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Resumen Aiden St. Delphi hará lo que sea para salvar a Alex. Incluso si eso significa hacer la única cosa por la que jamás podría perdonarse. Incluso si eso significa hacer la guerra contra los dioses.
Créditos Traducción:
Eve
Revisión y diseño: LRJ
Visítanos en:
www.literaturaromanticajuvenil.blogspot.com 1
Tabla de Contenido Resumen ..................................................................................... 1 Créditos ...................................................................................... 1 Capítulo 1 ................................................................................... 2 Capítulo 2 ................................................................................. 19 Capítulo 3 ................................................................................. 28 Capítulo 4 ................................................................................. 44 Capítulo 5 ................................................................................. 57 Capítulo 6 ................................................................................. 68 Capítulo 7 ................................................................................. 80 Capítulo 8 ................................................................................. 94 Capítulo 9 ................................................................................ 107 Capítulo 10 ............................................................................... 120 La Saga Covenant ....................................................................... 126 Sobre la Autora .......................................................................... 127
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Capítulo 1 Alex apretó la barra de titanio perfeccionada por Hefestos1 y Apolo2, ámbar coloreaba sus ojos que miraban con odio. Pero, esos ojos... no eran de Alex. Los ojos de Alex eran cálidos y cafés como el buen whisky. Había memorizado sus ojos de la primera vez que la vi en ése almacén de Atlanta. Esta era una criatura completamente diferente.
Cuando la llevamos a la casa de seguridad en Apple River, Illinois, casi la perdimos.
Ninguno, incluyéndome, había estado listo para el despliegue
completo de su poder. Si Apolo no hubiera persuadido a Hefestos, el único dios que podía construir algo capaz de soportar al Apollyon y mantenerla dentro, no habríamos sido capaces de controlarla. "Si no me dejas salir de aquí, voy a arrancar las costillas de tu hermano y usarlas de corona."
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Hefestos: maestro herrero y artesano de los dioses; dios del fuego y la forja. Apolo: dios de la luz, el sol, el conocimiento, la música, la poesía, la profecía y el tiro con arco. También considerado el dios de la medicina y de las profecías. 2
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No mostré ninguna emoción. Tal vez me había acostumbrado a las intimidaciones en el último par de días. Amenazar con matar a Deacon era uno de sus favoritos. Se había aburrido de él muy pronto. No fue así al principio. Había estado... casi normal, excepto, por el color ámbar de sus ojos. Había hablado y sonado como Alex. Bromas como las de Alex, e incluso razonaba como Alex. Ella apretó la barra de titanio nuevamente. Cada barrote se había cerrado con una red de cadena de enlace inquebrantable, que Hefestos usó con Afrodita3 una vez. Ni siquiera el Apollyon podía romperlo. Por encima de ella, había grandes marcas talladas en el cemento, que neutralizaban gran parte de sus habilidades recién descubiertas… sin detenerlas totalmente, pero lo suficiente, para que ella no fuera un peligro para sí misma o para otros. Por ahora. Mi sangre hirvió al recordar lo que había pasado después de su Despertar. Había conectado con el Primero -Seth- y no había duda en la mente de nadie de que había anunciado a su ubicación. Entendí completamente que tenía que ser trasladada, y rápidamente, pero no estuve de acuerdo con la forma en que Apolo lo hizo. La golpeó con una ráfaga de dios.
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Afrodita: Diosa del amor, la belleza y el deseo.
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Y yo, ante eso, le di un puño. Aún estaba sorprendido de que siguiera vivo. "¿Sabes lo que sentirá cuando esté de pie allí y veas lo que yo haga?," Se burló. "Al igual que sólo te quedaste ahí parado y viste a tus padres ser sacrificados por los daimons, pero esto va a ser mucho, mucho más dulce." Me crucé de brazos. Exhaló lentamente, bajó la cabeza y parpadeó para contener las lágrimas. "Por favor. Aiden, por favor déjame salir de aquí". Cerré mis ojos. Un músculo palpitó en mi mandíbula. Ésta... esta táctica era la más difícil. "¿Por qué me tratas así?... No me siento bien. Me duele. ¿Por qué dejaste que me hicieran esto?" Mis ojos se abrieron, todos mis músculos se tensionaron. Lágrimas se derramaban por sus mejillas, y por un momento, sólo un momento, olvidé que en realidad esa no era Alex rogando y suplicando. "Pensé que me amabas." Me moví tan rápido que se sobresaltó. Mis manos se dispararon a través de los barrotes, juntándose a los lados de su rostro. Mi frente presionada contra los fríos barrotes y mis labios en los de ella. El beso fue duro y rápido. Enojado.
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Desesperado. Ella se quedó inmóvil, sin saber cómo responder. En las últimas cuarenta y ocho horas, esta había sido la única forma de hacerla callar. Me aparté, soltándola. "Porque te amo, no te voy a liberar". Frustración irradió de ella y amenazó con romper la piel de mis huesos. La mirada llorosa se había ido en un instante. Alex gritó y se arrojó a la parte posterior de la celda. A tres metros de distancia de los barrotes, se apoyó contra la pared, con la espalda inclinada. "No me puedes tener aquí dentro para siempre." "Puedo intentarlo." "Vendrá por mí." "Nunca te encontrará", le dije, sentándome en la silla metálica que estaba junto a la celda. Me había asegurado de que tenía todo lo que necesario allí: un pequeño cuarto de baño, una cama que había destruido y de la que sólo quedaba el colchón, además de ropa. Alex se echó a reír, empujando la pared. "No puedes derrotarlo." Mi mirada se posó en el plato intacto de comida en la puerta de la celda. "Come, Alex. Tienes que comer". "Nunca podrás ser él."
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Me froté el crecimiento de vello en mi mandíbula, mientras ella se acercaba lentamente al plato de comida. No había comido en los cuatro días desde que había Despertado. No tenía idea de cómo seguía caminando por ahí. Cogió el plato de comida, y retrocedió. "¿Vas a comer esta vez?", Le pregunté con cansancio. Alex sonrió y luego arrojó el plato directo hacia mí. El plástico se estrelló contra el titanio antes de caer ruidosamente al suelo. Los trozos de comida, tal vez patatas y algún tipo de carne, pasaron a través de los barrotes, salpicando mi pecho y mejilla. Habíamos dejado de darle comida en platos de cerámica luego de que tratara de convertir los fragmentos rotos en armas. Con la paciencia que ya se me acababa, poco a poco me saqué los pedazos de comida de encima. "¿Eso te hizo sentir mejor, Alex?" Ella hizo un mohín. "En realidad, no." Empezó a caminar, sus movimientos fluidos y fascinantes a pesar de que me había arrojado su cena, otra vez. "No puedo aceptar esto por más tiempo. Déjame salir o ayúdame o... te destruiré." Negué con la cabeza. "Alex, tienes que estar ahí. Te conozco. Mi corazón no estaría latiendo si realmente te hubieras ido."
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Se dejó caer sobre el colchón, y gruñó. "Dioses, ¿no es eso tierno?... Mi corazón está agitado." "Ahí está". Me levanté y agarré los barrotes, reflejando sus acciones anteriores. "Me preguntaba cuánto tiempo llevaría sacarte de ahí. ¿Mi amor por ella te molesta, Seth?" Ella rodó sobre su costado, con las cejas levantadas y el rostro pálido. "Seth no está aquí, estúpido pura sangre.” "Te duele cuando está conectado a ti, ¿verdad?" "¡Él no está aquí!" Gritó, con voz agrietada. Sabía que estaba mintiendo. "Él está allí." Me apoyé en los barrotes. "Lo puedo ver en tus ojos." Alex se curvó, metiendo las rodillas en su pecho. Un escalofrío le atravesó el cuerpo. Sabía lo que estaba haciendo, retrocediendo dentro de sí misma, llegando a Seth, contactándolo. "Alex", dije. Sus manos cerraron en puños cuando levantó la cabeza. "Vete". Mis ojos encontraron los suyos. "Jamás".
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"Te odio", dijo entre dientes, y sonaba a que lo decía en serio. "¡Te odio!" "Eso no es verdad. Alex me ama". Ella puso los ojos en blanco. "Soy Alex, idiota. Y yo no te amo. Necesito…" "Necesitas a Seth". El fuego me invadió cuando agarré los barrotes hasta que mis nudillos dolieron. En el fondo, sabía que no era sólo Seth el que la obligaba a comportarse de esta manera. Sí, algo de lo que dijo era Seth hasta la médula, pero era la necesidad guiándola. La necesidad de estar cerca del Primero era una cosa tangible: potente y real. Podía saborearlo. Recordé lo que el oráculo le había dicho durante el verano. Una parte de mí no había comprendido entonces, pero lo hacía ahora. La necesidad la estaba destruyendo, destruyéndome. "La necesidad no es amor, Alex." Antes de que Alex pudiera responder, la puerta se abrió. "¡Oh!". Ella estiró sus piernas y llevó las manos hacia arriba. "¿Más visitantes para mí? Qué afortunada soy. Estoy cansada de ver su rostro." Marcus, el tío puro de Alex, me miró. "Veo que está de buen humor". Solté un bufido.
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Ella se puso en pie, tambaleándose de una manera poco natural hacia la derecha. El colchón, el último elemento que quedaba en la habitación, flotó a varios metros del suelo. Habíamos sacado todo lo demás de la habitación. El uso de su poder elemental ahora era fácil para ella. Parecía que sólo quería que pasara y funcionaba. Y dioses, amaba hacerlo. Marcus y yo nos miramos, morbosamente fascinados con el espectáculo. Era más fuerte que ayer, lo que significaba que la magia protectora se estaba disipando. Hefestos tendría que hacer otra visita y pronto. "¿Y dónde estamos?" Empujó esas palabras, alimentándolas con energía. Di un paso atrás mientras sus palabras ondulaban a través de mí, respirando dentro de mí. Obligándome a romper el contacto visual con Alex, me volví hacia Marcus. Sus ojos estaban vidriosos y vacíos. Estaba a unos segundos de dar nuestra ubicación. Puse mi mano sobre el hombro de Marcus. Él parpadeó, y luego murmuró. "¿Soy yo o es que cada vez es mejor en eso?". Alex se rió, y sonó raro, me recordaba a ese pequeño chico espeluznante en Pet Sematary4. El que corría por ahí matando a la gente con un bisturí. "Yo creo que sí. Pensarías que se iba a hacer más débil, ya que no ha comido ni una maldita cosa". La vi retroceder el colchón. Se detuvo y nos miró por encima del hombro. Sus ojos se estrecharon, y no podía esperar para saber lo que planeaba ahora. "De todos modos, hay que asegurarse de que nadie viene hacia acá". 4
Pet Sematary: película dirigida por Mary Lambert en 1989. Adapta la novela de Stephen King Cementerio de animales.
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Marcus asintió. La casa era otra propiedad del padre de Solos, pero aquí había más tráfico de Centinelas. Algunos se detenían durante el viaje a realizar tareas nuevas, aunque sólo teníamos que mantener la puerta del sótano cerrada cuando los extranjeros se encontraban en la casa, lo que era a menudo. El lugar estaba animado con los acontecimientos más recientes. Muchos se estaban moviendo desde el oeste, en dirección ya sea hacia lo que quedaba de la isla Deity o al Covenant de Nueva York. "¿Marcus?" Alex nos miró. "¿Si, Alexandria?" Un lado de sus labios se levantó mientras su mirada se deslizó a la mía. "¿Te molesta que Aiden y yo hemos estado...? Mmm… ¿Cómo decirlo? ¿Qué me ha visto desnuda? ¿Varias veces?" Oh. Queridos. Dioses. Aquí vamos de nuevo. Sacudiendo la cabeza, me puse la mano sobre los ojos. "Alex..." Marcus se puso rígido. "He tenido tiempo para acostumbrarme. No puedo decir que me sorprende, sin embargo." Me miró, con el ceño fruncido. "Si hay una regla la romperás, Alex. Pero no esperaba que Aiden fuera tan..." "¿Irresponsable?". Ella suministró amablemente la palabra, y puse los ojos en blanco. "¿Y cómo este bastardo se aprovechó de tu pobre sobrina que ha pasado por muchas cosas? Se aprovechó de mí. Uso una compulsión en mí. Me forzó."
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Mi mano cayó a un lado. Estaba horrorizado, y me dejó tambaleándome. Ella no acababa de… sí, lo había hecho. "Es un cretino," Marcus respondió tranquilamente, "pero dudo que se aprovechara de ti o usara una compulsión". "Gracias", murmuré. Alex se encogió de hombros mientras se acercaba a nosotros. "Rompió las reglas. ¿No deberías estar más molesto por eso?" "Honestamente, después de todo lo que está pasando, admito que esa es la menor de mis preocupaciones". Marcus sonrió, y sus ojos brillaron acalorados, tomando un color rojizo. "Y de verdad, si fuéramos a hacer una lista de cuántas reglas se han roto, creo que podrías ganar el primer puesto." "Pero él sí uso una compulsión en un puro". "Y tú mataste a uno. Una cosa por otra, Alexandria". Aunque no era la primera vez que habíamos tenido esta conversación con Alex, nunca dejaba de sorprenderme cómo Marcus mantenía la calma. "Entonces debes castigarnos." Ella se apoyó en los barrotes, pero mantuvo las manos a los lados. "Reglas son reglas, tío. Llévanos al Concejo".
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"No vamos a dejarte salir", Marcus me interrumpió, "Cambia de tema, Alex". Ella hizo una mueca e hizo un silbido muy audible. "¿Qué tal si vienes aquí?" Apreté dientes. "Te gustaría eso, ¿no es cierto?" Sus manos flexionaron a los costados y retrocedió de los barrotes, manteniendo sus ojos fijos en mí. "A mí me encantaría". La puerta se abrió, derramando luz por las escaleras de hormigón. Marcus se volvió, pero mantuve mi mirada en Alex. Había un desafío en su mirada… un reto. Quería luchar, e incluso con sus poderes elementales retrasados, ella sería un infierno de oponente. Más hábil que la última vez que la había incitado a luchar contra mí. Pensando en eso, me acordé de cómo había terminado la pelea. Alex me había besado. Mi estómago se hizo un nudo, a pesar de que sabía que no iba a terminar de esa manera en esta ocasión. Si ella ponía sus manos sobre mí, trataría de matarme. Tuve que recordármelo a mí mismo. Cuando se conectaba a Seth, no era la misma chica a la que había admirado cuando la veía en el Covenant, o de la que me había enamorado. "¿Marcus? ¿Aiden?” Solos llamó desde la parte superior de las escaleras. "¿Eestán ahí abajo?” "No bajes," le recordé, mirando a una Alex súbitamente alerta. Los mestizos eran más susceptibles a las compulsiones, y se armaría un infierno.
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"No estaba planeando hacerlo”, respondió. "Se les necesita acá arriba. Apolo está de vuelta." Marcus me lanzó una mirada llena de significado, y luego miró a Alex antes de subir las escaleras. La llegada de Apolo, significaría con un poco de suerte que había encontrado algo para romper la conexión entre Alex y Seth. Alex se disparó hacia los barrotes, agarrándose a
ellos. "No te atrevas a
dejarme". Oí pisadas, Marcus se detuvo en la parte superior de las escaleras. "Pensé que estabas cansada de mi cara, Alex". Cerró sus ojos, apretó la frente contra los barrotes. "No me gusta estar aquí. No puedo soportarlo. El silencio... Odio el silencio". Y yo odiaba el filo de la navaja del verdadero dolor en su voz. "No respondiste a mi pregunta". La piel alrededor de sus ojos se arrugó, juntando sus cejas. "Está bien. Lárgate. No me interesa. Te odio de todos modos". Me acerqué a los barrotes, y deslicé mi mano por ellos. Mis dedos apartaron la maraña de pelo. Alex estaba tan quieta que no estaba seguro de que si estaba
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respirando mientras encontraba la cadena y la levantaba suavemente para que la rosa de cristal se acunara en mi palma. Ella respiró fuerte, pero no se alejó. "Si me odiaras, habrías destruido esto." "Dame tiempo y lo haré." Me reí y solté la rosa. Abrió los ojos, mirándome con recelo. "No. No lo harás. Siempre que te pones así, sé que todavía hay una parte de ti ahí dentro. Que aún hay esperanza". Alex cogió el collar, agarrándolo en un puño mientras retrocedía. En vez de arrancarlo de su cuello, se aferró a él y se retiró a su colchón. Se sentó y se apoyó contra la pared pegando sus rodillas al pecho. La esperanza creció como una planta frágil, y la vigilé cuidadosamente. Me alejé de los barrotes. "Te voy traeré algo de comer y beber más tarde." No hubo respuesta, y supe que no iba a conseguir una. Me giré apresurándome en subir las escaleras. Marcus y Solos esperaban en el estrecho pasillo. "¿Todavía no ha comido?", preguntó Solos, pasando la mano por la cicatriz que le cortaba la cara desde el ojo hasta la mandíbula. Al pasar delante de ellos, negué con la cabeza. Que no comiera no era una gran preocupación. Apollyon o no, no podía durar mucho más tiempo así sin tener consecuencias duraderas. Solos se paró frente a mí.
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"Siempre podríamos sujetarla y obligar a ése trasero temperamental a comer", dijo Solos. "Te le acercas a un pie de distancia, y te colgaré de las bolas en el sótano". Marcus le dio una mirada oscura al Centinela mestizo. "Ni siquiera lo pienses". "Por no hablar de que estoy seguro de que ella vomitaría la comida de nuevo." Pasé mis dedos por mi cabello mientras me dirigía hacia la guarida. Había una agitación poco natural en el aire, una fisura de poder. El poder de un dios. "¡Atención chicos!, Apolo no está de buen estado de ánimo,” anunció Solos, y mi estómago se hundió.
"No creo que haya tenido éxito en encontrar una
manera de romper el lazo. Odio tener que decirlo". Me volví tan rápido que el mestizo dio un inestable paso atrás. "Entonces no lo digas." "Aiden", advirtió Marcus. Solos alzó sus manos. "Mira, todo lo que estoy diciendo es que tenemos que considerar la posibilidad de que no podamos romper el lazo."
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"No hay nada que considerar". Tomé una respiración profunda, buscando la paciencia que había cultivado mientras criaba a mi hermano, y no la encontré. "Encontraremos una forma." "¿Y si no lo hacemos?" Solos disparó de nuevo, sacudiendo la cabeza. "¿La vamos a dejar salir de la jaula para que ella y Seth puedan ir todo Bonnie y Clyde5 por el mundo? ¿O dejamos que se pudra en el sótano y muera de hambre?" "Solos, te advierto que sería conveniente que pararas", dijo Marcus. "No me malinterpreten, me agrada Alex, creo que es una buena chica." Solos siguió, "Pero no es más humano sacarla de su miseria en vez de…". Mi puño conectó con su mandíbula antes de que supiera qué estaba haciendo. Su cabeza se echó hacia atrás mientras se tambaleaba hacia un lado. Me adelanté, agarrándolo por la camisa y lo empujé contra la pared, tirando varias pinturas. "¡Aiden!" gritó Marcus. "No vamos a hacerle daño a Alex", gruñí, levantando al Centinela en la punta de sus botas. "No vamos a tocarle un pelo de la cabeza. ¿Entiendes?". Solos tenía los ojos desorbitados, pero aun así murmuró "Sé que la amas…" "Tú no sabes ni una mierda. Te aseguro que no sabes a los extremos que puedo llegar para mantenerla a salvo." Después de dicho esto, lo solté y él se dejó 5
Bonnie y Clyde: es una película estadounidense de 1967, del género cine de gánsters, dirigida por Arthur Penn.
