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Lucky Girls
Staff Traductoras Jessibel Florpincha Kiki Verytolandya Myr62 Cjuli2516zc
Corrección & Lectura Final Jessibel
Diseño Jessibel
Sinopsis Se busca: Un novio (falso) Prácticamente perfecto en todos los sentidos. Luc O'Donnell es tangencialmente, y renuentemente, famoso. Sus padres, estrellas del rock, se separaron cuando él era joven, y el padre que nunca conoció pasó los siguientes veinte años entrando y saliendo de rehabilitación. Ahora que su padre está volviendo a la escena, Luc ha vuelto al ojo público y una foto comprometedora es suficiente para arruinarlo todo. Para limpiar su imagen, Luc tiene que encontrar una relación agradable y normal... y Oliver Blackwood es tan agradable y normal como parece. Es abogado, vegetariano ético y nunca ha inspirado un momento de escándalo en su vida. En otras palabras: es material de un novio perfecto. Desafortunadamente, aparte de ser homosexuales, solteros y realmente, realmente estar necesitados de una cita para un gran evento, Luc y Oliver no tienen nada en común. Así que llegan a un acuerdo para ser públicamente novios (falsos) hasta que todo se haya calmado. Entonces pueden ir por caminos separados y fingir que nunca sucedió. Pero lo que pasa con las citas falsas es que se pueden parecer mucho a las citas reales. Y ahí es cuando te acostumbras a alguien. Empiezas a enamorarte de ellos. No quieres dejarlos ir nunca.
Para CMC
Contenido Capítulo 1
Capítulo 29
Capítulo 2
Capítulo 30
Capítulo 3
Capítulo 31
Capítulo 4
Capítulo 32
Capítulo 5
Capítulo 33
Capítulo 6
Capítulo 34
Capítulo 7
Capítulo 35
Capítulo 8
Capítulo 36
Capítulo 9
Capítulo 37
Capítulo 10
Capítulo 38
Capítulo 11
Capítulo 39
Capítulo 12
Capítulo 40
Capítulo 13
Capítulo 41
Capítulo 14
Capítulo 42
Capítulo 15
Capítulo 43
Capítulo 16
Capítulo 44
Capítulo 17
Capítulo 45
Capítulo 18
Capítulo 46
Capítulo 19
Capítulo 47
Capítulo 20
Capítulo 48
Capítulo 21
Capítulo 49
Capítulo 22
Capítulo 50
Capítulo 23
Capítulo 51
Capítulo 24
Capítulo 52
Capítulo 25
Capítulo 53
Capítulo 26
Sobre el Autor
Capítulo 27 Capítulo 28
1 Nunca he visto el sentido de las fiestas de disfraces. Tienes dos opciones: o haces un gran esfuerzo y terminas pareciendo un idiota, o no haces ningún esfuerzo y terminas pareciendo un idiota. Y mi problema, como siempre, fue no saber qué tipo de idiota quería ser. Me había comprometido bastante con la estrategia de sin esfuerzo. Entonces entré en pánico en el último minuto, hice un intento desafortunado de rastrear algún lugar que vendiera disfraces y me encontré en una de esas tiendas de sexo extrañamente lujosas que venden lencería roja y consoladores rosas a personas sin interés real en cualquiera de los dos. Es por eso que, cuando me aparecí en una fiesta que ya estaba en la etapa demasiado calurosa, demasiado ruidosa y demasiado concurrida de su ciclo de vida, llevaba un par de orejas de conejo de encaje negro problemáticamente sexualizadas. Lo juro, solía ser bueno en este tipo de cosas. Pero estaba fuera de práctica, y parecer un chico de alquiler a precio reducido sirviendo un fetiche muy específico no era la forma ideal de regresar triunfalmente a la escena. Peor aún, había llegado tan tarde que todas las demás personas solitarias y gente de mierda se habían rendido y ya se habían ido a casa. En algún lugar de ese pozo de luces deslumbrantes, música chillona y sudor estaban mis verdaderos amigos. Lo sabía porque nuestro grupo de WhatsApp, que actualmente se llama Queer Comes The Sun, se había convertido en un centenar de variaciones sobre el tema Dónde Diablos Está Luc. Pero todo lo que podía ver eran personas que pensaba vagamente que conocían vagamente a personas que me conocían vagamente. Me moví hacia el bar, entorné los ojos en la pizarra que enumeraba los cócteles personalizados de la noche y finalmente pedí una Conversación Cómoda con Ginebra sobre los Pronombres Contra la Pared, ya que parecía que sería agradable beber y describir con precisión mis posibilidades de anotar esa tarde. O, de hecho, nunca. Probablemente debería explicar por qué estaba bebiendo una bebida no binaria mientras usaba la excusa más burguesa del mundo para ropa fetichista en un sótano en Shoreditch1. Pero, sinceramente, yo mismo comenzaba a preguntarme eso. Básicamente, hay un chico llamado Malcom a quien conozco 1
Shoreditch - Es un área artística situada cerca del moderno barrio de Hoxton en Londres. Los jóvenes creativos y pioneros de modas suelen visitar los clubes y bares que rodean las calles Shoreditch High Street, Great Eastern Street y Old St.
porque todos conocen a Malcom. Estoy bastante seguro de que es un corredor de bolsa o un banquero o lo que sea, pero por las tardes, referente a algunas noches, me refiero a una noche a la semana, toca como DJ en esta noche de club transgénero/de género fluido llamado Surf 'n' Turf @ The Cellar. Y esta noche fue su Fiesta de Té. Su fiesta de Té del Sombrerero Loco. Porque ese es Malcom. En este momento, estaba en la parte de atrás de la habitación con un sombrero de copa morado, un frac a rayas, pantalones de cuero y no mucho más, colocando lo que creo que llaman "ritmos contagiosos”. O tal vez no lo sean. Quizás eso es algo que nadie ha dicho nunca. Cuando estaba pasando por mi fase de club infantil, ni siquiera me molesté en preguntar los nombres de mis encuentros, y mucho menos en tomar notas sobre la terminología. Suspiré y volví mi atención a mi bebida. Realmente debería haber una palabra para la sensación que tienes cuando haces algo que no quieres hacer particularmente para apoyar a otra persona, pero luego te das cuenta de que en realidad no te necesitaban y nadie se habría dado cuenta si te hubieras quedado en casa en tu pijama, comiendo Nutella directamente del frasco. De todas formas. Eso. Estaba sintiendo eso. Y probablemente debería haberme ido, excepto que entonces habría sido el imbécil que apareció en la fiesta de Té de Malcom, no hizo ningún esfuerzo con su disfraz, bebí un octavo de trago y luego me fui a la mierda sin hablar con nadie. Saqué mi teléfono, envié un triste mensaje, Estoy aquí, ¿dónde estás? al grupo solo para ver el reloj de la fatalidad aparecer junto a él. ¿Quién hubiera pensado que un evento que tuvo lugar literalmente bajo tierra y rodeado de hormigón tendría mala recepción de teléfonos móviles? —¿Te das cuenta —el aliento cálido rozó mi mejilla—, que esas orejas ni siquiera son blancas? Me volví para encontrar a un extraño de pie a mi lado. Un extraño muy lindo, con esa mirada penetrante y astuta que siempre he encontrado extrañamente encantadora. —Sí, pero llegué tarde. Y no estás usando un disfraz en absoluto. Él sonrió, luciendo aún más atractivo, aún más astuto y aún más encantador. Luego movió su solapa a un lado para revelar una etiqueta adhesiva que decía, Nadie. —Supongo que es una referencia irritantemente oscura. —¡Ojalá tuviera esos ojos —comentó el rey en un tono inquieto—, para poder ver a Nadie! —Eres un tarado presumido. Eso le hizo reír. —Las fiestas de disfraces sacan lo peor de mí.
No fue el tiempo más largo que había hablado con un chico sin arruinarlo todo, pero definitivamente estaba escalando la clasificación. Lo importante aquí era no entrar en pánico y tratar de protegerme transformándome en un imbécil insoportable o un gigantesco rompecorazones. —Odio imaginar a quienes sacan lo mejor. —Sí, ese —otra sonrisa, otro destello de dientes—, sería Malcom. —Todo saca lo mejor de Malcom. Podría hacer que la gente celebrara tener que pagar 10 peniques por una bolsa de transporte. —Por favor, no le des ideas. Por cierto… —se inclinó un poco más cerca— . Soy Cam. Pero como es casi seguro que me escuchaste mal, responderé a cualquier nombre de una sílaba con una vocal en el medio. —Encantado de conocerte, Bob. —Eres un idiota presumido. Incluso a través de las luces estroboscópicas, capté el brillo de sus ojos. Y me encontré preguntándome de qué color eran, lejos de las sombras y los arcoíris artificiales de la pista de baile. Eso fue una mala señal. Eso estaba peligrosamente cerca de agradar a alguien. Y mira a dónde me había llevado eso. —Eres Luc Fleming, ¿no? —preguntó. Bueno, hola otro zapato. Me preguntaba cuándo ibas a caer. —En realidad —dije, como siempre he dicho—, es Luc O'Donnell. —¿Pero eres el hijo de Jon Fleming? —¿Qué es para ti? Parpadeó. —Pues nada. Pero cuando le pregunté a Angie —la novia de Malcom, actualmente vestida como Alice porque, por supuesto, ella era—, quién era el chico caliente y gruñón, ella dijo: Oh, ese es Luc. Es hijo de Jon Fleming. No me gustó que eso fuera lo que la gente decía de mí. Pero, de nuevo, ¿cuál era la alternativa? Ese es Luc, ¿su carrera está en el retrete? Ese es Luc, ¿no ha tenido una relación estable en cinco años? Ese es Luc, ¿dónde salió todo mal? —Si. Ese soy yo. Cam dobló los codos sobre la barra. —Esto es emocionante. Nunca había conocido a nadie famoso antes. ¿Debería fingir que realmente me agrada tu papá o realmente odio a tu papá? —Ni siquiera lo he conocido. Una breve búsqueda en Google te habría dicho eso, por lo que no era como si estuviera recibiendo una primicia importante aquí. Así que no me importa en particular.
—Probablemente es lo mejor porque solo puedo recordar, como, una de sus canciones. Creo que se trataba de tener una cinta verde alrededor de su sombrero. —No, ese es Steeleye Span. —Oh, espera. Rights of Man de Jon Fleming. —Sí, pero puedo ver cómo los confundiste. Me miró de manera penetrante. —No suenan nada iguales, ¿verdad? —Bueno, hay un par de diferencias sutiles. Steeleye es más folk rock, mientras que RoM es más rock progresivo. Steeleye usaba muchos violines, en cambio papá es flautista. Además, la cantante principal de Steeleye Span es una mujer. —Está bien —me brindó otra sonrisa, menos avergonzado de lo que hubiera estado en su posición—, así que no sé de qué estoy hablando. Sin embargo, mi padre es un gran admirador. Tiene todos los registros. Los mantiene en el ático con los pantalones acampanados a los que no ha podido entrar desde 1979. Empezaba a asimilar que, hace unos ocho millones de años, Cam me había descrito como caliente y gruñón. Excepto que, en este momento, era claramente 80/20 a favor de gruñón. —El papá de todos es fanático de mi papá. —Eso debe fastidiar tu cabeza. —Un poco. —Y debe ser aún más extraño con lo de la televisión. —Más o menos. —Toqué con indiferencia mi bebida—. Me reconocen más, pero Oye, tu papá es el tipo de ese estúpido programa de talentos es un poco mejor que Oye, tu papá es el tipo que apareció en las noticias la semana pasada por darle un cabezazo a un policía y luego vomitar sobre un juez mientras no estaba su cara sobre la heroína y el detergente de baños. —Al menos es interesante. Lo más escandaloso que ha hecho mi papá fue agitar una botella de kétchup sin darse cuenta de que la tapa estaba abierta. Me reí a mi pesar. —No puedo creer que te estés riendo de mi trauma infantil. La cocina parecía sacada de Hannibal. Mamá todavía lo menciona cada vez que está molesta, incluso si en realidad no es con papá con quien está molesta. —Sí, mi mamá menciona a mi papá cuando yo también la enfado. Excepto que es menos, Esto es como cuando tu padre puso un condimento de tomate en toda la cocina, y más, Esto es como la vez que tu padre dijo que vendría a casa
por mi cumpleaños, pero en cambio, se quedó en Los Ángeles inhalando cocaína de los senos de una prostituta. Cam parpadeó. —Eeesh. Maldición. Medio cóctel y una bonita sonrisa, y yo estaba cantando como un pilluelo adorable en una barricada en Francia. Este fue el tipo de cosas que terminaron en los periódicos. La otra vergüenza secreta de la cocaína de Jon Fleming. O tal vez, De tal padre, tal hijo: el comportamiento de la infancia de Jon Fleming Junior comparado con los alborotos provocados por las drogas del padre. O lo peor de todo, Todavía loco después de todos estos años: Odile O'Donnell se enfurece con su hijo sobre Fleming Hooker Binge de los 80. Por eso nunca debería salir de casa. O habla con humanos. Especialmente no a los humanos que yo quería agradarle. —Escucha —dije, sin cara de póquer, a pesar de saber lo mucho que esto podría salir mal—, mi madre es una muy buena persona, y ella me crió por su cuenta, y ha pasado por muchas cosas así que... ¿puedes por favor olvidar que dije eso? Me brindó el tipo de mirada que le das a alguien cuando mentalmente lo estás cambiando de la casilla que dice atractivo a la casilla que dice raro. —No se lo voy a decir. Ni siquiera la conozco. Y, sí, podría haber venido a coquetear contigo, pero estamos muy lejos de conocer a los padres. —Lo siento. Lo siento. Yo... solo la protejo. —¿Y crees que necesita que la protejan de los chicos al azar que conoces en los bares? Bueno, arruiné esto. Porque la respuesta fue básicamente, Sí, en caso de que vayas a los tabloides, porque eso es algo que realmente me pasa, pero no podía decirle sin poner la idea en su cabeza. Quiero decir, asumiendo que no estaba allí ya, y que no me estaba tocando como una flauta o un violín, dependiendo de la banda de los 70 en la que pensaba que estaba. Así que eso dejó la opción B: Permitir que este hombre divertido y sexy con el que al menos me gustaría intentar tener una aventura de una noche para creer que soy un idiota paranoico que pasó demasiado tiempo pensando en su madre. —Hum. —Tragué, sintiéndome tan deseable como un sándwich atropellado—. ¿Podemos volver a la parte donde viniste a ligar conmigo? Hubo un silencio más largo del que me hubiera gustado. Entonces Cam sonrió, aunque con algo de cautela. —Seguro. Otro silencio. —Entonces —intenté—. Esta cosa de coquetear conmigo que estás haciendo. Tengo que decir que es bastante minimalista.
—Bueno, mi plan original era, ya sabes, tratar de hablar contigo un poco y ver cómo te iba, y luego quizás intentar besarte o algo. Pero torpedeaste esa estrategia. Así que ahora no sé qué hacer. Me relajé. —Lo siento. No hiciste nada malo. Soy muy malo en... —Traté de encontrar una palabra que encapsulara correctamente mi historial reciente de citas—, todo. Quizás me lo estaba imaginando, pero casi podía ver a Cam decidiendo si podía o no estar enojado conmigo. Para mi leve sorpresa, pareció caer del lado del interés. —¿Todo? —repitió, y pellizcó la punta de mi oreja de conejo de una manera que elegí interpretar como alentadora. Esta era una buena señal, ¿verdad? Tenía que ser una buena señal. ¿O fue una señal terrible? ¿Qué le pasaba que no estaba huyendo gritando? Bueno. No. Estaba en mi cabeza, y ese era el peor lugar para cualquiera, especialmente yo, y necesitaba decir algo ligero, coqueto y justo ahora. —Podría estar bien con los besos. —Mmm. —Cam se inclinó un poco más. Demonios, ¿de verdad iba a por esto? —No estoy seguro de confiar en tu juicio. Quizás sea mejor que lo compruebe yo mismo. —Eh. ¿Está bien? Así que lo comprobó por sí mismo. Y estaba bien con los besos. Quiero decir, pensé que estaba bien con los besos. Dios, espero estar bien con los besos. —¿Bien? —pregunté un momento después, sonando relajado, juguetón y para nada desesperado e inseguro. Su rostro estaba lo suficientemente cerca como para que pudiera ver todos los detalles tentadores, como el grosor de sus pestañas, el comienzo de una barba incipiente a lo largo de su mandíbula y las arrugas en las comisuras de sus labios. —No estoy seguro de poder sacar una conclusión precisa a partir de un solo dato. —Oooh. Científico. Ampliamos el conjunto de datos. Y para cuando terminamos, me tenía presionado contra la esquina de la barra, y mis manos estaban metidas en los bolsillos traseros de sus jeans en un intento a medias de fingir que no lo estaba sintiendo descaradamente. Fue entonces cuando recordé que él sabía mi nombre y el nombre de mi papá, y probablemente el nombre de mi mamá, y posiblemente todo lo que se había escrito sobre mí, y yo todo lo que tenía a cambio era que se llamaba "Cam" y sabía bien.
—¿Tú eres? —dije sin aliento. Y en respuesta a su mirada confusa añadí— : Ya sabes, científico. No pareces científico. —Oh. No. —Él sonrió, todo astuto y delicioso—. Eso fue solo una excusa para seguir besándote. —¿Qué haces entonces? —Soy autónomo, principalmente para sitios que desearían ser BuzzFeed. Lo sabía. Demonios, lo sabía. Había estado demasiado ansioso por pasar por alto mis muchos, muchos defectos. —Eres periodista. —Ese es un término bastante generoso para ello. Escribo esas listas sobre x cosas y en las que no creerás que todo el mundo odia pero que parecen leer de todos modos. Doce cosas que no sabías sobre Luc O'Donnell. La número ocho te sorprenderá. —Y, a veces, hago esos cuestionarios en los que es como elegir ocho fotos de gatitos, y te diremos qué personaje de John Hughes eres. La versión racional de Luc, la del universo paralelo donde mi padre no era un imbécil famoso y mi ex novio no había vendido todos mis secretos a Piers Morgan, trató de decirme que estaba exagerando. Desafortunadamente, no estaba escuchando. Cam inclinó la cabeza con curiosidad. —¿Qué pasa? Mira, sé que no es exactamente un trabajo sexy, y ni siquiera tengo el consuelo de decir, Alguien tiene que hacerlo, porque nosotros no lo hacemos. Pero te has vuelto raro de nuevo. —Lo siento. Es complicado. —Lo complicado puede ser interesante. —Se puso de puntillas para acomodar un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Y trabajamos en los besos. Solo tenemos que trabajar en la conversación. Di lo que esperaba que no fuera una sonrisa enfermiza. —Prefiero quedarme con lo que soy bueno. —Te diré qué. Te haré una pregunta y, si me gusta la respuesta, podrás besarme de nuevo. —Eh, no estoy seguro… —Empecemos con algo pequeño. Sabes lo que hago. ¿Qué hay de tí?
Mi corazón estaba acelerado. Y no de forma divertida. Pero, como decían las preguntas, eso era inofensivo, ¿verdad? Era información que ya tenían al menos doscientos spambots2. —Trabajo para una organización benéfica. —Guau. Noble. Diría que siempre quise hacer algo así, pero soy demasiado superficial. —Volvió su rostro hacia el mío y lo besé nerviosamente—. ¿Sabor de helado favorito? —Chip de chocolate con menta. Otro beso. —Libro que literalmente todos los demás han leído, pero tú no. —Todos ellos. Él retrocedió. —No te van a besar por eso. Es una evasión total. —No en serio. Todos, Matar A Un Ruiseñor, El Pescador Entre El Centeno, cualquier cosa que haya escrito Dickens, Todo Tranquilo En El Frente Occidental, ese sobre la esposa del viajero en el tiempo, Harry Potter... —Realmente eres dueño de tu analfabetismo, no ¿no es así? —Sí, estoy pensando en mudarme a Estados Unidos y postularme para un cargo público. Sonrió y me besó, permaneciendo cerca esta vez, con su cuerpo pegado al mío, la respiración contra mi piel. —Bueno. El lugar más extraño en el que hayas tenido sexo. —¿Esa es para la número ocho? —pregunté, con una risa balidora que pretendía demostrar que estaba increíblemente tranquilo y despreocupado. —Número ocho ¿qué? —Ya sabes, doce hijos de celebridades a quienes les gusta tener sexo en lugares extraños. El número ocho te sorprenderá. —Espera. —Se quedó helado—. ¿De verdad crees que te estoy besando por una lista? —No. Quiero decir, no. No. Me miró durante un largo y horrible momento. —Lo haces, ¿no? 2
Stambots – es un programa diseñado para colectar direcciones de correos electrónicos del internet para construir un listado de correos y enviar correos no solicitados, mejor conocidos como correo basura.
—Te dije que era complicado. —Eso no es complicado, es un insulto. —Yo... es... —Ya había retirado esto antes. Podría retirarlo de nuevo—. No estaba destinado a ser. No es sobre ti. Esta vez, no hubo pellizcos de orejas. —¿Cómo no se trata de mí si realmente tienes esta preocupación por mi posible comportamiento? —Solo tengo que tener cuidado. Para que conste, soné extremadamente digno cuando dije esto. Y nada patético. —¿Qué diablos iba a escribir? ¿Conocí al hijo de un famoso en una fiesta? ¿El hijo gay de la celebridad es Gay Shock? —Bueno, parece que sería un paso adelante de lo que normalmente escribes. Su boca se abrió, y me di cuenta de que podría haber ido demasiado lejos. —¡Guau! Estaba a punto de decir que no estaba seguro de cuál de nosotros era el imbécil aquí, pero gracias por aclarar eso. —No, no —dije rápidamente—, siempre fui yo. Créeme, lo sé. —Realmente no estoy seguro de que eso ayude. Quiero decir, no puedo entender qué es peor. Que piensas que me acostaría con una persona medianamente famosa para salir adelante. O que piensas que si iba a hacer una elección de carrera tan profundamente degradante, la persona con la que elegiría para hacerlo eras tú. Tragué. —Todos son buenos puntos. Muy bien hecho. —Mierda en un techo de hojalata caliente, debería haber escuchado a Angie. Eres un mundo que no vale la pena. Se metió entre la multitud, presumiblemente para encontrar a alguien menos jodido, dejándome solo con mis orejas de conejo torcidas y una profunda sensación de fracaso personal. Aunque supongo que había logrado dos cosas esta noche: había demostrado con éxito mi apoyo a un hombre que de ninguna manera lo necesitaba, y finalmente había demostrado más allá de toda objeción razonable que nadie en su sano juicio saldría conmigo. Yo era un desastre cauteloso, gruñón y paranoico que encontraría la manera de arruinar incluso la interacción humana más básica. Me apoyé contra la barra y miré el sótano lleno de extraños que lo pasaban mucho mejor que yo, al menos dos de los cuales probablemente estaban teniendo una conversación en este momento sobre lo terrible que era yo. A mi modo de
ver, tenía dos opciones. Podría aguantar, actuar como un adulto, encontrar a mis amigos reales y tratar de aprovechar la noche al máximo. O podría correr a casa, beber solo y agregar esto a la lista de cosas que, pretendía sin éxito, nunca habían sucedido. Dos segundos después, estaba en las escaleras. Ocho segundos después, estaba en la calle. Y diecinueve segundos después, estaba tropezando con mis propios pies y aterrizando de bruces en la cuneta. Bueno, ¿no era eso solo la corona que no le quedaba bien a mi príncipe consanguíneo de Habsburgo de una noche? Y de ninguna manera volvería a perseguirme.
2 Volvió para perseguirme. Y la forma en que me perseguía era con una alerta de Google que amenazaba con hacer vibrar mi teléfono en la mesita de noche. Y, sí, soy muy consciente de que rastrear lo que la gente dice de ti en Internet es generalmente el acto de un imbécil o de un narcisista, pero he aprendido de la forma más dura que es mejor saber lo que hay ahí fuera. Me agité, enviando una pieza diferente de tecnología vibratoria (para caballeros que desean explorar un tipo de placer más sofisticado) girando hacía el suelo, y finalmente me las arreglé para cerrar los dedos alrededor de mi teléfono con toda la gracia de un adolescente tratando de llegar a la segunda base. No quería mirar. Pero si no lo hacía, iba a vomitar el pegajoso lío de miedo, esperanza e incertidumbre que había convertido mis entrañas en comida para bebés. Probablemente era menos malo de lo que temía. Normalmente era menos malo de lo que temía. Excepto que ocasionalmente... no lo era. Miré a través de mis pestañas como un niño pequeño desafiando un episodio de Doctor Who desde detrás de los cojines del sofá y revisé mis notificaciones. Y pude respirar de nuevo. Estaba bien. Aunque obviamente en un mundo ideal, las fotos de mí tirado en la cuneta fuera de The Cellar en mis orejas de conejo no habrían salpicado en cada sitio de chismes de tercera categoría desde Celebitchy hasta Yeeeah. Y en un mundo verdaderamente ideal mi definición de "bien" no habría caído tan bajo. Pero, como mi vida es un pozo de mierda sin fin, mi consternación ha pasado por serias recalibraciones a lo largo de los años. Quiero decir, al menos las fotos me mostraron completamente vestido y sin el pene de nadie en mi boca. Así que, ya sabes, victoria. El clavo de hoy en el ataúd de mi reputación digital tenía un fuerte tema de "de tal palo, tal astilla", porque hay una gran cantidad de imágenes de Jon Fleming haciendo un mal chiste de sí mismo. Y supongo que "El hijo salvaje de Bad Boy Jonny se derrumba en la vergüenza de las drogas y el sexo" es un mejor titular que "Hombre tropieza en la calle". Suspiré y dejé que mi teléfono cayera al suelo. Resulta que lo único peor que tener un padre famoso que hizo estallar su carrera como una supernova de champán es tener un padre famoso que está haciendo un maldito regreso. Estaba a punto de aprender a vivir con ser comparado con mi imprudente y autodestructivo padre ausente. Pero ahora que se había desintoxicado y hacía de sabio y viejo mentor todos los domingos en la ITV, me comparaban
desfavorablemente con mi imprudente y autodestructivo padre ausente. Y ese era un nivel de mierda para el que no estaba emocionalmente preparado. Debería haber sabido que no debía leer los comentarios, pero mis ojos se deslizaron y posaron en wellactually69, que había sido masivamente votado por sugerir un reality show de TV en el que Jon Fleming tratara de poner a su hijo drogadicto de nuevo en un camino recto y estrecho, un show que la.otra.jill.de.peckham declaró que ella "vería la mierda de eso". Sabía que, en el gran esquema de las cosas, nada de esto importaba. Internet era para siempre, y no había forma de escapar de eso, pero para mañana, o pasado mañana, estaría bajo el redil, o lo que fuera el equivalente electrónico del redil. Casi olvidado hasta la próxima vez que alguien quisiera un giro en la historia de Jon Fleming. Excepto que todavía me sentía muy mal, y cuanto más tiempo estaba allí, más mal me sentía. Intenté consolarme con el hecho de que al menos Cam no me había puesto en una lista de Doce idiotas que se asustarán contigo en un club nocturno. Pero como consuelo, eso aterrizó en algún lugar entre frío y escaso. A decir verdad, nunca había sido el mejor en el autocuidado. La auto recriminación me deprimía. El autodesprecio lo podía hacer mientras dormía, y a menudo lo hacía. Así que aquí estaba yo, un hombre de 28 años que de repente sentía la abrumadora necesidad de llamar a su madre porque estaba triste. Porque la única ventaja de que mi padre sea quien es, es que mi madre es quien es. Puedes hacer un Wiki de estas cosas, pero la versión demasiado larga que no leeré, es que en los 80’s era esencialmente una Adele franco-irlandesa con el cabello más grande. Y en la época en que los hermanos se preguntaban cuándo serían famosos y Cliff Richard derramaba muérdago y vino en un millón de navidades sin sospechar nada, ella y papá se vieron atrapados en esta cosa de te amo, te odio, no puedo vivir sin ti que produjo dos álbumes en colaboración, un álbum en solitario y yo. Bueno, técnicamente me adelanté al álbum en solitario, lo que sucedió cuando papá se dio cuenta de que quería ser famoso y desperdició más de lo que quería estar en nuestras vidas. Welcome Ghosts fue la última cosa que mamá escribió pero, honestamente, era lo último que tenía que hacer. Casi todos los años la BBC, o la ITV, o algún estudio de cine usa una pista de ella sobre una escena triste o una escena de enojo o una escena que no encaja, pero cobramos el cheque de todos modos. Salí de la cama a trompicones, adopté por costumbre la pose de Quasimodo necesaria para que cualquiera que mida más de 1.80 m se mueva por mi apartamento sin que un alero le marque la cara. Lo cual, dado que mido 1,80 m, es el equivalente de haber elegido conducir un Mini Cooper. Alquilé el lugar con Miles, mi ex, cuando era romántico vivir en el equivalente al siglo XXI de un desván en Shepherd's Bush. Ahora se estaba convirtiendo rápidamente en algo patético: estando solo, atrapado en un trabajo que no iba a ninguna parte, y todavía incapaz de permitirse una casa que no fuera mayormente la parte
inferior de un techo. Por supuesto, también podría haber ayudado si lo hubiera ordenado alguna vez. Empujé una pila de calcetines del sofá, me acurruqué y llegué a FaceTiming. —Allô, Luc, mon caneton —dijo mamá—. ¿Viste el paquete completo de tu padre anoche? Di un grito de horror real antes de recordar que El Paquete Completo3 era el nombre de su estúpido programa de televisión. —No. Salí con amigos. —Deberías tener cuidado. Estoy segura de que te pondrá al día. —No quiero verlo. Ella dio el más gálico de los encogimientos de hombros. Estoy convencido de que se hace la francesa, pero no puedo culparla por ello porque todo lo que obtuvo de su padre fue su nombre. Bueno, eso y una palidez que los Siouxsie Sioux envidiarían. En cualquier caso, aunque tener un padre que te abandone no es genético, en nuestra familia es definitivamente hereditario. —Tu padre —declaró—. No ha envejecido bien. —Es bueno saberlo. —Su cabeza está calva como un huevo ahora y con una forma divertida. Se parece a ese profesor de química con cáncer. Esto era nuevo para mí. Pero no me he esforzado mucho en mantener el contacto con mi antigua escuela. Para ser honesto, no me he esforzado mucho en mantenerme en contacto con la gente que vive en el lado equivocado de Londres. —¿El Sr. Beezle tiene cáncer? —No él. El otro. Otra cosa sobre mi madre: la relación con la realidad es cuestionable en el mejor de los casos. —¿Te refieres a Walter White? —Oui oui. Y ya sabes, creo que es demasiado viejo para andar dando saltos con una flauta estos días. —Estamos hablando de papá, ¿verdad? Porque de otra manera Breaking Bad se puso muy raro en sus últimas temporadas. —Por supuesto, de tu padre. Probablemente se romperá la cadera. Bueno. —Sonreí—. Podemos tener esperanza. 3
El nombre en inglés es The Whole Package.
—Hizo una oferta por una joven con una armónica, fue una buena elección, creo, porque era una de las más talentosas, pero en cambio se fue con uno de los chicos de Blue. Lo disfruté mucho. Si no se controla, mamá podría hablar de los reality shows básicamente para siempre. Desafortunadamente, con wellactually69 y amigos zumbando alrededor de mi cabeza como avispas de Internet, mi intento de concentrarme en ella cambió a—: Los paparazzis me fotografiaron ayer. —Oh, cariño. ¿Otra vez? Lo siento. Mi propio encogimiento de hombros no era muy gálico. —Ya sabes cómo son estas cosas. —Su tono se suavizó de manera tranquilizadora—. Siempre un chubasco en un... un... vaso de chupito. Eso me hizo sonreír. Siempre lo hacía. —Lo sé. Es sólo que cada vez que pasa, incluso cuando es trivial, me hace recordar. —Sabes que no fue tu culpa lo que pasó. Lo que hizo Miles, ni siquiera fue realmente sobre ti. Resoplé. —Era específicamente todo sobre mí. —Las acciones de otra persona pueden afectarte. Pero lo que otras personas eligen hacer es sobre ellas. Los dos estuvimos callados por un momento... —¿Dejará... dejará de doler alguna vez? —No. —Mamá sacudió la cabeza—. Pero dejará de importar. Quería creerle, de verdad. Ella era, después de todo, la prueba viviente de sus palabras. —¿Quieres venir, mon caneton? Sólo faltaba una hora más o menos para que llegara a la estación de Epsom (1.6 estrellas en Google). Pero aunque podía justificar más o menos llamar a mi madre cada vez que me pasaba algo malo, literalmente correr a su casa era deslizarme incluso para mi bajo límite de poca de autoestima. —Judy y yo hemos encontrado este nuevo programa que estamos viendo, —ofreció mamá de una manera que creo que pretendía ser alentadora. —¿Oh? —Sí, es muy intrigante. Se llama RuPaul's Drag Race ¿Has oído hablar de él? Al principio no estábamos seguras de que nos gustara porque pensábamos que era sobre camiones monstruosos. Pero puedes imaginarte lo felices que
estábamos cuando descubrimos que era sobre hombres a los que les gusta vestirse como mujeres, ¿por qué te ríes? —Porque te amo. Mucho. —No deberías reírte, Luc. Estarías muy impresionado. A menudo nos atragantan con su elegancia. Eso significa... —Estoy familiarizado con Drag Race. Probablemente más familiarizado que tú. Esto era lo que pasaba cuando ganabas un Emmy. Tu público se convirtió en las madres de tu público. —Entonces deberías venir, mon cher. Mamá vive en Pucklethroop in the Wold, una pequeña caja de chocolate de un pueblo donde crecí, y se pasa los días peleándose con su mejor amiga, Judith Cholmondely-Pfaffle—. Yo… Si me quedara en casa, podría intentar conseguir cosas de adulto como platos y ropa limpia. Aunque en la práctica, probablemente me metería en mis alertas de Google hasta que sangrara. —Estoy haciendo mi curry especial. Bien, eso lo resolvió. —Maldición, no. —Luc, creo que eres muy grosero con mi curry especial. —Sí, porque prefiero que mi trasero no esté en llamas. Mamá estaba haciendo pucheros. —Para ser gay, eres demasiado sensible sobre tu trasero. —¿Qué tal si no hablamos más de mi trasero? —Tú lo sacaste a relucir. De todas formas, a Judy le encanta mi curry. A veces pienso que Judy debe amar a mamá. Dios sabe por qué otra razón te atreverías a desafiar su cocina. —Probablemente porque has pasado los últimos 25 años asesinando sistemáticamente sus papilas gustativas. —Bueno, ya sabes dónde estamos si cambias de opinión. Gracias, mamá. Hablaremos pronto. —Adiós, cariño. Besos. Sin mamá hablando de diecinueve o una docena de reality shows, mi casa estaba de repente muy tranquila, mi día parecía muy... largo. Entre el trabajo, los amigos, los conocidos y los intentos esporádicos de echar un polvo, normalmente me las arreglaba para usar mi apartamento como un hotel
sobrevalorado y mal mantenido. Apareciendo sólo para dormir y salir de nuevo a la mañana siguiente. Excepto los domingos. Los domingos eran difíciles. O se habían vuelto difíciles cuando los años se me habían ido. En la universidad habían estado para el brunch y lamentando lo que hiciste el sábado y las tardes de sueño. Luego, uno por uno, perdí a mis amigos por cenas con los suegros o decorando la guardería o los placeres de un día en casa. No es que los culpara por el cambio de vida. Y no quería lo que tenían. No estaba hecho para eso. Desde que recuerdo, los domingos con Miles habían pasado rápidamente de maratones de sexo a resentimientos ardientes. Eran momentos como estos. Cuando sentía que mi mundo era una notificación en mi teléfono. Notificaciones que intentaba ignorar. Porque sabía que mamá tenía razón: si tan solo pudiera soportar el día de hoy, no importarían mañana. Aunque resultó que ambos estábamos equivocados. Súper, súper equivocados.
3 El lunes empezó como siempre. Yo llegaba tarde al trabajo y a nadie le importaba porque era ese tipo de oficina. Quiero decir, digo oficina. En realidad es una casa en Southwark que ha sido convertida a medias en la sede de la organización benéfica para la que trabajo. Que resulta ser la única organización benéfica o, de hecho, organización de cualquier tipo que me contrataría. Es el hijastro pelirrojo de un viejo conde que tiene algo por la agricultura y una etimóloga educada en Cambridge que creo que podría ser una Inteligencia Artificial rebelde del futuro. ¿Su misión? Salvar a los escarabajos peloteros. Y, como recaudador de fondos, es mi trabajo convencer a la gente de que es mejor dar su dinero a los bichos que comen caca en vez de a los pandas, huérfanos, o —Dios nos ayude— a Comic Relief. Ojalá pudiera decirte que soy bueno en esto pero, en realidad, no hay métricas para medir algo así. Quiero decir, no hemos quebrado todavía. Y lo que suelo decir en las entrevistas para otros trabajos que no entiendo es que no hay otra caridad ambiental basada en las heces que recaude más dinero que nosotros. Además, nos llamamos Proyecto de Investigación y Protección de Coleópteros4. El acrónimo para el cual se pronuncia definitivamente CEEARAYPEEPEE. Y definitivamente no CRAPP. Trabajar en el CRAPP tiene varios inconvenientes: la calefacción central que arde todo el verano y se interrumpe todo el invierno, el director de la oficina que nunca deja que nadie gaste dinero en nada por ningún motivo, los ordenadores tan viejos que todavía funcionan con una versión de Windows que lleva el nombre de un año, por no hablar de la realización diaria de que esta es mi vida. Pero hay algunas ventajas. El café es bastante decente porque las dos cosas que le importan a la Dra. Fairclough son la cafeína y los invertebrados. Y todas las mañanas, mientras espero a que arranque mi ordenador de la época del Renacimiento, le cuento chistes a Alex Twaddle. O más bien, puedo contar chistes a Alex Twaddle. Mientras Alex Twaddle me parpadea. No sé mucho sobre él y ciertamente no sé cómo consiguió su trabajo, que es, teóricamente, el de asistente ejecutivo de la Dra. Fairclough. Alguien me dijo una vez que tenía un título de primera clase, pero no dijo en qué o de dónde. —Entonces —dije—, hay estas dos tiras de asfalto en un bar... Coleoptera Research and Protection Project – CRAPP Juego de palabras con el nombre de la organización, Crap se traduce cómo mierda, porquería, basura. 4
Alex parpadeó. —¿Tiras de asfalto? —Sí. —¿Estás seguro? Eso no parece tener mucho sentido. —Sólo sigue la corriente. Así que hay dos tiras de asfalto, y una le dice a la otra: Oh, hombre, soy tan duro. Todos estos camiones me pasan por encima, y ni siquiera lo siento. Entonces, justo cuando termina de hablar, entra este trozo de asfalto rojo. Y el primer trozo de asfalto se levanta, y se escapa, y se esconde en una esquina. Y su compañero se acerca a él y le dice: “¿Qué estás haciendo? Pensé que se suponía que eras duro.” Y el primer trozo de asfalto dice: “Sí, soy duro, pero ese tipo es un carril para bicicletas5.” Hubo un largo silencio. Alex parpadeó de nuevo. —¿Por qué le asustan los carriles para bicicletas? ¿Tuvo un accidente? —No, es que él es duro, pero el otro tipo es... un carril de bicicletas. —Sí, pero ¿por qué le asustan los carriles de bicicletas? A veces perdí de vista si era mi hobby o un castigo que me estaba infligiendo a mí mismo. —No, es un juego de palabras, Alex. Porque carril de bici, si lo dices rápido y con una especie de acento londinense, suena un poco como psicópata. —Oh. —Lo pensó por un momento o dos—. No estoy seguro de que lo haga, en realidad. —Tienes razón, Alex. Lo haré mejor la próxima vez. —Por cierto —dijo—, tienes una reunión con la Dra. Fairclough a las diez y media. Esto no era una buena señal. —Supongo que no… —comencé, ya seguro de que no había esperanza—, ¿tienes alguna idea de por qué quiere verme? Sonrió. —Ninguno en absoluto. —Sigue con el buen trabajo. Bajé con dificultad a mi oficina, la perspectiva de tener que interactuar con la Dra. Fairclough se cernía sobre mí como una nube de lluvia de dibujos animados. No me malinterpretes. Le tengo mucho respeto, si me aflige algún tipo 5
Cycle path es la palabra en inglés, utilizada como un juego de palabras. La pronunciación de la que habla Luc es similar a la palabra psycopath que significa psicópata.
de crisis relacionada con los escarabajos, será mi primera llamada, pero no tengo ni idea de cómo hablarle. Para ser justos, está claro que ella tampoco tiene idea de cómo hablarme. O posiblemente con nadie más. La diferencia es que a ella no le importa. Las tablas del suelo crujían alegremente al cruzar el pasillo con cada paso y una voz gritó—: ¿Eres tú, Luc? Lamentablemente, esto era innegable. —Sí, soy yo. —¿Te importaría pasar un momento? Estamos teniendo una situación un poco complicada con el Twitter. Como soy un jugador de equipo, me metí. Rhys Jones Bowen, coordinador de voluntarios de CEEARAYPEEPEE y jefe de los medios de comunicación social, estaba encorvado sobre su ordenador, tecleándolo con un dedo. —La cosa es —dijo—, ¿sabes cómo querías que le dijera a todo el mundo lo de Beetle Drive? El Beetle Drive es el apodo de nuestra oficina para la cena anual, el baile y la recaudación de fondos. Lo he organizado cada año durante los últimos tres años. El hecho de que sea el evento más importante de mi trabajo actual te dice todo lo que necesitas saber sobre él. Y, para el caso, mi trabajo. Me esforcé mucho por mantener mi tono neutral. —Sí, recuerdo haberlo mencionado en algún momento del mes pasado. —Ah, bueno, ya ves. Es como esto. Había olvidado la contraseña, e iba a hacer que me enviaran otra al correo electrónico que había usado para crear la cuenta. Pero resultó que también olvidé la contraseña para eso. —Puedo ver cómo eso causaría problemas. —Ahora sabía que lo había puesto en una nota Post-it. Y sabía que puse la nota Post-it en un libro para mantenerla a salvo. Y sabía que el libro tenía una cubierta azul. Pero no podía recordar el título, o quién lo escribió, o de qué se trataba. —¿No podrías —pregunté cuidadosamente—, haber restablecido la contraseña del correo electrónico? —Podría haberlo hecho, pero en ese momento estaba un poco asustado de ver hasta dónde llegaba la madriguera del conejo. Para ser honesto, esto pasa mucho. Quiero decir, no esto precisamente, sino algo parecido. Y probablemente me habría preocupado más si nuestra cuenta de Twitter tuviera más de 137 seguidores. —No te preocupes por eso. Extendió una mano para tranquilizarme.
—No, está bien. Verás, estaba en el baño y siempre llevo un libro conmigo, y a veces dejo un par ahí por si se me olvida, y veo este en el alféizar de la ventana con una cubierta azul y lo bajo, lo abro y ahí está el Post-it. Y fue un buen trabajo, ya estaba sentado porque casi me cago encima, estaba así de emocionado. —Afortunado en ambos casos. —Un poco ansioso por pasar del baño, continué—. Entonces, si tienes la contraseña de vuelta, ¿cuál es el problema? —Bueno, verás, parece que me estoy quedando sin letras. —Te envié un correo electrónico con qué decir. Definitivamente debería encajar. —Pero entonces oí hablar de estas cosas llamadas hashtags. Aparentemente es muy importante usar hashtags para que la gente pueda encontrar tus twitters en el Twitter. Para ser justos, no se equivocó en eso. Por otro lado, mi fe en los instintos de optimización de los medios sociales de Rhys Jones Bowen no estaba exactamente en un máximo histórico. —¿De acuerdo? —He estado haciendo una lluvia de ideas sobre muchas ideas diferentes, y creo que esta es la etiqueta que describe lo que estamos tratando de lograr con el Beetle Drive. Con un aire de triunfo bastante injustificado, se deslizó sobre un trozo de papel en el que había escrito cuidadosamente a mano: #ColeópterosInvestigaciónYProtecciónDeProyectos RecaudaciónAnualDeFondosCenaYBaileConSubastaSilenciosa DeLosEspecímenesTipológicosTambiénConocidosComoElDiscoDeLosEscar abajosEnElHotelRoyalAmbassadorsMaryleboneNoElUnicoEn EntradasdeEdimgurgoDisponiblesEnnuestroSitiowebAhora —Y ahora —continuó—, sólo me deja poner otras cuarenta y dos letras. Sabes, hace tiempo, solía tener una carrera muy prometedora. Tengo un MBA, por el amor de Dios. He trabajado para algunas de las mayores empresas de relaciones públicas de la ciudad. Y ahora me paso los días explicando hashtags a un tonto celta. O no. —Haré un gráfico —le dije. Se animó. —Oh, puedes twittear una foto, ¿puedes? Leí que la gente responde muy bien a las fotos gracias al aprendizaje visual.
—Lo tendrás para la hora del almuerzo. Y, con eso, me dirigí a mi oficina donde mi ordenador estaba finalmente en funcionamiento, y jadeando como un T. rex asmático. Revisé mi correo electrónico, me desconcertó descubrir que un puñado de partidarios, bastante importantes, se habían retirado de Beetle Drive. Por supuesto, la gente era muy rara, más aún cuando querías que te dieran dinero, y especialmente cuando era dinero para escarabajos peloteros. Pero algo de esto hacía que los cabellos de mi nuca se erizaran. Probablemente fue una casualidad. No se sentía aleatorio. Revisé rápidamente nuestra huella pública, por si nuestra página web había sido secuestrada de nuevo por los pornógrafos aficionados. Y cuando no encontré nada remotamente preocupante (o interesante), terminé acechando a los desertores como el tipo de Beautiful Mind, tratando de averiguar si había alguna conexión entre ellos. Por lo que pude ver, no. Bueno, todos eran ricos, blancos, política y socialmente conservadores. Como la mayoría de nuestros donantes. No digo que los escarabajos peloteros no sean importantes, la Dra. Fairclough me ha dicho varias veces por qué son importantes, lo que tiene que ver con la aireación del suelo y el contenido de materia orgánica, pero se necesita un cierto nivel de privilegio para preocuparse más por el manejo de los insectos que por las minas terrestres o los refugios para personas sin hogar. Por supuesto, mientras que la mayoría de nosotros diría que las personas sin hogar son seres humanos y por lo tanto merecen ser atendidos, la Dra. Fairclough argumentaría que las personas sin hogar son seres humanos y, por lo tanto, abundantes y ecológicamente en algún lugar entre insignificantes y un detrimento neto. A diferencia de los escarabajos peloteros, que son irremplazables. Por eso ella mira los datos y yo hablo con la prensa.
4 A las 10:30, me presenté obedientemente frente a la oficina del Dra. Fairclough, donde Alex hizo un alarde de dejarme entrar, aunque la puerta ya estaba abierta. La habitación, como siempre, era una carnicería inquietantemente ordenada de libros, papeles y muestras etimológicas, como si fuera el nido de algunas avispas particularmente académicas. —Siéntate, O'Donnell. Sí. Esa es mi jefa. La Dra. Amelia Fairclough se parece a Kate Moss, se viste como Simon Schama y habla como si ella está siendo facturada por las palabras. En muchos sentidos, es una persona ideal para trabajar porque su estilo de gestión implica no prestarle atención a menos que realmente le prendas fuego a algo. Lo cual, para ser justos, Alex ha hecho dos veces. Me senté. —Twaddle —su mirada se dirigió bruscamente a Alex—, minutos. Él saltó. —Oh. Eh. Si. Absolutamente. ¿Alguien tiene un bolígrafo? —Por ahí. Debajo de Chrysochroa fulminans6. —Espléndido. —Alex tenía los ojos de la madre de Bambi. Posiblemente después de que ella lo fulminó—. ¿El qué? Un músculo de la mandíbula de la Dra. Fairclough se contrajo. —El verde. Diez minutos después, Alex finalmente había adquirido un bolígrafo, un papel, un segundo papel porque había pasado el bolígrafo por el primero y una copia de Ecology and Evolution of Dung Beetles (Simmons y Ridsdill-Smith, WileyBlackwell, 2011) para apoyarse. —Está bien —dijo—. Listo. La Dra. Fairclough cruzó las manos sobre el escritorio frente a ella. —Esto no me da ningún placer, O'Donnell…
6
Chrysochroa fulminans es una especie de escarabajo joya de la familia Buprestidae.
No podía decir si se refería a tener que hablar conmigo o lo que estaba a punto de decir. De cualquier manera, no auguraba nada bueno. —Demonios, ¿estoy despedido? —Todavía no, pero he tenido que responder tres correos electrónicos sobre ti hoy, y son tres correos electrónicos más a los que normalmente me gustaría responder. —¿Correos electrónicos sobre mí? —Sabía a Probablemente siempre lo supe—. ¿Es esto por las fotos?
dónde
iba
esto.
Ella asintió brevemente. —Si. Cuando lo contratamos, nos dijo que había quedado atrás. —Así es. Quiero decir, quedó atrás. Cometí el error de ir a una fiesta la misma noche que mi papá estaba en ITV. —El consenso entre la prensa es que parece ser que estabas tirado en una neblina alimentada por drogas en una cuneta. En ropa fetiche. —Me caí —dije rotundamente—, con un par de orejas de conejo graciosas. —Para cierta clase de personas, ese detalle agrega un elemento especial de desviación. De alguna manera, se sintió casi como un alivio enojarse. Era mejor que estar aterrorizado porque estaba a punto de perder mi trabajo. —¿Necesito un abogado? Porque empiezo a pensar que esto tiene más que ver con mi sexualidad que con mi sobriedad. —Claro que es. —La Dra. Fairclough hizo un gesto de impaciencia—. Te hace ver como el tipo de homosexual equivocado. Alex había estado observando la conversación como si fuera Wimbledon. Y ahora podía escucharlo murmurar, tipo equivocado de homosexual, en voz baja mientras garabateaba. Hice lo mejor que pude para ofrecer mi respuesta en el tono más razonable que pude reunir. —Sabes que podría realmente demandarte por esto. —Podrías —convino la Dra. Fairclough—. Pero no conseguirías otro trabajo y no te vamos a despedir estrictamente. Además, como nuestro recaudador de fondos, debe ser muy consciente de que no tenemos dinero, por lo que el litigio es bastante inútil. —¿Qué, entonces me trajiste aquí para alegrarme el día con un poco de homofobia casual? —Vamos, O'Donnell. —Ella suspiró—. Debes saber que no tengo ningún interés en la variedad de homosexuales que eres. Dicho sea de paso, ¿sabías que los pulgones son partenogenéticos? Pero, desafortunadamente varios de
nuestros patrocinadores sí. Ellos, por supuesto, no son todos homofóbicos, y creo que más bien disfrutaron tener a un joven gay encantador bebiendo y cenando. Eso, sin embargo, se basó más bien en que tú no eras esencialmente amenazante. Mi enojo, como con todos los hombres con los que había estado, no parecía inclinado a quedarse. Y me había dejado sintiéndome cansado y sin sentido. —En realidad, eso sigue siendo homofóbico. —Y ciertamente puede llamarlos y explicarles eso, pero de alguna manera dudo que los haga más inclinados a darnos su dinero. Y si no puedes conseguir que la gente nos dé su dinero, eso limita tu utilidad para nuestra organización. Bueno, ahora estaba asustado de nuevo. —Pensé que habías dicho que no me iban a despedir. —Siempre que el Beetle Drive tenga éxito, puedes ir a los bares que desees y usar los apéndices de mamífero que desees. —Hurra. —Pero ahora mismo —me lanzó una mirada fría—, tu imagen pública como una especie de pervertido, que inhala cocaína y que usa pantalones mostrando las nalgas ha asustado a tres de nuestros mayores donantes, y no necesito recordarte que nuestra lista de donantes se está acercando peligrosamente a un solo dígito. Quizás no sea el mejor momento para contarle sobre los correos electrónicos que recibí esta mañana. —Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? —Rehabilitarse rápido. Tienes que volver a ser el tipo de sodomita inofensivo con el que los compradores de Waitrose pueden sentirse bien al presentarles a sus amigos de izquierda y orgullosos de presentarles a sus amigos de derecha. —Para que conste, estoy muy, muy ofendido por esto. Ella se encogió de hombros. —Darwin se sintió ofendido por las avispas parasitoides. Para su disgusto, persistieron en existir. Si tuviera el testículo de orgullo de un solo mosquito, habría salido en ese momento. Pero no lo tengo, así que no lo hice. —No puedo controlar lo que los tabloides dicen de mí. —Por supuesto que puedes —dijo Alex—. Es fácil. Ambos lo miramos.
—Un amigo mío de Eton, Mulholland Tarquin Jjones, se metió en un lío terrible hace un par de años por un malentendido con un automóvil robado, tres prostitutas y un kilo de heroína. A los periódicos le pareció horrible, pero luego se comprometió con una encantadora heredera de Devonshire, y a partir de ese momento todo fue fiestas en el jardín y propagandas en la revista Hello. —Alex —dije lentamente—. ¿Sabes que soy gay y que toda esta conversación ha sido sobre mí siendo gay? —Bueno, obviamente me refiero a un chico heredero, no a una chica heredera. —No conozco a ningún heredero de ninguno de los dos sexos. —¿No es así? —Parecía genuinamente confundido—. ¿Con quién vas a Ascot? Puse mi cabeza en mis manos. Pensé que estaría a punto de llorar. Fue entonces cuando la Dra. Fairclough volvió a tomar el control de la conversación. —Twaddle tiene razón. Con un novio apropiado, me atrevería a decir que volverías a ser entrañable muy rápidamente. Me había esforzado mucho por no pensar en mi abismal fracaso con Cam en The Cellar. Ahora el recuerdo de su rechazo me inundó con una nueva humillación. —Ni siquiera puedo conseguir un novio inapropiado. —Ese no es mi problema, O'Donnell. Por favor, vete. Entre los correos electrónicos y esta conversación, ya has ocupado demasiado de mi mañana. Su atención volvió a lo que estaba haciendo en su computadora con tal intensidad que casi pensé que había dejado de existir. En ese momento, no me habría importado si lo hubiera hecho. Mi cabeza daba vueltas cuando salí de la oficina. Me llevé la mano a la cara y descubrí que tenía los ojos húmedos. —Dios —dijo Alex—. ¿Estás llorando? —No. —¿Quieres un abrazo? —No. Pero de alguna manera terminé en sus brazos de todos modos, con mi cabello torpemente acariciado. Se suponía que Alex había sido un jugador de críquet serio en la escuela o la universidad o algo así, lo que sea que signifique para un deporte que consistía básicamente en cinco días de comer fresas y caminar lentamente, y no pude evitar notar que todavía tenía el cuerpo para eso, esbelto, delgado y sólido. Encima de lo cual olía increíblemente saludable, como
hierba recién cortada en verano. Metí la cara en su cárdigan de cachemira de diseñador e hice un sonido que definitivamente no era un sollozo. Para su crédito, Alex parecía completamente imperturbable por esto. —Ahí, ahí. Sé que la Dra. Fairclough puede ser un poco estricta, pero en el mar suceden cosas peores. —Alex. —Esnifé y subrepticiamente intenté limpiarme la nariz—. La gente no ha dicho, cosas peores pasan en el mar, desde 1872. —Sí, lo dicen. Lo dije hace un momento. ¿No estabas escuchando? —Tienes razón. Tonto de mi. —No te preocupes. Puedo ver que estás molesto. Luego de haberme arrastrado unos cinco centímetros en el fondo de mi miseria, me di cuenta dolorosamente de que estaba llorando en el hombro del tonto de la oficina. —Estoy bien. Todavía estoy tratando de procesar el hecho de que habiendo estado básicamente soltero durante una maldita media década, tengo que conseguir un novio de la noche a la mañana o perder el único trabajo que me permitiría: trabajar para una organización benéfica cuyos estándares de empleo son tan bajos que te contrataría a ti y a Rhys. Alex pensó en esto por un momento. —Tienes razón. Eso es terrible. Quiero decir, somos unos idiotas completos. —Oh, vamos —gruñí—. Al menos oféndete. Ahora me estás haciendo sentir como un completo idiota. —Lo siento mucho. No quise hacerlo. Hay momentos en los que casi me pregunto si Alex es en secreto un genio y nosotros no somos más que peones de su gran diseño. —Estás haciendo esto deliberadamente, ¿no? Me brindó una sonrisa que era enigmática o simplemente vacía. —En cualquier caso, estoy seguro de que podrías conseguir un novio fácilmente. Eres guapo. Tienes un buen trabajo. Incluso has estado en los periódicos recientemente. —Si pudiera conseguir un novio, tendría un novio. Alex apoyó las caderas contra el costado de su escritorio. —Mentón arriba, viejo. Podemos descifrar esto. Ahora, ¿tus padres conocen a alguien adecuado?
—¿Recuerdas que mi padre es un drogadicto en recuperación en la televisión de realidad y mi madre es una reclusa de los 80 con exactamente un amigo? —Sí, ¿pero supongo que todavía tienen un club? —No. —No te preocupes. Hay muchas más opciones. —Hizo una pausa—. Sólo dame un momento mientras pienso en ellas. Oh hola, fondo. Qué gusto verte de nuevo. ¿Quieres ser mi novio? Después de varios largos momentos, Alex se animó como un sabueso oliendo un conejo. —¿Qué pasa con los chicos con los que fuiste a la escuela? Llámalos y pregunta si alguno de ellos tiene una hermana agradable. Quiero decir, hermano. Quiero decir, hermano gay. —Fui a la escuela en un pequeño pueblo. Conocí a tres personas en mi año. No estoy en contacto con ninguno de ellos. —¡Qué peculiar! —Inclinó la cabeza con curiosidad—. Supuse que debías haber sido un hombre de Harrow. —¿Sabes que hay personas que no fueron ni a Eton ni a Harrow? —Bueno, sí, obviamente. Chicas. No estaba en condiciones de explicar la socioeconomía de la Gran Bretaña moderna a un hombre tan elegante que ni siquiera pensó que era extraño que pronunciaras la t en Moët7, pero no en merlot. —No puedo creer que vaya a decir esto, pero ¿podemos por favor contactarte para intentar arreglar mi vida amorosa? —Tengo que admitir que estoy un poco perplejo. —Se quedó en silencio, frunciendo el ceño y jugueteando con sus esposas. Luego, de la nada, me sonrió—. He pensado en algo. En circunstancias normales, habría tomado esto como el gigante granito de arena que se merecía. Pero estaba desesperado. —¿Qué? —¿Por qué no dices que vas a salir conmigo? —No eres gay. Y todos saben que no eres gay. Él se encogió de hombros. —Les diré que he cambiado de opinión. —Realmente no estoy seguro de que así sea como funciona. 7
Moët- marca de un champán de alta calidad.
—Pensé que estas cosas estaban destinadas a ser fluidas hoy en día. Siglo XX y todo eso. No era el momento de recordarle a Alex qué siglo era. —¿No tienes novia? —pregunté. —Oh, sí, Miffy. Lo había olvidado bastante. Pero es una chica estupenda. A ella no le importará en absoluto. —En su lugar, me importaría. Me importaría mucho. —Bueno, tal vez por eso no tienes novio. —Me dirigió una mirada levemente herida—. Suenas muy exigente. —Mira. Agradezco la oferta. ¿Pero no crees que si no puedes recordar que tienes una novia real, podrías tener problemas para recordar a un novio falso? —No, ya ves, eso es lo más inteligente. Puedo fingir que eres mi novio, y nadie pensará que es extraño que nunca te haya mencionado antes porque soy un idiota tan absoluto que fácilmente podría haberme olvidado. Terriblemente, él estaba empezando a tener sentido. —¿Sabes qué? —dije—. Lo pensaré de verdad. —¿Pensar en qué? —Gracias, Alex. Has sido de gran ayuda. Regresé lentamente a mi oficina, donde me sentí aliviado al descubrir que no había ahuyentado a ningún otro donante en el ínterin. Luego me senté en mi escritorio con la cabeza entre las manos y deseé... Dios. Estaba demasiado jodido para saber siquiera lo que estaba deseando. Obviamente, hubiera sido bueno si mi padre no estuviera en la televisión y yo no apareciera en los periódicos y mi trabajo no estuviera en peligro. Pero ninguna de esas cosas, ni juntas ni individualmente, era realmente el problema aquí. Eran solo algunas aves marinas muertas más flotando en las afueras del derrame de petróleo que era mi vida. Después de todo, no podía arreglar el hecho de que mi padre era Jon Fleming. No podía arreglar que él no me hubiera querido. No pude arreglar el enamoramiento de Miles. Y no podía arreglar que él tampoco me hubiera querido. Fue mientras me revolcaba cuando me di cuenta de que Alex no había sido del todo inútil. Quiero decir, él no había ido tan lejos como para ser realmente útil —pequeños pasos, pequeños pasos— pero, en términos generales, tenía razón en que las personas que conocías eran una forma efectiva de conocer a personas que no conocías. Agarré mi teléfono y entré al grupo de WhatsApp, que alguien había rebautizado recientemente como Don't Wanna Be All Bi Myself. Después de considerarlo un momento, envié una serie de emojis de sirena seguidos de Ayuda. Emergencia. Queervengers se reúnen. Rose & Crown. 6 esta noche
y en secreto me conmovió la rapidez con la que se iluminó la pantalla con promesas de estar allí.
5 Fue un poco egoísta de mi parte elegir Rose & Crown para la reunión porque estaba mucho más cerca de mí que de cualquier otra persona. Pero como yo era quien tenía la crisis, me sentí con derecho. Además, era uno de mis pubs favoritos, un edificio desgarbado del siglo XVII que parecía haber sido transportado en avión desde un pueblo rural y hundido en el medio de Blackfriars. Con su jardín de cerveza desconcertantemente expansivo y cestas colgantes, era prácticamente su propia pequeña isla, mientras los bloques de oficinas circundantes casi se inclinaban hacia fuera por la vergüenza. Pedí una cerveza y una hamburguesa e hice un reclamo por una mesa de picnic afuera. Como era lo que pasaba en la primavera en Inglaterra, el aire estaba un poco fresco, pero si los londinenses permitieran que pequeñas cosas como el frío, la lluvia, un nivel de contaminación un poco preocupante y que el excremento de las palomas nos moleste, nunca saldríamos en absoluto. Solo estaba esperando un par de minutos antes de que apareciera Tom. Lo que era un poco incómodo. Tom no es, estrictamente hablando, un amigo. Es un amigo político, siendo el socio a largo plazo de la chica heterosexual del grupo, Bridget. Es la persona más sexy y genial que conozco, debido a que se parece al hermano menor de Idris Elba y a que es un verdadero espía. Bueno, no exactamente. Trabaja para la División de Inteligencia de Aduanas e Impuestos Especiales, que es una de esas agencias que existen pero nunca aparecen en los periódicos. Se vuelve aún más complicado que eso porque, técnicamente, lo vi primero. Tuvimos un par de citas y pensé que iba muy bien, así que le presenté a Bridget y ella me lo robó. Bueno, ella no me lo robó. A él simplemente le gustaba más. Y no me molesta en absoluto. Quiero decir, me molesta. Pero no lo hago. Excepto cuando lo hago. Y probablemente no debería haber vuelto a ligar con él cuando él y Bridget pasaron por esa mala racha hace un par de años. Estaban en un descanso, por lo que fue menos basura de mi parte de lo que podría haber sido. Y, de todos modos, todo lo que terminó haciendo fue darse cuenta de cuánto la amaba y quería arreglar las cosas con ella. Eso se sintió genial. Básicamente, Tom le hace a mi autoestima lo que le hace a los traficantes de personas y a los traficantes de armas. Aunque mi autoestima está mucho menos arraigada.
