Olivia Cunning - Saga One Night with Sole Regret - 06 - Tell Me

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Índice

Sinopsis Traducido por Simoriah

É

l había planeado el fin de semana perfecto para ella…

Gabriel “Force” Banner ha sido incapaz de sacarse a cierta sexy contadora de la cabeza. El creativo baterista de Sole Regret ha armado grandes planes para mantener entretenida a la dulce Melanie durante todo el fin de semana. Desafortunadamente, Melanie llega a su cita con un poco de equipaje que bien podría arruinarles la diversión. Ella no tenía la intención de dificultar las cosas… Melanie no culparía a Gabe si la dejara en el aeropuerto con su equipaje, pero él está decidido a hacer que su limitado tiempo juntos funcione. Cuando dejan atrás la agitación de Nueva Orleans y la escena del rock’n’roll para visitar su sereno oasis afuera de Austin, Texas, su fin de semana romántico parece regresar al camino correcto. Pero la vida tiene una manera de entrometerse en los peores momentos posibles. ¿Pueden aprender cómo apoyarse mutuamente cuando enfrentan la adversidad o la realidad destruirá su relación en ciernes antes de que siquiera tome vuelo?

Capítulo 1 Traducido por Simoriah

E

sto es una mierda, pensó Gabe.

Recostado en su sillón reclinable favorito, cruzó las piernas a la altura de los tobillos y tomó otro trago de su Corona mientras intentaba no fulminar con la mirada a la más nueva intrusa en el bus de gira de Sole Regret. Tenían otra mujer de gira con la banda. Como si ya no fuera lo suficientemente malo que la chica embarazada hubiera decidido acampar en el sofá de bus, ahora Kellen cortejaba una reina del hielo pelirroja que había tomado residencia permanente en su cadera, y la ex cuñada de Shade, convertida en compañera de folladas, seguía apareciendo sin aviso en sus shows. Estaba seguro de que si la mujer de Adam no tuviera que trabajar y si el nuevo amorío de Owen no fingiera estar enojada con él, también estarían en el bus. Y ahí estaba Gabe, diciéndole a Melanie que no podía unirse a él en la carretera. Que la banda tenía una regla sobre las mujeres en la gira, y con buena razón. Bueno, a la mierda con eso. Si al resto de los chicos se les permitía un poco de compañía femenina para mantenerlos ocupados durante las largas y aburridas horas entre conciertos, entonces seguro como el demonio que él no iba a volver a disgustar a Melanie haciéndola sentir que no era bienvenida. Ella era más que bienvenida en lo que a él respectaba. Asumiendo que ella siquiera quisiera viajar en el bus de gira. Pasar horas sin fin en la carretera con un montón de tipos no era exactamente la fiesta perpetua que todos creían. Gabe puso la cerveza a un lado y sacó el teléfono del bolsillo. Marcó el número de Melanie, la mandíbula formando una dura línea. No iba a consultarle a la banda por esto. No le importaba si pensaban que era un dominado, o peor, que estaba enamorado de la dulce y pequeña contadora que había conocido en Tulsa. No debería tener que aceptar mierda por invitar a Melanie al show esa noche. Los chicos ni siquiera se habían molestado en preguntar si sus mujeres podían unirse a la gira, así que, ¿por qué él debería ser el único que siquiera las reglas? ―Hola, tú ―respondió Melanie. Su suave voz hizo que la nuca de él cosquilleara de placer―. Justo estaba pensando en ti. No puedo esperar a verte mañana. ¿Llegaron a Nueva Orleans? ―Estamos en la carretera en algún punto en el sur de Louisiana. Deberíamos estar

ahí en una hora o dos. ¿Estás en el trabajo? ―Sí, pero puedo tomarme un pequeño descanso ―dijo ella―. Esta hoja de cálculo puede esperar. Él contaba con eso. ―¿Puede esperar hasta el lunes? ―¿Huh? ¿Por qué? ―Te extraño. ―Levantó la mirada para asegurarse de que los chicos no lo hubieran oído, porque aunque estaba dispuesto a hacerlo por Melanie, se sentiría mucho más cómodo si mantenía su vida amorosa y a sus compañeros de banda tan separados como era posible. Si alguno de los chicos había oído lo que él acababa de decirle a Melanie, nadie dijo nada. Ni siquiera Owen, que vivía para molestar a la gente. Era raro que los chicos hubieran dejado de ponerle locos cada vez que uno de ellos mostraba la más leve debilidad por una mujer. Demonios, Kellen sostenía la mano de Dawn frente a todos y nadie había dicho nada al respecto. Y Dawn miraba a Kellen a los ojos como si estuviera en trance y le hablaba en un tono suave y sensual. O lo hacía cuando no estaba demasiado ocupada riendo de las constantes bromas de Owen. ¿No era ése un íntimo trío? Seguro, Gabe estaba de mal humor. Conversaciones sexys, video conferencias y mensajes de texto de Melanie lo tenían tan cachondo que no podía pensar correctamente. No la había visto en cinco días y cinco largas y solitarias noches con la polla en un estadio de semi rigidez. La mujer lo tenía tan excitado, que se sorprendía de no haber hecho algo verdaderamente vergonzoso. Como volar a Wichita en una de las raras noches libres de Sole Regret sólo para verla. ―Yo también te extraño ―dijo ella―. Pasé por una tienda de lencería en el camino a casa anoche. Iba a mantenerlo en secreto y sorprenderte con mi nuevo portaligas y tanga… ―¡No! ―interrumpió él―. No puedo soportar otro caso de bolas azules, Mel. ―Podría ayudarte con eso ―dijo ella con esa voz que él asociaba al sexo, aunque ni siquiera habían tenido verdadero sexo desde que ella había comenzado a usar ese sensual tono. Sí, ella lo tenía loco y en una mentalidad que sólo se concentraba en saciar su libido. Con ella. Ni siquiera había considerado saciar su lujuria con otra mujer, aunque estaba más caliente que una manada de toros de Texas. ―Iré al baño de mujeres y te pondré en una llamada de video ―dijo ella en una

sensual voz―. Te mostraré lo que me haces y luego tú puedes mostrarme lo que te hago a ti. Demonios sí, podía hacerlo. ―Sólo hablar contigo me pone mojada ―continuó ella. Gabe inhaló atormentado entre los dientes. Él podía decir, por el bajo tono de la voz de ella, que estaba excitada. Ya estaba familiarizado con ese tono también. De hecho, lo oía cuando soñaba con ella y luego despertaba tan incómodamente duro que había comenzado a masturbarse en el medio de la noche. Su polla aparentemente intentaba reclamar su juventud desperdiciada. No sabía cómo lo hacía Melanie, ponerlo en un constante estado de excitación, pero ya no podía soportarlo. La necesitaba. Ayer. Por no mencionar ahora. Y mañana. ―Mujer, vas a ser mi muerte. Él ya tenía un cambio de estado teniendo lugar en sus pantalones. ¿Qué tan dura podía ponerse su polla sin ninguna estimulación visual o física? Bastante dura, aparentemente. Ella sólo tenía que usar esa voz con él y él ya estaba listo para actuar. Ella no podía posiblemente ser tan genial como él recordaba, ¿verdad? En su mente, él la había exaltado hasta el estatus de una diosa. Si la elevaba más, ella tendría que orbitar la Luna sólo para regresar a la Tierra. ―Planeo hacerte un hombre muy feliz el sábado a la noche ―dijo ella. Él no tendría dudas de que lo haría, pero quería ser un hombre muy feliz ahora mismo. Y hasta que ella estuviera presionada contra él, mirándolo con esos seductores ojos color avellana mientras él se hundía en el resbaladizo calor entre sus piernas, él estaba, en el mejor de los casos, marginalmente feliz. ―¿Qué te parece hacerme un hombre muy feliz en cinco horas? ―Más como cinco minutos. Ahora estoy en el baño de mujeres. ¿Estás listo para mí? Él sabía lo que eso significaba. De ninguna manera iba a mirarla en una video llamada frente a todo el bus. Se bajó del sillón reclinable de un salto, corrió hacia el baño y movió el pomo. Cerrado. ―Déjame entrar ―insistió. ―Un minuto ―dijo una suave voz femenina desde el interior. ¿Lindsey estaba en el baño de nuevo? Él sabía que ella estaba embarazada de seis meses pero, ¿realmente necesitaba mear cada veinte minutos?

―He comenzado a usar faldas para el trabajo todos los días ―susurró Melanie desde el teléfono presionado contra la oreja de él―. ¿Sabes por qué? Sí, él sabía por qué, pero quería oírla decirlo. ―Dime. ―Para que sea más fácil tocarme cuando pienso en ti. Y al parecer no puedo dejar de pensar en ti, Sr. Banner. ¿Quieres que me saque la ropa interior ahora? ―Espera hasta que pueda verte haciéndolo. Quiero verlo todo. ―¿Dónde estás? ―Esperando por el baño. ―Él volvió a tocar la puerta, como si Lindsey hubiera olvidado que él estaba ahí afuera en los veinte segundos entre interrupciones. ―¡Casi termino! ―exclamó Lindsey. ―Apresúrate. ―Deberías sentir lo caliente y mojado que mi coño está por ti, Gabe ―dijo Melanie en su oído―. Sólo oír tu voz me hace eso. Él conocía el sentimiento. Dios, ella lo estaba volviendo loco. ―No comiences sin mí ―dijo, agitando el pomo de la puerta como si estuviera a punto de mearse por la pierna. ―Demasiado tarde ―dijo Melanie―. Ya comencé. Tengo que apresurarme o me echarán de menos en mi escritorio y alguien podría venir a buscarme. No querrías que me atrapen con la mano debajo de la falda, ¿verdad? Maldición. Si Lindsey no se apresuraba, él iba a perdérselo. Sabía que Adam dormía una siesta en la habitación en la parte trasera del bus. Se preguntó qué tan muerto estaría si despertaba al guitarrista y le dijera que se perdiera para poder ver a Melanie tocarse a sí misma y para poder tocarse él sin un público en vivo. ―¿Qué estás haciendo? ―le preguntó a Melanie―. Dime. ―Tengo la falda subida alrededor de la cintura. Tengo el coño en la mano mientras espero. Duele por ti, Gabe. Él sabía cómo se sentía doler por alguien. Doler por ella. ―Frótate el clítoris a través de tu ropa interior, Mel. Mójate para mí mientras esperas.

―Sí, Gabe. ―Ella emitió un pequeño gemido―. Se siente tan bien. ¿Puedo sacarme la ropa interior ahora? Se están empapando. Él ahogó un gruñido de tormento. ―No, pero desliza los dedos debajo y dime cómo se siente ese dulce coño tuyo. ―Oye, Gabe ―exclamó Owen desde la zona común―. ¿Estás hablando de nuevo con tu mamá? Gabe se tensó y luego hizo una mueca. Hubo varias risas escandalosas desde la cabina principal, pero él se rehusó a mirar hacia allí. ¡Mierda! ¿Estaban escuchando? ¿Podían oír todas las cosas sucias que le decía a Melanie? ―Está resbaladizo e hinchado. ―Melanie obedeció su pedido―. Caliente y suave y ¡oh! Necesito acabar. Cuando la puerta frente a él se destrabó, él la abrió de un tirón. Lindsey jadeó, los ojos muy abiertos, y puso una mano sobre su abdomen distendido. ―Lamento haber tomado tanto tiempo ―dijo. No lo suficiente para salir de su camino. Él la tomó por el brazo y se volvió, efectivamente eyectándola hacia el corredor y a sí mismo hacia la privacidad del baño. ―De acuerdo ―le dijo a Melanie mientras cerraba con llave la puerta detrás de él―. Ahora estoy solo. Sácate la ropa interior para mí. Muéstrame lo que quiero ver. Él alejó el teléfono de la oreja para poder ver cuando ella cambiara a la llamada de video. Él tuvo un vistazo de su hermoso rostro sonrojado antes de que ella pusiera su teléfono en la encimera del baño. Él amaba cómo ella usaba el cabello en el trabajo; sus largos rizos castaños amontonados en su cabeza en un desordenado nudo, con mechones cayendo alrededor de su rostro con forma de corazón. Su necesidad de liberar ese hermoso cabello y hundir las manos en él era casi patológica. Cuando ella chateaba con él en la laptop en su casa, se soltaba el cabello para él, lo sacudía, pasaba las manos por esa larga y hermosa masa de rizos, pero no lo haría ahora. No cuando estaba en el trabajo. Pero haría otras cosas para él. Cosas traviesas. Melanie retrocedió del teléfono para que él pudiera verla. Su falda ajustada y gris estaba amontonada alrededor de sus caderas, y ropa interior de encaje negro ilegalmente sexy escondía su sexo. ¿Todas las mujeres de negocios usaban ese tipo de ropa interior bajo su atuendo de oficina? Si así era, él iba a comenzar a pasar el rato junto a dispensadores de agua.

Cuando ella se subió los anteojos por la nariz y se mordisqueó el labio inferior, la polla de él se sacudió con excitación. ―Mierda ―dijo por lo bajo. No había sabido que ella usaba gafas la noche que se conocieron, y si los hombres no se acercaban a mujeres con gafas, entonces había una crisis de género teniendo lugar. ―Te mostraré el mío si tú me muestras la tuya ―dijo ella con una sonrisa traviesa, su voz haciendo ligero eco en las paredes del baño. ¿Sus colegas tenían idea del tipo de criatura sexy que acechaba debajo de su conservadora fachada? Mejor que no. Ella era toda suya. ―¿Estás duro para mí? ―preguntó ella―. Dime, Gabe. ―Siempre estoy duro para ti, cariño. Pertenezco dentro de ti. Hasta las bolas dentro de ti. ―Muéstrame. Las manos de él fueron a su cremallera e inclinó el teléfono hacia abajo, mirando la pantalla para asegurarse de que ella tuviera una buena vista mientras desprendía los botones de sus jeans uno por uno. Él deslizó una mano dentro de su ropa interior y liberó su palpitante erección de sus confines, estremeciéndose de deleite cuando su mano rozó la sensible superficie de su polla. ―Juro que se pone más grande cada vez que la veo. ―El comentario de Melanie flotó desde el teléfono. ―Se pone cada vez más desesperada por ti cada vez que la ves. ―Él acercó el teléfono a su rostro para poder ver lo que ella hacía más claramente de su lado. Necesitaba una pantalla más grande, decidió. No. La necesitaba aquí. En vivo. ―Aquí es donde la quiero, Gabe ―dijo ella. Él no vio mucho de lo que ella hacía mientras se movía, pero después de un momento de contener el aliento con anticipación, él lo soltó en un excitado whoosh cuando su coño apareció en la pantalla, los dedos de ella separando los labios para que él pudiera verla íntimamente. Tan íntimamente. El dedo de ella presionó contra su apertura, y dijo―. Aquí. Te deseo aquí. Tus dedos, tu lengua, tu polla. Justo aquí. ―Sí ―dijo él sin aire―. Ahí es exactamente donde quiero estar. Se imaginó hundido dentro de ella mientras comenzaba a acariciarse. Su mano era un pobre sustituto del suave y sedoso calor de ella, pero tendría que ser suficiente. Él

podía oír los tímidos gemidos de ella a la vez que sus dedos entraban y salían de su coño. Él sabía que habrían sido más fuertes si hubiera estado en casa. Realmente hacía un show para él tarde a la noche cuando él estaba solo en su litera y ella en su habitación. La primera vez que la había convencido para tener sexo telefónico, ella había estado un poco dudosa, pero ahora le encantaba. Y lo ponía loco por ella. Mierda, todo lo que la mujer hacía lo volvía loco. Con su trasero apretándose rítmicamente, Gabe bombeó sus caderas mientras embestía en su mano. Casi podía sentir el cuerpo de ella contra el suyo, su coño apretando su polla mientras imaginaba follarla contra la pared del baño. En la pantalla, los dedos de ella fueron a su clítoris, y pronto ella estuvo intentando ahogar sus gritos de placer mientras acababa para él. Él frunció el ceño cuando ella dejó caer el teléfono con un fuerte ruido y no pudo ver nada excepto negrura o no pudo oír nada excepto sus agitados jadeos. Él se detuvo, esperando a que ella regresara a él. Después de un largo momento, el rostro de ella apareció en la pantalla. Sus gafas se habían deslizado hacia abajo por su nariz. Sus ojos estaban vidriosos, las mejillas sonrosadas y los labios lucían hinchados, como si rogaran por besos. Sus besos. ―Lo lamento ―dijo ella―. No sé por qué hacer esto en el trabajo me excita tanto. Él le sonrió. ―Yo sí. Eres traviesa, Melanie Anderson. Ella rio suavemente entre dientes. ―Era una buena chica hasta que te conocí. ―¿Y eso es malo? Ella sacudió la cabeza, haciendo que algunos rizos que habían escapado bailaran alrededor de sus hombros. ―Es algo muy, muy bueno. Ahora acaba para mí, Gabriel Banner, antes de que tenga que regresar a mi escritorio a fingir que me importan los números cuando preferiría estar llena de tu polla. Él le sonrió. ―Amo cuando hablas sucio. ―Pronto estaré susurrando esas cosas en tu oído. Pronto seré capaz de sentirte dentro de mí de nuevo. Tu duro cuerpo contra el mío. Tu aliento contra mi piel.

―Sí ―gimió él―. Dios, cariño, ¿piensas en mí tanto como yo pienso en ti? ―¿Piensas en mí constantemente? ―Sí ―admitió él―. En cada momento consciente. Demonios, incluso estás en mis sueños. ―Entonces sí, pienso en ti tanto como tú. Quiero verte acabar ahora, Gabe. Muéstrame. Él sonrió ante su buena fortuna. Era el afortunado hijo de puta por encontrar a una mujer como ella. Amaba convertirla en una chica traviesa. Había sido un objetivo suyo. Y… misión cumplida. Gabe puso el teléfono en la encimera para poder tomar su polla en ambas manos. Sabiendo que ella necesitaba regresar al trabajo, intentó apresurarse por ella. Porque ella lo miraba y hacía pequeños ruidos de aprecio y ofrecía suaves palabras de aliento, no le tomó mucho tiempo estallar. Atrapó su carga con la mano, sosteniendo la palma a una distancia para que ella pudiera ver sus fluidos salir de su cuerpo. Le había dicho que verlos salir hacía que su coño temblara, y él buscaba darle a ese dulce coño una emoción agregada. Se tomó un momento para recuperar el aliento y luego levantó el teléfono de la encimera, sosteniéndolo entre la mandíbula y el hombro mientras se lavaba las manos en el lavabo. ―Voy a estar dentro de ti la próxima vez que acabe, Mel ―dijo, secándose las manos con una toalla de mano y luego cerrando su cremallera. ―Dios, sí. Yo también quiero eso. No sé si pueda esperar hasta mañana a la noche para verte de nuevo ―dijo ella. ―Bien. ―Él sonrió torcidamente―. Súbete a un avión y reúnete conmigo en Nueva Orleans esta noche. Ella se detuvo por un largo momento y él se preguntó si quizás ella no deseaba verlo tanto como afirmaba. Quizás su insaciable necesidad por él era todo un engaño. Quizás la realidad sería muy diferente a los juegos que jugaban en las pantallas. ―Pero dijiste que no me querías en tus shows ―dijo ella quedamente. Él podía decir, por el tono de su voz, que sus palabras la habían herido. Dios, soy un imbécil. ―Soy un mentiroso, Melanie. Un maldito y cobarde mentiroso. Sí te quiero en mi

show y te necesito en mi cama tan pronto como sea posible. ―Sólo esperaba que las necesidades de ella igualaran las suyas.

Capítulo 2 Traducido por Vanehz

M

elanie subió corriendo los dos tramos de escaleras que llevaban a su apartamento en el tercer piso. Destrabó la puerta y estaba sacándose los zapatos antes de siquiera cerrar la puerta detrás de ella.

Su nueva compañera de habitación, Nikki, levantó la vista de la pantalla de su laptop y sonrió en una cálida bienvenida. —Llegas temprano. ¿Te despidieron o algo? Melanie sacudió la cabeza y corrió hacia su habitación. ¿Realmente iba a dejar todo sólo para poder ver a Gabe un día antes de lo planeado? Demonios sí, lo haría. ¿Por qué siquiera cuestionaba su decisión? No era como si hiciera mucho además de pensar en él, de todos modos. Nunca había estado tan consumida por un hombre. Nunca. Y ni siquiera había conocido a Gabe por mucho tiempo. ¿Cómo se las había arreglado él para meterse tan profundamente bajo su piel tan rápido? Maldición, estaba loca por el tipo. Debería haberle servido como advertencia para tomarse las cosas más lentamente, pero sin embargo su necesidad la hacía acelerar, las ruedas derrapando al doblar las esquinas y rompiendo barreras para perseguirlo. Sus frenos emocionales estaban averiados, pero ella no tenía deseos de repararlos. Nikki apareció en la puerta del closet de Melanie mientras Melanie sacaba de un tirón una maleta del estante superior y se veía instantáneamente enterrada en una avalancha de almohadas extra y ropa de cama. Las pateó a un lado con impaciencia, sin molestarse en recogerlas. Dejar un lío normalmente la hubiera molestado, pero tenía prisa. —¿Qué sucede? —preguntó Nikki. Retrocedió cuando Melanie salió disparada del pequeño guardarropa. Era más un closet para estar parado dentro, no había mucho espacio para moverse adentro—. ¿Melanie? Melanie oyó el pánico en la voz de Nikki, no que la sorprendiera. Nikki tenía a reaccionar desmedidamente por todo. —Tengo que apresurarme si quiero alcanzar mi vuelo —dijo Melanie. —Oh, Dios —dijo Nikki, y Melanie se encontró a sí misma y a su maleta aplastadas en el abrazo de Nikki—. ¿Quién murió? ¿Fue tu abuela? Oh, Mel, debes estar

destrozada. Ve y llora, cariño. Te sentirás mejor si lo dejas salir todo. —Nadie murió, cariño —dijo Melanie—. Voy a Nueva Orleans. —Pero pensé que irías a Austin a ver a Gabe mañana por la noche. —Los planes cambiaron. Ahora puedes dejar de abrazarme. Tengo prisa. Nikki la soltó, y Melanie lanzó su maleta sobre la sobrecama azul a los pies de su cama. Abrió la maleta antes de correr a su cómoda en busca de ropa interior. Pensando que tenía toda la noche y mañana por la mañana para empacar, no había planeado qué iba a llevar para su fin de semana con Gabe, así que ahora solo tiró varios colores de ropa interior y sujetadores en su maleta, esperando ordenarlos cuando llegara allí. O quizás no necesitaría ropa interior durante todo el fin de semana. Ella también estaría bien con eso. Agregó su nueva lencería, aún en la bolsa, por si acaso. —¿Gabe te botó? —preguntó Nikki—. Despellejaré vivo a ese larguirucho baterista si lo hizo. No puedo creer que eleve tus esperanzas de esa forma, haciéndote creer que significas más para él que un barato romance de una noche, y que luego en el último minuto te cancele. Melanie sacudió la cabeza hacia Nikki otra vez, sacando ropa de verano de un cajón. —¿Por qué siempre piensas lo peor? —preguntó, aunque sabía por qué Nikki esperaba Lo Peor. Lo Peor había estado siguiendo a Nikki durante toda su vida y a ella le constaba funcionar cuando éste no tocaba a su puerta—. Voy a ver a Gabe en New Orleans. Tiene un show esta noche, y me invitó a ir. Sólo espero llegar a tiempo. El vuelo en el que estoy partirá pronto. Nikki chilló y tomó a Melanie en otro aplastante abrazo de oso, pero esta vez saltó como si estuvieran en alguna clase de programa de Échate un Polvo y Melanie hubiera ganado el gran premio. No podía negar que Gabe era algo fabuloso en exhibición. —Sabía que le gustabas —chilló Nikki—. Simplemente lo sabía. Iré por mi maleta. Nikki la soltó y estaba volando a la pequeña oficina sin ventanas que usaba para guardar sus cosas personales mientras se quedaba en el sofá de Melanie. Temporalmente. ¿Qué? Espera. Oh no. No, no, no. Melanie dejó caer su brazada de ropa en la maleta y corrió a evitar que su amiga empacara.

—Nikki, no puedes venir conmigo. La sonrisa de deleite se deslizó del rostro de Nikki. Su labio inferior tembló, y el condenadamente blando corazón de Mel se retorció en su pecho. —Lo siento, cariño, haremos algo divertido juntas la siguiente semana, lo prometo. —Pero… justo antes de que vinieras a casa, Shade llamó y dijo que debería ir contigo al concierto. Quiere verme otra vez. Melanie sintió como si le hubieran dado un puñetazo. A pesar de su tórrida aventura de una noche con Nikki, Shade, el vocalista de la banda de Gabe, no había llamado a su compañera de cuarto en toda la semana. Eso había resultado en la necesidad de Nikki de consumir copiosas cantidades de helado de chocolate y que llorara hasta quedarse dormida en la cama de Melanie durante tres noches. Había progresado al sofá unas cuantas noches atrás cuando finalmente había aceptado lo inevitable. Al menos Melanie había pensado que Nikki había superado al tipo. Así que, ¿por qué entonces Shade la llamaría de la nada y haría que Nikki se esperanzara otra vez? No lo haría. —Nikki, deja de inventar mierda. La cosa con Shade no sucederá. —Si me ve otra vez, entonces tendrá que admitir que hubo algo especial entre nosotros. Ella había comenzado a decir cosas así tan pronto como se había mudado al departamento de Melanie. Inicialmente, Nikki había estado bien con el asunto del sexo casual con Shade, incluso se había jactado de ello, hasta que Gabe había probado ser tan atento con Melanie, y entonces de repente Nikki había decidido que de hecho estaba enamorada de Shade y que él la había usado para tener sexo. Nikki había estado con el corazón roto durante toda la dura prueba y había necesitado constantes mimos y un perpetuo oído comprensivo. La forma en que las emociones de Nikki giraban 180 grados en cuestión de minutos siempre hacía que la cabeza de Melanie diera vueltas. Pero había conocido a Nikki por un largo tiempo, y estaba acostumbrada a que su amiga inventara problemas cuando la vida se tomaba el tiempo para patearla en la realidad. —Nikki… —Por favor, llévame contigo, Mel. Por favor. ¡Por favor! —Unió las manos frente al pecho y las sacudió con énfasis—. Prometo nunca más te pediré nada.

Melanie había oído eso antes. —Lo siento, cariño. Quizás la próxima vez. Solo tengo un boleto. —Miró la hora en su teléfono celular e hizo una mueca—. Y tengo que apresurarme o no va a importar, porque voy a perder mi vuelo. —Y si perdía el primer vuelo, eso comenzaría una reacción en cadena de fallas. Tenía que cambiar aviones en Houston. Irónico, porque Gabe había estado en Houston sólo dos noches atrás. Hubiera amado verlo allí también. Esa noche y cada noche. Pero simplemente no era posible. Malditas sus responsabilidades por destruir su oportunidad de dicha perpetua. —No puedo creer que no te importe mi felicidad —dijo Nikki. Oh, por el amor de Dios, Nikki. —Pero sí me importa. Es por eso que no verás otra vez a Shade Silverton. —¿Entonces por qué tú puedes ver a Force? —Nikki cruzó los brazos sobre el pecho y frunció el ceño. —Porque me pidió que fuera y me gusta, así que voy a ir. Puedes dormir en mi cama mientras estoy fuera. Sé que mi sofá te hace mal en la espalda. —Una excusa que le había dado a Melanie cuando se había metido en su cama la noche anterior. La mujer era una completa acaparadora de camas. Melanie se había rendido de pelear por las sábanas en algún momento alrededor de las 3 am. —¿Estás segura de que no puedo ir? Si el labio de Nikki sobresalía un poco más de su rostro, estaría propenso a caer. —Estoy segura. —Bien entonces. Sólo saldré a emborracharme y conseguiré algo de compañía para el fin de semana en un bar. Melanie se frotó la frente. ¿Por qué todo tenía que ser drama con Nikki? ¿Por qué no podía por una vez darle un respiro a Melanie? —Solo quédate en casa este fin de semana, Nik. Sabes que me preocuparé por si sales sola. —¿Por qué tendrías que tener tú toda la diversión? —¡Porque me la he ganado! —estalló Melanie y marchó de regreso a su dormitorio para terminar de empacar. Nikki era una mujer adulta, aunque a veces era difícil de decir basado en su conducta, y Melanie no podía pasar todo su tiempo preocupándose por las malas decisiones de Nikki. Tenía mejores cosas que hacer.

Como Gabriel “Force” Banner. Intentando no imaginar a Nikki yaciendo muerta en una alcantarilla, Melanie sacó prendas de las perchas y las metió en su maleta en una gran bola enredada. Esperaba que Gabe tuviera una plancha. ¿Las estrellas de rock planchaban sus propias prendas? No tenía ni idea. Ella tampoco sabía mucho de él, aparte de que estaban locamente calientes uno por el otro incluso cuando cientos de kilómetros los separaban. Pensó en cambiar sus ropas de trabajo, una simple falda ajustada gris y una blusa blanca ajustada, y ponerse los lentes de contacto, pero otra mirada al reloj la hizo correr en busca de sus artículos de tocador para viaje y su kit de maquillaje antes de apresurarse hacia la puerta delantera. Saltando de un pie al otro, se puso los zapatos y llamó a Nikki. —No hagas nada estúpido, Nikki. Por favor, por mí, solo quédate en casa este fin de semana. Nikki no respondió y Melanie no tuvo tiempo de ver qué hacía. Probablemente estuviera enfurruñada. —¡Te quiero! —Aún sin respuesta—. Pásalo bien, Melanie —respondió por la silenciosa Nikki—. No te preocupes por mí. Me comportaré. Quizás si lo decía en voz alta, sus deseos se volverían realidad. Dividida entre la euforia de ver a Gabe y la culpa por abandonar a su necesitada mejor amiga, Melanie cuadró los hombros y salió del apartamento. No iba a permitir que Nikki dictara su vida. No con la promesa del nirvana esperándola en Big Easy1.

1

Big Easy: sobrenombre de la ciudad de Nueva Orleans.

Capítulo 3 Traducido por rihano

M

elanie dejó su auto sedán en el estacionamiento a largo plazo e hizo un tiempo sorprendentemente bueno en el aeropuerto. En un golpe de suerte, la sección trasera del avión fue llamada primero para abordar y ella se apresuró a tomar su lugar en la fila. Las cosas definitivamente estaban saliendo como ella quería. Lo tomó como una señal de que había tomado la decisión correcta. Iba a pasarlo genial este fin de semana, y Nikki iba a estar perfectamente bien en casa. Sola. Melanie se preocupaba por nada. Al menos eso era lo que intentaba decirse a sí misma. Nikki podría ser un dolor en el culo, pero Melanie la amaba. Quizás su relación era un poco enfermiza, pero algo en la dependencia de Nikki atraía a Melanie en una manera que ella no entendía. Quizás tenía algo que ver con ser hija única y nunca tener a nadie a quien cuidar excepto a sí misma. A Melanie le gustaba cuidar de Nikki la mayor parte del tiempo. Y se preocupaba por ella todo el tiempo. En el avión, Melanie metió su pequeña maleta en el compartimiento superior y se sentó en el asiento de la ventanilla, inmediatamente aplastada por el ancho hombre que se sentó en el asiento a su izquierda. Retorciéndose por un centímetro de espacio, Melanie abrochó su cinturón de seguridad, se acurrucó cerca de la ventanilla y esperó a que el resto del avión embarcara. Su estómago se retorcía con una mezcla de nervios, emoción y hambre. No había comido desde el almuerzo. Esperaba que Gabe estuviera de ánimo para una comida, porque ella dudaba que la aerolínea se desprendiera de siquiera un cacahuete en este corto vuelo. Gabe. ¿Realmente había suspirado en voz alta pensando en él, o había sido un suspiro mental? No importaba, no podía esperar a verlo de nuevo. Sólo unas pocas horas más y podría perderse en sus brazos. El hombre junto a ella le dio una larga y dura mirada, probablemente porque ella sonreía como una tonta que había estado nadando en un tanque de vodka. —¿Viaje de negocios? —preguntó él.

—Puramente por placer —dijo ella—. ¿Tú? —Negocios. Intento tener éxito en la UFC2. Hay una noche de aficionados en Nueva Orleans este fin de semana. Eso explicaría sus anchos hombros y los nudillos mellados. No era un hombre mal parecido; solo que ella prefería los suyos un poco más altos y delgados. O así era desde que había puesto los ojos en Gabe. —Suena doloroso —dijo. —Nah, es divertido. Ser pateado y recibir puñetazos en forma repetida no sonaba divertido para Melanie. Pero quizás él quería decir que dar patadas y puñetazos era divertido. Su ceño se frunció. No. Herir a la gente por deporte tampoco sonaba divertido. El enorme hombre levantó la larga manga de su camiseta, y la mirada de ella se posó en el tatuaje de alambre de púas que rodeaba su antebrazo. Como era de esperar, su ritmo cardíaco se disparó. Había hecho grandes progresos en su fobia contra los tatuajes cuando Gabe le había permitido examinar el suyo de cerca (y que experiencia placentera había sido ésa), pero al parecer todavía no había superado sus miedos por completo. Se sentía tonta por entrar en pánico cada vez que veía ciertos tatuajes, pero el miedo aún estaba allí. Se preguntó si siempre sería así. Alguna gente tenía miedo de los payasos, las arañas o los espacios cerrados. A ella le aterrorizaban ciertos tatuajes. Esos rudos motociclistas que la habían asustado tanto de adolescente realmente habían tenido un efecto en su psique. Sólo tenía que evitar tatuajes con alambre de púas, rosas o cráneos, la mitad de los tatuajes en existencia, y podría permanecer perfectamente calma. —Bueno, buena suerte con tu pelea —dijo, deliberadamente volviendo la atención a la ventanilla para mirar la parte trasera del ala del avión. Si no miraba el brazo del hombre, podía sentarse junto a él todo el camino hasta Nueva Orleans sin tener un ataque de pánico. Eso esperaba. No quería poner a todo el país en alerta máxima porque había perdido el maldito control en un vuelo nacional. Sólo miraría afuera hacia el ala y se aseguraría de que el motor se mantuviera completamente funcional durante todo el vuelo. Eso alejaría su atención del tatuaje del Sr. UFC. Quizás. —Melanie —llamó una voz familiar desde la parte delantera del avión—. Melanie Anderson, ¿dónde estás?

2 UFC: Ultimate fighting championship (Campeonato de lucha extrema).

La mandíbula de Melanie cayó. ¿Qué demonios hacía Nikki aquí? Melanie supuso que debía haber alguna horrible emergencia y nadie había sido capaz de contactarla porque había apagado su teléfono celular en preparación para su vuelo. Melanie salió disparada de su asiento… o lo intentó. Su cinturón de seguridad amenazó con romperle la pelvis. Abrió el broche de un tirón y se puso de pie de un salto, casi golpeándose la cabeza con el compartimiento superior. —Nikki, ¿qué sucede? —exclamó Melanie, agitando las manos. Podía sentir el calor en el rostro y su garganta estaba apretada, como si alguien la estrangulara. —Allí estás —dijo Nikki cuando divisó a Melanie en la parte trasera del avión. Cargaba un bolso de viaje bastante grande. ¿Por qué llevaba equipaje para informar a Melanie de cualquier emergencia que la hubiera traído hasta aquí? —Oye, grandote, ¿te importaría cambiar asientos conmigo? —le dijo Nikki al aspirante a luchador—. No querrías interponerte entre amigas, ¿verdad? Encendió su encantador mohín, el que hacía que paredes de músculos de ciento trece kilos se levantaran de sus asientos, y luego sonrió brillantemente cuando él tomó su bolso y comenzó a meterlo en el compartimiento sobre ella. —Ustedes dos bellezas definitivamente deberían sentarse juntas —dijo él—. Me interesa el feng shui. Mis hermosas decoraciones me gustan en pares balanceados. Melanie puso los ojos en blanco hasta que amenazaron con vislumbrar su cerebro. —Eres dulce —dijo Nikki—. ¿No es dulce, Mel? —Como algodón de azúcar. ¿Qué haces aquí, Nikki? —Voy a Nueva Orleans. —Bueno, duh. El equipaje y la tarjeta de embarque de alguna forma me advirtieron de ello. ¿Por qué vas a Nueva Orleans? Nikki levantó un dedo para poner a Melanie en espera y se volvió hacia el grandote que ocupaba todo el pasillo. —Gracias por cambiar asientos conmigo. —¿Puedo tener tu número? —dijo el tipo de la UFC en una voz baja y profunda, su mirada fija en el busto ampliado por el sostén push-up de Nikki. En este momento, sus tetas demostraban el impresionante estiramiento y la fuerza de las fibras de

algodón en su ceñida camiseta color rosa. —Te lo llevaré cuando estemos en el aire —prometió Nikki. —No creo que se suponga que deban cambiar de asientos —dijo Melanie. —Melanie, Melanie, siempre con miedo de romper las reglas. —Nikki le guiñó el ojo al grandote—. Pero yo no. Si alguien pregunta, tu nombre es Nicole. ¿Y cuál será mi supuesto nombre? —Richard Bailey —dijo él—. O simplemente Dick. —Nunca es simplemente Dick3 cuando yo estoy cerca. —Nikki rio y se acomodó en el asiento vacío del Sr. UFC. Tomó la mitad de su cinturón de seguridad y la mitad del de Melanie e intentó descifrar cómo abrochar dos extremos hembra. Antes de que el tipo pudiera soltar su siguiente e increíblemente patética línea de conquista, fue conducido por el pasillo hacia su asiento por una inquieta asistente de vuelo. Melanie arrancó el extremo de su cinturón de seguridad de los torpes dedos de Nikki y volvió a abrochar la hebilla. Contó hacia atrás desde un millón para no estrangular hasta la muerte a su mejor amiga y más grande carga. Cuando Melanie estuvo preparada para el vuelo y pudo hablar sin escupir fuego por la nariz, se volvió hacia Nikki y repitió. —¿Qué haces aquí? —Siguiendo tu consejo. Melanie hizo una mueca de completa incomprensión. —¿Mi consejo? Te dije que no podías venir. —Eso no es consejo, es una orden. ¿Recuerdas que sólo unos días atrás dijiste que visualizara lo que deseaba, reuniera coraje y saliera a conseguirlo? —Nikki puntualizó sus palabras abriendo y cerrando las manos, como si estuviera poniendo el consejo de Melanie en un cartel luminoso—. He estado visualizando a Shade Silverton toda la semana. En su cabeza, Melanie comenzó a contar hacia atrás a partir de un billón. —Hablaba sobre encontrar un empleo. Ya sabes, ese tipo de cosas de trabajo que aportan dinero para que puedas pagar tus cuentas y la mitad de nuestra renta y comprar tu propio maldito combustible. —Nikki estaba quebrada por completo y

3

N. de T.: juego de palabras. “Dick” es el sobrenombre de Richard, pero a la vez, significa “polla”.

parecía no tener prisa en encontrar empleo o mudarse del incómodo sofá de Melanie—. ¿Cómo siquiera conseguiste un billete de avión? —Se la chupé al piloto. —Nikki se limpió sugestivamente la comisura de los labios. La mandíbula de Melanie cayó. Nikki se echó a reír. —Por Dios, Melanie, sólo bromeo. Realmente no crees que haría algo así, ¿verdad? ¿Para conseguir lo que quería? Quizás. —¿Recuerdas esa tarjeta de crédito que me diste para emergencias? —dijo Nikki, arreglándoselas para lucir ligeramente arrepentida—. Bueno, que Shade no me llame durante seis días enteros es una emergencia. Voy a reprenderlo en la cara y luego él va a pedirle disculpas a mi vagina durante toda la noche. —Nikki, ¿no es obvio que él no quiere verte? —No. —Y esa tarjeta de crédito era para verdaderas emergencias. ¿Cómo puedo confiar en ti cuando vas y haces algo así? —Se sentía tanto como una mamá últimamente. O una esposa fastidiosa. ¿Qué le había sucedido a su amistad? ¿O siempre había sido así entre ellas? —Sólo quiero pasar tiempo contigo, Mel. —Nikki puso su expresión que decía “mejor amiga, por favor, ámame”, y por una vez, Melanie estaba demasiado enojada para verse afectada por ella. —Bueno, yo quiero pasar tiempo con Gabe. Sola. Bien puedes bajarte del avión en este momento y dirigirte a casa. Melanie se aferró a los apoyabrazos cuando el avión comenzó a alejarse de la terminal. ¿Demasiado tarde para arreglar esta situación? No en lo que respectaba a Melanie. Tan enojada como estaba, no estaba en contra de lanzar a Nikki desde un avión en movimiento. Ni siquiera esperaría a que la rampa de emergencia se inflara antes de empujarla por la salida y hacia la pista. —No voy a entrometerme en tu tiempo con tu enamorado —le aseguró Nikki—. Sólo pienso que sería increíble si ambas saliéramos con tipos de la misma banda. ¿No sería genial? ¿Genial? Bueno, si Shade de hecho quisiera salir con Nikki, podría ser divertido; hasta que ocurriera el desastre. Y Melanie no podía comprender el nivel de drama

que Nikki inventaría en ese escenario. —Yo no identifico a Gabe como el baterista de Sole Regret; sólo pienso en él como Gabe. Tus sentimientos por Shade, si siquiera puedes llamarlos sentimientos, se tratan sobre su fama y notoriedad. Ésa es la única razón por la que te acostaste con él. —No es la única razón —dijo Nikki. Melanie la miró parpadeando. Nikki sonrió. —También es sexy como el infierno y tiene una enorme polla. Melanie soltó un suspiro cansado. —Incluso si a él le gustaras como algo más que su actual mojadora de polla, no hay forma de que algo así pueda durar. —¿Quién dijo que yo quería que durara? Sólo quiero divertirme. Mantener su polla húmeda si la quiere mojada. Tú eres la única que parece pensar que el sexo tiene que ser significativo, emocional y todo acaramelado. Y por eso era que Nikki había estado abatida toda la semana. Exactamente por eso. La cabeza de Melanie comenzó a dar vueltas de nuevo. Deseaba que la mujer se decidiera. ¿Sólo quería tener sexo con Shade de nuevo o quería algo más? ¿Siquiera sabía lo que quería? —¿No quieres que el sexo sea significativo? Nikki se mordisqueó el labio reflexivamente. —Quizás cuando tenga treinta. Lo cual sucedería en dos años. Nikki tenía tanto que madurar antes de ese momento. Pero había una parte de Melanie que estaba un poco triste porque ella misma había crecido demasiado pronto. Una parte de ella deseaba ser capaz de la idea de diversión de Nikki, pero la mayor parte estaba feliz de que lo que había comenzado como una noche de sexo sin sentido con un sexy baterista se hubiera convertido en una oportunidad de encontrar algo más sustancial con un maravilloso, profundo y un poco incomprendido hombre. —¿Y qué tal si vas hasta Nueva Orleans y Shade no quiere verte? —preguntó Melanie.

Nikki se encogió de hombros. —Simplemente me uniré a Gabe y a ti. Todos los hombres desean tener un trío con dos chicas sexys, ¿verdad? —No es gracioso, Nikki. —No intentaba ser graciosa. —No voy a compartirlo. —Nikki tenía una manera de robarle los novios de debajo de las narices, y no le iba a dar a Nikki una oportunidad con Gabe. Nikki lanzó un profundo suspiro. —Bueno, no puedes culpar a una chica por intentarlo. La cabeza de Melanie fue arrojada contra el asiento cuando el avión aceleró por la pista. —Mierda —dijo Nikki—. Olvidé que odio volar. Aferró la mano de Melanie y cerró los ojos con fuerza hasta que habían dejado la tierra detrás. No soltó la mano de Melanie hasta que la demostración de seguridad hubo terminado tiempo después y el avión se estabilizó cerca de la altitud de crucero. Melanie la permitió sostener su mano, preocupada por todo el lío. Si Nikki arruinaba el tiempo de Melanie con Gabe, nunca se lo perdonaría. Lanzaría a Nikki a la calle y le permitiera que engañara a algún hombre rico y mayor que cuidara de ella. —Lo siento, Mel —dijo Nikki. —¿Por qué? —espetó Melanie. La mujer le debía una lista de disculpas de un kilómetro de largo. —Por quererte tanto. Melanie frunció los labios, intentando descifrar el rompecabezas que era Nikki Swanson. —¿Por qué lamentas eso? —Porque me hace hacer cosas estúpidas. —Wow, Nikki, debes amarme muchísimo. Nikki hizo el mohín que funcionaba en los tipos, pero no hizo que Melanie le diera todo lo que ella quería. Mucho. —Ahora sólo estás siendo cruel. Sabes que significas todo para mí. ¿Ya podemos

quitarnos nuestros cinturones de seguridad? Como si esperara una señal, la azafata anunció que podían moverse por la cabina. Nikki se desabrochó el cinturón de seguridad. —Voy a agradecer al Sr. Grandote, Musculoso y Apuesto por permitirme tener su asiento. —Y se fue a hacer lo suyo. Que era del tamaño de todo el estado de Kansas. Melanie intentó ignorar las risas coquetas de Nikki desde el pasillo mientras miraba por la ventanilla preguntándose cómo su estado de ánimo podía haberse amargado tan rápidamente. No culparía a Gabe si la dejaba en el aeropuerto con su equipaje. Equipaje más comúnmente conocido como Nikki Swanson.

Capítulo 4 Traducido por azulmort

G

abe sonrió cuando el mensaje de Melanie apareció en su celular. Hemos aterrizado. ¿Debo alquilar un auto o sólo tomo un taxi hasta el estadio?

Él le contestó de inmediato. Pensé que te gustaría viajar en la limo conmigo. Tengo una sorpresa para ti. Creo que te gustará. Miró el pequeño paquete en el asiento junto a él. Sí, estaba seguro de que ella disfrutaría lo que él había metido adentro. Una cosita que él había inventado un par de años atrás. Un momento después su teléfono mostró el siguiente mensaje de ella. La limo suena prometedora. También tengo una sorpresa para ti. Bastante segura de que no te gustará mucho. Gabe gimió. Había sólo una cosa que él podía pensar que podía poner freno a su fin de semana juntos. ¿Estás con el período? Escribió. O_o Viste mi coño hace cuatro horas. ¿Lucía como si estuviera con mi período? Gracias a Dios, pensó él. No, lucía condenadamente caliente con tus dedos adentro. Tipeó. Estoy seguro de que me gustará cualquier sorpresa que traigas contigo. Veremos. ¿Estás esperando en la terminal? Bajaré del avión pronto. Estoy en la limusina negra afuera. Estoy fingiendo ser rico y famoso. Envié al chofer a buscarte con tu nombre en un cartel. ¿Su respuesta? K. Una respuesta tan lacónica para Melanie. Se dio cuenta de que debería haber ido a buscarla. Probablemente ella esperaba la escena de “correr a los brazos del otro y girar y girar mientras se besaban en la terminal”. A él no le gustaban mucho las muestras de afecto en público, especialmente desde que se había convertido en una especie de celebridad. Pero sí quería hacer feliz a Melanie. Y quería que ella supiera

lo increíble que él pensaba que era. E inteligente. Y hermosa. Y divertida. Y sexy. Condenadamente sexy. Sencillamente él no veía el sentido en que el mundo entero supiera lo loco que estaba por una mujer que había conocido menos de una semana atrás. Pero no le importaba que ella lo supiera, así que comenzó un nuevo mensaje para ella. De hecho, no confío en mí mismo estando contigo en público. Enviar. Me imaginé que no querrías una foto tuya con la lengua de Force Banner en tu boca publicada por todo Internet. Enviar. Y sus manos en todo tu cuerpo. Enviar. Esperó impacientemente su próximo mensaje. Sólo bromeaba a medias. Mierda, necesitaba estar adentro, sobre y alrededor de esa mujer en toda su capacidad. Al fin llegó su respuesta. Sobreestimas mi sentido de la propiedad. Él rio con fuerza al leer su mensaje. Quizás debería haber ido a buscarla a la terminal y a la mierda con lo que publicaran los tabloides. Hubiera seguido ese impulso si hubiera estado usando su gorra de béisbol y no estuviera ya vestido para la actuación de esa noche de la banda. Su mohawk rojo y negro de treinta centímetros de alto solía llamar la atención, y la gente lo reconocía fácilmente como alguien a quien mirar boquiabiertos. Nada para ver, amigos. Nada para ver. Su teléfono sonó con otro mensaje de texto. Por cierto, estoy hambrienta. Espero que estés planeando alimentarme. Él había prometido alimentarla la noche que se conocieron y habían terminado distraídos con preocupaciones más placenteras. Puedo pensar en algunas cosas que me gustaría poner en tu boca. Cuando ella no le contestó inmediatamente y los minutos pasaron uno tras otro, él decidió que la había ofendido. Realmente actuaba como un idiota caliente cuando fuera que interactuaban. Seguramente, ella estaba en el mostrador de boletos intentando reservar un asiento en el próximo vuelo de regreso a Wichita. Decidió

refrenar un poco su entusiasmo y comportase menos como un cavernícola y más como él mismo. Sólo que había pasado un largo tiempo desde que había estado así de loco por una mujer. Tan inequívocamente lujurioso. Era seguro como el infierno que no quería cagarla haciendo que ella pensara que lo único que le interesaba era el sexo. Definitivamente estaba interesado en el sexo, pero ahora que tenían un fin de semana entero para estar juntos, estaba determinado a saber todo sobre ella. Todo. Así que esa lujuria quizás tendría la oportunidad de convertirse en algo más. O si descubrían que eran incompatibles fuera de la cama, entonces podría sacarse a esa mujer de debajo de la piel. O intentarlo. Decidió enviar otro mensaje, aunque sí lo hacía parecer tan desesperado como se sentía. Ordenaré que nos envíen algo a la habitación del hotel. ¿Humor para qué tienes? ¿Crema batida o látigos y cadenas? De nuevo ella no respondió. Mierda. ¿Ya se las había arreglado para arruinar las cosas? Siempre bromeaban así intercambiando mensajes de texto, pero quizás ella no estaba tan dispuesta a ser traviesa en la vida real. Si era así, el fin de semana que había planeado tendría que ser enteramente reconfigurado para ser un guión algo menos pornográfico. La puerta de la limusina se abrió y Melanie se asomó por la puerta. El aliento de Gabe se atoró en su pecho. ¿Siempre había sido tan encantadora? ―Se me antoja salchicha ―dijo ella―. Grande, gruesa y dura. Su falta de aliento terminó en una risa entre dientes. ―Y jugosa ―dijo una voz femenina detrás de Melanie. Melanie cerró los ojos y apretó los labios. Gabe tuvo la impresión de que contaba en silencio. ―¡Hola, Force! ―exclamó la misma voz femenina, y el rostro dolorosamente bello de Nikki, la amiga de Melanie, apareció sobre el hombro de ella―. ¿Nos extrañaste? La mirada de Gabe se precipitó para encontrar la de Melanie, pero ella tenía los ojos cerrados con fuerza. Él podía ver que la facilitadora en ella estaba perdiendo la batalla con la gata salvaje que tiraba el cabello y daba golpes que estaba a punto de liberarse. ―¿Ésta es tu sorpresa? ―preguntó él. La sorpresa para ella parecía comenzar a parpadear con luces de neón: XXX, Mujeres Desnudas en Vivo y Sólo Adultos. Él tomó el pequeño paquete del asiento junto a él y lo empujó detrás de su cadera lo más discretamente posible.