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caer contra la pared. "Y si eso significa matar a un puro y un mestizo para asegurarme de que no le pase nada, no dudaré." "Aunque encuentro todo este grrr entretenido, tenemos que hablar", dijo Apolo desde el interior de la cueva. "Así que ya basta, Aiden." Solos se enderezó, sosteniendo su mandíbula. "Aiden, no quise decir…" "Ahórratelo". Recalqué la palabra y me di la vuelta para seguir a Marcus hacia el interior de la cueva. Al echar un vistazo a Apolo, mis ojos se estrecharon. "No lo digas." "Oohh, ¿me vas a golpear otra vez? Como que me gustó la primera vez." De ninguna manera haría eso. Así que crucé la habitación y aparté una cortina pesada. La noche había caído sobre los olmos y altos robles, sus ramas estaban todavía desnudas, como esqueletos. Aquel paisaje que una vez había encontrado hermoso, ahora parecía desolado y sin esperanza. "¿Has descubierto algo?", preguntó Marcus. "No, pero tenemos problemas más grandes que Alex en estos momentos." Me apoyé contra el cristal frío. "¿Cómo es eso?"
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"Una parte de mí tiene miedo de preguntar", dijo Marcus. Solos rió, haciendo luego una mueca. Sentándose en el sofá de cuero, Marcus dijo: "Porque yo realmente no sé qué podría ser peor a que Alex nos rostice a todos." Apolo arqueó una ceja. "Oh, esto lo superará". "¿Estás posponiendo todo esto para darle un efecto dramático?" Mi paciencia estaba muy deficiente. El blanco de sus misteriosos ojos se encendió, y un olor similar a azufre llenó la habitación. Marcus negó con la cabeza, pero yo levanté las cejas, imperturbable, porque honestamente ya nada podía desconcertarme. Los labios de Apolo se torcieron en una sonrisa. "Hay una guerra en camino."
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Capítulo 2 Está bien, supongo que era un poco difícil superar eso. Se me escapó una risa mordaz, mientras me quitaba de la ventana. "¿Una guerra?" Ahora que tenía la atención de todos, Apolo parecía hacerse más alto. "Una guerra entre los dioses y aquellos que están con el Primero”. Marcus maldijo. Había estado haciéndolo mucho últimamente. "¿Los dioses se la van a tomar con Seth?" "Están planeando derrumbar a Seth y a cualquier persona que esté con él." Su labio se curvó con disgusto. "Eso incluye a Lucian". "No hay manera de que Lucian pueda tener tantos seguidores". Solos se apoyó en el respaldo del sofá. "Estar junto a él sería una locura". "Pero Lucian tiene el Apollyon. Eso de por sí solo ya es una apelación." Marcus se echó hacia atrás, viéndose tan cansado como yo me sentía.
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"Tienes razón", respondió Apolo. "Hemos sabido que muchos están a su lado." "¿Tienes espías?". Pregunté, curioso. Apolo sonrió, y fue tan espeluznante como la risita infantil de Alex antes. Chasqueó sus dedos y hubo una explosión de poder puro que rodó por la habitación como una onda de choque. Una luz azul brilló al lado de Apolo y una figura humana comenzó a tomar forma. Un hombre de casi dos metros de altura y pelo rubio en puntas apareció. Tenía un asombroso parecido con Apolo y compartía los mismos ojos… totalmente blancos. Vestido con pantalones cortos, sandalias y una camisa, parecía un desertor de la universidad. Pero era un dios. Tal vez algún día me acostumbraría a ver dioses apareciendo y desapareciendo como si no hubiera mañana, pero después de pasar toda mi vida sin nunca haber visto uno, era casi abrumador estar en la misma habitación con algunas de las criaturas más poderosas que existían. Y al parecer, algunas de los más cabreadas, también. Marcus se puso de pie rápidamente y se inclinó, junto a Solos y a mí. Nos es como el dios se hubiera dado cuenta: se volvió enseguida hacia Apolo con una mueca feroz.
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"¿Chasqueas los dedos y exiges que aparezca? ¿Como si no tuviera nada mejor que hacer?". Apolo sonrió. "¿No acaba de pasar?". "No soy uno de tus siervos, hermano. La próxima vez voy a romper ese dedo tuyo y retorcerlo hasta meterlo directo en tu…" "Tenemos público." Apolo hizo un gesto hacia nosotros, y yo estuve seguro de que todos teníamos la misma expresión de sorpresa y asombro. "Y nadie quiere oír hablar de las cosas que te gusta hacer en tu tiempo libre, Dionisio". El dios del vino y la fiesta estalló en carcajadas, y luego se dejó caer en una silla. Estiró sus largas piernas y se frotó todo el largo de su barbilla. "Lo menos que puedes hacer es asegurarte de que tengo algunos refrescos aquí". Marcus se enderezó. "Podemos conseguir algo. Hay vino…" "No es necesario". Apolo entrecerró sus ojos. "Y lo menos que podemos hacer es mantener una conversación durante cinco minutos sin la necesidad de estar borrachos." "Como sea". Dionisio volvió la cabeza hacia nosotros y se echó a reír. Parte de mí se preguntaba si estaba borracho. "Dos purasangres y un mestizo, pero hay algo más, mucho más en esta casa." Sus ojos se encendieron cuando olfateó el aire. "Ah, sí, la pequeña Apollyon está aquí."
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Me puse rígido al oír el evidente interés en la voz de Dionisio. Apolo me lanzó una mirada, advirtiendo que ningún otro dios sería tan tolerante como él lo había sido a la hora de lanzar golpes. "Sabes que ella está aquí y también sabes que ese no es el motivo por el cual tú estás aquí". "¿Es por eso que tenías a Ananké6 hecha manojo de nervios esta mañana?". Dionisio sonrió animosamente. Al oír el nombre de Ananké, mil emociones violentas rugieron dentro de mí. Comencé a caminar, pero me detuve. Tensión recorría mis músculos. Apolo no se atrevería. Incluso Solos había palidecido. Todo el mundo sabía quién y qué fue lo que Ananké precedía, y obviamente no auguraba nada bueno para Alex. La rabia me quitó el habla, y antes de que pudiera recuperarme, Marcus habló. "¿Por qué estás involucrando a Ananké?". Apolo le despidió con la mano. "Ahora no es el momento para discutir eso. Dionisio ha obtenido información que tiene a todos en el Olimpo preparándose para la guerra". Dionisio bostezó. "Por mucho que la política y la sangre me aburran, yo soy de gran utilidad cuando se trata de rebuscar información entre los que son dueños del saber."
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Ananké: madre de las Moiras, es la personificación de la inevitabilidad, la necesidad, la compulsión y la ineludibilidad.
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"El vino y la bebida," murmuró Solos. "Sueltan la lengua". Dionisio terminó sonriendo. Luego siguió. "Hay un gran número de puros y mestizos que apoyan el movimiento de Lucian y el Primer Apollyon. Cerca del tamaño de un ejército. Se han trasladado a las afueras del Covenant de Tennessee. Mis hermanos y hermanas están mirándolos de cerca." Maldición. Si Seth y Lucian iban tras el Concejo, los dioses tomarían represalias de nuevo, y se perderían más vidas inocentes. "Hay más de un centenar de Centinelas mestizos y Guardias con ellos", añadió Dionisio. "Por todos los dioses". Solos murmuró, frotándose la sien. "Lo que sea lo que esos dos están vendiendo, esas personas lo están comprando como adictos al crack." Dionisio estudió sus uñas, pareciendo aburrido. "Sin ánimo de ofender, los mestizos son idiotas si realmente creen que irse contra nosotros es una buena idea". No tuve que mirar a Solos para saber que el comentario no le cayó nada bien. "Lucian probablemente les está ofreciendo la única cosa que nadie tiene." "¿Y eso es?...", preguntó Dionisio. "Libertad". Me senté en el brazo del sofá. "La libertad de hacer lo que les plazca y no estar en deuda con los puros de ninguna forma."
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"¿Pero éste es libre, no es así?" Dionisio hizo un gesto hacia Solos. "¿Libre?" Solos se enderezó. "¿Puedo ser franco?". "Claro", respondió el dios. "¿Por qué no?". Solos tomó una respiración profunda. "Llegar a ser Centinela era el menor de dos males. Mis opciones eran ser sirviente y aceptar que me lo quitaran todo, o la vida siendo Centinela, que asegura una muerte prematura. ¿Cómo es eso libertad?" Dionisio junto sus cejas. "¿No crees que tu deber es honorable?" "No tiene nada que ver con su deber," interrumpí, mirando a Apolo. "Los mestizos que son Guardias y Centinelas creen en sus deberes y darán la vida por ellos, pero no les hemos dado ninguna otra opción, no el mismo tipo de opción que yo tuve. Y si Lucian los está tentando con la idea de que elijan su propio destino, entonces, ¿realmente podemos culparlos?" "Entiendo ese deseo, Aiden, y tal vez hay necesidad de un cambio, pero no podemos permitir que Lucian los lleve a la guerra contra nosotros." Dijo Apolo. "Y sé lo que estás pensando, que los que lo siguen son inocentes dentro de su ingenuidad, pero eso no cambia el resultado si van en nuestra contra". "Que es exactamente lo que están planeando,” dijo Dionisio, para la consternación de todo el mundo. "Anoche me aseguré de que varios mestizos
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que están junto a Lucian se abastecieran bien de whisky, y envié a algunas de mis... chicas. Supe que están planeando avanzar hacia el Covenant de Nueva York, pero están a la espera de Seth y su pequeña novia." Mis dientes se iban a romper por la forma en que los estaba apretando. Marcus se inclinó hacia delante, juntando sus manos. "Lo que no entiendo es cómo ninguno de ustedes puede parar a Lucian." "No podemos llegar cerca de él. Siempre está acompañado por el Primero". Dionisio se encogió de hombros. "Y no podemos hacerle daño, pero él si puede hacernos daño a nosotros." "Unos pocos moretones", dije. "Si no está en pleno poder, no puede matarlos." Dionisio arqueó las cejas. "Mató a la furia de Tánatos." "Porque le había drenado a Alex su poder", argumenté. "Sin Alex, no puede hacer eso." "No vamos a tomar el riesgo". Apolo se apoyó en el asiento. "Él puede, nos puso fuera de servicio. Si se debilita uno de nosotros, se debilitan todos." "La familia que…" "De todos modos", Apolo cortó a Dionisio. "De acuerdo con lo que sabemos, están planeando un asalto total en todos los Covenants. No lo podemos permitir."
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"Entonces, ¿qué planea el Olimpo?", preguntó Marcus, con los hombros doblados, como si el peso de este conflicto descansara sobre ellos. "Verás, ahí está la cosa. Tenemos la intención de ir a la guerra, pero hay disensiones entre los valientes líderes." "¿Qué tipo de disensión?" Froté la palma de mi mano sobre mi estómago, presionando contra un dolor agudo, sin duda
provocado por la falta de
alimentos. "Seis quieren aniquilar el problema", dijo Dionisio casualmente, como si estuviera hablando de dónde sacó su camisa. "¿Ir contra Lucian y quienes lo apoyan?", Solos preguntó. "¿Sacar del juego a todos los que sea posible?". Apolo asintió. "El resto de nosotros creemos que todavía hay esperanza de que la guerra pueda ser evitada, porque si lo hacemos y vamos a la guerra, lo que sucedió con los Titanes no se parecerá en nada a lo que aquí sucederá. El recuento de víctimas incluirá mortales, posiblemente millones de ellos. No hay manera de que eso se pueda evitar." Todavía hay esperanza. Esas tres palabras mostraron en mi mente imágenes de Alex acunada en mi pecho, hablando de Seth hace sólo unas pocas semanas. Había tenido esperanza para él hasta el momento en que había conectado con ella.
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"Por no mencionar el riesgo de exposición", añadió Marcus. "Dioses, esto es..." No había palabras. Ahí me di cuenta. Ninguno de nosotros, ni siquiera los dos dioses… en realidad habría previsto esto hace un año. Las profecías no habían predicho que el mundo estaría al borde de una guerra que nunca había sido vista antes. "Creemos que la guerra puede ser detenida", continuó Apolo "Pero los otros lo dudan, sobre todo con los últimos acontecimientos." "Alex", dije en voz baja, ya acostumbrado al dolor que disparó a través de mi pecho. Dionisio se levantó. "Muchos estaban dispuestos a no tomar parte en ella, incluso después de lo que el Primero le hizo al Concejo de Carolina del Norte. Sólo Poseidón7 y Hades8 fueron rápidos en responder, pero ahora que se ha conectado, no hay esperanza. Y están buscando..." La inquietud se agitó y se extendió como una mala hierba. "¿Buscando qué?". Con un suspiro, Apolo dijo, "Una manera de matar a los Apollyons."
7 8
Poseidón: dios de los océanos y mares. Hades: dios del inframundo
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Capítulo 3 Traté de mantener mi expresión en blanco y mi temperamento bajo control, pero la ira estaba atravesándome, destrozando mi control. Tomó todo mi esfuerzo no dejar la habitación y bajar a vigilar a Alex. Solos me miró y se aclaró la garganta. "Tenía la impresión de que sólo los Apollyons podían matarse entre ellos". Mis manos se apretaron en puños cuando Apolo se volvió hacia mí. "Lo sabes". Ahora Marcus y Solos me miraban, y yo sólo quería atravesar una pared de un golpe. "La Orden de Tánatos mató a Solaris y al Primero. De alguna manera saben cómo hacerlo, lo que significa que… ¿los dioses también lo saben?". Dionisio se echó a reír. "Tánatos9 regaló a la Orden la capacidad -un código o algo así- pero ni siquiera el mismo Tánatos es capaz de recordar lo que era. Se suponía que nunca volvería a suceder que hubiera dos Apollyons, que nunca
9
Tánatos: dios que representaba la personificación de la muerte sin violencia.
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habría la posibilidad de un Matadioses. Y Tánatos, pensando que no sería necesaria otra vez, no la escribió. Idiota." ¿Debo sentirme mal por estar aliviado? "La Orden lo sabe, pero con la muerte de Telly, se han dispersado. Sin mencionar que algunos de los Centinelas que apoyan a Lucian ya no están cazando daimons". Apolo hizo una pausa y miró hacia la puerta. "Han empezado la caza de los miembros de la Orden." "Dioses". Marcus se acercó a la ventana. Deteniéndose, pasó sus dedos por su pelo. "Ni siquiera sé qué es peor." Tenía la impresión de que había algo más. Después de algunos comentarios irónicos dirigidas a Apolo, Dionisio se desvaneció, y un poco de la presión se desvaneció de la habitación. "¿Está de nuestro lado?, pregunté. Apolo se rió secamente. "Sí, pero no porque se sienta comprometido con la causa. Sino porque es demasiado perezoso para participar en la batalla." Bueno, algo era algo. Suspiré. "¿Hay más, no es así? Y tiene que ver con Alex." “Si”. Él miró hacia la puerta, con los ojos entrecerrados. Luego, volteándose de nuevo a mí, asintió con la cabeza. El mensaje era claro: habíamos compartido la misma mirada una docena de veces a lo largo de los años, cuando era
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conocido como Leon. Teníamos espías. Con las manos a mis costados cerradas en puños, me dirigí hacia la puerta, mientras Solos seguía obteniendo información de Apolo sobre los Centinelas que estaban a la caza de la Orden. Dos sombras estrechas se arrastraron a lo largo de la pared del pasillo, y fui consciente de que ambos pensaban que tenían el sigilo de James Bond aunque eran más bien dos de los tres chiflados. ¿Por cuánto tiempo habían estado de pie fuera de la habitación? ¿Iba a estrangularlos? Era posible. Salí. Deacon saltó hacia atrás, golpeando a Luke que estaba igual de desprevenido. Uno podría pensar que, después de todo el entrenamiento que había tenido Luke, se recuperaría de una manera mucho más rápida, pero las cosas ahora eran diferentes. El Covenant no había entrenado a sus estudiantes para enfrentar lo que se venía. Una mirada avergonzada cruzó el rostro de mi hermano mientras se enderezaba y se pasaba una mano por el lío de rizos rubios. En lugar de estar enojado porque había estado escuchando, estaba más bien aliviado de que estuviera aquí conmigo, cuando todo parecía derrumbarse a nuestro alrededor. "Hola tú, hermano...”, dijo. Arqueé una ceja. "Deacon, ¿qué estás haciendo?" Los hombros de Luke se cuadraron, y luego se puso delante de Deacon. "Fue mi idea, Aiden."
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"En realidad no". Deacon puso los ojos en blanco. "Sentí la presencia de otro dios y le dije a Luke…" "Pero yo sugerí que tratáramos de averiguar lo que estaba pasando." Luke respiró hondo. "Ustedes nos han estado manteniendo fuera de todo, y esto nos involucra también." "Probablemente porque es lo más seguro para ustedes", señalé. Luke negó con la cabeza. "¿Honestamente? ¿Considerando cómo está de jodido todo en este momento? Con Alex poseída, encerrada en el sótano y una guerra en proceso, mantenernos seguros no es una prioridad. Debemos saber lo que está pasando. Podemos ayudar." Mi respeto por el joven mestizo luchó por manifestarse en una sonrisa. "¿Cómo pueden ayudar ustedes dos?" "Todavía no hemos resuelto esa parte," Deacon respondió, inclinándose contra la pared. "Pero aun así, estoy seguro de que hay algo. Y creo también que Lea va a patearnos el culo si se ve obligada a pasar una noche más con nosotros". Fruncí el ceño. "¿Dónde está Lea?" La mestiza había pasado por mucho, y todos nosotros habíamos decidido mantener un ojo puesto en ella. Primero había perdido a su padre y a su madrastra en un ataque daimon organizado por la madre de Alex, y luego Seth mató a su hermana durante el ataque en contra del Concejo. Sabía que relacionaba esas muertes con Alex.