—Hola —dije, tratando de no cavar un agujero en la hierba y meterme en ella como un escarabajo pelotero en peligro de extinción. Tom me dio un beso muy continental y ligeramente desgarrador en la mejilla, colocando su cerveza junto a la mía. —Que bueno verte. Ha pasado un tiempo. —Si. ¿No es así? Debo haber lucido accidentalmente traumatizado porque Tom continuó. —Bridge llega tarde. Quiero decir, obviamente. Me reí nerviosamente. Estar tarde es su defecto. —Entonces. Eh.... ¿Qué has estado haciendo? —Esto y aquello. Gran caso de fraude comercial. Debería estar terminando bastante pronto. ¿Qué pasa contigo? Después de pasar tres años con Tom, sabía que el fraude comercial era un código de la industria para algo significativamente más serio, aunque nunca había descubierto qué. Lo que significaba tener que decirle que estaba organizando una fiesta para recaudar dinero para las chinches fue un poco mortificante. Pero, por supuesto, parecía terriblemente interesado y me hizo muchas preguntas realmente perspicaces, la mitad de las cuales probablemente debería haberme hecho. En cualquier caso, mantuvo la conversación hasta que llegó el James Royce-Royce. Conocí a James Royce y James Royce (ahora James Royce-Royce y James Royce-Royce) en un evento universitario LGBTQ+. De alguna manera, es extraño que ambos funcionen tan bien juntos porque su nombre es prácticamente lo único que han tenido en común. James Royce-Royce es un chef con gafas con una forma de expresarse que… Mira, estoy tratando de encontrar una manera discreta de decirlo, pero básicamente es fenomenal. James Royce-Royce, por otro lado, parece un sicario ruso, tiene un trabajo que no entiendo que involucra matemáticas indeciblemente complejas, y es increíblemente tímido. Actualmente ellos están tratando de adoptar, por lo que rápidamente la conversación se centró en la cantidad de papeleo verdaderamente espantoso (término de James Royce-Royce) involucrado en lo que asumí ingenuamente era el proceso sencillo de obtener bebés de personas que no los quieren para las personas que sí lo hacen. Honestamente, no podría decir si era más o menos alienante que hablar de niños reales. Luego tenemos a Priya, una pequeña lesbiana con extensiones multicolores que de alguna manera se las arregló para pagar sus cuentas soldando trozos de metal con otros trozos de metal y vendiéndolos en galerías. Estoy seguro de que tiene mucho talento, pero no estoy calificado para juzgar. Ella solía ser la única otra soltera en mi grupo de amistad inmediata, y muchas
fueron las noches que pasamos bebiendo Prosecco barato, lamentando nuestra mutua falta de amor y prometiendo cerrar la apuesta y casarnos si los dos todavía estábamos solos a los cincuenta. Pero luego me traicionó al enamorarse de un medievalista casado veinte y tantos años mayor que ella. Y luego, aún más imperdonable, hacerlo funcionar. —¿Dónde diablos estabas el sábado? —Ella saltó a la mesa y me miró—. Se suponía que íbamos a estar sentados en un rincón juzgando a la gente. Le brindé uno de esos encogimientos de hombros de estoy fingiendo no estar mortificado. —Aparecí, compré un cóctel, recibí el golpe de una guapa hipster que quedó en desgracia. —Hah. —La boca de Priya se curvó en una sonrisa torcida—. Una noche bastante normal para ti. —Quiero que sepas que si bien tengo un regreso, eso es completamente justo. —Por eso lo dije. De todos modos, ¿cuál es esta gran calamidad? —Bridget —dijo James Royce-Royce—, todavía no nos ha agraciado con su presencia. Priya puso los ojos en blanco. —Eso no es una calamidad. Eso es lo de siempre. Como esperar a Bridge podía durar entre veinte minutos y nunca, derramé mis tripas sobre las fotos, los donantes y cómo estaba totalmente jodido en el trabajo si no obtenía una estadística de novio respetable. James Royce-Royce fue el primero en reaccionar. —Eso —declaró—, es la transgresión más indignante contra todas las formas de decencia. Eres un recaudador de fondos para una organización benéfica ambiental, no un concursante en Love Island. —Estoy de acuerdo. —El magnífico Tom, que no está saliendo conmigo, tomó un sorbo de su bebida, con la garganta trabada mientras tragaba—. Esto no está bien en ningún nivel. No es mi área, pero tiene un caso para un tribunal laboral aquí. Me encogí de hombros un poco triste. —Tal vez, pero si dejo nuestra recaudación de fondos siendo demasiado gay, entonces no tendré un empleador en la tribuna. —Parece que —Priya hizo una pausa para volver a atar el cordón arcoíris en sus Docs—, tienes dos opciones. Que te despidan o te hagan un injerto. Esto le valió una mirada por encima de las gafas de James Royce-Royce. —Priya, cariño, estamos tratando de brindar apoyo emocional.
—Estás tratando de brindar apoyo emocional —dijo—. Estoy tratando de ser útil. —El apoyo emocional es útil, reprobado en Technicolor. Tom, que no tenía los mismos buenos recuerdos de sus discusiones, suspiró. —Estoy seguro de que podemos ser ambos. Pero no estoy seguro de que debamos alentar a Luc a que esté de acuerdo con esto. —Mira —dije—, eso es muy acertado y muy amable de tu parte, pero no creo que tenga otra opción. Así que necesito que todos se suban a bordo y me encuentren un hombre. Hubo un silencio preocupantemente largo. Finalmente, Tom lo rompió. —Bueno. Si es lo que quieres. Pero tendrás que reducir un poco el campo. ¿Qué buscas? —¿No me escuchaste? Un hombre. Cualquier hombre. Siempre que pueda usar traje, tener una pequeña charla y no avergonzarme en una recaudación de fondos. —Luc, yo… —Se pasó una mano por el pelo—. Realmente estoy tratando de ayudar. Pero esa es una actitud terrible. Quiero decir, ¿qué esperas que haga? Llamar a mi ex y decirle: Hola, Nish, buenas noticias. Tengo un amigo con estándares increíblemente bajos que quiere salir contigo. —Bueno, la última vez que tuve altos estándares, el chico me dejó por mi mejor amiga. James Royce-Royce tomó aliento. Y, de repente, todo el mundo miraba atentamente en diferentes direcciones. —Lo siento —murmuré—. Lo siento. Estoy un poco molesto en este momento, y elijo ser un idiota como mecanismo de defensa. —No es un problema. Tom volvió a su cerveza. Me tomó un segundo o dos darme cuenta de que no estaba seguro de si quería decir "no es un problema porque no estoy ofendido y no te considero un idiota" o "no es un problema, eres un idiota porque no somos en realidad amigos". Malditos espías. Y no es como si estuviera equivocado. Estaba pidiendo mucho aquí. —La cosa es —comencé a quitar la etiqueta de la botella más cercana—, que no he podido hacer la relación por… por un tiempo. Y probablemente todos se pasarán los próximos treinta años discutiendo con sus socios sobre quién se queda conmigo en Navidad. Pero no puedo...
—Oh, Luc —exclamó James Royce-Royce—, siempre serás bienvenido en casa de Royce-Royce. —No es del todo el punto, pero es bueno saberlo. —Espera un minuto. —Priya levantó la vista de sus botas y chasqueó los dedos—. Lo tengo. Contrata a alguien. Puedo pensar en al menos treinta personas que se unirían al concierto. —No puedo decir si me molesta más que me recomiende que solicite una prostituta o que aparentemente ya conozca a treinta prostitutas. Ella me miró confundida. —Estaba pensando sobre todo en actores sin trabajo o artistas escénicos, pero lo que sea funciona. Aunque ahora que lo mencionas, creo que Kevin hizo un poco de escolta a finales de la década de 2000, y Sven todavía sigue practicando la dominación. —Guau. —Levanté el doble pulgar más sarcástico del mundo—. Suena perfecto. ¿Qué parte de tratar de mantenerse fuera de los tabloides, no entiendes? —Oh, vamos. Es encantador Es poeta. No lo descubrirán. —Ellos siempre se enteran. —Bien, así que —Priya parecía un poco frustrada conmigo—, cuando dijiste un hombre, cualquier hombre, en realidad te referías a cualquier hombre que encaja en una definición de aceptabilidad muy estrecha, de clase media y ligeramente heteronormativa. —Si. Trabajo para una oscura organización benéfica ecológica. Nuestro grupo demográfico es estrecho, de clase media y ligeramente heteronormativo. Hubo otro largo silencio. —Por favor —supliqué legítimamente—, debes tener algunos amigos que no sean ni trabajadoras sexuales ni demasiado buenos para mí. Entonces James Royce-Royce se inclinó y le susurró algo a James RoyceRoyce. El rostro de James Royce-Royce se iluminó. —Es una idea espléndida, cariño. Sería perfecto. Excepto que creo que se casó con un contador público de Neasden en julio pasado. James Royce-Royce lució abatido. Arranqué la etiqueta completamente de la botella de cerveza y la arrugé. —Correcto. Mis opciones hasta ahora: alguien que probablemente ya esté casado, treinta prostitutas y un tipo llamado Nish que solía salir con Tom y, por lo tanto, me verá como un poco decaído.
—No era mi intención —dijo Tom lentamente—, hacerte pensar que pensaba que Nish pensaría que era demasiado bueno para ti. Estaré encantado de presentarles. Es solo que, desde su Instagram, estoy bastante seguro de que está saliendo con alguien. —Bueno, estoy despedido. Golpeé mi cabeza contra la mesa, algo más fuerte de lo que pretendía. —Lo siento, estoy taaarde. —La voz de Bridget sonó como un clarín a través de la taberna al aire libre, y volví la cara de lado a tiempo para verla tambalearse con urgencia sobre la hierba con sus tacones siempre poco prácticos—. No vas a creer lo que pasó. Realmente no puedo hablar de eso. Pero uno de nuestros autores tenía programado este lanzamiento de medianoche enormemente prestigioso esta noche y el camión que llevaba los libros a Foyles cruzó un puente hacia un río y ahora no solo la mitad de ellos está arruinada, sino que la otra mitad ha sido saqueada por fanáticos extremadamente bien organizados y hay spoilers en todo Internet. Creo que me van a despedir. Y, con eso, ella se derrumbó sin aliento en el regazo de Tom. Él la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí. —No es culpa tuya, Bridge. No te van a despedir por eso. Bridget Welles: mi amiga heterosexual simbólica. Siempre tarde, siempre en medio de una crisis, siempre a dieta. Por la razón que sea, ella y Tom son realmente buenos juntos. Y aunque estoy confundido con Tom por mi propia mierda, es un poco agradable que haya encontrado a alguien que ve la persona increíble y amorosa que es y que no es tan gay como una caja de cintas. —Luc, por otro lado —dijo Priya—, definitivamente va a ser despedido a menos que tenga novio. Bridge me apuntó como un lanzador de citas guiado por láser. —Oh, Luc, estoy tan contenta. He estado contigo para conseguir un novio durante años. Saqué mi cabeza de la mesa. —Prioridades A+, Bridge. —Esta es la mejor cosa de todos los tiempos. —Ella apretó sus manos con entusiasmo—. Conozco al chico perfecto. Mi corazón se hundió. Sabía a dónde iba esto. Amo a Bridget, pero solo conoce a otra persona gay fuera de nuestro círculo social inmediato. —No digas Oliver. —¡Oliver! —No estoy saliendo con Oliver. Sus ojos se agrandaron y lucieron heridos.
—¿Qué hay de malo con Oliver? Había conocido a Oliver Blackwood exactamente dos veces. La primera vez, éramos los únicos dos hombres homosexuales en una de las fiestas de trabajo de Bridget. Alguien se acercó a nosotros y preguntó si éramos una pareja, y Oliver se mostró completamente disgustado y respondió—: No, este es solo otro homosexual con el que estoy parado. La segunda vez, estaba muy borracho y muy desesperado, y lo invité a que viniera a casa conmigo. Mis recuerdos de lo que sucedió después eran confusos, pero me desperté solo a la mañana siguiente, completamente vestido junto a un gran vaso de agua. En ambas ocasiones, de una forma singularmente humillante, había dejado muy claro que cada uno tenía una liga, y la suya estaba muy por encima de la mía. —Él... no es mi tipo —intenté. Obviamente, Priya todavía estaba enfadada de que había rechazado a sus prostitutas. —Es exactamente el tipo de hombre que dijiste que estabas buscando. Es decir, increíblemente aburrido. —No es aburrido —protestó Bridge—. Es abogado… y… y es muy agradable. Mucha gente ha salido con él. Me estremecí. —Y eso no es una bandera roja en absoluto. —Alternativamente —sugirió Tom—, podrías verlo así: entre ustedes dos, han tenido una vida amorosa completamente normal y saludable. —No sé por qué nunca le funciona. —Bridget parecía realmente desconcertada de que su horrible amigo estuviera soltero—. Es tan encantador. Y se viste tan bien. Y su casa está tan limpia y decorada con buen gusto. James Royce-Royce hizo una mueca. —Odio decirlo, cariño, pero parece ser exactamente lo que estás buscando. Negarse incluso a reunirse con el hombre sería profundamente descortés. —Pero si es tan perfecto —señalé—, con su buen trabajo, su linda casa y su linda ropa, ¿qué diablos va a querer de mí? —Tú también eres agradable. —Una de las manos de Bridget aterrizó consoladoramente en la mía—. Intenta con todas sus fuerzas fingir que no lo está. Y, de todos modos, déjamelo todo a mí. Soy muy bueno en este tipo de cosas. Estaba bastante seguro de que mi vida amorosa estaba a punto de irse de un puente a un río. Y muy posiblemente termine con spoilers en Internet. Pero, Dios me ayude, parecía que Oliver Blackwood era mi mejor esperanza.
6 Tres días después, en contra de mi buen juicio y a pesar de mis protestas, me estaba preparando para una cita con Oliver Blackwood. El grupo de WhatsApp, One Gay More, estaba lleno de consejos, principalmente sobre lo que no debería usar. Lo que parecía ser todo en mi armario. Al final me fui con mis jeans más ajustados, mis zapatos más puntiagudos, la única camisa que pude encontrar que no necesitaba planchado y una chaqueta a medida. No iba a ganar ningún premio de moda, pero pensé que había logrado un buen equilibrio entre no ha hecho ningún esfuerzo y está asquerosamente desesperado. Desafortunadamente, demasiados mensajes de texto, holgazaneo y autoretratos para la aprobación del gallinero me habían retrasado. Por otro lado, Oliver era amigo de Bridget, por lo que probablemente había desarrollado cierta tolerancia a las tardanzas a lo largo de los años. Mientras galopaba por la puerta de Quo Vadis, su elección; No me hubiera atrevido a optar por algo tan elegante; rápidamente se hizo evidente que, de hecho, no había desarrollado ninguna tolerancia por las tardanzas. Estaba sentado en una mesa de un rincón, la luz de las vidrieras brillaba sobre su ceño fruncido en tonos zafiro y oro. Los dedos de una mano golpeaban con impaciencia el mantel. La otra sostenía un reloj de bolsillo en un llavero, con el que estaba comprobando que ya lo había hecho varias veces. Hablando en serio. Un llavero. ¿Quién incluso? —Lo siento mucho —jadeé—. Yo... yo... —No, no tenía nada. Así que tuve que recurrir a lo obvio—. Estoy tarde. —Estas cosas pasan. A mi llegada, él se había levantado como si estuviéramos en un baile del té en los años 50, dejándome totalmente perdido por lo que se suponía que debía hacer en respuesta. ¿Darle la mano? ¿Besar su mejilla? ¿Consultar con mi acompañante? —¿Debería sentarme? —A menos que —una de sus cejas se inclinó con curiosidad—, tengas otro compromiso. ¿Fue eso una broma? —No. No. Soy, eh, todo tuyo.
Hizo un gesto de sé mi invitado y yo me arrastré sin gracia hasta la banqueta. El silencio se extendió entre nosotros, socialmente incómodo como hilos de mozzarella. Oliver era mucho como yo lo recordaba: una obra de arte moderna, limpia y fresca de un hombre titulada Desaprobación con Rayas. Y lo suficientemente guapo como para molestarme. Mi propio rostro parecía como si Picasso lo hubiera creado en un mal día: pedazos de mi mamá y mi papá juntos sin ton ni son. Pero Oliver tenía el tipo de simetría perfecta que los filósofos del siglo XVIII hubieran tomado como evidencia de la existencia de Dios. —¿Estás usando delineador de ojos? —preguntó. —¿Qué? No. —¿De verdad? —Bueno, es el tipo de cosas que creo que recordaría. Estoy bastante seguro de que así es como se ven mis ojos. Parecía un poco ofendido. —Eso es ridículo. Afortunadamente, en esta coyuntura un camarero se materializó con los menús, dándonos una excusa para ignorarnos unos a otros durante unos felices minutos. —Deberías empezar —comentó Oliver—, con el sándwich de anguila ahumada. Es una especialidad. Dado que el menú venía en forma de periódico de gran formato, con ilustraciones dibujadas a mano y un informe meteorológico en la parte superior, me tomó un momento descubrir de qué estaba hablando. —Maldita sea, eso debería costar más de diez libras. —Ya que estaré pagando, eso no tiene por qué preocuparte. Me retorcí, lo que hizo que mis jeans crujieran contra el cuero. —Me sentiría más cómodo si fuéramos mestizos. —Yo no lo haría, dado que elegí el restaurante y creo que Bridget dijo que trabajas con escarabajos peloteros. —Trabajo para los escarabajos peloteros. —Bueno, eso no sonó mucho mejor—. Quiero decir, trabajo para su preservación. Otra de sus cejas se arqueó. —No sabía que se necesitaban preservar. —Sí, tampoco la mayoría de la gente. Ese es el problema. La ciencia no es exactamente mi punto fuerte, pero la versión corta es que son buenas para el suelo y si se extinguen, todos moriremos de hambre.
—Entonces estás haciendo un buen trabajo, pero sé con certeza que incluso las organizaciones benéficas de renombre pagan mucho menos que el sector privado. —Sus ojos, que eran de un gris metalizado duro, sostuvieron los míos tanto tiempo y tan firmemente que realmente comencé a sudar—. Esto es sobre mi. Insisto. Se sentía extrañamente patriarcal, pero no estaba seguro de poder quejarme de eso, porque ambos somos hombres. —Umm… —Si eso te hace sentir mejor, podrías permitirme que ordene por ti. Este es uno de mis restaurantes favoritos y —cambió de posición y accidentalmente me pateó debajo de la mesa—, mis disculpas… disfruto presentarlo a la gente. —¿Vas a esperar que te corte el cigarro más tarde? —¿Es eso un eufemismo? —Solo en Gigi. —Suspiré—. Pero bien. Supongo que puedes ordenar por mí. Si de verdad quieres. Durante unos 0.2 segundos, se veía peligrosamente cerca de la felicidad. —¿Puedo? —Si. Y… —Dios, ¿por qué siempre fui tan descortés?— Lo siento. Gracias. —¿Tiene usted algunas restricciones en su dieta? —No. Comeré cualquier cosa. Eh. En relación a la comida. Eso es. —Y... —Dudó. Luego trató de fingir que no lo había hecho—. ¿Tendremos bebidas? Mi corazón dio el salto de pez medio muerto que siempre hacía cuando la conversación se desviaba incluso tangencialmente cerca de cualquiera de las cosas que se habían dicho sobre mí a lo largo de los años. —Sé que no tienes ninguna razón para creer esto, pero no soy alcohólico. O un adicto al sexo. O un adicto a las drogas. Hubo un largo silencio. Me quedé mirando el mantel blanco y nítido, deseando morir. —Bueno —dijo Oliver finalmente—. Tengo una razón para creerlo. En un mundo ideal, me habría comportado con terrible dignidad. En el mundo en el que realmente vivía, le lancé una mirada hosca. —¿Cuál es? —Me dijiste lo contrario. Entonces, ¿estamos bebiendo? Mi estómago había entrado en una salvaje caída libre. Apenas sabía por qué.
—No podemos, si no te importa. Si bien no tengo problemas médicos con el alcohol, tiendo a ponerme un poco enfadado cuando estoy ebrioo. —Soy consciente. Y pensar que casi me agradaba. Aunque técnicamente no tenía que gustarme, solo tenía que hacerle pensar que me gustaba lo suficiente como para que saliera conmigo lo suficiente como para que no me despidieran. Estuvo bien. Yo podría hacer esto. Podría ser encantador. Yo era encantador por naturaleza. Yo era un cuarto de irlandés y un cuarto de francés. No podrías ser más encantador que eso. El camarero regresó y, mientras yo permanecía sentado en un silencio malhumorado, Oliver hizo nuestro pedido. Toda la experiencia fue un poco extraña, ya que todavía no me había dado cuenta de lo degradante que debería encontrarlo. Definitivamente no hubiera querido que sucediera con regularidad. Pero también había una parte patética y solitaria de mí que disfrutaba de ser poseída públicamente. Especialmente por un hombre como Oliver Blackwood. Se sentía peligrosamente cerca de valer algo. —No puedo evitar darme cuenta —comencé, cuando el camarero se fue— , que si este sándwich de pescado es todo eso y una bolsa de papas fritas, no vas a tener una. —Si. Bueno. Sorprendentemente —Oliver se puso un poco rosado alrededor de las orejas—. Soy vegetariano. —Entonces, ¿cómo sabes sobre la anguila mágica? —He comido carne antes y me gusta. Es solo que he llegado al punto en que no puedo justificarlo éticamente. —¿Pero te vas a sentar alegremente ahí y verme comer trozos de animal muerto como una especie de fisgón carnívoro espeluznante? Él parpadeó. —No lo había pensado de esa manera. Solo quería que disfrutaras de la comida y nunca impondría mis principios a personas que no necesariamente los comparten. ¿Era yo, o básicamente había dicho, Creo que te estás comportando de forma poco ética, ¿pero supongo que no puedo esperar nada mejor de ti? La reacción madura de hacer este trabajo y salvar mi trabajo sería dejarlo pasar. —Gracias. Siempre me gusta que mi cena se sirva con una pizca de santidad. —Eso es bastante injusto. —Oliver se movió de nuevo y me pateó de nuevo—. Sobre todo teniendo en cuenta que te habrías sentido igualmente, si no más ofendido si hubiera pedido vegetariano sin preguntarte. Además, siento haberte pegado con los pies. Los tuyos nunca están donde yo espero que estén. Le brindé una de mis miradas más mezquinas.
—Estas cosas pasan. La conversación estaba llegando a un punto muerto. Y sabía que debería estar jugando como paramédico y revivirla, pero no me atreví a entender cómo hacerlo. En cambio, comí un poco de calamar al horno y parmesano que acababa de llegar (que estaba delicioso a pesar de que no tenía idea de qué era salsifí y no quería darle a Oliver la satisfacción de preguntarle) y preguntarle qué era sería como estar aquí con alguien a quien realmente pudiera soportar. Era un lugar encantador y acogedor, con ventanas pintadas de colores brillantes y asientos de cuero color caramelo, y la comida claramente iba a ser increíble. El tipo de restaurante al que volverías para aniversarios y ocasiones especiales, y recordarías la primera cita perfecta que compartiste allí. El sándwich de pescado, cuando apareció, resultó ser la cosa más perfecta que jamás había comido: crujiente pan agrio, envuelto en trozos de anguila ahumada, untada con rábano picante y mostaza de Dijon, y servida con cebollas rojas en escabeche lo suficientemente afilado como para cortar la intensidad carnosa del pescado. Creo que quizás gemí de verdad. —Está bien —dije, una vez que lo inhalé— Me apresuré demasiado. Eso fue tan bueno que casi podría casarme contigo ahora. Tal vez estaba viendo el mundo a través de anteojos tintados de anguila, pero en ese momento, los ojos de Oliver tenían un toque plateado. Y eran más suaves de lo que pensaba. —Estoy feliz de que te haya gustado. —Podría comerme uno todos los días durante el resto de mi vida. ¿Cómo puedes saber que existen y renunciar a ellos? —Yo... pensé que era lo correcto. —No puedo decir si eso es realmente digno de elogio o realmente trágico. Levantó un hombro en un encogimiento de hombros consciente de sí mismo. Y el silencio entre nosotros, aunque todavía no era cómodo, parecía un poco menos irregular. Quizás esto iba a estar bien. Quizás nos había salvado un pez muerto. —Así que... eh... —Aún disfrutando de mi felicidad con el sándwich, me sentí un poco más capaz de hacer el esfuerzo—. ¿Me parece recordar que eras abogado o algo así? —Soy defensor, sí. —¿Y tú qué... defiendes? —Yo... —La punta de su zapato me golpeó en la rodilla—. Dios. Lo siento. Lo he vuelto a hacer. —Tengo que decir que juegas un juego de pies muy duro.
—Te lo aseguro, siempre ha sido accidental. Se veía tan mortificado que me compadecí de él. —Soy yo. Soy todo piernas. Ambos miramos debajo del mantel. —¿Qué tal si yo…? —sugerí, balanceando mis pies hacia la derecha. Arrastró sus zapatos de cuero italianos hacia la izquierda. —Y yo voy... Su tobillo rozó el mío mientras nos reorganizamos. Y claramente había pasado demasiado tiempo desde que me acosté con alguien, porque casi me desmayé. Al apartar mi atención de nuestras negociaciones por debajo de la mesa, lo encontré mirándome con esa media sonrisa torcida, como si hubiéramos traído la paz solo... ¿con los pies? Al Medio Oriente. Y de repente se volvió mucho más llevadero. Lo suficientemente soportable que casi podía verme aguantando a un hombre que sonreía así y me compraba unos sándwiches de anguila increíbles, aunque no fuera necesario. Que era peor que no gustarle.
7 —¿Tu... tu trabajo? —pregunté con toda la suavidad de un tazón de granola. —Ah, sí. Bueno, yo… —Esta vez, su pie solo acarició el lado del mío mientras se sacudía bajo la mesa—, me especializo en defensa criminal. Y es mejor que acabes con esto. —¿Acabar con qué? —La pregunta que todo el mundo hace cuando les dices que trabajas en defensa criminal. Me sentí incómodamente como si hubiera suspendido un examen. En un pánico ciego, solté lo primero que se me ocurrió. —¿Tienes sexo con la peluca? Me miró fijamente. —No, porque son muy caras, muy incómodas, y tengo que llevar la mía al trabajo. —Oh. Intenté pensar en otra pregunta. Excepto que ahora lo único que se me ocurría era: ¿Tienes sexo con la bata? Y eso obviamente no iba a servir de nada. —La pregunta que suele hacer la gente —continuó, como si fuera el único en la obra que hubiera recordado sus líneas—, es cómo vives contigo mismo cuando te pasas la vida poniendo a violadores y asesinos de nuevo en la calle. —En realidad, esa es una buena pregunta. —¿Debo responderla? —Bueno, parece que realmente quieres hacerlo. —No se trata de que quiera. —Su mandíbula se tensó—. Se trata de si vas a pensar que soy un especulador amoral si no lo hago. No podía imaginar que a él —ni a nadie— le importara tanto mi opinión, buena, mala o indiferente. Extendí las manos en un gesto de "vete a la mierda". —Supongo que será mejor que me lo cuentes entonces. —La versión corta es: un sistema de justicia contradictorio no es perfecto, pero es lo mejor que tenemos. Estadísticamente, sí la mayoría de las personas
que defiendo en los tribunales son culpables porque la policía puede hacer ampliamente su trabajo. Pero incluso la gente que probablemente lo hizo tiene derecho a una protección jurídica. Y ese es un principio con el que... estoy ideológicamente comprometido. Afortunadamente, mientras pronunciaba este monólogo —que solo necesitaba un poco de música de fondo conmovedora para alcanzar todo su potencial dramático— me sirvieron un pastel verdaderamente glorioso. De carne de res, como resultado, casi derritiéndose, nadando en salsa y apenas contenida por su crujiente cubierta de hojaldre. —Vaya. —Levanté la vista del pastel y me topé con la mirada más dura y fría de Oliver—. Pareces muy a la defensiva con esto. —Es que me ayuda ser sincero desde el principio. Esto es lo que soy, y lo que hago, y creo en lo que hago. De repente me di cuenta de que apenas había tocado su... ¿remolacha, creo que era? Remolacha y otras verduras íntegras. Sus manos estaban cruzadas contra la mesa con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. —Oliver —dije en voz baja, dándome cuenta de que nunca había dicho su nombre y confundido por lo íntimo que era—. No creo que seas una mala persona. Lo cual debes saber que no significa casi nada viniendo de mí, porque solo tienes que tomar un periódico o buscar mi nombre en Google para saber qué clase de persona soy. —Yo… —Ahora parecía incómodo por una razón diferente—, soy consciente de tu reputación. Pero si he de conocerte, Lucien, prefiero que venga de ti. Mierda. Esto había salido de la nada. ¿Qué tan difícil podía ser conseguir que le gustaras a un chico lo suficiente como para salir contigo durante unos meses, pero no tanto como para tener que lidiar con esas extrañas emociones que te jodían la cabeza, te arruinaban el sueño y te dejaban llorando en el suelo del baño a las tres de la mañana? —Bueno, para empezar, es Luc. —¿Luke? —De alguna manera siempre podía decir cuando la gente lo pronunciaba con una k y una e—. Parece una pena cuando Lucien es un nombre tan bonito. —En realidad esa es la pronunciación inglesa. —Seguro que no es. —Se estremeció—. ¿Looshan es como lo harían los americanos? —No. Dios no. Mi madre es francesa. —Ah. Lucien, entonces. —Lo dijo perfectamente, también, con la suavidad de la última sílaba, sonriéndome, la primera sonrisa completa que había visto
de él, e impresionante en su dulzura—. ¿Vraiment? ¿Vous parlez français? ¿En serio? ¿Hablas francés? Realmente no hay excusa para lo que pasó después. Creo que tal vez solo quería que me siguiera sonriendo. Porque por alguna razón dije—: Oui oui. Un peu. Si, si. Un poco. Y entonces, para mi horror, me dijo Dios sabe qué. Estuve raspando el fondo del barril en mi francés del GCSE8, por el que había recibido una D. —Um...um... ¿Je voudrais aller au cinema avec mes amis? Ou est la salle de bain? Eh... eh... ¿Te gustaría ir al cine con mis amigos? ¿Dónde está el baño? Señaló, totalmente perplejo. Así que me vi obligado a ir al baño. Y cuando regresé, me confrontó inmediatamente con—: No hablas nada de francés, ¿verdad? —No. —Agaché la cabeza—. Es decir, mi madre usaba los dos idiomas cuando yo crecía, pero aun así resulté obstinadamente monolingüe. —Entonces, ¿por qué no lo dijiste? —Yo... no lo sé. Supongo que asumí que tú tampoco hablabas francés. —¿Por qué demonios iba a insinuar que sabía hablar francés, cuando no podía? Me metí en la boca un trozo de tarta que se tambaleó. —Tienes razón. Eso sería una locura. Otro de nuestros silencios. En una escala de incómodo a horrible, probablemente calificaría esto como desagradable, y no sabía qué hacer. Definitivamente había conseguido alejar la aguja de lo "peligrosamente íntimo". Desgraciadamente, ahora apuntaba directamente a "ni una posibilidad en el infierno". Pensé en darle una patada. Solo para ver cómo reaccionaba. Pero eso era tan raro como fingir que hablaba francés al azar. Dios. Por eso nunca iba a conseguir un novio de verdad, ni siquiera un sustituto temporal medio aceptable. Había perdido cualquier capacidad que tuviera para relacionarme con la gente de forma romántica. —¿Cómo es que eres tan fluido? —pregunté en un intento incompetente de salvar la velada. —Mi… —Hurgó de forma avergonzada sus vegetales—, mi familia tiene una casa de vacaciones en la Provenza. 8
GCSE - En el Reino Unido, es un examen en una asignatura que los estudiantes toman a la edad de 16 años.
Por supuesto que ellos la tenían. —Por supuesto que sí. —¿Qué quieres decir con eso? Me encogí de hombros. —Solo que me lo imagino. No es de extrañar que hayas crecido tan bonito, tan bien y perfecto. —Y demasiado bueno para mí. —Ciertamente nunca he pretendido ser perfecto, Lucien. —Oh, detente con el Lucien, ¿quieres? —Lo siento. No me di cuenta de que no te gustaba. Excepto que sí me gustaba. Ese era el problema. No estaba aquí para que me gustaran las cosas. Que te gusten las cosas es un problema. —Te lo dije antes —gruñí—, es Luc. Solo Luc. —Tomo nota. Unos minutos más tarde, mientras yo miraba por la ventana y Oliver se miraba las manos, el camarero vino a recoger nuestros platos. Y unos minutos después, llegó un posset9 de limón, coronado con ruibarbo. Era exquisitamente sencillo: un pequeño recipiente blanco lleno de crema amarilla, coronado por muchos espirales rosados. Me sentí muy mal. —¿Nada para ti? Señalé el espacio vacío frente a Oliver. —No soy un fanático de los postres. Pero espero que este te guste. Está muy bueno. —Si no eres fan, ¿cómo sabes que está… —Moví los dedos entre comillas— , muy bueno? —Yo... es decir... yo... —¿Quieres compartirlo conmigo? Era lo más parecido a una disculpa que podía conseguir en ese momento. Porque no era como si pudiera decir: "Lo siento, estoy tan desesperado por que esto funcione, y tan aterrorizado de que esto funcione que estoy arremetiendo contra ti por cosas como que eres bastante agradable, y no del todo poco atractivo, y que has tenido una infancia normal".
9
El Lemon Posset o Posset de Limón es un postre de tradición británica que al parecer, toma la idea de una bebida que ya era popular en la Edad Media, conocida sencillamente como Posset.
Él estaba mirando el postre de limón de la forma en que siempre he querido que alguien me mirara. —¿Tal vez podría tomar un poco? Déjame pedir más cubiertos. —No es necesario. Bien. Eran las once y media, momento de ponerme sexy. Rompí la prístina superficie de la crema, amontonándola perfectamente en la cuchara, junto con algunos trozos de ruibarbo. Y, se la tendí a Oliver, le ofrecí mi mejor y más esperanzadora sonrisa. Y él me quitó la cuchara de los dedos, aplastándome de tal manera que ni siquiera pude disfrutar de la forma en que el sabor del postre de limón hacía que toda su cara se volviera de ensueño. —Gracias —dijo, devolviendo la maldita cuchara. La hundí violentamente en el pudín, metiéndome lo que quedaba en la boca como si fuera mi enemigo mortal. Oliver me observó, confundido una vez más. —¿Debo pedir otro? —No, estoy bien. Salgamos de aquí. —Yo... yo pediré la cuenta. Dios. No tenía pareja. Verdaderamente inolvidable. No es de extrañar que Oliver prácticamente haya vomitado cuando una persona cualquiera en la fiesta de Bridge pensó que íbamos a salir. No es de extrañar que me dejara en la cama y huyera gritando aquella vez que intenté ligar con él. No es de extrañar que ni siquiera confiara en mí para poner cucharada de pudín en la boca.
8 Todavía estaba aturdido por el odio a mí mismo cuando entramos en la calle Dean, donde nos quedamos en la incertidumbre mutua. Todas las cosas bonitas que había comido se habían convertido en piedras en mi estómago. Lo había arruinado. Mucho. Todo lo que tenía que hacer era sonreír, ser amable con él, convencerlo durante un puñado de horas de que era un ser humano que valía la pena. Pero no. Me había acurrucado como un erizo en una autopista frente al único hombre de Londres dispuesto a salir conmigo. Y ahora iba a ser abandonado. Oliver se aclaró la garganta. —Bueno. Gracias por... por eso. Llevaba el abrigo largo que poseía toda persona elegante de Londres. Excepto que le quedaba bien. Le daba ese aire de calidad sin esfuerzo. Mientras que yo estaba allí de pie con unos jeans de zorra. —De todos modos —continuó—, debería... ¡No! Ayuda. No. Si se iba ahora, se acabó. Nunca lo volvería a ver. Y nunca más tendría otro trabajo. Y mi vida se acabaría. Necesitaba un plan. No tenía un plan. Así que perdí la maldita cabeza y me lancé sobre él, fijando mi boca en la suya con toda la gracia y el encanto de un marisco en la aleta de una ballena. Duró unos segundos antes de que me apartara, una señal de calor y suavidad que, durante el más dulce de los momentos, supo a poste de limón. —Qué demonios fue... Cristo. En su afán por alejarse, Oliver chocó con una de las plantas en maceta que había fuera del restaurante, logrando agarrarla antes de que se derrumbara. Lo que básicamente significaba que había pasado más tiempo tocando voluntariamente un ficus que a mí. —Fue un beso —dije, con una despreocupación que estaba lejos de sentir—. ¿Por qué? ¿No has tenido uno antes? La gente a veces los intercambia en las citas. Se volvió hacia mí con tal ferocidad que realmente di un paso atrás. —¿Es esto un juego para ti? ¿Qué te ha dicho Bridget?
—¿Qué? N… no. —Dime qué está pasando. —No pasa nada. En ese momento estábamos "bailando" por la calle, yo saltando hacia atrás sobre el pavimento mientras él acechaba tras de mí, con los zapatos chocando contra el pavimento y el abrigo volando. Estaba claro que había algo muy, muy malo en mí, porque estaba un poco excitado. Sus ojos brillaban. —Ahora. Tropecé con el bordillo al aplanarse inesperadamente en una calle lateral. Pero Oliver me atrapó la muñeca antes de que pudiera caer, tirando de mí contra su cuerpo y manteniéndome allí. Haciéndome, supongo, equivalente a una planta en su estimación. Dios, su abrigo era acogedor. —Por favor, deja de jugar conmigo, Luc. —Ahora solo sonaba cansado. Tal vez incluso un poco triste—. ¿De qué se trata realmente? Maldición. El anzuelo estaba más allá. —Yo... he estado en los periódicos de nuevo recientemente. Así que necesito un novio respetable o perderé mi trabajo. Bridge te sugirió a ti. Y, por supuesto, Tom había tenido razón todo el tiempo. Sonaba terrible. Agaché la cabeza, apenas capaz de mirar a Oliver a la cara. —Lo siento —continué, inadecuadamente—. Te pagaré la cena. Lo ignoró. —¿Bridget pensó que sería bueno para ti? —Bueno —le dije con una mano—, mírate. Eres... eres perfecto. —¿Perdón? —No importa. —No tenía derecho a tocar algo tan bonito, pero escondí mi cara contra su abrigo. Y él me dejó—. Siempre has actuado como si te creyeras mejor que yo. Estaba lo suficientemente cerca como para oírle tragar saliva. —¿Es... es eso lo que crees? —Bueno, es cierto. Lo eres. ¿Feliz ahora? —Ni remotamente. La pausa que siguió silbó en mis oídos como si estuviera cayendo. —Explícame otra vez —dijo finalmente Oliver—, ¿por qué necesitas un novio? Era lo mínimo que le debía.
—Principalmente para esta gran recaudación de fondos que tenemos a finales de abril. Todos nuestros donantes piensan que soy un gay malo. Frunció el ceño. —¿Qué es un buen gay? —Alguien como tú. —Ya veo. —No te preocupes por eso. —Finalmente logré despegarme de su abrigo—. No es tu problema... —Lo haré. Mi mandíbula se abrió con tanta fuerza que chasqueó. —¿Qué? —Da la casualidad de que también tengo un evento próximamente que puede ir más tranquilo con alguien del brazo. Seré tu novio público, si tú eres el mío. Estaba loco. Tenía que estar loco. —No es lo mismo. —¿Qué quieres decir? —Me brindó una de sus frías y grises miradas—. ¿Que yo te ayudaré con tu importante ocasión, pero tú no me ayudarás con la mía? —No. Dios no. Es que eres un abogado elegante... —Soy un abogado penalista. La mayoría de la gente piensa que somos la escoria de la tierra. —…y yo soy el hijo caído en desgracia de una estrella de rock caída en desgracia. Yo... no puedo aguantar tomar. Soy innecesariamente malo. Tomo decisiones terribles. No es posible que quieras que te acompañe a nada. Su barbilla se levantó. —Sin embargo, esas son mis condiciones. —Sabes que acabarás en la prensa rosa si pasas demasiado tiempo conmigo. —No me importa lo que la gente diga de mí. Me reí, sorprendiéndome incluso a mí mismo por lo amargo que sonaba. —Tú piensas eso. Y luego empiezan a decir cosas… —Asumo el riesgo. —¿De verdad? —Dios. Me sentí mareado y me encontré alcanzando su abrigo de nuevo.
—Sí. Pero si vamos a hacer esto, tenemos que hacerlo bien. Parpadeé. Bien sonaba siniestro. No se me daba bien hacerlo correctamente. —Deberías saber que me desempeño muy mal en las pruebas estandarizadas. —Solo necesito que te esfuerces en ser convincente. No me importa tu pasado, ni los cotilleos de internet, pero… —Y aquí esa boca severa se apretó en una línea delgada—, preferiría no tener que explicarle a mi familia que mi novio solo está fingiendo. —Espera. ¿Tu familia? —Sí, es el aniversario de bodas de rubí de mis padres en junio. No quiero ir solo. —¿Es… —No pude evitar preguntar—, en la Provenza? —En Milton Keynes. —¿Y en serio quieres llevarme? ¿Para conocer a tus padres? —¿Por qué no? Solté otra carcajada. —¿Cuánto tiempo tienes? —Si no quieres hacerlo, Luc, puedes decírmelo. No iba a volver a llamarme Lucien, ¿verdad? Iba a respetar mis deseos como una especie de imbécil. —No, no. —Me apresuré a levantar las manos—. Lo haré. Solo creo que estás cometiendo un terrible error. —Eso lo tengo que decidir yo. —Hizo una pausa, con un rubor arrastrándose por el esculpido arco de sus pómulos—. Obviamente, mantener la ficción requerirá un cierto grado de contacto físico entre nosotros. Pero, por favor, no vuelvas a besarme. Al menos no en la boca. —¿Por qué? ¿Eres Julia Roberts en Pretty Woman? Su rubor se hizo más intenso. —No. Simplemente prefiero reservar esa intimidad para la gente que realmente me gusta. —Oh. —A veces, puedes medio creer que te han hecho tanto daño que básicamente te han vacunado. Que te has vuelto inmune. Y entonces alguien te dice algo así. —Forcé mi boca en una sonrisa—. Bueno, como has visto, eso no es un problema para mí. Mi único consuelo era que Oliver tampoco parecía muy contento. —Parece que no.
—Pero no te preocupes. A pesar de las pruebas recientes, puedo mantener mis labios lejos de ti. —Bien. Gracias. El silencio se extendió fuertemente entre nosotros. —Entonces —pregunté—, ¿ahora qué? —¿Almuerzo en mi casa? ¿Este domingo? ¿Dos veces en una semana? Estaría harto de mí incluso antes de que llegáramos al Beetle Drive. Y yo estaría harto de él o no lo haría. Y "no lo haría" era demasiado aterrador para manejarlo ahora. —Si esto va a funcionar… —Me miró solemnemente—, tenemos que conocernos, Luc. —Puedes llamarme Lucien —solté. —Pensé que habías dicho que no... —Puede ser tu nombre especial para mí. Quiero decir… —De repente, apenas podía recuperar el aliento—, tu falso nombre especial para mí. Eso es una cosa que hacen las parejas ¿no? —Pero no quiero tener un nombre especial falso para ti que realmente no te guste. —Había esa luz de nuevo. Esas motas secretas de plata en el frío acero de sus ojos—. Eso me convertiría en un terrible novio falso. —Está bien. Exageré. No me importa. —Eso no es una aprobación. —Quiero decir que no me importa. ¿Me iba a hacer rogar? ¿A quién quería engañar? Probablemente lo iba a hacer. Por eso las relaciones apestaban: te hacían necesitar cosas que estabas perfectamente feliz de no necesitar. Y luego te las quitaban. Me dirigió una de esas miradas demasiado buscadoras y sinceras. —Bueno, si eso es lo que quieres. Asentí, odiándome en silencio. —Es lo que quiero. —Entonces, te veré el domingo... —Sonrió. Oliver Blackwood estaba sonriendo. A mí. Por mí. Debido a mí—, Lucien.
9 —Entonces —le dije a Alex Twaddle—, un hombre entra en un bar. Y se sienta, y ahí está el cuenco de cacahuetes. Y una voz viene del cuenco de cacahuetes que dice: Oye, tu cabello se ve genial. Y luego esta otra voz viene de la máquina de cigarrillos al otro lado de la barra, diciendo: No, no es así, te ves como un idiota, y también tu mamá. Los ojos de Alex se agrandaron. —Oh, yo digo que eso es demasiado. —Sí, tenlo en cuenta porque es una parte integral del chiste. De todos modos, el hombre le pregunta al barman qué está pasando. Y el camarero dice, no se preocupe, las nueces son gratuitas, pero la máquina de cigarrillos no funciona. —Bueno, supongo que no se habrían molestado en arreglarlo porque ya no se puede fumar en los pubs. Debería haberlo visto venir. Tienes razón, Alex. Es la precisión lo que lo hace más divertido. —Lo tendré en cuenta también. —Me sonrió alentadoramente—. ¿Cuál es el resto del chiste? —Esa fue la broma. Las nueces son gratuitas, pero la máquina de cigarrillos no funciona. —¿Estás seguro de que es una broma? Simplemente parecen hechos sobre un bar. —Una vez más —dije, resignado a mi destino—, has dado en el clavo. Intentaré hacerlo mejor mañana. Regresé a mi oficina, de hecho de muy buen humor por una vez. Mi cita con Oliver había sido, como se decía, un desastre. ¿Pero, de alguna manera, no de mala manera? Y había algo extrañamente liberador en tener un novio falso porque significaba que no tenía que preocuparme por todas las cosas habituales de las relaciones. Ya sabes, como ser una mierda con ellos. Incluso mi alerta sensacionalista matutina había sido casi positiva. Alguien nos había criticado en el restaurante pero, lo que es más importante, se dieron cuenta del momento antes de que Oliver retrocediera disgustado. Así que había salido algo romántico, con el abrigo de Oliver ondeando a nuestro alrededor y su rostro vuelto hacia el mío mientras mis labios bajaban. Los titulares eran en su mayoría variantes de
“Package Judge Club Kid Son In New Gent Squeeze Shock" —que me gustó porque sugería que tenía buen gusto en nuevos apretones. Nuevos apretones falsos. Cuando me senté y revisé las listas de donantes para ver si alguien más me había abandonado, sonó el teléfono. —Oh, Dios mío —gritó Bridge—. No creerás lo que pasó. —Tienes razón. Probablemente… —En realidad no puedo hablar de eso, pero acabamos de obtener los derechos en inglés de un autor sueco realmente prestigioso. Y todo el mundo ha estado clamando por leer su novela debut, que se anuncia como Cien Años de Soledad se Encuentra con Gone Girl. Pero hubo mucho debate entre el equipo sobre si darle un título en inglés o seguir con el original sueco, y todo terminó resolviéndose en el último minuto, por lo que ahora el libro está en imprenta mientras Estoy Fuera de la Oficina por el Momento. Por favor, Envíe Cualquier Trabajo de Traducción a mi Dirección de Correo Electrónico Personal. —No lo sé. Creo que tiene cierto prestigio meta-textual. —Me van a despedir. —No te han despedido todavía, Bridge. No te van a despedir por esto. —Oh. —Ella se animó—. Eso me recuerda. ¿Cómo fue tu cita? —Fue horrible. No tenemos nada en común. Creo que podría haberlo agredido sexualmente. Pero vamos a fingir intentarlo de todos modos porque ambos estamos desesperados. —Sabía que lo resolverías. Puse los ojos en blanco, pero solo porque ella no podía verme. —Eso no está funcionando. Eso es inventar algo. —Sí, pero poco a poco descubrirás que no eres tan diferente como pensabas inicialmente, y luego te sorprenderá con lo pensativo que es, y luego vendrás a su rescate en un momento inesperado de necesidad, y se enamorarán locamente el uno del otro y vivirán felices para siempre. —Eso nunca va a suceder. Ni siquiera le agrado. —¿Qué? —Podía escuchar la expresión de su rostro—. ¿Por qué estaría de acuerdo en tener una cita contigo si no le gustas? —¿Recuerdas esa parte en la que ambos estamos desesperados? —Luc, estoy segura de que le gustas. ¿Cómo es posible que no le gustes a alguien? Eres adorable. —Me dijo que no cuando traté de besarlo. Ella soltó un pequeño chillido.
—¿Besarlo? —No, lo ataqué con mis labios, y estaba tan repulsado que saltó a una planta en maceta. —Tal vez se sorprendió. —Me sorprendió cuando ustedes me dieron una fiesta sorpresa de cumpleaños. De acuerdo, no me sorprendió que James Royce-Royce me lo dijera accidentalmente. Pero no me alejé horrorizado, diciendo que solo voy a fiestas con gente que me gusta. —Espera. ¿De verdad dijo eso? —Básicamente, si reemplazas ir a fiestas con beso. —Oh. —Hubo un momento de silencio—. Pensé que solo estabas siendo obsesivamente negativo. Ya sabes, como de costumbre. —No. No. Esas fueron sus palabras exactas. Ella suspiró. —Oliver, Oliver. ¿Qué estás haciendo? A veces puede ser tan desesperado. —No estoy desesperado. Es un idiota tenso. Eh, como, en general. No porque le molestara que lo besara sin querer. Está bien, déjame reformular: es un imbécil tenso que, independientemente de su nerviosismo y alegría, no está interesado en mí. —Luc —gritó—, eso no es cierto. —Luego le dio un extraño hipo—. Quiero decir, él no es una persona tensa. Es muy... Siempre quiere hacer lo correcto. Y, sinceramente, creo que está bastante solo. —Creo cada vez más que algunas personas deben sentirse solas. Me siento solo porque soy un desastre y nadie me quiere. Se siente solo porque es terrible y nadie lo quiere. —Ves. Tienes algo en común. —No es gracioso, Bridge. —¿Me estás diciendo en serio que no hubo nada en la cita que salió bien? ¿Nada que te guste o con lo que te conectes? Bueno, no se podía negar que el hombre tenía un excelente gusto en sándwiches de pescado. Y posset de limón. Y había esa dulzura oculta en sus ojos a veces. Y su rara sonrisa. Y la forma en que dijo Lucien, como si fuera solo para mí. —No —dije con firmeza—. Absolutamente no. —No te creo. Solo le das tanta importancia a odiar a la gente cuando te gustan en secreto.
—Mira. ¿Puedes aceptar la idea de que conoces a dos personas homosexuales que no estarían bien juntas? —Lo haría, excepto —su voz se elevó lastimeramente—, que estarían tan bien juntos. —Está bien, sé que no puedes verlo, pero estoy sosteniendo la tarjeta de fetichización. —¿Cómo se ve esa tarjeta? —Parecen dos hombres adorables con suéteres tomados de la mano bajo un arco iris. —Pensé que querías tomar de la mano a un hombre adorable bajo un arcoíris. —Lo hago, pero el hecho de que lo quieras casi tanto como yo es lo que lo hace espeluznante. Dejó escapar un suspiro melancólico. —Yo sólo quiero que seas feliz. Especialmente después de que robé a Tom. —No lo robaste. Simplemente le agradaste más. Si lo dije lo suficiente, con suerte alguno de nosotros comenzaría a creerlo. —De todos modos —continuó enérgicamente— tengo que irme. Uno de nuestros autores envió un correo electrónico para decir que tenía todo su manuscrito en una memoria USB que se tragó un pato. —¿Quién diablos sigue usando memorias USB? —Realmente tengo que lidiar con esto. Te amo. Adiós. Llegué tan lejos como “Adi” antes de que la línea se cortó. Para ser honesto, probablemente ya era hora de que comenzara a hacer mi trabajo de todos modos. Ahora que la Operación Novio Falso Respetable estaba en marcha, estaba potencialmente en condiciones de intentar salvar el Beetle Drive. Lo que, en la práctica, significaría pedir perdón a personas que no creía que tuvieran nada que perdonarme y que no admitirían que pensaban que necesitaba ser perdonado. El primer paso sería extender la mano y decir “Hola, sé que todos ustedes piensan que soy un pervertido sucio y drogadicto, pero he limpiado mi acto y he renovado mi compromiso de vivir mi vida según un conjunto de estándares que ustedes establecieron para mí en sus cabezas”. Ahora por favor, por el amor de Dios, danos algo de dinero para que podamos salvar a los bichos que comen mierda. Excepto, ya sabes, sin usar ninguna de esas palabras. O ideas. O sentimientos. Después de una larga tarde, seis tazas de café estándar Fairclough, veintitrés borradores y tres descansos, en cada uno de los cuales tenía que darle la misma explicación a Rhys Jones Bowen sobre cómo hacer fotocopias a doble cara, había compuesto una correo electrónico apropiadamente diplomático y lo
envió. Para ser honesto, probablemente no iba a obtener ninguna respuesta. Por otra parte, es sorprendente lo que hacen los ricos por comida gratis. Así que, si tenía suerte, probablemente podría convencer al menos a un par de ellos de que estuvieran menos ocupados en la noche del Beetle Drive de lo que sus diarios habían sugerido hasta ahora. Aturdido por una extraña sensación de logro y arrastrado por una oleada de algo que era optimismo o masoquismo, desbloqueé mi teléfono y le envié un mensaje a Oliver. ¿Los novios falsos falsifican mensajes de texto? No estoy seguro de lo que esperaba a cambio, pero lo que obtuve fue: No cuando uno de ellos debe comparecer ante el tribunal. Incluida la puntuación. Lo cual fue un poco mejor que ninguna respuesta, pero un poco peor que un no rotundo, ya que básicamente había dicho "No, gracias, no olvides que tengo un trabajo mejor que tú. Eran cerca de las nueve de esa noche, y yo estaba comiendo pollo kung pao en mis calcetines, cuando siguió con: Siento haberte hecho esperar. Lo he pensado y probablemente deberíamos enviarnos mensajes de texto por motivos de verosimilitud. Lo dejé colgado por un tiempo para mostrar que yo también tenía cosas importantes en la vida con las que seguir adelante. No importa que en realidad vi cuatro episodios de Bojack Horseman y me hiciera una paja vengativa antes de responder. Siento haberte hecho esperar y no me extraña que estés soltero si el segundo mensaje de texto que le envías a un chico incluye la palabra verosimilitud. No hubo respuesta. A pesar de que me quedé sentado hasta la una y media, definitivamente no me importaba. Un zumbido de mi teléfono a las 5:00 am me quitó el sueño inesperadamente: Mis disculpas. La próxima vez, enviaré una fotografía de mi pene. Y luego varios zumbidos más. Fue un chiste. Probablemente debería dejar en claro que no tengo la intención de enviarte ninguna foto. Nunca le había enviado ese tipo de cosas a nadie. Como abogado, es difícil no estar al tanto de las posibles consecuencias. Ahora estaba despierto, lo que normalmente habría encontrado profundamente desagradable. Pero tendrías que ser una persona mucho mejor que yo para no disfrutar como un demonio de Oliver perdiendo su mierda por una foto de su pene puramente hipotética.
También me doy cuenta de que probablemente estés durmiendo en este momento. Entonces, tal vez pudieras eliminar los cinco mensajes anteriores cuando te despiertes. Por supuesto, debo enfatizar que no pretendo implicar ningún juicio sobre las personas que eligen enviarse fotografías íntimas entre sí. Simplemente no es algo con lo que me sienta cómodo. Por supuesto, si es algo con lo que te sientes cómodo, lo entiendo. No es que esté sugiriendo que tengas que enviarme una foto de tu pene. Oh Dios, ¿podrías borrar todos los mensajes de texto que te he enviado? La afluencia de mensajes se detuvo el tiempo suficiente para que pudiera dar una respuesta. Lo siento, estoy confundido, ¿estoy obteniendo una foto de un pene o qué? Hubo otra pausa. Entonces. Estoy muy avergonzado, Lucien. Por favor, no lo empeores. Sinceramente, no sé qué me poseyó. Quizás sentí pena por él. ¿Pero él había, admitido que accidentalmente, había hecho mi mañana? Espero verte mañana. Gracias. Bien, ahora desearía no haberme molestado. Excepto que uno o dos segundos después, tengo, Estoy deseando verte también. Y aunque eso se sintió mejor, fue, en todo caso, aún más confuso.
10 Era bastante típico en mi vida que cuando finalmente tuve una cita para almorzar con un hombre atractivo y estaba solo un poco molesto, mi mamá llamó. —Estoy un poco ocupado en este momento. Ocupado, en este caso, era el código para estar de pie en calzoncillos, tratando de encontrar un atuendo que dijera: “Soy sexy, pero respetable, y te prometo que no intentaré besarte al azar otra vez, pero si cambias de opinión, estaría dispuesto a hacerlo”. ¿Quizás algo en la familia de los saltadores? Mimoso, pero con un toque de sensualidad. —Luc —había un tono de preocupación en su voz que realmente quería ignorar—, necesito que vengas de inmediato. —¿Qué tan rápido es de inmediato? ¿Tenía, por ejemplo, tiempo para un par de rondas de tostadas francesas y huevos Benedict con un abogado caliente? —Por favor, mon caneton. Es importante. Está bien, ella tuvo mi atención. La cuestión es que mamá tiene una crisis cada media hora, pero por lo general es bastante buena señalando la diferencia entre "Judy perdió su reloj en una vaca" y “Hay agua entrando por el techo”. Salté al borde de la cama. —¿Qué ocurre? —No quiero decirlo por teléfono. —Mamá —pregunté—, ¿te han secuestrado? —No. Entonces estaría diciendo: Ayuda, me han secuestrado. —Pero no podías decir eso, porque los secuestradores no te dejarían. Ella hizo un ruido exasperado. —No seas tonto. Los secuestradores tendrían que dejarme decirles que me secuestraron; de lo contrario, ¿cuál sería el punto de secuestrarme en primer lugar? —Hizo una breve pausa—. Lo que debería haber preguntado es, ¿ha sido reemplazado por un policía robot del futuro que quiere asesinarme? Parpadeé.
—¿Tienes? —No, pero eso es lo que diría si hubiera sido reemplazado por un policía robot del futuro que quiere asesinarte. —Sabes que tengo una cita real. Con un hombre real. —Y estoy muy feliz por ti, pero esto no puede esperar. —Mamá —dije con firmeza—, esto se está poniendo extraño. ¿Qué está pasando? Hubo una pausa, que una parte paranoica de mí pensó que se sentía como el tipo de pausa que dejarías si tuvieras que pedirle instrucciones a un secuestrador de forma no verbal. Escúchame, Luc. Esto no es lo mismo que cuando dije que tenías que venir de inmediato porque mi vida estaba en peligro, y resultó que solo necesitaba que reemplazaras la batería de mi detector de humo. Aunque sostengo que podría haber muerto. Soy vieja y soy francesa. Me duermo con un cigarrillo todo el tiempo. También estaba haciendo un ruido muy molesto. Era como la Bahía de Guantánamo. —¿Cómo fue Guant...? En realidad, no importa. —Por favor, ven. Lamento hacer esto, pero estoy jugando la carta de “Tienes que confiar en mí”. Porque tienes que confiar en mí. Bueno. Eso era así. Al final, estábamos mamá y yo, y luego todos los demás. —Estaré allí tan pronto como pueda. Sabía que lo decente era llamar a Oliver e intentar explicarme. Pero no sabía cómo, qué iba a decir—: Hola, tengo una relación muy intensa con mi madre que probablemente se ve espeluznante y codependiente desde el exterior, así que cancelo la cita. ¿Básicamente te rogaría que te fueras conmigo? Además, era un cobarde. Así que envié un mensaje de texto en su lugar. No puedo asistir. No puedo explicar por qué. Perdón. ¡Disfruta del brunch! Luego revisé apresuradamente mis opciones de vestuario de "Voy a una cita y trato de salvar mi reputación" a “Podría tener que lidiar con cualquier cosa, desde una muerte en la familia hasta un inodoro que explota" y lo vinculé con la estación. Mientras estaba en el tren, Oliver llamó y me estremecí, antes de desviarlo noblemente al buzón de voz. También dejó uno. ¿Quién diablos hace eso? Judy me estaba esperando en Epsom en su desvencijado Lotus Seven verde. Forcé a dos spaniels en el espacio para los pies y me deslicé debajo del tercero. Ella se puso las gafas en su lugar.