―Le dije que no podía venir ―dijo Melanie por la comisura de los labios, como si eso fuera a hacer posible que Gabe, pero no Nikki, oyera sus palabras. ―¡Pero tomé la iniciativa! ―dijo Nikki como si acabara de ser aceptada para porrista en Harvard. ―Estupendo ―dijo Gabe monótonamente. Ahí iba su idea de besar a Melanie todo el camino hasta el estadio mientras utilizaba su sorpresa para hacerla gritar su nombre en éxtasis―. Tengo que llegar al estadio. ¿Vienen o no? ―Todavía no me vengo ―dijo Melanie con una sonrisa traviesa, sus ojos abriéndose―. Pero estoy segura de que puedes ayudarme con eso. El corazón de él comenzó a golpear con entusiasmo cuando ella lo inmovilizó con una sensual mirada que sin duda significaba que estaba muy interesada en ser traviesa en la vida real, si podían manejar deshacerse de la acompañante de ella. ―¿Por qué no te vas adelante con el chofer? ―le dijo Melanie a Nikki, a quien bloqueaba muy efectivamente al extender su cuerpo sobre la puerta abierta como un arquero olímpico. ―¿Por qué? ―Estoy segura que se siente solo ahí adelante ―dijo Melanie―. Y es realmente lindo. ¿No lo notaste? Gabe frunció el ceño. ¿Melanie lo había notado? No le gustó escuchar eso. ―Es algo lindo en ese esmoquin. ―Nikki soltó una risita―. Como un guapo pingüino. Melanie puso los ojos en blanco hacia Gabe. ¿Por qué ella seguía pasando el tiempo con esta chica? Obviamente estaba molesta con ella. ―Ve y hazle compañía. ―¡De acuerdo! Melanie se arrojó dentro del auto y cerró la puerta antes de que Nikki pudiera cambiar de opinión acerca de hacerle compañía al guapo pingüino en el asiento del conductor. ―Lamento tanto eso ―dijo Melanie, sus ojos color avellana ocultos detrás de gruesas pestañas y gafas de montura negra―. Simplemente se apareció en el avión, exigió a un grandote luchador que renunciara a su asiento para sentarse conmigo, coqueteó con él durante ambos vuelos y luego se invitó a viajar en la limusina.

―Tengo la sensación de que es difícil de disuadir una vez que pone su mente en algo. ―Si tan sólo mostrara la misma clase de dedicación en regresar su vida al buen camino. Gabe había estado toda la tarde representando en su cabeza el encuentro con Melanie y esto, definitivamente, no era lo que había tenido en mente. Había imaginado que ya estarían enfrascados en un interminable beso (manos vagando, cuerpos apretados) pero la inesperada aparición de Nikki lo hacía sentirse incómodo. Era como si Nikki estuviera sentada entre Melanie y él, aunque estuviera en el asiento delantero. Obviamente, Melanie también estaba afectada por la presencia de Nikki. Estaba sentada tensa y echaba repetidos vistazos al asiento delantero de la limusina como si esperara que un zombi se lanzara por el vidrio. Sonó un golpe en la ventana entre el asiento del conductor y el compartimento de pasajeros antes de que ésta bajara con un sonido metálico. Nikki, que ahora vestía el gorro negro del chofer, miró hacia atrás y se inclinó sobre el asiento, moviendo las manos. Tenía una sonrisa asesina pegada al rostro y sus ojos azules estaban muy abiertos. Realmente era una mujer hermosa. Impresionante. Gabe estaba seguro que la mayoría de los hombres se tropezaban con sus pollas tratando de meterse en sus bragas. Él no era uno de ellos. ¿Por qué un hombre se conformaría con una belleza superficial cuando podía tener a alguien como Melanie, que tenía cerebro, sensualidad y belleza? ―¡Esto es tan emocionante! ―dijo Nikki e instantáneamente Gabe entendió por qué Melanie la soportaba. Por qué la amaba. Nikki estaba llena de vida, la clase de mujer que seguiría siendo joven cuando tuviera noventa y cinco años. Esa clase de vigor era adictivo, aunque podía ser agotador. ―¿Por qué no están follando todavía? Gabe rio entre dientes. Había estado preguntándose lo mismo. ―Porque alguien continúa interrumpiendo ―dijo Melanie. ―Está bien ―dijo Gabe―. Tenemos tres días enteros para follar. Vayamos a conseguirte algo de comida y a recorrer la calle Bourbon. Podemos follar más tarde. ―Le guiñó el ojo a Melanie, y ella soltó un largo suspiro. ¿Estaba aliviada o decepcionada? No podía decirlo. ―¿Podemos comprar un bourbon4 en la calle Bourbon? ―preguntó Nikki―.

4

Bourbon: whiskey americano.

Tengo sed. ―El alcohol hace que pierda la ropa interior ―advirtió Melanie. ―Conozco un gran lugar para comprar whiskey ―dijo el chofer. Nikki lo abrazó por el cuello. ―Sabía que me gustabas, mi apuesto pingüino. ―Depositó un beso en su sien. Un extraño sonido salió de Melanie; como un bufido suprimido. Confundido, Gabe la miró justo a tiempo para verla estallar en risas. ―No puedo… ―Reía con demasiada fuerza para respirar, mucho menos para hablar claramente―. No puedo creer… ―Jadeó buscando aliento―. …que lo llamaras… así… en su c-ara… ―Bueno, no sé su nombre. ¿Cuál es tu nombre, buen mozo? ―preguntó Nikki y apartó un mechón de cabello de la frente del chofer. A Gabe le recordaba a un joven John Travolta. Cabello oscuro. Ojos azules. Hendidura en su fuerte mentón. El conductor señaló una delgada etiqueta dorada con su nombre sobre su pecho. ―Parker. ―¿Parker, el pingüino? ―Melanie rio y luego resopló antes de estallar encantada en una risa llena de deleite de nuevo. ―¿Estás bien? ―le preguntó Gabe. Estaba bastante seguro de que ella se estaba poniendo azul por la falta de aire. Melanie se aferró el estómago y asintió, pestañeando para apartar las lágrimas de sus ojos mientras luchaba por controlar su ataque de risas. ―Se pone así cuando está demasiado tensa ―dijo Nikki―. Eventualmente explota en un ataque de risa. Lo mejor es desactivarla lo más rápido posible. No se sabe qué tipo de ataque tendría si se le permitiera seguir con cuerda. ―Nikki hizo círculos en el aire con un dedo. ―No estoy demasiado tensa. ―¿En serio? ―dijo Nikki, sus cejas se elevaron en su frente―. Todavía tengo unas cincuenta miradas asesinas en mi espalda del viaje en avión. ¿Te importaría recuperarlas? ―Deberías estar feliz de que no permitan armas verdaderas en los vuelos. Todavía estoy enojada contigo, Nicole Evelyn Swanson ―le aseguró Melanie, pero la tensión

que había arrastrado con ella a la limusina había desaparecido―. Ahora cierra la maldita ventana para que pueda saludar apropiadamente a mi sexy estrella de rock. Nikki sonrió. ―Mejor apúrate. Los interrumpiré de nuevo cuando paremos por comida. Y por whiskey. ―La ventana se deslizó hacia arriba, dando a Gabe y Melanie privacidad y a Gabe un extraño caso de nervios.

Capítulo 5 Traducido por Jane.

G

abe secó sus repentinamente húmedas palmas contra los muslos y se miró los pies vergonzosamente grandes. Tenía tantos deseos de tomar a Melanie en sus brazos y mostrarle cuánto la echaba de menos, pero todavía no estaba seguro de que ella quisiera que lo hiciera. Sus señales estaban mezcladas y eran terriblemente confusas. No había anticipado estos sentimientos de incertidumbre cuando la había invitado por el fin de semana. Siempre interactuaban de manera natural entre sí. ¿Y si se pasaban todo el tiempo sentados en un incómodo silencio? Quizás este encuentro era un poco prematuro. Cuando Melanie se volvió hacia él y apoyó las puntas de los dedos de una mano contra su mandíbula, el nerviosismo de él se desvaneció en un instante, sustituido por excitación y anticipación. La conexión entre ellos no se había ido. Gracias a Dios. —¿Vas a besarme ahora, o qué tengo que dar el primer paso? —susurró ella, sus hermosos ojos color avellana mirando intensamente los labios de él. Él le quitó las gafas con cuidado, lo que hizo que ella levantara los ojos para encontrar los suyos. Él se perdió en su mirada y el calor se propagó por todo su cuerpo; en su ingle, sí, eso era reconfortante y familiar, pero también en su pecho, donde su corazón comenzaba a golpear rápidamente. —Me preguntaba si eras tan perfecto en persona como te recreaba en mi memoria —dijo. —Me ves todos los días —le recordó ella. —No es lo mismo —susurró él—. No puedo sentir tu calor. Oler el dulce aroma de tu perfume. Ver pequeños detalles como esas pálidas pecas en el puente de tu nariz y las manchas azules y verdes en tus ojos. No puedo tocar tu lisa piel, tu suave cabello. —Lo hizo. Éste se sintió tan glorioso contra sus dedos como parecía. Incluso mejor de lo que recordaba. —¿Así que no estás decepcionado? —¿Decepcionado? ¿Cómo podría posiblemente estar decepcionado? Él se acercó más, perdido en los ojos de Melanie. Cuando sus labios rozaron los de

ella, un conocido anhelo se agitó profundamente dentro de él. Frotó sus labios sobre los de ella una vez, dos veces, y luego inclinó la cabeza para profundizar el beso. Melanie abrió la boca para él y le envolvió el cuello con los brazos. Los dedos de ella rozaron la fila de cabello parado en el centro de la cabeza de él, y se congeló. Él la apartó para mirarla y encontró que su ceño estaba fruncido. —Todavía no estoy acostumbrada a esto —dijo ella, presionando una mano sobre su mohawk en punta y observándolo volver a su posición original. —¿No te gusta? —preguntó él, esperando que no se convirtiera en un problema para ella, porque era una marca registrada de su imagen en el escenario, y él estaba de gira en ese momento. Cuando no lo estaba, dejaba que los lados crecieran y cortaba algo del largo para que luciera medio dominado, pero nunca había ido por la que mayoría de la gente consideraría un corte de cabello normal cuando estaba de gira. Sabía que los tatuajes de dragón a ambos lados de su cuero cabelludo no hacían que su apariencia fuera más normal en absoluto, pero estarían allí por el resto de su vida. Si ella iba a abandonarlo por su apariencia, probablemente debería hacerlo pronto. —Me gusta —dijo ella—. Sólo que no estoy segura de a qué aferrarme cuando me besas. La última vez que no lo tenías así de puntiagudo, así que tenía un poco de cabello suave al que aferrarme. Oh, ¿era eso todo? —Me lo lavaré después del espectáculo —dijo él—. Puedes pasarle los dedos a través en ese momento. —No era mi intención que dejaras de besarme —dijo ella—. Simplemente me aferraré a tus hombros por ahora para no pincharme los dedos. Él rio entre dientes ante su expresión. Ella lucía como si hubiera resuelto algún misterio. —No debería hacer eso —dijo. —Puedes aferrarte de mis hombros tanto como quieras —le aseguró él. —Me refiero a que debería analizar todo. La noche en que nos conocimos, fui tomada por sorpresa. Me arriesgué, pero ahora que estoy aquí contigo y tú eres más familiar, me siento un poco... —Tensa. Ella se sonrojó.

—Sí. Exactamente. —Tengo lo justo para que te relajes —dijo él. Metió la mano detrás de la cadera y liberó el paquete delgado desde donde se había estado metido contra el asiento. Se lo ofreció. —¿Qué es esto? —preguntó ella, su mirada yendo del paquete envuelto con papel al rostro de él y luego de vuelta al paquete. —Un prototipo. El rubor de ella se intensificó. —Oh —jadeó—. ¿Uno de tus inventos traviesos? Ella volvió a levantar la mirada hacia él y él asintió, un poco nervioso por compartirlo con ella, pero sobre todo emocionado por probarlo. —¿Es nuevo? —He estado trabajando en éste por un tiempo —dijo él—. Pero sí tengo otro proyecto que comencé el día que nos separamos en Tulsa. Espero revelar eso luego si puedo arreglar todos sus puntos malos. —Creí que el punto era ser travieso5 —dijo ella. A él le tomó un segundo darse cuenta de que ella bromeaba. Rio entre dientes. —Supongo que las travesuras en los juguetes sexuales son casi un hecho. Ella pasó los dedos sobre el trozo de cinta que cerraba el paquete. —¿Se supone que abra esto aquí? Él sonrió tímidamente. —Bueno, si estás preparada para relajarte. —Podría ser —dijo ella—. Bésame otra vez mientras pienso en ello. Él se dio cuenta de que ella necesitaba ser seducida. Había esperado que estuvieran más allá de eso con todas las cosas que se habían mostrado a través de 5

N. de T.: juego de palabras. La palabra utilizada es “kinks”, que Gabe utiliza refiriéndose a poder ajustar los errores de su proyecto, pero que Melanie usa con otro sentido, el que refiere a travesuras sexuales.

video chat, pero supuso que a toda mujer le gustaba sentir que un hombre tenía que trabajar un poco para ganar su cooperación y atención. Incluso mujeres que habían estado con el mismo hombre durante mucho más tiempo que una semana necesitaban sentir que eran un poco difíciles de conseguir. Así que quizás debería haber guardado su regalo hasta después de que él la tuviera en ese estado desorientado de “necesito tu cuerpo ahora”. Ella siempre estaba tan ansiosa por ser abierta con él por teléfono, pero aquí en sus brazos, parecía casi tímida. Volvió la cabeza para estudiar el cristal oscuro que los separaba del conductor y de Nikki. ¿Por eso vacilaba? ¿Porque Nikki estaba adelante? Quizás si Nikki hubiera sido del tipo dulce e inocente, Gabe habría comprendido la vacilación Melanie a participar en lascivos actos cerca de ella, pero no tenía esa impresión sobre Nikki en absoluto. Rayos, de las dos, Melanie era la dulce inocente. Quizás no quería que Nikki supiera que era mucho más traviesa de lo que aparentaba. —Así que, ¿por qué decidió venir contigo? —preguntó él. —¿Huh? —dijo Melanie, volviendo la atención hacia él. —Nikki. —Oh, quiere acostarse con Shade de nuevo. O por lo menos hablar con él sobre por qué no la llamó esta semana. Gabe gruñó. —Uh, mala idea. Shade está con alguien especial ahora. No va a estar interesado en Nikki. Sin duda le lastimará los sentimientos para hacérselo entender. —Intenté decirle eso. Maldita si me oye. —Quizás debería dejarte a ti y a Nikki en el hotel. Puedes encontrarle una habitación —dijo, haciendo una pausa para asegurarse de que estuviera claro que Nikki no los seguiría a Austin. Mejor amiga o no, Melanie era suya este fin de semana. Él no iba a ceder a los impulsos de alguien del pasado de Shade—. Puedo reunirme contigo, sólo contigo, después del show y nos iremos a Austin. Nuestro vuelo sale a la medianoche, así que no tendremos tiempo para lidiar con Nikki después del show. —¿No me quieres en el concierto? —preguntó ella, y él no pudo saber si estaba enojada, herida o si simplemente hacía una pregunta. —Sí te quiero allí. Quiero que seas la última persona a la que vea antes de sentarme detrás de mi batería y la primera que vea cuando salga sudoroso y exhausto una hora más tarde. Pero es una mala idea que Nikki esté allí. No quiero ser grosero, pero ella

no fue invitada, y dudo de que Shade la llevara a creer que podía esperar algún tipo de relación con él. —Lo sé, Gabe —dijo ella—. Pero, ¿qué quieres que haga? ¿Abandonarla en el aeropuerto? Ella necesita que la cuide o termina en problemas. Es una de esas personas que ni siquiera tienen que ir en busca de desastres, la encuentran. Siempre la encuentran. Ella le puso una mano en el muslo para mantener el equilibrio mientras la limusina giraba en una esquina y aceleraba para subir una pendiente. El auto se detuvo y el vidrio detrás del conductor se deslizó hacia abajo. Nikki se volvió en el asiento y los miró fijamente. Gabe metió el paquete que contenía su pequeña invención detrás de su cadera una vez más. —Decidimos detenernos por sándwiches —dijo Nikki—. Rápido y fácil para que podamos llegar al concierto a tiempo. Parker todavía tiene que ir al hotel y recoger al resto de la banda después de que nos deje. Pensé que yo podría ir y comprar los sándwiches mientras ustedes siguen besándose. —Ella miró a uno y a otro y le ofreció una mirada de desaprobación al espacio entre ellos—. ¿Siquiera están toqueteándose? —Estamos hablando —dijo Melanie. —¿Sobre qué? Melanie miró a Gabe. —Qué hay para cenar —dijo él, inseguro de si Melanie quería que fuera él quien le diera noticia a Nikki de que Shade estaba viendo a alguien importante para él. Gabe tuvo que asumir que Melanie no quería que él hiciera llorar a su amiga, así que a menos que Melanie le diera instrucciones de lo contrario, iba a tener la boca cerrada. —¿Qué te gusta? —le preguntó Nikki a Gabe. —Comeré casi cualquier cosa, pero sin cebollas. Tengo que besar a alguien. — Guiñó el ojo a Nikki y ella rio. —Estoy seguro de que Mel te lo agradecerá. —Nikki observó a Melanie con una expresión expectante en el rostro. —Sabes lo que me gusta —dijo Melanie. —Um, sí, ¿debo usar la tarjeta de crédito de emergencia o...? —Echó un vistazo al bolso de Melanie.

Maldita sea, ¿dónde estaban sus modales? Gabe sacó la billetera del bolsillo trasero y sacó varios billetes de veinte. Nikki no dudó en aceptar el dinero, no es que él quisiera que lo rechazara. Sólo había esperado que al menos intentara rechazar su dinero, ya que en realidad no se conocían. —No tienes que hacer eso —dijo Melanie, arrebatando los billetes de la mano de Nikki e intentando meterlos en la de él. —Quiero hacerlo —dijo él. —Ella siempre es una cita barata —dijo Nikki, lo que le valió una mirada mordaz de Melanie—. Realmente le cuesta aceptar dinero de otra persona. Señorita Financieramente Independiente. —Hizo comillas con los dedos. —Lo dice como si fuera algo malo —dijo Melanie. Nikki tomó el dinero de nuevo y le sonrió a Gabe. —¡Gracias! Quizás te compre el almuerzo en algún momento cuando vuelva a ponerme de pie6. Para ponerse de pie, ella tendría que aprender a mantenerse alejada de su espalda y rodillas. Gabe bajó los ojos, sintiéndose culpable por siquiera pensar en Nikki de esa manera. Obviamente tenía que haber algo genial en ella. Era la mejor amiga de Melanie. Nikki abrió la puerta y salió del auto. El conductor, Parker, la observó entrar a la tienda de sándwiches con baba prácticamente goteando de su barbilla. —Está acostumbrada a conseguir lo que su corazón desea porque es tan bonita — dijo Melanie—. Si yo no se lo doy, un tipo lo hará. Un tipo que espera algo a cambio. Al menos si viene de mí, no tengo que preocuparme por que ella pague su amabilidad con favores sexuales. Gabe se dio cuenta de que Parker escuchaba a escondidas. El hombre intentó fingir que no tomaba notas mentales sobre cómo meterse en los pantalones de Nikki, pero Gabe mismo era un hombre. Sabía cómo pensaban. Gabe presionó el botón que levantaba la ventana entre ellos otra vez, alegrándose de que fuera a prueba de sonido. —Quizás debería sentarse aquí atrás con nosotros —dijo Gabe—. No me gusta la forma en que el conductor la está mirando.

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N. de T.: expresión que refiere a la mejoría de una situación.

—Casi todo el mundo la mira de esa manera. —Bueno, yo no lo haré —dijo Gabe—. No cuando te tengo a ti. Se inclinó para robarle un beso, con la intención de ofrecer un casto roce de sus labios contra los de ella, pero algo primitivo chisporroteó entre ellos y al instante la tuvo aplastada contra su pecho, las manos enterradas en el cabello de ella y su boca devorando la suya. Los dedos de ella se cerraron en su espalda, acercándolo. Sus suaves pechos se sentían como el cielo apretados contra el de él. Su lengua rozó su labio superior, y ella se estremeció antes de tocar tentativamente su lengua con la de ella. Ella se apartó lentamente y luego apoyó la frente contra su hombro, respirando con dificultad. —Tenías razón antes —dijo—. Todos los chats de vídeo sexys no son lo mismo que estar aquí contigo. Eres una distracción a la distancia, pero en persona... —Ella respiró hondo—. En persona, eres completamente devastador para el sentido de una mujer. Él sonrió y se estiró para tomar el paquete que había escondido detrás de su cadera. —Tengo algo aquí para asegurarme de que no recuperes el sentido pronto. Con manos temblorosas, Melanie abrió el paquete, como si esperara que algo saltara y la mordiera. Y él tenía un par de artículos en su arsenal que habrían hecho precisamente eso, pero no éste. Éste era todo sobre el placer. A él le gustaba darle placer. A algunas mujeres le gustaba un poco de dolor como extra, y él podía atender a esa necesidad, pero estaba bastante seguro (y de hecho esperaba) que a Melanie le gustara recibir sólo placer. Ella desenrolló el grueso papel marrón y el guante de tres dedos cayó en su regazo. Ella levantó una ceja hacia el artículo y luego levantó la mirada para encontrarse con la de él. —¿Qué es? Él tomó el aparato de su regazo y lo deslizó sobre tres dedos de su mano derecha, dejando el meñique y el pulgar libres. Le tendió la mano para que ella pudiera sujetar el brazalete alrededor de su muñeca. Tan pronto como estuvo abrochado, el circuito estuvo completo y el dispositivo zumbó a la vida. Cerca de la punta de su dedo medio, una pequeña varilla de goma se movía en trayectoria elíptica. En la base del dedo medio vibraba un suave bulto y placas metálicas recorrían la longitud completa de los dedos índices y anular; placas que se calentarían y hormiguearían tan pronto como

tocaran algo húmedo; el húmedo coño de Melanie, por ejemplo. —Te sientas en mi mano, y te prometo que te hará pasar un buen momento. Se inclinó sobre el guante para una inspección más cercana. —¿Me siento en él? —Esto va justo dentro de la abertura de tu coño —dijo él, señalando la varilla que giraba cerca de la punta de su dedo—. Te provocará hasta que ruegues por mi polla. —¿Y éstas? —preguntó ella, trazando las dos placas metálicas a ambos lados. —Mójate el dedo y toca una —le sugirió él. Cuando ella se metió el dedo a la boca para humedecerlo, su polla se endureció. Cambio de planes; Nikki sin duda necesitaba viajar al frente con el conductor. No estaba ni siquiera cerca de ser capaz de funcionar en compañía de gente educada. Él tenía una poderosa necesidad de estar solo con Melanie por un prolongado período, y era consciente de que no tenían mucho tiempo para estar juntos antes de que el show comenzara a las nueve. Melanie apretó la placa metálica en el dedo índice de él con el dedo mojado y jadeó. —Hormigueante. —Y caliente —dijo él—. Estos van contra tus labios vaginales. Cuanto más te mojes, más fuerte será la sensación. Ella presionó la protuberancia vibrante en la base de los dedos de él. —¿Para mi clítoris? —Ella lo miró y sonrió esperanzada. Él sonrió. —No creíste que me olvidaría de eso, ¿verdad? —Esperaba que no lo hicieras —dijo ella, un rubor encantador tiñendo sus mejillas de rosa—. Pareces saber qué se siente bien para una mujer más que yo. —Puedes subirte al revés si prefieres que la vibración juegue con tu trasero. Quiero complacerte en la forma en que deseas ser complacida. Ella llevó el dedo a la protuberancia vibrante y se estremeció. —Traba las puertas —dijo sin aliento mientras metía la mano bajo su falda para sacarse la ropa interior—. Date prisa, antes de que Nikki regrese. —Ya están trabadas —le aseguró él.

Se deslizó sobre su regazo, a horcajadas sobre sus muslos, y lo besó con avidez mientras él deslizaba su mano enguantada entre sus piernas.

Capítulo 6 Traducido por flochi

M

elanie saltó cuando la vibración en la base de los dedos de Gabe presionó contra su clítoris. Él deslizó con cuidado la punta giratoria de goma de la varilla en su apertura, y ella gimió en la boca de él. Se maravilló ante el conocimiento de este hombre sobre la anatomía femenina. Él tenía razón; el estiramiento de su entrada en un amplio círculo una y otra vez la tuvo anhelando profundos y duros empujes para sofocar la necesidad que aumentaba. La vibración contra su clítoris cambió de patrón, yendo de un zumbido constante a fuertes latidos y de vuelta a zumbido constante. Su cuerpo se sacudió involuntariamente cuando un rápido y sucio orgasmo que la atrapó por sorpresa. Apartó su boca de la de Gabe cuando su cabeza cayó hacia atrás y gritó hacia el techo del coche. —Espera. Hay más. ¿Estás húmeda? —susurró Gabe en su oído. —Mmm —gimió ella. Sus dedos índice y anular se deslizaron contra los labios de su coño, manteniéndolos separados mientras la velocidad de la vara rotando en su ranura se elevaba y la vibración contra su clítoris continuaba alternando patrones. Los cálidos hormigueos contra ambos labios la hicieron mecer las caderas contra la mano de él. —Oh, santo Dios —jadeó. El placer era tan intenso que no podía hacer más que aferrarse a los hombros de él. —¿Te gusta? —¡Sí! En cuestión de segundos, ella acabó de nuevo. Esta vez, lo aferró por la parte trasera de la cabeza e hizo que enterrara el rostro en su pecho. —Necesito polla —dijo ella y cuando él no la llenó al instante, ella apartó la cabeza de él de sus pechos y gritó—: ¡Necesito polla, Gabe! La necesito ahora. —¿Aquí? —Sí, sí, en cualquier parte. Fóllame.

Él comenzó a lidiar torpemente con el cinturón. Con la bragueta abierta, levantó las caderas para poder liberar su polla. Gracias a Dios ya estaba duro. Ella tomó su dura vara en una mano, y jadeó cuando la mano enguantada de él se apartó de su palpitante coño. —¿Condón? —preguntó él sin aliento. —No necesitamos uno. —Ya habían discutido sobre no usarlos, pero le alegró que él tuviera la sensatez de preguntarlo en el calor del momento en caso de que ella hubiera cambiado de idea. Melanie lo llevó dentro, montándolo con fuerza. Obligándolo a ir más y más profundo con cada movimiento que sus caderas hacían hacia abajo hasta que finalmente se sintió llena. Tan llena. Ahora sólo necesitaba un poco de fricción. —Oh, Dios, Melanie —dijo él—. Te sientes tan bien. Tan bien. Él se sentía increíble dentro de ella, pero ella estaba demasiado excitada para formar palabras. Murmuró algo y lo montó más y más rápido, intentando desvanecer el dolor frotándose. Más, más, más, pensó. Hasta que el placer finalmente explotó y ella gritó de dicha. Él levantó las caderas del asiento para bombear dentro de ella, una, dos veces, y luego gimió a la vez que se unía a ella en el clímax. Ella se aflojó contra él, intentando recobrar el aliento y el sentido, pero ambos la eludían. Él le frotó la sien con la boca. —Me hiciste correrme demasiado pronto, cariño. Probablemente tenga que follarte así unas cuantas veces más este fin de semana —dijo—. Y luego quizás sea capaz de mantener la calma el tiempo suficiente para hacerte el amor lenta y minuciosamente. Ella sonrió contra su hombro. —No me importa la follada —dijo ella—. En serio, no. Hubo un golpe en la ventanilla, y Melanie se puso rígida. ¿Realmente había estado tan concentrada en este hombre que había olvidado que se encontraban en una limusina estacionados afuera de una tienda de sándwiches? La respuesta sería un sí. Un sí, sí, oh Dios, fóllame, Gabe, sí. Melanie levantó las caderas, todavía sin estar completamente lista para liberar a Gabe de su cuerpo, pero no tenía tiempo que perder. Especialmente no cuando las trabas de la puerta resonaron al abrirse y oyó la manija de la puerta siendo levantada.

Bajó la falda por sus muslos y buscó su ropa interior mientras Gabe metía su polla dentro de sus pantalones, se quitaba el guante de placer y comenzaba a abotonarse la bragueta. Melanie tenías la ropa interior en la mano cuando la puerta trasera se abrió y Nikki apareció, con un sujeto desconocido sosteniendo cuatro bebidas para ella mientras ella cargaba con una bolsa de sándwiches. Le sonrió conocedora a Melanie cuando su mirada aterrizó en la ropa interior en su mano. —Oh, ¿interrumpí algo? —dijo—. Nunca pensé que la sacarías de su ropa interior con tanta rapidez, Gabe. Semental. Melanie estaba ligeramente avergonzada de que Nikki la hubiera atrapado justo después del acto, pero estaba mortificada de que el apuesto hombre detrás de ella se moridera el lleno labio inferior apreciando lo zorra que era. Melanie lanzó su ropa interior al asiento junto a Gabe y se sentó sobre ellas. Encontró sus gafas desechadas y jugueteó con ellas, sus manos temblando mientras intentaba ponerlas en su rostro. —Huele a sexo aquí dentro —dijo Nikki a la vez que se inclinaba más dentro de la puerta abierta—. Ya lo hicieron, ¿verdad? ¿O interrumpí el medio coito? —¡Nikki! La chica necesitaba instalar un filtro en esa boca. —No te culpa por saltarle encima —dijo Nikki, admirando a Gabe—. ¿Mirarías el tamaño de esos pies? Sabes lo que dicen sobre los sujetos de pies grandes. El coño de Melanie se apretó cuando sus pensamientos inmediatamente se obsesionaron con aquello que se relacionaba con el talle de zapatos de Gabe. Y en este caso, él cumplía las estadísticas. —Yo tengo un gran, uh, pie —dijo en una voz profunda el compañero de bebidas de Nikki. Sus ojos marrones centellearon al sonreír, y sus dientes blancos brillaron contra su tez morena. —Apuesto que sí. Éste es Michael —dijo Nikki, lanzando la cabeza en dirección al tipo—. Me vio luchando para cargar mi pedido y me ofreció su ayuda. Ya que mis amigos estaban ocupados. —Tenemos que irnos —dijo Gabe, palmeando su inexistente reloj. Tenía un aro enrojecido alrededor de la muñeca por el dispositivo del guante. Melanie esperaba que no se hubiera lastimado sólo para darle placer. Acarició la piel rozada, luchando con la urgencia de besarlo para que mejorara. Estaba bastante segura de que él no apreciaría el gesto frente a Nikki y a su más nuevo lacayo.

Nikki se subió a la parte trasera de la limusina y le tendió a Gabe la bolsa con los sándwiches. Luego tomó los vasos de bebida de Michael uno a la vez. Le pasó uno a Melanie, otro a Gabe, y golpeó en la ventana del conductor para que Parker bajara el vidrio y ella pudiera darle el restante. —¿No vas a sentarte aquí conmigo, Nik? —preguntó Parker. —Va a quedarse aquí con Mel y conmigo —dijo Gabe. Gabe sacó sándwiches de la bolsa y determinó cuál pertenecía a quién mientras Nikki le daba su número telefónico a su muy apuesto asistente de bebidas. Desafortunadamente, los restaurantes de comida rápida no los entregaban en la ventana de autoservicio. Si lo hicieran, Melanie podría ser tentada a siempre ordenar sus bebidas en grupos de cuatro. —Tengo que conseguirme una limusina —dijo Michael a la vez que su mirada iba de Melanie a Nikki y regresaba a Melanie—. Este tipo tiene dos bellezas para él solo. Nikki soltó una risita y tomó su vaso de la mano de Michael. —Mejor que me llames —dijo ella, y le cerró la puerta en la cara. —¿Le diste tu verdadero número o el falso de repuesto? —preguntó Mel. —El real. —Nikki metió una pajilla en su bebida y tomó un largo trago—. Fue un caballero. No son fáciles de encontrar en estos días. No hacía falta mucho para impresionar a Nikki, pero tenía razón acerca de la dificultad de encontrar a un caballero. Melanie no estaba segura si eso se debía a que los hombres ya no querían proteger y cuidar de las mujeres, o si las mujeres lo habían causado al insistir que eran fuertes e independientes. Tenía que haber un término medio en alguna parte. Melanie quitó la envoltura de su turkey club7 de quince centímetros y devoró su sándwich. No se había dado cuenta lo verdaderamente hambrienta que estaba hasta que empezó a llenarse la boca. —Amo a una mujer con apetito —dijo Gabe, guiñándole un ojo. —Vete a la mierda, Banner —dijo ella con la boca llena. —Especialmente una con ese apetito particular. Nikki soltó una risita. Si ella comenzaba a coquetear con Gabe, Melanie iba a

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Turkey Club: sándwich de pavo, tocino, lechuga, tomate y mayonesa.

estrangularla. Nikki no requería de toda la atención masculina para sí, ¿cierto? ¿No podía dejar a Melanie tener a éste sin interferencias? —Gracias por permitirme pasar el rato con Melanie y contigo aquí atrás —dijo Nikki—. Estaba comenzando a sentirme excluida. —Suspiró con felicidad—. No puedo esperar a volver a ver a Shade. —Sobre eso… —dijo Gabe antes de detenerse a mirar a Melanie. Ella no tenía idea qué significaba esa mirada interrogativa, así que se encogió de hombros y él se volvió hacia Nikki. —Él está algo así como viendo a alguien especial en este momento. Probablemente sea mejor que mantengas la distancia. Oh, entonces era por eso que él le había estado pidiendo su aprobación tácita. Preparada para un colapso, Melanie volvió su atención hacia Nikki. Con los ojos bajos, Nikki le dio un delicado mordisco a su sándwich vegetariano y se encogió de hombros. —A veces se gana, a veces se pierde —dijo tras un largo y tengo momento. Bien, ¿quién había robado a su mejor amiga y la había reemplazado por esta copia dócil? —Todavía puedo pasar el rato con Melanie en el backstage mientras estás en el escenario, ¿verdad? —preguntó, sus ojos azules grandes y seductores mientras miraba a Gabe. Oh, ahí está. Sosteniendo las cartas cerca de su pecho. —Supongo que sí —dijo Gabe mientras Melanie intentaba no hacer una mueca. No era que no quisiera que Nikki estuviera con ella mientras se sentía toda incómoda y sola observando el show desde un costado, sino que sabía cómo operaba esta mujer. Usaría cada carta que tenía en la mano para conseguir lo que quería y quería a Shade, lo quisiera Shade o no. Melanie sólo tendría que mantener a Nikki alejada del hombre si podía. Sería sencillo mantenerlos separados cuando Shade estuviera en el escenario pero, ¿antes del concierto? ¿Y después? —Entonces, ¿qué vamos a hacer luego del show? —preguntó Melanie tan despreocupadamente como le resultó posible. Gabe ya se lo había dicho, pero quería que Nikki lo oyera. —Nos dirigiremos directamente a la pista de aterrizaje y tomaremos un avión privado de regreso a Austin. No llegaremos a mi casa hasta muy tarde. —Acarició la

dulcemente espalda de Melanie—. Puedes dormir una siesta en el avión si estás cansada. No me ofenderé. De hecho, probablemente te acompañe. Ella tomó un sorbo de su refresco, intentando formar la versión más discreta de su siguiente pregunta. —Y Nikki… —Fue lo mejor que se le ocurrió. —Oh —dijo él, mirando el rostro esperanzado de Nikki—. Bueno, uh… Sí, incómodo. Melanie lamentaba tener que ponerlo en una situación así, pero Nikki encontraría una manera de escabullirse en todos los planes de Melanie si no tenía el respaldo de Gabe. No porque Melanie fuera débil. Simplemente, Nikki era hábil para conseguir lo que quería. —Sólo hay espacio en el avión para cinco pasajeros —dijo Gabe. —Entonces Melanie tampoco entrará ahí con la banda —dijo Nikki. —Bueno, Adam y Kellen no van de regreso. El cerebro matemático de Melanie hizo una mueca. Le tomó a Nikki unos pocos segundos hacer las sumas y las restas. —Eso deja un lugar para mí. —Lo siento, pero no. Lindsey va a volar a casa con Owen —dijo él. —¿Quién es Lindsey? —preguntó Melanie—. ¿Su novia? Gabe se puso visiblemente pálido. —Uh, mierda, espero que no. —¿Quién es, entonces? —presionó Melanie, preguntándose por qué Gabe parecía tan inquieto. —Sólo una chica que va a llevar a casa con él. —Entonces, ¿qué se supone que haga? —preguntó Nikki, esa expresión de cachorro perdido en el rostro. Quizás Melanie debería alentarla a meterse en la actuación. Dios. —Puedes pasar el fin de semana en Nueva Orleans —sugirió Gabe—. Tengo un cuarto en el hotel que no usaré hasta el domingo a la noche. Eres bienvenida a usarlo gratis hasta que Mel y yo regresemos. Nikki agachó la cabeza y se quedó mirando el sándwich en su regazo.

—Suena divertido —dijo Melanie brillantemente, esperando que Nikki no se desanimara por el resto de la noche y deseando más que nunca haber empujado a Nikki a la pista del aeropuerto en Wichita. Les habría ahorrado algo de la pena. Para cuando llegaron al estadio, Nikki parecía estar de acuerdo con los planes de ellos de dejarla en Nueva Orleans el fin de semana. Enfocándose en lo positivo (cuarto de hotel gratis y lujoso en el corazón de Nueva Orleans), Gabe casi era tan hábil en manipular el humor de Nikki como ella en hacer que los hombres se inclinaran a su voluntad. Melanie tenía que admitir que estaba a la vez impresionada y agradecida de que Gabe hubiera manejado tan bien a Nikki. Melanie miró boquiabierta en todas direcciones cuando salieron de la limusina. Había tanta gente formada en las puertas del estadio que las filas se extendían hasta los estacionamientos. Hubo una fuerte ovación cuando Gabe salió del vehículo. Ella supuso que su mohawk lo hacía instantáneamente reconocible, incluso a distancia. Le ofreció a la gente que esperaba un amistoso saludo con la mano e instruyó al chofer para que se asegurara de que el bolso de Melanie llegara al avión que iba a Austin luego del show y que el equipaje de Nikki fuera llevado a su habitación de hotel. Parker sonrió ante esto. O bien pensaba Gabe estaba acostándose con ambas mujeres por separado, o lo que era lo mismo, se sentía privilegiado sabiendo dónde se quedaría Nikki. Sola. Durante todo el fin de semana. Melanie se mordisqueó el labio, preguntándose si emplear a Parker para distribuir sus equipajes había sido la mejor idea. No quería que el sujeto merodeara a Nikki. Le daba una mala vibra. El brazo de Gabe rodeó la espalda baja de Melanie, y la sostuvo con firmeza contra su costado mientras se apresuraban a través de las barreras. Luego de la tercera vez que Nikki fue detenida por no tener un pase para el backstage, Gabe también envolvió la cintura de Nikki con su brazo libre, y las guio hacia las puertas. Melanie comprendía por qué Gabe tocaba a Nikki en esa manera relajada y familiar suya, pero eso no evitó que se pusiera furiosa. Él era suyo, y no estaba de humor para compartirlo. Ni siquiera un poco. Y en especial no con su mejor amiga.

Capítulo 7 Traducido por rihano

G

abe no estaba seguro de por qué Melanie caminaba tan rígidamente junto a él. ¿Le preocupaba que alguien la reconociera con él? ¿Había visto un tatuaje que la asustaba? ¿Él había hecho algo malo? Estaba completamente perdido sobre cómo podría haber estropeado las cosas entre la limosina y el edificio. Se devanó el cerebro buscando cosas que podría haber dicho que ella pudiera haber tomado de forma equivocada. Todo lo que él había hecho fue decirle al conductor qué hacer con el equipaje de ella. ¿Por qué eso la enojaría? Quizás a ella no le gustaba que él hablara por ella. En la entrada trasera, un guardia de seguridad permitió que su pequeño séquito entrara en el área del backstage del estadio. El guardia le ofreció a Gabe un guiño y a Melanie y a Nikki una sonrisa apreciativa mientras las observaba con interés y envidia. Media hora atrás, Gabe habría dicho que el tipo tenía todo su permiso para sacarle a Nikki de las manos, pero que Dios lo ayudara, comenzaba a comprender la proclividad de Melanie de mantener a la mujer fuera de problemas. Su propio instinto protector comenzaba a aparecer. No tenía particular simpatía por Nikki, pero ella parecía tan, bueno... indefensa. Algo que Melanie no era, por lo cual estaba inmensamente agradecido. La necesidad rápidamente le atacaba los nervios. Sabía a algunos hombres les encantaba el tipo de Nikki; a Shade, por ejemplo. Su ex esposa era necesitada, así que debía gustarle algo de eso. Pero Gabe preferiría tener a una igual a su lado que a un bonito títere a sus pies. Melanie se puso más rígida con cada paso. Tan pronto como pudieran estar a solas, le preguntaría qué sucedía, pero éste no era el lugar para una discusión. Extraños lo observaban muy de cerca en el backstage. A mitad de camino de los camarines al final del pasillo, Melanie se detuvo bruscamente, enviando al trío en una trayectoria inclinada hacia una pared. Melanie se salió de su asidero de un tirón y lo miró con chispas de ira saltando en sus ojos color avellana. De acuerdo, así que él no imaginaba cosas. Ella estaba molesta. Que lo jodieran si él tenía alguna idea de por qué. —¿Qué sucede? —preguntó él, decidiendo que iban a tener que aclarar las cosas después de todo, los miraran extraños o no. Con la mirada, ella le fulminó la mano izquierda, la cual estaba ubicada

informalmente sobre el hombro de Nikki. —¿Vas a estar encima de ella durante el resto de la noche? —preguntó Melanie sin rodeos. —¿Estar encima de ella? —No estaba encima de ella. Mucho. Nikki se agachó hasta salir de debajo de su brazo para pararse junto a Melanie, y él dejó caer el apéndice aparentemente ofensivo a su costado. Sólo le había pasado el brazo por los hombros para que pudiera pasar a través de la seguridad con menos molestia. Y él le dijo exactamente eso a Melanie. —No veo a nadie de seguridad aquí en el pasillo —dijo ella. Nikki aferró la manga de Melanie. —Yo le habría dicho que dejara de tocarme, Mel, pero… Melanie hizo un gesto cortante con la mano para acallar las palabras de Nikki. —¿Estás celosa? —preguntó Gabe cuando la comprensión llegó a él. En una inspección más cercana, Melanie estaba prácticamente verde. Y él tuvo la falta de sentido de reírse de su emoción nacida de una malinterpretación. —No estoy celosa —farfulló ella, cruzando los brazos sobre el pecho y volviendo la cabeza para fulminar con la mirada la pared más cercana. —Bien, porque tú no tienes ninguna razón para estarlo. La próxima vez, dejaré que llegue al backstage por sus propios métodos. —Movió un puño atrás y adelante frente a su boca, mientras empujaba la parte interior de su mejilla rítmicamente con la lengua. Al parecer, Melanie no encontró graciosa su pantomima de una mamada. La boca de ella se abrió y lo fulminó con la mirada. —No lo harías. —¿Por qué no? —Él dejó caer la mano y se encogió de hombros—. Ella no me interesa. Tú me interesas. Sólo la traje porque tú la quieres aquí. El leve aleteo de las pestañas de Melanie dejó en claro que ella realmente no quería a Nikki allí tampoco, pero, evidentemente, veía la razón en sus palabras, y dejó caer los brazos cruzados hasta su cintura y luego los relajó a los costados. Nikki jadeó, llamando la atención de Gabe. Sus ojos estaban muy abiertos mientras miraba fijamente a algo o a alguien justo detrás de Gabe. Movió a Melanie frente a ella e hizo todo lo posible para ocultarse, la frente apretada contra la parte posterior

del hombro de Melanie mientras fingía invisibilidad. —¿Me vio? —susurró Nikki. —¿Quién? —dijo Melanie y luego una expresión de reconocimiento se extendió por su rostro—. Sí, luce enojado. Yo diría que te vio. —¿Por qué está ella aquí? —le dijo Jacob a Gabe en señal de saludo. —Si Amanda puede venir a nuestros conciertos, entonces también Melanie puede —dijo Gabe, su ira subiendo tan rápidamente que lo sorprendió. —No Melanie. Si sientes algo por ella, por supuesto, es bienvenida. —Jacob se estiró detrás de Melanie y sacó a Nikki tirando de su brazo—. ¡Ella! ¿Qué hace ella aquí? Nikki enderezó la espalda y comenzó a sisear. Gabe se preguntó dónde había ido la dócil criatura que decía “por favor protégeme”. —¿Qué? ¿Ya olvidaste mi nombre, imbécil? —escupió Nikki, los ojos azules entrecerrados, los puños apretados. —No, querida Nikki, no olvidé tu nombre, pero no puedes estar aquí. No te quiero aquí. Ella se mordió el labio tembloroso, y Gabe estaba seguro de que estaba a punto de echarse a llorar. —Yo la invité —le mintió a Jacob—. Las invité a los dos, ¿de acuerdo? No es de tu incumbencia. —Definitivamente comenzaba a recordar por qué la banda había hecho ese pacto de ninguna mujer en la gira. Con las mujeres llegaba el drama. Estar atrapado con los mismos cuatro tipos durante seis meses era bastante malo sin la montaña rusa añadida de relaciones amorosas externas. —¿Para que puedan atender tu polla de a dos, pero no la mía? —preguntó Jacob. —¡Eres el cerdo más grande que he conocido en mi vida! —le gritó Melanie a Jacob—. No sé por qué alguien querría hacer algo contigo que no fuera patearte en las pelotas. Gabe resopló. La leve sonrisa de Jacob le había dicho a Gabe que sólo estaba bromeando, pero era evidente que Melanie no había entendido la broma. Hasta ese momento, Gabe se había olvidado por completo de lo que lo había atraído tan rápidamente hacia Melanie en primer lugar: su total desprecio por el típicamente irresistible atractivo sexual de Jacob “Shade” Silverton. Eso era sexy.

—¿Puedo hablar contigo? —le preguntó Nikki a Jacob. Ella parecía, por una vez, ser la persona más razonable en los alrededores. —No —dijo él simplemente—. No tengo nada que decirte. Si lo tuviera, te habría llamado. Melanie rechinó los dientes y se volvió hacia Jacob. Gabe probablemente se habría acobardado ante la expresión en su rostro si ella se hubiera vuelto hacia él, pero Jacob, siendo Jacob, estaba acostumbrado a que las mujeres lo reprendieran. En este caso particular, se lo merecía, pero ése no siempre era el caso. —No tienes problemas en follarla en un pasillo público… —O en un sauna —añadió Nikki amablemente. —O en un sauna —se hizo eco Melanie varios decibeles más alto que su amiga—. ¿Pero no tienes la decencia de mantener una conversación cortés con ella? —Eso lo resume todo —dijo Jacob. Giró sobre sus talones y se alejó a grandes pasos. Melanie chilló de furia y partió tras él, sin duda para vengarse con sus pelotas, pero Gabe la detuvo con un firme brazo firme alrededor de los hombros. La atrajo contra su pecho, tensándose ligeramente cuando el codo de ella lo golpeó en el costado en su lucha para quitárselo de encima. —Tranquila —dijo él—. Sólo te lastimarás el dedo del pie. Ella se salió de su asidero de un tirón y lo fulminó con la mirada, reorientando algo de su ira. Hacia él. —¿De qué estás hablando? —Cuando patees a Shade en las pelotas —dijo él—. Sólo te lastimarás el dedo. Están hechas de acero, sabes. La mandíbula de ella se abrió. Parpadeó hacia él, cerrando la boca con un chasquido, y luego resopló antes de romper a reír. —Ella se puso un poco tensa recién —dijo Nikki mientras Melanie intentaba calmarse respirando profunda y jadeantemente entre risas—. Siempre se ríe a carcajadas después de una explosión. Sí, él había entendido eso antes. —Oh, Gabe —dijo Melanie, secándose una lágrima del rabillo del ojo—. Sí velas

por mis mejores intereses de corazón, ¿verdad? Él sonrió. —Bueno, por supuesto. Y los de Nikki también. —Levantó ambas manos en señal de rendición—. Pero no porque quiera meterme en sus pantalones o nada. —¿Por qué no? —preguntó Nikki, la cabeza inclinada hacia un lado mientras lo estudiaba de cerca—. Son unos pantalones geniales en los que meterse. Pregúntale a cualquier, añadió él en silencio. —Porque —dijo él—. Siento algo por tu inteligente, encantadora y hermosa amiga. La que no se siente atraída por Shade Silverton. —Yo diría que es porque ella tiene mal gusto —dijo Nikki, su mirada deslizándose sobre el cuerpo de él con evidente interés—. Pero le gustas tú, por lo que no debe ser totalmente carente en ese departamento. —Gracias —dijo Gabe, frotando la suave espalda de Melanie, la cual todavía se sacudía intermitentemente con sus risitas—. Creo. Melanie finalmente se calmó y le envolvió la cintura con los brazos para relajarse contra él. La presencia de Nikki parecía demandar mucho de ella, y él entendía completamente por qué. La mujer parecía atraer el drama de la manera en que el hedor atrae moscas. Gabe puso a Melanie más cerca de la pared, de modo que estaban fuera de la circulación del tráfico intermitente utilizando el pasillo para que estuvieran fuera del intermitente flujo de tráfico que usaba el corredor para prepararse para el concierto. Ella se sentía perfecta apretada contra él. Él apoyó la mejilla en su suave cabello y cerró los ojos, dándose un momento para experimentar la sensación de ella en sus brazos. Así era como él prefería pasar su tiempo juntos. Justo así. Cerca. Sin lidiar con los problemas e inseguridades de otras personas. Estaba seguro de que si Nikki no se hubiera sumado, ellos pasarían toda la noche justo así. Excepto quizás que estarían un poco más desnudos. Pensar en Melanie desnuda hizo que sus manos vagaran por la espalda de ella, deslizándose bajo el dobladillo de su blusa para buscar la carne desnuda. ¿Cómo iba a pasar varias horas más sin sentir la presión de su cálida piel contra la suya? Quizás debería declararse enfermo. ¿Alguien notaría si el baterista no se presentaba al concierto? —Lamento haberme puesto celosa —dijo Melanie. Se apartó y se puso de puntillas para besarle la mandíbula. Le sostuvo la mirada, para que él supiera que era sincera— . Pero no lamento querer patear a Shade en las pelotas. Gabe rio entre dientes. Tenía un millón de cosas que decir acerca de por qué Jacob

había actuado de esa manera hacia Nikki, pero debido a que la mujer en cuestión estaba parada justo allí examinando sus uñas con obvio aburrimiento, decidió mantener esos pensamientos para sí mismo hasta que Melanie y él estuvieran solos. Y aun así tendría que vigilar lo que decía sobre las mujeres con coños más caliente y listos que una pizza de Little Caesars. No quería que Melanie se enojara con él por insultar inadvertidamente a su amiga, por lo que vigilaría lo que decía sobre ella. Sólo esperaba que Melanie pudiera sentirse cómoda después de que abandonaran a Nikki. Él sólo tendría que aguantarse hasta ese momento. Cuando los tres entraron al camarín de la banda, Gabe notó que Jacob hablaba con su manager de gira, Sally. Sally era una bomba sexy de cabello negro con grandes pechos que le gustaba mostrar en camisas ceñidas de escote bajo. Hablar con ella era una distracción; simplemente tenías que me mirarle las tetas con la boca abierta. No podía evitarse. Hombre, mujer, niño o monje, tenías que mirarlas, preguntándote si eran reales y si tu mano era lo suficientemente grande para sostener una correctamente. Jacob no era la excepción. No importaba que estuviera felizmente involucrado con Amanda, o que Sally estuviera felizmente casada con uno de su equipo de gira (Kris, un gigante y curtido motociclista con un gran corazón), era imposible no mirar las dotes de Sally. Gabe había caído en la misma trampa muchas veces. Así que cuando Nikki vio a Jacob prestando indebida atención al pecho de la otra mujer y se erizó, Gabe no vio ninguna razón para corregir su falsa suposición de que Shade no estaba interesado en ella esta noche porque ya estaba con Sally. Nikki probablemente entendería ese arreglo. Incluso podría hacer que mantuviera la distancia. O podría hacerla dirigirse violentamente por la habitación, empujar a Sally en el hombro y tirar del brazo de Jacob. ¿En serio? Mierda. —Controla a tu amiga, Mel —dijo Gabe exasperado. Melanie se frotó el centro de la frente con dos dedos. —Creo que vamos a tener que ir al hotel después de todo —dijo ella—. Éste no es un buen ambiente para Nikki en su actual estado de ánimo. ¿Nikki tenía diversos estados de ánimo? ¿Desde cuándo? Gabe observó a Melanie cruzar la habitación para intervenir en el torneo de empujones de tres personas teniendo lugar en la esquina. Se preguntó por qué observarla alejarse hizo que punzara desagradablemente en su pecho. Era obvio quién era más importante para Melanie. Sabía que ella había conocido a Nikki por mucho más tiempo de lo que lo había conocido a él, pero eso no hacía que darse

cuenta de que Nikki era su máxima prioridad fuera más fácil de aceptar. Darse cuenta de que él quería ser la principal prioridad de Melanie tampoco era fácil de aceptar. Quería ser lo único en su mente esta noche. Todo el fin de semana. Tanto tiempo como ella lo quisiera. ¿En serio? —Mierda —dijo.

