si sus padres lo convencieron para ser un contable, o tal vez un médico. En un momento de mi vida pre-pubescente, tuve aspiraciones de unirme a los militares. No porque sea pro guerra y, ciertamente, no porque sea bueno en seguir órdenes. Sospecho que mi subconsciente estaba pensando en la idea de ser arrojado a la bolsa de plástico con

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unas pocas docenas de otros pequeños hombrecitos verdes del ejército y perderme en una maraña de brazos, piernas y rifles. La vida real es tan decepcionante como suele serlo, mi carrera elegida (o la carrera que me eligió) resultó ser una muestra continua de territorialidad y machismo en lugar de trabajo en equipo. Aparte de mi compañero, Bob Zigler, nunca me he sentido cómodo con nadie en la comisaría. El sentimiento es mutuo. A veces, la evidencia de exclusión es sutil, como cuando la conversación disminuye cuando cruzo el umbral. A veces es explícita, como encontrar cada bolígrafo desaparecido de mi escritorio cuando la sala de suministros está muy cerca de todo lo demás, y el escritorio de Zig está intacto. Dice algo acerca de lo incómodas que eran las cosas que prefería estar en una escena del crimen a informar a la estación y tratar con todos los demás policías. Esta aversión a los grupos probablemente comenzó temprano. Crecí en un hogar de acogida de grupo con un flujo rotativo de niños mocosos, niños con problemas, lo sé ahora. Estoy seguro de que actuaron como lo hicieron no porque fueran inherentemente imbéciles, sino porque se los había matado de hambre, golpeado y molestado, o al menos, descuidado. Claro, teníamos juguetes, pero eran desagradables juguetes de segunda mano. Muñecas desnudas. Juegos con piezas faltantes. Figuras de acción de plástico sucio con la pintura desconchada. Una cosa con la que no recuerdo haber intentado jugar es con un puzle. Estoy seguro de que debimos haberlos tenido, probablemente con un buen puñado de piezas desaparecidas en cada uno. Pero no pude extraer ningún recuerdo específico de hacer un puzle. Tal vez con el tiempo lo dominaría, aunque probablemente no esta noche. Ya eran más de las seis, y mientras me había centrado en mi proyecto, la fábrica de conservas se había oscurecido.

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—Estoy en casa, —gritó Lisa desde el vestíbulo. Mi corazón daba un pequeño vuelco de alivio cada vez que la oía decir eso. Incluso ahora. Todos estos meses después de haberla sacado de las codiciosas garras de PsyTrain. —Estoy aquí. —Mi voz sonó flemosa por mirar tan fijamente que había olvidado tragar. Lisa dejó rastros de nieve derretida y frunció el ceño hacia la mesa del comedor. —¿Aún no has terminado con eso? Para ser justos, podría ser mi primer puzle... por lo que yo sabía. —No me di cuenta de que había un límite de tiempo. —Eso no es lo que quiero decir. —Lisa despeinó mi cabello y se volvió a colgar su abrigo. —Jacob y yo nos rendimos después de la primera hora. Pero tú todavía estás en eso. Pensé que habías dicho que esos chicos no son tu tipo. A juzgar por la tapa de la caja, el puzle parecía que debería haber sido divertido. Presentaba bailarines masculinos con pechos descubiertos, músculos abultados, brillantes zapatos de bolera, pantalones ceñidos, corbatas de lazo ceñidas alrededor de cuellos desnudos y paquetes gigantescos. Sí, no de mi tipo. Pero cursi y estúpido de una manera que podía apreciar. Averiguar qué pestaña encajaba en qué agujero fue una distracción bienvenida a la forma en que había pasado el día: averiguando qué vehículo debía cubrirse en busca de diminutos rastros de la sangre de una víctima de asesinato angustiada. Los policías necesitan una buena cantidad de tiempo para desconectar cuando fichan a la salida. Yo no había estado buscando activamente algo para amortiguar mi cerebro después del trabajo. Simplemente pasó a estar allí. Los amigos del gimnasio de Jacob le

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habían hecho un regalo ridículo en su fiesta privada de jubilación, una a la que no tuvieron acceso los miembros de la Fuerza, junto con una tarjeta que decía: Nos sorprende2 que te retires. ¡No te nos vuelvas blando! Mucha gente estaba desconcertada. Aunque yo no. Sabía exactamente qué zanahoria el Director Regional, Con Dreyfuss, había colgado frente a Jacob para que se uniera al FPMP, y lo que es más importante, qué palo él habría sugerido sutilmente que podría matar a la abuela Marks. Probé y rechacé otra pieza. —Están todos en tonos de piel o negros. —Tal vez debería haber comenzado con algo más fácil, como un ramo de flores de diferentes colores. Tal y como iban las cosas, había estado mirando a un bailarín en particular, un tipo con una tonta mirada seductora, durante la mayor parte de una hora. Había un gran agujero en forma de puzle en sus entrañas donde debería haber estado su tabla de lavar. Pensarías que podrías detectar un conjunto de abdominales de tabla de lavar sin mucho problema. Pero con masas de piel morena por autobronceador cortadas en pedazos de puzle, las partes del cuerpo eventualmente comenzaban a mezclarse. Lisa encendió una luz del techo y se unió a mí en la mesa del comedor. El puzle y yo habíamos estado monopolizando la mesa por un tiempo, pero ninguno de nosotros comía allí de todos modos, ya que las comidas se llevaban a cabo en la mesa de café y en las bandejas de televisión. Por lo general, la mesa grande era el hogar de libros y periódicos. Ahora los libros estaban en el suelo y los Juego de palabras intraducible, en el original la expresión es “We’re puzzled…” en clara referencia al regalo. 2

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periódicos en la papelera de reciclaje... y de alguna manera, inadvertidamente, terminé con un nuevo pasatiempo. Todo lo que se necesitó fue una necesidad crítica de relajarse y un cambio de vida importante en mi pareja que ninguno de los dos había visto venir. Lisa y yo nos sentamos juntos y observamos los trozos de cartón troquelados, y finalmente ella encontró un pedazo del muslo de alguien y lo colocó en su lugar. Y luego un poco de fondo lleno de humo. Y luego un hombro aceitado. Todo el tiempo seguí buscando mis abdominales. Luego encontró tres piezas de fondo gris no distintivas, una después de la otra. Clic, clic, clic. —¿Estás usando el sí-no? —Pregunté finalmente. Ella levantó la vista, sorprendida. —No. ¿Por qué iba a...? —Se rio y me agarró el brazo con ambas manos. —Eso le quitaría toda la diversión. Cierto. Diversión. Estaba tratando de ajustar un ombligo que no estaba del todo bien en posición cuando el timbre de la puerta nos hizo saltar a ambos. Dado que el timbre de la fábrica de conservas estaba destinado a ser escuchado sobre el zumbido y el sonido del equipo pesado, su timbre no era exactamente lo que llamarías melódico. No querrás que te atrapen sosteniendo una taza de café caliente cuando suena. Recogí mi arma antes de contestar, no porque sea un loco paranoico, sino porque soy realista. Como no esperaba a nadie, tendría que estar preparado para la posibilidad de que algún antipsíquico hubiera decidido pasar de visita… con una escopeta. Pero resultó que esta vez mi precaución era innecesaria. Sí, mi visitante daba miedo. Pero al menos su pistola estaba enfundada. —¿Está Jacob aquí? —Preguntó Carolyn.

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—Eh, no. Está... —Miré el reloj. Casi las siete. Idealmente ya estaría en casa, pero no es de extrañar que no lo estuviera. —Aún no. —Lo suponía. No he visto su coche ahí fuera. Oh. Y yo aquí pensando que lo había estado buscando, no buscando evitarlo. Me puse a un lado y la dejé entrar. —Se dejó algunas cosas en mi coche. —Carolyn comenzó a dejar caer las cosas en la consola al lado de la puerta principal. Una libreta encuadernada en cuero, unos bolígrafos elegantes, un reproductor de MP3. Consideré mencionar que tal vez debería quedarse un rato, ya que Jacob estaría muy contento de verla. Desafortunadamente, sentí que su respuesta podría ser tremendamente incómoda, dado que no puede endulzar la verdad como el resto de nosotros. Ella, probablemente, había considerado enviar sus efectos por correo, sé que la idea habría pasado por mi mente, pero eso parecería demasiado extraño. Más fácil tramar la entrega mientras Jacob estuviera en el trabajo. Parecía ansiosa por deshacerse de sus cosas y luego largarse, pero cuando Lisa se detuvo a mi lado para ver qué estaba pasando, Carolyn se detuvo, agachó la cabeza y miró a Lisa de arriba a abajo. —¿Estás de visita, —preguntó Carolyn, —o sigues viviendo aquí? —Por ahora, —comenzó Lisa, mientras que en mi pánico hablé por encima de ella y dije: —Realmente no es un problema. Tenemos un montón de espacio. —Porque había sufrido demasiado para recuperar a Lisa y quería mantenerla justo donde pudiera verla. No quería que Carolyn lo jodiera con una verdad incómoda. —Todo tipo de espacio. Carolyn miró fijamente alrededor del vestíbulo y luego dijo: —Espacio, pero no muchas paredes. Esa no es exactamente una situación ideal para tres adultos.

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Ahora bien, es posible que Lisa y yo no tengamos el tipo de talento en el que podríamos pasar pensamientos de un lado a otro sin que otras personas lo supieran. Pero podemos leer el lenguaje corporal de cada uno como un titular de primera página. Lisa se movió un poco hacia adelante. Yo también. Como si eso no despertara simplemente la curiosidad de Carolyn. Oye, he dicho que Lisa y yo estábamos sincronizados. No que fuéramos expertos en dirigir una conversación. Carolyn pasó por delante de nosotros como si acabáramos de decirle que había brownies calientes en la sala de estar que necesitaban ser comidos. Lisa y yo nos apartamos el uno del otro. Yo me encogí de hombros. Ella suspiró. —¿Cuánto tiempo has...? —La voz de Carolyn parecía demasiado fuerte contra de la madera dura y el ladrillo. —¿De quién fue esta idea? La seguimos a la sala principal y lanzamos miradas de culpabilidad a la gran tienda con forma de cúpula azul en la esquina. Sí, no es algo que se vea todos los días. Pero si funcionaba para los tres, ¿quién era Carolyn para hacernos sentir como un grupo de bichos raros? Ni siquiera estoy seguro de quién sugirió la tienda. Justo después de que Lisa pasara unas semanas en nuestro sofá, hubo un filo en la discusión de “probablemente debería encontrar en mi propio lugar” que me sonó muy serio. Y la tienda de Jacob se iba a desperdiciar enrollada en el sótano. Y si tienes una habitación lo suficientemente grande como para albergar un juego de sala de estar, un juego de comedor y un centro de entretenimiento con espacio restante para una tienda de campaña para cuatro personas... ¿por qué no deberías abrirla?

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—Es solo una cuestión de privacidad, —dije. —No es una declaración de moda. Carolyn miró hacia el loft, desde donde podríamos ver el divisor de la habitación con facilidad, y luego me miró para ver si estaba siendo sincero. Aparentemente estuvo satisfecha; ella no me desafió en eso. Pero sometió a Lisa a un escrutinio adicional. —¿Estás huyendo de algo, es eso lo que es? ¿O sucedió algo en California de lo que nadie habla? Debido a que vosotros tres salisteis en tropel de allí, y cuando regresasteis, de repente estáis jugando al aventurero de sala de estar y mi compañero entrega su... —se interrumpió y se dio la vuelta con la mano cruzada contra su boca, y me di cuenta, con una repentina e incómoda certeza, de que estaba a punto de ver llorar a Carolyn Brinkman. —No estoy huyendo, —dijo Lisa. A diferencia de mí, ella no pasaba a la incomodidad en el momento en que alguien rompía a llorar. Pero exactamente como yo, ella había visto demasiada mierda extraña en PsyTrain para dormir sin luz nocturna... y no le gustaba hablar del gran, gordo y ectoplasmático desastre más que a mí. —Y tampoco estoy molestando a nadie. Si Victor no me quiere aquí, lo dirá. —Yo te quiero aquí. —Así que no me juzgues. —Lisa puntualizó su afirmación con un gueto-tástico3 movimiento de cabeza de lado a lado que me hizo darme cuenta de que estaba superado seriamente en la discusión actual. —¿Es eso de lo que crees que se trata? —Replicó Carolyn. —No te estoy juzgando, estoy preocupada. Perdiste tu placa de PsyCop,

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Palabra inventada resultante de unir “gueto” y “fantástico”.

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saltaste fuera de PsyTrain y duermes en una tienda de campaña en la sala de estar de tu ex compañero. ¿Eso te suena saludable? —No soy cobarde, —dijo Lisa… e incluso sacó la artillería pesada ahora, el “dedo-de-no”, que procedió a agitar en la cara de Carolyn, haciendo sonar las pulseras. —Nunca me llames cobarde. —No estoy... —Me suspendieron ayudándoos a vosotros. Y PsyTrain no es de tu incumbencia. Aunque Carolyn era tan como el pan blanco como una persona puede ser, la conversación de Lisa de “háblale a la mano” no la asustó. De hecho, en lugar de retroceder, la miró aún más de cerca. —¿Cuántos quilates tienen esos diamantes? —Dijo ella. Como Carolyn no hace sus compras en SaverPlus como hacemos Lisa y yo, no se da cuenta de que lo mejor que se puede esperar en el mostrador de joyas del segundo piso son los diamantes de imitación y el cristal. La idea de adorno de Lisa son grandes gafas de sol de plástico y una llavecita tipo diario que lleva alrededor del cuello. Ella compra su joyería de las estanterías giratorias, no de vitrinas. Aun así, se apartó de Carolyn, sorprendida, y tomó su mano y sus pulseras con ella. Pero en lugar de educar a Carolyn sobre los hábitos de los compradores conscientes de su presupuesto, ella dijo: —¿Qué te importa? —¿Cuatro quilates? ¿Cinco? Quilates. Cierto. Fui plenamente consciente de que Lisa había respondido la pregunta con otra pregunta para esquivar al polígrafo incorporado de Carolyn, pero antes de que pudiera pensar en por qué, de repente, se sentiría a la defensiva por usar joyas de fantasía cuando todos sabían que eran falsas, la puerta principal se abrió de golpe.

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Jacob. Gran sincronización. —¿Carolyn? —Corrió a la sala de estar como si estuviera en peligro de perdérsela, como si él no estuviera entre ella y la única ruta de escape. —Acabo de dejarte otro mensaje. Carolyn se volvió y lo miró fríamente, aunque una lágrima no derramada aún brillaba en sus ojos. —Lo sé. Sus hombros se hundieron aunque, tan imperceptiblemente, que yo fui probablemente el único que se había dado cuenta. Su traje impecable, su físico cuidadosamente afilado, incluso su postura como de metido a presión, todo acerca de Jacob era una perfección rígida y controlada. Un hombre de acero... pero no por dentro. Nunca quise ser un empático, demasiado confuso, pero en ese momento podría haberme venido realmente bien, porque fue una verdadera lucha averiguar cómo las emociones se habían acumulado tan rápido. Aquí, Lisa y yo estábamos juntando partes de hombres de cartón medio desnudos y, antes de darme cuenta, la atmósfera estaba llena de rabia, frustración, resentimiento y dolor. La parte estúpida era que todos estábamos del mismo lado. —Mira, —le dijo Jacob a Carolyn. —Lo que he estado tratando de hacer que escuches es que no hay razón para que no podamos seguir trabajando juntos. —Aparte del hecho de que te retiraste. —Vamos, piénsalo. Ayudarías a mucha más gente si quisieras... —No, Jacob. Yo no lo haría. No ayudaría a más personas, ayudaría a un tipo diferente de personas. Si te siguiera al Programa Federal de Monitoreo Psíquico, cuidaría de los psíquicos, y sería mucho más peligroso de lo que estoy haciendo ahora. —No lo sabes.

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—Sí lo sé. La mayoría de mis perpetradores son solo individuos actuando solos. Una vez que los encontramos, una vez que son acusados y procesados, ya no son mi problema. Estás tratando con grupos grandes y organizados. Tienen dinero detrás de ellos, tienen un amplio apoyo religioso, y peor que eso, tienen el temor de que algún día todos los NP4 se despierten en estado de esclavitud donde no hagan más que inclinarse y servir a sus malvados señores psíquicos. No sé cómo pudo pronunciar esa frase en un suspiro, y creo que ella tampoco lo hizo. Se detuvo y parpadeó, y entonces se me ocurrió que Carolyn no tenía mucho talento para la hipérbole, gracias a su talento para controlar su veracidad. Y luego me di cuenta de que no estaba exagerando. Así es como Carolyn realmente creía que los No Psíquicos nos veían. Y eso la asustaba mucho. —Mis hijas aún no están en la escuela secundaria. Necesitan a su madre. —Ella bajó la mirada al suelo. —No puedo trabajar contigo. No en el FPMP. —Si hay una amenaza ahí fuera, ¿no quieres a los mejores psíquicos del mundo en tu equipo? Además, estás sobreestimando a tu oponente. No están tan organizados como todo eso. Díselo, Vic. ¿Cómo se suponía que iba a hacer que Carolyn se sintiera mejor cuando acababa de responder a mi puerta con una Glock en la mano? —Eh, no lo sé. ¿Seguridad en los números? —Fue lo mejor que pude hacer, al menos a la cara de Carolyn. —Más como un objetivo más grande, —dijo ella.

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No psíquicos.

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Esta no era la forma en que esperaba que la reunión de Jacob con Carolyn se llevara a cabo. Dije: —Escucha, es tarde. Todos estamos cansados. Puedo pedirnos algunas pizzas y quizás, una vez que comamos, todos estemos pensando con claridad. —En realidad, —dijo Jacob, —Necesito pasar un par de horas en el campo de tiro. Entrenamiento nocturno. ¿Quieres venir? Puedo hacer una llamada, ver si hay sitio... —Acabo de terminar un día de diez horas, —Carolyn espetó. — Ahora me voy a ir a casa. A mi familia. Jacob nos miró a Lisa y a mí para ver si alguno de los dos lo acompañaría. Definitivamente podría venirme bien la práctica, especialmente de noche. La Comisaría Quinta requiere una sesión de armas de fuego al año. Eso es: una. Ya que no soy una persona aplicada, inicialmente no podía dedicar tiempo extra por mi cuenta. No hasta que hubiera fallado mi primera recertificación, y solo necesitas acertar al setenta por ciento de los objetivos para pasar esa cosa. Debería haber aprovechado la oportunidad... pero no quería que el FPMP pensara que era fácil. Jacob miró a Lisa. Ella dijo: —En realidad, ya tengo planes. —Se encogió de hombros tímidamente. —Lo siento. Carolyn no le gritó por estos supuestos planes, así que debían haber existido. La incomodidad entre nosotros cuatro era lo suficientemente gruesa como para cortarla con un tenedor, pero al menos Lisa ya no estaba yendo a lo Baby Momma5 de Jerry Springer 5

Personaje que aparece en el Show de Jerry Springer, es un término que normalmente se usa para designar a una madre soltera.

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con Carolyn, y Jacob no estaba cantando las alabanzas del Programa de Monitoreo Psíquico Federal. Le di un par de apretones a los acordonados musculosos de la parte posterior de mi cuello y dije: —Bueno, supongo que iré a ver si Crash quiere pizza, —y me volví para recuperar el teléfono de mi abrigo. —Vic, —dijo Jacob. Me tensé, porque realmente pensé que había logrado salir de esa conversación incómoda sin tener que recurrir a una mentira, pero no me eché a perder cuando él se acercó a mí. Estaba preparado para una caricia, o tal vez un abrazo, algún tipo de intento de seducirme para que me quedara y tratar de convencer a las chicas de que todavía éramos una gran familia feliz. Pero en lugar de eso, simplemente me quitó algo de la parte de atrás de la camisa y me lo entregó. Era una pieza de puzle con una mancha pegajosa de mermelada en la parte posterior. La giré con la imagen hacia arriba. Falso bronceado de piel… y se parecía sospechosamente a un juego de abdominales.

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Capítulo 2 Aparcar cerca de Sticks and Stones apestaba, pero eso no era nada nuevo. En el primer piso del edificio de Crash, enormes láminas de madera contrachapada cubrían el lugar donde solía estar la ventana frontal de la lectora de palmas... ahora eso era nuevo. Encontré un lugar en una calle lateral y corrí hacia la tienda con mi pizza enfriándose. En la puerta principal, me detuve brevemente para considerar el trabajo en el tablero, y luego toqué unos trozos brillantes alojados en la grieta de la acera para ver si eran sal de roca o vidrios rotos. Es difícil decirlo, especialmente cuando estaba balanceando en mis manos una gran vegetariana con doble de queso. Subí las escaleras antes de que el queso pudiera congelarse más de lo que ya estaba. Gracias a un formidable sistema de calderas, la temperatura en el edificio de Crash es subtropical, incluso en pleno invierno. A pesar de que estaba bajo cero, Crash respondió a su puerta con los pies descalzos, unos vaqueros agujereados y una pequeña camiseta blanca, al menos dos tallas demasiado pequeña. La camiseta estaba gris por la edad y los lavados a medias, y se aferraba a él como una segunda piel. Junto a la camiseta opaca, la tinta en sus brazos parecía dos veces más vívida. No creo que haya estado apuntando a ese efecto específico. Parecía más como si acabara de agarrar la primera ropa en la que se había puesto las manos. En lugar de estar tieso en

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sus habituales picos cuidadosos, su cabello rubio oxigenado estaba húmedo, peinado con los dedos hacia atrás, mostrando raíces oscuras y húmedas. —¿No eres una vista para unos ojos cansados? —Dijo. Actuó como si estuviera hablando conmigo, pero sospechaba que se estaba dirigiendo a la pizza. Las horas de trabajo habían terminado, así que cerró la puerta detrás de mí, llevó la pizza a la caja registradora y la dejó sobre el mostrador de plexiglás. Él no tiene mucho a modo de muebles. Incluso si él fuera dueño de una mesa, no habría ningún lugar para ponerla. Hay cuatro pequeñas habitaciones detrás de la tienda: una oficina pequeña, una cocina de galera, un armario como dormitorio y un baño donde apenas se puede dar la vuelta para orinar. Era más fácil simplemente pasar el rato en la tienda donde teníamos un poco de espacio para los codos. Disfrutaba de Sticks and Stones de esa manera, después del horario de la noche, con un par de velas encendidas parpadeando detrás de la registradora y el olor a sándalo y mirra persistentes en el aire. Se sentía a salvo de miradas indiscretas, ojos psíquicos. Por lo general, también se siente seguro contra el caos normal, escondido en el segundo piso, fuera de peligro. Pero no esta noche. —¿Qué pasó con las ventanas de abajo? —Robo relámpago. No es que Lydia tuviera nada que agarrar: el escaparate es básicamente una sala de espera con muchas cortinas negras y algunos símbolos esotéricos cursis en las paredes para que sus clientes estén de humor para sus lecturas. También destrozaron su gran letrero de lector de palma de neón. Me encantaba esa cosa... espero que pueda reemplazarlo. —¿El seguro no cubre eso?

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—No sé. Tal vez ella no se pueda permitir tener ninguno. Una cosa es segura, mi factura de seguro se arrastró a la parte superior de la pila este mes. Crash me entregó una silla plegable y la coloqué en el lado del cliente del mostrador mientras él retrocedía por la cortina de cuentas. —Se me han acabado los refrescos, —gritó desde la cocina, —pero puedo hacer té helado. —No te preocupes por eso. El agua está bien. —Había pensado en comprar una de 2 litros en la pizzería, pero me pareció demasiado difícil de transportar. Abrí la caja y eché un vistazo a la pizza. Hubo un poco de deslizamiento. Volví a colocar el queso en su sitio lo mejor que pude, cerré la caja y me lamí la grasa de los dedos antes de que volviera con las bebidas. Crash dejó una pila de servilletas de papel de McDonald's y un par de tazas de café llenas de agua, luego abrió la caja. —Todos los ingredientes. Seguro que sabes cómo mimar a un chico. —A estas alturas, la pizza estaba a esa temperatura en la que podrías terminar con un triángulo vacío de costra picante si lo hicieras de la manera incorrecta. Pero él consiguió la cantidad perfecta de queso y aderezos... luego lo comió como si no hubiera visto comida durante días. Tal vez había pasado un tiempo desde que había estado de compras. O tal vez necesitó elegir entre comestibles y seguros. Me pregunté cómo de poco podría comer sin parecer demasiado obvio, y deseé haber tenido la previsión de no solo agregar refrescos, sino palitos de pan a mi pedido. —Bueno, Carolyn parece bastante cabreada, —aventuré.

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—La palabra clave es parece. Ella no puede fingir que algo no le molesta cuando lo hace. En realidad es bastante refrescante... una vez que te acostumbras. —Jacob está tratando de atraerla hacia el lado oscuro. —¿Oh? ¿Y qué? ¿Estás celoso de no ser tú al que esté cortejando? Me atraganté con un champiñón, me lo tosí en la boca, lo tragué de nuevo y dije: —Cierto... Estoy celoso. —No seas así. Esto es lo que estoy diciendo: es obvio que tanto los cerdos como los federales deberían estar alimentándote de cocaína y de trabajos manuales para tratar de comprar tu lealtad. Pero Jacob no te ha enviado ninguna oferta todavía, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo ha pasado? No estoy seguro de si Crash se da cuenta de lo dura que puede ser su adulación. Ni siquiera estoy seguro de que él estuviera tratando de adularme. —Un par de meses. —Un par de meses. —Me miró con fiereza y golpeó el piercing de la lengua contra el dorso de los dientes. —¿Y nadie te ha ofrecido algo como un golpe rápido o un golpe sabroso? Vamos, es tan obvio. Tienen miedo de que te vayas en la dirección opuesta si se inclinan para acercarse a ti. —El FPMP no necesita hablarme. Les debo un exorcismo. —Cierto. Pero aun así, F-Pimp6 no ha enviado a nadie para romperte las rodillas y cobrar la deuda.

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Así es como llama Crash al FPMP, “pim” es proxeneta en slang.

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—No veo lo que querrían conmigo a largo plazo de todos modos. Una vez que estén limpios, se mantendrán limpios. —Suponiendo que dejaran de matar personas en sus oficinas, de todos modos. —Eres inteligente al mantener tu distancia, si me preguntas. Eres mejor para la policía. —¿Lo soy? —Por supuesto. Tanto como mi filosofía izquierdista y sangrante, dolorosamente liberal y budista requiere que cargue contra la policía cada vez que pueda, es obvio que cuando trabajas, estás en tu zona. Nunca había pensado mucho en eso. Por otra parte, el trabajo policial era el único tipo de trabajo que había hecho... a pesar de mi propia aversión personal y filosófica a la fuerza. —Hoy, por ejemplo, —dijo Crash. —¿Qué has hecho hoy? —Es posible que no quieras escucharlo mientras comes. —Tengo un estómago de hierro fundido. Ponme a prueba. Pensé que había mirado con la suficiente atención el estúpido puzle para entumecer el día fuera de mi cerebro, pero al parecer no lo había hecho. Tan pronto como Crash preguntó, todo se apresuró a regresar. El fantasma de la víctima. El vehículo. El jodido matón de marido que tenía una mirada de inocente con los ojos abiertos. El homicidio se había dejado por inútil, pero mi conversación con la mujer muerta había obtenido la orden de registro para apoderarse de su 4x4 lleno de sangre. La evidencia no era reciente y sangrienta, aunque era extensa, estaba seca e invisible en un trabajo de pintura negro que se iluminó como una bola de discoteca con unos pocos chorros de luminol y pasar luz negra. Para como son los sangrientos homicidios, ya que la evidencia era vieja y seca, fue una de las escenas menos espantosas. Sin embargo, no es solo la sangre lo que

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se me pega. La idea de las atrocidades que un ser humano puede cometer sobre otro era la parte que me perseguía. El apetito de Crash no estuvo visiblemente disminuido. —Si ese no es un ejemplo de estar en la zona, —dijo, —no sé qué es. Nunca había considerado la idea de que yo tuviera una “zona”. No puedo decir que se sintiera bien, exactamente, aunque se sentía satisfactorio. Pero antes de poder dejarme llevar por mí mismo al deleitarme con el pensamiento, un golpe fuerte en la puerta de entrada me sobresaltó a la realidad cotidiana. Crash se quedó muy quieto, escuchando. O tal vez sintiendo. Suavemente, le dije: —No esperas a nadie, entiendo. Sacudió la cabeza cuando un hombre al otro lado de la puerta gritó: —¿Hola? Hola, ¿estás ahí? He visto luces encendidas desde el callejón. —¿Un amigo? —Adiviné. Crash ladeó la cabeza y se concentró en la voz. —No suena familiar. Si era un ligue casual buscando una repetición de la acción, no podría culpar al chico por intentarlo. Excepto que si yo tuviera que pasar por alguna tienda informal de laicos con la esperanza de mojar, al menos intentaría sonar un poco más... coqueto. Y no tengo un hueso coqueto en mi cuerpo. Las llamadas se convirtieron en golpes. —¿Hola? Realmente necesito... mira, traté de llegar antes pero los autobuses van muy mal en la nieve. Miré a Crash para ver si reconocía la voz ya. Sacudió la cabeza. Más golpes, y luego el chico gritó: —Las horas de tu tienda jodidamente apestan.

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Las cejas de Crash se dispararon hacia las raíces oscuras de su cabello. —A veces, toda la disciplina de la no violencia se siente increíblemente limitante. —¿Quieres que yo…? —No, eres mi invitado, no mi guardaespaldas. Sigue comiendo. — Rodeó el mostrador y se dirigió a la puerta. —Estoy encantado de ofrecer un curso de actualización en modales. Correcto, como si fuera a sentarme allí y seguir metiéndome la pizza en la cara mientras trataba con este tipo. Por lo que sabíamos, este era el mismo desgraciado que había robado a la vecina de la planta baja regresando para la segunda ronda. Cuando agarré toda la pila de servilletas y comencé a quitarme la grasa de los dedos antes de sacar mi arma, una voz tranquila y familiar dijo: —Deja que Curtis lo maneje. No es que no valorara la opinión de la señorita Mattie... pero me seguí desengrasando de todos modos. —Tú te preocupas por él, lo sé, pero aún es un hombre. No puedes pelear sus peleas por él. Cuando dejas que las personas tomen sus propias decisiones, les muestras tu respeto. Tienda oscura, cliente agitado, robo reciente, cualquiera que sea el sentido de la policía que había desarrollado a lo largo de los años, estaba chillando “peligro” a todo volumen. Me arrastré por el pasillo, con la mano derecha lista... y luego vi que el tipo que había interrumpido mi cena no estaba blandiendo un piquete de hielo o un bate de béisbol envuelto en una cadena. Tenía una lata de incienso en la mano. —Tengo que devolver esto.

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Crash encendió las luces del techo. Pasaron a la vida, y mi ominosa sensación de presentimiento disminuyó. Tomó la lata del tipo, la sacudió varias veces y dijo: —¿No se encendió? —Se encendió... pero era de madera, en su mayoría de madera. — Era un tipo de aspecto normal, pero los tipos de aspecto normal pueden llevar una navaja o una pistola en su bolsillo con la misma facilidad que un matón obvio. Mantuve el ojo en su lenguaje corporal, su agresión. Ahora que tenía un metro con ochenta y tres de un Crash tatuado en la cara, no era tan arrogante como había sido al otro lado de la puerta. Crash es asertivo, pero no agresivo. No se mueve como un policía, maneja las situaciones con palabras. —Eso es característico de este tipo de incienso auto-encendido. Todo lo que consigues en un recipiente que será de sándalo teñido impregnado con aceites y resinas. La madera es lo que lo mantiene ardiendo sin carbón. —Pero es horrible. Todos los diferentes tipos huelen igual, como madera. Vi el movimiento por el rabillo del ojo. La señorita Mattie se estaba abanicando con su abanico de San Antonio a mi lado. Me pregunté si su abanicado tenía algo que ver con los sibilantes radiadores o si, como no era física, era simplemente un hábito. —Ese hombre está aquí solo para una discusión, —dijo ella. —Y Curtis feliz de dársela. Teniendo en cuenta la postura, los gestos... tendría que estar de acuerdo. Ya que soy el tipo de persona que evita las discusiones en lugar de alimentarse de ellas, volví al mostrador.

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—¿Está bien? —Dije en voz baja. —En general, quiero decir. Él no está... hambriento ni nada. ¿Lo está? Cuando la señorita Mattie no respondió, pensé que tal vez había desaparecido. Aunque no lo había hecho. Ella estaba mirando hacia la eternidad, abanicándose suavemente su cara ancha. Finalmente, dijo: —Curtis creció con dinero. Casa grande, en los suburbios. Hijo único. Dos padres trabajando, trabajos bien pagados... trabajos que odian. Su padre cayó muerto el día después de que cumplió cincuenta años. Su madre lucha contra una úlcera. Traté de imaginarme a Mattie en esta escena suburbana acomodada, y no pude ver cómo encajaba ella. —¿Y tú eras su vecina? —Así es como se lo explicó su mamá. —Cerró el abanico. —Yo limpiaba su casa. —Oh. —Si ese era un cambio mental para mí, no podría imaginarme lo que Crash pensaría de eso. Yo, seguro como el infierno, que no iba a ser el único en dar la noticia. La señorita Mattie desapareció mientras la voz del tipo discutidor subía por los pasillos. —¿No me vas a ofrecer un reembolso? —Podría haberlo hecho, si no hubieras interrumpido aquí después de cerrar... —Te lo he dicho, el autobús... —Y encima de eso, casi está acabado. ¿Cómo de malo podría haber sido si lo usaste? —La lata estaba medio vacía para empezar. Los contenidos se asientan. Abre una nueva y lo verás. ¿Cuánto tiempo iba a seguir este tipo? Me tragué lo que quedaba de mi agua y luego, a través de la cortina de cuentas, fui al santuario

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interior para volver a llenarla. De acuerdo, y tal vez curiosear mientras Crash estaba ocupado, para poder asegurarme de que no iba a pasar y descubrir que se había muerto de hambre porque no había pensado en llevar palitos de pan. La nevera parecía bastante escasa. Había condimentos en la puerta, salsa de soja y pasta de chile, y envases de quién sabe qué cubiertos de coloridos personajes asiáticos. Un cartón de huevos con diez huevos restantes. Numerosos paquetes de salsa de tomate de McDonald's y salsa de Taco Bell. Traté de no imaginarlo viviendo con condimentos de comida rápida, pero no vi ninguna forma de dejar algunas verduras sin que resultara increíblemente condescendiente. El congelador, en el que normalmente se podían encontrar algunas cenas vegetarianas de microondas y una gran botella de vodka, ahora no contenía nada más que una capa de escarcha de cinco centímetros y unas cuantas bandejas de cubitos de hielo. Un paquete de galletas de Halloween rebajadas, desmenuzadas como si alguien las hubiera pisado, estaba sobre el mostrador. Los armarios contenían un recipiente con harina de avena genérica, una bolsa de lentejas secas y una pila de fideos ramen tan larga como mi brazo. Había sufrido el menú ocasional de todo ramen cuando salí de Campamento Infierno al principio. No había terminado con diabetes o escorbuto, y en realidad, no me importaba el sabor. ¿Eran aún diez por un dólar? Tal vez, en las tiendas locales. Hoy en día, no me atrevería a llevarlos a casa por temor a una conferencia de toda la noche sobre los peligros del sodio. Cerré la puerta del armario antes de que me pillaran hurgando en las cosas de Crash, volví a llenar mi agua del grifo y volví a través de las pilas de libros, reciclado y ropa sucia hacia la tienda. Crash y el cliente descontento ahora estaban parados frente al expositor de incienso.

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—Vas a tener que actualizar a carbón y resina. Si no te gusta ese olor a madera, es la única manera. —Probablemente solo intentas que me compre un incienso caro. —Por supuesto que no, un pesado cenicero de cerámica funcionará bien. Si no quieres comprar uno nuevo, lava primero uno viejo en agua salada y di primero tu ritual de limpieza favorito. —El chico gruñó una respuesta y Crash dijo: —Te diré algo. Prueba algunas de las cosas de primera y te arrojaré tu primer rollo de carbón gratis. “Gratis” debió haber sido la palabra mágica. El tipo escogió su incienso y Crash lo marcó en la registradora alrededor de la pizza ahora fría. Incluso tuvo la decencia de parecer un poco disgustado por interrumpir nuestra cena. Una vez que oímos sus pasos bajar la escalera, dije: —¿Cuánto te has sacado de este encuentro? —Pf. Tal vez cinco dólares. Más la satisfacción de que no le di un reembolso por la cosa usada que estaba tratando de devolver. —¿Y el carbón? —Me cobran un cuarto. Era un vendedor inteligente y sabía cómo manejar a un cliente, pero parecía un esfuerzo enorme por unos míseros 4,75 dólares. Especialmente cuando vivía de paquetes de ketchup. Después de todo, no quería venir a decirlo, no me había pedido mi consejo financiero, y la afirmación de la señorita Mattie de que demasiada interferencia lo emascularía estaba fresca en mi mente. Aunque me preocupaba por él. No podía simplemente no decir nada. Cerré la caja de la pizza fría y dije: —La venta al por menor parece un negocio difícil. —Dímelo a mí.

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—Apuesto a que serías bueno en marketing. —Esto no era necesariamente un cien por cien exacto. Sus folletos eran artísticos, pero también crípticos y vagamente inquietantes. Aunque quizás, para el tipo correcto de cliente, esa sensibilidad sería una ventaja. Sinceramente, agregué: —Tú pareces disfrutarlo. —¿Como una actuación a tiempo completo? No sé. Necesitaría volver a la universidad. Además, acabaría teniendo que lidiar con una gran cantidad de gilipollas corporativos. —¿Y en qué son peores que el encantador de esta noche? Crash sacó un paquete de chicle de su bolsillo y me ofreció una tira. Sacudí la cabeza, no. Desenvolvió una pieza y dijo pensativamente: —Quizás sería bueno en marketing, tal vez no lo sería. No importa mucho. Esta tienda es mi mundo. Es mi vida. Es quien soy. Soy mi propio jefe y hago mis propias reglas. No podría cerrar la tienda más de lo que podrías entregar tu placa y comenzar a recibir órdenes de FPimp.

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Capítulo 3 Los problemas compartidos son problemas divididos por la mitad, eso es lo que dice el dicho, de todos modos. Desafortunadamente, describir la maldita camioneta a Crash trajo de vuelta el día que había trabajado tan duro para olvidar. El fantasma era tan joven, tal vez la edad de Lisa, ni siquiera los treinta, y todavía estaba colgada del tipo que la había apuñalado... doce veces, según mi cuenta... tres de ellas en el cuello. La única razón por la que me había dicho que fue él, fue para pedirme, para rogarme, que la ayudara a comprender por qué lo había hecho. Y desafortunadamente, no tenía una buena respuesta para eso. Un Valium podría alejarme de mis pensamientos, pero no haría un trabajo tan bueno en embotar los recuerdos del día como lo haría un Seconal. Lástima que se me acababan de terminar los rojos. Son mucho más difíciles de conseguir que el Valium. Dado que el objetivo era noquearme por completo, recurrí a las pastillas para dormir de venta libre. El sueño no llegó con una suave ola de euforia barbitúrica, sino con una sacudida repugnante. Aun así, era mejor que ver a la víctima cada vez que cerraba los ojos, su garganta apuñalada trabajando mientras ella lamentaba el nombre de su marido. Jacob regresó del campo de tiro mientras yo estaba muerto para el mundo. Salí del pozo de alquitrán del sueño inducido químicamente a

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la sensación de una lengua deslizándose sobre la nuca, un golpe fuerte en la parte posterior de mi muslo, y el más leve olor a metal. Siempre estoy dispuesto a un polvo nocturno. Lástima que mi cuerpo drogado estuviera tan lento, tan adormecido, se sentía como si no fuera ni siquiera mío. —No puedo, —logré decir. —Cansado. Jacob se acomodó contra mí y dejó que su mano se deslizara de mi entrepierna a mi muslo, acariciando distraídamente mientras que apoyaba su cabeza en las almohadas en busca del lugar correcto. Revisé para ver si mi cuerpo podría recuperarse y despertarse por sí mismo, pero moverme no fue solo duro. Fue casi doloroso. —Córrete sobre mí, —dije arrastradamente. Él exhaló una risa silenciosa. —Aguantaré. —Mientras respiraba un prolongado beso en mi cuello, empujó su rodilla en la curva de mis piernas, y ahora fue perfecto, con todas nuestras colinas y valles apretados, como una pieza de puzle que simplemente encajó en su sitio. —No es tan divertido sin ti en la acción. Eso fue probablemente lo mejor, de lo contrario yo podría ser reemplazado por una porno. —No podía dejar de pensar en lo enfadada que estaba Carolyn esta noche, —dijo en voz baja. —Nosotros solíamos entrenar juntos. Ha sido raro sin ella. Hice un ruido de simpatía. —Habría estado loca con este campo, todo lo último: interiores, exteriores, simuladores, las obras... pero no creo que importe. Es como si unirse al FPMP sería como elegir bandos, Psíquico versus NP. Y ella preferiría no ser psíquico en absoluto. Imagina eso.

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Dijo: —Solía entender por qué preferías simplemente deshacerte de ello. Si hubiera algún tipo de interruptor que pudieras encender, un procedimiento, una cirugía, lo que sea. Podía verte hacerlo, incluso si fuera permanente, e incluso si eso significara que estarías sin trabajo. Tal vez sería más fácil no tener que verlo todo, todo al mismo tiempo. Todas las "cosas" que la mayoría de la gente no necesita ver. Pero después de PsyTrain, al ver lo poco que hice... ahora sé que ignorarlo no hará que desaparezca. Tratar de apagar la habilidad psíquica es como apagar las luces cuando hay un ladrón en la casa para no tener que mirarlo. Lo que él no entendía, y lo que no pude articular con el letargo de venta sin receta que corría por mis venas, fue que estaba totalmente de acuerdo en que saber es mejor que la ignorancia. Sin embargo, la analogía se derrumbaba si profundizabas demasiado. El ladrón no solo se movía para liberarme de algunos objetos de valor y luego ir a la casa de empeños. Vivía conmigo... y luego me seguía al trabajo. Y a la tienda. Y al restaurante. Y a cualquier otro lugar al que me gustara ir. Pero tiene que haber un punto de saturación, un punto en el que me rinda y diga: Bien, coge lo que quieras. Lo harás de todos modos, y estoy harto de ver tu fea cara. Jacob dijo: —Carolyn tenía razón en una cosa… cambiaba las cosas para más gente en la Fuerza. Pero no es un juego de números, no cuando se trata de nosotros: tú, Crash, Lisa, Carolyn también. Nuestras familias. Todos nosotros. —El sueño me arrastraba hacia su abrazo de plomo, pero justo en el momento en que me tambaleaba al borde, añadió: — ahora es personal.

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**** A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de la descarga del inodoro de abajo. El lado de la cama de Jacob estaba frío. Ya se había ido, metía muchas horas como Federal, así que sabía que era Lisa dando vueltas allí. Me sentí aliviado. Y luego un poco culpable, pero sobre todo aliviado, porque si la implacable verdad de Carolyn me había resultado difícil de escuchar, debió haber sido mucho peor para Lisa. Ella debía haber llegado bastante tarde, así que me sorprendió encontrarla viendo el goteo del café cuando bajé a ducharme. Jacob había dejado de beber su habitual taza gigante. Supongo que el café de nuestra casa sabía a bazofia comparado al de las cosas en el FPMP. Sin embargo, por costumbre, siempre elaborábamos una cafetera llena, y luego terminábamos mirándola, deseando que se apresurara y acabara ya. Sus ojos parecían extraños. Ella había estado usando maquillaje la noche anterior, y las manchas alrededor de sus pestañas la hacían parecer mucho más femenina de lo normal, y también un poco más joven. —¿Cómo está Crash? —Me preguntó. —Sin pasta. Lisa frunció el ceño. —Bueno, creo que necesito un corte de pelo. —Los dos observamos que el goteo disminuía lentamente, y finalmente ella no pudo soportarlo más y arrancó la cafetera. Un largo chorro de café goteó sobre el elemento calentador con un siseo de olor a quemado. —Así que todavía vas a hacer ese exorcismo para el agente Dreyfuss, ¿verdad? Y aquí es donde yo pagaría por estar muerto para el mundo cuando Jacob volvió a casa.

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—¿Ahora él también te tiene en el carro? —Pregunté. Me miró con los ojos muy abiertos y le dije: —Espero que no te haya despertado solo para decirte que me des un empujón. Sé que él tiene que trabajar allí, pero no es como si algo muerto pudiera tocarlo. —Lisa todavía parecía un poco en blanco, así que agregué, —ya que él es un SúperTieso. —Oh, claro, Jacob. Él es teflón. Pero cuando le pregunto al sí-no si deberías hacer el exorcismo, me da un sí. Por lo general, no pregunto al sí-no si algo "debería" suceder. Demasiado subjetivo. Pero, ya sabes cómo te hablas a ti mismo a veces. —¿Lo sabía yo? Claro que sí, por cada palabra que decía, probablemente pensaba un millón más. Aunque cuando hablaba conmigo mismo, mi respuesta no era correcta, no como la de Lisa. —Así que, —dijo ella —deberías ir a hacer el exorcismo. Pronto. Estaría mejor en todos los aspectos pagando mi deuda con Dreyfuss. Fue una pena quemar un sí-no para confirmar algo tan obvio. —Bien. —Dejé caer la mitad de la cafetera en mi jarra de viaje, luego puse la jarra en el caramelizado calentador. —Le haré una llamada. —Luego hojeé el cajón con la esperanza de encontrar alguna de esas tomas individuales de cafeína que cogía del quiosco de café en el mini-mercado. Las pastillas para dormir me habían dejado mareado y lento, e incluso mi bebida casera doble-fuerte necesitaba ayuda para limpiar las telarañas y prepararme para un delicioso día de papeleo en la Comisaría Quinta. ****

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En lo que va de la temporada, ha habido una nevada considerable que nos “atascó”, y fue un caso de quitanieves. El aparcamiento de la Comisaría Quinta tenía una pequeña cresta de nieve sobrante alrededor del perímetro que estaba crujiente debido a la temperatura que bajaba hasta la congelación cuando volvía a descender. El borde del blanco sucio estaba gris por la contaminación y salpicado de grava. Esa mañana, cuando encontré que el lugar de aparcamiento menos deseable era el único que quedaba por ocupar, el lugar en el que se amontonaba la vieja nieve contra el lado del conductor, sospeché que la grava fue lo único que evitó que mis pies salieran disparados desde abajo y quedarme tirado en el hielo. Sonó mi teléfono, el tono de llamada de Zigler, y me di cuenta de que el querido Impala de mi compañero no estaba en el aparcamiento. Una vez que tuve los dos pies en tierra seca, respondí. —Voy a salir de la ciudad por unos días, —me dijo. —Funeral. Genial. Nunca sabía qué decir cuando alguien moría. Además, con la gente que me conocía lo suficiente, parecía que se esperaba algo especialmente perspicaz. —Lamento tu pérdida. —Eso fue tan genérico que bien podría no haber dicho nada. Agregué: —Asegúrate de obtener una copia del certificado de defunción para que puedas obtener tu licencia pagada. Maurice tardó tres meses en conseguir sus beneficios cuando su cuñado murió, a causa de un error con el papeleo. —No es familia, —agregó Zigler rápidamente. —Es un viejo amigo de la familia... así que solo tomaré unos días personales. Pero… gracias. Sonaba bastante estresado. —Cuídate, —le dije.

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**** No tener un compañero cambió mi día dramáticamente. Si estuviera en medio de una investigación, podría pedir un poco de ayuda temporal, pero el día anterior habíamos terminado de reunir pruebas en la maldita camioneta. Consideré llamar para decir que estaba “enfermo”. Pero Betty, la secretaria de mi jefe, eligió ese momento para ajustar las persianas al lado de su escritorio. Miró por la ventana y me vio allí de pie, en el aparcamiento, pensando en volver a casa, y me saludó alegremente. Le devolví el saludo, contuve un suspiro y entré. Dado que el trabajo policial es probablemente un noventa por ciento de tonterías administrativas, había informes que necesitaban ser archivados, y la unidad móvil de donación de sangre que habíamos descubierto ayer no iba a abrirse camino a través del sistema por sí sola. Si bien soy tan capaz de llenar los espacios en blanco como cualquiera, hay un cierto arte en elegir las palabras correctas. Cuando me enfrenté al lugar grande y vacío donde debía ir la narración, no tuve ni la menor idea de por dónde empezar. Después de haber intentado media docena de veces comenzar mi primera frase, decidí sacar algunos de los viejos informes de Zig y hacer rodar la pelota, pensando que podía usar su lenguaje mientras ajustaba los detalles para que coincidiera con nuestro incidente. Desenterré el papeleo de un caso similar que habíamos hecho en agosto: el hombre embiste a la novia hasta la muerte, tropiezo con su repetidor, los forenses tienen un día de campo. No es que el informe del incidente dijera algo así. El habla policial es tan seca que es prácticamente encriptada.

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** INVESTIGACIÓN DEL HOMICIDIO EN CURSO ** A las 14:15 del 20 de agosto, Unidad PsyCop llegó a Irving Park con una orden de registro en los locales. PC-M5 notó disturbios en el pasillo trasero. Ese era yo, PC-M5. Apodo pegadizo para PsyCop, Médium, quinto nivel... al menos hasta donde todos sabían. Y, decir “noté” que el repetidor de la víctima consiguió que le destrozaran la cara con lo que resultó ser un plato gigante de cerámica para perros, fue otro código subestimado. Más adelante en el informe, PC-NP (que sería Bob Zigler: PsyCop, no psíquico) interrogó al sujeto, quien le contó una historia endeble sobre cómo su dóberman había destrozado un mapache en el pasillo trasero. Supongo que al asesino no se le ocurrió que nuestros laboratorios podían diferenciar entre los rastros de sangre de mapache y el ADN humano. Leí el informe unas cuantas veces, las tripas retorciéndoseme, antes de hacer una pausa para recordarme que había estado tratando de extraer el lenguaje. Nada más. Tal vez, pensé, lo que necesitaba era algo más viejo, algo que no me golpeara tan fuerte. Hojeé algunos informes más. Hombre de noventa años contra invasores domésticos armados con bates de béisbol. Estudiante de honor segado por un tiroteo desde un coche. Un tipo que acuchilló a su hermano por tener un romance con su esposa... un romance que resultó ser totalmente inventado por un vecino con demasiado tiempo en sus manos y una vena mezquina de un kilómetro de ancho. Profundizar más en los archivos no ayudaba. De ningún modo. Me tomó hasta la hora del almuerzo improvisar un informe sobre el vehículo sangriento que el PC-M5 “notó”, aunque la narrativa apenas tenía tres párrafos. Hay un cierto tono al que debes apuntar, tedioso

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y técnico, algo que aguantará en la corte. Me encargué de asegurarme de que mi lenguaje fuera el correcto. No tiene sentido llegar tan lejos y tener problemas más adelante debido a la mala selección de palabras. El almuerzo sin Zig fue más aburrido que la prosa en un informe de incidente. Aunque sabía que la razón detrás de emparejar a un Psíquico y un Tieso no se aplicaba a los dos ya que Zig era en realidad un NP, el trabajo no era el mismo sin él. Juntos, éramos la temida Brigada Fantasma. Solo, solamente era un tipo que apestaba a la hora de escribir. Terminé mi hamburguesa en cinco minutos, luego miré por la ventana del restaurante durante media hora mientras las visiones de fantasmas sangrientos y repetidores bailaban en mi cabeza. Normalmente, no soñaría con intentar tomar algo mientras estaba de servicio. Ahora, sin embargo, tenía la imagen del repetidor del plato de perro sobre el patético fantasma apuñalado en la garganta. Aunque acababa de meter una hamburguesa gigante en mis fauces, todavía sentía que me estaba muriendo de hambre... y lo único que podría satisfacer mi hambre roedora era una pequeña pastilla roja. Pasé por la grasienta taberna donde el hermanastro de un ex amigo, un tipo con conexiones, usualmente podía ser encontrado amamantándose de una cerveza en cualquier momento después del mediodía. A menudo no tenía rojos, son muy difíciles de encontrar, pero en mis días de suerte, los tenía. A pesar de que me había abotonado el abrigo para cubrir mi traje, todavía me preocupaba proyectar el aire de las fuerzas de la ley en virtud de estar en horas de trabajo. Bajé los hombros, esperando que cambiar mi postura haría menos probable que alguien me abriera el

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abrigo, me sacara la placa del bolsillo y exclamara: ¡Siempre fuiste un policía! En cambio, un camarero al que reconocí vagamente, un hombre de raza blanca que probablemente parecía ser diez años mayor de lo que realmente era, levantó la vista de donde estaba limpiando los platos del almuerzo de una mesa. Me miró y dijo: —No está aquí. Me detuve allí en la puerta y procesé la información. Unos pocos clientes de la hora del almuerzo estaban terminando sus patatas fritas. Un par de bebedores de todo el día miraban la ESPN con sus palomitas de maíz y su cerveza. Ninguno de ellos me prestó atención. —Lo sorprendieron conduciendo con un carnet suspendido, —dijo el camarero. —Está en la cárcel. —¿Cuándo…? —Ayer. —El camarero rodeó la barra y vació las cestas de plástico en la basura que había detrás. ¿Podrá tener fianza? No pregunté, porque sabía muy bien que rescatar a mi traficante era una idea profundamente estúpida. Especialmente si ni siquiera estaba seguro de que él estuviera teniendo pastillas. Hubo un tiempo, hace unos años, en que se detuvo la fabricación de Seconal, pero luego, para deleite de todos los insomnes que juran por ello, las preciosas pastillas rojas comenzaron a rodar nuevamente de la línea de producción. Desafortunadamente, ahora están clasificados como sustancias controladas de la Lista II (como la morfina y el opio como Dios manda), los cuales, la mayoría de los médicos, se niega a prescribir. Todos los doctores que conozco, de todos modos.

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Se necesitaban bolsillos llenos y conexiones más profundas para conseguirlo. Conexiones extremadamente profundas... como el tipo de conexiones que pueden pinchar tu teléfono sin una citación y llevarte a Santa Barbara en un Learjet. No estaba seguro de si Jacob tenía un descanso para almorzar o no, y evito preguntarle qué hace en realidad todo el día, pero cuando llamé desde mi auto, realmente no esperaba que lo contestara. —¿Qué pasa? —Dijo. Casualmente. Más o menos. Suspiré hasta que ya no quedó aire en mí, luego recoloqué la funda contra mis costillas y dije: —Iré a manejar esa salazón. —¿Ahora? Observé la puerta de la taberna durante otro momento, como si en algún momento mi chico viniera arrastrando los pies para ocupar su puesto en la mesa oscura en la esquina... pero un sentimiento de hundimiento me dijo que las posibilidades de pillar de mi fuente habitual eran bastante nulas. —Ahora.

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Capítulo 4 La última vez que visité las oficinas del FPMP, había estado bajo la custodia de un falso policía de la Comisaría Quinta que estaba, en realidad, en la nómina de Con Dreyfuss. Esta vez, fui allí solo. El edificio es tan deliberadamente discreto que tomé precauciones adicionales para asegurarme de que pudiera verlo de nuevo. Aun así, no me habría sorprendido mucho si terminara conduciendo en círculos alrededor del North Loop sin verlo. Mi atención deliberada dio sus frutos, y una vez que conté los postes de farolas, vi el aparcamiento y entré. El brazo de la barrera a rayas naranja y blanco se levantó para permitirme el acceso. Me dije a mí mismo que probablemente era solo un mecanismo activado por cámara que hace lo mismo para todos. Entonces, de nuevo, cuando probé algunos botones del ascensor al azar, solo uno de ellos se encendió para mí. Así que tal vez no. Me dejó en el piso superior con un vestíbulo muy caro lleno de colores apagados, obras de arte costosas y una iluminación elegante. Más el escritorio con la secretaria asesina detrás. Laura llevaba un traje a rayas hoy, y su cabello negro azabache estaba recogido en una coleta baja y lisa. Gafas severas de montura oscura, lo mismo que recordaba. Sus pendientes eran pequeños diamantes, aunque me imaginé que no los usaba porque le gustaban, sino porque estaba

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demasiado orientada a los detalles como para ir por ahí con agujeros vacíos. —Detective Bayne, —dijo ella, mirándome directamente a los ojos, como si no la hubiera visto merodeando por el lugar del disparo de Roger Burke. Como si no hubiéramos tenido una conversación real allí mismo, frente a la prisión, donde ella le había puesto una bala en la cara. —El Agente Dreyfuss está justo acabando una llamada telefónica. Hay café y té en el salón. Si no has comido, puedo ordenar... —He almorzado. —Yo debería saberlo. La vista de Laura hizo que la hamburguesa se revolviera. Aunque no estaba dispuesto a mostrar debilidad. Cuando necesitas volar por debajo del radar, ambos extremos del espectro, desde un imbécil agresivo hasta un felpudo, atraen atención no deseada. Generalmente apunto a una actitud mediocre de desinterés no amenazador ya que lo logro bastante bien, pero hay una gran diferencia entre la calma y la debilidad. La gente tranquila hacía contacto visual. Y así lo sostuve como si no fuera gran cosa. Ninguna en absoluto. Laura miró hacia otro lado primero. —Ponte cómodo. Hazme saber si necesitas algo. Necesitaba muchas cosas, pero me guardé eso para mí. Se fue con todo el comportamiento imperturbable que yo estaba tratando de presentar. Antes de que saliera de su línea de visión (salvo en el caso de las cámaras de seguridad, que sin duda estaban orientadas hacia mí), le eché un vistazo más. Ella tecleó, una serie de clics, luego deslizó la mano debajo de su escritorio. Me imaginé que estaba activando algún tipo de mega-cámara espía, pero en su lugar apareció con una gominola naranja. Se la metió en la boca, apenas rompiendo el ritmo, y volvió a teclear.

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Hay más para ganar un enfrentamiento que mirar fijamente durante más tiempo. Claramente estaba tratando con una profesional. Mientras me deslizaba en el salón, pensé que podría estar con la soga al cuello por tratar con el FPMP en su propio terreno. Originalmente, pensé que debía ser yo quien se infiltrara en la organización, pero ahora tenía que preguntarme si Jacob había sido la mejor opción después de todo. Él no necesita fingir ser imperturbable. Realmente lo es. O, al menos, es un poco mejor para parecerlo. Estaba contemplando las portadas de revistas enmarcadas en las paredes con los Psíquicos más famosos del mundo: Jean Dixon, Uri Geller, Marie Saint Savon, cuando se me unió alguien igual de talentoso, el único Con Dreyfuss. Tal vez él también tendría un lugar en esa pared, algún día. Por otra parte, no transmitía exactamente el nivel de su clarividencia, así que tal vez no. Sus rizos de sacacorchos de chico-blanco estaban de vuelta en una coleta y llevaba una holgada camiseta de Bob Marley sobre un par de jeans desgastados. Su enorme reloj de platino era el producto del amor de Cartier y la NASA. —Bien, bien, bien. Qué agradable sorpresa, —dijo. —¿A qué debo el placer? —¿Qué te parece? —Sé amable. El hombre tiene los bienes. O si no, él puede conseguirlos. —Estoy aquí para ocuparme del... asunto... que acordamos. —Ahí. Eso sonaba cívico. —¿Cómo pudiste acomodarme en tu apretada agenda antes de Navidad? —Tienes ojos por todo mi lugar de trabajo. Dímelo tú. —Tomé aire y me reagrupé antes de decir algo más de lo que me arrepentiría. Siempre me había necesitado mucho más de lo que yo lo necesitaba a

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él, eso es lo que me había estado diciendo a mí mismo. No me gustó cuando se giraron las tornas. —¿Quieres tu exorcismo o no? —¿Después de verte en acción en PsyTrain? —Se frotó las manos con un entusiasmo que podría o no haber sido exagerado. —Apenas puedo esperar. Noté un pequeño zumbido mientras Dreyfuss me conducía a través de la serie de puertas y pasillos que llevaban a su oficina. Cerraduras magnéticas. Supongo que nadie se iba a arriesgar con ningún visitante sin invitación que lograra sobrepasar a la secretaria sin una bala en la espalda. Sacó una llave y abrió la puerta, luego deslizó una tarjeta magnética a través de un lector también. Todo este follón para los pocos segundos que tardó en sacarme del salón. La oficina no era exactamente como la recordaba. Había añadido un sofá de cuero, reposicionó el escritorio e instaló un par de monitores más en su ordenador, todos ellos ahora con un protector de pantalla de tostadora voladora. Sin embargo, los repetidores seguían allí: el que giraba que había recibido tres balas, el tipo arrugado en el suelo junto al baño y el tipo que se había agachado y que había recibido un disparo en la garganta. Se sentía como déjà vu. Eran exactamente iguales, ¿pero yo? Yo había cambiado. Durante mi encuentro anterior con Trío Tiroteado, había pensado en ellos como accesorios permanentes. Ahora confiaba en poder enviarlos con una pizca de sal... y una gran dosis de luz blanca. Y una vez que lo hiciera, no me quedaría nada para intercambiar. —Todavía tengo compañía, —dijo Dreyfuss, —a juzgar por la expresión de tu cara. Asentí. No tenía sentido negarlo, no si quería que él quisiera algo de mí. Dijo:

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—Tenía la sensación de que podría. Richie dice una oración por ellos cada semana. Supongo que nadie está escuchando. —No necesariamente. —Aunque sería una ventaja para mí hacer que Richie parezca inepto para poder colocarme a mí mismo en una mejor posición de negociación, lo había visto desvanecer a un repetidor, el tipo en la sala de juntas que se había disparado. —Richie tiene habilidad. Es solo que algunas cosas son más... avanzadas. Como mi honestidad hablaba por mí de una manera que cualquier seducción que pudiera soñar nunca podría, se me ocurrió que realmente tenía mucho que ofrecer más allá de fregar a estos repetidores más obstinados. Me alineé con Dreyfuss en mi visión periférica y dije: —Como ocuparse de Jennifer Chance. Esperaba que él negara que la hubieran silenciado, pero en cambio se calló. Pensé que podría negar todo conocimiento de ella, después de todo, solo hablamos de ella en el astral, por lo que probablemente no se acordaba de nada. Pero cuando finalmente habló, dijo: —¿Ella está aquí? Con un gran tirón de luz blanca, realicé un lento recorrido por la oficina y revisé el baño privado. Aparte de los tres repetidores, todo estaba limpio. —No ahora. —Pero la has visto. —He sentido... —Hijodeputa, lo has hecho. —Se mordió una cutícula con una ferocidad ausente y se limpió la sangre en su camiseta. —¿Está ella rondando un área en particular? La había visto en la sala de juntas, así como en la oficina de Dreyfuss.

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—No lo creo. —¿Puede salir del edificio? —No lo sé. —¿Puede esconderse de ti? Yo tampoco lo sabía. Me encogí de hombros. —En otras palabras, —dijo, —podría estar aquí ahora mismo. —No lo creo. Dreyfuss no estaba dispuesto a arriesgarse. Cogió una sudadera con capucha del respaldo de su silla, se puso el gorro de punto más feo del mundo y dijo: —Vamos, detective. Vamos a caminar.

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**** No he conocido suficientes fantasmas sensibles como para tener una buena idea de lo lejos que pueden vagar, pero parecen tener vínculos con el lugar donde murieron. A menos que se unieran a su asesino... en cuyo caso, todo el caminar en el mundo no ayudaría a Dreyfuss. El vecindario era un lugar inhóspito rodeado de rampas de carreteras y viaductos, con viejos edificios comerciales de ladrillo que se apoyaban en estructuras más nuevas y feas de metal corrugado. Éramos los únicos peatones a la vista mientras caminábamos hacia la calle principal a paso rápido, en silencio. Cuando giramos la esquina hacia Grand, la sensación de aislamiento absoluto se alivió. Vi una parada de autobuses cubierta, con algunos estudiantes universitarios haciendo tonterías dentro. Un café. Un gimnasio. Dreyfuss se acercó a una floristería que se veía tan decrépita que me pregunté si se trataba de algún tipo de tapadera. Al menos hasta

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que abrió la puerta y un olor químico verdoso me golpeó. Estaba caliente y húmedo, y la humedad en el aire llevó los olores desconocidos profundamente a mis pulmones. Si se trataba de una tapadera, los encargados del escenario estaban haciendo un trabajo realmente excelente. —Vale, ahora podemos hablar. —Dreyfuss clavó los ojos en el dintel que acabábamos de pasar. Sobre la puerta, una hoja de aloe vera colgaba de un trozo de hilo rojo: un hechizo protector. —Este es un lugar seguro. Caminé por el suelo y revisé todos los rincones y recovecos solo para estar seguro. La chica pálida detrás del mostrador, hablando en su teléfono móvil en polaco, se detuvo para verme pasar por su tienda. Cuando miró a Dreyfuss, él le hizo una pequeña inclinación de cabeza. En su nómina, sin duda. Archivé la interacción para futuras referencias. Él ojeó un estante de figurillas de cerámica, no porque le interesaran particularmente los cachorros de ojos grandes o las ranas sonrientes. Desde ese punto de vista, podía vigilar la puerta y la ventana sin ser visto. Me planté a su lado y le dije: —¿Sabías que la doctora Chance todavía estaba allí? —Aparentemente no era el único. —Esperaba que se viera un poco disgustado por haberla matado... pero no lo hizo. En realidad, parecía molesto. Conmigo. —Cuando intentamos hacer funcionar la FantasmaTV en PsyTrain, nunca me pediste que la golpeara para obtener el manual de instrucciones, así que pensé que sabías que ella estaba muerta. Pero verla en la oficina y mantener la boca cerrada acerca de eso no ha estado nada bien. ¿Nunca se te ocurrió avisarme? —¿Qué es lo peor que puede hacer? ¿Hacer un lugar frío?

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—Vamos, genio, piensa. Toda la información que mantenemos en el FPMP… ¿realmente quieres que caiga en las manos equivocadas? Contrata un médium de bajo nivel amplificado con psicoactivos, y un fantasma lo suficientemente motivado podría entrar, mirar a su alrededor y contarles todos los secretos más profundos de nuestros amigos psíquicos. Tal vez Dreyfuss debería haber pensado en eso antes de matar a alguien en su edificio. —¿No es irónico que tú, de todas las personas, estés preocupado por caer bajo un microscopio psíquico? —Oh, la ironía no me pasa desapercibida, —dijo. —Pero lo peor es que, si alguien que trabaja en nuestra contra encuentra una FantasmaTV, entre la tecnología y las drogas, se podría obtener un buen rendimiento de un médium que apenas se registre en la escala de richter. Entonces, ¿por qué demonios dejó una conmigo? Le lancé una mirada, y dijo: —O la dominarás o construirás una hoguera con ella. De cualquier manera, sé que nunca la incluirías en eBay. Por supuesto, si descubrieras cómo obtener la recepción de esa maldita cosa, tal vez yo podría captar la audiencia potencial antes de que alguien más tenga la oportunidad de agarrarlas. Su confianza en mí fue conmovedora. Si solo pudiera aprovechar esa confianza para conseguir algunos rojos de él. —Nunca acepté ser tu entrenador de FantasmaTV. Solo exorcizar a los chicos en tu oficina. —Chicos. Múltiple. ¿De cuántos estamos hablando? Traté de no parecer demasiado complacido al admitir lo atestado que estaba.

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—Siento tres. —¿Y la Doctora Chance? No puedes dejar que se quede por ahí. Si ella está allí, tú también te encargas de ella. —Si ella está allí. —Impliqué con mi tono que probablemente no lo haría. —O me estás rompiendo las pelotas solo para sacarme de mis casillas, o buscas algo más. —Me miró de arriba a abajo, luego se dirigió a un estante de pequeños cactus en maceta y comenzó a explorarlos con atención. —El agente Marks está aquí por su propia voluntad, ya sabes. Si lo despido solo para que cooperes, eso simplemente se volverá para morderte el culo. No me había dado cuenta de que la carrera de Jacob podría estar sobre la mesa. Solo había estado buscando algo de Seconal. Ahora que lo había mencionado, no pude dejar de jugar con la idea de liberar a Jacob de las malvadas garras de F-Pimp. Mantener ese poder en mis pequeñas manos calientes era seductor. La cosa era que acababa de presenciar a Jacob defendiendo el maldito lugar frente a Carolyn. Le gustaba ser un agente federal. No estaba dispuesto a quitarle eso. Antes de superarme a mí mismo y terminar haciendo algo de lo que me arrepentiría, salí y dije: —Necesito una receta. Se detuvo con la punta de los dedos contra una púa de cactus. —Vale, entonces. Vamos a negociar. ¿De qué estamos hablando? —Seconal. Dio un bajo silbido. —No someten a PsyCops a pruebas aleatorias de drogas. Si tienes problemas para dormir, ¿por qué no solo...? —Hizo un gesto de fumar un canuto.

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Lo fulminé con la mirada mientras consideraba si estaba dispuesto a alejarme de todo el asunto, darle el exorcismo, levantar una barra de pesas contra la FantasmaTV y terminar con él y su feo gorro de una vez por todas. Si Jacob no estuviera involucrado, tal vez lo haría. Pero no quería que las cosas se echaran a perder para Jacob en el FPMP solo por mi culpa. Dreyfuss suspiró. —Sólo decía. Podría conectarte con hierba de primera, no hay problema. ¿Pero los rojos? Son una perra. —¿Es eso un “no”? —No puedo conseguirte una receta como dios manda sin activar mil millones de alarmas. Pero en cuanto a conseguirte algunas pastillas... tienes suerte, tengo amigos al sur de la frontera. —Sacó su pastillero, lo abrió y extrajo una sola pastilla roja, que sostuvo hacia la luz entre el pulgar y el dedo índice. —Vete a casa. Ten una buena noche y duerme. Y limpiaré mi agenda para que mañana podamos revisar mi oficina. ¿Una maldita píldora? ¿Una? Extendí la mano, sin querer darle la satisfacción de cogerla de su mano. Aunque cuando colocó la pequeña cápsula roja en la palma de mi mano, diría que se veía bastante satisfecho. **** Me separé de Con Dreyfuss cuando escogió un cactus peludo y lo llevó a la registradora. Aunque estaba en alerta máxima por nuestro combate, cuando doblé la esquina del garaje subterráneo y encontré a alguien jugando en el área general donde había dejado mi coche, traté de mantener la calma y decirme que no era nada. Alguien

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haciendo algo completamente inocuo. Abriendo su maletero. Poniendo una pegatina de parachoques en su coche. Pero cuando me acerqué y vi que era realmente mi coche con el que estaban jugando, las posibilidades inundaron mi cerebro, desde los dispositivos de rastreo hasta los coches bomba. Hasta que vi quién era, de todos modos. —Ey, Richie. Se levantó de un salto y se giró, con los ojos desorbitados, y luego sonrió cuando se dio cuenta de quién era yo. —¡Hardcore Vic! —Se limpió la mano en su abrigo, luego extendió su regordeta mano para un apretón. Una mano recién limpiada no es atractiva para mí, ya que llama la atención sobre lo que estaba en ella, así que preferiría haber mantenido las manos para mí mismo. Además, sus uñas eran demasiado largas, con medias lunas grisáceas debajo de las blancas que parecían menos tierra fresca y más como un par de semanas de abandono. Pero fui un imbécil con Richie en la época en que los dos fuimos compañeros de clase en Campamento Infierno, ahora sentía la necesidad de ser especialmente amable con él. Así que la estreché. —¿Puedes creerte este pedazo de chatarra de mierda? —Preguntó. Eché un vistazo a mi maletero. Él había escrito LÁVAME en la película de sal de carretera. Embarazoso. —Sí, eso es mío. Me miró por un momento, luego dijo sin ninguna vergüenza. —Sabes que los tapacubos no son realmente metálicos, ¿verdad? Son de plástico. —Cierto. —Deberías conseguir un Lexus. Ese es un buen auto.

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—Lo tendré en cuenta. —Yo ya tengo el mío nuevo… el modelo del año que viene, je, je, antes de que esté fuera. Traté de parecer adecuadamente impresionado. —Tiene un volante que se calienta. Espejos con calefacción, además. —Cruzó a un lugar de estacionamiento numerado mucho más cerca del ascensor y señaló un sedán. —Color genial, ¿eh? Perla de ágata de fuego. Era de color marrón. —Vas a trabajar aquí, —dijo, —¿verdad? Así también podrás elegir tu Lexus en un año. —Probablemente no. Estoy bastante apegado a la Comisaría Quinta. —Eso no es lo que dice el agente Dreyfuss. ¿Oh, en serio? —¿Qué dice el agente Dreyfuss? —Que te cansarás de empujar lápices eventualmente. Je, je. — Pensó en lo que acababa de decir y luego añadió: —¿Qué significa eso?

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Capítulo 5 ¿Me importaba lo que Constantine Dreyfuss pensara de mí? No. ¿Por qué debería? Al menos yo hacía un trabajo honesto. No fingía que era un tipo normal, y luego me vestía con un gorro de punto feo, lanzando golpes a personas y volando aviones y dando órdenes a un escuadrón de psíquicos. No es que Jacob y Richie constituyeran un escuadrón por sí mismos. Indudablemente, había más personas con química cerebral especial en el FPMP. Tal vez no era todo agente-secreto y ser ingenioso, pero el trabajo policial tenía que hacerse, maldita sea. Aunque desde el momento en que escuché mi primera canción punk, pensé que era genial burlarme de los policías, después de una docena de años en la Fuerza, viendo lo que he visto y sabiendo lo que sé, puedo decir con certeza que si crees que los policías son gilipollas, espera a enfrentarte a un criminal sociopático endurecido. Luego espera hasta que te des cuenta de que hay mucho más de donde vino. El coche de Lisa estaba allí cuando llegué a casa, así que me sorprendió cuando abrí la puerta de entrada a un deslizamiento de correo basura. Como ella está en casa más que Jacob o yo, tiende a recogerlo la mayor parte del tiempo. No me pongo tan mal por crear líos, pero habría restos de la ropa de Jacob y libros y cosas varias por toda la casa si nosotros no fuéramos detrás de él recogiendo los restos.

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—Estoy en casa, —grité, cuando los catálogos resbaladizos se escaparon de mi alcance y se extendieron más lejos en el vestíbulo. Los apilé con más firmeza y me pregunté si estaría bien si hablara sobre el tema policial con Lisa, o si eso sería como quejarme del precio de la factura de calefacción a alguien acampado en un refugio para personas sin hogar. —Estás en casa temprano. —Lisa tenía puesta una chaqueta y un bolso colgado del hombro. —¿Otra cita? —Dije antes de considerar si realmente necesitábamos entrar en eso. Levantó las cejas, y me di cuenta de que no llevaba maquillaje, así que probablemente no. —Eh... lo siento... lo que quería decir era, ¿cuándo puedo conocer al afortunado? —Es un poco raro. —Miró por encima del hombro. —Ya sabes. La tienda de campaña y eso. —De acuerdo, —dije. Cuando realmente quería decir: No, no es raro, está bien. Cualquiera que sea lo suficientemente bueno para ti no se atrevería a pensar menos de ti debido a la tienda. Y si este idiota lo hace... —Siempre podríamos encontrarnos en un restaurante. Los catálogos se deslizaron, a pesar de mi intento de sujetarlos. Una publicación particularmente elegante con un gran Lexus marrón en la portada se posó en mis zapatos. Moví el correo y lo recogí. Estaba dirigido a Jacob. Sorpresa, sorpresa. Resoplé molesto y dejé caer todo el correo al suelo. Lisa dio un paso alrededor de la pila. —Me voy a hacer el corte de pelo del que hablamos. —No corto, —dije, y, oh Dios mío, ¿desde cuándo había desarrollado la compulsión de microgestionar su vida? —No corto. Sólo un recorte.

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Probablemente fue para mejor que no la usara como caja de resonancia para valorar el trabajo policial. Todo lo que siempre quiso ser era una policía, y ahora era una deserción de PsyTrain viviendo en una tienda de campaña en la sala de estar de su ex compañero. La puerta se cerró detrás de Lisa, y me dejó solo para reflexionar sobre el peso de mis decisiones, el significado de la vida, la gran pila de correo en el suelo y la única cápsula de Seconal. Prácticamente podía sentirla deslizándose por mi garganta, pero si Dreyfuss las repartía una a una, sabía que era mejor no tragarla y quedarme sin nada. En lugar de eso, busqué en el alijo de vitaminas de Jacob hasta que encontré algunas enzimas que venían en forma de cápsula. Desenrosqué la cápsula, tiré el polvo por el desagüe y expulsé el polvo restante de la enzima de las mitades vacías. Luego abrí el rojo sobre una hoja de papel de aluminio y partí el polvo entre las dos cápsulas con un cuchillo de mantequilla, con cuidado de capturar hasta el último trozo de polvo. Me tragué la vitamina adulterada para asegurarme de que nadie más se encargara de tomar una píldora extraña que encontraran en la encimera de la cocina. No es que ninguna de las personas con las que vivía realmente haría eso. No después del primer y único incidente de Auracel de Lisa, de todos modos. La euforia relajada no se instaló de inmediato, pero supe que pronto sería suficiente para despegar el borde. Mientras esperaba que los barbitúricos empezaran a funcionar, decidí que también podría echar un vistazo al catálogo de coches para analizar mis preferencias antes, así no terminaríamos con un gran sedán marrón, con un nuevo dispositivo de rastreo brillante en él, aparcado en el frente una vez que Jacob llegara a su primer aniversario en el FPMP. No habría manera de evitar el dispositivo de rastreo, por supuesto.

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Sospeché que ya estaban en nuestros teléfonos de todos modos. Pero la idea de andar en un coche marrón era deprimente. Como el ridículo puzle todavía monopolizaba la mesa del comedor, llevé la pila de catálogos al sofá, me quité los zapatos, apoyé los pies en la mesa de café y comencé a hojear la pila. Cuando estaba hojeando el catálogo de Lexus, descubrí una revista que sobresalía por detrás de él, una pequeña brizna de periódico llamado Inner Eye que se encarga de los psíquicos y los aspirantes a psíquicos. Por lo general, solo lo tiro al montón en la oficina de Jacob, no solo está dirigido a él, sino que siempre he encontrado que es completamente seco, principalmente relleno y conjeturas. Sin embargo, el titular de la edición actual me detuvo en seco. El asesino anda libre. Y luego me colgué en la foto de portada, porque conocía a ese imbécil. Era la escoria humana que mató a golpes a su novia con un plato de perro. Una de las páginas se rasgó cuando lo abrí para encontrar el artículo principal. Tenía ocho páginas. Lo leí rápido, una vez, dos veces, y luego lento, deteniéndome en las frases “condenado con evidencia psíquica” y “magistrado con un historial de prejuicios y predisposición antipsíquica”. Y solo por si acaso, “La familia de la víctima está devastada”. Estaba leyendo, tal vez por duodécima vez, cuando Jacob llegó a casa. Empezó con: —¿Qué es esto que he escuchado sobre tu regreso al FPMP mañana? Todo lo que le debías a Dreyfuss era un exorcismo, ¿verdad? Él no te convenció de nada más. ¿Lo hizo? —Se sentó a mi lado. —¿Vic?

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Mientras registraba que él me estaba hablando, en este momento estaba ocupado con el hecho de que mi realidad acababa de inclinarse sobre su eje. No por algo sobrenatural tampoco. Una vez que Jacob se dio cuenta de lo lívido que estaba, trató de calmarme, pero fue sutil al respecto. En realidad, él había disminuido mi enojo significativamente cuando Lisa llegó a casa. Me di cuenta, vagamente, que su cabello se veía bien, suelto alrededor de sus hombros. Pero sobre todo estaba tan devastado como la familia de la víctima. ¿Por qué le doy al sistema una escena de asesinato con evidencia y un perpetrador tan obviamente culpable que su propia madre lo condenaría… y es absuelto? —En el último caso en el que trabajé, —le dije a Lisa, —la camioneta del tipo cubierta de pruebas de sangre. ¿Es condenado él? —No lo sé. Ese es el futuro, aún no ha sucedido. —¿Pero hay alguna posibilidad de que se libre? El sí-no debe ser capaz de verlo. —A lo mejor hay una posibilidad, pero por lo general hay algún tipo de oportunidad para cualquier cosa que se pueda imaginar. Te volverás loco preguntándote acerca de todas las formas posibles en que puede llegar a ser. —¿Una buena oportunidad? Sin respuesta. No tenía que hacer ninguna pregunta para enojarme otra vez, eso era seguro. —¿Por qué molestarse? —Le espeté. —¿Por qué molestarse en apresar a esas escorias si la única consecuencia son unos meses de encierro mientras esperan sus absoluciones? —No puedes pensar en ello de esa manera, —dijo Jacob. —Hiciste tu parte. No eres responsable de lo que sucedió después de eso. Santa mierda.

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—Nunca dije que lo fuera, aunque hay que admitirlo, el hecho de que reuní las pruebas con mi capacidad pareció ser el factor decisivo. Trataron de convencerme de que era una casualidad, que el sistema necesitaba personas a las que les importara, personas como yo. El uso de los testimonios de PsyCops era tan nuevo y tan radical que tenía un largo camino por recorrer, pero nunca ganaría legitimidad a menos que los jueces y los jurados se acostumbraran a admitir pruebas psíquicas. Tal vez fuera cierto, y alguien tenía que ser el pobre chiflado cuyo trabajo fuera destruido sistemáticamente solo para permitir que los idiotas en la sala de tribunal comenzaran a salir de su zona de confort. Pero, ¿ese alguien realmente necesitaba ser yo?

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**** Volver a trabajar en mi puzle no valía la pena, no en comparación con el puzle de mi vida que necesitaba resolver. Tampoco pasar canales en la televisión. El horario principal incluye a los tipos malos que obtienen lo que merecen a largo plazo, y mi taza de cinismo seguramente se agotaría si tuviera que dar testimonio del karma ficticio en acción. Entonces, ¿qué quedaba por hacer? Jacob puso la comida frente a mí y la comí, pero no saboreé nada. Y luego me tragué la mitad restante de mi Seconal y me dirigí escaleras arriba, ignorando todas las preguntas bienintencionadas sobre si estaba bien. Podría haberles dicho que mañana sería otro día, o que todo terminaría por resolverse, o que el que ríe el último, ríe mejor, pero nunca he sido mucho de tópicos, y pensé que mi círculo interno tampoco lo era.

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Estaba mirando el techo de metal prensado, contando la cantidad de diamantes (veinticuatro y medio, igual que siempre) cuando Jacob se unió a mí. Se tendió de lado, frente a mí, con el codo plantado y la cabeza apoyada en el puño. —Yo también me cabrearía, —dijo. —Los de la científica encontraron un fragmento del plato pegado a un puto pelo debajo del zócalo, —dije. —¿Cómo puede alguien con un cerebro lograr una absolución de eso, solo porque les dije dónde mirar? Jacob no se molestó en contestar. Ambos sabíamos que era una tontería. —Entonces, ¿cómo tratan las pruebas que encuentras para los federales? —Pregunté. Entonces me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que realmente hacía consigo mismo una vez que abandonaba la fábrica de conservas. Por lo que yo sabía, él era un guardaespaldas sobrevalorado, o, Dios no lo quiera, un chupatintas. —Suponiendo que seas un investigador. —Lo soy. Conté hasta veinticuatro y medio, luego me di la vuelta para mirarlo. Me había imaginado que él estaba burbujeando con entusiasmo por venderme su nuevo y elegante trabajo, por lo que la reticencia pareció decir... aunque no sé qué me decía exactamente. Buscó en mis ojos, y dijo: —Realmente no puedo decir cómo tratarán mi evidencia. No he encontrado nada. —¿En dos meses? —Ya habría encerrado por lo menos a unos pocos violadores si todavía estuviera en la Fuerza. —¿No podrías hacerle a Lisa algunas preguntas para hacer avanzar las cosas? —Lo hago.

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—¿Y? —No puede ver nada. Es como si la señal estuviera bloqueada. Aunque Jacob no era el único Tieso Verdadero en el mundo, eso parecía un maldito inconveniente. —En algún momento te rindes, guardas el archivo y empiezas algo nuevo, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo más espera Dreyfuss que caves? Jacob se encogió de hombros. Parecía muy preocupado por mí, dado que se preocupa lo suficiente por todo para todos. Una pequeña parte de mí debió haberse preguntado por qué no estaba más frustrado por su falta de resultados, porque casi me lo perdí cuando un tendón en su mandíbula cambió. Y luego me di cuenta de que su indiferencia era todo fachada. Probé las aguas con: —Tal vez todo lo que importa es que tengas un ojo en el FPMP. Apretó la mandíbula de nuevo. Tal vez no. —Podría hablar con Lisa por ti, —sugerí. —Ella podría hacer el sí-no conmigo un poco más... —Creía que no querías tener nada que ver con el FPMP, —dijo, y tenía razón. No lo hacía —Así que no te preocupes por eso. Es mi problema. Por supuesto, al decir eso, básicamente se aseguró de que me preocupara por eso. Además, elegir los límites de la investigación de Jacob era infinitamente más atractivo que contemplar la inutilidad de mi propio trabajo. —Tal vez el sí-no podría apuntarte a alguien que podría ayudarte. —Ya lo hemos revisado. No funciona. No para esto. —Entonces quizás deban dejarlo pasar y dejarte pasar a algo nuevo. Algunas cosas toman tiempo para desentrañarse.

