THE DEPRAVED CLUB #1- DEATH LAYER (Celia Loren & Colleen Masters)

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Mary Haynes

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Anna

Nix Koté Bells76 Juliette

Anna Loam95 lili-ana

Anna

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Mae

Sinopsis

Capítulo 11

Prólogo

Capítulo 12

Capitulo 1

Capítulo 13

Capítulo 2

Capítulo 14

Capítulo 3

Capítulo 15

Capítulo 4

Capítulo 16

Capítulo 5

Capítulo 17

Capítulo 6

Capítulo 18

Capítulo 7

Capítulo 19

Capítulo 8

Epilogo

Capítulo 9

Sobre la autora

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Capítulo 10

Un día, ella es una chica inocente, al siguiente es propiedad sexual del Death Layer club... Cuando la recientemente desempleada Ava Clark de 24 años consigue su trabajo ideal de asistente para una de las corporaciones multinacionales más prestigiosas del planeta, su enigmático e increíblemente guapo jefe Vicent King parece estar la guinda del pastel. Sin embargo, a pesar de su encanto superficial e intimidante buena apariencia, la fachada del Señor King rápidamente se desmorona revelando sus intenciones sociópatas y despiadadas al intentar vender a Ava como esclava sexual para cubrir una deuda de juego. Los depravados y sádicos motociclistas del Death Layer Club de Motociclistas saben exactamente qué hacer con una joven impecablemente bella… sacrificarla al notoriamente violento Bane "La Bestia" Harme como ofrenda de paz. Es un asesino empedernido, un bastardo despiadado... 100% tatuajes y testosterona. Y es la maldita mejor cosa que le ha pasado a ella. Bienvenidos a La serie The Depraved Club. Esta es una novela romántica contemporánea independiente. Sin finales de suspenso. Contenido adecuado sólo para adultos, contiene violencia y contenido sexual gráfico.

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Death Layer (The Depraved Club #1)

Traducido por Mary Haynes Corregido por Nix Jack chasquea sus dedos y los gorilas gigantes me ponen de pie y me lanzan en la cama de Bane. Aterrizo con un gemido e instintivamente me acurruco en una bola, temblando violentamente. Las sábanas todavía huelen a sexo, alcohol y a hombre. —Cristo —explota Bane, su voz llena de veneno—. ¿Qué?, ¿quieres que la viole delante de ti? ¿Esta es tu nueva definición de hermandad? Siento como el colchón se hunde y manos se enredan en mi cabello mientras mi cabeza es levantada. Mis manos se aferran al brazo que me está levantando, rasguñándolo con mis uñas. Lanzo mi peso hacia todos lados. —¡No! —lloro, sollozando—. ¡Por favor! —Ya basta —sisea Bane. Me da una dura jalón, sacudiendo mi cabeza adolorida—. Joder, ahora estoy sangrando. Grandioso. Bane está arrodillado a mi lado, mostrando mi cara a la habitación. Sus manos son ásperas en mi pelo y los tendones de sus antebrazos están dolorosamente cerca. Mi cuerpo se enfría, luego se calienta cuando me doy cuenta de que estoy a centímetros de probablemente noventa kilos de desnuda y poderosa testosterona en plena ebullición. Y no hay escapatoria posible. Mientras me mira, su boca se aplana en una delgada línea. No se ve nada contento.

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Inevitablemente, mis ojos van de nuevo a su entrepierna desnuda y trago, sonrojándome. Tomando una respiración profunda, levanto la mirada y lo miro a los ojos. Hay un destello de algo que pasa entre nosotros, aunque no puedo decir qué es. Pero ninguno de los dos mira hacia otro lado y ladea su cabeza, estudiándome.

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—Es sólo una niña —gruñe Bane—. Aterrorizada. ¿Esto te pone duro, Jack, hijo de puta? ¿Eh?

Algo se enciende en sus ojos, ¿una pregunta? Abre la boca. Me tira imperceptiblemente más cerca y frunce el ceño hacia mí, como si lo reconsiderara y me estremezco. Mi cuerpo responde a su proximidad a pesar de mi terror y miedo, una explosión de calor irradia entre mis piernas contra mi voluntad. No puedo entenderlo, estoy tan excitada. Más asustada de lo que alguna vez he estado, sí, pero de alguna manera excitada. Puedo sentir su aliento a un lado de mi cara. Él es todo músculos torneados y fuertes. El instinto me dice que sabe cómo utilizar cada centímetro de ese cuerpo suyo. Mi corazón late con tanta fuerza que lo puedo oír en mis oídos.

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Bane también debe ser capaz de escucharlo.

Traducido por América Corregido por Nix —La tienda está cerrada. —Una mujer con voz áspera se queda sin aliento. Suena como si estuviera hablando a través de un megáfono o algo así, pero probablemente es sólo por sus años de cigarrillos y agotamiento. Una señora mayor española que no conozco está de pie demasiado cerca de mí. Hemos estado tomando turnos y agarrando zapatos ligeramente desgastados en el mismo estante de rebajas. Ella saca un par, alzando sus cejas hacia mí con complicidad. —¿Estos? —dice, moviendo sus pies para mostrar las zapatillas blancas. Doy un paso fuera del desproporcionado par de chanclas que llevaba dentro de la tienda asiento hacia ella. —Sí, son lindos —digo. —¿Sí? —Arrastra los pies hacia un espejo para verlo por sí misma. Mientras yo miraba detrás de ella, mi conciencia me regaña. —Estás perdiendo el tiempo —me dice—. No puedes permite zapatos nuevos, Ava. Fuiste despedida hoy por llorar ruidosamente. Ni siquiera te puedes comprar unos zapatos de segunda en TJ Maxx. Es jueves por la noche y estás sola, mirando zapatos que no puedes comprar. Eres un lío. Vete a casa. No sé cuánto tiempo he estado de pie aquí. Deben hacer esto a propósito en estas tiendas, adentrándote en un agujero negro y haciéndote olvidar el mundo exterior. Con el tiempo se te olvida que eres pobre y te convences de gastar veinticinco dólares en zapatos o algo así. Sólo que no puedo olvidarlo, porque, literalmente no tengo ni veinticinco dólares. Observo mientras la señora española se aleja hacia la caja registradora para pagar con una despedida de su mano. Sonrío y siento una punzada de agua en mis ojos. Con una mano me quito una lágrima de autocompasión.

Estoy tratando de pensar en algunos bares de la zona, pero la señora en el altoparlante está de vuelta y ahoga mis pensamientos.

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Marcho a través del pasillo de vestidos, mis dedos corriendo perezosamente a lo largo de las perchas de la forma en que solía hacerlo en las cercas de mi ciudad natal cuando era niña. Tengo que hacer algo constructivo. Podría llamar a Blake e invitarme a lo que sea que esté haciendo, o simplemente terminar con mi humor patético e irme a emborrachar alguna parte sola.

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—Mierda —susurro hacia mí—. Contrólate.

—Señoras y señores, si están haciendo una compra por favor procedan a la zona de cajas. Si no está haciendo una compra, por favor utilice la escalera hacia la salida. La tienda está cerrada. Me uno al resto de las ratas ya que todos somos acompañados afuera por los sonrientes guardias de seguridad y somos expulsados a la calle 125. Es de noche, y miro detrás de mí, entrecierro los ojos hacia la señal del horario de la tienda. Dice que cierran a las 9. Esa es la única manera de adivinar el tiempo, porque mi teléfono está muerto. Por supuesto. Me pongo en sintonía con el olor de la humanidad y el camión de comida en la esquina de la calle, me dirijo a través de la gente que entra y sale del metro. Cuando salgo de la acera la luz cambia y soy casi atropellada por un imbécil en una Harley. —¡Cuidado! —grita por encima del rugido de su motor. —Maldición —chillo, esquivándolo, mi mano reflexivamente agarrando mi pecho. Él me esquiva y desaparece en la 5ª Avenida. Este es uno de esos días. Es sólo un paseo de cinco minutos hasta mi apartamento, si puedo sobrevivir, y ahora que es de noche se siente más agradable que la dura tarde de verano. La gente pasa o se saludan, gritando holas y conversando en voz alta amistosamente a la manera de Harlem. Gracias a Dios que por fin estoy en mi porche. Sonrío y guiño un ojo a la señora Johnson, nuestra patrona, que está sentada en las escaleras hablando con un vecino en tonos profundos y fuertes. —Hola, señorita Ava —dice. —Buenas noches, señora Johnson. La entrada de la puerta hace clic al cerrarse detrás de mí. Abro el buzón y saco un fajo de sobres con mi nombre en ellos: el alquiler, la electricidad, préstamos estudiantiles. Mierda. Tratando de no pensar en cómo voy a pagarles, piso fuerte en los cinco tramos de escaleras y pongo mi cara de póquer. Giro la llave en la puerta de mi apartamento y la abro en silencio, dando un suspiro de alivio cuando veo que está oscuro y no hay nadie.

—¡Dios mío! —Salto fuera de mi piel y luego río nerviosamente.

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Hay una explosión de luz y confeti y la gente sale por detrás nuestro pequeño sofá y de debajo de la mesa de comedor.

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—¡Sorpresa!

Mis mejillas se enrojecen, vergüenza sudorosa y caliente. En vano busco un hueco para meterme y esconderme, pero nuestro apartamento es demasiado pequeño para agujeros. —¿Qué diablos es esto? —Me las arreglo para decir mientras miro a la gente aplaudiendo en busca de una explicación. Mis ojos deteniéndose en mi radiante hermana Rachel Blake y un par de amigas… Dara y Kristi—. Hola —digo, recuperándome—. ¿Qué están haciendo aquí? Es bueno verlas. —Nos abrazamos rápidamente, y asiento educadamente a la media docena de gente que no conozco. Deben ser amigos de Rachel—. ¿Qué celebran? No es mi cumpleaños. Rachel salta a través de las filas y me aplasta en un abrazo demasiado entusiasta que casi saca el aire de mí. —¡Feliz aniversario, hermanita! —chilla—. Estamos orgullosos de ti. ¿Dónde diablos has estado? Tardaste una ETERNIDAD en llegar, ¡dios! Ya nos bebimos la mitad de la cerveza. —¿Aniversario? Ella se aleja y se ríe de mí, sacudiendo la cabeza. —¿No creíste que me olvidaría de tu segundo aniversario viviendo en Nueva York, ¿verdad? —Oh. —Cierto, lo olvidé. Ciertas cosas tienden a deslizarse de tu mente cuando está teniendo una crisis existencial en el pasillo de zapatos—. Verdad. —Rachel arruga la nariz ante mí y soba mi cabeza. —Te atrapé, ¿eh? —De verdad lo hiciste. —Rachel, 1, Ava, 0. Una voz familiar me hace girar. Pongo una sonrisa en mi cara y me vuelvo para aterrizar en los brazos de Blake. —Podrías haberme advertido —digo—. ¡Sabes que odio las sorpresas! Blake se encoge de hombros riéndose de mí y me acerca para abrazarme. —Hay que acostumbrarse. La vida está llena de sorpresas. Pensé que te serviría el recógemedespués-del-turno-del-almuerzo. Por cierto, ¿a dónde diablos fuiste? He estado llamándote. Todos estábamos preocupados.

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Blake levanta una mano autoritaria para evitar mi respuesta. —Olvídalo. Está prohibido mencionar o pensar en el restaurante o el dueño pedazo de basura —dice—. No habrá charla sobre ser despedido por la estúpida mierda que George hizo porque no puede entrar en tus pantalones.

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Me muerdo el labio para evitar temblar y sacudo la cabeza.

—Tengo que decirle a Rachel —gimo—. Tengo que encontrar un nuevo trabajo pronto. —No te preocupes por eso, ya le dije. Sólo relájate y disfruta. La hace feliz el hacerte sentir incómoda. Además, todos los genios creativos son despedidos de al menos un trabajo. Tal vez ésta sea tu gran oportunidad. Me abanico con mi blusa, maldiciéndome mentalmente por no ceder y dejar que mis padres me compraran un aire acondicionado. —Necesitaba ese trabajo, Blake, ¿qué voy a…? —Calla. —Él cierra una cremallera imaginaria en mi boca, su rostro hilarantemente intenso. Puedo decir que ha bebido un par de cervezas—. Hay un montón de peces empleadores en el mar. Esta noche vas a reprimir tus sentimientos, a beber y disfrutar. Sonrío. —Así que, ¿solo un típico sábado? —Sí. —Blake sonríe de nuevo y levanta su cerveza para brindar—. Felicidades por los dos años, Ava. Sigue así y serás un hastiado un ser humano como el resto de nosotros los nativos neoyorquinos en muy poco tiempo. Lo miro juguetonamente mientras él ríe y toma un trago de su cerveza. —Un hastiado ser humano llegando. ¿Dónde está la cerveza? Solo mírenme. Rachel se materializa de la nada y agarra mi mano. —¡Vamos! —dice, me tira hacia la cocina—. ¡Hay pastel! Mientras Rachel me aleja me giro hacia Blake y le hago señas con falso entusiasmo—: ¡Hay pastel! —Oh, chico. —Hace señas de regreso. Rachel tira de mí, se ríe y mueve sus ojos por encima de mi hombro. —Entonces, ¿tú y Blake? —susurra—. ¿Esta noche es la noche? —¡No! —le siseo de vuelta, rodando mis ojos—. Oh por Dios, ¿quieres parar? Blake es gay. Sigo diciéndote que es gay. Lo has visto recoger chicos en los bares. Sabes que es gay. —Tal vez es bisexual. —Es gay.

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—¡Mocosa! —Al darme cuenta que me está molestando por el placer de hacerlo, le pellizco el trasero—. Sabes, no tienes que ser una mocosa todo el tiempo. Puedes descansar.

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—Creo que la señorita está protestando demasiado.

Hace una mueca de fingida sorpresa. —Vaya, ¿de verdad? ¡No sabía eso! Rachel me da un empujón juguetón y me pone frente a una larga caja de pastel de la panadería Billy’s. Levantando la tapa, veo que el pastel es de zanahoria. —Oh por Dios, Rach —digo—. ¡Mi favorito! Pasaste por un montón de problemas, y es noche de trabajo para ti. Eres tan dulce, gracias. —Cualquier cosa para mi hermana. —Lanza sus brazos a mi alrededor desde atrás, sujetando los brazos de la misma manera que siempre lo hace, y ambas nos reímos—. Pero no fui sólo yo. Mamá ordenó el pastel en Ann Arbor. Ella es la que me recordó que era tu aniversario. Te quiero, Bean. Por alguna razón Rachel siempre me ha llamado Bean, no Ava. Eso es razonamiento de hermana menor para ti: de igual forma que el decidir hacer una fiesta de aniversario sorpresa para introvertidas y estresadas hermanas mayores que sólo quieren estar solas y llorar con su té helado. Me giro para mirar a los ojos de Rachel y me suavizo, quitando sus desordenados rizos castaños de su rostro. Ella es una persona extrovertida, de la alta sociedad. Me está haciendo esta fiesta porque le encanta, porque es su lenguaje de amor. Es su manera de seguir la regla de oro de la manera en que mamá y papá nos enseñaron: tratar a los demás como te gustaría que te trataran. El pensamiento me hace sonreír con tristeza. —Yo también te quiero, Rach. Nueva York ya es un millón de veces mejor desde que te mudaste y estás constantemente obligándome a ser menos gruñona. Gracias. Los sentimientos están brotando, pero los alejo y me ocupo de buscar un plato y cuchillo para cortar el pastel. —Déjame hacerlo —dice Rachel, usando sus caderas para alejarme del fregadero. —Yo puedo —digo, regresando a donde estaba—. Está bien. —Yo soy la anfitriona, tú eres la invitada de honor. —Este fue mi apartamento primero, así que trata de detenerme. —Bueno mi trasero es más grande. —Para probar su punto, mueve su trasero, y la broma al instante se vuelve una pelea. Mi única defensa es saltar sobre su espalda y hacernos girar, riendo, usando mi ventaja de altura para dominarla. —¿Qué están haciendo, par locas? —dice Dara con riendo desde el pasillo.

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—¡Pelea de chicas! —grita, llevando la multitud a la cocina. Saca su iPhone y comienza a grabarnos, riéndose.

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Rachel y yo nos giramos, veo la mirada en la cara de Blake en la sala.

Mi pie resbala y de alguna manera caemos, agitando los brazos, y accidentalmente la caja de pastel de la encimera cae con nosotras. Rachel, la el pastel y yo caemos y aterrizando en un borrón de brazos y pedazos de pastel. —¡Mierda! Somos un desastre en el suelo, cubiertas de crema de vainilla. Extiendo un dedo y tomo un poco de glaseado en la cara de Rachel, luego llevando un poco a mi boca. —Mmmm. —Asiento con aprobación—. Bon appetite. Rachel no puede controlarse. Nos echamos a reír como histéricas hasta que nos empieza a doler el estómago. Blake está sacudiendo su cabeza en su teléfono. —Y... posteado. Ahora están inmortalizadas en Facebook como las “Hermanas con cara de pastel de zanahoria”. De nada.

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Es lo mejor que me he sentido en todo el día.

Traducido SOS por Mariela Corregido por Koté Después de que todos han limpiado para la noche, estoy doblada sobre mi laptop con una cerveza. Tengo tres pestañas abiertas: mi correo electrónico para la distracción, mi cuenta bancaria para la motivación, y craigslist1 para la esperanza. Rachel aparece, apoyando su barbilla en mi hombro. —Es tarde —dice en tono áspero. Tomo un trago de cerveza. —Sólo estoy buscando trabajo. —¿No crees que este sitio es un pequeño bosquejo? —Nah —suspiro, encogiéndome de hombros—. He encontrado un montón de cosas de esta manera. Tu cama, por ejemplo. —Asco. No necesitaba saber eso. —Rachel hace una mueca y me río de ella. Me desplazo por la interminable lista de publicaciones. —Sólo tengo que encontrar algo bueno. Y rápido. —Mamá y papá probablemente podría ayudar si... —No. —Interrumpo a mi hermana. Es un tema delicado, y hemos tenido esta conversación antes—. Tengo que hacerlo yo misma. Además, no siempre tendré a mamá y papá para recogerme. Bien podría resolverlo ahora. —Está bien, está bien. Haz lo que quieras, pantalones artístico. —Rachel asiente, su barbilla cavando en mi hombro como un masaje puntiagudo. De repente, se lanza hacia la pantalla, señalando—. Ooh, mira ese: “Asistente personal y ejecutiva”, ¿ochenta mil? Ochenta mil dólares es un buen sueldo, ¿no?

Craigslist: es un sitio web de anuncios clasificados con secciones dedicadas al empleo, vivienda, contactos personales, ventas, ítems, servicios, comunidad, conciertos, hojas de vida, y foros de discusión. 1

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—No, sí, eso es muy bueno. Locamente bueno. Quizás demasiado bueno. —Pulso en el enlace y leo rápidamente la descripción—. Ochenta mil, más todos los beneficios, primas potenciales. Asistente personal y ejecutivo del Gerente de la mayor corporación multinacional. Flexibilidad, discreción, confidencialidad, profesionalismo y creatividad necesaria, debe tener pasaporte vigente y estar dispuesto a viajar. Sólo aplicaciones serias.

Rachel y yo nos echamos un vistazo la una a la otra. Su boca en una sonrisa peculiar. —Bueno, lánzate —dice ella—, eres seria, ellos quiere a alguien serio, una pareja hecha en el cielo. —Suena demasiado bueno para ser verdad. Me pregunto ¿Por qué la paga es tan alta? Rachel bosteza y me da un abrazo. —Algunos de los asistentes ejecutivos en Stanley hacen setenta, setenta y cinco de los grandes. No es tan raro para las finanzas, dependiendo de la multinacional que este chico lleva. —Parece dudoso. —¿Todo tiene que tener un pago de mierda y condiciones de mierda? —Rachel bosteza—. Dios, no tienes que sufrir por ser una artista, lo sabes. No sé por qué siempre tienes que hacer las cosas tan duras contigo misma. Podrías realmente tener el sueldo de una persona de verdad. —Tienes un punto —gemí. ¿Cómo sería ganar dinero real, ser una persona real? Todo mi tiempo en la ciudad de Nueva York se ha pasado sirviendo mesas, preparando actuaciones, y viviendo la lucha del artista cliché. No voy a mentir; se está poniendo viejo—. Está bien, voy a aplicar. Hago clic en el botón de respuesta en la oferta de trabajo, adjunto mi currículum, pulso enviar y exhalo. —Está bien, uno menos —murmuro, estirando la espalda sobre la silla—. ¿Cuántas aplicaciones se necesitan para conseguir un trabajo en esta ocasión? ¿Quieres hacer algunas apuestas? —Cinco dólares a que obtienes este —dice Rachel, de pie—. Y me voy a la cama. —Guau, ¿en serio? Se supone que debes ser el animal de la fiesta. Sólo déjame lavarme los dientes antes de ducharte. Me levanto y empiezo a caminar lejos de la computadora cuando el sonido de una notificación de correo electrónico me detiene. Curiosa, me giro para mirar la pantalla. La dirección es una que no reconozco, asunto—: Entrevista: Trabajo de Asistente Personal y Ejecutiva.

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Me obligué a mí misma a detenerme el tiempo suficiente para abrir el correo electrónico. Rachel y yo nos amontonamos juntas, encorvadas sobre la débil luz azul de la pantalla de mi ordenador portátil para leer.

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—¡Rachel! —grito, haciéndola saltar—. ¡Es la aplicación! ¡Oh, Dios mío, respondieron de inmediato! ¡Ellos respondieron de inmediato!

Srta. Clark Después de revisar su material, ha sido seleccionada para participar en el proceso de entrevistas. Felicidades. Por favor llegue al 2211 de Wall Street a las 9 a.m. de mañana. Esperamos contar con su presencia y discutir la posición de Asistente Personal y Ejecutivo con más detalle. Favor de llegar preparada y en traje formal de negocios.

Amanda Johnson Secretaria Asistente Corporativa

Skollz Corp. 2211 Wall Street

New York, New York 10005 Skollz Corp: cambiar es el futuro.

—Skollz Corp —digo, mirando a Rachel—. Nunca he oído hablar de ellos, pero al parecer sus secretarias responden mensajes de correo electrónico a las dos de la mañana. Rachel asiente lentamente. —Son grandes, como Unilever de grandes. Uno de esos nombres que los consumidores generalmente no escuchan porque secretamente poseen todas las etiquetas que reconoces. —Por lo tanto, ¿son una corporación paraguas? —Fruncí el ceño—. Sin piedad barriendo el pequeño individuo bajo la alfombra, destruyendo las selvas tropicales y el libre mercado para monopolizar el mundo. Rachel ríe. —Eres como una hippy. Son los denominados conglomerados, no empresas paraguas.

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—Bueno, supongo que no estás durmiendo esta noche. —Rachel bosteza, arrastrando los pies hacia nuestro dormitorio compartido.

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—Yo sabía eso. —Parpadeo hacia la pantalla—. ¡Huy! las 9am es muy pronto.

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—Sí, me imagino que no. —No hay nada como unas altas apuestas, borracha de búsqueda en Google. Me dejo caer frente a mi ordenador portátil, sonriendo—. Deja que tú y yo nos conozcamos el uno al otro, Skollz Corp.

Traducido por Mariela Corregido por Bells767 Hay tantas astas de banderas alineadas en el jardín que casi podría pensar que estoy en la sede de las Naciones Unidas, pero no, es esto; la sede Skollz Corp, un rascacielos de cristal elegante que alberga a la máquina que hace que la economía se mueva. Después de toda mi noche buscando en Google, sé más sobre esta compañía de lo que siempre quise. Ellos tienen más influencia internacional que el presidente de los Estados Unidos y más dinero que Dios. Estirando el cuello ni siquiera puedo ver la parte superior del rascacielos en las nubes. Reviso mi reloj; son las 8:45 am. Tomo una respiración profunda y paso a través de las puertas corredizas de cristal, el sonido de mis tacones de aguja hacen eco en los altos techos. Las paredes, columnas y pisos son de mármol blanco. El único toque de color es la mujer situada de pie detrás del mostrador de seguridad, flanqueada por guardias y torniquetes automáticos. Su pelo es de color rojo, un cobre profundo y brillante, bastante como el mío. —Buenos días —le digo, demasiado entusiasta—. Soy Ava Clark, ¿tengo una entrevista a las nueve de la mañana que fue programada por Amanda Johnson? —Identificación. La pelirroja toma mi permiso de conducir y evalúa la imagen. Asiente hacia mí, sin expresión, y presiona uno o dos botones. El zumbido mecánico bajo su escritorio termina cuando rasga una etiqueta con mi nombre recién impreso y me la entrega junto a mi licencia. —Sexagésimo sexto piso, señorita Clark.

Lo bueno es que no hay ventanas. Mi estómago está revuelto.

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Sin levantar la vista, apunta a la más lejana orilla de los ascensores a la izquierda en el vestíbulo. Trago saliva y me voy. Mi sonrisa es nerviosa para cuando llego al ascensorista e inicio un ridículo juego de dedos con él sobre los botones. Él gana al final. Las puertas se cierran y somos catapultados hacia el cielo.

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Trato de mantener mi rostro relajado. —¿Dijiste seis-seis?

Le tengo terror a las alturas. Las puertas se abren en el sexagésimo sexto piso y veo que, por desgracia para mi vértigo, toda la pared del este es una ventana. Aparto mis ojos de las nubes demasiado cercas y veo candelabros de cristal transparente colgando del alto y blanco techo, lirios de agua en los floreros de vidrio transparente, y el escritorio de una secretaria construido en la pared a mi izquierda. La única puerta está al lado de su escritorio y bien cerrada. El ascensorista sostiene la puerta para mí, porque al parecer la gente de los corporativos no sabe cómo entrar y salir de los ascensores por sí mismos. Doy un paso por delante de él. —Gracias —tartamudeo. Él parpadea hacia mí, claramente desacostumbrado a ser notado, y se cierran las puertas. Empleados amistosos. Evadiendo la vista de la ventana con mucho esfuerzo, miro fijamente a la secretaria tecleando detrás del escritorio. Ella también es pelirroja, más bien un rubio rosado. Estoy detectando un patrón. —Hola —digo, pero antes de poder proseguir, sostiene en alto un dedo para silenciarme y apunta a una banca blanca de la que no me había dado cuenta que flota adherida de la pared. Otras tres chicas se alzan, sus cabellos son perfectamente lisos y tienen sacos perfectos. Todas tienen maletines y expresiones en blanco. Mi sonrisa se endurece mientras me muevo para unirme a ellas y sentarme cuidadosamente en la banca de plástico delgado. Reviso mi reloj. Son las 8:50 am. Estoy tan nerviosa y sólo tengo diez minutos para logar calmarme. Recordando mi clase de voz clásica en la Universidad de Michigan, tomo una respiración profunda y dejo escapar un “ssss” lentamente en un siseo apenas audible. La secretaria me mira de forma afilada. Miro de vuelta, con una ceja levantada en desafío. Tengo que relajarme, maldita sea.

Silencio.

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—¿Sí, señor?

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Algo zumba. La secretaria contesta un teléfono.

—Sí señor. Cuelga. Ella mira por encima de sus gafas con marco de plástico blanco hacia nosotras. — Señoras, el señor King las verá ahora. Uh-oh. Definitivamente no me preparé mentalmente para una entrevista grupal. Ya es bastante difícil ser agradable y encantadora para una persona, y ahora lo será aún más con un pelotón de competencia. Pero sucederá de todas formas, ahora. La secretaria presiona un botón en la pared y la sección blanca de puerta se desliza hacia un lado, dejando al descubierto un largo pasillo con luz tenue. Hay un hombre alto y delgado con un traje gris presionado esperándonos, con una tableta en la mano. ¡Sorpresa! Otro pelirrojo, o más bien como una zanahoria, su rostro apenas es discernible por debajo de una confusión de pecas. Mira por encima de nosotras y apunta a la chica a mi izquierda. —Gracias por venir hoy —dice—. Es todo lo que necesitamos. Eres libre de irte. El resto de ustedes síganme por favor. La chica, confundida, se queda de pie con la boca abierta, pero el hombre no se ha detenido a esperar una respuesta. Con un movimiento impaciente de su mano nos guía a las tres que quedamos lejos. Veo sobre mi hombro tratando de entender por qué ella llegó a ser eliminada, y la veo mover sus pies, abatida, hacia el ascensor. Después de algunos giros y vueltas, nuestro guía cabeza-de-zanahoria nos lleva a una sala de conferencias y hace un movimiento hacia nosotras para ir más lejos, al extremo ancho de una mesa ovalada de plástico blanco. Gracias a Dios las paredes de aquí son de color gris, no blanco, de lo contrario creo que podría gritar. —Gracias por su puntualidad.

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—Soy Vicent King, director general de Skollz Corp. Ustedes han pasado una prueba de detección de más de 1.500 candidatas y seleccionadas por mi personal administrativo para ser entrevistadas. Felicitaciones. Como ustedes están solicitando el papel de mi Asistente Ejecutivo y Personal, pensé que mejor yo supervisaba el proceso de selección a partir de aquí. Bienvenidas, damas.

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La voz baja y fría emana de un hombre en el otro lado de la mesa. Se pone de pie mientras todas entramos y ofrece una deslumbrante sonrisa que compensa de sobra por la brusquedad del resto de la corporativa America. Siento que mi cerebro de dama se glasea de la forma en que lo hace automáticamente alrededor de hombres guapos.

Se estira para darnos la mano a cada una de nosotras. Soy la última. Mientras nuestra piel se roza siento una inconveniente descarga de atracción que se manifiesta con una pequeña y tonta mariposa tratando de volar fuera de mi estómago. Mis mejillas se enrojecen. Este no es un buen momento, cuerpo, ¡maldita sea! El señor King es alto y ancho con rasgos cincelados y una sombra de barba de las cinco en punto. Se ve algo así como un cruce entre ese modelo, Johnny Harrington y David Beckham, pero con un traje perfectamente ajustado. Hay algo magnético a su alrededor. Poder quizás. Y sip, es pelirrojo. Flamante. De repente todo tiene sentido. Mis labios se contraen involuntariamente en una sonrisa. El señor King la atrapa y alza una ceja. —¿Algo divertido? —No, no —tartamudeo. Sus ojos azules queman en mí, mis tripas se aprietan, y busco a tientas algo encantador que decir—. Sólo me preguntaba brevemente si tal vez estamos relacionados. Ya sabe. Echo un vistazo a su pelo y se ríe, rompiendo la tensión, y se sienta en la gran silla de cuero en su lado de la mesa. El cabeza-de-zanahoria establece su tableta sobre la mesa en un soporte y me doy cuenta que nos está grabando. Sin presión. Hay exactamente suficientes sillas para cada solicitante restante, diciéndome que habían premeditado eliminar a una de nosotras justo en el primer momento. Todas nos sentamos y miro a mi alrededor. La morena a mi lado tiene los ojos clavados en el señor King como una adolescente en adoración. Ew.

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Dice esto con un guiño, y las otras dos entrevistadas se agitan. Pero yo hice mi tarea y sé que él no está bromeando; leí que dio a su vicepresidente una isla en el Mediterráneo como un regalo de jubilación. Sólo que el tipo no había querido retirarse y fue una especie de regalo obligatorio. Siento a sus brillantes ojos como el mar-del-

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—El puesto es exigente. —Comenzó el Sr. King—. Largas horas, viajes internacionales. La asistente ideal será capaz de hacer la transición sin problemas de proporcionar una mano discreta en mis asuntos personales hasta mantener el apoyo impecable en Skollz Corp. Una vez contratada, mi asistente estará sujeta a un extenso contrato de acuerdo de confidencialidad y no divulgación estándar de nuestra empresa. Soy muy serio en la protección de la integridad de nuestra visión como empresa. Les advierto ahora; soy despiadadamente exigente en mis normas y es algo difícil vivir con ellas. Pero lo compenso con bonitos regalos.

norte revoloteando curiosamente sobre mi rostro. Su mirada descansa en algún lugar alrededor de mis labios. Siento calor correr por mis mejillas. —Para compensar el alto nivel de compromiso y la intensidad del trabajo — continúa—, mi objetivo es hacer que la entrevista sea lo más breve y fácil posible. Ya he encontrado la verificación de antecedentes y estoy impresionado con sus credenciales educativas, así que esto es realmente acerca de la química. Sólo tengo dos preguntas para ustedes. Entremos en tema. Número uno, es su primer día como director general de Skollz Corp. ¿Cuál sería el primer cambio que harían? Vamos a empezar con la señorita Walker. Nuestras cabezas se giran para inspeccionar a la señorita Walker, la niña bonita asiática en el extremo. Ella parpadea. —Um, supongo que buscaría la consolidación de los centros de servicio al cliente para una de las zonas de ultramar de Skollz Corp, probablemente Bombay —dice ella—. Todos los competidores de Skollz Corp lo están haciendo y querría asegurarme de no perder la ventaja en la eficiencia. El señor King asiente. —Puedo ver que usted ha leído acerca de nuestros despidos en Illinois. ¿Y usted, señorita Peterson? La morena junto a mí pone una sonrisa de mil vatios y bate sus pestañas. Ew. —Yo no cambiaría nada —dice ella, con voz activa—. Me gustaría pasar el primer día realmente conociendo a la gente aquí y escuchar lo que tienen que decir, sus preocupaciones. Sus conocimientos y experiencia me darían una buena idea de las necesidades y los próximos pasos a seguir. —Una jugadora en equipo, siempre bueno. ¿Y que hay sobre usted, señorita Clark? —El señor King gira su completa atención hacia mí con una energía y enfoque que me hace sentir desnuda. Encuentro su mirada, ignorando mis mejillas sonrojadas. Puedo decir algo sustancial acerca de los negocios. Sé acerca de las dificultades de adquisición que tienen con el software ElectricCub, y tienen algunas opiniones. Pero esos penetrantes ojos azules no parecen que pueden ser vencidos en su propio territorio. Cambio de tácticas.

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Parpadea hacia mí. —¿Está insinuando que mis gustos son sosos, señorita Clark?

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—Pintaría todos los muros —le digo, mirando alrededor de la habitación con intención—. Más color, más energía.

Mis ojos se estrechan. Tengo la sensación de que está jugando conmigo, en la manera en que Rachel lo hace. —Pensé que era el director general, señor King. El cambio no es personal, es el futuro. Creo que tal vez amarillo mantequilla para las oficinas y azul Francés Provincial en los pasillos. Pongo mi mejor sonrisa de negocios. Ahora puedo ver el fantasma de una sonrisa en sus labios y sé que leí de la forma correcta, pero las otras chicas están mirándome como si tuviera dos cabezas. —Touché, señorita Clark. —Mira hacia abajo en la carpeta delante de él y escribe algo—. Usando el lema de mi propia compañía en mi contra. Está bien señoritas, siguiente pregunta: es la última comida en el corredor de la muerte, ¿qué comen? Volvemos a usted, señorita Walker. Guau, eso es un poco triste para la corporación America. Pero entonces, había leído que el Sr. King es famoso por preguntas de entrevistas no convencionales y tácticas de negociación sorprendentes. La señorita Walker frunce el ceño, obviamente confundida. —¿Mi última comida? Esto claramente no estaba en la lista de preguntas que practicó contestar. Mira suplicante al cabeza-de-zanahoria, pero está mirando el reloj, y luego bloquea los ojos conmigo brevemente. Puedo ver un atisbo de pánico y trato de sonreír alentadoramente. —¿Puedo pedir una aclaración en cuanto a cómo esta cuestión se refiere a la evaluación de mi nivel de habilidad y de compatibilidad para Skollz Corp? —pregunta Walker. El señor King es un perfecto caballero, pero me parece que sus ojos van a un tono más frío mientras garabatea algo. —Sólo estoy esperando conocerla un poco mejor, señorita Walker. Ya que mi asistente y yo vamos a pasar mucho tiempo juntos, es bueno descubrir a un humano relacionable debajo del profesional. —Oh —dijo ella, aún con el ceño fruncido—. Ya veo. —Hace una pausa por un largo segundo—. Mi comida favorita es la de Acción de Gracias, entonces tendría una cena de Acción de Gracias. Pa-pavo.

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Peterson se arregla y sacude su pelo sobre su hombro. —Mi última comida, oooh —dice riendo—, es como una elección difícil, me encanta la comida.

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—Un clásico —dice el señor King, sonriendo. La señorita Walker suspira, aliviada—. ¿Qué hay sobre usted señorita Peterson?

Echo un vistazo a los brazos de palo y no puedo dejar de levantar las cejas. Mentirosa. Siento la mirada del señor King en mí y fuerzo a mis rasgos para que vuelvan a ser neutrales. —Bueno, he sido vegana por cerca de nueve años —parlotea Peterson—, y eso realmente cambió mi vida y mi relación con la comida, así que, tendría que ser algo vegano. Comida sin miedo. Las personas no se dan cuenta de cuántas grandes opciones vegetarianas existen, especialmente en la ciudad de Nueva York. ¡Las amo todas, es difícil elegir! Si tuviera que tener una sola cosa, supongo que tendría que ser una enchilada vegetariana grande con guacamole y arroz. Y tal vez un poco de dulce de leche. —¿No estaría el dulce de leche fuera de los límites? —dice el Sr. King, sonriendo—. ¿Te gusta romper las reglas? —Está jugando con ella, también. Me siento menos especial. Ella se ríe un poco demasiado duro. —A veces, pero ¡no tendría que romper las reglas con un dulce de leche vegano! —Ella le menea, mordiéndose el labio en broma. Ew. —Ah, ¿hecho de tofu o algo? —El señor King destella una sonrisa. Es tan lindo. Aparto la mirada de sus dientes perfectos a la sonrisa incómodamente coqueta de Peterson—. Bueno. Interesante. Y, señorita Clark, ¿su elección de última comida? Todavía estoy mirando a Peterson. —¿Hm? Oh. Última comida. —Antes de poder pensar, me oigo decir—: Definitivamente whisky. Necesitaría que fuera whisky. Cabeza-de-zanahoria comienza a reír, pero lo disfraza como una tos. El señor King se vuelve y lo mira deliberadamente antes de volverse a mí con esos ojos ardientes y fríos como un iceberg, rascándose la barbilla. Me doy cuenta de lo fuerte y bien cuidados que son sus dedos, entonces trato de no notarlo para poder concentrarme.

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El señor King me mira fijamente durante un largo rato y siento un remolino de calor en mi vientre. Las comisuras de sus labios se contraen. No lo puedo leer. O él sofoca una risa, como cabeza-de-zanahoria, o está ofendido. Mentalmente me maldigo a mí misma por ser tan poco corporativa. Esa fue probablemente una respuesta inadecuada.

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—Sí, whisky y tal vez pizza —afirmo—. Pizza de Nueva York, obviamente. Pero más que nada el whisky si es mi última comida, ya que no quiero sentir nada de lo que vendrá después. Toda una botella de whisky, tal vez un barril entero, e ¡irme a lo grande!

Finalmente, se aclara su garganta y mira hacia abajo a sus papeles enfrente de él. —Señoritas —dice eventualmente—, gracias por su tiempo el día de hoy. Gerard las escoltará hasta la salida. Escucharán de nosotros dentro de los siguientes dos días hábiles. Adiós. Guau, eso fue rápido. Cabeza-de-zanahoria, o Gerard, supongo, nos hace señas para que lo sigamos fuera de la puerta. Walker y Peterson murmuran un “gracias” y huyen fuera. Mientras las sigo, volteo para una mirada de despedida a nuestro hermoso y extraño entrevistador. Encuentro a esos perforantes ojos celestes siguiéndome y una especie de agradable frío desciende por mi espalda. Él hace un guiño. Me enrojezco y corro. Gerard nos lleva a través del laberinto blanco hacia el ascensor. —Buena suerte —dice secamente antes de desaparecer de nuevo. La misma secretaria está en el escritorio y no levanta la vista cuando la puerta del ascensor se abre para nosotras. Me apresuro en el ascensor, decidida a no mirar por la ventana. Peterson, Walker y yo nos apretamos incómodamente cerca. La puerta se cierra y el ascensor tira hacia abajo. —Bueno —bromeo, mientras mi estómago se tambalea varios pisos por encima de mí—, esa no fue la entrevista más extraña que he tenido, ni nada. Peterson saca su teléfono sin responder. Walker trata de sonreír, evitando el contacto visual conmigo, y accidentalmente hace contacto visual con el asistente del ascensor, que casi golpea su rostro en la pared en su prisa por mirar hacia otro lado. Incómodo. Mi teléfono suena. ¡Había olvidado silenciarlo! Gracias a Dios que no timbró hasta ahora. Debe ser Rachel. Escavo en mi bolsa por cerca de cuatro repiqueteos, ignorando la mirada irritada de Peterson. Finalmente, encuentro la cosa y veo que es de un número que no reconozco. —¿Hola? —Señorita Clark.

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—¡Señor King! —Mi voz casi se agrieta. Ahora Peterson y Walker me están mirando, con la boca abierta—. Hola. ¿Qué puedo hacer por usted?

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Mi columna hormiguea ante esa voz baja y fría.

—Es más sobre lo que puedo hacer yo por usted, señorita Clark. —Hay una casisonrisa en su voz. Es tentador—. Me quedé impresionado con su originalidad y creo que tendríamos una buena química trabajando juntos. De hecho, ya me tenía con lo de la pintura en las paredes. El whisky sólo selló el acuerdo. Soy bastante fan del Escocés. —Correcto, yo también, gran, gran fan del Escocés —tartamudeo—. ¿Quién no lo es? —Podría usar a una persona con una columna vertebral y personalidad, señorita Clark. Usted piensa fuera de la caja. —Y coloreo fuera de las líneas. Él se ríe. Es un sonido bajo y rico que me hace sentir bien. —A menudo encuentro que las personas creativas son una adición agradable y refrescante, una clavija cuadrada revitalizando en el mundo corporativo con agujero redondo. Me gustaría extender una oferta oficial para la posición de mi asistente personal y ejecutivo. —Oh, guau, gracias señor. Eso fue rápido. —No me gusta perder el tiempo una vez que sé lo que quiero. Reviso mi reloj. Son sólo 9:15 am. —Puedo ver eso. —La señorita Johnson le ha enviado por correo electrónico la documentación que detalla nuestro contrato financiero y, lo más importante, nuestra cláusula de confidencialidad. Revíselos con mucho detalle, por favor. Si está de acuerdo con los términos y quisiera aceptar el cargo, por favor háganoslo saber dentro de veinticuatro horas. Me gustaría iniciarla para el lunes. Usted me puede iniciar en cualquier momento, pienso. Aclaro mi garganta y junto cada onza de profesionalismo que tengo. —Sí, señor, absolutamente les echaré una buen vistazo y me contactaré con usted tan pronto como sea posible. Muchas gracias por la oferta, estoy muy agradecida. —Bien hecho, Clark. Hablamos pronto.

Nerviosamente me deslizo a través de algunos botones en la pantalla de mi teléfono y veo que él no estaba bromeando; ya hay un correo electrónico de Amanda

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Accidentalmente dejo escapar un "¡Whoop!" En los estrechos confines del elevador. Pero luego me quejo y muerdo el labio, pensando. ¿Quiero este trabajo? Todo se siente... rápido… Extraño.

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Click. Se ha ido.

Johnson. Impresionada, levanto mis dedos temblorosos para masajear mis sienes y abro los archivos adjuntos, escaneo brevemente sobre la cláusula de confidencialidad masiva y rio para mis adentros. Es intimidante. Este señor King seguro es un atractivo y completamente paranoico hijo de puta. Parte de mi cerebro se siente como que tomar un trabajo a tiempo completo es renunciar a la música, pero, sin embargo, el jefe es atractivo y el dinero es tan bueno. Además, estoy desesperada. Esos préstamos estudiantiles no se pagarán solos, y Rachel está en lo cierto; me puede gustar tener un salario. Como una persona real. Entierro mi teléfono de nuevo dentro de mi bolsa, con mi cerebro zumbando, y recuerdo que estoy en un ascensor. Mirando alrededor, veo a Peterson, Walker y el asistente de elevador mirándome fijamente. Peterson parece que va a llorar.

