Kleypas Lisa - Hathaways 02.5 - Una Boda Hataways

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Lisa Kleypas

Una Boda Hathaway

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LISA KLEYPAS

UNA BODA HATHAWAY Serie Hathaways 2.5 Novela Corta

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Referencias Bibliográficas

Si te quedaste con ganas de conocer los pormenores de la boda entre Kev y Win… ¡Está es tú historia! Descubre lo que son capaces los Hathaway para concretar su amor en esta corta pero preciosa historia de Lisa Kleypas. Sean todas bienvenidas a esta especial boda al estilo particular de la familia Hathaway.

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Índice

Referencias Bibliográficas ................................................................... 3 Capítulo 1 ............................................................................................. 5 Capítulo 2 ........................................................................................... 10 Capítulo 3 ........................................................................................... 16 Capítulo 4 ........................................................................................... 23 Capítulo 5 ........................................................................................... 29

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Capítulo 1

Junio 1851 Hampshire, Inglaterra Kev Merripen no se sorprendió ante las señales de mala suerte mientras el día de su boda se acercaba. Pero estaba decidido a que Win fuera su esposa, sin importarle los obstáculos que tuviera que vencer. —Nada va a detener esta boda —le dijo él mientras entraba en el dormitorio de Win la noche previa a la ceremonia—. Voy a casarme contigo así caiga un relámpago en la iglesia. Voy a casarme contigo así todo el pueblo de Stony Cross se inunde, o el pastor este borracho, o los animales entren en estampida en la ceremonia. Sonriendo socarronamente, Win esquivó la lámpara de pie y se le acercó en camisón. —¿Supongo que esperas que algo pase mal? —Por supuesto. Es una boda Hathaway. A pesar de sus quejas, Kev sintió que su pulso se intensificaba en un duro y rápido clamor mientras Win se acercaba. Ella parecía angelical, su esbelto cuerpo estaba envuelto en blanco encaje y desordenada seda, su cabello rubio caía en cascadas de brillantes y sueltas ondas. Él la adoraba con una intensidad que se acercaba a la idolatría... ya que ella era toda mujer para él. Su mujer. Algo en ella siempre había arrasado sus defensas y alcanzado muy hondo en el alma. Extendiendo los brazos alrededor de su cuello, Win dejó que sus dedos jugaran gentilmente con en el cabello en la base de la nuca. Su cuerpo se presionó contra él, las femeninas curvas se amoldaron dulcemente contra él. —¿Cuál es el problema? —susurró ella.

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Él dejó que sus labios juguetearan con los centellantes mechones de pelo en la sien de Win. —Está mañana, Beatrix encontró a un búho herido y lo trajo a la casa. —Pobrecito. Si alguien puede curarlo, es Beatrix. —No captas la idea —dijo Kev, sonriendo de mala gana—. Los búhos son de mala suerte. —No creo en la mala suerte. —Poniéndose de puntillas, Win rozó la punta de su nariz festivamente contra la de él. Kev se sintió obligado a dar sus razones. —También vislumbré tu traje de novia mientras Amelia cosía algo a él en el salón. —Sí, pero yo no estaba en el vestido. —Aún es mala suerte —insistió él—. Y luego la lechera me contó de un poema gadje que habla del mejor día para casarse. Y el sábado no es uno de ellos. —Gadje era el término Gitano usado para referirse a los forasteros. —Sí, conozco el poema. El lunes para la salud, martes para la riqueza, el miércoles es el mejor de todos. El jueves trae cruces, y el viernes pérdidas, pero en sábado ninguna suerte en absoluto. Kev le dio una rápida mirada ceñuda. —¿Conocías el poema, y aún así elegiste un sábado para la boda? —El almanaque decía que sería un lindo día —protestó Win—. Además, no creía que tendrías reservas por una superstición gadje. —¡Las tengo cuándo es sobre nuestra boda! Ella tuvo las agallas para sonreír abiertamente. —Eres demasiado supersticioso. —Ella se alejó para apoyarse contra la cama. Enviándole una mirada provocativa, ella desató la faja de su camisón y comenzó a desabotonar la larga hilera frontal de diminutos botones—. Ya soy tuya, Kev. No importa lo que salga mal en la boda... la ceremonia es una mera formalidad. Hemos hecho nuestros votos y los hemos consumado... ¿o sólo me imaginé que me raptabas justo de esta cama no hace mucho? El recordatorio captó la atención de Kev, como ella había querido.

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—No protestaste —indicó él, observando mientras ella desabotonaba un pequeño botón, tras otro. Él se puso duro al instante al ver un vistazo de sus senos. —Claro que no. Si había estando intentando que me violaras por años. —Siempre te desee. —Su voz era ronca y baja. —Lo sabía. Pero eras tan obstinado. —Poco a poco el frente del camisón se abrió y cayó revelando la suave y pálida piel. Cuando Win vio su reacción ante la exhibición, un destello de satisfacción apareció en sus ojos antes que ella pudiera ocultarlo. Kev era muy consciente de que Win lo manipulaba hábilmente en su propia forma suave y dulce de ser. Al ser un hombre romaní, probablemente debería haberse ofendido por esto. Pero estaba demasiado encantado por su tímida seducción para oponerse. Él se movió hacia ella, estirándose para acariciar el encaje y la seda de sus hombros. —En mi corazón ya eres mi esposa —dijo él—. Pero no estaré en paz hasta que seas legalmente mía. Nunca ningún hombre ha estado tan impaciente por su día de bodas. —Sus pestañas medio bajaron mientras él sentía la tentadora boca de Win en un lado de su cuello. —Estoy impaciente por la noche de boda —le dijo Win sin aliento. Un sonido de diversión retumbó en el pecho de Kev. —¿Por qué? ¿Crees que tengo algo fuera de lo común planeado para ti? —Una sonrisa tiró en sus labios cuando él sintió su cabezada contra la garganta—. Quizás lo tenga —murmuró él—. Hay cosas que no te he mostrado aún. Win retrocedió para mirarlo con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Él le sostuvo la mirada, sonriendo ligeramente cuando vio el rubor correr por sus mejillas. —¿No lo hemos hecho todo? —preguntó ella. Kev negó con la cabeza. Su rubor se hizo más profundo, y ella emitió una sonrisita nerviosa. —Bien, ahora estoy molesta contigo. ¿He estado sintiéndome muy mundana y experimentada, y ahora me dices que aún soy una novata? Su sonrisa se ensanchó. —Te enseñaré mucho más cuando estés lista.