—¿Todos a bordo? Hacía mucho que había renunciado a esperar que le importara de cualquier manera. Y hoy no fue la excepción. Dio un golpe con el pie con un entusiasmo que, si no hubiera estado completamente a bordo, me habría dejado embadurnado por todo el camino. —¿Cómo está mamá? —grité, sobre la ráfaga del viento, el rugido del motor y la emoción de los spaniels. —Muy angustiada. Casi vomito mi propio corazón. —Maldición. ¿Qué ha pasado? —Yara Sofia tuvo un colapso total en la sincronización de labios. Y hasta ahora había sido tan horriblemente feroz. —¿Y en el mundo real? —Oh, Odile está bien. Lista para la lucha. Ojos brillantes, cola espesa, nariz mojada, pelaje brillante, todo eso. —Entonces, ¿por qué sonó molesta por teléfono? —Bueno, con un poco de sorpresa. Pero lo descubrirás. Saqué uno de los spaniels de mi entrepierna. —Mira, me estoy volviendo loco aquí. Y sería de gran ayuda si me dijeras lo que está pasando. —Una cosa vieja de fanático. Pero me temo que tengo que ser absolutamente como papá en esto. —¿Papá de quién? —El papá de cualquiera. Ya sabes, sé como papá, mantén la calma. —¿Qué? Para darle a Judy lo que le correspondía, había logrado distraerme del inminente y misterioso desastre. —Perdón. Probablemente ya no sea PC. Probablemente ahora tengas que decir: Sé como papá, mantente en contacto con tus sentimientos o algo así. —Ella pensó por un momento—. O supongo que para ustedes los homosexuales es ser como papá, quedarse con papá. Lo cual es bastante confuso para todos. —Sí, eso es lo que se pusieron en nuestras camisetas. Algunas personas son simplemente confusas para todos. Supéralo. —De todas formas. Sé que todo induce un poco a bambolearse, pero con el labio superior rígido, te tendré allí en poco tiempo. —Honestamente, está bien. Toma tu…
La repentina sacudida de la aceleración arrancó los restos de mi protesta. Y pasé los siguientes diez minutos tratando de no morir, haciendo malabares con los spaniels y agarrándome a los costados del vehículo mientras subíamos la colina y bajábamos por el valle, a través de sinuosos caminos rurales y pueblos que, antes de pasar por ellos, los había caracterizado como somnolientos. Nos detuvimos con un chirrido frente a Mum's, que una vez había sido la oficina de correos del pueblo, y ahora era una bonita casa unifamiliar llamada "The Old Post Office" que se encontraba al final de una calle llamada Old Post Office Road. Así parecía ser como funcionaban los nombres aquí. Old Post Office Road estaba fuera de Main Road, que se convertía de diversas formas en Mill Road, Rectory Road y Three Fields Road. —Me iré —anunció Judy—. Tengo que ver a un chico por sus bueyes. Más bien me gustan, para ser honesta. Y, con eso, se alejó rugiendo en la distancia y sus spaniels ladrando. Abrí la puerta, atravesé el jardín delantero ligeramente cubierto de maleza y entré en la casa. No estoy del todo seguro de lo que esperaba. Pero definitivamente no fue a Jon Fleming. Al principio, pensé que estaba teniendo algún tipo de alucinación. Había existido cuando yo era muy joven, pero no lo recordaba. Así que esta fue efectivamente la primera vez que vi a mi, ya sabes, padre en persona. Y no tenía forma de procesarlo, solo una vaga sensación de que un hombre llevaba una bufanda en el interior y se salía con la suya. Él y mamá estaban sentados en los extremos opuestos de la sala de estar, parecían dos personas que se quedaron sin cosas que decir hace mucho tiempo. —¿Qué demonios? —dije. —Luc... —Mamá se puso de pie, retorciendo sus manos—. Sé que no lo recordarás muy bien, pero este es tu padre. —Yo sé quién es. Lo que no sé es por qué está aquí. —Bueno, por eso llamé. Tiene algo que decirte. Crucé mis brazos. —Si es “lo siento”, “siempre te he amado”, o alguna tontería como esa, está unos veinticinco años tarde. Ante esto, Jon Fleming también se puso de pie. Como dice el refrán, nada expresa "familia" como todos los que están de pie, mirándose torpemente el uno al otro. —Lucien —dijo—. O prefieres a Luc, ¿verdad? Hubiera sido feliz de vivir toda mi vida sin tener que mirar a mi papá a la cara. Desafortunadamente, como con tantas otras cosas, no me estaba dando la opción. Y te lo diré ahora, fue la maldita cosa más extraña. Porque la forma en
que alguien aparece en una fotografía y la forma en que realmente es este horrible e inquietante valle de reconocimiento y extrañeza. Y es aún peor cuando puedes ver partes de ti mismo en ellas. Como si fuera el reflejo de mis ojos, mirándome. Ese extraño tono entre azul y verde. Aquí hubo una oportunidad de tomar el camino correcto. Elegí no hacerlo. —Preferiría que no me hablaras en absoluto. Suspiró, triste y noble de una manera que no tenía derecho a ser. Ese era el problema de ser viejo y tener una buena estructura ósea. Tienes este golpe gigante de dignidad inmerecida. —Luc —lo intentó de nuevo—. Tengo cáncer. Por supuesto que lo tenía. —¿Así que? —Así que, esto hizo que me diera cuenta de algunas cosas. Me hizo pensar en lo que es importante. —¿Qué, te refieres a la gente que abandonaste? Mamá me puso una mano en el brazo. —Mon cher, sería el primero en estar de acuerdo en que tu padre es excremento turbio, pero podría morir. —Perdón por repetirme, ¿pero sí? En cierto nivel, era consciente de que había una diferencia entre "no tomar la carretera principal" y "tomar una carretera tan baja que implicaba recorrer un túnel directo al infierno”, pero en ese momento, nada se sentía ni siquiera un 2 por ciento real. —Soy tu padre —dijo Jon Fleming. Lo que su voz ronca de leyenda del rock transformó de alguna manera de un lugar común sin sentido en una profunda declaración de conexión mutua—. Esta es mi última oportunidad de conocerte. Hubo un zumbido en mi cabeza como si hubiera buceado a través de abejas. Toda una vida de tonterías manipuladoras de películas me había enseñado exactamente cómo se suponía que debía comportarme aquí. Se me permitió un breve destello de ira poco convincente, luego lloraría, luego él lloraría, luego nos abrazaríamos, luego la cámara funcionaría y todo sería perdonado. Lo miré directamente con esos ojos sabios, tristes y demasiado familiares. —Oh, vete a la mierda y muere. Quiero decir, vete a la mierda y literalmente muere. Podrías haber hecho esto en cualquier momento durante las últimas dos décadas. No puedes hacerlo ahora. —Sé que te he defraudado. —Asintió con sinceridad, como si estuviera tratando de decirme que entendía mejor lo que yo decía—. Pero me ha tomado mucho tiempo llegar a donde siempre debería haber estado.
—Entonces escribe una maldita canción sobre eso, idiota arrogante, narcisista, manipulador y calvo. Luego salí de allí. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, escuché la voz de mamá diciendo—: Bueno, creo que eso podría haber ido peor. Pucklethroop in the Wold lo hizo, técnicamente, tenía un servicio de taxi, o al menos tenía un tipo llamado Gavin al que podías llamar, y él vendría a recogerte en su auto y te cobraba alrededor de cinco dólares por llevarte a uno de los tres lugares a los que estaba dispuesto a ir. Pero en realidad fue sólo una caminata de cuarenta minutos por los campos hasta la estación. Y estaba teniendo el tipo de sentimientos ardientes, furiosos y llorosos que hacían que evitar a otros humanos fuera una prioridad bastante alta para mí. Estaba un poco más tranquilo cuando estuve en un tren de regreso a Londres. Y, por alguna razón, decidí que sería un buen momento para atender el buzón de voz de Oliver. —Lucien —dijo—, no sé qué esperaba, pero esto claramente no va a funcionar. No va a haber un “en el futuro” pero si en algún futuro imaginario, estabas pensando en dejarme plantado de nuevo, al menos ten la cortesía de inventar una excusa decente. Y estoy seguro de que todo esto te parece muy divertido, pero no es algo que necesite en mi vida en este momento. Bien. Eso era... lo que era. Lo escuché de nuevo. E inmediatamente me pregunté por qué diablos me había hecho eso. Supongo que tal vez esperaba que fuera mejor la segunda vez. No lo fue. El carruaje estaba casi vacío, era un momento divertido del día para ir a la ciudad, así que metí la cara en el hueco de mi brazo y derramé algunas lágrimas subrepticias. Ni siquiera sabía por qué estaba llorando. Tuve una discusión con un padre que no recordaba y fui abandonado por un chico con el que no estaba saliendo. Ninguna de esas cosas debería haber dolido. No dolió. No iba a dejar que lastimaran. Quiero decir, sí, probablemente iba a perder mi trabajo, y probablemente estaría solo para siempre, y mi padre probablemente moriría de cáncer, pero sabes qué, al infierno todo. Iba a irme a casa, ponerme el albornoz y beber hasta que nada me importara. Maldición, era todo lo que podía hacer con las otras cosas. Pero podría hacer eso.
11 Dos horas más tarde, estaba en Clerkenwell, de pie frente a una de esas pequeñas terrazas georgianas con rejas de hierro forjado y jardineras, sujetando el timbre de Oliver como si me preocupara que se cayera de la pared. —¿Qué te pasa? —dijo cuando finalmente respondió. —Muchas, muchas cosas. Pero realmente lo siento mucho y no quiero fingir una ruptura. Sus ojos se entornaron. —¿Has estado llorando? —No. Ignoró mi mentira obvia e inútil, y salió por la puerta. —Oh, por el amor de Dios, entra. En el interior, la Casa de Blackwood era todo lo que esperaba de alguna manera y nada de lo que esperaba en otras. Era diminuta e inmaculada, todas las paredes estaban pintadas de blanco y los suelos de madera a rayas, con destellos de colores brillantes como joyas de alfombras y cojines. Sin esfuerzo hogareño, masculino y, demonios, dejándome celoso, intimidado y extrañamente anhelante. Oliver cerró su computadora portátil y rápidamente ordenó una selección de papeles que ya estaban cuidadosamente apilados antes de sentarse en el otro extremo del sofá de dos plazas. Estaba en lo que supuse que era su modo casual: jeans bien ajustados, un suéter de cachemira celeste, y pies descalzos, lo que encontré extrañamente íntimo. Quiero decir, no de una manera fetichista. Solo en una forma de "Así es como me veo cuando la gente no está cerca". —No te entiendo, Lucien. —Se frotó las sienes con desesperación—. Te deshaces de mí sin explicación, por mensaje de texto, porque una llamada telefónica aparentemente sería demasiado. Y luego apareces en mi puerta, todavía sin explicación porque una llamada telefónica aparentemente no sería suficiente. Traté de elegir un buen lugar en el sofá para no aglomerarme, y me senté en él, golpeando mi rodilla contra la suya de todos modos. —Debería haber telefoneado. En ambas ocasiones. Excepto, supongo, si hubiera telefoneado la primera vez, no habría tenido que hacerlo esta vez.
—¿Qué pasó? Honestamente pensé que no te molestaría. —No soy tan tonto. Entiendo que la evidencia está en mi contra aquí. Pero sí necesito esto... esto —dije con un gesto inarticulado—, lo que estamos haciendo. Y trataré de hacerlo mejor si me das otra oportunidad. Los ojos de Oliver estaban en su punto más plateado, suaves y severos al mismo tiempo. —¿Cómo puedes esperar que confíe en que lo harás mejor la próxima vez, cuando todavía no me hablas de esta vez? —Tuve una situación familiar. Pensé que era importante pero no lo era. No volverá a suceder. Y te inscribiste para un novio falso, no un caso real. —Sabía en lo que me estaba metiendo. No era lo suficientemente fuerte para la opinión de Oliver sobre mí en este momento. —Mira, entiendo que no soy lo que estás buscando, pero ¿podrías dejar de arrojarlo a mi cara? —Yo... Eso... —Parecía genuinamente nervioso—. Eso no fue lo que quise decir. Solo estaba tratando de decir que no esperaba que fueras algo que no eras. —¿Qué, como remotamente confiable o cuerdo? —Como fácil u ordinario. Lo miré fijamente. Creo que mi boca en realidad podría haber estado abierta. —Lucien —continuó—, me doy cuenta de que no somos amigos y que, tal vez, no nos adaptamos naturalmente el uno al otro. Que, dada la oportunidad, habrías elegido estar con alguien más en lugar de conmigo. Pero —se movió incómodo—, hemos acordado ser parte de la vida del otro, y no puedo hacer esto si no puedes ser abierto conmigo. —Mi papá tiene cáncer —arrojé. Oliver me miró de la forma en que me gustaría imaginar que miraría a alguien que acababa de decirme que su padre tenía cáncer, pero que descaradamente no lo haría. —Lo siento mucho. Por supuesto que tenías que estar con él. ¿Por qué diablos no dijiste eso al principio? —Bueno, porque no lo sabía. Mi madre me acaba de decir que algo importante estaba pasando y yo le creí porque… siempre le creeré. Y no te lo dije porque pensé que pensarías que era extraño. —¿Por qué pensaría que es extraño que ames a tu madre? —No lo sé. Siempre me preocupa que me haga sonar como Norman Bates.
Su mano se posó cálidamente en mi rodilla, y aunque probablemente debería haberlo hecho, no vi ninguna razón para sacudirla. —Es muy admirable de tu parte. Y agradezco tu honestidad. —Gracias. Yo... gracias. Vaya, que Oliver sea amable conmigo fue mucho más difícil de tratar que su enfado para conmigo. —¿Está bien si pregunto por tu padre? ¿Hay algo que pueda hacer? —Sí, no puedes preguntar por mi padre. Me dio unas palmaditas en la rodilla de esta manera gentilmente comprensiva que nunca podría haberlo logrado sin que se sintiera como una provocación. —Entiendo. Es un asunto familiar y no debería entrometerme. Estoy seguro de que no estaba tratando de hacerme sentir mal. Pero estaba haciendo un muy buen trabajo independientemente. —No es eso. Simplemente odio al cabrón. —Veo. Quiero decir —parpadeó—, no lo sé. Es tu padre y tiene cáncer. —Él todavía nos abandonó a mamá y a mí. Vamos, debes saber esto. —¿Saber qué? —Odile O'Donnell y Jon Fleming. La gran pasión, la gran ruptura, el niño pequeño. ¿No lees los periódicos? ¿No te lo ha dicho Bridge? —Sabía que eras periféricamente famoso. No lo consideré relevante. Nos quedamos callados un momento. Dios sabe lo que pasaba por su cabeza. Y estaba confundido. Siempre me molestó que la gente pensara que sabían quién era yo por algo que habían leído, visto o escuchado en un podcast, pero aparentemente también me había acostumbrado. Tan acostumbrado que tener que contarle a una persona sobre mi vida me daba un poco de miedo. —No puedo decidir —dije finalmente—, si esto es realmente dulce o realmente apático de tu parte. —Estoy fingiendo salir contigo. No tus padres. Me encogí de hombros. —La mayoría de la gente piensa que mis padres son lo más interesante de mí. —Tal vez sea porque no les dejas que te conozcan. —La última persona que me conoció... No importa. —De ninguna manera iba a ir allí. Hoy no. Nunca más. Dejé escapar un suspiro tembloroso—. El punto es que mi papá es un idiota que trataba a mi mamá como una mierda, y ahora
está haciendo este gran regreso donde todos actúan como si estuviera bien, y no está bien, y eso me jode. La frente de Oliver se arrugó. —Puedo ver lo difícil que sería eso. Pero si realmente pudiera morir, probablemente deberías estar seguro de que no estás tomando ninguna decisión que no puedas deshacer. —¿Qué se supone que significa eso? —Solo que, si sucede lo peor, y luego te arrepientes de no haberle dado una oportunidad, no habrá nada que puedas hacer al respecto. —¿Y si es un riesgo que estoy dispuesto a correr? —Es tu llamada. —¿Pensarías menos de mí? —Tosí—. Bueno, menos de mí. —No pienso mal de ti, Lucien. —Aparte de ser el tipo de imbécil que se preocupa por sí mismo y se enfrenta a su cita por diversión. Ante esto, se sonrojó un poco. —Lo siento. Estaba molesto y dije algunas cosas injustas. Aunque en mi defensa, no estoy seguro de cómo esperabas que tuviera en cuenta la posibilidad de que tu comportamiento fuera el resultado de haber recibido un mensaje críptico de tu solitaria madre, ícono del rock y luego haber sabido que tu padre separado, cuyo reciente regreso al centro de atención te molesta profundamente, tiene una enfermedad potencialmente mortal. —Consejo profesional: discúlpate o di una excusas. No hagas ambas cosas. —Tienes razón. —Oliver se inclinó un poco hacia mí, su aliento susurró a través de mi mejilla—. Siento haberte hecho daño. Habría sido necesario el más mínimo movimiento para besarlo. Y casi lo hice porque toda esta conversación me estaba llevando a una madriguera de sentimientos, recuerdos y argh, cosas que tenía problemas para compartir con mis amigos reales. Pero había dejado bastante claro que no estaba dispuesto a eso, así que en cambio, tuve que decir—: Lamento haberte lastimado también. Hubo un largo silencio, con los dos de pié torpemente en el borde del espacio personal del otro. —¿Somos realmente malos en esto? —pregunté—. Hemos tenido citas falsas durante tres días y ya hemos terminado una vez. —Sí, pero falsamente resolvimos nuestras dificultades y las falsificaciones volvieron a tomar su curso, y espero que eso nos haga más fuertes.
Me reí. Lo cual era una locura porque se trataba de Oliver Blackwood, el hombre más estirado del universo. —Sabes, estaba realmente ansioso por el brunch. —Bueno... —Me brindó una sonrisa incierta—. Estás aquí ahora. Y todo está todavía en la nevera. Son casi las seis. Eso no es brunch, es... ¿un tipo de cena? —¿Importa? —Guau. Tú tan rebelde. —Oh sí, ese soy yo. Levantando dos dedos a la sociedad y su concepto normativo de las comidas. —Así que... —Traté de sonar casual, pero estaba a punto de tocar algo muy serio—. Este... brunch... casi cena... el rechazo punk-rock del status quo basado en huevos... ¿Habrá tostadas francesas? Oliver arqueó una ceja. —Podría haber. Si eres muy bueno. —Puedo ser bueno. ¿Qué tipo de bien tenías en mente? —Yo no estaba... quiero decir, eh... quiero decir, eso es... ¿Quizás puedas poner la mesa? Escondí una sonrisa detrás de mi mano, porque no quería que él pensara que me estaba burlando de él, incluso si lo estaba haciendo. Pero supongo que esto era exactamente para lo que me había apuntado: un hombre que probablemente poseía servilleteros. Después de todo, era poco probable que el Mail publicara con "Rock Star Love Child In Wrong Fork Shame". Sin embargo, lo que no esperaba era lo agradable, lo seguro, lo bien que se sentiría.
12 De hecho, puse la mesa, aunque afortunadamente, no había servilleteros. Comimos en la cocina de Oliver, en una pequeña mesa circular a unos tres pies de distancia de la estufa, con las rodillas tocándose debajo, porque aparentemente estábamos condenados a una eternidad con las piernas enredadas. Disfruté en secreto viéndolo cocinar para mí: calentando aceite, picando guarnición y rompiendo huevos con el mismo cuidado y precisión que traía a todo lo demás. Además, no se podía negar que era agradable a la vista cuando no me juzgaba. Lo cual empezaba a sospechar que hacía con menos frecuencia de lo que había imaginado. —Entonces, ¿cuántos de mí esperabas? —pregunté, examinando la abundancia de huevos, gofres, arándanos y múltiples variedades de tostadas, incluida la francesa. Él se sonrojó. —Me dejé llevar un poco. Ha pasado un tiempo desde que tuve a alguien para quien cocinar. —Supongo, ya que estamos destinados a estar saliendo, deberíamos saber este tipo de cosas el uno del otro. ¿Cuánto tiempo llevas? —Seis meses, más o menos. —Eso no es un largo tiempo. Eso es prácticamente un ahora. —Es más largo de lo que prefiero estar sin pareja. Lo miré fijamente por encima de mis huevos Benedict. —¿Qué, eres una especie de adicto a las relaciones? —Bueno, ¿cuándo fue la última vez que estuviste con alguien? —Define con. —El hecho de que estés preguntando dice mucho. —Bien. —Fruncí el ceño—. Casi cinco años. Él sonrió ligeramente. —Quizás sería mejor si nos abstenemos de hacer comentarios sobre las elecciones de los demás.
—Este es un gran regalo —dije, a modo de ofrenda de paz preventiva. Luego se lanzó directamente a—: Entonces, ¿por qué rompiste? —No estoy... del todo seguro. Dijo que ya no era feliz. —Auch. Él se encogió de hombros. —Llega un momento en que suficientes personas han dicho, no eres tú, soy yo, por lo que comienzas a sospechar que, de hecho, puedes ser tú. —¿Por qué? ¿Qué sucede contigo? ¿Acaparas el edredón? ¿Eres secretamente racista? ¿Crees que Roger Moore fue mejor Bond que Connery? —No. Buen Dios, no. Aunque creo que Moore está algo subestimado. — Manejando la cuchara para servir con una destreza irritante, Oliver vertió una espiral perfecta de crema en su gofre de semillas de amapola—. Sinceramente, creía que estaba funcionando. Pero siempre lo hago. Chasqueé los dedos. —Ah. Debes ser terrible en la cama. —Claramente. —Me miró con ironía—. Otro misterio resuelto. —Maldita sea. Tenía la esperanza de que te pusieras a la defensiva y al menos descubriría algo sucio sobre tí. —Vaya Lucien, para alguien que ha dejado muy claro que no está interesado, pareces bastante fascinado con mi vida sexual. El calor se apoderó de mi rostro. —No estoy. —Si tú lo dices. —No realmente. Es... —Arg, esto era un desastre. En parte porque quizás tenía un poco más de curiosidad de lo que quería admitir. Oliver era tan dueño de sí mismo que era difícil no preguntarse cómo sería cuando lo dejó ir. Si lo dejó ir. Cómo sería inspirarle ese tipo de imprudencia—. Soy consciente de que cualquier cosa que quieras saber sobre mí, puedes buscarla en Google. —¿Sin embargo, sería la verdad? Encogí mis hombros. —Algo de eso. Y no solo las cosas buenas. —Si hay algo que he aprendido en mi línea de trabajo, es que "algo de la verdad" es lo más engañoso que puedes escuchar. Todo lo que quiera saber sobre ti, lo preguntaré. —¿Qué pasa —dije en voz baja—, cuando estás enojado conmigo? Cuando buscas razones para pensar lo peor de mí. —¿Y crees que necesitaré los papeles para ayudarme con eso?
Le lancé una mirada de indignación, pero por alguna razón terminé sonriendo. Algo en la forma en que me miraba quitó el dolor de sus palabras. —¿Es eso lo que pasa para la tranquilidad en tu mundo? —No lo sé. ¿Está funcionando? —Extrañamente, ¿quizás un poco? —Me distraje con la tostada francesa, que era rica, dulce y goteaba sirope de arce—. Sin embargo, terminarás buscando. Todo el mundo siempre lo hace. —¿De verdad crees que no tengo nada mejor que hacer con mi tiempo que acechar en la web a los hijos de las celebridades en la lista electrónica de la C? —De nuevo, con el… medio reconfortante. ¿Qué diablos es eso? —Yo, bueno, no estaba seguro de que aceptaras cualquier otro tipo. Parecía un poco avergonzado, persiguiendo un arándano una y otra vez en su plato. Honestamente, podría haber tenido razón. Pero no le iba a dar la satisfacción de admitirlo. —Pruébame. —No voy a hacerte ninguna promesa porque eso le da a todas estas tonterías más poder sobre ti. Pero... —Es fácil para ti llamarlo una tontería. No vives con eso. Dio un pequeño resoplido exasperado. —Ves. Dije que no querrías mi tranquilidad. —No me has dado ninguna seguridad. Me dijiste que no ibas a hacer ninguna promesa y te burlaste de mi dolor. —No era mi intención ser un idiota. Nos miramos con recelo sobre el campo de batalla de nuestros alimentos para el desayuno. En muchos sentidos, nuestra segunda cita iba tan mal como la primera. Demonios, en muchos sentidos estaba yendo peor, ya que había llegado seis horas tarde y me habían abandonado antes de llegar. Pero se sintió diferente. De alguna manera, incluso estar molesto con él traía consigo esta extraña calidez. —De todos modos —continuó Oliver—, no me dejaste terminar. —Y por lo general soy muy considerado en ese sentido. Subió esa ceja suya. —Bueno saberlo. Y, por alguna razón, me sonrojé. Él carraspeó un poco.
—Como decía, reconozco que la penumbra de los comentarios públicos es importante para ti y ha afectado tu vida. Pero para mí es una tontería, y siempre lo será, comparado contigo. —Está bien… —Hice un extraño ruido ronco—. Tenías razón. Vuelves a ser sarcástico. —Realmente no creo que vaya a considerarlo, Lucien. No tengo ningún deseo de hacerte daño. —Entiendo que tengo mal gusto con los hombres, pero me las he arreglado para evitar principalmente salir con chicos que activamente quieren fastidiarme. No se trata de querer o no querer hacerme daño. Pero —traté de parecer hastiado y resignado, en lugar de estar horriblemente expuesto—, ya sabes cómo es. La gente siente curiosidad. O se frustran. O hacen lo que creen que van a leer, luego me impresionan con lo bien que están con eso, pero simplemente se asustan y yo me siento un desastre. —Entonces, si no puedes confiar en mis buenas intenciones, al menos confía en que soy tan pomposo como crees que soy y, por lo tanto, nunca tocaría un tabloide. —No creo que seas un idiota pomposo. —Según Bridget, fue lo primero que dijiste sobre mí. De hecho, fue lo segundo. Lo primero fue, Si hubiera sabido que tu único otro amigo gay era tan atractivo, habría aceptado conocerlo hace meses. Por supuesto, eso había sido antes del incidente del "homosexual que está a mi lado”. Me moví incómodo en mi asiento. —Oh, si. Mirando hacia atrás, probablemente fui un poco duro contigo. —¿De verdad? —preguntó en un tono de esperanza teñido de sospecha. —Bueno, yo no diría que fueras un idiota pomposo. Quizás más de un super delicioso trasero. Para mi sorpresa, se echó a reír, una risa profunda y a pleno pulmón que hizo que los pelos de mis brazos se erizaran con un placer inesperado. —Puedo vivir con ello. Ahora —apoyó los codos sobre la mesa, acercándose un poco más—, ¿qué más deben saber los novios falsos el uno del otro? —Tú eres el que tiene toda la experiencia en las relaciones. Tú dime. —Eso es lo que pasa con las relaciones. Si no has tenido muchas, entonces tienes una base limitada para comparar. Si has tenido muchas, claramente estás haciendo algo mal. —Tú eres el que insistió en que teníamos que conocernos. —Sonreí—. Ya sabes, por verosimilitud. —¿Alguna vez me vas a dejar vivir eso?
Lo pensé un momento. —No. —Bien. —Él suspiró—. ¿Cumpleaños? —No te molestes. Lo olvidaré. No me pueden joder los cumpleaños, incluido el mío. —Bueno, lo recordaría. —Dios —gemí—. Apuesto a que también me darías un regalo increíble. Y hacerme sentir fatal. Sus labios temblaron. —Yo haría un punto al respecto. —De todos modos, es julio. Así que habremos decidido falsamente que no somos compatibles y habremos roto mucho antes de que se convierta en un problema. —Oh. —Por una fracción de segundo, pareció casi decepcionado—. Tu turno. —No recuerdo haber aceptado turnarnos. —En general, encuentro que la mayoría de las situaciones mejoran con la reciprocidad. —Versátil, ¿verdad? Abrí mis ojos inocentemente. —Compórtate, Lucien. Bueno, eso no fue sexy. No. Definitivamente no. De ningún modo. Un pequeño y dulce escalofrío recorrió toda mi columna vertebral. —Eh... —Mi mente se había quedado en blanco—. ¿Pasatiempos y esas cosas? ¿Qué haces cuando no estás trabajando? —Normalmente estoy trabajando. La ley es una profesión exigente. —Para que conste, decir cosas como; La abogacía es una profesión exigente, es lo que me hizo pensar que eras pomposo. —Bueno, lo siento —dijo en el tono de alguien que no lo lamenta en absoluto—. Pero no sabía de qué otra manera transmitir que tengo un trabajo gratificante pero desafiante que me ocupa mucho tiempo. —Podrías haber ido con eso. —Pobre de mí. Llevamos saliendo menos de tres días y ya estás intentando cambiarme. —¿Por qué querría que cambiaras cuando es tan divertido molestarte?
—Yo… —Arrugó la frente—. Gracias. Creo. No puedo decir si fue un cumplido. Probablemente era solo porque soy una mala persona que lo encontraba un poco atractivo en este momento. —Si. Ese es el tipo de juego. Pero, vamos, debes hacer algo que no involucre pelucas y martillos. —Cocino, leo, paso tiempo con amigos, trato de mantenerme saludable. ¡Oh, yay! Así que no me había imaginado el cuerpo debajo de esos trajes conservadores. Quiero decir, no es que me lo estuviera imaginando. Al menos no mucho. Su mirada atrapó la mía. —¿Qué hay de ti? —¿De mi? Ya sabes, lo de siempre. Salir demasiado tarde, beber demasiado, causar ansiedad innecesaria a las personas que se preocupan por mí. —¿Y qué haces realmente? Tenía muchas ganas de apartar la mirada. Pero por alguna razón no pude. Sus ojos seguían prometiéndome cosas que estaba seguro que no quería. —He estado un poco deprimido. Por un momento. Todavía hago cosas, salí el sábado pasado, pero parece que nunca tengo nada que mostrar. Otra vez estaba en la madriguera del conejo, y lo último que quería era que Oliver me hiciera una pregunta de seguimiento reflexiva que me llevara más abajo. —Tu turno —chillé, sonriendo salvajemente, como si mi vida básicamente destrozada fuera una anécdota hilarante. Sus dedos golpearon ligeramente la mesa por un momento o dos mientras parecía darle demasiada consideración al asunto. —Con la salvedad de que me interesarías, independientemente de la celebridad de tus padres, ¿podrías contarme un poco de tus antecedentes? —Eso suena a una entrevista de trabajo, no a una entrevista de noviazgo. —No puedo evitar sentir curiosidad. Te conozco desde hace años. Pero nunca habíamos hablado antes. —Sí, porque dejaste bastante claro que no querías tener nada que ver conmigo. —Discutiría esa caracterización pero, de cualquier manera, ahora lo hago. Hice un ruido hosco y vergonzosamente adolescente.
—Lo que sea. Una infancia sin incidentes, una carrera prometedora, me descarrilé y aquí estoy. —Lo siento —dijo, lo cual no era la reacción que esperaba—. Esto fue una estructura demasiado artificial para una conversación personal. Me encogí de hombros. Al parecer, todavía estaba en modo adolescente. —No hay conversación que tener. —Si esa es tu preferencia. —¿Qué hay de ti? —¿Qué te gustaría saber? Esperaba que hablar de él se sintiera menos revelador que hablar de mí. Resultó que no fue así. Hice un sonido que podría expresarse aproximadamente como, "No lo sé". —Bueno, —ofreció valientemente—. Como la tuya, mi infancia transcurrió sin incidentes. Mi padre es contador, mi madre solía ser profesora en la LSE y ambos son personas amables y comprensivas. Tengo un hermano mayor, Christopher, que es médico, al igual que su esposa, Mia. —Bueno, ¿no son ustedes un grupo de grandes triunfadores? —Hemos tenido mucha suerte. Y nos criaron para creer que deberíamos perseguir algo en lo que creíamos. —¿Qué te llevó a las leyes? El asintió. —En efecto. No estoy seguro de que sea del todo lo que mis padres tenían en mente, pero creo que es lo correcto para mí. —Si asesino a alguien —dije, descubriendo, para mi sorpresa, que lo decía en serio—, totalmente querría que fueras mi abogado. —Entonces, el primer consejo que debería darte es que no me digas si has asesinado a alguien. —¿Seguramente la gente no hace eso? —Te sorprenderías. Los acusados no tienen formación jurídica propia. No siempre saben qué los implicará y qué no. Por cierto, no estoy hablando por experiencia. —Me brindó una pequeña sonrisa—. Mi segundo consejo es que si alguna vez te acusan de asesinato, deberías contratar a alguien significativamente más experimentado que yo. —¿Quieres decir que nunca has hecho uno? —Al contrario de lo que podría pensar, el homicidio es bastante raro. Y uno tiende a llegar a eso más adelante en su carrera. —Entonces, ¿en qué tipo de casos trabajas?
—Lo que sea que venga. No puedo elegir. A menudo es bastante banal. Le lancé una mirada burlona. —Pensé que esta era tu gran pasión. —Es. —Lo describiste como bastante banal. —Quiero decir, puede parecer banal para otras personas. Si su única experiencia con la ley son los dramas televisivos en los tribunales, la realidad de que paso mis días defendiendo a los adolescentes que fueron sorprendidos robando esmalte de uñas y a los delincuentes de poca monta que se extralimitaron puede ser algo decepcionante. —Se puso de pie y empezó a recoger los platos y cuencos vacíos—. Socialmente, es un poco perder o perder. O la gente piensa que me paso todo el día poniendo a los asesinos y violadores a la calle por dinero, o piensan que soy terriblemente aburrido. Sin pensar en eso, me levanté para ayudar, nuestras manos se enredaron entre los utensilios. —Tal vez podamos dividir la diferencia y decir que te estás pasando el día poniendo a los ladrones adolescentes en la calle por el dinero. —Tal vez podamos dividir la diferencia y decir que paso mis días asegurándome de que un solo error de juicio no arruine la vida de un joven. Le tiré un arándano perdido y rebotó en su nariz. —¿Tu punto es? —preguntó. Despejando. Estaba muy ocupado limpiando. —Tú... realmente te preocupas por estas cosas, ¿no es así? —¿Y esa observación te llevó a agredirme con frutos rojos? —Objeción. Acosas al testigo. —¿Sabes que eso no es una cosa en este país? Jadeé. —Entonces, ¿qué haces cuando el abogado testifica? —O confías en que el juez sepa lo que están haciendo, lo que suele hacer, incluso los locos, o dice muy amablemente algo como, Señoría, creo que el honorable abogado de la acusación está testificando. —Y pensar —aquí solté un profundo suspiro—, que te estaba imaginando saltando y dando el golpe legal a los presumidos trajes de la oficina del Fiscal General. —¿Te refieres a los excelentes servidores públicos de la Fiscalía de la Corona?
—Maldita sea, Oliver. —Su nombre sabía brillante y elegante en mi lengua. Azúcar y canela—. Estás chupando la diversión del sistema de justicia penal. Muy deliberadamente, tomó otro arándano y me lo lanzó. Se disparó en mi ceja. —¿Por qué fue eso? —pregunté con lo que esperaba que pareciera una petulancia fingida. Su boca se curvó en una sonrisa tan lenta y cálida como el jarabe de arce. —Te lo merecías.
13 Oliver lavó los platos y casi siempre me interpuse en el camino, que era la forma en que manejaba las tareas domésticas. —Eh —dije, metiendo mis pulgares en mis bolsillos en un intento inútil de parecer casual—. Gracias por la comida. Y por no abandonarme y esas cosas. Supongo que debería... Oliver también metió los pulgares en los bolsillos. Luego los volvió a sacar inmediatamente, como si no tuviera idea de por qué lo había hecho. —No tienes que hacerlo. Quiero decir, si no estás... Hay algunas cosas que probablemente deberíamos discutir. Sobre logística. Este era más el Oliver que esperaba. Supongo que obtuve una mejora temporal debido a que mi padre tenía cáncer. —Logística, ¿eh? Le darás la vuelta a la cabeza de un chico con una conversación así. —No estoy intentando voltear tu cabeza, Lucien. Estoy tratando de asegurarme de que esto no explote en nuestras caras. Hice un gesto despreocupado que involucró derribar el pequeño jarrón de flores que Oliver acababa de colocar sobre la mesa. —Maldición. Lo siento. Pero, ¿qué tan complicado es esto? Seguimos con nuestras vidas y le decimos a cualquiera que nos pregunte que estamos saliendo. —Sin embargo, ese es mi punto. ¿Le contamos a alguien que pregunta? ¿Qué pasa con Bridget? —Sí —traté de arreglar las flores y fallé por completo—, ella ya sabe la verdad. —¿E ibas a mencionar esto en algún momento? ¿O simplemente ibas a dejarme hacer el ridículo delante de ella mientras me comprometía ingenuamente con la pretensión que se suponía que ambos debíamos mantener. —Bridge es la excepción. No podemos ocultarle secretos a Bridge. Ella es mi mejor amiga heterosexual. Hay un código. Oliver se inclinó a mi lado e hizo dos pequeños ajustes a las flores, transformándolas de raídas y acusadoras en radiantes y hermosas. —Pero para todos los demás, ¿realmente estamos saliendo?
—Absolutamente. Quiero decir, hay un chico en el trabajo que está involucrado. —¿Un chico en el trabajo en beneficio de quién se está practicando todo este engaño? —Bueno, fue idea suya, así que era inevitable. Además —casi me volví despreocupado de nuevo, pero luego lo pensé mejor—, tiene el cerebro de una pavlova10 de frambuesa. Probablemente ya lo haya olvidado. Él suspiró. —Bien. Entonces, para todos, excepto para Bridget y este caballero con el que trabaja, ¿realmente estamos saliendo? —No puedo mentirle a mi madre, obviamente. Otro suspiro. —Entonces, para todos excepto para Bridget, un caballero con el que trabaja y tu madre, ¿realmente estamos saliendo? —Bueno, mis otros amigos podrían no creerlo. Ya sabes, porque les he dicho todo lo que te odio. Y después de años de mi vida amorosa siendo un accidente automovilístico en el incendio de un contenedor de basura, es muy conveniente que terminé en una relación estable y duradera justo cuando necesitaba hacer exactamente eso para no ser despedido. —Y —las cejas de Oliver se volvieron indicativas y acusatorias—, es más probable que concluyan que inventamos una relación ficticia elaborada, debido a que cambiaste de opinión acerca de mí. —No tiene que ser elaborado. Tú eres quien lo está elaborando. —Sin pensar en eso en absoluto. —Sí, así es como funciono. Cruzó los brazos siniestramente. —En caso de que lo hayas olvidado, somos dos en esta relación falsa. Y no será una relación falsa muy exitosa sin trabajo real. —Jesús, Oliver. —En mi frustración, las flores fueron derribadas de nuevo—. También podría estar saliendo contigo. En este punto, me sacó de la cocina y comenzó a reconstruir su pieza central de una manera que encontré, francamente, pasivo-agresiva. —Como hemos acordado, ese es un resultado que ninguno de los dos queremos.
10
Pavlova - postre que consiste en una base de merengue relleno con crema batida y frutas.
—Tienes razón. Eso sería horrible. Excepto por las tostadas francesas. Y su adorable jersey de domingo por la tarde. Y los raros momentos en los que olvidaba que pensaba que yo era un idiota. —Aún así, ahora que estamos comprometidos, deberíamos hacer esto correctamente. —Encajó un tulipán en su lugar con demasiada fuerza, partiendo el tallo—. Y eso significa no decirle a todo el mundo que todo el asunto es un engaño patético inventado por dos hombres solitarios. Y también acostumbrarnos a pasar tiempo juntos como lo haríamos si realmente nos lleváramos bien. Estaba empezando a temer por el resto de las flores, así que me acerqué a la mesa y se las quité de los dedos. —Siento haber dejado que el gato saliera un poco de la bolsa. No lo volveré a hacer. Estuvo en silencio durante un largo momento, así que comencé a poner cosas en el jarrón. No se veían bien, pero al menos nada se rompió. —Y —agregué de mala gana—, podemos hacer toda la logística y las cosas que crees que necesitamos. Solo avíseme cuando quieras la... logística conmigo y estaré allí. —Estoy seguro de que podemos negociar los asuntos a medida que surjan. Y aún puedes quedarte. Si te gustaría. Si no tiene otros compromisos. ¿Compromisos? Oh, Oliver. —Hubo un baile del té al que estaba destinado a ir en el 1953, pero probablemente pueda omitirlo. —Debo advertirte —me miró con frialdad, aparentemente poco impresionado por mi deslumbrante ingenio—. Estaré bastante ocupado con el trabajo. —¿Puedo ayudar? Honestamente, no soy un gran fanático de ayudar en general. Pero parecía educado ofrecerlo. Y cualquier cosa era mejor que volver a mi apartamento vacío y apenas habitable, y pensar en cómo el padre al que odiaba, al que era indiferente, podría morir pronto. —Ni remotamente. Es confidencial, no tienes formación jurídica y vi el lío que hiciste con los platos. —Correcto. Entonces, como que… ¿me sentaré entonces? En nombre de aprender a aguantarnos unos a otros. —Yo no lo diría así. Pareció renunciar a las flores. Y, por favor, siéntate como en casa. Puedes leer, mirar televisión o... En realidad, lo siento, fue una invitación terrible.
Me encogí de hombros. Probablemente sería lo que estaría haciendo de todos modos. Solo en una casa más bonita con más ropa puesta. —Mantener la ropa puesta es probablemente lo mejor. —No te preocupes. Sé el ejercicio: sin besos, sin fotos de penes, sin desnudez. —Si. Bien. —Sus manos se movieron distraídamente—. Creo que cualquiera de esos complicaría innecesariamente la situación del novio falso. —Y nunca soy innecesario o complicado. Hubo una pausa incómoda. —Entonces —preguntó finalmente—, ¿te quedas? Y, Dios sabe por qué, asentí. Nos acomodamos en la sala de estar, yo estaba tirado en el sofá y Oliver estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas, rodeado de papeles, con su computadora portátil en equilibrio sobre su rodilla. No fue exactamente incómodo, pero tampoco fue incómodo. Todavía estábamos averiguando cómo hablar entre nosotros sin pelear, por lo que descubrir cómo disfrutar de un silencio cómodo era un poco más para nosotros. O tal vez solo fui yo. Oliver se había desvanecido en la ley, con la cabeza gacha y los dedos moviéndose de vez en cuando sobre las teclas. Y, por lo que sabía, ya se había olvidado de que yo existía. Agarré el control remoto, encendí el televisor, instalé ITV Catchup tímidamente y revisé lo reciente hasta que encontré The Whole Package. Ahora había dos episodios. ¡Qué alegría! Pulsé reproducir. Y de inmediato me obsequiaron con un montaje de treinta segundos de lo genial que era mi padre: clips de él actuando, intercalados con fragmentos de sonido de personas que asumí eran personas famosas de la industria musical, pero demasiado viejos o demasiado jóvenes para que yo tuviera idea de quiénes eran, y todos decían cosas como "Jon Fleming es una leyenda en este negocio" y "Jon Fleming es el mayor estadista de la música rock: progresivo, folk, clásico, puede hacerlo todo" y "Jon Fleming ha sido mi héroe durante treinta años." Casi lo apago, pero luego apareció otro montaje y me di cuenta de que estaban diciendo básicamente las mismas cosas sobre Simon de Blue. Una vez que terminaron de promocionar descaradamente a los jueces, pasamos al estudio donde los cuatro interpretaron una versión francamente extraña de Always de Erasure, ante una audiencia en vivo que reaccionó como si fuera un cruce entre Live Aid y Sermon on the Mount. Mi opinión no calificada fue que era el tipo de pista que podría tomar un solo de flauta falso, pero definitivamente no necesitaba una pausa del rap del profesor Green.
Después de eso, entraron en el programa propiamente dicho, el cual, siendo el primer episodio, incluyó una explicación realmente acelerada del formato que solo entendí a medias, y el presentador, quien estaba bastante seguro de que no era Holly Willoughby pero que podía haber sido… no lo entendí en absoluto. Había algo que involucraba aspectos y ofertas, y los jueces obtenían un comodín que podían usar para robar personas y, a veces, los concursantes podían elegir con qué juez iban, pero la mayoría de las veces no lo hacían. Y, finalmente, alguien vino y gritó una versión agresivamente emocional de "Hallelujah" antes de ser capturado por una de las Pussycat Dolls. Transcurrió una hora, más pausas publicitarias, pasando por variantes de las seis personas que siempre están en estos programas: el tipo engreído que nadie quiere y no es ni de lejos tan bueno como él cree que es, el olvidable que es recogido pero es destinado a ser eliminado en el primero de los enfrentamientos directos, el que tiene la historia trágica, el estrafalario que saldrá en los cuartos de final pero terminará haciéndolo mejor que el ganador real, el que se supone se subestime, pero descaradamente no lo hará porque Susan Boyle sucedió, y la guapa y talentosa que el público odiará uniformemente por ser demasiado guapa y talentosa. Entre las actuaciones y los paquetes de videos empalagosos sobre las madres y los lugares de origen de las personas, los jueces tuvieron el tipo de bromas que esperarías de personas que nunca se habían conocido y que no tenían nada en común, excepto haber llegado a un punto en sus carreras en el que juzgar un programa de realidad era su mejor opción. Fue molestamente visible, es lo que estoy diciendo. E incluso Oliver levantaba la vista de vez en cuando para ofrecer un comentario. Aparentemente, no había recibido el memorando de que la única forma socialmente aceptable de ver programas de realidad era irónicamente porque seguía diciendo cosas como: "Estaba muy preocupado por la chica tímida con los anteojos del NHS y los aparatos ortopédicos, pero me conmovió mucho la forma en que cantaba Fields of Gold”. Y luego desearía tener un arándano para tirarle. Llegamos a un momento en el que Jon Fleming ofertó mucho por una chica con una armónica (una peculiar: saldrá en cuartos de final) solo para que Simon de Blue juegue su comodín temprano y se la quite. Y fue el mejor momento hasta ahora por una milla. Mi padre trató de actuar con tranquilidad al respecto, pero se notaba que estaba enfadado. Lo que significó que, durante unos treinta segundos, me convertí en un gran fan de Simon de Blue, sin poder nombrar ni una sola de sus canciones. No estoy del todo seguro de por qué, podría haber sido masoquismo o síndrome de Estocolmo, o sentirme en secreto un poco acogedor, pero puse en espera el segundo episodio. Era bastante idéntico en formato al primero: los jueces todavía no sabían cómo hablar entre ellos, el presentador todavía no parecía entender las reglas, y los concursantes aún contaban historias conmovedoras sobre sus abuelas muertas y trabajos de día en Tesco's. Comenzamos con una madre de tres, lanzando todo lo que tenía en una versión
de dos minutos de At Last, que nadie eligió, pero luego insistimos en que deberían haberlo hecho antes de olvidarse de ella. Luego tenemos a un chico de diecisiete años, que mira tímidamente desde detrás del flequillo más flojo del mundo, con las uñas pintadas de negro y los dedos enrollados con fuerza alrededor del micrófono, que dio una interpretación extrañamente frágil y conmovedora de Running Up That Hill. —Oh —comentó Oliver, levantando la vista de su computadora portátil—, eso estuvo bastante bien. Aparentemente, los jueces también pensaron lo mismo, y Ashley Roberts y el profesor Green se metieron en una guerra de ofertas un poco loca por él que terminó con Ashley Roberts retirándose y luego Jon Fleming, con un sentido de lo dramático perfeccionado durante una carrera que, como la introducción seguía diciéndonos, había pasado cinco décadas, saltando de su silla para jugar su comodín. Esto dejó al chico, Leo de Billericay, libre de elegir entre el profesor y mi papá. Obviamente, el programa fue directo a una pausa comercial, y volvimos después de un anuncio de seguro de automóvil con la música tensa aún sonando, y Jon Fleming a punto de lanzar su discurso de "elígeme". Había vuelto a su asiento y estaba sentado con un codo en el apoyabrazos, la mejilla contra los dedos, con sus ojos azules verdoso fijos en Leo de Billericay. —¿Qué había en tu cabeza —preguntó, con ese tono específicamente regional que siempre lo hacía sonar tan mundano y sincero—, mientras cantabas eso? Leo se retorció detrás de su flequillo y murmuró algo que el micrófono no pudo captar por completo. —Tómate tu tiempo, hijo —dijo Jon Fleming. La cámara saltó brevemente hacia los otros jueces, quienes vestían sus mejores rostros de espectadores. —Mi papá… —dijo Leo—, murió el año pasado. Y nunca estuvimos de acuerdo en muchas cosas. Pero la música fue, como, lo que realmente nos unió. Hubo una perfecta pausa televisiva. Jon Fleming se inclinó hacia adelante. —Esa fue una actuación hermosa. Podría decir cuánto significaba la canción para ti y cuánto de tu corazón pones en ella. Estoy seguro de que tu padre se habría sentido orgulloso de ti. ¡Qué. Demonios! De acuerdo, lo sentí mucho por Leo de Billericay, porque claramente estaba desconsolado, y tener una relación de mierda con un padre ausente apestaba. Pero no cambió el hecho de que mi padre ausente estaba teniendo una
experiencia de unión redentora con un chico de Essex en la televisión nacional mientras yo miraba desde el sofá de la casa de mi novio falso. Oliver miró hacia arriba. —¿Estás bien? —Sí, claro, estoy bien ¿por qué no estaría? —Sin razón. Pero si hipotéticamente dejaste de estar bien y quisiste, no sé, hablar de cualquier cosa, estoy aquí. En la pantalla, Leo de Billericay se mordía el labio de esa manera de intentar no llorar que lo hacía lucir valiente, noble y el favorito de los fanáticos, y Jon Fleming estaba explicando cuánto lo quería en su equipo. —No mucha gente sabe esto sobre mí —dijo—, pero nunca conocí a mi propio padre. Murió en el frente occidental antes de que yo naciera, y siempre lamenté no tener esa conexión en mi vida. No. No mucha gente lo sabía. Yo no lo sabía. Esencialmente, hacer que Leo de Billericay, y para el caso, Simon de Blue, y cuántos jodidos millones de personas vieron este programa en vivo, estuvieran más cerca de mi papá que yo. Se estaba volviendo cada vez más difícil no alegrarse activamente de que el hijo de puta tuviera cáncer. De todos modos, por supuesto, Leo de Billericay eligió a Jon Fleming para que fuera su mentor. Estuve tan cerca de cortar mis pérdidas y apagar el programa, pero eso se habría sentido extrañamente como dejar que mi papá ganara. No estoy seguro de qué se siente dejarlo ganar, pero sabía que quería evitar que lo ganara. Así que, en cambio, miré fijamente la pantalla mientras el carrusel de esperanzados continuaba. Estaba bastante seguro de que me estaba dando dolor de cabeza. Con Oliver, Jon Fleming, Leo de Billericay y mi trabajo colgando de un hilo, había demasiado en mi cerebro. Y cuanto más trataba de lidiar con algo de eso, más se arremolinaba como arcilla en las manos de un alfarero sin experiencia. Así que cerré los ojos por un momento, diciéndome que las cosas tendrían más sentido cuando los abriera.
14 —¿Lucien? Abrí mis ojos para encontrar a Oliver justo en mi cara. —¿Qué, ah? —Creo que te quedaste dormido. —No lo hice. —Me senté de un tirón y casi le di un cabezazo a Oliver en el proceso. No había forma de que le dejara pensar que yo era el tipo de persona que pasaba sus tardes desmayado frente al televisor—. ¿Qué hora es? —Pasada las diez. —¿De verdad? Maldición. Deberías haberme despertado antes. Quiero decir, no despertado. Recordarme. —Lo siento. —Tentativamente, despegó un mechón de cabello de donde se había pegado sobre mi frente—. Pero has tenido un día muy largo. No quería molestarte. Una mirada alrededor de la sala reveló que Oliver había terminado su trabajo, probablemente hace algún tiempo, y organizó todo cuidadosamente a mi alrededor. ¡Maldición! —No puedo creer que apareciera en tu puerta de la nada, insistí en que seguías fingiendo salir conmigo, me quejé del cáncer de mi padre, me metí en una discusión masiva sobre logística, te hice ver programas de realidad y luego me quedé dormido. —También me arrojaste un arándano. —Deberías botarme. —Ya lo intenté. No hizo falta. —En serio. Si quieres salir, seré razonable esta vez. Oliver sostuvo mi mirada por un largo momento. —No quiero salir. El alivio me recorrió como una indigestión. —¿Qué diablos te pasa? —Pensé que lo habíamos establecido con bastante claridad. Soy sofocante, pomposo, aburrido y desesperado. Nadie más me aceptará.
—Pero haces unas tostadas francesas increíbles. —Sí —su expresión se volvió encantadoramente triste—. Estoy empezando a pensar que esa es la única razón por la que mis relaciones duraron tanto. Por alguna razón, de repente me di cuenta de que no tenía permitido besarlo. —Todavía hay tiempo para tomar el último metro —prosiguió—, o puedo llamarte un taxi, si quieres. —Está bien. Puedo tomar un Uber si lo necesito. —Preferiría que no lo hicieras. Su modelo de negocio es profundamente poco ético. Puse los ojos en blanco. —Creo que acabamos de averiguar por qué nadie sale contigo. —¿Porque no uso Uber? Eso parece bastante específico. —Porque tienes una opinión sobre todo. —¿La mayoría de la gente no tiene opiniones? Al menos ya no pensaba en besarlo. —No me refiero a opiniones como, “Me gusta el queso”. O “John Lennon está sobrevalorado”. Me refiero a opiniones como, “No deberías usar Uber por los trabajadores” y “No deberías comer carne por el medio ambiente”. Ya sabes, opiniones que hacen que la gente se sienta mal consigo misma. Parpadeó. —No quiero que nadie se sienta mal consigo mismo o que tengan que tomar las mismas decisiones que yo. —Oliver, acabas de decirme que no tome un Uber. —En realidad, dije que preferiría que no tomaras un Uber. Aún puedes conseguir un Uber si quieres. —Sí —de alguna manera nos volvimos a acercar, haciéndome consciente del calor de él, las formas que hizo su boca cuando estaba discutiendo conmigo—, excepto que me despreciarás si lo hago. —No, no lo haré. Aceptaré que no tienes las mismas prioridades que yo. —Pero tus prioridades son claramente correctas. Frunció el ceño. —Creo que ahora estoy confundido. Si estás de acuerdo conmigo, ¿cuál es el problema? —Bueno. —Inhalé para calmarme—. Déjame intentar explicar. La mayoría de las personas que no lo conocen comprenden que el capitalismo es explotador
y el cambio climático es un problema y que las decisiones que tomamos pueden respaldar cosas que son malas o injustas. Pero sobrevivimos con una estrategia precaria de no pensar en ello. Y recordarnos que eso nos pone tristes, y no nos gusta estar tristes, así que nos enojamos. —Oh. —Parecía desagradable.
abatido—.
Puedo
ver
que
eso
es
terriblemente
—También es algo admirable —admití de mala gana—. De una manera realmente exasperante. —No me refiero a elegir, pero ¿acabas de llamarme admirable? —Debes haberlo imaginado. Y ahora, irónicamente, tendré que conseguir un Uber porque no puedo tomar el tren y no tengo dinero en efectivo para un taxi. Se aclaró la garganta. —Podrías pasar la noche si quisieras. —Vaya, estás seriamente comprometido con que yo no apoye el modelo de negocio de Uber. —No, solo pensé que sería... Eso es. —Un pequeño encogimiento de hombros consciente de sí mismo—. En aras de la verosimilitud. —¿Quién crees que va a notar dónde duermo? ¿Crees que estamos siendo monitoreados por el FBI? —Creo que es más probable que la CIA lleve a cabo la vigilancia fuera de Estados Unidos, pero en realidad estaba considerando principalmente a los paparazzi. Ese fue un buen punto. Me habían atrapado dejando las casas de varias personas varias mañanas a lo largo de los años. —Y no sería ningún inconveniente —agregó torpemente—. Tengo un cepillo de dientes de repuesto y puedo dormir en el sofá. —No puedo hacerte dormir en el sofá de tu propia casa. —No puedo hacerte dormir en el sofá cuando eres un invitado. Hubo un largo silencio. —Bueno —señalé—, si ninguno de nosotros puede dormir en el sofá, entonces yo me voy a casa o... Oliver se frotó la manga de su jersey. —Creo que somos lo suficientemente maduros como para compartir la cama sin incidentes.
—Mira, sé que lo que pasó fuera del restaurante fue un poco exagerado, pero suelo esperar una invitación antes de saltar sobre alguien. Soy zona libre de incidentes, lo prometo. —Entonces, se hace tarde. Sugiero que vayamos arriba. Y, así, aparentemente accedí a pasar la noche con Oliver. Bueno. No con Oliver. Más bien en la vecindad general de Oliver. Excepto que, en ese momento, no importa cuánto traté de convencerme de lo contrario, no sentí mucha diferencia. *** No debería haberme sorprendido que Oliver tuviera pijamas de verdad. En tartán azul oscuro. También que hizo su cama como un adulto real, en lugar de arrojar un edredón vagamente en la dirección de una funda nórdica, en algún lugar cerca de un colchón. —¿A qué estás mirando? —preguntó. —Había asumido que la gente dejó de comprar ropa de dormir en 1957. Te pareces a Rupert Bear. —No recuerdo que Rupert Bear vistiera nada parecido a esto. —No, pero lo habría hecho, si hubiera estado disponible. —Eso parece engañoso. Hice lo que supuse que era una pose de abogado. —Señoría. El honorable abogado de la acusación está siendo engañoso. —Creo —Oliver parecía estar dando a esto mucha más consideración de la que merecía—, a menos que usted haya establecido una experiencia en el campo, sus especulaciones sobre lo que habría usado Rupert Bear, si se le hubiera dado la oportunidad, no serían admisibles. En la corte. —Señoría. El honorable caballero está siendo malo conmigo. Frunció los labios con irritación. —Tú eres quien dijo que me parecía a Rupert Bear. —Eso no es cruel. Rupert Bear es lindo. —Dado que también es un oso de dibujos animados, todavía no estoy seguro de poder tomarlo como un cumplido. Y resulta que tengo un par de pijamas de repuesto si quieres tomarlos prestados. —¡Qué! No. No soy un niño en una película de Disney. —Entonces, ¿dormirás completamente vestido o completamente desnudo?
—Yo... no pensé en esto. —Me sacudí mentalmente por un momento—. Mira, ¿tienes una camiseta de repuesto o algo? Rebuscó en un cajón y me arrojó una camiseta gris sencilla que claramente había sido planchada. Me abstuve, con cierta dificultad, de hacer más comentarios y me retiré al baño para cambiarme. Normalmente, pienso un poco más en qué ropa interior tengo la primera vez que un hombre la va a ver, sobre todo porque podría terminar en los periódicos. Una de las pocas ventajas de mi fase de rompecorazones autodestructiva es una colección más grande de calzoncillos sexys, quiero decir, sexy en el sentido de hacer que mi miembro se vea grande y mi trasero alegre, no en el sentido de entrepierna o comestible. Por supuesto, hoy, con la certeza de que pasarían completamente desapercibidos, estaba usando mi par de pantalones cortos más cómodos. Eran de un azul ligeramente desteñido, con pequeños erizos pintados de blanco. La camiseta de Oliver, que olía a suavizante de telas y virtudes, era lo suficientemente larga como para cubrir la mayor parte del diseño, pero fue algo bueno que definitivamente no quería seguir adelante con él porque la Sra. TiggyWinkle, el diseño de erizo, eso no es lo que yo llamo mi pene, habría destruido mis posibilidades. Para cuando salí, Oliver ya estaba en la cama, apoyado contra la cabecera, con la nariz enterrada en una copia de A Thousand Splendid Suns. Salí disparado de la puerta y me sumergí bajo las mantas, retorciéndome hasta quedar sentado y tratando de acercarme lo suficiente, no era extraño, pero no tan cerca, era extraño. —Me siento como Morecambe y Wise —dije. Oliver pasó una página. —Sabes que estás usando pijamas incorrectas, ¿verdad? No miró hacia arriba. —¿Oh? —Sí, se supone que debes usar la parte de abajo y dejarla colgando en la parte baja de las caderas, mostrando tu corte en V perfectamente cincelado. —Quizás la próxima vez. Pensé en esto por un momento. —¿Estás diciendo que tienes un corte en V perfectamente cincelado? —No estoy seguro de que sea de tu incumbencia. —¿Y si alguien pregunta? Debería saberlo por verosimilitud. Las comisuras de su boca se movieron levemente. —Se puede decir que soy un caballero y no hemos llegado tan lejos. —Tú —dije con un suspiro frustrado—, eres un falso novio terrible.
—Estoy construyendo una falsa anticipación. —Será mejor que seas falso y valga la pena. —Valgo la pena. No me lo esperaba del todo y no sabía muy bien cómo responder. Así que me quedé allí sentado, tratando de no pensar demasiado en cuál podría ser la idea de Oliver de "vale la pena”. —¿Buen libro? —pregunté, para distraerme. —Relativamente. —Oliver miró en mi dirección brevemente—. Estás siendo muy hablador. —Estás siendo muy... poco hablador. —Es la hora de dormir. Voy a leer y luego a dormir. —De nuevo, empiezo a ver por qué la gente no se queda. —Por el amor de Dios, Lucien —atajó—. Nos hemos puesto de acuerdo para ser útiles el uno al otro, tengo trabajo por la mañana y tú estás en mi cama, vistiendo unos bóxeres de erizo bastante pequeños. Estoy tratando de mantener un sentido de normalidad. —Si te molesta tanto, puedo tomar mis bóxeres y marcharme. Dejó el libro en la mesilla de noche e hizo esa cosa de masajear sus sienes que veía con demasiada frecuencia. —Lo siento. No quiero que te vayas. ¿Intentamos dormir? —Em. Está bien. Apagó la luz abruptamente y yo traté de sentarme sin afectar su espacio personal o sentido de la propiedad. Su cama era más firme que la mía, pero también mucho más bonita y probablemente mucho más limpia. Casi podía captar su olor de las sábanas, fresco y cálido, como si el pan fuera una persona, y podía sentir la forma de él a mi lado. Consolador y distractor al mismo tiempo. Maldito sea. Pasaron minutos u horas. Decidido a ser un buen compañero para dormir, me asaltaron mil picazón, molestias y un miedo terrible a tirarme pedos. La respiración de Oliver era lo suficientemente constante como para que yo me volviera muy consciente de mí mismo, por lo que estaba a punto de convertirme en un Darth Vader completo. Y luego mi cerebro comenzó a pensar cosas y no paraba. —Oliver —dije—. Mi papá tiene cáncer. Estaba completamente preparado para que me dijera que me callara y me fuera a dormir, o que me echara por completo, pero en cambio, se dio la vuelta. —Me imagino que tomará un tiempo acostumbrarse.
—No quiero acostumbrarme. No quiero conocerlo en absoluto. Y si tengo que conocerlo, es profundamente injusto que tenga que conocerlo como un paciente de cáncer. —Resoplé en la oscuridad—. Optó por no ser mi padre. ¿Por qué espera que opte sólo por una mierda? —Probablemente esté asustado. —Él nunca estuvo allí cuando yo estaba asustado. —No, claramente fue un mal padre. Y puedes castigarlo por ello si quieres, pero ¿crees honestamente que eso ayudará? —¿Ayudar a quién? —A cualquiera, pero estoy pensando principalmente en ti. —Bajo la plausible negación de la ropa de cama, sus dedos rozaron los míos—. Debe haber sido difícil pasar por la vida después de que te abandonó. Pero no estoy seguro de que sea más fácil seguir por la vida después de haberlo abandonado. Estuve en silencio durante mucho tiempo. —¿De verdad crees que debería verlo? —Es tu decisión y te apoyaré de cualquier manera, pero sí. Creo que deberías. Hice un ruido quejumbroso. —Después de todo —continuó—, si todo va mal, puedes irte en cualquier momento. —Es solo que... va a ser todo difícil y complicado. —Muchas cosas lo son. Muchas de ellas todavía valen la pena. Era una señal de lo jodido que me estaba sintiendo, por lo que no traté de hacer una broma con algo duro, desordenado o, de hecho, que valiera la pena. —¿Quieres…? —pregunté—, ¿vendrás conmigo? Si voy. —Por supuesto. —Lo sabes por... —Verosimilitud —finalizó. Todavía no había movido la mano. No le pedí que lo hiciera.