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"Durmiendo," respondió mi hermano, estirando el cuello, tratando de ver a mi alrededor. "¿Que dios estaba aquí?" No había ninguna razón para mantenerlo en secreto. "Dionisio." "Hombre… ¿Hablas en serio?". Deacon parecía cabizbajo. "Es como mi dios favorito de todos los tiempos." "¿Por qué no me sorprende?". Murmuró Luke. Y a mí tampoco no me sorprendió tanto. A pesar de que Deacon redujo sustancialmente el consumo de alcohol, podría ser fácilmente confundido con el alma gemela de Dionisio. Tenía que tomar una decisión, echarlos o tratarlos como los adultos que casi eran. Luke era, o había estado, a meses de graduarse. Pronto él estaría fuera en el mundo dándole caza a los daimons, pero parte de mí se resistía a la idea de que Deacon se involucrara más en esto de lo que ya estaba, pero no podía verlo como a un bebé por el resto de su vida. Tal vez ya lo había hecho demasiado, y eso podía explicar algunos de sus comportamientos anteriores y el por qué no se sentía cómodo hablando conmigo sobre su relación con Luke. Asentí con la cabeza. "Vamos". Ambos se veían como si acabara de profesar mi amor por Seth, pero se apresuraron hacia adelante preocupándose de que cambiara de opinión.
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Siguiéndolos a la guarida, puse mis ojos en blanco cuando Apolo arqueó una ceja. "Está bien", dijo Apolo, mirando alrededor de la habitación. "Ahora que todo el mundo está aquí, tenemos una cosa más que discutir." Luke sonrió mientras se dirigía al lado de Solos, y mi hermano fue a la silla que estaba más alejada de Apolo. No podía entender su aversión a Apolo, y por todos los dioses, si esos dos tenían algo, tendría que lastimar a alguien. "Alex", dijo Marcus, apoyado en el escritorio. Su mano derecha giraba ausentemente un globo. Apolo hizo una mueca, y yo sabía que esto iba a ser malo. "La única esperanza que tenemos de prevenir la guerra a gran escala es que Alex... regrese y se comprometa a deshacerse de Seth." En el pasado, Alex nunca habría aceptado, ¿pero ahora? Si nosotros, de alguna manera pudiéramos llegar a ella y romper el vínculo ¿iría tras Seth? ¿Y yo quería eso, siquiera? Ella podría resultar herida... incluso morir. Como Centinela, tenía que aceptar esos riesgos, pero como hombre no podía, no cuando se trataba de Alex. "Hemos encontrado una manera de romper el vínculo... temporalmente," Apolo continuó. Él parpadeó y brillantes lirios azules aparecieron. Tuve que desviar la mirada, porque me recordaba que Alex odiaba los ojos de dios y cómo Apolo
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había atenuado el tono por ella. "Nos dará tiempo para encontrar una solución permanente." Todo se centró en lo que Apolo había dicho. Una ruptura temporal de la conexión era mejor que nada. No pude detener la ola de anticipación. "¿Qué solución temporal?" "No te va a gustar… a ninguno de ustedes les va a gustar, pero es la única opción que tenemos en este momento." Mis manos se flexionaron. "Simplemente dilo. ¿Cuál es la solución?" Apolo frunció el ceño. Estaba bastante seguro de que si no fuera por la amistad que habíamos cultivado durante las cacerías de daimons, ya habría pateado mi trasero. "Hablé con Ananké…" "No", dijo Marcus antes de que yo pudiera abrir la boca. Se apartó del escritorio. "Sólo hay una razón por la que hablarías con Ananké, y la respuesta es no." El dios se cruzó de brazos y su rostro se endureció. Podría jurar de que no estaba acostumbrado a que le dijeran que no. "Sé que el pensamiento es desagradable." Una ráfaga caliente de rabia torció en nudos mis entrañas. "Desagradable, no es una palabra que estoy pensando,” espeté.
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"Bueno, yo no lo entiendo." Deacon se quitó la maraña de rizos rubios de los ojos y frunció el ceño. "Estoy totalmente desentendido de Mitos y Leyendas. ¿Quién demonios es Ananké?" El cariño en la voz de Luke arruinó su sonrisa. "Además del hecho de que es la madre de las Parcas10 y del destino, gobierna la compulsión y todas las formas de esclavitud y servidumbre. Con servidumbre me refiero a sumisión11." "Nuestra capacidad de utilizar la compulsión fue dada por Ananké", Marcus explicó con los ojos entornados. "Es una diosa poco conocida, casi olvidada…" "Excepto que ella es quién provee el elixir que mantiene dóciles a los mestizos en servidumbre." Solos endureció la mandíbula. Deacon miró a Apolo, arrugando la nariz. "Entonces, ¿por qué estás en contacto con una diosa que...?". Su boca se abrió. "Oh. Mierda. Quieres poner a Alex en el elixir". Me crucé de brazos para evitar golpear algo. "No, Apolo. Absolutamente no." "Ni siquiera entiendo por qué estamos hablando de esto". Solos caminó alrededor del sofá, evitando sabiamente el área que estaba a mí alrededor. Yo era como un volcán a segundos de hacer erupción. Se detuvo junto a Marcus. "El elixir no va a funcionar en el Apollyon, ¿verdad?" 10
Parcas (Moiras): personificaciones del destino, controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal e inmortal desde el nacimiento hasta la muerte. Incluso los dioses temían a las parcas. 11 Aquí se refiere a un juego de palabras. Usa la palabra bondage para servidumbre, que denomina también una práctica sadomasoquista.
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"No es del tipo que le damos a los mestizos. Alex recibiría algo diferente." Apolo hizo una pausa. "Se está haciendo algo más fuerte. Ananké me ha asegurado que se rompería el vínculo y que los efectos sólo serían temporales. No es del mismo que se hace para los demás." "¿No lo es? Porque para mí suena como si lo fuera". La idea de poner Alex en el elixir me revolvió el estómago y me enfadó. "No puedo hacerlo." Apolo abrió la boca, pero pareció elegir las palabras que iba a decir. "Tenemos que romper el vínculo, Aiden. En algún momento, Alex descubrirá dónde está. Entonces, ¿qué? Seth vendrá por ella y le transferirá su poder, y será todo. No habrá una segunda oportunidad." "¡Tiene que haber otra manera!" Mi control se quebró. En ese instante estaba así de cerca de saber si yo realmente podía vencer a un dios. Lo único que me detuvo fue el hecho de que sabía que se trataba de Apolo, y que estaba tratando de ayudarnos, de ayudar a Alex. No dudaba que se preocupaba por ella. "Es sólo que no hemos buscado lo suficiente, no hemos comprobado todos las fuentes disponibles." "¿Dónde más podemos buscar, Aiden?" Apolo me miró con los ojos muy abiertos. "He recorrido el Olimpo de adentro hacia afuera en busca de una manera de romper el vínculo. La única solución es el elixir y…". "No". Me mantuve firme.
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Apolo miró a su alrededor en busca de ayuda. Solos dio un paso atrás, levantando las manos. "No me mires a mí. Me gustaría mantener mi cara en una sola pieza, gracias". Sonreí. Apolo se paseó por la sala, claramente luchando por tener paciencia. "Esta es sólo una solución temporal, Aiden." "¡Esta solución es inaceptable!" Grité tan fuerte que Deacon saltó. Había sido muchas veces receptor de mi ira, pero la sorpresa vacilante en su rostro me dijo que nunca me había visto así antes. Cómo me sentía por Alex, si había alguna duda en los que estaban en la sala, ahora era dolorosamente visible. "¡Nos estás pidiendo estar de acuerdo con despojarla de todo lo que es! En convertirla en un zombi sin sentido, que no tiene control…" Me interrumpí, aspirando una bocanada de aire. Ese era el mayor temor de Alex, lo que la había mantenido en la oscuridad, lo que perseguía sus pasos como un fantasma vengativo. "No tendría ningún control". "No tiene el control ahora", insistió una voz femenina suave. Me di la vuelta. Lea estaba en la puerta, tan alta y delgada como lo había sido hermanastra mayor. Su pelo color canela estaba recogido en una coleta apretada. Oscuras sombras se extendían bajo sus ojos y sus mejillas estaban demacradas. "Tú no lo entiendes", dije.
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Entró en la habitación, mirando a Apolo y luego al resto de nosotros. "No la he visto, pero la he oído. Todos la hemos oído. Y los dioses saben que ella y yo nunca hemos sido amigas, pero Alex… ella nunca habría dicho las cosas que he escuchado cuando grita. No es ella." Apreté los labios y me di vuelta, sacudiendo la cabeza. Lea tenía un punto. La que estaba en el sótano no era Alex, no era la chica que yo amaba con cada respiración de mi ser. Y no tenía el control de sí misma. Pero el elixir… eso era diferente. Lea se sentó junto a Deacon, cruzando sus pequeñas manos sobre su regazo. "La idea de utilizar el elixir está mal de todas las formas posibles, pero ¿qué otra opción hay? No podemos mantenerla ahí abajo." "No está comiendo", murmuró Marcus. Se frotó la frente, tenía la cara tensa. "No estoy ni siquiera seguro de que esté durmiendo realmente o si... si se comunica con Seth, y eso es lo que la mantiene con fuerza." Me quedé mirándolo. "Marcus, sabes lo mucho que le aterraba que ser puesta en el elixir". Incapaz de aguantarme la mirada, miró hacia otro lado. "Lo sé, Aiden. Maldición, lo sé, pero hay que hacer algo. Por mucho que no me guste la idea de hacerle esto, nos dará más tiempo".
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Negándome a creer que esta era nuestra última opción, busqué frenéticamente otra manera, tratando de aferrarme a cualquier opción. "¿Qué pasa con las Parcas? ¿Se puede recurrir a ellas y ver cuál es el resultado? ¿Si ella romperá la conexión por sí misma?, ¿O si hay alguna manera de que nosotros lo hagamos?" Apolo negó con la cabeza. "Las Parcas no son precisamente mis fans, e incluso si lo fueran y supieran, no nos lo dirían a mí ni a ti. Sabes cómo funcionan, Aiden. Tu…" "¡Sabes lo que esto le hará!" Rugí, rojo de furia. "Sé lo que te hará a ti", dijo en voz baja. "Y sé que la idea de hacer esto te está matando…" "¡Para, sólo para!", urgí, retrocediendo. "No voy a dejar que ninguno de ustedes le haga esto. Así que no respondo." La amenaza quedó en el aire como un humo espeso que ahogó a los ocupantes de la habitación. Marcus se veía triste, golpeado por todo. Solos estaba pálido, probablemente pensando que Apolo estaba a segundos de lanzarme a través de la pared. Lea y Luke miraron al suelo, con las caras estiradas. ¿Los dos mestizos más jóvenes se sentían culpables por haber aceptado que Alex necesitaba el elixir, sabiendo lo que iba a hacer, lo que eso significaría? Eran demasiado jóvenes para esto… para toda esta mierda. Igual que Alex. Y que yo. Maldita sea.
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La única persona en la sala que ahora me miraba era mi hermano. Una débil y triste sonrisa apareció en su rostro. "Alex te patearía el trasero por estar considerando algo como esto, pero... creo que lo entendería, Aiden. Creo que entendería por qué." Entonces Marcus dio un paso adelante, poniendo su mano sobre mi hombro. Luché contra el impulso de quitármela y golpearlo, o golpear algo. Pero él también estaba sufriendo. "Había otra cosa que Alex temía más," su voz era tan baja que nadie además de Apolo podía oírle. "Y sabes lo que era". Lo sabía. Dioses, lo sabía. Alex temía perderse a sí misma al conectar con el Primero, con Seth. Y le prometí, le juré que no sucedería. Y había pasado. Le fallé. Eso me estaba matando por dentro, y aceptar el elixir era otra manera de fallarle. Cuando Marcus se alejó, pasé los dedos por mi cabello. Nadie habló por unos momentos. El silencio era tan malo como mi amenaza. Por último, todo el mundo empezó a hablar, lanzando ideas. ‘Sacar a Seth de combate’ encabezaba su lista, pero no era posible. ‘Mover a Alex más lejos’, tal vez eso disminuiría la conexión, le daría espacio para respirar, y nos daría tiempo para buscar más runas, hechizos y oraciones. Esos mejores esfuerzos sólo aumentaban la desesperanza de la situación. Apolo finalmente se me acercó. "Tenemos que hablar en privado."
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Yo sólo quería que se fuera, pero asentí y lo seguí mientras se dirigía hacia la cocina vacía. Mis pasos eran rápidos y fuertes. "No hay manera de puedas convencerme de que poner a Alex en una versión mejorada del elixir es lo que hay que hacer." Cerró la puerta con un movimiento de su mano antes de hablar. "Sé que sientes algo fuerte por ella." Encontré su mirada. "La amo. No consigues entender eso." "No. Sí lo entiendo. Te olvidas de que yo estaba contigo cuando cazaste a Eric. Vi lo que nadie más vio. Cómo te afectó lo que le había sucedido a Alex. Y también sé lo que le hiciste a ese daimon." Apreté mi mandíbula y miré hacia otro lado. "Se lo merecía." "No cuestionaré eso." Lo que le había hecho a Eric no era algo por lo que estaba particularmente orgulloso. ‘Tortura’, era la palabra más correcta para definir lo que le había hecho. Tragué saliva. "¿A dónde quieres llegar, Apolo?" Él inclinó su cabeza hacia un lado. "El tipo de amor que tienes por Alex es admirable, pero he visto este amor antes. Es de los que ha destruido civilizaciones. ¿Tengo que recordarte Troya?"
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"¿Esto es una lección de historia?" Sus ojos brillaron. "Está bien. No vamos a hablar sobre lo evidente, Aiden." "Bien." "No he estado del todo dispuesto a dar información", dijo después de unos momentos. Me reí sarcásticamente. "¿Por qué no me sorprende? Has sido un ejemplo de honestidad." Apolo me ignoró. "Desde que Zeus12 creó los Apollyons hace miles años, el Primero siempre ha sido de mi linaje." "¿Qué?" No estaba entendiéndolo. "Artemisa13 dijo que Alex era de tu linaje." "Lo es". Se acercó a la estantería de vino e hizo estallar un corcho. "Sin embargo, a lo largo de la historia, el Apollyon siempre ha sido un descendiente mío. Hasta el día de hoy, no sé de quién era descendiente Solaris y no sé quién es el responsable de Seth. Esta vez -sólo esta vez- es diferente." Hizo una pausa y se sirvió un vaso. "Seth es el Primero, pero no es uno de los míos. De alguna manera, otro dios es responsable de él. Y apostaría mi corona
12 13
Zeus: “padre de los dioses y los hombres”, gobierna a los dioses del Olimpo como un padre a una familia. Artemisa: Diosa de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las doncellas.
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de laurel que este mismo dios era responsable de Solaris." Me ofreció una copa, y la rechacé con la mano. "¿Estás diciendo que Alex estaba destinada a ser el primero y Seth fue un golpe de suerte?" Apolo se encogió de hombros. "No lo sé. Y ninguno de los dioses se está haciendo responsable por él." "Bueno, eso es obvio," dije mordazmente. Una sonrisa apareció en sus labios mientras colocaba la botella de vino en el estante. Luego tomó un trago. "Ese no es el punto, Aiden. Quien sea el responsable de Seth no lo reclama porque tiene un objetivo, y esa es la razón por la que Lucian conoce hechizos para mantenerme fuera de su casa." "¿Crees que un dios está trabajando con Lucian, el mismo dios que es responsable de Seth?" "Es lo más probable", dijo vaciando la copa de vino. "Pero hay otra razón por la que ese dios no se responsabiliza. Debido a que él o ella sabe que hay otra manera de matar al Apollyon." Una capa de hielo cayó sobre mí. "¿Qué estás diciendo, Apolo?" "El dios vinculado a su línea de sangre es capaz de matarlo. Yo puedo matar a Alex."
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Capítulo 4 El piso parecía moverse bajo mis pies y las paredes cambiaron de blanco a café oscuro. Me tomó unos minutos darme cuenta de que estaba caminando, caminando lejos de Apolo, lejos de la bomba que acababa de soltar. El me siguió, por supuesto. "Aiden, ¿a dónde vas?" Me dirigía a la planta baja. Necesitaba ponerme entre Alex y... quien quiera que fuera tras ella. Apolo apareció delante de mí, bloqueando mi camino. Di un paso al lado, pero él no me dejó pasar. "Aiden, escúchame." "Estoy harto de escuchar." "Esta no es una amenaza, amigo. Pero ella está a punto de conectarse con el Primero, y si lo hace, voy a derribarla. Tengo que…" Esquivo mi puño, empujándome. "El mundo entero depende de que no vayamos a la guerra." Di un paso hacia él, sin pensar, y él me empujó de nuevo. Y una vez más. El dolor me atravesó. ¿Física? ¿Emocionalmente? No lo sabía. "¿La matarías?"
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"No me gustaría." El azul de sus ojos brillaba. "Y es por eso que estoy haciendo todo lo posible para evitarlo. Ponerla en el elixir nos da tiempo, Aiden. Y necesitamos tiempo. Necesito tiempo, porque tengo seis miembros de mi familia dispuestos a destrozar el mundo mortal. No puedo estar aquí, a la espera de que Alex logre escapar, o de que Seth encuentre una manera de conectarse con ella." "Nadie te está pidiendo que estés aquí, Apolo. Lo tengo bajo control." Me lanzó una mirada dudosa. "No lo entiendes. Los dioses saben que no pueden matarla, pero eso no significa que dejarán de intentarlo. Y si bien puede no sean capaces, pueden hacerle daño." Me apoyé contra la pared, presionándome la sien con las manos. Todo lo que bajar, coger a Alex y llevarla lejos de todo esto. "Me estás pidiendo demasiado." Apolo suspiró. "Necesitas distanciarte de esto, Aiden. Míralo desde la perspectiva de un Centinela… como te entrenaron." Levanté la cabeza, dirigiéndole una mirada asesina. "¿Me estás pidiendo que sea objetivo ahora?" Él soltó una carcajada. "Sí, sé que no soy el dios más objetivo, pero tú sabes que tienes un trabajo que hacer, Aiden. Un trabajo que es proteger a la humanidad, y a los Hematoi, ese es tu deber. Y sabes qué es el correcto."
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"¿Así que tengo que elegir entre mi deber como Centinela y mi deber como hombre? ¿Con Alex?" "Sí y no. Tiene que elegir ambas cosas." Apolo se apoyó en la otra pared, aun elevándose sobre mí, a pesar de que yo medía como 1.90m. "Marcus tiene razón. Apollyon o no, no puede durar mucho más tiempo así. ¿Sin comer? ¿Sin dormir? ¿Ha bebido siquiera agua?" Cerré los ojos. "Dos veces. Bebió agua dos veces pensó que no la estaba observando." Apolo maldijo por lo bajo. "Necesita descansar, tener un descanso de todo esto, Aiden. Y nosotros necesitamos tiempo para encontrar una manera de ponerle fin." "¿O qué, la matarás?" Apolo no respondió. "Dioses". Escuché los pasos de los Centinelas en los pisos superiores por un momento. "¿Quién sabe lo que puedes hacer?" "Sólo mi hermana Artemisa y posiblemente Zeus, si es que ha estado poniendo atención, lo que es improbable", dijo. "He llegado a un acuerdo con los seis: si ponemos a Alex en el elixir dan marcha atrás. No se trata sólo de ella, Aiden. Se trata de millones de personas."