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El momento era delicioso. El silencio entre ellos era ardiente y provocativo, sus alientos se entremezclaban, el cuerpo desnudo de ella se aferraba con cuidado al cuerpo vestido de él. —Enséñame ahora —susurró ella. —¿Dando órdenes? —le reprendió Kev, sus oscuros ojos brillaban—. Una esposa romaní debe aprender a obedecer a su marido. Quizás debería habértelo mencionado antes... los Rom tenemos una costumbre especial para la noche de boda. —¿Lo tienen? —Ella brincó un poco cuando la mano caliente de Kev se deslizó sobre las curvas de su culo. Él asintió con la cabeza. —El marido toma uno de las zapatillas de la esposa y lo pone en el suelo, en su lado de la cama. —¿Por qué? Él apretó su culo significativamente. —Así ella sabrá quién es el amo. Win lo miró apreciativamente con una sonrisa coqueta. —Lo veremos. Soy muy aficionada a mis zapatos, y no los rendiré fácilmente. La boca de Kev rozó suavemente la de Win, y los probó con la punta de la lengua. —Te rendirás. Win emitió una risa tonta. Apoyándose hacia atrás contra el borde del colchón, observó con fascinación como Kev se quitaba la camisa. Su mirada viajó sobre su musculoso torso, sobre el brillante y liso pecho lampiño. Su respiración se aceleró por la excitación mientras él venía a ella. Apretando una mano en el largo cabello, Kev cuidadosamente hizo que echará la cabeza hacia atrás haciendo que expusiera la garganta. Para luego arrastrar su boca a lo largo de su cuello, usando la lengua, mientras su otra mano se dirigía entre sus muslos. Él la acarició, jugando con ella, hasta que pudo pasar dos dedos fácilmente en su interior. Su boca cubrió la de ella, su lengua se hundió profundamente, y ella tembló excitada ante las simultáneas penetraciones. —Kev —dijo ella en un tembloroso susurro, sus manos se curvaron sobre la desnuda espalda—. Ámame.

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—Lo hago —susurró él en respuesta, sus dedos se hundían profunda y juguetonamente dentro de ella—. Eres mi alma gemela, mi flama doble. Lo supe desde primera vez que te vi. —Yo también —dijo ella, temblando. —Nunca sales de mis pensamientos... Te querré por siempre. Retirando su suave toque, la acostó en la cama. Cuando estuvo junto a ella, él alisó su palma a lo largo de la frente de Win, las sensibles yemas de los dedos estremecieron sus nervios. Inclinándose sobre sus senos, él agarró un atractivo pico y dibujó un círculo con la lengua contra su tirantez, mientras sus manos la recorrían en ligeras caricias eróticas. Ella se arqueó inútilmente mientras la boca de Kev exploraba su cuerpo, los secretos y suaves sitios donde el sentir convergía. Él la llenó poderosamente, siguiendo el pulso y la pasión de ella, montando cada dulce ondulación. Y él alcanzó el clímax con ella, enorgulleciéndose de su placer compartido... rindiéndose a su propia e interminable pasión por ella.

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Capítulo 2

—Mantenlo inmóvil —le murmuró Cam a Beatrix cuando ambos inclinaban sobre el búho herido—. Si se suelta, se hará daño, y probablemente también a nosotros. Esas garras son como cuchillos. —Ella quiere sostener algo —dijo Beatrix quedamente, echando un vistazo a las garras del ave—. ¿Puedes encontrarnos un palo, Amelia? —Claro —Amelia se apresuró a salir del salón hacia la cocina, encontró una cuchara de madera, y se la entregó a su marido y hermana. Ambos estaban en cuclillas en el suelo sobre la tensa forma de un búho rojizo. Beatrix había encontrado al ave herida durante uno de sus paseos diarios por el bosque. El ala del búho estaba rota, y Cam intentaba acomodarla y entablillarla. Beatrix había envuelto al pequeño y rechoncho búho en una manta. Rompiendo su concentrada mirada del ave, ella alcanzó la cuchara de madera que Amelia había traído, y con cuidado empujó el mango contra las garras del búho. La cuchara fue inmediatamente aceptada y sostenida. Amelia podría haber jurado que el búho realmente pareció aliviado. No por primera vez se maravilló de la empatía de Beatrix con los animales, aunque si eso era una bendición o una maldición estaba por verse. Apartando su preocupación a un lado por el momento, Amelia tomó una silla cercana y observó a su marido. Tres años antes Amelia había sorprendido a la familia —y a ella misma—, casándose con Cam Rohan, un Rom de Londres, después de conocerle sólo unas cuantas semanas. Hasta entonces había estado orgullosa de ella misma al ser una mujer sensata que nunca había entendido la frase de “caer rendida a sus pies”. Pero era eso exactamente lo que Cam le había hecho. Atractivo, exótico, sensual, él no era la clase de hombre que uno podría haber esperado a que Amelia contrajera matrimonio. De hecho, Amelia nunca había esperado en absoluto casarse. Después de ~ 10 ~

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las muertes de sus padres ella se había conciliado con la idea de cuidar de sus cuatro hermanos; Leo, Win, Poppy y Beatrix. Pero entonces Cam había entrado en su vida, entendiendo sus sueños secretos y necesidades con inquietante agudeza. Él la había seducido, en mente, cuerpo y alma. Y él se había quedado, explicándole que de vez en cuando, algún Gitano encontraba su atchen-tan, su lugar de descanso. Para Cam, amor y familia significaban mucho más que su libertad. Gradualmente la mayor parte de la carga de cuidar de los Hathaways se había traspasado a los fuertes hombros de Cam. Mientras Cam atendía al búho, doblando cuidadosamente una tablilla alrededor del ala, una brisa atravesó las ventanas y jugó con los negros y brillantes mechones en su frente. Amelia lo observó posesivamente, apreciando el modo en que su camisa de lino le acentuaba las potentes líneas de su espalda. Él era un hombre ridículamente hermoso, con sus ojos ámbar y rápida sonrisa. Y cuan paciente era él, sus hábiles y elegantes manos envolvían el ala entablillada contra el cuerpo del búho. —Kew-wick —la ave se inquietó y protestó—. ¡Kew-wick! Cam dijo algo en romaní, las palabras eran suaves y calmantes, y el búho se tranquilizó. —¿Por qué no lo llevas al establo ahora? —le sugirió Cam a Beatrix—. Querrá descansar en su caja nido. —¿Debería ofrecerle agua? —Puedes intentarlo, pero no querrá mucha. Los búhos por lo general obtienen líquidos de su presa. Lo cual me hace recordar… que deberías encontrar a algunos ratones para él. Beatrix hizo una cara, odiando la necesidad de alimentar al ave con ratones vivos. —Veré si puedo conseguir que Dodger atrape unos cuantos. —Ella usó un guantelete provisional, un guante de cuero tomado prestado de Merripen, y juntos ella y Cam lisonjearon al búho que se posó sin contratiempos en el brazo de Beatrix. —¿Beatrix —dijo Amelia—, antes de que te vayas, ¿podría hablar contigo? —Sí, ¿he hecho algo? —Beatrix le dio una burlona mirada, sus ojos azules eran casi tan redondos como los del búho. Ella era una asombrosa muchacha de diecinueve años, hermosa no en el sentido clásico en que lo eran Win y Poppy, pero poseía una suavidad, una gracia juguetona y un atractivo encanto que encandilaba a todas las personas que la conocían. Y lo más ~ 11 ~