15 —Está bien, Alex —dije—. ¿Cómo se consiguen cuatro elefantes en un Mini? Pensó en esto por más tiempo del que debería haber requerido. —Bueno, quiero decir, los elefantes son muy grandes, así que normalmente no esperarías que ni siquiera uno de ellos entrara en un Mini. Pero si fueran muy pequeños, si fueran, por ejemplo, elefantes bebés, supongo que pondrías dos al frente y dos atrás. —Um… s… sí. Así es. —Oh Dios. ¿Ya hemos llegado a la broma? —Casi. Entonces, ¿cómo se consiguen cuatro jirafas en un Mini? —Una vez más, las jirafas son muy grandes, pero parece que lo estamos ignorando a los efectos de este ejercicio. Así que esperaría dos en el... Oh no, espera. Por supuesto, primero tendrías que sacar a los elefantes, suponiendo que sea el mismo Mini. Mi universo estaba implosionando. —También tienes razón. Bueno, última pregunta. —Esto es espléndido. Tiene mucho más sentido que los chistes que me dices habitualmente. —Me alegra oírlo. De todas formas. Pregunta final. ¿Cómo se consiguen dos ballenas en un Mini? Otra pausa. —Dios mío. No es realmente mi área de especialización, pero creo que está subiendo por la M4 y cruzando el puente Severn. Sin embargo, quizás deberías consultar con Rhys, porque es de allí. Estaba a punto de decir algo como, "Bueno, esto ha sido divertido", es decir, por supuesto, "No sé lo que acaba de pasar" cuando Alex ahuecó una mano teatralmente alrededor de su boca y gritó—: Rhys, ¿te podemos pedir prestado por un segundo? Rhys Jones Bowen asomó la cabeza por la puerta del armario glorificado que llamamos la "oficina de extensión”. —¿Qué puedo hacer por ustedes, chicos?
—Luc quiere saber cómo llegar a Gales en un Mini —explicó Alex. —Bueno, no veo por qué importa si estás en un Mini o no. —Rhys Jones Bowen tenía una mirada aún más perpleja de ayuda que de costumbre—. Pero normalmente subirías por la M4 y cruzarías el puente Severn. Me refiero a si fueras a algún lugar del sur de Gales, como Cardiff o Swansea. Pero si vas a algún lugar del norte de Gales, como Rhyl o Colwyn Bay, es mejor que subas por la M40 por Birmingham. —¿Gracias? —ofrecí. —Entonces, ¿vas a Gales, Luc? El mejor país del mundo. —Eh, no. Estaba tratando de contarle un chiste a Alex. El rostro de Rhys Jones Bowen decayó. —No veo qué tiene de gracioso querer ir a Gales. Te conozco desde hace mucho tiempo, joven Luc, y en todos estos años nunca te he considerado racista. —No, es un juego de palabras. Es una serie de bromas sobre tratar de meter animales incongruentemente grandes en un automóvil pequeño, y termina con cómo se pueden meter dos ballenas en un Mini. —Pero te lo acabamos de decir —se quejó Alex—. Es directamente por la M4 y sobre el puente Severn. —A menos que se dirija hacia el norte —añadió Rhys Jones Bowen—, en cuyo caso se toma la M40 a través de Birmingham. Levanté las manos en un gesto de rendición. —Bien, tengo la información ahora. Muchas gracias a ambos. Rhys, no era mi intención hablar mal de tu tierra natal. —Está bien, Luc. Lo entiendo bastante. —Él asintió de manera tranquilizadora—. Y si querías un viaje al propio reino de Dios, tengo un amigo que tiene un pequeño y encantador lugar a las afueras de Pwllheli que te dejará tener al precio de un compañero por trescientas libras a la semana. Alex dio un pequeño grito ahogado. —¿Por qué no llevas a tu nuevo novio? —Sí, la idea de tener un nuevo novio, que debes recordar porque fue tu maldita idea, es que te vean saliendo con alguien apropiado. No estoy seguro de que ni siquiera los paparazzi más previsores vayan a estar merodeando por las zonas rurales de Gales por si acaso estoy allí para pasar un fin de semana. —Ah. Bueno. Podríamos hacer lo que hacen en Westminster. —¿Tocar mis reclamos de gastos? —sugerí—. ¿Enviar fotos de mi pene a periodistas que se hacen pasar por chicas adolescentes? —Oh, Luc, estoy seguro de que ambas situaciones fueron sacadas de contexto por un sistema de prensa injusto.
—¿Entonces, de qué estás hablando? —Deberíamos filtrarlo. La próxima vez que cenes con el director financiero de una organización internacional de noticias, deja pasar por casualidad que está planeando ir a Gales. Contuve un suspiro. —¿Realmente necesitamos tener la conversación de, con qué tipo de personas cena el ser humano promedio? —Bueno, caballeros —anunció Rhys Jones Bowen, concluyendo correctamente que no tenía mucho más que aportar a la conversación—. Creo que he hecho bastante bien aquí por un día. Si me necesitas, actualizaré nuestra página de Myspace. Y con eso, se alejó, dándome una ventana estrecha en la que dirigir las cosas en una dirección menos ridícula. —Alex, el problema es que no estoy seguro de que el plan esté funcionando. Y ahora lo digo en voz alta, no sé por qué pensé que lo haría. Dio uno de sus parpadeos lentos y desconcertados. —¿No funciona cómo? —Bueno, me las arreglé para evitar ser desollado en la prensa durante la última semana, pero intenté acercarme a algunos de los donantes que perdimos y nadie muerde. Entonces, o no se han dado cuenta de que soy respetable ahora o no les importa. Estoy seguro de que les importa, viejo. Les importa tanto que te dejaron caer como un lacayo de dedos ligeros. Solo necesitas llamar su atención. —La única atención que sé cómo obtener es el tipo incorrecto de atención. Alex abrió la boca. —Y si dices, oh, es fácil, llama a la duquesa de Kensington, te meteré este bolígrafo en la nariz. —No seas tonto. Yo nunca diría eso. No hay duquesa de Kensington. —Sabes a lo que me refiero. —Probablemente no lo hizo—. Tienes mucha gente agradable de la sociedad a la que puedes contactar, y te llevarán a Hello! o Tatler o Horse & Hound o algo así. Puedo ingresar al Daily Mail chupando el miembro a alguien en una escalera de incendios. —En realidad, iba a sugerir que vinieras conmigo al club. Miffy siempre tiene hombres siguiéndola con cámaras. Quiero decir —arrugó la nariz—, creo que en su mayoría son periodistas, aunque hubo ese incómodo asunto con el secuestro del pasado febrero. —Lo siento. ¿Tu novia fue secuestrada?
—Negocio tonto. Pensaron que su padre era el duque de Argyll cuando en realidad es el conde de Coombecamden. ¡Cómo nos reímos! Decidí dejarlo pasar. —Así que me estás diciendo que si salgo contigo, publicaré mi foto en revistas de mejor calidad o seré secuestrado por criminales internacionales. —Lo que también te llevará a los periódicos. Así que creo que eso es lo que los chicos de hoy llaman un ganar para ganar. Por el bien de mi cordura, decidí que ahora no era el momento de explicarle a Alex qué era la jerga y, más concretamente, qué no era. —Veré si está libre —dije y luego me retiré a mi oficina a través de la máquina de café. Desde el domingo, Oliver y yo habíamos estado enviando mensajes de texto falsos esporádicamente, lo que se estaba volviendo cada vez más indistinguible de los mensajes de texto reales. Mi teléfono nunca estuvo lejos de mi mano, y mi sentido del tiempo se había distorsionado en torno a mi comprensión del horario de Oliver. Siempre me enviaba algo a primera hora de la mañana, generalmente una disculpa por la ausencia continua de fotos de idiotas, luego hacía silencio hasta la hora del almuerzo porque estaban sucediendo cosas importantes de la ley, y a veces trabajaba durante el almuerzo para que yo no escuchara de él en absoluto. Al llegar la noche, se registraría antes y después de ir al gimnasio, e ignoraría diligentemente mi solicitud de actualizaciones sobre su corte en V. Y una vez que estaba en la cama, lo bombardeaba con tantas preguntas molestas como podía pensar sobre lo que estaba leyendo, generalmente basado en el resumen de la trama de Wikipedia que acababa de buscar en Google. Todo lo cual fue una forma prolija de decir que me sorprendió cuando me llamó a las once y media. —¿Es esto un marcado accidental —pregunté—, o hay alguien muerto? —Ninguno. Tuve una mala mañana y pensé que parecería sospechoso si no llamaba a la persona con la que se supone que salgo. —¿Así que pensaste que se darían cuenta de que no me llamas, pero no notarían que dijiste, “se supone que estás saliendo”, en voz alta por teléfono? —Tienes razón. —Se quedó callado un momento—. Creo que, tal vez, solo quería alguien con quien hablar. —¿Y tú me elegiste? —Pensé que darte la oportunidad de reírte a mis expensas podría hacerme sentir mejor. —Eres un hombre extraño, Oliver Blackwood. Pero si quieres que se rían de ti, no te defraudaré. ¿Qué pasó? —A veces la gente no se ayuda a sí misma.
—Está bien, será mejor que haya más en esto, o te defraudaré. Parecía estar tomando respiraciones tranquilizadoras. —Es posible que sepa que ocasionalmente los acusados cambian sus historias y esto tiende a plantearse en los tribunales. A mi cliente de hoy se le preguntó por qué, cuando se le preguntó originalmente sobre un robo reciente, afirmó que estaba con un socio suyo. A quién, por el bien de esta anécdota, llamaré a Barry. Había algo en la forma en que Oliver me estaba relatando esto en su mejor voz de "Me preocupo profundamente por el derecho a un juicio justo incluso para los delincuentes menores", que me hizo reír antes de lo que probablemente debería. —¿De qué te ríes? —A tu despensa. Pensé que nos habíamos establecido. —Pero —protestó—, todavía no he dicho nada gracioso. —Eso es lo que piensas. Continúa. —Me estás poniendo cohibido. —Lo siento. Me alegra saber de ti. —Oh. —Un largo silencio. Entonces Oliver se aclaró la garganta—. De todos modos, le preguntaron a mi cliente por qué había dicho anteriormente que estaba con Barry cuando ahora afirmaba haber estado solo. Y mi cliente dijo que se confundió. Entonces, el consejo de la fiscalía le preguntó por qué estaba confundido. A lo que mi cliente explicó que se confundió porque, y cito, “Barry y yo somos arrestados juntos todo el tiempo”. —¿Gritaste una objeción? —Hemos pasado por esto. E incluso si eso fuera una característica del sistema judicial británico, ¿qué habría dicho? Objeción, ¿mi cliente es un idiota? —Bien, entonces. ¿Hiciste esa cosa en la que te frotas las sienes y te ves realmente triste y decepcionado? —No recuerdo haberlo hecho. Pero no podría jurar que no lo hice. —Entonces, ¿qué hiciste? —Perdí. Aunque me enorgullezco de haber sacado el mejor provecho de una mala situación al intentar caracterizar a mi cliente como, y una vez más cito, “un hombre tan honesto que presenta voluntariamente arrestos anteriores que no son pruebas”. En este punto, simplemente se rindió y se echó a reír. —Eres todo un probador.
—Me alegro de poder divertirte al menos. Significa que le he hecho algo bueno a alguien hoy. —Oh, vamos. No fue culpa tuya. Defendiste al hombre lo mejor que pudiste. —Sí, pero si hay que perder, se prefiere perder honorablemente que vergonzosamente. —Sabes, iba a ser comprensivo, justo hasta que empezaras a referirte a ti mismo como uno. Se rio entre dientes, brevemente. —Uno es lamentable. —Uno será mejor que lo sea. Uno no es la maldita reina. —¿Vendrás a tomar una copa conmigo después del trabajo? —dijo. No era exactamente un desenfocado, pero tenía cualidades definidas de desenfocado—. Es decir, creo que deberíamos vernos juntos más a menudo. Por el bien del proyecto. —¿El proyecto? Este no es un episodio de Doctor Who. Pero si está tan interesado en preservar la integridad de la Operación Cantaloupe, hemos recibido una invitación a un costoso club privado de miembros del mayor idiota de los condados de origen. —¿Sucede este tipo de cosas con frecuencia en tu línea de trabajo? —No tanto —admití—. Mi plan de conseguir un novio respetable no está haciendo lo que se supone que debe hacer porque ninguno de nuestros donantes se ha dado cuenta. Y mi encantadora, muy elegante, pero muy, muy tonta compañera de trabajo ha sugerido que salgamos con él y su pareja para generar un poco de revuelo social. Pero absolutamente no tenemos que hacerlo. Para ser honesto, probablemente sea una mala idea de todos modos. —Deberíamos irnos. —Estaba comenzando a reconocer la voz decisiva de Oliver—. El propósito de este ejercicio es mejorar su imagen pública. Si comenzamos a rechazar oportunidades para hacer eso, sería negligente en mis deberes de falso novio. —¿Estás seguro? Habrá otras oportunidades para sumar puntos de novio falso. —Estoy seguro. Además, conocer a tus compañeros de trabajo es lo que haría un verdadero novio. —Te vas a arrepentir de eso. Pero es muy tarde. Te enviaré un mensaje de texto... ¿Me abandonarás falsamente si digo “detalles”? —Sin dudarlo. Colgué unos minutos más tarde y le di la noticia a Alex, quien, una vez que recordó que nos había invitado, pareció realmente encantado.
Lo siguiente en mi lista de cosas personales para hacer en horario de trabajo era —y no podía creer que estuviera pensando en esto— ponerme en contacto con mi padre. Lo había estado posponiendo desde el domingo, pero Oliver era el tipo de bastardo reflexivo que probablemente preguntaría cómo iba y no quería tener que decirle que lo había hecho. Por supuesto, ahora que lo entendí, me di cuenta de que no tenía ninguna forma de contactar a Jon Fleming, y lo que pasa con las personas famosas es que en realidad son bastante difíciles de alcanzar. Probablemente la estrategia más rápida y efectiva que pude haber probado fue preguntarle a mamá, pero rápido y efectivo no era realmente lo que buscaba. Básicamente, lo que necesitaba era una forma de tratar de ponerme en contacto con mi papá que me dejara con la menor oportunidad posible de tener que estar en contacto con mi papá. Así que obtuve el nombre de su gerente de su sitio web y el número de su gerente del sitio web de su gerente. El gerente en cuestión resultó ser un tipo llamado Reggie Mangold, quien por lo que parece había sido un pez gordo en los años 80, aunque ahora Jon Fleming era, por mucho, su mayor cliente. Muy, muy lentamente introduje el número en el teléfono de mi oficina y esperé un contestador automático. —Talento de Mangold —dijo una voz ronca londinense que definitivamente no era un contestador automático—. Mangold habla. —Eh. Hola. Necesito hablar con Jon Fleming. —Oh bien. En ese caso, te comunicaré directamente. Por favor espera. La ausencia de música de espera y el sarcasmo que se desprendió de su tono sugerían que, de hecho, no estaba a punto de ser comunicado directamente. —No realmente. Pidió hablar conmigo. —A menos que tengas unas tetas mucho más bonitas de lo que suenas, lo dudo mucho. —Soy su hijo. —Tira del otro, amigo, tiene campanas. —Mi nombre es Luc O'Donnell. Mi madre es Odile O'Donnell. Jon Fleming en realidad es mi padre y realmente quiere hablar conmigo. Reggie Mangold soltó una risa de fumador. —Si tuviera una libra por cada pequeña mierda que me haya probado, tendría ocho libras cuarenta y siete. —Está bien, entonces no me crees. Está bien. Pero si pudieras decirle que llamé, sería genial.
—Ciertamente haré eso. Estoy escribiendo tu mensaje ahora mismo en mi cuaderno imaginario. ¿Estamos deletreando O'Donnell con dos eles o tres? —Dos enes. Dos eles. Y se trata de lo del cáncer. Y luego colgué, lo que me dio una sensación de satisfacción que contrarrestó brevemente las náuseas. La palabra clave es brevemente. Honestamente, no estaba seguro de qué era peor: tener que acercarme a mi padre perdido en primer lugar, o tratar de acercarme a él y descubrir que no había hecho ningún esfuerzo para dejarme. Y, sí, lo había hecho de una manera un poco a medias, pero pensaría que decirle a su gerente que podría recibir una llamada de su hijo en algún momento se encuentra en algún lugar entre "simple" y "mínimo", tratando de conectarse con su familia perdida hace mucho tiempo. Gradualmente se fue hundiendo en que si papá pasaba a mejor vida, mi última, y casi única, palabras para él habrían sido "vete a la mierda y literalmente muere”. Y me molestaba lo mal que me hacía sentir eso conmigo mismo porque, si bien mucha gente tenía el derecho absoluto de hacerme sentir mal a causa de los muchos años que pasé decepcionándolos sistemáticamente, Jon Fleming era solo un idiota que nunca había conocido. Este era el problema con, bueno, iba a decir “el mundo” o “relaciones” o “humanidad en general”, pero creo que realmente me refería a mí. Porque cuando dejé que alguien entrara en mi vida, fue de dos maneras: o siguieron aguantándome, aunque claramente no vale la pena aguantarme. O bien, me arruinaron y se marcharon, ocasionalmente volviendo a arruinarme un poco más. Alrededor de este punto, recordando que, por el momento, todavía tenía un trabajo, y ese trabajo implicaba más que sentarme en mi oficina, hacer llamadas personales y regodearme en la autocompasión, revisé mi correo electrónico. Estimado Sr. O'Donnell, He sido partidario de CRAPP durante muchos años y siempre he creído que mis no insignificantes contribuciones estaban bien dirigidas hacia una causa que valía la pena. Habiendo visto su reciente conducta personal y realizar mis propias investigaciones independientes sobre su, francamente, sórdida historia, me veo obligado a concluir que esta creencia estaba equivocada. No doy dinero a organizaciones benéficas para que puedan pagar a la gente para que se pasee por las juergas homosexuales. Estoy reteniendo todas las donaciones a su organización mientras permanezca asociado con usted o su estilo de vida. Atentamente,
J. Clayborne, MBE No hace falta decir que se lo había enviado a la Dra. Fairclough, al resto de la oficina y posiblemente a todo su directorio. Estaba haciendo un plan detallado para escabullirme a casa, beber mucho y desmayarme bajo una pila de al menos tres edredones cuando Alex asomó la cabeza por la puerta. —¿Listo para ir, viejo amigo? Es un poco complicado obtener una reserva con este aviso, pero, ya sabes, un compañero siempre está dispuesto a pedir un marcador para un compañero que lo necesita. Oh, si. Eso.
16 El club de Alex se llamaba Cadwallader's y era exactamente como uno esperaría que fuera un club llamado Cadwallader's. Agazapado discretamente detrás de una puerta justo al lado de la calle St. James, estaba hecho completamente de roble, cuero y hombres que habían estado ocupando el mismo sillón desde 1922. No veía forma de salir del compromiso social que se había arreglado exclusivamente para mi beneficio en muy poco tiempo, había seguido adelante con Alex. Le había dejado una nota, a alguien que pensaba que era un mayordomo honesto, indicando que esperábamos invitados más tarde, y ahora me estaba guiando por una escalera de proporciones míticas, todas de caoba reluciente y alfombras de terciopelo azul. Desde allí, pasamos entre un conjunto de pilares de mármol reales y entramos en lo que una pequeña placa me informó que era la Sala de Leyes de Bonar. Estaba escasamente ocupado, lo que le permitió a Alex reclamar un sofá considerable directamente debajo de un retrato aún más grande de la reina. Me senté en una silla cercana, incómodo en parte porque la silla en sí era sorprendentemente dura, dado que probablemente costaba más que mi computadora portátil, en parte porque mi día se estaba convirtiendo en una serie de rechazos consecutivos, y en parte debido a los alrededores. La habitación parecía haber sido decorada con la suposición de que sus habitantes tendrían un aneurisma si se daban cuenta de que ya no teníamos un imperio. Nunca había visto tantos candelabros en un solo lugar, incluso contando la vez que fui accidentalmente a la ópera. —Bueno, ¿no es esto acogedor? —Alex me sonrió—. ¿Le gustaría algo mientras esperamos a las damas? Quiero decir, mi señora y su señorito. —No estoy seguro de que señorito sea el término correcto. —Lo siento mucho. Todavía es una situación un poco novedosa. No es que no sea terriblemente agradable que seas homosexual. Nunca antes había traído uno al club. Después de todo, solo dejaron entrar a mujeres hace tres años. No pueden unirse, por supuesto. De esa manera la locura descansa, evitemos eso. Y, en realidad, pensándolo bien, debe ser muy divertido que la dama de uno sea un caballero. Puedes ir a los mismos clubes, tener el mismo sastre, jugar en el mismo equipo de polo. Sin intención de metáfora. —Sabes —dije—, creo que tomaré un trago.
Se inclinó sobre el respaldo del sofá e hizo un oscuro gesto elegante a un mayordomo que vestía sobriamente y que, juraría, no había estado allí hace diez segundos. —Lo habitual, James. —Eh, ¿qué es lo habitual? Tenía suficiente experiencia con la mierda de la alta sociedad que sabía que "lo habitual" podría haber sido cualquier cosa, desde un vino blanco dulce hasta arenque vivo que tenías que comer con una cuchara sopera. Alex pareció momentáneamente confundido, incluso para sus estándares. —No tengo la menor idea. Nunca lo recuerdo bien, pero no tengo el corazón para decirle al personal. Unos minutos más tarde, nos sirvieron dos vasos con forma de cardo llenos de un líquido color miel que estaba bastante seguro de que pertenecía a la familia del jerez. Alex tomó un sorbo, hizo una mueca y luego dejó la bebida en una mesa de café. —Ah, sí. Son estas cosas. Terrible. Tenía muchas ganas de preguntarle a Alex cómo había terminado con su "habitual" siendo una bebida que en realidad no le gustaba, pero estaba aterrorizado de que pudiera responderme. Y, en cualquier caso, me salvó la llegada de Oliver. Se veía todo elegante y profesional con otro de sus trajes de tres piezas, esta vez gris carbón, y no habría sido totalmente injusto decir que me alegré de verlo. Y tal vez fue porque había pasado la última media hora a solas con Alex, o tal vez fue porque Oliver era la única otra persona en el lugar que no era un compañero, un Tory o un compañero Tory, o tal vez... Oh, ¿a quién estaba engañando? Me alegré de que estuviera aquí. Para que pudiera decirle cómo había tratado de hacer lo correcto con mi padre, y su gerente ni siquiera había creído que yo era yo. Cómo un idiota con un MBE me había enviado otro de esos correos electrónicos no homofóbicos pero claramente homofóbicos con los que estaba tan harto de ser cortés y amable. Qué absurdo era que bebiéramos vino que ninguno de nosotros podía identificar bajo un retrato realista del tamaño de Cornualles. ¡Cómo lo había extrañado! Fue entonces cuando me di cuenta de que, aunque Oliver y yo estábamos destinados a ser una pareja, no habíamos podido establecer ninguna regla para interactuar en público. Bueno, a menos que hayas contado "No me beses" y "Deja de decirle a todo el mundo que todo es una farsa”. Y supongo que en mi cabeza, de alguna manera, volvería directamente a las tostadas francesas, los textos tontos y la mano de Oliver en la mía en la oscuridad. Pero eso no sucedió. Me puse de pie torpemente y él se paró torpemente frente a mí. —Hola, eh... —Se detuvo demasiado tiempo—. ¿Querido?
—Su nombre es Luc —ofreció Alex, amablemente—. No te preocupes, yo también lo olvido todo el tiempo. Bien hecho. Novio falso indetectable. —Oliver, este es mi colega Alex Twaddle. Alex se puso de pie para estrechar la mano de Oliver, luciendo mucho más cómodo con él que yo. —De los Twaddles de Devonshire. —Alex, este es mi... eh... novio, Oliver Blackwood. —¿Estás seguro? —Alex miró entre nosotros—. Pensé que no tenías novio. ¿No teníamos todo este plan en el que ibas a encontrar a alguien que fingiera ser tu novio porque no tenías novio? Me hundí en mi silla. —Si. Lo hicimos. Y este es él. —Ah. Eres tú. —Él claramente no estaba con nosotros—. ¿Qué tal un trago, Oliver? —Eso sería encantador. Oliver se sentó en el sofá junto a Alex, cruzando elegantemente una pierna sobre la otra y luciendo muy relajado. Mientras yo me tambaleaba en el borde de mi silla como si estuviera esperando fuera de la oficina del director. Al menos la oficina del director del tipo de escuela a la que probablemente habían ido Alex y Oliver. Probablemente tenían retratos de la reina por todas partes. Probablemente los usaron como pizarrones. Maldición. También podría irme a casa y dejar a mi falso novio para que se uniera al tonto de la oficina. —¿Dijiste Devonshire Twaddles? ¿Alguna relación con Richard Twaddle?
—preguntó
Oliver
suavemente—.
—Mi padre en realidad, que Dios descanse su alma. Lo miré fijamente. —Alex, nunca me dijiste que tu papá murió. —Oh, no lo hice. ¿Por qué piensas eso? —Porque... no importa. —Entonces —Alex se volvió hacia Oliver—, ¿cómo conoces al viejo cabrón? —No lo conozco, pero es un gran defensor de la restricción del derecho a un juicio por jurado, así que tengo una especie de interés profesional. —Eso suena a él. Habla de eso en la mesa todo el tiempo. Dice que le cuestan al gobierno una gran cantidad de dinero, que la gente solo está a favor de ellos por un sentimentalismo tonto y que propagan la tuberculosis.
—No estoy seguro —dijo Oliver—, pero creo que podría estar confundiendo juicios con jurado con tejones. Alex chasqueó los dedos. —Son ellos. No soporta las cosas. Pequeños bastardos peludos en blanco y negro que causan retrasos innecesarios en nuestro ya sobrecargado sistema de justicia penal. Oliver abrió la boca y luego la volvió a cerrar. En ese momento, afortunadamente, James nos interrumpió al regresar con otro vaso de lo que fuera lo habitual de Alex. —Gracias. —Oliver probó la bebida con decoro—. Ah. Qué buen amontillado. Me siento bastante malcriado. Confíe en Oliver Blackwood para poder identificar el jerez por su sabor. Rápidamente se hizo evidente lo que esperaba que fuéramos él y yo contra el tonto elegante que era en realidad él y el tonto elegante contra mí. Alex deslizó su propio vaso. —Toma el mío si quieres. No puedo soportarlo. —Eso es muy generoso de tu parte, pero creo que me limitaré a tomar un trago a la vez por ahora. —No necesitas pararte en una ceremonia aquí, viejo amigo. —En ese momento, Alex decidió palmear la rodilla de mi falso novio—. Lord Ainsworth normalmente tiene un vaso en cada mano en el momento en que entra por la puerta. Por eso lo llaman Double Fisting Ainsworth. Al menos, creo que lo es. Podría tener algo que ver con las prostitutas. —Sí —coincidió Oliver—. Siempre es difícil saberlo, ¿no? —Entonces. —Mi voz era mucho más fuerte de lo que esperaba—. ¿Cuál es el problema con los juicios por jurado? Ambos me miraron con expresiones inquietantemente similares de leve preocupación. Probablemente, con mi volumen inapropiado y mi incómoda transición, los había avergonzado profundamente a ambos. Pero al menos Oliver había recordado que yo existo. Fijó su fría mirada gris plateada en mí. —Bueno, en lo que a mí respecta, nada. Creo que forman una parte vital de nuestra democracia. Creo que Lord Twaddle adelantaría el argumento de que son lentos, ineficientes y dejan decisiones complejas en manos de personas que no saben lo que están haciendo. —Además —Alex movió un dedo—, dejan agujeros terribles por todas partes… Lo siento. Tejones de nuevo. Haz caso omiso. Honestamente, este no era un problema en el que hubiera pensado nunca. Pero, maldita sea, Oliver era mi novio falso, no el del maldito Alex Fucking
Twaddle. Íbamos a tener una conversación agradable sobre el jerez si nos mataba a los dos. —Supongo —dije con altivez—, que si me hubieran acusado de algo que no hice, estaría mucho más dispuesto a confiar en un profesional legal que en doce aleatorios. Quiero decir, ¿has conocido gente? Oliver esbozó una leve sonrisa. —Esa es una posición comprensible pero, curiosamente, una que los abogados rara vez comparten. —¿En serio? —pregunté—. ¿De verdad quieres dejar tu destino en manos de una docena de personas que no conoces, ninguna de las cuales quiere estar allí, en caso de que una de ellas saque un Henry Fonda? —En la vida real, los jurados no están compuestos por once intolerantes y un ángel. Y preferiría dejar mi destino en manos de una muestra representativa del público que de una sola persona que ve la ley completamente en términos abstractos. Adopté lo que esperaba que fuera una pose reflexiva, pero en gran parte estaba motivado por el deseo de evitar que mi nalga izquierda se durmiera. —¿Pero no quieres que alguien vea la ley en términos abstractos? —¿Cuál fue esa línea de Legally Blonde? —¿No dijo Sócrates, La ley es razón libre de pasión? —En realidad, fue Aristóteles. Y estaba equivocado. O más bien, tenía razón en cierto modo, pero la ley es solo una parte de la justicia. Oliver se veía intensamente distraído. Supongo que podría admitir que, en la mayoría de las circunstancias, era un hombre mejor de lo que lucía. Pero cuando estaba siendo tan apasionado, y sus ojos se volvían intensos y su boca se volvía interesante, probablemente se puso caliente. Y este fue casi el peor momento posible para comenzar a notar eso porque, mientras yo notaba lo atractivo que podía ser, él se daba cuenta de que yo era un pedazo de basura humana. —¿Oh? —dije inteligentemente, mientras no me miró. —El objetivo de un juicio con jurado es que las personas razonables, y antes de que digas algo, la mayoría de las personas son razonables, pueden decidir si el acusado realmente merece ser castigado por sus acciones. La letra de la ley es, en el mejor de los casos, la mitad de esa pregunta. La otra mitad es compasión. —Eso es lo más cursi que he escuchado. Creo que lo que quise decir fue: Eso es lo más adorable que he escuchado en mi vida. Pero no podía admitir eso y ahora deseaba no haber dicho nada porque Oliver se había cerrado como un abanico en las manos de una drag queen enojada.
—Afortunadamente, no necesito que valides mis creencias. Excelente. Ahora tenía a papá, un donante aleatorio, y a Oliver, todos viniendo por mi autoestima desde diferentes direcciones. Y sí, me lo merecía en el caso de Oliver, pero eso no me hacía sentir mejor. —Esto es muy interesante —dijo Alex. En este punto, las probabilidades eran cincuenta por ciento de que todavía pensaba que estábamos hablando de tejones—. Pero no puedo evitar sentir que un individuo está mejor con un juez. Quiero decir, parece más probable que sea el individuo, ¿sabes? Oliver se volvió hacia él con una sonrisa sin esfuerzo. —En tu caso específico, Alex, estoy muy de acuerdo. —Dios mío. ¿De verdad? Bueno, mírame. Mira, siempre me equivoco un poco menos de lo que la gente piensa. Como un reloj parado. Oh, digo, es Miffy. Alex se puso de pie de un salto, seguido con más gracia por Oliver con la cortesía instintiva de la educación adecuada. Tropecé tras ellos, cediendo un poco por el problema de las nalgas. —Hola chicos. —Una caja de regalo inmaculada de una mujer, principalmente ojos, pómulos y cachemir, se deslizaba hacia nosotros—. Siento mucho llegar tarde. Lo pasé de maravilla con los fotógrafos. Siguió una breve ráfaga cuando ella y Alex intercambiaron una secuencia sorprendentemente compleja de besos al aire. —No te preocupes, chica. Los mantuve entretenidos. Este es Oliver Blackwood, es abogado. Un tipo terriblemente inteligente. Más besos al aire, que Oliver respondió con pericia. Porque aparentemente todos llegaron a tocar a mi novio, quiero decir, mi falso novio, excepto yo. —Y este es Luc O'Donnell, de quien te he hablado todo. Entró para besarme y moví la cabeza mal y nos golpeamos la nariz. —Dios —dijo—. Pareces muy joven para ser presidente de la Cámara. —Eh. No. Ese no soy yo. —¿Estás seguro? Definitivamente eso es de lo que Ally me estaba hablando. —¿Es posible —pregunté—, que te haya hablado de más de una persona? Ella parpadeó. —Posiblemente, pero eso se volvería terriblemente confuso. —De todos modos —ese era Alex de nuevo, y posiblemente por primera vez en toda mi vida me sentí aliviado de que estuviera hablando—, Luc y Oliver son novios. Solo que no realmente. Solo tienen que fingir hasta el Beetle Drive. Es el jadeo más tremendo. —Se sonrojó modestamente—. Mi idea en realidad.
—Oh, Ally. Eres un sabelotodo. —No se lo digas a nadie porque es un secreto gigantesco. Se golpeó un lado de la cabeza. —Video et taceo. —Y este —continuó Alex—, es mi... digo, Miffy, ¿estamos comprometidos? —No lo recuerdo. Siento que probablemente deberíamos estarlo. Digamos que lo estamos por ahora y que arreglamos los detalles más tarde. —En cuyo caso, esta es mi prometida Clara Fortescue-Lettice. Sabía que me iba a arrepentir de esto. Pero lo dije de todos modos. —¿Pensé que se llamaba Miffy? —Si. —Alex me lanzó una mirada de qué te pasa—. Miffy, abreviatura de Clara. —Pero es el mismo número de sílabas... No importa. Alex pasó el brazo de Miffy a través del suyo con fácil confianza. —¿Entramos en el comedor? —Sí, vamos —estuvo de acuerdo—. Podría comerme todo un equipo de doma. Oliver y yo nos miramos nerviosos, sin saber si teníamos un tipo de relación de brazos cruzados, antes de ponernos uno al lado del otro como parientes separados en un funeral. Sí. Me habían degradado de "No me beses" a "No puedo soportar la idea de tener contacto físico contigo”. —Entonces —comentó Miffy mientras caminábamos por otro corredor absurdamente opulento—, ¿de qué habían estado hablando? Alex miró brevemente hacia nosotros. —En realidad ha sido fascinante. Oliver nos estaba hablando de los méritos y los inconvenientes de los juicios con jurado. —Eso suena fascinante. Mi padre está en contra de ellos, por supuesto. Terrible para los productores de leche. Oliver se llevó la mano rápidamente a la boca como para sofocar la tos. Pero estaba 99 por ciento seguro de que estaba sonriendo. Desafortunadamente, él no me miró, así que ni siquiera pude compartir eso.
17 Resultó que había dos comedores, el Salón Edén y el Salón GascoyneCecil, pero Alex encontró el Salón Edén, en sus palabras, "más amistoso”. Aunque no sabría decir qué era precisamente lo amistoso de las paredes amarillo mostaza, los revestimientos de madera y los retratos masivos de hombres de aspecto severo vestidos completamente de negro. El menú ofrecía pollo asado, rosbif, cerdo asado, ternera Wellington, faisán asado, tarta de carne y venado asado. —Ah —exclamó Alex—, encantador. Al igual que las cenas escolares. Lo miré fijamente. Tal vez si me enfocara en lo molesto que encontré a Alex, me sentiría más soportable. —A menudo comías faisán en la escuela, ¿verdad, Alex? —No a menudo. Ya sabes, una o dos veces por semana tal vez. Miré a Oliver, quien estaba escudriñando el menú como si esperara que de alguna manera se hubiera perdido la opción del animal no muerto. ¿Era un trabajo de novio falso? Probablemente fue un trabajo de novio falso. Y si lo hacía bien, podría empezar a prestarme atención. Demonios, era patético. —Debería haber mencionado —dije galantemente—, que Oliver es vegetariano. —Lo siento mucho. —Miffy lo miró con genuina preocupación—. ¿Qué pasó? ¿Hay algo que alguien pueda hacer? Oliver le brindó una sonrisa irónica. —Me temo que no. Pero por favor no te preocupes, me las arreglaré. —No, no —protestó Alex—. Estoy seguro de que está bien. Preguntemos a James. —Hizo un gesto y un tipo de mayordomo completamente diferente que todavía, aparentemente, respondió al nombre de James, apareció a su lado—. Digo, James. Negocios queer. Parece que accidentalmente traje un vegetariano. James hizo uno de esas mini-reverencias directamente de Downton Abbey. —Estoy seguro de que el chef puede acomodar a la dama, señor. —No soy vegetariana. —Los ojos de Miffy se agrandaron con indignación— . Mi padre es un conde.
—Me disculpo, señora. Oliver hizo un gesto encantadoramente tímido. —Me temo que soy la dificultad, James. Si pudiera preparar algo parecido a una ensalada verde, sería más que suficiente. Él tomó el resto de nuestros pedidos, y veinte minutos después estábamos rodeados de varias carnes, la mayoría asadas, algunas en hojaldre, y Oliver tenía una gran cantidad de hojas de aspecto bastante agradable. Quiero decir, personalmente no lo hubiera querido para la cena, pero supongo que le sirvió bien por tener ética. Alex miró a Oliver con expresión de dolor. —¿Estás absolutamente seguro de que estás de acuerdo con eso? Miffy y yo tenemos una gran cantidad de Wellington si quieres. —Está bien. Estoy disfrutando mi ensalada. —Si el problema es la carnosidad, podríamos mezclarlo con el repollo. —¿Creo que todavía contendría carne? Entonces, ¿era mi astuto plan para conquistar a Oliver siendo sensible a sus necesidades y respetuoso de sus elecciones? Eso había fallado mucho. Me metí deliberadamente en la boca una gran bola de tarta de carne. Después de todo, si la comida entraba, las palabras no podían salir. Lo cual, dada mi contribución a la conversación hasta ahora, probablemente fue lo mejor para todos. Miffy reapareció detrás de la carne de Wellington. —Bueno, lo siento. Creo que es una tontería. Quiero decir, ¿qué haríamos con la carne si no la comiéramos? ¿Dejar que se apague? —Bueno, en realidad es una pregunta bastante complicada. —Oliver pinchó hábilmente un rábano—. Y la respuesta es principalmente que sacrificaríamos menos animales. —Entonces, ¿no habría demasiados animales? ¿Qué haríamos con todas las vacas? —Creo que también criaríamos menos vacas. —Brindemos por las vacas, entonces, ¿no? —exclamó ella—. Por no hablar de los agricultores. Tenemos algunos granjeros encantadores en nuestra tierra. Hacen una hermosa presentación en la fiesta de la cosecha y nos regalan tan buenos jamones en Navidad. Y aquí estás tratando de dejarlos a todos sin trabajo. Está bastante mal de tu parte, Oliver. —Verás —Alex movió el tenedor en broma—, ahora la has puesto en una. Y ella tiene razón, lo sabes. No creo que hayas pensado en esto.
Aún masticando con determinación, le eché un vistazo a Oliver para ver cómo se estaba tomando esto, y parecía sorprendentemente cómodo. Bueno, era abogado. Había tenido mucha práctica en ser cortés con la gente elegante. —Admito que las implicaciones económicas de los cambios a gran escala en la dieta nacional son más complicadas de lo que la gente suele creer. Pero es poco probable que la gran mayoría de la carne que comemos hoy en día haya sido producida por el tipo de agricultor del que estás hablando, y la agricultura industrializada es en realidad una amenaza bastante significativa para el campo. Hubo una pausa. —Oh —dijo Alex—. Quizás lo hayas pensado bien. ¿No dije que era terriblemente inteligente? Miffy asintió. —Sí, es espléndido. Creo que elegiste un excelente novio falso, Ally. —Espera. —Casi me atraganto—. Él no es de Ally… quiero decir, el novio falso de Alex. Es mi novio falso. También probablemente deberíamos dejar de decir en voz alta la palabra falso porque es como delatar el juego. Alex había vuelto a su habitual estado de confusión. —¿Estás completamente seguro? Porque definitivamente recuerdo que fue idea mía. —Sí, fue una idea de cómo podría arreglar mi reputación. —Parece una pena. —Miffy había terminado su ternera Wellington y estaba haciendo incursiones en la de Alex—. Parece que Ally y Ollie se llevan muy bien. Por supuesto, el nombre de su pareja sería Ollivander, que estoy seguro de haberlo escuchado en alguna parte antes. —Creo —ofreció Oliver—, que es el nombre del fabricante de varitas de Harry Potter. De repente, Alex dejó escapar un grito de alegría. —Así es. Debería haberlo visto de inmediato. He leído la serie completa treinta y ocho veces. No quise hacerlo. Solo que cuando llegué al final, olvidé cómo comenzó. Lo único que he leído más es. —Si. —Traté de captar la atención de Oliver y fallé—. Puedo ver cómo esos dos fandoms se superponen. Alex todavía estaba radiante como si tuviera un colgador en la boca. —Me trae recuerdos tan felices. Cuando salieron las películas, reuní a todos mis compañeros de la universidad, nos sentamos en la primera fila del cine y gritábamos “House” cada vez que el viejo alma mater aparecía en la pantalla.
Esta fue una de esas anécdotas de portero en la que necesitabas un diccionario Inglés/Posh Git para tener algún sentido. ¿Por qué la casa de Alex estaba en una película de Harry Potter? —Oh —Oliver, por supuesto, había leído el diccionario Inglés/Posh Git a la edad de cuatro años y ahora tenía su cara de dime más, que realmente prefería que me dirigiera a mí—, ¿así que eres un hombre de la Iglesia de Cristo? Eso tenía más sentido. Aunque si hubiera alguien que hubiera creído que fue a Hogwarts, ese fue Alex. —Por mis pecados. Igual que Pater. Y Mater, para el caso. En realidad, es un poco tradición familiar. Grandioso, grandioso, grandioso... —Alex comenzó a anotar con sus dedos—. Grandioso, grandioso, grandioso, abuelo solía ir en el látigo con el cardenal Woolsey. Quiero decir, hasta que fue exiliado. No es divertido después de eso. Oliver seguía atendiendo cortésmente. Bastardo educado. —No, no puedo imaginar que lo sería. —¿Y qué me dices de ti? No fuiste a otro lugar, ¿verdad? Podría explicar bastante. Miffy le dio un codazo. —Quiero decir —agregó Alex apresuradamente—, el vegetarianismo. No la homosexualidad. —Oriel. Y volvieron a su código privado. Me había dado cuenta de que el hogar era algo de Oxford. Entonces, ¿dónde estaba el otro lugar? ¿Fue el infierno? Si es así, hola, hace buen tiempo aquí. Y por lo que yo sabía, Oriel era un pájaro cantor o una galleta. ¿Qué estaba pasando ahora mismo? Esto, aquí mismo, era el motivo por el que alguien como Oliver nunca saldría con alguien como yo en la vida real. Alex asintió con aprobación. —Buen espectáculo. Conocí a muchos chicos espléndidos de Oriel. En su mayoría chicos rudos, ya sabes. ¿Entraste por eso? —No —dijo Oliver—. Estaba muy comprometido con mis estudios. Me temo que fui bastante aburrido en la universidad. —Eres bastante aburrido ahora —murmuré, quizás un poquito más fuerte de lo que pretendía. Lo que hizo que Oliver me mirara, finalmente. Pero no de la forma que yo quería. —Luc —chilló Miffy—. Pensé que se suponía que Oliver era tu novio. Esa es una forma horrible de hablar de él.
Ahora Alex también me estaba mirando. —Bien dicho, viejo. No se puede andar hablando mal de las mujeres de esa manera. Quiero decir, de los caballeros. Quiero decir, tu caballero. —Si yo fuera tú —Miffy le dio una palmada a Oliver en la mano—, lo patearía en el bordillo, compañero. Novio. Oh, digo, eso no funciona. —Me inclino a estar de acuerdo, Miffles. —Alex agitó el tenedor con severidad—. Nunca le hubiera sugerido a Luc que consiguiera un novio si hubiera sabido que iba a molestar al hombre. Probablemente deberías dejarlo y salir conmigo en su lugar. Etiqueta Ollivander. Miffy asintió. —Sí, sal con Ally. Podría tener a uno de ustedes en cada brazo. Sería la alondra más desgarradora. —Por el amor de Dios —una vez más, fui un poco más alto de lo que pretendía ser—, deja de intentar robar a mi novio. Ni siquiera te gustan los hombres. Alex me lanzó una mirada genuinamente herida. —Por supuesto que me gustan los hombres. Todos mis amigos son hombres. Mi padre es un hombre. Tú eres el que está siendo horrible con todos. Decirle a Oliver que es aburrido cuando es un compañero de Oxford y ha estado en buena compañía toda la noche. Y ahora insinúo que soy el tipo de colega que no se lleva bien con otros colegas. Cuando realmente —aquí, Alex se volvió francamente altivo—, me queda muy claro que eres el tipo de colega que no se lleva bien con otros colegas. Realmente siento que debería disculparme, Oliver. —Hazme un favor. —Me puse de pie—. No te disculpes por mi comportamiento con mi novio. No he tenido nada más que una maldita charla de Oxford durante toda esta maldita comida. Sé que es estúpido quejarse de sentirse excluido de tu pequeño club privado cuando estamos literalmente sentados en un pequeño club privado, pero, lo siento, ha sido un día largo y, sí, estás tratando de hacerme un favor, pero estoy teniendo la peor noche de mierda y... y me voy al baño. Salí furioso, descubrí que no tenía idea de dónde estaban los baños, pregunté a uno de los James e hice un vergonzoso giro en U. Una vez que estuve a salvo en los caballeros, que eran de buen gusto pero simplistas, como si estuvieran diciendo "Solo los estadounidenses y las clases medias sienten la necesidad de poner mármol en un inodoro", me paré en el lavabo e hice eso que la gente hace en las películas donde se apoyan en el mostrador y miran significativamente su reflejo. Resulta que no ayudó. Era solo un miembro, mirando un miembro, preguntando por qué siempre fue tan idiota.
¿Qué estaba haciendo? Oliver Blackwood era un hombre aburrido y molesto con el que fingía salir, y Alex Twaddle era un bufón con demasiados privilegios que regularmente engrapaba sus pantalones en su escritorio. ¿Qué me importaba si se llevaban mejor entre ellos que conmigo? Ooh, ooh, tally-ho toodle pip, ¿en qué universidad estabas? ¿Dónde te sentaste en la ceremonia anual del pato después de ir a la mierda, par de testículos satisfechos? Bien, llamarlos por apodos tampoco ayudó. Y, de hecho, Oliver no era aburrido. Y solo era un poco molesto. Y Alex era terriblemente molesto, pero no había hecho nada más que intentar ayudarme. Tal vez, y lo había sospechado por un tiempo, era fundamentalmente inútil. Porque en algún momento, había convertido un estilo de vida el adelantarme en la historia. Cuando Miles me arrojó a los tiburones de la prensa sensacionalista, no estaba preparado en absoluto, y la única forma en que sobreviví fue asegurándome de que había suficiente carnada en el agua para que solo comieran lo que yo quisiera. Solo había funcionado a medias, pero cuando me di cuenta de eso, el hábito estaba tan arraigado que estaba haciendo lo mismo con la gente. La verdad era que las cosas eran más fáciles de esa manera. Significaba que lo que sucedió no se trataba realmente de mí. Se trataba de esta persona sombra que festejaba, tenía sexo y no le importaba una mierda. Entonces, ¿qué importaba si no le agradaba a alguien? No lo quería. Déjalo o véndelo. Excepto que él no estaba saliendo con Oliver o fingiendo salir con Oliver, yo estaba. Y así, de repente, todo volvió a importar, y no estaba seguro de poder lidiar con eso importando. La puerta se abrió, y por una migaja de galleta de un segundo esperé que pudiera ser Oliver viniendo a rescatarme. Y ese era precisamente el tipo de mierda que quería sacar de mi cabeza. De todos modos, no importaba porque no era Oliver. Era un viejo vestido de lana que parecía Papá Noel, si Papá Noel tuviera una lista de traviesos. —¿Quién eres tú? —atajó. Salté. —¿Luc? ¿Luc O'Donnell? —¿No estuviste una vez antes que yo para defecar en público? —¿Qué? No. Yo defeco muy en privado. El malvado padre de la navidad entrecerró los ojos. —Nunca olvido una cara, jovencito, y no me gusta la tuya. Además, nunca confié en los irlandeses. —Em. —Probablemente debería haber defendido a la gente del padre de mi madre, pero cada vez más quería salir de allí. Desafortunadamente, el Santa
racista estaba bloqueando la salida—. Siento lo de la... cara. Realmente necesito... —¿Qué estás haciendo aquí de todos modos? —¿Usando las... instalaciones? —Merodeando. Eso es lo que estás haciendo. Acechando en un baño común como si estuvieras esperando a Jeremy Thorpe. —Realmente solo quiero volver con mis amigos. Me las arreglé para pasar a su lado con las manos en el aire como si me arrestaran. Su cabeza hizo casi un giro de exorcista total cuando sus ojos fríos e inertes me siguieron. —Te estoy mirando O'Toole. Nunca olvido una cara. Nunca olvido un nombre. De vuelta a la mesa, mis supuestos compañeros disfrutaban de mi ausencia. —...cuarto azul para las pulgas al final —decía Alex alegremente—. Miffy es la verdadera deportista. Quiero decir, deportista. Supongamos que es mejor que seamos políticamente correctos sobre estas cosas. Azul completo para lacrosse, ¿no lo sabes? Te invitaron a unirte al Equipo GB, pero lo rechazaste, ¿verdad, vieja? Quería concentrarme en... Oh, digo, ¿qué es lo que haces, Miffy? Me senté, tratando de averiguar si estaba aliviado o enojado de que todos siguieran como si yo no hubiera hecho una escena enorme. Miffy tocó sus labios perfectos con una uña perfecta. —Ahora vienes a mencionarlo, no tengo ni idea. Creo que tengo una oficina en alguna parte, y podría estar lanzando algún tipo de línea, pero sobre todo me invitan a fiestas. No como Ally, que tiene un trabajo real, ya sabes. Lo que todo el mundo piensa que es terriblemente divertido. Pero entra todos los días, lo cual es muy bueno de su parte, ¿no? Este habría sido un gran momento para madurar y pedir perdón. —No estoy seguro —dije en lugar de "bien por él", lo cual es la frase correcta. ¿Quizás más contractualmente obligado por su parte? —¿Estás bastante seguro? —Alex ladeó la cabeza como un loro desconcertado—. Eso no parece del todo cricket. Un colega se compromete, un colega lo cumple. No es necesario volverse todo legal sobre las cosas, no te ofendas, Oliver. —Ninguna ofensa. Por supuesto que Oliver no se estaba ofendiendo. Oliver era un ángel. Mientras yo era un demonio baboso del planeta Cara de Idiota.
—Bueno, yo digo que es espléndido. Y, por supuesto —aquí Miffy me dedicó una sonrisa deslumbrante, que en las circunstancias se sintió muchísimo como un trofeo de participación—, tú también eres espléndido, Luc. Ya que haces el mismo trabajo. Excelente. Entonces Oliver no solo sabía que mi trabajo no era algo que me apasionara, en la forma en que él se ocupaba del suyo, sino que también iba a pensar que se podía lograr con unas tres células cerebrales en funcionamiento. —Oh, no —exclamó Alex—. Luc es mucho más importante que yo. No tengo idea de lo que hace, pero parece terriblemente complicado e involucra, oh, ¿cómo los llamas? ¿Cosas con las cajitas? Miffy arrugó la nariz pensativa. —¿Equipos de críquet? —No del todo, vieja. Hojas de cálculo, esa es la palabra. Simplemente jugueteo con la fotocopiadora, verifico que no tengamos más de dos reuniones en la misma sala al mismo tiempo y mantengo viva a Daisy. —¿Quién es Daisy? —preguntó Oliver, todavía ignorándome pero, seamos honestos, probablemente me lo merecía. —Ella es el aloe vera que estoy cultivando en el archivador. Nuestro amigo de las redes sociales se quema mucho en la máquina de café, y la enfermera siempre usó aloe vera en nosotros cuando éramos pequeños y es muy eficaz. De hecho, creo que podríamos necesitar dos porque el pobre se ve bastante desnudo en el departamento de hojas. —Sobre otro tema —anuncié, cambiando de tema con toda la gracia y sutileza de alguien que dice: ¿Podemos cambiar de tema ahora? —Un anciano aterrador fue por mí en el baño. Quiero decir, me gritó. No trató de ligar conmigo. —Gracias por aclarar eso. Era el tono más seco de Oliver. Hasta ahora, la Operación Toparse Con un Total Imbécil se estaba adelantando a lo programado. Alex frunció el ceño. —Muy raro. ¿Hiciste algo para provocarlo? Mi ventana de disculpas se había cerrado hace un aloe vera atrás. Así que básicamente estaba atascado en una especie de fingir que no había sido horrible, a pesar de que descaradamente lo había hecho, y tratando de encontrar el mítico término medio entre empeorar las cosas y compensar demasiado. —Es bueno saber que ya estás de su lado. Pero, para que conste, no. Estaba ocupándome de mis propios asuntos junto al fregadero cuando este viejo loco irrumpió y... —Alex, mi chico —gritó el viejo loco, materializándose detrás de mí como el asesino en serie en una película de terror—. ¿Cómo está el viejo?
—No puedo quejarme, Randy. No puedo quejarme. —Disfruté mucho su discurso en los Lores recientemente sobre, oh, qué fue... —¿Tejones? —No, tejones no. Esos otros, cómo los llamas… inmigrantes. —Ah, sí. Suena como papá. Oh —Alex dio un pequeño sobresalto—, por cierto, debo presentarte. Te acuerdas de Clara, por supuesto. —Por supuesto que sí. Nunca olvido una cara. —Y estos son mis amigos, Luc y Oliver. Sus ojos nos miraron con láser y me marchité en mi asiento. —Un placer. Cualquier amigo de Twaddle es amigo mío. Pero debo advertirte que no vayas al baño, hay un bastardo irlandés loco emboscando a la gente allí. —En realidad, señoría —dijo Oliver, en su mejor momento. Si le place, señoría, la voz del abogado testifica—, nos conocemos. Tuve un cliente antes que usted el mes pasado. —Disparates. Nunca olvido una cara. No tengo idea de quién eres. —Una pausa—. Aún así —se animó— ¿conseguimos al desgraciado? —Fui abogado de la defensa, señoría, y la defensa, en este caso, tuvo éxito. El juez frunció el ceño a Oliver, quien respondió a su mirada con estudiada dulzura. —Genial. Supongamos que no podemos atraparlos a todos. Te dejo con tu cena. Nos vemos en el Swan Upping, Alex, si no antes. Y, con eso, el muy honorable racista se escabulló. —Digo —exclamó Alex, volviéndose hacia mí—, parece que Randy conoció al mismo hombre extraño que tú. ¿Crees que tenemos un intruso? ¿Le digo a alguien? —Sospecho —ofreció Oliver—, que no será necesario. —¿Estás seguro? Quiero decir, ya sabes, no puedo ser demasiado cuidadoso y todo eso. —No tengo ninguna duda de que el juez Mayhew trató al malhechor de manera adecuada. Alex sonrió cariñosamente. —Es un viejo luchador fastidioso, ¿no? —Esa es ciertamente una forma de decirlo.
Hubo un breve silencio, mientras Oliver nos guio delicadamente al preguntarnos si todos estaban listos para pasar al postre. —No pude evitar notar —continuó—, la mermelada roly-poly en el menú. Siempre he sido bastante parcial. Alex rebotó en su asiento como un sabueso mal entrenado. —Yo mismo soy un hombre idiota. Grueso y sólido, muy caliente y embadurnado en lo que los franceses llaman crème anglaise. Todavía tenía demasiadas emociones relacionadas con Oliver, pero no podía evitar echarle un vistazo. Y, por supuesto, no parecía ni lo más mínimo como si estuviera a punto de morir de risa en una habitación que lleva el nombre de un Tory muerto. —Admito —oh Dios, ayúdame, sus ojos brillaban legítimamente—, que eso suena bien. Miffy parecía bastante soñadora. —Sabes, estaba pensando que realmente me apetece una tarta. ¿Estaban haciendo esto deliberadamente? Tenían que estar haciendo esto deliberadamente. En cualquier caso, resultó que podían hablar de pudín básicamente de forma indefinida, intercambiando anécdotas de la infancia y peleando por los méritos de zapateros versus migajas. Al menos, finalmente habían dado con un tema, o mejor dicho, Oliver les había presentado un tema, del que yo sabía más que nada. Y si hubiera sido una mejor persona, les habría dado mi opinión sobre en qué orden pones la mermelada y la crema en un bollo. (Es mermelada, luego nata). Lamentablemente soy una persona mediocre en el mejor de los casos. Y así me senté allí, tratando de no enfurruñarme con mi pastel de piña al revés. Terminamos nuestros postres, y estaba a punto de sentirme aliviado de que casi hubiera terminado cuando uno de los James apareció con queso, luego café, luego brandy, luego cigarros. Eventualmente agotamos el tema del pudín, pero Oliver siguió guiando obstinadamente la conversación hacia temas accesibles. Estaba segura de que tenía buenas intenciones y, después del escándalo que había hecho, quería asegurarme de que me incluyeran. Pero entre mi padre, mi trabajo, el juez Mayhew, y todas las formas en que había hecho un desastre esta noche, no tenía la energía para estar agradecido.
18 Ochenta y siete mil quinientos sesenta y cuatro millones de horas después, finalmente se nos permitió dejar el Cadwallader Club. Teniendo en cuenta lo terrible que había sido la velada, estaba deseando volver a casa en un tranquilo taxi, meter la cabeza bajo el edredón y morir. Pero, por supuesto, el objetivo de la velada había sido conseguir que me fotografiaran junto a personas socialmente aceptables. Lo que significaba que en el momento en que salíamos a la calle, nos invadió una mezcla de paparazzi de alto nivel y periodistas de bajo nivel. Mi visión se volvió blanca cuando demasiadas cámaras se dispararon en mi cara. Me quedé paralizado. Normalmente, cuando la gente me fotografiaba, tenía la decencia de escabullirse para pillarme teniendo sexo contra un contenedor de basura o vomitando en el aparcamiento de un pub. Esto era otro nivel de atención. Y no me gustaba especialmente el nivel anterior. —¿Qué estás vistiendo? —gritó alguien desde la multitud. Bien. Definitivamente no me estaban hablando a mí. Mi ropa estaba mucho más cerca de un "qué" que de un "quién". Miffy se echó el pelo hacia atrás y desgranó algo incomprensible que supuse que era una lista de diseñadores. Esto estaba bien. Yo estaba bien. Solo tenía que parecer que pertenecía a este bonito mundo en el que la gente bonita podía tener cosas bonitas. ¿Qué tan difícil puede ser? —¿Ya has fijado una fecha? —El dieciocho. Relájate. Pero no demasiado relajado. Sonríe. Pero no demasiado. Intenté recordar que los periodistas eran como los tiranosaurios. Su visión se basaba en el movimiento. —¿Dieciocho de qué? —Sí —dijo Miffy. ¿Se estaban acercando? Estaba seguro de que se estaban acercando. Tampoco estaba seguro de poder respirar. Ya debían haberme fotografiado lo suficiente, ¿no? La buena publicidad empezaba a ser peor que la mala. Al menos la mala publicidad, o el tipo de mala publicidad al que yo estaba acostumbrado, no te arrinconaba y te gritaba.
Miré la herradura de periodistas, buscando un hueco entre los cuerpos. Pero apenas podía ver por las imágenes posteriores, y la idea de que me agarraran y tiraran de mí mientras intentaba abrirme paso entre un grupo de desconocidos me revolvía el estómago. Estuve a punto de vomitar. Ante la cámara. Otra vez. Otro chasquido, y cuando las estrellas se desvanecieron, me di cuenta de que estaba mirando a este chico directamente a los ojos. Intenté apartarme, pero era demasiado tarde. —¿Es el hijo de Jon Fleming? —gritó—. ¿Estás con los Derechos del Hombre, Miffy? Oh, mierda, oh, mierda, oh, mierda. —Me encantaría charlar… —Su voz fluía y refluye en mis oídos como la marea—, pero tengo que ver un caballo de un hombre. —¿Qué caballo? —¿Qué hombre? Otra tormenta de destellos, esta vez apuntando mucho más directamente a mí. Me pasé un brazo por la cara como un vampiro que intenta limpiarse. —¿Qué pasa, Luc? —¿Te has excedido? —¿Haciendo que el viejo se sienta orgulloso? —S… sin comentarios —murmuré. —¿Te has unido al Club Cadwallader? —¿Qué has estado bebiendo? —¿Estás pasando de página? De ninguna manera, nada de eso era una trampa. —Sin... sin comentarios. —¿El gato te comió la lengua, Luc? —¿Estás drogado ahora mismo? —¿Dónde están tus orejas de conejo? —Es suficiente. De repente había un brazo alrededor de mi cintura. Y entonces fui arrastrado contra el lado de Oliver, justo contra ese cálido y magnífico abrigo. Era lo más patético que había hecho nunca, posiblemente lo más patético del mundo, pero me giré hacia él y escondí mi cara contra su cuello. El aroma de su pelo, tan limpio y, de alguna manera, tan de él, frenó el pánico de mi corazón. —¿De qué te escondes? —Vamos, amigo. Danos una sonrisa. —¿Quién es tu novio?
—Me llamo Oliver Blackwood. —No gritó, pero no tuvo que hacerlo. Había algo en su forma de hablar que cortaba el clamor—. Soy un abogado en Middle Temple, y te sugiero que te apartes de mi camino. —¿Cómo se conocieron? —¿Cuánto crees que vas a durar? —¿Ya lo hiciste en un callejón? Estaba básicamente hecho de espaguetis viejos en este punto, pero Oliver me hizo pasar entre la multitud. No fue tan malo como había imaginado. La mayoría de la gente retrocedía, y cuando no lo hacía, una mirada a la cara de Oliver parecía hacerles recapacitar. Y, todo el tiempo, me refugié en el círculo de su brazo, y nada me tocó más que él. Al final, sin embargo, llegamos lo suficientemente lejos y me tranquilicé lo suficiente como para ser muy consciente de lo imbécil que debía parecer, aferrada a Oliver y temblando como un gatito. —De acuerdo —dije, haciendo un intento de alejarme—, estamos libres. Ya puedes soltarme. El agarre de Oliver se hizo más fuerte. —Todavía nos siguen. Sostente un poco más. Como siempre, Oliver no era el problema. El problema era yo, y lo bien que podría haberme sentido si me lo hubiera permitido. —No podemos hacer esto para siempre. Solo llévame al metro y me las arreglaré desde allí. —Obviamente estás agitado. Vamos a tomar un taxi. Espera. ¿Qué creía que estaba pasando? —Espera, ¿qué es esto? —Te voy a llevar a casa. Ahora deja de discutir conmigo delante de la prensa. —Bien —refunfuñé—. Podemos discutir por el camino. Oliver hizo señas a un taxi que pasaba y que, por supuesto, se detuvo por él en lugar de pasar a toda velocidad con aire de desprecio. Me metió en la parte de atrás y le di mi dirección de mala gana. Y nos fuimos. Sabiendo que Oliver probablemente desaprobaría que no lo hiciera, me abroché el cinturón de seguridad con resentimiento. —Mira, aprecio toda la parte de caballerosidad. Pero no vas a entrar en mi piso en absoluto. —¿Ni siquiera… —Su ceja se levantó con malicia—, si aparezco sin avisar en la puerta después de dejarte plantado?