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Asentí con la cabeza, separándome de la pared y recuperando la compostura. El deber y el amor nunca se mezclaban realmente bien antes, pero siempre ha habido un término medio. "Necesito tiempo." "Aiden, no tenemos tiempo." "No estoy pidiendo días. Sólo pido esta noche." Empecé a dirigirme hacia la puerta del sótano pero me detuve. "Tengo que intentarlo una vez más." "No te puedo culpar por eso." Él sonrió. "Te voy a dar esta noche. Pero volveré mañana por la mañana." Asentí con la cabeza y abrí la puerta. Apolo se había ido cuando miré por encima de mi hombro, y estaba solo. Solo con una decisión con la que sabía que no podría vivir si la aceptaba.
Alex estaba tumbada en el colchón, acurrucada en el lado que daba hacia la puerta. No comenzó a exigirme que la dejara salir o a maldecirme, como lo había hecho en los últimos tres días. Ni siquiera se percató de mi presencia. Tal vez estaba durmiendo, pero mi ritmo cardiaco se aceleró al llegar cerca de la puerta y sacar una de las tres llaves que estaban en mi bolsillo. "¿Alex?" Nada. Ni siquiera un movimiento de un músculo.
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Con un poco de suerte, estaba durmiendo pero mis manos temblaron cuando di vuelta la cerradura y entré, cerrando la puerta tras de mí rápidamente. La llamé una vez más mientras me guardaba la llave en el bolsillo. No hubo respuesta, y para este momento Alex debería estar echada sobre mí como un daimon persiguiendo éter. Algo estaba mal. Corrí a su lado y me arrodillé en el borde del colchón. Un lío de pelo ocultaba su rostro. Con el pulso acelerado todavía, puse mi mano sobre su hombro. "Alex, ¿estás…?" Se movió de espaldas de tirón, golpeándome con los pies descalzos en el estómago. El aire salió de mis pulmones en un gruñido. Caí hacia atrás, recuperando el equilibrio mientras ella se ponía de pie. Maldición. Debería haber sabido que estaba haciéndose la muerta como un daimon. Con un sonido casi salvaje, vino hacia mí, cayendo de rodillas. Rodé a un lado, y podría haberla derribado bloqueando sus piernas, pero no quería lastimarla. Golpeó el suelo a mi lado, lanzando su pierna sobre la mía, bloqueándola entre sus muslos. Mis cejas se alzaron. "¿Qué estás haciendo?" "Cállate", dijo entre dientes, agarrando mi mano más cercana. "De verdad, si querías tomar mi mano y acurrucarte, todo lo que tenías que hacer era pedirlo."
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La ira enrojeció sus mejillas y rodó encima de mí, sentándose a horcajadas sobre mis piernas. Silenciosa y con el ceño fruncido, intentó hurgar en mi bolsillo. Agarré su muñeca. "Caray, Alex, normalmente me encanta que me agarres pero ya basta." Ella bufó mientras trataba de liberar su brazo. "No sabía que eras así de pervertido." Sonriendo tensamente, liberé mi otro brazo y cogí su mano cuando trató de cerrarla de golpe en mi garganta. "Sabes exactamente cómo soy." "No me lo recuerdes." Usó su peso y la fuerza que aún tenía para liberarse. Poniéndose de pie, apretó las manos en puños. "Déjame salir de aquí, Aiden." Me puse de pie. "Eso no va a suceder." Alex salió disparada hacia delante, empujándome, haciéndome retroceder un paso. "Dame la llave. Tengo que ir. Necesito llegar a él." Al oír eso, algo se clavó en mi piel. "Lo que tienes que hacer es escucharme." Su pecho se levantó rápidamente y sus ojos se dirigieron a las puertas cerradas. Ella movió una pulgada el pie izquierdo hacia atrás, y justo como le había enseñado, soportando el peso en la pierna, giró.
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La patada fue perfecta, dobló la rodilla en un ángulo de noventa grados para obtener el máximo empuje, pero lo esperaba. Usé mi antebrazo, bloqueé la patada al instante y en el momento en que se estrelló contra el suelo, un dolor agudo sacudió mis huesos. Cuando Alex quería, podía ser increíblemente rápida, ahora más, ya que tenía la fuerza del Apollyon. Girándose, se afirmó con el codo y luego en la punta de la palma de la mano. Agachándose, fue hacia mis piernas; estaba empleando todas las maniobras que habíamos entrenado cientos de veces. Luchar así, era realmente como luchar contra nosotros mismos. Anticipándome a una patada de mariposa, me lancé tras ella. Se giró, moviendo su brazo. El aire se precipitó sobre mi mandíbula mientras la sujetaba, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura. Presioné su espalda contra mi pecho, echando la cabeza hacia atrás para evitar la suya. "¡Déjame ir!" Gritó, moviéndose como loca. Su voz cada vez en tonos más altos como si le estuviera haciendo daño, pero sabía que no era así. "¡Suéltame!" "Alex, tienes que escucharme." Razonar con ella era una locura, pero tenía que darle la oportunidad de que acabara con esto. "Si no rompes la conexión con Seth, no te va a gustar lo que pasará." "¡A ti no te va a gustar lo que va a pasar!". Tiró todo su peso sobre su espalda, levantando sus piernas contra el pecho, pero la sostuve con facilidad. "¡Porque te dañaré de verdad cuando salga de aquí. ¡Mi primera visita será a tu hermano!"
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"¡Basta! Escúchame." Incliné mi cabeza hacia la derecha, evitando la suya de nuevo. "Los dioses decidieron ir a la guerra por todo lo que está haciendo Seth." "¡Bien! Que lo hagan." Ella se echó a reír, bajando los pies al suelo. "Vamos a destruir a cada uno de ellos. Empezando por ese idiota de Apolo." Suspiré, se me estaba acabando la paciencia. Sí, no era tan santo como Seth siempre afirmaba. "No puedes seguir as…" Me golpeó con el codo en el estómago, consiguiendo soltarse. Salté hacia adelante, cogiéndola por la cintura, derrumbándola sobre el colchón cuando debería haber acabado cayendo de cabeza. No era la misma amabilidad con la que ella me trataba. Alex se irguió, tratando de enganchar sus piernas alrededor de mi cintura para rodar sobre mí. La apreté con mi peso para atrapar la parte inferior de su cuerpo. Llevó sus manos directo a mi cara, con los dedos curvados como garras. Agarré sus muñecas, manteniéndolas sobre su cabeza. "Mírame", le dije, inclinándome, por lo que sólo unos pocos centímetros separaban nuestros rostros. "Mírame y escucha." Empezó a girar la cabeza, pero apreté la frente contra la de ella, atrapándola. Sus
ojos se cerraron y no había absolutamente nada que pudiera hacer al
respecto. Tomando una respiración profunda, me obligué a hacerla entender. Sólo por una vez, sólo por esta vez... "Esta no eres tú, Alex. Tú nunca actuarías así. Esta no eres tú."
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"¡Sí, lo soy!", el dolor le quebró la voz cuando se arqueó de nuevo, casi alejándome de ella. "Sólo estás enojado porque ya no te quiero. Eres celoso y obsesivo." No le hice caso a sus palabras. "Estás dejando que Seth te controle. ¿Recuerdas lo mucho que lo temías? ¿Como estabas de aterrorizada pensando qué te perderías al conectarte con él? ¿Qué pasó con eso?" Ella se quedó inmóvil a excepción de la respiración desigual y el aumento de su pecho. Mis ojos trazaron los contornos de su cara. "Te juré que no dejaría que eso sucediera, y sé que te fallé, pero no soy de esos que se dan por vencidos, Alex. Nunca renunciaré a ti." Sus labios formaron una línea dura y un estremecimiento paso la recorrió. "Siempre has sido tan fuerte, única. Sólo tú controlabas tu vida. Nadie tomaba decisiones por ti. Pero esto, ni siquiera cuestionar o luchar contra lo que está pasando, es ser débil." Los ojos de Alex se abrieron de golpe. "No soy débil." "¡Entonces pruébalo!" Maldita sea, quería sacudirla. "Sácalo, aunque sólo sea durante unos pocos minutos. Sé que puedes. Sé que has trabajado durante meses en el bloqueo. Apártale Alex, y habla conmigo. Demuéstrame que no eres débil.”
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Ámbar batido coloreaba sus ojos, luminosos y poderosos. Eran hermosos, como si un dios hubiera puesto dos joyas topacio en su rostro, pero los odiaba. Odiaba lo que significaban y representaban. Odiaba que sin importar lo que Alex había hecho, lo que habíamos hecho, se había conectado con Seth de todos modos y se había perdido en cuestión de segundos. "Sé que puedes hacerlo", le dije. "Sé que tienes esa fuerza en ti, porque eso es lo que más me gusta de ti. Tu nombre significa fuerza: eso es hermoso y es lo que eres. Y en lo que te has convertido no eres tú." "¿Amor?" Repitió la palabra como si fuera ajena a su lengua. Mi pecho se apretó y las palabras se derramaron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Y maldita sea, le estaba rogando, algo que nunca había hecho antes. "Por favor, vuelve a mí, Alex. Por favor. Te amo demasiado como para perderte. Y te amo demasiado como para permitir lo que está por suceder, pero no me dejas ninguna opción." Sus pestañas revolotearon y luego de un latido de corazón, sus ojos volvieron a abrirse. Aspiré una bocanada de aire, demasiado asombrado para sentir o pensar nada que no sea el hecho de que sus ojos eran de color marrón, como el buen whisky. Sus ojos eran marrones. "Alex..."
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Su cara estaba pálida y los labios temblorosos, sus cejas se fruncieron. "Lo siento mucho. Aiden, te a…" Un grito brotó de ella, y se arqueó sobre el colchón, los ojos muy abiertos. Mi corazón se detuvo. "¿Alex?" "No puedo... está en todas partes. Due-duele. Aiden, por favor... haz que pare... por favor..." Se desplomó, gimiendo y retorciéndose, golpeándose la cabeza, mientras la movía de delante hacia atrás. Con el corazón en la garganta, empecé a soltarla, pero luego sus ojos se abrieron de nuevo, comenzando a enfurecerse. Los ojos dorados miraron los míos. Casi la había tenido de vuelta… casi. Alex se volvió loca debajo de mí. Una mezcla de emociones erráticas se canaliza dentro de mí, lo que hacía difícil tener paciencia. La esperanza se estrelló y se convirtió en decepción, y finalmente en ira. Alex estaba ahí dentro, y todo esto le hacía daño. Cinco segundos después de ver un atisbo de ella había sido absorbida por Seth. No sabía si debía estar feliz o asqueado. A pesar de la falta de comida y sueño, todavía tardó una cantidad espantosa de tiempo para que se calmara. Se retorcía, gritaba, daba patadas e incluso trató de morderme. Pero, finalmente, se cansó y jadeando murmuró. "¿Esto te hace feliz? ¿Herirme así? ¿Te hace sentir grande y malo?"
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"No estoy haciéndote daño." Abrí los ojos, cansado. "¡Me estás matando!" Trató de levantarse, pero volvió a caer. La maldita chica iba a lastimarse. "Por todos los dioses, Alex, ¿puedes dejar de luchar por un maldito segundo?" Abrió la boca, pero puse una mano sobre sus labios. "No digas nada sabelotodo. No tienes idea de la noche de mierda he tenido." Sus ojos se estrecharon. "Lo digo en serio. Ni un comentario listillo." Se mantuvo muy quieta, y retiré mi mano. La punta de su lengua salió disparada, mojando sus labios. Me di cuenta de que tenía algo completamente indignante que decir, pero se contenía.
"Necesito que lo intentes de nuevo, Alex. Bloquearlo. Corta el lazo, y yo te ayudaré esta vez. Te lo juro." Alex me miró durante tanto tiempo que me temía que había perdido la capacidad de hablar. "No lo entiendes. No quiero. Lo necesito, Aiden. No a ti. Una mestiza y un puro no pueden amarse. Sólo deja que me vaya." Alguien debió haber perforado un agujero en mi pecho. El dolor era real, tan real como el dolor que había presenciado hace unos momentos. Aiden, por favor haz que se detenga.
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Me concentré en eso en lugar de lo que había dicho. Alex estaba sufriendo cuando luchó contra él, y quién sabe si había períodos de tiempo donde estaba luchando y nosotros simplemente no nos dábamos cuenta. Todo lo que sabía era que mientras había sido ella misma, me suplicó que hiciera algo para detenerlo. Y sólo había una manera de que pudiera hacer que se detuviera. Lo supe en ese momento. Aunque aceptarlo me desgarró por dentro, no había otra elección. Inclinándome, le di un beso en la sien húmeda y cerré mis ojos. Un segundo, sólo un segundo pasó, y absorbí su calidez y el momento de cercanía sin que ella luchara contra mí. Luego sacudió la cabeza hacia un lado y dijo algo demasiado horrible para reconocerlo. Me aparté de ella, me puse en pie y retrocedí, dejando la celda. Alex permaneció en el colchón, sin molestarse en correr hacia la puerta para impedir que la cerrara con llave. Me quedé allí, mirándola, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer no tenía nada que ver con mi deber para con humanidad o con mi propia especie. Realmente no tenía nada que ver con Apolo y sus advertencias. Aiden, por favor haz que se detenga. Sólo había una manera en que podía hacer que se detuviera.
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Capítulo 5 A la mañana siguiente, Apolo, Marcus, y yo estábamos en la pequeña terraza acristalada desbordada con plantas y flores. El dulce olor fuerte y picante me recordó a Alex. Diablos, todo me recordaba a Alex. Anoche tenía razón en una cosa: estaba obsesionado. Apolo fue directo al grano. "¿Has aceptado?" Le eché un vistazo a Marcus, sabiendo que había tomado una decisión anoche, igual que yo. Cansado, pasé mi mano sobre mi mejilla áspera. Hombre, tenía que afeitarme. "Aiden”, dijo Marcus. Exhalé con los ojos entrecerrados. Ellos no sabían que Alex había sido ella misma durante unos segundos la noche anterior. Ese pequeño vistazo era algo que guardaba cerca de mi corazón, pero en el duro resplandor de la luz del sol, no estaba seguro de si realmente había sucedido o si fue una ilusión.
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Me aclaré la garganta repentinamente seca. Las palabras eran difíciles, me costaba conseguir decirlas. "Dale el elixir." Y eso fue todo, todo lo que tomó hacerlo. Lo que sonaba como una serie de botellas de champán rompió el silencio. El aire fue succionado fuera de la habitación, formando un trompo y crujiendo. Un polvo azul trémulo se formó en los rayos de la luz del sol. Cada partícula brilló como un zafiro. Uniéndose rápidamente, se convirtieron en una unidad. En segundos, una mujer estaba ante nosotros. Envuelta en túnicas de seda azul que se aferraban a sus curvas, la diosa inclinó su cabeza dorada. Largos y gruesos rizos caían hasta su cintura mientras se desplazaba hacia Apolo con un vaivén de sus caderas. Marcus respiró hondo, obviamente afectado por la belleza de la diosa, y yo en cambio no sentí nada, aparte de entumecimiento mientras hacíamos una reverencia. Había algo seriamente mal en mí. O tal vez estaba demasiado concentrado mirando lo que ella tenía en sus manos, una delicada porcelana de aspecto antiguo que tenía grabado un odioso símbolo. Un círculo con una raya vertical: la marca de la servidumbre. "Ananké", dijo Apolo, inclinándose ante la diosa.
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Alcé mis cejas. Eso fue rápido. Era espeluznante ver cómo en segundos los dioses podían aparecer cuando querían. Inmediatamente sentí antipatía, pero me obligué a tener mi expresión en blanco. Le entregó a Apolo la jarra y luego se volvió hacia mí, con el labio inclinado hacia una esquina, antes de dirigirse nuevamente a Apolo. "Sólo tienes que utilizar un... poco de esto. Luego tienes que terminar con la compulsión." Con las manos apretadas, se empezó a girar, pero se detuvo. Había oído la compulsión una y otra vez en los últimos años. Ya estaba fluyendo en mis pensamientos. Mi estómago dio un vuelco. La diosa se alejó de Apolo, volviendo al centro de la habitación. "Tomará unos minutos para que haga efecto. Se apagarán todos sus poderes de Apollyon, por lo tanto, romperá el enlace. Ella va a ser... diferente." Al oír esto, le pregunté: "¿Qué quieres decir con ‘diferente’?" Su labio se inclinó de nuevo. "Será más obediente para hacer… será más complaciente. La chica... sabrá quién es en el nivel más básico, pero nada más." "¡¿Qué?!" Miré a Apolo. "No accedí a eso." Apolo me lanzó una mirada que decía ‘cierra la boca’ y algo más. Tomé una respiración profunda, apretando mis manos detrás de la espalda. "Pido disculpas."
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La diosa arqueó una ceja y asintió. "He añadido Ma-Huang, que afecta la memoria. Sus recuerdos le vinculan al Primero. Sin ellos, él simplemente no existe. No es perfecto, pero es lo mejor que podemos hacer dada la situación." Un escalofrío me recorrió la espalda. Si Seth no existiría, entonces tampoco existiría nadie quien le importara o en quien confiara. Yo tampoco existiría. "Se cansará con facilidad", continuó Ananké. "Y va a ser muy fácil de manejar mientras buscamos una solución más permanente." La solución permanente estaba en la sala: Apolo, pero por suerte la mayor parte de los dioses no sabía que podía sacarla del juego. "¿Cuánto tiempo va a durar?" Preguntó Apolo. Ananké negó con la cabeza. "No se sabe. Tal vez unos pocos días si tienes suerte, pero sabrás cuando se esté desgastando. Se pondrá inquieta, puede empezar a recordar cosas. Cuando eso suceda necesitará una nueva dosis." "¿Esto le hará daño de alguna manera?" La preocupación coloreaba la voz de Marcus. "No". La diosa comenzó a brillar, pero su voz aún era fría e indiferente. "Pero yo no le daría más de seis dosis. La efectos pueden ser permanentes después de ese momento."
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Y luego se fue, dejándonos a todos con la boca abierta. Marcus exhaló con fuerza. "Agradable de su parte decir aquello." "¿Podría llegar a ser permanente?" Levanté una ceja, desafiando a Apolo a apartar la mirada. "¿Sabías esto?" Sus ojos se estrecharon. "Sé lo mismo que tú sabes. Por lo menos, sabemos que no se debe exceder de seis dosis. Si dura al menos cuatro días nos da casi un mes." "Si dura cuatro días cada vez", señalé. Apolo miró hacia la puerta. "Bueno, estamos a punto de averiguarlo".
Bajé las escaleras lo más impertérrito como pude. Ser consciente de que estaba a punto de participar en esto oscurecía mi alma. Puede sonar dramático, y antes, realmente no hubiera creído que fuera posible, pero ahora lo entendí. "Es lo mejor", dijo Apolo. Mirándolo, me deslicé a su lado y se detuvo delante de la celda. Alex estaba sentada en el colchón, la espalda contra la pared y las rodillas contra su pecho. Apolo se quedó detrás de mí, esperando en las sombras. Por alguna razón, Alex reaccionó como una furia enloquecida cuando sintió la presencia de Apolo.