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Sí. No es incómodo. Para nada incómodo.

Traducido por Emmie Corregido por Nix El lunes entro en el vestíbulo 2211 de Wall Street con la cabeza bien alta. Le pedí prestado a Rachel el pantalón gris claro Daine Von Fastenberg y los zapatos Cole Haan. Mi cabello está en un moño, y hasta peiné mi flequillo. Para celebrar el nuevo trabajo y aplacar a mi peculiar lado artístico, estoy usando el brillante collar J-Crew que compré con mi tarjeta de crédito, solo para darle un toque de color en un mundo monocromático. Casi luzco como si perteneciera aquí. Gerard está esperando para saludarme al lado de la estación de seguridad. Incluso cojo el fantasma de una sonrisa en su cara delgada y pecosa. —Buenos días, señorita Clark. Ya que hemos recibido y presentado el contrato firmado y acuerdo de confidencialidad, puedo darle la bienvenida oficialmente a Skollz Corp. —Muchas gracias y buenos días, ¿señor...? —Jones. Gerard Jones, Coordinador Administrativo. —Nos damos la mano—. Voy a estar supervisando el entrenamiento de hoy. Vamos a tratar de hacerlo lo más rápido y sin dolor como sea posible. —Eso parece ser un tema. Definitivamente sonríe. —Sí. Siempre nos esforzamos para lograr la eficiencia en la búsqueda del cambio, creando el futuro. Verá que somos una máquina corporativa de carne magra. —Mi clase favorita.

Es como el maldito Matrix.

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Lo sigo en los ascensores, pero esta vez vamos hacia abajo. El sótano es de color blanco y grande, como un almacén subterráneo. Podría ver una sesión fotográfica de alta aquí abajo, o un mercado negro. Gerard me lleva al otro lado del espacio amplio y abierto, y desliza un pase de seguridad a través de una cerradura automática, abriendo una puerta a un pasillo corto. En el interior, la gente llevaba celulares bluetooth y pistolas bulliciosas en las habitaciones llenas de monitores de vídeo y sonidos de radio.

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—La mía también.

En una de las habitaciones que pasamos veo un par de pastores alemanes oler una gran pila de cajas y no puedo evitar sonreír. Me encantan los perros. Uno de ellos me ve y se acerca, huele, y me permite acariciar sus orejas. Gerard lo ve. —Son los perros de trabajo —explica—. Desde el 9/11 hemos añadido doce equipos caninos y la misma tecnología de rayos X que se ve en los aeropuertos. Todo el que entra en el edificio recibe automáticamente una exploración de todo el cuerpo en la puerta. El propio Señor King ordenó la tecnología instalada y, a veces revisa personalmente los flujos de imágenes. Es un poco purista con la seguridad. —Suena como eso —digo, doblando conscientemente mis brazos sobre mi pecho. Trato de no pensar en el hecho de que el Señor King ha visto tal vez a través de mi ropa—. Muy impresionante. Gerard es todo negocios mientras nos instalamos en una pequeña sala-cubículo con una cámara, un escritorio y un guardia de seguridad que me da un portapapeles con un formulario y un bolígrafo. —Rellene lo siguiente, y vamos a continuar y tomar su imagen e imprimir su identificación de la empresa y pase de seguridad. El proceso de identificación es sencillo y muy pronto soy fotografiada, etiquetada y estoy lista para comenzar. Gerard asiente secamente a los guardias de seguridad y me escolta de vuelta a los ascensores. —Lo más importante para que pueda tener en cuenta es que está aquí para ser la mano derecha del Señor King dentro y fuera de la oficina —dice Gerard—. Usted querrá familiarizarse lo más rápidamente posible con las políticas y procedimientos de Skollz Corp, te voy a dar el manual. Recuerde, siempre tiene los procedimientos y políticas en caso de duda. El sistema puede ser tu mejor amigo si lo conoces bien. Con el Señor King nunca sabrás qué esperar. El cambio viene rápido y furioso aquí. Tendrás que estar preparada para cualquier cosa. Hay una sensación de intranquilidad en la boca de mi estómago, como si Gerard estuviera tratando de advertirme sobre algo. Sin embargo, probablemente estoy exagerando. Échale la culpa a los nervios del primer día. —Bueno, he vivido en Nueva York durante dos años —digo alegremente—. Si eso no me ha preparado para cualquier cosa, nada lo hará.

Ugh. Algo está definitivamente mal. O tal vez esto es normal en el mundo de empresarial, un lugar sombrío lleno de intriga y competencia, ¿no? ¿Eso es normal?

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—Eso espero.

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Gerard sonríe de nuevo, una expresión que arruga las comisuras de su boca, pero no llega a sus ojos.

—Lo sé. —Mi voz es segura, aunque mi instinto está confundido. Gerard se queda en silencio. Me muestra mecánicamente la cafetería, el piso del gimnasio, las vainas/pods de la siesta. Incluso tienen una piscina y un sauna; para ponerse a llorar, y compensar las largas horas, supongo. Subimos y bajamos en el ascensor, mi vértigo se está construyendo. Rápidamente me encuentro con el Director Ejecutivo, Director General, Director de Contabilidad, Director Financiero, Director de Logística, Unidad Gerencial de Negocios Global, Coordinador de Marketing, Secretario Ejecutivo y el Funcionario de Relaciones Públicas. Sorprendentemente, no todos ellos son pelirrojos. Y cuando mi cerebro está a punto de explotar, Gerard me lleva hasta el sexagésimo sexto piso y me sienta en una sala de conferencias tranquila con un libro gigante. —Las políticas y el manual de procedimientos de Skollz Corp —anuncia—. Voy a dejarlos a ambos solos por un tiempo. No dude en ir a la cafetería. Después del almuerzo nos uniremos al Señor King. Las puertas se cerraron detrás de él y estoy sola, mirando el libro gigante. Tiene por lo menos tres centímetros de espesor. —Eso es lo que ella dijo —murmuro en respuesta a mis propios pensamientos, riéndome de mí misma. —Algo divertido, ¿señorita Clark? —¡Jesús! Estuve a punto de saltar de mi piel y dar vueltas en mi asiento. Reconozco inmediatamente la voz, pero maldita sea, odio las sorpresas. Aunque la habitación sigue vacía, puedo oír altavoces a lo lejos. Y entonces me doy cuenta que el vidrio tipo espejo detrás de mí tiene sospechosamente forma de puerta. Tiene que serlo. ¡¿El director general de Skollz Corp estaba espiándome?! Con el corazón retumbando, entrecierro los ojos directamente al reflejo detrás de mí.

El vidrio se desliza en la pared, revelando una oficina en expansión en el otro lado. Todas las paredes de la oficina son ventanas que ofrecen una vista panorámica, el

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—Piensas rápido, Clark.

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—Definitivamente tiene un gusto por lo dramático, Señor King. —Inspecciono los bordes del espejo con curiosidad, y creo ver la linea en la pared desde donde se abre—. ¿Fue este otro proyecto de seguridad para mascotas? ¿Aislar e inspeccionar? Prefiero ser olida por los perros.

pánico que induce del horizonte de Nueva York. Con fuerza quito mi mirada del recordatorio de nuestra altura y veo un gran escritorio blanco. Sentado detrás en un trono está el señor Misterioso Multi-Millonario. —La mitad de mis víctimas nunca encuentran la puerta —dice. Su voz es pesada y sofocante—. Ven aquí. No seas tímida. Tomando mis cosas, me acerco, sintiéndome como Dorothy en Oz. El panel de vidrio se desliza de vuelta en su lugar detrás de mí. No da miedo o es sexy. No da miedo o es sexy en absoluto. Sé que no hay manera de volver a Kansas. —Tome asiento, señorita Clark. Lo hago, y no puedo evitar notar que el Señor King luce asombroso en su traje gris a medida y cuello abierto. —Aw, somos gemelos hoy, señor —digo antes de que pueda detenerme. Parpadea con leve confusión, luego mira a su traje y ríe. —En efecto. Sabía que había algún tipo de conexión entre nosotros. —Telepatía pelirroja, tal vez. —Lo tomaré como un buen augurio. —Se inclina en su silla mirándome con una expresión casi juguetona, exponiendo su pecho relajado y cincelado. Hay un poco de pelo asomando entre los botones de su cuello. Trato de no mirar—. ¿Cómo le está yendo hasta ahora? ¿No está abrumada por el recorrido? Quería que tuviera una buena comprensión de la escala de su posición. Tragando, pongo mi mejor sonrisa de confianza y me obligo a mirar hacia arriba. Ojos arriba. —Hasta ahora todo bien, gracias, señor. Espero recordar los nombres de todos para el viernes. —Ese es el espíritu —dice. Sus ojos azules brillan, llenos de problemas. Él me mira de arriba a abajo. El silencio perdura y siento que mis mejillas se calientan bajo su inspección.

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—No tengo pecas. —Señalo, levantando mis manos. Estoy tratando, pero fallando de restarle importancia a mi entusiasmo por la mención de Australia, y puedo sentir mi sonrisa ampliándose—. Usted estará allí. Pero he visto Cocodrile Dundee, así que estoy lista para ir.

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—No voy a ser amable hasta el aburrimiento, señorita Clark, pero creo que puede con eso. Quiero que mantenga su noche del viernes libre para un evento privado. El próximo martes, me acompañará a Australia. Algunas negociaciones sobre una fusión requieren mi presencia, y me beneficiará un par de manos pecosas extra.

—Esa una chica. —Se pone de pie, y automáticamente lo imito—. Vamos, Clark. Consigamos algo de comer. Luego te enviaré a una misión clandestina muy importante, operación: desarrollo de limpieza en seco. Después de eso, te voy a encadenar a una pila de correspondencia que necesita respuesta. Mayormente de fans e invitaciones que rechazaremos, con una ocasional carta hippy enojada, lo cual vamos a ignorar. A eso no es a lo que quiero que me encadene. Ugh. Calma, chica. —Chico —digo con una pizca de sarcasmo—, con su tipo de alto poder seguro que sabe cómo darle a una chica un buen momento. Se ríe, y mariposas se arremolinan en mi estómago. —Bienvenida al glamoroso mundo del Señor King. Diversión ilimitada para todo el mundo. —Si usted lo dice, señor. Usted es el jefe. —Sí, lo soy, ¿no? Nuestros ojos se encuentran un poco más de lo necesario antes de que él mueva una mano a la parte baja de mi espalda para que me guíe a los ascensores. Su toque me pone caliente por todas partes. Esa sonrisa. Esos ojos. El cheque de pago. ¡¿Australia?! Oh oh. Es sólo el primer día y sin duda tengo un enamoramiento por mi jefe, por el nuevo estilo de vida, por todo.

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Mantén la calma, Ava. Mantén la calma.

Traducido por NataliCQ Corregido por Bells767 El viernes por la noche llega más rápido de lo que tiene sentido. Dado que el señor King ha insistido en recogerme en mi apartamento, Rachel está jugando con la goma de mascar y ayudándome a rizar mi pelo. Ella ya se lo hizo y está lista para ir al lado este con su grupo de finanzas en cuanto me vaya. El cuarto de baño está caliente y estoy sudando la mayor parte de mi maquillaje. Casi se siente como en la escuela secundaria, cuando me obligó a ir al baile con ella. Sonrío al recordar la incómoda noche. Ella no sabía que yo tenía un enorme enamoramiento con su cita, Chip Williams, el mariscal de campo estrella de Huron High. No podía imaginarme bailando en el baile de graduación, quería protegerme de “cometer un gran error”, porque sabía que yo “lo lamentaría por el resto de mi vida”. Ella había rogado, suplicado y, cuando eso falló, estableció una cita para mí con mi amigo nerd Andy McKnight a mis espaldas. Así que finalmente cedí, dejé que me vistiera, subí a la limusina y los vi a ella y a Chip liarse toda la noche. Y así es nuestra relación. Aún le sigo la corriente. Ella sigue haciendo mi cabello y sacándome de mi zona de confort. Nada ha cambiado... excepto el mundo que nos rodea. —Pareces estar pasándola bien —dice Rachel, sacándome de mis ensueños—. ¿Acompañándolo a un evento privado en la primera semana? Debes gustarle. —¿Hm? Sí. Nos estamos llevando bien. —Tal vez es una cita. Ruedo los ojos. —Rachel. Es mi jefe. Además, no estoy buscando nada con nadie en este momento. Tengo que organizar mi mierda. Lo último que necesito es un hombre.

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—Crece Rach.

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Dice con voz cantarina—: Bean y King-King, sentados en un árbol, b-e-s-a-n-d…

—¿Sabes cómo sé que estás loca por el jefe? Ni siquiera has cantado o jugado. Y estás sonrojándote. Suspiro mientras desenrolla el rizador, abanicando mi cara por un breve alivio del calor. Tiene razón. No he cantado durante toda la semana. —Es sólo algo temporal —digo, frunciendo el ceño con la esperanza de tener razón—. He estado demasiado cansada para practicar. No estoy acostumbrada al horario todavía, pero voy a solucionarlo. —Siempre lo haces. Pero sí, él te tiene trabajando duro —dice fuerte con un gemido gutural, girando sus caderas—. Tan duro, áspero y… —Dios, ¡cállate! —Ambas reímos—. En realidad no es duro, sólo... largo. —Eso nos hace reír más—. ¡Cállate! Oh, Dios mío, tenemos doce. —Me fuerzo a permanecer seria—. Esta noche debería ser divertido, sin embargo. Y luego, ¡a Australia! Ella asiente, rociándome con spray para el cabello y se detiene de pie atrás para una inspección final. —¿Cuál club es, de nuevo? —No dijo. Algo de sólo miembros. Suena el timbre. —Debe ser él —dice, desenchufando el rizador. Le ayudo a guardar las cosas de maquillaje y pelo de nuevo en su recipiente Tupperware. —Menos mal, estoy un poco nerviosa. —Te ves sexy. Pórtate bien. —Me da un abrazo sudoroso—. Supongo que te veré más tarde. O no. Quiero decir, si te invita a su penthouse, ya sabes qué hacer. Le doy un puñetazo en el brazo en broma, tomo mi bolso y el pomo de la puerta. Gerard está de pie junto al elegante carro Lincoln Town en la acera. Estoy un poco sorprendida de ver que él es quien conduce. Parece más bien fuera de la línea de funciones habituales de un coordinador administrativo. Le sonrío. —Hola, señor Jones —le digo brillantemente.

—Bienvenida, señorita Clark —dice. Sus helados ojos revolotean sobre mi vestimenta aprobado por mi hermana. Está vestido de negro de pies a cabeza y estoy

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Sus ojos están encapuchados y su expresión en blanco. Obviamente no está entusiasmado con trabajar un viernes por la noche, pero despacha con las formalidades sin problemas. Con broche de oro, abre la puerta del lado del pasajero en la parte de atrás y me deslizo dentro, encontrándome de cerca y personalmente con el señor King.

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Él asiente, pero no se encuentra con mis ojos. —Señorita Clark, buenas noches.

segura de que es apropiado tanto para un evento corporativo como para el club. No es que lo supiera. —Te ves hermosa esta noche. Gerard cierra la puerta detrás de mí. —Gracias, señor. —Espero que disculpes mi secretismo sobre esta noche —dice. Mientras habla, Gerard salta en el asiento del conductor y nos deslizamos por la calle 125—. Verás, esto es más bien un club privado de élite donde los hombres más poderosos del mundo van a descansar. Esta noche tengo un delicado negocio personal por realizar y es imperativo que tenga otro par de ojos afilados conmigo. Una bella dama no daña a mi causa, tampoco. Eres mi amuleto de la buena suerte. Toma mi mano y la besa y siento todo mi cuerpo al ras con aún más calor, y también un poco de placer. Definitivamente hay atracción, y sé que puede sentirlo también. Incluso en la tenue iluminación puedo ver que advierte mi rubor. Tranquila, Ava. Alejo mi mano y me vuelvo para mirar al frente con estoicismo. —Gerard —dice—. Aumente el aire acondicionado en la parte de atrás para nosotros por favor. —Sí, señor. El silbido repentino de aire frío hace que la piel de gallina corra sobre mis brazos expuestos. —Gracias —le digo, envolviendo mis brazos protectoramente a mi alrededor. —De nada —responde al instante. Capturan los ojos del otro en el espejo retrovisor. Sofoco una risita. —Aquí están los documentos que me pidió que preparara —le digo, tomando una carpeta de mi bolso—. No puedo decir que los entendí, pero están listos. Tal como especificó. —Fantástico.

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Sonrío y miro por la ventana. Es tonto, pero viviendo en Manhattan rara vez viajo en un carro y se siente como un regalo. Observo las densas luces del remolino de la ciudad pasando, reflejándose en el East River como fosforescencia sobre tinta.

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Pasa a través de los documentos, leyendo rápidamente la extraña algarabía que me había pedido que escribiera arriba. Gerard voltea en la calle FDR y nos dirige hacia el sur. Finalmente, el señor King me devuelve los papeles. —Aférrate a estos. Tendremos una noche interesante, señorita Clark.

De repente, Gerard toma una salida y hace carreras con algunos locos conductores de taxi, pasa a toda velocidad rápidamente a través de un rompecabezas de calles antes de desviarse en un garaje de estacionamiento. No tengo ni idea de en qué parte de la ciudad estamos. —Whoa —digo, agarrando la puerta mientras aceleramos al subterráneo. Gerard está quemando caucho como un auto de carreras alrededor de los pilares de la estructura de estacionamiento, llevándonos nivel tras nivel más abajo. Finalmente, rechina hasta detenerse delante de una puerta de ascensor industrial. Hay un hombre grande con una barba y una chaqueta de cuero de pie fuera del ascensor. Otro hombre está sentado en un cajón. Gerard tira del freno de emergencia y se apresura fuera del carro, trotando a abrir la puerta para nosotros. Se pone de pie a un lado, con la mirada baja. Mareada por el exceso de velocidad, trato de salir del carro con gracia, pero estoy un poco agitada. El señor King aparece a mi lado y me ofrece una mano firme. Me agarro con gratitud, sonriéndole. Sus ojos brillan de nuevo. —Lo siento por eso, señorita Clark. Estábamos un poco atrasados. —No se preocupe —digo. Respiro, arreglo mi collar y sigo al señor King hasta el ascensor. El hombre gigante nos da un movimiento de cabeza y presiona un botón. —Hola, señor King —gruñe. Algo como una pistola crea una bulto a su lado—. Mucho tiempo sin verlo. El señor King asiente pero no se fija en él. —Bruno. Miro al señor King, incómoda, y me da un guiño que dice que todo está bajo control. Algo aplacada, lo sigo en el ascensor y noto que sólo hay un botón: hacia abajo. Lo aprieta con firmeza y el ascensor se tambalea lentamente en las profundidades de Manhattan, con las luces parpadeando. —Puedo ver por qué este club es exclusivo —le digo, tratando de romper mi tensión con humor—. ¿Quién diablos puede encontrarlo?

Puedes apostarlo, pienso, y asiento. No iré a ninguna parte.

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—Quédate cerca de mí —murmura—. ¿Está claro, Clark?

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El señor King sonríe y enlaza mi brazo alrededor del suyo, tirando de mí más cerca de su rostro. Sus ojos son claros e intensos y puedo oler su colonia. Sobrecarga sensorial.

El ascensor nos deja en una plataforma estrecha, fuera de una gran puerta corrediza de metal con las letras D.L. en la parte superior y unos enormes matones que custodian la puerta. Gorilas que hacen que Bruno parezca la huérfana Annie nos dan una inclinación y nos hacen poner las manos contra la puerta, palmeándonos. Mi estómago se agita cuando siento las enormes manos trazando las curvas de mi cuerpo. —Esto parece extremo. —Objeto. El señor King niega con la cabeza. —Es el procedimiento estándar aquí. —Nos gusta un espacio seguro para jugar —dice el gorila más alto, mirándome de reojo. Hago una mueca. Los gorilas terminan de registrarnos y abren la gran cadena de metal que custodia la puerta, dando un paso hacia un lado para darnos acceso. El señor King sigue adelante, tirando de mí, y oigo el cierre de la cadena detrás de nosotros. Las puertas se abren y mis ojos y oídos luchan para aclimatarse. Casi no hay luz, y cuando la hay, es rojiza y turbia. La opresiva y ruidosa música electrónica está a todo volumen. —¿Cuál es el significado de D.L.? —le grito al señor King. Pero no me escucha. Está caminando vigorosamente hacia un pasillo con eslabones y me apresuro para alcanzarlo, sorprendida al ver hombres y mujeres en varios estados de desnudez liándose a lo largo de las paredes. Espera. No están liándose. Oigo un golpeteo rítmico, gemidos y me detengo, atónita, cuando me doy cuenta que un hombre y una mujer directamente a mi derecha están teniendo relaciones sexuales completamente en público. El trasero desnudo del hombre casi me golpea en el estómago mientras se mete dentro y fuera de la mujer, que está unida a la pared de eslabones por un par de esposas. Mientras miro en shock, un nuevo hombre se hace a un lado y se baja los pantalones para una vuelta.

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Pero todas las personas desatadas se ven diferentes. Algunas están en trajes, algunos tienen chaquetas de cuero, algunos están desnudos, algunos están cubiertos de

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Me doy la vuelta, dándome cuenta de que todas las parejas están follando y una de ellas está amarrada de alguna manera. Las mujeres están colgando o suspendidas en filas a ambos lados. Una o dos están al revés. Algunas de las personas atadas son varones, también. Parecen adolescentes.

tatuajes, algunos visten anillos rosados y demasiadas joyas: de todos los colores, formas y tamaños. Todos hombres. He oído hablar de mazmorras y clubes de sexo en Nueva York, pero Jesús, ciertamente no esperaba caminar dentro uno esta noche. Una mano fuerte se apodera de mi codo y salto. Es el señor King, sus ojos abrasan los míos. —Te dije que permanezcas cerca de mí, Clark. —Su voz es demandante. No puedo formar palabras para responder. Notando mi sorpresa, aprieta la mandíbula y me arrastra a su lado como un pequeño niño perdido. El pasillo de sexo se abre a una amplia sala, llena de asientos tipo estadio y reflectores. La gente está gritando, riendo y bebiendo en sus asientos. Cadenas de cascabel y sonidos de perros feroces ladrando hacen eco en todo el estadio. Hay una especie de fosa de arena en el centro de la habitación bajo una jaula atada con cadenas y me esfuerzo para ver lo que está sucediendo en el interior. De puntillas, me asomo a través de las cabezas de la multitud y veo a un par de hombres que restringen a un histérico pit bull con cadenas y un palo largo con un lazo en el extremo, empujando al animal en una esquina donde un cajón está esperando. En el centro de la arena, otro grupo de hombres está levantando a otro perro inmóvil en una bolsa. Hay un charco de sangre en el suelo. Al instante me siento enferma. —Señor King —digo, con voz débil—. ¿Qué es este lugar? No responde, mirando con consternación hacia el perro muerto que está siendo llevando fuera. —¡Mierda! —Maldice—. Esto no es bueno, Clark. Esperemos que nuestra suerte cambie. Aprieta sus dedos en su sien y veo el músculo de su mandíbula trabajar. Trato de controlar mi impulso de llorar y vomitar al mismo tiempo.

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—Siéntate.

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—Señor, ¿qué está pasando? ¿Por qué me ha traído aquí?

Me empuja en un asiento vacío, tomando su lugar junto a mí. Arena fresca es vertida en el foso y la raspan hasta que está uniforme. Ruego a Dios que sólo estén haciendo un bonito jardín zen. Pero la multitud tiene otras ideas. —¡Dense prisa, hijos de puta! —¡Al carajo esta mierda! ¡Combate a muerte! —¡Combate a muerte! Se convierte en un canto, salvaje y feroz, y mi corazón late con fuerza en mi boca y estoy sudando profundamente, sudor frío del temor. —¡Combate a muerte! ¡Combate a muerte! Mis peores temores se confirman cuando dos hombres son empujados a la jaula. Uno luce como de diecinueve, y en forma, pero está temblando como una hoja y sosteniendo un machete. El otro hombre es un gigante como los gorilas, directamente salido de una película completa de prisión con el cuerpo de Schwarzenegger y una cicatriz sobre su ojo. Uno de los puños del gigante se cierra sobre la empuñadura de un bate. El hombre más pequeño se precipita al centro con la rapidez de un rayo, deslizando su arma a los pies del gigante. Pero el gigante sólo se ríe y balancea su bate. El chico salta lejos, pero el bate golpea su hombro y lo hace soltar el machete. El gigante conecta el bate en el costado del chico con un golpe demoledor, y el crujido me hace hacer una mueca de dolor. Mis ojos se aprietan con fuerza. La multitud abuchea. —¡Demasiado fácil, de ninguna manera! —¡Vamos! —¡Lucha por ello!

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El gigante asiente de vuelta y envía el machete de nuevo hacia el chico. El chico lo arrebata, temblando, y se pone de pie. La multitud ruge en aprobación, y el chico aterrorizado usa la marea de la adrenalina y el ruido como impulso para lanzarse hacia su oponente.

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El gigante mira a un hombre sentado en la primera fila, flanqueado por guardaespaldas, vestido con un traje de seda y corbata y fumando un cigarro. El hombre le da un lento movimiento de cabeza.

Mis manos vuelan hasta cubrir mis ojos, pero no puedo dejar de mirar a través de mis dedos, enferma. Es como ver un accidente de tren, o una autopsia. De alguna manera el chico se agacha al movimiento del bate del gigante y se las arregla para hundir el machete en la pierna del gigante. El gigante ruge de rabia y envuelve sus brazos alrededor del cuello del chico, apretando. Ahogándose y farfullando, el brazo del chico tantea hasta que alcanza el machete de nuevo. Lo arranca fuera de la pierna del gigante, chorreando sangre, e impulsa la hoja en las costillas del gigante. La cortada hace que el gigante se contraiga y ruede, y se lleva al chico con él. Son una masa de batientes brazos, piernas y sangre. Veo el brazo del niño retroceder hacia atrás para dar un golpe que aterriza en la barbilla del gigante. El blanco de los ojos del gigante rueda en dolor, y de repente se ve desesperado. Un brazo se cierra alrededor del cuello del chico, encerrándolo en un abrazo, mientras que otro puño carnoso del gigante se cierra en la hoja que sale de sus costillas. El gigante saca el machete de sí mismo y, con una rapidez letal, inclina la cabeza del chico hacia atrás y desliza la hoja a través de su yugular. La multitud ruge y el gigante salta hacia arriba y hacia abajo en señal de victoria. —¡Hijo de puta! —El señor King maldice, golpeando su puño contra su propio muslo. El vómito quema mi garganta y toma todo en mí para tragarlo de vuelta. Incrédula, miro de nuevo el ring y veo que el chico está, de hecho, sangrando en el centro. Muriendo. Muerto. —Señor King, por favor. —Mi voz se ha ido. No es más que un susurro—. Por favor, sáqueme de aquí.

—Bien hecho, Clark. Vámonos.

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Lo miro y veo que está serio, sus fríos ojos azules son inflexibles y despiadados. Con una mano temblorosa, alcanzo mi bolso por una servilleta o toalla o cualquier cosa para limpiar mi cara. El señor King me está mirando con frialdad, y cuando termino, toma un firme agarre de mi codo.

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—Está bien, señorita Clark —dice con firmeza—. Sólo un poco de conmoción. Todavía no hemos terminado. Contrólese.

Nos ponemos de pie, y tengo una mejor vista de la arena. Están llevándose al chico como un saco de patatas. Más arena es vertida y raspada. Y dos mujeres son lanzadas en la jaula, temblando y sollozando, cada una de ellas se agarra de los ejes. —¡Por favor, no! —grita una—. ¡Ayúdenme! ¡Que alguien me ayude! No puedo sentir mis piernas. La adrenalina, el terror y el agarre contundente del señor King son las únicas cosas por lo que me es posible caminar. Me lleva por un pasillo a otro cuarto, que está lleno de lujosos sillones. Unos pocos hombres ricamente ataviados están acostados, atendidos por mujeres con poca ropa y asombrosamente hermosas que llevan bandejas con jeringas, pipas y pipas de agua. —Jesús —susurro. Tal vez sólo sea una oradora real. El señor King nos hace marchar a la parte trasera y golpea fuertemente una puerta de madera. Un ojo aparece en la mirilla, y oigo el sonido de un pestillo girando. —Los documentos. —Me silba el señor King. Detrás de mí, desde la arena, oigo el grito de una mujer sangrientamente asesinada. Sacudida, me apresuro a entregarle los documentos cuando se abre la puerta y me arrastra dentro con él. Esta habitación es una oficina al estilo de biblioteca inglesa, con sillas de cuero oscuro, estanterías, y tapicería de brocado. ¿Acabo de dar un paso dentro de las malditas Cumbres Borrascosas? ¿Qué carajo es este maldito lugar? —Señor King —dice una voz oscura—. No es su mejor noche, me temo. La voz pertenece a un hombre corpulento con un curtido rostro, pómulos altos, pelo gris, e imponente constitución. Está sentado con los pies sobre el escritorio, fumando un cigarro. Le falta una ceja, reemplazada por la cicatriz de una quemadura. —Su perro era un gatito y su chico está muerto, lo que significa que todavía me debe siete millones. Espero sinceramente que venga a liquidar su cuenta. De lo contrario, su noche podría ir de mal en peor.

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Jack chasquea los dedos. Uno de los gigantes vestidos de cuero que hay a su lado se adelanta y toma los papeles del señor King, caminando a lo largo de la mesa y dejándolos sueltos. Con un estrabismo aterrador, Jack mueve la mirada de mi jefe a mis documentos y empieza a leer.

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El señor King está lamiendo sus labios. Nunca lo he visto agitado de esta manera antes. Extiende el papeleo en el que pasé la tarde pasando al computador. —Aquí, Jack. Es el acuerdo que discutimos. Cien mil acciones, la propiedad en Newark, y la empresa fantasma.

Un reloj hace tick-tack en la pared. Mis nervios no se dan abasto. Giro mi cabeza y veo que es un reloj de pie con una figura de esqueleto en la parte superior y las mismas letras, D.L. —Hmm. —Jack se mueve, fijando sus ojos grises de nuevo en el señor King. Sonríe y comienza a reír, y el señor King le devuelve la sonrisa. Entonces su rostro se vuelve duro y rasga los papeles. El señor King palidece. —No hay trato, King. Parece que todavía me debes. Que es como me gusta. —¿Qué quieres decir con que no hay trato? —Es la primera vez que escucho al señor King enojado—. El contrato es perfecto. El gorila gigante da un paso al frente y el señor King rechina los dientes, acobardado. —No hay trato —repite Jack. Se recuesta en su silla—. ¿Acciones? No quiero acciones. Todavía estoy comprando contigo y Skollz Corp. Mientras tanto, puedes pagar algunas cuotas. Sabes lo que comercio. —Estás cometiendo un error. —No estás en condiciones de oponerte. La mandíbula del señor King se retuerce y estoy literalmente temblando. No sé cuál es el problema, pero quiero salir rápidamente de aquí. —Señor King —le susurro—. ¿Tal vez una contra-oferta? Me mira, con los ojos parpadeando. —¿Crees que es así, Clark? ¿Quieres saber lo que él comercia? Jack está sonriéndome. Vocaliza una palabra que no puedo entender. Mi piel está arrastrándose. —¿Qué? —Me dirijo al señor King. —Carne —grita Jack con una sucia sonrisa—. Aterciopelada carne blanca como la suya es bastante demandada, King. Un coño rojo. ¿Es natural?

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Mi estómago se hunde y se me hiela la sangre. Pienso en las posibles rutas de escape y el largo camino sucio que es la ruta de acceso a este cuarto, pelearé o daré patadas voladoras y me retuerzo para correr, pero los brazos del señor King se cierran a mi alrededor, sujetándome.

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—Es natural.

—Tranquila —susurra—. Tranquila, Clark. —Se vuelve de nuevo a Jack—. ¿Estas sugiriendo que deje a mi asistente contigo como un pago? Ese no es el tipo de acuerdo que discutimos. —Está un poco nerviosa, sin embargo —observa Jack secamente. Los gorilas se ríen. Ahora no puedo sentir mis manos, estoy muy asustada. Jack golpea el vientre del gorila de pie junto a él, riéndose de una broma privada—. Sería buena para Bane. Las risitas se hacen más fuertes. —Señor King… Vincent. —Apenas reconozco mi propia voz en pánico—. Sáqueme de aquí, por favor. Por Favor. Vicent. Esto no es divertido. —No, no lo es. —Está de acuerdo. Me mira por un momento, calculando, y murmura algo en voz baja. Se vuelve hacia Jack, resignado—. ¿Cuál es la tarifa por una pelirroja en estos días? —¡Vincent! —Oh, pido digamos... ¿cincuenta mil? —¿Qué? —grito—. Esto no es real, ¡esto no puede ser real! El señor King está sosteniéndome. Me mira con esos ojos sexys, ahora fríos, y niega con la cabeza. —Lo siento, Clark —murmura—. Para que conste, no estaba pensando en esto. Eras una asistente prometedora. —Besa mi mejilla y libera sus manos de mí, volviéndose hacia Jack—. Considera esta transferencia de activos como una muestra de buena fe. La consternación y el shock me envuelven sin sentido. —¡¿Qué?! —Adiós, Clark. —No me puede dejar aquí —chillo—. ¡No puede vender a la gente! ¡Rachel lo sabrá! ¡La gente sabe que estaba con usted! ¡Sabrán que es usted! ¡Me encontrarán!

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Qué. Maldita. Mierda.

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—La gente desaparece todo el tiempo. —El señor King arranca mi bolso de mis manos, se da la vuelta y se dirige hacia la puerta—. Firmó el acceso a sus redes sociales y cuentas de correo electrónico con su cláusula de confidencialidad. Puedo mantener su vida yendo por todo el mundo durante meses antes de que alguien empiece a sospechar. Para entonces... bueno... digamos que su futuro ha cambiado.

—¡No! —Exploto—. ¡NO! ¡No puedes jodidamente dejarme aquí! ¡Vincent! ¡Eres un hijo de puta! Mis uñas están aferrándose a algo, cualquier cosa, y me sujeto a la camisa del señor King. Se rompe en mis manos y soy como una mujer ahogándose, agitándose, hundiéndose. Me agarro de su cinturón, de sus piernas. Da la vuelta y me golpea en la cara, abandonándome en un mundo de dolor cegador. Nunca me han golpeado antes y estoy tan conmocionada como adolorida, todo mi cuerpo tiembla. Para ahora los dos gorilas se han cerrado sobre nosotros, separándonos. —¡Déjenme ir! —grito, frenética, pateando y arañando. —No dañes mi propiedad —gruñe Jack. El señor King le lanza una mirada fulminante. —Mira, Clark —me susurra, y puedo ver la oscura pasión, la ira, la rabia y la frustración en su rostro—. Esto no es lo que quería, pero no es un juego. Estas personas no bromean, y no bromeas con ellos. Jack te posee ahora. Y cooperarás con él, o personalmente veré que tu hermana pequeña obtenga una bala en el cerebro. ¿Comprendes? Mirando en esos fríos ojos, le creo. —No —declaro—. No lo hagas. Golpeo contra los brazos de hierro de los gorilas, pero es inútil. Probablemente, juntos tengan ciento cincuenta kilos más que yo. Mi peso cae y mi ira se convierte en sollozos secos que suenan en mis huesos. —¡Vincent, no! El señor King se da vuelta y sale de la habitación. Cuando la puerta se cierra conmigo dentro, oigo a Jack riendo. —Bienvenida a Death Layer, Roja. D.L.

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Death Layer.

Traducido por Majo Corregido por Juliette —Ahora, vamos a ver lo que tenemos que trabajar aquí. —Jack se ríe entre dientes de forma sucia, y los enormes gorilas me hacen girar para mirarlo—. Abre. Antes de que mi cerebro pueda descifrar lo que dice, encuentro mis brazos sujetos en un férreo control por un gorila mientras el otro desgarra mi blusa. —¡Alto! —grito, forcejeando. Pateo, tratando de encontrar sus empeines o bolas, pero no puedo alcanzarlas. —Una puta luchadora. —Se ríe Jack—. Sólo queremos echar un vistazo, Roja. No te preocupes, vamos a guardar el material delicado para la Bestia. —Vete a la mierda —escupo—. Eres un cabrón enfermo. El gorila me abofetea por eso. Fuerte. —Basta, no tengo toda la noche. —Jack chasquea los dedos y el agarre del gorila en mis brazos cambia, y ahora un bíceps grueso se envuelve alrededor de mi garganta y aprieta. Escupiendo y jadeando, me doy cuenta de que ha cortado mi suministro de aire. Puntos aparecen y danzan en mi visión. Las lágrimas se forman en mis ojos, mientras frenéticamente bloquean miradas con el gigante apretando mi garganta. Su expresión está en blanco, sombría. Trato de jadear la palabra “Por favor” pero no puedo hacer el sonido, ni siquiera puedo toser. Siento que mi blusa se desprende en pedazos. El botón de mis jeans se abre y siento unos grandes y torpes dedos en la pretina. —Sí, ella es un bien natural. —Alguien se ríe.

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Aire. Aire. No hay aire. La última cosa que siento es el tirón de mis pantalones siendo removido mientras la oscuridad me lleva con ella.

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—Vamos a ver —gruñe Jack—. ¡Calma! No la mates, imbécil.

Mis ojos se abren de golpe y levanto la mirada, pero la vista hace que me maree y me confunda. Todo lo que puedo ver es un piso de concreto desaparecer bajo el paso rítmico de los grandes pies. Estoy balanceándome como una muñeca, cara a cara con la parte trasera de unos pantalones de cuero desgastados. Me toma un minuto darme cuenta de que estoy colgando sobre uno de los hombros del gorila gigante y que estamos caminando por un pasillo largo y oscuro. Jack y el otro gorila están detrás de nosotros. Me doy cuenta de que hay drenajes en el piso. Drenajes... ¿para drenar qué? El lugar parece un búnker o dormitorio, publico. No hay ventanas. Levanto un brazo flácido para tocar mi pómulo hinchado, que duele como el infierno y, a luego deslizo mi mano por la longitud de mi cuerpo, me doy cuenta de que no hay ningún dolor. Haciendo una mueca, mi mano llega a mis caderas y suspiro de alivio. Gracias a Dios, todavía estoy usando mi ropa interior. Y sujetador. Es un pequeño consuelo, pero es suficiente para reducir mi violenta sacudida a un temblor sutil. No te preocupes, la voz de Jack resuena en mi cabeza, guardaremos el material delicado para la Bestia. Nop, mentí; la sacudida violenta está de vuelta. ¿Qué diablos es la bestia? Cuando los pasos de mis portadores se vuelven lentos, tengo el presentimiento de que estoy a punto de descubrirlo. Me doy cuenta de que hay un pequeño séquito alrededor: Jack, el gorila que me lleva, un par de otros chicos. Todos ellos están usando botas pesadas y armas. Nos movemos hasta detenernos ante una puerta al final del pasillo, tocamos una vez, y luego el gorila patea la puerta porque al parecer eso es más fácil para él tocar o esperar a que alguien la abra.

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Entramos como en un maremoto, adentrándonos en la oscuridad. Huele a sudor, sexo, cuero y hombre. Miro alrededor. Alguien golpea el interruptor y la luz hiere mis ojos. Miro de reojo. El gorila me baja de su hombro, pero mis piernas son demasiado

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—¡Jesucristo! —maldice una voz desde el interior de la habitación.

débiles para confiar en ellas. Colapso en un pequeño charco en el suelo, parpadeo hasta que puedo ver la escena Hay un hombre desnudo en la cama, al menos él estaba acostado desnudo en la cama hasta que el alboroto lo despertó. Ahora está medio sentado con una escopeta acunada sobre su antebrazo señalando hacia nosotros. Una botella vacía de Jameson2 rueda entre sus piernas. Miro dos veces. Se parece tanto a Ryan Reynolds que tengo problemas para convencerme a mí misma que no es en realidad Ryan Reynolds. Mierda, después de esta noche, cualquier cosa parece posible. ¿Por qué no iba a estar aquí Ryan Reynolds? Pero el rostro y el cuerpo de este hombre son más duros que los de una estrella de cine, más peligrosos. Oscuros tatuajes se esparcen y retuercen sobre todos sus antebrazos, ondulándose en el torso, y en una pierna. Hay dos mujeres en la cama a cada uno de sus lados, también desnudas, sus rostros atontados. Tengo el tiempo justo para concentrarme en la vista de su enorme polla expuesta antes de sentir la caliente vergüenza corriendo hasta mi cara e intento aparatar la mirar. Tan pronto como lo hago, me gustaría no haberlo hecho: veo a Jack y compañía con sus propias armas en mano, rostros llenos de sonrisas amenazantes. Estoy en medio de una maldita del lejano oeste. Sólo que estos no son vaqueros. —Mierda. —El hombre en la cama se ríe. Una larga y perezosa sonrisa relaja su rostro mientras gime, bajando su arma—. ¿Ya nadie envía mensajes de texto? —Tiempo de charlar, Bane. —¿Qué coño quieres, Jack? Estaba un poco ocupado. —Puedo ver eso. La fiesta terminó. —Jack asiente a su sequito y todos ellos guardan sus armas. Con una sonrisa, reconoce a las mujeres en la cama—. Trinidad, Coco, fuera.

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Jameson: es un whiskey irlandés.

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Un grito de pánico se escapa de mis labios y las mujeres se congelan. Los otros hombres sacan rápidamente sus armas de nuevo y todos se tensan.

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Las dos mujeres se lanzan a sus pies, revelando cuerpos magníficos y pelo despeinado por el sexo. Sus miradas revolotean sobre mí con algo de hostilidad. Buscan sus ropas desechadas, pero Bane toma su arma de nuevo y la desbloquea, haciendo un tiro al techo y bañándonos en una lluvia de astillas de yeso.

—¡Aguarda un momento! —grita Bane. Su sonrisa perezosa se ha ido, remplazándola por una fría máscara en su lugar. El cambio de actitud es rápido y sorprendente—. ¿Dónde están tus putos modales, Jack? Este es mi cuarto. No me importa si eres el maldito presidente del club, el Zar de Persia, ni mi madre que descanse en paz. Las chicas se quedan hasta que yo les pida que se vayan. Mi habitación, mis reglas. Los ojos de Jack se estrechan en rendijas letales. —Vas a querer escoger tus batallas con más cuidado, hermano —dice. Su voz es peligrosamente suave mientras vuelve el cañón de su pistola hacia el pecho de la hermosa mujer oscura—. Trinidad, Coco, ¡FUERA! Ahora. Largos segundos se dibujan mientras las mujeres miran las armas, a mí, a Jack. Él y Bane están teniendo un concurso de mirando, o meadas, es difícil decirlo. —Señoritas —gruñe Bane finalmente—. Supongo que acabamos de terminar por esta noche. Se reanudan las clases mañana. Mejor lárguense. Una sonrisa despiadada eleva la comisura de la boca de Jack y las armas en sus manos son guardadas. Hay un silencio total, mientras las mujeres agarran sus ropas, mirándome. A medida que se mueven hacia la puerta de Jack agarra la mujer oscura y lame su cuello, descansando su arma entre sus piernas. —Espérame afuera, Trinidad. —Ordena con una mirada lasciva. Bane tiene una expresión ensombrecida pero no dice nada. Con otra mirada oscura en mi dirección, las mujeres salieron de una puta vez. La puerta rebota cerrándose detrás de ellas, y hay una larga pausa mientras los hombres siguen mirándose el uno al otro. Después de un interminable momento, Bane se ríe de sí mismo y niega con la cabeza.

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—Es hora, Bane. —Las manos de Jack están en sus caderas—. He sido más que paciente con objeción moralista de mierda. La votación de ayer lo hizo oficial: todos estamos dentro. El Club D. L. es el asunto principal del MC ahora. Te quiero a mi lado.