Capítulo 8 Traducido por Simoriah y azulmort

M

elanie se cansó. Se cansó de intervenir. De evitar catástrofes. De juntar los pedazos. Cansada.

Tomó a Nikki del brazo y sin una palabra la arrastró hacia la salida. Estuvieron fuera del camarín y a mitad de camino por el pasillo antes de que se detuviera y se volviera para enfrentar a su amiga. ¿Amiga? Más como una sanguijuela que le succionaba el alma. ―Tú te vas al hotel ahora mismo ―dijo Melanie, sin darle oportunidad a discutir―. Yo voy a ir sola al concierto y yo voy a ir a la casa de Gabe en Austin esta noche sin ti. ¿Entiendes? No vas a escabullirte para acompañarnos. Nikki abrió la boca para protestar, y Melanie levantó un dedo de advertencia hacia ella. ―Lamento que tenga que ser así ―dijo―. Pero a veces tengo que pensar en mí. No hay razón para que estés aquí. Viste a Shade. Él no quiere verte. Sabías que sería así, pero viniste de todos modos. Y ahora mismo, yo tampoco quiero verte. Nikki soltó un jadeo dolorido y Melanie tuvo que obligarse a no apartar la mirada. No le gustaba herir a la gente y acababa de destrozar el corazón de Nikki. Melanie podía ver la devastación en cada tensa línea del rostro de Nikki. ―Si prefieres ir directo a casa, hazlo. Descifra cómo solucionar este problema que creaste, Nikki. No entregaré mi oportunidad de ser feliz porque tú necesitas alguien que te cuide. Tú necesitas cuidarte sola. ¿Lo entiendes? Los ojos de Nikki se llenaron de lágrimas y Melanie suavizó el tono; en parte porque no podía soportar la expresión de angustia en el rostro de Nikki y en parte porque su garganta se había apretado con la emoción al punto de estrangularla. ―Puedo ser tu amiga ―dijo Melanie―. Quiero ser tu amiga. Pero no puedo ser tu caballero de brillante armadura. Tengo que rescatar mi propio trasero. Lágrimas comenzaron a fluir libremente por las mejillas de Nikki y sí, la visión de Melanie se borroneó cuando sus propias lágrimas amenazaron con rebalsar. No era buena siendo dura. No era lo suyo. Ser dura era mucho más difícil que facilitar las

cosas, pero tenía que hacer esto por el bien de Nikki así como por su propia cordura. Nikki no lo vería como beneficioso. Sólo lo vería que Melanie estaba siendo malvada con ella. Y gritarle a Nikki hacía que Melanie se sintiera malvada. Se sentía como una horrible persona por herir a alguien que ya había sido herida muchas veces, rota, usada y abusada por aquellos en los que ella debería haber sido capaz de confiar, pero Melanie no podía retroceder en esto. Ni siquiera si la elevaba al estatus de mega perra. Con el corazón golpeando con fuerza y los ojos ardiendo con la amenaza de lágrimas, Melanie giró y comenzó a caminar hacia el camarín. No mires atrás. No permitas que vea que estás a punto de derrumbarte. Melanie no había dado tres pasos cuando un cuerpo chocó contra el de ella y un par de brazos se apretaron alrededor de su cintura. ―No puedes abandonarme, Mel ―sollozó Nikki contra la parte trasera del hombro de Melanie―. Simplemente no puedes. No tengo a nadie en este mundo excepto a ti. No tengo a nadie. A nadie. Éste era otro caso del drama inventado de Nikki. Nikki de hecho lo creía, porque resultaba que era verdad. Melanie cerró los ojos, intentando evitar que las lágrimas cayeran, pero una gorda gota se arrastró debajo de cada párpado y corrió por su rostro. ―No te estoy abandonando, Nikki. Estoy abandonado esta situación que creaste. ―Y la culpa ya le quitaba el aliento. Sabía que Nikki no tenía a nadie. Melanie quería que estuviera rodeada de gente que se preocupara por ella. Quería que Nikki encontrara más amigos y un novio que se preocupara por ella. Deseaba que Nikki tuviera una familia que no fuera completamente disfuncional y abusiva. Pero si la necesidad de Nikki era dura para su fuerte amistad, era devastadora para las nuevas. Nikki intentaba con mucha fuerza hacer que la gente la amara y lo hacía todo mal. Dormía con muchos hombres porque por las pocas horas en que estaba con un hombre, debajo de un hombre, podía fingir que él la amaba. Pero nadie podía amarla realmente hasta que ella se amara a sí misma. Y Melanie sabía cómo Nikki luchaba para ver su valor después de todo por lo que había pasado. Dios, soy tan egoísta. ¿Cómo podía haberle gritado a Nikki cuando sabía cuánto la heriría su desaprobación? También era un débil cobarde, parecía, porque iba a ceder totalmente una vez más. Ya podía sentir su resolución derrumbándose. Melanie se volvió en los brazos de Nikki y la sostuvo mientras lloraba. Ser dura era una cosa. Dejar a tu mejor amiga sollozando en un corredor en una ciudad que no conocía era otra.

―Cálmate ―dijo Melanie suavemente―. Todo va a estar bien. Quieres que yo sea feliz, ¿verdad? Nikki asintió. ―Entonces dame este fin de semana con Gabe. ¿Puedes hacerlo? Nikki vaciló y luego asintió lentamente, sus lágrimas todavía cayendo. Al menos ya no sollozaba ni se lamentaba. ―¿Quieres regresar al hotel o quieres volar de regreso a casa Wichita esta noche? ―Melanie se dio cuenta de que una vez más trataba a Nikki como una niña, dándole dos sólidas opciones y no un “¿qué quieres hacer?” de final abierto. ―Me quedaré en el hotel. ―¿Estás segura? Nikki volvió a asentir. ―¿Y podemos hacer algo juntas cuando regreses el domingo, Mel? ―Sí. Por supuesto. ―¿Sólo nosotras dos? ―Después de que Gabe se vaya. ―No iba a hacer promesas que no era capaz de mantener. Nikki sorbió por la nariz. ―Me quedaré aquí. ―Respiró honda y entrecortadamente―. Sola. ―Te llevaré hasta el hotel y luego estarás sola por el fin de semana. Puedes lidiar con eso, ¿verdad? Facilitadora, facilitadora, facilitadora, parecía susurrar en su oreja una pequeña voz desagradable. ―Eso creo ―dijo Nikki, sorbiendo de nuevo. ―Sé que puedes hacerlo. Melanie se apartó ligeramente y esperó mientras Nikki se secaba el rostro mojado con el ruedo de su camiseta. Varios hombres curiosos las observaban, obviamente queriendo reconfortar a la pobre y hermosa Nikki. Pobre, frágil, gatita sexual rota de Nikki. Pero el apoyo que esos hombres tenían en mente era lo último que Nikki necesitaba.

―Vamos a llamar un taxi ―dijo―. O quizás Gabe te permita ir en la limo. ―¿Tengo que viajar en el asiento de adelante con Parker el pingüino? Melanie rio. ―No, cariño. ―Tomó la mejilla empapada en lágrimas de Nikki en una palma―. Irás en la parte trasera y beberás champagne. ―Pero no me gusta el champagne. Melanie sonrió y besó la punta de la nariz de Nikki. ―Bébelo de todos modos. Espera aquí ―dijo―. Voy a hablar con Gabe sobre la limo. ¿De acuerdo? Nikki asintió y en el instante en que Melanie se alejó, dos tipos se tropezaron uno con el otro para intentar llegar junto a Nikki, como si el primero que la tocara pudiera reclamarla como premio. Melanie encontró a Gabe inclinado hacia adelante en su sillón, los codos apoyados contra las rodillas y con una botella de cerveza entre las palmas. Miraba el punto entre sus pies increíblemente grandes con el apuesto rostro fruncido en un ceño. La alta frente, mandíbula cuadrada y la larga nariz hubieran lucido bien en cualquiera. Su labio inferior era ligeramente más grande que el superior y simplemente rogaba ser mordisqueado. Cada centímetro visible del hombre era largo, delgado y duro. Masculino. Dios, era hermoso. Y era más apuesto aun cuando sonreía; su perfecta sonrisa iluminaba sus fascinantes ojos verde hierba desde el interior. Melanie tenía la intención de devolver de devolver esa sonrisa a sus sabrosos labios tan pronto como fuera posible y mantenerla ahí. Ella odiaba la melancólica expresión que él exhibía en ese momento, especialmente porque sabía que ella responsable. No le sentaba. Ni a ella. Ella se apretujó en su silla, apoyada en una cadera hasta que él se movió para hacerle más lugar. La miró boquiabierto como si le sorprendiera verla. Realmente no creía que ella iba a ceder su fin de semana con él para consentir a Nikki, ¿verdad? ―Necesito tu ayuda ―dijo ella. ―¿Con? ―Nikki. ―No sé cómo golpear hombres, pero Adam podría. Se mueve en círculos duros. ―No para matarla ―dijo Melanie―. Para llevarla al hotel. ¿Puede ir en la limo?

―El resto de la banda debería estar llegando del hotel ahora ―dijo él―. Ella puede regresar después del show. Melanie arrugó la nariz y sacudió la cabeza. Esto no era lo que ella tenía en mente en lo absoluto. ―Ella se va ahora. ―Y tú… ―Yo me quedo contigo. Pero por eso necesito tu ayuda. Ya puedo sentí cómo cedo en mis intenciones de mantenerme fuerte, sólo para hacerla feliz. Necesito que hagas el trabajo sucio por mí y te asegures de que llegue al hotel porque su la veo luciendo deprimida y llorando, voy a ceder de nuevo a sus deseos y ella va a terminar durmiendo entre nosotros y acaparando los cobertores todo el fin de semana. El ceño de él se frunció con confusión. ―¿Quieres que vaya con ella? ―No, cariño ―dijo ella―. Quiero que juegues tu carta de estrella de rock y consigas que alguien lo haga por ti. ―Oh. ―Él sonrió, y ella se derritió bajo la tibieza de su sonrisa―. Eso sí puedo hacerlo. ―Bueno, apresúrate. Mis labios están solitarios. Él le dio una muestra de la compañía que sus labios podían ofrecerle a los suyos, salió del enorme sillón de cuero y le entregó su cerveza. ―Regresaré enseguida. Ella se puso en un lugar más cómodo en el sillón y tomó un trago de la cerveza. ―Quizás todavía quedan algunos caballeros de brillante armadura en el mundo ―dijo, e inclino el cuello de la botella hacia él en un silencioso brindis por sus actos heroicos. Mientras esperaba que Gabe regresara, le debía una muy grande por lidiar con Nikki por ella, Melanie estudió la habitación, sintiéndose tan fuera de lugar como la primera vez que había estado en el backstage con la banda. No pudo evitar notar que la gente la miraba con curiosidad. ¿Era porque acababa de mandonear a Gabe, o porque su atuendo era diferente a todo en la habitación? Realmente le gustaba Gabe, pero esta escena era un rudo recordatorio de que ellos venían de mundos completamente diferentes. Ella no encajaba en su realidad y él no lo hacía en la de

ella. Entonces, ¿por qué ella sentía que encajaban tan bien? Quizás debía intentar mezclarse con esta gente un poco más. Levantó la botella de cerveza a sus labios y bebió otro trago. Iba a hacer falta mucho más que media cerveza para ayudarla con eso. Mientras Shade le daba a su acompañante de tetas grandes un abrazo de despedida, su mirada cayó en Melanie sobre el hombro de la mujer. Él llevaba las gafas que obviamente habían sido soldadas a su rostro de nacimiento, pero Melanie podía sentir sus ojos sobre ella, tan intensa era su mirada. Hizo falta un verdadero esfuerzo para volver su cabeza y no mirarlo. No soportaba a ese tipo. O, más específicamente, no soportaba la forma en que trataba a las mujeres, a Nikki en particular. Pero tampoco podía negar que había algo fascinante en él. Por el rabillo del ojo, ella pudo verlo cruzando la habitación hacia ella. El hombre no caminaba, se pavoneaba. Y eso la molestó por alguna razón. El cuerpo de Melanie se tensó involuntariamente y ella se recordó ser civilizada con él si se le acercaba. Si ella quería estar con Gabe, y quería mucho estar con Gabe, iba a tener que aprender a tolerar a este hombre. Sin embargo, no tenía que gustarle. Shade se apoyó en el brazo del sillón y ella levantó la mirada, como sorprendida de verlo. ―Tengo la sensación de que no te gusto mucho ―dijo él. ―Yo no diría eso ―dijo ella, volviéndose hacia la puerta con la esperanza de divisar un alto y delgado baterista con un mohawk negro y rojo dirigiéndose hacia ella. No tuvo tanta suerte. ―De acuerdo, entonces tengo la sensación de que no te gusto en absoluto ―dijo él. Ella lo miró pensando que era increíblemente perceptivo, y él hizo algo que la descolocó completamente. Se quitó las gafas y las colgó del cuello de su camiseta. Tenía los ojos más azules que ella había visto jamás. No un azul pálido, sino un sorprendente cerúleo, con oscuros bordes alrededor del iris que hacía que el color pareciera aún más asombrosamente brillante. ¿Por qué demonios alguien escondería esos hermosos ojos detrás de gafas de sol? ―Entiendo por qué defiendas a tu amiga ―dijo él―. Pero pasé mucho tiempo en compañía de ella el fin de semana pasado y aprendí bastante sobre ella. Es una manipuladora. Nikki no era una manipuladora. Melanie abrió la boca para defenderla, pero luego

la cerró de golpe. De acuerdo, lo era, pero Shade no tenía derecho a hablar mal de ella. Él había dormido con ella… umm, había tenido sexo con ella… varias veces y ni siquiera se había molestado en llamarla al día siguiente. Los imbéciles no tenían derecho a juzgar a nadie. Especialmente no a la gente que le importaba a Melanie. Shade levantó una mano para evitar que lo interrumpiera, y ella pudo ver la preocupación en sus bonitos ojos azules. ¿Por qué exactamente estaba preocupado? ―Probablemente te moleste oírlo de mí. ―Sí ―escupió ella. ―Pero sabes que es verdad. ―Sólo es incomprendida. Él sonrió torcidamente. ―¿Cómo te manipuló para que creyeras eso? Melanie lo fulminó con la mirada. No le importaba si él tenía hermosos y expresivos ojos o si ella casi había pensado en él como un ser humano cuando no llevaba las gafas que los ocultaban; ella no iba a sentarse ahí y a permitirle hablar mal de Nikki cuando Nikki no estaba presente para defenderse. ―He conocido a Nikki por un largo tiempo ―dijo Melanie―. Obviamente la conozco mejor que tú. ―No lo niego. Probablemente por eso sea que no ves lo que te está haciendo. ―Sé exactamente lo que me está haciendo ―admitió Melanie, pero seguro no quería que Shade supiera que era una esclava de los locos caprichos de Nikki. Desafortunadamente no había otra manera, porque él lo descubriría tan pronto como Gabe regresara―. Por eso le pedí a Gabe que la echara a la mierda del estadio, porque sabía que ella me manipularía para permitirle quedarse. Los ojos de Shade se agrandaron, y luego estalló en una estridente risa. ―¿De qué te ríes? ―Me sorprendes mucho, mujercita ―dijo él. Ella no había creído que este hombre pudiera elevar más su ira, pero aparentemente había subestimado su talento para molestarla. ―¿Mujercita?

―¿Mujerota? ―¿Mujerota? ―Simplemente me callaré ahora. Vine a ofrecer una tregua, y parece que disparé algunos cañones sueltos en su lugar. Quizás algún día arranquemos con el pie derecho. ―Lo dudo. ―Ella bebió rápidamente el último trago de la cerveza de Gabe. ―Si no estuvieras saliendo con el hombre al que respeto más que a cualquier otro, te besaría hasta sacarte la impertinencia. ―Y te ganarías un labio hinchado. Él rio entre dientes. ―Estoy seguro de que valdría la pena. Los ojos de ella se entrecerraron. ―Si realmente respetaras a Gabe, no me hablarías con esa falta de respeto. ―No quise ser irrespetuoso. Generalmente cuando una hermosa mujer me habla de cómo tú lo haces, es para atraer mi atención para que la folle hasta dejarla sin sentido. Pero creo que realmente me odias. No estoy seguro de cómo manejarte. Él no ayudaba a su propia causa. ―No necesitas manejarme. Ni siquiera necesitas hablarme. Lo que necesitas hacer es pedirle disculpas a Nikki, pero dudo que tengas la clase. Una conmoción en la entrada anunciaba la llegada del resto de la banda y algunas mujeres que Melanie no reconoció. Sin embargo, sí divisó un familiar mohawk sobresaliendo de la multitud que se dirigía en su dirección. Cuando Gabe apareció junto al hombro de Shade, el exasperante vocalista lució feliz de verlo. ―¿Ella aplasta tus pelotas así? ―preguntó Shade. ―Es más probable que las lama a que las aplaste, pero no soy tan estúpido como tú. Melanie vio un destello de dolor cruzar el rostro de Shade antes de que arrebatara sus gafas de sol del cuello de su camiseta y las devolviera a su rostro. ―Sí, bueno, no todos podemos ser unos malditos genios. ―Se había ido antes de que Gabe pudiera atrapar su brazo.

―No quise decirlo de esa manera ―exclamó Gabe detrás de él. Shade levantó la mano sobre la cabeza y dirigió un pronunciado dedo del medio en dirección a él. Gabe suspiró y tomó su botella de cerveza de la mano de Melanie, presionándola contra sus labios e inclinando la cabeza atrás y más atrás hasta que se dio cuenta de que estaba vacía. Sacudió la botella hacia ella, levantando una ceja interrogante. ―Lo siento ―dijo ella―. Estaba sedienta. ―Se levantó de la silla―. Te conseguiré otra. ―¿Te cansaste de que juegue mi tarjeta de estrella de rock? ―preguntó él―. ¡Jordan! Extendió el brazo, sosteniendo la botella vacía y esperó y esperó y esperó un poco más. Melanie metió los labios dentro de su boca cada vez más para evitar reírse. Eventualmente, Gabe se volvió hacia la barra y suspiró hacia el joven que hablaba con una mujer muy linda y muy embarazada. ―¡Jordan! ―exclamó Gabe de nuevo. El joven se sorprendió e hizo una mueca cuando miró a Gabe. Pronto hubo cruzado la habitación con una Corona fresca y una disculpa. ―Lamento eso. ¿Querías algo? ―le preguntó a Melanie mientras tomaba la botella vacía de Gabe y le entregaba un reemplazo. ―Simplemente beberé de la de Gabe ―dijo ella. ―No si la termino antes de que tengas oportunidad ―dijo Gabe. Tomó a Jordan de la camiseta cuando él comenzaba a alejarse rápidamente una vez más―. Un pequeño consejo, Jordan. ―¿Sí? ―No alientes a la caza fortunas. ―Asintió levemente hacia la mujer embarazada que ahora estaba del brazo del bajista de la banda. Owen parecía listo para amputarse el apéndice sólo para escapar de ella. ―Es dulce ―le aseguró Jordan―. Y bonita. ―Y embarazada. Jordan se encogió de hombros. ―¿Y?

―Y buscando a alguien que cuide de ella. ―No realmente. Sólo está pasando por una mala racha. Como yo, en cierta manera. No tengo ninguna fortuna para que ella cace. Así que no te preocupes, ¿de acuerdo? Gabe gruñó y cuando la mirada de la chica embarazada aterrizó sobre él, soltó la camiseta de Jordan e inmediatamente sacó a Melanie del sillón. Le dio un entusiasta abrazo, la botella de cerveza presionando contra su espalda baja. Ella pudo sentir la fría humedad a través de su camiseta. La embarazada frunció el ceño hacia Gabe, pero le ofreció una brillante sonrisa a Jordan mientras él regresaba a su puesto. ―No es que me importe que me abraces ―dijo Melanie―. Pero debo pensar que tienes motivos ocultos. ¿Quién es la chica embarazada? ―Lindsey. ―Oh, ¿entonces esa es la novia de Owen? ―No. La caza fortunas de Owen. ―No luce como una caza fortunas ―dijo Melanie. Lindsey vestía ropa barata y no tenía maquillaje. Sí lucía un poco desesperada mientras se aferraba al brazo de Owen. Jordan conversaba con ella con mucho entusiasmo mientras le preparaba alguna bebida; aparentemente sin alcohol. Los intentos de él de recuperar la atención de ella fueron en su mayoría infructuosos mientras Lindsey intentaba evitar que Owen saliera corriendo. ―Apareció hace un par de días y decidió quedarse ―dijo Gabe―. Aunque nadie la quiere aquí. ―Bueno, creo que a Jordan le gusta ―dijo Melanie―. Así que, ¿es su bebé? Gabe sacudió la cabeza. ―Él es el único hombre en la habitación que no podría ser el padre. Melanie le dio vueltas a esa declaración por un minuto entero. ―¿El único hombre en la habitación? Gabe recorrió la habitación, mirando a los cuatro miembros de su banda e incluso deteniéndose en un tipo con un sombrero de cowboy que Melanie creía era el conductor del bus que había conocido brevemente en Tulsa. Gabe asintió.

―Sí. Pero Gabe estaba en la habitación. ¿Seguramente él había querido excluirse? ―¿Tú incluido? ―preguntó ella. Él bebió un largo trago de su cerveza. ―Debería presentarte a Madison y a, uh, ¿cuál es su nombre? La cita de Kellen, uh…Dawn. Melanie notó dos mujeres muy, muy diferente, desconcertada sobre por qué Gabe había ignorado su pregunta. Esperaba que fuera porque ella no tenía nada de qué preocupase y no porque él estuviera evitando un tema difícil. La mujer con Kellen era alta y elegante, con un largo y hermoso cabello rojo. Un autoritario aire de grandeza la envolvía como si ella fuera el equivalente moderno de una poderosa reina. Lucía más como una Elizabeth, una Victoria o una Cleopatra que una Dawn. Kellen era un par de centímetros más alto que ella y tan oscuro como Dawn pálida. Pero, de alguna manera, encajaban. La otra mujer vestía botas de cowboy con una falda de jean y era, en una palabra, adorable. La clase de adorable que hacía que Melanie quisiera abrazarla sin ninguna razón aparente. El largo y ondulado cabello de Madison estaba atado hacia atrás en una cola de caballo y su mirada recorrió nerviosamente la habitación hasta que se posó en Adam. En ese momento, sus ojos claros se pusieron soñadores. Era abiertamente evidente que estaba loca por el guitarrista principal de la banda. Madison lucía sana y completamente fuera junto a Adam Taylor. Sus apariencias debería haber estado en conflicto, pero de hecho, el contraste entre ellos funcionaba. El puntiagudo cabello negro azabache de Adam, su atuendo todo de color negro, sus tatuajes y abundantes cadenas lo declaraban un genuino chico malo cien por ciento estrella de rock, mientras que Madison lucía como una dulce chica country, lejos de su elemento. Uno tenía que preguntarse cómo ellos habían cruzado sus caminos. Melanie supuso que Gabe y ella también lucían un poco desparejos. Gabe lucía un alto mohawk negro y rojo y tenía dragones tatuados en su maldito cuero cabelludo. Ella siempre se había mantenido lejos de los hombres tatuados, y Gabe no era la clase de hombre con el que ella usualmente hubiera salido en su pequeño y aislado mundo. Qué enorme error había sido limitarse a cierto tipo de conocidos. Gabe le había mostrado lo equivocada que había estado al juzgar el carácter de una persona según su apariencia o su estilo de vida. Él era humano, igual que ella. No era fácil dejar de lados las viejas costumbres, pero ella ya llevaba una vida más rica ahora que se había abierto al gran mundo fuera de su pequeño y ordenado cubículo. Deseaba haber

sacado la cabeza del trasero años atrás, pero había sido criada para temer las diferencias más que a celebrarlas. Gracias por toda la innecesaria ansiedad, Mamá y Papá. ―De acuerdo ―respondió―. Me encantaría conocerlas, pero tarde o temprano vas a tener que contarme lo que quisiste decir sobre Lindsey. ―Voto por más tarde ―dijo él―. O nunca. Nunca está bien. ―¿Dormiste con ella? ―preguntó Melanie en bajo siseo mientras él la guiaba a través de la habitación hacia donde Madison y Adam estaban sentados juntos en un cómodo silencio. ―No lo recuerdo ―dijo él. ―¿Cómo puedes no recordar algo como eso? ―Estaba borracho. ―Luego se inclinó inmediatamente sobre ella y dijo―. Adam y Madison han estado viéndose durante un par de años, pero hace poco su relación se convirtió en algo serio. En cierta forma, él la mantiene para sí, como si tuviera miedo de que ella se fuera, así que será bueno para ella tener alguien con quien hablar. A mí me parece que está un poco perdida. Madison sí lucía un poco perdida. Y evidentemente loca por el hombre que parecía estar igualmente encantado con ella. No hablaban, pero una corriente los unía, un vínculo que iba más allá de lo que era visible en la superficie. Melanie tuvo la sensación de que juntos habían pasado por muchas cosas. No es que fuera a curiosear. ¿Y sobre el potencial sexo borracho de Gabe con Lindsey? Curiosearía sobre esa mierda cuando estuvieran a solas. ―Hola ―dijo Adam cuando estuvieron lo suficientemente cerca para llamar su atención―. Eres la chica del desayuno ―le dijo a Melanie. Melanie rio entre dientes. ―Qué bueno que lo recuerdes. ―¿La conoces? ―preguntó Madison, y no hubo duda de que la noticia la molestaba. ―Está con Gabe ―dijo Adam, moviendo una mano en dirección a Gabe. Madison asintió levemente y se acercó más a Adam de forma que sus brazos se tocaran. La inseguridad brillaba en la mujer como un faro. ―¿Cómo se llama? ―preguntó.

―Maldito si lo recuerdo ―dijo Adam―. Sólo recuerdo sentarme junto a ella en el desayuno. ―Adam estaba demasiado ocupado pensando en ti para siquiera preguntarme mi nombre ―dijo Melanie. No tenía idea de que si lo que decía era cierto, pero sentía que la explicación era algo que la mujer necesitaba oír. Melanie no estaba insegura de los sentimientos de Gabe, pero sin duda era del tipo celoso, así que entendía lo difícil que era confiar el corazón a una de estas estrellas de rock. Especialmente cuando intentaban restarle importancia a la existencia de un niño por nacer que todavía nadie había reclamado. Le lanzó una mirada a Gabe. Realmente no creía que ella no iba a tocar más el tema, ¿verdad? ―Soy Melanie ―dijo, presentándose en lugar de interrogar a Gabe frente a la pareja. ―Madison ―dijo la otra mujer y sonrió cálidamente. ―Así que has conocido a estos tipos durante mucho más tiempo que yo. ¿Algún oscuro secreto que yo deba saber? ―preguntó Melanie. Cómo quién era esa Lindsey. Madison rio entre dientes. ―Podría tener algunas historias para contar. ―¡Whoa! ―dijo Gabe, cubriendo las orejas de Melanie con ambas man0s―. Me alegro de verte de nuevo, Madison. Asegúrate de mantener a Adam alejado de los problemas. Melanie vio el guiño que Gabe le hizo a Madison antes de volver a Melanie en la dirección opuesta y escoltarla hacía Dawn. Quizás la esbelta pelirroja supiera algunos secretos sobre los chicos que pudiera compartir. Resultó que Dawn sabía aún menos que Melanie sobre la banda. Resultaba difícil creer que había estado con Kellen un simple día. Compartían un nivel de comodidad inusual para dos personas que habían tenido tan corta relación. Dawn podía no tener jugosos chismes para compartir sobre los muchachos, pero era fascinante. Melanie se sintió honrada de conocer a la compositora clásica ganadora de un Grammy. Ella era un poco intimidante, para ser honesta, pero era lindo ver la forma en que Kellen presumía de ella y luego Dawn intentaba restar importancia a sus talentos. ―¿Dejarás de hacerlo? ―le dijo Dawn, aunque sonreía ampliamente y permaneció pegada a su lado. ―Y deberían escuchar la canción que compuso anoche ―agregó Kellen.

―Quizás escriba otra esta noche ―dijo ella. La pareja intercambió una mirada que casi quemó las cejas de Melanie. Aparentemente Gabe no era el único miembro de la banda que conocía bien la anatomía femenina. Gabe se aclaró la garganta. ―¿Quisieran estar solos? Kellen se sorprendió. ―¡Gabe! ―dijo, sonriendo ampliamente, y golpeó a Gabe en la espalda como si no lo hubiera visto en años―. ¿Cuándo llegaste? ―Estaba acá antes de que tú llegaras. ―No lo noté ―dijo. ―Con Dawn a tu lado, dudo que notaras si la habitación se incendiara ―bromeó Gabe. ―Ella sí demanda atención. Dawn se puso rosa. ―Así que, de alguna forma, convenciste a Melanie para que se nos uniera esta noche ―dijo Kellen, fijando ojos profundos y en Melanie. Cuando este hombre enfocaba su atención en ella, ella definitivamente lo notaba. Sus rodillas se tambalearon vacilantes. No estaba segura de cómo Dawn todavía estaba parada después de ser sometida a la atención de Kellen todo el día. ―No tuvo que torturarme mucho ―dijo Melanie riendo. ―Me sorprendió que tu amiga se fuera en la limusina sin ti ―dijo Kellen―. ¿Cómo se llamaba? ―Nikki. ―No parecía demasiado feliz para alguien que consigue un viaje gratis en limusina. El corazón de Melanie dio un vuelco desagradable. ―¿Estaba llorando? Cuando tres pares de ojos descendieron al piso, deseó no haber preguntado. ―Lo superará ―dijo. Esperaba que fuera más temprano que tarde. ―No te castigues por ello, Mel ―dijo Gabe―. No comenzó a llorar hasta que le

dije, sin rodeos, que no te presionaría para tener un trío con ella. Melanie parpadeó con incredulidad. ―¿No lo hizo? Gabe y Kellen asintieron. Así que, aparentemente, Nikki había estado causando una escena lo suficientemente grande como para que los espectadores se percataran de su estratagema. ―Honestamente no sé qué hacer con ella ―dijo Melanie. Se frotó la frente, esperando que eso aliviara la tensión reunida allí. ―De todas formas, ¿por qué crees que ella es tu responsabilidad? ―preguntó Gabe. ―Porque no tiene a nadie más. ―Quizás hay una razón para eso. La mandíbula de Melanie cayó. ¿Eso realmente había salido de la boca de Gabe?

Capítulo 9 Traducido por Jane.

—E

so es realmente cruel de tu parte —dijo Melanie, incapaz de creer que él pudiera ser tan cruel.

—Tienes razón —dijo Gabe—. Estuvo fuera de lugar. Pido disculpas. No quiero que ella salga herida, pero me preocupo por ti, y la relación que tienes con Nikki obviamente está estresándote. Melanie se rio con sorna. —Es tan obvio, ¿verdad? Ella no es tan mala sólo somos nosotras dos. —Eso no era del todo cierto. Nikki siempre era necesitada, pero no siempre era extravagante. Sólo necesitaba un montón de mimos. Y validación. Y dinero. —Los buenos amigos son difíciles de encontrar —dijo Dawn—. Pero aquellos que afirman amarte no deben aprovecharse de tu lealtad, deberían apreciarla. Kellen se movió incómodo, y Melanie ni siquiera pudo comenzar a adivinar por qué las palabras de sabiduría de Dawn lo inquietaban. Una repentina ráfaga de actividad cerca de la puerta del vestidor atrajo la atención de Melanie. La puerta estaba abierta y el olor a especias y mariscos acompañó a varios miembros del personal vestidos con delantales blancos. Las mesas fueron instaladas y un buffet fue puesto rápidamente a lo largo de una pared. —¿La cena? —preguntó Melanie. —Sí nos alimentan en ocasiones —dijo Gabe. —¿Por qué no dijiste nada? No habríamos tenido que parar por sándwiches. Él se acercó a su oído. —Y tú no habrías tenido tiempo para probar mi guante. Ella se mordió el labio para contener una carcajada. —Buena idea. —Espero que te guste caliente.

—Ya deberías saber que es así. —Me refiero a la comida Cajún8. Jacob la ordenó, y a él le gusta lo picante. Le tomó a Melanie un momento recordar que Jacob era el verdadero nombre de Shade. —Nunca he comido auténtica comida Cajún. —Entonces te espera una sorpresa. Cuando Gabe decía caliente9, realmente quería decir “que destruye el revestimiento de tu aparato digestivo”. El gumbo10 y jambalaya11 estaban deliciosos. Bueno, lo que podía saborear de ellos. Ella estaba segura de que su lengua, garganta y estómago estaban en llamas. Sin embargo, se negó a probar los cangrejos de río. No podía obligarse a comer algo que todavía tenía patas y antenas. Y pedúnculos. Después de la cena el grupo fue escoltado fuera de la habitación para un meetand-greet con un grupo de fans VIP. Melanie aprovechó el tiempo para charlar con Madison, que en realidad tenía un cerebro funcional cuando Adam no estaba pegado a su lado. Sin embargo, Madison siempre tenía un ojo puesto en la puerta, esperando el regreso de su amante. Melanie entendía por completo el deseo de estar a solas con alguien que ella no podía ver a menudo. Dawn se excusó para llamar a su agente o algo así. Melanie no estaba segura de dónde había ido Lindsey, pero tenía que preguntarle a alguien por ella, así que se conformó con la única persona en la sala que no llevaba una camisa que dijera “Personal”. —Entonces, ¿cuál es la historia con Lindsey? —preguntó. Madison se encogió de hombros. —No lo sé. Al parecer, quedó embarazada de Owen, y no tenía donde ir. No son una pareja o nada. —¿Así que Owen es el padre? Gabe sonaba inseguro. —Por lo que yo sé —dijo Madison—. Ella está encima de él, así que sólo supuse... ¿Por qué? ¿Oíste algo diferente? Melanie sacudió la cabeza, decidiendo que debía haber malinterpretado lo que

8

Cajún: comida típica de la zona de Nueva Orleans que se caracteriza por la abundancia de especias. N. de T.: refiere en realidad a la comida con abundantes especias. 10 Gumbo: plato de carne o mariscos, con vegetales y sopa. 11 Jambalaya: plato de arroz, carne y verduras similar a la paella. 9

Gabe había querido decir antes. Se sintió mal por Owen, pero se sintió aún peor por Lindsey. No podía nombrar a un solo hombre cuya vida no hubiera sido completamente dado vuelta por el nacimiento de un hijo ilegítimo, pero sabía de decenas de mujeres que tenían que encontrar la manera de criar solas a un niño mientras algún vago vivía sin una preocupación en el mundo. Esperaba que Owen no fuera así. Parecía un buen tipo, pero obviamente no estaba interesado en la madre del bebé. ¿Supuso que la pregunta más importante era, ¿cómo se sentía acerca del niño? Cuando los chicos volvieron, con la moral alta después de ser adorados a fondo por los VIP, fue hora de dirigirse a la zona del backstage y comenzar a conectar a los músicos a sus equipos. El montaje de los instrumentos Gabe consistía en recibir un conjunto de baquetas y que le pusieran un auricular en un oído. Pasó el resto de su tiempo en el backstage con Melanie en sus brazos, simplemente sujetándola contra él. Parecía necesitar la paz de balancearse en silencio con ella, y a ella no le importaba en lo más mínimo estar pegada contra su pecho. De hecho, gimió decepcionada cuando tuvo que liberarla para subir al escenario. Suponía que podía compartir con él las 15.000 personas en la audiencia durante una hora, con tal de que ella lo tuviera todo para sí misma durante las próximas setenta y dos. —Disfruta el show —dijo él, y le dio un rápido beso en los labios. El escenario estaba oscuro cuando Gabe se subió detrás de su batería y Owen comenzó la baja línea de bajo de la primera canción. Melanie había olvidado lo fuertes que podían ser los conciertos de rock. Cuando el resto de la banda entró a la canción, se obligó a no taparse los oídos con las dos manos. Estar a un lado del escenario para ver el concierto era un privilegio; no quería lucir como una idiota desconsiderada. Junto a ella, Madison miraba a Adam con reverente asombro. El hombre podía tocar la guitarra, pero de alguna manera Melanie dudaba que fuera eso lo que tenía a su mujer en peligro de combustión espontánea. Al otro lado se situaba Dawn, que no reaccionaba a la música de la manera que un espectador promedio lo haría. Parecía concentrarse en cada nota, como si diseccionara las canciones en trozos y mentalmente reconstruyera el arreglo. Melanie no podía decir si la compositora clásica estaba impresionada o decepcionada por las composiciones de la banda de metal, pero parecía interesada. No sólo en la música, sino también en las payasadas en el escenario de Kellen y Owen, que se retroalimentaban constantemente. Melanie se movió para poder ver mejor a Gabe. No era de extrañar que no lo hubiera reconocido como el baterista de la banda cuando lo conoció. Su batería era un instrumento gigante. Ocasionalmente vislumbraba el borrón de su mano o una

pizca de mohawk rojo carmesí, pero él era mayormente invisible desde este ángulo. Su sonido, sin embargo, dominaba el estadio. En lugar de ver el espectáculo como todos lo hacían, Melanie decidió observar más de Gabe. Ella obtenía una extraña sensación de excitación cada vez que un centímetro de él adornaba su punto de vista. Después de que la primera canción terminara en una ráfaga de lamentos de guitarras y rápidos ritmos de batería, Gabe se movió para tomar una botella de agua cerca del borde de su batería. Excitación corrió por el cuerpo de Melanie. Realmente era él detrás de los parches. Él bebió de la botella y cuando la dejó de nuevo abajo, la atrapó mirándolo. Le sonrió y le hizo señas con dos dedos para que se acercara. Melanie miró al escenario principal con incertidumbre. La banda esperaba que Shade dejara de hablar a la audiencia para que pudieran comenzar la siguiente canción. ¿Qué podría querer Gabe de ella en ese momento en particular? Su curiosidad se apoderó de ella y caminó cuidadosamente alrededor del ala del escenario, evitando los equipos y cables en su camino hacia la pequeña zona abierta justo detrás del codo izquierdo de Gabe. —¿Qué? —susurró en voz alta. —Sólo te quería más cerca —dijo. Él sacó algo de su bolsillo y extendió su puño cerrado en su dirección. Un poco recelosa, extendió su palma abierta en su dirección y él dejó caer dos pequeñas cosas de goma en la mano. Ella miró maravillada las cosas de color amarillo brillante. —¿Son para mis pezones? —preguntó, sonrojándose ante la idea de probar uno de sus inventos aquí en el escenario. Era cierto que probablemente nadie la viera aquí atrás, pero no estaba segura de ser lo suficientemente valiente para probarlos en público. Gabe resopló de risa. —Son tapones para los oídos, cariño. Para proteger tu audición. El rostro de Melanie ardió. —Oh. Y antes de que pudiera agradecerle, él tocó un alegre ritmo en un platillo y siguió con una progresión rápida alrededor de su batería, ambos pies pisando los pedales de dos bombos. Melanie se metió los tapones en las orejas y lo observó trabajar, asombrada por su habilidad y velocidad. A pesar de que ya no le hacía daño en los oídos, aún podía escuchar la música de toda la banda, y podía ver a la audiencia más

allá del escenario, pero en lo que a ella se refería, ella estaba al tanto de un increíble solo de batería tocado sólo para ella. Gabe estaba completamente arraigado en su música. Su rostro era una máscara de deliberación y algo que rayaba en el éxtasis. Ella había visto esa expresión en su rostro antes. La llevaba en los momentos en que se centraba en darle placer, justo antes de perderse en su propia felicidad y dejara ir la concentración en favor del instinto. Estaba bastante segura de que no debería a excitarse sexualmente mientras veía a un hombre golpear un ritmo castigador en un conjunto de tambores, pero al parecer su libido había entrado en modo groupie de baterista. Su atención se centró en la flexión de sus bíceps, las gotas de sudor que corrían por su cuello, la expansión de su pecho mientras inspiraba aire a sus pulmones y el asentimiento de su cabeza mientras se perdía en la cadencia. Por primera vez en la vida de Melanie, ella comprendió por qué tantas mujeres deseaban a los músicos. Era sin deseaba al suyo. Cuando terminó la canción, Gabe se secó el sudor del rostro con el dobladillo de la camiseta. Ligeramente sin aliento, le sonrió. Ella sonrió como tonta, evitando lanzarse a su regazo sólo por la determinación. Él estaba trabajando, y sería de muy malos modales interrumpirlo en medio de su trabajo. Era difícil de creer que a él le pagaran, y que le pagaran bien, por hacer algo que obviamente amaba tanto. Deseaba poder decir lo mismo de su trabajo de contadora. Pagaba las cuentas y era buena en eso, pero no la hacía perderse en sí misma. Nunca había tenido esa expresión absorta y extasiada en su cara cuando estaba en el trabajo. No a menos que estuviera en el baño interactuando con Gabe en su teléfono. ¿Él se daba cuenta de lo afortunado que era al hacer lo que hacía para ganarse la vida? Pero claro, Gabe era el tipo de persona que se sumergiría en todo lo que amaba. Ella imaginaba que él tendría esa misma expresión de embelesada concentración en su rostro cuando jugaba con sus inventos. Se preguntó qué otras actividades inspiraban esa expresión. La banda tocó una canción tras otra. Melanie estaba segura de que todos lo estaban pasando genial, pero estaba demasiado preocupada con cierto habilidoso baterista para darse cuenta. Cuando Gabe se levantó y saludó a la multitud desde detrás de su batería y luego bajó de un salto de la plataforma, Melanie se sorprendió de que el concierto ya hubiera terminado. Se habría contentado con permanecer en su pequeño rincón del escenario observándolo tocar por una eternidad. Al pasar junto a ella, Gabe le dio un breve abrazo muy caluroso y muy sudoroso y, a continuación, corrió hacia el frente del escenario para hacer sus reverencias y tirar sus baquetas hacia el público.

Dándose cuenta de que su tiempo de fijarse en Gabe mientras él tocaba había terminado, Melanie se quitó los tapones de los oídos y se hizo camino hacia donde Madison y Dawn esperaban a que los dos guitarristas de la banda abandonaran el escenario. —No podías ver mucho de allí atrás, ¿verdad? —preguntó Madison. Melanie sonrió. —Vi todo lo que quería ver. —Son muy buenos —gritó Dawn—. Una vez que los oídos se acostumbran al volumen. —Se llevó un dedo a la oreja e hizo una mueca—. Mi audición nunca será la misma. —Bueno, Beethoven era sordo y eso no le impidió componer —bromeó Melanie. Dawn frunció el ceño. —No estoy segura de querer seguir viviendo si perdiera la música. No puedo imaginar lo que fue para tan brillante compositor. Melanie no había tenido la intención de ponerla taciturna. Afortunadamente Kellen fue el primero en abandonar el escenario y cuando le tocó la mejilla y le rozó los labios con los suyos, Dawn se iluminó desde el interior, todos los rastros de dolor desapareciendo en un instante. Melanie todavía encontraba difícil de creer que la pareja hubiera estado junta durante un período tan corto de tiempo. Había algo familiar en la conexión entre ellos, como si fueran amantes reencarnados que acababan de redescubrirse y tuvieran un montón con lo que ponerse al día. Gabe salió corriendo del escenario y no se detuvo, enganchando la mano de Melanie para conducirla por las escaleras y por el pasillo, por una puerta y dentro del vestuario. —Voy a tomar una ducha rápida y luego tenemos que darnos prisa para tomar el avión —dijo él. —Estuviste increíble esta noche. Él sonrió. —Me alegro de que lo hayas disfrutado. —Te disfruté a ti, mayormente —admitió ella. Luciendo complacido por su cumplido, él la besó y tomó su bolso antes de dirigirse

al baño. Mientras esperaba, ella le envió un mensaje a Nikki. Sólo asegurándome de que llegaras bien al hotel. Estaremos en el avión en una hora, así que tendré que apagar mi teléfono. ¿Todo bien? Nikki no respondió, pero a Melanie no le sorprendió. Estaba segura de que Nikki estaba molesta y herida, pero que lo superaría rápidamente. Si había una cosa en la que Nikki era buena, era en volver a levantarse después de una caída. Con la infancia jodida que había tenido la chica, recuperarse de la devastación era algo que había aprendido temprano en la vida. Shade entró al camarín y Melanie se tensó. Realmente necesitaba superar su aversión hacia el hombre. Él era una parte importante de la vida de Gabe, y ella también quería ser parte. Gabe toleraba su amiga; era justo que ella tolerara al suyo. —¿Dónde está Gabe? —preguntó él. —En la ducha. —Apresúralo —le dijo—. Owen y Lindsey ya están en la limusina. Tenemos que llegar a la pista tan pronto como sea posible. —Iré a ver que lo tiene ocupado —dijo Melanie, sonriendo ante la ventaja de llegar a ver desnudo a Gabe. Llamó a la puerta del baño y la abrió. —Gabe, ¿estás casi listo para irnos? Ella entró en la habitación, haciendo su camino a través del vapor de la ducha que corría. Encontró a Gabe apoyado contra la pared de azulejos con el cabello enjabonado y los ojos cerrados. —¿Estás bien? —preguntó ella. Él se sobresaltó y abrió los ojos. —Sí. Los shows siempre aminoran mis fuerzas. Me lleno de una adrenalina increíble mientras estoy en el escenario, y luego la adrenalina disminuye y bajo con fuerza. Todos esos músculos fuertes y mojados lucían perfectamente dinámicos de su ángulo. Sin embargo, su rostro flojo lucía cansado. —¿Quieres que te traiga un poco de café o algo? —No, tomaré una siesta en el avión. Pero me encantaría un Gatorade si puedes

encontrar uno. Creo que sudé la mitad de mi peso corporal esta noche. —Veré qué puedo encontrar. Shade dice que tienes que apresurarte. Nos esperan en la limusina. Gabe se enjuagó, cerró el grifo y cogió una toalla. —Estoy en ello. Ella preferiría por mucho quedarse y comérselo con los ojos mientras él se secaba, pero estaba preocupada por su comodidad, así que regresó al vestidor y buscó en un mini-refrigerador detrás de la barra. Encontró mezcladores, licor, cerveza, refrescos y agua, pero ninguna bebida deportiva. Estaba a punto de ir a buscar una máquina de bebidas en el estadio cuando él salió del baño, completamente vestido y luciendo ligeramente más alerta. —Busqué en el refrigerador, pero todo lo que tienen es alcohol, agua y refrescos. Estaba a punto de ir a buscar en el estadio. —No te preocupes —dijo él—. El agua servirá. Melanie sintió una extraña sensación de auto-importancia mientras caminaban de la mano hacia la salida. Mujeres envidiosas volvían la cabeza a su paso, y lo único en lo ella que podía pensar era, sí, él es todo mío este fin de semana. Muéranse de envidia, perras.

Capítulo 10 Traducido por Simoriah y LizC

A

liento cálido se agitó contra la oreja de Melanie y ella se despertó de repente, golpeándose la cabeza contra algo duro mientras era lanzada de regreso a la conciencia. Ese algo duro gruñó de dolor. ¡Gabe! La mano de ella salió disparada para rectificar el daño y le golpeó la nariz con la

palma. ―Dios, mujer, recuérdame nunca despertarte soplándote al oído ―se quejó Gabe―. Me pararé a una distancia y te atizaré con un palo la próxima vez. ―Lo lamento ―dijo ella, sentándose en el asiento―. No quise ponerme violenta. ¿Cuándo me quedé dormida? ―Alrededor de tres segundos después de que acurrucaste contra mí. Él se había sentido tan tibio y reconfortante con el brazo alrededor de ella que ella no había tenido oportunidad de mantener los ojos abiertos. ―Supongo que estaba cansada. ¿Llegamos? ―Bueno, estamos en el estacionamiento donde guardamos nuestros vehículos. Melanie pestañeó para ajustar los ojos a las luces que de repente brillaban dentro del bus. Shade ya estaba a mitad de camino de bajar las escaleras. Ella miró a Gabe y sonrió. Su mohawk estaba plano después de la ducha, así que ella estiró la mano y acarició los suaves mechones. ―No puedo esperar a ver tu casa ―dijo―. No tengo idea de qué esperar. ―No es una mansión ni nada ―dijo él―. Pero me gusta. Está un poco en las afueras, así que todavía tenemos una hora conduciendo antes de que lleguemos allí. Ella haría lo posible para mantener los ojos abiertos y proveerle de compañía entretenida mientras él conducía; podrían dormir hasta tarde en la mañana. Al menos asumía que él le permitiría dormir ocho horas completas. No podía pensar en nada mejor que pasar todo su sábado en la cama de él. Dormir era opcional. ―¿Pudiste tomar una siesta mientras yo dormía?

