01. Tear - Rachel Van Dyken

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Staff Moderadora Pilar

Traductoras Aciditax

kass:)

nanami27

Angyyy

lavii

nessie

Belulove

Lena Holoway

Pilar

BUTY_MADDOX

Leonor_92

Rodoni

clalisjuli95

LilikaBaez

Valentinacorrea

Didy

mel94

Recopiladora Juli_Arg

2

Correctoras Aciditax

Juli_Arg

Ale_GE

LadyPandora

Caro ♫

Pilar

GaraziF

Revisión Final Hanna

Diseño Rodoni

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indice Sinopsis

Capítulo 14

Capítulo 1

Capítulo 15

Capítulo 2

Capítulo 16

Capítulo 3

Capítulo 17

Capítulo 4

Capítulo 18

Capítulo 5

Capítulo 19

Capítulo 6

Capítulo 20

Capítulo 7

Capítulo 21

Capítulo 8

Capítulo 22

Capítulo 9

Capítulo 23

Capítulo 10

Capítulo 24

Capítulo 11

Capítulo 25

Capítulo 12

Epílogo

Capítulo 13

Pull (The Seaside #2) Sobre la autora

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Sinopsis Traducido por Pilar

L

Corregido por Juli_Arg

a vida de un adolescente nunca es fácil. Pero para Natalee Murray, las cosas acaban de empeorar mucho. Aburrida de su vida, no puede esperar a graduarse de la secundaria e irse de la ciudad, especialmente considerando que los miembros de la famosa banda AD2 ahora van a su escuela, volviendo su, alguna vez aburrida, vida completamente descabellada. Empezó con un lápiz. Un solo toque de sus dedos, y ella se siente cautivada. Pero Alec y Demetri tienen un secreto oscuro, uno que podría destruir su reputación y el corazón de Natalee. ¿Qué haces cuando un chico pinta tu vida con colores mientras el otro impregna tu alma de pasión? ¿Cómo eliges cuando tu corazón está dividido? The Seaside #1

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1 Traducido por lavii

E

Corregido por Pilar

ra un día normal en mi vida normal, y debería haber sido todo como me había acostumbrado a esperar en la tranquila ciudad de Seaside, Oregon.

Me levanté, me cepillé los dientes, asegurándome de cantar Feliz Cumpleaños por lo menos tres veces antes de terminar. Era así de paranoica. A menudo soñaba que mis dientes se caían. Un amigo una vez me contó que significaba que alguien iba a morir en tu familia. Si tan sólo… Sé que suena duro, pero, entonces, al menos algo además de lo normal me pasaría. No es que estuviera lo bastante loca para empezar a desear que los miembros de mi familia empezaran a desplomarse. Tal vez era toda esta angustia adolescente. A los dieciocho años, estaba terminando mi último año de secundaria. Decir que no podía esperar a ir a la universidad sería el eufemismo del siglo. Tenía un calendario con gigantes X rojas sobre cada día. Nueve meses.

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Eso era todo lo que me quedaba. Y luego sería libre. Libre de este aburrido y, oh, tan normal lugar, y libre para que ocurra el cambio. Mierda, incluso teñirme el cabello de un color diferente al rubio dorado sería un cambio suficiente para mí. Pero mi mamá odiaba cualquier cosa artificial. ¿Qué podía decir? Vivimos en Oregon. Abrazamos árboles y todo eso. Escupí lo último de pasta dental en el lavabo y miré el espejo. —Ugh. —Me estremecí ante mi reflejo. ¿Por qué mis ojos no podían haber sido de cualquier color menos marrones? Culpaba a mis padres. Sus aburridos genes se convirtieron en mis aburridos genes y voilá, aquí estaba. Me puse un par de jeans ajustados y desteñidos, unas zapatillas y una camiseta ajustada Henley de cuello en V. No hacía tanto frío afuera todavía, pero todos sabían que el clima en Seaside podría pasar de magnífico a desastroso en minutos. Entré al baño y pellizqué mis mejillas. Mis padres no me permitían usar maquillaje. Lo sé, raro. Dieciocho años y nunca había besado a un chico, nunca había usado maquillaje y manejaba una camioneta semi-nueva para ir a la escuela. La única gracia salvadora era que yo era una de las chicas más geniales de la escuela. No estaba segura si eso era una señal positiva

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a mi favor o sólo otra manera de explicar cuán lamentable era Seaside. Me puse un poco de bálsamo labial y corrí escaleras abajo. Necesitaba dejar de actuar de mal humor o mi mamá pensaría que me drogaba. Por lo general, soy una chica alegre y despreocupada, pero ayer fue otra dura noche. Había tenido ese estúpido sueño otra vez, acerca del chico con cabello rubio. Un chico que nunca había visto en mi vida. Él conducía hasta la escuela y proclamaba que estaba enamorado de mí. Yo estaba usando maquillaje. Y un vestido asesino. Oh, sí, y me besó. Siempre soñaba cosas como esas. El sueño sólo ocurría una vez al mes y siempre era diferente. Mi madre psiquiatra diría que estaba proyectando, o posiblemente sufriendo de algún tipo de desilusión. Lo cual era probable. Sin embargo, pensaba que era sólo otra señal de que necesitaba dejar los dobles moccas y las noches de TV. Sólo puedes ver One Tree Hill tantas veces antes que empieces a pensar que Chad Michael Murray realmente va a aparecer en tu casa un día y proclamar su amor eterno. Me metí en la cocina, agarré mi resbaladizo impermeable, puse una banana en mi mochila, y di un mordisco a una manzana. —¡Mamá!

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No hubo respuesta. Suspiré. —¡Mamá! ¡Me voy a la escuela! Aún ninguna respuesta. Con paciencia que sabía que no poseía, grité su nombre una tercera vez y esperé a que emergiera de su estudio. Efectivamente, después de tres minutos, la puerta de su estudio se abrió. Sus gafas estaban ligeramente inclinadas en su rostro como si se las hubiera puesto en un apuro, su cabello recogido en un desordenado moño. Me dio una sonrisa descarada. Su pequeña complexión sólo la hizo ver mucho más inocente. —Lo siento, cariño, cliente de la noche. ¿Necesitas dinero para tu almuerzo? —No. Aún tengo un poco de ayer. —Metí mis manos en mis bolsillos y miré el espacio justo encima de su cabeza, así ella pensaría que la estaba mirando y prestándole atención, cuando realmente sólo quería llegar a la escuela. —Oh, está bien. Bueno, que tengas un buen día. —Sí. —Ya estaba girando sobre mis talones para salir por la puerta. Siempre lo mismo. Siempre se quedaba dormida en su oficina. Siempre había algún cliente deprimido en esta pequeña ciudad que quería suicidarse. No necesitaba decir que a ella nunca le faltaba más trabajo. Yo culpaba al lúgubre clima de Oregon y a la inhabilidad de mi mamá

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para decir que no a cualquiera. Incluso a mí. Sonaba como el sueño de toda chica. ¿Un padre que decía sí todo el tiempo? No era un sueño. Ella era más bien una… no sé, ¿tal vez una compañera de cuarto? Mi papá no era nada mejor. Era cirujano. Apenas lo veía, pero cuando lo hacía, por lo general él extrañaba tanto a mamá que era difícil conseguir una sola palabra. Ellos eran brillantes y se escondían con frecuencia en su oficina con una botella de vino y una charla filosófica. La idea de tomar vino y hablar sobre filosofía literalmente hacía que mi estómago doliera. Prefería ver realities toda la noche mientras comía sardinas. Algunas veces pienso que deseaban que yo nunca hubiera nacido. No era que no me amaran. Sabía que tenía su amor. Sólo se veían más felices sin mí. Apestaba, pero al menos sabía qué esperar. Si sabes qué esperar nunca realmente quedas defraudado. Eso era lo que cantaba todo el camino hacia la camioneta. Tiré mi bolso y cerré la puerta de un golpe. El viaje a la escuela era corto. Tenía una vista bastante impresionante del océano en mi camino, también. Ayudaba que mis padres vivieran en una auténtica casa de playa de “Mejores Casas y Jardines1”.

1 Mejores

Casas y Jardines: revista que se centra en los intereses con respecto a las

viviendas.

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Mientras manejaba hasta el estacionamiento, un involuntario escalofrío corrió por mi columna. Extraño. Me mordí el labio y apagué el motor. No sabía cuánto tiempo estuve sentada allí, cinco minutos tal vez y luego alguien estaba golpeando en mi ventana. —¡Nat! ¿Qué demonios? ¿Dónde has estado? Mi mejor amiga, aunque odiaba declararla así algunas veces considerando que tenía la tendencia de ser neurótica y ligeramente irritante, golpeó en mi ventana otra vez. —¿La reunión? ¿Lo olvidaste? Mierda. Abrí la puerta y bajé de un salto. —Lo siento, Alesha. Lo olvidé completamente. Ella cruzó los brazos sobre su pecho y frunció el ceño. —¿Qué te pasa últimamente? ¡Sólo tenemos treinta días hasta el baile y el Baile de Bienvenida debe ser el mejor! Es decir, ¡es uno de nuestros últimos hourras! —Creo que te refieres a hurra. —Lo que sea. —Parpadeó varias veces, tratando de limpiar los grumos de su pesado rímel, y lanzó su bolso sobre su hombro—. Todo lo que digo es que necesitamos tu ayuda. ¿Crees que puedas flotar fuera de la tierra del “la la” y llegar a la reunión después de la escuela?

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—¿Si? —dije más como una pregunta y luego le sonreí—. Sí, Alesha. Prometo que iré y haré cosas maravillosas con la decoración. Gran tema, por cierto. —¿Que es...? —¿La vida es una playa? —adiviné. —Adivinaste… —murmuró y luego se tranquilizó. Exhalé y otra vez un hormigueo se apoderó de mi piel. En serio, necesitaba dormir más. La campana sonó. Caminé a mi primera clase sin prestar realmente atención a nadie a mi alrededor, lo cual era simplemente un período de mala elección. Quiero decir, soy una adolescente. Somos torpes y todo eso. Sin necesidad de decir, tropecé. Mi bolso voló fuera de mis manos y mis libros salieron de él como si estuvieran enojados por haber estado allí en primer lugar. —Mierda. —Me arrodillé y alcancé mi libro de Ciencias Políticas justo cuando otra mano rozaba la mía. Escalofríos recorrieron todo mi cuerpo. Alarmada, retiré mi mano y miré hacia arriba, directamente hacia los ojos más verdes que había visto. Punto. Estoy segura que mi boca se abrió, porque es la respuesta de una típica chica cuando ve a alguien tan hermoso que te quita la respiración y todo lo que ella realmente quiere hacer es maldecir y luego pellizcarse para estar segura que no está soñando. Sentí el calor en mi piel cuando me pasó mi libro sin decir una palabra y luego sostuvo su mano para ayudarme a levantar.

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La tomé, sobre todo porque estaba tan aturdida que no sabía qué más hacer. Y justo cuando estaba a punto de hablar, o exhalar, o hacer cualquier cosa que le demostraría a este chico muy hermoso que yo era de hecho un ser humano y no un robot, alguien se acercó a él y frunció el ceño. —Hmm, ¿poniendo a las chicas de rodillas ya, Alec? Era como mirar al sol y a la luna al mismo tiempo. Alec tenía el cabello negro y desordenado y ojos verdes. Su barbilla era pronunciada, su mandíbula tenía una sombra a las cinco en punto. No era posible que éste chico fuera un adolescente. El chico a su lado extendió su mano y sonrió, revelando unos dientes blancos perfectamente alineados. Tenía el cabello rubio y rizado, su piel el tono perfecto, como si hubiera pasado las últimas semanas de vacaciones en Hawai. Sus hoyuelos eran tan profundos que podías decir que sonreía mucho, mientras que el otro chico, Alec, no había dicho una palabra. Ni sonreído. Ni una sola vez. —Um… —Tomé la mano del chico—. Él no me tiró, me estaba ayudando. Tropecé y… —¿Por qué demonios me defendía como algún prisionero culpable? —No te preocupes. —El chico se encogió de hombros—. Demetri. ¿Y tú? —Natalee —dije lentamente—. Pero todos me llaman Nat. Mucho gusto en conocerlos… a ambos. Demetri se encogió de hombros. —Sí, bueno, somos nuevos en la ciudad, así que estoy seguro que nos seguirás viendo.

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Había algo vagamente familiar en ellos, pero no podía identificar qué era. Otra vez, probablemente es por haber visto mucha televisión de noche. No había forma que conociera a estos dos chicos tan calientes. Lancé una mirada furtiva a Alec. Parecía estar flexionando cada músculo de su cuerpo, casi como si quisiera golpearme, o comerme, o tal vez sólo matarme con sus propias manos. nmGran comienzo del día. Al menos no sería aburrido. —Bien, um, como dije, un gusto conocerlos. Yo sólo… —No terminé la frase, en vez de eso caminé tan rápido como mis piernas podían llevarme a mi primera clase, rezando todo el tiempo que mi trasero se viera bien en mis jeans y que me hubiera acordado de ponerme desodorante. —¡Nat! —Evan saltó de su asiento y se abrió camino hasta mí—. ¿Dónde has estado esta mañana? Esperamos, pero luego, ya sabes que me da hambre y… bueno, no estabas allí. Rodé mis ojos. —Evan, ¿cuándo no tienes hambre? Y lo olvidé totalmente, lo siento. Él se encogió de hombros. —No tienes que disculparte. Sólo odio tener que ser el único cuerdo en esta fiesta de estrógeno. Sonreí. —Claro. Tú sólo odias estar rodeado de chicas lindas. —Hace que comer sea difícil.

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—¿Por qué será eso? —Tomé asiento y sonreí. —Bueno… —Se inclinó hacia adelante—. No puedo devorar mi comida con todas esas chicas lindas mirando y estoy bastante seguro que comer cualquier cosa frente a chicas que usan laxantes como aperitivo es una forma rápida de ser disparado en la cara. —Ah, eso es verdad. Toma. —Metí mi mano en mi bolso y saqué la banana que había tomado de la encimera a la mañana—. Mi ofrenda de paz. —Gracias a Dios. —Chicos. Dales comida y son masilla en tus manos. Evan peló la banana y le dio un gran mordisco. —Por favor. Cualquier chico sería masilla en tus manos, Nat. Eres malditamente caliente. Rodé mis ojos, como lo hacía cada vez que alguien me decía un cumplido, y fue un alivio cuando el profesor nos dijo que tomáramos nuestros asientos. —Ahora, como todos saben, esta escuela forma parte de un intercambio de estudiantes con otras escuelas del mundo. —El profesor Meservy se aclaró la garganta y continuó—. Gracias a este programa… ¡Evan! Tira esa cáscara de banana en otra parte, ¿tal vez en el basurero? No en el piso, o voy a hacer que lo limpies con un cepillo de dientes. Evan levantó sus manos e hizo un gigantesco espectáculo de tirar la banana en el basurero y volvió a su asiento. La silla chirriando contra el suelo. —Puede continuar, profesor —dijo Evan y guiñó un ojo.

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Puse los ojos en blanco y giré para mirar al profesor Meservy. No era mi profesor favorito, probablemente porque era extrañamente joven y me recordaba a mi papá. Extraña comparación, lo sé. Con toda honestidad, él lucía exactamente como las fotos de mi papá cuando era joven. Sólo sé esto porque la primera vez que mi mamá lo vio casi sufre un ataque al corazón. Pero ese no es el punto. Se supone que los profesores no deben ser sólo unos pocos años mayores que los estudiantes. No está bien. Él tenía que pelear el doble que los otros profesores para ganar respeto, aunque fuera tres veces más bueno y brillante en matemáticas. El profesor Meservy negó con la cabeza. —Como estaba diciendo… —Observó a Evan de forma mordaz—. Nuestra escuela es parte de un programa de intercambio y aunque nunca hemos conseguido que ninguno de nuestros estudiantes utilizara esta magnífica oportunidad, hay dos estudiantes provenientes de Columbia Británica que han elegido nuestra escuela en esta oferta. ¿Dos estudiantes? ¿Eran esos los chicos que había visto esta mañana? ¿Eran hermanos o sólo amigos? Parecían polos opuestos. Me mordí el labio y comencé a golpear mi bolígrafo contra el escritorio. —Démosle una cálida bienvenida y por favor, chicos, traten de ser personas civiles. No queremos asustarlos y hacerles creer que Seaside está llena de drogadictos y pandilleros. —Uno pensaría que el profesor Meservy estaba dándole la bienvenida al presidente o algo así, con todas las advertencias que nos daba, pero entonces, de nuevo, nada emocionante pasaba aquí, así que de cierta forma tenía sentido.

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Un repentino golpe a la puerta interrumpió su discurso. Todas las cabezas en el salón se volvieron. Los dos chicos del pasillo entraron. Alec, el taciturno, parecía que prefería ser atropellado por un auto a estar en el salón. Y Demetri tenía su sonrisa permanente pegada en su boca, como si fuera lo más divertido que había hecho en años. —Bienvenidos, bienvenidos. —Bueno, ¿por qué el profesor Meservy estaba inclinándose ante ellos? Juntó sus manos frente a él como si estuviera en presencia de George Clooney y se inclinó. Sí, nuestro lamentable profesor de Seaside, Oregon, acababa de inclinarse frente a los estudiantes de intercambio. Podría haber muerto. Sorprendida, sólo pude ver como Demetri sonrió en mi dirección y luego le devolvió la inclinación del profesor Meservy con otra. Alec, sin embargo, estaba quieto. Sus ojos parecían oscurecerse incluso más mientras veía a cada persona en el salón menos a mí. Lo sé porque esperaba eso. Estúpido, pero quería que me viera. Y otra vez, culpo a la TV. Me gustaba su actitud taciturna, aunque sabía que era una señal de su inmadurez y falta de personalidad. No podía evitarlo. Demetri me guiñó un ojo, luego miró al profesor Meservy y extendió su mano. —Gracias por su cálida bienvenida. Y también creo que no he estado en el lado receptor de una reverencia desde que hice el papel del Príncipe Encantador en primer grado. El profesor Meservy se ruborizó hasta las raíces de su cabello, probablemente acababa de darse cuenta que sí, de hecho se había inclinado ante los canadienses.

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—Bueno… —Se aclaró la garganta—. De nuevo, bienvenidos a Seaside High. Demetri asintió e hizo su camino hasta el final de la clase. Alec lo siguió, pero sin antes parar frente a mi escritorio. Nuestros ojos se encontraron, y no podía apartar mi mirada. Él miraba a través de mí de una manera algo incómoda. Abrí mi boca para hablar pero no estaba segura de qué decir. Finalmente, después de lo que fue más probable un silencio incómodo para todos menos para nosotros, Alec habló: —Creo que se te cayó esto. —Puso un lápiz rosa en mi escritorio y continuó hasta su asiento en el fondo. Mi corazón latía salvajemente en mi pecho. Con mi boca todavía ligeramente abierta, agarré rápidamente el lápiz y me obligué a mirar nuevamente hacia el frente de la clase. Era como si nadie hubiera visto el intenso intercambio entre nosotros. Excepto cinco minutos después, cuando me di cuenta que aún agarraba el bolígrafo y todavía no había abierto mi libro. Era como si me hubiera ido a otra parte o algo así. —Cielos, Nat, es sólo un lápiz —murmuró Evan detrás de mí. Me reí junto con él aunque mi corazón seguía martilleando en mi pecho. Los dos chicos nuevos eran guapísimos, eso era muy obvio, pero una pequeña parte de mí parecía encontrarlos familiares. Como si los hubiera visto antes. Lancé una mirada furtiva detrás de mí, irritada porque Evan trataba de bloquear mi vista. Alec desvió la mirada pero Demetri me dirigió otra sonrisa trepidante. Y luego me di cuenta.

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Sabía exactamente quiénes eran esos chicos. Desafortunadamente, mi descubrimiento vino al mismo tiempo que el de cada chica del salón. Los susurros se hicieron más fuertes y luego algunas de las chicas chillaron. Miré a Evan quien parecía estar lentamente tratando de averiguar lo mismo. Me miró, luego a los chicos, luego de vuelta a mí. Puse los ojos en blanco y quité mi teléfono cuidadosamente para que el profesor no lo viera. No iba a darle diez dólares sólo porque mi amigo estaba dolorosamente desconectado con el mundo para no saber quiénes eran esos chicos. Busqué AD2 en mi celular y se lo pasé a Evan. —Santa mier… quiero decir, mierda. Nadie había dicho nunca que los chicos fueran inteligentes, o discretos para el caso. —¡Esos son los de AD2! —Él cerró su puño y se dio la vuelta para darle a ambos un asentimiento, lo cual aparentemente en el mundo de los chicos significaba “qué tal, eres genial, pasemos el rato”. Porque él obtuvo dos asentimientos de aspecto genial en respuesta. Rodé mis ojos, un poco decepcionada que mi fantasía había terminado tan rápido como había empezado. El día ya no fue aburrido, pero ahora sabía sin ninguna duda que Alec no estaría ardiendo en mi dirección, y Demetri era bastante afortunado de ser el tipo de chico que tenía todas sus E.T.S 2 enumeradas y probablemente algunas de ellas que no eran. El chico era conocido

2E.T.S.:

Enfermedades de Transmisión Sexual.

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por todas sus conquistas. TMZ3 lo seguía a todas partes, lo que llevaba a la pregunta: ¿qué demonios hacían en Seaside? Me desplacé por las páginas en mi teléfono tratando de encontrar alguna clase de rumor de por qué iban a la escuela en vez de estar de gira o prostituyéndose por ahí. —Señorita Murray, su teléfono. —El profesor Meservy extendió su mano. Irritada, lo puse sobre su mano, pero no sin antes presionar el botón de la parte superior, por lo que tendría que usar una contraseña para entrar—. ¿Alguien más que quiera tentar a la suerte hoy? —El profesor Meservy miró el salón, retando a los estudiantes a quitar sus teléfonos. Alguien hizo un sonido de asfixia detrás de mí y de pronto Alec estaba al costado de mi escritorio. —Um, en realidad ese es mi teléfono. Posiblemente ella se confundió, probablemente por eso estaba en su escritorio. El profesor Meservy puso los ojos en blanco. —Está bien, le seguiré la corriente. ¿Cómo es que ella tendría su teléfono? —Se tropezó. —Alec se encogió de hombros dándole al profesor una sonrisa genial. Me estremecí cuando su mano tocó gentilmente mi hombro—. Sus libros y celular cayeron de su bolso y luego sonó la campana. La ayudé a agarrar sus cosas, pero tuve que dejar mi teléfono en el suelo para hacerlo. Simple equivocación. Incluso yo le creí, y sabía que era una mentira descarada.

3TMZ:

programa de televisión de chismes.

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—Además… —Alec apoyó sus curtidas manos en contra de mi escritorio y sonrió—. Todos sabemos cuántas veces mi teléfono desaparece. Probablemente estaba ardiendo en su mano. Ante esto toda la clase empezó a reír, porque realmente debía ser verdad. Este chico era una celebridad. Mujeres mayores querían violarlo. Naturalmente, su teléfono estaría explotando el universo de los celulares. —Está bien, Alec, tendrás tu teléfono de vuelta cuando termine la clase. Alec le dio la espalda al profesor Meservy haciéndome querer jadear. Nadie le daba la espalda a los profesores. Claramente fui protegida. —Aquí está tu teléfono, Nat. —Su sonrisa desapareció. Me pasó el iPhone 5, deslizándolo en mi mano antes de caminar de vuelta a su escritorio. Se sentía elegante en mis manos, y demencialmente más masculino que mi triste y pequeño teléfono gratuito con su tapa de color rosa. —Gracias —murmuré. Ahora tenía dos cosas que él había tocado y estaba a punto de caer de mi asiento. ¡En. Serio. Debía. Dejar. De. Ver. TV!

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2 Traducido por mel94_ Corregido por Pilar

A

la hora de comer, se había corrido la voz y era casi imposible ver a Alec y a Demetri sin un enjambre de gente acechándolos por los pasillos. Me hizo preguntarme por qué eligieron Seaside de entre todos los lugares. Por supuesto, estábamos en la costa de Oregón, lejos de su tierra natal en Canadá, y en ninguna parte cerca de Los Ángeles, pero aun así. Teníamos Internet. Teníamos teléfonos. Ellos no eran de ninguna manera invisibles para nuestro soñoliento pueblo. Era sólo cuestión de tiempo antes de que salieran de esa gran cola de aquí. Quiero decir, ¡ni siquiera tenían guardaespaldas! Con un suspiro, saqué mi dinero para la comida de mi bolsillo trasero y miré las opciones del día. Tacos o ensalada. O bien, le di una sonrisa pícara, una ensalada de taco. Rápidamente hice mi pequeña mezcla y sonreí de manera aún más brillante. —Debo decir que… —Una profunda voz dijo detrás de mí—. Nunca he visto a una chica tan entusiasmada por una ensalada de taco.

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—Bueno. —Me giré para hacer frente a Demetri, por supuesto que sería Demetri—. Me gusta la comida. Y pienso conseguir una estrella dorada por ser creativa. Rió y se inclinó más cerca con su cabello dorado cayendo graciosamente sobre su frente. —¿Crees que puedas hacerme una también? Puse una mano en mi cadera. —Eso depende. ¿Me estás preguntando para no tener que hacerlo tú mismo, o simplemente estás buscando una excusa para hablar conmigo? —Ambas. Me eché a reír. —Me parece bien. Pero ten cuidado, la perfección no suele ocurrir dos veces. Sonrió y se paró a mi lado mientras le hacía una ensalada similar. —Entonces, ¿dónde están todas tus admiradoras? —Con Alec. —Señaló con la cabeza hacia el otro lado de la cafetería donde Alec mantenía su postura con al menos cincuenta personas. Su rostro era tan hermoso y duro como nunca. —¿Él sonríe siempre igual? Demetri negó con la cabeza, con una brillante sonrisa aumentando sus labios. —Él te sonrió a ti, ¿no es así?

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—¿Esa fue una sonrisa? —Le entregué su bandeja—. Pensé que era una mueca. Es fácil confundir las dos cosas en su cara. —Que no te oiga decir eso. Sólo puede enamorarse de ti si te burlas de él. —No hay peligro alguno de que se enamore, no te preocupes. — Mantuve mi cabeza hacia abajo para no tener que mirar su hermoso rostro y me alejé, pero sentí su mano tocando mi brazo. —Oye, ¿dónde vas? —A comer, como la gente normal. Es la hora de comer y sólo tenemos quince minutos. —Siéntate conmigo. —Sus ojos azules brillaban y sus hoyuelos parecían más pronunciados a medida que su sonrisa se ampliaba en su rostro. Estrella de rock estúpida. —Um, no gracias —dije lo más educadamente que podía. Su sonrisa se desvaneció. Continué caminando a mi usual mesa de siempre, cuando sentí su mano de nuevo en mi brazo. —¿No gracias? Demetri era por seguro muy persistente, pero no quería ser parte de sus fanáticas. —Déjame adivinar, nunca te has enfrentado al rechazo antes. Parecía un poco menos seguro de sí mismo por como movía sus pies, sus cejas se juntaron. —No, um, no realmente.

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—Hay una primera vez para todo, Demetri. Disfruta tu ensalada. —Le di una palmadita en el hombro y continué caminando en línea recta, a pesar de que mis piernas temblaban. ¿Por qué diablos acababa de rechazar una cita para almorzar con el chico más caliente que jamás he visto? Me di la vuelta para ver si me seguía. Gran conmoción había allí, estaba rodeado por al menos veinte chicas, cada una de ellas tocando su brazo o su hombro, incluso su trasero. Disgustada. Y esa fue la razón por la que no estaba sentada con él. No era ellas. Yo nunca sería esa clase de chica. Soplé mi cabello de mi cara y me dejé caer en la silla. Evan me dio una mirada confusa. —¿Acaba de pedirte ir a comer con él? —Quizás. —¿Quizás? —repitió Evan—. ¿Estás drogada? —No —dije, mientras abría mi jugo—. Simplemente no quiero comer con él. —Claro. Y yo no quiero ir a la cama con Cameron Díaz. Entrecerré los ojos. —¿Todo tiene que ser siempre sobre el sexo? —Sí. —Evan me dio una seria mirada antes de que tomara un poco de mi sándwich. Oficialmente, no había esperanza en la especie masculina. Sonó la campana unos minutos más tarde, significa que sólo pude disfrutar parte de mi ensalada. Corrí a mi siguiente clase. Justo

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cuando doblaba la esquina, alguien salió corriendo de la puerta del aula golpeándome contra el casillero y enviándome al suelo. Por segunda vez en ese día, mis ojos entraron en contacto con unas botas caras. Estaba, literalmente, en mi propia novela adolescente. —Te prometo que no estoy haciendo esto a propósito —le dije mientras empujaba mis rodillas y recogía mis libros, metiéndolos en mi bolsa. Alec se inclinó y movió la cabeza. —¿Estás segura de eso? —Su boca se curvó hacia arriba en una sonrisa. Sentí una llamarada en mis fosas nasales. —Sí, lo prometo. Además, no es que viaje con el fin de llamar la atención. Es lo último que quiero. Alec agarró mi bolso y me lo entregó. —Créeme, eres el centro de atención si viajas o simplemente caminas por el pasillo. Ten un buen día, Nat. —Sus encapuchados ojos verdes parecían burlarse de mí mientras me miraba de arriba abajo y luego caminaba en la otra dirección. ¿Y qué si observaba la forma de sus estrechos músculos bajo su camiseta? Suspiré y sacudí la cabeza. —¿De verdad, Nat? —susurró Evan en mi oreja. —¡Mierda! —Salté—. ¡No me asustes de esa manera! —¿Asustarte? —Evan puso su brazo sobre mi hombro y me llevó hacia la clase—. Estuve de pie detrás de ti como dos minutos diciendo tu

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nombre antes de susurrártelo al oído. Caray, ¿cuál es la gran cosa con esos chicos? Son estrellas de rock. ¿A quién le importa? Siguen apestando. Me eché a reír. —Gracias, Evan. Tu elocuencia y sabiduría son siempre tan refrescantes. Su pecho se hinchó y me empujó bromeando a clase. —Es lo que hago. El día progresaba lentamente. Casi creí que todo era normal. Caminé hasta mi casillero y la forcé a abrirse. No fue hasta el lunes que tuve suficientes deberes para oficialmente refugiarme encerrada en mi habitación toda la noche. —Así que, ¿qué haces esta noche? —Conocía su voz de memoria ahora. Era profunda, sexy y siempre tenía algún tipo de inflexión petulante. Quizás era mi imaginación, pero parecía que sus palabras siempre llevaban más tiempo de pronunciar que el de las personas normales. —Deberes. —Cerré la puerta de mi casillero y le di una sonrisa—. ¿Y tú? —Whitney. —¿Eh? Demetri me dio una descarada sonrisa y se echó a reír cuando sentí en mi cara ruborizarse. —Estoy bromeando, chica. Necesitas salir más. Sermonea en coro.

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—De acuerdo. —Lo esquivé, ni siquiera segura de por qué estaba enfadada de que bromeara acerca de estar con alguna chica que ni siquiera conocía. En realidad, no era tan divertido para mis pequeños oídos vírgenes. En todo caso, me dieron ganas de golpearlo. —¿Qué hice? —Dio un paso frente a mí y me agarró los brazos. Sus ojos me escanearon de pies a cabeza, mientras sus manos acariciaban mis hombros. Su sonrisa era burlona. Y de repente quería estar en cualquier lugar, menos en el pasillo con este atractivo chico que estaba acostumbrado a obtener exactamente lo que quería sin importar las consecuencias. Abrí la boca para hablar, pero paró cuando sentí una cálida mano apretando en mi hombro. —¿De verdad, Demetri? Mendigar no es tu estilo. —Tenía que ser Alec. El rostro de Demetri inmediatamente rompió en una sonrisa. —Lo siento, Nat. Él tiene razón. No ruego. Normalmente no tengo que hacerlo, pero me dan ganas. Estaba oficialmente atrapada entre los dos chicos más calientes del planeta y todo en lo que podía pensar era en no perder el conocimiento. Demetri estaba frente a mí, todo músculo embalado en un metro noventa de estatura. Me tambaleé hacia atrás sólo para encontrarme con lo mismo. Sólo que Alec olía a colonia cara. El tipo que debería quemar tus fosas nasales, sino te dan ganas de cerrar los ojos y gemir. Probablemente era Abercrombie. Juro que ponen feromonas en esas cosas.

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—Corre —dijo Alec sobre la parte superior de mi cabeza. Demetri asintió y se alejó, no sin antes darme un guiño seductor. Suspiré, sin darme cuenta de que había estado conteniendo la respiración. La mano de Alec se movió a través de mi hombro hasta el brazo quedando rodeada. Me encontraba en estado de shock. —Seguro que haces eso muchas veces —dijo sin mirarme. Observé su rostro mientras sus ojos recorrían los pasillos. Él me sacaba por la puerta como si fuera la cosa más natural del mundo. Estaba claro que había perdido la cabeza. —¿Tropezar? —ofrecí. Asintió. Al parecer, Demetri tenía la personalidad en esta familia. —No puedo evitarlo, soy torpe. —Me encogí de hombros, me gustaba la forma en que el peso de su brazo se sentía en mi cuello y hombros. —Sí. Lo eres. —Bueno… —Salí de su brazo—. Por más estimulante que sea esta conversación, tengo que hacer un montón de deberes esta noche, así que nos vemos más tarde. —Me alejé pero me congelé en seco cuando escuché la desgarradora risa detrás de mí. Me di la vuelta y realmente desee haber seguido caminando. Entonces no habría tenido que ver la sonrisa de Alec totalmente transformando su rostro. Sus ojos verdes básicamente brillando contra la piel de color canela. Alzó las manos en el aire en señal de rendición y se acercó a mí.

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Mi incapacidad para respirar no ayudaba a la situación. —Crees que soy aburrido, ¿verdad? —Alec parecía divertirse mientras se inclinaba más a mí. Exhausta, me reí y puse mis manos en mis caderas, luchando por mantener el contacto visual. —Sí. Pero eres agradable a la vista, así que mientras nadie arañe tu cara, ¡siempre tendrás eso! Le pegué como si estuviéramos en una especie de equipo de béisbol y reí. La mirada de horror en su cara no tenía precio. Claramente, él también estaba acostumbrado a obtener exactamente lo que quería. —Lo siento. —Sin dejar de reír se metió las manos en los bolsillos—. No estoy acostumbrado a tanta interacción social. —Dijo la pobre y afligida estrella de rock. —La chica muerde, me gusta eso. —Me guiñó un ojo—. ¿Puedo caminar contigo hasta tu auto? —¿Estamos atrapados en los años cincuenta? —Es Seaside —me respondió, ofreciéndome su brazo. Bueno, realmente, ¿qué otra cosa podía hacer sino aceptar la oferta? Rodé los ojos y tomé su brazo. —¿Vas a llevar mis libros también? —Espera, ¿los chicos hacen eso? —Es Seaside —le recordé.

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Tomó mis libros que pesaban menos de un kilo y me acompañó hasta mi camioneta. Los ojos de Alec escaneaban el camino en señal de aprobación. —Chica hermosa, conduce una camioneta, odia a las estrellas de rock… hmm, podría escribir una canción sobre ti. Mi corazón martilleaba en mi pecho, pero me mantuve a raya. —¿Es aquí donde se supone que me desmayo y tatúas tu nombre en mi trasero? —No tienes que desmayarte. —Se inclinó, su cuerpo me protegía de la escuela y todo el aire que olía a nada más que su colonia—. Pero, ¿puedes estar segura de que se escribe sólo con una L? Rodé mis ojos. —¿Por qué estás aquí? —Me gustas. —Gracias —murmuré, sintiendo de nuevo el familiar rubor—. Pero me refería a Seaside, Oregón. Es, literalmente, el lugar más aburrido del mundo. Bueno, supongo que eso no es cierto. Ese título le va actualmente a Boring4, Oregón. Su sonrisa se apretó un poco mientras se lamía los labios y luego desvió la mirada. —Te veré más tarde, Nat.

4Boring:

aburrido en inglés.

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Se alejó sin ninguna explicación. Su estado de ánimo había cambiado de nuevo. Me metí en el auto y sacudí la cabeza. Eso tenía que ser el día más extraño de mi existencia. Mi teléfono sonó. Lo saqué fuera de mi bolsillo. —¡Mierda! —No era el mío. Tenía que ser el teléfono de Alec. ¿Cómo podía haber olvidado eso? Miré la pantalla. Estaba parpadeando mi número. Quería dejar el teléfono como una papa caliente, o al menos ocultarlo o algo así. Oh, Dios Mío, ¡va a pensar que le robé su teléfono como una loca acosadora! Sin ninguna otra opción, respondí con un saludo inestable. —Chica traviesa, robaste el teléfono de mi hermano —dijo una voz burlona. —Hola, Demetri. —Hola a ti. —Su voz sonaba más profunda en el teléfono. Mi cuerpo se estremeció involuntariamente. Después de unos pocos segundos incómodos pregunté: —¿Hay algo que necesites? —Eso depende. —¿Oh? —Si te estás ofreciendo para ayudarme con mis… necesidades. —Eres asqueroso.

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—Aw, gracias cariño. —Mira. —Me temblaban las manos mientras intentaba calmarme a mí misma—. Yo no tenía la intención de guardar el teléfono de Alec. ¿Hay algún lugar en donde pueda dejarlo o algo así? Silencio y luego dijo: —¿Por qué no te lo quedas hasta mañana? Nos veremos en el colegio y haces el cambio. —Él va a saber que su teléfono ha desaparecido. Además, tiene el mío. —Lo sé. Ya lo he hackeado. High School Musical, Nat, ¿en serio? Gemí en voz alta y luché contra el impulso de golpear mi cabeza contra el volante. —Es buena música para correr. —También la banda sonora entera de Hannah Montana. No significa que la pusieras en tu lista de reproducción, Nat. —Espera. ¿Cómo sabes que la banda sonora de Hannah Montana es buena música para correr? —Ese no es el punto. Estamos hablando de ti ahora. —¿Necesitas algo más? —espeté. —¿Te estás ofreciendo? —Adiós, Demetri. —Corté e ignoré las tontas mariposas que se habían establecido como residentes permanente en mi estómago. Me negué a ser una de sus chicas.

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Miré de nuevo a la escuela. Era como si pudiera ver una oleada de lujuria golpeando la puerta principal mientras las chicas salían y comenzaban a enviar mensajes de texto en sus teléfonos, paseando con sus faldas y riendo odiosamente. Sin duda, cada una de ellas era una oportunidad para los chicos. Y de nuevo, me negué a ser una de esas chicas. En todo caso, me dieron ganas de ponerme una sudadera holgada para diferenciarme de esos grupos. De todos modos, tenía una pila de tarea, pero mi trabajo estaba llamándome. Rápidamente encendí la camioneta y me dirigí a Seaside Taffy.

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3 Traducido por rodoni Corregido por Pilar

—H

ola, Evan —dije. La puerta tintineó cuando entré. Fui golpeada inmediatamente por el dulce olor del caramelo y conos de helado caseros.

—Nat, no pensé que lo lograrías. —Evan me dio una sonrisa maliciosa y asintió en señal de aprobación—. Te encontraste con un pequeño chico malo en el estacionamiento de la escuela, ¿o no? —Te odio. Me puse mi visera rosa de Seaside Taffy y até el delantal. —Lo quieres. —¿A quién? —Tomé un pedazo de caramelo y me lo metí en la boca. Evan me dio un puñetazo en el hombro como si fuera un chico y se rió. —¿¡A quién le importa!? Todas las chicas quieren a ambos. Yo apostaría mis pelos…

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—Lenguaje. —Nuestro jefe apareció de repente desde la oficina trasera y nos miró con los ojos entrecerrados. Evan alzó sus manos en señal de rendición. —Yo iba a decir... —Evan se mordió los labios pensando. Puse los ojos en blanco. —Lo siento, señor Dexter. Voy a asegurarme de mantener a Evan con correa corta hoy. El señor Dexter era muy raro sobre cualquiera de sus empleados usando jerga o un mal lenguaje. De hecho, prefería que digamos caramba en lugar de rayos. Historia verdadera. Tal vez era porque la tienda entera parecía que había sido vomitada por los años cincuenta. De todos modos, el pobre Evan aún no había recibido un aumento, incluso después de trabajar allí durante un año. Él seguía recibiendo tarjetas amarillas en su caja de empleado para recordarle de no decir cosas como trasero a los niños. El señor Dexter desapareció y cerró la puerta de la oficina detrás de él. Empecé a cortar el caramelo para dar muestras gratis. —Así que... —Evan se acercó a mi lado—. ¿Me vas a decir qué quería el Señor Estrella de Rock? Me encogí de hombros. —Sólo llevaba mis libros a mi auto. Evan se atragantó con un trozo de caramelo. —Nat, te prometo que él quería llevar más que tus libros al auto.

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—Eso no tiene sentido. —Sí, lo tiene —argumentó Evan—. Él quería llevarte al auto y lanzarte en el asiento trasero, seducirte, estar sudorosos, enojados, se… —¿Evan? —El señor Dexter apareció detrás de nosotros. Me mordí la lengua para no reír. Evan suspiró. —Yo iba a decir sudorosos, enojados... El tipo realmente tenía que pensar en el mejor lugar. Con una maldición, Evan siguió al señor Dexter a la trastienda, lo más probable para conseguir otra tarjeta amarilla, y yo continúe cortando el caramelo. Hoy había sido un día corto, del cual estaba agradecida. Mi concentración no estaba exactamente bien. El teléfono de Alec sonó en mi bolsillo. Miré de nuevo la puerta de la oficina para asegurarme de que estaba cerrada, entonces lo saqué. Me ofnd q hayas prtgido tu fb cn 1 contrasña. Me reí y le envié un mensaje de vuelta. A mi me ofnd q sts tratand d jaqar mi fb. ¿No tiens a alguien + pra torturar? Puse el teléfono en el bolsillo de mis jeans y suspiré. En cuestión de segundos, me envió un mensaje de vuelta. De acuerdo, estaba sonriendo como una idiota. No podía evitarlo.

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No. No. No lo hice. ad+ t elji. Tú ers mi vctma & voy a jaqar tu fb & lo haré aunq sea la ultima cosa q haga. Suspiro. Stoy aburrido. Sto es en lo q mi vda se ha convertd. Le envié un mensaje de vuelta con rapidez. M niego a sentir pena x ti. Eres 1 strella d rock. Supralo. ¿X q no scribes 1 canción? Ja ja. La puerta del despacho se abrió. Estuve a punto de soltar el teléfono, pero me las arreglé para meterlo en el bolsillo cuando Evan salió. —Nunca voy a conseguir un aumento. Levanté una ceja. —¿De verdad creíste que lo harías? Tienes este problema donde lo único que haces es hablar y hablar y hablar y… —Lo entiendo, Nat —me cortó y encendió la radio. El locutor estaba hablando sobre AD2. —¡...y se rumorea que los chicos van a la escuela en Seaside! Aquí está su último éxito, Without. —Tengo la sensación de que voy a querer quemar cada cartel de AD2 que vea antes de que termine el año —dije. —Auch. Miré hacia arriba. Alec Daniels estaba justo delante de mí. Jeans rasgados, brazos cruzados y luciendo melancólico. Tragué saliva. —¿Quieres un caramelo? Quiero morir. Le ofrecí a Alec Daniels caramelo como si fuera un niño de cinco años, necesitando una subida de azúcar.

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—Sí, claro. —Él agarró un pedazo recién cortado y se lo lanzó a la boca. No podía dejar de ver como se pasaba la lengua por los labios. Rayos, necesitaba salir más o al menos tener una cita. Me estaba convirtiendo en las otras chicas. Evan me dio un codazo en el costado. —Ugh. —Genial, Nat. Brillante inicio—. ¿Puedo ayudarte en algo? Alec se inclinó hacia adelante, con las manos apretando el mostrador. —Así es. Sólo necesito una bolsa de caramelo. Es para mi hermano. —Está bien, ¿de qué tipo? Alec miró a su alrededor, sus ojos se agrandaron cuando vio los cientos de sabores. —Um, yo... Me eché a reír. —Espera, déjame ayudarte. —Caminé alrededor de la mesa y agarré una bolsa—. Todo se ha etiquetado en el lado. Aquí están los sabores frutales, y este pasillo tiene los sabores más extraños como palomitas de maíz con mantequilla, y hacia abajo están los sabores con alcohol. —Ese pasillo. —Señaló al del alcohol—. Es perfecto. No me iba a meter y preguntar por qué, así que me fui al pasillo y agarré unos cuantos de cada bolsa. —Aquí tienes.

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Su mano rozó la mía mientras agarraba la bolsa. Sentí que me sonrojaba. Di un paso atrás y volví rápidamente a la registradora. Podía sentir su mirada fija en mí mientras me seguía detrás. —¿Cuánto es? Tomé la bolsa y la pesé. —Quince dólares y noventa y dos centavos. Alec metió la mano en sus bolsillos y sacó su billetera. Puso un billete de cincuenta en el mostrador. —Quédate con el cambio. Gracias, Nat. —Él miró hacia Evan y asintió. Hubo un silencio durante unos cinco minutos después de que Alec se fuera. —Y otra vez... —Evan rió a mi lado—. Apostaría mis pelotas… —¡Evan! —gritó el señor Dexter. Le di unas palmaditas en la espalda a Evan y traté de actuar indiferente. Pero había algo que me atraía de Alec. Parecía tan diferente a Demetri, tan reservado. Saqué el teléfono y luego quise abofetearme a mí misma. Podría haberle dado a Alec su teléfono de nuevo. Debió pensar que quería mantenerlo como rehén o algo. ¿Y qué tipo de persona no protege con contraseña su propio teléfono? Especialmente una celebridad. Miré el teléfono de nuevo y abrí las fotos. Tenía más de trescientas.

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Sabía que estaba mal mirarlas. Salvo que cuando mi dedo tocó la primera, la voz del señor Dexter sonó alto y claro a través de la tienda. Rápidamente guardé el teléfono y terminé mi turno.

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4 Traducido por Rodoni Corregido por Pilar

N

ecesitaba desesperadamente devolverle este maldito teléfono de nuevo a Alec y a Demetri. En serio, tenía que ponerlo lejos de mi estación de tareas, así no me vería tentada a mirar las fotos. No ayudó que Demetri sintiera la necesidad de enviarme mensajes cada segundo poniéndome tonta y haciéndome sonreír más de lo que me importaba admitir. El teléfono sonó de nuevo. Dja d ignorarm. Vams a 1 fista. Giré los ojos y respondí rápidamente. Yo n voy a fiesta. No tngo 18. Tampoc tú. ¿No tines tarea? El mismo problema de matemáticas en el que había estado trabajando durante la última hora me devolvió la mirada. El teléfono sonó de nuevo. Apsto en matmatkas. Ncesito ayud. Pdria consguir 1 tutor… ¿Stas libr para el trabaj? Me mordí el labio.