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irresistible de todo, tenía una sonrisa deslumbraba en todas partes, que rayaba con la astuta irreverencia. Beatrix era radiante, abierta, y tan curiosa como su hurón favorito Dodger. ¿Qué tipo de hombre sería el correcto para Beatrix? Uno joven, quizás. Alguien que no aplastara su naturaleza eufórica. ¿Pero podría ser mejor para Beatrix alguien mayor? ¿Alguien que contuviera su impulsividad y la protegiera? Irónicamente, durante las dos temporadas que Beatrix y Poppy habían pasado en Londres, Beatrix había sido infinitamente más solicitada. Y Beatrix no podía haberse preocupado menos de encontrar a alguien con quien casarse. Mientras la pobre Poppy, quien deseaba desesperadamente tener su propia familia, había tenido muy poco éxito hasta ahora. —Pienso que es porque Poppy se pone nerviosa alrededor de los caballeros, y ella comienza a hablar muy rápido —le había confiado Beatrix a Amelia. —¿Pero tú no te pones nerviosa alrededor de ellos? —le había preguntado Amelia. —Bien, no. Sencillamente hago preguntas para mantener la conversación, y ellos parecen contentos con eso. Trayendo su mente al presente, Amelia se rió de su hermana menor, que estaba en su estado habitual de desaliño. Los dobladillos de las faldas de Beatrix estaban llenos de lodo, y su cabello castaño oscuro se le soltaba de las horquillas, y había una mancha en la punta de su adorable nariz —No, no has hecho nada —dijo Amelia—. Simplemente quise mencionarte que la mayor parte de la pequeña nobleza local asistirá a la boda de Win este fin de semana. —Una sonrisa sardónica se enroscó en su cara cuando añadió—: y tengo he sido informada por algunos amigos bien intencionados que estarán presentes muchos caballeros elegibles. La expresión de Beatrix se asemejó a la que puso cuando se le mencionó lo de los ratones vivos. —Poppy puede tenerlos. Ella quiere casarse mucho más que yo. —Sí, pero... Bea... tú también estás en la edad apropiada, y... —Amelia hizo una pausa, buscando las palabras correctas—. Lo que pregunto es que si dejarás abierta la posibilidad de caerle bien a uno de estos caballeros. —¿Quieres que me case y me vaya? —preguntó Beatrix sin expresión.

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—No, no es que... te veo tan absorbida en tus criaturas. Estás decidida en ayudarles y te encariñas tanto por ellos que excluyes a todo lo demás. Pero las oportunidades que tienes ahora no siempre estarán disponibles. Las mujeres más jóvenes no tienen más de tres temporadas en Londres antes de que sean consideradas… —¿En el estante? —sugirió Beatrix. El búho miró con expectación de Beatrix a Amelia, su cara redonda suavemente concentrada. Amelia gruñó. —Detestó esa expresión. Hace que una muchacha soltera suene como un libro que nadie lee. Beatrix se encogió de hombros. —Yo prefiero estar en el estante a casarme con cualquiera de los caballeros que he encontrado hasta ahora. —Ella parecía realmente arrepentida—. Lo siento, Amelia. Sé que me das un consejo práctico, como siempre. En verdad, he intentado caerle bien a los caballeros que he conocido, pero ninguno de ellos es muy interesante o atractivo. —Quizás uno de ellos tiene cualidades escondidas —dijo Amelia, haciendo sitio para Cam cuando él se sentó al lado de ella—. ¿Me pregunto, Bea, si pudieras intentar ver a los caballeros con el mismo interés comprensivo que tienes para los animales? En algunos aspectos, no son del todo diferentes. Lo que quiero decir es… Ella se desprendió y le frunció el ceño a Cam, quién se estaba matando de risa. —¡Oh, silencio, sabes lo que trato de decir! Beatrix trataba sin éxito de esconder una sonrisa. —Entiendo, Amelia. Prometo que de aquí en adelante, intentaré pensar en los caballeros elegibles como una nueva e interesante especie. Después de que su hermana menor se hubo marchado, Amelia sepultó la cara entre las manos. Un gemido se escapó por sus dedos. —¿Qué debemos hacer con ella? Cam sonrió y tiró de ella acercándola. Él habló en un tono calmante no muy diferencia del que había usado con el búho rojizo. —Tranquilízate, monisha. Ningún hombre ordinario será apropiado para Beatrix. Tendremos que permitir que aparezca a su propio tiempo.

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—Él se está tomando demasiado tiempo. —Beatrix sólo tiene diecinueve años, amor. —Sé eso. Pero ella necesita a alguien, Cam. Alguien sólo para ella. Hay una agitación en ella, un sentido de soledad... o lo que sea, esto hace que desee apartarse de la familia. Ella pasa demasiado tiempo paseando en solitario por los bosques. Incluso después de las clases de etiqueta de la señorita Mark, Beatrix aún está medio-civilizada. Cam retrocedió para observarla, su mirada estable y pensativa. —Que se case con la persona equivocada no solucionará el problema. —No, y no quiero eso. Es sólo que si el hombre correcto realmente llega, Beatrix estará tan ocupada recortando las pezuñas de la alpaca o rescatando tejones huérfanos que ella no lo notará. Cam sonrió. —Ella no tiene una alpaca. —Aún. —Amelia dio un suspiro pesaroso—. Tengo miedo que esta obsesión con los animales sea el modo en que Beatrix evita el riesgo y el dolor. Ella nunca ha sido la misma desde que Madre y el Padre murieron. Ella era muy joven, creo que perderlos a ambos tan de improviso la afectó más que al resto de nosotros. —Encontrado su silencio, ella le dio una mirada ansiosa—. ¿Qué piensas tú? —Creo que Beatrix encontrará a alguien cuando sea la hora exacta. Y estás intentado forzar al destino a tu voluntad, lo cual nunca funciona. —Él le retiró suavemente el cabello y besó su frente—. Relájate. Deja que tu hermana siga su propio camino. —No me siento bien relajándome —dijo Amelia, una sonrisa pesarosa tiró de las comisuras de su boca—. Me siento mejor preocupándome. Cam deslizó una mano protectora sobre la leve curva de su vientre. —No puedo permitir esto en tu condición. Ven conmigo arriba, y veré si puedo ayudar. —Gracias, pero no necesito una siesta. —Yo no pensaba en una siesta. Encontrando su mirada fija, Amelia vio el destello en sus ojos, y el rubor le cubrió las mejillas. —¿A plena luz del día? —preguntó ella ligeramente.

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Una risa suave escapó de él. Se puso de pie y la ayudó a levantarse del sofá, y mantuvo su mano en la suya. —Cuando terminé contigo, colibrí, no recordarás de qué estabas preocupada.

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Capítulo 3

Beatrix mantuvo a la cría búho cerca de su cuerpo, acariciando las suaves plumas de su lomo. Ella sintió el nervioso agarre de las garras del ave contra el guantelete de cuero. El búho era ligero, frágil, aunque llenó de tensa resistencia. —Todo está bien —dijo ella suavemente—. Te cuidaré y muy pronto estarás bien, entonces podrás volar de regreso con tu familia. —Mi hermana tiene razón, sabes tú —dijo mientras llevaba al búho hacia el establo—. Quiero encontrar un esposo. Pero he asistido a dos temporadas, y he conocido a miles de hombres. Y todos ellos tan lánguidos y sin vida, y la mayoría gastan sus días en diversiones ociosas, esperando a que alguien muera para que así ellos puedan esperar. Ellos entienden el orgullo como algo sofisticado, lo cual significa que dicen lo opuesto a lo que realmente quieren decir, y luego se supone que usted los debes elogiar por ser tan inteligentes. Ja. Al menos cuando los búhos machos te cortejan, ellos te traen comida para ti. El ave ululó quedamente, todo su cuerpo vibró. —Estoy de acuerdo —dijo Beatrix—. Uno tiene tomar lo mejor de lo que te ofrece la suerte. —Una sonrisa pensativa tocó sus labios, y ella encorvó sus largos dedos protectoramente alrededor del pequeño cuerpo encogido—. Es sólo que no puedo menos de desear encontrar a alguien que vea al mundo como lo hago yo. Que tontas e insensatas son todas esas reglas. Modales, corsés, chismes, tenedores de espárrago... y el cielo me ayude, la conversación cortés. Si no puedo hablar de algo verdadero, prefiero no hablar en absoluto. Ella hizo una pausa cuando el búho hizo amago de contestarle. —¿Qué tipo de hombre, me preguntas? No tengo la menor idea. Me gusta la idea de casarme con un Rom, pero es terriblemente difícil que permanezcan en un lugar. Y yo no quiero vagar por el mundo. Me gusta Hampshire. En verdad soy totalmente territorial. ~ 16 ~