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"¿Finalmente recobraste la cordura y decidiste dejarme salir?" La sonrisa se retorció en los que habían sido una vez hermosos labios. Ahora estaban agrietados por la falta de agua. La botella estaba intacta cerca a la pared. Abrí la puerta. "Sabes la respuesta a eso". Alex se puso en pie, tambaleándose mientras salía del colchón. Su cara estaba tan pálida como las paredes que la rodeaban. "Debí haber sabido que ninguno de ustedes sería lo bastante inteligente." Entramos en la celda, bloqueándonos las espaldas. Miré a Alex con cansancio. Estaba más débil con cada día que pasaba, pero aun así resistía. La chica era una luchadora. Marcus retrocedió, dejando que me ocupara de ella como habíamos planeado. Parecía lógico que yo fuera el que hiciese esto. Su extraña mirada ámbar se deslizó a mi lado a lo que Marcus tenía en sus manos. El líquido en el interior del cristal era de un azul profundo y espeso. El reconocimiento brilló en su mirada, y dio un paso atrás. Me moví a su lado, aguantando la respiración. Como era de esperar, se puso como loca. Me moví hacia adelante, y envolví mis brazos alrededor de ella, sujetándole los brazos a los costados. Usando mi peso, la llevé hacia al piso siendo lo más
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cuidadoso posible, pero me golpeó y siguió luchando. Aun así, seguí detrás de ella, encerrándole la cintura con mis piernas. Alex estaba atrapada. "¡No! ¡No!", Gritó una y otra vez, cada palabra era una puñalada a mi corazón. "¡No! ¡No!" Al presionar mi mejilla contra la de ella, le forcé la cabeza hacia atrás. "Lo siento, Alex, lo siento mucho." "¡No puedes hacer esto!" Trató de mover la cabeza hacia abajo, pero no pudo. Su voz mezclaba odio y poder, tenía un borde que no le pertenecía. "Te arrepentirás de esto. Todos ustedes, es lo último que harán. Lo prometo." "Hazlo", insistí, deseando terminar con esto. Por encima del hombro de Marcus, mis ojos se encontraron con Apolo. Él estaba justo fuera de la celda ahora. Incluso el dios parecía asqueado por lo que estábamos haciendo. Con una expresión de dolor, Marcus se agachó delante de nosotros y agarró la barbilla de Alex. Le temblaba la mano mientras levantaba la copa de elixir, y enderezó los hombros. "Lo siento, Alexandria. Todo habrá terminado en cuestión de segundos." Como un interruptor siendo presionado, la voz que salió de la temblorosa chica era una que yo reconocía y temía. "Por favor, no hagas esto", suplicó.
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Segundos más tarde, mis mejillas estaban húmedas por sus lágrimas. "Por favor, Marcus, por favor, no me hagas esto." Marcus dudó. "¿Alex?" Su cuerpo se estremeció contra el mío. "Voy a comportarme. Te lo prometo. Voy a hacer todo lo que me pidan, pero por favor no me des el elixir." Respiré hondo. "¿De qué color son sus ojos?" "Oro", gruñó. Moví sus muñecas delgadas a un lado, Marcus estiró su mano y la agarró por la barbilla examinándola. "No es ella, no en realidad. Hazlo. Dioses, maldita sea, ¡hazlo!" Alex gimió, y una parte de mí se volvió fría para siempre. Le obligué a abrir la boca, probablemente quedaría con moretones en la mandíbula mientras comenzaba
a
luchar
nuevamente.
Energía
pasó
a
través
de
mí,
sorprendiéndome cada dos segundos. Marcus inclinó la copa a sus labios, y el repugnante aroma dulce del elixir inundó la celda. Incluso después de que el contenido de la copa hubiera desaparecido, Alex seguía luchando. Gritando, moviendo sus caderas, echando la cabeza hacia atrás y adelante hasta que sentí sus respiraciones más profundas, más lentas.
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Marcus retrocedió, dejando la copa a un lado. Se limpió las manos con los pantalones, como si de alguna manera pudiera borrar lo que acababa de hacerle a su sobrina, pero esto había dejado una huella en mi alma. Una que nunca sería capaz de borrar, sin importar cuánto lo intentara. Miré a Marcus y a Apolo mientras el cuerpo de Alex se relajaba. Su cabeza cayó hacia atrás sobre mi hombro y de lado mientras exhalaba una larga y profunda respiración, que sonó como un suspiro. Bajé la mirada hacia ella y vi las marcas de nuevo. Diseños intrincados sangraron a través de su piel, pasando sobre sus mejillas y su cuello. Se tiñeron de azul, iluminándose hasta que toda la habitación estaba inundada de zafiro, y luego se desvanecieron. Alex se quedó inmóvil. "Hay que terminar con esto", dijo Apolo. Uno de estos días iba a golpear a Apolo otra vez. Probablemente no sobreviviría, pero no me importaba. Envolviendo a Alex en mis brazos, la sostuve contra mi pecho y acaricié su mejilla. "Alexandria, abre tus ojos." Sus pestañas revolotearon contra sus pálidas mejillas, y, finalmente, se levantaron. Jadeé. Sus ojos estaban hechos añicos, eran marrón con oro rallado. La conexión se había roto, pero no era Alex quien me devolvía la mirada. Tampoco era Seth. Era una extraña, una joven niña asustada que no me reconocía, una pizarra vacía, perfecta para una compulsión.
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Controlé la ira que crecía en mi garganta, y mantuve mis ojos fijos en los de ella. "Το όνομά σας είναι Alexandria. " Tu nombre es Alexandria. Ella parpadeó lentamente. Dolor en rodajas pasó a través de mi pecho. "Tο όνομά μου είναι Aiden...". Me ahogué en el ardor de mi garganta. Humedad se reunió en mis ojos, nublando el rostro de Alex. No podía hacer esto… pero tenía que hacerlo. Las palabras salieron de sopetón. "Tο όνομά μου είναι Aiden και είμαι ο Δάσκαλός σας." Mi nombre es Aiden, y soy tu Maestro. "Θα υπακούσει μου κάθε επιθυμία, την επιθυμία, και την εντολή σε θάνατο." Obedecerás cada uno de mis deseos, caprichos, y órdenes hasta la muerte. O hasta que el elixir se disipara. Respiró las palabras, relajándose un poco más. Vi sus ojos destrozados, todavía más opacos. Solté sus manos, y cayeron a su regazo. "¿Cuál es tu nombre?", Le pregunté, con voz ronca.
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"Alexandria", repitió en una voz suave que nunca había escuchado a Alex usar en la vida real. "¿Y quién soy yo?" "Aiden". Ella sonrió, y yo me estremecí. "Eres mi Maestro."
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Capítulo 6 La primera cosa que hice fue conseguir que comiera pero no fue un proceso sencillo. Llevé a Alex segundo piso y la senté en la mesa. Durante todo el tiempo mantuvo los ojos fijos en sus manos, que estaban dobladas en su regazo. Alex no decía nada a menos que le hablara directamente, e incluso entonces, no levantaba los ojos. Puse un plato de carnes frías y un recipiente de frutas frente a ella, junto con una lata de refresco de uva, su favorito. No se movió. Miré a Marcus, quien permanecía junto a la puerta asegurándose de que nadie entrara. Apolo había desaparecido en el instante en que la había sacado de la celda. Cretino. "Debes tener hambre, Alex. No has comido nada en días." "Mi nombre es Alexandria", dijo en un susurro suave. Parpadeé varias veces y luego empujé el plato hacia ella. "¿No tienes hambre, Alexandria?" "¿Tengo hambre?"
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Entonces algo hizo clic en mi mente. Al igual que los mestizos más controlados, había que ordenarles, ordenarles hacer todo. Me recosté y pasé los dedos por mi pelo. "Por favor come, Alexandria." Sus pestañas se levantaron. Sus extraños ojos encontraron los míos por un breve instante, y luego fueron al plato de comida. Fue era lenta para comer al principio, pero una vez se sintió cómoda o segura de lo que estaba haciendo, terminó su plato y la mayor parte del recipiente de frutas. Bebió dos latas de refresco después. Marcus negó con la cabeza y se dio la vuelta, dejándonos solos. ¿Se arrepentía de todas las veces en las que había deseado que Alex fuera más dócil? Lo gracioso era que incluso cuando le había pedido que no hiciera algo en el pasado, amaba secretamente que no me hiciera caso. Me puse de pie, sorprendido de que ella hiciera lo mismo. "Te mostraré tu habitación y puedes darte una ducha después si quieres." Mordí el interior de mi mejilla mientras sus pestañas se abatían. Lo intenté de nuevo. "Vas a ducharte y luego descansarás." "Está bien". Ella me miró, con los ojos a la deriva. "Yo..." "¿Qué?" Di un paso adelante. Alex se movió de nuevo detrás de la silla como si ésta le sirviera de escudo. Negó con la cabeza. Le di unos minutos para que volviera a hablar, pero
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enmudeció. Quería extender mi mano y tocarla, consolarla, pero tenía claro que eso la trastornaría. La llevé a la habitación en la que había en la que me había estado quedando. Una habitación más pequeña estaba unida a la mía a través de un baño compartido. Tenerla en esa habitación me permitiría mantener un ojo en ella. Al menos eso fue lo que me dije a mí mismo mientras le mostraba la ducha y colocaba dos toallas y una bata en el lavabo del baño. No tenía nada que ver con el hecho de que sólo la quería cerca de mí. Sí, en realidad no engañaba a nadie. Al principio pensé que iba a tener que quitarle la ropa y por todos los dioses, no había manera de que pudiera hacer eso y no, bueno, pensar y sentir cosas. Entonces ella agarró el dobladillo de su suéter y comenzó a levantarlo. Tuve que obligarme a salir del baño. San14 Delphi ni qué mierda. Cerrando la puerta detrás de mí, me apoyé en ella y cerré los ojos. Escuché el agua encenderse, y me levanté, a crucé la habitación y me senté en el borde de la cama. El cansancio se filtraba en mis huesos. Tal vez ahora podría dormir, por lo menos más de un par de horas. Una cantidad muy pequeña, minúscula, de alivio se esparcía a través de mí, ya que Alex se movía por ahí sin tratar de matar a alguien, y ya no estaba conectada a Seth. Algo para celebrar, ¿no? No. Lo que estaba merodeando no era Alex. No podría ser tan mansa ni aunque lo intentara. 14
Su apellido, St Dephi (Saint Delphi), se traduce como San Delphi.
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Quince minutos pasaron y la puerta se abrió lentamente. Alex se asomó, limpia, agarrando el cuello del vestido y con la mirada baja. Entró en el dormitorio, pasando el peso de un pie a otro. "Terminé." Me puse de pie, mirándola fijamente, transportado hasta el día que la llevé de vuelta al Covenant y vi lo que había debajo de la mugre y la suciedad. El mismo torrente de sentimientos enloquecedores me dio un puñetazo. Alex era preciosa, perfecta, para mí. Sus pestañas se levantaron y nuestros ojos se encontraron, un color dulce pasó por sus mejillas. Mi mirada se sumergió en sus labios entreabiertos y un tipo muy diferente de hambre se agitó en mí. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, crucé la habitación, con las manos extendidas, llegando a ella. Alex retrocedió, sus nudillos decolorándose y volviéndose blancos. Había confusión en su cara mientras se mordía el labio inferior. Noté ansiedad en sus ojos, cuando me devolvió la mirada. Me detuve en seco, retirando mis manos. ¿En qué estaba pensando? Ella... me tiene miedo, tenía miedo de su Maestro. Maldije. Dio un salto, con los ojos muy abiertos.
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Nunca me odié a mí mismo más. Calmando mis emociones a flor de piel, le di espacio. "Quédate aquí. Te encontraré algo de ropa." "Si, Ma…" "No me llames así." Mi tono fue más duro de lo que quería y eso que había intentado ablandarlo. "Llámame Aiden, ¿de acuerdo?" Alex asintió. Caminando lejos de ella, me dirigí a la puerta y eché un vistazo por encima de mi hombro. Mis cejas se fruncieron. Ella estaba de pie en el mismo lugar, sus manos apretando el manto y los ojos en el suelo como si fuera una especie de faro. ¿Qué demonios estaba haciendo? Entonces se me ocurrió. Yo le dije quédate aquí y ella obedeció. "Alex..." "Mi nombre es Alexandria." "Está bien." Suspiré, acercándome a ella con cuidado. Cuando estuve seguro de que era consciente de que estaba a su lado, le tomé el codo. "No tienes que esperar aquí. Puedes hacer lo que quieras, Alex… Alexandria. Duerme o ve la televisión." Asentí con la cabeza hacia la pantalla plana de la esquina mientras la llevaba hasta la cama. "Puedes hacer lo que quieras, ¿de acuerdo?" Mientras se sentaba, Alex asintió y me miró. "Vas a volver, ¿no?".
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"Por supuesto", le aseguré. No dejaba de mirar alrededor de la habitación, cada vez más y más agitado. "No tardaré mucho en absoluto. Lo prometo." Alex volvió a asentir. "Está bien, Ma...". Se estremeció. "Está bien, Aiden."
No me tomó mucho tiempo encontrarle ropa. Todas sus cosas aún estaban en la habitación contigua a la mía. Marcus, después de echar un vistazo, desapareció escaleras abajo, y ahora era Deacon quien estaba junto a la puerta. Recogiendo la ropa de Alex, me enfrenté a mi hermano. "¿Qué pasa?" Se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos. "¿Cómo fue?" "Ella luchó, como se esperaba, pero funcionó." Me senté en el brazo de una silla, bostezando. "Ella no... no es como era." "¿Ya no es la malvada Alex...?" Negué con la cabeza. "Ella... no… es sólo temporal." Deacon apretó los labios. "Así de mal, ¿eh?" "No he dicho que era malo."
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Él arqueó una ceja. "Te conozco, Aiden. La decepción es por ti mismo, no por Alex, está escrita en tu rostro. Prácticamente gotea de tu sucia cara." Levanté mis cejas. "¿Estoy sucio?" "Estás algo asqueroso. Quizá puedas pensar en afeitarte, también, a menos de que quieras parecer un indigente sin posibilidad de echar un polvo." Me reí mientras me levantaba. "Lo tendré en cuenta." Una sonrisa genuina se plantó en sus labios, algo que era muy raro en mi hermano, pero se desvaneció rápidamente. "Ella va a estar bien, ¿verdad? Es decir, alguien va a encontrar una manera de romper la conexión y dejará de ser una posible homicida en algún momento. Tienen que hacerlo." Mi buen humor se desvaneció, una grieta rompió el control, rompiendo la barrera -ya debilitada- que había formado a mí alrededor. "Dios, espero que sí, Deacon. No puedo..." "¿Vivir sin ella?" Me di vuelta y no contestép porque no había necesidad. "¿Siempre ha sido tan obvio?" "¿Honestamente?" rió Deacon. "Sabía que sentías algo por ella y ella por ti desde el momento en que regresó de Atlanta. Para mí era obvio, pero sólo porque te
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conozco. Es gracioso porque es una mestiza, pero de una extraña manera es perfecta para ti, ¿no lo crees?" Sonreí débilmente. "Sí, creo que sí." Hubo una pausa y luego preguntó: "Incluso si todos nosotros logramos salir de esto con vida y los dioses no van por todo el mundo como godzilla y ella vuelve al equipo Aiden, ¿cómo van a obtener ustedes dos su feliz para siempre?" "Nos iremos. Ese era nuestro plan. Funcionaría. Apolo nos lo debe." "¿No me digas?" Sonaba incrédulo, pero no molesto. "¿Dejarás de ser un Centinela? ¿Huirían y tratarían de vivir como mortales?" Asentí con la cabeza, encarándolo. La tristeza se congelaba en mi pecho. "Sí, era nuestro plan. Te lo iba a decir. Arreglaríamos algo para que tú y…" "Hombre, sé que te asegurarías de que supiera dónde encontrarte", dijo, parpadeando varias veces. "Maldita sea, Aiden..." "¿Qué?" "Es sólo que... Wow, me alegro por ti. Creo que esto es genial. Es amor del tipo por el que haces sacrificios. El tipo de amor por el que le gritas a todo ‘jódanse’. Es digno de envidia."
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Yo arqueé una ceja. "No estoy seguro de que alguna parte de mi vida sea digna de envidia en este momento, teniendo en cuenta que Alex cree que soy su Maestro". "Hey, tú sabes, eso podría ser…" "Ni siquiera lo digas." "Está bien… Okay…. Pero todo esto va a mejorar." Sus ojos se movieron, encontrándose con los míos. "Lo estás haciendo bien, Aiden. Mejor de lo que la mayoría lo haría en esta… situación." "Gracias". Sonreí, cambiando mi paquete de lado. "Tú también." "Lo sé". Sonrió Deacon. "Soy sencillamente asombroso." "Y modesto". Me detuve frente a él, bajando la barbilla. "En serio, ¿cómo lo llevas?" Él se encogió de hombros. "He pasado por cosas peores, así que no te preocupes por mí. Tú tienes suficiente en tu plato." No preocuparse por Deacon iba contra mi naturaleza. Me había pasado la última década de mi vida preocupándome por él, tal vez demasiado. Lo asfixiaba en lugar de apoyarlo.
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Deacon echó la cabeza hacia atrás, de repente viéndose mucho más viejo que un joven de diecisiete años. "Ve a descansar, pero dúchate primero." Un destello rápido de una sonrisa apareció en su rostro. "Vigilaremos por ahora." Asentí con la cabeza, entregándole las riendas proverbiales. Deteniéndome en la puerta del cuarto de baño, me volví hacia él. "¿Deacon?" Él apartó un rizo de sus ojos. "¿Sí?" "Sé de ti y Luke, y no me importa, siempre y cuando seas feliz. Simplemente, haz lo correcto para él y sabes a lo que me refiero." Su boca se abrió, y por primera vez, fui yo quien sorprendió a mi hermano y no a la inversa.
Ni siquiera entré a mi habitación, opté por colocar la ropa de Alex en un estante y limpiar primero. Después de una larga y dura inspección en el espejo, reconocí que me veía... sucio. Necesitaba una navaja. Me duché y afeité rápidamente. Había un par de pantalones de pijama limpios en la estantería, pero sin camisa. Así que con la esperanza de que Alex no se asustara cuando viera mi pecho desnudo, abrí la puerta del baño. Y me quedé ahí parado, inmóvil.