—Esa fue una situación muy diferente. —Lo cual no altera el hecho de que yo te haya acogido en mi casa y tú me alejes de la tuya. —Bueno, lo siento. Vamos a anotar esto como un ejemplo más de que eres una persona fundamentalmente mejor que yo. —No era eso lo que quería decir. Aunque… —Su expresión se volvió seria en el parpadeo de las luces de la ciudad—, encontré tu comportamiento de esta noche algo... sorprendente. —¿Porque se suponía que tenía que sentarme ahí y aguantar mientras me ignorabas completamente para charlar con el imbécil de Alex Twaddle? Entonces, él masajeó sus sienes. —No te estaba ignorando. Intentaba causar una buena impresión porque entendía que ese era el propósito del ejercicio. —Entonces lo conseguiste —repliqué con más vehemencia que quizás tener sentido en el contexto—. Está claro que pensaron que solo eras genial. —Estoy confundido. ¿Estás enfadado porque lo hice demasiado bien al reflejar positivamente tu gusto por los novios? —Sí. Quiero decir. No. Quiero decir. Vete a la mierda, Oliver. —No veo cómo eso es útil. —No pretende ser útil. —Mi voz rebotó en las paredes del taxi—. Estoy enfadado. No entiendo por qué no estás enojado también. Porque está claro que ha sido una noche de mierda para los dos. —En realidad, tus amigos me parecieron encantadores, siempre y cuando no esperaras que fueran algo que no eran. Lo que hizo que fuera una noche de mierda para mí fue tu afán por demostrar lo poco que piensas en mí. Yo... no había esperado eso. Y, por un momento, no supe qué decir. — ¿Qué? —Soy muy consciente de que no estarías conmigo si tuvieras otra opción. Pero esto no funcionará si no puedes ocultar tu desprecio por mí en público. Oh, Dios. Era el peor de los humanos. —Me burlo de ti todo el tiempo. —Esta noche se sintió diferente. Quería decir que eso era culpa de él. Pero no fue así. Supongo que no esperaba que lo notara. Y mucho menos que le importara. Maldición. —Lo siento, ¿de acuerdo? —Gracias por las disculpas. Pero, en este momento, no estoy seguro de que esté ayudando.
Sí, eso había sido un poco deslucido. —Mira. —Me dirigí al suelo—. Realmente no me creo nada de lo que dije. —Actuaste como si lo creyeras. —Porque yo... pensé que iba a ser diferente. —¿Qué iba a ser diferente? —Pensé que iba a ser como cuando estamos los dos solos. Pero tú no me mirabas. No sabías cómo tocarme. Y se suponía que debías unirte a mí por lo imbécil que es Alex. No que te unieras a él por no haber ido a Oxford. Hubo un largo silencio. —Lucien —dijo Oliver, con esa voz suave y baja que me hacía querer acurrucarme dentro de él. Pero no en el sentido de un asesino en serie. Como, en una forma de manta—. Creo que yo también te debo una disculpa. Nunca quise hacerte sentir incómodo o excluido, y admitiré que no sabía muy bien cómo actuar frente a tus amigos porque, bueno, nunca antes había tenido que fingir ser el novio de alguien. —Hizo una pausa—. Especialmente frente a un par de... ¿Cómo los llamaste? Tontos que creen que el salario mínimo nacional es el caballo de carreras de la duquesa de Marlborough. Se me escapó una risa. —Ya ves. —Oliver me miró con cierta suficiencia—. Yo también puedo ser malo. —Sí, pero ¿dónde estaba cuando lo necesitaba? —Me gusta hacerte sonreír, Lucien. No me gusta hacer que otras personas se sientan pequeñas. —Supongo que puedo vivir con eso. Me quité el cinturón de seguridad y me deslicé hacia él. —Deberías llevar el cinturón de seguridad. Es un requisito legal. Dejé que mi cabeza se apoyara ligeramente, casi por accidente, en su hombro. —Oh, cállate, Oliver.
19 De alguna manera, contra toda razón y sentido de auto conservación, invité a Oliver a mi apartamento. Quiero decir, para darle lo que le corresponde, no cayó muerto de inmediato por el disgusto y la bacteria E. Coli. —Soy consciente —dijo—, que a veces me consideras crítico. Pero, sinceramente, no puedo entender cómo vives así. —Es fácil. Todo lo que hago es tocar algo y, ya sea que provoque alegría o no, lo dejo exactamente donde está. —No estoy seguro de recomendar tocar nada en este edificio. Me quité la chaqueta y, con más conciencia de la situación de la que me hubiera atribuido, la arrojé inmediatamente sobre la pila de calzoncillos más vergonzosa. —Traté de salvarte. Pero no te advertirían. Básicamente, eres la esposa de Barbazul en este momento. —Pensé que te avergonzabas de mí. —Oliver seguía mirando horrorizado la impresionante colección de contenedores de comida para llevar que definitivamente iba a lavar para poder reciclarlos—. Pero resulta que, con razón, te avergonzaste de ti mismo. —Ahí es donde te equivocas. La vergüenza es para las personas que se respetan a sí mismas. Volvió a llevarse los dedos a la frente en ese gesto tan triste y decepcionado que no se estaba volviendo entrañable en lo más mínimo. —Al menos Barbazul mantuvo a sus esposas muertas ordenadamente en un armario. —Sé que probablemente te estás arrepintiendo mucho de nuestra relación falsa en este momento, pero no vuelvas a abandonarme. —No, no. —Oliver puso rígido los hombros como si estuviera en un cartel de propaganda de guerra—. Me tomó un momento. Pero ya lo superé. —Puedes irte si quieres. Pareció muy brevemente tentado. Pero luego volvió a ser todo, autoritario.
—Por el bien de las apariencias, debemos asegurarnos de no repetir los errores de esta noche. No creo que ninguno de los dos haya pensado en cómo estar juntos en público. —Guau —me arrojé con indiferencia sobre el sofá, que estaba en su mayor parte despejado, aparte de dos pares de calcetines y una manta—. Realmente subestimé cuánto trabajo iba a implicar. —Sí, bueno, como dicen los niños: Trágatelo, pastelito. ¿Crees que deberíamos tomarnos de las manos? —¿De verdad dijiste, trágatelo, pastelito? —Pensé que señalar que esto también es mucho trabajo para mí, y que no me quejo, aunque una observación precisa, me habría hecho parecer un mojigato. Lo miré, medio irritado, medio divertido. —Bien pensado. —Entonces, ¿nos tomamos de la mano o no? Al menos, tenías que admirar su capacidad para mantenerse firme. —Eh... realmente no tengo ni idea. —Implica una intimidad real mínima, pero deja en claro que estamos juntos si nos fotografían. —Bueno, me encanta una mínima intimidad real. Oliver frunció el ceño. —Deja de ser frívolo, Lucien, y toma mi maldita mano. Me levanté, me abrí camino de regreso a través de un eslalon de tazas y tomé su maldita mano. —Hmm. —Oliver ajustó su agarre varias veces—. Esto parece forzado. —Sí, siento que mi madre me arrastra por el supermercado. —Entonces, no nos tomaremos de la mano. Intenta tomar mi brazo. —¿No te refieres a tu maldito brazo? Parpadeó agresivamente. —Sólo. Hazlo. Tomé su brazo. Todavía extraño. —Ahora es más como si fuera una tía soltera en una fiesta en el jardín. —¿Así que te hago sentir como un niño o una anciana? ¡Qué halagador! —No eres tú. —Le solté el brazo—. Es la situación.
—Entonces tendremos que ser una de esas parejas que nunca se tocan cuando alguien está mirando. —Pero —me quejé—, no quiero ser una de esas parejas. Ni siquiera quiero fingir ser una de esas parejas. —En cuyo caso, te sugiero que encuentres alguna forma en la que puedas soportar tocarme. —Bueno. —No se me ocurrió nada inteligente, así que dije lo primero que se me ocurrió—. ¿Por qué no tenemos sexo? Su boca se torció con curiosidad. —No creo que sea apropiado en una recaudación de fondos. Bueno. Por un centavo, por libra. —No. Quiero decir, ahora. —¿Perdón? —Jesús, Oliver. —Puse los ojos en blanco—. ¿Quién responde a un por favor, con perdón? —Eso no fue un adelanto. Eso fue... ni siquiera sé qué fue eso. —Solo pensé —dije encogiendo mis hombros. Me dije que no era nada cohibido—, si tuviéramos sexo, sería menos incómodo tocarnos el uno al otro. —Ah, sí. Porque el sexo es conocido por hacer las cosas menos complicadas. —Está bien. Mala idea. Me preguntaste cómo podíamos sentirnos más cómodos tocándonos en público y se me ocurrió una sugerencia. Disculpa por pensar fuera de lo común. Se apartó de mí, luciendo como si estuviera a punto de comenzar a caminar, excepto que mi apartamento no era amigable con el ritmo en el mejor de los casos. Así que solo se movió un rato. —Me doy cuenta de que no me conociste cuando estaba en el pináculo de mi autoestima, pero todavía se necesita más para llevarme a la cama que, ¿Por qué no tenemos sexo? Quiero decir, como ahora. —Primero cenamos. —Cena en la que admites abiertamente que eras un idiota para mí y para tus amigos. Sí, probablemente no sea el momento de hacer bromas. Pero estaba tratando de no insistir en el hecho de que Oliver Blackwood me había derribado de nuevo. —Te diré qué. Dejemos de hablar de cuánto no quieres tener sexo conmigo.
—Lo siento. —Su expresión se relajó un poco, no es que me hiciera sentir mejor—. Sé que no está de moda, pero no creo que el sexo sea algo que debas hacer solo porque es conveniente. —¿Por qué? ¿Se supone que todos deben esperar hasta tener esta conexión profunda y significativa y poder mirarse a los ojos mientras hacen el amor con ternura junto al fuego? Él se impacientó visiblemente. —Realmente crees que soy un maldito mojigato, ¿no? —Si. No, quizás. —Oh Dios. ¿Cómo podría hacer que esto sonara menos… desordenado y necesitado? —No estoy acostumbrado a que una conexión sea algo importante, así que se siente un poco personal que te mantengas negándote a tener sexo conmigo. —¿Qué quieres decir con mantener? —En el cumpleaños de Bridget. Un par de años atrás. Casi nos juntamos, pero en cambio, te enojaste y me dejaste. Me miró con evidente incredulidad. —Lo siento, ¿te insulta que no te violé en una cita? —¿Tú qué? Lo miré con sorpresa. —Recuerdo esa noche, y estabas completamente fuera de sí. No creo que supieras quién era yo, y mucho menos lo que estabas haciendo. —Por el amor de Dios —atajé—. He tenido mucho sexo borracho. Hubiera estado bien. —Oh, Lucien, ¿cómo puedo explicar esto? —Por alguna razón, sonaba triste—. No quiero que hubiera estado bien. Bien no es suficiente. No se trata del fuego abierto o cualquier otro tópico que puedas evocar, pero sí, quiero una conexión. Quiero que te preocupes tanto como yo. Quiero que lo necesites, lo quieras y lo digas en serio. Quiero que importe. Tuvo que dejar de hablar. O iba a... no sé... a llorar o algo así. No tenía idea de lo que estaba pidiendo. No tenía idea de cómo dárselo. —Estoy seguro de que eso es todo... encantador. —Mi boca estaba tan seca que mis palabras chasqueaban—. Pero conmigo, lo que obtienes está bien. Y eso es todo lo que hay. Hubo un silencio muy, muy, muy largo. —Entonces probablemente sea lo mejor que nada de esto sea real. —Eh. Si. Por lo mejor.
Hubo un silencio muy, muy, muy, muy largo. Entonces Oliver me rodeó con el brazo y me apretó contra su costado. Y, Dios sabe por qué, me dejé arropar. —¿Con esto bastará? —¿B… Bastará para qué? —Tocarnos. En público. —Se aclaró la garganta—. No todo el tiempo, obviamente. Sería difícil atravesar puertas. Ahora mismo, podría vivir sin puertas. Giré la cabeza, por un momento, aspirándolo. Y casi pensé, imaginé probablemente, que sus labios rozaron mi sien. —Supongo que servirá —dije. Porque, ¿qué más puedo decir? Que los momentos en que casi funcionó hicieron que todas las veces no se sintiera un poco peor. De todos modos, necesité cada pizca de orgullo que poseía para no seguirlo cuando se alejó. —Entonces. —Metí mis manos en mis bolsillos en caso de que fueran tras él—. ¿Ahora que? Obviamente no querrás quedarte en mi apartamento de mierda. —Lo admito, tengo algunas preocupaciones sobre el estado de tu dormitorio. Pero si me atrapan yéndome, puede parecer que hemos roto. —¿Alguna vez has hecho algo a medias? Pensó en ello. —Me di por vencido alrededor de dos tercios del camino a través de Wolf Hall. —¿Por qué? —No lo sé, de verdad. Es bastante largo y complicado, y creo que me distraje. ¿No es eso precisamente lo que implica estar a medio trasero? De la nada, me estaba riendo. —No puedo creer que estoy fingiendo salir con alguien que acaba de usar la frase, estar a medio trasero. —¿Me creerías si te dijera que lo hice deliberadamente para tu diversión? —No. —No quería que me abrazara de nuevo. No quería que me abrazara de nuevo. No quería que me abrazara de nuevo—. Así es como hablas. —Puede ser, pero parece que obtienes un disfrute único de ello. —Bueno. Ese fue deliberado. Me ofreció una sonrisa lenta, no la que usaba sin esfuerzo con tanta libertad en público, sino algo real, cálido y casi renuente, la cual hizo que sus
ojos brillaran desde adentro como una lámpara que se deja en una ventana en una noche oscura. —Todo bien. Estoy preparado para lo peor. Muéstrame tu dormitorio.
*** —No estaba —dijo Oliver, unos minutos después—, preparado para lo peor. —Oh, vamos. No está tan mal. —¿Cuándo fue la última vez que cambiaste tus sábanas? —Cambio mis sábanas. Se cruzó de brazos. —Eso no es una respuesta. Y si no lo recuerdas es porque ha pasado demasiado tiempo. —Está bien. Cambiaré mis sábanas. Solo, ya sabes, es posible que primero tenga que lavar la ropa. —Traté de no mirar mi ropa, que estaba por todas partes—. Tal vez mucha ropa para lavar. —Vamos a tomar un taxi de regreso al mío. Ahora mismo. —Guau. Esto se está convirtiendo en un episodio de Queer Eye solo con menos hombres atractivos y sin la parte reconfortante en la que te hacen sentir bien contigo mismo. —Realmente lo siento. No tenía la intención de juzgar, pero esta situación, francamente, exige juicio. Quiero decir, ¿cómo no puedes ser miserable viviendo aquí? Levanté las manos con exasperación. —Estoy confundido. ¿Qué diablos te ha dado la impresión de que no soy miserable? —Lucien… —Además, me apresuré sin saber si tenía más miedo de que dijera algo agradable o algo malo, tu casa puede estar limpia, pero claramente tú tampoco eres feliz. Al menos yo lo admito. Un toque de rosa se había deslizado por la parte superior de los pómulos crudamente definidos de Oliver. —Sí, estoy solo. A veces siento que no he logrado lo que debería haber logrado. Sobre la base de una gran cantidad de pruebas, me preocupa no ser
muy fácil de cuidar. Pero no estoy tratando de ocultar eso. Solo estoy tratando de sobrellevarlo. Dios, odiaba que él fuera fuerte, vulnerable, honesto y decente, y todo lo que yo no era. —No eres... completamente difícil de cuidar. Y creo que podría tener algunas sábanas limpias que compré la última vez que me di cuenta de que no tenía sábanas limpias. —Gracias. Sé que a veces soy un poco fanático del control. —¿De veras? —Lo miré ampliamente—. Nunca me he dado cuenta. Desvestimos mi cama, lo que honestamente creo que fue menos asqueroso de lo que Oliver estaba sugiriendo, aunque deseaba mucho que mi… eh, dispositivo de placer personal no hubiera rebotado de las sábanas y aterrizado justo a los pies de Oliver como un perro con ganas de caminar. Excepto, ya sabes, en mi trasero. Lo metí apresuradamente en el cajón de mi mesita de noche, lo que, desafortunadamente, implicó revelar aún más mi colección, ahora que lo pensaba, deprimentemente onanista. Ya sea por vergüenza o valentía, Oliver no dijo nada. Seguí estirando los bordes de mis sábanas nuevas hasta que quedaron lisas y perfectas como la habitación del hotel. A partir de ahí, cambió las fundas de almohada y la funda nórdica, incluso se molestó en abrochar los pequeños corchetes en la parte inferior, lo cual estaba bastante seguro de que ningún ser humano lo hizo nunca. Y, finalmente, empezó a quitarse la ropa. Lo miré sin expresión. O no tan inexpresivo. —¿Qué estás haciendo? —No estoy durmiendo con un traje de tres piezas, y sin querer faltarte el respeto, no quiero especialmente tomar prestado nada de... —hizo un gesto circular que abarcó los varios montones de ropa sucia esparcidas por mi apartamento— esto. —Eso es justo. —Se me ocurrió un pensamiento—. Oye, ¿esto significa que finalmente puedo conocer al corte en V? Tosió de manera extraña. —En el mejor de los casos, serás conocido de paso. —Me lo llevo. Salté sobre mi cama recién aprobada por Oliver y me arrodillé allí, arrugando el edredón y mirando con cierta vergüenza mientras Oliver se desabrochaba la camisa. —Lucien —dijo—. Lo que estás sospechosamente a comerse con los ojos.
haciendo
Ahuequé mis manos alrededor de mi boca.
ahora
se
parece
—Fuera. Fuera. fuera. —No soy un stripper. —Estás literalmente desnudándote ahora mismo. Solo te estoy animando. —Lo que estás haciendo me está avergonzando. Se quitó la camisa, la dobló cuidadosamente, se dio cuenta de que no había ningún lugar donde ponerla y se quedó allí confundido. Pero. ¡Oh, Dios santo! Normalmente tenías que pagar dinero para ver algo así. Quiero decir, estábamos hablando de surcos, crestas, la cantidad justa de cabello, difuso, no peludo, e incluso un par de pequeñas venas juguetonas serpenteando por debajo de la cintura de sus pantalones. ¡Maldición! ¡Quería lamerlo! Maldita sea, dos veces. De repente me di cuenta de que nunca jamás podría quitarme la ropa delante de este hombre. —¿Qué te pasa ahora? —preguntó Oliver—. ¿Y dónde puedo poner mi camisa? —Yo... yo... te buscaré una percha. Y una especie de, no sé, traje de apicultura para mí. Algo que cubra muy bien. Salí corriendo de la habitación y me puse la camiseta más grande y holgada que pude encontrar, junto con mi par de pantalones de salón más holgados y menos ajustados. Quiero decir, no me malinterpretes. Estaba bien con mi apariencia. No había tenido quejas corporales de nadie, y hubo muchas quejas sobre otras cosas, así que no era un problema de reticencia. Pero Oliver era el tipo de fantasía que normalmente ni siquiera me molestaba en tener porque pensaba que era demasiado irreal. Y no tenía idea de lo que un hombre con ese aspecto podría ver en mí. Oh, espera. No tuvo que ver nada. Ese era el trato. Para cuando volví a la habitación, Oliver me estaba esperando con un par de calzoncillos negros que de alguna manera lograron ser sensatos de una manera sexy, su traje sobre un brazo y su camisa en la otra mano. En un momento de pánico, le tiré una percha y salté debajo de las mantas. Definitivamente no estaba mirando a Oliver mientras arreglaba sus prendas a su satisfacción y las colgaba en mi guardarropa completamente vacío. Demonios, a quién estaba tratando de engañar. Lo estaba observando porque
era hermoso, quería hacerlo con él y podría hacerlo con él incluso antes de saber que el corte en V no era una broma. Esto estaba mal. Esto era muy, muy malo. Estaba acostado en la oscuridad junto a Oliver, sin tocarlo y tratando de no pensar en tocarlo, en lo que se sintió como horas después. Lo que significaba, en cambio, que estaba pensando en todo lo demás. Como lo mucho que estaba haciendo por mí, cuando no tenía que hacerlo, y lo mal que lo seguí tratando a cambio. Y cuán aterrador podría ser todo esto si lo dejo. —Oliver —dije. —¿Sí, Lucien? —Realmente lo siento. Por esta noche. —Está bien. Ve a dormir. Pasó más tiempo. —Oliver —dije. —¿Sí, Lucien? —Un poco menos paciente. —Yo solo… no entiendo por qué te preocupas. Me refiero a lo que pienso. La cama se movió cuando él se dio la vuelta, y de repente fui muy consciente de lo cerca que estábamos. —¿Por qué no lo haría? —Bueno, porque eres este... increíble abogado tipo modelo de bañador reducido. —¿Disculpa? —Quiero decir, metafóricamente. Quiero decir, no la parte del abogado. Ese es tu trabajo real. Mierda. Mira, solo digo que eres convencionalmente exitoso y convencionalmente atractivo. Y eres una buena persona. Y yo no lo soy. —No eres una mala persona, en parte porque no hay gente mala y en parte… —Espera. ¿Qué hay de los asesinos? —La gran mayoría de los asesinos asesinan a una persona y se arrepienten por el resto de sus vidas o tienen una razón para hacerlo con la que probablemente simpatizarías. Lo primero que aprendes como abogado criminalista es que las cosas malas no son competencia exclusiva de las personas malas. Supongo que fue una especie de penitencia masoquista por haberlo llamado aburrido antes, pero me escuché a mí mismo diciéndole—: Eres caliente cuando eres idealista.
—Soy caliente todo el tiempo, Lucien. Como acabas de observar, parezco un modelo de trajes de baño. Demonios. No ayuda. Ahora me estaba haciendo reír. —Hablando de eso —continuó—, seguramente no puedes dudar de tus… —Se retorció nerviosamente y deseé poder ver la expresión en su rostro, porque Oliver, sin palabras, era uno de mis Oliver favoritos—. ¿Atractivos? —Te sorprenderías de lo que pueda dudar. —Esta es la razón por la que tuviste sexo. Así que estabas demasiado cansado para contarle a la gente cosas personales al azar a las tres de la mañana—. Además, cuando todo lo que ves de ti mismo es lo que te muestran los tabloides, es difícil creer en otra cosa. Sentí una leve ráfaga de aire cerca de mi cara, como si se hubiera acercado a mí pero lo hubiera pensado mejor. —Eres hermoso, Lucien. Siempre lo he pensado. Como un primer autorretrato de Robert Mapplethorpe. Eh —prácticamente lo escuché sonrojarse—, no el que tiene el látigo en el ano, obviamente. No estaba seguro, pero pensé que Oliver Blackwood acababa de llamarme hermoso. Tenía que ser amable, tranquilo y maduro. —Consejo profesional: cuando felicites a alguien, evita la palabra ano. Se rió entre dientes. —Debidamente anotado. Ahora, en serio, vete a dormir. Ambos tenemos trabajo por la mañana. —Has conocido a Alex. El conocimiento es apenas un requisito en mi oficina. —¿Hay alguna razón por la que intentas mantenerme despierto? —N… no... no lo sé. —Él estaba en lo correcto. Estaba siendo raro. ¿Por qué estaba siendo raro? —¿De verdad crees que soy hermoso? —En este mismo momento, creo que estás molesto. Pero, en general, sí. —Ni siquiera te he dado las gracias por alejarme de esos reporteros. Suspiró, su aliento era cálido bajo el edredón que compartimos. —Tomaré tu silencio como gratitud. —Lo siento... yo... eh... lo siento. Me volví de lado. Luego a mi otro lado. Luego sobre mi espalda. Antes de dar la vuelta al lado con el que intenté empezar. —Lucien —La voz de Oliver retumbó en la oscuridad—. Ven acá. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Ir a dónde?
—No importa. Estoy aquí. —Entonces Oliver se acercó a mi alrededor, todo brazos fuertes y piel suave y el latido de su corazón contra mi espalda—. Estás bien. Me quedé quieto, mi cuerpo no estaba seguro de si quería correr gritando hacia la puerta o simplemente... derretirse por todas partes. —Eh, ¿qué está pasando? —Te vas a dormir. No había forma de que eso estuviera sucediendo. Esto fue demasiado. Fue demasiado. Excepto que, como resultó, él tenía razón, y no lo estaba, y yo lo estaba.
20 —Entonces —le dije a Alex a la mañana siguiente—, lamento mucho haber sido tan idiota anoche. Me miró expectante. —¿Y? —Bueno, eh, debería haber sido más amable contigo. —¿Y? —Y... —Guau, estaba seriamente comprometido a ocultarme esto.... — ¿Soy un mal amigo y un terrible compañero de trabajo? —Oh. —Él frunció el ceño—. Tengo miedo de decir que simplemente no lo entiendo en absoluto. Quiero decir, ir a Wales no fue divertido, pero al menos tenía sentido. —No fue una broma, Alex. Estaba tratando de disculparme por lo de anoche. Pensé que tal vez mi uso de las palabras lo siento y anoche podría haberte dado una pista. —En ese caso, no pienses en ello, hombre. Y, sinceramente, es culpa mía. Debería haber dicho algo en ese momento. Debido a que nos saltamos el plato de pescado, deberías haberte saltado el tenedor de pescado. Me di por vencido. —Bueno. Excelente. Me alegro de haber despejado el aire. Lo siento de nuevo por el tenedor de pescado. —Nos pasa a todos. Una vez en la mesa de honor tuve un momento de abstracción mental y traté de usar un tenedor de ensalada para comer verduras cocidas. Y todos se rieron a carcajadas a mis expensas. —Dios mío. Si. La imagen mental por sí sola es divertidísima. —¿No es así? Me refiero a que los dientes tienen una longitud completamente incorrecta. —Los dientes —ofrecí, con una confianza que mi historial con Alex no respaldaba en absoluto—, están cambiando. Me miró de manera inexpresiva. —Supongo que sí. Es por eso que cambias los tenedores entre cursos.
De vuelta en mi escritorio, repasé lo que se estaba convirtiendo en un ritual matutino ligeramente deprimente: beber café, preocuparme por alienar a más donantes, revisar las hojas de escándalo. Al final resultó que, apenas estaba en ellos, y no solo porque estaba mayormente escondido contra el cuerpo de Oliver. Casi todos los artículos trataban sobre Miffy: qué vestía, adónde iba, cuándo podría casarse Alex y ella. Oliver y yo fuimos felizmente relegados a los "también con", aunque un interno emprendedor había logrado desenterrar al diseñador del abrigo de Oliver. Y sabías que era el tipo correcto de cobertura de prensa cuando la gente escribía más sobre lo que vestías que sobre lo que hacías. Incluso obtuve una mención superficial en Horse & Hound, a pesar de ser ninguno de los dos. Esto me dejó para lidiar con el flujo interminable de crisis innecesarias que siempre afligían al Beetle Drive, como la vez que Rhys Jones Bowen me dijo que el lugar estaba reservado doblemente porque había mezclado el Royal Ambassadors Hotel Marylebone con el LaserQuest, quien estaba tratando de organizar la despedida de soltero de su amigo. O la vez que se perdieron las invitaciones impresas y pensamos que se habían perdido en el correo, pero resultó que Alex había estado usando la caja como un taburete durante tres meses. Y no olvidemos cuando la Dra. Fairclough canceló brevemente todo el evento porque decidió que el término escarabajo no era suficientemente riguroso científicamente, y se echó atrás solo cuando le recordamos que en realidad no estaba en el nombre oficial del evento. Hoy, fue Barbara Clench, nuestra directora de oficina dogmáticamente frugal, cuestionando la necesidad de liberar fondos con el propósito de, ya sabes, operar nuestra recaudación de fondos. Lo que significaba que estaba ocupado con el correo electrónico la mayor parte del día, ya que nuestra capacidad de trabajar en equipo con éxito se basaba en un entendimiento mutuo de que nunca jamás nos hablaríamos en persona. Estimado Luc: He estado mirando los costos del hotel y me pregunto si realmente lo necesitamos. Saludos cordiales, Barbara *** Querida Barbara: Sí. Es donde estamos teniendo el evento. Saludos cordiales,
Luc *** Estimado Luc, He estado pensando en eso, y me preguntaba si no sería más práctico para los donantes quedarse en casa y contribuir por teléfono durante un período preaprobado. Saludos cordiales, Barbara *** Estimada Barbara: Agradezco su compromiso de ayudar a que el Beetle Drive funcione sin problemas. Desafortunadamente, las invitaciones ya se han impreso y el evento se ha anunciado como una "cena y baile" y no como un "quédese en casa y llámenos tal vez”. El costo del hotel debe estar más que cubierto por el precio del boleto. Saludos cordiales, Luc *** Estimado Luc: ¿Podríamos al menos elegir un hotel más barato? Saludos cordiales, Barbara *** Estimada Barbara, No. Saludos cordiales,
Luc *** Estimado Luc: Considero que su último correo electrónico es inapropiadamente breve. Llevaría este asunto a nuestro Departamento de Recursos Humanos, pero no tenemos uno. Saludos cordiales, Barbara PD: Gracias por presentar una solicitud de pedido de una nueva grapadora. Esta solicitud de requisición ha sido denegada. *** Estimada Bárbara, Quizás podría preguntarle al Gerente de la Oficina si podemos liberar recursos suficientes para contratar un Departamento de Recursos Humanos. Quizás también podrían prestarme una grapadora. Saludos cordiales, Luc *** Estimado Luc: No hay lugar en el lugar de trabajo para las bromas. Los remito al memorando del mes pasado sobre la nueva política de sujeción de papel. Por motivos económicos y medioambientales, exigimos que todos los documentos estén encuadernados con etiquetas de tesorería reciclables. Esperamos que se reutilicen siempre que sea posible. Saludos cordiales, Barbara ***
Estimada Barbara, Por favor, pague el hotel. El gerente me acaba de llamar y corremos el riesgo de perder la habitación. Saludos cordiales, Luc PD: Nos hemos quedado sin etiquetas de tesorería. *** Estimado Luc: Si se le han acabado las etiquetas de tesorería, envíe un formulario de solicitud. Saludos cordiales, Barbara *** Estaba redactando una respuesta devastadora, porque definitivamente tenía una y fue absolutamente un buen uso del tiempo de oficina, cuando sonó mi teléfono. Era un mensaje de texto de Oliver que, según me informó la vista previa, comenzaba con las palabras Malas noticias. ¡Oh, maldición! Oh, maldición, oh, maldición, oh, maldición. Sin que yo se lo dijera, mi cerebro comenzó a rellenar cientos de formas diferentes en las que esa oración podía terminar. Y probablemente dijo algo sobre el lugar desordenado en el que estaba con el juicioso Oliver, por lo que mi mente fue directamente a "Estamos rompiendo" en lugar de "Mi abuela ha muerto" o "Tengo sífilis”. Sin embargo, fui desordenado, ¿no? Había sido un maníaco total anoche. Tuvo que rescatarme de los reporteros y luego abrazarme hasta que me fui a dormir como si fuera un cachorro muy nervioso. Y por la mañana, me desperté desparramado encima de él, e hice un gran escándalo por que se fuera, lo que obviamente había sido porque todavía estaba medio dormido y no pensaba con claridad, aunque recordé haber hecho algunos argumentos bastante contundentes. Después de todo eso, quería romper conmigo y fui yo. Al final hice lo maduro: metí el teléfono en el cajón sin leer el mensaje y me fui a tomar un café. En circunstancias normales, nunca me habría sentido
aliviado de ver a Rhys Jones Bowen haciendo algo, pero el hecho de que ya estuviera instalado en la máquina de café significaba que toda esta operación iba a llevar unas tres veces más de lo que hubiera sido de otra manera, y eso era exactamente lo que necesitaba. —Gracias a Dios que estás aquí, Luc —exclamó—. Nunca puedo recordar. ¿Es agua por delante y café por detrás, o al revés? —El café va en la canastilla que tiene restos de café. Y el agua entra en la parte trasera que ya está medio llena de agua. —Ah, ya ves, eso es lo que estaba pensando. Pero sabes cuando obtienes una de esas cosas y siempre lo haces al revés, y luego, incluso cuando lo haces bien, te tropiezas y lo haces al revés de todos modos. Estaba a punto de decir "no" en mi tono más fulminante, pero en realidad, eso era una especie de cosa. Lo conseguí yo mismo con el número de m en accommodation11. Y el número de c para el caso. Además, Oliver lo habría desaprobado. Oliver, que acababa de enviarme un mensaje de texto diciendo que tenía malas noticias, que iba a tener que mirar en algún momento y lidiar con ellas, y probablemente ser lastimado y... mierda, ¿cuál era el punto de una actividad de desplazamiento si no desplazó nada? —Sé lo que quieres decir —dije. Y se deslizó en una útil posición de espera, mientras Rhys Jones Bowen navegaba por las complejidades de, para ser justos, algo complicada máquina de café. —Oh, hermano. —Golpeó el dorso de la mano contra la boquilla del vaporizador—. Siempre olvido que está ahí. Hará ampollas ahora, y esa es también mi mano para escribir. Reprimí un suspiro. —¿Por qué no vas a ver a Alex por un poco de aloe vera? Terminaré aquí y dejaré tu café en el escritorio. Hubo una pausa desconcertada. —Eso es muy decente de tu parte, Luc. —Para que alguien me hiciera un cumplido leve, sonaba preocupantemente sorprendido—. ¿Todo está bien? ¿Ha sido visitado por el fantasma de los oficinistas del pasado? —¿Qué? No. Soy... soy una persona útil. —No, no lo eres. Eres un idiota total. Pero tomaré el café de todos modos, muchas gracias. Se fue en busca de un remedio para quemaduras y terminé de recargar la máquina de café. Mientras esperaba a que se filtrara, busqué en el fregadero, los armarios y el escurridor en busca de tazas limpias, y no encontré ninguna. Este 11
Accommodation – significa alojamiento. Para mejor entendimiento de la oración se dejó la palabra en inglés en lugar de español.
era el problema de las buenas acciones: se intensificaron. Estaba limpiando un anillo particularmente obstinado de la preciada taza de dragón galés de Rhys cuando la Dra. Fairclough asomó la cabeza por la puerta y dijo—: Negro, sin azúcar, ya que estás haciendo. Gah. Excepto que no, no gah. Perfecto. Todavía a la espera de que el café se filtre, volví a mi oficina, con la intención realmente seria de revisar mi teléfono como un adulto con sentido de las proporciones. Pero, maldición, ¿qué pasaría si las malas noticias significaran que los periódicos habían tomado la salida de anoche y la convirtieron en algo horrible para los dos? Drunk Rock Kid Abducts Lawyer Shock. O tal vez uno de los ex novios de Oliver había regresado en avión desde París para decir, Querido, acabo de recordar que eres la persona más maravillosa que he conocido y nunca debí haberte dejado. Huyamos juntos de inmediato. Bueno, nunca lo sabría a menos que mirara. No miré. El cajón permaneció cerrado acusadoramente mientras yo encendía Outlook y con los dedos tensos escribí una respuesta mucho más conciliadora a Barbara. Querida Bárbara: Perdona mi mala educación anterior. Estoy preparando una ronda de tés/cafés para la oficina. ¿Te gustaría uno? Luc *** Querido Luc: No. Saludos cordiales, Barbara *** En esta única ocasión, admitiré que me lo merecía. La rama de olivo regresó al remitente, volví a la cocina, donde serví dos cafés, negro para la Dra. Fairclough, leche y demasiado azúcar para Rhys Jones Bowen, y me dediqué a hacer mis entregas. Tenía alguna esperanza de poder arrancarles unos minutos de conversación ociosa, lo cual, al menos en el caso de la Dra. Fairclough, debería haberme dado cuenta de que era una esperanza
tan vana que Carly Simon podría haber escrito una famosa canción enigmática al respecto. Normalmente, hubiera podido contar con Rhys Jones Bowen, pero estaba distraído recibiendo un tratamiento botánico para quemaduras de Alex. Todo lo cual me dejó sin otra opción que leer el texto de Oliver. Y cuando lo expresé así, me sentí realmente tonto por reaccionar con tanta fuerza. Aunque no es tan tonto que mi teléfono no se asentó en mi escritorio durante otros cinco minutos mientras lo encendía. Si, por alguna razón, Oliver hubiera decidido que no podía hacer esto, probablemente no arruinaría mi vida. Ya había tenido buena publicidad. Y para cuando los tabloides se dieron cuenta de que no nos habían visto juntos por un tiempo, sería demasiado tarde para que publicaran los inevitables titulares de El Hijo Playboy de Fleming Ahuyenta al Agradable Abogado Defensor antes de Beetle Drive. Además, si Oliver estaba rompiendo, decía más sobre la situación que sobre mí. Y, honestamente, ambos estaríamos mejor si no tuviéramos que navegar por toda esta extraña cosa de fingir estar saliendo el uno con el otro que nunca debería haber aceptado hacer en primer lugar. Esto fue lo mejor. Definitivamente lo mejor. Tomé aliento y abrí el texto: Malas noticias, decía. Caso grande. Me temo que estaré bastante ocupado durante la próxima semana. Oh, que me jodan. ¿Qué tipo de idiota tecnológicamente analfabeto inicia un mensaje de “malas noticias” cuando, en el peor de los casos, las noticias son promedio? Estaba tan malditamente aliviado que en realidad estaba enojado. Por supuesto, Oliver probablemente no había tenido en cuenta mi creencia profundamente arraigada, y repetidamente validada, de que todo lo bueno en mi vida estaba esperando el momento perfecto para irse a la mierda y dejarme. También había la más mínima posibilidad de que pudiera haber estado siendo un poco reina del drama. Una vez que mis manos dejaron de temblar, respondí: ¿Es esta solo una forma educada de decir que necesitas tiempo para recuperarte de mi departamento? No voy a mentir Fue bastante terrible. Pero hubo algunas compensaciones. ¿Como qué? Pregunté. Tú. Me quedé mirando la palabra durante mucho tiempo. Recuerda que esto es falso. Recuerda que esto es falso. Recuerda que esto es falso.
21 Fue la semana más larga de la historia. Lo que no tenía sentido porque solo había tenido un novio falso durante diez minutos. Y no era como si alguna vez hubiera sido el Sr. Sabe Qué Hacer Consigo Mismo, es solo que antes de que llegara Oliver, me había resignado a toda una vida navegando por Grindr, y luego enloqueciendo en caso de que me reconocieran y terminara en los periódicos de nuevo, y decidiendo en cambio pasar las noches medio vestido bajo muchas mantas viendo Scandi-noir en Netflix y odiándome a mí mismo. Y ahora yo... no sé... ¿supongo que no? Seguía enviando mensajes de texto porque, por supuesto, lo haría. Aunque principalmente dijo cosas como, Agarrando un panecillo. El caso es complicado. No puedo discutirlo. Disculpas por la falta de la foto del idiota. Lo cual fue encantador durante unos tres segundos, y luego me hizo extrañarlo. ¿Y qué pasó con eso? ¿Estaba mi vida realmente tan vacía que Oliver podía entrar en ella, sentarse y empezar a ocupar espacio? Quiero decir, probablemente lo estaba. Pero de alguna manera, incluso después de tan poco tiempo, no podía imaginarme a nadie haciendo eso excepto él. Después de todo, ¿quién más podría ser tan molesto? Y pensativo. Y protector. Y secretamente divertido. Y... maldito. A las nueve de la noche del martes, a mitad de camino de un episodio de Bordertown, al que no había prestado atención, llegué de repente a la conclusión de que todos mis problemas se resolverían si ordenaba mi apartamento. A las nueve y treinta y seis del martes, llegué abruptamente a la conclusión de que había sido la peor idea de mi vida. Empecé a intentar poner las cosas en lugares, pero los lugares donde quería poner las cosas ya estaban llenos de cosas que no eran las cosas que se suponía que debían ir en esos lugares, así que tuve que sacar las cosas de los lugares, pero no había lugares para poner las cosas que vinieron de los lugares, entonces traté de volver a poner las cosas en los lugares pero no volvieron a los lugares, lo que significaba que ahora tenía más cosas y ningún lugar para poner las cosas, y algunas de las cosas estaban limpias y algunas de las cosas no estaban muy limpias, y las cosas que no estaban limpias se estaban mezclando con las cosas limpias y todo era terrible y quería morir. Traté de tumbarme en el suelo y sollozar patéticamente, pero no había espacio. Así que me acosté en mi cama, que estoy seguro que todavía olía levemente a Oliver, y sollocé patéticamente allí. Bien hecho, Luc. No es mucho de un perdedor.
¿Qué me pasaba? ¿Por qué me estaba haciendo pasar por esto? Todo esto fue culpa de Oliver con sus ojos de tú eres especial y su mierda de eres hermoso Lucien, medio convenciéndome de que valía algo. Cuando supe exactamente que valía hasta el puto centavo más cercano. Entonces sonó mi teléfono y estaba en tal lío que sin querer lo contesté. —¿Eres tú, Luc? —balbuceó mi maldito padre. —Eh. —Me incorporé de un salto, limpiándome los mocos y las lágrimas, tratando desesperadamente de no sonar como si hubiera estado llorando—. Él habla. —Siento lo de Reggie. Él tiene que lidiar con muchas cosas por mí. Eso nos hizo dos. —Está bien. Yo… —Me alegra que me hayas contactado. Sé que esto es difícil para ti. No jodas. —Sí, pero probablemente no debería haberte dicho que te jodas y muérete literalmente. —Tienes razón en estar enojado. Además —repuso una risa de “he vivido, experimentado y descubrí dónde está mi alegría”—, es lo que habría hecho tu madre cuando tenía tu edad. Es lo que yo también habría hecho. —Detén eso ahora mismo. No puedes buscar a ninguno de ustedes en mí. Un momento de silencio. Y, honestamente, no estaba seguro de esperar que lo empujara o no. Que lucharía por mí. —Si así es como quieres que sea... —dijo. —Así es como quiero que sea. —Tomé aliento—. ¿Qué pasa ahora? —Como dije en casa de tu madre, quiero conocerte. Cómo sucede eso, si eso sucede, depende de ti. —Lo siento. Como nunca tuve la intención de conocer al padre que me abandonó cuando tenía tres años, no tenía esto planeado con anticipación. —Bueno, ¿qué tal esto? Filmaremos en la granja en un par de semanas. ¿Por qué no vienes el domingo? Para entonces deberíamos haber terminado y tendremos tiempo para hablar. Era vagamente consciente de que mi padre tenía un absurdo retiro creativo de granja/estudio de estrella del rock en algún lugar de Lancashire, cerca de donde él creció. —Bien. Envíame los detalles. Y —agregué, bastante agresivamente—, llevaré a mi novio. ¿Es eso un problema? —De ningún modo. Si es importante para ti, me gustaría conocerlo.
Eso le quitó el viento a las velas. No esperaba exactamente que mi padre resultara ser un homofóbico, pero me sentí realmente cómodo creyendo cosas malas sobre él. —Oh. Genial. —Fue bueno hablar contigo, Luc. Te veré pronto. Colgué. Era el único movimiento de poder que me quedaba, pero lo iba a utilizar. Desafortunadamente, usarlo me dejó tan exhausto, especialmente después de mi absoluto fracaso para hacer una diferencia significativa en mi existencia, que simplemente me puse el edredón sobre mi cabeza y me quedé profundamente dormido en mi ropa. La próxima vez que miré mi teléfono, fue muchísimo más tarde, y dormí con doce mensajes de texto de Oliver y mi alarma. Los textos decían: Te extraño. Lo siento. ¿Fue demasiado? Sé que solo han pasado unos días. Quizás por eso la gente no quiere salir conmigo. No es que realmente vayas a salir conmigo de todos modos. Espero no haber sonado presuntuoso. Probablemente estoy sonando realmente raro ahora. Supongo que no estás respondiendo el mensaje de texto porque todavía estás dormido. No porque creas que soy asquerosamente pegajoso. Si estás despierto y crees que soy repugnante y pegajoso, ¿podrías al menos decírmelo? Correcto. Probablemente estés dormido. Y ahora vas a despertar y leer todo esto y me voy a morir de vergüenza. Lo siento. Y la alarma decía, "Vas a llegar tarde al trabajo, cara de gallo". Pero todavía me detuve lo suficiente para responderle a Oliver. Yo también te extrañaba, pero luego me enviaste un millón de mensajes de texto y fue como si estuvieras en la habitación. ¿Todavía no tienes la foto del idiota? También nos encontraremos con mi papá el próximo domingo. Espero que esté bien De alguna manera, a pesar de que mi apartamento aún lucía como una bomba que había pensado en explotar, me deprimí demasiado y me senté en la esquina comiendo Pringles y llorando, estaba de un extraño buen humor. Creo que tal vez me gustó despertarme con Oliver.
Como de costumbre, llegar tarde a la oficina no significaba mucho, excepto que estaba consciente de los más pequeños pinchazos de culpa y me perdí la oportunidad de contarle un chiste a Alex, lo cual fue una especie de decepción y alivio al mismo tiempo. Me lancé a lo que yo llamé de manera irónica mi trabajo, estaba… cautelosamente complacido de descubrir un correo electrónico de un par de donantes que previamente habían retirado su apoyo a Beetle Drive. Estimado Luc, Muchas gracias por su correo electrónico. Adam acaba de enterarse hoy de que nuestro retiro de Johrei ha fracasado, por lo que, después de todo, podríamos hacer el Beetle Drive. Nos encantaría aceptar su invitación para almorzar y ponernos al día. Namaste Tamara Oh Dios. Realmente no tenía donantes favoritos o menos favoritos porque, y soy consciente de que digo esto como alguien que ha vivido toda su vida de las regalías de un álbum que su madre escribió en los 80, la gente rica es idiota. Adam y Tamara Clarke tenían un sabor particular de irritabilidad, eso debido a que se habían vuelto más ricos de lo que cualquier ser humano tenía derecho a obtener mientras constantemente insistían en lo exageradamente éticos que eran y pasaban por alto el hecho de que obtuvieron su capital inicial porque él era un banquero de inversión alrededor del 2008. Dirigían esta cadena de restaurantes de comida integral de estilo de vida vegano llamada Gaia. Porque, por supuesto, se llamaban Gaia. Y, ahora que lo pensaba, también significaba que tenía que trabajar en algún lugar para llevarlos a que Barbara Clench no solo liberara los fondos para pagar, sino que no sirviera productos animales, no fuera propiedad del cliente y no parecería un intento de apoyar a su competencia. Lancé un suspiro desesperado. —Bueno, que me jodan de lado con una berenjena al horno. —¿Algo en lo que pueda ayudarte, Luc? —Rhys Jones Bowen, que pasaba de camino a la máquina de café o a la unidad quemada, asomó la cabeza por la puerta—. Quiero decir, no con eso. No es que yo esté juzgando. —Era una berenjena retórica, Rhys. —No estoy seguro de que eso lo mejore. Ahora, ¿cuál es el problema? —Solo —moví una mano desdeñosa—, cosas de donantes. Entró sin ser invitado y se dejó caer en la silla libre. —Bueno, déjame escucharlo. Un problema compartido es un problema que tienen dos personas.
—Me temo que no vas a poder hacer mucho bien aquí. No, a menos que conozcas un café/restaurante barato pero no insultantemente barato, idealmente un poco moderno e indie, pero no amenazadoramente moderno e independiente, específicamente un café/restaurante vegano al que pueda llevar a Adam y Tamara Clarke. —Oh, eso es fácil. Llévalos a Bronwyn's. Mi boca se hundió por un momento. —¿Quién es Bronwyn? —Amiga mía desde hace mucho tiempo. Ella es vegana y está haciendo una representación. —Está bien —dije vacilante—, eso suena prometedor. Solo para comprobar, ¿está sucediendo esta ventana emergente en Aberystwyth? —Luc, me parece ofensivo la forma en que asumes que sólo sé cosas de Wales. Está sucediendo en Islington. Aunque es de Aberystwyth. —¿Y ella definitivamente es vegana? ¿No es vulcanólogo o veterinario? —Encuentro tu falta de confianza un poco hiriente, Luc. —De hecho, parecía bastante herido—. Tenemos veganos en Wales. Y no me refiero solo a las ovejas. —Lo siento. —Eso último fue una broma. Puedo hacerlo porque soy de Wales. Y así puedes reír. El momento, como había sido siempre, había pasado mucho. Pero me estaba haciendo un favor, tal vez, así que me obligué a emitir un silbido que esperaba que sonara moderadamente divertido. —Pero no —prosiguió Rhys a la defensiva—, definitivamente es vegana. Lo recuerdo porque solía ser vegetariana, pero luego me explicó que sentía que no era éticamente defendible ser vegetariana pero no vegana debido a la compleja interdependencia de la explotación animal en la agricultura industrializada. Por ejemplo, Luc, ¿sabías que hay dos tipos de pollos, uno para poner huevos y otro para comer, y debido a que solo necesitamos las gallinas para los huevos, los pollos de huevo chico simplemente son arrojados a una licuadora grande y utilizado como comida para gatos? —Eh. Yo no lo sabía. Gracias por arruinarme los huevos. —Sí, pero son brillantes con los soldados, ¿no? Como en la mayoría de las conversaciones con Rhys Jones Bowen, realmente no estaba seguro de cómo habíamos llegado hasta aquí. —De todos modos, volviendo a que guardes mi sustituto de tocino vegano. Esta Bronwyn, que solía ser vegetariana de Aberystwyth y ahora es vegana en Islington, ¿es ella... cómo digo esto... realmente buena?
Se rascó la barba distraídamente. —Ella ganó el premio South Wales Echo Food and Drink hace un par de años. Aunque se casó con una inglesa, por lo que su gusto es cuestionable. —Espera. ¿Bronwyn es lesbiana? —Sería un poco extraño de su parte casarse con una mujer si no lo fuera. —No, simplemente asumí que todos tus amigos serían más... —Eso es bastante homofóbico de tu parte, Luc, si no te importa que te lo diga. —Se puso de pie y regresó al pasillo, deteniéndose en el umbral para darme una mirada severa—. No eres el único gay en el pueblo, ¿sabes? Bueno, eso fue lo que me dijeron. *** Aquella noche, mientras empujaba el desorden alrededor de mi apartamento como un Sísifo a medias, recibí un mensaje de texto y un archivo adjunto de Oliver. Y estuve brevemente muy emocionado hasta que me encontré mirando los ojos bondadosos y brillantes del difunto sir Richard Attenborough. ¿Qué demonios es esto? Envié de vuelta. Una foto del idiota. No eres gracioso, le dije riendo. Y definitivamente no te extraño ahora. Unos minutos después... Me alegra que hayas elegido comunicarte con tu padre. Yo no. Puedo ver que lo estés manejando bien. Soy inseguro. Dime cuán maduro estoy siendo. Creo, y de alguna manera pude escucharlo como una voz apagada, las personas genuinamente maduras no exigen elogios por ser maduros. Pasos de bebé, escribí. Alabado sea de todos modos. Estás siendo muy maduro y estoy muy impresionado. ¿Era esa tu voz sarcástica? Leí con tu voz sarcástica. Estoy realmente orgulloso de ti. Solo pensé que sonaría condescendiente decirlo. Debes haber notado que no tengo respeto por mí mismo. Hubo una pausa. No creo que eso sea cierto. Creo que acabas de olvidar dónde lo pusiste.
Bueno, has visto mi apartamento. Normalmente terminaríamos aquí, con él diciéndome algo semi amable y yo sin saber cómo lidiar con eso. Pero esta noche, por alguna razón, no estaba listo para dejarlo ir. Sé que no puedes hablar de eso, bla, bla, bla. Pero, ¿estás bien? ¿El trabajo bien? ¿Todo bien? Guau. Mírame actuando con calma. Refrescante como un maldito pepino. Hubo una pausa de Oliver más larga que la promedio. Oh, maldición, lo había empujado demasiado lejos. O se había quedado dormido. Sí, dijo finalmente. Simplemente no estoy acostumbrado a ello. Dejó esa media oración colgando durante mucho tiempo. Entonces, Lo siento. Pulsé Enviar demasiado pronto. Está bien, él no se salía con la suya. Me gustaría la segunda mitad, por favor. No quise enviar la primera mitad. Bien. Lo hiciste. Y como frases de cinco palabras, NO ESTOY acostumbrado es casi tan malo como NECESITAMOS HABLAR. Lo siento. Lo siento. ¡¡¡OLIVER !!! Simplemente no estoy acostumbrado a tener algo en mi vida que sea tan importante para mí como mi trabajo. Escribí, Realmente te estás tomando en serio este asunto del novio falso, ¿no? Pero no tuve el corazón para enviarlo. En su lugar, intenté, ¿qué pasa con tus miles de millones de otras relaciones? Ellos eran diferentes. Y, mientras mi pulgar estaba a mitad de camino... Por cierto, creo que deberíamos almorzar mañana. Y de nuevo, antes de que yo pudiera responder: Quiero decir, si está de acuerdo. Soy muy consciente de que el objetivo de este ejercicio era generar publicidad positiva para ti. Lo cual no podemos si no nos ven en público. Así que almorzamos como sugerí. En mi otro texto. Entonces entró en pánico.
Como un francotirador de clase mundial, estaba bien situado para leer las señales. Hubo muchas cosas que podría haber hecho. Podría haberme burlado de él, presionarlo o provocarlo. Pero ninguno de ellos parecía correcto en ese momento. Así que... lo dejé ir. Eso suena genial, le envié, pero ¿qué pasa con tu caso? Si tuvieras la bondad de traerme algo. Un rollo o algo. Pensé que podríamos comerlo en un banco. Juega bien tus cartas. Te conseguiré un paquete de patatas fritas para acompañar. No será necesario, gracias. Una pausa. Me estás tomando el pelo, ¿no? Supongo que lo sabrás mañana. Reúnete conmigo junto a la estatua de Gladstone a la 1. Iremos a un lugar agradable y fotografiable. Dios, estaba... pensativo. Y ante cualquier mensaje de texto equivalente al silencio que siguió a su último mensaje, me senté en mi sofá con las rodillas debajo de la barbilla, mi cerebro daba vueltas sin descanso. Era ese espacio extraño donde en realidad no sabía lo que estaba pensando, solo que ese pensamiento estaba sucediendo. Pero luego vino esta calma, como una fina lluvia en un día demasiado caluroso. Demonios, tenía una cita para almorzar. Con un abogado. Una cita falsa para almorzar, es cierto. Pero un verdadero abogado. Y de repente mi trabajo no se veía tan mal. Y mi apartamento no parecía tan imposible. Y no me sentía tan vacío. Agarré mi teléfono de nuevo, salté al grupo de WhatsApp, que actualmente se llamaba All About That Ace, y envié un grito rápido pidiendo ayuda: He sido muy mal adulto durante demasiado tiempo. Mi apartamento es inhabitable. Tengo un novio falso horrorizado. ¡AYUDA! Priya fue la primera en responder. Luc, ¿solo nos envías un mensaje cuando quieres algo? Seguido por Bridget. VENGO A AYUDARTE. SOLO DIME CUÁNDO Y DÓNDE. ¿¿¿¿¿CÓMO ES TU FALSO NOVIO????? Oh, querida. Demasiado para no contárselo a todos mis amigos. Tal vez podría pedirles que se mantengan en silencio al respecto. ¿Qué decía eso? Tres pueden guardar un secreto si dos de ellos se esfuerzan mucho, mucho. Mi apartamento, escribí. Este fin de semana. Te pagaré en pizza. Aunque, francamente, eso podría empeorar las cosas.
¡NO pidas pizza! De alguna manera, James Royce-Royce sonaba a campamento incluso en el texto. Todas las grandes cadenas están dirigidas por nazis. Y también la pizza es terrible. Haré un picnic y lo traeré conmigo. ¡¡¡¡FIESTA DE LIMPIEZA!!!!!!! Bridge, por supuesto. Creo que había tenido sus bloqueo de mayúsculas atascado desde el 2002. ¡¡¡¡¡ESTOY TAN EMOCIONADA!!!!! ¿¿¿¿¿CÓMO ES TU FALSO NOVIO????? Entonces Priya escribe: Solo me quieres para mi camioneta, ¿no? Supongo, no pude evitarlo, que les dices eso a todas las chicas. ¿CÓMO ES TU FALSO NOVIO????? Lo que les digo a todas las chicas es que esa es mi escultura. ¿Quieres sexo? LUC, TE SEGUIRÉ PREGUNTANDO CÓMO ESTÁN LAS COSAS CON OLIVER HASTA QUE RESPONDES O MIS PULGARES CAEN. Me compadecí de ella. O tal vez con todos los demás. Es maravilloso. Nos vamos a casar. ¿Por qué crees que necesito limpiar mi apartamento? ¡¡¡ERES SARCÁSTICO, ESO SIGNIFICA QUE LE GUSTA EN SECRETO!!! ¡¡¡NOS VEMOS EL SABADO!!! ¡¡¡NO PUEDO ESPERAR!!! A partir de ahí la conversación pasó a otras cosas, y aguanté el tiempo suficiente para demostrar que, dijera lo que dijera Priya, no solo hablaba con mis amigos cuando necesitaba algo de ellos. Luego, un poco más para demostrar que no me quedé solo, para demostrar que no solo hablaba con mis amigos cuando necesitaba algo de ellos. Luego un poco más de eso porque me di cuenta de que Priya había tenido razón todo el tiempo y yo era una mala persona. Y, además, fue lindo. No me había dado cuenta de lo mucho que me había alejado de ellos, porque de todos modos habían seguido remando hacia mí. Pero tuve que hacerlo. Y no debería haberlo hecho.
22 Las fotos de Oliver y yo almorzando en un banco cerca de una estatua de Gladstone no fueron exactamente los titulares: Dos Hombres Comen Sándwiches nunca obtendrían la tracción de Los Vómitos de las Celebridades Menores en Otras Celebridades menores, pero estaban ahí, mostrándome en toda mi gloria no amenazadora de tener un buen novio. Almorzamos nuevamente el viernes, sin muchas expectativas de que nadie se preocupara, pero sentimos que deberíamos mantener las apariencias de todos modos. Y también a mí, ya sabes, me gustó, ya sabes, verlo a él. Y esas cosas. Es cierto, no iba a durar porque en un momento discreto después del aniversario de sus padres, iríamos por caminos separados sin necesidad de volver a hablarnos nunca más, pero tal vez eso fue... ¿algo bueno? Resultó que había mucha menos presión cuando todo era fingir. Y, por ahora, no tenía que pensar demasiado en lo que haría cuando dejara de fingir. El sábado llegó y, a pesar de que Bridge aseguraba en mayúsculas que estaba impaciente por venir a ordenar mi apartamento, no me sorprendió del todo recibir una llamada de ella a las nueve de la mañana. —Luc —se lamentó—. Lo siento mucho. Tenía muchas ganas de ir a la fiesta de limpieza. Pero no creerás lo que pasó. —Dime qué pasó. —Realmente no puedo hablar de eso, pero ¿conoces Las Espadas Elfas de Luminera? Robert Kennington, serie de novelas de fantasía de veintitantos que ha estado en marcha desde finales de los setenta. —¿No murió? —Si. En 2009, pero le dio sus notas a Richard Kavanagh, e iba a escribir los últimos tres libros de la serie. Pero luego, el primero tuvo que dividirse en otros tres libros para su publicación, y los otros dos se dividieron en una cuatrilogía y una tetralogía... —¿No son esos dos conjuntos de cuatro? —Hay una diferencia técnica, pero no tengo tiempo para entrar en eso ahora. De todos modos, el punto es que todo iba muy bien y Netflix estaba interesado en optar por los libros tres, siete y nueve, y estábamos tratando de que vieran uno, dos y seis, y creo que estaban a punto de hacerlo. Pero ahora Kavanagh también ha muerto. Y Raymond Carlisle y Roger Clayborn están diciendo que él quería que se hicieran cargo, y se niegan a colaborar entre ellos.
—Sí —dije—, eso suena... complicado. —Lo sé. Y probablemente estaré en una conferencia telefónica todo el día. Si no puedo hacer que lo resuelvan, definitivamente me despedirán. Puse los ojos en blanco, solo porque ella no podía verme. —No te van a despedir, Bridge. Nunca te despiden. Siguen haciéndote lidiar con este tipo de tonterías porque en realidad eres fantástica en tu trabajo. Hubo un largo silencio. —¿Te sientes bien? —Genial. ¿Por qué? —No recuerdo la última vez que dijiste algo bueno sobre, bueno, cualquier cosa. Pensé en esto un poco más de lo que me sentía cómodo teniendo que pensar en ello. —Cuando te hiciste ese nuevo corte de pelo. El del lindo flequillo. Te dije que te quedaba muy bien. —Eso fue hace tres años. Jadeé. —No estaba. —Luc, puedo recordar cuando estaban los flecos. —Jesús. —Me hundí en el posa brazo de mi sofá—. Lo siento. —Todo está bien. Estoy guardando estas historias para cuando sea la madrina de tu boda. —Puede que los estés guardando durante mucho tiempo. —Entonces va a ser un discurso muy largo. Y tengo que irme. Pero primero dime cuánto te gusta Oliver. —No pasa nada con Oliver —insistí. Ella chilló feliz. —Ah, pero no te estás quejando de lo pomposo y aburrido que es. Eso significa que va exactamente de acuerdo al plan. Debo irme. Ciao, cariño. Ella se había ido antes de que yo pudiera decirle ciao de regreso. Veinte minutos después, apareció James Royce-Royce y James RoyceRoyce con una canasta de picnic real. —Oh, Luc. —Miró a su alrededor consternado—. No me había dado cuenta de que se había puesto tan mal. No estoy seguro de que me sienta seguro comiendo aquí.
—La gente come en los campos —señalé—. Como, lugares donde las vacas cagan. Ninguna vaca tiene mierda en mi piso. —¿Estás familiarizado, cielo, con el término condenar con leve elogio? —¿Viniste aquí para ayudar o para burlarte? Él se encogió de hombros. —Pensé en probar un poco de ambos. Un estruendo afuera anunció la llegada de Priya, su novia y su camioneta. Quiero decir, el estruendo era el camión. Su novia daba miedo de otras formas, con ser una adulta legítima y todo eso. Para cuando los cinco estuvimos apiñados en mi habitación, rodeados por los detritos de los últimos cinco años, me sentía bastante deprimido. —Bien. —Hice un gesto de impotencia—. Esta es mi vida. Y desearía no haberte invitado a venir a verlo. —Ya sabes —dijo Priya—. Normalmente diría algo malo. Pero eres tan patético en este momento, que no sería satisfactorio. Su novia, quien se llamaba Theresa, pero con la que tuve dificultad para pensar que no era la profesora Lang, le dio un codazo en las costillas. —Eso sigue siendo malo, querida. —Te gusto cuando soy mala. James Royce-Royce los ahuyentó suavemente. —Te diría que consigas una habitación, pero como podemos ver, no hay una. —No está tan mal. —La profesora Lang recogió un cojín del sofá y luego lo volvió a dejar muy rápidamente—. Viví peor en mis días de estudiante. —Luc tiene veintiocho años. Ah, siempre podía contar con Priya para levantar mi ánimo cuando estaba deprimido. —Bueno —para mi sorpresa, la profesora Lang me lanzó una sonrisa traviesa—, considerando que cuando tenía veintiocho, le estaba mintiendo a mi esposo, negando mi sexualidad y fingiendo que el trabajo resolvería todos mis problemas, no me siento en cualquier posición para juzgar. Los miré a ambos. —No tengo idea de cómo Priya terminó con alguien mucho menos idiota que ella. —Soy una artista torturada —respondió Priya—. Y soy increíble en la cama. Ahora, ¿cómo abordamos el montón de zorras sin adulterar que llamas tu hogar?