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¿Sabs q 1 tutor no s 1 prostituta, vrdd? Su respuesta fue rápida. Dmonios, sabía q tnia ls 2 mzclads. Me reí y metí el elegante teléfono debajo de la almohada en la cama. Tenía que pensar en llegar a dormir si iba a tener que hacerles frente a esos dos chicos mañana sin desmayarme a sus pies. Bostecé y cerré mi libro de matemáticas, luego apagué las luces de mi dormitorio y me metí en la cama. En un impulso saqué el teléfono de Alec y le envié un “buenas noches” a Demetri. No respondió. No debería estar molesta por ello. Pero como que lo estaba. Me dije que dejara de ser estúpida, mientras esperaba a que la pantalla parpadeara con su mensaje. Cerré los ojos y pasaron cinco minutos. Revisé el teléfono de nuevo. No había mensajes. Mi pulgar quedó sobre el icono de las fotos. Con una maldición, lo apreté y me desplacé a través de ellas. Inmediatamente, me hubiera gustado no haberlo hecho. Las imágenes eran increíbles. No eran las típicas fotos de rebeldes estrellas del rock. Eran fotos de puestas de sol, vacaciones, y... ¿cachorros? ¡Oh, Dios mío! De ninguna manera esto era verdad. Alec tenía que tener fotos de strippers y prostitutas. Me demostró lo poco que sabía de él. Sospechaba que era el chico malo del grupo, pero, de nuevo, Demetri se mostraba siempre como el jugador entre ellos dos, al menos en los sitios de chismes y televisión. Odiaba sentir curiosidad por Alec. Eso me hizo sentir incómoda al saber que estaba muy lejos de mi alcance. Era como el crack para

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mí. Quería ser la chica que averiguara sus secretos. Y sabía que eso no terminaba bien para nadie. Con un bostezo puse el teléfono en la mesita de noche y me fui a dormir.

*** Me sentí muerta mientras abría mi casillero al día siguiente en la escuela. No había visto a ninguno de los chicos, pero sabía que tenían que estar en alguna parte si los gritos resonando por los pasillos eran alguna indicación. Suspiré y puse mi libro de matemáticas en el lugar de mi libro de historia. —Nat. —Demetri me respiró en el cuello. Maldije y me di la vuelta. —¡Me asustaste! Sonrió sin pedir disculpas y me tendió mi patético teléfono. —He hecho algunos cambios en tu configuración y otras cosas. Espero que no te importe. Bajé la vista para ver como protector de pantalla una foto del pecho desnudo de Demetri. Asombroso. Sentí un caliente rubor bañar mis mejillas. —Gracias. —Tomé mi teléfono y le di el de Alec. Él no se movió. Esperé.

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Me miró como si yo fuera un rompecabezas. —¿Quieres que te acompañe a clases? Si me seguía mirando así, me desmayaría y él tendría que llevarme en sus brazos, sólo para desmayarme otra vez porque me estaba cargando. —Um, seguro. —Tomé mis libros y caminé con él. La clase estaba a sólo unos pocos metros de distancia, pero se sentían como kilómetros. La gente susurraba detrás de sus libros mientras pasábamos, y luego Demetri puso su mano en la parte baja de mi espalda. Casi salto fuera de mi piel. —Tranquila. —Él se rió entre dientes mientras entrábamos en el salón de clases. Todos los ojos se clavaron en nosotros. Todos excepto los de Alec. Tragué saliva y me senté. Una vez que el maestro comenzó a tomar su rol, le lancé una mirada. Alec me miraba. No sonreía. De hecho, parecía irritado, eso o enojado. No estaba segura. Le ofrecí una sonrisa de disculpa. Él me ignoró y giró hacia el profesor.

*** Al final de su primera semana, los otros chicos comenzaron a volver a la normalidad. Las chicas dejaron de desmayarse en los pasillos y los chicos no firmaban muchos autógrafos. Demetri me acompañó a clase todos los días y Alec encontró gran placer en cavilar todo el tiempo. Eso me hizo sentir incómoda, lo mucho que se había alejado

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una vez que Demetri y yo empezamos a hablar más. Si estuviera siendo completamente honesta, una parte de mí estaba un poco molesta porque él y yo no teníamos la misma relación que yo tenía con Demetri. Pero, de nuevo, ¿quién era yo para estar molesta por algo? Quiero decir, él era todo. Yo no era nada. Estaba tan perdida en mis pensamientos, que no oí a nadie acercarse. Alguien me dio un golpecito en el hombro. Solté todos mis libros al suelo. —Caray, Nat, eres tan asustadiza. —Demetri se arrodilló para recoger todos mis libros y luego los arrojó en mi casillero—. Necesito ayuda. Mis ojos se estrecharon. —¿Con qué? —Siempre tenía que ser directa con Demetri. Era el tipo de persona que podría llevar a las chicas más morales a la cama. —Matemáticas. ¿Recuerdas? ¿Apesto? —¿Me estás pidiendo ayuda? Él se encogió de hombros. —Somos amigos. Oh. De repente me sentí un poco culpable. Estaba oficialmente eliminando todos los sitios de chismes de mi computador. El tipo no podía ser tan malo como los medios lo hacían ver, y había sido muy agradable la semana pasada. Al menos cuando no trataba de hacerme ir a fiestas o que coqueteara con él. —Bueno... —Lo pensé durante un minuto. No parecía tener ningún motivo oculto. De hecho, sus ojos brillaban con desesperación—.

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Creo que puedo ayudarte, debo terminar todas mis cosas primero. ¿Te refieres a esta noche? —Sí, esta noche. —Él se rió entre dientes—. ¿Qué te parece si voy alrededor de las ocho? ¿Estaría bien? —Sí, um... seguro. —Me ahogaba en mis palabras. —Genial. ¡Gracias, Nat! Me golpeó en el brazo y corrió por el pasillo, dejándome preguntándome qué diablos acababa de suceder. Mierda, estaba bajo su hechizo como todos los demás. Me golpeé la cabeza contra el casillero. Tal vez movería mi memoria, recordándome por qué no debía acercarme a un chico cuya idea de priorizar es escoger con qué chicas se acostará antes de irse de Seaside y ponerlas en una lista cronológica. —¿Dolor de cabeza? —dijo una voz suave detrás de mí. ¿Tal vez todo era un juego? AD2 pensó que sería divertido torturar a la chica local y convertir su vida en algo confuso y hormonal. —Alec —suspiré. Él se lamió los labios y luego bajó la vista al suelo. —¿Tienes algún caramelo más? —¿Eh? —No era lo que esperaba—. Quieres decir, ¿ahora? Él asintió. ¿Hablaba en serio? —Um, tengo algunos trozos en mi mochila, ¿por qué? Sus hombros se hundieron con alivio.

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Sin esperar a que respondiera, saqué unos pedazos y se los entregué. Se metió los tres en la boca y gimió. Sentí el estruendo de su gemir por todo mi cuerpo. —Gracias a Dios. —Así que, ¿la meditativa estrella de rock está obsesionado con los caramelos? Alec sonrió, la primera sonrisa que había visto desde su primer día en la escuela. —Se podría decir. O tal vez la estrella del rock sólo necesita algo en la boca ya que dejó de fumar. —Y el mundo tiene sentido otra vez. —Asentí—. ¿Alguna vez trataste con paletas? —Así es —maldijo—. Tienen mucha azúcar. —¿Chicles? —ofrecí. De alguna manera habíamos caminado desde mi casillero hasta las puertas principales. —Pierden el sabor. Asentí otra vez. —Así que el caramelo es tu mejor opción. Él sonrió de nuevo. Era hermoso. Aún más hermoso que Demetri cuando sonreía. ¡Demonios! ¡Necesitaba ayudarlo con su tarea y todavía tenía que trabajar y terminar la mía! —¡Tengo que irme, Alec!

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Sus ojos se estrecharon. Parecía inseguro, y luego asintió y se alejó en la dirección contraria sin siquiera decir adiós. Cuando mi turno de trabajo terminó, sólo tuve media hora para hacer mi tarea antes de que Demetri viniera por ayuda. Espera. Ni siquiera me pidió mi dirección y él mismo se invitó a mi casa. ¿No era un poco extraño? Sabía que tenía mi número guardado así que, ¿tal vez iba a mandarme un mensaje más tarde? Me apoyé en la camioneta. En serio, no tenía energías restantes después de hoy. Tal vez me gustaba más aburrido que interesante. Todavía no podía entender por qué estos dos chicos me prestaban atención. Me encogí de hombros y entré en la casa.

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5 Traducido por valentinaacorrea Corregido por Pilar

M

e he convertido oficialmente en “esa chica”. La que mira el reloj mientras la manija da vueltas y vueltas. Eran las 8, y él todavía no estaba aquí. Él iba a llegar tarde. Por un minuto. Y yo, siendo la aburrida, paranoica y, Oh, socialmente inadaptada chica que era, me permitía a mí misma sudar sobre ese simple hecho. ¿Tal vez encontró a otra chica para ayudarlo? O un chico, no siempre tiene que ser sobre chicas. Dejé de mirar el reloj, y me dirigí a la nevera para tomar un refresco. Si él no iba a venir estaba bien, no es como si no tuviera otras cosas que hacer. Como mirar “La rueda de la fortuna” o gritar en “The Bachelor”. Que deprimente. Miré el reloj de nuevo ¿Un minuto? ¿Había pasado sólo un minuto?

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Me golpeé la cabeza contra el mostrador lo suficientemente fuerte como para hacer ruido. —¿Una noche difícil, preciosa? —canturreó una voz desde el otro lado del pasillo. Mi cabeza se sacudió hacia arriba para ver a Demetri caminando hacia mí desde la oficina de mi mamá. ¿Qué…? —¿Qué estás haciendo aquí? Mi mamá salió de la oficina, Alec la siguió. Era como si todas mis pesadillas se hubieran hecho realidad. —Oh, ¡hola cariño! —Mamá se ajustó las gafas y se acercó a la nevera para agarrar una botella de agua—. Mi próximo cliente debería estar aquí en unos diez minutos, así que voy a estar hasta tarde esta noche. ¡Diviértete estudiando! Volvió a su despacho y cerró la puerta. —Explíquenme, ahora. —Dirigí mi pregunta hacia los dos, ya que ambos lucían culpables mirando a cualquier lugar excepto a mi rostro. Alec fue el primero en abrir la boca. —Yo tengo… —Él bajó la mirada y maldijo. Demetri se rió. —Tiene un pequeño problema. —Le ofreció a Alec un encogimiento de hombros y se acercó a donde yo estaba sentada—. Por eso estamos aquí.

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—¿No hay psiquiatras en Los Ángeles? ¿En Canadá? Quiero decir, ¿por qué mi mamá? ¿Por qué aquí? Alec murmuró algo entre dientes y salió de la casa dando un portazo detrás de él. —Lo siento —dijo Demetri mientras ponía sus brazos alrededor de mis hombros dándome un abrazo de costado y luego me soltó—. Es algo así como secreto, pero no creo que siga siéndolo por mucho más tiempo. Apreté los dientes y retrocedí. —¿Te importaría ponerme al tanto? —Si eres el genio de las matemáticas que espero que seas, entonces sí, te prometo que te voy a contar todo, después de la tarea. —Eso suena muy parecido a un soborno. —Lo fulminé con la mirada. Demetri se encogió de hombros. —Así es. Oye, ¿tienes algo de comer? ¡Me muero de hambre! Era como tener a Evan en la casa. Si Evan fuera tan guapo que doliera mirarlo y tuviera el cuerpo de un dios. Sí, prácticamente lo mismo. Me acerqué a la nevera a buscar el asado sobrante. —Esto es carne asada. Aquello —señalé—, son las papas y estas son las zanahorias. —Tomé su mano y le di un plato—. Este es un plato. — Él me fulmino con la mirada—. Pon la comida en el plato y luego ven aquí. —Abrí el microondas y puse la comida en el interior—. ¿Crees que puedes manejarlo desde aquí, estrella de rock?

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Su mirada debería haberme hecho asustar. Al contrario, me hizo enojar aún más. Estos dos muchachos sólo irrumpieron en mi vida, sin ninguna explicación, y encima, ¿están viendo a mi madre? Sin responder a ninguna pregunta, ¡y Demetri piensa que es una especie de Dios! Cerró el horno de microondas y presionó todos los botones correctos. —Estoy tratando de decidir si me gustas, o sólo me irritas. Me encogí de hombros como si no me importara y caminé hacia el mostrador. Él comió en silencio, como si realmente estuviera hambriento. Eso era tonto. Él era una estrella de rock. ¿No le pagaban a gente importante para que les cocinara? —Gracias —dijo, tomando su plato y limpiándolo antes de colocarlo en el lavaplatos. Recogió mi plato vacío e hizo lo mismo, y luego hizo un gran gesto al vaciar los contenedores. Estaba bastante segura de que quería ser atropellada por un camión por mi mala actitud. —Lo siento. —Lo juro. —Tiró el trapo abajo—. ¡Siempre es lo mismo! —Tiró rudamente de la silla y se sentó—. ¡O las chicas quieren joder mis sesos, o piensan que soy un maldito idiota! Como si yo no supiera conseguir mi propia comida o planchar mi ropa. Como si todo hubiera sido fácil para mí. Sin problemas. Sólo un maldito chico de oro con una maldita guitarra de oro. Su quiebre mental me hizo sentir como el peor tipo de persona en el mundo. Estaba a punto de llorar.

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—L-lo siento. —Puse mi mano sobre la suya y exhalé—. No quise asumir nada. Frunció el ceño. —¿Estás realmente pidiendo disculpas, señorita alta y poderosa? —¿Si? —Bien. —Sonrió—. Porque yo estaba totalmente bromeando. Me encanta mi vida y me merezco una patada en las bolas por casi hacerte llorar. Me lancé sobre él. Culpé al refresco que había tomado minutos antes de su llegada. Su expresión de sorpresa se convirtió en risa mientras lo tiraba al suelo y comencé a usar todos los movimientos de mi clase de A.M.M. 5 en todo su arrepentido trasero. Tenía sus brazos encerrados antes de que supiera qué es lo que estaba pasando. Sintiéndome un poco engreída, le di una sonrisa suficiente. —Así es como va a ser, ¿eh? —Flexionó sus músculos. Asentí. —Bien. —Está bien. —Apreté más fuerte mi agarre a sus brazos

5A.M.M.:

Artes Marciales Mixtas.

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Él se rió entre dientes y maniobró para salir de mi agarre más rápido que cualquier persona que había visto, incluyendo a Evan, que regularmente tomaba clases en el gimnasio local. En cuestión de segundos, estuvo a horcajadas sobre mí, luciendo bastante satisfecho consigo mismo. —No es como si yo no mereciera que me patearan el culo —dijo sin aliento—. Pero creo que este tipo de posición es mejor. Me retorcí debajo de él. —Y mejor... y mejor. Le grité. No sirvió de nada. Eso lo hizo reír más, y por cansancio me uní a él. Se inclinó y besó la parte superior de mi frente. —¿Matemáticas? —En la medida que te abstengas de hacerme llorar o querer pegarte un puñetazo, entonces sí, podemos hacer cuentas matemáticas. — Suspiré, un poco sin aliento por el hecho de que el dios del rock había besado mi frente. Pareció pensar en ello durante un minuto y luego asintió. Minutos después de comenzar las matemáticas, me di cuenta de dos cosas. Una de ellas era que realmente hablaba en serio sobre necesitar esa ayuda y dos, él hablaba realmente en serio acerca de querer hacer las cosas bien. Mientras trabajaba en el último problema, lancé una mirada al reloj, ya eran las diez.

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—¿Viviste aquí toda tu vida? —preguntó sin levantar la vista del papel. —Uh, sí. —Empecé a dar golpecitos nerviosamente con mi lápiz—. ¿Tú siempre viviste en Canadá? Pregunta tonta, todo el mundo sabía que residía en Los Ángeles ahora, pero quería oírlo de él. —Cinco casas. —Él borró su problema y entrecerró los ojos—. Una en Columbia Británica, una casa de playa en Malibu, un ático en Nueva York, un apartamento en Londres y, finalmente, una casa en el buen pueblo de Seaside. Estoy segura de que mi boca se abrió por mi sorpresa. Tenía más casas que mis amigos y yo juntos. Una vez que tuve la oportunidad de tener mis pensamientos de vuelta en marcha, pregunté: —¿Por qué Seaside? —Y eso, no tengo que contestarlo hasta después de la tarea. Me lo prometiste. —Está bien. —Suspiré y agarré el papel. Cruzó las manos detrás de la cabeza y se recostó en la silla. Su trabajo le llevó mucho tiempo y pude ver por qué. Su escritura era meticulosa, cada palabra estaba perfectamente formada. Escribía como hablaba. Era impresionante, por decirlo de alguna forma. Por lo general, era imposible leer la letra de los chicos. El trabajo era perfecto, excepto por uno. —Este. —Señalé—. Has utilizado la fórmula equivocada. —Lo sé. —Él se encogió de hombros.

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—No entiendo, Demetri. —Golpeé su brazo con el lápiz. —Estoy cansado de ser perfecto, así que pensé que podría crear un pequeño defecto en mi tarea. Genera opciones, me han dicho. Asentí. —Eres imposible, está bien si quieres ser imperfecto, ¿quién soy yo para no estar de acuerdo? —¡Vamos! —Saltó de su silla y me tomó la mano antes de que pudiera decir algo además de un "¿Eh?" ¡Él era del tipo bipolar! ¿Cómo pasaba de hablar de matemáticas a correr hacia mi puerta como si hubiera un incendio? Estuve a punto de tropezar con mi North Face 6 cuando llegamos al perchero. Estaba empezando a sospechar que el chico usaba drogas. ¿Por qué, si no, estaba tan emocionado? ¿Con todo ese comportamiento errático? —Vamos. —Él señalo con su cabeza la North Face en mi mano—. Póntela, hace un poco de frío. Me mordí el labio con frustración, pero lo hice de todos modos, ya que realmente estaba empezando a ponerse frío y ventoso. —¿Dónde vamos? —A la playa. Para hablar. —Y esa fue la única explicación que me dio mientras me llevaba por el muelle sobre la gran playa de arena blanca.

6North

Face: marca de ropa de invierno.

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Seaside sería el lugar perfecto para vacacionar, si el tiempo pudiera decidirse. Un día podían hacer cien grados fuera, y al día siguiente podías ver tu aliento en el aire. Así eran las costas del pacifico. Las playas eran increíbles, pero eras afortunado si tenías varios días soleados. Eso no obstaculizaba al turismo, sólo significaba que durante los meses de otoño, como octubre, no había mucha gente alrededor. La playa estaba abandonada. Era extrañamente tranquila. El único sonido era el que provenía de las olas que rodaban por la arena. Demetri envolvió mi mano con la suya mientras nos aventurábamos más cerca de las olas. —¿Quieres sumergirte? —Sí —respondí con entusiasmo—. Me gustaría morir a los dieciocho años. ¿Tienes alguna idea de lo fría que está el agua? —No recuerdo que fuera tan malo. —Él se encogió de hombros y se quitó los zapatos y los calcetines, y después de una pequeña mirada hacia mí corrió hacia el agua. Las maldiciones sonaron fuertes en el silencio de la noche. Me reí mientras se acercaba corriendo. —Te lo dije. —Le entregué los calcetines y los zapatos. —Recuérdame que te escuche de aquí en adelante, en todo. —Él se estremeció y tomó sus cosas, pero las tiró sobre la arena y se sentó—. ¿Quieres sentarte? —Acarició la arena a su lado. Algo en su impulsividad llamó mi atención. Demetri no parecía tener ningún plan, ninguna agenda. Se trataba de estar en el momento. Yo como que le tenía envidia, incluso aunque fuera un poco creído. Pero creo

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que yo también lo sería si hubiera gente que se tirara sobre mí y me dijera que era una especie de dios del rock. —Así que, Seaside. —Jugué con la arena en frente de mí. —Seaside. —Él dobló sus rodillas y apoyó su cabeza en ellas—. No es realmente mi historia que contar. —Oh, ¿así que hay toda una historia? Demetri se rió. Podía ver el contorno de su boca, porque sus dientes eran muy blancos. —Sí, podrías decir eso. En realidad hay dos historias. La primera historia es una cubierta, la segunda es la verdad. —¿Cuál me contaras? —Todavía lo estoy decidiendo. —La risa abandonó su rostro cuando sus ojos se encontraron con los míos. Esos ojos azul claro centrados en mis labios mientras se acercaba. Estaba congelada en mi lugar. No podía alejarme aunque quisiera. Y cuanto más cerca estaba de tocar mis labios, más quería que me besara. Mi lengua se deslizó fuera para mojar mis labios en el minuto que su boca cerro la distancia final entre nosotros. Cuando su boca tocó la mía, me quedé sin aliento. Su boca era tan diferente al aire que nos rodeaba. Cuando todo estaba frío, él estaba caliente, tan caliente y acogedor. Sus manos acunaron mi rostro mientras su lengua se deslizaba más allá de la barrera de mis labios. No me atacó, ni fue agresivo cuando me alejó de él. Yo estaba casi decepcionada cuando se retiró.

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Los ojos de Demetri estaban entrecerrados, se acercó de vuelta y besó mis labios brevemente antes de volver hacia atrás maldiciendo. —Lo siento. ¿Lo siento? ¿Él lo siente? Me acaba de dar el mejor beso de mi vida, mi primer beso, y lo sentía. Avergonzada, rápidamente me puse de pie y me sacudí la arena. —Espera. —Su mano agarró la mía—. No quería decir que lo siento por el beso. Nunca he estado menos arrepentido por un beso en mi vida. Sólo lamento que lo usé como una manera de conseguir que dejes de preguntar por qué estamos aquí. —Está bien —le dije tratando de comprender su explicación. Nuestras manos se entrelazaron. El recuerdo de sus labios en los míos todavía quemaba. Luché por mantener mi actitud indiferente cuando todo lo que quería hacer era saltar encima de él y rogarle que me besara de nuevo. Se levantó y suspiró. —Estamos en un descanso de las giras y hacer música. Nos han dicho que necesitamos tomar un descanso por un tiempo, dejar que las cosas se calmen en nuestras vidas personales antes de que arruinemos nuestra carrera. —Está bien —le dije, mentalmente empecé a pensar en todas las noticias que había leído las ultimas semana. Ninguna de las cuales llevaría a pensar en una declaración como esta—. Esto es lo que va a estar en la noticias mañana, ¿eh? Él asintió. —Así que me dijiste la mentira.

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Hizo una pausa y volvió a asentir. Supongo que no le había dado una razón para confiar en mí. Estaba enojada porque no lo hizo. Por otra parte, no me conocía en absoluto. En todo caso, yo podría ser el tipo de chica que haría chismes acerca de nuestras conversaciones privadas, incluso sobre nuestro beso. Yo no era esa clase de chica. Inmediatamente sentí la necesidad de decirle, pero no me dio una oportunidad. Se dejó caer de nuevo en la arena y tiró con tanta fuerza de mí, que caí encima de él. Me hizo girar hasta que quedó sobre mí, y envolvió su boca con la mía. Él sabía tan bien. Sus manos clavaron las mías en la arena, mientras su lengua exploraba mi boca y mordía despacio mi labio inferior. Gemí cuando se alejó y maldije. —¿Estás tratando de distraerme? —¿Importa? —preguntó sin aliento. Asentí. Sus ojos se pusieron tristes. —Entonces, sí, lo estoy. —Suéltame. —Traté de empujarlo, pero no se movió—. ¡He dicho que me sueltes! No estaba acostumbrada a que no me escucharan. Este muchacho era más confuso que cualquiera que haya conocido jamás excepto... bueno, excepto Alec. Él se ganaba el pastel en eso. —Me gustas. —Fue todo lo que dijo. Como si eso explicara el por qué se aprovechaba de mí besándome.

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—Bueno, tú no me gustas. Él se rió y susurró en mi oreja. —Sí, en realidad, creo que sí. Irritada, empujé su pecho de nuevo pero sus labios se movieron a mi cuello mientras chupaba cerca de mi clavícula, su lengua daba vueltas en círculos mientras sus dientes mordían ligeramente mi piel. Tiré de él hacia mí. No quería ningún espacio entre nuestros cuerpos. Ya ni siquiera tenía frío. No, estaba en llamas. Lo quería más que nada en el mundo. —Tenemos escuela en la mañana —susurró en mi oído. Mierda, incluso la palabra escuela sonaba sexy en sus labios. Gemí. —Lo sé. —Tenemos que irnos. —Pero no se movió. —Sí. —Realmente no tenía ninguna excusa para mi comportamiento mientras lo apretaba más fuerte y cubría mi boca con la suya. Se rió entre dientes bajo mi beso, luego me levantó por encima de su cuerpo, así que ahora estaba a horcajadas sobre él. Besé su cuello, como él había hecho conmigo. Gimió y luego maldijo tirando de mis manos hacia atrás. —Si sigues haciendo esto, esta noche va a terminar muy, muy bien y no puede ser así —maldijo otra vez y cubrió sus ojos con sus manos—. Y si sigues mirándome como si quisieras comerme, es muy probable que logres que te desnude y hacer que lo desees.

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Ningún chico me había hablado así, nunca. No estaba segura si debería tomarlo como una ofensa o como un cumplido. Luchando con mi respuesta, me quedé en silencio, frunciendo el ceño. Riéndose, él se acercó y me besó en la boca con suavidad. —Déjame poner esto en una manera para que lo entiendas. Te quiero más de lo que debería, incluso desde el primer día. Y estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero. Si te quedas, voy a conseguirlo y tú no mereces eso. Me aparté y asentí mientras me ponía de pie. —Necesito un minuto. —Él sacudió su cabeza y cerró los ojos mientras se recostaba en la arena. Parecía como si estuviera meditando. Mi cuerpo todavía estaba en llamas y temblando después de nuestra interacción. Después de unos pocos minutos en silencio, se sacudió el polvo de la arena y me agarró la mano. —¿De verdad quieres saber por qué estamos aquí? Apreté su mano con fuerza. —¡Sí! —Bien. —Él sonrió y tiró de mí en un abrazo de lado, besando mi cabeza—. Tal vez si sigues saliendo conmigo, te lo diré. Lo aparté y le di un manotazo. Nos detuvimos frente a mi casa. Miré a mí alrededor buscando un auto, pero no había nada.

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—¿Necesitas que te lleve7? —pregunté mientras él caminaba por la carretera. —No pensaba que eras esa clase de chica. —Me guiñó un ojo, mientras se giraba y entraba a la casa junto a la mía. Mierda. Los hermanos vivían al lado. ¿Podría ser peor? —¡Quise decir en un auto! —grité molesta de nuevo. —¡Ooh! —Él levantó sus manos en el aire—. ¡Incluso mejor! —¡Te odio! —¡No, no me odias! —se rió antes de entrar en la gran casa de al lado. Una cosa que sabía a ciencia cierta, era que iba a ser un largo año escolar.

7 En

ingles ride significa llevar a algún lugar y montar.

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6 Traducido por Didy Corregido por Pilar

M

e desperté el viernes preparada para enfrentarme al día. Bueno, más o menos. No había corrido el día anterior. Sabía que si quería realmente conseguirlo en la temporada de pista esta primavera, tenía que seguir entrenando. Además, tenía que levantarme mucho más temprano por esa estúpida reunión del Baile de Bienvenida. Especialmente considerando que me perdí dos seguidas y ahora estaba en la lista de mierda de Alesha. ¿Por qué estuve de acuerdo en servir en el comité en primer lugar? Oh, de acuerdo, porque mi amiga me forzó a eso y Evan dijo que necesitaba a alguien que no estuviera actualmente intentando meterse en sus pantalones. La cual era totalmente la forma en que él y Alesha actuaban cerca del otro. Ella agitaba sus pestañas, él ponía los ojos en blanco y segundos después, estarían besuqueándose en el casillero. Evan siempre dijo que era demencia temporal. De todos modos, sabía la verdad. La quería tal como era. Simplemente no sabían cómo salir de la zona de amigos con beneficios. Pero, ¿qué chico querría eso, especialmente si Alesha ya le había dado todos los beneficios?

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Tiré los cobertores hacia atrás, salí de la cama adormilada y me puse mi conjunto de ejercicio. Me recogí el cabello en una cola de caballo y bajé las escaleras y salí afuera corriendo. El aire era vigorizante y frío. Era una de las mañanas más frías, pero al menos el viento no soplaba tan fuerte como normalmente lo hacía. No sé por qué, pero esta mañana, pensar en correr con viento me ponía de mal humor. Estiré y me puse rápidamente los guantes para evitar que se me congelaran los dedos. —No te tenía como alguien que se ejercitara —dijo una voz a mi derecha. Me giré y estuve cara a cara con Alec. Estaba usando vestimenta de ejercicio y una gorra de básquet. Casi parecía… normal. Bueno, tan normal como un hermoso chico puede verse. Sacudí mi cabeza. —Sí, bueno, no te tenía como alguien que hace algo más que sentarse y empollar, así que creo que estamos a mano, ¿eh? Riendo, se sacó la gorra y se pasó la mano por el cabello antes de ponérsela nuevamente. —¿Quieres algo de compañía? De todas las cosas que podría haber dicho, ésa era la que menos esperaba. —¿Quieres correr conmigo? —Creo que puedo seguirte el paso. —Corro rápido.

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—De acuerdo. —Parecía que no le afectaba. —Escucho música. Levantó su iPhone. El mismo que había acechado descaradamente hace unos días. Tragando, asentí. —Suena genial. —Pero no era genial. Por alguna razón, Alec me ponía más incómoda que Demetri. Al menos con Demetri sabía qué esperar. Él flirtearía, te besaría inconscientemente, te bañaría con elogios y tú contendrías tu aliento rezando que no te engañara. Alec era… bueno, era Alec. Había algo misterioso sobre él. Al menos corriendo no tendríamos que hablar mucho. Aún estaba curiosa sobre por qué estaban aquí en primer lugar, pero si no pude sacárselo a Demetri anoche, estoy segura de que no lograré que su hermano se mueva de esa área. —¿Lista? —Vi mientras encendía la música y se ponía los auriculares. Con un rápido asentimiento en mi dirección ya se había ido. Corrimos un kilómetro en silencio. Nunca miré en su dirección. Pero era difícil mantener la vista en el camino cuando corría con un misterioso, aunque famoso, chico malo. Una vez que alcanzamos el segundo kilómetro, estaba lista para gritar. Me miraba fijamente. Podía sentir su mirada. Prácticamente estaba quemándome de la cabeza a los pies de la mortificación. Por último, frené en seco y encontré los auriculares que me había metido en el bolsillo. Necesitaba escuchar música si iba a tener que tolerar su mirada melancólica.

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Me puse los auriculares, pero no encendí la música. —¿Qué? Alec mordió su labio y levantó su mano para quitar sus auriculares. —Sólo estoy sorprendido. —¿Siquiera quiero saber? —Estiré mis brazos. Se movió atrás mío y gentilmente tiró más de mis brazos, luego susurró en mi oído. —Tropezaste sobre tus propios pies dos veces ayer. No estaba seguro de que siquiera pudieras caminar en línea recta hasta ahora. —Estoy en la pista. Su cálida risa sofocada me dio escalofríos mientras movía mis brazos detrás de mi espalda y los cruzó de modo tal, que mis hombros y pecho estaban estirándose mejor. —Eso explica el cuerpo. —¿Qué? —Me aleje de él y me giré. —Tu cuerpo. —Me miró de pies a cabeza y luego encontró mi mirada—. Tienes piernas largas. El modo en que lo dijo, casi en reverencia. Confundida, le entrecerré los ojos. Normalmente, los chicos dicen cosas como "estás caliente" o "lindo cuerpo". En cambio, acaba de hacerle un cumplido al largo de mis piernas, como si fuera algún tipo de gigante. No estaba segura de por qué sentía subir el rubor. Tal vez era porque su cumplido no me hacía sentir como un objeto, sino más especial. En verdad necesitaba salir más.

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—¿Qué? —Alec sonrió. Odiaba cuando me sonreía así. Como si fuera su sol y estrellas. Cuando claramente ese no era el caso. —No puedes simplemente ir diciendo cosas así a las chicas. —Lo acabo de hacer. —Se encogió de hombros—. Pero creo que de algún modo tienes razón. No debería decir cosas así a la chica de mi hermano. Hay reglas para eso. Irritada, lo miré fijamente y agarré mi teléfono para cambiar las canciones. —No soy su chica. Alec silbó. —No le digas eso a él. Además, los vi a ambos anoche. —¿Estudiando? —¿Por qué estaba tan esperanzada de que no nos hubiera visto más tarde esa noche? —En la playa —confirmó Alec, sus ojos estrechándose antes de empezar a sonreír para partir la tierra—. Pero está bien. Le gustas a Demetri. —Alec se sentó al borde de la valla cercana al paseo peatonal—. Quiero ser tu amigo. No voy a mentir y decir que no estoy enojado porque mi hermano llegó a ti antes. Pero haré la vista gorda a tu obvia falta de buen juicio, si prometes que acudirás a mí si necesitas cualquier cosa. ¿Está bien? Asentí lentamente, mi corazón latiendo lo suficientemente fuerte porque estábamos en la zona de amigos, o en cualquier zona cercana a esa. —Bien. —Agarró mi Blackberry—. ¿Justin Bieber, Nat? ¿En serio? Me sentí ruborizar.

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—Es buena música para correr. —Me siento un poco herido. ¿Estamos incluso corriendo aquí? —Mis peores pesadillas se volvían realidad, mientras él iba bajando por la lista de canciones. —¡Dame eso! —Me abalancé sobre él. A diferencia de su hermano, él no estaba de acuerdo con permitir ganar a una chica. Me mantuvo a raya con un brazo. Lo pateé. Sólo rió más fuerte. —¡De ninguna manera! ¡Me amas! —Saltó arriba y abajo y sacudió sus manos en el aire. Éste no era el Alec que conocía. El Alec que conocía meditaba. ¿Qué diablos? —Regresa eso. —Con los dientes apretados, extendí la mano. —¿Te estás sonrojando? —bromeó. —No, sólo estoy sin aliento. —Triste respuesta, Nat. ¡Triste respuesta! —También me gusta más esta lista de canciones. Maldije y miré abajo a mi teléfono, cuando me lo alcanzó estaba en la lista de canciones marcada como Lo Que Amo. Quería matarlo. —¿Quieres que te cante en este momento? —preguntó, el regocijo haciendo a sus ojos centellear más de lo normal. —No, sin embargo, quiero saltar al océano y ahogarme. —No lo merezco, y tampoco Justin Bieber. No dejes que vea esa basura en tu lista de canciones para correr otra vez. —Se puso sus auriculares.

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Me estiré para alcanzar su teléfono, pero lo tenía en su bolsillo antes de que pudiera agarrarlo. —¿Y tú qué escuchas? —A mí, por supuesto —se rió mientras se ponía a correr nuevamente. —Lo dudo. —¿Quieres apostar? —Se paró. —Sip. —Sabía que probablemente el chico se tendría a sí mismo en su lista de canciones, tenía sentido, pero realmente dudaba que él en realidad se escuchara a sí mismo cantar, eso sería vano y no parecía ser de ese tipo. Ahora, Demetri, por otro lado… —Bien. Si gano, tienes que ir a la fiesta de Evan conmigo el próximo viernes. Si ganas, te dejaré conducir mi auto por una semana. —¿Qué tipo de auto es? —pregunté. Era escéptica, ya que no conocí ninguno de sus autos durante la semana pasada. Por otra parte, no los había estado acechando exactamente igual que el resto del alumnado. —¿Qué tipo de auto crees que conduzco? Me gustó este lado de Alec, el lado juguetón. Me recordaba a Demetri, sólo que más devastador. Estoy segura de que cualquier chica en el lado opuesto de esa sonrisa, de buena gana echaría su tarjeta V, sin hacer preguntas. —Adivino que conduces algo con clase y oscuro. Hm..., ¿mercedes negro, con vidrios polarizados?

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Mientras miraba el sudor gotear por su mejilla, casi podía fingir que era una persona normal… casi. Mi nivel de comodidad con Alec había cambiado definitivamente. —Ni siquiera estás cerca, pero es bueno. Te lo prometo. —Está bien. —Extendí mi mano—. Entrégalo. Puso el teléfono en mi mano. Di un grito ahogado. Él realmente se escucha a sí mismo, pero no decía AD2, decía Alec Daniels. —¿Qué es esto? Se encogió de hombros. Desenchufé sus audífonos y deslicé los míos. La música no era el tecno habitual por el que los chicos eran famosos. Era… brutal. Me dieron ganas de llorar. El corazón me dio un vuelco cuando su voz llegó a las notas más altas. Era una pista acústica, y entonces la música se detuvo y estaba hablando de cambiar el verso. La música empezó nuevamente y su voz alcanzó las mismas dolorosas alturas que me hicieron temblar. Temblando, le devolví el teléfono. —¿Esa canción irá en el próximo álbum? —Nop. —Se echó a reír amargamente—. Nunca verá la luz del día. No si mi hermano tiene algo que ver con eso. —¿Por qué? —solté. Se encogió de hombros. Debería haber sabido que no me daría más detalles.

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—Así que esta fiesta… —Puso su teléfono en el bolsillo—. Te recogeré a las siete. Rodé los ojos. —Una apuesta es una apuesta. —Sí, lo es —dijo Alec, empezando a correr nuevamente. Lo seguí. Terminamos el recorrido en silencio. Saludó con la mano mientras entraba a su casa. Puede ser que sea tarde para mi reunión de la escuela, pero valió la pena. Mamá se había quedado dormida otra vez en su oficina. Grité un adiós. El silencio me saludó. Odiaba ser tan ignorada, pero la única otra opción sería ir a su habitación y compartir mis sentimientos. Prefiero ser ignorada, que un cliente. Irritada, me metí en mi camioneta. Pero por primera vez en años, estaba emocionada por la escuela. Me molestó que fuera la cara de Alec la que vino a mi cabeza y no la de Demetri. Encendí la radio para distraerme y rodé los ojos mientras una de las canciones infames de AD2 empezaba a sonar. La voz de Alec fue la primera. Sólo lo sé porque vi el video musical. Odiaba que mientras Demetri era el que más me irritaba, Alec era por el que sentía curiosidad. Tenía que ser todo eso de que no era fácil de tener, además, él meditaba. A las chicas les gusta meditar. Llegué a la escuela y traté de empujar los pensamientos de los chicos fuera de mi cabeza. Matemáticas. Tengo que concentrarme en matemáticas.

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7 Traducido por belulove Corregido por Pilar

E

l siguiente viernes, la noticia de que la banda AD2 se tomaba un muy necesitado descanso de las giras ya había sido anunciada, reclamando que los hermanos estaban exhaustos y pasando tiempo en su casa de campo en Oregón y asistiendo al colegio para traer un poco de normalidad a sus vidas. Sonaba súper creíble. Probablemente, yo hubiera pensado que la historia era de fiar. Pero Demetri hizo que dudara. Pero, ¿qué otro propósito podría haber tras ellos estando aquí? Mi mamá estaba siendo más solitaria que nunca, y yo en realidad estaba deseando poder ir a la fiesta de Evan con Alec. Nosotros corríamos juntos todas las mañanas. Demetri nunca dijo nada sobre eso, pero me pregunté si le molestaba. Demetri me seguía por todas partes en el colegio como un cachorro. Si trataba de molestarme, lo estaba logrando. Pensé que sería más halagador que molesto. Recibía más miradas furiosas de chicas en esos pocos días de las que recibí en toda mi vida. Alec me ignoraba completamente, como si estuviera avergonzado de verse en público

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conmigo. Siempre observaba a las personas y difícilmente decía dos palabras a menos que le hablaran. La única vez que me acerqué a él, me dio una pequeña sonrisa y me ignoró. Me gustaría poder decir que paré de correr con él, pero no pude evitarlo. Algo me acercaba a él. Parecía que las mañanas eran nuestras. Hablábamos de música y de su familia. Nunca sobre su hermano y nunca sobre la escuela. Después de un par de semanas, ya era capaz de ser vista en público con cualquier chico y no enloquecer, lo que significaba que podría caminar en una línea recta con una goma de mascar sin ahogarme. Demetri me había advertido que su hermano era diferente, que debía mantener distancia, pero me imaginé que sólo hablaba por celos. No es que él tendría que estar celoso por mí. Quiero decir, Demetri me había besado. Pero no hizo ningún movimiento desde entonces. Él bromea conmigo, llevando mis libros a todos lados, pero eso era todo. Quizás me encontraba interesante, como una especie de mascota que podía mirar y con la que podía pasar tiempo. ¡Oh Dios Mío! ¿Era eso lo que era? ¿Un pez? ¿Una especie de entretenimiento porque él tenía curiosidad sobre la vida de la preparatoria y el mundo real? Tenía dos horas antes de la fiesta y todavía no decidía lo que iba a usar. Mi celular sonó con el tono familiar de AD2. Demetri había jaqueado exitosamente mi teléfono y había cambiado todos mis tonos a los de su banda. Estaba muy impresionada como para enojarme. —¿Qué pasa, Alesha? —Vas esta noche, ¿cierto? —preguntó emocionada. —Um, sí, te lo dije esta mañana.

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—Oh. —Silencio largo—. Lo olvidé. De todos modos, ¿quieres que nos preparemos juntas? —Sí, pero Alesha, no tengo nada aquí que pueda usar… La línea murió. Bien, esa fue Alesha para ustedes. En cuestión de minutos estaba acarreando una pila de ropa y una bolsa de maquillaje a través de la puerta. —¿Nos mudaremos a lo de Evan? —me ahogué. —No, tonta, pero es una pijamada, así que empaca alguna lencería linda. —Me dio un manotazo con su mano libre después de que bajó la bolsa—. Ya estas con Demetri, no es que pueda culparte. Él ha reclamado su interés repetidamente. Primero besándote en la mejilla en el vestíbulo y luego cuando le dijo a todos los chicos en el vestuario que si te miraban, los castraría. Lo juro, si hacer pis en ti sirviera para marcar su territorio, él lo haría. No sabía que él había estado hablando sobre mí. Me moví incómodamente. Ni siquiera hablé sobre Demetri con Alesha. No se sentía bien. Sólo porque ella creía que somos un elemento, no lo hacía verdad. Él no hizo ni un movimiento desde la playa. —De todos modos… —Sacó un mechón de cabello de su cara—. Como él está tomado, voy a ir por el enojado. —Alec —aclaré. —¡Dah! —Sacó un vestido negro ajustado—. ¡Aquí tienes! —Por favor, dime que ese es mi pijama. —Tomé el pequeño trozo de tela, ya sintiendo el rubor en mi rostro avergonzado.

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—Nop, ese es tu vestido. —Se movió detrás de mí y chasqueó la lengua—. Probablemente deberíamos arreglar tu cabello, también. Arrastré mi mano hacia mi cabello. —¿Qué hay de malo con él? —Está demasiado normal. —Tomó un mechón e hizo una mueca, como si estuviera de alguna manera sucia—. Vamos a mejorarlo, no hay problema. Y sólo así, pasé de ser una esclava a Cenicienta. Es decir, si Cenicienta decidiera de repente convertirse en prostituta. —Absolutamente no —dije, mirando mi cuerpo en el espejo. No me veía necesariamente mal, sólo barata y no del todo yo misma. —Créeme, ¡Demetri morirá! —Aplaudió detrás de mí. Alesha tenía unos jeans de tiro bajo y una camiseta blanca corta sin hombros que apenas cubría la mitad de su pecho. —No sé si quiero matarlo, Alesha. —No tenía corazón para decirle que en realidad iba con Alec. Supongo que lo iba a averiguar pronto. —¡Mierda! —Miró su teléfono y rápidamente tomó el resto de su ropa—. Debo irme, Evan olvido comprar hielo. Juro que si ese chico se gradúa, le daré una medalla. —Corrió hacia la puerta, luego se detuvo y se dio la vuelta—. Y no olvides empacar tus pijamas. Evan no quiere a nadie conduciendo. Genial, debo añadir alcohol a la lista de las primeras veces. Le di unos pulgares hacia arriba, pero me sentí mal del estómago con temor. Siempre había evitado las fiestas de Evan como a la peste. Había visto lo que ese tipo de fiestas le hace a las personas, digo, lo

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que le hacen a Evan, ya que tiene todos los fines de semanas libres y termina presentándose a trabajar como si quisiera morir unas miles muertes. Observé los zapatos que me había dejado. Eran altos, intimidantes y puntiagudos. Me los puse y cojeé por la habitación, tratando de recuperar mis almohadas. Finalmente, miré el producto terminado en el espejo. Supongo que no estaba tan mal. Lo que al principio se veía como un maquillaje oscuro, realmente resaltaba mis facciones. Ella usó sombras suaves para hacer que el siempre normal color de mis ojos marrones estallara. Y planchó mi cabello. Se veía realmente brillante y luminoso, no aburrido como lo normal. Me puse el brillo labial que ella me dejó justo antes de que sonara el timbre de la puerta. Después de dos intentos fallidos de bajar las escaleras corriendo, rápidamente me quité los zapatos y abrí la puerta. Alec estaba apoyado en el marco, con sus casi dos metros. Llevaba una camiseta musculosa ajustada y una chaqueta de cuero, como si fueran hechas para él. Agrégale eso a sus jeans rasgados en todos los lugares correctos, y de repente estaba agradecida de que Alesha me hubiera puesto en este vestido. Sus ojos se ampliaron por un breve segundo, antes de que agresivamente se quitara la chaqueta y la pusiera en mis hombros. —Vaya. —¿Qué? —¿Tenía brillo labial en los dientes? Mierda. Sabía que era una mala idea. Alec bajó su cabeza.

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—La chaqueta sólo lo está haciendo peor. ¿Cómo es que tener más ropa lo hace peor? —Él maldijo de nuevo y apartó la mirada. —Me puedo cambiar. —¡No! —Sus manos se dispararon para sujetar mis brazos, la chaqueta se deslizó y de repente estaba en su agarre. Sus parpados pesados miraban fijamente mis labios. Con un suspiro, alejó sus brazos y dio un paso atrás. —¿Estás lista para ir? Sobresaltada por nuestro encuentro, sólo pude asentir y tomar los zapatos que había lanzado a los pies de las escaleras. Tomé mi bolso de noche y lo seguí a su SUV. Por ahora, sabía que conducía un nuevo Lexus LS 570. El auto olía a cuero costoso, y aunque estaba contenta por ir con él a la fiesta de Evan, todavía sentía envidia porque no podría conducir su auto. —Deja de babear sobre mi auto, Nat. —La oscuridad sólo había ayudado a que Alec se viera más peligroso y guapo. Cabello negro ondulado caía sobre su frente. Quería alejarlo de sus ojos con mis dedos, pero no teníamos el tipo de amistad en la que nos sentíamos cómodos tocándonos en ningún concepto. Cada vez que él accidentalmente me rozaba la mano, o incluso mi brazo, de un tirón se alejaba como si lo hubiese quemado o algo. No estaba segura de si significaba que le daba asco o si era por la misma electricidad que yo sentía. De hecho, él era un perfecto caballero, lo que demostró una vez más cuando llegamos a la fiesta corriendo a mi lado y abriendo la puerta del auto.

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—¿Eres real? —espeté. —¿Qué? —Lució genuinamente confundido. —Abriste mi puerta —dije tontamente. Las cejas de Alec se unieron como si estuviera averiguando por qué estaba tan sorprendida. —¿De qué otra forma pensabas salir del auto? Bueno, cuando lo ponía de esa manera… —No importa —murmuré, un poco irritada de que él estuviera siendo tan amable conmigo. ¿Por qué no podía ser así de amable en el colegio? ¿Por qué siempre mantenía distancia? Sería mucho más fácil olvidarme de él si mantuviera la distancia todo el tiempo. Pero no, andaba por ahí abriéndoles las puertas a chicas y preguntándole si necesitan hielo después de correr, e incluso atando sus zapatillas por ellas. Bueno, en realidad, sólo hizo esas cosas por mí, ¡pero aun así! ¿Quién hacía eso por una completa extraña? ¿Por una chica normal y aburrida que vive en Seaside, Oregón? Mierda. Quería gritar. En lugar de eso, apreté mis dientes y seguí a Alec adentro. La fiesta ya estaba llena de gente. Chicos que no había visto en años, de repente salieron de la carpintería. Tú conoces el tipo. A los que podrías jurar que fueron transferidos o que habían abandonado la escuela, y de repente, los ves por ahí y hablándote como si fueras su mejor amigo. Alec me agarró el brazo. Su toque me sorprendió y desafortunadamente causó que me tropezara y cayera justo en sus brazos.

