4 Maybe Matt\'s Miracle

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Créditos Moderadora: Nayelii

Traductoras

Correctoras

Pachi15 Nelshia Boom JesMN Mona ChiviSil Niki26 Rihano Loby Gamez Mir Nelly Vanessa Cereziito24 Akanet Kuami xx.Majo.xx Magdys83 Nooniikaa Lililamour Clau

Pachi15 Niki26 DabriaRose Gissyk Mayelie Viriviri Osma Sttefanye

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Recopilación y Revisión Sttefanye

Diseño Jane

Sinopsis Lo que él necesitaba era un milagro… Matthew Reed ha visto su parte de problemas. Pero él es un Reed y los Reed vencen cualquier cosa. Matt está contento trabajando en el salón de tatuajes de su familia con sus hermanos rodeándolo. La única cosa que le hace falta es la habilidad de tener una familia por su cuenta. Luego, su batalla con el cáncer lo llevó a conocer a una mujer que podría necesitarlo tanto como él a ella. Ella no necesitaba nada… Skylar Morgan es feliz. Tiene un novio. Seguro, no hace a su corazón latir más rápido y en realidad no la apoya cuando lo necesita. Pero no necesita mucho. ¿Cierto? Es feliz de ser auto suficiente y es feliz de que no tiene una tremenda cantidad de responsabilidad. Es educada, tiene un gran trabajo, y tiene suficiente dinero para una vida. Pero lo que le hace falta, ni siquiera se da cuenta hasta que lo conoce. Y a ellos. Quienes cambian su vida para siempre.

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Capítulo 1

H

oy sería un día hermoso si no fuera por el ataúd y los tres niños con los rostros mojados y los ojos rojos sentados junto a mí en el primer banco. El servicio aún no ha comenzado, y la gente sigue vagando para mirar hacia mi media hermana, Kendra. Algunos le susurran palabras dulces y se estiran para tocar su mano fría. La toco, también. Esa fue la segunda y última vez que volvería a tocarla. Ella es la hermana que nunca llegué a conocer hasta el día en que murió. Me sobresalto mientras el banco tiembla. Seth, el mayor de los hijos de Kendra, se pone de pie y dice a gritos: —¡Abuelo! ¿Abuelo? ¿Qué? ¿Él tiene un abuelo? Levanto la mirada y veo a mi propio padre. ¿Él está aquí? ¿Eh? Envuelve a Seth en sus brazos y lo aprieta con fuerza. Lo suelta y lo mira a los ojos. —¿Cómo estás? —le pregunta en voz baja. Los ojos de Seth viajan hacia el ataúd. —Estamos bien —dice. Traga. Puedo escucharlo desde donde estoy sentada. Papá toma la cara de Seth en sus manos y se queda mirando sus ojos. —Todo va a estar bien —dice—. Está en un lugar mejor. —Ve sobre el hombro de Seth hacia mí—. Y tienes a Skylar ahora —susurra. Seth asiente. ¿En un lugar mejor? ¿Cuándo puedo ir a un lugar mejor? En cualquier lugar sería mejor que esta iglesia donde mi papá le rinde homenaje a su hija ilegítima. Papá se acerca a mí y me besa en la mejilla. —¿Cómo estás, cielo? —pregunta. No es tan amable conmigo como lo es con los nietos que ni siquiera sabía que tenía hasta hace unos días. —Bien —gruño. Papá se sienta y llama a las niñas de Kendra doblando su dedo. La pequeña, que tiene tres, se apresura a su regazo, y la mayor, que es de cinco años, se apoya en su costado. Él deja caer un brazo alrededor de ella y la abraza. Conoce a estas chicas. Las conoce mucho mejor de lo que me conoce a mí. Eso me irrita tanto que me hace retorcer en mi asiento. Las cejas de papá se juntan en una sutil advertencia. Detengo mi movimiento. Realmente necesito aprender esa mirada ahora que soy madre. Sí. Soy una mamá. Mi padre vino a verme hace una semana y me pidió ayuda. Y bang, maternidad instantánea.

*** —Skylar —dice papá en voz baja—. Necesito que hagas algo por mí.

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Levanto la vista de mis manicotti y fuerzo una sonrisa en mi cara. Debería haber sabido que querría algo. Nunca me habría invitado a comer por otra cosa. —¿Recibiste otra multa por exceso de velocidad? —le pregunto. Soy abogada nueva desde el mes pasado. —No —dice lentamente. No me mira a los ojos—. Se trata de Kendra. Dejo caer el tenedor, que traquetea a gritos contra mi plato. Me apresuro a tomarlo y luego dejo mis manos sobre la mesa. —¿Qué pasa con ella? —le pregunto. Sé quién es Kendra. Es la hija que mi padre tuvo con su amante. Me enteré algunos años atrás, cuando mi madre se fue de juerga de borracha y desahogó su alma. Y agobió la mía. Kendra es la hija que mi padre amaba. Su madre era la mujer que amaba. No importaba que mi padre se hubiera casado con mi madre. No importaba que tuviera tres hijos con mi madre. No importaba que fuéramos la familia perfecta con la casa en la colina y una casa de verano en Cabo. Nuestra familia fue solo perfecta hasta que descubrimos que tenía otra. Una a la que realmente amaba. Él tenía toda una otra vida con la madre de Kendra, justo hasta que ella murió. Compartieron un apartamento, y tuvieron una hija. Papá iba y venía entre nuestra casa y la de ellas durante muchos años, pero nunca estuvo realmente presente cuando estaba en la nuestra. Mi madre estaba muy resentida. Así que él se mantuvo alejado más y más. Con ellas. Entonces, de repente, un día estuvo de vuelta. Tenía los ojos enrojecidos, y se retiró a su estudio con una botella de Glenlivet. No salió por días. Cuando por fin salió, mi mamá se acercó cantando por una semana: “Ding-dong, la bruja murió”. Kendra ya era mayor de edad en ese momento, y se casó. Pero tuve a mi padre de vuelta después de ese día. No entendía del todo cómo había llegado a ser. No sabía en ese momento que tenía otra hija. Otra mujer a la que había amado. Otra vida. Pero él sí. Y ahora, ¿quería hablar de ella? —Kendra está muriendo —dice. Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no les permite desbordarse. Parpadea con furia, con la cara roja. —Oh —le digo. ¿Cómo se supone que debo responder a eso? Ding-dong, la bruja murió...—. ¿Qué pasó? —Tiene cáncer. Se enteró cuando estaba embarazada de su hija menor, Mellie. —Se limpia los ojos con una servilleta de tela y le pide a un camarero que le traiga una bebida—. La metí en un ensayo químico realmente maravilloso, pero quiso esperar hasta que naciera Mellie. —Suspira—. Si no hubiera quedado embarazada, podría haberlo logrado. Podría haber tenido un aborto, pero se negó. Esperó demasiado tiempo. El cáncer está ganando, y no tiene a nadie para cuidar de los niños. No puedo respirar. Mi pecho tiembla, y me siento como si me fuera a desmayar. Papá me da un vaso de agua, y lo levanto a mis labios, farfullando en el borde del mismo, tomando un sorbo, tragando y respirando. Tomo un profundo aliento. Y espero. Debido a que hay más. Siempre hay algo más con mi papá. —Tiene tres hijos. Seth tiene dieciséis años. Joey cinco. Y Mellie tres. — Cubre mi mano con la suya y la aprieta—. No tienen a nadie más que a mí. Y no puedo recibirlos. —Se sienta atrás y frota el puente de su nariz—. Ya sabes cómo es tu madre —explica.

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Sí, y sé cómo traicionaste a mi madre. Sí, sé cómo mi madre se enteró de su amante. Sí, ya sé cómo mi madre odia el suelo por el que todos caminan. A veces pienso que me odia a mí también. Es difícil decirlo. Realmente no creo que ame a nadie ni a nada. Me mira a los ojos. —Necesito que me ayudes. Son tus sobrinos, no importa lo que tu madre te haya enseñado. Estoy aturdida. Absolutamente aturdida. —Tú los quieres —le digo en voz baja. Él asiente. —Lo hago. —La quieres. —Las palabras caen en la habitación como truenos. —Lo hago. Me recuesto en la silla. —¿Puedo preguntarte algo? Él asiente. Es un rápido tirón, pero lo veo. —¿Qué es lo que te dieron que nosotros no pudimos? —pregunto. Ni siquiera lloro. Solo pregunto. Siempre quise saberlo. —Tu madre hizo muy difícil para mí ser parte de nuestra familia —dice—. Después de que averiguó… —Levanta la mano para detenerme cuando abro la boca para quejarme—. Espera —dice—. Óyeme. Asiento. No podría hablar si lo hubiera querido. —Te amaba a ti, y a tu hermano y hermana. Pero amaba a la madre de Kendra, también, y debería haberme divorciado de tu madre y haber hecho un corte limpio. —Sin nosotros —le digo. —No, los hubiera llevado conmigo si hubiera podido. Pero no pude. Tu madre me habría arruinado financieramente, y podría haber superado eso, pero habría conseguido la custodia de todos ustedes. Y no podía dejarlos con todo ese odio, sin por lo menos tratar de ser un amortiguador. —No lo recuerdo como un amortiguador. Lo conozco como ese hombre que nunca conocí. Él aprieta su mano en un puño y aprieta con fuerza—. Es por eso que nunca me fui del todo. Tu madre es más que un poco vengativa, como sabes. — Pasa una mano a través de su perfecto cabello blanco—. A veces creo que ella habría estado bien con eso si la madre de Kendra fuera blanca. ¿Qué? ¿La madre de Kendra no es blanca? ¿Mi padre tuvo una aventura con una mujer de otra raza? —Si haces esto por mí, tu madre estará muy enojada contigo. No jodas. Ella me odiará. Pero creo que ya lo hace de todos modos. —Entiendo si dices que no —dice él con un suspiro—. Pero ellos no tienen a nadie más. —¿Dónde está su padre? —pregunto. Se encoge de hombros. —Los padres —dice, pronunciando la palabra—. Seth tiene un papá que ve una o dos veces al año, y el papá de las niñas tiene una nueva familia y no tiene el tiempo suficiente para ellas. —Entonces, ¿qué quieres que haga? —le pregunto. Lanzo mi servilleta a mi plato. Mi manicotti se está batiendo en mi estómago. —Quiero que vayas y los recojas. —¿Le preguntaste a Tim? ¿O a Lydia? —Ellos son mi hermano y hermana y ambos son mayores que yo.

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Niega. —Ellos tienen sus propias familias. —Y yo no. —Mierda, no tengo a nadie. Nadie más que un novio que casi nunca veo. Mi madre es una loca y el corazón de mi padre se encuentra con otra familia. —Tú eres soltera. Serías maravillosa con ellos. —Baja la voz y mira alrededor de la habitación—. No vas a mirarlos como si fueran niños, semiraciales no deseados. Los querrás. Sé que lo harás. —Me mira—. ¿Al menos los conocerás? ¿Por favor? Sé que sería un reto. Tienes que aprender mucho, pero Seth tiene dieciséis años. Él ayuda a cuidar de los más pequeños. Infiernos, en dos años, puede asumir la custodia de sí mismo. Eso es lo que quiere. Papá está rogándome. —Nunca te pedí nada antes —dice. Tiene razón. Nunca pidió un beso de buenas noches. O cualquiera de las cosas que los padres quieren. Bueno, probablemente se los pidió a Kendra. —Iré —le digo. No son más que niños, después de todo. Y los niños necesitan ser amados. No lo fui, pero puedo mejorarlo para los niños de Kendra, ¿no? Hay un pequeño pedazo de mí que quiere hacer sentir a mi padre orgulloso. Hacer que me quiera. Él se desinfla como un globo. —Oh, gracias a Dios —dice. Pone una mano en su pecho. Entonces se levanta, levantándome por los codos, y me jala hacia él. No me acuerdo de nunca haber conseguido un abrazo de mi padre antes, y no sé qué hacer con él. Él me mantiene así, respirando en mi cabello en la parte superior de mi cabeza por un momento. Entonces me hace retroceder. Sus ojos están llenos de lágrimas no derramadas—. Gracias —dice—. Muchas gracias. Asiento. No puedo hacer nada más. Me siento como si alguien hubiera tomado mi interior y lo hubiera empujado a mi garganta.

*** Salgo de mis recuerdos cuando alguien se sienta a mi izquierda. Levanto la vista y de inmediato reconozco a Matthew Reed. Era un amigo de Kendra del centro de cáncer. Fui a visitarla, justo antes de que Kendra muriera, y para llevar a los niños. Matt estaba esperando con ella. Se quedó con Seth para que pudieran estar allí cuando diera su último aliento. Llevé a los más pequeños a casa; no pensé que tenían que recordar a su mamá de esa manera. Sus ojos azules miran los míos, y estira una mano temblorosa. No dice nada. Levanto la vista hacia él. Lleva un jersey de cuello azul cubierto por una camisa de botones de color negro con unos muy agradables jeans. Él tira de la parte superior del cuello alto, y me da un pequeño vistazo de sus tatuajes. —Te arreglaste muy bien —le digo. Le sonrío, porque no sé qué más hacer. —Gracias —dice en voz baja. Su cabello rubio está contenido con una banda de cuero en la nuca de su cuello, pero un mechón cae hacia adelante, y lo mete detrás de su oreja. Tiene una hilera de perforaciones hasta la concha de la oreja, y las cuento en mi cabeza. Tengo un deseo insaciable de repente de ver su cabello suelto alrededor de su cara. Él baja la mirada a mi falda negra y camisa blanca. —Tú también. Creo que llevé algo similar la última vez que lo vi, pero sonrío de todos modos. Me aprieta mi mano y tira de los dedos. Probablemente no debería

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haber mantenido su mano tanto tiempo. Soy una idiota. Se inclina sobre mí y llega a la mano de mi padre. —Sr. Morgan —dice con un guiño—. Siento mucho su pérdida. Papá asiente su agradecimiento y agarra la mano de Matt con fuerza, y luego rueda un dedo bajo su nariz. Va de nuevo a hablar con las chicas, y están apretándose más y más a él mientras murmura en voz baja hacia ellas. Matt llega más allá de mi papá y golpea con los nudillos a Seth. Seth le sonríe, pero luego el predicador se pasea a la parte delantera de la iglesia, cierran el ataúd —gracias a Dios— y comienza el sermón. Matt toma mi mano en la suya de nuevo, y siento lágrimas picar mis ojos. Parpadeo hacia él, y me sonríe suavemente. Me aprieta la mano con suavidad y escucha al pastor. Pero no me suelta.

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Capítulo 2

—S

e ve solitaria —dice Emily mientras me da un codazo en el costado. Es la esposa de mi hermano Logan y posee un pequeño pedazo de mi corazón. Pero a veces quisiera darle un codazo también cuando me empuja con sus extremidades huesudas—. Tienes que ir a ver cómo está —susurra con vehemencia. Levanta su codo otra vez, y se lo agarro antes de que me pueda pinchar. —Bien —gruño. Me levanto, pisando los pies de mis cuatro hermanos mientras me deslizo delante de ellos. Por supuesto, estoy en el centro del pasillo y tengo que pasar por todos. Reagan, la chica de Pete, extiende la mano y aprieta la mía al caminar junto a ella. Quiero a Reagan, y a Emily, también. Pero Emily es un poco más abierta. Reagan es famosa por sus toques tiernos, y Emily es lo contrario. Ajusto mi chaqueta y doy un tirón al cuello de tortuga que tomé prestado de Logan. Él tiene ropa gratis de los padres de Emily, que son dueños de Madison Avenue, la compañía de ropa de lujo. Me siento como un mono vestido en abrigo y con sombrero de copa. Igual que los que bailan en los carnavales. Baila, mono, baila. Me dejo caer en el asiento libre junto a Skylar, la media hermana de Kendra, y extiendo la mano para estrechar la suya. Me la sostiene un segundo de más, y no me importa. Se ve cansada. Su padre está sentado a su lado, pero puede haber también un océano entre ellos. Son solo unos pocos centímetros, pero aún puedo sentir la brecha. Estrecho su mano y choco mis nudillos con Seth. Seth y yo estábamos con su mamá cuando murió. Compartimos el momento más duro de su vida, y es algo que nunca, nunca olvidaré. Observé a Kendra dar su último aliento y todo lo que pude pensar era en lo afortunado que era que no se trataba de mí muriendo allí en esa cama. Podría haber sido yo tan fácilmente. Kendra y yo estuvimos en la misma prueba química, pero mejoré y mi cáncer entró en remisión. El suyo no. Ella murió. Estoy vivo. Miro a Skylar. No se parece en nada a Kendra. Kendra era semi-racial, así que tenía la piel de color café dulce, y llevaba su cabello natural pero corto. Skylar es de piel clara, rubia y de ojos azules. Tiene gafas de sol con incrustaciones de diamantes de imitación hacia arriba en la parte superior de su cabeza, sosteniendo su cabello de su rostro. Cuelga a mitad de camino por su espalda en suaves ondas.

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El predicador empieza a hablar en la parte delantera de la iglesia, y Skylar cierra los ojos. Aprieta las manos juntas en su regazo, y no puedo decir lo que está pasando en su cabeza. Ojalá lo supiera. Extiendo mi mano y tomo la suya en la mía, sin siquiera pensar en ello. Entrelazo los dedos en el asiento entre nosotros, y le doy un suave apretón. Me mira y parpadea lentamente, sus ojos azules están sorprendidos. Pero luego se ablandan y parpadea otra vez, y esta vez realmente me mira. Aprieta mi mano, y no la suelto. La sostengo hasta que las palmas de nuestras manos comienzan a sudar. Me siento tan envuelto en la sensación de su mano en la mía y el suave zumbido del predicador, que me sobresalto cuando una tos me saca de mi trance. Levanto la mirada y veo a un hombre alto mirando hacia abajo con su nariz en mí. Él da golpecitos en mi rodilla. —Creo que estás en mi lugar —dice. Miro a Skylar, y está tan sorprendida como yo. Saca su mano de la mía y se la limpia en su falda. Me muevo, y él se acomoda a su lado. Deja caer un brazo alrededor de sus hombros, y ella se inclina para presionar sus labios contra los suyos. Es un rápido beso, uno que hace que me pregunte con qué frecuencia lo hace y si siempre es bastante casto. Genial, ahora estoy pensando en cómo se siente besarla. Mierda. ¿De dónde vino eso? Finalmente, sacan el ataúd de la iglesia, y todos lo seguimos hasta la tumba. Soy portador del féretro y también lo son mis hermanos. Mis hermanos son muy buenos para ese tipo de cosas. Se los ofrecí al Sr. Morgan cuando me llamó para pedirme que hiciera eso. Tomo el clavel de mi solapa, colocándolo en la parte superior del ataúd, y me quedo con mis hermanos detrás de la multitud. Emily entrelaza su brazo con el mío. —¿Quién es el tipo? —pregunta, señalando con la cabeza al hombre que está de pie con Skylar. Me encojo de hombros. —No tengo idea. —¿Tiene novio? —pregunta Reagan. Mis hermanos están en silencio. Ojalá Logan y Pete le dijeran a sus chicas que se callaran durante unos minutos y dejaran de ser tan entrometidas. Toco a Emily en la punta de la nariz, y arruga la cara. —Deja de ser tan curiosa —le digo. Envuelvo mi brazo alrededor de Reagan y tiro de ella hacia mí. Me gusta cuando se vuelve toda suave en mi contra, porque cuando no es suave, está lista para darle a mi cabeza un golpe de karate. He estado en el final equivocado de una Reagan asustada antes, y no particularmente quiero ir allí de nuevo. —¿Estás bien? —pregunta ella en voz baja. Lanzo un suspiro. —Creo. —Niego—. Todavía no puedo creer que haya muerto —le digo. Reagan besa mi mejilla y luego se detiene para pasar el dedo a través de la pintura de labios que debe de haber dejado en mi piel. Sonríe. —Me alegro de que estés mejor —dice en voz baja. La aprieto. —Yo también. Pero mierda. Me siento culpable. Kendra dejó tres hijos.

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Veo a Skylar caminar hacia nosotros, y Emily y Reagan dan un paso atrás. Los tacones de siete centímetros de alto de Skylar se hunden en la tierra, y se tambalea un poco a causa de ellos. Extiendo la mano para ayudarla a estabilizarse con una mano en su codo. Se detiene frente a mí. —Gracias por estar ahí con ella —dice Skylar en voz baja. —Era mi amiga —explico. No sé qué más decir. Me mira a los ojos. —¿Sufrió mucho? —pregunta. Niega—. Traté de hablar con Seth al respecto, pero él más o menos finge que no existo. Meto las manos en mis bolsillos. —¿Qué quieres decir? No te está dando un mal rato, ¿verdad? Niega otra vez. —No. Es perfecto. Lleva a sus hermanas a la guardería por la mañana y las recoge después de la escuela. Les da de comer, y las baña. No me deja hacer nada. Creo que soy solo un marcador de posición. —Suelta un suspiro pesado. Me rasco la cabeza. No sé cómo decirle lo que quiero decir. —¿Qué? —pregunta, sus delicadas cejas se arquean. —Kendra le pidió que lo hiciera más fácil para ti —admito—. Cuando se estaba muriendo, le dijo algunas cosas acerca de cómo ser un buen hombre. Las puertas del auto siempre abiertas. Llevando un pañuelo en las citas, ya que nunca se sabe cuándo se va a llorar. Nunca dejes de pagar por la cena. —Tomo una respiración profunda—. Y le dijo que lo hiciera más fácil para ti. Su boca se abre como si quiere decir algo, pero no sale nada. Se ha quedado sin palabras. La cierra con fuerza, apretando los labios. —¿Qué más le dijo? —Solo las cosas normales sobre la muerte —le digo. Era un alma desgarradora de ver. Finalmente tuve que dejar la habitación, así no perturbaría a los dos con mi llanto. Me perdí algunas cosas como resultado. —No sé qué hacer con los niños —dice ella. —Realmente no necesitan mucho —le digo—. Solo que los ames. —Estoy tratando —dice ella. Quiero poner mi mano en la parte posterior de su cabello y pasarla a lo largo del mismo. Apuesto a que se siente como la seda. —Yo, um, debería haberte presentado a mi novio —dice ella—. ¿Quieres conocerlo? Niego. Lo veo hablando con el Sr. Morgan. El papá de Skylar no se ve como si estuviera impresionado. —Cuando, um, tomaste mi mano... —dice—. Debería habértelo dicho. —¿Por qué? —La miro. Se acerca a mi hombro, incluso en sus tacones. —Yo, um, no quiero que te hagas una idea equivocada. Esta vez soy yo quien levanta las cejas. —¿Por qué crees que tomé tu mano? Colores llenan su cara. —No estoy segura —dice ella. Envuelvo mi mano alrededor de su muñeca y le doy un apretón suave. —Tomé tu mano porque estabas temblando —le digo—. Eso es todo. —Está temblando ahora, también, pero me suelta. —Oh. —Respira. Tiene su teléfono apretado en su mano libre, así que lo tomo y me añado a su libro de direcciones. —¿Me haces un favor? —le digo.

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Me mira y luego la baja al teléfono. —Llámame si necesitas algo. Cualquier cosa. Se lo prometí a su madre. —Está bien —responde—. Gracias por todo. —Sus ojos azules se encuentran con los míos, y nunca vi a nadie parecer tan perdida. Pero entonces, sus ojos se estrechan mientras su mirada se dispara más allá de mí—. Mierda. — Suelta de repente. —¿Qué? —le pregunto, mirando por encima de mi hombro hacia el sedán que acaba de llegar. —Mi madre está aquí —dice. Cuadra los hombros, y de repente veo una chispa que no estaba allí hace un momento—. ¿Puedes vigilar a los niños por un minuto? —pregunta. —¿Por qué? —Solo porque sí —dice. Aprieta los dientes y me mira—. Prométemelo. No importa qué, no la dejes en ningún lugar cerca de los niños. ¿Qué carajos? Miro atrás al sedán. Se abre la puerta, y sale una versión más antigua y mucho más dura de Skylar. —Está bien... —digo lentamente. Skylar asiente, tensando su espalda, y caminando hacia su madre. La rigidez de su postura me hace pensar en mi propia madre en el momento en que Johnny Rickles metió una nota en mi espalda de “Patéame” y luego miró a todos los otros niños riéndose. Mi madre se puso loca cuando lo vio. Es una mirada que dice peligro, que tendrás que atravesarla antes de que llegue a los niños, y creo que acabo de conocer a la madre de Seth, Mellie, y de Joey por primera vez. Su nombre es Skylar Morgan, y es muy pequeña y magnífica e impresionante.

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Capítulo 3

N

o sé por qué está aquí, pero sé que no puede quedarse. Mamá empuja el sombrero negro con velo delante de sus ojos y me sonríe. —Buenas tardes, querida —dice, inclinándose hacia adelante lo suficiente para no tocarme mientras coloca un beso al aire cerca de mi mejilla. Su aliento apesta a whisky, y se balancea un poco en sus pies. —¿Qué estás haciendo aquí? —siseo. Llevo a mi madre de vuelta hacia el auto hasta que está de pie en la puerta abierta. Su chofer se ve incómodo, e inmediatamente me siento mal por él. —Vine a presentar mis respetos, querida —dice. Su voz gotea miel, pero mi madre no tiene dulzura en ella. —Vuelve al auto, madre —le digo. Hago un movimiento apresurado con mi mano. —Esa no es manera de tratar a tu madre —dice. Algo de la dulzura deja su voz, pero la máscara no se va. Todavía no, de todos modos. —Madre —le advierto con un gruñido. Suspira. —Solo quería presentar mis respetos —dice de nuevo. —Envía una tarjeta —le digo. Mira a través del cementerio hacia la tumba, y sus ojos se estrechan. —¿Esos son los niños? —pregunta. Su rostro se arruga como si oliera algo mal. —No —le digo. —Entonces sé tan amable de decirme cuáles son, querida —dice—. Quiero conocerlos. —No —gruño. —Rachel. —Mi padre se dirige rápidamente a grandes zancadas hacia nosotras. —Oh, hola —chilla mamá. —Métete en el auto, Rachel —dice él. Toma a mi madre por el codo y la mete dentro. —Pero… —protesta. Él cierra la puerta de atrás y se dirige a su chofer, quien se sitúa con atención cerca del auto. —Maneje —dice. —Sí, señor —responde el hombre, y se desliza en el asiento del conductor. —Te llamaré mañana —dice papá—. Tengo que sacarla de aquí —explica. Asiento. —¿Por qué incluso vino aquí? —pregunto más para mí que para él. —Porque no tiene el control de esta parte de mi vida —refunfuña. Miro a papá.

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—¿Te has preguntado alguna vez cómo sería tu vida si no te hubieras casado con mi madre? —Dejo escapar. No tengo idea de dónde salió eso. Él aprieta sus labios en mi frente realmente rápido. —Nunca, porque entonces no estarías tú. Mi instinto se aprieta, y la cabeza me da vueltas. —¿Qué? —Skylar, te quiero —dice él. Luego se desliza en el auto con mi madre, y se va por el cementerio. Miro hasta que sus luces traseras se desvanecen en la distancia. —¿Todo está bien? —pregunta una voz mientras camina hacia mí. Levanto la mirada y veo a Matthew Reed y a cuatro personas que se parecen mucho a él. —Bien —le digo, mi mano saluda alegremente en el aire porque no sé qué hacer—. Esa fue solo mi madre tratando de meterse a sí misma en algún lugar que no debía. Los ojos de Matt se estrechan, pero no dice nada. Señala a los hombres a su lado, presentándolo a cada uno sucesivamente. —Mis hermanos, Paul, Logan, Sam y Pete. —Cada uno se estira para darme la mano. Hay tres mujeres con ellos, también—. Y esta es la esposa de Logan, Emily, y ya conoces a Reagan. —Conocí a Reagan por accidente el día en que Kendra murió. Compartimos un paseo en auto. La última de ellas, una chica guapa, de cabello negro, con tatuajes hasta el lado de su cuello, da un paso adelante sosteniendo su mano. —Friday —dice. —Es sábado —digo. Ella se ríe. —No, mi nombre es Friday —aclara. Se apoya en el mayor de los hermanos, creo que su nombre es Paul, pero hay tantos de ellos, y envuelve un brazo alrededor de sus hombros—. Trabajo con estos grandes tacos en el salón de tatuajes. —¿En el salón de tatuajes? —le digo. Debo sonar como un loro porque todo lo que parezco ser capaz de hacer es repetir lo que todos los demás están diciendo. —En el Reed’s —dice Matt—. Todos trabajamos allí. —Oh. —Respiro. Por lo general soy mucho más elocuente que eso. Al menos eso espero. Miro a mi alrededor y veo a Seth de pie con sus hermanas. Cada una tiene una de sus manos. Todos los demás abandonaron el cementerio ya. ¿Hemos estado aquí tanto tiempo? Matt se mueve de un hermano a otro. —Íbamos a ir a buscar un bocadillo —dice—. Pensé que podrías querer venir con nosotros. La pizza Nueva York es una de mis comidas favoritas. —No lo sé —contesto. Seth camina más estrecho con sus hermanas, así que miro por encima de ellas. Me mira esperanzado. No había visto que se veía interesado en nada de nada, aparte del bienestar de sus hermanas, en una semana. Levanto una ceja, preguntándole lo que le gustaría hacer. Él asiente. Entonces mira hacia otro lado, casi como si tuviera miedo de sentirse esperanzado. Mira hacia el ataúd que está rebajado al suelo. —Nos encantaría acompañarlos —le digo. Joey mira a Seth y le pregunta: —¿Mamá vendrá?

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Seth ha estado tratando de decirles a las más pequeñas durante toda la semana que mamá se fue, y parece que no pueden entender el concepto de la muerte. Siguen esperando que entre por la puerta. —No —dice Seth, y lo veo tragar—. Mamá no puede venir. —Tal vez más tarde —dice ella en voz baja, con la cara caída. Él la toma en brazos, y ella pone su cabeza en su hombro. Mellie toma su mano, y caminamos hacia los autos fúnebres. —Rico’s está a solo un par de cuadras de distancia —explica Matt, mirando el auto como si lo fuera a morder—. ¿Quieres que nos encontremos allí? —Vamos a caminar con ustedes —dice Seth, y todos se dirigen en la dirección de la pizzería. Miro alrededor, pensando que veré a Phillip, mi novio, pero debe haberse ido. Eso no me sorprende, ni en lo más mínimo. Saco mi teléfono y le envío un mensaje de texto rápido. Yo: ¿Dónde estás? Meto mi teléfono en mi bolsillo. Todos caemos en una línea, conmigo y Matt caminando al lado del otro en el extremo posterior de la misma. —¿Cómo van las cosas? —pregunta. —Terrible —admito, y siento las temidas lágrimas picar mis ojos. Matt saca un pañuelo y me lo ofrece. Lo tomo y limpio mis ojos—. Es simplemente difícil. Los chicos no me conocen, y Seth no está realmente interesado en dejar que llegue a conocer a los más pequeños. Ni siquiera me deja leerles un cuento antes de dormir. Él cocina, limpia, lava la ropa, hace todo, y nunca me he sentido más inútil en mi vida. —Miro y me doy cuenta de que en realidad Matt me está escuchando. Realmente, realmente escuchando. —Seth ha estado cuidando de sus hermanas desde hace mucho tiempo — dice Matt en voz baja—. Está acostumbrado a hacerlo todo solo. Lo hizo cuando su madre estaba en la quimioterapia. Y lo hizo a través de sus tratamientos. Es normal para él. No le importa porque es lo que conoce. —Las niñas están preguntando cuándo va a volver, como si estuviera de vacaciones o en la oficina. —Mi garganta está tan gruesa que siento como si me fuera a ahogar. Él hace una mueca. —Eso tiene que ser duro —dice. —Solo desearía saber qué hacer a partir de aquí —admito. No tengo idea de cómo ser mamá. No sé qué hacer en caso de fiebre, y apenas puedo cambiar un pañal. Gracias a Dios la más pequeña está casi entrenada. Aunque estoy aprendiendo a cambiar pañales por pura necesidad. Pones uno torcido, y estás jodido. —¿Vas a quedártelos? —pregunta. —No sé lo que voy a hacer —admito—. Simplemente no lo sé. No tengo que volver a trabajar por el momento. Me dejan trabajar desde casa. Bueno, no en casa, sino en la casa de Kendra. —¿Todavía estás allí? —pregunta. Asiento. —Por ahora. Pensé que sería mejor para ellos tener un lugar familiar, rodeado de sus juguetes, de sus propias camas, e incluso de cosas de su mamá. Al menos por el momento. Matt toma mi codo en su agarre y se detiene. —Skylar —dice.

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—¿Qué? —Lo miro a los ojos azules y estoy casi sorprendida por la intensidad de su mirada. —¿Puedes quererlos? ¿Realmente quererlos? Porque no hay vergüenza en admitir que no los quieres o que no puedes hacerte cargo de ellos. Se merecen algo mejor. —Se merecen algo mejor que yo —le susurro—. Pero soy todo lo que tienen —resoplo, simplemente porque no puedo evitarlo—. Honestamente, Matt —le digo—, ni siquiera puedo mantener viva una planta de interior. ¿En qué estoy pensando? Él sacude un mechón de cabello de mi frente. —¿Quieres saber lo que pienso? —pregunta. —¿Qué? —Respiro. Estamos en medio de una calle llena de gente, pero nunca me he sentido tan separada del resto del mundo. —Creo que puedes hacerlo. Tengo fe en ti. —¿Por qué? —pregunto—. Ni siquiera me conoces. —Porque te preocupas —dice—. Eso es todo lo que necesitan los niños. Alguien a quién importarle. —¿Tienes hijos? —pregunto. Sacude la cabeza mientras un cabello cae sobre sus ojos. —No. ¿Me prestarás a los tuyo a veces? Me río. —¿Algo así como una taza de azúcar? Él niega. —No te devolvería la taza de azúcar. Los niños, por otro lado... —Sube y baja la mano como si estuviera sopesando sus palabras. Me río. —No puedo tener hijos —dice—. O al menos las posibilidades son escasas. —Levanta una mano cuando abro mi boca para hacer una pregunta. Sabía que tenía cáncer, pero no sé qué clase o cuál es su pronóstico—. No ser capaz de tener algo realmente tiene una tendencia a hacer que lo desees más. —Apunta a la espalda de Seth—. Mira, tienes tres a la vez, y yo ni siquiera puedo tener uno. —Se ríe y da un toque a mi hombro con el suyo. Sigue caminando, y me quedo a su lado—. ¿Cómo se siente tu novio acerca de ellos? —pregunta. Me encojo de hombros. —Realmente no hemos hablado de ello. —¿No crees que deberías hacerlo? —Su frente se arruga mientras me mira. —Es complicado. Matt toma una respiración profunda. —Tengo una confesión que hacer —dice—. ¿Quieres escucharla? —Por supuesto. —En la iglesia, cuando tomé tu mano, no fue solo porque estabas temblando. Mi corazón se tambalea, pero ahora llegamos al restaurante. Él me hace atravesar la puerta con una mano en la parte baja de mi espalda, y el tiempo de charla termina. Mierda.

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Capítulo 4

M

is hermanos son unos cerdos. He sabido esto desde hace mucho tiempo, pero nunca es más evidente que cuando están todos en el mismo lugar. Y en público. Sam y Pete están teniendo un partido de lucha libre en medio de la mesa mientras esperamos a que la mesera traiga la cuenta. Mellie y Joey se han quedado dormidas. Están recostadas sobre Seth en un ángulo que no se ve remotamente cómodo, pero creo que está acostumbrado a que sus hermanas se mantengan en su espacio. Sus manos siguen el rastro de la espalda de Mellie distraídamente, y él baja la vista hacia ella cariñosamente, su sonrisa se suaviza. Voy y me siento junto a él. —¿Cómo te va, Seth? —pregunto. Se encoge de hombros y mira a todos lados menos a mí. —Bien —dice. Asiento y espero un momento. Estoy bastante seguro de que nadie nos está prestando atención, así que digo lo que está en mi corazón. —Recuerdo cuando murió mi mamá. La gente seguía preguntándome si estaba bien, y les decía que sí, pero en verdad no lo estaba. Ni siquiera cerca. Su mirada dio un tirón para encontrarse con la mía. —¿Tu mamá murió? Asiento. Odio hablar de mamá porque entonces tengo que hablar de papá, también. —Mi mamá murió. Era un poco más joven que tú. Entonces no mucho después de eso, nuestro papá se fue, también. —Hago un movimiento circular con la mano hacia mis hermanos—. Entonces solo éramos nosotros cinco. Seth lanza un suspiro. —Apesta —dice. Después deja caer su cabeza hacia atrás, y finalmente puedo verlo. Veo algo de cansancio. —En verdad apesta —respondo—. Pero todo lo que puedes hacer es jugar las cartas que te repartieron. —Señalo hacia Skylar donde está hablando con Reagan, Emily, y Friday. Es tan condenadamente hermosa cuando sonríe que me quita el aliento. Pero si alguna vez hubo una mujer que estaba fuera de mi alcance, es Skylar Morgan—. ¿Cómo van las cosas con tu tía? —pregunto. —Bien —dice cortante. La mira, pero hay más curiosidad que cariño. —¿La estás llegando a conocer? Se encoge de hombros. —Deberías dejar que te ayude un poco —sugiero—. Mencionó que se ha sentido un poco excluida. Su mirada se dispara hacia la mía de nuevo. —¿En serio? Asiento.

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—¿Esperas que solo esté dando vueltas hasta que no la necesites más? —No la necesito ahora. —No puedes hacer todo por ti mismo, Seth. Nadie puede. Señala a su pecho. —Yo puedo. —Tienes dieciséis años. Su cara se enturbia, y honestamente, es la mayor emoción que jamás había visto en la cara de este chico. —Sé cuántos años tengo. También sé que le prometí a mi mamá que cuidaría de ellas. —¿Te ofendería aceptar algo de ayuda? —pregunto. Empujo su hombro—. ¿Cuándo empieza la lucha? —La próxima semana, pero no voy a ir. —Sus cejas se arrugan—. No tengo tiempo. —¿Qué tanto tiempo necesitas? Suspira profundamente. —Son dos horas cada día después de la escuela. Los partidos son los fines de semana y una noche a la semana. Mellie y Joey ya están todo el día en la guardería. No puedo dejarlas con una niñera, también. —No tienes que dejarlas con una niñera. Déjalas con tu tía. —Señalo a Skylar, y ella me atrapa, sus ojos estrechándose. Sacudo la cabeza. Lo entiende, pero aún está curiosa—. Es su tutor legal, Seth. No tú. Su voz es tranquila cuando habla, tan tranquila que apenas puedo oírlo, pero entiendo las palabras. —Estoy preocupado de que si se lo pido demasiado, se va a ir. Entonces todos vamos a ir a hogares de acogida y ser separados. Nadie más nos quiere. — Su mandíbula se marca cuando aprieta sus dientes—. ¿Sabías que le pidieron a mi papá que nos aceptara a todos? No sabía eso. —¿Y? —Y dijo que me llevaría, pero no podía aceptar a Mellie y Joey. —Baja la vista a ellas, su mirada suavizándose pero todavía está enojado—. ¿Puedes creer eso? Él se las daría a alguien más. A cualquier persona. Mi mamá cagaría un ladrillo si lo supiera. —Sacude la cabeza—. Apesta. —En verdad apesta —digo de nuevo. Seth sonríe. —En verdad apesta —repite él. Pete se para frente a mí, estiro el brazo y empujo su cadera. Él baja la mirada. —¿Ustedes están hablando acerca de mi culo? —pregunta. Baja la vista a su trasero, haciendo una gran cosa de eso—. Quiero decir, maldita sea, sé que es bonito, pero aun así. Pongo mi zapato en su trasero y le doy una patada a un lado. Él camina y se esconde detrás de Reagan. —Mira lo que hizo, princesa —dice—. Me pateó. —Envuelve sus brazos alrededor de los suyos y dice—: Ve a patear su culo por mí, ¿lo harás? —Él la empuja en mi dirección. Todos saben que Reagan es una experta en artes marciales y que me daría la vuelta sobre su hombro más de una vez en situaciones de práctica. Levanto mis manos en rendición.

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—Por favor no lo hagas —digo—. Tuve cáncer —le recuerdo a la multitud. Aún gano puntos con eso. Reagan se ríe. —Ya no puedes sacar la tarjeta del cáncer —dice—. Dos años con un certificado de buena salud. —Sostiene dos dedos—. Recuerda, ¿tenemos una fiesta que celebrar? —Se deja caer junto a mí, y pongo mi brazo a su alrededor y la jalo para besar su frente. Hubo un tiempo cuando ella no podía estar en una habitación abarrotada sin estar inquieta y nerviosa, pero ahora no es así. No desde que su agresor fue capturado y puesto en prisión. Murió ahí, así que no tiene que enfrentarlo en la corte. Reagan es mucho más segura de sí misma ahora que la porquería no está detrás de ella. Seguro, algunas cosas todavía le llegan, pero la mayor parte del tiempo, solo es Reagan. Es la chica de Pete y es parte de la familia. Me doy cuenta de que todos se están poniendo de pie. —¿Ustedes pagaron la cuenta? —pregunto. Paul asiente. Skylar está tratando de empujarle dinero, pero lo rechaza. Tengo que recordarme pagarle por su parte de la cena después. Ella protesta, pero él la ignora, justo como debería. Hace una rabieta y empuja el dinero en su monedero. —Gracias por invitarnos —dice. Va hacia Seth y empieza a quitarle a Mellie, pero me sitúo alrededor y recojo a la chica durmiente en su lugar. Mellie envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y sus piernas alrededor de mi cintura, y se aferra a mí como un mono de peluche con velcro. Mi corazón tartamudea un poco. Me gusta esta sensación. Me gusta mucho, y mi corazón duele porque nunca voy a tener esto. —Puedo llevarla —dice Skylar, ofreciendo sus manos. —La tengo —digo, y Seth se pone de pie con Joey envuelta a su alrededor. Subo a Mellie un poco más alto y hace un ruido de resoplido contra mi cuello. No tengo ningún deseo de dejarla en el suelo. —¿Te veremos en casa? —pregunta Paul, disparándome una mirada inquisitiva. Asiento. Apresura a todos nuestros hermanos a salir por la puerta mientras Reagan, Emily y Friday dicen adiós a Skylar. Escucho algunas palabras murmuradas acerca de que les llame si necesita ayuda, y ella les sonríe y va en una ronda de abrazos. Salimos a la acera, y me dice: —Puedo llevarla. El apartamento no está lejos. —Levanta sus manos de nuevo, y le doy la espalda con mi cuerpo, bloqueándola. —La voy a llevar a casa —digo. Me voy a sentir como un sinvergüenza si la dejo, y nunca será capaz de llevar a Mellie todo el camino en esos tacones que está usando, de todas maneras. Y para mis adentros, estoy contento de que tengo la oportunidad de pasar algún tiempo con los chicos. Ella nos deja en el apartamento, y Seth avanza hacia la habitación que las chicas comparten, si las dos camas son alguna evidencia. Él levanta el edredón y baja a Joey a las sábanas. Saca su abrigo y tira los zapatos a un lado, y después jala la sábana sobre ella. Hago lo mismo con Mellie, y estoy contento de que ellas no tienen que tomar baños o cambiarlas en sus pijamas porque no están relacionadas conmigo y no sabría qué hacer con eso. —Gracias por la ayuda —dice Seth en voz baja. —En cualquier momento —respondo. Se voltea para salir de la habitación, pero agarro su hombro—. Seth —digo—. No estás solo, chico. Me mira a la cara.

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—Lo sé —responde suavemente—. Buenas noches. —Apaga la luz de Mellie y Joey, cierra la puerta detrás de nosotros. —Buenas noches —digo. Dejo salir un respiro pesado mientras camino de regreso a la sala de estar. Seth desaparece en su habitación sin siquiera un comentario a Skylar. Señalo con mi pulgar hacia la habitación de Seth. —¿Siempre tienes el tratamiento silencioso de él? —pregunto. Me hace querer tirar de un nudo en su culo, pero él no es mío. Y no creo que lo haga por ser irrespetuoso. Creo que lo está haciendo para facilitar la carga a un punto donde es inexistente. No sé si debería estimularlo o darle una medalla. Se encoge de hombros. —No me importa. —Pero su voz es pequeña—. ¿Las niñas están arropadas? —pregunta. —Sí —digo. La sigo a la cocina. Me gustaría decir que es solo para hablar con ella, pero es porque me gusta la vista de su trasero. Se sacó los tacones y los está rellenando con sus medias. Me pregunto si son altas hasta el muslo con una de esas pequeñas cosas de ligueros. Paso una mano bajo mi cara, tratando de limpiar mis pensamientos. Tiene un novio. Skylar saca una botella de vino del refrigerador y lo vierte en un vaso. —¿Quieres un poco? —pregunta. En realidad no soy un bebedor de vino. —No, gracias. Sus ojos se estrechan, y alcanza el refrigerador y saca una cerveza. —Ahora, puedo tomar eso —digo con una sonrisa. —A Kendra debe haberle gustado la cerveza —dice—. Eso estaba en el refrigerador. —Ella sostiene su vaso—. ¿Las mamás beben vino? —pregunta. —La mía lo hacía —digo. La sigo a la sala de estar y me siento en un extremo del sofá. Ella se sienta en el otro. —¿Tu mamá era una buena mamá? —pregunta. —La mejor. —Suertudo —dice con un ruido desde la parte posterior de su garganta—. Crecí rodeada de niñeras, cocineras y amas de llaves. Una constante rotación de ellos. —Apoya su cabeza en la parte posterior del sofá y mira el techo un momento. Luego se acaba hasta la última gota del vino en su copa y la pone en la mesa auxiliar. Bosteza, cubriendo su boca delicadamente—. Perdón —dice—. Una semana larga. —Sonríe, y me deja sin aliento hasta que recuerdo que se supone que solo iba a estar un momento. —Debería irme —digo. —No tienes que irte —dice—. Es bueno tener a alguien para hablar. Me acomodo de nuevo. No quiero irme. Me gusta este completo silencio con ella, y no sé por qué. —¿Quieres un consejo gratuito? —pregunto. Resopla. Y es tan linda que no puedo evitar sonreír. —Tomaré todos los consejos que pueda conseguir. —Dile a Seth que debe salir a luchar. Levanta sus cejas. —¿Luchar? —pregunta. Asiento. —Ama el deporte. Fue campeón regional el año pasado. Se sienta un poco. —¿Cuándo empieza? —me pregunta.

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—La próxima semana. —¿Por qué no me lo dijo? —Umm… —No sé cuánto decirle—. Tiene miedo de que si te da demasiado trabajo que hacer, los dejarás, y entonces el estado colocará a sus hermanos con familias de acogida. Gruñe y se sienta adelante. —¿Y te enteraste de todo esto cenando? Asiento y levanto mi cerveza hacia mis labios. —Los conozco desde hace tiempo —digo. —¿Cuánto tiempo hace que tú y Kendra salen? —pregunta ella. Me atraganto con mi cerveza. Toso en mi puño cerrado durante un minuto. —¿Qué? —Tú y Kendra —dice de nuevo—. ¿Cuánto tiempo habían estado saliendo? —¡Oh, no! —me apresuro a decir—. Éramos solo amigos. —Oh —dice ella. Después el silencio se instala en la habitación. Finalmente dice—: Así que, lucha libre, ¿eh? ¿Eso no es un poco bárbaro? Sonrío. —Nope. Todo es estrategia, fuerza y aprendizaje. Es bueno para él. —¿Qué pasa si se lastima? —Es un chico. Va a salir lastimado. —Tienes respuestas para todo, ¿no? —me dice. Desgraciadamente, no tengo ninguna respuesta. Acerca de nada. —Si él lucha, tendría que ir directamente allí después de clase cada día. Eso podría darte algún tiempo para conocer a Mellie y Joey cuando las recoja. Asiente. —Parece un plan. —Todos necesitamos un plan —digo con una sonrisa. Sonríe y siento una pequeña vibración en mi corazón. Oigo una puerta abrirse detrás de nosotros, y Seth sale de su cuarto. Nos mira, su mirada se dispara de Skylar a mí y viceversa. —¿Todo bien? —pregunta. Skylar se sienta y apoya sus codos en sus rodillas. —Matt simplemente me estaba contando sobre la lucha libre —dice. Seth gime y echa su cabeza atrás, mirándome como si deseara que hubiera mantenido mi boca cerrada. —Creo que deberías apuntarte —dice ella. Su voz tiembla un poco. —¿Y las niñas? —le pregunta. —¿Qué pasa con ellas? —contesta—. Simplemente empezaré a recogerlas todos los días. Seth rasca su cabeza. —¿Estás de acuerdo con eso? Asiente y le sonríe. —Estoy de acuerdo. Seth le sonríe, también. —De acuerdo —dice. —¿Me dejaras saber cuándo son tus juegos para que pueda ir a verte? — pregunta. —Combates —decimos al mismo tiempo Seth y yo. Ella se ríe y levanta ambas manos en señal de rendición. —Combates —repite ella—. Lo siento —dice, pero está riéndose, también—. Entonces, ¿puedo ir a tus combates? —pregunta.

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Seth asiente. —Claro. —Mira hacia la cocina como si quisiera desaparecer—. Solo voy a buscar un poco de agua y acostarme —dice. —Buenas noches —dice Skylar. Él mira hacia atrás sobre su hombro y le dice en voz baja: —Buenas noches, tía Sky. Se aleja, y observo a Skylar, se ve un poco impactada. Como si un fuerte viento la hubiese sorprendido. —¿Estás bien? —le pregunto. Se ríe y sacude la cabeza. —¿Escuchaste eso? —pregunta. —¿Qué va a luchar? —Estoy un poco desconcertado. —No —dice en voz baja—. Me llamó tía Sky. —Sus ojos están un poco empañados, me doy cuenta, así que le aprieto la rodilla. Cubre mi mano con la suya y me mira. Su mirada va directamente al centro de mí—. Gracias por tu ayuda. —De repente, suena su teléfono en su bolsillo, y deja mi mano para recogerlo—. Mi novio —dice. No se ve muy feliz de saber de él. —Me voy. —Tiene un maldito novio, un imbécil, que recuerde. Me levanto y lanzo mi botella de cerveza en la papelera de reciclaje. Me sigue hasta la puerta—. Llámame si necesitas algo —sugiero. O si no necesitas nada, quiero agregar, pero no lo hago. Se apoya lentamente contra el borde de la puerta. —Lo haré —me dice. Y le creo. Solo espero que algo vaya muy mal para que me llame realmente. Nada de vida o muerte, rotura de alguna extremidad o algo drástico. Quizá un fregadero que gotee o un inodoro atascado—. Buenas noches —dice. —Buenas noches —contesto. Cierra la puerta, y me quedo allí de pie un momento, porque no puedo pensar en qué otro lugar estaría mejor. De repente se abre la puerta, y Sky asoma su cabeza. Tropieza con mi pecho, y la sostengo agarrando sus codos. Trato de borrar la sonrisa de mi cara, pero es casi imposible. —¿Necesitas algo más? —pregunto sonriendo. —Todavía estás aquí —dice contra mi pecho. El calor de su aliento hace cosas raras en mis entrañas. Y el resto de mí—. Quería preguntarte una cosa — dice, con voz entrecortada. Apoya un hombro en la puerta y me mira, sus ojos tan azules y claros que podrías perderte en ellos y quedarte ahí. Muerde su labio inferior entre los dientes y luego dice con gran apuro: —Me dijiste cuando estábamos entrando al restaurante que no me sujetaste la mano solo porque estaba temblando. Me preguntaba... umm... por qué más ibas hacer eso. Estiro la mano y retiro la cola de cuero que estaba sobre mi cabello y lo dejo caer alrededor de mi cara. Después hago el gesto de volver atarla, pero solo porque tengo la necesidad de conseguir algo de tiempo para pensar cómo responderle. Sonrío. —Mencioné que no era la única razón, ¿no? —pregunto, siguiendo con evasivas. Asiente, todavía mordiéndose el labio inferior. Sus mejillas son rosadas, y sus ojos brillan. No sé la manera correcta de responder, en lugar de eso me agacho y beso su mejilla. Me demoro, dejando que su aliento sople a través de mi hombro

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mientras capto su aroma. Es limpio y femenino con un toque de cítricos y jodidamente tan impresionante que apenas puedo parar de olfatearlo. Tomo una última inhalación y susurro: —Lo hice porque me gustas. Se estremece ligeramente, y veo como se le erizan los vellos de los brazos. Me obligo a alejarme. Y me esfuerzo para no girarme y mirarla de nuevo. Pero no lo hago. Y sigo caminando.

*** Entro en nuestro apartamento y me detengo de golpe cuando veo a alguien sentado en el sofá hablando con Paul. Mi hermano se levanta, pareciendo incómodo como el infierno. —Mira quién ha venido —dice Paul, apuntando hacia nuestro invitado. Mi euforia acaba inmediatamente. Todos los buenos pensamientos que tenía cuando dejé a Sky de repente se estrellan contra el muro que es alevosía y engaño. Su nombre es Kenneth, y solía ser mi mejor amigo. Hasta el momento en que se enrolló con mi prometida, April. —Ken —tartamudeo—. ¿Qué mierda estás haciendo aquí? —pregunto. Paul se interpone entre nosotros, como si pudiera mantenerme alejado si realmente quisiera pelearme con él. Duramente. —Bueno —dice Ken—. Yo… umm… esperaba que pudiéramos hablar. — Mira a Paul como si no quisiera decir algo delante de él. Paul camina junto a mí. —¿Quieres que me vaya? Me encojo de hombros. Puedo patearle el trasero a Ken tanto con él en la sala como si está fuera de ella. —Haz lo que creas conveniente —digo. Meto la mano en la nevera, saco una cerveza, la destapo apoyándola en el borde del mostrador y la bajo de golpe. Después lanzo la chapa metálica hacia el cubo de la basura—. Punto para mí — susurro al cuarto mientras cae dentro. Voy al sofá y me siento en él, descansando mis pies sobre la mesa mientras empiezo a navegar por los canales. —Llámame si me necesitas —dice Paul, y luego desaparece en su habitación. Como si tuviera que llamarlo. Va a tener la oreja pegada a la puerta hasta que Ken salga. Ken se sienta en el sofá al otro lado de la sala, con su trasero descansando en el borde. Él apoya sus codos sobre sus rodillas y se inclina hacia mí. —¿Por qué estás aquí, Ken? —pregunto. Tal vez me diga lo que podemos obtener de esta incomoda reunión y darla por terminada. —Bueno —dice. Se detiene y se rasca la parte de atrás de su cabeza, pasando su mano arriba y abajo una y otra vez. Su incomodidad me hace sentir un poco mejor acerca de toda la situación, en realidad. Lo dejaré pasar—. Quería decirte acerca de la boda —dice lentamente, pronunciando con cuidado. Finjo indiferencia, aunque siento todo lo contrario. —¿Quién se casa? —pregunto. Mejor que el maldito no diga que él y April. —Bueno, le pregunté a April si quiere casarse conmigo —espeta, luciendo aún peor que hace un momento. Él hace una mueca como si estuviera asustado de que le pegue. Vaya, podría.