Hubo un silencio humillantemente largo. Entonces James Royce-Royce habló inesperadamente. —Damos prioridad a las cosas que deben desecharse. Reciclar allá — señaló una esquina moderadamente vacía—, basura allá —otro punto, otra esquina—, desperdicios, electrónicos y enseres eléctricos en esa mesa. Luego, Priya, Luc y Theresa irán al basurero, mientras James y yo comenzamos con los platos. Para cuando regrese, habrá suficiente espacio para pasar por la lavandería. Dividimos —se volvió a señalar el tiempo—, la ropa sucia blanca de la de colores. A partir de ahí, nos reagruparemos y comenzaremos en las superficies. Todos nos tomamos un momento para recordarnos a nosotros mismos que había algunos trabajos en los que James Royce-Royce era terriblemente bueno. —Verás —dijo James Royce-Royce, besando extravagantemente la mejilla de su marido—, ¿no es fabuloso? Nos pusimos manos a la obra y, demonios, ¿funcionó? Tener un sistema ayudó mucho, pero resultó que había dejado caer muchas cosas a lo largo de los años, metafórica y literalmente, y recogerlas todas y descubrir la mejor manera de deshacerme de ellas fue sorprendentemente agotador. No ayudó que Priya siguiera comprobando sarcásticamente si estaba seguro de que quería deshacerme de algo con un valor sentimental tan obvio como el tubo de Twiglets vacío de la Navidad pasada o un calcetín solitario de Mr. Grumpy con un agujero en la punta. Luego apilamos toda la basura en la camioneta vergonzosamente llena y la llevamos hasta el basurero. Casi le envié a Oliver una foto de nuestras pilas de reciclaje cuidadosamente ordenadas para poder mostrar lo sensible y maduro que estaba siendo, pero luego me di cuenta de lo mucho que quería sorprenderlo con lo sensible y maduro que estaba siendo. Había dejado dolorosamente claro que el sexo estaba muy fuera de la mesa, pero tal vez si lograba organizarme, podría gustarle lo suficiente como para besarme. No es que realmente tuviera derecho a esperar o pedir eso, o imaginar cómo se sentiría. Excepto que ahora que había tenido el pensamiento, no quería dejarlo ir del todo. Lo que fue una bandera roja épica. Había construido toda mi vida en torno a no querer cosas que no podía tener y, sí, eso me había dejado solo y amargado en un piso desordenado, pero todavía me preocupaba que la alternativa fuera peor. Para cuando regresamos del basurero, la lavadora estaba agitando la primera de lo que probablemente serían aproximadamente veintisiete mil tandas, y James Royce-Royce había extendido una manta de picnic a cuadros rojos y blancos sobre el piso de mi sala de estar recién visible. Estaba llena de golosinas e incluso había platos limpios para comérselos. Ha pasado un tiempo desde que los vi.
Todos nos dejamos caer y esperamos con algo de paciencia a que James Royce-Royce nos presentara la comida. Nunca me había dado cuenta de si era cosa del chef o de él, pero se ponía al límite de la ira si intentabas comer algo que había hecho para ti antes de que te lo contara todo. —Entonces —anunció—, este es un pastel de cerdo tradicional con masa de agua caliente. Lo siento, no es adecuado para Priya, pero es un picnic. No se puede hacer un picnic sin un pastel de cerdo. Priya lo miró fijamente. —Si. Eso es absolutamente cierto. Tengo todos estos recuerdos mágicos de la infancia de cómo todos los veranos salía al parque con mi familia y mi madre hacía roti, samosas, raita y un pastel que ninguno de nosotros podía comer. Luego, cuando llegáramos a casa, se lo prestaríamos a la familia judía de al lado para que pudieran llevarlo en su próximo picnic. —Lo siento cariño. Eso fue culturalmente insensible de mi parte. Pero te hice un delicioso quiche. —Oh. —Ella se animó—. ¿Es el de brócoli y queso de cabra? —Cebolla morada caramelizada, crema y Stilton. —Está bien, estoy fuera. Pueden quedarse con su pastel, infieles. —También hay —continuó James Royce-Royce, con una ceremonia típica—, una ensalada Waldorf de col rizada con aderezo de suero de leche, una selección de salsas hechas a mano, incluido el hummus que tanto te gustó la última vez, Theresa. Algunas de mis recetas caseras de pan, naturalmente, y una variedad de quesos locales. Luego, para terminar, tenemos los sorbetes de frambuesa individuales en frascos de vidrio. Y no te preocupes Luc, traje mis propias cucharas. Priya sacó una hielera de detrás de mi sofá. —Bueno, traje cerveza. —Adoptó una pose royce-royceyana—. Es una suntuosa bebida a base de lúpulo que se sirve en una botella. —Estoy viendo lo que estás haciendo allí, Priya. —Él la miró con el ceño fruncido por encima de sus monturas hipster de montura negra—. Y como ya he borrado mi cuaderno cultural, siempre me he preguntado por qué estás de acuerdo con el alcohol pero no con los cerdos. —¿Quieres la respuesta larga o la respuesta corta? —¿Cuál es la respuesta corta? —Vete a la mierda, James. —Ella sonrió. —Y —preguntó con cautela—, ¿la respuesta larga? —Porque en caso de que no lo hayas notado, no soy muy buen musulmán. Me acuesto con mujeres, bebo alcohol y no creo en Dios. Pero crecí sin comer
cerdo, por lo que todavía se siente extraño comerme un animal que se pasea en su propia mierda todo el día. —En realidad, los cerdos son animales muy limpios. —Sí —se encogió de hombros—, todavía no me los voy a comer. Hubo un breve período de calma mientras todos intentábamos hacer mella en el característico picnic excesivo de James Royce-Royce. Finalmente, Theresa, quien claramente tenía mejores modales que el resto de nosotros, dijo—: Priya me dice que tienes un nuevo novio, Luc. ¿Se unirá a nosotros? —Tiene algo de trabajo. —Agité un trozo del delicioso pan casero de James Royce-Royce un poco tímidamente—. Es un abogado. —¿Qué especialidad? Ayuda. No me había preparado para el cuestionario. —Eh… ¿cosas criminales? Él los defiende y esas cosas. —Eso es muy admirable. Tenía un amigo de la universidad que empezó a estudiar derecho penal, pero recientemente se trasladó a la consultoría. Entiendo que puede ser muy agotador y no particularmente lucrativo. —Bueno, Oliver tiene mucha pasión por eso. No puedo imaginarlo queriendo hacer otra cosa en realidad. Ella pareció pensativa por un momento. —Entonces tiene suerte. Aunque en mi experiencia no hay nada que necesites para hacerte feliz. —¿Es esta —dijo Priya—, tu forma de decirme que quieres un trío? Theresa le dedicó una sonrisa irónica. —Absolutamente. Frente a tus amigos en un picnic en un apartamento que todavía se parece un poco a la Batalla de Constantinopla, es exactamente como elegiría tener esa conversación. —Eso suena a que probablemente sea malo —fui por otro pedazo de pastel de infieles—, pero en realidad no sé cómo fue la Batalla de Constantinopla. Theresa pareció pensativa de nuevo. Supongo que reflexionar era algo por defecto en el mundo académico. —Para ser justos, depende de qué batalla estés hablando, pero estaba pensando en la de 1204. —Oh Dios. Porque si hubiera sido cualquiera de los otros, me habría sentido profundamente ofendida. Desde ese punto, la conversación degeneró en una mezcla de una descripción bastante sofisticada del saqueo de Constantinopla durante la Cuarta
Cruzada (de Theresa) y alguna especulación bastante juvenil sobre la presencia, o no, de mis calzoncillos a rayas en el evento (de todos los demás). Hubiera intentado guiarnos hacia prácticamente cualquier otro tema, excepto conocer a mis amigos, cualquier otro tema hubiera sido igual de malo. Entonces, mientras intentaban averiguar qué partes de mi ropa serían más útiles contra un ejército de cruzadas, me encontré revisando subrepticiamente mi teléfono. Resultó que mientras estaba arrastrando bolsas de basura entre el piso y el camión y el camión y el basurero, me perdí un mensaje de texto de Oliver. Me había enviado una foto de Richard Chamberlain. Buen idiota, le envié de vuelta. —Oh, Dios mío, Luc —gritó James Royce-Royce—. ¿Qué le ha pasado a tu boca? Miré hacia arriba, sorprendido. —Si tengo hummus en la cara, dímelo. —Es mucho peor que eso. Estabas sonriendo. —¿Es… Estaba yo? —En tu teléfono. Por la incómoda sensación de calor y la forma en que todos me miraban, estaba bastante seguro de que me estaba sonrojando. —Vi algo gracioso en Internet. —Guau. —Priya puso su cara extra especialmente sardónica que solo usaba cuando yo estaba siendo un tonto total—. A+ mintiendo. Muy buen detalle. Realmente lo creí. —Era un gato. Tenía miedo de... algo. —Son pepinos. Siempre se ponen incómodos. Y esa no era una sonrisa de meme de gato. Eso fue una sonrisa de tengo un dulce mensaje de alguien que me gusta. Levanté las manos. —Bien. Oliver me envió una foto de un idiota, ¿de acuerdo? Hubo un largo silencio. —Bueno. —James Royce-Royce inhaló—. Disfruto de un buen idiota tanto como cualquier otro hombre, pero normalmente no me vuelvo loco por ellos. Algo avergonzado, di la vuelta a mi teléfono y les mostré al joven Richard Chamberlain con un abrigo de terciopelo marrón, sosteniendo una zapatilla de cristal. —Es... una especie de... broma que tenemos.
De repente, con la excepción de Theresa, que parecía un poco confundida, todos sacaron sus teléfonos. Y el mío se iluminó con notificaciones del grupo de WhatsApp, que acababa de ser rebautizado como Don't Luc Back in Anger. Bridget, tenemos algo muy importante que decirte. ¡Luc y Oliver están totalmente en enamorados! ¡No lo estamos! ¡¡¡Le envió una foto de un idiota y se puso muy sonriente¡¡¡ ¡¡LO QUE NO TIENE SENTIDO, OLIVER NUNCA HARÍA ESO!! Era una foto de Richard Chamberlain. Lo que significa que tienen bromas privadas. Se casarán en agosto. YAAAAAAY Nadie se casa con nadie. Es solo una broma amistosa sobre hombres llamados Richard. No significa NADA. ESTOY REALMENTE CONFUNDIDA POR LOS HOMBRES LLAMADOS RICHARD. Creo que es un juego de palabras con una foto de un idiota. Se trata del nivel de Luc. DIOS MIO, ESO ES DULCE. LUC, ENVIALE UNA FOTO DE PENE AHORA MISMO. No estoy enviando a mi novio ni una foto de mi pene ni una foto de un chico famoso llamado Richard solo porque mis amigos me dijeron que lo hiciera. ¡¡¡OH, DIOS MIO, LO LLAMASTE NOVIO!!! TAMBIÉN ME TENGO QUE IR, UNO DE MIS AUTORES ESTÁ SOMETIDO A DEMANDA POR EL ESTADO DE WYOMING. También mi amiga está en la habitación y la estamos ignorando y es demasiado educada para mencionarlo. Estaba acostumbrado a que mis amigos se burlaran de mí básicamente por todo. Por cómo nos relacionamos entre nosotros, pero esa tarde se encontraron con el valor de municiones del búnker de un sobreviviente. Aparentemente, la idea de que me importara una mierda alguien era una novedad tal que apoyaba un flujo interminable de bromas, insultos y mofa. Y, por alguna razón, estaba totalmente indefenso, reducido a tartamudear y ruborizarme, cuando estaba seguro de que alguna vez todo habría rebotado directamente en mi armadura de apatía.
Me costó un poco acostumbrarme porque había pasado mucho tiempo fingiendo que era invulnerable. Pero obviamente estaban tan felices por mí, y su objetivo era tan obvio que yo admitiera que estaba feliz por mí mismo, que ni siquiera yo podía justificar ser un idiota con ellos por eso. Lo que significaba que se reían de mí y yo tenía que aceptarlo... y no apestaba del todo.
23 Me desperté al día siguiente en un apartamento limpio, lo cual fue muy extraño. Era casi como si me hubiera mudado de casa: no reconocía nada, ni sabía dónde estaba, y había una sensación de vacío de la que no había sido consciente desde que Miles se mudó. Aunque también había una sensación de posibilidad que era completamente nueva. Fue tan fresco y emocionante que me levanté de la cama sin mis habituales cinco minutos más de intentos fallidos para salir, pues ya era medio día. Incluso consideré ponerme ropa de verdad, pero no quería abrumarme con demasiada madurez de una vez y me encogí de hombros en mi bata. Sin embargo, lo que hice fue tender la cama. No tan bien como lo hubiera hecho Oliver, pero lo suficientemente bien como para no frotarse las sienes consternado al verlo. Estaba en la cocina, haciendo café con mucho, mucho cuidado para no manchar las encimeras ahora relucientes cuando sonó mi teléfono. —Hola, Luc, mon caneton —dijo mamá. —Hola mamá. ¿Qué pasa? —Solo quería decir lo orgullosa que estoy de que hicieras el esfuerzo con tu padre. —Yo... —suspiré—. Supongo que fue lo correcto. —Por supuesto que fue lo correcto. Tiene cáncer. Pero te habría apoyado si también hubieras querido hacer algo incorrecto. —Me apoyarías. Pero no estarías orgullosa de mí. —Oh no, todavía estaría orgullosa. Admito que una pequeña parte de mí desearía tener el coraje de decirle que se vaya a la mierda. —Escribiste un álbum completo diciéndole que se fuera a la mierda. —Sí, pero para ese entonces no tenía cáncer. —Bueno —coloqué mi teléfono entre la oreja y el hombro, traté de mantener firme la cafetera mientras presionaba el émbolo, pero debí haberlo llenado en exceso porque todavía goteaba por la parte superior—, no sabemos cómo vamos a estar. Todavía puedo decirle que se vaya a la mierda. —Eso es justo. Pero también tengo un asunto que discutir contigo, cariño. Froté desesperadamente las encimeras con lo que quedaba del rollo de papel de cocina que James Royce-Royce había traído.
—¿Por qué? ¿Qué he hecho? —Lo que has hecho no es decirme que tienes novio. Y, peor aún, se lo has contado a tu padre. Cuando ambos sabemos que tu padre es objetivamente un completo idiota. —¿Un completo qué? —Pierdo algo en la traducción. Y ese no es el punto. El caso es que estoy muy molesta porque me has estado ocultando secretos. —No estoy… —En mi afán por limpiar mi pequeño derrame de café, derribé el resto de la cafetería. Maldición. —Tenías un dato importante que contarme sobre tener novio, y no me dijiste sobre tener novio. ¿Cómo no es esto un secreto? —Te dije que tenía una cita. —Luc, eso es cortarse los pelos. De acuerdo, hubo dos crisis. Mamá pensó que le estaba mintiendo y ya había destrozado mi cocina. Dejé el café por ahora y regresé a la sala de estar, donde me acosté en el sofá para no dañar nada más. —Mira, lamento no haberte dicho. En realidad, es un poco más complicado que eso. —Cariño, está casado, está en el armario, eres heterosexual en secreto y estás viendo a una mujer, ya sabes, te amaría de todos modos, incluso si fueras hetero. —No. No, no es ninguna de esas cosas. —Espera, lo tengo. Realmente no estás saliendo con nadie, solo has persuadido a un pobre hombre para que se haga pasar por tu novio porque estás cansado de que todos piensen que estás solo y es patético. —Eh. —El problema con mamá era que me conocía demasiado bien—. En realidad, sí. Eso. Solo que nadie piensa que estoy solo y patético. Da la casualidad de que tengo una función laboral muy importante a la que necesito llevar a alguien. Un suspiro atravesó la línea. —¿Qué estás haciendo, mon caneton? Este no es un comportamiento normal, incluso cuando tus padres son estrellas de rock separadas de los 80. —Lo sé. Pero de alguna manera terminó siendo la relación más funcional que creo que he tenido. Por favor, no me lo eches a perder. —Oh no, todo esto es mi culpa. No modelé opciones románticas positivas para ti cuando eras pequeño y ahora estás saliendo con un hombre falso.
—No es un hombre falso. —Me senté en posición vertical tan abruptamente que torcí el cojín hasta la mitad del sofá—. Es un hombre de verdad. —¿Es realmente gay? Probablemente te enamorarás de él, y luego resultará que está comprometido con este duque, y vas a intentar robárselo al duque, y el duque intentará que te maten, y él tendrá ??tisis y tratará de hacerte pensar que no te ama cuando en realidad lo hace y... —Mamá, ¿ese es Moulin Rouge? —Podría ocurrir. No digo que haya canto. Pero me preocupa que este falso gay te rompa el corazón. Puse mi cabeza en mis manos. —¿Puedes dejar de usar gay como sustantivo? —Primero, no estoy destinada a usarlo como un peyorativo. Ahora no estoy destinada a usarlo como sustantivo. Esto es muy difícil para mí. —Mira. Mamá. Es hora de mi mejor voz tranquila y racional. Siento mucho no haberte explicado esto antes. Oliver es una persona real, y no es Nicole Kidman, y tenemos un acuerdo en el que vamos a fingir que estamos saliendo durante un par de meses, solo para facilitar la vida de ambos. Hubo un largo silencio. —Solo me preocupa que alguien vuelva a hacerte daño. —Sí, bueno. Yo también lo estuve durante mucho tiempo, y creo que eso me dolía más. Hubo otro largo silencio. Seguido de—: Entonces quiero conocerlo. —¿Qué parte del falso novio te perdiste? —pregunté. —No me perdí nada. En especial, no me perdí la parte en la que dijiste que esta era la relación más funcional que hayas tenido. Mírame ser izado por mi propio petardo. —Todavía no es real. —Pago mis cuentas con canciones escritas por una chica que apenas recuerdo que exista. Lo real no es algo que me interese mucho. Después de veintiocho años había llegado al punto en que solo discutía con mamá para ver cómo perdía. —Bien. Le preguntaré. Está trabajando ahora mismo. —¿Vive en Canadá? —No. Vive en Clerkenwell. Hizo un ruido francés.
—Deberías venir a verme de todos modos. Judy y yo estamos a punto de comenzar una nueva temporada de Drag Race, y nos gustaría que sirvieras el té caliente de las reinas para nosotras. —Yo... —Eché un vistazo alrededor de mi apartamento que poco a poco iba desapareciendo. Si continuaba a este ritmo, para cuando Oliver lo viera, el lugar volvería a ser una pocilga—. Vendré esta noche. —Yippee. —Mamá, nadie dice yippee. —¿Estás seguro? Lo leí en un libro de frases en 1974. De todos modos, Judy y yo nos veremos esta noche. Haré mi curry especial. —No hagas tu curry especial. Demasiado tarde. Ella se había ido. Pasé el resto del día tomándome el doble de tiempo para hacer todo, ya que ahora hacer cualquier cosa en mi apartamento requería que ordenara después o deshacer todo el trabajo duro de mis amigos. Y antes de que tuviera la oportunidad de aprovechar los puntos de Oliver. Me estaba preparando para ir a Epsom cuando mi teléfono volvió a sonar. —Lamento llamar inesperadamente —dijo Oliver. Me alegré de estar solo para poder sonreír como un idiota sin un comentario continuo. —¿Por qué normalmente reserva sus llamadas con anticipación? ¿Llamas antes? Estás como, Hola, soy Oliver, solo te llamo para decirte que te llamaré. Hubo una pequeña pausa. —No pensé en lo tonto que iba a sonar. Solo soy consciente de que te dije que iba a trabajar este fin de semana, así que podrías estar ocupado y quería ser respetuoso con eso. —Quería Ser Respetuoso Con Eso, es totalmente el título de tu video sexual. —Bueno —murmuró—, puedo imaginar peores títulos. —¿Puedes? ¿De verdad puedes? Porque yo no puedo mucho. —¿La escuela de Coro St. Winifred's Presenta, No Hay Nadie Como La Abuela? Mi boca se abrió. —Eres un hombre enfermo. —Mis disculpas. Solo estaba tratando de demostrar un punto. —Diría que me arruinaste esa canción, pero su propia existencia la arruinó un poco.
—Lucien —de repente sonó mortalmente serio y, a pesar de la lección que debería haber aprendido del mensaje de malas noticias, todavía me sentía un poco mareado—. Llamé porque hice todo el trabajo que pude en mi caso y... Me gustaría verte esta noche. Si eso es... agradable. Mi corazón dejó de intentar ahogarse hasta morir. —Jesús, Oliver. No uses esa voz a menos que vayas a dejar a alguien o le digas que su gato murió. Además, ¿acabas de decir... "si te parece bien"? —Entré en pánico. —También: título de tu próximo video sexual. —¿Si Eso Es Agradable o Me Entró El Pánico? —Ambos. —¿Supongo que estás demasiado ocupado? Y sé que nos vimos el viernes, y es probable que los periódicos se cansen de ti durante al menos otra semana... Lo siento, debería haber planeado esto mejor. Y por favor no digas que ese es el título de mi tercer video sexual. Podría haberme burlado de él literalmente para siempre por sus cintas sexuales imaginarias. Pero estaba todo el asunto de querer verme. Lo cual fue... ¿perfecto? —Yo... no soy... No es que no... —Maldición. Me estaba acercando peligrosamente a decirle a Oliver que prefiero verlo a ver viejos episodios de Drag Race con mi madre, su mejor amiga y los perros de aguas de su mejor amiga. Lo cual, ahora que pensaba, no era el tremendo cumplido que había construido en mi cabeza. Sin embargo, todavía no podía decirlo—. Le dije accidentalmente a mi madre que iría a verla esta noche. —Me gustaría que reconocieras formalmente que he tomado el camino moral y no sugeriré que Accidentalmente Le Dije a Mi Mamá Que Iré A Verla Esta Noche es el título de tu video sexual. —Oh, diablos no —protesté—. No te dan crédito por fingir que no estás haciendo la broma que claramente estás haciendo. —Negación plausible, Lucien. Negación plausible. —¿Cómo pude oírle sonreír? —Pero deberías visitar a tu madre. Sé lo mucho que significa para ti. —Quiero decir... podrías... —¡Ayuda! Las palabras estaban sucediendo. Y parecía que no podía detenerlas—. ¿Venir? Si quieres. Será horrible, porque mamá ya cree que eres Nicole Kidman, no preguntes, y está haciendo un curry, que no sabe cómo hacer, pero no admite que no sabe cómo hacerlo y su mejor amiga es... esta... En realidad, ni siquiera sé cómo describirla. Pero una vez me dijo que le había disparado a un elefante en camisón. Y cuando dije: ¿Qué hacía un elefante con tu camisón? ella dijo—: Irrumpió en mi caseta de campaña y llegó envuelto a lo largo de su trompa. —Te recomiendo respirar en algún momento en un futuro muy cercano.
Tenía razón. Respiré. —De todos modos, realmente puedes sentarte fuera de este. Estoy bastante seguro de que es demasiado pronto en nuestra relación falsa para que conozcas a mi madre. —Bueno, ¿no voy a encontrarme con tu padre la próxima semana? —Eso es diferente. Me preocupo por mi mamá. —Me gustaría conocerla, si no te hace sentir incómodo. Abrí la boca, me di cuenta de que no tenía idea de lo que iba a decir, y finalmente me decidí. —Está bien, entonces. Dado que ya era tarde, Oliver sugirió que nos encontráramos en Waterloo, lo que sugerí que sonaba como una terrible canción de amor de los años cuarenta. Luego le envié un mensaje de texto a mamá para hacerle saber que llevaría a mi novio falso, me puse el abrigo, salí corriendo por la puerta y traté de no pensar demasiado en lo que significaba que quería que Oliver conociera a mi madre.
24 Media hora después estaba sentado en un tren con Oliver. Y era raro. El problema era que estar en el transporte público con alguien durante más de un par de paradas en el metro se hundía en la extraña grieta entre la necesidad y la ocasión social. Es decir, éramos básicamente los dos, sentados uno frente al otro, durante más o menos el mismo tiempo que si estuvieras en un restaurante, sólo que con un entorno peor y sin comida para centrar el asunto. Peor aún, me preocupaba que fuera a soltar algo horrible como: te extrañe o he ordenado mi apartamento por ti. —Así que —dije—, ¿cómo está el caso? —Me temo que no puedo... —¿Hablar de eso? —Precisamente. Una pausa, los dos mirábamos a cualquier lado excepto el uno al otro. —Y… —cruzó una pierna sobre la otra y luego la descruzó cuando me dio una patada en la rodilla—, ¿tu trabajo? Supongo que va bien. —Actualmente, si. El Beetle Drive no se ha trasladado accidentalmente a un almacén en Tooting Bec. Nada se quemó en al menos un par de semanas. Y algunos de los contribuyentes a los que asusté comportándome mal, podrían dignarse a volver con nosotros. —Me alegro de que el plan parece estar funcionando. Pero confieso que me siento cada vez más incómodo con las suposiciones que parecen subyacer en él. —Será mejor que no te acobardes en un tren a medio camino de la casa de mi madre. —No lo hago. Simplemente no creo que debas tener que estar saliendo con alguien como yo para que sea aceptable ser alguien como tú. Finalmente lo miré a los ojos de nuevo. ¿Cómo había podido encontrarlos fríos? —Lo sé, ¿no? Y lo que más me revienta las pelotas es que ni siquiera, lo admito, son mis defectos de personalidad reales y extensos a los que se oponen. Es que creen que a veces puedo tener sexo casual. Lo cual, irónicamente, estaría haciendo más si estuviera en un lugar más saludable emocionalmente.
—Espero que no lo hagas—. Parpadeó varias veces. —Es decir, no en un sentido sexualmente negativo. Sólo que, hasta donde yo sé, nunca acordamos que esto iba a ser una falsa relación abierta. —¿Qué sería eso? ¿Me estás diciendo que no quieres que tenga sexo falso con otras personas cuando estoy saliendo falsamente contigo? —Bueno, no lo había pensado mucho. Pero, si realmente estuviéramos saliendo, me gustaría ser monógamo porque eso es, bueno, mi preferencia. Entonces, si vas a fingir que sales conmigo, me temo que tendrás que fingir que eres monógamo. Lo cual, supongo, cuando la prensa te siga, se parecerá muchísimo a ser genuinamente monógamo. ¿Eso (parecía estar tratando de hundirse en el asiento) va a ser un problema? —Ojalá pudiera decir que sí porque estoy quitándomelos de encima. Pero en la práctica, solo cambia ligeramente la razón por la que no tengo sexo. —Pensé que cuando dijiste que no habías tenido una relación te referías a que no habías tenido una relación. Más bien que no estabas... Lo miré, desafiándolo a que terminara esa frase. —... ¿teniendo una relación? Por así decirlo. Tuve que reírme. Por así decirlo. —Y apuesto a que no podrías imaginarme siendo más perdedor. —Sabes que no creo que seas un perdedor. Pero no entiendo por qué tienes dificultades…um… —Parecía estar agitándose de nuevo. —¿Por así decirlo? —En esa área. Habría sido una brillante oportunidad para construir una relación más profunda y duradera, basada en la confianza, la honestidad y el entendimiento mutuo. Podría haberle hablado de Miles. Sobre las fiestas como si no hubiera un mañana. Y luego despertarse un día y descubrir que definitivamente, definitivamente lo había. Oliver habría entendido. Era su problema. —Es complicado —dije en su lugar. Y no me presionó, porque por supuesto que no lo haría, y casi quería que lo hiciera, solo para poder terminar de una vez. Pero eso era también lo peor que podía imaginar. Así que volvimos al silencio durante el resto del viaje. ¡Qué divertido! Nunca me había alegrado tanto de ver la estación Epsom (según Google no tenía baño). Con suerte, la lamentable insuficiencia de la estación en la que ni siquiera puedes usar tu maldita tarjeta Oyster me hará olvidar mis lamentablemente inadecuados intentos de conectar emocionalmente con mi falso novio. Nos preparamos y nos lanzamos a través de los campos hacia Pucklethroop in the Wold.
El sol se estaba poniendo, haciendo que todo fuera suave, dorado y brillante, como si se burlara de mí con el romance. Y Oliver volvió a estar informal: otro par de jeans impecables, en los que su fabuloso y distrayentetrasero estaba bien encajado, y un jersey de punto color crema que le hacía parecer que pertenecía a una página de Tumblr llamada mecagoenlaropasucia. Se detuvo con un pie en un escalón actual, el viento revoloteó juguetonamente a través de su cabello, haciéndome resentir brevemente que el maldito ambiente estaba teniendo más acción con mi falso novio que yo. —He estado pensando —dijo—. Probablemente deberíamos perfeccionar nuestro acto de novio un poco antes del evento Beattle Drive. —Eh. ¿Qué? No estaba mirando... nada. Especialmente nada relacionado con la entrepierna. Pero. El escalón. Tenía una pierna sobre un escalón. Ningún jurado en el país me condenaría. —No quiero decepcionarte y... Lucien, mis ojos están aquí. —Entonces deja de... estar en mi cara con tus... jeans. Quitó el pie del escalón. —Funcionamos bien cuando estamos los dos solos, pero deberíamos practicar estar juntos en compañía. —¿Es esta —le miro con malicia—, tu forma de decir que quieres pasar más tiempo conmigo? —No. Mi forma de decir que quiero pasar más tiempo contigo fue cuando te llamé hoy temprano y te pregunté si podía pasar algo de tiempo contigo. —Oh. Claro. Si. —Algo me llamó la atención—. Espera, ¿me estás diciendo que quieres pasar más tiempo conmigo? —¿Me creerías si dijera que es verdad? —Tal vez. Tengo muy baja autoestima. Probablemente consciente de que le estaba observando con mucha atención, se subió cohibido a la barandilla y me esperó al otro lado. Salté después y tomé su mano sin pensarlo realmente, mientras bajaba. —Por supuesto que quiero pasar tiempo contigo —dijo, todavía sosteniendo mi mano—. Me gustaría que vinieras como mi cita para el trigésimo cumpleaños de Jennifer en un par de semanas. Nos dirigimos hacia el hogar de mamá. No mencioné la cosa de la mano en caso de que me soltara. —¿Quién es Jennifer?
—Una vieja amiga de la universidad. Ella y su marido van a invitarnos a unos cuantos a cenar. Lo miré de forma sospechosa. —¿Son estos tus amigos heterosexuales? —Generalmente no categorizo a mis amigos por su sexualidad. —¿Solo tienes amigos heterosexuales? —Conozco a Tom. Y... y a ti. —Tom no cuenta. Quiero decir, no porque sea bisexual. Quiero decir, porque está saliendo con Bridget. Quiero decir, no es que salir con una mujer lo haga menos bisexual. Sólo estoy diciendo, no es tu amigo. Ella es tu amiga. Y yo soy el chico con el que finges salir, así que estoy bastante seguro de que tampoco cuento. Se alisó su adorable cabello revuelto por el viento. —Mis amigos son simplemente las personas que resultan ser mis amigos. Hay mucha gente heterosexual en el mundo. Me gustan algunos de ellos. —Oh Dios mío. —Lo miré con horror—. Eres como uno de esos documentales sobre, no sé, un cerdo que se perdió en las afueras del pueblo y acabó siendo criado por gorilas. —Yo... creo que eso podría ser un insulto. —Los cerdos son lindos. —Es más bien que pareces oponerte a que no elija a mis amigos basándome únicamente en con quién quieren, o no, acostarse. —¿Pero no simplemente... no te entienden? —Lucien, la mayor parte del tiempo no me entienden. —Sus dedos se retorcieron inquietos contra los míos—. Traté de hacer… de unirme a la comunidad. Pero fui a una reunión de LGBTQ+... bueno, LGB como era en esos días en la universidad, me di cuenta de que no tenía nada en común con ninguna de esas personas excepto mi orientación sexual, y nunca volví. Me reí a medias, no porque pensara que era divertido, sino porque era muy ajeno a mi experiencia. —Cuando aparecí en el mío, sentí que volvía a casa. —Y me alegro por ti. Pero tomé decisiones diferentes y prefiero que no las veas como errores. Honestamente, no tenía sentido para mí. Pero tampoco quería molestar a Oliver, y todavía me dolía un poco que me dijeran que no lo entendía. Bueno, no lo entendía. Pero quería entenderlo.
Le di un apretón a su mano. —Lo siento. Me encantaría ir contigo a tu fiesta de gente heterosexual. —Gracias—. Sus labios se curvaron—. Solo un pequeño consejo: si estás en una fiesta de gente heterosexual, debes tratar de evitar referirte a ella como una fiesta de gente heterosexual. Jadeé. —Dios, el mundo está loco. Atravesamos los siguientes dos campos, que con el que acabábamos de atravesar, formaban los tres campos que desembocaban en Three Fields Road. —Ya casi llegamos —señalé el camino sinuoso—. Main Road está por ese camino. Y mamá está a la vuelta de la esquina. Oliver hizo un ruido que probablemente no era un hipo pero que imitaba bien a uno. —¿Estás bien? —pregunté. —Estoy... estoy... un poco nervioso. —Deberías estarlo. El curry de mamá es... Oh, maldición, no le dije que eres vegetariano. —Está bien. Puedo hacer una excepción. —No, no hagas una excepción. De hecho, si pudieras, haz de cuenta que tampoco quieres que coma carne. Le estarías haciendo un gran favor a mi intestino inferior. —No estoy seguro de que aparecer como el tipo de hombre que vigila la dieta de su hijo me haga caer bien a tu madre. Lo pensé por un momento. —Estoy dispuesto a correr ese riesgo. —Yo no lo estoy. —¿Estás… —le echo un vistazo—, realmente preocupado por conocer a mi madre? Su mano estaba un poco húmeda. —¿Y si no le agrado? Puede que ella piense que no soy lo suficientemente bueno para ti. —Bueno, si no te vas, dejándome sola con un niño de tres años, te irá mucho mejor conmigo que mi padre con ella, así que, ya sabes, no hay mucho que perder aquí. —Lucien… —un hipo nervioso surgió —. Hablo en serio.
—Yo también. —Me detuve y me volví para mirarlo—. Mira, estás… no puedo creer que me estés haciendo decir esto. Pero eres genial. Eres inteligente, reflexivo y atractivo, fuiste al maldito Oxford y eres un maldito abogado. No te estás muriendo de tisis ni estás prometido a un duque, (no preguntes), y... eres amable conmigo. Y eso es realmente todo lo que le importa. Me miró durante un largo tiempo. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, pero de repente me quedé hecho polvo. Mi boca se había secado y mi pulso se había vuelto loco y, en ese momento, lo único que quería en el mundo era que él... —Vamos —dijo—. Llegaremos tarde.
25 Estaba a punto de poner la llave en la cerradura cuando la puerta principal se abrió de golpe, casi como si mi madre hubiera estado acechando detrás de ella, mirando la carretera a través de la vidriera. Como una enredadera total. —Luc, mon caneton —gritó. Y luego volvió su atención, como una víbora, a Oliver—. Y tú debes ser el novio falso. Suspiré. —Este es Oliver, mamá. Oliver, esta es mi mamá. —Estoy muy contento de conocerla, Sra. O'Donnell. De cualquier otra persona, eso habría sonado forzado. Con Oliver, era solo la forma en que hablaba. —Por favor llámame Odile. De nada. Bueno. Esto iba bien. —Pero —continuó mamá—, debes aclarar algo para mí. O tal vez no. —Luc me dice que eres un novio falso pero no un gay falso. Si ese es el caso, ¿por qué no sales con mi hijo de verdad? ¿Qué hay de malo con él? —Mamá. —Golpeé la puerta—. ¿Qué estás haciendo? Ni siquiera conoces a Oliver, y ahora estás tratando de intimidarlo para que salga conmigo. —Se ve bien. Limpio, alto, lleva un buen jersey. —No puedo creer que estés tratando de venderme a un completo extraño porque te gusta su jersey. Podría ser un asesino en serie. —Yo... no lo soy —dijo Oliver rápidamente—. Para que conste. Ella me miró. —Es el principio. Incluso si es un asesino en serie, debería querer salir contigo. —Para reiterar —dijo Oliver—. No soy un asesino en serie. —Eso no responde a mi pregunta. Quiero saber qué hay de malo con mi hijo, que solo estás dispuesto a fingir que sales con él. Es decir, míralo. Es encantador. Un poco desordenado, supongo, y su nariz es un poco grande, pero ya sabes lo que dicen de los hombres con narices grandes. Oliver tosió un poco.
—¿Son buenos mayordomos?
—Exacto. También tienen penes grandes. —Mamá —me exalté—. Tengo veintiocho. Tienes que dejar de avergonzarme delante de los chicos. —No estoy siendo vergonzosa. Estoy diciendo cosas bonitas. Dije que tenías un pene grande. Todo el mundo ama un pene grande. —Para. De. Decir. Pene. —Es solo una palabra, Luc. No seas tan inglés. Te crié mejor que eso. —Se volvió hacia Oliver—. El padre de Luc, ya sabes, tenía un pene enorme. Para mi horror, Oliver tenía el tipo de mirada pensativa que nunca quieres que tenga tu novio sobre el pene de tu padre. —¿Tenía? ¿Qué le ha pasado desde entonces? —No lo sé, pero me gusta pensar que las drogas lo arrugaron o la vagina de una groupie lo comprimió en la nada. —Mamá —murmuré en voz alta, como si me estuviera abrazando frente a mis amigos de la escuela. —Awww, cariño. Lamento haberte avergonzado. —Ella acarició mi mejilla. Embarazosamente. Y luego se volvió hacia el chico frente al que me estaba avergonzando—. Será mejor que entres, Oliver. Los seguí hasta el pasillo, que era aproximadamente del tamaño adecuado para mamá, demasiado pequeño para mamá y para mí, y demasiado pequeño para mamá, Oliver, y los cuatro spaniels que salieron disparados de la sala y comenzaron a husmear ansiosamente a él como el objeto más nuevo en el edificio. Hizo esa cosa que hacen las personas que son buenas con los perros: se agachan y los perros se retuercen sobre ellos, menean la cola y las orejas se mueven, y es adorable, doméstico y deslumbrante. Y Oliver descaradamente iba a querer un perro en el futuro, ¿no? Probablemente de un refugio. Y tendría, como, tres patas, pero lo entrenaría para atrapar frisbees tan bien como un perro con cuatro patas, y estaría en el parque con él, lanzando frisbees, y este tipo realmente caliente vendría a él y diría, "Oye, lindo perro, ¿quieres sexo?" Y él diría: “Claro, porque tu madre nunca dijo la palabra pene delante de mí" y luego tendrían un encantador adosado en Cheltenham y Oliver haría tostadas francesas todas las mañanas y pasearíamos al perro juntos, cogidos de la mano, y tendrían conversaciones significativas sobre la ética y... —Vamos —gritó Judy—. Deja de holgazanear en el pasillo. Quiero conocer al nuevo novio de Luc. Entramos en la sala principal, Oliver hizo un mejor trabajo manejando los spaniels que yo, o, de hecho, que nunca había hecho—. Debe ser la baronesa Cholmondely-Pfaffle —dijo con su habitual cortesía sin esfuerzo—. He escuchado mucho sobre ti.
—Pish-posh. Llámame Judy. Y no he oído nada de ti porque Luc no cree que valga la pena contarnos cosas, ¿verdad, Luc? Me dejé caer en el sofá, como había estado haciendo toda mi vida. —Siento no haberte dicho sobre mi novio falso lo suficientemente pronto. —Es tu pérdida. Sé todo acerca de tener un novio falso. —¿Si? —pregunté con cautela—. ¿De verdad? Mamá, que solo había interactuado con unas tres personas desde los albores del milenio, parecía haber decidido que "hospitalidad" significaba "enpujar”. Empujó a Oliver hacia mí. —Siéntate, Oliver. Siéntate. Siéntete como en casa. —Oh, sí —continuó Judy—, justo después de mi salida del armario en el 56, pasé tres meses fingiendo estar comprometida con este encantador tipo ruso. Oliver se agachó cautelosamente a mi lado y todos los spaniels trataron de sentarse en su regazo simultáneamente. Honestamente, no puedo culparlos. —Charles, Camilla —Judy chasqueó los dedos—, Michael de Kent. Abajo. Deja en paz al pobre hombre. Charles, Camilla y Michael de Kent se deslizaron avergonzados al suelo, dejando a Oliver con un solo spaniel más manejable. Un spaniel que actualmente tenía sus patas delanteras sobre sus hombros y le lamía la nariz con amor, mientras lo miraba profundamente a los ojos. Si hubiera intentado hacer eso, me habría dicho que quería que significara algo. —Dijo… —Si Judy permitió que los perros furiosos se interpusieran en una anécdota, nunca habría dicho nada— …era muy importante que la gente creyera que tenía una razón legítima para quedarse en Inglaterra e interactuar con la aristocracia. Puedes quedarte con Eugenie. Ella es más bien un amor. Mirando hacia atrás, creo que podría haber estado en la KGB. —¿El spaniel? —preguntó Oliver. —Vladislav. Al final lo sacaron del Támesis, con una bala de pequeño calibre en el cerebro. Pobre compañero. Digo, no estás trabajando para él, bueno, supongo que ahora sería el FSB, ¿no? —No. Pero eso es lo que diría si estuviera en el FSB. —Él no está en el FSB —interrumpí antes de que Judy pudiera tener ideas en su cabeza. O la KGB. O el NKVD. O SPECTRE. O Hydra. Es abogado. Y es agradable. Ahora déjalo en paz. Mamá, que había estado yendo y viniendo de la cocina, asomó la cabeza por la puerta. Solo estamos interesadas. —¿En si es un espía?
—En general. Es un invitado. Además, no has traído a un chico a casa en mucho tiempo. —Y —refunfuñé—, estoy empezando a recordar por qué. Oliver hizo un gesto apaciguador detrás de Eugenie.
—En realidad, está bien. Gracias por tu hospitalidad. —Oh, ahora, ¿no tiene buenos modales? —anunció Judy, como si Oliver no estuviera en la habitación—. Me gusta mucho más que Miles. Tenía un aspecto astuto, como mi tercer marido. —¿Miles? Oliver inclinó la cabeza con gentil curiosidad. Maldición. Estaba a punto de tener una experiencia horrible que casi con certeza podría haberse evitado si hubiera sido más honesto con el chico para empezar. Es como si hubiera una moraleja aquí o algo así. Judy golpeó su puño contra el brazo de su silla, medio asustando a Michael de Kent. —Se equivocó desde el principio. Encantador, por supuesto, pero siempre supe que él iba a... —Judy —esa era mamá, viniendo a mi rescate, como siempre, como el 90 por ciento de las veces, cuando ella no era el problema—. Estamos aquí para comer mi curry especial y ver la carrera de resistencia. No estamos aquí para hablar de ese hombre. —Entonces prepara el plato, vieja. Debe estar listo ahora. —Mi curry especial no se puede apresurar. —Ha estado en la olla de cocción lenta desde que te levantaste esta mañana. Si fuera menos apresurado, sería catatónico. Mi madre levantó las manos. —Se llama olla de cocción lenta. Es lenta. Si no fuera lenta, se llamaría olla de cocción rápida. O tal vez solo una olla. Oliver desalojó a Eugenie y se puso de pie. —¿Puedo ayudar en algo? Mamá y Judy lo miraron con adoración. Dios, le dio buenos padres. Peor aún, estaba bastante seguro de que lo decía en serio. —Por cierto —dije—. Debería haber mencionado esto antes, pero Oliver es vegetariano. Me miró con genuina traición, como si hubiera respetado sus decisiones éticas solo para hacerlo quedar mal frente a mi madre. —Por favor, no se preocupe. No es un problema. —Por supuesto que no es un problema.
De alguna manera mamá logró convertirlo en un gesto. —Escogeré la carne en la cocina. Judy negó con la cabeza. —No seas tonta, Odile. Eso es muy irrespetuoso. Lo que debes hacer es sacar las verduras y servirlas por separado. —Te lo aseguro —protestó Oliver—, ninguno es necesario. Mamá se volvió hacia mí. —Verás. ¿Por qué haces tanto alboroto por nada, Luc? Te estás avergonzando a ti mismo. Ella se lanzó de nuevo. Y Oliver, pronunciando un "lo siento" en mi dirección, trotó tras ella. Le tendí una mano tentadora a Eugenie para que me prestara atención, pero todo lo que obtuve por mi problema fue una mirada de desdén antes de que saliera corriendo en busca de Oliver. Pues bien. Mi perfecto novio falso y el lindo perro podían ir a jugar con mi madre a la cocina mientras yo estaba atrapado en la sala del frente con una serie de divorciada de mediados de los ochenta. —Solo nosotros, ¿eh? —Judy tenía esa mirada de "Estoy a punto de comenzar una larga anécdota y no hay nada que puedas hacer al respecto—. Nunca te dije lo que pasó con esos bueyes, ¿verdad? Me entregué con tanta gracia como pude reunir. Lo cual, ciertamente, no fue mucho. —No lo hiciste. ¿Cómo estaban? —Fue una terrible decepción. Fui a ver al hombre, esperando que tuviera un buen par de bueyes grandes y saludables para poner mis manos en ellos. Pero cuando llegué allí, descubrí que había sido bastante engañoso. —Si. Sucede. —Lo sé. Fuimos hasta su potrero y me los sacó y, francamente, eran deficientes. Aproximadamente la mitad del tamaño que esperaba. Quiero decir, creo que algo andaba mal con ellos, a decir verdad. El de la izquierda tenía esta extraña hinchazón, y el de la derecha, lamentablemente, era el más cotizado. —Suena —ofrecí tentativamente—, como si fuera mejor dejarlos solos. —Eso es lo que pensé. Obviamente les di una buena mirada de todos modos por si acaso. Buen cacheo firme y todo eso. Pero al final tuve que decirle al hombre, No, lo siento, pero no me ocuparé de tus bueyes de formas extrañas. Para mi tremendo alivio, mamá, Oliver y Eugenie regresaron con el curry antes que Judy pudiera explicar cómo había llegado a intentar interesarla en su premio de gallo. Oliver le entregó un plato de curry a Judy, y luego él, mamá y yo nos sentamos en el sofá como tres monos no especialmente sabios. —¿Tiene plátano? —pregunté, pinchando nerviosamente lo que dudé en llamar mi cena.
Mamá se encogió de hombros. —Ponen plátanos en curry todo el tiempo. —En curry específicos. Curry donde el resto de ingredientes se eligen para complementar el plátano. —Es como tofu o ternera. Absorbe el sabor. —Está delicioso, Odile —declaró Judy con lealtad—. El mejor que hayas hecho. Nos quedamos en silencio mientras lidiamos con la comida de mamá. Yo no era exactamente un mago en la cocina, pero creo que mamá era un mago malvado en la cocina. Se necesitó habilidad y años de práctica para ser tan consistente y específicamente terrible en la comida como ella. —Bien —Oliver podría haber estado haciendo su lubricación social como de costumbre o, tal vez, se había dado cuenta de que si estaba hablando, no tenía que estar comiendo. Sus ojos definitivamente estaban llorosos—. Um. ¿Es esa tu guitarra? Fue. Y habitualmente vivía en el ático. Me gustaría pensar que lo habría notado si no hubiera estado tan distraído por, bueno, todo lo demás. —Ah oui. El padre de Luc quiere que colabore con él en un nuevo álbum. Me atraganté con curry. Quiero decir, ya me había estado atragantando con el curry, pero esta vez la reacción fue emocional, más que química. —No me dijiste eso. —Bueno, no me dijiste que tenías un novio falso. —Eso es diferente. Oliver no nos abandonó hace veinticinco años y no es un completo idiota. —Ni siquiera estoy segura de que vaya a hacerlo, mon caneton. —Mamá bifurcó un plátano al curry con lo que parecía ser un gusto genuino—. No he escrito en años. Creo que me he quedado sin cosas que decir. Judy levantó la vista de su cuenco casi vacío. No es de extrañar que la reina todavía estuviera en marcha, claramente hicieron la aristocracia de cemento. todo.
—Por supuesto que no lo has hecho. Solo necesito volver al caballo, eso es
—No estoy seguro de que el caballo sea lo que recuerdo. Los caballos también envejecen, ¿sabes? A veces, es más amable dejarlos en el campo, comiéndose las manzanas. —No puedo creer que estés pensando en esto. —Me detuve un poco antes de gritar—. Obviamente, si quieres escribir música, eso es genial. Pero, ¿por qué tienes que hacerlo con el maldito Jon Fleming? tenga.
—Siempre tuvimos algo juntos. Y esta puede ser la última oportunidad que
Dejé lo que quedaba de mi curry en la mesa auxiliar. Esta era una excusa perfecta para no comerlo, pero también estaba un poco enojado por la comida en este momento. Te refieres a la última oportunidad que tendrá. Te está utilizando descaradamente. —Así que, ¿podría usarlo de nuevo? —Es verdad —agregó Judy—. Nunca eres más popular que cuando estás muerto. Mira a Diana. —Sí, pero —accidentalmente le di un codazo a Oliver en mi esfuerzo por gesticular—, tendrás que pasar tiempo con él. No merece pasar tiempo contigo. —Luc, yo decido con quién paso el tiempo. No tú. Abrí mi boca. Luego lo cerró de nuevo. —Perdón. Yo... solo... lo siento. —No se preocupe, mon cher. No tienes que cuidarme. —Ella se puso de pie con decisión—. Ahora, ¿podemos ordenar las cosas de la cena y luego amordazar a las feroces reinas?
26 En parte por el deseo de no parecer un hijo terrible y en parte porque necesitaba un cambio de escenario, convencí a mamá de que me dejara ocuparme de la limpieza. No fue hasta que llegué a la cocina que recordé la carnicería que mi madre era capaz de crear, especialmente cuando estaba haciendo el curry especial. —Ya veo de dónde lo sacas—, dijo Oliver, entrando detrás de mí, con Eugenie detrás de él. Dejé los tazones junto al fregadero, que estaba lleno de otras cosas que de ninguna manera deberían haber sido necesarias para producir algo como lo que acabábamos de comer. —Lo siento. —Seguí mirando la vajilla, demasiado asustado para mirar a Oliver, en caso de que estuviera horrorizado o decepcionado o confundido o despectivo—. Esto es horrible, ¿no? —Por supuesto que no es horrible. Son tu familia y claramente todos se preocupan mucho unos por otros. —Sí, pero hemos hablado sobre el pene de mi padre, te servimos un curry no vegetariano literalmente incomible, y luego tuve una pelea con mi mamá que realmente desearía que no hubieras visto. Sus brazos me rodearon, de esa manera envolvente en la que era tan bueno, y se apretó contra mi espalda. —Ciertamente es muy diferente a lo que estoy acostumbrado. Pero yo no... no creo que sea malo. Es honesto. —No debería haberme asustado con Jon Fleming. —Tuviste un desacuerdo ligeramente emocional que puedo ver que venía de un buen lugar. Me dejé apoyar en él, su barbilla se posó limpiamente en mi hombro como si perteneciera allí. —No puedes querer nada de esto. —Si no quisiera esto, no habría venido. Sin embargo, debe ser muy extraño para ti. —Al volverme, descubrí demasiado tarde que nos acercamos demasiado, demasiado rápido. Probablemente debería haberme movido, pero entre el fregadero y el apocalipsis del curry, no había ningún lugar adonde ir. Y, de todos modos, no
estaba totalmente seguro de querer hacerlo—. Quiero decir, tienes dos padres totalmente funcionales, y ninguno de ellos ha estado nunca en la cárcel o en la televisión. Apuesto a que no peleas en público ni preguntas si la gente está en el KGB dos segundos después de conocerlos. Se rió suavemente, su aliento cálido y dulce se estrelló contra mis labios, extrañamente dulce, en realidad, considerando el curry. Debe haber sido el plátano. —No, no lo hacemos. Y lo admito, me alegro bastante de no hacerlo. Pero eso no significa que esté mal que lo hagas. La gente expresa su amor de diferentes formas. —Y aparentemente lo hago siendo un idiota. —Entonces… —Dios, su boca ahora mismo no era severa en lo más mínimo—, debes preocuparte por mí muy profundamente. —Yo… En realidad me estaba muriendo. Me iba a sonrojar hasta morir. —Chicos —gritó mamá—, estamos cansados de esperarlos y estamos encendiendo nuestros motores. No querrás perderte las entradas. Son una parte muy importante de la experiencia. Nos alejamos el uno del otro, casi sintiéndonos culpables, y nos apresuramos a regresar a la sala de estar. —Vamos vengan. —Mamá nos indica que nos sentemos en el sofá—. Esta es mi primera fiesta de televisión. Estoy muy orgullosa. No podía imaginar nada peor que sentarme entre mi madre y mi novio, quiero decir, mi falso novio, al que podría haber salpicado accidentalmente en la cocina, sentado en el sofá, mientras veíamos RuPaul's Drag Race con su mejor amiga y cuatro spaniels con nombres de miembros de la realeza. Así que me senté en el suelo, un poco más cerca de la pierna de Oliver de lo que probablemente era estrictamente necesario. Oliver y yo no formábamos parte de un grupo de espectadores. Éramos más bien unas personas que veían la televisión. Por lo visto, mamá y Judy ya iban por la sexta temporada, lo cual no debería haberme sorprendido porque, por lo que yo sabía, la velada habitual de mamá y Judy era de Netflix y estar relajadas, sólo que no era un eufemismo. Al menos, supuse que no era un eufemismo. Probablemente sea mejor no pensar demasiado en eso. Durante los dos siguientes episodios completos, Judy y mamá se dedicaron a clasificar las muertes, a hacer predicciones inexactas sobre quiénes saldrían y a preguntarnos seriamente qué chicos pensábamos que se veían mejor.
Mamá hizo una pausa antes de la reproducción automática del tercer episodio. —¿Te está gustando Drag Race, Oliver? ¿No estás demasiado confundido? —No —dijo—, creo que estoy siguiendo el ritmo. —Probablemente deberíamos explicar que la mujer que hace de jurado al final y el hombre en la sala de trabajo al principio son en realidad la misma persona Puse mi cabeza entre mis manos. —Al principio, pensamos que era como Project Runway y el hombre al principio es como Tim Gunn y la mujer al final es como Heidi Klum. Pero luego Judy se dio cuenta de que parecían tener el mismo nombre, y que debido a que se trata de un programa sobre hombres que se ponen vestidos, probablemente ella sea el mismo hombre solo que con un vestido. Volví a levantar la vista. — No se te escapa nada, ¿no mamá? —Sí —coincidió Oliver, siempre cortés—, el nombre me alertó. —En serio, Oliver —nervioso—, ¿Qué te parece el show? Podemos irnos en cualquier momento. En cualquier momento. Suspiró ruidosamente. —No tenemos que irnos. Lo estoy disfrutando. Y el show es... interesante. —Tienes tanta razón, Oliver. —Mamá se volvió hacia él con entusiasmo. Las probabilidades eran de 60/40 a favor de que su próxima línea fuera tremendamente inapropiada—. No sabía que había tantos tipos diferentes de gays. En mi época teníamos a Elton John y Boy George, y eso era todo. —¿Freddie Mercury? —ofrecí. Judy abrió la boca. —¿Nunca lo fue? Pero tenía bigote y todo. —Famoso, me temo. —Bueno, pégame si no aprendes algo nuevo todos los días. —Se volvió hacia Oliver con una mirada terriblemente interesada en sus ojos. Oh Dios—. ¿Qué hay de ti, viejo? ¿Alguna vez has hecho de marica? —¿Quieres decir —preguntó—, alguna vez he hecho de drag? —¿Es esa una pregunta insensible? Ahora lo están haciendo en la televisión, así que asumí que estaba bien. Oliver frunció el ceño pensativo. —No estoy seguro de querer erigirme en una autoridad sobre lo que es insensible. Quiero decir, por si sirve de algo, la mayoría de la gente no lo hace, y
yo personalmente nunca lo he hecho. Sinceramente, no es algo que me resulte atractivo. Hubo una pequeña pausa. —Bueno, todo son locuras, ¿no? —dijo Judy—. Como esas fiestas que hacíamos en los años 50, en las que los chicos se ponían vestidos y las chicas trajes, y luego bebíamos demasiado fizz, nos escabullíamos entre los arbustos y hacíamos travesuras. Oh, Dios. Estuve peligrosamente cerca de usar la frase "existe todo un espectro" —para mamá y Judy. —Es complicado—, en su lugar intenté. —Lo que es tontería para una persona puede ser realmente importante para otra. Y realmente problemático para otra. —Creo que para mí —Oliver se movió ligeramente incómodo— y debo subrayar que hablo de forma totalmente personal, nunca me he identificado del todo con esa forma particular de señalar tu identidad. Lo que siempre me hace sentir que estoy defraudando un poco al bando. Mamá le dio unas palmaditas tranquilizadoras. —Oh, Oliver, esa es una forma triste de pensar. Estoy segura de que eres uno de los mejores gays. Miré hacia atrás para encontrar a Oliver luciendo un poco nervioso. —Mamá, deja de clasificar a los homosexuales. No funciona así. —No estoy clasificando a nadie. Sólo digo, que no debería tener que sentirse mal porque no le gusta ver a los hombres en vestidos contando chistes vulgares. Quiero decir, lo disfruto, pero soy francesa. —Sí —dije—, esa es una parte muy importante de la cultura francesa. Junto con Edith Piaf, Cézanne y la Torre Eiffel. —Eh, ¿has visto lo que solían llevar nuestros reyes? Sus rostros estaban golpeados por los dioses y sus tacones eran enfermizos. Oliver se rió. —Gracias. Creo. —Es cierto. Nunca debes dejar que nadie te diga que está mal ser como eres—. Mamá lo miraba con una expresión que reconocía de todos los contratiempos de la infancia que había tenido—. Es como el curry especial. Luc lleva años diciéndome que tiene demasiado picante, que no debería ponerle carne de salchicha y que nunca debería hacerlo para los invitados. —¿A dónde quieres llegar con esta historia? —pregunté—. Porque todas esas cosas son ciertas y tu curry es terrible. —A lo que voy con esto, mon caneton, es que me importa una mierda. Es mi curry, y lo haré como me dé la puta gana. Y esa es la forma en que Oliver
debería vivir su vida. Porque las personas que importan te amarán de cualquier manera. —Yo… Por primera vez desde que lo conocía, Oliver parecía realmente sin palabras. —Vamos. —Mamá tomó el control remoto—. Veamos el episodio tres. Las reinas van a participar en una película de terror. Judy, al parecer, decidió que los bzns se habían convertido en srs. Se levantó y apagó las luces. Mientras todos nos acomodamos para lo que probablemente se convertiría en un maratón de Drag Race, realmente no estaba seguro de cómo me sentía o cómo debía sentirme. La vida con mamá y Judy había sido esta burbuja de la que había mantenido alejadas a otras personas, en parte porque me preocupaba que no lo entendieran, pero también porque, supongo, que de alguna extraña forma, quería que siguiera siendo mía. Este espacio privado donde mamá siempre estaría cocinando, o diciendo algo horrible, y ella y Judy siempre estarían demasiado metidas en cualquier pasatiempo o libro o programa de televisión que les hubiera llamado la atención esta semana, y yo siempre sería bienvenida y estaría seguro y amado. Por supuesto, había traído a Miles de visita, pero nunca había intentado que formara parte de nuestro mundo. Por lo general, íbamos al pub del pueblo y comíamos langostinos y papas fritas con nuestro mejor comportamiento. Pero aquí estaba yo con Oliver, y si bien era un poco revelador y un poco desconcertante, también era... ¿Cuál es la palabra? Agradable. Y aún no se había ido, a pesar de que mamá y Judy estaban prácticamente al máximo. Mamá y Judy. Dejé que mi cabeza descansara contra su rodilla y, en algún lugar entre el mini desafío y la pasarela, la mano de Oliver comenzó a acariciar suavemente mi cabello.
27
Oliver todavía estaba ocupado con su caso durante los siguientes días (del que no podía hablar, pero se negó a dejarme fingir que era un asesinato). Y yo, por supuesto, tuve un fin de semana con mi papá al acecho y, como aperitivo fabuloso para ese banquete de mierda de tres platos, también tuve que conocer a Adam y Tamara Clarke. Con suerte, en una experiencia gastronómica vegana emergente y emocionante, en lugar de algo que Rhys Jones Bowen acababa de inventar en su cabeza. Llegué mucho antes de tiempo para poder explorar el lugar y, en una emergencia absoluta, pensando en una excusa endeble para cancelar. Afortunadamente, parecía legítimo. Sí, desde el exterior, el lugar era el típico espacio emergente genérico (un escaparate pintado de blanco con un letrero sobre el toldo que decía "By Bronwyn"), pero por dentro estaba lleno de cestas colgantes y muebles reutilizados que, con suerte, los Clarke encontrarían ético, carbono neutral y esas cosas. Cuando le di mi nombre al hippie adolescente que corría al frente de la casa, me llevaron a un rincón acogedor y me dieron un plato de cortesía con, ¿semillas? Lo cual fue algo peor, porque no quería comerlos en particular, pero estaban allí, así que definitivamente iba a hacerlo, y probablemente los habría terminado antes de que llegaran los platicadores previstos. Estaba intentando sin conseguirlo, dejar de recoger las semillas (en realidad estaban bastante bien sazonadas, en la medida en que se podía sazonar algo que en sí mismo era básicamente condimento) cuando una mujer corpulenta con ropa blanca de chef, con su abundante cabello castaño recogido en una redecilla, vino a saludarme. —Debes ser Luc —dijo—. Soy Bronwyn. Rhys me contó todo sobre ti. —Mira. Independientemente de lo que haya dicho, en realidad no soy racista contra los galeses. —Oh, probablemente eres. Ustedes los ingleses son todos iguales. —¿Y cómo —pregunté—, eso está bien? —Creo que encontrará que es una cuestión compleja de interseccionalidad. Pero básicamente mi gente nunca invadió su país y trató de erradicar su idioma. Me hundí más en el barril de whisky reciclado en el que estaba sentado. —Está bien. Buen punto. Gracias por aceptar la reserva.