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—¿Estas bien? —Él me enderezó y me sostuvo por los hombros mirando fijamente mis ojos. —Sí, um… —Sus ojos eran tan verdes. Por un minuto olvidé respirar, o al menos así lo sentí. Su mirada nunca se alejó mientras esperaba que respondiera, no estaba segura de si podría. ¿No se suponía que los chicos de secundaria eran imbéciles? ¿Jugadores? ¿Calentones? Alec no era ninguna de esas cosas. Indiferente, sí. Pero…—. Simplemente no estoy acostumbrada a los tacones, supongo. — Logré decir finalmente. —¡Vinieron! —Demetri apareció detrás de mí y me abrazó de lado, su mano cerrándose peligrosamente sobre mi trasero mientras me abrazaba y besaba mi cuello. Lo que una vez me dio escalofríos, ahora me dejó un poco irritada. ¿No podía ver que Alec y yo estábamos teniendo un momento? Bueno, yo estaba teniendo un momento. Alec probablemente esperaba que yo dejara de tener un ataque—. ¡Diablos, luces sexy! —La nariz de Demetri fue instantáneamente a mi cabello mientras me mordía el cuello otra vez—. Por favor, dime que te quedaras conmigo esta noche. No respondí. No pude. No con la aburrida mirada de Alec sobre mí. Indefensa, miré a Demetri. Su cabello rubio sobresaliendo por todos lados, sus ojos azules vivos con asombro y excitación, pero ligeramente vidriosos. —¿Cuánto tomaste? —pregunté. —Lo suficiente para sentirme bien, pero no demasiado como para no favorecerte luego, nena. —Su boca descuidadamente encontró la mía. Tuve la urgencia de hacerlo retroceder, pero cada vez que estaba en sus brazos me sentía necesitada. Odiaba que me gustara ese sentimiento, pero Demetri podía tener a cualquiera, y por alguna razón él me quería. Me eligió a mí.

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Cuando él se tropezó hacia atrás, eché un vistazo detrás de él y noté que Alec se había ido. —Las fiestas no son lo suyo —explicó Demetri, agarrando mi mano—. Él prefiere leer un libro, o ir al Slam8, o lo que sea que los chicos gay hacen. Mi mano se liberó tan rápido, que casi me caigo. —¿Gay? —Bueno, tengo mis sospechas —admitió Demetri, tirándome hacia la pista de baile—. Ahora ven, te he estado esperando toda la noche. Veamos esos movimientos. Él me giró un par de veces. Me reí porque no lo pude evitar. Me gustaba cuando Demetri era feliz, y tenía que admitir que amaba que las chicas me estuvieran mirando como si me quisieran apuñalar y robarme a mi novio. ¿Él era mi novio? Bailamos por un tiempo. Sudor se formó en la base de mi cuello. Estaba tan sedienta. —¿Bebidas? —Demetri asintió y agarró mi mano. Él fue hacia el bol de ponche y llenó nuestros vasos rojos hasta el borde. —Salud. —¿Qué estamos celebrando? —Me incliné así él podría escucharme.

8 Slam: torneo de poetas en los que se enfrentan mediante las notas de un jurado

seleccionado del público inspirado en el boxeo.

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Él tomó un trago de su bebida. —Pensé que sabías. —¿Saber? Demetri dejó el vaso en la mesa cerca de nosotros y me tiró hacia sus brazos. Usualmente mi cabeza tocaba sus hombros, pero con mis tacones estaba cara a cara con su barbilla, gran mejora. —Quiero que seas mi novia. Y esta es la parte en la que una chica cuerda miraría alrededor de la habitación y buscaría la cámara oculta. —¿Disculpa? —dije débilmente. —A ti, te quiero. —Sus labios encontraron los míos. Mi mundo dio un vuelco cuando me tiró sobre la barra, su lengua lamió la esquina de mi boca antes de que lentamente tomara un paso atrás y mirara fijamente mis ojos. Su mirada era depravada, hambrienta, se abalanzó y me besó de nuevo. Sus manos se deslizaron debajo de los tirantes de mi vestido y se arrastraron hacia mi sujetador. Estaba tan sorprendida que sólo pude responder con un gemido. Su control se había ido. Él nunca había sido tan frívolo conmigo, tan agresivo. Entrando en pánico ligeramente, traté de alejarlo, tranquilizarlo un poco. Todavía no me acostumbraba a este tipo de atención y parte de mí seguía dudando de lo que dijo. Después de todo, lucía bastante borracho y puedo jurar que lo vi tragarse algún tipo de píldora con su cerveza cuando estábamos bailando. —¿Estás seguro? —Sus largos brazos apretaron mi cuerpo, mientras me levantaba del suelo, su beso enviando una señal de alarma y no un estremecimiento lujurioso a través de mi cuerpo.

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—Estoy seguro —susurró, alejándose y guiñándome un ojo. Por alguna razón, la satisfacción que suponía tener en un momento como este, estaba ausente. En cambio, me sentí… un poco enferma. Quizás era porque estaba deshidratada. Tomé un sorbo del vaso rojo y casi escupo el contenido sobre el suelo. —¿Qué es esto? —Ponche de ron. —Demetri se encogió de hombros—. Y creo que un par de otras cosas. No me digas que nunca has estado en una fiesta antes, Nat. —Bien, no te lo diré. —Puse el vaso en la barra. —¿Por qué esa actitud malhumorada? —Me sostuvo contra su pecho y me besó el cuello—. ¿Por qué no vamos afuera y tomamos un poco de aire fresco? Asentí. Eso era justo lo que necesitaba. Aire fresco. Hacía demasiado calor en la casa de Evan. Hablando de Evan. —¿Has visto a Evan? Demetri se rió. —Um, sí, está en estos momento envuelto en los brazos de Alesha. Estoy bastante seguro de que se va a tragar sus pulmones en cualquier momento. —Apuntó hacia la esquina donde Alesha estaba besando salvajemente a uno de mis mejores amigos. —Correcto. —Tragué el pánico que sentí al no tener a nadie cerca con el que realmente pudiera confiar. Quiero decir, ¿qué tan bien conozco a Demetri? Lo suficiente como para saber que estaba atraída por él a pesar de las campanas de advertencia sonando en mi cabeza cada vez que él estaba cerca.

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Cuando llegamos a la puerta de entrada, parecía que el lugar giraba. Genial, añade un ataque de pánico a mi ya asombrosa noche. Demetri tropezó ligeramente, forzándome a sujetarlo, así él podría caminar en una línea recta. —¡Ups! —Se rió y abrió la puerta hacia el porche. La casa de Evan estaba ubicada a unas pocas manzanas de la playa. Sus padres nunca estaban en casa. Todos en Seaside sabían que él daba estas fiestas. Sólo parecía que a nadie le importaba. A veces la policía pasaba, pero incluso entonces, siempre había un pez más grande que freír en nuestro soñoliento pueblo. Así que nunca era un problema. —¿Playa? —dijo Demetri sin aliento en mi oído. No. Absolutamente no. No si estaba borracho. Con mi suerte, él trataría de nadar y yo tendría que saltar al agua glacial y salvarle su triste trasero. —Um, ¿por qué no sólo caminamos por la cuadra? No quiero estar fuera de la fiesta por tanto tiempo. —Bueno. —Se encogió de hombros y cayó un paso junto a mí—. Así que, nunca dijiste que sí. —¿A qué? Él tiró su cabeza hacia atrás y se rió, todavía inestable en sus pies. —A ser mi novia. Diablos, eres tan adorable.

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Puedo jurar que dije que sí, pero entonces, él rápidamente me había besado y estaba un poco confundida con lo que se había dicho por la música y porque Demetri había estado babeando sobre mí. —¿Por qué yo, Demetri? Sales con estrellas de cine. Sales con chicas que se ven como supermodelos. Creo que estoy un poco confundida. Y, por sobre todo eso, ¿no es un poco apresurado? Quiero decir, nos conocemos como desde hace dos semanas. Demetri dejó de caminar y se inclinó contra la valla enrejada, cruzando los brazos sobre su pecho. —Nena, quieres ver algo apresurado, te lo mostraré. Esto es lo más lento que he ido en una relación. Cierto. —Además… —Se alejó de la valla y se inclinó para besarme—. Te quiero. Me imagino que eres del tipo de chica que necesita grandes gestos. Quiero decir, eres especial. No del tipo con el que puedo pasar la noche en mi cama sin ningún tipo de compromiso. —¿Así que quieres ponernos una etiqueta para llevarme a la cama? —pregunté, de repente furiosa. —¡No! —Comenzó a reírse de nuevo sacudiendo su cabeza—. Realmente, tienes que ser la chica más linda del planeta. —Besó mi frente—. Nena, si quisiera estar en tu cama, lo hubiera hecho hace una semana. ¿Me estaba llamando fácil? —Deja de mirarme. —Besó mi mejilla y tomó mi mano para seguir caminando—. Lo que estoy diciendo, horriblemente debo añadir, es

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que realmente me gustas. Eres diferente. No como las demás chicas. Quiero hacer cosas buenas por ti. Exhalé. Eso estaba mejor. Su sonrisa era salvaje y entusiasmada mientras me acercaba a él pasando un brazo sobre mi hombro. —¿También te gusto? —¡Por supuesto que sí! —Lo empujé juguetonamente en el brazo—. Pero estoy pensando que no tienes problemas con el sexo opuesto. Quiero decir, leo las revistas de chismes como todo los demás. Sus brazos se tensaron en mis hombros. —No deberías leer esa mierda. —No es que crea esas cosas. —Lo tranquilicé, mirando a sus ojos para convencerlo de la seriedad de mi confesión. —Bien. —Su sonrisa desapareció—. Es sólo que muchas de esas revistas de chismes no saben nada de mí. Quiero decir, no soy el hijo de puta que ellos me hacen ser. —¿En serio? —Era mi turno de ser seria. Sonrió abiertamente. —Nat, soy absolutamente serio. No soy tan malo. Quiero decir, soy malo, no me malinterpretes. Soy probablemente el peor tipo de chico para ti, pero soy lo suficientemente egoísta para ignorar todas las señales que me dicen que no soy el indicado para ti cuando todo lo que quiero es estar contigo. —Así que, primero soy diferente, segundo soy fácil, ¿y ahora estás ignorando tu sentido común para estar conmigo? Vaya, realmente

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te creo cuando dices que las revistas de chismes se equivocan contigo. No hay manera de que seas un jugador, Demetri. —¡Ey! —Bajó mi cabeza entre su brazo y cuerpo, así que estaba atascada debajo de su brazo en una llave—. Tengo suficiente juego. —¡Demuéstralo! —Mis palabras sonaron apagadas por su camisa. Él no olía como Alec. Él olía a menta y cigarrillos. ¿Fumaba? —Bien. —Me liberó y dio un paso atrás—. Natalee. —Tomó mis manos en las suyas, su sonrisa desapareció. Sus ojos miraron fijamente a los míos—. Eres la chica más hermosa y única que jamás tuve el placer de conocer. Cuando estoy contigo, me haces querer ser un mejor hombre. Me haces soñar con cosas que nunca pensé posibles. Pero es más que eso… te quiero. Te quiero tanto que cuando no estás a mi lado, duele. —Él puso mi mano sobre su corazón después la atrajo hacia su boca para besarla. Estupefacta, mi boca se abrió. —Supongo que lo que estoy tratando de decir —continuó—, es que mi corazón duele porque nunca supo lo que se estaba perdiendo, hasta ahora. Sus ojos estaban vidriosos con lágrimas retenidas. O era el mejor actor en el universo conocido o hablaba muy en serio… o consumía drogas. ¿Las drogas te hacen soltar cosas románticas como esas? Nota mental: buscarlo cuando llegue a casa. —Eso fue… —Tragué saliva—. Hermoso, Demetri. Me guiñó un ojo. —Quise decir cada palabra.

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Mi corazón se aceleró y así, él aplastó sus labios contra los míos, sus manos se perdieron en mi cabello, mandando escalofríos hasta los dedos de mis pies. —Quédate conmigo esta noche —murmuró otra vez a través de mis labios. Asentí. —Bien. —Dio un paso atrás—. Ahora vamos a bailar. —Sus ojos estaban vidriosos así que me tiró hacia sus brazos y después me empujó de vuelta. Era tan cálido y frío, que era casi vertiginoso estar con él. ¿Las drogas te hacían cosas como esas? Quiero decir, no era que sospechara, pero aun así. Sus cambios de humor se estaban poniendo extraños. Sus caderas hicieron un movimiento seductor de estrella de rock, que estoy segura de que el canal de niños censuraría, y no pude evitar reír. —Guau, tranquilo, tigre. No vayas haciendo esos movimientos por todos lados. Puedes embarazar a extrañas al azar. Su sonrisa se congeló en su cara. —Eso no es gracioso, Nat. —Estaba bromeando. —Tomé su mano, pero él la alejó. —Lo que sea. —Miró alrededor y metió sus manos en sus bolsillos—. Sólo regresemos. ¿Qué diablos había hecho? Y, ¿por qué estaba tan molesto? ¡Demonios! ¡Hablando de cambios de humor! Quizás él estaba sintiendo el efecto de esa bebida. Seguro olía así, y puedo jurar que lo vi meterse algo más en la boca mientras caminábamos de vuelta

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hacia la casa. Ugh, no lo sabía, pero de cualquier forma, estaba más que encantada de volver adentro. Demetri me llevó a la pista una vez más. El baile fue diferente. Él ya no se reía. En cambio, me estaba pulverizando y para ser honesta, era un poco brusco. —Yo… ¡necesito ir al baño! —grité en su oído. Se encogió de hombros y caminó hacia las bebidas. Bien. Raro. Tuve que pasar por lo menos entre treinta adolescentes girando para encontrar el baño, y cuando lo encontré, había gente haciéndolo ahí. Fantástico. Fui al baño de arriba y estuve contenta de encontrarlo vacío. Cerrando la puerta, me apoyé en ella y exhalé. ¿En serio quería pasar la noche con él? ¿Era su definición de pasar la noche y la mía las mismas? ¿O él esperaba que hiciera cosas que no estaba preparada para hacer? Confundida, lavé mi cara con agua, me ocupé de mis asuntos y corrí hacia abajo. Necesitábamos hablar. Tenía que poner límites, incluso si él se reía de mí por eso.

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8 Traducido por LilikaBaez Corregido por Pilar

S

alté por la escalera, notando que mucha gente ya se estaba repartiendo. Según los rumores de la fiesta, Evan generalmente alquilaba habitaciones agradables para sus amigos más cercanos, lo que significa que probablemente conseguí una de las habitaciones para la noche. Todos los demás tenían que acampar en su enorme patio trasero. Otras personas a veces iban a la playa y dormían allí. El ponche de ron debió haber sido muy fuerte, ya que la fiesta sólo había durado tres horas más o menos. Caminé hacia la pista de baile, pero una mano se extendió para tomar la mía. —¡Alec! —grité, porque estaba medio asustada, y también medio emocionada. —Oye. —Sus ojos eran oscuros, su boca en una línea sombría—. Tal vez deberíamos irnos. —¿Te sientes mal?

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—Algo así. —Alejó la mirada, una sonrisa de disgusto extendida en su rostro. Asentí. —Bueno, está bien... mmm, sólo déjame ir a hablar con Demetri primero. —Nat, no lo hagas. —Tomó mi mano de nuevo, pero me aparté de él. —¡No te preocupes! Sólo tomará un segundo. En serio. ¿Qué estaba mal con estos chicos? Me abrí paso entre la multitud de gente, donde vi a Demetri por última vez. Él no estaba en la pista de baile. Confundida, me dirigí a las bebidas. Y fue entonces cuando lo vi. Rodeado de una chica de primer año. Era una zorra conocida, en el equipo de porristas y absolutamente clavada. Las manos de Demetri estaban debajo de su camisa, y ella estaba empujándolo contra la pared. Claramente, estaba participando. La rabia comenzó a bombear a través de mí. No estaba segura de si quería golpearlo a él o a ella. ¡¿Cómo se atrevía a decirme todas esas cosas y luego defraudarme con alguna barata?! Luché con las lágrimas que se acumulaban en mis ojos. La música estaba de repente muy fuerte, la gente detestable. Me abrí camino entre la multitud, lejos de Demetri y Alec. Sin duda trataba de advertirme. —Nat, detente. —Era Alec. Reconocería su colonia en cualquier lugar. Sus brazos se apoyaron detrás de mí, sosteniéndome firme mientras medio me levantaba en sus brazos y salía por la puerta.

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Se quedó en silencio mientras abría la puerta del auto y me dejaba suavemente en el lado del pasajero. Una vez que arrancó el auto, salió de la calzada y se dirigió hacia mi casa. —Puedes llorar ahora —dijo. Así que lo hice. Extraño, porque no me di cuenta de lo mal que estaba hasta que me dio permiso para llorar por el hecho de que mi novio de sólo cinco minutos había estado engañándome en frente de todos. En serio, sería el hazmerreír de la escuela esta semana. Sólo otra chica que se había enamorado de los encantos de Demetri. Alec aparcó el SUV en su entrada, sin decir palabra, se bajó del auto y se acercó a mi lado. Abrió la puerta y me tomó en sus brazos. Alec me llevó a su casa en completo silencio. Mis ojos se sentían hinchados. Maldije a Alesha por hacerme usar rímel. Probablemente me parecía a un mapache poseído. Alec suavemente me colocó en el sofá y encendió las luces de la sala. Mis ojos vieron el suave sofá amarillo mantecoso en el que me había dejado, el televisor de pantalla plana, todas las fotos de él y Demetri, y las amplias ventanas colocadas mirando hacia la playa. No era nada como mi casa. Era moderna pero muy cómoda, mientras que mi casa parecía estéril y solitaria. De repente lloré más fuerte, sabiendo que tenía que regresar a una casa vacía. Mi mamá y mi papá habían salido probablemente. Era noche de cita, después de todo. La idea de estar sola, me dio ganas de volver corriendo a la fiesta de Evan, sólo para poder quedarme en una de sus habitaciones. Nunca fui buena en quedarme sola.

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—Toma. —Ni siquiera sabía que Alec estaba en frente de mí. Mis ojos se posaron en una taza con algo. Lo agarré y lo bebí. Té. Mierda. Acababa de besarme con su hermano y él me estaba haciendo té, en su casa, y me dijo que estaba bien llorar. —Gracias —murmuré. Alec se arrodilló delante de mí. Sus pulgares secaron las lágrimas restantes de mis ojos. —Lo siento, Nat. Está borracho. Sé que no es excusa, créeme. Pero si estuviera en su sano juicio, jamás hubiera hecho eso. Sé que te gusta. Asentí aturdida. —¿Quieres que le dé una paliza por ti? —preguntó Alec con una mirada sin expresión en el rostro. —¿En serio? Alec asintió. La idea tenía mérito. —Tal vez sólo un ojo negro. —De acuerdo. —Él sonrió y se sentó a mi lado en el sofá. Dejé la tasa sobre la mesa y empecé a levantarme. —Debo ir a casa. Es decir, se está haciendo tarde. —Está bien, pero si te vas a tu casa, voy contigo. Tus opciones son las siguientes. Quedarte conmigo, mientras duermo en el piso protegiendo tu virtud de mi hermano si decide localizarte, o duermo en tu casa. No es seguro que estés sola, Nat. Tus padres se han ido, ¿no? —Él se pasó los dedos por el cabello—. Mira, sé que es Seaside y

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no Los Ángeles. Simplemente no me siento bien con el hecho de que estés sola. Debes estar aquí por un tiempo. Asentí. —No tienes que hacer eso, Alec. —Sí. Tengo que hacerlo. —Tragó saliva y alejó la mirada—. Entonces, ¿qué será? Miré a mí alrededor. Era tan cómodo. Qué irónico que estaría más cómoda en la casa de un desconocido que en la mía. —Supongo que podría estar aquí. —Bien, porque ya ordené una pizza. Me eché a reír. —¿Cuándo hiciste eso? —Tengo mis contactos. Al parecer, hay una aplicación para eso. Negué con la cabeza. —Siempre la hay. Él sonrió y luego se aclaró la garganta, su sonrisa de repente desvaneciéndose. —¿Vas a estar bien? —Por supuesto. —Mi respuesta fue demasiado rápida y forzada. Los ojos de Alec se estrecharon. Aparté la vista. —Estaré bien. Lo prometo.

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—Dice el mapache —murmuró Alec. —Imbécil —me reí y juguetonamente lo empujé lejos de mí—. Sabía que no debería haber usado rímel. —No es como que lo necesitaras de todos modos. —Los ojos azules de Alec me escaneaban con atención—. Tienes las pestañas más gruesas y oscuras que jamás he visto. Es como si estuvieras saludando cada vez que parpadeas. En realidad me gustaría pensar que es un saludo, “Hey, Alec. ¿Cómo estás, Alec?” Me eché a reír. —¡Oh, Dios mío! Eso es un poco espeluznante, Alec, y estoy bastante segura de que cada vez que te vea, voy a parpadear incluso más fuerte, porque estaré pensando en ello, y entonces la gente va a pensar que tengo algo en el ojo. —Oh, eso espero. —Él sonrió y se levantó de un salto del sofá—. Eso sería divertido para mí. —Sí, y es todo acerca de ti —bromeé. —No. —Él giró hacia mí y me ofreció una cálida sonrisa—. Se trata de ti. Mi corazón dejó de latir. Increíble. ¡Respira, Nat, respira! Por último, mi boca se abrió y pude aspirar el suficiente aire para no desmayarme en su sofá. Por desgracia, el aire estaba saturado de Alec. En serio, la forma en que olía me hacía sentir cosas. Nunca había sido el tipo de chica que se fija en la colonia, pero vaya. Esto me confundió, me dieron ganas de saltar sobre él. Tal vez esos dos sorbos de ponche de ron se metieron con mi cabeza.

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—Así que... —Alec cortésmente ignoró mi segundo momento incómodo de la noche—. Hasta que llegue la pizza, ¿qué te parece si jugamos a las cartas? —¿Cartas? ¿Juegas a las cartas? —Um, ¿si? ¿Qué otras cosas crees que hay para hacer en buses de gira? —¿Cantar? —ofrecí. —No lo creo. —Alec caminó hacia un cajón y sacó una baraja de cartas y un bloc de papel—. Tomo un voto de silencio mientras estoy en el autobús, salva mi voz. —¿Un voto de silencio? Él asintió. —¿Cómo funciona eso exactamente? Él sonrió y se encogió de hombros. —Oh, muy gracioso. —Entrecerré los ojos y arranqué el mazo de cartas de sus manos—. Así que un voto de silencio. ¿Entonces eres como un monje? —Por supuesto. —Sonrió—. Sólo llámame Gandhi. —¿Era un monje? —No tengo ni idea. Es por eso que estoy en la escuela, para aprender mierda inteligente como eso. Me reí y sacudí la cabeza. Me encantó este lado de Alec. Era tan divertido y diferente. Me aclaré la garganta, esperando despejar mi cabeza también.

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—Entonces, ¿qué estamos jugando? —Ve a Pescar —dijo Alec sin sonreír. —¿En serio? —Oh, absolutamente. —Alec sonrió y saco de detrás de él un paquete de caramelos con forma de peces—. Entonces, así es como funciona, cada vez que un jugador dice Ve a Pescar, tienes que ir, literalmente, a pescar los peces, pero no puedes usar tus manos. —¿Qué debo usar? —Tu boca. —Guiñó un ojo—. Y no puedes dejar que tus labios toquen el mostrador, tienen que ser sólo con los dientes. Los tramposos serán castigados. —¿Has jugado esto antes? —Oh, cariño, si se tratara de un deporte olímpico, tendría más medallas que Phelps. —Mierda. —Rápidamente repartí las cartas y así comenzó el juego. A los diez minutos, había comido ya cinco caramelos y accidentalmente toqué la mesa con mis labios dos veces. El castigo del que hablaba era que el otro jugador lamiera el caramelo y lo colocara en la mejilla del tramposo. Tenías que seguir así hasta que se cayera, y luego tenía que comer ese caramelo. Menos mal que él tenía una bolsa de dos kilos y medio, porque por la manera en que estaba jugando, no quedaría nada. Después de la primera ronda, había comido con éxito quince pescados. Alec comió cuatro. Un golpe sonó en la puerta.

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—Oh, esa es la pizza. —Alec saltó del sofá hacia la puerta, luego se giró bruscamente hacia atrás—. ¡No hagas trampa! —Colocó sus cartas más lejos de mí. Nunca fui de escuchar y siempre había sido una niña rebelde. Además, tenía un alto nivel de azúcar. Agarré sus cartas y las cambié por lo que tendría que seguir comiendo caramelos. Cuando regresó, el olor de la pizza llenó la sala. Mi estómago gruñó. —Sabía que tenías hambre. —Alec fue a la cocina y regresó con un par de platos y servilletas. —Tienes que comer antes de ir a una fiesta, Nat. Eso es como Fiesta 101. Nunca bebas con el estómago vacío, ¿de acuerdo? Prométeme que si alguna vez vas a una fiesta de nuevo y piensas en beber, comerás antes. Asentí. —Lo prometo, mamá. —Gracias, cariño. —Alec dio unas palmaditas en mi cabeza y rió. Era tan fácil con él. Era como, oh Dios mío, mataré a Stephenie Meyer y Crepúsculo. Realmente era como respirar. Lo siento Jacob y Bella, pero es la verdad. Y lo siento, pero estar con un hombre lobo no sería como respirar. Sería como morir. Fue inesperado y completamente confuso. No esperaba que Alec fuera tan relajado, divertido, o incluso protector para el caso. Alec se movió casualmente alrededor de la cocina y agarró unos tenedores para nosotros. Era tan normal. Era como si fuera la cosa más importante del mundo, la persona más importante en la sala. A pesar

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de que estábamos solos, su teléfono no dejaba de zumbar en la mesa. Ni una sola vez lo miró. Cuando sonó por décima vez, lo tiró en el sofá y puso una almohada sobre él. Comimos la pizza en silencio. Ataqué la mía como una muerta de hambre. Por lo general no comía comida chatarra, pero, ¡oh, Dios mío, el queso grasiento era como maná del cielo! —Gracias —dije finalmente después de devorar tres porciones. Él había comido cinco, así que no me sentía tan mal. —Cuando quieras. —Él se limpió la boca con una servilleta y llevó los platos a la cocina—. ¿Qué tal una ronda más? —¡Por supuesto! —reí. Oh no, estoy riendo como una chica de secundaria. Totalmente va a saber que hice trampa. —Hiciste trampa —anunció cuando volvió a sentarse frente a mí. Me reí. —No, no lo hice. —Te estás riendo. —¡Soy una chica! —respondí. Sus ojos se estrecharon. —Está bien, jugaré. Pero si pierdo, lo sabré, Nat. Lo sabré. —No te tengo miedo. Se inclinó sobre la mesa, su cara a centímetros de la mía. —Deberías.

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Espera, ¿todavía estábamos hablando sobre el juego? Mi mirada se posó en sus labios, y luego se dirigió de nuevo a sus ojos. Él se echó hacia atrás y se aclaró la garganta. —¿Tiene algún par de seises? —Ve a Pescar. Él miró y se inclinó para tomar los peces de la mesa, sus labios estaban un poco rojos por el caramelo. Tragué saliva, de repente acalorada por todas partes observando como su lengua se deslizaba fuera de su boca y tomaba los peces. Nunca había tenido este tipo de respuesta a dos chicos antes. Me asustó. Genial. Estoy celosa de un caramelo. Sus labios nunca tocaron la mesa. Se comió el pescado y sonrió triunfante. Su sonrisa, sin embargo, duró poco. Algunos diez peces más tarde, estaba perdiendo horriblemente, y yo seguía sin comer otro pescado. —Creo que me siento mal —anunció antes de tener que ir a pescar de nuevo. —Aw, ¿demasiados peces? Podemos terminar el juego ahora. Quiero decir, no es que vayas a ganar. Rápidamente tomó el pescado y luego me lo escupió. Sorprendida, quedé boquiabierta, entonces metí la mano en la bolsa y empecé a arrojarle los peces. —¡Ah! —Él saltó de su silla y me abordó en el suelo, tratando de forzar un puñado de peces en mi boca.

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Cerré los ojos y negó con la cabeza hacia atrás y hacia adelante. Su peso casi me aplastaba. No había manera de salir de debajo de él. Y entonces, al mismo tiempo, nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo. Lentamente abrí mis ojos para verlo mirando mi boca como un muerto de hambre. Mi respiración se hizo más entrecortada mientras los ojos de Alec se dilataban. Se lamió los labios y se inclinó hacia abajo. Cerré los ojos. —Alec. —La voz nos sobresaltó a ambos, poniendo distancia el uno del otro. Alec maldijo y me ayudó a levantarme. Demetri estaba caminando por la puerta... bueno, tropezando y serpenteando por el corredor más bien. Él todavía estaba destrozado. —¡No puedo encontrar a Nat! ¡Metí la pata! ¿Dónde está? ¿Está bien? —Las palabras de Demetri estaban arrastrándose juntas—. Un tipo me dijo que lo estaba haciendo con una chica que no era Nat. No lo sabía, amigo. ¿Dónde diablos está? Este no era el momento ni el lugar para tener esta discusión, especialmente considerando que Demetri estaba más borracho que una mofeta. Cayó en la sala de estar, aún sin mirar en mi dirección. Olía a tabaco y whisky. —¿Dónde está ella, hombre? Me aclaré la garganta. —¡Natalee! —Demetri abrió los brazos, di un paso atrás. —Sólo duérmete, hermano. —Alec trató de sacar a su hermano de vuelta hacia las escaleras, pero Demetri peleó con él.

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—¡No! Natalee, lo siento, nena. ¡Lo siento mucho! —Él cayó de rodillas y parecía que estaba a punto de llorar—. ¡No era lo que piensas! Estoy tan borracho, tenía el cabello rubio, ¡pensé que eras tú! Sabía que era una tontería discutir con un borracho, pero no pude evitarlo. —¿En serio? ¿Y cuando te enteraste de que estabas equivocado decidiste hacer qué? ¿Devolverle el beso? —¡Lo siento mucho! —Él ignoró mi pregunta, aún sobre sus manos y rodillas. —Ve a dormir, Demetri. —Alec se movió para agarrar a su hermano, pero Demetri se apartó, luego hizo un giro raro, arrojándose fuera de balance aún más. Tropezó y se balanceó sobre sus talones—. Una promesa es una promesa —murmuró Alec antes de golpear a su hermano directamente en el ojo. Demetri maldijo cuando cayó al suelo y rápidamente perdió el conocimiento. Estaba congelada en mi lugar. —¿Está bien? Alec se encogió de hombros. —Además de tener un dolor de cabeza y el ojo negro que prometí, sí, va a estar bien. Asentí, todavía en estado de shock. —Vamos. —Alec me tendió la mano—. Vamos arriba a meterte en la cama. No me importa lo que digas. Dormiré en el piso en caso de que el borracho se despierte y decida pedir disculpas de nuevo.

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—Está bien. —Me sentí mal dejando a Demetri en el suelo. Alec lo notó y rodó los ojos, se trasladó de nuevo a él, y levantó a Demetri, depositándolo en el sofá. —¿Feliz? —preguntó. —Sí. —El humor de Alec había cambiado una vez más, no era tan alegre. Más irritado y loco protector. Lo seguí por el pasillo débilmente iluminado. Había por lo menos diez puertas que conducían a habitaciones diferentes. Me llevó a la última habitación y abrió la puerta, permitiéndome ir primero. Tragué saliva. Era su habitación. Tenía que serlo. Estaba casi alarmada por lo limpio que estaba. ¿Las habitaciones de los chicos no solían oler mal? Sus ventanas estaban abiertas, por lo que las cortinas flotaban por la brisa ligera. Olía a Alec y al océano. Decidí que era mi olor favorito, incluso más que su colonia misma, porque era una mezcla de él y de su casa. La habitación era enorme y tenía un baño a un lado de ella. Su enorme cama estaba cerca de las ventanas y parecía amenazadora. —Sólo tomaré algunas sudaderas para dormir, ¿vale? —Alec se rascó la parte de atrás de su cabeza, luego fuimos a un armario y encendió las luces. Su armario era más grande que mi habitación. Metió la mano en un vestidor y buscó. En cuestión de segundos, me estaba lanzando una camiseta y sudaderas. —¿Estas están bien? —Sí. —Las tomé. Nos miramos el uno al otro en silencio durante un minuto o dos.

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Cambié de posición mis pies y Alec rápidamente bajó la mirada al suelo. —¿Quieres usar la ducha? —Algo así, quiero decir, si te parece bien. Si no, está totalmente bien. Sólo puedo ir a dormir y... —Nat, deja de hablar tan rápido, me estás poniendo nervioso. Bien, lo estoy poniendo nervioso. —Sólo me sentaré aquí y leeré un poco. Hay toallas colgando allí, y puedes utilizar lo que sea que haya en la ducha. —Él estiró los brazos por encima de su cabeza, dándome una vista espectacular de la parte inferior de su abdomen y sus bajos jeans colgados en la V de sus caderas. Realmente no podía hablar. Rápidamente me di la vuelta y mi rostro se reunió con la pared. Estaba a un centímetro de astillar mi diente. —Ten cuidado. —Lo oí reír detrás de mí. Imbécil. Sentí un rubor extendiéndose por mi cara hasta mis pies. Me escapé al baño y cerré la puerta detrás de mí. ¿Debería trabarla? No, era un perfecto caballero, él no haría nada. A diferencia de su hermano, que probablemente encontraría alguna excusa tonta para estar en el cuarto de baño al mismo tiempo. Eran tan diferentes. Mi criterio original sobre ellos había estado lejos de la base.

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Pensé que Alec era el extraño melancólico y Demetri el chico malo disfrazado de un ángel, aunque sus aspectos demuestren lo contrario. Al parecer, sólo porque un hombre luce y tiene características oscuras, no lo convierte en el chico malo. Justo como unos hoyuelos y una sonrisa fácil no convierten a alguien automáticamente en un ángel. Suspiré y abrí el grifo.

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9 Traducido por Pilar Corregido por GaraziF

E

ra una ducha de cascada. Como las que se veían en la televisión y en los hoteles lujosos. Me paré debajo e inmediatamente sentí como el estrés abandonaba mi cuerpo mientras cerraba los ojos. La ducha estaba espantosamente limpia. De hecho, no había forma de que él se bañara aquí. Pero su jabón líquido estaba por la mitad, como también su champú. Lavé mi cabello con el aroma picante. Olía como él. Yo era una chica obsesionada. El jabón estaba lleno de aceite de té de árbol. Para cuando salí de la ducha, mi piel estaba tan suave que decidí en ese mismo instante que iba a ir a comprar todo lo que acababa de usar. En el baño había un poco de vapor, así que no podía ver mi reflejo en el espejo. Miré alrededor buscando alguna clase de jabón para el rostro y finalmente encontré uno de marca comprado en la tienda que parecía caro.

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También olía a hombre, pero se sentía bien en mi rostro. Me sequé y me puse los pantalones deportivos. Me quedaban enormes, pero al menos me sentía mucho más cómoda que con el pequeño vestido y los zapatos. Abrí la puerta justo a tiempo para ver a Alec sacándose la camiseta. Le dije a mi boca que se cerrara, pero no tenía sentido hacerlo. Su cuerpo era musculoso en todos los lugares correctos, no había ni una onza de grasa en él. Un gran tatuaje del ala de un ángel se expandía por su hombro derecho y parte de su clavícula, había otro en su estómago. El de su brazo era hasta media manga de diferentes marcas. Curiosa, me acerqué un paso. Él todavía no me había visto. Creo que lo asuste tanto como me asusté a mí misma cuando estiré mi mano y toque su piel. —¡Mierda! —gritó—. Lo siento, Nat, estaba pensamientos. No te vi. —Su aliento olía a menta.

perdido

en

mis

Sacudí mi cabeza. —¿Qué significa? —Toqué la escritura extranjera en su clavícula y la seguí con mi dedo hasta llegar a un tatuaje más pequeño en su estómago. Era de un par de manos sosteniendo un corazón. Él se estremeció como si mi tacto lo lastimara. El tatuaje no estaba en inglés. Se expandía por su pecho y se encontraba con el diseño en su hombro derecho. Sus ojos lucieron tristes mientras alejaba la vista. —Significa mi corazón será tuyo para siempre. —¿Por qué te lo hiciste?

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Él se apartó y bajo la mirada. —Por mi hijo. —¿Tienes un hijo? —Estaba tan sorprendida que no sabía qué hacer. ¿Cómo no sabía esto? No había visto nada sobre eso en los sitios de chismes. —Tenía un hijo. Tuve un hijo, Nat. Murió. —Alec se alejó de mí y entró al baño cerrando fuertemente la puerta. Quería llorar. Llorar por Alec y la expresión adolorida en su rostro, y por el niño que ya no vivía. Yo no había perdido a nadie. No podía imaginar la profundidad de la desesperanza de un padre que pierde a su hijo, especialmente un padre adolescente. Te sentirías tan impotente. Suspiré y me subí a su enorme cama. Después de unos minutos, Alec salió del baño. Apagó las luces y tomó unas almohadas y una manta de los pies de la cama. No dijo nada. —Alec —susurré. —¿Sí? —Su voz era ronca. —Lo siento. Él suspiró. —Nat, no lo sabías. Está bien. —Alec. —Mi voz se quebró. —¿Nat? ¿Estás llorando?

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Estaba muy oscuro como para ver, pero la cama se movió cuando Alec se sentó junto a mi lado. Podía ver la silueta de su cuerpo por la luz de la luna mientras mis ojos se ajustaban a la oscuridad. Estaba usando unos pantalones cortos, pero no una camiseta. —Quizás —respondí. No podía explicar mi comportamiento. Estaba llorando por alguien que ni siquiera conocía. —¿Por qué? ¿Algo anda mal? Dime qué anda mal. ¿Es por Demetri? —Su aliento era caliente contra mi rostro. Temblé. —¿Tienes frío? —Él tomó una manta y me cubrió con ella. Genial, ahora iba a sudar hasta morir. —No quise llorar, Alec. Es sólo que… nunca perdí a nadie y pensar en perder una parte de ti, un hijo. No lo sé. Lo siento tanto que hace que mi corazón duela cuando lo pienso. —Extendí mi mano y toqué su brazo. Esta vez no se estremeció. —Nadie nunca me dijo algo así. —Su respiración era lenta y calculada—. Quiero decir, sólo Demetri lo sabía y como puedes ver, se enfrenta a problemas un poco diferentes a los míos. Asentí, aunque sabía que él no podía verme. —¿Cuál era su nombre? —Benjamin. —¿Cómo murió? Alec suspiró y luego se recostó lentamente en la cama junto a mí por encima de las mantas. —Fue mi culpa.

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—¿Cómo que fue tu culpa? Alec rió amargamente. —Hay mucho que no sabes de mí, Nat. No siempre fui tan…aburrido. —Oh. —Sí, oh —repitió Alec—. Sólo digamos que con su madre, fue algo de una noche, pero en cuanto supe que estaba embarazada le dije que ayudaría. Le pagamos, para que no se lo dijera a la prensa. Fue justo cuando empezábamos a ser muy conocidos. —Ah, el infame concierto de MTV. Alec rió suavemente. —Sí, el concierto de MTV. Firmamos con un sello discográfico más grande y no teníamos que meternos en problemas. Sólo tenía dieciséis. Auch. —Así que, ¿cómo fue tu culpa? Alec se mantuvo en silencio por unos minutos. —La mamá de Benjamin estaba en rehabilitación, Nat. Estaba muy mal, pero yo estaba muy ocupado y las cosas sucedían tan rápido para nosotros, que no le presté atención cuando salió. Le dije que la visitaría, pero seguía cancelando cuando añadían más ciudades a nuestra gira. El único sonido en el cuarto eran nuestras respiraciones.

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—La noche que nos enteramos que estábamos nominados a algunos Grammys, la mamá de Benjamin tuvo un accidente automovilístico. Ella y Benjamin murieron por el impacto. Lagrimas cayeron libremente por mis mejillas. Busqué a ciegas su mano y la sostuve. Él me acercó tanto como podía con las mantas cubriéndome y suspiró. —Por favor Nat, por favor no le digas a nadie. No lo entiendes. Nadie lo sabe. No quiero la foto de mi hijo por toda la televisión. No quiero que lo recuerden como un hijo bastardo de una estrella de rock punk. —Nadie pensaría eso. —Sí… —Él suspiró pesadamente—. Pensarían eso. Y me niego a dejar que eso suceda. Su historia explicaba mucho. Por qué era tan distante, tan protector. Tan controlado con todo lo que pasaba en su mundo. —Gracias por contármelo —dije. —Bueno, no todos los días una chica llora por un pequeño niño que ni siquiera conoce. —También lloro por ti, Alec. Él se estremeció. —Gracias, Nat. Eso significa para mí más de lo que puedas imaginar. —Sus labios encontraron mi frente con un beso casto—. Ahora, duerme un poco antes de que el idiota de mi hermano se despierte y trate de derribar la puerta.

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—De acuerdo. —Quería tanto que se quedara conmigo. Quería quedarme dormida en sus brazos, su respiración mezclada con la mía. Él era como una droga, una adicción que necesitaba cada vez más y más. Cada uno de los hermanos tenía sus demonios. Lo que me dejaba preguntando donde encajaba yo en la imagen. Hacía que todas mis inseguridades cobraran vida. ¿Qué diablos hacían prestándome atención? Yo no era nada… nadie. Mis propios padres parecían desinteresados conmigo. Era lindo tener a alguien que se preocupara por mí, incluso si eran estrellas de rock confundidas, pero no podía evitar preguntarme si, de alguna forma, yo estaba acercándome a un precipicio del cual sólo podía saltar para escapar. La última imagen en mi cabeza antes de que mis ojos se cerraran, fue la de un pequeño niño con brillantes ojos azules, un pequeño niño que se parecía a Alec.

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M

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e desperté con el olor a café recién hecho. Con mis ojos todavía cerrados, gemí y me estiré entre las almohadas.

—No tienes idea lo mucho que me afecta cuando haces eso —dijo Demetri. Mis ojos rápidamente se abrieron. Él lucía como si un camión le hubiera pasado encima. No se había duchado o hecho nada. Moretones púrpura y azules decoraban el lado de su ojo y su mejilla. No había pensado que Alec lo golpearía tan fuerte. Inmediatamente mis ojos fueron al piso. —Él está abajo haciendo el desayuno. Dijo que me daba un tiempo para hablar contigo, pero que si te hacía llorar tendría que ahogarme en el océano. Asentí.

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—Estoy de acuerdo con esos términos —Ouch. —Demetri se rió entre dientes y miró a otra parte—. No sé ni siquiera qué decir, Nat. Lo siento parece poco. Soy un idiota suena un poco mejor, pero sólo no sé qué decir. Se dejó caer en la cama y pasó sus manos por su rubio cabello desordenado. —Realmente me gustas. Nunca me había gustado una chica tanto como me gustas tú. Todo lo que dije anoche es cierto, quiero estar contigo. —Y con cualquier otra chica en Seaside —agregué, de repente sintiendo el dolor y la traición de la noche anterior caer sobre mí. —¡NO! —Agarró mis manos y las besó—. No lo entiendes. Sólo te quiero a ti. Sé que parezco jodido, y eso es porque sí estoy jodido. No puedo creer que esté diciendo esto. Pienso que eres la chica para siempre. La que llevas a conocer a tus padres, con la que pasas la navidad, con la que tienes hijos. Eres esa chica, Nat. —No sé qué responder a eso. Demetri suspiró. —No espero que me perdones, Nat. Lo que hice fue inmaduro y estúpido. Me emborraché en una fiesta y lo hice con una completa desconocida sólo porque estaba en frente de mí. Ni siquiera recuerdo quién era. Sólo sé que era rubia. Realmente lo hice pensando que eras tú, pero cuando me di cuenta que no lo eras, estaba demasiado ebrio para preocuparme. —Bien, al menos eres honesto.

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—La honestidad apesta. —Suspiró y miró a otra parte—. Nat, quiero estar contigo, déjame ganarme tu confianza de nuevo. Déjame ser el chico que siempre he querido ser. Quiero ser ese chico para ti. Tener a un chico diciéndote eso, era como una droga para una chica. —No puedo salvarte, Demetri. —No quiero que lo hagas. Sólo quiero que estés a mi lado como inspiración cuando yo mismo me salve. Mierda. Sentí mi guardia derrumbarse mientras sus ojos azules vidriosos por las lágrimas no derramadas me miraban. —Por favor, Nat. Demetri se acercó y agarró mi barbilla. Su toque fue caluroso, gentil, para nada como el de anoche. Deseo se encendió en sus ojos, tan diferente de Alec. Nunca tendría a Alec. Pero Demetri. Él me necesitaba, y parte de mí ansiaba ese sentimiento. Ser necesitada, querida. Nunca había experimentado nada así antes. Mis padres me amaban, pero funcionaban lejos de mí. —Ayúdame a ser mejor. Te necesito en mi vida, Nat. Tú eres como mi sol, mi aire. No puedo explicarlo, sólo sé que estoy perdido sin ti. Besó mi mejilla. —No me hagas arrepentirme de esto, Demetri. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

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—¿En serio? Asentí. —¿Quieres desayunar? —Se alejó de la cama. —Me muero de hambre. Demetri rió y alejó las mantas, levantándome en sus brazos. —Apuesto a que sí. Aunque un pajarito me dijo que comiste bastantes caramelos con forma de pez anoche. —¡Voy a matar a Alec! —grité. Demetri echó la cabeza hacia atrás y rió. —Debería haberte advertido de cómo juega él a Ve a Pescar. —¡Es un animal! —grité mientras Demetri me cargaba bajando las escaleras. Miré hacia el techo. Realmente no era como si estuviera en mi lecho de muerte o algo así, pero tenía que admitir que era un poco lindo estar en sus brazos. Aunque mi cuerpo traicionero no podía dejar de recordarme que habían sido los brazos de Alec los que me habían rescatado anoche. Tragué saliva. —¡Escuché eso! —Alec salió de la cocina. Sonreí, y luego mi corazón bajó a mis rodillas. ¿Qué estaba haciendo? Miré a Demetri, su sonrisa cegadora era para mí, sólo para mí, pero, ¿qué pasaba con Alec? ¿Había imaginado una conexión entre nosotros? Demetri me puso sobre mis pies. Caminé tímidamente hacia la cocina. Alec estaba cocinando huevos y tocino.

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El jugo de naranja y el café estaban ya en el mostrador. —Buenos días, dormilona. ¿Sabías que roncas? —dijo Alec, sin alejar la mirada del sartén. —¡No lo hago! —Sí, lo haces —dijeron los chicos al unísono. —¡Estabas borracho! —Golpeé a Demetri. —Borracho, amor, no sordo. Lo fulminé con la mirada. —Ella se enloquece cuando está hambrienta —dijo Demetri en voz baja, mientras tomaba rápidamente un plato y comenzaba a llenarlo de comida. Quería que Alec se volteara, pero no lo hizo. Finalmente, después de unos minutos en los cuales estoy segura que perdí neuronas tratando de usar telepatía para que él me mirara, se giró. Todo parecía normal. Él me mostró una sonrisa brevemente y fue al refrigerador. —Voy a salir a correr. Los veo más tarde. Y sólo así, se fue. —¿Está bien? —Le di un codazo a Demetri, que comía como si no hubiera visto comida en días. —¿Quién? ¿Alec? Por supuesto, está bien. ¿Por qué no iba a estarlo? —No lo sé. —Mordisqueé mi labio inferior—. ¿Hablaron esta mañana?