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Entrando en el establo, un edificio grande de piedra caliza, ella hizo el trayecto hasta el henil superior. Era un establo con techo a dos aguas, incorporado en una cuesta de modo que tanto que la primera y segunda planta fueran accesibles sin la necesidad de escaleras. Abajo, había un patio central, en donde se alineaba el ganado, y los cobertizos para carros e instrumentos. Beatrix fue a una esquina del henil, y colocó al búho en su caja nido. —Aquí tienes —dijo ella tiernamente—. Un lugar seco y seguro en que descansar. Traeré a mi hurón Dodger al establo, y capturaremos la cena para ti. La luz del sol se filtraba por las tablillas de una ventana tapiada, enviando brillantes rayos dorados a través del henil. Sentándose cerca a la caja nido, Beatrix miró al búho limpiarse. —¿Hay alguien por allí que te espera? —preguntó ella—. ¿Alguien que se pregunte a dónde has ido? Apoyando la cabeza contra la pared, Beatrix cerró los ojos e inhaló el consolador aroma a heno y ganado, los olores de un establo. —El problema es que no voy a encontrar al hombre que quiero en un congestionado salón de Londres. Quiero... Pero ella se calló, incapaz de admitir o describir la intensa ansía que sentía, el la sensación de encierro que sólo sería liberado por alguien cuya fuerza de la voluntad se igualare a la suya. Deseaba ser amada... tomada, desafiada, sorprendida. Y ella no había encontrado a nadie como su amante imaginario entre la sucesión de pasivos dandis citadinos que había conocido durante la temporada. Recogiendo un tallo de heno, mordisqueó la punta pensativamente, degustando su seco dulzor. —¿Será posible ya lo haya conocido, pero de alguna manera lo he pasado por alto? No puedo imaginarlo. Estoy segura que él no es la clase de hombre que uno podría… —¡Señorita Beatrix! —Esa era la voz de un muchachito, que la llamaba desde el área abierta del primer piso—. ¿Señorita Beatrix, está allá arriba?” Las cejas de Beatrix se elevaron. —Perdóname —dijo ella al búho, y se fue a echar un vistazo por el borde del henil—. Thomas —exclamó ella al ver a uno de los criados, un muchacho de once años llamado Thomas. Él vivía con sus padres en el pueblo y venía para trabajar en la casa de Ramsay todos los días después de asistir a la escuela. Un niño, de ojos vivos, a Thomas se le ~ 17 ~

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asignaba tareas, como pulir botas o cubiertos, o asistir a los lacayos con su trabajo—. ¿Cómo estás? La cara redonda del niño era sombría cuando la miró fijamente. —Horrible, señorita. —¿Cuál es el problema? —preguntó Beatrix preocupada. —Acabo de venir de ver a El espectáculo Ambulante de Fulloway que muestran animales salvajes en el pueblo. Debería haberme ahorrado mis dos peniques. Beatrix asintió con la cabeza, un profundo ceño se le formó en la frente. Las exposiciones ambulantes de animales salvajes eran criminales, en su opinión. Los animales exóticos, como tigres, leones y cebras eran transportados de pueblo a pueblo en llamados “carretas de bestia” y exhibidos al público, junto con grupos bandas, malabaristas y otros entretenimientos. Los animales siempre parecían desanimados y maltratados, lo que llenaba a Beatrix de ultraje. Era inhumano tomar a un animal de la naturaleza y encerrarlo en una jaula para ser observado por gente boquiabierta el resto de su vida. —No puedo soportar las exhibiciones ambulantes de animales salvajes —dijo Beatrix—. Y tampoco estoy de acuerdo del todo con las exposiciones zoológicas. —Fui a Fulloway porque anunciaron a un elefante bailarín —dijo Thomas—. Pero Bettina, ese era el nombre del elefante, cayó muerta cuando llegaron aquí, ellos la hicieron caminar demasiado rápido y demasiado lejos, alguien dijo. Así que han puesto un cartel que dice: “Vea al Elefante Muerto” y nos lo mostraron e incluso dejaron que algunas personas la picotearan con palos. —No necesito oír más —dijo Beatrix—. Eso es terrible, Thomas. —Sólo queda un elefante, uno pequeño, pero él no baila ni siquiera se levanta — añadió el muchacho—. El grupo toca la música, y los entrenadores le pinchan con un gancho de toro, pero él sólo se queda allí gimiendo. —Estoy seguro que el sufre por su amigo —dijo Beatrix quedamente. —El que murió era su madre —dijeron ellos. Un sentimiento de tristeza la sofocó, hasta que Beatrix apenas pudo respirar por el peso de la emoción. Cerrando sus ojos, ella pensó, No puedes salvarlos a todos. Además, ella no podía volverse excéntrica de lo que ya era. No más desventuras. No más locuras.

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—Usted tiene una forma de llegar a los animales, señorita Beatrix —dijo Thomas—. ¿Quizás podría visitar al elefante y hacer algo por él? Si se moviera sólo un poco, ellos dejarían de pincharle con aquel gancho de toro. —No conozco nada de elefantes —dijo Beatrix—. No hay nada que pueda hacer. Estoy segura que se recuperará solo, Thomas. —Sí, señorita. —Obviamente decepcionado, el muchacho fue a ocuparse de sus tareas. Beatrix gimió y volvió a la caja nido. —No puedo ayudarle —dijo ella, contemplando al búho soñoliento—. No puedo. Pero ella no podía dejar de imaginarse al elefantito caído en la desesperación, mientras la gente se divertía con la vista de su madre muerta en las cercanías. Que Dios la ayudara, ella sabía lo que se sentía perder a una madre. El pueblo verde de Stony Cross había sido temporalmente cercado para la Exhibición de animales salvajes de Fulloway, por al menos quince grandes caravanas ubicadas en un rectángulo. Una decididamente débil cerca había sido erigida al norte del recinto, mientras decorativos escaparates y carteles habían sido ubicados al frente para atraer a potenciales compradores de boletos. Para atraer a los espectadores, un grupo en una plataforma de madera daba saltos y fintas áreas, mientras un trío de acróbatas hacía equilibrismo. Beatrix echó un vistazo desdeñoso a una de las caravanas amarillas, que habían sido pintadas con una figura de George Fulloway, el dueño de la exhibición. Fulloway era un hombre de sonrojada cara con mejillas que colgaban como alforjas a ambos lados de una barba de chivo blanca y un bigote que ondeaba y que parecía tirar de su labio superior cuando él sonreía. —Él debe amar a los animales —comentó Thomas—, para coleccionar tantos de ellos. Viendo las asquerosas jaulas de mono cerca, Beatrix sonrió sin humor. —Uno se pregunta —dijo ella—, si tendrá otros intereses ocultos. ¿Dónde viste al elefantito, Thomas? —Al otro lado de esos carros. La cerca es muy débil... no lo detendrá si desea ir a algún lado. —¿Y a dónde iría él? —preguntó Beatrix retóricamente.