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—Siempre dije que eras un bloquea-pollas, Jack —bromea Bane. Deliberadamente establece la escopeta en el colchón a su lado y frota el sueño de sus ojos. Durante todo este tiempo, no se molestó en cubrir su polla. Se mueve en la cama, estirando sus caderas y cruzando sus brazos tranquilamente detrás de la cabeza. Por más que trato, no puedo apartar mis ojos de él. —Ahora —retumba—. ¿Qué demonios era tan malditamente urgente?

—Joder, Jack —gimió Bane—. ¿Eso es todo? Mira, sé que estoy en minoría y estoy cooperando. Te ayudo con los combates de eliminación. ¿Qué más quieres? —Armonía, eso es todo. Esta transición ha sido accidentada para ti y para mí, así que te traje una pequeña de ofrenda de paz. Alguna nueva propiedad para ti, toda tuya a prueba de manejo, ella es virgen. En ese momento, es como si Bane me notara por primera vez. Sus ojos se ajustan repentinamente sobre mí, barren mi cuerpo desnudo y en su mayoría se clavan en mis ojos horrorizados con la precisión y velocidad de un profesional. Aunque la inspección sólo dura una milésima de segundo, me siento segura de que no se ha perdido ni un solo detalle sobre mí: mi nuevo ojo negro, el incontrolable temblor de cabeza a pies, y un collar de perlas prestado de mi hermana que de alguna manera aún llevaba puesto. —Oh, no. —Se queja Bane sentándose en la cama, su risa desvaneciéndose. Enciende un cigarrillo—. No, no, no. No, no lo hagas. ¿Qué eres, un secuestrador de mierda en los campus universitarios ahora? Joder, ¡hombre! ¿Acabas de arrebatarla de Whole Foods3? Es una maldita blanca rica y alguien, definitivamente, va a buscarla. Esto es una estupidez. —Éste es nuestro negocio. —No. D.L. es nuestro negocio. Lucharé en los combates. Eso es todo. Ese es mi límite, Jack. No voy a cruzarlo. Jack mira a Bane soplar una nube de humo con indiferente en el aire. Un músculo se mueve en su mandíbula. Cuando habla su voz es controlada. —Hiciste un juramento para el club, Bane. Este es el negocio del club ahora. Sube a bordo. —Sí, hice un juramento al Death Layer MC. —La mandíbula de Bane se tensa y sus ojos se oscurecen como si quisiera matar a alguien. Apaga su cigarrillo en un cenicero con venganza—. Eso no implica el comercio sexual. Tu presidencia no se extiende por encima de mi polla, Keller. Follo a quien quiero follar. —Eres un miembro de este club. Ve con el programa, o la Bestia está fuera. Esto trae a Bane sobre sus pies y queda cara a cara con Jack, desnudo como el sol y con todos los músculos apretados. —No tengo esclavos. Fin de la historia. —No pienses en ella como un esclavo, más como una propiedad.

Whole Foods: es una cadena estadounidense de supermercados que vende alimentos naturales y orgánicos. 3

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—¿Estás tratando de hacer que cuestione tu lealtad?

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—No quiero ser parte de esto.

—No quiero ser parte de esto, Jack. Tengo fuertes sentimientos acerca de esto. Sabes eso. —La próxima vez que nos sentemos a hablar de sentimientos con nuestros osos de peluche y mamás, lo tendré en cuenta. Jack chasquea los dedos y los gorilas gigantes me colocan sobre mis pies y me empujan hacia la cama de Bane. Aterrizo con un gemido e instintivamente me acurruco en una bola, temblando violentamente. Las sabanas todavía huelen a sexo y alcohol… y a hombre. —Jesucristo. —Bane explota, su voz llena de veneno—. ¿Qué, quieres que la viole delante de ti? ¿Es esta tu nueva definición de fraternidad? Siento algo hundiéndose en el colchón y manos en mi cabello mientras mi cabeza es alzada. Mis manos se aferran al brazo que me está levantando, arañándolo con mis uñas. Lanzo mi peso en todas las direcciones que se me ocurre. —¡No! —grito, sollozando—. ¡Por favor! —Ya basta —ruge Bane. Me da una dura sacudida, agitando a mi adolorida cabeza—. Joder, ahora estoy sangrando. Grandioso. Bane está de rodillas a mi lado, mostrando mi cara a la habitación. Sus manos son bruscas en mi pelo y los tendones de sus antebrazos están dolorosamente cerca. Mi cuerpo se enfría, luego se calienta, mientras me doy cuenta de que estoy a centímetros de probablemente doscientas libras de denuda y poderosa testosterona en plena ebullición. Y no hay escapatoria posible. Mientras me mira, su boca se aprieta en una delgada línea. No se ve nada contento. —Ella es sólo una niña —gruñe Bane—. Aterrorizada. ¿Esto te pone duro, Jack, enfermo hijo de puta? ¿Eh?

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Algo se enciende en sus ojos, ¿una pregunta? Su boca se abre. Me tira imperceptiblemente más cerca y frunce el ceño hacia mí, como si lo reconsidera, y me estremezco por dentro.

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Inevitablemente, mis ojos revolotean de nuevo a su entrepierna desnuda y trago, sonrojándome. Tomando una respiración profunda, levanto la vista y miro a sus ojos. Hay un destello de algo que pasa entre nosotros, aunque no puedo decir qué. Pero ninguno de los dos aleja la vista y él inclina la cabeza hacia un lado, estudiándome.

Mi cuerpo responde a su proximidad a pesar de mi terror y el miedo, una explosión de calor radiante crece entre mis piernas contra mi voluntad. No puedo entenderlo, estoy tan excitada. Más asustada de lo que he estado alguna vez, sí, pero de alguna manera despierta. Puedo sentir su aliento en el lado de mi cara. Él es todo músculo, cortante y fuerte. El instinto me dice que sabe cómo utilizar cada centímetro de ese cuerpo suyo. Mi corazón late con tanta fuerza que puedo oírlo en mis oídos. Bane debe ser capaz de escucharlo también. Tal vez por eso me hace una muesca de asco. —Llámame anticuado, Jack —responde con firmeza—. Pero me gusta consentido. No la tocaré ni con un palo de tres metros. Un tóxico y confusión cóctel de alivio, aprehensión, adrenalina y rechazo caen sobre mi mí. Me siento desilusionada bajo el agarre de Bane, completamente agotada. Deflactada. Jack se cruza de brazos y se encoge de hombros. —¿Estás diciendo que no la quieres? ¿Debo llevarla de vuelta abajo a D.L.? Ella justo del tipo del que nuestra clientela superior se comería viva. No se puede desperdiciar ese coño fresco. Bane suspira y baja mi cabeza. Me balanceo hacia mi lado, mi rostro a centímetros de distancia de sus muslos. Me parece que no puedo moverme, congelada por el miedo. Se sienta a mi lado, pasando una mano por su pelo. —¡Mierda! —grita Bane. Jack sonríe. Cuando Bane se endereza de nuevo, con un dedo acusador apunta a Jack. —Ella es mi propiedad, yo hago lo que quiera con ella. Ese es el trato, ¿no? Reglas del club. Jack asiente lentamente. —Siempre y cuando ella se quede en el MC. Sin heroísmos, imbécil. —Encima del tuyo —La sonrisa perezosa de Bane está de vuelta—, ganaste ésta. Voy a quedármela. —Miro hacia él a través de mi desordenado cabello, y me cruzo con su mirada mientras revolotea por encima de mí. Se lame los labios—. Pero hago lo que quiera con ella —afirma Bane—. Y nadie más la toca. ¿Entendido?

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—Bien. Muchas gracias por el presente, papi. Ahora lárgate de mi habitación.

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Jack gruñe. —Lo suficientemente justo.

Mientras deambula fuera, Jack me guiña el ojo. —Roja, conoce a la Bestia. Buena suerte. Hay un coro de risas provenientes de los hombres, mientras arrastran los pies por la puerta. Envía un escalofrío por mi espalda. Bane se levanta y cierra la puerta detrás de ellos, y me da una visión de su trasero. Él tiene un culo apretado y musculosos muslos que admiraría en circunstancias habituales, pero es el infernal tatuaje sobre su espalda lo que me llama la atención y envía una espiral de miedo a través de mi vientre. “Death Layer” está garabateado en tinta negra sobre sus hombros, una enorme cabeza de un diablo en llamas y la imagen de armas cruzadas debajo. Las letras “MC” están a un lado junto a un diamante negro con un “1%” dentro. Al otro lado de la parte baja de su espalda están las palabras “Ciudad de Nueva York”. Los engranajes encajan perfectamente en mi cerebro, por fin. He visto Sons of Anarchy; esta es una jodida banda de motociclistas. Dulce bebé Jesús. —Te tuviste que involucrar —murmuraba Bane para sí mismo. Golpea su frente ligeramente contra la puerta—. Motociclistas con el corazón de oro. Maldición. Jodido Jesucristo. Ahora soy una puta niñera. Se vuelve, cruza los brazos, y desliza sus ojos sobre mí. Hay algo clínico y frío sobre la forma en que me mira. —¿Tienes un nombre? —Exige—. ¿O te puedo llamar Roja también? Mi corazón está martillando de nuevo, esta vez en mi garganta. Mi sujetador y la ropa interior no hacen nada para protegerme de todo lo que ve, evaluando la mirada de él. No puedo leer sus ojos. —Genial —dice, lanzando sus manos en el aire—. Y ella es tonta como un poste. ¿Qué diablos voy a hacer contigo? No me gustan las mascotas inútiles. Se ríe de eso. El sonido es sorprendente y profundo y envía una puntiaguda sensación a mi ingle. Mis palmas sudan con pánico, confusión, lujuria y desesperación. —Bueno señorita, no tenemos opción aquí realmente. De cualquier forma. Estás atrapada, yo estoy atascado. También podríamos hacer esto agradable si queremos. No muerdo. A menos que te guste eso.

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Oh mierda.

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Bane “la Bestia” da un paso hacia mí.

¿Y ahora qué? Incapaz de pensar, me apresuro hacia la pared y siento que mis dedos se cierran alrededor de algo duro.

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Es la escopeta.

Traducido por Mariela Corregido por Anna Bane se ríe de mí. —¿Qué crees que vas a hacer con eso? En respuesta, quito el seguro. La cosa es, que nunca he disparado un arma, pero estoy dispuesta a empezar ahora. Equilibro el cañón entre mis rodillas. Bane lee el mensaje de mis ojos fuerte y claro. —No seas estúpida. —Me advierte—. Yo podría cambiar de opinión acerca de ayudarte. —¡¿Ayudarme?! —La amargura se apodera de mi voz en contra de mi voluntad. —Guau, malagradecida. —Finge saltar por la sorpresa, y luego se inclina contra la puerta con una sonrisa burlona—. ¡Ya sabes, un poco de gratitud no te mataría! Acabo de salvar tu lamentable y huesudo culo de un destino peor que la muerte, y posiblemente, incluso la muerte. Soy tu jodido caballero de brillante armadura. De nada. Miro ferozmente hacia él. —El jurado aún está decidiendo eso, gracias —digo apretadamente mientras mis dientes castañean. Sus músculos son como un resorte en espiral, listo para saltar mientras su mirada revolotea sobre el final de la pistola. —¿Que tal? —Una sonrisa predadora se curva en sus labios—. ¿Cuál es tu plan, princesa? —Te voy a disparar si te me acercas. —Lo dudo. No tienes las bolas.

Él nota mi estremecimiento y asiente.

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—No estás pensando —continúa Bane—. Si me disparas, entonces ya no eres más mi propiedad y no puedo ser tu niñera, ¿verdad? Ellos te pasaran a alguien más, alguien que tal vez no es tan caballeroso como yo. Tal vez alguien como Jack.

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Él empuja sus caderas en broma hacia mí y me encuentro mirando su polla de nuevo. Enrojeciendo, parpadeo lejos. Él me sonríe, obviamente orgulloso de sí mismo. Su casual facilidad y total desinterés por su propia desnudez son discordantes a mis sentidos revueltos. Mis mejillas encendidas ahora están incómodamente calientes, pero agarro el arma más fuerte. Él hace una mueca.

—Ahora sé que sólo acabas de conocer al Sr. Keller —argumenta Bane—. Pero tal vez te diste cuenta del hecho de que nuestro chico Jack no comparte mis escrúpulos acerca del tráfico de personas. O el sexo consensual. Sintiendo mi sangre drenarse de mi rostro y manos. Sólo soy una gran gota de adrenalina con una frecuencia cardíaca a exceso de velocidad. —Guao. —Me las arreglo para decir—. Eres un feminista regular ¿no es así? Bane entrecierra los ojos hacia mí, con una mirada brillante. —Vamos a dividirlo en piezas pequeñas para que pueda entender, princesa. Sin mí vas a terminar volviéndote un objeto en el medio del Club D.L. encadenada a una cerca o dentro de una jaula con una puerta de una sola vía. ¿Es eso lo que quieres? ¿Roja? Un largo silencio se extiende. La realidad de mi situación está empezando a hundirse, así como el hecho de que no tengo nada, excepto la palabra de algún motociclista sobre sí mismo y de su mundo para aferrarme a la seguridad. Me dijo que no me iba a tocar ni con un palo de tres metros. Dijo que no tiene esclavos. Sin embargo, aquí estoy. Así que... ¿Por qué diablos debo creerle? —Parece que estás pegada a mí —gruñe, como si respondiera a mis pensamientos—. No es el peor trato para ti, pero joder si estoy contento. Algo en la forma amenazante en que lo dice, junto con el pequeño paso que da en mi dirección me asusta lo suficiente para que mi dedo en el gatillo dé un muy ligero tirón. Es suficiente. Hay un sonido de explosión y grito, pero por alguna razón el disparo en realidad no sale. Bane salta hacia mí, maldiciendo, su cuerpo me golpea hacia atrás y estrellando mis huesos en el duro colchón. —¡No! —gimo, luchando. —¡Imbécil de mierda! —deja salir él.

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—¡Eso no fue agradable! —ladra Bane. Él saca el arma de mi mano y la arroja al suelo. Puedo oler el Whisky en su aliento—. Gracias a Dios no estaba cargada o ambos estaríamos hundidos hasta el cuello con mierda. ¡Idiota! ¿No escuchaste lo que acabo de decir?

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Él está encima de mí, su piel desnuda presionada contra la mía y luchando hasta que ambos estamos sudados y sin aliento. Estoy clavada en la cama, completamente debajo de él.

Estamos nariz con nariz, respirando el aire y degustando el sudor del otro. —¡Jodidas mujeres! —maldice—. No tienen ni un maldito sentido. —¡Bueno discúlpame si no acepto ser propiedad de algún sucio gánster puto! — gruño—. ¡Discúlpame si no caigo completamente de alegría! ¡Eres un criminal justo igual que ellos, de lo contrario me dejarías ir! —Cuidado con la forma en cómo me llamas —dispara de regreso—. Mira princesa, es complicado ¿está bien? Ambos estamos en un rio de mierda sin un remo aquí. Yo no te escribí en mi lista de Navidad precisamente. —Que terrible para ti —escupo, luchando—. ¿Preferiría haber tenido un tamaño o mujer de color diferente? ¿Un chico? ¿Una rubia, tal vez? ¿O dos, ya que eso es lo tuyo? ¿Debería disculparme contigo por encontrarte en la terrible situación de ser mi dueño? —En realidad estás comenzando a molestarme señorita —gruñe apretadamente. Inclina la cabeza hacia atrás para obtener una mejor visión de mí—. Yo no pedí esto. Te aseguro como el infierno que no quiero una frígida perra enjaulada jodiendo con mi Remington. Tengo suficientes pasando, conmigo mismo. Así que si esto dependiera de mí, aún estarías empujando helados orgánicos por tu culo en la parte alta del lado Este o de dónde diablos vengas. Pero está claro que eso no va a suceder. Así que acéptalo. Yo soy la mejor maldita cosa que pudo haberte pasado esta noche, y será mejor que metas eso en esa gran cabeza tuya si quieres mi protección. Finalmente, la rabia atraviesa mi miedo y confusión. Estoy enojada como el infierno, molesta porque el señor King secuestró mi vida, molesta de que existan los criminales retorcidos como Jack, enojada porque estoy atrapada en un oscuro mundo que no puedo controlar. Molesta porque haya un comercio sexual. Enojada porque haya bandas de motociclistas. Molesta de que estoy en la ciudad de Nueva York cuando podría haber simplemente escuchado a mis padres y tener una vida agradable y tranquila en Michigan. Cabreada de que Bane esté tan malditamente lleno de sí mismo. Todo esto se acumula en mi cerebro hasta el punto de la rabia. Crece dentro de mí y me hace imprudente. Resoplo hasta que puedo empeñar un fajo de saliva, y enviarlo directamente a los ojos de Bane.

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Me mira con calma mortal por un minuto, luego cambia su peso sobre mí hasta que todavía me puede mantener abajo mientras se limpia la cara. Cuando termina, su rostro está furioso.

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—Tú estúpido arrogante —siseo—. Eres lo peor que me ha pasado.

—Movimiento equivocado, Roja —susurra. Una mano de hierro se cierra alrededor de mi cuello—. Movimiento equivocado. Tan rápido como un rayo él está de pie, tirando de mí a su lado. Su agarre en mi garganta es controlado pero no debilitante, y lo usa para empujarme delante de él mientras sale de la habitación. No importa que ambos estemos desnudos o cerca de estarlo, él marcha por el largo pasillo y sube un tramo de escaleras decididamente, murmurando para sí mismo todo el camino. —Podrías haberla dejado con Jack —se dice a sí mismo—. Ella no tendría que ser tu problema. Deberías haberte centrado en tus propios asuntos. Podrías haber tenido otra mamada para este momento. Demonios, pudieras haber tenido tres mamadas para ahora. Pero no, tenías que ser un jodido héroe. Se detiene delante de una puerta y golpea tres veces. Se abre un poco, y veo que una de las mujeres de antes, Coco supongo. Trinidad debe estar revolcándose con Jack en alguna parte. —Cuida esto por mí —gruñe Bane, empujándome por la puerta. Tropiezo y Coco no hace ningún movimiento para detener mi caída, mirando impasible mientras yo caigo en el suelo—. Sólo mantenla con vida, no me importa una mierda cómo. Puedes lanzarla con el resto, pero nadie la toca. Ella es mi propiedad. —Él me mira despectivamente—. Temporalmente. Con eso, se aleja caminando rápidamente. Me levanto en mis palmas y me doy cuenta de que estoy sola con Coco, que cierra la puerta detrás de Bane y se vuelve hacia mí con el mismo disgusto en la mirada. Ella se ha vestido con tacones y un babydoll de encaje negro que hace poco para ocultar la oscuridad de sus pezones o monte de Venus. Ella es ágil como una modelo y cubierta de tatuajes, magnífica, y con todo lo del lado oscura. —Chica debes ser algún tipo de retardada para molestarlo de esa manera, y hacerte su perra. —Ella planta un pie con tacones altos en mi pecho, empujándome de nuevo al suelo—. ¿Eres suicida, o simple y jodidamente estúpida? —Ambos en este momento.

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—Yo tampoco. —Miro fijamente hacia arriba de forma constante, demasiado enojada para ser cuidadosa—. Y no soy tu perra, perra.

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Ella casi sonríe pero se detiene a sí misma y empuja su tacón sobre mí hasta que jadeo de dolor. —Esa fue toda una noche de entrada, mi perra —dice ella—. No soy fan de las sorpresas.

—¡Cierra la maldita boca! —Ella desliza la mano por mi cara y grito mientras el sabor de la sangre llena mi boca. Me sonríe, lamiendo mi sangre de sus uñas—. En este momento tu protección no te quiere, perra. ¿Comprendes? Eres lo más bajo en la cadena alimenticia. Ella me patea fuertemente en un costado, enviándome rodando por el suelo y maldiciendo por el dolor. Oigo el chasquido de sus tacones mientras me sigue, y cuando mi cuerpo se detiene alrededor de las piernas de una litera siento sus uñas en mis hombros. Ella me da vuelta para que la enfrente, inclinándose sobre mi rostro, tan cerca que puedo ver las motas de oro en sus irises. Se está riendo de mí. —Tú, eres mi perra. La perra de todos.

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Estoy al menos en el séptimo círculo del infierno.

Traducido por AMERICA Corregido por Annabrch El bar está difuso y lleno de humo, y hay una banda de convers de Led Zeppelin. No soy Robert Plant, pero podría hacer mejores voces con amigdalitis estreptocócica. El lugar me hace poner una mueca de dolor mientras estudio la habitación. Hay una mesa de billar, un poste de baile, un columpio. Hay una mujer medio desnuda meciéndose en el escenario y dando bailes. Chicas en tanga sirven alas y cervezas, y hay un montón de caricias y gente en proceso de hacerlo. Definitivamente están violando los códigos de salud. Hay una jeringa rota en el centro de la puerta donde Coco la hace cruje cuando me empuja. Todos los clientes son hombres, todos vistiendo los colores del club de los motociclistas Death Layer. Pronto me entero de que todas las trabajadoras son, si tienen suerte, las culodulce4 del club. O, si no tienen suerte, esclavas; como yo. Coco y Trinidad me arrastran aquí después de una mañana sin dormir y sin comida, sus puños y tacones de aguja afilados agotando el instinto de lucha en mí. Ahora estoy literalmente encadenada detrás de la barra, grilletes metálicos unen uno de mis tobillos a un poste que corre a lo largo de la barra en el suelo. Como un perro con una correa. —Bienvenida a la casa club. —Trinidad sonríe. Trinidad ha permitido misericordiosamente que me mantenga en mi sujetador y ropa interior, me ofrece más cobertura que el “uniforme” que las otras chicas en el bar están usando. Coco ha atado un collar de púas de perro alrededor de mi cuello que me costó otro ojo negro cuando me resistí a ponérmelo.

Culodulce: jerga usada entre los clubes de motociclistas para referirse a las mujeres que se acuestan con los miembro del mismo. 4

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Mi collar se enlaza por una cadena a un poste paralelo por encima de la barra en el techo. Tengo el mérito de aproximadamente un pie de flexibilidad, sólo lo suficiente para agacharme para hielo y vasos. Cuando está segura de que no puedo escapar,

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Al menos mis ojos coinciden entre sí ahora.

Trinidad sostiene mis brazos hacia atrás para que Coco pueda escribir sobre mi pecho con un marcador permanente: “Propiedad de Bane”. Luego dibuja una gran X sobre mi cara con una asquerosa sonrisa en el rostro. Es evidente que ella piensa que esto es una especie de novatada de hermandad. —Haz lo que te digo y sirve las bebidas, perra. —Coco se ríe de mí mientras aprieta el metal alrededor de mi pierna hasta que es doloroso, dibujando una pizca de sangre. Ya he aprendido a no mostrar mis reacciones. A ella le gusta esta mierda dominatriz demasiado, y no voy a darle ninguna satisfacción, si puedo evitarlo. —Eres afortunada. —Se burla Coco—.Gracias a la bondad del corazón de mi madre te estoy dando un trabajo fácil y cómodo del que tu débil culo puede encargarse. Si puedes manejarlo sin molestarme hoy, tal vez afloje esto. —Puedes apretarlas ahora —replico. Por ninguna razón real, ella me da un puñetazo en la ingle y tira de mi collar mientras cuelgo fuera de balance por un momento, me ahogo. —¡Joder! —jadeo. No es como si tuviera una polla pero todavía duele como la mierda, al igual que aquella vez en que perdí mi agarre al subir una cerca de alambre cuando era una niña y aterricé son el cable entre mis piernas... punzada cegadora. Para cuando recupero el aliento y enderezo mi espalda, Trinidad ha saltado por encima de la barra y se adentra entre la multitud, bailando y riendo. —¡No metas la pata! —grita Trinidad por encima de su hombro. Coco le da a mi cadena otro asfixiante tirón y se mueve hacia el otro extremo de la barra. La observo mientras le da órdenes a otra chica antes de asomar la cabeza a través de una pequeña cortina en la pared a gritar a la cocina. Genial. Supongo que es mi nuevo gerente. Y pensé que George era malo.

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Inestable, miro alrededor para orientarme. Sé que estamos tres pisos por debajo de los dormitorios. Puedo ver que los motociclistas van y vienen a través de una puerta que se conecta a la misma escalera por la que entramos. No hay filtración de luz a

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La otra chica en la barra me mira por un segundo con grandes ojos azules. No permitieron que se quede con su sujetador, y veo que sus dos pezones están perforados y con una cadena que se mece entre ellos. Su tobillo está esposado del tubo en el suelo, también. Ella me da una leve inclinación de cabeza y vuelve a su trabajo, su expresión cuidadosamente en blanco.

través de las pequeñas ventanas con barrotes en la pared del fondo, así que no tengo idea de qué hora es o cómo es la vista. El bar no puede estar al nivel de la calle, pero la vista de las ventanas, las primeras que he visto desde que llegué al Death Leyer, me está volviendo loca. El mundo exterior está tentadoramente cerca y a la vez imposible de alcanzar. Me quedo mirando los paneles de vidrio con nostalgia antes de recordar mis cadenas. Hay una bandera gigante negra detrás de la barra con los colores del club Death Layer MC y rockeros, justo como el enorme tatuaje en la espalda de Bane. La flameante cabeza del diablo sonriendo morbosamente hacia mí entre los barriles de un par de pistolas cruzadas. En la pared lateral, hay una flota de retratos enmarcados, todos los hombres, todos amenazantes. Con una velocidad asombrosa, mis ojos encuentras un retrato familiar: el mismísimo Bane. Debajo una placa que dice: “Camino del Capitán”. Unas filas por encima de él veo la foto de Jack debajo de las palabras: “Presidente”. Reconozco uno de los chicos gorila como el Vicepresidente. —Jessica Rabbit5. —Me grita alguien—. Quiero un Dewar. La ironía de mi situación no se me escapa. Ser despedida de un trabajo de servicio fue, en última instancia, el principio de este lío, y aquí estoy de vuelta preparando bebidas. El pensamiento casi me hace reír. Sí. Preparando bebidas en el infierno. Para Satanás y compañía. Mi cabeza se mueve bruscamente hacia arriba y estudio al bastardo que ha decidido gastar una broma de pelirroja junto con mi último nervio. Él tiene un lío de pelo negro azabache y una cara despiadada. Grandes músculos abultados bajo su chaqueta de MC y enormes anillos brillantes en la mayoría de sus nudillos. Cuando no me muevo, su atención se posa sobre mí. —Quiero un Dewar —repite él—. ¿Estás sorda? Cruzo los brazos por debajo de mis pechos y lo miro con desprecio, claramente reconociendo y rechazándolo.

Jessica Rabbit: Es un personaje de la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit? conocida por su exuberante cuerpo y cabello pelirrojo. 5

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Se ríe, sus ojos barriendo sobre mí y descansando sobre mis ojos negros a juego. —¿En serio? —dice. La risa muere con un mordisco juguetón de su labio—. ¿Quién te dio esos moretones no es suficiente para ti? ¿Quieres jugar conmigo, también, conejita? ¿Eh? De acuerdo.

Sorprendentemente rápido, sus manos sujetan mi collar de púas y el tira de mi cuerpo hacia delante sobre la barra hasta que mi cara está cerca de la suya. Él me ve con una mirada lasciva y puedo oler su aliento sorprendentemente fresco. Listerine de menta. Sus manos son demasiado grandes para que pueda empujarlo, y mi estúpida esposa de tobillo y collar están hundiéndose dolorosamente en mi piel. Esto es lo que se llama estar atrapado entre la espada y la pared. Su voz es áspera. —Estoy feliz de jugar contigo y tu pequeño problema de actitud. Te enseñare una lección o dos. Será bueno para ti. Me quedo devolviéndole la mirada con desprecio pero no digo nada. Eso fue por lo general mi estrategia con los matones: no les doy la reacción que quieren. Él se ríe, pareciendo sacar partido de mi falta de resistencia física. Para puntuar su amenaza, su mano libre alcanza sobre la barra para apretar uno de mis pechos. El asalto me saca de mi estado de peso-muerto ya que a pesar de mis limitaciones lucho para escapar, pero el metal corta mi tobillo y cuello, y un gemido de dolor se escapa de mi garganta. —Oh sí, ¿te gusta eso? Voy a jugar contigo en cualquier momento, conejita. No te preocupes; estoy jugando. Estoy jugando en este momento. Su mano se mueve a tientas hacia el sur sobre mi ombligo desnudo y hacia mi ropa interior. Una ola de náuseas se extiende sobre mí. Mis manos se apresuran a empujarlo lejos, pero él es demasiado fuerte para mí, incluso si yo no estuviera atrapada por las cadenas. —¡Hey! —De repente Coco está a mi lado, sorprendiéndome como el infierno mientras trata de insertarse a sí misma entre nosotros. Su brazo se envuelve alrededor de mi cintura, tirando—. Hay un problema que pueda arreglar para ti por aquí, ¿Smokey? Me siento como la cuerda en jala-la-cuerda6 a medida que el motociclista y la culodulce tratan a mi cuerpo como su territorio en disputa. Un gruñido frustrado emana de mi garganta. —Fuera del camino Coco. —Advierte el tipo llamado Smokey.

Jala-la-cuerda: es un juego que consta de dos equipos posicionados unos frente al otro en línea recta, estos jalan cada uno de los extremos de una cuerda hasta que uno de ellos caiga. 6

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—Yo no recibo órdenes de Bane, o de ti. —La mano de Smokey arremete a un lado, conectando con la mandíbula de Coco y enviándola a un lado con un grito de

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—No puedo. —Insiste ella—. Lo siento Smokey, esta perra es de Bane y él dice manos fuera.

sorpresa. Aterriza en el suelo detrás de la barra, su cabeza golpea la esquina del fregadero. Me estremezco ante el sonido del impacto—. Mis manos van a donde quieran —grita Smokey sobre el gemido de Coco. Él me agarra entre las piernas donde estoy aún sensible por el golpe de Coco y levanta mi cuerpo, la presión dolorosa distrayéndome de las esposas cortando mi tobillo. Grito de agonía—. En este momento mis manos van a arreglar tu problema de actitud por ti, conejita. Lo que necesitas es una buena cogida de dedo, ¿verdad? —¡Déjame ir! —jadeo, aterrorizada—. ¡Detente! Abrir mi boca para hablar fue un error. Él libera una mano y mete sus dedos debajo de mi lengua, moviéndolos lentamente, produciéndome nauseas. — Ponlos agradables y húmedos para mí —susurra—. Para lubricante. Te gustará. Esa es una buena chica. Algo se mueve en mi periferia, pero antes de que pueda identificarlo, veo una pared negra estamparse con Smokey. Su agarre se afloja en mi cuello y sus dedos salen de mi boca. Tropezando hacia atrás, toso y trago aire como un pez varado. La habitación está dando vueltas. La pared de negro es un hombre, moviéndose rápido. Sus puños martillan el pecho de Smokey y lo lanzan fuera del taburete, luego estampa a Smokey en la barra. Un puño de hierro sale disparado, agarra una botella de cerveza, y la rompe en la barra. Astillas de vidrio verde en pequeños fragmentos se encuentran por todas direcciones y estoy cubierta de gotas de cerveza, temblando mientras veo que el final dentado de la botella ahora está suspendido sobre la garganta de Smokey. Un borde pincha la piel de Smokey y hay una lenta gota de sangre bajando del lugar. Jadeando, miro hacia el rostro del recién llegado. Aunque está retorcido en una máscara violenta, todavía puedo reconocer la buena apariencia incongruentemente limpia y ruda: Bane. Se inclina sobre Smokey, y puedo sentir el calor que irradia de su cuerpo tensó. Mis piernas están temblando mientras observo. —Sólo voy a asumir que eres un cretino analfabeto que no sabe leer, Smokey — gruñe Bane—. De lo contrario, si no eres un cretino analfabeto, tendría que asumir que leíste la etiqueta de la pelirroja. Y entonces, tendría que matarte. ¿Ves eso? Él agarra a Smokey por el pelo y tuerce su cabeza hacia atrás en lo que parece un ángulo doloroso hasta que su mirada salvaje me señala.

El siniestro hombre gime—: Vamos, hombre, yo no hice nada.

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Bane levanta a Smokey lo suficiente como para golpearlo de nuevo contra la barra y dándole énfasis.

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—¿Vez la escritura en su pecho? —grita Bane—. Dice que es mía, maldito imbécil.

—Todavía. —Bane está en el rostro de Smokey, sus desesperados dedos hacen girar la botella rota en su mano—. Sólo porque no te he cortado. Todavía. Pero lo haré si veo algo de luz del día entre tú y mi propiedad de nuevo. Bane tira a Smokey y le da una patada en el culo, enviándolo a tropiezos lejos dando unos pasos antes de que pueda recuperar su equilibrio. Ahora Smokey está en posición vertical, echando humo. Él levanta un puño. —¡No me empujes, hombre! —grita Smokey—. Estás empujando, propiedad o no propiedad. Cómo iba yo a saber que era verdad ¿eh? Estas perras siempre están diciendo mierda, no me lo tomo en serio. —¡Tú me vas a tomar en serio! —La voz de Bane es tan poderosa que ahoga la banda de covers por un segundo—. O vas a sangrar. ¿Estamos claros? Smokey ve a Bane con ojos de recelo. Esa sonrisa fría cosquillea en la esquina de la boca de Bane de nuevo. Creo que es realmente capaz de cualquier cosa, y me siento tentada a cerrar mis ojos. No quiero ver a otro hombre morir como anoche. —Claro como el cristal —dice Smokey finalmente. Él mantiene sus manos en el aire, el signo universal de rendición—. Mi error, hermano. Bane asiente secamente, pero no relaja su postura de lucha hasta que ve a Smokey cruzar al otro lado de la barra y tomar asiento. La barman de ojos azules le entrega su Dewar sin decir una palabra. El bar parece exhalar colectivamente en alivio y el estruendo de la multitud vuelve a resonar. Bane lanza su arma improvisada sobre el mostrador y salta sobre la barra para ayudar a Coco de nuevo a ponerse de pie. Él se inclina más allá de mí, el olor de su limpio almizcle después de afeitarse hace que mi pulso se acelere. Envuelve una mano gigante alrededor del hombro de Coco y la empuja de nuevo a ponerse de pie. —¿Estás bien? —gruñe. Ella inhala dolorosamente, presionando sus dedos en un nuevo corte en la frente. Cuando saca sus dedos, ve la sangre y vuelve sus furiosos ojos sobre mí.

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Bane tiene un firme control sobre su hombro, sin embargo, y la mantiene atrás. — Espera, espera —dice él, sonando como un domado de caballos—. Déjame manejarlo. —Él la hala y rosa sus labios íntimamente sobre los de ella, y alejo mi mirada ruborizándome—. Ahora lárgate —dice Bane, palmeando el culo de Coco y empujándola lejos.

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—¡Perra estúpida! —grita ella, arremetiendo contra mí.

Coco me mira por encima del hombro, pero obedientemente se retira de nuevo a la cocina, pasando justo a la otra barman encadenada y dejándonos congeladas en su estela. Nos miramos la una a la otra, la otra barman y yo. Esos ojos azules están en mí otra vez, y yo leo comprensión. —¡Tú! —Bane ahueca mi barbilla con sus manos, obligándome a mirarlo. Él está a unos centímetros de mi cara y todavía veo las mismas chispas furiosas de la noche anterior en sus ojos color chocolate. —Tu eres un dolor en mi culo, Roja, y la próxima vez podría no estar de humor para rescatarte. ¡Mantén tu culo a raya! No me importa si eres realmente así de estúpida o si tienes deseos de morir. De cualquier manera, no puedo ayudarte si vas causando problemas a donde quiera que vayas. Realmente no necesito ni quiero un sermón. Una mezcla de rabia e impotencia pinchan las esquinas de mis ojos con lágrimas y mi boca se abre para replicar, para decirle que se largue, para decirle que nada de esto me está ayudando, que si él realmente quisiera ayudar, ya me habría sacado de aquí. Él es sólo tan idiota como cualquier otra persona en este basurero. Pero vuelvo a pensarlo. Bane todavía no me ha tocado o hecho daño. ¿Por qué? No estoy segura. Tal vez sólo es repulsión por mí, tal vez es desinterés, o quizás realmente estaba diciendo la verdad acerca de sus sentimientos por el tráfico de personas. Quién sabe. En realidad no importa. Lo que realmente importa es que si él no hubiera estado aquí en este momento con su mejor juego de cara enojada y adrenalina... Vaya. Un escalofrío pasa por mi cuerpo cuando me doy cuenta de lo que Smokey me hubiera hecho. En público. Humillación florece en mis mejillas. A pesar de mi falta de equilibrio y las lágrimas amenazantes, me obligo a mirar a los ojos de Bane. En ellos leo resentimiento y molestia pero también algo humano, algo así como un destello de compasión. No me gusta la manera en que me veo reflejada allí: una patética e inconveniente carga. Es difícil saber que valgo tan poco en los cálculos de otra persona, en algún lugar entre las cucarachas y diarrea. Pero bueno, el disgusto de Bane es mejor que la intimidación sádica de Coco o el total sometimiento deshumanizado de Jack y Smokey.

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Porque ahora mismo estoy tan conmocionada y herida y cansada y hambrienta, que me quedo con cualquier trozo de humanidad que venga en mi camino. Me digo a mí misma que esto no es que esté aceptando este lugar, estas circunstancias. No voy a aceptar que me posean, es sólo que tengo que hacer lo correcto cuando lo veo. Levanto

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Me lo llevo.

mis dedos temblorosos para envolverlo alrededor de su mano en mi barbilla. Su piel es áspera y caliente, y hay una pequeña descarga de electricidad estática. —Gracias. —Me oigo susurrar—. Por detenerlo. Aunque soy capaz de mantener mi cara todavía y mi respiración constante, no puedo controlar las compuertas tan calientes. Vergonzosas lágrimas se derraman en silencio por mis mejillas. Bane parpadea hacia mí, desconcertado. La curiosidad y la cautela destellan en sus ojos. —Ni lo menciones —susurra—. Sólo otro día en la vida de un maldito héroe. Suelta mi barbilla con un empuje duro y se vuelve a ir. —Espera —digo, sorprendiéndome a mí misma. Su espalda se pone rígida y azota la cabeza sobre su hombro para darme un impaciente levantamiento de la ceja. Me inclino tanto como puedo con mis cadenas, encuentro un vaso corto limpio, y en un poco de hielo. Alcanzando detrás de mí, arrastro mis dedos sobre tapas de botellas hasta que encuentro lo que quiero y salpico una generosa porción sobre las rocas. Me deslizo por encima de la barra hacia Bane. Él mira el Macallan 30, desconcertado, luego da una vuelta hacia mí. Sus ojos sospechosamente estrechos, pero da un paso más cerca de la barra de nuevo y cierra una resistente mano masculina alrededor del vidrio. Lo pasa por debajo de su nariz, le da una tentativa inhalación. Sus ojos nunca dejando los míos. —¿Segura que no está envenenado? Ya intentaste matarme una vez. No puedo responder. Yo simplemente miro mientras él bebe el trago triple de un solo sorbo. Maldita sea, eso es bastante tolerancia. Se lame los labios y atrae mi mirada a su plenitud, su tentadora suavidad sobresaltando en opuesto rostro intimidante. Una sonrisa pícara tuerce una esquina de su boca y deja escapar un grito. —Quema un poco, ¿no es así Roja?

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Sacude la cabeza, sonriendo, y entonces sus ojos parpadean hacia Coco y luego de vuelta a la X en mi cara. Coco está viéndonos con los brazos cruzados desde el otro extremo de la barra, pero finge que está ocupada con otra cosa cuando él la mira. Bane

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Calor invade mis mejillas y mi vientre de nuevo cuando Bane me perfora con su mirada como un taladro. Está claro que no sólo habla del whisky.

se ríe, su sonrisa plana, y niega con la cabeza, mirando a su vaso. Él hace remolinos con el hielo contemplativamente. —Mujeres —murmura. Con eso, golpea el vaso en la barra y se aleja sin mirar atrás hacia mí. Sus largos pasos son fáciles y poderosos, llevándolo justo a la salida de la escalera. La puerta se cierra detrás de él, obstruyendo mi visión de ese perfecto culo. Sacudo mis desordenados y ridículos pensamientos de mi cabeza. ¿Por qué estoy pensando en el culo de Bane? Claramente tengo grandes problemas. Al igual que tengo que averiguar la manera de sacar mi propio culo como el infierno fuera de aquí. Un suspiro revolotea a través de mis labios y me dirijo de nuevo a la barra para tratar de mezclar, manteniendo la cabeza hacia abajo. Mientras no haga contacto visual y sirva bebidas rápido, el resto de los hombres más o menos sólo leen mi pecho y me dejan en paz. El resto del día en el bar pasa sin incidentes, incluso si es mi primera vez como esclava. Sólo parece extenderse para siempre. Después de lo que parece ser toda una semana, la banda empaca y Coco vuelve a aparecer. —Limpieza —grita ella—. Ya es casi hora de la pelea en la planta baja, los chicos estarán desalojando. Ella se pavonea de nuevo, dejándonos a la barman de ojos azules con el pecho desnudo y a mí solas detrás de una barra rápidamente abandonada. Hay desastres de licor derramado, vidrios rotos, y huesos de pollo. Trabajamos en silencio desde los extremos opuestos de la barra, barriendo la basura en grandes bolsas negras. Nos reunimos en el centro. La barman de ojos azules ha arrastrado su grillete en el tobillo por la polea y está sólo a un pie de distancia de mí ahora. Inclinándose tanto como sus cadenas le permiten, ella misma se ocupa con un cubo de hielo. Sus manos tiemblan y se le cae accidentalmente el cubo, dispersando todo el hielo sobre el suelo.

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—Amy —gruñe ella.

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La chica mira nerviosamente hacia la puerta de la cocina, donde Coco se ha desvanecido, y luego sacude la cabeza hacia mí, me hace señas para que la siguiera. Sorprendida, hecho un vistazo alrededor para asegurarme de que nadie vio. Aliviada, la sigo a una especie de cuclillas, recogiendo los cubos de hielo sucios uno a uno y dejando caer de nuevo en el cubo.

Mi cerebro es lento. Nadie me ha preguntado mi nombre hasta el momento, y me siento extrañamente reconfortada por la normalidad. —Ava. —Tú lo tuviste bastante mal Ava. —Suelta ella, sus ojos revoloteando sobre mis moretones. —No me había dado cuenta, Amy —gruño. Los sonidos de nuestros nombres parecen animarnos a ambas. Ella sonríe. — ¿Cuándo llegaste aquí? —Anoche. ¿Tu? —Un mes. Me estremezco, menos por el toque del hielo y más por la idea de algún tiempo prolongado en este agujero de mierda. Golpeo ligeramente la barra con los tobillos encadenados. —Supongo que éste no era tu trabajo ideal tampoco. Ella resopla y rueda los ojos. —Yo quería ser dentista, no unirme a una banda de motociclistas. —¿Qué pasó? —Lo mismo que tu probablemente. —La sonrisa ladea de Amy es triste. Hay un sonido metálico y ella echa un vistazo nerviosamente hacia atrás en la cocina, pero hasta ahora no hay moros en la costa—. Mira, mi consejo es profundamente laico — susurra—. Las culodulces se aligeran si eres cooperativa, siempre y cuando no te folles a sus chicos favoritos. Ellas realmente los quieren, ¿sabes? Todo es cuestión de favores sexuales hasta que encuentren un novio estable. Estás jodida en la zona cero con Bane, porque él no te quiere y Coco y Trinity lo quieren a él. También lo hace Tink. No la has visto aquí hoy. Todas ellas han estado trabajando sobre él más tiempo del que yo he estado aquí. Estás jodida si lo follas, y jodida si no lo haces. —Yo no quiero follar a nadie —susurro con urgencia—. Quiero jodidamente salir.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —pregunto.