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—Felicitaciones —digo inexpresivo. Trato de no poner ningún sentimiento en mi voz porque si lo hiciera, estaría gritando y gritando y gritando como un oso herido porque me siento como si alguien hubiera metido un atizador al rojo vivo en mis entrañas. —Quería ser el primero en decirte —dice—. Teniendo en cuenta la situación. —Se retuerce las manos. —Teniendo en cuenta el hecho de que te cogiste a mi novia —digo, entonces tomo el último trago de mi cerveza. Que va a ir a mi cabeza ya que bebí tan rápido. Pero realmente no me importa. —E… ella estaba he… herida —tartamudea—. Después de tu diagnóstico y de todo, ¿sabes? —Me mira como si esperara confirmación. Confirmo que es un idiota. La mentira, el engaño, bueno para nada, lame-culos mejor amigo—. Es como que solo caímos juntos. —Tropezaste y caíste justo en su coño, ¿no? —Él levanta una mano y comienza a tartamudear, pero sigo hablando, como si no me importa—. Entiendo completamente. Me pasó un par de veces. Probablemente las mismas noches que te pasó. —Inhalo. —Matt —dice—. Sé que te he dicho lo siento antes, pero por favor, nosotros no teníamos la intención de que esto sucediera. Nunca quise hacerte daño. Me sentí herido por un tiempo, pero ahora estoy más allá de eso. Enojado va mucho mejor conmigo que herido. —¿Cuántas veces quieres que te felicite? —pregunto. Suspira. —Simplemente no quiero que lo escuches de cualquier otra persona — dice—. He manejado las cosas mal, pero todavía tengo mucho respeto por ti como amigo. —Gracias —gruño. —Oye, me enteré de que estás en remisión —dice. Sonríe como si estuviera feliz por mí—. Estoy tan contento de que lo estás haciendo bien. —Gracias —le gruño. Al parecer, me he convertido en un hombre de las cavernas. Un hombre de las cavernas al que no le importa una mierda. Él se pone de pie. —Bueno, probablemente debería irme. —Me extiende una mano. Cuelga allí en el aire entre nosotros hasta que finalmente recibe la indirecta de que no lo tocaría ni con un jodido palo. —¿Cuándo es la boda? —pregunto mientras me pongo de pie, también. Soy un masoquista, al parecer. —Este fin de semana —dice. Levanto mi frente y resoplo. —Que pronto, ¿eh? Deben haber estado planeándolo por un tiempo. Él empieza a rascar la parte de atrás de su cabeza. —Um... no realmente. Bueno, estábamos planeándolo, pero decidimos adelantar la fecha. Um... —Me mira a los ojos como si estuviera esperando a suavizar el golpe—. April está embarazada. Mi respiración se entrecorta. Cierro los ojos e inhalo por la nariz porque me siento como si estuviera a punto de vomitar. Me obligo a abrir los ojos y camino hacia la puerta. Es todo lo que puedo hacer para no poner mi pie en su culo y darle una patada. —Puedes... um... Es muy importante para April que tengamos tu bendición.

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—No necesitaste mi bendición cuando te la cogiste —le digo—. ¿Por qué la necesitas ahora que la embarazaste? —Se siente muy mal por la forma en que sucedieron las cosas —dice. —Bueno —gruño de nuevo—. Debería. —Ella debería odiarlo. Debe odiarse a sí misma porque cayó en los brazos de alguien mientras yo estaba recibiendo un golpe completo por la quimioterapia y casi morí. —No es una mala persona —dice—. Solo cometió un error. Los dos lo hicimos. —Un error ocurre una vez —explico, levantando un dedo—. No decenas de veces. —Y esos son solo las que conozco—. Después de la primera vez, es una opción, no un error. —No sabía cómo lidiar con la situación. —¿Te refieres a estar a mi lado? —Sostengo mis manos como si quisiera su respuesta. Pero realmente no lo espero. De ningún modo. —Me gustaría que todos fuéramos amigos de nuevo —dice. Está casi suplicándome. Y me reiría si no tuviera ganas de llorar. —Nunca va a pasar —le digo. Abro la puerta y me muevo para que camine a través de ella. En dos segundos, voy a empezar a contar hasta diez. Se ilumina durante un segundo. —Oye, Paul me estaba diciendo que estás viendo a alguien. ¿Paul hizo qué? —¿Y? —Por lo tanto, creo que es genial. Estoy feliz por ti. —Me da palmadas en el hombro y aprieta hasta que bajo la mirada a él, pensando cómo voy a romper cada uno de sus dedos. Se masturba con esa mano—. Creo que deberías llevarla a la boda. Será como en los viejos tiempos. ¿Qué dices? Lo fulmino con la mirada. —Bueno —dice, sonriendo como si hubiera resuelto el hambre del mundo en una sola noche—. Estoy seguro de que April te enviará una invitación. Nos encantaría que estés allí. El pequeño diablo en mi hombro se burla. —Oye, ¿cómo se siente April acerca de ti follando con tu mejor amiga? — pregunto. Los rumores son divertidos, cuando no se tratan sobre ti. Un músculo en su mandíbula se aprieta. —Eso fue un error. —Cometes un montón de ellos, ¿no? —pregunto. —Soy humano —dice. Se engancha el cinturón. Es un ser humano sin moral o conciencia. No puedo decir que April no recibió lo que se merecía con él, sin embargo. —Si vienes a la boda, te agradecería que no lo mencionaras. —Mira a todos lados, menos a mí. Señalo hacia el pasillo, y va en esa dirección. No digo nada más. Él saluda a medida que avanza por la puerta, y doy un portazo detrás de él. Se golpea con tanta fuerza que las paredes vibran. Paul sale de su habitación. Me da otra cerveza de la nevera y repito mi procedimiento anterior, cantando: —¡Anotación! —en un susurro vehemente cuando la mierda va a la basura. —¿Estás bien? —pregunta Paul. —Bien —gruño. —¿Seguro? —Síp.

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—No te ves muy bien. —Eres idiota. Paul suspira. —¿Cuánto te enteraste? —pregunto. Hace una mueca. —¿De todo eso? Me siento en el sofá, sin decir nada de lo que está en mi cabeza. La verdad, estaría jodidamente roto si Paul no estuviera aquí. —No puedo creer que ellos quieren que vayas a la boda —resopla. —¿Por qué le dijiste que estoy saliendo con alguien? Paul sonríe. —Parecía apropiado en el momento. El bastardo tenía un aire satisfecho, me dijo lo maravillosa que es su vida. —Así que inventaste una vida increíble para mí. Paul se encoge de hombros. —No parecía como si fuera a hacer daño. La mierda que hizo duele. Mi vida puede ser solitaria, pero es mía. Es todo lo que tengo, y cuando he estado a punto de perder la vida, aprecié cada cosa de ello. —¿Vas a la boda? —pregunta Paul. Me encojo de hombros. —No sé. —Juego con las borlas en la almohada, envolviéndolas alrededor de mi dedo una y otra vez. —Tal vez sería un buen cierre —dice. —Ya está cerrado. —No lo está. Me inclino hacia él. —¿Quieres hablar sobre un cierre, Paul? Entonces vamos a hablar de ti y Kelly. Vamos a hablar sobre el hecho de que todavía estás follando a la mamá de tu hija, a pesar de que ambos joden con otras personas, también. Vamos a hablar sobre ese cierre, ¿de acuerdo? Paul presiona sus labios. Luego se levanta y va a su habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de él. Él no me presiona, que es lo que merezco. Simplemente se aleja. Creo que golpeé demasiado cerca de casa. Me duele el corazón por lo que acabo de hacer con él. Pero era la única forma de conseguir que retroceda. Cierre. Cierre mis bolas. Esa herida sigue abierta y supurante y dolorosa y cruda y tan condenadamente irritante que no sé qué hacer con ella. ¿Será capaz de mejorar? No veo cómo.

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Capítulo 5

S

implemente cerré los ojos cuando mi teléfono vibra en mi bolsillo. Nunca oí de vuelta de Phillip después del funeral. Él solo se fue. Pero eso es en gran medida la forma en que él es. Está allí un minuto y se va al siguiente. Y entonces está fuera por un tiempo muy largo. Tomo mi teléfono y veo su cara sonriente en la pantalla. ¿Tengo que contestar? Mentalmente me armo y atiendo. —¿Hola? —Skylar, hola —dice. Casi puedo ver su sonrisa llena de dientes en el ojo de mi mente, y me hace encogerme. Esto no debería ser así, ¿debería? —Tan amable de tu parte por llamarme de vuelta finalmente —espeto. Puedo oír el clic de sus zapatos de vestir contra el pavimento. —Lo siento por eso. Tuve que volver al trabajo. Estoy justo dejando el edificio ahora. —Oigo el golpe de una puerta y lo imagino entrando en su Mercedes. —¿Trabajando hasta tarde? —pregunto. —Sí —dice en voz muy baja. Se pone silencioso por un momento y cae sobre las ondas celulares. —Entonces, ¿qué pasa contigo? —pregunto. —Gran caso en el trabajo —dice. —Oh, cuéntame sobre ello. —Tú sabes que no puedo. —Los dos trabajamos para la misma empresa, Phillip, por el amor de Dios. —Acerca de eso —dice. Me incorporo. Phillip es un socio gerente de mi empresa. Él tiene mi futuro en sus manos. —Tuvimos una reunión de la junta hoy para discutir tu situación. —Oh, de verdad. —Trato de no añadir un pffft al final de mi comentario, y casi sucede, pero me siento como que alguien solo quitó el aire de mí. —Hemos decidido que necesitas tomar algún tiempo de permiso de familia para conseguir las cosas asentadas en tu final. Me siento y cruzo mis piernas al estilo indio. —No creo que sea tu decisión para tomar. —Creo que lo es en tu mejor interés, Sky —dice en voz baja—. Necesitas estar asentada con los niños, contratar a una niñera, decidir dónde van a vivir... —Bueno, eventualmente, vamos a vivir en mi apartamento. Estamos aquí solo temporalmente, mientras los niños se adaptan. Hay silencio en la línea. —¿Por qué no solo dices lo que quieres decir, Phillip? —Nunca firmé para ser un padre, Sky —dice.

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—No firmé exactamente para ser una mamá —le recuerdo. —Sin embargo dejaste que tu padre te convenciera de esta idea descabellada. —No es una idea. Los niños no tienen a nadie más. —Pongo el teléfono atrás y bajo la mirada por un momento—. ¿Estás rompiendo conmigo? Por los niños. —Te estoy dando tiempo para resolver las cosas —dice. —No necesito tiempo para resolver las cosas. Hace una pausa. —Iba a decirte hoy, pero estabas ocupada con tu madre. —¿Ibas a decirme en el funeral? —chillo—. ¿Es por eso que fuiste? — Debería haber sabido que no fue porque se preocupara por mí o mi familia. —¿Qué vas a hacer, Sky? —espeta finalmente—. ¿Vas a criar a esos niños? ¿Esos niños que no se parecen en nada a nosotros? ¿Vas a pasear con ellos en público? ¿Vas a llevarlos a Cabo y de vacaciones y vas a ser su madre? ¿Por qué no solo contratas a una niñera, por el amor de Dios? Tu padre tiene suficiente dinero. Me levanto y empiezo a caminar de un lado a otro por el suelo. —No puedo jodidamente creer esto —digo—. Nunca te tomé por alguien que da una mierda sobre la raza. ¿Cuándo te convertiste en este tipo? —¡Soy el mismo tipo que siempre he sido! —me grita—. Tú eres quien ha cambiado. Quiero alguien que pueda trabajar a mi lado y jugar a mi lado y solo estar a mi lado. No quiero niños entre nosotros, especialmente si ellos no son nuestros. El silencio cae de nuevo. Me detengo frente a la cómoda para mirar en el espejo. Hay un extraño sentido de paz en mi cara. —No es como si alguna vez tenemos sexo, de todos modos. No podemos parecer encontrar el tiempo. —Suena como de cuatro años de edad. Ha sido un tiempo. —Simplemente no estamos en el mismo lugar —dice él. —No estamos hablando de proximidad —gruño de vuelta. —¿Vas a considerar por lo menos una niñera? —pregunta. Ni siquiera necesito pensar en ello. Fui criada por un desfile constante de niñeras, y no voy a hacerle eso a estos niños. No tengo una sola persona en mi vida que pueda sentarse conmigo y contarme historias acerca de mi niñez porque nadie estaba allí. —No —reniego. —¿Por qué no? ¡Esto ni siquiera es tu responsabilidad! —grita. —Puede que no sea su madre, pero soy su tía. Soy su tía Sky, y soy todo lo que tienen. No tienen a nadie más, y sé lo que se siente. No voy a dejarlos solos. Estaré aquí para ellos cada vez que me necesiten por el resto de mi vida. A decir verdad, he estado como dando vueltas sobre mi situación porque no podía encontrar mi equilibrio, pero lo tengo ahora. Es sólido debajo de mí. —Voy a enseñarle a Seth a conducir, voy a llevar a Mellie a lecciones de baile, y a Joey a hacer gimnasia. —Está bien, sueno como una lunática ahora—. Pueden hacer o ser lo que quieran ser. Porque ellos no estarán solos. —Apunto mi dedo a la nada y señalo en el aire con él—. Ellos nunca, jamás estarán solos mientras esté aquí. ¿Me entiendes? ¡Nunca! Mi voz se está agrietando, y no puedo recuperar el aliento. Pero necesito que él sepa cómo me siento sobre esto. A veces abro la puerta de la habitación

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de las chicas y solo las miro respirar mientras duermen. Es realmente la única vez que he sido capaz de conseguir acercarme a ellas. —No llegué a contar sus dedos y los de los pies cuando nacieron, pero puedo contárselos todos los días cuando llegan a casa de la escuela. Puedo ser su tía Sky, y algún día, cuando me haya ganado su confianza y sea lo suficiente suertuda para que ellos me amen, tal vez, tal vez entonces van a querer ser mi familia. Quiero una familia. Quiero esos niños. —Sky, piensa en lo que estás haciendo —dice—. Estás emocional. Tienes que sentarte y pensar detenidamente en esto. No hagas algo que te arrepentirás. Haz una lista de los pros y los contras, si es necesario. —Pro: Son increíbles. —Empiezo a marcar ítems en mis dedos, a pesar de que no puede verme—. Pro: Si ellos me dejaran amarlos, seré la mujer más feliz sobre la faz de la tierra. Además, no estoy emocional. Estoy perfectamente racional. Él se burla. —No suenas racional. Levanto otro dedo. —Pro: Tú ya me has botado, así que ahora te puedo decir que eres realmente pésimo en la cama, Phillip. Horrible. Eres egoísta. Si no tengo que ver tu pene de nuevo, voy a ser una feliz, feliz mujer. Vertiginosa, de hecho. —No soy malo en la cama... —Eres egoísta. Y casi nunca consigo venirme, Phillip. Tú sabes esto. —No lo hacía —murmura. —Nunca. —Sonrío a mí misma en el espejo—. Mis pros son muy superiores a mis contras. Veo orgasmos en mi futuro sin ti, Phillip. Un montón de orgasmos. Me sisea. —Contras: La gente te mirará divertido por el resto de tu vida cuando pasees esos niños en público. Nunca los verán como tuyos. Los verán como algunos huérfanos pobres que tú adoptaste. O, aún peor, van a asumir que tú eres su mamá. —Eso no es un contra. No me molesta que sean semi-raciales. Amo el color de su piel, sus ojos, y su cabello. —Aunque necesito aprender a hacer esos pequeños nudos pom-pom para las chicas. La textura de su cabello es muy diferente a la mía—. Lo amo porque los amo. —¡Acabas de conocerlos la semana pasada! —grita. —Pero siento que mi corazón los ha conocido desde siempre. —El sonido de la risa de Mellie me ablanda. La mirada de rendición pura en el rostro de Seth mientras él se encarga de las niñas hace que me derrita. Y Joey, cuando se pone toda sucia cuando come, creo que es adorable—. Amo estos chicos. Y voy a luchar con mi último aliento para cuidar de ellos. Así que ni se te ocurra decirme que no son lo suficientemente buenos para mi vida. De hecho, creo que es al revés. No soy lo suficientemente buena para ellos. —Finalmente, una lágrima sigue la pista de mi cara. Tengo mucho que aprender, pero puedo hacerlo—. Pero lo voy a ser. —Si tu mente está preparada —comenta. —Inequívocamente —digo de vuelta. La línea se muere. Y es entonces cuando me dejo desmoronarme. Descanso mis palmas sobre la cómoda y pongo mi peso en ellas, mordiéndome el labio inferior cuando un sollozo me atormenta.

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—Tía Sky. —Oigo desde la puerta. Levanto la mirada y paso mis dedos por debajo de mis ojos. —Seth —digo. Dios, espero que no haya escuchado nada de esto. —¿Estás bien? —pregunta en voz baja. Entra en la habitación. Aparto la mirada porque todavía quiero llorar. Seth se extiende y envuelve su brazo alrededor de mí, empujándome contra él. Me tiene en una extraña clase de llave de cabeza, pero se siente bien. Me sostiene cerca de él. Ya es centímetros más alto que yo. Me fuerzo a no sollozar pero por un momento. —¿Cuánto de eso has escuchado? —pregunto mientras me tiro hacia atrás. —No he oído nada acerca de los orgasmos —dice con una sonrisa. Desliza una mano por su boca. Una risa estalla de mí. —Entonces, eso es bueno. —Y no he oído nada en absoluto acerca del pene de Phillip. —Se estremece. —Incluso mejor. —Levanto la vista hacia él—. Siento que hayas oído todo eso. —Yo no —dice, y de repente se ve como un adulto joven—. Me alegro de que lo escuchara. —Bueno, yo no. Trataré de ser más silenciosa la próxima vez. Se sienta en el borde de mi cama. —He estado muy preocupado —admite. Me siento a su lado. —Yo también. —Pero estoy pensando que desde que ya no tenemos una mamá y tú no tienes una familia, podemos hacer que esto funcionar. —No me mira, y siento un pequeño temblor en su voz. —También creo que podemos hacerlo funcionar. Pone su brazo alrededor de mis hombros. —Tengo una pregunta para ti. Asumo que quiere mi hoja de vida, que es totalmente inadecuada, sobre todo porque Phillip piensa que solo me puso en licencia. Será un día frío en el infierno... —¿Qué? —pregunto. —¿Hablabas en serio cuando dijiste que querías enseñarme a conducir? — Me sonríe. Me río. Se siente bien reír con Seth. —Sí, lo dije en serio. —Golpeo su hombro con el mío—. Nuestro jardinero me enseñó. —Eso es triste —dice, con los ojos entrecerrados. —Sí. —Asiento—. Casi lo es.

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Capítulo 6

D

espierto a la mañana siguiente sabiendo que tengo que disculparme con Paul. Estaba fuera de lugar anoche, y no puedo solo dejarlo ir. Espero a que despierte. Por lo general va a la tienda de tatuajes antes que yo, pero la puerta de su habitación está todavía cerrada. No tiene a Hayley, su hija de cinco años, esta semana. Ella está con Kelly, su mamá. Él a veces duerme cuando no tiene que levantarse con ella. Ella se levanta con el sol, y aunque es jodidamente adorable verla alrededor de la casa en su pijama, un hombre necesita algo de sueño a veces. Trabajamos hasta muy tarde en la tienda, así que no siempre conseguimos ocho horas. Parece que Paul está reponiendo el tiempo perdido. Logan vive con Emily, Pete vive con Reagan, y Sam volvió a la universidad tarde anoche en el autobús, así que estamos solo Paul y yo en el apartamento ahora. Parece tranquilo. Demasiado tranquilo a veces. Estoy acostumbrado a la televisión a todo volumen porque Logan no sabe si está demasiado alto, él es sordo, y Sam y Pete, los gemelos, lanzándose uno al otro sobre los muebles. Ahora solo somos Paul y yo, los mayores, y un montón de silencio. No creo que me guste. Escucho la puerta de Paul abrirse y entonces el caminar de él yendo al baño. Somos chicos, no tenemos que cerrar la puerta cuando no hay chicas aquí. Él viene a la cocina entonces, su cabello rubio sobresaliendo en cien diferentes direcciones, y rasca su vientre, su pantalón de pijama de franela mostrando el tatuaje del nombre de Kelly. Estaba bien familiarizado con él desde que lo puse en él. Y es un malditamente buen tatuaje, si lo hago yo mismo. No tengo ningún nombre de mujer en ningún lugar, y estoy bastante seguro de que nunca lo haré. —Buenos días —murmura Paul, sirviéndose una taza de café. —Buenos días —respondo. Abro el diario y lo miro, no puedo ver las palabras en la página. Puedo sentir la necesidad de Paul de lanzar su plato de Honey Graham Oh’s sobre mi cabeza. Diablos, lo merezco—. Lo siento por lo de anoche —murmuro. No levanta la mirada de su cereal. —No te preocupes por eso. —Fui un idiota. —Debería de haber mantenido mi boca cerrada. —Debería de haber estado de acuerdo contigo. Tenías razón. No está acabado. Habla alrededor de un bocado de comida. —Si estaba acabado, no habrías actuado como idiota golpeándote en el estómago. —Sí.

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—¿Qué ve ella en él? —pregunta. —¿Él no estaba muriendo? —supongo. Finalmente levanta la mirada hacia mí. —No hay excusa. No, no hay excusa para engañar. —Y tenías razón sobre Kelly y yo. —Sigue comiendo, sin mirarme. —No quería tener razón sobre eso. —Muy mal. No sabía que sabían que todavía hacíamos eso. Niego. —Nadie sabía salvo yo. —Espero que no fuéramos demasiado obvios. —Hace una mueca. —No, los vi juntos cuando Logan estaba en el hospital. La forma en que ella te mira… —Miro su cara—. Y la forma en que la miras. Finalmente levanta su mirada. —Solo seguimos cayendo en la cama juntos. Eso es todo. —Se encoje de hombros. Luce realmente incómodo, y eso no es como pienso en Paul por lo general—. Es fácil. Y confortable. No sabía que era así. Me río de mí mismo. —¿Qué? —pregunta. —Hablas de sexo con Kelly como si tu pie se deslizara en un zapato viejo. Bufa. —Pero solo como un zapato viejo, las ex pueden ser confortables pero fallan en apoyarte de la forma en que necesitas. Ding, ding, ding ―grita, como si estuviera sonando una campana en el aire. —¿Eh? —No tengo ni idea de qué está hablando. —¿Te he dicho alguna vez por qué nos separamos? Nunca lo hizo, pero tengo una muy buena idea. Niego de todos modos. —No los quería chicos. —¿Qué? —Ahora eso era la última cosa que esperaba. —Estaba embarazada de Hayley, y yo tenía casi veintiuno. Mamá y papá se habían ido, y ella no los quería. Quería casarme con ella. Pero no quería a mi familia. —¿Te hizo elegir? Se levanta y golpea su plato en el lavabo un poco demasiado duro. —No había una jodida elección. Ustedes chicos eran mi vida, y yo era todo lo que tenían. No había elección. Paul entró en la paternidad de la forma en que algunas personas entran en la universidad, consiguen un trabajo después de la escuela. Él dio todo lo que tenía. Solo tenemos un año de diferencia, pero nunca podría haber hecho lo que él hizo. Lo dio todo, incluso su propio “felices para siempre”, por nosotros. Dios. Ahora me siento horrible. Arruinamos su vida. —No podría haberlos criado sin ti —dice—. Donde era débil, tú eras fuerte. Y donde era fuerte, tú eras débil. —Tiene razón. Nos complementábamos uno al otro. —Diste tu tiempo completo con Hayley por nosotros. —Ahora estoy molesto. —Soy el padre de Hayley, y siempre lo seré. La tengo la mitad del tiempo, y funciona bien para los dos. Lo hace. En verdad lo hace. —¿Qué hay ahora que todos ellos salieron de la casa? —¿Qué hay de eso?

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—Ahora que todos se cuidan, ¿por qué no cuidar de ti mismo? Consíguete una vida real. Tú y Kelly siguen cayendo juntos. ¿Por qué no hacerlo permanente? Niega. —No la amo. —Pero… —Me gusta. Somos amigos. Pero eso es todo. —Se encoje de hombros—. Y está viendo a alguien. Eso es muy obvio. —¿Cuándo fue la última vez que ustedes…? Sonríe. —Ayer. Ruedo los ojos. —Entonces no puede ser muy serio con este otro chico. —Solo el hecho de que hay otro chico significa que no es serio conmigo. — Lanza un suspiro—. Y no la amo. De eso estoy seguro. Porque el pensamiento de la mujer que amo durmiendo con otro hombre debería desgarrarme por dentro, pero no lo hace. Hay algo mal con eso. —Está bien. —No sé qué más decirle. —Entonces, sobre April —dice. —No quiero hablar de April. Me mira. —Qué mal. Este es Paul. Esto es lo que hace. —¿Qué sugieres? —Va a casarse, hombre. Es tiempo de superarla. Levanto mis manos. —Estoy tratando. —Deberías ir a la boda. Conseguir todo esto fuera de tu sistema. Llevar una chica sexy contigo. —¿Dónde voy a conseguir una de esas? Me mira como que me voy a molestar. —Amigo, puedes encontrar un trasero en cualquier lugar. Quizás he estado buscando en los lugares equivocados.

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Capítulo 7

P

aso todo el día del lunes trabajando en mis asuntos laborales. Tuve una reunión con mi supervisor inmediato, quien se apresuró a asegurarme que mi empleo no estaba en peligro, que mi situación fue discutida durante la reunión, pero solo porque todos querían saber si había algo que pudieran hacer para apoyarme en esta transacción. Que estúpido es Phillip. Y lo que es peor es que casi le creí. No puedo evitar estar muy feliz de que esta situación me forzó a cortar mis lazos con él, particularmente cuando doy vuelta a la esquina y lo encuentro en el enfriador de agua parado demasiado cerca de otra de primer año. Luce un poco agotada cuando me ve, y rápidamente camina en otra dirección. Phillip empieza a caminar hacia mí pero lo despido con un gesto. —Ni siquiera lo pienses —advierto. Sigo caminando. Me sigue todo el camino hasta mi auto sin decir una palabra. No habla hasta después de que me mira revolver en una caja de papeles y mi cajón. No se ofrece a ayudarme. Ni una vez. ¿Se quedaría Matt de pie ahí y me vería mientras lucho con una caja? Algo me dice que no. Realmente no debería comparar a nadie con Matt, sin embargo, desde que no lo conozco en realidad. —Vas a seguir con eso, ¿cierto? —pregunta Phillip, doblando sus brazos a través de su pecho. —¿Seguir con qué? —pregunto, soplando mi cabello fuera de mi cara. —Esos chicos —espeta—. Estás manteniéndolos. Me río. —Ellos me mantienen a mí, en realidad —digo. —Nunca te tomé por estúpida. Bufo. Su cara se pone roja. —La única cosa estúpida que alguna vez hice fue elegirte, idiota —digo bajo mi aliento mientras entro en mi auto. Salgo mientras se para ahí y me mira. Eso es todo lo que puedo hacer para no bajar la ventana y sacarle mi dedo medio. Pero soy una mamá ahora. Las mamás no hacen espectáculos públicos, ¿cierto? Probablemente no. Me conformo con hacerlo en mi cabeza. Lo haré por ahora, también, porque él luce molesto. Enciendo la radio fuerte mientras conduzco a través de la ciudad. Debería sentirme mal por nuestra ruptura, pero no tengo el corazón pesado. No del todo. No como debería. De hecho me siento libre. Y tengo que admitir que me siento un poco esperanzada. Tengo una sensación de que Matthew Reed tiene algo que ver con eso. Diablos, acabo de romper con alguien de quien pensé estaba enamorada. No debería tener sentimientos por Matt. Es demasiado pronto. Además, tengo demasiado pasando en mi vida para agregar un nuevo novio a eso. ¿Qué hombre

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en sus cinco sentidos me querría y a mis tres niños? Me bufo a mí misma mientras camino a la guardería para recoger a las chicas. Una de las mamás me arruga su nariz y hace pasar a su hijo delante de mí rápidamente, tomando un amplio margen. Supongo que las mamás no se suponen que bufen en voz alta, tampoco. Seth le dijo a Joey y Mellie que las recogería de la escuela hoy, pero no estoy completamente segura de que saben que pasa cuando entro por la puerta. Joey se esconde detrás de la falda de su maestra, y Mellie mete su pulgar en su boca. Me dejo caer a su nivel y digo: —Hola, chicas. —Con una suave voz. Una suave voz no las asusta, ¿cierto? Mierda. Soy terrible en esto de ser madre. —¿Sra. Morgan? —pregunta la maestra. La llamé la semana pasada y hablé con ella por teléfono sobre nuestra situación. Fue muy amable y realmente comprensiva. Alargo mi mano. —Señorita —digo para corregirla. Definitivamente no estoy casada, y no parece que lo vaya a estar pronto. Sacude mi mano y da un paso al lado para conseguir que Joey salga de detrás de ella. Ambas chicas están todavía en la guardería, y combinan las clases al final del día en el patio de juegos. Las chicas aparentemente están pegadas una a la otra como pegamento. ¿Es eso normal? Diablos, normal es solo una carga en el secador, ¿cierto? No sabría lo que es normal si me mordiera en el trasero. —Señorita Morgan, si puedo hacer una sugerencia… —Hace una mueca la maestra. Levanto la mirada hacia ella. Joey y Mellie todavía no están viniendo hacia mí. Vivo en la misma casa con ellos. Joey tira de la falda de su maestra y dice en voz baja: —¿Está mi mami viniendo por mí? Dolor se desliza a través de mí. No sé cómo explicar la muerte a éstas pequeñas. Seth tampoco, aparentemente. La maestra se agacha y dice: —Ahora, ya hablamos de esto, ¿cierto, Josephine? Diablos, ni siquiera sabía que el nombre real de Joey es Josephine. ¿Qué clase de madre soy? Joey solo pestañeó hacia ella. —Mami se fue, y no va a volver —dice la maestra. Los ojos de Joey se llenan con lágrimas, y doy un paso alrededor de la maestra para levantarla. Ella viene a mí, pesada y sin fuerzas como un trapo húmedo cuando la levanto. Pone su cabeza en mi hombro y se acurruca. —Apreciaría si no discutes de su madre con ellas —espeto. Estoy segura de que la maestra tiene buenas intenciones. Pero, Dios, fue un poco fría, en mi opinión. —Necesitan entender que se fue —dice la maestra. Levanto un dedo. —Shh —susurro en una tajante advertencia. La maestra frunce los labios. —Mami no se fue —dice Mellie. Viene hacia adelante y toma mi mano, sus dedos húmedos de donde estaban metidos en su boca, pero no me importa. Está tocándome por su libre voluntad. Somos las chicas y yo contra el mundo. —Eso es cierto —le digo—. Mami nunca las dejaría a propósito. —No les dé esperanzas de que volverá —advierte la maestra.

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—Shh —digo otra vez. Deja de hablar. —Mami no puede volver —explico—. Mami no quería irse, pero no tuvo elección. —Mami volverá —dice Mellie en voz baja. —Mami las amaba mucho —les digo. —Ambas chicas necesitan ropas nuevas —interviene la maestra. Me doy la vuelta para enfrentarla. —¿Qué? —Seth ha estado cuidando de ellas por un buen tiempo, así que no dije nada, pero sus ropas están haciéndose chicas. Los zapatos de Mellie son demasiado apretados, y los jeans de Joey están demasiados cortos. Las niñas están creciendo, señorita Morgan. Mucho. Muerdo mi lengua porque no puedo pensar en nada agradable que decir, y he sido una abogada demasiado tiempo para saber que no responder es probablemente mejor que decir lo que está en mi mente. Porque lo que está en mi mente es que la quiero llevar a un largo paseo a un corto muelle. ¿Cuándo me volví tan bárbara? —Gracias por dejarme saber. Cuidaré de ellas —digo en su lugar—. Lo aprecio. —Tienen que volver aquí mañana después de todo. Miro a las chicas. —¿Quién quiere ir de compras? —pregunto. Mellie levanta la mirada y sonríe. —Yo —dice. Y escucho un suave susurro: —Yo. —Desde la derecha al lado de mi oído.

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Capítulo 8

E

s alrededor de las siete de la noche cuando suena mi teléfono. Estoy delineando un tatuaje de un cliente en Reed’s, así que no puedo contestarlo. Friday se acerca y hace un movimiento hacia mi bolsillo. —¿Quieres que atienda eso? —pregunta. Levanto mi máquina y me pongo de pie para que pueda acceder a él. —Por favor —digo. —Es mejor que tengas cuidado o Paul va a ponerse celoso —se burla mientras rebusca en mi bolsillo. Paul hace un ruido. Él ha estado tratando de meterla en sus bolsillos durante tanto tiempo como puedo recordar. —Creo que ya está verde de envidia —digo en voz alta. —Si el verde es el nuevo rojo —responde ella de vuelta. Saca mi teléfono y lo pone en su oreja. Nosotros no usamos teléfonos durante mucho tiempo porque simplemente no podíamos permitírnoslos. Pero la Navidad pasada, el padre de Emily nos compró a todos teléfonos nuevos, ya que tiene más dinero que Dios, y nada mejor que hacer con él. Dijo que era demasiado difícil mantenerse al día sin ellos. Pero creo que fue más cosa de Emily hacerlo que de él. —Teléfono de Matt —canta—. Hola, Seth —dice, arrugando el rostro—. Sí, está aquí, espera. —Presiona el botón “altavoz” en el teléfono. —¿Qué hay, Seth? —pregunto. —¿Matt? —pregunta Seth, y suena sin aliento. —¿Qué está mal, Seth? —pregunto. Bajo mi máquina y comienzo a quitarme los guantes. —¿Has hablado con la tía Sky hoy? —pregunta. —No —respondo, el vello en mi nuca inmediatamente se eriza—. ¿Por qué? —Hoy fue el primer día en que se suponía que iba a recoger a las niñas, y acabo de llegar a casa y no hay nadie aquí. Se está haciendo tarde, es todo. —No he hablado con ella —digo—. ¿Quieres que vaya para allá? —Ya me estoy encaminando a la puerta principal y Pete se está haciendo cargo de mi cliente. —Llámanos si nos necesitas —dice Paul a mis espaldas. Como si tuviera que recordármelo. Con una mirada por encima de mi hombro, me despido de él con un gesto de la mano, y asiente. —¿Has llamado a su teléfono? —pregunto. —Sí, pero va directamente al correo de voz. Y los textos que envío dicen entregados pero no leídos. —Su batería probablemente está muerta, Seth —digo. No estoy preocupado en absoluto. Bueno, tal vez un poco.

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—Debió de haber llamado para decirme dónde está —murmura, y lo puedo imaginar peinándose el cabello con frustración. —Probablemente pensó que no estarías en casa todavía —digo—. Estoy de camino para hacerte compañía. ¿Tienes ánimo para una pizza? —Los adolescentes siempre tienen ánimo para una pizza.

*** Me detengo para ordenar un par de pizzas en Rico´s realmente rápido y las llevo conmigo. Cuando llego al apartamento, veo a Sky bajando a las niñas del auto frente al departamento. Encuentra un espacio y las hace pasar. Tiene bolsas y bolsas de cosas en sus manos. —¿Necesitas algo de ayuda? —pregunto. Levanta la vista y aparta el cabello de su cara con un soplido. —Matt —dice, pero una placentera sonrisa se marca en las comisuras de sus labios, y es suficiente para quitarme el aliento. Tiene novio, imbécil. No te hagas ilusiones—. ¿Qué estás haciendo aquí? Sonrío porque es como me siento por dentro. —Seth me llamó preocupado cuando no estabas en casa —admito. Su cara cae. —Ah —dice. Frunce el ceño—. ¿Por qué haría eso? Me encojo de hombros. —Estaba preocupado. Cierra la puerta del auto a pesar de que todavía hay más bolsas allí. Miro a través de su ventana. —Déjame ayudarte con eso. Niega con la cabeza. —Vendré por ellas más tarde —dice—. Después de que calme a Seth. —Me ve con remordimiento. Levanta las bolsas—. Fuimos de compras. —Ya lo veo —digo. Llamo a Mellie y me agacho. Sube a mi espalda y se aferra con fuerza. Me levanto y la hago girar de la forma en que haría con mi sobrina, ella chilla y se ríe. Todavía tengo las pizzas en una mano, así que las dejo en el capó del auto. —A mí —lloriquea Joey aferrándose a mi pierna. La subo también y las hago girar a ambas en círculos. Sky se ríe. —Creo que les gustas —dice en voz baja. Hay una mirada de anhelo en su rostro. Les doy un achuchón. —Sí, les gusto. —Ambas chillan mientras les doy vueltas de nuevo—. Quiero decir, realmente —bromeo—, ¿qué puede no gustarles? —Arqueo mi ceja, bromeando con ella como lo haría con una mujer que podría estar interesada. Pero no ha habido una de esas en mucho tiempo. Su cara se pone de colores, y es tan condenadamente bonita. Pero no dice nada. Sin embargo, sus ojos viajan desde la cima de mi cabeza hasta la punta de mis pies, permaneciendo en algunos lugares más que en otros. ¿Es interés lo que veo en sus ojos? Se lame los labios y aparta la mirada. —Cuidado —advierto en voz baja. Niega, como si me quisiera callar. Así que lo hago. Por ahora. La sigo dentro del edificio con las niñas todavía aferradas a mí debido a que las sostengo a ellas y a las pizzas, todavía están chillando cuando atravieso la puerta del departamento con ellas.

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—Mira lo que encontré —digo en voz alta mientras entramos a la cocina. Seth se da vuelta, su cara es dura, y comienza a abrir la boca. Solo puedo imaginar lo que está a punto de salir, así que lo corto—. Tu tía Sky fue lo bastante agradable como para llevar a las niñas de compras esta tarde —digo. Encuentro sus ojos y le doy una sutil advertencia para que mantenga la boca cerrada. Me mira y me da la vuelta para decirle a Sky: —Podrías haber llamado, así no me habría preocupado. —No pensé que ya estarías en casa. —Mira su reloj—. No quería preocuparte, Seth —dice. Es sincera. Y supo que lo preocupó innecesariamente—. Lo siento por eso —dice en voz baja. Miro a Seth, y da un suspiro. Camina hacia ella y la envuelve en un extraño abrazo como los que lo había visto darle a su mamá un centenar de veces. La alza un poco del suelo. —Estaba preocupado por ti, también —explica. Ella sonríe, y es hermosa. —Gracias —dice—. Mi teléfono está muerto. Me aseguraré de tener un cargador en el auto a partir de ahora. No estoy acostumbrada a tener que reportarme. —Comienza a bajar las bolsas—. Llevé a las niñas a comprar algo de ropa nueva —dice. Mira a Seth—. Espero que eso esté bien. Se ve un poco intranquilo. —Esa maestra suya ha estado insistiendo sobre sus ropas durante una semana. —Niñas —las llama ella—. Vengan y muéstrenle a Seth lo que compraron mientras voy a descargar el resto. Seth me mira y luego hacia las muchas bolsas que están regadas por todo el lugar. —¿Hay más? —pregunta. Sonrío y paso una mano por mi cara. Vi toda la mierda que estaba en la parte trasera de su auto. —Muchas más —digo. Sky camina hacia la puerta, así que lanzo un pulgar en su dirección—. Voy a ayudar a tu tía. Me sonríe. —¿Ayudar? ¿Es así como lo llaman ahora? Sky ya está fuera de la puerta, y realmente quiero ir con ella. —Tiene novio —digo. Niega con la cabeza. —Ya no. La dejó ayer. No fue bonito. ¿Así que no tiene novio? Mi corazón salta. Maldición. —¿Lloró mucho? Niega con la cabeza. —Pero hubo una extraña discusión sobre orgasmos, la inutilidad de él, y él siendo egoísta en la cama. —Se estremece—. Mucho más de lo que quería oír. —También, mucho más de lo que deberías repetir —advierto. Agarra mi hombro. —Necesitas toda la ayuda que puedas conseguir, hombre —dice, dándome un apretón. Sonríe. Le enseño el dedo medio de una manera que Joey y Mellie no puedan ver y sigo a Sky por el pasillo. Todavía está esperando en el ascensor, así que corro hacia ella y me detengo, casi sin aliento. No estoy seguro de si mi falta de aire es

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porque estoy tan jodidamente aliviado de que esté soltera o el rápido trote, pero mi apuesta es que es la primera. Y estoy bien con eso.

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Capítulo 9

P

or el amor de Dios, él es apuesto. Matt está usando una camiseta gris y jeans, su cabello está tirado hacia atrás con una banda elástica. Es tan alto que tengo que inclinar mi cabeza para mirarlo. Me sonríe. Está respirando un poco duro, y tengo que admitir que yo también. —¿Cómo estuvo tu día? —pregunta. El elevador suena detrás de nosotros, y entramos. Mueve su cadera contra la barandilla y cruza sus brazos frente a su pecho. Corrí fuera del apartamento porque estaba un poco abrumada por la emoción. Es una lástima que un niño pueda hacerme perder mi fuerte agarre en la realidad solo por ser agradable conmigo. Pero cuando Seth me abrazó y me dijo que estaba preocupado por mí llegando tarde, me di cuenta que soy parte de una familia, y como el Grinch que roba la navidad, mi corazón se hinchó al doble de su tamaño. Entonces se rompió y mis ojos se llenaron con lágrimas, tuve que salir de ahí antes de que perdiera mi mierda. Paso mis dedos por debajo de mis ojos y le sonrío, con una acuosa sonrisa, a Matt. Desearía que me hubiera dado unos minutos para mí misma, pero es demasiado tarde ahora. Conseguí lucir como una idiota en frente de un hombre atractivo. ¿A quién estoy engañando? Él es sexy como el infierno. Y estoy a punto de empezar a sollozar. ¿Por qué consigo ponerme toda llorona cada vez que este hombre está alrededor? —¿Sky? —pregunta en voz baja—. ¿Qué está mal? —Nada —gruño. Aclaro mi garganta porque hay un nudo del tamaño de Texas en ella. Camina hacia mí y toca mi barbilla con suaves dedos, levantando mi cara a la suya. —¿Entonces por qué estás llorando? —Porque soy una chica —chillo, como una excusa. —Mentirosa —dice. Ahueca mi cara con sus palmas, sus dedos haciendo cosquillas en la piel en frente de mi oreja, cepillando de atrás a adelante. —Creerás que es estúpido —digo. —Pruébame —lanza en respuesta. —No. —Sorbo. Cuadro mis hombros—. Estoy bien, en realidad. No es nada. Las puertas se abren en el nivel inferior, y salimos, en lugar de caminar hacia las puertas frontales, toma mi mano y me hala con un rápido tirón a las escaleras. Cierra la puerta y se sienta en el escalón más bajo. Frota el lugar a su lado. —Toma un descanso por un segundo.

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Tímidamente me siento a su lado. Se desliza más cerca hasta que su cadera toca la mía. Me deslizo lejos de él, pero se desliza incluso más cerca. Levanto la mirada, y no puedo evitar sonreírle. —Estás en mi espacio —advierto. —Me gusta estar en tu espacio. Como que quiero estar en todo tu espacio —dice, su voz bromeando y jugando. Pero entonces frota su hombro—. Dios no me dio hombros anchos solo para sostener mis playeras. —Usa su mano y tira de mi cabeza en su hombro. Está quieto por un momento, pero luego dice—: Déjame tomar algo de tu dolor, Sky. Dime qué está mal. Se sienta en silencio y solo respira. No dice nada más. Me siento aquí e inhalo su olor. Es a madera, varonil y limpio. Es Matt, y me gusta. No quiero llorar más. Quiero subir en su regazo y besarlo. —Oh Dios —gimo. —Nop. Soy solo Matt —dice con una sonrisa. Golpeo su hombro juguetonamente. Finge caer al lado, pero se levanta de nuevo, consiguiendo estar, incluso más, en mi espacio. —¿Es esto sobre tu novio? —pregunta en voz baja. Niego. Casi me había olvidado de Phillip. —No —comienzo. Pero no puedo conseguir las palabras juntas—. No importa. Se sienta en silencio, y entonces comienza a silbar. Él no me está dejando salir sin una explicación. —Es solo que nunca tuve una familia. —Ahí, lo dije. Ahora puede sentir lástima por mí—. Así que cuando Seth estaba preocupado, no solo por sus hermanas, sino por mí también, me hizo sentir un poco emocional. —Me encojo de hombros. Suena incluso más estúpido ahora que salió de mi boca—. Eso es todo. Sé que es estúpido. No dice nada. Solo asiente. —Solo estoy teniendo un duro momento encontrando mi lugar en esta situación. Pero creo que lo estoy encontrando, y se siente bien. Arquea su ceja. —Entonces, ¿eso era un buen llanto? —pregunta. —Eso fue un muy buen llanto. —Una sonrisa tira de las esquinas de mis labios aunque todavía me siento realmente emocional. —Está bien —dice con un asentimiento. Frota su hombro—. ¿Quieres llorar sobre mí algo más? Creo que me gusta tenerte tocándome. —Sonríe y abre sus brazos en invitación—. Soy realmente bueno en abrazar, también. Muerdo mi labio inferior, tratando de no sonreír. —Pretenderé que es difícil si te hace sentir mejor. Incluso gemiré en voz alta. Esta vez me río. No puedo evitarlo. Es tan malditamente dulce. —¿Eso es un no? —pregunta, inexpresivo. —Usualmente no soy así de emocional —digo. Se encoje de hombros. —Todas las mujeres dicen eso. Por lo general precede un episodio de locura extrema. —¿Estás diciéndome loca? Niega vehementemente. —Definitivamente no. —Sonríe—. Hay un montón de palabras que te llamaría. Loca no es una de ellas. Ahora estoy intrigada.

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—Dilas. —Eres jodidamente hermosa como el infierno —dice. Sus ojos se arrastran de arriba abajo por mi cuerpo. Calor se arrastra a mis mejillas. —Eres inteligente, leal, y muerdes un poco más de lo que puedes masticar al cuidar de tres chicos que ni siquiera son tuyos. Me gusta que piense que soy inteligente. Y leal. —Y no eres mía. —Se levanta y estira su mano para tomar mi mano—. Así que mejor salgamos de las escaleras antes de que haga algo estúpido como besarte. Me tira hacia arriba, y limpio mi trasero, tratando de averiguar qué hacer. —¿Quieres besarme? —pregunto. —Más que nada —dice rápidamente. Sonrío y miro lejos de él. —Bien. —Abro la puerta a las escaleras y camino por ellas. —¿Qué se supone que significa eso? —pregunta a mi espalda. —Nada —digo sobre mi hombro. Mi corazón se siente un poco más ligero de lo que lo hizo hace unos minutos, probablemente porque hay cerca de un millón de mariposas volando en mi estómago. Mi vientre da un tirón cuando encuentro su mirada—. Me alegra que quieras besarme, es todo. —Me encojo de hombros. —¿Puedo? —pregunta suavemente. Está siguiéndome a la calle y hacia mi auto ahora. Desbloqueo la cerradura así puedo abrir la puerta. Empiezo a sacar mis bolsas y cargarlo con ellas. —¿Puedes qué? —pregunto. Sonríe. —Tú sabes qué. Dejo caer mi voz a un susurro. —Podrías tener que deletrearlo para mí, Matt. —Q-U-I-E-R-O B-E-S-A-R-T-E —deletrea, riendo. Me río también. —Bien —digo otra vez. Saco la última de las bolsas. Está cargando la mayoría de ellas, así que mi carga es bastante ligera. Me pongo de puntillas y lo beso realmente rápido en la mejilla—. Gracias por ayudarme con las bolsas. Y por la pizza. Y por apresurarte cuando Seth te llamó. Siento si arruinó tu noche. —Puedes compensármelo —dice. Frunciendo sus labios. No puedo mantener la sonrisa de mi cara. —¿Estás subiendo? —pregunto. Levanta las bolsas como que no tiene otra opción. —Corre mientras puedas, Sr. Reed —digo, y trato de tomar una bolsa de él. —No lo creo —dice. Mi vientre hace otro pequeño giro otra vez, y no puedo evitar preguntarme a dónde está yendo esto.

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Capítulo 10

S

us mejillas son de un bonito color rosa, y evita mirarme en el ascensor. La dejo caminar delante de mí por el pasillo porque tiene absolutamente el más bonito, más perfecto culo que he visto en mi vida y quiero una excusa para mirarlo. Está vestida con su traje de negocios de nuevo, una falda lápiz, zapatos de tacón, y un top bonito. Mira por encima del hombro y muerde su labio inferior entre los dientes, su cara luciendo aún más optimista. Me pongo duro inmediatamente. Si no para, voy a tener que pasar el rato en el pasillo antes de que pueda entrar. Respiro hondo y dejo de mirar su culo. En lugar de ello, veo las bolsas y bolsas de ropa con las que me abarrotó. Están escurriéndose de mis brazos, y tengo cajas de zapatos apiladas en mi mano. —¿Compraste toda la tienda? —pregunto mientras abre la puerta. Levanta cuatro dedos. —Compré cuatro tiendas. Las niñas son caras. —Se encoge de hombros y dice—: Tengo algunas cosas para Seth, también. Solo espero que le queden. Tuve que adivinar su tamaño. Va a amar esto. El niño no ha tenido a nadie para cuidar de él en mucho tiempo. Tengo la sensación de que podría haberle comprado un abrigo de piel de color rosa y lo habría tomado con orgullo solo porque ella se lo dio. —Estoy seguro de que lo que tengas va a estar bien. Abre la puerta, y me pongo a despojarme de bolsas. La pesada llena de jeans dejó surcos en mi muñeca, y la levanto para que ella vea. —¿Ves lo que tu viaje de compras me hizo? —pregunto juguetonamente. Toma mi mano entre las suyas y gira mi brazo, evaluando de cerca. Sus manos son suaves, y sus uñas están cuidadas a la perfección. Arrastra su dedo índice a través de mi muñeca. —Lo siento mucho, Matt. ¡Mírate, estás herido! —Se ríe a carcajadas. Suena tan bonito saliendo de sus labios. Es desinhibida y en absoluto restringida. Malditamente lo amo, sobre todo cuando ladea la cabeza hacia atrás y luego se pone a reír tan fuerte que resopla. Pero eso solo la hace reír aún más fuerte—. ¿Qué puedo hacer para compensártelo? —pregunta. Sostengo mi muñeca y saco mi labio inferior. —¿Besarlo y hacerlo sentirse mejor? —le sugiero. Levanta la muñeca en alto y presiona sus labios contra mi piel. Temo que me voy a derretir en una vieja, sudorosa, apestosa y gran bola allí mismo en su alfombra, pero tan pronto como sus labios me tocan, sopla una pedorreta rápida en mi piel. Me hace reír, y la agarro, atrayéndola hacia mí. Pero justo en ese momento, una niña desnuda sale del baño. Es Mellie, y cubro mis ojos mientras corre. Seth la persigue llevando una toalla. Él le gruñe

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juguetonamente, sin embargo, y ella se lanza detrás del sofá. Comienza a correr hacia mí, y voy por ella muy rápidamente y la agarro, sosteniendo su sinuoso cuerpecito desnudo lejos de mí. Maldita sea, pero es resbaladiza. Se ríe y menea sus pies, pateando violentamente, y es todo lo que puedo hacer para aferrarme a ella. —Ven aquí —gruñe Seth, y envuelve a Mellie en una toalla. Se ríe todo el camino por el pasillo hasta que escucho la puerta cerrada. Sky pone su mano sobre mi pecho, rozándolo. —Estás todo mojado —dice, sacudiendo la cabeza. —Está bien —le digo, alejando su preocupación—. Es solo un poco de agua. —Me froto las manos. Siguen estando resbaladizas—. Y jabón. —Me río. —Deja que te traiga una toalla —dice ella y se dirige hacia la cocina—. Todavía estoy aprendiendo dónde están las cosas. —Abre un cajón tras otro. Finalmente encuentra una toalla de mano y me la tiende—. Lamento que te haya mojado. Por no hablar de correr desnuda delante de ti. —¿Estás bromeando? —pregunto. Malditamente amo estas cosas. He extrañado esta conmoción en mi propia casa desde que los chicos más jóvenes se fueron—. Está bien. —Te daría una camiseta para cambiarte, pero no tengo una de tu tamaño —dice. Hace una mueca—. Lo siento. Hago como que voy a tirar de ésta por encima de mi cabeza, y sus ojos bailan hacia mis abdominales, ampliándose cuando mira el tatuaje a la izquierda de mi ombligo. —Vaya. —Respira. Se cubre la boca con las puntas de los dedos. Mi tatuaje es una rana verde. Pero no es cualquier rana verde. Mi hermano Logan es un artista increíble, y lo dibujó para mí. Es una rana en un nenúfar con flores flotando por todas partes. En la parte superior de la cabeza de la rana esta una corona de espinas. Realmente me encanta, pero me siento un poco crudo y expuesto ahora que la ha visto. —¿Quieres besar a mi rana? —pregunto, ya que me siento tan fuera de sí. Lame sus labios. —No hagas eso —le advierto. Mi voz suena ronca, incluso para mí. —¿Hacer qué? —susurra. Doy un paso hacia ella, echando un vistazo muy rápido por el pasillo para ver dónde están los niños. —No lamas tus labios, Sky —digo. Lo hace de nuevo. —Ups. —Respira, pero está sonriendo. Quiero darle un beso, pero necesito saber a qué me enfrento. —¿Cómo está tu novio? —pregunto. Sé que Seth dijo que se separaron, pero quiero escucharlo de ella. No voy a tocar a alguien que está saliendo con alguien más. Ya he tenido suficiente angustia en esa arena para toda la vida. —¿Qué novio? —pregunta. —No me des esperanza si no hay ninguna —canto. Pero lo digo en serio. Totalmente en serio. —Rompimos. —¿Estás devastada? —Quiero saber cómo se siente. Sobre todo eso. —Eufórica —dice ella en su lugar. Gracias a Dios. Un escalofrío se arrastra por mi columna vertebral porque estoy seriamente interesado en esta mujer. —¿Estás segura de que has terminado con él?

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—Positivo. —Asiente. Sus ojos no dejan los míos. —Voy a hacer que te enamores de mí —le advierto. —Puedes intentarlo —dice en voz baja. Me inclino y la beso en la mejilla muy rápido justo antes de que Mellie corra a la habitación. Patina hasta detenerse a mis pies, deslizándose en la habitación en su pijama con pies. Agarra una de mis piernas con un brazo y desliza su mano en la mano de Sky con la otra. Sky cepilla un mechón de cabello de la cara de Mellie, una mirada suave en sus ojos que no me esperaba de ella. —¿Alguien quiere jugar a los bolos en el Wii? —pregunta Seth mientras camina hacia la cocina. Él mira desde Sky hacia mí y de regreso—. ¿Qué me he perdido? —pregunta. —Te conseguí un montón de cosas hoy en la tienda. ¿Por qué no le echas un vistazo? —pregunta ella. Sus cejas se arquean. —¿Conseguiste cosas para mí? —Sonríe y va a hurgar en las bolsas. Él es un adolescente, y tengo experiencia con esas bestias. Con chicas, no tanto. Cuando ella no está mirando, lo tiro del hombro y advierto. —Incluso si no te gusta, pretende que lo haces. No hieras sus sentimientos. —¿Estás bromeando? —pregunta. Sostiene una camiseta—. Estos son geniales. —Prueba sus zapatos, y encajan. Compró Vans, así que no podía ir mal allí. Él los ama—. No debiste molestarte, tía Sky —dice. Se levanta y va hacia ella. Ella está sonriendo de oreja a oreja. La toma en brazos y le da vueltas—. Gracias —dice. Chilla. —Tengo que acostumbrarme a esos abrazos que das —dice. —¿Por qué? —pregunta. Se ve confundido. Tengo la sensación de que Sky no recibió mucho cariño cuando era niña. Sin embargo, estos niños estaban inmersos en ello. —Es solo que... no es algo a lo que estoy acostumbrada —dice. El rostro de Seth cae. —¿Quieres que me detenga? —pregunta—. Abrazaba a mi mamá todo el tiempo. —Si dejas de hacerlo, voy a tener que castigarte o hacer que uses un sombrero divertido en la escuela o algo así. Diablos, no sé cómo torturarte, pero se me ocurrirá algo. —Se ríe, pero puedo decir que está incómoda. Envuelve un brazo alrededor de su hombro de nuevo y la aprieta. Ella chilla un poco, y él se ríe. —Eres como un pequeño ratón —dice—. ¿Susurras cuando estás enojada, también? Ella le da un puñetazo en el hombro. —Lo averiguarás si sigues así. Sky se saca sus zapatos y se quita sus medias. Agarra una porción de pizza y va a sentarse en el sofá. Los niños comienzan un juego de bolos de Wii, y la instan para que juegue. —Nunca he hecho esto antes —advierte. —Es fácil —dice Seth. Le hace un gesto hacia delante—. Ven. Te voy a mostrar. Se levanta, sonriendo, y avanzo hacia el frente del televisor para activar el sonido. Sky tira su brazo hacia atrás, justo cuando me dirijo de nuevo caminando hasta el sofá, y de repente el mando del Wii se sale de su mano y golpea directamente en mi nariz.