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Alex estaba acurrucada a un lado sobre la colcha, con las manos cruzadas debajo de la barbilla, como si estuviera rezando. Tenía los labios entreabiertos y de color rosa. Dos piernas curvilíneas que se asomaban por debajo de la bata captaron de inmediato mi atención. Siempre me encantaron las piernas de Alex. Ella estaba profundamente dormida. Acomodé su ropa en una silla cercana, fui a su lado y dije su nombre. Ella murmuró algo, y sentí un aleteo, un maldito aleteo en el pecho. Con mucho cuidado, puse otra manta sobre sus piernas. No sé si era todo el agotamiento acumulado de estos días o si el elixir había hecho efecto en ella. Tiré de la manta para cubrirla, acomodándola a su alrededor. Asegurándome de que estaba segura en la cama, salí de la habitación, dirigiéndome a través de la tranquila casa. En la planta baja, había una pequeña habitación que no era más que cuatro paredes de cemento. Alguien había atado allí un saco de boxeo desde el techo. Frustración acumulada, rabia e impotencia llenaban mi cabeza, y un segundo después, mis nudillos desnudos se estrellaron en el gastado y duro cuero del saco. Estaba desesperado, cada golpe traía un aumento de dolor en mi mano, lo que acogí de buena gana. Horas pasaron y yo seguía dándole puñetazos y patadas al saco. El sudor corría por mi cuerpo, escocía mis ojos y la piel desgarrada de mis nudillos. El dolor físico no hizo nada para amortiguar todo el tormento dentro de mí.
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En un instante, volví al verano pasado, cuando había visto a Alex haciendo exactamente lo mismo después de que descubriera la verdad sobre su madre. Había sido una criatura feroz pero hermosa, descargando su rabia contra el maniquí de la práctica. Un ciclón de emociones crudas había llegado al otro lado de la sala de entrenamiento, golpeando mis propios sentimientos mezclados. Cuando había sentido mi presencia y nuestras miradas se encontraron, tan loco como suena, sentí lo que ella sentía. Tomando respiración entrecortada, me detuve y miré por encima de mi hombro hacia la puerta. ¿Por qué había estado esperando encontrarla allí de pie? No lo sabía, pero por supuesto la puerta estaba vacía. Alex… estaba vacía. Fui al piso de arriba, agarré una toalla del cuarto de baño a oscuras y me aseé. De vuelta en la habitación, miré el tamaño del gran sofá que estaba contra la pared, y tomé una fina colcha del extremo de la cama. Cada célula de mi cuerpo exigía estar cerca de ella, pero parecía estar mal. Si se despertaba conmigo a su lado, temía se confundiría y se enojaría. Eso era lo último que quería. Me acosté en el sofá, extendiendo la manta y vi su sueño hasta que el agotamiento me derrumbó.
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Capítulo 7 Alex durmió durante casi veinticuatro horas, despertando minutos antes de que yo cediera a mi creciente preocupación. A última hora de la noche, nos fuimos al piso de abajo y entre los dos vaciamos la nevera. Ella todavía estaba inquieta y sólo hacía algo si le decía que lo hiciera, pero cuando la mañana llegó, se relajó tanto que era casi como estar en torno a una muy tranquila y sedada Alex. Fuimos de la cocina a la terraza acristalada y nos quedamos allí. No me hablaba a menos de que le hiciera una pregunta. Después de investigar todas las flores y plantas en la habitación, se sentó en uno de los asientos de la ventana y permaneció allí, mirando las gruesas maderas que rodeaban la casa de seguridad. Me senté a su lado, en el otro extremo del asiento de la ventana, sorpresivamente contento sólo con estar allí con ella. Quería saber qué estaba pensando y cada vez que le pregunté, la respuesta era la misma. "Nada", decía, sin apartar la mirada de las paredes de cristal.
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Eso era como un corte en el pecho, pero no tan malo como cuando oía pisadas en el pasillo y voces acercándose, y se cerraba. Apartó la mirada de los bosques dirigiéndola a la puerta cerrada. Pánico llenó sus ojos marrones y ámbar. Solos entró en la habitación acristalada sólo un momento para ver si necesitábamos algo del pueblo cercano. La única persona que no la asustaba era su tío. ¿Era producto del vínculo familiar? Pero aun así, lo trataba de la misma forma en que a mí. Marcus tuvo la misma suerte que yo tratando de iniciar una conversación. Después de eso, decidí que sería mejor mantenerla alejada del resto de la casa. Finalmente, después de horas de estar juntos, sus ojos estaban fijos en mí. Fingía no darme cuenta, pero era consciente de que su miraba bajaba. Alex se movió de repente, más lento de cómo lo haría normalmente, y tomó mis manos entre las suyas. "Tus manos..." Asombrado de que me estuviera tocando siquiera, no pude responder. Como un idiota, me senté allí mientras sus pulgares acariciaban los huesos en mi mano, sin llegar a los nudillos. "Estás herido", dijo. "¿Por qué estás herido?" Tan suavemente como pude, saqué mis manos. "No estoy herido. No es nada de qué preocuparse."
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Sus pestañas se arrastraron mientras buscaba mi rostro. Luego asintió con la cabeza y se echó hacia atrás, mirando sus manos con el ceño fruncido. Se cansó rápidamente después de eso, adormeciéndose antes de que fueran las nueve. Me las arreglé para hacer que comiera antes de llevarla de vuelta arriba. Se quedó foco apenas su cabeza tocó la almohada, y me retiré al sofá. Repetimos la misma acción al día siguiente, y era como si hubiera un reloj gigante sobre nuestras cabezas, contando los minutos hasta que fuera necesario darle otra dosis. Pasamos la mañana en la terraza acristalada, pero la persuadí de ir a otra habitación sobre todo porque iba a perder mi siempre cariñosa mente si tuviera mirar a otra planta de nuevo. El estudio estaba ocupado siempre por mi hermano, Lea y Luke, pero había otra sala de estar arriba llena de libros. La llevé hasta allí después de tomar una bolsa de papas fritas y un refresco de uva para que merendara. La vi moverse por la habitación, buscando signos de si estaba inquieta o no. Se detuvo frente a un escritorio, cogió un lápiz y luego lo dejó. Sus dedos recorrieron la parte superior de un bloc de notas, y luego se dirigió a una estantería. Se quedó allí, con el ceño fruncido, colocando un dedo sobre el lomo de cada libro. "¿Quieres leer algo?", le pregunté. Dio un respingo al oír el sonido de mi voz, y después bajó la barbilla obedientemente. Me dirigí hacia ella, pero me detuve. Cualquier movimiento
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inesperado parecía hacer que huyera. "Está bien, Alex. Si quieres leer algo, puedes hacerlo." "Mi nombre no es Alex", susurró. "Es Alexandria." Una quemadura aguda comenzó en mi pecho, en mi corazón. "Pero te gusta que te llamen Alex." Negando con la cabeza, se alejó de los libros y poco a poco se dirigió a la televisión, con los ojos bajos. Se detuvo delante de la pantalla. Cogí una pequeña estatua de Atenea, y la volví a dejar. Quería ir donde estaba, abrazarla, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría. Todo entre nosotros era pomposo y torpe. "¿Quieres ver algo?" Alzó su barbilla, pero no me miró. A sus lados, sus manos se abrían y cerraban. "¿Puedo?" ¿Puedo? Dioses, cuando se recuperara enloquecería. "Puedes hacer lo que quieras." Una pequeña sonrisa tentativa tiró de sus labios y sus pestañas se movieron, revelando esos ojos destrozados. Respiré lentamente, pero no sirvió para aliviar la presión que sentía en mi pecho. Su mirada dejó la mía. "Tú…" La puerta se abrió y entró Apolo "Ahí están."
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Alex se quedó inmóvil frente a la televisión, como un animal salvaje que había sido invadido. Luego se lanzó a través del cuarto, agachándose detrás de mí. Se acurrucó allí, apretando la parte trasera de mi camisa. Apolo se detuvo en seco, sus cejas rubias frunciéndose. "¿Acaba de ocultarse detrás de ti?" Miré al dios. "No es la misma. Lo sabes." Él parpadeó, los ojos totalmente blancos. "Lo sé. Es sólo que es inesperado. Es como una pequeña ninfa15 o algo así." Oír la palabra ‘ninfa’ salir de la boca de Apolo16, rasgó mi autocontrol. "¿Qué quieres?". Apolo ladeó la cabeza hacia un lado y habló en voz baja. "Irritable y malhumorado, Aiden..." Los dedos de Alex se clavaron en mi espalda. Me eché a un lado, protegiéndola completamente. Si Apolo hubiera tenido los ojos normales, estaba seguro de que los habría puesto en blanco en ese momento. Sin hacerle caso, me volteé sonriéndole.
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Ninfa: en la mitología griega es una deidad menor femenina típicamente asociada a un lugar en concreto, como un manantial, un arroyo, un monte o una arboleda. 16 Las relaciones de Apolo con las ninfas no solían salir muy bien. Ej: Dafne.
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"Está bien. Apolo no te hará daño." O al menos eso esperaba. Alex me miró a través de sus pestañas. Por primera vez desde que había Despertado, vi confianza en su expresión. El calor inundó la caverna fría donde mi corazón descansaba. Nunca había visto a una mestiza controlada mirar a su Maestro de esa manera. Tenía que significar algo. Apolo se aclaró la garganta. "Y veo que hay cosas que nunca cambian." Fruncí el ceño. "¿Qué significa eso?" "Oh, ya sabes, las miradas de amor con ojitos saltones. Incluso cuando alguien, ejem, como yo, un dios, está de pie justo en frente de ustedes dos." Rodé los ojos, dispuesto a ignorar ese comentario, pero Alex tiró de mi camisa. "¿Qué quiere decir con eso?", susurró. ¿Cómo se supone que le respondiera? El hecho de que Alex no recordara mucho era la clave para mantenerla lejos de Seth, pero no estaba seguro de cuánta información se podía compartir con ella. Y de hecho estaba haciendo una pregunta, lo que ya era sorprendente de por sí. "Te lo explicaré más tarde." Apolo rió entre dientes. "Me encantaría escuchar esa conversación."
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Mis ojos se estrecharon, y él sonrió. A veces creo que su único objetivo era meterse conmigo. "Ha ocurrido algo que deberías saber." Dudaba que fuera una buena noticia. Empecé a responder, pero Alex tiró de mi camisa una vez más, susurrando. "Me duele la cabeza." "Te daré algo para eso en uno momento, ¿de acuerdo?" Bajando la mirada, asintió con la cabeza. Quería que Apolo se diera prisa. Me cambié de lado, protegiendo a Alex. "¿Tiene que ver con... el otro?" Entendiendo al instante que hablaba de Seth, él asintió con la cabeza. "Él no está feliz por no ser capaz de hacer contacto. Espías de Dionisio han dicho que tanto él como el Ministro están agitados." "Apuesto que sí." En realidad, nadie sabía cómo iba a reaccionar Seth una vez que el vínculo estuviera roto. Sentí a Alex echar un vistazo alrededor. Estaba observando a Apolo con grandes ojos. Él sonrió, y ella le dio una sonrisa vacilante. "¿Ha hecho algo?", pregunté.
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"Hmm, si contamos que eliminó a dos Centinelas que se negaron a unirse a su causa, entonces sí." "Dioses", murmuré, moviéndome de nuevo cuando Alex hizo detrás de mí. Apolo estiró el cuello hacia un lado, siguiendo los movimientos nerviosos de Alex. "No han ido contra el Covenant de Tennessee todavía, pero unos cincuenta de sus Centinelas se han separado y parece ser que van en dirección al de New York. Todavía está con el Ministro." "Y si logran llegar a New York, ¿qué va a pasar?" Su expresión se volvió sombría. "He sacado algunas cosas del Olimpo en caso de que esos Centinelas no busquen nada bueno." El pánico floreció. "¿Como qué cosas?" "Algunas de las creaciones más interesantes de Hefestos. Los Khalkotauroi." Me atraganté. Tenía que haber oído mal. Los Khalkotauroi eran toros automatizados de bronce que respiraban fuego, pero no los que aparecían en el mito de Jasón y el vellocino de oro. En primer lugar, no había sólo dos de ellos. Había cientos de ellos, y caminaban en dos patas. Al igual que todos los seres que pertenecen a los dioses, habían sido detenidos y enviados al Olimpo cuando los dioses se retiraron del mundo de los mortales. "¿Y qué pasa si un mortal los ve?"
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Apolo arqueó una ceja. "El Khalkotauroi sabe cómo mantenerse oculto, pero si el Covenant de Nueva York o cualquiera de los otros es atacado va a ser un punto discutible. El mundo de los mortales será muy consciente de que algunos mitos son ciertos." En realidad no había nada más que decir, y mi mente estaba ya ocupada con demasiadas preocupaciones para dedicarle tiempo a esta última noticia. Apolo se fue, no sin antes tratar de hablar con Alex. Para su diversión, ella se puso nerviosa y no quiso tener nada que ver con él. Me sorprendió que mientras todo el mundo estaba al borde de la guerra, Apolo se estaba riendo. Seguro que esta no era su primera vez en el rodeo. Cuando Apolo se fue, ella me miró con expresión contrariada. "Mi cabeza... me duele". "Te daré algo." Salí a buscar una aspirina y ella me siguió, sin alejarse demasiado de mi lado. Tomando dos pastillas sin dudar, me di cuenta de cómo esa confianza podría ser objeto de abuso y de como muchos otros mestizos estaban en las manos equivocadas. Una tipo enfermo y retorcido de miedo se levantó cuando lo comprendí.
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La aspirina no pareció funcionar. Alex se retiró aún más en sí misma, y mantuvo los ojos fuertemente cerrados durante la mayor parte de la película que puse. Una voz oscura permanecía constante en la parte de atrás de mi mente, incluso después de que ella se quedara dormida y la llevara a la cama, su peso era aparentemente inexistente. El dolor de cabeza era una señal: el Elixir estaba desapareciendo. Mañana sería el cuarto día. La idea de darle otra dosis me devastaba. Pasaron horas mientras estaba acostado en el sofá, mirando el techo, mirando los delgados pedazos de luna que atravesaban la oscuridad. El edredón se movió con mis piernas mientras me ponía de lado. ¿Podría hacerlo de nuevo? ¿Darle algo que destruía su centro mismo y ver que ella aún me miraba con confianza innata en sus ojos? Cerré los ojos con fuerza, cruzando los brazos por debajo de mi cabeza. No había otra opción. Era necesario de que Apolo encontrara otra manera, porque no ella podía hacerlo por su cuenta. El sueño finalmente me venció, pero no duró mucho. Me desperté de golpe después. La oscuridad envolvía la habitación y el sofá se sentía infinitamente más pequeño que antes. El aroma de... melocotones me rodeaba, algo cálido y suave apretado a mi lado, moviéndose más cerca. Unas manos se aferraban a la camiseta vieja que había encontrado el día anterior. Mis ojos se abrieron de golpe.
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La parte superior de la cabeza de Alex apareció a la vista, mientras colocaba su mejilla en mi pecho y dejaba escapar un pequeño suspiro. Cada músculo de mi cuerpo se tensó. ¿Estaba soñando? Incluso creo que dejé de respirar. ¿Qué estaba haciendo ella aquí, en el sofá... conmigo? "¿Alex?" Mi voz sonaba ronca. "¿Qué estás haciendo?" Levantó la cabeza lo suficiente para que yo pudiera ver los trozos de ámbar que se asomaban desde detrás de sus pestañas, esos ojos destrozados que estaban adaptados para ver por la noche. "Me duele la cabeza." Empecé a sentarme, pero Alex se movió, lanzando una pierna sobre la mía como si me estuviera pidiendo que no me moviera sin decir ni una palabra. "Uh..." Nunca había estado más inseguro en mi vida, o más incapaz de leer a una persona. "¿Quieres que te traiga una aspirina?" "No". Ella puso su cabeza de nuevo en mi pecho, acurrucándose. "Se siente mejor ahora. Vacía." Tragué saliva. Esto era complicado. "¿Vacía?" "Ajá", murmuró, temblando. "Es más silencioso cuando estoy cerca de ti." Mi corazón tartamudeó. "¿Más silencioso? ¿Estás oyendo cosas? ¿A una persona?"
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"No lo sé. Es como...". Bostezó, extendiendo su mano a través de mi pecho. "Es como si alguien me hablara desde muy, muy lejos. ¿Eso hace que yo sea...?" Seth. La ira se apoderó de mí, y luché por mantenerla fuera de mi voz. "¿Qué?" "¿Loca? ¿Eso me hace loca?" "No, en lo absoluto, agapi." Bajé el brazo y tiré la colcha de modo que la mayor parte de su cuerpo estuviera cubierto. "¿Puedes decirme lo que la voz está diciendo?" Ella negó con la cabeza. "No quiero saberlo. No tengo que hacerlo, ¿verdad?" "No". Me dolía por ella. "Bueno", dijo, y me pregunté si estaba sonriendo. "¿Puedo quedarme contigo?" "Siempre". Buenos dioses, no quería que se estuviera en ningún otro sitio. Se hizo el silencio entre nosotros, y su respiración se hizo más estable y profunda. Los dolores de cabeza eran un signo de que Seth estaba tratando de contactarla, lo que explicaba los breves destellos de dolor que había visto antes del elixir y que confirmaba mis sospechas desde el principio. La conexión dolía de alguna manera. Y ahora el lazo estaba silenciado, pero eso significaba que definitivamente necesitaría otra dosis mañana.
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Una nueva ola de furia me llenó pero mantuve mi cuerpo relajado, no quería asustarla. Realmente había creído que Seth se preocupaba por Alex, tal vez incluso que la amaba a su manera, aunque de qué manera, no lo sabía. Sobre todo después de que Caleb había muerto la había cuidado, la protegió cuando yo no pude. Incluso en New York, veló por ella y habría matado sin pensarlo por asegurarse de que nadie se enterara de que había matado a un puro, aunque fuera en defensa propia. ¿Había sido todo un engaño? ¿Una forma de garantizar que Alex estuviera viva para que pudiera Despertar, y así, darle el poder de un Matadioses? Sí, nunca había confiado plenamente en él. Hubo momentos en los que había visto algo que nunca podría nombrar en sus ojos fríos, ojos que habían pertenecido a Alex por un tiempo. Algo en él hacía encenderse mis señales de advertencia y me enojaba como ninguna otra cosa. Podría haber sido sólo su interés por Alex, pero aun así... Nunca había esperado que la lastimara. Si alguna lograra ponerle las manos encima a ese bastardo, lo mataría o moriría en el intento. Pero en este momento, Alex estaba durmiendo a mi lado y no iba a pensar en Seth. Con mucho cuidado, bajé mi brazo izquierdo y lo envolví alrededor de su cintura demasiada delgada. Emitió otro suave suspiro de ella. Parecía increíblemente pequeña a mi lado. ¿Cómo no lo había notado en el pasado? Tal vez porque todo lo que veía era su fuerza.
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Podría haberle sugerido que volviera a la cama o que ambos nos moviéramos allí, pero no tuve el corazón o el deseo de moverla. No cuando estaba tan cerca de mí, trayendo recuerdos agridulces y tiernos. Pensé en los días de estancia en la casa de mis padres y en el breve tiempo en Ohio. Alex murmuró algo y echó la cabeza hacia atrás, rozando la punta de la nariz a lo largo de mi barbilla y de mi mandíbula. Mucho calor se propagó a través de mi cuerpo y antes de que supiera lo que estaba haciendo, mis labios rozaron su frente. "’Nas noches, Aiden..." Mi pulso se aceleró y una sonrisa llegó mis labios, una de verdad. "Buenas noches, agapi".