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El hielo está todo limpio pero ambos pausamos, buscando los ojos de la otra.

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Ella asiente. —Sin mierda. Mira. —Su lengua revolotea nerviosamente sobre sus labios—. He estado aquí el tiempo suficiente para saber que no tengo mucho más tiempo. Hay una ventana en la escalera del quinto piso con una cerradura rota. Hay una tubería de desagüe fuera de ella que parece que va todo el camino hasta la calle. Estamos en el séptimo piso en este momento; se duerme a las nueve. A primera hora de la mañana, los guardias hacen rondas cada cuarto de hora.

Los ojos de Amy son claros, me atrevo a confiar en ella. —Porque voy a escaparme esta noche —confiesa—. Una vez que las culodulce salgan. Voy a conseguir salir, o quedar atrapada. Pero no importa qué, una vez de que ellos se den cuenta de que la cerradura de la ventana está rota, perderemos la única escapatoria que he encontrado en este edificio. Puedo decir que no perteneces aquí, tampoco. Así que te invito a que me acompañes. Podría ser tu única oportunidad. Mis labios están repentinamente secos y los lamo con urgencia. Pero antes de que pueda responder hay otro sonido metálico en la cocina, y oigo los tacones de Coco acercándose. Amy y yo nos dispersamos de nuevo a nuestros extremos de la barra y me obligo a no mirarla. —Esta noche vas a limpiar baños —anuncia Coco. Toma todo de mí el no estallar en una risa histérica.

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Eso no es todo lo que voy a hacer esta noche.

Traducido por Mary Haynes Corregido por Juliette Estoy sudando en el piso del dormitorio de Coco a pesar de estar directamente sobre el áspero hormigón fresco. Casi sin respirar, me aventuro a estirar un poco las piernas y encuentro que mis músculos maltratados se han endurecido. Mis arañazos y costras palpitan y hay un inquietante dolor persistente en mi sien izquierda. Mi pobre cuerpo es un desastre, pero necesito soportarlo esta noche. Es hora de escapar. El mayor obstáculo es que antes de que Coco se derrumbara borracha en la cama de litera con marco de metal desvencijada, encadenó mi tobillo al pie de la cama. Mi mente se ha centrado obsesivamente en posibles maneras ingeniosas de evitar este contratiempo. El problema es que no soy un gran genio. Ni siquiera soy un genio regular. Entonces, ¿cómo diablos voy a entrar en el pasillo? Trinidad no ha vuelto todavía, dejándome preocupada sólo de Coco; y ella no se ha movido desde que plantó de cara en su edredón. Esperemos que esto signifique que está en el estado de coma que necesito. Doblo mis rodillas, deslizo mi trasero más cerca de la cama. Un calambre repentino hace que mi pierna tenga un espasmo y hay un sonido tintineante cuando mi grillete golpea la estructura de metal. Reprimiendo una maldición, me congelo y miro a través de la oscuridad en la dirección al cuerpo de Coco. No se mueve.

Supongo que esto es el plan B.

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Lástima que nunca aprendí a abrir cerraduras cuando crecía, pero por alguna tonta razón había pensado que sería una ciudadana respetuosa de la ley y decente toda mi vida.

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Exhalando, hago un segundo intento de deslizarme y tengo éxito. En la oscuridad mis manos trazan lo largo del marco de la cama hasta que mis dedos encuentran el acero inoxidable implacable de mi grillete, pero por mucho que lo intente no hay forma de hacer que se abra el mecanismo de resorte.

Me giro lentamente y utilizo las barras de la estructura de la cama para levantarme. Tomándome un minuto para dejar que mi presión arterial se ajuste, evalúo la situación. Una de las esposas está alrededor de mi tobillo, la otra cerrada cerca del suelo alrededor del estrecho tubo de la cama. Ya que no puedo comerme mi propio pie, tengo que mover la cama de alguna manera. Inclinándome, tiro del marco de la cama para ver si hay algún titubeo o alguna irregularidad en el piso que pueda ayudarme. No hay. La única manera de sacar las esposas de la cama será que levante la cama lo suficiente para deslizarlo de debajo. Sin despertar a Coco. Lo que significa que ahora tengo que transformarme en Mujer Maravilla. Maldiciéndome por no comprar el cupón de Groupon7 para Crossfit8 hace un tiempo, encorvo mi cuerpo alrededor de la esquina de la cama y empujo. No pasa nada, además de una breve y apasionada protesta en mi columna lumbar. Doy un paso atrás, frustrada, hasta que la clase de gimnasia de la escuela secundaria vuelve a mí en un instante: levanta con las piernas, no con la espalda. ¡Por supuesto! Me agacho, metiendo mi coxis en el marco de la cama y enderezo mi espalda para minimizar la tensión. Con una respiración profunda, empujo con todo lo que tengo. Mis cansados isquiotibiales me gritan, pero la estructura metálica endeble da un salto tembloroso de mis manos. La esquina levanta primero un centímetro, luego dos, luego tres. Coco rueda suavemente sobre su costado debido al ángulo, pero aún no se despierta. Debe estar muy muy borracha. La cama es malditamente pesada, pero me las arreglo para sostenerla el tiempo suficiente como para deslizar mis esposas por debajo. Repiquetean por el piso de concreto como uñas en una pizarra, pero Coco todavía no ha mostrado señales de vida. Finalmente, con una exhalación silbante, bajo el marco de la cama lo más suavemente posible. Oh. Mi. Dios. Lo hice. Soy una maldita súper heroína. No hay tiempo para disfrutar mi gloria recién descubierta. Agarro el extremo suelto de las restricciones de tobillo con la mano izquierda y hago una extraña carrera cojeando hacia a la puerta y salgo al pasillo.

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Tiene que ser súper tarde ya que el piso del dormitorio está demasiado tranquilo, todas las puertas de las habitaciones cerradas. Con el corazón repiqueteando, me acuerdo de lo que dijo Amy acerca de los guardias y me gustaría que hubiese una

manera de averiguar qué hora es. Tendré que improvisar y espero que Amy de alguna manera también lo logre. La luz de la salida rezuma un resplandor rojo sobre el hueco de la escalera cerca de cinco puertas de la habitación de Coco y hago una torpe carrera hacia ella. Casi sollozo de alivio cuando logro llegar y me encuentro haciendo ruido por las escaleras. Paso la entrada del familiar séptimo piso a la zona del bar y prosigo, sorprendida de que no hay nadie alrededor. Sexto piso. Quinto. ¿Cómo es tan fácil? Y ahí está: la ventana más hermosa que he visto en mi vida, no importa que esté apelmazada de negro por el polvo y moho: es la libertad. Amy olvidó mencionar que es pequeña y alta, a partir del nivel de mis hombros y sólo aproximadamente del tamaño de la ventana de mi cuarto de baño en el apartamento de Rachel y mío. Bueno... demasiado para ser fácil. Sujetando mis dedos en el borde del vidrio, aprieto los dientes y empujo hacia arriba. La ventana chilla como un cerdo quemado vivo, pero se abre. Si ese sonido no resucita a los muertos y trae a los guardias, no sé qué lo hará. Ahora todo lo que tengo que hacer es encontrar la manera de hacer pasar mi cuerpo por ella y rápido. Intento levarme hacia la ventana, con y el inicio de un salto, y un fallo épico. —Vamos, brazos de yoga —murmuro—. ¡Esta es su oportunidad de brillar! Se abre una puerta en algún lugar de la escalera y oigo pasos pesados acercándose. Adrenalina se clava a través de mis extremidades. Alguien definitivamente viene en mi dirección. La mierda sólo se puso muy jodidamente urgente.

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—Alturas —siseo—. ¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser alturas?

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Mis manos están en el alféizar de la ventana y mis pies buscan la barandilla de la escalera casi por su cuenta, usándolos como un refuerzo. La necesidad de verdad es la madre de la invención. No es hasta que estoy subiendo, mi rodilla está en la repisa de la ventana y mi cabeza está fuera del edificio que me doy cuenta de que mi cuerpo descubrió una ruta de escape y sin la ayuda de mi cerebro. Fuerzo mi torso a través de la ventana y trago cuando encaro mi mayor temor.

Está oscuro y la ventana se abre en un callejón poco iluminado, pero todavía puedo ver que el suelo está muy, muy lejos: cinco pisos de distancia, para ser exactos. El vértigo amenaza con apoderarse de mi recién descubierta Súper heroína. —Tranquilízate. —Me ordeno—. No hay tiempo, Clark. Dios mío. ¡Tubería! ¡Hay un tubo! ¡Encuentra el tubo! Fuerzo a mi mirada a levantarse del suelo y la regreso a mi entorno inmediato, recordando las instrucciones de Amy. La cornisa en la que estoy es estrecha. Alrededor de medio metro de distancia, veo la tubería de drenaje que viene por encima del techo llegando hasta la calle de abajo. Aproximadamente un metro más allá de la tubería hay otra columna de ventanas estrechas, y más allá de eso hay un escape de fuego de hierro. Para llegar a ella, tendría que ser la Mujer Maravilla y el Hombre Araña... y no lo soy. —Mierda, mierda, mierda. —Maldigo. Se convierte en mi mantra. Ya que literalmente no hay tiempo para enloquecer, mi cuerpo se hace cargo de nuevo. Meneo mis rodillas a la cornisa, con cuidado jalando mis esposas para que me siga a través de la ventana. Usando mis piernas como una cuña, mis brazos extendidos hacia los lados hasta que mis manos se pueden cerrar alrededor del tubo. Hay soportes cada metro, más o menos, asegurando el tubo a la pared de ladrillo y con enfoque de láser dirijo mi pie no-encadenado en ese pequeño, muy pequeño agarre. Con un chillido de sorpresa columpio mi pie con grillete. Sólo así, me convierto en la Mujer Araña, mi cuerpo tiembla y se aferra a una maldita tubería de desagüe de cinco pisos por encima del suelo. La niña católica en mí está segura que tal vez Dios existe. Quiero decir, tener que desplazarme hacia abajo por una tubería tiene que ser por lo menos algún tipo de retribución del karma por lo bien que iba la primera parte de mi huida, bien, porque escaleras serían demasiado fáciles ¿no? Una escalera sería demasiado fácil. Un oso pardo rabioso flanqueado por nazis enojados con arpones sería demasiado fácil. Tenía que ser un tubo de desagüe en el lado de un alto edificio.

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Estoy llorando feas lágrimas tan silenciosamente como me sea posible cuando retiro primero un pie y luego el otro soporte, me permito deslizarme hacia abajo al siguiente. Mi cuerpo se estremece al detenerse con un chirrido. Aproximadamente una capa de piel se ha raspado de mis manos y muslos internos. Me arriesgo a echar una mirada hacia abajo para ver mi progreso, pero es muy deprimente.

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—¿Por qué, Dios? ¿Por qué? —Me quejo.

Ahora estoy aproximadamente a metro y medio más cerca del suelo que hace un momento y temblando violentamente. —¡Mierda! O esto va a tomar toda la noche, o sólo voy a caerme hacia mi muerte. No, no pienses en caer. Oh dios. Mis ojos se cierran fuertemente. —Bueno, esto va bien —murmuro. Lo que me saca de mi miedo es una súbita explosión de voces en la escalera, no muy lejos, un hombre y una mujer gritando. Hay una dura bofetada, algunos forcejeos, un grito. La ventana se cierra de golpe cuando la mujer sollozando es arrastrada y una puerta se cierra de golpe. Dios. ¿Era Amy? ¿Fue atrapada? Una extraña tranquilidad se filtra a través de mí: prefiero morir que volver ahí, por lo que la única dirección, para mí, es ir hacia abajo. Decidida, me libero mi punto de apoyo, de nuevo chillo y tropiezo junto con la gravedad hasta que mis pies encuentran el siguiente soporte para sostenerme. Repito el proceso una y otra vez, sin permitirme apartar la mirada de la sucia tubería a centímetros de mi nariz. No sé cuánto más tengo que seguir, pero parece que ahora el suelo tiene que estar más cerca. El sudor está haciendo el trabajo más duro y mis manos están perdiendo su capacidad de agarre. No puedo detenerme. Debo continuar. Mis muslos internos y las manos están en carne viva, y mis bíceps tienen espasmos de su esfuerzo sin precedente alguno. Mi pie resbala y pierdo el siguiente soporte, causando que el impulso se haga que baje el tubo como un bombero. —¡Ahh! La velocidad hace que el metal corte mi piel dolorosamente y el siguiente soporte rompe mi agarre. Aturdida por el dolor, siento como el tubo se desliza fuera de mi alcance. Mis brazos revolotean hacia atrás, mis pies levantados al aire.

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Voy en caída libre.

Traducido por Majo Corregido por lili-ana El agua está vertiéndose sobre mi cara. Es lo primero que siento mientras nado de vuelta hacia la consciencia y que casi morir ahogado. ¿Estoy bajo el agua? No, son gigantes, y grasientas gotas de lluvia, como sólo las puede haber en Nueva York, salpicando en cada centímetro expuesto de mí. El sonido de un trueno hace que mis párpados revoloteen para abrirse, y el cielo gris ondula dentro del foco, una mezcla de lluvia y amanecer. Por un momento registro nada más que la lluvia y es así como si fuera una flotante gotita de mí misma, pero entonces mi cuerpo se desquita conmigo y voy de cero a un dolor insoportable en un solo aliento. Mi cabeza está a sólo unos centímetros de distancia del borde de metal de un contenedor de basura y estoy extendida como una estrella de mar sobre montones de basura. Supongo que podría haber sido peor: podría estar muerta. Podría haber sido el pavimento en lugar de almohadas de residuos. Aun así, me pregunto si realmente puedo moverme. Siempre parecía un aterrizaje agradable y suave en las películas, cayendo en un contenedor de basura, pero mi cuerpo diezmado prefiere diferir. Con un gemido, muevo con cuidado los dedos de mis pies y manos. Cuando eso va bien, muevo mis manos sobre mi torso. Hay algo pegajoso a un lado. ¿Sangre? Trato de levantar la cabeza para echar un vistazo y siento un dolor punzante disparase en mi nuca que me hace contener mi aliento. Mierda. Eso tomará algún tiempo para acostumbrarse. Traigo cuidadosamente mis dedos cerca de mi cara para inspeccionarlos, pero la sustancia pegajosa en ellos no se parece a la sangre: es más como basura en descomposición. Maravilloso.

Duele, pero me las arreglo para obligarme a mí misma a sentarme y de alguna manera obligarme a trepar por el lado del contenedor de basura. Cayendo al suelo del

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—¡Arg!

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Ahora mis dedos son libres para masajear mi cuello y revisar mi cabeza. Sorprendentemente, no siento grietas o cortes. Me sostengo de cada trozo de fortaleza que puedo reunir para soportar el dolor e intento levantarme.

callejón, me acomodo en posición fetal en la esquina entre el edificio y el contenedor de basura y sucumbo a la miseria. Recomponerme en este momento es una de las cosas más difíciles que he hecho. Me siento exactamente igual que una persona que tiene miedo a las alturas y sólo acaba de bajar un edificio trepando por el exterior desde el quinto piso, caído, y aterrizado en la basura. Tal vez estoy en estado de shock. Tal vez estoy realmente muerta. Tal vez por eso cuando escucho un motor de motocicleta desacelerar y que pasa lentamente por el callejón no me preocupo de moverme para ocultarme mejor. Envuelvo mis brazos alrededor de mi torso y tiemblo, como un niño que piensa que es invisible si se cierra los ojos. El sonido de voces masculinas hablando sobre el zumbido de la motocicleta continúa por lo que se siente como un largo tiempo, y luego contengo la respiración mientras el motor rugiente se desvanece en la distancia. El cielo es más claro ahora. Más personas van a estar cerca pronto. Cuento hasta diez, y me pongo de pie. Mi visión está nublada con estrellas negras parpadeantes, pero se aclara lo suficiente para ver que es un callejón sin salida lleno de contenedores de basura y escombros con una sola apertura a la calle. Señalo para mí misma esa dirección, esperanza sobrecargando mis pasos que tropiezan por la velocidad. Tomo un par de pasos vertiginosos antes de registrar que todavía hay una motocicleta estacionada en la entrada del callejón. Un hombre grande se inclina contra ella, expulsando el humo de un cigarrillo en una nube oscura que va alrededor de su silueta. Su espalda mira hacia mí, mostrando el parche de Death Layer que cubre toda la parte posterior de su chaqueta de cuero. Mi adrenalina aumenta repentinamente, recordándome que aún no soy libre. El tipo motorista no me ha visto, sin embargo, así que todavía tengo una oportunidad, pero estoy congelada en medio del callejón como un ciervo ante los faros. Los segundos se extienden mientras inspecciono mis opciones.

—¿Eres tu Blair?

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Tiro de mi cuerpo hacia las cajas, pero en mi estupor he olvidado por completo el maldito grillete en mi tobillo y chocando con fuerza contra el empedrado, enviando chispas. La cabeza del hombre se mueve alrededor mientras me sumerjo en las cajas escondiéndome a mí misma bajo su peso y humedad, a sabiendas de que es demasiado tarde. Definitivamente me escuchó y me vio.

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Delante y a mí izquierda veo un montón de cajas de cartón que sobresalen de la barranca de edificios. Si puedo llegar detrás de ellas, pudría mantener mi ojo en el tipo en la moto y esperar a que se aleje permitiéndome salir.

¿Blair? Debe haber estado esperando a alguien. Debe pensar que soy su cita. Mierda. Efectivamente, la pesadez de las botas de piel se acercan con cautela a mi escondite. No hay nada que hacer más que tirar de las cajas sobre mí como un escudo. Resulta un maldito e inútil escudo, porque, mi fuerte es lentamente demolido. —Deja de jugar, no tengo tiempo para esta mierda. La voz envía el miedo en espiral por mis piernas y se hunde más profundamente, en busca de algo para usar como arma. Mi mano se posa en un pedazo de tubo de PVC al mismo tiempo que la última caja esta fuera de mí. Balanceo el tubo sobre algo, creo que su cabeza, y escucho una sarta de maldiciones. —¡Ya basta, dame el dinero! Una mano grande se cierra sobre mi muñeca y me da un tirón para levantarme hasta que los dedos de los pies están colgando fuera de la tierra. Mi presión arterial cae en picada y mi visión se nubla pero puedo sentir que estoy atrapada entre la pared de ladrillo y el cuerpo igualmente infatigable de mi captor. La tubería todavía agarrada en mi puño pero sus dedos se cierran sobre mi muñeca. Es inútil. Me sacude la mano hasta que lo dejo caer, la presión de sus brazos y su torso en mi contra haciendo que sea difícil respirar. Dejo escapar un gemido gutural de derrota y frustración. —Bane —gimo—. Me estás haciendo daño, ¡Maldita sea! Parpadea hacia mí, poniéndose al día. —¿Roja? —Su voz es sobresaltada, y parece que le toma un minuto el creer que sea yo realmente debajo de toda la suciedad y contusiones—. Jesús, ¿Qué coño? Apestas. ¿Cómo demonios llegaste aquí? —De mala gana, me permite deslizarme por la pared hasta que mis pies tocan el suelo. Da un paso atrás para estudiarme con la misma intensidad veloz que la de anoche, sus brazos me rodean como un corral—. ¿Por qué trataste de golpear me cerebro con ese tubo? Ya sabes, para ser una chica bonita de Whole Foods, no eres muy agradable que digamos.

Agarra mis manos y gira mis palmas hacia arriba, inspeccionando la piel en carne viva y los verdugones. Cuando mira de regreso a mis ojos, esa luz de curiosidad y

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—De ninguna manera.

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Aunque su tono es frívolo, Bane ha trasladado su mirada clínica de mí para barrer el callejón y puedo decir que está uniendo las piezas. Él se centra en el edificio de D.L. y sus ojos se entrecierran, calculando.

compasión es más fuerte. Hay algo más de hecho, también. Respeto, creo, con una fuerte dosis de escepticismo. —De ninguna manera —repite. Bane coloca uno de sus muslos entre los míos y empuja mi pierna a un lado, revelando la quemadura roja por la fricción. —¡Ay! —Me quejo—. ¡Me estás haciendo daño! —Bueno pues. Estás interrumpiendo un trato. El sentimiento de él sosteniendo firmemente mis manos y su musculoso muslo entre mis piernas me hace arder con mortificación y algo más. Su boca está a centímetros de la mía, su aliento caliente demasiado cerca para ser cómodo. Esos ojos fríos son implacables, prometiendo sostener mi mirada hasta que yo le conteste. —¿Te deslizaste por el jodido tubo de desagüe, Roja? De mala gana, le doy un rígido asentimiento. —¡Ay! —El repentino estallido de un musculo estirado me hace resoplar y me desplomo contra la pared. —Mierda. —Bane maldice—. No te preocupes, no necesito el dinero de todos modos. Blaire es fácil de localizar. Me encantaría dejar todo y… Dejando caer mi mano, Bane se frota la cara con cansancio. Yo diría que no ha dormido, tampoco. Murmurando, me da una mirada refunfuñona y se quita su chaqueta de cuero, revelando una apretada camiseta negra. Antes de que pueda admirar lo ajustada que está, él la saca también, y me asusta pasando el suave algodón por encima de mi cabeza. Su aroma es intenso y limpio, y mi pulso salta cuando él tira de su camiseta hacia abajo sobre mí con la mandíbula apretada. Sus dedos rozan mis caderas desnudas mientras tira de la tela hacia abajo para cubrirlas, y envía un cosquilleo entre mis piernas. —Será mejor que salgamos de aquí —gruñe—. Vamos. Sutilmente encoge su chaqueta de regreso sobre sus ahora desnudos hombros, me agarra por la cintura y me coloca sobre su hombro como mochila.

—¡No! ¡Bájame! —grito, dando patadas hasta que mi grillete lo golpea en las bolas.

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—No hay elección.

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—No, ¡No… no me lleves de vuelta allí, Bane!

—¡Mierda! Bien. —Al instante caigo, permitiéndome rodar por el suelo de forma poco suave. Estoy murmurando y frotando mi trasero cuando se cruza de brazos y levanta las cejas en desafío—. Vamos a ver cómo caminas, entonces. Sé mi invitada. Mirando hacia él desde los adoquines, me empujo a cuatro patas e intento colocarme en posición vertical. Me toma un embarazosamente largo tiempo. Mi presión arterial se desploma de nuevo y estoy viendo todo negro. Decidida a no desmayarme, contengo la respiración y aprieto los dientes hasta que mi visión es nítida. Inestable, arrastro los pies en un pequeño círculo para equilibrarme. La boca de Bane se presiona en una línea, una esquina arqueándose hacia arriba. — Eres el tipo adecuado ¿No? Patético. Me toma por encima de su hombro y camina fuera del callejón. —Bane… —Cállate. Me doy por vencida. Estoy agotada, maltratada y derrotada. Incluso después de una noche de insomnio, Bane podría aplastarme con una mano atada a la espalda y una pierna faltante. No tiene sentido resistirse. He perdido. Cerrando mis ojos, me entrego a la fatiga. El movimiento del cuerpo sólido de Bane llevándome me arrulla. Pero mi descanso es arrebatado cuando Bane de repente me vuelca a tierra, de regreso a la realidad. Me desplomo en una bola en un rincón, sólo consciente de que hace frío y mi piel dolorida se encuentra sobre baldosas duras. —No —gimo, protestando mientras sus manos agarran los lados de mi camisa. El sueño estaba tan cerca.

Ahora estoy sólo en mi sucio sujetador y ropa interior de nuevo. Las manos de Bane inclinan mi caja torácica hacia arriba de nuevo y me guían hasta que estoy

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Cuando no me muevo, él jura para sí mismo en voz baja y alcanza alrededor de mis caderas para el borde de su camiseta, invirtiendo el rollo hasta que se agrupa alrededor de mis brazos que no cooperan. Dándome otra mirada gruñendo, Bane se agacha delante de mí. Siento sus dedos trabajando bajo las articulaciones de los hombros doloridos, pero estoy demasiado cansada para ayudar u obstaculizar. Me acerca a él, apoyando mi caja torácica sobre sus muslos mientras trabaja la camiseta sobre mis hombros y cabeza con las manos sorprendentemente suaves.

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—Alza los brazos —gruñe Bane.

apoyada contra la pared, frente a él. Él llega a las correas de mi sujetador y mi respiración se vuelve entrecortada mientras me doy cuenta de su intención: va a desnudarme. Con un gemido, paso mis brazos sobre mi cuerpo. —Detente. Marca mi reflejo con una sonrisa. —Relájate, Red —susurra. Sus ojos se arrastran por mi cuerpo tiritando—. Tu nuevo perfume de basura podría convertir cualquier polla en un trapo flácido. Esa sonrisa irascible está de vuelta y me doy cuenta que está bromeando como Raquel haría, o Blake. O el señor King. El pensamiento despierta sentimientos mezclados, una guerra entre la sensación de deseo y desconfianza. —Eso es lo que estaba pensando —replico con voz ronca a través de la bruma de agotamiento y los nervios—. Por qué tus hábitos de prostituto podrían dar a cualquier señora erección sentido común. Parpadea hacia mí como si no estuviese seguro de si abofetearme o reír. En lugar de responder, se empuja sobre sus pies, abre un grifo y sigue sigilosamente a la distancia, golpeando una puerta de cristal esmerilada detrás de él. Una corriente caliente de agua cae en cascadas sobre mí y salto por la sorpresa. — Ducha. —Bane explica con ironía—. El jabón está encima de ti, a menos que prefieras que lo haga en tu lugar. Tienes diez segundos. Dolorosamente me apresuro a obedecer mientras él se aleja caminando con pesadez. Es la primera vez que he estado sola o limpia desde que el Mr. King me arrastró a este infierno, y a pesar de mi agotamiento me encuentro cantando en voz baja, quizás haya un fragmento de humanidad abandonada en mí, después de todo. Para el momento en que me he enjabonado y enjuagado por completo, casi me siento como una persona. Justo cuando apago el agua, veo la forma oscura de Bane llenar la puerta de cristal esmerilada y una toalla raída cae de golpe sin ceremonias en mi cara. —Toalla —gruñe antes de desaparecer de nuevo.

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Vestida, empujo la puerta del baño abierta y me encuentro en el dormitorio de Bane. Está sentado en la cama en pantalones de gimnasia, con las piernas cruzadas y sin camisa, comiendo comida china de un contenedor de comida para llevar.

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Desconcertada por su hospitalidad como hombre de las cavernas, me seco y envuelvo mi pelo en la toalla. Esta sorprendentemente limpia, pero vieja. Mientras poco a poco y con cuidado salgo de la ducha, me sorprende encontrar una gran camiseta blanca y bóxer cortos sobre el lavabo esperándome.

—¿Dónde aprendiste a cantar así? —pregunta. Cuando no respondo, Bane suspira y deja caer una caja hacia mí que apenas me las arreglo para atrapar—. Come. Sus ojos me siguen mientras precaria y lentamente me siento en el suelo lo más lejos de la cama como sea posible. Más urgente que mi desconfianza y la atracción a Bane, sin embargo, está mi estómago gruñendo. No puedo recordar la última vez que comí. Levantando la tapa del recipiente de comida para llevar, veo que es arroz con pollo frito. Mi estómago deja escapar un rugido hambriento que probablemente puede ser escuchado en el edificio del Empire State. Estoy a punto de cavar con mis propias manos, cuando una cuchara de plástico y servilleta de papel son lanzados a través del cuarto y justo en mi cara. —¡Ay! —¡Hey! —La voz de Bane es brusca—. ¡Los modales! No me molesto con darle una mirada fulminante. Estoy demasiado hambrienta y uso la cuchara para comenzar a llevar la comida hacia mi boca. Durante unos minutos felices, todo mi mundo gira alrededor del arroz y el pollo frito. La única cosa que interrumpe mi atracón voraz es el silbido de Bane. —Jesús —murmura—. Mi madre te azotaría el culo por comer así. “¿Cómo puede saborear si comes tan rápido?” decía ella. “No seas un animal”. —Sí, bueno, mi madre llamaría a la policía para ti por secuestro, golpiza, y matarme de hambre. —Tu mama suena débil. —Tu mama suena mala. —Mejor no. —Bane hace una mueca—. Y para que conste, yo no hice nada de esa mierda hacia ti. Resoplo en el arroz. —Para que conste, sí lo hiciste.

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—Vamos a poner estas jodidas cosas en claro, Roja, no sólo porque estás demostrando ser un monumental dolor en el culo, sino porque creo que podrías ser más lista de lo que pareces. Obviamente, eres demasiado inteligente para la pobre Coco, pero por el amor de dios, no le digas que lo dije. Voy a ponerme a tu nivel contigo aquí, porque creo que tu elevado juicio podría hacerte ver las cosas a mi manera.

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Los palillos de Bane se convierten en punteros.

—Nunca voy a ser de tu propiedad. Él se ríe. —Mira, ahora, admiro tus agallas, pero estás equivocada. Escúchame, sólo voy a decir esto una vez. —Bane baja su bandeja de chow-mein y nivela esos ojos calculadores sobre mí, repentinamente serios—. Si continuas así, los dos estaremos muertos para el final de la semana. Sí, los dos. Muertos. Mu-er-tos muertos. Necesito que enfríes tu mierda, y tú me necesitas para protegerte. ¿Ves? Nos necesitamos el uno al otro en este momento. No me gusta pero esto es lo que es. Rasco tu espalda, tú me rascas... bueno... siempre y cuando no te importe rascarme. Esa sonrisa infantil casi me hace sonreír a pesar de mi disgusto. Pero aplasto el impulso y digo con hirviente calma. —Por favor, déjame ir, Bane. La sonrisa de Bane se desvanece y sacude la cabeza lentamente. —No puedo hacerlo. Mira, no sé qué tienen sobre ti, pero estoy asumiendo que cubrían sus traseros de alguna manera antes de lanzarte aquí, ¿Estoy en lo cierto? Algún tipo de amenaza, ¿Qué sucederá si escapas? Palidezco, recordando de pronto la amenaza de Mr. King de matar a Rachel. —Eso es un sí. —Interpreta Bane. Estoy empezando a preguntarme si puede leer la mente—. Confía en mí, Roja, si ellos lo saben. Lo harán. Confiar. Eso es una cosa que desde luego no puedo hacer. Bane toma otro bocado de chow-mein, masticando pensativamente antes de continuar con la boca llena. —Lo harán sin importar nada, tan seguro como que el sol brilla. La muerte, violación, chantaje. Se arriesgan a perder demasiado si sólo una niña se escapa. Es todo un negocio para ellos, nunca quise ser parte de ello, pero bueno, no siempre conseguimos lo que queremos ¿No? Incluso si tú te alejas, encontraran la manera de hacer lo que prometieron y más. Te lo prometo.

—Así que ya ves —concluye—. No te quiero aquí. Pero te aseguro que no puedo dejarte ir.

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Bane se ríe de su propia auto-evaluación, y luego permite que la alegría se drene de su rostro. Algo demacrado y cabizbajo se esconde bajo las bromas. Puedo ver que lo dice en serio, y a pesar de mí misma, siento una punzada de simpatía por él.

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Traga, sosteniendo mi mirada con su intensidad. Su voz cae cerca de una octava. —Y si lograras escapar, se reflejaría sobre mí. Harías que sospechen que te ayudé. Entonces seré un traidor. Y Luego estaré muerto. Les encantaría tener una excusa para matarme, Roja. Tú eres su último de los pequeños intentos de hacerme tropezar, un anzuelo con cebo. Quieren que te deje ir. Quieren lo jodamos y les demos una razón para venir después por nosotros. Por difícil que sea de creer, no soy el señor popularidad por aquí ahora mismo. Impactante, lo sé.

Frustrada conmigo misma por creerle, dejo caer mi cabeza en mis manos. —No es justo. Él fue el que decidió unirse a una banda de motoristas. Si estar en una pandilla no es todos perritos y arcoíris, es su maldita culpa por hacer una mala elección. ¿Por qué debo pagar yo el precio? Yo, yo no tuve una opción. Pero puedo ver que no importa: los dos estamos aquí de todos modos. —Ven aquí —dice, acariciando las sabanas próximas a él. Mi cuerpo se cierra. De ninguna manera voy a ir a esa cama. Él suspira. —Estoy malditamente cansado, Roja. Quiero dormir y tú eres un riesgo de fuga. Así que vas a tener que dormir conmigo. Mi sangre se drena y luego se precipita de nuevo a mi cara y sacudo la cabeza con vehemencia. Rueda sus ojos y luego los lleva hacia mí. —Jesucristo, ya te dije, no voy a violarte. Tengo un montón de coños de la manera tradicional. Sus puños se cierran alrededor de mis hombros y me desliza hacia arriba por la pared hasta que estoy de pie. Sus fosas nasales se dilataron por la ira y su respiración es un poco pesada por el esfuerzo de elevarme. Uno de sus musculosos brazos va alrededor de mi cintura y presiona mi cuerpo al suyo como si fuera una muñeca de trapo, mis curvas amoldándose a él de forma natural a través de la fina tela de su ropa prestada. Fácilmente me lleva a la cama y me lanza, agarrando mi tobillo encadenado mientras reboto en el colchón. Busca en su bolsillo una llave y abre las esposas. Por supuesto, él lleva la llave de las esposas en su bolsillo. Porque. ¿Por qué no lo haría? Suspiro de alivio cuando mi tobillo cae libre, pero el alivio dura poco. Bane estira su cuerpo sobre mí y agarra una de mis muñecas, forzándolo dentro del grillete. Llegando por encima de mi cabeza, sus músculos desnudos ondulando en mi cara mientras entreteje la cadena alrededor de la cabecera de la cama y luego se ajusta hacia mi otra muñeca cautiva. —Joder —gimo.

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—Pervertida —argumenta Bane con una sonrisa.

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Estoy literalmente encadenada a la cama de Bane.

Él todavía está extendido encima de mí, la presión de su alarmante y masivo cuerpo. Sus labios con los míos casi tocándose, con los ojos tan frescos e intensos como siempre. Arqueo mi espalda sutilmente para tratar de aumentar la distancia entre la cara, pero me arrepiento: el movimiento lanza mis senos en su pecho y sus caderas rosan instintivamente las mías, en respuesta, un disparo de calor irradia hasta mi sexo. Un gemido sobresaltado escapa de mis labios al sentir su dureza entre mis piernas y mi aliento se atasca en mi garganta como una mariposa en una red. Bane cierra sus ojos y su rostro se asienta en un gesto que casi parece doloroso. Cuando abre sus ojos, la pregunta original está de vuelta. No puedo mirar a otro lado, una vez más, un ciervo ante los faros, y de repente sus labios calientes abrasan los míos. Por un momento me olvido de las cadenas, el club, y el mundo, y me derrito en él. Bane es todo hombre, ángulos cortantes, músculos y calor, pero cuando su lengua presiona contra la mía y envía una onda de choque de calor radiactivo a través de mi cerebro de repente me recuerda quién y dónde estoy. Me acuerdo de las cadenas. —¡No! —Tiro de mi barbilla poniendo distancia, jadeando, y aprieto los ojos cerrados—. No, detente. Por Favor. Bane se tensa, y siento su retirada, tanto física como energéticamente. Después de un momento de suspenso, se aleja de mí con un gruñido y apaga la luz. —Tenlo a tu manera. Se burlan de la polla de mierda.

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En la oscuridad lo escucho darle un puñetazo a la almohada un par de veces antes de acostarse sobre ella.

Traducido SOS por Mariela y SOS por NataliCQ Corregido por Annabrch

Me despierto ante el sonido de una llave girando para encontrar a Bane arrodillado sobre mi pecho, jugueteando con mis esposas. Sus muslos y, sí, el bulto de su entrepierna, están justo en mi cara. No se puede decir que es la peor manera de despertar, pero saca un jadeo agudo de mí. —Aww. —Me quejo. Es mi nueva palabra favorita porque, literalmente, todo duele. Bane mira hacia abajo y muestra esa fría sonrisa torcida. —Buenas noches, princesa —gruñe—. ¿Teniendo segundos pensamientos? Él se ríe y hace un empuje de cadera juguetón en mi dirección que casi me hace reír. No hay fin para la confianza de este payaso. O arrogancia. —¿Cómo voy a perdonarme a mí misma? —murmuro. Bane arquea las cejas. —No me preocupo por tu tono sarcástico, Roja. Duele como una erección sin descarga. De todos modos, es hora de levantarse. Es tiempo de fiesta de nuevo y vamos a volver a la casa club. Vamos a actuar geniales como si nada fuera pasado anoche. Nadie más se entera de que tu pequeña cita con la tubería de desagüe o mi pequeño replanteo en el callejón. ¿Lo tienes? —Bien —suspiro, frotando mis muñecas magulladas. Los ojos de Bane se entrecierran mientras pasa su mirada inspeccionando todo mi cuerpo. Se inclina sobre su mesita de noche, abre el cajón y deja caer un tubo de Neosporin en mi vientre. —Frótate esto, no necesitas ir por séptico. —Así que eres un gánster y un hipocondriaco. —Bostezo—. Un hombre de muchos talentos. Bane me lanza una mirada. —Tienes tres minutos. Agarré algo de ropa limpia para ti de Tink. Te sientes como del mismo tamaño.

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—Gracias, Bane —chilla él, imitándome—. Eres un muy agradable, sexy y atento motociclista. —Baja su voz exageradamente—. Eres bienvenida, Roja. No

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Bane me guiña un ojo y sostiene un delgado vestido negro. Su sonrisa es maniaca, pero ya que no tener otra elección arrebato la ropa interior de sus manos.

eres una horrible perra frígida. —Revisa su reloj y me da una nalgada en el culo, haciéndome gritar—. Ahora muévete. Tengo que bajar las escaleras en una hora. Él camina aireadamente hacia el baño para cepillar sus dientes. De alguna manera la única respuesta que puedo manejar para decir es—: ¿Los gansters tienen horarios? Bane reaparece, dándome una mirada de muerte. Su mirada me recuerda a la que ponía mi padre cuando estaba en problemas de niña, y me estremecí al imaginar lo que haría Bane si no conseguía lo que quería. Sin otra protesta, me estiro fuera de la cama y me muevo para cambiarme de ropa. Él está observando cada movimiento mientras empiezo a rodar su camiseta por encima de mi cabeza. Me siento sonrojar completamente con el calor, ruborizándome. —Date la vuelta. —Le ruego. Bane levanta las cejas, pero no se mueve, con un brillo juguetón en sus ojos. Apoyado en el umbral de la puerta, deja en claro que no va a ninguna parte. El cepillo de dientes apenas oculta su sonrisa de comemierda. —Bien —siseo. Volviendo la espalda hacia él, yo trato de ponerme el vestido sin quitar la camiseta. Es torpe y consigo tener mis brazos atrapados un par de veces, pero me las arreglo. Al tirar de la falda hacia abajo para cubrir mi culo, por fin oscilo fuera de los pantalones cortos de Bane, sintiéndome un poco victoriosa por conseguir atravesar esto sin mostrar mucho. Cuando me doy la vuelta, los ojos de Bane son inescrutables. Se enjuaga rápidamente en el baño y marchas de nuevo hacia mí. —Vámonos9 —dice él. Su mano callosa está sobre mi hombro mientras me dirige hacia delante de él por el pasillo, y no hemos dado ni siete pasos cuando Coco aparece fuera de su puerta. Claramente ha estado esperando por nosotros.

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Se encuentra en español en el texto original.

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—¡Oye! —El ladrido de Bane hace que Coco se apriete a si misma dentro de la pared, como un perro con miedo al cinturón—. Si ella es una perra supongo que eso te convierte en su idiota, porque ella seguro te lamió. —Una de las enormes manos de Bane todavía se cierra alrededor de mi clavícula, pero su mano libre se mueve con un dedo índice acusatorio en el pecho de Coco—. Te emborrachaste descuidadamente anoche Coco, así que me imaginé que sólo debía llevarla conmigo para custodiarla. No se puede confiar en ti. De cualquier forma se pone horriblemente solitario en esa enorme y vieja cama mía ¿sabes?

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—Bane —gime ella—. ¡Bebé no sé que pasó! Esta perra escurridiza…

Su fría sonrisa envía un escalofrío por mi espalda. Mi boca se abre. No sé si estoy más sorprendida de que Bane esté mintiendo y dando la cara por mí, o de que Coco está comprándolo y mirándome con algo parecido al miedo. Sin embargo no tengo tiempo para contemplarlo, porque la palma de la mano de Bane me da un empujón y estamos marchando hacia abajo, a la húmeda y maloliente zona del bar. Los gritos de Coco de “¡Bane, lo siento! ¡Mierda!” se desvanecen detrás de nosotros. La casa club del Death Layer está entrando completamente a la vida. Debe ser de noche pero todavía no hay alrededor muchos motociclistas; sólo unos pocos culodulces y la banda posicionándose. Aserrín fresco está sembrado el suelo fregado, pero la habitación todavía huele a licor con un rastro de vómito. Con el corazón encogido, veo que Amy está encadenada detrás de la barra de nuevo. Su cara es de color negro y azul, y hay marcas ribeteadas en el pecho desnudo y el vientre. Supongo que ambas perdimos la ventana anoche. Mierda. Entumecida, doy vuelta y doy un paso mecánico en la dirección de Amy para unirme a ella y atender la barra, pero Bane me jala de vuelta y me mantiene cerca de su pecho. —Nop —gruñe. Ese olor, el de su crema de afeitar, se extiende sobre mí otra vez; almizcle, pino, cuero, y siento su abdomen de lavadero direccionándome como un timón desde atrás. Yo acelero mis pasos para separar mi espalda de su frente, pero él se mantiene cerca y me permite sentir cada potente zancada mientras se cepilla en mi contra. El hombre es un tanque. Entre la vista de una maltrecha y derrotada Amy y la cruda sensación del duro cuerpo de Bane pastoreándome, comienza a hacer clic en mi cerebro el hecho de que puede que no haya escape de éste lugar. Eso, o que sólo tengo que trabajar más duro. Bane me está empujando hacia la cima del escenario de la banda. —Oye Carver —grita.

En respuesta, Bane agarra al aturdido chico por un lado de su chaleco y lo lanza fuera del escenario. Él se estrella contra una mesa y rueda al suelo, aullando.

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—Hola Bestia —balbucea Carver—. ¿Qué hay, señor?

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Un hombre joven y desgarbado con rastras se endereza desde el amplificador con el que estaba jugando y estira el cuello en nuestra dirección. Parpadea hacia nosotros con aturdidos ojos llorosos. Noto la parte posterior del chaleco de piel que tiene los colores del Death Layer pero en lugar de la parte superior diciendo el nombre del club dice “prospecto” con grandes letras mayúsculas.

—Estás despedido —anuncia Bane—. Cantas como un gato moribundo. — Bane me empuja hacia adelante, mirando alrededor de los aturdidos miembros de la banda con desafío—. Conseguí una nueva cantante para ustedes hoy, chicos. Toquen bien para variar. —Sus amenazantes ojos finalmente descansan sobre mí—. ¿Alguna pregunta? Todos sacudimos nuestras cabezas rápidamente, y con una sonrisa en mi dirección Bane salé del escenario y se deja caer en la silla de una mesa cercana. Carver se escabulle lejos y fuera de la puerta de la casa club, cojeando. Me siento mal por él brevemente, pero después recuerdo que estoy en un escenario en ropa interior y siento como me ruborizo a un rosa brillante. La banda y yo nos miramos entre nosotros como niños en su primer día de clases. Finalmente el tipo portando la guitarra eléctrica camina hacia adelante y me da un guiño lacónico. Él se ve joven al igual que Carver, pero su cabeza está rapada y su chaleco no dice prospecto. Él debe ser un miembro completo. —Soy 8-ball —dice él—. Ese es Chunk en la batería y Judge Jefferson en el bajo. ¿Si quiera puedes cantar? Su rostro escéptico me hace levantar mi barbilla. ¿Puedo cantar? ¿Quién carajos piensa que soy? —¿Te sabes “Cryin” de Aerosmith? —demando. Cuando 8-ball y Chunk asienten, doy un paso hacia el micrófono—. Entonces traten de seguir el paso, chicos. Sólo toma unas pocas barras para que 8-ball me sonría y asienta hacia mí, y todos sueltan una exhalación y se traban. Estoy en mi elemento, casi divirtiéndome… se siente bastante como a los conciertos que siempre había hecho en el bar del centro de la ciudad, exceptuando el pequeño y minúsculo detalle de que soy una prisionera. El bar comienza a llenarse y me pierdo a mí misma en la música por un momento, alejándome de la realidad.