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Jacob se dio vuelta y me mostró la parte de atrás de su cabeza. Seguí hablando. —Ellos moverán la investigación al segundo plano eventualmente, ¿verdad? —No pronto. —Simplemente parece una pérdida de tiempo. Como no lo estaba dejando pasar, Jacob suspiró y rodó para mirarme de frente otra vez. —La misión entera de la agencia es evitar que los psíquicos sean eliminados. Y aquí, un ex FPMP Tieso fue tiroteado en una calle concurrida a plena luz del día. ¿Cómo eso se las había arreglado para evadir las noticias? ¿Y la charla de pasillo? —¿Recientemente? —El pasado febrero. Todo lo que había comido se revolvió en mi estómago mientras mi cuerpo juntaba lo que Jacob estaba diciendo antes de que mi cerebro lo hiciera. —Aquí, ¿en Chicago? —Pregunté estúpidamente. —Justo enfrente del Centro Correccional Metropolitano. Tal vez mi cerebro había estado buscando en sus bases de datos el fragmento de película apropiado. Reprodujo ese delicioso recuerdo ahora: la llovizna gris, el tráfico, el espejo lateral del SUV clavándoseme en el hombro. Los disparos, el pánico, el movimiento de la multitud. El agujero rojo en la frente de Roger Burke. También reprodujo la pantomima que su espíritu hizo antes de ser absorbido por el infierno, en el que había implicado a la secretaria de Dreyfuss en el tiroteo.

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Jacob me había estado observando durante mucho tiempo antes de que dijera: —La declaración que les diste a los investigadores fue bastante directa. No mencionaste ver nada más que lo físico. Y como no había estado dispuesto a entrar en las charadas de fantasma de Roger, tampoco mencioné haber visto a Laura en la escena. Gemí hasta sentarme y me froté la cara con las manos. Un Seconal no lo cortaba totalmente. —Has estado trabajando durante dos meses en un caso en el que fui testigo ocular, ¿y me lo dices ahora? —Esperaba que no estuvieras involucrado directamente. —Bueno, yo no le disparé. Jacob mantuvo su tono deliberadamente insípido. —Recuperamos la bala. Era una de 9 mm, pero no de una Glock. El percutor de la Glock deja una impresión cuadrada, lo que elimina tu arma de servicio. Dios mío. Menos mal que solo tenía una pistola a mi nombre. —¿Hay alguna razón por la que debería haberlo consultado contigo? —Preguntó. Suave. Tranquilamente. Como si yo no pudiera ver a través de él como a un repetidor de una década. —¿Qué dice Lisa? —Que sabes más de lo que pusiste en la declaración. —Fantástico. De hecho, ya habían discutido esto, aunque Jacob podría haber asumido tanto sin ninguna ayuda del sí-no. Luego agregó: —Pero no sabes quién apretó el gatillo. Espera un minuto. ¿No lo hacía?

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Capítulo 6 —¿Laura Kim? —Jacob casi se echó a reír, pero luego su expresión cayó, sin sonreír, mientras una docena de emociones jugaban en su rostro, todas ellas con un sutil sabor de confusión e incredulidad. — Estás bromeando. ¿Verdad? —Me conoces mejor que eso. —Pero... —la boca de Jacob funcionó. Nunca lo había visto tan atontado. —¿Laura Kim? —¿Estaba ella en algún otro asunto oficial? —No tenía ni idea de que estuvo allí. ¿Estás seguro de que era ella? Sí, soy capaz de distinguir a una persona asiática de otra. Respondí con una mirada. —Pero no tiene ningún sentido, —dijo. —Acabo de estar en el campo de tiro con ella, escoge dianas redondas en lugar de contornos con forma humana. Eso es por lo incómoda que está con dispararle a un ser humano. Lástima que no hubiera sabido... tal vez él podría haber agarrado uno de sus casquillos. Leí el pensamiento en su expresión, y con la misma rapidez lo vi contrarrestarlo. Enganchar un casquillo no serviría de nada, ya que no tenía ningún casquillo de la escena en pruebas, solo una bala. Necesitaría una bala para la comparación, y las balas que perforaban los objetivos en forma de diana redonda la noche

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anterior se hundirían en una capa de goma balística. Buena suerte encontrándola entre cinco toneladas de plomo adicional usado. —Es la persona más amable que has conocido, Vic. Un verdadero amor. No puedo creer que ella... ¿lo viste? —No directamente. El fantasma de Burke me dijo que fue ella. —¿Hablaste con el...? Dios mío, eso es enorme. ¿Qué dijo? —Nada... él estaba a unos veinte metros de distancia. —Supuse que no me estaba dorando la píldora. —Pero me hizo un gesto. Puso ojos chinos. Y un movimiento de disparar. Y luego desapareció. —Es coreana —murmuró Jacob. —No china. Él quería más, podía verlo. Una razón plausible, por ejemplo. Un sospechoso más probable. Algo que potencialmente podría tener sentido. Los dos buscamos inspiración en el techo de hojalata, y finalmente dije: —Podría haber estado mintiendo. Le encantaría que yo hiciera el ridículo. —¿No es tu teoría que nombrar al asesino es generalmente la razón por la que una víctima de asesinato se queda? Si ese es el caso, ¿por qué iría en contra de la corriente solo para señalarte en la dirección equivocada, especialmente si no iba a estar presente para deleitarse con las consecuencias? Nunca había podido clasificar a Roger Burke mientras estuvo vivo, así que no me sorprendió exactamente que no pudiera ponerle pies y cabeza ahora que estaba muerto. Ya que la respuesta más definitiva que podríamos obtener estaba escaleras abajo, pensé que también podría ir a ver qué es lo que el sí-no pensaba de nuestro problema. Las luces del techo estaban apagadas, pero una lámpara de lectura estaba encendida dentro de la tienda, lanzando la silueta de Lisa contra el nylon azul. Su cabello todavía estaba suavemente suelto.

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Capté un fragmento de conversación y luego una pausa, hablando por su teléfono, a juzgar por la inclinación de su cabeza y el ángulo de su brazo. Risa baja. Más charla. Español, me di cuenta al dejar el escalón inferior. Lo que era bueno. Porque sería espeluznante estar fuera de su tienda y escuchar a escondidas. La mayor parte de mi vocabulario en español consiste en frases como yo no sabía que el coche era robado, o estaba en casa viendo la televisión durante los disparos, o Eso no es sangre, es salsa de mole. Dado su tono, estaba bastante seguro de que Lisa no estaba en medio de ese tipo de discusión. Estuve de pie por un momento y dejé que la inclinación y la cadencia se hundieran, y disfruté el hecho de que sonaba feliz. Realmente feliz. Me imaginé a un hombre hispano en el otro extremo de esa llamada telefónica. Tal vez treinta y tres. Mirada seria. Buen cabello. Alguien a quien su familia aprobaría, diablos, alguien a quien yo aprobaría. Tal vez un policía. O tal vez algo menos brutal, como un maestro, un trabajador social o un bombero. Mi pregunta podía esperar, decidí. Había quedado sin respuesta desde febrero, después de todo. Estaba a punto de darme la vuelta y volver a subir las escaleras cuando Jacob vino detrás de mí, tan fuerte que no podría haber hecho más ruido si lo hubiera estado intentando. La silueta de Lisa se puso de pie y abrió la cremallera de la tienda, y luego el nylon se despegó y ya no fue una silueta. Su respuesta de lucha o huida está tan bien sintonizada como la mía, y la impresión de Jacob “la manada de búfalos” en las escaleras, provocó su alarma. —Aguarda, —dijo ella en su teléfono. Luego, para mí: —¿qué? Jacob se detuvo detrás de mí, asimilando la solapa de la tienda, el teléfono, Lisa. Él está tan nervioso como yo acerca de que se marche y, aunque obviamente son cercanos, hay más incomodidad entre los

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dos que entre Lisa y yo. Una vez que me conoces, soy bastante predecible. Jacob no. Durante años, Jacob ha vivido de acuerdo con el adagio: si no puedes decir nada agradable, no digas nada en absoluto... y si tienes que mentir, hazlo por omisión. Pero gracias al síno, ni siquiera puede pensar en una idea disidente sin que Lisa se entere haciéndose algunas preguntas rápidas. Él camina sobre cáscaras de huevo a su alrededor ahora. No es que realmente ayude. —Puede esperar, —dijo. —No queríamos... puede esperar. Lisa nos miró a los dos y luego dijo al teléfono: —Tengo que irme. —Una pequeña pausa, después: —No, llegarás a mañana7. —Sabía que mañana significaba mañana, pero no tenía contexto para el resto de la frase. Probablemente algo mundano, como “nos vemos”. Consideré buscarlo más tarde en mi diccionario español-inglés, pero sabía que mis posibilidades de recordarlo durante más de treinta segundos sin escribirlo eran escasas. Desconectó, luego dijo con una voz más exasperada que curiosa: — No es gran cosa. ¿Qué? Jacob dijo: —Cuando Roger Burke recibió un disparo enfrente de la prisión, Vic dice que vio a Laura Kim... Lisa se sobresaltó. —Lo hizo. —Ya he dicho eso. —¿Por qué este concepto era tan difícil de entender para Jacob? Reconocí a Laura y la había visto allí. —Laura Kim estaba en una parada de autobús al otro lado de la calle. Me habló, me dijo que yo no debería estar allí. Me alejé de ella, y luego oí el disparo. No la habría identificado de inmediato, pensé que solo era 7

En castellano en el original.

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una secretaria, ¿sabes? Y con todos los rascacielos, no se podía decir de dónde provino el ruido, fue como una cámara de eco. Pero una vez que murió, Roger indicó que ella fue quien disparó. —No uso la palabra “indicar” en una conversación común, pero la tenía fresca por leer todos esos informes cuidadosamente redactados. Indicar, observar. Palabras cuidadosas para cuando la realidad suena completamente hecha polvo. Los ojos de Lisa se movían de un lado a otro como si estuviera viendo un partido de tenis en la parte delantera de mi camiseta. Después del primer segundo o dos, me di cuenta de que ella no había dicho que sí. Y tampoco había dicho que no. Contuve la respiración. Jacob contuvo la suya. El sonido lejano de un motor de motocicleta alcanzó su punto máximo y disminuyó. Los radiadores siseaban. El motor del refrigerador arrancó y se instaló en un zumbido bajo. —Vic la vio, —repitió Lisa, desconcertada. —Pero eso no me dirá si ella le disparó. —¿Ves? —Dije. —Estaba allí. Lisa parecía preocupada. —En realidad... no sé sobre eso. Solo que la viste. —Vale, —dijo Jacob—, está bien, está bien, es algo con lo que trabajar. —Agarró un bolígrafo de la mesa de café y comenzó a buscar algo en qué escribir. —Todo lo que tenemos que hacer es reducirlo a una pregunta mejor. Buscaba un trozo de papel con tanta fuerza que no vio la expresión de la cara de Lisa, ni el hecho de que ella estaba sacudiendo la cabeza. Pero yo lo hice. —No te voy a ayudar a investigar a Laura Kim, —dijo ella.

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Jacob detuvo su búsqueda de papel. —¿Por qué no? —¿No lo sabes? Ella es la ex esposa de Constantine. —Mierda... Laura estaba fuera de la liga de ese bicho raro. —No tendría ningún sentido que Laura lo hiciera. Tal vez no estén casados, pero todavía son cercanos, confían el uno en el otro en todo. Si ella fue quien disparó, o si iba detrás de la espalda de Con y... —ella negó con la cabeza. —No. O Con lo sabía y... no, él no sabía. Jacob dijo: —Eso es bueno, significa que no me puso en el caso solo para mantenerme ocupado. —No... y eso es todo, ya he terminado. Eso es todo lo que voy a ver. Hemos pasado por esto de un lado a otro, arriba y abajo. Jacob dijo: —Pero no con Laura... —Es como una de esas imágenes del Ojo Mágico donde se supone que debes ver algo más en el patrón. Si no lo veo, y trato de forzarme, no va a llegar. Especialmente no si estoy molesta por ello. El sí-no, no me mostrará lo principal que quieres saber, y cuanto más trato de verlo, más me molestas al respecto, más embarrado se pone. Jacob se sobresaltó. —¿Por qué estás molesta? No te estoy friendo a preguntas. —¿Qué te importa si ella solía ser la señora Dreyfuss? —Pregunté. —¿Desde cuándo te importa lo que piense alguno de ellos? —Vosotros dos no fuisteis los únicos que vinisteis a Santa Bárbara a ayudarme cuando estaba en un aprieto. Con también estuvo allí. —Claro, —me burlé, —por la bondad de su corazón. Lisa me dio una mirada de advertencia.

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—Arruinaré mi propia credibilidad si ando por ahí acusando a personas tan cercanas a él, especialmente si el sí-no no está claro y podría estar completamente equivocado. Cerró su tienda de campaña mientras Jacob la miraba como un borracho que se hubiera perdido la última llamada por diez segundos. Lo tomé por el codo y lo dirigí hacia las escaleras. Lisa podría no estar dispuesta a jugar el juego psíquico esta noche, al menos no con nosotros. Sin embargo, no tenía ninguna duda de que ella misma se estaba haciendo el sí-no para dormir, lo admitiera o no a Jacob. Como alguien que está acostumbrada a manejar las cosas, debía sentirse molesta por la falta de capacidad de respuesta de su talento. Estaba seguro de que ella seguiría haciéndolo. Y cuando apareciera algo definitivo, seríamos los primeros en saberlo.

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Capítulo 7 El manojo de ramitas que colgaban sobre nuestra puerta principal estaba viejo y con telarañas, ya que el ritual de limpieza mensual de Crash se avecinaba cualquier día. Aun así, Jacob y yo nos inclinamos juntos, susurrando algunos planes de último minuto debajo de él. Puso dos dedos en mi antebrazo, un pequeño recordatorio que habíamos desarrollado para evitar que el otro se dejara llevar cuando hablar claramente no era seguro, pero eso estaba bien. Sería capaz de expresar mi punto de vista mientras mantenía lo que decía inútilmente vago. —No te preocupes. Puedo hacer esto. Presionó su frente en mi sien. —Sólo sé cuidadoso. —Créeme, sé cómo decir tonterías. He estado practicando toda mi vida. —Con el sí-no respaldándonos, alguien necesitaba comenzar a examinar a Laura Kim. Como realmente yo no la conocía, me parecería menos sospechoso si fuera yo quien hiciera las preguntas... aunque estaba matando a Jacob entregar esta pieza crítica de su investigación a alguien más. Incluso a mí. En mis fantasías, se me ocurría una pregunta que la abrumaba hasta el punto en que ella admitiera fácilmente lo que había estado haciendo ese día, luego firmara una declaración jurada para sellar el trato. Pero, dado que Laura no se quedaba atrás en el departamento de cerebros, era dudoso que la aturdiera con mis inteligentes habilidades de interrogación.

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Habíamos preparado un plan que parecía plausible cuando se susurró debajo del edredón en la oscuridad de la noche. Ahora, sin embargo, me estaba enfriando. Jacob se subió al gran Vic Crown negro y se alejó, y no había otra cosa más que yo pudiera hacer que seguir adelante. Cogí mi propio auto, una vez que borré la palabra LÁVAME con un puñado de nieve gris. Mi compacto no impresionante era una parte crítica de nuestro plan. Me removí en el asiento todo el camino y seguí a Jacob al aparcamiento subterráneo con un agarre mortal en el volante. Se detuvo en un lugar numerado, y yo coloqué mi coche en el aparcamiento de visitantes y apagué el motor. Sacar las llaves de la ignición era muy automático para mí, lo hice a pesar del hecho de que había planeado bloquearlas deliberadamente. Cuando las volví a poner, traté de recordar haber bloqueado alguna vez mis llaves en cualquier lugar y me quedé en blanco. Tal vez la parte de mi cerebro que es responsable del conocimiento del bloqueo estaba más desarrollada que la de cualquier tipo del montón. Probablemente sea así, la visión del llavero que colgaba de la ignición me inquietó. Pero, de acuerdo con Jacob, esta sería la mejor manera de conseguir a Laura Kim sola. Así que abrí la puerta, bajé el seguro bloqueador de las cerraduras, di una disculpa silenciosa a mis llaves y cerré la puerta de golpe detrás de mí. Jacob y yo subimos al ascensor, y le dije: —Mierda, me he dejado las llaves atrás. —Pensé que sonó bastante natural. —Revísate los bolsillos, —dijo Jacob, lo cual no habíamos planeado, y maldita sea si no sonó el doble de natural que mi comentario. Él era bueno.

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Les di unas palmaditas a todos, localizando un par de aspirinas, unos cuantos paquetes de sal, una linterna pequeña y un contenedor de spray para el aliento que Zigler había rellenado con Agua de Florida. —Aquí no. El ascensor suspiró y nos dirigimos hacia el elegante vestíbulo del FPMP. —Vic ha cerrado las llaves en su auto, —Jacob le anunció a Laura — de nuevo desviándose del guión. Se suponía que sería yo quien admitiera mi negligencia, pero de alguna manera, esto fluyó. — ¿Puedes abrir la puerta? —La navegación a bordo la abrirá para ti, —dijo ella. —Puedo hacer una llamada. —Es un coche más viejo, —dije. —¿Hay alarma de coche? —No. —Me había imaginado que la pegatina de mi Orden Fraternal de la Policía era bastante disuasiva. Hasta ahora había sido cierto. Eso, o era obvio, no había nada allí que valiera la pena robar. —Para como son los coches, es de bastante baja tecnología. —Puedo echar un vistazo, pero si no es el tipo de cerradura correcta, no funcionará. —Laura se quitó los auriculares, desvió su teléfono multilínea a otro lugar, abrió un cajón del escritorio y sacó un largo pedazo de metal. Jacob atrapó mi mirada y la sostuvo por una fracción de tiempo, luego dijo: —Llámeme si necesitas algo, —antes de que él mismo se alejara con una tarjeta de acceso. Y luego solo quedamos Laura, yo y la ganzúa. Y la incomodidad. Sí. Esa estaba bastante presente también. Improvisar con Jacob se había

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sentido bastante bien. Pero ahora estaba solo, y me di cuenta de que en realidad no tenía ningún deseo de estar allí, y la idea de estar a solas con Laura no era exactamente alentadora. Sin mi audiencia comprensiva de Jacob con quien actuar, me di cuenta de que en realidad estaba bastante oxidado para decir tonterías. Las puertas del ascensor eran de un metal opaco y cepillado que solo nos reflejaba como borrosas manchas de luz y oscuridad pero, probablemente, era una cabeza más alto que ella. Los dos estábamos vestidos de negro, con pelo negro y piel pálida. Podía distinguir su montura de gafas como una mancha oscura. Mi reflejo tenía una mancha roja donde estaba el nudo de mi corbata. Bajamos sin decir una palabra, a menos que contaras los gritos en mi cabeza que decían: ¡Da conversación! ¡Di algo! ¡Cualquier cosa! —Así que. ¿Eres la cerrajera residente? —Supongo que soy bastante mañosa. Mientras me preguntaba si se suponía que eso tenía un doble significado, las puertas se abrieron al nivel del garaje. Entonces comencé a dudar de la inteligencia de colocarme con alguien que sospechaba que era un asesino en un aparcamiento subterráneo desierto. No me había parecido particularmente espeluznante cuando convencí a Jacob de que me dejara intentarlo… pero eso fue entonces. Y Jacob estaba arriba en algún lugar ahora. Cuando Laura dejó el ascensor delante de mí, me desabotoné el abrigo y la chaqueta, y me encogí de hombros. Debido a su entrenamiento, Laura probablemente podría darme mil vueltas disparando, incluso si no practicaba en objetivos con forma humana. Aun así, me sentí mejor sabiendo que yo podía disparar si tenía que hacerlo. No había ventanas, solo luces montadas en la pared cada pocos metros. El hormigón parecía blanco y fresco, y las rayas de

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encuadramiento estaban pintadas de amarillo. Aun así, había una opresión clandestina en el garaje que no podría iluminar ninguna cantidad de luz y pintura, y un escalofrío se asentó en mi piel donde el sudor me picaba en la nuca. Lo confiné y seguí a mi sujeto, solo un poco por detrás, por lo que no me pareció demasiado obvio. O bien no se dio cuenta, o no le importó. Probablemente ella solo estaba tratando de asegurarse de que supiera que sospechaba de mí al ignorar deliberadamente mi tensión. Se detuvo a unos pasos del ascensor y dijo: —Dónde está tu... oh. —Los otros vehículos eran sedanes y SUV. El mío era un compacto. Los otros eran guardados en garaje, y habían visto el interior de un lavado de autos durante la semana pasada. Si bien había logrado quitar el mensaje de Richie de mi maletero, todavía había una capa de sal que salpicaba mi coche sin ocultar la abolladura del carrito de la compra en la puerta trasera del pasajero. Mi pequeño Ford se destacaba como un pulgar dolorido... un pulgar barato cubierto de sal. —Debería poder abrirlo, —dijo ella. Se trasladó a una puerta trasera, la puerta abollada, y luego dijo: —¿Estás seguro de que no quieres llamar a un cerrajero? La puerta de un auto tiene todo tipo de cables, y siempre hay una posibilidad de fastidiar... —¿Has hecho esto antes? —Más veces de las que puedo contar. ¿Qué era la otra, esconderse en el asiento trasero e introducir una bala bien colocada al conductor desprevenido? Me detuve a varios pasos de distancia, mientras ella apartaba el protector de goma y metía la herramienta. —Tienes que tomarte tu tiempo, —dijo ella. —Cuando finalmente agarres la cerradura, lo puedes notar por la forma en que se siente. —

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Revisé su costado. ¿Estaba llevando armas? No lo parecía, no a menos que tuviera un arma de fuego muy, muy pequeña debajo de su traje ajustado. —Lo siento por alejarte de tu... —Lo dejé colgar, esperando que ella llenara el espacio en blanco con el título de su trabajo. —No hay problema. No me importa. Apestaba tanto en el interrogatorio encubierto. Me reagrupé para otro intento. —Cuando no estás abriendo cerraduras, ¿qué es lo que haces? Ella se rio. Sonó un poco tímida. Tal vez la ponía tan nerviosa como ella a mí, lo que nunca era una buena señal. Eso es lo que siempre se dice sobre cosas como las abejas y los perros callejeros, justo antes de terminar en un mundo de dolor. —El agente Dreyfuss me llama The Fixer8. Porque puedo arreglar casi cualquier cosa. ¿Algo así… como la situación de Roger Burke? Esperando que ella pudiera estar dando vueltas alrededor de una explicación, le dije: —¿Como qué? —Creo que he encontrado el lugar. —Hizo una pausa en su pesca de la cerradura e hizo algunos giros de hombros, luego me miró a los ojos. —Cosas como detener un movimiento para que los Psíquicos sean descalificados para recibir ayuda de la universidad estatal. No habrías oído hablar de eso, lo descubrimos temprano. Cosas como localizar socios y aliados en la comunidad empresarial dispuestos a brindarnos un monitoreo adicional. Cosas como revisar a nuestro personal.

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La Arregladora.

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Ella bajó la mirada mientras decía el último punto. Ya que estaba en la lista de contrataciones del FPMP, solo pude suponer que significaba que conocía hasta la última cosa sobre mí. En otras palabras, el equilibrio de poder aquí era mucho más sesgado de lo que pensaba. Hice mi mejor impresión de “cómodo” procurando un tono ligero. —Para como son los títulos de trabajo, suena mejor que PC-M5. Tal vez ella había estudiado todos mis registros no privados, pero no me conocía lo suficientemente bien como para ver que estaba fingiendo consuelo. Se rio nerviosamente. —Es bastante pegadizo. Lástima que todos mis documentos oficiales, dicen Coordinadora de Operaciones. —Volvió a la puerta del auto mientras un millón de espeluznantes variaciones de arreglar las cosas pasaban ante mis ojos. —Creo que estaba... bien, ahí. Justo ahí. —Tirar, clic, y la puerta trasera estaba abierta. —Puedes llegar al frente para dar al cierre centralizado. Tienes brazos más largos. ¿Por qué una persona no puede desbloquear un auto completo desde las puertas traseras? No todos mantenían a los niños pequeños en el asiento trasero. Algunos de nosotros, los consumidores, hubiéramos preferido abrir el vehículo sin exponer nuestras espaldas a la persona que nos ayudó a entrar. Resolví este dilema orientándome hacia ella todo el tiempo que me estiré sobre el asiento del pasajero en lugar de hacer que mi espalda fuera un objetivo. Por suerte, tenía brazos largos y abrí el coche con unos cuantos incómodos tirones. Entonces salté por la puerta principal y agarré mis llaves del contacto. Mientras bajaba del coche, me sentí aliviado de que nuestro pequeño truco de la cerradura hubiera terminado. Desafortunadamente, eso no me había dicho nada en realidad sobre la elusiva Coordinadora de Operaciones, aparte del hecho de que

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ahora tendría que revisar mi asiento trasero cada vez que me subiera a mi coche para asegurarme de que no se escondía allí con los raspadores de hielo y los mapas mal plegados. Toda mi cuidadosa maniobra, y logré encontrar un cargo de trabajo, uno que Jacob podría haber facilitado fácilmente. Genial. Intenté sacar un poco más. —Entonces, ¿todos llevan una barra para abrir coches... o es exclusivo de The Fixer? Levantó la estrecha franja de metal. —Este no es un artículo exactamente estándar. —Ella comenzó a caminar hacia el ascensor, mientras yo me quedaba atrás para ganar un poco de tiempo. Estaba claramente desconcertada por mi lenguaje corporal. Nos detuvimos en la marcha hacia las puertas, completamente fuera de sincronía, y finalmente tuvo que cruzar por delante de mí para presionar el botón de llamada. Hice todo lo que pude para no inmutarme visiblemente. Las puertas se abrieron. Subimos, las puertas se cerraron y nos enfrentamos a nuestros reflejos borrosos. El ascensor comenzó a subir. —Entonces, ¿cuál es el artículo estándar? —Hubiera sido suave, si lo hubiera dicho tal vez cinco segundos antes. En su forma actual, salió como un sinsentido. —¿Qué? —Las pistolas. ¿Todos tienen armas iguales? —No... no exactamente. La mayoría de nuestros agentes de campo van con una Sig P229. Los ex agentes de la ley tienden hacia las Glock. —¿Y tú llevas...? —Sólo si me asignan a una ubicación sensible. —Había estado buscando una marca, pero ella tomó la pregunta de una manera completamente diferente… si llevaba alguna siquiera. Como si no se le hubiera ocurrido que Jacob me había dicho que estaba en el lugar.

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Como si no supiera que un disparo probablemente provino de su dirección general aquel día frente a la prisión. —La mayoría de los días trabajo aquí. Realmente soy más efectiva si tengo acceso a mi ordenador seguro y a todas mis bases de datos y archivos. —Y a tu barra para reventar coches. Ella se echó a reír y dijo: —El auto que tenía en la escuela de posgrado era una especie de chatarra. Las bisagras en la puerta del lado del conductor estaban oxidadas, por lo que no podía abrirla sin que se cayera toda la puerta, lo que sucedió en la calle Maxwell, ¿sabes que solían tener ese gran mercadillo de los domingos? Alguien en realidad también trató de comprármela, como si fuera a conducir a casa sin una puerta. Una vez que la volví a conectar, mi llave se rompió en la cerradura de la puerta del pasajero. La barra y yo nos conocimos muy bien ese año. —Guau. Mi primer auto usado olía a huevos duros. Odio pensar por qué. Ella pareció relajarse, solo un poco. —¿Puedo preguntarte algo? Esperemos que no fuera por qué estaba tan interesado en su arma. —Por supuesto. —¿Con te va a hacer barrer el quinto piso? Bien. Ella había dejado caer lo de Agente Dreyfuss. No es que supiera lo que indicaba. —Podría. —Espero que lo haga. —Se estremeció. —¿Cómo puede soportarlo? Ese sentimiento, ya sabes, como si alguien te estuviera mirando. Difícil decir si los fantasmas eran todo su problema en ese sentido. Después de todo, el ex esposo que ahora firmaba su cheque de pago

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era un visor remoto. ¿Lo sabía ella? ¿O fue ese hecho una visión estratégica, bien vista por Dreyfuss, para hacerme sentir como un copo de nieve especial? El ascensor se detuvo y me preparé para salir, pero luego me di cuenta de que solo estábamos en el cuarto piso, y que alguien estaba subiendo. Alguien que recientemente había escrito LÁVAME en mi pequeño coche asediado. —¡Hardcore Vic! —Richie cogió mi mano y la subió y bajó como si no nos hubiéramos visto en años. Llevaba mocasines marrones, pantalones de lana marrones y una chaqueta de punto marrón nudosa sobre una camisa beige de planchado permanente que estaba abotonada mal, por lo que un lado del cuello cabalgaba más alto que el otro. La parte superior de su cabeza, de la que tenía una gran vista, era bonita y brillante. Su mano estaba húmeda. Una vez que terminó de darme el gran apretón de manos, se volvió hacia Laura y le dijo: —Ahí estás. He estado tratando de llamarte durante unos diez minutos. —Luego se volvió hacia mí, y la imitación de Stefan en Campamento Infierno de él girando para mirar a la gente cuando hablaba, me hizo sentir como un imbécil. Porque, por supuesto, ese elegante novio y yo nos habíamos reído de la manera en que Einstein no podía hablar con alguien sin alinearlos con todo su cuerpo. —¿Qué estáis haciendo, chicos? —Exigió Richie, insinuando un rollito entre Laura y yo con la sutileza de una niña de ocho años. —Estaba ayudando al detective Bayne a desbloquear su auto, — dijo ella plácidamente. Tampoco le costó ningún esfuerzo. Me pregunté con qué frecuencia trataba con Richie. Mi culpa por la forma en que me había burlado y antagonizado sin duda se agotaría en algún momento, y su estupidez desenfrenada comenzaría a molestarme. Pero Laura parecía tener un buen suministro de paciencia.

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—Qué pedazo de basura, —declaró Richie. —Tal vez cuando el Agente Marks obtenga su Lexus te venda su Crown Vic a bajo precio. —Tu preocupación por mi vehículo es conmovedora. —Ser como coches de polis, —explicó. Si bien nadie me acusó de ser el rey de la gramática, auuu. —Y tendríais el mismo nombre... Vic, conduciendo un Crown Vic. Je, je. Laura sonrió cortésmente ante el chiste. El ascensor nos dejó en el quinto piso no demasiado pronto. Nos dirigimos hacia el amplio espacio del gran y moderno escritorio, y Richie apoyó los codos en él, extendiéndose como si estuviera a punto de pedir una bebida especial de dos por uno en la hora feliz. —Bueno, los chicos nunca instalaron mi nuevo televisor anoche, — le dijo a Laura. —¿Había un problema estructural en tu pared? —Nah. Simplemente no aparecieron. —Bueno, voy a llamar. —Porque necesito mi televisor. —Cierto. Voy a reprogramar. —No me puedo perder ese programa. Ya sabes. El que miro. —Comprensible. —Está colocado allí en la caja. Quiero decir, ¿de qué sirve dentro de la caja? Me pregunté cuánto tiempo podría sostener una discusión con alguien que seguía de acuerdo con él cuando Laura lo empujó hacia la línea de meta con: —¿A qué hora debo tener a los instaladores… las siete? —Eh, sí, está bien. Debería estar en casa a las siete. Es la noche de todo lo que puedas comer en The Blue Room. —Lo tengo. A las siete.

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Tal vez aprendí más sobre Laura Kim de ese pequeño intercambio que lo que lo hice de todo el episodio en el aparcamiento. Si bien era mi experiencia, los técnicos proporcionaban una amplia ventana de llegada y luego aparecían cada vez que les daba la gana, la confianza tranquila de The Fixer me llevó a creer que podía hacer que lo de las siete en punto ocurriera. Lo hizo con la misma confianza que acababa de demostrar para que Richie dejara de quejarse de los instaladores, aunque tanto si él estaba allí para dejarlos entrar o si aún estaría ungiendo servilletas de papel de dos capas con salsa ranchera, grasa de pollo y salsa picante en ese momento, serían conjeturas. Una vez que Laura se colocó el auricular, pulsó unos pocos botones y escuchó, me dijo: —Al Agente Dreyfuss le gustaría verte en su oficina. Te acompañaré hasta allí. —Déjame, —dijo Richie. —Tengo una pregunta para él. Una importante. Una mirada cruzó su rostro. ¿Fue un pequeño cálculo? ¿Sopesando los pros y los contras de soltarme solo con Richie para que me guíe… o determinando la forma menos invasiva de mantener a Richie en línea? Ella presionó un botón, se detuvo, y dijo: —Al agente Duff le gustaría hablarte. ¿A quién? Ella escuchó, luego le dijo a Richie: —Adelante.

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Capítulo 8 No es que hubiera tenido la impresión de que el apellido de Richie fuera en realidad Einstein, pero la constatación de que nunca supe su maldito apellido fue bastante perturbadora. Casi tan perturbador como oír llamarlo por el título de agente, lo cual, tengo que admitir, se ve bastante suave delante del nombre de Jacob. No tanto precediendo al de Richie. Llamó a la puerta, que emitió un leve clic electrónico, luego me dio un codazo a un lado y saltó hacia adentro como si estuviéramos corriendo hacia una caja de donuts con una sola rosquilla. —Bueno conocí a estos tipos en el karaoke, —le dijo a Dreyfuss—, y ellos realmente quieren venir a ver a los Bears conmigo en Acción de Gracias. —¿De cuántos chicos estamos hablando? —Dos. Eh... tres. —Lo que hace un total de treinta y dos invitados. Richie pensó en ello. Luego comenzó a contar con los dedos. Luego se perdió en algún lugar alrededor de ocho, mientras que el repetidor a su lado recibía una bala en la garganta. —Bueno, está mi equipo de bolos, son cuatro. Además mis vecinos Bernie y Meg…. Una vez que superé la idea de que Einstein cantara karaoke, intenté comprender el costo de invitar a treinta y dos personas en Soldier

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Field9, especialmente el Día de Acción de Gracias. Ese partido se agotó dos horas después de que las entradas estuvieran disponibles... no es que impida que Dreyfuss consiga más. Solo que la idea de que él estuviera dispuesto a hacerlo era interesante, por decir poco. —No sé si podemos hacer que muchos de ellos se muevan detrás de la línea de cincuenta yardas, —dijo Dreyfuss. —¿Estás seguro de que no quieres un palco en su lugar? —Sólo son tres asientos más. —Bebidas gratis, Richie. A la gente le encanta un barril helado. Piensa en lo divertido que será en tu palco exclusivo: la felicidad del climatizador. Cóctel de langostinos y caviar. Camareras sexys. Demonios, incluso puedo conseguir bailes eróticos si eso es lo que te gusta. —No frente a mis vecinos. —Richie se sonrojó. —¿Qué tal pizza? ¿Habrá pizza allí? —Creo que podría arreglarse. Richie consideró la oferta, luego se giró para estar frente a mí por completo. —Hardcore Vic, ¿querrías venir? La idea de ver al equipo de bolos de Richie engullir un poco de grasa rezumando del plato hondo mientras las camareras sexys montaban sus ingles, fue algo divertida, pero no era la forma en que quería pasar el Día de Acción de Gracias. Probablemente sería gracioso durante unos diez minutos... y luego me puse a pensar en la forma en que todos tuvimos que pagar cinco dólares la última vez que alguien hizo una ronda de pizza en la comisaría, y cómo no había 9

El Soldier Field es un estadio multiusos localizado dentro del Burnham Park en Chicago, Illinois, Estados Unidos. Se utiliza principalmente para la práctica del fútbol americano y sirve como local del Chicago Bears de la National Football League. Fuente: Wikipedia.

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quedado nada más que unas cuantas cortezas cuando llegué a la sala de descanso. —Jacob y yo ya... —El Agente Marks también pueden venir, —agregó Richie. —Ya tenemos planes. —No habíamos discutido si nos dirigiríamos a Wisconsin o no, pero quería dejar el día abierto por si lo hiciéramos. Incluso si eso significaba rechazar todo el cóctel de gambas que me interesara comer. —Habrá pizza. —Lo he oído. Pero ya sabes. Cosas de familia. Richie pareció desconcertado por esa excusa, pero Dreyfuss hábilmente apartó la conversación de mi vida personal. —Hablando del Agente Marks, ¿te importaría conseguirlo para mí, Richie? —Claro, —dijo él. —No hay problema. —Creo que a Richie no se le ocurrió preguntarse por qué Dreyfuss no levantó el teléfono y lo llamó. **** Después de que la puerta se cerró con un suave clic magnético, pregunté: —Entonces, ¿cuánto te está costando la Increíble Aventura de Acción de Gracias de Richie? —Cerca de la mitad que lo haría si hubiera insistido en los asientos de la línea de cincuenta yardas.

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Si yo tratara de conseguir un solo par de entradas del Sargento Warwick, incluso en la sección de hemorragia nasal10, él mismo me diría que los sacara de un revendedor. —Bolsillos profundos. —El dinero es solo dinero, el tesoro imprime más todos los días. Los asientos detrás del banco, sin embargo, tienen ataduras adjuntos de las que yo tan pronto no tiraría. Prefiero hacer malabares con mi presupuesto que quemar favores. Dinero, favores, conexiones, todo valía algo. El Seconal requería todo lo anterior, y me sentiría feliz por el resto de mi vida por la cantidad de rojos que podría conseguir por el coste de un palco. Diablos, bailaría claqué por el puñado de rojos en su bolsillo, pero no lo dije. Me pareció que yo no era tan exigente como Richie, y le devolvía mucho más a cambio de mi tarifa. Me paseé por la habitación. Los tres repetidores se veían igual que el día anterior. —Chance no está aquí, —dije. —Por supuesto que no. Me froté la nuca, girándome para capturar al Triplemente Tiroteado en mi visión periférica. La primera bala le dio en el muslo. Miré hacia otro lado, disgustado, antes de ver una repetición de las otras dos rondas. Salar al drogadicto disparado en la esquina de la tienda de conveniencia era una cosa. Los pobres tontos que trabajaban en la caja registradora no tuvieron nada que ver con su muerte. ¿Dreyfuss, sin embargo?

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La parte más alta de un campo deportivo. Se utiliza para exagerar la altitud de los asientos más altos, es decir, las grandes alturas le provocan hemorragias nasales. Fuente: urban dictionary.

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—Si no te gusta trabajar en una oficina encantada, deberías haberlo pensado antes de que mataran a los chicos. —¿Crees que es un dolor en el culo conseguir entradas? —Dijo. — Trata de encubrir un tiroteo. Creo que ya me conoces lo suficiente como para ver que no es mi estilo. —Me gusta tener la mente abierta. —¿No me crees? Pregúntales tú mismo, ¿quién los puso aquí, yo o la vieja guardia? Solo me quedaré aquí y fingiré que estás haciendo una pregunta retórica. El repetidor del tiro en la garganta se lanzó hacia atrás. Sería una carga tremenda en mi mente si pudiera preguntarles. Claro, podrían mentir. Pero por lo general no lo hacían, no sobre sus asesinos. Aunque eran solo repetidores. No tenían nada que decir... verbalmente, al menos. Me quedé mirando el lugar donde aterrizó la víctima, luego me arrodillé y toqué la bereber. La textura se veía diferente donde su sangre se acumulaba, aunque cuando la sangre desapareció, la textura se transformó, cambiando hasta que se mezcló con el resto de la alfombra. Así que la alfombra había sido reemplazada desde el tiroteo. Escaneé la alfombra actual. Había estado allí un tiempo; pude detectar un sutil indicio de desgaste entre la puerta y la antigua posición del escritorio de Dreyfuss. Pero el grueso era caro y no cedió mucho. Además, Dreyfuss había sido Director Regional durante algunos años, por lo que el desgaste de las alfombras no era mucho para examinar. Levanté la vista hacia Triplemente-Tiroteado. Si bien no pensé que de repente encontraría una fecha y hora de la muerte estampada en su frente, hubiera sido bueno. También hubiera sido bueno notar que llevaba un traje de ocio con un gran cuello grande, o un traje con

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hombreras gigantes. Pero la moda masculina no tiene exactamente cambios importantes cada década, por lo que tampoco había pistas en su vestuario. Pensé que tal vez podría datar el pelo del tipo cerca del baño, pero resultó que solo tenía un alto pico de viuda11. La voz de Dreyfuss me sobresaltó. —Quizás no necesites preguntar nada... tal vez te comuniques con ellos telepáticamente. —¿Quién ha dicho que me estaba comunicando? —Tú, amigo mío, eres un enigma envuelto en un misterio dentro de una mezcla de poliéster. Me negué a dejar que me cebara. —Aun así, tu lenguaje corporal me dice que no son una gran amenaza... a diferencia de cierta persona que aparentemente puede ir y venir como le plazca. —Miró el pequeño cactus en su aparador para recordarme nuestra charla en la floristería sobre la doctora Chance, luego bajó la voz y dijo: —Es refrescante que no necesite decirte cómo jugar el juego. No sabes nada. No ves nada. Estás operando bajo las impresiones más vagas. Bien. Pero si llegas a "sentir" algo importante, nos conviene que me lo cuentes… no como el mayor avistamiento que decidiste mantener para ti mismo. ¿Lo entiendes? —Si su paradero es tan importante para ti, tal vez deberías hacer que el chico que acaba de conseguir el palco la encuentre. —Los dos sabemos que eso no va a suceder, así que, ¿cuál es tu punto?

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—No aprecio que mi pago sea repartido una pastilla a una. —Deshazte del problema y te llenaré. Con alegría. Estaba a punto de precisar los detalles específicos del “llenado” cuando Jacob y el Señor Palco se nos unieron. —Lo siento por tardar tanto, —dijo Jacob. —Estaba justo en medio de algo. —Cuando las palabras salieron de su boca, me di cuenta de que probablemente había intuido la razón de Dreyfuss para enviar a Richie a buscarlo, y detuvo al pobre hombre para que nos diera tiempo a solas. Jacob debía estar en su gloria. Ya no tenía una compañera que dijera: “¡No, no lo estabas!” y arruinara su doblez de la verdad. A modo de saludo, Dreyfuss le preguntó a Jacob: —¿Alguna suerte de que el Centro Correccional Metropolitano juegue limpio con tu investigación? —Aún no. Tu contacto no me ha devuelto la llamada. —Bueno, sigue socavándole. Me debe un favor. —Dreyfuss se volvió hacia mí. —Enfoquémonos en el terreno de nuestra casa, ¿qué partes del edificio son las primeras en la fila para la Operación Cactus? —La sala de conferencias en la que busqué la última vez que estuve aquí. —Y si la doctora Chance no me estaba esperando allí, ¿entonces qué? —El último... sitio físico también. —En otras palabras, donde sea que haya ordenado que la maten a tiros. —¿Algún suministro que debamos conseguirte? Tenía mi sal y mi Agua de Florida. Negué con la cabeza. —El Agente Marks te mostrará los alrededores, —dijo Dreyfuss. Jacob dijo: —La sala de conferencias, eso está por donde personal, ¿verdad? En su mejor voz de “obvio”, Richie le dijo:

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—En un piso totalmente diferente. —Y la otra ubicación, —preguntó Jacob. —¿El subsuelo? —Cuarto piso suite de invitados C, —Dreyfuss suministró. —Alguien realmente necesita conseguirte un mapa, —dijo Richie. —¿Cuánto tiempo llevas aquí, dos meses? Jacob se encogió de hombros, y cuando vi el movimiento minúsculo, me di cuenta de que su actuación de "Estoy perdido" era otra artimaña más. Sabía muy bien dónde estaba todo. Probablemente había trazado todo el edificio en una semana. Pero ¿por qué me preparó para tener a Richie como mi guía en lugar de él? Alrededor de un millón de razones por las que hacerlo. Mi relación con Richie abarcaba casi dos décadas. Claro, la mayor parte de ese tiempo consistió en unos pocos años cuando estábamos en la veintena, y la mayor parte de ese tiempo la pasé burlándome de él sin piedad. Parecía haberse visto lo suficientemente bien al final como para dejar que lo pasado fuera lo pasado. O tal vez, a pesar de mi actitud de mierda en aquel entonces, había sido lo más cercano a un amigo. Richie no solo parecía disfrutar de mi compañía, sino que había estado trabajando en el FPMP durante años. Aunque Jacob ciertamente podía mostrarme lo que sucedía, no tenía una idea de la historia del lugar, especialmente los pequeños secretos sucios que se suponía que no debía conocer. Y no solo le gustaba a Richie... sino que él no era lo suficientemente inteligente como para censurarse en mi presencia. Especialmente si estaba tratando de impresionarme con lo mucho que sabía. Si solo pudiera hacer que dejara de hablar de coches. —Probablemente tendré mejor suerte explorando las cosas con Richie, —dije. —La vibra de Jacob podría enviar algo a la

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clandestinidad. —Esto evidentemente era falso, por supuesto. La Tiesitud de Jacob no actuaba como un tipo de disuasión de fantasmas, simplemente no podían escabullirse dentro de su piel. Afortunadamente, Dreyfuss no lo sabía. —¿Qué dices, Richard? ¿Puedes dedicar tiempo de tu agenda para mostrar al Detective Bayne los alrededores? La mayoría de las personas a las que se les daba trabajo adicional se habrían detenido y hablado sobre cómo necesitarían barajar sus responsabilidades para poder sacarle algo a Dreyfuss por asumir una tarea adicional, pero Richie dijo de inmediato: —¡Por supuesto! No hay problema. —Una vez más, le acaban de entregar un palco el Día de Acción de Gracias. Tal vez era más sencillo de esa manera, dar y recibir una exuberante muestra de confianza sin tener ninguna garantía en reserva. Pero no pude verme adoptando esa metodología yo mismo. Nos giramos para irnos y Jacob salió de la habitación primero. Cuando pasó a mi lado, nos encontramos las miradas. Para alguien tan inescrutable como él puede ser, las micro-expresiones que lograba deslizar son más que intensas. ¿La forma en que yo había fluido con su guía? La aprobó. Sus ojos eran dos puntos oscuros de ferocidad, y se había succionado las mejillas por una fracción de segundo para hacer que sus pómulos de supermodelo sobresalieran de una manera que me dejó débil de rodillas. Esa mirada prometió llevarme y usarme y hacerme rogar por misericordia... luego dejarme escurrido y colgado para que se secara. Se deslizó por la puerta, y la mirada devastadora se fue. Me moví para seguir adelante, y Dreyfuss me dijo:

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—Si haces contacto, actúa rápido y haz lo que sea necesario. No es tonta. Si ella descubre lo que estás tratando de hacer, es posible que no tengas otra oportunidad. Sin juego de palabras12. Aunque la mayoría de los golpes de fantasmas que hago consisten en borrar repetidores, mover a Jennifer Chance no sería el primer exorcismo de un fantasma sensible que hubiera realizado. Había acompañado a una docena de espíritus con personalidades desde el día en que liberé al Fantasma de Fuego de su cadena de perro espectral. Sin embargo, esos espíritus habían sido víctimas. Los había apartado de la rutina en la que se demoraban revolcándose en sus muertes, pensando que debería ayudarlos a pasar a algo mejor. Aunque la Doctora Chance estaba calificada técnicamente como víctima, algo sobre la forma en que me habían desplegado me hizo sentir menos como un asistente y más como un asesino. Tal vez tenía más en común con Laura Kim que una historia con autos usados pésimos. **** Richie y yo llegamos a nuestra primera ubicación, la sala de conferencias. Capté una bocanada de especias en el aire, lo que me confundió porque los accesorios de hierbas se usaban en Magia de la Tierra y Vudú, y Richie era más un tipo de agua bendita y de incienso. Por otra parte, olía sospechosamente a tandoori13. —¿Quieres que haga que corten la electricidad para que podamos concentrarnos? —Dijo Richie. 12 13

Oportunidad en inglés se dice “chance” que es el apellido de la doctora. Tipo de cocina indo-paquistaní.

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Realmente no tenía ganas de dar vueltas en la oscuridad si podía evitarlo. —Vamos a esperar por ahora. No has percibido ninguna actividad aquí últimamente, ¿verdad? —Sólo la reunión trimestral de presupuesto. Je, je. Me reí de manera poco convincente y examiné el lugar donde solía estar el repetidor que había volado sus propios sesos. El chico del suicidio ya no estaba allí. Pero al ver la extensión de la mesa y la pared sutilmente texturizada detrás de ella, una pared que probablemente fue reemplazada por completo para deshacerse de la evidencia, no pude dejar de preguntarme. ¿Por qué ese tipo apretó el gatillo? Quizás lo vio como una mejor opción que someterse a un interrogatorio. O tal vez haya habido otro par de manos en juego que no pude ver, ya que su dueño no estaba muerto todavía, una especie de versión macabra de adultos de “¿por qué te golpeas a ti mismo?” O tal vez había un telequinético de alto nivel tirando de las cuerdas de la víctima. Me estremecí. —¿Sientes un punto frío? —Dijo Richie. Se metió en mi zona de confort. —No creo que yo lo haga. —No, es solo que... no es nada. Está limpio. Richie marchó alrededor de la mesa. Su paso era extrañamente equilibrado, pesado, sin gracia. Cuando terminó su circuito, se quedó en su sitio, balanceó sus brazos paralelos entre sí y me miró expectante. Dada mi aversión a estar encerrado, no estaba exactamente ansioso por ver las suites de invitados. Pero como la doctora Chance no estaba en ninguno de los lugares en los que la había visto antes, supuse que su celda de retención era el siguiente lugar lógico en el que mirar. Mi incomodidad se convirtió en algo más

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cercano al miedo a medida que nos acercábamos al área de súperalta-seguridad, pasando primero a través de un deslizador de tarjeta de acceso, luego una puerta cerrada manualmente con dos hombres muy grandes y capaces, de ojos duros, con trajes negros lisos que la vigilaban. Richie les habló con los mismos derechos detestables como hizo con Laura. —Necesitamos la habitación número, eh... ¿recuerdas lo que era, Vic? —Suite C, —dije. Mi voz sonó oxidada. Uno de los agentes se volvió hacia el monitor de un ordenador. El otro me estaba mirando, y aunque no sabía por qué había captado su atención, supongo que no era porque esperaba que estuviera libre para cenar. Era unos años más joven que yo, musculoso y capaz, y aunque el nivel de su aseo personal hizo ping en mi gaydar, el resto de su lenguaje corporal definitivamente no. Su cabello estaba recortado incluso más corto que el de Jacob, prácticamente calvo. Estaba más bronceado que el resto de nosotros, los blancos, como si acabara de regresar de unas vacaciones en Florida, y sus pálidos ojos grises contrastaban con el bronceado. Era posible que él supiera quién era yo, quién era Jacob y exactamente con quién nos relacionábamos. Probablemente, algunos matones en la Quinta también lo sabían, pero no era reconocido abiertamente. ¿Aquí, sin embargo? No estaba seguro. Estar fuera del armario en el trabajo era algo nuevo para mí y quería asegurarme de que lo manejaba bien. Como no quería parecer que estaba ligando con él, aparté la vista primero. Dejó al otro agente en el ordenador y nos llevó a un pasillo que contenía cuatro puertas escalonadas y ninguna ventana. No se parecía a una prisión, ni a un hospital, ni siquiera a las salas de

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registro en el aeropuerto de O’Hare. Parecía un bonito edificio de apartamentos o tal vez un motel elegante, aunque un motel con cerraduras increíblemente robustas en cada puerta. Allí en la floristería, había dicho que Jennifer Chance no podría hacer otra cosa que hacer un lugar frío, y para la mayoría de la gente, eso era cierto. Debido a mi talento, mis cuerpos sutiles estaban mucho más sueltos en mi piel física que los de la mayoría de las personas. Los fantasmas descontentos a veces me asaltan, como si no los notara tratando de colarse, y Jennifer Chance era la chica del póster del descontento. Aspiré luz blanca mientras caminábamos por el corto pasillo hacia la segunda puerta a la derecha, abriéndome de par en par como una boca de incendios en la escena de un gran fuego, fomentando mi conexión con cualquier cósmica energía psíquica que alimentara mi capacidad de cargarme, pronto. Y luego canalicé toda esa energía blanca brillante en un traje psíquico para protegerme de ser penetrado, por Chance, o por cualquier otro intruso fantasmal potencial. ¿Crees que caminar y masticar chicle es difícil? Intenta caminar y chupar luz blanca. Mi visión se tambaleó y me dirigí a Richie. Me colocó en mi lugar y me dijo: —¿Mucha caminata? Je, je. Nos detuvimos frente a la puerta, que no se veía tan siniestra como pensé que debería ser. El agente usó una tarjeta de acceso y una llave de metal para abrir la suite. —¿Quieres la puerta abierta, —le preguntó a Richie, —o cerrada? —Abierta, —respondí, antes de que Richie pudiera ofrecerse como voluntario para que nos sellaran en este lugar en el que la doctora Chance llegó a su fin... porque antes, al verla en la sala de juntas o en

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el baño de Dreyfuss, podría haberla esquivado. O tal vez no, ya que no era corpórea y no se veía obstaculizada por zapatos resbaladizos o la pobre capacidad aeróbica, pero al menos yo mantuve la ilusión de que al menos podría intentarlo. ¿Encerrado en una habitación, sin embargo? No, gracias. Richie entró a la derecha. Me quedé en la puerta. El chico calvo se quedó de pie listo en el pasillo. Era una habitación sencilla, sin esquinas afiladas. Los bordes curvilíneos le daban un aire a los 60. Si hubiera habido alguna ventana, podría haberse sentido como un cuarto ejecutivo para el personal temporal. Su apariencia estaba completamente en desacuerdo con lo que había esperado, que incluía pozos de fuego, esposas colgando del techo, y cualquier equipo que usen para torturar con agua a los terroristas en Gitmo14. —Aquí está, —dijo Richie, una vez más balanceando los brazos en tándem, delante, atrás. Delante, atrás. —No siento nada. Miré a mi alrededor. Había una cama de obra, un escritorio de obra y un inodoro en un rincón discreto en la esquina. No del todo privado, pero mejor que un cagadero comunal de la cárcel. Los colores y líneas relajantes no solo eran modernos, sino que mostrarían a un fantasma tan eficazmente como mi antiguo apartamento blanco sobre blanco... si hubiera habido un fantasma que mostrar. Di tres pasos y me obligué a hacer algunas respiraciones de limpieza. Luego canalicé parte de esa luz blanca protectora hacia mi visión. Sé que no son realmente mis globos oculares y mis nervios ópticos los que perciben el plano espiritual, pero tal vez esa habilidad

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Diminutivo de Guantánamo.

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viva lo suficientemente cerca de la parte visual de mi cerebro, por lo que la distinción es discutible. Aspiré la luz, y miré. Nada. —¿Esta era la habitación de Jennifer Chance? —Le pregunté a Richie. —¿Quién? Estaba a punto de levantar las manos y decir: “¡Por el amor de Dios!”, cuando vi que el agente en el pasillo me estaba observando. Él hizo un pequeño asentimiento. Me pregunté si él había sido el que presionó un arma en su frente y apretó el gatillo. Rompí el contacto visual y me di la vuelta. —¿Qué es lo que crees que estamos haciendo ahora? —Le pregunté a Richie. Reflexionó sobre la pregunta y luego dijo: —¿Buscando fantasmas? —¿Y quién se queda encerrado en estas habitaciones? —No sé. —Si tuvieras que adivinar... —Gente. —Sonaba como si el tema lo aburriera. —No lo sé. — Caminó por la habitación, mirando fijamente la pared. ¿Era mejor guardando secretos de lo que pensaba, o estaba flotando en una nube más grande de feliz ignorancia que yo? —¿Nunca has oído hablar de Jennifer Chance? —Nah. —Y no sabes para qué son estas habitaciones. —No lo sé. No me importa. No debería haberme sorprendido por su proceso de pensamiento, o su falta, y sin embargo, de alguna manera, lo estaba. Tal vez esperaba que él hubiera aprendido algunas cosas a lo largo de los

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años. Tal vez lo había hecho, él había descubierto la forma de ordeñar un palco del Director Regional del FPMP, después de todo. Pero en el fondo, él era el mismo viejo Einstein. Tal vez la ignorancia de Richie no era lo que me estaba molestando. Tal vez era el paralelo que no podía dejar de dibujar entre él y yo. Al menos podría decir esto por mí mismo: me importaba. Quería saber si Con Dreyfuss había ordenado que se matara a esos tipos en su oficina, o si alguien más fue en realidad el responsable de apretar el gatillo. Quería saber si Jennifer Chance todavía era un peligro para alguien. Quería saber si todos los años que me había hundido en el departamento de policía fueron algo más que un trabajo improductivo. —Es hora de almorzar, —dijo Richie. —No querrás perderte el almuerzo. ¿Podría siquiera obligarme a comer? Supongo que si me importara tanto la verdad como me decía a mí mismo, lo necesitaría. Cada momento que pudiera pasar en el FPMP era otra oportunidad de encontrar la pieza del puzle que colocaría todo en su lugar. El comedor era tan tranquilo y tenue como el resto del edificio. Supongo que me había imaginado algún tipo de cafetería, una cuadrícula de mesas de plástico blanco brillante con agentes federales de traje negro, todas alineadas en filas. Estarían usando gafas de sol y auriculares bluetooth. Y ninguno de ellos estaría hablando. La realidad no era para nada tan estrafalaria. La habitación tenía ventanas, y aunque tenían vistas a una maraña de vías del tren y a una estación de intercambio, todavía era una vista agradable. Había unas pocas mesas redondas cubiertas con telas blancas donde

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hombres y mujeres de aspecto relativamente normal comían en pequeños grupos. Llevaban trajes oscuros, pero no todos eran hombres caucásicos demasiado grandes como de treinta y tantos. Los tomarías por drones corporativos si no lo supieras. Un aparador contenía platos calientes y un pequeño surtido de aguas embotelladas y zumos sobre hielo. Un joven serio con una impecable chaqueta de chef estaba de pie junto a ella, revolviendo uno de los platos para que no se hiciera una película encima. Richie se acercó a la comida, apretó la cara contra el buffet de platos abierto, luego le quitó la cuchara al cocinero y comenzó a revolver el plato como si estuviera buscando oro. —¿Dónde está la carne? —Se movió con más fuerza, y atrapé un aroma sutil de hierba y mantequilla. —Es todo verduras. ¿Quién se come esta mierda? Me resistí a la tentación de disculparme con el chico con la bata de chef. Probablemente estaba acostumbrado a ello. Aunque insinué que algunas personas comían verduras para hacer un punto al tomar el plato vegetariano, mi elección navegó sobre la cabeza de Richie mientras él llenaba su plato con puntas de solomillo con salsa. Luego se lanzó a una crítica detallada y grandiosa de la estrategia de quarterback de los Bears, que me hizo desear chupar un bocado de filete por la cañería equivocada y ahogarme unos minutos para darme un pequeño respiro. Mientras consideraba la posibilidad de saltar con éxito sobre la silla vacía a mi lado para alejarme de la interminable conversación de fútbol, el Director Regional se sentó en ella, bloqueando mi escape. —A juzgar por la expresión de tu cara, —dijo Con, —Supongo que esta mañana ha sido un fracaso. —Podrías decir eso, —contesté.

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—Supongo que no te has quedado a almorzar para absorber el ambiente. —Miró por la ventana a un tren de carga que pasaba por delante. —Probablemente estés ansioso por salir de aquí y terminar con nosotros. ¿Estás dispuesto a quedarte y hacer una exploración piso por piso? —Parece como el siguiente paso lógico. —Vale. Bien. —Bebió la mitad de su agua embotellada en unos largos tragos. —Tendré que conseguirte una escolta con más autorización.

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Capítulo 9 Qué alivio. No solo se estaba volviendo dolorosamente obvio que Richie no sabía nada, sino que me estaba poniendo de los nervios. Una vez que los adultos terminaron de hablar, Richie comenzó su análisis de la ofensiva de los Bears frente a la defensa de los Colts, mientras Dreyfuss buscaba en su teléfono inteligente y yo trataba de determinar qué había en mi plato. Evidentemente, soy mejor en nombrar hierbas y especias en una botánica que en un entrante. Estaba hurgando en algo verde tratando de determinar si era espinaca o col rizada cuando Dreyfuss le hizo una seña a alguien. Reconocí la cabeza calva y los ojos llamativos de inmediato, el tipo de las celdas de detención. —¿Has conocido a Jack Bly? —Dijo Dreyfuss. —No... formalmente. —Este es el detective Victor Bayne, —suministró Dreyfuss. —El PsyCop, —dijo Bly. No estaba muy seguro de dónde mirar ya que Bly me estaba mirando tan intensamente. Ojalá no se estuviera preparando para una especie de pelea. —El PsyCop, —confirmé, y volví a mi espinaca, o tal vez la col rizada.

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—¿Estáis fuera del filete? —Preguntó Richie. Vi que Bly también había elegido el plato vegetariano. —Harán más si les decís que lo hagan. Bly volvió su mirada inquebrantable a Richie y dijo: —Me gusta la acelga. Richie no podía imaginar que otras personas podrían querer conducir otro modelo de automóvil, o pasar el Día de Acción de Gracias en otra parte, o comer una comida diferente, por lo que parecía haber sido abofeteado con una manguera de goma. Cuando se recuperó, dio un tentativo: —Je, je. Cuando terminamos nuestra comida con una cuenta del borrador de la alineación del año siguiente y de una evaluación de algunos agentes libres, Dreyfuss me preguntó: —¿Estarás requiriendo los servicios del Agente Duff esta tarde también? ¿O te dejo en las capaces manos del Agente Bly? Obviamente, estaba tratando de manipularme para que hiciera una de esas dos cosas, pero dada la posibilidad de una psicología multiinversa, no supe cuál era la opción a la que él estaba apuntando. —Richie no necesita venir, —decidí, no porque estuviera tratando de frustrar a Dreyfuss, sino porque me había cansado profundamente del tema del fútbol. Mi experiencia con el FPMP no fue la misma con Bly como mi niñera. Claro, era mucho más silencioso. Si tenía alguna opinión firme sobre la defensa de los Bears, la guardó para sí mismo. Sin embargo, algo acerca de él me ponía nervioso. Aunque parecía estar bien informado sobre el edificio, y mientras respondía cualquier pregunta que le hiciera, había un conocimiento sutil en sus ojos que hacía parecer que estaba conteniendo mucho más de lo que decía. Además,

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tenía la sensación de que me estaba observando muy de cerca, como los falsos policías que Dreyfuss había plantado en mi comisaría. Bien. Mantendría un ojo en él, uno en el tour... y otro en la actividad potencial de los espíritus. Afortunadamente, las instalaciones no requerían mucha atención. Una oficina es una oficina, y vimos muchas oficinas. Aunque sin espíritus. Sin repetidores, y sin fantasmas sensibles tampoco. Una vez que hubimos agotado las oficinas, salimos a caminar por el aparcamiento. Un montón de Lexus. Sin fantasmas. Supuse que era posible que la Doctora Chance hubiera seguido adelante en algún momento en los últimos meses. No lo sabría con seguridad hasta que le preguntara a Lisa. Aunque podría ser en vano, hurgar en todos los rincones oscuros del FPMP me había hecho sentir menos inquieto acerca de que Jacob pasara sus días aquí. A menos que estuviera preocupado porque desarrollara un caso desagradable de síndrome del túnel carpiano, realmente no había nada que temer en la sede del FPMP más allá de la vigilancia que ya soportábamos como unos conocidos Psíquico y Tieso. El ascensor lanzó una manada de agentes de traje oscuro que se dispersaron hacia sus respectivos Lexus. Menos mal que los faros se encendieron cuando pulsaron sus llaveros, de lo contrario estarían deambulando toda la noche tratando de determinar cuál era Lexus de quién. Uno por uno, rodaron hacia la salida. Mientras observábamos que los autos comenzaban a salir, Bly inició la conversación. —Entonces, ¿te gusta ser un PsyCop? —Si Dreyfuss te reclutó para ensalzar las virtudes del FPMP, —dije, —no va a funcionar. —Nop. —Bly esbozó una sonrisa, la primera que había visto en él todo el día, y se echó a reír. —Sólo curioso.

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Lo último que tenía ganas de hacer era charlar, especialmente con él. Si me hubiera sentido locuaz, habría hecho una broma acerca de no saber que había horas de trabajo fijas aquí ya que Jacob había estado trabajando días de diez y doce horas. Sin embargo, no necesitaba que un extraño estuviera al tanto de esa información tan personal. Especialmente uno que parecía querer conocerme mucho más de lo que yo quería conocerlo a él. Comprendí que tratar de averiguar quién mató a Roger Burke era el tipo de tarea que Jacob no podría abandonar hasta que encontrara una respuesta. Tal vez ahora que presenté la “declaración” final sobre el buen viejo Roger, Jacob estaría mucho más cerca de su gran descubrimiento. Lo que esperaba era que descubriera que Roger estaba mintiendo; no sería una noticia para nadie que mi ex compañero no fue exactamente de confianza. O, tal vez, encontraría que Laura Kim era una especie de agente doble... una agente doble muy convincente que daba una muy buena impresión de un empleado de oficina de treinta y tantos. Sin embargo, lo que me preocupaba descubrir era que Con Dreyfuss había ordenado ese golpe, y luego endosó a Jacob el caso para distraerlo mientras me atraía al seno del FPMP. Y que Dreyfuss hubiera inventado algún tipo de golpe para cubrir sus huellas, de modo que el sí-no pudiera exponer sus maquinaciones. Como imaginé la mirada ardiente en los ojos de Jacob, la que resultó de todo ese pensamiento, deducción y conocimiento, el hombre mismo salió del ascensor y se desvió en dirección al Crown Vic negro. Entonces se dio cuenta de que estaba allí con Bly, ya que nada se le escapaba. Corrigió el rumbo y se dirigió hacia la esquina del aparcamiento, el lugar donde estábamos parados para observar a los agentes, uno por uno, dirigirse a casa.

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Jacob se acercó. Bly dijo: —¿Agente Marks? —Y le ofreció la mano. —Agente Bly. Intentar sacar una lectura de Jacob fue inútil. Hice un intento de todos modos, ya que tenía curiosidad por saber si había encontrado alguna información nueva mientras yo recorría un montón de oficinas aburridas. No se me ocurrió nada. Su expresión, su postura, su voz, todo sobre él era plácidamente neutral. A pesar de que pareció gastar un nanosegundo extra en tomar la medida de Bly. —¿A punto de terminar las cosas ahí? —Me preguntó, lo que significaba que estaba listo para irse, a tiempo, incluso, y que también tenía algunas noticias jugosas. Casi no podía esperar para llegar a casa y... —Hemos visto todo menos el laboratorio, —dijo Bly. Hice una pausa con mi peso cambiado en dirección a mi coche. —No vas a despegar antes de revisar el laboratorio, —dijo Bly, — ¿verdad? Mierda. Si hubiera sabido que había un laboratorio en las instalaciones, lo habría mirado antes, antes de perder el tiempo buscando entre los archivos y el personal. —¿Os importa si me uno a vosotros? —Preguntó Jacob sin problemas. Bly le dio una rápida mirada a la insignia laminada en la solapa de Jacob. ¿Solo chequeando, o buscando una razón para rechazar a Jacob? Es difícil de decir, pero al parecer estuvo satisfecho con el nivel de autorización que encontró allí. —Cuantos más, mejor. Vamos. ****

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Ya es bastante malo que nos dirijamos bajo tierra. Agrega a eso el grosor de las puertas de acero y el escalofriante siseo que hacen cuando se cierran. Pon encima de eso un científico que está muy feliz de conocerme. Ahora tienes una buena idea de lo cómodo que me sentí en el laboratorio del FPMP. —Mi nombre es Kudryasvstev, —dijo nuestro anfitrión con un acento ruso, —así que todo el mundo me llama Doctor K. —Este científico no se veía mucho más viejo que Jacob, pero exudaba una jocosidad imperturbable, mundana y duramente ganada. Nada sorprendería a este tipo. Nada se deslizaría más allá de su percepción tampoco. Todo el tiempo, estaría contento de observar los procedimientos, balanceándose sobre las puntas de sus pies con el vientre hacia adelante, las manos atascadas en los bolsillos de su bata de laboratorio y una enigmática sonrisa boquiabierta en su amplia cara eslava. Una sonrisa que actualmente estaba vuelta hacia mí. —Y tú... eres el PsyCop. Tragué en seco. —Ese sería yo. —Trece años, —dijo. Casi lo corregí y dije doce cuando me di cuenta de que tenía razón. ¿Por qué sabía más de mí que yo? —Eso es un largo tiempo. —No necesariamente. —Aunque últimamente, he estado sintiendo hasta el último minuto. —Lo suficientemente largo, —dijo el Dr. K. —Especialmente en el campo de la psíquica. Es como la aeronáutica en los años treinta, o los ordenadores en los años ochenta. La investigación psíquica es la ciencia más absorbente del siglo veintiuno, y está evolucionando cada día.

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Nos guió a través de un laberinto de armarios de linóleo blanco y mostradores de acero inoxidable en los que cada contenedor, puerta y cajón estaba etiquetado, seriamente etiquetado. Parecía que a alguien con TOC clínico se le había entregado un rotulador y había sido liberado en el departamento de ciencias. Pipetas. Buretas. Matraces. Fórceps. Abrazaderas. —Entonces, ¿qué es lo que estás probando? —Pregunté. —Los resultados son clasificados, —dijo el Dr. K. —Pero en general, estamos tratando de averiguar el mecanismo específico de cómo funciona un psíquico. ¿Cuánto es genético? ¿Cuánto es el medio ambiente? ¿Cómo de común es, de verdad? ¿Y cómo se puede aumentar? Contuve un resoplido desdeñoso. ¿Aumentar? Eso era gracioso. Todos los psíquicos que conocía estarían más contentos de tener un interruptor apagado. Nos adentramos en el laboratorio. Los contenedores de suministro de café en la esquina estaban claramente marcados como normal, descafeinado y té... azúcar, sustitutos del azúcar y crema. Tazas. Servilletas. Removedores, también. Supuse que debería encontrar eso alentador. Si hubiera algún instrumento médico que quisiera evitar, sería fácil de identificar. Incluso para un aficionado como yo. —¿Hay algo en particular que debas ver? —Preguntó el Dr. K., Jacob y Bly se habían retirado un poco, y ahora que el Dr. K estaba solo conmigo, parecía más propenso a conversar. Me pregunté cómo alguna vez lograba hacer algo sin que Jacob lidiara con la gente por mí. —No puedo darte los datos... pero puedo mostrarte todo. —Bueno, solo guíame. Lo sabré si lo veo. —No estaba seguro de lo probable que sería encontrar fantasmas en el laboratorio, pero cuando lo pensé demasiado, los recuerdos de la sesión maratoniana

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de Campamento Infierno con la peluca de la mujer muerta hicieron que mi garganta se agitara. Porque, ¿de qué otra manera puedes poner a un médium en el laboratorio, si no torturándolos con reliquias de los difuntos? O tal vez había habido un accidente, como algún desafortunado geek de la ciencia que se hubiera inmolado a sí mismo, o se hubiera acercado demasiado a una corriente eléctrica para estar cómodo. O tal vez un sujeto de prueba tomó algunos psi-activos que no le sentaron demasiado bien. O tal vez el equipo de ciencia sacrificó gente para crear un lugar que probablemente quedaría encantado... aunque si lo hubieran hecho, supongo que lo habrían etiquetado correctamente. Lo que encontré, en cambio, fue un tipo de aspecto aburrido con un par de electrodos pegados a sus sienes mirando una planta de interior. Estaba en una habitación con paredes de plexiglás, mesa y sillas de plástico blanco, iluminación fluorescente, y no mucho más. —¿Comunicador de plantas? —Pregunté. —Nunca hemos tenido uno de esos, —dijo el Dr. K con una diversión que pareció bastante genuina, respondiendo a mi pregunta de una manera un poco indirecta. —Esto no se trata de Phil, ya conocemos sus habilidades y límites. Pero, ¿eso? —El Dr. K hizo un gesto y, a unos veinte metros de distancia, detrás de un banco de ordenadores de aspecto insulso, noté un gabinete de dispositivos electrónicos expuestos que incluía un tubo de televisión con barras horizontales de estática rodando. Una FantasmaTV, o al menos las entrañas de una. Me estremecí. —Lo tomo como que has visto algo como eso antes… así que no te estoy diciendo nada que no sepas. Aunque el Dr. K sabía exactamente quién era yo, y exactamente lo que sabía sobre FantasmasTV, no tenía planes de revelarle mis

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secretos más valiosos a los diez minutos de haberlo conocido. Respondí con un encogimiento de hombros no comprometido. —Estamos determinando si el equipo afecta el rendimiento de Phil. Dado que no sabía qué tipo de psíquico se suponía que era este tipo, Phil, no sabría si una FantasmaTV lo afectaría o no. Además, ¿quién puede decir que la maldita cosa estaba sintonizada en el canal correcto? Miré por encima de mi hombro para ver si Jacob había estallado en sus Psy-venas, pero él y Bly se habían quedado atrás para que yo lo dijera. Al principio se veían bastante envueltos en cualquier conversación que estuvieran teniendo, pero luego me di cuenta de que era una especie de enfrentamiento de macho del que ninguno de los dos estaba dispuesto a retroceder. Si la testosterona fuera amplificada por una FantasmaTV, habrían estado rodeados por una nube grande y gruesa. Señalé hacia los controles. —¿Puedo echar un vistazo más de cerca? —Adelante, simplemente no cambies la configuración. Me acerqué a la FantasmaTV, con todo el cableado y los circuitos en exhibición. Colocando mi espalda de modo que protegiera el gesto del científico, hice un gesto rápido con la mano. Mis dedos extendidos dejaron trazadores breves. La televisión estaba funcionando, de acuerdo. Miré hacia Jacob, pero él y Bly habían sacado su conversación al pasillo. Con suerte, Jacob estaba descubriendo algo que valiera la pena. Yo seguro que no lo hacía. Con una FantasmaTV reproduciendo el canal médium, cualquier espíritu en las cercanías se iluminaría como faros espectrales para mí. Pero no había nadie en casa excepto yo, el Dr. K y Phil, el tipo de la planta. Tomé nota de la configuración. Parecían los mismos que habíamos usado en la FantasmaTV para aumentar mi talento. Aunque los

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médiums obtuvieron un jugo extra de la transmisión, no era el único afectado. Muchos otros psíquicos que se habían esforzado por ser astrales, finalmente cruzaron el umbral ese día. Pero si las plantas también tenían cuerpos sutiles en el astral, y si esos cuerpos sutiles podían ser manipulados, no tenía ni idea. Caminé hacia el plexiglás. Era como un espejo de dos vías, pero sin la distorsión reveladora. El tipo que estaba dentro de la caja me ignoró, pero parecía que lo hacía por su propia voluntad. Me quedé mirando la planta. Sin rastreadores, una vez más, solo veía la evidencia de cuerpos sutiles cuando las cosas estaban en movimiento. Como no quería contaminar los resultados agregando mi energía, no me demoré. Al menos, no era mi intención. Cuando miré más allá de la planta, me di cuenta de que Phil tenía un rayo de luz pulsante que emanaba de su plexo solar, y no pude evitar darle más atención a ese haz de luz. Estaba dirigido a la planta. Como no había visto nada igual en PsyTrain, era posible que estuviera viendo a un verdadero telequinético vivo en acción. O en inacción, según sea el caso, ya que se veía fenomenalmente desinteresado. —Dejémosle a Phil en su tarea, —dijo el Dr. K, y me apartó del plexiglás con una mano solícita en mi brazo. Me aparté de su toque. Mi incomodidad por tocar me hace fácil de manejar. Profundizamos en el laboratorio, donde había otros sujetos de prueba en otras salas de plexiglás. Una mujer escribía cosas en tiras de papel en una. Un hombre secuenciaba una serie de cartas en otra. Ninguno de los sujetos parecía privado de sueño o drogado. No había camillas o batas de hospital, sin I.V. goteos o restricciones. Aun así, sentí un ataque de pánico con Campamento Infierno escrito por todas partes esperando a que me alcanzara.

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En el momento en que nos encontramos entre el gran almacenamiento de equipos, estaba listo para irme. Más exceso de etiqueta aquí. Centrífugadora. Contador Geiger. ECG. Desfibrilador. Todos los cables y electrodos empezaban a asustarme. Tratamiento de choque: ¿Sabía cómo se sentía… de primera mano? Posiblemente. Parecía una de esas cosas que bloquearía. Y ahora me lo preguntaría toda la noche, tal vez toda la semana. Ya había visto suficiente. —He terminado. El Dr. K se detuvo frente a una puerta con la etiqueta de Almacenamiento en frío y dijo: —¿Estás seguro de que no quieres…? —He terminado, —repetí.

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Capítulo 10 Ahora vi lo fácil que era dejarse llevar y terminar quedándose en el FPMP hasta bien entrada la noche. Cuando hui del laboratorio, el quinto piso estaba cerrado y Dreyfuss se había ido, y con él, mi pago. Me subí a mi Ford Taurus abollado y salí del aparcamiento con Jacob justo detrás de mí. Nos separamos en el tráfico cuando me reencaminé pasando por la taberna. Trataba de decirme que estaba mejor con Dreyfuss debiéndome algo para variar, en este caso una dosis de Seconal por el trabajo del día, pero esa lógica no parecía ser cierta. Lo que necesitaba era mi propia reserva, no promesas y deudas. Pasé el ralentí, explorando ambos lados de la calle. El auto de mi traficante estaba notablemente ausente. Pensando que todavía estaba atrapado en el sistema, y haciendo todo lo posible para no preguntarme si era Dreyfuss quien lo mantenía allí, tragué la picazón en mi garganta y me dirigí a casa. Alcancé a Jacob en la escalera delantera abriendo la puerta. La fábrica de conservas estaba oscura y el coche de Lisa se había ido. Estábamos solos. Algo así. Si no contabas cualquier vigilancia que estuviera apuntada en nuestra dirección. Tanto de qué hablar y sin privacidad para hacerlo. Entramos en el vestíbulo, y él me dio la vuelta y me aplastó contra la pared antes de que pudiera colgar mi abrigo.

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—Pensé que nunca saldríamos de allí, —dijo contra un costado de mi cuello. Tal vez estaba tratando de transmitir información objetiva disfrazada de dulce charla. O tal vez él estaba tratando de conseguir una reacción de mí. Si algo podía distraerme de mi falta de medicamentos decentes, eran esos bigotes arrastrándose por la segunda parte más sensible de mi cuerpo. Soy un imbécil para el cuello, pero por más que quisiera entregarme a la sensación, sentía aún más curiosidad por lo que había descubierto sobre Jack Bly mientras yo estaba escaneando el laboratorio. Metí la mano dentro de su abrigo y rocé el bulto de su arma. —¿De qué estabais hablando tú y el Agente CorteRapado? — Pregunté. —No mucho. —Vamos. Vosotros dos estabais uno encima del otro. —No es mi tipo. Lo sabía… fue la única razón por la que pude burlarme. —No lo sé, tiene esos ojos pálidos que tanto te gustan. La lengua de Jacob arrastró el calor húmedo por el tendón de mi cuello. Contra la humedad, susurró: —Lentes de contacto coloreadas. ¿Qué diablos? Estoy bastante bien versado en el comportamiento masculino, al menos en lo que respecta a la fuerza policial. No podía imaginarme a nadie en la Comisaría Quinta usando lentillas a menos que mejorara su tiro. ¿Y lentillas de colores? Ellos igual de pronto le darían una bofetada a un tutú y una tiara. Los agentes federales no eran mucho más sofisticados que las autoridades locales, entonces ¿cuál era el asunto de Bly? Obviamente, el tipo era una especie de herramienta del FPMP, aunque Dreyfuss sabría que yo presuponía

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mucho, y tal vez quería que esa presunción me distrajera del verdadero... infiernos, no tenía ni idea. Y el aliento caliente de Jacob jugando sobre mi garganta hacía que cada vez fuera menos probable que pudiera encontrar una teoría plausible en un futuro cercano. Mi inclinación natural sería detener las presiones y descifrar lo que Bly podría estar escondiendo, pero esa conversación era demasiado detallada como para tenerla en nuestro propio vestíbulo, donde el FPMP podría escucharla. Si activáramos una porno ruidosa y desagradable, podríamos susurrarnos especulaciones debajo de la cubierta de todos los falsos gruñidos y gemidos. Conocía el disco justo, una maravilla sin trama de un set de fiesta para follar en algún pobre sótano para el arrastre. Los actores no intercambian el diálogo por mucho tiempo, afortunadamente, ya que su entonación es dolorosa de ver. Demonios, el sexo es doloroso de ver, también. Se golpean entre sí lo suficientemente fuerte como para magullar. Encontré mis pantalones ajustados curiosamente solo de pensarlo. El dorso de la mano de Jacob rozó mi floreciente erección, y ambos aspiramos aire. Ese silbido de aliento me recordó al porno, lo que hizo que mi respiración fuera aún más laboriosa. Eso, a su vez, hizo que la búsqueda de Jacob tomara una verdadera urgencia. Había pasado un tiempo desde que tuvimos la oportunidad de hacerlo. Demasiado largo. Hice un último intento de encontrar una forma codificada de comparar notas sobre Bly, pero seguí desviándome por el suave rastrillo de los dientes de Jacob debajo de mi oreja derecha. Tal vez si empezáramos a golpearnos uno al otro, cualquiera que vigilara nuestro canal se desconectaría. Es poco probable, dado que si yo fuera el que estuviera en el extremo receptor, subiría el volumen y llamaría a mis compañeros de trabajo a la habitación también. Pero

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mi juicio se vio comprometido por la presión de las manos de Jacob recorriendo mis costados. Nos empujamos la ropa el uno al otro. Me deleitaba la sensación de estar arañando abrigos, trajes y fundas fuera del camino, demasiado urgente para molestarnos en desnudarnos o incluso subir las escaleras. Solíamos mantener un lubricante súper resbaladizo perfecto para el sexo en la ducha en el baño de abajo, pero eso fue antes de que tuviéramos una compañera de piso. Ahora sería raro. Además, incluso un aplazamiento hacia el baño del primer piso podría matar el repentino y precario momento. Trabajé para abrir la hebilla del cinturón de Jacob y golpeé mi ingle contra su cadera. Gruñó. Unos pocos empujones y él estuvo expuesto, ese grueso pedazo de polla rígida que colgaba de su bragueta abierta, el resto de él despeinado y enrojecido. Dije la palabra sí. La conversación sucia nunca fue mi fuerte, y me quedé más atónito con la idea de que el FPMP escuchara. Bien. Nos comunicábamos a través del lenguaje corporal. Cuando dio un paso atrás y me empujó sobre mis rodillas, arrastré sus pantalones, un puñado de telas gemelas, para evitar que mis rodillas se rompieran contra la baldosa. Mantuve las manos donde estaban, agarrando lana italiana, mientras que Jacob me agarraba por la cabeza y me tapaba la boca con la polla. Sí, fue duro. Y sí, fue perfecto. Sentí que mi propia erección se tensaba en mi pantalón, fría en la punta donde un punto húmedo se extendía por el forro de mi bolsillo. Me concentré en eso, en mi dolorosa dureza y en la tensión en mi mandíbula, en la invasión de ese trozo de carne salada follando mi cara, dentro y fuera, dentro y fuera, el vello púbico raspando mis labios mientras los puños de Jacob se apretaban en mi cabello. —Deberíamos ir arriba, —resopló.