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—¡Ugh! —gruño. Sky pone su mano sobre su boca y jadea. Pero entonces corre hacia mí cuando ve la sangre goteando por mi cara. Entro en la cocina porque no quiero manchar de sangre la alfombra. —Oh mielda —maldigo, cuando veo que los niños no nos siguen. Me sienta en una silla y pone una toalla debajo de mi nariz—. Eso duele como una pela. — Sueno como que estoy con un resfriado, pero la sangre está goteando todavía, así que me pellizco la nariz. —Lo siento mucho —dice mientras se despliega frente a mí. Descansa sus antebrazos sobre los muslos. Puedo oler la pizza que acaba de comer en su aliento, y realmente, realmente quiero besarla, pero tengo sangre por toda la cara y manos—. Lo siento mucho —dice de nuevo—. No sabía que iba a volar fuera de mi mano de esa manera. —Tienes que amalarlo alededol de tu muñeca —le digo. —¿Tengo que amarrarlo alrededor de mi muñeca? —repite. —Pala evital que salga volando. —Mierda —dice ella de nuevo—. Lo siento mucho. Ya dijo eso. Se levanta y va a buscar una toalla húmeda. Limpia sus manos y limpia suavemente debajo de mi nariz. Mi nariz duele como una perra. Tiro de mi cabeza hacia atrás, pero ella sigue, sondeando y pinchando. —Creo que el sangrado se ha detenido —dice. Pero la dejo continuar mimándome, solo porque me gusta—. ¿Quieres un poco de hielo? —pregunta. Sí, pero lo necesito para mi pene y no para mi nariz. —Pol favol —le digo. Su cara está a solo centímetros de la mía. Pero entonces va a la nevera. Regresa con una bolsa de hielo. Probablemente se ofendería si la meto en mis jeans, así que la pongo contra mi nariz en su lugar. Agarro mi barbilla con una mano y sostenga el hielo con la otra. —Realmente no quería golpearte —dice ella. Se ve tan preocupada que tengo que dejarla fuera del gancho. Infiernos, viví con cuatro hermanos. He tenido más hemorragias nasales de los que podría empezar a contar. —Vividé —digo. Se inclina cerca y me besa en la mejilla. Quiero girar la cabeza y presionar mis labios en los suyos, pero no lo hago. —¿Estás enamolada de mí ya? —pregunto. Se ríe y gira la cabeza, cerrando los ojos. Su risa es tan malditamente linda. Hace una mueca. —Suponglo que es un no —le digo. Levanto mi camisa y limpio el borde de mi nariz desde que tomó mi toalla mojada. Cuando lo hago, sus ojos van a mi rana príncipe, se inclina hacia delante y presiona sus labios sobre él. Me mira, sus ojos azules parpadeando ampliamente cuando sostiene sus labios por un segundo. Luego hace un chasquido fuerte y explota retrocediendo, sonriendo. —Ya está. ¿Todo mejor? Joder no. Estamos empezando. Seth mete la cabeza en la habitación. Me sonríe y niega. —Amigo —dice. Se ríe—. Esa es la cosa más triste que he visto alguna vez. Tiro abajo el hielo. —Eto es todo. Voy a patealte el tlasero en bolos, Seth. Vas a cael. —Lo sigo a la otra habitación, tomando un mando, y tratando de fingir que ella no acababa de rockear mi mundo.

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Capítulo 11

E

stoy tan metida en el juego que no me doy cuenta de cuán tarde es hasta que Mellie se trepa en mi regazo y se queda dormida. Sé que está dormida porque puedo sentir su saliva deslizándose por mi pierna. Me siento derecha, con cuidado de no despertarla y la meto entre mis brazos. Hace un pequeño murmullo dormida cerca de mi oreja y se acomoda más cerca. Tomo una respiración profunda y me sumerjo en ella, pues estos momentos son tan pocos y tan lejanos entre sí. —De acuerdo, eso es todo —dice Matt y se levanta a apagar el Wii—. Creo que ha habido suficientes traseros pateados por una noche. —Empuja el hombro de Seth. Seth lo empuja de vuelta y ambos luchan en el suelo. Clava a Seth en el suelo y sonríe—. ¿Cómo estuvo la lucha hoy? —pregunta. Seth se sienta, cepillando su cabello de nuevo en su sitio. —Estuvo bien. Tenemos práctica el miércoles en la noche. —Mira a Matt—. ¿Quieres venir a ver? Matt está recostado sobre su espalda en el suelo, actuando como si hubiese quedado sin aliento después de la lucha, pero creo que está sorprendido de que Seth lo invitara. Toma una pelota y empieza a lanzarla al aire y atraparla. —¿A qué hora? —le pregunta. Seth se encoge de hombros como si no le importara. —A las siete, creo —dice—. ¿Entonces quieres ir? Matt se sienta y asiente. —Si está bien con tu tía —dice. Matt me guiña el ojo, como si Seth no pudiera verlo. Sin embargo Seth lo ve, y sacude su cabeza. —Deja de emboscar a mi tía, hombre —advierte. —No es emboscar. Es... —Se detiene y me mira—. Diablos, no sé cómo se llama. —Parece un poco incómodo. Le lanza el balón a Seth en el pecho, y Seth vuelve a caer en el suelo, agarrándose el vientre. Joey se acerca y se sienta en el estómago de Seth, rebotando y riendo mientras él gime. —¿Por qué estás todavía levantada? —pregunta. Mira el reloj—. Ya pasó tu hora de dormir. Le agarra las manos y se pone de pie, cargándola sobre su hombro. Ella chilla. Él viene hacia mí y la posiciona delante de mi cara. —Dale un beso de buenas noches a tía Sky —dice. Se inclina hacia adelante, toma mi cara en sus manos y me besa en la mejilla. —Buenas noches, tía Sky —dice en voz baja. Seth señala a mi regazo. —Enseguida regreso por esa otra —dice.

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—En realidad, yo me encargo —le digo. Me levanto y alzo a Mellie suavemente en mis brazos. Se abraza más cerca de mí y me doy cuenta de que ha estado sudando sobre mí cuando el aire frío golpea el espacio en el que ella estaba recostada. Pero no lo cambiaría. Seth se encoge de hombros. —¿Estás segura? —pregunta, ladeando la cabeza hacia un lado. Asiento y sonrío. —Si no te importa. Me gustaría llevarlas a la cama. Seth señala hacia el dormitorio de las niñas. —Claro —dice con ligereza y comienza a caminar en esa dirección. Él retira la colcha y vuela con Joey alrededor como un avión, haciendo zumbidos y ruidos de aire con su boca hasta que ella cae entre las sábanas. Se ríe y él se inclina para besarla en la mejilla. —Buenas noches —dice. Luego viene y me ayuda a arropar a Mellie. Ella está fuera de combate y apenas hace un movimiento mientras la cubre. Me dirijo hacia la puerta, pero Joey habla en voz alta y tengo que dar la vuelta. —¿Tía Sky? —dice. Me doy la vuelta. Está cómoda como una oruga enrollada en sus mantas y no puedo pensar en nada que pudiera necesitar. —¿Necesitas algo? —Va a hacer que te quedes todo el tiempo que pueda, pidiendo besos y agua y un montón de cosas que realmente no necesita —me advierte Seth. Señala con el dedo y dice—: Duérmete. Camino de vuelta a la cama y me siento en el borde, metiendo las sábanas aún con más fuerza a su alrededor. Ella saca su brazo y pone su mano en mi antebrazo. —Si ves a mi mamá —susurra—. ¿Le dirías buenas noches? Mi corazón se aprieta en mi pecho y tengo que cerrar los ojos y tomar una respiración profunda. Pero entonces me inclino y susurro en su oído. —Puedes hablar con tu mamá cuando quieras y te escuchará. Así que puedes darle las buenas noches tú misma. —Le toqueteo la nariz de forma juguetona. —¿Me puede oír? —susurra. Asiento. —Te puede oír aunque ya no esté aquí. —Parpadeo con fuerza, que es lo único que puedo hacer para sentarme allí sin sollozar. ¿Cuándo me convertí en una llorona? En el mismo momento en que me convertí en madre, al parecer—. Nunca te dejará. Lo prometo. —Yo misma se lo diré —dice. Sonríe y se enrolla en su almohada, cerrando los ojos. —Buenas noches —le digo y le doy un beso en la frente, deteniéndome un momento para disfrutar de ese olor a niña. Seth me está esperando en el pasillo cuando salgo. —Vaya —exhala. —¿Qué? —pregunto. Evito su mirada porque luce como si alguien acabara de sacudir la alfombra de debajo de él. Niega con la cabeza. —A veces parece tan fácil seguir adelante sin ella, y luego otras veces, los recuerdos y todas las pequeñas cosas simplemente te hunden, ¿sabes?

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No lo sé. Nunca he tenido a nadie que me quisiera como su madre los amaba a ellos. No sé lo que se siente perder tu ancla. Ir de pronto a la deriva sin timón. —Tú también puedes hablar con ella, sabes —digo. Él me sigue a la cocina—. Ella todavía está aquí para ti. Niega con la cabeza de nuevo. —Me gusta pensar en eso, pero no estoy seguro de que lo crea. —Suspira—. Me siento algo solo. Mi corazón se hunde. Se sintió como si por fin estuviéramos llegando a alguna parte, pero a lo mejor no soy capaz de darle lo que necesita. —Voy a esforzarme más —le digo. Me tira en sus brazos y me aprieta, su antebrazo envuelto alrededor de mi cabeza de nuevo en ese abrazo torpe. Pero me gusta. —¿Todo bien? —pregunta Matt desde la puerta. Me levanta una ceja. Doy un paso atrás y me retiro el cabello de la cara. —Bien —le digo, sonriéndole. No sé por qué, pero se siente natural tener a Matt alrededor. Tenemos esta extraña especie de química que hace que mi vientre se vuelque pero me consuela al mismo tiempo. Él trae una sensación de paz. No puedo definirlo, pero sé que quiero más. Se acerca a Seth y envuelve su brazo alrededor de la cabeza del niño, haciéndole una llave de cabeza suave y le da un coscorrón. Seth lo empuja, pero está sonriendo. —Me voy a la cama —dice Seth. —¿Ya? —me quejo. Miro mi reloj—. Todavía es temprano. Mira rápidamente a Matt, quien agacha la cabeza y sonríe. —Estoy cansado —dice Seth, y finge un bostezo mientras se estira. Está sonriendo, y Matt se pasa una mano por la cara para ocultar su sonrisa. Seth besa mi frente, choca los nudillos con Matt y se va a su cuarto. No sé qué hacer conmigo a solas con Matt, así que empiezo a cargar el lavavajillas con los platos de hoy. Matt recoge los platos y tazas de la mesa y me ayuda. —Cuidado o me acostumbraré a tenerte cerca —le advierto juguetonamente. Me mira directamente a los ojos. —Bien. Es eso a lo que voy. Mi aliento se queda atrapado y tengo que girarme para no mirarlo de frente. Pongo mis manos sobre la encimera e inspiro. Pero luego siento el peso de Matt detrás de mí. Sus palmas se apoyan planas en la encimera a mi lado, sus brazos rodeando mi cuerpo. Puedo sentirlo desde la parte superior de mi cabeza hasta las plantas de mis pies, así de cerca está. —¿Ya estás enamorada de mí? —susurra en voz baja. Una sonrisa aparece a lo largo de mi cara y estoy contenta que no la pueda ver. —Nop —le digo a través del nudo en mi garganta. Cepilla el cabello de la parte posterior de mi cuello y aprieta sus labios allí. De repente estoy contenta de que esté detrás de mí, porque mis rodillas simplemente podrían ceder. Sus labios son suaves y cálidos, pero insistentes. Besa un lado de mi cuello e inclino la cabeza porque se siente tan condenadamente bien. —Algún día, vas a querer casarte conmigo —murmura.

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—Estás muy seguro de ti mismo. —Mi voz tiembla solo un poco. Estoy muy orgullosa de eso. —Mmm hmm —murmura y sus labios se deslizan suavemente por el lado de mi cuello. De repente, hay un ruido detrás de nosotros y Matt salta hacia atrás. Llega al otro lado de la habitación en nada más que un segundo. Me doy la vuelta y levanto la mirada para encontrar a Seth de pie en el umbral. Mira de mí a Matt y de nuevo a mí una y otra vez. Por último, resopla, y dice. —Amigo, solo bésala ya. Dios. —Camina hacia la nevera y agarra una botella de agua y luego se va de la habitación. Matt sonríe. —Probablemente debería irme. —No —le digo rápidamente. Aprieto mis ojos cerrados. Cuando los abro, me mira fijamente—. Es decir, si tienes que irte, puedes hacerlo. Pero si quieres quedarte un poco... —Quiero quedarme —dice rápidamente. —¿Quieres una cerveza? —pregunto—. Creo que todavía hay unas cuantas en la nevera. —No —dice—. Gracias, sin embargo. Me sirvo una copa de vino, así tengo algo que hacer con mis manos. Él toma una botella de agua y me sigue hasta el sofá. Me siento en un extremo y él se sienta en el otro. Está demasiado lejos, en mi opinión, pero demasiado cerca al mismo tiempo. ¿Qué estoy haciendo? Pongo mis pies en el sofá, mis rodillas apuntando hacia el televisor, y Matt mira fijamente mis piernas. Tiro la falda un poco. Gime y pone su cabeza hacia atrás, pero está sonriendo. —No sabes lo difícil que es sentarse aquí mientras estás allí —dice. —Sí, lo sé —admito. Su mirada se encuentra con la mía. —¿También lo sientes? —pregunta. Sus ojos son tan azules y tan profundos que quiero caer en ellos y quedarme allí. Nunca apartes tu mirada de mí, Matt. Asiento y me muerdo el labio inferior para no sonreír. —¿Por qué no tienes novia, Matt? —pregunto. Y realmente quiero saberlo porque es incomprensible para mí que sea soltero. Es guapo y es tan amable. Agita un dedo. —Hay una historia ahí —dice. Me acomodo en el sofá un poco más profundo y giro para que mis pies estén apuntando hacia él, con las piernas extendidas. Mis dedos casi tocan su muslo. Pero entonces levanta mis pies y se desliza debajo de ellos, arrastrándose aún más cerca de mí. —Estuve enamorado de una chica. Durante mucho tiempo. —¿Qué pasó? —pregunto. Él empieza a hacerme cosquillas a través de los dedos de mi pie, y luego sus dedos se arrastran hacia abajo por la parte superior de mi pie. Es un toque suave, y se siente tan bien que no quiero que se detenga. Sus dedos juegan distraídamente mientras comienza a hablar. —Cuando me diagnosticaron —dice—, no pudo lidiar con ello. —¿Cáncer? —pregunto. Asiente. Sus dedos se arrastran de arriba abajo por mis piernas, y se desliza alrededor para acariciar mi rodilla. No lo detengo cuando su mano se desliza bajo mi falda, aunque realmente me ponga tensa. Sonríe cuando se encuentra con la cumbre de mi muslo, y desprende el pequeño sujetador que se

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ata a mis ligas. Repite la acción al otro lado, sus manos juegan con la piel sensible de mi muslo interior mientras libera la media y la hace rodar abajo. Tira de esta todo el camino sobre mi pie y hace lo mismo con el otro lado. De repente me alegro de haberme afeitado esta mañana. Meneo mis dedos del pie, y comienza a acariciarme otra vez. No quiero que se detenga. —¿Esto, está bien? —pregunta. Pero no mira mi cara. Mira mis piernas. —Sí. —Respiro—. Sigue hablando. Fuiste diagnosticado… —Me diagnosticaron, y el pronóstico no era bueno. Pasé por la quimio y conseguí estar mejor. Pero entonces necesitaba una segunda ronda. Las cosas no se veían bien, y estábamos quebrados. No podía seguir trabajando en el salón de tatuajes, porque mi sistema inmunológico estaba muy débil, así que no tenía dinero. Era pobre y enfermo, ella no me amaba lo suficiente como para caminar conmigo. —Se encoge de hombros, pero puedo decir que es serio—. Me engañó con mi mejor amigo. —Se encoge de hombros—. Y ese, es el final de mi triste historia. —¿Todavía la amas? —pregunto. No respiro, esperando su respuesta. Sacude su cabeza y levanta la mirada. —Realmente la amé durante mucho tiempo. Y no estuve buscando una relación. No he estado con nadie desde ella. Pero ya no la amo. Ahora lo sé. —¿Por qué ahora? —pregunto. Mira directamente en mis ojos y dice. —Porque te conocí, y me siento realmente optimista de que quieras algo verdadero conmigo. Sé que acabamos de conocernos y todo, pero hablo en serio acerca de hacer que te enamores de mí. —Se ríe—. Entonces me golpeaste en la nariz esta noche, y sabía que era el destino. —¿Qué? —No tenía ni idea de qué estaba hablando. —Cuando mi hermano Logan conoció a Emily, lo golpeó en la cara. Y cuando Pete y Reagan comenzaron a salir, ella lo golpeó en la nariz. —Alcanza y toca su nariz suavemente—. Entonces, cuando me golpeaste esta noche, sabía que era el destino. —Sonríe abiertamente—. Espero que te sientas del mismo modo porque realmente quiero saber a dónde nos va a llevar esto. —¿Tus hermanos se enamoraron, debido a que sus parejas los golpearon, y así es cómo sabían que era verdadero? —Es como que tenemos una regla. Si una mujer te golpea en la cara, tienes que casarte con ella. —Se ríe. —No te golpeé. —Es lo mismo —dice—. Esa es mi historia y me quedo con eso. Pongo mi copa en la mesa, cuando comprendo que está vacía. —Quiero hablar contigo sobre algo, sin embargo —dice. Está tranquilo y serio y deja de frotar mi pierna. Envuelve su mano alrededor de mi tobillo. —Bien —digo tímidamente. —Con toda la quimioterapia, las posibilidades de tener hijos son escasas. — Sus ojos están llenos de dolor—. Probablemente no tengo posibilidad en absoluto. —Apunta con el pulgar hacia el pasillo—. ¿Te bastaría con tres hijos y no más? Pongo mi cabeza hacia atrás y río. —¿Crees que necesito más de tres? —Solo quiero ser totalmente honesto contigo. No puedo dejarte embarazada. Así que si quieres tener un bebé, no soy el hombre para ti, y no quiero ilusionarme. Hago un gesto a su regazo.

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—¿Todavía… funciona? ¿Cierto? —Calor se arrastra hasta mis mejillas. Levanta el pie y lo presiona más cerca de su cremallera. —Todavía funciona —dice en voz baja. Se siente duro contra el lado de mi pie, y siento que mi cara está en llamas por la vergüenza, pero a él no parece importarle. —Tengo una pregunta para ti ahora —digo. Ni siquiera sé cómo expresarlo, pero tengo que preguntar—. Mis hijos —digo—. No son rubios y de ojos azules. ¿Será un problema para ti? Estamos poniendo totalmente el carro delante del caballo aquí, y me siento estúpida incluso por hacer estas preguntas a un hombre que acabo de conocer, pero me gusta. Me gusta mucho. —Tus hijos son perfectos —dice—. Sería un honor para mí pasar tiempo con ellos. —Pero, como… —Dejo caer mi cara entre las manos. No puedo sacarme de la cabeza lo que dijo Phillip—. Pero... ¿estarías bien con estar con ellos en público y que la gente piense que son tuyos? ¿Y míos? —Hago un gesto de ida y vuelta entre nosotros—. No es que esté tratando de darte a mis hijos ni nada, pero somos una especie de paquete. —Me gusta el paquete —dice—. Y sería un honor que cualquier persona en el mundo pensara que esos niños son míos, si alguna vez consiguiéramos ese punto en nuestra relación. —¿Esto es una relación? —pregunto. Sonrío como una tonta, sin embargo. —Todavía no —dice—. En este momento, solo soy un tipo loco que acabas de conocer, que te despoja de tus medias y quiere tocar tus pies. ―Observa mis pies y les hace cosquillas. Luego me mira a la cara—. ¿Así que, ahora estas enamorada de mí? —pregunta—. Me golpeaste en la cara, así que estoy obligado a casarme contigo en algún momento. Alzo mis manos. —O podríamos simplemente pasar el rato —le digo con una sonrisa. Asiente. —Eso suena bien. —Me sonríe. —Así que, ¿por qué todavía no encuentras a la mujer afortunada? ―pregunto. —Tengo problemas. —Se ríe, pero luego está serio—. Tengo algunos problemas de confianza. Y, mientras estoy en remisión, vivo cada día sabiendo que podría enfermarme de nuevo. No me gusta perder el tiempo porque es una de las pocas cosas en la vida que no podemos recuperar. Así que, sé que me estoy moviendo muy rápido y probablemente te estoy asustando, pero eso es lo que hago. Amo con fuerza cuando amo, y espero que estés de acuerdo con eso. Me burlo. —No me digas que te enamoraste de mí cuando me conociste. Tendría que llamarte mentiroso. —No, aún no estoy enamorado de ti... pero por primera vez en mucho tiempo, quiero seguir este sentimiento y ver a dónde me lleva. —Por lo tanto, soy la presa, ¿eh? —pregunto. Mi corazón se estremece ante la idea. —Oh, planeo perseguirte. Siempre que des la bienvenida a mis avances. — Su mano se desliza hacia arriba y me hace cosquillas en la parte posterior de la rodilla, daría la bienvenida a casi cualquier avance que quisiera poner en mí—. Solo una cosa más —dice. —¿Qué? —pregunto.

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—Una vez que me enamore de ti, no me engañes. Si quieres terminar conmigo, dímelo. Pero no me mientas o me engañes. Eso va hacer que te odie. Y todo lo que quiero hacer es amarte. Algún día. Cuando ambos estemos listos. Estoy lista a partir de ahora. Pero no lo estoy al mismo tiempo. —Trato —le digo. Pone su cabeza en el respaldo del sofá y se inclina a mirarme. —Así que, ¿puedo seguir jugando con tus pies? —Sus ojos están llenos de todo tipo de cosas que no entiendo, pero me gusta. Me gusta mucho. Me siento más cerca y tiro mis pies fuera de su regazo. Pone mala cara hasta que pongo mi trasero en su lugar. Tomo su rostro entre mis manos y lo miro a los ojos. —Me gustas mucho —le susurro. —¿Sin embargo, no estas enamorada? —susurra de vuelta, envuelve sus brazos alrededor de mi cadera bloqueándome, sosteniéndome cerca de él. —Todavía no —le digo. Frota su nariz contra la mía en pequeños movimientos suaves hacia arriba y abajo, con los ojos cerrados. Mis labios están tan cerca de los de él que casi los puedo probar. Pero, de repente, me recoge y me deja caer en el sofá. Se pone de pie, ajusta sus jeans, y besa mi frente. —Me tengo que ir —dice rápidamente. —¿Qué? —chillo. Estaba a punto de darle un beso. —Gracias por dejarme pasar el rato con los niños esta noche. Fue muy divertido jugar bolos con tu familia. De repente me siento vacía, y no me gusta. —Gracias por dejar todo cuando Seth te llamó. Y por la pizza. —Y gracias por poner mi mundo patas para arriba. Me pongo de pie y lo sigo hasta la salida. Me mira desde la puerta y me coloca el cabello detrás de mi oreja. —Quiero besarte. —Totalmente deberías. —Me muevo hacia atrás. Niega. —Todavía no —dice—. ¿Trabajas desde casa mañana? —No, tengo que ir a la oficina. —Tengo un gran caso en el que he estado trabajando, y necesito tener una reunión de equipo. —¿Cuándo puedo volver a verte? —pregunta. No puedo reprimir mi sonrisa. —¿Cuándo quieres volverme a ver? —Todos los días, todo el día. —Se ríe. Dios, cuando este hombre sonríe, podría caer de rodillas—. ¿Puedo llamarte? Asiento. —Bueno —dice. Se da vuelta y se aleja. Salgo al pasillo y hablo a su espalda. —¿Eso es todo? —pregunto. —Por ahora —advierte, pero se está riendo. Se despide mientras las puertas del ascensor se cierran, y me hundo de espalda contra la pared. Esto no es muy agradable. Pero sonrío cuando vuelvo a entrar al apartamento.

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Capítulo 12

D

ios, eso fue difícil. Nunca he querido tanto besar a alguien en mi vida. Pero ella no está lista para mí. Puedo decirlo. No está lista para el tipo de necesidad que tengo dentro. Rayos, no estoy seguro de estar preparado para ello, tampoco. Pero quiero estarlo, y eso es un buen punto para empezar. Salto un poco con mis pasos en el camino de regreso a Reed’s. Me siento mal por haberme ido de la forma en que lo hice más temprano, justo en medio de un tatuaje. Pero Seth me necesitaba, y para ser honesto, quería ver a Sky. Es difícil admitir que con todo lo que me han dado en la vida, no lo he apreciado lo suficiente. Tuve las segundas y terceras oportunidades que la mayoría de la gente nunca tendrá. Pero incluso después de todo eso solo lo he pasado sin esfuerzo. Ella me da ganas de hacer algo más que ir en punto muerto. Me da ganas de pedalear duro. Entro a la tienda, y me alegro cuando veo a Logan y a Pete. Logan es dos años menor que yo, pero es endiabladamente inteligente. Pete es el más joven, apenas veintiún años, pero está en una relación seria como Logan, y quiero un poco de sus ideas. —¿Todo bien? —pregunta Logan. Él es sordo, pero su habla es excelente, así que nos habla. Cuando le respondemos, hablamos y hacemos señas al mismo tiempo para que no se pierda nada. No habló por años, no hasta que conoció a Emily y le hizo abrir la boca. Ahora rara vez se calla. —Bien —le respondo—. Acabo de ir a casa de Skylar. Los ojos de Pete se estrechan en mí. —¿Qué diablos le pasó a tu nariz? —pregunta. Me miro en el espejo sobre el lavabo. La piel debajo de mis ojos está un poco morada, e imagino que hay una buena oportunidad de que tendré dos ojos negros mañana por la mañana. —Skylar me golpeó —le digo. Pete resopla. —Cállate —dice cuando lo miro—. ¿Realmente te golpeó? —Fue un accidente —le digo—. Estábamos jugando bolos en el Wii y el control voló de su mano. —Me toco la nariz. En realidad duele como un hijo de puta. —Vas a tener que casarte con ella —dice Logan—. Es una regla. —Pero no se está riendo. Yo tampoco. —Sí, como que me estoy dirigiendo en esa dirección —digo. No veo a ninguno de los dos porque siento que van a ver a través de mí. Ellos han sido siempre capaces de hacerlo. —¿Qué? —Logan rueda su silla hacia mí para poder mirarme directamente. —Viste lo que dije —le digo.

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Él arquea la ceja. —Solo quiero estar seguro de que lo vi bien. Empujo su silla con el pie, y se desliza por el suelo. —Lo viste bien. —¿Ya? —dice Pete. Se sienta frente a mí—. Acabas de conocerla. —¿Cuánto tiempo pasó antes de que supieras que querías a Reagan? — pregunto. No puedo apartar a Pete porque no está en una silla con ruedas. —Segundos —dice. Ni siquiera parpadea. Miro a Logan. —¿Y tú? —pregunto. —Nunca quise a Reagan —dice Logan. Pete le da un puñetazo en el brazo, y él levanta las manos en señal de rendición—. Minutos. —Me mira. Logan tiene esta forma de mirar dentro de tu alma. Tiene que leer a la gente basándose en su lenguaje corporal, y me temo que está leyendo todo el mío—. Vaya. —Respira—. Te gusta mucho. Asiento. —Sí —me burlo—. No estoy enamorado de ella ni nada —podría también ser honesto—, pero no puedo sacarla de mi mente. —¿Se lo hiciste ya? —pregunta Pete. —¿Si se lo hice? —repito. Hace un crudo gesto con sus manos. —Se lo hiciste —dice de nuevo. —Dios, no. —Respiro—. Ni siquiera la he besado. —Vaya —dice Logan de nuevo. —¿Podrías dejar de decir eso? —me quejo. —Quieres besarla —dice Pete. —Quiero todo tipo de cosas con ella —admito—. Pero es especial. —Vaya —dice Logan de nuevo. —¡Ya basta! —Empujo su hombro. —Recuerdo cuando traje a Emily a casa. Durmió en mi cama por mucho tiempo antes que tuviéramos sexo. No se trataba de eso. Se trataba de esos tranquilos momentos íntimos. Esos eran los que importaban. Alimentaban mi alma. —Dejen a Logan para que dé en el clavo. —Sí —le digo. Así es. —Quería follarla, también, pero no hasta que supiera que era permanente. —Su comentario es grosero, y alguien podría encontrarlo crudo e indiferente, pero me parece honesto. —Lo mismo digo —tose Pete—. Así es como conoces a la correcta. Cuando tomarías escuchar su voz por encima de correrte. Asiento. No sé qué más decir. Pete empuja mi hombro. —¿Estoy feliz por ti? —¿Me estás preguntando? Se encoge de hombros. —Más o menos. No sé qué decirte. Si es la elegida, lo sabrás. —¿Qué hay de April? —pregunta Logan. —¿Qué pasa con ella? —¿Por qué traería a April a colación ahora? —No hace mucho tiempo, todavía estaba en tu mente. ¿Eso cambió? — pregunta Logan. —Sí. Un montón. —Tiro de la goma en mi cabello y lo dejo caer alrededor de mi cara. Paso los dedos a través de él para ganar algo de tiempo—. No sé cómo explicarlo.

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—Esa es la belleza del amor —canta Pete. —No estoy enamorado de ella —desafío. —Todavía no. Pero hay una posibilidad. —Sí. —Una gran cantidad de posibilidad. Sonrío. —¿No tiene novio? —pregunta Logan. Niego. —Ya no. Rompieron. Los ojos de Logan se estrechan, pero no dice nada. —Ella me dio la impresión de que a él no le gustaba la idea de criar niños semi-raciales. —Me estremezco porque ni siquiera me gusta decirlo en voz alta. —¿Cómo te sientes sobre eso? —pregunta Logan. —Los niños son niños —le digo. Hemos estado expuestos a muchos tipos de personas, y con la discapacidad de Logan, aprendimos pronto lo que es importante en la vida. Y ahora que Pete trabaja con niños con discapacidad y chicos del centro de detención de menores, a menudo él los trae a casa y estamos aún más expuestos. No importa cómo luce tu exterior; es tu interior lo que cuenta—. Los quiero casi tanto como la quiero a ella —reconozco—. Me sentiría honrado de tener un lugar en sus vidas. Cualquiera sea el lugar que me dejen tener. Logan todavía se ve desconcertado. —Deja de mirarme como si hubiera perdido la cabeza. Logan niega. —Estoy sorprendido —admite. —Yo también. Pete me da palmadas en el hombro. —¿Cuándo tendremos la oportunidad de verla otra vez? —pregunta. —¿Traerla alrededor de ustedes, chicos? —Soplo para dejar escapar un suspiro—. Tienes que estar loco. La espantarían. Pero con toda honestidad, no querría a nadie que no pudiera aceptar a mis hermanos exactamente como son. Son ruidosos, groseros y se tiran muchos pedos, pero todos tienen un corazón de oro. Y son míos. —Le preguntaré. —Miro alrededor de la tienda—. ¿Hemos terminado por hoy? —pregunto. —¿Hemos? —protesta Pete—. No vi tu culo haciendo tatuajes esta noche. — Se coloca su abrigo—. Me voy a casa —dice. Pero antes de irse, me mira y se detiene. —¿Qué? —pregunto. Él sonríe. —Estoy tan feliz por ti —dice y luego ríe—. Realmente lo estoy. —Cállate —me quejo. Se va, y solo quedamos Logan y yo. Deja de hablar y comienza a hacer señas. —Ella es la elegida, ¿eh? —pregunta. —Tal vez —respondo con señas—. No lo sé. Él asiente. —Bien. —Bien, ¿qué? —Si alguien merece un felices para siempre, Matt, eres tú. —Cállate —me quejo de nuevo. No sé qué decir a eso. Se ríe. —Me voy a casa. Tú también deberías hacerlo.

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Asiento y le ayudo a cerrar. Luego me deja en la calle con un golpe puño y una rápida seña de te amo. Se la devuelvo, y se aleja. Tomo el teléfono de mi bolsillo y me desplazo hasta el número de Sky. Es tarde, pero quiero oír su voz. Es estúpido, lo sé. Pero es lo que es. —Hola —dice, su voz es vacilante. Me apoyo en el edificio porque mis rodillas se tambalean cuando hablo con ella. Me marea. —Hola —digo en voz baja. —Hola. —Respira de nuevo. —¿Estabas durmiendo? —No, solo estaba pensando. —¿Sobre qué? —Tú —admite. Mi corazón empieza a latir más fuerte. —¿Buenos pensamientos? —pregunto. Casi puedo oír su sonrisa a través del teléfono. —Muy buenos. —Solo quería darte las buenas noches. —Suena estúpido en voz alta. —Me alegra que hayas llamado —responde ella—. Realmente me alegro. —¿Puedo llamarte mañana? Se ríe. —Será mejor que lo hagas. —Buenas noches, Sky —le digo. —Buenas noches, Matt. Corto la llamada y guardo mi teléfono. Nadie está levantado cuando llego a casa. Ni siquiera estoy seguro si Paul está en casa. Entro en mi habitación y me preparo para ir a la cama. Justo cuando me deslizo entre las sábanas, mi teléfono suena. Veo que es su número. —¿Sky? —Sí —admite. —¿Estás bien? —Solo quería decirte buenas noches —dice en voz baja. —Creo que ya lo hiciste. —Pero por dentro, mi corazón late como una pistola de tatuaje. —Oh —dice en voz baja. Se ríe—. Lo siento. —¿Estás cansada? —pregunto. —Para nada. Así que hablamos hasta altas horas de la noche. Hablamos hasta que mis ojos están caídos, y todavía no quiero colgar el teléfono.

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Capítulo 13

N

ecesito palillos de dientes para mantener los párpados abiertos hoy. Matt y yo hablamos hasta muy tarde anoche, pero cada vez que me dispuse a colgar el teléfono, me preguntaba algo más. Siempre algo sugerente y profundo. Y respondió a mis preguntas, también. Ahora sé que le gusta cualquier tipo de helado con trozos de chocolate en él. Ama los frutos secos. Y tiene ésta loca pasión por la vida que no sabía que existía. Su familia es importante para él, y la mía lo es, también. Me invitó a salir en una cita la noche del viernes, pero lo desanimé porque no sé todavía dónde estará Seth el viernes. Pero sí quiero salir con él. Quiero pasar tiempo a solas con él, sin niños en la otra habitación. Quiero darle un beso y ver si esta pasión está solo en mi cabeza. Es casi la hora del almuerzo, y he evitado con éxito a Phillip toda la mañana. Se acercó a mí una vez, pero le di la espalda, y se fue en otra dirección. He estado trabajando muy duro hoy, para conseguir mis papeles listos. Me detengo y empujo las palmas de mis manos a mis ojos. Realmente no debería haberme quedado hasta tan tarde anoche. El timbre de mi teléfono suena. —Sí —contesto. —Sky —dice la recepcionista en voz baja. Levanto el auricular. —Sí —le digo de nuevo—. ¿Qué pasa? —Hay un chico muy guapo de pie delante de mí, y pregunta por ti — susurra en el teléfono. ¿Qué chico guapo estaría preguntando por mí? —¿Qué aspecto tiene? —Se trata de alguien de metro ochenta y cinco. —Comienza. —Metro ochenta y ocho. —Oí a alguien decir. —Oh, metro ochenta y ocho —dice ella—. Él es grande. —Ríe. Mi corazón salta. —¿De qué color es su cabello? —Rubio. Y largo. Es Matt. Oh, mierda. Es Matt. —Voy a estar ahí —le digo. Pero mi corazón está latiendo como loco. ¿Qué está haciendo Matt aquí? Busco alrededor debajo de mi escritorio por mis zapatos y me deslizo en ellos. Entonces me enderezo la falda y paso la mano por mi cabello para alisarlo. Hace un minuto, lo sostenía con un lápiz. Es solo Matt, me digo. Es Matt. —¿Quieres que le envíe de regreso? —pregunta la recepcionista. Se ríe de nuevo—. ¿O puedo simplemente quedármelo?

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Definitivamente no. Es mío. —Voy para allá —repito. Miro mi traje de negocios. Espero verme bien. Supongo que es demasiado tarde para preocuparme por ello. Entro en la zona de recepción y encuentro a Matt apoyado contra la puerta de vidrio. Se vuelve hacia mí y sonríe. —Hola —dice en voz baja. Camino hacia él, con las piernas temblorosas. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, pero estoy sonriendo, también. Me detengo frente a él, en un movimiento corto me inclino para darle un abrazo. La recepcionista está observando muy de cerca. —Vine a ver si quieres ir a almorzar. —Se encoge de hombros. Lleva jeans negros y botas de cordones. Una camiseta negra se extendía a través de su amplio pecho, y está escondida cuidadosamente en sus jeans. Puedo ver sus tatuajes. Un pedazo de cabello se ha caído de su cola de caballo, y quiero llegar hasta ahí y meterla detrás de su oreja. —¿Cómo supiste dónde trabajo? —pregunto. Moviéndome para que me siga—. Gracias —le murmuro a la recepcionista, me guiña el ojo y me da un pulgar hacia arriba. Niego y Matt camina en silencio detrás de mí. —Le envié un mensaje a Seth —dice. —Traidor —le digo, pero por dentro, estoy encantada. —¿Vine en un mal momento? —pregunta. Baja la mirada a su muñeca, a pesar de que no hay reloj en ella—. Puedo volver más tarde. —No, no. —No quiero que se vaya. Nunca. Me apoyo contra el borde del escritorio—. Me alegro de que estés aquí. Su voz es profunda y suave cuando responde. —He estado pensando en ti toda la mañana. —Se encoge de hombros, un poco avergonzado—. Así que pensé en pasar por aquí. Totalmente entiendo si estás demasiado ocupada, sin embargo. —Me mira a los ojos—. Podría llorar si me envías lejos, pero me voy a ir. No voy a echarlo. No es una casualidad. —No quiero que te vayas —le digo. Sonríe. —Bien. —Mira alrededor de mi oficina—. ¿Tienes tiempo para el almuerzo? —¡Oh! —me quejo—. Pensé que solo ibas a estar allí y dejar que te mire. Realmente quieres ir a alguna parte. Se ríe. —Sí. Te lo dije. Voy a hacer que te enamores de mí. El almuerzo es el primer paso. —¿Cuál es el segundo paso? —pregunto impulsivamente. —Si te dijera, no funcionaría. Asiento. Quiero que funcione. —No me digas. —El hombre tiene que tener algunos secretos. —Sonríe—. ¿Puedes salir conmigo por un rato? Coloco mi pulgar e índice unos centímetros separados. —Solo por un rato. —Señalo hacia mi escritorio—. Tengo un gran caso en el que estoy trabajando. —Me puedes decir al respecto durante el almuerzo. Sí, puedo. Porque voy con él. Coloco el bolso en mi hombro. Lo sigo a cualquier lugar en este momento. Camino hacia él y me pongo de puntillas. Se inclina un poco y pone su mejilla en

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frente de mí. Me quejo, pero lo beso rápidamente. Se cubre la mancha de humedad con la mano. —Voy a mantenerlo allí el resto del día —dice. —¿Utilizas estos movimientos en cada mujer que conoces? —pregunto. Niega. —Simplemente digo lo que siento —dice. Me mira a los ojos, y no veo nada más que sinceridad. Abre la puerta para mí, y su mano aterriza en la parte baja de mi espalda para guiarme a través de la puerta. Dios, me voy a derretir. Después de que pasamos la puerta, toma mi mano y enreda nuestros dedos. Levanto la vista hacia él. —¿Está bien? —pregunta. Asiento, y continuamos de esa manera al rodear la esquina. —Estás muy tranquila —dice mientras el camarero nos lleva a nuestros asientos. Es un lugar muy concurrido, pero la comida es increíble y un montón de gente de nuestra oficina viene aquí. Me deslizo en la cabina, y se desliza a mi lado. Me sobresalto un poco. —Oh. —Respiro. —¿Está bien? —pregunta. Mete un mechón de cabello detrás de mí oreja. —Sí. —Respiro—. Está bien. Mira el menú. —¿Qué es bueno? —pregunta. ¿Tengo que comportarme y fingir contar las calorías? ¿O puedo conseguir lo que quiero? Miro a su cara. Simplemente no lo puedo medir. —¿Qué? —pregunta, pero está sonriendo. —¿Vas a estar disgustado si tomo de verdad una engordadora Reuben con patatas fritas? Su frente se arruga. —¿Por qué estaría disgustado? Pongo una mano en mi estómago. —Estoy hambrienta. El camarero vuelve, y Matt ordena dos Reubens con patatas fritas y refrescos. —Creo que eres muy adorable, ¿lo sabías? —Se vuelve un poco para mirarme. —Lo mismo digo —comento, levantando el popote a mi boca. Tomo un sorbo, y me mira con atención—. ¿Tengo algo en la cara? —Solo una sonrisa —dice—. Me gusta. Sonrío aún más. —A mí también. —Así que Seth tiene un combate mañana —me recuerda—. ¿Te importa si voy? —Seth te invitó, ¿no? Asiente. —Pero no quiero estar donde no me quieren. Lo miro a los ojos. —Te quieren —digo. Mi corazón empieza a latir con fuerza. —Igual —dice—. Me encanta la lucha libre. Todos mis hermanos lucharon. Incluyéndome. —¿Te dijo Seth que es bastante bueno?

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Asiente. —Campeón regional en su categoría el año pasado —dice—. Es muy bueno. Bien podría ser capaz de obtener una beca. —Vaya —suspiro—. Eso es bastante increíble. —Su mamá dejó dinero para la universidad, ¿no? —pregunta. Asiento. El camarero trae la comida, y Matt está aparentemente cómodo con comer y hablar. —Hubo una póliza de seguro muy generosa —le digo—. Lo suficiente como para cuidar de ellos. —Ella era muy buena con la planificación —dice—. Tu padre la ayudó mucho, también, con la administración del dinero. —¿Qué hacía para ganarse la vida? —pregunto. Realmente no sé mucho acerca de mi media hermana. Muy poco en realidad. —Era una abogada. Creo que ejercía Derecho Penal. —Erradicando a los chicos malos. Asiente. —Cuando podía. —No hago nada muy sacrificado. —¿Qué clase de Derecho ejerces? —Me está dando toda la atención que no le está dando a ese sándwich. —Derecho PI —le digo—. Propiedad Intelectual. Asiente. —Vas a tener que decirme acerca de eso en algún momento. —Me gustaría eso. Hace una mueca. Mira sobre mi hombro hacia el otro lado de la habitación. —Tu novio está aquí —dice, sin mirarme. Miro sobre mi hombro y veo a Phillip con algunos de mis compañeros de trabajo. Levanta su vaso en mi dirección. Si estuviera más cerca, le lanzaría mi refresco. —Ustedes no terminaron bien las cosas, ¿verdad? Sacudo mi cabeza, aparentando estar realmente absorta en mi sándwich. Pero en verdad no quiero hablar sobre Phillip. —¿Estás triste? —pregunta. —Solo porque estás hablando de eso. —Me echo hacia atrás. Sonríe. —Me queda claro. —Su voz cae en un gruñido seductor—. Cuando por fin consiga estar en tu cama, te prometo no ser egoísta —dice. Mi corazón se paraliza. —Has estado hablando con Seth —digo—. Voy a tener una conversación con él acerca de la privacidad. Matt está silencioso. —Lo siento. Solo estaba fastidiando. Ya no lo voy a hacer. Seth me dijo muy a la ligera acerca de tu ruptura. Él no te estaba delatando o nada. —Eso es bueno de saber. —Estas enojada conmigo. —Avergonzada de que tienes conocimiento íntimo de mi vida sexual. — Termino mi pepinillo y limpio mis manos—. Tengo que regresar a trabajar — digo.

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—Joder, lo estropeé —dice, arrojando la servilleta en su plato. Alcanza su bolsillo trasero y saca su cartera. Saca el efectivo suficiente para cubrir la cuenta y una propina generosa y la deja en la mesa. —Déjame pagar por la mitad —protesto. —Yo invité. Yo pago. —Su mano aterriza de nuevo en la parte baja de mi espalda. —Así que si yo te invito, ¿tengo que pagar? —No —dice—. Soy el chico. Yo pago. Phillip nos observa con atención mientras caminamos cerca de él de camino hacia la puerta. Avanzamos en silencio hacia mi edificio de oficinas. Matt no toma mi mano, y no dice nada. Volteo hacia él cuando estamos en los escalones de mi oficina. —Gracias por el almuerzo —digo. —Siento haberlo estropeado. —No lo estropeaste. Es solo que no es agradable hablar de eso. No ahora. —Crucé la línea. Perdóname. ¿Por favor? —No me está tocando, y puedo sentir la brecha entre nosotros. —No hay nada que perdonar. —Doy un paso de puntillas, y él se inclina hacia mí. Beso su mejilla, se endereza y me sonríe. —Gracias —dice. —Gracias. Lo digo en serio. Lo dejo de pie en los escalones. Mi corazón cae hasta los dedos de mis pies.

***

Me dejo caer pesadamente en la silla de mi escritorio. Mi teléfono zumba, y presiono el botón de altavoz. —¿Sí? —Um… —dice la recepcionista. —¿Qué pasa? —gruño. Pero entonces la puerta de mi oficina se abre, y Matt pasa a través de ella. —Está en camino hacia ti —dice la recepcionista. —Gracias por la advertencia —murmuro. Matt cierra la puerta de mi oficina detrás de él y se me acerca. Estoy de pie, e inclina mi mentón hacia su cara. —Olvidé algo —dice. Está sin aliento, y sus ojos buscan los míos—. Olvidé decirte que quiero tu corazón más de lo que quiero a tu cuerpo —dice. Sus ojos están todavía revoloteando por toda mi cara—. La jodí, pero aún no he terminado. Y sé cómo decir que lo siento. —Matt. —Empiezo. Pero me interrumpe. —Te quiero más de lo que alguna vez he querido algo, y es difícil incluso caminar cuando estoy alrededor de ti porque mi pene se pone tan duro que puedo golpear clavos con él. El calor se arrastra hasta mis mejillas, pero no se detiene. —No debería haber ido contigo ahí todavía, pero no pude evitarlo. Estoy jodidamente muriendo por estar dentro de ti. Estoy jodidamente muriendo por abrazarte cerca de mí, con suerte cuando ambos estemos desnudos. —Sonríe—. Pero aún más que eso, quiero que me ames. Quiero que me ames mucho, y fui

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por el camino equivocado acerca de eso. Por favor, perdóname. —Finalmente termina y deja salir una respiración profunda—. Por favor. —Matt —digo. —Cuando vi a tu novio, todo en lo que podía pensar es que yo podía complacerte mucho más, sobre todo porque estaba celoso como el infierno de que él ha estado cerca de ti. Tal vez estaba intentando sacarlo de tu mente y ponerme ahí. O tal vez solo soy un idiota. Probablemente es lo segundo. Lo admito. Soy un idiota cuando se trata de ti. Pero está bien conmigo. Espero que esté bien para ti, también. —Matt —digo de nuevo. —Perdóname —ruega—. Nunca voy a hacerlo de nuevo. Tomo su cara entre mis manos. —¿Podrías callarte por un minuto? —digo. Exhala un suspiro. —Está bien. —No estoy enojada. Bueno, un poco molesta de que Seth repitió algo que escuchó por casualidad en una conversación privada. Eso es entre Seth y yo, sin embargo, no es sobre ti. Lo voy a enfrentar sobre eso. Y no, no estoy enojada contigo. No hay nada que perdonar. No dice nada. Solo me mira a los ojos. —En verdad, Matt —le digo para asegurarle. —Te cerraste a escucharme totalmente, lo que me merecía. Pero ya te extraño. —No voy a ir a ningún lado. —Me río. Un golpe suena en la puerta de mi oficina. Levanto la vista para ver a mi jefa, quien ha asomado la cabeza y está sosteniendo un conjunto de papeles. Mira a Matt y luego me sonríe. —¿Estás lista para la reunión? —pregunta. —Estaré ahí —digo—. Solo dame un minuto. —Se va. —Mierda —dice Matt—. Tienes que volver al trabajo. Asiento. —Sí. Me mira fijamente por un momento, como si hubiera algo en la punta de su lengua que quiere decir. Mi jefa mete la cabeza en mi oficina. —¿Cuánto tiempo vas a tardar? —pregunta. —Margie —digo. Hago un movimiento hacia Matt—. Este es Matt. —Miro a los ojos de Matt—. Mi amigo. Margie sonríe y camina hacia Matt con la mano sobresaliendo. —Es un gusto conocerte —dice. Él estrecha su mano, y ella se va de nuevo. —Amigo, ¿eh? —dice con una sonrisa de satisfacción. —Sí —digo. —Eso me gusta —me dice. —A mí también. —No puedo reprimir mi sonrisa. —¿Puedo llamarte más tarde? —pregunta. Asiento, y me besa muy rápido en la mejilla. Se va, y lo extraño inmediatamente. Todavía voy a patear el culo de Seth, sin embargo. Después de mi reunión, regreso a mi oficina para encontrar un envío de flores en mi escritorio. Abro la tarjeta y encuentro que dice: ¿Estás enamorada de mí?

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Todavía no. Pero estoy cerca. Muy cerca, a pesar del hecho de que esos sentimientos asustan la mierda en mí. Mi corazón está dominando a mi cabeza.

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Capítulo 14

J

oder. Joder. Joder. Joder. La jodí. Me detengo frente a su oficina y miro hacia la puerta. Quiero volver allí y continuar disculpándome, pero ahora está en una reunión. Ya me metí cuando no debería. Joder. Hay una florería en la esquina, así que entro y pido flores para ella. A las chicas les gustan las flores, ¿verdad? No me tiro por la borda, porque no me lo puedo permitir, pero le consigo una bonita rosa roja y hago los arreglos para que puedan llevársela con una nota. ¿Estará enamorada de mí ya? Resoplo. Ni siquiera cerca, sobre todo no después de lo que le dije. No sé en qué estaba pensando. No soy de ese tipo. Tampoco soy abiertamente sexual y fuera de control. Bueno, con ella podría serlo un poco. Anoche cuando llegué hasta ella y desabroché sus medias, casi me vengo en mi jeans. Y cuando me preguntó si todo funcionaba y apreté el costado de su pie en mi pene, oh Dios mío, apenas podía soportarlo. Pero quiero mucho más de ella. Alguien tropieza con mi hombro y miro. Su ex novio me sonríe. Soy unos centímetros más alto que él y eso me gusta. —Perdóname —le digo. Me giro para alejarme cuando lo que realmente quiero hacer es aplastarlo. —¿Perdonarte por qué? —pregunta—. ¿Por follarte a mi novia? Aprieto mis nudillos rápidamente porque lo que voy a hacer va a doler. Ni siquiera lo ve venir. Le pego directamente en la cara y desciende como uno de esos payasos inflables que se caen cuando les pegas. Queda tirado allí, frotándose la mandíbula. —No vuelvas a hablar así de ella —digo. Sacudo el dolor de mi mano. Duele, pero es un dolor bueno. Estaría dispuesto a hacer que doliera mucho más si se levantara y dijera algo más. Ajusto mis jeans sobre mis muslos y me agacho en cuclillas junto a él. La gente se está deteniendo en la calle para mirarnos, pero no me importa. Está tirado allí en su traje elegante, luciendo como un idiota. Probablemente porque es uno. Es un estúpido hijo de puta si cree que puede hablar así de Sky. Extiendo mi mano. —¿Quieres un poco de ayuda para levantarte? —pregunto. Con cautela, llega a la palma de mi mano extendida. Se deja tirar hasta ponerse de pie y comienzo a cepillarlo para limpiarlo. —Eso es suficiente —dice. —Sí —le advierto—. Lo fue. No dejes que vuelva a suceder. Sabe de lo que estoy hablando. —Si la hubieras querido, podrías haberla cuidado. No lo hiciste. Así que apártate como un hombre.

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Asiente, frotándose la mandíbula. —Lamento haberte pegado, hombre —digo. No lo hago. Me gustaría hacerlo de nuevo. Pero tal vez ahora va a mantener su jodida boca cerrada—. Has terminado con ella, ¿verdad? —pregunto. Con mi historia, tengo que saber. —Sí, he terminado —dice—. Todavía no me gusta. Pero es lo que es. Quiero con ganas preguntar por qué se hizo aparte, pero necesito conseguir esa información de ella. —Es bastante impresionante. Pero tiene algunos problemas. Levanto una mano para detenerlo. —No me digas nada. —Nunca ha tenido a nadie que la amara. —Lo tiene ahora. —Jódeme. ¿De dónde vino eso? —Sí, lo puedo notar. —Frota su cara otra vez—. Solo iba a darte mierda y advertirte sobre ella. —Se ríe—. Hay que respetar a un hombre con un gancho de derecha y la decencia de su lado. —Extiende la mano para estrecharla—. La mejor de las suertes para ti. Tomo su mano y aprieto con fuerza. No con suficiente presión como para hacerle daño, pero si lo suficientemente apretado para advertirle. Lo mataré si hace algo para lastimarla. —Problemas paternos —dice. —¿Qué? —Puede que no la ame lo suficiente, pero me gusta. Y hay una cosa que sé: tiene problemas paternos. Consigue pasar a través de ellos y podrías tener una oportunidad con ella. No sé por qué me está diciendo todo esto. Continúa. —Ella se frena. Está dispuesta a conformarse con menos de lo que merece, porque es lo que conoce. O al menos lo hizo conmigo. Entonces estaba dispuesta a tirar todo por unos niños que acaba de conocer. Así que no es la indicada para mí. Pero eso no significa que tú no puedas entrar allí. ¡Oh, diablos! Ahora sé más de lo que quería saber. Tomo nota mentalmente de tirar todo lo que acaba de decir, porque probablemente lo que dijo son tonterías. Y él sigue siendo un imbécil. Pero, ¿y si no son tonterías? Mierda. Ahora lo pensaré. —Gracias. —No sé qué más decirle. Me hace un gesto y entra en el edificio. Camino hacia el metro para poder ir a trabajar. Casi treinta minutos más tarde mi teléfono suena. Sky: ¿Lo golpeaste? Yo: Sí. Sky: ¿En serio? Yo: Sí. Hay una larga pausa que me hace preocupar. Pero entonces mi teléfono suena. Sky: Gracias. Sonrío. No puedo evitarlo. Yo: Es un placer. Sky: ¿Puedo preguntar por qué le pegaste? Él no me lo dirá. Yo: Porque es un idiota. Sky: ¿Qué te dijo?

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Yo: Algo que no debería. Sky: ¿Fue sobre mí? Yo: Sí. Sky: Dime qué fue. Por favor. Suelto un suspiro y tiro la cabeza hacia atrás. Yo: Me acusó de follar a su novia. Así que le pegué. Sky: Pero... no lo estás. Yo: Lo planeo. Larga pausa. Yo: Después de hacer que te enamores de mí. Sky: Esto es demasiado rápido, Matt. Yo: Casi muero. Dos veces. No me gusta perder el tiempo. Sky: Oh. Yo: Me gustas. Y creo que podría amarte. Sky: Es demasiado rápido. Yo: Asusta la mierda fuera de mí, también, si te hace sentir mejor. Sky: Lo hace. Sky: ¿Vienes esta noche? ¿Yo? Casi siento como que necesito distanciarme un poco. Yo: Tengo citas para tatuajes a las cinco, ocho y diez. Así que, no puedo esta noche. Sky: :-( Yo: Te veré mañana en el combate de Seth. Sky: ¿Sería extraño si te digo que ya te extraño? Una sonrisa corre a través de mi cara. Yo: No si lo dices en serio. Sky: Gracias por las flores. Son preciosas. Yo: ¿Estás enamorada de mí ya? Sky: ¿Puedes gustarme un ratito? Yo: Por favor hazlo. Sky: Hablamos más tarde. Yo: Sí.