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Ellos caminaron con cautela alrededor del perímetro del cercado, y vieron en el suelo el bulto abatido de un elefante, junto a la cerca. Era más pequeño de lo que Beatrix había esperado, seguramente no más de metro y medio estando de pie. Su piel era gris, y escasamente cubierta de pelo, y sus orejas eran relativamente pequeñas. Un elefante indio, según se decía era más tímido que las especies africanas. Los ojos del animal estaban entreabiertos, su mirada se fijó en Beatrix cuando ella se acercó a la cerca. Pero él no se movió, sólo se quedó allí como si estuviera drogado o enfermo. O postrado por la pena. —Hola, muchacho —dijo Beatrix suavemente—. ¿Cómo te llamas? —Ollie, decía el cartel —ofreció Thomas. Beatrix se puso en cuclillas, observando al elefante por la cerca. Sacando una manzana que ella había traído, la hizo rodar por lo enclenques barrotes. —Esto es para ti, Ollie. El elefantito estudió la fruta lánguidamente, pero no hizo ningún movimiento para tomarla. —Mira las cicatrices en su estómago —dijo Beatrix a Thomas—. Y las heridas recientes alrededor de su cuello. Ellos le han golpeado con el gancho en sitios donde no se ven con frecuencia. —Su piel parece gruesa —observó Thomas—. Quizás no lo siente. —¿No creerás eso? Cuando algo rasga la piel hasta hacerla sangrar, es doloroso, Thomas. El muchacho pareció contrito. Sin embargo, antes de que él pudiera contestar fueron interrumpidos por una voz áspera. —¿Qué están haciendo? ¿Tramando travesuras, verdad? ¡Aléjense de aquel animal, ustedes dos! Beatrix se puso de pie lentamente cuando un hombre delgado, con rostro ceñudo se acercó a ellos desde dentro de la carpa. Iba vestido con ropa burda y un sombrero de bombín con una corona doblada. Una de sus manos agarraba un instrumento largo con un gancho de hierro grande al final.

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—No quisimos molestar —dijo Beatrix, tratando de parecer conciliatoria, aunque estuviera llena de hostilidad ante la vista de un hombre que se acercaba a un animal indefenso con un arma. —Si usted quiere ver a los animales, tendrá que pagar dos peniques como todos los demás. —¿Está enfermo el elefante? —preguntó Beatrix. El hombre respondió con una risa desdeñosa. —No, sólo es perezoso. —Él blandió el gancho de toro—. Mostrará algún espíritu antes que terminé con él. —Quizás lo que necesita es algún tiempo para recuperarse tras la muerte de su madre. Una sonrisa curvó la boca del hombre. —Debía ser una mujer. Usted cree que esta pobre bestia tiene sentimientos, cuando solamente es Ollie. ¡Y considerando lo que come, debería ganar su sustento! —Él se acercó a la desanimada criatura, pinchándole con el gancho de toro—. Es tiempo de bailar, Ollie. Actuarás mientras el grupo juega, o haré un corto trabajito contigo. —¿Puedo hablar con él? —preguntó Beatrix por impulso—. ¿Sólo por un momento? —¿Hablar con él? —La petición ganó una mirada incrédulo, y él la vio como si ella fuera una idiota—. ¿Quién diablos es usted? —Esta es señorita Hathaway —dijo Thomas, antes de que Beatrix pudiera hacerle callar—. Los animales la aman… ella puede hablar su lengua. ¡Por favor deje que converse con él, señor! El hombre comenzó a reírse, negando con la cabeza. —¿Así qué, le habla al elefante? —No, señor —dijo Beatrix con dignidad—. Sólo trato a los animales con bondad y respeto. La mayor parte de ellos responden completamente bien a eso. Usted podría intentarlo algún día. Pareció que la tranquila reprimenda le llegó al fondo de la conciencia. —Continúe, entonces. Veremos si puede engatusarlo a hacer su trabajo. Y si sus métodos no funcionan, los míos lo harán Beatrix asintió y bajó hasta el suelo.

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—Ollie —dijo ella suavemente—. Pobre Ollie... debes creer que soy tu amiga. —Extendiendo su brazo con dificultad por los barrotes, ella descansó su brazo en la tierra, con la palma arriba—. Sé que no tienes ganas de comer, o bailar, o hacer cualquiera de las cosas que ellos quieren de ti. Sé que tu corazón está roto. Perdí a mi madre cuando yo era muy joven, también. Y la verdad es, que nunca dejarás de echarla de menos. Pero hay otros que te amarán. Quiénes quieren ayudarte. Y yo soy una de ellos. Cuando Beatrix habló, una tentativa trompa se arrastró hacia su mano y tocó su palma suavemente. Ella encorvó los dedos contra la caliente y áspera piel. Después de un momento, Ollie elevó su trompa hasta la cara de ella, buscando el olor de su aliento—. Te ayudaré —susurró ella—. Confía en mí. Pero por el momento, por favor despierta y haz lo que quiere él. El elefante alcanzó la manzana, la recogió, y la metió en su boca. Masticando despacio, dando tumbos se sentó, sus piernas traseras se separaron en la forma en que un chiquillo lo haría. —Él lo hace —dijo Thomas gratamente maravillado. El hombre con el gancho de soltó una sonrisa de sorpresa similar a un ladrido. Parecía que ninguno de ellos se atrevió a hablar, observado cómo Ollie desesperezaba una pierna a la vez. Estuvo cara a cara con Beatrix, estando tan cerca como le permitía la cerca la vio con claridad, a pesar de las espesas pestañas sobre los ojos marrones. Su trompa se estiró sobre la cerca, y Beatrix extendió su brazo. Con cuidado él envolvió su trompa alrededor de su brazo hasta el codo, una especie de apretón de manos de elefante. —Es suficiente —declaró el hombre, reafirmando su dominio sobre la situación—. Si usted quiere ver al elefante, tendrá que pagar dos peniques y pasar por la entrada junto con la otra gente. —¿No hay una palabra de gratitud? —preguntó Thomas indignadamente—. Si no fuera por la señorita Hathaway… —Todo está bien —interrumpió Beatrix, suavemente desenredando su brazo del elefante, tratando desesperadamente de hacer caso omiso a su triste mirada de súplica—. Tenemos que irnos ahora. Adiós, Ollie. Por el momento, añadió ella silenciosamente, y se obligó a alejarse.