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—Sí. —Demetri se detuvo recogiendo comida en su boca y tomó un poco de jugo de naranja—. Me dijo que yo era un imbécil y que eso iba a hacer que perdiera a la mejor mujer del mundo si no iba a la habitación y rogaba de rodillas. Naturalmente, yo sabía todo eso antes de que él lo dijera, pero igual. El desayuno me cayó como una piedra en el estómago. ¿Alec nos había juntado a mí y a Demetri? Claramente, había leído mal todas las señales. Todos los gestos protectores y raros momentos cargados de sensualidad. Estaban sólo en mi cabeza. Alec no me quería. Demetri sí. Tontamente, pensé que si me quedaba un poco más, Alec volvería de correr. Una hora después, él seguía sin volver. —Debería irme —le dije a Demetri, mientras terminaba los últimos platos del desayuno. —Quédate. —Puso el plato mojado en el mostrador y caminó alrededor para ponerme entre sus brazos. Su beso fue gentil. Me gustó este lado de él mucho más que el de anoche. Pude casi creer que era el buen chico, el caballero blanco. El chico que él decía querer ser. —No puedo. —Sacudí mi cabeza mientras me besaba la nariz y la mejilla. —¿Por qué? —¡Porque no! —Lo empujé lejos con una sonrisa sobre mi cara y él estaba confundido. Usualmente él obtenía todo lo que quería—. Tengo un montón de tareas y algunos de nosotros tenemos que trabajar para vivir. —Yo trabajo.

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Incliné mi cabeza hacia un lado. —De acuerdo, estás tomándote un muy merecido descanso en este momento. —Claro, pero todavía trabajo. —Bien, trabajas, pero eso no cambia nada. Todavía tengo que ir a mi trabajo de medio tiempo y tengo que hacer un espacio en algún momento para ir a correr hoy y hacer tareas —resoplé y crucé los brazos. El pensamiento de todo lo que necesitaba llevar a cabo en ese día me estresaba un poco. Mis ojos se posaron en el reloj. Ya eran las 10. Tenía que estar en la tienda Taffy en dos horas. —Bien —se quejó Demetri—. ¿Dónde trabajas? —Seaside Taffy. Demetri sonrió. —¿Vistes pequeños trajes y repartes muestras gratis? Rodé los ojos. —Esta conversación está yendo cuesta abajo muy rápido. —Siempre. —Soltó una risita—. Lo siento, no más insinuaciones sexuales. Vale, ve a prepararte para trabajar, corre y podremos pasar un rato juntos más tarde. Asentí. —Aw, estás aprendiendo rápido —¿No obtengo alguna recompensa por buen comportamiento? —Y luego fallas.

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—Mierda. —Demetri cruzó los brazos y puso mala cara. Lucía tan inocente y sexy, que cedí. Me incliné en las puntas de mis dedos y lo besé firmemente en la boca. Inmediatamente, él separó sus labios, su boca sabía a naranjas. Sorprendentemente, mantuvo sus manos en cada lado. Se alejó. —Sabes bien. —Tú también. Nos miramos por un rato. Sus ojos mirando fijamente mi boca. Con un suspiro, retrocedí. —Te escribiré, ¿de acuerdo? Asintió, mientras me despedía con la mano y corría fuera de la puerta. Es extraño cuánto pueden cambiar las cosas en 24 horas. Observé en vano la calle. Alec no estaba en ninguna parte. Probablemente tomó otro camino.

*** Maldije a Alec por hacer tan buen desayuno. Mi carrera no iba según lo planeado. Seguía teniendo algunos dolores. La comida era como una gran roca en mi estómago. Llegué al kilómetro tres y volví. El camino por delante podría haber sido el Everest, teniendo en cuenta la condición de mi cuerpo.

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Agarré mi iPod y cambié a una mezcla diferente. La lista que decía Lo Que Amo. Esto trajo una sonrisa a mi cara cuando el ritmo tecno de AD2 empezó a sonar en mis oídos. Antes, cuando escuchaba su música, no podía nunca decir cuál de los hermanos cantaba. Ahora, era imposible no saberlo. Alec tenía la voz más grave de los dos, usualmente cantaba la melodía, llevaba la canción. La voz de Demetri era ligeramente superior. Sonaba casi demasiado perfecta, algo así como el chico de Rascal Flatts. Él solía hacer los versos y puentes9. Pero cuando cantaban juntos, su armonía era perfecta. Su música podía gustarle a gente de cualquier edad. Sus conciertos se llenaban de chicas entre las edades de ocho y ochenta. Llegué al cuarto kilómetro rápidamente. El quinto llegó aún más rápido y estaba ya en la sexta canción de AD2 cuando tropecé. Miré hacia abajo. Ugh. Estúpidos cordones. Realmente necesitaban doble nudo, pero estaba tan apurada en salir a correr antes del trabajo que lo olvide. —Nat, deberías pagarte unas lecciones de cómo no tropezar. —La voz de Alec sonó detrás de mí. Saqué mis auriculares y me volteé.

9

Puentes: partes de la canción que se sitúan en la mitad del tema.

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El sudor corría por su cuerpo. Se había sacado su camiseta en algún punto, y estaba apretada en su mano derecha, dejando sus ridículos abdominales al descubierto. No ayudaba que el sudor parecía brillar en su pecho al sol. —¿Qué? ¿Corriste una maratón o algo así? —bromeé. —Nah. Asentí. —Medio maratón. —Me siento muy inadecuada —murmuré, pateando una roca con mi zapatilla. —Deberías. —Alec se arrodilló y ató mi zapato muy apretado, como si yo estuviera en el preescolar y tuviera la costumbre de tropezar con mis cordones. Bien, supongo que la parte de tropezar era bastante precisa. —Así que, ¿las cosas están bien? —preguntó, sin encontrar mis ojos, pero mirando a la playa. —Creo que sí. —Me encogí de hombros—. Demetri dijo que hablaste con él. —¿Lo hizo? —Alec se volteó, lucía sorprendido. —Sí. —Esta era la parte donde se suponía que él iba a entender la indirecta e iba a expandir el tema. Pero por supuesto, era un chico, así que sólo se encogió de hombros. —Así que… —Tragué saliva—. Tengo que trabajar hoy, pero pienso que vamos a salir esta noche, por si quieres venir con nosotros. —¿Acabas de invitarme a salir en tu cita?

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—No es una cita —dije rápidamente. —Créeme… —Sonrió con amargura—. Es una cita, pero sí, en realidad tengo algunas cosas que hacer esta noche. Diviértanse, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Tragué el nudo en mi garganta. El rechazo no se sentía bien, no cuando venía de Alec. —¿Nat? Mi cabeza se levantó. —Estoy feliz por ti. Lagrimas salieron de mis ojos. —Gracias, Alec. Eso significa mucho. Asintió y se puso de nuevo los auriculares. —Trata de no tropezarte en el último kilómetro hacia casa. —Muy gracioso —me quejé y salí como loca de vuelta a la casa. Sólo tenía 45 minutos para prepararme para trabajar. Odiaba que la única cosa que estaba en mi mente, fuera la mirada en la cara de Alec cuando hablamos. Estábamos de vuelta a donde empezamos. Amigos casuales que bromeaban, pero no compartían nada. Esto no debería importar. Después de todo, no era nada para él. Sólo su amiga. La novia de su hermano.

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11 Traducido por clalisjuli95 Corregido por GaraziF

E

l trabajo estuvo difícil.

Parecía como si todas las personas y sus madres hubieran decidido venir a Seaside para el fin de semana. Yo estaba manejando bien las multitudes, hasta que una madre con tres niños gritando entró. El niño empezó a correr en círculos y a probar cada sabor de caramelos blandos como si esto fuera gratis. —Evan. —Le di un codazo. Todavía se le notaba la resaca de anoche. Él estaba sosteniendo su cabeza entre sus manos y gimiendo. —¿Por qué. Existen. Los. Niños? —Tenía los dientes apretados. Me hubiera reído, si no me sintiera tan mal por él. Dijo que su cabeza dolía tanto, que quería morir esa mañana. Eso es lo que pasa por beber siendo menor de edad. Me encargué de azotar las puertas más a menudo durante nuestro turno. Pero los pequeños niños estaban haciendo mi trabajo más fácil… él era miserable.

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—Haz que paren, por favor, haz que paren. —Evan tomó de su botella de agua y miró a la madre. No me hubiera sorprendido si ella desapareciera en el acto. —Evan, toma. —Le di otra aspirina y me puse a limpiar el mostrador. Seaside Taffy era una de las más grandes tiendas de caramelos en la ciudad. Esta tenía cada sabor que hubiera posibilidad de pensar, incluidos algunos que ni siquiera parece que deberían ser comestibles. ¿Quién quiere comer un caramelo con sabor a césped? ¿O a palomitas con mantequilla? También servíamos helado y manzanas de caramelo. Evan estaba usualmente a cargo de los dulces, mientras yo ayudaba a servir la otra comida. Pero hoy, él sólo se sentó como un bulto en el tronco. —En serio, Evan, necesito ayuda. —Estaba furiosa dos horas después, cuando la fila era tan larga, que salía por la puerta y por la acera. Evan dijo algo en voz baja, pero finalmente se movió a registrar y tomar el dinero de las personas. —¿Es verdad? —le preguntó con entusiasmo una chica a Evan. —¿Que tu voz es muy aguda? —propuso Evan—. Me temo que sí. —Evan. —Le di un codazo—. Lo siento, cariño, ¿qué es verdad? —¿Qué la banda AD2 se está quedando aquí en Seaside y va a la escuela? —Sip —respondió Evan rápidamente—. Ahora, ¿qué podemos hacer por ustedes, chicas? Ellas estaban en primaria y conocían el arte de la distracción demasiado bien para permitirnos manipularlas.

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—Así que —dijo la chica de las coletas, sacando su cadera—. Se ven mayores. El agarre de Evan a la caja registradora se hizo más fuerte. —Escucha, tú… —Sip, ¡somos mayores! ¡Tienes razón! —Sonreí ampliamente—. Pero chicas, hay una fila, necesitamos tomar su orden, ¿de acuerdo? —Está bien —se quejaron al unísono. Cuando les entregué sus manzanas de caramelo, la chica de la coleta dio media vuelta. —Ya que ustedes son mayores y están en la secundaria, ¿les gusta conocer a los chicos? —¿Luzco como la clase de chica con la que una estrella de rock querría hablar? —respondí. Inclinaron su cabeza, observando mi uniforme rayado como el caramelo y mi visera blanca y sacudieron sus cabezas. Increíble. —Oh, no lo sé. Yo te hablaría, ya sabes, si fuera una estrella de rock —dijo una voz dijo a mi izquierda. Me volteé e inmediatamente quise morir. Demetri estaba apoyado en el mostrador de helados. Sus musculosos brazos sobresalían de su camiseta gris apretada, que estaba medio escondida en sus pantalones de diseñador de cintura baja. —Linda visera. —Eso venía del chico que tenía más admiradoras femeninas que la mayoría de las estrellas de cine.

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Asentí. Las chicas que acababan de dispararnos varias preguntas a Evan y a mí, se quedaron en silencio sorprendidas. —Para responder tu pregunta —dijo Demetri, mirando a las dos chicas—. Esta chica es exactamente la clase de chica con la que podría salir. Podría incluso besarla hoy. Eso si ella me deja. —Les guiñó un ojo a las dos chicas. Estaba segura respirando?

que

tendríamos

que

hacerles

RCP.

¿Seguían

Finalmente, la chica habladora elevo la voz. —¿Puedes darnos un autógrafo? —Seguro. —Demetri sacó un marcador de su bolsillo y firmó algunas servilletas para las chicas antes de enviarlas fuera. Vaya, él está preparado. —Gracias a Dios. —Evan miró a Demetri—. No podía soportar más sus preguntas y gritos. —Cuando quieras. —Demetri asintió hacia Evan y luego me miró—. Así que, estás libre en una hora, ¿verdad? —Sip. —Ignoré las extrañas miradas de los clientes, así como los gritos de las otras chicas que acababan de descubrir que la D de AD2 realmente estaba conversando en Seaside Taffy con la chica de la tienda. —Bien. Tengo planes para ti, Nat. —Sus ojos hicieron esa cosa que por arte de magia se oscurecían y se entrecerraban, haciéndolo lucir más sexy de lo que debería ser legal.

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—De acuerdo. —Fue la única cosa que pude decir. La multitud se estaba volviendo ridícula—. Oye, ¿Demetri? Se volteó. —Hazte cargo de algunos de estos por nosotros —supliqué. Echó su cabeza hacia atrás y rió. —Bien, ¡pero me lo debes! —Lo amo —dijo Evan—. No soy gay, pero en este momento lo amo. Si puede alejar a todas las chicas y personas ruidosas de aquí, podría sólo besarlo. Puse mis ojos en blanco y reí, mientras Demetri dejaba la tienda y firmaba algunos autógrafos en su camino. Justo como esperaba, cuando las personas se dieron cuenta que él firmaba autógrafos, la multitud disminuyó. Evan observó la tienda vacía. —Él es un dios entre los hombres. —No le digas eso, ya es bastante arrogante. —Yo también sería arrogante si las mujeres me tiraran sus bragas. —¿Sigues borracho? Pasaron unos segundos y luego dijo: —Tal vez. Cuando mi turno terminó, me dolían los pies, y podía sentir un dolor de cabeza venir, probablemente por el estrés.

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Le dije adiós a Evan y agarré mi bolso. Probablemente olía a caramelos y a niños pequeños llenos de gérmenes, pero no me importaba. Sólo estaba demasiado emocionada de que mi turno hubiera terminado. La campana sonó cuando salí. Y ahí estaba Demetri, apoyado contra un asesino Mercedes CL600. Era negro. Imagínate. —Lindo auto. —De repente me sentí muy, muy inadecuada. ¿Por qué diablos estaban estos dos chicos prestándome atención? Se encogió de hombros. —Me lleva de aquí a allá. Apostaría a que lo llevaba al más allá también, pero mantuve mi boca cerrada. Él estaba obviamente orgulloso de su auto. Me gustaba. Quiero decir, costaba más que la mayoría de las casas de las personas, pero mi mente pensó en el auto de Alec. Parecía menos… no lo sé, ¿tal vez de menos categoría? Probablemente era mi imaginación y estaba cansada. —Su carruaje espera. —Demetri abrió la puerta y me hizo entrar. —Pero mi camioneta… —Señalé mi camioneta barata y triste y otra vez quise desaparecer. —Ya me he hecho cargo de eso. Llaves. —Estiró su mano. Busqué en mi bolso y se las entregué. Él caminó hacia la camioneta y puso las llaves bajo la alfombra. —Alec dijo que iba a correr hacia la ciudad y podría manejar hasta tu casa.

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—Oh. —¿Por qué el hermano que no estaba interesado en mí, estaba siendo tan lindo otra vez? Esto me confundía. —Súbete. El auto olía celestialmente. Una mezcla de vainilla y cuero. Los paneles de madera cubrían la mayor parte del tablero. Nunca me había subido en algo así. Quiero decir, mis padres estaban bien, pero no tenían cosas así. Esto estaba por encima de cualquier cosa que hubiera visto. Esto estaba tan terriblemente fuera de mi alcance, que era casi deprimente. —Así que, ¿cenamos? —preguntó Demetri después de arrancar y alejarnos de la acera. —¿No te importa que esté vestida así? —Señalé mi ropa. —Luces algo así como ardiente —admitió—. Vuelve a ponerte la visera, Nat. Reí y crucé mis brazos. —Idiota. —Aw, vamos, nena, estoy bromeando. Me gusta la visera. Póntela una vez más, sólo una. Saqué la lengua, pero de todos modos me la puse. Él rió y estacionó frente a Owen’s, uno de los mejores restaurantes de Seaside. Me saqué la visera y traté de ahuecar mi cabello. Al menos no tenía mi delantal, pero no ayudaba que mi uniforme luciera como algo que una persona podría usar para Halloween. Realmente estaba vestida como una striper de caramelo.

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El dueño de Taffy pensaba que era divertido y lindo. Esto no me divertía. Demetri abrió la puerta para mí y me hizo pasar. El restaurante no estaba muy lleno. La anfitriona me dio una mirada, luego sonrió y volvió a mirar su mesa. —Disculpa —dijo Demetri suavemente—. Mi novia y yo tenemos una reserva. La chica no levantó la vista. —¿Nombre? —Demetri Daniels. La mano de la anfitriona empezó a temblar. Tragó saliva, y lentamente miró hacia arriba para encontrarse con la mirada de Demetri. —De…de inmediato, señor Daniels. —Su cara se puso roja y me gustó que él me defendiera. Al menos pensé que eso era lo que estaba haciendo. La anfitriona nos llevó a la esquina más alejada del restaurante. —Si hay algo, cualquier cosa, que puedan necesitar ustedes dos… —Vino —interrumpió Demetri—. Uno tinto de la casa, ¿quizá Malbec? —Ahora mismo. —La chica prácticamente se tropezó con ella misma. —Demetri, no tenemos edad. Él se encogió de hombros.

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—Soy famoso, nunca me piden identificación. Créeme. Ellos harían cualquier cosa por mí, incluso servir alcohol a menores. Quiero decir, mira este lugar. Está un poco muerto ahora. Dale una hora. La camarera volvió con el vino y le dio un guiño demasiado obvio mientras destapaba la botella. Rechacé la bebida. Empecé a preocuparme cuando Demetri estuvo muy concentrado en la conversación y había casi terminado la botella entera. Seguro que podía hablar demasiado sobre sí mismo. No es que me importara, él era interesante, pero igual. Ni siquiera había preguntado sobre mi día. Bostecé, de repente me sentí ruborizada y agotada. Demetri ignoró mi bostezo y mis obvios signos de cansancio y siguió hablando. Odiaba su actitud arrogante, tanto como odiaba que hubiera tenido razón. Al cabo de una hora, el restaurante estaba muy lleno. Era tan ruidoso, que casi no podíamos hablar. Tampoco ayudaba que las personas siguieran acercándose a nuestra mesa. Sólo quería que se fueran. Esta no era la forma en que quería que fuera nuestra cita. Demetri nunca ignoraba a sus fans. Pero me ignoró a mí. La noche entera. Finalmente, luego de que el postre estaba servido, estaba lista para irme... Demetri estaba envuelto en una conversación con una joven que había entrado y pedido un autógrafo.

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Ella no podía ser mayor que yo, y estuve instantáneamente celosa. Ella coqueteaba con mi novio. Mi novio. Estaba a punto de abrir mi boca y más que nada hacerme quedar en ridículo, cuando Demetri se estiró y agarró mi mano. Un escalofrío de placer corrió por todo mi cuerpo, mientras la chica retrocedió, me observó y finalmente se fue. —Lo siento —se disculpó Demetri—. No sabía que esto se me saldría de las manos. —¿Eres una las más grandes estrellas de rock del planeta, y no pensaste que esto se te saldría de las manos? ¿Era en serio? Al menos, parecía avergonzado cuando se encogió de hombros. —Lo lamento, esto nunca salía así de mal en Los Ángeles, quiero decir, las personas usualmente nos daban privacidad. Puedo ir a Starbucks y no ser acechado. —Si no te has dado cuenta, la cosa más interesante en Seaside es el océano, y el hecho de que ahora tenemos un Starbucks. Por supuesto que las personas van a enloquecer. —Estaba entre cansada y furiosa. Necesitaba parar de culparlo. No era su culpa. Demetri maldijo. —Tienes razón, Nat. Lo siento. inmediatamente me desarmó.

¿Me

perdonas?

—Su

sonrisa

Me encogí de hombros. —Bien, pero no me ignores más en nuestra cita. —Prometo que una cita jamás irá así de nuevo.

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—¿Por qué? ¿Vamos a quedarnos dentro de una prisión? Demetri agarró mi mano y la besó. —No, la disquera va a enviar algunos guardaespaldas. De repente todo se sentía muy real. —Um, ¿es eso necesario? —Tuvimos un par de amenazas de muerte ayer. —Se encogió de hombros—. Nada fuera de lo ordinario, pero, tú sabes, deberías tener cuidado siempre. Sintiéndome un poco alarmada, sólo podía mirarlo. ¿En qué planeta eso era normal? Estuve en silencio mientras él pagaba la cuenta y me llevaba hasta el auto. Había fanáticas tanto dentro, como fuera del restaurante. Completamente exhausta, sólo quería que me llevara a casa. —Vamos. —Demetri estratégicamente me llevó a través de la multitud. Decir que estaba asustada, sería bastante sutil. Quiero decir, él acababa de decirme que lo amenazaban de muerte y yo no podía ni siquiera ver la calle en este momento. —¡Demetri! ¿Esa es tu novia? ¿Quién es? —gritó una chica y luego una cámara se disparó. Demetri apretó mi mano y luego en un rápido movimiento, me inmovilizó contra el auto y me besó. Cuando se alejó y abrí mis ojos, había al menos cuarenta teléfonos apuntándonos. —Supongo. —Acarició mi cabello, luego metió unos mechones detrás de mi oreja.

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Pienso que las personas estaban tan emocionadas y sorprendidas, que no se daban cuenta que estábamos apresurándonos a entrar al auto. —¿Estás seguro de que puedes conducir? —pregunté. Mi garganta empezaba a sentirse adolorida e irritada. Él rió. —He conducido en peores situaciones. —Quiero decir, por el alcohol. —Puedo. —Se encogió de hombros y encendió el motor. Debería haber dicho algo más, o al menos haber sido más agresiva sobre que él no condujera, pero estaba muy asustada por toda la gente. Condujo por la calle y giró en la esquina, luego finalmente abrió su boca para hablar. —Lo lamento, ¿te hice daño? —Señaló mi boca y brazo que él había agarrado mientras me besaba muy fuerte allá afuera. —No. —Sacudí mi cabeza—. Me sorprendiste un poco. ¿Por qué hiciste eso? —Demonios. —Demetri golpeó el volante. —¿Qué? — Me congelé. —Nos están siguiendo. Sabía que sólo iba a ser cuestión de tiempo. Es sólo que…nosotros no pensamos que se pondría así de loco aquí. Quiero decir, es sólo Seaside. —Y de nuevo, ¿necesito recordarte que acá tenemos computadoras? —Exasperada, me apoyé contra la puerta y cerré los ojos.

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—Voy a conducir alrededor de la cuadra un par de veces para perderlos y luego podemos ir a casa, ¿de acuerdo? No estoy segura si dije de acuerdo o asentí o qué. Mis ojos se sentían tan pesados. Tuve que cerrarlos. Era como si alguien me hubiera drogado. Tal vez debería haber sido más inteligente sobre tratar de hacer demasiado en un solo día. Con un bostezo, me acurruqué en el asiento y me quedé dormida.

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12 Traducido por BUTY_MADDOX Corregido por Ale_GE

—¿Q

ué hiciste con ella? —gritó Alec. Nunca gritaba. ¿Por qué estaba gritando? Y, ¿por qué no podía abrir los ojos? Gemí e inmediatamente una compresa fría se presionó en mi cabeza. Me estremecí. —¡La besé! ¡Eso es todo! ¡Fuimos a cenar y se quedó dormida en el auto! —maldijo Demetri—. Cielos, ¿qué?, ¿crees que la drogué o algo así? —No sería la primera vez —se quejó Alec. —¿Qué demonios? —Se rió Demetri—. ¿Estás bromeando? ¿En serio? ¿Vas a decir eso ahora? Alec maldijo. Sentí su mano en mi cara. —¿Puedes oírme, Nat? Gemí de nuevo y traté de alejarme de él. —La llevaremos a su casa. Se le pasará con dormir. Probablemente está enferma —dijo Demetri mucho más tranquilo ahora.

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—No, no podemos. —La voz de Alec era severa—. Sus padres decidieron extender su cita de una noche por todo un fin de semana. No volverán hasta mañana por la noche. Le dejaron mensajes, pero su teléfono debió haber muerto. La madre de Nat sabía que ustedes estaban fuera, así que dejó un mensaje conmigo antes de irse. Se han ido. —¿Y? La mano de Alec dejó mi frente. —Así que, si la dejamos en su casa y está enferma, ¿qué crees que va a pasar con ella? Está ardiendo. —Oh. —Demetri se quedó en silencio durante unos minutos—. ¿Eso significa que tiene fiebre? —Sólo ve a buscar un poco de ibuprofeno, Demetri. —Está bien. —Cerró la puerta detrás de él. Se hizo eco en mis oídos haciendo latir mi cabeza más fuerte. Me concentré en abrir los ojos y me vi recompensada gratamente por mi esfuerzo. Alec se cernía sobre mí, la preocupación marcada en sus rasgos. —Nat, ¿estás bien? —Creo que sí. —Mi voz era pesada y aturdida. Me sentía sentimental, como si quisiera llorar. Quería a mi mamá. Pero ella no estaba allí. Todo lo que tenía, eran dos estrellas de rock, uno que quería dejarme en mi casa y dejar que se me pasara con una siesta como si tuviera resaca—. No me siento bien. —Traté de sonreír, pero me dolía la cara. —Oh, cariño, sé que no lo estás. —Alec frotó mi frente—. ¿Quieres que la fiebre baje naturalmente o quieres un poco de ibuprofeno?

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Negué con la cabeza. Odiaba tragar pastillas. Me atragantaba cuando era pequeña y aún ahora tenía que aplastarlas con una cuchara y comerlas con mantequilla de maní. Una lágrima se escapó de mi ojo y fue por mi mejilla. —No llores, shh, no llores. —Alec suavemente me subió por las escaleras hasta su cuarto y se acostó a mi lado. Sus fuertes brazos me levantaron en un abrazo—. Sólo tienes gripe o algo así. Vas a estar bien, ¿de acuerdo? —¿Lo prometes? —pregunté en un hilo de voz. Él se rió y se sacudió el cabello de la cara. —Te lo prometo. Y cuando te mejores, puede que incluso te permita conducir mi auto. —Estás bromeando. —Cerré los ojos, me gustaba la forma en que su risa profunda sonaba en mi cabeza contra su pecho. —Tengo un poco de ibuprofeno. ¿Qué…? —Demetri se detuvo en seco. Mis ojos se posaron en su rostro. Parecía enfadado. —¿No crees que su novio debe ser el que esté en la cama con ella, Alec? —gruñó Demetri. —Por supuesto. —Alec se alejó de mí—. Voy a regresar de nuevo en unos minutos. —Él se acercó a su hermano y le dijo en voz baja: —Trata de no empeorar la situación. —Idiota —murmuró Demetri, mientras lentamente se acercaba a la cama. Por alguna razón, me sentía como si le estuviera fallando, como si estar enferma le hiciera molestarse conmigo.

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—Lo siento —le dije, volviéndome a atragantar. Él se encogió de hombros. —Está bien. Espera, ¿acaba de aceptar mis disculpas por estar enferma? ¿Qué? —Me gustaría que te sintieras mejor. Yo tenía algunos planes para esta noche, Nat. Los que pondrían una sonrisa en ese hermoso rostro tuyo. —Lo siento —dije otra vez, porque realmente no sabía qué más decir. Él se encogió de hombros. —No podemos controlar cuando nos enfermamos. No es gran cosa. —Él se inclinó y besó mi mejilla—. Voy a dejarte dormir, ¿de acuerdo? Asentí, aunque sentí una punzada de decepción cuando lo vi salir de la habitación. Segundos después, oí uno de los autos encenderse afuera. ¿Qué diablos? —No le gusta la gente enferma —anunció Alec desde la puerta. —Es evidente —murmuré, sintiéndome más y más abatida mientras los minutos pasaban. Mi cabeza no pulsaba tanto. Traté de incorporarme sobre las almohadas y fracasé. —Espera. —Alec rió entre dientes y metió unas almohadas detrás de mi espalda. —Así que, ¿por qué no le gusta la gente enferma? ¿Tiene fobia a los gérmenes o algo así?

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—No. —Alec se sentó en la cama con un libro en la mano—. Nuestra mamá nos abandonó cuando éramos pequeños, y nuestro padre murió de cáncer unos años después. La mayor parte de los recuerdos de Demetri son del hospital. —¿Y los tuyos? Alec se rió. —Jugar a las damas con papá cuando no se sentía lo suficientemente bien como para caminar. Sosteniendo su mano cuando le dijeron que no había nada que pudieran hacer. Leyendo sus libros a pesar de que sólo tenía diez años y probablemente era el peor lector del planeta. —Me gustan tus recuerdos —suspiré. —A mí también. —Me dio una sonrisa—. Demetri sólo se ocupa de cosas diferentes que la mayoría de la gente. Eso no significa que no cuide de ti o no se preocupe por ti. —¿Por qué siempre lo defiendes? —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas—. Olvida que dije eso, por favor, olvida que dije eso. —No podía escapar de él, estaba atrapada en la cama y si incluso tratara de ponerme de pie, estaba convencida de que caería al suelo. —¿Parece de esa especulativamente.

manera?

—preguntó

Alec,

mirándome

Asentí. —Hmm, supongo que sí. No lo sé, Nat, soy protector con él. Soy mayor por un año, mi trabajo es cuidarlo. Fue una respuesta pobre, pero era todo lo que iba a conseguir.

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—Si eres mayor por un año, y él está en el último año y tú también… —Que inteligente, Nat —bromeó Alec. —¿Cómo estás en el mismo grado? —Vivo para aprender —bromeó, entonces me dio un codazo. —La escuela secundaria es como ir al infierno todos los días, así que, ¿por qué elegirías ir voluntariamente? —Nunca he terminado. Estábamos ocupados con giras y yo seguía aplazándolo. Es así de simple. A Demetri en serio le gusta aprender. Le gusta estudiar, a pesar de que no es fácil para él. Yo prefiero hacer las cosas. No puedo sentarme y escuchar a alguien zumbando durante horas sin querer saltar por la ventana. —Y yo que pensaba que te gustaba sentarte y contemplar. Él se estremeció. —No, sólo parece de esa manera. Yo bostecé. —Estás cansada. Duerme, Nat. Negué con la cabeza, sabía que estaba comportándome como un bebé, pero realmente no quería dormir, no si cuando, él se habría ido también. ¡Odiaba estar sola, era tan tonta! ¡Yo estaba sola todo el tiempo! —He traído un libro. —Alec Sonrió—. Voy a estar aquí, ¿de acuerdo? —¿Lo prometes? Sus ojos se oscurecieron.

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—Lo prometo. —Su susurro me arrulló a dormir.

*** —¿Nat? —La voz de Demetri estaba muy cerca de mi cabeza. Abrí los ojos y salté. Estaba tumbado en la cama, sosteniéndome en sus brazos. ¿Qué pasó con su fobia a la enfermedad? ¿Y dónde diablos estaba Alec? Él lo prometió. Derrotada, miré a mi novio y logré una pequeña sonrisa. —Esto es para ti. —Demetri tomó algo de su espalda y sacó un ramo de rosas blancas. Blancas, no rojas. Interesante y un regalo muy bueno, también. Maldito sea. —Gracias —murmuré, y sacudí la cabeza con la esperanza de que despejara el sueño y la somnolencia. —Siento haber escapado. —Demetri suspiró—. Estar enfermo me asusta. Alec dijo que te lo mencionó, pero en realidad no es una excusa para dejar a mi novia. —Está bien. —No, no lo está —espetó—. Maldita sea, ¿por qué eres tan fácil para mí? —Está bien. No está bien. Te odio. Toma tus estúpidas flores. —Las tiré al suelo y crucé los brazos. Demetri sonrió. —Mucho mejor. ¿Qué voy a hacer contigo? ¿Hmm? —Su mano dejó un rastro en mi cuello—. Eres hermosa, divertida... ni siquiera puedo mirar a otra chica.

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—Bueno, me alegro de que el mujeriego finalmente se haya decidido por una chica. —La enfermedad hacía a la gente valiente, decidí. —Sólo una —prometió, luego se agachó y besó suavemente mis labios—. ¿De verdad te sientes mejor? Pensé en eso por un segundo. Mi cabeza no latía más, aunque todavía me sentía un poco mareada, aunque estaba acostada. Mis piernas se sentían como el plomo, y mi boca sabía a algodón, pero en general, al menos no estaba tan cansada como lo había estado antes. —Creo que estoy mejor. —Hmm... —Demetri me quitó mis sábanas y observó mi cuerpo. Mierda. Alguien me había desnudado y me había puesto ropa cómoda. Avergonzada, cerré los ojos. —Relájate, nena. No es como si fueras la primera chica que he visto desnuda. Cierto. Porque eso me hace sentir mejor. Apreté los dientes y me levanté de la cama. —¿Entonces tú me desnudaste? —Fue un esfuerzo de equipo. Me quería morir. —¿Tú y tu hermano me desvistieron? Corrígeme si me equivoco, pero, ¿no es ese el tipo de cosa que es ilegal en todos los cincuenta estados? —Relájate, Nat. No es que nos turnáramos contigo o algo así.

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Sin responder, traté de levantarme. Tenía que salir de allí y volver a casa. Estaba demasiado confundida como para quedarme y me sentía tan enferma, que sólo quería estar en mi cama. La cabeza me daba vueltas. Puse mi peso en un pie y luego en el otro, tratando de llegar a la puerta. —No puedes ir por ahí quitándole a la gente su ropa sólo porque está enferma. Demetri frunció el ceño. —Pero estabas incómoda. Además, yo fui el que lo hizo. Alec sólo estaba aquí supervisando. Por alguna razón, no confiaba en que lo haría sin mirar. —Me voy a casa —anuncié. —¡Sí, claro! —Demetri agarró mi brazo, sus dedos clavándose en mi piel sensible—. Te vas a quedar aquí y eso es definitivo. Estás enferma. No debes estar de pie y caminar. Vamos. —Con un gruñido, me levantó y me acunó en sus brazos. Se podría pensar que sólo pesaba cinco kilos. Caminó rápidamente por el pasillo y luego por las escaleras. —¿Ella intenta escapar o algo así? —preguntó Alec, que apareció repentinamente en la parte inferior de las escaleras. Lo fulminé con la mirada. Alec levantó sus manos. —Es aterradora cuando está enferma. —También es suicida. Quería regresar a casa. Alec frunció el ceño.

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—Nat, sólo llegarías hasta la mesa de la cocina, te desmayarías, y lo más probable es que te rompas un diente en el proceso. Apreté los dientes para no gritar. Estaba agradecida, pero no me veía mejor, no me sentía bien y ambos actuaban como si no fuera capaz de cuidar de mí misma. Ahora que mi fiebre se había ido, sabía que iba a estar bien por mi cuenta. —Cierra las puertas. —La intensa mirada de Alec se encontró con la mía. Lector de mentes estúpido. Demetri me puso en el sofá y luego se dirigió a la puerta, cerrando cada uno de ellas. —Mierda, ¿cuánto tiempo han estado acampando afuera? —Desde que regresaste con las flores —contestó Alec. —¿Quién está acampando? —Elevé la voz. —Fotógrafos, equipos de noticias, fanáticas. Básicamente todo el mundo en Oregon. —Alec maldijo y se sentó a mi lado—. Gracias al heroico beso de mi hermano en el centro de Seaside, los medios no pueden esperar para saber más de ti. —Genial —me quejé y apoyé la cabeza sobre el brazo del sofá—. Si me vieran ahora, se preguntarían por qué tanto alboroto. Alec inclinó la cabeza. —Tú realmente no lo ves, ¿verdad? —¿Ver qué? —Tragué saliva nerviosamente. Los ojos de Alec se encontraron con los míos, como si estuviera tratando de encontrar una pieza de un rompecabezas gigante. Su mirada me hizo querer retorcerme, pero fui capaz de mantenerme quieta.

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—Lo impresionante que eres. —Sus ojos brillaban con aprecio—. Nat, eres absolutamente preciosa sin ayuda de maquillaje o ropa de lujo. Y eres la única persona en el universo que he conocido que no nos pidió autógrafos. —¿No lo ha hecho? —preguntó Demetri regresando a la sala sólo escuchando la última parte de la conversación—. Que grosera, Nat. Grosera. Me eché a reír. No pude evitarlo. —¿Así es como me deshago de los dos? ¿Solicito su autógrafo y tiro mis bragas como el resto de ellas? Demetri se dejó caer en el sofá en medio de nosotros. Por supuesto. —Podría vivir sin la parte del autógrafo, pero la parte que tiras tus bragas suena intrigante. ¿Estás pensando en hacer eso pronto? Esperaré. —Él sonrió como un niño pequeño. Me acerqué y besé su mejilla por impulso. Alec se aclaró la garganta. Sus ojos fueron de Demetri a mí, y luego volvieron. —Voy a ver qué puedo hacer con respecto a los medios por ahora. ¿Por qué no se van a ver una película o algo así? Suspiré. —Yo elijo. Estoy enferma. Demetri maldijo. —Me duele la cabeza, ¿eso cuenta?

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—Tu cabeza siempre te duele cuando la usas, tonto, así que no, no cuenta —bromeé. Alec salió de la habitación riendo, mientras Demetri fruncía el ceño en broma.

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13 Traducido por kass :) Corregido por Ale_GE

V

imos películas hasta altas horas de la noche. A medianoche, me sentí muchísimo mejor, lo cual fue bueno teniendo en cuenta que tendría que colarme de nuevo en mi casa.

Demetri se había quedado dormido, así que fue Alec quien me llevó a la puerta principal, en una pieza. —¿Lista? —susurró mientras abría la puerta de atrás. Asentí. Atravesamos todo el patio trasero y rápidamente llegamos a mi puerta trasera. Todo estaba oscuro, lo que significaba que los fotógrafos se habían ido finalmente de casa. —Todo va a cambiar ahora, Nat —susurró Alec detrás de mí. Di media vuelta, sus ojos parecían negros en la oscuridad y no el habitual color verde al que estaba tan acostumbrada. —¿Qué quieres decir? —Mi voz no ocultaba mi pánico.

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—Vas a estar en cada canal de noticias, todas las emisoras de radio, todos los sitios de chismes. Sólo quiero que lo sepas, todo está a punto de cambiar y no va a ser fácil. —Ellos se aburrirán conmigo —le aseguré al recibir un abrazo suyo. Sus brazos eran tan grandes y fuertes. Me estremecí cuando puso su barbilla sobre mi cabeza. —Nadie podría aburrirse contigo, Nat. Eso es imposible. Sonreí. —Estás siendo amable porque estoy enferma. Su risa me calentó. Se apartó de mí y me miró a los ojos. —No estoy siendo amable, estoy siendo honesto. Ahora descansa un poco. —La cabeza de Alec bajó, sus labios estaban casi en mi mejilla cuando un flash nos interrumpió. —Entra a la casa, Nat. Ahora. —Alec me empujó frenéticamente a la casa y se acercó a los fotógrafos. Él estaba gritando. Vaya, yo hice que se impusiera. Siempre parece tan tranquilo y sereno. En ese momento, parecía que iba a arrancar la cabeza del tipo al que le estaba cortando el paso. El tipo empezó a maldecirlo. Alec levantó los brazos por encima de su cabeza. ¡Oh, no, esto no es bueno! Rápidamente marqué el número de Demetri. Fue al correo de voz. Llamé cinco veces más antes de que finalmente respondiera. Su voz sonaba aturdida. —Más vale que sea una llamada con algún beneficio. No le hice caso.

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—Hay fotógrafos afuera. Alec les está gritando. Parece estar loco. No sé qué hacer. Demetri maldijo y se cortó la comunicación. Vi como él salió corriendo de la casa casi sin nada, sólo con sus pantalones colgando. Su cuerpo bronceado brillaba a la luz de la luna. Él era cada centímetro tan hermoso como Alec, pero tan diferente. Alec estaba cubierto de tatuajes. Demetri tenía dos, aunque no podía entenderlos. Se extendían por su pecho y parecía conectarse con algo en su espalda. Era muy difícil decirlo en la oscuridad, pero podía haber jurado que había algo escrito. Demetri agarró a Alec y lo condujo de vuelta a la casa, mientras que Alec seguía gritando. El fotógrafo se fue en la dirección opuesta. Cerré mi puerta por si acaso y me fui a mi habitación. Con el celular apretado en mi mano. ¿Qué diablos fue eso? ¿Él tomó una foto? ¿Y qué? No es que no me gustara la protección de Alec, pero aun así. Miré el teléfono de nuevo. No había mensajes de Demetri. Puse mi celular en mi almohada de todos modos y me quedé dormida.

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14 Traducido por Angyyy Corregido por Ale_GE

T

odo el domingo me dediqué a tareas. Demetri tenía su parte justa, así que nos pusimos de acuerdo para pasar el rato el lunes en la escuela. No sólo lo echaba de menos a él, sino también a Alec. Pero sabía que sería extraño si iba a su casa sin ninguna razón. Después de todo, básicamente me quedé todo el fin de semana con ellos. Mi madre ni siquiera me preguntó cómo estaba cuando entró en la noche del domingo. Ella corrió a su oficina y me dijo que tenía un cliente de emergencia. Lo que básicamente quería decir que había una especie de intento de suicidio. Me encogí de hombros. Mi mente todavía moría de ganas de saber por qué Alec y Demetri estaban viendo a mi mamá. No era como si yo pudiera preguntarle a ella de qué hablaron. Y ninguno de los dos me diría una palabra al respecto. Simplemente parecía que había mucho más en esta historia. ¿Por qué estaban realmente aquí? La situación me molestaba más de lo que debería, porque he quedado atrapada justo en el medio de

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todo. Y sí, supongo que soy medio-insegura, no quería estar atrapada en algo que con el tiempo me haría daño. Al día siguiente me quedé dormida accidentalmente. Sólo tuve tiempo para cepillarme los dientes, lavarme la cara y ponerme ropa antes de salir corriendo hacia la puerta de mi camioneta. Sólo que no estaba. Parpadeé varias veces. ¿Tal vez estaba perdiendo la cabeza? ¿Quién demonios robaría mi camioneta? —Cielos, te tomaste el tiempo suficiente para estar lista —dijo Demetri detrás de mí. Me di vuelta y sentí que me sonrojaba. —Me quedé dormida. —No lo sabía. —Me miraba con admiración haciendo que mi rubor quemara mis mejillas como loca—. Hazlo de nuevo —susurró mientras se inclinaba y me besaba. —¿Qué? —Sonrojarte. Es sexy. —Sus brazos me envolvieron levantándome del suelo. Me reí mientras me daba vueltas y luego me bajó —¿Estás listo, hombre? —Alguien gritó detrás de él. Alec saltó fuera de la casa. Llevaba una especie de camiseta estampada y jeans ajustados con unos Converse. Nunca me gustaron los jeans ajustados en los chicos. Pero me gustaban en él. Mucho. Me sonrojé de nuevo, pero esta vez giré lejos de Demetri. No sería bueno si me atrapaba sonrojándome por su hermano. —Vamos. —Alec logró entrar en su auto y destrabó las puertas. El camino a la escuela fue tenso. No tenía idea por qué, pero en lo

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único en que seguía pensando era que yo era de alguna manera la causa de eso. Miré a los dos chicos y vi que ninguno de ellos parecía feliz. El celular de Demetri sonó sobresaltándome lo suficiente como para hacer que casi me golpeara mi cabeza contra la ventana. —Lo siento, ¿qué? —rugió—. ¿Cómo demonios sucedió eso? Un montón de maldiciones siguieron y luego tiró el teléfono al suelo del auto. —¿Qué tan malo? —preguntó Alec en voz baja. —Malo. —¿Malo como Atlanta? —Peor, hombre, mucho peor. —Demetri giró y se mordió el labio—. No sé cómo decir esto, o incluso cómo advertirte. —Sólo dilo —escupió Alec. Demetri fulminó con la mirada a su hermano antes de alcanzar mi mano y besarla. —Los medios de comunicación han armado una historia bastante ridícula. No será un día fácil. —¿Qué clase de historia? Mis ojos se movieron entre ambos. Las manos de Alec agarraban el volante con tanta fuerza que parecía que lo iba a romper. Demetri se aclaró la garganta. —Una en la que fuiste vista besando a un hermano, y luego fuiste vista casi besando al otro la noche siguiente.

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—¿Así que me han etiquetado como zorra? Alec frenó de un salto y estacionó el auto justo en el medio de la carretera. Por suerte, esto era Seaside, por lo que no había tráfico. Sus ojos estaban furiosos. —No te atrevas nunca a llamarte así. ¿Entiendes? Asentí, de repente asustada. No lo había visto nunca así de loco. Demetri puso su mano sobre el brazo de Alec. Tenía el aspecto de un hombre poseído. Pude ver cada músculo tenso en su cuerpo. Por último, dio la vuelta y estábamos en el camino a la escuela. —Entonces, ¿cuál es el plan? Demetri lució sorprendido. —¿Cómo? ¿No estás más molesta? Me encogí de hombros. —Me perdí el desayuno y no tuve mi café de la mañana. No tengo energía para estar molesta. Alec maldijo de nuevo y buscó en la guantera sacando una barra de proteína. —Tienes que comer, Nat. Estabas enferma este fin de semana. Estuve a punto de decir gracias, mamá, pero algo me dijo que él no estaba de humor para una broma. Mordisqueé la barra mientras Demetri hablaba. —Tú eres mi novia, la gente sabe eso. Vamos a tener que hacer un poco de control de daños. Y no puedes ser vista a solas con Alec.

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—Eso no será un problema. —Alec estacionó, apagó el motor y saltó fuera. —Se siente responsable —suspiró Demetri—. Él no está enojado contigo. Asentí, las lágrimas repentinamente obstruyendo mi garganta. —Nat, mírame. Lo hice. Demetri puso sus manos a ambos lados de mi cara. —Tienes que ser valiente, ¿de acuerdo? —Está bien. —Me mordí el labio—. Puedo hacer eso. —Esa es mi chica. —Demetri saltó fuera del auto y abrió mi puerta. Caminamos tomados de la mano en la escuela entre las miradas incómodas y susurros mientras nos dirigíamos por el pasillo. Algunos estudiantes tomaron fotos, otros señalaban y se reían. Quería morir mil muertes. En cuestión de minutos, unos hombres gigantes me recibieron en mi casillero. No eran estudiantes de secundaria, a menos que repentinamente estuviesen poniendo esteroides en el almuerzo del equipo de béisbol. Uno de ellos tenía un tatuaje que cubría la mayor parte de su cabeza. Su cuello era del tamaño de mi muslo, e inmediatamente decidí que si quería matar a alguien, este es el tipo que contrataría para el trabajo. El otro era un poco más bajo, pero de ninguna manera pequeño. En todo caso, su tamaño era más intimidante. Sus brazos sobresalían de su cuerpo como si sus músculos fueran demasiado grandes para

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mantenerse bajos. Sus ojos eran de un gris acero. Una barba de chivo negra alineaba su boca y barbilla. Ambos estaban en jeans y camisetas negras. —¿Seguridad? —pregunté sin convicción, esperando que mi voz no hubiera sonado tan asustada como en realidad estaba. Ambos hicieron gestos cortantes. Demetri estaba ocupado enviando mensajes de texto. Le di un codazo. —Lo siento, chicos, no los vi. ¿No los ve? ¡La NASA podría verlos! Puse los ojos en blanco fastidiada, mientras Demetri finalmente puso su teléfono lejos y nos dio toda su atención. —Bob. —Él hizo un gesto al hombre con el tatuaje en la cabeza. De alguna manera, el nombre Bob parecía fuera de lugar, llámame loca—. Serás la sombra de Nat por el resto del año escolar. El hombre asintió. Me sentía enferma. —¿Por qué tendré una sombra? —supliqué. —Porque sí. —Demetri alcanzó su bolsillo de atrás, sacando su celular. Pasó a través de algo, después me lo ofreció. Lo tomé en mis manos y me quedé sin aliento casi dejando caer la cosa en el suelo. El titular decía: “¡Chica Local Consigue a AD2!” Mis manos temblaban mientras me desplazaba a través de las fotos incriminatorias. La primera era de Demetri y yo, tomados de la mano durante la cena y besándonos fuera. No se veía tan mal, pero se

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combinaba con la imagen de Alec en mi puerta inclinándose hacia mi cara... Realmente parecía una zorra. Como pudieron hacer que la foto pareciera más de lo que era, me irritaba y me dolía. ¿Por eso Alec estaba tan enojado? Con furia, estrellé el teléfono de vuelta en la mano de Demetri. Él suspiró. —Nat, todo va a estar bien. Incluso si eso significa que tengo que correr por las calles gritando borracho, así no se centraran en ti. —¿No lo haces normalmente? —pregunté, sin saber por qué bromeaba con él después de ver mi vida entera derrumbarse delante de mí. —Graciosa. —Demetri rodó sus ojos—. Ahora, Bob ha recibido instrucciones de mantener control sobre ti todo el día, especialmente cuando no puedo, ah y aquí... —Sacó un elegante iPhone 5—. Vas a necesitar esto. —Tengo un teléfono. —Tienes un dinosaurio. Toma el teléfono, Nat. —¿Desde cuándo los ADP10 son dinosaurios? —Pensé que tenías tecnología aquí. —Demetri parecía genuinamente confundido—. Las personas ya no utilizan los jodidos ADP, no cuando se puede tener un iPhone. No te enojes, pero programé algunos números allí en caso de emergencias. Tendrás que

10ADP:

Asistente Digital Personal.