Él había dormido un poco en el avión. Ella lo sabía, porque lo había observado. ―No ―dijo él―. Mayormente te toqueteé para evitar que roncaras muy fuerte. Ella sonrió, sabiendo que él sólo bromeaba. ―¿Lo disfrutaste? ―Hasta que comenzaste a gemir el nombre de otro tipo ―dijo él―. ¿Quién es Juan? ―¡No lo hice! ―Ella enganchó un brazo alrededor del cuello de él y lo besó con hambre. Él emitió un quejido en lo profundo de su pecho, volviendo a despertar la parte de ella que estaba adicta a ese hombre a un nivel físico. Ella apartó sus labios de los de él con un tirón y miró a los ojos verdes de pesados párpados. Él lucía terriblemente sexy cuando estaba somnoliento. ¿Realmente iba a pasar todo el fin de semana con él? ―Si gimo el nombre de alguien en sueños ―dijo ella―. Es el tuyo. ―Preferiría oírte gemirlo mientras estás despierta. ―Las cejas de él se agitaron sugestivamente. Melanie divisó un movimiento por el rabillo del ojo y volvió la cabeza hacia el asiento al otro lado del pasillo. ―Estoy tan cansada ―se quejó Lindsey mientras Owen tiraba de ella para ponerla de pie―. ¿Realmente tengo que registrarme en un hotel esta noche? ¿No puedes simplemente permitirme dormir en tu sofá? Prometo que no me escabulliré en tu cama ni intentaré acosarte mientras duermes. Se frotó el vientre con una mano y cubrió un extendido bostezo con la otra mientras arrastraba los pies hacia la salida. ―Yo también estoy cansado ―dijo Owen, sonando más enojado de lo que Melanie jamás lo había oído―. ¿Crees que quiero lidiar con esto en este momento? Preferiría estar con Caitlyn que intentar descifrar qué hacer contigo. Los ojos de Lindsey se llenaron de lágrimas y le dio la espalda, esforzándose por no llorar. Melanie estuvo de pie, preparada para reconfortarla, cuando Owen cerró los ojos, respiró hondo y le puso una mano en el hombro. Le dio un leve apretón. ―De acuerdo ―dijo―. Puedes quedarte en mi casa esta noche, pero no creas que se va a convertir en una situación permanente. ―Gracias ―dijo ella, y lo abrazó con un brazo―. Ni siquiera pediría quedarme,

pero estoy tan exhausta. ¿A qué hora llegará Caitlyn en la mañana? Me aseguraré de irme antes de que ella llegue. A Melanie le costaba leer a la joven. Lindsey parecía completamente sincera, pero Melanie no podía evitar preguntarse si la embarazada realmente estaba en una misión para confundir a Owen. Melanie no sabía qué lado debía apoyar. Nunca había conocido a Caitlyn, pero Owen parecía locamente enamorado de ella. Pero, ¿no debería un hombre estar un poco más preocupado por la madre de su hijo? Melanie todavía no estaba segura. Echó un vistazo a Gabe y lo encontró luciendo medio enfermo mientras observaba a Owen asistir a Lindsey a bajar los escalones del bus. ―¿Sucede algo? ―preguntó ella. Él sacudió la cabeza. ―Todo está bien en mi mundo ahora que tú estás aquí ―dijo él. ―¿Vamos a acampar en este bus toda la noche? ―preguntó ella, preguntándose por qué él se tomaba tanto para desembarcar―. Sí disfruté mi siesta en tu hombro, pero no puedo garantizar tu seguridad cuando me despiertes en esa posición. Él desenvolvió su alto cuerpo del asiento y tomó su mano. La conductora estaba esperando que se fueran. La mujer se cubrió la boca para ahogar un bostezo mientras Melanie y Gabe hacían su camino hacia el estante del equipaje. En cuestión de minutos Melanie estaba subiendo torpemente a la enorme camioneta de Gabe y acomodándose en el cómodo asiento de cuero. Le sonrió en la brillante luz de la cabina cuando él se subió junto a ella. ―Sé que no estás compensando nada ―dijo, asintiendo hacia la entrepierna de él―. Así que, ¿por qué la enorme camioneta? ―Necesito algo con qué tirar de mi bote ―dijo él―. Es increíble. Ella le sonrió, amando el hecho de que él pudiera ser tan masculino. Como era tan tarde, el tráfico era leve fuera de Austin. Lejos de la ciudad, apenas si encontraron otro auto en la desolada carretera. Todavía tenía un poco de sueño, pero cumplió su deber y habló con Gabe sobre cosas triviales, como su bote y el clima, para mantenerlo despierto. Aunque él lucía listo para desmayarse por el cansancio, se animó enseguida cuando ella reunió el

coraje para preguntar lo que realmente le pesaba en la mente. ―Así que, ¿cuál es el asunto con Lindsey? ―preguntó―. Madison parecía creer que el bebé era de Owen y también lo hace Lindsey, pero tú no pareces convencido. ―Probablemente sea de él ―dijo Gabe, estirándose hacia la perilla del estéreo y poniendo música de metal a todo volumen. Melanie la apagó. ―¿Cómo puede probablemente ser suyo? Lo es o no lo es. Gabe se frotó la nuca y quedó fascinado con el espejo retrovisor del lado del conductor. ―¡Gabe! ―No te va a gustar lo tengo que decir. El estómago de ella cayó. ―Es tuyo, ¿verdad? ―Estoy bastante seguro de que no lo es. ―¿Qué mierda, Gabe? ¿Toda la banda tuvo una orgía con la chica o qué? Él infló las mejillas, todavía negándose a mirarla. ―Sí, así fue, más o menos. Ella había estado bromeando, así que la revalidación de su pregunta hizo que sus ojos se abrieran como platos. ―Fue en Nochebuena ―dijo él―. Estábamos lejos de casa y atrapados en el bus juntos en un blizzard con Lindsey y su amiga. Las cosas se salieron de control. Honestamente, no recuerdo mucho. Sí sé que nunca tengo sexo sin un condón, pero esa noche estaba completamente borracho. Así que como dije, estoy bastante seguro de que no es mío, pero no puedo garantizar que no lo sea. Melanie estaba demasiado sorprendida para formar una respuesta. ¿Debía regañarlo o consolarlo? No podía decidirse. Después de un largo y tenso momento, él se estiró para tomar su mano. ―Si es mío, ¿me darás la espalda? ―preguntó. ¿Lo haría? Ésa era una pregunta bastante importante para hacer tan pronto en su

relación. ―¿Querrías estar con la madre si fuera tu bebé? ―se obligó a preguntar ella, insegura de si podría lidiar con su respuesta. Le gustaba tanto. No quería que nada se interpusiera entre ellos. Él llevó la mano de ella a sus labios y le besó los nudillos. ―No ―dijo―. Quiero estar contigo, pero no puedo mentir. Sentiría una obligación hacia el niño. No sólo financieramente. Emocionalmente. Y ella no querría que él sintiera diferente. ―Yo también quiero estar contigo ―dijo ella―. Quiero que esto funcione incluso… ―Respiró hondo―. Incluso si el bebé es tuyo. Él sonrió. Ella vio el destello de sus blancos dientes en las luces de un auto que pasaba. ―Pero estoy bastante seguro de que no lo es. Y secretamente ella realmente esperaba que no lo fuera. No pensaba en matrimonio y en tener una familia todavía, pero si ella sí se enamoraba de este hombre y tenía sus niños, egoístamente quería que todos los bebés de él fueran de ella. ―No puedo evitar preguntarme por qué Lindsey está convencida de que el bebé es de Owen. Quizás ella sabe que él no uso protección o algo. ―Está convencida porque él le gusta y quiere que sea suyo. Owen usó protección. Sin embargo, sí tiene la polla perforada, así que si uno de nosotros iba a comprometer la integridad de su condón, ése sería él. Aun así, no hay garantías de que eso sucediera tampoco. ―Entonces, ¿no sabremos quién es el padre hasta que el bebé nazca? ―¿Planeas estar cerca de mí tanto tiempo? ―Él la miró y le apretó la mano. Su sonrisa llena de esperanza estaba apenas iluminada por las luces del tablero. ―Me gustaría. ―Entonces cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. Ella se detuvo para reflexionar en su sugerencia y luego asintió. ―De acuerdo.

No había nada que pudieran hacer por la situación ahora de todos modos. Lo mejor era no permitir que la leve posibilidad de que Gabe fuera un padre a la espera arruinara su tiempo juntos. Los hombros de ella se hundieron cuando la tensión los abandonó. Si todavía estaban juntos en tres meses, superarían esto juntos. Ella podía lidiar con eso. Estaba acostumbrada a lidiar con el drama de otra gente. Salieron de la autopista y viajaron por casi un kilómetro y medio en una carretera de grava. Cuando la camioneta tomó un camino de entrada y la casa de Gabe surgió en la oscuridad, Melanie se quedó sin aliento. Una espectacular cabaña de madera con forma de A estaba al final de un camino largo y pavimentado. Todo el frente de la casa era una extensión de ventanas, bloqueada sólo por un enorme porche y una plataforma más pequeña en el segundo nivel. ―Es hermosa ―dijo ella. ―No es tan grande como la casa de Jacob, pero me gusta. Si ella hubiera tenido que adivinar cómo sería la casa de él, una cabaña de madera en el campo no hubiera sido su primera opción ni la vigésima, pero ahora que la había visto, sabía que le sentaba perfectamente. ―Eres un chico de campo de corazón ―lo acusó ella. ―¿Qué? ―dijo él―. No, soy puro metal, cariño12. Encendió el estéreo de la camioneta y le hizo estallar los oídos con música a todo volumen. Él agitó la cabeza y rugió con el cantante. Ella sabía que él era metal; lo había observado castigar un conjunto de parches frente a una audiencia menos de cinco horas atrás. Era la parte de campo la que ella había identificado de forma completamente errónea. Él apagó el estéreo y se inclinó sobre la cabina de la camioneta para robarle un beso. ―¿Preferirías que fuera todo campo? ―Prefiero que seas exactamente quién eres. ―Y no sólo lo decía por decirlo. Su mezcla de rasgos era fascinante. Ella dudaba que alguna vez se aburriera con él. Sólo esperaba poder mantener su atención la mitad de bien que él mantenía la suya. —¿Quieres ver el interior de la casa? —preguntó él—. ¿O planeas dormir en la camioneta?

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N. de T.: juego de palabras con “country”, que significa “campo” y a la vez refiere a un popular estilo de música en Estados Unidos.

—Estoy lo suficientemente cansada como para hacer exactamente eso. —Entonces, ¿no voy a obtener nada esta noche? —¿Eso es en lo único que piensas? —¿Cuando tú estás cerca? —Sonrió—. Más o menos. —Creo que sí tenemos algo en común —dijo ella. —Tenemos mucho en común —dijo él—. Y tenemos todo el fin de semana para descifrar qué. Ella ansiaba pasar tiempo con él más de lo que él posiblemente podría darse cuenta. Hablaban mucho por teléfono, pero esas conversaciones siempre y rápidamente se convertían en sexo y con ellos declamando su atracción por el otro. Ella estaba lista para conocerlo a un nivel más profundo. Él nunca decía mucho de sí mismo, y ella no podía evitar hacerse preguntarse sobre él. Era naturalmente curiosa. Él abrió la puerta de la camioneta y Melanie bajó por su lado, prácticamente colapsando de cansancio cuando sus pies tocaron el suelo. —Espero que te guste dormir hasta tarde —dijo ella, ahogando un bostezo detrás de la mano. —Es mi segunda cosa favorita para hacer. Ella tenía la sospecha de cuál era su primera actividad favorita y que ésa también incluía una cama. A veces. Hizo su camino hacia el porche delantero, feliz por ser responsable de llevar solo su bolso y a sí misma. Dudaba que pudiera haber levantado su maleta pobremente empacada. Apreciaba que Gabe llevara su equipaje. Cuando entró en el porche, una luz de seguridad la cegó y un fuerte y profundo woof, acompañado de un segundo ladrido, menos aterrador, retumbó desde la casa. Con el corazón golpeando a toda marcha, se quedó paralizada. Gabe le dio un leve empujón en la espalda con el hombro. —Espero que no tengas miedo de los perros —dijo él. —¿Son agresivos? —Sólo si me tocas —dijo él con una sonrisa. —Entonces estoy destinada a ser mutilada a muerte.

Él dejó el equipaje de ambos junto a la puerta y la destrabó. Tan pronto como giró el pomo y abrió la puerta, dos gigantes borrones de piel, uno dorado, uno negro, tumbaron a Gabe sobre su espalda y comenzaron a darle una profunda limpieza a su rostro. Los dos perros labradores ni siquiera notaron a Melanie de pie a un lado de la puerta riendo ante el entusiasmo que les hacía menear la cola. —Beau —dijo Gabe en un tono que no sonaba autoritario en lo más mínimo con todo lo que reía—. Retrocede, Beau. Siéntate. El más grande de los dos perros, el labrador dorado, lanzó un profundo y fuerte ladrido que hizo saltar a Melanie y se puso a lamer las orejas de Gabe. El más pequeño de la pareja, un elegante labrador negro, rebotaba en el pecho y vientre de Gabe como si él fuera un trampolín. —Lady —jadeó él—. Cálmate. La perra gimoteó con fuerza y meneó la cola. Sólo que no meneaba solamente la cola; movía el cuerpo entero. Y cuando ya no pudo contener la alegría de ver a su amo, comenzó a saltar sobre él una vez más. Sin aliento, Gabe se echó a reír. —Yo también te extrañé, Lady. —¿Necesitas ayuda? —preguntó Melanie, preguntándose si se atrevía a tomar el collar del perro. Los animales no la conocían, y ella estaba bastante apegada a sus dedos. No lucían como perros malvados, pero la mayoría de los perros no eran malvados con sus propietarios. Con l0s extraños, por otro lado… Gabe luchó para ponerse de rodillas en el gran porche de madera. Cuando por fin logró poner sus piernas debajo de él, su rostro se ganó otras lamidas a fondo de dos anchas lenguas rosadas, y Melanie no pudo evitar reírse de la forma en que él se estremeció, cerrando los ojos con fuerza y apretando los labios con divertida exageración. Envolvió a cada perro con un brazo y los obligó a sentarse a cada lado de él. Beau le lamió la nariz y se sentó jadeando. Si los perros podían sonreír, él estaba sonriendo. Lady temblaba con sus esfuerzos por contener su exuberancia, pero se las arregló para mantener las patas traseras en su mayor parte en el suelo. Su cola retumbaba ruidosamente contra las tablas debajo de ella. —Melanie —dijo Gabe desde su posición de rodillas—. Me gustaría presentarte a mis perros mal educados. El grandote es Beau. —Le acarició la cabeza al perro a su derecha. Melanie tendió la mano hacia el labrador dorado. Él le olfateó los dedos y le dio un

cortés lengüetazo. Melanie acarició el liso pelaje de sus orejas. El perro definitivamente sonreía ahora. —¿No eres dulce? —dijo. El perro hizo retumbar la cola contra el suelo, pareciendo coincidir con su evaluación. —Y el manojo de energía es Lady —dijo Gabe acerca del labrador negro más pequeño. Lady ladró alegremente varias veces y, sin duda, habría comenzado a saltar por los tablones del porche de nuevo si Gabe no hubiera tenido su collar firmemente aferrado con una mano. —Es una perra hermosa —dijo Melanie. —Con muy malos modales —dijo Gabe y rio—. Me temo que no es realmente una dama13. —Solo está más que feliz de verte —dijo Melanie—. ¿No es cierto, chica? —Se inclinó más cerca de Lady y le golpeó los muslos. Esta atención causó en Lady un ataque de exuberantes ladridos. Gabe soltó su collar y la empujó hacia las escaleras. —Ve a agotar un poco de esa energía —le dijo, y Lady salió disparada del porche a correr en círculos alrededor del jardín sombreado—. ¿Tú también necesitas correr? — le preguntó a Beau. Beau se limpió la nariz con una pata y gimió. Gabe rio entre dientes y se puso de pie. —Supongo que debería haberte advertido que tengo perros —le dijo a Melanie. —Son una agradable sorpresa. —No estoy seguro de que agradable sea la palabra correcta. —Palmeó afectuosamente la cabeza de Beau, y el perro lo miró con adoración, la lengua colgando hacia un lado. Ella se preguntó por qué Gabe no había hablado antes de sus perros. Obviamente significaban mucho para él, y él era, obviamente, su dios. De hecho, nunca hablaba mucho acerca de su vida hogareña en absoluto. Conseguir que le contara algo sobre sí mismo la noche en que se conocieron había sido casi imposible.

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N. de T.: juego de palabras, “Lady”, el nombre de la perra de Gabe, también significa “dama”.

—Gabe, ¿por qué nunca hablas de ti? —preguntó. —¿A qué te refieres? —Hablamos todos los días, pero no siento que sepa mucho sobre tu pasado, tus amigos y familia, tu hogar. —Nadie quiere saber todas esas cosas aburridas —dijo él, levantando el equipaje de Melanie y su bolso de lona del porche. —Yo sí —dijo ella, siguiéndolo dentro de la casa. —Tú tampoco hablas de esas cosas —dijo él. —Bueno, eso es porque mi vida es aburrida. —No para mí —dijo él. Ella se detuvo justo en el umbral para mirar boquiabierta el interior de la casa. Era de un esquema abierto. Muy abierto. El espacio de la sala, de dos pisos de alto, hizo que Melanie estirara el cuello hacia atrás para ver las vigas de madera expuestas en lo alto. Podía ver a través de la casa hasta la amplia cocina en la parte posterior. Un loft sobre la cocina lucía acogedor con su enorme chimenea. Los muebles de la casa eran masculinos y fuertes. Las mesas y estanterías eran todas de pesada madera oscura combinada con herrajes de hierro negro. Las telas eran verde bosque y azul marino, beige, marrones y estampados escoceses. No vio cabezas de animales muertos colgando de las paredes, pero el lugar sin duda tenía la sensación de un pabellón de caza. —¿Cazas? —preguntó. —¿Tú? —Uh, no. —Soy más un pescador. Te llevaré en el bote mañana. Si me decido a salir de la cama. Él le silbó a Lady, y el perro se precipitó dentro de la casa, las uñas resonando contra el oscuro piso de madera. Beau se dejó caer sobre una gruesa alfombra cerca de la puerta y Lady se acostó sobre él, para el evidente disgusto de Beau. Cuando retorcerse unas cuantas veces no hiso nada para sacar a Lady de su lugar de descanso, el gran perro amarillo resopló en aceptación y cerró los grandes ojos color chocolate. —¿Te gusta pescar? —preguntó Gabe mientras movía ambos bolsos a una mano para poder cerrar la puerta y trabarla.

—Nunca lo he hecho —admitió ella. —¿Eres de Kansas y nunca has ido a pescar? Ella sacudió la cabeza. —¿Qué demonios has estado haciendo toda tu vida? —Cabalgando tornados hacia Oz y siguiendo caminos de ladrillo amarillo — bromeó ella. Él rio entre dientes. —Por aquí, Dorothy14. Te daré el gran recorrido mañana. —Hizo un gesto hacia la parte trasera de la casa—. Mi cama está ahí dentro. Ella lo siguió hacia una puerta a la izquierda de la gran sala. Tropezó con él cuando él se detuvo en el umbral. —Supongo que no debería asumir que quieres dormir conmigo esta noche —dijo él—. Tengo un par de habitaciones en la planta alta si estarías más cómoda durmiendo sola. —No me hagas golpearte —dijo ella con irritación. Estaba demasiado cansada para hacerse la tímida. Todo lo que quería hacer era caer en sus brazos y luego quedarse dormida. —Sólo intentaba recordar mis modales —dijo él, y entró en lo que resultó ser una gran suite principal. La decoración también era muy masculina, con más muebles pesados de maderas oscuras. Más colores oscuros y ni un pañito de adorno a la vista. La cama tamaño king en el centro de la habitación era la cosa más hermosa que Melanie había visto en su vida. Ni siquiera tuvo la decencia de esperar a que él dejara caer su equipaje antes de quitarse los zapatos y comenzar a sacarse la ropa en alegre abandono. Normalmente usaba un camisón de algodón en la cama, pero no creía que a Gabe le molestara que durmiera desnuda esta noche. No creía poder mantener los ojos abiertos el tiempo suficiente para encontrar su ropa de dormir, mucho menos ponérsela. Él dejó su equipaje en la puerta e hizo una parada rápida en el baño adjunto. En el momento en que regresó, desnudo y hermoso, Melanie ya estaba debajo de las mantas y parpadeando adormilada.

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N. de T.: refiere a Dorothy, protagonista de “El Mago de Oz”, quien es transportada a Oz por un tornado y debe seguir el camino de ladrillos amarillos para regresar a casa.

Él apagó la luz, y un momento después ella sintió el colchón hundirse junto a ella. Gabe tiró de ella para acercarla, presionando su pecho contra su espalda y otras cosas contra su trasero. Ella estaba demasiado cansada para estar interesada en ese apéndice en particular. Al menos eso creía hasta que él susurró. —Buenas noches, cariño. Prometo despertarte apropiadamente por la mañana con un orgasmo y una sonrisa. Los ojos de ella se abrieron de golpe, incapaz de distinguir más que sombras en el oscuro cuarto. —No si yo te despierto de forma inapropiada primero —dijo. Él no negó su declaración, pero ella supo que la había oído porque su polla se agitó contra su trasero.

Capítulo 11 Traducido por azuloni y NnancyC

elanie había sido despertada al amanecer por su vejiga llena, y después de usar el baño más cercano, incluso se había tomado un momento para encontrar sus artículos de higiene personal para poder cepillarse el sabor a animal muerto de su boca; para nada atractivo. Pero lo que la despertó más tarde esa mañana no fue el llamado de la naturaleza, ni siquiera la brillante luz del sol que entraba a chorros por las puertas dobles que conducían a la terraza de atrás. No, lo que la sacó de un delicioso sueño fueron un par de fuertes manos que lentamente le separaban las piernas, besos tiernos y provocados en la parte superior de sus muslos y una suave y húmeda lengua haciendo saltar chispas de placer contra su clítoris. Sus ojos permanecieron cerrados herméticamente, pero su boca se abrió cuando Gabe la lamió, chupó y besó hasta llevarla a un orgasmo estremecedor.

M

Su espalda se arqueó fuera de la cama, los dedos aferrados a la sábana debajo de ella. Lanzó un grito de felicidad. Gabe dejó un sendero de besos por su vientre, deteniéndose en su ombligo para atrapar entre sus dientes el pedazo de joyería que colgaba de su piercing. Le dio a la decoración un firme tirón y luego continuó su camino de suaves besos hacia arriba hasta que estuvieron cara a cara. ―Ése fue tu orgasmo de buenos días ―dijo él―. Aquí está tu sonrisa. Le ofreció esa perfecta sonrisa suya, y ella se derritió en las sábanas, su corazón palpitando con aprecio por su hermosura. ¿Cuán maravilloso sería despertarse así todas las mañanas? ―¿Dónde está mi sonrisa? ―preguntó él, los ojos verdes centelleando con diversión. Ella le sonrió. ―Ahí está. Se preguntó si él era siempre tan animado por las mañanas. Estaba dispuesta a sacrificar todo su tiempo y atención en averiguarlo. ―Babeas en sueños ―dijo él.

La boca de ella se abrió indignada. ―¡No lo hago! ―Sí lo haces. Y roncas como... ―Hizo una serie de ruidos que sonaba como una sierra de cadena oxidada. Ella tomó una almohada y lo golpeó en la cabeza con ella. ―Oh, ella quiere pelear esta mañana ―dijo él. Él le tomó ambas muñecas en un férreo asidero y las inmovilizó contra la cama a cada lado de su cabeza. Ser inmovilizada hizo que el pulso de ella se acelerara. Él no le haría daño, ¿verdad? ¿A ella le molestaría si lo hiciera? Gabe se deslizó hacia abajo por el cuerpo de ella y sopló una fuerte y ruidosa pedorreta contra su pecho. Ella rio ante la extraña y vibrante sensación a través de su pecho. ―¡Tetas! ―gritó él alegremente y sopló más pedorretas en lo que obviamente consideraba su entretenimiento de la mañana. Ella se retorció, intentando liberar sus manos de su asidero para poder defender sus pechos de su asalto de cosquillas. Él era implacable. ―¿Qué has estado comiendo, mujer? ¿Frijoles y brócoli? ―Sopló más pedorretas―. Santo Dios, deberías advertirle a uno. Ella pronto estuvo riendo tan fuerte, que le dolió el estómago. ―¡Gabe! ―gritó―. No puedo respirar. ―Si puedes hablar, puedes respirar ―dijo él. Ella arqueó las caderas, intentando quitárselo de encima. No podía soportar mucho más. Él atrapó su pezón en la boca y ella se derritió cuando el placer se disparó a través de su pecho. ―Mmm, tetas ―murmuró él con su voz más sensual. Melanie resopló de risa. ―¿Te ríes de mí, mujer?― le preguntó, levantando la cabeza para robarle el aliento con su sonrisa. Honestamente, el hombre debería hacer comerciales de pasta dental. Melanie frunció los labios y sacudió la cabeza con tanta seriedad como pudo reunir. ―Entonces debo estar haciendo algo mal ―dijo él y sopló una pedorreta en su

garganta. Ella chilló y encogió el cuello. ―¿Acaso no te debo un orgasmo? ―preguntó ella, esperando distraerlo de su malvado plan de hacerla reír hasta morir. ―Ahora que lo mencionas... ―Él bajó de la cama de un salto como si ésta estuviera en llamas―. Quédate ahí. ―No soy lo suficientemente talentosa para hacerte acabar a distancia ―dijo ella. ―Has estado haciéndome acabar desde cientos de kilómetros de distancia durante toda la semana ―dijo él. ―Quieres que tú te has estado haciendo acabar. ―Confía en mí, mereces la mayor parte del crédito. ―Él cruzó la habitación hacia la esquina más alejada―. Quiero probar algo en ti. ¿Estás dispuesta? Ella sabía lo que al tipo le gustaba probar… dispositivos que había inventado para hacer que una mujer estallara de felicidad. ―Pero es tu turno de sentirte bien. ―Éste va a hacernos sentir bien a ambos ―dijo él. No podía negar que estaba interesada. El Dr. Inventor Perverso tenía una mente tan malvada como su cuerpo. ―Entonces estoy dispuesta. Gabe rebuscó en un armario que se encontraba cerca de un par de puertas que conducían hacia afuera. ―¿Qué tipo de lubricante te gusta más? ―le preguntó. ¿Se suponía que ella debía tener una preferencia? ―Realmente nunca he probado diferentes tipos de lubricante. ¿Qué sugieres? ―Tengo algo que creo que disfrutarás. Ella soltó una risita, pensando que esta conversación sonaba como si estuviesen decidiendo qué vino iba con su cena. ―¿El lubricante de la casa? ―dijo ella con un acento esnob.

―¿El lubricante de la casa? ―Él obviamente no entendió su broma. ―Como el vino de la casa. ―No, cariño. Es vintage. ―Mientras que no haya pasado su fecha de caducidad. ―Sólo lo mejor para el coño de mi mujer. ―Oh―dijo ella, gustándole que la hubiese llamado su mujer, pero confundida sobre dónde él quería poner el lubricante―. Pensé que era lubricante para el um... ―Muy a su pesar, se sonrojó―. Bueno, um, quiero decir, para la, uh, entrada trasera. Él la miró por encima del hombro y sonrió. ―¿Quieres un poco de acción en la puerta trasera? ―Me gustó esa cosa que utilizaste la última vez que estuvimos juntos. ¿Recuerdas? ―La sensación de esa gran perlas entrando y saliendo de su culo con cada embestida de su polla en su coño la había conducido a la locura. En el buen sentido. ―Dejé ese en el bus de la gira ―dijo él. ―Oh ―dijo ella, intentando ocultar su decepción. ―Pero tengo otras cosas. Por supuesto que las tenía. Él encontró lo que fuera que estuviera buscando y regresó junto a la cama. Ella intentó ver qué tenía en la mano, pero antes de que pudiera verlo bien, él la volteó sobre su estómago y se metió en la cama con ella. Ella se puso de lado y lo miró. ―Sobre tu vientre ―le dijo él. ―Pero quiero ver lo que estás haciendo. ―No. Sobre tu vientre. Antes de que ella pudiera protestar de nuevo, él sacó el brazo de ella de debajo de su cuerpo y ella se encontró boca abajo otra vez. Las manos de Gabe le abrieron bien las piernas, y se inclinó sobre ella para mordisquear y chupar sus nalgas mientras jugueteaba con algo entre los muslos de ella. Ella renunció a intentar averiguar qué iba a hacer y cerró los ojos, concentrándose en la contracción involuntaria de su culo cada vez que él le mordisqueaba sus nalgas. Estaba comenzando a sentirse muy necesitada allí atrás, y

esperaba que él la sacase pronto de su miseria. Desafortunadamente, él ignoró su culo. Pero, afortunadamente, sus dedos resbaladizos masajearon su coño, entrando y saliendo, varias veces, mientras añadía más y más lubricante. Ella se sentía más húmeda en su interior de lo que nunca lo había estado. Y, definitivamente, más cálida. ―¿Es el lubricante lo que me está haciendo sentir tan caliente ahí abajo? ―preguntó. ―Tú siempre estás caliente aquí abajo ―bromeó él, deslizando los largos dedos dentro y fuera de su cuerpo. Cuanta mayor fricción creaba, más caliente se ponía el lubricante. Continuó complaciéndola con profundos embistes de los dedos y luego usó la otra mano para rociar su culo con algo. Frotó la sustancia resbaladiza sobre su entrada trasera y cuando la punta de un dedo se deslizó dentro, ella se sacudió de sorpresa. Aún no estaba acostumbrada a ser tocada allí, pero le gustaba. Mientras él agregaba más lubricante, su dedo se deslizó un poco más profundo. Los dos dedos aun embistiendo en su coño se sentían ardientes. El que estaba en el culo se sentía sorprendentemente frío. Ella decidió que él estaba usando dos lubricantes diferentes, y le habría agradecido si hubiese podido recordar cómo producir otros sonidos que no fueran gemidos. ―¿Lista? ―le preguntó. ¿Para que él la follara hasta la inconsciencia? Sí, definitivamente estaba lista. Ella gimió en aprobación. Él liberó sus dedos y algo duro presionó contra su culo. La penetró con un repentino pop. Ella jadeó de deleite. Era una de esas perlas que ella disfrutaba tanto. Al menos eso creía hasta que sus dedos masajearon más lubricante de efecto frío alrededor de su apertura y presionó el dispositivo hacia delante, haciendo que otra perla entrara en su culo. Quizás ella lo imaginaba, pero ésa se sentía ligeramente más grande que la primera. Cuando él forzó una tercera, una cuarta y una quinta perla dentro de ella, estuvo segura de que cada vez eran más grandes. ―Una más ―dijo él―. Y entonces descubrirás por qué mis perlas anales no son como ningunas otras que hayas probado. Ella no quería frenar su entusiasmo señalando que ninguna perla anal era igual como las que ella había probado porque ésta era una primera vez para ella. Debido a su tamaño, la presión provocada por la perla final dentro de ella era casi insoportable, pero una vez en su sitio, se sentía tan deliciosa allí. Ella lanzó un grito de necesidad, perdida en la sensación desconocida. ―¿Estás bien? ―preguntó Gabe. Le acarició los muslos, atrayendo su atención a

sus piernas temblorosas. ―Sí ―dijo ella sin aliento―. Me encanta. Él giró algo en el extremo expuesto del eje de cuentas, y a ella le llevó un momento comprender siquiera lo que estaba sucediendo. Una pequeña canica, o algo, frotaba la superficie exterior de su agujero en una trayectoria circular constante. Cada vuelta de la canica alrededor de su trayectoria aumentaba su conciencia del placer que irradiaba desde y hacia su culo. ―¡Oh Dios mío, Gabe! ―exclamó mientras su coño y su culo se apretaban rítmicamente con los primeros espasmos de liberación. ―Maldita sea, mujer ―dijo él―. No acabes todavía. Ni siquiera he llegado a la parte buena aún. Ella intentó apretar los músculos internos para detener las olas del orgasmo apretando los músculos internos y tuvo un éxito parcial. Sin embargo, cortar un orgasmo la hizo sentir miserablemente necesitada, y se movió contra las sábanas. Gabe le levantó las caderas de la cama hasta que estuvo de rodillas con el rostro todavía apretada contra el colchón. Él podría haberla colgado del techo por los tobillos en ese momento y ella no habría protestado. Confiaba en que este hombre lo hiciera bien. ―Relájate ―dijo él detrás de ella. Su polla se deslizó dentro de su coño. ―Dios mío, sí ―gimió ella contra el colchón, y se echó hacia atrás para forzarlo a entrar más profundo. ―Quédate quieta, cariño ―murmuró él―. Realmente quieta. Hasta que esté hasta el fondo. Ella gimió y se concentró en permanecer quieta. Esa pequeña canica frotando su culo estaba volviéndola condenadamente loca. Necesitaba acabar de inmediato. Se le ocurrió que, incluso con el lubricante, a Gabe le costaba entrar en ella. Y él era tan grueso. Mucho más grueso de lo habitual. Él le separó más las piernas, hasta que sus caderas protestaron por su extensión excesiva. Con el rostro enterrado en el colchón, ella subió los brazos sobre la cabeza y se aferró a las sábanas. Gabe utilizó sus manos para hacer más amplio su coño. Estaba bastante segura de que él intentaba rasgarla por la mitad. ―Solo dolerá por un segundo ―prometió él. Le tomó las caderas y de repente empujó con fuerza. Un gran bulto en la parte inferior de su polla la estiró más allá de

su límite. Ella gimió de dolor. ―Lo siento, cariño ―susurró él―. Necesito diseñar una mejor manera de insertarlo. Te prometo que se siente increíble una vez que encuentre tu punto. Gabe, además de cualquiera que fuese el artículo que llevaba en su polla, se deslizó más profundo. Cuando la protuberancia engrosada en la parte inferior del dispositivo se frotó contra su pared frontal y encontró el punto al que él se refería, ella gimió. ―Ahí está ―dijo él―. Voy a encenderlo ahora. ¿Estás lista? Ella no sabía a qué accedía, pero asintió. El nudo en su interior vibraba con fuerza contra su punto G, y el placer recorrió todo su cuerpo. Gabe comenzó a moverse y al parecer el manguito alrededor de su polla hacía algo para él también, porque gemía, jadeaba y maldecía en voz baja con cada embestida. El movimiento de sus caderas trasladó el manguito de su polla lo suficiente como para frotar ese enloquecedor y vibrante nudo contra el punto G de Melanie una y otra vez. Ella no estaba segura de cuándo había comenzado a acabar, pero estaba bastante segura de que no sería capaz de detenerse jamás. ―Dime cuando acabes, cariño, para que pueda sacarte las perlas ―dijo él. ―Ya lo estoy haciendo ―jadeó ella. ―¿Me lo perdí? No lo noto cuando estoy usando el manguito. Me masajea tan bien la base de mi polla, pero me impide sentirte apretándome cuando acabas. ―Sigo… acabando. Oh... Dios. ―Respira hondo. Ella lo intentó, pero jadeaba demasiado duro. ¿Ésas eran lágrimas en sus mejillas? ¿O babas? ¿Era posible explotar literalmente de placer? Sintió un duro tirón en su culo y la primera perla se liberó. Ella gritó, sus dedos aferrándose a las sábanas debajo de su rostro mientras se aferraba a otra ronda de placer exquisito. La eliminación sucesiva y rápida de las perlas envió olas más profundas de placer estrellándose a través de su cuerpo. Ni siquiera podía seguir lo que le sucedía por más tiempo. Gabe relajó su irritado y tembloroso culo con los dedos. Ella gimió cuando él empujó sus caderas más rápido y se agitó en su interior. No estaba segura de cuando comenzó a rogar pidiendo clemencia, pero simplemente no podía soportar más. ―Demasiado, Gabe. Demasiado. Demasiado. Oh Dios.

—Frota tu clítoris —murmuró Gabe—. Eso ayudará. —No necesito acabar otra vez —espetó ella—. Necesito dejar de acabar. —Bueno, si no haces lo que te digo… Todavía masajeándole la espalda con una mano, él estiró la mano libre alrededor de ella y le masajeó el clítoris con la misma y exacta cadencia. Ella soltó una exclamación cuando un orgasmo más conocido llegó se agitó en su coño, y él tenía razón; permitió que el causado por la sobreestimulación de su punto G pasara de ser una tortura a ser el éxtasis. Los movimientos de Gabe se volvieron bruscos detrás de ella, y él gritó cuando se le unió en alivio. Se sacudió y balbuceó por más tiempo de lo habitual, y luego colapsó contra su espalda, los brazos cayendo flojos a cada lado del cuerpo de ella. —Eso fue condenadamente asombroso —murmuró él. Ella murmuró algo ininteligible en acuerdo. Nunca había sentido algo como lo que acababa de experimentar. Eso había sido muchísimo más que un típico orgasmo. Iba a nombrarlo megagasmo. O lo haría una vez que recordara cómo mover la lengua. —Tengo que salir antes de que esté demasiado blando —dijo Gabe—. Debería ser más fácil salir que entrar. Ella estaba como gelatina, así que no tenía que concentrarse en relajarse para él. Era la única condición que podía experimentar en el momento. Él tiró hasta liberar el dispositivo de su cuerpo y lo colocó a un lado. Eventualmente, ella admiraría su ingenioso diseño. Por ahora, simplemente yacería boca abajo en la cama y flotaría en un mar de tranquilidad. Debía haberse quedado dormida. Su siguiente sensación consciente fue un húmedo cosquilleo contra la planta de un pie. Levantó la cabeza y encontró a Beau probando el sabor de los dedos de sus pies. —Gabe —murmuró—. Creo que tu perro quiere salir. —Ya ha estado afuera —dijo Gabe—. Hay una puerta para perros hacia el patio trasero. Ella dejó caer la cabeza en la otra dirección y encontró a Gabe acostado junto a ella, luciendo tan exhausto como ella se sentía. —¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? —preguntó. —No estoy seguro. Creo que ya es martes.

Ella rio entre dientes. —¿Cuatro días, entonces? —Como mínimo. Melanie se estiró lánguidamente y se acurrucó contra el costado de Gabe. —¿Qué? —dijo—. ¿No hay desayuno en la cama? ¿Qué clase de anfitrión eres? Él le apretó la mano. —Te llevaré a un estupendo y pequeño restaurante para desayunar —dijo—. Tan pronto como pueda moverme. —No puedo creer que ya estés agotado. —El motivo por el cual ella se lo hacía pasar tan mal era porque estaba muy segura de que sus temblorosas piernas serían incapaces de sostenerla—. ¿Esa bañera con hidromasajes en tu baño es lo suficientemente grande para dos? —preguntó. Quizás un agradable masaje bajo el agua rejuvenecería sus músculos cansados y calmaría el dolor entre sus muslos. —Sí. Ella obligó a su cuerpo exhausto a salir de la cama. Se sorprendió cuando sus piernas sostuvieron su peso. —¿Te importaría unirte a mí? —Nena, no podría follarte ahora si mi vida dependiera de ello. —No es por eso que pregunté —dijo ella—. Ansío el placer de tu compañía, no de tu polla. —Estaré ahí en un minuto —prometió él y cerró los ojos, el rostro flojo. Ella sonrió, imaginando que él necesitaría casi toda la mañana para recuperarse, no sólo un minuto, pero ella cojeó hacia el cuarto de baño y abrió los grifos para llenar la enorme bañera bajo nivel con agua caliente. El baño de él era más grande que su departamento entero. Y por qué un hombre soltero necesitaría una enorme ducha con docenas de cabezales de ducha estaba más allá de su comprensión. Cuando la bañera estuvo llena hasta la mitad, ella reunió su shampoo, acondicionador y gel de baño corporal, y entró al agua caliente y relajante. Encontró un botón sin marcar en el costado de la tina y lo presionó, esperando no estar a punto de ser violada por uno de los locos inventos de Gabe, pero la tina barbotó, zumbó y comenzó a lanzar chorros de agua sobre su carne. Suspiró en éxtasis mientras el

masaje hacía milagros en sus doloridos músculos. Se hundió debajo del agua, mojándose el cabello y luego subió de golpe con un explosivo chapoteo cuando algo le rozó contra el hombro. Gabe rio entre dientes. —¿Te asusté? —No —dijo—. Así es cómo siempre me lavo el cabello. Un traumatismo vertical lo hace más manejable. —¿Puedo mostrarte cómo lo lavaría? Él se sumergió detrás de ella en la tina, con ella sentada entre las piernas de él. —Um, sí, de acuerdo —dijo ella—. Pero ten cuidado de no perderte allí. Mi cabello es un nido de ratas esta mañana. —Amo tu cabello —dijo él. Apagó el agua y luego se estiró para tomar el shampoo. Vertió lo suficiente en su palma para lavar un pequeño mohawk. Ella no se molestó en corregir su locura. Él pronto descubriría que hacía falta al menos la mitad de una botella pequeña para lavar sus gruesos y rebeldes mechones. —Tienes un cabello hermoso —dijo él, hundiendo los dedos en la masa húmeda y tirando de varios nudos—. Es una de las millones cosas sobre ti en las que no puedo dejar de pensar. Ella soltó unas risitas. —Yo tampoco puedo dejar de pensar en tu cabello. Él agregó más shampoo a sus manos y comenzó a transformarlo en una abundante espuma, masajeándole el cuero cabelludo tan profundamente que ella suspiró en éxtasis. —Sí, bueno, mi cabello es bastante inolvidable —dijo él. —Es tu sonrisa la que es inolvidable —dijo ella y gimió de placer mientras él continuaba masajeando burbujas espumosas con olor a limpio en su cabello. —Si sigues haciendo esos sonidos, mi cerebro va a emitir un cheque que mi polla no puede pagar. —Se siente tan bien —murmuró ella—. No te detengas. Él le lavó el cabello hasta que su cuerpo entero estuvo relajado, y luego la movió hacia adelante para que ella pudiera bajar la cabeza dentro del agua en el espacio

abierto entre las piernas de él. Sus dedos le enjuagaron el shampoo del cabello. —Hermosa —susurró, y ella abrió los ojos para mirarlo. Él le apareció de cabeza, pero podía decir que él disfrutaba de la vista de su cuerpo mojado y desnudo casi tanto como ella disfrutaba los chorros de agua contra las plantas de sus pies. —Tu cabello está flotando alrededor de mí —dijo él—. Tu piel brillante y mojada. Tus pechos asomándose sobre la superficie del agua. Hermosa. Le tomó los senos y frotó los pezones con los pulgares. Ella se estremeció, incapaz de detener la inundación de calor que su contacto siempre causaba. No importaba que su coño estuviera sensible por los embistes que le había dado menos de una hora atrás, ella podía sentirse hinchándose con deseo una vez más. Él la ayudó a enderezarse otra vez y comenzó a colocarle acondicionador en el cabello. —Tomar un baño fue una gran idea —dijo—. Mi cuerpo ha decidido que puede lidiar con un poco más de actividad física si tú estás dispuesta. —Lo estoy —dijo ella—. Sin embargo, tendrás que tomártelo con calma, me siento un poco dolorida. —Se sonrojó tan pronto como lo dijo. ¿Habían avanzado lo suficiente en su relación para que pudiera compartir su incomodidad con él? —Entonces intentaré frenar mi entusiasmo por tu cuerpo hasta más tarde. Sólo tendrás que deslumbrarme con tu mente. Ella rio. —No hay nada muy deslumbrante aquí —dijo ella. No comparado con alguien tan inteligente como Gabe. —Así que, ¿qué haces con tu tiempo fuera de la contaduría y de ser niñera de Nikki? —preguntó él—. ¿Cómo es tu familia? ¿Tienes mascotas? Dime todo. —Ser niñera de Nikki es un trabajo a tiempo completo por sí mismo —dijo ella con una risa. —¿Cómo la conociste? —La conocí cuando yo tenía seis años. Pasamos un verano entero jugando en el parque. Luego se mudó lejos y le perdí el rastro. Imagina mi sorpresa cuando fue asignada como mi compañera de cuarto en mi primer año de la universidad. —¿Entonces tienen la misma edad? —preguntó—. Tú siempre pareces mucho mayor que ella.

—Maldición, gracias. Llama a la residencia de ancianos, Melanie escapó otra vez. —No me refería a vieja, me refería a más madura. Como si tuvieras tu vida organizada. Como si supieras lo que haces. —¿Alguien realmente sabe lo que hace? Algunos de nosotros simplemente somos mejores que otros a la hora de fingir que tenemos un plan a prueba de fallas. ¿Planeaste ser un baterista de rock? —Bueno, no, no lo planeé. —Ahí lo tienes. —¿Siempre planeaste ser contadora? Ella se echó a reír. —No. Quería ser entomóloga, pero mis padres me convencieron de que juntar mariposas no era una vocación razonable para un individuo responsable. Pensar en mariposas la hizo pensar en Nikki, recordándole a Melanie que ella todavía no la había llamado ni le había enviado un mensaje de texto. Melanie no podía evitar la preocupación que agitó su vientre. O quizás era sólo hambre. —Ves, ahora, eso es interesante —dijo él—. Imaginaba que serías del tipo de chillar cómo una nena cuando te enfrentabas a un insecto. —Primero que todo, soy una chica. Pensarías que los senos te habrían dado una pista. —Se pasó las manos sobre las tetas complemente expuestas como si fuera la presentadora de un juego mostrando fabulosos premios —. Y segundo, no me gustan todos los insectos. Sólo las mariposas. Solía juntarlas cuando era niña. Bichos muertos dispersos por las paredes de mi habitación, clavados a pequeños cuadrados de algodón aleteando dentro de cajas de madera, las alas achatadas contra el vidrio. Un poco mórbido, ¿no crees? —Para nada. Si colgaras cucarachas y escarabajos peloteros en tu pared, podría estar un poquitín preocupado pero, ¿mariposas? Estoy seguro de que eran bonitas. Quizás veamos algunas en el lago hoy. Puedes decirme sus especies. Ella no se había enfocado en mariposas durante años. —Si las recuerdo. —Cuéntame sobre tus padres. Por lo poco que has mencionado, suenan un poco remilgados.

—¿Remilgados? Eso es ponerlo ligeramente. Eran tan sobreprotectores, me sorprende que me permitieran respirar aire sin purificar. —¿Por qué eran tan sobreprotectores? ¿Porque eras tan linda? —Él le dio un suave golpecito en la nariz. Ella sacudió la cabeza, no porque no hubiera sido una linda niña, sino porque sus motivos eran más profundos que esos. —Ellos estaban en la mitad de sus cuarentas cuando nací. Tenía un hermano mayor, pero se ahogó en una piscina para niños en el patio trasero años y años antes de que yo viniera al mundo. Él tenía solo tres años, pero su pérdida devastó a mis padres y no planeaban más niños. Entonces, ¡sorpresa! Melanie decide desafiar todas las formas de control de natalidad y hacer su entrada. Tenían tanto miedo de perderme que me asfixiaban. No puedo estar muy enojada con ellos por eso. Y al menos nunca tuve que preguntarme si era amada. ¿Qué hay sobre tu familia? Nunca hablas de ellos. —No hay mucho para decir. Padres eternamente casados, equilibrados, bastante no psicóticos. Tres niños espaciados exactamente por dieciocho meses. Dos perros. Casa feliz. Muy aburrido. —¿Tienes hermanos? —Sí, dos hermanas. Ambas mayores. —¿También tienen afición por la música? —preguntó ella, intentando imaginar cómo lucirían sus hermanas, quiénes eran. Y también se preguntó por sus padres. Deseó que pudiera conocerlos a todos. Quizás algún día. —No. Recibí todos los genes de percusión de la familia. —¿Tus hermanas están casadas? ¿Tienen hijos? ¿Eres tío? —Se preguntó cómo era Gabe con los niños. ¿No era que se suponía que los hombres que eran buenos eran buenos con los niños? Sus perros obviamente lo adoraban. —Aún no. Mi mama se muere por tener nietos —dijo él—. Me alegra que tenga a mis hermanas para molestarlas por eso. Ser el más joven y su único hijo varón sí tiene sus ventajas. Bajo un grifo abierto, Melanie enjuagó el acondicionador de su cabello y se volvió para enfrentarlo. —¿Podemos ir a pescar ahora? —preguntó. —El desayuno primero —dijo él.

Ella había olvidado que estaba muriendo de hambre. —De acuerdo, luego a pescar. —Pensé que no querías ir a pescar. —Pescar no podría importarme menos —admitió ella—. Pero tendremos todo el día juntos para hablar de este modo, ¿verdad? Él sonrió con una perfección que destruía los pensamientos. —Supongo que sí. Ella le envolvió el cuello con los brazos y lo besó en los labios. —El mejor plan de todos los tiempos. Ni siquiera tenemos que hacer el amor por el resto del día y estaré perfectamente satisfecha. Gabe levantó ambas manos en un intento de calmar el obvio ataque de histeria de ella. —¡Whoa! ¡Whoa! ¡Whoa! —dijo—. No nos precipitemos. Melanie salió de la tina y buscó una toalla. —También estaré perfectamente satisfecha con cualquier cosa que quieras probar, Dr. Pervertido.

Capítulo 12 Traducido por Otravaga y LizC

a cafetería era pintoresca, el tipo de lugar que una persona probablemente no visitaría si sólo estaba de paso. Los lugareños no tenían tales reparos en cuanto a la anticuada decoración y el combado toldo en el exterior. Al parecer venían por la comida, no por el ambiente. Melanie intentó no notar la sucia junta entre las baldosas de linóleo o las manchas en su tenedor.

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—Bueno, si no es Gabriel Banner —dijo su camarera. —Hola, Fiona —dijo Gabe. —¿Qué te trae a la ciudad, amorcito? —Fiona asintió hacia Melanie—. Supondría que fue la bonita dama, pero nunca antes la he visto, así que no puede ser local. —Vinimos desde Nueva Orleans sólo por los panecillos y la salsa de salchicha de tu mamá. Sabes que no puedo permanecer alejado. Ella rio y golpeó la visera de la gorra de béisbol de Gabe con su libreta de órdenes. Melanie podría haber estado celosa del evidente coqueteo de la mujer, pero tenía que estar pisando los ochenta. Melanie no podía imaginar cómo su mamá todavía era capaz de manejar la cocina de un restaurante concurrido. —No sé por qué si siquiera me molesto en tomar tu orden. ¿Qué le gustaría a tu amiga? —Fiona permanecía de pie con su bolígrafo cerniéndose sobre su libreta. —¿Qué está bueno? —preguntó Melanie, mirando el menú de una sola página en su funda de plástico amarillento. —Uh, la salsa de salchicha y los panecillos son buenos —dijo Gabe—. Nunca he probado nada más. —Él ha estado viniendo aquí desde que le llegaba a la rodilla a un armadillo —dijo Fiona—. Y siempre pide la misma cosa. Siempre. Siempre. —Creo que pediré lo mismo que él —dijo Melanie—. Espero que mi estómago pueda lidiar con toda esa grasa.