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—Tomate cinco, tirones —gruñe 8-ball después de que el último acorde de poder de “Rock You Like A Hurricane” de Scorpion se desvanece—. Ellos acaban de llevar a los perros en la planta baja, así que sólo haremos un set más antes de la hora de lucha. Haremos alguna de Allman Brothers, Steppenwolf y terminamos por esta noche. —Él me da una pequeña sonrisa—. Nada mal, culodulce. Sólo no renuncies a tu trabajo diurno.

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De alguna forma 8-ball, Chunk, Judge Jefferson y yo nos las arreglamos para escalar y realizar dos sets completos sin conseguir que nos lancen ninguna botella o jeringa. Eso probablemente tiene algo que ver con el hecho de que Bane está haciendo un punto gritando levantado desde su posición vigilante en la primera fila. Me da la sensación de que ni siquiera los motociclistas del Club Death Layer se atreverían a abuchear si Bane está animando.

8-Ball guiña sugestivamente hacia Bane, y los chicos ríen. Mis mejillas se sonrojan de nuevo mientras que la banda se dispersa por sus botellas de licor. Cruzo mis brazos, insegura de a dónde ir. Hay musculosos motociclistas borrachos por todos lados y no me siento exactamente social. A través de la habitación puedo ver a Coco y a Amy trabajando detrás de la barra. Coco está mirando en mi dirección y si las miradas mataran yo sería carne muerta. Haciendo una mueca, veo a lo lejos, y me doy cuenta de que Bane está en una profunda conversación con un motociclista de barba gris canoso. En la pared de retratos de miembros del club, encuentro al de la barba en la fotografía del Sargento de Armas, un hombre fuerte con un rostro duro y cejas pobladas. Él y Bane están ambos gesticulando salvajemente hasta que Bane golpea la mesa con el puño cerrado. El barbudo se pone de pie con disgusto y explota con una mirada fulminante en dirección de Bane. Tal vez la afirmación de Bane de que está en desgracia con el club es realmente cierta. El descanso ha terminado, Judge Jefferson se está conectando nuevamente y Chunk cuya figura regordeta explica su apodo, está resoplando su camino por las escaleras al escenario. Sin pensar le tiendo una mano, tirando un sorprendido—: Gracias. —“Ramblin Man”. —Ordena 8-ball. No estamos ni a la mitad de la canción cuando el marchitado y moribundo Carver se escabulle de nuevo en la habitación, dirigiéndose en línea recta hacia Bane. Se agacha, gritando al oído de Bane, y veo la cara del hombre más grande ponerse blanca. Bane agarra el chaleco de Carver y lo empuja de nuevo en el escenario, haciendo un gesto hacia mí. —Vámonos, Roja —grita Bane. A la mitad de la letra y confundida, dudo —¿Qué? Esto logra sacar una maldición de Bane y él envuelve sus brazos alrededor de mis piernas y haciéndome caer.

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Mientras la banda continua tocando, Bane me columpia sobre su hombro y me carga fuera de la habitación como un hombre de las cavernas con un coro de gritos y gruñidos de los motociclistas. Mientras la puerta de la escalera se cierra detrás de nosotros, oigo los maullidos de Carver hacerse cargo de los altavoces.

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—¡Oye! —grito—. ¿Qué? ¿Qué hice? ¡Bane!

—¿Por qué? Pensé que estaba haciendo un buen trabajo —protesto. El miedo apreta mi vientre como una masa sólida. ¿Va a castigarme por algo? —No todo es sobre ti, princesa —murmura Bane. Él me arrastra hacia abajo un par de tramos y en un ascensor que cae en picado a las profundidades de la tierra, junto con mi estómago. Segura en los confines del ascensor, Bane me deja caer sobre mis pies. Mi cuerpo comienza a temblar incontrolablemente a su lado. Puedo adivinar a dónde vamos. —Bane —susurro— ¿Qué está pasando? Él se voltea con los ojos turbados hacia mí. —Sólo un pequeño inconveniente en el club D.L. que tengo que ordenar. —Bueno eso aclara todo. Este ascensor no es el que recuerdo de la última expedición hacia el Club D.L. Las puertas timbran al abrirse y un piso desconocido brilla con luces fluorescentes y pintura beige antiséptica. El bajo palpita en el suelo debajo de mis pies y puedo escuchar las voces apagadas, gritos y risas. Supongo que estamos justo encima del club en una especie de zona de organización. —Vamos —ordena Bane. Su mano se cierra alrededor de mi muñeca y me arrastra detrás de él como una bolsa de ropa sucia. Pasamos unas pocas habitaciones que se ven casi como consultorios médicos. Por delante, el sonido de un lloriqueo doloroso está flotando a través de la puerta abierta. Mi estómago se aprieta. Oh Dios. ¿Ahora qué? Estoy lo suficientemente segura que esa es la habitación a la que Bane me está arrastra. Él irrumpe en el interior, sorprendiendo al pequeño grupo de motociclistas con guantes de látex inclinándose sobre una mesa de acero inoxidable. —¡Aléjense de ese perro! —ruge Bane.

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Todos incluyéndome, parpadeamos hacia él con sorpresa. Un hombre que reconozco como Smokey rueda sus ojos e impacientemente se quita sus guantes, aventándolos en un bote. Jack está inclinado contra la pared fumando, una sonrisa presumida en su rostro. Algo se siente apagado.

—Por el jodido amor de Dios, ¿qué es esto, una intervención de PETA10? — grita Smokey. Sus ojos parpadeando sobre mí—. Sácala de aquí Bane. Bane repite—: Aléjense de ese perro. —Está acabada, Bane. Demasiado daño. —¡Jesucristo, que mierda está mal con ustedes jodida gente! —ruge Bane—. ¿Qué clase de mierda están tratando de presionar? ¿Robaron a mi perra y la pusieron en el jodido ring? Debería matarlos a todos ustedes jodidos bastardos justo ahora. Lentamente. Con una navaja oxidada. ¡Ustedes no tienen derecho de secuestrar mi mierda! Ni mi moto, ni mi perro, ni mi chica. Están cruzando la línea, idiotas. Soy un miembro cotizante de este maldito CM, no algún puto cliente del D.L. con una tarjeta de mora con la cual pueden extorsionarlo y joderlo. Smokey se catapulta debajo de la vehemencia de Bane y cambia de lado, revelando un sangriento pit-bull al descubierto en pleno gruñido tendido sobre la mesa. Dolor compasivo atraviesa mis entrañas; hay una laceración profunda en su pecho y marcas de mordidas a través de su cara y cuello. Creo que puedo ver las costillas a través de una herida en su costado. Una pata esta aplastada y casi parece desprendida. —Oh Dios —digo en un jadeo. Bane empuja a Smokey fuera del camino y me arrastra tras de sí hacia la mesa. Su mano es sorprendentemente suave mientras se extiende para rascar cuidadosamente la cabeza del perro. —Hey Jenny —arrulla él—. Oye niña, está bien ahora, papá está aquí. Todo va a estar bien niña, sí ya lo está. El medio, gruñido asustado se convierte instantáneamente a un gemido suplicante y la lengua del pitbull débilmente se dispara a lamer los dedos de Bane. —Llama al veterinario —demanda Bane. Jack niega con la cabeza. —No hay nada que hacer, Bestia. Mírala, ese pie se ha ido. —Ella es mi perro, ¡hijo de puta! —grita Bane—. No es del club. Que alguien llame al jodido veterinario.

PETA: People for the Ethical Treatment of Animals (Personas por la Ética en el Trato de los Animales), es la organización de derechos de los animales más grande del mundo. 10

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—¿De qué estás hablando? ¡Yo vivo aquí! ¡Pago un maldito alquiler!

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La voz de Jack es áspera y constante. —No deberías haberla traído a las instalaciones.

—Esto no es un spa de mascotas de mierda. Si un perro está en el edificio, consigue luchar para ganar su sustento. Si no puede luchar, lo ponemos abajo. Estoy cansado de tu puta mierda de corazón bando. Smokey levanta y presiona el mango de una Glock en el pecho de Bane. — Acaba con su miseria —dice Smokey con una sonrisa de satisfacción—. O lo haremos nosotros. La mandíbula de Bane se aprieta. Él le arrebata el arma de Smokey y le apunta a Jack. —Estoy cansado de ti jodiendo conmigo, Jack —silba Bane—. Los dos sabemos de qué se trata. ¿No te gusta que yo haga mi parte solo con las peleas justas y drogas, y estas tratando de revolver mi mierda, obligarme a entrar en el tráfico. Así que ayúdame Jack, nunca conseguirás que yo compre y venda personas o mate perros inocentes. Así que a menos que estés dispuesto a asesinar a un hermano a sangre fría, estamos en jaque mate. El rostro de Jack está de cinco tonos de púrpura. —Tú eres el que está apuntando un arma, hermano. —Jenny es mi perro, no el perro del club, pendejo —grita Bane—. Ella creció desde cachorra. Tengo una licencia para ella y todo. Así que me la voy a llevar a casa. Roja, recoger al perro. —¡¿Qué?! —chillo, sobresaltada—. ¿Yo? ¿Estás loco? Bane me azota con ojos furiosos, el cañón del arma va en mi dirección y salto, mis entrañas volviéndose frías. —Ok, pregunta equivocada —tartamudeo—. Estás total y jodidamente loco. —Recoge a la perra, Roja, y llévala hasta el ascensor. ¡Ahora! —Bane toma una respiración profunda y añade en el último momento—: Por favor.

—Buena chica —susurro—. Vamos, buena chica. Está bien cariño.

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Doy un tentativo paso más cerca, forzando a mi respiración a estar constante y tranquila, poco a poco levanto mi mano dentro de la distancia de olfato de su nariz. Ella empieza a gruñir, mira a Bane por apoyo, y huele. Ni siquiera me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que me lame la mano y dejo escapar un suspiro de alivio. Ella me aceptó.

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Miro del pétreo rostro de Bane al cañón de la pistola y a la perra, incapaz de decidir cuál de los tres es más probable que me mate. Es una verdadera cara o cruz. La perra y yo bloqueamos nuestros ojos y algo difuso y protector se agita. Ésta criatura está herida, amenazada y asustada como yo. Y, demonios, amo a los perros. Me rompe el corazón verla sufrir.

—Por ahora —silba Smokey con los dientes apretados. Ignorándolo, envuelvo con cuidado un brazo alrededor de la parte inferior de Jenny y su espalda y la llevo hacia el borde de la mesa. Ella es de un buen tamaño, tal vez 60 o 70 libras, y está mal herida. La mejor manera que puedo imaginar de levantarla es sólo abrazándola a mi cuerpo. —Eso es, eres una buena perra —gruño, cambiando mi agarre. Ella se queja contra mí instintivamente, lloriqueando. Me rompe el corazón—. ¡Muy bien, vamos! Echo un vistazo a Bane, cuya Glock prestada está señalando a Jack de nuevo, y salgo de la habitación. Tan pronto como estoy en el pasillo giro y me dirijo hacia el ascensor, mi adrenalina provoca que mi visión comience a desvanecerse en forma de túnel y la histeria amenaza con abrumarme. En los ascensores utilizo la pared para sostener al perro, así puedo liberar una mano y aplastar el botón de llamada. Mientras lo hago, veo a Bane entrando en el pasillo con su arma todavía señalando atrás a los motociclistas en la habitación. Él tiene locas habilidades caminando hacia atrás a toda prisa. —¿El elevador está abierto, Roja? —pregunta. —No —respondo, pero luego hay un timbre y la puerta se abre—. ¡Sí! —Entra, muévete hacia un lado, y mantén la puerta abierta para mí. Obedezco, y oigo el sonido de sus pasos golpeando por el pasillo. Se agacha y se enrolla en el ascensor como si pensara que es James Bond o algo. Lo miro en un montón en el suelo. No pasa nada por un momento, excepto que parpadeamos el uno al otro. —¡Pensé que estaban en el mismo club! —grito—. ¿Ustedes no tienen nunca conversaciones normales sin apuntar armas el uno al otro? —Sí, estamos en el mismo club de mierda —grita Bane—. Pero te dije, ¡esto es complicado! ¡Cierra la puerta! —Escucho más pasos corriendo por el pasillo—. ¡Date prisa! —Mierda —maldigo, luchando por no soltar a la perra y encontrar el botón—. ¡Mierda!

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Hay un sonido de bum proveniente de un arma de fuego y un ping metálico. Horrorizada, veo hacia un nuevo agujero en la pared del ascensor y dejo escapar un grito.

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—¡Cierra la puerta cierra la puerta cierra la puerta! —grita Bane.

—Maldita sea, fuera del camino —grita Bane. Se pone de pie, tirándome a un lado, y golpea la palma de la mano en el botón de cerrar la puerta, disparando ciegamente fuera del ascensor hasta que la puerta finalmente se desliza cerrada. Mientras el elevador asciende, él mueve sus labios con alivio y se vuelve hacia mí para tomar a la perra de mis brazos. —Está bien —arrulla—, está bien chica. —¡Ellos me dispararon a mí! —grito, golpeando la pared—. ¡Tus malditos amigos gánster me dispararon a mí, por tu culpa y la de tu gran boca! ¿Y en todo lo que puedes pensar es en la perra? —Estaba hablando con ambas —dice—. ¡Las dos son chicas! Furiosa, levanto mis manos para halar mi pelo, o sus ojos, o algo, pero le doy un vistazo a la cara de Bane y veo esa sonrisa de comemierda de nuevo. Incluso Jenny parece estar sonriendo. A pesar de mí misma, risas burbujean a través de mí. Quizás es el estrés riendo. O la histeria. No lo sé. Sea lo que sea, me rompo completamente deslizándome hacia abajo hasta que estoy resoplando y doblada en dos y Bane está riendo también. —Bastardo —gruño. Bane está satisfecho y riéndose de mí, así que empujo su brazo juguetonamente. Como si fuéramos Blake o Ava. Capturo la intimidad del gesto y abruptamente me detengo. Bane no es mi amigo. Él no es mi familia. ¿Por qué estoy de repente sintiéndome y actuando como si lo fuera? Mi sonrisa se congela y doy un paso atrás lejos de él en la esquina más alejada del ascensor. Las paredes parecen estar encogiéndose ante mí. —Hey, wow, tranquila chica —dice Bane—. ¿Qué está pasando? Estoy hablando contigo ahora, Roja. ¿Estás aún conmigo? No me asustes ahora. La bala esquivó a todos. Estas bien, ¿bien? Sólo puedo llevar a una mujer herida a tiempo. Te necesito estando bien. Me inclino, colocando mi frente contra el frío metal y me obligo a respirar correctamente y despacio. —No, sí, estoy bien.

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Para el momento en que estamos seguramente encerrados y confinados en la suite tamaño estudio de Bane, puedo decir que él está muy preocupado por la perra. Extiendo una toalla sobre la cama y él la posiciona en la parte superior para inspeccionar sus heridas.

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Demasiado bien, quiero añadir. Demasiada cómoda. Demasiado acostumbrada a ser la nueva mascota de Bane y pasando pequeñas aventuras en el edificio Death Layer juntos. Una feliz, retorcida y jodida pequeña familia.

—Mierda —murmura—. Aguanta, Jenny. —Saca su teléfono celular de su bolsillo y envía un mensaje de texto—. Voy a tener que llevarla a ver a alguien — explica—. Me gustaría llevarte, pero sabes, el riesgo de salir. Mi corazón salta a mi garganta. —¿Simplemente vas a dejarme aquí? No estoy segura de si estoy aterrorizada o aliviada ante la perspectiva. Si Bane me deja sola, seguramente puedo encontrar una manera de escapar. Mis ojos están lanzándose alrededor de la habitación sólo de pensar en ello; tal vez la estrecha ventana en el baño, ¿tal vez pueda correr por el hueco de la escalera de nuevo? Tal vez pueda encontrar su escopeta y disparar mi salida. Por otro lado, si Bane me deja, estaría sola en este horrible lugar. ¿Y si alguien me encuentra sola, sin protección? Sé que Bane me salvó de ser violada una vez. Aunque eso no es suficiente para fiarme de él, exactamente, todavía lo hace lo más parecido que tengo a un aliado. Su voz reproduce en mi cabeza eso que dijo la primera noche: Soy la mejor maldita cosa que podría haberte sucedido. Todavía no estoy convencida de que eso sea cierto, pero podría haber sido peor. Mucho peor. —Hmm, tienes razón. Dejándote sola no va a funcionar. —Bane se endereza y atrapa mis caderas con sus manos, cuadrándome para enfrentarlo. Me sondea con sus ojos, luego se ríe y niega con la cabeza—. No, no confío en ti tampoco. Que equipo. Mierda. ¿Puede leer mi maldita mente? Bane me da un pequeño empujón para que me tropiece en la cama al lado de la perra. El teléfono celular está en sus manos otra vez y está enviando mensajes de texto como una tormenta. —Voy a tener que hacer que venga aquí. Lo veo guardar el teléfono y mirando fijamente a su perra con solitarios y enojados ojos. Algo se agita en mí, tal vez piedad. Un hombre que ama tanto a un perro no puede ser del todo malo. —¿Es verdad? —pregunto—. Lo que le dijiste a Jack allí, quiero decir. Que va contra ti porque no estás de acuerdo con las peleas de perros y el tráfico de personas para el club DL, y ¿Jack está tratando de obligarte a hacer eso? ¿Manipulándote?

La sonrisa de Bane crece sin alegría y sombría. —Pero me crees ahora, ¿no es así?

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Me sonrojo. Obviamente, soy un peón en el juego de Jack. Bane ha estado diciéndome esto todo el tiempo. —Buen punto.

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Levanta una ceja hacia mí y barre su mirada sobre mi cuerpo con ironía. — ¿Que te dio esa impresión?

Nos miramos el uno al otro por un largo y pesado momento. Una sonrisa juega sobre los labios de Bane cuando no puedo negar inmediatamente. Se frota las manos por la cara y de repente se ve muy cansado. —¿Cuántas veces me has visto hablar con un hermano sin que se torne violento, Roja? Sacudo mi cabeza lentamente, comprendiendo. —Ni una sola vez. Bane asiente. —He estado en aguas problemáticas desde que el club DL abrió el pasado invierno. Se me hizo incómodo desde el principio, atendiendo a los putos ricos con apetitos pervertidos. Por no hablar de la gente detrás de todo esto... —Se queda mirando a la distancia por un momento—. Las reales malditas personas, con gran alcance —continúa—: Me sentí como si estuviera en una pendiente resbaladiza y resulta que estaba en lo cierto. No me gusta el comercio sexual ningún día, y definitivamente, no cuando su fuerza de trabajo no es de la variedad voluntaria. Me burlo. —¿Es siempre la elección de alguien? Bane se encoge de hombros. —¿En esta ciudad? —Hace una mueca—. Nueva York es un puto céntrico para el tráfico humano a nivel mundial. Estoy seguro que no quería dar un paso en esa arena movediza, así que hablé. Le dije a Jack y a los oficiales que permanecería organizando el programa para el ring de boxeo de los socios del Death Layer con la clase alta. Eso está bien para mí, sólo hombres adultos golpeándose entre sí hasta hacerse una pulpa el uno al otro por dinero. No se consigue ninguna objeción moral a eso. Maldito y noble deporte, negocio limpio. Honrados, juegos de azar pasados de moda, nada más justo en la vida. Sacudo mi cabeza en desacuerdo, pero Bane sólo sonríe. —Parecía como si ellos me hubieran dejado, también —suspira—. Hasta hace un mes, cuando Jack dijo que quería hacer del piso de abajo del Club DL la única empresa de negocios del club. Resulta que a los ricos pervertidos les encantó y es una fuente de ingresos de mierda que va mucho más allá de los sueños más salvajes de Keller. Así que el club votó. Ese voto fue el principio del fin para mí; fui el único que voto en contra, además de Judge Jefferson, pero él es fácil de controlar. Ahora soy la persona no grata.

—¿Por qué? —Suena indignado y se apoya en un codo—. ¿Qué quieres decir con por qué? ¿Por qué lo crees? ¿No tienes un puto cerebro?

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—¿Por qué? —pregunto, curiosa, a pesar de mí misma—. ¿Por qué votaste no?

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Se desploma pesadamente en la cama junto a mí, y Jenny se acurruca en su costado. Mira su reloj y frunce el ceño. —Es mejor que el Veterinario llegue aquí pronto.

—Quiero decir, creo que el tráfico de personas es fundamentalmente mala — digo con cuidado—. Pero no sé cuál podría ser la objeción de un gánster. —Soy un miembro de un club de motociclistas —gruñe—. Un jodido motociclista, Roja. No un gánster. Pero ya estás insinuando que crees que soy un matón sin alma, y por lo tanto no puedo tener una conciencia, ¿verdad? —Bueno, sí. —No voy abandonar el tema—. Haces un montón de cosas que una persona normal diría que están mal. Disparar a la gente. Tríos con mujeres que llamas tu “propiedad”. Lo que sea que estabas haciendo en el callejón esta mañana. El juego ilegal, acabas de decirlo. Mantenerme prisionera. Bane aprieta los dientes. —Estás simplificando demasiado las cosas. —Parece bastante simple para mí. Se empuja a sus pies y se pasea de un lado al otro. —Empezó bien, ¿sabes? No solía ser así. Solíamos representar algo, Roja: la fuerza, la libertad, la comunidad, y la independencia en un sistema que no funciona. Sólo las cosas que cualquier chico joven quiere. Sí, está el dinero y el sexo fácil también, claro, y por qué demonios no, ¿sabes? Sólo se vive una vez. —¿Y una pandilla es la mejor opción? Se ríe. —No sabes de lo que estás hablando, princesa. No todos conseguimos becas para la maldita Yale. —¡Michigan! —La enojada corrección está fuera de mi boca antes de que pueda detenerme. Bane me está estudiando con una ceja levantada—. Es una universidad pública. —Estoy seguro que lo es. —Bane se frota la cara con cansancio—. Mira, Death Layer era grandiosa antes de que Jack saltara dentro de toda ésta jodida mierda de mercado de esclavos. Se supone que es acerca de la libertad, Roja, ¿no lo ves? Pero ahora estamos vendiendo gente. ¿Cómo tiene sentido eso? —No lo tiene. —Estoy de acuerdo en voz baja. La mirada de Bane va hacia mí, con el rostro tenso. Lame sus labios. —Mi hermana fue secuestrada —admite—. Alice. Tenía catorce años. Yo tenía dieciséis. Nunca supimos de ella. Una joven hermosa, siempre me imagino que debió haber terminado en algún infierno como éste, violada y usada hasta que...

Sacude la cabeza y levanta sus tristes ojos hacia los míos. —Parte de la razón por la que me uní a Death Layer CM en primer lugar era porque sería fuerte —

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Mi boca está seca y es difícil encontrar las palabras. —Lo... lo siento, Bane.

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Su voz se ahoga y de repente deja de moverse, recomponiéndose.

explica Bane con voz ronca por la emoción—. Así nadie podría meterse conmigo y los míos de nuevo. Las cosas empezaron a cambiar, pero solían simplemente dejarme hacer otras cosas. Estoy camino a Capitán, por lo que estaba viajando un montón de tiempo de todos modos. Pero ahora Jack está inclinado y apoyado en mí. Creo que sólo uno de nosotros vivirá al final. Bane sacude la cabeza hacia mí con tristeza. —Estás en la guinda del pastel, Roja. El lugar equivocado en el momento equivocado. No quiero esto, no me gustan los daños colaterales. —Bueno, es una pena —murmuro—, porque aquí estoy. —Aquí estas. —Sus embrujados ojos me están buscando, ésta vez con cierta urgencia. Toma mis hombros en sus manos e inclina la cabeza cerca de la mía—. Te diré algo, Roja. Tengo un plan. Voy a tener a un golpe de suerte llegando, tan pronto como pueda rastrear a Blair. Voy a conseguir papeles falsos. Emigrar. Mi papá es de Canadá, tiene una casa de campo en Nueva Escocia donde puedo esconderme y comenzar de nuevo. ¿Por qué no te llevo conmigo? No perteneces aquí. Puedo sacarte. Un momento pasa y sueño con lo que podría ser huir con éste hombre, dejarlo todo atrás y empezar de nuevo en un lugar nuevo… y entonces me acuerdo de mi vida, mis amigos, mi hermana Rachel... La sospecha me atrapa. —¿Por qué me ayudarías, después de todas las cosas que me dijiste sobre el club y la forma en que los dos van a matarse? —pregunto—. ¿Qué hay en eso para ti? —Sólo soy un puto héroe, supongo. Él está acercándome y puedo ver su pulso moviéndose en su cuello, oler su aroma, y casi saborear la peligrosa suavidad de sus labios. Un músculo se marca en su mandíbula y sus dedos cavan más profundo en la carne de mi brazo como garras. Se ve como una bestia, salvaje y aterradora. Parece como si pudiera comerme viva. Y podría disfrutarlo. Una sirena zumba, pero me toma un minuto para darme cuenta que es el tono de Bane y salimos de nuestro concurso de miradas.

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Gracias a Dios. Un minuto más mirando a esos fríos ojos e insondables y no sé lo que hubiera pasado. Bane se aleja para contestar la llamada, da la dirección, y se desploma en la cama junto a Jenny, mi cabeza entre mis manos. Tengo que encontrar una manera de salir. Esta noche.

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—Mierda —gruñe—. Es el veterinario.

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Antes de sucumbir a la bestia.

Traducido por Dianna’ Corregido por Annabrch El veterinario es muy diferente al Dr. Doolittle. —Hola Meat Grinder —dice Bane, palmeando al veterinario en el hombro y guiándolo a la habitación—. Gracias por venir. Meat Grinder es una montaña de músculos al igual que los gorilas del club D.L. en la planta baja, y lleva la insignia del club Death Layer extendida sobre su espalda en un chaleco de mezclilla raído. En lugar de ciudad de Nueva York, la parte inferior, dice Nueva Jersey. Está cubierto de tatuajes con grandes expansiones para los oídos y una expansión para labio. No sé si he visto una expansión de labio antes, definitivamente no una expansión de labio color púrpura en un motociclista que también por la noche es un veterinario. No puedo evitar mirarlo, y sus enormes ojos negros vuelan sobre mí. —¿Qué estás mirando? —gruñe. —Na… nada —tartamudeo. Ignorándome, los dos hombres se mueven hacia la cama para examinar a Jenny, cuyos gemidos se están haciendo débiles. Los dedos de Meat Grinder trabajan con cuidado sobre la pata casi rígida y rota. Bane está susurrando balbuceos infantiles y rascando detrás de las orejas de Jenny. Actúa como si amara a ese perro tanto como yo amo a mi hermana. Después de un escrutinio tenso y exhaustivo, la cara de Meat Grinder se oscurece. —Es malo, Bestia —dice. La frente de Bane está sudando y nunca he visto esa expresión de su cara antes, suplicante, vulnerable.

—Dame un poco de agua caliente —gruñe Meat. Bane frunce el ceño.

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Meat no responde a la pregunta, pero levanta un maletín negro a la cama y lo abre haciendo un chasquido. Dentro hay un montón de cosas, diminutas cosas que parecen de metal, botellas de medicinas, y una sierra. Saca una jeringa y la llena con algo claro.

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—¿Puedes salvarla, Meat? ¿Hacer tu magia?

—Como, ¿un poco caliente o hirviendo? —Hirviendo, hombre. Hirviendo. —Meat le rueda los ojos a Bane y clava la aguja en las patas de Jenny. Ella ni siquiera se inmutó—. Va a estar fuera en sesenta segundos y luego voy a quitar esta pata. Mi estómago se revuelve. Pobre perro... Incluso Bane se ve un poco verde. —Mierda —gruñe—. Bueno, está bien, tú eres el profesional, lo que digas. Sólo no la dejes morir. ¿Algo más que necesites? —Meat sacude su cabeza—. Volveré enseguida —promete Bane. Bane cierra la puerta sin una segunda mirada. En su prisa por ayudar a Jenny, Bane deja la puerta balanceándose abierta, y rápidamente levanto mi pie como una cuña para detenerla de cerrarse. Escuchando, oigo las botas de Bane golpeando por el pasillo hasta que se desvanecen en el hueco de la escalera. Oh, Dios mío, aquí estoy a solas con una puerta abierta. Ésta podría ser mi última oportunidad de largarme del club Death Layer. Mordiendo mi labio, observo a Meat Grinder trabajar sobre el perro. Sus grandes manos son sorprendentemente estables y ligeras mientras limpian las heridas de Jenny. Él está absorto en su tarea y se ha olvidado por completo de mi presencia en la habitación. Demonios, ¿por qué debería verme o prestarme atención? Por lo que él sabe sólo soy alguna soñadora culodulce enamorada que está siguiendo a Bane a todas partes como Coco o Trinity o Tink Sólo vete, Ava.

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Manteniendo mi ritmo normal, compruebo por encima de mi hombro. Meat Grinder no ha notado que me fui, y no hay nadie más alrededor. Todavía es la hora de la diversión de los motociclistas, y todos los miembros del Death Layer y las groupies probablemente están ocupados siendo perversos, viendo las peleas en el club subterráneo del DL o arrastrándose para competir con sus Harleys en la carretera FDR o lo que sea que los motociclistas hacen por la noche. No sé lo que hacen. Todo lo que sé es que tengo que irme.

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Lo dudo sólo por un segundo. Decidida, me escabullo en silencio por la puerta del dormitorio de Bane, la cierro suavemente detrás de mí, y camino casualmente por el pasillo hacia la escalera.

Me dirijo hacia la ventana familiar en el quinto piso. Empujo con todas mis fuerzas contra el borde de la ventana, pero no se mueve. Incluso golpeo mis palmas contra el cristal, pero es sólido. No hay nada cerca para usar para romperlo, y los bordes están clavados. —Mierda —siseo. Reprimiendo mi creciente urgencia de gritar, apoyo mi frente contra el alfeizar para pensar en mis opciones. Si Bane fue al bar por agua caliente, probablemente sólo tengo diez minutos antes de que regrese y se dé cuenta de que he volado del gallinero. Debo seguir bajando, más lejos de él. Tiene que haber otra ventana en el hueco de la escalera, o por lo menos una planta baja con salida; una puerta de entrada de la calle. Los motociclistas y las culodulce son libres de ir y venir en el edificio. Si actúo fría y nadie me reconoce, puedo retirarme también. Corro por las escaleras, permitiéndome ganar velocidad mientras piso tras piso pasa sin ventanas. Justo cuando salto aterrizando en la planta baja, la puerta de la sala se abre y me golpea en la barbilla. Estoy corriendo tan rápido que ni siquiera puedo detenerme para evitar el choque. —Joder —chillo, sorprendida. La velocidad y el dolor me arrojan a un lado hasta que me golpeo en los bloques de cemento de la pared del hueco de la escalera. —Guau, ¿quién es? —pregunta una voz grave. Gimiendo, alzo de golpe mi cabeza para ver quién es, sabiendo que esto no puede ser bueno para mis posibilidades. No lo es. Una cara familiar está mirándome con frialdad. —Bueno, pero si es la conejita playboy personal de Bane. —Sus ojos vagan brevemente sobre mí, y luego por las escaleras—. ¿Cómo te quitaste tu correa? ¿No sabes que no es saludable para la propiedad acercarse a la puerta principal? Mi garganta se ha secado.

—E… entendido —tartamudeo—. Estaba buscando a Bane…

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No puedo decir que estoy feliz de verlo, su enorme cuerpo está bloqueando la salida, encerrándome en el hueco de la escalera. Sólo puedo ir de vuelta arriba o abajo. Y no me gusta la idea de estar a solas con él en un hueco de la escalera vacío.

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—Smokey —grazno.

—No necesitas decirme a dónde ibas, puedo verlo en tus ojos. Te pusiste juguetona, estas buscando alguna gran polla para meter en tu culo. Bane no es suficiente para ti, lo sé. Estabas buscando esto. Él desabrocha el botón superior de la bragueta de sus pantalones vaqueros y subo un escalón por reflejo. —No, Smokey, Yo… yo… yo… —Yo… yo… yo… —Me interrumpe, burlándose de mi tono quebradizo—. Hablas demasiado, conejita. Tenemos algunos asuntos pendientes, tú y yo. —Los puños de Smokey se cierran sobre mis muñecas, me jala de vuelta a su nivel y me gira, golpeando mi vientre y cara contra la pared de cemento duro—. Bane es demasiado suave contigo, pero yo voy a follarte hasta que no puedas caminar. —¡No, Smokey para! ¡Déjame ir! ¡Suéltame! Él me tiene inmovilizada contra la pared con su cuerpo y puedo sentir su aliento caliente haciéndole cosquillas a mi oreja. Huele a whisky y cigarrillos. —Eres un saco de huesos para que un hombre folle. —La voz de Smokey es cruel—. Ese es tu trabajo aquí, y voy a follarte esta vez bien y duro. —¡No! ¡Déjame ir! ¡Déjame! ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude! Cuando me agito en su contra él presiona su torso contra mí, apretándome, y siento mis costillas aplastándose. No puedo respirar. —¡Por favor, detente! —jadeo—. ¡Ayúdenme! ¡Ayuda! —¡Ayúdenme! —Él echa la cabeza hacia atrás y grita, riendo burlonamente—. ¡Ayúdenme! El sonido de nuestra voz hace eco a través del hueco de la escalera y muere. Los fríos ojos de Smokey vuelven a mí. —¿Ves? No hay nadie alrededor, conejita. ¿Quién va a ayudar a una putita como tú?

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Él me da vuelta para que mi espalda esté contra la pared y mis pechos y vientre son aplastados por el abdomen de Smokey. Con una mano él contiene mis uñas arañando y con la otra me da una bofetada en la cara, con fuerza. Jadeando, pongo una mano temblorosa en mi boca. Cuando la alejo, veo sangre.

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—¡Eso no es lo que soy!

—Lo eres si yo digo, perra luchadora. —Smokey ríe—. Yo digo que eres una puta. Eres mi puta ahora. Vamos a ver si ese cabello rojo tuyo es realmente natural. ¿Combina la alfombra con las cortinas? Los dedos de Smokey están buscando a tientas alrededor de mi ingle y levantando la falda de la estúpida lencería que Bane me hizo vestir hoy. —¡Detente! Frenéticamente trato de empujar la tela hacia abajo, pero Smokey estrella su cuerpo contra el mío y me aplasta entre él y la pared. El impacto me saca el aire y hace que mi cráneo zumbe. Sólo por el placer de hacerlo, él jala mi cuerpo lejos de la pared y lo estrella de nuevo una segunda vez hasta que mis huesos están resonando como un pinball. —¡Smokey, no. Detente, por favor! —Escupo las palabras, todo mi cuerpo temblando—. ¡Ayuda! ¡Ayúdenme! —Cuanto más luchas más lo disfruto. —¡No! ¡Ayúdenme! —grito. Él me da una bofetada en la cara de nuevo y empuja su mano sobre mi boca, amordazándome. Trato de quitar sus dedos, pero no puedo. Muerdo tan duro como pueda en su piel, pero su agarre no afloja, incluso cuando saboreo la sangre. Es demasiado fuerte. Lágrimas de rabia y miedo corren por mi cara mientras él trata con torpeza de desabrochar el resto de los botones de su bragueta. Esto es todo. De repente nos estamos deslizando de lado al suelo. No hay nada que tome para un agarre y mis brazos no están libres para evitar mi caída por las escaleras. Aterrizo con un grito de dolor cuando mi cabeza golpea el borde de un escalón y me deslizo por las escaleras, golpeando una parada con una dolorosa águila extendida en el siguiente rellano. Mis piernas están sobre mí en las escaleras y mi cuerpo está retorcido debajo como un pretzel roto.

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Dejo que mi cuerpo se desplome en una bola adolorida por un minuto. Rodando a mi lado, uso mis brazos para subir hasta sentarme. Olas de aturdimiento corren sobre mí, y tengo que agarrar la barandilla de la escalera para mantenerme estable. Poco a poco noto los golpes y forcejeos y maldiciones que vienen de arriba. Una vez que el mareo pasa, miro hacia el primer piso.

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Estoy tan aturdida por la caída que me toma un segundo darme cuenta de que el peso corporal de Smokey no me ha seguido por las escaleras. Él no está encima de mí. No está a mi lado.

Dos hombres están luchando, y reconozco a Smokey y Bane. Smokey patea Bane en la ingle, enviándolo a toda velocidad hacia la puerta abierta. Mientras Bane trata de recuperar su equilibrio, Smokey mete la mano en una pistolera y extrae una Glock. —¡Bane! Mi voz es pequeña pero estridente y Bane pone su atención en la pistola. Él se lanza hacia delante, justo a tiempo, golpeando la mandíbula de Smokey y quitando su mano con la pistola fuera del camino justo cuando dispara. Yo grito y Bane ruge. —Hijo de puta —grita Bane—. ¡Estás muerto! Los pantalones desabrochados de Smokey se han deslizado por sus muslos, y, tropieza. Es justo la suficiente ventaja, y Bane empuja a Smokey al suelo. Ahorcajadas sobre el pecho de Smokey, Bane golpea la mano que tiene la pistola hasta que finalmente pierde su control sobre el arma. Pero Bane no se detiene allí. Sus puños vuelan, y los dos hombres gruñen con concentración o dolor. La ferocidad de los golpes de Bane me hace estremecer. —¡Bane! Él no puede escucharme sobre los bajos sonidos de impacto. La expresión de su rostro es aterradora, una máscara de decisión fría y resuelta. Bane golpea con tanta fuerza que la sangre salpica en las paredes que lo rodean. —¡Bane! Vas a matarlo. Lo está matando, me doy cuenta. Quiere hacerlo. —¡Bane! Dios mío, tengo que detenerlo, ¿no? Claro que creo que el mundo sería mucho mejor sin un bastardo violador como Smokey... ¿pero el asesinato? —¡Bane, no lo mates!

—¡Bane! ¡Detente! Por Favor.

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Usando la barandilla como guía, me impulso y empiezo a gatear y trepar por las escaleras un escalón a la vez. Todo el tiempo oigo la paliza delante de mí. Mi mandíbula, cuello y sacro palpitan, y estoy muy segura de que al menos torcí mi tobillo. Cada movimiento duele.

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No puedo dejar que Bane cometa un crimen atroz por mí. No lo puedo dejar. No se lo puedo deber. Es demasiado.

Pero él no se detiene. Me lleva demasiado tiempo el gatear hasta el primer piso. Llego el rellano del primer piso y estoy a sólo un brazo de distancia de los hombres. Tengo que apartar la mirada de la cara ensangrentada de Smokey, maltratada más allá del reconocimiento. En algún momento, Smokey ha dejado de moverse. No se ve como si estuviera respirando. No se ve como si estuviera vivo. —Mierda. El mundo se desliza debajo de mí mientras mi estómago hace espasmos y me obligo a apartar la mirada de la espantosa vista. Es el segundo cuerpo violentamente muerto que he visto en dos días... sólo he estado aquí dos días, pero siento como si hubiera envejecido diez años. Tratando de recuperar la compostura y mi respiración, apoyo mi frente contra la barandilla de las escaleras. Miro fijamente el remolino oscuro de la escalera desapareciendo debajo como el interior de una concha, enrollándose sobre sí misma en una espiral Fibonacci. ¿Cuántos pisos de profundidad tiene la casa de terror del club Death Layer? El club D.L. está ahí abajo en alguna parte, y la clínica zona fría de espera y los esclavos. ¿Qué tan profundo es? Profundo como el infierno. Estoy en la profunda, profunda mierda. Mi estómago todavía se siente pesado aunque está totalmente vacío, y estoy hiperventilando totalmente ahora, agarrándome a la barandilla para salvar mi vida. Bane parece finalmente recordar que estoy aquí. Él deja de golpear el cuerpo de Smokey y se sienta en cuclillas, jadeando. Limpia sus manos ensangrentadas en la camisa de Smokey y se arrodilla, estirándose hacia mí. Brazos fuertes se envuelven alrededor de mi cintura y me jala a su regazo, envolviendo mi tembloroso cuerpo en el suyo. Mi cabeza está escondida en su pecho y él está descansando su barbilla en la parte superior de mi cabeza, sus brazos juntando mis piernas y hombros contra él en una bola. Es cálido y sólido. —Shhh —susurra, meciéndome—. Estás bien. Está bien. —Siento sus labios presionarse en mi cabello—. Estás bien. Eres una loca, suicida, un dolor persistente en el culo. Pero estás bien.

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Nuestras miradas se encuentran y la niebla oscura se disipa de sus ojos. Suspira. —Deberías haberme escuchado, Roja. Ahora mira este lío.

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Doy un suspiro tembloroso mientras limpio mis ojos, levantando la mirada hacia él. —No está bien —trago—. Nada está bien.

Mi vientre se enfría. —¿Estás diciendo que es culpa mía? ¡Tú acabas de matar a Smokey, no yo! —¡Maldita sea, por supuesto que es tu culpa! —¿Qué mierda estás diciendo, que lo pedí? ¿Qué yo pedí esto? El rostro de Bane se retuerce. —Te dejo sola por dos segundos y en realidad, sabes qué, me retracto. Es mi culpa por pensar que tenías suficiente cerebro para no ir a lo kamikaze de nuevo y hacer mi vida más puta mierda. Tal vez no lo has notado, pero esto no es el Ritz Carlton. ¡No puedes simplemente bailar el vals más allá de la recepción! ¡Hay malditas consecuencias! —Tienes razón —digo sarcásticamente—. Guau. ¿Por qué no lo vi antes? Debería haber renunciado a la idea de que soy un ser humano real y que me he convertido en tu puta propiedad. Voy a guardar mi cerebro y mi auto respeto, y sólo voy a pertenecerte, ¿qué te parece? —¡Por el amor de Dios! Viste lo que le hicieron a Jenny: eso no fue un accidente. Era un mensaje. Somos los siguientes. —Bane mira el cadáver de Smokey—. Ahora, somos definitivamente los siguientes. Instintivamente, enrosco mis dedos en la camiseta de Bane, asustada y pequeña. Mi cerebro dando vueltas. —¡No tenías que matarlo! —He matado por menos. Nos miramos el uno al otro y un escalofrío pasa por mi espina dorsal. Le creo. A pesar de mí misma, me doy cuenta de que siempre le creo. Si él dice que su club podría matarnos, quiere decirlo. Estudio su apuesto rostro endurecido y siento lo mismo que sentí antes, que este hombre es capaz de cualquier cosa que se proponga. Es inteligente, rápido y despiadado. Él puede ser, a su manera, amable. Y desde luego, puede matar. ¿Cuántos ha matado?

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Con una velocidad sorprendente, se levanta de un salto y me jala a su lado, soportándome. Tratamos algunos pasos, pero mi tobillo no puede soportar mi peso.

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Bane me está estudiando también, y una sonrisa tiembla en la esquina de su boca. —Te ves como una rata ahogada —dice—. ¿Puedes caminar?