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Capítulo 8 Alex se tomó el elixir y la compulsión sin protestar la mañana siguiente. Cuatro días más tarde, lo volvió a hacer. Cada vez, yo estaba más afectado por el proceso que ella. Alex realmente no entendía lo que le estaba dando, sólo que después hablaba con ella en griego y que en general estaba cansada. Pero con cada día que pasaba, un poco de su antiguo ser brillaba mientras estábamos solos. Su típica lengua afilada seguía ausente, para mi pesar. ¿Quién podría haber sabido lo mucho que extrañaría sus respuestas listillas? Comenzó a sonreír más a menudo, rara vez dejaba mi lado, y no se asustó demasiado cuando Lea y Luke estuvieron con nosotros un día. Fueron buenos con Alex, aunque estaban algo sorprendidos de lo diferente que era. No se quedaron mucho tiempo. Creo que les asustó ver cuán real era el elixir, ver lo que podría hacerles. Cómo había dejado a Alex como nada más que una concha. Pillé a Lea mirándola una vez, y estaba claro lo que estaba pensando. Esta podría ser yo. Estaba viéndose a sí misma en los ojos destrozados de Alex.
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Al tercer día, los dolores de cabeza comenzaron, y cada vez que me miraba y mencionaba el dolor, quería romper individualmente cada una de las costillas de Seth. Una especie de rutina se había desarrollado entre nosotros mientras esperábamos a que Apolo llegara con la esperanza de que trajera buenas noticia. Pasábamos el día juntos y por la noche siempre se dirigía al sofá. La verdad es que era mi parte favorita del día. La cama seguía estando fuera de los límites. Había una intimidad en eso que deseaba y que casi que no podía rechazar, pero con ella en este estado habría cruzado la línea. Alex sacó el tablero de ajedrez y lo puso sobre la mesa de café mientras la miraba. Dioses, amaba simplemente mirarla. Sonaba muy espeluznante, lo sé, pero mis ojos la buscaban. Había en ella una gracia de su antiguo yo, incluso después de tres dosis. "¿Juegas?" Se dejó caer en al suelo, al otro lado de la mesa de centro. Había estado enseñándole a jugar al ajedrez. Cuando asentí y me mudé para sentarme en el suelo, cogió uno de los peones y la puso en la fila más cercana a ella. La verdad enseñarle cómo jugar no estaba resultando bien. Cuando ella desvió la mirada, me acerqué, reemplazando el peón con un caballero. Juntando las manos bajo la barbilla, escuchó mientras le decía las
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reglas de nuevo. Una vez que hube terminado, empezó y movió un peón avanzando un espacio. Intenté imaginarme jugando al ajedrez con Alex en un momento diferente, como hace un mes. Imaginarla sentada el tiempo suficiente y tener la paciencia para un juego como el ajedrez era imposible. Conociéndola, para este momento ya habría tirado las piezas de ajedrez. Me eché a reír. La barbilla de Alex se levantó y sonrió. "¿Qué?" "Nada", le dije. Sin dejar de sonreír, se arrastró y se sentó a mi lado, y fue hacia el tablero, moviendo un peón más a la derecha justo en posición para que los míos se lo comieran. Me reí de nuevo. "No puedes sentarte a mi lado y jugar al ajedrez, agapi." Sus hombros se levantaron. "Me gusta estar a tu lado." Y a mí me gustaba mucho, también. Moví un peón hacia adelante, sin comerme el suyo. "Me gusta cuando te ríes, también". Se llevó un dedo a los labios, frunciendo las cejas mientras estudiaba el tablero. "Creo que sencillamente me gustas." Abrí la boca, pero no salió nada.
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"A veces me siento... me siento como que debería estar haciendo más", tomó una torre, "que esto. Con mi vida." La puso de vuelta y miró hacia arriba, buscando mi rostro. "Contigo, también." Sabía que tenía que decir algo, pero no había demasiadas cosas que quería decir. Ella deslizó más cerca y apoyó su mano en mi hombro cerrándola allí. Pasó un latido. "Tengo unos recuerdos. Son como sueños. Algunos son realmente buenos y otros son oscuros y rojos." Se frotó la mejilla contra mi hombro libre. "Sé que hay más... en todo esto." "Lo hay", dije en voz baja, mirando sus pestañas avivar sus mejillas, sus labios entreabiertos. "Me gusta esto. Me gusta cuando me abrazas por la noche. Se siente bien... real." Hizo una pausa, levantando las pestañas. "Gracias". "No hay de qué". Mi voz sonaba, se sentía pesada. Alex levantó la cabeza, con los labios fruncidos. "Tengo la sensación de que no dices eso a menudo." Me cortó la respiración. Una bola de emoción se formó en mi pecho. "Yo… creo que no."
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"¿Te gusta?" Ella miró la mesa, sus dedos ahora cerniéndose sobre las piezas equivocadas. "Por supuesto que sí, agapi." Deslizó un brazo alrededor de mis hombros y se inclinó, presionando su sien contra mis labios, y luego la frente. Sus mejillas se colorearon con su sonrisa y lo mismo hizo mi pecho, y esa bola de emoción creció, apretándose. Apoyé la cabeza en la masa de pelo ondulado e inhalé. Apolo había dicho que sabía de lo que este tipo de amor era capaz, y finalmente entendí por qué París había arriesgado su país y su sangre por Helena. Egoísta, sí, pero lo entendí. Incendiaría el mundo si eso significaba que Alex estaría a salvo. "Toc, toc", dijo la voz de Deacon. Alex se puso rígida. Apartándome de ella, miré hacia arriba. Estaba de pie en la puerta, con una ligera sonrisa en su rostro. Retiré mi brazo y me puse de pie, sorprendido de encontrar débiles mis piernas. Los ojos de Alex se dirigieron de mi hermano a mí, y debió leer algo en mis ojos, porque se relajó y volvió al tablero de ajedrez. "¿Qué pasa?", pregunté. Él se paseó en la habitación. "¿Qué pasa contigo?"
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Mis labios se curvaron. "Juego al ajedrez con Alex." "Estimulante". Deacon observaba a Alex mover sus piezas de ajedrez en todo el tablero sin ningún orden en particular. "Luke ha estado en contacto con Olivia. Ella y su mamá se han unido con Laadan. Quieren venir." "Si están con Laadan, yo confío en ellas. Deben hablar con Marcus, sin embargo." "Me gusta Marcus." Alex se levantó y fue hacia mí. Deacon arqueó una ceja. "Bueno, eso es raro..." "Deacon", le advertí. Alex me sonrió, con un alfil en su mano. "¿Jaque mate?" Él se rió. "Buenos dioses, es como Rain Man17." Me sentí tan enojado que lo vi todo rojo y luego Alex frunció el ceño. "¿Es ‘Rain Man’ algo bueno?", preguntó. Tomando un paso hacia el idiota de mi hermano, exploté. "Lárgate de aquí antes de que te estrangule." 17
Rain Man: “Cuando los hermanos se encuentran”, película estadounidense de 1988 dirigida por Barry Levinson.
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Con los ojos muy abiertos, Deacon levantó las manos. "Woah, sólo estaba bromeando. Yo… Es decir, vamos, está bastante rara ahora mismo." La cólera se extendió por mí. Era mi hermano yo lo amaba, pero maldita sea, nunca pensaba antes de hablar. En voz baja, le dije: "¿Sabes lo insultante que es esto para Alex?" Él parpadeó, sus mejillas ruborizándose. "No estaba pensando…" "No jodas, ¿en serio?" "No quise decir nada con eso, Aiden. Lo siento." Su mirada fue detrás de mí y frunció el ceño. "Realmente lo siento." Tomando una respiración profunda, dejé que el enojo ardiente resbalara de mi piel. "Lo sé. Es sólo que..." No había necesidad de terminar. Deacon lo sabía. "Yo… No era mi intención... gritarte. Hazle saber a Marcus de Laadan y Olivia, ¿de acuerdo?" Deacon se veía como si quisiera decir algo más, pero asintió con prudencia y salió de la habitación. Suspirando, me di la vuelta. "Alex…"
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El lugar en donde ella estaba se encontraba vacío. Maldición… Debería haberlo sabido. Gritando y amenazando con asfixiar a Deacon delante de ella no había sido sabio. Me olvidaba de que no era Alex. Ésta era una niña asustada. Mis ojos escanearon la habitación, deteniéndose en la línea de la puerta del armario. Estaba abierta, revelando una delgada franja de oscuridad. Ella no se... Pensar en Alex, mi fuerte, hermosa y resistente Alex escondida en un armario me mató. Por un instante, no pude moverme ni respirar. Le había hecho esto en el momento que le di el elixir, la convertí en algo que corría cuando alguien alzaba la voz. Y quería culpar a Seth por su influencia, el lazo que había forjado con ella y que nos había llevado a esta elección, pero había sido yo quien había forzado el elixir en su garganta. No había perdón para mí. Estampado por el torbellino de dolor y rabia mezcladas, me dirigí al armario y abrí lentamente la puerta doble. Era un armario profundo, con varios estantes en la parte superior, que estaban llenos de edredones. Algunas bolsas de ropa colgaban de una barra. Mi mirada cayó, cinco dedos pequeños se asomaban por detrás de una bolsa. Cerré los ojos y juré en voz baja, y luego separé las bolsas. El pie de Alex se echó hacia atrás, y pude oírla moverse en lo más profundo del agujero. Me
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arrodillé y la encontré presionada contra la pared, rodillas dobladas contra el pecho y los ojos muy abiertos. "Oh, Alex..." Ella me miró con recelo. "Mi nombre es Alexandria." Y así, todos esos días de sacarla de la concha inducida por el elixir se fueron a la basura. "Está bien." Me senté con las piernas cruzadas y pasé los dedos a través de mi pelo, debatiendo sobre cómo proceder con esto. Deacon tenía pesadillas cuando era un niño. No se había escondido en el armario, pero había gritado como una Furia. Yo solía leerle y eso lo calmaba, pero de alguna manera dudaba de que funcionara ahora. "¿Estás bien?" Pasó un momento. "No me gustan los gritos." "Lo sé. Lo siento." Y realmente lo hacía. "Pero yo nunca le haría daño a Deacon. Es mi hermano." La confusión llenó su rostro. "Dijiste que ibas a estrangularlo." Tenía muchas ganas de estrangularlo ahora. "No lo decía en serio. A veces decimos cosas que no queremos decir cuando estamos molestos."
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Ella pareció considerar eso. "Cuando gritaste, vi algo." "¿Qué?" Me acerqué hacia adelante, procurando no asustarla. "¿Qué viste?" Abriendo sus manos, miró hacia abajo, hacia ellas. El alfil estaba en su mano, dejando varias marcas rojas producto de la fuerza con que lo había estado sosteniendo. "Sangre… había sangre en mis manos, pero no estaba allí. No en realidad." No tenía ni idea de lo que quería decir con eso, pero me había acomodado a su lado, mientras ella hablaba, y pareció no darse cuenta. Me senté a su lado, estirando las piernas en el reducido espacio. Mi hombro rozó el de ella, y sus ojos fueron a mi cara, cuestionando e indecisos, pero no atemorizados. "¿Todavía hay sangre en tus manos ahora?" Alex negó con la cabeza. "Escuché algo. Era una voz", luego continuó en voz baja. "Era importante." Mi estómago se hundió. No me gustaba a donde iba esto, a lo que conduciría. Si estaba empezando a recordar cosas, significaba que necesitaría otra dosis, otra compulsión. Y le había dado la última dosis hace dos días. Suspiré. "¿Qué es?"
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Sus dedos empezaron a retorcerse a lo largo de los bordes del alfil. "Matarás a los que amas. Ella levantó la mirada. Las lágrimas brillaban en sus ojos. "¿Lo hice?" "Alex...". No había palabras para esto. Su labio inferior empezó a temblar y mi corazón se apretó. Tomé una resolución. "No… Nunca mataste a nadie. Ella parpadeó y su voz era apenas un susurro. "¿No?" "No, agapi mou, no lo has hecho." Se limpió los ojos con las mangas, suspirando. Dolor bullía bajo la superficie, al y también confusión. "Sueño que lo hago una y otra vez." Le sonreí, sintiendo mi pecho contraerse. "No son más que sueños. Eso es todo." Pasó un buen rato, y luego se presionó contra mí, moviéndose hasta que encajó su cuerpo bajo mi brazo. Se acurrucó, apoyando la cabeza contra mi pecho, y mis brazos sobre los de ella. "Eres muy amable, incluso si dices cosas malas que no quieres decir." Negué con la cabeza, envolviendo más fuerte mis brazos a su alrededor. "¿Te he contado acerca de la primera vez que te vi?" Se estremeció. "No."
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Cerré los ojos y la sentí acurrucarse más cerca. Mi mano se curvó en el material grueso de su suéter. Apoyé la barbilla en su cabeza. "Tenía dieciséis años y probablemente tú tenías catorce." "No puedo recordarme a los catorce años." "Está bien, me acuerdo por los dos." Conté hasta diez antes de continuar, haciendo que mi voz no me delatara. "Era casi el final del día y me dirigía a las salas de formación con un amigo. Estábamos pasando por fuera de las otras clases, y cuando estaba caminando cerca de una puerta que estaba abierta, oí risas. Algo que no suele escucharse durante el entrenamiento. Tuve que parar y ver lo que estaba pasando." Era la primera vez que la había visto. Nadie podía evitar notarla ya que era la más pequeña en la habitación, más baja y más delgada que todos sus oponentes, pero eso no era por lo que destacaba. Tenía una pícara sonrisa en su rostro, una energía que era contagiosa mientras rebotaba por de las esteras, rodeando a un chico alto de pelo rubio. El instructor se había irritado, sin duda por ella y por la atención que tenía: desde un puro a toda una clase, todos tenían los ojos clavados en ella. Pero una vez que la había visto, no podía apartar la mirada. Era como ser golpeado por un rayo. "Estabas entrenando con Caleb -un amigo- haciendo ejercicios para derrumbar a tu oponente. Él seguía tratando de conseguir ventaja, pero tú te mantenías en el mismo nivel, riendo todo el tiempo. Ambos se reían. Es por eso que te miré." "¿Me conocías en ése entonces?" Preguntó adormilada.
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"No". La abracé más cerca, como si de alguna manera pudiera meterla dentro de mí y mantenerla a salvo. "Pero supe, en ese momento, que eras increíble."
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Capítulo 9 Apolo apareció justo después de la cuarta dosis de Alex sin noticias. Los Centinelas no habían llegado a Nueva York. Se habían detenido en Pennsylvania y dispersado. El Khalkotauroi los seguía. Seth y Lucian todavía estaban a las afueras de Nashville. Parecía que su ejército casi se había duplicado. Que tuvieran tantos Centinelas con ellos dispuestos a todo no era tan sorprendente para mí. Les habían ofrecido algo que ninguno de nosotros les había ofrecido antes, y por lo que estaban dispuestos a morir: libertad. Y había una buena probabilidad de que lo harían, de acuerdo con Apolo. "Hades, Poseidón y Deméter18." Apolo iba nombrando mientras enumeraba con los dedos, sus ojos de un azul vibrante. "Y Ares19, que está emocionado, por cierto, y Hermes20 y Hera21han declarado la guerra." "¿Hera?" Me froté la barbilla. "Por lo menos tenemos a Zeus."
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Deméter: Diosa de la agricultura. Ares: Dios de la guerra. 20 Hermes: Dios de las fronteras y los viajeros. 21 Hera: Diosa del matrimonio y protectora de las mujeres casadas. 19
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Apolo puso los ojos en blanco. "Eso no significa mucho. Probablemente está de nuestro lado sólo para alterar a Hera, pero tenemos a Atenea22 y a Artemisa. Eso es algo." "¿Están dispuestos a esperar y ver qué ocurre? ¿Para darnos tiempo?" Él asintió con la cabeza. "No quieren ver otra guerra. No después de lo sucedido con los Titanes, ya que muchos mortales se perdieron en esa época, y con la población actual la pérdida sería varias veces más grande." Y nuestra única esperanza era que Alex pudiera de alguna manera romper el lazo con Seth y derrotarlo. Miré a la niña durmiendo acurrucada a mi lado en el sofá. El panorama era desolador. "¿Y nadie ha encontrado nada para romper la conexión?" Apolo suspiró. "No hay nada que cualquiera de nosotros pueda encontrar, Aiden. No en los viejos mitos o pergaminos. Y si uno de los otros seis lo sabe, no lo está diciendo." Miró a Alex y cariño se deslizó en la frialdad de su voz. Al igual que una gran tristeza que causó que el temor estuviera a punto de estallar en mi interior. "He estudiado todas las profecías. No han cambiado. Uno debe ser destruido. Uno será salvado. Sólo uno de ellos puede vivir, en ésta o en cualquier otra generación." Se echó hacia atrás, sacudiendo la cabeza. "No puedo dejar que mis hermanos vayan a la guerra." Puse mi mano en el hombro de Alex. "¿Estás renunciando a ella?". 22
Atenea: Diosa de la sabiduría.
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"Me estoy preparando para lo peor". Dijo Apolo. "Y no me golpees, Aiden, pero creo que tienes que empezar a prepararte, también." Mi piel quemaba y le dije con voz firme, "Has pedido que le dé el elixir, y te dije entonces que pedías demasiado, pero igual lo hice. Pedirme que me rinda es inaceptable." "No es rendirse." Se agachó, encontrando mi mirada. "Me aseguraría de que la cuidaran, incluso podrías visitarla. Podríamos arreglarlo con Perséfone23." Aspiré una bocanada fuerte que sonó como un gruñido. "¿Me estás pidiendo que deje que la mates?" "Me aseguraré de que no haya dolor", dijo, de pie otra vez. Él me dio la espalda (despreocupado, considerando que estaba cerca de meterle una daga). "Esto no es fácil para mí, me preocupo por ella. Es básicamente mi hija. La he cuidado durante años, mucho más tiempo del que tú la has conocido." Él me encaró, con las manos en las caderas. "Esta no sería sólo tu pérdida, pero sólo uno de ellos puede vivir y no puedo hacer nada con respecto a Seth. Tampoco sé quién está vinculado a él." Mi mano se curvó en un puño mientras me movía para colocarme entre Alex y Apolo. "Vete." "Aiden…" 23
Perséfone: Reina del inframundo.
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"Lo digo en serio. Fuera." Sus ojos brillaron blancos, sin pupilas ni iris. "Sólo te permito hablarme así, porque sé de tu amor y dolor, porque lo he sentido yo mismo. Jacinto24 no se convirtió en una flor por mis hermanos. Fui yo quien lo hizo. Era la única manera que podía salvarlo de ellos. Así que sé lo que hace el amor y el dolor que proviene de este tipo de sacrificios, pero no te equivoques. No me arrepiento de lo que hice, y lo haría de nuevo." Me quedé entre ellos, mis piernas tensas, tan listo para la batalla que incluso ya podía saborearla. "Y no te equivoques, Apolo, no voy a hacer ese mismo sacrificio."