—Está bien. Rhys dijo que eras un idiota sin remedio y que te despedirían si esto no salía perfectamente. —Es bueno saber que ambos están de mi lado. Entonces, ¿qué es bueno? —Está todo bien. —Ella sonrió—. Soy increíble en mi trabajo. —Déjame reformular. Supongamos que soy un carnívoro comprometido que intenta impresionar a dos posibles donantes que dirigen una cadena de cafés veganos. ¿Qué puedo pedir que parezca que sé lo que estoy haciendo? —Bueno, si quieres algo relativamente predecible, entonces puedes optar por la hamburguesa de semillas de girasol y anacardo, pero eso podría hacerte parecer que realmente deseas comer un bistec. —No te ofendas, pero probablemente desearía poder comer un bistec. —Sí, eso es un poco ofensivo considerando que estás en mi restaurante. Si quieres fingir que realmente sabes lo que es un vegetal, puedes optar por el César de yaca o la lasaña de tomate. Y si te sientes aventurero, puedes probar el tofu enrollado con sésamo. —Gracias. Tengo algunos problemas de autodesprecio, pero no creo que esté listo para el requesón. —Un pequeño consejo, si me lo permite, Luc. Deja de hablar así cuando tus invitados estén aquí. No les gustará. —Si, lo sé. Solo estoy tratando de sacarlo de mi sistema antes de tener que ser cortés con los Clarke. Su rostro se desencajó. —¿Qué, te refieres a la gente de Gaia? —¿No son fanáticos? ¿Son como el Starbucks del veganismo? —No es tanto eso. Pero son muy... Bueno, digamos que hago esto porque creo que comer productos animales es innecesariamente cruel y una catástrofe ambiental evitable. No lo hago porque quiera bañar al mundo con la energía de la diosa curativa y azotar colchonetas de yoga. La miré levemente alarmado. —No les vas a decir eso, ¿verdad? —De nosotros dos, ¿cuál era el que estaba diciendo tofu frente a un chef vegano? —Pensé que me estaba burlando más de mí mismo, pero es lo suficientemente justo. —De todos modos, te dejo con... Oh, te has comido todas las semillas. Maldición. Tuve que hacerlo.
—Supongo que no podría tener más? ¿Qué les pones, de todos modos? ¿Cocaína crack? —Sal, sobre todo, y algunas especias. —Son realmente exquisitas. —Lo sé, y ni siquiera salen de una vaca muerta. Unos minutos después de que ella había regresado a la cocina, y el adolescente había llenado las semillas, Adam y Tamara entraron sigilosamente, luciendo esbeltos, bronceados y engreídos. Me llamaron la atención y se sentaron al otro lado de la mesa, haciendo que se sintiera desagradablemente como una entrevista de trabajo. Lo cual, supongo, en cierto modo fue. —Oh, esto es encantador —dijo Tamara—. Bien hecho, tú. Puse mi mejor sonrisa. —Sí, el chef ha estado en mi radar por un tiempo. Y cuando escuché que estaba haciendo una ventana emergente, pensé en ti de inmediato. —Siento que ha pasado un tiempo desde que hablamos. Adam se metió una semilla en la boca. Era guapo en esta extraña forma de imagen en el ático. La última vez que lo busqué en Google, tenía poco más de cincuenta años, pero parecía que podía tener entre treinta y seis mil nueve. —Si. —Estaba bastante seguro de que Adam estaba insinuando que no había acariciado sus egos lo suficiente recientemente, así que recurrí a la estrategia de hacer una excusa que suena como un cumplido—. Pero ahora que el lanzamiento de la franquicia está en marcha, estaré mucho menos preocupado por molestarte. ¿Escuché que va bien? Tamara, que era lo suficientemente más joven que Adam como para que pareciera espeluznante pero no mucho más joven que tú, no se sintió crítica por pensar que era espeluznante, presionó una mano tímidamente sobre lo que sospechaba fuertemente que era un chakra. —Hemos sido muy bendecidos. —Si pones buena energía en el universo —agregó Adam—, la buena energía vuelve a ti. Dios. Para cuando esto terminara, iba a tener una acumulación casi fatal de sarcasmo no utilizado. —Creo que es una filosofía muy positiva, y sé que siempre has vivido. —Sentimos mucho que tenemos el deber de dar un ejemplo positivo. Esa fue Tamara. Adam asintió con aprobación.
—Es particularmente importante para mí porque solía trabajar en una industria muy negativa, e incluso con la ayuda de Tamara, me tomó mucho tiempo superarlo. En este punto, obtuve un respiro momentáneo cuando el adolescente vino a tomar nuestros pedidos y Adam y Tamara le dieron el tercer grado sobre de dónde provenían los ingredientes del restaurante y qué partes específicamente eran orgánicas. Me preguntaba a medias si hubiera sido una mejor estrategia llevarlos a un lugar menos acorde con sus valores para que tuvieran la satisfacción de estar insatisfechos con él. Al final, me decidí por la yaca César, a pesar de no saber qué era la yaca, porque pensé que era un buen compromiso entre hacer un esfuerzo y esforzarse demasiado. —De todos modos —Tamara se inclinó hacia delante con seriedad—, estamos muy contentos de tener esta oportunidad de hablar contigo, Luc. Como saben, consideramos que el trabajo que realiza el proyecto de investigación Coleoptera para restaurar el equilibrio natural de la tierra es increíblemente importante. Traté de igualar su seriedad con seriedad. —Gracias. Siempre hemos estado muy agradecidos por su generosidad. Pero, más que eso, siempre hemos sentido que comprendes realmente nuestra misión. —Es realmente bueno escuchar eso —dijo Adam—. Sin embargo, Luc, nuestros valores son fundamentales para nuestra forma de vida. Y... Ahora fue el turno de Tamara... —Algunas de las cosas que hemos estado escuchando recientemente nos han preocupado mucho. —Como decíamos antes. Creemos que es realmente importante poner el tipo de energía adecuado. —Y, obviamente, la naturaleza realmente nos importa. Y estar en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos. —Y, entonces, siendo francos y estrictamente extraoficiales, nos ha preocupado un poco que algunos elementos de su estilo de vida no sean necesariamente compatibles con lo que consideramos una vida sana y positiva. Estaba bastante seguro de que podrían haber seguido así durante al menos una hora más, pero, afortunadamente, parecía que pensaban que habían dejado claro su punto. Y ahora me miraban expectantes. De alguna manera, no les arrojé las semillas. —Veo completamente de dónde vienes —dije—. Y, siendo franco y estrictamente extraoficial, no he estado en el mejor lugar recientemente. Pero me he tomado el tiempo para reflexionar y mirar hacia adentro, y aunque creo que va a ser un proceso bastante lento y holístico, estoy comenzando a tomar
medidas para realinearme con el lugar donde se supone que debo estar en la vida. Tamara se inclinó sobre la mesa y puso su mano sobre la mía como una bendición. —Eso está realmente centrado en ti, Luc. No mucha gente tiene el coraje de hacer eso. —Solo para ser claros —Adam de repente pareció un poco incómodo—, no se trata de tu orientación sexual. Tamara asintió. —Tenemos muchos amigos homosexuales. Abrí mis ojos con una mirada de incredulidad tranquilizadora de que había estado practicando durante demasiado tiempo. —Sabes, nunca se me pasó por la cabeza que podría ser. Un par de horas más tarde, se habían ido, habiéndose retirado formalmente de Beetle Drive, lo que, ya sabes, podían hacer porque su retiro de Johrei no estaba sucediendo. Celebré y/o me consolé con un delicioso brownie de chocolate y caramelo. Como algo real. Mejor que un verdadero brownie de chocolate y caramelo, quiero decir no vegano. Mi teoría de trabajo era que conseguir un postre en un restaurante vegano era como tener sexo con alguien menos atractivo que tú: sabían que era difícil de vender, así que se esforzaron más. —¿Cómo estuvo la yaca? —preguntó Bronwyn, apareciendo a mi lado. —Sorprendentemente bueno. Incluso hubo una ventana de treinta segundos cuando dejé de desear que fuera carne. Ella se cruzó de brazos. —Has estado reprimiendo eso, ¿no? —Sí. Sí lo hago. Son las peores personas, Bronwyn. —Yo culpo al yoga. Todo ese tiempo en posición de perro boca abajo no es bueno para ti. —De hecho, usaron la frase, No se trata de tu orientación sexual. —Oh, ¿entonces era sobre ser gay? —Sí. —Limpié las últimas migajas de brownie—. Han llegado a ese punto en el que se han dado cuenta de que ser homofóbico es malo, pero no lo han reconciliado del todo con el hecho de que sospechan un poco de los homosexuales. Bronwyn exclamó. —¿Vas a necesitar otro brownie?
—Creo que en realidad podría. Esto es sobre gastos. Y siento que el trabajo me debe. De hecho, me trajo otro brownie. Y, de hecho, me lo comí. —Oh, por cierto —dijo, balanceándose sobre una caja de vino reutilizada— , recibí un mensaje de texto de Rhys. Quiere saber si te despiden o no. Él se preocupa por ti, Luc. Por lo bello que eres. —Creo que salió bien. Idiota o no, soy deprimentemente bueno complaciendo a la gente heterosexual cuando tengo que hacerlo. —Bueno, es una forma de vivir, ¿no? Probablemente sea mejor que cavar un hoyo. Me retorcí. —¿No crees que está... desordenado? —No tiene sentido preguntarme. No soy el Papa gay. Hazlo tú. ¿Qué opinas? Seguí retorciéndome. —No es una parte importante de mi trabajo. Simplemente se siente así ahora. —Quieres decir —ofreció amablemente—, ¿porque estabas en los periódicos siendo una gran zorra adicta? —Discúlpame. Recientemente he estado en los periódicos teniendo un novio muy agradable. —Sí, pero eso es solo para fingir, ¿no? Palmeé mi rostro. —¿Rhys le ha dicho a todo el mundo en Gales sobre esto? —Oh, lo dudo. No creo que conozca a nadie en Llanfyllin. De todos modos —se puso de pie de nuevo—, deberías traer a tu novio falso aquí en una cita falsa. Incluso le serviré una hamburguesa falsa. —En realidad, es vegetariano. —Ahí tienes, entonces. Con suerte conseguiré algo de publicidad y podrás disfrutar de mi comida sin la homofobia casual. Ahora que ella lo mencionó, a Oliver realmente le gustaría este lugar, y como todo lo que logré traerle durante nuestras citas para el almuerzo fueron dos envolturas de aguacate idénticamente promedio de Pret, le debía una buena comida en algún momento. Además, podía dejar que me ordenara, y podía verlo ser serio, gastronómico y...
Publicidad, eso era lo principal. Quiero decir, estaba seguro de que ir a restaurantes veganos con el abogado con el que salías monógamamente era un comportamiento amigable con los donantes. —Gracias —dije—. Eso sería... eh... genial. Ella asintió. —Te traeré la factura. Saqué el teléfono del bolsillo y descubrí que tenía una foto de Richard Armitage esperándome. Que definitivamente era mi tipo de idiota. ¿Quieres venir conmigo a un restaurante vegano emergente? Envié. Y pocos minutos después obtuve una respuesta. Por supuesto. ¿Es esto por trabajo o por una gestión de reputación más amplia? Ambos. Porque lo era. Pero tampoco lo era. Aunque te gustará. Eso es muy amable de tu parte, Lucien. No lo fue. Fue muy considerado de una lesbiana galesa. Aún así, fue lo más cerca que estuve de intentarlo durante mucho tiempo. Y eso fue muy aterrador. Simplemente no lo suficientemente aterrador como para detenerme.
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No había pensado mucho en cómo llegar a casa de mi padre. Mi plan, tal como estaba, había sido dejarlo completamente fuera de mi mente hasta el sábado por la noche, luego entrar en pánico y tal vez descubrir que no podría hacerlo después de todo. Oliver, sin embargo, no solo había buscado la ruta en Google, sino que había alquilado un automóvil para el fin de semana. Lo cual fue muy considerado. Y también exasperante. Con un ojo para la logística que podría haber parecido romántico si entornas los ojos, y nuestra relación no era una ficción total, sugirió que sería más eficiente si me quedara en su casa la noche anterior. La idea me habría parecido intensamente atractiva, excepto que estaba encontrando cada vez más difícil navegar en la unión, no unión, de nuestro arreglo. Mi cerebro no sabía qué hacer con un hombre amable, considerado y comprensivo, excepto decirme que me aleje y saliera ahora antes de que use lo que le has dado para hacerte daño. Lo cual, obviamente, no pude porque ambos necesitábamos esto y habíamos hecho un trato. Hubiera sido mucho más fácil si solo estuviéramos acostándonos. Entonces, él sería un chico con el que estaba teniendo sexo y yo sabría lo que significaba, y sí, después podría ir a los periódicos y contarles muchas anécdotas sexuales sucias. Pero, en este punto, eso era apenas una noticia, y lo tomaría cualquier día por historias sobre cuánto amaba a mi mamá o cuánto me había fastidiado mi papá o el hecho de que tenía una trágica obsesión por las tostadas francesas. Cosas sobre mí. De todos modos, lo llevé a By Bronwyn el sábado por la noche, y mostré descaradamente mi conocimiento de la cocina vegana durante unos doce segundos antes de que me diera una mirada de "Lo llamo mierda" y me preguntara qué era una yaca. Así que admití que no tenía ni idea y le pedí que ordenara por mí, lo que lo hizo mucho más feliz de lo que debería hacer a nadie. Tenía el tofu enrollado y, al mostrar demasiada información sobre mis preferencias, me consiguió la hamburguesa que me habría hecho sentir demasiado superficial al ordenar para mí. Y en realidad fue una velada realmente agradable; hablamos sobre el caso de Oliver, ahora estaba terminado, e hice mi impresión de Adam y Tamara Clarke, y de alguna manera a la mitad de una botella de vino vegano (porque aparentemente la mayoría del vino contiene vejiga de pescado por alguna maldita razón), llegamos a los puntos más finos de Drag Race. Y de ahí a básicamente todo, la conversación giraba y serpenteaba y volvía
sobre sí misma como normalmente solo lo hacía con mis amigos más antiguos y más cercanos. Por supuesto, Oliver insistió en que no quería postre, y luego se comió la mitad de mi brownie de todos modos, después de una pequeña pelea sobre quién podía sostener la cuchara. —¿Qué demonios te pasa? —pregunté, cuando trató de quitármelo de los dedos. Otra vez. —Puedo alimentarme solo, Lucien. —También puedes pedir tu propio maldito postre. —Te dije. No soy un gran fanático de los postres. Lo miré. —Estás mirando mi brownie con ojos de cachorro. —Yo... yo... —Se sonrojó—. Me siento incómodo por no comer mientras tú comes. —Oliver. ¿Eso es mentira? El rubor se intensificó. —Mentira parece una palabra muy fuerte. Podría ser un poco... engañoso. —No puedes tener esto de ambas formas. Puedes obtener puntos de virtud por no comer pastel, o puedes comer pastel. Y puedes ver en qué lado de esa ecuación caigo. —Supongo que siento que no debería. Solo Oliver podía convertir un brownie en un dilema ético. Bueno, Oliver y Julia Roberts. —Seguirás siendo una buena persona si comes postre. —Si, bueno. —Hizo uno de sus tímidos retorcimientos—. También hay consideraciones prácticas. —¿Qué, eres literalmente alérgico a divertirte? —En una forma de hablar. El, eh, corte en V que tanto admiras no se mantiene. Lo miré, sintiéndome culpable de repente. Supongo que aunque sabía racionalmente que no conseguías un cuerpo así sin básicamente matarte, lo había dado por sentado. —Si te ayuda, seguirás rechazándome el sexo incluso si empiezas a parecerte un poco más a una persona normal. —Tu dices eso. Pero no fue hasta que me quité la camisa que expresaste algún interés.
—No es verdad. ¿Qué hay del cumpleaños de Bridget? —Eso no cuenta. Estabas tan borracho que sospecho que habrías tenido sexo con una bolsa de patatas fritas. —Tampoco es cierto. Y… para que conste —Me tragué un trago de vino vegano—, en realidad me gustas desde hace bastante tiempo. El corte en V fue solo una excusa conveniente. Ahora bien, si no quieres comer brownies debido a tus elecciones sobre tu cuerpo, está bien. Pero si quieres el maldito brownie, entonces podemos compartir el maldito brownie. Hubo un largo silencio. —Yo... creo que —dijo Oliver—, quiero el brownie. —Genial. Pero como castigo por no tener las agallas de ordenar el tuyo, te lo voy a dar de una manera sexy. Yyyyyy el rubor estaba de vuelta. —¿Tienes que hacerlo? —Bueno. No. —Le sonreí desde el otro lado de la mesa—. Pero lo haré de todos modos. —Creo que encontrarás que no es una comida sexy. —Te he visto comer un postre de limón. Voy a encontrar esto sexy, te guste o no. —Genial. —Me miró con frialdad—. Dámelo, bebé. Dámelo duro. —Ves, está tratando de desanimarme. Pero no está funcionando. Me incliné sobre la mesa y deslicé un bocado de brownie en su boca ligeramente horrorizado. Pero en cuestión de segundos tenía ese hermoso y feliz aspecto de Oliver comiendo postre. No fue hasta que llegamos a casa después, y estábamos recostados decorosamente en la cama uno al lado del otro, que me di cuenta de que ponerme todo sensual y chocolateado con un chico con el que nunca iba a tener sexo había sido un error estrategicamente épico. Porque de repente todo en lo que podía pensar eran en sus labios, y sus ojos brillando de placer y el roce de su aliento sobre mis dedos. Y estaba perdiendo la maldita cabeza. Pero yo estaba en su casa, y él estaba allí, así que ni siquiera podía hacerme una paja. No creo que haya dormido bien. Y, además de eso, Oliver me hizo levantarme a las siete. Lo cual, no es exagerado decirlo, fue lo peor que le había pasado a un ser humano. Y actué así, escondiéndome bajo las sábanas, gimiendo y llamándolo por apodos. —Pero —en realidad se puso las manos en las caderas—, hice tostadas francesas. Lo miré desde debajo de la almohada que había puesto sobre mi cabeza.
—¿De veras? ¿En serio, en serio? —Sí. Aunque, después de haberme llamado un tirano del desayuno ofensivamente alegre, no estoy seguro de que te lo merezcas. —Lo siento. —Me senté—. No sabía que en realidad habías hecho el desayuno. —Bueno, lo hice. —¿Y en realidad hay tostadas francesas? —Sí. De hecho, hay tostadas francesas. —¿Para mí? —Lucien, no entiendo por qué estás obsesionado con el pan de huevo glorificado. Creo que me estaba sonrojando. —No lo sé. Tienes esta vibra de felicidad doméstica que encuentro, eh, ¿agradable? —Ya veo. —Y, honestamente —admití—, nunca imaginé que alguien realmente lo haría por mí. Me apartó el pelo de los ojos casi distraídamente. —Sabes, a veces eres muy dulce. —Yo... Demonios. No sabía qué hacer conmigo mismo—. Está bien, está bien. Me estoy levantando. Cuarenta minutos más tarde, mientras yo me duchaba a regañadientes pero lleno de tostadas francesas, estábamos en el camino, rumbo a Lancashire. Y poco a poco estaba llegando a un acuerdo con el hecho de que Oliver y yo nos habíamos apuntado para hacer un viaje en coche de cuatro horas juntos. O mejor dicho, Oliver se había inscrito para pasar cuatro horas llevándome a ver a mi papá en un auto que estaba alquilando. Y, una vez más, tenía que afrontar el hecho de que se estaba tomando este trabajo de novio falso mucho más en serio que cualquier novio real que yo haya tenido. —Eh. —Me retorcí—. Gracias por hacer esto. Creo que en mi cabeza Lancashire no estaba tan... lejos. —Bueno, te animé a que contactaras a tu padre, así que supongo que realmente me lo provoqué a mí mismo. —Sé que apenas lo he conocido, pero esto se siente tan típico de él. —¿Qué quieres decir?
—Oh, tú sabes. Hacer una gran canción y bailar sobre querer volver a conectar y luego arrastrarme hasta Lancashire para hacerlo. Quiero decir, ¿y si no tuviera un novio falso que pudiera conducir? Esto sería una mierda. —Afortunadamente, tienes un novio falso que puede conducir. Le lanzo una mirada de reojo. —Lo sé. Y me ofrecería compensarte, pero sigues rechazándome. —Sólo una observación, Lucien. Hay otras formas de hacer las paces con las personas además del sexo. —Así que tú dices. Sigo siendo escéptico. Tosió un poco. —¿Cómo te sientes al ver a tu padre? —Inconveniente. Y, siempre al epítome del tacto, Oliver no presionó. —¿Te importaría si pongo un podcast? —preguntó. Obviamente, Oliver era una persona de podcasts. —Está bien, pero si es una charla de TED12 Tecnología, Entretenimiento y Diseño o el podcast de ficción del New Yorker, me voy a Lancashire. —¿Qué pasa con el podcast de ficción del New Yorker? —Es el podcast de ficción de New Yorker. Conectó su teléfono al puerto y el coche se llenó de música de la Zona Desconocida y la voz extrañamente sonora de un hombre estadounidense. —Está bien —dije—, podemos agregar This American Life a la lista de las malditas opciones? —Bienvenido a Night Vale —dijo el hombre estadounidense extrañamente sonoro. Me quedé mirando el perfil sereno de Oliver. —¿Qué estás escuchando? —Es Bienvenido a Night Vale. —Sí, lo entendí del hombre que usó las palabras Bienvenido a Night Vale. ¿Por qué lo escuchas? Él se encogió un poco de hombros. —¿Me gusta?
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TED – Siglas de Tecnología, Entretenimiento y Diseño
—Supuse eso debido a que elegiste reproducirlo en el auto durante lo que será un viaje de cuatro horas. Simplemente no pensé que fuera el tipo de cosas de las que habrías oído hablar. —Claramente tengo profundidades ocultas. También estoy bastante comprometido con Cecil y Carlos. —¿Verdaderamente? ¿Los transportas? ¿También tienes un Tumblr? —No sé qué significa ninguna de esas palabras. —Lo habría creído, hasta el momento en que descubrí que te gusta Welcome to Night Vale. —¿Qué puedo decir? A veces necesito un descanso de escuchar documentales sobre temas de actualidad y despreciar a la gente. Estuve a punto de replicar pero algo me detuvo. —¿He vuelto a hacer las malas bromas? —Quizás. Simplemente no me di cuenta de que lo encontraría tan impactante que tuviera un interés fuera de la ley y las noticias. —Lo siento. Me... me gusta ver otros lados de ti. —¿Es el lado que normalmente ves tan objetable? —No —me quejé—. También me gusta eso. ¿Es por eso que no tienes sexo casual? Parpadeó. —¿Por escuchar Welcome to Night Vale? —Porque estás esperando a alguien con un cabello perfecto. —Sí. Esa es la razón. —El pausó—. Eso y las instrucciones de Glow Cloud.
29 Entre el tono meloso de Cecil y el hecho de que me había levantado a las siete, podría haberme quedado dormido. Oliver me sacudió suavemente para despertarme y yo salí del coche en algún lugar de la parte trasera de la insultantemente idílica granja de estrellas de rock de papá. Para mi total falta de sorpresa, el área de estacionamiento donde habíamos escondido el alquiler estaba muy, muy lleno de lo que se parecía mucho a un equipo de filmación en funcionamiento. Quiero decir, incluso había un maldito camión de comida, del que un hombre calvo con chaqueta de cuero estaba sacando una papa horneada. —Bueno —dije—, tengo muchas ganas de pasar un momento agradable con mi padre emocionalmente distante. El brazo de Oliver rodeó mi cintura. Era preocupante lo natural que comenzaba a sentirse. —Estoy seguro de que todo esto se terminará pronto. —Debería haber estado absorto ayer. —Entonces sospecho que fue subestimado, lo cual no es culpa suya. —Lo culparé si quiero. La grava crujió y entre algunas dependencias, todas con techo de paja y encantadoras, aunque al menos una de ellas tenía ventanas obviamente insonorizadas, logramos casi llegar a la puerta principal antes de que nos abordaran los de seguridad. —¿Qué crees que estás haciendo? Suspiré. —Me lo he estado preguntando desde que salimos de Londres. —Lo siento compañero. —El hombre levantó una mano—. No puedes estar aquí. —Fuimos invitados —dijo Oliver—. Este es Luc O'Donnell. —Si no estás en el programa, no puedes estar aquí. Me las arreglé para dar media vuelta, pero el brazo de Oliver lo dificultó. —¡Oh, qué vergüenza! Vamos. Si nos damos prisa, podemos llegar a esa hermosa estación de servicio a tiempo para la cena.
—Luc —Oliver me hizo girar de nuevo—, has recorrido un largo camino. No te rindas ahora. —Pero me gusta rendirme. Es mi mayor talento. Lamentablemente, Oliver no tenía nada de eso. Mostró firmeza al guardia de seguridad con su mejor aspecto de abogado. —Señor... lo siento, no entendí su nombre. —Briggs —ofreció el guardia de seguridad. —Señor. Briggs, este es el hijo de Jon Fleming. Ha sido invitado y, por tanto, tiene derecho a estar aquí. Aunque aprecio que es su trabajo decirnos que nos vayamos, no lo haremos. Si intenta evitar físicamente que veamos al Sr. Fleming, será una agresión. Ahora voy a pasar junto a ti para entrar en la casa y te recomiendo que vayas a hablar con tu gerente. Personalmente, incluso dejando de lado lo poco que deseaba estar allí, no habría elegido el curso de acción que había “sido agresión” como posible consecuencia. Oliver, aparentemente, no tuvo ningún problema con eso. Rodeamos al chico y entramos en la casa. Donde inmediatamente nos gritó una mujer pelirroja de unos cincuenta años. —Corte. Corte. ¿Quién diablos abrió la puerta? Estábamos parados en lo que, cuando no estaba lleno de micrófonos y gente enojada, habría sido un vestíbulo de entrada magníficamente rústico, con pisos de madera, alfombras ligeramente descoloridas y una enorme chimenea empotrada en una pared de piedra. —Mis disculpas por la interrupción —dijo Oliver, imperturbable—. Estamos aquí para ver a Jon Fleming. Pero parece haber un choque de horarios. —No me importa si estás aquí para ver al maldito Dalai Lama. No entras en mi set. En ese momento, Jon Fleming salió de la habitación de más allá: una sala de estar decorada con el mismo estilo, que de alguna manera logró parecer acogedora a pesar de ser enorme. —Lo siento. Perdón. —Hizo lo que James Royce-Royce llamaría un gesto de mea culpa—. Están conmigo. Geraldine, ¿estás de acuerdo con que estén sentados? —Bien. —Ella nos miró—. Solo cállate y no toques nada. —Bueno —suspiré tristemente—, ahí va mi plan de gritar y lamer los muebles. Jon Fleming me lanzó una mirada de sincera contrición, aunque estaba seguro de que no era ni sincero ni estaba arrepentido.
—Pronto estaré contigo, Luc. Sé que esto no fue lo que esperabas. —Realmente. Es casi exactamente lo que esperaba. Tómate todo el tiempo que necesites. Le tomó cinco malditas horas. La mayor parte, la pasó como mentor de Leo de Billericay a través de una interpretación acústica conmovedora de Young and Beautiful. Estaban sentados en uno de los amplios sofás hogareños: Leo de Billericay, con su guitarra apoyada en sus rodillas como si fuera un cordero moribundo, y papá lo miraba fijamente con esta mirada que decía "Creo en ti, hijo”. Sabía una mierda sobre música, pero papá era deprimentemente bueno en estas cosas. Siguió haciendo sugerencias técnicas perspicaces, pero no agresivas, y ofreció el tipo de elogio y apoyo que se quedó contigo toda la vida. Y, dicho sea de paso, también fue ideal para grandes momentos televisivos. En un momento, incluso guio los dedos de Leo de Billericay a una mejor posición para la transición entre los acordes. Y luego tuvimos que despejar el vestíbulo de entrada para que Leo de Billericay pudiera sentarse junto a la chimenea y decirle a la cámara lo increíble que era mi papá y lo importante que se había vuelto su relación para él. Lo cual tomó varias tomas porque seguían pidiéndole más emoción. Al final, estaba al borde de las lágrimas, aunque ya fuera porque había sido una experiencia tan significativa para él, o porque había estado sentado bajo luces calientes durante toda la tarde sin nada para comer ni beber mientras la gente le gritaba. Él, no podría decirlo. Bueno, podría. Pero realmente no me importaba. Mientras ellos hacían cualquier jerga televisiva para ordenar, doblar a los perritos o limpiar el plátano, me escabullí para robar una papa horneada de ITV. No me hizo sentir sustancialmente mejor. Pero finalmente Oliver, Jon Fleming, mi papa horneada robada y yo estábamos sentados alrededor de la mesa de la cocina, compartiendo un momento incómodo. —Entonces —dije—, ¿qué pasa con ustedes filmando constantemente desde que llegamos aquí? No pude presentarles a mi novio. —Soy Oliver Blackwood. —Oliver le ofreció la mano y mi padre se la estrechó con firmeza—. Es un gusto conocerle. Jon Fleming asintió lentamente con la cabeza que decía, Has sido juzgado y considerado digno. —Y tú, Oliver. Me alegro de que pudieras venir. Ustedes dos. —Bueno —hice un gesto que se acercó lo más que pude a "jodete" sin mostrarle literalmente el dedo—, eso está bien, pero nos iremos pronto. —Puedes quedarte a pasar la noche si quieres. Puede tomar el anexo. Tendrás tu propio espacio.
Una parte de mí quería decir que sí, aunque solo fuera porque estaba bastante seguro de que él confiaba en que yo dijera que no. —Tenemos trabajo. —En otro momento entonces. —¿En qué otro momento? Tuvimos que alquilar un coche para esto y pasamos toda la tarde viéndote filmar un programa de televisión de mierda. Se veía serio y arrepentido, lo cual, cuando eras un hombre calvo de setenta años con más carisma que conciencia, era muy fácil de hacer. —Esto no era lo que quería. Y lamento que mi trabajo se interpusiera. —¿Qué querías? —Apuñalé mi papa con un tenedor de madera—. ¿Cuál era el plan aquí? —No hay ningún plan, Luc. Solo pensé que sería bueno que pasáramos un tiempo juntos, en este lugar. Era algo que quería compartir contigo. Yo... no tenía idea de qué decir a eso. Jon Fleming no me había dado nada en toda mi vida. Y ahora, de repente, quería compartir, ¿qué, Lancashire? —Es una parte muy hermosa del país —ofreció Oliver. Dios, hizo el esfuerzo. Cada. Vez. —Es. Pero es más que eso. Se trata de raíces. Se trata de mi lugar de origen. De donde vienes. Bueno. Ahora tenía algo que decir. —Vengo de un pueblo cerca de Epsom. Donde fui criado por el padre que no me abandonó. Jon Fleming no se inmutó. —Sé que me necesitabas en tu vida, y sé que estuvo mal por mi parte no estar allí. Pero no puedo cambiar el pasado. Solo puedo intentar hacer lo correcto en este momento. —¿Estás…? —Realmente me molestó que tuviera que decir esto—. ¿Lo sientes siquiera? Se acarició la barbilla. —Creo que lamentarlo es demasiado fácil. Tomé mis decisiones y estoy viviendo con ellas. —Eh. Eso suena mucho a no. —Si hubiera dicho que sí, ¿qué cambiaría? —No lo sé. —Hice una demostración de reflexionar sobre ello—. Puede que no crea que seas un idiota colosal. —Lucien...
Los dedos de Oliver rozaron mi muñeca. —Puedes pensar lo que quieras de mí —dijo Jon Fleming—. Tienes razón. Había una presión creciendo dentro de mí, caliente y amarga, como si fuera a llorar o vomitar. El problema era que estaba siendo muy razonable. Pero todo lo que pude oír fue que me importa una mierda. —Se supone que soy tu hijo. ¿No te importa lo que siento por ti? —Por supuesto que sí. Pero aprendí hace mucho tiempo que no puedes controlar los sentimientos de otras personas. Mi papa ya no me protegía. La aparté y puse mi cabeza entre mis manos. —Con todo respeto, Sr. Fleming. —Oliver de alguna manera se las arregló para sonar tan conciliador e inflexible como mi padre—. Creo que es un error aplicar los mismos estándares a los revisores de revistas y a su propia familia. —Eso no es lo que quise decir. Me dio la impresión de que Jon Fleming no era un gran fanático de los desafíos. Luc es un hombre adulto. No voy a intentar cambiar su opinión sobre nada, y mucho menos sobre mí. Podía sentir la quietud de Oliver a mi lado. —No es mi lugar decirlo —murmuró—, pero debido a esa posición podría parecer que trata de evadir su responsabilidad de considerar el impacto que sus acciones tienen en otras personas. Hubo un pequeño e infeliz silencio. Entonces Jon Fleming dijo—: Entiendo por qué te sientes así. —Por el amor de Dios. —Miré hacia arriba—. No puedo creer que respondieras a ser llamado por tu mierda con la misma mierda. —Estás enojado. Él todavía estaba asintiendo. —Vaya, tienes una idea real de la condición humana allí, papá. Puedo ver por qué ITV piensa que eres una leyenda de la música. Cruzó las manos sobre la mesa, entrelazando sus dedos largos y nudosos. —Sé que estás buscando algo de mí, Luc, pero si tengo que decir que me arrepiento de haber elegido mi carrera en lugar de mi familia, entonces no puedo. Admitiré que te lastimé, admitiré que lastimé a tu madre. Incluso diré que fui egoísta, porque lo era, pero lo que hice fue lo correcto para mí. —Entonces —Supliqué, sintiéndome más como un niño de lo que me sentía cómodo—, ¿qué estoy haciendo aquí? —Lo que es correcto para ti. Y si eso es irse y nunca hablarme, lo aceptaré.
—¿Entonces me has pedido que haga un viaje de ida y vuelta de ocho horas para decirme que apoyas mi derecho a decidir si voy a verte? Eso está jodido. —Veo eso. Es solo que soy cada vez más consciente de las pocas oportunidades que me quedan. Suspiré. —Gracias, papá. Realmente sabes cómo jugar la carta del cáncer. —Solo estoy siendo honesto. Nos miramos el uno al otro, encerrados en este extraño punto muerto. No debería haber venido. Lo último que necesitaba era que Jon Fleming encontrara formas nuevas y creativas de decirme que nunca me había querido. Y ahora ni siquiera podía alejarme sin sentirme como el malo. Mis dedos se cruzaron desesperadamente sobre el brazo de Oliver. —No estás siendo honesto —dijo—. Estás siendo sincero. Soy un abogado. Sé la diferencia. Jon Fleming miró a Oliver con cierto recelo. —Me temo que me has perdido. —Quiero decir que todo lo que estás diciendo es perfectamente inobjetable cuando se lo toma al pie de la letra. Pero estás tratando de hacernos aceptar una equivalencia completamente falsa entre tú abandonando a tu hijo de tres años y Lucien haciéndote responsable de una elección que admites haber hecho libremente. De hecho, no son lo mismo. Ante esto, mi padre sonrió con ironía, aunque no llegó a sus ojos. —Sé que es mejor no discutir con un abogado. —Quieres decir que tengo razón, pero no puedes admitirlo, así que estás bromeando sobre mi profesión y esperando que Luc lo confunda con una refutación. —Está bien —Jon Fleming hizo un gesto de calmar a todos—, Puedo ver que las cosas se están caldeando. —No se están caldeando en absoluto —respondió Oliver con frialdad—. Tú y yo permanecemos perfectamente tranquilos. El problema es que ha estado molestando profundamente a su hijo durante los últimos diez minutos. —Has dicho tu parte y te admiro por eso. Pero esto es entre Lucien y yo. Salté tan bruscamente que la silla se cayó y se estrelló con una fuerza increíble contra lo que estoy seguro que eran auténticas losas de Lancaster. —No puedes llamarme Lucien. Y no puedes hacer —agregué con las manos de una manera que esperaba abarcar el todo de todo—, esto nunca más. Me acercaste. Sin embargo, de alguna manera he terminado siendo el que hace todo
el esfuerzo y el que tiene que asumir la responsabilidad cuando se estrella y se quema. —Yo… —Y si dices, Entiendo de dónde vienes o Te escucho, o algo remotamente parecido, entonces aunque seas un anciano con cáncer, te derribaría, así que Dios me ayude. Abrió los brazos de una manera que parecía mitad como si estuviera canalizando a Jesús y mitad como si estuviera diciendo “Ven a mí, hermano”. —Si quieres tomar una foto, adelante. Me sentí extrañamente aliviado al descubrir que no tenía ningún deseo real de golpearlo. —Puedo ver —dije arrastrando las palabras, con mi mejor voz de Jon Fleming—, por qué eso podría ser algo que quieres que haga. Pero me temo que no puedo darte lo que estás buscando. Quizás me lo estaba imaginando, pero pensé que mi papá parecía casi decepcionado. —Mira —continué—. Esto es cosa tuya. O haces un esfuerzo real para pasar un tiempo real conmigo en algún lugar al que pueda llegar. O salgo de aquí ahora mismo y puedes disfrutar muriendo de cáncer solo. Jon Fleming guardó silencio un momento. —Probablemente me lo merecía. —No me importa si lo hiciste. Así es como van a ser las cosas. Entonces, ¿qué dices? —Estaré en Londres de nuevo en un par de días. Vendré a verte entonces. Dejé escapar un largo suspiro. —Bien. Vamos, Oliver. Vamos a casa.
30 Nos pusimos en marcha en silencio. —¿Te importa —dije—, si nos saltamos Night Vale por ahora? —De ningún modo. El suave zumbido del motor llenó el coche. Y, por debajo de ello, el ritmo constante de la respiración de Oliver. Apoyé la cabeza contra la ventana y miré la autopista pasar como un rayo en una bruma gris. —¿Estás…? —¿Puedo poner algo de música? —pregunté. —Por supuesto. Metí mi teléfono en la base y encendí Spotify. Por alguna razón que bien podría haber sido un grito de terapia, tuve este impulso de escuchar uno de los viejos álbumes de Jon Fleming. Medio a regañadientes, medio ansioso, introduje "Derechos del hombre" en la barra de búsqueda. Y mierda, mi padre había estado en un montón de mierda a lo largo de los años. Sin contar varios mejores éxitos, remixes y colecciones de aniversario de una década, había una treintena de álbumes allí, incluido The Hills Rise Wild, que era uno de los que había hecho con Mum. Y que nunca pude reproducir. Dudé entre The Long Walk Home, que fue su último lanzamiento, y Leviathan, que fue del que todos han oído hablar y que ganó un Grammy en 1989, y finalmente me decidí por Leviathan. Hubo una breve pausa mientras la pista del título se almacenaba en el búfer. Y luego los altavoces comenzaron a gritar un nivel de rock progresivo enojado que realmente no habían sido diseñados para hacer frente. Para ser honesto, tampoco estoy seguro de haber sido diseñado para afrontarlo. Había pasado por una fase cuando tenía unos trece años de escuchar obsesivamente la música de Jon Fleming. Entonces decidí que no quería volver a escucharlo nunca más, lo que significaba que escucharlo ahora era una experiencia muy extraña. Porque lo recordaba perfectamente, no solo la música, sino cómo me había sentido, tener esa edad y tener un padre que era a la vez tan accesible y tan ausente. Él estaba completamente en su música. E incluso ahora, cuando acababa de pasar una hora gritándole, no estuvo en mi vida en absoluto.
La mirada de Oliver se deslizó brevemente hacia mis ojos. —¿Es esto…? —Sí. —Es, eh. Fuerte. —Sí, era ruidoso en los 80. En los años 70, todo eran árboles y panderetas. Otro interludio de gruñidos cínicos y guitarras pesadas. —Perdona mi ignorancia —dijo Oliver—, pero ¿de qué se trata? —Según mamá, y podemos verificar en Wikipedia si lo desea, porque no existía la última vez que escuché este álbum, se trata de Thatcherite Britain. Ya sabes, porque todo en los años 80 en este país era sobre Thatcherite Britain. —¿Tiene algo que ver con el Leviathan de Hobbes? —Eh. ¿Probablemente? Quiero decir, a menos que estemos hablando del tigre de dibujos animados, en cuyo caso, todavía tal vez, no tengo ni idea. Oliver soltó una de sus pequeñas risitas. —Bueno, llamó a su banda Rights of Man. Así que supongo que tenía algún interés en la filosofía de los siglos XVII y XVIII. —Oh, mierda. —Golpeé mi cabeza contra el reposacabezas—. ¿Todos saben más sobre mi papá que yo? —No sé más sobre tu padre. Solo sé más sobre la Ilustración. —Sí, no estoy seguro de encontrar eso muy reconfortante. Simplemente significa que sabes más sobre mi papá y más sobre la historia. —Ya sabes —otra mirada rápida—. No quise decirlo de esa manera. —Si. Pero disfruto pinchando tu culpa de clase media. —En cuyo caso, debería estar complacido de saber que me siento al menos ambivalente en este momento por alentarlo a acercarte a él. —Tienes razón. Esto fue un desastre y todo es culpa tuya. Él se estremeció. —Lucien, yo… —Estoy bromeando, Oliver. Nada de esto depende de ti. Está en el maldito Jon Fleming. Y… —ah, ¿por qué seguía haciéndome decir estas cosas? —Me alegro de que estuvieras allí. Hubiera sido peor sin ti. La siguiente pista fue más suave y fluida. Livingstone Road todavía podía recordar molesto. —Lo siento —dijo, después de un momento—, no fue mejor. —Nunca iba a ser así.
—¿Y no estás... demasiado herido? Si alguien más me hubiera preguntado, o si Oliver lo hubiera preguntado hace dos semanas, probablemente habría dicho algo como que Jon Fleming dejó de poder hacerme daño hace mucho tiempo. —No me duele mucho, pero... sí. —Es difícil para mí entender por qué nadie te querría en su vida. Resoplé. —¿Me conoces? —Por favor, no te rías de esto. Lo digo en serio. —Lo sé. Es más fácil alejar a las personas que verlas irse. —Las palabras colgaban allí y deseaba poder tragarlas de nuevo en mi boca—. De todos modos —continué rápidamente—, todavía tenías razón. Si no lo hubiera intentado, habría pasado toda mi vida como el bastardo que abandonó a su padre moribundo. —No lo habrías sido. Es posible que todavía se haya sentido así, pero no lo habría sido. —Una pausa—. ¿Qué vas a hacer después? Maldición, lo sabes. Veré lo que sucede cuando llama. —Has hecho todo lo correcto, Lucien. Ahora depende de él. Aunque, francamente, no creo que te merezca. Maldición. Realmente necesitaba que dejara de ser amable conmigo. Bueno, detente o nunca pares. Dejé que Leviathan corriera hasta el final, y luego Spotify decidió que quería escuchar a Uriah Heep, así que… escuchamos a Uriah Heep. Y un viaje de cuatro horas guiado algorítmicamente a través del rock progresivo de los 80 más tarde, la mayor parte del cual no me dormí del todo, pero lo suficientemente cerca como para no tener que pensar en nada, volvimos al mío. —¿Quie…? —Hice mi mejor esfuerzo para sonar indiferente—. ¿Quieres quedarte? Me miró, su expresión era ilegible en las sombras de las farolas. —¿Quieres que lo haga? Estaba demasiado cansado para luchar contra eso y demasiado agotado para fingir. —Sí. —Encontraré un lugar para aparcar y nos encontraremos arriba. Normalmente, esta habría sido mi oportunidad de intentar contener la peor evidencia de mi horrible estilo de vida, pero, en realidad, últimamente había sido muy cuidadoso y había logrado que mi apartamento se viera casi tan bien
como cuando mis amigos se habían ido. Lo que significaba que ahora no tenía nada que hacer excepto quedarme torpemente frente a mi sofá y esperar a Oliver. Y así fue como me encontró, todavía con mi abrigo y aplastando como un limón la alfombra que Priya me había dado para atar la habitación. —Eh —dije—. ¿Sorpresa? Me miró de nuevo ante la falta de suciedad. —¿Limpiaste? —Sí. Quiero decir, tuve ayuda. —No hiciste esto por mí, ¿verdad? —Para mí. Y un poco para ti. Parecía genuinamente abrumado. —Oh, Lucien. —Es... no es un gran... Me besó. Y fue el beso más grande de Oliver, sus manos acunaron mi rostro suavemente para atraerme hacia él, y sus labios cubrieron los míos con un cuidado deliberado que era su propio tipo de pasión. De la forma en que comerías un chocolate realmente caro, saboreándolo porque sabías que nunca obtendrías otro. Olía a familiaridad, a regreso a casa y a la noche que había pasado envuelto en sus brazos. Y me hizo sentir tan precioso que no estaba seguro de poder soportarlo. Excepto que tampoco quería que terminara este momento. Por encontrar algo que hacía tiempo que había dejado de buscar. Tal vez incluso dejé de creer. La dulzura salvaje imposible de alguien que te besa para ti, por ti, y todo lo que está fuera de la presión de los cuerpos, el murmullo del aliento, el trazo de lenguas que se alejan como hojas viejas en otoño. Fue un beso para hacerte invencible: caliente, lento, profundo y perfecto. Y por un rato, mientras Oliver me estuvo tocando, olvidé necesitar algo más. Me agarré con impotencia a las solapas de su abrigo. —¿Q… qué está pasando ahora mismo? —Más bien esperaba que fuera obvio. La boca que se había movido sobre la mía se curvó en una ligera sonrisa. —Sí, pero. Sí, pero. Dijiste que solo besas a la gente que te gusta. Ante esto, se sonrojó rápidamente. —Es cierto, pero lamento haberte dicho eso. Porque me gustas. Da la casualidad de que siempre me gustaste. Pensé que me encontrarías ridículo si supieras cuánto.
—Oh, vamos —me daba vueltas la cabeza—, ¿cuándo he necesitado tu ayuda para encontrarte ridículo? —Tienes un buen punto. —Así que bésame de nuevo. No estaba acostumbrado a que Oliver hiciera lo que le dije, pero supongo que fue una ocasión especial. O la limpieza se le había subido a la cabeza. En cualquier caso, no se mantuvo con cuidado por mucho tiempo: terminamos en el sofá, Oliver entre mis piernas, sus manos sujetando las mías contra los cojines, todo una maraña de respiración entrecortada, cuerpos arqueados y demasiada, demasiada ropa. Y, Dios, sus besos. Besos profundos, ahogados, desesperados. Como si le hubieran dicho que el mundo se estaba acabando y por alguna extraña razón había decidido que yo era lo último que quería tener. —Y aquí pensé —jadeé—, se suponía que eras un buen chico. Me miró. Con el pelo revuelto, la boca roja y los ojos oscuros de pasión, se veía muy travieso. —Y aquí pensé que eras demasiado consciente socialmente para entretener ese tipo de estereotipo de sexo negativo. —Soy. Soy socialmente consciente hasta las pelotas. Solo quise decir... este no era un lado de ti que alguna vez pensé que vería. —Bueno, no estabas destinado a hacerlo. —Su expresión se volvió solemne de nuevo—. Estuvimos de acuerdo… eso es… lo que estamos haciendo. No se supone que sea… No estaba seguro de lo que iba a decir a continuación, pero sabía que no quería escucharlo. Mañana podríamos volver a actuar como si esto no fuera nada. Pero esta noche... no sé... supongo que estaba demasiado cansado para mi propia mierda. —Oliver, por favor. Dejemos de fingir. Estuviste increíble hoy. Has sido increíble todo el tiempo. Estaba sonrojado. —He hecho lo que acordamos. Eso es todo. —Genial entonces. Pero me has hecho más feliz que, bueno, nadie. En mucho tiempo. Y no estoy tratando de meterme con lo que tenemos o hacerte hacer algo que no quieras hacer. Solo yo... supongo que quería que... lo supieras. —Lucien... —Eh —pregunté, después de una pausa muy larga—, ¿tenías la intención de terminar esa frase? Él se echó a reír.
—Lo siento. Es solo que este no es un lado de ti que alguna vez pensé que vería. —Sí. —Él y yo ambos—. No estoy acostumbrado a… nada de esto. Estar con alguien y poder contar con ellos, y querer que ellos puedan contar conmigo. —Si te sirve de consuelo, tampoco estoy acostumbrado a esto. —¿Pero no has tenido muchos novios? —Sí, pero —su mirada se apartó de la mía por un momento—, Nunca sentí que fuera suficiente para ninguno de ellos. —Eso no tiene ningún sentido. —Bueno —dijo sonriendo—, sigues diciéndome que tienes estándares bajos. —Oye, estaba siendo autocrítico. Palabra clave, yo. Se inclinó y me besó de nuevo, fue un roce fugaz de sus labios contra los míos. Normalmente yo no lo hacía con dulzura pero, bueno, era Oliver. —Entonces —Estaba un poco preocupado de que pudiera maldecirlo, pero tuve que hacer la pregunta—. ¿Besar es parte del arreglo ahora? —Si... si... no te importaría. Lancé un profundo suspiro. —Ya que insistes. —Hablo en serio, Lucien. —Sé que lo haces, y es adorable. Sí, creo que deberíamos agregar una subcláusula de besos al contrato de novio falso. Sus labios temblaron. —Elaboraré uno a primera hora de la mañana. Honestamente, podría haber tomado mucha más acción en el sofá de nivel adolescente con Oliver, pero habíamos conducido a Lancaster y de regreso, y mi papá había sido un completo idiota con los dos, y técnicamente teníamos trabajos de adultos por la mañana, todo lo cual se sumaba a la hora de dormir. Además, no tenía ningún libro, así que Oliver se vería obligado a depender de mí para entretenerse, y ahora que habíamos negociado besarnos, tenía la intención de ser bastante entretenido. Caballero como era, dejé que Oliver usara el baño primero y luego me dirigí al lavabo a limpiarme los dientes y asegurarme de que no necesitaba una ducha antes de intentar acurrucarme con el hombre atractivo que había traído a casa conmigo. Estaba en la etapa del cepillo de dientes en la boca cuando me di cuenta de que mi teléfono parpadeaba con bastante insistencia y, sin pensarlo realmente, revisé mis alertas. El problema era que Google había sido muy amable conmigo recientemente con sus historias de Celeb's Kid Doesn't Fuck Up Much,
lo que significaba que mi guardia estaba mucho más abajo de lo que debería haber estado. Y así Una Vida Como La Ordinaria: El Aquí Ni Allá de Luc O'Donnell por Cameron Spenser me dio una patada en los dientes. Luc O'Donnell no es famoso, comenzó. Incluso sus padres, las llamadas "celebridades" en esta pieza de estilo de vida de celebridades tienen nombres más propensos a provocar un "quién" o un "pensé que estaba muerto" que el chasquido universal de reconocimiento que se obtiene con los genuinamente famosos. Cuando lo conocí en una fiesta hace aproximadamente un mes, un amigo en común me había dicho que su padre era ese hombre de ese reality show ("ese hombre" era Jon Fleming y "ese reality show" era The Whole Package en la medida en que esos detalles importan). En ese momento, a pesar de lo que nos dicen constantemente sobre nuestra “cultura obsesionada con los medios”, ni el chico ni el programa significaban mucho para mí, pero parecía un rompehielos tan bueno como cualquier otro, así que me acerqué a él. Está bien, esto estuvo bien. Estos eran solo hechos. Eran hechos sobre algo específico que me había sucedido recientemente y que involucraba a un chico que había jurado ciego que no haría algo como esto, pero eran solo hechos. —Hola —comencé—. Eres el hijo de Jon Fleming, ¿verdad? Nunca olvidaré la forma en que me miró con esos intensos ojos azul verdoso, ojos de ven a la cama que les habrían llamado hace una década y media, llenos de esperanza, miedo y sospecha a la vez. He aquí un hombre, pensé, que nunca supo lo que es no ser nadie. Y no me había dado cuenta hasta ese momento de la carga que debe ser. Es un tópico decir que la fama ha reemplazado a la religión en el siglo XXI, los Beyoncé y los Brangelinas de nuestro mundo llenan el vacío dejado por los dioses y héroes de la antigüedad, pero como la mayoría de los tópicos, hay un elemento de verdad en eso. Y los dioses de antaño fueron despiadados. Por cada Teseo que mata al Minotauro y regresa a casa triunfante, hay una Ariadna abandonada en la isla de Naxos. Hay un Egeo lanzándose al océano al ver una vela negra. Esto todavía estaba bien. Esto tenía que estar bien. Era solo aire. Solo palabras. Solo gofres egoístas sobre nada. Pero esos eran mis ojos de los que estaba hablando. Mis malditos ojos. En otra vida, me gusta pensar que Luc O'Donnell y yo podríamos haber funcionado. En el poco tiempo que lo conocí, vi a un hombre con un potencial infinito atrapado en un laberinto que ni siquiera podía nombrar. Y de vez en cuando pienso cuántas decenas de miles como él debe haber en el mundo, insignificantes en un planeta de miles de millones, pero un número asombroso cuando se considera en su conjunto, todos dando traspiés cegados por la gloria reflejada, sin saber nunca dónde pisar o en qué confiar, bendecido y maldecido por el toque Midas de nuestra divinidad de la era digital. Leí el otro día que está saliendo con alguien nuevo, que está volviendo a encarrilar su vida. Pero cuanto más lo pienso, menos creo que alguna vez hubo una pista en la que él pudiera estar. Espero estar equivocado. Espero que esté
feliz. Pero cuando veo su nombre en los periódicos, recuerdo esos ojos extraños y angustiados. Y me pregunto. Dejé mi cepillo de dientes con cuidado junto al lavabo. Luego me hundí en el frío suelo del baño, me puse de espaldas a la puerta y me llevé las rodillas al pecho.
31 —¿Lucien? ¿Todo está bien? Oliver todavía estaba golpeando cortésmente la puerta del baño. No estaba seguro de cuándo había comenzado. Me limpié los ojos con la manga de mi camiseta. —Estoy bien. —¿Está seguro? Llevas allí bastante tiempo. —Dije que estoy bien. Hubo una especie de ruido vacilante del exterior. —Quiero respetar tu privacidad, pero cada vez me preocupo más. ¿Estás enfermo? —No. Si estuviera enfermo, habría dicho que estoy enfermo. Dije que estaba bien porque estoy bien. —No suenas bien. —Era la voz más paciente de Oliver—. Y si soy honesto, esto no parece un buen comportamiento. —Bueno, así es como me estoy comportando. Luego vino un golpe suave como si hubiera apoyado la cabeza contra la puerta. —Y no estoy desafiando eso, es solo... sé que han pasado muchas cosas hoy, y si estás molesto por algo, entonces espero que puedas hablar conmigo al respecto. Con un golpe algo más fuerte, eché mi cabeza hacia atrás con más fuerza de lo que esperaba. La repentina sacudida de dolor pareció aclarar las cosas, pero probablemente no lo hizo. —Sé que lo haces, Oliver, pero ya te he hablado demasiado. —Si te refieres a esta noche, yo... no sé qué decir. Me gustó tener esa conexión contigo, me gustó saber que yo importaba y no creo que eso sea algo que ninguno de nosotros deba lamentar. —No debería, no es lo mismo que no.
—Tienes razón. Ninguno de los dos puede estar seguro de que no vamos a mirar atrás en cinco años y pensar que esta fue la peor idea que hemos tenido. Pero ese es un riesgo con el que estoy dispuesto a vivir. Raspé inútilmente la lechada entre las baldosas del piso. —Eso es porque cuando te arrepientes de algo, lo haces solo en una casa con una taza de té y una botella de ginebra. Cuando me arrepiento de algo, lo hago en la página ocho del Daily Mirror. —Soy consciente de que esto es una preocupación para ti, Lucien, pero… —Esto es más que una maldita preocupación. Es mi vida. —Mi uña se enganchó y se rasgó torpemente, una media luna de sangre se acumuló en la punta de mi dedo—. No entiendes cómo es. Cada estupidez que he hecho. Cada vez que me han abandonado. Cada vez que me han usado. Cada vez que he sido un poco vulnerable. Eso es para siempre. Para cualquiera. Ni siquiera es una historia adecuada. Es el artículo que lees por encima del hombro de alguien en el metro. Es el medio titular que capta cuando pasas junto a un periódico que no estás comprando. Es algo por lo que te desplazas cuando estás teniendo un mal momento. Hubo un largo, largo silencio. —¿Qué ha pasado? —Tú estás pasando —arrojé—. Me has arruinado y me has hecho pensar que las cosas podrían ser diferentes y que nunca pueden ser diferentes. Otro silencio aún más largo. —Siento que te sientas así. Pero lo que sea que esté sucediendo en este momento claramente se trata de algo más que de mí. —Tal vez, pero eres la parte con la que puedo lidiar en este momento. —¿Y estás tratando conmigo teniendo una discusión a través de la puerta de un baño? —Estoy tratando contigo diciéndote que esto no está funcionando. Aparentemente, incluso una relación falsa está fuera de mi alcance. —Si me vas a dejar, Lucien —Oliver se había puesto muy, muy frío—, ¿al menos lo harás en mi cara en lugar de hacerlo a través de dos pulgadas de madera contrachapada? Escondí mi cara contra mis rodillas, definitivamente no estaba llorando. —Perdón. Esto es lo que obtienes. No puedes decir que no te lo advertí. —Lo hiciste, pero esperaba que pensaras que me merecía algo mejor. —No, soy tan idiota. Ahora sal de mi apartamento. Escuché el más débil de los sonidos, como si tal vez Oliver hubiera estado a punto de probar el picaporte y luego se lo pensó mejor.
—Lucien, yo... por favor no lo hagas. —Oh, vete a la mierda, Oliver. Él no respondió. Desde mi celda de cerámica blanca, lo escuché vestirse, escuché sus pasos alejarse, escuché la puerta principal cerrarse detrás de él. Durante un tiempo estuve demasiado jodido para hacer algo. Entonces estaba demasiado jodido para hacer algo excepto llamar a Bridget. Así que llamé a Bridget. Ella respondió de inmediato. —¿Qué ocurre? —Yo —dije—. Soy lo que está mal. —¿Qué está pasando? El teléfono de Bridge era lo suficientemente sensible para captar la voz somnolienta de Tom. —Es una emergencia —dijo. Él gimió. —Son libros, Bridge. ¿Qué problemas pueden tener a la una y media de la mañana? —No es una emergencia editorial. Es una emergencia de amigos. —En cuyo caso, te amo. Y eres la mejor y más leal persona que conozco. Pero voy a dormir en la habitación de invitados. —No tienes que hacerlo. Seré rápida. —No, no lo harás. Y no quiero que lo hagas. Bajo la conexión un poco de mierda, escuché el susurro de la ropa de cama y un beso de despedida. Y luego Bridge volvió a la línea. —Está bien, estoy aquí. Dime qué pasa. Abrí la boca y luego me di cuenta de que no tenía idea de qué decir. —Oliver se ha ido. Una pequeña pausa. —No sé cómo decir esto sin que suene mal pero... ¿qué hiciste ahora? —Gracias. —Dejé escapar una risa que sonó más como un sollozo—. Eres mi roca. —Yo soy tu roca. Por eso sé que tomas decisiones realmente malas. —No fue una decisión —me lamenté—. Simplemente sucedió. —¿Qué fue lo que pasó?
—Le dije que me había arruinado y que se fuera a la mierda. —Ah. —Bridge me dio el equivalente audible de su rostro confundido—. ¿Por qué? Cuanto más lo pensaba, más seguro estaba. —Estoy en el Guardian, Bridge. El maldito Guardian. —Pensé que el objetivo de salir con Oliver era conseguir una mejor prensa. Después de todo, es una farsa. Probablemente solo publicarían una historia de sexo de una celebridad si se tratara de un diputado o de un real. —Fue peor que una historia de sexo. Fue un artículo de opinión que invitó a la reflexión sobre la víctima rota de la cultura de las celebridades que me escribió ese chico al que no pude atraer en la fiesta T de Malcom. —¿Debería mirar? —¿Por qué diablos no? —Me acurruqué aún más en una esquina del baño—. Todos los demás lo harán. —Quiero decir, leerlo me ayudaría a apoyarte mejor. Murmuré algo parecido a urnuhnuh. —Está bien, voy a entrar. Una pausa, mientras ella cambiaba de aplicación y leía el artículo, por el cual yo temblaba, sudaba y me sentía mal. —¡Guau! —dijo—. Qué idiota total. Eso fue menos consolador de lo que esperaba. Sin embargo, tiene razón, ¿no? Soy este desastre de media persona de la fama de otra persona, que nunca tendrá una vida normal o una relación normal o… —Luc, detente. Trabajo en publicaciones, puedo detectar tonterías articuladas a una milla de distancia. Sin embargo, así es como me siento. Y debe haberlo visto, y ahora el mundo entero también puede hacerlo. Presioné mi mejilla contra la pared, esperando que el frío ayudara de alguna manera. —No es solo una foto mía saliendo o vomitando. Es... Miles de nuevo. —No se parece en nada a Miles. Se trata de alguien que te conoció durante cinco segundos y decidió usar tu nombre para vender un artículo completamente genérico sobre nada en particular. Además, solo necesitas esa cantidad de alusiones clásicas si tienes un pene muy pequeño. Solté una extraña risa con hipo. —Gracias por eso. Aquí, pensé que estaba teniendo una crisis, pero resultó que todo lo que estaba buscando era una oportunidad para insultar el pene de un extraño.
—La comodidad viene de muchas formas. Quizás lo hizo, pero también se fue de muchas formas. —Mira, desearía ser mejor en no importarme. Y, de hecho, he trabajado muy duro para que no me importe. Excepto que entonces comencé a preocuparme y mira a dónde me lleva. —¿Dónde te ha llevado? —preguntó gentilmente—. Si te refieres a hablar por teléfono conmigo a las dos de la mañana, esa ha sido una constante en nuestras vidas desde que tengo memoria. —Bridge, cuando estemos en nuestro lecho de muerte, espero que lo último que hagamos sea llamarnos. Pero me refería a Oliver. —¿Si que pasó? Este artículo no tiene nada que ver con él. —Lo sé, pero —traté de ordenar mis pensamientos, que permanecieron obstinadamente sin ensamblar—, fue amable conmigo, y eso me hizo sentir seguro, y quizás no inútil. Y así me puse todo suave, feliz y una mierda. Y luego sucedió esto y no pude hacer frente. Y seguirá sucediendo, y seguiré sin poder afrontar la situación mientras trate de vivir como una persona normal. Bridget dejó escapar un largo y triste suspiro. —Te amo, Luc, y eso suena terrible. Pero no creo que "hacerse miserable" sea la única solución que crees que es para todos. —Ha funcionado hasta ahora. —¿De verdad crees que te habrías sentido mejor con ese artículo si lo hubieras leído solo en un piso lleno de tubos Pringles vacíos? —Bueno, al menos no habría tenido que romper con alguien a través de la puerta del baño. —No tenías que romper con él. Elegiste romper con él. Apreté la frente contra las baldosas. —¿Qué más se suponía que debía hacer? —Bueno, esta podría ser una noción bastante radical. —Siempre podía decir cuando Bridge estaba haciendo un gran esfuerzo por no sonar enfadada conmigo. Lo estaba contando ahora mismo—. ¿Pero se te ocurrió que podrías haberle dicho que había sucedido algo inquietante y luego tener una conversación al respecto? —No. —¿No crees que tal vez haya sido una buena idea? ¿No crees que quizás eso haya ayudado? —No es tan simple. —Maldición, estaba llorando de nuevo—. No para mí. —Podría ser, Luc. Solo tienes que dejarlo.