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Noté que no hizo ningún intento real de dejar de golpearme la boca y dirigirme a la escalera. Hice un sonido como, “Ngh”, y puse mi labio superior en la base de su polla. No tenía sentido interrumpir los procedimientos ahora, no con nosotros montando una dulce ola de impulso. Deslicé las manos por la parte delantera de sus pantalones, un puñado a la vez, hasta que lo tuve por el culo, un globo firme en cada mano. Apreté, fuerte, y él comenzó a gemir de verdad. —Cerca, —gruñó. Lo había pensado por la forma en que temblaban sus muslos. —¿Quieres tragar? Di una sombra de asentimiento, que él sintió a través de su agarre mortal en mi cabello. Sin previo aviso, una noción extraña apareció en mi cabeza: si estuviera Bly arrodillado en lugar de mí, Jacob no tendría ningún pelo del que tirar. Inmediatamente, mi instinto insistió en que el Agente Bly definitivamente no era gay. Ni siquiera curioso. Aunque puedo ignorar el hecho de que alguien está interesado en mí (específicamente) hasta que su lengua está en mi boca, soy lo suficientemente bueno como para adivinar la inclinación general de alguien. Muchos hombres de mi edad se afeitaban la cabeza hoy en día, no solo chicos homosexuales. No significaba nada. A menos que agregaras lentes de contacto de colores en la ecuación. Y la forma en que sentí que Bly me estaba observando más de cerca de lo que necesitaba. Y la carga de la pregunta: "¿Te gusta ser un PsyCop?” Lo que podría significar que era un groupie de lo psíquico... aunque no explicaba las lentillas de colores. Resolviendo firmemente sacar a Bly de mi mente, me concentré en el golpe de la cabeza de la polla de Jacob en la parte de atrás de mi garganta, y le di un poco más de succión para acelerar la experiencia hacia el gran final. Jacob soltó un suspiro y reprimió un gemido. Muy

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pronto necesitó arrancar una mano de mi cabello y golpear la palma contra la pared detrás de mí para mantenerse erguido. Con una mano en la pared y la otra ahuecada en la parte de atrás de mi cabeza, me arrastró a su polla para las últimas embestidas. Cuando se liberó, estaba tan abajo que no pude saborearlo. Pero pude sentir el zumbido en su eje mientras disparaba. Salió, luego soltó mi cabeza para colocar su otra mano en la pared, metiendo la frente en su antebrazo mientras se estremecía y aspiraba aire como si chupara luz blanca. Solté su culo, me apoyé contra la pared y me di unos cuantos golpes rápidos a través de mis pantalones. El punto húmedo era enorme, pero gracias a mi imagen mental del Agente Bly con sus raros ojos y su cuero cabelludo bronceado, mi rigidez se había vuelto menos rígida. Jacob dejó caer una mano en mi mejilla y acunó mi cara con el toque de un ala de mariposa. —Creía que estabas en esto. Primero el incidente de la pastilla para dormir, ahora esto. Traté de ser menos obvio acerca de rozar mi polla tan vigorosamente como estaba. —Lo estoy. Es bueno. Me puso de pie, luego me besó... en la frente. —Iré a hacer la cena. —No te atrevas, señor. —Lo agarré de la manga y lo tiré hacia atrás. —No he terminado. Pude ver, por la forma en que se acurrucó contra mí, que si bien me había ofrecido una salida fácil, se alegró de no haberla aceptado. Empujó su muslo contra el mío. Me moví para frotarme en su cuádriceps abultado, tomé su cara con ambas manos y lo besé con fuerza. Nuestra respiración acelerada bailó entre nuestras bocas

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húmedas, y recuperar el estado de ánimo no fue una dificultad. Solo concéntrate en Jacob, me dije. Sus labios. Su lengua. La firme presión de su cuerpo, la insistencia de sus manos. Muy pronto, Bly fue una preocupación lejana, una curiosidad insignificante que definitivamente se mantendría mientras yo atendía asuntos más urgentes. Cogí la mano de Jacob y cubrí mi entrepierna con ella. Mi cuerpo respondió a su toque, igual que siempre. Puede que ya no sea un adolescente, pero la fontanería funciona bien... cuando podía aclarar mi mente y concentrarme en el asunto, de todos modos. Mis ojos se habían cerrado y decidí que mantenerlos abiertos, mantener mi atención en Jacob, sería mi mejor apuesta. No es que pudiera ver mucho más que un borrón mientras él me estaba besando. Pero era un buen borrón. La forma en que él había empezado a masturbarme a través de mis pantalones también era bastante dulce. Me quedé sin aliento, y él suspiró aliento en mi boca y comenzó a manosear la parte delantera de mis pantalones. Mientras se retiraba para desabrocharme la bragueta, cambió de posición. Justo detrás de él, la puerta principal llenó mi campo de visión. Fui bombardeado por imágenes de que volaba abierta, y yo estaba de pie allí con mi polla fuera y una mirada tonta en la cara. Primero imaginé a Lisa enmarcada en la puerta. Luego a Lisa y Crash. Luego a Lisa y Dreyfuss. Y Crash. Y Carolyn. ¿Y traído en la retaguardia? El jodido Agente Bly. Todos mirándome con los ojos abiertos de horror. Puse mi mano sobre la de Jacob justo cuando me desabotonaba la cintura. —¿Qué? —Preguntó. Señalé la puerta detrás de él con mis ojos. Siempre pragmático, se echó atrás y puso la cadena de seguridad.

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—Ya. —Se volvió hacia mí, me evaluó y luego bajó la voz. —Ahora entrelaza los dedos, pon las manos detrás de la cabeza y no muevas un músculo a menos que yo lo diga. Oh-oh. Ahora ese tono de voz llamó mi atención. Hice lo que me dijo. Mi abrigo se amontonó alrededor de mi cuello y mi funda me recorrió el costado. Un tirón de Jacob me bloqueó las rodillas con mis propios pantalones. Una corriente desde la ranura de correo jugó a través de mi ingle expuesta (no pienses en la puerta), pero luego su boca caliente estuvo sobre mí, su boca ansiosa y codiciosa, y me consolé con la idea de que todo el mundo lo que realmente vería, si algún transeúnte mirara a través de la ranura de correo, sería la parte posterior de la cabeza de Jacob. Yo tenía una vista desde arriba. Aparecía algo de cuero cabelludo a través del pelo corto. No tanto como un determinado Agente... No iba a pensar en ese tipo. Céntrate en Jacob. Sus anchos hombros. Su respiración caliente. Su boca húmeda y fundida. Sus dedos se engancharon alrededor de la base de mi polla, masturbándome fuerte mientras chupaba. Moví los pies solo un poco, después de todo, no me habían dado permiso para moverme, y trabé las rodillas para no tener que pensar en nada más que en la mamada. La dulce, dulce mamada. El ritmo de Jacob se aceleró y comenzó a amasar la nalga de mi culo desnudo con su mano libre, la que no estaba constantemente levantándome hacia mi pico, solo a la velocidad correcta, no demasiado rápida, no demasiado lenta, simplemente correcta, y su boca también era justo la adecuada, tan mojada, tan buena, y muy pronto estaría en espiral hacia ella... Un motor de coche aceleró fuera. Los faros brillaron a través de un hueco en la ranura de correo. Contuve el aliento, fuerte. Jacob se

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detuvo y escuchó. Al otro lado de la calle, una contrapuerta se cerró de golpe. Falsa alarma. Sólo un vecino. Desafortunadamente, el momento de pánico me había empujado la mayor parte del camino de regreso a la puerta de inicio. Jacob se puso de pie, todavía masturbando mi polla mojada de saliva. Pasó la mano por la parte superior de mi brazo, donde todavía estaba aparcada detrás de mi cabeza, y me acarició desde el codo hacia el hombro. Con una mirada ardiente, ronroneó: —Te haré olvidar lo que te esté molestando. —Es solo... Encajó su boca en mi oreja y dijo: —Una buena follada dura es lo que necesitas. —Una emoción me subió a la ingle con tanta fuerza que me pregunté si sintió mi acuerdo en mi polla. O tal vez fue la forma en que mi aliento se enganchó lo que le alertó. Dejó de masturbarme y me hizo girar por el codo levantado. —Piso de arriba. Ahora. Rompí mi posición para poder atrapar mis pantalones y evitar que me enviaran de vuelta por los escalones. Jacob dejó que la infracción menor se deslizara, pero tan pronto como crucé el umbral de la habitación, estuvo justo detrás de mí. Con voz profunda, dijo: —Desnúdate. Aunque él también se estaba desnudando, sus movimientos fueron lentos, deliberados, casi perezosos. Por el contrario, mis manos eran ligeras e ineficaces, luchando contra las hebillas y los botones que habían logrado convertirse en una docena de pequeños puzles desde la última vez que los había tocado. Me quité la pistolera mientras salía de mis zapatos y pantalones, me pasé la camisa sobre la cabeza sin molestarme en desabrochar todos los botones, y luego solo estuve yo, y solo Jacob, piel sobre piel. Nos besamos, húmedos y un

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poco salados, y el calor del cuerpo de Jacob me envolvió. No podía estar seguro de si era todo el calor físico, o si algo en sus cuerpos sutiles hablaba de algo en los míos, y ya se estaban mezclando y fusionando en anticipación de lo que estábamos a punto de hacer en lo físico. Parecía terriblemente ambicioso por su parte, prometerme joderme después de que lo había chupado, pero cuando mi mano se movió entre nosotros, lo encontré con muchas ganas de ir. Otra vez. Él sonrió con orgullo contra mi boca, y murmuré mi acuerdo. Nos acariciamos, besándonos, disfrutando de la anticipación. Y luego Jacob me cogió por la muñeca, me hizo girar y me obligó a acostarme boca abajo. Si alguna vez me obligara de verdad, sería un billete de ida a Sustolandia. Pero confiaba en él de una manera que nunca antes había confiado en nadie. Cuando colocó mis manos sobre mi cabeza y me separó los muslos con la rodilla, estaba absolutamente seguro de que se detendría en el segundo en que lo pidiera. Con esa certeza, podía realmente dejar pasar todo. Todo. A cualquier cosa a la que diablos hubiera estado dándole vueltas… ¿por qué? Nunca admitiría, ni en un millón de años, que la idea de ser el juguete para joder de alguien era excitante, ya que no es en absoluto como me veía a mí mismo. Pero la dura vara que me empujaba hacia arriba y abajo por el culo me dijo que Jacob podía verme así, y la idea de que él me tomara, me extendiera, me usara... esa idea borró todo lo demás, excepto la sensación de su cuerpo contra el mío. Sus fuertes dedos se apretaron en mis muñecas, con una sola mano ahora mientras rebuscaba en la mesilla de noche. Sus muslos extendieron mis rodillas y luché contra la presión, empujando contra él, disfrutando de la

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sensación de no poder cerrar mis piernas con fuerza, incluso si hubiera querido. Y luego, humedad. Arrastró el dedo con lubricante sobre mi culo, metiendo un pulgar en el interior, y di un gemido estrangulado en el edredón. Mi polla quedó atrapada debajo de mí en un ángulo extraño, pero no protesté. Estábamos demasiado profundos en la fantasía. Me balanceé de lado a lado para enderezarme, luchando falsamente, y Jacob metió mis muñecas en el colchón y extendió mis piernas aún más. Un empujón brusco en mi culo. Toda mi conciencia se precipitó hacia mis genitales. Jacob lo tomó despacio, sacándolo. Se dobló sobre mí, el vello del pecho haciéndome cosquillas contra los omóplatos, y murmuró en mi oído: —Ahora... ¿en quién estás pensando? —Tú, —dije en el colchón. —Yo. Solo yo. —Su polla me golpeó de nuevo, ¿iba a hacerme rogar por eso? El pensamiento me llenó de temor, aunque se disparó con un pequeño giro enfermizo de anticipación. Se colocó sobre su codo y se estiró entre nosotros con su mano lubricada, pero en lugar de atormentarme, se agarró a sí mismo y nos alineó. No se presionó. En su lugar, comenzó a acariciar mi raja con la cabeza de su polla lubricada. Reconocí el movimiento. Provocaba mi agujero hasta que me retorcía, luego hundía esa carne gorda una vez que estaba listo para gritar. Un mareo vertiginoso de sangre se disparó hacia mi ingle con solo pensarlo. Habíamos estado juntos el tiempo suficiente para que incluso las repeticiones en mi cerebro me pusieran duro. Cerré los ojos y me concentré en la brusca sensación de su punta sondeando, pinchando, pero sin hundirse del todo. Murmuré:

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—Sí, —y él se hizo eco, y me di cuenta de que había empezado a mecerme contra él, prometiéndole lo bien que se sentiría una vez que realmente se lanzara. Mi garganta estaba ronca y me dolía la mandíbula, y muy pronto mi trasero iba a picar. Ese pensamiento envió otra sacudida directa a mis bolas. —Ahora, ¿en qué estás pensando? —Preguntó. —Lo bien que se va a sentir. —Así es. —Un golpe brusco, una vez más, no lo suficientemente duro como para penetrar. Pero una probada de lo que vendría. —Y eso es todo lo que necesitas saber. Yo. Enterrado en ti. Se meció contra mí, la polla en equilibrio, presionando, presionando, y luego... el empuje. De hecho, grité en el colchón cuando empujó dentro. Perdió el agarre en mis muñecas, pero mantuve los brazos sobre la cabeza y agarré las mantas en su lugar. Me deleité con el estiramiento mientras él luchaba con mis caderas, arrastrando el lubricante a través de la cresta de mi pelvis, inclinándome para que se topara con mi punto dulce con cada empuje deliberado. Él empujó en lo profundo. —¿Ahí? —Abajo un poco... joder, ahí. Ahí. Él se había corrido solo unos minutos antes, por lo que podría tardar un buen rato. Como me estaba frotando contra las mantas, también podía apuntar a la larga y lenta quemadura. Sus abdominales apretados rozaron la curva de la parte baja de mi espalda. Sus pectorales rozaron mis omóplatos. Por toda mi espalda y muslos, su vello me hacía cosquillas en la piel desnuda, al menos hasta que hubiéramos estado en ello lo suficiente como para provocar un sudor en el que resbalara el vello corporal. Cambió su ángulo, todavía golpeando mi punto dulce, pero ahora empujando mis caderas en el

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colchón aún más duro. La fricción contra mi polla se intensificó y, de repente, todas las caricias, la succión y el follar estuvieron a punto de dar resultados. Me apreté alrededor de él mientras me apresuraba hacia mi orgasmo, con pensamientos de nada más que de la tensión en mis nueces y su gruesa polla golpeándome. Me sintió comenzar la subida. Su respiración cambió, traqueteó, y todo su cuerpo se tensó. No me había dado cuenta de lo constantes, de cuán precisos habían sido sus movimientos, hasta que el control comenzó a ceder. La grieta en la armadura siempre me excitaba. Me encanta ese pequeño momento en que se rompe, cuando se suelta lo suficiente como para entregarse a la liberación, incluso si es solo por un segundo. Traté de deslizar una mano debajo de mí para terminar al mismo tiempo, pero él apartó mi mano para alcanzarme él mismo, me jodió, me masturbó, jadeó mi nombre húmedamente en mi cabello. El momento se estiró, un pico largo y lento que era menos como una ola rompiente y más como la marea de la inundación. Ambos hicimos algunos ruidos que no parecían provenir de gargantas humanas. Y ambos nos corrimos, duro. La construcción había sido lenta, y ahora el reflujo era igual de lento, fluyendo a la perfección hacia el sueño.

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Capítulo 11 Soñé. Estaba en una vasta habitación blanca. Dos filas de agentes de traje negro estaban colocadas una frente a la otra para formar un largo pasillo. Eran todos el mismo tipo. El Agente Bly, tal vez, pero más genérico, como si alguien hubiera hecho un molde de él y hubiera expulsado unas cuantas docenas de casi-Blys. En el extremo más alejado de la fila, una sola figura caminó en su lugar al frente de la fila, la posición de poder. Me enfrentó con todo su cuerpo y dijo: —Tu coche apesta. Je, je. El agente genérico más cercano a mí se inclinó y dijo: —¿Vas a dejar que te hable así? —Me di cuenta de que era Jacob. —No es la mitad de psíquico que tú. ¿Cómo podría responder? El pobre Einstein había llegado a través de Campamento Infierno, igual que yo. Luego, una vez que terminó de ser torturado por los celadores, empujado y presionado y drogado por los científicos locos, Stefan y yo estuvimos ansiosos por acumular más abusos. Se lo debía ahora. El respeto. O, al menos, paciencia. Estaba a punto de decirle a Jacob que tenía mis razones cuando comenzó el tiroteo. Las dos filas de agentes de traje negro sacaron sus armas, todos en sincronía. Una fila giró para hacer frente a los disparos, y la otra fila se acercó para entretejerse con ellos y formar una única línea de

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hombres de negro que nivelaban sus semiautomáticas. Todos menos uno, Jacob, que rompió filas para interponerse entre el fuego y yo. Lo agarré por los hombros y dije: —¡Abajo! —La confianza es una cosa, pero seamos realistas. No es realmente un hombre de acero. Bam-bam-bam... No pude ver al tirador en el campo de blancos, pero me acurruqué para presentar el objetivo más pequeño posible. Se detuvieron los disparos y se disparó una alarma, seguida de la voz de una mujer. Probablemente una de esas voces automatizadas de ordenador que cuentan los segundos para la auto-destrucción. Excepto que podría jurar que acaba de decir mi nombre. Y que tenía un toque de acento español. ¿Lisa? ¿En el FPMP? Me estremecí al despertar por el teléfono que sonaba en la oficina de Jacob. El contestador saltó. —Vale, me voy a sentar en mi coche ahora. Odio seguir molestándoos, pero uno de vosotros tiene que levantarse y dejarme entrar. —Oh, joder, —gemí. La cabeza de Jacob se levantó de mi almohada, no exactamente despierto, sino sorprendido, listo para zambullirse por su arma si es necesario. —Está bien, —le dije, — Vuelve a dormir. Cerré a Lisa con la cadena de seguridad, eso es todo. —Él dijo algo ininteligible y rodó para que todas las mantas lo envolvieran, dejándome alrededor de treinta centímetros de edredón. Había una sudadera con capucha colgando del pomo de la puerta, pero aparte de eso, la única ropa práctica era del traje que me había quitado antes. Me puse los pantalones de vestir sin ropa interior, me puse los zapatos sin calcetines, rematé el look con la vieja sudadera

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gris y corrí escaleras abajo a la luz de algunas luces nocturnas colocadas estratégicamente. Estaba a medio camino de la acera cuando el frío me golpeó, maldito infierno. Una ligera capa de nieve se había asentado, y se levantó sobre mis tobillos desnudos mientras corría hacia el Volkswagen de Lisa. Puse las palmas en el marco de la puerta del pasajero, y la ventana bajó. —No necesitabas venir corriendo aquí, Vic. Podrías haber llamado y haberme dicho que la cadena estaba quitada. Bueno... tal vez lo habría hecho, si no hubiera estado en medio de un espeluznante sueño del FPMP al que se incorporó su mensaje. A medida que más partes de mi cerebro se despertaban, se me ocurrió que no había sonado particularmente alarmada en el contestador automático. Por supuesto que no, la vista de nuestros coches debió haberle dicho que estábamos en casa, y unos pocos simples sí-nos que nos habíamos quedado dormidos. Aunque estaba por debajo del punto de congelación, su auto estaba justo allí para evitar que se congelara mientras uno de nosotros luchaba por la vigilia. Un simple error. Sin razón para entrar en pánico. Avergonzado de que acababa de volverme medio loco por una llamada telefónica, bajé la vista al asiento del pasajero. Un ramo gigante ocupaba toda la superficie. Si bien no podía nombrar ninguna de las flores, supuse que era caro. Ni un clavel barato en el grupo. Mientras trataba de encontrar algo divertido que decir al respecto, algo para romper la pausa en una conversación que se estaba volviendo incómoda, me di cuenta de que había más flores en el suelo. Y más en el asiento trasero. —¿Estás saliendo con un florista? Ella me dio una mirada.

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—¿Por qué dejas las flores en tu coche? Están todas congeladas. Tráelas a casa para que puedas, no sé, mirarlas o algo. Hizo clic en la cerradura para abrirla y dijo: —Agarra ese, aún está fresco. Lo saqué del asiento mientras ella se colgaba el bolso y recogía una bolsa con sobras de restaurante del asiento trasero. Capté una bocanada de especias cuando la bolsa se movió. La comida olía mejor que las flores, que olían a funeraria. Me pregunté cómo de inteligente había sido al decirle que las trajera adentro, después de todo.

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**** Un par de jarrones se las habían arreglado para llegar a la fábrica de conservas después de la fiesta de jubilación de Jacob. Los había estado alejando cada vez más y más, cada dos semanas, con la esperanza de tirarlos a la basura para Navidad. Saqué el jarrón más grande de la alacena, rompí un trozo grande de él en el grifo de la cocina, luego lo arrojé a la basura con una cantidad sorprendente de arrepentimiento. Llené el segundo jarrón más grande hasta la mitad con agua y lo puse en la encimera sin incidentes. Lisa intentó juntar el ramo de una vez, pero era demasiado grande. Agarré un puñado de tallos al azar y quité alrededor de una cuarta parte de las flores y las frondas del ramo, y dije: —Inténtalo. —Se cayó una tarjeta. Sin ser demasiado obvio, la miré mientras ella alzaba el resto del ramo en el jarrón. Aterrizó boca arriba, lo cual fue bueno. Podría ser discreto acerca de leerlo. Sin embargo, estaba en español, lo que era malo. Leí Para la rosa más hermosa en una cursiva peculiar e inclinada hacia atrás. Una vez que llenó todas las flores en el jarrón rebosante, dijo:

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—No creo que entren dentro de la tienda conmigo. Para ser un arreglo floral, era muy grande. Me pregunté si se habría molestado en decirle a su misterioso hombre que en realidad no era una chica del tipo de corazones y flores. Que era una ex policía que había caído en lo New Age cuando ya no pudo ocultar sus habilidades, que estaba más interesada en las comedias de tonterías que en los romances y que prefería las patatas fritas al caviar. Pero, aparte de su infortunada relación con un chiflado casanova chamán en PsyTrain, había estado soltera todo el tiempo que la conocía. Ella probablemente exclamó sobre las flores como si fueran la mejor maldita cosa del mundo, para no causar problemas. Yo había estado soltero por muchos años, en su situación, es lo que habría hecho. —Podemos ponerlas sobre la mesa de café, —sugerí. —Entonces no podremos ver la televisión. Cierto. Aparté una tabla de cortar y arrastré el jarrón a una parte de la encimera de la cocina que podía verse desde la habitación principal… aunque si no hubiera un techo en el camino, podrías ver la maldita cosa desde la órbita. —Ahí. ¿Qué piensas? Después de una pausa, dijo: —Victor... —en un tono que transmitía que estaba a punto de decir algo que no quería escuchar. Algo sobre irse. —Lo siento mucho. —Me concentré en las flores y no en ella, para no espantar la conversación. —Dejarte fuera ha sido solo un tonto... ha sido totalmente un error. No volverá a suceder. —Lo sé. Está bien. No estoy enfadada. —Bien, bien. Porque nos encanta tenerte aquí, ha sido solo un error tonto y no deberías leer nada. —No lo hago.

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—Bien. Me arriesgué a mirarla de reojo, sintiendo que todo lo que estábamos tratando de hablar no estaba ni mucho menos resuelto. Ahora ella estaba mirando fijamente el jarrón. Decidí cambiar de táctica. —Entonces, ¿el chico flor tiene un nombre? Ella me miró entonces, de arriba a abajo, tomando mi medida. Luego dijo: —Es después de la medianoche, y te levantas temprano para ir a trabajar. Hablaremos de eso mañana. ¿Por qué un simple nombre de pila requiere una larga discusión? —No voy a estropearlo. —Mañana cenaremos, ¿de acuerdo? Tú y yo. Hablaremos. Y puedes preguntarme lo que quieras preguntar. —Me dio un rápido abrazo, se retiró a su tienda y cerró la solapa detrás de ella. Si no lo supiera mejor, me preguntaría si algo de nuestro gay la había contagiado y ella no podía imaginar cómo presentar a su nueva novia. Debido a que un territorio de género inexplorado era la única razón que podía desenterrar para que ella no me contara lo de su amante. Sin embargo, eso no tenía ningún sentido. De todos, sería la primera persona en la que confiaría (aparte de la afortunada) si empezara a batear para mi equipo... ¿verdad? La tarjeta que había visto no ofrecía mucho a modo de pistas. Volví y la miré de nuevo. Estaba en español, pero ya sabía que su amante era hispano. Estaba en cursiva, lo que normalmente no se obtiene en la actualidad entre la multitud de menos de treinta años. Yo estoy llegando a los cuarenta y lo escribo todo en letras mayúsculas. Tal vez ella estaba viendo a un hombre mayor (o chica). Pero realmente no

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pude deducirlo de la tarjeta. Por lo que sabía, había sido escrito por el florista. Quería contarme sobre su nueva cosa en su propio tiempo y a su manera. Bien. Pero tal vez estaría dispuesta a seguirme la corriente con un rápido sí-no para ayudarme a determinar si la Doctora Chance todavía estaba merodeando por el FPMP, o si tendría una suerte de mierda en conseguir un buen suministro de medicamentos. Pero luego su silueta asumió la posición de teléfono y murmuró algo en español, y me di cuenta de que mi pregunta probablemente debería esperar hasta la mañana. Especialmente dado que me había dado cuenta vívidamente de que mis pantalones se sentían como tres tipos de mal… congelados y mojados en el dobladillo, rígidos en el bolsillo y pegajosos en la parte del trasero. Ya que estaba en la planta baja, me di el gusto de darme una rápida ráfaga en la ducha antes de volver a subir con una toalla para arrebatarle las mantas y el espacio para dormir a Jacob y caer en un sueño profundo, afortunadamente sin sueños. El sexo debió haberme hecho bien. Dormí hasta la alarma, algo que rara vez hago. Cuando arrastré mi culo adormilado escaleras abajo, Lisa se había ido. —¿Dónde diablos estaría a las seis y media de la mañana? —Me quejé. Estaba hablando en voz alta para asegurarme de que mis quejas se escucharan sobre el zumbido de mi afeitadora eléctrica. Entonces vi que de alguna manera me había perdido una tira de pelo en la mandíbula, incluso después de tres putos pases. Jacob se anudó la corbata. —Yoga.

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—¿Tan temprano? Si yo no tuviera un trabajo de día, iría a yoga más tarde. La que tiene lugar después del amanecer. Después de la hora punta, para el caso. —Supongo que a ella le gusta el profesor.

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Capítulo 12 Le gusta, como ¿en le gusta? Hmm. Podía ver a Lisa yendo a por un instructor de yoga. Pero, ¿tendría un yogui los medios financieros para bañarla con todos esos masivos testamentos florales de su devoción? ¿Y realmente tendría que ser tan reservada acerca de ver a esta persona? Dadas todas las cosas esotéricas a las que he estado expuesto, difícilmente me burlaría de un poco de yoga. Traté de imaginar al instructor de yoga. Él sería flexible, naturalmente. Si era un tipo hippie, podría tener una barba. Tampoco una barba bien cuidada como Jacob, sino una de esas barbas naturales que se extienden hasta el cuello. Diablos, su cara podría incluso estar oculta en su mayoría por un nido de pelo. Si tuviera una gracia salvadora, serían los ojos. Serían ojos brillantes, un color más claro. Azul, o tal vez verde. O gris. Gris pálido, el tipo de ojos que realmente no ves en nadie... a menos que lleven lentes de contacto especiales. —¿Qué pasa con las lentes de contacto de colores de Bly? Afortunadamente, Jacob no sugirió nada tonto, como que, tal vez, el chico siempre quiso tener los ojos grises. —No lo sé. —Tal vez podría hacer que Dreyfuss nos juntara a todos, y podrías echarle otro vistazo a...

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—Vic, espera. No puedo vigilar a Bly. Ahora que me has señalado a Laura Kim, siento que estoy al borde de algo. Ayer pasé el día en archivos. Según el papeleo, Laura afirmó que estaba enferma la mañana en que le dispararon a Burke. Ella dejó el FPMP antes del mediodía. Estoy rastreando la video-vigilancia de su edificio de apartamentos ahora. La marcha es lenta, pero encontré algunas imágenes que podrían decirme si ella se fue directamente a casa o no. Parecía una pena perder un montón de tiempo tratando de determinar algo que el sí-no podría decirnos en cinco segundos. Sí, estaba siendo excéntrico sobre si Laura era la tiradora, pero tal vez podríamos verlo para verificar su ubicación y ahorrarle a Jacob una gran cantidad de trabajo tedioso. Pensé que le enviaría a Lisa un mensaje vago que ella podría responder a su gusto una vez que enrollara su estera de yoga y se pusiera los zapatos. Estaba a mitad de camino de mi teléfono cuando nuestro timbre ridículamente fuerte casi explotó mis tímpanos. Revisé el reloj. Todavía temprano… las siete menos veinte. Dudaba que alguien que apareciera en la puerta de mi casa a las siete menos veinte fuera alguien que estaría ansioso por ver. Mi arma estaba arriba, así que saqué un cuchillo de cocina antes de contestar. Porque los Testigos de Jehová y las Damas de Avon no aparecen simplemente a las siete menos veinte, e instalar una mirilla era una de esas tareas domésticas a las que Jacob todavía no había llegado (y yo no me atreví a intentarlo por temor a destruir la puerta). Me acurruqué, cuchillo en mano, y consideré arrodillarme y mirar por la ranura del correo. Eso solo me daría una vista de las rodillas de alguien, sin embargo. Luego vi la cadena de seguridad, la que había sido la causa de mi jodido sueño del FPMP la noche anterior, y la puse antes de contestar.

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Abrí la puerta, luego hice una doble toma. El visitante de madrugada enmarcado por la brecha de cinco centímetros era el sargento Warwick. Cerré la puerta y tiré de la cadena, luego la volví a abrir. Aunque no todo el camino. —Eh... hola. —¿Se suponía que debía invitarlo a entrar? —Vamos a dar un paseo, —dijo él. Aunque estoy bastante seguro de que toda la vigilancia del gobierno en torno a la fábrica de conservas se limita al perímetro del edificio, y por lo tanto, su visita ya habría sido notada debidamente, decidí que cualquier cosa que quisiera decirme sería probablemente menos incómoda sin la presencia del stripper masculino del puzle y la tienda de campaña en la sala de estar. La mirada de Warwick pasó por encima de mi hombro, y sentí la presencia de Jacob en mi espalda como un crujido sutil en el suelo, o tal vez un cambio en la presión del aire. Warwick lo saludó bruscamente con: —Detective. —Sargento. —Jacob no se molestó en mencionar que era “Agente” ahora. Pero él deslizó el cuchillo de cocina fuera de mi mano y lo metió detrás de la bolsa de sal para la acera sin que Warwick se diera cuenta. —¿Quieres un café? Warwick frunció el ceño. No estaba acostumbrado a la cortesía, tenía más costumbre de ser directo. Lo cual, me di cuenta, en realidad no me importaba. —Íbamos simplemente a dar un paseo, —dije. Jacob tuvo la gracia de actuar como si fuera algo perfectamente normal que yo hiciera, a pesar de ser dolorosamente temprano y estar desagradablemente frío.

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Me puse unos zapatos, me puse un abrigo y me uní a Warwick en la parte delantera. Ted Warwick es un sólido tanque de hombre, con un cuello tan grande como su cabeza. He visto fotos de él en sus días de militar. Su cabello corto y delgado había sido rubio oscuro una vez, pero se había empañado de platino con la edad. En el mejor de los casos, él era rubicundo. Ahora, en el frío, era prácticamente fluorescente. Él caminó. Rápido. Luché por aguantar el paso sin lanzarme de cabeza y aterrizar en la basura congelada en la cuneta. Una vez que hubimos pasado tres bloques implacables, dijo: —Tu ausencia... ¿es voluntaria? Mi primer impulso fue defender mi elección de informar a las oficinas del FPMP en lugar de a la Comisaría Quinta, al menos hasta que me di cuenta de lo que realmente estaba preguntando. El Sargento… ¿preocupado por mí? Apenas supe qué hacer. —Sí, es... sí. Hizo una pausa y me lanzó una mirada aguda, una mirada que había sido perfeccionada a lo largo de las décadas para acabar con la mierda. —Estás seguro de que no estás en problemas. Me encogí de hombros. Probablemente lo estaba… pero al menos mis ojos estaban abiertos. —Si necesitaras hacer un viaje de última hora... conozco a un tipo que puede venderte un auto usado y quedarse la titularidad, es difícil seguirle la pista... —No necesito un... está bien, no es nada raro. —Relativamente hablando. —No es peor que cualquier otra cosa que yo haga.

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Giramos en una esquina y dejamos de hablar mientras pasábamos junto a una mujer de aspecto agotado que ataba a un niño llorón a un asiento de automóvil. Una vez que estuvimos solos, Warwick dijo: —Hace unos años, un PsyCop de la Vigésima estaba pluriempleado donde estás trabajando ahora: el detective John Wembly, un empático. —Dejó escapar un suspiro y el viento se llevó sus zarcillos blancos. —Desapareció. —¿De su trabajo? —De todas partes. La imagen del repetidor que había tragado una bala en la sala de conferencias brilló en mi mente. ¿Podría neutralizarse un policía empático encerrándolo en una habitación con su arma y un montón de chiflados suicidas? Hablando acerca de una manera elaborada de eliminar a alguien. No es que pensara que era inverosímil, fíjate. He visto demasiada mierda extraña para descartar la posibilidad. Solo que parecía un infierno de mucho esfuerzo. —Creo que es en su mejor interés mantenerme cerca, —dije. — ¿Quién más puede vigilar sus fantasmas? —¿Y si uno de los superiores tuviera que elegir entre mantenerte cerca y asegurarse de que nadie más tuviera el beneficio de tu experiencia? No te pongas engreído. Todos son prescindibles, Bayne, incluso tú. Si fuera prescindible, ya estaría muerto. No lo dije. Demonios, me sorprendió que lo hubiera pensado. Sorprendido y enojado. Tuve la tentación de decirle que se fuera a la mierda por llamarme prescindible, pero lo que salió fue: —Al menos las cosas que hago allí importan. Su respuesta fue una mirada de categoría.

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Hice todo lo que pude para devolver la mirada sin tropezar con una grieta en la acera. —¿Cuántos de mis arrestos son absueltos? Sus ojos se agrandaron, no había visto que esto se acercaba. Pero entonces él hizo un balance y dijo: —Demasiados. Ambos apartamos la vista y nos centramos en nuestra caminata enérgica y sin sentido. Después de otro bloque que ya habíamos pasado dos veces, dijo: —Los abogados de la defensa están empezando a darse cuenta de que pueden jugar al ángulo Psíquico y dar la vuelta a un jurado, al menos si tienen la suerte de conseguir que un juez que no los saque de la pista en la sala del tribunal. —Oh, Dios mío. —Míralo de esta manera... un defensor público no va a usar esa táctica. El criminal tiene que contratar una defensa de alto precio para librarse así. Estos cabrones hipotecan sus casas, las casas de sus familias, venden todo lo que tienen y luego algunos pagan para que un abogado hábil lo trabaje. Estarán pagando el resto de sus vidas. Tal vez sea así. Pero no como deberían. No como los chicos con monos naranjas. —Si necesitas ese auto, —dijo Warwick, —llama y pregúntame sobre tus “recibos de kilometraje”. Dejaré el número del tipo en la maceta frente al restaurante en Kedzie al final del día. Una parte de mí pensaba que todo la intriga-y-misterio era un engaño elaborado, porque este era el jefe que me había estado fulminando con la mirada y ladrándome durante los últimos doce años. Ted Warwick se quejaba de mi caligrafía y mi uso de Auracel. No inventaba esquemas elaborados para conseguir vehículos para huir.

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—Y si yo fuera tú, comenzaría a invertir en tarjetas de crédito prepagadas, tarjetas de regalo, cualquier tipo de plástico que no se pueda rastrear. Se acerca la Navidad, es un buen momento para abastecerse sin que nadie se dé cuenta. Y asegúrate de pagarlas en efectivo. ¿Por qué nunca había pensado en eso? —De acuerdo. Sí. Nos estábamos acercando a mi calle, y redujo la velocidad como para determinar si tendríamos que rodear la manzana de nuevo. —¿Y qué hay de Zigler? —Dijo. —¿Qué hay de él? —¿Realmente necesito explicarlo? Al parecer lo hacía. Me encogí de hombros. —¿Está perdiendo el tiempo para comprarte tiempo libre? — Preguntó—. ¿O tengo que ir a verlo también? —Está fuera de la ciudad para un funeral. —Al menos, supuse que lo estaba, pero tal vez Dreyfuss le había dicho que lo dijera para guiarme hacia el FPMP. ¿Quién demonios lo sabía? —Consulta con Betty. Estoy seguro de que él le dio una llamada. Warwick gruñó, no exactamente de acuerdo, pero tampoco en desacuerdo. Bajé mi bloque, pensando que él seguiría. No lo hizo. Siguió caminando... hacia donde estaba aparcado. **** Ahora mi nariz goteaba por el frío. Debería haber invitado a Warwick a entrar y ahorrarme la exposición. Según Lisa, la fábrica de conservas está libre de dispositivos de vigilancia. Además, los amigos del gimnasio de Jacob la barren regularmente en busca de

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electrónica, aunque nunca han encontrado nada. Y Crash realiza una limpieza de salvia y un ritual de protección cada luna nueva. También ponemos en marcha la licuadora cuando hablamos de algo importante. Es especialmente ruidosa si la llenas un cuarto con agua y agregas un poco de hielo. Le di un resumen a Jacob de mi conversación con Warwick y el misterioso Detective Wembly. —Un día, él estaba haciendo un trabajo secundario para Dreyfuss, —dije,—y al siguiente... desapareció. Supongo que se disparó. Hay cinco víctimas de disparos en ese edificio, cinco que haya visto. Probablemente más si los exorcismos continuos de Richie los están borrando. —Entonces, ¿crees que debería dejar caer el ángulo de Laura Kim y comenzar a estudiar a este Wembly? —No sé qué pensar. —Wembly no tendría nada que ver con el caso de Jacob, el calendario estaba mal. —Tienes las manos llenas. Yo debería ser el que buscara a Wembly. —Eso también parecía mucho más seguro. Odiaría que alguien verificara el trabajo de Jacob y lo encontrara desenterrando tierra que no tuviera nada que ver con los disparos de Burke. Las investigaciones físicas de Jacob podían rastrearse, mientras que yo siempre podía quedarme por ahí pareciendo estúpido si no quería que nadie más supiera lo que estaba haciendo. —Bueno, veré lo que encuentro en la video-vigilancia y estableceré una línea de tiempo. ¿Qué pasa contigo? —Jennifer Chance tiene a Dreyfuss seriamente asustado. Se supone que es la número uno en mi lista negra. —Tal vez fuera lo mejor si me centrara en encontrar a Chance y mantuviera intactos el mayor número posible de repetidores. Podría necesitarlos si quisiera ver por

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mí mismo cómo Wembly llegó a su fin. Tenía la sensación de que él era el suicida en la sala de juntas, pero tal vez no lo era. Tal vez él era Triplemente Tiroteado. O Bala en Garganta. O algún otro pobre idiota con traje siendo acribillado una y otra vez en un rincón oscuro que no me hubieran enseñado. Sin una fotografía de Wembly, solo había una manera de saber si su repetidor todavía estaba en el FPMP. —El Yoga ya debe haber terminado, —dije, —¿no crees? Saqué mi teléfono, pero Jacob me cogió la muñeca antes de que pudiera tocar el dial de memoria. —Vic... no es una buena idea. —Ni siquiera sabes lo que estoy tratando de hacer. —Vas a preguntarle a Lisa un sí-no sobre ese PsyCop, lo cual viola la política de privacidad del FPMP, en un teléfono móvil que cualquiera puede pinchar con una antena barata. Vale. Él me tenía ahí. Puse el teléfono en mi bolsillo y me concentré en ensayar la conversación de la cena para más tarde, cuando tendría a Lisa para mí. ¿Conseguiría preguntar por los sí-nos relacionados con el asesinato que había estado construyendo antes de que empezáramos a hablar sobre su vida amorosa, en caso de que la conversación resultara más difícil de lo que esperaba? Probablemente era algo tonto por lo que ella estaba siendo tan cautelosa. Alguna noimportante-cosa total. A ella le parecería un gran problema porque estaba atrapada en medio de todo eso... lo que realmente no quería imaginar, dado que es lo más parecido a una hermana que yo había tenido desde los hogares de acogida. La licuadora cambió de tono cuando los cubitos de hielo se pulverizaron en un aguanieve delgada. Apoyé el dedo en el botón de apagado, pero antes de presionarlo, susurré:

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—No importa lo que haga, siento que estoy jugando justo en las manos de Dreyfuss. Jacob sacudió la cabeza. —Debimos haber sabido que no habría nada sencillo acerca de este exorcismo que le debes. Nunca había esperado que nada en el FPMP fuera lo que parecía. ¿Dreyfuss quería darme largas? Bien. Más esqueletos sacaría de su armario. Además... mucho más “pago” para mí.

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Capítulo 13 Cuando me reporté en el escritorio de la Coordinadora de Operaciones, ella se sorprendió al verme. —¡Has venido! No estaba segura... quiero decir, cuando no apareciste... Por lo general, mi nivel de ansiedad general me deja en todas partes cinco minutos antes, pero gracias a la visita no programada de Warwick, tanto Jacob como yo llegamos media hora tarde. —Sí. Nos topamos con una pequeña pega en casa. Se inclinó, bajó la voz y dijo: —Estoy realmente contenta de que estés aquí. Jacob había estado a punto de regresar a los archivos, pero se detuvo para atrapar el resto de nuestro intercambio. No puedo decir que lo culpara. Dado que podía ubicar a Laura en la escena de la ejecución no autorizada de Roger Burke, ella debería haber sido mucho más recelosa de mí. —¿Lo estás? —El Agente Duff está exterminando este piso hoy. —Ella me dio una mirada significativa. —Lo hace todos los jueves, pero ahora contigo aquí como respaldo, existe la posibilidad de que lo clave. Genial. Justo lo que necesitaba. Richie curioseando por ahí en mi caja de arena. —¿Dónde está el agente Duff?

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—En la oficina del Agente Dreyfuss. Suelen pasar unas buenas dos horas allí. —¿Crees que podría…? —Lo estoy llamando ahora. —Una pausa. —El detective Bayne acaba de reportarse. Sí. De acuerdo. —Ella presionó un botón y dijo: —El agente Marks puede acompañarte hasta allí. Mientras Jacob y yo hicimos clic a través de los compartimento estancos, hice todo lo posible para transmitir: “Genial, ahora van a eliminar cualquier posibilidad de que yo averigüe qué le sucedió a Wembly”, con una ampliación de mis ojos. Jacob reconoció esta microexpresión con un breve ensanchamiento a cambio. La puerta de la oficina de Dreyfuss estaba abierta y la voz de Richie recorrió el pasillo. —...pensando en recuperarlo. Deberían hacer estas cosas más fáciles de usar. Un minuto está funcionando, y al minuto siguiente, la pantalla está en negro con las palabras "sin disco" parpadeando en la esquina. Todo lo que quería era ver lo que había en ESPN215. Jacob me dejó a merced de Dreyfuss y entró en una oficina cerrada justo al final del pasillo. El propio Director Regional me miró desde detrás de su escritorio. —Bueno, mira quién ha decidido unirse a nosotros para otro día de diversión y juegos. —¿Qué esperabas? —dije. —No había terminado. Clavé los ojos en Richie para indicar mi disgusto con todo este exorcismo al que no me habían invitado. Dreyfuss me devolvió la sombra de una sonrisa. Y luego me di cuenta de que no quería hablar

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Canal de televisión especializado en deportes.

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con él a través de una microexpresión. Ese canal debería estar reservado para Jacob y para mí, maldita sea. —Es jueves, —dijo plácidamente Dreyfuss. —Y los jueves, esto es lo que hacemos. Richie es un fanático de su agenda... y no queremos molestar al talento. —Si alguna vez trabajas aquí de verdad, —dijo Richie, —no puedes llegar tarde más de una vez a la semana o tu cheque de pago se revisa.—Mientras me informaba sobre las políticas del FPMP, su ayudante, el hombre negro más estoico, fue desplegando una alfombrilla de suelo impresa. Era casi como un juego de Twister, excepto que en lugar de varios círculos de colores donde plantarías manos y pies según el capricho de un pequeño girador de plástico, había círculos que indicaban dónde deberían ir las velas en los puntos cardinales, así como cruces y palomas y escritura en lo que parecía hebreo. Probablemente no tan popular en las fiestas. Dreyfuss dijo: —El Agente Bly me dice que hiciste una visita al laboratorio. Estoy sorprendido, dado tu historial con salas de examen y personal médico. Traté de pensar en una respuesta inteligente a eso mientras estaba distraído. Debajo de su sudadera con capucha, me di cuenta de que llevaba guantes. Guantes finos de algodón blanco. —¿Encontraste algo de interés ahí abajo? —Preguntó. Negué con la cabeza. Me observó durante un par de segundos más, entrecerró los ojos como si estuviera esperando que tuviera dudas y le diera un dato interesante que hubiera estado ocultando. Bajé la mirada y me concentré en los guantes blancos.

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—Tal vez deberías pasar un poco más de tiempo entre los tubos de ensayo. Las mejoras psíquicas del Dr. K no son de naturaleza estrictamente farmacéutica. Él tiene algunos juguetes interesantes. —¿Qué juguetes? —Preguntó Richie. —Todos los últimos y mejores en parafernalia psíquica que has llegado a conocer y esperar, Richard. Tu alfombra de oración. Tu agua santa del Vaticano. Tus velas de cera de abejas de Asís. Nuestro departamento de investigación lo recolecta todo, desde los íconos cristianos más robustos, amantes de la Biblia y amantes de Jesús, hasta los adormecedores adornos de New Age. ¿Necesitas equipo? El Dr. K puede ponerte en contacto. Mientras tanto, el detective Bayne está tan mal apoyado por su agencia que tiene que conseguir su propia sal en el mini-mercado de la esquina. Richie soltó una carcajada, luego se limpió algo desafortunado que le había salido de la nariz. Entonces dijo: —No es de extrañar que tu habilidad sea tan variable. Dado el nivel al que ofusco mi talento, esa observación no debería haberme enfurecido. Sin embargo, de alguna manera, lo hizo. —Si tienes la suerte de conseguir una entrevista de trabajo, —me dijo Richie, —te hacen un examen de polígrafo. Solo asegúrate de no mentir mientras lo haces. Porque de alguna manera, ellos lo averiguan. —Bueno es saberlo. —Tal vez pasaría el polígrafo y tal vez no lo haría. El día que presentara mi solicitud de empleo en el FPMP, estarían conduciendo quitanieves en el infierno. Richie y su asistente, Carl, se llamaba, a juzgar por el Carl, haz esto y Carl, haz aquello, organizaron su exorcismo con la precisión que yo podría usar para ordenar el pasillo donde Jacob estaba constantemente dejando caer sus calcetines sucios. Me senté en una

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de las sillas de oficina de Dreyfuss e intenté averiguar dónde mirar. ¿Debería grabarme las imágenes de los repetidores en el ojo de mi mente? Era poco probable que pudiera desenterrar una instantánea oficial de Wembly el PsyCop en Internet de algún partido, pero tal vez, a través de mis conexiones policiales, podría obtener una foto casual de él. Sin embargo, temía mirar a los repetidores demasiado tiempo, por temor a transmitir que tenía una imagen real en ellos... y que podía darle mil vueltas como médium al ”Agente Duff” con su agua bendita del Vaticano y su risa irritante. Podía mirar a Richie, pero me pareció que hablaba más fuerte cuando mis ojos estaban sobre él. Se le ponía un pequeño pavoneo en su torpe andar y hacía que Carl le diera cosas que él mismo podría haber alcanzado perfectamente. Y, por supuesto, a menos de un metro de distancia estaba Constantine Dreyfuss. Le hubiera encantado participar en una conversación... lo cual, por supuesto, significaba que era el último hombre del planeta con el que quería hablar. —Así que, —dijo. —¿Suficiente frío para ti ahí fuera? No estaba seguro de si estaba intentando una charla irónica relacionada con el clima o si estaba preguntando por fantasmas. Yo gruñí. —Está bien si te recuestas en la silla, —me dijo. No me había dado cuenta de que me había estado posando en el borde. —Disfruta el espectáculo. Te pagaré por tu tiempo hoy, detective. No temas. Tal vez era mejor que él estuviera haciendo que Richie probara a los repetidores en mi lugar. De esa manera podría referirme a ellos una vez que desenterrara la foto de Wembly. Aun así, no estaba en mi naturaleza quedarme de brazos cruzados y esperar. Me permití una mirada a Dreyfuss para ver si podía ver lo que realmente estaba

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haciendo, y mi mirada volvió a caer en esos guantes de algodón. ¿Alguna nueva herramienta psíquica que debería conocer? O tal vez un intento descarado de que deje huellas dactilares en algo sin contaminar la evidencia. —Adelante, —dijo él. —Pregunta. —¿Qué? —Quieres saber qué pasa con los guantes. Me encogí de hombros. Se inclinó hacia atrás en su gran silla ejecutiva de cuero y cruzó los tobillos en la esquina de su escritorio. —Es un intento de romper un hábito reconfortante de toda la vida. Mis uñas son desagradables, eso me han dicho. ¿Me estaba mintiendo? Entrecerré los ojos. —¿Crees que te sientes gay cuando estás jugando a Brokeback Mountain con el Agente Marks? Intenta conseguir una manicura. — Suspiró. —Luego mastica la maldita cosa dos horas después. El fuerte picor del incienso picó en mis senos nasales. Mis ojos se humedecieron. Richie anunció a la habitación: —Vamos a empezar ahora. —Naturalmente, —respondió Dreyfuss. Carl había colocado almohadillas para las rodillas de terciopelo rojo en los puntos este y oeste del diagrama. Él y Richie se acomodaron, con rosarios envueltos alrededor de sus manos, y Richie comenzó a rezar. —Padre nuestro que estás en el cielo, hola sea tu nombre... ¿Hola? Sentí los ojos de Dreyfuss en mí y no pude resistirme a mirarlo. Él estaba sonriendo.

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Si no lo supiera mejor, pensaría que Dreyfuss contrató a un actor, un actor de personajes con un don para canalizar a un imbécil absoluto, y lo plantó aquí, para que me dejara engañar por una ética de trabajo sin que ni siquiera me diera cuenta. ¿Hola sea tu nombre? ¿Cómo podría Einstein posiblemente lograr exorcizar un repetidor cuando ni siquiera podía recitar la oración del Señor? Por otra parte, aún no había exorcizado a estos repetidores en particular, a pesar del intento semanal. Giré mi asiento para mirar, horrorizado, mientras Richie repasaba la oración sin un poco de comprensión, reduciéndola a un montón de palabras y sonidos inconexos y sin sentido. Luego pasó a un Ave María, creando agrupaciones de palabras extrañas y compuestas. Santa María, madre-de-Dios, ruega-por-nosotros-pecadores, ahora y en la hora-de-nuestra-muerte, amén. Bala en Garganta cayó con una rociada de sangre espectral. —Lo que no daría por la entrada de Victor Bayne para este evento, —murmuró Dreyfuss. —Estás justo en la línea de cincuenta yardas. —Y los exorcizados de hoy, —susurré. —¿Quiénes son? —No sé. Yo estaba viviendo en Tampa en aquel momento. Eso decía él. —Si tuvieras que adivinar... —Resulta que, por casualidad, reuní a algunos posibles candidatos. —Pulsó algunas teclas de su teclado y sus monitores de tríptico se iluminaron con una cuadrícula de fotos. Algunas fotos de fichas policiales, algunas instantáneas, algunas identificaciones de trabajo. —A lo mejor tienes una idea de quién estamos hablando aquí. ¿Quería él identificar, en realidad, a los repetidores por algún propósito misterioso, o había sido grabada y analizada toda mi conversación con el Sargento Warwick, y sabía a quién estaba

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disparando yo? Escaneé la alineación de fotos. Había un par de docenas en total, la mayoría de ellas de hombres blancos de unos treinta y tantos, con un par de hispanos o árabes salpicados. Un hombre de traje negro parecía familiar, aunque no del show del repetidor. Tal vez del el almuerzo de ayer, o del aparcamiento subterráneo. Lo que significaría que Dreyfuss había sembrado la ronda con objetivos falsos para ver si estaba mintiendo. No sé si él pensó que elegiría mal porque realmente no podía ver a los repetidores, o porque pensara que quería desviarlo a propósito. Cuando lo piensas, incluso ese tipo que reconocí a medias era bastante inteligente por su parte. Por lo que sabía, la mayoría de los tipos de esas fotos seguían viviendo y respirando y conduciendo en sus Lexus del FPMP. Lo que significaba que, a menos que quisiera revelarme como un fraude, tendría que señalar a los tipos verdaderos. Y él sabía que yo lo sabía. —Si tuviera que tener una opinión, —dije—, ¿por qué debería compartirla contigo? —Porque creo que es hora de que dejemos la idea de que soy el próximo Hitler detrás de nosotros. —Hitler, no. J. Edgar Hoover, tal vez. —Tengo informes sobre cada uno de estos tipos. —Colocó un sobre grande y sellado en su escritorio, luego lo sujetó con su mano enguantada antes de que pudiera agarrarlo. —Creo que encontrarás que lo sangriento de lo que pasó aquí es agua pasada. Travesuras de antes de que tomara este trabajo hace cinco años. Estoy dispuesto a apostar un par de entradas de los Bears en ello. —¿Solo un par? —Diablos, todo un palco y una mamada del quarterback. Si tienes los huevos para ser honesto aquí, sé que es una apuesta que no

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perderé. Porque puede que presione tus botones y te haga enojar. Pero nunca te he mentido. Ni una sola vez. Al parecer, nuestro enfrentamiento había caído fuera del alcance de los susurros. Richie comenzó a rezar más fuerte para indicar que no le divertía que estuviéramos hablando a través de su exorcismo. —... y bendito es el fruto del Loom16, Jesús... Increíble. ¿Mi cabeza iba a explotar por el tonto? Pensé que simplemente podría. —Bueno, —susurré, —¿y si los repetidores no son tuyos? Eso solo prueba que no matas a la gente en tu oficina. —¡Ajá! —Siseó. —Solo son repetidores entonces. Un disco rayado. Residuo psíquico. Mierda. No había querido dejar pasar eso. Joder, joder, joder. —Es por eso que no puedes simplemente preguntarles quiénes son, —agregó. —Yo nunca dije eso. Mientras se regocijaba con una gran sonrisa de suficiencia por pillar el secreto, lancé la precaución al viento y arranqué el sobre de sus dedos. Tal vez incluso podría haberse aferrado a él, si no fuera por esos guantes. Pero saqué ese papeleo justo debajo de él y corrí hacia el pasillo mientras lo abría. Él fue rápido, pero yo tenía ventaja. En el momento en que me alcanzó, había desplegado los dossieres para asegurarme de que no me estaba cebando con un sobre lleno de papel en blanco. No lo había hecho. Algunos eran impresos de ordenador limpios. Algunos de ellos eran documentos fotocopiados. Uno era un 16

Richie confunde loom- telar con womb-vientre. Fruit of the Loom es una marca de ropa interior.

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mimeógrafo17 de tinta púrpura. Pero a simple vista, todos me parecieron de verdad. Dreyfuss se quitó los guantes de algodón y los arrojó encima del sobre de papel rasgado que había dejado caer. Sin embargo, no intentó quitarme los papeles. En su lugar, se colocó las manos en las caderas y me dirigió una mirada entrecerrada que me desafió a descubrir exactamente quiénes eran los repetidores. Con suerte, podría hacer más que eso. Ojalá pudiera descubrir qué había sido del detective Wembly. Era más fácil revisar la pila que había en el pasillo. Las plegarias destrozadas de Richie distraían menos y el aguijón del incienso era menos pronunciado. Miré cada foto cuidadosamente, observando la edad, el cabello, los rasgos faciales. También eché un vistazo a los escritos. Un chico estaba en la mafia rusa. Otro era de la CIA. Alguien más estaba con la compañía telefónica. Nada de Wembly. Todo me pareció real, pero eso es lo que hacen los falsificadores, crean documentos que parecen reales, y no tenía dudas de que Dreyfuss tenía acceso a un falsificador competente. Y, por supuesto, estaba el chico que había visto en el almuerzo, aunque cuando llegué a su foto policial, afirmaba que era el guardaespaldas de un embajador turco. Le entregué su hoja a Dreyfuss y le dije: —Buen intento. Dreyfuss escaneó el papel. —Me has perdido, amigo. —Juntar en el fajo empleados de FPMP no es exactamente la mejor manera de ganar mi confianza. 17

El mimeógrafo o polígrafo, llamado también a veces ciclostil, es un instrumento utilizado para hacer copias de papel escrito en grandes cantidades. Utiliza en la reproducción un tipo de papel llamado esténcil. Fuente: Wikipedia.

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Dreyfuss miró de nuevo la hoja. —¡Ja! El turco que falta es la viva imagen de Russ desde este ángulo. ¡Espera hasta que se lo muestre! —Su reacción fue increíblemente espontánea, y parecía totalmente sincera. Una buena actuación, pero eso solo significaba que Dreyfuss era un buen actor. Dobló el papel, se lo guardó en el bolsillo y dijo: —Olvídate de él, entonces, ¿alguien más es una correspondencia? Metí la cabeza por la puerta. —...llena de gracia, el Señor es contigo... —bramó Richie. Triplemente Tiroteado se veía más débil que de costumbre. Saqué la cabeza hacia atrás antes de que el Fruto del Telar se repitiera en ciclos. Debía haber estado rezando un rosario, lo que significaba que tenía cincuenta oportunidades para evitar abofetearlo en la cabeza. —¿Qué has visto? —Susurró Dreyfuss. Un gran idiota que, a todas luces, que no debería ser capaz de exorcizar una mosca muerta. —¿Quieres que los repetidores queden ocultos por una semana, o quieres que los identifique? No puedes tenerlo de ambas maneras. —Entonces, ¿su ritual realmente hace algo? Me encogí de hombros. —Es como pintar sobre una mancha de agua en el techo. Estos chicos son lo suficientemente vívidos como para que eventualmente se filtren de nuevo. Pero sí. A corto plazo, funciona. —¿Sabes? Victor Bayne en realidad me ha dicho algo que valía la pena sin pasarme por el escurridor primero. Estoy empezando a pensar que podrías ser dulce conmigo. —Debe ser la manicura.

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Volvió a la oficina y detuvo el exorcismo. Carl se puso de pie, con las rodillas resquebrajadas, y fue a apagar las velas. Sin embargo, Richie no supo qué hacer con la interrupción. —Estoy solo en mi vigésimo segundo Ave María. Si me tomo un descanso ahora, tendré que empezar desde el principio. —Está bien. —Pero... no había terminado. —Te pagamos por tu tiempo y experiencia, Richard. No estás haciendo trabajo a destajo en una fábrica. Si necesitas volver a empezar más tarde, ¿qué diferencia hay? Richie no parecía particularmente apaciguado, pero el tono de Dreyfuss fue más agudo que de costumbre. Mientras esperaba a ver si Richie realmente era lo suficientemente estúpido como para seguir discutiendo con el tipo que acababa de conseguirle un palco para acompañar a su Lexus, el teléfono de Dreyfuss sonó. Alcanzó el escritorio y pulsó un botón. —Adelante. La voz de Laura dijo: —Washington en la línea. Dreyfuss no se veía muy emocionado. De hecho, parecía molesto. —Bueno, pandilla, tengo que atender esto. Es hora de tomar un descanso para beber un café. —Me echó al pasillo con Richie y Carl. —Bueno, —dijo Richie. —No bebo café, pero el cacao es muy bueno. Nos acomodamos en el salón con los cómodos muebles de cuero y las paredes adornadas con portadas de revistas enmarcadas. Carl entró en una pequeña cocina a un lado y se dispuso a hacer el café sin que se lo pidieran. No estoy seguro de si fue porque sabía que a

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Richie le gustaba que lo atendieran, o si era mejor no dejar que el agua caliente cayera en las manos equivocadas. —Esa cosa que ha dicho el Agente Dreyfuss sobre ti y el Agente Marks... —dijo Richie. —¿Estaba tratando de ser gracioso, o es verdad? —¿Qué cosa? —Brokeback Mountain. ¿Sois buenos amigos o sois ho-mosexuales? No me había dado cuenta de que Einstein podía escuchar y rezar al mismo tiempo. —Ambos. Vivimos juntos. Richie frunció el ceño como si estuviera pensando muy duro. Finalmente, dijo: —Hay muchas mujeres con las que podrías tener sexo, ya sabes. —Lo tendré en mente. —De verdad. Los bares y restaurantes están llenos de ellas. Le eché otro buen vistazo y lo vi con toda su calva y encorvada gloria... y me pregunté si la noche de las alitas en el Blue Room podría ser un código para algo más picante que las alitas de pollo. Y luego deseé poder enjuagar mi cerebro. —Ahora que tienes una opción, —dijo él, —podrías encontrar una dama con quien tener relaciones sexuales. Estaba a punto de ir a ayudar a Carl con el café (tanto si necesitaba mi ayuda como si no), pero los finos y frágiles restos de mi paciencia se desataron. Me empujé hacia atrás en mi asiento como si estuviera acurrucándome para la guerra de trincheras, y dije:

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—No sé qué tipo de propaganda religiosa del Tea Party18 has estado escuchando, pero es una tontería. Ser gay no es una opción. He sido marica desde que tengo memoria y nunca me detuve para deliberar sobre qué género flotaría en mi bote. —Eh, no sé mucho sobre el té o los barcos. Pensé que en Heliotrope Station tenías que seguirle la corriente a Stefan porque él era el empático más fuerte. Ahora que no está jugando en tu mente, puedes hacer lo que quieras. No podría haber estado más aturdido si Richie hubiera cogido una cafetera y me la hubiera roto en la cabeza. —Él era malo, —agregó Richie. El fragante café bajó como barro. Mi primer impulso fue insistir en que no hubo necesidad de que Stefan me diera un codazo. En aquel entonces, yo tenía veintidós años, tenía actitud y estaba cachondo. Él era un chico gótico con delineador de ojos, con una sonrisa traviesa que se dirigió directamente a mis entrañas. Habíamos sido una pareja hecha en el purgatorio. Y eso fue sin tener en cuenta nuestras habilidades psíquicas. ¿Malo? Sí, él era malo. Eso fue probablemente lo que me gustó de él. Porque cuando no eres más que un adolescente grandote, “malo” es imitar la forma en que la gente se gira para mirarte de frente cuando hablan; es imitar la última cosa increíblemente estúpida que dijeron, y luego recrear su risa molesta. Implica que sus habitaciones están embrujadas o que estallan en lágrimas sin ninguna razón. Podrías atribuir nuestra intimidación a muchas cosas… mi conjetura es que estábamos compensando en exceso por ser un par de punks 18

El Tea Party Movement es un movimiento político estadounidense de derecha centrado en una política fiscalmente conservadora, y definido por el originalismo, es decir, la vuelta a los orígenes filosófico-constitucionales de los Estados Unidos. Fuente: Wikipedia.

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homosexuales, inadaptados psíquicos, al actuar de una manera insoportablemente odiosa. Pero en algún momento creces y te conviertes en un miembro funcional de la sociedad. Cuando vi el trabajo de Stefan, la forma en que ayudaba a las personas a lidiar con sus viejos demonios, lo imaginé como un adulto de pleno derecho. Y luego descubrí que su metamorfosis estaba en la superficie. Debajo, él seguía siendo el tipo que había hecho a Movie Mike cagarse en la cafetería. —¿Cómo de grande es tu televisor? —Preguntó Richie. Lo miré más de lo que lo habría hecho una persona normal, aunque no sé si los ritmos de la conversación normal tenían un impacto en él o no. Lo vi ahora, hogareño y de mediana edad, pero lo imaginé entonces, un pequeño y enclenque pelele. No es como si viera la actividad de los espíritus, no de una manera sexto-sensorial. Pero en mi imaginación vi lo que solía ser, y vi en lo que se había convertido. Todo el asunto fue desalentador. —La mía es de setenta pulgadas, —continuó, —de alta definición. Tiene internet... bueno, eso es lo que dice la caja. No puedo averiguar cómo activar la parte de Internet. El mando a distancia es realmente estúpido. E incluso después de todos estos años, fue tentador decir: “Oh, estoy seguro de que es el mando a distancia lo que es estúpido”, pero me resistí. —También tiene 3-D, pero necesito conectar el blue-ray para eso. Estaba considerando sugerir que simplemente tumbara el televisor en un par de caballetes y lo usara como mesa de comedor cuando Dreyfuss se unió a nosotros. —Lo siento por la interrupción, —dijo con timidez. —Volvamos para ahumar a un fantasma.

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Capítulo 14 Richie fue lo suficientemente fácil de leer, al menos hasta que sacó una gran ocurrencia del pasado, pero Dreyfuss era tan transparente como un bote de película. Aun así, me pareció que después de su llamada privada, su buena alegría se había vuelto un poco más forzada, y sus ojos eran lo suficientemente agudos como para dejar heridas. Richie terminó su chocolate caliente y dijo: —¿Estás seguro de que realmente no quieres un exorcismo? —Él adoptó el tono de una mamá que le preguntaba a su hijo incontinente si realmente no necesitaba ir al baño antes de embarcarse en un viaje en coche. —Porque es bastante tonto detenerse a la mitad. Dreyfuss lo evaluó, y luego se volvió hacia mí. —¿Qué opinas, Detective? ¿Has visto todo lo que necesitas ver? Maldita sea, él sabía que no lo había hecho. —Tal vez podría hacer otro barrido de tu oficina primero. Antes del ritual. Establecer una línea de base. —Tú eres el invitado. —Dreyfuss sacó un fajo de plástico de burbujas del bolsillo, se lo dio a Richie y le dijo: —Cuídame esto, ¿quieres? —Y me indicó que lo precediera mientras Richie se atrincheraba en un sillón y se ponía a trabajar. Se produjo una serie de estallidos que nos siguieron por el pasillo, aunque el sonido se

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detuvo abruptamente una vez que la puerta detrás de nosotros se cerró con un bajo susurro. Nunca pensé que me sentiría aliviado de estar solo con Dreyfuss. La alfombra de oración estaba justo donde Carl la había dejado, y el disco de carbón todavía estaba humeando suavemente. La presencia de la parafernalia religiosa en sí no había desvanecido a los repetidores, pero el rosario parcial había provocado que Triplemente Tiroteado titilara. Lo vi tomar sus tres balas, sacudiéndose mientras cada una de ellas golpeaba. Su rostro era una masa retorcida de miedo y conmoción. No estaba seguro de poder relacionarlo con una fotografía estoica. Me volví hacia Bala en Garganta en su lugar, y le eché un buen vistazo a su cara, sospechando que ya tenía una coincidencia. Luego miré algunos lugares más aleatorios en la habitación para no transmitir lo que realmente había estado viendo. Dreyfuss estaba en su escritorio, sin guantes, royendo una cutícula mientras me observaba buscar. Hice un gesto, y él entregó los expedientes. Hojeé y encontré mi coincidencia. —Por cierto, —dije, —me debes la píldora de ayer. Dreyfuss sacó su pastillero, sacó un rojo y lo puso en el escritorio frente a mí. Me tragué la cantidad masiva de saliva que brotó repentinamente de mis glándulas, y decidí identificar algunos repetidores que pudiera ver durante todo el fin de semana si los canjeaba por cada fantasma individual. Como ya estaba presionando mi suerte, dije: —Identificaré a tu primera víctima por tres Seconales. Sacó tres pastillas más y las alineó al lado de la primera. Contuve las ganas de abofetearme en la frente. Obviamente, debería haber

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pedido más, pero no podía recular exactamente ahora. Apestaba en la negociación. Según el papeleo, Bala en Garganta trabajó para el Chicago Tribune. Su informe de personas desaparecidas había sido presentado hace ocho años. La foto era una coincidencia obvia, y la identidad y las fechas me serían fáciles de verificar, así que supuse que era real. Saqué la página y se la di a Dreyfuss. Miró el papel y se mordió la esquina de la uña. —Habría pensado que este tipo estaba tomando el sol en el Caribe. Tomó un montón de dinero sucio para mantener las historias en silencio. El chico del baño fue incluso más fácil de identificar gracias a su dramática línea del cabello. Mafia rusa. Según cabe suponer. Eso me supuso hasta siete pastillas. También dejó al repetidor más inquietante sin identificar. Triplemente Tiroteado tomó sus tres balas y cayó. Consideré mi fajo de fotos. Era posible que el repetidor ni siquiera estuviera en la pila. Aun así, escruté cada una. Pude eliminar dos tercios de ellas fácilmente, pero había cinco posibilidades de las que no estaba tan seguro. Los sombríos hombres blancos en trajes tienden a parecerse mucho. Quería ponerle un nombre a esta cara, y no solo por el Seconal. El programa PsyCop llevaba más de una docena de años ejecutándose en Chicago. Yo debería saberlo, ya que era uno de sus miembros fundadores. ¿Cuándo desapareció el Detective Wembly, el año pasado, o con la última directiva del FPMP? No estaba seguro. El Sargento había sido vago. Tal vez debería haber puesto a Jacob a investigar a Wembly y no a Laura Kim. Al menos sabíamos cómo se veía Laura Kim y dónde estaba.

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Me enderecé, sin darme cuenta de que había estado encorvado, mientras mi espalda chasqueaba como un coro de castañuelas. Eché un vistazo alrededor de la habitación mientras me estiraba. Dreyfuss me observaba, toda esa energía rápida de sabelotodo suya ahora tranquila, calmada y concentrada. Lo único que se movía era su mano cuando cogía una cutícula irregular mientras sus ojos permanecían en mí. A veces mis instintos personales son acertados, y otras veces son una mierda. No estaba seguro de cuál de esas variables estaba experimentando en ese momento... solo que pensé que tal vez, tal vez, finalmente lo conocía lo suficientemente bien como para leerlo. —Dime algo, —dije. —Si puedo. —El tipo en la sala de juntas que se disparó en la cabeza... Supuestamente, lo único que sabía sobre la sala de juntas era la presencia de un punto frío ahora erradicado. Sus ojos se ensancharon. Nunca había suministrado un nivel tan preciso de detalle visual a nadie fuera de mi círculo interno más confiable. —... ¿era el PsyCop perdido, Wembly? Su rostro se congeló. Sólo por un nanosegundo. Y luego dijo: —Definitivamente no. Tal vez eso era cierto, o tal vez cada palabra que salía de su boca era una mentira. Puede que yo no sepa si el repetidor del suicidio era Wembly, pero una cosa era segura: había visto esa pausa. Sabía que Dreyfuss tenía mucho que esconder. ¿Estaba mintiendo? Tener a Carolyn Brinkman en mi vida me ha enseñado que hay muchas maneras de mentir. No toda falsedad es una mentira descarada. Hay mentiras por omisión. Hay sutiles desvíos. Si Con Dreyfuss dice que nunca me mintió, me inclino a pensar que ese podría ser el caso.

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Técnicamente. Entonces, si el PsyCop desaparecido no era el suicida de la sala de juntas, entonces... clavé los ojos en Triplemente Tiroteado. —Ese tampoco es el Detective Wembly, —dijo Dreyfuss. —No estaba mirando nada. —Y yo soy la reina de Inglaterra. —Se volvió hacia su teclado y descartó la alineación de fotos en sus monitores. —Si el tercer fantasma no está en mi pila de posibles candidatos, entonces tal vez sea alguien a quien todavía no conozco. Podemos hacer un retrato robot, tengo el software, y lograr más sospechosos. —No es eso. Incluso podría ser uno de estos tipos en la lista corta. —Tal vez un artista de bocetos capacitado podría ayudarte a descubrir… —Sé cómo identificar facciones, ese no es el problema. Es que las personas tienden a no parecerse mucho cuando están gritando. Eso lo hizo callar. Arrancó el trozo de cutícula que había estado levantando. El lecho ungueal de su dedo anular comenzó a sangrar. Profusamente. Dio un gruñido de disgusto y lo secó en el dobladillo de su sudadera con capucha. —Además, ahora está todo titilando por los Ave Marías. Dreyfuss se inclinó hacia delante en su silla. —¿Así que realmente puedes ver los efectos de los rituales del Agente Duff? Me encogí de hombros. —Y, en teoría, podrías exorcizar a este tipo para siempre... una vez que estuvieras satisfecho sabiendo quién era, y que yo no lo maté. Estaba cansado de dar rodeos. Además, parecía inútil. —Sí.

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—Bien, entonces. —Dreyfuss se sacó una gota de sangre del dedo. —¿Y al revés? ¿Podrías recuperar al espíritu y conseguir un vistazo mejor? Mi reacción instintiva fue insistir en que no podía. Pero cuando abrí la boca para negarlo, comencé a preguntarme. Tal vez Dreyfuss estaba tras algo, y tal vez yo debería estar viendo mi habilidad de esa manera. Hacer que los fantasmas sean más nítidos no era algo que me propuse hacer o, más precisamente, no era algo de lo que fuera consciente de intentar. Pero cada vez que rastreaba la escena del crimen en busca de pruebas psíquicas, cada vez que perseguía un parpadeo que veía por el rabillo del ojo, ¿no esperaba encontrar alguna evidencia clara y obvia que nos ayudara a realizar nuestro arresto inútil? —Quizás, —dije finalmente. Me estaba mirando, duro. Él sabía que había despertado mi interés. —Nunca lo intentaste, ¿verdad? Negué con la cabeza. —Siempre pensé que era una verdadera lástima que estuvieras atascado en el pasaje de los peatones imprudentes con esos payasos de la fuerza. Sabes que me encantaría ponerte en la vía rápida para el crecimiento y desarrollo personal. La emoción creció a través de mí cuando buscó en su bolsillo, y pensé que, después de todo, no había perdido mi oportunidad con esos tres últimos Seconales. Pero no fue su pastillero mágico lo que sacó esta vez. Era un llavero. Abrió el cajón de su escritorio más bajo, sacó una delgada carpeta negra y la colocó sobre su escritorio, con cuidado de no sangrar en ella. —Todos los entrenadores de psíquicos en el mundo pueden decirte que despejes tu mente y respires y cantes y toques los boles de

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oración tibetanos... pero todo esto es un montón de teoría. Ninguno de ellos puede guiarte realmente desde un lugar de experiencia. Él había perdido mi atención con la carpeta. La gente no guarda sus pastillas en una carpeta. A menos que hubiera una receta allí... pero ya me había dicho que una receta Seconal estaba fuera de cuestión. —Después de todo, —dijo—¿quién va a decirle a Miguel Ángel cómo pintar un techo? —Él estaba feliz de proporcionar su propia respuesta. —No los chicos del Home Depot19. Eso seguro. A menos que fuera una receta para algún tipo de psi-activo que me permitiera hablar con Triplemente Tiroteado. Después de la pastilla que dejé que me pasara en Santa Bárbara, no quería tener nada que ver con las drogas experimentales de Dreyfuss. A menos que fueran benzodiacepinas. —Pero hay una persona que puede proporcionarle a Victor Bayne el beneficio de su experiencia. —Abrió la carpeta, pero la hoja de papel que estaba dentro no era una receta en absoluto. Era un papel de cuaderno, ligeramente amarillento. Mi corazón se hundió al verlo, porque mientras él intentaba despertar mi curiosidad sobre lo que yo podría ser, realmente me había vendido a mí mismo la idea de una nueva receta. Él estaba viendo caer mi cara, y no me importó. ¿Todo ese montaje, para una nota estúpida? Y luego dijo: —Marie Saint Savon. ****

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Cadena de tiendas de bricolaje.

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—Está en francés. —Traté de sonar arrogante, pero mi voz tembló. Porque una vez que registré lo que me estaba mostrando, conseguir píldoras era lo último que tenía en mente. —Tomé unos cuantos semestres en la escuela secundaria, —dijo Dreyfuss, —pero estuve demasiado ocupado mirando a Conchita Suárez en la primera fila girando su largo cabello negro para recordar mucho más que lo básico. No permitían que los niños cubanos tomaran español solo para elevar sus notas medias. Por suerte para mí. —¿Así que no sabes lo que dice esta lista? —No he dicho eso. Hay una cosa llamada traductor, ya sabes. Leí una línea. Estaba tan emocionado que seguí retrocediendo, leyendo y releyendo, tratando de tener sentido. Resentir un frisson. Bueno. Por lo que sabía, el Frisson era un sedán de lujo demasiado caro. Miré a Dreyfuss para una explicación. Él leyó la línea en voz alta, y aunque no distinguiría un buen acento de uno malo, me sonó bastante francés. —Significa sentir una caída repentina de temperatura, —explicó, — junto con un gran caso de pelos de punta. Un punto frío. Leyó el siguiente par de líneas. —Le voir mourir, ver una muerte... no un espíritu, sino la muerte misma. Tú los llamas repetidores. Parler a l’ame, charlar con los espíritus. Santo infierno. Marie Saint Savon había dejado una larga lista de habilidades medianas. En orden de dificultad, nada menos. Leí la última línea en voz alta. —Craquer les morts. ¿Qué demonios se supone que es eso? ¿Galletas muertas?

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—Ahora ese sería un refrigerio interesante para servir en un partido de fútbol. —Dreyfuss miró la página amarillenta. —Craquer es más sobre forzarlos a hacer lo que quieres. Ya sabes, como cuando estás interrogando a un sospechoso y finalmente se resquebrajan. Romperlos. ¿Romper a los muertos? Tal vez eso no era tan descabellado. Mira lo que le hice al jarrón más grande de Jacob. —¿Sabes lo que no veo en esta lista? —Preguntó Dreyfuss. —¿Quiero saberlo? —Proyección astral. Totalmente despierto. De pie. —En realidad no tengo esa habilidad, —dije rápidamente. —Fue por las drogas. Estaba lleno de psi-activos locos y fuertes y corría con adrenalina pura… —Relájate. —Sus ojos astutos estaban fijos en mí, inquebrantables, y habló con una voz tan tranquila y baja que apenas fue más que un susurro. —Tu secreto está a salvo conmigo. Después de todo, tú también estás manteniendo mi certeza más cercana y más querida. Así que me corresponde mantener ciertos asuntos entre nosotros. —Por regla general, no proyecto, —insistí. —Nunca me ha pasado en ningún lado excepto en PsyTrain. —No te preocupes por los detalles. Lo que estoy tratando de decir, si has puesto fin a tu ataque de pánico, es que has descubierto algunas habilidades nuevas que van más allá del historial de Marie Saint Savon y que, con ciertos realces, puedes alcanzarlas. Si puedes hacer las cosas difíciles, las cosas inauditas... entonces las habilidades en esta página deberían ser posibles. Pon tu mente en ello, tal vez puedas obligar a los espíritus. —No funciona de esa manera.

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—Eso dices, pero dudo que alguna vez lo hayas intentado. ¿Quieres saber quién es ese tercer repetidor? —Sabía muy bien que lo hacía. —Fuerza a su espíritu a decírtelo. **** Consideré pedirle a Dreyfuss que se fuera para poder concentrarme, pero sabía que ese escenario le daría una ventaja. Si estuviera en otra habitación, podría hacer lo que quisiera sin que yo lo supiera, mientras todos mis movimientos serían visibles para su ojo psíquico. Así que lo dejé quedarse. Fingí que eso tampoco me molestaba. Mi nivel de luz blanca era bastante alto, aunque la mayoría del yuyu estaba actualmente bombeado en mi caparazón protector. Mantener la armadura era una segunda naturaleza. Una vez que la visualizaba en su lugar, apenas pensaba en mantenerla. Usar la luz blanca para afectar a otros seres era más problemático para mí, porque tenía que dejar que la energía fluyera a través de mí y luego hacia otra cosa. Jacob era mejor soltando que yo. Él podía robar la luz y cubrir la habitación con ella... pero como no puede ver realmente lo que está pasando, pedirle ayuda sería como vendarle los ojos, darle mi arma, describir un objetivo y esperar que le acertara al exprimir una lluvia de balas. Supongo que funcionó con el Fantasma de Fuego porque apenas podías perdértela. Además, estaba tan ansiosa por salir de allí que nos recibió a medio camino. Me acerqué al repetidor, un hombre caucásico de cuarenta años con un traje oscuro. Una bala en el muslo lo hizo retroceder, luego otra en su cadera opuesta lo lanzó hacia el otro lado. La última bala en su hombro lo hizo girar. Las heridas en el hombro no suelen ser

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fatales, por lo que debió haber sido un tiro arterial. Probablemente sea así, a juzgar por la rociada de sangre. Tal vez, ya que su muerte era inminente, esa tercera bala soltó el espíritu antes de que su cuerpo físico realmente expirara. Sin embargo, pensar en esas rutas me inquietó por la predestinación y el libre albedrío, así que me dije a mí mismo que el momento real de la muerte no estaba en duda. Era la identidad del repetidor... y si podría averiguarla. Él estaba titilando por el ritual de Einstein. ¿Era posible desexorcizarlo? Tal vez la luz blanca no funcionara en una calle de sentido único. Si no, teóricamente podría lanzar un exorcismo al revés. Si Richie fue capaz de afectar al repetidor con esas ridículas oraciones chapuceras, me pareció que yo debería poder fortalecer la señal del fantasma. No con la oración, no estoy completamente convencido de la idea de un hombre con una gran barba blanca en el cielo, sino con energía. Vi cómo se desarrollaba el momento crítico. Muslo. Cadera. Hombro. Rocío de sangre. Por lo general, mi intención era dividir la energía y enviarla a su lugar adecuado. No a una ubicación física, sino a un plano que se superpone. No estoy seguro de que el nombre importara: astral, etéreo, los eruditos metafísicos intentan etiquetar estos planos de la realidad, pero nunca parecen estar de acuerdo entre sí, por lo que era vago en mi mente. Ve a donde sea que pertenezcas. No aquí. Esa es la esencia de mi orden habitual. ¿Cómo se vería eso en el terreno opuesto? Hice todo lo posible por ignorar a Dreyfuss, ignorar al repetidor y concentrarme en la pregunta. ¿Lo opuesto a “vete”? Vuelve. Sentí un cambio en mi entendimiento, la comprensión de que llamar a algo a volver debería, en teoría, funcionar. Yo tampoco

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tendría que hacer un gran espectáculo. Mientras uso mi voz física para hablar con fantasmas sensibles, hace mucho que dejé de hablar con los repetidores. Nunca reaccionaron como si me estuvieran escuchando, y yo podía salarlos perfectamente sin decir nada en voz alta. Para ser honesto, también podría salarlos perfectamente sin sal. Pero odiaba cómo se sentía mi mano después de meterla en mi bolsillo y sacar mi polvo de hadas psíquico. Mi propia sal estaba actualmente en mi abrigo, que estaba en el salón. No estaba de humor para tratar de explicarle a Richie lo que estaba haciendo al salir a buscarlo, así que supuse que mis paquetes de sal tendrían que quedarse donde estaban. Dada la opción de dejar que el FPMP me suministrara sal o usar mi propio caldo no físico, opté por tocar mi propio mojo y sufrir la mano pegajosa más tarde. Estoy seguro de que en realidad tampoco necesitaba meterme la mano en el bolsillo, pero nunca me molesté en romper el hábito. Era un buen camuflaje para que la gente a mi alrededor pensara que necesitaba emplear algún tipo de apoyo físico para poder actuar. Planté los pies, me centré y metí la mano izquierda en el bolsillo. Sentí el tintineo revelador inmediatamente. No es sorprendente. Mi luz blanca estaba a toda marcha. Me fijé en el repetidor... y vacilé. No era solo que les dijera que se largaran, me di cuenta. Había un sentimiento general unido a ello. Una sensación de desenredar un nudo y de limpiar una mancha rebelde del lavabo del baño. Una sensación de limpieza. De rectitud. De liberación. ¿Cómo diablos se suponía que debía sentir eso a la inversa? “Sucio cautiverio” no era exactamente la vibra que buscaba, eso lo sabía. ¿Solidez, tal vez? ¿Sustancia? Aspiré un gran trago de luz blanca e imaginé que el repetidor se volvía más opaco. Controlado.

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Lúcido. El polvo de hadas estaba listo ahora, más que listo. Mi mano picó de forma desagradable, como si pequeñas descargas de estática estuvieran jugando sobre las puntas de mis dedos. No era lo suficientemente fuerte como para filtrar ectoplasma por mi cuenta, no sin la ayuda de un gran psi-activo. Así que, si bien no habría ninguna jalea involucrada, terminaría con una mano espeluznante y adormecida para mostrar mis esfuerzos. Estaba ansioso por llegar a esa etapa del juego porque, al menos entonces, sabía que el "asco" comenzaría el proceso de desaparecer. Pellizqué. Una sensación granular jugó entre las puntas de mis dedos, crepitando con energía. Con mi llave interior vertiendo luz blanca en mí, y la idea de solidez fijada firmemente en mi mente, saqué mi polvo de hadas. Pensé, vuelve, y salé al repetidor. Mi visión brilló en blanco. Fue un poco como las chispas que ves cuando presionas tus párpados cerrados, excepto que no tiene nada que ver con mi nervio óptico y todo que ver con mi sexto sentido. Acababa de enfocar una carga de luz blanca, quizás más de lo que mi cableado fue diseñado para manejar, y el conducto necesitó un segundo para enfriarse. Tal vez ni siquiera fue un segundo entero. Más como un momento, un respiro. Aun así, me sentí aliviado cuando el deslumbramiento desapareció y recuperé mi vista física. Miré a Dreyfuss primero. Estaba sentado detrás de su gran escritorio, con los ojos aburridos a través de mí mientras se levantaba las cutículas sin saber que lo estaba haciendo. Bien, eso era bueno. Podría lidiar con él mirándome, especialmente porque no tenía otra opción. El repetidor, desafortunadamente, no reaccionó a mi intento como esperaba.