Gabe hizo una mueca de vergüenza, y Melanie se preguntó qué había dicho para provocar tal reacción en él. Él se relajó cuando Fiona simplemente se echó a reír. —Amorcito, si no puedes lidiar con un poco de grasa, estás en el restaurante equivocado. Fiona comenzó a alejarse, pero Gabe atrapó el borde de su delantal. —Mientras estás en ello, ¿podrías hacer una orden de pollo frito con guarniciones para llevar? —preguntó. —¿Van al lago? —preguntó ella. —Ése es el plan. —Lo tengo, amorcito. Tú sólo sigue sonriendo bonito para tu amiga. Melanie sonrió. Su amiga. Esperaba que él pensara en ella como algo un poco más serio que una amiga. Mientras esperaban su comida, Melanie le preguntó a Gabe sobre sus comidas favoritas, los restaurantes que le gustaba visitar, e incluso si prefería el sándwich con o sin cortezas. Él le respondió de muy buena gana, pero ella sentía que estaba entrevistándolo en lugar de tener una conversación. Él nunca ofrecía información voluntariamente. Ella se preguntó si era así con todo el mundo. La salsa y los panecillos eran para morirse y la alegró que él hubiese compartido un poco de sí mismo al traerla aquí. Pero ella comenzaba a preocuparse de estar esforzándose demasiado. ¿Sus interminables preguntas triviales lo molestaban? ¿Acaso él preferiría hablar de la teoría de cuerdas15 y el existencialismo16? ¿O sólo era del tipo decididamente silencioso? Después del desayuno y de recoger su almuerzo de picnic para más tarde, Gabe la llevó de regreso a la casa para recoger su equipo de pesca y una pareja de perros muy ansiosos. Él abrió la puerta del enorme garaje independiente y entró. Melanie lo siguió. Al igual que la casa, el garaje tenía fachada de una cabaña de madera. Melanie estaba segura de que Gabe podría meter diez autos en el amplio espacio, pero al parecer no 15

Teoría de las cuerdas: modelo fundamental de física teórica que básicamente asume que las partículas materiales son en realidad “estados vibracionales” de un objeto extendido más básico llamado “cuerda” o “filamento”. 16 Existencialismo: corriente filosófica que se centra en el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida.

era un coleccionista de autos. No obstante, era aficionado a las embarcaciones acuáticas y los vehículos recreativos. Estacionados dentro del garaje había cuatro botes en sus remolques: un bote de remos, un pequeño bote de alta velocidad, un gran bote de alta velocidad, y un pontón17. También había motos de agua, una caravana plateada más bien pequeña, varios vehículos todo terreno y una destartalada motocicleta. El hombre estaba lleno de sorpresas. —No me di cuenta de que fueses tan aficionado a las actividades al aire libre — dijo ella mientras lo veía elegir cañas de pescar del largo anaquel en una pared. —Me gustaría tener tiempo para pasar más tiempo al aire libre —dijo él—. No hay nada más relajante que sentarse en el medio de un lago con una línea afuera y nada más que hacer que pensar. Ella sabía que a él le gustaba pensar. —Tengo mis mejores ideas en el lago —dijo él—. Y contigo ahí como inspiración, estoy seguro de que mi imaginación correrá libremente. —No parece que logres pescar mucho. —El punto de pescar no es capturar un pez —dijo él. —¿No? —Demonios, no. —Tendré que aceptar tu palabra en eso. Él le entregó una caña de pescar. —¿Qué bote quieres llevar? —preguntó—. O tengo el grande atracado en el puerto deportivo. ¿Un puerto deportivo en el centro de Texas? ¿No se suponía que los puertos deportivos eran marinos, como en el océano? —Lo que sea más fácil —dijo. —El puerto deportivo entonces. ¿Trajiste un traje de baño? —No sabía que iría a nadar.

17

Pontón: embarcación hecha de acero, plástico o madera, generalmente en forma de paralelepípedo, y usado como plataforma flotante en usos diferentes: para transportar mercancías y personas, grúas flotantes, sostener puentes, o como transbordadores, balsas etc...

—Nadarás desnuda, entonces. —Espero que sea un lago privado —dijo ella. —Ni de cerca. Él tomó una caja de aparejos del garaje y cerró las puertas. La convenció de ponerse una camiseta sin mangas y shorts y luego la untó con protector solar. Él lucía sumamente bien en sus propios shorts y camiseta, pero cuando reemplazó su gorra de béisbol por un sombrero de cowboy, ella se echó a reír. Hasta que él le sonrió desde debajo del ala ancha y su corazón se aceleró. Melanie decidió que no había nada divertido en Gabe Banner con un sombrero vaquero. Con cañas de pescar, aparejos, un picnic de pollo y dos perros entusiastas a cuestas, se dirigieron hacia el lago Travis. Melanie no sabía lo qué había esperado, pero el enorme y cristalino lago rodeado de colinas y árboles superaba con creces sus expectativas. Pasaron frente a una larga fila de vehículos en la rampa de botes. —Buena decisión la del puerto deportivo —dijo Gabe. Con su primera licencia de pesca en mano, Melanie pronto estuvo sentada en el interior de la elegante lancha a motor de doce metros de Gabe. Sabía que era así de larga porque él se lo había dicho muy orgullosamente. Había asientos en la parte delantera del bote, la cual él le informó que era la proa, una cabina de mando en el centro y más asientos en la parte trasera. Gabe se subió detrás del timón y sus dos perros corretearon hacia la proa, parándose en el asiento con la lengua colgando y las orejas agitándose en la brisa mientras él dirigía el barco fuera del puerto deportivo y hacia el otro lado del gran lago. Melanie eligió un lugar más seguro en la parte trasera del barco. Al menos creyó que era seguro. Cuando Gabe aumentó la velocidad del barco y giró el timón bruscamente, un rocío de agua llovió por la borda sobre su regazo. Se puso en pie de un salto y usó las manos para escurrir el agua por sus piernas. —Lo hiciste a propósito —lo acusó. Él sólo le sonrió desde las sombras de su sombrero de cowboy. —Quizás deberías venir aquí conmigo —dijo—. ¿Quieres pilotar? Con las piernas temblorosas, ella deslizó sus pies a lo largo de la resbaladiza cubierta en su caminata hacia el asiento junto al de él. —No, gracias.

—Podría enseñarte a hacer ski acuático —dijo, asintiendo hacia otro bote que remolcaba a un esquiador detrás. El agua se alejaba en arcos del esquiador, quien parecía estar pasando un momento fabuloso yendo sobre el lago a gran velocidad. Por un minuto Melanie pensó que parecía divertido, pero luego el esquiador golpeó la estela del bote y cayó con fuerza de cara sobre la superficie del agua. Melanie decidió que el ski acuático lucía más peligroso que divertido. —Creo que pasaré —dijo—. Pensé que íbamos a pescar. —A eso vamos. Sólo estoy alardeando para impresionarte. ¿No sabes cómo son los hombres? Ella rio entre dientes. —Estaba impresionada antes de que llegáramos. Él tiró hacia atrás el acelerador para disminuir la velocidad del bote y lo dirigió hacia una tranquila ensenada en la orilla. Como el lago era un embalse, estaba rodeado en su mayoría por acantilados y salientes, pero esta ensenada escondida tenía una pequeña zona de la costa. Cuando el bote se detuvo lentamente, ambos perros saltaron inmediatamente al agua. Beau hizo un viaje alrededor del bote y luego se subió a una cornisa en la popa. Saltó dentro del bote y se sacudió el agua de su pelaje, bañando a Melanie con frías gotas. Al parecer, ella necesitaba un traje de baño aunque no planeara nadar. Lady nadó hasta llegar a la costa y subió a la orilla. —Lady, vuelve aquí —dijo Gabe, aplaudiéndole, intentado llamar su atención—. Vamos, chica. Ella permaneció en la orilla y le ladró, saltando alegremente sobre sus patas delanteras como si dijera ¡Ven y atrápame si me quieres! —Perdona a mi perra maleducada —le dijo Gabe a Melanie. —Creo que quiere jugar. —Creo que quiere volverme loco. Beau se cubrió los ojos con una pata, como si se avergonzara de las travesuras de su homóloga de pelaje oscuro. —Ve a buscar el palo, Lady —dijo Gabe, agitando su mano hacia la orilla—. Ve a buscar el palo, chica. Lady dejó de ladrar y olfateó el suelo. Desapareció en un matorral de árboles y Melanie jadeó, girando hacia Gabe. ¿Cuán disgustado estaría si su perra se perdía?

Pero él no lucía preocupado. Estudiaba la línea de árboles, los brazos cruzados sobre el pecho, con los ojos observando desde la sombra del ala de su sombrero de cowboy. Y ella tampoco tenía por qué preocuparse. Menos de un minuto después la perra apareció de nuevo en la orilla con una rama en la boca. Forcejeaba para arrastrarla hacia el agua, caminando hacia atrás y tirando cuando la rama se enredó en la maleza. Gabe se echó a reír. —Ese es un palo sumamente grande el que tienes allí. Lady eventualmente se metió en el lago y después de algunas maniobras, recogió uno de los extremos de la rama en la boca y empezó a nadar de vuelta hacia el bote. —Es realmente lista —dijo Melanie, mirando a la perra tirar de la rama por el agua. —Es la perra más terca e independiente que he tenido. —Él rio entre dientes cuando Lady intentó subir la rama al bote—. Supongo que es por eso que me robó el corazón. Bueno, Melanie supuso que eso significaba que ella sólo tendría que luchar con la perra por su corazón, porque lo quería, con marcas de dientes y todo. —Ese palo es demasiado grande, tonta —le dijo Gabe a Lady mientras estiraba su cuerpo sobre la parte trasera del barco y sacaba la rama del agua. Rompió una madera de una longitud más razonable y la lanzó hacia la orilla—. Ve a buscar el palo —le dijo a Lady. Ella le lanzó una mirada que solo podía significar, Acabo de traerte un mejor palo que esa cosita, idiota, pero se volvió en el agua y comenzó a nadar de nuevo hacia la orilla. Melanie rio. —No creo que ella esté muy impresionada con su palo, Sr. Banner. Él sonrió. —Tú eres a la que intento impresionar, ¿recuerdas? Melanie le pellizcó el trasero. —Estoy muy impresionada con tu palo. —Lo compartiré contigo más tarde. Es mejor cansar a Lady desde temprano — dijo—. Así luego puedo concentrar toda mi atención en ti. Melanie miró a su alrededor en busca de Beau, preguntándose si él quería jugar

también. Pero él ya se había estirado sobre uno de los asientos en la parte posterior de la embarcación para su siesta. Melanie decidió que el labrador dorado era más de su estilo. La perra negra ya estaba en su camino de regreso al barco, nadando en el agua como una profesional, el insignificante palo de su amo sujeto entre los dientes. Gabe tomó el palo de su perra y se lo dio a Melanie. —Tú lánzalo. Su lanzamiento fue más un fracaso. Lady lucía aburrida mientras nadaba el metro de distancia desde la embarcación para recuperarlo. —Ah, ahora definitivamente reconozco que eres una chica —dijo Gabe. —Entonces quizás debería dejarte lo del lanzamiento a ti —dijo Melanie—. Puesto que eres tan experto en el manejo de una palo. —Pero creo que necesitas práctica. —Le sonrió y bajó la cabeza para besarle la punta de la nariz, el ala de su sombrero clavándose en su frente. —Y yo creo que necesitas práctica para besar a chicas mientras llevas puesto un sombrero de cowboy. Él balanceó una mano a un lado. —La fila comienza aquí. Ella le dio un manotazo. —¿Ah, sí? —Sí, mira todas estas bellezas haciendo cola por mí. Ella miró hacia el lugar vacío a su izquierda. —Parece que tienes una fila de uno. —Por suerte, es la mejor. Se inclinó para besarla de nuevo, ladeando la cabeza para acercarse a sus labios. El insistente lloriqueo de Lady acortó su prometedor beso cuando él fue a atenderla de nuevo. Después de varias idas a buscar el palo, Lady pataleó de regreso al barco, se sacudió su empapado pelaje y se subió encima de Beau para descansar. Beau gruñó en señal de protesta cuando Lady se removió para encontrar una posición más cómoda sobre su gran cuerpo; la cual al parecer tenía que incluir poner su pata delantera debajo de la barbilla de él. Beau no se movió del lugar que había reclamado, aunque lucía bastante molesto por ser considerado la cama perruna personal de

Lady. —La calma debería durar por lo menos treinta minutos —dijo Gabe con una risita—. Quizás debería haber dejado a los perros en casa. Melanie sacudió la cabeza. —Lo están pasando genial. —Sí, ¿pero tú? —Por supuesto que sí. Siempre lo paso genial cuando estoy contigo. Con la caña de pescar en la mano, Gabe le entregó un contenedor de poliestireno sorprendentemente ligero que había comprado en el puerto cuando ella adquirió su licencia de pesca. Ella le dio una pequeña sacudida y descubrió que no estaba vacío. —¿Qué hay aquí? ¿Ensalada de col? —No creo que quieras comer eso —dijo él. Tomó su anzuelo entre dos dedos y tendió la otra mano hacia Melanie—. Pásame uno —dijo. —¿Un qué? —Un cebo. Ella sacudió la cabeza sin comprender. —Está en el contenedor. —Oh. —Ella no había estado haciéndose la tímida cuando dijo que nunca había ido de pesca; estaba totalmente desorientada. Levantó la tapa del contenedor y miró dentro. Algo pequeño y blanco se retorcía en una cama de lo que parecía ser aserrín. En una inspección más cercana, vio lo que parecían ser cientos de rollizos gusanos que se retorcían en el contenedor. Gritó y arrojó el contendor al aire, alejándose a tropezones del derrame. Gabe la miró. —¿Qué te asusta tanto? —Tu cebo está infestado de gusanos. Él rio entre dientes. —Mi cebo son los gusanos.

Ella se cubrió la boca con el dorso de su mano, su estómago agitándose. Tendría que haber dicho que no a la salsa de salchichas. —Eres toda una chica —dijo Gabe. —Pensé que ya habíamos establecido eso —murmuró ella contra su mano. Él se agachó para volver a meter las larvas que habían escapado al contenedor con la mano desnuda. —Oh, Dios mío —dijo ella, tragando saliva para mantener su desayuno donde pertenecía—. Nunca más vas a tocarme con esa mano. —Oh, por favor —dijo él, perforando con el anzuelo el cuerpo de un gusano que se retorcía—. No tienes miedo de una mosca bebé, ¿verdad? —¿Miedo? No. —Ella volvió la cabeza, incapaz de verlo añadir una segunda criatura al anzuelo—. ¿Asqueada? Mucho. —Supongo que debería haber elegido las cabezas de pescado —dijo él—. Tienes que pasar el anzuelo justo a través de los ojos, de lo contrario golpeas el hueso. Melanie se estremeció ante la imagen que sus palabras evocaron. —¿Estás tratando de hacerme vomitar? —Por supuesto que no. ¿Qué clase de idiota describiría cómo meter un anzuelo en el culo de un gusano baboso y enhebrar el metal a través del centro del cuerpo de la cosa que se retuerce? —Tú, obviamente, nunca serías esa clase de idiota —dijo ella. Él rio y se secó el sudor de la frente con el dorso de la muñeca. —Ah, bueno, no te molestaría si no fueras toda una chica. Ella lo fulminó con la mirada, pero no podía permanecer perturbada con alguien que tan obviamente estaba tratando de enojarla. Él lanzó su línea al agua con práctica soltura, giró una pequeña manivela hasta que algo hizo clic dentro de la bobina, y luego colocó el mango de la caña en un soporte en el borde de la embarcación. —Tu turno —dijo, ofreciéndole una caña. —¿Mi turno para qué? —Cebar tu gancho.

Ella se lamió los labios nerviosamente y dio un paso más hacia el contenedor de las cosas retorcidas. Tan pronto como estuvieron a la vista, ella desvió la mirada y apretó los ojos con fuerza. —¿Lo harás por mí? —preguntó—. Por favor. —Y yo que pensaba que una vez quisiste ser una entomóloga. ¿Las mariposas bebés también te asustan? —No, pero las orugas son vegetarianas. No devoran carne podrida. —Pero estos son gusanos limpios —intentó razonar con ella. No había ninguna manera de que ella tocara un gusano, mucho menos de que lo empalara en un afilado gancho de metal. —Solo te voy a ver pescar —dijo. Gabe suspiró y, compadeciéndose de ella, cebó su gancho. Luego le mostró cómo lanzar y enrollar su línea. Ella descubrió que era realmente mala lanzando, su cosita que se meneaba nunca aterrizaba a más de un par de metros junto a la embarcación, y no tenía la paciencia para dejar que la línea se estableciera sin enrollar. Así que lanzó y enrolló, lanzó y enrolló, lanzó y enrolló, perdió su cebo, y esperó a que Gabe lo reabasteciera antes de lanzar y enrollar un poco más. Gabe finalmente tomó su caña, lanzó la línea de ella diez metros a través del lago, y luego metió el mango en un soporte en lugar de devolvérsela. —Ahora viene la parte más importante de la pesca —dijo él, sentándose en un asiento que miraba hacia el frente y extendiendo el brazo sobre el respaldar. Palmeó el espacio vacío a su lado y ella se sentó. —¿Cuál es la parte más importante? —Sentarse en silencio y dejar que tu mente vague. Él le envolvió los hombros con un brazo y le dio un apretón a su brazo. El paisaje era impresionante, pero ella sólo duró unos tres minutos antes de sentirse obligada a romper el silencio. —¿Has estado pescando mucho? —preguntó. —Mmm hmm, ahora silencio. Espantarás a los peces. —No pueden posiblemente oírme desde debajo del agua —susurró ella. —Te sorprenderías.

Decidida a estar en silencio, miró su flotador de color naranja y amarillo, viéndolo sacudirse bajo el agua, subir a la superficie, y desaparecer bajo el agua otra vez. —¿Por qué está haciendo eso? —susurró para no asustar a los peces. —Probablemente porque picó algo —dijo Gabe con calma. Ella saltó hacia su caña, sacándola del soporte de un tirón y enrollando tan rápido como podía. La punta de la caña se dobló en un arco y cuanto más rápido enrollaba, más duro tiraba el pez en la dirección opuesta. Su corazón golpeaba de emoción, lo cual no tenía ni una pizca de sentido para ella; tenía a un pez al final de una línea, no un tiburón lanzándose en su barco. Cuando el pequeño pez de color verdoso se elevó de la superficie del agua, ella se volvió hacia Gabe. —Buen róbalo —dijo él, y asintió hacia el trasero de ella. —¿Qué hago con él? —Melanie hizo una mueca y se llevó frente al rostro para evitar que el pez que se agitaba salpicara el agua fangosa en sus ojos mientras luchaba por la libertad. Un sonido de unas garras vino desde la parte posterior de la embarcación. Antes que Melanie pudiera comprender que Lady iba tras su pescado, un par de patas aterrizó en su pecho, haciéndola tambalear hacia atrás. La parte posterior de sus pantorrillas golpearon algo sólido. Desequilibrada, cayó por la borda del barco y aterrizó en el lago con un estupendo chapoteo.

Capítulo 13 Traducido por Azuloni

C

on el corazón en la garganta, Gabe corrió hasta la proa y estaba listo para saltar al agua para rescatar a Melanie cuando ella salió a la superficie. Agitaba el agua con una mano y se alejaba la masa de rizos del rostro con la otra.

―¿Sabes nadar? ―gritó él, todavía preparado para saltar en su busca. ―Sí, estoy bien. ―Ella centró su atención en Lady, que estaba junto a Gabe ladrando con entusiasmo y moviendo la cola como si tratara de comenzar una ventisca―. Perra mala ―dijo, y luego se echó a reír. ―Perra muy mala ―coincidió Gabe―. Ve a acostarte. Señaló la parte posterior del barco donde Beau seguía durmiendo. Lady se negó a ser castigada. Brincó alrededor del asiento delantero y luego saltó por la borda para unirse a la diversión de Melanie. ―Perdí tu palo ―dijo Melanie mientras nadaba hacia la parte trasera del barco, donde había una cornisa y una escalera. ―Me da igual el maldito palo. Simplemente no quiero perderte. ―No te preocupes, soy una buena nadadora ―gritó ella desde el agua―. Mis padres se aseguraron de ello. Él recordó que su pequeño hermano se había ahogado, así que tenía sentido que sus padres se hubiesen asegurado de que ella pudiera nadar. En silencio, los elogió por su sobreprotección. Él también la sentía un poco. Aunque ella apestase en la pesca, esta mujer era preciosa para él. Si algo le sucedía... Se sacudió el pensamiento, sin querer siquiera pensar en la posibilidad. Lady nadó junto a Melanie, obviamente pensando que estaban en algún tipo de carrera. Lady mostró sus impresionantes habilidades como perro de agua dando vueltas alrededor de la humana. Perra loca. Gabe iba a tener que ponerle una correa si se negaba a comportarse. Después de que Melanie llegase a la parte trasera del barco y se subiera a la

plataforma de buceo, Gabe la tomó por los brazos y la arrastró a bordo. Probablemente debería haberle tomado el pelo por ser torpe y mala pescadora, pero lo único que pudo hacer fue envolverla con ambos brazos y sostener su cuerpo goteante firmemente contra el suyo. Frotó los labios contra su frente. ―Me asustaste ―murmuró―. Nunca vuelvas a caerte de mi barco de nuevo. ―Creo que deberías hablar de eso con tu perra. Él miró a la bestia en cuestión, ahora sentada en el asiento junto a Beau y dejando un enorme charco. Con la lengua entrando y saliendo de su ancha boca mientras jadeaba, Lady lo miró a los ojos, la cabeza inclinada hacia un lado como si dijera, Bueno, eso fue divertido, ¿qué viene ahora? Era realmente difícil estar enfadado con la maldita perra. ―¿Tienes una toalla? ―preguntó Melanie. Ella se apartó de él y retorció el dobladillo de su camiseta, salpicando sus pies descalzos con agua fría. ―Sí. Él la soltó, de mala gana, y sacó una toalla de un compartimento bajo uno de los bancos. ―Perdí uno de mis zapatos ―dijo Melanie, mirándose el pie descalzo. Él la envolvió en la enorme toalla de playa y luego volvió a abrazarla contra él. Oyó su línea deslizarse mientras un pez tomaba su cebo, pero lo ignoró. Su necesidad de sostener a Melanie superaba ampliamente su deseo de capturar peces. Hubo otro splash, y Gabe suspiró cuando vio una longitud de pelo negro nadando en el agua una vez más. ―Creo que algo picó ―dijo Melanie. ―Mmm hmm. ―Él la atrajo hacia sí. ―Y Lady está en el agua de nuevo. ―Sí. ―Él le frotó la espalda a través de la toalla, deseando que estuviesen solos y desnudos, entrelazados en los brazos del otro. ―Estoy bien, Gabe ―dijo ella―. De verdad. Él la besó profundamente sólo para asegurarse. Un perro muy mojado interrumpió el beso dejando caer algo frío y empapado

sobre el pie de Gabe. Asustado, porque no había forma de saber qué había sacado Lady del agua, él se apartó y miró el zapato perdido de Melanie. ―¡Encontraste mi zapato! ―gritó Melanie, cayendo de rodillas para darle una agradecida caricia a Lady detrás de las orejas―. Buena chica. ―Lady lamió el rostro de Melanie antes de que ella pudiera escapar de la amplia lengua de la perra. Melanie se limitó a reír y frotar la cabeza de Lady un poco más. Lady estaba tan satisfecha consigo misma que recogió el zapato, lo llevó a la parte trasera del barco y comenzó a morderlo. En menos de medio minuto, el bonito zapato de lona de Melanie estaba hecho pedazos. Gabe se golpeó en la frente. ―Mierda, Mel, lo siento. ¡Perra mala! Melanie rio. ―Quien lo encuentra se lo queda. Tendré que mordisquear uno de sus juguetes cuando volvamos a tu casa. Él estaba feliz de que su mujer fuese tan relajada y, bueno, agradable. Por no hablar de agradable a la vista. Cuando ella levantó la toalla para secarse el cabello, él no pudo evitar que sus ojos vagaran hacia la camiseta mojada que se pegaba de forma distractora a sus redondos pechos. ―Probablemente deberías recoger tu pez ―dijo ella, al parecer ajena al giro que los pensamientos de él habían tomado. O quizás ella creía que él necesitaba una distracción para evitar que la tirase sobre la cubierta e hiciese lo que quería con ella. Mientras ella trabajaba en sacarse parcialmente, Gabe recogió su línea, feliz de que el pez hubiera robado el cebo y escapado. Ya no tenía ánimos de pescar. Tenía ánimos de perderse en Melanie. Quizás era hora de regresar a casa. Algo húmedo lo golpeó en la parte posterior de la cabeza. Se despegó la camiseta mojada de Melanie del cuello y giró para mirarla. Estaba envuelta en la toalla, pero saber que estaba medio desnuda debajo de ella hizo cosas que formaron una carpa en la parte delantera de sus pantalones cortos. Ella se retorció debajo de la toalla, se puso en cuclillas, y luego hizo volar sus shorts hacia él. Él los atrapó en una mano. ―¿Te importaría extenderlos para que se sequen? ―preguntó ella. Él dejó caer la ropa mojada en un pequeño montón en la cubierta y dio dos pasos hacia ella.

―Gabe ―dijo ella, una mano extendida―. No me mires así. ¿Así como? ¿Cómo si quisiera devorarla entera? ¿Cómo si estuviera a punto de derribarla sobre la cubierta y follarla hasta que ella gritase su nombre? ¿Cómo la miraba, exactamente? Ella no podía esperar que él se comportara cuando sus emociones estaban altas y ella no llevaba nada excepto su sostén y ropa interior bajo una toalla. Especialmente cuando estaban en esta cala aislada que resultaba estar vacía de todo ser humano, excepto ellos dos. ―Quítate la ropa interior ―dijo él. ―Iba a dejar que se secara sobre mi cuerpo ―dijo ella. ―Sácatela. ―Se quitó el sombrero de cowboy mientras se quitaba la camiseta sin pensar. ―Gabe, no voy a sacarme la ropa interior. Él se acercó un paso más y estiró la mano hacia ella, atrayéndola hacia él. ―¿Quieres que te la arranque? Metió la mano dentro de su toalla, tomó la parte superior de su ropa interior con una mano y le dio un fuerte tirón. Ella lo miró como si estuviera en trance. ―¿Quieres? ―Él bajó la mano para que su dedo medio se deslizase en su hendidura. La boca de ella se abrió en shock. ―¿Dónde está tu osadía, Mel? ―le preguntó, la mano que tenía su ropa interior formando un puño y deteniéndose a punto de rasgar la tela―. ¿Acabas para mí en el baño del trabajo, pero no aquí? Las puntas de los dedos de ella se deslizaron hacia abajo por el vientre de él, chocándose músculos en su camino hacia el elástico en la cintura de sus shorts. ―Te enseñaré el mío si me enseñas la tuya ―susurró ella. Ella tiró del frente de sus shorts hacia abajo, rozando toda la longitud de su polla hasta que ésta saltó libre entre ellos. Ella deslizó la mano entre sus piernas hasta sostener sus pesadas bolas en su palma. Él jadeó cuando ella las masajeó suavemente. El miedo al dolor, en caso de que ella fuera un poco dura con esas partes demasiado sensibles, alimentó su excitación. Él intentó bajarle la ropa interior, pero fue inmovilizado por la sensación de la

mano de ella acariciándolo, excitándolo. Volviéndolo loco de deseo. ―No creíste que haría esto aquí, ¿verdad? ―dijo ella en esa sensual voz que usaba cuando eran traviesos por teléfono―. ¿Tocarte así? ¿Qué quisiera que me toques a mí de la misma manera? ―Gracias por estar llena de sorpresas ―dijo él en un jadeo. Ella le sonrió, cubrió su cabeza con la toalla para ocultarse el rostro y comenzó un lento descenso, dejando besos succionantes por el centro de su pecho, su vientre y más abajo. Se dejó caer de rodillas, la cabeza y la parte superior del cuerpo todavía ocultos bajo la toalla, y tomó su polla palpitante con una mano. Cuando su lengua suave y húmeda comenzó a moverse sobre la cabeza de su polla, él gimió en éxtasis. Él estiró la mano para tirar de la toalla y la arrojó a un lado, deseando mirar mientras ella chupaba y lamía su cabeza. Y sí miró, miró mientras ella lo trabajaba, miró mientras ella lo acariciaba y lo chupaba, haciéndole temblar y pulsar de necesidad. Verla arrodillada a sus pies, el brillante sol besando su hermoso rostro y sus labios se estirándose ampliamente mientras metía su polla dentro de su caliente y húmeda boca, fue finalmente su perdición. Ella chilló de sorpresa cuando él se liberó de su boca, la puso de pie de un tirón y la empujó sobre el asiento que rodeaba el casco delantero. Él tiró de su ropa interior, la boca descendiendo sobre su montículo antes de que él incluso tuviese la prenda por los tobillos. ―¡Gabe! Toma la toalla. Alguien nos verá ―dijo ella. Ella intentó cerrar las piernas sobre su cabeza, pero él las mantuvo ampliamente abiertas con sus hombros. ―Vigila ―le dijo―. Serás capaz de ver a alguien acercase mucho antes de que nos vean. Los músculos de los muslos de ella se relajaron y aferró el cuero cabelludo de él con ambas manos. ―Dios, ¿por qué esto me pone tan caliente para ti? ―susurró. Él inclinó la cabeza hacia atrás para mirarla desde su lugar entre sus muslos. Ella no mantenía ninguna vigilancia en lo absoluto. Lo miraba con ojos vidriosos. Él deseó poder verle el rostro mientras la comía, pero un hombre tenía que tener sus prioridades. Provocó su apertura con barridos de su lengua, succionó, mordisqueó y lamió su clítoris y sus labios hinchados, y luego saboreó el dulce pozo entre ellos.

Cuando el cuerpo de ella se estremeció con la liberación, él le envolvió la cintura con los brazos y levantó su culo del asiento, buscando entrada. Ella metió la mano entre sus muslos y guió a casa a su rígida polla. Él se hundió en ella, pensando vagamente que ella no podía estar muy cómoda, colgando medio afuera del asiento de esa forma, pero se sentía tan bien dentro de ella que él no pudo luchar contra el instinto de empujar. Cuando los talones de ella se clavaron en su culo para instarlo a entrar más profundo, él no pensó más en su posición. El mundo entero se desvaneció excepto su suave, resbaladiza y caliente carne. Y sus pequeños gemidos de placer. Y su mirada fija en la suya. Ella era todo lo que había y mientras él la reclamaba, moliendo sus caderas para entrar en ella tan profundamente como era posible, ella era todo lo que él quería y todo lo que necesitaba. Jadeó cuando su clímax se acercó, tomándolo por sorpresa. Movió una mano a su montículo, masajeando su clítoris con el pulgar. Quería que ella se uniera a él en el éxtasis. Siempre deberíamos acabar juntos, pensó mientras ella gritaba y su coño apretaba su polla. Su mente se quedó en blanco mientras su cuerpo se tensaba contra el de ella y él fluía en ella, no sólo físicamente (podría haber hecho eso con cualquier mujer), sino espiritual y emocionalmente. Estaba enredado dentro de Melanie Anderson, en docenas de maneras, y era un rompecabezas que él jamás quería resolver. Después de un momento, Melanie luchó por ponerse en posición vertical y Gabe se movió para que su polla ablandada se liberase de su cuerpo. Se sentó en la cubierta y la atrajo hacia su regazo, donde se sentó frente a él, su calor acurrucado contra su húmeda polla. Ella le envolvió el cuello con los brazos y hundió el rostro en su pecho. ―Dios, eso fue sexy ―murmuró. Lo había sido, él no podría negarlo, pero, ¿había sentido ella algo de la vinculación emocional o espiritual que él había sentido? Si así fue, no lo dijo, y tampoco lo hizo él. Pero la abrazó y se maravilló ante la belleza de hacer el amor con Melanie. Era tan diferente a cómo él había experimentado el sexo con otras mujeres. Incluso con novias a largo plazo a las que una vez había amado no había sido así. Nadie se comparaba a Melanie; tenía que encontrar una manera de hacerla suya. Y no sólo por un fin de semana o un mes o un año. La quería para siempre. No había manera de que él estuviese satisfecho alguna vez con alguien más después de conocer este sentimiento de plenitud. Después de tenerla a ella. ―¿Qué es ese ruido? ―dijo Melanie y levantó la cabeza. La inclinó a un lado, escuchando. Ahora que Gabe había sido bruscamente sacado de su espacio mental, él también lo oyó. No era sólo un ruido, sino una mezcla de traqueteo, mordisqueo, babosos

lameteos y engullidas. ―Lady―exclamó―. ¿Estás en la nevera portátil comiéndote nuestro almuerzo? Todos los sonidos se detuvieron bruscamente, sustituidos por el golpeteo de una cola contra la cubierta. Gabe giró y miró por encima del hombro. Sí, Lady había estado en la nevera portátil. No quedaba nada de su almuerzo, excepto migas, envoltorios y envases vacíos. La perra lucía orgullosa de su logro, el signo delator de la mayonesa de la ensalada de patatas brillando en su hocico. ―¿Estaba bueno? ―preguntó Gabe. Lady ladró y se lamió los labios. Melanie rio y enterró el rostro en su pecho una vez más. ―Es una perra realmente inteligente. ―Sí, espera hasta que yo esté completamente distraído y luego roba mi pollo frito. ―De todos modos, no tenía hambre ―dijo Melanie. ―Vayamos a casa y te llevaré a cenar afuera. Sin los perros. ―De acuerdo ―dijo ella―. Probablemente debería salir del sol. No estoy acostumbrada a él y me siento un poco recalentada. ―Yo también ―dijo él, pero el infierno ardiente dentro de él no tenía nada que ver con el sol y todo que ver con la mujer en su regazo.

Capítulo 14 Traducido por Selene, azuloni y NnancyC

ientras esperaba que Melanie se vistiera para su salida nocturna, Gabe se sentó en el porche y lanzó una pelota a través del patio. Lady la persiguió, orejas volando hacia atrás, músculos abultándose, la cola sacudiéndose mientras se lanzaba a través de la amplia expansión de hierba hacia el camino de grava. Atajó la pelota con las patas delanteras, la recogió con su babosa boca y trotó de regreso, la elegante cabeza negra en alto, orgullosa. Dejó caer la pelota en los pies de Gabe y suavemente atacó la parte trasera del cuello de Beau, intentando infructuosamente de sacarlo de su sueño junto a la cadera de Gabe en el escalón superior. Cuando toda la emoción que Lady recibió de su compañero fue un débil golpe de su pata sobre su larga y suave oreja, ella ladró.

M

—No creo que él quiera jugar —le dijo Gabe a Lady, recuperando la pelota de tenis mojada y manchada de hierba de entre sus pies y lanzándola de nuevo al otro lado del patio. Ella saltó a buscarla mientras Gabe le daba al más tranquilo de sus dos perros una efusiva rascada detrás de las orejas. La puerta detrás de él se abrió, y se volvió para mirar a Melanie. Llevaba un vestido verde del mismo tono de las motas en sus ojos avellana. Su cabello estaba apilado sobre su cabeza, la forma en que lo llevaba al trabajo, con suaves mechones rizándose contra su cuello. Wow. Su corazón dio un vuelco. —Luces hermosa —dijo, poniéndose en pie. —Gracias —dijo ella, pasando las manos sobre su falda—. Está un poco arrugada por haber sido metida bruscamente en una maleta. Honestamente, él no lo había notado. —¿Estás lista para irnos? —le preguntó él, incapaz de resistir la tentación de llevar un rizo suelto detrás de su oreja. —Sí —dijo ella y exhaló—. Uf, qué calor hace aquí. Todo lo que he oído sobre el calor de Texas en julio aparentemente es cierto. O quizás sean las medias. Levantó el dobladillo de su vestido para mostrarle la parte superior de encaje de sus medias blancas. Él tocó la correa de una liga que corría por la parte delantera del muslo de ella.

—Piedad —dijo sin aliento—. ¿Estás segura que quieres salir? —Oh, sí —dijo ella sonriéndole—. Tengo muchas ganas de ver cómo te retuerces mientras te preguntas cómo lucen mi sujetador y ropa interior a juego. Si los zapatos de tiras de siete centímetros de alto eran un indicio, él imaginaría que de seguro le provocarían una erección. —Sólo déjame entrar a los perros. —Sin apartar los ojos de Melanie gritó—. Lady, entre a la casa. Cuando la perra no hizo caso, qué sorpresa, él miró hacia el patio y la vio con sus patas en un árbol, jadeándole a una ardilla o a un pájaro o alguna otra criatura salvaje anidada en las ramas superiores. —Busca tu pelota, Lady —le ordenó—. Hora de entrar. El labrador negro lo miró, ancha lengua rosada colgando de un lado de su boca bien abierta, se apartó del árbol y puso su nariz en el suelo, rastreando la pelota, asumió Gabe. —Creo que Beau tiene la idea correcta —dijo Melanie mientras se sentaba en el escalón superior al otro lado de él. El perro malcriado gimió cuando ella le acarició el costado. Le tocó la rodilla con la pata, buscando más atención y ella rio, acariciándolo con fuerza entre las orejas como Gabe sabía que él disfrutaba. Gabe ciertamente disfrutaba cuando Melanie tenía sus manos sobre él. ¿Y ese vestido? Como si la mujer no lo distrajera lo suficiente en shorts y una camiseta sin mangas, tenía que ir y ponerse eso. Piedad. Gabe regresó a su asiento al otro lado de Beau, intentando recordar que era un caballero y que podía pasar una noche sin saltar encime de Melanie en un arrebato de lujuria incontrolable. Sí, claro. Lady regresó, chorreando baba en los escalones a sus pies cuando volvió a dejar caer la pelota recuperada. —Uno más —dijo Gabe—. Y luego tienes que entrar. Dudaba que ella obedeciera esa instrucción, pero él ansiaba llevar a Melanie a la ciudad y mostrarla, así que la diversión de Lady tendría que llegar a su fin. Gabe levantó la pelota empapada y la lanzó a través del patio. Lady corrió tras ella con alegría, golpeándola con las patas a un par de centímetros del centro. La pelota salió disparada hacia delante y rebotó hacia la carretera. Una nube de polvo se elevó en un largo rastro a la vez que un vehículo aceleraba

por el camino de grava hacia la casa. —¿Esperas a alguien? —preguntó Melanie. —No. —Él no veía muchos vehículos por aquí, pero no era del todo inusual que la gente del lugar usara esta carretera. Lady persiguió la bola más y más cerca de la carretera. La vieja y ruidosa camioneta aceleró más y más cerca de la casa. La pelota rebotó hacia la grava. Lady saltó tras ella, ajena a la camioneta que se acercaba. El corazón de Gabe se congeló y dio un salto, apenas consciente de que bajaba corriendo las escaleras y de que atravesaba el patio. —¡Lady! ¡Alto! Ella se detuvo justo antes de cruzar la carretera y lo mirada con la lengua afuera, dándole una de sus miradas que parecían hablar. Ésta parecía decir, ¿Qué? ¿Crees que soy una idiota? Él soltó un suspiro de alivio y se detuvo, volviendo la atención hacia la camioneta. Iba demasiado rápido para un camino de grava. Idiota de mierda. Cuando el oxidado vehículo pasó volando junto a su buzón al final del camino de entrada, Gabe gritó. —¡Más despacio! —Aunque no había manera de que el conductor lo oyera sobre el ruido de los neumáticos sobre la grava. Las ruedas del lado del pasajero rozaron la hierba del patio delantero de Gabe, lanzando la camioneta en la dirección contraria cuando ésta se deslizó sobre la grava suelta. El conductor intentó corregir de forma exagerada la patinada y se deslizó de vuelta hacia el patio. Gabe no tuvo tiempo para procesar lo que sucedía. Hubo un ruido sordo, un grito de dolor, un crujido y el chasquido y el spray de grava cuando el vehículo se detuvo derrapando. —Oh, Dios mío. —Oyó decir Melanie detrás de él—. ¡Lady! Fue en ese momento en que él vio la inmóvil masa de pelaje negro tumbada en el césped a varios metros de la camioneta. Gabe sabía que corría hacia Lady, pero no podía sentir sus movimientos. No podía sentir nada excepto que una innegable rabia que brotando dentro de él. Se dejó caer de rodillas junto a Lady. Sangre cubría su costado y la hierba bajo ella. Su pata delantera izquierda estaba doblada en un ángulo antinatural. Esa se puso

borrosa cuando él le apoyó una mano en la cabeza. Ella no se quejaba, no respiraba con fuerza, no se movía en absoluto. —¿Está bien? —Una voz vino desde la ventanilla abierta de la camioneta. Más allá del impacto y del dolor llegó la ira. Era la única emoción con la que Gabe podía lidiar en ese momento, así que la aceptó. Se puso de pie de un salto y se dirigió a grandes pasos hacia la camioneta. Abrió la puerta del acompañante de un tirón, se inclinó sobre el asiento roto, tomó al conductor con ambas manos y lo sacó del vehículo. Con los puños apretados en su camisa, Gabe estrelló la espalda del conductor contra un costado de la camioneta. —¿Por qué mierda conducías tan rápido? —gritó Gabe. El chico se encogió y una pizca del raciocinio de Gabe se dio cuenta de que sólo era un niño. No podía moler a golpes a un menor de edad, sin importa cuánto lo deseara. —¿Cuántos años tienes? —preguntó, porque si este chico era mayor de edad, estaba a punto de recibir la golpiza de su vida. —Q—q—quince —dijo el chico, el inconfundible olor a alcohol emanando de su boca hacia el rostro de Gabe. —Has estado bebiendo —dijo Gabe. —No, yo… Gabe lo golpeó en un lado de la cabeza. —No me mientas, mierda. Le pegaste a mi perro, pedazo de mierda. —¿Está... está muerta? El chico intentó mirar alrededor de Gabe para ver el daño que había causado, pero Gabe lo estrelló de nuevo contra la camioneta. —Si has estado bebiendo, ¿por qué mierda estás conduciendo? —gritó Gabe, los recuerdos de una horrible noche de borrachera en la escuela secundaria levantándose para perseguirlo—. Ya es bastante malo que hayas matado a un perro. ¿Y si hubiera sido un niño pequeño? ¿Serías capaz de vivir contigo mismo? ¿Y si te hubieras estrellado contra un maldito árbol? ¿Un poco de diversión borracha vale tu vida? —No fue mi intención golpearla. Tengo que llegar a casa antes de que mi abuelo se entere de que tomé su camioneta.

—¿Y su whiskey? El chico bajó la mirada. —Gabe —dijo Melanie, su voz suave y gentil a sus espaldas—. Tenemos que llevar a Lady a un veterinario. —¿A un veterinario? —Respira, pero está perdiendo mucha sangre. Creo que está entrando en shock. Gabe soltó la camiseta del chico y se volvió. Beau lamía el rostro de Lady, intentando obtener una respuesta de su parte. Melanie sostenía cerrado con las manos el corte en el costado de Lady. Con manos ensangrentadas. Maldita sea todo, allí estaba él, determinado a enseñarle una lección a un quinceañero, y su perra se desangraba. Aun así, tampoco podía permitir que el chico volviera a ponerse al volante, y sabía que eso era justo lo que la mierdita haría al segundo que estuviera fuera de su vista. Gabe se inclinó hacia la camioneta y sacó las llaves del contacto. —¿Qué estás haciendo? —preguntó el chico cuando Gabe arrojó las llaves al campo lleno de malezas al otro lado del camino. —Piensa en lo que hiciste mientras las buscas —dijo—. Y piensa cuánto peor podría haber sido. Y si después de que encuentras esas llaves, todavía piensas que es una buena idea ponerse al volante borracho, espera a que regrese para hacerte entrar en razón a los golpes. Dios, deseaba haberle quitado las llaves a Joey cuando tuvo la oportunidad. Pero no tenía tiempo para pensar en Joey en este momento. Necesitaba llevar a Lady al veterinario e intentar salvarla o, si ella no lo lograba, por lo menos evitar que sufriera más de lo necesario. Regresó corriendo a la casa y llamó al número de emergencias del veterinario. La Dra. Nelson no estaba en la oficina los sábados a la noche, pero después de la jadeante explicación de Gabe, prometió reunirse con ellos en la oficina y hacer lo que pudiera por Lady. Gabe intentó convencer a Beau de entrar a la casa, pero él se negó a moverse del lado de Lady, por lo que decidió permitir que el obstinado perro fuese con ellos. Envolvió a Lady en su camisa, la levantó cuidadosamente del suelo, y la llevó a su camioneta. Los ojos de ella se abrieron y gimoteó, su mirada marrón suplicando a Gabe mientras lo miraba. —Está bien, chica —le dijo él.

—Está asustada, Gabe —dijo Melanie—. Tú sostenla y yo conduciré. Estará más tranquila de esa manera. Él asintió, contento de que Melanie estuviese aquí con él y lo mantuviese calmado. No estaba seguro de qué hubiera hecho si ella no hubiera estado allí. Él maniobró para entrar a la camioneta con Lady acunada en su regazo. Beau se sentó a sus pies, su enorme cabeza rubia en la rodilla de Gabe mientras gimoteaba hacia Lady y le ofrecía una alentadora lamida cada cierto tiempo. El trayecto pareció extraordinariamente largo. Dio instrucciones a Melanie para llegar a la clínica, pero tenía un nudo en la garganta demasiado grande para hablar. Mientras estaban sentados en un semáforo a varias cuadras de su destino, ella le apretó el hombro y él la miró. —Estará bien —dijo Melanie—. Ten fe. Él le ofreció un medio asentimiento, pero el temblor en la carne de Lady, su lucha para respirar y el frío en su piel no le infundían mucha confianza. Él canturreó para animarla, probablemente más para su propio beneficio que el de ella, e ignoró el escozor en la parte posterior de sus ojos. Estúpida y obstinada perra, no debería haber estado jugando junto al camino. Él cerró los ojos. Maldito y estúpido dueño de la perra; no debería haberle permitido acercarse tanto. Un asistente de veterinario los recibió en la puerta y los llevó rápidamente a una sala de examen. La veterinaria llegó momentos después y comenzó a examinar a Lady. La perra estaba tranquila mientras las hábiles manos de la Dra. Nelson se movían sobre su pelaje enmarañado con sangre. Según las calmadas y sucintas instrucciones de la Dra. Nelson, el asistente colocó una mascarilla de oxígeno sobre el hocico de Lady y pronto tuvo una vía intravenosa insertada en su pata delantera; la que no había sido dañada. La doctora miró a Gabe, que los observaba trabajar con un enfermo dolor rasgando su estómago. —Intentaré salvarla —dijo la Dra. Nelson—. Su pata está rota y las costillas están fisuradas. No estoy segura de la cantidad de sangre que ha perdido. También tiene una hinchazón interna. No sabré a qué me enfrento hasta que no eche un vistazo más de cerca. Gabe asintió, sintiéndose entumecido. —Deberían ir a sentarse en la sala de espera. Les haré saber cuando sepamos más acerca de sus heridas.

Gabe asintió de nuevo, pero sus pies estaban enraizados al suelo. Una mano suave pero firme tomó su antebrazo. Él bajó la mirada para encontrar Melanie mirándolo, los ojos llenos de lágrimas. Tenía el collar de Beau agarrado firmemente en la otra mano. —Vamos, cariño —dijo ella—. Vamos a sentarnos. Antes de que me caiga, pensó él débilmente. Él permitió que Melanie lo condujera fuera de la sala de examen y hacia una sombría sala de espera. Al parecer, nadie había pensado en encender las luces. Ante la insistencia de Melanie, él se dejó caer sobre una silla de vinilo. Beau inmediatamente saltó a su regazo y se puso tan cómodo como un perro de cuarenta kilos podía estar cuando estaba hacinado en una estrecha silla ya ocupada por un par de muslos humanos. Gabe acarició las orejas de Beau. —Estás preocupado por ella también, ¿verdad, chico? —le dijo al perro. Beau gruñó y resopló, sus grandes ojos marrones fijos en la puerta. —¿Estás bien? —preguntó Melanie—. ¿Quieres algo de beber? Él asintió. Sacudió la cabeza. Tomó la mano de Melanie y tiró de ella para que sentara en la silla junto a él. Ella se sentó y sostuvo su mano. Tanto la mano de ella como la de él estaban pegajosas de sangre y su bonito vestido estaba arruinado, pero ella no estaba siendo una niña al respecto en absoluto. Era sin duda una mujer fuerte, del tipo que él necesitaba a su lado. —Odio esperar —dijo ella. —Gracias por conducir —dijo él—. Y por darte cuenta de que aún estaba viva. Pensé... pensé que estaba muerta. —Yo pensé que ibas a matar a golpes a ese chico. —Necesita que alguien lo mate a golpes. Quince años de edad y ya conduce ebrio. ¿Cómo va a ser cuando tenga veinte? Probablemente debería llamar al sheriff y enviarlo tras el chico para asegurarnos de que no se ponga al volante de nuevo. Con suerte, todavía está buscando sus llaves. Melanie rio entre dientes suavemente. —Creo que eso lo mantendrá ocupado durante un par de horas. ¿Quieres usar mi teléfono? —Lo sacó del bolso y se lo entregó a Gabe, que luchó por mantener el enorme perro en su regazo mientras marcaba al operador de emergencias. En

cuestión de minutos se aseguró de que alguien se dirigiera hacia su casa y viera cómo estaban las cosas. Sin embargo, todavía no sentía que había hecho suficiente. Había hecho más que de lo que había hecho cuando no evitó que su amigo Joey condujera borracho. Un solo momento de valentía adolescente podría haber salvado la vida de Joey. —¿Algo más te molesta? —preguntó Melanie—. Sabes que no fue tu culpa que Lady haya sido atropellada. Él sí se sentía responsable por Lady, pero eso no era todo lo que le molestaba. El único arrepentimiento en la vida de Gabe era quitarle las llaves a Joey cuando tuvo la oportunidad. Había permitido que su amigo se pusiera al volante, borracho. Gabe miró a Melanie, quien le ofreció una sonrisa alentadora. No le gustaba hablar de Joey. Pero Gabe quería compartir cosas, cosas significativas, con Melanie. Confiaba en ella. Ella le gustaba como amiga, además de como amante. Y después de cómo ella lo había apoyado esta tarde y continuaba apoyándolo, incluso podría estar enamorado de ella. Quizás se sentiría mejor si hablaba sobre el asunto de Joey. La gente con la que había crecido conocía la historia, pero él no la había compartido con nadie en los últimos años. Le dolía demasiado. —Estoy destrozado porque Lady se haya hecho daño —dijo. Eso no era mentira. El solo decirlo hacía que su pecho se constriñera y que sus ojos ardieran con lágrimas no derramadas. Era más fácil para él ahogar sus sentimientos cuando no hablaba—. Ese chico, sin embargo —dijo, la entrecortada por la emoción—. Ese maldito chico estúpido me recordó algo que sucedió cuando estaba en la escuela secundaria. Algo que terminó trágicamente. Algo que yo podría haber evitado. Ella no habló, pero lo miró expectante y le apretó la mano para tranquilizarlo. —Estábamos en la orilla del lago, un grupo de chicos de la banda y yo, pasándolo bien… riendo, hablando, escuchando música. Un par de chicos estaban bebiendo. Yo estaba… uh… intentando llamar la atención de esta chica, pero mi ortodoncia y mis rodillas huesudas tenían una extraña fuerza repelente en ella. Como la antigravedad. —Estoy segura que eras encantador —dijo Melanie con una sonrisa. —Sí, claro. —Resopló—. Uno de los otros bateristas en la banda, Joey Turner, había bebido cinco cervezas de más y dijo que quería colarse en la fiesta de los chicos populares. A la que ninguno de nosotros había sido invitado. Intentó hacer que yo fuera con él. Él no estaba en condiciones como para conducir, Mel. Estaba completamente ebrio. De otra forma ni siquiera hubiera querido colarse en la fiesta de los chicos populares. Pero yo estaba seguro de que si esta chica que me gustaba tenía otro refresco de vino o dos, comenzaría a pensar en mí como deseable. Yo

intentaba tanto ser deseable. Así que en lugar de quitarle las llaves a Joey o llevarlo, lo dejé ir. Lo dejé meterse en ese maldito auto y conducir. Chocó contra un árbol a casi tres kilómetros de distancia. —Gabe miró a Melanie, buscando su reacción—. Él no tenía que morir, Mel. Los ojos de ella relucieron con lágrimas que destellaban en la habitación poco iluminada, y se succionó un lado de su labio inferior en su boca, mordisqueándolo. Después de un momento, liberó un suspiro. —Nunca sé que decir en momentos como estos —dijo, un nudo en su voz—. En esa situación, estoy segura de que yo también me sentiría culpable. Aunque él tomó la decisión de ponerse tras el volante, y no es realmente tu culpa, estoy segura que debe sentirse que es así. —Inhaló—. Dije lo incorrecto, ¿verdad? —No. Decirme que no fue mi culpa, que no debería sentirme mal por eso, no cambiará la forma en que me siento. Me alegra que entiendas por qué es insoportable para mí. —Si entiendo. Creo que ese por eso que intento con tanta fuerza mantener a Nikki fuera de problemas. Por su beneficio, sí. Pero también por el mío. Para que no tenga que sentirme culpable si algo malo le sucede. Es horrible, ¿verdad? Egoísta y… —Echó un vistazo a la puerta de la sala de espera—. Lo lamento. No debería estar hablando de mí en absoluto en este momento. No después de todo lo que has atravesado hoy. Su mano se estiró hacia la mandíbula de él, pero la apartó y miró con horror la superficie manchada de rojo. —Voy a ir a usar el baño muy rápido. ¿Estarás bien por tu cuenta por unos cuantos minutos? Él rio por lo bajo, afectado por su innecesaria preocupación. —Estaré bien. Soy más rudo de lo que parezco. Ella miró especulativamente los tatuajes en el lado de su cabeza. —En cierta forma, lo dudo. Después de que ella se fue, él miró en sus manos y también en sus ropas. Fue a lavarse en el baño para hombres, dejando a Beau descansar en el piso de la sala de espera. La camisa en la que había envuelto a Lady estaba completamente arruinada, así que en lugar de ponérsela de vuelta, la arrojó a la basura. Se lavó las manos y el vientre en el pequeño lavabo de porcelana, pero ninguna cantidad de limpieza de sus jeans con una toalla de papel húmeda redujo las manchas.