*** Son casi las 22:30 cuando me doy cuenta que mi última cita no va a aparecer. He estado contando las horas, preguntándome si podría salir de aquí e ir a ver a Sky antes de que se vaya a la cama. Todavía no me gusta la forma en que dejamos las cosas. —Oh, solo ve a verla —dice Logan, haciendo un gesto hacia la puerta—. Vete a la mierda de aquí. Has estado observando el reloj durante toda la noche. Ve. Hace un movimiento para echarme con sus manos. —Fuera. Me estas entristeciendo con tanto suspirar. —¿Vas a casa pronto? —pregunto. —Sí —dice mientras hace un gesto hacia un tatuaje que está casi hecho—. Solo unos minutos más. —Apunta hacia el frente de la tienda donde Friday está sentada con un libro abierto delante de ella, estudiando—. Friday sigue aquí. Así que sal de aquí. Tenemos una regla de no dejar a nadie solo en la tienda. —¿Estás seguro? —pregunto. Mi corazón empieza a latir más rápido.

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—Vete —dice. Vuelve a trabajar en el tatuaje. Agarro mi abrigo del gancho en la pared, me lo pongo, y salgo por la puerta más rápido de lo que nunca antes. Puedo estar con Sky antes de las once, si me apuro. Ni siquiera voy a quedarme mucho tiempo. Pero quiero verla. Me apresuro a su edificio de apartamentos y tomo el ascensor. Doy un paso hasta la puerta y toco quedamente para no despertar a los niños. Oigo pasos suaves y mi corazón emite un latido. Abre la puerta y se ve tan jodidamente bonita en su pijama azul-bebé y pantuflas de peluche que hago lo único que se me ocurre hacer. La tiro hacia mí. Con un suspiro, cae en mi pecho. No puedo acercarme a ella lo suficientemente rápido, así que agarro su trasero firmemente en mis manos, la engancho más alto contra mí y luego hago que ambos giremos para poder presionarla contra la pared. Miro sus ojos azules sorprendidos por un momento y luego presiono mis labios en su boca abierta. Se congela en mis brazos, presiono con más insistencia, besándola suavemente, pero completamente. Chupo su labio inferior entre el mío y le doy una succión suave. No me besa de vuelta, no completamente y no puedo entender lo que estoy haciendo mal. Murmura contra mis labios, pero no quiero levantar la cabeza lo suficiente como para prestar atención. Pero entonces escucho una tos detrás de nosotros. Miro por encima de mi hombro y veo a un caballero sentado en el sofá. Su rodilla está saltando, y su cara está un poco demasiado roja. Oh, joder. Su padre está aquí. Realmente solo le di un mal beso. Nuestro primer beso. Frente a su papá. —Matt —dice en voz baja, tocando mis hombros con las palmas abiertas—. ¿Puedes bajarme? Doy un paso atrás y la pongo de pie. —Joder. —Respiro.

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Capítulo 15

O

h, Matt. ¿Por qué hiciste eso? El rostro de mi padre es de color rojo brillante, y parece que quiere retorcerle el cuello. Nunca he visto a papá actuar así. Jamás. —Sr. Morgan —dice Matt, haciendo un gesto hacia mi papá—. No me di cuenta que estaba aquí —dice. Luego levanta sus manos, como si no supiera qué decir a continuación. —Eso parece —gruñe mi padre. Matt me mira como si estuviera esperando por dirección. Me tapo la boca con la mano para ocultar mi sonrisa. Pero no puedo dejar de pensar en aquel beso. Tan horrible como era, fue perfecto y lo único que quiero hacer es deshacerme de mi papá para que podamos hacerlo de nuevo y hacerlo mejor. —Papá vino a controlar a los niños —digo. —Y a ti —dice papá. Todavía está gruñendo. Y su rostro está tan rojo como un tomate. Nunca me ha controlado en toda mi vida, sin embargo. —A los niños y a mí—corrijo. —Es tarde —dice Matt—. Probablemente debería irme. —Se dirige hacia la puerta. Pero lo último que quiero es que se vaya. Engancho mis dedos con los suyos y le doy a su mano un tirón. Me mira a los ojos y juro que puedo ver el fondo de su alma. Veo su anhelo, veo su confusión y veo su necesidad. —No te vayas —digo en voz baja, apretando los dedos—. Quédate. Asiente. Lo llevo hasta el sofá y se sienta. Está incómodo como el infierno y es realmente algo cómico de ver. —Le estaba diciendo a papá sobre el combate de lucha libre de mañana. — Me siento al lado de Matt y levanta su brazo para ponerlo en la parte posterior del sofá detrás de mí, principalmente porque me presiono a mí misma en contra de su lado y no le doy ninguna elección. Me recuesto contra él y levanto mis pies sobre el sofá. Muerdo mi sonrisa porque no quiero que nadie sepa cuán mareada esto me tiene, simplemente por estar tan cerca de él. A propósito. —¿Vas a ir a verlo luchar, Matt? —pregunta papá. Lo está mirando terriblemente duro, pero Matt asiente. —Tengo la intención, señor —dice—. Me encanta ver los combates. Me mira y le sonrío. Matt me sorprende cuando se inclina y besa la punta de mi nariz. Frunzo mi cara juguetonamente y siento un estruendo de risa a través de él. —Fui a unos cuantos el año pasado —dice papá. Espera. —¿Lo hiciste? Él asiente.

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—Voy cada vez que puedo. Seth es realmente bueno. Eso me derriba. Nunca fue a mis recitales de danza. O a mis encuentros de gimnasia. O a cualquier cosa que estuviese haciendo. Pero él está haciendo un esfuerzo con estos niños y ahora que ellos son parte de mi vida, sus esfuerzos me hacen feliz, por amor a ellos. Merecen tener gente en sus vidas que los cuiden y los amen. —Sé que Seth estará encantado de contar con tu presencia. —¿Están los niños en la cama? —pregunta Matt. —Probablemente deberías haber preguntado eso antes de atacar a mi hija —gruñe papá—. Es tarde. Matt asiente. —Lo sé. —¿Qué le pasó a tu nariz? —pregunta. Matt sonríe. —Me golpeó. —Me señala con el pulgar. —Chica inteligente —dice papá y me sonríe. Nunca me miró con tanto cariño, mi corazón se tambalea ante la atrocidad de ello. Papá mira de Matt hacia mí y viceversa—. ¿Cuánto tiempo hace que están viéndose? —pregunta. Matt arquea una ceja hacia mí. —No mucho —digo. Papá asiente. —Supongo que debería irme —dice. Se pone de pie y se encoge de hombros en su chaqueta. Me levanto y lo acompaño hasta la puerta. Matt también va y le sacude la mano a papá—. No le faltes el respeto a mi hija —dice. —Sí, señor —dice Matt. Mientras baja la cabeza y mete las manos en los bolsillos, pareciéndose mucho a Seth cuando lo regañaba sobre confiar en Matt. Papá se inclina hacia delante y me tira en un abrazo rápido. Esto es nuevo, también. No le recuerdo haciéndolo antes. O por lo menos no en un tiempo muy largo. —Buenas noches, papá —digo—. Gracias por pasar por aquí. —Voy a tratar de hacerlo más seguido —dice en voz alta, hablando hacia Matt. Matt asiente y agacha aún más la cabeza. Me río. —Tu madre quiere verte —dice papá. Mi risa se desvanece. —¿Por qué? Toma una respiración profunda. —Simplemente lo hace. —Voy a pensar en ello —le digo. Papá se va y cierro la puerta detrás de él. Matt se hunde en el sofá y se acuesta, dejando caer los brazos como si estuviera a punto de desmayarse. —Oh Dios mío. —Respira. Pero se está riendo también. Su vientre se sacude de risa—. ¿Por qué no me dijiste que estaba aquí? Tiene una pierna en el sofá y la otra en el suelo, por lo que consigo ponerme de rodillas entre sus piernas abiertas e inclinarme sobre él, sosteniéndome con mis manos apoyadas en su pecho. Matt no lo permite más que por un segundo. Me arrastra hacia su pecho y me mantiene cerca de él. Su cuerpo se eleva y cae por debajo de mí, estable y sólido. —Te hubiera dicho que estaba aquí, si me hubieras dado tiempo. —Me río en su contra y levanta su cabeza para mirarme.

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—No te atrevas a reír —dice—. Esto es serio. Tu papá me va a odiar a partir de ahora. —No me importa lo que piense —digo. Subo un poco más, consiguiendo mis labios cerca de los suyos—. Ese fue el peor beso de todos los tiempos — susurro dramáticamente. —Lo sé —susurra de vuelta. Sus manos agarran mi cintura y me levanta, con lo que mi boca está aún más cerca de la de él. Levanta el borde de mi camiseta y sus cálidas manos tocan mi piel desnuda—. Nunca voy a besarte de nuevo. Debido a que fue demasiado horrible. —Terrible —digo en voz baja, mirando sus labios—. Pero creo que deberíamos intentarlo de nuevo. Pasa un brazo detrás de mí y nos da la vuelta. Me mira. —¿Crees que esto es gracioso? —pregunta. Pero está sonriendo, así que no estoy preocupada. —Hilarante. —Respiro—. ¿No es así? Su rostro se reduce hasta que sus labios flotan sobre los míos. —Eres tan jodidamente increíble, haces que mi corazón duela a veces — dice. Mi corazón viaja, latiendo con fuerza en mi pecho. —Bésame, Matt —susurro. Finalmente, sus labios tocan los míos. El beso en la puerta estaba lleno de pasión y deseo. Pero éste es suave y caliente y tan genuinamente perfecto que me retuerzo debajo de él, tratando de ponerme más cerca. Sus labios se deslizan a través de los míos, suaves, húmedos y sedosos. Su lengua lame a través de la orilla de mi boca y cuando me quedo sin aliento ante la sensación, arrasa hacia adentro. Sus caderas se muelen en mi contra y puedo sentir su longitud presionar contra mi vientre. Él está duro y enorme, pero sigue siendo tan suave. Toco mi lengua con la suya y cuando trata de tirar hacia atrás, pellizco sus labios hasta que gime contra mi boca y vuelve dentro. Un tap, tap, tap en mi brazo me distrae de sus labios. Abro los ojos para encontrar los ojos oscuros de Mellie mirándonos. Matt se aleja de mí cuando digo algo en contra de sus labios. Entonces se da cuenta que Mellie está ahí. Se sienta y se arrastra fuera de mí. Me apresuro a sentarme, también. —¿Qué está mal, Mellie? —pregunto. Pero luego me doy cuenta de lo que está mal. El olor me golpea, y tengo que taparme la boca—. ¿Estás enferma? — pregunto. —Vomité toda mi cama —dice en voz tan baja que apenas puedo oírla. ¿Oh, demonios, qué se supone que debo hacer ahora? —¿Despertaste a Seth? —pregunto. Sacude la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. —La puerta estaba cerrada con llave. —Oh, está bien —le digo. Tomo su manita pegajosa y Matt se levanta con nosotras—. Lo siento —le digo a él. —No te preocupes. —¿Te veré mañana? —digo. Me estremezco, porque me siento mal. —Te ayudaré —dice—. ¿Por qué no la llevas al baño mientras cambio las sábanas? —Se dirige hacia el armario de la ropa y busca en los montones de sabanas, hasta que saca un conjunto con el que está contento. —¿Quieres ayudar? —pregunto. Me mira como si hubiera perdido la cabeza. —Por supuesto.

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Si no estaba enamorada de él antes, estoy mucho más cerca ahora. Ni siquiera está besándome, pero tengo mil mariposas levantando vuelo en mi vientre. Llevo a Mellie al baño, la ayudo a limpiarse y le pongo una pijama fresca. Cuando salgo del dormitorio después de acostarla en su cama, me encuentro a Matt en la lavadora comenzando una carga de sábanas sucias. Seth abre la puerta y saca la cabeza. —¿Qué está mal? —pregunta Seth. —Mellie se enfermó —le susurro. —¿Está bien? —Va a su habitación y sale un minuto más tarde, después de comprobarla—. Lamento no haber ayudado —dice tímidamente. —Está bien. Lo manejamos. Vuelve a la cama —sugiero. —Debe haber sido algo que comió. No tiene fiebre. —Seth no parece preocupado. Probablemente fueron las cinco galletas que le deje tener después de la cena. Seth me dijo que era una mala idea y no escuché. —Puede ser. Vuelve a la cama. Seth mira de mí a Matt y de vuelta y levanta su ceja. —Está bien —dice con una sonrisa. —Cállate —se queja Matt en broma. Seth asiente y se va a su habitación, cerrando la puerta. —Nunca bloquea su puerta —le digo, tratando de averiguar por qué podría haberlo hecho. Matt sonríe. —A veces los adolescentes tienen que cerrar sus puertas —dice—. Confía en mí, está bien. —Pone sus manos sobre mis hombros y me lleva de nuevo al sofá. —¿Oh, piensas que estaba haciendo eso? —pregunto. Todavía estoy susurrando. —Es una buena suposición —dice con una risa tranquila. —Mira —digo, lanzando mis manos en alto—. No sé nada sobre niños. —Él es un adolescente —dice—. Siempre puedes suponer eso primero. —¿Cómo sabes tanto? —Cuatro hermanos —explica—. ¿Recuerdas? Por no hablar de que soy un chico. Hacemos eso. —Sonríe. —Te refieres a cuando eras más joven. —Miro su rostro de cerca. Su sonrisa es aún más grande. —Y mayor. Mi cara se ruboriza con el calor. Tiene una gran sonrisa y golpea la punta de mi nariz con su dedo. Miro hacia mi camisa. —Como que huelo a vómito —digo. —Sí —dice—. Creo que yo también. —Lo vi lavarse las manos después de cambiar las sábanas y yo también lo hice, pero aun así. No es muy sexy. —Gracias por ayudarme. —De nada. Me alegro que estuviera aquí. Agarra al borde de su camisa y tira de ella sobre su cabeza. Lleva una camiseta blanca sin mangas bajo su otra camisa, por lo que no está desnudo, pero ésta muestra mucha más piel. Muchos más tatuajes. Muchos más músculos. Matt es grande y amplio, pero alto y delgado. Dejo escapar un pequeño suspiro de ensueño. —¿Puedo quedarme un rato? —pregunta.

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—Sí, pero necesito cambiarme. —Me levanto y me cambio a una larga camiseta y pantalón corto para dormir. Regreso, y silba suavemente, con la mirada clavada en mis piernas. —Recuérdame tener vómito sobre ti cada vez que estemos en el sofá —dice. Sonrío. No puedo evitarlo. Me siento junto a él y me arrastra a su lado. Entonces se acuesta de modo que estoy cubierta por él. Mi cadera está metida entre él y el respaldo del sofá. —No quiero ir a casa todavía —dice en voz baja. Pone mi cabeza en su pecho, y presiono mi rostro contra él. Su mano se posa sobre la parte posterior de mi cabeza y comienza a acariciar a lo largo de mi cabello. —Entonces no te vayas —le digo en voz baja. No lo hace. Simplemente enrosca sus dedos en mi cabello y los arrastra por mi espalda, una y otra vez, hasta que mis párpados se hacen pesados y me quedo dormida en su pecho. Me despierto a la mañana siguiente metida en mi propia cama, las sábanas hasta mi barbilla. Me siento y miro alrededor. A mi lado sobre la almohada está una nota. La abro y leo. ¿Todavía no te has enamorado de mí?

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Capítulo 16

M

iro hacia el reloj de la pared otra vez, y Paul me frunce el ceño. —¿Estas contando los minutos? —pregunta. Sí, en cierta forma. —No —me burlo. Paul solo rueda los ojos. —¿A qué hora es la competencia? —pregunta. —A las siete —murmuro mientras limpio mi estación—. ¿Quieres ir? Pete sale de la parte de atrás, donde estaba haciendo un piercing. —Yo quiero ir —dice. Él envía al chico que acaba de perforar hacia Friday, quien toma su dinero y lo envía fuera. —Quiero ir también —dice Friday. Ella empieza a empacar sus cosas. Paul levanta las manos y dice: —¿Alguien va a trabajar esta noche? —No —decimos todos al mismo tiempo. Logan sonríe y jala a Emily a su lado. Cae contra él y sonríe. —¿Quieres ir? —le pregunta ella. —¿Y dejar de ver a Matt ser dirigido por sus bolas? No hay oportunidad. — Logan se ríe cuando lanzo un puñetazo hacia él, y me elude. Pete mantiene el abuso. —Ella solo debería enhebrar una cadena a través de ese piercing en su pene y luego puede tirar de él alrededor de todo sin ningún problema. —Se ajusta su paquete juguetonamente—. Más fácil en tus bolas, también, hombre —dice. —Deja de hablar de mi paquete —advierto, señalando hacia las chicas. Friday me sonríe. ─ Todos sabemos que estás enjoyado ahí abajo ─ dice ella, haciendo un movimiento hacia mis jeans—. Con destellos. —No es de destellos —me quejo. Pero no me importa. Todos ellos ya saben de eso. Conseguí el mío justo después de que Paul consiguió el suyo. Solo Pete y Logan no los tienen. Incluso Sam esta perforado. Logan tiene una barra a través de la base de su pene. Cobarde de mierda—. Y dejen de hablar de mi paquete. — Agarro a Friday en una llave de cabeza y la tiro contra mí. Chilla y golpetea mi mano. —No arruines el cabello —advierte, bloqueándome—. No es fácil verse así de hermosa. En verdad, Friday es guapísima en un cierto sentido de chica de calendario de los cincuentas. Se viste con ropa vintage y lápiz labial rojo. A veces pienso que recibe propinas simplemente por sonreírle a la gente. Tanto los hombres como las mujeres la adoran. Pero a veces... a veces esa tristeza dolorosa robada cruza su rostro. Ni siquiera estoy seguro de que alguien más lo nota.

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Pete teclea en su teléfono rápidamente. Finalmente, levanta la mirada. —Reagan dice que nos encontrará allí. Genial. Consigo a toda la familia yendo conmigo a pasar tiempo con Sky. Yupi. Se podría pensar que al menos uno de ellos tendría una cita para un tatuaje. Bastardos perezosos. Tomamos el metro a la escuela y justo llegamos allí mientras los chicos están calentando. Están corriendo en círculos alrededor de la alfombra mientras voy y me siento al lado de Sky, que está en las gradas con Mellie y Joey a sus pies. Ambas están usando crayones y coloreando en un libro para colorear. Levantan la mirada y sonríen cuando me ven, sin embargo. Me inclino sobre el banco y hago comentarios sobre sus dibujos, y se esfuerzan aún más. Eso va a entretenerlas durante unos cinco minutos. Espero que trajera más trucos en esa gran bolsa de ella. Me siento en el banco cerca de ella y luego me empujo contra su costado muy suavemente, hasta que estoy presionado a lo largo de ella desde el hombro hasta la rodilla. Sonríe y sacude la cabeza, con sus mejillas sonrojándose. —Hola —le digo en voz baja. La miro a los ojos. —Hola —responde. Se ve tan condenadamente hermosa. Debe haber venido de casa porque está usando jeans y camiseta. Hay una sudadera echa bola en el asiento a su lado—. ¿Cómo estuvo tu día? —pregunta. —Mejor ahora que tengo la oportunidad de verte —admito. Sonríe y se inclina hacia mí. Me inclino hacia su rostro y le susurro—. ¿Me besas? Empuja mi hombro. —No aquí —susurra. Mira a su alrededor. —Por favor —le digo, poniendo mis manos juntas como en oración. Se inclina hacia adelante muy rápido y toca sus labios con los míos. El beso de la noche anterior con nuestras lenguas tocándose y su cuerpo pegado al mío fue jodidamente increíble, pero este toque rápido lo ha vencido por un kilómetro. —Gracias —le digo. No puedo ocultar mi sonrisa, así que ni siquiera lo intento. Me da un empujón, rodando los ojos. —Te extrañé hoy —le digo. Levanta la mirada. —Gracias por la nota sobre mi almohada —dice en voz baja. Le meto un mechón de cabello detrás de su oreja. La mayor parte de él está agarrado en una cola de caballo adorable, con excepción de una parte que se ha escapado. —Realmente tenía muchas ganas de meterme en la cama contigo. Sus ojos se encuentran con los míos. —Deberías haberlo hecho. Niego con la cabeza. —No quería que Seth pensara que pasé la noche. —Esa mierda es importante para los niños. Asiente lentamente. —Te sentías bastante bien, sin embargo, recostada encima de mí en el sofá. —Me estoy poniendo duro, así que mejor corto esta mierda. —Haces de una buena almohada —susurra. —¿Solo una almohada? —Pretendo sacar un cuchillo invisible de mi pecho. Me empuja con el dedo índice. —Una agradable, almohada dura —dice ella.

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—Dura es lo adecuado —le digo. Miro a la colchoneta donde los chicos están calentando para que pueda ver algo que no sea ella. La quiero tan desesperadamente que apenas puedo soportarlo. Los chicos están estirando la espalda y el cuello, y haciendo algunos giros bastante impresionantes. Seth hace equipo con otro chico cerca de su categoría de peso, y hacen algunos ejercicios juntos. Seth voltea al otro chico sobre su espalda, y quiero salir allí y demostrarle cómo debería haberlo manejado. Pero él no es mi hijo, y no soy su entrenador. Reagan y Pete se sientan al otro lado del Sky, y Reagan comienza a hablar con ella. Me alegro de que alguien esté interviniendo porque quiero arrastrarla a un hueco de la escalera y besarla sin sentido. Pete hace señas hacia mí como si estuviera enhebrando una aguja muy cerca de su pene y luego le da un tirón como si estuviera dirigiéndolo a su alrededor. Lo miro fijamente, y se ríe. Paul se sienta detrás de nosotros, con Friday junto a él, y se ríe, también. —Cállate —gruño. Me giro para mirar la práctica. Seth es realmente muy bueno en lo que hace. Pero me gusta ver a todos los niños en cada categoría de peso. Logan y Emily caminan hacia nosotros. Logan saluda, y se sientan en frente de nosotros. Ahora Sky tiene a los Reeds en cada lado de ella. Mellie y Joey se están poniendo un poco inquietas, y Joey camina por las gradas sin que Sky se dé cuenta. No está acostumbrada a estas cosas como mamá todavía. La ve justo cuando Joey llega al último escalón y se levanta para ir a buscarla. —Voy por ella —le digo. Me pongo de pie y marcho escaleras abajo. Joey mira tímidamente hacia mí. Sabe que no se supone que debía escabullirse. La levanto en mis brazos y la llevo de vuelta a Sky. Se estira, y soplo una trompetilla en su vientre cubierto por su playera. Se ríe y saca su barriga hacia fuera como que quiere que vuelva a hacerlo, así que lo hago. Se ríe, y el sonido es tan malditamente feliz que me quita el aliento. Me siento y la coloco en mi regazo, y luego saco mi teléfono y enciendo los Angry Birds. Le muestro cómo jugar rápidamente, y ella comienza a lanzar los pájaros. Se mueve de mi regazo para sentarse a mi lado, y Mellie trata de inclinarse y ver. Eso debería durar por un tiempo. —¿Por qué esto parece tan natural para ti? —pregunta Sky en voz baja. —¿Qué? —pregunto. Me estremezco mientras uno de los muchachos en la colchoneta hace un movimiento terrible—. No es así —le digo, aunque sé que no me puede oír. —Todo esto —dice ella—. Lo haces todo tan bien. La miro. —¿Hacer qué? —Entretuviste a Mellie y Joey, y estás viendo la competencia, y apostaría que vas a educar a Seth y decirle todo lo que hace mal cuando lleguemos a casa. ¿Casa? Sonrío. —¿Me voy a casa contigo esta noche? —pregunto justo al lado de su oreja. —Más te vale —dice. Mi corazón tartamudea. —Está bien. —Respiro. Después de unos minutos, Logan se vuelve para hablar conmigo. Habla y hace señas al mismo tiempo, y yo también. —Su papá —dice, señalando hacia la puerta. Me muevo a un lado para separarnos un par de centímetros.

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—Gracias por la advertencia —le digo, y aferro mi mano sobre su hombro y aprieto. —De nada. —Hace señas. Sonríe y niega con la cabeza. Pete tira de su cuerda imaginaria. Quiero darle un puñetazo. Todos mis hermanos están en las competencias de pesos menores, y están haciendo apuestas sobre los pesos pesados entre ellos. Seth está alrededor de 72, si tengo que adivinar. Es alto y delgado, muy parecido a mí, aunque peso más de 90 kilos ahora. Paul y Logan son grandes y voluminosos, por lo que lucharon en las clases de más peso. Yo era del mismo peso que Seth es ahora. El padre de Sky se sienta junto a nosotros, y me extiendo para estrecharle la mano. Me mira fijamente. Pero entonces Mellie y Joey le muestran mi teléfono, y él se interesa por entretenerlas. Sky se apoya en mi hombro, viendo las competencias. Esconde su rostro cuando uno de los chicos consigue estrellarse en la colchoneta. —Eso no le va a pasar a Seth, ¿verdad? —susurra ella con vehemencia. Me encojo de hombros. —Tal vez. —Le sonrío y toco su nariz—. No te preocupes. Está acostumbrado a ello. —No va a salir herido, ¿verdad? —pregunta. Tomo su mano en la mía y le doy un apretón. —Deja de preocuparte. Va a estar bien. Cuando es el turno de Seth, saca su mano de la mía y se inclina hacia adelante. Lo mira de cerca, solo mirando hacia Mellie y Joey cada pocos segundos para asegurarse de que están bien. Tal vez va a instalarse en esta cosa de mamá mejor de lo que nunca creyó posible. Seth saluda a su oponente, y suena el timbre. Me estremezco porque el otro chico es obviamente mayor y más experimentado que Seth. Su oponente tiene un tatuaje en el cuello, lo que significa que tiene al menos un par de años más que Seth. Seth es bueno, pero la exuberancia no triunfa sobre la experiencia. Seth es dado vuelta, y Sky chilla y esconde su rostro detrás de mi hombro. Ella levanta la vista, pero se vuelve hacia mí cada pocos segundos cuando pasa algo. Seth está arriba en puntos, pero este chico honestamente podría derribarlo en cualquier momento, a menos que Seth tenga suerte. Honestamente, creo que el chico está jugando con él. —Vamos, Seth —dice el Sr. Morgan en voz alta. Seth levanta la mirada y sonríe. Ellos luchan por un segundo, y maldición si Seth no tiene suerte. Obtiene algunos puntos por casi derribarlo, y el tiempo se está acabando. Seth lo mantiene a distancia y gana por puntos. Sky salta a sus pies y aplaude cuando levantan el brazo de Seth en el aire. Él sonríe y va a estrechar la mano del entrenador contrario. Luego se detiene en el borde de la colchoneta, levanta una mano hacia el cielo, y dice algo en voz baja para sí. O a su madre. No estoy seguro de cuál. Luego encuentra un lugar en el banco de su equipo y se seca con una toalla. Estoy muy orgulloso de él. No es que haya tenido algo que ver con eso, pero ese chico podría haber ganado fácilmente si Seth no tuviera la habilidad técnica que tiene. Hizo un trabajo realmente bueno. Sky sonríe. —Creo que me gusta la lucha —dice. —Dile eso a las marcas de uñas en mi brazo —bromeo. Deja caer su voz a un ronroneo.

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—Voy a besarlas y hacerlas sentir mejor después. Friday debe haberla oído porque resopla detrás de nosotros. Sky se ríe y me guiña el ojo. Ella incluso encaja en mi familia. Y yo encajo en la de ella. Esperamos hasta el final de la competencia para recoger a Seth. Su padre se acerca y la besa en la frente. Ella se sobresalta por un segundo, y me pregunto de qué se trata todo eso. —Lo hizo muy bien —dice él. Sky asiente. —Sí. —Tengo que comprobar a tu madre —dice. Los ojos de Sky se estrechan. —¿Por qué? ¿Está algo mal? Él evita su mirada. —Nada fuera de lo normal —dice. —Oh. —Respira Sky. No se ve sorprendida, y no tengo ni idea de lo que están hablando. Él ondea la mano y va a abrazar a Seth, y luego se va tan rápido como llegó. Sky está allí sosteniendo a Joey con una mano y con la otra a Mellie. Las chicas se están cansando y poniéndose quejumbrosas. —¿Quieren ir a cenar? —pregunta Paul. Sky niega con la cabeza. —Las niñas ya comieron, y tienen que ir a la cama. Pero gracias por la oferta. ¿La próxima vez? —Claro que sí —dice Paul. Él pone un brazo alrededor de los hombros de Friday, y se van en parejas, Paul y Friday, Logan y Emily, y Pete y Reagan. —¿Están saliendo? —pregunta Sky, señalando hacia Paul. Niego con la cabeza. —Él quiere, pero piensa que a ella le gustan las chicas. —Me río—. Paul es el único que no sabe. —Eso es un poco perverso. —Creo que es parte de la razón de por qué son tan cercanos. Él tiene un tiempo difícil siendo amigo de las mujeres. —Me encojo de hombros—. Funciona para ellos. Seth sale con pantalón corto y una sudadera con capucha. Se dio una ducha, sin embargo, por lo que no huele mal como algunos de los otros chicos. Extiendo la mano y lo saludo de la forma en que hacen los hombres. Él sonríe. —Hiciste un buen trabajo —le digo. —Casi la jod… —Lanza una mirada a Sky—. Casi metí la pata en ese momento. Me río. —Sí, lo hiciste. Nos metemos al auto de Sky y regresamos al apartamento, con Seth quejándose de tener que sentarse en el asiento trasero con las chicas, pero lo hace. Cuando llegamos, tiro de Seth de nuevo en la acera. —¿Te importa si subo con ustedes chicos y paso algo de tiempo con Sky? — pregunto. Sus ojos se estrechan en mí. —¿Importaría si me preocupa? —pregunta. —Sí —lo admito—. Me importa mucho. —En ese caso, no me preocupa —dice. Golpea mi brazo y corre al apartamento por delante de mí, persiguiendo a Mellie y Joey en el ascensor. Él la mantiene abierta para nosotros, y todos vamos juntos.

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—A la bañera —grita Sky tan pronto como entramos. Las chicas se escabullen hacia el cuarto de baño. —Te estás volviendo bastante buena en esto de gritar órdenes —le digo, atrayéndola hacia mí. Enlazo mis dedos índices en sus presillas y la acerco más. —Bésame —dice, riendo. Seth hace un sonido de arcadas. Le doy un dedo medio detrás de la espalda de ella. —Voy a ir a ayudar a las niñas —dice él, rodando los ojos. Finalmente tengo la oportunidad de besarla. Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y tira de mi cabeza hacia la de ella. Estoy casi sin aliento cuando una niña desnuda pasa a través de la cocina. Me río, y nos apresuramos a separarnos. —Yo la atiendo —le digo, y tomo la toalla que Seth me sacude y voy tras Joey. La atrapo y la llevo de nuevo al cuarto de baño, envuelta completamente en una toalla blanca y esponjosa. Se la doy a Seth y miro alrededor. Me doy cuenta de repente que estoy donde siempre he querido estar. Ahora solo tengo que encontrar la manera de hacerlo permanente.

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Capítulo 17

L

a última vez que mi padre me invitó a almorzar, me dio tres niños y una nueva vida. Estoy un poco preocupada por lo que quiere hoy. Ha pasado una semana desde el combate de lucha libre, y papá ha llamado cuatro veces para hablar. Estoy teniendo un poco de dificultad para adaptarme a la presencia de un padre en mi vida, sobre todo ahora que soy una adulta. Estoy trabajando desde casa hoy, así que papá está llegando al apartamento. Hice un almuerzo muy sencillo para nosotros. Un golpe suena en la puerta, y voy a abrirle la puerta. —Hola, papá —le digo cuando abro la puerta. Se inclina para besar mi mejilla y se libera de su chaqueta. No he hecho ningún cambio en el apartamento, pero papá mira a su alrededor y asiente. —El lugar es bonito —dice. —¿Gracias? —digo de manera desigual. —Hablé con Seth ayer —dice mientras se sienta y abre una servilleta de tela en su regazo. —¿Oh sí? ¿Qué pasa? Se encoge de hombros. —Nada importante. A veces me gusta llamar sin ninguna razón en absoluto. —¿Llamas a los niños de Lydia y Tim también? —Son mis hermanos, pero son bastante mayores que yo, y nunca han estado cerca. Ni siquiera puedo recordar los nombres de sus hijos. Eso me hace sentir mal por un segundo, pero se me pasa rápidamente. Ellos no saben los nombres de mis hijos, tampoco. Asiente. —Lo hago. —Por lo tanto, ¿soy la única con la que no tuviste una relación? —Las palabras están fuera, colgando en el aire, incluso antes de darme cuenta de que las dije. Quiero retirarlas, pero es demasiado tarde. Él baja su servilleta. —Cuando conocí a tu madre, estaba en la ruina. Fui a la universidad en Virginia con una beca, y un día vi a tu madre caminar descalza sobre la hierba. —Sonríe—. Era la cosa más hermosa que había visto nunca. Llevaba un vestido floreado verde y sus uñas de los pies estaban pintadas de color rosa. Su cabello le caía sobre los hombros, y era un derroche de rizos. Nunca he visto a mi papá ponerse tan nostálgico. No estoy segura de que me guste. —Yo era un nerd total y ella era la persona más libre de espíritu que había conocido. Me enamoré de ella en cuestión de segundos.

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—¿Qué pasó? —pregunto. Dejo de comer porque nunca le he oído esto antes, y me temo que se detendrá. No quiero que se detenga, a pesar del hecho de que este sentimiento es tan ajeno a mí. De hecho, quiero oír hablar del pasado de mi padre. —Jugué un poco con los ordenadores. Eso es todo lo que quería hacer, hasta que la conocí. Entonces la vida se volvió divertida y llena de vida. Construimos fuertes en nuestros dormitorios, y luego teníamos que pasar el día envueltos en su interior. —Su cara se pone un poco rojo, y tose en su puño—. Fue mágico. —Eso no suena como mamá en absoluto. Hace un ruido de resoplido. —Lo sé, ¿no? —dice—. Pero era increíble. Nos casamos, y entonces tu madre quedó embarazada de Tim y luego de Lydia, y no teníamos dónde caer muertos, pero estábamos muy contentos. Tan felices. A veces duele pensar siquiera en aquellos días. Porque entonces las cosas cambiaron. —La engañaste. Sus ojos se mueven hasta los míos. —No. Eso fue después. —¿Después de qué? —Tu madre quedara embarazada por tercera vez y tuviera un aborto espontaneo en la última etapa. Casi al final. Ella se hundió en una depresión y tuvo un momento muy difícil para salir de ella. Al mismo tiempo, vendí algunos programas informáticos que le escribí a una gran empresa, y de repente teníamos un poco de dinero. Compramos una casa, y tu madre comenzó a instalarse. Pero tuve largas horas, y ella comenzó a alejarse de mí cada vez más. Comenzó a vestirse con ropa de lujo y salir a comer con amigos, los cuales eran muy ricos, y nos volvíamos más y más ricos, también. —No sabía lo del bebé. —Así que, yo trabajaba todo el tiempo, lo cual buena parte era para mantener su nueva necesidad de más cosas, autos más grandes, y joyería. — Sacude la cabeza—. La chica que conocí en la hierba aquel día se había ido de repente, y trabajé muy duro para traerla de vuelta. Tuve una cantidad limitada de tiempo y aún menos energía, pero lo intenté. Tu mamá me empujó a cada paso, y finalmente, me di cuenta de que simplemente estábamos viviendo en la misma casa. Ya no estábamos enamorados. Éramos nada. —Fue entonces cuando conociste a la madre de Kendra. Asiente. —Ella trabajaba en mi oficina. Fue terriblemente inadecuado, y todavía me siento mal por ello. Pero, lo que me dañó aún más fue cuando rompí con ella y fui a confesar mis pecados a tu madre, y a tu madre ni siquiera le importó. Quería mantener su estilo de vida y nada más. Así que, me quedé en una relación con la madre de Kendra. Y tu madre se convirtió en la mujer que es hoy. —Fría y sin corazón. —No es fría y sin corazón —protesta—. Está solo... dolida, creo. No lo sé. Nunca superó ese bebé. Y nunca lo superó con nosotros. Y yo tampoco. —Papá —empiezo—. ¿Cómo es que terminaron teniéndome? —Soy quince años más joven que mis hermanos. Como una familia totalmente nueva. Él sonríe. —Fue una locura. Un día llegué a casa, y tu madre estaba en el jardín. Tenía la suciedad desde la punta de la nariz hasta las plantas de los pies. Honestamente, actuó un poco loca ese día, mirando hacia atrás, pero era su

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viejo yo. No sé lo que pasó, pero fue como si alguien hubiera accionado un interruptor en ella. La miré a los ojos y vi a la mujer de la que me enamoré. Sonríe. »Me miró desde el montón de tierra y me preguntó si quería ayudar. Me pasó una paleta, y me quité el abrigo y me enrollé las mangas. Nos ensuciamos juntos y luego los aspersores de repente se encendieron, empapándonos. Tu madre, con el cabello perfecto y su todo perfecto, normalmente tiraría un berrinche si se moja o se ensucia, pero simplemente se dejó caer sobre la hierba y se rió. Fue entonces cuando me di cuenta de que tu madre estaba sobria. Estaba completa y totalmente sobria, y no lo había estado por un tiempo muy largo. »Ella había ido a reuniones de AA y estado en terapia, y ni siquiera lo había notado. No estaba tomando pastillas para el dolor que no necesitaba. Su cabeza estaba clara, y era la risueña, divertida, chica inteligente que conocí en la universidad. Pero mayor y mejor. Y me di cuenta de que todavía la amaba. Trabajé muy duro para cortejarla y hacer que se enamorara de mí otra vez. Y lo hizo. Me dejó entrar de nuevo. —¿Dejaste de ver a la madre de Kendra? Asiente. —No podía dejar de verla por completo porque teníamos una hija juntos, pero detuve la relación. Tuvo el corazón roto, pero lo superó. Creo que ella respetaba el hecho de que yo quería mi matrimonio otra vez, de alguna manera. —Se encoge de hombros—. Se enamoró de nuevo y se casó, y no era una relación que tenía que ser en secreto. En aquel entonces, las parejas interraciales no salían en público sin algunas miradas bastante desagradables, particularmente los hombres blancos ricos que ya estaban casados. Pero conoció a un hombre y se casó. Ella era feliz. Y yo era feliz con tu mamá. —Sonríe—. Y naciste. Tu madre estaba muy emocionada. Resoplo. —Eres un buen mentiroso, papá. Levanta las manos como si se rindiera. —No estoy mintiendo. Era como si estuviéramos en un nuevo comienzo. Espero, porque él va a lanzar la bomba sobre mí pronto. Puedo sentirlo venir. —Entonces, cuando tenías alrededor de cinco años, me di cuenta de que iba a almuerzos con sus viejos amigos, y de repente se alejaba de nuevo. Empezó a beber de nuevo, y se convirtió en todo sobre la riqueza. No importaba lo que yo hacía, no tendría ningún tipo de ayuda. Pero me quedé. Nunca me fui de su lado. La madre de Kendra murió, y tu madre hizo una fiesta, a pesar de que esa relación había terminado hacía años. Nunca fui capaz de perdonarla por eso. —Ding-dong, la bruja ha muerto —le susurro. Se sobresalta. —¿Sabías sobre eso? Asiento, y las lágrimas llenan mis ojos. Las limpio. —Estaba ebria cuando ocurrió. Cuando me lo dijo, quiero decir. —Contraté a niñeras para cuidar de ti, porque ella simplemente no podía. Yo trabajaba porque tenía que mantenerla en el estilo de vida al que estaba acostumbrada. Mirando hacia atrás, debería haberle forzado a recibir tratamiento. Podría haber sido una madre maravillosa para ti. —Todo es agua bajo el puente, papá —le digo—. Nada de eso se puede cambiar ahora. —Empiezo a recoger los platos de la mesa.

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—Tu madre está en rehabilitación otra vez —espeta. Me hundo en mi silla, y los platos resuenan contra la mesa. —¿Ahora? Asiente con la cabeza. —Sí, ahora. Fue a tratarse. La vi ayer. Se ve bien. Al igual que su viejo yo. Quiere verte. Me siento como si alguien me hubiera sacado el aire. —Supuse que me pediste que tomara estos niños porque sabías que no me importaba si alguna vez tenía una relación como madre. También podía haberlos abofeteado. —Te pedí que los tomaras porque tienes más amor para dar que nadie que haya conocido. Ellos te necesitan. —No, papá —lo corrijo—. Yo los necesitaba. Ellos no me aman todavía, pero tienen el potencial de hacerlo. Y tengo la esperanza de que algún día lo harán porque ya saben que los amo. A todos ellos. —Tuve la sensación de que es como esto iría. —¿Por qué el repentino interés en mi vida, papá? —pregunto—. Las llamadas telefónicas y los almuerzos y aparecer en los partidos... no sé qué hacer con todo. No sé por qué lo estás haciendo. —Golpeo mi puño sobre la mesa, y los platos saltan—. No tienes que fingir que me quieres para quererlos. —No estoy fingiendo, Sky. Te amo. Sé que arruiné todo a lo grande. Pero sigo siendo tu padre, y si me lo permites, quiero estar ahí para ti. —Toma, toma, toma, toma. —Lanzo mis manos—. Eso es todo lo que haces, papá. Tomas. Tomaste de la madre de Kendra. Tomaste de Kendra. Tomaste de los niños porque te hacen sentir amado. No hay nada como el amor incondicional de los niños. —Aprieto mi puño en frente de mi corazón—. Tomaste de mamá. —Tu madre tiene sus propios demonios. —Y tú también, papá. Se llama ser un mentiroso infiel. Él abre la boca para protestar, pero sostengo mi mano en alto. —¿Sabes que no puedo tener una relación sana con un hombre porque estoy constantemente a la espera de que se vaya? Estoy esperando y esperando a que se largue y desaparezca, al igual que tú. Siempre estoy esperando a que me deje caer. Y no me importa si lo hace porque nunca dejo que nadie se acerque lo suficiente como para hacerme daño. Jesucristo. ¿De dónde viene eso? Me levanto y, finalmente, pongo los platos en el fregadero. —Creo que tienes que irte, papá —le digo. Pongo mis manos en el borde del mostrador porque mis rodillas están a punto de ceder. Oigo a papá rondar. Entonces se acerca y besa mi frente muy rápido. —Te amo, Sky —dice. Luego se ha ido. Y no es hasta que sale de la habitación que me dejo romper. Me dejo caer en el sofá y pongo mi cabeza en mis manos y sollozo. Lloro porque no pedí nada de esto. No le pedí que desahogara su alma por toda mi mesa de la cocina. Ahora sé lo suficiente de él como para que me dé lástima, y preferiría odiarlo. Prefiero sentir nada en absoluto. Hay un ruido en la puerta, y se abre. Estoy a punto de gritarle a papá, pero veo a Seth entrar. Él se queda quieto cuando me ve. —¿Qué pasa? —pregunta. Fuerzo una sonrisa y me limpio los ojos con mis dedos. —Alergias —digo—. ¿Por qué estás en casa tan pronto?

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—Salimos al mediodía hoy —dice. —Oh. —Debe haber olvidado decirme que tenía un mediodía. No importa de todos modos, ya que Joey y Mellie habrían desaparecido durante todo el día. La guardería no tiene el mismo horario. Me levanto y trato de sonreírle—. Voy a ir a tomar una ducha. Entro en la habitación y me inclino fuertemente contra la puerta. ¿Cómo es que todo terminó siendo un caos?

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Capítulo 18

P

aul se sienta frente a mí en la mesa de la cocina comiendo su cereal de miel. Me arroja un sobre de la pila de correo. Miro hacia el elegante pergamino. Mierda. Es la invitación. Lo abro y leo en voz alta: —Está cordialmente invitado a la boda de la puta mentirosa y el imbécil tramposo mejor amigo. —Lo pongo sobre la mesa y apunto hacia el sobre—. Mira, incluyó a toda la familia. Ustedes pueden ir conmigo. —¿Vas a ir? —pregunta Paul en torno a su cereal. Me encojo de hombros. —No veo por qué debo hacerlo. No es como que importe. Sonríe. —La superaste. —Sí, claro, la superé —le digo. Y lo hice. La superé al cien por cien y por completo—. Estoy bastante seguro de que estoy enamorado de Sky. La he visto todas las noches esta semana. Los días cuando no puedo ir a su apartamento por la noche, la llevo a un almuerzo temprano en el trabajo. No quiero pasar un día sin verla. Todavía no hemos pasado la etapa de besos calientes, pero eso está bien conmigo. Paul entorna sus ojos hacia mí. —Eso fue rápido. —Pete y Logan dicen que es así como funcionó para ellos. —Chasqueo mis dedos—. Rápido. Paul niega. —No puedo decir que he sentido eso alguna vez. Con suerte, algún día, lo hará. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y lo saco. ¿Por qué me estaría llamando Seth a estas horas de la tarde? —¿Qué está mal, Seth? —le pregunto. Estoy sonriendo cuando respondo, pero pronto cae de mi cara. Él está silencioso. Demasiado silencioso—. ¿Seth? — pregunto. —Llegué a casa de la escuela temprano hoy —dice, su voz un susurro. —Bien... —Y la tía Sky estaba llorando en el sofá. —¿Sabes por qué? —Agarro mis llaves y comienzo a ir hacia la puerta. —No lo sé. No era como un pequeño resfriado, tampoco. Solo estaba sollozando. Un sollozo como con los hombros temblando, y que no puede tomar una respiración. ¿Crees que ella tiene su periodo o algo así? Su período. Resoplo para mí mismo. Más le vale que no diga eso donde ella pueda oírlo.

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—¿Dónde está ahora? —Ya estoy caminando por la calle en dirección a un taxi. Me subo corriendo y hablo con Seth todo el camino a su apartamento. —Dijo que iba a tomar una ducha. —Está bien, déjame entrar cuando llegue allí. —No sé qué hacer con una mujer llorando —susurra con vehemencia. Yo tampoco, pero lo averiguaré. Me deja entrar cuando golpeo, y entonces él levanta las manos y apunta hacia la habitación de Sky. Voy y golpeo suavemente la puerta. No la abre, por lo que pruebo con la perilla. Gira, y entro en la habitación. Puedo escuchar agua corriendo en la ducha, así que voy en esa dirección. Todavía está llorando. Puedo ver sus hombros agitándose a través del cristal de la ducha. Todo lo que puedo pensar es que necesita ser abrazada. Me desnudo y abro la puerta de la ducha. Se sobresalta y luego se da cuenta de que soy yo y salta a mis brazos. Está completamente desnuda, toda mojada, pero está llorando por lo que ni siquiera puedo disfrutarlo. Cierro la puerta de la ducha detrás de nosotros, y ambos estamos bajo el chorro. Cepillo su cabello mojado fuera de su rostro. —¿Qué pasa? —le pregunto. Giro de modo que mi espalda recibe la mayor parte del agua. No habla. Solo niega contra mi hombro y se sostiene firmemente a mí. Solloza en mi cuello, y yo solo la abrazo. No sé qué más hacer por ella. Estoy tan perdido como Seth lo está cuando se trata de mujeres llorando. Creo que todos los hombres lo están. Pero es jodidamente miserable, y creo que solo necesito apoyarla. Finalmente, sus sollozos se calman, y me doy cuenta de que tiene ríos de rímel corriendo por su rostro. Muy suavemente la empujo hacia atrás bajo el chorro y la lavo, enjuagando su cara con las yemas de mis dedos. Recojo una botella de champú y enjabono su cabello. Se queda realmente quieta en mis brazos, pero no lucha contra mí. Me deja cuidar de ella. Enjuago su cabello y la lavo con un paño con jabón. Trato de no mirar sus tetas, pero es malditamente difícil. Son tetas y yo soy un chico, por no mencionar que son jodidamente perfectas. Me obligo a deslizarme sobre ellas y prestar atención al resto de su cuerpo. Tiene hoyuelos sobre su trasero, y quiero lamerlos, pero no lo hago. En cambio, cierro la llave del agua, salgo y vuelvo con toallas. Me permite envolverla y secar su cabello un poco. Envuelvo una toalla alrededor de mi cintura y tiro de ella de las yemas de sus dedos hacia su cama. Retira el cubrecama como si estuviera agotada y se desliza entre las sábanas. Me muevo para tirar de las mantas hasta su barbilla, pero gimotea una pequeña protesta cuando trato de irme, así que me deslizo detrás de ella. Me deja envolver mi cuerpo a su alrededor. Pero entonces me sorprende y tira de su toalla, arrojándola al suelo. La sigo con la mía. Estamos desnudos entre las sábanas, y oh, Dios mío, no tengo ni idea de qué hacer con ella. Pensé que cuando este momento llegara estaría listo para hacerle el amor. Pero eso obviamente no es lo que necesita en este momento, por no mencionar que Seth está en la otra habitación. Cepillo su cabello mojado hacia abajo entre nosotros, y ella rueda para mirarme. —Mi padre vino a visitarme hoy. No digo nada porque no creo que quiera que lo haga. Sus pezones son pequeños puntitos presionados contra mi pecho, pero me obligo a deslizar suavemente mis dedos por su brazo en vez de tocarlos.

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—Desnudó su alma ante mí. Me contó acerca de todas las cosas horribles que él y mi madre se hicieron el uno al otro y por qué. Su voz es suave pero no débil. En lo absoluto. Suena un poco nasal por todo el llanto, y está un poco ronca. —Me habló de cómo llegué a existir. Espero que no entrara en un montón de mierda de detalles porque eso sería simplemente asqueroso. —Fui un error. Pero lo que le dije podría haberlo sido. —¿Qué le dijiste? —le pregunto en voz baja. —Le dije que es su culpa que no pueda enamorarme de alguien. Me congelo. ¿Dónde me deja eso? —¿Por qué? —Estoy acostumbrada a estar sola. Si no cuento con nadie, nunca seré defraudada. Puedo ver eso. —Pero entonces tú sucediste. Tomo su pierna y la arrastro sobre mi cadera. Mi pene esta duro, y ella está justo ahí, pero no puedo hacer eso. —¿Y? —le pregunto. Paso mis dedos desde su rodilla hasta su cadera y la deslizo sobre su trasero desnudo. —Y creo que me enamoré de ti. No estoy cien por ciento segura, pero sé que me gustas mucho y quiero tenerte cerca. Y ahora que me estoy acostumbrando a ti, vas a romper mi corazón porque en cierto modo te necesito, Matt. En cierto modo necesito que me ames, también. La ruedo para que quede sobre su espalda y me acomodo entre sus muslos. Me equilibro a mí mismo en los codos junto a su cabeza, así puedo tocar el cabello mojado en su frente, moviéndolo suavemente a un lado. —Hecho —le digo. Sus ojos se alzan de golpe hacia los míos. —¿Hecho? —repite ella. Asiento y beso la punta de su nariz. —Quiero comer, dormir contigo y respirarte, mujer —le digo. Arrastro mi nariz hacia arriba y abajo de lado. Ella tiembla en mis brazos. La beso rápidamente, y frunce el ceño. —Necesitarme y quererme, no es igual que amarme —dice, mordiéndose el labio inferior. Sus cejas se arrugan, y beso el pliegue entre ellas, entonces lo aliso con mi pulgar. —¿Ya estás enamorada de mí? —le pregunto. —¿Ya estás enamorado de mí? —me pregunta ella. —Sí —le digo en voz baja—. Lo estoy. —Yo también —canturrea. Entonces se ríe, y puedo sentir su vientre retumbar debajo de mí. Realmente necesito bajar de ella o voy a estar dentro de ella. —Mi mamá está en rehabilitación —dice. Me muevo y la traigo de vuelta a mi pecho. —¿En serio? Dobla sus manos en mi pecho y apoya la barbilla en ellas. —En serio —dice. —¿Cómo te sientes sobre eso? —le pregunto. Paso mis dedos arriba y abajo de su espalda desnuda.

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—Ese es el detalle —dice—. Me siento esperanzada. —Suspira—. Apesta, ¿no? No importa lo que me hagan, todavía los quiero en mi vida. —Quieres lo que podría ser —le digo—. Eso es bastante normal. —Quiero ser el tipo de mamá que ella no fue. —Parpadea con sus bonitos ojos azules hacia mí. —Creo que ya estás teniendo éxito en eso. —Me quedo en silencio por un minuto—. Siempre decía lo mismo. Quería ser el padre que mi padre no fue. Él simplemente se fue. Y juré que sería mejor y lo haría mejor. —Me encojo de hombros mentalmente—. Ahora no puedo tener hijos, así que supongo que es un punto discutible. —No quiero adelantarme a los acontecimientos, ni nada —dice. Hace una mueca—. Pero si alguna vez llegamos al punto donde queramos hacer esto permanente... —Ya estoy allí. —Dejo escapar. Se ríe. —¿Crees que sea posible que quieras ser un padre para mis niños? ¿Cómo del tipo de papá en todos los sentidos? Ellos tienen papás, ya lo sabes, pero no son activos en sus vidas. Mi corazón se hincha en mi pecho, y tengo que parpadear duro. —Sí —le digo pasando el nudo en mi garganta—. Los adoptaría, si me lo permitieran, y sería del tipo de papá en todos los sentidos. —La hago rodar y me ubico entres sus muslos de nuevo. Pero solo quiero mirarla a la cara—. Y tú puedes ser un tipo de mamá en todos los sentidos, y podemos ser eufóricamente felices con los tres con lo que fuimos bendecidos. Ya los amo. Cepilla mi cabello hacia atrás de mi cara. —Lo haces, ¿verdad? —Creo que me enamoré de ellos al mismo tiempo que me enamoré de ti. El primer día. —Me río porque estoy desnudando mi alma aquí y se siente malditamente incómodo. Sky mece las caderas debajo de mí, y me deslizo a través de su humedad. —Hazme el amor, Matt —susurra. Pero entonces hay un estrépito, y el sonido de voces gritando en el pasillo. —Oh, mierda —dice ella, apresurándose a sentarse—. Seth debe haber ido a recoger a las niñas temprano. —Me quita la sábana, dejándome desnudo sobre mi espalda en la cama. Se detiene y mira mi pene—. Um... —dice. Apunta hacia mi virilidad, y juro que late como si estuviera montando un espectáculo para ella—. ¿Qué es eso? —Ese sería mi pene, y si no dejas de mirarlo, voy a cerrar con llave la puerta y lo usaré para hacerte cosas maravillosas. Ella se burla. —He visto un pene antes —dice—. Me refería a la perforación. —Eso es para que lo uses para llevarme alrededor —le digo. Me río. Se ríe y se tapa la boca. —Eso, como que, ¿no estorba? Niego y voy a ponerme los calzoncillos. —Te encantará. Lo prometo. Tiene poderes mágicos. Arquea su ceja. —¿Todo eso por un piercing? —Estaba hablando de que mi pene tiene poderes mágicos. —Se pone sus bragas, y suspira. Tan cerca de la Tierra Prometida—. Te lo mostraré un día cuando no tengamos niños alrededor.

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—Quieres decir como nunca —dice con una sonrisa. Me río también, y deslizo una mano por su cara. —Nunca digas nunca —murmuro. Me pongo los calzoncillos y los jeans, y luego la puerta se abre, y Mellie y Joey llegan justo mientras tiro de mi camisa sobre mi cabeza. Saltan sobre la cama, y mi momento con Sky ha terminado. ¿O solo ha comenzado? Demonios, no puedo decirlo.