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añadir los que necesitas también y además tendrás que enviar textos a tus amigos de confianza y darles tu nuevo número. Tomé el teléfono y asintió. Se sentía pesado en mi mano, como si tuviera algún tipo de dinero para sobornar a alguien. Pero sabía que hacían esto para protegerme. Caminé a clase. Nadie habló conmigo. Mierda, ni siquiera me miraban. Culpé a Bob. Se lo dije. Él sonrió, lo que realmente me daba esperanza de que no me matara cuando los hermanos no estuviesen viendo. En el momento que sonó el timbre del almuerzo, yo estaba a punto de gritar. Entré en el baño. Una chica me dio un codazo y murmuró perra en voz baja. Naturalmente, Bob fue al baño conmigo, lo que ayudó, teniendo en cuenta que fulminó con la mirada a la chica y me dio una mirada que decía: “Voy a matarla si quieres. Sólo di la palabra”. Sacudí mi cabeza, y una vez que el baño estaba “despejado”, lo que sea que eso significaba, podía permanecer en paz. Genial, como si la escuela secundaria no fuera suficiente, ahora seguridad tenía que comprobar los baños por la gente loca. Me puse en la cola para una ensalada. —Entonces, ¿la vida apesta? —dijo Evan a mi lado. Negué con la cabeza. —Sólo hoy. —Lo siento, Nat. Si te hace sentir mejor, no creo todo lo que veo en la tele, e incluso si lo hiciera, probablemente soy el tipo que te diría

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“choca esos cinco” por haber conseguido a dos de las más grandes estrellas de rock en el planeta. —Gracias —murmuré—. Creo. —Fue un cumplido. —Evan rió y agarró una manzana—. Así que, ¿cuánto tiempo hasta que te decidas por estudiar en casa? —No es gracioso. —Le di un codazo y empujé la bandeja hacia adelante. La señora del almuerzo me dio un poco de ensalada, suficiente para alimentar a un conejo pequeño, y puso una zanahoria en la parte superior. —Yum —susurró Evan a mi lado. Me reí de nuevo. Se me había olvidado lo mucho que Evan era capaz de animarme cuando me sentía un poco emocional e irracional. —¿Cómo va el día infernal? —preguntó Demetri detrás de mí. Evan respondió por mí. —Una chica la llamó perra a su espalda, otra la llamó zorra y puedo jurar que alguien la empujó. —Gracias, Evan. —Lo salude dramático.

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y rodé los ojos—. Está siendo

Evan levantó sus cejas. —¿Yo, dramático? —¿Ves? —Lo señalé y le di una sonrisa tranquilizadora a Demetri.

11Salute:

Saludo militar.

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No me devolvió la sonrisa. En todo caso, su ceño se mantuvo más profundo. —¿Quiénes se creen que son? ¡No pueden tratarte así! ¡Eres mi novia! —Sí, no creo que realmente les importe. —Tomé mi bandeja, equilibrando mi botella de agua—. Y para responder a tu pregunta, son estudiantes de secundaria. Imagina Hollywood, sólo que las drogas son más baratas, las mujeres están más sueltas, los hombres están más excitados y las hormonas de todo el mundo se disparan como si estuvieran extasiados. —Guau, Nat —dijo Evan detrás de mí—. Eso fue en realidad bastante exacto. Estoy impresionado. Asentí. Demetri todavía no sonreía. —¿Qué puedo hacer? —¿Además de amenazar a todos en la escuela? —Levanté mis cejas—. Vamos a hacerlo pasar al olvido. Van a tener que rendirse después de un tiempo. Bob me siguió hasta la mesa. El otro tipo de seguridad, cuyo nombre he descubierto era Lloyd, estaba cerca de la fuente de agua potable. Mis ojos recorrieron la habitación hasta que aterrizaron en Alec. Él estaba sonriendo. ¿Qué demonios? ¿No estaba todavía enojado por lo de esta mañana? La chica sentada junto a él le tocaba el brazo. Los celos no eran algo que me era familiar, pero siempre desde que conocí a Alec, estaba

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llena de ellos. Y entonces me sentí culpable porque en ese mismo instante, Demetri se sentó junto a mí y envolvió su brazo alrededor de mí forzándome en un abrazo. —Lo siento mucho por todo esto, nena. Me aparté y le di una sonrisa tensa. —Está bien. Mi respiración era dificultosa, mientras miraba hacia abajo a mi comida y luego miré a través de mi cabello de vuelta a Alec. Seguía sonriendo. La chica seguía tocándolo. Quería que me mirara. Cuando nuestros ojos se encontraron, yo seguía fulminándolo con la mirada. Su sonrisa desapareció. Susurró al oído de la chica y se fue, dejándola sola haciendo pucheros en la mesa. Una oleada de culpa se apoderó de mí, mientras bebía un poco de agua y lo vi salir de la cafetería. —Yo... yo ya vuelvo. Necesito ir al baño. Me separé de Demetri y salí corriendo al pasillo. Mis ojos se movían de izquierda a derecha. ¿Dónde se fue? Y entonces, una mano vino por detrás y me tapó la boca, tirando de mí hacia el armario del conserje. —No grites, soy yo. —El aliento cálido de Alec estaba en mi cuello. Me soltó y suavemente me giré hacia él. Tuve el fuerte impulso de saltar a sus brazos y llorar—. ¿Qué fue eso, Nat? —¿Qué quieres decir? —Me hice la tonta.

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—No te hagas la tonta —dijo, como si leyera mis pensamientos. Mordiendo mi labio, suspiré. —No hagas eso nunca más, por favor. —Su voz era áspera y baja. Escalofríos sacudieron mi cuerpo. —¿Qué? —Morder tu labio, me distrae. —Está bien. —Casi lo hice de nuevo, pero me lamí los labios en su lugar. Él se echó a reír. —Sí, así está mejor. —Él me empujó un poco para que tuviéramos más espacio entre nosotros y suspiró—. Ahora, ¿vas a decirme por qué estuviste tratando de matarme con tu mente en la cafetería? La vergüenza se apoderó de mí, miré hacia abajo a mis pies. —Estabas sonriendo. —Silencio—. Y… —continué—. No a mí. Alec exhaló. —Sé que es estúpido. Sé lo ridículo que sueno, pero estabas tan enfadado esta mañana en el auto y nunca me sonríes en la escuela y ahora es incluso peor, porque dijiste que vas a tratar de mantenerte alejado de mí y realmente no quiero que lo hagas. Quiero que estés... cerca. —Hablas mucho cuando estás nerviosa. —Un hábito que estoy tratando de romper —repliqué.

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—Nat... —Sus manos se movieron a mis hombros. Cerré los ojos y la sensación de plenitud se apoderó de mí—. Los dos sabemos que no puedo estar cerca de ti. —Son sólo fotos —me quejé. —No se trata de las fotos. Mi cabeza se levantó. Sus ojos estaban caídos, sus labios se separaron ligeramente mientras su boca se movía cerca de la mía.

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i cuerpo gritaba ¡bésame! Pero sería un error y un engaño, y probaría exactamente lo que los diarios habían escrito de mí. Me obligué a dar un paso atrás, pero estaba atrapada, hipnotizada por sus ojos, su boca, todo acerca de él.

—Nat... —gimió. Se veía tan torturado. Extendí la mano y toqué su rostro. Alec cerró los ojos, mascullando una maldición en voz baja. —No podemos. —¿No? —Tragué el nudo en la garganta. —Nosotros, esto no puede suceder, Nat. Me eché hacia atrás. —¿Por qué? —Hace mucho tiempo le prometí a alguien que nunca volvería a ponerme en su camino de nuevo. A él realmente le gustas, Nat.

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Posiblemente te ama. No voy a hacerle eso. No puedo hacerle eso, independientemente de cómo me siento por ti. —¿Cómo te sientes? —Sentí mis ojos escanear su rostro en busca de alguna información que pudiera delatarlo. —Culpable —gruñó mientras su boca se aplastaba contra la mía. Cerré los ojos mientras sus labios trabajaban contra los míos. Alec era tan diferente. Su beso no me asustó… me aterrorizó. Me hizo sentir cosas que una chica de secundaria no tenía derecho a sentir. Se tambaleó hacia atrás, con la respiración entrecortada. —Adiós, Nat. Herida, lo vi salir del armario del conserje. No regresó, aunque lo esperé. Después de diez minutos, la campana sonó para el almuerzo y me dirigí a mi casillero en una nube de confusión. —Oye. —Demetri me atrapó—. ¿Estás enferma otra vez? —No, lo siento. Estoy cansada —le mentí, esperando que mi cara no dijera: Y le di un beso a tu hermano, porque creo que lo amo. El problema, era que amaba a Demetri también. De una manera totalmente diferente, pero muy real y me sentí tan culpable de haberle hecho algo tan horrible. —Necesitas café. —Asintió como si fuera el sabelotodo y todopoderoso Oz y yo el hombre de hojalata a quien sólo le dio un corazón. —Sí, lo necesito.

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—Vamos. —Me tendió su mano. La agarré. Me llevó por los pasillos atestados, la seguridad nos seguía de cerca. Cuando llegamos a la oficina del director, estaba claro que cualquier mujer con mucho gusto me asesinaría y tomaría mi lugar. Por un segundo, pensé que la recepcionista se rasgaría su propia camisa y le confesaría amor eterno. Rápidamente, ella agarró el cuadro de su familia y lo puso boca abajo sobre el mostrador, mientras Demetri le hablaba suavemente. Nadie debería tener que presenciar esta tragedia. Después de unos minutos, en el cual lo vi firmar algunos autógrafos para el personal de la oficina, me guiñó un ojo y nos fuimos. —¿Acabas de sobornarla? —No. —Se echó a reír—. Sonreí. Me reí entre dientes. —¿Qué voy a hacer contigo? Tan presumido... —Todo lo que quieras, Nat. Soy tuyo. —Dejó de caminar y me jaló a sus brazos. Sus labios estaban en los míos antes que pudiera protestar. Sintiéndome culpable, lo besé más fuerte. Quería que el recuerdo de los labios de Alec se fuera. Me dolía todavía, y ahora usaba a Demetri para sentirme mejor. Él gimió y envolvió sus brazos a mí alrededor, aplastando mi cuerpo contra el suyo. Los músculos de su mandíbula estaban flexionados mientras me inclinaba y besaba su barbilla. —Nat —gruñó alejándose de mí—, si sigues besándome así, no voy a comportarme.

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Me mordí el labio, luego rápidamente recordé la advertencia de Alec. Como si lo convocara de la nada, él caminó detrás de nosotros, con sus labios en una línea sombría. —¿Saltándose la escuela? —Nat no se sentía bien. —Demetri se encogió de hombros. —Me pregunto por qué. Se veía bien en tus brazos hace unos segundos. —Sus ojos acusaban. Quería gritar, ¿y qué? Sí, besé a mi novio, y sí, ¡fue minutos después de besarte! ¡Pero tú dijiste no! Prácticamente me tiraste a los brazos de tu hermano, ¿y ahora crees que tienes derecho a estar enojado conmigo? Sentí mis fosas nasales ensancharse. Alec dio un paso atrás y luego sonrió. —Lo que sea, sólo salí para sacar algo del auto. Ustedes diviértanse. —Y sólo así, se había ido. Y mi corazón estuvo en mi garganta por segunda vez ese día. —Vamos. —Demetri destrabó las puertas del auto. —¿Cómo se va Alec a casa? —Abroché el cinturón de seguridad y vi su silueta desapareciendo a medida que volvía a entrar en la escuela. —Dejé a Lloyd con él, va a tomar un taxi. No te preocupes, mi hermano es muy capaz de cuidar de sí mismo. —Correcto. —Sabía eso. Sólo no necesitaba que Demetri supiera que lo sabía.

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—Así que... —Hizo girar la llave en el encendido y puso el auto en reversa—, tengo toda la tarde y luego necesito ir a casa de tu mamá por una cita. —¿Van cada semana? —pregunté, jugueteando con mi cabello. —Así es. —Su expresión estaba tan terriblemente cerrada. —Tú y Alec. Silencio, y luego dijo: —Por supuesto. Rodé mis ojos. —¿Cuándo vas a confiar en mí? —El auto se detuvo a un lado de la carretera. —Cuando sepa que puedo. —Esta vez sus ojos no se apartaron mientras me miraba fijamente. Me sentí tan pequeña, quería meterme debajo del auto y dejarlo andar sobre mí. ¿Sabía sobre Alec y yo? ¿Era tan obvia? Demetri maldijo. —¿Quieres decirme aquí y ahora de modo que podamos acabar con esto? —¿Qué quieres decir? Se echó a reír y miró por la ventana. —Creo que sabes exactamente lo que quiero decir. Pretendí estar confundida a pesar que mi respiración entrecortada y de repente estaba caliente por todas partes.

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Maldijo. —Mi hermano está fuera de los límites. No comparto. —¿Y yo sí? —solté—. ¿Qué pasa con la porrista con la que te estabas besando en la fiesta? Golpeó el volante y maldijo. —¡Pensé que lo habíamos superado! ¡Fue un error! ¿De acuerdo? Además esto es diferente. —¿Cómo es diferente? ¿Quieres que confíe en ti? ¡Entonces tienes que confiar en mí! —Incluso mientras lo decía, me sentía como una mierda, pero odiaba que me hiciera sentir culpable por algo que hizo tan sólo unas semanas atrás. —Él es mi hermano, Nat. Hay cosas que no sabes. No sería la primera vez que una chica sintió algo por los dos, ¿de acuerdo? —No soy esa clase de chica. —¿Estás segura? —espetó. —Eso estuvo fuera de lugar. —Con manos temblorosas, abrí la puerta del auto, salté fuera y comencé a caminar por la calle en dirección opuesta. —¡Nat, detente! —Demetri corrió tras mí y me jaló dentro de sus brazos—. Lo siento, sólo estoy malditamente celoso. Veo la forma en que te mira. La forma en que lo miras. —No es así —mentí—. Jamás fue así. Créeme, él dejó muy claro dónde está su lealtad. —Y no era conmigo o con sus sentimientos por mí, sino por su hermano que estaba haciendo todo lo posible para demostrarme que era digno, mientras yo iba detrás de él. Yo era lo

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peor de lo peor y sabía que tenía que hacer una elección. No podía sentir algo por Alec y Demetri. Tenía que dejar que uno de ellos se fuera. —Pero, ¿has dado a conocer tu elección? ¿Has hecho tu elección, Nat? —me preguntó Demetri, sus labios a un suspiro de distancia de los míos—. Porque hasta ahora tengo mis dudas. Mi mente reprodujo las imágenes de la risa de Alec, de nuestros momentos robados juntos. La forma en que sentí su beso contra mis labios. Y luego el sonido de su adiós. Suspiré y lamí mis labios. Adiós, Alec. —Te quiero a ti. El rostro estoico de Demetri de repente estalló en la más amplia sonrisa que jamás había visto. —¿En serio? —besó mis labios—. Dime que lo dices en serio. —Tenía las manos en mi cabello, rizándolo entre sus dedos. —Lo digo en serio. —Y lo decía en serio. Debido a que una parte de mí lo amaba, parte de mí lo deseaba. Pero otra parte siempre pertenecería a Alec, aunque decidiera alejarme en ese instante. Quizás si lo ignoraba, no sentiría más el aguijón del rechazo. Tal vez podría seguir adelante y realmente ser feliz con Demetri. —Realmente me preocupo por ti, Nat. Nunca me he sentido así antes —susurró a través de mis labios. Su lengua lamió mi labio inferior, y luego lo tiró con los dientes mientras su boca cubría la mía de nuevo. —Yo tampoco —admití, porque no me había sentido de esta manera antes. Simplemente, no esperaba sentirlo dos veces.

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Unos pocos autos tocaron sus bocinas a lo lejos. Me sentí sonrojar cuando me di cuenta de que estábamos a sólo metros de distancia de la escuela y besándonos en la calle. Con nuestra suerte, probablemente estaríamos en las noticias esta noche. Genial. Eso era todo lo que necesitaba. A mamá no sólo sospechando que estaba durmiendo con ambos muchachos, sino escapándome de la escuela con ellos. Gemí y me golpeé la frente con la mano. Todo este drama era agotador. Demetri se rió entre dientes y me abrazó. —¿Comida? —Comida —coincidí.

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as próximas semanas pasaron a un ritmo agradable y familiar. Demetri y Alec siempre me llevaron a la escuela y Bob me seguía como un acosador todos los días. Incluso lo convencí de que sería interesante unirse a mí en el trabajo. Le gustaba eso. Él estaba actualmente en el sabor treinta, de cinco mil sabores de caramelo. Nunca dejaba de hacerme reír el verlo cavar a través de los diferentes sabores y probarlos. Incluso Evan lo alentó. Bueno, tanto como un hombre puede gritar más de lo que habla. No vi a Alec. Nunca. Seguí corriendo con él, pero cuando lo hacíamos, era exactamente como había sido antes. No hablábamos de nada personal y los kilómetros siempre terminaban antes de que yo estuviera preparada para terminarlas. En la escuela me ignoró por completo. Debido a este hecho, todo el mundo se olvidó que los medios me habían llamado zorra y

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comenzaron a hablar del Baile de Bienvenida y el próximo partido de fútbol americano. Estaba feliz. Seguía extrañando a Alec, pero Demetri había sido el mejor novio que una chica podría pedir. Era atento, carismático y cariñoso. A veces, su ego me ponía de los nervios, pero estaba lo suficientemente cómoda con él para decirle cuándo estaba siendo un cerdo egoísta. Aunque su reacción siempre era confusa. Lo que siempre significaba que tenía que explicarle por qué no lo hacía sonar bien referirse a sí mismo en tercera persona, o hablar de un nuevo auto que quería comprar en frente de una chica que estaba usando cupones de alimentos en el supermercado. Finalmente fui capaz de concentrarme en otra cosa que no fueran chicos, cuando mis maestros decidieron que nuestros finales serían antes del final del primer trimestre, durarían tres días y consistirían en nada más que ensayos y pruebas. ¿Quién hacía todavía finales cada trimestre? Estaba en mi tercera y última prueba y lista para enloquecer, cuando Demetri vino caminando por el pasillo con un café de Starbucks en la mano. —¿Para mí? —pregunté sin aliento. Extendió el café, luego lo retiró. —Voy a hacerte daño —escupí. —Que violenta. —Se sentó a mi lado en el pasillo. Yo estaba haciendo una sesión de estudio de último minuto antes de empezar la siguiente prueba.

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—Muy cansada —me quejé, inclinando mi cabeza en su hombro. —El café es porque estás cansada. —Lo tomé, pero atado a la parte trasera de la taza había un sobre. Lo arrebaté y lo abrí. Era un poema. —¿Me escribiste un poema? —No. —Sacudió la cabeza como si estuviera disgustado—. Te escribí una canción. Oh. Dios. Mío. —¿L-lo hiciste? —No sabía qué decir. —Sí, la grabaré con Alec cuando tengamos tiempo. —Espera, pensé que tú la habías escrito. Se inclinó y me besó suavemente en la boca. —Lo hice, a pesar que él me ayudó con algunos de los versos, además siempre cantamos juntos. Si no hubiera estado sentada, probablemente me habría desmayado. Las palabras me golpearon demasiado cerca. Era demasiado real. Y de repente me dieron ganas de llorar. —¡Ey, ey! ¿Por qué lloras? —Demetri se echó a reír y me atrajo hacia su pecho—. Nena, ¡pensé que te haría feliz! —Me hace feliz, estoy feliz. Supongo que estoy sorprendida. Nadie ha hecho algo así por mí. —Te mereces todo. —Me besó en la nariz. Si supiera cuan mentirosa era. Exhalé.

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—Acerca del baile... —dijo. Mi cabeza subió. Tenía toda mi atención. —¿Sí? —Tengo esta cosa en Los Ángeles, es un campamento de música. Muchas de las escuelas de bajos recursos participan, y tiene una duración de una semana. Me ofrecí para ayudar a enseñar algunas clases, y bueno, llamaron ayer. Me voy esta noche. —Sus ojos estaban tristes, pero más emocionados de lo que los había visto en mucho tiempo. —Tienes que ir —le dije felizmente, apretando su mano. —¿No te importa? —Sonrió—. Porque, Nat, puedo cancelar, quiero decir... bueno, estaría molesto. Descubrí que realmente me gusta enseñar y soy bueno en eso, y no lo sé. Es que es tan diferente a actuar todo el tiempo y… Tenía el mismo problema que yo cuando hablaba. Cada vez que se emocionaba, era imposible hacerlo callar. Tiré de él en un abrazo y reí a pesar de que una punzada de decepción se disparó en mi pecho. Tal vez era lo mejor, ya que no había comprado un vestido todavía. Demetri había dicho que podíamos hacer una gran cita de compras de vestidos. Supongo que eso se fue por la ventana también. Me aparté del abrazo y suspiré. —¡Demetri, sólo ve! Estoy orgullosa de ti y voy a estar bien. Voy a ir con Alesha y Evan. Se quejó. —¿Y qué?

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—Evan va a estar enojado. —Evan estará de acuerdo con esto. —Le di un codazo—. Además, no es nada que no se pueda arreglar con entradas gratis para los conciertos. —Ah, ahí está mi pequeña manipuladora. —Se levantó y se sacudió los pantalones. Mis ojos siguieron sus manos cuando las metió en los bolsillos. No quería admitir que estaba preocupada de que fuera a Los Ángeles sin Gran Hermano cuidándolo. Sin embargo, mis dudas eran infundadas. Quiero decir, él no estaba haciendo nada más que probarme que era digno de confianza. —Te prometo que te llamaré en cuanto pueda, ¿de acuerdo? Voy a volar de Portland, en unas pocas horas, así que deja de beber tu asombroso café y lee la increíble canción que te escribí. —Parecía que iba a decir algo y se aclaró la garganta: —Yo, um, te echaré de menos, Nat. Mi corazón casi se rompió. Era tan bueno. No lo merecía. —Te voy a extrañar también, Demetri. —Me levanté y lo besé—. Ahora ve a empacar y trata de comportarte cuando estés lejos. —Palabra de scout. —Nunca fuiste un Boy Scout. —Hubiera sido un impresionante Boy Scout —respondió. —Sólo ve. —Lo empujé por el pasillo y me reí mientras se despedía. Volví a mi asiento y eché un vistazo a la canción que había escrito:

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Ojos marrones, cabello rubio, no puedo evitar mirar. Ella me tiene hipnotizado. La necesito como al oxígeno, no puedo explicar cómo me hace sentir por dentro. Como la lluvia, lavando mis temores, me hace sentir que puedo decir todas esas cosas que tengo miedo de decir. Inhala, exhala, a veces tienes que gritar tu amor. Gritar tu amor. Inhala, exhala, la belleza de tu amor siempre será suficiente. Suficiente. Perdido, así me siento sin ti. Como si no pudiera funcionar y no sé qué hacer. Es como si estuviera soñando mientras estoy despierto. Como si me estuviera ahogando. Estar con ella es mi adicción y no quiero tener que parar. No, no quiero parar. Como la lluvia, lavando mis temores, me hace sentir que puedo decir todas esas cosas que tengo miedo de decir. Vuelve a mí. Vuelve a mí. Te juro que nunca me iré. No creo que tenga el valor para hacerlo. No puedo luchar, no puedo luchar. Si lo hiciera, perdería, si eso sólo significara que podría tenerte. Porque te necesito. Como la lluvia. Como la lluvia. Como la lluvia, lavando mis temores. Me quedé mirando la canción. Las lágrimas brotaron de mis ojos. Sabía exactamente la parte que Alec había escrito. Fue el puente. Casi podía oír su voz cantando. Rápidamente le envié un mensaje a Demetri y le di las gracias. Una carita sonriente fue su respuesta.

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Con cuidado, doblé la canción y la puse en mi bolsillo, luego caminé a clase. Era mi último final antes del fin de semana largo y el juego de Bienvenida. El café me ayudó a sobrevivir durante la primera hora. A las dos, todavía tenía algunas preguntas que me quedaban. Quien dijo que la escuela no era una tortura, con claridad fue educado en casa, o no asistió a la escuela secundaria pública. —Ugh —gemí, luego me di cuenta que lo hice en voz alta. Evan rió detrás de mí. Me sorprendió que todavía estuviera allí, teniendo en cuenta todas las cosas. Su táctica durante las pruebas, por lo general tenía que ver con rellenar los círculos en tantos diseños como fuera posible. —Cinco minutos —anunció el profesor Meservy. Miré atrás. Alec se movía sobre su papel como si fuera de vida o muerte. Llené rápidamente algunos de los últimos círculos, porque no tenía ni idea de las respuestas y llevé mi prueba a la parte delantera. —Gracias. —El profesor Meservy tomó mi prueba. Listo. ¡Lo había hecho! Corrí por el pasillo y tenía la ridícula idea de lanzar el puño en el aire y empezar a cantar como Zac Efron en High School Musical. Claramente, estaba perdiendo la cabeza. Demetri estaría tan decepcionado. Tanto él como Alec habían estado totalmente en contra de que cualquier persona me escuchara, ya que consideraban que era una amenaza en el mundo de la música. Adiós, Neo, ambos Justins, Drake, Hunter Hayes… básicamente, sólo desaprobaban a los hombres.

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Hice un poco de baile en el pasillo de todos modos. —¿Eso es de High School Musical? —dijo una voz familiar detrás de mí. Me quedé inmóvil con la mano en el aire como si estuviera haciendo el movimiento del reloj y me giré. La sonrisa de Alec era tan ancha que parecía como si dañara su cara. También tenía su teléfono fuera. —Por favor, dime que no me tomaste una foto. —No tomé una foto —confirmó. Exhalé. —Te grabé y lo subí a Youtube. —¡No! —jadeé. —Nah. —Se encogió de hombros—. Pero se lo envié a Demetri. Lo fulminé con la mirada mientras se reía y dejaba su teléfono en el bolsillo. Esto era lo máximo que habíamos hablado en la semana. Traté de apagar el recuerdo de sus labios sobre los míos, pero fue inútil. Exhalé y puse las manos en mis caderas. —¿Qué quieres? —No hagas una pregunta que no deseas que responda —dijo oscuramente. —Lo siento. Se encogió de hombros.

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—Demetri quiere que te lleve al baile. —Demetri es muy confiado. —Eché un vistazo a su reacción por mi comentario, pero fingió indiferencia. —Demetri sabe dónde está mi lealtad. —Yo también. Nos quedamos mirando por lo que parecieron horas. —Mira... —maldijo y caminó hacia mí. Siempre se rascaba la nuca cuando estaba nervioso, y yo siempre miraba su camisa levantarse un poco, dándome un pequeño vistazo de su estómago y parte de su tatuaje—. Somos amigos. Deja que te lleve. Apestaría si vas sola. —Es verdad. —Doblé mis brazos sobre mi pecho—. Sólo que no sé si es la mejor idea. —Voy a ser un perfecto caballero. Eso es lo que temo. Quiero decir, mierda. ¿Qué estoy pensando? Amo a Demetri, ¡lo amo a él! Ha sido tan bueno conmigo, y escribió esa canción, y... ugh. Asentí a Alec. —Iré contigo. Gracias por preguntar. Sonrió abiertamente. Mi corazón se sintió confundido. Después de unos momentos de una torpe conversación forzada, nos separamos. Corrí a mi camioneta y entré. Necesitaba un vestido y rápido.

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¿Dónde encontrar un vestido en Seaside? Sabía que Demetri probablemente se había olvidado de nuestro pequeño trato de ir juntos hoy. Estaba muy emocionado acerca de enseñar. Tenía que dejar de sentir lástima por mí misma. Rápidamente le dije adiós a Bob y le prometí que mantendría el teléfono conmigo. Demonios, era casi imposible deshacerme de él en la escuela, pero en el minuto en que dije que iría a comprar un vestido retrocedió. Hombres. Decidí conducir la hora y media de distancia a Lincoln City. Ellos tenían más opciones y las necesitaba. Tardé más de lo que pensé. El tráfico era siempre terrible en la Autopista 101, y conocía de primera mano que cuando los turistas estaban llegando a la ciudad, lo que debería llevar una hora podría tomar más de tres.

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espués de casi dos horas de tráfico, aparqué en Daisy, una tienda de ropa clásica que sabía que iba a tener exactamente lo que necesitaba. Sólo tenía un par de horas antes de tener que estar de vuelta en casa. No es que mis padres siquiera se darían cuenta que no estaba, pero aún así era una seguidora de las reglas. La campana sonó cuando entré. Colores y destellos bombardearon mis sentidos hasta que me sentí ligeramente mareada. Me acerqué al vestido más sencillo que pude encontrar y miré la etiqueta. Ciento veinte dólares. No está mal, supongo. Toqué una de las telas. Era un rojo oscuro. Tenía un escote profundo y llegaba hasta el suelo. —No quieres ese —dijo una chica. Miré hacia arriba. Ella estaba de pie detrás del mostrador, limándose las uñas. Su cabello era de un marrón oscuro y amontonado en la parte superior de su cabeza con un lápiz.

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—Confía en mí. —Negó con la cabeza—. La última chica que compró ese vestido, no tuvo ninguna acción esa noche. —Bien. —Me sentí aliviada—. Acción es la última cosa que quiero. La chica de la tienda me examinó con la mirada. —¿De verdad? Porque eres realmente bonita, digo, no estoy coqueteando contigo ni nada, pero tienes pestañas increíbles. Reí. Eso me han dicho. —Gracias. —No me malinterpretes, pero el rojo no se vería tan bien en ti. Estaría bien, pero estoy pensando en plateado. —¿Plateado? —pregunté. Asintió y caminó alrededor del mostrador. —Tengo uno perfecto. Bueno, no era como si yo supiera demasiado de moda. Alec probablemente querría que me viera bien, y a Demetri le gustarían las fotografías. Me encontré siguiéndola a través de la tienda, un fantasma de una sonrisa en mis labios. —¡Este sería perfecto! —Mis ojos cayeron sobre el corto vestido de cóctel en sus manos. Era sin tiras pero tenía una especie de caída en el medio. —¿Cómo se llama eso? —Apunté a la cima del vestido, donde parecía curvarse hacia el pecho. Me miró como si estuviera drogada.

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—Eso es un escote corazón. ¿Alguna vez has usado un vestido de cóctel? —Eso sería un no. —Incómodamente, metí las manos en los bolsillos de mi pantalón. —Bueno, el escote corazón debería verse mortal en ti, además tienes piernas largas y este bebé las hará verse incluso más largas. Aquí, pruébatelo. —Empujó el vestido hacia mí—. Supongo que eres aproximadamente un cuatro o seis, ¿es correcto? —Creo que sí… —Realmente no estaba segura. Nunca había tenido un vestido como ese antes. —Está bien, pues hazme saber si necesitas ayuda. —Caminó de vuelta a la caja registradora. Tomé un profundo suspiro y me puse detrás de la cortina. El vestido era realmente suave y frágil. El plateado era brilloso y se detenía justo en la cadera. Se veía como algo que una princesa de cuento usaría. Reí y comencé a quitarme la ropa. Nerviosamente, miré al producto terminado en el espejo. —¿Terminaste? —gritó la chica. —Um, sí, sólo un segundo. —Me quité las medias, porque el vestido se veía raro con ellas, y salí. —No. Puede. ¡Ser! —Aplaudió—. Te ves como una súper modelo. —¿De verdad? —Exhalé y me volteé para mirarme en el espejo—. ¿No crees que es demasiado?

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Tenía un poco de escote y ella tenía razón de que mis piernas se verían peligrosamente largas. Me sentía incómoda y alta, pero bonita al mismo tiempo. —Sí. Es demasiado, pero es perfecto. ¿Tienes zapatos? Y así como así, ella se fue. Para el momento en que conduje a casa una hora más tarde, tenía pendientes, zapatos, un brazalete y un vestido de doscientos dólares. Al menos sabía que a mis padres no les importaría. Probablemente ni siquiera notarían el ataque a la tarjeta de crédito. Mi celular sonó en el minuto que conduje fuera del estacionamiento, pero por las leyes de Oregón, no podía hablar sin obtener una multa. Golpeé al altavoz sin mirarlo y contesté. —¿Hola? —¡Nat! ¿Cómo estás? —brotó Demetri. —¡Bien! ¿Estás en el avión todavía? —Sí, nos estamos preparando para el taxi. Sólo quería llamar y asegurarme que no estás enojada conmigo. —¿Enojada? —repetí. —Tú sabes, por hacer que Alec te lleve al baile. Simplemente no quería que fueras sola. —No estoy enojada. —Sonreí y sacudí mi cabeza—. Y gracias, fue muy dulce de tu parte. —Soy un chico dulce. —Sí, lo eres —confirmé riendo.

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—Debo irme, Nat. Yo, um. Yo… —Se detuvo, la única cosa que podía oír, era su respiración en el otro extremo—. Te extrañaré. —Te extrañaré también —susurré. La llamada terminó y estaba llena de tanto odio hacia mí, que quería detenerme y llorar. ¡Era un chico tan bueno! ¿Por qué tenía que tener una conexión tan fuerte con Alec también? No era justo. Conducir a casa resultó tedioso cuando la lluvia comenzó a caer a cántaros. Exhausta, olvidé apagar las luces de mi camioneta cuando cerré mi puerta y comencé a correr a la casa. Con una maldición, corrí de vuelta a la camioneta y llegué al interior. Miré arriba y vi la casa de los hermanos. Alec estaba mirándome. Sin camisa. Tragué saliva, mi mano deslizándose contra el interruptor, y la lluvia golpeando mis piernas. Finalmente, las luces se apagaron, cerré la puerta y corrí dentro de la casa tapando la bolsa del vestido tanto como podía. Lluvia goteaba de mi ropa mientras pisoteaba las escaleras, un poco irritada de que mi mamá aún no hubiera salido fuera de su capullo de oficina para decir hola y felicitarme por lograr llegar a casa con la lluvia y no muriendo. Para el momento que llegué a la cima de la escalera, escuché la puerta de la oficina de mamá abrirse con un clic. —¿Estás en casa, cariño? —Sip —le dije. —Está bien. —La puerta se volvió a cerrar.

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Ningún otro sonido de la planta baja. Fíjate. Una vez en mi habitación, me acerqué al baño y encendí la ducha. Con un suspiro, me di la vuelta. —Mierda, ¿qué estás haciendo aquí? Alec estaba parado, aún sin camisa, sus ojos amenazantes y con los brazos cruzados en el pecho. —¿Qué estoy haciendo aquí? —Corrió una mano a través de su cabello. —En mi habitación —aclaré. Sin camisa. —¿Te das cuenta de lo preocupado que he estado por ti? —¿Preocupado? —Mi corazón dio un vuelco. Nadie se preocupaba por mí—. ¿Por qué? —¡Desapareciste, Nat! Cuando volví a casa, tu camioneta se había ido. No estabas en el trabajo, no estabas en el centro de la ciudad… ¡esperé por horas! —No entiendo. —¿No has visto el reporte del clima? Sin decir nada, negué con la cabeza. —¡Una enorme tormenta se acerca esta noche, están diciendo a las personas que permanezcan dentro, y aquí estás manejando por allí como si el maldito sol estuviera brillando! Tragué saliva. —Lo siento. No lo sabía.

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—¿Dónde has ido? —demandó, mientras caminaba frente a mí. Miré a otro lado y sacudí la cabeza. —No es que sea asunto tuyo, pero a Lincoln City. Maldijo y se alejó, estrechando sus brazos detrás de su cabeza como si quisiera golpear algo, pero se lo pensó mejor. Se dio la vuelta. —Escucha, Nat. Sólo tengo diecinueve. No es bueno para mi salud estar pensando en todas las terribles cosas que podrían haberte pasado en la lluvia. —Es sólo lluvia. Se veía disgustado. —No, no lo es. Cosas suceden, puedes perder el control, tu auto puede resbalar, personas mueren. Sus ojos repentinamente se separaron de los míos y lo supe. —¿Estaba lloviendo cuando…? —Sí. —Su voz era ronca. —Lo siento. —Deberías. Irritación bombeó a través de mí. Me acerqué a él, las manos sobre mis caderas. —Estaba consiguiendo un vestido. Confusión llenó sus ojos y luego entendimiento. Miró abajo. —Para el baile —dijo.

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—Sí. —¿Puedo verlo? —No. Frunció el seño. —La próxima vez, ¿me dirás dónde vas, así no tengo un ataque al corazón antes de los veinte? Suspiré. —Sí, pero, ¿por qué tan sólo no me escribiste? —Creo que tu teléfono murió. Apreté mis labios, luego me acerqué a mi cartera y saqué mi teléfono. Efectivamente, estaba muerto. Debía haber tenido batería baja cuando hablé con Demetri. Lo conecté al cargador y me volteé de nuevo para enfrentarlo. —¿Satisfecho? Una sonrisa jugó en sus labios. —Seguro. —Ponte una camiseta o algo, me estás poniendo nerviosa, y ya estoy suficientemente tensa con tener que conducir dos horas a través de la lluvia. —Lo siento —murmuró y miró alrededor de la habitación, claramente no estaba pensando en nada más que subir por mi ventana y castigarme por ser irresponsable. Rodé los ojos.

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—Toma. —Aún tenía una de sus viejas camisetas que había lavado después de estar enferma. Se dio la vuelta para ponerse la camiseta. No tenía idea de por qué. Chicos. Pero mientras se volteaba, alcancé a ver su tatuaje. Realmente era igual al de su hermano. —Oye. Se detuvo a medio camino. —¿No tiene Demetri ese mismo tatuaje? Continuó poniéndose la camiseta y se volteó para enfrentarme. —Sip. Deberías tomar una ducha, Nat. Calentarte un poco. —¿Y qué vas a hacer? Se encogió de hombros. —Hacerte la cena. —Mi mamá va a asustarse si te ve abajo. —Nat, tu mamá ni siquiera sabrá que estoy aquí. Aún no estaba convencida. —Nat. Ducha. Ahora. Rodé mis ojos y pisoteé hacia el baño. El agua caliente se sintió celestial contra mi piel. No me di cuenta de lo fría que estaba, hasta que seguí poniendo agua cada vez más caliente. Después de veinte minutos, me di cuenta que si no salía de la ducha, entonces él derrumbaría la puerta.

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Envolví la toalla a mí alrededor y salí del baño. Alec estaba sentado en mi cama, una bandeja de comida a su lado y unas cuantas latas de refresco. Di un grito ahogado. ¿Alguna vez tocaba la puerta? ¿Qué? ¿Iba a ayudarme a vestirme también? Su mirada se encontró con la mía e inmediatamente me di vuelta. Sabía lo que vi en esa mirada. Sus ojos reflejaban los míos y no estaba bien. No era justo. —Lo siento, pensé que llevaste tu ropa dentro del baño. —Nop. —Volví a girar y miré hacia abajo. Sonrió. —Me daré la vuelta. —Sí, lo harás —dije firmemente. Me apresuré hacia mi casillero y agarré unos leggins negros y una sudadera de gran tamaño. Mi gaveta de ropa interior estaba más cerca de Alec de lo que quería que estuviera. Sonrojada por la vergüenza, me acerqué, sabiendo que me miraba por el rabillo del ojo. Mi mano tocó las bragas negras de Victoria Secret, justo mientras él tosía. —¿Te importaría? —dije secamente. —Me gusta más el rosa.

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Paciencia. Paciencia. ¿Era esto lo que es tener un hermano? No, eso sería un no. Porque es ilegal y repugnante querer a un miembro de tu familia de la manera que quería a Alec. Demetri. Necesitaba enfocarme en Demetri. Aferré el par negro sólo para molestarlo y agarré mi sostén de deportes de la otra esquina de mi habitación. —Las chicas tardan una eternidad en vestirse —gruñó, aún mirando lejos de mí. —Por lo general no, sólo lo estoy haciendo para tu beneficio. —Estás de mal humor cuando no comes. Suspiré. —Está bien, listo. Se dio la vuelta, su mirada hambrienta recogiendo mi sudadera como si estuviera usando una especie de vestido corto. Asintió y miró la cena. —Realmente no sabía lo que querías, así que lancé dentro algunos salteados con pollo sobrante, espero que eso esté bien. —Huele bien. —Mi estómago gruñó mientras caminaba hacia la cama y me sentaba—. ¿No vas a comer? —Nat, no creo que vaya a tener apetito por una semana. Estaba demasiado preocupado como para hacer algo más que llamarte y mirar fuera de la ventana. —Estaba bien. —Engullí más comida en mi boca. —Se lo prometí a Demetri.

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Dejé caer mi tenedor en el plato. —¿Se lo prometiste a Demetri? ¿Qué exactamente le prometiste? Se encogió de hombros y miró a lo lejos. —Le prometí que cuidaría de ti. Luego, en mi primer día como niñera, desapareciste. —¿Entonces soy una niña? —No, tan sólo eres muy importante. —¿Importante o irritante? —Te lo diré cuando lo sepa. —Dio una divertida sonrisa y apuntó a la comida—. Todo, Nat. Cómelo todo. —Juro que estás tratando de hacerme engordar. —Tal vez. —Se sentó en la cama. Comí en silencio. Demasiado hambrienta como para estar enojada, porque me observara cada vez que levantaba el tenedor a mi boca y tragaba. Lo juro, si pretendía ahogarme, probablemente le sacaría canas. —Listo —anuncié, limpiando mi boca con la servilleta que había traído. —Buena chica. —Empujó lejos el plato—. Ahora, ¿qué tal una revancha? —¿Revancha? —Lo último que recuerdo... —Se estiró sobre mi cama—. Has hecho trampa durante nuestra ronda final de Ve a Pescar. Creo que merezco una revancha, ¿no?

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—Bien —me quejé—. Pero no sé cómo voy a manejar comer dulces después de toda esta comida. —Seré piadoso contigo. —Correcto, tú y piadoso realmente no encajan en la misma oración. Sus labios se torcieron como si quisiera sonreír pero cambiara de opinión. —¿Mi casa o la tuya? —Tu casa no tiene gente loca entrando y saliendo a todas las horas de la noche para hablar de sus sentimientos con mi mamá, así que elijo la tuya. Asintió y rebotó fuera de la cama. —Sabes, sólo porque están buscando ayuda de tu mamá, no los convierte en locos. —Lo sé. De lo contrario estaría poniéndote a ti y a tu hermano en ese mismo bote. —Pensé que éramos capitanes del bote de la locura. Mi error. — Abrió la puerta del dormitorio y lo seguí a las crujientes escaleras. —¿Por qué la ves? Se detuvo en medio de las escaleras, sin voltearse. Vi sus hombros tensarse. —Sólo estamos lidiando con algunas cosas, eso es todo. Tu mamá es buena en lo que hace. No sería una de las psiquiatras con más renombre en la Costa Oeste si no lo fuera.

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—¿Perdón? —Mi corazón comenzó a latir irregularmente, ¿de qué estaba hablando?—. ¿Qué acabas de decir? Se volteó lentamente, sus ojos no mirando los míos. —Tu mamá, ella está muy recomendada. —¿Por quién? —grité. —Todos. —Se encogió de hombros—. Mira, pensé que lo sabías. Tu mamá es como un genio, ha escrito artículos de dolor, pérdida, depresión y adicción. No estaría sorprendido si hubiera tenido ofertas para comenzar su propio centro de rehabilitación. —Oh. —No estaba segura si estaba enojada o culpable por no saber todas esas cosas. ¿Por qué ella no me lo había contado? ¿Por qué no era lo suficientemente importante para decirme? Si era tan malditamente buena en su trabajo, ¿por qué ignoraba a su propia hija? Sentí mi cuerpo hundirse lentamente hacia las escaleras. Bajé mi cabeza en mis manos y empecé a sollozar como una niña pequeña. ¿Por qué no puedo ser suficiente para ella? ¿Por qué no era lo suficientemente importante como para que al menos me dijera hola? Tenía a una estrella de rock que me había conocido hace sólo unos meses llamando a mi teléfono como si hubiera muerto, y mi propia madre aún no se había asegurado que llegué a casa a salvo. —Nat, no llores. Lo siento tanto. —Estaba en los brazos de Alec en un instante—. Vamos a mi casa, ¿está bien? Te haré chocolate caliente e incluso te dejaré ganar. Odiaba que ganar un juego contra él me animara, pero era suficiente para detener las lágrimas.

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Odiaba sentirme insegura. Él frotó mis brazos mientras sollozaba un poco más. —Sólo no entiendo cómo ni siquiera conozco a mi propia familia. ¿Soy tan invisible? Alec se tensó, sus manos dejaron de frotar mis brazos. —Nat, mírame. Mi labio inferior tembló mientras encontraba mis ojos con los suyos. —Eres todo menos invisible. Eres un tesoro. Sé que tu mamá sabe eso. Te ama. A veces los padres tan sólo apestan conectándose con sus hijos. —Ella apesta a lo grande. Rió y besó mi mejilla. —Sí, lo hace, pero la comunicación trabaja de ambos lados. ¿Alguna vez le has siquiera preguntado sobre su trabajo? La culpa se alojó incómodamente en mi pecho haciendo un poco difícil respirar. —No, pero... —Lamento decirlo, pero así es como funcionan las relaciones. Una de ustedes tiene que dar el primer paso. Suspiré y asentí. —Espera aquí. —Me ayudó a levantarme y llamó discretamente a la puerta de la oficina de mamá. Quería correr y esconderme. No podía enfrentarla. Si ella me veía llorando me psicoanalizaría y no podría soportarlo ahora, no ahora, no cuando más la necesitaba. No

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podía soportar su rechazo diciéndome que tenía otro cliente y que hablaríamos más tarde cuando yo estuviera más tranquila y no estuviera ocupada. Mis dedos se crisparon en mi palma mientras apretaba mis manos más y más fuerte. La puerta se abrió. Alec dio un paso afuera, seguido de mamá. Mierda. —¿Estás bien, cariño? —Ella dijo cariño. Quería llorar. —Estoy bien —le dije, enviando una mirada asesina en dirección a Alec. Ella me miró por un minuto y luego de vuelta a Alec. —Supongo que está bien, sólo asegúrate de que llegue a la cama a una hora decente. ¿Sabías que estaba enferma? —Él sabía, mamá. —Apreté los dientes para no gritar, ¡él se ocupó de mí cuando no estabas aquí! —Está bien, buenas noches, dulzura. Diviértete. Con eso, la puerta se cerró detrás de ella, mi boca se abrió en sorpresa. —¿Acabas de preguntarle a mi mamá si podíamos tener una fiesta de pijamas? —Por supuesto que no —se rió Alec. Mis hombros cayeron con alivio. —Le pregunté si podías venir a jugar a mi casa y si realmente eras buena, podrías pasar la noche en mi cama.