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Se había congelado. Era algo salido de una película de ciencia ficción, donde la cámara explora una acción exagerada mientras el actor se detiene en una pose imposible. Esta imagen congelada fue el golpe en el hombro, el golpe crítico. Su cuerpo estaba torcido, con las piernas, las caderas y el brazo derecho lanzados hacia adelante, y el brazo izquierdo, el hombro y la cabeza hacia atrás. La rociada de sangre espectral era una galaxia de diminutos glóbulos congelados fijados en el aire alrededor del punto de salida. Uno de sus zapatos estaba medio quitado. —No creo que vaya a hablar, —admití. —¿Porque no lo hará, —preguntó Dreyfuss, —o porque no puede? —No puede. —¿Porque…? —Simplemente no puede. Así no es cómo funciona. Dreyfuss se inclinó hacia delante, pero mantuvo el gran escritorio entre él y yo. Y el repetidor. —¿Cuál es la complicación? Tal vez podamos MacGyvear20 una solución. Ese punto entre un problema sin solución y un solucionador de problemas serio es uno que siempre trato de evitar. —No hay solución, ¿de acuerdo? Él es un repetidor. Los repetidores no hablan. Si Dreyfuss estaba sorprendido porque admitiera que los espíritus me hablan (en palabras reales), no lo demostró. —Así que los repetidores son conchas. 20

McGyver era una serie de televisión de los 80 donde el protagonista usaba sus conocimientos en ciencia para crear artículos que lo ayudaban a salir de situaciones peligrosas.

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—Ni siquiera eso, —dije. —Son más como un fragmento de película. —Energía. Todo es energía, o eso nos dicen los teóricos. Pero pensar en la forma en que todo está hecho de átomos, o el espacio vacío entre ellos, me hace comenzar a preguntarme si todo era en realidad nada y, como pensamiento, no era una idea muy atractiva. —¿Energía del momento de la muerte? —Preguntó. Asentí. —Pero los espíritus son diferentes. —No lo confirmé ni lo negué, pero parecía que él no necesitaba que lo hiciera. —Bueno, y si no te concentras en el repetidor. ¿Qué pasa si te centras en la persona y los invitas a volver a conversar? —¿Cómo es el repetidor, no una persona? —Es totalmente diferente... ¿no es eso lo que me acabas de decir? Un repetidor es un momento, una huella de un momento de violencia. Pero la mente de una persona, su espíritu, la esencia de esa persona, esa es la parte que deberías aprovechar si quieres hablar con este tipo y obtener una identificación. —No puedo concentrarme en la persona si no tengo ni idea de quién es. —Has estado haciendo esto durante mucho tiempo y estás empezando a cansarte. Entiendo. Pero estamos justo al borde de algo aquí. ¿No lo sientes? Todo lo que sentía era cansancio y frustración... hasta que sacó su pastillero. Mientras debatía si estaría presionando mi suerte al pedir cinco píldoras para esta última identificación, dijo: —A lo mejor no crees que puedas llamar a este tipo para que vuelva, pero una docena de rojos dice que puedes.

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Capítulo 15 Y así lo intenté. Aspiré luz blanca, e intenté imaginarme a Triplemente Tiroteado hablándome, y me imaginé que mi luz blanca lo estaba llamando. Lo intenté y lo intenté, hasta que mi boca estuvo seca, me palpitó la cabeza y mis fosas se pusieron húmedas. Finalmente, cuando estaba tan mareado que necesitaba sentarme, me senté en una silla y dije: —No funciona así. —¿Estás seguro? —Dijo tímidamente Dreyfuss. Mi cabeza se levantó cuando registré su tono. Era poco propio de él ser algo distinto al cien por cien certero. —Quizás solo necesites un poco de ayuda. Acercó la silla al aparador que tenía detrás, hizo girar una llave en su cerradura y abrió un panel. Dentro estaba el tubo de una televisión pasada de moda. No era como el televisor de tubo masivo del Bed & Breakfast de Missouri, y no era como la vieja consola en mi sótano. Pero no hubo ninguna duda en mi mente de que era una FantasmaTV. Atrajo mi atención. —¿Qué dices? —Dame un minuto. —Me froté la frente con la manga de la chaqueta y, aunque odiaba pedir algo, dije: —¿Puedo conseguir agua?

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Dreyfuss se acercó a otro panel y lo abrió. Había una pequeña nevera en el interior. Él cierra su refrigerador... y aquí pensando que yo era paranoico. Todavía sentado, sacó dos aguas y me arrojó ambas, una tras otra, de una manera sencilla. —Una para cada uno de nosotros. Tú escoges. Fue un alivio que no tuviera que ser prudente sobre lo poco que confiaba en él. Arrojé una de las aguas de vuelta. La atrapó limpiamente, rompió el sello y bebió. Yo hice lo mismo. Mis sienes estaban golpeando. Un Valium ayudaría algo. Una Oxy sería mejor aún. Sin duda, Dreyfuss podría conseguirlos si lo pidiera, y sin duda él me lo daría para tranquilizarme. Pero no lo hice… porque era claramente el peor negociador del planeta, y pedir un analgésico probablemente socavaría mi Seconal. Además, prefiero aferrarme al dolor de cabeza, como un recordatorio para dejar de ser tan descuidado a su alrededor y guardar algunos de mis secretos para mí. No importa lo mucho que quisiera esas pastillas, me di cuenta por el retorcimiento de mis entrañas y la dolorosa opresión en los músculos de mi cuello que ese día solo habría un “intento” más. —De acuerdo. —Yo también podría terminar con esto. —Enciende esa cosa. **** Encendió el tubo. Hice todo lo que pude para respirar, centrarme y relajarme. Las FantasmasTVs me provocaban dolores de cabeza y, como ya estaba en medio de uno, tendría que acelerarme. No se sabe si un dolor de cabeza es solo una activación enojada de los nervios o una vena importante preparándose para estallar.

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—Está ajustado a los parámetros que obtuvimos de Jeffrey Alan Scott, —dijo Dreyfuss, susurrado y reverente, como si estuviera anunciando un partido de golf. —Hazme saber si necesitas modificarlos. Lo despedí con la mano y él se calló. Un intento más... y no tenía energía de sobra para charlar mientras lo intentaba. Cuando me adapté a lo que sea que la señal de TV incrementó en mi cerebro, el repetidor se volvió sólido, sólido como una piedra, como si pudiera confundirlo con algo físico, si no fuera por su giro en el aire. Dada la postura, parecía más una figura de cera que un fantasma. O un momento congelado de violencia. O lo que sea que realmente era. El nivel de detalle era monstruoso. Pude ver el patrón de jacquard del tejido de su corbata, la cuenta de los glóbulos de sangre. Me estiré a su alrededor. No es un mordedor de uñas este. Antebrazos peludos, sin embargo. Podría contar los pelos. Demonios, sentí como si pudiera arrancar uno, si quisiera... pero no lo intenté. Tocarlo podría destruir la ilusión antes de que hubiera visto lo que necesitaba ver. Me concentré en su cara. ¿Tanto detalle que trascendió mi incomodidad por ignorar el último momento de este tipo, pero suficiente detalle para identificarlo? Tal vez no mientras estaba gritando así. Lo miré con dureza y di los detalles relevantes que limitarían la búsqueda. Pelo: castaño medio. Ojos: marrón medio. Piel: de tono medio caucásico. Marcas de nacimiento: ninguna. Para semejante espectáculo de repetidor, era casi imposible describirlo. Intenté enviar el bucle de película paranormal hacia adelante o hacia atrás unos cuantos fotogramas, hasta el punto en que su rostro se pareciera más a su rostro cotidiano, más como algo que podría

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comparar con una foto policial. Nada. Lo que hubiera hecho con el polvo de hadas lo había cimentado en su lugar, bien. Aspiré un poco más de luz blanca y le di un empujón enfocado. Nada. Me imaginé su ego, su alma, recorriendo el cosmos para habitar el espantoso caparazón, para decirme algo, algo útil. Nada. Mi cabeza palpitaba ahora. Hice que Dreyfuss ajustara las perillas, incremento por incremento. Juntos, encontramos un entorno que se sentía tan brillante e híper-claro que me pregunté si tal vez tendría que examinarme los ojos. Si los primeros ajustes representaban lo que yo había llegado a aceptar como “claro”, tal vez la hipermetropía de la mediana edad finalmente se estaba afianzando. El repetidor estaba tan vívido que prácticamente podía contar sus células de la piel. Y todavía no había nada que pudiera usar. Sus ojos estaban muy abiertos y en shock. Su rostro estaba contorsionado. Su boca se abría en un grito... pero ahora, podía contar sus empastes. Tal vez debería pedir registros dentales. Lo pensé burlonamente, pero en realidad no era una mala idea. Probablemente deberíamos actuar de inmediato. El repetidor podría desvanecerse con el tiempo. O podría estar atrapado aquí para siempre. No había forma de saberlo. Necesitaba acostarme, pero solo podría tener esta oportunidad. —Nuestro top cinco, —le dije a Dreyfuss, con los ojos fijos en el molar del repetidor congelado, —¿puedes conseguir sus registros dentales? —Lo intentaré.

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Mi cabeza estaba a punto de detonar. Me giré hacia mi silla para quitarme la carga y me sorprendí haciendo una doble toma en Dreyfuss. Algo raro estaba pasando, pero no era el fenómeno extraño del globo ocular que había presenciado en PsyTrain. Si bien el aspecto de múltiples ojos brillantes no era bonito, lo había visto antes. No me hubiera asustado. Esto era diferente. El aire a su alrededor estaba ocupado, pero no por repetidores. Me senté, me encorvé en mi silla y me pellizqué las sienes, luego eché un vistazo desde debajo de mi palma. Estaba apenas allí, fuera lo que fuera, era difícil de distinguir, pero definitivamente se centraba en Dreyfuss. ¿Humo? No, no se movía como el humo. Cogió su teléfono y hubo un movimiento definido en lo no físico, como si su movimiento hubiera perturbado lo que sea que fuera. Como si estuviera reaccionando a él. —Laura, —dijo, —prioriza esto. Necesito que desentierres algunos registros dentales, te enviaré la lista, y no esperes hasta que los tengas todos, tráemelos tan rápido como los consigas. Gracias. Colgó, y lo no físico se agitó de nuevo. Era como si un plano alternativo ocupara el mismo espacio físico que Dreyfuss, y en ese plano, había cosas. Cosas borrosas. Cosas flotantes. Cosas que él no podía sentir, aunque parecían sentirlo a él. Sin embargo, no era una niebla y no era un vapor. Más como... entrecerré los ojos. ¿Cómo demonios se veía? Para alguien que supuestamente era un pensador visual, me costaba entender lo que estaba viendo. Las cosas alrededor de Dreyfuss se veían menos como nubes, y más como... medusas. Mi cuerpo reaccionó antes que yo, probablemente porque mi cerebro estaba ocupado tratando de convencerme de que realmente

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no estaba viendo lo que veía. Me estremecí e intenté convertir el movimiento en una especie de tos para cubrir mi temblor. Dreyfuss levantó la vista. Pequeños marcadores brillantes seguían a sus ojos, aunque eso era normal, para él. —¿Estás bien? No mires, me rogué. Pero no podía arrancar los ojos. Las medusas psíquicas no solo ocupaban el mismo espacio físico que Dreyfuss. Estaban atadas a él por largas y delgadas hebras de pegote no corpóreo. —¿Bayne? —Dolor de cabeza, —mentí. Mi dolor de cabeza ahora era un dolor sordo que casi no sentía, porque mi conciencia había sido secuestrada. Todo lo que podía pensar era, ¿qué coño son esas cosas de medusas? —¿Quieres algo para eso? Tengo aspirinas con una pizca de codeína que lo eliminarán de inmediato. —Metió la mano en su bolsillo y todas las medusas se movieron. De hecho, cada vez que movía las manos, creaba una perturbación notable en el campo de las medusas. Las cuerdas pegajosas, vi, estaban conectadas específicamente a sus manos. Lo primero que pensé fue que tal vez el Con Dreyfuss delante de mí no era realmente él. Tal vez era una pobre cáscara que una vez había sido Con Dreyfuss, un mocoso patán que había entrado en el lugar equivocado en el momento equivocado, y las malvadas medusas se habían apoderado de su cuerpo, manejándolo como un títere durante todos estos años en que se encargó del FPMP. Lo observé sacar su profunda, profunda caja de pastillas y colocarla en su escritorio mientras la medusa se arrastraba detrás del movimiento. No parecía que las entidades medusas estuvieran

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tirando de las cuerdas. En realidad estaban un poco lánguidas, como si hubiera vagado por un campo de ellas y se hubiera enredado. Ahora solo estaban siendo arrastradas por el paseo. Abrió un compartimiento, sacó cuatro pastillas y las sacudió como si fueran dados. Las medusas transparentes temblaron en los extremos de sus ataduras. Puso dos pastillas frente a mí, sacó otras dos y las bajó con un poco de agua. —Terroso. Mantener mi dolor de cabeza ya no parecía importante. Increíblemente, hice lo mismo. Dijo: —Realmente no te ves muy bien. Tengo una doctora en el personal, tal vez debería hacer que venga. —Está bien, —dije automáticamente. Cuando se reclinó en su silla para considerar cómo de no-tan-bien estaba, observé el movimiento en el campo de las medusas. La vibración recorrió una de las hebras mientras que el cuerpo flotante donde se originaba daba una suave ondulación. Dreyfuss se llevó la mano a la boca y cortó el borde de su cutícula entre los dientes, y la ondulación se detuvo. Me di la vuelta y tragué agua. —Si vas a vomitar, apunta a la papelera. Había visto una de esas cosas de medusas antes, o algo así, en el hospital que el Fantasma de Fuego estaba hechizando. La imagen me vino a la mente como si fuera ayer: una cosa oscura y nublada que se arrastraba detrás de la camilla de una mujer sin hogar con un nivel de alcohol en sangre increíblemente alto. ¿Se le había atado con una atadura pegajosa? Difícil de decir, solo había echado un vistazo. Joder, oh joder. Acuné mi cabeza en mis manos. Intenté hacer un

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seguimiento, pero no conseguí que nadie me diera su nombre. Entonces lo dejé correr. No sabía que era tan malo. No lo sabía. No, eso no es verdad. Lo sabía, lo había visto, y lo deseché. Había demasiadas otras cosas sucediendo, y lo dejé escapar. Acuné mi cabeza en mis manos. Un botón hizo clic, y Dreyfuss dijo: —¿Laura? Trae a la doctora Santiago a mi oficina, lo antes posible. —No, —dije, obligándome a sentarme y parecer normal, sea lo que sea eso. —Está bien. Estoy bien. Está pasando. —Doc es genial, una dama inteligente, te gustará. —Está bien. Dreyfuss canceló a la doctora, se recostó en su gran silla de cuero y me observó mientras lo observaba. Se dio unas palmaditas en el pelo, y el campo de medusas se balanceó. —¿Cabello desgreñado? ¿Pelusas? ¿Qué es tan fascinante allá arriba? ¿Qué demonios se suponía que debía decirle, que aparentemente él tenía demonios de uñas flotando sobre su cabeza? ¿Conectados con él? ¿Alimentándose de él? Vale, demonios puede ser una palabra demasiado fuerte. Gremlins, diablillos… No importa cómo tratara de enmarcarlo, de ninguna manera sonaba remotamente razonable. —Necesito probar algo, —dije finalmente. —No te muevas. Sus cejas se alzaron expectantes, pero se quedó quieto mientras me levantaba y me acercaba a él. —Vale, —dije, —cierra los ojos. —¿Es esto un ejercicio de confianza? Como, ¿caer hacia atrás y esperar que me atrapes?

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En realidad, simplemente no quería que me viera rociar mi polvo de hadas invisible. —¿En qué hay que confiar? —Estás armado. Yo no. Expulsé el cargador y le entregué la Glock. Colocó el arma descargada en su escritorio con un movimiento de cabeza, como si fuera un movimiento melodramático para su gusto, luego se encogió de hombros y cerró los ojos. Cuando me metí en el bolsillo izquierdo, encontré que el suministro de polvo de hadas era tres, cuatro veces más que antes. Chupar luz blanca frente a una FantasmaTV encendida debía haber sido la razón del mojo extra. Agarré un buen puñado, y lo arrojé a la medusa. No les dije que se fueran, no en voz alta, pero no debí haberlo necesitado. Hubo una interrupción en el campo, todos esos cuerpos transparentes ondeando y en movimiento. Dreyfuss hizo una mueca y flexionó los dedos. Saqué otro gran puñado de polvo de hadas y lo arrojé. Supéralo, pensé. Hay más de donde vino eso. Puedo seguir con esto todo el día. Cuando alcancé un tercer puñado, uno de los demonios de la uña se desprendió y se apartó, levantándose y desapareciendo a través de las losetas del techo. Todo el día. Arrojé otro puñado, y dos más se separaron y huyeron. Cada vez que metía la mano en mi bolsillo, el nivel de polvo era mayor. Una vez que los primeros despegaron, las medusas restantes perdieron el valor. Una por una se soltaron y flotaron por el techo. Y no volváis, pensé, porque estaría más que feliz de empolvaros de nuevo. Estaba mirando al techo, esperando ver si los demonios de la uña iban a tratar de escabullirse a por más, cuando me di cuenta de que el

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pulso me latía tan fuerte en los oídos que me sorprendió que Dreyfuss no pudiera oírlo desde donde estaba sentado. Bajé el foco unas cuantas muescas e hice todo lo que pude para respirar, retrocedí unos pasos y luego le dije a Dreyfuss. —Vale. Abrió los ojos y me miró. —¿Había un fantasma en mi cabeza? —No exactamente. Se quitó el gorro, sacudió fuera los rizos de sacacorchos y gimió mientras se pasaba las manos por el pelo. —Hay cosas no físicas que no son fantasmas, —dije, con la esperanza de hacerlo sentir mejor. Aunque cuando lo dije, me di cuenta de que probablemente no era un gran consuelo. —No era nada muerto. —Tengo un médium que me cuesta unos dos millones al año, y se necesita un maldito servidor público para ver... te has deshecho de él, ¿verdad? Dime que se ha ido. Por mucho que no me guste Dreyfuss, no pude evitar sentirlo por el chico. —Sí. Estás bien ahora. —Esto es simplemente genial. Mira, no pretendo sonar como un ingrato, pero algunos días simplemente no vale la pena levantarme de la cama. —Conocía esa sensación. —No estoy mintiendo cuando digo que me encantaría tenerte en mi equipo. Di tu precio. —No nos anticipemos. Sé que no te gusta quemar tus favores, pero Jacob necesita entrar en el Centro Correccional Metropolitano. Tienes que hacer esa llamada tú mismo. —Y yo aquí pensando que pedirías más drogas. —Se rastrilló el cabello en un desordenado montón de cola de caballo, sacó su

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pastillero de nuevo y sacó un Valium. Mi garganta tuvo un pequeño pulso como si no le importara tragarse uno también. Antes de que pudiera insinuar que era grosero que no compartiera, su teléfono sonó. Presionó un botón del altavoz, y la voz de Laura dijo: "He localizado algunos registros dentales”. —Tráelos, —le dijo Dreyfuss. Luego me dijo: —Si esto fuera un trabajo de la policía, estarías esperando una citación ahora mismo, y lo sabes. Como era totalmente consciente de ese hecho, no me molesté en responder. Laura entró y puso unas hojas de papel en el escritorio de Dreyfuss. Si estuvo alarmada al ver una 9 mm descargada colocada en él, no lo demostró. —Tengo a la doctora Santiago a la espera, —le dijo ella. —¿Estás bien? Tu pelo es como... —No soy yo. Es el detective Bayne. Laura me miró críticamente, y le dije: —No necesito un médico. Es sólo vista cansada. —¿O fue una sobrecarga psíquica? ¿O el contragolpe del seconal? De cualquier manera, no quería entrar en eso. —Está prácticamente desaparecido. Miró a la ventana y dijo: —Estoy segura de que este resplandor no está ayudando a nadie. Estuve tan absorto en los repetidores y en los demonios de las uñas que no había notado ningún resplandor, pero ahora que lo mencionó, la luz era bastante intensa. Los tejados de los edificios en la estación de tren estaban cubiertos de nieve. Esos techos eran de un blanco pálido, el cielo de noviembre era de un blanco turbio, y la luz que brotaba de ellos y que entraba por la ventana del suelo al techo nos hacía entornar los ojos.

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Laura se acercó a la ventana. De alguna manera logró evitar pasar por cualquiera de los repetidores en el camino. También giró alrededor de la alfombra de oración de Richie. Con un tirón, cerró las cortinas. La habitación se oscureció, y las imágenes posteriores con forma de ventana se desviaron a través de mi campo de visión. La oí volver a cruzar la habitación mientras sus altos tacones daban golpes suaves contra la alfombra bereber, aunque cuando mis pupilas se adaptaron y mi visión se desvaneció, me sorprendió encontrarla todavía de pie junto a la ventana donde había estado la cortina. Hasta que me di cuenta de que no estaba mirando a Laura. Era Jennifer Chance.

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Capítulo 16 La Doctora Chance tiene la misma estatura que Laura Kim, un metro y sesenta y cinco de altura, en forma, algo angular. Al igual que Laura, el fantasma usaba un traje liso oscuro, pero su cabello rubio era un claro indicio. Eso, y el agujero de bala en su frente. El fantasma de Chance estaba recostado contra la pared al lado de la ventana con los brazos cruzados, frunciendo el ceño, mirando a Con Dreyfuss con atención a través de los ojos entornados. ¿Cuánto tiempo había estado acechando detrás de esa cortina? ¿Toda la mañana? ¿Todo el año? ¿Qué había visto ella y qué había oído? Y lo que es más importante, ¿qué secretos míos le había contado inadvertidamente a Dreyfuss esa mañana y, por extensión, a ella? Los fantasmas sensibles no me aterran. No están exactamente en la parte superior de mi lista de ”cosas que quiero ver hoy”, pero tampoco me hacen ensuciarme encima y acurrucarme en la esquina. Sin embargo, estaría mintiendo si dijera que el fantasma de Jennifer Chance no me asustaba, sobre todo ahora, sabiendo que en todo este tiempo nunca se había movido... y que todavía tenía sus ojos en Dreyfuss. No os equivoquéis, Chance también había sido espeluznante en vida. Cada vez que escucho la voz de un personaje femenino en la televisión sonando un poco cantarina, me provoca un recuerdo de ella viniendo hacia mí con una jeringa. En los días malos, lo visual está

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acompañado por el recuerdo táctil de ella apartándome el pelo de la frente mientras me miraba a los ojos. Miré hacia el techo para que ella no supiera que la había visto. Dreyfuss también levantó la vista, como si necesitara protegerse contra los fantasmas de la cabeza que descendían sobre él. —Realmente deberías hacer que la Doctora Santiago te tome la presión sanguínea, al menos, —me dijo Laura. —Solo para estar seguros. —Estoy bien. —Laura es propensa a las migrañas, —dijo Dreyfuss. —La dejan tirada durante días si no las corta de raíz. —No es una migraña, —dije. —Ya casi se ha ido. Laura me miró como si no me hubiera creído del todo, pero ella sabía lo suficiente como para elegir sus batallas. Dijo: —Si no necesitas nada más, volveré a los registros dentales. —Gracias, —dijo Dreyfuss distraídamente, escudriñando el techo en busca de amenazas que no podía ver, mientras Jennifer Chance se apartaba de la pared y caminaba hacia Laura. Aunque pensé que estaba siendo suave, cuando Chance pasó, un escalofrío me invadió, y tuve un caso importante de pelos de punta. Me estremecí, visiblemente. Se detuvo en seco y me miró a los ojos. Las emociones jugaban en su rostro, una tras otra: conmoción, ira y, finalmente, excitación. —¿Funciona? —Un parpadeo, y luego allí estaba ella, acechando mi asiento, Laura Kim olvidada, con los ojos abiertos de asombro y una pizca de manía. Demasiado cerca. —¿Este ajuste particular del sintonizador funciona? No iba a tener esta conversación delante de Dreyfuss. Me alejé de Chance, recogí mi arma y mis balas del escritorio y dije:

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—Tengo que usar el servicio. Dreyfuss me miró con un poco de extrañeza, pero no podía prohibirme exactamente ir al baño. Me metí, luego cerré y bloqueé la puerta con llave mientras Jennifer Chance flotaba a través de ella. Luego abrí los grifos del lavabo y la ducha para proporcionar un poco de ruido blanco, contorsionándome para evitar el roce contra ella. Si bien no me había gustado mostrarle mi espalda a Laura Kim en el aparcamiento, mis instintos con el fantasma de Chance eran lo contrario. Me encontré protegiendo mi plexo solar como un ladrón de tiendas guardándose un descuento de cinco dedos por debajo de su camisa. —Me ves ahora, —dijo Chance. —Sé que lo haces. He estado ocultándome todo el día y de repente tienes visual. Debe ser el sintonizador. —Retrocede. —Coloqué el cartucho de munición en su lugar, lo que aparentemente solo intimida a las personas en las películas. Normalmente, usaría el tono de “tira el arma”, pero en cambio susurré porque quería que la conversación se mantuviera entre ella y yo. Con suerte, las salpicaduras de agua serían suficientes para confundir los dispositivos de vigilancia, al menos sin un filtro avanzado. Enfundé el arma inútil. Mi dolor de cabeza era tan cegador a estas alturas que me moría por sentarme en el asiento del inodoro cerrado, o tal vez tumbarme en el suelo para minimizar el daño físico en caso de que me desplomara. Sin embargo, dado que eso me convertiría en un objetivo estacionario, me mantuve de pie, alejándome de su constante y solícito contacto. Aun así, solo era un baño y no había exactamente muchos lugares donde ir. Cuando me agarró por el brazo, sentí las puntas de sus dedos hundiéndose dentro. Y dentro. Y dentro. Tiré de mi brazo y succioné un gran trago

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de luz blanca, luego lo lancé alrededor de ella para que se mantuviera para sí misma. —He dicho que retrocedas, joder. —Cálmate, detective. Solo estoy revisando tu pulso. —Tócame otra vez y salaré tu culo donde estés. ¿Lo entiendes? —En realidad, no lo hago... pero supongo que no es nada bueno. — Levantó las manos en señal de exasperación. —Tu respiración es rápida, hay una palidez moteada en tus mejillas y estás sudando. Te conviene que me dejes... —No. —Por lo menos, haz una compresa fría y colócatela en la frente. — Ella hizo un gran espectáculo de mantener las manos en alto, irónicamente, como si no fuera razonable para mí desconfiar de ella. —Hay un paño justo allí. El opositor que había en mí quería decirle que se metiera la toalla en el culo, pero estaba ansioso por algo, cualquier cosa, para apagar el filo del cuchillo en mi dolor de cabeza. Mi "compresa fría" era un mojado montón de tela blanca gruesa con el que me froté la frente mientras observaba a Chance. Fue difícil contenerme para no mirar por el espejo, ya que el chico que había visto al mirarme era de mejillas vacías y cerúleas. Sin embargo, la confirmación visual era innecesaria. Sabía que me sentía como una mierda. Lo que importaba era mantener mi ojo en el fantasma. Este fantasma en particular se parecía mucho a ella en vida. La cosa era que, cuando la conocía, estaba haciéndose pasar por mi médico general, con sueltas prendas hippie-chick y un práctico y acogedor trato. La verdadera Jennifer Chance era puramente mercenaria y, con mi percepción mejorada por FantasmaTV, se veía tan sólida como Dreyfuss o Laura. Sus hombros se juntaron y sus clavículas se destacaron, a pesar de que no había ninguna clavícula física allí para

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proyectar su pecho con gran alivio. Los ojos que habían fingido compasión tan creíblemente, ahora parecían clínicos y duros. Mirar esos ojos me hizo sentir tan incómodo que en realidad me fijé en el agujero de bala. Se movió y brilló bajo mi mirada. Cuando una sola gota de sangre carmesí babeó fuera, finalmente aparté la vista... aunque solo un poco hacia un lado, aún manteniéndola en mi mira mientras preguntaba: —¿Por qué sigues aquí? —¿No es obvio? —Esperaba escuchar: Porque algún genio del FPMP me disparó a sangre fría, pero en cambio dijo: —Dreyfuss tiene mis sintonizadores. ¿Los sintonizadores? Santo infierno, ella estaba haciendo de niñera de las FantasmaTVs. —Los gadgets que hiciste... y aun así te sorprendes de que realmente funcionen. Ella dijo: —No llegamos a ninguna parte con ellos antes de que la policía arruinara todo con sus cargos de secuestro… yo quería pedirte que probaras los sintonizadores con nosotros, pero Burke dijo que nunca lo aceptarías, nunca. Dijo que ninguna cantidad de dinero podría hacer que tomaras voluntariamente un psi-activo y, dada la forma en que estabas triplicando tu dosis de Auracel, le creí. Confié en él. —Ella suspiró. —Confié en él, y no estaba tan involucrado en el proyecto como yo. Al final, todo lo que le importaba era negociar su salida de la cárcel. —No es una gran sorpresa. —Con tu talento y mi invento... Ojalá hubiera sabido sobre el hábito barbitúrico. Podría haberlos obtenido para ti, todo el Seconal que siempre quisiste, pero dejé que Burke me convenciera para que

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hiciera las cosas a su manera y mira dónde me ha llevado. Yo estoy muerta. Tú estás actuando como un oso bailando por un puñado de píldoras. Y los buitres aquí están dando vueltas a mi investigación, tratando de reconstruirla y tomar todo el mérito. Ella ni siquiera estaba fingiendo ser tímida sobre escuchar mis relaciones con Dreyfuss... pero ¿qué pasaba con la floristería? ¿Era realmente un espacio sagrado, o había estado acechando entre los helechos en maceta? Dado que ese viaje de campo fue la única vez que discutí sobre tener una FantasmaTV con alguien del FPMP, tal vez podría determinar si los amuletos y las protecciones realmente funcionaban, o si ella podría ir a cualquier lugar que le agradara. Incluyendo mi casa. —Así que ¿Dreyfuss tiene todos tus... sintonizadores? —No todos. —Me preparé para ver si ella aludía a la charla de la florista, y en cambio dijo: —Le enviaron uno a PsyTrain... debe haber sido hace unos meses. Entre el laboratorio de aquí y el que estén haciendo funcionar con PsyTrain, probablemente obtendrán sus nominaciones al Nobel este año, por mi invento. —¿De eso va todo esto... el Premio Nobel? Puso los ojos en blanco. —No reparten nobeles póstumos. —Bueno, obvio. Todo el mundo lo sabe. —Lo mejor que puedo esperar en este momento es la Medalla Nacional de la Ciencia. Eso, y evitar que los buitres reclamen mi trabajo como propio. Dado que ella estaba muerta, realmente no vi cómo ganar algún tipo de medalla haría una diferencia de una manera u otra. No era como si tuviera la satisfacción de alardear frente a sus rivales. Aun así, si la obsesión por mantenerse aquí no era por su asesino sino por la FantasmaTV, tal vez podría razonar con ella en lugar de exorcizarla. Si

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pudiera razonar con ella, tal vez estaría dispuesta a negociar. Sería una verdadera lástima dejar que toda su vigilancia en el FPMP se desperdiciara. —Estoy buscando alguna información, —dije. —¿Cuánto me costaría descubrir cómo desapareció un PsyCop llamado Wembly? Inclinando su cabeza, ella me miró con lástima y se movió para darme una palmada en el brazo. Fue un destello de la vieja Doctora Chance, la Doctora Chance fabricada. Me aparté antes de que ella pudiera tocarme, y su mirada compasiva se volvió helada. —Hay un sintonizador que Burke no logró entregar a las autoridades: el prototipo. Ponle las manos encima antes que Dreyfuss. Divúlgalo a la comunidad científica con mi nombre en la investigación. Y demuestra que la tecnología funciona. Parecía un montón de trabajo de piernas por hacer. Tal vez, alguna vez, hubiera considerado la posibilidad. Pero ya que probablemente pudiera obtener la información de Wembly con algunos sí-nos, no parecía que valiera la pena. Desafortunadamente, ella captó mi falta de voluntad antes de que pudiera guiarla con algunas promesas que no tenía intención de cumplir. —Ese es el precio… pero obviamente nunca estarías dispuesto a pagarlo. Debido a que Dreyfuss te tiene convencido de que, en el momento en que el público sepa quién eres y qué puedes hacer, estarás muerto. —No he dicho eso. —Aunque me pareció escalofriante. —No necesitas hacerlo. Está escrito por toda tu cara. —Alcanzó mi muñeca y la retiré. También envié una ráfaga de luz psíquica al globo blanco que la rodeaba. Ella frunció el ceño. —Eres un cobarde —dijo, —como Burke. Como no puedo hacer una receta, no tienes intención de ayudarme.

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—Eso no es del todo... —se giró y navegó a través de la pared del fondo. Estaba solo. —…cierto. Esa última explosión de jugo psíquico me había costado, físicamente. Además del dolor de cabeza cegador, ahora tenía náuseas, me sentía mareado y exhausto. Me limpié la cara otra vez y cerré los grifos. El espejo se llenó de vapor, así que encendí la ventilación, luego me senté en el asiento del inodoro bajado y me presioné la cara contra las manos. Ella me estaba haciendo parecer una especie de desgraciado egoísta, y si yo fuera tan malditamente egoísta, ¿iría por las escenas de asesinato en mis inútiles intentos de llevar a los asesinos ante la justicia? ¿Me sometería a repetidores destrozados y los salaría en aras de un cierre si solo me preocupara por mí? Quien en su sano juicio gritaría: "Mira, mundo, soy un gran médium que puedo probarte que esta FantasmaTV tiene recepción", si su única recompensa fuera una bala en la cara y una tumba sin marcas... junto al Detective Wembly. **** Si bien no sé exactamente cómo funciona el talento de visor remoto de Con Dreyfuss, estaba bastante seguro de que entre sus habilidades de psíquico, su equipo de vigilancia y su extraña habilidad para descubrir todo lo que no quería que supiera, yo emergería del baño con él enviándole saludos a Jennifer Chance. Pero en cambio dijo: —¿Has vomitado? —Estoy bien. Estaba pasando el ratón por un montón de páginas web en sus monitores triples, en su mayoría de texto, aunque un diagrama

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científico apareció en el monitor de la izquierda y un primer plano de una cápsula roja brillante a la derecha. Rodeé al repetidor ruso y me senté frente a Dreyfuss para que él no pudiera ver lo inestable que estaba de pie. Dijo: —Así que solo te van los tranquilizantes, ¿o necesitas algo para despegarte de la cama? —¿Por qué, estás realizando un especial de dos por uno? —El dolor en mi cabeza se disparó, luego colgó allí, empalado. Eché un vistazo a Triplemente Tiroteado. Estaba tan quieto y sólido como un maniquí de grandes almacenes. —Si no necesitas hacer una doble inmersión ahora, uno de estos días lo harás, y es un ciclo desagradable. Los barbitúricos son arcaicos y adictivos, y el cóctel de arriba-abajo no es algo para bromear. No estoy tirando piedras aquí. Sólo digo que los productos farmacéuticos han evolucionado. —Te estás quedando sin rojos. ¿Es así? Dreyfuss dejó escapar un largo y exasperado suspiro. Sus globos oculares dejaron una pequeña cadena de marcadores detrás. —¿Crees que eres el único que tiene problemas para dormir? Apenas. Pero si el objetivo final es la supervivencia, esta no es la ruta más prometedora que podrías tomar. La Doctora Santiago podría ayudarte a desengancharte de los rojos con algo más del siglo XXI, y luego pasar de eso a algo más limpio. Hierbas. Acupresión. Biorretroalimentación. Estaría totalmente fuera del registro. Nadie necesita saberlo salvo tú, yo y Santiago. Si te encuentras sintiéndote sentimental por ese zumbido del Seconal, siempre puedes consolarte con algunos Jägerbombs21. 21

El Jägerbomb es una bebida mixta que se mezcló originalmente al dejar caer un chupito de Jägermeister en un vaso de bebida energética. Fuente: Wikipedia.

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—Beber aumenta los fantasmas. Y probé la hipnosis. Parecía que estaba funcionando también. Desafortunadamente, alguien sobornó a mi ex terapeuta nada-bueno para que informara de todos mis detalles personales. —Para ironía de las ironías, la doctora muerta en el baño acababa de informar de que me habría dado todo el Seconal que pudiera desear, mientras que el fumador de porros estaba tratando de hacerme ir a lo holístico. Casi me reí, hasta que un dolor aún peor atravesó el dolor existente en mi cráneo. —Mira, olvídate de las ayudas para dormir por ahora. ¿Podría conseguir un par más de esas aspirinas de codeína? Antes de que pudiera sacar el pastillero mágico, el teléfono de Dreyfuss sonó. La voz de Laura dijo: —La Doctora Santiago está aquí. Dije: —Te he dicho que no... —No lo he hecho yo. Laura lo ha hecho. —Se encogió de hombros disculpándose poco convincentemente, luego dijo por el intercomunicador: —Envíala. Como si necesitara un médico para decirme que estoy tomando demasiadas pastillas. Los músculos que corrían por la parte posterior de mi cuello estaban tan apretados como los cables de un piano, pero cuando fui a darles un masaje, casi salté de mi silla. Se sentía como si alguien hubiera colocado un paquete de gel congelado sobre mi piel. Toqué con las yemas de los dedos mi mejilla. Frío. No como la congelación, mis dedos no estaban rojos y no picaban ni ardían. Pero presionados contra una parte con temperatura normal de mi cuerpo, se sentían que deberían haber estado congelados. ¿La peor parte? Mi palma estaba ligeramente húmeda. Y no con sudor. Entumecida también. Sobre todo en mi mano izquierda, mi mano de salar. Pero

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también sentía un pequeño cosquilleo en mi mano derecha. Genial. Un médico del FPMP estaba en camino, y estaba goteando ectoplasma. Hubo un golpe alegre. Dreyfuss abrió su puerta y una latina tetona con un vestido ceñido y tacones de diez centímetros brincó dentro. Su espeso cabello negro colgaba de sus hombros en rizos sueltos, su lápiz de labios era rojo fuego, y no parecía tener ni un día más de treinta. También tenía un tercer ojo en medio de la frente, el cual, me dije a mí mismo, probablemente no debería mirar, aunque era más fácil decirlo que hacerlo. —Hola22, Constantine. —Hola, Doc. —Me indicó con un gesto de su mano. —Este es... —Victor Bayne, —dijo ella, antes de que él pudiera terminar. —El nuevo amigo PsyCop del Agente Bly. —Su acento español era espeso y alegre, casi como si estuviera actuando para darle efecto. Ella me miró con una sonrisa sensual, sabia. Mientras tanto, me preguntaba si había podido desmayarme y despertarme en una de esas extrañas telenovelas mexicanas en las que los personajes masculinos son un grupo de bobos promedio y las mujeres están escasamente vestidas y son despampanantes, y todos actuaban como si los rasgos faciales exagerados fueran totalmente normales. La Doctora Santiago me miró a los ojos, con sus tres. ¿Evaluando mis pupilas, o leyendo mi mente? Comencé a cantar Row, Row, Row Your Boat23 para mí solo por si acaso. 22

En castellano en el original. Es una canción infantil en inglés y una canción infantil popular. También puede ser una rima de "acción" de la guardería. Fuente: Wikipedia Row, row, row your boat Gently down the stream Merrily, merrily, merrily, merrily Life is but a dream 23

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—Laura dice que tienes un dolor de cabeza bastante fuerte. ¿Cuándo empezó? —¿Hoy? —Me limpié la mano en los pantalones para reponer un poco de calor y limpiarme el pringue, con la esperanza de que ella simplemente se imaginara que estaba sudada. —Quizás hace una hora. —¿Alguna vez has tenido uno igual? —Yo... supongo. —Estaba vacilante sobre derramar mi alma a Santiago. Si ella trabajaba para el FPMP, aparte de su talento psíquico, probablemente tampoco se quedaría atrás en el departamento de doctores. Tal vez Dreyfuss ya sabía todo lo que había que saber sobre mí, pero no estaba ansioso por revisar mi historial médico frente a él, aunque, irónicamente, era mucho más probable que él me parcheara con un puñado de pastillas. Por supuesto, no podía decir que también estaba licuando ecto, si no quería terminar mirando fijamente la sonrisa de dientes separados del Doctor K desde el interior de una caja de plexiglás. Merrily, merrily, merrily, merrily… —¿Alguna idea de qué lo desencadena? —Es como fatiga visual. Como mirar fijamente la televisión demasiado… tiempo. —Mientras lo decía, me di cuenta de que había un objeto inanimado al que podía culpar que me ayudaría salir sin revelar demasiada información personal. No me importaba admitir que el dolor fue causado por andar a tientas con el talento que pasaba la mayor parte del tiempo tratando de ignorar. —Las FantasmaTVs son un infierno en mi cabeza. Eso es todo. La doctora Santiago pareció desconcertada, y Dreyfuss soltó una carcajada. —Está hablando del sintonizador psíquico.

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—¿Estás haciéndolo funcionar ahora mismo? —Exclamó Santiago. —Entonces empieza por apagarlo. —Pero el... —Señalé hacia Triplemente Tiroteado, preocupado de que mi oportunidad para identificar al PsyCop desaparecido estuviera a punto de disminuir hasta un punto en el centro del tubo una vez que se cortara la señal. —Han estado aquí durante años, —dijo Dreyfuss. —No desaparecerán cuando desconectemos el enchufe. —Espera, —dije. Dreyfuss se detuvo con la mano sobre el dial. —Antes de tocar cualquier cosa, quiero anotar esas lecturas. — Porque si empezaba con estos ajustes tan claros, tal vez podría experimentar en casa. Averiguar cómo prepararme para la próxima vez que me pidieran que hiciera un poco de trabajo pesado de caza de fantasmas. Averiguar cómo conseguir que un repetidor hable, para que la próxima vez que me enfrentara a los restos en el edificio del FPMP, pueda determinar si Dreyfuss tuvo algo que ver con la desaparición de Wembly o no. Me acerqué al aparador, saqué mi bloc de notas y, gracias al entumecimiento que se había extendido en mis manos, dejé caer mi bolígrafo. Bien. Estaba a punto de ponerme de rodillas para mirar los diales más de cerca de todos modos. Levanté el bolígrafo, titubeé y lo dejé caer de nuevo. Entonces dejé caer la libreta. Y el bolígrafo. Otra vez. —Permíteme. —Dreyfuss agarró la libreta y el bolígrafo de mis manos entumecidas antes de que pudiera dejarlos caer una vez más, anotó las configuraciones y apagó el televisor. Mi dolor de cabeza disminuyó ligeramente. —Deberías salir del edificio, —recomendó Santiago, —caminar un poco. Almorzar. Todo lo que se necesite para salir del rango del tubo.

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Lo que sea que haga, cualquiera que sea la señal que produzca, no tenemos nada con qué medirlo. Así que no sabemos cuánto tiempo tarda en apagarse por completo. La señal decayó tan pronto como se cortó la energía, pero no entré en ello, no cuando podría usar la presión de ese conocimiento más adelante. Además, tenía otras preocupaciones. Dreyfuss había terminado de anotar la última lectura y me estaba devolviendo el bloc. Ya que no me extrañaría que, accidentalmente, registrara las lecturas incorrectas si se ajustaran a sus propósitos misteriosos, verifiqué dos veces la nota para asegurarme de que eran correctas. Y luego le eché un buen vistazo a su letra... Una cursiva peculiar inclinada hacia atrás. Me había imaginado que la forma en que saludó a Santiago con hola fue una amigable afectación. Me había equivocado. Me imaginé la tarjeta que había caído del ramo de Lisa. Para la rosa más hermosa. —Así que... —me sorprendió lo tranquila que sonó mi voz. —¿Cuál es tu mejor idioma: francés o español? —Definitivamente español, —dijo Dreyfuss. —Mi primera esposa era de Monterrey... y eso me permitió saber lo que le estaba contando a la familia en casa acerca de su insoportable esposo. Hijo de puta. No es de extrañar que Lisa estuviera siendo tan cautelosa sobre su nuevo interés amoroso. No era un instructor de yoga, ni bombero, ni una tórrida aventura lésbica. Todo este tiempo, mi mejor amiga había estado jugando con el Director Regional del FPMP. …life is but a dream.

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Capítulo 17 Lisa Y Dreyfuss. Juntos. Lisa, mi amiga, haciendo llamadas a Constantine Dreyfuss en mi casa, hablando en un idioma del que no entendía una jodida mierda. Y yo aquí que creía que escucharme a través de Stefan fue un golpe bajo. Peor aún, no podía ni pensar en ello. No ahí. Aún no. Debido a que la Doctora Tercer Ojo podía arrastrarse dentro de mi mente, todos mis pensamientos podrían ser registros públicos. Row, row, row your boat… Me puse de pie, con la cabeza flotando, y metí la configuración de la FantasmaTV en mi bolsillo antes de que cualquier ectoplasma revelador pudiera derramarse en el papel. Dreyfuss me estaba mirando. Santiago también lo hacía. Repasé algunas tablas de multiplicar: nueve, dieciocho, veintisiete, treinta y seis… y Dios mío, ¿lo sabía Jacob? ¿Sabía lo que estaba pasando y eligió no decírmelo? Él debía saberlo. ¿Cómo podría no hacerlo? Trabajaba con Dreyfuss y vivía con Lisa, y él era el inteligente. A is for Apple. J is for Jacks. Cinnamon toasty Apple Jacks…24 No me extraña que Jacob no fuera tan cercano a Lisa como yo. Pensé que se sentía vulnerable con el sí-no, pero si él sabía lo de ella 24

Letra de una canción de una anuncio de los cereales Apple Jacks de la multinacional Kellogs.

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con Dreyfuss, no es de extrañar que la hubiera mantenido a un brazo de distancia. —Necesito hablar con Jacob, —dije, aunque en mi mente, me centré en la mirilla que necesitaba instalar y en la factura del agua que no podíamos olvidar pagar. Dreyfuss llamó a Laura y le preguntó: —¿Puedes localizar al Agente Marks para nosotros? —Está en los archivos. Investigando a Laura, me di cuenta. Y acababa de llamar la atención de su vigilancia directamente hacia él. Dreyfuss me miró. —¿Cómo de interrumpible necesitas que sea? Cuando me di cuenta de que había logrado convertir a Jacob en un objetivo, mi cerebro se revolvió frenéticamente por el camuflaje de un jingle, un dicho, una rima, cualquier cosa para borrar la idea antes de que la Doctora Santiago pudiera arrancarla de la cabeza. No pude pensar ni en una maldita cosa. —Eh... en realidad no... lo que quiero decir es... —luz blanca. Puta luz blanca. La absorbí con tanta fuerza y tiré una pared tan gruesa alrededor de mí que mis oídos empezaron a pitar. —No importa. No es importante. Le preguntaré más tarde. A pesar de mis esfuerzos para no hacerlo, me imaginé los archivos que había visitado con el Agente Bly: bancos de ordenadores, microfilm, incluso archivadores. Luego me imaginé un video de esos archivos reproduciéndose ahora en el ordenador de Laura Kim, justo cuando Jacob estaba revisando sus registros. Si Jacob había sabido sobre Dreyfuss y Lisa de repente no significó nada para mí. Los desacuerdos iban y venían. Esos, los trabajaríamos. Pero si algo le

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sucediera a la carrera de Jacob… diablos, tal vez a su vida porque filtré un pensamiento que debería haber mantenido en privado, nunca me lo perdonaría. —Quizás deberíamos parar para almorzar, —dijo Dreyfuss. —A menos que quieras ponerte de nuevo en marcha. —Cierto, almuerzo. —Impedirme yo mismo pensar en cosas incriminatorias era casi imposible, y no podía permitirme eludir. Tenía que salir del alcance del telépata. —No aquí, sin embargo. Creo que la Doctora Santiago tiene razón. Debería poner algo de distancia entre el televisor y yo. —No te voy a soltar para que puedas vagar por ahí solo, —dijo Dreyfuss. —Pareces bastante fuera de ti. Tendré a Laura avisando al Agente Marks para que pueda unirse a ti. —Espera. —Un plan en bruto comenzó a tomar forma, pero no quería pensarlo demasiado, no frente a Santiago. La esencia de ello era esta: no tenía sentido sacar a Jacob de los archivos... y tal vez podría darle más tiempo distrayendo la vigilancia. —En realidad, estaba planeando invitar a Laura. **** Decir que Laura Kim me miró curiosamente cuando la invité a almorzar era una subestimación. Con la FantasmaTV apagada, no podía decir a simple vista si alguno de los trajes que deambulaban por ahí era capaz de leer mi mente, así que me enfundé en un traje de luz blanca por si acaso. Eso significaba que una parte de mi atención estaba en protegerme a mí mismo, por lo que la parte de mi cerebro responsable de hablar carecía de poder y no era demasiado hábil.

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—Creo que debe ser aburrido, mirar estas cuatro paredes todo el día. —No parecía una línea de ligue. Eso esperaba. Descarté el contacto visual y noté un Tribune doblado con un anuncio de un lugar de perritos calientes llamado Jim's Original en la parte superior. — Podríamos probar ese lugar, —sugerí, y luego me sentí como un idiota. Acababa de pedirle a The Fixer, quien llevaba pendientes de diamantes y trajes a medida, que saliera a por un perrito caliente. Su rostro se iluminó, y agarró su bolso. Aparte de mi tiempo detrás de la alambrada con cuchillas de afeitar de Campamento Infierno, soy un habitante de Chicago Norte de toda la vida. Como tal, me hago un lío al sur de Roosevelt. Creo que es porque la arteria diagonal principal corta a través de la rejilla en la dirección incorrecta allí. Además, con mi cabeza palpitante y mi cerebro ocupado por la asignación de luz blanca y la generación de pensamientos aleatorios, es probable que terminara en el Lago Michigan si intentara llegar a cualquier lugar por mi cuenta. Por suerte, Laura Kim estuvo absolutamente encantada de ser mi conductora. Resulta que Jim's Original estaba ubicado en su antiguo vecindario en Maxwell Street, el vecindario donde la puerta de su auto separada casi se perdió ante un cazador de gangas demasiado ansioso. Tal vez mi compañera de almuerzo tuviera un micro, tal vez no, y estaba yendo con la suposición de que cualquier cosa que se dijera entre nosotros regresaría a Dreyfuss. Aun así, a ella no le había brotado un tercer ojo en el resplandor deslumbrante de la FantasmaTV. Al menos mis pensamientos serían míos… y créeme, las ruedas estaban girando. Mientras Jacob la colocaba en el tiroteo de Burke, tal vez yo pudiera averiguar de quién habían sido las órdenes que había estado cumpliendo, si es que alguien lo hacía. Dado el

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hecho de que el FPMP era un gran pozo de citas rápidas, por lo que sabía, los motivos en juego habrían sido completamente personales. Había estado pensando cómo, exactamente, sacar a relucir a Burke cuando Laura desaceleró y comenzó a buscar un lugar para estacionar... o aparcar en doble fila según sea el caso. Jim's era un edificio de color amarillo brillante con ventanas corredizas donde las personas se ponían en orden, luego se iban comiendo sus perritos calientes y salchichas polacas mientras caminaban o conducían. No había dónde sentarse ni dónde aparcar, pero la corriente de comensales parecía no preocuparse de que no se les ofrecieran estos servicios básicos con el almuerzo. Tal vez estaban lo suficientemente agradecidos de que, por unos miserables tres dólares y medio, comieran patatas fritas con su sándwich. —¿Estás seguro de que los nitratos no empeorarán tu dolor de cabeza? —dijo Laura. —Está bien. —Ni siquiera estaba mintiendo. —Me siento mucho mejor ahora. —He mantenido un diario de dolor de cabeza durante más de un año. Mucha gente no puede manejar ningún tipo de carne procesada. Por suerte para mí, los perritos calientes no eran mi detonante. —Y yo sabía que mi cabeza dividida se debía a la tensión psíquica, a las drogas dudosas y a una FantasmaTV, aunque no lo ofrecí voluntariamente. Laura colocó su Lexus junto a una camioneta todoterreno con una pegatina de la silueta de una mujer desnuda en la ventanilla. —Yo pediré, así podremos ponerlo en la tarjeta de la empresa, — dijo, —pero probablemente deberías quedarte con el coche para que no nos multen. La polaca con cebollas asadas es increíble. —Suena bien. Tomaré dos.

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Presioné mis dedos aún fríos contra la rejilla de ventilación y la observé acercarse a Jim’s. Había tres filas en marcha, todas ellas haciendo un buen negocio. Pero la línea más cercana al coche, me di cuenta, tenía un mendigo muerto vagando a través de ella. Y con “a través de”, quiero decir literalmente a través. Su cuerpo semitransparente entraba y salía de las personas que esperaban en la fila, como si estuviera obteniendo sus alegrías por tocar sus entrañas. Laura pasó junto a él, colocándose en la fila más alejada de él, y recordé lo ansiosa que estaba por exorcizar a los repetidores de Dreyfuss. Tal vez por una buena razón. La FantasmaTV no había revelado ningún aspecto psíquico espantoso en ella, pero los médiums son difíciles de detectar. Nuestros cuerpos sutiles se deslizan sueltos en nuestra piel, y para que realmente pueda liberarme hasta el punto en que el síndrome de las extremidades múltiples sea visible para mi ojo interno, o bien necesito estar puesto de psi-activos o estar mejorado por la TV. En un médium de calibre más bajo, imagino que el efecto de varios cuerpos sería fenomenalmente sutil. Unos minutos más tarde, el olor de lo impresionante llenó el coche. —He visto algunos lugares de aparcamiento en la manzana, si no te importa que comamos aquí. —Se rio nerviosa. —Quiero decir, es mucho mejor cuando todavía está caliente. —¿Tu elegante Lexus no es zona libre de comida? —Un coche no es importante, es solo una cosa. Una posesión material. Además, siempre puedo hacer que lo limpien a fondo. Se detuvo en un espacio vacío mientras yo extendía una bolsa de plástico sobre mi regazo y repartía las Polacas. La teoría de la motivación personal para deshacerse de Burke, la disputa de amantes o la vendetta tórrida, parecía cada vez menos plausible. Era posible

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que se hubieran cruzado en el FPMP. Pero por lo poco que sabía de ella y por lo poco que había visto del verdadero Roger Burke, no podía imaginarlos juntos por más tiempo que la duración de una sola conversación incompatible. Ella era una filósofa, Burke era un sociópata. Todas mis preguntas sobre su relación se evaporaron, y lo que dije en su lugar fue: —¿Eres psíquica? Ella me miró, sorprendida, y luego se echó a reír. Todavía una risa nerviosa, pero más robusta, como si realmente pensara que estaba siendo gracioso a propósito. —Has sido probada, —dije, —¿cierto? —Extensamente. Yo y todos los demás en la oficina. Pero no. Mis puntuaciones en lo psíquico son totalmente normales. La evaluación psíquica es sencilla para la mayoría de los talentos. ¿Puedes decir una secuencia de cartas porque la ves en tu cabeza? Eres clarividente. ¿Tus lecturas provienen de la persona que administra la prueba en lugar de la prueba en sí? Lo más probable es que seas un telépata o empático. ¿Puedes acertar lo que pasará en el futuro? Precognitivo. Probablemente no puedas mover las cosas con tu mente, dado que solo he conocido a un tipo que podía hacer eso... pero si pudieras, serías telequinético. Los médiums, sin embargo, son resbaladizos para probar. Para medir la sensibilidad de alguien, ¿por qué no hacerlos pasar por un grupo de repetidores horribles y ver cuántos se desviaban para evitarlos? Había visto a Laura desviarse alrededor de cuatro fantasmas en las últimas dos horas. La gente totalmente promedio no hace eso. En general, las personas pueden evitar un lugar encantado. Pero una vez que estuvieran cerca y en persona, se quedarían allí sin saberlo, mientras que los mendigos no corporales manipulaban sus

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entrañas. E incluso si hubiera un montón de energía fantasma disponible para propósitos de prueba, la única persona que podría calificar el examen sería alguien que realmente pudiera ver lo que estaba pasando, otro médium. Uno muy fuerte. —¿Quién hizo la parte de médium de tu prueba, —dije, —Richie? —Bueno, sí, ¿quién más? Y tenía la intención de decirte, tan pronto como tuviera la oportunidad que creo que es muy dulce cómo eres con él. Necesité dar vueltas a esa declaración en mi cabeza un par de veces. La gente generalmente no me llama dulce. Además, no tenía ni idea de cómo era con él. —¿Qué quieres decir? —Los guardaespaldas preferirían ser asignados a cualquiera menos a él. Tienen algún tipo de grupo de apuestas que funciona en función de quién se va a atascar en el servicio de Richie. Todos tiran unos cuantos dólares y... bueno, no estoy segura de cómo ganan, nunca lo harían delante de mí. —¿Por qué no? —Le echaría un sermón. Luego les haría donar al Fondo de Rehabilitación del Manatí. No hay necesidad de que sean tan crueles. —Curioso, esperaba que Laura Kim me espantara con su fría gracia asesina y me aplastara por la extensión de su insensibilidad. Estaba aplastado, de acuerdo, pero por razones completamente diferentes. Jacob tenía razón, esta asesina de sangre fría era más una sentimental. —Sí, este es un trabajo muy estresante, y es difícil escuchar a Richie siendo tan desagradable. Pero todos los agentes han sido informados sobre el síndrome del alcoholismo fetal, y saben que sus problemas de personalidad son clásicos. Oh, oh.

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—No sé nada sobre el síndrome del alcoholismo fetal, —admití, esperando poder corregir mi visión del mundo, la cual, de repente, estaba alarmante torcida. —Oh. Creía que... eh, quiero decir, ya que erais amigos en Heliotrope Station. Donde todos pensábamos que era un estúpido. No que tuviera una condición real. —Quizás el personal lo supiera. Pero los internos no tenían mucho que ver con el personal. Me miró bruscamente por el uso de la palabra internos, aunque eligió no abrir esa lata particular de gusanos psíquicos, y dirigió la conversación de nuevo a Richie. —Si el consumo de alcohol de la madre no se conoce ni se documenta, el síndrome se puede diagnosticar según los rasgos faciales, son muy distintivos. No lo sabrías por mirarlo ahora, se ve como un tipo normal, pero hay una foto de bebé en su archivo. En esa foto parece un ejemplo de libro de texto. El arco de su labio superior es tan plano que prácticamente falta. Además, sus ojos son muy pequeños. No tiene visión periférica, lo cual es bueno, en cierto modo. Es la razón que el Agente Dreyfuss usa para explicarle por qué no le dieron un arma. Dos polacas con patatas fritas se sentaron como una roca grasienta en mis entrañas cuando me imaginé a Stefan y a mí girándonos para mirarnos de frente y reírnos con nuestro burlón “je, je”. Laura me sacó de mis reflexiones de Campamento Infierno con la pregunta: —¿Por qué preguntas por mis pruebas? No soy una médium. No puedo serlo.

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—Sí... en el pasado los evaluadores me dijeron que no había una palabra para ello más que esquizofrénico. —Pero no lo entiendes. Ni siquiera puedo lidiar con los fantasmas de dibujos animados y las máscaras de goma, tengo tanto miedo de morir. Si alguna vez viera un espíritu, me volvería totalmente loca. La muerte es tan... tan... —¿Sucia? Ella se rio una vez, nerviosa, ante mi intento de aligerar el ánimo. —Tan definitiva. Ahora, la forma en que su nivel de ansiedad aumentaba a mi alrededor tenía mucho más sentido. —Creo que no lo veo así, —dije. —Lo que me molesta es la injusticia de las personas que mueren a causa de los celos, la malicia o la codicia de otra persona. Pero una vez que estemos muertos... Supongo que es un alivio saber que no es solo un pozo negro de nada lo que nos espera. Que cuando hayamos terminado aquí, comenzamos en otra etapa del viaje. Se frotó el rabillo del ojo con una servilleta grasienta mientras yo fingía estar muy interesado en sacudir las semillas de amapola de mi abrigo. —Guau, ¿es realmente tan tarde? —Dijo bruscamente. — Probablemente deberíamos regresar. No me gusta estar lejos de mi puesto cuando Washington ha estado llamando. —¿Es ese código para… el Presidente? —No, no. El poder ejecutivo no quiere tener nada que ver con lo psíquico. Es el jefe de Con, el Subdirector Nacional. Nuestros abogados han estado asesorando a una clarividente en Iowa, la pobre perdió su trabajo de banca de inversión por celos y política interna, y Washington quiere que nos retiremos. Con lo ha estado estancando.

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Uno de sus precogs le dijo que podría conseguirle a esta mujer un buen paquete de indemnización si lo demoraba lo suficiente. Ya era suficientemente malo cambiar mi opinión sobre las capacidades mentales de Richie. No estaba dispuesto a volver a evaluar mis pensamientos sobre Dreyfuss ahora también. Sobre todo porque sabía que el precog en su bolsillo era probablemente el mismo que acampaba en mi sala de estar. El viaje de regreso a Halsted fue escandalosamente corto, aunque fue lo suficientemente largo como para que Laura me convenciera de “adoptar” un manatí. Bueno, ¿por qué diablos no? Sólo me costó veinticinco dólares, además eso me sacó de participar en una caminata de 5 km. Una vez que estuvimos aparcados, saqué el dinero mientras ella metía la evidencia de nuestro almuerzo en una bolsa de plástico: el papel encerado, los paquetes de mostaza, las servilletas grasientas y los tallos de pimiento picante. Cuando entregué el dinero del manatí, un par de personas que no se veían como agentes salieron de un Lexus aparcado cerca de la puerta del laboratorio y entraron con una tarjeta magnética. —¿Has pasado por el laboratorio? —Preguntó ella. —Los Etiquetadores se Descontrolaron. —Hace unos años tuve una misión ahí abajo. Les estaba ayudando a procesar una gran cantidad de datos, una sala llena de formularios, todos en papel, nada digitalizado o con capacidad de búsqueda. Fue agradable y silencioso, sin timbres, sin interrupciones. Pero aun así…. —Tuvo un escalofrío. —Me alegré cuando todo terminó. Es escalofriante ahí abajo. También me había asustado, aunque mis propios problemas fueron causados por mi historia con Campamento Infierno. Aunque si Laura

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Kim decía que un lugar en particular la asustaba, me incliné a preguntarme por qué. También me incliné a preguntarme por qué la había tomado como asesina. Claro, ella había estado frente a la prisión federal ese día, pero también lo habían hecho cientos de otras personas. En nuestras conversaciones recientes, ella mencionó que trabajaba fuera en alguna ocasión, y también que su trabajo incluía una buena cantidad de análisis. Si Con Dreyfuss quería un par de ojos y oídos físicos en el centro de la ciudad el día que Roger fue puesto en libertad, tenía mucho sentido enviar a alguien tan inteligente y observador como Laura. Entonces, ¿y qué si Roger Burke la implicó? ¿Qué probaba eso en realidad? Burke había drogado una buena docena de cafés y me los entregó con una sonrisa. ¿Qué tan descabellado sería para él señalarme en la dirección equivocada, ya sea para cubrir su propio trasero, o para obtener un momento final de satisfacción enfermiza al enfrentarme a alguien que realmente me gustaría? Mientras caminábamos hacia el ascensor, me di cuenta de que había aprendido mucho sobre Laura durante el almuerzo, pero nada que pudiera usar. Demostrar que ella no fue quien disparó, al menos podría ser un paso para descubrir quién era realmente el asesino y quizás, ahora que ella y yo habíamos partido juntos el pan, estaría dispuesta a insinuar su verdadera razón para estar en el centro aquella tarde. Haciendo todo lo posible por sonar tan casual como si todavía estuviéramos hablando de manatíes, dije: —¿Recuerdas el día que Roger Burke fue liberado? —Lo hago siempre. —Laura se detuvo frente a los ascensores, pero no presionó el botón. Se inclinó hacia mí y me dijo: —Tenía una migraña tan grave, me habría registrado en la sala de emergencias si

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hubiera pensado que me haría bien. Salí del trabajo temprano y tomé tantas medicinas que estuve fuera durante días. Aunque dispararle a alguien en la cabeza podría ser fácilmente lo suficientemente estresante como para provocar una reacción en el cuerpo, esto no me pareció el tipo de respuesta que el tirador me daría. Intenté sonar simpático. —Y probablemente fue un desastre llegar a casa, todo el caos, todo el tráfico. —No, en realidad no. Justo cogí un taxi. —Fue una escena de la mafia ahí abajo. Mi compañero tuvo que tumbarse en el botón de las luces intermitentes y la sirena para salir del atasco. —Oh claro, abajo por el centro correccional. Pero estoy hablando del Near North Side antes de la hora del almuerzo. Por lo que puedo recordar, el tráfico era bastante ligero. Si hubiera estado atrapada en ese lío en el Loop, no sé qué habría hecho. Subimos al quinto piso mientras intentaba determinar si ella realmente estaba diciendo lo que pensaba que estaba diciendo. —Entonces no estabas en el centro, —aclaré. —No, me perdí todo el alboroto. —Se abrieron las puertas del ascensor. Regresó a su escritorio y arrojó los restos de comida rápida a la basura. —Me alegro de que hayas sugerido el almuerzo, detective. Mi estómago no me lo agradecerá más tarde, pero por ahora soy una feliz campista. En cuanto a tu donación, la haré de forma anónima para proteger tu privacidad y enviaré tu certificado de adopción a casa con el Agente Marks. Me quedé de pie, asintiendo estúpidamente, y me pregunté cómo decir: pero hablamos el uno con el otro aquel día, tan seguro como estamos hablando en este momento.

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Teniendo en cuenta algunas de las cosas alucinantes que he visto (demonios de uñas y súcubos cambiadores de forma) y dado el hecho de que sí-no no la consideraría la tiradora, ¿cómo podría estar cien por cien seguro de que la mujer con la había hablado en la parada de autobuses aquel día fatídico en realidad fue Laura Kim?

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Capítulo 18 Así que había atrapado a nuestra principal sospechosa sola, pero ahora estaba más confundido que nunca. Nada se estaba sumando. Laura, la potencial asesina, se ahogaba cuando pensaba demasiado en la difícil situación del plancton y el krill. Mientras tanto, Con Dreyfuss, mi némesis personal, estaba atacando a Washington por un solo trabajo perdido. Aunque... el hecho de que Dreyfuss y Washington no se vieran cara a cara podría ser significativo. ¿Qué pasaría si Washington estuviera tomando algunas decisiones que Dreyfuss no autorizó? Tal vez fue Washington quien le dijo a Laura que eliminara a Roger Burke. Y a Jennifer Chance también. Por supuesto. Justo después, Laura convenció a todos para que adoptaran un manatí. Me había estado preparando para otra visita partidora-de-cabeza con Dreyfuss y sus repetidores, así que me sentí aliviado cuando Laura se reunió con Richie, Carl y conmigo en el salón y nos dijo: —Ha surgido una reunión. El agente Dreyfuss no puede reunirse con vosotros esta tarde, por lo que le gustaría que barrierais el perímetro durante el resto del día. —Luego me dijo específicamente: —Eso es afuera, bajo viaductos y por la carretera. El viento del río es brutal. Si necesitas guantes o un gorro...

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—Está bien. —No soy muy de gorros. —Estoy acostumbrado a trabajar al aire libre. Todos nos pusimos nuestros abrigos, luego nos quedamos mirándonos. Esperé a que los agentes del FPMP se pusieran en marcha. Carl miró a Richie para liderar el camino cuando Richie dijo: —Bueno, adelante. —¿Qué kit deberíamos traer? —Preguntó Carl. Era la primera vez que lo oía hablar. —Elige uno, —Richie espetó. Si a Carl le importó la actitud, no lo demostró. Supongo que había sido informado a fondo sobre el síndrome del alcoholismo fetal. También supongo que recibía una compensación adecuada a cambio de su paciencia. Escogió un maletín elegante y volvió a mirar a Richie. Este hizo un gesto hacia los ascensores y dijo: —Ve, entonces… ¿por qué siempre tengo que hacer todo? Carl se volvió y abrió el camino sin ni siquiera levantar una ceja. No me había dado cuenta de que ser interrumpido a mitad del rosario dejaría a Richie tan irritado. Tendría que ponerme al tanto de su condición, aunque leerlo sin duda me dejaría atormentado por la culpa por la forma en que solía tratarlo. En un esfuerzo por ser amable sin ser condescendiente, pregunté: —¿Grandes planes para el domingo? Me miró fríamente y dijo: —Nada especial. Cielos, sabía que el juego no era tan emocionante si los Bears no estaban jugando, pero pensé que podría animarlo a hablar de los Falcons y los Patriots. Supongo que no. Hacía frío en el exterior, no era un frío congelador de bajo cero de invierno que hacía que todo fuera nuevo y fresco, sino un frío

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húmedo de otoño conducido por un viento persistente. Aun así, las extensiones húmedas bajo los viaductos probablemente olían mejor ahora que en verano, a juzgar por el olor ocasional a pis que detecté a pesar de la brisa fría. Aunque pensaría que cualquiera en su sano juicio querría que el perímetro terminara limpio y volver a entrar para tomar una buena bebida caliente, Richie empujó, incitando a Carl a tomar la iniciativa. Finalmente, dijo: —Explica al detective Bayne lo que estás haciendo. Voy a monitorear. Esa solicitud se ganó una breve mirada de sorpresa, pero Carl tomó la directriz con su típico estoicismo. Caminamos por su ruta habitual. Entre las vías del tren, el El, la carretera y los almacenes, no era exactamente apto para peatones. Pero la proximidad del Ejército de Salvación, Carl me dijo, atraía a una gran cantidad de personas sin hogar que estaban felices de esconderse en un lugar desértico para tratar de salir del frío. Ocasionalmente, uno de ellos expiraría. Y el FPMP no estaba interesado en nadie que no pudieran ver merodeando por sus oficinas. —Si el agente Duff cree que es necesario en cualquier lugar, —dijo Carl, —hacemos una bendición. Richie caminó a mi lado. Tampoco su andar normal irresponsable. Se encorvaba contra el frío con las manos metidas en los bolsillos y los hombros alrededor de las orejas. —¿Normalmente encuentras muchas cosas que necesiten bendición? —Pregunté. —¿Me estás probando ahora? —Dijo Richie. —¿Qué piensas tú? Pensé que se había pasado la hora de la siesta de alguien, pero me abstuve de decirlo.

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**** El final del día no pudo llegar lo suficientemente pronto. Entre el severo Carl y el malhumorado Richie, me encontré deseando que Dreyfuss apareciera. Al menos él podría sostener su parte del final de una conversación. Sin embargo, su reunión con Washington lo mantuvo ocupado el resto de la tarde, y terminé yendo a casa sin comprobar a Triplemente Tiroteado para ver si se había movido o se había desvanecido, o si aún estaba allí. Aunque había llegado a conocer mucho mejor a Laura, lo que había descubierto sobre ella me dejó perplejo. Aun así, el día no había sido un fracaso total. Había descubierto cómo Con Dreyfuss pasaba las noches. Y con quién las había estado pasando. Jacob todavía no estaba en casa cuando me detuve detrás del auto de Lisa frente a la fábrica de conservas, y eso estaba bien para mí. Aunque no tenía ni idea de lo que iba a decir, preferiría hablar con Lisa sola. Había tenido un poco de tiempo para calmarme, y mi sorpresa inicial al darme cuenta de la identidad del hombre misterioso había desaparecido. También tuve tiempo de considerar el hecho de que ella había estado trabajando con todo su coraje para decírmelo todo este tiempo, y había planeado soltar la lengua esta noche. Aun así. ¿En qué demonios había estado pensando? No quise exactamente golpear la puerta principal, pero gracias a un empujón adicional del viento, sonó como si lo hiciera. Adiós al enfoque sutil. Tal vez eso fue lo mejor. Después de mi día picador de carne, lo único que quería hacer era terminar con todas mis conversaciones difíciles y disfrutar de una de mis preciosas píldoras rojas en paz. Estaba debatiendo cómo de estúpido sonaría si abriera

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con, Está bien, sé sobre Dreyfuss, cuando entré en la sala de estar y encontré a Lisa apoyada en la mesa del comedor, con la cabeza en las manos, estudiando detenidamente una pila de papel. Ella me miró con los ojos rojos. Había estado llorando. —¿Estás bien? —Crucé la habitación en unos pocos pasos, luego me detuve en seco, sin saber si se suponía que debía abrazarla o darle una palmadita en el hombro o qué, desconcertado en cuanto a lo que debía hacer con mis manos. —¿Qué ha pasado? En mi muestra inepta de preocupación, comenzaron los lloriqueos. Mientras Lisa lloraba, me metí las manos en los bolsillos del abrigo, ignorando la arenilla en el bolsillo izquierdo que podría ser sal o que podría ser un tamiz de polvo de hadas que hubiera logrado convocar sin querer. Lisa se golpeó brutalmente los ojos con un montón de tejido empapado, luego se sonó la nariz, respiró concentrada y dijo: —Tengo que decirte algo. —Vale. —Acerqué una silla y me senté, así que estaba frente a ella con mis rodillas rozando su muslo. Afortunadamente, su jugueteo con el tejido mojado me excusó de la necesidad de decidir si se esperaba que le sujetara las manos o no. —Es, ya sabes... —decidí no soltar lo que ya sabía. Si tenía suerte, tal vez Dreyfuss terminaría con ella una vez que se diera cuenta de que estaba tan desesperado por los rojos que no necesitaba usar a Lisa para alcanzarme. —Lo que quiera que sea. Está bien. —El tipo que he estado viendo... —ella mordió el final de la oración por un tiempo, y finalmente dijo, —es Constantine. Y ahí estaba. —Lo sospechaba. Sonó más suave que lo sé. Aun así, ella estaba sorprendida.

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—No te lo dijo. No nos has visto juntos. —Ella no se molestó en ocultar el hecho de que su proceso mental se había convertido en un gigante sí-no. —De todos modos, no importa, no es importante. Dice que su oficina está encantada, y no por los repetidores. Algo estaba sobre él. ¿Qué demonios era eso? —Bueno... —mierda, ¿por dónde empezar? —A veces, cuando una FantasmaTV está funcionando, veo cosas en el astral o donde sea. No fantasmas. —Podría ver que si la palabra medusa saliera de mi boca, ella se volvería loca. —Energía, tal vez. No creo que eso esté muerto. No creo que alguna vez haya sido una persona. —¿Tenía algo astral en la cabeza? —No estaba... —Levanté las manos y las batí en el aire por encima de mí. —No directamente sobre su cabeza. —Pensé que sería mejor que no mencionara las ataduras pegajosas tampoco. —En las inmediaciones generales. Lisa frunció el ceño y pensó, aunque no podía imaginar lo que podría estar preguntando al sí-no ahora. —Dreyfuss fue el que saltó a la conclusión de que había un fantasma en su cabeza. —No es que yo pudiera culparlo, teniendo en cuenta que tenía tres repetidores desagradables alrededor de su escritorio y un fantasma sensible al acecho detrás de la cortina, y el médium en su nómina pensara que el Ave María involucraba calzoncillos. —Traté de decírselo, pero... —Me encogí de hombros. Los ojos de Lisa se movieron hacia adelante y hacia atrás mientras procesaba mi explicación mientras miraba un garabato manchado de lágrimas en una hoja rasgada de papel de cuaderno. Entidad… sí. Fantasma… no. Invisible… sí. ¿Vivo? ¿Sensible? ¿Maligno? Pregunta al sí-no si era un demonio de uña. Sí, claro.

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—Pareció reaccionar cuando se mordió las uñas. Se quedó mirando sus notas inconclusas, y luego dijo: —Oh. —Quizás era como... ¿un hábito? —Oh, Dios mío. Puse las notas de Lisa en una pila, puse los bordes del papel alineados, luego comencé a empujar las piezas sueltas del puzle por debajo en una fila uniforme. —Me deshice de eso. Ella asintió. —Vamos, —dije—, deberías estar contenta. Ya que sus cutículas te sacan de quicio. Ella estuvo tranquila mucho tiempo, mirando las piezas del puzle que estaba arreglando. Finalmente dijo: —¿No te habló de nosotros? —No exactamente. Su caligrafía lo hizo. —Creía que estarías enfadado. —Ella consideró la afirmación, luego se corrigió. —Sabía que estarías enfadado. Lo había estado. Pero viendo lo destrozada que estaba Lisa sobre los demonios de las uñas... bueno, ¿quién diablos soy yo para juzgar? —Dime que le hiciste un repaso a Dreyfuss con el sí-no y que él no solo está interesado en tu habilidad psíquica, sino que está interesado en ti. —Lo está, —susurró. Dreyfuss no era un bombero mexicano, eso seguro, pero... —Supongo que puedo ver cómo puede resultar tan encantador. Si te gusta el tipo sabelotodo. —Yo no estaba en el mercado, ya sabes. Pensé que había terminado con los hombres, al menos hasta que resolviera lo que

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sucedió en PsyTrain. —Pero como los dos se habían conocido en Santa Bárbara, explicó, él ocasionalmente consultaba con ella sobre asuntos de inteligencia del FPMP. Esto eran noticias nuevas, pero como muchas cosas en mi vida, no me sorprendieron exactamente. Después de todo, Lisa nunca parecía estar sufriendo por dinero en efectivo por lo que, obviamente, había estado trabajando en alguna parte. Dreyfuss, al ser paranoico, solo le hablaba en persona. Pensó que era mejor hacer que sus reuniones parecieran citas para evitar que Lisa atrajera atención anti-psíquica. En su tercera cita falsa, en un cine en ruinas con suelos pegajosos, Lisa se dio cuenta de que Dreyfuss la estaba mirando con algo más que interés empresarial cuando se encendieron las luces. Estaba inclinada a ignorar la idea de que el Director Regional del FPMP estuviera abrigando nociones románticas, pero no pudo resistirse a comprobarlo con el sí-no... lo que confirmó que Con Dreyfuss realmente le había echado un vistazo. Quería que Lisa fuera feliz, realmente lo hacía. Si Dreyfuss podía sobrevivir al escrutinio del sí-no, más poder para él. Aun así, necesitaba ser claro. —Realmente no es de mi incumbencia con quién salgas, —dije, — pero por favor... no hables de mí con él, ¿vale? Puede que confíes en él, pero eso no significa que yo lo haga. Ella sacudió la cabeza con tristeza. —Esto no es sobre ti. —Por supuesto. Y la idea de que afirmé que tenía un fantasma en su cabeza apareció en tu mente al azar. —Pero él estaba realmente asustado y... de acuerdo. Lo entiendo. No hablar de Vic. —Tomó una pieza del puzle grisácea y la colocó en el fondo justo cuando la llave de Jacob giraba en el cerrojo. —Espero

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que Jacob tome las noticias sobre mí y Con tan bien como lo has hecho tú... pero no lo hará. Me sentí mal por ella. Debe ser difícil entrar en una conversación sabiendo que iba a fracasar. Pero también me sentí eufórico por mí. No solo Jacob había estado en la oscuridad sobre el asunto de Dreyfuss, lo que significaba que no me estaba ocultando nada, sino que también lo había descubierto yo antes. Tendría que hacer todo lo que pudiera para no parecer engreído. —A lo mejor deberías decírselo tú, —murmuró Lisa. En la fábrica de conservas, a veces los sonidos rebotan en las tablas del suelo o en el ladrillo de una manera que no esperas, usualmente los sonidos que esperabas quedarte para ti mismo. Esta declaración en particular fue uno de esos sonidos. —¿Decirme qué? —Gritó Jacob desde el vestíbulo. Me encontró sentado con mi abrigo al lado de Lisa, quien estaba hinchada y roja. Gravemente, repitió: —¿Decirme qué? —Estoy involucrada con Con Dreyfuss. —Silencio aturdido. — Saliendo con él, —añadió Lisa, en caso de que hubiera tomado su “involucrada” de alguna manera platónica. La respuesta de Jacob fue baja, pero gracias a la fábrica de conservas, llegó. —¿En qué estás pensando? Claramente las ruedas estaban girando. Lisa miraba fijamente la mesa y no estaba trabajando en el puzle. Busqué algo para reducir la tensión y salí con las manos vacías. Finalmente Lisa dijo: —¿Sabes qué? No hay nada que pueda decir que no lo empeore. —Maniobro alrededor de ese tipo todo el día, escucha mis llamadas telefónicas y registra mis movimientos, y ahora descubro que en el

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único lugar en el que creía que estaba a salvo de su psíquico lo que sea, mi casa, mi propia casa... —Jacob, —dije. —Toma un respiro. —No te estoy espiando. —La voz de Lisa tembló. Jacob dijo: —De todos los demás tipos del planeta... ¿eliges a Con Dreyfuss? —¿Qué diferencia hay? Nunca te espiaría. Cómo puedes pensar que yo... oh. Cierto. Bien podría venir y decirlo. Porque en PsyTrain estuve con Bert. ¿Es así? Tomé una mala decisión y ahora todos pensáis que soy el eslabón débil. Jacob dijo: —Lo que creo es que Dreyfuss es manipulador, y tú eras vulnerable. Oh, oh. Mala elección de palabras por parte de Jacob. Lisa sacó la artillería pesada. —¿Soy vulnerable? ¿Quién trajo a casa una cosa demoníaca que explotó en su cama? Yo no. —Vale, —intervine. La vida era mucho más fácil cuando esquivábamos todos los temas feos. —Lo hecho, hecho está. La vida personal de Lisa es su vida personal. Jacob, tú trabajas con el tipo. Al principio estaba preocupado por eso, pero hasta ahora está bien. Si Lisa dice que no está discutiendo de nosotros con Dreyfuss, le creo. Lo que hubiera dicho, debió haber sido lo correcto. El estado de ánimo se elevó tangiblemente, Lisa tomó una profunda respiración aclaradora y luego la soltó. Los hombros de Jacob se relajaron. —Iré a empezar la cena, —dijo, y se dirigió a la cocina. —Bien, —dije, —estamos bien. —Qué alivio. Si me preocupaba que Lisa se mudara antes, ahora tenía un doble de recelo, considerando a dónde terminaría yendo si se iba en un futuro cercano. Cierto, ella no sería capaz de espiarme si estuviera viviendo con el enemigo. Pero

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eso aún significaba que la perdería. Las primeras semanas de un nuevo novio eran siempre los días embriagadores. Las hormonas estaban en su apogeo y todo el mundo se portaba muy bien. Tan pronto como el fervor inicial se calmara, sin duda la arrogancia de Dreyfuss se agotaría, y su relación cambiaría del tórrido y clandestino asunto que era actualmente a esa cosa incómoda que ambos olvidarían. Lo mejor es no quedarse atrapado viviendo en el apartamento del chico cuando eso sucediera. La miré para asegurarme de que todos estábamos bien, y la luz brilló en la pequeña llave decorativa que ella se había puesto a llevar alrededor del cuello. Si en algún momento veía un candado a juego en algún lugar de Dreyfuss, no sería capaz de evitar vomitar. —Siempre y cuando no te precipites a nada. —¿Precipitarme a qué? —Cualquier cosa. Ella frunció el ceño. —Como ¿qué? Oh, oh. —Tómalo con calma. Eso es todo lo que estoy diciendo. —Te mudaste con Jacob como una semana después de que ligarais. ¿Así que está bien para ti, pero no para mí? —Mira, eso no es lo que yo... no necesitas mudarte. —No estoy hablando de mudarme a ningún lado. Pero tampoco necesito "tomarme las cosas con calma". Con dice que me ama. Un choque alarmante nos hizo saltar a ambos. Jacob murmuró algo, luego se agachó para comenzar a recoger fragmentos de cerámica rotos. Mi corazón latía con fuerza... y me dije a mí mismo que solo estaba reaccionando al plato que se había caído. Con Lisa mirándome muy de cerca, mantuve mi cara de poli en blanco.