Cuando regresó a la sala de espera, Melanie le sonrió. Al menos eso creía. Era difícil ver su rostro alrededor del gigante perro amarillo en su regazo. Gabe se inclinó sobre la bestia para robarle un beso a su dama, y una gran lengua babosa les mojó la parte baja de los mentones en una serie de entusiastas lamidas. Melanie se apartó, riendo. —Guarda esos besos para Lady, grandote —dijo, rascando a Beau detrás de las orejas—. Va a necesitarlos. Gabe limpió la baba de perro de su propia barbilla con la parte posterior de su muñeca y tomó el asiento vacío al lado de Melanie. —No puedo sentir las piernas —dijo ella. —Beau —dijo Gabe—. Bájate. El perro gruñó y luego saltó hacia el piso y se recostó a los pies de Gabe, quieto como una piedra. Apoyó la cabeza en sus patas frontales y volvió una mirada vigilante a la puerta. —Aw, la extraña, ¿no? —dijo Melanie—. ¿Conseguiste los dos perros al mismo tiempo? Gabe sacudió la cabeza. —Beau es cinco años mayor que Lady; ella sólo tiene dos años. Todavía es una cachorra, en realidad. Tuve otro labrador antes de ella. Un hembra hermosa de color chocolate llamada Sweetie. Era la perra más dócil y encantadora que jamás conocí. Beau aún llora por ella, ¿no es cierto, grandote? Beau sopló de forma que sus carrillos de sacudieran. —¿Murió? —preguntó Melanie. Gabe asintió, su corazón contrayéndose en su pecho una vez más. —Se enredó con un cerdo salvaje. —Lo siento, Gabe. Puedo decir que tus perros significan mucho para ti. —¿Tan transparente soy? Ella sonrió. —Quizás un poquito. Beau de repente se paró de un salto y miró la puerta intensamente. Un momento después, la veterinaria entró en la sala. Su sonrisa tranquilizadora hizo cosas

asombrosas para reducir el nivel de ansiedad de Gabe. —Lady debería superarlo —dijo la Dra. Nelson—. Su hígado está hinchado, así que voy a mantenerla aquí al menos durante la noche. Veremos cómo se siente mañana. Su costado necesitó suturas debido a la larga laceración y su pata delantera ha sido acomodada. Estará con una escayola por varias semanas. No vi ninguna señal de traumatismo en el cuello o cráneo, pero definitivamente estará dolorida por una semana o más. Una semana durante la cual Gabe tenía que estar en la carretera con la banda, pero asintió. —¿Puedo verla? —Por unos pocos minutos. Está sedada, así que no sabrá que estás aquí. Lady estaba dormida en la mesa de examen, el pelaje rasurado en su costado y docenas de puntos a lo largo de la longitud de su piel oscura. El asistente estaba envolviendo la pata en gasa para su escayola. Gabe acarició las suaves orejas de Lady y le dijo que fuera una buena perra, aunque decidió que ella podía masticar tantos zapatos y robar tanto pollo frito como quisiera si superaba su calvario. Él ni siquiera le gritaría.

Capítulo 15 Traducido por Vanehz

n el camino de regreso al rancho de Gabe, Melanie revisó su móvil por mensajes. No había recibido una sola llamada, email o mensaje de texto de Nikki en las últimas veinticuatro horas. A Melanie le hubiera gustado creer que su amiga finalmente había descubierto el tacto y había permitido que Melanie disfrutara de su fin de semana con Gabe sin molestarla, pero conocía a Nikki mejor que eso. O bien Nikki estaba divirtiéndose demasiado para molestarse en comunicarse (poco probable, ya que se divertía tanto que le gustaba alardear) o algo iba mal. Muy mal. Miedo se instaló en el estómago de Melanie, y no pudo sacárselo. Le envió un mensaje de texto a Nikki, pidiéndole que por favor se pusiera en contacto porque comenzaba a preocuparse. Melanie esperó ansiosamente la respuesta de tono sabelotodo, pero los segundos se convirtieron en minutos y su mensaje estaba marcado como enviado, pero no leído. Quizás Nikki había olvidado cargar su móvil. Aunque no era probable. Nikki podría olvidar pagar sus cuentas o llenar su auto con gasolina, pero nunca olvidaba cargar su móvil.

E

—¿Todo bien? —preguntó Gabe. Melanie espió alrededor de Beau, que compartía su asiento. Bueno, compartir no era el fuerte del perro. Acaparaba el asiento. —No lo sé. Realmente estoy comenzando a preocuparme por Nikki. No es normal que no me moleste por tanto tiempo. —Quizás solo está pasándola bien en Nueva Orleans. —Él le sonrió de forma reconfortante—. Es fácil perder la noción del tiempo en Big Easy. Melanie rogó que él tuviera razón. Rogó que Nikki estuviera bien. —Regresaremos a Nueva Orleans pasado mañana —le recordó él—. Te mostraré a qué me refiero entonces. —¿Qué harás con Lady mientras estés en la carretera? El ceño de él se frunció. —Pensaré en algo. Los chicos siguen trayendo a sus mujeres al bus… seguramente

no protestarán si traigo a mi propia Dama18. —Pero tengo que trabajar el lunes. —Desafortunadamente. Amaría pasar más tiempo con Gabe. Demonios, amaría pasar todo su tiempo con Gabe. Pero ella tenía una vida en Kansas. Y no la extrañaba en lo absoluto. —Me refería a la perra. Oh. Así que era allí donde estaba su lealtad. Ella frunció el ceño. —También desearía que pudieras viajar conmigo —dijo él precipitadamente—. ¿Tienes días de vacaciones reservados? Ella se sintió marginalmente mejor. Muy marginalmente. —Muy pocos. —¿Podría interesarte en desperdiciarlo todo conmigo? Ella estiró el cuello para intentar ver alrededor de la bola de pelo jadeante de cuarenta kilos que babeando sobre el tablero. ¿A los perros no les gustaba sentarse junto a la ventana? Aparentemente, éste prefería la vista central con el aire acondicionado soplando frío contra su garganta. —Podría —dijo. —Podrías unirte a la gira por un par de días, lo cual no es muy agradable una vez que la novedad se gasta. Ella no podía decir si él intentaba disuadirla de unirse a la gira o si sinceramente pensaba que ella no disfrutaría ir en el bus con él. —O puedes visitarme en mi casa de nuevo. Usualmente es calmado y pacífico. Hoy simplemente ha sido un día del Infierno. A pesar de la emergencia con Lady, Melanie tenía que admitir que le gustaba ser parte de su vida diaria. Amaba su casa. Amaba sus perros. Amaba… Bien, no quería adelantarse con pensamientos como esos. —O —dijo él—. Podemos ir a alguna otra parte, sólo nosotros dos, y tener unas verdaderas vacaciones. —¿Cómo en dónde? —preguntó ella. Rara vez salía de Kansas. Siempre había querido viajar, pero nunca encontraba tiempo o un individuo similar que quisiera

18

N. de T.: juego de palabras con Lady, que significa “dama”.

viajar con ella. —Donde quieras. Tú eliges. Nuestra última opción sería pasar el rato en tu casa por unos días. Ella hizo una mueca. Ahora eso no sonaba divertido. —Creo que sería divertido ir a un lugar único. —¿Hablas de único como Las Bahamas o único como la Antártida? Ella instantáneamente supo dónde quería ir. El lugar que había soñado visitar desde que había visto la película Gladiador. —¿Qué hay de único como Roma? Él hizo un sonido de interés… un breve mmm. —Nunca he estado en Roma —dijo—. Roma será. ¿En serio? ¿Realmente ella iba a vivir su sueño de ver el Coliseo junto a Gabe? Si una pared de pelaje beige no los hubiera separado, lo habría abrazado. —Pero eso tendrá que esperar a que la gira termine —dijo él—. No tengo suficiente tiempo libre entre conciertos para tener unas vacaciones apropiadas. —¿Cuándo termina el tour? —preguntó ella. —Noviembre. —¿Noviembre? —Ella frunció el ceño—. ¿No podré verte hasta noviembre? —Esto de salir con una estrella de rock que estaba de gira era un reto que ella esperaba poder superar. Sólo estar lejos de él por cinco días había sido una tortura. ¿Cómo sería no poder verlo por semanas o meses? Se volvería loca. —Nos veremos —dijo él—. Solo que en pequeñas dosis. Podrías descubrir que es con todo de mí con lo que puedes lidiar de una sola vez. —Gabriel Banner, quiero comerte todo. Créeme, puedo manejar estar contigo por largos períodos de tiempo. Él rio entre dientes y salió de la carretera hacia el camino de tierra que conducía a su casa. Cuando se detuvieron en su camino de entrada, lo primero que Melanie notó fue que la destartalada camioneta ya no estaba estacionada al lado del camino. —Espero por Dios que ese pequeño bastardo no encontrara esas llaves y

condujera —dijo Gabe—. Debería habérmelas guardado en el bolsillo. Melanie abrió la puerta e instó a la enorme forma de Beau a salir de la camioneta para poder de hecho interactuar con el hombre que estaba obviamente disgustado. —No te culpes, cariño. Primero tenías que cuidar a Lady. No había tiempo para asegurarse de que ese chico hiciera lo que era responsable. Hiciste lo que pudiste bajo las circunstancias. Incluso llamaste a la policía. Gabe no la miró. En su lugar dejó caer el rostro a sus manos y se frotó los ojos. —Amo a mi perra y todo, significa el mundo para mí, pero… —exhaló pesadamente y dejó caer sus manos para tomar el pomo de la puerta. Ella atrapó su brazo antes de que él pudiera escapar. —Puedes hablar conmigo, Gabe. Quiero que hables conmigo. Sea lo que sea, puedes decírmelo ¿De acuerdo? —¿Puedo decirte que realmente necesitas una ducha? Hueles a perro. Ella lo dejó escapar, por ahora, poniéndole los ojos en blanco y ofreciéndole una media sonrisa. Él se lo diría cuando estuviera listo. Eso esperaba. Realmente quería construir una relación con él y eso no podía suceder si él no confiaba en ella todo sus problemas. Demonios, ella tenía a Nikki como mejor amiga. Si no podía lidiar con los problemas de Gabe, nadie podía. —Podría ser tentada a tomar una ducha —dijo, repentinamente consciente de la sangre seca en su vestido. Las piernas de los jeans de Gabe también estaban cubiertas de sangre—. Si te unes a mí. —Melanie Anderson, estoy comenzando a creer que sólo tienes una cosa en la cabeza. —Si piensas que es verte desnudo —dijo ella con vehemencia y luego sonrió—. Soy culpable. Honestamente no quería bañarse con él sólo para verlo desnudo; quería que bajara sus defensas. Quería enredarse en más que sus brazos. Alma desnuda, corazón expuesto, quería todo de él. Él se abría cuando hacía el amor; eso era lo que había sellado el trato para ella. Eso era lo que la hacía regresar por más y más, esos breves vistazos que él usualmente intentaba ocultar tras esos tatuajes y ese mohawk de treinta centímetros de altura. Esperaba un día no tener que seducirlo para que le abriera su corazón, pero por ahora se contentaría con lo que funcionaba.

Él se inclinó sobre el asiento y reclamó su boca en un beso suave y amoroso que hizo volar el corazón de ella. —Gracias por ser maravillosa —dijo él, levantando una mano para colocar un rizo detrás de la oreja de ella. Ella volvió el rostro para besarle la palma y sintió un fuerte olor a perro en su mano. Arrugó la nariz. —Acerca de esa ducha —dijo. Él rio, bajó de la camioneta de un salto y la tomó por la cintura, tirando de ella hacia afuera a través de la puerta del conductor. Él cerró la puerta de un golpe y la cargó hacia la casa, obteniendo un buen vistazo de sus medias y sus muslos a la vez que su falda se deslizaba hasta la cintura. Ella no se molestó en ponerse presentable. —Luce bien, Señorita Melanie. Ella le envolvió el cuello con los brazos y enterró la nariz en su garganta. Su cuello no olía a perro en absoluto. Olía a Gabe. Se acercó más e inhaló. —¡Beau! —llamó Gabe cuando alcanzaron el porche. Ella levantó la cabeza para buscar al perro y lo vio olisqueando el punto donde Lady había yacido en el césped después de haber sido golpeada. —Vamos, chico. Vamos adentro donde está fresco. El perro le dio a Gabe una mirada taciturna y se acostó en el césped, el mentón apoyado en sus grandes patas. —La traeremos a casa tan pronto esté mejor, amigo. Vamos. Beau ignoró a su amo. Gabe suspiró, caminó hasta el porche y colocó Melanie sobre sus pies. —Tendré que ir por él. Puedes comenzar con esa ducha —sugirió. Melanie asintió, pero no hizo ningún movimiento para entrar en la casa. Miró a Gabe cruzar el jardín y dejarse caer junto a su perro. No podía oír qué le decía mientras acariciaba las aterciopeladas orejas de Beau, pero después de un momento, el perro se puso de pie y recogió la pelota dejada por Lady de la cuneta. Gabe se puso de pie y esperó a que Beau regresara a él y caminaron juntos hacia la casa. Melanie no sabía por qué los encontraba a ambos tan conmovedores. Nunca había tenido un perro, así que encontraba la obvia conexión entre hombre y bestia difícil de

comprender. Obviamente Beau no sabía qué le decía, pero el tono de la voz de Gabe y su mano relajante, de alguna forma, habían llegado al animal. Ella probablemente sólo hubiera tomado al perro por el collar y lo hubiera arrastrado a la casa. O lo hubiera regalado por desobedecer. La forma de Gabe era mejor. Mucho mejor. Qué hombre tan extraordinario. El rostro de él se iluminó y sus labios se estiraron en una sonrisa cuando notó que ella lo observaba, pero sus ojos estaban ocultos bajo la sombra de la gorra de beisbol. Sin embargo, ella sintió sus ojos en ella. Sintió una conexión entre ellos que no pudo explicar. Estaba metida muy profundamente por este tipo y encontró maravilloso, increíble y aterrador el darse cuenta de eso.

Capítulo 16 Traducido por Otravaga

elanie lucía condenadamente hermosa de pie en su porche con la luz del sol poniente haciendo brillar su piel. Él dudaba de que ella se diera cuenta de lo feliz que estaba de tenerla aquí con él, sólo ellos dos en casa, o cuanto apreciaba su ayuda con Lady. Si Melanie no hubiese estado allí, él probablemente habría estado demasiado ocupado perdiendo la cabeza por el conductor ebrio adolescente para darse cuenta de que su perra necesitaba atención médica y no un agujero en el suelo.

M

También se sentía mal por Beau. El perro nunca había sido tan cercano a Lady como lo había sido con Sweetie. Era como si Beau temiese apegarse demasiado a otra compañera. ¿Podía un perro tener el corazón roto? Gabe conocía a uno que sí. Beau todavía tenía uno. El perro se preocupaba por Lady y había engendrado a su primera camada de cachorros, pero había amado a Sweetie. Gabe siempre había creído que había un verdadero amor para todo el mundo, incluso su condenado perro, y que un hombre podía amar a muchas mujeres en su vida, pero no como amaba a su indicada. Mientras Melanie esperaba a que él se reuniera con ella en el porche, él se preguntó si ella era la suya. Su indicada. ¿Un hombre se daba cuenta de ese tipo de cosas de inmediato, o le tomaba un tiempo al sentimiento para desarrollarse? ¿Un hombre elegía a su indicada o estaba escrito en las estrellas? Él nunca había considerado este tipo de cosas antes y se preguntó por qué esta mujer en particular ponía estos extraños pensamientos en su cabeza. Era hora de desnudarla, para que él pudiera pensar en algo menos aterradoramente trascendental que Melanie como un elemento permanente en su vida. —Pensé que ya estarías desnuda —dijo. —Sólo admiraba la vista —dijo ella. Él miró sobre el hombro la espectacular puesta de sol detrás de él. Un globo rojo anaranjado oscilaba justo sobre el horizonte y lanzaba vetas color rosa, violeta y verde a través de las nubes. El cielo azul brillante sobre las nubes había comenzado a oscurecerse al cobalto. —Ésa es una hermosa puesta de sol —coincidió él. —¿Qué puesta de sol? —dijo ella con una risa—. Estaba comiéndote con los ojos.

Él se quitó la gorra, alisó con una mano la franja de cabello largo en el centro de su cuero cabelludo y dejó caer la gorra de nuevo en su cabeza. Su rostro se sentía inusualmente caliente. ¿Se estaba sonrojando? Santo Dios, ¿adónde iba a parar el mundo? —¿No preferirías comerme con los ojos mientras estoy desnudo y mojado? Ella estiró la mano para tomar la suya, la agarró firmemente en la propia y tiró de él hacia la puerta principal. —Buena idea. Beau los siguió a la casa y ocupó su lugar habitual en la alfombra cerca del umbral. Mordisqueó la pelota de Lady e ignoró completamente a los humanos que ya estaban manoseándose el uno al otro como un par de animales. Gabe atrajo a Melanie contra sí, presionando con fuerza los suaves senos de ella contra su pecho desnudo. Sus emociones eran una mezcla de alegría y confusión, esperanza y desesperación, y no podía aferrarse firmemente a ninguna. Es por eso que necesitaba una distracción. Sonrió cuando las manos de ella encontraron su trasero y le dieron a ambas nalgas un juguetón apretón. Ella inclinó el rostro hacia arriba y dejó un rastro de dulces besos ligeros bajo su mandíbula. Al parecer, ella también estaba lista para una distracción. Él bajó la cremallera en la parte posterior de su vestido, tan apenado de que estuviese arruinado pero feliz de que fuese fácil de quitar para poder exponer su belleza y tocar la suave y tibia piel de su pequeña Melanie. Sí, suya. Ella tenía que ser suya. Ella movió los hombros hasta que los tirantes del vestido cayeron, dejándolo caer al suelo y levantando los brazos para frotarle el pecho desnudo con las manos. Ella lucía devastadoramente sexy en su portaligas, medias hasta el muslo, sujetador y ropa interior de encaje blanco, pero nada material podía igualar la belleza de lo que estaba oculto debajo. Cuando ella levantó los brazos para quitar la pinza de su cabello y dejar que la gloriosa masa cayera sobre sus hombros, Gabe gimió en señal de aprobación. Él pasó la mano detrás de ella y presionó el broche del sujetador en su espalda antes de apartar los tirantes de sus hombros para liberar sus hermosos pechos a sus ojos ansiosos. Ella bajó los brazos y permitió que su sujetador se uniera a su vestido en el suelo. Las puntas de los dedos de ella se deslizaron por tembloroso vientre de él, chocando levemente contra los duros contornos de su cuerpo. Hizo una pausa para frotar el piercing de barra en su pezón con el pulgar, mirándolo a los ojos y

trabajando su carne sensible hasta que estuvo dura y dolorida bajo su contacto. Cuando él gimió, ella se inclinó para besarle el pecho, los labios rozando el tatuaje del lobo en un lado y el del puma en el otro. Su aliento era cálido y húmedo contra la piel sobre su corazón mientras lo besaba entre sus manos extendidas. Se detuvo de improviso y olfateó vacilante su mano. Hizo una mueca y se apartó bruscamente. —Oh qué asco, huelo a perro —dijo ella—. Continuemos esto en la ducha. Ella deslizó el portaligas, tanga de encaje y sus medias por sus piernas, dejando el resto de su ropa y sus zapatos en un enredo en el suelo de la sala de estar. Enmudecido por la visión de su glorioso cuerpo desnudo corriendo a través de su casa hacia el dormitorio, Gabe no parpadeó hasta que ella estuvo completamente fuera de su vista. Él se quitó la ropa donde estaba, desde la gorra hasta las zapatillas, y siguió a Melanie a su dormitorio. Oyó el chorro de agua y el “¿Qué demonios?” de Melanie haciendo eco en los azulejos del baño. Supuso que ella acababa de descubrir que él no tenía una cotidiana ducha promedio. La suya era una ducha diseñada para una limpieza a fondo. Y si uno estaba inclinado a utilizar los cabezales de ducha provechosamente, un efecto adicional de placer. La observó esquivar el chorro de agua que rociaba su trasero en favor del flujo por encima de su cabeza que utilizó para humedecer su piel mientras hacía espuma con el jabón. La mayoría de los cabezales estaban cerrados. ¿Cómo respondería al ser rociada desde todas direcciones? Sonrió, sabiendo lo aventurera que ella podía ser ante el menor estímulo, y abrió la puerta de cristal de la ducha para unirse a ella. Ella inmediatamente fue tras él con el jabón. —Tú también hueles a perro —dijo, y luego asintió hacia una de las paredes de cabezales—. ¿Qué hay con toda esa fontanería? Es como un lavado de autos aquí adentro. —¿Te gustaría una demostración? —preguntó él. Ella miró con cautela los accesorios de plata pulida. —No estoy segura.

Él la tomó por los hombros y, juzgando la mejor ubicación, la movió hacia atrás unos cuantos pasos. —Párate justo ahí —dijo, dándole un beso de aliento en la mejilla—. Separa los pies. —¿Para mantener el equilibrio? Él rio entre dientes. —Si eso es lo que quieres creer. Ella respiró hondo y separó los pies. —Un poco más. Ella obedeció sin dudar. A él le encantaba la forma en que ella confiaba en él tan plenamente con su cuerpo. Comenzó a abrir los cabezales y las ajustó para rociar agua sobre las zonas erógenas de ella desde múltiples direcciones. Se concentró en sus pechos primero; dirigiendo unos cuantos cabezales para que cada pezón fuese estimulado desde un costado, desde arriba y desde abajo. Ella suspiró de placer, contoneándose ligeramente para mover sus rígidos pezones dentro y fuera del rocío caliente. Él colocó varios cabezales para masajearle los hombros y la parte baja de la espalda con fuertes ráfagas pulsantes. Tuvo chorros adicionales estimulando la parte de atrás de sus rodillas y luego finalmente abrió un spray particularmente vigoroso para que le diera en el trasero. Ella jadeó y se inclinó hacia adelante, abriéndose al placer. También le dio una vista espectacular del resbaladizo e hinchado coño entre sus muslos. Uno que tenía muchas ganas de investigar a un nivel más personal. Pero primero... Él retiro la ducha de mano de la pared, lo abrió y se lo entregó. —¿Para qué es esto? —preguntó ella. Él giró el cabezal de la ducha y éste comenzó a pulsar. —Creo que lo averiguarás —dijo. Él retrocedió para pararse cerca de la puerta, la única superficie de la ducha que no estaba cubierta de instalaciones, y se limitó a mirarla. Su piel estaba resbaladiza por el agua y rosada por la estimulación. Su largo cabello estaba casi negro al estar mojado y le colgaba en ondas lacias, pegándose a sus hombros, su espalda y pechos como las pinceladas de un admirado artista. Cuando ella dirigió el rociador de mano entre sus muslos y comenzó a gemir de placer, le habría encantado simplemente

continuar mirando, pero sinceramente no tenía la fuerza de voluntad para mantener sus manos fuera de ella por otro instante. Se acercó a ella por detrás, el chorro de agua que había estado rociando el trasero de ella golpeándolo en el muslo. Era en momentos como éste que deseaba ser varios centímetros más bajo. Él tomó sus pechos en las manos y los masajeó para que sus pezones entraran y salieran del rocío en ciclos que la hicieron gemir de placer. El rociador que ella dirigía entre sus piernas golpeó la punta de su polla, y se estremeció. Mierda, estaba duro. No pudo evitar frotar su polla contra el dulce y resbaloso calor que lo atraía a entrar. Ella se inclinó hacia adelante y giró las caderas, frotándose contra él, animándolo a tomarla, reclamarla, hacerla suya. Él dobló las rodillas y metió la cabeza de su polla dentro de ella, lanzándose hacia adelante, tomando lo que quería. —Sí, Gabe —dijo ella, usando el rociador de mano contra su clítoris, donde se unían sus cuerpos y contra sus pesadas bolas. Él sonrió para sí, feliz de que ella fuese sexualmente genial. Su pareja perfecta. Por desgracia, las baldosas del suelo de la ducha probaron ser un poco demasiado resbalosas para conseguir el apalancamiento que necesitaba para empujar correctamente. Le volvió contra la pared, su bien ubicado flujo de agua ya no la golpeaba en todos los lugares a los que él los había dirigido. Sin embargo, ella todavía tenía el masajeador de mano, y lo utilizó para llevarse rápidamente al orgasmo mientras Gabe la llenaba por detrás y le apretaba los pezones entre los dedos. Sus gritos de éxtasis hicieron eco en los azulejos mientras su coño convulsionaba alrededor de su polla en movimiento. En su excitación, ella dejó caer el rociador que había estado haciendo cosas enloquecedoramente encantadoras en sus bolas. Temblando intermitentemente, Melanie se quedó inerte y casi hizo que Gabe resbalara a su muerte en el duro suelo de baldosas mientras intentaba mantenerla de pie. Su polla saltó libre de su cuerpo, todavía dura como el granito y lejos de haber terminado. —Creo que deberíamos llevar esto al dormitorio —dijo él. Apoyada contra la pared, Melanie asintió, los ojos cerrados, el cuerpo todavía temblando por su orgasmo.

Cerró el grifo y salió de la ducha. Ella lo siguió con las piernas temblorosas y se estiró por una toalla, pero él le tomó la mano. —No hay tiempo para eso —dijo, levantándola en sus brazos para llevarla a su cama.

Capítulo 17 Traducido por azulmort

ara un hombre tan decidido a meterla en su cama, Gabe seguro se estaba tomando todo su tiempo para ponerse manos a la obra.

P

Ahora que el sol se había puesto, la habitación estaba a oscuras excepto por una única lámpara brillando sobre una mesa de noche al otro lado de la habitación, cerca de donde Gabe estaba parado de espaldas a ella. Estaba clasificando artilugios dentro de su gran armario. Melanie miraba, admirando el fénix tatuado en su espalda. Admirando su firme culo. Admirando sus largas y musculosas piernas y sus enormes pies que tenían una relación en tamaño con lo que tenía entre las piernas. Pero incluso mirar con admiración su espalda perdía su atractivo después de diez minutos de espera. ―Gabe ―dijo ella cuando no pudo soportar otro momento más tendida allí sin él―. Está terriblemente solitario aquí. Desde el armario llegaron una serie de extraños clics y luego algo que sonaba como un martillo neumático golpeando contra una lata. Una cinta chilló, engranajes rechinaron y Gabe golpeó algo dentro del armario fuera de su línea de visión. El sonido murió con un ruido metálico. Ella sinceramente esperaba que él no estuviera pensando en probar eso, fuera lo que eso fuera, en ella. Sonaba como una máquina muriendo mil muertes dolorosas. ―Mierda ―dijo él. Se frotó el rostro con ambas manos y se volvió ligeramente para mirarla―. No creo que esté completamente listo. Ella miró su casi flácida polla y tuvo que coincidir. ―Quizás sea porque has estado parado allí todo el tiempo, mientras que yo he estado aquí por demasiado tiempo. Él frunció el ceño y luego siguió la mirada de ella hacia su polla. ―No eso. Eso funciona muy bien, gracias ―dijo―. El nuevo invento en el que he estado trabajando. No creo que deba usarlo en alguien que me importe. Temo que pueda follarte hasta la muerte. Melanie no estaba lista para morir, ni siquiera follando.

―Tus inventos son espectaculares, cariño, pero quizás puedas darle a Gabe, sin equipamiento, una oportunidad. Ella agitó las cejas hacia él, esperanza floreciendo en su pecho. Eso era lo que ella realmente quería. No a la estrella de rock. No al inventor pervertido. Lo quería a él, sólo a él, abierto y expuesto. De la forma en que dudaba que muchas mujeres lo hubieran visto. Él le dio la espalda y cerró de un golpe la puerta del armario, claramente frustrado. ―Este fin de semana ha sido un desastre tras otro ―gruñó y golpeó las manos contra sus caderas mientras intentaba abrir un agujero en la pared con la mirada. ―Ha sido la vida, bebé ―dijo Melanie―. Eso es todo. ―Quería que todo fuera perfecto para ti. ―Este fin de semana ha sido perfecto. Él gruñó. ―Difícilmente. ―Lo ha sido ―insistió ella y se sentó en la cama―. Porque pude pasarlo contigo. Él se volvió para mirarla. Y no una mirada superficial. La miró abiertamente, como si intentara retener cada milímetro de ella en su memoria. ―¿Me vas a mirar toda la noche o vas a unirte a mí en esta cama? ―preguntó ella, dándole palmadas al colchón junto a ella. Él se volvió hacia el armario y abrió la puerta una vez más. ―Creo que tengo algo aquí... Ella gruñó y luego saltó del colchón, cruzó la habitación y le arrancó un dispositivo de la mano. Lo tiró en el gabinete y cerró las puertas con un golpe, apoyando la espalda contra ellas para evitar que él jugueteara con otra cosa. ―Gabe ―dijo. ―De acuerdo ―dijo él―. Si es lo que quieres. ―Es a quien quiero ―lo corrigió ella. ―Pero no acabarás tan fuerte como lo harías si usáramos… Ella levantó la mano y cubrió sus labios con un dedo.

―Creo que yo debería ser la jueza de la intensidad de mis orgasmos ―dijo. Además, cuando él usaba uno de sus aparatos, se concentraba en hacerla acabar lo más rápido posible, una y otra vez hasta que ella no se podía mover. Lo que, tenía que reconocer, era bueno, pero ella nunca llegaba a apreciar la parte más tierna de hacer el amor. La parte en que ella lo sentía a él (a él, el hombre) más profundo dentro de ella de lo que su impresionante polla, incluso con suplementos, jamás podría alcanzar. Le tomó la mano y lo llevó a la cama. Podía sentir su resistencia, casi renuencia. ¿No la deseaba? ―¿Mis inventos te hacen sentir extraña? ―preguntó él―. Entiendo si es así. ―No. No me hacen sentir extraña en lo absoluto ―dijo―. De hecho, mañana quiero que me muestres todo lo que hay en ese gabinete… ―¿Y en el sótano? ―Sí, y en el sótano. ―¿Y en el garaje? Ella esperaba que su inquietud no se notara. Temía que su coño nunca fuera el mismo si le daba a él rienda suelta para que usara todos sus aparatos. ―Sí, el garaje también, pero esta noche… ―¿Qué hay del cobertizo? ¿Y el granero? Ella tragó y asintió. ―¿Y el ático? ―Santo Dios Gabe, ¿cuántos malditos inventos has diseñado? Él rio. ―Todos los buenos están ahí ―dijo y señaló el armario con el pulgar. ―A veces pienso que intentas asustarme para que me vaya ―dijo ella. La sonrisa asesina de él se desvaneció, y bajó la mirada, luciendo culpable. ―Lo estás haciendo ―dijo ella con incredulidad―. ¿Por qué? Él se encogió de hombros.

―Realmente no quiero que te vayas. Es sólo que… nunca he tenido a nadie que aceptara todo lo que soy como tú lo haces. Las mujeres con las que he estado en el pasado me han conocido principalmente como Force, el baterista de Sole Regret, pero tú…tú insistes en conocer a Gabe, el nerd que no podía conseguir una cita en la secundaria. Y supongo que… ―Se encogió de hombros―. Supongo que estoy buscando tu punto de inflexión19 para ver si puedo superarlo y ganarte de verdad. ―¿Mi punto de inflexión? ―El corazón de ella dio un extraño aleteo mientras lo miraba de arriba a abajo―. Has conocido mi punto de inflexión desde la noche que nos conocimos. Él lució medio enfermo de nervios y ella se sintió medio culpable por bromear con él. ―Mi punto de inflexión, Sr. Banner, eran todos esos locos tatuajes. ¿En qué estabas pensando, jovencito? ¿No sabes que esas cosas son permanentes? Él rio y la tomó, arrastrando su cuerpo contra el suyo. Finalmente. Los dedos de él se hundieron en sus costados, y ella rio con él, intentando liberarse de sus vigorosas cosquillas. Después de un momento, se detuvo y sólo la sostuvo contra él mientras ella recuperaba el aliento. ―Ser rechazado por lo que eres en el exterior es fácil ―dijo él―. Es cuando eres rechazado por lo que eres en el interior que realmente duele. Ella se acurrucó más cerca de él. ―Entonces no tienes nada de qué preocuparte. Él se echó hacia atrás y metió un dedo debajo de la barbilla de ella para levantarle la cabeza. Su mirada se clavó en sus hermosos ojos verdes. Él se perdió en ellos. Prácticamente se derritió bajo su atención. Mierda. ―¿Cómo pude tener suerte de encontrarte, Melanie Anderson? ―preguntó él. ―Puedes agradecerle a la libido de Nikki por eso, Sr. Estrella de Rock ―dijo ella―. Me obligó a ir al backstage contra mi voluntad, sabes. Para que ella pudiera rockear el mundo de Shade Silverton. ―Una breve puñalada de preocupación robó el aliento de Melanie. Todavía no había oído de Nikki. Melanie no sabía si sentirse preocupada 19

N. del T.: en el original “deal breaker”, tema dentro de una relación que puede llevar a una de las partes a romper con el otro.

o enojada. ―Le enviaré flores a su vagina ―dijo él. La preocupación de Melanie desapareció cuando la levantó por la cintura y la dejó al borde de su cama king-size. De hecho, todo en el mundo, excepto él, desapareció mientras él salpicaba su piel con suaves besos hasta que hubo reclamado cada centímetro de ella como suyo. Ella también reclamó cada centímetro de él, con las puntas de los dedos, los labios y la lengua, hasta que finalmente él cubrió su cuerpo con el suyo y, mirándola a los ojos sin vacilar, la reclamó profundamente. Sus embestidas eran agonizantemente lentas, dándole tiempo de sobra para apreciar cada una. Él entrelazó sus dedos con los de ella, sosteniéndole las manos sobre la cabeza mientras lentamente, lentamente empujaba su cuerpo hacia la liberación. Cuando ella por fin se quebró, él besó sus labios que farfullaban y la siguió a la gloria. Él había estado completamente equivocado sobre que ese orgasmo no iba a ser tan fuerte como los otros. Ella seguro lo había sentido en su coño que se apretaba, pero lo había sentido más profundamente. Lo había sentido en el corazón, en el alma. En todos los lugares en que sentía a Gabe. Mierda. Ella cerró los ojos y tragó con fuerza para controlar la emoción que obstruía su garganta. ¿En serio iba a llorar después de tener sexo? ¿Quién hacía eso? Gabe se aflojó encima de ella, y ella liberó las manos de las de él para poder abrazarlo más cerca. Ella lo inhaló profundamente en sus pulmones y contuvo ese aliento tanto como pudo, queriendo más de él en su interior. Queriendo todo de él en su interior. Estoy tan perdida, pensó mientras el aire que había estado aguantando se escapó de sus pulmones y ella inhalaba de nuevo. ―De acuerdo ―susurró él―. Ahora voy a girar y a dormirme. Típico hombre, pensó ella con una sonrisa. ―Y fingir que no acabo de entregarte mi corazón. O no tan típico. ¿Qué se suponía que ella respondiera a eso? Se salió de encima de su cuerpo y rodó a su lado. En lugar de cerrar los ojos y comenzar a roncar, levantó una mano y trazó con un dedo las líneas de su rostro. ―Probablemente necesites un remplazo para ese corazón que acabas de darme

―dijo ella. Él levantó una ceja interrogante. ―¿Te servirá el mío? ―dijo ella con voz ronca. Él cubrió el palpitante corazón de ella con una mano y sonrió con esa hermosa y amplia sonrisa que hacía que los dedos de los pies de ella se enroscaran de placer. ―Parece estar en buenas condiciones. Me lo llevo.

Capítulo 18 Traducido por NnancyC

U

n extraño sonido despertó a Melanie. Con el corazón latiendo con fuerza, parpadeó. Le tomó un momento reconocer la habitación tenuemente iluminada y los muebles enormes de nogal como los de Gabe. Algo pesado yacía sobre el centro de su espalda. Eso también pertenecía a Gabe. Sonrió con satisfacción y cerró los ojos una vez más, sólo para que se volvieran a abrir de golpe cuando Gabe se quejó en sueños. Él se agitó bruscamente en las mantas enredadas, pateando a Melanie con fuerza en la espinilla. Ella se encogió e intentó salir de su alcance. —No —se quejó él—. Por favor, no. Apenas evitó un puño en las costillas. Si iba a sobrevivir la noche ilesa, tendría que despertarlo de su pesadilla. —Gabe —dijo con calma, posando una mano sobre su hombro. Le dio una suave sacudida—. Cariño, despierta. Estás teniendo un mal sueño. —¡No! —gritó él y se sentó como un rayo, casi tirando a Melanie del colchón. Los ojos de él examinaron la habitación descontroladamente, finalmente llegando a ella. Dejó salir un pesado suspiro y balanceó las largas piernas sobre el borde de la cama. Se sentó respirando hondo y luego se refregó los ojos con ambas manos. Apoyó los codos en los muslos y enterró el rostro en sus palmas, su respiración lentamente regresando a la normalidad. —¿Todo está bien? —preguntó Melanie. Había lucido aterrorizado al abrir los ojos. No estaba segura de querer saber qué lo atormentaba tan profundamente, pero preguntó de todos modos, porque quería estar allí para él si la necesitaba—. ¿Quieres hablar de eso? Él sacudió la cabeza casi imperceptiblemente. —Te sentirás mejor. —No he tenido esa pesadilla en años —dijo él—. Niño estúpido. Niño condenadamente estúpido. Lo trajo todo de vuelta. Toda la mierda.

Melanie estuvo confundida por sus palabras por un momento. —¿El chico que atropelló a tu perra? Él asintió ligeramente. —No tuvo intención de hacerlo —dijo Melanie, sin saber qué más decir. —¿Tuvo intención de emborracharse? ¿Tuvo intención de ponerse tras un volante? —S-supongo que sí. —Entonces deja de poner excusas por ese pedazo de mierda. —No lo hago. Supongo que no entiendo porque estás más disgustado porque él estuviera borracho que porque atropellara a Lady. Ella se deslizó sobre el colchón y se arrodilló detrás de él. Cuando le tocó el hombro con una mano, él saltó como si lo hubiera abofeteado. —¿Sobre qué estabas soñando? —No quieres saberlo. —Quiero. Dime. —Él no estaba muerto, Melanie. Ella frunció el ceño. —Por supuesto que no está muerto, cariño. Estoy segura de que llegó a casa a salvo. Te preocupas demasiado. —Como si ella pudiera opinar. —No el chico de esta tarde —dijo él—. Joey. Les dijeron a sus padres que había muerto al instante cuando chocó contra el árbol. Les dijeron que no sufrió. Fue una mentira, Mel. Una mentira compasiva, quizás, pero aun así una mentira. Ella deslizó una mano sobre la suave espalda de él y apoyó la cabeza en su hombro, esperando que él continuara. —Oí el choque. Supe que era Joey, y corrí para ver qué había sucedido. No tuve ningún problema localizando el auto. Sólo seguí un raro resplandor de color naranja a lo lejos. El auto estaba en llamas. Pude oírlo gritar, Melanie. Él no estaba muerto. — Gabe se pasó una mano por el cuello—. Nunca había oído a nadie gritar así antes. Cuando llegué al auto, me quedé allí en shock. No podía moverme. No lo ayudé. Sus piernas estaban atrapadas y el auto estaba demasiado dañado para sacarlo, pero no lo supe en el momento. Ni siquiera intenté ayudarlo. Era como si todo estuviese

sucediéndole a alguien más, como si yo no estuviese realmente allí. Como si sólo estuviera mirando una película o algo. No mirando a un amigo quemarse vivo. Él corazón de ella dolió por Gabe y por Joey, un chico que ni siquiera conocía. Un chico que se había ido hace mucho. —Nadie esperaba que lo sacaras de un auto ardiendo, Gabe. —Alguien sí —dijo Gabe—. Joey. —Dejó caer la cabeza—. Debe haberme visto parado allí porque lo que gritaba, gritaba y gritaba era mi nombre. —Se cubrió las orejas con ambas manos—. Parado allí, deseé ser sordo. Deseé ser sordo para no tener que oírlo gritar. ¿Por qué no deseé que él se salvara, Melanie? ¿No es eso lo que debería haber deseado? No lo hice. Deseé ser sordo. Ella se cubrió la boca con la parte posterior de la mano, sintiéndose enferma. Se forzó a no desmoronarse, lo envolvió con los brazos y lo abrazó, esperando darle fuerza. Él temblando con tanta fuerza, que ni siquiera podía devolverle el abrazo. —No hay nada que pudieras haber hecho —susurró ella. Él hizo un sonido, medio risa, medio gemido de miseria. —Podría haberle quitado las malditas llaves. Podría haber llamado a sus padres para que vinieran a recogerlo. Podría haber evitado que condujera. Eso habría sido fácil. ¿Escucharlo gritar por ayuda? No fue fácil. ¿Oírlo en mis pesadillas más de diez años después? Todavía no es fácil. —Se aferró las rodillas hasta que sus nudillos se volvieron blancos—. Mierda. Debería haber hecho más para detener a ese chico esta tarde. ¿Qué tal si volcó la camioneta? ¿Qué tal si está en algún campo desolado, atrapado adentro, muriendo ahora mismo? Nadie siquiera sabría dónde buscarlo. —No lo está, cariño. Estoy segura que está bien. —Pero, ¿cómo lo sabes? —No lo sé —admitió ella. Pasó los dedos por la suave franja de cabello en el centro de su cabeza, intentando reconfortarlos a ambos. Intentó captar su mirada, pero él estaba demasiado ocupado mirando el horror en su propia mente para verla—. ¿Por qué no llamas a la estación de policía y ves si lo recogieron? Te sentirás mejor sabiendo que está a salvo. Gabe se tensó y luego volvió su cabeza. Finalmente, sus ojos se concentraron en los de ella, y ella soltó un suspiro de alivio. —¿Por qué no pensé en eso? —La besó y se puso de pie—. Mi mujer es un genio —dijo. Antes de que ella pudiera seguir sus movimientos, él ya estaba fuera del

cuarto. Ella rogó por que los policías hubieran venido a buscar al chico después de que Gabe los llamara. Si no lo habían hecho, metería a Gabe en la camioneta e irían a buscar al adolescente y a su vieja camioneta oxidada. Gabe no sería capaz de descansar hasta que estuviera seguro que el chico estaba a salvo. Se apartó el cabello del rostro y se frotó los ojos. Señor, sólo podía imaginar la culpa que sentía por la muerte de Joey. Ni siquiera quería pensar en cómo había sido para él oír su nombre gritado en agonía. ¿Y seguir oyéndolo en sueños? Se estremeció.

Le alegraba que le hubieran mentido a los padres de Joey y les dijeran que su hijo había muerto instantáneamente. Nadie necesitaba la carga de los detalles. Ciertamente no su dulce novio estrella de rock fortachón y nerd. Deseó poder borrarle ese recuerdo de la mente y el corazón. Ni siquiera podía engañarse a sí misma creyendo que había hecho alguna clase de diferencia al oírlo relatar la historia. Y ahora también la atormentaría a ella. Completamente despierta, se bajó de la cama, estirando los brazos sobre la cabeza y tomando nota del tiempo. Era justo después de las diez de la noche. Su estómago le recordó que se habían saltado la cena. Otra vez. Iba a escribir un libro acerca del Plan de Dieta de Gabriel Banner: cómo perder peso por estar demasiado distraída para recordar comer. El libro adjunto de ejercicios sería para adultos seguro. Equipamiento no incluido. Las lectoras tendrían que encontrar su propio hombre apuesto para distraerlas y los accesorios; Gabriel Banner era su pareja de ejercicios y suyo sola. Se dirigió hacia la cocina buscando algo de comer y esperó que a él no le importara que se pusiera cómoda. Estaba agachada por la cintura buscando comida en el refrigerador, y estaba bastante segura que tres aceitunas no constituían una comida, cuando oyó una brusca inspiración detrás de ella. —Ahora eso es definitivamente lo más delicioso que alguna vez ha estado en mi cocina —dijo Gabe. —¿Comida? —preguntó ella, retrocediendo del refrigerador y buscando lo que fuera que Gabe había descubierto como delicioso—. ¿Dónde? Él rio por lo bajo. —Me refería a ti —dijo.

Ella se sonrojó. —Oh. Gracias. Pero realmente me vendría bien algo que yo encuentre delicioso. —¿Qué hay sobre una dosis de proteínas? —¡Eww, Gabe! —Ella hizo una mueca y él rio. —Mantengo la nevera vacía cuando estoy en la carretera, pero probablemente haya algunos productos no perecederos en la despensa. —Comenzaba a pensar que nunca comes. Eso explicaría por qué eres tan delgado. —Y por qué lucía tan condenadamente bien desnudo. —Creo que es por toda la energía que gasto tocando la batería. —Oh. —Y cuando estás cerca, follando. Todo parte del Plan de Dieta de Gabriel Banner, pensó ella, pero no quería sonar estúpida, así que se abstuvo de expresar sus pensamientos. Él fue hacia una estrecha puerta fuera de la cocina y desapareció. —Veamos —exclamó—. Tenemos frijoles, melocotones y salsa de espaguetis. ¿Eso suena bien? —Dosis de proteínas. Él asomó la cabeza de la despensa para mirarla con sorpresa, y luego rio. —Ése puede ser el postre. No creo que debas tragar esa cosa con el estómago vacío. —No creo que deba tragarlo en absoluto. ¿Tienes algo de pasta para acompañar esa salsa de espaguetis? Él trajo una caja mayormente vacía de penne, un poco de macarrones en una bolsa de celofán y la mitad de una ración de fettuccini. —Esto debería ser interesante —dijo él. Ella lo siguió a la cocina y se apoyó contra la encimera para observarlo mientras colocaba una olla con agua para hervir. —¿Te pusiste en contacto con la policía por ese chico? —preguntó, pensando que debía haberlo hecho porque su humor había mejorado significativamente.

—Sí, la camioneta fue llevada al depósito y el abuelo vino a recoger al chico de la estación —dijo él—. Apuesto a que lo pensará dos veces antes de ponerse ebrio y robar la camioneta de su abuelo en el futuro. —Me alegra que esté a salvo. —A mí también —dijo Gabe, y hurgó en la nevera hasta que encontró algunas albóndigas congeladas, pan de ajo congelado y verduras congeladas. —Así que ahí es donde ocultas toda la comida —dijo ella. —Supongo que debería haber ido de compras esta tarde en lugar de hacerte ir a nadar contra tu voluntad. —Me divertí en el lago —dijo ella. —Me alegra que seas fácil de satisfacer. —Él arrojó las albóndigas congeladas en el horno microondas. —Yo no diría eso. Diría que es la compañía que he estado manteniendo que hizo que el día fuera perfecto. Ella vio la sonrisa complacida de él mientras sacaba una bandeja para horno de un estante con un fuerte ruido. Sabía que la gente le hacía cumplidos todo el tiempo por su talento musical, pero tenía la sensación de que pocas personas verdaderamente lo apreciaban por quien era fuera de gira. El timbre sonó, y Melanie se tensó, extremadamente consciente de que estaba desnuda y que todo el frente de la casa de Gabe era de vidrio. —¿Quién visitaría a esta hora? —dijo ella, corriendo hacia el dormitorio en busca de ropa. Gabe la siguió. —Sólo puede ser una persona —dijo. Una voz femenina llamó desde el pórtico. —Vi las luces encendidas. ¿Estás apto para compañía? —¿Quién es? —dijo Melanie, pensando que era terriblemente grosero que alguien se entrometiera en la casa de otra persona sin una invitación a casi las once en punto de la noche. Se puso ropa interior limpia y buscó en su maleta por un atuendo que combinara remotamente. —Ésa sería mi madre —dijo Gabe, pasándose una camiseta de manga larga sobre

la cabeza. Estuvo completamente vestido y salió del dormitorio antes de que Melanie pudiera meter un brazo en una sola manga. —¿Su madre? —dijo por lo bajo. Le echó un vistazo a la cama, no porque quisiera rodar en las sábanas con él, sino porque lucía como un lugar decente para esconderse.

Capítulo 19 Traducido por LizC

abe encontró a su madre en la sala de estar, sosteniendo en alto el sujetador olvidado de Melanie con un dedo.