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—Tienes que estar bromeando. Su rostro se iluminó con una sonrisa. —Sólo un poco. Sí, le dije que íbamos a pasar el rato y que no te espere despierta. —Oh. ¿Por qué me sentí sonrojar? —Pero si quieres pasar la noche, no me opondría a ello. Mi corazón comenzó a golpear salvajemente en mi pecho. ¡Estos sentimientos que tenía por él estaban tan mal! —Puedes tener la habitación de Demetri. Le encantará llegar a casa y tener tu esencia por toda su sábana. —Correcto. —Irritada porque mi mente primero fue a pasar la noche en sus brazos, y no en la cama de Demetri, mordí mi labio y miré al piso—. Así que, ¿Ve a Pescar? —Por supuesto. Lo seguí afuera y dentro de su casa. Era imposible no sentir como si estuviera siendo observada. Bueno, habían sido realmente un par de días extraños, pero Alec me aseguró que la seguridad alrededor del lugar había sido aumentada, significando que incluso mi casa tenía cámaras alrededor. Sin mencionar gigantes guardaespaldas haciendo verificaciones del perímetro cada par de minutos. Bloqueé lejos los recuerdos de la noche que Alec me sostuvo en sus brazos mientras estaba enferma, y los almacené en algún lugar del fondo de mi mente junto con su ardiente beso.

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Tenía que mantener esos sentimientos escondidos. Temía que si, por un segundo, me permitía insistir en ellos, Demetri estaría perdido para mí, y si Demetri estaba perdido, entonces Alec lo estaría también.

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18 Traducido por kass 

—¿N

Corregido por Aciditax

at? ¿Me has oído? —Alec se puso delante de mí, tomando mis hombros con sus manos—. ¿Segura que estás bien?

—Estoy bien. —Le di una sonrisa que seguramente le dijo que no estaba ni de lejos bien, pero funcionó. Sin decir palabra, me llevó a la sala y comenzó a establecer el juego. —Entonces, ¿qué estabas diciendo acerca de dejarme ganar? — pregunté una vez que las cartas habían sido repartidas. Alec maldijo desde el otro lado de la mesa, mi sonrisa se hizo más amplia, y me sentí notablemente mejor. —Pensé que lo habías olvidado. —Pensaste mal. Alec echó su primera carta. —¿Realmente quieres ganar de esa forma, Nat? ¿Cuándo yo lo hago a propósito para que te sientas mejor contigo misma?

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Pensé en ello durante un minuto. La forma en que los caramelos lucirían en su rostro con su sonrisa hermosa en erupción con disgusto ante la idea de que estaba perdiendo. —Sí. Sí, así es. —¿Cómo supe que ibas a decir eso? —gruñó y echó el caramelo en la mesa—. ¿Por qué no puedo comer sólo dos puñados y luego podemos jugar como seres humanos normales? —Sólo si tienes la intención de permitirme lamerlos y ponerlos en tu cara. Hay reglas que conoces y una promesa es una promesa. No pude evitar sonreír al ver como miraba los caramelos, luego a mí, y luego a sus cartas. —Quince pescados. —Veinte. —¡Diecisiete y ni un pez más! Suspiré. —De acuerdo. Alec tomó un pescado y lo lamió. —Oh, no, no, no, no creo que sea así como se juega este juego. —Sin pensar me dejé caer a su lado y puse un pez en mi boca, siendo agradable y descuidada, luego con mucho cuidado lo coloque sobre su mejilla. Los ojos de Alec se oscurecieron por el contacto. Traté de mirar hacia otro lado, pero no pude. Sus ojos eran tan verdes, me sentí perdida en ellos, perdida en el estúpido momento.

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El pescado se cayó de su mejilla. Y así, el hechizo se rompió. Al instante me arrepentí de pasar a su lado del sofá. Su muslo estaba cálido contra el mío. Tomamos un caramelo que estaba cerca al mismo tiempo. —Tal vez este juego no es la mejor idea —espetó Alec. Asentí, porque por una vez estaba totalmente de acuerdo con él. —¿Televisión? —¡Claro! —Escondí mis rodillas en el sofá y observé mientras él encendía el televisor. Una sorpresa maravillosa, la cara de Demetri apareció sucesivamente. Entertainment News estaba haciéndole un reportaje sobre su trabajo actual con los niños desfavorecidos. Las cámaras lo captaban mientras él se dirigía a su hotel. Su avión debía haber aterrizado hace unas horas. La culpa me roía como una piraña y podría haber jurado que oí una maldición de Alec en voz alta. Era como si el universo nos recordara que somos unos completos idiotas. ¡Esto sólo era una estúpida atracción, nada más! Además, siempre tenía el hábito de estar ridículamente vulnerable alrededor de Alec, lo que hizo que se convirtiera en el héroe y yo en la doncella, y realmente, ¿qué chica no se sentiría atraída por eso? Satisfecha de que me había convencido una vez más de abrir ese lugar secreto en mi cerebro donde almaceno todos los recuerdos compartidos con Alec, le sonrío a la televisión. —Se ve feliz.

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—Más feliz de lo que lo he visto en mucho tiempo —dijo Alec en voz baja. Y una vez más con la culpa. Nos sentamos con torpeza para ver todo el reportaje. Fotos de Demetri y Alec de gira, y luego se filtró sobre su paradero actual en Seaside. Me quedé horrorizada al ver la infame imagen de Alec y yo casi besándonos, e inmediatamente después la historia se fue a unas cuantas fotos de mí y Demetri tomados de la mano y el beso fuera del restaurante. Era extraño verme en la televisión. Pero aún más extraño realmente era estar sentada con uno de los objetos de mi deseo, sabiendo que estaba atrapada en este triángulo amoroso enfermizo. Alec se movió a mi lado. Su muslo y el mío apenas se rozaban. Un anuncio apareció en la pantalla, pero ninguno de los dos nos movimos. —Es tarde —dijo en voz baja. —Lo sé. —Tenemos que ir a la cama. Abrí la boca para hablar, pero él me interrumpió. —Por separado. —Así es. —Me puse de pie y esperé mientras Alec apagaba la televisión, así como el resto de las luces. Una vez que en la planta baja se apagó la última luz, mi agonía, así como la presión arterial, aumentó.

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—¿Alec? —llamé, porque no podía ver nada en su casa. Todo estaba negro y seguía sin saber a dónde ir. Nunca en todo este tiempo había ido a la habitación de Demetri, sólo a la de Alec. —Estoy aquí. —Su aliento era caliente en mi cuello, sus manos se movieron lentamente a mi espalda y me guió fuera de la sala de estar y hacia las escaleras. En todas las partes en las que me tocaba, sentía como una corriente, aunque sé que él sólo estaba tratando de ayudarme. Me encontré al final de la escalera. —¿Estás bien? —Él se rió entre dientes. No. Quise gritar ¡no! Pero no lo hice. En lugar de eso asentí en silencio, olvidando que él no podía verme y esperé mientras caminaba delante de mí y luego me agarraba del brazo para tirarme detrás de él. Caminamos hasta el final del pasillo donde se encontraba su habitación, pero en vez de ir a la izquierda nos dirigimos a la derecha. —Así que... —Alec abrió la puerta y encendió la luz. No era en absoluto lo que esperaba que fuera. La habitación tenía colores apagados de color caqui y negro. Su cama era muy grande, con un edredón de color azul marino y un montón de almohadas mullidas. Las ventanas estaban muy abiertas y podías mirar el océano. A pesar de todo, se sentía más como un hotel que un tipo de dormitorio. —Escalofriante, lo sé —dijo Alec detrás de mí—. Él es extraño acerca de mantener su habitación limpia y libre de desorden, dice que no se concentra en su música si tiene desorden en su vida. —Suena como él. —Sonreí. Echaba de menos a ese chico.

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—Entonces. —Alec juntó sus manos con un aplauso como si estuviera haciendo de guía turístico y estuviera a punto de decir algo importante…—. A la derecha está el cuarto de baño, y las sábanas están limpias. Te veré por la mañana, ¿de acuerdo? —Está bien. Alec asintió y salió de la habitación. Lo llamé de regreso. —Alec, gracias por dejar que me quede y por... —Suspiré—. Por decir que soy importante. —No hay problema. —Me dio una sonrisa triste y cerró la puerta detrás de él. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando me dejé caer sobre la cama de Demetri. Realmente deseaba que él estuviera aquí. Si él estaba aquí, entonces su estúpido hermano no trataría de distraerme como lo hacía. O por lo menos podría encerrarme en su habitación y pretender que su hermano muy inalcanzable y muy atractivo no estaba cruzando el pasillo. El problema era que ahora que estaba sola en su casa, todo lo que realmente quería hacer era ir de puntillas por el pasillo y subir a la cama de Alec. Quiero decir, no es que quiera hacerlo, sólo odiaba estar sola, y él lo sabía. Justo cuando fui lo suficientemente valiente para ir a llamar a su puerta y rogar por dormir en el suelo, un trueno sacudió las ventanas. Con un grito me metí en la cama y eché las mantas sobre mi cabeza como una niña pequeña.

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Debo de haberme quedado dormida, porque lo siguiente que supe, es que algo me estaba persiguiendo. Estaba corriendo hacia Demetri. Su rostro se llenó de tanto miedo, y entonces miré detrás de mí y un auto se acercaba a la esquina. Demetri gritó. Grité y todo se volvió negro. —¡No! ¡No! —Me desperté sacudida. —¡Nat! Nat, despierta, cariño. Despierta. —Alec tiernamente me tomó en sus brazos y me meció suavemente—. Fue sólo un sueño. Me temblaban las manos mientras trataba de tirar de mí hasta quedar sentada en su regazo. Enterré mi cabeza en su pecho. Su olor era un gran consuelo para mí. Me sentí estúpida por estar temblando, pero no pude evitar sentir que mi sueño era de alguna manera profético. No importa cómo me vea. Voy a dañar a Demetri. —¿Nat? Habla conmigo, Nat. —La voz de Alec me sacudió. Me estremecí. —Fue tan real. —¿Quieres hablar de ello? —Él me acarició la manteniéndola firmemente metida debajo de su barbilla.

cabeza,

—No. —Mi cuerpo se convulsionó de nuevo. —Vamos. —Alec me levantó en sus brazos. Me di cuenta de que su pecho estaba desnudo cuando envolví mis brazos alrededor de su cuello. Él era cálido y reconfortante. El contorno de sus tatuajes se

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veían oscuros en la luz de la luna. Él me llevó a su habitación y abrió la puerta con el pie. —¿Qué estás haciendo? —pregunté, repentinamente temiendo que mi sueño se pareciera demasiado a la realidad. No podía estar con Alec. Estaba con Demetri. No podía hacerle daño de esta forma. —Relájate. —Alec me colocó en la cama y con mucho cuidado sacó la colcha. Agotada, me acurruqué en su almohada, saboreando su olor. Me besó en la frente y se metió en mi lado. —Duerme, Nat. Yo quería dormir. Pero, ¿cómo puede una persona dormir cuando está emocionalmente siéndole infiel a su novio con su hermano? Me estremecí de nuevo, odiándome casi tanto como odiaba esa pesadilla. —Ven aquí. —Alec pasó un brazo a mí alrededor y me metió en la curva de su cuerpo. Mi cabeza se adaptó perfectamente debajo de su barbilla. Su respiración era tan tranquila, tan suave. ¿Cómo era posible que mi corazón estuviera realmente listo para tomar vuelo? El material de la parte inferior del pijama me hizo cosquillas en las piernas. Había robado un par de pantalones cortos y una camiseta cómoda de Demetri, y de nuevo la culpa me apuñaló en el corazón. No estaba segura de si Alec podía leer mi mente o simplemente era muy perspicaz, pero él gruñó: —Nat, estoy agotado y sobre todo soy un buen tipo. Cierra los ojos y deja de preocuparte. Demetri lo entendería. —Está bien —le dije en voz baja y luego mis ojos se cerraron.

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*** El calor del sol me despertó. Atontada, me moví sólo un poco tratando de estirarme, pero no me podía mover. Mi cuerpo quedó atrapado debajo de Alec. Nuestras piernas entrelazadas entre sí, de una manera tan íntima, que estoy segura de que estoy sonrojándome hasta las raíces de mi cabello. Traté de salir de debajo de él, pero en todo caso, sus brazos se apretaron a mí alrededor. Demonios, sus pestañas eran largas. Negras contra su piel bronceada y su constante sombra de las cinco. No me di cuenta antes, pero había un pequeño tatuaje en la parte trasera de su oreja que bajaba por su cuello hacia su espalda. Me incliné más cerca, tratando de no reírme mientras sus labios se abrieron un poco y luego frunció las cejas como si estuviera teniendo un sueño. Él era precioso. No es tuyo, Nat. No es tu precioso, me recordé mientras subía mi codo y observaba su tatuaje. —Deja de inspeccionarme, es espeluznante —dijo Alec, con una voz ronca que me pareció tan sexy, me quedé paralizada. Sus ojos se abrieron, piscinas verdes vibrantes de belleza me devolvieron la mirada—. ¿Te he dicho que no he dormido tan bien en años? —Soy la mejor compañera de cama —bromeé, intentando empujarlo, en cambio, mi empujón hizo que volviera a caer sobre la cama con fuerza. Me había olvidado de que nuestras piernas estaban entrelazadas. La acción hizo que nuestros cuerpos cayeran juntos. Alec cerró los ojos y maldijo. Cuando los abrió de nuevo, estaban llenos de una voluntad de hierro. Hombre, este chico era bueno. No

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es que yo pensara que era algún tipo de premio, pero él realmente trataba de mantener sus manos lejos, merecía ser canonizado. —Nat, debemos, um, salir a correr. —Está bien. Ninguno de los dos se movió. Mi respiración se hizo más rápida cuando sus ojos se posaron en mis labios y luego, en un instante, esos mismos ojos verdes se oscurecieron. No podía pararlo, incluso si quisiera. Su cabeza descendió, y no me importó haberme quedado a solas con él, Demetri no estaba, esto era un error. Estaba perdida en él, y no quería que volviera. Sus labios tocaron los míos. Quise gritar de frustración cuando se retiró. Extendí la mano y tiré de su cabeza hacia abajo. Con un gemido, sujetó mis manos a la cama y pasó su otra pierna sobre mi cuerpo, encima de mí con su peso. Él sabía tan bien, era tan caliente. Su beso fue tan diferente al de Demetri, era el único beso con el que podía compararlo. Cuando Demetri era juguetón, Alec era agresivo. Cuando Demetri había cortado de broma conmigo, Alec estaba poseído. Envolvió sus manos a mí alrededor, tirándome contra él, mientras su lengua empujaba más profundamente en mi boca. Este era un tipo que tenía experiencia, de eso estaba segura. Envolví mis piernas alrededor de él, apretándolo contra mí, por lo que su cuerpo y el mío eran uno mientras lo besaba con todo mí ser. No importaba que fuera por la mañana, que estaba engañando, que estuviera tan

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terriblemente mal. Quería probar todo de él, y lo único que quería era a él. Me chupó el labio inferior, luego lo mordió y con una maldición se apartó, con los ojos cerrados mientras se levantaba de mí y maldecía. —Lo siento, Nat. Todos sus músculos se flexionaron cuando él se sentó en el borde de la cama. Tenía la espalda erguida, con los brazos apretando las sábanas. —¿Por qué siempre te disculpas después de besarme? —pregunté, moviéndome lentamente para sentarme a su lado. Se echó a reír amargamente. —Porque no debería besarte, Nat. —Pero pensé que te gustaba. —¿Me gustas? —Alec casi gritó. Me eché hacia atrás. No me gustaba ver su locura, normalmente controlaba sus emociones, pero yo no sabía cómo responder a él—. No sólo me gustas, Nat. Pero eso no importa. —¿Por qué? —Él te ama, Nat. —Yo... —No sabía qué decir—. Me preocupo por Demetri, tú lo sabes. Alec tragó saliva y miró hacia otro lado, su nuez flotando en su garganta, como si estuviera tratando de no gritar de nuevo. —Me preocupo por ti también.

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—¡Maldita sea! ¿Tienes alguna idea de lo jodido que es esto, Nat? Asentí, con los hombros caídos. Estaba tan cansada de luchar contra mis sentimientos. Tan cansada de decirme que tenía que elegir o perdería a los dos. —No va a suceder de nuevo. —Él juró—. Le prometí que no volvería a suceder. —¿Qué quieres decir? ¿Por qué eres tan reservado? Alec se mordió el labio inferior y luego dejó escapar un largo suspiro. —Perdería mucho más que una amistad si te respondiera esa pregunta, y a pesar de mis acciones a tu alrededor, todavía realmente deseo ser tu amigo. —¿Puedes hacerlo? ¿Con esto entre nosotros? —Yo estaba agarrando un clavo ardiente. Necesitaba que él admitiera que no sólo era yo. Que no me estaba volviendo completamente loca. Él guardó silencio durante unos minutos. Se sintieron como horas cuando finalmente respondió: —Tengo que hacerlo. —¿Así que esto es todo? —dije con enfado. Alec se levantó y giró hacia mí. —Sí. Fin de la discusión. Lo fulminé con la mirada, pero se mantuvo firme. ¿Qué pasaba con él y su necesidad de control? —Está bien, vamos a ir a correr.

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—Nat. —Él alcanzó y agarró mi mano—. Por favor, no te enfades. No creo que pueda manejarlo si sé que te estás enfadando. Sé que no lo entiendes, pero estamos en mal estado, los dos. Mi hermano y yo. Tú eres la única que ha sido capaz de sacar la mejor parte de él. Te necesita. —¿Más que tú? —murmuré mirando hacia el suelo. Alec maldijo. —No. Sorprendida por su respuesta, levanté la mirada. —Pero sé cuál sería el precio por tenerte y no es un sacrificio que esté dispuesto a hacer. Las lágrimas amenazaban con salir por su confesión. Asentí, mi labio inferior temblaba. Me di la vuelta tan rápido como pude, cálidas lágrimas saladas cayeron por mis mejillas. No esperaba que su segundo rechazo doliera más que el primero, pero lo hizo. De alguna manera, mi corazón se sentía como si se estuviera rasgando en dos y no podía luchar contra el ligero temblor en mis manos mientras limpiaba las lágrimas. —No llores —dijo Alec mientras se movía detrás de mí y tiró de mi cuerpo contra el suyo—. Te prometo que esto es para mejor. Él puede hacerte muy feliz, Nat. Él merece ser feliz. Tú lo amas, sé que sí. Asentí y sin mirarlo, respondí: —También te amo a ti.

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19 Traducido por Pilar

L

Corregido por Aciditax

os brazos de Alec se tensaron a mí alrededor. ¿En serio acababa de decir eso en voz alta? Ya estaba muy avergonzada por estar llorando. Espere que él se alejara de mí, que gritara, o hasta que maldijera. En vez de eso, sus labios rozaron mi oreja. —También te amo. —Temblé entre sus brazos. Él me soltó—. Ya no, Nat. Ya no podemos hablar de esto, ¿de acuerdo? Me giré, las manchas de las lágrimas seguían presentes en mis mejillas. Asentí y exhalé. —Deberíamos correr. Él pareció agradecido por el cambio agrandándose levemente, y luego asintió.

de

tema,

sus

ojos

—Sí, um… sólo déjame buscar mis cosas. ¿Quieres que te vea en tu casa, como, en diez minutos? —Seguro. —Le di la sonrisa más alegre que pude mostrar y fui hacia la puerta. Corrí todo el camino hacia mi casa. Sólo tenía unos minutos y los necesitaba como al aire.

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Una vez que estuve en mi cuarto, cerré la puerta detrás de mí, caí sobre mis rodillas y lloré. Fiel a su palabra, diez minutos después, Alec estaba afuera golpeando la puerta. Lavé mi rostro con agua y tomé mi celular y auriculares. No lucía peor que antes. Él era un chico, pero no era un completo idiota. Sabría que había estado llorando, así que no debería sorprenderlo tanto. —¿Lista? —preguntó él cuando abrí la puerta. —Sí. —Le di una sonrisa alegre y recé silenciosamente por poder soportar nuestra corrida sin descomponerme. Después del primer kilómetro, sentí la tensión familiar en mis piernas comenzar de nuevo, ayudándome a concentrarme en mi respiración y ritmo en vez del dolor en mi pecho de esta mañana. Mi mente recordó a Alec en la cama, nuestros cuerpos entrelazados, nuestro beso ardiente. No se parecía a nada que hubiera experimentado, mayormente porque mi respuesta ante él era tan diferente, principalmente uniforme. Ansiaba más, necesitaba más de él. Lo que fuera que estuvieran escondiendo debía ser grande. La conexión que tenía el uno con el otro era terroríficamente fuerte, casi como si ambos hubieran pasado por una experiencia traumática. Lo único que se me ocurría, era que su padre tuviera cáncer. No puedo imaginarlo. A los cuatro kilómetros, estábamos listos para regresar cuando la voz de Demetri vino de los altavoces. Sonreí y miré a Alec. —¿Qué? —preguntó.

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—Una de sus canciones. Demetri está cantando —dije. Alec sonrió. —Él tiene talento. Y eso fue todo. Nos quedamos allí mirándonos con tristeza, amor, amistad y secretos. Reuní todo lo que compartimos y lo dejé de nuevo en ese pequeño lugar de mi cerebro, donde estaba la caja etiquetada como Alec. Podría haber dicho primer amor, pero yo era tan afortunada que tenía dos amores en mi vida, y había tomado la decisión por el chico que tenía escrito un para siempre en sus ojos. —¿Una carrera de vuelta? —Sonreí. —No te tropieces —bromeó Alec y me empujó antes de salir corriendo. Las lágrimas nublaron mi visión mientras corría detrás de él. La situación actual de mi vida se acercaba mucho a una metáfora. Nunca lo alcanzaría, nunca lo tendría, y si tenía la suficiente suerte como para alcanzarlo, incluso por un segundo, él siempre huiría. Era raro que, al final, Demetri fuera el seguro. Al que podría confiarle mi corazón. *** —¡Nat, apúrate! —gritó Alesha desde abajo. Puse mis ojos en blanco ante el reflejo en el espejo y me puse mis pendientes. Los chicos habían ganado su partido de futbol americano, y estábamos tratando de alistarnos rápidamente para el baile. Teníamos que estar allí más temprano que todos para tomar las entradas y asegurarnos de que nadie entrara con alcohol o con chicos de otras escuelas.

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—¡Ya voy! —respondí, tomando mis zapatos de la caja en la cama y bajando las escaleras de dos en dos. Alec estaba abajo hablando con Evan. Ambos tenían puestos pantalones negros y camisas elegantes, pero era Alec el que sobresalía. Por supuesto que se vestiría todo de negro. Sus ropas gritaban costoso, hasta podías ver las diferentes densidades del hilo entre su camisa y la de Evan, y yo estaba a unos metros de ellos. —¡Vaya! —Evan aplaudió—. Te aseaste bien, Nat. Puse mis ojos en blanco y miré a Alec esperando su aprobación. Su boca era una línea sombría. Incliné mi cabeza y me aclaré la garganta. —¿Mi cita lo aprueba? —Sí. —Su voz era ronca, sus ojos oscuros, él alejó la mirada y se lamió los labios. Alesha tomó mi mano. —De acuerdo, ¿tienes todo? ¡Porque teníamos que estar allí como hace diez minutos! —Sí. —Me puse unas sandalias y llevé mis zapatos en la mano. De ninguna manera iba a usar a esos bebes toda la noche. Fuimos en el auto de Alec, porque de verdad que no había necesidad de alquilar una limusina cuando tu cita tenía un auto tan genial. Mi teléfono vibró. Diviertt sta noche, BB. T xtraño mcho! –D Sonreí y le respondí.

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Tmb t xtraño! No creo q a tu hermano le gust mi vestido. J Q? Lucrias bien con cualquier cosa. Toma 1 foto y nviamla. —Evan, ¿puedes tomar una foto? —pregunté disimuladamente y posé para la cámara. Se la envié rápidamente a Demetri y esperé. Mi teléfono sonó. Mierda. Stoy odiando a mi hermano. Dile q aleje sus sucias manos d ti. La culpa me apuñaló el pecho. Necesitaba asegurárselo. No t preocups! T xtraño mucho. Vuelvs a casa pronto? Él contestó instantáneamente. Lo promto. Suspiré y dejé mi celular en mi bolso. Alec no había dicho ni dos palabras desde que nos subimos al auto. Quizás sólo estaba tratando de mantener la distancia. No podría culparlo. Después de nuestra carrera el día anterior, habíamos seguido caminos separados y dicho, tal vez, tres palabras al otro antes de encontrarnos para el Baile de Bienvenida. Parecía más fácil simplemente evitar todo. Entramos en el estacionamiento de la escuela. La música ya estaba a todo volumen adentro. Nos apresuramos a entrar, Alesha fue a recibir las entradas, y Alec y yo patrullamos la entrada. Después de diez minutos, nos dimos cuenta de que esto no iba a funcionar. Demasiados chicos estaban emocionados por ver a Alec y casi todas las chicas que pasaban junto a él ignoraban

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descaradamente a su cita y sus miradas decían: “Lo dejaré en un segundo si me sonríes” Alec era amable pero sabía que lo estaba molestando. Me colé detrás de Alesha. —Oye, ¿podemos cambiar? —Seguro, ya casi termino de todas formas. Alec y yo tomamos sus asientos y nos las arreglamos para actuar civilmente el uno con el otro, aunque cada vez que tomábamos una entrada o dinero, nuestras manos se rozaban y el depósito en mi cerebro amenazaba con explotar. Si no lo manejaba, me iba a lanzar literalmente sobre él. Que vergonzoso. También era sólo porque estaba extrañando mucho a Demetri. Alec actuó distante cuando vendimos la última entrada. Estábamos llenos. Dependía de seguridad mantener a algunos chicos afuera y a otros adentro. Afortunadamente, Bob y Lloyd estuvieron de acuerdo en ayudar, considerando que era una amenaza a la seguridad tener a Alec cerca de los chicos normales. —¿Quieres bailar? —pregunté tímidamente cuando entramos al gimnasio. Alec sonrió y me llevó a la pista de baile. Él podía ser melancólico, podía actuar indiferente, podía haber roto mi corazón dos veces, pero el hombre sabía bailar. Era asombroso. Yo sentía que tenía dos pies izquierdos a su lado.

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Seguía disculpándome cuando sentía que no podía mantener su ritmo. Él puso sus ojos en blanco y rió, luego me acercó por lo que casi estuve sobre él, sus caderas moviéndose seductoramente. Aunque mi cerebro no coordinaba para saber qué hacer, mi cuerpo si lo hizo. Instintivamente, me uní y en pocos minutos teníamos una multitud a nuestro alrededor. La canción cambió a una muy popular de AD2 que tenía algo de tango tecno. El video musical tenía millones de visitas en Youtube, sin mencionar la gente que hacía parodias o sus propios flash mobs. Había sido filmado en una secundaria. Y, de repente, caí en la cuenta, mientras las luces se apagaban todavía más y un reflector nos iluminaba, que yo estaba en mi propio video musical. Alec le quitó un sombrero a un chico cualquiera e hizo este loco movimiento de Justin Bieber/Michael Jackson que hacía que la gente gritara hasta que se quedaban sin voz, y luego me acercó a él, levantando mi pierna sobre su cadera y tirándome hacia atrás mientras me sostenía por la espalda. Con facilidad me hizo girar a su alrededor y estábamos bailando tango. El cual, para mi suerte, era el único baile que sabía. Tan seductoramente como podía, me bajé al piso y pasé mi pie por entre sus piernas, pateando hacia la derecha e izquierda antes de darme la vuelta y pararme. Cuando le di la espalda, sus brazos se movieron lentamente por mis hombros y hacia mi estómago mientras tomaba mis piernas y las envolvía a su alrededor. La sensación de bailar con él no se parecía a nada que hubiera experimentado.

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La canción terminó. Ambos estábamos sin aliento. La gente aplaudió. Mi risa rompió el hechizo. Debió haber sido lo más divertido que había hecho en toda mi vida. Por primera vez, Alec también rió, su rostro cobrando vida con alegría. Estoy segura de que sorprendió a todos los demás tanto como a mí. Él era hermoso, absolutamente perfecto. Ningún chico debería ser tan apuesto. —Creo que estoy enamorada de este Alec —bromeé. —¿Este Alec? —Él lucía confundido, el sudor goteaba por un lado de su rostro. Demonios, era ardiente. —El que seduce a chicas en la pista y el que le hace pasar vergüenza a Justin Bieber… oye, um, ¿me das un autógrafo? — Revoloteé mis pestañas. Su boca se abrió y maldijo. —Apestas. Todavía seguía casi en sus brazos, ambos tiramos nuestras cabezas hacia atrás y reímos, me hizo girar dos veces y luego apretó mi cuerpo al suyo. La música cambió a una canción lenta. Puse mi cabeza sobre su pecho. Él suspiró pesadamente y terminamos el baile en silencio. —Nat, yo… Las luces se encendieron, interrumpiendo su pensamiento. Una sonrisa astuta apareció en su rostro. —Ya regreso. Y me dejó sola en la pista.

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El director se acercó al micrófono y lo golpeó dos veces, causando que un sonido ensordecedor saliera de los parlantes. —Lo siento, amigos. El baile volverá a comenzar después de esta actuación especial. Él aclaró su garganta y observó la multitud. —¡Es un honor anunciar a AD2! Todos gritaron. Todos menos yo. ¿Demetri? ¿Había regresado? ¿Por qué no me lo dijo? ¿Qué estaba haciendo? El escenario quedó oscuro. Y luego se encendió como un árbol de navidad. Demetri estaba parado en el medio. Mi corazón latió salvajemente en mi pecho. No me había dado cuenta cuánto lo había extrañado. Quería correr hacia el escenario y taclearlo. —Nat. —Su voz retumbó en el micrófono—. Esta es para ti. Alec apareció detrás de él con una guitarra, y un micrófono al frente también. La melodía era inolvidable. No como sus usuales ritmos tecno. Todos en el salón empezaron a balancearse con el suave ritmo. —Torn Like Rain —dijo Alec en el micrófono sin sacar sus ojos de los míos. Ojos marrones, cabello rubio, no puedo evitar mirar. Ella me tiene hipnotizado. La necesitó como al oxígeno, no puedo explicar la forma que me hace sentir en mi interior. Como la lluvia, lavando mis miedos, ella me hace sentir que puedo decir todas esas cosas que tengo miedo de decir.

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Inhala, exhala, a veces tienes que gritar tu amor. Gritar tu amor. Inhala, exhala, la belleza de tu amor siempre será suficiente. Suficiente. Observé como los labios de Demetri decían las palabras en la atmosfera del salón. Todos estaban en silencio, tan paralizados como yo desde el primer momento que leí la letra. Como había esperado, fue Alec el que cantó el puente. Su voz era tan diferente a la de Demetri, aun así, se complementaban el uno al otro. Sus ojos nunca se alejaron de los míos mientras cantaba vuelve a mí. Quería odiarlo por mirarme, por tratar de transmitirme algún mensaje secreto de su deseo por tenerme y su estúpida inhabilidad para hacerlo. No sabía que lo había estado observando, o que alguien lo había visto. Mis ojos volvieron a Demetri. Él vio todo. Como si eso lo hubiera estimulado aún más, cantó la parte final del coro a todo pulmón. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Cuando terminaron, era imposible oír tus propios pensamientos. La gente enloqueció. No paraban de aplaudir. Y luego, Alec y Demetri se fueron. —¿Bailas conmigo? —susurró Demetri en mi oído detrás de mí. Me giré y lancé mis brazos alrededor de su cuello. —¿Por qué no me dijiste que vendrías? —No sabía si llegaría. —Demetri me sostuvo en sus brazos y me besó suavemente en los labios—. Me enteré a la tarde que podría llegar, pero tengo que irme en unas pocas horas.

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—¿Volaste hasta aquí por mí? —Tragué. Demetri rió y acarició con su nariz mi cuello. —Haría cualquier cosa por ti. ¿No ves eso? La culpa encendió mi pecho de nuevo, mis ojos estaban nadando en lágrimas, y luego vi a Alec al otro lado del salón. Él asintió suavemente como si me diera permiso y lo odié por eso. Lo odiaba y amaba tanto, que dolía. ¿Cómo pasaba esto en el mundo real? Siempre me reía de la gente que decía que le gustaba más de una persona a la vez. Bueno, ¿qué hay del amor? Nadie podía decirme que lo que estaba sintiendo no era real. En cualquier caso, era demasiado, demasiado y muy rápido. Sentía que me ahogaba. ¿Qué haces cuando te ahogas, pero la única manera de ser libre es aferrarte a la única cosa en el mundo que temes que no pueda mantenerlos en la superficie a ambos? Así veía a Demetri. Estaba por todos lados, ilegible, incontrolable. Suspiré pesadamente contra su pecho. —Nena, ¿qué pasa? —Demetri rió y besó mi frente. Me encogí de hombros. —Te extrañé, eso es todo. —También te extrañé. —Sus ojos brillaron cuando su boca descendió a cubrir la mía. Su beso fue agradecido. Me ayudó a olvidarme de Alec. Le devolví el beso, fuerte, tan fuerte como pude sin lastimarlo en la pista.

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Él gimió, sus brazos envolviéndome, y luego me levantó y me giró en círculos mientras me besaba. —¿Podemos irnos? —pregunté cuando él se tiró hacia atrás. —¿Estás segura? —Él lucía nervioso, sus ojos mirando a toda la gente a nuestro alrededor. Necesitaba estar con él. A solas. Necesitaba una confirmación de que esto estaba bien, lo que estábamos haciendo estaba bien. —Sí. —Su carruaje la espera. —Él tomó mi brazo con su mano y me guió fuera del gimnasio. El aire de octubre golpeó mi cara y me escondí en la seguridad de los brazos de Demetri. Salté dentro del auto y estaba ridículamente agradecida de que mi novio tuviera asientos con calefacción. Puse el mío al máximo y temblé. —Luces ardiente esta noche, Nat. —Demetri me dio una sonrisa seductora que sentí por todo mi cuerpo mientras salíamos del estacionamiento. —¿Dónde vamos? —¿Dónde quieres ir? Me encogí de hombros. —Sólo quiero estar contigo. El rostro de Demetri se relajó mientras conducía por la calle hacia casa. —Bien, también quiero eso.

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La casa estaba oscura cuando llegamos. Busqué otro auto, pero Alec no había regresado del baile todavía. Nerviosa, desabroché mi cinturón y seguí a Demetri por las escaleras. Él dejó las llaves en la mesa y tomó mi mano. —Oí que dormiste en mi cama —murmuró en mi cabello, mientras abría la puerta. —Es posible. —Sonreí, escudando mi mente del recuerdo de la pesadilla. —¿También usaste mi ropa? —Sí. Él gimió. —Ah, me estás matando. —Sus dedos se entrelazaban en mi cabello—. Eres tan malditamente hermosa, Nat. Y ni siquiera lo sabes. No ves lo que todos los demás ven. Esta hermosa y brillante chica… eres como el sol. —¿El sol? —repetí. —Quiero girar a tu alrededor. Guau, eso sonaba muy serio y posesivo. Demetri trastabilló un poco mientras tiraba de mi cabello. Su boca sabía a alcohol, ¿había estado bebiendo antes de cantar? Su boca estuvo sobre la mía antes de que pudiera protestar. Unos dedos ágiles encontraron la parte trasera de mi vestido y empezaron a desabrocharlo. No estaba segura si quería alejarlo o acercarme más a él. Su lengua golpeó mis dientes y luego se sumergió en mi boca, forzándome o a besarlo o a alejarlo.

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Lo besé. Decidí no pensar, mientras curvaba mi cuerpo contra el suyo e igualaba su beso tanto como podía. Otro gemido se escapó y me di cuenta que era yo. Mi vestido cayó al piso. Estaba congelada. Esto era demasiado rápido. ¿Qué estaba haciendo? Él me hacía sentir cosas, pero todo era siempre muy confuso con Demetri. Siempre tenía que pensar las cosas con él. Con Alec, era fácil. Y ese era el problema. Con Demetri tenía que racionalizar, tenía que planear, tenía que pensar. Con Alec, pensar ni siquiera era posible. Era un instinto. —No. —Empujé el pecho de Demetri. Él retrocedió y maldijo. —Lo siento, Nat. No quería salirme de control. —Lucía casi horrorizado porque mi vestido ya no estaba. Atrás quedó el seductor de miles de mujeres. —Nat, demonios. —Demetri me subió el vestido y me lo abrochó—. Lo siento, sólo que estoy acostumbrado a más. Lo siento. ¿Por qué se estaba disculpando tanto? —Demetri, está bien. —Lo besé brevemente en la mejilla y lo abracé—. Se salió de las manos, está bien. Sus ojos estaban llenos de dolor. Maldijo y por alguna razón, tembló bajo mi toque. —¿Qué anda mal? —Lo prometí, eso es todo. —¿Lo prometiste?

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Él asintió. —A mí mismo. Prometí que no tendría sexo con nadie más, a menos que estuviera realmente seguro. —¿Estar seguro de que? De acuerdo, estos chicos eran más que reservados. Él tragó y alejó la mirada. —Él te gusta. —¿Él? Demetri puso los ojos en blanco y me alejó suavemente. —Nat, no soy estúpido. Hemos eludido esta conversación muchas veces. Siempre es lo mismo. Siento que estoy peleando esta batalla invisible y lo haces mucho peor cuando pretendes no saber de lo que estoy hablando. —Alec —suspiré. Demetri no me miró. —¿Te ha besado? Adiós, Alec. —Sí —murmuré, queriendo que me mataran allí mismo—. Pero, me dijo que él no era bueno para mí, me alejó, ambos decidimos que seríamos sólo amigos. Fue un error. Las palabras volaban fuera de mi boca tan rápido, que ni siquiera estaba segura de que me estuviera oyendo. Demetri miró por la ventana un largo rato.

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—No lo entiendo. No entiendo por qué siempre tiene que ser así. —¿Así como? —Quizás, por fin me diría qué los estaba molestando tanto a ambos. Empezando con por qué estaban aquí. Él sacudió su cabeza. —Necesito cambiarme, Nat. Mi vuelo sale en una hora. —Él se quitó rápidamente su camiseta. Jadeé. —¿Qué? —Él me agarró por los hombros—. ¿Estás bien? —Tu, um, tu tatuaje. —Olvida la palabra similar. Su tatuaje era idéntico al de Alec. Unas manos sosteniendo un corazón entre ellas y, aunque no sabía latín, las palabras parecían las mismas. ¿Por qué tendrían el mismo tatuaje? ¿Qué significaba? Lo toqué. Él se encogió como si le doliera. —¿Qué dice? Demetri exhaló y alejó la mirada. —Mi corazón será tuyo por siempre. Ahogué un sollozo mientras las lágrimas se juntaban en mis ojos. —Justo como el de Alec. Sus ojos brillaron y luego tomó mi brazo y acercó nuestros cuerpos hasta que no hubo ningún espacio separándonos. —No me parezco en nada a Alec. ¿Qué acaba de pasar? Traté de alejarme, pero él me sostuvo firmemente.

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—Por favor, Nat. No soy él, no soy él. —Demetri cerró sus ojos y apoyó su frente contra la mía—. Nunca fui él. Ella lo sabía, pero no importó. Sólo quiero ser yo. Ámame. —¿Te pedí que fueras como él? —dije débilmente. Demetri levantó mi barbilla y besó suavemente mis labios. —No, nena. No es lo que dijiste. Este soy yo, con mi equipaje de mierda. ¿Lo entiendes? —Lo entiendo —murmuré, aunque estaba claro que en realidad no entendía nada. No entendía sus cambios de humor, por qué era tan reservado y por qué había enloquecido diciendo que no era Alec. —¿Estás bien? —Acaricié su suave rostro y luego acerqué sus labios a los míos. Su beso fue hambriento. Él me empujó contra la pared y de nuevo sus ágiles manos se movieron hacia la parte trasera de mi vestido. De acuerdo, ¿qué diablos? ¿Cómo un déjà vu? Sus putas manos hábiles me sacaron el vestido en segundos. Quedó a mis pies. Él me levantó del piso y levantó mis caderas tomando mi trasero en el proceso y haciendo que fuera difícil para mí no quedar a horcajadas sobre él. Seguía usando mis tacones pero sólo tenía mi ropa interior. La misma ropa interior que Alesha me convenció de usar esa noche. Demetri gimió cuando una de sus manos me sostuvo en el lugar, mientras me empujaba más contra la pared y comenzaba a acariciar el delicado encaje de mi sostén. Sus manos eran calientes en mi fría piel y aunque se sentía muy bien, esto estaba mal. —Demetri —jadeé—. ¿Qué anda mal? ¿Recuerdas? ¿Lento? —Sus besos asaltaron mis sentidos cuando él lamió el lado de mi cuello. Esto estaba mal. Algo estaba terriblemente mal—. Demetri —repetí,

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esta vez tratando de sonar severa. Sí, él era ardiente, y por supuesto que se sentía bien, o sea, estoy en la secundaria. No soy una santa. Hasta este año nunca me habían besado, y ahora me sentía como una tremenda mujerzuela. Él gimió y comenzó a sacarme mis bragas. —¡No! —No quise gritar, simplemente salió. Sus manos se congelaron, maldijo y casi caigo al piso por lo abruptamente que me había soltado. —Tienes que irte, Nat. —Él me estaba dando la espalda. —¿Qué demonios fue eso? —Se me puso la piel de gallina en mis brazos por el repentino frío en el cuarto. —Nada. —Demetri. —Me acerqué por atrás y lo abracé por su estómago—. Cuéntamelo. —Yo te quise primero. Pestañeé un par de veces, tratando de permitir que la información fuera digerida en mi cerebro confuso. —¿Primero? —Antes de que sucediera. —Sus músculos rígidos estaban tensándose debajo de mis palmas. Un sudor frío se desato en mí. —¿De qué estás hablando? ¿Estás drogado? ¿Antes de que sucediera qué? Nunca en mi vida olvidaré la mirada en los ojos de Demetri. La manera en la que sus pupilas crecieron, casi dilatándose hacia la parte de sus irises azules. Su boca era una línea sombría y sus hombros

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casi desplomados como si estuviera severamente adolorido y no quisiera gritar, pero lo contendría hasta explotar, desgarrándolo en el interior. Noté que sus manos se apretaron a sus lados, y luego las acercó a mi rostro y cerró sus ojos momentáneamente. ¿Por qué sus manos estaban temblando? —Siempre te amaré —susurró. Puse mis manos sobre las suyas, sosteniéndolas contra mi rostro. —Demetri, te amo. —Necesitaba que él supiera como me sentía. Y todo era verdad, sabía que era verdad, nunca sentí algo tan fuerte con nadie, excepto Alec, pero este claramente no era el lugar ni el tiempo para decir algo como eso. —Lo sé. —Demetri sonrió tristemente y exhaló—. Te veré en una semana, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Temblé y fui a ponerme mi vestido, luego sentí unas cálidas manos abrazándome. —Te extrañaré —graznó. Asentí tontamente y lo observé meterse algo en la boca. —¿Qué estás tomando? —Analgésicos. —Puso los ojos en blanco—. Porque siento dolor, Nat. Esperé que dijera algo más, pero sólo tiró las píldoras recetadas en la cama y se giró para enfrentarme. Mordió su labio y sacó su teléfono. —Tengo que irme, Nat. —Abrió su boca. Necesitaba que me explicara que estaba sucediendo, pero lo único que obtuve fue un:

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—Te escribiré. ¿Por qué de repente sentía que me estaba muriendo? ¿Por qué mi corazón se encogía como si él se estuviera despidiendo? Caminé a casa en una nube de confusión. Olvida que Alec me confundía. Demetri ganaba en ese campo. Mi corazón se sentía enfermo, la clase de enfermedad que sucede cuando no sabes si quieres vomitar o acostarte y llorar toda la noche. Trastabillé subiendo las escaleras hacia mi cuarto y me recosté en mi cama. Después de unos minutos, mis ojos se sintieron pesados. Me permití sucumbir a la oscuridad, el cual era el problema en primer lugar, ¿o no? Me permití sucumbir… en todo.

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20 Traducido por nessie

E

Corregido por Aciditax

l domingo vino y se fue sin nada más emocionante que reportar que el hecho de que mi corazón se sentía como el plomo, y cada vez que le mandaba un mensaje a Demetri, él no quiso contestarme. Extraño, porque siempre había sido realmente bueno en responderme de vuelta cuando chateábamos. Pero él estaba enseñando, por lo que era muy probable que estuviera súper ocupado. Más tarde esa noche, estaba tan cruelmente aburrida, teniendo en cuenta que mi ultra-caro teléfono no estaba zumbando, que prendí la tele. Se rumorea que a D de la banda AD2 se le ha visto a escondidas por la ciudad con alguien que no es su novia. Nuestras fuentes nos dicen que Anjelica Greene fue vista saliendo de la habitación de hotel de la estrella en las primeras horas de esta mañana con una sonrisa muy satisfecha en ese rostro perfecto. ¿La estrella de rock dejó a la belleza local? ¡Estén atentos para enterarse! Pero. ¿Qué. Demonios?

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Tiré el control remoto en el sofá y corrí a la casa de los chicos. Levanté la mano para golpear la puerta, cuando de repente se abrió, revelando a un Alec sin camisa. Bueno, nadie dijo que la vida era justa, ni fácil, ni impresionante. —¿Qué demonios le pasa? —rugí, pisando fuerte en la casa como una mujer en sus días. —Buenas noches a ti también —murmuró Alec detrás de mí. Lo ignoré. —Primero está tratando de aprovecharse de mí en tu casa, soltando tonterías acerca de ti y de mí, y entonces... —Empecé a sentirme histérica—. Me dijo que quería ser el primero. Por supuesto, eso fue después de su segundo intento de sacarme mi vestido en su cama, y entonces no me dejaba ir, y luego se puso todo extraño y vi las pastillas y me asusté. Era como si estuviera diciendo adiós. ¡Más como, lo siento Nat, pero voy ir a follar con una estrella de cine en tu lugar! —Sentí las lágrimas aproximándose pero se fueron, dejando que mi ira tomara relevo—. He tenido el corazón roto por casi cuarenta y ocho horas pensando que he hecho algo trágico para él y él está, está… —¡Nat! —interrumpió Alec, su voz grave—. Para. —¡No! —Di la vuelta y cargué contra él, finalmente apuntándolo en el pecho—. ¡No me digas lo que tengo que hacer! ¡Me rechazaste! Dos… espera no, tres veces. Alec rodó sus ojos. —Oye, Nat. Por mucho que me gustaría sentarme aquí y escucharte quejar de las decisiones de mierda de mi hermano y la falta de amor

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por ti, preferiría no hacerlo. Todo lo que ha hecho ha sido por ti, ¿y le pagas viniendo aquí y diciendo esas cosas? ¿En serio? —¿Cómo me hace un favor al engañarme? Porque me muero de ganas de saber. Esto va a ser bueno. —Me crucé de brazos y esperé, finalmente permitiendo una lágrima correr por mi mejilla. Rápidamente se secó y rompí el contacto visual, elegí mirar a mis Converse en lugar del perfecto Alec sin camisa. —Es complicado. Mi cabeza se alzó. —Por supuesto que lo es. ¡Siempre es complicado con ustedes dos, y nunca me dicen por qué! No sé por qué estás aquí, no sé por qué elegiste a mi madre de entre tanta gente, no sé por qué tienen el mismo estúpido tatuaje. —¡Sal! —espetó Alec, tirando de mi brazo. —No quise decir que era una estupidez, sólo que… —Fuera. —Alec suavemente me empujó fuera de su puerta y se apoyó contra el marco—. Nat, vete a casa. Nunca debimos haberte involucrado en primer lugar. —¿Qué estás diciendo? —Sentí temblar mi labio inferior. —Estoy diciendo adiós. —¿Me estás echando? —le dije aturdida, sin permitir que mi corazón creyera que había perdido a los dos chicos que me gustaban en el transcurso de un fin de semana. Cerró los ojos cuando susurró: —La familia es lo primero.