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Sin embargo, no necesitaba leer mi expresión para saber cómo me sentía con respecto a su anuncio. No cuando ella tenía el sí-no. Cuadró los hombros, me miró a los ojos y me dijo: —Y yo también lo amo. Aunque el sonido se transmite increíblemente bien en la fábrica de conservas, en ese momento, podrías haber escuchado caer un alfiler. Me aferré en busca de un comentario que lo haría todo mejor, una broma muy oportuna, como parece que la gente de las comedias siempre hace. Un comentario irónico para suavizarlo y devolver todo al status quo, por lo que cualquiera que se hubiera perdido un episodio no se sentiría perdido cuando se sintonizara la siguiente semana. Desafortunadamente, nuestras vidas seguían siendo cada vez más desordenadas, y ni una sola línea, sin importar lo ingeniosa que fuera, barrería ese desastre debajo de la alfombra. Jacob arrojó la mitad de un plato roto a la basura. Dio un golpe que me hizo estremecer. —Voy a agarrar algo de comida para llevar, —anunció. —Espera. —Lisa se puso de pie. —Quédate. Voy a salir. Este es tu lugar, no deberías tener que irte. Vosotros dos queréis hablar. Y yo tengo cosas que necesito hacer. Dije que todos deberíamos calmarnos y pedir algunas pizzas, pero esa sugerencia fue tan efectiva como la última vez que la saqué a flote. Lisa agarró su bolso y su abrigo, y salió por la puerta en menos de un minuto. Jacob no salió de detrás del ramo de la cocina hasta que ella se fue. A pesar de que todavía llevaba su rostro claramente infeliz, tener el espacio para hablar conmigo en privado le quitó parte del borde. —Nunca tuviste la oportunidad de quitarte el abrigo, —dijo, ofreciéndome una mano desde la mesa del comedor. La tomé, ya que

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parecía preferible a levantarme de nuevo sobre mis pies por mi propia voluntad. Pero entonces vi su expresión cambiar cuando tocó mi mano. —Está congelada. Suspiré. Él no la soltó y yo no hice ningún esfuerzo por ocultarlo. No de él. Cogió mi mano fría entre las suyas, con ternura, y se la llevó a la cara. La sombra de las cinco en su cálida mejilla se sintió áspera y familiar. Sostuvo mi mano allí, sin decir nada. Yo también me quedé callado. Tal vez no sabía exactamente lo que estábamos comunicando, y tal vez no podía nombrar este estado de ánimo, pero sabía que lo último que quería hacer era matarlo. Manteniendo mi mano inmóvil, giró la cara de modo que sus labios rozaron mi palma y sopló. Su aliento caliente me hizo cosquillas en la palma de la mano, pero a pesar del hecho de que envió escalofríos por mi espina dorsal, no me aparté. Las yemas de mis dedos se anidaron en su perilla. Volvió a soplar... o tal vez fue el fantasma de un beso. Por primera vez ese día, dejé caer la gruesa barrera de luz blanca que había estado arrastrando. —No se está calentando. —Sus labios acariciaron mi palma mientras hablaba, y su perilla hizo cosquillas. Al menos no estaba goteando. **** Ya que pasé el día sudando a través de mi camisa, lo que me dejó con una sensación generalmente pegajosa y repugnante, intenté calentarme con una ducha. Jacob me siguió al baño, aunque sintió que yo quería todo el chorro para mí solo y esperó mientras me rociaba. Tampoco era extraño que habláramos alrededor del sonido

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del agua corriendo. Aunque necesitábamos hablar lo suficientemente alto como para ser escuchados a través del vidrio esmerilado, proporcionó cierta ilusión de camuflaje. —No estoy enfadado con Lisa, —dijo Jacob. Podría haberme engañado. —Es solo que es tan jodidamente joven, y no quiero que cometa los mismos errores que yo. Vuelvo a pensar en cómo era a esa edad. Creía que lo sabía todo. —¿Y has cambiado cómo, exactamente? Arrojó una pastilla de jabón sobre la puerta de la ducha. Rebotó en mi hombro. —No podías decirme ni una maldita cosa. Yo sabía más. Incluso cuando empecé a dormir con mi profesor de Psicología Criminal. —¿Licenciado? —Posgraduado. Eso era un poco menos espeluznante. He visto fotos de Jacob en la escuela de posgrado. Una vez que se hubo afeitado el bigote de los ochenta, tenía una cara de bebé suave que era todo ojos ardientes y labios exuberantes. Cabello genial, también, pero eso era lo normal. No puedo decir que culpara al profesor travieso por querer golpear eso. —Entonces, ¿qué edad tenía? —Dijo que tenía treinta y ocho años, pero supongo que mintió. —No puedo imaginarme de qué hablabais vosotros dos cuando no estabais follando. Y no me digas Justicia Criminal. —Es exactamente eso. En realidad no teníamos mucho en común. En aquel momento, sin embargo, no lo vi. Bueno, eso era alentador. ¿Qué podría tener Lisa en común con Dreyfuss? Presumiblemente, el sexo, lo cual en realidad no quería imaginar. Y todo su fetiche por las cosas étnicas... ídem. Y sus carreras

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similares. Y el hecho de que ambos eran psíquicos fuera de lo común con los que nadie en su sano juicio podría manejar salir durante mucho tiempo... Mejor no insistir en eso, ya que todo lo que podía hacer era dejar que las cosas siguieran su curso. Cualquier intento de separarlos solo los haría aferrarse más obstinadamente. Me enjuagué, cerré los grifos y abrí la puerta de la ducha. Jacob estaba esperando allí con una toalla. Hubiera sido más eficiente secarme yo mismo, pero se sentía mucho mejor cuando él lo hacía. Presioné la frente contra su hombro mientras él pasaba la toalla arriba y abajo por mi espalda, con más manoseo que secado. Dije: —Creo que debería estar agradecido de que nunca hayas terminado compartiendo un bungalow suburbano con el Maestro. —Resulta que estaba casado. Por suerte, estaba en una posición en la que no me vio reprimir una carcajada. Jacob está absolutamente seguro de todo lo que hace, y nueve de cada diez veces, tiene razón. ¿Pero la mirada en su cara cuando no lo hace? No tiene precio. —Espero que al menos lo bordaras en su clase. —Sobresaliente bajo, —gruñó Jacob. Me mordí el interior de la mejilla para borrar la sonrisa de mi cara. Algo bueno, ya que él me estaba escrutando. —Ahora te ves mucho mejor que cuando he llegado a casa. —Cogió mi mano y la apretó contra su mejilla. Su cara aún se sentía cálida contra ella, pero la diferencia de temperatura no estaba ni cerca de lo que había sido antes. —¿Cómo te sientes? —Viviré. Solo necesito ir despacio con la luz blanca.

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Capítulo 19 La ferretería no es exactamente mi primera opción para una noche deslumbrante. Pero después de mi ducha me sentía tan normal como siempre, y cuando Jacob dijo que tenía que hacer un recado rápido, opté por acompañarle. Suponemos que nuestros dos vehículos están monitoreados. En el camino, le informé de mi día: la FantasmaTV, los repetidores y sus expedientes, los guantes blancos de algodón, el Síndrome de alcoholismo fetal de Richie e incluso su mal humor. Luego Jacob aparcó en el extremo más alejado del aparcamiento y, mientras caminábamos hacia el edificio a un ritmo glacial con el viento silbando a nuestro alrededor, susurré todas las cosas que había guardado para mí. Entre los demonios de la uña y el tercer ojo de Santiago, estoy seguro de que Jacob se moría por reaccionar. Sin embargo, mantuvo la calma. Incluso cuando detallé mi conversación con la escurridiza Doctora Chance. Una vez que pasamos las puertas automáticas, Jacob tocó mi brazo con las puntas de dos dedos para indicarme que me callara. Las cámaras de vigilancia miraban por encima de las puertas. Siempre había pensado en ellas como dispositivos antirrobo. Ahora, sin embargo, era más fácil asumir que todas las cámaras comerciales de la ciudad volvían al FPMP. Para ser una ferretería, no era una tienda muy grande, solo un centro comercial familiar que había sido comprado por una cadena

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nacional hace algunos años. Probablemente no duraría mucho frente a los mega centros para el hogar tan grandes que necesitaban sus propios códigos postales, pero estaba dando una buena pelea. Guirnaldas plateadas estaban colgadas en la tienda y los villancicos sonaban, aunque las únicas personas que planeaban para diciembre en este momento eran las tiendas minoristas y los regaladores obsesivos. Al menos el expositor principal que nos recibió aún mostraba equipo de Acción de Gracias: freidoras de pavo, asadores, pegatinas de peregrinos y, por supuesto, sopladores de nieve. Hice una pausa y consideré cuánto ruido útil podría generar un soplador de nieve, y archivé esa información para futuras referencias. Claro, probablemente me cortaría el pie si lo arrancara. Pero Jacob llegó a la mayoría de edad en Wisconsin. Él sabría cómo trabajarlo. Era una noche tempestuosa de entre semana. No había muchos otros clientes, solo una joven pareja hispana que buscaba la bombilla correcta y un hombre con ropa de trabajo azul marino que navegaba por la sección de fontanería. Las únicas cosas en la tienda que me interesaban eran los elementos claramente no herramientas. Me pregunté si las placas acústicas manchadas del techo habían sido blancas, o cuántas personas realmente compraban carne seca de un frasco común en el mostrador. Jacob se detuvo frente a una sección etiquetada como "Accesorios para puertas". Nunca se me ocurrió que las puertas debían tener accesorios. Entre los umbrales, las ranuras de correo y las pantallas de reemplazo, Jacob encontró lo que buscaba colgado de una pequeña etiqueta de cartón: una mirilla. Pero en lugar de dirigirse a las cajas registradoras con ella, se detuvo en la estación de copiado de llaves y tocó el timbre de servicio. Ya que aparentemente soy tan hipersensible sobre la ubicación de mis llaves, no tengo un juego de repuesto, aunque supongo que no

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estaría mal que me hicieran uno. Sin embargo, Jacob no sacó su llavero. En lugar de eso, sacó una llave del bolsillo y se la entregó al chico asiático de cara pálida que había venido a atendernos. —Diez copias, —dijo Jacob. El chico palideció y tartamudeó: —¿Diez? No sé si tenemos suficientes en blanco. —Lo que sea que tengas entonces. Aunque las llaves en blanco estaban ordenadas por marca, número y forma, el empleado se abrió camino a través de la rueda giratoria como si necesitara tocar cada llave para asegurarse de que no terminaría cortando un puñado de chatarra. Mientras lo observábamos, emparejó la llave, la comparó con dos en blanco más, y luego optó por su primera elección. —Tengo ocho. —Está bien. —Tomará un tiempo. Puedes ir de compras. Iré a buscarte cuando hayan terminado. —No tenemos ninguna prisa, —respondió Jacob con suavidad, pero el chico estaba tan nervioso que terminó haciendo malabarismos con las llaves en blanco en su intento de evitar dejarlas caer. Jacob no estaba siendo particularmente exigente, pero esa combinación de seguridad en sí mismo y un intenso contacto visual (el comportamiento que me hacía tener pensamientos de desnudos) en ocasiones tenía el efecto opuesto, dejaba a las personas intimidadas y amedrentadas. Podía verlo en sus hombros encorvados, sus movimientos de ojos, sus risas nerviosas. Hablando de ello… —Creo que todas mis preguntas están poniendo nerviosa a Laura. Jacob me hizo la señal de “silencio” otra vez. El chico conectó una llave virgen en la máquina y encendió la alimentación. El chirrido que

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salió de la máquina era impresionantemente fuerte. Jacob me hizo un gesto para que continuara. Le conté sobre la forma en que había estado totalmente tranquila y despreocupada al afirmar que nunca estuvo en la escena del tiroteo de Burke, mientras que las partes intrascendentes de la conversación provocaron una risa incómoda. —La cosa es que no puedo verla apretando el gatillo. También he pasado una buena media hora con ella en el almuerzo. Me he dado cuenta de que no podía hacer daño mantenerla ocupada mientras investigabas en sus registros. No me di cuenta de cómo me había ido a pescar un cumplido hasta que Jacob pareció más disgustado que impresionado. —En realidad, me he pasado todo el día intentando localizar al Detective Wembly. —Oh. —Había estado esperando que mi rutina de intriga y misterio diera mejores resultados. Estaba suponiendo que sus movimientos de agente secreto tampoco revelaron nada que pudiéramos usar. De lo contrario, ya lo habría mencionado. —¿Qué has encontrado? —Nada. —Se aclaró las ideas con el ruido de la máquina de llaves. —Un montón de nada, sin embargo. Una cantidad sospechosa de nada. Es como si nunca hubiera existido. No tengo constancia de él en la vigésima, pero recuerdo el nombre. No puedo ponerle una cara, pero es un nombre inusual, y definitivamente lo he escuchado antes. Apuesto a que ambos lo hemos conocido en alguna función de PsyCop, o al menos lo hemos visto. Si Warwick dice que el detective Wembly trabajó en el FPMP, tiendo a creerle. Además, hubo una gran cantidad de registros redactados hace unos tres o cuatro años. ¿Y lo extraño? El tema no fue tachado... pero el investigador sí. Reflexionamos sobre nuestra mejor apuesta en encontrar una foto de Wembly para refrescar nuestros recuerdos, pensando que uno de

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nosotros debía conocer a alguien que conoció a alguien en la Vigésima, alguien que no hubiera borrado la tarjeta de memoria de su cámara digital en mucho tiempo. —¿Y qué hay de Laura? —¿Fue insensible por mi parte plantear la posibilidad de escalofriantes pelos de punta paranormales tan poco después de que nos recordaran el desafortunado destino del día de Jacob? —Por enfermo que parezca, prefiero escuchar que lo que sea con lo que hablé en el centro, lo que sea que Burke hubiera visto, no fue Laura en absoluto. Nos detuvimos mientras pasábamos por las cámaras de vigilancia de camino de regreso al aparcamiento. Cuando Jacob roció las llaves recién cortadas en el bote de basura de acero justo afuera de la puerta con un estruendo de metal sobre metal sorprendentemente fuerte, dijo a través del ruido: —Supongo que tendré que demostrar que no fue Laura Kim.

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**** Comprar la mirilla fue una cosa. Instalarla fue algo completamente distinto, porque la instalación involucraba herramientas. Herramientas involucraban el sótano. Sombras avecinándose. El olor a hormigón viejo y suelos de goma nuevos. Una FantasmaTV acechando bajo las escaleras. Me detuve antes de la colección de herramientas y miré la pantalla en blanco. Había un plan vago que estaba tomando forma, pero para que ese plan funcionara, tendría que encontrar un mejor plan de almacenamiento para el televisor. Si la FantasmaTV me asustaba, me pregunté cómo se sentiría Lisa al respecto. En realidad, había estado atrapada en una pesadilla astral durante días, y esta polvorienta consola era un vívido recordatorio.

Yo, simplemente vi algunas cabezas estiradas. Lo cual era bastante malo también. No podía dejar la FantasmaTV colocada en el callejón para que cualquier viejo transeúnte la recogiera. Era demasiado valiosa para destruirla. Y devolvérsela a Dreyfuss sería una admisión de mi miedo. Además, aunque esperaba que nunca llegara el momento, podría necesitar la maldita cosa algún día. Jacob giró a mi alrededor y se dirigió a su baúl de herramientas, sin darse cuenta de mi disyuntiva. Abrió un cajón de metal rojo lleno de cosas de herramientas, luego me entregó la etiqueta. —¿Qué tamaño de broca? Sostuve nuestra futura mirilla hacia la luz (la impresión era minúscula) y leí las instrucciones tres veces para asegurarme de que le estaba diciendo lo correcto. —Un centímetro y veinticinco. Empezó a saquear el cajón. Me centré en la parte terminada del sótano, el gimnasio en casa. No veía uso todos los días, pero me di cuenta de que cumplía su propósito. Nunca subió las escaleras con aire nervioso. Dije: —Estaba pensando... podríamos poner otro baño aquí abajo, ¿verdad? Y extender el falso techo, crear un par de habitaciones terminadas... —Me rodeé con los brazos el estómago y me estremecí. —¿Te refieres a un dormitorio? Asentí. —Algo agradable. Como un pequeño apartamento. Vacilante, me adentré más en la oscuridad de la mitad inacabada del sótano. No había alimañas actualmente en la residencia, al menos no de la variedad de roedores. Jacob había localizado y sellado los orificios meticulosamente, y no habíamos atrapado nada en una

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trampa en meses. Las arañas podrían ser sorprendentes... pero para eso estaban las paredes blancas. Para desalentar a cualquier cosa espeluznante a escabullirse. Era difícil imaginar un panel de yeso blanco fresco. Difícil de imaginar los plafones y suelos laminados. En este momento, mis sentidos estaban demasiado ocupados gritando “sótano” para visualizar correctamente una suite de invitados privada, un lugar en el que Lisa podría considerar quedarse a largo plazo. —Agarra esa cinta métrica, —dijo Jacob. Como no soy lo que llamarías “manitas”, tuve que preguntarme: "¿Quiere decir esa cosa?", hasta que encontré el elemento cuadrado de metal que se registró como una cinta métrica. Probablemente así es como se siente el sí-no funcionando. No es tan natural como saber algo de inmediato, sino encontrar información accesible después de un pequeño retraso y un momento de consideración. Agarré la cinta métrica y lo seguí hasta las escaleras. Se detuvo al pie. —Estás hablando de un dormitorio real para Lisa. ¿A pesar de que ella está con... él? —Doy a su pareja otras pocas semanas. Un mes, máximo. —Estás bastante seguro. —Acabo de pasar la semana trabajando con el chico, —dije. —Fue como ser arenado con sarcasmo. Jacob miró la etiqueta colgante, girándola en sus manos. Esperé mientras se aclaraba las ideas. Una vez que lo hizo, dijo: —No puedo creer que no lo haya visto. —Estabas demasiado envuelto en el tiroteo de Burke. —Parece tan obvio, en retrospectiva. Había bolsas de compras de un joyero en su basura, pero pensé que había comprado otro reloj

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nuevo. Y pensé que la floristería era de otra de sus compañeras de vigilancia. —Probablemente lo sea. Eso, y una zona segura en la que no tiene que preocuparse por espías muertos. —Por lo general, agrego un comentario sobre que es más simple abstenerse de matar gente si no querías que el difunto escuchara... pero descubrí que ya no estaba seguro de dónde terminaban las acciones de Dreyfuss y dónde empezaban los fantasmas. Especialmente no si Lisa estaba dispuesta a confiar en él. Claro, ella probablemente estaba ciega a sus faltas ahora, en medio de su enamoramiento. ¿Pero al principio, antes de que se enamoraran, cuando era el tipo del FPMP con un comentario de listillo para cada ocasión? Ella debió haberle hecho el sí-no entonces. O tal vez eso es solo lo que quería creer.

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No estaba completamente seguro del compromiso de Jacob de mantener a Lisa en la fábrica de conservas hasta que perforó el agujero a través de nuestra puerta principal. Cuando le sugerí que lo pusiéramos a su nivel de ojos en lugar de al nuestro, estuvo de acuerdo sin dudar un momento. Luego tuve que fingir que no me sentía sofocado y blandengue dándome la vuelta y releyendo la diminuta letra en la etiqueta de nuevo. Las diez pasaron, luego las once, y aún sin Lisa. Finalmente, en contra de mis protestas, Jacob le envió un mensaje de texto para ver a qué hora creía que llegaría a casa. Ella respondió en unos minutos, lo que fue bueno. Pero su respuesta fue: —Tarde... no esperéis. Nos vemos. —Ambos lo analizamos demasiado, por supuesto. Jacob dijo que pensó que sonaba amistoso.

Yo no dije nada, porque la mirilla a la altura de Lisa era probablemente demasiado poco, demasiado tarde, y sentí que mi mejor amiga se deslizaba entre las garras de Con Dreyfuss. Parecía que había vuelto a casa durante la noche, ya que los zapatos que llevaba puestos ahora estaban al lado de la puerta, y había unos cuantos pelos largos en el lavabo del baño. Pero para el momento en que estuvimos levantados y dando vueltas, ella ya se había ido. Incluso esperé hasta el último momento posible para irme, más de quince minutos después de Jacob, y aun así, sin Lisa. Finalmente me rendí y me dirigí al FPMP yo mismo. Casi me perdí la rampa del garaje. Otra vez. Es difícil decir si Dreyfuss admitiría que había algún tipo de camuflaje psíquico, o si mi cerebro simplemente tenía algunas sinapsis fritas en el lugar que debería reconocer el edificio. Sin embargo, después de dar una vuelta por la manzana, por la que había caminado a pie hacía poco, logré llegar al puesto del ascensor sin tiempo que perder. —¡Aguanta el ascensor! Reprimí el impulso para “accidentalmente” apretar el botón de cierre. No solo llegaba a tiempo por los pelos, sino que ahora, al embarcarme en mi cuarto día en el FPMP, mi paciencia para Richie era muy delgada. Sin embargo, había investigado sobre el síndrome del Alcoholismo Fetal mientras esperaba a Lisa, lo que me hizo sentir culpable por estar tan frustrado con él. Saqué el pie y mantuve las puertas abiertas. Corrió desde el aparcamiento y dijo: —Gracias. —Estaba muy lejos del entusiasta apretón de manos con el que normalmente me saludaba… pero, por otro lado, sus manos estaban ocupadas con una bandeja de cartón que contenía cuatro

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vasos altos. Me vio ojeándolos y dijo: —Hay un nuevo carrito de batidos en Hubbard. El negocio no podría ser muy boyante, dado que era noviembre, un noviembre particularmente húmedo. Y estábamos básicamente en medio de la nada: rodeados por almacenes e instalaciones de almacenamiento, rampas de carreteras y una estación de ferrocarril. —Cerca del gimnasio, —dijo él. Traté de imaginar quién viajaría a un vecindario como este para hacer ejercicio. —Oh. —Tengo uno para ti. —Oh. —A la luz del inesperado gesto, me sentí aún más tonto por temer su inevitable monólogo sobre las estadísticas de fútbol y la inadecuación de mi coche. Levantó la bandeja y asintió con la cabeza hacia los vasos altos, y yo tomé uno. —Gracias. —Malteada de chocolate, —dijo. Asentí y me pregunté si se suponía que debía darle unos dólares por eso. Pero luego decidí que comprar un montón de batidos para sus compañeros de trabajo podría ser similar a invitar a extraños de la calle para que se unieran a él en su palco. Una manera para que él se sienta generoso. O tal vez para comprar la amistad y la aprobación de la gente. En el quinto piso, se dirigió al escritorio de Laura y dijo: —Te conseguí un batido. Pareció sorprendida, pero lo tomó y le dio las gracias. —¿No lo vas a tomar? —Acabo de cepillarme los dientes. —Lo puso sobre su escritorio. — Lo intentaré en un rato.

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—Es malteada de chocolate. —Miró de reojo el batido en el escritorio de Laura. Sentí que la condensación goteaba por el exterior del vaso de plástico que estaba sosteniendo. Manteniendo sus ojos en Laura, Richie encontró la pajita del batido más cercano con su boca y tomó un largo sorbo. —Es muy bueno. —Genial, —dijo Laura. —Gracias. Sabes que me encanta el chocolate. —Richie se quedó mirándola un momento más, y añadió: —No puedo esperar a beberlo. Más tarde. Cuando se dio cuenta de que ella no estaba a punto de tragarlo para apaciguarlo, su estado de ánimo disminuyó. Dio un resoplido, se dio la vuelta y se dirigió a su oficina. ¿Quién sabía que todavía estaría enojado por la interrupción del exorcismo de ayer? —Eso ha sido raro, —dije. —Probablemente no debería beberlo de todos modos. Ciertos tipos de enzimas de la fruta provocan mis dolores de cabeza. Incluso si esto es principalmente chocolate y yogurt, no hay garantía de que la licuadora estuviera limpia para empezar. —Parecía terriblemente ansioso para que lo bebieras. —Tal vez había echado un escupitajo allí. Abrí la tapa y me asomé. Ahora que había pensado en la bola de la flema, tampoco bebería el mío. Tomé los dos batidos y los tiré por el desagüe del salón, y luego informé a Laura. —¿Puedes hacerle saber a Dreyfuss que estoy listo para barrer su oficina otra vez? —No hoy. —Se inclinó hacia delante y bajó la voz. Como si eso hiciera alguna diferencia. —El Centro Correccional Metropolitano finalmente accedió a permitir que un equipo reprocesara la celda de Roger Burke, y también la ubicación de su disparo. Hemos estado tratando de conseguir un equipo allí durante meses. Podría ser la

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gran ruptura en el caso del Agente Marks. —Bueno, los repetidores de la oficina no iban a ir a ninguna parte, supuse. —Cualquier evidencia física se habría ido. Pero la evidencia psíquica... tal vez tengáis suerte. Mi instinto quería que me agradara Laura, así que pensé que debería darle una oportunidad para darle un giro a su historia, para hacerme saber que había estado al tanto de la información que requería la eliminación de Burke. O dar a entender que había sido coaccionada. —Si tuviera suerte... ¿Alguna idea de lo que podría encontrar? —Descubrirás quién hizo esto. Todos nos sentiremos mucho más seguros una vez que lo sepamos. Mantuve su mirada a pesar de que prácticamente me estaba retorciendo con el deseo de apartarla, y traté de obligarla a que confesara. Me miró a los ojos, leyéndome, luchando con las ganas de decirme qué era lo que había estado conteniendo, así que me mantuve fuerte y me obligué a esperar. Finalmente, ella dijo: —Si alguien puede resolver esto, eres tú. ¿Qué se suponía que significaba eso?

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Capítulo 20 Nos reunimos en una pequeña sala de reuniones: yo, Dreyfuss, Richie, Jacob y Bly. Mantuve los ojos bien abiertos en busca de la Doctora Chance, pero ella no apareció. No que yo supiera, de todos modos. La cabeza rapada de Bly brillaba bajo la iluminación empotrada. Richie se había vestido un poco mejor de lo normal en carbón y negro, e incluso se había abotonado la camisa correctamente y se la había metido por completo. Jacob era su personalidad fría y compuesta de siempre. Dreyfuss se veía un poco peor por el desgaste: ojos nublados y apagados. Hice todo lo que pude para no imaginarme por qué se había acostado tan tarde con Lisa. Al menos no tuve que soportar ninguna de sus insolencias. Con tareas para asignar, él era todo negocios. —Aquí está el asunto, —dijo. —Tenemos dos médiums en el equipo, un Tieso y un empático. Espera, ¿quién es el...? Miré al agente Bly. Me estaba mirando con suavidad. Aplacé mi sorpresa lo mejor que pude, ya que, aparentemente, él podía sentirla. —Sin exorcismos hoy, no importa lo tentador que pueda ser. Tratad todo lo que encontréis, físico o no, como evidencia. Dejadlo intacto. —Mientras Dreyfuss definía un cronograma y recorría las áreas donde se nos había otorgado un acceso especial, luché con el conocimiento

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de que el Agente Bly podía arrancar de mi cabeza el estado de mis emociones, y ninguna cantidad de tablas de multiplicar o rimas de guardería harían una pequeña diferencia. Peor aún, era posible que mi gimnasia mental alrededor de la Doctora Santiago hubiera sido en vano. Tal vez ella también era una empática, y todo lo que había logrado hacer era generar una gran ola de ansiedad en su presencia. Mientras nos dirigíamos hacia el coche, Dreyfuss se quedó atrás con Bly para una conversación en voz baja. Cielos, ¿ni siquiera podía molestarse en ser sutil al decirle a Bly que me espiara? Dreyfuss se retiró a su oficina y Bly alcanzó al grupo. —¿Qué? —Me preguntó. Me encogí de hombros con mal humor. Jacob miró por encima del hombro, pero mantuvo la boca cerrada. Al menos no podía ser leído por Bly. De hecho, conociendo a Jacob como lo hacía, yo probablemente lo entendía mejor. Me tomé un poco de consuelo en eso. —Tienes tus órdenes, —le dije a Bly. —Lo entiendo. Nada personal. No parecía particularmente preocupado. —No todo es sobre ti, detective. Tal vez no. Pero era mucho más seguro asumir que lo era. **** Me quedé mirando la parte posterior de la cabeza afeitada de Bly mientras nos conducía hacia el centro, como era de esperar, en un todopoderoso Lexus SUV negro. Esperaba que Richie señalara una docena de características automotrices que no me importaban. Sin embargo, todavía estaba fuera de sí, y pasó el viaje a la prisión mirando por la ventanilla. Jacob y Bly discutieron posibles ángulos de

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acercamiento. Mantuve la boca cerrada e intenté mapear la ubicación de un punto calvo que hiciera que Bly abrazara la afeitadora... pero no pude encontrar uno. El pelo incipiente en la parte posterior de su cabeza era una cobertura total. En el pasado, los únicos hombres con cabelleras completas que optarían por afeitarse eran cabezas rapadas. La cabeza rapada probablemente todavía era una especie de declaración de moda ahora, aunque en mi mente, no iba exactamente con el traje oscuro. Pude ver a Bly pasándose la maquinilla hasta quedar calvo como una táctica de intimidación. O tal vez el cabello interfería con su radar emocional. Esperaría estar tranquilamente derritiéndome ante la idea de dirigirme a una prisión federal sin ni siquiera un gramo de Auracel en mi sistema, pero en realidad fue reconfortante estar acompañado por otros tres psíquicos, incluso si Richie era inepto, e incluso si Bly solo estaba allí para leerme e informar a Dreyfuss. Los empáticos son bastante comunes. Se estima que un porcentaje de la población con alta aptitud social es en realidad empática hasta cierto punto. Al darnos nuestras tareas, Dreyfuss no había especificado ningún nivel, pero si lo hubiera hecho, supongo que el rango de Bly habría sido impresionantemente alto. En su mayor parte, los empáticos no me asustan. Al menos... ellos no lo hacían. No hasta que Richie me recordó que un empático lo suficientemente fuerte puede proyectar una emoción, y que era posible que Stefan hubiera estado haciendo eso. En aquel entonces, tampoco sabía lo suficiente como para protegerme. Ahora lo sabía. Así que estuve acaparando luz blanca como si se fuera a pasar de moda todo el camino, hasta el centro de la ciudad.

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Generalmente, cuando Zigler y yo caminábamos a través de una escena, era un asunto bastante discreto. Nosotros encontraríamos nuestra cuadrícula. Le daría todas las impresiones que formara. Nos iríamos. Él escribiría nuestros hallazgos y el debido proceso garantizaría que cualquier cosa que encontráramos exoneraría al perpetrador. Pero cuando nos detuvimos en el MCC y obtuve una carga de la configuración, me di cuenta de que nuestra investigación en la prisión era mucho más importante. Lo que inicialmente pensé era que una barrera de construcción en realidad resultó ser un conjunto de paredes de metal corrugado para protegernos del resto del mundo mientras peinábamos el mismo lugar donde cayó Roger Burke. Hubiera sido muy difícil que se construyera una caja de seguridad con un aviso matutino. Pero por otra parte, se necesitaba mucho tirón para pedir un palco en Acción de Gracias. La cosa era que, si alguien me hubiera consultado, podría haberles ahorrado mucho trabajo al mencionar que no habría nada en ese lugar en particular para encontrar. Había visto cómo se alejaba el espíritu de Roger Burke antes de que su cadáver comenzara a enfriarse. No estoy seguro si creo en el infierno. Pero si existe, creo que ahí es donde está ahora, alimentando los grandes hornos y afilando las horcas. Jacob habló al guardia a cargo: militar, muy intimidante, aunque no intimidante para él. También observé la forma en que miraban a Jacob. Su aire de privilegio, su tranquilidad, su actitud completa, junto con la forma en que realmente miraba y escuchaba a todas las personas con las que entraba en contacto, le ganaba el respeto instantáneo de cada hombre que se cruzaba en su camino. Me enderecé con la esperanza de ser categorizado con Jacob y Bly, en

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lugar de con Richie... quien sin duda le estaría preguntando a un soldado de cara de piedra qué tipo de auto conducía y ofreciendo una crítica no solicitada. Pero cuando me arriesgué a mirar de reojo a Richie, él solo estaba observando y esperando. Qué alivio. El guardia nos acompañó. Se sentía extraño dentro del cubo. Tal vez un poco claustrofóbico. Una nueva cinta adhesiva había sido colocada donde Burke había caído, y un marcador de evidencia mostraba dónde se había alojado el proyectil en el costado del edificio después de que saliera del cráneo de Burke. Como los agujeros de rata en nuestro sótano, el granito ahora estaba remendado. Esperaba que el recinto estuviera abierto al cielo, pero no, por supuesto que no. No con todas las vías de El y los rascacielos a su alrededor, lo que ofrecía un lugar perfecto para que un francotirador se instalara. —¿Qué tipo de equipo necesitas? —Preguntó Jacob. —Obviamente no puedo trabajar sin mi incienso y todo eso, —dijo Richie. —Pero eso es un equipo de exorcismo, —dijo Jacob. —Dreyfuss ha dicho que lo tratáramos como una escena del crimen y dejáramos intacta la evidencia paranormal. —Bueno, si lo sabes todo, —gruñó Richie, —entonces ¿por qué te has molestado en preguntar? Jacob debía haber sido informado sobre el síndrome del alcoholismo fetal. Aun así, me imagino que le costó mantener la cara seria. Señaló a un par de guardias, que rodaron algo pesado cubierto con una lona. Algo que arrastraba un alargador muy largo. El pelo en mis antebrazos se erizó incluso mientras el objeto estaba siendo revelado. Las entrañas de la FantasmaTV del laboratorio del Doctor K se habían montado en una caja de plexiglás como un espécimen en un

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museo. Los ojos de Richie se agrandaron, luego apartó la vista rápidamente como si no se hubiera dado cuenta. Él debía saber lo que era. Como principal médium de la organización, probablemente se sentó a través de algún tipo de experimento en el laboratorio... aunque apostaría a que estaba bastante disgustado cuando se dio cuenta de que no tenía la ESPN. —Quizás deberías hacer los honores, —me dijo Jacob. Tenía sentido, ya que era el único que recibía un impulso útil, pero no pude evitar notar que Richie me miraba desconcertado cuando me acerqué. Hice todo lo posible por atribuirlo a sus problemas de visión, comprobé la configuración, encontré el interruptor de encendido y lo activé. Un momento después, una red roja de venas apareció en la frente de Jacob. Tenía especial curiosidad por cómo se vería Richie, ya que mi visión mejorada no parecía funcionar en el espejo, y no estaba seguro de cómo era mi apariencia cuando mis cuerpos sutiles estaban en exhibición. Se cruzó de brazos y me miró. Sus brazos dejaron trazadores atrás. No demasiado espeluznante…podría manejar eso. Luego, el agente Bly se volvió hacia nosotros y se parecía al Hombre Visible. Al menos ahora podría hacer coincidir lo visual con el talento. Mi cerebro interpretaba la empatía como una piel delgada. Literalmente. Bly parecía sorprendido, de una forma en que solo alguien sin párpados puede parecerlo. Sorprendido, e inquietantemente ansioso. La punta de su nariz había desaparecido, y la ausencia de labios hacía que pareciera que estaba haciendo una mueca. Bajo la influencia de una FantasmaTV, había visto otras pieles delgadas antes. Pero a pesar de la nariz perdida, Bly se parecía más a sí mismo que los demás. Debía haber sido la cabeza rapada. Los músculos de su frente bajaban

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en ángulo desde cada lado donde se unían a la parte superior del cráneo, formando una V en el centro que hacía eco en su línea de cabello. Eso significaba que la Doctora Santiago era probablemente una telépata, por lo que mis horarios y las melodías pegadizas probablemente habían sido eficaces para proteger mis verdaderos pensamientos. Y también que ella probablemente pensó que yo era realmente inteligente o un loco de mierda. Ahora si solo pudiera sacar a Bly del camino para no tener que detenerme en moderar mis emociones. —Será mejor que los médiums caminemos solos por la cuadrícula, —dije. —Menos interferencias en los cuerpos sutiles. Si Bly detectó mi emoción generadora de tonterías en juego, no lo demostró. Él y Jacob salieron de la caja de metal corrugado, dejándome solo con el viejo Einstein en el mismo lugar donde había visto morir a Roger Burke. Richie puso la mano en mi antebrazo. Con todos los artículos que había leído frescos en mi mente, ahora sabía que él estaba lidiando con habilidades motoras comprometidas, así que pensé que se estaba estabilizando. Pero no estábamos exactamente caminando, o haciendo cualquier otra cosa que lo hiciera inestable. Sólo estábamos de pie allí. Él dijo: —Gracias. Los otros agentes pueden ser un dolor en el culo. Tuve la tentación de señalar que Jacob era mi dolor en el culo, pero no valía la pena meterme en eso. No cuando Richie realmente no entendía la mitad de lo que se le decía, y se reía para cubrirlo. Especialmente cuando podría llevar a una conversación en la que él implicaría que yo fui hetero en secreto hace todos aquellos años y simplemente no lo sabía. Me encogí de hombros y le dije:

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—Vale, ¿cómo quieres hacer esto? Exploró visualmente el recinto en un barrido largo y lento y dijo: —¿Recibes alguna impresión? Suspiré. —No. —Ajustaremos la configuración. —La configuración está bien. —Caminé una cuadrícula para estar seguro. Una vez que no encontré nada allí, aspiré un montón de luz blanca y me concentré en el vago contorno del cuerpo de Burke. Tampoco nada allí. Incluso intenté llamarlo mentalmente, ya que estaba lleno de luz y señales de la FantasmaTV. No estaba completamente seguro de lo que esperaba descubrir, incluso si llegaba a hablar con él. No era como si alguna vez hubiera tenido éxito en atraparlo en una mentira. No estaba preparado para el combate mental pero, si tenía suerte, tal vez pudiera ver si él tenía alguna idea de por qué Laura Kim, de todas las personas, lo quería muerto. O tal vez podría averiguar por qué querría inculparla. Burke nunca apareció, sin embargo, así que me ahorré el esfuerzo de sacar la verdad de entre sus mentiras. Sin que ocurriera nada en el frente del espíritu, cambié mi enfoque hacia lo físico, aunque había estado haciendo un gran esfuerzo, me tomó un momento reorientarme. Estaba ajustando mi llave interna cuando Richie me agarró del brazo de nuevo y me dijo: —¿Qué estás haciendo ahora? ¿Desde cuándo era Mister Sobón? Me aparté de su agarre. —Cosas de centrado normales. Ya sabes, como nos enseñó La Monja. Luz blanca. ¿Por qué… te parezco diferente a ti? Me miró y se encogió de hombros.

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Una vez que lo pensé, me di cuenta de que su estilo de aprendizaje podría ser más kinestésico que visual, ya que uno de sus muchos problemas era la visión comprometida. Pero como no quería que me volviera a agarrar, decidí no mencionarlo. —¿No estás sintiendo ninguna actividad? —preguntó. —¿Ni siquiera con el sintonizador activado? —En realidad no hay nada aquí para sentir. —Necesitamos calibrar las configuraciones. —¿Qué pensaba él que era, un motor de automóvil? Debí haberlo mirado divertido, porque agregó a la defensiva, —Eso es lo que haría el doctor K. Je, je. Como quería averiguar qué le había pasado a Roger Burke tanto como cualquiera, me agaché frente al conjunto y empujé los diales de una manera, luego de la otra, usando los marcadores que mi mano generaba como guía. —¿Así es como calibras la señal? —Estaba justo encima de mí. — ¿Por qué? Me deslicé para poner un poco de espacio entre nosotros. —Tengo un poco de, eh, disturbio visual cuando... —ahora él probablemente pensaría que me estaba burlando de su problema de la vista. —Sólo un pequeño... no es importante. Los ajustes están bien. Pero realmente no hay nada que ver aquí. Este barco en particular ha zarpado. Se dio media vuelta y miró el contorno de la cinta. —Es una pena. Lo era. Pero tal vez fue lo mejor que no estuviera tratando con el propio Burke. Incluso si lograba llamarle de vuelta, probablemente lograría enturbiar las aguas más de lo que ya estaban. Sin embargo, los criminales son chismosos notorios. Los secretos son una de sus principales formas de moneda. Con suerte encontraríamos a alguien

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dentro que supiera por qué se cometió un golpe contra Roger Burke, y quién podría haberlo ordenado. **** Claro, había estado dentro del Centro Correccional Metropolitano antes. Ver las áreas de visita es una cosa. Tener acceso al bloque de celdas es otra. Se me permitió mantener mi arma, al igual que a Jacob y al Agente Bly. Después de leer sobre la condición de Richie, estaba doblemente agradecido de que nunca le hubieran entregado un arma de servicio. Había encontrado la caja de metal fuera claustrofóbica. Las celdas de un metro ochenta por tres, en comparación, eran asfixiantes. Dos personas vivían en este armario de habitación, día tras día. El inodoro de acero inoxidable estaba justo al aire libre, lo que me hizo apretar todo al pensar en hacer caca donde un compañero de celda pudiera verlo y olerlo. Peor aún, el lavabo estaba construido en el costado del inodoro, y una fuente de agua estaba fijada en el lavabo. No soy un germenófobo. De hecho, mi idea de pasar un buen rato es darle un beso negro a mi novio. Sin embargo, sospechaba que expiraría por deshidratación antes de beber el agua que salía de la parte de atrás de un inodoro. Si cagar era malo, dormir en la celda tampoco sería un placer. Las literas estaban fijadas a la pared, un par de estantes de metal estrechos que gritaban “morgue”. Ni siquiera podías llamar al colchón que tenían un futón. Era más como una almohadilla endeble. Un par de cajones estaban suspendidos de la litera inferior, un pequeño estante parecido a un escritorio sobresalía de la pared y una columna

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de hormigón sin respaldo a modo de “silla” se levantaba del suelo que tenía delante. Entre todos estos detalles, el espacio cerrado, la profunda y deshumanizante parquedad, el bebedero del inodoro, lo que más me impactó fue la ventana. No soy un aficionado a la arquitectura, pero sí sé que el CCM causó un gran revuelo en los años setenta cuando se construyó. El edificio en sí es un gran triángulo puntiagudo, y las ventanas son hendiduras viciosas. Desde el exterior, las filas de huecos de ventanas verticales hacen que la cara del edificio se vea como una tableta cuneiforme, pero desde el interior de la celda, la única ventana dominaba la habitación. Era una extraña ranura posmoderna, más alta que yo, tal vez de dos metros con diez de altura... y solo trece centímetros de ancho. ¿Cuántos presos yacen metidos en sus estantes de la morgue sobre sus almohadillas duras y delgadas, mirando esa horrible ranura, deseando poder salir a través de ella, hacia la libertad? Pero, por otra parte, ¿cuántos sacos de mierda que matan a golpes a su novia con un plato de perro se saltan la penitenciaría simplemente porque algunas de sus pruebas fueron reunidas por un PsyCop? Tal vez la vida no siempre era justa... pero para los internos de MCC, sus condiciones de vida eran algún tipo de pago. Me recordé eso cuando me armé de fuerzas para pasar por esa puerta reforzada. —Iré primero, —dije, pensando que debería terminar antes de que cambiara de opinión. No me hubiera importado que Jacob estuviera allí conmigo, pero si sugiriera un emparejamiento, las posibilidades serían que terminara con Bly. Ya no se veía como si hubiera sido desollado, por lo que la FantasmaTV debía estar fuera de alcance. Pero aún era un tipo grande, cuadrado, y el potencial de que me

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siguiera a esa celda tenía “flashback de Campamento Infierno” escrito por todas partes. —Está muy apretado, —dije con mucha calma. — Vosotros quedaos afuera en el pasillo mientras... —Podemos encajar, —dijo Richie, y me empujó a la celda. Me giré hacia él, estremeciéndome, y le dije: —¿Cuál diablos es tu problema? —Je, je. ¿Qué está mal... asustado? Tranquilízate, me dije. Está mentalmente discapacitado. O diferentemente capacitado. O lo que sea. —Simplemente no empujas a la gente a una celda de la prisión. — Con un poco de esfuerzo, bajé la voz. —Especialmente después de lo que hemos pasado en Campamento Infierno. —¿A qué te refieres? —Preguntó, la imagen de la inocencia. Aspiré luz blanca y reprimí las ganas de golpearlo en la parte superior de la cabeza. A pesar de su loca presencia, debería poder actuar. Debería haber logrado absorber algunas habilidades de afrontamiento durante mi tiempo en la Fuerza, después de todo, alguna forma de compartimentar la ansiedad hasta que fuera lo suficientemente seguro como para relajarme. Jacob estaba en el umbral de la puerta, listo para sacar al Agente Inconsciente de la celda si yo decía la palabra, pero le indiqué con una pequeña sacudida de cabeza que todo iba bien. Yo estaba bien. Estar en la celda de Roger Burke era una oportunidad rara. No iba a desperdiciarla dejando que Richie me echara de mi juego. Cerrando los ojos, tomé una respiración profunda y centrada. Olía a pies. No perdí tiempo en exhalar. —¿Nunca has estado en una celda de la cárcel? —Dijo Richie. —Se supone que eres policía.

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Dejé que la parte de la declaración del policía se deslizara, ya que obviamente estaba tratando de devolvérmela por interrumpir el exorcismo de ayer, y en cambio dije: —Cárcel, encierro... eso es diferente de la prisión. La prisión es a largo plazo. Décadas. De por vida. —Me puse un guante de látex y pasé un dedo por el borde de la cama. Era redondo, redondeado para evitar que alguien saliera herido. Aun así, sin duda, un compañero de celda suficientemente motivado podría usarlo para hundirlo en un cráneo. Supongo que no había ninguna buena manera de hacer que una celda de la prisión fuera segura para el recluso sin eliminar cada cosa que había en ella y hacer que cada habitación tuviera un único ocupante. Y luego, algún grupo de derechos de los presos se quejaría de que el aislamiento y la privación sensorial constituyen un castigo cruel e inusual. —Como que te hace pensar en las "suites de invitados" allí en el FPMP, —dije. —¿Qué quieres decir? —Están a kilómetros de distancia en términos de alojamiento. Pero tal vez eso solo signifique que llevaría más tiempo volverse loco en una celda más agradable. Richie agarró mi antebrazo y dijo: —¿Qué diferencia hay si alguien está sentado en una celda o en una mansión? Solo somos tan libres como podamos estar en nuestras propias cabezas. Una sensación desagradable me retorció el brazo, como golpear un trozo de papel de aluminio con mis molares, y me alejé lo suficiente como para hacerle saber que no apreciaba todo el manoseo. —Deja de tocarme, ¿vale? Necesito concentrarme.

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Capítulo 21 Aparte del sorprendente aroma a calcetines usados, la celda de Roger Burke estaba limpia. Tal vez eso fue lo mejor. Si hubiera habido un repetidor en la residencia, no me habría proporcionado ninguna información útil. Y si hubiera habido un fantasma sensible persistente, habría expuesto el alcance de mi habilidad a Richie y Bly al hablar con él. Ver los ojos de Jacob, la mirada anhelante que lanzó en la puerta de la celda, me arrancó el corazón. Si no podíamos llegar al fondo del último juego mental de Burke, él estaría atrapado malgastando todo su tiempo en el FPMP tratando de resolver un puzle con piezas clave perdidas hace mucho tiempo. El agente Bly dijo: —Deberíamos ver si el personal nos dejaría unirnos para almorzar. —Cuando interrumpió con esa sugerencia, me di cuenta de que no había dicho mucho. Tal vez era la investigación de Jacob, pero Bly había sido un agente del FPMP más tiempo que él. Richie en realidad tenía antigüedad... pero obviamente, su opinión no tenía mucho peso a menos que tuviera que ver con lugares fríos o fútbol. Se hicieron algunas llamadas telefónicas y se confirmó el almuerzo. Si bien los guardias del MCC no tenían ninguna opinión sobre a dónde nos permitían ir, no había nada escrito en piedra sobre que ellos necesitaran ir más allá para acomodarnos, y ciertamente nada los obligaba a tener una charla sincera de corazón a corazón con

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nosotros sobre nuestros pésimos sándwiches y patatas fritas de máquinas expendedoras. Claro, todos habían hecho su trabajo. Burke había salido vivo a través de las puertas delanteras de la instalación. Pero mi experiencia con la gente en este tipo de profesiones es que dan los hechos y lo dejan así, por temor a hacer caer algún tipo de recriminación sobre sus propios jefes. Así que me sorprendió cuando el guardia y el enfermero con quienes compartimos la comida fueron francamente amigables. No me malinterpretes, sé exactamente cómo de encantador puede ser Jacob cuando se lo propone. Pero incluso antes de que se abrieran los emparedados, estos tipos se abrieron a él como hermanos perdidos hace mucho tiempo. El guardia dijo: —Me daba miedo tener un ex policía en mi bloque de celdas. Jodidamente, miedo. —Era un tipo latino de mediana edad con "no me jodas" escrito sobre él. —Pero Burke podía manejarse a sí mismo, y había algo en él... los otros internos lo aceptaron mucho mejor de lo que yo pensaba. Pasó todo el tiempo que pudo en la biblioteca, tratando de averiguar cómo salir. Probablemente les dijo a algunos de los otros que también los ayudaría a salir. Apostaría a que no quiso decir "salir" en el sentido porno, dado que Burke preferiría cortarse su propia polla antes que dejar que otro hombre se encargara de ello. Tomé un bocado de mi sándwich, una aproximación institucional a un BLT que sabía a envoltura plástica. El pan era esponjoso, la lechuga estaba aguada, el tomate crujiente y el beicon, si es que era lo que era, tenía la consistencia de la carne seca. La sustancia parecida a la carne era tan mala que incluso el carnívoro Richie abrió su pan esponjoso y lo arrancó. Luego probó un bocadillo de sándwich de verduras y mayonesa y optó por no comerlo. Jacob probablemente

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estaba llorando por dentro mientras comía, pero no lo demostró. El personal de la prisión parecía acostumbrado a la cocina. —Aunque Burke finalmente lo hizo por sí mismo, —dijo el guardia, —sin embargo, tener su sentencia anulada, parece que no fue demasiado bueno para él después de todo. El enfermero era un tipo más joven, fuerte, negro y tan grande e imponente como el guardia. —Incluso si se hubiera quedado, —dijo el enfermero, —no hay garantía de que hubiera estado a salvo. Un par de meses después, la gripe arrasó a los internos. Se llevó a media docena de tipos en su celda. Te hace preguntarte acerca de la mano de Dios. Quizás cuando se te acaba el tiempo, no puedas hacer nada para evitarlo. Era muy consciente de la tasa de mortalidad del último brote de gripe. Habíamos tenido nuestra parte de casos en los residentes de la Comisaría Quinta... aunque la causa de la muerte fue tan clara que no me necesitaron para confirmarlo. Dije: —Debió haber sido brutal contenerlo aquí. —Tienes razón, —el enfermero estuvo de acuerdo. —Mantén todo tan limpio como puedas, no importa. Lo que sea que atrapa, se propaga. —Los presos que murieron... ¿alguno de ellos era amigable con Burke? —pregunté. El guardia corrió a través de su lista mental de presos recientemente fallecidos. —Podrían haberlo sido. Como he dicho, se llevaba mucho mejor de lo que cabía esperar. —¿Y los pacientes de gripe murieron aquí, o fueron transportados a otro lado?

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—Con gripe o sin gripe, —dijo el enfermero, —estos son delincuentes peligrosos. Los tratan aquí, en la enfermería. Levanté la vista y encontré los ojos de Jacob, y él me recompensó con la sombra de una sonrisa. **** Ciertos tipos de lugares parecen estar encantados: cementerios, casas abandonadas, cementerios indios perturbados... lugares que la gente evita y lugares donde la gente muere. Dado que muchos de los convictos probablemente tienen un hacha o dos para blandir, suficientes asuntos pendientes para hacer que se queden, pensé que la enfermería del Centro Correccional estaría repleta de actividades espirituales. Así que, por supuesto, estaba limpia. Jacob y Bly se llevaron a uno de los médicos, un tipo de aspecto grasiento que parecía ansioso por distraerse de su trabajo. Había unos pocos pacientes en camas de hospital. No estaba seguro de si estaban tan mal como parecían, o si estaban fingiendo porque no tenían ningún deseo de ayudar a la Ley. Richie se movió lentamente hacia arriba y hacia abajo en el centro de la habitación, examinando a cada paciente por turno. No tenía ni idea de por qué insistía en hacer contacto visual. Personalmente no quería interactuar con ningún convicto hosco y enfermo. Pero supongo que debería haberme alegrado de que al menos Richie no nos estuviera sometiendo a su exuberante paseo con pavoneo. Un segundo doctor se sentaba en un escritorio hacia la parte posterior de la habitación, con los brazos cruzados, frunciendo el ceño ante un montón de informes mientras leía. Su actitud me

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pareció más seria que la del otro doctor, ya que estaba menos ansioso por abandonar lo que estaba haciendo, supongo. Tal vez hubiera escuchado algo sobre los planes finales de Roger Burke. Y tal vez estaría dispuesto a hablarme de ellos. No aquí, me imagino que habría una posibilidad de recriminaciones para él aquí. Pero podría conseguir su número y hacer que Jacob lo llamara más tarde. —Doctor, soy el detective Bayne. Estamos investigando el homicidio del ex recluso Roger Burke. Decir que sorprendí al tipo era una subestimación. Casi se cayó de su silla. Busqué una etiqueta con el nombre, pero no llevaba una. Varón caucásico, estatura media y con ligero sobrepeso. Edad, aproximadamente cincuenta. Cabello gris, barba escasa y gafas gruesas. Y me estaba mirando como si me hubiera deslizado detrás de él mientras leía y le hubiera gritado “¡Boo!” Con la esperanza de dejar que todo el sobresalto se deslizara, actué como si no hubiera notado la mirada de miedo con la que me estaba mirando, y le dije: —¿Conocías a Burke? —¿Qué eres? —Dijo él. Le eché un mejor vistazo y vi que su codo se cruzaba con el brazo de plástico de la silla de la oficina. El recluso más cercano me miraba con los ojos entrecerrados, probablemente preguntándose por qué me estaba presentando en el aire. Tenía un testigo potencial, un fantasma realmente sólido, pero también tenía un grupo de personas a mi alrededor que no podía simplemente sacar de la habitación. Un chico estaba escayolado. Otro estaba en diálisis. No podía darle exactamente al fantasma mi tarjeta de visita y hacer que se reuniera conmigo después del trabajo. ¿Podría?

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Saqué mi licencia de PsyCop de papel y la coloqué en el escritorio. El médico no trató de recogerla, pero se inclinó sobre ella y leyó. —He oído hablar de los psíquicos, ¿pero me puedes ver? ¿En realidad me ves? ¿Y escucharme también? —Lo miré a los ojos y asentí. —Siempre pensé que este negocio psíquico era un montón de paparruchadas. Veo que estaba completamente equivocado. Pensarías que yo también estaría acostumbrado a esto ahora. —Soltó un resoplido gruñón, se cruzó de brazos y negó con la cabeza. Había un ordenador de sobremesa y una impresora láser en el escritorio. Saqué un bolígrafo de mi bolsillo y una hoja de papel normal de la impresora y comencé a escribir. —Los registros de pacientes son información privilegiada, —gritó el médico grasiento desde el otro lado de la habitación, sin parecer particularmente alarmado de que me estuviera acurrucando en su escritorio. —Solo estoy tomando algunas notas, —grité a mi vez. —Ese tipo es un idiota, —dijo el doctor fantasma. —Se ha rendido, ¿sabes? Perdió su consulta y ahora está aquí, y no le importa una mierda el trabajo. ¿Trabajabas aquí? Escribí. —Ocho años. Ocho largos y feos años. ¿Conocías a Roger Burke? Se quedó mirando la pregunta por un momento, acariciando su barba mientras pensaba. —El ex policía. Ex federal. Es por eso que la artillería pesada está aquí. Apenas me llamaría a mí mismo "artillería pesada", pero afortunadamente pude mantener mi lado de la conversación al mínimo.

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—No lo conocí, —dijo el fantasma. —Pero había oído hablar de él. ¿Alguna idea de quién lo querría muerto? Se reclinó en la silla, aunque su silla no se movió, y dobló las manos detrás de su cabeza en una demostración de excesiva casualidad. —Dicen que secuestró a un policía. ¿El policía tiene una coartada? Mi primer impulso fue poner los ojos en blanco y asegurarle que podía estar bastante seguro de que sabía dónde estaba ese policía... y luego me di cuenta de que tenía mucha suerte de no tener al FBI respirando en mi cuello. Suerte... o disfrutar de la protección del FPMP. Con ganas de encontrar algo, algo útil, escribí: ¿Alguno de los amigos de Burke murió en el brote de gripe? —Podría ser. Hubo una docena de bajas. Yo incluido. ¿Puedo hablar con ellos? —¿Puedes? —Repitió. —No lo sé. Se fueron. Les hice avanzar, a los que estaban preocupados, confundidos. Es difícil explicar por qué me molesto, es solo algo que siento la necesidad de hacer. Así que no están aquí. Hablar con espíritus que habían seguido adelante sería como intentar llamar de vuelta a los fantasmas de los repetidores. Parecía posible, pero sólo en teoría. Sentí que tenía acceso a un teléfono, pero marcar números aleatorios no me llevaba a ninguna parte rápidamente. ¿Dónde están? —A donde sea que vayamos, cuando terminemos nuestro negocio terrenal. ¿Cielo? ¿Reencarnación? ¿Los Campos Elíseos? Dondequiera que vayamos, ahí es donde están. Si puedes devolverlos desde el otro lado del velo, no tengo ni idea. Soy un hombre de ciencia, no de superstición. Nunca se me ocurrió que el más allá fuera algo más que un cuento de moralidad para evitar que las personas se mataran entre sí. —Miró al tipo enyesado. El paciente estaba cubierto de tinta

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de prisión, incluidas tres lágrimas tatuadas en el rabillo del ojo, una por cada vida que había tomado. El médico muerto suspiró. —No es un cuento de moralidad muy efectivo, tampoco. Si bien una parte de mí encontró alentador que algunas personas muertas se quedaran para mantener a raya a la población de espíritus, me decepcionó que rara vez me dijeran algo útil. Tal vez la señorita Mattie supiera cómo ponerse en contacto con los muertos y desaparecidos. Había evitado preguntarle a ella, ya que probablemente diría algo críptico acerca de creer en mí mismo y sugerir que rezara, pero supongo que no debería suponer que esa sería su respuesta. Ya que el vocabulario de este tipo muerto parecía mucho más cercano al mío (o tal vez es que ambos éramos claramente pesimistas) y como estaba dispuesto a discutir el tema conmigo, traté de averiguar otra pregunta que me ayudaría a descubrir cómo ampliar mi alcance. Estaba a punto de escribir, ¿puedes oír mis pensamientos? - cuando una mano golpeó el respaldo de la silla de la oficina, y ahora fui yo quien saltó fuera de mi piel. Richie. —Tenemos que irnos, —jadeó. Estaba cubierto de un brillo de sudor. —Necesito comer algo. Estoy entrando en un shock hipoglucémico. El médico muerto también debió haber tenido un buen sobresalto. Ahora se había ido. **** El médico de aspecto grasiento en realidad estuvo de acuerdo con el diagnóstico de Richie. Me había imaginado que Richie acababa de

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leer la palabra hipoglucemia en el historial de alguien y la repetía porque quería ser el centro de atención. Por suerte, había tabletas de glucosa a mano. Pero con el médium residente del FPMP de mal humor, tembloroso y sudoroso, la salida del Centro Correccional Metropolitano para la que Dreyfuss había pedido favores estuvo terminada. En la Fuerza, trabajo los fines de semana tan a menudo como no. Pero hoy, la tarde del viernes significó la liberación de mi esclavitud, y gracias al FPMP, finalmente pude apreciar el sentimiento detrás de TGIF25. Lisa estaba fuera, hice todo lo posible por no visualizar con quién, y después de engullir una cena temprana, Jacob y yo nos convertimos en uno con el sofá. Me encorvé, echándome hacia atrás sobre los cojines, con su cabeza acunada en mi regazo. Mientras debatíamos sobre el día, giré su corto cabello oscuro entre mis dedos, formando distraídamente pequeñas púas a lo estatua de la libertad que se deshicieron tan pronto como las solté. Esperé con ansias este tiempo uno a uno durante toda la semana. Sentí que podía relajar mis hombros y respirar por completo. Sus rasgos se suavizaron al no tener que mantener su cara de policía en su sitio. En los espacios donde nuestras palabras se fueron apagando, el silencio fue relajante. Aunque teníamos mucho de qué hablar. Incluso sin poner la licuadora. Los convictos de la enfermería debían haber recibido algunos buenos opiáceos; Jacob dijo que los había encontrado sorprendentemente habladores. Le dijeron que Roger Burke siempre estaba tramando algo. Estaba maniobrando para que me retractara de mi testimonio, y si eso no hubiera dado resultado, esperaba poder 25

Siglas en inglés que corresponden a “Gracias a dios es viernes”.

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intercambiar una tecnología muy especial para su lanzamiento, la FantasmaTV restante. En comparación con los convictos, el médico muerto no me había dicho nada útil. Aun así, le conté la conversación a Jacob lo mejor que pude. Escuchó de esa manera que él hace cuando hablo de fantasmas, tan concentrado que prácticamente puedo escuchar los engranajes girando. —Sabemos que Burke contactó contigo sobre tu testimonio, —dijo Jacob. —Pero ¿qué pasa con las FantasmaTVs? —Estoy bajo la impresión de que Dreyfuss las recogió. Tal vez alguien estaba tratando de evitar que la agarrara... pero ¿quién querría mantener en secreto las FantasmaTVs? —Pregunté. ¿Grupos anti-psíquicos? ¿El Gobierno? No puedo imaginar cómo terminé con una consola con mis propias telarañas en crecimiento en mi sótano si alguien supiera la mitad de lo que podían hacer. El único grupo que comprendía el potencial de las FantasmaTVs era la organización que investigaba los disparos de Burke. ¿Irónico? Tal vez no. Era completamente posible que la mano derecha no supiera que la izquierda estaba cubierta de residuos de disparos. —Pensamos que era una buena idea que uno de nosotros vigilara al FPMP, —dije, sin entrar en el hecho de que no estábamos de acuerdo en cuál de nosotros era el mejor hombre para el trabajo. —Pero ¿y si nos equivocamos? ¿Qué pasa si deberíamos estar lo más lejos posible de ellos? Porque la gente desaparece allí. Jennifer Chance. El detective Wembly. Todos esos repetidores en el quinto piso. Alguien está eliminando a la gente, tal vez no Dreyfuss, tengo la esperanza de que Lisa deje a Dreyfuss antes de que se vaya a vivir con él, pero a alguien. Jacob no estaba en desacuerdo. Pensó un rato, luego dijo: —Lisa no pudo eliminar a Laura Kim.

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—Pero tampoco dijo que Laura lo haya hecho. —La idea de arrestar a Laura me enfermaba. Realmente me gustaba, y mi instinto me decía que ella no actuaba como un asesino. Sin embargo, había todo tipo de psíquicos en el personal. ¿Qué pasaría si Laura Kim no hubiera tirado voluntariamente de ese gatillo? ¿Qué pasaría si un poderoso psíquico le hubiera forzado la mano? Mis dedos se detuvieron en medio del giro. —Jacob…. —¿Mm? —Necesitamos echarle un vistazo mejor al agente Bly.

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Capítulo 22 Dormí como una mierda con visiones de ese estante de litera tipo morgue y la fuente del inodoro bailando en mi cabeza. Pensé que los fantasmas asesinos serían lo que provocaría mi ansiedad, y en cambio, fue la vista de las celdas lo que me asustó. Había esperado demasiado tiempo para tomar un Seconal. Si tomara uno ahora, dormiría todo el sábado. Me entregué a un Valium en su lugar. Hizo que mis miembros se sintieran pesados, pero dejó mis pensamientos volviendo a la vista de la celda de la prisión. Me di por vencido tratando de volver a dormir penosamente temprano. Aun así, Lisa había ido y venido antes de que pudiera atraparla y preguntarle sobre el agente Bly. Jacob no necesitaba decirme que sería un idiota para pronunciar su nombre en cualquier teléfono, o incluso decirlo fuera de uno de nuestros espacios seguros, sin alertar a todo el FPMP sobre el hecho de que estábamos tras Bly. —Son las putas seis y media, —le espeté. —¿Tiene yoga los sábados? Jacob todavía estaba en la tierra de los groguis. —En realidad, —dijo en su almohada, —creo que sí. Tampoco había ninguna garantía de que ella regresaría a casa después. Armado con un mapa impreso de Internet, me dirigí al gimnasio de Lisa. Como solo había una puerta, planeaba atraparla en el camino y averiguar cuál demonios era el juego del Agente Bly... y si

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había logrado forzar o coaccionar a Laura Kim para que matara a alguien. Me senté en mi coche tomando a sorbos mi gran café y observé cómo el parabrisas se empañaba gradualmente. Comenzó alrededor de los bordes, arrastrándose hacia el centro, pero tenía los ojos en el premio. Después del incidente del robo de los correos electrónicos, Lisa optó por no unirse al gimnasio de Jacob, que estaba lleno de chicos gays que se parecían mucho a Jacob. En contraste, el suyo parecía más un gimnasio para mamás, el tipo de lugar donde ni siquiera yo me sentiría demasiado intimidado. La clientela que vi entrar y salir era en su mayoría mujeres, y un gran cartel en la ventana anunciaba el cuidado de niños gratis. Los pocos chicos que se presentaron parecían tener asientos elevados en la parte de atrás de sus minivans. Había espiado el VW de Lisa en el aparcamiento, aunque los lugares de estacionamiento a ambos lados estaban ocupados. Eso estaba bien, siempre y cuando tuviera una buena vista de la puerta. Había una sesión de yoga programada, que ya había comprobado cuando imprimí el mapa, y justo cuando el reloj mostraba las 7:33, un flujo de en su mayoría mujeres, emergió por la puerta principal. Tenían colchonetas de yoga en colores pastel colgadas de los hombros y botellas de agua en las manos. Su lenguaje corporal era relajado, como si todas se conocieran, con las puertas abiertas, charlando amistosamente, despidiéndose. Lisa no es de usar ropa de entrenamiento de color neón. Se viste como un policía: azul marino, negro, blanco, gris, vaquero y caqui. Reconocí su chaqueta azul marino de inmediato... y luego la multitud se movió, y reconocí un cierto gorro de punto atroz. Y al chico lo suficientemente descarado como para usarlo.

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Con Dreyfuss se acercó a Lisa con una colchoneta de yoga amarilla resplandeciente en su axila y una botella de agua verde ácido con un tapón de lazo balanceándose del meñique de la misma mano. Necesitaba mantener su otro brazo libre, obviamente, para evitar que Lisa se escapara. Eso es lo que me dije. A pesar de que ella parecía estar tratando de acunar su cabeza en su hombro mientras caminaban abrazados, desviándose como borrachos. Y a pesar de que ambos estaban sonriendo con tanta intensidad que prácticamente iluminaban el sucio aparcamiento. Me deslicé más abajo en mi asiento y entrecerré los ojos, aliviado de que no hubiera habido un lugar libre cerca del Escarabajo de Lisa después de todo. De ninguna manera me pasaría por alto si caminara junto a mi auto. Sin embargo, tenía dos filas más y ella no tenía motivos para mirar. Estaba demasiado envuelta en Dreyfuss de todos modos. Se detuvieron junto a su coche para desenredarse el uno del otro, y él se tomó un momento para meterle un mechón de cabello detrás de la oreja mientras la miraba a los ojos y decía algo que sin duda era encantador. Ya lo había visto mirar así, narcotizado con anhelo, cuando su cuerpo astral fue a vigilar junto a la cama de una Faun Windsong medicada, por lo que ver este lado de él no me sorprendió ahora. Al igual que antes, no sabía que yo lo hubiera presenciado, por lo que difícilmente podría decirme a mí mismo que había logrado una demostración de devoción simplemente para mi beneficio. Subieron a su coche. Suspiré, y mi ventanilla se empañó aún más. A través de la niebla, pude ver por la forma en que se inclinaron sus cabezas, que se intercambió saliva entre Dreyfuss y mi mejor amiga. Observé sus siluetas con una fascinación enfermiza, pero afortunadamente para mí, mantuvieron su sesión breve. Salieron del

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aparcamiento y se pusieron en camino. Encendí el motor para que mis ventiladores pudieran trabajar en limpiar mi parabrisas, y me pregunté cómo podría arreglármelas para arrancar a Lisa del agarre de Dreyfuss. No para siempre. Incluso yo no soy lo suficientemente egoísta como para tirarlo todo por la borda cuando ella era tan obviamente feliz. Pero el tiempo suficiente para que ella me ayudara a descubrir cómo Bly había logrado obligar a Laura a hacer su trabajo sucio. Incluso si cosas como los fantasmas de fuego y los demonios de la uña volaron fuera del campo izquierdo para destruir mis escenarios cuidadosamente construidos, tenía que comenzar en algún lugar. Como teoría de trabajo, el agente Bly forzando la mano de Laura Kim tenía más sentido que cualquier otra cosa que pudiera pensar.

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**** No estaba muy familiarizado con el vecindario del gimnasio, y descubrí una intersección sin giro a la izquierda exactamente donde había planeado regresar a casa girando a la izquierda. Jugué brevemente con la idea de girar de todas formas, ya que todo lo que tenía que hacer era mostrar mi placa de identificación si me detenían. Pero la idea de ver la mirada en la cara de un policía de tráfico mientras me miraba y pensaba: "¿De verdad? ¿Tú?” No era exactamente atractiva. Seguí recto, y luego encontré un parque nevado en el siguiente punto en el que quería girar, y muy pronto me di cuenta de que no estaba muy lejos de la casa de Bob Zigler. Tal vez no podría cuestionar el sí-no sobre los motivos secretos de Bly, no hasta que Lisa saliera a tomar el aire y se separara de Dreyfuss, pero Zig sería la persona perfecta para preguntar sobre el desaparecido PsyCop, el Detective Wembly. Me detuve y eché un

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vistazo a la casa. Sin Impala, todavía debía estar fuera de la ciudad. No podría llamarlo exactamente o enviarle un correo electrónico sin que todo el FPMP lo supiera. Sin embargo, había una ranura de correo en la puerta de su casa. Podría dejar una nota. Necesito cualquier información sobre Detective Wembly, empático desaparecido de la Vigésima comisaría. Especialmente una foto. -Vic Si pudiera ver a este tipo, Wembly, podría decir si era o no el suicida de la sala de juntas, o incluso algún otro repetidor con el que no había tenido el placer de tropezar todavía. Si su imagen no hacía sonar ninguna campana, tal vez cualquier otra información que Zig pudiera desenterrar de él me daría una idea de qué tener cuidado. Después de todo, tenía que asegurarme de que nunca se me conociera como "ese otro PsyCop que misteriosamente desapareció". Cuando abrí la contrapuerta para deslizar la nota a través de la ranura del correo, se me ocurrió que el camino había sido recientemente despejado. Tal vez Zig había dejado a sus hijos atrás, eran adolescentes, lo suficientemente mayores para valerse por sí mismos. No me parecieron el tipo de niños para destruir la casa con una fiesta salvaje en el momento en que sus padres los dejaran desatendidos tampoco. Llamé al timbre, pensando que debería darles la nota en persona y hacerles saber que era importante que su padre la recibiera. Como esperaba a uno de los niños, hice una pequeña toma doble cuando Nancy Zigler respondió. Después de todo, habían vuelto de su viaje. Me sorprendió que Zig no se hubiera comunicado conmigo cuando vino, pero tal vez llegó demasiado tarde para llamar y pensó que me vería el lunes por la mañana. —No te he visto en años, —dijo Nancy, todo sonrisas. —No me di cuenta de que ibas a venir, la casa es un desastre.

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Lo dudaba mucho. La casa de los Zigler parecía algo sacado de una revista de decoración para el hogar. Llamó a su esposo al piso de abajo mientras mantenía la puerta abierta para mí. De acuerdo, había una cesta de ropa doblada sobre la mesa de café mientras la televisión reproducía un canal de jardinería, pero aparte de eso, no vi nada fuera de lugar. Parecía estar de tan buen humor, era muy malo que necesitara hablar del tema del funeral. Desafortunadamente, los funerales son una de esas cosas que no puedes barrer debajo de la alfombra. —Lamento escuchar acerca de vuestro amigo. —¿Qué amigo? Genial. Probablemente no debería haber dicho nada. —El funeral. Su sonrisa se volvió perpleja. Oí pasos en las escaleras. Zig dobló la esquina del rellano y se apresuró a unirse a nosotros. —Vic, —dijo él. Solo mi nombre. Sintiendo que algo estaba pasando, esperé. Me lanzó una mirada inescrutable y luego dijo: — Tenemos que hablar. Si bien yo no estaba sorprendido, Nancy parecía realmente perpleja. Sin embargo, el tono sombrío de Zig era bastante claro. —Os dejaré con eso, —dijo ella, subiendo las escaleras. Zigler se pasó la mano por la cara. Era temprano y aún no se había afeitado. Sus bigotes brillaban de color gris plateado. Parecía cansado, física y mentalmente cansado. —No había funeral, —dijo. —Vale. —Solo necesitaba algo de tiempo.

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A pesar de que todavía estaba parado torpemente en el medio del vestíbulo, entré en la sala de estar y me dejé caer en un sillón de orejas. Él siguió, posándose en el borde de un sillón reclinable, claramente incómodo. —Entonces, ¿por qué escabullirte? —Pregunté. —Podrías habérmelo dicho. —No fue planeado... sabes que necesitas enviar las solicitudes dentro de cinco días. —Mierda, Zig, ¿qué diablos me importa? El momento tenía sentido. De todos modos, estábamos cerrando las cosas con el sangremóvil, aunque desearía que te hubieras quedado el tiempo suficiente para redactar la narrativa. Apesto en eso. Soltó una risa desagradable y sacudió la cabeza. —No importa de todos modos. —¿A qué te refieres? —Sospechaba que lo sabía. —Él se librará. Todos se libran. Así que, ¿qué diferencia hay? Bueno. Él también había oído hablar del chico del plato de perro. Se suscribió a las mismas revistas que yo. Y Zig era minucioso; en realidad las leía. No es que estuviera contento de que Zigler estuviera abatido por la absolución del desgraciado. Pero me sentí aliviado de que no hubiera estado haciendo un trabajo secundario no autorizado durante toda la semana. La imagen de él intercambiando información con una figura siniestra en un callejón sombrío apareció en mi cabeza. Tenía una buena idea del alcance de mis habilidades. Odiaría pensar que me vendiera... pero ¿y si lo hiciera? ¿Qué pasaría si él se sintiera agotado y harto, y la persona adecuada viniera con la oferta correcta? —Nancy no sabe sobre el tiempo libre, —dijo. —Supongo que tendré que decírselo ahora. He estado aparcando junto al río, mirando el agua y pensando.

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—¿No sigues hablando con...? —un encogimiento. —Ya sabes. Un profesional. Se encogió de hombros. No estoy seguro de si se suponía que eso significaba que había interrumpido la terapia o que seguía yendo pero que no le estaba haciendo ningún bien. Hace casi un año, me di cuenta, nos habíamos metido en la escena del sótano más horrible del mundo, una habitación llena de cadáveres animados en camillas aleteando como peces moribundos. Todos los elementos de mis peores temores estaban allí: sótanos, equipos médicos, confinamiento y fantasmas. Sin embargo, de alguna manera, la escena golpeó a Zig dos veces más fuerte. Él no estaba acostumbrado al horror como yo. Tal vez, si hubiera visto a los fantasmas moviendo los cuerpos, los espíritus atrapados atados torpemente a sus conchas anteriores, podría haber sido un poco menos aterrador. O tal vez no. En el último año, Zig parecía haber envejecido al menos cinco años. Su bigote de sal y pimienta era mayormente gris ahora. Su piel caída también tenía un tono gris. Aquí estaba él, lidiando con cosas sobrenaturales que lo asustaban como la mierda. Ahora, además, los arrestos que hizo estaban libres gracias a algunos abogados hábiles y la desconfianza hacia los psíquicos en los NP promedio. Parecía harapiento y agotado. Parecía miserable. Estaba a punto de sugerirle que solicitara una transferencia… pero luego me pregunté si eso era posible. Los PsyCops no tienen ningún lateral al que moverse. La única salida para ellos era la jubilación. Ese no era un boleto de ida en el expreso de desaparición, ¿verdad? Jacob se retiró, y ahora estaba en su gloria como agente federal. Por lo que yo sabía, Maurice estaba bien. A principios de la semana, me había

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enviado por correo electrónico algunas fotos de él y su esposa rodeados por un buffet lleno de camarones en un crucero por el Caribe. —A lo mejor es hora de mirar para retirarse, —dije, tan neutral como me fue posible. —No hay forma de que pueda hacerlo, de ninguna manera. No hasta que Robbie termine la licenciatura. —¿Cuánto tiempo es eso? —Es un estudiante de secundaria ahora. Seis años más... asumiendo que obtenga su licenciatura en cuatro. Lo cual mejor que haga. Mierda. Con el envejecimiento de Zig en años de perro, dentro de seis años sería una momia. Casi había renunciado el invierno pasado y lo convencí de que no lo hiciera, supongo que eso fue antes de que obtuviera su primer billete de estudios universitarios para su hijo mayor. Estaba a punto de sugerirle que se fuera y tomara una licencia médica para recuperarse, si eso era lo que necesitaba... pero luego me lo pensé mejor. Tal vez era inteligente evitar que las grietas en su armadura se mostraran. Por lo que sabía, fue una vulnerabilidad de Wembly la que lo hizo desaparecer. —Mira, lamento haber arruinado tu historia con Nancy. Pero a partir de ahora, puedes decirme qué está pasando realmente, ¿sabes? ¿Quién soy yo para juzgar? Asintió, mirándose las rodillas. —Sólo necesito comprender algunas cosas. Eso es todo. —Lo entiendo, Zig. Realmente lo hago. —Me levanté y le entregué la nota que había estado sosteniendo todo este tiempo. —Pero si puedes ahorrar energía mental mientras estás en tu búsqueda

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espiritual, nos ayudaría a los dos si desenterraras algo sobre un PsyCop perdido. **** Esperar a que Lisa volviera a casa me estaba volviendo loco, y mi nerviosismo estaba volviendo loco a Jacob, así que se escondió en su oficina mientras yo limpiaba el resto de la fábrica de conservas muy ruidosamente. De vez en cuando, hacía una pausa en mis pisadas y golpes para considerar enviar mensajes de texto a algo que pudiera atraer a Lisa de vuelta a casa, pero luego me recordaba a mí mismo con quién estaba. Cualquier engaño de mi parte sería una gran bandera roja que invitaría a Dreyfuss a volver su atención psíquica hacia nosotros. Así que limpié los suelos. Y golpeé los armarios de la cocina. Y esperé mi tiempo. Estaba empezando a pensar que Lisa tal vez no regresaría a casa cuando finalmente rodó dentro alrededor de las once, cargando una de esas bolsas de sobras de poliestireno. Me senté rápido frente a mi puzle, con la esperanza de parecer como si hubiera estado demasiado fascinado por los hombres en topless con bombines como para ir a la cama. Pero con la misma certeza con la que averigüé qué cosa del estante de herramientas era una cinta métrica, me echó un vistazo y supo que la estaba esperando. Gracias, sí-no. —¿Por qué estás enfadado? —dijo. —No lo estoy. —Ella sabría que era seguro como el infierno que lo estaba, y sin embargo lo negué por principio. —Sólo quería... — suspiré y me froté con los nudillos los ojos secos. —Lisa, realmente necesito tu ayuda. Guardó sus sobras, luego vino y se sentó a mi lado.

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—Es difícil, ¿sabes? Te puedo decir que no lo apruebas. —Olvídalo, no necesitas mi aprobación. No soy tu padre. —Ambos nos quedamos sentados con esa declaración por un tiempo. El padre de Lisa era un policía de patrulla que había muerto en la línea de servicio cuando ella era una adolescente. No es de extrañar que ella fuera un imán para los hombres mayores. —Pero eres mi amigo, —dijo ella. Me quedé mirando su mano sobre la mesa. Llevaba esmalte de uñas, púrpura iridiscente, y no es una chica de esmalte de uñas. También era un trabajo profesional, sin duda, ella y Dreyfuss habían ido juntos al salón de uñas, ya que estaban unidos por la cadera. —Si él alguna vez te volviera contra mí... —¿Por qué lo haría? Victor, le gustas. —Ella me miró hasta que me encontré con su mirada y luego dijo: —Sí, le pones de los nervios, pero le gustas de todos modos. Me dolió pensarlo, pero quizás en algún nivel, el Agente Listillo y yo éramos demasiado parecidos. Tal vez podría confiar en él... si él no fuera tan cauteloso con el Detective Wembly. —¿Puedes contestarme un sí-no? —¿Qué es? —Hay un PsyCop perdido llamado Wembly. —Casi le pregunté si Dreyfuss lo había borrado... y luego me recordé a mí mismo que estaba hablando de su novio. También, que probablemente debería establecer una línea de base primero. —¿Está muerto? Su expresión se volvió sombría. —No. —Nos quedamos sentados juntos al lado del estúpido puzle y nos miramos el uno al otro, y finalmente ella dijo: —Está bien. —¿Dreyfuss te dijo que dijeras eso? —Espeté. Sus cejas se alzaron. Me di cuenta de que acababa de cruzar una línea y traté de

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retroceder. —Casi me hizo desnudar para un registro, ya sabes. No puedes culparme por preguntar. Ella se levantó bruscamente. —Ya es tarde. Los dos estamos cansados. Me voy a la cama. —Este tipo, Wembly, se ha ido, Lisa. Un psycop que desapareció. Dreyfuss sabe lo que le pasó, ¿verdad? Tal vez no me respondas, pero apostaré a que sí, de todos modos plantó la respuesta en tu cabeza. Solo estoy diciendo que, si Dreyfuss tuvo algo que ver con eso, sería mejor que lo supieras. No entres en esto con las anteojeras puestas. Si Dreyfuss está haciendo desaparecer PsyCops, necesitas saberlo. Fue un intento desesperado, pero pensé que era el único disparo que tenía. Ella se levantaba al amanecer para hacer Pilates o Zumba con el chico, y él le lavaba el cerebro para que me dijera lo que fuera que él quería que escuchara. Pero en lugar de girar y proclamar sí o no, ella negó tristemente con la cabeza y dijo: —No me voy a meter entre vosotros dos. Si el PsyCop está bien, entonces déjalo pasar.

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Capítulo 23 Ahora que los fines de semana de Jacob realmente caen el fin de semana, él podría potencialmente comenzar a dormir. Sin embargo, nunca lo hace. Con solo una vida útil de vigilia e infinitos malvados a los que superar siendo más listo, se sentiría demasiado culpable por haber dormido demasiado dos veces a la semana. Tampoco soy alguien de quedarme en la cama, aunque mi razón es menos objetiva que la de Jacob. Incluso cuando he estado durmiendo en los tiernos brazos de Seconal, es mi inquietud natural la que me abre los párpados, generalmente antes de que Jacob se despierte. Por eso me sorprendió encontrar su lado de la cama vacío y fresco. A veces se vuelve ambicioso y prepara un gran desayuno, pero desafortunadamente, no olía nada cocinándose. Me senté, confuso, pensando en Dreyfuss preguntándome si necesitaba ayuda para abrir los ojos. La ansiedad manejó la llamada de atención... pero últimamente estaba tomando más de algunas de esas inyecciones de cafeína para levantar la niebla. Ahora había un ciclo vicioso que no tenía intención de montar. No, todo lo que tenía que hacer era recortar, dividir las cápsulas en mitades como había hecho antes, y ser realmente firme conmigo mismo con respecto a limitar mi dosis. Solo piensa cuánto tiempo durarían si yo fuera realmente consistente. Mi traficante podría incluso ser capaz de conseguir más antes de que se me acabaran.