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Capítulo 19

E

staciono mi auto en el estacionamiento del centro de rehabilitación y descanso mi frente contra el volante. No sé por qué estoy aquí. Excepto por el hecho de que papá me pidió que viniera. Podría haber dicho que no. Debería haber dicho que no. Pero no lo hice. Me acerco a la recepción y pregunto por la habitación de mamá, pero me guían al jardín. La enfermera me deja al otro lado de las puertas dobles y las cierra detrás de mí. Delante se encuentra un amplio patio de ladrillo con tumbonas. Están llenas de almohadones que se ven muy cómodos. Miro alrededor. No veo a mamá. Pero luego una mujer se levanta de una tumbona, y me observa atentamente. Es mi madre. Su rostro está totalmente despojado de maquillaje y su cabello cae sobre sus hombros. Esta apartado de su cara con un broche y no puedo recordar alguna vez verla parecer tan natural. Solo que no es nada natural para ella. Es completamente antinatural. —¿Mamá? —digo. Ella hace un gesto hacia la cercana mecedora. Se sienta y levanta sus piernas, doblando sus brazos alrededor de sus rodillas como si quisiera retraerse. No se inclina para darme esos besos en el aire que no significan nada. No sé cómo se supone que debo comportarme sin ellos. Me siento y agarro mis rodillas con fuerza. Apoya su cabeza contra el asiento y la ladea hacia mí. —Estoy contenta de que vinieras —dice en voz baja—. Sorprendida, pero contenta. —Sonríe. Inmediatamente estoy conmocionada porque no hay malicia o artificio. Y en lugar de mirar mi ropa, mi maquillaje o mi cabello, está mirando mi cara. Deliberadamente no me vestí elegante hoy porque quería darle bastante con lo que meterse, con la esperanza de que dejara a mis hijos en paz. —¿Por qué estás sorprendida? —pregunto. Se encoge de hombros. —Si yo fuera tú, no habría venido. —Me mira a los ojos, y mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho, y luego se congrega en mi garganta. Tengo que tragar duro para trasladarlo. Los pies de mi madre están descalzos, y veo pantuflas de peluche descansando debajo de ella en los adoquines. Tienen a Óscar el gruñón en ellas, y mi mente está conmocionada. —Lindas pantuflas —digo. Mamá sonríe. —Tu padre me trajo esas. —Resopla. Nunca he oído tal ruido venir de la perfecta nariz de mi madre—. Son un poco idóneas para la situación. —¿Estás bien? —pregunto.

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Baja sus pies, metiéndolos en esas locas pantuflas que normalmente no usaría voluntariamente, y pasa sus manos arriba y abajo por sus brazos. —Estoy mejor hoy. La primera semana fue un poco difícil. Un montón de vomitar mis tripas y pasar más tiempo aun deseando poder. Mi mamá acaba de decir la palabra vomitar. Entrecierra sus ojos hacia mí. —¿Qué piensas, Sky? Sacudo mi cabeza. —Nada. —Si pudiera verbalizarlo, aún no lo haría. Ha sido inestable mi vida entera, y solo porque ella no parece inestable no significa que no lo es. —Tu padre viene cada día —dice en voz baja. —Me dijo. —Me alegra que ustedes dos estén hablando —dice en voz baja. Me está mirando, en verdad mirándome, y eso me pone un poco inquieta. —¿Por qué querías verme? —pregunto. Lanzo un suspiro. Siento como que todo el aire me ha sido quitado. —Se supone que debo redimirme con todas las personas que he perjudicado —dice encogiéndose de hombros. Extiende su mano y toma un paquete de cigarrillos. Saca uno y lo enciende. Mi mandíbula cae abierta. No puedo evitarlo. —¿Cuándo empezaste a fumar? —pregunto. Sonríe y apoya su cabeza contra el asiento en esa forma relajada de nuevo. —No puedo tomar toda mi amargura, traición y odio, y mi alcohol y las drogas y dejarme sin nada —dice con una carcajada. Pero no hay alegría en el sonido—. Voy a abandonarlo. Solo tengo que superar esto. Asiento porque bien podría haberme criticado. —Tu padre me dijo que él iba a hablar contigo —dice. Suelta una larga bocanada de humo que parece durar por siempre—. Te habló de nuestra historia. Asiento. —Me dijo sobre el bebé y la madre de Kendra. No dice nada. Solo fuma, dejando el cigarrillo colgar de sus labios por un segundo con un ojo cerrado. —Dijo que le dijiste que se vaya al infierno, más o menos —dice ella. Sonríe. Es impertinente y tan hermoso. Una sonrisa tira de mis labios. —No lo dije con esas palabras. —Le dijiste que sus decisiones afectaron la forma en que ves la vida. Los hombres, en particular. ¿O él malinterpretó eso? —Él tenía razón. —Asiento. —Tu papá no fue el único en eso. Soy igual de culpable, o incluso más. —Se encoge de hombros, y una triste sonrisa se dibuja en sus labios—. Fui una madre terrible, muy profundamente sumida en mis propias adicciones y mis propios problemas para criarte. —No necesito disculpas. —Es una pena —dice de repente—. Vas a obtenerlas. —Se inclina y apaga su cigarrillo. Luego toca mi rodilla—. Siento no hacerlo mejor. Siempre dije que lo haría cuando pudiera, pero nunca llegué a ese punto. Lo siento. —Sus ojos se posan rápidamente alrededor, y luego en mí—. Me mantenía diciendo que mañana cambiaría. Pero mañana nunca llegó. —Parpadea para contener las

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lágrimas. Nunca he visto emoción en el rostro de mi mamá antes. Ella es usualmente una cáscara vacía. —¿Qué quieres que diga? Sacude su cabeza. —No hay algo correcto o incorrecto para decir. Puedes decirme cómo te sientes. Puedes decirme que me vaya al infierno. Haz lo que sea correcto para ti porque yo nunca lo hice. —Me señala con su dedo—. Tú eres responsable de tu felicidad y dueña de tu corazón. Solo tú. Otras personas contribuyen a tu felicidad, por supuesto, pero no puedes esperar a que alguien te haga feliz, Sky. Nadie va a hacer eso por ti. Se recuesta de nuevo y lleva sus piernas al pecho. —Ahora dime cómo te sientes —dice—. No te contengas. Tomo una respiración profunda, y abro la boca para decirle que nunca sería tan cruel. Pero lo que sale de mis labios es algo completamente distinto. —Siento como si ni siquiera tengo padres —digo—. Papá y tú nunca estuvieron alrededor, y cuando estabas, no estabas en realidad. Mis niñeras me llevaron a recitales de baile, y el personal de la casa me enseñó a conducir. Y cada vez que me acercaba lo suficiente para pensar que uno de ellos podría amarme, tú los despedías. Era cruel y un severo castigo. —Pongo una mano sobre mi pecho porque de repente duele—. Nunca le hice nada a ninguno de ustedes, excepto existir. Estaba en silencio cuando tenías dolor de cabeza, cuando estabas con tanta resaca que no podías levantarte de la cama. Era una perfecta estudiante. No fui una adolecente dramática. Hice todo solo para agradarte. Pero nunca lo reconociste. Me levanto y empiezo a caminar de un lado a otro. Espero que ella señale a la silla y me diga cómo de impropio de una dama es mi arrebato, pero no lo hace. Solo me mira. Y está realmente mirándome como si nunca me hubiera visto hacerlo antes. Está escuchando y tiene los ojos bien abiertos. ¿Puedo esperar que su corazón esté abierto, también? No debería. Pero una pequeña parte de mí todavía alberga ese sentimiento de esperanza. —Fui a la universidad y estudié derecho al igual que papá. Y fui a eventos sociales y me uní a comités al igual que tú. Asistí a eventos para recaudar fondos e hice un excepcional espectáculo de mí misma, solo para hacerte feliz. Y todo lo que pedía a cambio era a alguien que me amara. Pero fuiste incapaz de hacerlo. Enciende otro cigarrillo, y veo una lágrima deslizarse por su mejilla. No extiende su mano para quitarla y no lo oculta. —Mama, no sé qué más decirte. He sido tan amable contigo mi vida entera que no puedo incluso ser mala contigo ahora, no sin sentirme culpable. —Me vuelvo a sentar y cruzo mis piernas—. ¿Por qué viniste al funeral? —Mi pie comienza a moverse y casi espero que me diga que esté quieta. Pero no podría incluso si quisiera. —Quería ver a lo que me enfrentaba —dice en voz baja. Suelta una bocanada—. Cuando Kendra era pequeña, solía sentarme fuera de su apartamento y observarlo con ellas. Nunca supo que estaba allí, pero a él no le habría importado de todos modos. Lo mandé de regreso con ella porque era tan jodidamente miserable que no podía sentir amor, incluso cuando estaba delante de mi nariz. El viento vuela su cabello suelto, y mete un mechón detrás de su oreja. —Son inocentes, como tú lo eras. Merecen amor, y por esa razón, me alegra que te tengan a ti. Nadie es más capaz de amar que tú, Sky. Nunca dudes de eso. Amas y perdonas como nadie que haya conocido.

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—No te he perdonado —digo enfadada. Ríe. Me asusta, y agarro los brazos de la silla con tanta fuerza que mis nudillos se vuelven blancos. —Si me perdonaras inmediatamente después de una conversación, pensaría que eres débil e impaciente. Y tú no eres ninguna de esas cosas, Sky. Eres fuerte y valiente, y amas sin restricción. Desearía poder ser más como tú. — Se ríe entre dientes—. Estoy pensando en ser más como tú. Tengo algunas cosas de las que necesito ocuparme, pero me estoy acercando a ello. —¿Cómo te resulta estar sobria? —digo abruptamente. Sí, quiero hacerle daño, pero se lo merece. —Duro —dice ella. Da una calada a su cigarrillo y lo aplasta—. Realmente duro. Todo hiere. Cada recuerdo. Cada pensamiento en mi cabeza hiere porque todo está lleno de arrepentimientos. Tengo arrepentimientos, Sky. Me arrepiento de todo. Desearía poder cambiarlo, pero no puedo. Sé que no confías en mí, y honestamente, yo no confío en mí misma. Así que, si quieres salir de aquí y no mirar atrás, lo entiendo. Está sentada en silencio, mirando los apartados rincones del jardín. —Me gustaría conocer a tus hijos —dice. Empiezo a protestar. Ella levanta una mano. —No ahora. Cuando haya ganado el derecho. Me gustaría verlos y llegar a conocerlos. Es triste lo que pasó con su madre. Era una buena mujer. —¿Cómo lo sabes? —exclamo. —Me reuní con ella un par de veces. Nos juntábamos para almorzar. Una vez, me puse ebria con un Martini o diez en nuestro almuerzo, y me llevó a casa en su auto. No utilicé mi chofer porque no quería que le dijera a tu padre adónde iba. —¿Qué pasó? —susurro. —Fue buena y amable. Me llevó a casa y sostuvo mi cabeza sobre el inodoro. Luego me limpió. Me metió en la cama, y pidió disculpas por su madre arruinando mi matrimonio. —Se ríe entre dientes—. Pero lo que ella no sabía era que su madre no arruinó nada. Yo lo hice. Arruiné todo. Me rehusé a permitirme sentir amor. Y me rehusé a permitirlo porque no era digna. No puedo ni siquiera hablar. —Cuando me enteré de que se estaba muriendo, fui a verla. Me habló de los niños y sus temores. Ella lloró. Yo lloré. Me fui a casa y le dije a tu padre lo que pasó, y que debía pedirte ayuda. Que tenías más amor dentro de ti que nadie que jamás había conocido, y que esos niños serian afortunados de tenerte. Luego fui y me puse terriblemente ebria y casi me mato con pastillas para el dolor. Porque darte a esos chicos hizo que tuviera que renunciar a mi odio hacia ellos. No pude soportar eso. Tu padre me ayudó durante toda la noche. Luego lo hice otra vez después del funeral. Tu padre tuvo que llamar al 911. —¿Por qué nadie me dijo? —Mi pie comienza a moverse de nuevo. —¿Te hubiera importado? —Mira fijamente mi cara—. Podrías haber sufrido un momento de disgusto, pero lo habrías superado rápidamente. No merecía la pena más que un pensamiento pasajero de alguien, hice que sucediera de esa forma. —Se encoge de hombros. Recupero mi indignación. —Me habría importado. Resopla de nuevo.

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—Hubiera sido tu madre que murió. La mujer que te dio a luz y luego no hizo nada más por ti toda tu vida. Demonios, duele que piense eso. Pero tiene razón. —Tu papá dice que tienes un novio —dice y sonríe. Asiento. —Matthew —le digo. No merece los detalles. —El de los tatuajes —dice ella—. Es muy apuesto. —Es bueno y amable —corrijo. Luego sonrío, porque pensar en él produce eso en mí—. Y apuesto. —¿Lo amas? —pregunta. Asiento. —Tanto como sé sobre amar —digo—. Si tengo que decir sí o no, digo sí. Pero no estoy completamente segura de lo que eso significa. —Siento que te hiciéramos dudar de ti misma tanto. Mereces mucho más. —Pasa una mano bajo su nariz—. Éramos terribles ejemplos. —No confió en él con mi corazón —admito—. Estoy aterrorizada de amarlo. —¿Temes que se ponga en contra de ti? —pregunta—. ¿O que él se marche? —O que me ame hasta el fin de los tiempos —digo. Eso es igual de alarmante porque no sé qué hacer con ello. —Deberías venir a alguna reunión de Al-Anon1 —dice ella—. Son para las familias de adictos. —De acuerdo —digo. Sacude mi pierna. —Por ti —dice—. No es por mí. Enciende un nuevo cigarrillo. Levanto mi ceja. Ríe. —Nunca me he sentido tan expuesta. Es un nuevo y aterrador sentimiento. Así que, perdona mis vicios. Dejaré de fumar cuando consiga superar esto. —Está bien. —Entiendo. Creo. —No tengas miedo de permitir que él te ame, Sky —dice en voz baja—. Tenía miedo de permitir que tu padre me amara. No creí que me lo merecía después de las cosas que hice cuando bebía. Así que lo aparté. Deja a Matthew entrar. Permítele amarte. Toma todo y déjalo calarse en tus huesos. No lo dejes ir. Si él rompe tu corazón, por lo menos sabrás que todavía tienes uno. No mueras por dentro como yo. Permítete sentir amor. Deja que te rodee y te mantenga en tus pies cuando ya no puedas continuar. Permítete. Sentir. Amor. Las puertas del patio se abren, y una enfermera sale. —Es hora de integrarse al grupo —dice ella, haciendo un gesto a mi madre. Mi mamá se levanta y se vuelve hacia mí. Me abraza con fuerza, sosteniéndome cerca. No la recuerdo alguna vez haciendo eso antes, y me pongo rígida en sus brazos. —Permítete. Sentir. Amor —susurra en mi oído. Se va, y me echo hacia atrás en mi silla. Mis piernas no me sostendrían, y no puedo irme todavía. Estoy temblando demasiado. Es como si todo lo que nunca quise ahora me es dado sin haber sido solicitado y no sé qué hacer con ello. Cuando por fin puedo, me levanto y voy al único lugar donde sé que puedo encontrar paz. Voy con Matt. 1

Al-Anon: Alcohólicos anónimos.

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Capítulo 20

P

aul está de un humor de mierda. No sé qué pasa con él, pero ha estado particularmente irritante el día de hoy. Friday está también un poco apagada, no sé lo que le pasa a ella más de lo que sé lo que le pasa a Paul. Paul golpea su pistola de tatuar contra una mesa cercana, con tanta fuerza que incluso Logan levanta la vista. —¿Qué carajo? —Señala Logan. Me encojo de hombros. Logan está trabajando en algunos diseños particularmente complicados para los catálogos que hemos clavado en las paredes. Cuando no está en la escuela, en Madison Avenue, o haciendo tatuajes, se ocupa de hacer diseños para que la gente pueda elegir. Algunas personas llegan sin ninguna idea de lo que quieren y miran a través de los catálogos hasta que encuentran algo. Otras personas vienen con diseños en sus cabezas y entonces tenemos que traerlos a la vida. Me alegro que Friday también pueda dibujar. Es casi tan buena como Logan. He visto un poco de su arte y es impresionante. —Amigo, ¿estás tratando de reventarlo o de arreglarlo? —pregunta Pete, su ceja se eleva mientras mira fijamente a Paul. Todos tenemos nuestro propio equipo, así que no me importa demasiado si Paul rompe el suyo en una rabieta. Pero prefiero evitarlo si podemos resolverla hablando. —La maldita cosa no está funcionando bien —murmura Paul. Logan se acerca a él y le tiende la mano. Paul lo mira y posa sobre sus manos la pistola de tatuar. Logan le hace algo realmente rápido y se la devuelve. Él no sonríe o se regodea. Solo vuelve a la mesa con luz, una mesa especial que utiliza para trazar y continúa su dibujo. —Te odio —murmura Paul a su espalda. Sonrío. No puedo evitarlo. —¿Qué? —pregunta Logan, mirando de a mí a la espalda de Paul. —Dijo que gracias —le digo. —Estoy seguro de que lo hizo. —Mira de nuevo hacia Paul—. ¿Qué diablos se te metió por el culo? —pregunta. El resto de nosotros se queda callado. Nadie, por lo general, se mete con Paul cuando está en una rabieta. Merodeamos y nos mantenemos al margen hasta que se le pase. —Está enojado porque hizo algo estúpido anoche. —Deja escapar Friday. No lo mira. Solo habla de él. Tiene las bolas más grandes que cualquiera de nosotros, debo decir—. Luego quiso retirarlo, pero fue demasiado tarde. Así que ahora se siente culpable. —Deja escapar un suspiro y empieza a empacar su mochila. Mete sus libros en el bolso uno por uno, usando mucha más fuerza de la necesaria.

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—¿A dónde vas? —gruñe Paul. Nubes de tormenta se gestan en sus ojos. —No lo sé —le regresa—. Tal vez tengo una cita. Tal vez quiero tener sexo. Tal vez solo quiero tener un orgasmo intenso y que no tengas que sentirte culpable por ello diez minutos más tarde. —Oh mierda —dice Pete en voz baja. Le disparo una mirada y se cubre la boca. —Espera un minuto y te acompaño a casa —dice Paul, mientras aleja sus cosas. —No, gracias —reniega Friday. Levanta su brazo y se despide de nosotros con la mano detrás de su cabeza, moviendo los dedos—. Buenas tardes a todos. —Vas a estar de vuelta mañana, ¿verdad? —grita Paul. Luce un poco inestable, incluso más que hace un minuto. Ella no dice nada. Solo cierra la puerta con tanta fuerza que mis pies se sacuden. Mierda. Eso fue incómodo. Paul se hunde pesadamente en una silla y deja caer la cabeza entre sus manos, con los codos apoyados en las rodillas. Levanta la vista y luce tan cansado. Quiero ir hasta él y hacerle sentir mejor, pero me temo que no puedo. —Deberías ir tras ella —dice Logan. Paul levanta la mirada. —Eso es lo último que necesita —dice en voz baja. Niega con la cabeza—. No importa. —Se pone de pie—. Vuelvan a trabajar —nos dice a todos. Pete abre la boca para darle un mal rato, pero toso en mi puño y me mira y levanta las manos. La mirada de Pete sigue a Friday, como si quisiera ir a asegurarse de que está bien. Lo veo sacar su teléfono del bolsillo y escribir un mensaje de texto muy rápido. Es probable que esté pidiéndole a Reagan que revise como está. Él me mira y asiente. Ella se va a asegurar de que Friday esté bien. Hay ésta loca tensión entre Friday y Paul que nadie entiende, ni siquiera ellos. Él puede ser un promiscuo, sobre todo ahora que Kelly está viendo a alguien. Duerme con casi todo el mundo, pero desde hace un par de semanas más o menos, no ha sido tan coqueto con las chicas en la tienda, e incluso no ha tenido muchas citas. La campanilla de la puerta tintinea y levanto la vista. Mi corazón tartamudea cuando la mujer de mis sueños camina a través de la puerta. Sky está perfilada por el sol mientras se pone de frente a la ventana y nunca en mi vida he visto algo más hermoso. Pasa de un pie a otro y cruza sus brazos debajo de sus pechos. —Hola —dice en voz baja. Esta vistiendo jeans y una sudadera, y se ve tan condenadamente bonita que no puedo evitar querer tocarla. Camino por la habitación y la tomo contra mí. Sus brazos se mantienen rígidamente a los costados, así que los levanto y los coloco alrededor de mi cuello. —Estoy tan contento de que estés aquí —le digo, y digo en serio cada palabra. Honestamente, acaba de hacer que mi estómago se vuelque. Inclino mi cabeza y la beso rápido, pero sus labios siguen a los míos cuando empiezo a separarme. Su boca es suave, cálida y húmeda, el beso se dispara directamente a mi centro. Mis hermanos empiezan su chillido y finalmente tengo que apartar mi cabeza. Les muestro el dedo del medio y ella da pasos atrás alejándose, con las mejillas sonrosadas y todas bonitas. Saluda a mis hermanos con la mano. Es un

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movimiento seco, rápido y luego entierra su cara en mi camisa. Es tan jodidamente hermosa que me roba el aliento, y su rubor es absolutamente adorable. Sky agarra mi camisa en sus puños y clava su mirada en la mía. —¿Ya almorzaste? —pregunta. Acabo de comer, pero no dejaría pasar la oportunidad de sentarme a su lado durante una hora por nada. Niego. —¿Quieres salir? Se muerde el labio inferior entre los dientes. —¿Quieres ir a mi casa? Evita mi mirada y mi corazón hace ese giro extraño de nuevo. —¿Para almorzar? Asiente, pero sus mejillas se tornan aún más rojas y no tengo ni idea de lo que está pensando. Espero que esté pensando en lo que yo estoy pensando, lo cual evoca a ella desnuda y a mí metiéndome en su interior. —¿Qué hay de comer? —pregunto encogiéndome de hombros dentro de mi abrigo. Me pregunto cuál es su plan, o si necesitamos parar a recoger sándwiches o algo. Sonríe. —Yo —dice en voz baja. Entonces su mueca se convierte en una sonrisa y empieza a salir por la puerta delantera. La sigo como un perrito a sus talones, porque no puedo hacer nada más.

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Capítulo 21

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att se tropieza con su propio pie mientras salimos a la calle, y tengo que taparme la boca para no reírme ruidosamente. Es tan malditamente adorable que cualquiera que no se enamore de él sería una idiota. Y no soy idiota. Al menos no hoy. Hoy, soy la novia de Matt. No soy la hija de una madre alcohólica y drogadicta y un padre infiel. Ya he terminado con eso por hoy. Solo soy la novia de Matt. Y Matt acaba de tropezar con su propio pie para acercarse a mí. —Oh, piensas que es gracioso, ¿verdad? —pregunta. Me atrae a sus brazos y acaricia mi cuello. Luego alza mi barbilla y me mira—. ¿Por qué no estás en el trabajo? —pregunta mientras enrosca sus dedos con los míos. El calor de su palma se filtra en mi piel y me calienta a diferencia de cualquier otro contacto que he tenido jamás. Me mira a los ojos—. ¿Todo bien? Ruedo mi cuello de lado a lado. No me di cuenta de lo mucho que mis hombros dolían hasta que vi a Matt. Me gustaría ser una de esas personas que podrían hacer sonar su cuello; siempre parece que ayuda mucho. Las manos de Matt llegan hasta masajear mis hombros desde el frente. —Estás tan tensa —dice, con las cejas frunciéndose—. ¿Qué pasa? —Solo me ha conocido por un par de semanas, y ya puede sentir mis estados de ánimo. No estoy cien por ciento segura de que me gusta. —Fui a ver a mi mamá hoy —admito. Sus ojos se estrechan a medida que camina alrededor de mi auto y abre la puerta para mí. Me deslizo dentro y corre alrededor de la parte delantera del auto para entrar en el asiento del pasajero. —¿Cómo te fue? —pregunta después de que se abrocha el cinturón. Enciende la radio y le baja el volumen porque lo dejé un poco alto cuando estacioné. Suspiro. —Mejor de lo que esperaba. Pero ahora no sé qué hacer con todo esto, ¿sabes? Asiente. Pero las palabras que salen de su boca son: —No, no en realidad. —Espera un minuto y luego dice—: Quiero decir, mi familia tiene su cuota de problemas. Pero nadie me ha abandonado y luego tuve que ir a visitarlos en rehabilitación, no. —Ella no me abandonó. —Empiezo. —Ambos lo hicieron, Sky —dice en voz baja—. Tan cierto como nuestro padre lo hizo, tus padres lo hicieron. El hecho de que tienen un montón de dinero y le pagan a la gente para hacer lo que deberían haber estado haciendo todo este tiempo no los hace mejor.

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—¿Podemos hablar de otra cosa? —pregunto. Mi cabeza comienza a doler, y estiro mi cuello de nuevo. Matt se acerca y comienza a masajear mi hombro. —Me encargaré de eso por ti cuando lleguemos al apartamento —dice en voz baja. —¿Qué? —pregunto, girando la cabeza para mirarlo. —Ese dolor de cabeza —dice. ¿Cómo sabe que tengo un dolor de cabeza? —No es nada —le digo. Nos detenemos en mi apartamento y estaciona al lado de la calle. Matt toma mi mano mientras caminamos dentro. Cuando las puertas del ascensor se cierran, me tira contra su frente, y puedo sentir su longitud presionarse contra mi parte baja. Cielos. Está listo para lo que estamos a punto de hacer. Caminamos a través de la puerta, y tiro las llaves sobre la mesa de la cocina. —¿Por qué me has traído aquí? —pregunta. Sus palabras hacen eco alrededor de la habitación como un rayo, me golpean más duro de lo que probablemente pretendió. —Yo... —No puedo verbalizar. No lo puedo decir. —¿Tú qué? —pregunta. Camina lentamente hacia mí y acuna el lado de mi cuello con su mano. Es suave y tierno, y sin embargo, puedo sentir lo mucho que me desea. Incluso podría ser capaz de sentir lo mucho que me ama, a pesar de que no estoy segura de que lo hace todavía. ¿Es real? No sé lo suficiente sobre él para estar segura—. ¿Por qué me has traído aquí? Meto mi cabeza y presiono mi frente contra su pecho. Aspiro su olor y lo sostengo en mi interior. No quiero exhalar y dejarlo ir. Es varonil y limpio, y todo es Matt. —Me siento emocionalmente asaltada, Matt —le digo en voz baja—. Y cuando todo había terminado, necesitaba a alguien que pudiera hacerme sentir segura. —Levanto la vista hacia él, y sus ojos azules ni siquiera parpadean— . Necesitaba a alguien que se preocupara por mí. Matt me rodea con sus brazos, un brazo debajo de mis rodillas y la otra detrás de mi espalda. Chillo por la sorpresa. Se ríe y me lleva a mi dormitorio. Patea la puerta detrás de nosotros. —¿Cuánto tiempo tenemos antes de tener que recoger a las niñas? — pregunta. Se sienta en el lado de mi cama y se quita sus botas. Se está moviendo rápidamente, y sonríe. Salgo de mis zapatillas y saco mi camisa sobre mi cabeza. —Horas —digo. Me desabrocho mis jeans y empujo hacia abajo, saliendo y pateándolos a un lado. Matt se lame los labios. Tira de mi brazo cuando llego a mi espalda a desabrocharme el sujetador. —Reduce la velocidad un poco —dice—. No voy a apresurarme la primera vez que tengo la oportunidad de amarte. Mi corazón se salta un latido. —Está bien —le digo en voz baja. Me siento en el borde de la cama y cruzo los brazos sobre mi pecho. Me siento un poco auto-consciente, sobre todo porque no estoy usando ropa interior sexy. Estoy usando ropa interior de todos los días y mi viejo sujetador cómodo. Matt alza ligeramente mi barbilla con un dedo torcido, y lo miro. —Deja de pensar —dice. Se levanta y se desabrocha el cinturón, y luego tira de la correa desde la hebilla. Desliza sus jeans hacia abajo, sobre sus caderas, y

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no puedo alejar mis ojos cuando veo sus bóxer abultados por su... Dios, es enorme—. Deja de pensar en eso, también —dice en una carcajada—. Acuéstate sobre tu estómago —dice. Entra al baño y vuelve con una botella de loción. Me arrastro sobre la cama y pongo mi cabeza en mi almohada, mis brazos cruzados debajo de ella. Lo observo mientras camina lentamente hacia mí—. Dios, eres tan hermosa —dice en voz baja. Se sienta a mi lado y vierte un poco de loción en sus manos, y luego las frota enérgicamente para que se calienten. —¿Qué estás haciendo? —pregunto. —Cuidando de ti —dice. Su cadera toca la mía, y luego sus cálida y resbaladizas manos aterrizan en mis hombros desnudos. Aplica presión con los dedos resbaladizos, y se siente tan condenadamente bien que un gemido sale de mi garganta—. ¿Está bien? —pregunta. Gimo de nuevo y asiento, hundiendo mi cara en la almohada. —Por favor, no te detengas —digo. Se ríe. —No lo haré. —Levanta sus manos por un momento, para poder subirse a horcajadas sobre mi trasero. No pone nada de su peso sobre mí, pero su pesada y dura erección se puede sentir en la parte superior de mi espalda baja— . ¿Puedo desabrochar esto? —pregunta en voz baja, su voz repentinamente áspera y desgastada cuando tira suavemente mi sujetador. —Sí —rechino en mi almohada. —¿Qué? —pregunta con una risa. Vuelvo la cara y digo en voz baja. —Sí, por favor. —Entonces entierro mi cara en la almohada para que no vea lo sonrojada que está mi piel. Desabrocha mi sujetador y lo saca de su camino, y luego sus pulgares empiezan a hacer cosas milagrosas arriba y abajo de mi espina dorsal. Me hundo en el colchón después de unos minutos, volviéndome gelatina mientras ataca mis músculos uno por uno, moviéndose desde el cuello hasta el hombro a mi espalda y hasta mi trasero. Se detiene cuando alcanza el elástico de mis bragas. —No te detengas —susurro. —Dime lo que pasó con tu madre —dice cuando me tiene saciada y feliz. —No quiero —murmuro. Levanta las manos de mi cuerpo. —Voy a parar ahora, entonces —dice. Entonces espera. Lanzo un suspiro. —Por favor, no te detengas —le ruego. Nunca he tenido a alguien que me cuide con tanto cariño. Nunca he tenido a alguien a quien no se le pagara para darme un masaje. Nunca he sentido tanto... ¿afecto? Ni siquiera sé lo que es, pero sí sé que es extraño. —Háblame, Sky —dice. Se levanta a sí mismo, y de inmediato me giro para ver a dónde va, pero solo se mueve más abajo en mis piernas. Suspiro con satisfacción cuando empieza a frotar la parte trasera de mis muslos. Hablo. Le cuento todo lo que pasó con mi madre mientras él trabaja su magia en mi cuerpo. Gruñe cuando es apropiado para la historia, y sus manos se ponen duras cuando se enfada, pero luego es suave. Me escucha. Y me cuida, hasta el final de mis dedos de los pies. —Sabía que se habían conocido —admite Matt—. No sabía que era un secreto —dice cuando le hablo de Kendra y mi madre almorzando—. A ella le gustaba tu madre, y realmente lamentó la situación en que se encontraba.

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Los dedos de Matt se enganchan en los extremos de mi ropa interior, y les da un suave tirón. Se detiene. —¿Esto está bien? —pregunta mientras saca mis bragas por debajo de mis nalgas. Toma una respiración rápida, y mi corazón salta. —Sí —le susurro, sonriendo en mi almohada. Levanto mis caderas, y tira de ellas hasta el final por mis piernas. Sé que puede ver mi culo, y de repente sus manos están ahí—. Dios. Se aleja. —¿Demasiado? —pregunta. —No es suficiente —le digo. Inhala ruidosamente, y sus manos se asientan en mis nalgas de nuevo. Aprieta y frota, y deja escapar un gemido que se parece tanto al que está atorado en mi garganta. Mis músculos se sienten como de goma, como si no pudiera ponerme de pie si quisiera. —Date vuelta —dice en voz baja. Él acaricia mi trasero—. Espera —dice cuando me atrevo. Desliza sus dedos hasta mis muslos internos y los frota por mi carne—. Gracias a Dios —dice. —¿Qué? —pregunto. Lo miro desde encima de mi hombro. —Estás mojada. Tenía la esperanza de que no fuera solo yo —dice—. Me tienes tan excitado que no sé qué hacer a continuación. —Abre mis labios inferiores con los dedos y desliza un dedo dentro de mí. Empujo contra él. —Puedes seguir haciendo eso —le sugiero. Suspiro mientras empuja hacia adelante, añadiendo otro dedo. Me levanto a su encuentro. Se ríe. —No puedo llegar a cualquier cosa así —dice. Tira de mí y golpea mi trasero con la mano mojada—. Date la vuelta. Tiro de las sábanas para cubrir mi centro y me doy la vuelta. Matt se acerca a besarme. Dios, toma todo como siempre quise. Tira juguetonamente mi sábana. —Esto tiene que irse —dice con una carcajada. Me aferro a ella. —Voy a estar desnuda —le susurro. —Eso es a lo que voy —susurra de vuelta juguetonamente. Tira la sábana de nuevo, y la suelto. Tomo la almohada y la pongo sobre mi cara. Me da vergüenza, pero no quiero que se detenga. Lo apuñalaría si se detuviera en estos momentos. Mi clítoris está zumbando tan fuerte que lo siento en todo mi cuerpo. Silba como un trabajador portuario cuando mi cuerpo está desnudo. Sus manos se deslizan hacia arriba y hacia abajo a mis lados, suaves y blandas, pero con una intensidad como nunca he conocido. Es casi como si estuviera memorizando las líneas de mi cuerpo. Levanta las manos hacia atrás y dice. —Lo siento mucho. Creo que se me cayó un poco de baba sobre ti. Me rio y levanto la almohada para mirarlo. Pero sus ojos están en mis pechos. Los acopa en sus manos grandes y tatuadas y les da volumen. —Dios, son tan perfectas —dice. Luego toma mi pezón en su boca. No es una mano suave. Es una atracción que llega a mi centro mismo. Chupa mi pezón, rodando contra el techo de su boca mientras juega con el otro pecho con sus dedos. Me pongo la almohada encima de mi cara, porque si sigo mirando mientras me mira a los ojos y me toca, voy a explotar. —Matt, por favor —le ruego.

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Levanta la almohada de mis ojos y la lanza fuera de la cama. Sus ojos son de un azul profundo, sus pupilas amplias e intensas mientras besa un camino hasta mi estómago. —Te dije que me encargaría de ti —dice—. Paciencia. Su aliento me hace cosquillas en el ombligo justo antes de que su lengua se sumerja en el interior. Matt empuja mis piernas y se instala entre mis muslos, exhala sobre la pequeña franja de vellos en el vértice de mis muslos. —Me gusta esto —dice mientras los cepilla con el pulgar. Arqueo mis caderas hacia sus dedos presionando. —Matt —ruego. Voy a ser un lio suplicante y tembloroso si no sigue adelante con ello—. Por favor. —Oh mierda. Ya lo soy. Sus pulgares separan mis pliegues, y desliza dos dedos dentro de mí. Levanto la cabeza para mirarlo mientras lame a través de mi clítoris. Pero no es suficiente. Me retuerzo, y me recompensa empujando sus dedos más profundo. Mueve sus dedos y presiona hacia abajo con su mano justo por encima de mi pubis, y sus labios se posan sobre mi palpitante clítoris. —Oh mi Dios. —Respiro. Levanta la cabeza lo suficiente como para decir: —No. Solo Matt. Enredo mis dedos en su cabello y empujo su cabeza hacia atrás a donde yo quiero. Se mueve de nuevo y lame mi clítoris al mismo tiempo que empuja con sus dedos torcidos. Agarro las sábanas en mis manos, apretando con fuerza, ya que Matt está a punto de romperme. Puedo sentir la acumulación. Me contraigo, clamo y arqueo mis caderas a su encuentro. Luego comienza a tararear contra mi carne tierna. Me quiebro. Me rompo. Me caigo en pedazos. Me vengo. Y Matt me empuja todo el camino a través de él. Me lleva a la cima del acantilado, y entonces me lanza sobre él. Pero está allí para agarrarme cuando me caigo. Sus dedos salen de mí mientras que su succión suave sobre mi clítoris se convierte en unas sólidas y seguras lamidas. Engatusa cada temblor de mí, cada estremecimiento, cada sacudida, y cuando no puedo más, empujo su cabeza hacia atrás. Estira su mano hacia atrás y tira de la banda de goma de su cola de caballo. Juego con su cabello, pero no parece importarle. Se limpia la cara en la sábana y luego se acerca a besarme. Me puedo oler en su aliento, pero es hermoso. Su cabello cuelga como un velo que nos rodea, pero ni siquiera puedo levantar los brazos para empujar de nuevo. —¿Estás bien? —pregunta. Gimo porque las palabras ni siquiera salen de mi garganta. Están atrapadas en algún lugar entre mi cerebro y saciado cuerpo inerte. —Tomaré eso como un sí —dice, y se deja caer, aterrizando al lado de mi cuerpo desnudo. No puedo ni siquiera volver la cabeza para mirarlo. Me besa la mejilla y me da la vuelta para que mi trasero esté acunado en su regazo— . Duerme —dice. Su brazo está debajo de mi cabeza, y el otro brazo se envuelve alrededor de mi cintura. Quiero cuidar de él, también, pero no me puedo mover. —No puedo dormir —murmuro—. Tengo que recoger a las niñas. Presiona un beso contra mi cabello.

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—Te despertaré a tiempo —dice en voz baja—. Duerme. —¿Estás seguro? —murmuro. No es como si me pudiera mover si quisiera. —Déjame abrazarte —dice. Sacude el cabello suelto entre nosotros y tira de la manta sobre nuestros cuerpos. —Mmm —murmuro. Pero la oscuridad ya está desplazando los rincones de mi visión. —Te amo —dice en voz baja, justo cuando dejo que el sueño me alcance. Dejo que Matt me alcance. Dejo que la paz me alcance por primera vez en la historia.

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Capítulo 22

M

e despierto con la sensación de un cuerpo caliente y femenino envuelto sobre el mío. Bajo la mirada y veo una cabeza rubia, mientras se inclina a besar mi pecho. Me agacho, recogiendo su cabello mientras digo: —¿Sky? —Y trato de parpadear el sueño de mis ojos. Se queda rígida y levanta la mirada hacia mí, sus cejas juntándose. —¿Quién más sería? —pregunta. Está cabalgándome, y se mueve como si fuera a bajarse de mis caderas, pero engancho mis manos bajo sus brazos y la levanto más alto para que pueda darle un beso. Ella se resiste—. ¿Quién más sería? —pregunta de nuevo. Ella es seria. Mierda. Eché a perder eso. —Nadie —digo. Froto una mano por mi cara—. Estaba dormido y tú estabas de alguna forma besando mi pecho y sentada en mi pene al mismo tiempo, me desperté y me pareció muy extraño. Eso es todo. —¿Tú sabías quién era, no? Ni siquiera tengo que pensar mi respuesta. —Por supuesto. —Lo hice. En serio, lo hice—. Solo estaba confirmando que afortunado hijo de puta soy consiguiendo que me mires mientras besas mi pecho y te sientas en mi pene. Resopla y entierra su rostro en mi pecho, poniendo todo su peso sobre mí. —No estoy sentada por completo en tu pene —dice en voz baja. Me muevo contra su centro, el cual está resbaladizo y mojado contra mí. —Lo sé. ¿Puedes solucionar eso, por favor? —digo. Hago como que estoy tratando de ajustar sus caderas, pero sé que necesito conseguir un condón primero. Podría haber estado dormido, pero no soy estúpido. Se levanta un poco y apunta hacia abajo, a mi pene. —Estoy un poco intimidada por eso —susurra juguetonamente. Me rio. —¿Por qué? Prometo que no te hará daño. Me aseguraré de que se comporte. —La abrazo a mí. Mi corazón está casi lleno a reventar, y no puedo pensar en nada que preferiría hacer. Bueno como que me gustaría follarla, también, pero tengo prioridades, incluso en estos momentos. —No estaba hablando acerca de tus... partes. —Su cara se pone toda de color rosa. Una risa estalla de mi garganta. —¿Partes? Hablas de mí como si fuera una lavadora. —Las lavadoras no están perforadas, Matt —dice. —Oh —digo en voz baja—. Te refieres a eso. —Paso mis dedos a través de su cabello como un peine—. No morderá. Lo prometo.

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—Estaba de algún modo mirando mientras dormías —admite. —Mirando mi cara, estoy seguro —bromeo—. ¿Estaba babeando? —No. —Sacude su cabeza—. Ahí abajo. Esto me miró primero —dice. —Le hablé de esa mierda —me quejo—. Los penes nunca escuchan. Pregúntale a cualquier hombre. Te dirá lo mismo. Se ríe contra mi pecho. —¿Siempre te despiertas tan listo? Levanto la cabeza y la miro. —Por lo general, sí —admito—. Es una cosa de hombres. —Y yo que pensaba que era solo por mí. —Bueno, nadie más lo está consiguiendo —digo—. Por lo tanto, eso se aplicaría. —Aprieto su trasero desnudo en mi mano, y grita. —Al parecer, tengo mucho que aprender acerca de los hombres —dice. —Gracias a Dios estoy dispuesto a enseñarte —gruño mientras engancho un brazo alrededor de su cintura y la volteo así estoy por encima de ella. Miro su cara, y mi corazón da un vuelco. Quiero estar dentro de ella tanto que puedo probarlo, pero tengo miedo de apresurarlo. Sé lo que es tener sexo sin sentido, y me temo que también ella. Esto no es sin sentido. Por lo menos no para mí. Esto es mucho más, y quiero disfrutar cada segundo. También quiero estar seguro de que está sintiendo tanta fuerza por mí, como estoy sintiendo por ella. Si hay alguien que podría romper mi maldito corazón, es ella. Es todo lo que siempre quise. —Estás segura de que estás enamorada de mí, ¿verdad? —pregunto mientras agacho mi cabeza para besarla. Murmura contra mis labios. —Tan segura como puedo estar. Levanto la cabeza. —¿Qué significa eso? —Acomodo mis codos a cada lado de su cabeza y uso mis pulgares para cepillar su cabello de la frente, barriendo a través del delicado arco de su ceja. —Todavía estoy aprendiendo de qué se trata todo esto —dice—. No lo entiendo completamente, y no estaba buscándolo. No sé cómo analizarlo. —No sé cómo tomar eso —admito. —Yo solo... sé que no me he sentido de esta forma por nadie, especialmente no así de rápido. Y estoy asustada, Matt. Estoy aterrorizada. Pero me gusta esto. Me gustan estos sentimientos, tanto como me disgustan. — Muerde su labio inferior entre sus dientes—. ¿Puedo decirte algo? —Puedes decirme cualquier cosa. Me deslizo hacia abajo para así poder tocar con mis labios su cuello. Está ahí y es tan bonito y suave contra mis labios. Ella huele a cítricos y jabón, y me encanta cada centímetro suyo. Estoy fascinado con las partes húmedas, y ruedo mis caderas para que pueda deslizarme contra su calor. Jadea y arquea sus caderas para encontrarme. —Eres lo único que necesitaba hoy después de que dejé a mi mamá. Eres el que me hace sentir segura. Creo que puedo decirte cualquier cosa y no me juzgarás. Dejaste todo en Reed’s solo para venir conmigo, me escuchaste, y luego te hiciste cargo de mí hasta que me quedé dormida sobre ti. —Hace una mueca—. Lo siento por eso. Me río contra su piel. —¿Estás bromeando? Me gustó eso tanto como tú lo hiciste.

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—Pero tú ni siquiera... —Se sonroja, y es tan bonita que hace que mi abdomen salte. —Puedo venirme en cualquier momento. Hacerte venir a ti —digo—, eso fue un sueño hecho realidad. Acuno su pecho en mi mano y lo suelto suavemente. Es apenas del tamaño de un puño, pero es mío y ya estoy enamorado de este. De hecho, planeo pasar mucho más tiempo con ello. Junto con otras partes deslizantes de ella. Tomo su pezón en mi boca y lo fricciono con la parte plana de mi lengua. Se retuerce debajo de mí, y si se mueve un centímetro más, voy a estar dentro de ella. —Matt —dice con voz temblorosa. Sus piernas se levantan para envolverse alrededor de mis caderas, y clavo mi pene en su hendidura. Sé que es arriesgado, pero quiero golpear la cabeza de mi pene contra su clítoris y ver si va a ponerse aún más húmeda por mí. Sus ojos caen cerrados, y su cabeza se voltea a un lado. Un escalofrío estremece su espalda, y ruedo mis caderas. —Creo que te gusta esa perforación de la que estabas tan asustada hace un minuto —le digo en voz baja junto a su oído. Sus ojos se abren. —¿Eso es lo que es? —susurra. —Bueno, me tomo todo el crédito si realmente te gusta —susurro, y me arrastro a través de su calor de nuevo. Tiembla en mis brazos. —Matt, por favor —dice. —¿Condón? —pregunto. Apunta a su mesita de noche, y lo alcanzo. Realmente no quiero dejarla porque se siente tan jodidamente bueno que apenas puedo soportarlo. —¿Necesitamos uno? —pregunta. Me incorporo sobre mis rodillas para poder desenrollarlo, y ella yace ahí, a la luz del día, toda expuesta y rosada y tan jodidamente perfecta. —Se necesitaría un milagro para que te deje embarazada —digo. Pero lo necesito, porque si no hay barrera entre ella y yo, me voy a venir al segundo en que me meta en su interior. Así que lo desenrollo sobre mi eje y espero poder durar el tiempo suficiente para ella. Se ríe. —Porque quiero todos los niños en el mundo entero. Todos y cada uno. Mis tres, definitivamente, no son suficientes. Mi corazón se detiene. Me quedo a su lado en lugar de encima de ella. Rueda hacia mí. —¿Qué pasa? —pregunta. —No bromees con eso —digo—. Si quieres más hijos, harías mejor en decírmelo ahora porque no puedo darte ninguno. —Mi corazón está latiendo como si acabara de correr casi dos kilómetros, y me temo que va a hacerse añicos como el florero de cristal que rompí cuando tenía seis años. Había fragmentos de este por todas partes. Me preocupo por su bienestar si eso sucede. Ella conseguirá herirse. Oh mierda. Lanzo mi brazo sobre mis ojos. Sky se sube encima de mí, algo así como lo que hizo antes, sus muslos agarrando mis caderas, sus manos en mi pecho. Besa a través del vello esparcido en mi pecho. —Siento haberlo arruinado —dice en voz baja. Pone su cara en mi pecho y descansa el peso de su ligero y pequeño cuerpo en mí plenamente. Es cálida y suave y... ¿mojada? Bajo la mirada y la veo limpiando una lágrima de su ojo. Mierda. Lo jodí todo. —No era mi intención hacerte llorar —digo en voz baja.

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—No estoy llorando por mí, tonto —dice. Aleja mis manos cuando trato de limpiar sus lágrimas. —¿Entonces por qué diablos estás llorando? —pregunto. —Estaba llorando por ti —susurra. Mierda. Puede deshacerme tan fácilmente. —¿Porque no puedo tener hijos? Resopla. —Porque quieres niños. —Sonríe—. Sucede que tengo tres, Matt. Puedo compartirlos contigo, si me lo permites. Bueno, había planeado hacer eso de todos modos. Se menea encima de mí, y está tan húmeda y caliente que no puede dejar de frotarme en ella. —¿Alguna vez me vas a mostrar lo que esa perforación puede hacer? Dijiste que es mágica, ¿correcto? Tomo sus caderas en mis manos y la pongo justo donde la quiero. —Incorpórate un poco para que pueda llegar a la cosa —le digo. —¿Llamaste a mi partes femeninas, cosa? —pregunta. Pero ya no está llorando más. Se está riendo. Estiro la mano entre nosotros y levanto mi pene, apuntando hacia su centro. Está húmeda contra las puntas de mis dedos cuando la pruebo para ver si está lista para mí. Está lista. Empujo dentro de ella y se pone rígida, sus respiraciones se detienen. —¿Estás bien? —pregunto. Sus ojos se cierran, y pone su peso en sus palmas, las que coloca planas en mi pecho. Extiende sus piernas un poco más amplias y se desliza a lo largo de mí tan, tan, tan lentamente. —Un poquito más —le indico. Mi respiración está agitada, y apenas puedo hablar. —¿Hay más? —dice entre dientes. Miro entre nosotros. —Sí. —Me río. Rebota con bastante delicadeza, y levanto mis caderas al mismo tiempo. Desaparezco dentro de ella, y todo lo que puedo ver es donde su piel desnuda se encuentra con la mía. —Dios, espero que eso sea todo —dice. Pero está sonriendo. Es toda suave, sedosa, caliente y tan malditamente mía. —No te muevas. —¿Por qué no? —pregunta. Luego inclina sus caderas y se levanta, y puedo ver dónde estamos unidos. Estoy todo mojado y brillante con lo suyo, y luego se deja caer, tomándome de nuevo adentro. Sky se balancea sobre sus manos así puede acelerar y frenar mientras me monta. Sus tetas perfectas rebotan mientras encuentra un ritmo, así que me siento un poco para probarlas. Me da un segundo, pero luego me empuja hacia abajo para que me acueste. —Déjame amarte, Matt —dice. Levanto mis manos y las enlazo por detrás de mi cuello. Ha pasado un tiempo muy largo desde que he hecho esto, pero puedo ver que ella ya está cerca. Sus muslos tiemblan, y su ritmo crece inestable. —Quiero que te vengas —le digo. Sky quita una mano de mi pecho y abre sus labios inferiores con esta, rodeando su clítoris. Empujo su mano a un lado y la sustituyo con la mía,

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capturando su clítoris entre mi pulgar e índice. Aprieto suavemente mientras me monta, y su respiración comienza a entrecortarse. Mis bolas están tratando de subir por mi garganta, pero ella está cerca. Sé que no voy a tener que esperar mucho tiempo cuando su espalda se arquea y su cabeza cae, cuando su cuerpo es sacudido por temblores. Aprieta mi pene dentro suyo, sus paredes ordeñándome. Pero no me detengo. La empujo a través de ello hasta que se desploma sobre mi pecho, agotada. Ruedo sobre ella y levanto su pierna hasta su pecho, inclinando su trasero un poco más alto. Sus ojos caen cerrados mientras las sensaciones barren su cuerpo, y me lanzo una vez, dos veces, tres veces. Entonces me estoy viniendo dentro de ella. Dejo que su pierna caiga así puedo poner mis brazos por debajo de sus hombros y aferrarla a mí. Vuelve su cabeza y presiona sus labios en mi cuello, y los temblores me atormentan, también. Gimo cuando me vengo dentro de ella, y encuentra mis embestidas hasta que estar en su interior se vuelve doloroso. Tengo que parar. Me salgo con un siseo, y cuando ruedo para alejarme, me detiene con una mano en la mía. —No te vayas —dice. —No me voy. —Voy a su cuarto de baño y tiro el condón, luego me limpio. Vuelvo a la cama y la atraigo encima de mí, su cabeza encontrando ese lugar que fue hecho para ella, donde mi cuello se une con mi hombro. —Tenías razón —dice ella por sobre una risita. Se está riendo en mis brazos. ¿Desde cuándo el sexo se volvió divertido? Levanto la cabeza para mirarla. —¿Acerca de que estaba en lo cierto? —Tu piercing es mágico. —Se ríe en voz alta, pero está suave y cálida, y saciada en mis brazos. Y nunca nada se sintió tan bien. —Ese fue mi pene —digo, y palmeo su trasero. Hace puchero, su labio inferior sobresaliendo. —Ay. —Se sienta y me besa, mirándome a los ojos—. Solo por eso, voy a hacer que me lo demuestres más tarde. —Voy a demostrártelo en este momento —gruño mientras alcanzo un nuevo condón y la volteo. Chilla, ríe, y aparta sus muslos para mí. Dios, estoy enamorado de todo lo relacionado con ella.

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Capítulo 23

—¿P

odrías dejar de estar inquieta? —me murmura Seth, poniendo los ojos mientras llama a la puerta del apartamento de Matt. Aliso mi camisa. —¿Me veo bien? —pregunto. Rueda los ojos otra vez y me lanza una sonrisa exasperada. —La única queja que Matt podría tener es que tienes demasiada ropa puesta —resopla. —¡Seth! —regaño. En realidad, él no debería hablar de cosas como esa. —¿Qué? —pregunta. Él levanta las manos—. Está acostumbrado a que lo saludes en tu pijama en la puerta, es todo lo que quise decir. Puede que no sepa qué hacer contigo con ropa. Su rostro se pone rojo cuando se da cuenta de lo que acaba de decir. —No importa —gruñe. Llama de nuevo. La puerta se abre, y uno de los hermanos menores de Matt nos hace señas hacia adelante. La habitación está completamente llena de gente, pero creo que la mayoría de ellos son hermanos de Matt. —¿Cuál eres tú? —pregunta Seth. Eso fue un poco grosero, pero yo estaba curiosa, también. —Soy Sam —dice—. El bonito. Junta las manos con Seth de la manera que hacen los hombres. Entonces él abre sus brazos hacia mí. No sé qué hacer. —¡No toques a mi chica! —grita una voz junto a la TV. Miro y sonrío cuando veo a Matt sentado en el suelo delante del sofá. Tiene un mando de juego en la mano, y está moviéndolo frenéticamente. —Demasiado tarde —bromea Sam—. Tú estás por allá, y ella está por aquí sola. —Él me envuelve en sus brazos y aprieta. Probablemente parece mucho más apretado de lo que se siente. Creo que solo lo hace para conseguir que se pare Matt. —Ven a hacerte cargo por mí, Seth —llama Matt. No detiene el mando. Seth me arquea una ceja. —Ve —le digo. Sonríe y se va a reemplazar a Matt en el suelo. Matt le pasa el mando, deteniéndose un segundo para mirarlo. —Va a matar a todos mis hombres —dice Matt mientras avanza pesadamente a sus pies. Camina hacia mí, y mi corazón comienza a latir con fuerza. Es viernes, y no lo he visto desde que se fue de mi apartamento ayer cuando tuve que ir a buscar a las chicas de la escuela. Tuvo que trabajar hasta tarde anoche, pero está libre esta noche. No podía decirle que no cuando me llamó y nos invitó.

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Joey tira de mi mano, y bajo la mirada hacia ella. —¿Qué está mal? —pregunto. —Tengo que ir al baño —dice. Matt apunta hacia el baño, y voy en esa dirección con ella. Lo siento, artículo sobre mi hombro a Matt. Él sonríe y se encoge de hombros. —Cuando tienes que ir —dice él. —Puedo hacerlo —dice Joey cuando trato de entrar al baño con ella. Cierra la puerta en mi cara. —Está bien... —me digo a mí misma. Me doy la vuelta y corro directamente al pecho de Matt. Agarra mis codos para sostenerme, y encuentro mi nariz contra su camisa. Y me gusta allí porque huele a Matt. Y me gusta Matt. Mucho. —Hueles bien —digo en voz baja, mi boca contra su pecho. Inclina su cabeza y acaricia el lado de mi cuello. —Tú también —susurra. Inclino mi cabeza para darle mejor acceso. De repente, hay una fuerte tos directamente detrás de nosotros. Matt gime y levanta la cabeza. —¿Podrías dejarlo ya? —dice. Paul solo se ríe y asiente hacia Mellie, que todavía está sosteniendo mi mano. —Hay niñas en la sala, idiota —dice. Se agacha, y veo una pequeña rubia de pie junto a él. —¿Quién es? —pregunto y apunto hacia la niña. Matt le hace un gesto hacia delante mientras se agacha. Ella se posa a sí misma en su rodilla. —Soy Hayley —dice. Tiene los ojos azules y el cabello rubio al igual que todos los Reeds, y es adorable. —Mi hija —dice Paul. Asiente hacia una puerta en el pasillo—. ¿Quieres llevar a las niñas para jugar en tu habitación? Hayley asiente y sonríe. Esperan a Joey para salir del cuarto de baño, y luego Hayley toma una de las manos de Joey y una de las de Mellie y las arrastra a su habitación. Cierra la puerta detrás de ellas con un fuerte portazo. Paul se rasca la cabeza. —Supongo que debo acostumbrarme a eso. Pero no estoy seguro de que pueda —dice. Sacude la cabeza. —¿Están bien ahí? —pregunto a Matt. Como que quiero ir a ver dónde están jugando. —Vamos a comprobarlas en un segundo —dice Matt. Su mirada se lanza alrededor de la habitación, y luego abre una puerta detrás de mí y me empuja en un dormitorio. Cierra la puerta detrás de nosotros y me voltea de espaldas contra la pared con un suave empujón—. Te extrañé —susurra. Sus manos agarran mi rostro, y su rodilla se desliza entre mis piernas, lo que es bueno porque mis rodillas se tambalean cuando me agarra. —Matt —advierto—. Las niñas. —Están todas atendidas —dice. Sus labios tocan los míos, y gruñe contra mis labios cuando su lengua barre dentro de mi boca. Él me quita el aliento con cada toque. Su lengua se enreda con la mía, imitando la forma en que me lamió toda en la cama ayer, y mi corazón comienza a latir con fuerza. Aprieto mis manos en su camisa y trato de mantenerme en pie. Se aleja y mira mi rostro.