No podía soportar estar en la casa por más tiempo. Mis nervios estaban tensos, mi cuerpo listo para pelear, sangre caliente invadía mi sistema. Necesitaba aire fresco, Alex también lo necesitaba. Una vez que ella despertó comenzó a andar por todo el lugar, sin ser capaz de permanecer sentada durante más de cinco minutos.
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Jacinto: Era un hermoso joven amado por Apolo, cuando la muerte de Jacinto llegó, Apolo no permitió que Hades reclamara al muchacho, por lo que de la sangre derramada del joven hizo brotar una flor convirtiéndola en señal de luto, el Jacinto.
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Por primera vez desde que se había Despertado, la había sacado. La visión de la alegría en sus ojos y de la brisa fresca que cepillaba el pelo de sus mejillas delgadas reducía la oscuridad que crecía dentro de mí. Los casi saltitos que daba a su paso, mientras caminaba alrededor de las ramas caídas y arbustos me recordaron a la vieja Alex. Especialmente cuando se detuvo de repente, mirando un pequeño arroyo. Se dio la vuelta rápidamente y echó sus brazos alrededor de mí. Sorprendido por el repentino gesto de afecto, me quedé helado. Luego envolví mis brazos en su cintura y me eché hacia atrás. "¿Por qué fue eso?" Alex se encogió de hombros. "Quería hacerlo." Cogí su mano mientras me relajaba. "Me gustó." Ella sonrió. "Tal vez voy a hacerlo de nuevo". Echando un vistazo por encima del hombro, me empujó hacia adelante. La emoción vibraba a través de ella. Sosteniéndola de la mano, me detuve. Miró por encima del hombro de nuevo, su ceño fruncido. "Puedes ir", insistí. "¿Estás seguro?" Asentí con la cabeza, y luego me apoyé en un viejo roble. Su mirada se lanzó sobre mi rostro y pareció encontrar lo que fuer que estaba buscando. Se dio la vuelta y caminó lentamente hacia el lecho del arroyo. Sus pasos eran rápidos, pero no bruscos. La energía ansiosa que había estado sintiendo todo el día
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seguía creciendo. El dolor paralizante haría asalto otra vez, pronto, mientras su tolerancia al elixir crecía y Seth comenzaba a llamarla. Y si no le daba una dosis más grande, junto con una compulsión de refuerzo, el lazo entre ellos se formaría de nuevo. Cerré los ojos e incliné mi cabeza hacia atrás. Tenía que haber otra manera. No podíamos seguir haciéndole esto. Tarde o temprano, los efectos del elixir no desaparecerían. Ella sería así para siempre… para siempre atrapada entre la tenacidad y fuerza de voluntad de Alex y ésta Alexandria, ingenua y llorosa. Hacerle esto no estaba bien. La injusticia me recubrió la boca y la garganta como bilis. Era ácido produciéndose en mi estómago, haciendo un agujero en mi alma. Y Apolo... se estaba rindiendo. Aunque no quería admitirlo, se estaba dando por vencido y se estaba preparando para matar a Alex. Apretando la mandíbula, abrí los ojos. Alex estaba sentada en un tronco caído cerca del arroyo donde el agua corría lentamente. Sostenía algo en sus manos… ¿flores? Su cara vuelta hacia un lado y sus labios bajos en las esquinas. La tristeza se había colado en su rostro. Me moví del árbol, pero me detuve cuando arrancó un pétalo y lo coloco a un lado, luego otro y otro. Después de los diez o más pétalos, se formó un amplio círculo a su lado. Colocó dos más, completando el círculo, y luego dos más en su interior.
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Mi pecho se tensó y, sin previo aviso, una fisura de la energía se deslizó por mi piel. Me volví, esperando encontrar a Apolo… o peor aún, a un dios hostil. Aspiré una bocanada de aire. Un brillo etéreo rodeaba la forma femenina, y se desvaneció poco a poco, revelando una mujer delgada que era más alta que yo. Lirios adornaban su pelo castaño, que estaba encima de su cabeza en un intrincado laberinto de trenzas. Un vestido blanco escarpado cubría su cuerpo y dejaba muy poco a la imaginación. Sentí que debía mirar hacia otro lado, pero no podía, era casi dolorosamente hermosa, irreal. Apareció una leve sonrisa. "Hola, Aiden." Su voz era una sinfonía. Comencé a hacer una reverencia, pero me detuvo levantando una mano. "Eso es no es necesario. A diferencia de mis hermanos y hermanas, no tengo el gusto por las formalidades." Me tomó unos minutos para encontrar mi voz. "Eres una de las Moiras... una diosa del destino". "Soy Cloto25." El miedo se formó como una bola fría y dura en el centro de mi pecho. Cloto era responsable de hilar el hilo de la vida humana, pero también decidía cuando los dioses podían ser salvados o ejecutados. Miré por encima del hombro a Alex.
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Cloto: es la más joven de las tres Moiras. Era la primera de los tres destinos, ya que hilaba las hebras de la vida con su rueca.
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¿Quizás sus poderes se extendían a las criaturas divinas, también? Me moví para bloquear a Alex de su vista. La risa de Cloto era suave y melodiosa. "No estoy aquí para hacerle daño, e incluso si lo estuviera, no podría cortar su hilo. Tampoco Átropos26." Aliviado por esa información, me enfrenté a la diosa. "¿Por qué estás aquí?". "He estado observándolos…" Se hizo a un lado. Luz del sol pasó a través de las ramas, pasando por su hombro desnudo y su vestido. El material brillaba. "Te duele verla así, lo sé. Tanto la amas." No vi ninguna razón, no tenía sentido mentirle a una diosa del Destino. "Más que a nada en este mundo, y sin ella..." Algo se formó en mi garganta y desvié la mirada. No pude terminar la frase, y mucho menos la idea. "¿Continuarías existiendo con una parte menos de ti, una parte que te falta?" Ella asintió con la cabeza cuando la miré de nuevo. "Sus hilos están entrelazados. No gracias a mí, ¿entiendes?" No entendía absolutamente nada. Ahora entendía la frustración de Alex cuando había hablado con el oráculo. Abrí la boca, pero la cerré. El entendimiento se deslizó sobre mi piel como aceite espeso. "Estaba destinada a estar con Seth, ¿verdad?" 26
Átropos: Es la mayor de las tres Moiras, ella elegía el mecanismo de la muerte y terminaba con la vida de cada mortal e inmortal cortando su hebra con sus tijeras.
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Me miró y su sonrisa se desvaneció. "Así era, pero el destino tiene muchos planes para ella." "¿Qué pasará con ella?", le pregunté antes de que pudiera evitarlo. De alguna manera sabía que preguntarle a una Moira este tipo de cosas era un síntoma de tener pobres habilidades sociales. "¿No preguntas por ti?" Sin duda, la curiosidad estaba allí, pero mi destino no importaba. Negué con la cabeza. Sus cejas se levantaron. "La mayoría no dejaría pasar la oportunidad de saber sobre su destino, pero no puedo decirte lo que está a la espera de tu Alexandria. Algunas cosas son desconocidas incluso para nosotros." La decepción se filtró en mí, envolviéndose alrededor de mis huesos en un agarre demasiado apretado. Me volví hacia Alex. Nos miraba, sus manos se detenidas en los pétalos. "Está bien", le dije en voz alta. Alex no se movió durante un minuto, y luego se volvió hacia los pétalos, lanzando uno a uno en el arroyo.
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Cloto observó a Alex también. "Sus hilos se entrelazan estrechamente… los del Primero y los de ella." Mis manos se apretaron. "¿Y no hay manera de deshacerlo?" Ella inclinó la cabeza. "No. Al igual que los tuyos no se pueden deshacer. El destino es el destino, verás, pero hay una cosa que no tenemos en cuenta cuando hacemos girar los hilos de la vida, ni siquiera cuando los cortamos." Una parte de mí no esperaba una respuesta, pero igual pregunté. "¿Qué cosa?" "Amor. No tomamos en cuenta al amor." La miré. "¿En serio?" Ella se echó a reír y su risa se mezcló con la brisa. "El amor es una criatura salvaje e imprudente. No se puede planificar o eliminar. No puede ser controlado. El amor puede coexistir con el destino, o puede deshacerlo. El amor es la única cosa más poderosa que el destino." Tardé en asimilar las palabras mientras miraba a la diosa. ¿Era esto por lo que la diosa había hecho esta visita sorpresa? Sus ojos blancos quemaban y zumbaban con electricidad. "¿Quieres saber cómo romper la conexión?" Se me cortó la respiración. "Sí."
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La simpatía arrugó la frente de Cloto. Dando un paso adelante, colocó una pequeña mano sobre mi pecho, sobre mi corazón. "No hay dios o persona que pueda romper el vínculo, pero todavía hay esperanza." Dejó caer su mano y dio un paso atrás, asintiendo con la cabeza. "Hay corazón, Aiden. Hay amor, lo que significa que siempre hay esperanza." Entonces Cloto comenzó a hacerse borrosa y desapareció. Sintiéndome expuesto, pasé alrededor de las ramas caídas y árboles volcados. Al alcanzar a Alex, me di cuenta de que estaba conteniendo el aliento. Algo se estaba construyendo dentro de mí, algo estaba haciendo click. Alex se volvió hacia mí, sus ojos destrozados encontrando los míos. La mezcla de marrón y oro era tan hermosa como desgarradora. Me vi en ellos, vi la confianza que siempre había estado allí, la devoción y el amor enterrado profundamente dentro de ella. Ningún lazo -ni la conexión-, podría extinguirlo totalmente. Fue por eso que ella no había destruido el collar que le había hecho. Aún había esperanza. Cloto había dicho que el amor es más fuerte que el destino. ¿Era realmente la respuesta que habíamos estado buscando? ¿El amor… nuestro amor del uno por el otro?
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Entonces me acordé de lo que Alex me había dicho. "No voy a perderme porque... bueno, lo que siento por ti nunca dejaría que me olvidara de quién soy". De alguna manera lo había olvidado. Creía que ella había olvidado quién era, pero en realidad ninguno de nosotros, especialmente yo, había tenido esperanza una vez que había Despertado… no esa clase de esperanza imperecedera que lleva la gente a través de las cosas difíciles. Aunque claro, esta no era una situación que otras parejas enfrentaran. ¿Y qué le había dicho en ese entonces? "Nunca te dejaría olvidar quién eres." Abanicando sus pestañas, ella abrió la mano y el resto de los pétalos cayeron de su agarre agitándose hasta el suelo como piezas finas, desgarradas de papel. "Es hermoso aquí... y tranquilo. ¿Podemos quedarnos un ratito más?" No estaba seguro de lo que estaba haciendo cuando coloqué mis manos sobre sus mejillas, inclinando su cabeza hacia atrás. "Alex..." En lugar de corregir su nombre, ella lo dejó pasar. Sus ojos buscaron los míos. "¿Aiden?" Mis labios se curvaron en una sonrisa para ella… siempre por ella. "¿Crees en el amor?" "Si", dijo ella sin dudarlo. "¿Tú?"
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"Sí creo." Mis manos se deslizaron hasta sus hombros y ella se estremeció. "Creo en el amor." Gruesas pestañas abanicaron sus mejillas de nuevo y una sonrisa inclinó sus labios. "Creo que estoy enamorada." Cuatro palabras detuvieron mi corazón, cuando enfrentarme con una horda de daimons no lo lograba. Se mordió el labio y un leve rubor tiñó sus mejillas. "Lo siento aquí," dijo, colocando su mano sobre su pecho y luego en su estómago, "y aquí. Es como si no hubiera suficiente aire o espacio dentro de mí. Puede que explote de mi piel o me ahogue, y no sería algo malo. No sé por qué me siento de esta manera, pero así es y así siempre lo será." Ella levantó la cabeza y toda su cara estaba sonrojada. "Eres tú. Y-yo... te amo." Mi corazón latía desbocado, la agarré en un fuerte abrazo, levantándola de sus pies. Su risa fue suprimida pero brillante. Enterré mi cara en su pelo. "Te amo, Alex, siempre a ti."
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Capítulo 10 Determinación quemaba en mí como fuego. Tenía un plan, había esperanza, y nada iba a detener lo que estaba a punto de hacer. Después de depositar a una Alex exhausta en el dormitorio, me cambié rápidamente a mi uniforme de Centinela. Un sentido de rectitud me llenó cuando até los puñales y mis botas, las que Alex conoce como mis botas pateatraseros. Sonreí. No me había puesto el uniforme, desde que habíamos dejado la isla Deity. Enderezándome, me miré en el espejo: estaba recién afeitado y con el pelo peinado hacia atrás, me veía y sentía como una persona diferente. La pesada carga que se había instalado en mis hombros se desvaneció en el momento en que había tomado una decisión. Salí del baño, me detuve y miré a Alex, y le di un beso en la sien antes de bajar. Me tomó unos minutos reunir al grupo de Centinelas que se habían detenido en su camino hacia el este.
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Solos irrumpió a mis espaldas. "¿Qué estás haciendo, Aiden? Ellos no pertenecen aquí." Me miró mientras cerraba la puerta tras mi espalda, después de que entrara el último de ellos. "Serían muy útiles si Seth viniera hasta aquí, ya sabes." "No, no lo serían. Nadie lo detendría si viniera para acá." Me arrodillé, sacando una daga del Covenant. "Sólo Alex podría detenerlo." "¿Y está Alex en el estado mental para hacerlo?" "Todavía no." Marcus entró en el pasillo detrás de nosotros. "¿Qué está pasando?" "Ve por Lea, Luke, y mi hermano. Tenemos que hablar". Corté mi palma, emitiendo un silbido producto del destello de dolor. Sangre brotó rápidamente. Puse mi mano sobre el suelo y empecé a dibujar el símbolo que había visto en la casa de Lucian. Marcus contuvo el aliento. "¿Aiden, que es…?" "Llámalos." Terminé de dibujar el símbolo de la serpiente. Un instante después, un destello de luz blanca brillante llenó el pasillo, iluminando las paredes y sellando la propiedad, evitando así que Apolo entrara a la casa. Envolví un trapo alrededor de mi mano. "Te lo explicaré."
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"Por todos los dioses, espero que sí." Solos todavía miraba fijamente. "Aiden intenta se ha vuelto loco." Todos se reunieron en el estudio. Lea y a Luke estaban rodeados por energía nerviosa, sólo mi hermano parecía relajado. Tal vez había visto esta versión de mí antes y sabía que nada me hacía cambiar de opinión después de haber tomado una decisión. Nada excepto Alex, y esto se trababa Alex… esto era por Alex. Me puse delante de ellos. "La única manera de que Alex rompa el lazo es que lo haga ella misma. Nadie: ningún dios, ninguna magia puede hacerlo, sólo ella. Ella tiene que hacerlo. Y creo que puede, si se le da la oportunidad." "¿No le dimos la oportunidad?", preguntó Solos. "No lo suficiente", le dije, dispuesto a enviar su culo volando por la ventana si no estaba de acuerdo. "Pero creo en ella, tengo esperanza, y la esperanza es lo que necesitamos. La voy a sacar del elixir." Marcus me miró y luego asintió. "¿Qué tiene que decir Apolo acerca de esto?" Y aquí viene lo bueno. "Está rindiéndose y se está preparando para matarla. Sólo uno de ellos puede vivir y él sólo puede encargarse de ella."
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No preguntaron lo que quería decir, pero creo que tenían una idea clara de a qué me refería. Los ojos de Lea se estrecharon. "No lo haría." "Lo haría y entiendo por qué." Mi mandíbula dolía diciendo esas palabras. "Tiene que proteger a la humanidad. Es lo que hace. Pero yo no renunciaré a ella, y si alguno de ustedes lo ha hecho, sugiero que se vaya ahora." Nadie se movió, pero esperé, dándoles la oportunidad para elegir. "No hay ninguna duda de que Apolo va a estar enojado cuando se dé cuenta de lo que he hecho y de lo que planeo hacer. Si se quedan aquí..." Las palabras no dichas colgaron en la habitación. Lo sabían. Además de todo lo demás, se enfrentarían a la ira de Apolo. Luke miró a Deacon y sonrió. "Apolo me asusta de todos modos." "Sin duda." Deacon respondió, sacudiendo los hombros. "Y bueno, si tú crees en Alex, yo también. La conoces mejor que cualquiera de nosotros." "Eso es cierto." Marcus sonrió, apoyándose en el sofá. "Estoy dentro." Solos suspiró. "Esto es una locura, pero ¿qué demonios? He venido aquí para proteger a Alex. No a entregarla para que sea sacrificada como un perro."
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Me volví hacia Lea, y por primera vez en mucho tiempo, ella sonrió. "Quiero ver a Alex pateándole el culo a Seth. Alguien tiene que hacerlo. No es justo que ella muera para que él viva." Di un suspiro de alivio. "Ustedes saben que esto podría volver a empeorar, peor de lo que ya es." Nadie se movió durante un momento, y luego Marcus se adelantó, poniendo una mano sobre mi hombro. "Te cuidamos la espalda, Aiden. También la de Alex." Y eso era lo que necesitaba escuchar. "Ella puede hacer esto, sé que puede." Los dejé en ése momento, retirándome a la habitación. Crucé la habitación y me senté en la cama. Alex se movió, estaba lo suficientemente consciente para no resistirse cuando la tomé en mis brazos, acunándola. Estaba preparado, pero no para la solución a la que Apolo se había referido. Alex no recibiría más dosis, y cuando el elixir se disipara, haría lo que creía peor. La pondría de vuelta en la celda, y luego esperaría. Lucharía contra Alex. Contra Seth. Contra toda una serie de dioses, si era necesario. Nadie iba a derrumbar a Alex. Nadie iba a renunciar a ella o a hacerle daño, ni siquiera ella misma. Apolo había convertido a Jacinto en una flor para protegerlo. Lo devolvería a Alex el control para que pudiera protegerse en lugar de tomar la decisión por ella. Eso era lo que nos hacía diferentes de los dioses.
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Bajé mis labios a su mejilla, manteniéndolos allí y seguí sosteniéndola más y más fuerte. ¿Los dioses querían guerra? Estaban a punto de conseguirla.
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La Saga Covenant
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Sobre la Autora Seudónimos: J. Lynn Jennifer
L.
Armentrout
vive
en
Virginia
Occidental (EEUU). Todos los rumores que hayas podido escuchar de este estado son ciertos. Bueno, en su mayoría. Cuando no está trabajando duro en la escritura, pasa su tiempo leyendo, saliendo, viendo películas de zombis y haciendo como que escribe. Vive con su marido, el perro de éste, llamado Diesel, y Loki, su perrita hyper Jack Russell. Su sueño de convertirse en escritora empezó en clases de algebra, en la cual pasaba el tiempo escribiendo historias cortas… lo que explica sus pésimas notas. Jennifer escribe fantasía urbana y romántica para adultos y jóvenes.
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