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Capítulo 4 Una tormenta de verano atacó Hampshire la noche antes de la boda de Win y Merripen, Stony Cross fue azotada con lluvia y vientos tan fuertes que muchas casas fueron dañadas y árboles derrumbados. Por suerte no había ningún informe de algún residente del pueblo herido, y la mañana surgió brillante y clara. Win despertó con el vago recuerdo de Kev dejando su habitación poco tiempo después de la medianoche, para no arriesgarse a la mala suerte de ver a su novia durante la mañana de boda. Mi Rom supersticioso, pensó ella con una sonrisa soñolienta, curvando los brazos alrededor de la almohada que él había usado. —Buenos días, querida —llegó la alegre voz de Amelia. —Buenos días. —Win se sentó y bostezó—. ¡Es el día de mi boda! Creí nunca llegaría. —Ah, aquí está —dijo Amelia irónicamente, entrando en la habitación. Ella llevaba un desaliñado vestido blanco y llevaba una taza de té. Ella le dio el té a Win y se sentó con cuidado en el borde del colchón. —¿Estás levantada mucho tiempo? —preguntó Win. —Casi media hora. Y tengo tantas noticias para hacer un informe. Las finas cejas de Win se alzaron. —¿Tenemos algo de la mala suerte con la que estaba preocupada Kev? —Para empezar, Beatrix despertó con un fuerte resfriado. Creo que debe haber ido al establo durante la tormenta para ver si su búho estaba bien. Ella ha dejado un rastro de horroroso de barro y agua, y el ama de llaves está furiosa. —Pobre Bea —dijo Win con preocupación, mientras alzaba la taza de té a sus labios. —Hay más. Esta mañana el vicario envió a un muchacho del pueblo para decirnos que un árbol cayó sobre el tejado de la iglesia y se estrelló en parte de esta. Y la lluvia entró en raudales en el presbiterio y santuario principal.

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—Oh no. —Win frunció el ceño. Quizás los presagios de Kev habían sido correctos, después de todo—. ¿Significa eso que debemos aplazar la boda? —Si el novio fuera alguien además de Merripen, diría que sí. Pero él es un cabezota. Cam y Leo están hablando con él abajo. Ambas se quedaron calladas por un momento, escuchando atentamente. —No oigo ningún grito —dijo Win. —Merripen está muy tranquilo, en verdad. Pero creo que está planeando asesinar encubiertamente a alguien. Él me dijo que viniera a ayudarte a vestir… él dice que habrá boda. De alguna manera. En algún sitio. —Muy bien. —Sonriendo, Win tomó otro trago de té—. Sé que es mejor no dudar de él. Habiendo acompañado al recadero al pueblo, el hermano las Hathaways, Leo evaluó el daño de la iglesia y habló con el vicario. Inmediatamente después regresó a Ramsay House, Leo fue a hablar con Cam y Kev. Leo era un sinvergüenza alto, de ojos azules, elocuente bajo presión, constantemente irreverente. Él también era un maestro en forzar reglas y vivir al borde de las normas. Si hubiera algún modo de darle un empujón a la boda, Leo la encontraría. —Ninguna posibilidad de una ceremonia dentro de la iglesia —le informó a Kev y Cam cuando se reunieron en el salón principal—. Eso es un puñetero lío. —Entonces, nos casaremos en las escaleras de la iglesia —dijo Kev. —Imposible, temo yo. —Leo pareció pesaroso—. Según mandato de la Iglesia, debe realizarse la ceremonia dentro de una iglesia o capilla que esté oficialmente consagrada. Y ni el vicario ni el rector se atrevería a ir en contra de las leyes. Las consecuencias son tan severas que podrían recibir una suspensión de tres años. Cuando pregunté donde se encuentra la capilla autorizada más cercana, ellos miraron en los archivos. Mientras hacían eso encontraron que hace aproximadamente cincuenta años nuestra capilla particular tenía autorización para bodas familiares, pero esta ha caducado desde entonces. —¿Podemos renovarla? —preguntó Cam—. ¿Hoy? —Pregunté eso. Pareció que el rector creyó que era una solución aceptable, y él estuvo de acuerdo con la condición de que Merripen y Win solemnicen en privado el matrimonio en la iglesia tan pronto como el tejado sea reparado. —¿Pero el matrimonio sería legal desde hoy? —demandó Kev. ~ 24 ~

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—Sí, legal y registrado, mientras se realice antes del mediodía. La iglesia no reconocerá una boda realizada ni siquiera un minuto después de las doce. —Bien —dijo Kev bruscamente—. Nos casaremos esta mañana en la capilla familiar. Paga al rector todo lo que pida. —Sólo hay un pequeño problema en este plan —dijo Cam—. No tenemos una capilla familiar. Al menos, nunca he visto una. Leo se quedó en blanco. —¿Qué infiernos sangrientos paso con ella? Ambos miraron a Kev, quien había sido el responsable de la restauración de la finca durante los dos últimos años. Él había derrumbado paredes, arrasando con pequeños edificios, e hizo nuevas adiciones a la casa señorial original. —¿Qué hiciste con la capilla, phral? —preguntó Cam aprensivamente. Un ceño se asentó en el rostro de Kev. —Nadie la usaba excepto algunos nidos de aves. Así que lo convertimos en un granero y lo anexamos al establo. —Ante su silencio, él dijo defensivamente—: Aún vale. —¿Quieres casarte en un granero? —preguntó Leo incrédulamente—. ¿Entre recipientes de pienso? —Quiero casarme en cualquier lugar —dijo Kev—. El granero es tan buen lugar como otros. Leo pareció sardónico. —Alguien puede querer preguntar a Win si desea casarse en una antigua capilla ahora ascendida a un cobertizo adjunto al establo. Indulgente como mi hermana es, hasta ella tiene estándares. —¡Quiero! —llegó la voz de Win desde las escaleras. Cam sofocó una sonrisa. Leo sacudió la cabeza y habló en la dirección de su hermana. —Es una cuadra, Win. —Si nuestro Señor Jesucristo no se opuso a nacer en un establo —contestó ella alegremente—, con seguridad yo no tengo ninguna objeción a casarme en uno.

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Brevemente levantando su mirada hacia el cielo, Leo refunfuñó: —Me ocuparé de los honorarios de renovación. Apenas puedo esperar a ver la expresión del vicario cuando le diga que hemos convertido la capilla en un granero. Esto no refleja muy bien la piedad de esta familia, déjenme decirles. —¿Tú estás preocupado por tu apariencia piadosa? —preguntó Kev. —No mucho. Aún estoy en el sendero del libertinaje. Pero cuando finalmente consiga arrepentirme, no tendré ninguna maldita capilla para eso. —Puedes arrepentirse en nuestro granero oficialmente autorizado —dijo Cam, colocándose el abrigo. Él se dirigió a la puerta principal, la abrió, e hizo una pausa mientras el sonido exaltado de guitarras y voces gitanas fluyeron en el interior. Uniéndose con él en la puerta, Kev vio que al menos tres docenas de sus conocidos romanís se habían reunido en el frente de la casa, vestidos con vistosas galas, cantando y jugando. —Se supone que estaban viajando —dijo Kev ofuscadamente—. ¿Qué hacen ellos aquí? Cam se frotó la frente en un intento de alejar un inoportuno dolor de cabeza. —Parece que han venido a ayudarnos a celebrar tu boda. —No necesito esa clase de ayuda —dijo Kev. Leo surgió detrás de ellos. —Bien —comentó él—, las buenas noticias son, no hay mucho más que pueda salir mal ahora. Gracias a los apresurados esfuerzos de Amelia, Poppy, Beatrix y su compañera la señorita Marks, el granero fue embellecido con flores y cintas blancas, y pétalos de rosa fueron dispersados generosamente sobre el piso de madera. Después de unos generosos y muy bien llamados “honorarios de renovación,” el vicario no ofreció ninguna objeción a la realización de la ceremonia en la convertida capilla. —Mientras se realice antes de las doce —dijo él a la familia—, el matrimonio será registrado hoy.