G

—Veo que has estado ocupado —dijo ella, el tono desaprobador.

Gabe recogió las ropas esparcidas por toda la habitación y corrió a esconderlas en el medio baño. —¿Todavía está aquí? —No la avergüences —dijo Gabe. Estaba acostumbrado a la condena constante de ser una decepción para su madre, pero Melanie no sabría qué la había golpeado cuando Katherine Banner diera rienda suelta a su rutina de “soy mejor que tú”. —Bueno —dijo su madre—. ¿Dónde está? En tu dormitorio, supongo. —Si hubiera sabido que pasarías sin avisar, la habría escondido en el granero. —¿Cubrirías esos horribles tatuajes? —dijo ella—. Sabes que no soporto mirarlos. Se refería a los de la cabeza. Ya había cubierto los de su cuerpo con mangas largas. Ni se molestó en discutir dado que habían hablado de esto miles de veces en el pasado. Ella lo trataba de forma casi normal siempre que se viera enfrentada a sus modificaciones corporales. Se puso una gorra de béisbol en la cabeza y oyó el siseo del agua golpeando sobre la hornalla caliente en la cocina. —Tengo algo hirviendo en la cocina —dijo y corrió hacia la cocina. Se alegró de ver a Melanie encargándose de su comida olvidada, pero no lo alegró que su madre lo hubiera seguido. —¿Y tú serías…? —dijo su madre en un tono que destilaba desaprobación. —Soy Melanie. —Extendió la mano hacia la madre de él e intercambiaron un conciso apretón de manos—. Es un placer conocerla, Sra. Banner. —Kathy —dijo ella. A Gabe le sorprendió un poco que ella hubiera ofrecido su nombre así de fácil. Ella

sonrió cálidamente a Melanie. —Luces positivamente normal —dijo ella, su cuerpo relajándose—. La última chica que él trajo a casa tenía el cabello de color rosa y la nariz perforada. Melanie miró a Gabe buscando orientación. Él se encogió ligeramente de hombros. Su madre nunca había simpatizado con ninguna de las mujeres con la que él salía. —Bueno, debo advertirle —dijo Melanie—. Sí tengo el ombligo perforado. La mama de Gabe palmeó el brazo de Melanie como si un ombligo perforado fuera la menor de sus preocupaciones. —Eso no es nada. Mi hijo tiene tatuajes en la cabeza. —Señaló su propia masa de cortos rizos castaño claro—. En. La. Cabeza. Melanie rio entre dientes. —Sí, lo noté. —¿No te molesta? —Al principio me asustaron un poco —admitió Melanie—. Pero ya había visto cómo era en el interior y el envase exterior era simplemente delicioso. Gabe sonrió para sí, amando que Melanie no se avergonzara de hablar de su atracción por él. ¿Podía notar lo mucho que su madre detestaba sus tatuajes? Si Melanie realmente quería ganarse el favor de su madre todo lo que tenía que hacer era coincidir en que lo único peor que el hecho de que Gabe abandonara la universidad para convertirse en baterista, de todas las cosas, era tener el cuero cabelludo tatuado. Al parecer, que Melanie declarara que a ella le gustaba quién él era en el interior también era una buena estrategia. Gabe miró atónito como su mamá pasó el brazo por el de Melanie y se sentaba con ella en la barra de desayuno, dejándolo terminar de cocinar. —Él tenía un futuro tan prometedor antes de unirse a esa banda de rock —dijo su madre, como si intentara convencer a Melanie de hacer alguna tontería, como enamorarse de su hijo estrella de rock—. Todos creíamos que iba a seguir los pasos de su padre, aunque Gabe siempre estuvo más interesado en la aplicación de la física que en la teoría detrás de ella. Melanie se ahogó, sin duda pensando en cómo él aplicaba la física. Las puntas de las orejas de él ardieron de vergüenza. De ninguna manera quería que su madre supiera acerca de su pequeño pasatiempo.

—Creo que le va bien —dijo Melanie, y ofreció a Gabe un guiño—. Entonces, ¿es usted una enfermera? —preguntó Melanie, examinando el uniforme de color azul oscuro de la madre de él. Gabe hizo una mueca. La luna de miel de Melanie con su madre estaba a punto de llegar a un final estrepitoso. Su mamá chasqueó la lengua contra los dientes en señal de desaprobación. —Y lo estabas haciendo tan bien, Melanie. Si yo fuera un hombre en uniforme, habrías pensado que era… —¿Una dentista? —adivinó Melanie. —Un doctor. —Mi madre es cirujana —dijo Gabe, para auxiliar a Melanie. Su madre siempre jugaba esos pequeños juegos con la gente. Lo volvía loco. —Oh —dijo Melanie, luciendo impresionada—. ¿Qué tipo de cirujana? —Cirujana cardíaca. Estaba de camino a casa del hospital después de un procedimiento de emergencia cuando vi las luces de Gabe encendidas y pensé en pasar a saludar. ¿Mi hijo no habla de su familia? —Un poco —mintió Melanie amablemente. —¿De dónde eres? —preguntó su mamá—. No suenas local. —Kansas. En los diez minutos que le tomó a Gabe terminar de cocinar su comida, su madre interrogó a Melanie acerca de su educación, carrera, familia, su salud, la salud de sus padres, la de sus abuelos, y sus perspectivas de futuro. La cabeza de Gabe daba vueltas de sólo oír la entrevista. Asumió que Melanie estaría exhausta después del extenso interrogatorio. Gabe fusionó la mezcolanza de pasta con salsa de espaguetis, albóndigas al microondas y queso parmesano, y dejó la bandeja sobre la encimera de granito de la barra de desayuno con un ruido metálico. —¿Te quedas a cenar, mamá? —preguntó, rogando en silencio que ella se fuera. —¿Qué le estás dando de comer a nuestra bonita Melanie? —preguntó ella, mirando la bandeja de la pasta de forma especulativa. —Huele maravilloso. —Melanie le arrojó un hueso.

—Spaghetti sin spaghetti —dijo Gabe y sacó el pan de ajo tostado del horno. Lo arrojó sobre el mostrador con un estruendo y se volvió hacia la cocina para recoger la bandeja de vegetales mixtos que había hervido en seco y estaban ligeramente chamuscados. —Um —dijo su mamá, deslizándose del taburete—. Probablemente debería ir a casa. Tu padre estará preocupado. A esta hora de la noche, su padre estaría durmiendo en su sillón inconsciente de todo, pero Gabe no iba a discutir la partida de ella. Amaba mucho a su madre, pero a veces tenía dificultades para hacer frente a su interminable escrutinio. Simplemente no podía relajarse en su presencia. Su mamá se deslizó fuera de su taburete, dio a Melanie un entusiasta abrazo e hizo un gesto con el dedo a Gabe para que la siguiera a la puerta. —Comienza sin mí —le dijo él a Melanie—. Sé que tienes hambre. —Debe tenerlo si está dispuesta a comer tu comida —bromeó su mamá. Melanie hizo toda una demostración al llenar su plato de spaghetti sin spaghetti y vegetales chamuscados. Le entibió corazón tenerla tan firmemente en su esquina. Su madre no era una persona fácil de tratar. En la puerta, su madre le dio un rápido abrazo. —Es maravillosa —dijo ella con aprobación—. No dejes que se escape. —Si no te las arreglaste para asustarla, no creo que ella vaya a ninguna parte. Beau se levantó de su lugar en la alfombra junto a la puerta y dio un pequeño empujón en la mano de su mamá para recibir su habitual caricia detrás de las orejas. Ella lo hizo entusiasmada. —¿Dónde está Lady? —Está en la clínica de animales —dijo él—. Fue atropellada por una camioneta esta tarde. —Oh, Dios mío —dijo ella—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Estaba herida de gravedad? Él asintió. —Sí, pero el veterinario piensa que saldrá adelante. Kathy le palmeó la mejilla.

—Deberías haber llamado, Boo. Podríamos haberte ayudado con ella. Su madre no le había llamado Boo en más de diez años. ¿Qué le sucedía esta noche? —Melanie me ayudó. Ella sonrió. —Será una gran madre para mis nietos. El estómago de Gabe se hundió, y sus bolas intentaron esconderse en su vientre. ¿Nietos? ¿Qué mierda? ¿Su madre había conocido a Melanie por menos de media hora y ya la veía proporcionando la descendencia Banner? ¿No era un poco prematuro? Abrió la puerta. —Te amo, mamá. Ella sonrió ampliamente y se encogió de hombros hasta las orejas en un gesto muy infantil del que él nunca había sido testigo en toda su vida. —Yo también te amo, Boo. Ella prácticamente cruzó a los saltos el porche, y Gabe la miró boquiabierto, preguntándose cuándo los invasores de cuerpos habían invadido la tierra. ¿Quién era esa mujer? Lucía como su madre, pero de seguro no actuaba como ella. Cuando ello estuvo dentro de su Cadillac, él cerró la puerta, se aseguró de cerrarla con llave esta vez, y regresó a la cocina. Beau lo siguió en los talones, en busca de un bocado para comer, sin duda. —Creo que mi mamá está enamorada de ti —dijo Gabe a Melanie mientras acopiaba la comida en dos platos: uno para él y otro con albóndigas extras y extras para su perro. —Sin duda estaba interesada en conocerme —dijo Melanie—. Pero pareció muy agradable. —Eso. —Él señaló a Mel con el tenedor y sacudió la cabeza—. Es lo que me preocupa.

Capítulo 20 Traducido por Selene

A

la mañana siguiente, Gabe dejó a Melanie y a Beau dormir y se subió a su camioneta para ir a visitar a Lady.

Lady estaba tan feliz de verlo, que la asistente de la veterinaria amenazó con hacerlo salir de la habitación para que la perra no se arrancara los puntos con la forma demasiado entusiasta de mover la cola. Lady intentó levantarse para saludarlo, pero no lo logró ponerse de pie. Él no sabía si era por la debilidad o por la incomodidad de su yeso, pero supuso que ella no debía estar de pie de todos modos. Entró en su jaula temporal y se sentó en el suelo de cemento junto al lugar donde ella yacía sobre un grueso jergón. Él le acarició al rostro, la cabeza y los hombros, con cuidado de evitar el gran vendaje blanco y el yeso en su pata delantera. Se inclinó para besar a su bigotuda nariz y le dijo. ―¿Qué voy a hacer contigo mientras este de gira las próximas dos semanas? ¿Crees que podrás soportar estar aquí durante tanto tiempo? Ella gimió lastimeramente y le dio un manotazo con su pierna buena. ―Sé que no es lo ideal, pero no puedo imaginar cuidarte en el bus de la gira. Tu niñera habitual sólo puede venir una vez al día, pero quizás pueda contratar a otra persona para que se quede contigo a tiempo completo. La asistente de la veterinaria estaba trabajando en un mostrador al final de la cavernosa sala, pero aparentemente tenía buen oído. ―¿Por qué no la llevas a casa de tus padres? ―sugirió ella―. Son buenas personas. Estoy segura de que no les importaría cuidar de Lady mientras no estás. Un problema del vivir en una pequeña comunidad era que todos sabían quiénes eran tus padres y sabían todo sobre ti. ―Están ocupados ―dijo Gabe. ―Lady puede quedarse aquí mientras no estés, pero seguro se va a sentir muy sola. Algunos perros se deprimen tanto cuando están heridos y abandonados que no se recuperan y... ―Ella se encogió de hombros.

Él no quería pensar a qué se refería con ese encogimiento de hombros. Lady era el tipo de perro que ansiaba por tener una constante atención. Y a sus padres les gustaban sus perros. Quizás no les importaría tenerla en su casa por unas semanas. Bueno, todo el verano, si era honesto al respecto. Pero quizás en unas semanas Lady sería capaz de quedarse en su propia casa sin constantes cuidados y supervisión. ―Si ellos están demasiado ocupados ―dijo Gabe―. ¿Estarías interesada en cuidarla por un par de semanas? Podría pagarte. Ella rio entre dientes. ―No creo que mis gatos apreciaran eso. Y Lady es una perra muy inquieta. Estaría mucho más tranquila alrededor de personas que conoce. Además, tu madre es doctora, así que podría atender sus heridas. ¿Y tu papá no tiene el verano libre? ¿Cómo sabía esta mujer tanto de él? No podía recordar de dónde la conocía, pero debía conocerla bastante bien. Por supuesto, estaba de espaldas a él, así que no podía verle el rostro con claridad. ―Él trabaja en su investigación durante el verano ―dijo Gabe. Pero comparado con su agenda del año escolar, los veranos eran mucho menos ocupados para su padre, el profesor de física. Gabe supuso que podía intentar convencer a sus padres de ayudarlo y si eso no funcionaba, vería si alguno de sus amigos locales podía cuidar de Lady. Si todo lo demás fallaba, tendría que mantenerla en el bus de gira e intentar mantenerla lo más tranquila posible. Realmente, no la veía como una opción razonable. Quizás Melanie estaría dispuesta a llevársela a su apartamento en Kansas. Pero, ¿cómo la transportarían? Dudaba que Lady estuviera en condiciones lo suficientemente buenas para volar. Y Melanie tenía trabajo y otras responsabilidades, así que él no podía esperar que ella se quedara en su casa cuidando de su perro. Suspiró. Sí, padres, eso era. Aunque pedirles ayuda era lo que tenía más sentido, odiaba pedírselas. Debía recordarles la decepción que él representaba para ellos. ―Entonces, ¿cómo están tus hermanas? ―preguntó la asistente, como para destrozar su orgullo un poco más. Ninguna de ellas eran decepciones para sus padres―. No he oído de Leslie en años. Gabe de repente recordó que la asistente y Leslie se habían graduado en la misma clase en la escuela secundaria. Ella había sido una de muchas, muchas populares y porristas de Leslie.

―Está en Boston terminando su segunda residencia ―dijo Gabe. ―Siempre supe que ella sería una doctora. Muy inteligente. Siguiendo los pasos de su madre. ―¿Y Jennifer? ―preguntó la asistente. ―Profesora Asociado de Matemáticas en el MIT20. Otra doctora en la familia. Gabe era el único que no tenía letras detrás21 de su nombre. Diablos, ni siquiera había terminado sus estudios de grado. Le sorprendía que su familia ya no lo hubiera repudiado. Incluso sus abuelos de ambos lados eran médicos o tenían doctorados. ―Y luego está la oveja negra de la familia… el hermano pequeño, la famosa estrella de rock ―bromeó la asistente, volviéndose de su trabajo en la encimera para sonreírle―. ¿Cómo sucedió eso en una familia de cerebritos? Gabe se encogió de hombros. ―Depravación por proximidad. ―Ah, sí, así que, ¿cómo esta Jacob Silverton, el Sr. Depravación? Jacob se hubiera graduado con Leslie y la asistente cuyo nombre se le escapaba, si él de hecho hubiera terminado la escuela. Incluso las tutorías de Gabe no habían podido mantener a Jacob en la escuela el tiempo suficiente para obtener su diploma. ―Está bien ―dijo Gabe, sin querer volver a los viejos tiempos. ―¿Y Adam? Oí que ha tenido algunos episodios de sobredosis y que tiene suerte de estar vivo. Una de las muchas razones por las que Adam nunca quería volver a casa. La gente hablaba, mucho, y por alguna razón, concentrarse en la peor parte de la difícil situación de una persona de éxito los hacía sentirse mejor sobre sus patéticas vidas. ―Está bien. ―Gracias a Madison, añadió en silencio. De ninguna manera Gabe iba a alimentar los chismes de esta pequeña ciudad. ―Siempre pensé que Jake y Adam serían famosas estrellas de rock un día, pero no habría apostado mi dinero en que tú te convertirías en una.

20

MIT: Massachusetts Institute of Technology, Instituto Tecnológico de Massachusetts. N. de T.: refiere a que, en Estados Unidos, los títulos universitarios de definen con siglas que se agregan después del nombre de la persona, por ejemplo, MD, que corresponde a los médicos. 21

Gabe se encogió de hombros. Él tampoco. ―Eras la cosa más geek en la secundaria ―añadió ella con una sonrisa nostálgica. De acuerdo, ouch. Ya era suficiente. ―Entonces, ¿puedo llevarme a Lady a casa hoy? ―preguntó, esperando disuadir a la mujer de seguir pateando su orgullo. ―Dudo que la Dra. Nelson la deje ir todavía, pero iré a preguntarle. Gabe acarició distraídamente el suave pelo de Lady mientras esperaba que la asistente regresara. Se preguntó qué tan diferente habría sido su vida si Jacob no lo hubiera reclutado como baterista de Sole Regret. ¿Habría sido más feliz como un físico geek? Lo dudaba. Su actual vida era genial. Pero supuso que nunca lo sabría. Aunque se preguntara qué podría haber hecho de sí mismo si hubiera elegido algo diferente, no se arrepentía de abandonar la universidad. Ni siquiera se arrepentía de ser el tercero en discordia en su familia de doctores. Probablemente siempre se preguntaría qué podría haber sido de él si hubiera tomado un camino diferente pero, ¿no lo hacía todo el mundo? La asistente regreso y se inclinó sobre la puerta de la perrera. ―La Dra. Nelson cree que Lady debe quedarse al menos una noche más. ¿Puedes recogerla mañana? ―Tendrá que ser temprano. Tengo que tomar un vuelo de regreso a Nueva Orleans en la mañana. ―Siempre le puedes pedir a uno de tus padres que venga por ella. Y después de todo el ir y venir mental, él todavía no quería pedirles ayuda. Pero lo haría. Por el bien de Lady. ―Haré que funcione ―dijo. Se inclinó para besar a Lady en la cabeza y cerró la puerta de la jaula detrás de él al salir―. Sé un buen perro ―dijo al despedirse. Ella no abrió los ojos, por lo que dudaba que lo hubiera oído. No sabía cómo ser un buen perro de todos modos, pero eso no evitaba que la amara. En su camino a casa, pensó en conducir directo hacia la imponente casa estilo colonial a más de un kilómetro por el camino, pero ya echaba de menos a Melanie, así que tomó el camino a su casa en lugar de ir directo a casa de sus padres. La encontró sentada en los escalones del porche delantero, Beau junto a su cadera, mientras miraba su teléfono con el ceño fruncido. Beau agitó la cola en saludo, pero Melanie sólo le ofreció a Gabe un ligero

asentimiento cuando se dejó caer junto a ella en el escalón. Había esperado encontrarla todavía en la cama para poder despertarla con un orgasmo y una sonrisa. ―¿Sucede algo? ―preguntó. ―Todavía no he oído de Nikki. Han pasado dos noches, Gabe. Estoy realmente preocupada por ella. ¿Crees que debería llamar al hotel? ―¿Te hará sentir mejor? ―Sólo si ella responde. Él le tomó la parte posterior de la cabeza y deslizó la mano hacia abajo para darle un apretón de aliento en el cuello. ―Estoy seguro de que está bien, pero llámala para que dejes de preocuparte. Ella miró su teléfono por un minuto completo. ―Es probable que todavía esté dormida a estas horas. Quizás haya aprendido cómo ser responsable y no me necesita, así que por eso no me ha devuelto las llamadas o los mensajes de texto. ―Si hubiera aprendido a ser responsable, las habría regresado para que no te preocuparas. Melanie suspiró y asintió. ―Si no ha llamado para el mediodía, llamaré al hotel. ―Suena como un plan. Ella se metió el teléfono al bolsillo de sus shorts y le sonrió. ―Te extrañé esta mañana. ¿Cómo está Lady? 0 Él le había dejado a Melanie una nota con una taza de café recién hecho explicándole dónde había ido. Al parecer, ella la había encontrado y había sido capaz de leer su garabato ilegible. ―Estuvo despierta por un tiempo y supo quién era yo. Sin embargo, luce bastante golpeada. Tengo que encontrar a alguien que la cuide mientras estoy de gira. ―Desearía poder ayudar, Gabe, pero simplemente no hay manera. Él le tomó la mano y la sostuvo. ―Lo sé, cariño. No luzcas tan culpable. Pensaba en pedirles a mis padres que la

cuiden, yo sólo... ―Te necesito ahí para apoyarme―. ...Uh, pensé que quizás te gustaría ir conmigo para que mi madre pueda adularte un poco más. ―¿Podré conocer a tu padre? ―Él debería estar en casa. De vez en cuando se toma un domingo libre. ―Déjame ir a buscar mis zapatos. Permitió que Beau entrara a la casa con ella. Gabe cerró los ojos, disfrutando del calor de Texas, escuchando la serenidad a su alrededor. Excepto por el zumbido de los insectos, el ocasional canto de un pájaro y el croar de un sapo persistente en la distancia, sus oídos eran bendecidos con el silencio. Su vida hogareña era tan diferente a su vida en la carretera. Y estaba listo para compartirlo con alguien especial. Pero, ¿estaba ese alguien especial lista para compartirlo con él? Esperaría un tiempo antes de preguntarle. No necesitaba apresurarse. Lo último que quería hacer era asustarla moviéndose demasiado rápido. La puerta de pantalla se cerró con un golpe y él miró a Melanie sobre el hombro, que ahora llevaba puestos los zapatos. También llevaba todo el cabello metido debajo del sombrero de cowboy que llevaba. ―Lindo sombrero ―dijo él. ―No querría ofender a tus padres con mi cabello de recién salida de la cama ―dijo ella. Él casi le dijo que si su propio cabello no los ofendía, nada lo haría. ―Luces linda ―dijo―. Pero sabes que amo ese cabello tuyo, incluso cuando las aves lo están mirando como material de nidificación. Ella se echó a reír. ―No las aves ―dijo―. Mapaches. Ya que sólo había poco más de un kilómetro a la casa de sus padres, él convenció a Melanie de montar uno de los vehículos de todo terreno y tomar el camino pintoresco. Le hizo cambiar su sombrero de cowboy por un casco, pasaron rápidamente a través de un pastizal, zigzaguearon alrededor de árboles en una zona boscosa llena de baches y pasaron salpicando por un arroyo en la parte inferior de una colina tan empinada que le detenía el corazón antes de derrapar hasta detenerse detrás de su casa de infancia. Mientras que la casa de troncos de Gabe se mezclaba con el bosque y el paisaje, la imponente casa de estilo colonial lucía como si perteneciera en un pantano de Louisiana. Era impresionante, por decir lo menos.

―¡Eso fue divertido! ―dijo Melanie, sin aliento. ―¿Mejor que pescar? ―Bueno, más seco que pescar ―dijo ella. Gabe limpió unas cuantas salpicaduras de barro de la pierna desnuda de ella. ―Potencialmente ―dijo. ―¡Gabriel! ―exclamó su padre desde el porche trasero. Se levantó de su mecedora favorita, utilizando un pesado bastón de madera como ayuda, y cojeó al bajar las escaleras con su pierna izquierda rígida para unirse a ellos en el patio. Melanie se quitó el casco e intentó alisar su indómito cabello. Era una causa perdida; los mapaches ya se acercaban. ―¿Es ésta la señorita que tiene a tu mamá hablando de nietos de nuevo? ―Lindo, Papá. Aterroricémosla incluso antes de que siquiera sean presentados ―dijo Gabe―. Éste es mi viejo, Luke. Y esta es mi nueva novia, Melanie. La mirada de Melanie fue rápidamente hacia Gabe mientras él probaba la palabra novia por primera vez, pero ella no lo hizo retractarse de su información, por lo que se sintió muy bien acerca de sus perspectivas de transformarlo en una realidad. Su papá extendió su bronceada y curtida mano izquierda porque la derecha se aferraba con fuerza al bastón. Melanie extendió naturalmente la mano derecha, así que en lugar de estrecharle la mano, terminaron en un torpe apretón de manos, pero su encantadora risita derritió al anciano en el acto. Gabe también se sintió bastante bien al respecto. ―Suban al porche a la sombra ―dijo su papá―. Se hornearán el cerebro con este calor. Para cuando llegaron al porche, su madre había traído una jarra de té helado y cuatro vasos. ―Me alegra que hayan venido ―dijo ella―. Aunque mi Gabriel vive solamente a un kilómetro por la carretera, casi nunca lo veo. ―Me viste ayer ―le recordó Gabe. ―¿Cómo está Lady? ―preguntó su papá―. Mamá me dijo que fue atropellada por un auto. ―La visité esta mañana. Va a estar bien. ―Era una perfecta oportunidad para

preguntarles si estarían dispuestos a cuidarla mientras él estaba de gira, pero en su lugar, él se extendió para tomar un vaso de té. ―Eso es genial ―dijo su papá―. Kathy lo hizo sonar como si tu perra estuviera bastante golpeada. ―Creí que lo estaba ―dijo su mamá―. ¿Estará bien sola mientras no estés? Oportunidad número dos, bien abierta. Gabe tomó un sorbo de su té y miró a Melanie, quien le dio una mirada extrañada. ―Desearía poder quedarme y cuidarla ―dijo Melanie―. Pero tengo que trabajar. Oportunidad número tres acababa de pasar junto a él. ―¿Necesitas a alguien que cuide de ella? ―preguntó su papá. ―Bueno... Melanie le apretó la pierna debajo de la mesa. ―Probablemente me vendría bien que me den una mano con ella ―dijo Gabe―. Pero sé lo ocupados que ambos están. ―Sí, viendo esta hierba crecer durante todo el verano me mantiene demasiado ocupado ―dijo su papá y luego se echó a reír. ―¿No vas a hacer investigación este verano? ―preguntó Gabe. ―¿No te lo dijimos? ―preguntó su mamá. ―¿Decirme qué? ―Tu papá está empezando a delegar sus proyectos inconclusos a los jóvenes científicos en su departamento para que pueda jubilarse la próxima primavera. ―¿Papá se va a jubilar? ―farfulló Gabe. Pero sólo los ancianos se jubilaban. Seguro, su papá tenía unos sesenta años, pero estaba lejos de ser viejo. ―Sé que te lo dijimos ―dijo su mamá, palmeando la mano de su padre―. Se lo dijimos, Luke. ¿Verdad? ―Nadie me dijo nada ―dijo Gabe. ―Te lo dijimos por teléfono hace meses ―dijo su mamá. Gabe sacudió la cabeza. Habría recordado que su padre se jubilaba. Era algo importante.

―Quizás se lo dijimos a Leslie y a Jennifer y se nos olvidó decírselo a él ―dijo su papá, luciendo reflexivo. ―Todo lo que me dicen en esta familia es la gran decepción que soy ―espetó Gabe. ―¿De qué hablas, Gabriel? ―dijo su madre con severidad―. Nadie… ―Él tenía un futuro tan prometedor antes de unirse a esa banda de rock ―dijo él imitando sus palabras exactas de la noche anterior―. Leslie es nuestra médica y nuestra Jennifer tiene un doctorado y Gabe, bueno, digamos que salió un poco diferente de lo que esperábamos. ―Él la había oído decirle eso a un extraño hace un par de meses antes. ―No nos sentimos decepcionados de ti, hijo ―dijo su papá―. Pero eres un poco diferente. ―Rio entre dientes de Gabe.0 ―Me alegra que sea diferente ―espetó Melanie ―. Eso lo hace mucho más maravilloso. Sorprendido, Gabe miró a Melanie, quien se cubrió la boca con la punta de sus temblorosos dedos y miró de uno de sus padres al otro con una expresión de horror en el rostro. Él no podía decir si estaba a punto de llorar o de golpear a alguien en la nariz, pero podía ver que estaba molesta. Y una vez más firmemente en su esquina. ―No puedo creer que pienses que estamos decepcionados de ti, Gabe ―dijo su madre―. Nunca pensé que tomarías de forma equivocada que me jactara. ―Tienes derecho a presumir de Leslie y Jennifer ―dijo Gabe―. Ambas son todo lo que esperabas que fueran. Su mamá estiró la mano y le dio unas palmaditas en el rostro. ―Silencio. Presumía de ti. Cada familia tiene un doctor. Demonios, la nuestra tiene doce, pero no todos pueden decir que tienen un hijo estrella de rock. Pero sigo odiando esos malditos tatuajes. En. Tú. Cabeza. Gabe. ¿Por qué tenías que tatuártelos en la cabeza? Melanie rio. ―La joven parece estar bien con ellos ―dijo su papá. La joven parecía estar bien con todo lo relacionado con él. Y por primera vez en mucho tiempo, él descubrió que podía relajarse en compañía de sus padres. Todavía no creía completamente que su madre de hecho presumiera de él, pero casi creía que no estaban totalmente decepcionados de él y que no lo habían sacado de su

testamento. ―Entonces, sobre esa perra tuya... ―instó su padre, dándole la oportunidad número cinco o seis. Gabe había perdido la cuenta. ―¿Les importaría ir a recogerla a la oficina de la veterinaria mañana y cuidarla hasta que esté sana? ―preguntó Gabe. ―Con una condición. ―Su padre levantó un dedo hacia él, y él medio esperó que le pidiera borrarse los tatuajes de dragón del cuero cabelludo. ―¿Qué es? ―preguntó. ―Que Beau se quede aquí con ella para que no me vuelva loco con su constante necesidad de atención. Gabe sonrió, su amor por este hombre apretándole la garganta. ―Tienes un trato. ―Bien ―dijo él―. Ahora insisto en que Melanie me cuente todo sobre ella ya que sé todo sobre ti. ―Su padre le guiñó un ojo y luego dirigió su atención a Melanie. Ella pronto descubrió que era la estrella de rock más popular en esta mesa en particular.

Capítulo 21 Traducido por Jane. y flochi

E

ncontrándose desparramada y desnuda en la cama de Gabe una vez más, Melanie le tocó la parte trasera de la cabeza, con los ojos cerrados en éxtasis. Chispas de placer bailaron en sus terminaciones nerviosas cuando él le chupó el pezón, al parecer, decidido a que estuviera tan duro como un diamante. —¿Crees que les gusto? —preguntó ella, todavía pensando en su visita a los padres de él. Gabe y ella habían regresado a su casa menos de diez minutos atrás y antes de que pudiera preguntarle si él creía que las cosas habían salido bien, él la tuvo desnuda y gimiendo en su cama. Sus padres la habían hecho sentir bienvenida durante su corta visita, pero quizás eran así de agradables con todos. —A mis labios definitivamente les gustas —murmuró Gabe. —Me refería a tus padres. ¿Crees que a ellos les gusto? La cabeza se levantó de él se levantó, y él la miró fijamente, la larga nariz arrugada con desagrado. —Por favor, dime que no estás pensando en mis padres en este momento. Ella no podía evitarlo. Conocerlos había sido importante para ella. —Sólo no esperaba que fueran tan amables. Gabe dejó caer la frente contra el pecho de ella. —No puedo creer que de hecho estés pensando en mis padres en este momento. —Lo siento —dijo ella—. Por favor, continúa. Ella le tomó la cabeza y dirigió su boca de regreso al pezón. Su cálida y húmeda lengua trazó la punta sensible y ella se estremeció. Después de que ella disfrutara de otro momento de su cariñoso asalto sobre su pecho, los pensamientos que corrían por su ocupado cerebro todavía se negaban a callarse, así que le preguntó. —¿Por qué siempre eres tan callado acerca de la vida en tu hogar? Cada vez que te

hago preguntas sobre ti o tu familia, cambias el tema. Él le mordió el pezón, con fuerza, y ella inhaló entre los dientes. —¿Es porque siempre habías tenido la aprobación de tu familia y ahora piensas que no la tienes? —Quizás —dijo él. —Eso realmente te molesta, ¿verdad? Gabe suspiró ruidosamente. —Esto requiere un poco de ayuda —dijo, y salió de la cama. Ella levantó la cabeza y observó su sexy culo flexionarse con cada paso que daba hacia su armario. Buscaba sus juguetes de nuevo. —Me quedaré callada —prometió. Pero realmente quería hablar de su renuencia a compartir su vida personal. Quizás estaría más abierto a la conversación después de hacerse cargo de la furiosa erección que actualmente exhibía. Había momentos para ser entrometida y momentos para callarse. Había perdido por completo la noción en este caso. —Demasiado tarde —dijo él. Recogió brazadas de aparatos contra su pecho, los llevó a la cama y las dejó caer sobre el colchón junto a ella—. Quizás tenga una mordaza en alguna parte. —Me quedaré callada —dijo ella una vez más. —No quiero que estés callada. Quiero que grites. Pero no sobre mis padres. Levantó un falo de forma extraña de su colección de instrumentos, lo inspeccionó y luego lo dejó a un lado. Ella se preguntó para qué era y si él acababa de colocarlo en la pila de artículos a utilizar o en la de rechazados. Él llevó varios aparatos al pecho de ella, los agregó todos a la pila que incluía el intrigante falo y luego levantó una barra muy larga y delgada. Probó su flexibilidad contra la palma antes de hacerla a un lado. Mientras él se estiraba hacia la siguiente herramienta en su arsenal, Melanie deslizó la delgada barra descartada en la creciente congregación de inventos que suponía que él planeaba usar. Su coño cosquilleó y palpitó al anticipar la variedad de placeres que Gabe, sin duda, estaba a punto de derramar sobre ella. Él terminó de juguetear con lo que lucía como una pequeña silla de montar con dos agujeros y de nuevo estudió sus montones de juguetes. Él frunció el ceño ante la

reubicada vara. Su cabeza se elevó de repente y su mirada se posó sobre la de ella. Ella sonrió tímidamente. —Pensé que me ése podría gustarme. —Aunque no tenía idea de para qué era. —Supongo que tendré que probarlo todo —dijo él—. Ya que no puedo decidir lo qué te hará gritar mi nombre con más fuerza. —No me importa experimentar —dijo ella. Él sonrió, y el corazón de ella se tropezó en su pecho como un antílope cojo. —Todo sea en nombre de la ciencia —dijo él. —Tengo la sensación de que esto va a ser un descubrimiento digno de un premio Nobel —dijo ella, tocando una ancha y plana pieza de látex rojo y preguntándose para qué demonios era. —No creo que tengan un Premio Nobel por la producción del mayor orgasmo femenino. —Sólo porque tienen miedo de que ganes todos los años. Él le tocó el labio con un dedo. Debía ser hora de que dejara de hablar y comenzara a gritar. —Hoy comenzaremos nuestro experimento con tus encantadores pezones. Él probó pinzas que apretaban, protuberancias que vibraban y pinzas que causaban leves choques. Ella disfrutó todas las sensaciones, pero Gabe parecía insatisfecho con sus suaves jadeos y gemidos de placer. A continuación, eligió una taza de aspecto inofensivo que cubría más de la mitad de su pecho. Algo dentro de la copa frotó, masajeó y estiró su pezón hasta que ella tuvo que apretar las piernas para no acabar. —Oh Dios, Gabe —exclamó. —Creo que tenemos un ganador —dijo Gabe. Localizó el gemelo del dispositivo y lo colocó sobre su pecho descubierto. —¡Espera! —jadeó Melanie, sabiendo que no sería capaz de soportar que ambos pezones fueran estimulados por su ingeniosa invención—. Otra cosa en ése. Algo que duela un poco. Una esquina de la boca de él se arqueó.

—Está llena de sorpresas, Srita. Melanie. Él fijó una pinza de metal a su pezón libre y subió el voltaje. Ella no podía decidir si los choques dolían o se sentía bien, pero no había duda de que la excitaban. —Ah, mierda —gimió y sacudió sus caderas para aliviar la necesidad que creía entre sus muslos. Cada pulso de energía en su pecho bajaba por su vientre y hacia su coño, haciéndolo apretarse con necesidad. Su mano se movió entre sus piernas. Metió los dedos en la caliente humedad y luego se frotó hasta liberarse con rápidos movimientos contra su clítoris. Se hizo añicos, placer recorriéndole el cuerpo mientras sus muslos se cerraban sobre su mano y ella se estremecía de dicha. —Mierda, eres sexy, Mel —dijo Gabe. Ella obligó a sus muslos a abrirse, todavía frotando su clítoris lentamente para traerse suavemente de regreso a la tierra. —Mmm —murmuró ella, pero su alivio fue breve. La estimulación en sus pechos ya la llevaba una vez más hacia el punto de una dolorosa excitación. Gabe usó ambas manos para separar sus temblorosas piernas un poco más. Estaba arrodillado en la cama entre sus piernas. Ella había estado demasiado perdida en la sensación para darse cuenta cuando él se había unido a ella, pero su coño palpitó con excitación cuando miró la gruesa polla parada rígida entre sus muslos abiertos. —Te deseo —dijo ella, su voz gruesa y baja. El vientre de Gabe tembló visiblemente. —Amo el tono de tu voz cuando estás caliente. Dime qué deseas, Mel. —A ti —dijo ella. —¿Cómo me quieres? —Dentro de mí. Lento. Profundo. Tu pulgar frotándome aquí —dijo ella, masajeando su clítoris en suaves círculos. Él tomó un objeto rosado de la cama e insertó su pulgar en él. Le apartó la mano y la acarició como ella le había pedido, excepto que el accesorio de goma en su pulgar agregaba pulsos estimulantes de vibración a una experiencia ya placentera. —Iba a usar esto en tu dulce coño —dijo, levantando el falo de forma extraña que ella había visto antes. Lo bajó y frotó la punta contra su abertura—. Iba a empujarlo

dentro de ti e iba a follarte con él hasta que me rogaras que me detuviera. Ella gimió, de repente consciente del vacío que sentía profundamente dentro. —Pero me siento un poco egoísta en este momento. —Lanzó la herramienta a un lado y avanzó arrastrándose—. Tengo que sentir ese coño caliente alrededor de mí. Ella gimió admirando su supuesto egoísmo. —Levanta tus caderas para mí, cariño —dijo él. El trasero de ella se levantó de la cama, y él metió una almohada debajo de su espalda para ayudarla a mantener el ángulo. Él miró el lugar donde su pulgar le masajeaba el clítoris y observó a su polla penetrarla un agonizante y lento centímetro a la vez. La boca de él se abría un poco más con cada centímetro que reclamaba y sus ojos verdes se pusieron vidriosos de placer. Los dedos de Melanie se clavaron en el colchón de debajo de ella mientras sus paredes interiores se apretaban rítmicamente alrededor de su gruesa polla, atrayendo su plenitud más profundo. Más profundo. Dios mío, Gabe, lléname. Fóllame. —Estirado así alrededor de mí, tu coño luce fantástico —murmuró él. Sus ojos se cerraron y los músculos de su rostro se tensaron—. Y se siente incluso mejor. Comenzó a moverse dentro de ella, manteniendo el lento ritmo que ella había afirmado desear. Pero el placer y el dolor ondulando a través de sus pezones y las vibrantes pulsaciones provenientes del pulgar masajeando su clítoris pronto la dejaron rogando por más. —Más rápido, Gabe. Por favor. Él le masajeó el clítoris más rápido, pero sus lentos y profundos embistes nunca perdieron su pausada cadencia. —Creo que voy a acabar —jadeó ella, sorprendida por la intensidad de su propio placer. No hubo olas de liberación que lo acompañaran, sólo un crecimiento del éxtasis. —Todavía no estás ahí —dijo él, cambiando la dirección de su pulgar masajeador. El movimiento envió incluso más olas de placer girado en espiral a través de su núcleo. Para cuando ella finalmente se dejó ir, gritaba su nombre. Él se retiró inesperadamente y enderezó el cuerpo para elevarse por encima de ella. —Mira —dijo.

Los ojos de ella buscaron su resbaladiza polla. Él le dio dos fuertes tirones que lanzaron su semen sobre el vientre de ella. Lo había visto acabar para ella durante sus video chats, pero sentir su descarga salpicando su piel le agregó un nivel de erotismo que ella no había esperado. Extendió la mano para acercarlo, aplastando la suya y su polla entre ellos. —Dios, me haces arder, Gabriel Banner. Él rio. —El sentimiento es mutuo, cariño —le dijo al oído. Luego de un momento, se apartó ligeramente—. Entonces, ¿qué quieres hacer ahora? Tenemos todo el día para continuar con nuestros experimentos. Ella buscó a tientas en el colchón a su lado y tomó otro de sus inidentificables juguetes. —Esta cosa —dijo. No estaba segura de qué hacía o ni dónde iba, pero si Gabe lo había diseñado, no tenía dudas de que iba a adorarlo.

Melanie había disfrutado su mañana siendo el sujeto de prueba sexual de Gabe, pero había algo satisfactorio para el alma en simplemente pasar el rato con él en su acogedora cocina. Cuando encontraron las fuerzas para unirse al mundo de los vivos, un hambre voraz los había sacado de la habitación de Gabe, habían hecho un viaje a la tienda y habían comprado suficientes alimentos perecederos para hacerse un gran almuerzo. Trabajaban bien juntos en la cocina. Bueno, él pasó la mayor parte de su tiempo en la terraza grillando sus filetes y mazorcas de maíz mientras ella armaba una ensalada y horneaba papas, pero aunque no se encontraban en el mismo cuarto, ella se sentía parte de su vida cuando se encontraba en la casa de él. —Punto medio —dijo él, ubicando un plato algo sangriento en el mostrador—. Y bien cocido para la dama. —Ubicó su filete junto a la de él. —Huele delicioso —dijo ella. —Soy mucho mejor cocinero cuando no tengo a mi madre respirándome en la nuca. —La besó en la punta de la nariz—. Ha sido un día estupendo, ¿no? Lo había sido. Sólo había un pequeño manchón oscuro en toda su alegría. Todavía no había oído de Nikki. En su camino hacia la tienda, Melanie había llamado al hotel en Nueva Orleans y ellos la habían comunicado con el cuarto de Gabe. Se suponía que Nikki se quedaría ahí, pero no le había contestado. Reconociendo la angustia de Melanie, Gabe le había tenido piedad, y envió a Adam, que se quedaba en el mismo

hotel, a llamar a la puerta de Nikki. Ella tampoco había respondido sus llamados. Quizá había decidido regresar a Wichita después de todo. Aunque hubiera sido agradable de su parte avisarle a Melanie si así fuera. Los filetes estaban deliciosos. La compañía era deliciosa. Pero Melanie tenía una sensación de miedo que era desagradable en el mejor de los casos. Cuando un conocido ringtone comenzó a resonar en su bolso en la sala de estar, Melanie se detuvo a medio mordisco. —Es Nikki —dijo y se bajó de la silla, con el corazón latiéndole a mil. Sacó el teléfono y respondió antes de que le diera el buzón de voz. —¿Nikki? —dijo—. ¿Dónde demonios has estado? He estado muerta de la preocupación. El único sonido que Melanie oyó fue un sorber de lágrimas al otro lado de la línea. —¿Nikki? —¿Puedes venir a buscarme? —dijo Nikki, su voz estrangulada. —¿Dónde te encuentras? ¿Sigues en Nueva Orleans? —S-sí. —Estoy en Austin, cariño. No puedo ir hasta mañana. —Me hizo daño, Mel. —¿Quién te lastimó? ¿Qué pasó? ¿Estás a salvo? —Por favor. Por favor, sólo… sólo… ven por mí. —Los rotos jadeos de Nikki partieron el corazón de Melanie en dos. —¿Quieres que llame a una ambulancia? ¿La policía? Nikki, ¿qué sucedió? Cuéntamelo. —Te necesito —dijo ella con la voz rota—. Por favor, Mel. —Estoy en camino.

Capítulo 22 Traducido por flochi

L

a tarjeta de estrella de rock de Gabe resultó ser útil para hacerlos llegar rápidamente a Nueva Orleans. Melanie había intentado hacer que Nikki le contara qué había sucedido, para conseguirle ayuda de alguien que no se encontrara a 800 kilómetros de distancia, pero ella estaba convencida de que sólo necesitaba a Melanie.

Gabe sostuvo la mano de Melanie para brindarle su apoyo y la incluyó en el vuelo alquilado, pero ella estaba demasiado consumida por la ansiedad para agradecerle apropiadamente. —Sabía que no debía haberla dejado sola en Nueva Orleans —murmuró por lo bajo—. Era cuestión de tiempo antes de que algo malo le sucediera. —No puede ser tan malo —dijo Gabe—. Ni siquiera te dice qué sucedió. Pero ella todavía podía oír esas tres palabras resonando a través de su cabeza. Me hizo daño. Ninguna cantidad de persuasión había logrado que Nikki le diera algún detalle y cuando Melanie había amenazado con llamar a los servicios de emergencia, Nikki se había puesto completamente histérica y se había negado a decirle a Melanie dónde estaba. —Te diré dónde estoy cuando llegues a Nueva Orleans —había dicho. Melanie sabía que Nikki dependía de ella, pero daba un poco de miedo darse cuenta de cuánto. Si hubiese estado en un avión más grande, Melanie habría comenzado a caminar por el pasillo. Pero como estaban las cosas, se sentía increíblemente claustrofóbica en el pequeño e increíblemente ruidoso aeroplano, y le había hablado bruscamente a Gabe más de una vez. —Quizás exagera —dijo Gabe—. O inventando cosas para hacer que regreses una noche antes. Melanie lo fulminó con la mirada. —¿Cómo puedes decir eso? —espetó—. ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? Ella se alegró de que él fuera lo suficientemente inteligente para insistir más en su

teoría. Melanie todavía estaba muy perturbada para querer considerar que él pudiera tener razón. —Ella estará bien —dijo él, pasándole una mano por el cabello y presionando un beso en su sien—. Nos ocuparemos de ella. Lo prometo. Melanie enterró el rostro en las manos y respiró hondo varias veces. Los nervios se estaban apoderando de su estómago. —Siento que voy a vomitar —dijo miserablemente. —Eso probablemente se deba a mi cocina. Ella rio con desgana, sabiendo que él intentaba animarla, pero hasta que pudiera ver a Nikki y saber que su amiga estaba verdaderamente bien, la alegría simplemente no era una posibilidad. Tan pronto como el avión aterrizó, Melanie llamó a Nikki. Cuando no contestó, realmente comenzó a entrar en pánico. —¿No hay una manera de rastrear los teléfonos móviles? —le preguntó Melanie a Gabe. Estaba dispuesta a convertirse en una completa detective si no conseguía contactarse pronto con Nikki. Al segundo intento, Nikki respondió. Melanie soltó un suspiro de alivio. —¿Por qué no respondías? —Estaba en la ducha. —Entonces, ¿dónde estás? Ya estoy en Nueva Orleans. —En el hotel. —¿En la suite de Gabe? —Sí. —¿Has estado allí todo este tiempo? —No. —Su voz sonaba vacía. Esa sola palabra, la distancia en su voz, fueron peores que oírla llorar. Melanie se balanceó y Gabe estuvo justo ahí para sujetarla antes de que se desplomara en la acera donde esperaban un taxi. —Llegaremos tan pronto como podamos. —¿Nosotros?

—Gabe está conmigo. —Por supuesto. Nikki se quedó callada por un instante y Melanie no supo qué decir para romper el silencio. —¿Me dirás lo que sucedió? —Voy a tomar otra ducha —dijo Nikki. Colgó, y Melanie le contó a Gabe lo que ella le había dicho y dónde se encontraba. Él no la presionó por más información, sólo la ayudó a entrar al taxi más cercano y le dijo al chofer que se apresurara. Cuando su golpe a la puerta de la suite del hotel no tuvo respuesta, Gabe usó su tarjeta electrónica de repuesto y le quitó el pestillo. Melanie oyó el agua corriendo en el baño. ¿Nikki seguía en la ducha? —Probablemente debería hablar con ella a solas —le dijo Melanie a Gabe. Él asintió y retrocedió mientras Melanie se metía en el baño lleno de vapor y cerraba la puerta tras ella. Había envolturas y contenedores vacíos desperdigados por todo el suelo: jabones y shampoos, lavados vaginales desechables, cepillos de dientes y enjuague bucal. Ella reconoció la necesidad de Nikki de limpiarse por dentro y por fuera. No necesitaba un título en psicología para saber qué significaba. —Nikki, cariño —dijo, con el corazón en la garganta—. Aquí estoy. —¿Puedes lavarme la espalda? —dijo ella en una voz muy baja—. No puedo llegar. Lo intenté. Intenté, pero no puedo llegar. Melanie casi temió abrir la cortina de la ducha. No tenía idea de qué esperar. ¿Nikki estaría cubierta de moretones? ¿Era Melanie lo suficientemente fuerte para ver a alguien que le importaba de esa manera? Con los ojos cerrados, Melanie retiró la cortina lentamente. Se armó de valor para lo peor y abrió los ojos. Soltó un suspiro de alivio. Nikki no estaba completamente ilesa. Su labio tenía una costra donde había sido partido y tenía varios moretones, mayormente en las muñecas, caderas y muslos, pero en su mayoría lucía como siempre. Una copia muy apagada y de ojos muertos de Nikki Swanson, pero al menos estaba reconocible. Su piel estaba roja por haberse frotado en un agua insoportablemente caliente y sus ojos estaban hinchados debido a la caída de incontables lágrimas, pero ahora estaban secos. Quizá Nikki no tenía más lágrimas que derramar, pero Melanie sí. Sabiendo que se quebraría por completo si hablaba, Melanie tomó el jabonoso paño de lavar de las temblorosas manos de Nikki y le frotó la espalda una y otra vez mientras lágrimas caliente goteaban por sus

mejillas. —Con más fuerza —susurró Nikki—. Todavía puedo sentirlo. Melanie no tenía el conocimiento de cómo lidiar con algo así. Tenía que conseguirle ayuda a Nikki. —Ahora estás limpia —dijo Melanie, hirviendo de rabia ante los moretones en forma de dedos sobre los hombros de Nikki. Quien fuera que le hubiera hecho eso, iba a pagar. Melanie se aseguraría de ello. —Todavía lo siento. Por favor. Melanie volvió a lavarle la espalda, esta vez con más suavidad, con miedo de hacerle daño. Nikki comenzó a estremecerse incontrolablemente. —Tengo tanto frío. ¿Cómo podía tener frío? El agua casi hervía. —Vamos a secarte y a ponerte algunas ropas cálidas —sugirió Melanie—. ¿Quieres una sopa, quizás? —No lo sé. No lo… sé. Melanie cerró el agua y envolvió a Nikki con cada toalla del baño del hotel. Abrió la puerta y Gabe se apartó de la pared en la que había estado apoyado. Su mirada encontró la de Melanie, una pregunta en su mirada. Ella sacudió la cabeza ligeramente. Luego él miró a Nikki, y apretó las manos con fuerza hasta formar puños. —¿Por qué está aquí? —preguntó Nikki medio embotada. —Él va a ayudarme a cuidar de ti —dijo Melanie—. Gabe, Nikki tiene frío. ¿Puedes bajar al restaurante y ordenar sopa caliente y chocolate? —Frotó la espalda de Nikki—. ¿Eso suena bien? Nikki asintió. —Llamaré al servicio de habitación —dijo Gabe. Melanie lo miró de manera severa. De ninguna manera iba a ayudar a Nikki a vestirse frente a un hombre. Ni siquiera Gabe. —Baja al restaurante…

—De acuerdo —dijo él, y tras una larga mirada desanimada hacia Nikki, las dejó solas. Melanie secó el cabello de Nikki con una toalla, y luego buscó en su enorme bolso ropa cálida y cómoda. Terminó vistiendo a Nikki con su ropa de gimnasia porque la mayor parte del vestuario de Nikki distaba mucho de ser cómodo. Luego la envolvió en mantas y se sentó en la cama junto a ella, calmando a Nikki hasta que estuvo acostada de lado con la cabeza en el regazo de Melanie. Se habían sentado así muchas veces antes. Le rompió el corazón a Melanie que esta fuera una escena familiar entre ellas dos. Melanie acarició el largo cabello húmedo de Nikki suavemente y dijo. —Cuéntame. Sin embellecerlo, Nikki le contó que estaba sola y aburrida en el cuarto del hotel. Que había llamado a ese luchador UFC que había conocido en el avión. Cómo él le mostró la ciudad pasando un buen momento. Y uno no tan bueno en el cuarto de hotel de él. Omitió muchos detalles, alegando que no podía recordarlo todo. También tenía muchos agujeros en los recuerdos de su niñez. El diagnóstico de su psiquiatra afirmaba que la mente de Nikki había aprendido a bloquear los acontecimientos más perturbadores de su vida, pasada y presente. Ocasionalmente, sus más grandes horrores lo acechaban en pesadillas, pero había estado bien desde que Melanie la había tomado bajo el ala. Y ahora esto. Melanie seguía desgarrada por Nikki, pero su rabia hacia Dick Bailey casi la ahogaba. —¿Te violó, Nikki? —preguntó Melanie. Nikki asintió, su labio inferior temblando. —¿Cuándo sucedió? —El viernes a la noche. —¿Qué has estado haciendo desde entonces? —preguntó Melanie. —Rogar que vinieras por mí. —Nikki sollozó y enterró el rostro en el regazo de Melanie. Melanie le acunó la cabeza, acariciándole el cabello para tranquilizarla. —Ahora estoy aquí —dijo—. Estoy aquí. Cuando Nikki se calmó, Melanie preguntó.