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Me tambaleé en el pasillo para ir a por el chute llamado cafeína cuando escuché el chasquido de un teclado que venía de la oficina de Jacob. Tomé un desvío y lo encontré trabajando en su escritorio. Por extraño que parezca, no en su ordenador. Su monitor estaba empujado hacia atrás y su teclado empujado a un lado mientras escribía en un portátil de mierda. —¿Me atrevo a preguntar? —dije. Conectó su reproductor de MP3, sintonizó algo de rock de los 80 de la universidad, y me hizo un gesto para que me acercara. Cuando estuve en el rango, me arrastró a su regazo. La silla de la oficina gimió de queja, pero con suerte nos aguantaría unos minutos si no empezáramos a hacer nada demasiado rudo. Cerró sus brazos alrededor de mi parte media, luego susurró contra mi nuca: —El edificio de apartamentos de Laura Kim tiene vigilancia en el vestíbulo. Los archivos tienen un formato común: los mismos tipos de archivos que descargarías de un sitio porno y verías en cualquier ordenador. Eso explicaría las imágenes del vestíbulo reproduciéndose en la pantalla de baja resolución del ordenador portátil frente a nosotros. Reconocí la fecha en la esquina, aquel fatídico día del pasado febrero. La marca de la hora al lado marcaba a doble velocidad. Había tomado prestados los ficheros, en lugar de revisarlos en los archivos del FPMP. Parecía un movimiento inteligente, aunque sospechaba que si lo atrapaban llevándose a casa el crédito adicional, habría un infierno que pagar. Es por eso que estaba usando un ordenador no rastreable. Cogí una bolsa de plástico de la montaña de periódicos sin leer en el escritorio y saqué el recibo de una casa de empeños abierta las 24 horas. Un ordenador portátil usado, pagado en efectivo, comprado

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hace dos horas. Supongo que yo no era el único que tenía problemas para dormir. Una figura borrosa, y Jacob se estiró a mi alrededor y pulsó una tecla. Las imágenes retrocedieron. Miró de nuevo a media velocidad. Era un hombre llevando comestibles. Presionó otra tecla, y la grabación se aceleró al doble. La hora del reloj llegó a las 14:00:00. —¿Has estado mirando desde que has llegado a casa? —susurré. Su asentimiento afirmativo golpeó la parte posterior de mi cabeza. —11:30. Consistente con su testimonio. Me recosté contra su pecho y observé las imágenes con una especie de fascinación enfermiza. Nada se movía excepto la marca de tiempo en la esquina, sin embargo, estaba totalmente absorto. Las puntas de los dedos de Jacob se movieron en el borde inferior de mi esternón, pero el peso de su atención permaneció en la pantalla. Unos minutos más tarde, pasó otro borrón, que resultó ser el cartero, primero llegando y luego saliendo. Y luego una anciana de pelo azul. Y un chico negro. Y entonces... Jacob jadeó. Cinco horas después de que Laura Kim se fue a su casa ese día para meterse en la cama y cuidar su migraña debilitante, ahí estaba, volviendo a salir. **** Después de seleccionar cuidadosamente las imágenes, determinamos que Laura no estaba en su apartamento en el momento del disparo de Burke. Jacob tendría que averiguar hacia dónde se dirigió. Pasamos la mañana pensando en ángulos para que él los siguiera. Por suerte ella había dejado su coche en el trabajo. Los recibos de los taxis podrían decirle a Jacob a dónde fue, si las

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compañías de taxis todavía los tenían en este momento y estaban dispuestos a divulgarlos sin una citación. Pero tendría que hacer esa solicitud desde el FPMP, no desde la fábrica de conservas, si quería tener la oportunidad de obtener la información. Habíamos hecho todo lo que podíamos desde casa, pero por supuesto eso mató a Jacob y no pudo hacer más. Mientras trabajaba su frustración en el gimnasio, me dirigí a Wicker Park para recoger a Crash para nuestra limpieza de salvia mensual. No estaba seguro de lo bien que el ritual de purificación bloqueaba los ojos de Dreyfuss, pero sobre todo ahora, parecía que deberíamos mantener nuestras defensas. Además, era una buena razón para deslizar a Crash unos cien dólares. En lugar de aparcar en doble fila y llamarle para que bajara las escaleras, como suele hacer cuando lo recojo, encontré un lugar y estacioné regularmente. Era dudoso que la señorita Mattie supiera lo que había pasado con el Detective Wembly, ya que mantenía su enfoque en Crash. Sin embargo, ella sí entendía cómo funcionaba el mundo del espíritu. Si bien podría encuadrar todo en términos del amor de Dios, tal vez podría ayudarme a comprender si era posible convencer al espíritu de un repetidor y hacerle preguntas. Y si pudiera dominar ese truco, tal vez podría arrastrar a Roger Burke fuera del infierno... y tal vez podría obligarlo a que me diera algunas respuestas directas también. Estaba tan concentrado en mi misión, que casi choqué con una mujer mayor en el vestíbulo cuando salía de la tienda de la lectora de palmas con tablas. —Disculpe, —murmuré, y me aplasté contra el banco del buzón para que ella pudiera pasarme. En cambio, se detuvo y me miró de arriba a abajo. Ella llegaba a los setenta, con el pelo largo y gris y profundas arrugas en su piel. Parecía

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una bruja de los hermanos Grimm por excelencia, al menos desde el cuello hacia arriba. Pero su jersey Blackhawks y sus elegantes jeans desgastados arruinaron la ilusión de Hansel y Gretel. —¿Puedo gorronear un cigarrillo? —dijo, con voz ronca. —Lo siento. No fumo. —Señalé la puerta de la lectora de palmas. — ¿Eres tú, eh...? —Lydia. —Vic. —Ella asintió, pero no se ofreció a dar la mano. Sugerí, — Quizás a Crash puede sobrarle uno. —Lo dejó... hace unos meses. Mientras intentaba decirme a mí mismo que no me había dado cuenta de que lo había dejado porque su tienda siempre está llena de rastros de incienso y de salvia quemada, de todos modos me sentí profundamente despistado. En un esfuerzo por parecer más observador, incliné la cabeza hacia el contrachapado. —¿Alguna vez atraparon a los chicos que hicieron el robo? —¿Estás bromeando? Esos policías son un montón de idiotas inútiles. Lo único que les importa es entregar multas de estacionamiento. —Ella me consideró mientras hacía todo lo posible por no parecer un policía, y luego dijo: —Normalmente cobro setenta dólares por una lectura. Pero, por diez dólares, te sacaré una carta. Y normalmente renunciaría, pero con el robo y la falta de seguro, me sentí mal por ella. Una carta me venía muy bien. Lydia recibiría su dosis de nicotina, y yo solo me retrasaría unos minutos. Ella se metió de nuevo en el interior sin invitarme a entrar, pero sí pude vislumbrar. Los vidrios rotos brillaban a lo largo de los zócalos, y un agujero fue perforado a través de la pared de yeso opuesta a la puerta, justo en el centro de un revoltijo de iniciales distorsionadas góticas de bandas. El robo tenía un motivo que podía entender. Pero

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hacer un agujero en la pared de la anciana y luego marcarlo fue añadir un insulto a la lesión. Ella volvió a salir con un mazo de tarot y comenzó a barajar al segundo en que tuvo ambas manos libres. Las cartas se fabricaron con esquinas redondeadas, pero aun así, los bordes redondeados se embotaron aún más con la edad y el uso, y el reverso de las cartas estaba mate, el recubrimiento desgastado por miles de barajadas. Ella las manejó con la confianza de un crupier de blackjack. —No toques la baraja, —dijo ella. —Sólo señala. —Abrió las cartas en abanico. Señalé al azar. Ella empujó el abanico con el pulgar y sacó una carta. —¿Esa? ¿Estás seguro? Ya que no había señalado ninguna carta en particular, y como estaba más preocupado por ver si la señorita Mattie estaba cerca, le dije que sí, con la esperanza de acelerar el proceso y darle a Lydia sus diez dólares. —La sota de oros. —Me pasó la carta. Era la baraja tradicional Rider-Waite, que mostraba a un joven con túnica, manga y un gran sombrero rojo. Levanta un disco grabado en pentagrama del tamaño de un plato de comida. —Eres bueno con el dinero. Maduro por el dinero. Las sotas pueden ser fugaces, pero no esta, es seria. ¿Se dio cuenta de que yo era serio? Eso era como notar que el invierno era frío. Además la cuestión del dinero… dado que no me resistí a pagarle por una lectura rápida, era una suposición bastante lógica que no estaba sufriendo por dinero en efectivo. Aun así, supuse que tenía que decirme algo por mis diez dólares, así que asentí y seguí mi camino. —La sota de oros se cuida a sí mismo. Es trabajador y frugal.

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Seguí asintiendo, pensando que su lectura podía aplicarse a cualquiera. —Un trabajador duro. A veces de mal humor. Una personalidad magnética. ¿De verdad? La gente nunca dice eso de mí, quiero decir, la parte magnética. Una vez que saben que soy un médium, casi todos me evitan como la plaga. Debí haber fruncido el ceño, y sin duda Lydia tenía experiencia en la lectura de expresiones y el lenguaje corporal. Se inclinó hacia delante y me miró. —No, esto no eres tú. Tus ojos son demasiado claros... y eres demasiado sombrío para una sota, incluso la sota de oros. ¿Caballero de Espadas? No, estás muy pálido. Caballero de Copas, esa es tu carta. Entonces, ¿quién es este? Alguien más joven. Cabello oscuro, ojos oscuros. Oscuro y serio. Podría ser mujer. ¿Conoces a alguien así? Cielos, eso era tan vago que podía ser cualquiera. Tal vez Laura Kim, tal vez Lisa... pero viendo que solo estaba sometiéndome a la lectura como un vehículo para ofrecer uno de diez por compasión y no tenía ninguna intención de hablar de mi vida real, simplemente me encogí de hombros. —Si no lo haces... lo harás. Alguien oscuro entrará en tu vida muy pronto, tal vez hoy. No es oscuro como en el mal. Solo de piel oscura. Saqué mi billetera y dije: —Mantendré los ojos abiertos. —Afortunadamente, la aparición del dinero hizo que la lectura se cerrara rápidamente. Cuando Lydia me arrebató los diez dólares de la mano, sonó mi teléfono. Se fue en busca de cigarrillos antes de que el teléfono tan siquiera dejara el bolsillo. Era Crash.

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—Espero que no esperes que tome un autobús con este tiempo. —En realidad, estoy... En la parte superior de las escaleras, su puerta principal se abrió... pero no era Crash quien emergió, pude ver eso incluso desde donde estaba de pie un piso abajo. El tipo no era tan alto, y tenía la cabeza rapada. Además... era afroamericano. Sota de oros. Tenías que darle a Lydia su mérito. Puede que no sea psíquica, pero era lo suficientemente observadora como para prestar atención a quién entraba y salía de su edificio. —Estoy abajo, —dije en el teléfono, y salí del vestíbulo. No tenía ganas de mezclarme con uno de los ligues de Crash. No eran celos, exactamente. Más bien como torpeza. —Bien, —dijo. —Estaré abajo. —Me guardé el teléfono en el bolsillo y seguí al invitado nocturno de Crash con los ojos mientras salía por la puerta y pasaba la ventana tapiada. Él era tan impresionante que no pude evitar quedarme boquiabierto. Su piel era oscura y sus labios tenían una curva de puchero. Deseé poder ver sus ojos, pero estaba usando gafas envolventes de espejo. Aunque no tenía pruebas para apoyar la idea, sospeché que también tenía grandes ojos. Él había pasado sin prestarme atención. Estaba en esa edad... en la que los tipos de mi edad son prácticamente invisibles. Veinticinco, máximo. Y ahora, con la luz del día golpeándolo, pude ver que su cabeza no estaba tan rapada como la de Bly. Tenía alrededor de medio centímetro de cabello, y estaba teñido de ciruela negra pura. Sus pantalones vaqueros también estaban demasiado limpios, rosa sobre negro, y lo suficientemente apretados que me sorprendió que tan siquiera pudiera doblar las rodillas para caminar. Su chaqueta de motorista recortada bajaba hasta su cintura, apenas, mostrando sus

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pantalones vaqueros. Traté de no darme cuenta de lo bien que se veía su trasero mientras se alejaba. Fallé miserablemente. En lo alto de la escalera, la puerta de Sticks and Stones se abrió de nuevo y Crash bajó las escaleras. Ya que no quería verme como un sátiro patético, hice todo lo que pude para fingir que no había estado mirando a su ligue de una noche. Él no preguntó, afortunadamente, solo me condujo hacia mi auto con su hombro. —Vamos, Jacob quiere que sea más minucioso. Dice que le preocupa que todos traigáis energía del FPMP a casa. No estoy seguro de si eso es posible... pero, ¿por qué arriesgarnos? —Necesitaríamos estar de regreso en Wicker Park a tiempo para que pueda abrir la tienda a las once, así que la visita con la señorita Mattie estaba descartada. Salté de nuevo en mi coche. Crash cayó en el asiento del pasajero y se lanzó a un discurso sobre la forma en que su mayorista de velas le estaba robando en el envío. Me alegré de escucharlo, asentir y evitar pensar en la Sota de oros. Estaba seguro de que me había librado cuando el lado de la conversación de Crash dio un giro brusco de las velas y se dirigió directamente hacia algo personal. —No sé cómo puedes soportar todo el asunto de la relación. ¿Qué? —Eh... —Porque no es como si alguien hiciera alguna vez lo que uno espera que haga. —Es verdad. Se metió un chicle en la boca y lo rompió ruidosamente. Me preocupé por su piercing en la lengua. O tal vez sus molares.

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—Como este tipo, Red, que regresa a la ciudad esperando retomarlo donde lo dejamos. —¿Red26, como mi droga favorita? Imagina un hombre negro y caliente que se balanceaba con cabello púrpura y pantalones vaqueros rosados también podría llevar el nombre de Red. Me sentí como de un siglo de edad. —Como si hubiera estado sentado aquí durante los últimos dos años, esperando a que entrara en razón. Qué cojones, hombre. Qué cojones. Estaba tan inseguro de lo que se esperaba que dijera a eso, no gruñí por miedo a poner la inflexión incorrecta en el sonido. El encuentro con un rollo de una noche hace que la torpeza sea moderada. Problemas de ex novio superaban ese nivel por completo. Miré de frente y deseé que la carretera hacia la fábrica de conservas pudiera ser mágicamente ochocientos metros más corta para poder salir del auto y evitar meter la pata. —No te vas simplemente cuando las cosas se ponen difíciles, —dijo. —Y luego regresas pavoneándote. Y vas por ahí actuando como si todo estuviera bien y perfecto. —…no. —Hice buen dinero, ya sabes, cuando era estilista. Y luego me enamoré de él, la mascota del jefe, y todo se fue a la mierda. — Resopló, sacudió la cabeza y miró por la ventana. —Él podría haber sido un hombre al respecto. —Lo dijo en voz tan baja, que deseé que el volumen de la radio hubiera sido un poco más alto, así no lo habría escuchado. Se sentía demasiado personal, demasiado crudo para mi gusto. —Podría haber elegido, el propietario o yo. Entonces, ¿qué hace? Dice “que le jodan a todo” y despega. Completamente lo abandona, joder. Todo. Y huye. 26

Red en inglés es rojo, como el color del Seconal.

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—Si no estás en un buen estado para hacer el ritual, probablemente deberíamos reprogramarlo. —Está bien, es el momento perfecto para que fortifique las defensas, mientras estoy enfadado. No estaba seguro de creerle, pero sabía que era mejor no cuestionar ningún pronunciamiento suyo sobre asuntos psíquicos, ni siquiera en un buen día. Contradecirle ahora me dejaría chamuscado y destripado, con seguridad. —La ira es una emoción poderosa, —dijo. —Podría también canalizarla. Mientras él no me apuntara. Yo era solo un espectador inocente en todo esto. Giramos hacia mi calle, casi allí, y pensé que estaba a punto de salir limpio cuando dijo: —Quiero decir, soy material de novio. Soy el tipo de persona con la que tú considerarías establecerte. ¿Cierto? Santo cielo. ¿Era un “tú” retórico? Antes de que saliera y le pidiera que aclarara, agregó: —No estoy mal. Puedo sostener mi final de una conversación. En realidad, soy bastante sencillo en la mayoría de los temas, y estoy abierto a negociación en la mayoría de los demás. En lo que respecta a los que rompen el trato... bueno, nunca habría convivido con alguien, para empezar, si no fuera un humano decente de corazón. —Por supuesto que no, —dije, esperando que fuera lo que él quería escuchar. Su mano aterrizó en mi rodilla. Hice todo lo que pude para no estremecerme visiblemente. —Son las áreas grises las que te atrapan. Cosas malas hechas por gente buena, porque están confundidos. O porque quieren “gustar” a todos los demás. —Quitó su mano para hacer las comillas y me relajé

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un poco. —O bien porque, cuando todo está dicho y hecho, son cobardes. Tienes que amar cómo el tipo que acaba de decir que era despreocupado era en realidad la persona más sensata que he conocido. Yo no señalé eso. Me acerqué a la fábrica de conservas, pensando que estaba en la recta final, y dijo: —Supuestamente se da cuenta de que cometió un gran error. Supuestamente todo este tiempo ha estado agonizando por lo que hizo. Me encogí de hombros, y esperé parecer comprensivo en lugar de condescendiente. —Pero si yo fuera su alma gemela, como él dice, entonces, ¿cómo pudo largarse para empezar? —Si crees que está jugando contigo... quizás deberías consultar con Lisa. Aunque sospechaba que solo estaba desahogándose y no estaba buscando ninguna orientación real, consideró mi sugerencia por un largo momento. El tiempo suficiente para que me preguntara si habíamos terminado de hablar y estaba bien que saliera del auto, o si parecería un gilipollas por interrumpir la conversación allí mismo. Suponiendo que no quería agravar el problema al dejarle también, me quedé. Finalmente, dijo: —Es tentador. Tal vez saltaría a la verdad sin barniz para un tipo de relación diferente. Un amigo casual, un socio de negocios. Pero en asuntos del corazón... parece que me perdería lo bueno si no dejo que las cosas sigan su curso natural. Podría ser que el objetivo de enredarse con alguien es ver cómo se desarrolla todo. No estaba tan seguro de eso, dado que Lisa estaba flotando en el séptimo cielo con un tipo en el que nadie confiaba, pero no estaba

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dispuesto a discutir con él. Esperaba que se acomodara en su modo de bendición-de-casa e ir a esconderme en el restaurante con una taza de café y una revista cuando vi que caminaba no hacia la fábrica de conservas, sino hacia mí. Ojalá no quisiera un abrazo. No tengo la costumbre de abrazar a la gente a menos que vaya a ligar. Afortunadamente, en lugar de agarrarme, golpeó su cadera contra la mía y dejó el contacto de todo el cuerpo sin abrazar. —Eres un buen oyente. Gracias. Por suerte, eso parecía que no requería una respuesta. Si bien consideré darle las gracias por darme las gracias, al final decidí mantener la boca cerrada. No tiene sentido tentar al destino.

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Capítulo 24 Irónicamente, el hedor a salvia quemada se extendía en la fábrica de conservas el día de la limpieza... y unos días después también. Manteníamos nuestros trajes en bolsas de ropa y dejábamos puesta la ventilación del baño para que no oliéramos como si hubiéramos caminado por un campo en llamas durante el resto de la semana. Pero aun así, un aroma a chamuscado se nos pegaba. Un ventilador estaba apoyado en la puerta principal, soplando hacia afuera, y Jacob tenía una olla de salsa de ajo cocida a fuego lento en el fuego. Yo estaba sentado en la mesa del comedor. Había juntado tres juegos de cuádriceps abultados y puse un pezón en su lugar apropiado cuando Lisa llegó a casa. Casi le pregunté si me había estado evitando, pero solo un idiota iniciaría una conversación así. Decidí canalizar mi modo de "buen oyente" y dejarla hablar primero. Ella se sentó en el puzle, clasificó algunos grises más oscuros de unos grises más claros, y luego dijo: —¿Vas a volver a reportarte en la Comisaría Quinta mañana, o...? —¿No estamos de acuerdo en que no ibas a hablar de mí con Dreyfuss? —Le espeté. —Lo estábamos. Y le dije que no lo sabía. —Los dos miramos el puzle. —No puedo ser como Carolyn y decir siempre: “No voy a hablar de eso”. No me parece bien, y además, parece que tengo algo que ocultar.

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Cierto. —Me preguntaba si volverías al FPMP. —Cuando me estremecí al oír el acrónimo, ella me lanzó una mirada analítica y dijo: —¿Sabes cómo te sientes acerca de Con? Adivina qué. Siento lo mismo por el sargento Warwick. —Debí de verme bastante aturdido porque ella soltó una carcajada amarga. —Me encerró en una celda de retención durante catorce horas por trabajar en vuestro caso mientras estaba suspendida. Pensé en la fuente del inodoro y me balanceé en mi asiento. —Jennifer Chance sigue ahí, —dijo Lisa. —Y es una amenaza. No, eso es una gran subestimación. Si no te deshaces de ella, va a hacer algo malo. Conveniente cómo Lisa afirmaba no ser precognitiva hasta que necesitaba remarcar un punto. —Vi a Chance una vez, durante unos cinco minutos, y luego ella me abandonó. Pasé por ese lugar de arriba a abajo y no puedo encontrarla. —Tengo una habilidad, y me sentía a la defensiva al fallar. —Explícame cómo es una amenaza si el único que puede verla soy yo. Porque Richie, con suerte no destruyo mi karma al decir esto porque no puede evitarlo, es un completo imbécil, peor que inútil. Si por casualidad siente su punto frío, todo lo que necesita hacer es ponerse otro suéter. Si nadie puede verla más que yo, ella no es una amenaza para la seguridad. —Sí, tú eres el único que puede verla. Ah. Si jugaba bien mis cartas y no hacía una pregunta que cerrara a Lisa, podría dar un golpe inesperado al sí-no. —Así que he estado pensando en Laura Kim... —Victor, le dije a Jacob que no iba a... —Una pequeña cosa, ¿es ella una médium?

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Lisa se veía sorprendida. Y luego, aún más sorprendida, cuando dijo: —Sí. —La respuesta se hundió, y luego agregó: —No lo ha estado escondiendo, ni siquiera lo sabe. —Hay un chico en el laboratorio mirando las plantas. ¿Telequinético? —Sí. —¿Y qué hay de Jack Bly? —No lo conozco. —Apuesto a que eso no importa. Es un psíquico, un empático. ¿Es él fuerte? —Sí. —¿Lo suficientemente fuerte como para hacer algo más que sentir una emoción? ¿Bastante fuerte para proyectar una? Lisa pareció preocupada. —Sí. Me lo imaginé a juzgar por lo desollado y macabro que él se había visto bajo brillo de la FantasmaTV... pero no me dolió que se confirmaran mis sospechas. Me sentí aliviado de que no hubiera un empático en la habitación para darse cuenta de lo difícil que era para mí mantener mis preguntas sin implicar a su precioso Dreyfuss de ninguna manera. Quería preguntar si Dreyfuss había encargado a Bly manipularme para que me sintiera lo suficientemente cómodo como para volver al FPMP, pero en vez de eso, quité a Dreyfuss de la pregunta y dije: —¿Ha estado Bly jugando con mi cabeza? —No. —¿Qué hay de Jacob? Él no puede meterse con Jacob, ¿verdad?

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—No, Jacob es más fuerte. Incluso si esta persona, Bly, quisiera, no podría. ¿De verdad? Entonces, ¿por qué siempre me estaba mirando? Confiaba en Bly incluso menos que en Dreyfuss. Tal vez Dreyfuss podría espiarme sin la ayuda de la electrónica. Pero Bly en realidad podría hacerme... jadeé. —¿El agente Bly manipuló a Laura para asesinar a Roger Burke? —No. —Los ojos de Lisa eran enormes. —Gracias a Dios, no. ¿Crees que un empático realmente podría hacer algo así? —Hizo una pausa y, presumiblemente, respondió a su propia pregunta. —Eso asusta. No fastidies. En cierto sentido, quería estar en lo cierto, porque al menos así sabría qué sucedió y quién estuvo involucrado. Pero por ahora, todos estábamos todavía en la oscuridad.

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Al final de la noche, Jacob estaba entrecerrado, de mirada y rígido, y no de buena manera, para cuando finalmente se metió en la cama. Le di un segundo para ver si iba a rodar sobre mí e intentar algo. Cuando no lo hizo, puse la rodilla sobre su muslo, me acomodé contra su costado y apoyé la cabeza en su hombro. Lo sentí suspirar y relajarse. —Compré un teléfono desechable, conduje hasta el centro de una reserva forestal, caminé tres kilómetros desde el auto y llamé a la compañía de taxis. No me darán nada sin una citación. Le di un codazo a su pierna en un lugar más cómodo y me presioné más fuerte contra él.

—Vuelve a intentarlo mañana desde el trabajo. Probablemente conseguirás a un supervisor diferente, además de que se verá mucho más impresionante en su identificador de llamadas. A pesar de que había resultado ser un fracaso, le conté sobre mi teoría de que el agente Bly usó a Laura Kim como tirador. Estuvo callado durante tanto tiempo que escuché el sonido de su respiración para ver si cambiaba en caso de que se hubiera quedado dormido sobre mí, pero finalmente dijo: —Si el sí-no no va a identificar a Bly, tal vez no fue él... pero el FPMP está lleno de psíquicos de alto nivel. —Se sentó y se despojó de su agotamiento como de un suéter en una sauna, mientras me preguntaba en silencio si hubiera sido mejor esperar hasta la mañana para hablar. —Si un empático lo suficientemente fuerte puede plantar una emoción, tal vez un telépata lo suficientemente fuerte pueda plantar una idea y hacer que alguien más piense que es de ellos. Se dirigió a las escaleras, brillando como un niño en la mañana de Navidad y convenció a Lisa para que desabrochara la solapa de la tienda. Personalmente, no la habría despertado por un sí-no, pero Jacob había estado investigando este caso durante meses sin resolverlo, y ahora había olfateado la sangre. De ninguna manera iba a dejarlo descansar hasta la mañana. Me apoyé en la barandilla y los miré a los dos mientras él hacía todo lo posible por parecer encantador y disculparse. Tal vez él sacó adelante la parte encantadora, pero una vez más, soy bastante parcial. —¿Sigues pensando que Laura Kim no le disparó a Roger Burke? — preguntó él con entusiasmo. Lisa lanzó una mirada furiosa hacia la parte alta, como si yo fuera el que estaba ahí abajo preguntando sí-nos a medianoche. Ella dijo:

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—No voy a mirar a Laura. ¿Cómo puedo hacer que te lo metas en la cabeza? Jacob siguió adelante como si no hubiera notado su molestia. —¿Pero la bala que lo mató vino del arma de Laura? Lisa se quedó en silencio. Contuve la respiración. Se sentía como si toda la fábrica de conservas contuviera el aliento. Cuando mis pulmones empezaron a doler, ella dijo: —Sí. Mi mente estaba acelerada, pero antes de que pudiera aclarar cualquier implicación, Jacob preguntó: —¿Alguno de los otros psíquicos forzó su mano? Aunque la voz de Lisa fue tranquila, en el silencio de la fábrica de conservas, se escuchó fuerte y claro. —No. —¿Fue ella la que le disparó? —¿Sabes lo que me estás pidiendo que haga? —Preguntó Lisa lastimosamente. —Con confía en Laura en todo. Con su vida. Me estás pidiendo que te diga que ella es responsable, que ella está involucrada, que quizás incluso lo hizo, y no es justo que me pongas en esa posición si el sí-no no está claro. No es justo. —Tal vez Dreyfuss debería estar más preocupado por ella, —dijo Jacob. —Quizás él necesita que lo cuides. —Laura no es un peligro para Con, ni para mí. Punto. Y si el sí-no está diciendo si ella disparó la maldita arma, así que necesitas averiguar algún otro enfoque o dejarlo pasar. Sabes que si la balística combina la bala con su arma, todo se habrá acabado para ella. ¿Cómo crees que me veré si acabas con Laura, y resulta que, de alguna manera, estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado, y luego Con descubre que actuaste por un sí-no? Estoy dispuesta a

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tratar que te haga abandonar la investigación y te lleve a otra cosa, así ya no es tu problema, porque, piénsalo, ¿realmente te importa quién eliminó a Burke después de todo lo que hizo? Laura podría perder su trabajo. Ella podría ir a prisión. Así que no voy a señalar con el dedo, no estoy dispuesta a responsabilizarme por nada de esto. Cerró la tienda con tres tirones rápidos como si realmente deseara que hubiera una puerta para cerrar de un portazo. Podía ver que Jacob estaba demasiado emocionado para quedarse dormido, así que lo traté con una mamada rápida con la esperanza de ayudar a que su mecanismo de sueño se activara. Aun así, una vez que terminé de tener el pelo tironeado y mis amígdalas pinchadas, fui yo el que se estaba alejando cuando rompió el silencio con: —Esperaba que ya hubieras terminado en el FPMP. A pesar del hecho de que estaba medio dormido, o tal vez por eso, capté una leve nota de melancolía en la entonación de Jacob. No era exactamente una mentira, él realmente esperaba que el exorcismo fuera corto y dulce, y lo superara y continuara con mi vida. Pero una parte de él lamentaría verme ir. Se sentía en conflicto, y eso iba por los dos. No podía verme a mí mismo involucrarme con un grupo de espías ilegales que disparaban a la gente en sus oficinas. Excepto que el trabajo de la policía psíquica era un ejercicio inútil, y las cosas que Laura Kim afirmó que hacían en el FPMP tenían mérito. Pero, ¿cómo encajaba el desaparecido PsyCop? Arrastré el problema a la parte de atrás de mi mente. No tenía sentido intentar tomar decisiones grandes y radicales, ya que no era necesario, todavía no. La tarea de mañana estaba clara. Todavía le debía a Dreyfuss su maldito exorcismo.

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Capítulo 25 Cuando me reporté a Laura Kim a la mañana siguiente para ver cómo me desplegarían, esperaba poder charlar un poco. No estaba dispuesto a decirle que ella era una médium, parecía muy feliz de estar en la oscuridad en ese asunto, y no puedo decir que la culpara. Mi principal preocupación era descubrir cómo estaba involucrada en los disparos de Burke. Cuanto más tiempo pasara con ella, más probable era que encontrara alguna pequeña inconsistencia que pudiera desentrañar todo el escenario del asesinato de una manera que el sí-no confirmaría definitivamente. Decir que la encontraba fascinante sería una subestimación. Hoy llevaba un traje negro con una camisa color burdeos y un lápiz de labios a juego, y aunque no era guapa como la reina de la belleza, sus rasgos parecían llamativos y exóticos para mis ojos caucásicos. Definitivamente demasiado sexy para haberse casado con Dreyfuss. Él mencionó a varias ex esposas antes (no recordaba exactamente cuántas), pero mientras observaba a Laura atender una llamada mientras arrancaba una base de datos en su ordenador, me imaginé a las dos caminando por el pasillo. Y luego comencé a temer que le regalara a mi mejor amiga algo más permanente que una pulsera de diamantes. —Si te sientes mal, —Laura estaba diciendo, —Debería enviar a la doctora Santiago a tu casa y hacer que te revise. —Una pausa. —Sé

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honesto conmigo... ¿viste el partido en un bar? ¿Estabas bebiendo? —Otra pausa. Laura suspiró. —Asegúrate de beber mucha agua. Probablemente estés deshidratado. Casi sonaba como si hubiera estado hablando con un chico adolescente, pero dudaba que el personal de psíquico del FPMP se desplegara en el caso de que una fiesta de aparcamiento fuera demasiado lejos. Cuando terminó la llamada, le dije: —¿Richie? Ella asintió. —Hace unos años, desarrolló un mal hábito de "extender" sus fines de semana. El agente Dreyfuss estableció una política que indica que no se le pagaría por enfermedad sin una nota del médico si la ausencia se producía después de un día libre. Así que cuando él llama un lunes, sé que es serio. Es muy malo. Él está predispuesto a beber, y no tiene el control de impulso para decir "hasta cuándo". Agrega eso a su bajo nivel de azúcar en sangre que se produjo en la prisión el viernes... —Ella se calló y suspiró. —Es simplemente muy malo. —Quizá deberías reconsiderar enviar a la doctora Santiago a una visita a domicilio. —Ha empezado a perder los estribos cuando lo he sugerido. El listillo en mi interior quería sugerir que enviaran al empático Agente Bly para que suavizara sus alborotadas plumas. Pero a pesar de que sí-no exculpó a Bly, no quería invitar a más interacción con él de la que era necesaria. —Si Richie está fuera hoy, ¿quién será la otra mitad del sistema… de colega? Las puertas del ascensor se abrieron de golpe y tres tipos con trajes negros se bajaron. No pensé que hubiera motivo de preocupación, dado que todos en la FPMP eran un traje, hasta que noté que las

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cejas de Laura se fruncían. Dos de ellos pasaron junto a su escritorio, con las llaves en mano, sin reconocerla. Ella se levantó y preguntó: —¿Qué es esto? Traje número 3 mostró un pase de algún tipo y dijo: —Vamos a recoger algo de equipo de la oficina del Agente Dreyfuss. Luego desapareceremos de tu vista. —Palabras suaves. Estaban totalmente en desacuerdo con el lenguaje corporal del chicomatón, el cual decía, hazte a un lado, peón. Laura fue rápida, aunque sus movimientos fueron controlados, sin pánico. Llamó a Dreyfuss y dijo: —Tres agentes de Washington en camino. Sus tarjetas de acceso han anulado las cerraduras. No he podido detenerlos. A través del intercomunicador, se oyó un suspiro. —Entendido. Mira si Santiago y Bly pueden... bueno, hola, caballeros. —Dreyfuss cortó la conexión. El ascensor volvió a sonar, y esta vez fue el Doctor K quien se tambaleó fuera. Su pelo espeso era salvaje, sus gafas estaban torcidas, y sus mejillas regordetas estaban tan enrojecidas que pensé que se arrodillaría en un ataque de apoplejía. —Han irrumpido en el laborratorio27... —su acento ruso se había vuelto denso. —Han cogido el sintonizador. Laura asintió, con los dedos volando sobre su teclado. Imágenes exteriores sin incidentes del FPMP desde cada ángulo llenaron los cuadrantes de su monitor. Más tecleado, y cuatro ángulos del garaje subterráneo ocuparon el lugar de los exteriores. Los hombres de negro estaban listos al lado de una furgoneta blindada negra... y no se

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En el original se cambian algunas consonantes para imitar el acento ruso.

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parecía en nada al catálogo de Lexus. Envió a Bly y Santiago inmediatamente. —Averiguad qué está pasando, —fue todo lo que les dijo. Aunque para alguien con tanta potencia de fuego psíquica a su disposición como Laura, ella no parecía muy esperanzada de llegar al fondo de las cosas. Podría imaginar por qué. ¿De qué servían los psíquicos de alto calibre contra un grupo de matones de negro que solo seguían órdenes? Probablemente, el músculo no sabía mucho más de lo que se suponía que debían agarrar y cuánto daño podían infligir. Un par de tomas en el aparcamiento no mostraron nada más que coches estacionados. Laura los descartó, manteniendo dos imágenes de matones en pantalla. Luego puso la cámara en vivo de la oficina de Dreyfuss, dos ángulos. Dreyfuss estaba de pie a un lado con una hoja de papel en la mano, sacudiendo la cabeza con decepción cuando los matones barrieron la oficina con un medidor de mano. Al toque de una tecla, tuvimos audio. —Necesitaremos que desbloquee su escritorio, señor. —Lo siento, —dijo Dreyfuss. —No hasta que haya leído este formulario. —No lo ha... mirado. —Y soy un lector muy lento. A veces me pregunto si soy disléxico. Mientras Dreyfuss detenía al equipo en su oficina, Santiago y Bly se acercaron al equipo en el garaje. Bly se mezcló con los otros hombres sombríos en trajes. No los abordó de ninguna manera, simplemente se quedó de pie mientras Santiago se pavoneaba con los tacones altos, el lápiz labial rojo sangre y un vestido ceñido de estampado floral. Ninguno de los matones la miraba con ganas, pero todos se pusieron rígidos como si les costara algo resistirse a rendirse a un silbido y una mirada lasciva. No teníamos audio en ella, pero no era

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necesario. Sus enormes gestos eran dignos de un escenario, y su línea de preguntas no sería más complicada que, "Oh, Dios mío, ¿qué están haciendo ustedes?", Porque esa pregunta era solo una cubierta para lo que realmente estaba pasando. Su mente, sondeando las suyas. Uno de los agentes invasores finalmente se derrumbó y miró en su dirección, y vi a Bly, a un lado, inadvertido, mirando directamente al agente que se había roto. Bly encontró las grietas en la armadura de la oposición, y Santiago se lanzó para el reconocimiento. Se manejaban como viejos compañeros de baile. Al igual que Jacob y yo. La grabación era demasiado granulada, demasiado pequeña, para distinguir realmente las caras de los matones. Pero me pareció que el matón bajo el dominio de Bly tenía una expresión real en su fea jeta, en lugar de la mirada en blanco desconectada que usualmente usaban, el equivalente de las Grandes Ligas de mi cara de policía. El Doctor K me dio una palmada en el hombro, balanceándose. —¿Sabes cuánto trabajo van a arruinar? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan repentino? Si tuviera la oportunidad de envolver las cosas... —se dio la vuelta, sacudiendo la cabeza con disgusto. No estoy seguro de qué fue lo que me afectó. ¿Era ver a Bly y al equipo de Santiago marcar al intruso? ¿O escuchar al Doctor K lamentarse de que todo el trabajo que había estado haciendo sería en vano? O simplemente era que me había acostumbrado al FPMP y no apreciaba a un grupo de extraños que entraran y actuaran como si fueran los dueños del lugar... en cuyo caso, podría suponer que estaba sufriendo el Síndrome de Estocolmo. Tal vez realmente lo estaba, ya que me encontré alentando a Con Dreyfuss. —Han cogido mis ordenadores, mis informes, mi teléfono, incluso mi cuaderno, —gimió el Doctor K. Sospechaba que sus copias de

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seguridad también estaban fritas. ¿Y para qué? Había visto el laboratorio en acción, y había participado en suficientes experimentos exactamente como los que él estaba ejecutando para saber que no estaba haciendo nada que mereciera este nivel de interferencia. ¿Dónde diablos estaban esos imbéciles cuando me mantenían despierto cuarenta y ocho horas seguidas, cuando me empujaban, me electrocutaban y me arrojaban chorros de psi-activos que me quemaban las venas como el ácido de una batería? En ninguna parte. Y ahora, algunos telequinéticos aburridos miran a una planta mientras una FantasmaTV funciona en el fondo, y toda la maldita caballería carga en... ¿bajo la orden de quién? ¿De Washington? —Supongo que el jefe de Dreyfuss no está muy contento con sus tácticas de bloqueo para el banquero de Iowa, —comenté. Laura respondió con una carcajada sin humor y subió el volumen en la oficina de Dreyfuss. —Realmente no hay nada interesante ahí, —le dijo al matón que estaba colocando un taladro eléctrico en el bloqueo manual de su aparador. Otro traje sacó la CPU de debajo de su escritorio. —Y no hay nada en mi disco duro que no esté ahí en el servidor para el placer de la lectura de todos. Pero adelante, cógelo. Ya era hora de una actualización de todos modos. Esos componentes son un dolor en el culo para reciclar. El zumbido del taladro borró el sonido, pero solo por unos segundos hasta que el aparador estuvo abierto. Dreyfuss dijo: —Sírvete tú mismo un poco de yogur si tienes hambre. Tal vez no había nada más emocionante detrás de la puerta nº 1 que un refrigerador. Pronto, sin embargo, con la ayuda de su taladro industrial, expusieron la FantasmaTV.

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No era que fueran deliberadamente rudos, pero claramente, tampoco tenían ningún interés en preservar la tecnología única. Mientras que la televisión en el laboratorio podía ser arrastrada en una sola pieza, la televisión de Dreyfuss se había ajustado específicamente al aparador, y cuando los matones la sacaron, un montón de aparatos electrónicos se derramaron detrás de ella como entrañas. Podría importarme una mierda por la FantasmaTV: me habían secuestrado para probar esa maldita cosa. Entonces, cuando los representantes de la república federal empezaron a cortar cables, ¿por qué sentí que todos los cortes resonaban en el fondo de mis entrañas? —¿Deberíamos detenerlos? —dije. —No, —dijo Laura. —Estarán autorizados a usar la fuerza necesaria. —Volvió la atención a su teléfono, presionó algunos botones y dijo en sus auriculares: —Soy Laura Kim... no, de hecho, prefiero no esperar. Tenemos una situación inaceptable en Chicago y necesito... Maldita sea. —Bueno, he terminado aquí, —dijo el Doctor K. —Yo también podría ir a tomar algo. El teléfono de Laura se encendió. —Detenlo, —me dijo ella. —Ha envuelto su auto alrededor de un poste de teléfono antes. Puede que esta vez no se aleje caminando. —Ella se dio la vuelta para atender las llamadas, dejándome para tratar con el Doctor K. Actualmente, el científico presionaba repetidamente el botón de llamada del ascensor, lo suficientemente fuerte como para romper la cosa.

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—Para, para, —dije. —Quizás Con tenga una copia de tus datos en alguna parte. Estoy seguro de que tienes esquemas. Podrías construir uno propio. —Créeme, habría... ya estaríamos probándolos en todo el país si supiera lo que fuera sobre los tubos viejos que los hacían funcionar. Tampoco sería solo un proyecto del gobierno. Una vez que la empresa viera el potencial, el dinero se derramaría en el desarrollo. Todas las empresas querrían tener su propio visor remoto, y cualquier persona con suficiente dinero podría crear el suyo. —No te sigo. —Eso es lo que hace. No como un televisor, no puedes encenderlo y ver lo que estaba sucediendo en otro lugar. Pero a veces, cuando el probador está en un estado alfa, puede ver cosas. Informar sobre ellos. ¿Entiendes lo importante que es esto? Desde la Guerra Fría, los militares han estado tratando de desarrollar visores remotos. Había visto la visualización remota en acción, y había visto la FantasmaTV haciendo su trabajo. El Doctor K estaba hablando de manzanas y naranjas, aunque pude ver dónde el resultado final sería el mismo. El Doctor K negó con la cabeza. —Una vez que la tecnología del sintonizador sea refinada, podría hacer que cualquiera sea clarividente. —Si todos son potencialmente psíquicos, los anti-psíquicos no tienen a nadie a quien acosar, —dije. La FantasmaTV no “hacía”, en realidad, a una persona psíquica. Sobre todo, aflojaba sus cuerpos sutiles y les permitía ir a astrales. La mayoría de ellos no recordaban sus viajes. Aun así, sería un cambio de juego. Si el Doctor K lograra llevar la FantasmaTV al siguiente nivel, eventualmente podría hacer que el FPMP quedara obsoleto.

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Mientras mi cabeza se tambaleaba con la implicación de la investigación, los matones de Washington salieron del salón. Uno de ellos arrastrando las tripas de la FantasmaTV hacia el ascensor. Otro tenía la CPU de Dreyfuss. El Doctor K y yo retrocedimos, dándoles suficiente espacio. —Podríais querer evitar eso, —Laura les gritó. —Estoy hablando por teléfono con vuestro jefe en este momento. —Pero ellos la ignoraron… simplemente haciendo mi trabajo, señora, y una vez que las puertas del ascensor se cerraron detrás de ellos, se fueron.

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Capítulo 26 Dreyfuss salió detrás de los matones, pensativo y sin prisas. El Doctor K se le acercó, gesticulando salvajemente y rogándole que hiciera algo, pero el drama no se hundió. Estaba sintonizado con sus propios pensamientos, y me estaba mirando directamente a mí. Le dio una palmadita al Doctor K en el hombro, calmándolo, luego se volvió hacia mí y me dijo: —¿Detective? Vamos a caminar. Esperaba otra excursión a la floristería, pero una vez que estuvimos afuera, me condujo hacia un hueco en la pared de cemento debajo del viaducto. Se me ocurrió que podría conducir a algún tipo de cápsula de escape, o tal vez a una sala de pánico. Entonces se me ocurrió, mientras atravesaba el hormigón, que podía haber alguien esperando al otro lado de la brecha para poner una bala en mi cerebro. Si lo hubiera, esa persona no podría ser muy grande. Jacob no hubiera podido deslizarse engrasado y desnudo. Apenas pude meterme a través yo mismo. No había ningún sicario al otro lado de la brecha, pero tampoco un equipo de emergencia secreto y elegante. Solo traviesas de ferrocarril y vagones oxidados. Dreyfuss me había llevado a un pequeño lote formado por un soporte de rampa de salida, un edificio exterior descascarado y un rincón poco frecuentado del patio de vías. Miró al

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sol gris de la mañana que se asomaba entre los distantes rascacielos de North Loop con el teléfono pegado a la oreja. —Hola, —le dijo a quienquiera que estuviera en el otro extremo, luego: —¿Sabes ese lugar en el que esperaba no encontrarnos? Te necesito ahí. Cuando se guardó el teléfono en el bolsillo, su sudadera subió y mostró el borde de una funda. Nunca había sabido que Con Dreyfuss fuera armado. Jamás. La idea de que encontrara necesario llevar un arma de fuego consigo me hizo preguntarme si debería haberlo pensado dos veces antes de seguirlo. —¿Qué está pasando? —Odié cómo tembló mi voz. Su expresión pétrea no cambió. Se dio la vuelta sin decir nada y comenzó a caminar. Me quedé allí por un momento y consideré apretarme de nuevo a través de la brecha de hormigón, encontrar mi triste automóvil y dirigirme a casa, pero ¿entonces qué? Jacob todavía estaba dentro del FPMP. Cualquier cosa que dejara de hacer podría tener ramificaciones para él, ramificaciones feas. Así que levanté mi cuello contra el viento escalofriante que silbaba implacablemente a través del patio ferroviario, y lo seguí. Dreyfuss no solo era más libre para moverse con sus zapatillas y pantalones de deporte, sino que era mucho más ágil que yo. Doblamos una esquina y nos encontramos con una gran cantidad de bloques de hormigón, madera y tambores oxidados. Lo escaló como una cabra montesa mientras yo recogía unas pocas docenas de arañazos y astillas trepando detrás de él. La pared de escombros era un buen bafle de sonido. Me arrastré hasta la cima. Dreyfuss estaba más adelante. Cuando lo llamé para que disminuyera la velocidad y mi voz fue tragada por el ruido ambiental, me di cuenta de que la biela y el traqueteo del patio del

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tren eran engañosamente ruidosos. Me rasgué los pantalones con un clavo que sobresalía apresurándome para alcanzarlo, y apenas mantuve el equilibrio cuando me tropecé con una tabla suelta. Ni siquiera rompió el paso. De alguna manera, lo seguí. Él me había llevado a un laberinto de antiguas dependencias. El viento cambió, gimiendo a través de los corredores creados por las paredes corrugadas de los cobertizos industriales y los lados de los vagones de carga oxidados. Olía a aceite, tierra y acero frío del invierno, pero subyacente a todo, y cada vez más fuerte a medida que nos adentrábamos, estaba el escurridizo olor a electricidad quemada. El aire sobre nuestras cabezas estaba entrecruzado con cables, algunos tan gruesos como el muslo, sostenidos por viejos postes de madera que aún tenían la forma de troncos de árboles, con piel rugosa, ahora petrificados de negro por la contaminación y la edad. El cableado colgaba en grandes enredos y carretes fuera de los postes, tendido alrededor del patio de railes al azar, como si un bebé gigante lo hubiera arrastrado y enrollado de un palo a otro como una gran bola de cuerda. En algún lugar más allá del metal y el laberinto de cables, una campana comenzó a sonar, cortando el murmullo del ruido en su aguda percusión. Se acercaba un tren, pero no lo escuché. Lo sentí a través de las suelas de mis zapatos, y lo olí como un pico de electricidad quemada en el aire. Dreyfuss abrazó el borde del laberinto, arrastrándose hacia un edificio ahora, un edificio bajo de ladrillo que parecía del viejo Chicago, como la ocasional calle de adoquines que asomaba cuando las raíces de los árboles o el clima abrían el asfalto negro. Como la fábrica de conservas cuando me di cuenta de que no siempre había sido mi hogar, y reflexioné sobre el origen de las extrañas máquinas que acechaban en la mitad inacabada del sótano.

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En algún lugar más allá del laberinto, el ruido disminuyó. Un largo chirrido metálico se unió al coro de ruido, y un silbido sorprendentemente fuerte crepitó por encima de todo. Dreyfuss se agachó en una esquina y corrí tras él. Era un callejón sin salida superficial. Retrocedí rápidamente para evitar aplastarlo contra la pared del fondo. Pero no era una pared, vi, cuando apartó una tabla podrida cubierta de enredaderas muertas. Era una puerta, una antigua puerta de maderas talladas que lloraban óxido donde las cabezas de los clavos las mantenían juntas. El cerrojo cubierto de verdín sobre el pomo de la puerta era mucho más nuevo que la puerta misma, pero eso no decía mucho. Afortunadamente, era lo suficientemente nuevo como para que la práctica y útil llave de golpe de Dreyfuss funcionara en ella. Sacó la pieza mágica de metal de su bolsillo, la metió y le dio un golpe. La puerta probablemente crujió cuando se abrió, aunque el sonido se perdió en medio del estruendo del patio. Más allá estaba la oscuridad. Sacó una linterna de bolsillo y se deslizó dentro. Yo seguí. El techo de la pequeña habitación era tan bajo que no podía pararme derecho, y todo apestaba a edad. No estaba completamente protegido de los elementos. Las amplias grietas en las paredes dejaban entrar el cuchillo gris de la luz del día, y los huecos en el suelo de plancha permitían que el polvo que se desprendía del mortero en descomposición se asentara en cualquier vacío que hubiera debajo. Excepto por cuerdas y bobinas de cable eléctrico que parecían no ser demasiado seguras para tocarlas, la habitación estaba vacía. Esperaba que Dreyfuss abriera otra puerta y me llevara a un lugar donde todo tendría sentido repentinamente. En cambio, plantó los pies en el centro de la habitación, y esperó.

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—¿Qué está pasando? —pregunté de nuevo, y las palabras fueron tragadas por un espeso zumbido eléctrico que parecía más una rigidez en mis tímpanos que un sonido real. Dreyfuss me miró fríamente. Creo que escuchó, pero no contestó. Mis antebrazos picaban. Debajo de mis mangas, los pelos de mis brazos intentaban valientemente levantarse en atención. Así como el vello en mi nuca. Tragué. Mi saliva sabía a centavos. Solo podía imaginar lo que el campo electromagnético estaba haciendo con cualquier dispositivo de escucha que no supiéramos que lleváramos. Si bien fue un alivio saber que cualquier señal de comunicación no deseada estaría codificada, no estaba tan seguro de lo que significaba para mis propias moléculas. Siempre pensé que las personas que afirmaban haber contraído enfermedades misteriosas por vivir cerca de cables de alta tensión solo buscaban a alguien para pagar sus cuentas médicas. Me había equivocado, la electricidad definitivamente nos estaba afectando. Peor aún, si estaba haciendo un desastre con lo físico, apenas podía imaginar lo que estaba haciendo con nuestros cuerpos sutiles. Cuando Dreyfuss finalmente habló, dijo: —Podrías ser útil y velar porque no haya gente muerta escuchando. —Sacó algo diminuto de su bolsillo y me lo arrojó. Sentí que se caía de mi abrigo, y aunque no pude escucharlo caer al suelo por encima del ruido del zumbido eléctrico, sospeché que sonaba como una cápsula de Seconal. —Tu pago. No estaba equivocado, nada me asustaría más que hacer girar mi rayo de luz y descubrir que la Doctora Chance había estado merodeando en las sombras todo el tiempo. Pero podría prescindir del juicio.

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Recorrí el perímetro de la choza, buscando zonas frías, buscando movimiento, pero por lo que pude ver, el lugar estaba limpio. Sin embargo, no estaba seguro de que la electricidad pudiera afectar mi capacidad, así que salé el área solo para estar seguro, estirando mi diminuto suministro de bolsillo para cubrir la longitud de las cuatro paredes. Lo rematé con un poco de aerosol reutilizado, bombeando hasta que solo salió aire, y luego lo inundé de luz blanca. Era lo mejor que podía hacer. Ojalá fuera suficiente. Sin embargo, mi luz blanca era simbólica. No hizo nada por mi vista física. Entre la oscuridad y el zumbido distraído, ni siquiera había notado que había una segunda puerta en la pared opuesta. La vi por primera vez como una franja de luz, que me llenó de una oleada de pánico, al menos hasta que me di cuenta de que la luz era una luz del día completamente mundana, y de que lo único que tenía que preocuparme era la silueta que ahora llenaba la puerta. Parpadeé las lágrimas para alejarlas mientras mis ojos se ajustaban. A pesar del hecho de que el cabello de esta silueta flotaba en un oscuro nimbo al entrar en contacto con la electricidad desbordada, en los últimos meses me había familiarizado bastante con esta silueta en particular desde fuera de la pared de la tienda de nylon azul. Lisa. Una cadena colgaba de su mano. La llave antigua que llevaba puesta alrededor del cuello sobresalía de la cerradura de la puerta de la época de la Depresión. Más allá de ella, un autobús de Grand Avenue resoplaba como si todo fuera lo mismo, lo mismo, pero ahora lo estuviera viendo desde el otro lado del espejo. Aquí, Jacob y yo pensamos que habíamos sido tan inteligentes con nuestro corte de llaves y moler el hielo. El alcance al que Lisa y Dreyfuss habían ido

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para hablar en privado hizo que Jacob y yo pareciéramos un par de niños jugando a agente secreto. Lisa cerró la puerta detrás de ella y nos sumergimos en casi la oscuridad otra vez. Una imagen en forma de puerta bailó delante de mis ojos hasta que se adaptaron a la falta de luz, y cuando lo hicieron, los encontré besándose. Lisa y Dreyfuss. Justo allí frente a mí. Tampoco de una manera amorosa. Desesperada. Como si el mundo fuera a terminar. Separaron los labios uno del otro, pero Lisa mantuvo un agarre de dos manos en su cara. —¿Qué ha pasado? —Gritó por encima del zumbido. —Estoy completamente jodido. Saben lo que puedo hacer y estoy muerto. —No lo hacen. Dime lo que ha pasado. —Washington está cayendo duro. Han desmontado nuestro mayor proyecto. Lo siguiente que se llevarán es a mí. —No… no. Lo prometo. No. Él cerró los ojos y respiró hondo. —¿Es hoy mi día para morir? —No, llegarás a mañana28. Sólo espera y verás. —¿Quién arrojó a Washington sobre mi cabeza? —Dreyfuss se apartó de ella y me señaló directamente la cara. —¿Fue él? ¿Yo? ¿Creía que yo había sido el que trajo a Washington? No a propósito. ¿Inadvertidamente, sin embargo? Esperaba que no. Ni siquiera me había dado cuenta de que Dreyfuss no era el único que me estaba espiando, pero había tenido cuidado de no filtrar nada. Siempre tuve cuidado. Así que posiblemente no podría ser el que 28

En castellano en el original.

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desencadenó la redada de FantasmaTV. Mi boca funcionó, aunque no pude pensar en nada lo suficientemente inteligente como para decir que mereciera gritarlo por encima del zumbido eléctrico. Lisa respondió con algo mucho más largo que un simple sí o no. No escuché lo que era. Tampoco Dreyfuss. Encogió la palma de la mano alrededor de su oreja y gritó: —¿Qué? Ella sacudió la cabeza con tristeza, luego se armó de valor y gritó: —No te puedo decir nada de Vic. —Tienes que estar bromeando, —grité. Estaba bastante seguro de que no había hecho nada malo, y obviamente ella podría hacer una excepción al sí-no, si era para exonerarme. La agarré por el hombro y la sacudí, y destellos azules estáticos bailaron alrededor de su abrigo de lana. —¡Díselo! No hice nada. O, al menos, no era mi intención. Lisa miró de mí a Dreyfuss y me volvió a mirar. Su frente estaba arrugada. Debería haber parecido divertido con su cabello flotando a su alrededor, pero no lo hizo, ni un poco. Deseaba estar al tanto de lo que ella misma se estaba preguntando, pero supuse que tendría que ser un telépata para escucharlo. Suerte la mía. Solo veía gente muerta. ¿Realmente ella retendría algo que limpiaría mi nombre solo por demostrar un punto, o me estaba protegiendo? Ya sea que haya hecho algo o no, no quería que Lisa cayera por mis errores. Repetí: —Díselo. Me miró fijamente, sus ojos oscuros se clavaron en mí durante un largo momento, luego se volvió hacia Dreyfuss y dijo: —No. No fue él. Dreyfuss gritó:

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—Alguien le dijo a la alta gerencia sobre las FantasmaTVs. Y exactamente donde estaban guardadas. —Oh, vamos, —grité, —mucha gente lo sabe. Dreyfuss sonrió sombríamente. —En realidad no. Solo un puñado de personas conocía el equipo en mi oficina. Y yo era uno de ellos. Fantástico. En mi defensa, no tenía ni la menor idea de que era tan importante. Él me había dado un equipo, después de todo... aunque también me había dado una advertencia de que era mejor que no lo comentara. ¿Y qué si sabía que él cerraba el aparador de la TV? Cerraba su maldito refrigerador también. Lisa trató de empujar a Dreyfuss hacia la puerta. —Han conseguido a por lo que vinieron, —dijo ella. —Se han ido ahora, no están escuchando. No necesitamos hacer esto. Dreyfuss y yo estábamos demasiado ocupados teniendo nuestro propio enfrentamiento para preocuparnos por algo tan mundano como el campo eléctrico que nos atacaba. Ambos nos quedamos quietos y tratamos de mirarnos uno al otro por encima. —Otras personas lo sabían además de mí, —insistí. Richie y Carl debieron haberlo visto en algún momento, no sabía absolutamente nada de Carl, pero siempre es mejor vigilar a los tranquilos. Tal vez Bly, también. Y luego estaba la Doctora Santiago, que podría haber tenido algún tipo de rivalidad con el Doctor K que no conocía, una rivalidad en la que se beneficiaría saboteando su trabajo... aunque incluso mientras pensaba en ese escenario, supe que me estaba agarrando a un clavo ardiendo. Todas esas personas debían haberla visto en algún momento. Todas esas personas, además de Dreyfuss, y yo... y Laura.

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Mi instinto quería confiar en Laura Kim, pero mi instinto demostró estar espectacularmente equivocado en numerosas ocasiones. La idea de sugerir que Laura era la culpable me enfermó. Especialmente cuando no podía atenuar la acusación con un tono de disculpa. No, tendría que gritarlo en toda su fea gloria, y me di cuenta de que no estaba dispuesto a hacerlo. No sin pruebas definitivas. Aun así, sentí la necesidad de desviar la culpa de mí mismo, porque aunque Lisa acababa de transmitir la bendición del sí-no para mí, Dreyfuss parecía que no se estaba tragando mi inocencia. Lisa dejó caer el brazo, se apartó de él y se detuvo en la puerta. Ella me miró, rogándome con los ojos que dejara la habitación que zumbaba y crepitaba con ella. Pero yo tenía un punto que hacer. —No soy el único que lo sabe, —insistí. —La cosa no se instaló sola en tu aparador. —No, el Doctor K la puso. ¿Así que saboteó su propio proyecto? —Lo único que digo es que lo que ha sucedido esta mañana podría haber estado en marcha mucho antes de que yo pusiera un pie en este lugar. —No, —intervino Lisa. Demasiado para esa discusión. Parecía un poco aturdida, como si no hubiera esperado que el sí-no se derramara en ese preciso momento. Pero ahora que lo había hecho, su flujo interno de preguntas pasó por su mente. —Sucedió mientras estabas aquí, Vic. Esta semana. Conoces a la persona que es responsable. Una mujer. Es una mujer. Sentí que la sangre se drenaba de mi cara. —No Laura Kim, —Lisa gritó. Podía verlo en sus ojos, ella estaba tan aliviada como yo por el hecho de que el sí-no finalmente estuviera tomando una postura firme sobre Laura. —Entonces es Santiago, —dije. —Nunca confié en ella.

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—No Santiago, —espetó Lisa, presionando su hombro con impaciencia contra la puerta. —No hay otra mujer allí —dije. —A menos que estés hablando de alguien que vi de paso, en el comedor o en el salón. —No, la conoces. Hablaste con ella. ¿Dónde…? ¿En el comedor? No. En la oficina de Con. Corrí hacia atrás la cinta en mi mente e intenté averiguar a qué se refería. Los pensamientos sobre el exorcismo y el chapucero rosario trajeron recuerdos de repetidores y medusas. Supuse que era posible que las medusas fueran hembras, y charlé con ellas, incluso si fue solo para decirles que salieran a la carretera. Tal vez eran algo más que demonios-de-hábito. Tal vez eran algún tipo de dispositivo de espionaje. Pero si fueran capaces de llevar información a los superiores de Dreyfuss, ¿quién demonios lo recibiría en Washington? Incluso si tenían un psíquico hasta arriba de psi-activos interpretando el mensaje, lo único que podían hacer las medusas era ondular. No eran lo suficientemente sensibles como para mantener una conversación. No como… Cerré los ojos y me balanceé sobre mis pies. No como la Doctora Chance. Encaja, todo encaja. Una mujer que conocía. En la oficina de Dreyfuss. Enfadada con el Doctor K y segura de que él se estaba preparado para arrebatarle un Nobel por su FantasmaTV. —¿Es Chance? —Pregunté débilmente. Su nombre fue tragado en nuestro escudo de ruido. Necesitaba aclararme, aunque eso significara admitir que había estado conteniendo la mayoría de lo que sabía. Si la doctora muerta había logrado encontrar la manera de cobrar su venganza, necesitaría toda la ayuda que pudiera obtener. Me preparé y grité: —Es la Doctora Chance.

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Dreyfuss se puso pálido. Lisa cerró los ojos, respiró para tranquilizarse, agarró la mano de Dreyfuss y dijo: —No diré una palabra más hasta que ambos salgáis.

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Capítulo 27 La Avenida Grand estaba muerta en la brecha entre la hora punta de la mañana y el almuerzo. Aunque el viento era amargo y el aguanieve azotaba nuestros rostros, fue un enorme alivio escapar del zumbido eléctrico de la cabaña de servicios públicos húmeda y de techo bajo y deslizarse de regreso al mundo real, aunque esa realidad se sentía un poco endeble ahora que yo había integrado tantos conceptos nuevos y temibles en tan poco tiempo. Mis oídos aún sonaban por el zumbido, y trabajé mi mandíbula con la esperanza de hacer que mis tímpanos se flexionaran y sacudieran el zumbido residual. Podríamos hablar libremente ahora, ya que el sí-no nos aseguró que nadie estaba escuchando, y aunque fue un alivio dejar de gritar por el ruido, no fue un alivio escuchar que la Doctora Chance fue realmente la que le habló a Washington de las FantasmaTVs. —Una cosa que te pedí, —murmuró Dreyfuss. —Una maldita cosa. Ocuparte de Chance. —No hubo ningún momento. La estaba sintiendo, luego se irritó y se fue. No la he visto desde entonces, y lo intenté. —Te he visto intentarlo, Bayne. Intentas hacer las cosas que te dignas hacer, como eliminar a esos repetidores de mierda sobre mí. Lo intentas hasta que vomites. ¿Pero cómo de duro realmente trataste de encontrar a Chance? No respondas. Estoy seguro de que a

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estas alturas ya has racionalizado que eres un buen tipo y estás convencido de que realmente lo diste todo. Lisa tomó a Dreyfuss por el codo y murmuró: —Hoy no has comido nada. —Él negó con la cabeza con disgusto. —Cariño, necesitas comer o te enfermarás. Necesitas tu cabeza en el juego ahora mismo. El carrito de batidos que Richie había descubierto estaba a menos de una manzana de distancia, y Lisa le tenía el ojo puesto. El anciano que manejaba el carrito estaba envuelto en ropa de invierno con su aliento corriendo lejos de él en una nube. No es exactamente el mejor incentivo para probar una bebida fría. Aun así, era rápido, se podía llevar y estaba disponible, por lo que los tres fuimos en tropel al carrito. Mientras observábamos el remolino de mango de fresa de Dreyfuss batiéndose en la licuadora, traté de encontrar una manera de explicarme, afirmar que había hecho lo que creía que era lo correcto en ese momento. Excepto que no podía, porque ahora era obvio que debería haber estado menos preocupado por identificar a los repetidores y más preocupado por rastrear a Chance. Lisa ordenó un batido de plátano con chocolate para sí misma y luego me preguntó si iba a tomar uno. Aunque sabía que era completamente ilógico, y aunque podríamos ver al chico haciéndolos, lo rechacé. No podía pasar por alto la noción de Richie escupiendo en las bebidas. También había estado fuera de juego últimamente, malhumorado y rápido para ofenderse, y ahora estaba en casa enfurruñándose. ¿No lo estaba? —¿Richie tiene resaca de verdad esta mañana? —Le pregunté a Lisa. —No. —Así que está enfadado porque interrumpí su rosario.

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—No. —¿Quiere devolvérmela por Campamento Infierno? —No… ¿por qué preguntas? —Porque fui un gilipollas furioso con él… sí, lo sé, estás sorprendida. —No. Él no lo ve de esa manera. No. Qué alivio inesperado. Todavía me sentía culpable como el pecado, pero merecía llevar esa carga. Lo que importaba era que no lo había estropeado más de lo que lo hizo la mano del Destino. —Así que él está bien. Lisa ladeó la cabeza y frunció el ceño. —No. —Ella se sí-noeó29 en silencio por un momento, luego dijo: — No sé realmente lo que eso significa. Había tenido la sospecha de que algo estaba pasando. —Le haré una llamada rápida y veré qué pasa. —Saqué mi teléfono móvil y le pregunté a Dreyfuss: —¿Tienes su número? —Mi pequeña pantalla no se iluminó cuando abrí el teléfono. Suponiendo que estaba apagado, presioné el botón. Nada. Muerto. Dreyfuss presionó el botón de su teléfono inteligente unas cuantas veces, luego se guardó la cosa que no respondía en el bolsillo con un suspiro. —¿Puede el día empeorar? No contestes a eso, querida, es retórico. Esperemos que Laura pueda arreglarlo. ****

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El autor se inventa un verbo para la acción de preguntar al sí-no.

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—Como si mi mañana no fuera lo suficientemente estelar, —dijo Dreyfuss—, ahora he matado mi teléfono. —Arrojó el teléfono inteligente muerto sobre el escritorio de Laura. Golpeó con un estrépito. Puse el mío con cuidado al lado. —El mío también. —Lisa no necesitó unirse. Había dejado el teléfono en su auto, probablemente porque el sí-no le dijo que lo hiciera. Laura echó un vistazo a los teléfonos. —Odio preguntar qué estabais haciendo, —dijo ella, —pero supongo que necesito saberlo. —Los cables de alta tensión pueden o no estar involucrados, — Dreyfuss admitió. —Entonces, cruza los dedos. —The Fixer sacó una batería nueva de su escritorio, la cambió por la del teléfono de Dreyfuss, y he aquí que la pequeña pantalla táctil se iluminó. Él le cogió el teléfono. —¿Sólo era una batería agotada? ¿Cómo es eso posible? —No tengo ni idea, pero me pasó lo mismo la última vez que me hice una resonancia magnética. Aparentemente mi bolso estaba demasiado cerca de la máquina. —Ella abrió la parte trasera de mi teléfono y miró la batería. Si bien mi teléfono no es tan antiguo como mi coche, aún es un modelo barato. Soy tan duro con los teléfonos móviles como con las americanas, y como que termino en la tienda de teléfonos un par de veces al año y transfiero mis datos de un trozo de plástico aplastado, no invierto en nada sofisticado. —No tengo batería para esto, —dijo ella, —pero tengo un cargador. Dreyfuss, mientras tanto, estaba ojeando sus mensajes.

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—¿Cuántas veces me has llamado, Laura? Tengo que intentar descubrir nuestro próximo paso aquí, pronto, y odio pensar qué otra cosa se podría haber ido a la mierda mientras estaba fuera de alcance. —Es el agente Duff. Está siendo realmente raro... y realmente persistente. Está insistiendo en que salga del trabajo y vaya a su casa, pero no me dice por qué. —Probablemente quiere que le muestres cómo programar su nuevo mando a distancia, —dije, esperando que fuera algo tan simple como eso. Pero Lisa negó con la cabeza, no. Detrás de nosotros, el ascensor se abrió de golpe y sacó a Carl, el imperturbable asistente de Richie, que se veía mucho más animado de lo que nunca lo había visto. Captó al agitado grupo de personas alrededor del escritorio de Laura y se concentró en Con. —Agente Dreyfuss, realmente odio interrumpirte... —Es un momento fenomenalmente malo. —... pero el agente Duff está perdiendo los nervios. —No tengo los recursos para limpiarle el culo a Duff en este momento en particular. Ahora no. Hoy no. Con el aplomo de alguien que sabía cuándo elegir sus batallas, Carl se clavó sobre sus talones y dijo: —Trató de convencerme de que llevara a Laura a su casa. Por la fuerza. Esa revelación nos dio a todos una pausa, a pesar de la caída de la FantasmaTV. —¿Te mencionó por qué? —preguntó Dreyfuss con calma. —No. Pero me ofreció diez mil dólares por hacerlo. Dreyfuss consideró esa información, luego se volvió hacia Lisa. —Tengo la sensación de que todo está conectado, —dijo ella.

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Sensación. Cierto. Como la forma en que yo “siento” las cosas en compañía mixta cuando los fantasmas me dicen exactamente dónde están enterrados sus cuerpos. —¿Y qué hay de esos embargadores que nos han visitado hoy? — Dreyfuss le preguntó a Lisa. —¿Crees que él podría haberlos invitado a Chicago? —No lo sé. Tal vez Lisa no estaba dispuesta a confirmar o negar nada, pero Dreyfuss decidió que había encontrado su fuga. —Después de todo lo que he hecho por él, ¿así me lo paga ese cretino? Hijo de puta. Si hay algo que había esperado de Constantine Dreyfuss, era su capacidad para recuperarse de cualquier cosa con una sonrisa, un guiño y una broma inteligente. Nunca lo había visto tan enfadado fuera de lo astral, y ahora él soltaba cosas que normalmente guardaba para sí mismo. Verlo caer por el borde me hizo abrir mis grifos psíquicos y hacer que cayera mi luz blanca protectora. Ahora que Carl tenía la atención de su jefe, agregó: —Creo que el agente Duff vino el fin de semana también. Alguien pasó por mi escritorio, y nadie más tiene las llaves excepto él y yo. —Revisaré su tarjeta, —dijo Laura. Esperaba que Lisa usara el sí-no para ahorrar algo de tiempo, pero Lisa mantuvo la boca cerrada. O bien ella no quería transmitir el alcance de su clarividencia, o el sí-no, se estaba volviendo loco. —Estuvo aquí el sábado, —verificó Laura, — de 10:12 a 10:41. ¿Quieres que saque la vigilancia? Tardará unos minutos. —Hazlo, —dijo Dreyfuss. La vigilancia se había convertido en un gran dolor en mi culo. Pero cuando yo no era el sujeto de la mirada del ojo mecánico, tenía que

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admitir que era bastante conveniente tener un registro de exactamente lo que había pasado. Una vez que Laura sacó los archivos, observamos cómo Richie entraba en la oficina que compartía con Carl y procedía a revisar sistemáticamente un escritorio, luego el otro. —¿Qué está buscando? —se preguntó Laura en voz alta. Y sea lo que sea, ¿por qué no sabría en qué escritorio estaba? ¿El suyo o el de su asistente? Por otra parte, estábamos tratando con Richie. A menos que hubiera una estadística de fútbol adjunta, no se preocupaba por los detalles. En la pantalla, Richie aplastó un folleto en uno de los escritorios, luego sacó una nota adhesiva de un cubo y anotó algo en ella. —¿Es eso el directorio telefónico interno? —Preguntó Dreyfuss. —Lo parece, —dijo Lisa. Lo que entendí fue que definitivamente lo era. —De mi escritorio, —dijo Carl. —Ese es mi escritorio. Tomé nota mental de no tocar nunca nada de Carl sin preguntarle primero. Richie sacó un pañuelo de papel de un dispensador en el escritorio, golpeó la caja torcida y se sonó la nariz. —Eso fue lo primero que noté que estaba movido. Luego fue y puso la libreta de nuevo en el cajón inferior… oh, misericordia, sus manos con gérmenes estuvieron sobre mi escritorio. Cada cajón y pomo. —Mira sus registros telefónicos, —le dijo Dreyfuss a Laura. —Móvil y línea fija. —Ya estoy en ello. Pero incluso si él fue el que llamó a Washington, ¿qué es lo que quiere conmigo?

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Dreyfuss se volvió hacia mí. Su cabello estaba libre de su goma, los pliegues a cada lado de su boca eran profundos, y sus ojos color avellana parecían estar en el extremo de ver demasiado. —Lo conoces mejor que nadie aquí. Quiero que vayas a comprobar esto. Nunca aceptaste hacer ningún trabajo de campo por mí, y no puedo ordenarte, pero te lo estoy pidiendo. ¿Creía honestamente que yo era lo suficientemente estúpido como para decir que no? —Sí, yo... está bien. Sí. —No sin respaldo. Laura, trae a Bly, Santiago y Marks aquí arriba. Eso debería ser suficiente potencia de fuego para averiguar cuál es su asunto. Laura pulsó un botón. —El teléfono del Agente Marks se dirige directamente al buzón de voz. —Pasó del teléfono al teclado y tecleó una serie de comandos que mostraron un mapa en un cuadrante de su monitor. Unas pocas pulsaciones de teclas y un punto rojo en movimiento apareció en los esquemas. —Está en el edificio. Su rastreo casual de Jacob me dio un escalofrío. Ya no necesitaba preguntarme si me estaban siguiendo o no, pero cómo. ¿Seguiría apareciendo mi punto, debería importarme que el FPMP me buscara, o había interrumpido el campo electromagnético lo que fuera que estuviera transmitiendo mi señal? —En realidad, —dijo Laura, —parece que ya está en camino. Jacob entró en el vestíbulo del quinto piso y dirigió una mirada de calma a todos en la sala. Mi sistema suprarrenal ya estaba en el nivel de amenaza naranja al ver a mi compañero aparecer en un sistema de seguimiento. Como si eso no fuera suficiente, había algo más, algo en su comportamiento que hizo sonar mis señales de advertencia. Sus

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hombros estaban cuadrados, su paso era resuelto y sus ojos eran intensos. Sí, su porte es normalmente asertivo, pero ahora tenía una rigidez brusca que se sentía intimidante. Confié en él con todos nuestros juegos de poder semi-serios en el dormitorio, y su lenguaje corporal actual me asustó un poco, así que casi no podía imaginarme lo formidable que debía parecer a todos los demás. Jacob cortó a través de la multitud, dirigiéndose directamente hacia Laura. Cuando llegó a su escritorio, sacó una bolsa de pruebas de plástico de su abrigo, una bolsa que contenía una pistola. Sin decir palabra, dejó el arma en el centro de la mesa de Laura y la miró. Ella le devolvió la mirada, sin comprender. Todos lo hicimos. El momento se alargó, silencioso, incómodo, insoportablemente largo, hasta que finalmente Dreyfuss dijo: —Bueno, me rindo. ¿De qué va esto? —Un equipo acaba de sacar esta Sig de un puerto deportivo aguas abajo del Centro Correccional Metropolitano. Una vez que balística realice sus pruebas, confirmarán que disparó la bala que mató a Roger Burke. Si esa era el arma homicida de Jacob, pensarías que parecería más feliz de tenerla en su poder. Un infierno de mucho más feliz. Aunque era cualquier cosa menos feliz. Y él estaba mirando fijamente a los ojos de Laura con una intensidad insoportable mientras explicaba sobre el arma. Ella también le devolvió la mirada, pero no de una manera desafiante. Más como si no pudiera imaginar por qué Jacob le estaba hablando sobre la Sig Sauer en la bolsa de plástico. Jacob bajó la voz y le dijo a Laura: —Está registrada para ti.

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Laura se echó a reír, un solo sonido extraño que era casi un sollozo, porque era dolorosamente obvio que Jacob no estaba bromeando, y dijo: —Esa no es mi arma. —Jacob no dijo nada, nadie dijo nada, y Laura insistió: —Mi arma principal está justo aquí, —ella revisó el cajón de su escritorio para asegurarse, —y nadie puede llegar a mi equipo auxiliar excepto yo. —No estuve dragando el río al azar, Laura. Lo localicé con rastreo GPS. Tu rastreo GPS. —Tiene que haber algún error, —continuó Laura con una expresión frenética en su voz normalmente imperturbable. —Guardo mi arma de respaldo en una caja de seguridad, y no la he abierto desde Navidad. Mientras Laura giraba hacia su teclado para recuperar más discos, Jacob dijo: —El video de vigilancia te muestra visitando un depósito de cajas de seguridad aproximadamente cuarenta y cinco minutos antes del disparo. Las manos de Laura comenzaron a temblar tan fuerte que su escritura se volvió descuidada. Una pizca de puntos al azar iluminó el mapa, y ella golpeó el teclado con frustración. —¿Cómo podría haber ido al banco? ¡Estaba tendida de espaldas con la peor migraña de mi vida! —Bueno, niños, —dijo Dreyfuss, —que todo el mundo se calme. No saltemos a ninguna conclusión apresurada. —Se inclinó sobre el escritorio y recogió la bolsa de pruebas por una sola esquina. El arma colgaba pesadamente de su agarre de dos dedos. —Laura, desvía los teléfonos a la centralita y reúnete conmigo en mi oficina con la Doctora Santiago.

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Los ojos de Laura se abrieron de par en par y se volvió del color de la tiza. —¿Me vas a interrogar con una telépata? —Necesitamos averiguar cómo tu arma estuvo involucrada. Eso es todo. Aunque las palabras se entonaron de manera tranquila y razonable, realmente no me las tragué. No estoy seguro de que ninguno de nosotros lo hiciera.

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Capítulo 28 El cargador de coche de Bly no parecía que encajara, pero lo clavé en el agujero unas cuantas veces solo para estar seguro. Nada bien. Me guardé el teléfono descargado. Delante de mí, el propio Agente ajustó su retrovisor. Eché un vistazo a sus pálidas lentes de contacto grises y aparté la mirada. Francamente, me hubiera gustado que se hubiera quedado en el FPMP para la disección de Laura. No por el bien de Laura... ya era bastante malo que la Doctora Santiago le violara en el cerebro. Por mi propio bien. Egoísta, lo sé. Hubiera preferido trabajar solo con Jacob. ¿Y qué si Bly conocía el camino? Para eso es el GPS. Simplemente no me gustaba estar en un coche con alguien que podía leer mis emociones, ya que las emociones eran imposibles de camuflar con tablas de multiplicar y canciones sin sentido. Prometí tratar de controlar mis sentimientos de todos modos, aunque me distrajera, por decir poco. Siempre pensé que ser un Tieso era mucho más útil de lo que todos nos dábamos cuenta, y este era un buen ejemplo. Al menos uno de nosotros podría ocultar su vida interior a Bly. Con suerte, la mía estaba lo suficientemente desordenada como para poder atribuirlo a mi estado perpetuo de ansiedad nauseabunda.

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Jacob estaba sentado en el asiento del pasajero junto a nuestro compañero empático no deseado, dibujando una línea de tiempo de Richard Duff en su libreta. —¿Cómo te pareció el agente Duff en la prisión? —Preguntó Jacob. Bly se encogió de hombros. —Es una prisión. Estaba estresado, como todos los demás. Adiós a la comprensión empática. —Mira, —dijo Jacob, —mi ex compañera es una telépata. Si entrara en esta situación con ella, estaría recibiendo algún tipo de lectura útil de ella. Podrías intentar hacer lo mismo. Estoy seguro de que Bly no apreció que Jacob lo desafiara, y me alegré de no haber sido quien hubiera tenido que hacerlo. Bly apretó los dientes y condujo en silencio hasta que nos detuvimos en una calle lateral y él metió la parte delantera en un lugar de estacionamiento. Mientras apagaba el motor, dijo: —Si le preguntas qué quiere con Laura, se le ocurrirá algún tipo de mentira. Necesitas hacer sugerencias. Tal vez estaban planeando algo juntos. Tal vez él la iba a chantajear. Diablos, tal vez pensó que podría retenerla por un rescate. Pregunta cualquier cosa que se te ocurra, y me tocaré la barbilla si recibo un acierto. No era para nada como la forma en que Carolyn trabajaba, pero si alguien podía manejar el cambio en el procedimiento de operación, era Jacob. No estaba seguro de cómo esperaba que se viera la casa de Richie, pero cuando observamos la casa de piedra rojiza de dos pisos, todo lo que pude pensar fue que se veía perfectamente normal. La propiedad estaba bien mantenida, por lo que podía decir debajo de la nieve vieja, de todos modos. Su buzón lucía un logotipo de los Bears. Su Lexus marrón estaba aparcado en el camino de entrada.

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Todas las persianas estaban bajadas. Mencioné las persianas, y tanto Jacob como Bly inconscientemente movieron sus fundas. Bajamos del coche y nos acercamos a la entrada. Tal vez Dreyfuss nunca le había entregado a Richie un arma de servicio, pero eso no significaría necesariamente que no tuviera un arma. Puede que nos costara tratar de esquivar a Richie lo antes posible, ya que no tenía mucha visión periférica a su disposición gracias al Síndrome del Alcoholismo Fetal. Al menos yo no estaba al frente y en el centro. Bly había estado en la casa de Richie antes, jugando al pinacle, nada menos, por lo que se ofreció como voluntario para tomar contacto. Estuve feliz de dejarlo. Bly tocó el timbre. Esperamos. Richie gritó desde algún lugar en el interior: —¡Déjalo en la parte de atrás! —Y luego, silencio. Bly volvió a llamar. Pasos resonantes. ¿Un andar saltarín? Tal vez un andar saltarín muy enojado. —He dicho, déjalo en la... —La puerta se abrió, solo hasta la cadena de seguridad. —¿Agente Bly? Creía que eras otra persona, el repartidor de FedEx, es un inútil. —La puerta se cerró y la cadena se sacudió mientras él gritaba a través de la madera. —¿Está Laura contigo? —Ella no ha podido venir. La necesitan en la oficina. —Pido una cosa simple... —la puerta se abrió de golpe y Jacob y yo nos apartamos, ya que, por lo que sabíamos, él había estado preparando una semiautomática. Pero parecía que realmente fue solo la cadena de la puerta lo que lo había atrapado y él estaba con las manos vacías. Se giró para mirar a Jacob en una especie de movimiento de giro que era todo cabeza y hombros, y luego a mí. Su rostro se iluminó y dijo: —¡Detective Bayne!

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Él no se ofreció a estrechar la mano esta vez. Por lo cual me sentí aliviado. —¿Podemos entrar? —dijo Bly. Richie se giró para mirar a Bly, luego a mí, luego a Jacob, y luego a mí otra vez, aprovechando su dulce momento para formular su respuesta. Finalmente, dijo: —Claro... pero está un poco desordenado. Estoy justo en medio de una reparación. La casa de piedra rojiza tenía un vestíbulo pequeño, lo suficientemente grande como para colgar un abrigo, que conducía a una sala de estar/comedor combinados. La alfombra era de color beige, las paredes estaban empapeladas en neutros aburridos, y los muebles... bueno, difícil de hablar sobre los muebles. Cada centímetro cuadrado de superficie estaba cubierto con trozos de electrónica. —Mi televisión está defectuosa, —explicó Richie. —Probablemente estaba en garantía, —dijo Bly. —Es igual... ¿puedo daros algo de beber? ¿Té? ¿Café? Jacob y Bly se negaron, pero yo dije: —El café está bien. —Me imaginé que cuanto más nos quedáramos, más simpáticos nos las arregláramos para actuar, más probabilidades tendríamos de que Jacob pudiera deslizar algunas preguntas sobre Laura Kim y descubriríamos exactamente qué fue lo que envió a Richie a las profundidades, y por qué fue vencido por la urgente necesidad de verla. Lo primero es lo primero: tenía que asegurarme de que Richie no escupiera en mi taza. Lo seguí a la cocina. Estaba hecha de cromo y granito, cara y, de nuevo, monocromática y sin brillo. La mesa de la cocina estaba

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dominada por un ordenador portátil y una impresora, ambos nuevos, a juzgar por las cajas correspondientes apiladas cerca del cubo de basura al lado de la puerta trasera. El cubo de basura desbordante... que tenía un trío de cajas de cereales sobresaliendo de la parte superior, procesado con cosas azucaradas que harían que incluso un niño de cinco años se estremeciera. Él debió haber sabido que yo estaba en la patrulla-de-escupitajo. Fue muy solícito cuando me acompañó a la nueva y brillante cafetera, incluso intentando deslizar un brazo a mi alrededor... lo cual evité. Porque, puag. Era Richie. Y estaba actuando fenomenalmente espeluznante. Llamar diciendo que estaba enfermo, desarmar su nueva televisión, actuar como un monstruo... Todo debía estar unido, pero ¿cómo? Mi mejor suposición sería que Richie era bipolar (tal vez el FPMP ya lo sabía, o tal vez la condición no había sido detectada debido al Síndrome del Alcoholismo Fetal) y en ese momento estaba en plena fase maníaca. Eso es lo que todos los “proyectos” y la juerga de compras me sugerían, de todos modos. He conocido muchos bipolares y los he visto en ciclo, sin embargo. El lenguaje corporal de Richie era terriblemente tranquilo para alguien en fase maníaca. Aparte de las cosas normales, como los botes y las toallas de papel, la encimera estaba abarrotada con un montón de herramientas que no podía nombrar: medidores, cables y elementos eléctricos. La luz de trabajo montada en el gabinete estaba encendida, brillando hacia abajo en el engranaje. Richie lo barajó como si estuviera jugando al Monty de tres cartas30. Se volvió hacia mí con un bote de receta en la mano. 30

Monte de tres cartas, también conocido como Find the Lady y Three-card Trick, es un juego de confianza en el que la víctima, o "marca", es engañada para apostar una suma de

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—¿Quieres un Xanax? Espera, ¿qué? —No. Gracias. —¿Estás seguro? Te hacen sentir muy bien. Sorprendentemente, ni siquiera tuve la tentación de tomar uno y guardarlo para más tarde. —El café está bien. De verdad. —Pensé que te gustaban las pastillas. —Mejor no. Estoy... en horario laboral. Se encogió de hombros, se volvió hacia el armario junto al fregadero y dijo: —Eres el alto. ¿Puedes bajarme el café? La música clásica estaba sonando de fondo, me di cuenta, y su tono era inquietantemente coqueto. Hice todo lo posible para bloquear la idea de que él realizara una investigación de Brokeback Mountain durante el fin de semana y decidiera que podría ser ho-mo-sexual, pero la imagen mental inundó los ojos de mi mente de todos modos. —Deja de ser raro, —le dije mientras el viejo Hardcore Vic levantaba su cabeza a la defensiva. —Puedes alcanzarlo perfectamente bien desde allí. Su sonrisa vaciló, luego se ensanchó más que antes. Pero no llegó a sus ojos. Puso el café en la encimera, se abalanzó hacia mí y me dijo: —Será mejor que lo hagas tú mismo. Así está justo como te gusta. Como prefería mi café libre de escupitajos, pensé que era una buena idea. Mientras él llenaba la olla con agua, encontré los filtros y tiré una cantidad aleatoria de café en la canastilla. También aspiré un montón de luz blanca, suficiente para hacer que mis oídos suenen y dinero, asumiendo que pueden encontrar el "dinero Carta "entre las tres cartas boca abajo. Fuente: Wikipedia.