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Exactamente a las once y treinta, Kev esperaba junto a Cam en un extremo del granero, que había sido modificado con grandes portones a ambos lados para facilitar el transporte del grano, instrumentos y carros. Una romántica música de guitarra flotaba desde fuera, mientras una mezcla ecléctica de invitados se apiñaba en cada pulgada de espacio disponible en el granero. Un camino había dejado libre para la novia. De pie delante del granero con su familia, Beatrix estornudó en un pañuelo de encaje Mientras ella miraba a Merripen, sintió una oleada aplastante de felicidad por él. Él y Win se habían amado el uno al otro por tanto tiempo, y habían vencido tantos obstáculos aparentemente imposibles. Cuanta gente entendía el matrimonio por supuesto, mientras que para Merripen era un premio a muchos años de sacrificio. Win entró en la iglesia del brazo de Leo, y avanzó por el granero. Estaba prístina y hermosa en un sencillo vestido de una seda más blanca que un rayo de luz de luna, revestido con gasa y encaje, su rostro era parcialmente oculto por un velo de encaje. Merripen la miraba como si él se encontrara en algún sueño maravilloso del cual no deseaba despertar. Con cuidado él levantó el velo y lo dobló hacia atrás, y bajó la mirada hacia el sonriente rostro de Win. La mirada que compartieron fue íntima, confiada, ardiente... devota, se dio cuenta Beatrix. Parecía que el sentimiento entre ellos echaba un encantamiento sobre los asistentes. —Queridos hermanos —comenzó el vicario—, estamos reunidos aquí ante la mirada de Dios, y ante esta congregación, para unir a este Hombre y esta Mujer en Santo Matrimonio… Beatrix no pudo menos de desear que el vicario se apresurara. El mediodía se acercaba rápidamente. —... por lo tanto no es una empresa a ser tomada sin reflexión, ligeramente, o disolutamente, para satisfacer las lujurias y apetitos carnales masculinas, como bestias brutas que no tienen ningún entendimiento; sino reverente, discreta, deliberada, sobriamente... La sensación de otro estornudo llegó, rápidamente Beatrix sepultó la nariz en su pañuelo. Era uno de aquellos estornudos que uno no podía decidir completamente si iba a ser sólo… un revoloteo, cosquilleo o picazón, hasta que finalmente la sensación se esfumó. Beatrix se sintió aliviada, porque en verdad no quería interrumpir la ceremonia con un fuerte estornudo.

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Y luego ella lo vio... una larga trompa gris emergía desde un espacio abierto en el dintel entre el establo y el granero. Los ojos de Beatrix se ensancharon. Ella no podía mover un músculo, no podía decir nada mientras la trompa delicadamente se extendía hasta el velo de Win y lo arrancó de su cabeza. Unos gritos ahogados y jadeos de sorpresa llegaron desde la muchedumbre. Levantando una mano hasta su cabeza, Win echó una mirada confusa hacia el dintel. Kev por instinto puso un brazo protector delante de ella. Juntos contemplaron a Ollie, que los observaba por la apertura en la pared, agitando el velo de acá para allá como si los alentara. Todo el mundo se quedo en silencio, la muchedumbre se esforzó en entender lo que sus miradas les decían. Leo fue el primero en hablar. —Beatrix —dijo él tranquilamente—, ¿tienes algo que decirnos?

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Capítulo 5 —Lo siento mucho —dijo Beatrix—, pero puedo explicarlo todo. Como ven, este pobre animal era terriblemente explotado, y entonces pensé… —Beatrix —interrumpió Merripen—, estoy muy interesado en oír tu explicación, pero sólo tenemos un cuarto de hora. Podríamos… —Él hizo una pausa cuando Win escondió su rostro en su hombro e hizo un sonido peculiar. El primer pensamiento de Beatrix fue que su hermana podría estar llorando pero cuando Merripen deslizó sus dedos bajo la barbilla de Win e hizo que levantara la cara, se hizo evidente que ella se ahogaba con risitas tontas. Merripen no pudo contener una sonrisa. ¿Con un esfuerzo, él se dominó y pidió suavemente a Beatrix—, dejar la explicación para después de las doce? —Claro —dijo ella, e hizo señas a Ollie para que cese de agitar el velo. Él se detuvo y miró la ceremonia atentamente. El vicario le echó al elefante una mirada aprensiva. —No estoy seguro que la iglesia permita que lo animales asistan a las bodas. —Si hay honorarios por eso —le aseguró Leo—, arreglaremos cuentas más tarde. Por el momento, continúe. —Sí, mi lord. —Aclarándose la garganta, el vicario continúo con la ceremonia con gran dignidad. Finalmente él dijo—: Por lo tanto, si algún hombre puede mostrar alguna causa del por qué no puedan ser legítimamente unidos en matrimonio, hable ahora, o calle para siempre… —¡Deténgase inmediatamente! —llegó una retumbante voz estentórea, y todos los fieles se giraron hacia la parte de atrás del granero. El estómago de Beatrix cayó cuando reconoció el distintivo bigote blanco del hombre y la barba de chivo. Era el señor Fulloway, el dueño de la exhibición ambulante de animales salvajes.

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Ella no miró a Ollie, pero por el rabillo del ojo vio que su trompa desaparecía furtivamente en el establo. —Estoy aquí para recuperar mi propiedad robada —anunció Fulloway, estrechando sus ojos en finas ranuras. El hombre junto a él llevaba un gancho de toro. Él y Beatrix se reconocieron el uno al otro al mismo tiempo. —Es ella, señor Fulloway —exclamó él—. La muchacha Hathaway que cogí visitando a Ollie en su corral ayer. ¡Ella es quién se lo llevó, se lo aseguro! Leo salió al frente, de repente parecía la viva imagen de un aristócrata, su fuerte rostro, sus ojos fríos ojos azules eran témpanos. —Soy Lord Ramsay —dijo él—. Ha invadido mi hogar. Y por si no lo ha notado, está interrumpiendo una boda. Fulloway hizo un sonido de mofa. —La gente no se casa en un establo. —Este no es un establo —dijo Leo—, es nuestra capilla familiar. Hay un vicario, y ese tipo con grandes puños y la mirada salvaje es el novio. Y yo en su lugar no retrasaría su boda, o no vivirá para ver otra mañana. —No me marcho hasta que recupere mi elefante —tronó Fulloway—. Él atrae clientes, y lo necesito para mi negocio, y además, es mío. —¡Él está aquí, señor Fulloway! —vino un grito sordo del otro lado de la pared, y Beatrix notó con alarma que Fulloway había enviado a alguien al granero para buscar a Ollie. El aire fue rasgado por un aterrorizado barritar. Ollie huyó del establo y vino corriendo al granero adjunto, buscando desesperadamente refugio. Al ver a Beatrix, fue a esconderse detrás de ella, todo su cuerpo temblaba. Ella retrocedió protectoramente, y fulminó con la mirada al hombre con el gancho de toro cuando se dirigió a zancadas hacia ella. —¡No lo tendrán, lo están matando! —gritó ella. —¡Eres una ladrona! —bramó Fulloway—. ¡Te haré procesar! El granero entero hizo erupción en una cacofonía de toda clase de gritos, Los gitanos se apiñaban desde afuera, mientras que Ollie barritaba y gritaba. Incluso el vicario había levantado la voz en un esfuerzo para ser oído.