—¿Por qué no respondiste tu teléfono, cariño? Intenté llamarte y mandarte menajes de texto, pero nunca me respondiste. —Dejé mi teléfono aquí porque estaba enojada contigo y después que él terminó conmigo… Sus temblores se intensificaron, y Melanie le apretó el hombro. —Está bien. Respira. Respira hondo. Tras un momento, ella se calmó. —Me perdí, Mel. No podía recordar el nombre de este lugar, así que usé tu tarjeta de crédito y me quedé en un hotel aterrador cerca de donde él me dejó. No podía soportar sentirme tan sucia por dentro. Tenía que limpiarme. —Nikki alzó los ojos para mirarla, el ceño fruncido con remordimiento—. Lamento haber vuelto a usar tu tarjeta de crédito. —Está bien. —Intentó suavizar el ceño preocupado de Nikki con la punta de los dedos—. No te preocupes por eso. —Intenté llamarte desde el otro hotel, pero no podía recordar tu número. Seguía llamando a un lugar de Wichita de comida china para llevar. —De hecho rio entre dientes—. Deje de llamalnos, señolita —dijo en un muy mal intento del acento chino— . Lamento decilte que no hay ninguna Mewanie aquí. No sabía qué hacer. Me estaba volviendo loca. Y luego, me sentí muy cansada. Debo haber dormido un día entero en la cama más asquerosa de Nueva Orleans. —¿El nombre del hotel no está en la llave electrónica? —preguntó Melanie. Ella sacudió la cabeza. —No. Sólo un logo. Busqué en la guía telefónica, pero ninguno de los nombres me sonaba familiar. Y le pregunté a una mucama del hotel, pero ella no hablaba inglés y se negaba a mirarme. Creo que por los golpes. Así que llamé un taxi y le describí el lugar al chofer como mejor podía recordar. Le dije que estaba dispuesta a ver todos los hoteles de la ciudad hasta que lo encontráramos. Reconoció el lugar del que le hablaba inmediatamente y me trajo. —Debes haber estado asustada. Sé cómo se siente estar perdida. Odio esa sensación. Nikki se acurrucó más en el regazo de Melanie. —¿Has ido a la policía y has reportado lo que sucedió?

Nikki sacudió la cabeza. —¿El hospital? Volvió a sacudir la cabeza. —No quiero. Por favor, no me obligues. —Nikki, sé que estás angustiada ahora, pero no puedes permitirle que se salga con la suya. Tienes que ir a la policía. —Pero Dick Bailey está por encima de la ley —susurró—. Eso es lo que me dijo mientras me hacía daño. Sólo eres una pequeña ramera y mereces ser follada como una. —Su voz se tornó más profunda y Melanie supo que Nikki estaba repitiendo palabras que podía oír en su cabeza—. Mejor cállate y acéptalo o realmente voy a hacerte daño. Eso es todo. Di por favor. Adoro cuando ruegas. Ruega por ello, puta. Ruega. —Nikki se estremeció como si alguien la golpeara. Gritó y se cubrió la cabeza con el brazo. Melanie la acercó más y la meció. Necesitaba un minuto para desmoronarse, sólo un segundo para permitir que las lágrimas cayeran. Sólo un momento para ser débil para después poder ser la campeona que Nikki necesitaba que fuera. —No llores, Mel —suplicó Nikki, su mano aferrada a la camiseta de Melanie—. Por favor, no llores. Cualquier cosa menos eso. Melanie se secó las lágrimas y pegó una sonrisa vacilante en su rostro. Sostuvo la triste mirada azul de Nikki con la suya. —Él no va a volver a lastimarte a ti ni a nadie más —dijo Melanie tan serenamente como pudo, esperando transmitir fuerza—. Ponte los zapatos, Nikki. Vamos a la estación de policía. Ella sacudió la cabeza y enterró una vez más, el rostro en el regazo de Melanie. —No quiero que nadie sepa lo que sucedió —dijo, sus palabras amortiguadas. Melanie le frotó la espalda para darle tranquilidad, pero no obligaría a Nikki a hacer algo contra su voluntad. Ya había sido obligada lo suficiente, y Melanie se negaba a ser un tirano más en su vida. —Sé que estás asustada, cariño —dijo Melanie—. Pero ahora estoy aquí contigo, ¿de acuerdo? Puedes contar conmigo. Te tengo. Nikki yació apoyada en el regado de Melanie, mirando fijamente al espacio sin parpadear. Estaba considerando sus opciones, supuso Melanie, y la dejó que se tomara su tiempo para reunir fuerzas. Sin importar lo fuerte que fuera Melanie, no

podía hacer esto por Nikki. Nikki tenía que hacerlo por sí sola. Cuando Gabe regresó con varios tipos de sopa y una jarra de chocolate, Nikki se levantó del regazo de Melanie y sin otra palabra se puso los zapatos.

Capítulo 23 Traducido por Vanehz

o hay evidencia física —le dijo el oficial a Melanie—. No hay testigos. Lo interrogamos y niega todo. Dice que fue consensuado. Así que se reduce a la palabra de ella contra la de él. Ella puede presentar cargos y podemos arrestarlo, pero estará fuera en cuestión de días. Tengo que ser honesto aquí… incluso si sí lo hiciera, a menos que confiese, no será condenado. No hay evidencia en ninguna parte del cuerpo de ella.

—N

Lo que él quería decir que no habían sido capaces de conseguir una muestra de semen. Había suficiente evidencia en lo que a Melanie concernía. —¿Qué hay de sus moretones? ¿Y el trauma en su vagina? —Una noche de sexo rudo consensuado podría explicar todo eso. —¿No puede sacarle una confesión a los golpes? —dijo Melanie, completamente exasperada. ¿Dónde estaba la justicia en el mundo? —Entonces eso sería coerción y él definitivamente se iría como un hombre libre. —Al menos lo haría cojeando —dijo Melanie. El oficial rio entre dientes, pero Melanie no bromeaba. —Me encantaría hacer justicia con este hijo de puta —dijo él—. Pero tengo que estar del lado de la ley y la ley dice… —No quiero oír lo que la ley dice. Está mal. Esperaba que pudieran garantizar que estuviera encerrado. Nikki ni siquiera quiere presentar cargos. Sólo quiere olvidar todo lo ocurrido. —Eso no es extraño en víctimas de violación. Melanie comprendía la renuencia de Nikki a revivir su experiencia ante un juez, un jurado o incluso un oficial de policía, pero no podía soportar la idea de que este tipo lograra escapar de un castigo por haberla lastimado. —¿Qué sucede si él le hace esto a alguien más? —dijo Melanie, aun tratando de

apelar al sentido de justicia del oficial—. ¿No sería mejor encerrarlo ahora? —Por supuesto, pero… Melanie levantó una mano. Ya había oído todos los peros que podía soportar por una noche. —Es bueno que esté apoyándola —dijo el oficial—. Tiene una buena amiga en usted. Melanie no se sentía como una buena amiga. Había desertado de Nikki para pasar un fin de semana divertido con un hombre. Debería haber confiado en su instinto y no haber dejado a Nikki a su suerte en una ciudad extraña. Si ella no podía proteger a Nikki, ¿quién podría? —Voy a llevarla a casa —dijo Melanie—. ¿Es libre de irse? —Puede irse, tenemos su declaración —dijo él. —Sí, solo que no a su violador —dijo Melanie ácidamente y salió precipitadamente de la oficina. Encontró a Nikki sentada en un banco junto a la salida, mirando el azulejo tipo industrial a sus pies. Gabe estaba sentado junto a ella, luciendo tan cómodo como si estuviera en una cama de clavos. Él levantó una ceja y Melanie sacudió la cabeza. Él miró a Nikki y apretó los dientes. Melanie se sentó junto a Nikki y tomó sus manos en las suyas. —¿Qué dijeron? —preguntó Nikki. Melanie estuvo tentada de mentir, pero no pudo obligarse a hacerlo. —A menos que puedan encontrar alguna evidencia o él confiese lo que hizo voluntariamente, saldrá libre. Nikki asintió. —Probablemente no debería haberme lavado tan bien —dijo—. Simplemente no podía soportar la sensación de él sobre todo mi cuerpo. Dentro de mí. Melanie tocó la mejilla de Nikki para que ella encontrara su mirada. —Está bien. Yo hubiera hecho lo mismo. Hubo un audible crujido del lado opuesto a Nikki, y Melanie se inclinó para encontrar a Gabe sosteniendo el brazo roto y astillado del banco en la mano.

—Mobiliario barato —dijo él, la voz ronca con emoción—. Tengo que irme. —Dejó el brazo roto del banco en el asiento y salió a grandes pasos de la estación sin otra palabra. Melanie no podía creer que la abandonara en un momento como éste. ¿No sabía que lo necesitaba para que fuera fuerte para ella para poder mantenerse calma para Nikki? —Hombres —dijo Nikki por lo bajo mientras la más ligera semblanza de una sonrisa agraciaba su labio partido. Melanie la abrazó contra su hombro y le frotó la espalda. —¿Estás lista para regresar al hotel y dormir un poco? —¿Puedo dormir contigo? —dijo Nikki con pequeña voz que hacía que el corazón de Melanie se encogiera. —Por supuesto —dijo Melanie. —Entonces estoy lista.

Capítulo 24 Traducido por Vanehz

H

abía momentos en que tener un pase de backstage era muy conveniente. Éste sería uno de esos momentos. A nadie parecía importarle que el pase de Gabe fuera para un evento diferente o que fuera un baterista, no un luchador de jaula. Tenía pase libre al área del backstage y con desenfrenada furia cruzando sus venas, buscaba a un hombre. El delincuente no podía irse sin recibir castigo; Gabe no lo permitiría. Estaba a punto de infligir un poco de justicia del tamaño de Texas sobre su culo, si tan sólo pudiera encontrar al hijo de puta. Después de preguntar por allí, encontró a Dick Bailey sentado en un banco, vendando sus nudillos. Ya estaba vestido para su pelea, y Gabe no estaba seguro de qué había esperado, pero este enorme hombre era más de lo que él había apostado. Eso, sin embargo, no evitó que diera un maldito puñetazo en la boca al luchador y lo derribara del banco. Dick se levantó del piso, presionando la parte trasera de su mano contra su labio sangrante. —¿Qué demonios? —dijo en una voz imposiblemente profunda—. ¿Quién mierda eres? Gabe pasaba el metro ochenta por varios centímetros, pero este tipo era más alto que él y lo sobrepasaba en peso por unos buenos veinte kilos. Gabe supuso que, de retener una pizca de inteligencia, habría estado aterrado de un tipo tan enorme, pero estaba demasiado enojado para pensar claramente. Y la idea de que esta bestia había usado todo ese músculo para violar a una mujer, y no sólo a cualquier mujer, sino a una a la que Melanie quería mucho, hizo que Gabe perdiera completamente la cabeza. Avanzó sobre el enorme luchador, sólo queriendo golpearlo y golpearlo y nunca dejar de golpearlo. Un sentido de satisfacción inundó a Gabe cuando su puño conectó con el estómago de Dick Bailey. Por alguna estúpida razón, Gabe no esperaba que el tipo le devolviera el golpe. O la fuerza detrás del golpe que le quitó el aire.

—No sé quién mierda eres… —Puede que la policía te haya dejado ir, pero yo soy otra historia —dijo Gabe. —¿La policía? Por supuesto que me dejó ir. No hice nada. Gabe se las arregló para golpearlo en el rostro esta vez. El golpe de regreso se sintió como si hubiera dislocado la mandíbula de Gabe, pero maldito si le importaba. —¿No crees que violar a una mujer indefensa está mal? —gritó Gabe. —¿Es tu hermana o algo? —Él esquivó el siguiente puñetazo de Gabe—. Mira, amigo, no sé qué fue lo que ella te dijo, pero no la violé. Quizás nos pusimos un poco rudos, pero dijo que así lo quería. Gabe podría haberle creído, Dios sabía que Nikki era una maestra de la manipulación, pero había visto cuán emocionalmente trastornada estaba. Eso no era una actuación. Incluso si el idiota no pensaba que lo que hubiera hecho a Nikki era una violación, ella había sido violada en cuerpo y alma. Ella era una víctima. Gabe lo creía en lo profundo de su alma y había terminado de hablar. Había venido aquí a patear algún trasero, y no iba a irse hasta que estuviese satisfecho por haber hecho el trabajo apropiadamente. Sin embargo, después de recibir unos cuantos golpes, decidió que quizás un trabajo hecho de forma mediocre era suficiente. Él había acertado sus golpes, pero los golpes devueltos pronto hicieron girar su cabeza y a su cuerpo protestar por el castigo. Quizás debería haber retado al tipo a un choque de ingenios en vez de una pelea a puños. —¿Tuviste suficiente? —preguntó Bailey después de varios minutos de dolorosos toma y daca. A Gabe lo alegró ver que el tipo respiraba con dificultad. Personalmente sentía como si sus pulmones hubieran colapsado, pero no iba a rendirse. Se negaba a darle a Dick Bailey la satisfacción de dejarlo inconsciente o de haberlo derrotado. En cierta forma, Gabe estuvo aliviado de que los de seguridad vinieran a terminar la pelea. Deseó haber sido capaz de noquearlo, pero al menos él mismo aún se mantenía en pie. Alguien lo tomó de la parte trasera de la camiseta y tiró de él hacia la salida. Para cuando se encontró boca abajo en el estacionamiento, la camiseta había sido arrancada limpiamente. —Vete de aquí, rufián. Antes de que llamemos a la policía.

Él sabía que no le permitirían regresar adentro para terminar el trabajo. Se puso de pie y escupió la grava en su boca. O quizás eran sus dientes. Gabe inclinó la cabeza hacia atrás para enviar el flujo de sangre por la parte posterior de su garanta mientras consideraba sus opciones. No le molestaría ser arrestado. Lo que sí le importaba era que Dick Bailey sólo iba a tener un ojo morado mientras él estaba seguro de que luciría dos.

Capítulo 25 Traducido por Otravaga

elanie acababa de mover la cabeza de Nikki de su hombro a una almohada cuando su teléfono sonó. El ringtone de Gabe. Consideró no contestar. Todavía no podía creer que la hubiese abandonado en la estación de policía sin una idea de por qué se había ido o a dónde había ido. Mejor que tuviera una buena explicación. Querer oír qué excusa salía de la boca de él fue la única razón por la que respondió.

M

O al menos eso se dijo a sí misma. —¿Dónde estás? —preguntó él—. Regresé a nuestra habitación y no estás aquí. —Conseguí mi propia habitación. —¿Qué? ¿Por qué? —Porque Nikki me necesita y al parecer tú no. —¿De qué hablas? ¿Que no te necesito? ¿De dónde sacaste esa idea? —Mierda, simplemente nos dejaste allí en la estación de policía, Gabe. Ni siquiera te molestaste en despedirte. ¿No crees que tengo bastante de qué preocuparme con Nikki sin que actúes como un completo idiota? —No pensé. Sólo... —Él respiró hondo—. Mierda, Melanie. ¿Qué esperabas que hiciera por ella? —Ni una maldita cosa, Gabe. No necesitaba que estuvieras ahí para ella. ¡Te necesitaba ahí para mí! Nikki se agitó a su lado, y Melanie respiró hondo para calmar sus exaltados nervios. —Me tengo que ir. Nikki está durmiendo. No quiero despertarla. —¿Estás en este hotel? —preguntó él—. Necesito verte, Mel. Necesito tocarte. Necesito saber que estamos condenadamente bien. ¿Estamos bien? Irritada como estaba, ella también quería verlo. Quería que la abrazara mientras ella se desmoronaba, pero no podía dejar a Nikki sola de nuevo. Simplemente no podía.

—Yo sólo... sólo tengo que estar con ella en estos momentos. Él se quedó en silencio por un momento. Incluso oírlo hacía que su pecho doliera. Haciendo que lo extrañara. —Está dormida, ¿verdad? —preguntó él. Melanie apartó el sedoso cabello castaño de Nikki de su rostro. Nikki sonrió pacíficamente en sueño y se acurrucó en su almohada. —Sí. Está durmiendo. —¿Podemos hablar en el pasillo o algo así? ¿Dónde estás? Estés donde estés, iré hasta ti. Ella vaciló, considerándolo. ¿Qué daño haría hablar con él en tanto estuviera al alcance del oído de Nikki? —Melanie, por favor —dijo él. —Estamos en la habitación de Shade. Adam nos dio la llave de repuesto de Shade porque tú nos dejaste y Nikki olvidó su llave en la habitación. —Oh —dijo él—. Así que no me dejaste porque estuvieras molesta. —Lo habría hecho si se me hubiera ocurrido —espetó ella. Él rio entre dientes y se oyó un suave golpe en la puerta. —Creo que hay alguien en tu puerta que quiere verte —susurró él—. Pero no creo que te des cuenta de cuánto. Ella desconectó la llamada, salió de la cama (con cuidado de no molestar a Nikki) y se apresuró hacia la puerta. Parpadeó ante el brillante resplandor del pasillo y jadeó cuando vio el rostro de Gabe. Ambos ojos estaban en camino a estar morados, y él tenía un corte en el puente de la nariz, un horrible moretón arrastrándose por la fuerte línea de su mandíbula, y sangre en su labio superior. —Oh, Dios mío, Gabe —dijo—. ¿Qué le sucedió a tu rostro? Él se encogió de hombros, todavía sujetando el teléfono en su oreja. —Me metí en una pequeña pelea. —¿Una pelea con quién? —Un cierto luchador de MMA que ambos despreciamos.

¿Se había metido en una pelea con Dick Bailey? ¿Estaba loco? —¿Qué demonios sucedió? —Pensé que ya que los policías no iban a hacerle nada, yo le patearía el culo. —Se pasó una mano con cuidado sobre el rostro—. No me dijiste que era tan condenadamente enorme. —¿Estás loco? ¿Fuiste tras él? ¡Gabe! Es un luchador profesional. —Semi-profesional —corrigió él—. Y sí, bueno, él no luce tan mal como yo, pero conseguí darle unos buenos golpes antes de que me echaran. —¿Por eso nos dejaste en la estación? ¿Para poder ir a darle una paliza a alguien? Él hizo una mueca. —Haces que suene como un crimen. Estaba más que enojado en ese momento, y pareció una buena idea liberar mi ira en el rostro del individuo responsable. Ella lo envolvió con los brazos y apretó. Él jadeó, y ella lo soltó de inmediato. Al parecer, su rostro no era lo único que había recibido una paliza. —No me sueltes —dijo él, atrayéndola contra él de nuevo. —No quiero hacerte daño. —Entonces nunca vuelvas a hacerme creer que me has abandonado. Ella presionó el rostro contra el pecho desnudo de ella, pero mantuvo su asidero flojo. —Lo siento si te hice daño. —Lo hiciste —dijo él—. Mucho más que recibir un puñetazo en la cara de parte de un luchador de MMA. —Frotó los labios contra su cabello—. Pensé que habías regresado a Wichita sin despedirte. Ella inclinó la cabeza hacia atrás para poder mirarlo. Él le alisó el cabello con ambos manos y luego bajó la cabeza para reclamar sus temblorosos labios. Ella no podía creer que él se hubiese arriesgado por Nikki. Si Melanie no hubiese estado ya completamente enamorada del hombre, ese imprudente acto de heroísmo desinteresado habría hecho el truco. Su beso fue demasiado corto. A ella le habría gustado que continuara para siempre.

—¿Melanie? —murmuró Nikki desde la cama. Se sentó de golpe—. ¡Melanie! —Estoy aquí —dijo Melanie—. Sólo estoy dándole las buenas noches a Gabe. —Vas a hacer que me vaya, ¿no es así? —dijo Gabe. Saber que tenía que echarlo la puso enferma de añoranza. Prefería mucho más acurrucarse con él toda la noche que luchar con Nikki por las mantas, pero a veces había que hacer sacrificios. Melanie sabía que Nikki no dormiría si la dejaba sola. Y Nikki necesitaba dormir. Y sentirse segura y amada. Nikki necesitaba mimos incluso más que Melanie. Así que rozó un beso contra los labios de Gabe, lo empujó hacia el pasillo y cerró la puerta.

Capítulo 26 Traducido por rihano

abe había pasado la mitad de la noche extrañando a Melanie, la mitad de la noche sintiendo celos de Nikki y la mitad de la noche sintiéndose culpable por esos celos. Sí, sus noches eran ahora un cincuenta por ciento más largas. Al menos se sentían así cuando intentaba dormir solo y terminaba sintiendo lástima por sí mismo.

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Jacob lo llamó cerca del mediodía. —¿Puedes abandonar mi cuarto ahora? Adam dijo que le dio mi llave de repuesto a tu novia. ¿Por qué están en mi habitación de todos modos? ¿Rompiste otra cama? Gabe sabía que Jacob bromeaba, pero no estaba de humor para bromas. —No estoy con ella —dijo—. Ella está en tu habitación, y yo estoy en mi habitación. —Oh —dijo él rotundamente—. ¿Qué sucede? —Mierda —murmuró Gabe—. Mucha mierda retorcida. —Se frotó los ojos cansados y eso le sirvió de doloroso recordatorio de que la noche anterior le habían pateado el culo. Bueno, la mayoría de los azotes habían ocurrido en su rostro, pero los sentía en cada centímetro de su cuerpo. —Suena como la mañana que estoy teniendo —dijo Jacob—. Entonces, ¿qué debo hacer? No quiero simplemente irrumpir en la habitación. Gabe se levantó de la cama y se estiró para tomar sus jeans, sosteniendo su teléfono entre la cabeza y el hombro mientras se los ponía. —Iré contigo. —¿No están peleados? —No. Ella sólo tiene cosas mejores que hacer que yo. —Él sabía que ese tipo de pensamiento no era justo para ella, pero después de ocho horas de dar vueltas y vueltas, adolorido por ella en cuerpo y alma, su actitud era más que un poco sesgada. Salió al pasillo e hizo una mueca cuando la brillante iluminación le apuñaló los ojos y el cerebro. Lo siguiente en su agenda: analgésicos.

—¿Qué diablos le sucedió a tu rostro? —preguntó Jacob. —Rebotó contra los nudillos de un tipo un par de docenas de veces —dijo Gabe— . Los buenos tiempos. Gabe notó un moretón en la frente de Jacob y lo señaló con el dedo. —¿Y qué te sucedió a ti? —Ex-esposa —dijo Jacob. —Perra. —Rompe bolas. Gabe tocó el moretón de Jacob. —Rompe cabeza. Gabe intentó una sonrisa. Jacob le devolvió la sonrisa. Y el par terminó en un abrazo de hermanos dándose palmadas en la espalda porque no podían disolverse en un abrazo sollozante como un par de niñitas. Jacob le dio a Gabe su tarjeta de acceso. —¿Vas a irrumpir allí sin llamar? —Sí —dijo Gabe, porque realmente esperaba que Melanie no tuviera nada que ocultar. Extraños pensamientos habían comenzado a entrar en su cabeza, después de varias horas de privación del sueño y del dolor de cabeza del demonio que le partía la cabeza. Pensamientos que le daban una verdadera razón para estar celoso de Nikki. Las mujeres aún estaban dormidas, entrelazadas en los brazos de la otra como amantes saciadas. La mano de Nikki descansaba sobre el pecho de Melanie, y su rostro estaba presionado contra el cuello de Melanie. Pero no estaban desnudas, así que Gabe soltó un suspiro de alivio. —Bueno, ¿qué tenemos aquí? —dijo Jacob. Los ojos de Melanie se abrieron, y los fulminó con la mirada cuando reconoció quién había interrumpido su sueño. —¿Qué hacen aquí? ¡Fuera! —¿Melanie?—murmuró Nikki en sueños. —Éste es mi cuarto —dijo Jacob—. Ustedes salgan.

Gabe presionó su frente con las puntas de los dedos. —No es el momento de empezar una discusión —dijo—. Mel, ¿por qué no llevas a Nikki a mi habitación? Me quedaré aquí con Jacob si todavía tienes que estar a solas con ella. Melanie alejó la mano de Nikki de su pecho y la cabeza de su hombro. Salió de la cama y envolvió el cuello de Gabe con los brazos. —No puedes saber lo difícil que fue pasar la noche sin ti, sabiendo que estabas tan cerca y a la vez tan lejos. De hecho, él sí sabía lo difícil que era, pero que no iba a decirlo frente a Jacob. Sí se las arregló para susurrar. —Yo también te extrañé. —Pero no completamente listo para darle su masculinidad. Nikki se sentó y estiró los brazos por encima de la cabeza. —Supongo que pude pasar la noche en la cama de Shade después de todo —dijo, su típica sonrisa coqueta iluminando la habitación. Gabe parpadeó hacia ella con incredulidad. —¿Te sientes mejor esta mañana? —le preguntó Melanie. —Sí. Mucho mejor. —Nikki bajó de la cama de un salto—. ¿Es demasiado tarde para el desayuno? Me muero de hambre. —Si quieres desayunar, te encontraremos algo —dijo Melanie—. ¿Por qué no vas a vestirte? Gabe y yo estaremos allí en un minuto. Nikki palmeó el trasero de Gabe al pasar. —Dame tu llave —dijo. Con la mandíbula en el suelo, él le entregó su tarjeta y ella se fue. —¿Qué acaba de suceder? —preguntó Gabe. —Ésa es Nikki —dijo Melanie—. La tragedia golpea, ella se cae a pedazos, la vuelvo a juntar y está regresó a la normalidad al día siguiente. Bueno, en su mayor parte. Se recupera rápido, pero sólo si estoy allí para ayudarla. —Eso no es normal —dijo Gabe. —No, en absoluto.

—Entonces, ¿qué demonios sucedió? —preguntó Jacob. Ellos le dieron una historia muy condensada de lo que le había sucedido a Nikki mientras ella estaba sola en Nueva Orleans, y ordalía de Gabe con el peleador de la jaula. —¿Así que ese imbécil simplemente se va a ir caminando? —dijo Jacob. —Con una leve cojera, gracias a Gabe —dijo Melanie. Le trazó suavemente la mandíbula magullada. —Una muy leve cojera —dijo Gabe. —Intentaré hacer que Nikki presente cargos —dijo Melanie—. Incluso si él no va a la cárcel, quizás dañe su reputación. —¿Es ella lo suficientemente fuerte para pasar por eso? —preguntó Gabe. —Probablemente no —dijo Melanie—. Pero trabajaré con ella. Ella me escucha. —Melanie rio—. Bueno, eso es una mentira. Pero me quiere complacer, así que quizás escuche esta vez. —Yo creo que necesita ayuda profesional. Un buen psiquiatra. —Tiene uno —dijo Melanie—. Pero insiste en que prefiere mi terapia. Sin embargo, le haré una cita cuando volvamos a Wichita. Gabe le acarició el pelo enredado, y ella lo miró con cansados ojos color avellana. Esta mujer era maravillosa, y él tenía una oportunidad de hacerla suya. No la arruinaría. —¿Quieres acompañarnos a Nikki y a mí en nuestra salida de chicas? —preguntó ella. —No me lo perdería. Quizás se había apresurado un poco. Sí logró pasar todo el día con Melanie, chequeando el sabor local y robando besos, contactos y miradas de la mujer que le había robado el corazón. Tuvo que robar momentos con Melanie porque Nikki nunca dejó el lado de la mujer. Melanie le ofreció sonrisas de disculpa, pero él comprendía por qué ella consentía cada capricho de Nikki ese día. Incluso si le ponía freno a su limitado tiempo juntos. Para cuando el trío se dirigió al estadio para que Gabe pudiera prepararse para el concierto de esa noche, estaba exhausto. Exhausto por la falta de sueño y exhausto por seguirle el ritmo a dos mujeres con una tarjeta de crédito. Las dejó en el bus de gira, mirando a su litera con cansado anhelo, pero fue a hacer su prueba de sonido. Quizás podría tomar una siesta después. Y quizás, sólo quizás,

Melanie se le uniría. Sin Nikki. —Oye, hombre. —Un empleado del estadio lo detuvo mientras él caminaba por uno de los pasillos donde había eco—. Eres ese tipo de anoche. —¿Huh? —¿No eres el que intentó golpear a Dick Bailey por herir a tu hermana? A veces él deseaba ser menos reconocible. Ahora todos sabrían que un idiota le había dado una golpiza. —No era mi hermana —dijo Gabe—. Sólo una amiga. —Algunos de los otros peleadores oyeron de lo que tú lo acusaste y golpearon hasta deshacerlo. —¿En serio? —Sí. —Me habría gustado ver eso. —Ya que en su mayoría él había visto estrellas. —Que tú te enfrentaras así a él fue bastante rudo —dijo el tipo. —¿Rudo o estúpido? —Rudo —le aseguró el tipo—. Todos hablan de eso. Gabe no se sentía rudo, pero aceptaría los cuando los recibía. —Gracias. Con una leve sonrisa en el rostro, Gabe se dirigió al escenario para golpear sobre algo que nunca le devolvía el golpe. Después de la prueba de sonido, Gabe se detuvo en lo alto de los escalones del bus de gira, sonriendo ante la obvia cercanía entre las dos amigas. Nikki estaba sentada en la encimera de la cocina con Melanie de pie entre sus piernas. Los brazos de Melanie envolvían flojamente la cintura de Nikki, y los brazos de Nikki descansaban sobre los hombros de Melanie, las manos enlazadas detrás de la cabeza de Melanie. —Nos divertimos hoy, ¿verdad? —dijo Nikki, luciendo positivamente mareada con la felicidad. —Sí. —Melanie rio entre dientes—. Creo que fundimos mi tarjeta de crédito de tanto pasarla, pero fue divertido.

—¿Mel? —¿Sí, cariño? —Te amo —dijo Nikki efusivamente—. No creo que ni siquiera te des cuenta de cuánto. —Yo también te amo. —¿Siempre? —Siempre. —¿Sin importar qué? —Sin importa qué. Con los ojos cerrados, Nikki se inclinó hacia delante y besó a Melanie. No un beso en la mejilla. No un roce amigable de sus labios sobre los de Melanie. Un beso profundo, de boca abierta, que pedía presentarle su lengua a las amígdalas de Melanie y cargado sexualmente. Mareado de repente, Gabe se tambaleó hacia atrás por las escaleras, aferrando la barandilla en el último minuto. Fue lo único que salvó a su culo de encontrarse con el pavimento. Recuperando el equilibrio, se paró fuera del bus, pensando que debería estar enojado, que debería estar lívido porque Melanie le había estado escondiendo su enredo romántico con Nikki. Pero sobre todo sentía un dolor hueco en el pecho y se sentía increíblemente estúpido por no creer en las señales. Las había reconocido, y lo habían perseguido mientras había permanecido despierto la noche anterior, pero no había creído en ellas. Al parecer, debería haber confiado en sus instintos. Los amigos no tenían el tipo de relación dependiente que Nikki y Melanie compartían. Ningún simple amigo soportaría el drama de Nikki tanto tiempo como Melanie lo había hecho, no a menos que tuviera sentimientos profundos y románticos por ella. Las compañeras de habitación no dormían en la misma cama, abrazadas como amantes. La gente con relaciones platónicas no se besaban como él acababa de verlas besarse. Jesús, no era de extrañar que Nikki siguiera intentando convencer a Gabe de tener un trío. Las dos mujeres probablemente recogían tipos y lo hacían todo el tiempo. Él sólo era la última víctima.

Melanie lo había tomado por un completo tonto. Y de hecho lo había hecho enamorarse de ella. La maldita perra.

Capítulo 27 Traducido por Selene

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elanie se apartó del beso de Nikki y la miró con asombro. —¿Qué demonios estás haciendo?

—Te lo dije —dijo Nikki sus grandes ojos azules súbitamente inundados de lágrimas—. Te amo, Mel. Te quiero. Dijiste que también me amabas. —Nikki —dijo Melanie—. Cariño, estás confundida. No estás atraída por mí. Sólo somos amigas. Nikki dejó caer la barbilla al pecho y gimió como un animal herido. —Pero tienes que amarme, Mel. Tú eres la única persona que me importa que sé que nunca me lastimará. La única. Melanie tragó el nudo en su garganta, sabiendo que tendría que lastimar a Nikki ahora, cuando estaba en un momento tan vulnerable. Melanie no estaba interesada en una relación romántica con Nikki y no sabía si había una manera de salvar su amistad con esto en el medio. Debería haber reconocido las señales. Honestamente había pensado que cuando Nikki le hacía avances sexuales, y los había estado h0aciendo más y más frecuentemente, sólo había estado jugando. Nunca se le había ocurrido que su mejor amiga, una mujer, podría sentirse sexualmente atraída por ella. Le costaba procesar esa realidad. —¿Recuerdas por qué nos hicimos amigas? —le preguntó Melanie. Nikki sorbió por la nariz. —¿Te refieres a cuando éramos pequeñas? —dijo con un hilo de voz. —Sí. Nos conocimos en el parque. Tú estabas sentada bajo un arbusto, sollozando. ¿Recuerdas? Nikki tragó y asintió. Melanie levantó una mano para apartar el cabello de Nikki, pero lo pensó mejor. Apretó la mano en un puño suelto y lo dejó caer a su lado. Melanie sí amaba a Nikki como algo más que una amiga. La amaba como a la hermanita que nunca había tenido. Alguien de quien cuidar. Defender. Y apreciar.

—Fui a ver qué sucedía y tenías ese enorme moretón en el rostro —dijo Melanie. —Mi padrastro era un hijo de puta abusivo. —Pero no era por eso por lo que llorabas. ¿Recuerdas por qué llorabas? Nikki asintió de nuevo. —Había encontrado una hermosa mariposa azul. La sostuve con tanta suavidad y le acaricié las aterciopeladas alas. Y murió en mis manos. —Pasamos el resto de ese verano persiguiendo mariposas vivas en el parque. Nikki sonrió. Una sonrisa ligeramente acuosa, pero genuina. —Y cada vez que atrapabas una, la ponías en mi cabello y me decías que yo era hermosa. Nunca nadie me había dicho eso antes. O me había hecho sentir hermosa. —Eres hermosa, Nikki. No sólo en el exterior, también en el interior. Lo supe desde el momento en que te vi llorar por un insecto muerto. —Una mariposa —la corrigió Nikki —. No lloraría por un escarabajo. Bueno, quizás si fuera una mariquita. Melanie se rió. Quería tanto darle un apretón cordial a Nikki, pero una línea había sido cruzada y Melanie sabía que tenía que tener cuidado de no darle a Nikki un mensaje equivocado. —Estuve triste cuando te mudaste —dijo Melanie. —Sí, bueno a veces algunos abusivos hijos de puta golpean a tu madre hasta matarla y te envían a vivir con tu padre alcohólico. El padre alcohólico que había abusado sexualmente de ella durante seis años, pero Nikki no tenía que decirlo. Melanie era muy consciente del pasado de Nikki. Sólo deseaba poder haber estado para Nikki en ese momento, para ayudarla a salir adelante. —Doy gracias a Dios que hayamos terminado yendo a la misma universidad —dijo Melanie—. Debe haber sido el destino. Nikki dejó caer la cabeza. —No tanto el destino como que yo te espiara en las redes sociales. —Así que fuiste a Wichita State… —Para estar contigo. Nunca te olvidé. Mel, la niñita de ojos amables y palabras

alentadores que me ponía mariposas en el cabello. —Se tocó el cabello como si pudiera sentir el aleteo de esas alas contra ella—. Recuerdos de esas mariposas me ayudaron a superar muchas oscuras noches Mel, incluso cuando no estabas. Nada podría haber evitado que Melanie abrazara a Nikki en ese momento. La aplastó contra su pecho, apretándola hasta que sus brazos comenzaron a temblar. —¿Me odias por amarte?—dijo Nikki débilmente. Melanie la apartó y tomó el rostro de Nikki entre sus manos. Intentó no mirar la cicatriz en su labio, porque era un duro recordatorio del dolor que Nikki había sufrido, y Melanie no podía permitirse vacilar sobre esto. —No te odio, en absoluto… simplemente no me siento atraída por ti. No te amo de esa forma. ¿Entiendes? Nikki bajó la mirada. —Sí te amo incondicionalmente —dijo Melanie—. Lo hago. Nada de lo que hagas cambiará eso. Así que deja de probarme, ¿de acuerdo? No voy a ir ninguna parte. Eres mi hermanita para siempre. —¿Estás segura? —Si no he renunciado a ti hasta ahora, no va a suceder. Nikki rio. —Intentaré comportarme. —Sólo cuídate —dijo Melanie—. Y si me besas de nuevo, voy a decirle a mi novio que te patee el culo. —Está bien. No quiero que me patee el culo un tipo con un mal corte de pelo. — Reía mientras lo decía. Melanie alrededor al interior del vacío bus. —Hablando de Gabe ¿no debería haber regresado ya? Dijo que la prueba de sonido no tomaría mucho tiempo. —Deberías ir a buscarlo. He estado acaparando tu atención todo el día. Estoy segura que les gustaría estar solos un tiempo. —¿No es verdad?—dijo ella. Este fin de semana no había sido la interminable sesión de hacer el amor que había imaginado—. ¿Estás bien ahora? —le preguntó a Nikki.

—Te olvidaré —dijo ella—. Con el tiempo. Conociendo a Nikki como lo hacía, Melanie imaginó que no le tomaría más de veinte minutos superarlo. —No te metas en problemas. —Sí, señora. Entre bastidores, Melanie preguntó a varias personas si habían visto a Gabe. El resto de la banda estaba en el camarín, pasando el tiempo. Gabe no estaba con ellos y nadie lo había visto desde la prueba de sonido. Todos dijeron que había ido al bus de gira con instrucciones de no ser molestado. Melanie sabía que él nunca había llegado allí. Al menos, no lo había visto. Quizás se habían cruzado en alguna parte. Cuando vio a Jordan en el corredor y le preguntó si había visto a Gabe, él señaló hacia el escenario. —Creo que se está ensayando. ¿Ensayando? ¿Ensayando qué? Cuando se concentró, pudo oírlo tocar, las baquetas golpeando parches con una percusión tan poderosa y rápida que no podría haber sido nadie excepto Gabe. Corrió hacia el escenario y subió los escalones para mirarlo. Tropezó con un cable que aún no estaba pegado con cinta adhesiva y luego se paró a un lado de la batería de Gabe. Su instrumento estaba escondido detrás de los equipos de las bandas soporte, en la parte trasera del escenario donde las luces del techo no llegaban. Sus ojos estaban cerrados mientras castigaba sus tambores; no había otra manera de describir la forma en que tocaba. Su rostro no tenía nada del éxtasis, nada de la ferviente concentración que ella había presenciado en el concierto tres noches antes. Sólo había ira y venganza. Ella temía interrumpirlo y probablemente lo hubiera mirado boquiabierta todo el día si el parche en su redoblante no se hubiera rasgado. —Mierda —dijo él. Lanzó las baquetas gastadas sobre dos de los tambores y dejó caer los codos sobre las rodillas. Apretó las palmas de las manos contra los ojos, las puntas de los dedos clavándose en los dragones de aspecto malvado en su cuero cabelludo. Gabe lucía de cualquier manera excepto malvado en ese momento. Lucía... roto. —¡Mierda, mierda, mierda, mierda! —gritó él. Y luego pateó uno de los bombos hasta derribarlo de la plataforma, llevándose con él un conjunto de platillos que cayeron con un estruendo.

Melanie se quedó atónita y tuvo la tentación de retroceder y fingir que no lo había visto. —¿Gabe? —dijo en voz baja. Él se puso tenso y se volvió, buscándola en las sombras. —¿Sucede algo? —Sí —dijo él en un tono áspero y duro—. Todo está mal. Sale de aquí. No quiero hablar contigo. Ella inhaló con fuerza, segura de que alucinaba. ¿Quién era este tipo? Definitivamente no el Gabe que ella había llegado a conocer el fin de semana. —¿Qué? —dijo sin aliento. Él la miró. —Me oíste. ¡Regresa a Kansas! Y llévate a tu puta novia contigo. —Bueno, sí, me llevaré a Nikki cuando vaya a casa —dijo Melanie, todavía más confundida que insultada, herida o enojada. Aunque podía sentir esas emociones apoderándose rápidamente de ella—. ¿Qué te sucede? —¿Qué me sucede a mí? ¿Qué te sucede a ti, Melanie? ¿A cuántos tipos les has hecho esto? ¿Pensaron que era sexy quedar atrapado en tu pervertido y pequeño triángulo? Bueno, yo no quiero ser parte de eso. Llévate a la perdedora de tu amiga y vete a la mierda. Terminamos. Ella obviamente no registraba correctamente las palabras, porque las de él no tenían absolutamente ningún sentido. —Gabe, no sé de qué hablas. ¿No quieres estar conmigo? ¿De dónde viene esto? —No puedes tenernos a ambos, Melanie. Es ella o yo. Lo miró boquiabierta, incapaz de creer lo que oía. Sabía que algunas personas eran naturalmente celosas (demonios, ella resultaba ser una de ésas) pero, ¿qué clase de imbécil lanzaba ese tipo de ultimátum salido de la nada? Él sabía por lo que Nikki había pasado. No podía esperar que Melanie la abandonara. —¿Estás pidiéndome que elija entre Nikki y tú? Él cruzó los brazos sobre el pecho, la mandíbula apretada en una dura línea. —Sí, así es.

—Pedirme eso hace que sea muy fácil elegir —dijo ella, luchando por sacar las palabras alrededor del nudo en su garganta—. ¿Cómo puedes siquiera pedirme que elija entre el hombre que amo y mi mejor amiga? ¿Por qué me pedirías eso? Él extendió una mano, señalando hacia el estacionamiento. —¿Tu mejor amiga? ¿No quieres decir tu amante? Estoy seguro de que hay un montón de tipos a los que les encantaría ser la polla de repuesto en tu cama, pero yo no soy uno de ellos. Si vas a ser la única para mí, entonces tengo que ser el único para ti también. La cabeza de Melanie comenzó a girar. No estaba segura de en qué concentrarse: en el hecho de que él pensara que Nikki era su amante, que pensara que ella de hecho lo engañaría o que la considerara su única. —Ella no es mi amante —dijo finalmente, necesitando más tiempo para procesar el resto de lo que él había dicho—. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. —Mierda, Melanie. La vi besarte. Melanie tocó sus labios con el dorso de su mano, sintiéndose repentinamente mareada. —¿Viste eso? —Sí, lo vi. También te oí decirle que la amas. —¿Y supongo que no te quedaste el tiempo suficiente para oír mi reacción a la errada confesión de amor de Nikki? Parte de la tensión abandonó el largo y delgado cuerpo de él. —Ya había visto todo lo que necesitaba ver —dijo en voz baja. —¿Así que no me oíste decirle que la consideraba mi hermana? ¿Me oíste decirle que no me siento atraída por ella? Quizás fui indulgente con ella, pero por el amor de Dios, Gabe, ¿acaso no ha sido herida lo suficiente? ¡No estoy follando a mi mejor amiga! Él no dijo nada. Pero sus ojos se entrecerraron, como si considerara sus palabras. —¿Qué quieres decir con que soy tu única? —espetó ella sin pensar. —No cambies el tema —dijo él. Saltó desde la plataforma y dio varios pasos hacia ella, pero no llegó a tocarla—. ¿Decías en serio eso de que soy el hombre que amas? Ella se echó a reír histéricamente, mareada por las oscilantes emociones que

surgían a través de ella. —Oh, oíste ese pequeño desliz, ¿verdad? —¿Lo dijiste en serio?—presionó él. Él extendió la mano y tomó su hombro, y ella se obligó a no apartarse. Y a no derrumbarse en sus brazos. —No sé si puedo amar a un hombre que cree en lo que ve con sus propios ojos más que en mi palabra —dijo, con la esperanza de romper un poco la tensión entre ellos antes de que ésta la rompiera a ella. —Quizás necesito anteojos —dijo él, uno de los lados de su boca elevándose en una sonrisa. —¿Gabriel Banner con anteojos? —dijo ella, tocándose el pecho con la punta de los dedos—. Que se calme mi entrepierna. Los brazos de él la rodearon vacilantemente, y la tensión de inmediato se alejó. Ella presionó la oreja contra su palpitante corazón. —Lamento no haber confiado en ti —dijo él. Ella sacudió la cabeza ligeramente. —Supongo que si te viera besuqueándote con Shade, probablemente habría saltado a la misma conclusión. —Ugh, eso es repugnante —dijo él, estremeciéndose dramáticamente—. ¿Tienes alguna idea de dónde ha estado la boca de ese hombre? ¿Has conocido a su exesposa? Melanie rio entre dientes y se apartó para poder mirar sus ojos verde hierba. —Sí te amo —dijo—. Lo dije en serio. Simplemente supuse que era demasiado pronto para decírtelo. Él sonrió. —Para mí el momento se siente correcto. Ella rio un poco, avergonzada, y luego se acurrucó contra su pecho, esperando que él le devolviera las mismas palabras, pero sin querer presionarlo. —Tengo esta extraña idea sobre el amor —dijo él contra su cabello—. Creo que un hombre puede amar a muchas mujeres en su vida, hasta que encuentra a su única.

Entonces se acabó el juego. Está atascado amándola a ella, y a nadie más, por el resto de su vida. —¿Eso es algo malo? —preguntó ella. —No sé. No he conocido a mi única lo suficiente para saber cómo se siente estar cincuenta o sesenta años con la misma persona, pero la primera semana ha sido bastante y condenadamente espectacular. Bueno, excepto por la parte en la que pensé que ella estaba enamorada de alguien más. Eso apestó. —No lo está —susurró ella—. Sólo está enamorada de ti. —Eso es un alivio. Melanie levantó el rostro para mirarlo, y él reclamó sus labios en un profundo y apasionado beso. Se apartó demasiado pronto. —¿Me dirás una cosa? —preguntó él. —Te diré lo que sea. —¿Ella besa mejor que yo? Melanie le dio un manotazo en el trasero. —¿Qué clase de pregunta es esa? —Una competitiva. Ella frunció los labios, considerándolo. —No estoy segura. Creo que será mejor que me muestres tu mejor juego para que pueda decidir. Ella tomó la parte posterior del cuello de ella y se puso de puntillas para poder besarlo más a fondo. —¿Mel? —susurró él contra sus labios. —¿Gabe? —¿Considerarías convertirte en mi contadora personal ambulante durante el verano? El corazón de ella se saltó un latido mientras un mundo de posibilidades se abría ampliamente frente a ella. —No sé si puedes costearme —bromeó.

—El trabajo tiene un gran paquete de beneficios —dijo él—. Prometo despertarte cada mañana con un orgasmo y una sonrisa. —Hmm —murmuró ella, acurrucándose más cerca de su pecho de nuevo. Ella nunca parecía poder acercarse lo suficiente al hombre. Dudaba que alguna vez sintiera que él estaba lo suficientemente cerca a menos de que estuvieran desnudos, piel contra piel, y él estuviera enterrado profundamente dentro de ella. Y si pasaba el verano de gira con él, siendo despertada cada mañana con su prometido orgasmo y su sonrisa, habría suficientes oportunidades para experimentar la cercanía que anhelaba—. No están nada mal los beneficios. —Ella deslizó su mano por su vientre y tomó su polla. Ésta se sacudió contra su palma, y su coño se apretó en respuesta— . ¿Este paquete está incluido como un beneficio? Él se echó a reír. —Eso es negociable. Ella le sonrió, su corazón casi estallando con el amor que sentía por este hombre. —Mañana pondré mi aviso de dos semanas22. —Te prometo que no te arrepentirás —murmuró él antes de reclamar su boca en un beso profundo y que hacía que los dedos de sus pies se enroscaran. Melanie no podría arrepentirse de nada que la mantuviera en los brazos de Gabe. Cuando él se apartó, ella lo miró a los ojos, bordeados con oscuros moretones que hacían que le doliera el corazón, y le susurró. —Dímelo. —¿Decirte qué? Ella jugueteó con su camiseta, demasiado avergonzada como para solicitar de plano las palabras que quería oír. —Ya sabes. Él le tocó la mejilla y el cabello, buscando pistas en sus ojos. —Te amo. ¿Es eso lo que quieres que te diga? Ella sonrió ampliamente y asintió, la felicidad dándole optimismo a su corazón. —Entonces te lo diré de nuevo. Te lo diré tan a menudo como necesites 22

N. de T.: se refiere al preaviso que se presenta previo a la renuncia.

escucharlo. Te amo, Melanie. —Yo también te amo —dijo ella con entusiasmo. —Ahora vayamos a encontrar un bonito y privado lugar para que pueda mostrártelo. —Oh, sí —dijo ella—. Vamos. —Sí adoraba la forma en que trabajaba la mente del hombre.

Fin

Sobre la autora Combinando su amor por la ficción romántica y el rock ‘n roll, Olivia Cunning escribe romance erótico centrado en músicos de rock. Criada con música de hard rock desde la cuna, fue a su primero concierto de Styx a los seis años y se enamoró instantáneamente de la música en vivo. Se la conoce por viajar miles de kilómetros sólo para ver a su banda favorita en concierto. De adolescente, descubrió su segundo amor, la ficción romántica ― primero leyendo vorazmente apasionadas novelas románticas y luego escribiendo las propias. Recientemente vendió su pala de nieve y se mudó de Nebraska a Galveston, Texas. Puedes encontrarla en la playa con los pies en la orilla, escribiendo sobre traviesas estrellas de rock.

Tease Me Libro #7 en la saga (More Than) One Night With Sole Regret

El segundo libro de Adam y Madison, aún sin sinopsis.

Staff Simoriah

Azulmort azuloni flochi Jane. LizC NnancyC otravaga rihano Selene Simoriah vanehz

Simoriah

Francatemartu

¡Visítanos!
Olivia Cunning - Saga One Night with Sole Regret - 06 - Tell Me

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