—Mierda —murmura Bane, y de nuevo me lanza por encima del hombro como un saco de patatas. Así es como llegamos de vuelta en su habitación, nueve pisos más tarde. Meat Grinder se encuentra todavía en la cama, ahora suturando el costado de Jenny. Ni siquiera se molesta en mirarnos cuando Bane camina directamente pasándolo hacia el cuarto de baño. Bane cierra y bloquea la puerta del baño detrás de nosotros, entonces me deja en el lavabo. Él extiende sus brazos alrededor de mí para lavarse las manos y abrir el botiquín. Observo sus movimientos mientras saca una botella de alcohol y bolas de algodón y las frota sobre sus nudillos agrietados. —Hijo de puta, eso arde —susurra. Es eficiente y meticuloso, incluso más, una vez que se vuelve hacia mí. Empezando con mi tobillo golpeado, junta mis piernas y limpia mis rasguños hasta que llega a mi cara. Nuestros ojos se encuentran brevemente antes de que su atención parpadee a mi labio cortado. La ira nubla sus ojos. —Lo siento —gruñe—. Siento que esto te esté pasando. Sorprendida por eso, me encuentro sin saber qué decir. Esta es la primera vez que se disculpa conmigo, y que realmente quiere decirlo. Sólo miro esos incomprensibles ojos marrón oscuro, más curiosa que nunca sobre este hombre. Él ahueca mi cara entre sus manos y hace una mueca mientras frota el algodón sobre el corte en el lado de mi boca. —¡Ah! —jadeo. —¿Verdad? —Articula distraídamente—. Arde como un hijo de puta. Listo, como nueva. Arroja el algodón utilizado en la basura y se vuelve hacia mí. Está de pie entre mis piernas y puedo sentir el calor irradiando de su cuerpo. Él ahueca sus manos alrededor de mi barbilla y sus pulgares trazan una línea a lo largo de mi mandíbula hacia mis labios. El tacto áspero de sus manos callosas pone toda mi piel de gallina, aquellas manos que acaban golpear a un hombre hasta la muerte. Los ojos intensos de Bane están quemándome viva.

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No sé lo que esperaba que dijera en este momento, pero estoy segura que no era eso. Muerdo mi labio, luchando contra las lágrimas. —¿Qué?

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—Hey. ¿Por qué no me has dicho tu nombre? —La voz de Bane es ronca y suave.

Me frunce el ceño. —¿Es que crees que si yo no sé tu nombre, no estás realmente aquí? Por el amor de Dios, realmente puede leer mis pensamientos. Es espeluznante. Asiento lentamente. —Algo así. —Estoy atrapado aquí también —dice—. Tú sabes mi nombre. Eso no es exactamente justo. Me río de lo ridículo de esta lógica y le doy una mirada irónica. —¿Justo? ¿En serio? ¿Ese es tu argumento? Su sonrisa se extiende hasta que tiene hoyuelos. —Mira, después de Smokey, ninguna de nuestras vidas vale mucho aquí. Sabrán que fui yo, y habrá un voto y un castigo, y voy a estar en desgracia. Es por eso que tenemos que ser inteligentes y tenemos que planificar y salir juntos. Tengo que escapar, y no puedo dejarte aquí sola. Éste es el momento. Nuevos nombres, nuevos trabajos, y una nueva vida. Con el corazón martillando, busco sus ojos. —¿Hablas en serio? —Me doy cuenta—. ¿Realmente vas a ayudarme a escapar? Los hoyuelos se profundizan, enloquecedoramente encantador. —No, querida, voy a salvar mi propio culo y te voy a incluir por buena suerte. La esperanza que desgarra mis tripas es casi dolorosa, y no puedo confiar totalmente en ella. —¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué no una de tus novias? Los ojos de Bane parpadean pero su mirada es firme. —¿Celosa, Roja? —Le devuelvo la mirada, de manera uniforme. Bane se ríe—. Mierda. Digamos que salvar tu vida se está volviendo una de mis pequeñas aficiones. —No estoy bromeando. Respóndeme, ¿por qué? Su sonrisa y sus manos caen y su rostro se arruga, casi dolorosamente. —¿Cómo puedes preguntarme eso? —Frunzo el ceño, insegura de lo que quiere decir, y él sacude su cabeza con incredulidad—. Jesús. Bien. Sólo dime, ¿estás dentro o fuera?

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Bane asiente, pero luce repentinamente cansado. —Está bien. Tengo un contacto que puede hacernos nuevos pasaportes: ayudarnos a empezar de nuevo. Bien podrías decirme tu nombre antes de que lo cambie.

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Aterrorizada de que mi oportunidad de escapar desapareciera, casi grito—: ¡Dentro!

Sus manos ahuecan mi barbilla otra vez y cierro mis ojos contra el torrente de sensaciones confusas. —¿Por qué es importante? —Quiero decirlo. —Su voz es un susurro. Sus pulgares se deslizan lejos de mis labios, por mi garganta para acariciar mi clavícula—. Quiero decir tu nombre cuando te toco. —Bane… —Quiero decir tu nombre para que sepas que sé que eres una persona, y que no me perteneces. ¿Está bien? Aturdida, parpadeo. Está tensó con algún tipo de emoción. Sus manos se deslizan sobre mis hombros, por mis brazos. —Quiero decir tu nombre —dice—. Así, cuando te toque, sabrás que sé que no estoy sólo tomando lo que es mío. —Sus dedos se cierran alrededor de mis costillas, bordeando mis pechos—. No eres como las demás. Y yo tampoco. Cuando te toco te estoy pidiendo algo, Roja. ¿No lo sabes? Se inclina más cerca, su aliento corriendo sobre mis labios. Puedo oler su aroma y ver cada grueso cabello de su barba de las cinco en punto. Mi corazón está martilleando. —Responde a mi pregunta, Roja. ¿Sabes lo que estoy pidiendo? Sé exactamente lo que está pidiendo. Sé lo que quiere. Pero miento. Aparto mis ojos de su mirada que lo sabe todo. —No sé de qué estás hablando, Bane. Su agarre se aprieta en mis costillas. —Sí lo haces. Dime tu nombre. —No. —Maldita sea, Roja.

No puedo con esto ahora mismo. Es demasiado, justo después de Smokey.

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—Por favor, no, Bane.

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Él me sacude hasta que tengo que agarra sus hombros por estabilidad. El shock de tocarlo, de sentir sus manos agarrando tan firmemente debajo de mis pechos, es como un maldito rayo directo a mi entrepierna. Pero él está siendo demasiado duro, y estoy asustada.

Tan pronto como mis palmas aterrizan suplicantes en el pecho de Bane se congela, deteniéndose. Sus ojos arden en los míos, hambre y dolor, pero luego su expresión se suaviza. —Jesús —gime—. Lo siento. Me estás volviendo loco, mujer. —Inclina su frente contra la mía y suspira—. Lo siento. —Él aleja su cara de nuevo y planta un beso largo, cálido en mi frente—. Lo siento. —Sus labios rozan mi mejilla, suave y tierno—. Lo siento. Su boca se está moviendo hacia la mía. Un nuevo tipo de miedo me engancha y con un grito de asombro giro mi rostro. —No. Es una diminuta palabra, pero una importante, como un hechizo mágico que revela el carácter de una persona. Con Smokey, no funcionó. Con Bane, detiene el tiempo y agrieta el espacio abierto entre nosotros. Su cuerpo aún está tan cerca de mí como hace un momento, sus labios aún descansan en mi mejilla desviada. Pero lo siento irse. —Sí, señora. Lentamente, extrae su cuerpo del mío hasta que se aparta del lavabo, mirándome, y puedo ver el deseo en su rostro y el bulto en sus pantalones. Estoy confundido, hambrienta y asustada, agitada y excitada. No me puedo mover hacia él, pero quiero. Un beso todavía cuelga en el aire entre nosotros, pero ninguno de los dos se extiende para ello. Bane sacude su cabeza. —Es una lástima —dice—. Sé que me quieres, también. Justo en ese momento, hay un golpe en la puerta. —¿Bane? —La voz de Meat Grinder es seria—. Tienes compañía aquí.

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Bane frota sus manos por la cara y le grita—: ¡Sí, estaba esperándolos! —Él se gira hacia mí con una expresión sombría—. Malditas consecuencias, Roja.

Traducido por Dianna' Corregido por Juliette Bane y yo estamos de pie en la oficina donde todo esto comenzó para mí: la guarida de Jack Keller en el subterráneo del Club D.L. Puedo oír los gritos y gemidos de la droga, el sexo, y la lucha en la mazmorra por el pasillo. La habitación está densa con el sudor y suspenso. Seis oficiales con la insignia del club de motociclistas Deat Layer están sentados en sillones o apoyados contra el papel tapiz brocado y libreros. Sus rostros son tan serios como un ataque al corazón, tal y como el señor King solía lucir en las reuniones del consejo en Skollz Corp. Sólo que en vez de celulares inteligentes, todos estos tipos tienen armas. Estoy temblando a pesar de la alta temperatura. Mi vestido de ropa interior de encaje está desgarrado y patético, pero se siente de alguna manera apropiado. Nadie está prestándome mucha atención de todos modos, como si fuera un mueble o algo. De todas formas, no es tanto la exposición lo que me tiene temblando; sólo es puro miedo. Bane está en juicio. El hombre corpulento, barbudo que reconozco del bar como el Sargento de Armas está aquí. También lo está Judge Jefferson de la banda, que evidentemente por la noche es el tesorero del club. El presidente Jack Keller dirige la reunión, su severa cara petulante y leonina. Al final, se me ocurre que Jack me recuerda a Scar, el tío malo de El Rey León. No puedo dejar de mirar el vacío y quemadura donde la ceja de Jack debería estar.

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Todos los hombres arrastran los pies, tensos. El reloj de pie con el esqueleto y las iniciales D.L. grabadas en la parte superior me dice que hemos estado aquí por más de una hora, mientras los hombres interrogaban a Bane sobre la muerte de Smokey. Ahora Bane se aclara la garganta, tomando la palabra.

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Incluso suena como Jeremy Irons. —Todos ustedes directivos sean testigos — carraspea Jack entre caladas a su cigarro—. El Camino a Capitán Bane “la Bestia” Harme confiesa abiertamente que él mató a nuestro hermano Paul “Smokey” Gunn por un pedazo de culo sobre todas las jodidas cosas. Death Layer tiene una estricta política de no-matar entre los miembros. Despreciamos ese tipo de mierda. La retribución siempre ha sido sangre por sangre. Ahora les pido directivos que actúen como juez, jurado y verdugo.

—Despreciamos matar en Death Layer, ¿verdad? —dice Bane—. Eso es gracioso. ¿Qué pasa con la manipulación, robo, destrucción de la propiedad, violando la propiedad de un hermano? ¡Smokey rompió leyes también! —Bane levanta un dedo—. Uno, robó mi perra y la lanzó al ring, pero esas fueron probablemente tus malditas órdenes, ¿cierto Jack? Todos ustedes saben que no hago peleas de perros. ¡Maldito robo, sin mencionar que estuvieron a punto de matar a mi perra! Los ojos de Jack brillan pero no responde. Bane continúa, señalándome. —Dos, Smokey atacó mi propiedad. Dos veces. Ahora, aceptaste mis términos de que nadie la toque. Advertí al hijo de puta que hablaba en serio después de que se pusiera demasiado descarado ayer, y esta noche lo atrapé con los pantalones abajo y la polla afuera. ¿Esperan que sólo le diera un maldito manotazo en la muñeca? —¿Así que mataste a un hermano por un coño? —Esto viene del Sargento en Armas furioso. —¡Lo maté cuando me disparó! —El tono de Bane es inflexible y desdeñoso—. Pero se lo merecía antes. Te haría lo mismo, Breath Bug. ¡Estaba desarmado! Sólo hay un agujero de bala en ese hueco de la escalera, y cualquier idiota puede ver que no era de mi Remington. ¿Van a aplicarme sangre por sangre a causa de un acto provocado en defensa propia? Hay una queja por la habitación. Bane está tocando una fibra sensible. Trago, esperanzada. —¡Tiene sentido, gente! —grita Bane—. No habría tenido que matar Smokey si él hubiera actuado como un hermano. Pero si un hombre se mea en mis zapatos, malditamente voy a decapitarlo. Esa es la ley de la selva. Todos nos unimos a Death Layer para tener las espaldas del otro en este tipo de mierda, ¡no provocarla entre nosotros! Judge Jefferson se aclara la garganta. —Le creo a la Bestia, Jack —dice—. Estaba allí en la casa del club ayer cuando Smokey se puso un poco demasiado manoseador con su propiedad. Bestia le advirtió a Smoke que si sucedía de nuevo, tendrían un problema serio.

La sala estalla en gritos y todo es un caos hasta que Jack golpea un martillo en su escritorio. El silencio cae tan rápido como si se hubiera disparado un arma.

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—¡Jesús, tienes que estar bromeando! —grita Bane.

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—¡No importa! —Esto viene del tipo Sargento de Armas de nuevo—. ¡Bane mató a Smokey por una puta mujer! ¡Sangre por sangre!

—¿Sangre por sangre ley vigente? —grita Jack—. Votar sí o no. ¿Sí? Jack, el sargento, y otros tres chicos levantan la mano. —¿No? Sólo Judge Jefferson vota no, sus ojos moviéndose alrededor de la habitación nerviosamente. Bane sacude su cabeza y murmura como si orara por paciencia, rodando sus ojos al cielo. —Sangre por sangre, en efecto —anuncia Jack. Esas palabras no suenan bien. Tal vez sólo sea mi imaginación, pero las caras que nos rodean parecen endurecerse y volverse más siniestras, su humanidad retirándose de sus ojos mientras nos miran a Bane y a mí. Incluso Bane aprieta sus manos en puños tensos. —¿Bane? —susurro, mi piel de gallina—. ¿Qué es sangre por sangre? Él no me contesta. Perdida, doy un paso más cerca de él como reflejo. Temo averiguar lo que sangre por sangre significa, pero tengo el presentimiento de que voy a tener que hacerlo. Tengo miedo de los hombres que nos rodean, miedo de Jack, miedo de ser separada de Bane. Bane siente la presencia de mi cuerpo a su lado, lo puedo decir porque vuelve la cabeza hacia mí. Pero no me mira. Él está mirando a Jack, esperando. La habitación está en un silencio sepulcral. —¿Cómo va a ser? —demanda Bane. Hay otra larga pausa. Puedo oír el reloj de pie haciendo tic-tac, mientras segundos de nuestras vidas se desvanecen. —Dado que es un voto dividido —contesta Jack finalmente, con su única ceja ceñuda a Judge Jefferson—. Y porque quiero preservar la unidad y la fuerza de este club lo más posible a pesar del motín de ciertos malditos miembros que toman su coño demasiado en serio, voy a darle a la Bestia una elección de sangre. —Qué bueno —bromea Bane—. ¿Qué tal la tuya?

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—No abras tu maldita boca de nuevo excepto para responder a mis preguntas — dice Jack—, o te terminaré justo aquí. —La ceniza de su cigarro cae en una bandeja de plata. Jack asiente al reloj de pie—. Son las cuatro de la mañana, tiempo para la última

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Jack se inclina hacia adelante sobre su escritorio y baja su cigarro, gruñéndole a Bane.

pelea de eliminación de la noche, el clímax de entretenimiento de la noche para nuestros clientes de altos salarios. Tú dices quién va al ring, Bestia: tú o tu precioso coño rojo. —No puedes estar hablando en serio —grita Bane. —Personalmente me gustaría lanzarlos a ambos —grita Jack—. Pero a diferencia de ti, yo no dejo que mis emociones saquen lo mejor de mí. Smokey era un buen amigo, un gran piloto, un verdadero hermano. Ese es el precio por la muerte de Smokey: luchar por tu vida, o ella lo hace. Uno de ustedes va a ir al ring, ahora. Decide. Tic. Tic. Tic. Los segundos en el reloj esquelético se alargan y deforman, y mi cabeza se siente ligera, como si estuviera teniendo una experiencia extra corporal y estuviese mirándome desde arriba. Mi mente retrocede a cuando el Sr. King me arrastró por el Club DL, cuando vi al chico flaco con su garganta cortada en el ring y desangrarse en la arena. Esa pelea no fue justa: todo el mundo sabía desde el principio que el chico flaco, asustado no tenía una oportunidad contra el gigante fisiculturista con quien fue emparejado. Él simplemente iba a perder. Lanzando para morir. Cierro los ojos, tratando de que mi cerebro acepte lo que está pasando. Trato de imaginar la cara de Rachel por consuelo, pero sólo me provoca pánico cuando el pensamiento de que tal vez no pueda en realidad verla de nuevo se me ocurre. Si me ponen en el ring, moriré. ¿Cómo podría ganar? Nunca he peleado con nadie en mi vida, ni siquiera en el patio en segundo grado. Abro mis ojos y miro a Jack, cuyo rostro está rígido y carente de emoción. Él arregló esto, estoy segura. Las palabras de Bane vuelven a mí con una punzada repugnante: Les encantaría tener una excusa para que esté muerto, Roja. Quieren que lo jodamos y les demos una razón para venir tras nosotros. Bane tenía razón, y yo lo jodí. Sin importar cuán retorcida es toda esta situación, sin importar cuán desalmados y malvados son Jack y el club DL, me doy cuenta de que mis acciones tuvieron un papel decisivo en este momento. Podría haber escuchado a Bane. Podría haber intentado confiar en él. Pero no lo hice. Mi cabello se eriza cuando me doy cuenta de que no hay salida, no hay misericordia.

En el momento en que lo dice, mi corazón cae a mis pies y más allá. No, no puede. Él no puede entrar al ring. Esto no puede estar pasando.

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—Yo —anuncia Bane—. Yo entro.

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Cualquiera de nosotros que entre en el ring no va a salir.

Pero lo está. Jack asiente y dos gorilas dan un paso hacia adelante. Me empujan fuera del camino, flanqueando a Bane a cada lado. Uno toma el brazo de Bane y empieza a jalarlo hacia la puerta. Bane aleja de un golpe sus brazos. —¡No me toques hijo de puta! —espeta—. Voy a ir por mi cuenta o no en absoluto. Jack rueda sus ojos. —Déjenlo solo. Los gorilas dan un paso a un lado para dejar pasar a Bane. Su rostro está enojado y feroz y decidido y más guapo de lo que puedo recordar. Quiero detenerme, arrojarme a sus pies y obligarlo a quedarse. Algo dentro de mí estalla, un rugido de ardiente miedo y la sensación de pérdida me atraviesa. Me doy cuenta de que está eligiendo luchar y morir por mí. Por mí. No puedo perderlo. No puedo. El repentino conocimiento me impulsa y me deja vacía. —¡No! —respiro—. No, Bane, te mataran, ¡no lo hagas! ¡Jack, no! ¡Por Favor! Nadie me escucha, incluso cuando mis gritos alcanzan un tono histérico. Judge Jefferson viene detrás de mí y envuelve sus gentiles pero firmes puños alrededor de mis brazos, reteniéndome. Estoy llorando, conmocionada y aterrorizada por el dolor que ha convertido a mis miembros en plomo. Los segundos están pasando, mis últimos segundos con Bane. —¡No, no hagas esto Bane! ¡No hagas esto! —grito—. ¡Déjame ir! ¡Déjame hacerlo! ¡Métanme! ¡Bane, no, no quiero que mueras! ¡Por Favor! ¡Métanme en su lugar! Bane hace una pausa mientras los guardias abren la puerta para él. Gira su barbilla sobre su hombro y me mira por primera vez desde que comenzó el juicio. Cuando nuestros ojos se encuentran, tengo la sensación familiar que está leyendo mis pensamientos, viendo todo de mí. Su rostro se suaviza y hay un fantasma de una sonrisa en los labios. —Nos vemos, Roja —susurra. Se vuelve para irse.

Bane gira lentamente, frente a mí por completo. Él está parpadeando hacia mí con sorpresa, la vieja pregunta y la luz de la confianza de nuevo en sus ojos. Sus labios se

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—¡Ava! —grito. Esto detiene a Bane en seco y veo sus hombros tensos—. Mi nombre es Ava.

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No... No así...

separan, susurrando mi nombre. Me gustaría poder besarlos, verterme en ellos, pero un par de miles de libras de crueles motociclistas están entre nosotros y ninguno nos deja avanzar una pulgada más cerca del otro. —¿Qué es esto, una maldita telenovela? —ruge Jack—. ¡Adelante con ello! Bane trata de dar un paso hacia mí, pero los gorilas lo empujan hacia atrás y hacia fuera de la sala. —¡Maldita sea! —grita Bane al gorila—. No me toques de nuevo. Yo voy. Bane me da una última mirada de despedida, cargada de cosas no dichas. Sus ojos parpadean oscuros y luego se gira y desaparece por el pasillo con los gorilas. Los directivos del club se arrastran detrás de él, haciendo una especie de desfile oscuro a la arena de la muerte. Finalmente, Jack se para y me mira maliciosamente.

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—Bueno, ¿no eres curiosa Roja? —Se regodea—. ¿Por qué no vamos a ver?

Traducido por Mary Haynes Corregido por LOAM95 No hay música de tambores; la banda sonora de esta lucha será el latido salvaje de mi corazón en mis oídos. Claro, la gente está cantando su canción hambrienta de muerte. En mi periferia los veo lanzando escupitajos de sus labios retorcidos y sus puños golpeando en el aire, pero no puedo escuchar nada sobre el ritmo atronador de mi corazón y un claro ruido agudo en mis oídos, el mismo timbre que escucho cuando me despierto de un sueño. Sólo que éste no es un sueño. Ni siquiera es una pesadilla. Es algo peor. Acaban de abrir la puerta y empujar a Bane dentro del ring enjaulado. No puedo quitar mis ojos de él mientras da un paso adelante, todos esos noventa kilos de él cabreado e inquebrantable. Lo han despojado de su camisa y sus pantalones vaqueros por lo que está de pie en calzoncillos, sus tatuajes y sus músculos abultados reluciendo de sudor bajo los focos. Su frente se surca mientras encara a la puerta enemiga y espera, con las manos balanceándose sueltas a los costados. Dios mío. ¡Sus manos están vacías! Ni siquiera le dieron un arma. Soy vagamente consciente de que Judge Jefferson todavía me sostiene de pie y que estamos parados en el borde del cuadrilátero entre las puertas de combate, una especie de zona tras bambalinas sin asientos. Aquí es donde los oficiales de Death Layer vienen a mirar. Mis dedos están entrelazados a través de la cerca de cadenas que están por encima del cuadrilátero, como si escabullendo una pequeña parte de mi cuerpo a través de la cerca pudiera romper su barrera y liberar a Bane. Pero es una fantasía inútil. Él está ahí, yo estoy aquí y no hay nada pueda hacer al respecto.

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Mi boca cae abierta en pavor. Al igual que el ganador de la pelea a muerte de la que fui testigo antes, este nuevo tipo podría ser el doble de cuerpo de Schwarzenegger. Es pálido, con dientes faltantes, sin una oreja. Se parece a esas criaturas de aguas profundas con mandíbulas sobresalientes y ojos lechosos que se pasan la vida en las grietas más bajas del suelo marino arruinado por la lava y masticado por leviatanes. Él es un leviatán, totalmente una cabeza más alto y dos veces más ancho que Bane. Su ancho pecho y espalda están llenos con tatuajes de lo que parece el perfil de Moscú, todas las torres hinchadas, cruces y letras del alfabeto alienígenas. Claramente, este no

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Mientras miro fijamente, el cuerpo de Bane se queda completamente quieto y se echa a reír, con los ojos entrecerrados. Siguiendo la trayectoria de su mirada, veo por qué; su oponente ha entrado en el ring, y estamos dentro de una broma letal.

es su primer rodeo mortal. Probablemente ha estado aquí luchando a muerte durante toda su vida. Sin duda, parece que nunca ha visto el sol. ¿Dónde encuentran a estos tipos? ¿Es que jodidamente los clonan? Mi atención se centra en el colmo de la broma, la razón por la que Bane está riendo; el puño carnoso de su oponente está cerrado alrededor de un cuchillo de caza de 20 centímetros. Un maldito cuchillo de caza. Bane está desarmado y Jack lo lanzó contra el gemelo malvado de Vladimir Putin lleno de esteroides con un cuchillo de caza. Una emoción hueca se dispara por mis piernas, un sentido de conclusión inevitable. No hay manera de salir. Está ocurriendo, está ocurriendo ahora. Putin lanza su brazo armado con el cuchillo hacia adelante en un golpe pesado y el cuerpo de Bane se compacta en un paso ginga del capoeira, alejándose del golpe. Los dos hombres bailan alrededor del otro lentamente en el centro del ring, los antebrazos de Bane plantados como un escudo debajo de su barbilla. Putin se mueve como un camión de carga, aparentemente más lento debido a su tamaño, pero peligrosamente poderoso. Cuando su cuchillo aparece de nuevo, me doy cuenta de que su velocidad es tan potente como su circunferencia. Simplemente está aguardando. Esperando. Dando vueltas como un tiburón. Bane logra librarse del siguiente golpe y rápidamente consigue dar un puñetazo en la barbilla del hombre antes de alejarse de nuevo. La cabeza de Putin se tambalea un poco, pero sigue avanzando hacia Bane, arreándolo hacia la jaula. Cambio de táctica, Bane cambia la posición de sus pies y golpea el costado de Putin detrás de la cuchilla, lanzando una patada en un giro rápido y golpeándolo en el riñón antes de que el gigante pueda reaccionar. Sin embargo, esto no parece perturbarlo y Bane se retira. El cuchillo de Putin destella, y luego se están apoyando en la valla. Bane lo patea en las rodillas y espinillas, estancándolo, y puedo sentir cada golpe, la determinación en cada impacto de sus pies para que el hombre caiga. El hombre se abalanza, sin embargo, siguiendo deliberadamente el movimiento de Bane como un misil armado. Aún con lo duro que él está trabajando para desgastarlo con golpes y patadas, parece que su trayectoria hacia el borde es inevitable.

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Sus cuerpos chocan y gimo, aterrorizada, mientras el cuchillo se balancea hacia la cadera de Bane. Lo atrapa, sin embargo, una mano áspera cerrándose en la muñeca de Putin sólo en el último momento. Bane cava sus talones y acelera el cuerpo de los dos

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Putin se balancea de nuevo y Bane lo esquiva, pateándolo en los tobillos y haciendo contacto. Mientras lo hace, su brazo baja la guardia por una fracción de segundo. El hombre da dos pasos atrás, pero no se tropieza, en su lugar toma ventaja del descuido de Bane y se lanza hacia adelante como un tractor.

gravitando y bloqueándose el uno al otro, sus fuerzas opuestas llevan las cosas a un punto muerto en el centro del cuadrilátero como un par de osos bailarines. El brazo de Bane se presiona alrededor del lado donde está el cuchillo del hombre, manteniéndolo a raya, mientras que el cuerpo masivo de Putin hace el esfuerzo para empujarlo a la pared. Ninguno parece capaz de salir del abrazo de oso. Puedo ver los músculos del brazo de Bane temblando por el estrés y mi plexo solar tiembla con él. Los rostros de ambos hombres se concentran, sus respiraciones forzadas. Las venas sobresalen en el cuello del gran hombre y sus ojos se mueven hacia la valla. El punto muerto dura poco. Bane levanta sus rodillas hasta la ingle de Putin, rápido y furioso. En respuesta, la mano libre del hombre vuela por todos lados, maltratando las costillas de Bane. Su rostro permanece estoico, sin registrar ningún dolor, pero los golpes del ruso toman su parte y su agarre se desliza. El brazo del gigante con el cuchillo se está moviendo de nuevo. Al igual que una lucha de brazos infantil, ambos hombres transfieren toda su atención para lidiar con el cuchillo. Putin gana suficiente libertad con el brazo para retirarse a escasos centímetros, entrando en posición para apuñalar a Bane. Con gran esfuerzo, el hombre arremete el cuchillo hacia adelante. Bane usa la velocidad y tira del brazo más allá de su trayectoria prevista hasta que Putin tropieza hacia adelante, con la cabeza en la cintura de Bane. Rápido como un rayo, él tuerce el brazo con el cuchillo detrás de la espalda del hombre en un ángulo fulminante. Los dedos de él se aflojan y el cuchillo cae al suelo de arena. —¡Sí! ¡Bane! ¡Agárralo! —grito. Bane no puede mantener el ángulo del brazo por mucho tiempo, sin embargo, y trata de subir a su espalda. Pero el hombre gira como un toro loco, tirando a Bane. Cae al suelo y se arrastra rápidamente hasta el cuchillo, pero antes de que pueda agarrarlo, Putin se lanza. Bane salta fuera del camino, bordeando el cuchillo. El gigante está justo detrás de él, apuntando sus hombros hacia la cintura como un ariete derribándolo de lado. En el impacto, Bane se inclina hacia delante sobre el torso de él. Sus cuerpos se estrellan en la valla a un par de metros de mí y toda la estructura se sacude.

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Rápido como un rayo, Bane dispara su brazo izquierdo y lo enrosca alrededor de su cuello, haciendo un bloqueo con el otro puño y apretando ambos codos. Es una guillotina, y Putin se está asfixiando. Bane pone la cabeza de él bajo su axila, su bíceps expulsando el aire del otro hombre. Los brazos del tipo se sacuden a los lados de Bane, pero él no lo va a dejar salir de su dominio. Así que usa el agarre para forzarlos a ponerse ambos de rodillas.

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Lo mismo ocurre con mis rodillas.

El rostro de Bane se arruga por el esfuerzo mientras aprieta el brazo más y más fuerte alrededor del cuello del hombre. Sus brazos moviéndose más lento mientras su suministro de aire se acorta. Bane lo jala hacia adelante y hacia abajo, envolviendo sus piernas alrededor de las costillas del mismo y entrelazando sus tobillos por detrás. Se ha envuelto a su alrededor como las mandíbulas de un cocodrilo, cortando el aire y el flujo sanguíneo. La cabeza de Putin se pone roja, luego púrpura y azul. Por último, deja de moverse por completo, su enorme cuerpo cayendo sobre Bane como una alfombra de piel de oso. Aun así, él se aferra. Cuento hasta cien en mi cabeza antes de que dos porteros entren en el cuadrilátero y se las arreglan para poner el cadáver del hombre fuera del abrazo mortal de Bane. Mi adrenalina bombea desacelerándose a una velocidad normal y me vuelvo más consciente de mi entorno. La muchedumbre sobre todo está animando, aparentemente satisfechos con la poco probable sorpresa de la victoria de Bane. Empiezan a corear—: ¡Bestia, Bestia, bestia! Uno de los gorilas pone a Bane de pie y lo obliga a sostener un puño en el aire, una postura de triunfo. Él escupe en el suelo, todavía respirando con dificultad y entrecierra los ojos en las luces. Jack, que está de pie a unos metros a mi lado, barre una mirada a los rostros enrojecidos, adoradores y delirantes de la audiencia. Los clientes en su mayoría están bien vestidos, borrachos o drogados; algunas mujeres de rostro duro que también lucen como clientes, algunas mujeres desnudas que lucen como esclavas. Los ojos codiciosos de Jack casi se convierten en signos de dólar como en las caricaturas mientras los estudia, frotándose la barbilla. Un grupo de hombres impecablemente vestidos sentados en una fila de asientos acordonada asienten hacia a Jack desde el otro lado de la arena. —Ellos lo aman. —Le admite al Sargento de Armas junto a él—. Estaré condenado. Supongo que tendrá que ser toda la sangre que obtengamos por hoy. Jack les hace señales a los guardias para que liberen a Bane. ¡Es libre! —Bane —susurro—. ¡Bane! ¡Ganaste!

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Chocando con su cuerpo desnudo y duro, siento que mis piernas se levantan del suelo y se envuelven alrededor de su cintura como una enredadera. Sus brazos automáticamente se envuelven alrededor de mis caderas, agarrándome en su contra. Clavo mis dedos en su pelo, tirando de su cabeza hacia abajo y por primera vez entierro

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Me libero de las manos de Judge Jefferson y corro hacia la puerta del cuadrilátero. Está abierto y Bane y el gorila acaban de dar la vuelta hacia ella. Paso corriendo a través de ella antes de que me permitiera pensar en ello, la arena cruje bajo mis pies descalzos cuando me arrojo hacia él.

mis labios en los suyos. Pruebo su boca, su sudor. Su olor casi me ahoga, la sensación de su beso llena todo mi cuerpo. El sello está roto. El dulce sabor de su boca hace que mi corazón martillee y, cuando separa sus labios y su lengua se lanza bajo la mía, siento una explosión de fuego entre mis piernas. Se envuelve a mi alrededor, nuestras lenguas pesadas y sensuales, y me olvido del ruido de la animada multitud y el calor de los focos. Demasiado pronto, Bane tira la cabeza hacia atrás. Sus pupilas dilatadas, su respiración irregular. Se ríe suavemente entre dientes.

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—Así que Ava —dice—. ¿Qué tal si tú y yo llevamos esto arriba?

Traducido por America_12 Corregido por LOAM95 Jenny está profundamente dormida en el suelo junto a la cama de Bane, respirando de manera constante, y Meat Grinder se ha ido hace tiempo. Bloqueando la puerta de su dormitorio detrás de nosotros, Bane me pone sobre mis pies y me arrastra hacia el baño. Él cierra y bloquea la puerta también, por si acaso, antes me mira de arriba abajo. Aprieta un beso ardiente en mi cuello, otro en mi garganta. Sus dedos se deslizan sobre la parte baja de mi espalda, presionándome hacia él mientras redondea sus manos sobre mi culo. Sus dedos se flexionan y aprietan en mi carne, duro, moldeándome en sus manos. Un gemido gutural escapa de sus labios. —Dios, Ava —dice—. Se siente como si te hubiera deseado desde siempre. Sus manos en mi culo empujan mi pelvis firmemente contra la suya, y siento sus caderas extendiéndose hacia mí. Ya tiene una erección que puedo sentir creciendo a cada segundo. Mis ojos se abren y se ríe. —¿Sientes lo que me haces? —susurra—. Voy a tener que llevarte de nuevo por ello. Él sonríe mientras voltea sus caderas un poco, frotando la longitud de su pene contra mi pubis. Incluso a través de nuestra ropa puedo sentir la fricción y el calor formándose por encima de mi clítoris, y tengo que cavar mis dedos en los brazos de Bane para que mis piernas no se doblen. —Oh, Dios mío —gimo—. Sí, por favor. —Yo voy a follarte, cariño.

—Dios, Bane —lamento—. Te necesito.

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La antigua Ava diría que es una tontería, imprudente, y una locura. Pero la antigua Ava no sabía de lo que estaba hablando. La antigua Ava nunca fue objeto de tráfico, protegida, o salvada de una muerte segura. La antigua Ava nunca tuvo a un hombre que luchara por ella, matara por ella, arriesgara su vida por ella.

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—Sí.

Aprieta su erección contra mí con más fuerza, la presión construyéndose en una reacción nuclear entre nosotros. Cierra su boca sobre la mía, mordiendo suavemente sobre mis labios con los dientes antes de que su lengua cave con urgencia bajo la mía. Una de sus manos se desliza por mi espalda y acuna mi cabeza, que me sostiene firmemente mientras su lengua saquea mi boca. Es tan intenso y no puedo retroceder; sus brazos me sostienen de rehén. El calor se acumula en nuestros labios cuando el beso se profundiza y se vuelve más sensual. Estoy teniendo problemas para respirar mientras mis terminaciones nerviosas gritan todo el camino hasta la punta de mis pezones y baja a los dedos de mis pies. Un gemido incontrolable escapa de mi garganta. Bane gruñe en respuesta y rompe el beso lo suficiente para mover su mano de mi nuca a mi pecho. Sus dedos me siguen a través de mi ropa. Sosteniendo mis caderas contra las suyas, Bane me arrastra de nuevo hasta que choca contra la pared de azulejos de la ducha. Sus manos con impaciencia empujan hacia arriba debajo de mi vestido hasta que sus pulgares están masajeando sobre mis pezones, el tacto áspero de sus callosas manos frotando los sensibles picos. Puedo sentir la humedad esparcirse entre mis piernas, y el placer enloquecido edificándose. Bane pellizca casi dolorosamente mis pezones y enrolla su lengua profundamente en mi boca. —Oh Dios... —gimo. El dolor placentero, sus labios calientes, y la aplastante presión de su erección contra mi clítoris hacen que me retuerza en éxtasis. —Wow —jadea él, alejándose—. Estás jodidamente en llamas. Mejor de lo que imaginaba. Y me imaginé esto muchísimo. Mucho, mucho. —No voy a mentir, Bane, yo también lo hice. Te quería antes, pero ahora te necesito. Me inclino para besarlo de nuevo, pero me empuja contra la pared, lejos de él. Su sonrisa adquiere una depredadora peculiaridad. —Sé lo que necesitas.

—Mmmm... —gimo.

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Su boca está en la parte interna de mi muslo, trazando un camino de besos hacia mi clítoris.

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Agarrando mis caderas a cada lado con sus manos, Bane me presiona contra la pared de la ducha y baja de rodillas frente de mí. Mi vestido ya se encuentra arriba, alrededor de mi cintura, y recuerdo tardíamente que no estoy usando nada de ropa interior.

La punta de su lengua se extiende en mi parte sensible, el fuego se enciende a través de mi cuerpo y casi salto fuera de mi piel mientras lame firmemente mi clítoris. Gime en mí, forcejeando con mis caderas de nuevo e implacablemente corriendo su lengua despacio hacia arriba y hacia abajo, hacia adelante y hacia atrás sobre mi clítoris. Los sonidos húmedos de su boca contra mi coño me enloquecen. —Mierda —gimo—. Eso se siente tan jodidamente bien... no pares... Trabaja hasta un ritmo constante, cada vuelta de su lengua intensifica el placer violento y la desesperada necesidad dentro de mí. Él está tomando su tiempo, como si me estuviera bebiendo. Ruedo os ojos cerrándolos y mi respiración viene en jadeos irregulares. Estoy perdida en cada movimiento de su lengua, curvando los dedos en su pelo y gimiendo con cada lamida mientras el calor se expande desde mi clítoris y se derrite entre mis piernas. Su lengua comienza a moverse en círculos, se burla, y me río cuando miro hacia abajo a él. Me está mirando, con ojos brillantes llenos de picardía. —Sabes como a cielo —dice. —Se siente tan bien, Bane… —gimo. Difícilmente puedo terminar de decir su nombre, sin embargo, antes de que él mueva una mano entre mis piernas y comience a acariciarme íntimamente, deslizando sus dedos por los labios húmedos de mi vagina. Su lengua aumenta la velocidad justo cuando empuja con sus dedos dentro de mí, fallándome con los dedos y comiéndome al mismo tiempo. La combinación de la presión y las caricias en hélice me atraviesan como fuegos artificiales. —¡Oh, Dios! —lloriqueo. Él nunca descansa, acelerando su velocidad, y aumentando la presión de los dedos y la lengua hasta que me pierdo. Estoy gimiendo y agarrándome a las paredes para mantener el equilibrio mientras un orgasmo lento se construye y se construye a través de mí, mis extremidades hormiguean e intensifican a un nivel febril hasta que entran en erupción como un volcán.

—Eres tan jodidamente caliente —gruñe, empujándose sobre sus pies—. Podría comerme tu coño todo el día, me enciendes demasiado. Siéntelo.

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Él empuja su dedo más arriba, me cubre con su lengua mientras me estremezco y jadeo en él, mi mente y mi cuerpo están fragmentándose en pequeños trozos de frenesí apasionados. Mi visión se pone blanca y mi cuerpo se siente ligero. Cuando regreso a la tierra todavía estoy estremeciéndome, y todavía puedo sentir las manos fuertes de Bane acariciándome.

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—¡Bane! ¡Justo ahí, nene! ¡Justo ahí!

Él agarra mi mano y la envuelve alrededor de su polla, guiándome para frotarlo mientras su otra mano continua acariciando la palpitante, hendidura húmeda entre mis piernas. —Una vez que te lleve a Canadá, tal vez lo haga… —susurra—. Tal vez sólo te voy a esposar a mi cama y comerte hasta que mi corazón no aguante. Quiero días, semanas a solas contigo, Ava. Él da un paso atrás, atravesándome con sus intensos ojos. Sus ojos me dicen todo lo que está pensando, todo lo que quiero saber, y un fresco escalofrío de anticipación y deseo se abre paso a través de mi cuerpo desde la columna vertebral hasta mi piel. —Vamos a preocuparnos por este momento —digo—. Quiero hacer que te corras. —¿Eso es todo lo que quieres? —Sonríe con malicia. Mi corazón todavía late con fuerza por mi orgasmo, y algo más; la cosa es que todavía no puedo decir que no le tengo miedo. Lo he visto con otras mujeres. Él es un motociclista fuera de lo común. Acabo de ver cómo mató a dos hombres con sus manos desnudas. Sé que está siendo dulce por mí y sé que estoy loca por él, pero en el fondo estoy asustada. Bane se lame los labios y sus ojos barren a lo largo de mi figura. —Quítate el vestido —ordena—. Quiero verte. Por una fracción de segundo no me atrevo, de repente insegura. Mis manos tiemblan mientras alcanzo el dobladillo de encaje que ahora está amontonado alrededor de mi cintura. —Oye hermosa. —Los dedos de Bane acunan mi barbilla e inclino mis ojos de nuevo hacia él. Mientras me mira hacia abajo, siento su mano deslizarse entre mis piernas de nuevo y él conduce sus dedos dentro de mí. Mi respiración se detiene—. No seas tímida conmigo. Quiero todo esto —murmura—. Todo de ti. ¿Está bien? —Sí. —Ava, mírame a los ojos y dime. Por favor, nena. Necesito saber que me quieres

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Veo algo nuevo en sus ojos, algo que reconozco porque yo lo siento también: la incertidumbre. Él realmente está pidiéndomelo. Ahora me besa, profundo y anhelante. Su mano libre se cierra alrededor de mi pecho de nuevo, adhiriéndose y apretándome. Es casi más de lo que puedo soportar.

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—Lo hago, Bane.

—Sí —gimo. Pongo mis manos en sus mejillas y acerco su cara a la mía, sosteniéndolo de modo en que nuestros labios apenas se rozan uno contra otro. Siento sus dedos dentro de mí, su aliento en mi cara, susurro—: Quiero todo de ti Bane. Quiero estar contigo. —¿Estás segura? —Sí —gimo—. Sí, Bane, joder... cállate y fóllame. Sin duda, una amplia y perversa sonrisa aparece en su rostro—. ¡Sí, señora! Eso es lo que quería oír. Da un paso atrás y desliza sus boxers, saliendo de ellos y pateándolos lejos. Está desnudo, al igual que la primera vez que nos vimos. Sólo que esta vez, es todo mío: el asesino y el amante, los tatuajes y la testosterona. Es grande y cortante y jodidamente más sexy que cualquiera que haya visto en toda mi vida. —Quítatelo —repite. Temblando bajo su mirada lasciva, obedezco. Está disfrutando mirándome, lo que me enciende de nuevo. Bane contiene el aliento cuando mis pechos rebotan libres de mi vestido. Mordiendo su labio, levanta una mano a su polla y comienza a acariciarse a sí mismo hasta que se endurece aún más. No puedo creer el tamaño de él, el confiado hedonismo en la forma en que se mueve y me mira. Su sonrisa es amplia cuando finalmente levanto el vestido sobre mi cabeza y lo echo sobre el borde de la ducha. Estoy totalmente desnuda. Casi puedo sentir su mirada como un contacto físico mientras lentamente pasa sus ojos desde mis tobillos, a lo largo de mis pantorrillas y mis muslos. Bane saca un condón de sus pantalones vaqueros y tira la goma hacia abajo sobre su polla. Gime cuando sus ojos viajan por encima de mi línea de bikini y sube hasta donde sobresalen mis pechos, encontrándose finalmente con los conmigo. —Tú eres mi tipo de mujer —murmura—. Suave, sexy, curvilínea, húmeda y jodidamente exacta a mi tipo.

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Con una risa diabólica, golpea rápido el grifo y envía una corriente cálida de agua en cascada sobre nosotros en la ducha. Me sobresalto y abro la boca para reír, pero antes de que pueda hacer un sonido, siento la boca de Bane cerrándose sobre de la mía. Su cuerpo liso y duro se envuelve alrededor de mí, hundiéndome en sus brazos. Nuestra piel se funde a la vez, alisándose y limpiándose por el agua. Me besa apasionada y profundamente, me apoya contra la pared de azulejos y abro mis piernas.