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mis manos se enfríen. Aunque intelectualmente sabía que sus problemas mentales no podían migrar hacia mí, todavía me sentía mejor con una fuerte barrera psíquica entre nosotros. Estaba tratando de colocar la canastilla cuando escuché a Jacob ladrar: —¡Suéltalo! —Me estremecí tan fuerte que envié el café por el aire, y me cayeron granos molidos como un granizo. Un chorrito de agua me golpeó por un costado, y la jarra cayó al suelo y se rompió. Me di la vuelta para encontrar a Bly en la puerta con su arma desenfundada y Jacob tirando a Richie boca abajo sobre la mesa de la cocina. —No te muevas, —me gritó Bly. A mí. Cabrón. —¿Qué diablos crees que estaba haciendo? —contesté bruscamente. —Vic, quédate quieto —gritó Jacob —y su tono, me di cuenta, no era mandón en absoluto. Estaba asustado. —A tu derecha, —dijo Bly. —Cable de alta tensión. No te muevas. Oh. La longitud del cable eléctrico yacía en el suelo donde Richie lo había dejado caer: no crujía, ni tenía chispas, nada que indicara que era un peligro potencial. Sin embargo, vi que el extremo opuesto estaba claramente enchufado. El extremo comercial donde normalmente se adjuntaría un electrodoméstico estaba desnudo, tres cables de cobre con aproximadamente dos centímetros y medio de blindaje de goma retirado. Y allí estaba yo, empapado, de pie en un charco, tal vez a un paso de distancia de las puntas expuestas. Bly cogió un agarrador de la cocina y sacó el enchufe, luego tiró del cable para que estuviera a salvo. —Vale. Estás bien.

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Jacob, mientras tanto, intentaba someter a Richie sin romper esos pequeños brazos flácidos. —Cálmate —dijo Jacob—, simplemente cálmate, y nadie saldrá herido. Bly miró a Richie, se concentró, y Richie se quedó quieto y luego se relajó gradualmente. Tal vez Einstein acababa de intentar electrocutarme... pero me asustó la forma en que una sola mirada empática lo había dejado laxo tan efectivamente como una botella de Xanax. Volví a duplicar mi luz blanca en caso de que Bly decidiera que tal vez también necesitaba calmarme por la fuerza. Con el lado derecho empapado, ahora estaba muy consciente de los componentes electrónicos desmontados que me rodeaban. Haciendo todo lo posible por mantenerme solo, me acerqué a la mesa y miré a Richie. Estaba tan relajado que sus cuerpos sutiles habían sido liberados. El borde de su cabeza estaba fuera de registro. Parecía ligeramente doblado a su alrededor, como si su contorno hubiera sido mal impreso. —¿En qué estabas pensando? —le pregunté. —Era una broma, —dijo, —solo una broma. Como el aparato que da corriente cuando te dan la mano. Je, je. Bly sacudió la cabeza en desacuerdo, aunque con la cara hacia abajo, Richie no podía verlo. —Vamos, —dijo Richie cuando Jacob le colocó las manos detrás de él con una esposa de vinilo. —¿No puedes tomar una broma? En el momento en que Jacob soltó sus manos, el cuerpo astral de Richie se onduló. Lo que sea que Bly hubiera hecho con su poder empático, dejó a Richie luchando por contenerse. Las puntas de sus dedos se deslizaron más allá de sus dedos físicos sin la mano de Jacob

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para sostener los cuerpos todos juntos. Necesitaba reducir la situación, pero ¿qué podía decir? —Vamos a calmarnos todos, —comencé... y luego vi que las yemas de los dedos que sobresalían de los rechonchos de Richie eran demasiado afiladas, las uñas estaban demasiado limpias para ser suyas... demonios, su risa ni siquiera sonaba bien, y me di cuenta de que el cuerpo sutil dentro de Richie no era Richie en absoluto. Los televisores desmontados y la música clásica de repente tuvieron mucho más sentido. La persona tan desesperada por ver a Laura Kim no era Richie, era Jennifer Chance. Mi cabeza se tambaleó mientras trabajaba de nuevo hasta la última vez que Richie había sido su persona alegre, amante de los Bears. Chance debió haber estado viajando por el cuerpo defectuoso de Richie durante días, sufriendo de sus malos hábitos alimenticios y su visión de túnel. Ella debía estar ansiosa por un vehículo mejor. Como un médium sin entrenamiento, Laura Kim no tenía experiencia en controlar sus cuerpos sutiles. Su caparazón físico también encajaría mucho mejor que el de Richie. Pero si Laura no estaba disponible, me di cuenta con un estremecimiento, Chance estaba dispuesta a conformarse conmigo. Bly me echó otro vistazo cuando la revelación sacudió mi mundo, pero no era un telépata. Obtendría la esencia, pero no los detalles. Incluso el empático más fuerte del mundo no se daría cuenta de los detalles de lo que sabía, solo el hecho de que acababa de tener un gran momento. En este caso, una forma de transmitir los detalles hubiera sido extraordinariamente útil. Es difícil de transmitir “tenemos que evitar que Chance se deslice dentro de mí mientras la salo” con una mirada significativa. Tuve que conformarme con batir mis manos en un gesto de "mantenedlo quieto", y me concentré en mi parte de la operación: el exorcismo.

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Abrí mi llave interna al máximo, inundándome de luz blanca, y agarré mi sal... aunque antes de que tocara mi bolsillo vacío, recordé que la había usado toda esta mañana. Bien. Necesitaba sal, pero por suerte estaba de pie en la cocina. No hay problema. Comencé a manosear los armarios. Al parecer, el verdadero Richie no es un gran cocinero. Mientras Jacob guarda vasijas de sal marina granular con sus hierbas y especias, lo más cercano que vi en la cocina de Richie fue una coctelera de sal de palomitas de maíz con sabor a mantequilla. Aunque se sabía que trabajaba con un equipo dudoso, no quería arriesgarme a dejar que Chance flotara libremente porque el sabor de la mantequilla sintética estuviera contaminando mis suministros. Cavé un poco más, no es que esperara encontrar un frasco grande de mirra escondido detrás de la mezcla de especias para la barbacoa y la mezcla de chocolate caliente salpicada de malvaviscos. Busqué salvia, canela, albahaca, todas las cosas comunes de la despensa que tenían buenas vibraciones para el trabajo esotérico, pero no había nada básico o sencillo para ser encontrado. Me metí la mano en el bolsillo e intenté invocar sal etérea, pero con el corazón acelerando a un kilómetro por minuto, no pude cambiar la luz blanca del modo de protección a una capacidad más creativa. El intento hizo que el dolor atravesara mi cabeza, un dolor enfermizo que me advirtió que sería mejor que me vigilara. Tal vez la sal de la acera funcionaría. Puede que no sea exactamente lo mismo que la sal de mesa, pero estaba mucho menos adulterada que cualquier otra cosa en los armarios de Richie. —Que todo el mundo se quede quieto, —dije, mirando de Jacob a Bly con la esperanza de que pudieran mantener la situación intacta el

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tiempo suficiente para que yo preparara el exorcismo más improvisado del mundo. Salí disparado hacia la puerta principal y encontré un saco medio vacío de algo llamado Paso Seguro... que no me pareció muy prometedor. Escaneé el embalaje. ¿Magnesio? Oh, oh, eso no sonaba bien. Metí la mano en la bolsa, mientras volvía a la cocina, Chance dijo: —Al menos desatadme las manos, —a través de la boca de Richie. —Tengo la mitad de vuestro tamaño, ¿qué tipo de amenaza podría plantearos a vosotros dos? —Es para tu protección, así como la nuestra, —dijo Jacob, mientras yo recogía un puñado de Paso Seguro y dirigía un gran rayo de luz blanca hacia él. Sin reacción, nada. Niente. Cremallera. Dejé el Paso Seguro en el suelo y me limpié las últimas bolitas de mi palma húmeda. Dejó una franja de color blanco grisáceo en la parte delantera de mi abrigo de lana negro. Richie probablemente era dueño de un equipo de exorcismo real en algún lugar, y probablemente podría utilizarlo, incluso si fuera híper-católico, pero a menos que tuviera un gran letrero de neón que dijera Fantasma-Vete, no había forma de que lo encontrara antes de que Chance me notara y abandonara el cuerpo de Einstein. Me deslicé de nuevo a la cocina y me dirigí a la sal de palomitas de maíz. —Vamos, Marks, me estás dislocando el hombro, —se quejó a través de Richie. —Le voy a decir a Dreyfuss que vosotros, idiotas, me habéis tratado como a un criminal común. No estoy seguro de si ella realmente sentía el dolor de Richie, o si estaba inclinándose para liberar un par de manos físicas. Sus brazos fantasma estaban más o menos alineados con los de Richie, por lo

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que, o bien estaba anclada en Richie, o se mantenía a la fuerza para evitar que su personalidad se reafirmara. Mi mejor conjetura era que ella podría irse cuando quisiera. —Creo que estaría bien quitarle las esposas, —dije, haciendo todo lo que pude para decirle a Jacob con los ojos que me siguiera la corriente. Necesitaba que Chance se quedara en Richie, al menos por el momento, y me preocupaba que ella renunciara al cuerpo físico si lo físico era demasiado doloroso. —Como él ha dicho, era solo una broma. Nuestras bromas tienen historia… siempre nos gastábamos bromas el uno al otro. No ha pasado nada. Jacob alcanzó un par de tijeritas de la encimera... y Bly las tiró. —Lo voy a llevar. —Espera, aguarda...—dije, pero Bly me pasó por alto. —Por la protección de todos. —Levantó el cuerpo de Richie por el brazo y lo forzó hacia la puerta. Sin ninguna forma de pasar por ella los tres juntos, Jacob lo soltó. Fue como doble visión, pero solo por una fracción de segundo. Tan pronto como el cuerpo de Richie fue sacado de las garras de Jacob, Jennifer Chance salió disparada, translúcida, arrugada y desorientada. Se estremeció y giró sus hombros como si acabara de despertarse de una siesta insatisfactoria con un crujido en su cuello, y luego se giró y me miró directamente. Conmoción: el cuerpo de Richie cayó como un saco de ladrillos cuando Chance fue expulsada, pero no podía preocuparme por eso mientras Chance estaba suelta. La mirada en sus ojos espectrales activó todas mis campanas de advertencia, la mirada de alguien que ya no tiene nada que perder. Arrebaté de la encimera la sal de palomitas de maíz, pero me quedé corto. Se inclinó sobre el costado y rebotó en el suelo, y una dispersión de componentes electrónicos llovió sobre ella. Desesperado, tomé un

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trago de luz blanca y me acerqué cuando ella preparó los hombros y se abalanzó hacia mí… y entonces lo único que supe fue la conmoción cerebral de un ser espectral golpeando mi pecho. En el impacto, aspiré la luz blanca en mi membrana protectora. Mi visión periférica brilló y mis rodillas se debilitaron por la fuerza del impacto, por el flujo repentino de energía psíquica, o por ambos. Sin embargo, sabía que seguía siendo yo, y solo yo. Y mientras más golpeaba su espíritu contra mi condón de luz blanca, más segura mi barrera crecía. Fue como la primera vez que aparqué en paralelo sin golpear el bordillo. No garantizaba que cada trabajo futuro de aparcamiento fuera perfecto, pero me dejó una idea bastante clara de cómo debería sentirse cuando lo hacía bien. Era imposible mantener una imagen visual de Chance. Ella había aumentado su transparencia espectral de alguna manera, y la vi como una superposición al melodrama que estaba sucediendo en la puerta de la cocina, Richie estaba tendido en el suelo con Bly despejando su vía aérea. Jacob estaba en el acto de sacar su teléfono cuando el asalto de Chance me golpeó en la nevera. Jacob abandonó a Richie y se dirigió hacia mí. Él solo quería ayudar, lo sabía en mis entrañas, pero no quería arriesgarme a que la idea de Jacob de “ayudar” se tradujera en él, robando mi luz blanca y dejando mi plexo solar abierto a una invasión hostil. —Para, —le grité, a él, a Chance, e intenté agarrar un brazo fantasmal. Si pudiera agarrarla, esperaba, tal vez la mantendría alejada del brazo para que no pudiera colarse. Mi mano pasó por su brazo como un tenedor por la gelatina. Jacob se detuvo, luego siguió viniendo, —necesito la luz, —espeté, y agarré a Chance otra vez. Esta vez, sin embargo, hice un pequeño ajuste en mi funda protectora,

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cambiando la membrana desde fuera de mi cuerpo etéreo a justo debajo de él. Agarré otra vez, y esta vez atrapé algo. Jacob, mientras tanto, me había tomado literalmente. Encendió una lámpara de trabajo que estaba sujeta al borde de la mesa de la cocina, y giró la fuerza de la bombilla de cien vatios directamente en mi cara. Mi aliento zumbó en un gran jadeo de sorpresa, congelado, visible, iluminado por el resplandor de la bombilla de alto voltaje. Aunque la habitación estaba cálida, mi aliento se me escapó como una gran nube floreciente de escarcha. No debería haber importado, era solo una luz, para gritar en voz alta, solo mi respiración, pero en el momento en que mi concentración disminuyó, Jennifer Chance se volvió gelatinosa de nuevo. Ella se soltó de mi agarre y desapareció con un “pop” pegajoso y húmedo. —Jesucristo, —siseó Bly. Él y Jacob me miraban con el blanco de sus ojos apareciendo todo alrededor. —Está bien, —dije, —cuida de Richie. —Lo último de la escarcha se me escapó de la respiración, disminuyendo tan rápido como había aparecido una vez que la fuente sobrenatural había desaparecido. Ahora me sentía tembloroso y febril. Una gota de sudor se deslizó por mi frente, golpeó el surco permanente entre mis cejas y se dirigió hacia mi ojo izquierdo. La aparté... y dejé un rastro de limo helado a través del puente de mi nariz. Miré hacia abajo a mi mano entumecida. Estaba cubierta por una gruesa capa de ectoplasma azulado que colgaba tan gruesa que caía al suelo alrededor de mis zapatos. Mantuve mi mano pegajosa lejos de mí, y me estremecí. No ha habido un plan de contingencia para la posesión, no hay una forma abreviada o un procedimiento establecido. Sin embargo, había formulado un plan ad hoc para agarrar a Chance y salpicarla con sal

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de palomitas de maíz antes de que pudiera deslizarse hacia otra persona. Lástima que no pude explicarlo en tres palabras o menos mientras todos estábamos en la cocina. Aunque hice lo mejor que pude en una pésima situación, no llegué a decir que estaba satisfecho con nuestro desempeño. Jacob me respaldó, aunque como no podía leer mi mente, en última instancia, había hecho más daño que bien. Sacudí el pegote frío de mi mano (salpicó el linóleo) y le di a Bly la mirada más desagradable que pude reunir. Con él, yo estaba enfadado. Porque ese imbécil en realidad podía leer mi mente, y él había puesto en marcha toda la tormenta de mierda por seguir cuestionándome de todos modos.

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Capítulo 29 La buena noticia era que Richie estaría bien. Cuando sus párpados costrosos se abrieron de golpe y se orientó, tiró de mi corazón. Mirando hacia atrás, podría patearme por no darme cuenta de que, de repente, había cuadruplicado su vocabulario y había adquirido un nuevo modo de andar. Cuando alguien está actuando raro, mi primer pensamiento nunca fue que pudieran estar poseídos... aunque ahora, supongo que siempre lo consideraría una posibilidad, especialmente si la persona rara era un médium. Aunque la destrucción de la pantalla plana de 70 pulgadas sería un gran golpe para el sistema de Richie cuando finalmente juntara de dónde venían todos los pequeños componentes electrónicos de su sala de estar, afortunadamente no tenía recuerdo del fin de semana. No me sorprendió Cuando el Asesino de Criss Cross me tomó para un viaje de placer, él también había borrado mi conciencia. La mala noticia fue que Richie dijo que deberíamos llamar a la Doctora Santiago de inmediato, y que deberíamos decirle que tuvo uno de esos apagones... otra vez. Peor noticia fue que ahora no sabíamos dónde se escondía Jennifer Chance. La peor noticia de todas fue que, en este momento, Laura Kim estaba agotada y vulnerable, y no me sorprendería nada saber que los eventos del día habían provocado un dolor de cabeza. Mal momento.

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Una migraña conveniente permitiría que Chance se deslizara hacia Laura, luego se agazapara silenciosamente dentro de ella y esperara a que pasara nuestra investigación. Como Richie estaba preguntando por la Doctora Santiago, decidimos por unanimidad que llevarlo al FPMP tenía mucho más sentido que llamar a una ambulancia. Al menos en el FPMP nos tomaban en serio cuando le explicábamos que no había tenido resaca cuando llamó reportándose enfermo esa mañana, que lo habían poseído. Quién mejor para monitorear contra la re-infección que la Doctora Santiago, quien estaba lo suficientemente familiarizada con Richie como para detectar un patrón de pensamientos que no eran de Richie, ahora que ella debería estar pendiente de ellos. Con suerte, podrían sacar a Laura Kim del potro de tortura, ya que ahora teníamos buenas razones para dudar de que ella se levantara de su lecho de enfermedad y abriera un agujero en Roger Burke. No podía empezar a adivinar por qué la doctora Chance querría tapar a su antiguo compañero, pero estoy seguro de que podríamos descubrir su motivación ahora que sabíamos dónde buscar. Richie no nos necesitaba a los tres para llevarlo de regreso al cuartel general. Decidí tomar un desvío y buscar algo de protección para Laura. Si teníamos suerte, el interrogatorio de Laura realmente funcionaría a su favor. Con suerte, Chance preferiría un cuerpo espiritual sin restricciones a un cuerpo físico prestado que estaba siendo cuestionado por un visor remoto y un telépata. Sabía de un amuleto que podía mantener su espíritu fuera, así que tomé un taxi a Sticks and Stones en busca del collar protector de chamán que una vez había sido el orgullo y la alegría de Faun Windsong.

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—¿Tienes un cargador de teléfono aquí? —Le pregunté al taxista, un tipo de Europa del Este que estaba agazapado y que necesitaba afeitarse y un desodorante. Me miró por el espejo retrovisor y fingió que no hablaba inglés. Habría sido útil llamar con anticipación y hacer que Crash se encontrara conmigo en la calle con el collar, pero solo me tomaría unos minutos correr y agarrarlo. Además, quería tener una charla rápida con la señorita Mattie. Con suerte, ella podría darme algunos consejos sobre exorcizar a un fantasma sensible que no tenía ningún deseo de seguir adelante. Ya que el taxista conducía como un taxista, es decir, como un maníaco, hicimos un gran tiempo. Hasta que llegamos a la Avenida Norte, eso es. Y luego el tráfico se detuvo. —¿Cuál es el problema? —dije, pero todavía estábamos jugando el juego no inglés. Eché un vistazo a su licencia. —Hijodepu... mira, Bogdan, ¿puedo usar tu teléfono? Él miró fijamente. Bien. Saqué mi placa y la apreté contra la barrera de plexiglás entre el asiento delantero y trasero. —Dame tu teléfono. Ahora. Bogdan entendió eso. Mi pulgar fue a marcar el tres en la memoria, la tienda, pero por supuesto eso no sería bueno. Llamé a la información en su lugar y les pedí que me conectaran a la línea fija de Sticks and Stones. Estaba ocupada. Lo intenté de nuevo. Y otra vez. Ocupado. El tráfico avanzaba unos pocos metros. En algún lugar más adelante, las sirenas gritaban, el largo zumbido de los vehículos de emergencia salpicados por el ruido direccional que decía al resto de los conductores de dónde diablos venían las sirenas.

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—Mierda. —Me dejé caer contra la puerta y presioné la cabeza contra la ventanilla... y luego me di cuenta de que la ventanilla estaba grasienta. Me incorporé de nuevo, probé Sticks and Stones un par de veces más y esperé. El tráfico no iba a ninguna parte. Estaba a ochocientos metros entre el Norte y Division, menos, ahora que habíamos avanzado otro bloque, por lo que decidí que lo mejor era ir andando. Le tiré el teléfono de Bogdan junto con uno de veinte. No es que esperara mucho, le dije que me esperara frente al lector de palmas tapado con tablas si el tráfico volvía a moverse, y me fui a la tienda. Nunca me ha resultado útil saltar a conclusiones, al menos cuando no estaba en condiciones de hacer nada al respecto. Así que hice todo lo posible por permanecer en la negación hasta que estuve lo suficientemente cerca como para ver lo que estaba pasando con mis propios ojos. Los camiones de bomberos, las ambulancias, podrían haber estado allí para cualquiera. Los edificios en esa parte de Wicker Park se amontonaban unos contra otros como leña, mala analogía, y podría haber sido cualquier edificio en esa manzana el que goteara hollín por las secuelas de un incendio. Solo cuando me acerqué, vi que no era simplemente cualquier edificio. Era el edificio de Crash. Eché a correr. —¡Muévanse, policía, muévanse! —No me molesté con la placa. Utilicé mi cuerpo y mis incesantes ladridos policiales para codearme entre la multitud. Cuando llegué al frente y encontré algunos uniformes que mantenían a raya a la bulliciosa multitud, saqué mi placa para meterme allí y averiguar quién estaba a cargo.

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Se avisó del incendio justo antes de las nueve, tres horas antes, y los bomberos pasaron más de una hora extinguiendo el incendio y evitando que se extendiera. No se sabe aún cómo comenzó. Ya se había apagado, y las cuadrillas buscaban entre los restos empapados para descubrir si alguien había quedado atrapado dentro, y para asegurarse de que no había nada aún ardiendo. —¿Bajas? —Me sorprendió lo tranquilo y profesional que soné. No, me dijeron. Ninguna todavía. A pesar de que sabía lo suficiente como para dejar de molestar a los bomberos y dejar que hicieran su trabajo, estaba asustado. Segundo piso, segundo piso de mierda. Y una tienda llena de productos inflamables (libros, papel, cartón, carbón), por no mencionar los acelerantes como el aceite, los aerosoles y el salitre. Respiré hondo en un mórbido intento de intentar atrapar una bocanada de sándalo tras el incendio, pero todo lo que quedaba era el hedor a hollín. Sin pensarlo, saqué mi teléfono y presioné la tecla dos para la marcación rápida, el móvil de Crash. La golpeé cuatro o cinco veces antes de que se registrara que mi teléfono todavía estaba muerto. Vecinos: alguien lo conocería. Comencé a trabajar con la multitud, identificándome, cuestionando a los mirones si lo habían visto. No, dijeron los que sabían de quién estaba hablando. No lo he visto. Hoy no. Cierto. Porque a las nueve, cuando comenzó el incendio, no estaría de pie merodeando en la acera. Estaría saliendo de la cama para prepararse un plato de avena de marca blanca, tomar un poco de café y prepararse para abrir su tienda. Si aún estaba despierto. Jesucristo. Mientras buscaba entre los curiosos espectadores, buscando desesperadamente un vistazo revelador de rubio botella, descubrí a tres equipos de noticias separados que se atrincheraban en varios

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lugares que tenían una línea de visión clara para las secuelas. Automáticamente, me agaché e hice todo lo que pude para mezclarme. El adoctrinamiento FPMP había hecho su trabajo. Ahora no solo estaba paranoico acerca de ser rastreado por Dreyfuss, sus Psíquicos, e incluso sus fantasmas, sino que estaba más preocupado por ser descubierto por alguien que tuviera un resentimiento con los psíquicos en general, y que nada le gustaría más que un buen objetivo alto al que apuntar. Una ola de urgencia pasó por el personal de respuesta de emergencia cuando los bomberos llamaron a los técnicos de emergencias médicas. Los equipos de cámaras intentaron empujar mientras que los policías retrocedieron. La espera por los paramédicos fue insoportable, aunque no pudo haber sido más de unos pocos minutos entre el momento en que se metieron en el edificio y la aparición de su camilla saliendo por los restos rotos de la puerta. Aunque vi mucho sobre las cabezas del resto de la multitud, estiré el cuello para ver quién estaba en esa camilla. Lo único que vi fue un cuerpo cubierto de sábanas. Mi mundo se inclinó. Me presioné contra el tipo que estaba a mi lado, quien empujó hacia atrás con su hombro y me hizo levantarme, y al darme cuenta de la situación, estallé en acción. —Policía… deténganse ahí, policía, necesito ver... Sin embargo, había demasiada gente entre la ambulancia y yo, y se alejó antes de que pudiera intimidar a alguien para que levantara esa sábana. Me quedé parado allí, dentro de la barricada, en un enclave de silencio como el ojo de una tormenta. Tenía que llamar a Jacob. Él debía estar en el FPMP a estas alturas. Tendría todos esos recursos a su disposición, todos esos contactos. Él averiguaría qué pasaba. Me puse las manos en las caderas, mirando a la multitud que se extendía

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más allá de la barricada, que llenó la estela de la ambulancia como si nunca hubiera estado allí, y busqué a un mirón que fuera un candidato probable para requisar un teléfono móvil. Cada vez que me acercaba a alguien con la mano en la oreja, la multitud se los tragaba. Tal vez un uniforme me diera acceso a su radio. Wicker Park sería la Comisaría Decimocuarta... ¿conocía a alguien de la Decimocuarta? Mientras buscaba en vano un rostro familiar, la voz de una mujer se escuchó cerca. Me tomó un momento, sobre el murmullo de la multitud y los vehículos de emergencia, darme cuenta de que era la única voz dentro de la barricada que actualmente estaba gritando. —Fue un accidente, asegúrate de poner eso en tu informe. ¿Me escuchas, cerdo inútil? He dicho, ¿me oyes? Me di la vuelta y encontré a la vecina de abajo de Crash echando la bronca a un oficial de policía cercano, mientras que el policía la ignoraba y ayudaba a otra ambulancia a colocarse en posición sin atropellar a ningún espectador. Di dos pasos hacia ella antes de darme cuenta de que todos los demás estaban húmedos, carbonizados y llenos de hollín, mientras que Lydia estaba limpia y seca. Su largo y ondulado cabello gris estaba suelto, su sudadera tenía un brillante símbolo tibetano de OM en la parte delantera y sus jeans ajustados pertenecían a una mujer al menos treinta años menor. Es difícil decir qué aspecto tenían sus zapatos, ya que eran algo transparentes. Sus pies también, para el caso. —Lydia, —llamé, y ella se giró para mirarme. Me inundó de alivio, aunque no podía decir por qué. La vecina de Crash estaba muerta, después de todo, debería estar consternado. Pero en todo mi profundo egoísmo, lo único que me importaba era que finalmente había encontrado a alguien que podía decirme dónde estaba Crash. Saqué mi teléfono muerto y lo sostuve en mi oreja, esperando que

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pareciera un tipo perfectamente normal teniendo una conversación telefónica, y la llamé de nuevo. —Lydia, ven aquí. Ella me miró de reojo por un segundo, luego dijo: —Bueno, si no es el Caballero de Copas. —Se acercó. Cuanto más se acercaba, más etérea se veía en el ojo de mi mente. Sólida, pero luminosa. —Solo mi suerte, el único aquí afuera dispuesto a darme la hora del día, y no fuma. Lo último que necesitaban sus pulmones era un humo. —¿Has visto a Crash? —le pregunté. —No. No últimamente. —El fuego... —No fue un incendio provocado. Compré un diluyente de pintura, había estado limpiando ese maldito grafiti de mis paredes. Debí haber derramado algo en mi ropa. Debí haberme quedado dormida con un cigarrillo encendido. —Claro. —Mi corazón se hundió. Tal vez ella estaría dispuesta a intentar encontrar a Crash por mí, pero primero tendría que decirle que estaba muerta. Una vez que se diera cuenta de que había dicho lo que tenía que decir (a alguien que pudiera escucharlo), podría seguir adelante y dejarme colgado. Aun así... no se sentía bien seguir hablando alrededor del elefante carbonizado en la habitación. — Lydia, aquí está la cosa. No has sobrevivido al fuego. Ella me miró por un momento, como para descifrar un chiste enfermizo que podría estar intentando hacer a sus expensas, y luego volvió a mirar el panel de madera ennegrecido por el fuego que había estado cubriendo los restos vandalizados de su ventana delantera. —Oh. —Se miró las manos, luego volvió a mirar el edificio carbonizado. —Oh.

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—No estoy hablando por teléfono. Te puedo ver porque soy un médium. —Oh. —Lydia volvió a considerar sus manos, delante y detrás. — Cierto. Sí. —Cuando volvió a mirar, me miró directamente a los ojos. Si bien no podía decir el color de sus iris, y si bien no podía empezar a adivinar por qué un fantasma estaría usando máscara de pestañas, había una gravedad, una sabiduría, que calmó mi corazón acelerado. Me estremecí y respiré hondo, aunque ahora con cuidado, ya que mi respiración superficial y rápida de pánico me había dejado sin oxígeno y mareado. Ella dijo: —Supongo que por eso no estoy quemada. —Probablemente hubiera sido muy doloroso si no hubieras... —No jodas. Dicen que las quemaduras son lo peor. —Ella se miró las manos y luego chasqueó los dedos varias veces. —No es como un sueño lúcido, ¿verdad? —No lo sabría. —Bueno, no puedo hacer aparecer un paquete de cigarrillos. —Escucha, estoy preocupado por Crash. ¿Podrías...? —Lo dejé abierto, esperando que se le ocurriera una idea brillante. —Estoy segura de que él está bien, —dijo con desdén, agitando los dedos como un ilusionista, y frunciendo el ceño cuando los bienes que había estado tratando de materializar no aparecieron. —¿Qué tal la señorita Mattie? —Sugerí, —¿conoces a la señorita Mattie? ¿Has visto a una mujer grande afroamericana con un pañuelo? Ella ignoró la pregunta. —Si mi mente creó esta ropa que estoy usando, o si es un equivalente no físico de mi ropa real, ¿dónde están mis malditos cigarrillos?

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Tal vez los estaba bloqueando... después de todo, si no hubiera sido por su percance de cigarrillo, estaría viva para fumar otro día. —Olvídate de tus cigarrillos. ¿Sabes si Crash está bien, o simplemente estás adivinando? —Si me preguntas si estoy conectada al cosmos, entonces no. Al menos no todavía. Sin embargo, me siento diferente. —Ella maniobró sus manos como si estuviera tratando de crear una bola de energía, aunque si tuvo éxito, no pude ver los resultados. —Tal vez si intentas enfocarte en él, —dije. —Ver si recoges algo… —en la calle detrás de mí sonó una bocina, fuerte e insistente. Me volví para ver cuál era el problema, y encontré un taxi encajado contra el bordillo, con Bogdan colgando por la ventana, haciéndome un gesto. —¡Maldita sea! —cantó Lydia. Me di la vuelta para encontrar que había convocado un mazo de tarot espiritual mientras estaba de espaldas. Ella abanicó las cartas y me las presentó con alegría. —¿Qué tal si leo una carta para ti, señor Médium? Adelante, elige algo, esta va por la casa. Yo estaba desgarrado. Por un lado, Lydia debería poder filtrar entre los restos y averiguar si Crash todavía estaba allí. Desafortunadamente, ella estaba recién muerta y no podía orientarse. Además, no estaba completamente convencido de que ella estuviera dispuesta a ayudarme incluso si lo hiciera. Y luego estaba Bogdan, echado sobre su bocina. Tal vez era mejor que llamara a Jacob, permitiéndole comunicarse con los trabajadores de emergencia a través de los canales del FPMP. Demonios, por lo que sabía, Crash tenía un rastreo del FPMP en él, y en cuestión de minutos, un punto rojo en el monitor de un ordenador nos haría

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saber que estaba sentado en una cafetería en algún lugar viendo cómo ardía su edificio. Había corrido un par de pasos hacia Bogdan cuando Lydia gritó: —¡Oye, Caballero de Copas! —Me giré con la intención de dar una rápida disculpa por haberla abandonado, pero vi que estaba sosteniendo una carta: La Torre. No era más que un dibujo, no una representación particularmente sofisticada, pero la vista de la torre en llamas con gente saltando por las ventanas, sin embargo, me dio un escalofrío. Cuando tuvo mi atención, dijo: —Las estructuras con fallas no pueden permanecer en pie... ¿ves el rayo golpeando la torre? Eso es conocimiento, un nuevo conocimiento que oscila tu mundo. Algo que crees que es verdadero se revela como falso. Las imágenes del espíritu de Jennifer Chance saliendo del cuerpo de Richie pasaron por mi mente. —Eso ya pasó. —Lo siento, niño. Estoy mirando tu futuro. La bocina de Bogdan sonaba. Cambié mi peso, mirando la horrible carta, dividido entre la necesidad de quedarme con Lydia y la necesidad de pedir ayuda. Lydia debió haber visto algo en mi expresión por lo que se compadeció. Ella comprimió su baraja en una pila ordenada y dijo: —Crash se ha estado quedando con ese elegante chico negro; se acerca poco antes de las once, a tiempo para abrir la tienda con, tal vez, dos minutos de sobra. Él estará bien. En realidad bien podría ser una exageración. Si llegó a tiempo, echó un buen vistazo esta mañana, con los camiones de bomberos y la multitud. Pero él no estaba en casa cuando cayó la torre.

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Capítulo 30 Es curioso, cómo el interior de ese taxi apestoso se sentía reconfortante y familiar ahora, en comparación con el caos fuera del edificio de Crash. Me hundí con alivio contra la grasienta ventanilla del taxi y acuné el teléfono de Bogdan contra mi mejilla. Jacob me dijo que había encontrado un mensaje de Crash en su móvil cuando revisó sus mensajes de camino de regreso al cuartel general, por lo que se había enterado del incendio. Desafortunadamente, no hubo manera de que él me informara antes de que yo lo descubriera de la manera más dura. Sin embargo, si Crash no fue atrapado en ese incendio, eso era todo lo que importaba. Confiaba en que él manejaría la logística del incendio de la misma manera que había manejado a ese cliente furioso, lo que me permitió pensar qué hacer con Jennifer Chance. Tendríamos que formular un plan en un espacio seguro, sobre esto, Jacob y yo podríamos estar de acuerdo, y esta vez tampoco estábamos hablando de esquivar los dispositivos electrónicos de vigilancia. Consideré brevemente la floristería, pero me di cuenta de que la floristería no tendría necesariamente las cosas que podría necesitar para un exorcismo. Enfrentémoslo, la próxima vez que me encontrara con Chance, tendría que estar armado con algo mucho más efectivo que sal para palomitas de maíz con sabor a mantequilla.

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—Voy a traer la artillería pesada. —No quería salir y decir FantasmaTV. No es que pensara que a Bogdan le importara de una manera u otra pero, por lo que sabíamos, el fantasma de Chance estaba respirando en el cuello de Jacob con su oreja espectral presionada contra el costado de su teléfono. —La artillería pesada muy grande y voluminosa, la que casi aplastó mi mano en San Diego. Jacob dijo: —Iré a buscarla... si eso es lo que crees que es mejor. En realidad no tenía idea alguna. Todo lo que sabía era que teníamos que hacer algo. Había evidencia de que Lisa había salido de la fábrica de conservas a toda prisa esa mañana. El correo estaba esparcido por el suelo del vestíbulo. Una taza llena de café frío estaba al lado del puzle. Las luces estaban encendidas. La televisión también estaba encendida, reproduciendo una telenovela que ninguno de nosotros veía, al menos por lo que sé. Di unos pasos hacia el televisor y luego retrocedí hasta donde guardábamos los artículos para bendecir la casa de Crash en la cocina... hasta que me di cuenta de que lo habíamos trasladado al armario de la planta baja, ¿o era la oficina de Jacob? Había realizado un pesado baile en línea, dando dos pasos en cada dirección y perdiendo medio minuto, y no estaba más cerca de exorcizar a Jennifer Chance de lo que lo había estado cuando entré por la puerta principal. Contrólate. Hice una pausa, respiré hondo y me comprobé a mí mismo. ¿Luz blanca? No había pensado en ella en horas. El grifo estaba en su flujo normal, una especie de medio-bajo, la cantidad mínima que se necesitaba para mantener una barrera básica entre mis cuerpos sutiles y el resto del mundo. Lo abrí para fortalecer mis defensas y

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consideré qué herramientas tenía a mi disposición. Sí, sentí una vibración por la salvia y el incienso que usaba Crash en el día del ritual, sin embargo, personalmente obtuve buenos resultados con el perfume estándar del Agua de Florida. La simple sal de mesa también me funcionaba bien. Incluso las cosas yodadas. Ahora no era el momento de comenzar a experimentar, pero los recuerdos de la forma en que el Paso Seguro con potasio yació muerto en mi mano me llevaron a cuestionarme a mí mismo. Tal vez me estaba limitando al usar sal de mesa. Tal vez si activara algo de esa sal marina grisácea y gruesa, mi exorcismo tendría un mayor impacto. Irrumpí por la cocina y agarré las cosas elegantes de la vasija redonda de vidrio con la parte superior de corcho; incluso venía con su propia pequeña y preciosa cuchara de madera, atada al cuello de la vasija con un trozo de yute. La cuchara cayó al suelo y se deslizó por debajo de la base del armario de la cocina cuando arranqué la tapa y arrojé una luz blanca a los cristales gruesos. El mineral iluminó mi ojo interior como una hoguera. Por fin, algo que funcionaba. Lo metí en mi bolsillo. Había tantas otras especias allí, especias normales, no las cosas extrañas procesadas que Richie tenía. Hojas de laurel, pimienta, tomillo... mis lecciones de Campamento Infierno me tiraron de la memoria, y comencé a preguntarme si debería haber hecho un mayor esfuerzo para probar diferentes hierbas, si me había estado subestimando todo este tiempo... si era un miserable fracaso de ser humano y me merecía que Jennifer Chance me vistiera como un disfraz de Halloween, manejara mi auto, manejara mi arma, durmiera en mi cama, tocara a mi hombre... El pánico no nos ayudaría a ninguno de nosotros. Respiraciones profundas. Respiraciones profundas igualadas. Una llave sonó en la puerta principal, y Jacob gritó mi nombre.

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—¿Vic? —Aquí. —Jacob estaba en casa. Había leído todo ese tedioso y críptico material de exorcismo, y probablemente también lo recordaba todo. Él sabría qué hacer. El alivio me inundó, y me volví hacia el vestíbulo. El agente Bly estaba incómodamente en la puerta. Mi pánico regresó con toda su fuerza (intercambio de cuerpo) hasta que me di cuenta de que Jacob estaba justo detrás de él. En su propio cuerpo. Me di la vuelta e hice todo lo que pude para parecer que estaba buscando algo muy importante en la mesa de café y no me temblaban las manos. Respiraciones profundas, depurativas. La realidad no se deshacía por las costuras. No lo hacía. Todos eran ellos mismos. Principalmente. A menos que fueran un médium. En cuyo caso, podrían no serlo. —He venido a ayudar con el trabajo pesado, —explicó Bly. Yo gruñí. Su simpatía me molestó. Sin duda, había sentido mi pánico como una bofetada en la cara, pero simplemente se hizo a un lado para dejar pasar a Jacob, y luego inclinó la cabeza y consideró la gran tienda de campaña azul. Traté de fingir que ni siquiera estaba allí, ya que lo peor que podía revelar era el hecho de que no sabía realmente lo que estaba haciendo, lo que él ya debía haber sabido. Me centré en Jacob. Solo él. —Aquí está lo que tengo. Me exprimo a mí mismo… sal, sustancias químicas psi-activas y FantasmaTV, me bombeo con todo lo que tengo. Entonces envío ese paquete anormal al otro lado. Jacob asintió. Y eso fue todo. Hasta que Bly intervino con: —¿Cómo vas a mantenerla contenida? Ella podría deslizarse dentro de ti y hacer un daño grave antes de que el resto de nosotros lo

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descubramos. ¿Cómo ayuda el resto de nosotros mientras tú tratas con su espíritu? ¿Y cómo vas a encontrarla para empezar? Mientras me moría por decirle a Bly que se callara y se ocupara de sus propios asuntos, él tenía razón. En bastantes cosas. —Sabes —dijo Jacob, —el collar de protección podría haberse ido... pero el chamán que lo hizo podría ayudarnos. —¿Está en Chicago? —Florida, lo último que supe. —No hay tiempo... —Vic. —Jacob me detuvo con una mirada afilada. —No lo necesitamos aquí. Tu talento corre diez veces más que el suyo, pero acéptalo, ha estudiado más y sabe lo que está haciendo. Habla con él primero, antes de que te precipites. Eso es todo lo que te pido. Me molestaba ir arrastrándome ante alguien a quien odiaba en busca de un consejo, pero Jacob tenía razón, Bert Chekotah era la única autoridad que conocíamos en cuanto a los exorcismos. Jacob hizo todos los arreglos, luego me instaló en su oficina. Fue desconcertante, la luz verde en la cámara web y la cajita en la esquina de la pantalla con los tres en ella, con el ceño fruncido, demacrado y pálido, como si acabara de atravesar el escurridor. Yo fruncí el ceño más fuerte. Hubiera preferido una simple llamada telefónica, menos alboroto, pero dado que nadie parece tener un vocabulario común para lidiar con las cosas psíquicas, no puedo negar que un chat de video sería nuestra mejor opción para entendernos mutuamente. Jacob y Bly también parecían sombríos y agotados. Estaba de pie a cada lado de mi silla como un par de sujetadores de libros musculosos y de pelo corto, a excepción de que Jacob tenía unos ojos castaños y conmovedores, mientras que Bly tenía esas lentes de contacto de color pálido que hacían que sus iris parecieran malhumorados. Era

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todo lo que podía hacer para no mirarlos. Observé la barra de contactos en su lugar. Un ícono de teléfono se iluminó en verde y el ordenador emitió sonidos de timbre. Jacob se inclinó sobre mi hombro y pulsó el icono... y luego Bert Chekotah llenó la pantalla. Hice una doble toma, debido al chamán que recordaba siempre agobiado para evitar tener demasiados platos girando en su vida profesional y para que demasiadas mujeres que no se conocieran una a la otra en su vida personal. Pero el tipo que se recostaba en la silla ajustándose el micrófono de sus auriculares parecía cinco años más joven. Su bronceado era profundo y su cabello más largo, barrido por el viento y descuidadamente halagador. En lugar del traje de lino arrugado en el que siempre me lo había imaginado, llevaba una camiseta desgastada y un collar con cuentas de turquesa. Parecía un surfista ahora, o quizás un vagabundo de playa, o un artista que hacía esculturas con madera flotante y las vendía a los turistas. También se veía guapo, el tipo de buena apariencia que realmente no puedes ignorar, no si eres honesto. Había visto al niño mimado y mocoso dentro de él, y aun así, era tan difícil mantener los ojos alejados de sus pómulos esculpidos como no mirar fijamente las espeluznantes lentes de contacto de Bly. —Algo que hay que entender acerca de un exorcismo, —nos dijo Chekotah, —es que hay espíritus, y hay fantasmas. Mi gente cree que todo en el mundo está imbuido de espíritu. No solo los seres humanos y animales, y no solo seres vivos, como plantas, sino todo. Lagos Montañas. Rocas. —Levantó una bebida deportiva en una botella de plástico. —Incluso esto. Creo que lo que mi gente llama "espíritu" se llamaría cuerpos sutiles en otras culturas. Tenía sentido para mí. Los espíritus de los médiums se movían más sueltos dentro de ellos que los de los demás también. Tal vez

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nuestros ojos espirituales estaban alejados de nuestros ojos físicos, y nuestros oídos espirituales eran ligeramente diferentes. Cualquiera que sea la desalineación, nos permitía sentir cosas en ese otro plano de existencia, ya sea repetidores, fantasmas o incluso medusas espectrales. —Los espíritus no son todos beneficiosos, —dijo Chekotah. — Algunos son tramposos, y pueden ir más allá de travesuras inofensivas. Algunos disfrutan causando dolor y sufrimiento. No pueden ser exorcizados ya que no están realmente muertos, pero se puede negociar con ellos o incluso apaciguarlos. El agresor de una persona puede ser el protector de otra persona. —Entonces una mujer muerta enojada que está secuestrando los cuerpos de otras personas, —dije. —¿Espíritu o fantasma? —El remanente enojado de un ser humano... eso es un fantasma. —Chekotah parecía sombrío. —Tradicionalmente, mi gente no guardaba ninguna de las pertenencias de los muertos; ponían el cuerpo fuera bajo los elementos, junto con todas sus pertenencias. Lo dejaban en el pantano y no miraban atrás. Hoy en día, sin embargo, piensa en cómo es la cultura moderna materialista. Nadie va a deshacerse de las cosas de sus parientes muertos. Puede ser valioso, por lo que querrán guardarlo para ellos mismos o venderlo en eBay. Cada último artículo que sostienen deja un diminuto orificio que perfora el velo entre la muerte y la vida. Suficientes objetos pequeños, o algo con una carga emocional lo suficientemente grande, debilitarán ese velo suficiente para que los fantasmas se aferren a este mundo y eviten cruzar. Un fantasma se preocupa por una cosa, y solo por una cosa: atraer a las personas que alguna vez fueron sus amigos y familiares a la tierra de los muertos, para que no tenga que sufrir solo.

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Esa explicación me dio una idea de cómo encontrar el escondite de Chance, aunque no estaba convencido de que a todos los fantasmas les importara la muerte. Después de todo, me di cuenta directamente de la fuente de que la gran preocupación de Jennifer Chance era quién se llevaba el mérito por sus FantasmaTVs. No es que ella tampoco se enojara por infligir una tonelada de daño colateral. —Espíritu, fantasma, como se llame, ¿cómo me deshago de ella? ¿Sal? ¿O algo más? Chekotah consideró mi pregunta de esta manera nueva y reflexiva que había adoptado, y luego dijo: —En las creencias de mi pueblo, incluso un mineral tiene un espíritu. Si la sal es lo que concentra tu energía, entonces usa sal. La energía viene a través de ti, y tú la controlas con un ritual. Pero el ritual es algo personal. Necesitas hacer lo que resulta contigo. —No te estoy preguntando cómo enfocar mi habilidad. Necesito saber qué es lo que le haces a los fantasmas una vez que están dentro del alcance que los hace cruzar. ¿Visualizas una puerta y les das un empujón a través de ella? ¿O golpeas su cuerpo espiritual con una explosión de energía que lo hace evaporarse? ¿O qué? Chekotah se sobresaltó en su video. Lo mismo hicieron Jacob y Bly, en la pequeña caja de la esquina. No estaba acostumbrado a dejar saber a la gente que literalmente veía estas cosas, y no confiaba ni en Chekotah ni en Bly con mis secretos. Sin embargo, no tenía el lujo de ser cauteloso. Necesitaba evitar que Chance habitase a alguien más. —Estoy en trance para esa parte de la ceremonia, —dijo Chekotah. —Debes recordar algo. El asesino de Criss Cross, pegado a Jacob. ¿En qué estabas pensando cuando lo arrancaste? Chekotah cerró los ojos, respiró hondo y susurró para sí mismo mientras se mecía hacia adelante y hacia atrás. Me moví con

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impaciencia en mi asiento. Jacob y Bly parecían sombríos. Pero antes de que pueda decir: sabes qué, olvídalo, solo lo haré como siempre lo hago, Chekotah habló: —Hugo Cooper tenía los pies firmemente en este mundo, pero su conexión con Jacob se sentía débil, como una tela de araña. Todo lo que tuve que hacer fue apartarlo. Estaba lleno de ira, pero no fue suficiente para mantenerlo aquí, no sin la conexión. Como las cuerdas plateadas que conectaban a los viajeros astrales con sus cuerpos. Y las ataduras que anclaban las medusas a las uñas de Dreyfuss. Algo conectaba a Chance con este mundo, algo que solo yo podía ver. —Así que encuentro la atadura, y corto la conexión. Lo tengo. Gracias. —Y luego los guías hasta el velo. La puerta de la que hablabas podría funcionar para esto, si la ves como una puerta. Pero no irán voluntariamente. Necesitas escoltarlos a ella. —¿Al visualizarlos pasando? —No, con tu espíritu. Guíalos hacia el borde del velo, y luego el tirón se hará cargo. Oh, diablos. —Déjame aclarar esto, —dije. —Te proyectas fuera de tu cuerpo, agarras al fantasma, lo empujas contra el velo, y confías en tu cordón plateado para evitar ser absorbido a Muertilandia también. Pensó en ello por un momento, luego asintió. —Básicamente. Me costó creer que alguien tan egoísta como Chekotah pondría sus propios cuerpos sutiles en jaque. Tal vez la atracción de Muertilandia fuera fuerte para los muertos reales, pero no debía ser demasiado intensa para que alguien con un cuerpo físico vivo pueda llamarla

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hogar. No si ese gallina estaba dispuesto a desafiarlo. Por otra parte, tal vez él era más fuerte de lo que le había dado crédito. No es que las clasificaciones de mediumnidad signifiquen nada... no es que se hayan clasificado en PsyTrain de todos modos. Pero se las había arreglado para colocar esas fuertes barreras astrales alrededor de su habitación, así que tal vez sí sabía lo que estaba haciendo después de todo. —¿Necesitas algo de canto que te ayude a cambiar tu vibración? — preguntó. —Puedo enviarte algunos MP3s. El canto no me serviría para nada. Esos dolorosos psi-activos experimentales funcionarían perfectamente bien. —No. Gracias. —Hacedme saber si hay alguna otra manera en que pueda ser de ayuda. Si bien no podía soportar a ese tipo por lo que le había hecho a Lisa, mi situación actual con Chance era bastante grave. Cualquier aliado era un aliado bienvenido. Incluso Bert Chekotah. Le di las gracias una vez más y luego me acerqué, buscando el botón que terminaría la sesión de chat, mientras él levantaba la mano y se quitaba los auriculares. Y luego lo vi. Una alianza de boda. Jacob puso su mano sobre la mía, guió el cursor hasta el punto de cierre de sesión y presionó mi dedo en el botón. La imagen de Chekotah ya no estaba, pero la imagen de la banda de boda estaba firmemente grabada en mi cerebro. ¿Ese engreído se había casado con alguien pocos meses después de la debacle astral? No solo estaba enfurecido por Lisa y por todas las demás mujeres decentes en PsyTrain, sino también por su actual esposa. Porque si él no la había

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engañado todavía, apostaría a que estaría acostándose por ahí cerca de Año Nuevo. —Voy a ir al baño, —dijo Bly, huyendo de la habitación antes de que alguien pudiera decirle dónde estaba. Aparentemente, mi amargura era tan pronunciada que podía usarla para desviar los empáticos. Miré el ícono que Bert Chekotah había elegido para sí mismo, una pluma estilizada de nativo americano. La forma en que se escondía detrás de su “soy tan espiritual” mierda me revolvió el estómago. —Estoy seguro de que será un marido increíble... y será mejor que no sea Faun Windsong quien se haya casado con él. Porque ella debería saberlo mejor. —No, ella todavía está en Santa Bárbara. No creo que hayamos conocido a la afortunada. —Bueno. Pero quienquiera que sea, él no la merece. —Sí, lo sé, le doy menos de un año. Estuve muy tentado de aprovechar mi indignación y llamar al tipo antes de que me calmara. Una vez que tuviera algo de tiempo para pensar en ello, probablemente decidiría que no valía la pena hacer algunas indagaciones, y Chekotah todavía estaría por ahí ignorando lo imbécil que era. Jacob, de pie detrás de mí, colocó las manos en mis hombros y clavó sus pulgares en el músculo a cada lado de mi columna vertebral. Ni siquiera me había dado cuenta de que había estado acumulando tensión allí. A veces es difícil diferenciar entre bajar la luz blanca y apretar dolorosamente. Rodé el cuello unas cuantas veces y suspiré. —De todos los miembros del FPMP con un SUV grande, ¿tuviste que traer un empático a nuestra casa? —Así que eso es lo que realmente te está reconcomiendo.

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—Si él pudiera ver en todos tus rincones y recovecos, apuesto a que también te estaría reconcomiendo. —Giré la silla de la oficina para mirarlo de frente. —Eso me enoja. Si no fuera por él presionando a Richie cuando le dije específicamente que no lo hiciera, Chance todavía estaría allí. Sabríamos dónde estaba ella y no tendríamos que ir a cazar fantasmas en este momento. Jacob colocó las manos en los apoyabrazos, se inclinó y habló en voz baja. —Tenía mi ojo en él. —Creía que no era tu tipo. —Lo digo en serio. Sí, él es astuto, y yo tenía mis reservas antes, pero he hecho las paces con ellas. Si Bly no hubiera leído las intenciones de Chance y hubiera intervenido, ella podría haber logrado expulsarte de tu propio cuerpo para poder asumir el control. Estás armado. ¿Cómo te sentirías si ella usara tu arma, tu mano, para eliminarnos al resto? Intenté girarme, pero el agarre de Jacob en la silla no se movió. La pequeña lucha, sin embargo, me hizo repentinamente consciente de la forma en que estaba a horcajadas en mis piernas extendidas y se inclinaba sobre mi cuerpo como si fuera su dueño. Cuando jugábamos a ser mandones, todo era una actuación para mí. ¿Para él, sin embargo? Él realmente era ese macho. De hecho, probablemente se estaba conteniendo para no dislocarme los hombros cuando forzaba mis manos sobre mi cabeza y empujaba mis muñecas hacia el colchón. Eso estaba bien en la cama: había tenido mucha práctica a lo largo de los años para ser lo suficientemente fuerte como para no llevar las cosas demasiado lejos. En términos psíquicos, sin embargo, estaba volando a ciegas.

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—Esa es la cuestión sobre el trabajo en equipo, —dije. —Debo asegurarme de que todos me apoyan. —Lo hacemos. Tal vez. Pero eso no significaba que supieran lo que estaban haciendo. —Bly pensó que yo ignoraba que algo estaba seriamente mal con Richie y él presionó demasiado fuerte. —Y Jacob hizo girar una luz en mis ojos... pero lo último que quería hacer era socavar esa confianza envidiable en sí mismo. —Tú y yo necesitamos ponernos en la misma página con nuestra charla psíquica. —Vale. Las palabras que utilizaba para describir mi experiencia subjetiva de psíquico eran dolorosamente tontas, pero no nos serviría de nada reinventar el vocabulario en esta etapa del juego. —Hay energía a nuestro alrededor. Una vez, cuando estábamos todo acelerados, dijiste que se sentía como una vibración. Para mí, parece luz blanca. —Jacob asintió. Esto no era una noticia nueva para él. Pero no creo que realmente entendiera su importancia. —Tú manejas esta energía, lo sepas o no, Chance no pudo escapar de Richie hasta que le soltaste el brazo. Si mis cuerpos sutiles se mueven sueltos dentro de mi caparazón, apuesto a que los tuyos están tan apretados que se necesitaría un terremoto psíquico para desalojarlos. No me sorprendería si fueras mejor manejando la luz que yo... pero el problema es que no puedes ver lo que estás haciendo. Yo puedo. —Entonces estás a cargo. —Jacob presionó su frente contra la mía, y aunque Bly estaba acechando alrededor de la fábrica de conservas en algún lugar, sentí que algunos de los nudos dentro de mí se desenredaban cuando me enfoqué en la cercanía de Jacob, la inmensidad de su presencia. Era grande, como todo sobre él es

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grande. Sin embargo, de alguna manera, esa enorme presencia no ahogaba mi esencia fundamental, sino que la amplificaba. Miró mis labios como si estuviera considerando si podríamos o no permitirnos perder un momento precioso por un beso, y me incliné hacia adelante y tomé esa decisión por los dos. Sus labios se separaron. Nuestros dientes se rozaron juntos. Metí mi lengua, audaz, y su respiración se detuvo. También la mía, compartiendo esta inhalación entre nosotros, viviendo un momento brillante en nuestra confianza, fortaleciéndonos con el beso fugaz y único, apuntalando antes de embarcarnos en un exorcismo en el que no podía permitirme fallar. Me relajé en la familiaridad de su boca... y luego lo sentí. El suave tirón. Sobresaltado, me aparté. —¿Has sentido eso? El momento era el propicio para una broma, pero Jacob debió haber sentido que yo estaba muy serio. —No estoy seguro. Quiero decir... —rompió el contacto visual y miró hacia otro lado, en algún lugar cerca de mi oído. —Siempre es intenso. —No estoy hablando de... —Lo sé. Yo tampoco. No del todo. Retorcí mis manos entre nosotros, lo agarré por la cara, y alcé sus ojos hacia los míos. —Escucha. He estado amontonando luz blanca todo el día. He visto a Jennifer Chance manejando el cuerpo de Richie como un títere y estoy tremendamente asustado. No puedo ser yo el que esté al final de sus cuerdas, ¿entiendes? Ese nunca puedo ser yo. —Lo entiendo.

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—Así que no puedes agarrar mi luz. Calor del momento, las cosas se vuelven locas... tienes que mantener la cabeza recta. —Espera un minuto. ¿Estás diciendo que cuando te he besado, yo...? —Nos miramos el uno al otro por un largo momento, y cuando no retrocedí, dijo: —¿Puedo intentarlo de nuevo, solo para ver si puedo sentirlo? Si es seguro, quiero decir, si no crees que vaya a desviar todo el... Ya que todavía lo tenía por la cara, fue mi decisión empujarlo hacia el beso. Dudé que él robara todo el asunto. La última vez que hizo eso fue una situación completamente diferente, con adrenalina altísima y un fantasma muy perturbado en la habitación. Además, incluso si tomaba un poco de jugo, no podía hacer daño acelerarlo antes de que entráramos en la batalla. Tendría tiempo para reponer en el camino de regreso a la sede del FPMP. Su boca estaba caliente y húmeda contra la mía, pero su lengua era tímida. Ahora él realmente se estaba conteniendo. Podía sentir un temblor en los brazos de la silla, donde los agarraba con tanta fuerza que le temblaban las manos. Me moví lentamente. No teníamos tiempo para estar tranquilamente, pero quería forjar la conexión correctamente. Mi lengua rozó los bordes de sus dientes, pero ningún tirón revelador siguió. Incluso cuando me sintonicé con la gran cantidad de luz que había estado acumulando, todo seguía allí, revoloteando dentro del cuerpo sutil que lo contenía. Lo toqué más profundamente, animándolo a que lo intentara y lo tomara, pero me di cuenta de que la luz no se estaba moviendo. Lo que sea que había estado haciendo antes cuando sentí ese tirón, no estaba sucediendo ahora. Ansioso por ponernos en marcha, di un pequeño empujón... y luego las compuertas se abrieron.

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Mi mundo era tan brillante como un amanecer sobre una nueva nevada, pero sin el dolor que lo acompañaba de las pupilas sobrecargadas que luchaban por adaptarse. Sentí que la luz entraba en él a través de esta conexión en lo físico, este beso. Sin embargo, podría haber sido cualquier tipo de contacto, desde un pellizco hasta una caricia. No creo que ese detalle realmente importara. Lo que intensificaba el flujo luminoso era nuestra intención. Terminé el beso gentilmente. La transferencia había sido sustancial, pero todavía me quedaba una gran cantidad de reservas. Los ojos de Jacob se abrieron. Sus mejillas estaban enrojecidas. —Lo has sentido, —dije. No necesitaba preguntar. Su expresión de asombro lo decía todo. —Así que ese es el mojo en el corazón de todo. Si me lo arrebatas, es mejor que me ates antes de que le dispare a alguien, y luego hagas volar al idiota de Chekotah a aquí para expulsar a Jennifer Chance. Si puedo ver la luz blanca, es probable que ella también la vea, y se deslizará en el segundo que vea una abertura. Las cejas de Jacob se torcieron con seriedad. —Espera un minuto, ¿quién dice que esto tiene que ser un lastre? Si puedo drenar tu luz blanca, ¿no debería poder aumentarla también? Por lo general, cedo a la mayor inteligencia, experiencia y competencia general de Jacob en todos los asuntos. Lo psíquico, sin embargo, era lo mío, el único campo en el que tenía una ventaja. No quería estallar su burbuja, pero dadas las apuestas en este juego, no podía permitirme mermarlo por el bien de... Aplastó su boca contra la mía y metió la lengua con fuerza. Su mano se deslizó en mi abrigo y rozó mi pistolera mientras sus dedos se clavaban en mis costillas. Respiraba con dificultad, y mi cuerpo físico

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estaba empezando a pensar que este intercambio era más para pasar un buen rato que para recoger la luz. Y luego lo sentí, como alfileres y agujas, como un golpe en el hueso de la risa o una profunda rociada de aerosol, una sensación nerviosa, retorcida y espantosamente exuberante que se transformó de táctil a visual a medida que pasaba del cuerpo de Jacob al mío...de su espíritu al mío. Luz resplandeciente, flotante. Lo mismo que la mía, pero con un elenco ligeramente efervescente impartido por el acto de forzarla a través de nuestros dos filtros. Mi respiración se detuvo, y mi ingle palpitó. Mi cuerpo físico quería hacer algo completamente diferente a la caza de fantasmas con esta potencia embriagadora recorriendo mis venas. El poder es el poder, y sabía que no debía malgastarlo en mis pantalones. Me alejé con un grito ahogado antes de que Jacob pudiera meter toda su luz en mi garganta. Si Bly estaba escuchando, probablemente sonaba como si estuviéramos follándonos el uno al otro. Y si él estaba escuchando a escondidas con su empatía psíquica... bueno, probablemente se sentía más o menos igual. Los labios de Jacob se deslizaron hasta mi oreja. Estaba respirando con dificultad. —Has sentido eso, —jadeó con urgencia, como si acabara de descubrir mi punto G. —Sé que lo has sentido. Lo sentí, de acuerdo. Gran momento.

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Capítulo 31 Una vez que Jacob y yo confirmamos que sí, la luz fluía en ambos sentidos, y una vez que ajustamos nuestra ropa maltrecha y nuestras pollas medio duras, bajamos las escaleras para encontrar a Bly sentado en el gran sofá de cuero, hojeando el último número de Inner Eye. Yo enrollaba la revista y la apretaba en un puño sudoroso tantas veces que se leía más como un pergamino. El empático parecía totalmente inocente, como si no hubiera estado captando olas masivas de homosexuales que emanaban de la oficina de arriba. La lujuria de otras personas debe cansar después de un tiempo. O tal vez simplemente había aprendido a ajustar ese tipo de cosas. Todos nos dirigimos al sótano. Puede que no me hubiera tragado completamente la presencia de Bly en mi casa, pero me alegré lo suficiente como para aprovechar el par de manos extra y la espalda fuerte. Primero probé el equipo para asegurarme de que funcionaba. ¿Rojo y venoso? Comprobado. ¿Completamente desollado? Comprobado. ¿Dedos trazadores? Comprobado. Luego desenchufamos al gigante, lo metimos en su funda acolchada y nos pusimos a subir las escaleras. Ayudé con el embalado, pero no había espacio para los tres en la escalera. Me lancé hacia delante, deslicé los muebles y retiré las alfombras para evitar que alguien tropezara y fuera aplastado por la última FantasmaTV.

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Aparté tres pares de zapatos (¿por qué las mujeres necesitan tantos zapatos?), y coloqué una papelera contra la pared cuando Bly salió de la escalera, maniobrando con cuidado su lado de la enorme caja. Explorando a continuación, descubrí la típica dispersión de correo en el vestíbulo. Lo recogí y estaba a punto de tirarlo en el banco de la mamada cuando vi que uno de los sobres no tenía el sello o la dirección del remitente. Sólo mi nombre, en la precisa escritura de Bob Zigler. —Puerta delantera, —gritó Jacob, sin aliento. Metí la carta de Zig en el bolsillo de mi abrigo y abrí la puerta principal justo a tiempo para que el impulso de los chicos los llevara a ellos y a la caja de la televisión a través. Cuando Bly retrocedió sobre el umbral, una visión de los matones de Washington inundándonos para aliviarnos de la tecnología me vino a la mente. O peor aún, disparándonos en el proceso. Me sentí aliviado de que al menos Bly sería el primero en recibir una bala... y luego me sentí culpable por pensarlo. También me sentí aliviado de que él no fuera un telépata, y lo peor que había leído de mí fuera un confuso batiburrillo de ansiedad. Lo que probablemente era bastante típico de mi espacio mental de todos modos. El gigantesco SUV de Bly fue útil después de todo. La fila de atrás no solo se doblaba, sino que también se dividía por la mitad y giraba hacia ambos lados. Mientras tanto, la fila central tenía la capacidad de plegarse individualmente, en caso de que se necesitara más espacio de carga. Podríamos haber metido un barril allí junto a la FantasmaTV, así como una nueva pantalla plana de 70 pulgadas para Richie. El tablero de instrumentos también era bastante impresionante: radio satélite, base para MP3, navegación a bordo, aunque lo principal que me importaba era que podía cargar mi

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teléfono, ya que había pasado por la molestia de recordar el cargador de mi auto. Tal vez Bly era parte de mi nueva Brigada Fantasma, pero aún no quería sentarme a su lado donde pudiera mirarme en su visión periférica. Me subí a la parte de atrás, pensando que le dejaría ese honor a Jacob, ya que Bly podía mirar a Jacob todo lo que quisiera sin leer nada. Abrí mi llave a la fuente infinita de luz blanca y comencé a cargar para el gran enfrentamiento con mi ex doctora, y mientras lo hacía, la imagen de la torre iluminada por el rayo flotó en mi conciencia. Algo que crees que es verdadero se revela como falso. Pensé que Dreyfuss era el peor hombre del mundo con el que Lisa podría haberse liado, pero una mirada a Chekotah fue suficiente para convencerme de que me había equivocado. Vi la cara de Dreysuss cuando miraba a Lisa, el hombre estaba completamente pillado. Si podía encontrar espacio en mi corazón para relajar mis sospechas sobre Chekotah y Bly lo suficiente como para aceptar su ayuda con este exorcismo, probablemente podría encontrar una manera de ser un poco más amable con Dreyfuss por salir con mi mejor amiga. A mis espaldas. Y hacer yoga y manicuras juntos, por todos los cielos. Todavía estábamos a un par de minutos de la sede del FPMP cuando recordé la nota de Zigler quemando un agujero en mi bolsillo. Si aprendía algo feo sobre el Detective Wembly en esta etapa de la misión, podría sacarme de mi juego. Es poco probable que los investigadores con nombres censurados aparezcan tomando mai tais en una playa de Maui... y si descubriera que Dreyfuss (o Bly, o ambos) fueron los responsables de hacer esfumarse al PsyCop desaparecido, podría socavar este armisticio cauteloso.

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Jugué un poco con el sobre, luego lo doblé por la mitad y lo deslicé hacia mi bolsillo... y luego consideré el hecho de que no estaba muy lleno. Lo flexioné unas cuantas veces. Una hoja de papel adentro, como mucho. Zig difícilmente podría mostrar una prueba definitiva de lo que le había pasado al pobre Wembly en una sola hoja. Probablemente no era más que una nota rápida, un número de teléfono, una pista. O tal vez una garantía de que Wembly simplemente dejó la fuerza y se mudó a Poughkeepsie. Doblé el sobre. Lo desdoblé. Suspiré. Y deslicé el pulgar bajo el sello. Porque si había o no algo perturbador dentro, el no saber crearía una brecha en mi enfoque donde mi luz blanca podría filtrarse. Ahora no era el momento para que me goteara. De hecho, había una sola hoja en el interior. Sin embargo, no era una nota. Era una foto impresa en un papel normal de ordenador, una imagen pequeña, como si fuera una foto de un teléfono móvil, pero a pesar de su pequeño tamaño, sentí una sacudida de reconocimiento. Conocía la habitación, y conocía a la gente en ella. Maurice y yo habíamos estado en esa sala innumerables veces, cumpliendo con nuestro deber aburrido como PsyCops de sentarnos en las tediosas presentaciones de PowerPoint sobre estadísticas y conferencias protocolarias completamente secas. Al frente y al centro, tres PsyCops posaban torpemente con sus pulgares en el aire como para decir, "Sí, esto realmente es tan penoso como parece”. Carolyn Brinkman a la izquierda. Valdez, el precognitivo del lado sur, en el medio. Y a la derecha, El Chico Con el Pelo, así es como Maurice y yo siempre lo llamábamos. Era un ex de narcóticos alto y melindroso con esa cabeza gruesa y llena de cabello oscuro como no creerías, y siempre sobresalía como si hubiera dormido mal. Al parecer, el Chico Con el Pelo era John Wembly, según las palabras

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Brinkman, Valdez, Wembly, anotadas debajo de la imagen. Era lógico pensar que lo conocía, o al menos sabía de él, pero a la luz de su desaparición, conectar una cara con el nombre simplemente me puso triste. Hasta que pude ver mejor la foto y me di cuenta de que el Detective Wembly, menos la panza, la palidez, los ojos marrones y la cabeza grande y loca de cabello... estaba sentado directamente frente a mí. Sus ojos parpadearon y se encontraron con los míos en el espejo retrovisor, y aparté la mirada rápidamente. Sin duda él sintió que mis emociones volvían a subir. Debía ser agotador para un empático estar a mi alrededor, aunque esta vez, había sacado un conjunto de sentimientos a los que realmente no les daba mucha importancia: sorpresa, asombro, alivio. Tal vez incluso optimismo cauteloso. Quienquiera que haya transformado a John Wembly en Jack Bly había hecho un buen trabajo, ni Jacob ni yo nos dimos cuenta de que nos habíamos encontrado con el tipo docenas de veces antes. Diablos, había salido enseguida y me preguntó si me gustaba ser un PsyCop. Sin embargo, sin la foto, nunca podría haber hecho la conexión. Algo que crees que es verdadero se revela como falso. Parecía tan ominoso en ese momento (y la ilustración de la torre golpeada por el rayo contribuía a la sensación general de temor), pero me emocioné al enterarme de que el Detective Wembly estaba vivo y coleando. Su recompensa por ayudar al FPMP en alguna investigación clandestina no había sido un par de zapatos de cemento después de todo, sino más bien una brillante y nueva placa, un SUV que costaba tanto como un pequeño bungalow y un cambio de imagen increíble. No solo eso, sino que había estado molestando a Con Dreyfuss sobre el paradero de Wembly toda la semana. Demonios, había llegado tan lejos como para insinuar que Dreyfuss era el responsable de que lo eliminaran.

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Debió haber sido bastante tentador señalarme al agente Bly y decir: “Ahí está tu PsyCop perdido, imbécil”. Pero Dreyfuss había resistido la tentación de aclarar las cosas, a pesar de que lo dejaban como un asesino. Mi optimismo incluso se desprendió de su cautela cuando me di cuenta de que tenía el privilegio de tener algunos Psíquicos sólidos en mi esquina. Sí, Jennifer Chance todavía me asustaba. Pero yo podría cogerla. Especialmente con todo el respaldo que tenía a mi disposición.

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**** Le pedí a Jacob que desenchufara mi teléfono y me lo devolviera, con la esperanza de evitar soltar “¡Sé quién eres!” escaneando mis mensajes antes de entrar al aparcamiento subterráneo del FPMP. Una rápida ojeada mostró casi cuarenta llamadas perdidas, una mañana muy ocupada, pero en su mayoría eran sonidos de colgar, con solo unos pocos mensajes. Primero, Bob Zigler. —Te dejé algo para ti. Espero que sea lo que estás buscando. Seguro como el infierno que lo era. Aunque para un tipo que acababa de descubrir algo que el FPMP había intentado realmente duro enterrar, sonaba bastante deprimido. Segundo mensaje, Crash. Su voz temblaba. —Así que tu teléfono sigue yendo al buzón de voz. Es igual. Hubo un incendio. La tienda se ha ido. —Una pausa larga. Un clamor de voces alzadas en el fondo. Respiración. Aunque sabía que no había sido herido, mi corazón aún latió con fuerza cuando lo oí decir las noticias él mismo. —Estoy bien. Estoy... sí, estoy bien. No estaba en

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casa. —Un suspiro y otra larga pausa, donde pensé que probablemente colgaría y comenzaría a atender la interminable maraña de la burocracia que tendría que desentrañar para comenzar a ordenar sus cosas. Pero luego agregó, —Sabes, es gracioso. Pensé que había hecho un gran cambio en mi vida, desde que decidí, ¿qué demonios? Bien podría ir a por ello. Con Red, quiero decir. La ausencia en realidad no hace que el cariño crezca, pero la idea de que él había estado suspirando por mí mientras estuvo en San Francisco me hizo sentir mucho mejor. Bonito, ¿eh? —Dio una risa irónica. Si bien la empatía de Crash no era tan sensible ni precisa como la de Bly, apostaría a que tenía una buena idea de cuánto lo lamentaba realmente este pobre hombre, Red. Es posible que puedas mentir a un empático con lo que dices o no dices, pero últimamente he adquirido una experiencia de primera mano sobre lo difícil que es cambiar la forma en que se siente. —Para que veas, mi idea del cambio es una tontería en comparación con lo que el universo tenía guardado. —Suspiró de nuevo. —Apuesto a que ardió como una puta hoguera. El incienso, la resina, los libros, las hierbas, el carbón. Mierda. Espero que Lydia esté bien. Lydia. Existencialmente hablando, ella estaba bien. Pero mi corazón se hundió al escuchar la preocupación en su voz. Ojeé más llamadas perdidas para ver si tenía más noticias para mí, pero el resto de las llamadas de Crash fueron todos sonidos de colgar. Le habría telefoneado allí atrás, a no ser por la identidad de la persona que llamó que había dejado el tercer mensaje: Stefan. Brevemente, consideré borrar el mensaje de mi Judas ex sin ser escuchado y seguir con mi vida, pero no pude obligarme a deslizar el pulgar sin escuchar lo que tenía que decir.

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—Así que, ¿las llamadas de todos van directamente al buzón de voz, o solo a las mías? —Su voz... Nunca he conocido a nadie con una voz como la de Stefan, profunda y rica, como si pudieras hundirte en ella, ahogarte ... y morir con una sonrisa en tu rostro. Debería haber estado trabajando en Hollywood, o al menos en la radio. Y aunque si me lo encontrase en la calle me encantaría golpearlo con un palo afilado, el sonido de su voz todavía me dejaba respirando raro y tragando. —Escucha, entiendo que hay mucha mala sangre entre nosotros, y sé que no entiendes por qué hice lo que hice, pero dejo todo eso de lado por ahora. Ya que eres un detective pez gordo, necesito que me ayudes a encontrar a alguien de Campamento Infierno. El hecho de que me hubiera llamado “un detective pez gordo”, de una manera despectiva no debería haber disparado mi gatillo. Por supuesto, lo hizo. Nuestros gatillos tienen raíces profundas. —Supongo que querrás saber por qué, así que es mejor que lo escuches de mí. Me uní a un programa de doce pasos. Es igual de tonto como tú también pensarías. Todas esas gilipolleces sobre un poder superior, e impotencia, y rendición. "Soy Steven, y soy un adicto". "Hola, Steven". —Me sorprendió escuchar que se llamaba a sí mismo por el nuevo nombre que el FPMP le había asignado, a pesar de que solo era ligeramente diferente al nombre con el que me había encariñado. —La tasa de éxito tampoco está cerca de lo que dicen, pero tenía que intentar algo. El verano pasado me detuvo un policía de tráfico por cambiar de carril sin una señal (¿a quién diablos se detiene por eso?). Y me di cuenta de que había una colilla en mi cenicero. ¿Y si ese policía hubiera buscado en mi coche? Podría haber perdido mi consulta por algo tan ridículo como un cambio de carril.

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Dice el tipo que fuma hierba en su oficina, lo cubre con un ambientador y piensa que nadie se da cuenta. Decidí que tal vez alguien con un mono tan duro por un chute realmente podría beneficiarse de Narcóticos Anónimos. Entonces me pregunté si había medusas sobrenaturales en cuerdas pegajosas enganchadas en sus pulmones. Bajé la ventanilla y aspiré unas cuantas respiraciones de limpieza antes de vomitar un sorbo de café agrio sobre el lujoso asiento de cuero de Bly. —Estoy en el paso nueve, haciendo las enmiendas. Estoy generando mucha resistencia para hacer esto, ¿sabes? Así que me hace pensar que debe haber algún crecimiento esperándome en el otro lado del proceso. ¿Podría perdonarlo por lo que me había hecho, ir a mis espaldas, contando todos mis secretos, pidiéndome información que él entregó al mejor postor? ¿Podría siquiera manejar la disculpa? No tenía ni idea. —Tal vez nadie me va a convencer de que el pequeño memo no merecía al menos algo de lo que recibió, pero siento que necesito disculparme con Movie Mike... si puedo encontrarlo. Puto infierno, ¿ese imbécil Mike? ¿Qué hay de mí? —¿Pero sabes a quién le estaba yendo inesperadamente bien? — preguntó Stefan. —A Richie Duff, el bueno de Einstein. Fuimos brutales con él, ¿verdad? Especialmente la imitación de su risa patética que siempre estabas haciendo... —Se me puso la piel de gallina solo de pensarlo. Fue mucho más amable con mis disculpas de lo que hubiera sido yo, aunque tal vez haya bloqueado muchas cosas. ¿No lo hacemos todos? Parecía bastante ansioso por hablar sobre Campamento Infierno, pero no podía recordar el nombre de nadie.

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Podía tomarlo en serio, ya que a Richie le estaba yendo inesperadamente bien, o podía suponer que Stefan había sido engañado recientemente para que le proporcionara a Jennifer Chance una larga lista de psíquicos. Dado que no hizo un comentario sarcástico sobre ser invitado a ver a los Bears jugar el Día de Acción de Gracias, era más que probable que Stefan Russell hubiera estado haciendo las paces con un fantasma.

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Capítulo 32 Stefan me dio el nombre real de Movie Mike y revisó los canales en los que ya había buscado, y luego dijo: —Tal vez tengas mejores recursos a tu disposición que yo, —y colgó sin decirme que lo sentía. Le habría devuelto la llamada y exigido mis disculpas si no fuera por el hecho de que estaba ocupado por la idea de que él estuviera hablando con Jennifer Chance. Eso, más el hecho de que habíamos llegado a la sede de la FPMP, donde tenía que dejar mi vida personal en espera. Dreyfuss nos estaba esperando debajo de un cartel cursi que decía: ¡Sorpréndela con dos docenas de rosas rojas! Sus brazos estaban cruzados, apretados contra su cuerpo, y estaba caminando en una formación precisa de tres pasos que abarcaba toda la sección de la planta en maceta. Noté que no se estaba mordiendo las uñas. —El sí-no dice que la Doctora Chance ha estado yendo y viniendo del FPMP, —nos dijo, —pero este edificio está fuera de los límites. —¿Dónde está Lisa? —En algún lugar seguro. —Y al parecer no iba a ser más específico que eso. Dado el escenario de todo el patio de trenes, no tenía ninguna duda de que había varios agujeros de escondite preplanificados a su disposición. —He hecho que Richie y Laura se atrincheren en la habitación de atrás hasta que todo esto termine, y

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la Doctora Santiago está "tratando" a Richie para asegurarse de que no comience a actuar de manera inteligente. —Pero pensé que habías dicho que la tienda era segur... —No me voy a arriesgar. Richie es un desastre, y la idea de alguien más dentro de Laura... —Dreyfuss se estremeció. —Tu corazonada acerca de que los médiums eran un blanco fácil para la posesión estaba en lo cierto. Teóricamente, cualquiera que no sea un Tieso está en riesgo, pero los cuerpos sutiles de los médiums son mucho más fáciles de quitar. Cierto. Y yo tendría que empujar a mi propio espíritu si quería acompañar a la doctora Chance hasta el velo. Dije: —Debemos intentar asegurarnos de no exponer demasiados Psíquicos ante ella. NPs tampoco. Dado que la prueba de médium es tan penosa como es, probablemente Laura no sea la única que obtuvo un falso negativo. —Empezaré a enviar gente a casa. —Dreyfuss tocó su teléfono un par de veces, luego dijo: —Mierda. Esto no es pan comido sin Laura en el timón. Además, ¿qué pasa si el fantasma viaja a casa dentro de uno de mis agentes? ¿Entonces qué? —La distancia no debería importar. —Teóricamente, de todos modos. Hice todo lo que pude para sonar bien informado. —La sacaremos. Si Jacob y yo estamos amplificados con psi-activos... —Yo también, —interrumpió Bly. —Vi esa cosa, fue solo por un segundo y parecía un poco... un poco gelatinosa. Pero la vi, y quiero otra oportunidad con eso. Sé lo que se siente, dentro de su cabeza. Si se desliza en alguien, lo sabré. Antes, habría sido difícil tener a Bly codeándose en mi territorio. Pero ahora que sabía que él era un ex PsyCop, estaba extasiado por tener su talento a bordo. Dije:

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—¿Puedes ablandarla de alguna manera para convertirla en un objetivo más fácil? —Si le das un codazo a la gente, puede ser contraproducente. Algunas personas necesitan calmarse; los hace complacientes. Otras personas son más fáciles de amplificar. Comienzan a sentirse abrumados. Se vuelven descuidados. Esa cosa fantasma era intensa. Será más peligroso en sí mismo si aumento la intensidad unas pocas muescas... ¿pero realmente quieres hacerlo más impredecible de lo que ya es? Todos nos callamos y consideramos si nos correspondía o no enfrentarnos a una nueva e intensificada Jennifer Chance. Jacob había estado tomando toda la discusión con su propia marca de intensidad, analizando, pensando. Lo tenía todo resuelto para cuando habló. —Depende de cómo planees manejarla. Si vas a forzarla a que se acerque a este velo, entonces sacarla de equilibrio podría ser útil. Pero si vas a arrastrarla allí con una fuerza de voluntad pura, con tu talento, entonces será mejor que la estemos desanimando de luchar. —Cualquiera de esas cosas podría funcionar, —dije. —No lo sabré hasta que lo intente. Y es posible que incluso necesite cambiar las tácticas a medio camino si no va como quiero. —Los psi-activos no son un problema, —dijo Dreyfuss, —pero ¿cómo la vas a encontrar? ¿Usando el sintonizador psíquico como cebo? —Pensé que si estaba hasta arriba de psi-activos, la TV me daría una ventaja. Jacob dijo:

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—A ella también, sin embargo. ¿Cierto? El televisor afecta a todos en el rango de su señal. Tú serás más fuerte en su señal, pero ella también. Yo no había considerado eso. Además, la FantasmaTV era el bebé de Jennifer Chance. Ella probablemente obtendría más de lo que yo haría. Esperando convertirme yo mismo en una herramienta más precisa, me dirigí a Bly. —Quizás puedas quitarme la arista. Ya sabes... así no entro en pánico. —Si la flema fantasma no te asustó, no puedo imaginar qué lo haría. —Mira, sé que es un desastre aquí. —Me señalé a la cabeza. — Ayuda a un pobre tipo. —Un cierto nivel de ansiedad es parte del proceso, detective. Para todos nosotros. Evita que acabemos salpicados como un insecto en un parabrisas. Si no está roto, no lo arreglaré. Y pensar que me había preocupado que él hiciera pequeños retoques dentro de mi cráneo. Aquí ni siquiera lo haría con una invitación impresa. Los pulgares de Dreyfuss habían estado volando sobre su teléfono inteligente. Dijo: —La evacuación está en marcha, a excepción de un par de telépatas fuertes que pueden controlarse mutuamente mientras colocan el sintonizador en su lugar. Entonces, la gran pregunta es, ¿dónde les digo que lo pongan? Seguramente una parte del edificio tendría una ventaja táctica para nosotros sobre otra. Había recorrido todo el lugar y estaba fresco en mi mente. Podríamos instalarnos en la sala de juntas. Era lo suficientemente grande como para asegurarnos de que no nos

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estuviéramos tropezando, y sabía que Jennifer Chance tenía acceso a la ubicación ya que la había visto allí antes. Pero, ¿no parecería muy sospechoso que los cuatro estuviéramos sentados en la sala de juntas en el resplandor de la estática de la FantasmaTV? Tal vez podríamos instalarnos en la oficina de Dreyfuss entre los repetidores, fingir que estábamos haciendo algo con el televisor que no tenía ninguna relación con Chance, y luego empujarla por el velo cuando viniera a revisar su preciado invento. Gran plan, siempre que tengamos acceso al velo desde la oficina de Dreyfuss. —Esta cosa del velo, —le dije a Jacob, esperando que él pudiera adivinar algo de nuestra conversación con Chekotah. —Aquí es donde tenemos que configurar la emboscada. —¿Está en una posición física fija, o se mueve alrededor? Me tenía ahí. Volví las manos hacia arriba vacías. —Tal vez el velo es más un concepto que una ubicación temporal, —supuso. —Creo que de lo que realmente debes preocuparte es del cordón plateado. Eché un vistazo a los ocupados pulgares de Dreyfuss como si pudiera ver una cicatriz psíquica donde se habían atado las cuerdas de medusa, pero no había nada allí. Nada que pudiera ver sin realce psíquico, de todos modos. ¿Podría Jennifer Chance estar atada a una de sus FantasmaTV, y si es así, a cuál? ¿O se había unido al Doctor K para evitar que ganara su Nobel? Valía la pena comprobar esas posibilidades, pero tenía sentido probar primero con la solución obvia: el asesino de Chance. —Antes de que todos los Lexus salgan de la colmena, —dije, —haz que tu hombre-gatillo se quede atrás. Dreyfuss levantó la vista de su teléfono.