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—Me alegro de que estés aquí —dice en voz baja. Se sacude el cabello de la frente y luego retrocede. —¿De quién es esta habitación? —pregunto. Pero lo sé de inmediato. Desde los libros apilados en la mesita de noche a la pulcritud general, sé que es de Matt. Sonríe. —Es mía. ¿A la habitación de quién más te arrastraría? —resopla—. No querrías ver la habitación de Paul. Hay un poco de mierda pervertida ahí. —¿En serio? —pregunto. Sonríe. —No. Estoy bromeando. Pero la expresión de tu cara no tiene precio. —Se ríe, y me encanta el sonido de la misma. —La hija de Paul es adorable —digo. Paso mi dedo por las fotos pegadas en su espejo del tocador. Son todas de él y de sus hermanos y de las chicas en sus vidas, Reagan, Emily, y Friday—. ¿Están las novias viniendo esta noche? — pregunto—. ¿O soy la única? —Estarán aquí pronto. ¿Estás bromeando? No se perderían la oportunidad perfecta para interrogarte. —Sonríe—. Así que estate lista. ¿Van a interrogarme? Dejo caer la botella de colonia que recogí, pero Matt la atrapa antes de que pueda golpear el suelo. —Deja de preocuparte —dice—. Son inofensivas. —Balancea su cabeza adelante y atrás como si estuviera meditando—. Bueno, no llamaría a Reagan inofensiva. Ella puede patear mejor que nosotros. Pero contigo, inofensiva. No sé qué decir a eso. —No te preocupes —dice de nuevo—. A ellas les gustas. Y saben que te amo, así que estarán en su mejor comportamiento. Lo prometo. Mi corazón se hincha. No estoy acostumbrada a las declaraciones de Matt todavía. —Todavía me amas, ¿no? —pregunta. Ruedo los ojos, tratando de ser indiferente. —Nada ha cambiado desde ayer. —Alzo la vista hacia él desde debajo de mis pestañas—. ¿Algo cambió para ti? —Sí —dice—. Te deseo más que ayer. —Su voz es suave y dura, todo al mismo tiempo. Un golpe suena en la puerta, y se abre un poco. —¿Estás decente? —pregunta una voz femenina. —Abre la puerta y descúbrelo —contesta Matt. La puerta se abre lentamente, y Emily asoma la cabeza. —Oh, gracias a Dios. —Respira. Matt entorna los ojos hacia ella. —¿Qué? —Ambos están vestidos. Pensé que iba a ser incómodo después de que los encontrara a ambos desnudos o algo. —Entonces deberías haberte quedado afuera —dice Matt, pero la tira a su lado y le da un coscorrón. Ella sonríe y lo esquiva. —¿Qué quieres? —le pregunta Matt. —Estoy haciendo margaritas para Reagan —dice—. ¿Ustedes quieren una? —Mira de Matt a mí y de vuelta. Ni siquiera sé si Matt bebe; solo lo he visto beber cerveza. —Sky quiere una —dice. Asiente hacia mí.

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—Tengo a las niñas —protesto. —Y están atendidas —dice. Él asiente hacia Emily—. Hazle una. Emily sale de la habitación, dejando la puerta entreabierta. —No puedo emborracharme —susurro—. Tengo que ir a casa al final de la noche. Me tira contra él con sus dedos enganchados en las presillas de mis jeans. —Estaba esperando que podrías querer pasar la noche —dice—. Las niñas pueden acampar con Hayley. Seth puede tomar el sofá. Yo dormiré con Sam. Él tiene dos camas individuales allí. ¿Dormirá con Sam? —¿Por qué en la Tierra iba yo a quedarme si vas a dormir con Sam? — chillo. Empujo su pecho—. Si me quedo, duermes conmigo. —No quiero dar un mal ejemplo para Seth —dice en voz baja. —¿Es por eso que no viniste después del trabajo anoche? —pregunto. Sueno como que estoy haciendo pucheros, y en cierto modo lo estoy. Y lo odio, pero es lo que es. —Mmm hmm —tararea justo al lado de mi oído. El sonido vibra directamente a mi centro. —Podríamos poner a Seth con Sam, y tú podrías empezar en el sofá — sugiero. Entierro mi cara en su pecho para ocultar mi vergüenza. —Oh, ahí hay una idea —dice. Pretende reflexionar sobre ello—. Lo pensaré. —O podríamos solo volver a casa al final de la noche. Es más fácil. —¿Casa? —pregunta. Asiento. —Casa —digo de nuevo—. Mi casa. Nuestra casa. —Levanto la mirada a su cara, y él me sonríe. Sus ojos son claros y enfocados, y tengo toda su atención. —Casa —dice en voz baja. Asiente. También podría poner mis cartas sobre la mesa, ¿no? —Todo lo que puedo pensar desde ayer es en la forma en que te sientes cuando estás dentro de mí. Es tan... correcto —me quejo—. Sueno estúpida. Toma mi mano y tira hacia abajo a su parte delantera hasta que está presionada sobre su longitud endurecida. —Suenas jodidamente caliente —dice. Sus labios se arrastran a través de mi mandíbula hacia la línea de mi cabello—. ¿Estás mojada? —pregunta, sus palabras un aliento junto a mi oído. —Sí —susurro de vuelta. Matt desabrocha mi jeans y desliza la cremallera lentamente. Los dientes hacen clic, clic, clic hasta que está todo el camino hacia abajo. —¿Puedo sentirlo? —pregunta. Asiento contra su cuello. —Sí —susurro de nuevo. Tomo su lóbulo de la oreja entre los dientes y doy un pellizco suave. Justo cuando lo hago, sus dedos se deslizan por mi calor y van directamente a mi clítoris. Me caigo hacia atrás contra la pared. —Matt —susurro, alcanzando su muñeca—. No deberíamos estar haciendo esto. —Lo sé —dice—. Voy a ser rápido. Solo quiero sentirte deshacer. No puedo respirar. —¿Qué hay de ti? —pregunto. Él se ríe.

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—Esto es para mí. —Sus dedos se deslizan a través de mi humedad, presionando con fuerza e insistencia, y luego engancha dos dedos dentro de mí y rasguea mi clítoris con el pulgar. No tiene mucho espacio para trabajar dentro de mi jeans por lo que sus movimientos son rápidos y bruscos. Arqueo mis caderas, ayudándolo a encontrar un ritmo. Abro mis ojos y miro a los suyos azules, que me están mirando. —Matt —protesto. Pero es más suplicar que protestar. —Voy a hacer que te vengas, Sky —dice en voz baja—. Lo prometo. Asiento y pongo mi cabeza hacia atrás, apenas capaz de recuperar mi aliento. —Está bien —susurro. Y luego los temblores comienzan. Matt se inclina hacia mí, apretando su cuerpo contra el mío para sostenerme. Vuelvo la cabeza hacia él y justo cuando me vengo, muerdo la delicada piel de su cuello. Él se estremece, pero gruñe y vuelve la cabeza para cubrir mis labios con los suyos, ahogando mis gritos de liberación con su lengua y sus labios. —Shh —dice contra mis labios. Estoy gimiendo, y ni siquiera me doy cuenta. Mi cuerpo se estremece mientras me vengo y vengo y vengo, y estoy casi arruinada cuando finalmente se detiene. Saca su mano de mi ropa interior, cierra la cremallera de mis jeans, y lo abotona. Entonces se ríe y me besa rápidamente. —Necesito un minuto para mí mismo —dice. Su voz es gruesa y áspera y tan caliente. —¿Quieres que me vaya? —pregunto—. ¿En serio? Me besa, su boca persistiendo. —¿Por qué no vas a ver a las niñas? —pregunta—. Voy a estar detrás ti en un minuto. —Me da la vuelta, abre la puerta, y me empuja hacia el pasillo. Lo escucho caer contra la puerta del otro lado, y luego la golpea ligeramente con su puño. Se ríe y gruñe mi nombre. Oh mierda. Todavía estoy sintiéndome toda suelta y lánguida, y él me empujó hacia el pasillo. Paul redondea la esquina y se detiene de repente. Pone su mano sobre sus ojos. —No estoy viendo —dice. Camina por el pasillo y no me mira de nuevo. Abre una puerta y escucho un montón de gritos de niñas. Ahí es donde las niñas están, al parecer. Eran fáciles de encontrar. Continuo con las rodillas temblorosas, porque realmente, ¿qué otra cosa voy a hacer? Meto mi cabeza en la habitación donde Paul está en el suelo con tres niñas colgándose sobre él como si fuera un caballo. No parece importarle. Voy a sentarme en el borde de lo que debe ser la cama de princesa de Hayley. Observo mientras Paul lanza a las niñas alrededor, gruñendo y haciéndolas rodar. De repente, me mira. —Oye, Sky —dice en voz baja. Deja a las niñas a un lado y me mira. Me refiero a que realmente me mira. —¿Sí? —pregunto. Todavía estoy como aturdida. —Sé cuidadosa con él, ¿de acuerdo? —dice. Su voz es suave, pero fuerte, y puedo decir que lo dice en serio. —¿Qué? —pregunto. Me fuerzo fuera de mi bruma y me concentro en él—. No sé lo que quieres decir. Empieza a limpiar los juguetes, tirándolos en un contenedor de juguete cerca.

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—Ha pasado por mucho —dice Paul—. No estoy seguro de que él pueda sobrevivir a otro desengaño. Y seguir siendo el mismo tipo de trato fácil que es ahora. No lo destroces, ¿de acuerdo? —pregunta. Él suspira fuera un aliento. —No lo haré —digo. Nadie alguna vez quiere hacer eso, ¿verdad? —Él es especial —dice Paul—. Incluso antes de que se enfermara, era diferente del resto de nosotros. Es bueno y amable, y todavía cree en la bondad del corazón. Él necesita seguir así. Así que, no lo lastimes —dice la última parte en voz baja, para que las niñas no lo puedan oír. —No lo haré —susurro. Quiero desafiarlo y preguntarle cómo se atreve. Pero puedo ver la vulnerabilidad en sus ojos. Puedo ver que era difícil para él tener esta conversación conmigo. Asiente y se levanta, luego deja la habitación. Me siento y miro a las chicas jugar mientras recojo mis pensamientos. Necesito una cesta para ponerlos a todos porque mi cabeza sola no es lo suficientemente grande.

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Capítulo 24

C

uando salgo de mi habitación, Sky está con Paul y las chicas en la habitación de Hayley. Necesito un minuto para tranquilizarme y lavarme las manos. Me arrojo un poco de agua fría a la cara, también. Tomo un minuto para calmarme, y si no supiera que me podría ir a casa con Sky esta noche, habría tomado el asunto con mis propias manos. Pero tal y como está, el único lugar donde quiero llegar, es en su interior. No está sola. Nunca más. Dejo el cuarto de baño y me siento en el sofá para ver cómo le va a Seth con mi juego. Está jugando contra Logan y Logan no puede oír el juego por lo que es más difícil para él. Pero de todos modos es un muy buen rival. Lo toma de la misma manera que lo hace con la vida, tomando señales de todo a su alrededor en el juego. Y golpea a Seth, por lo que funciona para él. Me siento junto a Emily. Se apega más cerca de mí y apoya la cabeza en mi hombro. Me acurruco con ella por un segundo, y luego me deslizo hacia un lado. Me lanza una mirada extraña. —¿Qué pasa? —pregunta, frunciendo el ceño. Tiro su cabeza a mí y beso su frente. Amo acurrucarme con Emily. Siempre lo hice. Es como la hermana que nunca tuve y que siempre quise. Nos unimos después de mi quimioterapia cuando me ayudó a salir, salvando mi vida y sacrificando su propia libertad, cuando yo no quería que mis hermanos supieran que estaba enfermo. Ella tiene un lugar especial en mi corazón. Avanza poco a poco más cerca de mí, como si estuviera decidida a abrazarme. Veo a Sky caminar por el pasillo, y sus ojos me encuentran en el sofá, pero Reagan obtiene su atención al pasarle una margarita. Sky la toma y comienza a hablar con ella. —¿Matt? —pregunta Emily—. ¿Qué pasa? Dejo salir un suspiro. —Sabes que te quiero, ¿verdad? —le digo en voz baja. —Sí... —responde ella. Pero se ve inquieta. Y nerviosa. Y preocupada. No me gusta poner esa mirada en su cara. Pero las cosas han cambiado. —Y sabes lo mucho que me encanta abrazarte, ¿verdad? —le digo. Sonríe y se inclina hacia mí. Pero empujo los hombros hacia atrás. —¿Matt? —pregunta ella, sorprendida. —Bueno, éste es el trato. —Paso una mano por mi cara—. Te quiero, Em — digo, y no estoy mintiendo. En absoluto. Me salvó la vida a costa de sacrificar todo lo que ella más quería hace dos años, y lo hizo sin pensar. Siempre estará en mi corazón. —Está bien... —dice—, ¿pero? —Levanta sus manos como si estuviera rindiéndose a los policías.

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Miro a Sky, y ella levanta su copa para mí. Sigue hablando con Reagan, y me alegro porque tengo que tener esta conversación con Emily. —Te quiero, Em, pero estoy enamorado de ella. —Asiento hacia Sky—. Quiero irme a vivir con ella y morir juntos cuando seamos viejitos, esa clase de amor. Se sienta un poco hacia atrás. —Oh. —Respira. Se ve como si alguien le dio una bofetada. Emily y yo no tenemos sentimientos uno por el otro, no así. Pero siempre nos hemos acariciado, y creo que estoy hiriendo sus sentimientos, y lo odio porque ella no entiende. —Estoy enamorado de ella, y me temo que se sentirá extraña si me ve abrazado contigo. Su frente se arruga aún más. —Entonces explícale nuestra relación —dice con una sonrisa—. Lo entenderá. —Se inclina como si quisiera estar en mi lado. La empujo un poco hacia atrás—. Matt —protesta—. Deja de hacer eso. —Em —le digo—. Si tú estás acurrucada conmigo, ella no podrá conseguir llegar a este lugar, y yo realmente, realmente, realmente la quiero en este lugar. Su rostro se suaviza. —¿Lo entiendes ahora? Hace un gesto hacia Logan. —A Logan nunca le han importado nuestras caricias. ¿Por qué habría de hacerlo? Honestamente, si Emily fuera la última mujer en el planeta no tendría sexo con ella. Si Logan muriera mañana, y todas las demás mujeres en el planeta, tampoco lo haría, es por lo mucho que la quiero como a una hermana, pero no quiero que haya ninguna confusión. No quiero que Sky se sienta extraña. Muevo la cabeza porque no sé qué más puedo decirle. —Matt —dice en voz baja. Miro a su cara, y mi corazón casi se rompe cuando veo sus ojos llenos de lágrimas—. Estás realmente enamorado de ella, ¿verdad? Sonrío. No puedo evitarlo. —Sí —le digo—, lo estoy. —Empujo su hombro con el mío—. ¿Estás bien con eso? —pregunto. Se inclina como si fuera a abrazarme pero se retira hacia atrás. —Todavía te puedo abrazar, ¿no? —pregunta. La tomo en mis brazos y la sostengo fuertemente hacia mí, luego la volteo y la dejo caer bruscamente en el regazo de Logan. Él la mira y sonríe, sorprendido de encontrarla allí. —Estamos bien, ¿verdad? —me pregunta, haciendo un gesto de mí hacia ella y hacia atrás. Agito su cabello. —Como siempre lo hemos estado —le digo. Dejo que mi mano descanse en la parte superior de su cabeza. Sky se me acerca y se sienta junto a mí. Pongo mi brazo sobre el respaldo del sofá, y se acurruca contra mi costado. Nada nunca se sintió tan tranquilo, como lo hace en este momento. Logan apaga el juego y la TV. Ahora que Emily está en su regazo, ella tiene toda su atención. Logan hace señas para mí. —Ve por la guitarra de Em.

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Me levanto y voy al armario donde Emily mantiene su guitarra favorita. Reagan pasa las bebidas mientras Emily se prepara durante un minuto, ajustando y girando las cuerdas mientras las rasguea. Emily se inclina, toma mi mano que está sobre mi rodilla, y la besa rápidamente. Mi corazón se calienta. Sky me sonríe y me mira con curiosidad. Pero no está enojada. Lo puedo decir. Entonces apoya su cabeza en mi hombro, su cuerpo moldeado en el mío. Ella encaja conmigo. Se ajusta a mi vida. Incluso Pete y Sam dejan de luchar cuando Emily comienza a cantar. Tiene una voz, que es una belleza, y la emoción brota dentro de mí. La sala se queda en silencio, aparte del sonido de su voz. Sky aspira con asombro y me escabullo detrás de ella, arreglándola entre mis muslos por lo que se puede apoyar contra mí. Pone su cabeza atrás en mi hombro y se instala. Oigo la puerta abrirse, y Friday entra en el apartamento. Mira a su alrededor, y sus ojos aterrizan en Paul. Él mira a todos lados menos a ella. Sus ojos se cierran, y ella toma una respiración profunda. Pero entonces viene y se sienta en el suelo junto a Sam, y Paul le trae una margarita. Se inclina cerca de ella y le dice algo al oído. Ella asiente y saca su labio inferior entre los dientes. Sonríe, y Paul parece pacífico durante un segundo. Luego se ha ido. Emily canta un poco más fuerte, y la sala comienza a resonar con el sonido de su música. Paz se asienta sobre mí, y me doy cuenta de que esto es de lo que se trata todo. Mi lucha con el cáncer. Mi pelea con la vida. Mi disputa con el amor. Todas mis peleas me trajeron hasta aquí. Y no quiero estar en ningún otro lugar. Tengo a mi familia a mi alrededor, la mujer que amo está en mis brazos, y nuestros hijos se encuentran dispersos por todo el apartamento. No se puede estar mejor que esto.

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Capítulo 25

N

o puedo entender por qué Emily no está tocando en un escenario enorme, en algún lugar con las entradas agotadas en vez de rasguear su corazón en la sala de los Reeds. Tiene un talento increíble, y podría sentarme aquí todo el día y escucharla. Su voz es tan llena y rica y tan emocional que casi trae una lágrima a mis ojos. Cada pocos minutos, mira a Logan y le sonríe. Él mira su boca estrechamente, y veo sus dedos asentarse sobre la base de su guitarra a veces. Los brazos de Matt se aprietan alrededor de mi cintura, y sus dedos se deslizan por debajo de mi camisa para estar sobre mi vientre. Es tan íntimo que me hace retorcerme. Cubro su mano con la mía y él mantiene sus dedos aún por un segundo. Su boca está justo al lado de mi oído cuando gira su cabeza y susurra: —Apuesto a que todavía estas mojada. El calor se arrastra hasta mis mejillas, y mi vientre hace ese pequeño bailecito que es todo por culpa de Matt. —Basta —siseo. De repente, una pelota vuela por el aire y golpea a Matt en la frente. Él llega a ella y la atrapa en el aire. Es una pequeña pelota de Nerf azul y no es algo que le haría daño. La aprieta en su puño. —Muy divertido —dice a la habitación. —Vas a corromper a los niños —dice uno de los gemelos. Creo que es Sam, pero se parecen tanto que no puedo estar segura. Entonces veo que el otro se acurrucó con Reagan, por lo que éste debe ser Sam. —Los niños están en la otra puta habitación, idiota —dice Matt. Lanza la pelota de vuelta a Sam. Rebota en su hombro, y Paul llega a arrancarla desde el aire. Él la lanza de nuevo a Sam, donde se desvía a su oreja. Seth levanta una mano tentativamente. —Yo soy un niño, y todavía estoy aquí —nos recuerda juguetonamente. En cualquier otro momento el no sería atrapado ni muerto en la categoría de niños. Sam levanta la mano, también. —Yo también. Me vas a corromper. —Se estremece juguetonamente— . Toda esa mierda de acaramelados me dan ganas de vomitar mis ponqués. — Eructa ruidosamente y se cubre la boca con el puño cerrado después—. Y he trabajado muy duro en esos pastelillos —le recuerda a todo el mundo. Matt me da un codazo. —¿Recibiste un pastelillo? —pregunta. Niego. —Todavía no. Se desliza desde detrás de mí y vuelve con dos.

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—Te van a encantar —dice—. Sam hace los mejores pastelillos. —Se sienta a mi lado, la longitud de su pierna presionando a lo largo de la mía. —Oh, un pastelillo. —Respira Reagan, y se arrastra por el suelo sobre sus manos y rodillas, y luego llega para tomar el pastelillo de Matt. Se ríe de ella y la esquiva por un segundo, pero ella agarra su muñeca y trae el pastelillo hacia su boca. Su boca cuelga abierta ampliamente mientras ella se ríe, tirando de su brazo, y él se esfuerza por alejar el pastelillo. —¡Puedes lograrlo, princesa! —grita Pete desde donde está sentado en el suelo—. ¡Lo tienes! —Ríe, rodando sobre su espalda mientras cae. Sam golpea su palma contra Pete y ríe, también. —Reagan, Reagan, Reagan —los hermanos comienzan a alentar. Reagan todavía está luchando con la muñeca de Matt, y él está pretendiendo luchar contra ella, pero él se está riendo. Por último, se da por vencido y le permite tomar un bocado, pero justo cuando ella se aleja, estrella su nariz en contra del glaseado. Levanta la vista, sorprendida. —Oh, no acabas de hacer eso —dice. Luego se limpia un trozo de glaseado de su nariz y lo sostiene, su palma apuntando hacia Matt—. ¿Sabes lo que eso significa? —advierte, pero ya se arrastra sobre su regazo hacia su cara. Él me pasa su pastelillo, o lo que queda de él, empuja fuera de sus piernas, y salta sobre el respaldo del sofá. Me sobresalto, porque Matt de repente es todo hombros anchos y extremidades voladoras. Ella lo sigue y lo persigue por toda la isla de la cocina, riendo mientras se patina con sus calcetines en el mostrador. Él agarra su propia cadera y pide un tiempo fuera, pero no se lo da. —Eres un bebito —canta. Matt llega detrás del mostrador para un fresco pastelillo y se burla de ella con él. —¿Quieres tener éste? —Menea sus cejas hacia ella―. Ven por él ―desafía. Me tapo la boca para ahogar una risa. He visto a Matt en un montón de situaciones, pero estas bromas juguetonas y la forma en que se están persiguiendo uno a otro alrededor me dan ganas de cubrir mi cabeza y agacharme y reír a carcajadas al mismo tiempo. Reagan se zambulle hacia él como dardos de nuevo hacia el sofá y el resto de nosotros. Salta sobre su espalda y se extiende hacia su rostro. Él la agarra por la muñeca y la mantiene lejos de él, pero luego se da por vencido y lleva los dedos de ella a sus labios, y lame el glaseado fuera de él. Tararea una melodía mientras ella lucha. Finalmente, cuelga de su espalda y apoya la cabeza en la parte posterior de su hombro. Sus hombros se sacuden en silencio mientras él se ríe. Emily me hace un movimiento muy rápido, y le paso mi pastelillo no consumido. Ella se pone de pie, y lo estrella en la cara de Matt mientras Reagan se baja de su espalda. Sus ojos y boca están abiertos de par en par mientras lo embarra en su rostro, riendo como el infierno. Reagan reúne un puñado de glaseado que cayó sobre su camisa, y lo aplasta en su mejilla. ―Oh, te jodiste ―gruñe y se da vuelta, doblando su cintura para que pueda tirar a Emily por encima del hombro. Emily protesta, golpeando su espalda, pero está repentinamente seria, si la expresión de su cara es cualquier indicación. —Bájame, Matt —grita. Logan salta a sus pies, y le grita a Matt que la baje, también. Matt deja de reír, sin embargo, y no tiene idea de lo serios que son.

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—¡Matt! —grita Paul. La sala se queda en silencio, y Matt se da vuelta con Emily todavía por encima del hombro para hacer frente a Paul―. Déjala en el suelo antes de que le hagas daño ―dice con calma pero con fuerza. Logan toma a Emily de Matt y la baja a sus pies. —Lo siento —dice Emily tímidamente. —¿Qué pasa? —le pregunta Matt. Está repentinamente serio, a pesar del glaseado que está en toda su cara. Reagan tiene un poco también, y todos se ven ridículos—. ¿Te he hecho daño? —le pregunta a Emily. Gira un poco su cabeza y luego mira a Logan como si estuviera pidiendo permiso. Ella señala y habla con él al mismo tiempo. —¿Hay que decirles? —pregunta. Pero ella está sonriendo. Logan sonríe, también, y asiente. Emily toma una respiración profunda. —No estás enferma, ¿verdad? —le pregunta Matt, y puedo ver el amor que tiene por las chicas de sus hermanos en sus ojos. Y, honestamente, me hace amarlo aún más. Emily sacude la cabeza. Hace un gesto con el pulgar hacia Logan. —Tu hermano me dejó embarazada —dice ella. La sala queda en silencio. Completamente silencioso. Se podría haber oído caer un alfiler. —¿Qué? —pregunta Matt, mirando de Logan a Emily y de regreso. Él tiene glaseado por todo el cuerpo pero de pronto esta serio. Señala el vientre de Emily—. ¿Estás embarazada? ―susurra. Emily se ríe y asiente. —¡Estamos embarazados! —llora. —Así que no más lanzarla sobre cualquier hombro —advierte Logan, mirando a todos sus hermanos. Se están poniendo de pie, uno por uno. De repente, Matt jala a Emily hacia él y la envuelve en sus brazos. —Estoy tan feliz por ti —le oigo decir en voz baja mientras la balancea alrededor. Se ríe y la abraza, acariciando su espalda. Matt la deja a un lado y mira hacia abajo a su vientre. —Vas a ser la mejor mamá, Em —dice. —Eso espero —dice en voz baja, poniendo una mano sobre su vientre. El resto de los hermanos se acercan para felicitarlos, y golpean la cabeza y barbilla de Logan, mientras que Emily recibe muchos abrazos suaves. —Tal vez él o ella vaya a nacer perfecto como su papá —dice ella. Muerde su labio inferior. —O malditamente dotado como tú —dice Matt con vehemencia. Emily sorbe con su nariz y le da una sonrisa acuosa. —Solo hay una cosa que quiero saber —dice Matt. Él envuelve un brazo alrededor de los hombros de Emily y baja la vista hacia ella. Me estremezco cuando veo lo que está a punto de hacer, pero ella como que se lo merece. Baja su mano hacia el mostrador y agarra un pastelillo. —¿Al bebé le va a gustar el chocolate o la vainilla? —Lo lleva hacia arriba y lo estampa en la cara de sorpresa de Emily. Ella contiene el aliento. —¡Buya! —grita Matt, y él huye de Emily. Logan arrastra un dedo por el rostro de Emily, recogiendo glaseado y la lleva a sus labios. Se ríe. —Buenos pastelillo, Sam —dice Logan. Sam se ríe.

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—Me voy a ir a limpiar —dice Matt, señalando hacia el cuarto de baño. Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta. —¿Está bien? —le pregunta Emily a Paul. Se ve preocupada. Toma un paño de cocina y comienza a limpiar su rostro, su mirada nunca dejando la dirección en la que Matt se fue. —Él está bien —dice Paul. Pero su mirada se detiene en la puerta del baño. No puedo evitar sentirme sorprendida por su familia. Ellos se quieren y se preocupan por los demás. Miro a Seth, que ha estado observando con diversión. Me recuerda cómo es Seth con las chicas. Son juguetones y cariñosos, y se apoyan mutuamente. De repente quiero ser parte de esta familia más de lo que nunca he querido algo en la vida. Quiero ser la familia de Matt. Y quiero que sea parte de la mía.

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Capítulo 26

E

mily está malditamente embarazada. Logan va a ser padre. Emily va a ser madre. Voy a ser tío. De nuevo. Miro fijamente el espejo y trago con fuerza para empujar de nuevo los sentimientos hacia mi estómago, donde puedan permanecer felices y ocultos. No quiero en particular llevarlos sobre mi rostro. Dejo la puerta del baño abierta ya que solo estoy lavándome. El glaseado está pegado por mi barba de tres días, sin embargo, y esto es un poco difícil de quitar. Emily toca la puerta. Se ve ridícula con su cara manchada de glaseado. Incluso más ridícula que yo. Se chupa los dedos mientras entra al baño y saca una toalla. No dice nada mientras se inclina sobre el lavamanos y la humedece, y luego comienza a limpiar su cara, también. Sus ojos finalmente se reúnen con los míos en el espejo. Su mirada se aparta lejos. —¿Estás bien, Em? Asiente y sigue palmeando su rostro. —Esta cosa azul es difícil de quitar. Necesito decirle a Sam que use un color diferente la próxima vez. —O la próxima vez, podemos intentar no usarlo —resoplo. Como si esto alguna vez fuera a ocurrir. Cierra el grifo y se acerca al espejo mientras se sigue lavando. —Háblame, Em —digo. Sacude su cabeza. —¿Qué está sucediendo? —pregunto. Una sonrisa asoma de sus labios de su cara coloreada. —¿En serio, Matt? —pregunta. Giro mis ojos. —Eso no es lo que quiero decir —digo. —Sé lo que quieres decir —dice mientras abre la llave del agua de nuevo. Excepto que su cara está limpia, así que creo que solo está buscando algo que hacer para mantener sus manos ocupadas—. ¿Recuerdas cuando tuve dolor de muelas un par de meses atrás? Por supuesto, lo recuerdo. Pareció una ardilla por una semana. —Sí, los antibióticos —dice. Se encoge de hombros. —¿Estás feliz, cierto? —pregunto. —No podría estar más feliz. —Su mirada se reúne con la mía, y sé que no está mintiendo. Aparto el flequillo de su frente y quito un pedazo de su cabello con mis pulgares, eliminando un poco de glaseado.

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—¿Qué es lo que te preocupa, entonces? —pregunto. Respira profundamente y cierra sus ojos. —¿Qué si él o ella salen como yo? —susurra. Emily tiene dislexia y es casi analfabeta. Tiene que trabajar realmente duro para hacer todas las cosas que la gente da por sentado, como leer las señales de tránsito y los menús en los restaurantes. —¿Qué si él o ella lo son? —pregunto con suavidad. Quiero gritarle, decirle cuán fabulosa es. Quiero decirle cómo de afortunado será su bebé de tener una madre como Emily y un padre como Logan y toda una habitación repleta de tías y tíos quienes malcriarán al bebé. —Estoy asustada —dice. Agita su cabeza como si quisiera eliminar los pensamientos—. No le desearía mi discapacidad de aprender ni a mi peor enemigo. —Si ella lo es, le conseguirán la ayuda que necesita para lograrlo. —Esto es algo que Emily nunca tuvo. No tuvo la ayuda. Tuvo un padre quien pensaba que no lo intentaba lo suficientemente duro y nadie que luchase por ella, hasta que conoció a Logan. Me mira fijamente. —¿Estará todo bien de todas formas, cierto? Logan perdió su capacidad auditiva a causa de una fiebre, así que ellos no tienen por qué preocuparse de que un bebé de ellos herede su sordera. —Todo estará bien —digo. Y no dudo de mis palabras, no del todo—. Vas a ser una gran madre, Em. Asiente y arroja la toalla a mi cara. La agarro y la lanzo en el cesto de la ropa junto con la mía. Apoya una mano en su estómago. —Es difícil de creer que tenga a una personita creciendo dentro de mí — dice suavemente. Pongo mis manos sobre sus hombros y la sigo fuera del baño. Pero escucho un llanto viniendo de la habitación de Hayley y me dirijo en esa dirección. Encuentro a Joey y Mellie de pie con Hayley, y Mellie se ha hecho pis en su pantalón. —¡Oh, no! —digo. Pongo un dedo en mis labios—. Shh —le digo—. No le digas a nadie. Ya vuelvo. Voy por la bolsa que Sky trajo con ella y consigo ropa limpia para Mellie, y luego vuelvo y tomo su mano así puedo guiarla hacia el baño. No estoy demasiado seguro de qué hacer cuando ella no deja que mi mano se vaya y me arrastra con ella dentro del baño. Dejo que se limpie, y se ponga algo de ropa limpia mientras me siento en el borde de la tina. Todo esto es nuevo para mí. Bueno, lo había hecho con Hayley, pero ella vive con nosotros y es mi sobrina. Estar con su familia lo hizo más fácil para saber lo que hay que hacer. Recojo a Mellie para que se lave las manos y me recuerdo decirle que vaya al baño en media hora o así. Tiro su ropa en el cesto, la lavaré y se la regresaré a Sky mañana. Salimos del baño, y Mellie me sonríe y abraza mi pierna, justo debajo de mi rodilla. Se sienta sobre mi pie, y tomo unos pocos pasos llevándola como una bota, se pega a mí como un imán. Cree que esto es divertidísimo, y la otra chica quería tomar su turno, también. Después de que ambas obtuvieron su vuelta y me aseguro de que todos ellos tienen sus aperitivos, salgo al pasillo. Emily está parada allí, y me mira de arriba a abajo y asiente. —¿Qué? —pregunto. —Nada —responde, sonriendo como una idiota.

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—Dilo —la animo. Se encoje de hombros. Pero luego mira fijamente hacia mi rostro. —Vas a ser el mejor padre algún día, Matt —dice. Mi corazón se hincha. —Bien, al menos no me tengo que preocupar de que ellos salgan como yo. —Me rasco mi estómago—. Ser este buen mozo es bastante carga para soportar. Se ríe y me pellizca en el vientre. Me doblo por la mitad, agarrando mi estómago, y es cuando Sky camina alrededor de la esquina. Mira hacia la habitación de Hayley. —Solo iba a revisar a las chicas —dice. —Acabo de hacerlo —le digo. Su ceja se arruga, y se ve tan malditamente preciosa que quiero besarla—. No se lo digas a nadie pero el pantalón de Mellie está mojado —susurro dramáticamente. Se gira hacia su bolsa. —Oh, lo mejor es que consiga algo de ropa —dice. —Ya me hice cargo de ello —le digo, y envuelvo mis brazos alrededor de Sky. Me abraza de vuelta. —¿Te encargaste de ello? —Inclina su cara sobre mi pecho y se acaricia en mí. Podía estar de pie de esta forma todo el día. —Por supuesto —digo. Murmura algo contra mi pecho que suena como: —Eres realmente sexy cuando cuidas de los chicos. —Oye —grito—. Deberías verme cuando aspiro. Y lavo los platos. No serías capaz de soportar lo sexy. Se ríe y me besa en el centro de mi pecho, justo sobre mi corazón. Regresamos al salón, y me siento a sus pies mientras se sienta en el sofá. Emily recoge la guitarra de nuevo después de que Reagan logra limpiarse a sí misma o después de que Pete limpia a Reagan, lo cual toma más tiempo de lo que debería. Emily empieza a tocar, y siento como los dedos de Sky me hace cosquillas a lo largo de la parte de atrás de mi cuello. Levanto mi mano para empujar la goma elástica de mi cabello y me inclino más cerca de ella. Capta la indirecta y comienza a correr sus dedos hacia abajo por la longitud de mi cabello. De verdad necesito un corte de cabello, pero después de haber estado calvo por tanto tiempo. No quiero cortármelo. Me siento como Sansón quién tomaba la fuerza de su cabello. Sé que es estúpido, pero es como me siento. Mi cabello estando tan largo como lo está, significa que estoy sano. No voy a la quimioterapia. No estoy tomando muchos medicamentos. Soy solo yo. Sky no se detiene de acariciarme, ni incluso cuando la canción cambia. Tengo a mi familia a mi alrededor, y nada alguna vez se ha sentido tan bien. —Así que, ¿quiénes van a ir a la boda mañana? —pregunta Pete a todos de repente. Los dedos de Emily tropezaron con las cuerdas, y golpea su mano sobre ellas para silenciar el ruido. —Pete —susurra. —¿Qué? —pregunta, alzando sus manos. —¿Qué boda? —pregunta Sky. La miro y junto mis dedos con los suyos sobre mi hombro. —Una vieja amiga mía se va a casar —digo.

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Pete hace un ruido silbante con su boca que suena mucho como el ruido que escuchamos de una cabra a la que le hicimos caricias en el zoológico. Paul le dispara una mirada, y se traga cualquier cosa que iba a decir la próxima vez. —¿Porque iría a eso? —le pregunta Reagan a Pete, y lo mira como si le hubieran crecido dos cuernos. —Para probar que él acab... —gruñe Pete y se levanta cuando Reagan le da un codazo en su estómago. Debería haber ido por sus huevos, honestamente—. La invitación era para todos nosotros —gruñe—. Deberíamos por lo menos ir y comer toda su comida y beber todas sus bebidas. Solo digo. —¿Quieres ir ? —me pregunta Sky. Sacudo mi cabeza. —No en realidad. —Dijiste que es una vieja amiga, ¿cierto? —pregunta. Asiento. —De ese tipo. —Creo que deberías ir. —Podrías llevar a Sky contigo —dice Pete—. Refriégale esa mierda... — gruñe de nuevo cuando Reagan lo golpea en la parte de atrás de la cabeza. —Ve por su pelotas la próxima vez —le digo a Reagan. —Buena idea —dice mientras me dispara dardos con sus ojos—. Tus huevos serán míos la próxima vez que abras tu boca —advierte, apuntando un dedo hacia su entrepierna. —Mis huevos han sido tuyos desde el día que te conocí, princesa —dice. Sam hace un ruido como de arcadas, pretendiendo como que va a vomitar. —Así que, ¿quieres ir? —pregunta Sky. Desearía que me dejara en paz. Pero tendría que contarle lo que pasa para que lo deje estar, y sinceramente estoy pasándolo tan bien que incluso no quiero pensar en April y Ken. No quiero permitirles robarme un minuto de mi felicidad. Emily le da un codazo a Logan. —Podríamos ir con ellos —dice—. Como apoyo moral. Logan se encoge de hombros. No podría importarle menos, aparentemente. —Bien, entonces parece que vamos a ir —digo con una respiración pesada—. ¡Yupi! —contesto con cara seria—. ¿Pueden estar listos para las dos? —Miro a Sky. —Oh, ¿quieres que vaya contigo? —pregunta, sus ojos abriéndose ampliamente por la sorpresa. Tiro de su mano hasta que ella no tiene otra opción que inclinarse hacia mi rostro así puedo besarla. —No debería ir contigo —digo—. Vienes conmigo. —¿Qué pasa con los chicos? —pregunta. Friday levanta su mano. —Haré de niñera. No tengo nada mejor que hacer. Excepto que Seth se pone de pie. —Los vigilaré. No es gran cosa. —¿Tú no tienes planes? —le pregunta Sky. Niega con la cabeza. —No. —Él evita su mirada—. Nada. Algo está pasando con esto, pero no tengo ni idea qué. Lo descubriré más tarde.

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—Entonces esto está arreglado —dice Pete. Inclinándose hacia atrás, con una mirada de satisfacción en su cara. Esto está lejos de estar resuelto. Lo más alejado posible de estar arreglado. Pero al menos tendré a Sky conmigo, lo cual podría hacérmelo soportable.

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Capítulo 27

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att me ayuda a mí y a Seth a descargar el auto y llevar a las chicas arriba. Lo juro, hay mucho más de ser un padre de lo que nunca pensé. Hay juguetes, bolsas y ropas, y entonces los niños en sí. Matt tiene a Joey sobre su hombro, y Seth carga a Mellie. Las chicas cayeron dormidas en el apartamento de Matt, y decidimos subirlas y traerlas a casa en lugar de dejarlas despertar en un lugar desconocido. Entre eso y encontrar un lugar para que Seth, Matt y yo durmiéramos, fue solo demasiado difícil. Como que quiero despertar en mi propia cama con Matt mañana en la mañana, si quiere quedarse, eso es. No le he preguntado aún. Pero es lo que quiero. Sé que se siente divertido sobre dar a Seth un mal ejemplo, pero Seth es casi un adulto. Creo que él estará bien con eso. Entramos, y Matt y Seth ponen a las chicas en la cama y las meto apretadamente. Les doy a ambas un beso porque eso viene a ser parte de nuestra rutina nocturna. A veces todavía me escabullo en su habitación para mirarlas dormir, pero consigo ser parte de la rutina de cama, también. Las pongo en la cama y las escucho hablar de su madre cuando creen que me he ido. Duele el corazón y estimula al mismo tiempo. Matt y yo salimos a la cocina, y consigue una botella de agua del refrigerador. —Tuve un muy buen momento esta noche —le digo mientras cargo los pocos platos que quedaron de la cena. —Yo también —dice—. A mi familia le gustas. —¿Ya sabías de Emily y Logan? Lucías sorprendido. Bufa. —No la habría lanzado sobre mi hombro si hubiera sabido. —Hace una mueca—. No quería hacer eso. —Estás feliz por ellos, ¿cierto? —pregunto. Lo miro de cerca porque Matt por lo general lleva sus sentimientos en su cara. —Oh sí —suspira—. Emily está bastante preocupada, sin embargo. —¿Sobre qué? —Tiene dislexia —dice—. Leer es difícil para ella. —Sé lo que es la dislexia. —Tiene miedo de que el bebé lo tendrá, también, si consigue sus genes. — Se encoge de hombros—. Solo está preocupada, como cualquier mamá primeriza lo estaría. —¿Cómo piensas que lo hará Logan con un bebé? —pregunto. Siempre me he preguntado cómo la gente sorda cría niños que escuchan.

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—Él ha estado cuidando a Hayley toda su vida —dice—. Puede hacer mucho más de lo que las personas le dan crédito. —Oh, eso no es lo que quise decir. —Empiezo. Pero él me corta con una sonrisa. —Lo sé. Lo entiendo. —¿Ella va a tener que dejar la escuela? —pregunto. Sé que Emily está en la universidad en Julliard. Se encoge de hombros. —No tengo ni idea, pero lo solucionarán. A veces creo que ella va a la escuela solo para probar que puede tener éxito. Y lo hace. Está satisfecha. Todo lo que quiere hacer es tocar música. —Debería estar tocando en grandes lugares con una voz como la suya — digo. Eso sería realmente increíble. Niega. —No tiene deseo de fama. Solo realmente ama la música. Y ama a mi hermano. Así que, la amo. Camino y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y entonces pongo mi cabeza sobre su pecho. Mi mejilla descansando sobre su corazón. —Mi pequeña familia encaja en tu gran familia muy bien —digo en voz baja. —Sí. —Me lleva hacia atrás con sus manos en mis hombros—. ¿Estabas preocupada por eso? Me encojo de hombros. —Tal vez un poco. —Cuéntame —dice. —Ustedes son solo tan unidos —admito—. Envidio su lazo. —Eres parte de nuestro lazo, ahora. ¿Sabes eso verdad? —dice. Los vellos en mis brazos se erizan—. Justo como Emily y Reagan. Eres parte de la familia. Asiento contra su pecho. Seth entra en la cocina y golpea su cadera contra el mostrador. —¿Te importa si traigo un amigo mañana en la noche mientras hago de niñera? —pregunta. No encuentra mi mirada, y evita la de Matt, también. Hmm. —¿Quién es el amigo? —pregunto. Se encoje de hombros. —No lo sé todavía. Solo estaba pensando que sería divertido tener a alguien con quien hablar. —¿Hablar? —pregunta Matt—. ¿Eso es lo que estás planeando hacer? La cara de Seth se ruboriza. —Bueno, podríamos jugar Xbox o algo, también. ¿Qué haría su madre? —¿Por qué no vuelves conmigo en la mañana con el nombre de una persona que quieras traer, y lo discutiremos? —digo—. ¿Funcionará? Frunce el ceño, pero asiente. Se sienta en la mesa de la cocina y comienza a leer una revista. Matt mete sus manos en sus bolsillos y se tambalea de atrás a adelante sobre sus talones. Me levanta una ceja. Entonces se sienta frente a Seth y abre el periódico hasta que encuentra la sección del crucigrama. Él y Seth comienzan a trabajarlo juntos. Seth se ríe cuando Matt consigue una palabra mal. Y Matt insulta a Seth innecesariamente sobre su caligrafía. Lucen felices y cómodos juntos, sin embargo, así que entro en la habitación para bañarme y ponerme mi pijama.

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Capítulo 28

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iro el trasero de Sky cuando camina a su dormitorio sin una palabra. Doy un suspiro. Quiero seguirla y agarrar su trasero, levantar su camisa y morder la piel sensible sobre su costado, justo encima de su cadera. Quiero desnudarla lentamente. Me muevo en mi silla y ajusto mis jeans. Seth resopla. —¿Qué? —pregunto, tratando de lucir inocente. —Amigo, eres tan transparente —dice Seth. Pero sonríe. Él no está enojado. —¿Qué es transparente? —pregunto. ¿Cuánto la amo? Espero que eso sea transparente. ¿Cuánto la respeto? Espero que eso sea obvio. ¿Cuánto la deseo? Eso mejor podría dejarse entre nosotros dos. Cierra la revista. —Lamento haberte interrumpido en tus avances sexuales —dice él. Eso me golpea en el estómago. —No hables así de su tía —espeto. Seth arruga la frente. —No dije nada malo. —No hables de ella como si yo tratara de meterme en sus pantalones. Eso no es así. Asiente lentamente. —Si tú lo dices. —Seth —advierto. —¿Qué? —expresa. No puedo pensar en lo que debería decirle, entonces tengo que ir por la verdad. —La amo, Seth. La amo mucho. Y sí, quiero entrar en sus pantalones. Pero también quiero casarme con ella, y quiero amarla por siempre. Quiero vivir con ella y compartir todos sus altibajos. —Tamborileo mis pulgares sobre la mesa, tratando de determinar qué más decir para hacerlo entender. Él es una hormona caminando, que es lo que debería ser a su edad. No piensa a largo plazo. Pero yo sí—. Entonces, cuando hablas de interrumpirme en mis avances sexuales, eso me hace preocupar de que pudieras pensar que eso es todo lo que busco. No lo es. La respeto. Y quiero asegurarme de que sepas eso. Seth hace ese lento asentimiento otra vez, como si lo meditara. —¿Les molestaría si le pidiera que se casara conmigo? —Suelto. Sin idea de dónde vino eso, pero allí está. La frente de Seth se levanta. —¿Realmente quieres casarte con la tía Sky? Asiento. Lo hago. Lo hago.

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Mira a su alrededor, y un pequeño músculo se mueve involuntariamente en su mandíbula cuando rechina sus dientes. —¿Qué nos pasa si ustedes se casan? —pregunta. ¿Huh? —¿Qué quieres decir? —Quiero decir que si tú y la tía Sky se casan, va a ser tu esposa. Nos estábamos acostumbrando a que sea nuestra madre. Oh, lo entiendo. Mierda. —¿No puede hacer ambas? Él alza sus hombros. —¿Puede ella? —La única diferencia que veo es que ustedes tendrían dos padres en casa en vez de uno. Los ojos de Seth se estrechan. —Dos padres. Asiento. —Seth, sé que no soy tu padre, y nunca lo seré. Pero quiero ser parte de tu vida. De cualquier manera si me lo permites. —Probablemente de alguna manera él no aprecia eso, demasiado, pero eso es lo que los papás hacen. No siempre es el Día del Padre y la Liga Menor divertida—. No quiero alejar a Sky de ti. Lo prometo. —Es importante para él que entienda esta última parte. Tiene que sentirse seguro con ella y saber que siempre estará allí, cueste lo que cueste. Infiernos, en dos años, él se marchará a la universidad. No tendré mucho tiempo con él en absoluto, no como Joey y Mellie. —Tu familia es estupenda —dice Seth en voz baja. —A veces no lo son. —Me río. Por lo general lo son. —Entonces, ¿te quedas esta noche? —pregunta Seth. Niego. —No. —¿Por qué no? —Luce confuso. —Porque respeto a Sky. —Porque no quiero que piense mal de ella. —Lo que sea, hombre´—dice mientras se levanta—. Me voy a dormir. —Buenas noches —digo. Él entra en su habitación y cierra la puerta. Suelto una profunda respiración. Dios, hay mucho que considerar cuando hay un adolescente en casa. Es impresionable, y va a aprender a tratar a las mujeres del modo que su madre fue tratada, y la manera en que Sky será tratada cerca de él en el futuro. Estoy decidido a ser una buena influencia. Sky sale de su habitación, su húmedo cabello alrededor de sus hombros. —¿Seth se acostó? —pregunta. Se mueve inquietamente en la cocina, como si no estuviera bastante convencida de qué hacer. —Sí. —Me levanto y me apoyo contra el mostrador. Ella da la vuelta para preparar la cafetera para mañana por la mañana, y veo su trasero en esa parte inferior de su pijama y quiero solamente agarrarlo, ahuecarlo y hundir mis dientes en ella. Pero tengo que irme a casa. Gimo. —¿Qué está mal? —pregunta, girando para enfrentarme. —Linda pijama —digo. Baja la mirada a sí misma, hace muecas, y posa dramáticamente. —¿Te gustan? Paso una mano bajo mi rostro. —Me gustarían más si estuvieran en el piso.

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Se congela. La piel que puedo ver a través de la uve abierta en la parte superior de su pijama de colores, tornándose toda rosa. —Oh. —Respira. Pero luego sonríe abiertamente y curva un dedo hacia mí—. Creo que realmente les gustaría estar en el piso. Gimo otra vez y sacudo mi cabeza hacia atrás. —No puedo. Se congela otra vez. —¿No te vas a quedar? Niego. Soy estúpido. Lo sé. —¿Por qué no? —pregunta en voz baja. Señalo hacia la habitación de Seth. —Porque tenemos a un adolescente en la otra habitación, y tengo que darle un buen ejemplo. —Odio esto. Pero es lo que es. Su mandíbula cae abierta. —¿Estás preocupado por Seth? Asiento y levanto mi nudillo a mi boca, mordiéndolo, tratando de tomar un poco del dolor de mis cojones. —Creo que Seth tiene la edad suficientemente para entender. Niego. —Lo sé. Pero él solamente dijo algo que me afectó. No quiero que piense que estoy contigo porque quiero acostarme contigo. —Quiero acostarme con ella, pero ese es un asunto aparte. Hace gestos de ella hacia mí y de regreso. —Esperaba acostarme contigo —susurra ella vehementemente. Echa un vistazo hacia la puerta cerrada de Seth—. Está en la cama. Él nunca lo sabrá. Indico mi pecho. —Pero yo lo sabré. Carraspea, y sus hombros caen. —Me puse perfume y todo —murmura. Camino hacia ella y envuelvo mis brazos a su alrededor, oliendo su cuello. Puedo oler la dulce esencia que es ella, pero no puedo decir donde lo aplicó. —¿Dónde? —pregunto, vacilante cuando escucho mi propia voz temblar. —¿No te gustaría saber? —pregunta con una risita. Da un paso en puntillas y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. Camino hacia atrás hacia su habitación mientras la beso. Sus labios están hambrientos contra los míos, y toma pequeños mordiscos ávidos de mi boca. Quiero quedarme. Quiero estar dentro de ella. Pero no puedo. Agarro el dobladillo de su camiseta y la empujo con cuidado por la entrada de su dormitorio al mismo tiempo, tirando la camiseta sobre su cabeza. —¿Cambiaste de opinión? —pregunta, sin aliento, mientras cubre sus pechos con sus manos. Apoyados alrededor de sus dedos, y quiero besarlos alejando sus dedos. Levanto su camiseta a mi nariz y la huelo. —Estoy llevando esto conmigo porque huele como tú. —Matt —protesta, pero es más un gruñido juguetón—. Dame mi camiseta. —Si quieres la camiseta, tienes que darme tus bragas —digo. Bajo la mirada. —No estoy usando bragas —dice ella, burlándose de mí. Me inclino hacia adelante y beso su frente, prolongándolo por un momento, disfrutando la sensación de ella aferrando mi camisa en sus puños.

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—Dios, me estás matando —digo. Dejo que mis manos recorran arriba y abajo de su espalda desnuda, y ella ronronea como un gatito, presionando sus senos contra mi pecho. —Quédate —dice suavemente. Niego, tomo sus manos en las mías, y desenredo sus dedos de mi camisa, luego la aparto de mí. —Si fuéramos solo nosotros, no serías capaz de deshacerte de mí. —Pero no lo es. Sacudo mi cabeza. —Buenas noches —digo mientras me alejo. —Buenas noches —llama a mi espalda en retirada. Salgo por la puerta principal y gimo fuerte. Quiero volver. Pero también quiero hacer esto de manera correcta.

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Capítulo 29

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att apenas está fuera de la puerta principal cuando lo llamo. De hecho, puedo oír el sonido metálico del ascensor por encima de la mala recepción en el espacio cerrado cuando me contesta con nada más que un gemido. —Matt —digo en voz baja. —¿Qué? —masculla. Pero casi puedo oír la vaga sonrisa en su voz. —Regresa. Él sisea un suspiro. Después dice en voz baja: —Si dices la palabra regresa una vez más... Mi respiración se encoge, y mi corazón empieza a agitarse. —Matt. —Estoy sonriendo como una tonta y no me importa. Mi puerta está cerrada, y no pueden verme. —¿Estás todavía en topless? —pregunta Matt. Su voz suena como como si hubiera sido arrastrada por un camino de grava y regresado. Bajo la mirada y cruzo mis brazos encima de mis pechos desnudos. Supongo que lo estoy. —Sí —digo. Gime de nuevo. —Envíame una foto. —Soy abogado. No hacemos estupideces así. —Por no mencionar que soy mamá. Y las madres no hacen eso. Bajo la mirada a mis pechos y descruzo mis brazos—. Mis pezones están duros. —¡Sky! —sisea, pero está riéndose, también—. Ya basta. —¿Qué pasa, Matt? —me burlo. Lo oigo dar su dirección a un taxista—. ¿Por qué estás tomando un taxi? —Normalmente toma el metro. —Porque quiero volver a casa rápidamente —dice. —¿Por qué? —Pongo una rodilla en mi cama y me arrastro hacia el centro. Probablemente debería ponerme una camiseta, pero me gusta la traviesa sensación de estar en topless mientras hablo con Matt. —Porque quiero hablar contigo mientras tienes un orgasmo —dice. —¿Qué? —pregunto. Mi corazón se dispara. —Ya me has oído. —Se ríe—. A menos que no me quieras. Espera mi respuesta. —Te quiero—le susurro. Susurra una exhalación. —Háblame acerca de otra cosa durante unos pocos minutos —dice con una risita.