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—Y yo no soy de la familia. Silencio. —Así es. —Ahogué un sollozo y corrí de regreso a mi casa. *** No sabía que había estado llorando tan fuerte. Mi madre golpeó a mi puerta y por fin abrí, viéndome probablemente como una loca con las mejillas manchadas de rímel. —¡Oh, cielo! —Ella me abrazó y grité aún más fuerte—. ¿Qué está mal, cariño? ¿Cariño? ¿Cielo? Ella nunca me decía esas cosas. Quería tensarme, retroceder y alejarme, esto no era familiar para mí, pero necesitaba su consuelo tanto que no me importaba. Sólo quería ser amada, por alguien. —Los chicos son tan estúpidos. —Me estremecí y me limpié la nariz con la manga de mi sudadera. Mamá suspiró. —¿Algunos en particular? Asentí. —¿Estos muchachos son mis clientes? Asentí de nuevo. —Natalee. —Mamá apretó mi brazo, mientras me sostenía acunándome al lado de su cuerpo—. Esos chicos no son normales. —Basta, mamá.

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Mi mamá se puso tensa a mi lado. —No, Nat, no de esa manera. Quiero decir, es mucho más de lo que parece. La vida los ha tratado con algunas situaciones bastante jodidas. Permanecen juntos, porque son todo lo que tienen. ¿Eso tiene sentido? —No. —Bueno, un poco, pero yo estaba enojada, por lo que dije no de todos modos. Mamá apartó mi cabello y me dio un beso en la frente. En serio, que alguien me traiga de vuelta a la tierra, esto era muy extraño. —Hace un año, tuvieron un golpe muy duro. El hecho de que fueran capaces de salir adelante es asombroso, tanto para mí como para todos quienes lo saben. —¿Saber? ¿Cómo? ¿Tú lo sabes? —Confidencialidad, Natalee —me recordó. Suspiré. —De todos modos, me imagino que si algo de esto te implica, entonces una gran dosis de miedo también está involucrado, y cuando permitimos que el miedo gobierne nuestras emociones y opciones, entonces, termina alejando aquellos que más amamos. Lo sabía bien. Oh, como lo sabía. Empujé a mi mamá lejos, temerosa de que si me permitía acercarme mucho, me rechazaría, porque parecía como siempre lo hacía. ¿Pero lo hizo? ¿O ella sólo asumió que era realmente feliz y me dejó sola para arreglar mis propios problemas sola? —Estoy confundida, me duele la cabeza —me quejé.

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Mamá se rió. —¿Por qué no vamos a hacer algo de cenar? —¿Nosotras? sarcasmo.

—repetí,

mi

voz

absolutamente

inexpresiva

de

—Me cancelaron el resto de la noche. Me aparté de ella y la miré a los ojos cansados. —¿Puedo preguntar por qué? —Uno de tus muchachos confusos me lo pidió. —Oh. —Sí, oh. —Ella levantó una ceja—. Natalee, cariño, yo no lo sabía. Me levanté y traté de ignorar el sentimiento de culpa y la ira que se apoderó de mí. —¿De qué estás hablando? —Pensé que eras feliz. Si hubiera sabido que querías más, cariño, yo te lo hubiera dado. Sólo estás siempre tan cerrada, pensé que no me necesitabas, o a cualquier persona. Un sollozo brotó de mi garganta antes de que pudiera detenerlo. Caí de rodillas en el suelo, mi cuerpo se sacudió violentamente de años de dolor guardado dentro. —¡Oh, cariño! —Mamá se sentó a mi lado y me atrajo hacia su regazo, me balanceó adelante y atrás, como lo hacía cuando era pequeña—. ¡Lo siento mucho! ¿Me perdonas? ¡Oh cariño, lo siento mucho!

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Asentí, pero las lágrimas no cesaban. Cielos, uno pensaría que alguien realmente se estaba muriendo. En el momento en que dejé de llorar, era cerca de la medianoche. Hicimos una tarde-noche de pizza y vimos una película. Sólo mi mamá y yo. Ella prometió que se esforzaría más, siempre y cuando yo no la apartara y dijera que estaba bien poniendo mi cara independiente. Mi padre no estaba en casa esta noche debido a una cirugía tardía, pero mamá me prometió que hablaría con él cuando pudiera. Me fui a dormir, por primera vez en años sintiendo como si le importara a mis padres, que en realidad lo hacía. Ya no era invisible, y aunque el rechazo tanto de Alec y Demetri dolió, me sentí segura. Por primera vez, estaba segura. Al parecer, tener espectáculo de afecto hizo algo, porque cuando cerré los ojos después de llorar todas esas lágrimas y con una severa deshidratación, me quedé dormida con una sonrisa en mi cara. *** Mi alarma fue tan fuerte, que casi me da un ataque al corazón cuando se disparó. Mis piernas estaban enredadas en las sábanas y no había dormido muy bien, teniendo en cuenta que seguía soñando que Alec estaba en un auto tratando de atropellarme con él, mientras Demetri estaba junto a él riendo. Me obligué a expulsar sus imágenes de mi mente, lo que por supuesto significaba que cuando me dirigí a la escuela, cada estación de radio en el universo conocido estaba tocando sus canciones. Apagué la radio y luego pasé una tienda que tenía sus rostros salpicados en la ventana.

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Básicamente, estuve a punto de gritar en el momento en que llegué a la escuela. Cerré la puerta de mi camioneta y me marché por la puerta principal, sólo para ser recibida por miradas burlonas y sonrientes desde el cuerpo estudiantil. Alesha estaba a mi casillero. —¡Oh, Dios mío, Nat! Lo siento mucho acerca de Demetri, ¿necesitas algo? —Ella tocó mi brazo. Me estremecí. —No, estoy bien. Estamos bien —le dije con los dientes apretados, a pesar de que aún no me había enviado mensajes de texto o respondido a mis llamadas desesperadas—. Son sólo chismes de la farándula, ya sabes cómo va. Ella asintió. —Sí, por supuesto. Pues bien, voy a ir a clase. ¿Te he dicho que no puedo mentir para salvar mi vida? Abrí mi casillero y contemplé brevemente tratando de meterme en él, pero era veinte tallas más pequeño, lo que significa que tendría que ser un contorsionista para poder hacerlo, e incluso entonces sería incómodo. La campana sonó. Con un gemido, puse mi cabeza en el interior del casillero, maldiciendo a todos los hombres por su incapacidad para mantenerlo en sus pantalones y comunicarse como los humanos normales. —¿Mala noche? —dijo Alec detrás de mí. Giré tan rápido, que mi cara se puso en contacto con la puerta de metal. Me dolió el labio, no me pregunten como. —Ay.

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—¡Maldita sea, Nat! ¿Podrías tratar de no hacerte daño al menos una vez? Lo miré mientras me daba unas palmaditas en el labio, la sangre corría por mi dedo. —Sí, porque me gusta ser herida y hacer el ridículo. Vaya, doble sentido. Los dos nos quedamos mirando el uno al otro. Por último, Alec rodó los ojos y me agarró la mano, tirando de mí hacia el baño de mujeres. —Alec, ¿qué estas…? Empujó la puerta arrastrándome detrás de él. —¿Alguien decente? No hay respuesta. Le dio una patada a las puertas de los cubículos y luego fuimos a la pileta y mojó una toalla de papel. —Alec, no puedes sólo… —Para. De. Hablar. —Levantó la toalla de papel en mi corte. Me encogí, el agua picaba mientras golpeaba la herida abierta y traté de retroceder, pero su agarre en mi barbilla me mantuvo firme en mi lugar—. ¿Qué voy a hacer contigo, Nat? —¿Es una pregunta retórica? —murmuré mientras me limpiaba la sangre. —Ya no más. —Negó con la cabeza, con una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios.

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—No lo sé —suspiré—. Pero voy a llegar tarde a clase. —Ya lo tengo. —¿Lo tienes? —Levanté una ceja—. ¿Cómo? ¿Tienes al profesor en el bolsillo? ¿O vas a decirle que me metí en una pelea con el casillero y perdí? —Sólo no te preocupes por eso. —Es bueno saber que sigues siendo tan confuso como siempre. —¿Por qué, Nat, era un cumplido? Mis dientes se apretaron. Él se rió y tiró la toalla de papel. —Mucho mejor. Vamos. Y de nuevo, me estaba arrastrando por los pasillos como un niño en su primer día de escuela. Llegamos a mi clase y Alec literalmente me empujó por la puerta. Todas las cabezas de la clase giraron en nuestra dirección. —Me meteré en esta clase, profesor Smith —dijo Alec, guiándome hacia el fondo de la sala hacia dos asientos vacíos. —No necesito una niñera —solté una vez que tomamos nuestros asientos. —Obviamente. —Sus ojos parpadeaban a mi labio cortado. Miré hacia otro lado y cerré los ojos con molestia. Todavía estaba actuando como si estuviera ofendido extremadamente con mi presencia, así que, ¿por qué me ayudaba cuando estaba herida? Lo

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miré por el rabillo de mi ojo. Parecía estar genuinamente interesado en lo que el profesor decía, su concentración era intensa. Mantuve la mirada en él, sin oír una palabra del profesor. Su barbilla se encontraba en una línea firme, como si estuviera apretando los dientes, pero no se daba cuenta de que lo hacía. Los músculos flexionados en su mandíbula. Me cautivó cuando vi cómo se curvaba su piel bajando por su cuello. Cabello negro le caía sobre la cara, sus largas pestañas parpadeando contra sus pómulos altos. Era tan diferente a Demetri. Tan oscuro, y sí, reservado. Mis ojos se posaron en sus brazos musculosos, ahora escondidos uno debajo del otro, lo que lo hacía lucir más cortante que de costumbre. Sus pies estaban cruzados en los tobillos y las piernas estiradas hacia fuera delante de él. No estaba segura cuánto tiempo lo miré fijamente, pero se sentían como minutos cuando sonó la campana, anunciando que estábamos fuera de la habitación y en el segundo período. —Nat, probablemente deberías ser menos obvia la próxima vez. —¿La próxima vez? —repetí sin aliento. Sí, es posible que siguiera pensando en sus brazos y la forma en que sobresalían bajo su camiseta demasiado perfecta. —La próxima vez que me mires un período entero. Sentí que me sonrojaba. —Yo no estab... —Sí, lo estabas. Le di una mirada severa. Se encogió de hombros y tomó mi mochila.

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—Puedo llevar eso. Se encogió de hombros y siguió caminando. —Lo sé. Molesta ni siquiera empezaba a describir el tipo. Cuando sonó la campana del almuerzo, exitosamente me había seguido a todas las clases, en su defensa, no es que yo quiera defender su comportamiento, él tenía por lo menos dos de tres clases conmigo, pero aun así. Bordeaba lo ridículo. Lo ignoré mientras caminaba a través de la línea del almuerzo. Mi estómago era un nudo en el que nada parecía apetitoso. Cuando llegué al final de la línea, mi bandeja estaba vacía. —Come —dijo Alec detrás de mí. Rodé los ojos para que no pudiera verme y me di la vuelta lista para la batalla. —No tengo hambre. —Igual necesitas comer. —¿De verdad vamos a sentarnos aquí a discutir? Alec agarró mi bandeja vacía. —Por supuesto que no. Exhalé aliviada, pero no duró mucho cuando lo vi regresar por la fila y llenar mi bandeja con todas las opciones en la lista de comida caliente. Él pagó por la comida y me entregó la bandeja. Juro que se inclinaba por el peso de los alimentos. —Por favor, dime que compartiremos —me quejé.

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Alec sonrió y se sentó en una mesa a lo lejos, una mesa en la que mis amigos y yo normalmente no nos sentábamos. —Come —ordenó una vez que se dejó caer a mi lado. Miré mis opciones. Carne sorpresa, una manzana, una especie de ensalada que se parecía más a los macarrones de verduras de hoja verde y una cantidad alarmante de papas fritas. —Gracias. —Tomé la manzana de la bandeja y mordisqueé una fritura. —Sobre lo que dije... —Su voz era baja, casi inaudible. Me acerqué más, no estoy segura si quería oírle defender su comportamiento o compadecerse de mí por los rumores volando por la escuela acerca del escándalo de Demetri—. Estaba molesto. —Lo sé. —La fritura en mi dedo se sintió húmeda, lo tiré a la servilleta y me limpié las manos—. Yo también. Alec tomó mi mano y la sostuvo en su regazo, frotando delicadamente el pulgar sobre la carne tierna en mi muñeca. —¿Me perdonas? No era lo que esperaba. Volví a mirar a las papas fritas húmedas y me mordí el labio. —Alec, no hubo nunca nada que perdonar. Yo fui la única insensible. Su agarre disminuyó en mi mano. —Pero... —Me volví hacia él y luego rehuí, no me había dado cuenta de lo cerca que estábamos sentados hasta ese momento. Lo suficientemente cerca como para darle un beso, ¡por el amor de Dios!—. ¡No puedes seguir alejándome y dejándome en la oscuridad

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de esta manera! Quiero decir, hay días que realmente me gustas, me encan… —Me detuve cuando sentí mis mejillas color carmesí—. Me encanta pasar el tiempo contigo. Eres uno de mis mejores amigos, y algunos días me siento como, no sé... como si estuvieras tratando de alejarme. Y todo esto con Demetri tratando de desnudarme y al mismo tiempo, diciendo crípticamente que él fue el primero. No sé. Estoy muy confundida. Los ojos de Alec fueron hacia mis labios y luego volvieron a mis ojos. —Lo sé. Es sólo que... —Su voz se quebró. Apartó la mano y negó con la cabeza mientras miraba por las ventanas de la cafetería—. Cuando te lo cuente, perderé tu amistad. —¡No lo sabes! —Agarré su mano rogándole que confiara en mí, sólo una vez. —Dame tiempo para creerlo, Nat. —Alec sonrió con tristeza y me apretó la mano. La campana del almuerzo sonó. —¿Vas a seguirme a mi próxima clase? Alec se rió. —¿Quieres que lo haga? Me sonrojé. —Más o menos. —Pues sí, te sigo a clase. —¿Te vas a quedar? —¿Quieres que lo haga?

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—¿Estamos realmente haciendo esto ahora? —Me fulminó con la mirada. Alec tomó las bandejas y mi mochila. —Te voy a llevar, pero tengo que ir a clase también. Tengo un montón de cosas que aprender. —Es evidente. —Sonreí. Como prometió, me llevó a Geología y siguió su camino feliz hacia su clase, pero no antes de girarse y darme el guiño más seductor en la historia de la secundaria. Mis rodillas se debilitaron y de repente ya no estaba tan triste por Demetri. Mi corazón todavía apretado, pero parte fue porque sentía que él estaba herido y yo no sabía que hice para causarlo o lo que podría hacer para arreglarlo. A pesar de que no estaba completamente segura del estado de nuestra relación, todavía lo amaba. Era algo más que un novio. Demetri era sólo un amigo, alguien a quien no quisiera hacerle daño de ninguna manera, aunque sabía que probablemente estaba haciéndolo, exactamente que cada vez que me quedaba dormida soñando con su hermano, en vez de con él. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono, enviándole un mensaje de nuevo. Spero q tngas 1 buen día. Dberías star stisfcho. Alec m hzo comr. Las papas stabn grasosas. —Nat. Satisfecha, metí mi teléfono en el bolsillo delantero y fingí escuchar a mi maestro.

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21 Traducido por Pilar Corregido por Juli_Arg

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enía más tarea de lo que creía posible. ¿No se suponía que era más relajado después de los finales? Había pasado una semana desde que Demetri y yo habíamos tenido la pelea o lo que sea que haya sido. Todavía no me había respondido mis mensajes, y los medios habían sido despiadados sobre Anjelica y sus salidas. Estaba molesta. Pero no tenía derecho a estarlo. Obviamente habíamos terminado, pero igual dolía. Y sí, había besado a su hermano y había sentido culpa por amarlo más de lo que debería, pero había perdido a un amigo, un buen amigo, y sólo mirarlo por la televisión me ponía triste. Él debía venir en dos días y no estaba segura de si estaba lista para enfrentarlo. Alec y yo nos juntamos todas las noches. Mirábamos películas, jugábamos a su estúpido juego, pero nunca me tocó. Lo que sea que hubiera pasado entre nosotros, claramente había terminado. Él había vuelto a ser respetable, aun así había chispas de nuestro pasada relación. A veces, cuando mirábamos películas y comíamos palomitas, nuestras manos se rozaban y se alejaba rápidamente. Accidentalmente, me quedé dormida varias veces durante la película. No era mi culpa que su pecho fuera más

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cómodo que el sofá. Rezaba porque no hablara dormida, porque casi siempre me despertaba tumbada sobre su regazo. —Nat, despierta. —Él alejaba con sus dedos los cabellos de mi rostro y alejaba la mano rápidamente, mientras esperaba que yo me levantara del sofá y volviera a mi casa atontada. Temblé al recordar la semana pasada. Sacudí mi cabeza y miré mi tarea. Era viernes y no estaba de humor. Decidí ir a la playa y escuchar música. No había hecho eso en un largo tiempo y me sentía mucho más emocional de lo normal. Me puse una sudadera y corrí fuera de la casa. Me tomó cinco minutos llegar a mi lugar favorito junto a la hierba alta que bordeaba la arena blanca. La música calmó mis nervios. De hecho, calmó mi miedo e inseguridad sobre todo lo que pasaba con Alec y Demetri, pero entonces, la música siempre hacía eso. Respiré profundamente y cerré mis ojos. Debí haberme quedado dormida, porque me desperté con frío. Mis dientes castañeaban mientras apretaba más la sudadera a mí alrededor. —Así que, ¿intentas suicidarte o solamente eres estúpida? —preguntó una voz oscura detrás de mí. —Hola a ti también, amigo —refunfuñé, estirando mis brazos por encima de mi cabeza echándole un vistazo a Alec. Sus labios se abrieron ligeramente, su lengua salió para lamerlos, luego maldijo y pasó su mano por sus cabellos. —No sabía dónde estabas.

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—Bueno, me encontraste. —Temblé otra vez, pero no quería levantarme, llámame terca, pero quería quedarme en ese lugar. —Juro que me estás haciendo envejecer, Nat —murmuró Alec, mientras se sentaba junto a mí y me abrazaba. —¿Lo siento? —No parece una disculpa, pero la aceptaré. —Movió sus manos rápidamente sobre mis hombros y luego comenzó a masajear mi cuello. Gemí y agaché mi cabeza, mientras sus dedos masajeaban mis músculos adoloridos. Nos quedamos allí, en silencio por unos minutos, además de mis gemidos. Su toque se sentía muy bien. No me había tocado desde el baile. —¿Alec? —¿Sí? Tragué el miedo y hablé rápidamente. —¿Ahora confías en mí? Oí su profundo suspiro, así que mantuve mi cabeza baja mientras seguía masajeándome. —Me estoy acercando, Nat. Me estoy acercando. Asintiendo, lamí mis labios y metí mis manos en los bolsillos de mi sudadera. —De acuerdo. —¿Tienes planes esta noche? Reí.

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—¿Además de mi fallido intento de suicidio? Sus manos se detuvieron, luego me abrazó sobre mis hombros y besó mi cabeza. —Sí, además de eso. —No. —Bien. —Se levantó de un salto, sacudiendo la arena de sus pantalones desgarrados y tendiéndome su mano—. Veamos una película. —De acuerdo. Caminamos de la mano hasta la casa. Me moví por la cocina, con familiaridad, considerando que había sido como una segunda casa para mí, e hice palomitas. Alec puso la película, luego tomó unas gaseosas y las puso sobre hielo molido. Nos sentamos en el sofá y la película empezó. —¿Crepúsculo? —chillé—. ¿En serio? Él se encogió de hombros. —Estoy tratando de ganar algunos puntos. —¿Por ser un idiota la mitad del tiempo? —repliqué. —Por supuesto que no. —Alec me dio un codazo—. Por ser un idiota por lo menos tres cuartos del tiempo. —Ah, eso es muy dulce. —Me alegra que estés de acuerdo. —Él guiñó un ojo y pasó un brazo a mí alrededor. Era lo máximo que me había tocado en días. Deseaba su cercanía, así que, muy lentamente, me acurruqué junto

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a él y suspiré, contenta de ver como hombres lobo y vampiros se peleaban por una chica que tenía ojos muertos. Desafortunadamente, ninguno de nosotros notó, hasta después de ver pasar los créditos, que nuestra historia era similar. Bueno, si quitas la parte de matar para amar, era básicamente lo mismo. Un triángulo amoroso sórdido con dos chicos muy diferentes que se negaban a dejarme saber su secreto. —Probablemente fue una decisión pobre considerando… —La voz de Alec se fue apagando. Asentí en silencio. —Pero siento curiosidad. —Alec apagó la televisión y giró su cuerpo para enfrentarme—. ¿Yo sería más como Jacob o más como Edward? Puse una mano sobre mi boca para no reír. —Olvídalo. —Alec maldijo e hizo un movimiento para pararse. —Lo siento, ¡quédate! —Reí y traté de hacerlo sentarse en el sillón y me las arreglé para mantener mis risitas bajo control—. Tienes que entender que los chicos no van preguntando cosas como esas. —Lo sé. —Sus dientes apretados y su rígida postura me decían todo lo que necesitaba saber. Suspiré y me eché hacia atrás para poder mirarlo. Su cuerpo era grande, musculoso. Era oscuro, peligroso, reservado, gracioso. Era todo. Dejé escapar un pequeño jadeo. Sus ojos se entrecerraron. —¿Qué?

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La vergüenza me inundó mientras miraba mis manos apretadas y dije: —Eres ambos. —¿Como un hibrido? —preguntó. Levanté la mirada, él estaba sonriendo como un completo tonto. Su sonrisa me hacía sentir cosas graciosas. Me hacía sentir que quería atacarlo, pero sostener sus manos al mismo tiempo y disfrutar sentir sus palmas contra las mías. Las sonrisas eran un caso en especial, y a veces deseaba que las reservara sólo para mí. —Sí, Alec. Un hibrido, eres como un vampilobo. —Reí y me giré. Se abalanzó sobre mí, su cuerpo cerniéndose sobre el mío. —¿Entonces ya no tengo mi hombría? —Su rostro estaba tan cerca del mío, que sólo pude ver sus labios mientras formaban esas palabras. Mis ojos siguieron la esquina de su firme mandíbula. —No. —Estiré mi mano y acaricié su hombro y su brazo musculoso. Él se encogió de hombros. —Demonios. —Sus ojos brillaron. Por un segundo tuve miedo y luego me besó. Con un gemido, mi cuerpo cobró vida mientras su estructura musculosa lo cubría. Me estaba sofocando en él. Lo necesitaba tanto que dolía. Tomé sus hombros y lo acerqué más. Él entrelazó sus piernas entra las mías y luego tomó mis caderas acercándolas a él. Alec nunca me había besado así. Puso sus manos detrás de mí y tomó mi trasero mientras profundizaba el beso. Frenética, agarré su camisa. Él ya estaba allí sin mi ayuda. Se la sacó, dándome una

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asombrosa vista de su cuerpo tatuado y abdominales musculosos. Gemí y temblé involuntariamente. —Nat, me vuelves loco. —¿Loco bueno? —pregunté sin aliento mientras me miraba. Él levantó mi barbilla y besó la esquina de mi boca. —Loco loco. —Oh. —Sí, oh. —Se rió contra mi cuello, luego comenzó a chupar debajo de mi oreja antes de regresar a mis labios. Alcancé los botones de sus jeans, pero él alejó mis manos, sujetándolas contra el sofá. Traté otra vez, pero me alejó, esta vez golpeando mis manos. Reí y dejé caer mis manos a los lados. —¿En serio? Acarició mi cuello con su nariz. —No soy esa clase de chico. Suspirando, incliné mi cabeza dándole mejor acceso. —Justo ahora, desearía que lo fueras. Sus manos se detuvieron, sus labios se congelaron en mi cuello. Mierda. ¿Que hice? —No me puedes decir cosas como esas, Nat. No cuando estamos así, porque no quiero nada más que tomarte en este sofá y hacértelo muy agresivamente, muy lentamente y muy intencionalmente. —De acuerdo.

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—Nat —advirtió, sus brazos flexionándose mientras se sostenía encima de mí. Sabía que él estaba dolorosamente excitado. ¿Cómo no podría saberlo? Pero yo estaba tan incómoda como él. Lo quería. Y no eran sólo mis hormonas hablando, era algo mucho más profundo. —Sé lo que estás pensando —dijo. —No, no lo sabes. —Pero, sí lo sé. —Besó mis labios, suavemente tirando de mi labio inferior, luego mordiéndolo y causando un doloroso placer—. Crees que valdrá la pena, pero te prometo, que ese no es el caso. —¿Por qué? —Porque no sabes qué tipo de persona soy. —¡Sí, lo sé! Sus ojos lucieron muy tristes mientras inclinaba su cabeza para tocar la mía. —Nat, no lo sabes. —Entonces, dímelo, y déjame tomar mi decisión. —¿Qué pasa si al decírtelo, te pierdo? —¿Realmente crees que soy esa clase de persona? —Sí y no. —Envolvió sus manos alrededor de mi cabeza y presionó su boca contra la mía, profundizando el beso, su lengua entrelazada en mi boca, causando que las sensaciones cobraran vida en todo mi cuerpo. Él sabía muy dulce, su cuerpo era tan cálido. Me sentí

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cómoda y con miedo al mismo tiempo. Emocionada, pero cautelosa. Estar con Alec era como tratar de domar un tigre. Nunca sabrás si va a jugar limpio o si va a abalanzarse sobre ti. Presioné mis palmas en su pecho y cerré mis ojos mientras me permitía perderme en su beso. Pronto, me di cuenta que ya no estaba en una situación que pudiera controlar, pero entonces, quizás nunca había controlado nada. No cuando se trataba de Alec. Él gimió y me levantó y luego me volvió a tirar en el sofá para estar a horcajadas sobre mis caderas, sus manos se movieron hacia mi pecho y luego se metieron en mi camisa. Debí darme cuenta que algo saldría mal. Después de todo, ¿no ha sido así con todo? No oí la puerta cerrarse. Ni a alguien gritar nuestros nombres. Para cuando abrí mis ojos, ya era tarde. Demetri estaba parado allí, con una sonrisa triste en sus labios. Le di un codazo a Alec, él se alejó y luego frunció el ceño. —Segundo otra vez, hermano. ¿No tienes una estrella que joder? Le pegué tan fuerte que mi mano picó. Lagrimas corrieron por mis mejillas mientras trataba de salir de su agarre. Alec me sostuvo firmemente. Me retorcí bajo su agarre. Nadie dijo ni una palabra. ¿Que. Demonios? Demetri no se movió. Me vio luchar. Observó a su hermano y sacudió su cabeza antes de dejar su mochila en el piso. —Volví antes para ver a Nat.

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—Pero… —Las palabras me fallaron. —Perdí mi teléfono —dijo, leyendo mi mente—. Una joven estrella de Hollywood estaba molesta porque un “nadie” me estaba enviando mensajes. —Cambio su peso de pie nerviosamente y miró el piso, su rostro ligeramente rojo. Atontada, miré a Alec, queriendo que dijese algo, cualquier cosa que detuviera el dolor en mi pecho. Nada. Absolutamente nada. Llorando, le pegué con mis puños hasta que cedió, finalmente dejándome escapar de su agarre. Era la segunda vez en tan sólo cinco días, que huía de su casa llorando. ¿Alguna vez iba a aprender? —¡Nat! ¡Nat! —gritó Alec detrás de mí. Empujé la puerta de mi casa, gruñendo por el impacto. Los brazos de Alec me envolvieron sosteniéndome contra él. —Lo siento, Nat, se cómo pareció eso. —Oh, ¿en serio, Alec? —sollocé—. Porque pareció muy desgarrador. Sus brazos se tensaron incluso más a mí alrededor. —Lo sé, pero no es lo que parece. Dejé mi cabeza colgando. —Así que, no acabas de besarme esperando que tu hermano, el que aparentemente todavía es mi novio, volviera a casa y nos atrapara. Son todo un trabajo, ¿lo sabías? ¡Ambos! ¡Los odio a ambos! —Mi voz se quebró, mientras mi cuerpo se desplomaba contra el suyo.

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—¡Te está mintiendo! —gritó, haciendo que el cabello en la parte posterior de mi brazo se parara prestando atención. —¿Cómo sabes eso? Él no tenía su teléfono. —Lo conozco, Nat, ¿de acuerdo? —Su voz se tensó en el aire nocturno—. ¿Vas a estar bien? —No. —Giré en sus brazos, mi rostro a centímetros del suyo—. No voy a simplemente estar bien. Dijiste que él era el segundo, sugiriendo que fuiste el primero conmigo. ¿Qué diablos, Alec? No eres ese chico. No lo creo. ¿Por qué me herirías así? ¿Por qué tirarías algo así en su rostro? —No importa. —Así que, ¿yo no importo? Alec ahogó una maldición. —Eso no es lo que dije. Nos quedamos en silencio, yo todavía en sus brazos y la respiración de Alec volviéndose cada vez más entrecortada. Su cabeza descendió y muy gentilmente tocó mis labios con los suyos. Todavía seguía muy sorprendida como para alejarlo. Sus palabras me sacudieron. —Estaba enojado, ¿está bien? Sé que estuvo fuera de lugar. Lo siento. —¡Seguro que lo sientes! —Traté de alejarme, pero levantó mi barbilla para volver a besarme. No podía pensar cuando él estaba cerca, cuando me besaba como si yo fuera su única razón para vivir.

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Lancé mis brazos alrededor de su cuello y abrí mi boca, el beso se hizo más profundo y mi deseo por él creció. Aunque quería odiarlo, mi corazón no me dejaría. —¿Qué me estás haciendo? —susurré contra sus labios, finalmente permitiéndole a mi cuerpo ceder completamente a su agarre. Alec mordisqueó mi labio inferior y me apretó más fuerte. —Déjame ir a hablar con él, ¿sí? Deja tu ventana abierta a la noche. —¿Para que puedas entrar y hacérmelo? —Lo miré. Alec sacudió su cabeza. —Para poder tomarte entre mis brazos y decirte que todo saldrá bien. Temblé y crucé mis brazos sobre mi pecho mientras lo miraba correr hasta su casa. Parte de mí quería perseguirlo, ver qué clase de pelea tendrían él y Demetri. Quería creerle a Demetri, pero las fotos no mentían. Entré a mi casa y prendí la televisión. Ahora sería un buen momento para tener pilas de chocolate convenientemente dentro de un recipiente sobre la mesa, pero necesitábamos ir a la tienda. No había bocados de chocolate en la casa. Decidí hacer palomitas, crucé mis piernas y cambié al canal de entretenimiento. Por supuesto, no pasó mucho tiempo hasta que apareció el hermoso rostro de Demetri. —¡Debe ser lindo ser una estrella de rock! —brotó el comentarista—. ¡Demetri Daniels fue visto saliendo de otro club anoche con otra

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joven estrella entre sus brazos! Esta vez, dejó sus intenciones claras, al darle un breve beso antes de dirigirse a otro club. Nuestro chico fiestero debe estar cansado. ¡Fue visto regresando a su hotel a las cuatro de la mañana! Miré la televisión. No fue lo que el reportero dijo lo que me molestó. No, fue la foto de Demetri mirando su teléfono y luego poniéndolo en su bolsillo. Estúpido mentiroso. Si lo tenía ayer, vio todos mis mensajes. Irritada y mucho más herida de lo que creí posible, tiré el control en el sofá y me dirigí hacia mi dormitorio, cerrando con fuerza la puerta en el proceso. Ni siquiera me molesté en lavar mi rostro. Caí bajo las frazadas y luché en contener las lágrimas. ¿Por qué me había mentido? ¿Había mentido todo el tiempo? ¿Con qué propósito? Me escondí bajo las mantas, luego recordé que Alec quería que dejara la ventana abierta, salté fuera de la cama y abrí el cerrojo, luego traté desesperadamente de quedarme dormida.

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22 Traducido por Aciditax

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e desperté con Alec besándome, lo cual por un lado se podría considerar un poco espeluznante. Como no había lavado cualquier maquillaje de mi rostro, supe que parecía un poco loca, si no por lo menos parcialmente inestable. Abrí los ojos. Su gran cuerpo se movía sobre el mío. —Hola. —Hola a ti también. —Parpadeé, para que mis ojos pudieran adaptarse a la pura belleza de macho frente a mí y luego Alec sonrió. Era su propia sonrisa mágica, la que reservaba sólo para mí. Suspiré. Después de unos minutos de silencio, Alec habló. —Él lo siente. —No me importa si lo siente. Sentirlo significa que se da cuenta que lo que hacía estaba mal. No quiere decir que no me estaba mintiendo todo el tiempo que estuvimos juntos. ¿Cómo diablos puedes defenderlo? Alec maldijo.

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—Él es mi hermano. Mi trabajo es protegerlo. Incluso si se trata de él mismo. No lo entiendes. Es complicado. —¿Y yo? ¿Qué hay de mí? —Traté de escabullirme lejos de él, pero sus brazos abrazaron mis hombros, mientras se inclinó y me besó en la frente. —Estoy bastante seguro de que mi único trabajo de aquí en adelante es mostrar cuánto te amo. Maldito sea. Alec dijo la única cosa que fundía todas mis defensas y que me daba ganas de tirar mi cuerpo hacia él como una adolescente enamorada. Por otra parte, si el zapato te queda... —¿Alec? —Mi voz se quebró—. ¿Estuvo mintiendo todo el tiempo? El aire frío tocó mi piel cuando Alec apartó las mantas y se unió a mí en la cama. —No, Nat. A él realmente le importabas. Creo que en su forma retorcida, pensó que estaba haciéndote un favor. —¿Al ser un estúpido? —Vamos, toma en cuenta su edad, es inmaduro. —Es un año más joven que tú —señalé—. Además, ¿cómo ayuda a alguien al ser un completo idiota? —Es com… —Te juro que si dices que es complicado una vez más, me voy a tirar por la ventana. Alec se rió y acarició mi cuello. —Me gustaría ver que lo intentaras.

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—¿Dudas de mí? Su lengua se abrió camino por mi cuello. —Por supuesto. Un gemido escapó de mis labios antes de que pudiera pretender ser totalmente indiferente a sus besos y sus caricias. Alec tiró de mi cuerpo contra el suyo, luego metió las manos detrás de mi cabeza tirando de ella, así que estaba apoyada en su hombro mirando directamente a sus labios. —¿Y ahora qué? —susurré, todavía concentrada en la forma perfecta de su mandíbula, mientras sus labios dibujaban una sonrisa. —¿Quieres hacerlo conmigo? Puse los ojos en blanco y lo empujé lo suficiente como para observar su rostro. —Eres tan romántico. En serio, me quitas el aliento. Casi me desmayo. Menos mal que estoy acostada. Alec rió entre dientes y llevó mi mano a sus labios para besarla. —Está bien, no voy a hacerlo contigo aún... pero… —Entrelazó sus dedos entre los míos—. Realmente me gustaría llevarte a una cita. Quería salir con él. Quería hacer mucho más que eso, pero, ¿qué diría la gente? Normalmente, no era el tipo de chica que se preocupaba por cosas como esa, pero después de todos los rumores en torno a los medios de comunicación y mi relación con Demetri, sabía que iba a estallar en la cara si Alec y yo éramos vistos fuera de casa. —La gente va a decir que soy una zorra.

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—No. —Apretó más fuerte mi mano mientras me acercaba a él—. Esto es mi culpa, no la tuya. Me debería haber quedado lejos de ti. —Me alegro de que no lo hicieras. Estuvimos así durante lo que pareció una eternidad, los dos buscando los ojos del otro, deseando que la otra persona dijera algo, para confesar que había sido así desde nuestro primer encuentro. Nunca fue sólo un bolígrafo lo que él levantó del suelo. Era mucho más. Y aunque traté de estar con el chico que Alec siguió empujando hacia mí, mi corazón nunca lo dejaría ir. —Estúpido bolígrafo —me quejé. —¿Eh? Me reí. —No importa. Así que... —Jugué con el cabello en la parte posterior de la cabeza, girándolo entre mis dedos—. Acerca de esta cita. —Haré cualquier cosa. Eso sí, no te detengas. —Alec apoyó su cabeza en mi pecho y gimió. —¿Nuestra cita? —le recordé. —Uh-huh. —Envolvió sus manos alrededor de mi cuerpo, acercándome a él mientras seguía jugando con su cabello y frotando su cuello—. Creo que prefiero esto antes que el sexo. —Me quedé helada—. Maldita sea, ¿dije eso en voz alta? —Alec se tensó sobre mí. Me eché a reír. —Por lo menos sé lo que tengo que hacer para hacer que confieses todos tus pequeños secretos sucios.

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—Eso es soborno y manipulación, un delito federal... —Sus palabras se desvanecieron cuando volvió a gemir y se relajó contra mí. —¿Qué decías? —susurré mientras envolvía mis manos alrededor de la base del cuello y luego trabajaba hasta sus anchos hombros. —Cásate conmigo. —No. —¿Por qué? —Porque sólo me lo pides para tener tu propia masajista personal. —Tengo otras razones. —Estoy segura que sí. —Bien, pero te lo pediré de nuevo mañana —se quejó Alec y giró su cabeza mientras presionaba su oído contra mi pecho. Su admisión debería haberme asustado. Quiero decir, él estaba bromeando, pero conocía a Alec. No bromeaba acerca de esta clase de cosas. Era el serio, el melancólico, el que hacía que las chicas quisieran desmayarse cuando él cantaba en el micrófono. Me estremecí. —¿Tienes frío? No, sólo estoy ardiendo por ti y bastante asustada porque bromeaste acerca de casarte conmigo. —Estoy bien. —Nat. —¿Si?

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—Te amo. Mierda. Me congelé otra vez. Se sintió como si mi corazón hubiera dejado de latir, pero sabía que estaba viva porque estaba aún respirando. Realmente necesitaba dejar de sorprenderme de esa manera. Quiero decir, soy joven, pero una chica no puede manejar tanto. Tomé un aliento estremecedor. El tipo que necesitas antes de decir algo que sabes que va a cambiar los planos de tu universo, el tipo que se toma cuando es inevitable que nada en tu vida va a ser lo mismo alguna vez. —También te amo. *** Me metí en el asiento trasero del SUV de Alec y comencé nerviosamente a retorcer mis manos. Sabía que Demetri iría con nosotros. También sabía que Demetri se daría cuenta de que Alec volvió a su casa hace sólo una hora. No ayudaba que él tuviera una sonrisa muy satisfecha en su rostro. Tomé especial cuidado en planear como me vestiría. No quería que nadie me mirara, no quería ninguna atención en absoluto. Conseguir la atención de la gente significaba que verían las no sutiles mirada de Alec hacía mí. Demetri salió de la casa. Abrió la puerta del auto y me miró. —Hola, Nat —dijo con voz triste. Quería estirar mi mano y tocarlo, pero la tentación de estrangularlo también era muy fuerte, así que dejé mis manos en mi regazo y asentí. —Hola, Demetri.

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—Escucha… —Demetri se dio la vuelta mientras Alec arrancaba. Oh, Dios mío, no había ningún escape en absoluto. Tenía que sentarme allí y mirar los ojos de Demetri mientras me hacía sentir como una completa idiota, cuando en realidad él era el que me había engañado. No es que yo fuera mucho mejor. Me estremecí al pensar en mi conducta a lo largo de las últimas semanas—. Lo siento. —¿Eh? —Sentí mi mandíbula caer. Él se encogió de hombros. —Siento haberte mentido. —Y eso fue todo. Se dio la vuelta. Sin más disculpas, no más palabras. Era como si los últimos meses ni siquiera hubieran sucedido. Nuestra historia juntos, el drama entre ellos dos. Quiero decir, ¿no merecía al menos una explicación? El resto del trayecto a la escuela se llenó de silencio incómodo y el sonido de mi respiración. Al menos eso es lo que sentía. En el momento en que Demetri saltó del auto y abrió la puerta, quería dar la vuelta y correr a casa. —Ey... —Alec me agarró cuando me senté en el borde del asiento, con las piernas colgando fuera de la puerta—. Si te hace sentir mejor, es raro para él admitir que está equivocado en algo. Asentí. —Está bien. —¿Vamos a clases? —Alec extendió su mano. Me agarró. Sí, la gente hablaría y nos miraría, pero necesitaba su fuerza para pasar el día. Para el momento que sonó el timbre del almuerzo, en realidad me estaba sintiendo muy positiva con toda la situación. Nadie había dicho nada acerca de la muy pública ruptura entre Demetri y yo, y

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aunque me di cuenta que algunas chicas susurraron cuando entré con Alec, en su mayor parte se trataba de un día normal en el infierno. —Nat. —Evan me señaló con la mano nuestra mesa habitual—. Entonces —dijo cuando tomé asiento—, ¿ya le cortaste sus pelotas? —Evan. —Le di una palmada y sentí mis mejillas sonrojarse—. No es tan malo. Quiero decir, él es una estrella de rock. No es asunto mío si ese es el círculo en el que él quiere tener citas. —¿Eh? —Evan miró entre mí y Alec y luego se inclinó hacia delante—. No estoy hablando de las noticias de anoche, Nat. Estoy hablando de las de hoy. —¿De hoy? —Miré a Alec, pero sus ojos estaban fijos en algo cruzando la habitación. Su mandíbula se apretó. Seguí sus ojos y me quedé sin aliento. Demetri estaba besándose con una chica de mi clase. Sus manos por todas partes de su cuerpo. Agarré la silla y le grité cada nombre que puedas imaginar en mi cabeza. Alec hizo un movimiento para levantarse. Extendí la mano y lo detuve. —Sólo déjalo, Alec. Si es así como quiere hacerle frente a los últimos meses, entonces déjalo. Alec no parecía convencido. De hecho, parecía como si quisiera matar a alguien. Sacó su celular y con un tono terrorífico y cortado le ordenó a uno del equipo de seguridad que ayudara a Demetri. Como si eso ayudara, ¿qué iban a hacer? ¿Castrarlo?

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Efectivamente, Bob se trasladó muy rápidamente entre la concurrida multitud y le susurró algo al oído de Demetri, mientras él asaltaba a la chica en la silla. Se echó hacia atrás, lo suficiente para hacer contacto visual conmigo, y luego con los ojos abiertos besó a la chica otra vez, alternando entre lamer su cara y tirar de su labio inferior. Era como ver pornografía. Si eso se llevara a cabo en la secundaria. Y el protagonista fuera una estrella de rock. —A veces odio a mi hermano —maldijo Alec—. ¿Ahora te preguntas por qué tenemos que tomar un año sabático de la gira? Está claro que tenemos problemas. —¿Nosotros? —Levanté las cejas. —Sí, nosotros. —Alec miró hacia abajo y maldijo de nuevo. En cuestión de minutos, el pequeño espectáculo de Demetri había terminado, y la maravilla de todas las maravillas, mientras se alejaba de la chica que estaba haciendo pucheros en el rincón, tomó a otra. Sí, otra chica y comenzó a besarla. ¿Qué tipo de chica besa a un hombre cuando todavía tiene restos de un beso anterior estampados en su rostro? Ella se retiró después de unos minutos. Y vi tambalearse a Demetri detrás de Bob, mientras era escoltado fuera de la cafetería. —¿Está borracho? Alec se quedó en silencio.

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—Alec. —Probablemente. —Él alejó la mirada—. No maneja bien el rechazo. —¡Él hizo esto! —Señalé la puerta, enojada de que Alec volviera a tomar la culpa de lo que alguien más estaba haciendo—. ¡No nosotros! Alec lucía como si quisiera gritar, negó con la cabeza y luego se pasó los dedos por el cabello. —Lo sé, Nat. Sólo que es difícil ver esto de nuevo. —¿De qué estás hablando? —Te lo diré, pero no ahora. Asentí, pero no confiaba en su palabra. Los dos chicos habían sido ridículamente reservados sobre cualquier incidente que hubiera pasado entre ellos hace dos años. Esperaba estúpida y vanamente, que él mantuviera su palabra y realmente me contara algo. La campana sonó. —Vamos, te acompañaré a clase. —Tiró mi mochila sobre su hombro y tomó mi mano. El resto del día transcurrió sin problemas. Dos chicas me preguntaron si estaba saliendo con otro hermano en AD2 ahora que Demetri estaba claramente ocupado. Las miré y contemplé brevemente mostrándoles el dedo del medio. Necesitaba calmar mi temperamento. Azoté mi casillero y tiré mis libros en su interior. Escapar... necesitaba escapar antes de que dijera algo que me haría más un objetivo.

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Empujé la puerta principal de mi escuela, una mano se acercó y me tiró de nuevo mientras mis pies tocaron la acera. Era Demetri. —Nat —gimió, tirando de mí en contra de él, con la cabeza caída como si quisiera besarme. Olía a whisky, me alejé de él, pero me mantuvo firme—. Nat, no quise hacer eso. —Demetri, para, estás borracho. —Frenética, busqué a mí alrededor a Alec, pero no estaba en ninguna parte cerca de nosotros. Los chicos continuaban saliendo de la escuela. Por favor, date prisa, Alec. —No estoy tan borracho. —Se tambaleó sobre sus pies. ¿En serio? Estaba completa y totalmente perdido—. Sólo necesito hablar contigo. ¡Sólo quiero decirte por qué! Está bien, sin gritos. Le di una palmadita en el brazo. —Está bien, ¿por qué? —Te amo. —Oh no—. Te amo mucho, ¡y sé que lo amas! ¡Ya lo sé! ¡Te vi, y vi la forma en que ambos se miraron! No quería ser el segundo. —Aquí vamos otra vez con esta mierda del segundo. —Escucha, Demetri. Realmente necesitas mantener tu mierda junta. Siento que no haya funcionado. También siento que no tuvieras las pelotas suficientes como para decírmelo a la cara antes de que salieras y lo hicieras con la primera chica en Los Ángeles que pudiste encontrar. —No lo hicimos. —Él miró hacia abajo y empujó a sus manos en los bolsillos—. No lo hicimos, no dejaba de pensar en ti. Veía tus

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mensajes. —Se tambaleó de nuevo y luego se apoyó contra la pared de ladrillo apoyándome contra ella. —Yo los vi, Nat. Quería responderte, pero necesitaba tiempo para pensar. Y entonces Alec hace lo que mejor sabe hacer. —¿Qué es eso? —Roba la única chica que amo —Oh, ¿así que hace un hábito de eso? —Lo desprecié, enojada porque volvía a culpar a Alec por sus evidentes malas opciones. —No tienes ni idea de cuan dañados estamos. —Estoy empezando a entenderlo —le contesté, con los dientes apretados. —Él la robó. —Está bien, Demetri. —Le di una palmadita en el brazo y caminé alrededor de él. Extendió la mano y tiró de mí en su contra. —No, tú no entiendes. Mi novia. Se acostó con ella, la dejó embarazada, la abandonó. Nauseas rodaron dentro de mí. —Él dijo que fue un rollo de una noche. —Con mi novia. —Demetri frunció el ceño—. Quién era demasiado buena chica para incluso pensar en dormir conmigo. Se acostó con él. Tragué saliva. Quería tirar mis manos sobre los oídos y decirle que dejara de hablar, que no podía escuchar más, pero estaba congelada, incapaz de moverme mientras él se acercaba y seguía.