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—¿Húmeda?

De repente siento su pene deslizándose entre mis piernas, hasta que la cabeza presiona en mi abertura. Hace una pausa, trazando sus manos por encima de mis pechos. El agua es vapor en la puerta de cristal de la ducha y puedo notar la sensación de calor, la niebla, el agua y a Bane en cada poro de mi piel. —Quiero que seas mía, Ava. Di que eres mía. —¿Eso te hace mío también? —No juegues conmigo. Inclinando la cabeza hacia atrás, acuna mi cara. Sus ojos se clavan en mí otra vez, parpadeando con significado mientras empuja lentamente, entrando en mí por primera vez. —¡Mierda! —grito, jadeando. Arqueo mi espalda contra él. Es grande. No es que me duela, pero nunca he sentido esta sensación de estar llena y completamente follada con tanta rapidez. Él suspira mientras alcanza su límite dentro de mí y nos miramos el uno al otro. —Sí —dice, besando mi sien—. Seré tuyo, también. Si tú me aceptas. Él sale, dejando la cabeza adentro, y luego empuja de nuevo un poco más rápido. —Jesús —protesto. —¿Estás bien nena? —Sí, Bane, estoy… ¡Oh dios! Mantiene un balanceo constante, dentro y fuera, y siento cada movimiento de sus caderas y su polla dentro de mí con hipersensibilidad. El agua se escurre entre nuestros cuerpos desnudos, lubricando cada embestida. Es como si cada célula de mi cuerpo estuviera despierta por primera vez, y caliente como el infierno. —¿Te gusta esto? —gruñe Bane, enterrándose en mí con más fuerza—. ¿Sí?

—Oh sí, nena. —Sus ojos se cierran como si estuviera en trance. Empuja con más fuerza, su polla se hace cargo de mi cuerpo y me conduce por encima del borde de la euforia de nuevo. Estoy en mi segundo orgasmo, y casi siento como si me estuviera

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—Sí... —gimo—. Te sientes tan bien.

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Puedo sentir su polla aprisionando mis paredes internas y presiona mi punto G. Su mano está todavía en mi pecho, oprimiéndolo, y la otra sujeta mi cadera como una guía, inclinando nuestros cuerpos a la vez. Comienza a mover sus caderas rápidamente, estocada tras estocada chocando contra mí y se construye un fuego en mi interior.

jodiendo todo el camino hasta mi caja torácica, a través de mi cerebro, justo en mi alma. Mi cuerpo se ha desprendido, mi mundo se ha desprendido, y Bane pone todo junto otra vez en una nueva forma. —Oh, ¡Dios! —gimo. Mi cuero cabelludo y mis dedos hormiguean—. ¡Sí! —¡Oh, Ava! —¡Bane! ¡Más Fuerte! Justo ahí. —Sí. Mierda. Sí. —¡Sí! —Oh nena, voy a venirme. Su voz se rompe en un gemido ahogado y arquea su cuello hacia abajo para que pueda besar mi boca. Sus embestidas alcanzan un clímax frenético hasta que su cuerpo se tensa y contrae. Siento su polla estremecerse dentro de mí, y la radiante calidez de su semen. Con un suspiro, me arrebata de la pared y me aplasta a él en un poderoso agarre. Su pulso está tronando a través de su cuerpo con tanta intensidad que puedo sentirlo en mi mejilla contra su pecho. Sus brazos están temblando a mi alrededor. —Ava —gime—. Oh, Dios mío, Ava. Siento sus labios rozando mi frente y giro mi rostro hacia él. Sus besos cubren mis párpados. Estamos allí en la ducha, poseyéndonos el uno al otro, mientras nuestra respiración se desacelera a un ritmo más normal. —Maldición —murmuro—. Bane, eso fue... yo... Trago, deteniéndome. No puedo dar demasiado de mí misma. Bane me aprieta de modo tranquilizador, retirando gentilmente su polla. —Podría haber muerto por ti, nena —murmura—. Pero estoy agradecido de que viviré lo suficiente para follarte. Me río a carcajadas hasta resoplar, tapándome la boca en un intento de dignidad. Pero resoplo de nuevo, Bane comienza a reír también.

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Estoy teniendo problemas para controlar mi respiración—. Nada. —Me las arreglo para decir, antes de desmoronarme de nuevo—. Es sólo… —Atrapo una mirada de perplejidad en su rostro que me hace perderlo otra vez—. Lo siento, pero es que en realidad es la cosa más romántica que alguien me ha dicho nunca.

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—¿Qué? —gruñe él.

Él me da una nivelada y seria mirada—. ¿En serio? Eso es patético

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—Lo sé. —Y nos echamos a reír.

Traducción por AMERICA_12 Corregido por lili-ana —Levántate y brilla —murmura Bane—. Por supuesto que sí. Mis párpados aletean abiertos y mis sentidos se vuelven conscientes del cálido y sólido peso de un hombre presionado contra mi lado. Nos acostamos sobre las cubiertas de su cama, desnudos. Jenny parece bastante bien después de la cirugía de ayer, acurrucada en la cama de perro en la esquina, dormitando. La luz de la mañana se está extendiendo a través de la ventana en el baño, echando un rayo sobre el pie de la cama. Bane envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me vuelve hacia él, las longitudes de nuestros cuerpos presionándose juntas cuando roza sus labios contra los míos. —Buenos días Ava —gruñe. Doy vuelta para fundirme con él, dejando que mi lengua se retuerza en su boca, y cuando muevo mi cuerpo más cerca siento su erección presionada contra mi muslo. —Bueno, hola allí. —Sonrío—. ¿Es eso un arma en tu bolsillo o simplemente estás feliz de verme? —No tengo ningún bolsillo. Pero ¿tal vez tengas un sitio en donde pueda meter mi arma? Me agarra con un gruñido, sus dedos encontrando y acariciando mi coño. Estoy riendo, no puedo evitarlo. Me besa, lo que hace imposible reír. Puedo sentir el anhelo en su beso y mi propio cuerpo responde, disparando todos los cilindros al instante. Mientras nuestro beso se profundiza su mano me acaricia, burlándose de mi clítoris.

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—Ven aquí.

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El calor y la fricción me están volviendo loca y no tengo la energía para hacerme la difícil. Gimo y arqueo mi espalda, presionándome en su mano, y su respiración se detiene.

Agarrando mis caderas con firmeza y besándome profundamente, me tira encima de él hasta que estoy a horcadas. Agarra un preservativo de la mesita, rasga el papel de aluminio y lo rueda hacia abajo por su longitud. —Móntame —susurra. Besa mi boca y lleva su mano por mi garganta hasta mi pecho, acariciando. El toque envía un remolino de fuego a mi sexo. Su mano se desplaza más hacia el sur, siguiendo la piel sobre mi vientre hasta que llega entre mis piernas y me penetra, guiándome hasta que me extiendo sobre su polla. —Adelante —susurro. Él empuja hacia mí mientras tranquilamente dejo ir mi peso, la lenta penetración disparando escalofríos y chispas a través de mi cuerpo que hacen que los dedos de mis pies se curven. Me llena hasta el tope, el tamaño y la dureza de su polla haciendo que mis músculos internos se enganchen sobre él. Estoy sentada encima de él mirando hacia abajo, y la vista es espectacular: músculos, tatuajes y su guapo rostro serio. Mis palmas se extienden por encima de sus firmes pectorales, y dejo que mis dedos se deslicen a lo largo del contorno de sus tatuajes mientras comienzo lentamente a mecerme sobre él, disfrutando de la suave sensación de su piel y el fino vello de su cuerpo bajo mis manos. Hay un intrincado tatuaje que se extiende sobre su brazo, lo trazo a lo largo del contorno y lo beso, lentamente moliendo mis caderas contra él. Siento su polla moviéndose dentro de mí, sus manos clavándose en mi culo y muslos. —Eres asombrosa —dice sonriendo, cerrando los ojos mientras sacudo mis caderas contra él.

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De repente siento sus pulgares y dedos cerrarse sobre mis pezones, torciendo y pellizcando. Se clavan y no va a dejarme ir, tirando un poco más duro cada vez que me balanceo. Se siente tan jodidamente irreal, algo que nunca supe que me gustaría. Me da rienda y miro hacia él con asombro cuando siento una ola caliente de semen a borbotones entre mis piernas y me doy cuenta que es mío.

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Me inclino, dejando que mis ojos se cierren, mi cabeza y hombros ruedan en abandono cuando me balanceo sobre la polla de Bane, construyendo un ritmo más rápido. Puedo sentir mi clítoris frotándose contra sus caderas, también, y presiono con más fuerza contra él. Mis terminaciones nerviosas se disparan en un intenso placer que me hace gemir y quedar sin aliento. Está introduciéndose profundamente, pinchándome con su dureza.

—¡Sí! —Mis manos vuelan sobre mi cabeza y estoy cavando en mi propio cabello, cayendo sobre el borde—. ¡Mierda! Bane me aprieta el pezón y luego extiende sus dedos sobre mis pechos, amasando. Me encanta estar en sus manos, estoy sorprendida por el placer que provoca en esa parte de mi cuerpo. —Eso es todo —gime—. Dámelo. Leche para mi bebé. Más calor, más efusivo, y ambos estamos gimiendo y moliéndonos juntos. Ruedo mis caderas y siento su piercing enterrado dentro de mí. Dejo que mi mano caiga sobre mi clítoris y me froto a mí misma. —¡Sí! Bane! —Dios me encanta verte hacer eso —murmura Bane. —Oh, ¡Dios! Mi cuerpo está fuera de control y soy una gran jodida ola de clímax rompiéndose sobre Bane. Lanzo mi cabeza hacia atrás y gimo. Sus manos liberan mis pechos y aterriza un golpe en mi culo, una y otra vez, nalgueándome y extendiendo su polla dentro hasta que el ardor de mi piel me impulsa aún más dentro del orgasmo más intenso que he tenido. —¡Bane! ¡Bane! —Buena chica. —Oh, mi dios, Bane, bebé, ¡Sí! Oh, ¡Dios! Él me azota de nuevo antes de que sus manos se claven en mi carne y vayan hasta mi cintura. Su agarre es poderoso y autoritario, y lo utiliza para inclinar mis caderas y moverme hacia atrás y adelante sobre su polla. —Oh Ava, voy a venirme, ¡Voy a venirme!

Estamos jadeando y riendo juntos, su polla todavía palpitando dentro de mí. Sus dedos se trenzan en mi cabello y jala mi cabeza rudamente hacia abajo para recibir su

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—¡Dios, guau! —exclama.

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Mantiene su respiración y gime, sus dedos clavándose en mi piel y su polla empujando masivamente profundo y deteniéndose en la cima. Estoy temblando sobre él, con la boca abierta, gimiendo de éxtasis. Su cabeza y los hombros se mecen en la cama y su cuerpo se envuelve alrededor del mío en un abrazo feroz. Lo siento sacudirse y liberarse dentro de mí.

beso. Chasquea su lengua sobre la mía, y me mueve hasta que estoy presiona debajo de él. Me sujeta, aplastándome con su peso, y definitivamente no me importa ser su prisionera… en su territorio. Se ríe entre dientes, un profundo y saciado sonido, mientras se acaricia contra mí y me besa como si leyera mi mente. Hecha su cabeza atrás, cortando el largo beso húmedo y me mira, con los ojos oscuros brillando llenos de salvaje satisfacción carnal y posesividad. Empujando su polla lentamente una vez más sólo por el placer de hacerlo, la presión nos hace a ambos retorcemos y gemir antes de que se retire. Bane derrumba su peso de nuevo sobre mí, enterrando su cabeza en mi pecho. —Jesús mujer —gruñe—. ¿Quién demonios eres tú? Rio entre dientes, extendiéndome lujuriosamente debajo de él. —En realidad, no respondas a eso —dice—. Vamos a hacer una respuesta juntos hoy. Te voy a llevar conmigo para nos reunamos con Blair y consigamos nuestros pasaportes falsos. —Levanta una ceja juguetona y acusadoramente—. No vas a tratar de huir de mí otra vez, ¿verdad? Sonrió hacia él. —Intenté eso. No resultó muy bien. Suelta una risita —Puedes decirlo otra vez. ¿Tienes un nuevo nombre que desees probar para tu nueva identidad? ¿Medusa? ¿Beetlejuice? Tienes que tener un nombre de monstruo, si follas como un maldito monstruo. —Oye, ¡imbécil! —Jalo su cabello en venganza, haciéndolo reír—. Soy la que está jodiendo a una Bestia. —Se necesita uno para reconocer a otro.

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—Me vuelves loco, ¿lo sabías? —gruñe Bane cuando finalmente se levanta. Se impulsa para sentarse y lleva sus pies al lado de la cama, mirando por encima de su hombro hacia mí—.Lo-co. Levántate. Ven. Vamos. Estas desperdiciando tiempo. Si no estamos jodiendo, estamos haciendo heno.

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Juguetonamente muerde mi pezón para dar énfasis, haciéndome saltar y reír. Gruñe, luchando conmigo para mantener abajo, pero le doy una buena pelea que termina con otro profundo beso húmedo.

Me río. —¿Haciendo heno? ¿De dónde eres, de Kansas? —Newark. —Se para delante de su cómoda y se coloca un par de bóxer antes de golpease en la cabeza—. Mierda, ropa. No tengo nada de ropa para ti. Puedo conseguir un poco de Tink. —¡No! Sorprendida por mi propia vehemencia, me vuelvo un poco de color rosa cuando Bane arquea una ceja hacia mí. —¿Quieres ir en tu traje de cumpleaños? —pregunta. —No. Su cara de póquer está encendida. —Entonces, ¿Cuál es el problema? Ahora estoy de color naranja brillante y sintiéndome un poco humillada. Recuerdo a Amy, la esclava de ojos azules de la casa club, hablándome acerca de todos los culodulce compitiendo por el primer lugar en la cama de Bane. Coco. Trinity. Tink. Y ahora yo, supongo. Los ojos de Bane se endurecen mientras mi silencio se extiende, pero no me atrevo a decir en voz alta que no quiero hablar de ninguna de sus culodulce. Y la idea de él prestándome ropa de otra mujer que ha follado me revuelve el estómago. Trato de decirme a mí misma que Bane no es exactamente un tipo de una sola mujer. Claro, convenientemente he olvidado que ayer por la noche y esta mañana, me perdí en la fantasía de que mis propios sentimientos hacia él eran recíprocos. Pero después de todo, él nunca dijo que esto no era sólo sexo. —Maldita sea Ava —gruñe Bane—. Vas a tener que decir lo que está en tu mente. No voy a jugar a las veinte preguntas contigo.

—Umh —balbuceo.

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Ahora está completamente vestido y yo completamente desnuda. Lo cual es jodidamente perfecto, porque es justo como me siento. Bane me mira con impaciencia, ese frio calculador de nuevo en su expresión. Mierda, puede ir de tierno a terrorífico realmente rápido.

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Se pone sus rasgados vaqueros y los abrocha, de espaldas a mí. Observo una apretada camiseta gris cubriendo su tatuaje de Death Layer antes de que vuelva para sentarse a mi lado, la cama se hunde bajo su peso mientras se coloca sus calcetines y zapatos.

Trago, tratando desesperadamente de pensar en algo creíble que pudiera decir que no sea la verdad. Pero mi cerebro está en blanco. Me obligo a mirarlo a los ojos y veo un destello de diversión. ¡Mierda! Está jugando conmigo, probablemente me lee como un maldito libro abierto. —¿No puedo usar una de tus camisas? —Pido—. ¿Pantalones cortos para ejercicio? Sacude la cabeza deliberadamente, su expresión sin cambios. —Inténtalo de nuevo. Frustrada, llevo mi puño sobre la cama. —Dios, ¡no seas condescendiente! —Entonces no actúes como un jodido bebé. Se burla, me doy la vuelta, pero Bane agarra mis hombros y me obliga a mirarlo a los ojos. —¡Oye! —Me sacude ligeramente, mirando fijamente a hacia mí—. Te di mi palabra. ¿Qué tengo que hacer para ganarme tu jodida confianza, ¿eh? Me quedo con la boca abierta. —Yo… yo confío en ti —tartamudeo, sabiendo en el fondo que es verdad. Claramente no estoy actuando así, sin embargo. Estoy siendo una completa niñita, aterrada de admitir mis sentimientos. Pero bueno, ¿quién ha dicho que los sentimientos son lógicos? Bane rueda los ojos, endurece su mandíbula y su voz se vuelve ronca. —Vemos. Déjame entrar, maldita sea. No voy a preguntar de nuevo. Todo o nada, Ava. Ese es el trato. Mi pulso se acelera con nerviosismo en mi garganta y frunzo el ceño hacia él. — ¿Todo o nada? —digo—. ¿Qué quieres decir con… todo? ¿Mi todo o tú todo? Bane gruñe—: ¿De qué demonios estás hablando? ¡Todo significa todo! ¡Nada significa nada! Gruño de vuelta—: ¿De qué estás hablando tú?

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Está bien, ahora soy miserable. Admitir la verdad no puede ser peor que tratar de mantenerla.

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—Jesús. —Bane frota su mano por su cara—. ¿Por qué estás actuando así?

—Porque estoy jodidamente aterrada, ¿de acuerdo? —grito, exasperada. Señalo a la puerta del dormitorio—. Fuera de esta habitación hay un grupo de psicópatas que quieren matarte y violarme. Y las mujeres… joder… las mujeres, ¡todas quieren violarte y matarme! ¿Y vas a ir a pedirle a una de ellas que me preste un, qué, un sostén de cuero y tal vez una jodida tanga? Quizás ellas deben modelar para ti primero. ¡Tal vez ellas ya lo hicieron! Esto hace reír a Bane hasta que las lágrimas se escapan por el rabillo de sus ojos. —Eso es bastante preciso. —Ríe, secándose los ojos—. Es muy bueno. No me divierte. —No veo qué tiene de divertido. —Eres tú, Roja. —Se inclina y me besa suavemente, sin dejar de reír—. No puedes sólo admitir que estás celosa. Hirviendo, me aparto de su beso y aprieto la mandíbula. —No estoy celosa. —Sí lo estas. Estoy furiosa. —¡No estoy celosa! Bane está disfrutando esto demasiado. —Eres la única bestia celosa de ojos verdes gruñendo. —Bien. Tal vez lo estoy sólo un poco. —Mi cara arde en color rosa neón con vergüenza y mi voz se convierte en un pequeño chillido me lleva a hacer una mueca—. ¿No vas a decir nada? Ahora el rostro de Bane es serio y sus dedos amasan mis hombros. Su voz se hace más suave. —Ava, no es un hábito para mí arriesgar mi vida por un coño, sin embargo el tuyo es una uno de tipo A. ¿Tengo que explicarlo para ti? Maté a Smokey porque te tocó y me volví un loco. Entré en el ring, con mucho gusto, para mantenerte fuera de él. ¿Crees que te conseguiría un pasaporte falso y te llevaría conmigo sólo por el placer de hacerlo? ¿Qué crees que es todo esto, lo que pasó entre nosotros anoche? ¿Cuándo te pregunté si querías todo de mí, qué pensaste que significo?

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—Oh. —Asiente, comprendiendo—. Está bien. Tengo que explicarlo para ti. —Se acerca, llevándome a su pecho. Besa la parte superior de mi cabeza—. Ava, el sexo es una cosa. Es la parte fácil. He querido follarte prácticamente desde que llegaste aquí, porque eres jodidamente preciosa y soy un hombre. Pero es más que eso. Eres... valiente y divertida e inteligente. No te das por vencida. Creo que me enamoré de ti

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Lo miro, sonrojándome, y él hace una mueca.

cuando te encontré en ese callejón, con escalofríos y desgarrada, me golpeaste con un tubo. ¿Recuerdas ese pequeño episodio? Me río, asintiendo con la cabeza, y Bane acaricia mi cabello. —Dijiste anoche que querías estar conmigo —dice él—. Y tomé eso como que significa más que sexo. Pero te lo estoy preguntando ahora, para ser claros, más que sexo: ¿quieres estar conmigo? Me refiero a estar conmigo. —¿No estoy contigo en este momento? Él rueda los ojos. —Me refiero a ser mi mujer. Yo nunca se lo he pedido a una mujer antes. Siento como que tú podrías ser una jodidamente buena compañera, ¿sabes? Te dije que quiero salir de Death Layer, de esta vida. Ya he terminado con ella. Quiero empezar de nuevo contigo. ¿BIEN? ¿Es lo suficientemente claro para ti? Estiro el cuello hacia atrás y lo miro. Golpeándolo en el pecho con los puños, en broma. —¿Era tan jodidamente difícil decirlo? ¿En serio? ¿Siempre vas a ser un dolor en el culo?

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—Mocosa. —Se ríe, haciéndome cosquillas. Grito y me alejo pero me atrapa y me arroja sobre la cama, lanzando su cuerpo sobre mí y me besa—. Te voy a atrapar para eso.

Traducido por rihano Corregido por lili-ana Nos lleva otra hora salir de la cama, momento en el cual Bane cede y me deja usar sólo mi viejo sujetador y una de sus camisetas de entrenamiento blanca, que me cuelga alrededor de las rodillas, y un par de sus pantalones cortos Under Armor11. —Me veo como un monaguillo —murmuro. Bane estudia el efecto y resopla. —Nunca he estado más atraído por ti. —Bruto. Le lanzo una mirada, y lo sigo abajo. Cuando llegamos al rellano del primer piso, veo que alguien limpió la sangre y retiró el cuerpo de Smokey. Pero todavía me estremezco al pasar sobre el lugar, como si estuviera embrujado. Bane hace una mueca, toma mi mano y me empuja hacia delante a la habitación de la primera planta. Esta es la entrada del edificio Death Layer al nivel de la calle, y mi curiosidad finalmente se apaga cuando veo lo que es. Es una inocua tienda de auto partes cubierta de polvo, con una motocicleta de color azul brillante en la ventana. Judge Jefferson, que se ve con un poco de resaca, está manejando el mostrador de servicio. Baja de golpe su periódico por debajo de su nariz, asiente hacia nosotros, y eleva el diario para continuar leyendo. Bane se encoge de hombros hacia mí y me lleva a través de la puerta y afuera a la calle. —Eso fue extrañamente fácil —le digo una vez que estamos fuera. Bane asiente. —JJ es un buen chico. Como te dije, él no se siente bien con toda esta cosa del club D.L. tampoco. Va a cubrirnos si alguien se entromete. Debemos ser capaces de desaparecer por una o dos horas antes de que alguien empiece a sospechar.

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Under Armor: Famosa marca de ropa deportiva.

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Es la primera vez que he sentido el sol desde que el señor King me dejó aquí. Inconscientemente me detengo en seco en la acera, saboreando la sensación del aire

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La pesada luz solar naranja y el olor a basura propio de la ciudad de Nueva York en verano me golpean en la cara y lo bebo, eufórica. Es la primera vez que el intenso hedor a orina de Manhattan en verano me ha hecho sentir feliz.

exterior. Estoy tratando de orientarme en el vecindario. Es una calle estrecha y retorcida de adoquines que huele como a pescado. —¿Barrio chino? —le pregunto a Bane. Tira suavemente de mi mano, trayéndome de regreso al paso con él. —Two Bridges. Es por eso que el club consiguió el edificio tan barato. Bane me lleva de nuevo al callejón detrás del edificio Death Layer, donde su motocicleta todavía está inclinada sobre su pie de apoyo. —También podrías conocer a mi otra chica —dice Bane con los ojos brillando—. Ava, conoce a Perla. Perla, Ava. Perla es una Harley-Davidson V-Rod Muscle del 2013. Tiene un motor de 1250cc12 de revolución que puede producir 122 caballos de fuerza. Lo que significa que puede patear culos y tomar nombres. Voy a encenderla, luego salta a la parte trasera. Parpadeo. Bien podría estar hablando en otro idioma. —¿Saltar? —Esa es la única parte que oí—. Sólo saltar, así como así, ¿no? Bane ya está agachado sobre la motocicleta. Acelera el motor y me lanza esa sonrisa maliciosa suya. Tengo que admitir que se ve jodidamente fantástico con el cuero y el monstruo de cromo, su hermoso rostro al mismo tiempo invitando y desafiando. Siento algo justo al sur de mi vientre temblar y estremecerse. —Sí —grita—. Saltar. —Claro —le grito de vuelta—. ¡Porque sé por completo cómo subirme a una motocicleta! ¡Lo hago todo el maldito tiempo! —¡Averígualo!

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Cc: centímetros cúbicos.

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—Aquí voy —murmuro. Tomando una respiración profunda, lanzo mi pierna por encima y me sorprendo cuando encajo a la perfección. Es realmente cómodo. Bane me mira por encima de su hombro, guiña un ojo, y tira de mis brazos alrededor de su cintura.

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Mordiendo mi labio, me quedo mirando a lo que parece ser la absurdamente pequeña franja de cuero detrás de las caderas de Bane, que debe servir como el asiento del pasajero. Hay un respaldo negro y de cromo adosado, y la pregunta es ¿cómo consigo meter mi culo entre eso y Bane sin sobrepasarme y terminar en el tubo de escape?

—Buena chica —grita—. Ahora sujétate bien y apretadamente, como si no pudieses conseguir suficiente de mí. —Eso es fácil. —Río. Nos sacudimos hacia adelante y nos lanzamos a la calle, inclinándonos a toda velocidad alrededor de los peatones y los coches aparcados. El viento está azotando a través de mi cabello. No puedo negar que la sensación de la poderosa moto vibrando entre mis piernas es excitante, y tener que envolverme tan apretada alrededor de Bane hace que sea aún mejor. Definitivamente puedo ver por qué ama las motocicletas. Bane gira a unos pocos semáforos y hacia Bowery, la cual está llena de bicicletas, autobuses, gente y autos. Mi sonrisa salvaje se extiende a un chillido. —¡Mierda! —grito, riendo—. ¡Vamos a morir! —¡Relájate, he hecho esto antes! Puedo oír a Bane riendo mientras entremete la moto de manera espectacular a través del tráfico. Está haciéndolo totalmente a propósito, asustándome por diversión. Aprieto su espalda tan fuerte como puedo, y consigo una bocanada de su aroma a través del aire. Mi corazón está latiendo con fuerza gratamente y esto se siente muy parecido a la libertad. Seguimos por Bowery hasta Hester Street, y después dobla en Mott. Sé que estamos en algún lugar alrededor de la Pequeña Italia pero honestamente nunca podría ubicarme en esta área ni para salvar mi vida, incluso en un día normal. Después de lo que se siente como un viaje por el hoyo del conejo, Bane detiene la motocicleta junto a la acera. —¡Baja! —grita. Me gustaría poder decir que lo hice muy elegantemente. Me tropiezo en la acera y miro como Bane lleva la moto, empujándola con un solo pie, hasta un lugar de estacionamiento. Finalmente la balancea sobre el pie de apoyo y se une a mí en la acera. Asiente hacia la otra motocicleta estacionada a unos metros de distancia. —Blair está aquí —gruñe—. Tiempo de negocios.

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Mientras Bane y yo pasamos a través de las puertas abiertas juntos, veo que el interior no es mucho mejor. Hay manchas de agua en el techo y las paredes, la habitación me hace pensar en las películas clase B de los años 70, por alguna razón. El

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Sigo su mirada. Estamos frente a una lavandería, y tiene una completa apariencia de mierda. Hay un toldo oxidado, y el aviso de “Wu´s Landry” y las paredes están oscurecidas con graffiti.

chico con acné detrás del mostrador sin duda tiene un corte de cabello de película clase B de los 70, y una expresión extraña. Parece que salió directamente de una película de Godzilla y no se ha calmado lo bastante todavía. El lugar está bastante vacío. Sólo veo a un hombre grande y gordo en camiseta con profundas manchas de sudor debajo de los brazos jugando Sudoku junto a las secadoras, pero Bane nos lleva más allá de él y alrededor de una fila de lavadoras. Su boca se tuerce en una sonrisa y apunta. Miro a donde está apuntando Bane y veo que en la esquina trasera de la lavandería hay un pequeño grupo de máquinas de juegos antiguas y una máquina de refrescos. Una pequeña mujer con ajustados short cortados y un corsé de cuero tiene su espalda hacia nosotros. Ella está inclinada sobre la máquina de Pac-Man, una soda de dieta descansando sobre la lavadora a su lado. El sonido eléctrico de woo-woo-woo de muerte sale desde el juego que acaba de perder, y lo patea con sus botas de vaquero, gritando—: ¡Hijo de puta! ¡Maldita sea! ¡Mierda! Bane ahoga una risa y se cruza de brazos, observándola mientras ella se esfuerza por alcanzar con su mano su bolsillo por más centavos. —¿Cómo puedes meter tu puño ahí cuando esos vaqueros son tan malditamente apretados? —dice él. Ella da la vuelta, con brillantes ojos verdes. —Jesús Bane, ¿Por qué te escurres sobre mí de esa manera? ¿Estás tratando de darme un infarto de mierda? —Rebota, poniéndose de puntillas, y planta un beso en la mejilla de Bane. Sus ojos corren sobre mí mientras su mandíbula trabaja en la goma de mascar—. ¿Quién es esta? Bane se aclara la garganta. —Ava, Blair. Blair, Ava. Ambas inclinamos la cabeza, nuestros nombres no son suficientes para responder nuestras verdaderas preguntas la una sobre la otra, y veo un destello de sospecha en sus ojos. Ella es hermosa, curvilínea y en forma, con la piel oscura y el cabello oscuro tejido en dos largas trenzas. Su brazo izquierdo está cubierto de tatuajes vívidamente coloridos, ruedas de vagón, flores y calaveras. Siento una punzada instantánea de celos. —Entonces, ¿qué pasa contigo? —le pregunta Blair a Bane—. ¡Nunca apareciste! Esperé en ese maldito callejón por media hora como una maldita puta. Estoy bastante segura de que uno de tus amigos trató de contratarme. Muchas gracias por eso.

—Lo sé. —Bane se encoge de hombros—. La mierda ha sido una locura. ¿Lo tienes?

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—He estado tratando de contactarte.

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—Lo siento.

—¿Que si lo tengo? No, sólo arrastré mi culo por el centro de la ciudad para encontrarte una segunda vez por ninguna puta razón. Sí, lo tengo. Usa tu cerebro. Blair forma una burbuja de chicle. Ella hace un gesto con su barbilla hacia una cartera de cuero sobre una silla de plástico cercana. Dándole una mirada, Bane recoge la bolsa y se deja caer en una silla para revisarla. Mirando por encima de su hombro, veo que está llena con fajos de billetes nuevos y crujientes de cien dólares. Él separa uno y lo sostiene hacia la luz antes de silbar y volver a colocarlo. —Valla. —Silbo. —Buen trabajo —murmura Bane con apreciación. —Hiciste la mayor parte de eso —gruñe Blair—. Yo sólo lo recogí, es todo. Blair nos está observando agudamente. Bane saca un llavero pequeño de la bolsa y lo sostiene colgando, disparándole a Blair una mirada. Este tiene una forma plateada de conejito playboy, sólo que en lugar de una cabeza las orejas están atadas a un cráneo. Un pequeño juego de llaves está anexo. —¿Playboy muerto? —pregunto. Blair sonríe. —Pensé que era apropiado —dice ella—. Ya que Bane está haciéndose el muerto a partir de ahora. Las llaves son para un apartado de correos en la calle 34. Tengo otro juego. Voy a meterlas en los documentos tan pronto como termine, espero que sólo sean unas pocas horas todo lo que vaya a tomar. Quiero decir, terminé con lo tuyo B, pero no me dijiste lo suficiente sobre ella. —Sus ojos saltan hacia mí—. Voy a apresurarlo, pero aun así me tomará un rápido segundo para imprimir. ¿Qué altura tienes, amor, 1,70? ¿Veinticuatro años? —Sí —admito, sorprendida—. ¿Cómo lo sabes? —Experiencia —gruñe. —Blair resulta ser una increíble artista de la estafa —explica Bane—. Ella puede leer a cualquiera. Probablemente debería hacerla que me diga un par de cosas acerca de ti.

—¿De qué color son sus ojos? —pregunta Blair, lo cual es extraño, porque estoy aquí y ella está mirándolos.

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—Síp —dice Bane con una sonrisa.

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—No trates de alagarme —dice Blair—. Sólo estoy aquí para hacer un simple trabajo de falsificación. —Da un paso más cerca, estudiándome—. Pesas como 59 kilos, pelo rojo, ojos... vaya. En realidad esa es una pregunta difícil. Bane, ¿Ves sus ojos?

—Um, avellana —le digo, tratando de no sonar sarcástica—. Mis ojos son color avellana. ¿Esto es para el pasaporte? —¡Shh! —Regaña Bane, mirando a su alrededor. El gordo se ha ido, sin embargo, y el hombre detrás del mostrador no está prestándonos atención. —¿Qué, como si ustedes no estuvieran hablando en voz alta? —pregunto. Blair me mira con los ojos entrecerrados, a centímetros de mi nariz. —No, más como oro/azul. Hay un poco de morado y verde también, lo juro por Dios. Jesús. Eso es una locura. Tienes ojos hermosos. —Gracias —murmuro. —Pensaba en verde —dice Bane. —Tú eres daltónico. —Blair lo desdeña—. Yo los tengo verdes. Voy a decir avellana para ella. Avellana azulado. Asiento. —Síp, eso es... lo que dije. —¿Cuánto tiempo necesitas? —Interrumpe Bane—. Estamos de alguna forma apresurados. Blair desliza su mirada sobre nosotros, tomando nota de mis moretones descoloridos, ropa prestada y los nudillos agrietados de Bane. —Te dije, rápido, ¿está bien? Unas pocas horas al menos, te enviare un mensaje. —Ella se inclina contra la máquina de Pac-Man, masticando su chicle mientras me estudia—. ¿Ya elegiste un nuevo nombre, amor? ¿Te importa? —Um... ¡Mierda, un nuevo nombre! La mierda sólo se volvió real. Siento la piel de gallina recorrer mis brazos sólo de pensar en ello: una nueva identidad. Toda mi vida cambió hace unos días cuando fui atrapada en el Club D.L., y ahora está a punto de cambiar de nuevo. ¿Una vez que tenga un pasaporte falso, nunca voy a ser capaz de volver a ser Ava Clark? ¿Tener una carrera como cantante, ir a la farmacia con Rachel, y asistir a las reuniones familiares en Ann Arbor?

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Pensar en cambiar mi nombre me lleva inmediatamente de vuelta a cuando era niña y jugaba fingiendo con Rachel. Inventábamos personajes y hablábamos con acentos tontos, y a veces llevábamos nuestro juego a la escuela. Rachel siempre fue bastante genial en ello, siempre tomaba nombres realmente glamorosos de princesa

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¿O Ava Clark se habrá ido para siempre?

como Arianna o Belle o Anastasia. Yo, por el contrario, no era tan creativa. Hice que mi maestra de primer grado me llamara Corazón desde el día de San Valentín hasta las vacaciones de Acción de Gracias, cuando entonces decidí que quería ser nombrada Arándano. Al igual que la salsa. Evidentemente, no soy tan genial ideando nuevos nombres. —En realidad, espera. —Sonrío involuntariamente—. Creo que tengo uno. ¿Qué tal el apellido Kent, nombre Rachel? Rachel Kent. Kent como Clark Kent, el alter ego de Superman: un juego con mi verdadero apellido. Y Rachel, como mi hermana. De esta manera, puedo llevar a mi familia conmigo a mi nueva vida… incluso aunque sólo sea por un nombre. Blair se encoge de hombros y arquea una ceja a Bane. —¿Sentimental? —Sí, ¿por qué no? —Él se encoge de hombros—. Tanto como eso no sea un nombre familiar de verdad, Kent. No quiero dejar ninguna miga de pan. —No —confirmo—. Ningún Kent. La mirada de Bane está fija sobre mí, sondeando y analizando de nuevo. —¿Qué pasa con Rachel? —Cuando no contesto, suspira—. Muy bien Roja, ¿quién es Rachel? —Lo siento si no hemos tenido tiempo para intercambiar historias de vida — suelto—. ¡Pero ha pasado mucho! Vamos a concentrarnos en salir de aquí y luego te voy a decir todas las cosas aburrida que deseas saber sobre mí. Rachel es un nombre bastante común. Hay toneladas de Rachel. Bane me da una mirada larga y dura. —Está bien. —Debería estar bien —dijo Blair cortante—. La única parte difícil serán las primeras veinticuatro horas, sacarte del país de manera segura. Hice todos los arreglos yo misma, así que no hay mucho margen de error. Sólo depende de cuan inteligentes y rápidos sean tus poco entusiastas amigo motociclistas cuando salgas a la carretera. Siempre y cuando llegues a la casa del Tío Crisp en una sola pieza, nadie va a ser capaz de rastrearte.

—Le dije que Canadá —Bane aclara su garganta—. Lo siento, Roja. Con toda la emoción no me molesté en explicarte realmente. El tío Crisp de Blair es mi papá,

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Blair patea con indiferencia las botas de Bane con las suyas. —Vaya forma de mantenerla informarla, imbécil. ¿Esperas que la pobre chica sólo cambie su identidad como un par de pantalones y ni siquiera le has dicho adónde van?

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—¿Tío Crisp? —pregunto.

Crispín Davies. Yo siempre me fui por Harme, el apellido de mi madre, pero mis nuevos documentos están bajo Davies. Mi papá se fue de nuevo a Canadá después de que él y mi mamá se separaron. Tiene una casa de campo que podemos utilizar. Death Layer no sabe que existe, por lo que debe ser segura. Proceso esto rápidamente y señalo a Blair, la comprensión levantándose. — ¿Ustedes son primos? —Síp. —Hace estallar otra burbuja de goma de mascar, sonriendo—. Blair Davies, falsificadora extraordinaria. Tengo todos los buenos genes y cerebro, como puedes ver. Todo lo que quedó para el perdedor aquí fue la fuerza bruta. —Correcto. —Bane hace una mueca—. Lo cual es como acabo de ganarnos a ambos una jubilación anticipada, y no lo olvides. Dinero de pelea, Roja. Buenas apuestas a la antigua en un combate de boxeo. ¿No es hermoso? —Bane se pone en pie, acariciando la bolsa de cuero llena de dinero en efectivo mientras se la cuelga por encima de su hombro. Él mira a Blair—. De nada, por cierto. Estoy sonriendo, un poco estupefacta. —Ustedes no se parecen en nada. —Eso es porque Bane es feo —dice Blair, sacando la lengua y riendo. Bane rueda los ojos. —Es porque tu mamá es fea. Blair lo patea de nuevo, provocando un momento de payasadas. Claramente ellos nunca lograron superar los siete años. Esto termina cuando Blair patea a Bane bruscamente en la espinilla. —¡Ay! —¡Shh! —digo, notando que el hombre detrás del mostrador está mirando—. Espera, sin embargo. ¿No será tu papá un poco obvio? Quiero decir, ¿No es ese el primer lugar en que ellos buscarán? —No, el papá de Bane no existe legalmente —dice Blair enigmáticamente—. Por lo menos no en papel real. Él está fuera de la red. Sin acta de nacimiento, nada de nada. Ni siquiera en el certificado de nacimiento de Bane.

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Bane y Blair intercambian una mirada que dice “no vale la pena”, y Bane mira su reloj.

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Yo frunzo el ceño. —¿Cómo es eso posible? —Ninguno responde—. En serio, ¿cómo? ¿Es, como, un pirata? ¿Tiene una máquina del tiempo y vino aquí desde el pasado? ¿Cómo no tiene una identificación?

—Sí, bueno, voy a explicártelo más adelante —gruñe Bane—. Odio interrumpir esta pequeña reunión familiar, pero Blair tiene que poner su culo en movimiento y hacer esas identificaciones. ¡Inmediatamente! Y tú y yo tenemos algunos cabos sueltos que atar. —Sí, sí —Blair mueve su mano—. Fácil. Simplemente, necesito una foto tamaño pasaporte de tu amiga. Párate justo ahí, cariño. Ella me mueve delante de una sección de la pared blanca y sostiene su iPhone. — Sonríe muy bonito. Uno, dos, tres. —Mira su pantalla y arruga la nariz—. Se ve bastante horrible para ser real, sin ofender. La sostiene para que la vea y me río. Hay círculos oscuros bajo mis ojos de los moretones desvaneciéndose y mi pelo cobrizo es un desastre, flotando en todas direcciones como Medusa. Se parece misteriosamente a mi verdadera foto de pasaporte. —Tienes talento —le digo a Blair. —Síp —dice ella—. Está bien, eso es todo lo que necesito para que te escabullas, voy a retocar esta foto un poco para deshacerme de los moretones para que no se vea como que tomamos la foto hoy. El resto depende del estúpido aquí. —Codea a Bane mientras camina junto a él—. ¡Dile hola a Crisp por mí! —Espera. —La llama Bane, deteniendo a Blair de su rápido caminar hacia la puerta—. Certificado de nacimiento también, para ella. —Aja. Está bien. —Blair nos da un guiño de complicidad y se vuelve para irse. —¡Oye! —La voz de Bane la hace detenerse en la puerta—. Puede que no te vuelva a ver, prima. Ven aquí. Con el ceño fruncido, Blair vuelve y envuelve sus brazos rápidamente y con firmeza alrededor de los hombros de Bane, plantando un beso en su mejilla.

Sólo hay un problema evidente que no hemos abordado.

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Con eso, Blair sale de la lavandería y desaparece por la calle hacia su motocicleta. Bane saluda con la mano mientras ella se aleja, luego se vuelve y toma mi mano. La cálida presión de sus dedos sobre los míos me da un poco de coraje a la vista de toda esta locura. Papeles falsos. Correr por nuestras vidas.

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—Claro que lo harás —dice ella—. ¡Navidad en Cornwall! Vamos a cocinar un ganso y comer pudín de higos y tomar té en el Palacio de Buckingham con Sherlock Holmes y Jane Austen. Por supuesto que me verás de nuevo, perdedor. Ustedes dos compórtense en el camino.

—Dijiste cabos sueltos. —Me aventuro, mirando hacia Bane—. ¿Quiere decir lo que creo que quieres decir? El rostro de Bane se vuelve de piedra. —Tienes que decirme lo que Jack tiene sobre ti. —Refunfuña—. Cómo ha estado reteniéndote en Death Layer. Y entonces tenemos que hacer que desaparezca. Tenemos veinticuatro horas para arreglarlo. —Él mira su reloj—. Mierda. Eso hace dieciocho horas. Siento que la sangre se drena de mi cara, recordando la seriedad psicópata en la cara del señor King cuando prometió dispararle a Rachel si me escapaba. Hasta este punto, había estado tan concentrada en sólo salir del complejo Death Layer que había sacado la idea de lidiar con su amenaza de mi mente. Con la huida frente a mí como una posibilidad real, me doy cuenta de que tengo que enfrentar al hombre que me vendió, lanzándome al tráfico de esclavos, y arruinó mi vida, en primer lugar: el hombre con los penetrantes ojos azules y sin alma: el Señor King, CEO de Skollz Corp. —Tienes que decirme lo que es, Ava —dice Bane—. ¿Qué consiguió Jack de ti? Niego con la cabeza lentamente, sabiendo que sólo hay una manera de lidiar con un psicópata como el señor King, sólo un idioma que él entenderá: la violencia. Mientras esté vivo, Rachel no estará segura. Tomando una respiración profunda, me encuentro con los ojos escrutadores de Bane. —Jack no consiguió nada de mí, Bane —le digo de manera uniforme—. Es alguien más. Alguien poderoso. El que me trajo a D.L. y me entregó a Jack. El rostro de Bane adquiere esa resolución fría y letal que he visto demasiadas veces. —¿Quién es ese hijo de puta? Me quedo mirando a este hombre feroz que ya me ha salvado tres veces. Es capaz de cualquier cosa. Veo, por la posición de su mandíbula, y la rectitud de su postura, que ha tomado una decisión. Sus ojos arden en mí, emocionándome y aterrándome con su intensidad. Se ha vuelto un asesino de nuevo. Sólo que esta vez siento que realmente puedo unirme a él en el borde, más allá de la ley y el miedo; puedo, y lo haré, volverme tan feroz como la Bestia.