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Merripen vio el caos en el granero con ardiente furia. —¡Silencio! —rigió él. Todo el mundo se calló. Incluso el elefante. —Durante próximos diez minutos —advirtió Merripen a todos los concurrentes—, nadie se moverá, hablará, ni siquiera respirará. Todo esto será aclarado después del mediodía. Por el momento, quienquiera que interrumpa esta ceremonia se encontrará tirado de cabeza en el recipiente de grano más cercano. Win pasó su brazo por el de él, y ellos se dieron la vuelta para quedar de frente al vicario. Cuando Merripen lo contempló con expectación, el vicario siguió. —¿Tomas es esta mujer como esposa, para vivir juntos según los preceptos de Dios en el santo sacramento del matrimonio? Para amarla, confortarla, honrarla, y protegerla en la enfermedad y en la salud; ¿renegando de todo lo demás, guardándote sólo para ella, todo el tiempo de sus vidas? —Sí. —La voz de Merripen era tranquila, pero fuerte. El vicario le preguntó lo mismo a Win. —Sí. —Un rubor de felicidad se elevó por sus mejillas. Y los votos continuaron. —En la prosperidad y en la adversidad, en la riqueza y en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, para amar y apreciar... con este Anillo te desposo, con mi Cuerpo te reverenció… Finalmente, Merripen deslizó una sencilla banda de oro en el dedo de Win. El vicario terminó: —Aquello que Dios ha unido no lo separe el hombre. Y en un apasionado, decididamente impropio y muy romántico momento, Merripen besó a su novia. Los brazos de Win cubiertos de seda le rodearon el cuello, y lo abrazó fuertemente, su alegría mutua irradió por la provisional capilla. Beatrix sonrió y frotó ligeramente sus ojos. Aún de pie detrás de ella, Ollie agitó el velo de boda enérgicamente, su cola agitándose contra el costado de ella. —Ahora —dijo el señor Fulloway, avanzando—, me llevaré mi elefante.

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—No —gritó Beatrix, mirando desesperadamente a su familia—. Ellos lo matarán como hicieron con su madre. Miren las heridas alrededor de su cuello, y el… —Silencio —dijo Merripen, haciendo un gesto de alto con la mano. Manteniendo la mirada en Fulloway, Merripen hizo una pausa mientras Win se paraba de puntillas para susurrarle algo en el oído. Él sonrió tristemente—. Lo que tú pidas —murmuró él. Caminando hacia adelante, Merripen se interpuso entre Fulloway y el elefante—. Parece que a mi esposa… —Vaciló casi imperceptiblemente, pareciendo saborear las dos últimas palabras—, le gustaría tener al elefante como regalo de bodas. Lo cual significa que negociaremos por él. —No deseo negociar —dijo Fulloway—. Él es el único elefante que me queda y… —Ha entendido mal —interrumpió Merripen quedamente—. No le estoy preguntando si podemos negociar, le informo que lo haremos. El cutis de Fulloway se enrojeció detrás de níveas franjas de vello facial. —Nadie me dice qué hacer. ¿Sabe usted quién soy? —Él se giró para hacer gestos bruscamente al hombre con el gancho de toro. Pero en aquel preciso momento Cam agarró la muñeca del hombre, girándola toscamente, y el gancho de toro golpeó al suelo. Detrás de Beatrix, Ollie agitó las orejas y emitió una retumbante risa. Fulloway se encontró acorralado entre Leo y Merripen. —¿Ha oído sobre la legislación aprobada hace tres años, prohibiendo la crueldad y abuso a animales? —preguntó Leo—. ¿No? Bien, yo sé todo sobre ella, ya que he tenido que sentarme en sesiones interminables en el Parlamento mientras se aprobaban nuevas enmiendas. Y si nos da cualquier otra dificultad, se encontrará ocupando defendiéndose contra múltiples procesamientos, tendrá que cerrar su sangriento espectáculo ambulante y… —Bien —dijo Fulloway, acobardado por la amenazadora mirada de Merripen—. Quiero negociar. Pero quiero un precio justo. ¡No regatearé por el elegante! Beatrix suspiró con alivio. Ollie permaneció a su lado y ella le rascó la oreja consoladoramente. —No regresará con ellos —murmuró ella—. Estás seguro ahora.

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Su hermana Amelia se acercó a ellos, mirando maravillada a Ollie. Con cuidado Amelia extendió la mano y frotó la frente del elefante, y sonrió al ver los claros ojos marrones. —Qué compañero tan educado —dijo ella—. Nunca sospeché que un elefante se conduciría él mismo tan amablemente en una boda. —Amelia —dijo Beatrix disculpándose—, sé que te prometí, pero… —Espera —dijo Amelia, su voz suave—. Antes que digas algo, Bea… Cam me dijo que debo dejarte seguir tu propio camino. Y tiene razón. No tienes que cambiar para satisfacer a alguien más. Eres totalmente maravillosa del modo en que eres. —Ella sonrió—. Todo lo que quiero es que seas feliz. Y no creo que lo seas, si no fueras libre de seguir tu corazón. Beatrix se abalanzó hacia adelante y abrazó a su hermana. —Te amo —dijo ella. Cuando ellos pusieron el abrazo, Ollie trató de envolver su tronco alrededor de ellos. —No lo conservaremos —advirtió Leo—. Vas a encontrar una especie de santuario o refugio para él, Beatrix. —Sí, por supuesto. Algún lugar con otros elefantes. Él querrá vivir entre su propia clase. —Radiante, Beatrix condujo al elefante fuera del granero—. Pero mientras tanto... ¿los vecinos no lo amarán cuándo saque a Ollie a pasear?

***

Vistiendo un blanco camisón de noche, su cabello rubio caía suelto, Win entró en el dormitorio para encontrar a Kev esperándola. Su primera noche como marido y mujer. Y aunque Kev, en toda su oscura belleza, le fuera amado y familiar, ella sintió un agradable revoloteó de nerviosismo. Él se quitó la camisa, revelando un torso liso, poderoso, y la dejó a un lado. Su mirada ardió sin llama cuando se acercó a ella lentamente. Estando de pie al lado de la cama, él extendió una imperativa mano con la palma arriba. —Tu zapatilla —ordenó él.

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Así que tenía la intención de adherirse a la tradición romaní, pensó Win, divertida y quizás levemente molesta. Su zapato sería colocado en el lado de la cama de él para mostrar quién era el amo. Muy bien. Él podía tener su simbólica victoria. Aunque esto no demostrara nada. Win se quitó una zapatilla y se la dio a él. En el proceso, sin embargo, ella casi tropezó con algo en el suelo. Hizo una pausa para bajar la mirada a eso con ligera sorpresa. El negro zapato de un hombre había sido colocado en su lado de la cama. Entendiendo, Win miró a Kev con risa en su mirada fija. —¿Pero quién estará a cargo? Tomando su zapatilla, Kev lo puso ceremoniosamente en el suelo, y se estiró hacia ella. —Nos turnaremos —dijo él, sus duros brazos se cerraron alrededor de ella, su aliento caliente le acarició los labios justo antes de que la besara—. Yo primero.

Fin

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Kleypas Lisa - Hathaways 02.5 - Una Boda Hataways

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