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Le oigo gemir y hay silencio, aparte de ruidos de la calle y el suave sonido cuando empieza a tararear en mi oreja. Sonrío. No puedo evitarlo. Después de un corto trayecto, le oigo dar las gracias al taxista y cerrar de golpe la puerta del auto. Luego está callado mientras sube los cuatro tramos de escaleras hasta su apartamento. Respira un poco más fuerte cuando llega arriba, pero no mucho. —Ahora no —oigo que le murmura a alguien. —¿Quién era ese? —pregunto. —Paul. —¿Necesitas hablar con él? —Todo lo que necesito hacer ahora mismo es hacerte venir. Él puede esperar. —Escucho resonar sus llaves cuando las deja caer en alguna parte. O quizá las cambia de bolsillo—. Ve a cerrar con llave tu puerta —dice. Me revuelvo a través de la cama y hago lo que me dice. Mi mano cuelga en el pomo de la puerta un segundo mientras pienso en lo que estoy a punto de hacer. Un escalofrío recorre mi espalda, pero presiono la cerradura con el pulgar. El clic brilla débilmente a través de mi mano. Me aferro al tirador de puerta durante otro segundo. —Buena chica —dice. Su voz es lisa como seda, y se desliza por mi cuerpo, haciendo debilitar mis rodillas—. Acuéstate de nuevo en la cama. —Eres un tipo mandón. —Lo sé. Te gusta eso. Sí. —¿Cómo lo sabes? —Porque estás toda mojada y resbaladiza y tu corazón está latiendo como el mío. —Él espera un segundo—. ¿No es así? Así es Matt. Por supuesto, se preocupa por cómo me siento. —Sí —le susurro. Gruñe. —Quítate el pantalón. Sostengo el teléfono entre el hombro y la oreja y meto los pulgares en las caderas del pantalón de mi pijama, luego los empujo hacia abajo sobre mis pies. —De acuerdo —digo. —¿Estás desnuda? —Como el día que nací —digo con una risita nerviosa. —¡Dios, eres preciosa! —¿Cómo lo sabes? —Porque cada vez que cierro mis ojos, eres todo lo que veo. Estás en mi maldita cabeza Sky, cada minuto de cada día. Hace un minuto estaba caliente, pero ahora estoy sin aliento. —¿Me dijiste que tus pezones están duros? —Su cama chirria mientras habla. —¿Estás en la cama? —pregunto. —Sí —gruñe—. O más bien, sobre ella. —Yo también. —Bueno. Ahora volvamos a tus pezones. —¿Qué pasa con ellos? —Sonrío. No puedo evitarlo. —Me encantan. Son rosados y perfectos, y cuando te beso eliminando todo tu lápiz labial, ellos son iguales que la sombra de tus labios. —Hace una pausa—. Tócatelos. —¿Tocarlos cómo?

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—No suave. Porque probablemente duelen, ya que están duros. —Él espera—. ¿Tengo razón? —¿Cómo lo supiste? Se ríe entre dientes, pero es un sonido de dolor. —Porque me duele, también, Sky. —¡Oh! —Pellízcatelos ligeramente, ambos al mismo tiempo. —Sus respiraciones crecen más pesadas. —Matt —susurro—. No estoy segura que pueda hacer esto. —Cierra los ojos. Lo hago. —Ahora toca tus pezones. Suspiro cuando paso el pulgar por la turgente cresta. —¡Dios, Sky! —susurra. Matt tenía razón. Deslizar mi dedo pulgar no es suficiente. Ahueco mis pechos con mis manos y pellizco mis pezones entre mi dedo pulgar y dedo índice. Casi dejo caer el teléfono de dónde se apoya contra mi cuello. —Si estuviera allí, los pellizcaría y luego lamería para alejar el dolor. —Matt. —¿Qué? —Se ríe. —¿Qué estás haciendo? Se ríe de nuevo. —¿Qué crees que estoy haciendo? —¿Lo mismo que estoy haciendo yo? —Bueno, no tengo unas tetas tan bonitas para jugar, pero sí. —¿Cuánto tiempo más antes de que me pueda mover hacia abajo? — pregunto. Aprieto mis ojos cerrados, esperando que se ría de mí. Pero no se ríe. —Ahora. —¡Gracias a Dios! —Respiro. —Mueve las rodillas hacia arriba y luego déjalas caer abiertas. Por favor. Hago lo que dice, y me siento muy expuesta, aun cuando no hay nadie en la habitación conmigo. —Bonito coño —dice—. Cúbrelo con tus dedos y sepáralo para que pueda ver. Mis dedos separan mis pliegues resbaladizos, húmedos, que están hinchados y doloridos. —Buena chica —dice. —¿Cómo sabes si lo hice? —Porque puedo oírlo en tu voz, Sky. Apenas puedo respirar. —Oigo cada movimiento y cada jadeo. Incluso oigo lo que no quieres que oiga. —¿Cómo qué? —Oigo tus miedos. Oigo tu dolor. Oigo tus deseos y necesidades. Lo oigo todo. Cierro fuertemente los ojos. —Nadie me había oído antes. —Una lágrima caliente corre lentamente por el lado de mi cara hacia la línea de mi cabello. —Escucho todo. —Espera otro latido—. Toca tu coño, Sky. —Deslizo mis dedos por mi humedad—. Sumérgelos y humedécelos.

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—¿Cuántos dedos? Gruñe. —¿Cuántos puedes tomar? Deslizo mi dedo medio en el interior y bombeo dentro y fuera, luego agrego mi dedo índice. Y justo cuando creo que no puedo soportarlo, me extiendo añadiendo mi dedo anular. Estoy demasiado llena para encorvar mis dedos, pero no me importa. —Tres —le digo. —Jesús —exhala. —¿Qué quieres que haga ahora, Matt? —Frota tu clítoris. Gruñe, y escucho un sonido resbaladizo en su lado de la línea. —¿Estás usando lubricante? —Saliva —gruñe—. Tenía apuro. Froto mi clítoris con un pequeño círculo. —No duraré mucho —advierto. —Gracias a Dios —resopla. Mi clítoris está duro e hinchado y tan sensible. Mis pequeños círculos solo me dejan anhelando. —Más rápido —insta—. Necesito escucharte correrte. —¿Me estás esperando? —Mi respiración se entrecorta junto con mi corazón. —Siempre. —Suspira. —Matt —grito. —Eso es —alienta—. Di mi nombre. —Matt, Matt, Matt —canturreo. —Soy yo haciéndote correr, Sky. Solo yo. —Su voz es baja y suave, y golpea mi centro. —Solo tú. —Yo. Y tú. Mis piernas tiemblan, y sé que es hora. —Sky —suplica—. Por favor, córrete. Un gemido sale de mi garganta mientras mi cuerpo hace un arco por el placer. —No te detengas —dice. Gruñe, y puedo decir que se está corriendo, también—. Por favor, no te detengas —ruega. Grito en voz baja, mi cuerpo se retuerce por los temblores. —No te detengas —dice, con voz cada vez más suave. —Uhh —gimo. Tengo que parar. Mi clítoris está demasiado sensible, mi cuerpo destrozado. Detengo mis dedos y dejo que las pequeñas réplicas me lleven. Sensible y usada, dejo de frotar mi coño y lo escucho respirar. Nos quedamos así durante un momento, luego lo escucho moverse. —Quédate conmigo, Matt —digo. —No te estoy dejando —dice con una risita—. Solo necesito limpiar. Estoy hecho un lío. —Ah. —Respiro en una carcajada. Olvidé eso. —Sí —dice. Se mueve alrededor por un segundo, luego escucho su cama crujir otra vez. Me lo imagino recostándose contra las almohadas, con una sonrisa contenida en su cara—. ¿Estás bien? —pregunta en voz baja. —Mmm hmm —tarareo. Se ríe.

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—Y está sin palabras después de ese orgasmo. Suelto una risita. No puedo evitarlo. Estoy desnuda, acostada encima de mis sábanas, y él me ha llevado a través de un orgasmo vía telefónica. —¿Dónde aprendiste a hacer eso? —Aprender —dice con un resoplido—. Mierda, nunca he hecho eso antes. Eso fue todo por ti. —Se ríe—. No puedo creer que te haya dejado corromperme así. No puedo reprimir mi sonrisa. —¿Te quedarás conmigo hasta que me duerma? Bosteza. —No podrías detenerme.

***

Me despierto y miro el reloj. Son las dos de la mañana, y estoy desnuda y fría sobre las sábanas. Me levanto y me pongo mi pijama, luego voy al baño y me lavo las manos. Miro al espejo. Niego con la cabeza. Hace pocas semanas, era una chica soltera viviendo mi vida de soltera con un novio que no se preocupaba por mí. Ahora, tengo tres niños que estoy aprendiendo a amar más allá de lo que nunca imaginé, y tengo a Matt. Nunca supe que podía sentir lo que siento por Matt. Me siento mal por Phillip. Él nunca me llevó a este punto, y nunca le di lo que estoy dispuesta a darle a Matt. Tengo este deseo insaciable de ir a ver a las niñas. Camino por el pasillo hasta su habitación. La luz de noche, sin la que no pueden dormir, baña la habitación con un suave resplandor. Mellie está encima de las sábanas, así que suavemente las saco de debajo de ella y la tapo. Husmea en su almohada y se da la vuelta. Joey rara vez se mueve en su sueño, pero llevo sus sábanas hasta su barbilla de todos modos. No se movió. Quiero ir a ver a Seth también, pero es un adolescente, y me preocupa abrir su puerta. Decido no arriesgarme. Entro en la sala y me sobresalto cuando veo una luz encendida en la mesita. Seth mira por encima de su hombro hacia mí, cierra el libro que tiene abierto en su regazo, y lo empuja con fuerza en los cojines del sofá. —¿Está todo bien? —pregunto. Me siento en el otro extremo del sofá y llevo mis pies debajo de mí. —Sí. —Me doy cuenta de que sus ojos están húmedos, y pasa una mano por debajo de su nariz. —¿Qué estabas viendo? —pregunto. Mi corazón se rompe por él. Nunca lloró después de la muerte de su madre, por lo menos no que yo pudiera ver. —Solo algunas fotos —dice, sin mirarme a los ojos. —¿Puedo ver? —Alcanzo el álbum, y se encoge de hombros. Lo saco y doy vuelta a la primera página. Seth era adorable cuando era un bebé. Sonrío y lo miro—. Siempre has tenido esos hoyuelos, ¿eh? Sonríe y se mueve a mi lado en el sofá. Miro más de cerca y veo a mi padre en el álbum. Mi corazón casi se detiene. Tiene su brazo alrededor de Kendra en muchas de las fotos, y se ve tan cómodo con ella. —El abuelo estaba aquí mucho —dice. Asiento. No sé por qué eso me deja sin habla, pero lo hace. Doy vuelta a la página. —Tu mamá era tan hermosa. —Lo sé. —Su hombro toca el mío, y se reclina contra mí, señalando una foto—. Ese es mi papá.

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Bueno, eso no es lo que esperaba. Su padre es Latino. —Hablaba en español con nosotros todo el tiempo. Levanto la vista hacia él. —¿Sabes español? Asiente y pasa la página. —Ese es el hombre con el que eventualmente mi abuela se casó. Era agradable. Ese es el hombre que tomó el lugar de mi papá. —¿Qué tanto sabes de todo eso? —pregunto. No sé cuánto puedo y no puedo decir a su alrededor. —Bastante —dice. —Tu mamá era inteligente y hermosa, ¿eh? —digo, volteando hacia una foto de ella recibiendo un premio por algo. Asiente. —Pero no confiaba en los hombres. —Los hombres se van —digo. Pero quiero regresar las palabras tan pronto como las digo. Niega con la cabeza. —No todos. —Silenciosamente paso a través del libro—. Matt no se iría — dice en voz baja—. Deberías confiar en él. Dejo escapar un suspiro. —Lo hago. Tanto como puedo. Asiente. —A veces temo olvidar cómo se veía —dice en voz baja. —Seth... —No sé si debería abrazarlo o no, así que me inclino más pesadamente hacia su lado. —Está bien. Solo han pasado algunas semanas, ya sabes, y ya puedo sentir su partida. —No digo nada porque no estoy segura de que él lo quiera—. Pensé que era malo cuando estaba muriendo, pero esta despedida tardía… es lo peor. —No tienes que decir adiós —le digo. —Todos los días, tengo que recordarme que se ha ido. Me levanto y espero encontrarla en la cocina trabajando en un crucigrama. O cocinando. O bailando con Joey y Mellie. O conmigo. —Sonríe—. Amaba poner música y bailar. Espera mientras le doy la vuelta a las páginas. Veo a mi papá en muchas de ellas. Y eso provoca un dolor en mi pecho del que no puedo deshacerme. —Ya no puedo oír su voz —susurra—. Quiero escuchar su voz, tía Sky. —Su propia voz se quiebra, y recuesta su frente en mi hombro. Un temblor lo atraviesa. A la mierda. Me doy vuelta y envuelvo mis brazos alrededor de él. No sé cómo hacer esto porque nunca he tenido a nadie que lo hiciera por mí. Me jala más cerca de él y solloza en mi hombro. Cuando por fin está tranquilo, lo palmeo en la espalda y me siento de nuevo. Regreso al álbum porque se ve incómodo. —La vida es como un libro, Seth —le digo—. Al igual que el álbum de fotos. Las páginas pasan, pero puedes volver a ellas en cualquier momento, incluso cuando la última página ha sido leída. Lo único que tienes que hacer es abrir el libro y escoger una página para volver a leer. —No sé si eso es cierto o no, pero suena bien. —Si pudieras volver a leer cualquier página en tu libro, tía Sky, ¿cuál sería? —me pregunta en voz baja.

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—Ésta —digo. Reviviría ésta una y otra vez. Tomo su mano en la mía y le doy un apretón. No se aparta.

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Capítulo 30

T

iro de mi corbata, tratando de aflojar a la hija de puta. Odio llevar una puta corbata. Logan mete la cabeza en la habitación. —¿Estás listo? —pregunta. Logan está vestido de gala en ropa de Madison Avenue, que la madre de Emily envió para todos nosotros. A su mamá le gusta vestirnos de gala. Y puesto que su padre es dueño de la empresa, tomamos el máximo provecho de ello. Logan luce como si acabara de salir de la página de una revista. —Dile a Emily que venga a atarme esta cosa, ¿quieres? —pido. Él asiente y va a buscarla. Ella entra en la habitación, luciendo como de un millón de dólares. Está muy bien arreglada. Por lo general, usa botas de combate y jeans. Recuerdo cuando la conocí, llevaba un traje de colegiala católica todos los días y tenía una mecha azul en su cabello. Ahora se tambalea sobre sus tacones de diez centímetros hasta que está de pie justo delante de mí. —¿Estás seguro de que quieres ir a esta boda? —pregunta en voz baja mientras empieza a anudar mi corbata. —No veo por qué no —le digo. Bajo la mirada a sus pies—. ¿Estás segura de que deberías llevar esos zancos? ¿Qué pasa si tropiezas? Ella resopla. —Estoy embarazada, Matt, no agonizando. Deja de preocuparte. Lo juro, eres peor que Logan. —¿Quieres ponerte unos zapatos planos? Me haría sentir mejor. Tira de la corbata apretándola contra mi cuello. —¿Desde cuándo me importa hacer que te sientas mejor? —pregunta, pero me está sonriendo suavemente. —Desde siempre. Empezaste amarme el día que me conociste. —¿Te refieres a cuando estabas vomitando tus tripas? —me lanza. Ella es la única que sabía lo enfermo que estaba en ese entonces. O al menos pensaba que lo era. Resultó que todos mis hermanos lo sabían; solo estaban tratando de evitarlo. —Me trajiste una cubeta —le recuerdo, y el pensamiento me hace sonreír. —Y ginger ale. —Y te acurrucaste conmigo en el sofá. Me mira a los ojos. —Y todavía lo haría si me dejaras. —Em —gimo. Levanta una mano para detenerme. —Lo entiendo. Realmente lo hago. Entrecierro mis ojos hacia ella.

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—¿Lo haces? Asiente. —Lo hago. Y estoy muy feliz por ti —dice en voz baja—. ¿Cuándo vas por los análisis de sangre? —pregunta. Es la única que me ha preguntado esto. —El mes que viene —le digo—. ¿Cómo lo sabes? —La miro mientras arreglo las cosas en mi tocador. Solo quiero mantener mis manos ocupadas. No me gusta hablar sobre el cáncer. Odio que sea una gran parte de mi vida. Se encoge de hombros. —Te conozco, Matt —dice—. ¿Quieres que vaya contigo? —pregunta. Niego. —Es solo un análisis de sangre, Em —le digo. Un aterrador análisis de sangre que te cambia la vida, pero apenas un pinchazo de aguja en el gran esquema de las cosas. Asiente. —Está bien —dice—. Pero dime si cambias de opinión. —Lo haré. —Entonces, le hablaste a Sky sobre April, ¿no? ¿No va a ciegas esta noche? Asiento. —Le hablé de ella. —¿Y está de acuerdo con ir a la boda de tu ex? —Cierre —le digo. Pongo mi billetera en el bolsillo interior de mi chaqueta. —Cierre —repite—. ¿Estás listo para ir? —pregunta. Me mira de arriba abajo—. Eres casi tan hermoso como Logan, ¿sabes? —Me sonríe, pongo mi brazo alrededor suyo y salimos del dormitorio. —Quita tus manos de la mamá de mi bebé —dice Logan. Me río porque es la cosa más ridícula que he escuchado salir de su boca. —Oblígame —me burlo. Se ríe, y salimos por la puerta juntos. Van de la mano, y los sigo. Lucimos ridículos todos vestidos de gala en el barrio en que vivimos, y me temo que seremos asaltados si nos demoramos demasiado. Pero el padre de Emily nos prestó su chofer esta noche... y su limusina. Fue muy amable de su parte, y así puedo mimar un poco a Sky. Estacionamos en su apartamento. Me dijo que le enviara un mensaje de texto cuando estuviéramos cerca, así nos encontraba en la calle, pero no lo hago. Me acerco a su apartamento y llamo. Seth abre la puerta. —Maldición, amigo —dice—. Estás bien vestido. —Me sonríe—. Me alegro, porque ella también lo está. Da un paso atrás, y es como si estuviera abriendo el telón de Hagamos un Trato. Sky camina fuera de su habitación y hacia mí. Está usando tacones que se ven aún más altos que los de Emily, y no es una madre en estos momentos. Es una abogada con clase que viene del dinero, y nunca podría tener la esperanza de vivir a su altura. Me silba. —Te ves guapo —dice. Camina hacia mí con el collar sobre sus dedos. Lo coloca en mis manos y me da la espalda—. ¿Me lo pones? —pide. Levanta su cabello, que está fuera de la cola de caballo a la que ya me he acostumbrado, y cuelga en ingeniosas ondas sobre su espalda. Lleva un vestido que se aferra a su figura. Sé que ya he visto todo lo que hay debajo de ese vestido, pero maldita sea si mi pene no se pone feliz cuando me da la espalda. Abrocho su collar alrededor de su cuello y me inclino para besar la piel suave. Ronronea y se vuelve hacia mí.

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—Gracias. —Estoy tan contento de que estés aquí —dice Seth—. Tuve que mirar 452 vestidos. Y una vez que escogió el vestido, tuvo que hacer la danza de los zapatos. Levanto mi ceja hacia él. —¿La danza de los zapatos? Él pone un pie en el suelo y se levanta como un flamenco. Imita la voz de una chica. —¿Este zapato o este zapato? —pregunta, cambiando de un pie al otro. Sky ríe y golpea su hombro. —No fui tan mala. Seth pone los ojos en blanco y se deja caer en el sofá. Mellie y Joey están en el suelo jugando con Barbies. —¿Estás seguro de que estarán bien, Seth? —pregunta, pero él está sonriendo y escribiendo en su teléfono—. ¡Seth! —llama a gritos. Levanta la mirada. —¿Qué? Ella pone los ojos en blanco. —¿Estás seguro de que van a estar bien? Cuelga un brazo sobre el respaldo del sofá. El muchacho es todo brazos y piernas flacas. —Vamos a estar bien —dice. Se vuelve a su teléfono. —Llama si necesitas algo, ¿de acuerdo? Cualquier cosa en absoluto. —Está bien —dice con aire ausente. Algo está pasando, pero no sé qué es. —¿Has invitado a alguien, Seth? —pregunto. Él levanta la mirada, con el rostro sonrojado. —No, ella no puede venir esta noche. —No se da cuenta de su error por un segundo. Entonces se apresura a decir—: Quiero decir él. No ella. Ahora lo entiendo. Quería traer a una chica. —Nada de chicas —dice Sky—. No estoy lista para ser abuela todavía. Seth no levanta la vista de su teléfono. —¡Seth! —chilla Sky. Él levanta la cabeza de un tirón. —¿Qué? —Nada de chicas en la casa a menos que sean tus hermanas. ¿Me escuchas? Hace un saludo militar. —Entendido. Ella va y besa a Joey y Mellie sobre sus cabezas, y yo camino a Seth. —Ya has oído lo que dijo, ¿no? —pregunto. Se ve un poco contrito. —Sí. —Bueno. —Lo señalo con mi dedo—. Pórtate bien. —Tú también —dice con una sonrisa—. ¿A qué hora van a estar en casa? Sky abre la boca, pero la corto. —En un par de horas. —¿Eso es todo? —pregunta Sky. Asiento. Pero eso no es todo. Pongo mi mano en la parte baja de su espalda y la conduzco fuera de la habitación después de que ella besa a Seth en la frente. Él arruga la cara y luego vuelve a su teléfono. —¿En serio, solo un par de horas? —pregunta cuando se cierra la puerta.

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—No —le digo—. Solo dije eso para que no tenga idea de cuándo estaremos en casa. Él va a ser menos propenso a invitar a esa chica de esa forma. Ella sonríe. —Oh, muy buena idea. —Tres hermanos menores —le recuerdo. La miro de arriba a abajo—. Estás tan hermosa —le digo. Sus mejillas se ponen de color de rosa. —Gracias —dice. Baja la cabeza—. Podrías simplemente haberme enviado un mensaje cuando llegaste. Te habría encontrado en la planta baja. —Mi madre se retorcería en su tumba si no te recogiera en tu puerta. —Es la verdad. Ella lo odiaría. Ajusto mi chaqueta—. Crió cinco caballeros. —Levanto mi nariz en el aire, haciendo el tonto. Sky me mira. —Sí, creo que lo hizo —dice en voz baja. Engancho un brazo alrededor de su cintura y la empujo contra mí cuando las puertas del ascensor se cierran. Toco mis labios con los de ella. —Voy a estropear tu labial —advierto. —Tengo más. —Respira suavemente. Luego lanza sus brazos alrededor de mi cuello y me besa. Palmeo su culo y la levanto contra mí. A ella no parece importarle. Hace un pequeño sonido contra mis labios que se dispara directamente a mi corazón. Las puertas se abren, y me aparto hacia atrás. Ella limpia mis labios con su pulgar. Saco mi pañuelo y limpio mi cara. —¿Todo bien? —pregunto. Limpio la comisura de su boca donde la he manchado. —¿Yo? —pregunta. —Hermosa —le digo. Tomo su mano y la llevo fuera del edificio. Es tan jodidamente hermosa que quiero que todo el mundo la vea. Y lo que lo hace aún mejor es que es mía. Ella se detiene cuando ve la limusina. —¿Eso es para nosotros? —pregunta. Asiento y la empujo hacia el auto cuando el conductor abre la puerta. Se desliza al lado de Emily, y Em le da una copa de champán. La toma con una mano y la otra aterriza en mi pierna después de que entro a su lado. Sus dedos dibujan perezosos círculos en mi muslo. Dejo caer mi mano sobre la suya para que se detenga. Levanta la vista hacia mí, confundida, pero solo se necesita un toque de ella para hacer que mi pene se ponga duro. Logan ríe desde el otro lado del auto. —Cállate —le digo, y le hago las señas al mismo tiempo. Solo se ríe un poco más fuerte.

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Capítulo 31

M

att conoce a todo el mundo en la boda, al parecer. Esta se está celebrando en un ostentoso hotel, y es verdaderamente hermosa. La novia estaba preciosa, y hasta me sentí emocionada cuando ella empezó a avanzar por el pasillo. Matt solo se retorció mientras la ceremonia prosiguió, supongo que era porque él no está acostumbrado a llevar traje. Ahora es el momento de la recepción, la cual es una cena formal que no estaba esperando. Y luego baile. Matt me presenta a las personas mientras caminamos. Hay muchos de ellos, no puedo tener la esperanza siquiera de recordar todos los nombres. El padrino hace un brindis que provoca que la habitación ruja con risas, e incluso Matt se ríe y levanta su vaso en la dirección de la novia y el novio. Se inclina hacia mí y me susurra al oído. —Anoche, tú hiciste este ruido en el teléfono que no puedo sacar de mi cabeza —dice. Mi vientre salta. —¿Qué ruido? —pregunto. Me inclino y beso su mejilla. No puedo evitarlo.—No puedo describirlo —dice él con aire ausente—. Pero fue cuando te viniste. Me ahogo con mi propia saliva, y él ríe. Su mano se posa en mi muslo. —Quiero escucharlo de nuevo —dice, sus palabras calientes en la concha de mi oreja. Pongo mi mano en la cara interna de su muslo y la engancho más alto. Es un paso valiente, pero también lo es la forma en que él está hablando conmigo. —Deja de bromear —le advierto. —¿Quién está bromeando? —pregunta él. Me mira a los ojos. —¿Vas a quedarte esta noche? —pregunto. Levanto mis cejas hacia él. Niega con la cabeza. —Seth —dice. —Ahora, ¿quién está bromeando? —le pregunto. Me apoyo en él, y mi pecho toca su brazo. Levanta un dedo para trazar suavemente la parte inferior del mismo. Aprieto mis piernas juntas para aliviar el repentino y palpitante dolor. Se levanta y toma mi mano, luego me jala. —Vamos —dice. —¿A dónde vamos? —le pregunto mientras me arrastra tras de sí. Corro de puntillas en mis zapatos demasiado altos. Él no va más lento. Empezamos a ir por un pasillo, y prueba las puertas hasta que encuentra una que está

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desbloqueada. Cuando abre, me tira en el interior e inmediatamente me apoya contra la pared. Es un armario de suministros. Y no me importa. —Quiero oír ese ruido otra vez —dice contra mis labios. Mil mariposas toman vuelo en mi vientre—. En este momento. —Se detiene y mira mi cara, sus manos agarrando mis mejillas—. ¿Esto está bien para ti? —pregunta—. Dime si no lo está. Asiento. Ni siquiera puedo hablar. Matt levanta mi falda, agrupándola en sus manos hasta que alcanza mis bragas. Engancha sus dedos en ellas y las arrastra por mis piernas. Un lado colgando sobre mi tobillo, y lo deja allí. No me importa. Él desabrocha su cinturón y se baja la cremallera rápidamente, y luego alcanza en el bolsillo interior de su chaqueta y saca su cartera. La abre y saca un condón, que abre con los dientes. Lo rueda sobre su longitud con una mueca, y luego me iza, y envuelve mis piernas alrededor de su cintura. Me mira a los ojos mientras me baja hacia él. Mi espalda está presionada contra la pared, y una de sus manos aprieta mi trasero desnudo, abriéndome para su penetración, mientras que con la otra ancla su puño al lado de mi cabeza. Me llena lentamente, sus ojos azules mirando los míos mientras me empala. Dios, me siento tan llena de esta forma. Él no se detiene hasta que nuestros cuerpos se tocan en su empuñadura. Luego comienza a moverse. Sus labios tocan los míos, y dice contra mis labios. —Te quiero tan jodidamente tanto. No puedo hablar. Ni puedo pensar. Matt golpea mi centro, y ajusto mis caderas un poco para poder tomar más de él con cada golpe. —Sí, ese es el ruido —dice él, mientras mi aliento me deja. Saca mi mano de donde estoy sosteniéndome sobre su hombro y la arrastra hacia abajo, donde estamos unidos—. Frota tu coño, Sky —dice. —No necesito venirme de esa manera —le digo. —Necesito que te vengas así —dice—. Por favor. —Su frente se apoya contra la mía y puedo sentir cada una de sus inhalaciones y exhalaciones. Estamos compartiendo el mismo aire. Llego entre nosotros y aprieto la base de su pene mientras se retira. Él deja de moverse. —Estoy demasiado cerca —advierte. Él me gruñe—. Frota tu coño, Sky. Alcanzo abajo y froto mi clítoris. Ya estoy cerca. Estoy tan cerca. Él me está acariciando desde el interior, mientras su cuerpo grande y poderoso me sostiene apretado contra la pared. Mi clítoris está duro y sensible, y lo froto rápidamente, los gruñidos salvajes de Matt en mi oído manteniéndose a tiempo con mis golpes. Son rápidos y crudos, y de repente lo siento tendiéndose sobre mí. Matt gruñe y empuja todo el camino dentro de mí mientras tiemblo en torno a él, ordeñando su orgasmo. Se pone rígido y pulsa dentro de mí, sus labios tiernos contra mi sien cuando termina. —Sky —dice en voz baja. —¿Qué? —le susurro de vuelta. —¿Te hice daño? —pregunta. Se aleja, frunciendo el ceño. Me encanta que esté preguntando. —No, no me lastimaste. Sin embargo, me hiciste venirme como loca. —Me río. No puedo evitarlo. Nada se sintió así de bien, nunca. Jamás. —Yo también. Me sentí como si mis dedos iban a salir por mi garganta. — Se ríe.

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Desenredo mis piernas de alrededor de su espalda, y me baja hasta pararme. Mis zapatos se caen, por lo que estoy con mis pies descalzos sobre el suelo de linóleo, y no me importa. Mi ropa interior todavía está colgando alrededor de mi tobillo. Froto mis muslos juntos. Algo se siente mal. —Matt —le digo. —Umm —dice mientras se saca el condón. Me mira con timidez—. Podríamos tener un problema. —¿Por qué estoy toda mojada? —pregunto. Más húmeda de lo que estaría solo por mi parte. Saca el condón y lo sostiene en alto. —El condón se rompió —dice. Mi corazón da un vuelco. —¿Qué? —Sí —dice. Lo que me asusta más es que escuchar que acaba de venirse dentro de mí no me asusta. No al menos. —Está bien, Matt. —Empiezo. —Lo sé. —Suspira y suelta el condón en un bote de basura, cubriéndolo con la basura que ya está ahí—. Te lo dije. Se necesitaría un milagro para que te dejara embarazada. Y me hice la prueba para todo lo existente cuando estuve enfermo. Estás a salvo. —No estaba preocupada —digo en voz baja. Quiero pasar el resto de mi vida con este hombre. Se abrocha el cinturón y se sube la cremallera. Luego se inclina para desenganchar las bragas de mi tobillo. De repente está muy callado. Más tranquilo de lo que quiero que sea. No sé qué decirle porque no sé lo que está pensando. —¿Quieres ir a limpiarte? —pregunta. Asiento. —Debería. —Sostiene mi ropa interior, y las meto en mi bolso, que se me cayó cuando me empujó contra la pared. Sostiene mi zapato, y me lo pongo. Repite el proceso en el otro lado. Levanta la mirada de mis pies y pasa la mano por mi pierna. —Matt —le digo. Pero él toma mi mano y me lleva al baño de señoras. Me besa en la sien y se queda allí, respirando suavemente en mi cabello. —Voy a esperarte en la sala de banquetes —dice—. ¿Eso está bien? —Está de repente muy tranquilo. Asiento y me voy al cuarto de baño. Entro en una cabina y me siento. Mis rodillas siguen temblando y no todo se debe a solo tener relaciones sexuales en contra de una pared de un armario. Tengo miedo, no sé qué está pasando por la cabeza de Matt. No sé lo que significa su repentino silencio. Me limpio y justo cuando estoy levantando mi ropa interior, la puerta exterior se abre. Una mujer riendo entra en la habitación. —¿Puedes creer que él la trajo? —pregunta una voz. —No puedo creer incluso que Matt viniera, y mucho menos que trajera a una mujer. Tal vez superó a April. —Matt nunca superará a April. No después de lo que ella hizo. —Entonces, ¿quién crees que es su cita? —Solo una chica —dice la voz—. Alguien que nunca va a significar tanto para él como April lo hizo. —Resopla—. Ellos tienen tanta historia.

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April es la chica que rompió el corazón de Matt. Mis intestinos se aprietan, y tengo que contener las lágrimas. Matt me trajo aquí para mirar a April, la mujer que amaba más que a nada, casarse. Y él ni siquiera me dijo. Salgo de la cabina cuando el sonido de las voces se va, y oigo cerrarse la puerta. Arreglo mi maquillaje y limpio mi frente. Siento que me acaban de dar un puñetazo en el estómago. Pero no hay nada que pueda hacer al respecto, ahora. Camino de vuelta a la mesa, y veo a Emily sentada allí. Matt y Logan están hablando con un pequeño grupo de hombres que ellos conocen. Me siento a su lado, y ella me mira arriba y abajo. —¿Dónde se metieron ustedes dos? —pregunta ella, sonriendo. —En un armario en el pasillo donde él me cogió contra la pared —le digo. Emily se congela. —Por alguna razón, no creo que eso sea tan bueno como suena. ¿Qué pasa? —Mira hacia Matt como si quisiera llamar su atención. Golpeo la mesa, y mira mi mano. —April no parece arrepentida en absoluto de lo que le hizo a Matt. — Suelto. Observo su reacción. —Oh. —Respira. Se pone una mano en el pecho—. No estaba segura de que él te dijo. Sonrío. —Él me dijo. —Me habló de la chica que le rompió el corazón. Simplemente no me dijo que era April—. ¿Por qué crees que quería venir esta noche? —pregunto. Tomo un sorbo de mi agua. —Él dijo que para un cierre. —Mira hacia donde April está bailando con su nuevo esposo. —Él realmente la amaba, ¿no es así? —le pregunto. Lo digo a la ligera. —Incluso le escribió una carta cuando se estaba muriendo. Él me hizo prometer que se la daría. Preferiría pudrirme en el infierno. Pero me hizo prometerlo, porque sus hermanos se negaron a dársela. Sonrío a pesar de que mis entrañas están rugiendo. Matt llega a la mesa y toma mi mano en la suya. —Ven a bailar conmigo —dice. Asiento y lo dejo que me levante. Hay una canción lenta sonando, y me lleva a la pista de baile y luego me atrae a sus brazos. —¿Ocurre algo? —pregunta. Sacudo la cabeza negando y le sonrío. Su ceño se frunce. —¿Conseguiste ya una oportunidad para felicitar a la novia? —le digo. Niega con la cabeza. —Todavía no. —Su mirada vaga a donde ella está bailando con su nuevo esposo. Nos maniobro en esa dirección y luego salgo de sus brazos. Me doy vuelta y pongo mi mano en el brazo del marido de April. —¿Puedo interrumpir? —le digo con una sonrisa enorme. Él mira a su esposa, y ella se encoge de hombros. Entonces él ve a Matt a mi lado y su sonrisa cae, pero la pone de vuelta tan pronto como la pierde. —Matt —dice. Matt asiente hacia él, un rápido movimiento. Como si entendiera, el novio pasa a la novia a Matt, y él me lleva en un baile. Miro por el rabillo de mi ojo como Matt le dice algo a April, y luego a

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regañadientes la toma en sus brazos. Me frunce el ceño y mira en mi dirección, pero le doy al novio mi atención. —Un montón de historia ahí —dice el novio. —Eso me han dicho —le digo en respuesta. —Muy generoso de tu parte entregársela a él. —Síp —le digo, y dejo sonar un pequeño pop en la p. —Ellos terminaron, ¿sabes? —dice él. Miro y los veo hablando mientras están bailando. —No, no lo han hecho. Suspira. —Lo sé —dice—. ¿No te molesta? Niego con la cabeza. Esto me mata jodidamente. La canción se detiene y me vuelvo sobre mis talones. Tengo que salir de aquí antes de que me caiga a pedazos. Estuve a punto de correr por el pasillo hacia la salida. Salto a un taxi esperando y le doy al conductor la dirección del apartamento. Pero no quiero ir a casa. ¿Cuándo se volvió el apartamento con los niños un hogar? No sé, pero lo es. Pero sé que Matt va a ir allí y esperar por mí. Agarro el teléfono y marco. —Hola, papá —le digo cuando contesta. —¿Sky? —pregunta—. ¿Estás bien? —Oh sí —miento—. Estoy bien. Estoy un poco avergonzada de decir que he bebido demasiado, sin embargo. ¿Sería posible que fueras y te quedaras con los niños esta noche? Quiero ir a mi apartamento y quedarme allí. Papá hace una pausa por un segundo. —Quieres que me quede con los niños. —¿Te importaría? —Pongo mi cabeza en el respaldo del asiento—. Si es demasiado problema, no te preocupes por eso. —No es demasiada molestia —se apresura a decir—. Voy a ir. Voy a ir ahora mismo. —Gracias, papá. Envíame un mensaje cuando llegues allí, ¿lo harás? Así sé que todo está bien —Sky —dice él, con voz vacilante—. ¿Estás bien? —Estoy bien, papá. Realmente lo estoy. Mándame un mensaje cuando llegues allí. Me tengo que ir. —Le cuelgo. Y entonces, y solo entonces, me permito llorar.

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Capítulo 32

¿P

or qué diablos hizo eso? En un momento, tenía a Sky toda linda y cálida en mis brazos y lo siguiente que sé, es que estoy sosteniendo a April. Puedo ignorar a April. Pero el hecho de que Kenny tiene a mi Sky en sus brazos, me desgarra por dentro. —Me alegro de que hayas venido —dice April en voz baja. Miro hacia ella, y centella sus bonitos ojos marrones en mí. Hubo un tiempo en el que podría perderme en su mirada. Demonios, me perdí en ella. —Me alegro de que me invitaras —digo. Me alegro. No pensé que lo fuera a estar, pero lo estoy. Porque lo que había entre nosotros ahora puede considerarse cerrado. —¿Crees que alguna vez podríamos ser amigos? —pregunta. No puedo responder a eso. No veo cómo, posiblemente, pero decirlo podría herir sus sentimientos. —Me gustaría, al menos, no ser enemigos —dice, en su lugar. Dejo de bailar. —No creo que lo entiendas. Tendría que preocuparme lo que harás desde aquí en adelante para que eso importe, y no puedo decir que lo hago. —Lo hiciste una vez —dice. La gente nos está mirando. —Lo hice, y luego pisoteaste todo mi maldito corazón. Me tomó mucho tiempo superarlo. Mucho más de lo que debería haberme tomado. Pero me di cuenta de una cosa: estaba enamorado de la idea de estar enamorado mucho más de lo que estaba enamorado de ti. Aspira en una respiración rápida. —No quiero hacerte daño. Dios sabe, lo habría hecho mucho antes de ahora si esa fuera mi intención. Pero lo que sentía por ti no era lo suficientemente fuerte como para durar toda la vida. Ahora lo sé. —Tomo sus antebrazos en mis manos—. Gracias por dejarme. Lo aprecio más de lo que sabes. Debido a que lo que teníamos el uno por el otro no era nada comparado con lo que siento por alguien más. Así pues, si me invitaste aquí para asegurarte de que todavía tenías mi corazón en una maldita cadena, permíteme confirmarte que no lo haces. ―La alejo de mí, a pesar de que todavía está protestando—. Tengo que ir a buscar a Sky. —Matt —dice April, agarrando mi brazo—. Espera. —Me vuelvo hacia ella—. No quería enamorarme de él —dice. Me acerco. No debería hacer esto, y no lo haría, si no creyera que realmente necesitaba saber. Pero ya hay un rumor corriendo por toda la multitud. Ella es la única que no sabe. Me inclino hacia abajo cerca de su oído. —Lamento que te enamoraras de él. No es el indicado para ti. —¿Y tú lo eras? —se burla.

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Lanzo mi cabeza hacia atrás y río. —No, no lo era. Pero una cosa es cierta. Yo nunca, nunca te engañé. — Cierro los ojos y me estabilizo con una respiración profunda—. Él se cogió a tu dama de honor la noche anterior. —Dejo escapar. —Eso es bajo, Matt. —Ha estado durmiendo con ella durante los últimos seis meses. Todo el mundo lo sabe excepto tú. —Luego la dejo allí de pie en el centro de la pista. Casi puedo sentirla detrás de mí, devastada y rota. Su dolor irradia a través del aire, pero no me detengo. Mi corazón es pesado cuando regreso a mi mesa. Devastarla no era tan liberador como uno podría pensar. Quito la chaqueta de donde está puesta sobre la parte de atrás de mi silla y me la pongo. —¿Has visto a Sky? —pregunto a Emily y Logan. Ambos me miran con la boca abierta. Emily se recupera primero y mira alrededor de la habitación. —Estaba bailando con el novio hace un minuto. —¿Qué diablos fue eso? —Señala Logan con vehemencia. No habla. —Ese fue el cierre. —Señalo de regreso—. ¿Estás listo para irte? Nos vemos fuera. Voy a encontrar a Sky. Me paseo por el salón de baile, buscando el vestido azul que hacía juego con sus ojos. Huelo por su olor. Escucho por el sonido de su voz. Pero se ha ido. No está allí. Finalmente termino fuera, y un valet se me acerca. —¿Taxi, señor? —pregunta. Niego. —Estoy buscando a una mujer —le digo. Sostengo mi mano hacia arriba, lo que indica lo pequeña que es—. Una pequeña rubia, vestida de azul. —Oh, sí, señor —dice con un guiño—. La puse en un taxi hace unos minutos. —¿Un taxi? —chillo. —Sí, señor. Iba a la ciudad. —¿Por qué Sky iría a la ciudad? —me pregunto—. Su apartamento está en el centro. —Pero él debe haberme escuchado. —Lucía un poco triste, señor —dice. —¿Por qué estaba triste? —Le agarro el hombro. Se encoge de hombros. —De eso no estoy seguro, señor —dice. Logan hace un movimiento hacia mí. Se sube a la limusina con Emily, y me inclino hacia dentro. —No puedo irme todavía. No sé dónde está Sky ―digo. —Métete en el auto —dice Emily—. Tenemos que salir de aquí. Entro y el auto arranca. —El valet dijo que se iba a la ciudad. —¿Qué le hiciste? —pregunta Logan. Emily me da un puñetazo en el hombro. —En serio, ¿no podías esperar a llegar a casa para tener sexo con ella? ¿Tenías que hacerlo en la boda de April? —¿Tuviste sexo en la boda de April? —pregunta Logan. Se burla un poco, así que le doy una patada en la rodilla. —Cállate —gruño. —No le dijiste quién era April, ¿verdad? —pregunta Emily, su voz suave.

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—Le hablé de April —protesto—. Le conté todo sobre la chica que me rompió el corazón justo después de que nos conocimos. —¿Pero le dijiste que ésta era su boda? —Emily me golpea—. ¿Alguna vez mencionaste su nombre? No puedo contestar porque no lo sé. Me golpea de nuevo. —Deja de pegarme ―murmuro. Froto mi brazo porque esa mierda duele—. No sé si alguna vez mencioné su nombre. —Lanzo mis manos. ¿Qué otra maldita cosa voy a hacer? —Debe haberse dado cuenta —dice Emily—. Y entonces me interrogó cuando te fuiste. —Sus ojos se cierran y hace una mueca—. Pensé que le dijiste todo. —Lo hice, pero no la parte importante, al parecer. —Es todo un gran malentendido —dice Logan—. Ve tras ella y explícaselo. —Accidentalmente le hablé de la carta —dice Emily en voz baja. —¿Qué carta? —pregunto. Tomo mi teléfono y le envío un mensaje a Sky. Yo: ¿Dónde estás? Me quedo mirando el teléfono como si guardara los secretos del universo. —La carta que le escribiste a April, cuando te estabas muriendo. La que me hiciste prometer que le daría después de que estiraras la pata. Levanto mi frente. —¿Estirara la pata? —¿Terminar bajo tierra? ¿Conocer al Espíritu Santo? ¿Empujar hacia arriba margaritas? —Golpea mi brazo de nuevo—. ¿Por qué es importante? —¿Por qué le dijiste lo de la carta? —pregunto. No estoy enojado. Estoy confundido. —Hablaba de April. Y quería que supiera lo mucho que la odio, así que le dije acerca de la carta —gime—. ¡Parecía relevante! —grita. —¿Qué pensaste que había en esa carta? —pregunto. —Tú profesando tu amor eterno mientras estabas en tu lecho de muerte... —dice. Resoplo. —Está bien —le digo—. Has que tu conductor me lleve al apartamento. Tengo que conseguir algo. —¿Luego qué? —pregunta. —Luego voy a conseguir a Sky. Sonríe y acaricia mi brazo. —Bien. Solo espero que ella me vea. Mi teléfono suena. Sky: Me fui a casa. Déjame en paz. Yo: No puedes huir y esconderte. No en este momento. Sky: Sí puedo. Yo: Voy a ir a verte. Sky: No te voy a dejar entrar. Yo: Soy muy persistente. Sky: Estoy muy dolida. Yo: Voy a arreglarlo. Sky: No puedes. Yo: Lo haré. Lo haré, incluso si es la última cosa que haga.

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Capítulo 33

M

i apartamento huele a viejo y sin uso. Abro la ventana y miro alrededor. Está tan limpio y vacío. No hay muñecas tiradas por todos lados. No hay juegos de mesa desparramados en la mesa de mi cocina. No hay niños por ninguna parte. Debería estar en casa con mis niños. Excepto que si voy allá, tendré que enfrentar a Matt. Tomo una ducha y me pongo mi viejo pijama de franela poco atractivo y de soltera. No me pongo maquillaje porque mis ojos están hinchados y me veo como una mierda de todas formas. No es como que vaya a ver a alguien. Matt no sabe dónde está mi apartamento. En mi frigorífico, hay dos litros de Chuncky Monkey2 y aún está en buen estado. Lo saco y ni siquiera consigo un bol. Solo agarro una cuchara grande y lo llevo al sofá. Busco en la TV hasta que encuentro algo tonto, algo que no requiera pensar del todo. He comido como medio envase cuando un golpe suena en mi puerta. Me sobresalto. No voy hacia la puerta. Nadie sabe que vendría aquí. Mi teléfono vibra. Matt: Abre tu puerta. Yo: No. Vete. Mi corazón empieza a golpear con fuerza. Está aquí. Mierda. Estiro mis pies debajo de mí y me siento en el borde del sofá. Se irá si lo hago esperar bastante tiempo. Golpea la puerta de nuevo, y me sobresalto, dejando caer mi cuchara al suelo. Me levanto y la arrojo en el fregadero mientras paso por el frente. Ésta hace un ruido ensordecedor. Me acerco a la puerta, presiono mi oreja contra ésta, y escucho. No oigo nada. Matt: No me voy a ir. Yo: ¿Cómo me encontraste? Matt: Tu padre se sintió mal por mí. Yo: Traidor. Oigo una carcajada a través de la puerta. Matt: Él te ama. Yo: ¿Qué le dijiste? Matt: Le dije que soy un idiota. Espero. Matt: Está de acuerdo. 2

Chuncky Monkey: Helado de Ben&Jerry's de crema sabor banano con trozos enchocolatados y nueces.

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Una sonrisa tira de mis labios. Matt: Estás sonriendo, ¿cierto? No respondo. Matt: Por favor dime que no estás llorando. Yo: No más. Deberías volver a casa, Matt. Matt: Tú primero. Escucho a Matt hablar suavemente a través del hueco/ranura de la puerta. —Deberías ir a casa, Sky. Caigo sobre mi trasero y reposo la parte posterior de mi cabeza sobre la puerta. —No puedo irme a casa —le digo. —¿Por qué no? —pregunta, en un susurro, y creo que está sentado ahora, también, justo al otro lado mío. —Porque irás allí. Sonríe. —Estoy aquí. Suspiro con fuerza. —Vete a casa, Matt. Mis sentimientos están heridos, y no quiero verte ahora. —No es lo que pensabas que era. Pensaba que sabías quién era ella, y obviamente no lo sabías. Nunca quise herirte. —Todavía la amas, Matt —le digo. —No —protesta—. No la amo. Y esto se me hizo muy claro cuando me obligaste a bailar con ella esta noche. —Le escribiste una maldita carta cuando te estabas muriendo —digo. —¡Ugh! —grita—. Esa carta me perseguirá hasta el día que me muera. —Solo porque cuenta cómo te sientes realmente. Se ríe. —Cuenta cómo me sentía de verdad cuando la escribí. Golpeo la parte posterior de mi cabeza contra la puerta. Quiero que se detenga de hablar sobre ello. —Quiero que leas esto —dice. —No quiero leerlo. —Sí, lo harás. Escucho un crujido, y un sobre se desliza por debajo de la puerta. Ésta tiene escrito la palabra April en frente. La empujo de vuelta hacia él. Se ríe y la regresa otra vez. —Necesito decirte algo —dice. —¿Qué? —pregunto. No toco la carta. Solo la dejo allí puesta sobre mi alfombra. —Seth, Mellie y Joey, dependen de ti. No se merecen que los abandones. Esto me golpea como él sabe que me golpearía en el pecho. —No los dejaría. —Estás aquí así puedes evitarme y ellos están allí. No digo nada porque tiene razón. Los abandoné. —Me iré si vuelves a casa —dice—. No me gustaría, pero te amo, y los amo demasiado para abandonarlos esta noche entonces puedes volver con ellos. Te necesitan. Y tú los necesitas a ellos. Lágrimas queman mis ojos, y parpadeo. —Matt —digo. —¿Leerás la carta? —pregunta.

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—Quizás —refunfuño. Se ríe, y oigo un gemido desde su lado. —¿Me llamarás cuando estés lista? —Quizás —le digo de nuevo. —Ve a casa con los niños, Sky. Te prometo darte algo de espacio. Lee la carta, sin embargo. Puede ayudar. Con todo lo que está pasando todavía está pensando en mis niños. Mi vientre salta. Está justo al otro lado de la puerta. Podría abrirla y saltar dentro de sus brazos, si lo quisiera. Pero no lo hago. Solo me siento allí hasta que mi culo se cansa. Me siento allí hasta que mis pies se adormecen. Me siento allí hasta que la carta me provoca para que la recoja. Me siento allí por largo tiempo después de que Matt se ha ido. Tomo la carta en mi mano y la sujeto hacia fuera así puedo ver el nombre en ella. No es para mí. Es para April. Es para el amor de su vida. La rasgo y desdoblo. Es corta, ni siquiera la mitad de una página. Empiezo a leer. Queridísima April, Cuando te conocí, inmediatamente sentí como que el sol se alzaba y se ponía con tus ojos. Me iba a la cama pensando en ti en la noche, y me despertaba contigo en mi pensamiento por la mañana. Tuvimos realmente nuestros buenos momentos, ¿no? Disfruté las largas caminatas que tuvimos. Anhelaba verte en la noche y dormir contigo en mis brazos. Después de que obtuve los resultados. Descubrí que estaba enfermo, y cuando necesité que estuvieras allí para mí, te follaste a mi mejor amigo. No estuviste allí para sostener mi mano a lo largo de la quimio. No estuviste para ayudarme a conseguir las citas con el médico. No estuviste allí cuando estuve tan enfermo que no podía sostener erguida mi cabeza. Estabas con él. Estabas debajo de él y encima de él y con él en vez de conmigo. Les pedí a mis hermanos que te dieran esta carta en el momento de mi muerte, así que si estás leyendo esto, me he ido. He vivido mis días, y a pesar de que lo has superado, necesito decirte cómo me siento. Un buen hombre podría querer aliviar tu conciencia. Un buen hombre podría querer darte algo de tiempo. Pero bueno no fue importante para ti. Malditamente te odio. Odio que estés respirando. Odio que estés viva. Detesto que seas capaz de reír y que estés continuando, procreando y haciendo más seres humanos tan penosos como tú. Espero que tu corazón dé un brinco cuando tengas esta carta. Las últimas palabras de amor. Mis últimas palabras de amor. ¡Hahahaha! Estoy muerto, así que puedo decirte lo que quiera. Y lo que quiero decir es: Malditamente te odio. Espero que obtengas exactamente lo que te mereces en la vida. Con el mayor odio y desdén, Matthew Reed. PD: Aún te odio. Apoyo mi mano sobre mi boca para sofocar el sonido que quería salir. No estoy segura de lo que es. Quizás una carcajada. Puede ser un grito ahogado. Pero sea lo que sea, me quita el aliento. Me levanto y voy a recoger mi abrigo. Ni

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me visto. Me pongo mi chaqueta en la planta baja y las pantuflas en mi habitación. Ha comenzado a llover con fuerza, así que llamo un taxi, me meto en éste y me voy a casa. Vuelvo con mis niños porque es donde pertenezco. Y no tengo ninguna duda en mi mente que quiero ir con Matt. Pero puedo esperar hasta mañana. Estaba dispuesto a rendirse e irse de casa así podía hacer lo que era lo más importante para mis niños. Necesito hablar con mi padre ya. Y necesito ir a ver a Joey y Mellie dormir. Y quizás a Seth también.

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Capítulo 34

E

ntro en el apartamento. Debería haber sabido que estarían todos levantados. No había oportunidad en el infierno de que regresara a casa y no ser bombardeado con preguntas. Primero: la boda. Segundo: estaba April. Tercero: April y Sky en la misma habitación. Cuarto: lo que no debería haberle hecho a Sky en el armario de suministros contra la pared. Mierda. Paul me va a atravesar. Todos mis hermanos están recostados descuidadamente en sus asientos. Los pies de Pete están en el respaldo del sofá y la cabeza de Sam está justo debajo de ellos. Paul está en el sofá reclinable y Logan está echado en otro sofá solo. Se incorpora primero y apaga el televisor. Miro hacia el pasillo. ¿Dónde están Reagan y Emily? —Las enviamos a hacer compras para bebés —dice Paul, pasando una mano por su cara. ¿Compras para bebés? Oh sí. Se me sigue olvidando que Emily está embarazada. Logan es un bastardo con suerte. Sé que suena indignante llamarlo así, cuando tiene que lidiar con ser sordo todos los días. Sobreviví al jodido cáncer. Debería obtener una gratificación. Como la paternidad. —Gracias —susurro. Estoy tan contento de que no están aquí. Son tan entrometidas como mis hermanos, pero no tan sutiles. —Tuviste una gran noche, escuché —dice Paul. —Tuvimos un pequeño malentendido. Eso es todo. —Voy a tomar una cerveza y luego me siento junto a Logan. —¿Dónde está Sky ahora? —Espero que esté en el apartamento con los niños. —Logan nos dijo lo que pasó —dice Paul—. Mala suerte. Lanzo la tapa de la botella de cerveza hacia Logan. —Simplemente no podías mantener la boca cerrada, ¿no? —Estoy bromeando. Más o menos. Levanto mis manos—. No es como si ustedes no hayan tenido sexo en algunos lugares extraños. El ceño de Paul se frunce. —¿Sexo? ¿Qué sexo? Logan ríe a carcajadas. Es más como un gruñido. Pero lo oigo. —Cállate —murmuro con enfado y pateo su rodilla. Se ríe de nuevo. —No les dije sobre eso. —Ahueca sus manos alrededor de su boca y dice—: Él lo hizo en un guardarropa. Tomo un trago de mi cerveza. Una sonrisa tira de mis labios. Demonios, ya lo saben. —Armario de suministros, en realidad.