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Lo haré por Rachel.

Traducido por NataliCQ Corregido por Juliette Es muy tarde, probablemente alrededor de las cuatro de la mañana, y estoy exhausta. El collar de perro con púas que estoy usando está apretado, pero esa no es la verdadera razón por la que mi respiración es superficial y apresurada; estoy trabajando en contra de mis instintos de lucha e huida, la adrenalina bombeando. Estoy de pie en lo que ahora es oficialmente mi lugar menos favorito en el mundo. El Club D. L. Me vestí sólo con un sujetador, ropa interior y cadenas, el uniforme de mi primer día aquí en Death Layer. Si Dios quiere, esta será la última vez que vea estas fétidas paredes, escuchar estos desenfrenados gritos, y oler este hedor de sangre. Pronto el Club DL será sólo un mal recuerdo, y tendré el resto de mi vida para borrarlo. Bane irrumpió en la oficina de Jack antes y utilizó su computadora para enviar un correo electrónico al señor King, solicitando una reunión urgente. Al señor King se le aconsejó que se presentara a tiempo, cinco minutos a partir de ahora. El simple engaño dará lugar a su rápida desaparición. Nuestro plan es muy básico, pero todavía hay un millón de cosas que podrían salir mal. Como que cualquiera de los chicos del MC Death Layer nos detenga. Las cosas de por aquí se están terminando, por lo que estamos contando que todo el mundo está demasiado perdido y soñoliento para molestarse con nosotros. Bane está detrás de mí, llevándome a través de la entrada de los miembros del MC.

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La atronadora música trance y el caos de la multitud inundan mis oídos y casi instantáneamente me da dolor de cabeza, pero la grande y áspera mano de Bane está en mi hombro para dirigirme a través del club. Él es implacable, guiándome pasando el ring de combate. Ambos deliberadamente evitamos mirar el ring o las caras desenfrenadas sintonizadas en él, y me calienta saber que Bane está tan disgustado por ello como lo estoy yo.

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Judge Jefferson parece saber que algo está pasando, aunque Bane no le ha confiado nuestros planes, y cuando nos vio cruzó la habitación para hablar con un par de gorilas cerca de la puerta, distrayendo su atención de nosotros.

No hay una gran cantidad de clientes en el club esta noche, sólo unos pocos grupos calentando asientos en las gradas y ordenando cócteles de esclavos desnudos. Reconozco una esclava como Amy, la chica de ojos azules que intentó ayudarme a escapar en mi primera noche. Bane le nota también, y veo como aprieta los dientes mientras uno de los tipos vestidos como en Wall Street la agarra y comienza a forzar su cabeza hacia la bragueta de sus pantalones. Sin siquiera pensarlo, abro la boca para gritar su nombre y doy un paso hacia ella. Pero Bane me sacude hacia atrás contra él, tapando mi boca con una mano. Mi corazón se hunde, no queriendo creer que tiene razón, pero la tiene. No hay equipo en toda la SWAT que pueda hacer algo ahora mismo para ayudarla, a menos que estuvieran dispuestos a ir a lo kamikazes y cambiar sus vidas por la de ella. Hay guardias cubriendo las paredes que sostienen látigos y usando armas, por no hablar de que Jack y sus amigos tienen que estar en algún lugar cerca. —Joder —susurro, frustrada. Las probabilidades están en nuestra contra. Estamos Dios sabe qué tan profundo en el edificio de Death Layer. Haremos lo que podemos hacer para salir de aquí. En silencio, me comprometo conmigo misma que haré algo, cualquier cosa, para ayudar a Amy. A cada Amy. Una vez que sea libre. Bane camina detrás de mí hacia las gradas, más allá de la sala iluminada de rojo lleno de sofás de drogas y asistentes femeninas desnudas, y nuestros pasos tienen como primer objetivo el pasillo cercado que se conecta a la entrada del garaje de estacionamiento. Aquí, las mujeres esclavas sexuales están encadenadas a la cerca para el sexo, y un par de muchachos de aspecto adolescente. Mi estómago se agita mirándolos, preguntándome cómo eran cuando eran niños, como personas, antes de ser atrapados y traídos aquí. Bane me dirige a un lugar abierto, lejos de la vista de los otros clientes y esclavos encadenados, y utiliza sus dedos para levantar mi barbilla y apartar mi mirada de horror frente a mí. —Justo aquí, Ava —susurra—. Mírame. Enfócate. —Lo hago, mirando sus ojos—. Sólo adhiérete al plan, nena —dice Bane—. Confía en mí.

Me besa profundamente, sacando un par de esposas de su bolsillo. Entrelazando sus dedos con los míos, levanta suavemente mi brazo sobre mi cabeza. Con una

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—Bien.

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Asiento, la adrenalina comenzando a bombear. —Confío en ti.

velocidad aterradora, bloquea las esposas alrededor de mis muñecas y por el alambre. No puedo evitar un pequeño gemido de miedo. Trato de sonreírle, haciéndole saber que puedo ser valiente. —Eres horriblemente rápido con esas esposas —bromeo, mi voz temblando un poco—. Podría suponer que has hecho esto antes. Bane medio se estremece, medio me sonríe. —Diferentes circunstancias. Pero sí, conozco algo de bondage. —Tendrás que mostrarme alguna vez. Levanta una ceja. —Enfócate. —¡Lo estoy! ¿No es una parte del plan un tutorial básico de bondage? Le sonrío con ironía, y él ahueca mi rostro. —Esa es mi chica valiente. Se inclina, sus labios rozando contra mi cuello en un cálido y tierno beso. Cierro los ojos, saboreando la sensación de su boca en mi piel y su enorme cuerpo musculoso protegiéndome como un escudo contra la locura que nos rodea. No puedo hacer nada en contra de su toque, en contra de las esposas. Besa a lo largo de mi mandíbula, su toque ligero como una pluma. Cualquiera pasándonos pensaría que somos otra prostituta y cliente utilizando las alegrías de la valla del sexo. —Recuerda —murmura Bane en mi oído—. La señal al segundo que entre por la puerta. El recordatorio me lleva de vuelta a la realidad. Asiento, forzando mis ojos abiertos en ranuras. —Ten cuidado, bebé—susurro. Es difícil decir cuánto tiempo esperamos. La única medida de tiempo en este pasillo son los jadeos, gruñidos y gemidos de las personas que nos rodean. Cada vez que la puerta grande de metal se desliza abierta estiro el cuello para ver si reconozco las caras de los clientes acercándose. Y cada vez, no es él.

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Siento enojados escalofríos picando todo mi cráneo al segundo que el cabello rojo del señor King flota en el marco de mi visión, a sólo unos metros de distancia. Todo se precipita de nuevo en mi memoria con una sensación de malestar, de la química que

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Hasta que lo es.

imaginaba entre nosotros en Skollz Corp para la absoluta conmoción y la impotencia que sentí cuando me dejó aquí para pudrirme. Parecen décadas atrás, pero sólo han pasado cuatro días desde la última vez que vi el rostro del señor King. Era viernes, cuando él me trajo aquí. Debe ser lunes por la noche ahora. Él estaría viajando a Australia mañana para el viaje de negocios en el que se suponía debía estar, otra vida atrás. En esos breves cuatro días, ese rostro suyo que una vez pensé guapo se ha retorcido en mi cerebro, revelándose para ser la cara del diablo mismo. El señor King está caminando enérgicamente con la misma mirada de intensa concentración que llevaba el viernes. Estoy mirándolo fijamente, con la boca abierta, con ganas de arrancar la exasperante calma de su rostro y preguntarle por qué me hizo esto. El calor de la furia y la rabia que he vivido en mis huesos desde que el señor King me abandonó está llameando hasta que creo que podría explotar. —Ese es él. —Toco con urgencia el pie de Bane con el mío, nuestra señal prearreglada, y se endereza para mirar subrepticiamente por encima del hombro. Un músculo en la mandíbula de Bane tiembla. Sus ojos se estrechan. —¿Lista? Hemos revisado los pasos un centenar de veces, pero ahora que ya es hora del juego estoy insoportablemente nerviosa, como un nuevo recluta yendo a su primera batalla. Es un simple ataque de uno, dos, tres: golpearlo, atraparlo y matarlo. Pero es mi primer asesinato, mi primera venganza, y estoy nerviosa como la mierda. El señor King está a sólo un par de metros de distancia ahora, caminando por el pasillo como un novio en una extraña boda yendo mal, apenas notando la gente encadenada a la cerca alrededor de él. Asiento y tomo una respiración profunda. El señor King está a un brazo de distancia. —Lista —le digo a Bane—. Ahora. Bane rueda fuera de mí, su enorme pecho golpeando en el hombro de señor King y golpeando al sorprendido ejecutivo fuera de balance. A la velocidad del rayo, la mano de Bane atrapa el hombro del señor King, estabilizándolo.

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El señor King le hace una mueca de disgusto a Bane y trata de tirar la mano del gran hombre lejos, pero el agarre de Bane es demasiado apretado.

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—Oh, perdón, hombre. —Bane se queja en una perfecta imitación de un borracho arrastrando las palabras—. Lo siento tanto. No te vi. ¿Quieres un turno? Aquí, llévatela.

—No, no —dice el señor King con una educada sonrisa falsa—. Está bien, no te preocupes por eso. Bane se disculpa como un cachorro servil. —En serio, lo siento. Aquí, toma un turno. —No, no. —Insisto. Bane tiene la ventaja de la altura de la cabeza y fácilmente arrastra al señor King hacia el borde del pasillo hasta el hombre más pequeño tropieza a la derecha en mi punto en la pared. Bane le da un áspero empujón y de repente estamos cara a cara. El señor King tropieza torpemente contra mí, sus caderas adentrándose en mi vientre. Rápida como un rayo, levanto mis piernas y las envuelvo alrededor de sus caderas como una enredadera. No puedo dejar de burlarme un poco mientras le sonrío, un fuerte y frío sentimiento abrumando mis entrañas. —Buenas noches, Vincent. No es hasta que enlazo mis tobillos detrás de su espalda y lo aprieto hacia mí que el señor King se molesta en mirar mi cara, sus ojos azules brumosos con molestia y confusión. Toma un segundo, pero de repente sus ojos se aclaran y el reconocimiento cae. Sacude la cabeza hacia mí y se ríe con dureza, desconcertado. —Señorita Clark pusieron aquí abajo?

—dice

suavemente,

fascinado—.

Dios

mío,

¿te

—Oh Vicente, por favor, llámame Ava. Creo que podemos usar nuestros nombres de pila ahora. —¿Podemos? —Sus labios están atrapados a medio camino entre una mueca y una sonrisa, un ceño fruncido en perplejidad. Está claro que no tiene ni idea de qué diablos decirme, así que tomo la iniciativa.

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—Siempre he admirado tu espíritu. Ava. —Se ríe, mirando hacia abajo a mis piernas envueltas alrededor de sus caderas. Trae sus manos bien cuidadas hasta mis muslos y los frota lentamente hacia mi entrepierna en un gesto lascivo que hace que

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—Arruinaste mi vida —susurro—. Me lanzaste al tráfico de personas, amenazaste con matar a mi hermana. En este momento puedo sentir tu pequeña polla entre mis piernas, y estoy a punto de ser la última cosa que veras en tu retorcida, sádica, pequeña y triste vida. Así que, realmente, por favor, llámame Ava. No hay necesidad de Señorita Clark. Estamos jodidamente lejos de eso.

aparezca mi piel de gallina—. Y lo siento por lo que pasó. Pero no hay manera de salir de esto para ti, así que no tendré en cuenta tu vacía amenaza. Simplemente le sonrío. Aunque mi corazón está latiendo con fuerza y quiero desesperadamente vomitar todo sobre él, lo sostengo. Confío en Bane, pienso para mí misma. Confío en Bane... El señor King lame sus labios. —Aunque ahora que estamos aquí en esta posición juntos —dice—, tengo que admitir que me he imaginado tus piernas envueltas a mí alrededor un par de veces. Puesto que estás encadenada a una cerca y no tienes ninguna objeción que decir, también podría disfrutar un poco de mi fantasía. El furioso calor en mis huesos cambia a hielo. —Qué casualidad. —Río—. Estaba a punto de representar un poco de mi fantasía. Frunce el ceño, desconcertado. —Sí, definitivamente no es la misma fantasía —admito—. En la mía, te mueres. Detrás del señor King, veo a Bane moverse tranquilamente en posición. Está de pie directamente detrás del señor King, los pies plantados, su rostro neutro. Bane llega con su mano izquierda a un cuchillo que está enfundado en la cintura de sus pantalones vaqueros. —Esto no es lo que quería Vicent, pero esto no es un juego —le digo, repitiendo las palabras que me dijo cuándo me entregó a Jack—. Me gustaría poder decir que te perdono por lo que me has hecho, o que al menos traté de hacerlo, pero no estoy allí todavía. Tal vez con asesoramiento, ¿quién sabe? Pero estoy segura como el infierno que no te daré más oportunidades para herirme, a mi hermana, ni a nadie más. Estás acabado. Tu pequeño pasatiempo de jugar a ser Dios y destruir personas termina esta noche. Adiós, Vincent. Con un movimiento tan rápido y repentino que incluso yo apenas vi, Bane envuelve su brazo alrededor, hundiendo la hoja del cuchillo en la caja torácica del señor King y enterrándola hasta la empuñadura. El señor King jadea, aturdido, sus ojos acosados y congelados en mí como si yo pudiera explicarle. Y entonces Bane tuerce el cuchillo, sellando el destino del señor King. Siento el eco a través de su cuerpo mientras se tuerce y su peso se hunde un poco más en mis piernas.

Los helados ojos de Vincent se abultan y su rostro se contorsiona. Está boqueando como un pez cuando se tambalea hacia adelante en mí, agarrando mis hombros. Sus

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—Esa no es manera de tratar a una dama —susurra Bane en su oído.

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—Clark —gruñe, contorsionándose—. Tú... perra.

uñas se clavan en mi piel dolorosamente, como si se aferrara a su propia vida. Pero es inútil. Esos ojos, antes tan invulnerables y calientes, se están ampliando en estado de shock mientras la sangre y los segundos se drenan fuera de él. —Clark... Convulsiona, inclinándose en mí, y se desploma. Muerto. Bane está justo detrás de él, y envuelve un brazo debajo de las axilas del señor King para sostenerlo mientras con la otra mano desbloquea hábilmente mis esposas. Traigo mis brazos hacia abajo con gratitud, frotando la circulación de nuevo en ellos. Mi corazón está tronando en mis oídos, y puedo sentir la sangre pegajosa del señor King derramándose sobre mi vientre. Incluso con la ayuda de Bane, el peso muerto del señor King llega a ser demasiado para mí. —Date prisa —susurro. —Levanta sus brazos —gruñe Bane. Levanto una de las muñecas de Vincent, bloqueándola con las esposas, y luego la otra. Ahora él está suspendido como un pedazo de carne en una carnicería, una adición macabra al horrible pasillo de entrada del Club DL. Con un poco de suerte, nadie siquiera lo note hasta que cierren el club. Así es como dejamos al grande y poderoso señor Vicent King, otra víctima del infierno que él ayudó a construir. Justo como lo planeamos, Bane y yo volteamos y nos alejamos con tanta naturalidad como nos es posible. Nos escabullimos entre la multitud hacia el ascensor de los miembros del MC. Judge Jefferson todavía está allí, hablando con el gorila. Cuando nos ve venir, cambia su postura para bloquear la línea de visión del gorila para que podamos deslizarnos más allá. Judge Jefferson me da un guiño sobre el hombro del gorila mientras me deslizo pasando.

—Lo sé.

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—Hicimos lo correcto Ava —murmura—. Esa era la única salida. Matar o morir.

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Cuando las puertas del ascensor se cierran detrás de nosotros, Bane toma mis manos entre las suyas. Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy temblando. Tira de mí hacia él, y me sostiene apretado contra su cuerpo. Puedo sentir su corazón latiendo a través de los músculos de su pecho, y estoy de alguna manera aliviada por la poderosa sensación y el sonido de él. Descansa la barbilla en la corona de mi cabeza, y puedo sentir su aliento suave contra mi pelo. Puede estar temblando contra él como una hoja, pero él es mi roca.

Me sostiene cerca mientras pasamos los suelos, y me encuentro riendo entre dientes contra él. —¿Qué? —pregunta. —Sólo en el Club D.L. podría una mujer semidesnuda cubierta de sangre no llamar ninguna atención. Se burla. —Ducha rápida para ti, y luego vamos a volar este soporte de paleta. Cuando las puertas del ascensor se abren, prácticamente corremos a su habitación. Bane comprueba dos veces todo lo que ha empacado en la mochila para nosotros mientras tomo una ducha rápida, fregando y fregando con jabón pero me sintiendo como Lady Macbeth; esa maldita mancha simplemente no volverá a salir. Ahora he matado a un hombre. Junto con el señor King, he matado a la antigua Ava para siempre. Ahora, el única camino por el que seguir está al frente, y sé exactamente a quién enganchar a mi vagón. Cuando salgo de la ducha, veo que Bane ha puesto algo de ropa para mí en el lavabo del baño. Son un par de pantalones vaqueros, una camiseta, una chaqueta de cuero, ropa interior, un sostén y botas. Es coherente, tonos de azul marino y oro, y todo el tamaño correcto. Mientras me encojo de hombros, dejo escapar un suspiro de alivio involuntario. Dios, se siente increíble llevar ropa de verdad de mi propio tamaño. ¡Ha sido por-jodido-siempre! Cuando me uno a Bane en el dormitorio, él ni siquiera tiene que levantar la vista para saber mi pregunta. Está cerrando la cremallera de la mochila y acariciando detrás de las orejas de Jenny. —Un regalo de despedida de Blair —explica—. Ella no paraba de darme mierda por vestirte en mi ropa interior. Y sí, es totalmente espeluznante que ella puede adivinar el tamaño de todos. Siempre ha sido así. Sonrío, tan lista como nunca voy a estarlo. —¿Listo?

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Se agacha junto a la perra, que no se ha movido mucho desde la cirugía de emergencia de Meat Grinder. Ella tiene una venda fresca en su costado y pecho, y su perpleja pata está envuelta cómodamente en una sábana limpia. Bane la acuna en sus brazos y le da un pequeño beso entre las orejas que hace que mi corazón se sienta estúpidamente blandito y como un estallido de dulce caramelo.

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—Vamos a rocanrolear. —Bane salta a sus pies. Tomo la mochila llena de dinero en efectivo y suministros de él, y él también me entrega su Remington. Luego se vuelve hacia la pit-bull—. Bien, Jenny. No te va a gustar esto, pero vas a venir también.

Una devastadoramente carismática sonrisa con hoyuelos destella en su cara. — Está bien. Tengo a mi pelirroja y mi pit bull. Sólo una chica más para irnos. Ruedo los ojos, sabiendo que está hablando de su motocicleta. —Oh, Dios mío, ¿Eres siempre así de cursi? —Sólo después de matar a los chicos malos. No es más que medio divertido, medio molesto, pero aun así río con él. Está sosteniendo la puerta abierta con el pie y me alzo en puntillas para besar sus labios antes de pasarlo a la sala, sonriendo a su hermoso y duro rostro. —Supongo que te mantendré de todos modos —murmuro. Me besa de nuevo, con avidez, y sus ojos se arrastran hacia mí. —Vamos salir como el infierno fuera de aquí, Roja. ¡Vámonos!13 Lo sigo por la puerta, balanceando la mochila, metiendo su Remington a través de las correas del hombro de la manera que solía llevar mi estera de yoga. La vida seguro cambia. Hacemos nuestro camino abajo por la escalera y a la planta baja sin problemas, pero Bane me guía a través de la salida del sótano. Un guardia de seguridad está jugando Candy Crush Saga en su iPhone y parpadea hacia nosotros. —La perra necesita un veterinario —explica Bane—. Voy a llevarla arriba. El guardia de seguridad asiente y nos hace señas para salir. Bane mantiene un constante ritmo normal mientras paseamos alrededor del bloque donde dejó su Harley aparcada. Cuando lleguemos junto a ella, me quedo mirando el pequeño asiento negro. —Así que... ¿cómo va a funcionar esto? —pregunto con escepticismo. —Mira y aprende, pastelito.

13

En español en el texto original.

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—No puedo decidir si esa es la cosa más adorable que he visto nunca, o lo más rudo que he visto nunca —confieso.

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Sin soltar la perra, Bane balancea una pierna sobre la Harley y se acomoda a sí mismo en el asiento. Una vez que está equilibrado, voltea cuidadosamente a Jenny así ella está mirando hacia adelante. Prácticamente sentada en su regazo, sus patas cuidadosamente en equilibrio sobre el cuerpo musculoso de la moto, los brazos de Bane envueltos alrededor de ella para sostener las manillas. No puedo dejar de reír al verlos posando juntos en una Harley.

Bane asiente enfáticamente. —Ambas. Gira la llave en el contacto y la Harley ruge a la vida con el sonido distintivo del motor, enviando un escalofrío de emoción a través de mi sangre. Bane lleva una mano detrás de él para acariciar los pocos centímetros que quedan en el asiento. —¡Hay lugar para uno más! —grita sobre el ruido del motor. —¿Seguro? ¡Porque tú y la perra se ven muy acogedores sin mí! Bane me frunce el ceño juguetonamente. —¡Deja de ser un dolor en el culo y pon tu trasero lo más cerca posible al mío y mantenlo allí! Riendo, lo hago. Nuestro viaje hasta la famosa oficina de correos Penn Station en la calle 34 está hecho en un momento. Bane pellizca mi trasero cuando salto de la moto en marcha. Chillo de sorpresa antes de lanzarme arriba por las escaleras de la oficina de correos, robando una mirada a Bane mientras equilibra la moto junto a la acera vacía de la temprana mañana con Jenny en su regazo. Empujo a través de las puertas giratorias en el vestíbulo de 24 horas de la oficina de correos, mis pasos haciendo eco en los inmensos pilares iguales a los que están en una catedral. Soy la única alma en el hermoso edificio, y siento una punzada de admiración por su belleza, así como un retorcido sentido de despedida. Este es uno de los lugares más icónicos de la ciudad de Nueva York, una sala emblemática, y será uno de mis últimos puertos de escala antes de partir para siempre. Encuentro el apartado postal, giro la llave. Dentro de la caja esta un sobre de manila que contiene mi nueva identidad. Con temblorosos dedos emocionados rápidamente saqueo a través de ella.

—Te quiero, hermanita —le susurro a ella—. Espero verte de nuevo pronto.

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Tiro otro sobre fuera de mi bolsillo, éste arrugado y secreto. Bane no sabe nada de él. Es una carta, apresuradamente garabateada, sin remitente. Paso los dedos sobre el nombre del destinatario: Rachel Clark, 5 Este, calle 125, Dpto. 5R, Nueva York, Nueva York.

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El falso pasaporte de Estados Unidos de Rachel Kent, una licencia de conducir de Nueva York, y la partida de nacimiento están dentro. Sus detalles son increíbles, a mi ojo inexperto parecen completamente legítimos. Niego con la cabeza, divertida, cuando me doy cuenta de la nueva ciudad de procedencia que Blair ha elegido para mí: Greenwich, Connecticut. Evidentemente ella piensa que luzco adinerada. Oh, la ironía.

La carta es breve y vaga, lo suficiente para decirle que estoy viva, que me enredé con gente peligrosa, pero he hecho mi mejor esfuerzo para liberarme. Que ninguno de ellos conoce mi nombre real, y por lo cual ella debe estar a salvo de ellos, siempre y cuando ella no cave demasiado profundamente en mi desaparición. Le pido decirle a mamá y papá que estoy bien. Le digo que estoy con un hombre salvaje, áspero, y sin embargo, digno de confianza, que él salvó mi vida. Le pido que me perdone por no ser capaz de verla antes de irme. Le prometo que voy a hacer todo lo posible para hacerle saber que estoy bien, de vez en cuando. Digo adiós.

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Es una tontería, lo sé, pero le doy al sobre un beso antes de dejarlo caer en el buzón.

Traducido por NataliCQ Corregido por Juliette Agarrando mis nuevos documentos de identidad como un amuleto de la buena suerte, corro por las escaleras hasta la calle y de vuelta a Bane. Deben ser alrededor de las cinco A.M. ahora, y el lento despertar de un amanecer de verano está comenzando a parpadear en el Este, enviando tomas de azul eléctrico y toques de naranja a través del profundo púrpura del cielo nocturno. Es un impresionante telón de fondo para la vista de aquel hombre poderoso y astuto esperándome. Me da una sonrisa torcida que hace que un remolino de calor atraviese mi cuerpo. Me empapo en la vista de él, con las luces de la ciudad y el contorno iluminado de blanco del edificio Empire State atrás. —¿Todo bien? —dice sobre el zumbido del motor de la Harley. —¡Sí! Gracias por mi nuevo nombre —respondo. Hace un guiño. —Eso es sólo el comienzo, nena. Te voy a dar uno más nuevo, pronto. Sonrío y subo en la parte trasera de él, con el corazón acelerado. Mientras envuelvo mis brazos alrededor de Bane, siento que mis ojos se llenan de emoción. Adiós, Nueva York. Adiós, vieja Ava. Adiós, vieja vida. Hola, desconocida. Bane arranca el motor y acelera a través de las vacías calles, la brisa cálida de la mañana acariciando nuestros rostros mientras zigzagueamos hacia los muelles de Chelsea. Es una zona muy tranquila a la vista mientras los yates amarrados se mecen suavemente en la corriente, resplandeciendo de color dorados con los primeros destellos del alba. Bane nos conduce directamente hacia el muelle hasta el final donde un yate está a la espera, sus motores en silencio tarareando y burbujeando en el río Hudson.

—Amigos de Blair —regresa Bane.

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—Amigos de Blair —grita él.

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Hay un hombre con el pelo largo y una camisa vaquera haciendo algo con una cuerda en la parte trasera del barco. Mira hacia nosotros y saluda con la mano.

El hombre apunta a la motocicleta. —¿Ella viene a bordo? —¡Claro que lo hace! —grita Bane. Los ojos del hombre parpadean, pero sólo se encoge de hombros. —Apaga el motor y arrástrala dentro. —Señala un tablón estrecho equilibrado entre el muelle y el barco, y creo que esa va a ser nuestra pasarela. —Él está bromeando —digo. —De acuerdo —dice Bane, girando la llave para apagar la ignición—. Baja. —Tienes que estar bromeando —repito. Bane da un paso a mi lado, y levanta suavemente a Jenny desde su posición y extiende sus manos hacia mí para que la sostenga. —Espera aquí, voy a volver a ayudarlas. —Oh Dios —gruño bajo su peso—. Estás bromeando. Él no lo está. Los neumáticos de la Harley son casi tan anchos como el tablón, y encuentro difícil respirar mientras observo a Bane tambalearse y sudar lentamente por la rampa. El barquero de pelo largo está mirando también, sonriendo con interés y dando instrucciones y asesoramiento. Bane está a unos dos metros por encima del agua negra, y Dios sabe lo profundo que es o lo que hay debajo de la superficie. Alto. ¿Por qué está siempre alto? —¡Cuidado! —grito. Me doy cuenta de que el zumbido que estoy escuchando no está en mi cerebro; es real. Me doy la vuelta, curiosa, para ver lo que está haciendo el ruido. Y luego casi me paso a la mierda. Otra Harley está subiendo en el camino hacia el muelle. —Bane —murmuro, mi pecho endureciéndose—, parece que tenemos compañía. Él levanta la vista del muelle y maldice. —Mierda.

Miro de reojo a la distancia. —¿Quién sabe que estamos aquí? ¿Blair?

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—No —gruñe Bane.

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El cuerpo del barquero de pelo largo se pone rígido. —¿Hay un tercer pasajero?

Bane niega con la cabeza. —Esa no es Blair. Sea quien sea, seguro como el infierno que ellos no están invitados. Mejor prepárate para salir de aquí a toda prisa, hombre. El barquero asiente. —Está bien. Estaré al volante. Suban a bordo. El barquero desaparece debajo de la cubierta, dejando a Bane para terminar su precario acto de equilibrio y entro en pánico en el muelle. El recién llegado se acerca. Mientras el piloto vuelve al inicio del muelle, reconozco la constitución y el pelo plateado escondido debajo del casco: Jack Keller. —Bane —chillo—. Es Jack. ¡Date prisa! —Hijo de puta —gruñe Bane—. ¿Cómo demonios nos ha encontrado? Ava, espera. Es horrible: Bane está atascado en el tablón con su moto, y si él se apresura corre el riesgo de caer en el Hudson. Trata de acelerar sus pasos pero su proceso a lo largo del tablón es demasiado lento. Está claro que Jack llegará hasta nosotros antes de que Bane llegue al barco. Mi mente revolviéndose, de repente recuerdo la Remington en mi espalda. —Lo siento Jenny —susurro, facilitándola a bajar al suelo. Ella descansa justo donde yo la pongo a mis pies, lamiendo su hocico y mirando con confianza hacia mí como si me asegurara que ella sabe que tengo la situación bajo control—. No estés tan segura —le murmuro. Volteo la mochila hacia abajo, liberando el largo cañón de la escopeta de las correas, y comprobando la cámara. Está vacía. No hay balas. —Mierda —susurro. Excavando en los bolsillos frontales y lateral de la mochila, termino con las manos vacías. El rugido de la Harley está casi encima de mí cuando finalmente encuentro una caja de balas en el bolsillo principal y temblorosamente oprimo el botón para desbloquear la recamara para la munición. He visto a Bane hacerlo antes, pero todavía duelen mis dedos y mi orgullo mientras fallo los dos primeros intentos para encajar un casquillo. A la tercera vez, dos se deslizan dentro, y justo cuando estoy a punto de cargar otra un terrible sonido me detiene en seco.

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Me congelo, alfileres y agujas escalofriantes sobre mi carne. Jack detuvo su Harley a pocos metros de distancia, y aunque no puedo ver sus ojos gris acero en la oscuridad, puedo ver las luces de la ciudad reflejándose en el cañón de su pistola, dirigido a Bane.

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—Bueno, bueno, bueno, Roja —La voz de Jack ondula sobre la línea costera—. Yéndote en un crucero, ¿verdad? Se te olvidó decirme adiós. ¡Nadie se mueva!

—Me alegra ver que te gustaba la propiedad que te di, Bane —dice Jack, asintiendo hacia mí—. Pero no me refería a que podías tomarla y correr. Desarmado, Bane no tiene más remedio que detenerse, de pie sobre el tablón sobre el agua, con las manos bloqueadas en la dirección de su motocicleta. Me mira, y veo la tensión en su rostro. Mierda. Definitivamente estamos atrapados con los pantalones abajo. Durante unos tensos segundos, no hay sonido sino el zumbido de los motores del barco y los latidos de mi corazón. Jack desmonta su moto y comienza a caminar cauteloso hacia nosotros, sus dientes medio apretados viniendo a la vista. Eso es como de cerca está. —Lo olvidaste, la única manera de salir del Club es en una bolsa para cadáveres, Bestia. —Escucho el sonido de Jack apretando el arma y momentáneamente aguanto la respiración—. Si de verdad quieres salir tan desesperadamente, estoy feliz de ayudarte. —¿Es ese el porqué me seguiste solo, Keller? No traes a nadie de tu pandilla que yo vea. —Jack escupe sobre su hombro, su labio encrespándose—. ¿Así podrías asesinarme sin responder ante el club? Debes estar meándote ti mismo con tu sádico entusiasmo. —Olvida el club —ladra Jack—. Esto es entre tú y yo, Bane. Has estado en mi camino, has sido una espina en mi maldito costado. Y ahora lo has hecho fácil para mí, dando la espalda al club. En lo que a mí respecta eso hace tu juego libre. —Estás quivocado —gruñe Bane—. Siempre estás en el lado equivocado del mal, Keller. Algún día te quemarás en el infierno por eso. Jack hace una pausa, extendiendo sus piernas y apuntando a Bane. —Hoy no. —¡No! —grito, apuntando la Remington arriba en mi mano y disparando. Es un reflejo; ni siquiera sé cómo ocurre, cómo apunto o disparo. Ciertamente nunca lo he hecho antes, y no podía decirle a nadie los pasos a seguir. Sucede por pura necesidad. Pero sucede, el estallido dividiendo el aire de la mañana mientras el retroceso me obliga a dar un paso atrás. —Jesús —murmuro, aturdida. Con el corazón corriendo y los ojos desenfocados, parpadeo hacia el extremo del cañón, trazando la trayectoria de la bala.

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—Jesús —jadea Bane. Se sacude a sí mismo fuera de su conmoción y se fuerza a sí mismo de nuevo a la tarea, llevando la motocicleta sobre la plataforma hacia el barco.

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Y veo a Jack en el suelo, gimiendo. Está agarrando su muslo, gimiendo de verdadero dolor.

Jack se sienta por sí mismo. —¡Maldita perra! —sisea. Una mano agarrando la carne de sus cuádriceps, Jack busca a tientas con la otra por su arma caída—. Te mataré por eso. Oh Dios. Estoy perdiendo los nervios. Temblando, re-apunto a Jack, pero dudo. Si disparo de nuevo, podría matarlo. No quiero matarlo... han habido demasiadas muertes. Matar o morir, dijo Bane, y sé que tiene razón, sé que es Jack o yo, pero no sé si puedo hacerlo de nuevo. Mis manos están temblando tanto que se me cae el arma justo cuando los dedos de Jack se cierran alrededor de su arma. —¡No! —grita Bane. Empujando su Harley a un lado de la estrecha rampa, medio corre, medio se tira fuera de la tabla y hacia mí, tirándome al suelo y fuera de la línea de fuego. Cuando choca conmigo empuja nuestros cuerpos a la tierra en un rollo, recuperando al mismo tiempo la Remington. Cuando nuestro impulso llega a una parada, Bane está en su vientre y la pistola está escondida fácilmente contra su hombro. Apunta y dispara, dándole a Jack en el brazo, haciendo que la pistola vuele fuera de la mano de Jack. Jack grita y cae de nuevo, retorciéndose de dolor, pero no muerto. —¡Vamos, roja, corre! —Agarro la mochila mientras Bane me levanta, empujándome por delante de él en la rampa mientras se detiene a recoger Jenny. Me sigue, la madera tambaleándose bajo nuestros pies, mientras corremos dentro del barco. Una vez a bordo, Bane empuja la rampa del barco hasta que traquetea por el lateral de la base y se zambulle. Cae en el agua, burbujeando lentamente bajo la superficie de color negro al igual que la Harley de Bane. El manillar esta simplemente desapareciendo bajo la salobre espuma. —¡Bane, tu motocicleta! —Me doy cuenta. —Demasiado tarde —murmura, torciendo la cabeza para mirar la parte delantera del barco—. ¡Conduce! ¡Conduce! —¡Lo tienes! —grita el barquero.

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—Mierda —jadeo—. Eso estuvo cerca. Tu motocicleta, Bane, lo siento mucho. Perdiste tu Perla.

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El barquero, de quien me había olvidado, ahoga el motor y hábilmente guía al barco lejos del muelle. Miro hacia atrás por encima del hombro a la vista en retirada del muelle de Chelsea, la motocicleta de Bane sumergiéndose en el río Hudson, Jack Keller retorciéndose de dolor en el muelle.

Bane se desploma contra el casco, suspirando. Jenny le lame la cara y él ríe. —Sí, la mierda pasa. —Ríe—. Siempre puedo conseguir una motocicleta nueva. —se estira para rascar las orejas de Jenny, sus ojos penetrantes en los míos—. Pero, ¿dónde voy a encontrar otra Rachel Kent? Con el corazón martillando, me dejo caer sentada junto a él, encajando mi lado debajo de su brazo. Mi corazón se hincha, las locas emociones y la adrenalina de los últimos días rompiendo sobre mí en un abrumador seguro. Bane me acaricia la mejilla. —¿Qué te parece si cambiamos las cosas cuando lleguemos a Canadá? ¿Irnos de vuelta al lado correcto de la ley? Mi sonrisa está probablemente brillando en la oscuridad. —Sí.

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—Esa es mi valiente chica. —Sus labios se cierran sobre los míos, llenos de promesas, mientras las aguas del negro Atlántico cubren nuestra pista fuera de la isla de Manhattan.

Traducido por Mary Haynes Corregido por Nix El azul místico del Océano Atlántico frente a la costa de Nueva Escocia es difícil de ver directamente, demasiado brillante junto con el abrumador verde azulado. La arena limpia de la tranquila playa se extiende por lo que parecen kilómetros por debajo de nuestro lugar en el hotel enclavado en los acantilados de color verde esmeralda, que nos da una vista de ave de Prospect Bay. Púrpura, rosa jaspeado, arbustos de arena floreciendo de color amarillo en las colinas inclinadas y las gaviotas cantando, el sonido y el olor del mar pasan a través de nuestra puerta del balcón abierta. Puedo verlo todo sin salir de mi cama. Jenny se acurruca en una bola satisfecha y dormilona en el balcón, su nariz canina rosada enterrada en sus piernas casi de la misma forma en la que estuve antes de despertarme y mirar por las puertas de cristal abiertas. Es una visión serena de belleza impresionante. Pero más que la belleza, es lo que destaca para mí es que todo se ve limpio. Después de ser una prisionera del Club de Motociclistas Death Layer y una fugitiva que viajó por lo que parecieron días en el mar, todo en Nueva Escocia se ve limpio, completamente nuevo, como si el mar lo hubiera pulido hasta que fuera de un color recién inventado. Entre las vistas inmaculadas y la falta de dolor y sufrimiento, como que creo que debo estar alucinando. Esto no puede ser real. Suspirando, envuelvo mis brazos alrededor de mis rodillas, atrayéndolas hacia mí y apoyo mi mejilla en mi rodilla. Mi piel es cálida y huele al jabón del hotel. Esto es definitivamente real. Vaya. Podría mirar y mirar este punto de vista. Siento la mano de Bane en la parte baja de mi espalda y siento una explosión de placer floreciendo entre mis piernas. Todo lo que se necesita es un toque, una mirada y ya estoy húmeda y caliente para él. Me giro, saliendo de las sábanas hasta poner mis pechos desnudos contra su espalda. Inhalando el aroma viril de él, mi cuerpo vibra de emoción.

—¿Qué quieres hacer hoy? —susurro. Muevo rápidamente mi lengua en su oído, causando una inhalación brusca.

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—Buenos días, señorita Kent —dice de vuelta adormilado.

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—Buenos días, señor Davies —murmuro, mordisqueando su oreja.

—Mmmm —murmura—. Vamos a empezar con esto. Su brazo me atrapa, jalándome por debajo su cuerpo mientras su boca se afirma sobre la mía, su lengua se zambulle bajo la mía pesadamente. Él sabe cómo acero y pino, limpio, rugoso y salvaje, como un hombre. —Oh, Bane... Sus manos se mueven instintivamente para cubrir mis pechos y apretarlos, la rugosidad y el tamaño de sus manos son excitantes. Puedo sentir la increíble dureza de su pene, la erección mañanera como él lo llama. Con una sensual suavidad, expertamente abre mis muslos con su rodilla y encuentra su camino entre mis piernas. Sus besos queman a lo largo de la suave vulnerabilidad de mi garganta. Ya estoy empapada para él. Sin previo aviso, mete toda la longitud de su polla mientras juguetonamente muerde mi labio. —Santa mierda —gimo. —Buenos días —gruñe. Sus caderas se empujan lentamente contra mí y puedo sentir cada centímetro y movimiento de su polla mientras se enfunda hasta la empuñadura y se retira lentamente, sólo para balancearse en mí otra vez. Es delicioso, decadente y devastador. Mi cuerpo se estremece de sorpresa, anhelando más, y mis dedos se entierran suplicantemente en sus hombros mientras me acurruco contra él, gimiendo de placer. La fricción y el calor entre nosotros son intensos, y me pongo más y más húmeda con cada una de sus embestidas. Tira de mí hasta que estoy sentada en su regazo, su polla muy dentro de mí, mis piernas envueltas alrededor de él como un pretzel. El ángulo es intenso para los dos y estamos jadeando, follando y aferrándonos juntos. Puedo sentir sus poderosos muslos contrayéndose por debajo de mis caderas, rebotándome sobre él. Cada vez que se mueve su polla se empuja con más profundidad. Sus fuertes brazos se envuelven alrededor de mi espalda y me muevo en ellos, arqueándome. Con voracidad, su boca se abalanza para chupar y burlarse de un pezón, chupándolo hasta que se reafirma en un pico sensible y duro.

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Estoy tan sensible, que cada toque de sus labios y lengua en mis pezones me hace cosquillas y queman todo el camino hasta mi clítoris. Hambriento, baja la mano y me acaricia allí en ese punto tan sensible hasta que soy impulsada por el borde de la

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—Amo tenerte en mi boca —gruñe.

cordura. Bane golpeando mi punto G y chupa mis pechos, su pulgar causando estragos en mi clítoris. —Oh, Dios mío —gimo—. Sí... Oh Dios, bebé, sí... Me vengo, una ola de calor llena mi cuerpo desde los pies hasta el cuero cabelludo y juro por Dios que mis vellos se erizan. Por un segundo, no puedo respirar, no puedo moverme. —¡Oh, Jesús! —gime Bane. Sé que a él le gusta verme venirme, así que abro los ojos para encontrarme con su mirada al borde de mi orgasmo, mostrándole todo lo que siento. Forzando sus caderas contra mí, sacude la cabeza con asombro mientras su cara se retuerce por la liberación. Nos aferramos el uno al otro, temblando y nuestros labios se aseguran en un beso profundo y húmedo. Su agarre en mi espalda se afloja hasta que sus dedos se vuelven ligeros, acariciando mi piel con reverencia. Entierro mi cara en sus hombros, extendiendo mis dedos sobre las firmes crestas de su pecho. Aquí se siente como en casa, con su polla todavía dentro de mí y su aroma bañándome, su toque y su posesión.

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—Así es como vamos a empezar cada día. —Promete Bane—. Y después de eso, todo lo demás. Haremos todo lo demás en el mundo. Esto es solo el comienzo, nena.

Celia Loren es una autora de Romance Contemporáneo. Siempre ha sido una ávida lectora y al crecer devoraba libros. Ahora pasa su tiempo trabajando para terminar su maestría y escribiendo las historias de romance que siempre quiso leer. Emocionada por ser una miembro del equipo de la Editorial Hearts Collective, ella integra su increíble imaginación, inigualable ética de trabajo, y ¡traviesa personalidad a la mezcla!

Hola allí, Soy Collen Masters, autora de la Serie Faster. ¡Muchísimas gracias el alboroto y comprar mis historias! Como una autora de romance indie, su apoyo significa toso para mí. Déjenme decirles un poco sobre mí… Crecí en Central Jersey, y estudié Teatro e Ingles en la Universidad de Monmouth. (¿Ir a la universidad justo al lado de la playa? Diablos, sí :D) Mi sueño siempre ha sido hacer de la escritura una profesión, así que me mudé a NYC hace cinco años y he puesto mi trasero a trabajar desde entonces para hacer mi sueño realidad. Ahora mismo, vivo en el Upper East Side con mi adorado prometido y su corgi, Frodo. (Es un poco nerd, ¿qué puedo decir?) Todos mis amigos me molestan constantemente por mi “trabajo de supervivencia”, pero en realidad no veo la escritura como un trabajo de día en lo absoluto, ¡es demasiado divertido para ser eso!

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Estos libros son verdaderamente una labor de amor, y estoy muy feliz de compartirlos con ustedes. ¡Espero que disfruten leyéndolos tanto como yo disfruté escribiéndolos!

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THE DEPRAVED CLUB #1- DEATH LAYER (Celia Loren & Colleen Masters)

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