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—¡Ella era mía! —La voz de Demetri se quebró—. ¡Y él lo sabía! Él era un hijo de puta arrogante. Estábamos borrachos. Dijo que yo necesitaba sellar el trato. Le dije que era imposible, así que hicimos una apuesta. No me gustaba hacia donde estaba yendo esto. —Me dijo que si él se metía en los pantalones de ella yo le debería un auto nuevo. —Demetri apartó la vista de mí, las lágrimas borrando sus grandes ojos azules—. Yo me reí. Alec fue siempre el conquistador. Sabía que él iba a tratar, pero ella me amaba. Sabía que ella me quería. Al igual que yo sabía que me amabas. Y ahora... —Demetri maldijo y golpeó la pared con el puño, la sangre corría por sus nudillos—. Ahora ella está muerta. El muro donde estábamos empezó a dar vueltas. Traté de mantener el equilibrio, traté de apoyarme en Demetri pero ya se había marchado, dejando salpicaduras de sangre a su paso. Caí de rodillas. —Nat. —Alec gritó mi nombre, pero me dolía demasiado como para respirar y mucho menos hablar—. Nat. —Tragué saliva, aire zumbando por mis oídos. Mis ojos comenzaron a sentirse pesados mientras la visión de túnel se hizo cargo—. Nat. —Su voz sonó más cerca, y entonces me movía por el aire—. Maldita sea, Nat. ¡No te atrevas a desmayarte! —Era la mano de Alec caliente contra mi cara. Mis ojos parpadearon y luego se concentraron en él. Él medio me cargó, medio me acercó a su camioneta y me ayudó a entrar. Demasiado sorprendida para decir algo, lo único que pude hacer era mirar las rejillas de ventilación frente de mí. El golpe de la puerta del auto me sacudió de nuevo de mi estado actual. Miré a Alec y me quedé sin aliento.

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La sangre brotaba de sus labios. —¿Perdiste una pelea? —le dije con voz débil. —No es gracioso. —Alec golpeó las manos contra el volante—. ¡Me asustaste, Nat! ¿Estás bien? ¿Comiste hoy? Miré hacia mis manos temblorosas. —No. Él maldijo de nuevo y sacó el auto del estacionamiento. Traté de incorporarme para abrochar mi cinturón, pero para cuando lo hice, ya estaba en la fila del autoservicio de McDonald’s. Me ordenó papas fritas, helado y una Coca-Cola. —Azúcar, sal, carbohidratos y cafeína. —Alec estacionó en un estacionamiento cercano y apagó el auto. Empujó la comida hacia mí y casi gruñó cuando dijo: —Come. Ahora. —No. —Nat, no estoy de humor para discutir contigo. —¡Y yo no estoy de humor para oír hablar de tu sórdida historia con Demetri, pero eso es lo que ocurrió hace unos quince minutos! Los ojos de Alec se abrieron, miró hacia otro lado y no dijo nada durante un tiempo muy largo. —Él te contó todo. Asentí, a pesar de que no me estaba mirando. —Dime que no es verdad.

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Alec se rió con amargura. —No puedo hacer eso. —¿No puedes o no quieres? Después de un profundo suspiro, Alec miró hacia mí, con sus ojos llenos de tristeza. —No puedo negar la verdad. Hice todo lo que dijo, y lo que es probablemente peor, es que la metí en las drogas en el proceso. Cerré mis ojos. —Nat... Su voz era un susurro. —Sólo llévame a casa. El camino a casa fue en silencio. Mi cerebro trataba de armar las piezas del rompecabezas. Alec sólo había destruido la vida de una mujer, todo por culpa de su actitud arrogante y de estrella de rock. Dañó a su hermano tanto, que me sorprende que todavía se hablen. Y ahora todo tenía sentido. Ser el primero y segundo. La forma en que habían cambiado los papeles. Demetri lidiaba con el dolor, como Alec había lidiado originalmente con la vida. Beber, tener sexo y adormecerse de todo lo que lo rodea. Alec eludió todo, como una tortuga en su caparazón, aún castigándose por las decisiones de mierda que tomó. Cuando el auto se detuvo en mi casa no me moví. —Nat...

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Cerré los ojos, incapaz de creer que estaba a punto de pronunciar las palabras que estaba pensando. —Cuéntame todo. —Es complicado. No creo que... —Dímelo. Ahora.

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23 Traducido por Pilar & Aciditax Corregido por Juli_Arg

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a historia de Alec era peor que lo que contó de Demetri. La única diferencia era lo que ya había admitido.

Había sido muy arrogante y había estado molesto con su hermano porque estropeó un gran trato con un nuevo programa de televisión que documentaria toda su gira. También estaba, como admitió, celoso de que Demetri tuviera una chica que lo amaba completamente, así que cuando Demetri hizo la apuesta bromeando, Alec se lo tomó en serio. —Heroína —rió sin humor—. Le dije que la ayudaría a relajarse. —Alec se negaba a mirarme—. Habíamos estado de fiesta todo el fin de semana y Demetri ya estaba durmiendo. Ella estaba borracha. Limpie unas lágrimas de mis mejillas. Y seguí escuchando. —Terminamos todo en veinte minutos. Ninguno de nosotras estaba pensando. Si hubiera estado pensando claramente, no hubiera seguido. Pero, ¿alcohol? ¿Drogas? Te estropean. Sabía lo que estaba haciendo, simplemente no me importaba. Sabía que estaba mal, pero me sentía bien, tan bien que me negué a aceptar que habría consecuencias —maldijo y sacudió su cabeza—. Demetri nos encontró juntos en la cama.

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Mi corazón estaba en mi garganta. —Nunca antes vi esa mirada en su rostro. Tuvieron una gran pelea, rompieron, y no oímos nada de ella hasta que descubrimos que estaba embarazada. También descubrimos que era una adicta, lo que yo hice más fácil, considerando que le pagué para que mantuviera su boca cerrada. La enviamos a rehabilitación. Nuestro pequeño niño, el que nunca conocí, fue con su abuela. Lo siguiente que oímos de ella, era que había salido y que estaba muy feliz. Me volví a disculpar y le dije cuanto lo sentía. Ella y Demetri hablaron por teléfono y se pelearon. Ella, um… fue a buscar a Gabe y chocaron de forma frontal. Ella iba del otro lado de la autopista. Cerré mis ojos y hablé, mi voz ronca por tratar de mantener mis emociones. —¿Por eso cancelaron la gira este año? ¿El tiempo que se están tomando? —Por orientación de pérdida y adicción. —¿Adicción? —No yo, Nat. —Alec mordió su labio—. No toco eso. No toco nada. Arruinó una parte de mí que creo que nunca recuperaré. ¿La adicción? Era de mi hermano. También mi culpa. —Él toma sus propias decisiones. No es tu culpa. —No tenía idea por qué lo estaba defendiendo. Él rió amargamente. —Sí, creo que sí, Nat. Fui yo. Yo era. Yo el que festejaba, el salvaje. Nunca me metí en problemas, nunca tuve consecuencias. De alguna manera, tuve suerte y por alguna razón nunca me sentí

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adicto. Sólo me gustaba la sensación que me daban las drogas. Ese no fue el caso con Demetri. —¿Ahora está en las drogas? —No lo sé. —Alec se encogió de hombros—. Está bebiendo mucho otra vez, eso sí está claro. Nat… —Se giró hacia mí—. No tienes que quedarte. Puedes irte. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Mato todo lo que toco. Es como si fuera venenoso. —¡No! —Traté de tocarlo, pero se alejó. Volví a estirar mi mano y lo atraje a mis brazos, la consola hacía que no pudiéramos estar cerca, pero necesitaba asegurárselo. Necesitaba que él supiera que estaba ahí para él. —Alec, mírame. —Su mirada se dirigió a mis ojos—. Lo que hiciste fue un lío. No voy a negarlo. Ni voy a decir que no estoy tentada de saltar de este auto y huir de ti, pero te amo. Amo quien eres ahora. El hombre que eres ahora. Si esas cosas no hubieran sucedido, ¿quién sabe dónde estarías hoy? Alec tembló en mis brazos, su cuerpo tenso. —Nat, tienes que saber. Ya no soy ese chico. Ni siquiera sé quién era ese tipo, yo sólo… Mi beso fue contundente y suplicante. Envolví mis manos alrededor de sus hombros, acercándolo más a mí. Su lengua lamió mi labio inferior, luego se hundió en mi boca, instantáneamente volviéndome loca. Nunca me habían besado tan desesperadamente. Mi cuerpo ardía por él. Necesitaba estar más cerca. Parte de mí, creía que si le demostraba, antes de usar palabras, cómo me sentía, él comenzaría a entender la profundidad de mis sentimientos.

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—Nat… —Alec gimió contra mi boca, sus manos tomando mis hombros mientras me alejaba suavemente—. Te amo mucho, lo sabes, ¿verdad? Nunca haría nada para herirte. —Lo sé. Comenzó a llover, sonando como un fuerte aplauso. Sonreí, y tomé mi mochila. —¿Carrera hasta casa? La mandíbula de Alec pareció relajarse con alivio, su sonrisa me calentó. —Sí, Nat. Carrera hasta la casa. Le gané, principalmente porque hice trampa. Porque estaba más cerca de la puerta, y probablemente porque le tiré mi mochila para llegar antes. Alec rió. Estaba empapado de pies a cabeza. Su camisa gris estaba pegada a su cuerpo. De repente fue extremadamente difícil respirar mientras veía su pecho elevarse y descender. Mis ojos se cerraron cuando estiró su mano y acarició mi rostro. —Eres hermosa, Nat. No comparada con él. Era un dios entre los adolescentes, y era todo mío. Me puse de puntas de pie, esperando. Él rió y me levantó del piso para besarme. Quería tantas cosas. Suspirar, reír, decirle que nunca me dejara. Pero nuestro momento fue interrumpido cuando la puerta se abrió.

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—Consíganse un cuarto o algo así —gruño Demetri, pasándonos, ni siquiera estaba caminando en línea recta. Alec maldijo. —¿Dónde diablos crees que vas? —¡Me voy! —Demetri fue tropezando hasta su auto y abrió la puerta. El viento se levantó, chocando contra mi rostro. Mis dientes comenzaron a castañear. —¡De ninguna manera! —Alec corrió hacia el auto y trató de abrir la puerta, pero Demetri las trabó y arrancó el auto—. ¡Demetri! ¡No lo hagas! —gritó Alec, hasta que su voz fue ronca. El Mercedes despegó de la calzada y se fue, casi golpeando unos pocos buzones en el camino. —¡Maldita sea! —Alec pateó al suelo y corrió al lado de su auto y rápidamente intervino: —Entra, Nat. Hice lo que me dijo, todavía aturdida que Demetri fuera tan estúpido para ponerse detrás de unas ruedas cuando estaba perdido. Seguimos en un tenso silencio, mirando hacia la calle por cualquier signo de Demetri. Yo no quería tomar su teléfono. Lo último que necesitaba, era que él respondiera al conducir y chocara con algo. Oí las sirenas primero. Alec estaba todavía ocupado maldiciéndose y culpándose por cada pequeña cosa en el planeta. Rogué que estuviera equivocada.

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Pero esa misma sensación que me rebasó en el primer día de clases, la que me hizo preguntarme si la vida alguna vez iba a ser la misma, se apoderó de mí. El cabello se levantó en la parte posterior de los brazos. Cerré los ojos y recé, recé para que me equivocara. Oré para que Demetri estuviera bien. Dimos vuelta de la esquina. Y vi su auto. Él había tomado la curva demasiado rápido y se fue directamente a un edificio abandonado. Sólo podía ver las luces traseras del auto aplastado. A los pocos minutos, oímos sirenas. Ahogué un sollozo. —Alec, ¡detente! —¡No puedo, Nat! Tengo que encontrar a Demetri, tengo que… — Las palabras murieron en sus labios cuando miró el accidente delante de nosotros. —No. —Él sacudía su cabeza mientras se detenía en el lugar al cruzar la calle—. No. —Cerró de golpe la puerta del auto y salió corriendo. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Salí corriendo del auto y tomé el teléfono. Alec le gritaba a los policías, los paramédicos, todos. —¿Mamá? —grité cuando contestó—. ¡Mamá! ¡Es Demetri! ¡Ha estado en un accidente! Estoy aquí. Estoy segura que sí. Mamá, la ambulancia está aquí. Oh, mamá, no sé qué hacer —sollocé en el teléfono—. Mamá, ¡te necesito ahora mismo! El teléfono se cortó. En cuestión de minutos, mi mamá tenía sus brazos alrededor de mí, tirándome en un abrazo apretado.

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Los paramédicos salieron del edificio con Demetri acostado en una camilla. La sangre estaba por todas partes. Alec estaba gritando. Yo quería caer al suelo, pero sabía que Alec me necesitaba. Tenía que ser fuerte. Mi mamá me acercó a él, sin pensarlo, ambos nos estacionamos en un fuerte abrazo. Y lloramos. Los tres. —¿Eres su hermano? —preguntó un hombre. —Sí —respondí por Alec. Parecía estar todavía en estado de shock. —Si vas a viajar con nosotros, tenemos que ir ahora. —Él saltó en la ambulancia. Alec me miró. —¡Ve! —Lo empujé hacia la puerta—. Vamos a seguirlos. Él asintió, parecía casi aliviado de que yo hubiera tomado la decisión por él. Alec saltó en la ambulancia. Alcancé su mano y tomé sus llaves y corrí de vuelta a su SUV. Mi mamá, sin decir palabra, se metió en su auto. Las dos seguimos la ambulancia los pocos kilómetros al hospital. Estaba demasiado entumecida para saber siquiera lo que estaba haciendo. Mecánicamente, estacioné lo más cerca posible, entonces salté y corrí tan rápido como pude hacia la sala de emergencias. Mi mamá estaba cerca, pero charlaba en su teléfono. En el momento en que se abrieron las puertas, me di cuenta por qué.

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Papá estaba de pie con su celular en la mano. Estaba en ropa normal de nuevo, lo que significaba que estaba en su camino a casa. —Papá, tienes que… —Me caí en sus brazos. —Nat. —Me abrazó firmemente—. Él va a estar bien. Voy a entrar ahora mismo. —No dejes que se muera, sólo no lo dejes... —Me caí al suelo. Mi madre estaba detrás de mí, tratando de tirar de mí en sus brazos. Lo último que vi cuando fijé la mirada, fue la forma de mi padre desaparecer, mientras corría a la sala de emergencia. —¿Nat? —La agrietada voz de Alec detrás de mí. Mi mamá me ayudó a levantarme. Pero estuve sólo por un segundo antes de que Alec me tomara en sus brazos. Su cuerpo tenso por el cansancio y la preocupación. Froté su espalda. Yo sabía que tenía que ser fuerte. Por mucho que me estaba culpando por las acciones de Demetri, sabía que Alec estaba tomando más fuerza. Siempre lo hacía. Era como si él viviera con culpa por cada mala elección que Demetri hizo. Se sentía como una de las horribles pesadillas que había estado teniendo. Sólo que no era la que golpeaba con el auto, ni era yo la del accidente. Agotada, me caí contra Alec. Sus manos fuertes vinieron alrededor de mi estómago, tirando de mí en un abrazo hacia atrás. Mis ojos se clavaron en mi mamá que hablaba con una de las enfermeras de traje. Sentí un suspiro Alec detrás de mí. —Deberíamos ir a sentarnos.

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Mi garganta se sentía toda cerrada. No estaba segura de que podía confiar en mí para hablar sin descomponerme. Nos sentamos en silencio durante más de una hora y todavía no habíamos oído nada. Mi agarre en la mano de Alec no había disminuido nada. Ni siquiera estaba segura de que él sabía que todavía estaba sentada junto a él. Sus ojos estaban fijos en las puertas dobles que conducían a la sala de emergencias. —Él va a estar bien —dije finalmente, mi mano apretaba con más fuerza que antes. Alec no dijo nada. Ni siquiera parpadeó. Solté su mano y empecé a frotar la parte posterior de su cuello, desesperada porque hiciera cualquier tipo de ruido, o por lo menos reconocería que yo estaba allí. No quería que se sintiera solo. —Alec. —Traté de nuevo—. ¿Hay alguien a quien tengo que llamar? Poco a poco, Alec sacudió la cabeza. —No lo sé, no se me ocurre en este momento... —¿Tu manager? ¿Agente? ¿Alguien para manejar los medios de comunicación? —Mierda. —Alec finalmente rompió su mirada de la puerta doble y me miró—. Nat, no creo que pueda hacerlo, no puedo… —Su voz se quebró. —Dame el teléfono. —Le tendí la mano. Alec metió la mano en el bolsillo y me dio su iPhone plateado elegante y escribí la contraseña antes de que él me la diera.

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Me desplacé a través de la libreta de direcciones. Alec seguía estando tenso a mi lado, pero me miró y luego señaló el número de su agente. Asentí y marqué. El explicar el accidente fue estremecedor. No quería hablar de ello, pero estaba haciendo esto tanto por Alec como por Demetri. Repetí la historia más de doce veces a su manager, asistentes, agentes. Más de una hora después, estaba finalmente colgando y el teléfono de Alec estaba parpadeando que sólo le quedaba el 20% de la potencia de la batería. Mi cabeza golpeó con el inicio de un dolor de cabeza, mientras empujaba el teléfono de regreso a su mano. —Gracias —murmuró. Lo abracé con fuerza y apoyé la cabeza sobre su hombro. —¿Se sabe algo? Él negó con la cabeza. —Nada. —¿Hay algo más que pueda hacer? —le pregunté en voz baja. Alec se relajó un poco y me dirigió una pequeña sonrisa. —Honestamente, Nat. Has pasado por encima y más allá de lo debido. Siéntate a mi lado. Eso ayuda. —Te amo. Se quedó en silencio.

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El pavor llenó mi vientre mientras esperaba su respuesta. ¿Esto cambiaría las cosas entre nosotros? ¿Me culpaba por el descontrol de Demetri? —También te amo, Nat. —Su voz era ronca. Las lágrimas se agruparon en mis ojos, y luego las puertas dobles se abrieron. Mi padre se dirigió hacia nosotros, sus ojos estaban cansados. Pude ver la tensión en su rostro. Parecía que el tiempo se detuvo. Cada paso que daba hacia nosotros, se sentía como una eternidad. Me di cuenta que si sólo me concentraba en el piso donde él pisaba, escuchaba la cadencia constante de sus zapatos contra el azulejo, no me desmayaría. Podría incluso respirar. —Alec. —Mi papá. El mismo padre que no me había abrazado ni una vez en toda mi vida, tiró a mi novio en el abrazo más apretado que he visto, y luego abrió sus brazos a mí. Nos quedamos así durante unos minutos. Papá dio un paso atrás. —Él va a estar bien. Lo perdí. Las lágrimas corrían por mi cara, mi cuerpo sacudido por los sollozos. Alec, sin decir palabra, me llevó a su lado. —¿Podemos verlo? —Todavía no. —Mi padre miró a Alec y a mí—. Hemos tenido que inducir un coma para poder sanarlo. Lo vamos a sacar de él cuando creamos que está fuera de peligro. Tiene cuatro costillas rotas y un bazo magullado. Su muñeca izquierda está completamente destrozada y estaba un pulmón perforado. Tiene una conmoción

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cerebral leve, y su rostro está severamente golpeado. Su pómulo derecho está fracturado, pero aparte de eso lo está haciendo muy bien. Sí, aparte de todo su cuerpo está roto. Podía sentir a Alec tenso a mi lado. Yo sabía lo que estaba pensando. Su hermano estaba bien, pero podía haber muerto. También es zurdo, lo que significa que no sería capaz de tocar la guitarra por un buen rato. Conocía lo suficiente a Demetri para saber que la música era su única salida. Me estremecí al pensar a lo que iba a acudir en caso de que no tuviera su música. —¿Señor? —La voz de Alec se resquebrajó—. Gracias. No sé qué decir. Aparte de que le debo todo. Mi padre sonrió y palmeó genuinamente a Alec en la espalda. —Ha sido un placer. Ahora, si me disculpan, voy a ir a ver a nuestro paciente. La culpa apuñaló mi pecho. Siempre había pensado que no le importaba a mis padres. ¿Era posible que realmente lo hicieran? Para mi papá hacer lo que hizo, que me abrazara, y luego ser tan genuino con Alec. Confundida, me mantuve con la boca cerrada y permití que mi cerebro reprodujera imágenes de mi pasado. —Nat —susurró Alec a mi lado. Mi cabeza se levantó—. Gracias por cuidar de las cosas, por las llamadas y… —Sacudió la cabeza y se lamió los labios y luego volvió a mirar al suelo—. Honestamente, no sé qué haría sin ti. Lo abracé fuerte. —Lo siento, Alec. Si yo hubiera sabido, tal vez…

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—No. —Alec echó hacia atrás y miró—. ¡Ni se te ocurra pensar en echarte la culpa por esto! Todos pasamos por mierdas, Nat. Así es la vida. Es la forma de reaccionar ante eso lo que define a la madurez de la persona. —Sabias palabras para tener diecinueve años. Me pregunto si escuchas a tu propio consejo. Alec maldijo. —Mi situación es diferente, créeme. Lo que hice, fue imperdonable. Tengo la suerte de que mi hermano todavía me habla. —No es diferente. —¡El infierno que no lo es! —gritó él, con los ojos muy abiertos, su boca tensa. —Bien —espeté—. ¿Cómo es diferente? ¿Qué es lo que has hecho diferente? —¡Yo causé esto! —Alec se desatornilló de su asiento y comenzó a caminar delante de mí—. ¿Sabes el tipo de persona que era Demetri antes de todo esto? ¡Un virgen inocente que ni siquiera tocaba el alcohol si alguien le pagaba! Yo lo protegía de todo y… Alec dejó de hablar. —Le protegiste tanto, que nunca aprendió a lidiar con las cosas por su cuenta —le dije. Sabía que Alec se molestaría por entrometerme, pero era la verdad—. Alec… —Me levanté y caminé hacia él—. Tú eras el hermano mayor. Sí, era tu trabajo protegerlo. Pero... —Me encogí de hombros—. A veces tienes que dejar que la gente reciba el golpe. ¿Cómo crees que un quarterback aprende a lidiar con el miedo de ser golpeado?

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Alec soltó un bufido y miró hacia otro lado. —Él consigue vencer la mierda en la práctica. —Así es. —Alcancé y aparté el cabello de su frente—. Alec, trataste de proteger a Demetri de todo, y en el minuto que las cosas giraron a lo peor, ¿cómo pudo hacer frente a ellas? —Él no lo hizo. Yo no paraba de hablar. —Así que, te esforzaste más, cambiaste su vida entera, mimándolo aún más, lo sacaste de su antiguo estilo de vida, lo pusiste en terapia, trataste de arreglarlo y entonces ocurrió algo más, y, ¿cuál fue su reacción? Alec suspiró. —Lo mismo que antes, sólo que esta vez estuvo a punto de suicidarse. —Bien entonces. —Puse mis manos alrededor de su cabeza, tirando de ella hacia abajo cerca de la mía—. Sé que no soy perfecta y los dos sabemos que no lo eres. Eso consiguió una risa de él. —Pero, Demetri necesita crecer. Tiene que aprender, y espero que esto sea el comienzo de eso. —Decidí no agregar la parte que Demetri era muy probable que enfrentara cargos criminales y probablemente tendría que pasar tiempo en los tribunales por esta aventura, ni que el pensamiento de que él puede no despertarse del todo. Me dolió mucho pensarlo Alec suspiró.

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—Tienes razón. —¿Tengo qué? Evidente, Alec me rechazó con una sonrisa. —No presiones, Nat. —¿Alec? —Una pequeña enfermera se acercó—. Puedes ver a tu hermano. Está en la UCI, pero está estable. Estoy segura que el doctor te ha informado de que está en un coma inducido médicamente, pero todavía puedes hablar con él. Alec apretó mi mano. —Lo siento. —La enfermera miró entre nosotros—. La familia solamente. —Ella es familia. La enfermera no parecía convencida. Alec se aclaró la garganta. —Es mi prometida. Si hubiera estado un poco más alerta, hubiera revelado su pequeña mentira blanca con un resoplido, pero estaba demasiado cansada como para reaccionar. En lugar de eso, sonreí y apoyé la cabeza en su hombro. La enfermera asintió. —De acuerdo, por aquí.

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24 Traducido por Nanami27

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Corregido por LadyPandora

uché por contener las lágrimas mientras entrábamos en la habitación de Demetri. Un tubo salía de su boca y su rostro estaba golpeado y vendado. Ahogué un sollozo cuando Alec se puso de rodillas junto a la cama de su hermano. No sabía qué decir. ¿Qué se dice? Todos nos estábamos lastimando, de diferentes maneras. Hice todo lo que sabía que podía hacer. Puse mi mano sobre el hombro de Alec y observé a un hombre, a un hombre muy fuerte, llorando silenciosamente mientras miraba a su única familia, en estado de coma, en una cama de hospital. Es culpa mía, eso era todo lo que se me pasaba por la cabeza. ¡Los pensamientos traicioneros me gritaban! ¿Por qué fui por Demetri cuando sabía que mi corazón pertenecía a Alec? ¿Por qué los arrastré a esto? Los amaba a ambos, de verdad que lo hacía. Nunca fui de esas personas que entendían a la gente cuando preguntaban si podías amar a dos personas al mismo tiempo. Pensaba que eran estúpidos y egoístas para incluso pensar en tal cosa. Pero mi corazón estaba roto por el chico que estaba en la cama frente a mí. Quería tomar su lugar. Quería quitar las vendas una por una y curar sus moretones con besos.

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Mis rodillas se sintieron débiles, así que caminé hasta la silla más cercana y me senté. Alec no se movió. Tomó la mano de su hermano. —Lo siento mucho —dijo con voz ronca. La enfermera regresó y nos dijo que ya era hora de irnos. Pensé que iban a hacer falta diez hombres para conseguir que Alec dejara a su hermano, pero él asintió y puso su brazo a mí alrededor mientras caminábamos hacia fuera. —Necesitas comer —dije, una vez que llegamos a recepción. Habían pasado horas desde que habíamos comido. —Nunca pensé que vería el día en que tú estarías forzándome a comer —bromeó Alec. La tensión se liberó en mis hombros. —Vamos a agarrar algunas cosas durante la noche y un poco de comida, y podemos regresar aquí. —¿Seguro que quieres pasar la noche en el hospital? Exhalé. —Soy familia, ¿recuerdas? —No lo olvidaría jamás. —Alec besó mi mejilla y salimos a la calle de la mano. *** Los siguientes tres días pasaron volando. Me negué a ir a la escuela a pesar de que Alec estaba irritado conmigo por quedarme en el hospital. No podía dejar a Demetri más de lo que él podía.

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Como había dicho, éramos familia. Sentía como que yo era la única familia que tenían. Era como si otra mitad de mí misma estuviera en esa cama de hospital. Cada noche entraba en la habitación de Demetri mientras Alec hacía llamadas telefónicas para actualizar a su agente, así como a su publicista. Probablemente estaba aburriendo al pobre chico hasta las lágrimas, pero seguí leyendo nuestro texto principal de la clase de literatura como si nada hubiera pasado. Estoy segura de que Demetri estaba gritando por dentro que me detuviera, lo que en realidad me animó cuando llegué al final de Hamlet. Los medios de comunicación tuvieron un día de maniobras con el accidente. Algunas emisoras informaron sobre algunas cosas realmente horribles, diciendo que Demetri tenía problema de drogas y que estaba hasta el tope cuando tuvo el accidente. Estaba tan enojada la mayoría del tiempo, que cuando salí del hospital y tuve una cámara metida en mi cara, todo lo que quería hacer era llorar y atacar. Afortunadamente, Bob y Lloyd eran salvavidas cuando se trataba de nuestra seguridad en el hospital. En varias ocasiones, les dije que no me molestaría en absoluto si de repente perdieran el control de sus armas de fuego. Ellos se echaron a reír. Alec estaba hablando en voz baja en el pasillo. Extendí la mano y acaricié la mano de Demetri. Sus médicos habían estado disminuyendo poco a poco las sustancias químicas en su cuerpo. Pensaban que él estaría completamente fuera de su estado inducido durante las siguientes veinticuatro horas. Los moretones todavía se veían oscuros e hinchados en su rostro, pero al menos sus labios habían perdido parte de la hinchazón.

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—Tu hermano le dijo a todos que yo era su prometida. —Acaricié su mano—. Era la única manera para que me dejaran verte. —Mi pecho se apretó, estaba demasiado triste para reír, pero quería hacerlo—. Confía en mí, podía haber derribado a esa pequeña enfermera. Todos sabemos lo fuerte que soy. —Me mordí el labio y miré a Demetri yaciendo completamente inmóvil, sin hacer ningún movimiento—. Alec también me dijo que solías mearte en la cama cuando eras pequeño y que tenías miedo de las aves hasta que llegaste a los doce. —Me reí de nuevo y apreté su mano—. Naturalmente, pensé que la mejor manera de sacarte de tu estado inducido por las drogas era amenazándote. Así que, alquilé la película Los pájaros, y si no sales de tu coma, simplemente voy a seguir reproduciéndola una y otra vez hasta que despiertes. —Cruel —dijo Alec detrás de mí. —Y para demostrar mi teoría, también grabé un par de cantos de pájaro en mi iPhone. ¿Sabías que había una aplicación para eso? Podía sentir la risa de Alec detrás de mí, mientras presionaba el botón de reproducir. Ambos nos reímos y entonces la mano de Demetri se movió. Pensé que lo había imaginado, pero la mano de Alec se congeló en mi hombro. —Reprodúcelo de nuevo. Presioné reproducir, esta vez se trataba de un cuervo y sí, era más que espeluznante. Mis ojos se fijaron en la mano de Demetri. Nada. Frustrada, presioné el botón de reproducir otra vez. Su mano se movió, sólo un poco. Levanté la mirada hacia su rostro.

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—¡Sus ojos están abiertos! ¡Trae a la enfermera! —grité. Alec ya estaba fuera de la puerta gritando por los pasillos. Los ojos de Demetri se abrieron como platos mientras miraba alrededor de la habitación, con los ojos llenos de lágrimas. —No, no, no pasa nada. —Agarré su mano y la apreté—. Estás bien, ¿de acuerdo? No entres en pánico. Necesito que no entres en pánico ahora mismo, ¿vale? —Sentí lágrimas cálidas deslizarse por mis mejillas. Demetri no asintió, pero su ritmo cardíaco volvió a la normalidad. No podía culparlo. Si estuviera atada a un equipo, también estaría volviéndome loca. Habían quitado el tubo de respiración esta mañana temprano, pero sabía por las historias de mi padre, que Demetri tendría un dolor severo en la garganta durante al menos una semana. —¿Hielo? —Alcancé una taza de hielo que había puesto allí con la esperanza de que despertara pronto. Asintió ligeramente. Me acerqué más y levanté la cuchara a sus labios agrietados con las manos temblorosas. Él abrió la boca ligeramente, esa misma boca que había pasado días y horas besando interminablemente. Contuve otro sollozo mientras él trataba de sonreír y asentir de nuevo. A él le gustaba. Quería más. Me reí y la levanté más hacia su boca. —Bueno, bueno, bueno, parece que mi hija está tratando bien a nuestros pacientes. —Mi padre había sido mi salvavidas esos últimos días, siempre respondiendo preguntas y diciéndome que todo iría bien. Me emocioné al pensar en ello.

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Caminó hacia los monitores, escribió algunas cosas en su carpeta y luego comenzó un lento examen de Demetri. —¿Cómo te sientes? Parpadea una vez si tienes dolor, dos si estás bien por ahora. Demetri parpadeó dos veces. Apreté su mano con aliento. —Has tenido un accidente —comenzó papá. Demetri puso los ojos en blanco como diciendo "no me diga". Nos reímos nerviosamente. Alec puso su mano en mi hombro. Tenía una mano sosteniendo la de Demetri y la otra sosteniendo la de Alec. Yo era el vínculo entre ellos y, extrañamente, se sentía bien estar en la posición en la que me encontraba. —Deberías haber muerto —dijo papá. Genial. Hablando sobre el no buen comportamiento con los pacientes—. Voy a ser honesto contigo y no voy a suavizar nada, hijo. Vi una piscina de lágrimas en la esquina de los ojos de Demetri. No estaba segura de si era el temor llegando a él o el hecho de que papá lo llamara “hijo,” un término que él no había escuchado durante más de diez años. Quizás era un poco de ambos. —Hay un largo camino por delante —dijo papá—. He hecho un par de llamadas para que te inscribas en un centro de rehabilitación local. Mi esposa piensa que será una buena idea. Los ojos de Demetri seguían en una piscina de lágrimas, pero en ese momento parecía fuerte, no débil. Miró a papá como si fuera una especie de dios. —Eres mejor que esto, hijo. Está bien, ahora tenía un nudo en la garganta.

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Mi papá se sentó en la cama y suspiró. —Fuiste hecho para más que la música, más que para sólo vivir al borde, hijo. Necesito que creas eso. Necesito que trabajes conmigo, así podemos superar esto. Juntos. ¿Puedes hacerlo? Las lágrimas corrían por mi rostro mientras observaba a Demetri lentamente alcanzar la mano de papá y agarrarla entre las suyas. Me sequé las lágrimas antes de que papá se diera la vuelta, pero su sexto sentido lo atrapó de todos modos. Tiró de mí en un apretado abrazo de oso. —Él va a estar bien, nena. Voy a dejarlos por un minuto. Enviaré a las enfermeras para empezar a quitarle un poco de ese equipo al que está conectado. Asentí y me di la vuelta para mirar a Demetri. Su rostro estaba roto en una media sonrisa. —¿De qué te estás riendo? —Sonreí. Su cabeza se movió lentamente de lado a lado. Alec se rió detrás de mí y atrajo suavemente mi espalda contra él mientras envolvía sus brazos a mí alrededor. —Estoy pensando que es la primera vez que un adulto lo ha regañado en años. La sonrisa de Demetri se ensanchó. Todos nos reímos. Me acerqué a Demetri y lo besé en la frente. —Te quiero, Demetri. Siempre te querré. —Agarré su mano y la puse en mi corazón—. Estás justo aquí. Siempre.

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Sus ojos se anegaron nuevamente en lágrimas, y asintió. Salí de la habitación, dejando a los hermanos solos, uno con el otro. Era hora de que me fuera a casa y durmiera un poco. Encontré a papá en la enfermería. —¿Papá? —Me estaba convirtiendo en un caso perdido emocional. Él se dio la vuelta, con preocupación en los ojos—. Sólo necesito decirte… —Está bien, adolescente hormonal insertada aquí. Las lágrimas corrieron por mi rostro—. Gracias y lo siento. Te quiero mucho. Lo siento tanto. —Nena. —En cuestión de segundos, estaba en sus brazos. Él estaba acunando mi cabeza en sus manos y besando mi cabello—. Oh, nena. Yo soy el que lo siente. Tu madre me dijo que hablaron. No tenía ni idea, nena. Pensé que estabas pasando por una etapa. Pensé que querías estar sola. Pero saber esto… —Se apartó de mí y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Eres mi pequeña. Te quiero mucho. Haría cualquier cosa por ti. Eres mía. ¿Entiendes, Natalee? Eres de mi sangre y carne y no hay nada en esta tierra que sea más importante para mí. Casi esperé que la gente a nuestro alrededor comenzara a aplaudir. Su discurso fue hermoso, pero tan hermoso como me sentí en ese momento. Por primera vez en mi vida, me sentí realmente hermosa y era todo por mi padre, mi sangre y carne me reclamaba como suya. Sabía a quién pertenecía y su nombre era Paul Murray, mi padre. No creo que alguna vez hubiera llorado tanto en mi vida. Lloré todo el camino a casa. Lloré mientras subía por las escaleras y cuando mamá irrumpió en mi habitación, lloré de nuevo.

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Ella me abrazó, como todas las buenas madres deberían hacer cuando sus hijas están teniendo una crisis emocional. Prometió que lo intentaríamos más como una familia, que trabajaríamos más duro. Incluso me pidió perdón. Y todo porque me enamoré de dos chicos. Me reí a través de la última de las lágrimas y me puse mi sudadera. Estaba agotada. El día siguiente era sábado. Si todo salía bien, quería estar descansando lo suficiente para visitar a Demetri sin sollozar a moco tendido o lucir como si un tren me hubiera arrollado.

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25 Traducido por Nanami27 Corregido por LadyPandora

M

e puse una sudadera el siguiente domingo por la noche y corrí por el césped a la casa de los chicos. Toqué la puerta y esperé.

En cuestión de segundos, Alec apareció. La voz de Demetri estaba gritando en el fondo: —¿Desde cuándo llama? Alec puso los ojos en blanco y tiró de mí para darme un beso de infarto. Separé mis labios. Las cosas se estaban poniendo interesantes, cuando escuchamos a Demetri dando arcadas desde la sala de estar. Alec le guiñó un ojo y dio un paso atrás. Me reí y lo seguí a la casa. Demetri sólo había estado en casa durante unas horas. Se veía como si un tornado hubiese pasado por la sala. Ropas y medicinas estaban por todas partes. —¿Mudándose? —pregunté mientras señalaba las maletas en la esquina. La sala quedó en silencio. Miré a ambos chicos y esperé a que dijeran algo.

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—¡Olvidé tomar mi medicina! —espetó Demetri y salió cojeando de la sala de estar con muletas. Miré su manera de escapar y enseguida volví mi atención hacia Alec. Él suspiró y se sentó en el sofá. —Tenemos que hablar. —No me gusta esa frase. —Bien. —Se rió Alec—. Necesito preguntarte algo. Tensa, me encontré tensa. No podía sentarme. No si estaba rompiendo conmigo, no si estaba terminando la mejor cosa que me había pasado. Sabía que las cosas iban demasiado bien. Mis padres y yo estábamos finalmente hablando, Demetri no estaba muerto, gracias a Dios, ¡y Alec y yo estábamos en nuestro camino hacia la felicidad! Faltaban sólo unas semanas para navidad y estaba esperando que fuéramos capaces de pasar nuestras vacaciones completas juntos. No quería pasarla sola llorando con medio kilo de helado. —Nat, deja de preocuparte. —Alec tiró de mí hacia abajo sobre su regazo, pero evité que mi cuerpo tocara el suyo—. Te amo. —Besó mis labios y soltó una risita—. En serio, estás estresándome. Deja de volverte loca. Me las arreglé para una sonrisa tensa. —Entonces, ¿qué es? —Nos vamos de vacaciones. Eso no me lo esperaba. —¿Eh?

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—Me imaginé un montón de gritos, saltos y muchos besos. Eh, no estaba exactamente en mi lista de respuestas. —Alec sacudió mi nariz y me besó en la boca—. Nosotros, es decir, tú y yo, nos vamos de vacaciones antes de navidad. —Pero, tenemos como una semana y media de escuela y… —Me he ocupado de ello. —Y mis padres enloquecerán… —Ya hablé con ellos. —Alec parecía aburrido con mis excusas. Lo fulminé con la mirada. —¡No puedo creer que dejarás a Demetri solo! Alec echó la cabeza hacia atrás y se rió. —Está bien, primero que todo, tienes problemas de confianza. Segundo, Demetri ya es mayorcito. —¡Gracias, amigo! —gritó Demetri desde la cocina. Puse los ojos en blanco. —Y… —Las manos de Alec se movieron para acariciar mi trasero, tirando de mí con más fuerza hacia él—. He logrado convencer a tus padres de que te mereces un par de días lejos de toda esta locura. Además, tengo que ir a Los Ángeles a encargarme de algunas cosas. —Pero… —No tenía argumento. —Tus profesores son más que comprensivos. De hecho, estoy muy seguro de que podría importarles poco si una recta estudiante de sobresalientes se va de vacaciones antes. Demetri va a ir a la casa de tus padres. Bob se quedara con él, a pesar de que rogó por Lloyd.

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—Él rogaría por Lloyd, el menos aterrador. Idiota—. Y estaremos de regreso a tiempo para pasar la navidad juntos. Me mordí el labio y miré a Alec. —¿Como una familia? Asintió. —Tus abuelos, tus padres, Demetri y yo. Es decir, si nos dejas. Grité con emoción. —¿Cuándo nos vamos? —Esta noche. —Comprobó su reloj—. Tienes exactamente una hora para hacer las maletas. Trepé fuera de su regazo y casi caí al suelo. —Tranquila, Nat. Quiero que llegues allí en una pieza. Me despedí, mientras Demetri cojeaba de nuevo hacia la sala de estar. Alec me miró e hizo una excusa tonta sobre asegurarse que tuviera todo lo que necesitaba. —Así que… —Demetri se dejó caer en el sofá e hizo señas para que me uniera a él. —Así que... —repetí. —Mi hermano. —Tu hermano. —¿De verdad sólo vas a repetir todo lo que digo? —Casi moriste —susurré.

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Demetri suspiró y entonces puso su brazo alrededor de mí. —Creo que me gustaba más cuando estabas repitiendo lo que digo, Nat. —Liberé un tembloroso suspiro y miré su rostro. Él se lamió los labios—. Nat, estoy feliz por ustedes. No puedo decir que no apesta, pero lo sabía. Maldita sea, lo supe en el minuto que se miraron el uno al otro. ¿Qué puedo decir? Soy un egoísta bastardo. Sabía lo que estaba haciendo, Nat. Incluso si tú no conocías tus propias sentimientos. —¡Pero te quiero! Demetri se rió. —Aw, Nat. Lo sé, pero no es el mismo tipo de amor que sientes por Alec. Créeme, he sentido ese amor antes y no lo era. —¿Antes? Él asintió. Una sombra cayó sobre su rostro. —Una vez, y ella murió. Creo que de una manera me recordabas a ella. Estaba tratando de arreglar las cosas, pero no arreglándolas en serio, Nat. Apoyé mi cabeza contra su hombro. —Así que, ¿qué hacemos ahora? —¿Te refieres a hacer otra cosa que ruidos para que mi hermano piense que estoy haciéndolo contigo? Le pellizqué. —O esto. —Él hizo una mueca—. Nos quedamos como amigos y me mantienes lejos, lejos de las fiestas y de la estupidez inducida por el alcohol.

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—Siempre podemos ponerte uno de esos collares de perros y presionar el botón de choques eléctricos cuando actúes como un estúpido o tomes una mala elección. Demetri echó la cabeza hacia atrás y se rió. —Perversa, me gusta. —¿Quién es perversa? —gruñó Alec mientras se acercaba a la esquina. —Tu prometida. —No estamos… —Me sentí sonrojar—. No estamos comprometidos. Fue sólo fingido —les aseguré a los dos y a mí misma. Alec no dijo nada, pero Demetri sonrió como un tonto. —Sí, está bien, Nat. Sigue diciéndote eso, que no te casarás con este de aquí al minuto en que te lo pida. ¡Sentí mis mejillas calentarse aún más! Alejando la mirada, ofrecí una sonrisa nerviosa y sentí a mi corazón traicionero saltar ante el pensamiento. ¡Sólo tenía dieciocho años, por el amor de Dios! —¿Estamos bien? —Demetri agarró mi mano. La apreté. —Estamos bien. —Te quiero, Nat. Me incliné y besé su mejilla. —Yo también te quiero. Alec levantó una ceja.

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Puse los ojos en blanco. —¡Bien, ahora me voy a hacer las maletas! Alec me siguió afuera. En el momento en que la puerta se cerró, me empujó contra ella. —No puedo esperar a estar a solas contigo. Me reí mientras besaba mi cuello y me apretaba contra su cuerpo duro. —Finalmente, toda mía. —Todo tuya. —Busqué ávidamente su boca mientras me alzaba en sus brazos. Envolviendo mis piernas alrededor de su cuerpo, me colgué de su cuello y me dediqué a demostrarle exactamente cuánto de mí tenía.

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Epilogo Traducido por BUTY_MADDOX Corregido por Juli_Arg

—¡F

eliz Navidad! —grité, ¡sintiéndome de repente como la chica saltando fuera del gigante regalo! Sólo que estaba saltando de arriba a abajo y aplaudiendo. Después de mucho convencimiento, Demetri y Alec, ambos aceptaron disfrazarse de Papá Noel y repartir regalos a la familia. Decidimos visitar a mis pequeños primos. Eran de doce y catorce años. Ambas niñas. Y ambas ávidas fanáticas de AD2. —Jo, jo, jo —dijo Demetri muy poco convincente, mientras miraba en mi dirección y luego arrojó los regalos a las niñas—. Mi barriga retumba como un cuenco lleno de gelatina. Yo escribí el guión. Estoy bastante segura de cuanto me odia ahora mismo. —Me siento cálido y acogedor —añadió Alec, sacudiendo la cabeza—. ¿Pero sabes lo que va a hacer que me sienta mejor, Santa? Demetri sonrió, una vez un pervertido, siempre un pervertido. —¿Qué, Santa? —Una canción.

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Los adultos sabían lo que estaba pasando, al igual que yo. Todos aplaudieron alegremente mientras Demetri y Alec agarraron sus guitarras y se sentaron en el sofá. A medida que la música comenzó, mis primas estrecharon sus ojos. Y luego, ya que ambos chicos empezaron a cantar, me acerqué y le quité las barbas y sombreros. Nunca he oído a las chicas chillar tan fuerte en mi vida. "Nena, veo tu sonrisa, que ilumina el cielo, me eleva... El amor es tan profundo, y los sentimientos son tan fuertes. Necesito sentirte cerca para poder seguir adelante. " Entonces la voz de Alec canturreó: "Mi estrella de navidad, te seguiré muy lejos. Lejos. Estaré donde tú estés, sólo prométeme que te quedarás. Quédate. " Se armonizaron juntos, y tengo que admitir que estaba tan deslumbrada como mis primas. De hecho, estaba lista para sacar mi celular y balancearlo hacia adelante y atrás en el aire como una aficionada en los conciertos. Muchas cosas habían cambiado desde mi viaje con Alec. Nos unió más de lo que podíamos imaginar. Me mostró todos sus deportes favoritos, e incluso me llevó al estudio para que pudiera iniciar la grabación de su álbum acústico. Al que Demetri finalmente le dio la luz verde, teniendo en cuenta que iba a estar en rehabilitación. Demetri nos llamó cada día y cada día mis padres suplicaron a Alec adoptarlos a ambos, así los harían ser parte de la familia, lo que me pareció alarmante teniendo en cuenta que estaba saliendo con

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Alec. Los padres que parecían despreocupados, ahora tenían tres hijos. Y fue impresionante. Ni siquiera se alojaron en su propia casa durante la navidad. Mis padres hicieron hasta habitaciones para ellos, a pesar de que Alec estaba un poco irritado por que no podía dormir en mi cama. Pero mi padre le dio “la mirada”, por lo que retrocedió y prometió que iría a vigilarnos después. Si alguien me hubiera dicho que mi aburrida vida se convertiría en lo que estaba viendo en ese momento, dos estrellas de rock dando una serenata a mi familia en Navidad, me habría reído. Pero supongo que eso es lo que hace a la vida más especial. Lo inesperado. Lo que asusta como el infierno. Pero al final, merece la pena.

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L

PUll

a agotada estrella de rock, Demetri Daniels, está en el Infierno… también conocido como Seaside, Oregon. Luego de haber ido a rehabilitación después de que casi se mató el año pasado, su compañía discográfica sólo quiere que pase desapercibido, lejos del centro de atención. Furioso y más solo de lo que jamás ha estado, Demetri trata desesperadamente de reconstruir su reputación destrozada como un drogadicto y mujeriego, lo que resulta ser difícil cuando conoce a Alyssa. Alyssa es todo de lo que se debería alejar. Es hermosa, inteligente, pero sobre todo eso, está dañada. Y una cosa que Demetri ha aprendido, es que dos corazones rotos no hacen uno completo. Al final, tendrá que decidir si puede reconstruir su vida aprendiendo de sus errores pasados, o caerá en la oscuridad de sus decisiones. The Seaside #2

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Sobre la autora

R

achel Van Dyken es la autora de regencia del New York Times y el USA Today Bestselling y la autora de romances contemporáneos. Cuando no está escribiendo, la puedes encontrar bebiendo un café en Starbucks y pensando en su nuevo libro mientras mira The Bachelor. Su hogar está en Idaho con su marido y su Boxer que ronca, Sir Winston Churchill.

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01. Tear - Rachel Van Dyken

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