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—¿Mi qué? Aquí yo pensando que el Director Regional y yo nos entendíamos. Ahora me estaba haciendo deletrearlo todo. —Cualquiera que sea el agente que le disparó a la Doctora Chance, debería quedarse. Es el ancla más probable. Me miró tan raro que casi pensé que iba a admitir ser el tirador. Así que no estaba totalmente preparado cuando lo que realmente salió de su boca fue: —No hay un “hombre-gatillo”. Jennifer Chance se suicidó. Estaba mintiendo, debía haberlo hecho. Las personas que se disparaban a sí mismas no dejaban agujeros limpios en sus frentes. A menos que la herida de entrada hubiera sido únicamente para mi beneficio. —¿Cómo? —Pregunté. —Asfixiada. —Dreyfuss soltó una carcajada sin humor. —La puse en la habitación más segura del mundo, y ella se apartó de las cámaras, se tapó la nariz y la boca con la envoltura de plástico de su maldito emparedado, se acostó sobre sus manos y murió. Algo que crees que es verdadero se revela como falso. Evidentemente esa maldita carta de tarot me iba a perseguir durante el resto de mi vida. —No me sorprende que me hayas catalogado como un sociópata despiadado, —dijo Dreyfuss. —Primero Jennifer Chance hace parecer que envié a mi ex esposa a matar a Roger Burke, luego ella te dice que la ejecuté. Bueno, también estaba el espionaje y la amenaza del cacheodesnudo. Pero no había exagerado cuando me dijo que no tomara el espionaje como algo personal porque todos estábamos en Candid

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Camera31. La investigación de Laura era una prueba de eso. Solo podía esperar que no hubiera dejado en realidad que la TSA32 iluminara mi recto. Es posible que nunca me sienta bien con Con Dreyfuss, pero quería desesperadamente creer que los dos estábamos del mismo lado. —Aunque, —dijo Dreyfuss, —ahora que lo pienso, es posible que tenga alguna responsabilidad por su muerte, de una manera indirecta. Estaba tratando de que ella derramara la ubicación de la última TV, y le dije que iba a averiguarlo de Roger Burke de todos modos, una vez que lo sacara de la cárcel, así que también podría decírmelo ella misma y comenzar a ganar algunos favores. No se me ocurrió que quería quedarse con la última televisión tanto que estaba dispuesta a suicidarse para hacerlo. —Reflexionó sobre una cutícula irregular, pero no la mordió. —Aquí está lo que no entiendo. Si pensabas que había disparado a la Doctora Chance, ¿no te preguntaste qué pasó con la herida de bala? —No realmente. —Ella había hecho un trabajo realista con sus efectos especiales post-mortem. Probablemente tenía información de primera mano sobre cómo se vería el agujero, al ser doctora y eso. — La llevaba alta y orgullosa. Difícilmente me la podría pasar por alto. Las cejas de Dreyfuss se alzaron. —No estoy hablando de su fantasma, detective. Estoy hablando de su cadáver.

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Fue una popular y larga serie de televisión estadounidense de realidad oculta con cámara oculta. Las versiones del programa aparecieron en televisión desde 1948 hasta 2014. Fuente: Wikipedia. 32 La Administración de Seguridad en el Transporte es una agencia del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos que gestiona sistemas de seguridad en los aeropuertos, en los Metros y en los ferrocarriles norteamericanos. Fuente: Wikipedia.

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Capítulo 33 Mi aliento salía de mí en una nube visible, no porque yo estuviera caliente en el camino de un fantasma, sino porque la temperatura era unos fríos diez bajo cero en la cámara frigorífica. Fatiga, agobio, sensación de aversión o pura estupidez... Tal vez nunca sepa a qué debo atribuirle mi negligencia. Ahora me estaba pateando por renunciar cuando el Doctor K intentó mostrármela. Una pared de acero inoxidable contenía cubículos reveladores, la mayoría con números de serie en el frente, y cada uno con su propio bloqueo dual, parte manual y parte digital. Me sorprendió que no hubiera un lector de huellas dactilares y una exploración de retina. Tal vez eso es sólo en las películas. Una puerta estaba abierta. Dreyfuss se acercó a ella, plantó los pies, metió las manos en los bolsillos de su sudadera con capucha y se volvió hacia mí. —¿Hay alguien en casa ahí dentro? Me obligué a subir a la bóveda y eché un vistazo. Estaba vacía. —Supongo que no hablas del cuerpo. —Lo hice mover al área de calentamiento. Probablemente no esté del todo listo: se necesita media semana para descongelar un pavo de nueve kilos, por lo que es casi imposible que un ser humano se derrita en unas pocas horas. Pero pensé que podríamos necesitarlo, así que hice rodar la pelota. Por si acaso.

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Aunque mis entrañas se agitaban con temor, y aunque estaba luchando contra un reflejo inminente de vómito, lo que dije fue: —Muéstrame. Dreyfuss nos hizo pasar con una tarjeta de acceso a otra sala de trabajo. Cielos, ¿cuántas cosas importantes me había perdido en mi inspección inicial? A diferencia del resto del laboratorio, que estaba lleno de superficies de trabajo de acero inoxidable y gabinetes laminados cubiertos de etiquetas, esta sala estaba arrugada con plástico. Suelos, techos, carros y mostradores, todo lo que estaba dentro estaba cubierto con una película transparente desechable. El plástico incluso colgaba del techo en el centro de la habitación, formando una columna herméticamente sellada. El cambio en la presión del aire cuando abrimos la puerta hizo que la columna de plástico se flexionara como si estuviera respirando. Esta película era más pesada que el resto, lo suficientemente gruesa como para parecer translúcida en lugar de transparente, pero a pesar de la oclusión, mis ojos dibujaron el contenido lo suficientemente pronto. Un tanque, tal vez de un metro ochenta y tres de largo, lleno de líquido verdoso, que descansaba sobre una mesa a la altura de la cintura. Y dentro de ese tanque, un cuerpo. Dreyfuss entregó guantes quirúrgicos y máscaras, luego deslizó una máscara sobre su propia cara. —El laboratorio está tratando de mantener la mayor cantidad posible de bacterias fuera del cuerpo. Y la repetición de congelación y descongelación tampoco lo está favoreciendo. Puedes trabajar a través de los guantes, ¿verdad? ¿O deberíamos hacer una excepción para nuestro médium estrella? Los guantes estaban bien, pero mis manos se volvieron pegajosas en el momento en que me los puse. Una gota de sudor rodó por mi

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sien, y me di cuenta de que, a diferencia de la morgue fría, la sala de trabajo estaba cálida como en la sauna. Me froté la frente con la manga, luego saqué mi sal y mi agua de Florida de los bolsillos y me quité el abrigo, no mucho mejor, y también mi chaqueta. Antes de que pudiera preguntarme qué hacer con ellos, Bly me los quitó y los colgó en ganchos cubiertos de plástico al lado de la puerta. —De todos modos, no tienen protección contra un fantasma, — dijo. —Podría también minimizar tus distracciones. Esa era una forma de verlo, aunque me sentía flaco y vulnerable en mangas de camisa, la cual se aferraba a mí donde empezaban a sudar. Debería haberse sentido intrusivo, que intuyera mi aprehensión. No lo hizo. En cambio, me hizo sentir menos solo. —¿Necesitas algo más? —Preguntó Dreyfuss. —Tengo a Carl en espera en caso de que cambies de opinión. Nada en contra de Carl, pero Richie lo había entrenado, y la metodología de oración tradicional de Richie era tan extraña para mí que me preocupaba que la presencia de Carl fuera más un lastre que un activo. Además, dado lo territorial que es, no quería vivir un infierno por sumergirme en sus suministros metafísicos. No, Jacob tenía las velas y Bly tenía el incienso, y yo tenía mi confiable kit de bolsillo, aunque se sentía muy pequeño en la caverna de plástico de la sala de trabajo. Pero lo había estado alimentando con luz blanca todo el día, y si eso no fuera suficiente, entonces toda la sal en Utah no me ayudaría. —Estoy listo. Tan pronto como las píldoras de caballos entren en acción. —En cualquier minuto ahora, —dijo Dreyfuss. Revisó su teléfono y luego agregó: —Ha sido divertido, detective. Si salimos de esto vivos e intactos, las bebidas corren de mi cuenta.

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—Espera un segundo. ¿No te vas a quedar? —Por desgracia, mis servicios son requeridos en otros lugares. Washington se dirige hacia aquí para otra ronda de agarra y saquea, y ahora están tras su cuerpo. —Sólo tenía sentido para ella tratar de mantener el objeto que la ancla entre los vivos lo más lejos posible de mí. ¿Quién era el pobre psíquico al que le había tomado prestado el cuerpo para hacer la llamada, y todavía estaba escondida dentro o no? —Lisa y yo dimos la vuelta al problema, —dijo Dreyfuss, —y no había manera de evitar que los matones del gobierno se dejaran caer por nuestra fiesta. Pero si alguien puede detenerlos el tiempo suficiente para que evacúes al fantasma antes de que puedan agarrar el cuerpo... ese soy yo. Aunque no era como si Con Dreyfuss pudiera hacer algo contra un espíritu, incluso teniendo en cuenta su capacidad psíquica, me consternó que tuviera que irse. —Pero todo funciona, —dije—, ya que vivirás para ver mañana. —Solía preguntarme si Lisa alguna vez me mentiría sobre eso a la hora de la verdad, ya sabes, para hacerme sentir mejor. —Me imaginé que debajo de la máscara quirúrgica había un giro irónico en su boca. —Evidentemente no. La puerta se cerró son un susurro detrás de Dreyfuss, luego se bloqueó con un firme clic. Jacob comenzó a acechar el perímetro como una bestia enjaulada, explorando sin descanso los alrededores como si le preocupara perder una importante ventaja táctica. Bly hizo rodar los hombros y miró nerviosamente por la habitación. —Es gracioso, las cosas que no notas hasta que se van, —dijo. — Nunca he estado en el laboratorio mientras estaba vacío. No se siente bien. Jacob dijo:

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—Entonces lo sentirás cuando llegue Chance. —No lo sé. Quiero decir, ni siquiera me di cuenta de que era una cosa aparte hasta que vi que se convertía en gelatina. Yo solo... no lo sé. —Estamos bien, —dije. —Todo está bien. Ella no está aquí. —No estaba seguro de si quería que ella apareciera o no, aunque suponía que un enfrentamiento en el momento y el lugar de nuestra elección era preferible a la gran y fea sorpresa que habíamos encontrado en la casa de Richie. Cambié mi postura, y un calambre se apoderó de mi músculo de la pantorrilla. Cuando fruncí la cara por el dolor, también me apreté la mandíbula. —Olvidaba cuánto duele esto. —¿Te duele? —preguntó Bly. De hecho, sentí pena por él. —Hay malestar, —dijo Jacob. Venas rojas fantasmeaban sus sienes. Se hicieron más claras, más pronunciadas, cuando me centré en ellas. Miré a Bly. Alrededor de su máscara de piel fina. Revisé mis propios dedos. Trazadores. Y las partes en las que mis cuerpos sutiles no estaban alineados con mi físico, me di cuenta de que sentía muchos menos calambres que en las extremidades que estaba usando para quedarme de pie. Sin embargo, tenía miedo de cambiar mi conciencia hacia esos cuerpos por temor a que se separaran. —Jesús. —Bly volvió a rodar los hombros. —¿Estás recogiendo algo? —pregunté con la esperanza de distraerlo del doloroso malestar. —No estoy seguro… —No tengo ni idea de cómo se sentiría ser empático, —le dije. — Así que, cualquier cosa que ella registrara allí en la cocina: enojo, desesperación, obsesión, busca eso. Porque te garantizo que todos los demás están simplemente asustados.

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Bly volvió su atención hacia el exterior, se quedó quieto por un momento y luego dijo: —No. No la siento. —Bien entonces. Jacob, enciende las velas y el incienso. Parecía aliviado de tener una tarea, algo que podía hacer más que quedarse de pie y temer la llegada del fantasma. Los puntos cardinales habían sido marcados en el plástico con un lápiz graso antes de nuestra llegada, así que, en un santiamén, Jacob tuvo una vela encendida en cada punto. No hubo pirotecnia esta vez, no como en el sótano del hospital. Sin bajada de temperatura ni cambio de presión. Solo otro recordatorio de que este fantasma era una enchilada completamente diferente. En el curso de mi trabajo policial, salar repetidores se había vuelto bastante rutinario. Vi ahora que me había dejado suavizar considerando cualquier cosa que tenga que ver con el mundo espiritual como rutina. Bien. Si no estuviera siguiendo un patrón, estaría considerando todos mis movimientos, por lo tanto, sería menos probable que me descuidara. Envié una neblina de luz blanca hacia el exterior, sintiendo el brillo de las velas, el humo de la mirra. La habitación brillaba más, no como si las luces estuvieran encendidas, sino como si una lente especial se hubiera deslizado a través de mi visión que hacía que todas las luces resaltadas brillaran más. Entrecerré los ojos en la visión-resplandor y lancé mi mirada alrededor de la habitación. —¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —Bly me preguntó. Creo que lo decía retóricamente. Pensé que era mejor tratarlo como si lo hiciera. Levanté un dedo enguantado para guardar silencio, me armé de valor y separé las gruesas láminas de plástico.

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Su manchada y gris frente estaba limpia. Sin agujero de bala. Ninguno. Hijodeputa. Tal vez en algún nivel todavía creía que Con me estaba engañando. Pero ninguna cantidad de maquillaje podría ocultar una herida de bala, no desde esta distancia. No había sido Dreyfuss el que me manipuló, fue Jennifer Chance. Incluso desde más allá de la tumba. No parecía justo. Si bien Lydia tuvo problemas para hacer aparecer los cigarrillos, el fantasma de Chance era capaz de generar efectos especiales. Supongo que toda una vida de estudio de cuerpos sutiles tenía sus ventajas. El cuerpo físico se veía terrible, sin embargo. No era el primer cadáver que había visto, y probablemente no sería el último, pero el hecho de que he tenido varias conversaciones con ella en los últimos meses me ha llevado a ignorar el hecho de que ella estaba muerta. Ver la cáscara vacía trajo al presente su muerte con un impacto mucho mayor que conversar con su fantasma. El cuerpo estaba medio sumergido en el líquido, el cual olía como la cosa en la que guardaban los peines en la peluquería. Estaba cubierto por una lámina de plástico opaco que se extendía hasta su pecho: ¿para proteger su modestia o evitarnos el impacto de ver la muerte y la desnudez? Ya que había algo claramente en forma de cerebro en un recipiente Tupperware junto a su tanque, supuse que habían hecho una incisión craneal. El corte estaba oculto por su largo cabello rubio, peinado hacia atrás en un estilo que nunca habría usado. Los extremos cosidos de una autopsia con la incisión en Y se mostraban en cada clavícula, inclinados hacia sus hombros como tirantes de sostén espeluznantes. Consideré la pura muerte de la forma sobre la mesa, y luego saqué un nuevo rayo de luz blanca, mirando más profundo. Nadie estaba en casa. Lo que teníamos ante nosotros no era más que carne descongelada.

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—Esta no es el ancla, —dije. —Jennifer Chance era pragmática. ¿Qué uso tendría para un cadáver, incluso uno que solía ser suyo? Necesitamos encender la televisión para llamar su atención. —Deja que el psi-activo comience antes de hacer eso, —sugirió Jacob. Los músculos agarrotados de mi pantorrilla estaban llenando de lágrimas mis ojos. —Oh, están cargados y listos, créeme. Jacob miró la televisión y frunció el ceño. Se estaba echando atrás sobre encenderla, pero no me cuestionó. No ahora, no frente a Bly, y no cuando habíamos establecido que los dos iban a seguir mi liderazgo pasara lo que pasara. Si nuestros roles se invirtieran, me reconcomería verlo marchar de cabeza al peligro también. Pero eso es para lo que ambos nos inscribimos, y eso es lo que nos convirtió en compañeros pésimos para el tipo de personas normales que intentábamos proteger. Me arrodillé ante el televisor y miré por el altavoz modificado. Podía girar los ajustes, arruinarlos para que ninguno de nosotros estuviera en ventaja, pero ¿y si terminaba inclinando la balanza para que el fantasma recibiera una mejor señal que yo? Debería haber estado practicando todo este tiempo, haber llegado a conocer esto por dentro y por fuera, en lugar de ignorarlo deliberadamente. Por supuesto, de eso solo estaba empezando a darme cuenta ahora, porque cuando llegara el FPMP de Washington, podría despedirme de la FantasmaTV. ¿Qué fue lo que hizo que los matones decidieran hacer otra barrida? Habían sido bastante exhaustivos la primera vez. ¿Habían encontrado algo en uno de los ordenadores que cogieron? No había nada allí que no pudieran haber visto hace años desde los servidores.

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La única fuente de información que se me ocurrió fue la misma Jennifer Chance. Dreyfuss debía haber mencionado tener acceso a su cuerpo fuera de la floristería, en algún lugar donde ella estuviera escuchando. Ella se había dado cuenta de que era un lastre y pidió a sus monos voladores que vinieran y se la llevaran. ¿Pero cómo? No a través de Richie o Laura, ya que tenían a Santiago observando sus patrones de pensamiento. Pero no era como si los tres fuéramos los únicos médiums del planeta. Me imaginé a Chance empujando a la gente para ver si era fácil soltar algunos cuerpos sutiles, como un criminal oportunista que intenta abrir las puertas de una fila de autos estacionados para ver si alguien con un buen equipo de música podría haber descuidado el bloqueo... como el tipo muerto abajo en la calle Maxwell. Si en este momento estuviera acurrucada en un cuerpo vivo, podría estar en cualquier lugar a estas alturas, ¿y cómo la encontraría? La desesperación se agitó en mis entrañas, la desesperación y la inutilidad y una horrible sensación de impotencia, porque si no podía hacer esto, entonces nadie podría. Bly se aclaró la garganta y dijo: —Podría quitarle el filo a ese desaliento. —No. Necesito todo el filo que pueda obtener. —Lo miré, los ojos que se veían por encima de su máscara, redondeados en sus conectores de músculos debajo de su piel transparente. Y miré a Jacob, con su redecilla de venas. Estas cosas eran tan claras visualmente que mi talento estaba fuera de las escalas, y sin embargo, no podía hacer nada por Jennifer Chance si ella no estaba jodiendo allí. Traté de ponerme de pie y mis piernas acalambradas no cumplieron. Choqué la rodilla en la baldosa cubierta de plástico y me giré torpemente para fulminar con la mirada al cuerpo.

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Y luego lo vi. Un destello. Difícil de detectar entre el plástico colgante cubierto con su brillo ambiental blanco, pero cuando ladeé la cabeza, cuando entrecerré los ojos, lo vi de nuevo. Una atadura (como un cabello de delgada, prácticamente invisible) que se extendía desde el plexo solar del cuerpo. Cuando Bert Chekotah comparó la conexión con una tela de araña, pensé que era más de su fraseología nativo-americana. Pero eso era exactamente lo que parecía, una de esas hebras largas, finas y delgadas que no se notan hasta que roza tu cara. Bly se quedó sin aliento, sintió la revelación tan agudamente como yo. Jacob miró entre nosotros, recogiendo una idea de lo que estaba pasando en mi cabeza solo con el lenguaje corporal. Le asentí con la cabeza, y eso fue suficiente. No estaba seguro de cuán sensible era este cable delgado a la vibración, pero en caso de que fuera el equivalente a un dispositivo de escucha fantasma, opté por hablar en nuestro lenguaje de microexpresión en lugar de proporcionar información. Luz blanca. Señalé el techo, luego hacia mi frente, y luego hice un movimiento hacia abajo. Jacob asintió. Bien. Bly asintió también. Excelente. Estábamos tan listos como lo estaríamos nunca. Fijé la posición del cordón delgado en mi mente, y luego cerré los ojos y abrí el grifo. Aunque se me ha explicado, no puedo afirmar que técnicamente entienda lo que hace el psi-activo que da calambres. Sin embargo, lo sentí, como si mi capacidad de luz blanca se hubiera duplicado, y mi capacidad de arrastrarla llegara más lejos y más fuerte. Me inundé, revisé para ver si se sentía bien, y luego aspiré aún más. Mi visión interior era tan brillante que todo era blanco, y ya no podía decir si mis ojos estaban abiertos o cerrados. Los abrí experimentalmente, y todo era blanco sobre blanco, y sin embargo, podía verlo todo con

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una claridad vítrea. Jacob, Bly, el plástico, el televisor inactivo y el cuerpo. La tela de araña ardía como si fuera la cosa más sólida de la habitación, como si cualquier persona que la atravesara cayera en dos mitades como un gran queso maduro. Levanté las manos para mantener a Bly y Jacob donde estaban, probablemente pareciendo un sudoroso curandero por la fe, arrodillado con mi camisa húmeda con los brazos extendidos, y los tres nos quedamos completamente quietos. El delgado cordón plateado brillaba. No estaba viendo un cordón astral, me di cuenta, sino algo que conducía a un cuerpo sutil diferente, las cosas de las que están hechos los fantasmas. Este cable podría llevarnos a Jennifer Chance... aunque sería mucho más conveniente si pudiera atraparla. Lo miré, lo percibí: afilado, sí, y fuerte también. Pero delicado, de una manera frágil. Como el vidrio, algo que podría romper tan fácilmente como él podría cortar. Tal vez Chekotah pudo apartarlo, pero tenía a Hugo Cooper en la habitación con él mientras lo hacía. No podía arriesgarme a romper la atadura mientras Jennifer Chance estuviera fuera de casa. Porque, ¿y si eso dejaba a un pobre médium acurrucado en la esquina de su propia mente mientras que Chance llevaba los controles? No, la necesitaba aquí, donde pudiera verla. Así que miré fijamente el cable, realmente fijo en él, y mentalmente tiré. Nada. Nada más que un latido familiar en mi cráneo, de todos modos. Era la escena de Triplemente Tiroteado otra vez. Yo esforzándome por explotar una vena cerebral, y sin tener ninguna reacción en el reino espiritual. Solo que ahora yo estaba el doble de colocado. Probablemente el doble de probabilidades de romper algo importante empujando demasiado fuerte en la dirección equivocada.

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Cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que se sentía exactamente como Triplemente Tiroteado, y que yo, quedándome sentado agarrando mentalmente a Jennifer Chance, no nos iba a llevar a ningún lado. Bly volvió a aclararse la garganta. Miré por encima de mi hombro. Entre la piel delgada y la máscara quirúrgica, no pude leer su expresión. —La desesperación realmente no te da una ventaja. —Sólo voy a decir esto una vez, —le dije, enunciando cada palabra muy claramente, ya que no podía ver mi cara. —Si de repente no me siento como una mujer egocéntrica loca, entonces deja de husmear en mi cabeza. Las cejas de Jacob se alzaron. Las mías también. Normalmente no era tan directo. ¿Y qué demonios pasó con el trabajo en equipo? —Lo pillo. —Bly no sonó particularmente amenazado, pero supuse que había expresado mi punto de vista. —Y por cierto, la ira es mucho más útil que la desesperación. Oh. Había una razón por la que de repente estaba tan enojado. Aunque al menos me dijo cuándo estaba modificando él mis emociones, gracias a que cambió mi desesperación por algo más activo, la revelación completa no me hizo ninguna gracia. Le di una mirada muy desagradable, y luego me volví para mirar la hebra de plata también. Intentar pensar en eso no me llevó a ninguna parte, entonces, ¿con qué me dejaba eso? Dirigí algo de luz blanca hacia ella... pero eso fue solo una variación de tirar de ella con mi mente. ¿Entonces qué? ¿Puntearla como una cuerda de guitarra y ver si tenía una respuesta? Me acerqué a ella, esperando que mi dedo pasara directamente, como si fuera cualquier otro fantasma o repetidor, y obtuve el

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equivalente psíquico de una descarga de 110 voltios. Alejé mi mano y la sacudí, esperando que la punta de mi guante de látex se abriera como una cáscara de plátano, pero el guante estaba intacto. Sacudí mi mano hormigueante otra vez, y murmuré: —Hijodepu… La palabra se me escapó en una nube de escarcha. La máscara quirúrgica la atrapó, en su mayoría, pero algo se disparó alrededor de los bordes, soplando por la parte frontal de mi cuello y por mis pómulos, empañando la escena que ya era de un blanco brillante para mi visión interior. Dos jadeos siguieron. Al parecer, no era el único que podía ver la escarcha. Y luego una punzada de miedo apuñaló mi pecho... excepto que una parte de mí, enojada y despreocupada, sabía que en realidad no tenía miedo. —Contrólate, Bly, estás goteando. Ponle una tapa. —Mierda. Oh, mierda. —No exactamente como el incondicional agente federal ex PsyCop que he llegado a conocer y tolerar. Al menos, descubrió una manera de detener el flujo, dejando que mi estómago se tambaleara con la abrupta montaña rusa de ira y miedo que finalmente se asentó en una lucidez fresca y clara. Busqué la hebra de nuevo, y ahora era claramente visible a los ojos de mi mente, afilada y brillante. Ahora que había tocado la cosa que conocíamos, y no era necesario entornar los ojos y buscar. A pesar de que estaba arrastrándome con luz blanca, aspiré un poco más y la envié hacia la punta de mis dedos cuando alcancé la hebra para darle un tirón. Me había preparado para el contacto, y esta vez la precipitación fue diferente. En lugar de que la hebra de plata me golpeara, fui yo quien lo hizo. Mi luz blanca corrió por el hilo como una llama a través de un fusible. Mi instinto me gritó que me detuviera, pero no podía, no

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ahora. Sin duda, me arriesgaba y, si vacilaba, se aseguraría de que la próxima cosa que el FPMP de Washington se llevara fuera mi carcasa drogada. Sin dudarlo, entonces, no podía permitírmelo. Cerré los ojos, abrí la parte superior de mi cabeza y dejé que la luz blanca inundara para reponer el jugo que se estaba tirando de la hebra. Tronó a través de mí, y mis ojos físicos se abrieron de golpe. Ahí estaba mi mano física, firme en su guante de látex físico. Y alrededor de ella, otra mano, sobredimensionada. Y otra, con dedos más largos. Alrededor de esos, aún más. Múltiples cuerpos sutiles, todos ligeramente descentrados de lo físico, como una pila de transparencias desalineadas. No tenía ni idea de qué cuerpo estaba obligando a enrollar al fantasma de Jennifer Chance, así que reuní mi voluntad y, usando cada una de esas manos, tiré. Todo el aire salió de la habitación, y también el calor y la luz. El plástico a nuestro alrededor se volvió azul oscuro, flexionándose como si estuviera respirando. La respiración de Jacob se desvaneció alrededor de su máscara en una bocanada visible. La de Bly también. Y entonces sentí el impacto. El fantasma de Chance rugió sobre el hilo plateado y se estrelló contra mí como un rayo. Ella trató de deslizarse dentro de mí como en un abrigo, un brazo, luego el otro, pero mis cuerpos sutiles estaban demasiado fortificados para que ella se quedara. Cada parte de ella que se deslizó se escurrió hacia afuera, mientras yo estaba allí sacudiéndome como si hubiera inventado un nuevo baile punk. Sin embargo, no era suficiente para resistir a su fantasma. Necesitaba darle órdenes. Para romperlo. —Oh, Dios —Bly gritó, —¡Ella está aquí! Yo lo ignoré.

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—Más luz, —le dije a Jacob, y le tendí la mano. Estaba allí, justo allí, y sin dudarlo, me entrelazó los dedos y me apretó. Lo sentiría en mis nudillos más adelante, me di cuenta, como sentiría mis músculos de la pantorrilla más tarde, pero por ahora era mucho más de lo físico lo que trascendía las cosas mundanas como el dolor, el frío y el miedo. Lo vi como el cromañón Súper-Tieso de la energía roja con uno de mis cuerpos sutiles, y con otra parte, como Jacob, solo Jacob, el hombre al que amaba con todo mi corazón y en el que confiaba mi vida. A medida que el universo alimentaba la luz blanca a través de mi cabeza, empujó energía táctil a mi brazo. Cuando el fantasma de Jennifer Chance trató de deslizarse en ese brazo, ella aulló. —Más, —jadeé, y el cosquilleo se convirtió en un zumbido, y luego un rugido. Me quité la mascarilla quirúrgica para intentar recuperar el aliento, y mis palabras salieron en una nube blanca y espesa. — Mantenlo reunido mientras tú... —No tuve que explicarlo. Ya lo estaba haciendo. No tenía el control fino para agarrar a Chance con el cuerpo sutil apropiado, así que fui hacia ella con todos ellos en un barrido grande y desgarbado. Su brazo se agitaba cerca del mío, tratando de alinearse, y lo agarré por la muñeca. Se convirtió en gelatina, que babeó al suelo. En algún lugar detrás de nosotros, Bly estaba vomitando, pero lo excluí, agradecido de que al menos estuviera ocultando su terror en mi cabeza, incluso si no podía mantener su almuerzo en su garganta. El brazo-goteante no parecía hacer daño a Chance. Se recompuso e intentó saltar una vez más hacia mí, pero rebotó como si un campo de fuerza eléctrica estuviera en su lugar. Sus ojos brillaban de rabia, literalmente brillaban, con una luz plateada y crepitante, y luego, como no podía meterse en mí, se dio la vuelta y probó a llegar a Jacob. Fue un espectáculo para la vista. Ella

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se zambulló duro, y donde lo tocó, se desmaterializó. Era como ver a alguien lanzar un globo de agua con forma humana contra él y verlo explotar. Él se meció hacia atrás, el ectoplasma llovió a nuestro alrededor, y apreté su mano lo suficientemente fuerte como para que no pudiera alejarla. —¡Estás bien! —le grité. —No puede hacerte nada, ni una maldita cosa. Desafortunadamente, Chance podía oírme tan bien como Jacob. Los éteres se reunieron, y el fantasma volvió a formarse una vez más... y luego esos ojos fantasmales se iluminaron en Jack Bly. —Oh no, no lo hagas. —Cada palabra fue una nube de escarcha cuando me lancé hacia ella con mi mano libre. Pasó por su brazo, salpicando gelatina, una vez, dos veces, y luego me di cuenta de que había estado buscando en el lugar equivocado. La forma fantasmal de Jennifer Chance era tanto una concha como ese trozo moteado de carne suturada que se cocía en el tanque de calentamiento. Necesitaba agarrarla por la esencia, por el alma, a falta de una palabra mejor. Me imaginé el lugar donde la hebra plateada la había conectado al plexo solar de su cuerpo físico, apuntando al mismo lugar en su fantasma... y lo agarré. Fue como hundir la mano en un banco de nieve. Un banco de nieve electrificado. Un banco de nieve electrificado que estuviera en llamas, y también lleno de cuchillas de afeitar y ácido. Dejé escapar un suspiro de sorpresa y dolor, y mi respiración fue una gran nube cristalina. Sin embargo, mis dedos se habían cerrado sobre algo, algo sólido, algo que palpitaba y se retorcía y luchaba por liberarse. Dolía más allá de la razón, pero de ninguna manera en el infierno la soltaría para que ella pudiera atacar a Bly. Sin embargo, ahora que tenía un agarre, ¿qué diablos hacía con ella?

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El velo, se suponía que debía llevarla al velo. Pero apenas podía localizar el maldito velo mientras luchaba por agarrar su espíritu. Si solo Jacob pudiera aferrarse a ella por un segundo mientras yo... mis ojos se posaron en el cadáver, y antes de que pudiera adivinarlo, golpeé mi puño contra su tripa. Mi puño físico rebotó, pero mis otros puños, astrales, etéreos, sean lo que fuesen, esos puños sutiles siguieron adelante. —Agárrala, —jadeé a Jacob, —agarra el cuerpo, en cualquier parte, con ambas manos, ¡solo agárralo! El espíritu trató de deslizarse cuando se dio cuenta de lo que estábamos haciendo, pero Jacob se lanzó al cuerpo como un linier defensivo. El tanque de plástico se combó, rociando fluido químico. El cadáver fue arrancado de mi mano, y ahora Jacob lo tenía por una cadera y un hombro, con todo entre ello firmemente sujeto. —Eso es, —grité, —eso es perfecto. —Reuní mi luz blanca para un empujón final. —Mantenla ahí mientras... —Jesucristo, —soltó en la solución química, —se está moviendo. Bly hizo un ruido estrangulado, luego salió tambaleándose por la puerta, salpicando vómito. —No lo sueltes, —le supliqué a Jacob. —¡Entonces, date prisa! Solo había un lapso de tiempo en el que podía esperar que él luchara contra un cadáver animado sin perder la cabeza. Después de todo, Zigler nunca fue el mismo desde el sótano de zombies, y todo lo que había hecho era mirar las malditas cosas. Me puse a trabajar imaginando el velo, la muerte, el gran más allá. Intenté visualizar todos esos lugares y experimenté un ataque de pánico. ¿Sería capaz de encontrar la otra vida, yo, un agnóstico registrado? ¿Y si no podía? ¿Qué pasaría si, al final, nos fallara a todos, y Chance se liberara, y

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Jacob terminara pasando tres noches a la semana en el sofá de un psiquiatra por el resto de su vida...? La puerta de la sala de trabajo se abrió de golpe, y desde ella, un Bly cubierto de vómito gritó: —¿De qué tienes miedo? ¡Tú... tú... marica! La rabia me inundó, aguda, repentina y estimulante. Si hubiera estado más cerca, le habría dado una buena, pero junto con la ira, sentí que descendía una claridad helada. Que me maldijeran si permitía que Chance se escapara para causar estragos con gente decente por el bien de su maldito invento. Estaría maldito. Las imágenes pasaron por mi mente, de todos los recién muertos que había visto girar hacia la luz, una luz que se parecía mucho a la luz blanca que había estado tirando hacia abajo, solo que infinitamente más brillante. Y como la imaginé, me di cuenta de que estaba allí. No es que la hubiera convocado, ya que un humilde mortal como yo nunca podría esperar cambiar su curso. Pero no obstante, estaba allí, tirando de mi conciencia. Como un portal. O un agujero de gusano. O un sol. —A la cuenta de tres, —le dije a Jacob—, vete de ella. ¿Lo pillas? — Estaba boca abajo en el cadáver con espasmos, así que asumí que estaba a bordo. —¡Uno… dos… tres! Jacob voló hacia atrás, con las manos en el aire, y me lancé. Vi al espíritu tratar de rodar hacia un lado, furtivo, como si tal vez ella se escapara. Pero también vi su núcleo, el cuerpo del alma, y lo intenté. No era solo mi talento en el juego. Se suponía que Jennifer Chance no estaba allí. Ella había sido esperada en otro lugar desde que tomó la decisión de cubrirse la cara con una envoltura de plástico y acostarse para morir. Entre yo empujando, y el reluciente portal blanco tirando, su control sobre la realidad física comenzó a erosionarse.

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Sin embargo, ella era una luchadora, y el ectoplasma voló mientras me golpeaba con sus puños fantasmales. Nos balanceamos al borde del velo, yo empujando, ella empujando de vuelta. Estaba listo para el empuje final cuando un pegote de baba de fantasma se interpuso entre el suelo cubierto de plástico y la suela de mi zapato. Me deslicé, agitándome, pero estaba decidido a mantenerla. ¿Pero con qué mano? Mis cuerpos sutiles se abanicaron, y de repente el suave tirón del velo fue una fuerte e irresistible atracción. Una parte de mí se deslizó y, sin embargo, frente a esta separación, me sentí sorprendentemente tranquilo. Decidí que si era mi hora de irme, al menos me llevaría a la doctora Chance, y me aferré a ella con todo lo que tenía. Y luego hubo luz. Fue perfecto. Yo estaba perfecto. Todo era perfecto: yo, el mundo y el universo. Era simple y profundamente este sentimiento de perfección. Fue sublime. Todavía era yo, tal vez, pero era todo. Lo que sea que Jennifer Chance fuera no dejó de existir, sin embargo, de alguna manera dejó de importar, porque ella también era una con todo. —¿Vic? Me caí. O tal vez había estado cayendo desde que me deslicé sobre el ectoplasma. O tal vez no me estaba cayendo, tal vez me había tragado por error demasiado Seconal, y tal vez estaba en la cama con un caso intenso de mareos. No, eso no era todo. Hubo un golpe fuerte cuando me estrellé. La habitación estaba cubierta de plástico y el suelo en el que estaba tendido estaba cubierto de químicos y limo. Y la cara de Jacob estaba sobre la mía mientras me sacudía por los hombros. —¡Vic!

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Parpadeé y dije: —Sí. —Mi conciencia recientemente estirada pensó que esta sola palabra debería abarcar volúmenes de significado, pero mi sensibilidad mundana también volvía lentamente hacia mí, y me di cuenta de que la mayoría de las personas físicas realmente no pueden comunicar en suspiros y miradas y en micro-expresiones, todo lo que quieran. Así que agregué, —Lo hemos conseguido. Ella se ha ido.

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Capítulo 34 Mi teléfono descansaba sobre la mesa del comedor en medio de los bailarines a medio hacer mientras intentaba elegir entre mi corbata roja y mi otra corbata roja. Detrás de una dirección y una hora, el mensaje texto de Dreyfuss simplemente decía, Llevad algo bonito. Eso significaba que Jacob sacó los gemelos, mientras yo cavaba alrededor hasta que encontré una de mis chaquetas especiales de tipo-larguirucho que realmente me ajustaba. También cubría todos los golpes y moretones que había recibido en el laboratorio esa mañana. —¿Cena de celebración? —Sugerí. Jacob se miró críticamente en el espejo del baño, alisó sus cejas, acarició su perilla y luego acarició los lados de su ya perfecto cabello. —Nunca es tan simple con él. Probablemente no, pero no estaba en mí sentirme sardónico al respecto. Aproximadamente el noventa y nueve coma nueve por ciento de los kumbaya33 habían huido de mí una vez que caí de la luz blanca. Pero por ahora, todavía recordaba cómo era estar dentro del resplandor... y el mero recuerdo de esa sensación fue suficiente para hacerme sentir magnánimo hacia todos. Incluso, hacia Con Dreyfuss. 33

Kumbaya tiene su raíz en una canción estadounidense espiritual y folklórica del mismo nombre, kumbaya se refiere, a menudo despectivamente, a momentos o esfuerzos en armonía y unidad.

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Ambos estábamos ansiosos por ver a Lisa de nuevo y preguntarle qué sucedió realmente. Las garantías de que Richie y Laura estaban bien también estarían en orden. También quería escuchar cómo le fue a Dreyfuss contra Washington, cuyos matones se habían apoderado de nosotros y nos habían liberado de un cadáver cubierto de limo sin batear una pestaña de G-man. No tenía ninguna duda en mi mente de que también habrían recogido la FantasmaTV con mucho gusto, si Jack Bly no hubiera convocado la presencia mental para girarla hacia la pared, arrojar una lámina de plástico sobre la parte superior y camuflarla con los equipos de laboratorio para que se mezclara pasivamente con los armarios. Encontramos el restaurante y entregamos las llaves del coche al servicio de aparcacoches, mientras me preguntaba si podría haber luego un dispositivo de rastreo oculto en algún lugar del llavero. Era un lugar lujoso. Con suerte habría algo identificable en el menú. Nos topamos con Bly en el guardarropa. No puedo hablar por Jacob, pero me alegré de verlo. Él no estaba tan maltratado como Jacob y yo, pero dado lo que todos habíamos visto en la morgue del laboratorio, probablemente estaba teniendo algunas cicatrices frescas en el interior. —Escucha, —murmuró él, una vez que la chica de los abrigos estuvo fuera de alcance, —lo que he dicho antes... Lo entendí… él había estado tratando de sacarme de una inminente depresión al enojarme. Funcionó, además. —Lo sé. —Estoy bien con eso, —dijo él. —De verdad. Mi tía favorita es lesbiana. El viejo yo se habría enfadado ante la idea de que mi vida personal era algo con lo que él pudiera estar bien. Pero, en mi resplandor de

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luz blanca, me di cuenta de que estaba tratando de tartamudear una disculpa. Y lo aprecié. —Y nunca antes había vomitado en una escena, —le dijo a Jacob. — Nunca. Pero pude sentirlo, sentirlo realmente, dentro del... cuerpo. — Se veía un poco verde solo por escanearlo a través de la memoria. Mientras mi experiencia mortal había sido un momento en la luz, Bly había absorbido las emociones de Jennifer Chance atrapada dentro de su propio cadáver. Con psi-activos, nada menos. Pobre idiota. —He estado tratando de decirte, —dije, —la cabeza rapada, el bronceado, el ejercicio, todo te queda muy bien. Pero las lentes de contacto de colores son un poco exageradas. Jacob se detuvo y miró fijamente. La dura crítica debió haber parecido fuera de contexto, pero el empático lo entendió. Bly dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza con tristeza. —¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? No mucho, puedo sentirlo, no mucho. —¿Saber qué? —dijo Jacob fácilmente, retomando la nueva camaradería entre Bly y yo de esa manera mundana y empática. —¿Recuerdas a John Wembly? —Pregunté, mientras Bly hacía un pequeño movimiento de “shhhh”. Bajé la voz. —¿Sabes, el PsyCop, con el pelo? —Reconocimiento surgió en la cara de Jacob. —El que desapareció, —agregué. Jacob miró a Bly sin pedir disculpas, lo examinó de pies a cabeza y luego dijo: —Tu entrenador está haciendo un gran trabajo. Bly se volvió hacia el comedor, sonriendo. —Es una tirana, —se echó hacia atrás sobre su hombro. —Me hizo renunciar a los refrescos. Al queso también. —Cielos, eso era bastante extremo. Menos mal que en realidad le gustaban las acelgas.

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Jacob observó la puerta donde Bly había desaparecido por un momento, luego dijo: —Implantes de pómulos. Si no fuera por esos, lo habría visto. —Sí, sí. Eso dices. —Lo golpeé afable con el codo. —Encuentra nuestros asientos, voy a cambiar el agua al canario. —Nunca sabías cuánto durarían estos aburridos asuntos de varios cursos, y no quería pasar por una cena peligrosamente exclusiva con una vejiga llena. La iluminación era tenue y elegante, lo que significa que la hilera de pasillos y comedores privados era un confuso borrón de ropa blanca, madera y velas. Justo cuando sospeché que podría haber hecho una vuelta total de 360 y terminar de vuelta con Jacob, vi a Lisa pasar por una puerta. Ella se veía bastante musculosa también. Supongo que todo ese yoga estaba empezando a dar sus frutos. —Lisa, —la llamé. —Hola, Lisa, espera. —Pero cuando se volvió para mirarme, no era Lisa en absoluto, solo una chica hispana con pendientes de aro más grandes y más maquillaje. —Oh. Lo siento. Retrocedí mientras la chica decía: —No, es... —No importa. —Me metí en la habitación más cercana, horrorizado por la idea de que casi había agarrado a la pobre desconocida por el hombro. Nada arruina una buena cena, como hacer que te rocíen con gas pimienta de camino al baño... en el que, al parecer, me las había arreglado para tropezar. Era uno de esos baños con un salón, del tipo que usualmente tenía un asistente que esperaba para entregarte torpemente una toalla, una menta de aliento o un peine. El salón estaba lleno de flores frescas, o tal vez falsas increíblemente realistas. Estaba a punto de volver para comprobar que no estaba cometiendo un error al entrar en un servicio público para mujeres cuando escuché la voz de Crash, y luego mi incomodidad desapareció, y cargué para

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agarrarlo y aplastarlo contra mí para celebrar el hecho de que Ash Man34 era solo su nombre en el chat, y no su estado físico de ser. Pero luego la voz de otro hombre se unió a la suya, entrecortada, desconocida y descaradamente alegre. —Ella es perfecta. Shakira y Mariah y Ashanti todas en una. Solo un poco más de brillo. Choque de nuevo: —Guau, vaquero. Tranquilo con el polvo de hadas. Esto no es una rave. Doblé la esquina para ir a un baño, pero no al tipo de lavabo y cubículos que había estado esperando. El opulento tocador estaba lleno de flores, cojines, luces y espejos. Crash estaba allí con su nuevo y viejo novio Red, cada uno de ellos vestido de punta en blanco, con los peines y las actitudes en alto, flanqueando a una mujer en una silla de peluquería. Estaba sentada entre ellos como una diva de Hollywood, impecablemente arreglada, con el pelo amontonado y reluciente de brillo, era Lisa. Los tres miraron hacia arriba, sobresaltados, y se encontraron con mis ojos en los diversos espejos. —Eh... hey, —dije. —¿Qué está pasando? —Porque parecía que Lisa estaba lista para protagonizar un video musical. Tal vez con los bailarines del puzle sin terminar. Mientras Crash tenía sus ojos en mí, Red aprovechó la oportunidad para rociar a Lisa con otra capa de aerosol brillante. Crash le lanzó una mirada de advertencia y él respondió con irritante indiferencia: —Ahora, escúchame, Curtis. Sé lo que estoy haciendo. Cada niña es una princesa el día de su boda.

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Ash Man, el apodo de Crash, quiere decir literalmente Hombre Ceniza.

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Debajo de todos los destellos, me di cuenta de que el vestido de tango de Lisa en el video de salsa era blanco. No simplemente porque a ella le favorecieran los tonos neutros tampoco. Guau. Simplemente guau. —Victor... —ella intentó levantarse de la silla, pero podría haber estado pegada allí con spray de brillo. Red le echó una mano, acariciando sus brillantes cascadas de rizos de color marrón en su sitio con sus manos de dedos largos mientras se giraba hacia mí. — Constantine se me ha propuesto esta tarde y no he tenido tiempo de decírtelo, todo ha sido muy repentino. —Oh. —Forcé una sonrisa, no es que estuviera enojado o aprensivo ni nada. Sólo ciego. Y muy consciente de que este era uno de esos momentos en los que realmente no quería decir nada incorrecto, porque si manchaba su día especial, estaría en su derecho de retenerlo en mi contra durante el resto de nuestras vidas. Tenía sentido, por supuesto. Cuando Con Dreyfuss tenía a una mujer en la mira, le ponía un anillo antes de que ella se escapara. Pero incluso yo sabía que Lisa no tomaría con agrado esa observación, así que decidí ir con: —Bueno, te ves fantástica. —Tomé sus manos en las mías y la miré a los ojos. Pensé que sería mejor que no la hiciera llorar o de lo contrario se perdería un maquillaje bastante elegante, así que en lugar de eso, bromeé: —Si querías una tienda más grande, deberías haberlo dicho. Ella se echó a reír, y las lágrimas sentimentales que habían estado amenazando en el horizonte retrocedieron, por ahora. —¿Estás bien? El exorcismo, ¿todo salió bien? Porque el sí-no... Con suerte ella no me había estado vigilando mientras yo era uno con la luz. Sospecho fuertemente que durante esos pocos segundos,

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técnicamente estuve muerto. No fue una experiencia desagradable. Diablos, ni siquiera fue tan aterrador. No obstante, fue un acto que no me gustaría repetir. Si eso es lo que se necesita para dar órdenes a los espíritus: expulsar tu forma etérea y esperar que seas más fuerte que el fantasma con el que intentas disputar, me apegaría a mi Agua de Florida y sal. —Jennifer Chance ha seguido adelante, ¿verdad? Estoy aquí. Y supongo que Dreyfuss sobrevivió a los matones de Washington si ha vivido para hacerte perder la cabeza. Ella asintió. —Entonces todo está bien. No soy mucho de abrazos y tampoco lo es Lisa, pero en ese momento se sintió perfectamente natural acercarla y plantarle un beso en la cabeza. Incluso si eso me dejó escupiendo brillo.

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**** Una vez que encontré el baño verdadero de hombres y terminé mis asuntos, estaba en el cubículo sacando algunos de uno de mi billetera para dar la propina al asistente cuando una voz familiar me ahorró el esfuerzo. —¿Le importaría esperar unos minutos fuera? —Le dijo Con Dreyfuss al asistente, sin duda, dejándole una propina indignante. — Quería tener una conversación privada con mi amigo. —No estaba seguro de si había usado su talento para encontrarme solo, o si había estado investigando las instalaciones del bar, pero de todos modos no me importó.

Guardé mi billetera y consideré salir del cubículo, pero el hecho de no poder verlo hizo que fuera más fácil decir lo que necesitaba decir. —¿Estamos solos? —pregunté. —Lo estamos. —Lo que sea que hiciste para hacer que Laura Kim te dejara... ni siquiera pienses en hacerlo con Lisa. —Lamentablemente, tienes razón al suponer que nunca fui yo quien inició los procesos de divorcio. Probablemente piensas que fue un exceso horrible de mi parte lo que las asustó. Drogas. Juego. Engañar. —En realidad, había sospechado que era un adicto al trabajo de proporciones épicas. —Ninguna de las anteriores. Bueno, excepto un pequeño porro de ciento a viento. No, fueron los terrores nocturnos los que las alejaron. No sueño como sueña la gente normal. En cambio, veo a la gente morir. Cada noche. En mis días de juventud, solía pensar que eso significaba que tenía algunos tornillos sueltos. Entonces apareció algo llamado Internet, y descubrí que todas estas personas realmente estiraban la pata. Esa confirmación solo empeoró las cosas, saber que gente real estaba cayendo a diestra y siniestra, y no había nada que pudiera hacer sino ver cómo sucedía. No solo eso, sino que empecé a obsesionarme con la idea de que uno de esos días iba a ser yo. Yo sería el que se estuviera ahogando o asfixiándose o cayéndose en una astilladora de madera. Pobre Laura. Estaba decidida a arreglarme... y creo que pensé que si alguien podía, era ella. Puedes imaginarte el fracaso que sintió cuando nada de lo que dijo o hizo evitó que me despertara cinco veces por noche en un sudor frío, me agitara en la cama y gritara por un sangriento asesinato. Maldito infierno. —No me extraña que nunca hayas tenido a Lisa para dormir.

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—Ja, yo también salí como un verdadero caballero. Hasta que las cosas pasaron a la segunda base... entonces tuve que decir la verdad. Sin embargo, la señorita Lisa ha visto un poco de mi jodida mierda en marcha. Ella lo entendió. Ahora, cuando le pregunto si viviré para ver otro día, ella me dice: Sólo espera, amigo. Y, bueno... le creo. De alguna manera, funciona. Mis viajes nocturnos no son tan frecuentes o violentos como solían ser. El silencio se extendió entre nosotros, y decidí renunciar a la seguridad y el anonimato de mi cubículo. Tal vez no estaba listo para escuchar más detalles personales de él, o tal vez estaba preocupado de que me dejara compartir algunos de los míos. Pero me sorprendí cuando encontré a un tipo extraño con un traje puesto donde esperaba que Dreyfuss me estuviera esperando, un tipo que recientemente había detenido algunos puños con la cara. Y entonces me di cuenta de que era él. Encontró mis ojos en el espejo, luego puso un paño bajo agua fría y lo presionó contra su labio. —No exactamente la impresión que esperaba dar a la hermana mayor de Lisa. ¿Hermana? Eso explicaba la identidad errónea en el pasillo. Irónicamente, probablemente hubiera pasado por Dreyfuss sin saber que era él. ¿Rizos sacacorchos salvajes? Desaparecidos. En su lugar, un corte de pelo corto, lo suficientemente moderno y halagador para suponer que Crash o Red lo habían recortado. ¿Sudaderas holgadas? Desaparecidas también. Su elegante traje negro encajaba a la perfección, y resultó que había estado escondiendo la constitución de un boxeador de peso gallo debajo de todas esas capas de tejido polar. La paliza que había recibido recientemente era sin duda responsable de recordar la comparación del boxeo. Entre el labio partido y el

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nuevo ojo morado, debió haber tomado dos golpes, como mínimo, para comprarme el tiempo que necesité con el cuerpo. Teniendo en cuenta que no tenía la seguridad de superar su encuentro con Washington, debió haberse considerado afortunado por haber escapado con un par de golpes. Pero al verlos en la cara del Director Regional del FPMP, todos nos dimos cuenta de que ninguno de nosotros estaba tan seguro como solíamos creer. —Ya que te tengo a solas... —dejó caer la tela en el lavabo y sacó un sobre del bolsillo. —Aquí está tu pago retroactivo. Además, un poco más por los problemas. —Él sacudió el sobre y las pastillas sonaron dentro. —No las tomes todas a la vez. Para eso es el cianuro. Tomé el sobre y lo apreté. Sentí como un par de docenas de cápsulas allí, fácil. Mi neurótico interior se regocijó ante la idea de un mes de descanso profundo y sin sueños. Esa alegría fue disminuida, sin embargo, por pensamientos de medusas psíquicas flotando a lo largo de mí en sus ataduras pegajosas. Le di al sobre un último apretón de anhelo, luego lo deslicé sobre la encimera. —Estoy pensando que debería renegociar mis términos. —¿Tan tarde en el juego? —Dreyfuss negó con la cabeza. —Haré lo que pueda, pero no hay garantías. —Tengo que localizar a alguien, a una mujer, a una mujer sin hogar. La trataron por intoxicación con alcohol en la sala de emergencias del hospital LaSalle Memorial. No sé su nombre, pero puedo obtener las fechas. —Realizable. Da los detalles que puedas a The Fixer. Me aseguraré de que ella los esté esperando. —Y mi compañero, Bob Zigler. Su talento se desperdicia en la Comisaría Quinta. Quiero que tenga un trabajo, un trabajo significativo en el que pueda hacer una diferencia, algo que no se

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coma su alma para el almuerzo y la cague de vuelta. Algo que pague decente, también. —Zigler es un buen investigador. El FPMP puede hacerle una oferta. Si la acepta o no, depende de él. ¿Me atrevería a pedir otro par de entradas detrás de la línea de cincuenta yardas? Supuse que no podía hacer daño. —Y una cosa más. El último perpetrador que detuve, un tipo que apuñaló a su esposa en el cuello y la tiró en la parte trasera de su camioneta... Necesito asegurarme de que no se libre. —¿En serio? —Dreyfuss levantó una ceja. —Nunca pensé que escucharía al Sr. Quinta Enmienda pidiéndome que arregle un juicio. ¿Qué pasó? Sabía muy bien lo que pasó. Iría tan lejos como para decir que se aseguró de que el titular sobre el asesino del plato de perro hubiera saltado a algún lugar donde yo probablemente lo vería. Dreyfuss se volvió hacia el espejo y, jugueteando con la parte superior de su nuevo corte de pelo, frunció el ceño y dijo: —Si estuviera en mi poder, lo haría en un abrir y cerrar de ojos. Pero un truco como ese requeriría una cantidad significativa de favores. Desafortunadamente, he quemado todos mis favores en la planificación de nuestra luna de miel. —¿A dónde diablos vais vosotros dos? ¿Cuba? —En realidad, La Habana no es una mala idea. Pero no. No es el lugar lo que es caro. Es la duración. Me miró a través del reflejo mientras el verdadero significado de lo que estaba diciendo se me ocurrió. Dreyfuss y Lisa estaban a punto de despedirse. —No para siempre, —solté. —Quiero decir... cuando las cosas terminen con Washington...

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—Entonces solo será alguien más merodeando en las sombras. Piénsalo. Somos las armas que son demasiado peligrosas para caer en las manos equivocadas. Si alguien nervioso se da cuenta de lo que yo o mi novia podemos hacer, se acabó el juego. —A menos que la investigación del Doctor K se realizara, y lo psíquico se volviera tan común que ya no fuera tan especial. —Gente como nosotros… psíquicos con tanta habilidad natural que estamos completamente por encima, no tenemos ninguna posibilidad de mezclarnos con la manada. Tal vez algún día, pero no en esta generación. —Pero el Doctor K dijo que el campo de la psíquica es como la aeronáutica y los ordenadores. Ambos recordamos haber escrito en máquinas de escribir y buscar cosas en enciclopedias. Sabes cómo de futurista se sentía abrir una ventana del navegador y escribir un término de búsqueda por primera vez, a través de un módem de acceso telefónico. Ahora lo tenemos en nuestros malditos teléfonos. Acabas de decirme cómo Internet te ayudó a averiguar cosas de ti mismo, por lo que no puedes negar que el cambio puede ocurrir a pasos agigantados. —Que alguien me pellizque... o estoy soñando, o Victor Bayne se revela como un optimista de armario. Se guardó el sobre de Seconal en el bolsillo, y la idea de tragar una cápsula roja familiar me hizo la boca agua. Si pidiera una, solo una, probablemente me la daría. Diablos, probablemente me daría todo el sobre; Con Dreyfuss no era nada si no generoso. Pero si tuviera un puñado de rojos en el bolsillo, por mucho que intentara resistirme, terminaría tomando uno. Tal vez dos. Y si yo dijera o hiciera algo descabellado mientras estaba bajo la influencia, el sí-no se chivaría de mí y le diría a Lisa que me había drogado en su boda.

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Salí del cuarto de baño de hombres antes de hacer algo que terminaría lamentando. Tal vez Lisa estaba completamente preparada para enfrentar los terrores nocturnos del visor remoto. Pero Dreyfuss necesitaría toda la suerte que pudiera tener para embarcarse en su nueva vida bajo el escrutinio del sí-no.

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Capítulo 35 Cuando recibí la llamada, Jacob estaba dormitando en el asiento del pasajero mientras yo hacía de conductor designado. Los engranajes de la máquina FPMP giran rápido. Todavía estaba lleno de pargo a la parrilla, pastel de bodas y lágrimas apagadas y amargas cuando el nuevo Director Regional me dio un toque. Dije que tendría que pensarlo, pero en realidad, estaba decidiendo si le daría a Jacob la cortesía de discutir mi próximo paso con él primero. Mientras consideraba la oferta, me encontré girando a la derecha donde normalmente giraría a la izquierda, dirigiéndome hacia el sur por calles que estaban vacías después de la medianoche, sobre el río, a través de Greektown y más allá de la UI35. Aunque eran casi las dos de la mañana, Jim´s Original todavía estaba abierto. Al parecer nunca cierran. Una media docena de muchachos borrachos de fraternidad estaban reuniendo su cambio para intentar pagar sus bocadillos. Me tomó un momento escoger al mendigo muerto de entre la multitud. Lo observé por unos momentos, y allí estaba él, en todo su esplendor espectral. Cabello enmarañado. Gabardina deshilachada. Hombros encorvados. Todo sobre él gritaba a mi percepción de que no estaba haciendo nada bueno. Él serpenteaba a través del grupo de estudiantes 35

Universidad de Illinois.

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universitarios, entre ellos, en ellos, probándolos por tamaño, uno, luego otro. Me han dicho que el alcohol es un anti-psiactivo suave. Pero Jacob no estaba borracho, solo agotado. Lo haría bien, teníamos el elemento sorpresa de nuestro lado. Lo sacudí por la rodilla y levantó la cabeza. —¿Dónde estamos? —Calle Maxwell. —¿Estás hambriento? —Nop. —Tamborileé los dedos sobre el volante. —Vamos a hacer una salazón. Eso lo despertó bien. Se enderezó en su asiento y cuadró los hombros. —¿Has traído velas? ¿Debo despejar el área? Sacó su billetera, pero antes de que pudiera salir corriendo y asustar a los muchachos de la fraternidad con su placa de Federal, lo atrapé por la manga. —Relájate. Toma una respiración profunda. Concéntrate en obtener tu vibración correcta. La concentración le frunció el ceño. —Es difícil… No puedo sentirlo exactamente, no como antes. Con los psi-activos. —Lo sé. Sin las pastillas para caballos, probablemente se sienta como si lo estuvieras inventando todo. Pero confía en mí, no lo haces. Nos sentamos juntos, cada uno en sintonía con nuestro talento. Mientras absorbía la luz blanca, consideré lo que significaba ser un exorcista. No me sentía cómodo con la responsabilidad de ser juez, jurado y ejecutor... pero estas cosas ya estaban muertas, por lo que la analogía con el debido proceso realmente no se mantuvo.

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Especialmente considerando su trayectoria en mi propia experiencia reciente. Observé cómo entraba y salía el mendigo anguila de un chico en particular, un gilipollas escuálido que solo quería un perrito caliente, y esa fue toda la confirmación que necesité de que estaba haciendo el movimiento correcto. —Bueno, —le dije a Jacob. No quería entrenarlo para que requiera silencio y concentración totales para trabajar en su vibración, después de todo. —Recibí una llamada del FPMP. Después del incidente de posesión, Richie decidió que ya tenía bastante. Renunció. —Parecía una decisión sorprendentemente sabia. Por otra parte, el sentido de conservación de Richie estaba bastante bien afilado. —Me pidieron que fuera su reemplazo. —Y cuando terminaste de reírte, ¿qué dijiste? —Nada aún. Los universitarios salieron con sus bolsas grasientas de patatas fritas. El mendigo se metió en el puesto de perritos calientes... y probablemente en el cocinero de frituras. Jacob me miró por encima. —En realidad lo estás considerando. Asentí una vez. —Bueno, —dijo, demasiado casual, —lo que creas que es mejor. Para todo lo mal que habló de Dreyfuss y se quejó de la vigilancia sobre nosotros, supe que, en el fondo, Jacob estaba eufórico. Yo había cambiado de parecer. En el momento en que me diera la vuelta, se dedicaría a un pequeño baile de la victoria. La cuestión es que no me sentía como si estuviera haciendo una concesión. ¿Por qué molestarse en rastrear a los asesinos cuando los jurados sesgados solo iban a dejarlos salir libres? ¿Y por qué conformarse con una Brigada Fantasma de dos hombres, solo yo y un NP sobrecargado, cuando podría estar trabajando con todo un equipo de expertos?

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Además, si no aceptaba el trabajo, se lo ofrecerían a mi antigua némesis de Campamento Infierno... no, no a Faun Windsong, hice las paces con ella. La otra, Dead Darla. Sí, ella había sido expulsada del largo letargo ese mismo día. Ella tuvo el honor de ser la médium que Jennifer Chance usó para hacer su llamada telefónica final. Obviamente, yo no estaba a favor de dejar al FPMP a su cuidado cuando todo lo que podía hacer era sentir el punto frío ocasional. —¿Estás listo para salar a este desgraciado? —Pregunté. —Casi. Dame un minuto más. Jacob lo estaba sintiendo, qué alivio. Si pudiera ayudarlo a confiar en su instinto, solo mejoraría... en lo que sea que realmente haga su talento. Mientras terminaba de cargar sus baterías psíquicas, detuve la última llamada que recibí y presioné el botón de devolución de llamada. —Vale, —dije. —Lo haré. —Oh, Dios mío. ¡Oh, Dios mío! —Laura Kim dejó escapar un grito de deleite que no parecía propio de una directora. —Prometo que no te arrepentirás. —Ese sentimiento era demasiado optimista, pero uno solo puede adoptar un número determinado de manatíes, así que pensé que debería abstenerme de contradecir a mi nueva jefa. El cambio estaba en el aire, y aunque había tenido la tentación de mantener el rumbo y aferrarme a mi licencia PsyCop de papel por pura terquedad, pude ver que alguien necesitaba intervenir y ocuparse de los repetidores, y las medusas, y de los asquerosos fantasmas sobones engreídos. Ese alguien bien podría ser yo.

FIN

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Sobre la historia A finales de los 80, vivía al sur de la calle Maxwell. Es una calle real, aunque el nombre también se refiere al vecindario alrededor de esa calle. Todo es diferente ahora. La UI compró el terreno y construyó cosas sobre él. Pero en aquel entonces era su propio pequeño mundo. Maxwell es una pequeña calle de este a oeste en el lado sur, que solo discurre unas pocas manzanas antes de ser interrumpida, y Halsted es la arteria principal que la cruza. Dirigiéndose al sur de Maxwell por Halsted, atravesarías un viaducto aterrador (una distancia transitable, aunque nunca me atrevería a caminar debido a las pandillas, solo viajaría en automóvil o autobús) y luego terminarías en el vecindario mexicano Pilsen, al que llamé hogar durante muchos años. Hacia el norte estaba el Kennedy, y al otro lado del puente de la autopista estaba Greektown, hogar de espectaculares restaurantes (¡patatas griegas!). Y panaderías (¡baklava!).Y una tienda esotérica llamada Athenian Candle Company (¡todavía está allí!). Que es mi Imagen mental visual y olfativa para Sticks and Stones. Al este, el antiguo distrito de prendas de vestir de principios del siglo XX tenía algunas tiendas, tiendas de tejidos especializados que se sentían industriales e intimidantes por dentro. La gente venía de los suburbios lejanos para encontrar textiles que no podían conseguir en ningún otro lugar. Y toda la tela estaba revuelta en grandes rollos

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sin intentar mostrarla de manera atractiva. Como estudiante de Fiber Arts, pasé mucho tiempo en estas tiendas. Al oeste de Halsted, seis días a la semana, había un tramo de campos y aparcamientos medio abandonados, esparcidos con unos pocos almacenes desmoronados. Hasta que el domingo llegaba. Y el domingo, en algún momento de la madrugada de la mañana, surgía un bazar irregular, aparentemente de la nada, como algo de un cuento de hadas oscuro. La gente instalaba mesas y puestos, e incluso vendía cosas de la parte trasera de las camionetas. Baratijas baratas y demasiados chachkies36. Productos, sí, toneladas de productos, aunque nunca fue del todo evidente lo que costaba nada y te arriesgabas a ser estafado solo porque al vendedor no le gustara tu aspecto. ¿Contrabando? Oh sí, todo tipo de contrabando. Gorras y camisetas sutilmente mal impresas de los productos con licencia, cintas de cassette y VHS para los aparatos. No soy fan de los deportes, así que los jerseys no me atraían, y nunca compré ninguna cinta, pensando que llegaría a casa y descubriría que esas cintas estaban mal dobladas o completamente en blanco. Y las multitudes. Era una multitud de personas desesperadas, sombrías y malhumoradas. Entonces algún imbécil siempre estaría tratando de conducir su auto a través de ella y terminaría quedándose atrapado en el tráfico peatonal. Una vez, un automóvil rodó sobre mi pie... y luego se detuvo justo en él. De alguna manera encontré la presencia ánimo para gritar: "¡Muévete, estás sobre mi pie!” en lugar de solo, “¡Ayyyy!”. Milagrosamente, nada se rompió. Cubriendo toda esta escena estaba el olor a salchicha asada y cebollas asadas que emanaban de las tiendas de perritos calientes en 36

Palabra yiddish para baratijas y coleccionables.

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la misma calle Maxwell. No importaba si era el amanecer, y créeme, tenías que llegar temprano o todo sería recogido, y no importaba si habías desayunado. Una bocanada de una salchicha polaca de la calle Maxwell y parecía que nunca antes habías comido en tu vida. Eran muy baratas, así que, por supuesto, parecía económico conseguir al menos dos. Los bollos de semilla de amapola estaban humeantes y suaves. Las cebollas estaban asadas hasta el punto de caramelización. Y siempre había un pimiento picado caliente metido en el bollo. Ostras, necesito uno ahora mismo. Y son las 7:30 de la mañana de un lunes. En Wisconsin. Después de mudarme, el área se limpió y el mercado de pulgas se trasladó a una especie de pabellón, al este de la calle Maxwell. Nunca he estado allí, pero estoy seguro de que no es para nada tan sórdido ni tan divertido. Crash hubiera disfrutado de la calle Maxwell original, pero creo que para cuando pudo conducirse desde Arlington Heights, el bazar urbano de mis recuerdos se había pavimentado hacía mucho tiempo. Tengo a Crash en la mente porque estoy ansioso por explorar más de él de forma independiente. Cuando observé qué parte de su historia pertenecía a Brigada Fantasma, me di cuenta de que tenía que limitarlo a algunas escenas clave que reflejaran lo que estaba sucediendo con Vic, de lo contrario, la historia de Vic se volvería demasiado difícil y complicada de seguir. Pero también parecía que había un iceberg entero bajo la superficie que sería divertido aprovechar. Crash obtendrá su propia historia, pero si tienes curiosidad por Red, su primera mención es en una entrevista que publiqué en mi boletín hace unos años.

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Entrevista a Crash por Carolyn Brinkman Hola, soy Carolyn Brinkman informando para JCP News. Me han dicho que mi entrevista anterior obtuvo una puntuación lo suficientemente alta, sea lo que sea lo que signifique, por lo que la dirección me invitó a hacer otro segmento. Así que, sin más preámbulos, os presentaré a Crash. Si ni tan siquiera está en casa. Apuesto a que se olvidó y salió a beber otra vez. Crash: Oye, bomboncito, ¿qué está sucediendo? Carolyn: pensé que lo habías olvidado. Crash: No, solo asegurándome de que estoy completamente limpio para ti. Carolyn: Entonces, ¿ibas a ponerte algo de ropa o...? Crash: ¿Qué, no confías en esta toalla para cubrir la magnificencia? Carolyn: No confío en esa toalla para evitar que se desintegre. Crash: Es cierto, es difícil esconder mi luz debajo de una cesta de barril. Carolyn: Tu educación episcopaliana se está mostrando de nuevo. Crash: Dios no lo quiera. Entonces, ¿qué será? ¿Es demasiado tarde para el café, o estás trabajando en un turno de noche? Carolyn: No, estoy libre. ¿Tienes vino? Crash: Estoy bastante seguro de que lo terminé. ¿Qué tal una cerveza? Carolyn: Sabes que la cerveza me hace sentir hinchada.

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Crash: bien, bien. Té de menta entonces. (Eres tan predecible.) Ve a sentarte en la habitación del ordenador. Limpié el sofá para nosotros. Carolyn: ¿Tienes alguna idea de cómo debería describirte sin sonar como un policía? Crash: A ver. ¿Desenfadado de buena apariencia, mordaz ingenio, un cuerpo para morirse y un poco de dulce, dulce tinta? Carolyn: Nombre completo, Curtis Ash. Treinta y dos años, un metro ochenta y algo de altura con una constitución atlética... ¿en qué te has metido últimamente? ¿Yoga? Crash: Pilates. ¿No puedes verlo? Mira esta tabla de lavar, no te levantas un día con abdominales como estos. Y sí, yoga, pero eso es más para mi salud mental. Carolyn: numerosos tatuajes, cabello decolorado y nariz perforada. Crash: Y lengua. Carolyn: Mantenla en tu boca, gracias. ¿Estás listo para empezar? Crash: Nací listo. Carolyn: Primera pregunta. Oh, recuerdo toda aquella... debacle. ¿Por qué dejaste de trabajar como estilista? Crash: Eso ha sido bastante joditástico, ¿no? Bueno, Gaspar era el dueño del salón, y yo lo estaba jodiendo, pero él tenía un supuesto amante de veinte años que siempre viajaba por negocios, aunque nunca lo conocí, y luego este colorista de Florida llegó a bordo. Red. Menos mal, él era un dulce pedazo de culo… Carolyn: pensé que habías dicho que era tímido. Crash: Sí, quiero decir al principio. Cuando se mudó aquí por primera vez. Antes de que conociera a nadie. Así que, es igual, empiezo a follar a Red y Gaspar nos sorprende haciéndonoslo mutuamente en el baño esta vez y se pone furioso.

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Carolyn: ¿No estaba alguien llorando cuando esto sucedió? Me dijiste que alguien realmente lloraba. Crash: Claro, sí, Gaspar estaba todo exaltado. Carolyn: ¿Qué te obligaría a tener relaciones sexuales en el trabajo, en el baño? ¿Estabas tratando de ser atrapado? Crash: Por supuesto que no. Red solo parecía... no sé. Tenía esos ojos en los que podías hundirte. Los mirabas y si te permitías ir lo suficientemente profundo, sentías que te estabas ahogando. No lo planeé ni nada. Simplemente sucedió. Ah, ya sabes cómo es, a veces la cabeza grande se apaga y la cabeza pequeña se queda dirigiendo el espectáculo. No me digas que es diferente para las chicas. Carolyn: No tengo ni idea. Es imposible para mí empatizar con la forma en que las personas normales forman relaciones. Crash: ¿En serio? No sé nada de eso... pero si tú lo dices, debe ser cierto. ¿Seguro que no quieres una cerveza? Puedes eructar hasta que la pintura se pele, no se lo diré a nadie. Carolyn: Tal vez más tarde. La mayoría de estas preguntas son sobre tu vida amorosa, ya sabes. ¿Estás de acuerdo con eso? Crash: ¿Por qué no lo estaría? No tengo nada que esconder. Carolyn: Entonces, ¿quién es este tal Andrew? Crash: ¿Andrew? Oh sí, ese chico. Era un niño muy travieso. Carolyn: No me gusta cómo suena eso. Supongo que por eso nunca me lo mencionaste. Crash: Bueno, siempre me dices que puedes vivir sin ciertos detalles. Así que, en serio, ¿estas preguntas son tan personales? Quizás tú eres la que no se siente cómoda con eso. Carolyn: No me importa lo que haces en la cama... Supongo que lo que quiero decir es: mientras no lastimes a nadie. Crash: Algunas personas se excitan con eso.

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Carolyn: Emocionalmente. Crash: Estoy bromeando. Aligera. Carolyn: Bueno, si las preguntas personales no te molestan a ti, no me molestan a mí. Aquí dice que parecías tener algo de química con Andrew. ¿Intentarás encontrarlo de nuevo? Crash: Él sabe dónde vivo. Si quiere enrollarse, la puerta está abierta. Carolyn: ¿Llamas a eso química? Crash: Mira, mi vida sexual no es de corazones y flores y mi novia de la secundaria, ¿vale? Andrew tenía esos ojos, muy parecidos a los de Red, donde se podía decir que había muchas cosas sucediendo allí, buenas, malas y definitivamente jugosas. Pero profundo, realmente profundo. No hay nada más tedioso que alguien sin vida interior. Me aburro con esos tipos incluso antes de disparar mi carga. Carolyn: Así que es el melodrama lo que te atrae. Crash: Bueno, no yo... No es así como lo diría yo, no. Pero supongo que podría ver cómo se vería de esa manera. Carolyn: Tú y Jacob, ¿cuál fue la gota final? Crash: Me aburría y me follé a un chico de mi clase de yoga. Fue extraño. Cada vez que me inclinaba podía sentir que me miraba el culo. Estaba tan caliente por mí, pensé que mi esfínter iba a estallar en llamas. Carolyn: ¿Y cómo se enteró Jacob de esto? ¿Estabas en su baño en ese momento? Crash: Para tu información, se lo dije. Mi control de impulsos puede que no sea estelar, pero no soy un mentiroso. Carolyn: Así que fue un capricho. Te cruzaste con alguien que se sentía atraído por ti, y nunca se te ocurrió decir: "Bueno, en este

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momento estoy en una relación y no creo que esta acción sea muy respetuosa hacia mi pareja". Crash: No. Evidentemente, no me lo dije a mí mismo. Pensé que habías dicho que no te molestaba hablar de esto. Carolyn: no me había dado cuenta de que lo haría. Pero no esquives mi pregunta: fue un impulso repentino y fugaz, ¿y eso es todo? ¿Desechaste lo que tenías con Jacob por "un tipo" cuyo nombre ni siquiera recuerdas? Crash: Era Randall, si debes saberlo. Y era muy dulce. Se acababa de mudar a Amsterdam, de lo contrario, lo habría buscado de nuevo. Mira, Randall estaba dentro de mí. Realmente, realmente en mí. "Tus ojos son como la primavera" en mí. ¿Sabes lo que quiero decir? Carolyn: ... Y Jacob no lo estaba. Crash: No siempre, no. Los primeros meses, probablemente. Y los fines de semana, tal vez, hasta el final del segundo día. Su trabajo lo come vivo, no se aleja de él una vez que se va, no como tú. Carolyn: No es fácil. Tengo que hacer un esfuerzo para estar realmente presente con Doug y las chicas, y aun así, a veces los pensamientos se arrastran. Crash: Pero mira, creo que esas son tus hormonas-mamás funcionando. Jacob no puede dejar de lado algo. Él nunca se va. Nunca. Carolyn: Y tal vez Victor tiene eso en común con él. Crash: Correcto, tendría sentido. Ese tipo solo se apaga cuando sus ojos giran hacia atrás en su cabeza. Carolyn: Entonces, ¿es incómodo para ti tener una amistad con ambos, Jacob y Victor?

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Crash: ¿Incómodo? No sé, tiene sus altibajos. Esta semana estamos bien. La próxima semana uno de nosotros probablemente estará molesto por algo. Carolyn: Pero sí los consideras tus amigos. Crash: Sí. Por supuesto. ¿Por qué cuestionarías eso? Carolyn: Ese es mi trabajo, hacer preguntas. ¿Cómo te sientes acerca de que vivan juntos? Crash: No siento nada acerca de que vivan juntos. Carolyn: Inténtalo de nuevo. Crash: Hijo de puta. De acuerdo, déjame pensar. ¿Cómo me siento acerca de que mi ex viva con ese desastre… y se mude con él después de que salieran durante cuánto, una semana? No lo sé. Tal vez me gustaría vivir en un loft genial como ese. Tal vez me metería con alguien. Pero cuando trato de imaginarlo, simplemente no puedo imaginarme esperando con zapatillas en una mano y un martini en la otra para que mi esposo vuelva a casa. ¿Qué? ¿Qué estás mirando? Carolyn: Estas preguntas parecen sugerir que los celos se tratan de algo completamente distinto. Crash: Como ¿qué? Carolyn: No es que Victor haya ocupado tu lugar, sino que desearías haber tenido una oportunidad con él. Crash: En sus sueños. Carolyn: No me hagas decirlo. Crash: ¿Decir qué? Carolyn: Estás mintiendo y lo sabes. Así que es verdad. Te sientes atraído por él. Crash: Eso no es decir mucho. Me gusta cualquiera con una polla. Carolyn: Eso no es ci…

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Crash: Está bien, está bien. Él podría ser mi tipo, un poco. Si tuviera que tener un tipo. Carolyn: ¡Oh, entonces esta pregunta es perfecta! Describe a tu pareja ideal. Crash: ¿Mi chico perfecto? No tengo la menor idea. ¿Sabes cómo algunos hombres solo pueden salir si están con un enano amputado o algo así? Yo no… me gustan todo tipo de chicos. He estado con más viejo, más joven, latino, negro, blanco. Tanto como me gusta un cuerpo trabajado y un buen cabello, me he divertido igual con los gordos calvos. Porque el cuerpo es en realidad solo una concha, ¿sabes? Y volviendo a los ojos, es donde miras y ves si alguien interesante está en casa. Carolyn: Tienes razón, la apariencia de alguien tiene una cierta vida útil, y después de eso, dejas de notar. ¿Qué pasa con la personalidad, entonces? Tal vez tienes un tipo de personalidad ideal. Crash: Tienen que TENER una. Eso es lo principal. Aparte de eso, no sé. Carolyn: Bueno, mira el patrón. Gaspar tenía este otro amante, al que nunca conociste, que posiblemente ni siquiera existía, por lo que no pudo comprometerse completamente contigo. Así que lo engañaste en un lugar donde te atraparían, con alguien a quien describiste como tímido y sensible. Jacob puso su trabajo antes que a ti, así que te acostaste con alguien de la clase de yoga, alguien que estaba atontado por ti. Crash: Buen intento, Dr. Phil, pero fueron dos situaciones completamente diferentes. Carolyn: Crees eso. Pero pienso que necesitas a alguien que esté muy presente, y estás saliendo con hombres que no lo están. Crash: Sí, bueno, me gusta el presente. El presente es bueno.

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Carolyn: Te has vuelto bastante callado. ¿Qué estás pensando? Crash: Vic… él es lo opuesto al presente. Eh. Voy a reflexionar sobre esto. Podrías haberme salvado de una docena de malas rupturas y diez años de terapia. Carolyn: Entonces puedo omitir todas las variaciones sobre la cuestión de si te acostarías o no con él. Crash: Oh, claro. Me acostaría con él en un instante. Su personalidad podría hacerme querer estrangularlo, pero al menos tiene una. Carolyn: ¿Qué tal un trío? Crash: Doug es demasiado blandengue para mí. Lo siento. Carolyn: Sabes lo que quise decir. Crash: Pero te pones a tiro y no puedo resistirme. Sí, un trío sería totalmente rockero. Carolyn: En serio. Crash: Claro. Cuanta más polla, mejor. Es embriagador tener manos y boca encimas sobre ti. Carolyn: Y después, no hay consecuencias emocionales. Crash: No estoy diciendo que no se pondría raro después. Jacob y Vic son un par de frikis, estoy seguro de que serían totalmente extraños. Pero ese sería su problema, no el mío. Carolyn: ¿Dónde encaja la emoción en todo esto? Crash: ¿La palabra A? Nadie hace un trío porque estén buscando un par de almas gemelas, todo se trata del sexo. Lo que no quiere decir que evitaría follar con alguien solo porque me gustara. Es como jugar a la ruleta rusa. Cada vez que te enrollas con alguien, existe el potencial de caer duro. Carolyn: No es algo malo, ya sabes.

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Crash: No te preocupes, no soy un tipo duro con fobia al amor. No diría que no al romance si llegara a llamar a mi puerta. Carolyn: Bien. Me alegro. Me encantaría verte feliz. Crash: Soy feliz, soy una persona muy feliz. No tengo que ajustarme a la idea de la sociedad de qué es el amor, o qué es una relación, para ser feliz. Carolyn: ¿Es esa una actitud budista, o crees que alguna vez te viste acomodándote con alguien? Crash: Supongo que es una forma de no apego. No es que no puedas apegarte a las personas, es el resultado al que no debes apegarte. Pero los occidentales no están preparados para pensar de esa manera, por lo que siempre es un desafío entender conceptos como ese. Carolyn: ¿Dónde encaja la astrología en tu sistema de creencias? Crash: No lo hace. Carolyn: ¿No crees que la interpretación de cartas sea lo suficientemente subjetiva como para ser una buena herramienta en manos de un precognitivo? Crash: Lydia, en la planta baja, intentó echarme las cartas, y ahí estaba todo esto. Mi certificado de nacimiento tiene una fecha de nacimiento, y mi madre jura que nací una hora y media después. Evidentemente eso es crítico, porque afecta a algo llamado el signo ascendente, que afecta a todas las casas. Así que Lydia lo hizo en ambos sentidos, pero me pareció que ambas descripciones encajaban. O ninguna. Sí, podría ver a un psíquico usando una carta como herramienta, eso tiene sentido. ¿Pero por sí mismo? No, no apuesto mucho en ello. Carolyn: Entonces, ¿qué signo eres?

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Crash: ¿Mi signo solar? Averígualo. Mi cumpleaños fue la semana pasada. Carolyn: ¿Lo fue? Así que ahora tienes treinta y tres. Crash: ¿Me vas a lanzar la numerología a continuación? Carolyn: ¿Por qué no dijiste algo? Te habría invitado a una bebida. Crash: Lo pasé con mi madre y mi padre. Les gusta ir a esos restaurantes donde todo el personal sale con grandes sombreros y canta feliz cumpleaños. Carolyn: Lo siento. Crash: Está bien. Yo les sigo la corriente…. Ellos me dan un cheque gordo. Carolyn: ¿Entonces eres... un Tauro? Crash: Géminis. Si crees en esas cosas. Lo cual no hago. Carolyn: Si el estatuto de limitaciones no se ha agotado en tu cumpleaños, podemos conseguir esa bebida ahora mismo. Crash: Solo quieres una excusa para tener margaritas reales en Del Ray. Carolyn: Ooh. No estaba pensando eso específicamente, pero ahora que lo mencionas... Crash: Bien, tuerce mi brazo. Carolyn: ¿Algún pensamiento final? Crash: Diablos, no sé. No creo que puedas resumir la experiencia de un ser humano en una pequeña línea concisa, ¿sabes? Sin embargo, esa frase de "caja de bombones" de Forrest Gump era bastante buena. Carolyn: No he visto esa. Crash: Novia, necesitas salir más. Carolyn: Entonces ponte algo de ropa y nos iremos. Así que ahí lo tenemos. Curtis Ash: Géminis. Escéptico. Perpetuamente soltero. Y...

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desnudo. ¡Si movieras esos zapatos, serías capaz de cerrar esa puerta y ahorrarme la vista de tu trasero desnudo! (Genial, acabo de alentarlo. Ahora está bailando un poco.) Esta ha sido Carolyn Brinkman informando para JCP News.

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Agradecimientos Escribir un libro es un esfuerzo de colaboración. Como se trata de una historia sobre trabajo en equipo, este libro está dedicado a mi equipo. No habría PsyCop 7 sin Dev Bentham y Clare London, quienes me tomaron de la mano durante todo el proceso de escritura y me mantuvieron motivado cuando estaba pasando por la fase de “desechar todo el proyecto y conseguir un trabajo diurno. Aprecio que mi madre se haya tomado la molestia de hacer una lectura completa a pesar de que tenía que hacer muchas reparaciones en el hogar. ¡Me dijeron que hubo días en que su televisor nunca se encendió! Un agradecimiento especial a Andy Slayde y Cindi Sulken por ayudarme a evitar que los eventos de la serie se contradijeran y asegurarse de que yo tuviera sentido. También estoy agradecida por la generosidad de Sonia Ballesteros Rey por su consejo en español, y Sey y Andre por su ayuda con los escritos de Marie St. Savon. David Warner fue inestimable para solucionar problemas de jerga legal donde podría haber sonado potencialmente ridículo. Todas las ridiculeces y errores residuales son, por supuesto, míos.

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Psy Cop Jordan Castillo Price

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SOBRE EL AUTOR Al igual que Lisa, Jordan Castillo Price compra sus joyas en las estanterías giratorias en tiendas como Target y Sears, o mejor aún, en las ventas de garaje. Ella se sentiría ansiosa al usar una pulsera de diamantes de verdad por miedo a romperla. Desde la escritura de esta novela, había sido bastante recelosa de los batidos gratis. Aunque eso no le ha impedido aceptarlos.

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Traducción y Corrección

SONISAN

Edición y Diseño

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IPHI EPUB

MARA NO 09/2019 FACEBOOK ni ninguna

red social

Es de fans para fans y no recibimos ninguna compensación económica por las traducciones que realizamos. Espero que les guste. Y no olviden comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar de estas maravillosas historias
07. Brigada Fantasma- PSYCOP

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