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—¿Cómo estuvo? —pregunta Pete. Le frunzo el ceño. —No es de tu jodida incumbencia. Sam endereza sus hombros para parecer más fuerte y pretende ser Paul. —¿Usaste un condón? —Él se ríe. No me gusta. No voy decirles esa parte, de todos modos. —No produzco esperma que sea capaz de fecundar, hombre. Todos sabemos eso. No podría dejarla embarazada aunque quisiera. —No sabes eso —dice Paul. —Lo hago. Sé en lo más profundo de mis huesos que nunca voy a tener un hijo propio. —Levanto un dedo—. Pero —digo—, sucede que Sky tiene tres ya y todos ellos necesitan un padre, así que soy un tipo bastante feliz. —¿En serio? —pregunta Paul. Su ceño se frunce. Agarra mi rodilla y la aprieta—. ¿Vas a estar conforme con eso? Tomo otro trago de mi cerveza. —Tendré que estarlo, ¿no? —Quieres un niño, hombre, todos vamos a donar esperma por ti. Podríamos mezclarlos todos juntos así no tenemos idea quién es el padre. —Sam ríe. —No hay una jodida manera que uno de ustedes consigan dejar a Sky embarazada. No. —Absolutamente no. —Si alguna vez necesitas mi esperma, házmelo saber —dice Sam—. Demonios, no tengo una novia. Estaría encantado de participar. Dame una revista y un pequeño envase de plástico. Hace un gesto vulgar con su mano. Lo malo es que es medio en serio. Cualquiera de ellos lo haría por mí, estoy bastante seguro. —Voy a ser feliz con los niños que tenemos. Ya quiero a Seth, Joey y Mellie. —¿No te preocupa en absoluto la percepción de las personas cuando estás con ellos? —pregunta Paul. Está jugando al abogado del diablo, estoy seguro, porque no fuimos criados para ver una diferencia de color. Vemos a la gente, de la forma en que debe ser. —No me preocupa eso en absoluto. Nada en absoluto. —Esa es la pura verdad de Dios—. Me siento honrado ante la idea de ser su papá. —Tengo que tragar a través del nudo en mi garganta de repente. Paul aprieta mi hombro. Eso no ayuda. —Así que, ¿qué pasó en la boda? —pregunta Sam. Se frota sus manos como si estuviera emocionado. —Sky se asustó. Se alejó cuando pensó que todavía tenía sentimientos por April. Tuve que ir a verla y demostrar que no lo hago. —¿Emily lo arruinó mencionando la carta? —pregunta Logan. Él hace una mueca. —Esa carta me salvó —digo, riendo entre dientes. —¿Qué carta? —Sam y Pete se miran entre sí. —Le escribí una carta a April cuando me estaba muriendo —les cuento. No tenían ni idea—. Escribí una para todos ustedes. Sam alza su mano. —Quiero la mía. —Nop. —Sacudo mi cabeza―. No morí, por lo que no recibirás una carta. Lidia con ello.

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—¿Em sabía sobre las cartas, pero nosotros no? —pregunta Logan. Pretende sacar un cuchillo de su pecho. —Ella prometió entregarlas por mí. Él asiente. —Confiabas en ella. Estoy contento. —Ella es confiable. —Me encojo de hombros. Él solo sonríe. Sam se pone de pie y se estira. —Bueno, si no vamos a hablar de eyaculación en un envase, me voy a la cama. —Yo también —dice Pete. Se levanta y saca sus llaves del bolsillo—. Emily va a llevar a Reagan a casa. Logan deja caer sus pies al suelo. —Mejor me voy, también —dice. El sacude mi cabello mientras se marcha. Pero luego regresa y se pone frente a mí—. Estoy feliz por ti. —Señala. Le sonrío. —Gracias. —Tengo que hablar con él sobre algo—. Mañana, ¿crees que puedes diseñar un nuevo tatuaje para mí? —¿Alguna idea de lo que quieres? —Sé exactamente lo que quiero. Hablaremos de eso mañana. Él asiente y alborota mi cabello porque sabe lo mucho que esa mierda me molesta. Luego quedamos solo Paul y yo. —Estoy muy orgulloso de ti —dice. Levanto rápidamente mi cabeza. —¿Y eso por qué? Encoge sus hombros. —Fue el sexo en el armario de suministros, ¿verdad? —Doy una palmada en mi pecho—. Sabes que tengo locas habilidades en la cama. Se ríe entre dientes. —Tienes locas habilidades en la vida, Matt. —Cierra un ojo y me mira—. ¿Alguna vez pensaste en ir a la universidad? —pregunta. Sacudo mi cabeza. —Me gusta lo que hago. —Pienso en ello por un segundo—. Podría tener que concertar mis citas un poco más temprano en el día, así puedo estar en casa por la noche. —Paul ya hace eso cuando tiene a Hayley. Él trabaja tarde una semana y viene a casa temprano la siguiente. —Podemos cubrirlo. —Asiente—. Todo lo que tengas que hacer, vamos a hacer que funcione, como siempre. —Gracias. —Sabes que ella gana más dinero que tú, ¿verdad? Me rio. —Sí, lo sé. —¿Te molesta? —¿Qué ella es exitosa y educada? No. No me molesta en absoluto. Demonios, quizás me quede en casa y sea un Sr. mamá. —Serías bueno en eso. —Echa su cabeza hacia atrás y cierra sus ojos. —¿Tú alguna vez pensaste en regresar a la universidad? —pregunto. Ni siquiera tuvo la oportunidad de ir; estaba demasiado ocupado cuidando de nosotros. Se encoge de hombros, de repente luce muy incómodo. Juega con un hilo en sus jeans.

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—Nunca he tenido tiempo para darle mucha importancia. Oh, pensó en ello, si su evasión es cualquier indicación. —Deberías ir. Cuando me mude a vivir con Sky, van a estar solo tú y Hayley aquí. No sabrás qué hacer con tanta tranquilidad. Resopla. —Como si pudiera deshacerme de ustedes. Están más aquí de lo que están en sus casas. —¿Puedo preguntarte algo? —digo en voz baja. Trato de no meterme en sus asuntos personales, pero no puedo evitarlo. —Puedes preguntar. No puedo prometer que voy a responder. —¿Qué está sucediendo contigo y Friday? Gruñe. —Nada. ¿Por qué? ¿Qué te ha dicho ella? Trato de fingir indiferencia. —No me dijo nada. Solo hay, como, esa sensación cuando están en una habitación juntos. ¿Qué hiciste con ella? —La besé —dice rápidamente. Me atraganto. —¿Besaste a Friday? —Golpeó mi puño contra mi pecho, intentando reanimar mi corazón. —Bueno, como que nos besamos uno al otro. Sonrío. —¿Cómo estuvo? —Increíble —murmura. Pero luego se da cuenta de lo que dijo y se despeja—. Quiero decir, estuvo bien. Es un mal mentiroso. —Deberías invitarla a salir —digo. Sacude su cabeza. —Lo hice. Me dijo que no. Me ha estado diciendo que no por años. —Sabes que no es lesbiana, ¿no? —pregunto. Levanta una ceja. —No gracias a ti, sí lo sé. Río entre dientes. —Lo siento por eso. —No, no lo haces. —Pero está sonriendo—. Ella tiene algunos problemas — dice finalmente—. Me encantaría saber cuáles son. —¿Qué clase de problemas? —pregunto. —No lo sé. De yo-no-tengo-ningún-tipo-de-familia. La chica está completamente sola. ¿Sabes que ni siquiera va a casa en el verano? —Bueno, no fue seleccionada de un grupo de niños afortunados. —Me quedo en silencio por un minuto porque parece que está pensando—. ¿Qué pasó cuando la besaste? —Chispas —dice—. Jodidas chispas —exclama con un suspiro. —¿Qué pasa con Kelly? Su mirada se levanta rápidamente. —¿Qué pasa con ella? —Supongo que a Friday no le gustaría besarte cuando todavía estás durmiendo con Kelly. ¿Era ese el problema? —Obtener información de Paul es extremadamente difícil.

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—No he dormido con Kelly desde que tú y yo hablamos esa mañana. No he dormido con nadie desde que besé a Friday. No puedo sacarla de mi jodida mente. —Entonces ve por ello. Sacude su cabeza. —Ella dijo de ninguna manera. Sus palabras exactas fueron de ninguna jodida manera, Paul estúpido hijo de perra. Luego me dijo que me fuera a la mierda. Así es Friday. Tienes que amarla. De repente, alguien llama a la puerta. Me levanto rápidamente para contestar, esperando en lo profundo de mi corazón que Sky haya venido a verme, para asegurarme que todo está bien. Para decirme que me ama y no puede esperar un minuto más para verme. Abro la puerta y mi corazón se detiene, pero por una razón completamente diferente. No es Sky en mi puerta. Es April. Ella tiene sus brazos cruzados y está toda mojada. Su maquillaje corrido por su cara, parece un empapado mapache. Todavía está en su vestido de novia y un charco se está formando en el suelo debajo de ella. —¿Puedo entrar? —pregunta. Doy un paso atrás y la dejo pasar, directo dentro de la casa, directo de nuevo en mi vida.

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Capítulo 35

P

apá está todavía lavando platos y limpiando la cocina cuando llego a casa. Lanzo mis llaves a la mesa, y se da vuelta para enfrentarme, frotando sus manos en una toalla de cocina. —No creí que estarías en casa hasta en la mañana —dice. Me encojo de hombros. —Extrañaba a los niños —digo. Sonrío porque es verdad. En verdad los extrañaba. —Nunca pensé escucharte decir eso. —Pone la toalla en el mostrador y cruza sus brazos—. ¿Te encontró Matt? Asiento. No necesito decirle más que eso. —¿De qué era todo eso? —pregunta. —Solo cosas —digo—. No importa. —Importa, Sky —protesta. No me gusta cómo está actuando. No me gusta en absoluto. No tiene derecho. —¿Qué te da el derecho de hacerme preguntas, papá? —digo. Las palabras cuelgan en el aire entre nosotros, visibles y palpables, casi vivas y respirando—. Hice lo que querías. Tomé tu responsabilidad. Eso no significa que consigas un pase libre en mi vida. —No quiero un pase libre —dice. Se aleja—. No importa —murmura. Dejo salir el aliento que estaba reteniendo. —¿Qué quieres, papá? —pregunto. —No quiero un pase libre, Sky —dice—. Pero quiero ganar un pase. Estoy tratando. Y sé que hice un gran trabajo en alejarme toda mi vida, pero no quiero alejarme ahora. —Levanta sus manos como si estuviera rindiéndose—. Entonces, ¿qué pasó con Matt? —Vino a verme —admito—. Vino a mi apartamento. ¿Por qué le diste mi dirección? Se ríe. —El chico estaba destrozado. No podía sentarme aquí y dejarlo sufrir. —¿Por qué te importa el sufrimiento de Matt? —Cruzo mis brazos y lo miro. —Me alejé del sufrimiento de tu madre por mucho tiempo. Y el tuyo. Y ahora estoy tratando de ser consciente de todo eso, y no consigas darme un mal momento sobre eso. —Sí, lo hago. —Sueno como Mellie cuando no lo consigue a su manera. Se ríe. —Puedes. Pero no nos llevará a ningún lado. —Espera un latido—. ¿Sabes que vino a verme, cierto? —pregunta.

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Ruedo los ojos. —No soy sorda, papá. Acabas de decirme eso. —No hoy, Sky. Ayer. Vino a verme. Voy al refrigerador y consigo una botella de agua. Chunky Monkey me pone sedienta, al parecer. —¿Por qué vendría Matt a verte? —Quería pedirme permiso para casarse contigo. Dejo caer mi botella, y rueda por el suelo. —¿Quería qué? —No eres sorda, Sky —dice, repitiendo mi sarcasmo. —No es gracioso, papá. —Pero una sonrisa roba mi cara—. ¿En verdad te pidió eso? Él sonríe, también. —Sí, lo hizo. Le dije que ustedes deberían solo vivir juntos como los jóvenes hacen, pero él me dijo que no puede hacer eso siempre y cuando haya niños impresionables en la casa. Dijo que Seth aprendería cómo tratar a las mujeres por la forma en que él te trate y Joey y Mellie aprenderían cómo tratar a los hombres por la forma en que lo trates. Y viceversa. Así que, quiere casarse contigo y hacerlo todo legítimo. Mi corazón se calienta a la mera idea de eso. —Él no me ha preguntado aún. —Pero sé lo que sería mi respuesta. Siento por mi dedo anular con la yema de mi pulgar. Quiero usar el anillo de Matt. Quiero que sea mi esposo. Papá se da cuenta de mi sonrisa. —¿Él es el único, eh? —pregunta. —Sí —digo—. Es el único. —Tenía la sensación de que lo sería. Lo conocí cuando Kendra enfermó. Parecía como una persona maravillosa. Bueno y amable. Y persistente. — Estrecha sus ojos en mí. Me río. —Es definitivamente persistente. Pero, ¿sabes lo que más amo de él, papá? —pregunto. Levanta una ceja en lugar de responder. —Amo que estuvo dispuesto a sacrificar esta noche e irse por el bien de los niños. —No lo entiendo. —Luce confundido. —Corrí a mi apartamento porque no quería enfrentarlo. Él vino aquí y me dijo que abandonaría si solo volvía a los niños, porque no merecían que los dejara. Él renunció a nuestra discusión. Se fue. Y eso me hace amarlo incluso más de lo que lo hacía antes. Papá camina hacia mí y me da un incómodo abrazo. No es casi tan bueno como Seth, pero está tratando. Consigue puntos por intentarlo. Miro a mi papá. —¿Le dijiste que sí, papá? —pregunto en voz baja. Cepilla mi cabello hacia atrás de mi cara. —Sí, Sky. Lo hice. Sonrío. —Me alegra. —A mí, también. Me alegra conocerlo. Me alegra que sea capaz de amarte como mereces. —Besa mi frente—. Bueno. —Suspira—. Ya que estoy aquí, ¿quieres ir a verlo? Estaba planeando quedarme por la noche.

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¿Ir a ver a Matt? Mastico mi labio inferior y lo pienso. —¿Te importaría? —pregunto en voz baja. Me tira cerca y besa mi frente. —Me importaría si no lo haces. Ve por tu felicidad, niña. Lo mereces. Antes de ir, miro a Mellie y Joey, y la puerta de Seth está medio abierta, así que lo miro también. Se agita cuando tiro de los audífonos de sus orejas. —¿Tía Sky? —dice, sentándose sobre sus codos—. ¿Qué está mal? —Nada —susurro—. Solo estaba revisándote. —Mi mamá solía hacer eso —murmura mientras rueda—. Te quiero, tía Sky —dice en voz baja. Entonces escucho un ronquido en erupción desde su garganta. Sonrío. No puedo evitarlo. Papá está esperando en la puerta en mi camino afuera. —Toma tu impermeable. Está lloviendo. Lo tomo de él y me lo pongo. —Gracias por estar aquí, papá —digo. Asiente y golpea hacia atrás sobre sus talones. Salgo, así puedo ir a Matt. Solo espero que quiera verme tanto como quiero verlo.

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Capítulo 36

J

oder mi vida. Cierro la puerta tras de April. No tengo ni idea de qué decirle. Parece como si hubiera sido atropellada por un camión de maquillaje. Y dejada. En el lado de la carretera. En la lluvia. —Lamento molestarte —dice ella. Veo a Paul levantarse y comenzar a ir desde el pasillo hacia su habitación. —Que ni se te ocurra ir a ningún lugar —Le digo. Se congela. Él va y se consigue una cerveza en cambio. —April —dice con una inclinación—. Te ves como la mierda. —Gracias —murmura. Se sorbe los mocos. Él no tarda. Vuelve a la silla perezosa. Cabrón. —¿Por qué estás aquí? —pregunto. Está goteando todo el jodido suelo. Abraza sus brazos alrededor de ella y se estremece. Miro de cerca su cara. Sus labios están un poco azules, y sus dientes están castañeando. —Ve a conseguirle una jodida toalla, imbécil —dice Paul. Pero él no se levanta para ayudarme. Me vuelvo hacia el armario de la ropa, pero de repente hay un golpe en la puerta. Mierda. Si ese es Kenny, voy a empujarla afuera al pasillo y directamente en sus brazos. Me acorazo a mí mismo y abro la puerta. Mi corazón se aprieta cuando Sky levanta su pequeña mano hacia mí, saluda, y dice: —Hola, Matt. Nunca he estado tan feliz de ver a nadie en mi vida. —Estoy tan contento de que estés aquí —digo. Engancho mi mano detrás de su cuello y la atraigo hacia mí porque tengo que besarla. Solo no puedo esperar ni un segundo más. Murmura contra mis labios: —No podía esperar hasta mañana —dice. Levanto la cabeza y la miro. —Estoy tan contento de que no podías esperar —le digo. Paul se ríe desde el sofá y da una palmada en su rodilla. Está disfrutando esto jodidamente mucho. Sky mira por encima de mi hombro y se congela. —¿Qué está haciendo ella aquí? —pregunta. Sus ojos buscan en los míos como si fuera a encontrar la respuesta en mi mirada. Pero no va a encontrar nada allí, porque al parecer tengo mierda por sesos. —No tengo ni una jodida idea —le susurro vehemente. Ella se queda mirando a April durante un minuto, y luego su rostro se ablanda. —Tienes que ayudarla —dice.

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—¿Ayudarla con qué? —pregunto ferozmente. —Consíguele una jodida toalla —dice Paul de nuevo—. Duh. Muelo mis dientes juntos. No quiero conseguirle una toalla. Quiero que se vaya. Y que se lleve todo su abastecimiento de agua con ella. Sky me deja ir y se acerca a ella. Le toma el codo y la guía hacia el cuarto de baño. —Vamos —dice suavemente—. Vamos a limpiarte. April le permite a Sky empujarla dentro del baño, su vestido empapado arrastrándose por el suelo como una foca mojada deslizándose a través de nuestra alfombra. Sky la empuja al cuarto y se da la vuelta para mirarme. Pero entonces ella sacude su cabeza, suspira duramente y, a continuación, entra en el baño. —Eso está jodido —dice Paul en una risa maníaca. —Tú estás jodido —digo—. Podrías haber ayudado. —¿Qué querías que hiciera? Ella es tu novia. —Ex novia —corrijo. —Bueno, tu ex novia está en el baño con tu actual novia. —Se ríe de nuevo—. Ve a buscarme otra cerveza cuando limpies esa agua. —Golpea sus pies encima del final de la mesa—. Y consigue sacar tus bolas del bolsillo de April cuando vayas en esa dirección. —Mis bolas no están en el bolsillo de April. —Están en el bolsillo de Sky. Felizmente. —Mmm hmm —tararea. Le llevo una nueva cerveza y empiezo a limpiar el agua. Sky abre la puerta del baño una grieta y saca su cabeza. —¿Puedo tener algunas toallas? ¿Y algo para que ella use? —¿Qué estás haciendo ahí? —siseo. Mira hacia atrás en la puerta. —Ella es un desastre —susurra Sky. Sale y cierra la puerta detrás de ella—. Estaba helada, así que la puse en la bañera. —Emily dejó un poco de champú de chica aquí. Está bajo el lavabo. —¿Puedes encontrar algo de ropa? Solo algún short o algo así servirá. Sky desaparece de nuevo en el baño. Tengo un pantalón corto deportivo y una camiseta que no me gusta. Diablos, creo que es una que April compró. Golpeo suavemente a la puerta. Sky vuelve a salir. —¿Cómo está yendo ahí? —pregunto. —Yendo —murmura, rodando los ojos—. Ha tenido un día duro. Bien. Ella debería. Hizo su cama, y ahora consigue dormir en ella.3 —Lamento oír eso —digo en su lugar. Rueda sus ojos y desaparece de nuevo en el baño con las toallas y la ropa. Me paseo por veinte minutos, hasta que Paul me gruñe. —Vas a dejar un agujero en la alfombra. —¿A quién le importa una mierda? —¿Qué crees que están hablando? —pregunta Paul, sonriendo como un idiota. —No tengo idea. —Apuesto a que están discutiendo la longitud de tu pene —se burla. —Cállate. 3

Hizo su cama, y ahora consigue dormir en ella: Se refiere a que ella tomó su decisión, y ahora debe aceptar las consecuencias.

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—O todas las formas que nunca aprendiste a usar tu lengua. —Vete a la mierda. —Tengo demasiada habilidad con mi lengua. —La forma en que te afeitas tus bolas. —Idiota. —Pero una sonrisa tira de mis labios. Se ríe a carcajadas y empuja mi hombro. —Deja de preocuparte. Miro mi uña del dedo pulgar, que he mordido hasta dejar casi nada. Se abre la puerta del baño, y salto sobre mis pies. Sky sale primero con April detrás de ella. April se ve mucho mejor. Su rostro está libre de maquillaje y su cabello está húmedo pero peinado en una masa ordenada. Está usando mis viejo shorts y esa camiseta que odio. Ella cruza los brazos delante de su pecho. ¿Qué pasó con esa monstruosidad de vestido? ¿Qué pasó con su matrimonio? ¿Qué pasó con su bebé? Miro a su vientre y me doy cuenta de que puedo ver una pequeña hinchazón allí. Lo que el vestido de novia escondió, éstas prendas no. Pero no es mío, así que no podría sentirme más alejado de ello. Fuerzo mis ojos de nuevo a su cara. —Gracias por dejarme entrar —dice April en voz baja. —¿Por qué estás aquí? —pregunto finalmente. Necesito saber. —No sabía nada de Kenny y mi dama de honor. Gracias por decírmelo. Al parecer, era la única que no sabía. —Su voz es tranquila y un poco ronca, como si pasó mucho tiempo llorando. —¿Dónde está Kenny? —pregunto. Se encoge de hombros. —Probablemente en el hospital. ¿Hospital? —¿Qué? —Lo golpeé en la cabeza con un jarrón. —Sostiene sus manos para mostrarme cuán grande—. Uno grande. —Gira su brazo en su hombro—. Era un poco pesado. Mi brazo todavía me duele. Paul se ríe desde el sofá. Le disparo una mirada, y se calla. —Hola, Paul —dice ella. —April —murmura de regreso. Prende la TV. —Debería irme —dice April. Se vuelve hacia Sky y sostiene sus brazos para un abrazo—. Gracias —le dice—. Lo aprecio mucho. Miro a las dos. Sky tira de ella y la abraza, frotando su espalda suavemente por un segundo. ¿Qué carajos pasó en el baño? April da un paso atrás y se seca los ojos. —Me alegro de que lo golpearas —le digo a April. Sonríe acuosamente. —Yo también. —Toma un respiro—. Matt, lo siento por todo —susurra. —Lo sé. —¿Qué más puedo decir? Tiro a Sky a mi costado y dejo caer mi brazo alrededor de sus hombros. —Todo resultó bien —digo—. Para mí, de todos modos. April sopla un suspiro. —Conseguí lo que me merecía. Asiento. ¿Qué carajos se supone que debo decir? Sky me da un codazo en el costado. —¿Qué? —pregunto. Froto mis costillas.

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—Sé que conseguí lo que me merecía. —Pone una mano sobre su vientre, y mi corazón se aprieta por ella—. Elegí la pasión sobre el amor y mira dónde me metió. Podría haber estado estable y feliz. Sí, pero ella no hubiera estado embarazada en estos momentos. Esa parte no la comparto con ella porque no es su asunto. April tiende sus brazos. —¿Te puedo abrazar, Matt? —pregunta tentativamente. Sky y yo decimos “No” a la misma vez. April deja caer sus brazos, y sonríe. —No te culpo —dice April—. Por si sirve de algo, no me gustaría abrazarme, tampoco. —No estoy molesto contigo, April. No más. —Puedo decirle que tanto. Y no me importa hacérselo saber. —¿Ahora sientes lástima por mí? —pregunta. —Me siento esperanzado por ti —digo. Aprieto a Sky hacia mí—. Cuida de ese bebé, ¿de acuerdo? —Lo haré —dice con una inclinación. Camina hacia la puerta, y Sky la abre para ella—. Gracias de nuevo, Sky. Sky asiente, y April sale de mi vida, espero que por una buena última vez. Atraigo a Sky en un abrazo y le susurro: —Estoy tan contento de que llegaras cuando lo hiciste.

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Capítulo 37

S

e siente muy bien estar en los brazos de Matt. Dejo que me sostenga por un segundo y luego doy un paso atrás, empujándolo suavemente y agitando mi dedo. —¿Qué habrías hecho con ella si yo no hubiera aparecido? Se rasca la barbilla. —No tengo ni idea. —Se ríe. Paul se ríe desde el sofá. —Maldita sea —dice Paul—. Hablando sobre qué es lo que trajo el gato... Le disparo a Paul una mirada, y rueda sus hombros, tratando de hacerse más pequeño. Pero él no es verdaderamente contrito. Lo conozco bien. —Me siento mal por ella —reconozco—. No la viste en el baño. —Gracias a Dios —murmura Paul—. Tuvo un gran jodido atrevimiento al venir aquí. —No tenía otro sitio adónde ir —le digo—. Vive con Kenny ahora, a partir de la semana pasada. Y lo golpeó en la cabeza con un objeto pesado. —Me río. Esa parte me hace reír. —Pero no podía pensar que sería bienvenida aquí —dice Paul. —Ha hecho un montón de enemigos. No es bienvenida en muchos lugares. —Señalo hacia el cuarto de baño—. Su vestido se encuentra todavía en la bañera. Dijo que lo quemara. —¿Puedo tirarlo por la ventana? —pregunta Paul. Me encojo de hombros. —No le importa lo que hagan con él. —¿Estás bien? —pregunta Matt, su mirada tan suave como la punta de sus dedos, arrastrándose en mi frente, empujando el cabello de mi cara. Agito mi pulgar hacia la puerta. —April y yo tuvimos una larga conversación. Bueno, hablé, y ella escuchó. Creo que lo entendió. Sus ojos se estrechan. —¿Qué le dijiste? Miro hacia la puerta de su dormitorio. —¿Podemos hablar en privado? Toma mi codo, al igual que yo tomé el de April, y me lleva hacia su habitación. Paul hace un ruido de tos desde el sofá. Parece que está a punto de empeñar un pulmón. Mueve su pulgar hacia la cocina, y Matt pone los ojos en blanco, va a la cocina, y vuelve con un puñado de condones. ¿Tienen un cajón lleno de preservativos? ¿En la cocina? ¿Qué? Matt se ríe mientras cierra la puerta del dormitorio detrás de nosotros. Arroja los condones en la cómoda. Hay alrededor de veinte de ellos.

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—Te sentías como que ambicioso, ¿eh? —pregunto. —Un hombre puede soñar —dice durante una risita—. Entonces, ¿qué le dijiste a April? —pregunta mientras se sienta en el borde de su cama. —Le dije que entendía su necesidad de ayuda en esta ocasión, pero le agradecería aún más si nunca te buscara de nuevo. Asiente y hace un ruido bajo en su garganta. —Lindo —dice—. Me gusta. —Creo que ella entendía de lo que estaba hablando. —¿Qué más le dijiste? —Patea sus zapatos y llega detrás de sí para tirar de su camisa sobre su cabeza de la forma de los hombres. Miro a la rana en su vientre. —Le dije que tu príncipe rana ha conocido a su princesa rana. Se ríe. —No lo hiciste. —Fue algo así. —Acabo de hablar con Logan esta noche sobre el dibujo de una princesa rana para que la ponga al lado de ésta. Quiero tu nombre en tinta en mi piel, también. Algo permanente. —Eso es sexy —le digo. —Igual que tú —dice en voz baja. Empuja sus jeans hacia abajo sobre sus caderas. —¿Hay alguna razón para que te estés sacando la ropa? —pregunto. Mi corazón se acelera, sin embargo. —Me gusta tu pijama —dice, mirándome de pies a cabeza en un lento barrido que hace latir la sangre en mis venas—. ¿Usaste esos en el taxi? —No pensé que te importara. —No. Me gustaría más si te la quitaras, sin embargo. —Él está usando nada más que su bóxer ahora, y se los saca, también, y los echa al otro lado de habitación. Su pene se menea como si quiere mi atención. Sonrío. No puedo evitarlo—. ¿Por qué estás aquí, Sky? —pregunta. Tiro de mi camisa sobre mi cabeza. No estoy usando un sostén. —Supongo que te he echado de menos. —¿Qué parte de mí? —pregunta. Se acuesta en su cama, su virilidad arqueándose hacia su vientre. —El paquete completo —le digo. Toma su pene en su mano y lo aprieta. —¿Yo o mi paquete? —Se ríe. Pongo los ojos en blanco. —Puedes ser tan tonto. —Ven y siéntate en mi cara, y me callo. Me río. Pero mis bragas son repentinamente húmedas. —No me tientes. —He estado tratando de tentarte desde el día en que te conocí. Me senté al lado tuyo en esa iglesia, y estaba temblando. Quería conocerte. Inmediatamente. Me golpeó como un tren a toda velocidad. Empujo mi pantalón y mi ropa interior por mis piernas y paso fuera de ellos. Estoy completamente desnuda, pero no me importa. —Tomaste toda esa responsabilidad sin pestañear, solo porque esos niños te necesitan. Y me enamoré de ti un poco por eso. Porque si podías amar a tres hijos que nunca habías conocido, quizás podías amarme un poco, también. —Me

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hace señas hacia adelante—. ¿Tienes sitio en tu corazón para mí, Sky? — pregunta—. Te advertí que iba a hacer que te enamoraras de mí. Me arrastro por la cama hasta que mi pecho toca el suyo. Estoy a horcajadas sobre sus caderas y miro hacia abajo a su hermoso rostro. —Tú ganas. No puedo vivir sin ti. —Lo beso. Sus labios son cálidos y suaves y se sienten tan bien bajo los míos—. Espero que estés listo para una gran familia. —Estoy listo para cualquier cosa que me des. —Arquea sus caderas debajo de mí, meciéndose en mi calor. Matt nos da la vuelta, y se instala entre mis muslos. Inclina la cabeza y juega con mis pezones, rodándolos suavemente entre los labios, tirando ligeramente y abrasándolos con su lengua. —¿Estás lista para casarte conmigo? —pregunta cuando levanta la cabeza. Mira fijamente a los ojos, y te juro que puedo ver lo más profundo de su alma. Es bueno y amable, y me ama con una intensidad que nunca podría haber esperado. —Sí —le susurro—. Me casaré contigo. —Voy a preguntar de nuevo cuando pueda hacerlo bien. —No va a ser tan maravillosa como esta vez. —No lo hará. No hay forma. Matt llega a un condón y lo rueda abajo de su longitud. Empuja dentro de mí hasta que no puede empujar más lejos. Luego se aquieta y cepilla el cabello de mi cara. —Nunca pensé que sería tan afortunado —susurra. Sus brazos se deslizan debajo de mis hombros, y me sostiene cerca de él cuando comienza a bombear sus caderas. Se desliza dentro y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera, cada movimiento marcado por pequeños gruñidos en mi oído. De pronto se detiene y da una palmada en el muslo. —Date vuelta —dice. Sonrío y cumplo. Nunca lo hemos hecho de esta manera, pero estoy dispuesta. Estoy muy dispuesta. Matt desliza una mano por debajo de mí y se sumerge en mis rizos, jugando con mi clítoris, y detrás de mí, extiende mis nalgas y se sumerge dentro de mí. Es rápido y duro y tan, tan perfecto. Empujo mi trasero hacia él, y ajusta su ángulo hasta que me hace temblar. —Lo encontré —se regodea. Grito porque me siento tan plena y tan fuerte y Matt se mueve justo dentro de mí. —Shh —susurra al lado de mi oreja. Mierda. Lo olvidé. —Matt —le susurro. —Me encanta cuando dices mi nombre antes de venirte. Justo antes de que llegas a ese pequeño tirón en tu respiración y haces ese ruido jadeante. —Sus dedos se mueven en contra de mi clítoris, frotando rápido cuando se apodera de mí. —Matt, Matt, Matt —grito. Entonces contengo el aliento mientras me empuja sobre el borde. —Ahí está —susurra, y entonces gruñe y se viene dentro de mí mientras mis paredes se sujetan a su alrededor. Mi liberación revolotea a través de mí, y trabaja mi clítoris hasta que colapso. Luego se cae sobre mi espalda, pesado y caliente como una manta, mientras sus dedos se enroscan a través de los míos, sosteniéndome a la cama. Se queda quieto, y sus respiraciones golpean calientes

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en mi cuello, donde entierra su rostro. Silba mientras sale de mí, y yo ni siquiera puedo moverme. Me acuesto desnuda y expuesta y tan agotada que no me importa. Matt se mueve alrededor detrás de mí, y desecha el condón. Luego se arrastra a través de la cama y besa mi hombro. —Así que me alegro de que estés aquí —dice. Matt es el hombre más sincero que he conocido. Me dice cómo se siente. Y lo que no me dice, puedo preguntarle y sé que me responderá. Él no se contiene. —Te amo —le digo, y me subo a su pecho. Giro la cabeza para que mi oído este directamente sobre su corazón. Es constante y fuerte y... como el mío—. ¿Me amarás para siempre? —pregunto. Levanto la cabeza para mirarlo a la cara. —Y un día —afirma. —Matt —empiezo. No sé cómo decir lo que quiero decir—. Mencionaste que se necesitaría un milagro para que me embaraces. —Sí —dice en voz baja. —¿Qué pasa si te digo que creo en los milagros? —Diría que estás deseando cosas que no puedes tener. —No deja de tocarme, por lo que no está enojado o triste. Solo que ya se ha rendido en ese tema. —Pero… —empiezo. Pone un dedo sobre mis labios. —Pero nada, Sky —dice—. Tú eres mi jodido milagro. No un bebé. No necesito un bebé para estar completo. Solo te necesito a ti. —Se ríe—. Y tengo a tus hijos como un bono. ¿Qué más puedo pedir? —Matt, ¿podrías vivir conmigo? —pregunto. Aguanto la respiración mientras espero la respuesta. —¿Qué pasa con Seth? —pregunta. —Podríamos tener una charla con Seth. —Voy a hablar con él cuando vayamos a casa en la mañana. —Bosteza—. Puedes dormir aquí esta noche. —¿Quieres ir a mi casa ahora? —pregunto. Mira el montón de condones en el tocador y niega con la cabeza. —Todavía tenemos unos diecinueve condones para usar. —Me levanta y saca las sábanas, y luego las tira sobre nosotros. Me acomodo en sus brazos. —Creo que hay que acabar con los condones y ver qué pasa —le sugiero. Niega. —No es necesario. Encuentro ese lugar entre la barbilla y el hombro que es todo mío y me acurruco en él. —Hablaremos de nuevo más tarde. —Bostezo y cierro los ojos. Nunca antes me sentí así de bien.

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Capítulo 38

M

e despierto con Sky en mis brazos. Quiero despertarme así cada día por el resto de mi vida. Está volteada de modo que su parte inferior está en mi regazo, y acostados como dos cucharas en un cajón. Alcanzo detrás de mí y consigo un nuevo condón. Usamos cuatro más durante la noche. Solo debería aceptar su sugerencia y prescindir completamente de ellos. Ver qué pasa. Pero todavía no. No hasta casarme con ella. Quiero que ella tenga mi nombre. Quiero que esto sea permanente. Se agita y murmura animándome cuando empujo detrás de ella. —Matt —susurra. Llego desde atrás, tratando de llegar a su clítoris, pero ella empuja mi mano lejos—. No puedo venirme más —protesta—. Me agotaste. Acaricio dentro de ella, mis movimientos perezosos y lentos. Se aprieta alrededor mío, y a pesar de que podría no ser capaz de venirse otra vez, conmigo tocando su clítoris seguramente puede tomar el cálido oleaje de placer que quiero darle. Me aprieta firmemente, tan apretado que quiero venirme ya. Su respiración se dificulta y hace ese ruido, y mi propia terminación me golpea más rápido de lo que creí posible. Me vengo sosteniendo su hombro, empujando con movimientos perezosos, y ella lo sobrelleva conmigo. Dejo de moverme y la sostengo cerca, ni siquiera queriendo dejarla. Es tan perfecta y todo lo que alguna vez he querido. —Buenos días —susurra. Río en voz baja. —Casi me avergüenzo de mí —digo—. No me he venido tan rápido desde que era un adolescente. —La hago rodar sobre su espalda entonces puedo mirar su rostro—. ¿Viste lo que me haces? —Lo tomaré como un elogio —dice con una risita. —¿Estás lista para a irte a casa? —pregunto. Sonríe y asiente. —¿Podemos? Golpeo su trasero desnudo y río. —Por supuesto que podemos. Levántate. Vamos a tomar una ducha. Nos duchamos rápidamente, y ella protesta que está adolorida. La lavo con cuidado y la envuelvo en una toalla, y luego la saco a través del vestíbulo de regreso a mi dormitorio así puede vestirse. El sol apenas está arriba, y estamos moviéndonos como adolescentes. Su cabello está mojado, y todavía está en su pijama. Empaco algo de ropa esta vez porque no volveré aquí. Voy a dormir en su casa, a condición de que a Seth no le importe. Nos detenemos por el desayuno y llevamos donas para los chicos.

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Cuando entramos en su casa, me doy cuenta que acabo de llegar a casa. Su papá está haciendo cosas en la cocina, y Mellie está ayudándole a voltear un panqueque. Él levanta la vista y frunce el ceño. —Hola, ustedes dos —dice. Me fulmina con la mirada. Me río. Joder, él es su padre. Se supone que fulmina con la mirada a un hombre con intenciones lujuriosas. También sé que tengo su bendición, y esto es todo lo que necesito. —Buenos días —dice animadamente Sky. Mellie se apresura y va directamente a los brazos de Sky. —Tenía miedo de que no volvieras —dice Mellie—. Como mi mamá. Oh joder. Nunca siquiera pensé en eso. La emoción me ahoga y tengo que tragar con fuerza para empujarlo de vuelta. —No voy a ningún sitio por mucho tiempo —explica Sky—. Tampoco Matt. Vamos a estar aquí, en cierto modo como una mamá y un papá para ti. Mellie me mira apreciativamente curiosa. —¿Una mamá y un papá? Sky parpadea sus ojos azules. —Sí. Una mamá y un papá. ¿Eso está bien contigo? Mellie toma el rostro de Sky en sus pequeñas manos y mira sus ojos. —¿Y tú no te irás? —pregunta. —Nunca —dice Sky. —¿Matt, tampoco? —pregunta Mellie. Su mirada es escéptica. —Matt, tampoco —afirma Sky. Camino hacia la habitación de Seth. Él tiene un encuentro hoy, estoy bastante seguro, así que debería estar. Llamo a su puerta. —Entra —dice. Meto mi cabeza. Él se está vistiendo. —¿Casi listo? —Sí —dice—. ¿Vas a ir? —Desde luego —digo. Me acerco a él y me siento en el borde de su cama—. ¿Podemos hablar? ¿De hombre a hombre? —Amigo, usé condón —suelta él. —¿Qué? —digo. Levantándome. Sus ojos se amplían. —Oh, pensé que te diste cuenta —dice. Y hace una mueca—. Mierda — dice—. Lo he estropeado. —¿Estás teniendo sexo? —pregunto. —Solo… como… una vez. —Mira por todas partes, excepto a mí. Demonios, él tiene dieciséis años. —¿Estás siendo cuidadoso, verdad? —pregunto—. ¿Tenemos que ir a comprar más condones? —Lamentaría pensar que solamente se puso uno de la enfermería escolar o algo. —Umm, no… —dice—. Conseguí algunos. —Bien, cuando necesites algunos más, me avisas. Él asiente y deja escapar una respiración. —No le irás a contar a la tía Sky, ¿verdad? —pregunta. Muerdo mis labios juntos. —Lo siento, pero no puedo guardarle secretos a ella. —Él asiente—. ¿Cómo te fue? —No quiero detalles. Solamente quiero saber que él está bien. Sigue embalando su bolsa con su uniforme y equipamiento. —Bien, supongo. —Su cara se pone roja.

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La primera vez es por lo general fantástica para un joven, no tanto para una jovencita. —¿Quién es ella? —pregunto—. Tienes que traerla para conocernos. —Ella no es exactamente esa clase de chica —dice con una mueca. —Si vale la pena para joderla, vale la pena traerla a casa para conocer a tu familia, cabrón. —Dejo escapar. Esta mierda me saca de quicio. Pero puedo recordar teniendo esta misma conversación con Sam y Pete, también. Y Logan en realidad. Logan era un puto más grande que cualquiera de los gemelos—. Pero esto no es de lo que quería hablar. Él levanta la vista. —¿Qué querías? Esta vez, es mi turno de inquietarme. No sé por qué me siento tan fuera de lugar preguntarle a Seth sobre esto. —Quiero casarme con Sky —digo. —Está bien… —dice. —¿Eso está bien contigo? Asiente lentamente y luego con más rapidez. —Eso está bien conmigo. —Entonces, estaba pensando, que mientras esperamos por la boda, podría mudarme aquí. —Espero y observo su rostro—. ¿Cómo te sentirías al respecto? —¿Ya le pediste casarse contigo, verdad? —Sí. —¿No vas a cambiar de idea? —Ella no podría ahuyentarme con un palo realmente grande. Ríe en voz baja. —Está bien si quieres mudarte, tío Matt —dice él. Mi corazón se detiene. Acaba de llamarme tío Matt. Estoy un paso más cerca de ser parte de su familia. —Me gusta eso —digo suavemente. —A mí, también —dice de regreso—. Mejor vamos ya. Sky ya se ha cambiado de ropa, y está poniendo a las chicas en sus abrigos. Este será un acontecimiento que dura todo el día, entonces ella ha embalado bocaditos y juguetes, también. Salimos juntos, yendo a nuestro primer evento como una familia. Su papá no va con nosotros hoy, sin embargo. Él va a visitar a la mamá de Sky. Seth gana en partidos consecutivos, y avanza al round final. Seth siempre gana, se detiene después de cada partido y levanta su mano hacia el cielo, como si estuviera alcanzando el cielo. Eso trae una lágrima a mis ojos. Su último partido no se parece a los demás. Es contra un chico que es realmente bueno. Seth aparece en la tribuna para hablarme. —Tío Matt —dice—. No sé qué hacer. Voy y recupero a Joey desde la parte inferior de la grada porque se está poniendo demasiado cerca de la estera de lucha. Un lanzamiento de un chico totalmente desarrollado en su dirección, y podría lastimarse. Voy por ella y la traigo de regreso. Soplo sobre su vientre y luego la arrojo sobre mi hombro. Se ríe y se queda colgada allí, riéndose. —¿Sobre qué? —pregunto. Hace una señal hacia la parte baja de la grada. —¿Ves al tipo en la silla de ruedas? —pregunta. Lo hago. Lo vi al comienzo cuando entramos. —Él es el papá de mi siguiente oponente.

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—Oh —digo en voz baja—. ¿Él está enfermo? —Está usando un gorro sobre su media cabeza calva, entonces puedo suponer qué está mal con él. —Etapas finales de cáncer —dice Seth en voz baja. —¿Y estás preocupado sobre si deberías o no dejar que su hijo gane? —Lo considero en mi mente. Puedo ver por qué Seth está en conflicto. Y para ser honesto, estoy en conflicto, también. —Sí. —¿Piensas que haría feliz a su papá que este partido le fuera entregado a él? Seth niega y muerde su labio inferior. —Probablemente no. —Seth, si yo fuera su papá, querría que él hiciera todo lo mejor, y que gane el mejor. Seth asiente. —Simplemente debes estar preparado. —Aprieto su hombro—. Él podría estar en ello para ganarlo. —Es unos kilos más pesado que Seth, también. —Bien —dice. Y baja al reloj para firmar en cuanto sea su turno. —¿Qué pasa? —pregunta Sky cuando me siento al lado de ella. Toma a Joey de mi hombro y la pone al lado de Mellie, luego pone una crayola en su mano y le da una hoja de papel. Señalo con mi barbilla y le digo lo que pasa. Luce comprensiva. —Esto tiene que ser difícil para él después de lo que pasó con su mamá. Asiento. Esto jodidamente me duele, y este ni siquiera es mi partido. —¿Crees que él lo tirará? —pregunta. Niego. —Lo dudo. Él no lo hará. Irá con ello igual como va en todo lo demás. Patea traseros. El chico es fuerte, y Seth lo tuvo casi arrinconado una vez, pero el reloj tiene diez segundos para el final. El árbitro golpea su mano debajo del hombro levantado de Seth para mostrar al otro chico que Seth no lo ha arrinconado todavía. Está cerca, y contengo mi respiración. Sky chilla al lado mío, y el auditorio entero comienza la cuenta abajo con el reloj. Este se va y Seth rueda, y pasan a la segunda ronda. Seth mantiene su propio ritmo, y consigue algunos puntos de vuelta cuando deja al chico fuera en el piso. Es casi la tercera ronda, y está arriba por un punto. Solamente un punto. Seth levanta la vista hacia el papá de su oponente, y el hombre le da los pulgares arriba. Seth le sonríe y regresa por ello. Seth hace una jugada loca, una que nunca he visto que podría ser de mala suerte, y pone al chico sobre su espalda. Su oponente no puede moverse libremente, no importa lo que él haga. Todo lo que Seth tiene que hacer es dominarlo. De repente, el árbitro anuncia la caída. Seth desciende y ayuda al chico a ponerse de pie, y ellos comparten un abrazo. El árbitro levanta el puño de Seth, Sky rebota y grita a mi lado. Seth se para al borde de la estera y levanta su mano al cielo. Él cierra sus ojos y dice algo en voz baja que absolutamente no puedo descifrar. Pero entonces da la vuelta y va con el papá de su oponente. Se pone en cuclillas delante de él y le dice algo. Los ojos de Seth se llenan de lágrimas, y está tan jodidamente emocional que de repente tengo que contener las mías, también. Sky no lo intenta. Solamente limpia su rostro. Seth va al vestuario a asearse, y no es hasta que estamos en el camino a casa que Sky se vuelve hacia él y dice:

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—¿Qué le dijiste al papá de ese chico Seth? Seth suelta un suspiro. —Le dije que siguiera luchando. Eso es todo. Tengo que contener mis lágrimas otra vez. Seth va a convertirse en un hombre increíble. Sky llega a la parte posterior y toma la mano de Seth en la suya y le da un apretón. Él se inclina hacia adelante y besa su mejilla. —Te quiero, tía Sky —dice él tranquilamente. —Te quiero, también, Seth —dice ella en voz baja. —¿A mí también? —canturrea Mellie. Joey sigue con: —¿Y a mí? Sky se ríe y llega hasta la parte de atrás para cosquillear sus pies. —A ustedes dos, también. Entonces toma mi mano en la suya y dice: —A ti, también. Le doy un apretón porque es todo lo que soy capaz de hacer en este momento.

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Capítulo 39

D

os meses después Mi madre se para frente a mí y arregla mi velo. Ha sido un largo tiempo viniendo, pero estamos haciendo progreso. Ella salió de rehabilitación hace un par de semanas, y pasamos más tiempo juntas. Hicimos palomitas de maíz y hablamos de… nada. Es agradable. Es algo de lo que nunca fue capaz antes. Tampoco yo. Tuve que poner a un lado mis dudas y desconfianza. A veces, si eliges caminar el mismo camino, tienes que seguir llenando los agujeros así puedes encontrar tus pisadas. Pero otras veces, es seguro tomar un camino completamente nuevo, y mi mamá y yo estamos en un nuevo camino. Estamos descubriéndonos una a la otra como si nunca nos hubiéramos conocido. Cuando conseguí mis noticias ayer, ella fue la única a la que le dije. Voy a decirle a Matt después de la boda. Conseguimos sus buenas noticias el mes pasado cuando su sangre reveló que todavía está en remisión. Ahora voy a darle algunas noticias más buenas. —Luces tan hermosa —dice mi mamá. Ajustó mi cabello, e incluso sostuvo mi vestido cuando tuve que orinar una última vez. Ella en verdad ha estado aquí para mí hoy. —Gracias —suspiro. Mis nervios están dañados, no por la boda sino por lo que tengo planeado para después—. ¿Tienes el regalo de Matt, cierto? — pregunto. Frota su bolsa. —Lo tengo. Está seguro. Averiguamos la semana pasada que el papá de Joey y Mellie está dispuesto a darnos sus derechos de paternidad y dejarnos adoptarlas. Tendrán el apellido Reed. Matt nunca ha estado más feliz, pero tengo una sensación de que las noticas de hoy subirán incluso eso. Nos gustaría adoptar a Seth, también, pero él dice que no lo necesita. Dice que quiere mantener el apellido de su madre. Está bien para mí, siempre y cuando él sepa que es nuestro, también. Y estoy bastante segura de que lo sabe. Mi madre me da un último abrazo y va a tomar su asiento. Escucho la marcha nupcial comenzar, y papá viene a recogerme. —No es demasiado tarde para retroceder, si quieres —dice. Niego. —Nunca. Se ríe. —No lo creí. —Saca su codo. Deslizo mi brazo dentro. Solo tengo tres damas, y están todas de pie al frente de la iglesia ya. Friday, Reagan, y Emily son familia, pero acordaron vestirse y estar conmigo. Por supuesto, Matt tenía que

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tener a cada uno de sus hermanos y Seth con él. No podía dejar a ninguno fuera, así que nuestros lados no encajan. Pero está bien para mí. Camino a la pasarela y levanto la mirada. Los invitados están todos levantándose. Pero no los miro a ellos. Miro a Matt. Puedo decir el minuto en que me mira porque sus ojos se ponen vidriosos y su boca cae abierta. Miro su cara todo el camino hacia el altar. Paul lo golpea en el brazo, y él todavía no rompe mi mirada. Mi papá me besa en la mejilla, y el resto del servicio es solo un sueño. Miro en los ojos de Matt y digo mis votos y él dice los suyos. Cuando es tiempo de los anillos, lo dejo deslizar el mío en mi dedo y nada nunca se sintió tan correcto. Hasta que deslizo el suyo puesto, también. Y entonces es perfecto. —Puede besar a la novia —dice el predicador. Matt toma mi cara en sus manos, sus dedos abriéndose hasta mis orejas, y pone un beso en mis labios que roba mi aliento. Paul comienza a toser sin delicadeza para separarnos. Cuando Matt finalmente levanta su cabeza, mira en mis ojos. Sostengo sus muñecas y no puedo alejarme. El predicador dice: —Me gustaría presentarles, ¡al señor y la señora Mattew Reed! La multitud se vuelve loca, y salimos en medio de un baño de alpiste. Cerramos nuestros ojos y dejamos que llueva sobre nosotros, empapando cada segundo. Friday tiene a Mellie de la mano y Reagan tiene a Joey, así que las deslizamos en nuestros brazos, cada uno tomando a una de ellas, y corremos hacia la sala de la recepción. Aceptamos una tonelada de buenos deseos, y entonces es tiempo de un brindis. Paul se pone de pie y levanta su copa. —Si hubo alguna vez alguien mereciendo amor, es mi hermano. —Se detiene para aclarar su garganta—. Solo estoy agradecido de que lo encontró. Sky, haces a mi hermano incluso mejor de lo que ya era, y sé que hará lo mismo por ti. Sabes todo de él, y lo amas de todas maneras. —La multitud ríe, y Matt gruñe juguetonamente—. Por ustedes, por su amor, y por su vida y su familia. Pueden continuar siendo bendecidos. Él levanta su copa y bebe. Así lo hace Matt. Y todos los demás en la multitud. Excepto yo. —¿Qué está mal? —pregunta Matt. —Nada —digo. Señalando a mi madre para que venga, y ella pone una caja en mis manos. Es pequeña, pero pesada al mismo tiempo—. Tengo un regalo para ti. —Pensé que nuestra luna de miel era nuestro regalo para el otro —me recuerda con un ceño. Estamos yendo a la costa de Carolina por una semana con los niños esta noche. No puedo esperar. Le hago señas para que tome mi paquete. —Las vacaciones son nuestro regalo. Éste es solo un extra. —Pestañeo atrás las lágrimas que ya se están formando en mis ojos. Hace una mueca y abre la caja. Mira dentro y entonces se confunde. Saca el pequeño objeto de la caja. Es un mameluco4 que tiene diseños de tatuajes por todo él, y en la espalda, tiene el nombre Reed. —¿Qué es esto? —pregunta, confundido.

4

Mameluco: pijama infantil de una sola pieza que cubre hasta los pies.

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Entonces sus ojos se abren. Friday jadea cuando se da cuenta de lo que está pasando, y el resto de la multitud retumba sin parar. —¿Es esto…? —pregunta. Se detiene porque está ahogado de la emoción. —Si —digo. Lágrimas rodando por mi cara, y no me importa. Me inclino cerca de él—. Me embarazaste. Me toma en sus brazos y me tira cerca, y un sollozo sale de él: —¿Hablas en serio? —Completamente en serio, Matt —digo—. Pero espera. —Miro hacia abajo y saco otro mameluco. Al segundo que cae, Matt lo atrapa en el aire. —¿Dos? —pregunta. Asiento, tan rota por su reacción que no puedo hablar. —Dos pequeños latidos —digo tan pronto como puedo. —Santa mierda —suspira en mi oído. Me aprieta tan apretadamente que chillo—. Te amo tan jodidamente tanto —me dice. Toma un segundo para respirar y se compone, entonces cae sobre sus rodillas y pone su frente en mi vientre. Dice algo en voz baja a sus hijos no nacidos, y ni siquiera estoy segura de lo que era, pero sé que es entre él y ellos. O él y Dios. No estoy segura. Entonces se pone de pie y mira a la multitud. La mitad de ellos tienen los ojos llorosos como nosotros. —¿Saben lo que eso significa? —pregunta a nuestros amigos y familia. Ellos retumban, pero él no puede escuchar una voz sobre otra. Señala a Logan. —¡Eso significa que mis espermas son mucho mejor nadadores que los tuyos, hermanito! —dice. Señala mientras habla, y Logan le muestra el dedo medio. Pero está riendo. Envuelve sus brazos alrededor de Emily y pone su mano en la pequeña hinchazón de su vientre. Golpeo su hombro. —¿Qué si mis óvulos son increíbles y no tu esperma? —¿Qué si solo somos nosotros? —pregunta en voz baja, y me besa—. Nosotros juntos. —Te dije que creo en los milagros, Matt —digo cuando finalmente puedo levantar mi cabeza. —Tú eres mi milagro —dice—. Tú. Solo tú. Joey tira de la pierna de su pantalón así que él la levanta. Besa su mejilla sonoramente. Ella susurra en su oído. Él se gira y dice: —Oh, alguien tiene que ir al baño. —Levanta un dedo—. Volveré en un momento. —Y detiene la celebración justo ahí para llevarla al baño. Milagros. Sí, creo.

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Próximo libro Él la ha visto desde lejos... Paul Reed ha estado criando chicos desde que era uno él mismo, pero no cambiaría su vida, incluso si se le diera una oportunidad. Eso es, hasta que uno de sus hermanos dice cuatro pequeñas palabras que sacuden los cimientos de su mundo. “Ella no es lesbiana” no debería ser para partir la tierra, pero de repente la mujer que ama está disponible y hará lo que sea para conquistarla. La llaman Friday, y ella está ocultando más que su nombre... Friday ha trabajado en el salón de tatuajes Reed durante cuatro años. Se ha convertido en más que solo una empleada, y le encanta estar en el medio de algo tan maravilloso. Ella altera la forma en que los Reed viven los unos por los otros y adora la forma en que cuidan de su familia. Haría cualquier cosa por ser parte de ella, si no fuera por el hecho de que no merece una familia propia. ¿O sí? Friday se está castigando por su pasado, y al hacerlo, aleja al hombre que podría amarla verdaderamente. Por separado, son fuertes. Juntos, son vulnerables. Como un equipo son roca.

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Sobre la autora Tammy Falkner vive en una granja en una encantadora, en expansión ciudad rural en Carolina del Norte con su marido apicultor y una casa llena de chicos, unos cuantos perros, y un gato o dos, o cinco, ¿quién tiene tiempo de contar? Como la mitad del equipo de Lydia Dare, ha coescrito diez libros, incluyendo las series Westfield Wolves y Gentlemen Vampyre. Es una gran fan de Regency England, a menudo se pregunta qué otros tipos de mágicos, míticos y extrañas criaturas podrían vivir e interactuar dentro de la alta sociedad. Explorando la teoría de que los Fae pueden caminar entre Regency England y sus propias tierras, Tammy pasa tanto tiempo como es posible con los Lord y señoras de la sociedad, los carruajes tirados por caballos, y elegantes bailes. Ahora añade a eso algunos faeries, un poco de asesinato, un poco de caos, un gnomo de jardín molesto y tienes sus emocionantes nuevas series. Espera que disfrutes de su mundo tanto como ella lo hace. También escribe como Lydia Dare.

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4 Maybe Matt\'s Miracle

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