—Sí, pero no sé cómo. Vi esto en el periódico, y de repente sentí como si hubiera pasado el último mes deambulando sin ropa y ni siquiera me había dado cuenta. —Pero te gustaba estar con Oliver. —Lo hice —resoplé—. Realmente lo hice. Pero esto no vale la pena. Ella hizo un sonido confuso de apoyo. —No entiendo. ¿Qué es esto? El artículo habría salido de todos modos. Y no puedes romper con alguien para no tener que romper con él. —No, no es ninguno de esos. Son ambos. Es todo este gran todo. Demonios, soy un desastre. —No eres un desastre, Luc. A veces haces cosas jodidas. Pero, y lo digo de la mejor manera posible, todavía no tengo ni idea de qué estás hablando. Tiré del borde irregular de mi uña con los dientes. —Te lo dije, es todo. No puedo... no soy... de relaciones. No puedo relacionarme. Ya no. —No hay una fórmula mágica —dijo—. Es difícil para todos nosotros, ya has visto cuántas veces lo arruiné, pero tienes que seguir intentándolo. Me deslicé el resto del camino por la pared, me acurruqué en el piso del baño, con el teléfono pegado al hombro. —No es eso. Es... más grande que eso. Es... —¿Es qué? —Soy yo. —Tuve de nuevo esas náuseas progresivas que no se relacionan con tu cuerpo—. Odio cómo me hace sentir estar con alguien. Hubo una pequeña pausa. Entonces Bridge preguntó—: ¿Qué quieres decir? —Como si hubiera dejado el gas encendido. —Eh. Me alegro de que no puedas ver mi cara ahora. Porque todavía no tengo idea de lo que estás hablando. Hice esa cosa en la que pones las rodillas y los codos hacia adentro y tratas de hacerte tan pequeño que desapareces. —Oh, tú sabes. Como si fuera a volver a casa algún día y mi mundo entero se hubiera quemado. —Bueno —hizo un sonido de dolor—, realmente no sé qué decir a eso. —Eso es porque no hay nada que puedas decir. Así es como es. —Está bien —anunció, con la confianza injustificada de un general de la Primera Guerra Mundial que envía a sus hombres a la cima—, tengo cosas que decir.
—Bridge… —No, escucha. De hecho, hay una opción aquí. Y la elección es, o nunca volverás a confiar en nadie, y finges que eso evita que la gente te lastime cuando claramente no es así. O, eh, no hagas eso. Y tal vez tu casa se queme. Pero al menos estarás caliente. Y probablemente el próximo lugar sea mejor. Y ven con una placa de inducción. No sabía si la estrategia de Bridget de distraerme de mis problemas siendo extraña fue deliberada o no. —Creo que has pasado de darme una charla a abogar por el incendio provocado. —Estoy abogando por arriesgarme con un buen hombre en el que claramente estás interesado y que te tratará bien. Y si crees que eso es un incendio provocado, entonces sí, es un incendio provocado. —Pero ya lo dejé. —Entonces recupéralo. —No es... —Si dices, no es tan simple, una vez más, me subiré a un Uber, iré allí y te daré un fuerte golpe en las costillas. Solté otra extraña risa llorosa. —No llames a un Uber. Sus prácticas comerciales no son éticas. —El punto es que todo esto se puede arreglar. Si quieres estar con Oliver, puedes estar con Oliver. Pero, ¿debería estar conmigo? Quiero decir, me llevó hasta Lancashire para ver a mi papá, se enfrentó a mi papá por mí, me llevó a casa de nuevo y luego rompí con él a través de la puerta del baño. —Estoy de acuerdo —admitió Bridget—, que no era ideal. Y probablemente heriste mucho sus sentimientos. Pero, en última instancia, si él quiere estar contigo es su decisión. —¿Y no crees que tal vez decida no salir con el hombre que llora en el baño? —Creo que la gente te sorprende y, de verdad, ¿qué tienes que perder? —¿Orgullo? ¿Dignidad? ¿Respeto a ti mismo? —Luc, tú y yo sabemos que no tienes ninguna de esas cosas. Ella me había hecho reír de nuevo, estaba bastante seguro de que era su superpoder. —Eso no significa que quiera darle a Oliver Blackwood la oportunidad de patearme con fuerza.
Sé que no. Pero por lo que has dicho, se merece uno. Y, de todos modos, podría salir bien. —Sí —murmuré—, eso es lo que dijeron sobre la invasión de Irak. —Estamos hablando de pedirle a un chico lindo que te dé una segunda oportunidad. No comenzar una guerra. —No tienes idea de cuántas segundas oportunidades me ha dado ya. —Lo que significa que claramente le gustas. Ahora ve y dile que lo sientes, y que también te gusta, porque obviamente lo sientes y obviamente te gusta. Pero lo arruinaré o él no querrá verme o… —O serán increíblemente felices juntos. Y si sale mal, lo resolveremos como siempre. Eso fue un 50% reconfortante y un 50% vergonzoso. —No deberías tener que seguir levantándome del suelo. —Eso es lo que hacen los amigos. Levantarse unos a otros del suelo y sujetar su cabello hacia atrás cuando esté enfermo en el baño. —Eres tan sentimental, Bridge. —Sostener el cabello de alguien mientras vomita es una de las cosas más amorosas que puedes hacer por ellos. —¿Sabes, podrías beber menos? —Podría, pero elijo no hacerlo. Murmuré algo. —¿Qué fue eso? —TeamoBridget. —Yo también te amo, Luc. Ahora ve a buscar a tu hombre. —¿A las tres de la mañana? ¿Cómo ayudará eso? —Es romántico. Lo estás persiguiendo bajo la lluvia. —No está lloviendo. —No me arruines esto. —¿Y no crees que él preferiría un mensaje de texto educado después de que ambos hayamos tenido una buena noche de sueño? Ella chilló exasperada. —No. Y, además, no dormirá. Él estará mirando por la ventana, preguntándose si estás mirando a la misma luna que él. —¿Cómo podríamos estar mirando lunas diferentes? Además, no puede ver la luna, porque aparentemente está lloviendo.
—Está bien, ahora solo estás demorando, así que voy a colgar. Ella colgó. Después de que ella se fue, lentamente me desenrosqué. Todavía no estaba listo para levantarme o salir del baño, pero estaba llevando mis victorias donde podía encontrarlas. A pesar de lo entusiasta que había estado Bridge con el plan, no estaba seguro de que llegar a la puerta de Oliver, a las estúpidas horas de la mañana, resultaría tan romántico y espontáneo como ella esperaba, especialmente desde que lo hice antes, aunque al menos entonces había sido en un momento un poco más sociable. En mi defensa, en esa ocasión me había dejado, así que, en cierto modo, estábamos uno a uno. Si ignoramos el hecho de que él me había dejado específicamente por mi comportamiento y yo lo había dejado a él, eh, específicamente por mi comportamiento. Y aunque entendí lo que Bridge estaba diciendo sobre dejarle elegir si quería lidiar con mi mierda o no, no podía quitarme la sensación de que habíamos alcanzado un nivel de mierda que haría que la elección fuera una obviedad.. Porque esto era lo que estaba obteniendo: alguien que había pasado cinco años enterrándose en el cinismo y la apatía, y honestamente, tampoco había sido tan bueno antes. No quería ser esa persona para Oliver, no quería arremeter o huir cada vez que pensaba que algo podría lastimarme, pero iba a tomar más de un mes de citas falsas y un par de rondas de tostadas francesas para cavar mi camino. Sería más fácil para todos si nunca volviera a hablar con él. Pero Bridge tenía razón, se merecía algo más que fácil. Y si eso significaba que tenía que quedarme parado en su puerta de nuevo y decir que lo siento de nuevo, entonces creo que lo haría. Y tal vez esta vez podría dejar que me viera, todas las formas en que estaba desordenada, herida y perdida, y todas las formas en que él me hizo mejor. Quizás él también se lo merecía. Veinte minutos más tarde, en contra de mi buen juicio, estaba en un taxi de camino a Clerkenwell.
32
Estaba de pie en la acera frente al lugar de Oliver, tratando de averiguar exactamente qué tan mala había sido la idea cuando empezó a llover. Lo cual, al menos, se interpuso en mi plan de vacilar sin poder hacer nada durante veinte minutos antes de enloquecer y volver a casa. Quiero decir, todavía no había descartado por completo la Operación Te Acobardas pero, de alguna manera, ahí estaba, horriblemente húmedo y aterrorizado, tocando el timbre de Oliver a las cuatro de la mañana. Oh mierda, ¿qué había hecho? Me quedé mirando los bonitos paneles de vidrio de Oliver, preguntándome si era demasiado tarde para huir como un niño jugando una broma. Y luego la puerta se abrió, y Oliver estaba parado allí en su pijama más a rayas, con su rostro pálido y sus ojos enrojecidos. —¿Qué estás haciendo aquí? —dijo con una especie de voz de, Esto es lo último que necesito ahora mismo. Sin idea de cómo responder a eso, localicé el artículo de Cam en mi teléfono y se lo puse en el rostro a Oliver como un agente del FBI en una película. —¿Qué es esto? Él entornó los ojos. —Es un artículo sobre lo perdedor que soy de un chico que conocí hace un mes por cinco minutos. —Cuando me despertaste —dijo Oliver—, en un momento tan poco sociable que ni siquiera se puede llamar en medio de la noche porque eso fue hace unas dos horas, esperaba que al menos vinieras a disculparte. No esperaba que me pidieras que hiciera una lectura de antecedentes en un teléfono inteligente mojado. Maldición, estaba arruinando esto. —Estoy —intenté—. Quiero decir, lo hago. Pido disculpas. Pero quería que supieras por qué me volví loco. Para el contexto. —Ah, sí. —Me dirigió una de sus miradas frías—. La parte más importante de cualquier disculpa. El agua de lluvia se deslizó desde las puntas de mi cabello hasta mi cara.
—Oliver, lo siento. Lo siento mucho. Lamento haberte alejado. Lamento haber perdido la cabeza. Lamento encerrarme en el baño como una adolescente emo en una mala fiesta. Siento no poder disculparme antes. Siento haber sido un falso novio de mierda. Y lamento seguir apareciendo en tu puerta rogándote que me des otra oportunidad. —No es que no aprecie el gesto… bueno, los gestos —estaba haciendo la cosa de frotarse la sien que significaba que no tenía idea de cómo tratarme—, pero no entiendo por qué sigue pasando esto. Honestamente, ni siquiera entiendo lo que pasó esta noche. —Por eso —vociferé, blandiendo el teléfono de nuevo—, traté de darte contexto. Miró al teléfono, a mi y viceversa. —Probablemente deberías entrar. Entré y me paré en su vestíbulo goteando. Ninguno de los dos parecía del todo seguro de lo que se suponía que iba a pasar a continuación. Entonces Oliver dijo—: ¿Por qué no te tomas un momento para secarte? Y echaré un vistazo a este artículo, si todavía te sientes cómodo con eso. No me sentía cómodo con eso en absoluto, pero habiéndolo puesto bajo sus narices, ya era un poco tarde para echarse atrás. Además, estaba comprometido a ser honesto, transparente y oh, colaborador. Traté de no entrar en pánico y dejé que Oliver me llevara arriba, donde tomó una toalla del armario de ventilación porque, por supuesto, tenía un armario de ventilación. Y, por supuesto, la toalla era esponjosa y olía bien. La abracé con necesidad. Me dio un pequeño empujón hacia el baño. —Hay una bata detrás de la puerta. Estaré en la cocina. Bajé unos minutos más tarde sintiéndome más seco y más reconfortante, envuelto en un tejido azul marino, y encontré a Oliver en la mesa frunciendo el ceño en mi teléfono. —Lucien —miró hacia arriba con una expresión menos alentadora de lo que hubiera esperado—. Todavía estoy confundido. Por tu reacción, asumí que leería algo que, al menos, pondría en peligro una de nuestras carreras. Este es un pedazo de relleno egocéntrico sin contenido por un truco obvio. Me deslicé torpemente en una silla enfrente. —Lo sé, pero se sintió realmente cierto en ese momento. —Yo diría que no soy antipático, pero como te encerraste en un baño y me dejaste por él, encuentro difícil la simpatía. —Yo... lo entiendo.
Oliver cruzó una pierna sobre la otra, luciendo sereno y serio. —Creo que lo que necesito que entiendas es que aunque no estamos en una relación oficial, nos hemos comprometido el uno con el otro en el que ambos confiamos. Y cuando te comportas de manera poco confiable, eso tiene consecuencias reales para mí, logísticamente y —soltó una pequeña tos tensa— , emocionalmente. Esto era todo lo que pensaba que no me gustaba de Oliver Blackwood: severo, estricto, rector y no de una manera perversa, y con ese leve borde de superioridad que sugería que nunca se desmoronaría o echaría a perder. Pero ahora lo conocía mejor y sabía que lo lastimaría. —Me doy cuenta de que te he tratado mal, y me doy cuenta de que mis muchos, muchos problemas no son una excusa para eso. Y me gustaría poder decirte que no volveré a hacer esto, pero no puedo porque me preocupa que lo haga. —Si bien aprecio tu honestidad —dijo, todavía con bastante frialdad—, no estoy seguro de dónde nos deja eso. —No puedo decirte dónde te deja, pero donde me deja es que quiero darle otra oportunidad a esto y trataré de hacerlo mejor. —Lucien... —Él suspiró con suavidad—. Realmente no quiero ir solo al aniversario de mis padres. Pero ya es un poco tarde para encontrar a alguien más. Eso no fue exactamente la caída en mis brazos que Bridget me había hecho esperar. —Si eso es lo que necesitas, y eso es todo lo que quieres, todavía puedo hacer eso por ti. Creo que te conozco lo suficientemente bien como para pasar por tu novio en una fiesta, incluso si no hablamos hasta entonces. —¿Qué hay de tu función laboral? —Estará bien. —Me encogí de hombros—. He recuperado a la mayoría de los donantes. Y, ya sabes, estoy empezando a pensar que si vuelven por mi vida personal, podría enfrentarme a llevarlos a un tribunal laboral. Oliver me estaba mirando, sus ojos eran todo gris plateado y expectantes. —¿Por qué no pudiste antes? —Porque ser despedido se sintió como algo que me merecía. —¿Y no es así ahora? —Algunas veces. Pero no tanto. —¿Qué cambió? —preguntó, con una mirada burlona. Gruñí. —No me hagas decirlo.
—¿Qué dices? —Su pie se movió con impaciencia—. Tendrás que perdonarme si no soy más perspicaz, pero solo he dormido tres horas. —Lo que noto es que todavía hay suficiente sueño para decir perspicaz. Oliver, tú. Fuiste tú. Tú eres lo que cambió. Y ahora lo arruiné. Y estoy triste. Su expresión se relajó durante un segundo. Y luego se suavizó abruptamente. —Si he sido una influencia tan positiva, ¿por qué diablos me arrojaste por la puerta de un baño por un tonto artículo en un periódico famoso por sus errores ortográficos? —Creo que lo que estás subestimando aquí es cuánto puedo mejorar y seguir siendo un completo desastre. —No eres un completo desastre, Lucien. Simplemente no quiero volver a pasar por esto en quince días, y no has podido darme ninguna seguridad de que no lo haré. Tomé una respiración profunda. —Bueno. Mira, la verdad es que los dos somos terribles en las relaciones. Así es como llegamos a esta posición en primer lugar. Pero siento que estás pidiendo algo incorrecto. —¿Es eso así? —Levantó una ceja poco convencido—. Me enorgullezco de estar pidiendo algo bastante razonable, que es que nuestra relación, falsa o no, no se verá interrumpida constantemente por tu aparición en mi puerta disculpándote por tu comportamiento de mierda. —Y veo por qué eso no es genial. Excepto que no estoy seguro de que sea el verdadero problema. No sé cómo prometerte que no reaccionaré exageradamente, ni arremeteré, ni diré algo que no debería. Todo lo que puedo prometer, y realmente creo que es lo que debería prometer, es que seré honesto contigo sobre... sobre lo que me está pasando. —Esto fue un infierno. Estoy bastante seguro de que esto fue un infierno—. Eso es lo que debería haber hecho esta noche. Y es por eso que estamos aquí. Hubo un largo silencio. Era cincuenta por ciento, ya fuera un buen silencio o un mal silencio. —Está bien. —Oliver me miró con recelo—. Entonces, si hubieras sido honesto conmigo, como sugieres, ¿qué hubieras dicho? Abrí mi boca. No salió nada. —Creo —murmuró Oliver—, que hemos descubierto la falla en este plan. —No. No. Dame un minuto. Puedo hacer esto. Puedo confiar en alguien. Con mis sentimientos y mi mierda.
¿Por qué fue esto tan difícil? Quiero decir, era Oliver. Básicamente, la persona más decente que había conocido en la última década y de la que no era amigo. Maldición. —Eh —lo intenté—. Esto probablemente va a sonar totalmente extraño, pero ¿te importa si voy a tu baño? —Lo siento, ¿supongo que no estás pidiendo usar las instalaciones? —No, yo... creo que me gustaría entrar allí. —Si me vuelves a arrojar por una puerta, me enojaré mucho. —No lo haré. Y mi objetivo final es llegar al escenario en el que podamos tener este tipo de conversación en la misma habitación. Pero, ya sabes, ¿pasos de bebé? Hizo un gesto de derrota. —Genial. Si eso es lo que necesitas. Así que fui al baño de Oliver, cerré la puerta detrás de mí y me senté en el suelo de espaldas. —Todavía puedes oírme, ¿verdad? —Alto y claro. —Bien. —Respira. Respira. Tuve que respirar—. Esto... sea lo que sea... que estamos teniendo, es... lo mejor que me ha pasado en cinco años. Y sé que se supone que es falso, pero no lo siento así por... No lo sé. Por un tiempo. Y eso, supongo, reorganizó mi desorden de una manera que en general es realmente, realmente... bueno. Pero también me siento vulnerable y asustado todo el tiempo. La puerta se estremeció levemente, lo que me tomó un momento interpretar. Pero luego pensé que tal vez Oliver estaba sentado al otro lado, de espaldas a la mía. —Yo... Lucien. No sé qué decir. —No tienes que hacerlo. Solo, eh, escucha o algo. —Por supuesto. —Entonces, cuando vi ese artículo, mencionó todas estas cosas viejas que yo… Sí. Verás, mi último novio, Miles... estuvimos juntos durante toda la universidad y un poco después. Y creo que fue una de esas relaciones en las que las cosas que te mantienen unido en la universidad no funcionan en el mundo real. Estábamos pasando por una mala racha, pero supongo que no sabía qué tan difícil, porque fue y vendió su historia... mi historia... nuestra historia... al Daily, ni siquiera puedo recordar cuál. Por malditos cincuenta mil dólares. Escuché a Oliver tomar aire. —Lo siento. Eso debe haberse sentido horrible.
—Bastante. Lo que no pude piratear fue... pensé que cuando estás enamorado, se supone que es seguro, ¿no? Se supone que deben poder hacer cosas, probar cosas y cometer errores, y estará bien porque saben quiénes son el uno para el otro. Realmente creí que teníamos eso, pero él lo tomó, lo lanzó a la prensa, y convirtieron cinco años de mi vida en un par de tríos y esa vez tomamos cocaína en una fiesta en Soho. —Gracias por decírmelo —susurró Oliver a través de la puerta—. Esto es claramente muy difícil para ti y agradezco tu confianza. Debería haber terminado. Pero, de alguna manera, ahora que había empezado a hablar de esta mierda, no podía parar. —Conoció a mi mamá. Le hablé de mi familia, de mi papá, de cómo me sentía, de lo que quería, de lo que temía. Y lo hizo todo tan feo y tan barato. Y ahora todo el mundo piensa que eso es lo que soy. Y la mitad del tiempo yo también lo creo. —No deberías. Y sé que es fácil de decir y más difícil de creer, pero eres mucho más que imágenes en los periódicos y un par de pequeños artículos tristes escritos por hombrecitos tristes. —Tal vez, pero también regresó a mamá. Ya pasó por lo suficiente sin que los tabloides la convirtieran en una loca. —Por supuesto —dijo en voz baja—, no la conozco tan bien como tú. Pero ella parece... resistente, por decir lo menos. —Ese no es el punto. No debería tener que pagar porque confío en las personas equivocadas. —Una persona. Quién te traicionó. Que fue él. Mi cabeza cayó suavemente hacia atrás contra la puerta. —La cosa es que ni siquiera lo vi venir. Creí que lo conocía. Mejor que nadie. Y él todavía… —Una vez más, se trata de él y sus elecciones. No sobre ti y los tuyos. —Racionalmente, lo sé. No sé cuándo volverá a suceder. —¿Entonces no has estado con nadie desde entonces? —Básicamente. —Traté de tocar el piso de Oliver como si fuera el mío, pero la lechada estaba demasiado limpia—. Fue liberador al principio. Sentí que lo peor ya había pasado, así que pensé que también podría hacer lo que quisiera. Excepto, entonces, hacer lo que quería se convirtió en guiarme hacia las peores suposiciones de la gente sobre mí. Y antes de darme cuenta, había perdido mi trabajo, había alejado a la mayoría de mis amigos, mi salud estaba destrozada y mi casa era una propina. Sentí otra onda a través de la puerta, fue extrañamente reconfortante, como si me estuviera tocando.
—No tenía idea de lo difícil que ha sido para ti. Lo siento mucho, Lucien. —No lo sientas. Porque entonces te conocí. Salir del baño todavía parecía una perspectiva aterradora, pero estaba llegando a la conclusión de que esperar no lo haría menos aterrador. Y aunque el baño de Oliver era mucho mejor que, digamos, el mío, no me había hundido lo suficiente como para ser feliz de vivir allí por el resto de mi vida. Me puse de pie temblorosamente, abrí la puerta y caminé directamente a los brazos de Oliver. —Sí —dije unos minutos después, todavía aferrado a él—, Probablemente debería haber hecho esto la primera vez. Me dio un completo apretón mullido. —Podemos trabajar en ello. —¿Significa esto que me tendrás de vuelta? Me obsequiaron con una de sus intensas miradas. —¿Quieres volver? Apenas estoy empezando a entender cuánto te pide esto. —No, Oliver. Vine a tu casa a lo que sea en la mañana y derramé mis tripas por todo el piso de tu baño porque soy regular en esto. —Me resulta extrañamente reconfortante que te sientas lo suficientemente bien como para ser sarcástico conmigo. Me arriesgué a sonreírle y él me devolvió la sonrisa lentamente.
33
Unos minutos más tarde estábamos de regreso en la pequeña cocina de Oliver, y él estaba en la estufa porque aparentemente había decidido que lo que realmente necesitábamos ahora era chocolate caliente. Sentado inútilmente a la mesa, me puse a mirar mi teléfono y descubrí que eran más de las cinco. —Mañana te arruinarán en el trabajo. —No estoy en la corte. Así que no tengo ninguna intención de entrar. —¿Puedes hacer eso? —Bueno, técnicamente trabajo por mi cuenta, aunque los empleados tienden a no verlo de esa manera, y no he tenido un día de enfermedad en... nunca. —Lo siento. Otra vez. —No lo sientas. Obviamente, preferiría que no hubiéramos tenido una crisis, pero he llegado a un acuerdo con la idea de que hay algo que me importa más que mi trabajo. No tenía idea de cómo responder a eso. Una parte de mí quería señalar que probablemente no debería poner a los chicos por delante de su carrera, pero como yo era el chico, eso habría sido bastante contraproducente. —Sí, creo que yo también estaré haciéndolo. —No creo que cuente como tirar a un enfermo si realmente lo estás pasando mal. —¿Qué? Observé los músculos de su espalda mientras agitaba su sartén, y no podía decir si notar ese tipo de cosas de nuevo significaba que estaba organizando mi vida o mi vida nunca había estado organizada para empezar—. ¿Debería llamarlos y decirles Lo siento, me causé un ataque de nervios con un artículo de The Guardian? Se acercó con un par de tazas y las dejó con cuidado en el posavasos. Crucé mis manos alrededor de las mías, dejando que el calor se filtrara en mis palmas, mientras el rico aroma a chocolate y canela flotaba sobre la mesa. —Has pasado por mucho hoy —dijo—. No hay necesidad de disminuirlo. —Sí, pero si no disminuyo las cosas, tengo que enfrentarlas en su tamaño normal y eso es horrible.
—Creo que normalmente es mejor enfrentarse al mundo tal como es. Cuanto más tratamos de escondernos de algo, más poder le damos. —No seas sabio conmigo, Oliver. —Lo miré fijamente—. No seas poco atractivo. Con el aire de alguien con muchas cosas en la cabeza, giró su chocolate caliente en un cuarto de círculo y luego volvió de nuevo. —Ya que estamos en el tema de... —¿Poco atractivo? —Tratando de esconderte de las cosas. —Oh. —¿Mencionaste en el baño que nuestro arreglo ya no se sentía tan artificial como hasta ahora? —¿Estás tratando de evitar que me asuste usando palabras que sabes que me burlaré de ti por usarlas? Sus ojos se encontraron con los míos al otro lado de la mesa. —¿Lo dijiste en serio, Lucien? —Sí. ¿Había algo peor que ser llamado por tu propia sinceridad? —Lo decía en serio—. ¿Podemos volver a lo que es importante aquí, que es que, en realidad acabas de decir hasta ahora? —Da la casualidad —continuó ajustando el ángulo de su taza—, que yo mismo he estado teniendo pensamientos similares. En ese momento, no podía decir si había estado esperando desesperadamente escuchar eso o aterrorizado. Pero demostró lo lejos que había llegado, y lo seriamente comprometido que estaba con que Oliver lo hiciera mejor, que no me escapé gritando. —Está bien. ¿Bien? ¿Eso es lindo? En mi defensa, mi voz solo había subido media octava. —No hay necesidad de entrar en pánico. Solo estamos teniendo una conversación. —¿Puedo volver al baño…? —No. Jadeé. —Mira, yo... Como dije, tengo estos sentimientos. Y no estoy acostumbrado a tener estos sentimientos. Y cada vez que tengo estos sentimientos, tengo estos otros sentimientos que son... como... ¿Cuándo irá a la prensa, cuándo me va a decepcionar, cuándo me va a arruinar? —Lucien...
—Y —Lo interrumpí antes de poder detenerme—, no creo que pueda soportarlo. No de ti. Se quedó callado por un momento, frunciendo el ceño pensativo. —Sé que lo último que puede ayudarte en este momento son las promesas y lugares comunes. Pero me siento bastante seguro al asegurarles que nunca venderé tu historia a los tabloides. —Estoy bastante seguro de que Miles también habría dicho eso. —Pero en un contexto diferente. —Su tono era muy mesurado, casi indiferente, pero también se inclinó sobre la mesa y tomó mi mano húmeda y flácida entre las suyas—. No te estoy pidiendo que confíes en mí personalmente. Obviamente, me complacería que pudieras, pero entiendo que, por lo que has pasado, se vuelve tan difícil. —Sin embargo, quiero confiar en ti. —No tienes que hacerlo. Pero puedes confiar en que no tengo nada que ganar y mucho que perder al convertir nuestra relación en un espectáculo público. No necesito el dinero en particular, y he invertido más de una década en un trabajo que depende de mi reputación de discreción. Le brindé una frágil sonrisa. —Probablemente valgo mucho más ahora que mi papá está en la televisión. —Mi carrera significa mucho más para mí que cualquier suma de dinero que razonablemente me puedan ofrecer. Probablemente me tomó demasiado tiempo convertir el cubo de Rubik en mi cerebro en algo que pudiera dar sentido a esto. —Bueno. Si. Veo eso. —Y, para el caso —continuó—, tú también. Bueno, eso fue algo. —Gracias. En realidad. Yo... maldición, ¿cómo hacemos esto? —Lo confieso —Oliver se había puesto un poco rosado alrededor de las orejas—. No había pensado tan lejos. Este es un territorio nuevo para los dos. —Eh. No quiero sonar frío, pero ¿y si simplemente... continuamos como estábamos? —¿Quieres decir…? —dijo lentamente—. ¿Quieres que sigamos fingiendo estar en una relación que admitimos que se siente real para ambos? Vaya, intentar hacer lo correcto fue difícil. Y parecía muy similar a arruinar todo.
—Me preocupa que si tratamos de cambiar demasiado de una vez, saldrá mal de alguna manera y luego te habré decepcionado y estarás solo en el aniversario de tus padres y será mi culpa. —Eres muy amable, pero no voy a poner una fiesta familiar por encima de nuestra relación. —No tienes que hacerlo. —Puse mi otra mano sobre la suya—. Dejando de lado mis crisis ocasionales, con las que prometo que aprenderé a lidiar, esto nos está funcionando bien y definitivamente hará lo que necesitamos que haga. ¿Por qué apurarse? ¿O meterse con eso? Me estaba dando una mirada de No estoy muy seguro de quién eres, pero me gusta. —Estoy empezando a pensar que podrías ser mejor en las relaciones de lo que has dicho. —Yo —anuncié—, estoy creciendo como persona. —Quizás yo... yo también podría hacerlo mejor. Le sonreí, demasiado cansado para que me importara lo tonto que era. —No tienes que hacerlo. Ya eres perfecto. La cama pasó poco después de eso. Y, después de haber expuesto toda la profundidad de mi charla emocional, parecía un poco inútil preocuparme por lo que Oliver pensaría de mis boxers. Por lo que pude ver, no se sintió decepcionado ni rechazado; en cambio, me llevó a sus brazos, donde me quedé en silencio y seguro, y rápidamente me quedé dormido. *** Nos despertamos tarde, bueno, tarde para los estándares de Oliver, como a las nueve, aunque lo mantuve en la cama por una hora más o menos, como pulpo alrededor de él y negándome a dejarlo ir hasta que me dijo firmemente que necesitaba el baño. Mientras él hacía la ablución, y probablemente recordando usar hilo dental y todas esas otras cosas que se supone que debemos hacer pero no lo hacemos, saqué mi teléfono y llamé al trabajo. —Investigación, Protección de Coleópteros... Oh no, espera, eso no está bien. Al parecer, conseguí a Alex. —Investigación de Coleópteros, Reunificación y... Rescate de Coleópteros, Investigación y... —Soy yo. —¿Yo quién?
—Luc. —Lo siento, Luc aún no está. Alexander Twaddle habla. —No, sé quién eres, Alex. Yo soy Luc. Luc soy yo. —Oh. —Podía escucharlo pensar—. Entonces, ¿por qué dijiste que querías hablar con Luc? —No lo hice, lo siento, debo haber hablado mal. —No te preocupes, es fácil de hacer, viejo. Ayer mismo, respondí el teléfono con Buenas tardes y luego me di cuenta de que eran solo las 11:30. —Alex —dije lentamente—, ¿no fue ayer domingo? —Dios mio. Y así fue. Pensé que estaba un poco tranquilo. —De todas formas. —Si no detuviera esto ahora, estaríamos aquí toda la semana—. Llamé para decir que no me siento muy bien y que no iré hoy. Hizo un sonido de simpatía genuina. —¡Qué espantoso para ti! ¿Todo está bien? —Sí, acabo de tener un par de días difíciles. —Conozco el sentimiento. El mes pasado, mi botones estaba enfermo y apenas pude mantener el equilibrio. —Estoy tratando de ser fuerte. —Toma todo el tiempo que necesites. Un buen hombre es difícil de encontrar. En ese momento, Oliver salió del baño, desnudo hasta la cintura. —Creo —dije—, que estaré bien en ese frente. —Me alegra oírlo. ¡Adiós! Colgué y traté de no mirar fijamente a Oliver con demasiada tristeza, lo cual fue más fácil de lo que podría haber sido, ya que mi teléfono estaba tratando de notificarse a sí mismo sobre una embolia. Eché un vistazo a WhatsApp, el grupo estaba en silencio, y actualmente se llama You Can Luc (pero es mejor que no te toque), recibí un mensaje privado de Bridge de inmediato: LUC, ¿ESTÁS BIEN? ¿QUÉ PASÓ CON OLIVER? LUC LUC ESTÁS BIEN LUC LUC ESTAS BIEN ESTÁ TODO BIEN
Los labios de Oliver se curvaron. Dado que también conocía a Bridge, probablemente también había sido víctima de sus mensajes de texto. —Estaré en la cocina. Baja cuando estés listo. Sí, tecleé, perdón por el silencio. Está todo bien. Hablamos de sentimientos y Miles y mierda. Dios mío, ¿TE ESTÁS BESANDO AHORA MISMO ?????? No, Bridge. Te estoy enviando un mensaje de texto BUENO, DETENTE Y VE A BESAR A OLIVER DE TODOS MODOS TENGO QUE IR PORQUE GEOPOLITICAL UPHEAVEL HA PRODUCIDO UNA ESCASEZ DE PAPEL DE PULPA EN TWICKENHAM Y NINGUNO DE NUESTROS LIBROS SE ESTÁ IMPRIMIENDO AHHHHHHHHHHH Buena suerte con eso. Gracias por anoche. CUANDO QUIERAS TENEMOS QUE SALIR Me puse la bata de Oliver y bajé las escaleras. Oliver estaba comiendo algo terriblemente saludable de un frasco de conservas y leyendo el Financial Times en su iPad. Dios, era adorable. —Hay tostadas. —Miró hacia arriba, luciendo como una especie de porno extraño y altamente específico para personas a las que realmente les gustan los hombres increíblemente tonificados y los periódicos de colores divertidos—. O fruta. O bircher. Puedo hacer papilla si lo prefiere. Todavía estaba un poco emocionado por tanta fibra. Así que me serví un plátano, de un racimo que colgaba de lo que parecía ser un lugar para colgar plátanos a medida, al lado, pero no dentro, del tazón de frutas ofensivamente bien surtido. —¿Qué pasa con el...? —Señalé—. ¿Tienes algún problema con los plátanos? —No es personal. Pero liberan etileno, que es un agente de maduración, y puede hacer que otras frutas se echen a perder. —Oh. Correcto. —Lo siento. ¿Preferiría que dijera que estaba preocupado por la traición en mi frutero y que los ensartara de una horca para animar los otros? —¿Recuerdas esa vez que fingí impresionarte? Bueno, todavía no puedo.
que
hablaba
en
francés
para
Él se rio y me dio un beso, lo que me llevó no del todo a su regazo, sino al lado de él.
—No necesitas hablar francés para impresionarme. Mi corazón titubeó. Pero todavía no estaba acostumbrado a todo esto... a la intimidad y el bienestar. —¿Qué estás comiendo? —Solté en su lugar—. Parece esperma con fruta. —Gracias, Lucien. Siempre sabes exactamente qué decir. Tímidamente, acaricié su cuello con la nariz y me emocionó el descubrimiento de su... lo que sea lo opuesto a una sombra de las cinco en punto. El hormigueo del pelo debajo de mis labios era un recordatorio de que todavía estaba aquí. Que ambos estábamos. Juntos. —Es bircher13 —continuó—. Avena, remojada durante la noche en leche de almendras y —como correctamente observas— fruta. Pero, a mi leal saber y entender, nada de semen humano o de otro tipo. —¿Así que es papilla fría? —Mucho más liviano y fresco, pero lo suficientemente sustancial como para mantenerme atravesando un caso judicial. También puedo hacerlo al comienzo de la semana y me sirve hasta el sábado, lo cual es conveniente. Le sonreí impotente. —¿Pones pequeñas etiquetas en los frascos para saber cuál es para qué día? —No. —Me lanzó una mirada severa que, de alguna manera, no fue severa en absoluto—. Bircher es fungible. —Bueno, si se vuelve fungible, probablemente no deberías comerlo. Él se rió, algo indulgentemente. Pero bueno, podría acostumbrarme a que me complazcan, especialmente Oliver.
13
Bricher - desayuno a base de hojuelas de avena, salsa de manzana, manzana fresca, pasas, nueces y mantequilla de nuez.
34 Pasé el resto del lunes con Oliver, sintiéndome frágil pero contento, en una especie de neblina. Habíamos hablado tanto la noche anterior que no teníamos mucho que decirnos, pero eso fue bueno de alguna manera. Oliver se había sentado casi con decoro en su sofá, leyendo La Canción de Aquiles, y yo casi me había tumbado sobre él durmiendo la siesta. Esperaba no seguir teniendo emociones, porque se volvería realmente cansado muy rápido. Luego, a media tarde, y a pesar de mis protestas, insistió en que fuéramos a dar un paseo, que resultó ser mucho más agradable de lo que tenía derecho a ser un paseo por Clerkenwell. Por supuesto, tomarse el lunes libre significaba tener que ponerse al día el martes. Y como el Beetle Drive rodaba sobre la colina como un montón de estiércol debajo de las patas traseras de un Scarabaeus viettei (vaya, había estado trabajando en CRAPP demasiado tiempo), tenía mucho que hacer cuando llegué a la oficina. Decidimos que la recaudación de fondos debería incluir una subasta silenciosa cuando (es decir, yo) establecimos la primera hace unos años y creo que simplemente pensamos que sonaba bien. Pero resultó que eran mucho trabajo porque necesitabas una pequeña cantidad de cosas caras y mucha gente rica, o una gran cantidad de cosas de precio moderado y una cantidad razonable de gente rica, y cada vez era una situación impredecible si el balance iba a salir bien. No ayudó que la Dra. Fairclough insistiera en donar una copia firmada de su monografía sobre la distribución de escarabajos errantes en el sur de Devon entre 1968 y 1972, que aparentemente fue una época salvaje para el escarabajo errante de Devonshire. Y terminé teniendo que comprarlo todos los años bajo una serie de seudónimos cada vez más improbables porque nadie más apostaría por él. El más reciente había sido para la Sra. A. Stark de Winterfell Road. Justo cuando estaba obteniendo un descuento útilmente obsceno en una cesta de Fortnum & Mason, que siempre funcionó bien en una subasta, aunque en realidad no son especialmente difíciles de conseguir, Rhys Jones Bowen apareció en mi puerta con su impecable oportunidad habitual. —¿Ocupado, Luc? —preguntó. —Sí, fantásticamente. —Oh, eso está bien. Seré breve. —Reclamó mi silla libre con aire de hombre que no tiene intención de ser solo breve—. Solo estoy aquí para
transmitir un mensaje de Bronwyn. Dijo gracias por ser fotografiada afuera de su restaurante. Le hizo mucho bien, y está reservada para el resto de la bonanza. Iba a ofrecerte a prepararte la cena, pero no puede porque ahora tiene demasiado. Con el pensamiento excéntrico de Cam casi destruyendo mi relación con Oliver, me tomé un descanso de mis alertas de Google. —No hay problema. Honestamente, no me había dado cuenta. —Fue un artículo encantador al final, todo sobre cómo estabas dando la vuelta a una nueva página más saludable y tratando de arreglar tus problemas como tu papá. Y el periodista le preguntó a Brownyn, y ella dijo que no eras tan cabeza hueca como ella pensaba que ibas a ser. Entonces eso es bueno, ¿no? —En un mundo ideal, mi cobertura de prensa no incluiría la palabra cabeza hueca en absoluto, pero sí. Lo acepto. Esperé con esperanza a que Rhys Jones Bowen se fuera, pero en cambio, se sentó y se acarició la barba. —Sabes, Luc, he estado pensando. Como lo que podría llamar un gurú de las redes sociales, recientemente descubrí que existe un sitio web llamado Instagram. Y aparentemente, si eres un poco famoso y un poco capullo, puedes ganar mucho dinero fingiendo que te gustan las cosas. —¿Estás sugiriendo —me tomó un momento incluso hacer que mi cabeza fuera allí—, que debería convertirme en un influencer de las redes sociales? —No, no, solo digo que deberías ir a Instagram y ayudar a personas como Bronwyn. Eso es lo que nosotros en el negocio llamamos aprovechar su plataforma. —Gracias, pero creo que me gusta mi plataforma sin apalancamiento. —Bueno, lo haces tú, como dicen. —Se puso de pie, se estiró teatralmente, caminó hasta la mitad de la puerta, luego se detuvo y se volvió—. Por cierto, ¿sabes cuánto disfrutaste con tu simpático novio la experiencia gastronómica emergente de Bronwyn? No estaba seguro de que me gustara a dónde iba esto. —¿Sí? —Bueno, tengo a este compañero Gavin de Merthyr Tydfil, y ha realizado una serie de esculturas de vidrio inspiradas en el levantamiento de 1831. Ahora, definitivamente no me gustó a dónde iba esto, pero por alguna razón hice una pregunta al respecto de todos modos. —¿Quién? ¿El qué? —Eso es tan típico de los ingleses. Poner a los nonagésimos tercero montañeses en mis compatriotas, y luego ni siquiera tener la decencia de enseñarlo en las escuelas. De todos modos —hizo una pausa inquietante—,
puedes aprenderlo todo cuando vayas y te tomen una foto en la exposición de Gavin. Llámame paranoico, pero estaba empezando a pensar que Rhys Jones Bowen tenía un motivo oculto para quererme en Instagram. Estaba a punto de decirle que no tenía ninguna intención de ir a la exhibición de esculturas de vidrio de su compañero, pero le debía todo el rescate vegano, y también… supongo… ¿ayudar a la gente fue agradable? Además, probablemente era el tipo de cosas que realmente le interesarían a Oliver. —Está bien —dije—. Eso suena interesante. Envíeme un correo electrónico con los detalles y le preguntaré a mi novio si está dispuesto a hacerlo. —No te preocupes, Luc —dijo Rhys, asintiendo—. Estoy completamente bajo… oh, cierto. Seré honesto, esperaba que dijeras que no a eso. —Debe ser el día de suerte de Gavin. Pero realmente tengo que volver al trabajo. —Te diré algo, te traeré un café. Le di las gracias y volví a la subasta silenciosa. Bueno, subasta silenciosa presionando y enviando mensajes de texto a Oliver: ¿Quieres venir conmigo a una exposición esta noche? ¿Qué tipo de exposición? Es cómico que preguntes esto. Escultura de vidrio. Acerca de —fue mientras escribía esto que me di cuenta de que había olvidado lo que Rhys dijo que se trataba, e incluso si pudiera recordar, no habría podido deletrearlo, — algo malo que sucedió en Gales. No estoy seguro de eso reduzca las posibilidades. ¿Una rebelión? Hubo una pausa. Cualquier otra persona habría estado buscando en Google, pero Oliver solo estaba escribiendo. Ha habido varias. Si. Una de ellas. Rhys quiere que le dé algo de publicidad a un amigo suyo y le dije que lo haría porque me has convertido en una mejor persona, bastardo. Mis disculpas. No quise hacerlo. Está bien. Puedes pagarlo haciendo que parezca que entiendo el arte. Me encantaría, Lucien, pero tengo que trabajar esta noche. Lo siento. No saldremos si es tan fácil. Estás invitado toda la semana. Tengo muchas ganas de ir. Por supuesto que tenía. ¿Fin de semana entonces?
Celebramos el cumpleaños de Jennifer. Seguido rápidamente por: Quiero decir, tengo el cumpleaños de Jennifer y estás invitado a venir, pero no debes sentirte obligado. Seguido rápidamente por: Por supuesto que serás muy bienvenido. Les gustaría conocerte. Cálmate. ¿Qué tal el viernes? Funciona para mi. Bueno. A intentar conseguir algunas entradas de primera calidad para Harry Potter and The Cursed Child a un precio no exorbitante. Estaba empezando a pensar que la taquilla nunca me volvería a llamar cuando sonó mi teléfono. —Hola, habla Luc O'Donnell. —Hola, Luc. —Era Alex de la recepción. Lo que significaba que alguien estaba tratando de llamarme, pero había un 50 por ciento de posibilidades de que ya les hubiera colgado—. Tengo un chico un poco raro en la línea para ti. ¿Está bien si lo transfiero? —Adelante siempre. —Bien. ¿Alguna idea de cómo yo... ya sabes... hago eso? No suspiré. Me sentí muy orgulloso de mí mismo por no suspirar. —¿Ya presionaste Transferir antes de llamar a mi extensión? —Sí. Me acordé de hacerlo así porque tengo una mnemotécnica inteligente. Solo recuerdo la frase Sic transit gloria mundi14, luego recuerdo que presionas Transferir primero porque tránsito es la segunda palabra en la ayuda de la memoria antigua. Lo malo es que no puedo recordar qué viene después. —Cuelga. Alex parecía herido. —Tranquilo, viejo amigo, no hay necesidad de ser así. El hecho de que un compañero tenga dificultades para recordar cómo usar el teléfono no significa que debas decirle que cuelgue de la nada. —Si cuelgas el teléfono —expliqué—, se transferirá automáticamente. —¿En serio? Eso es muy inteligente. Un millón de gracias. —No hay problema. Gracias, Alex. Hubo el más breve sonido de una línea reconectando, y luego la voz de la leyenda del rock de Jon Fleming retumbó por la línea hacia mí. —Hola, Luc. No creo que el domingo haya salido como queríamos ninguno de los dos.
14
Sic transit gloria mundi - Así pasa la gloria del mundo.
Ese era el problema de llegar a la gente. A veces se remontaban. Y aunque en su mayor parte estaba tratando de ser una persona más amable, gentil y agradable, Jon Fleming fue la excepción. —No me digas. —Estoy de vuelta en Londres. Dije que te buscaría. —Bueno, lo has hecho. Felicitaciones por cumplir parcialmente un compromiso. —Entonces, ¿cómo has estado? No había forma de que le estuviera contando, bueno, nada. —Bien, da la casualidad. Lo cual, debo aclarar, no tiene nada que ver contigo. Hubo una pequeña pausa. —Puedo ver que todavía estás cargando mucho enojo contigo. Yo era el mis… —Ni siquiera pienses en decirme que eras el mismo cuando tenías mi edad. —A medida que pasa el tiempo, aprendes a aceptar más las cosas que no son como desearías que fueran. —¿Querías hablar? —Acuné torpemente el teléfono de mi oficina contra mi hombro mientras recorría una lista de otras posibilidades de subasta—, ¿o estás practicando fragmentos de sonido para la próxima vez que estés en Loose Women? —Me preguntaba si estarías libre de reunirte mientras estoy en la ciudad. Oh, maldición. Casi había hecho las paces con la idea de que me había acercado y no había funcionado y nunca volvería a ver a Jon Fleming. Y el maldito ni siquiera me había dado eso. —Eh. Depende. ¿Por cuánto tiempo estás aquí? —No hay prisa. Estaremos filmando durante el próximo mes. Eché un vistazo alrededor de mi oficina, que era una carnicería de preparación previa a Beetle Drive. —Supongo que no —intenté, ya que por todos los derechos debería haber alguna ventaja en tener un padre famoso—, quieres venir a una recaudación de fondos para la organización benéfica para la que trabajo. —Esperaba tener la oportunidad de hablar contigo personalmente. Me gustaría tener la oportunidad de arreglar las cosas. —Mira, yo… Nota para mi: No inicies oraciones que no tengas idea de cómo terminar. Distraídamente pulsé el botón de liberación y mi silla giratoria se hundió unos
siete centímetros, casi igualando mi estado de ánimo hasta el siseo fatigado. Básicamente, no tenía idea de cómo comenzaría a verse una conversación para “Arreglar las cosas” con Jon Fleming, pero tenía la creciente sospecha de que terminaría con él sintiéndose mejor y yo sintiéndome peor. Obviamente había dejado un vacío de pensamiento realmente audible porque dijo—: No tienes que decidir de inmediato —en este tono que sonaba como si me estuviera haciendo un maldito favor enorme. —No, está bien. Podemos cenar o algo. Lo averiguaré cuando Oliver esté disponible. Otra pausa. De él esta vez. —Me alegro de que Oliver esté en tu vida, pero ¿no crees que sería más fácil si fuéramos nosotros dos? Quizás sea más fácil para él. —Además —continuó—, sé que los abogados tienen horarios muy ocupados. Puede ser difícil encontrar una ventana que ambos podamos hacer. Como solía ser el caso cuando se trataba de Jon Fleming: simplemente no podía. ¿Se suponía que debía sentirme halagado de que me quisiera solo para él? ¿O se asustó de que estaba actuando como alguien de Para Atrapar A Un Depredador? Quiero decir, nada bueno comenzó con, Y asegúrate de venir solo. Y había otra de mis lagunas de Estoy muy en conflicto, por favor habla en este silencio. Ya sea por sensibilidad a mis necesidades o por amor a su propia voz, Jon Fleming habló. —Soy consciente de que estoy siendo egoísta aquí. Por supuesto, puedes traer a tu pareja si eso es lo que sientes que necesitas. Genial. Vaya manera de hacerme sentir débil y codependiente. —Pero la verdad es —vaciló, como si estuviera luchando sinceramente con algo—, que no es fácil para alguien como yo admitir que he hecho mal. Y será mucho más difícil frente a una audiencia. Espera. ¿Qué? —Este no es el tipo de conversación que deberíamos tener por teléfono. Él estaba en lo correcto. Pero esto era lo más cerca que había estado de obtener algo, incluso medio real, de mi padre. Y no sabía cómo no simplemente... tomarlo. Excepto que no pude. Porque, ¿cómo podría estar seguro de que no desaparecería como una puerta de entrada a Narnia en el momento en que fui a buscarlo? Hubo un tiempo en el que había deseado tanto esto, y tal vez eso hizo que valiera la pena el riesgo. O tal vez realmente no fue así.
—¿Puedo…? —pregunté. —¿Puedo pensar en ello? Hubo una pausa más larga de lo que me hubiera gustado. —Por supuesto que puedes. Te enviaré mi número personal y puedes contactarme en tus propios términos. Solo recuerda, estaré aquí para ti hasta... hasta el final. Y con ese pequeño recordatorio útil de que tenía cáncer, Jon Fleming colgó.
35
Oliver parecía disfrutar genuinamente de la exhibición de Gavin, aunque podría haberlo hecho sin que sus primeras palabras cuando atravesamos la puerta fueran—: Ah, entonces te refieres al Merthyr Tydfil Rising de 1831. En cualquier caso, si bien no hubiera sido mi primera, segunda o duodécima opción para una salida nocturna, disfrutaba bastante ser el tipo de persona que lleva a su novio abogado socialmente aceptable a experiencias gastronómicas emergentes y eventos de arte independiente. Además, me dio muchos puntos culturales que inmediatamente cobré al regalarme un Twix McFlurry de camino a casa. Lo cual, a pesar de sus objeciones tanto al contenido del postre como a la ética comercial de la empresa que lo vendió, compartí generosamente con Oliver. Fue un poco desorientador volver a su casa y darme cuenta de que era viernes por la noche, y no estaba solo en casa sintiéndome miserable o en una fiesta sintiéndome miserable. Era aún más desorientador estar en la cama antes de la una. Por otra parte, la cama de Oliver tenía compensaciones, siendo Oliver el más obvio, pero estoy bastante seguro de que sus sábanas eran de algodón egipcio y, por lo general, estaban recién lavadas. —Eh —dije, desde donde estaba debajo de su brazo—, ¿sabes esa cosa en la que iba a ser abierto y honesto acerca de mis sentimientos y esas cosas? —Espero que estés haciendo que eso suene innecesariamente siniestro. Me encogí. —Perdón. Lo siento. Siempre es siniestro en mi cabeza. —¿Qué pasa, Lucien? —Mi papá llamó. Quiere reunirse para entablar un vínculo entre padre e hijo. —¿Y qué quieres? —No lo sé, ese es el problema. —Traté de encogerme de hombros, pero se convirtió en más como un... ¿acomodo? —Le dije que tenía que pensarlo. —Probablemente es sabio. —Sí, obtengo mi probable sabiduría. Los dedos de Oliver se deslizaron con dulzura arriba y abajo por mi columna.
—¿Tienes algún sentido de hacia dónde te inclinas? —Realmente no. Es una de esas cosas en las que quiero pero no quiero. Cada vez que decido marcharme, escucho una vocecita en mi cabeza que dice: Tiene cáncer, perra. Y sé que sería un idiota si confiara en él y sé que probablemente va a apestar. Pero creo que, maldición, en realidad podría estar vomitando un poco mientras digo esto, es algo que tengo que hacer. —Entiendo. Por supuesto que lo hizo. —Por supuesto que sí. —No puedo solucionarlo si me siento apreciado o si me dan por sentado. —¿Un poco de ambos? —Me retorcí hacia abajo y acaricié su cuello—. Quiero decir, supongo que estoy dando por sentado que vas a ser increíble. Pero eso no significa que no sea sorprendente. Tosió un poco con vergüenza. —Gracias. Aunque debo agregar que no estoy completamente despreocupado. Sé que solo conocí a tu padre una vez, pero no puedo decir que haya causado una buena impresión. —No creo que a él tampoco le gustes. —Lo siento si te puse las cosas difíciles. —No seas ridículo. —Giré su rostro y lo besé—. Siempre haces las cosas mejor. Y no estoy seguro de que me guste alguien con quien Jon Fleming se llevara bien. —Aun así, me temo que he quemado un puente que no tenía que ser quemado. —Fue un puente de mierda, Oliver. Y todavía no estoy completamente seguro de qué lado quiero estar. —Estoy seguro de que no es necesario que te digan esto —dijo después de un momento—, pero existe la posibilidad de que pueda volver a hacerte daño. Giré la cabeza, mirando a Oliver con el tipo de intensidad con la que solo podías salirte con la tuya cuando ambos estaban en la cama y casi desnudos. —Es una muy buena oportunidad, ¿no? —Una vez más, estoy diciendo lo obvio aquí, pero no quiero que te lastimes. —Yo no estoy loco por eso. Supongo que siento que... estoy en un lugar donde incluso si sale mal, estaré bien. Como si no me destrozara por completo. —Eso es —me brindó una sonrisa ligeramente torcida—, extrañamente reconfortante.
*** Al día siguiente, mientras estaba sentado en la cama recién hecha de Oliver, comencé a pensar que podría haber exagerado mi caso completamente, destrozándome. Había sido comparativamente fácil en los brazos de mi novio un poco falso, un poco real, afirmar que estaba bien. No me sentía bien en este momento. Pero finalmente tuve suficiente de mi mierda para llamar a Jon Fleming al número que había hecho que su gente enviara a mi gente. Pues yo. Soy una especie de mi propia gente. —Jon aquí —rugió mi padre, con la confianza de un hombre que sabe que él es el único Jon que importa. —Eh. Hola. Soy yo. —¿Yo quién? No es un buen momento, estoy a punto de ir al set. —Yo, tu hijo. Ya sabes, con el que quieres conectarte. —Sí, sí, estaré allí en un minuto. —Oh, no me estaba hablando, ¿verdad? —¿Qué fue eso, Luc? —Solo estaba llamando para decir… —Sí. No. Eso es genial, gracias. Lo aprecio. Todavía no me hablas. —Mira —dije—, si quieres que nos encontremos, estoy libre en algún momento de esta semana. —Me gustaría eso. ¿Qué tal el miércoles? ¿Conoces La media luna en Camden? —Bueno, no, pero puedo buscarlo en Google. —Te veré allí a las siete. En camino, Jamie. Y se fue. Si hubiera sido supersticioso, habría dicho que no era la mejor señal debido a que lo último que me había dicho era En camino, Jamie, pero supongo que ahora estaba comprometido. Y tenía una cita con Jon Fleming. Mi papá. Por mi cuenta. Así que tal vez podría decirme que lamentaba haberme dejado. No había forma de que eso estuviera sucediendo, ¿verdad? Mi primer instinto, nacido de años de práctica, fue… En realidad, no lo sabía. Hace cinco años, habría salido, me habría emborrachado y me habría acostado. Hace seis meses me habría ido a casa, me habría emborrachado y me habría metido debajo del edredón. Ahora solo quería estar con Oliver. ¿Y podría? ¿Porque él estaba abajo?
Esta apariencia de un estilo de vida saludable iba a tomar algún tiempo para acostumbrarse. Lo encontré sentado a la mesa de la cocina, envolviendo elaboradamente a mano una caja al por mayor de Kinder Happy Hippos. —No puedo creer que —dije—, alguna vez pensé que eras aburrido. Me dio lo que había llegado a reconocer como su mirada de, No estoy seguro si se supone que debo sentirme insultado. —¿Quieres decir porque cuando le doy un regalo a alguien, me gusta prestar atención a su presentación? —No estoy siendo sarcástico, Oliver. Esto es deliciosamente extraño de tu parte y no es lo que esperaba ver hoy. —Estoy envolviendo un regalo. ¿Qué diablos tiene eso de extraño? —Es el hecho de que te estás volviendo loco con Love Actually con una rama de canela en un trabajo y mucho chocolate alemán barato. Tosió un poco. —Italiano. —¿Qué? —Es italiano. —¿No es Kinder alemán para niño? —Sí, pero la empresa tiene su sede en Italia. —Estoy muy contento de que nos estemos centrando en lo que importa aquí. —Me acurruqué en una silla frente a él—. ¿Qué. Estás. Haciendo? —Es para el cumpleaños de Jennifer. —Oh sí —afirmé convincentemente—. Eso es algo que definitivamente recordé. Me lanzó una de esas miradas molestas que la gente da cuando no está decepcionada porque te conoce y se preocupa por ti, en lugar de no estar decepcionada porque tiene expectativas increíblemente bajas. —¿Cómo estuvo tu padre? —Cretino como siempre. —Jugué sin sentido con el jarrón de flores de mesa recién renovadas—. Y sé que estoy tratando de ser mejor en esto, pero realmente no quiero hablar de eso. —No tienes que hacerlo. Y lo entendería si no se sintiera con ganas de ir a la fiesta de esta noche. —No, quiero. Aunque solo sea por la expresión en el rostro de tu amiga cuando descubra que le has comprado quinientas golosinas de obleas con
temática de hipopótamos rellenas de una sustancia pegajosa que se parece vagamente al chocolate. Parpadeó con petulancia. —No es chocolate. Es una crema de leche y avellanas. Y son lo que siempre le consigo. —¿Y todavía de alguna manera siguen siendo amigos? —A ella le gustan. Y es una especie de tradición. Pasé los dedos de los pies por su pierna. —De alguna manera pensé que serías demasiado... mayor o algo así para tener un ritual de regalo de mierda. —Creo que encontrarás que puedo ser tan peculiar como puedas, Lucien. —Con arrogancia adjuntó una ramita de lavanda a su exquisita creación—. Cuando elijo serlo. —Sí, pero pensé que a la gente heterosexual le gustaban, ya sabes, las botellas de vino. O, no sé, parrillas para tostadas. Se tapó la boca con la mano. No estaba seguro de si se estaba riendo u horrorizado. —Lucien, trabajas con heterosexuales. Tu madre es heterosexual. Bridget es heterosexual. —Sí, y siempre les compro vino. —Pero —de hecho me señaló con un dedo—, y por favor sé honesto conmigo cuando respondas a esta pregunta: nunca parrillas para tostadas. Me hundí más en mi silla y casi terminé en el suelo. —Yo... yo... entré en pánico, ¿de acuerdo? Sí, conozco a algunas personas heterosexuales. Pero nunca elegí salir socialmente con un gran número de ellos a la vez. Tengo miedo. —¿Qué crees que van a hacer? ¿Poner abejas en tu cara? —No lo sé. ¿Y si no les agrado? ¿Y crees que deberías salir con una mujer o con un mejor gay? —Son mis amigos, Lucien. Si ellos están felices, yo estoy feliz. Lo miré fijamente. —¿Eres... eres feliz? ¿Te hago feliz? ¿Eso es algo que hago? —Sabes que sí. Tal vez no los interrogue sobre sus parrillas para tostadas. Pueden pensar que eres un poco peculiar. Esto abrió un nuevo abismo de ansiedades. —Entonces, ¿de qué les hablo? No veo ningún deporte.
—Bueno, tampoco la mayoría de ellos. Jennifer es una abogada de derechos humanos a la que le gustan los hipopótamos. Peter es un ilustrador infantil al que le gusta Jennifer. Son solo personas. Los conozco desde hace mucho tiempo. Y en ningún momento me han amenazado con condenarme al ostracismo si no puedo decirles... decirles... —Hizo una pausa por un largo momento, frunciendo el ceño—. Iba a citar alguna información deportiva oscura, pero, como puedes ver, no conozco ninguna y está perfectamente bien. Suspiré. —Bien. Así que estoy siendo tonto. —Lo eres, pero es explicable. Y estás siendo bastante encantador al respecto. —Creo —admití—, Me estoy obsesionando con lo recto porque… estas personas son importantes para ti. Y no quiero arruinar esto. —A mi modo de ver —era la voz más grave de Oliver, así que me preparé para una avalancha de sinceridad—, o no lo harás, lo cual será agradable. O lo harás, lo cual será divertido. Me eché a reír. Y luego, empujé suavemente a un lado a los hipopótamos bellamente envueltos y me incliné sobre la mesa para besarlo.
36 Esa noche, estaba de pie con Oliver y una caja decorada en exceso de hipopótamos en el umbral de una casa de aspecto muy suburbano en Uxbridge. Y ya me sentía increíblemente fuera de lugar. —¿Está esto bien? —pregunté. —¿Estoy bien? ¿Estoy bien vestido? —Estás bien. Esta es una velada agradable y relajada. Todo el mundo va a ser muy informal y muy normal y… La puerta se abrió, revelando a una pelirroja increíblemente arreglada, con un vestido de noche largo, una maldita fascinadora. En ese momento, mi boca también se abrió. —Oliver —gritó—. Estoy tan feliz de que pudieras llegar. Y has traído a Luc. Al menos, asumo que es Luc. —Sus ojos se agrandaron—. Tonterías. Eres Luc, ¿verdad? Estaba tratando, sin mucha sutileza ni éxito, de esconderme detrás de Oliver. Este claramente no era el tipo de fiesta para usar mis jeans ingeniosamente rasgados. —Eh. Si. Ese soy yo. —Entra. Entra. Brian y Amanda ya están aquí, porque por supuesto que lo están. Y Bridge llega tarde porque, por supuesto, lo hace. Entramos y tiré del codo de Oliver como un niño pequeño en el supermercado para señalar con precisión lo poco que me había apuntado para esto. Un hombre de corbata negra nos recibió en la puerta de la sala de estar. —Hola —dijo, presentando una bandeja de plata con una pirámide tambaleante de Ferrero Rocher en ella—. Y ten cuidado porque esto es bastante inestable. Una vez más, traté de decirle a Oliver con mis ojos. Pero parecía estar tomando esto totalmente con calma, sacando suavemente un chocolate de la pila. —Monsieur. —Era su voz más seca y lacónica que, créanme, era bastante seca y lacónica—. Con estos Rocher, realmente nos estás malcriando. El hombre casi derrama su bandeja por la emoción. —Gracias. Brian lo rellenó por completo. Y esto tomó horas.
—Sabes —dijo una voz profunda desde dentro—, puedes comprarlos en pirámides ahora. —Cállate, Brian. Has perdido tu derecho a tener una opinión sobre esto. —Peter —dijo Oliver, cuando pasamos por delante del Ferrero Rocher y entramos en la sala de estar—, por favor, dime que toda esta noche no va a ser una secuencia de referencias inútilmente elaboradas de los noventa. —No. —Jennifer le dirigió una mirada herida—. Algunas de sus referencias inútilmente elaboradas de los 80. Riendo, la abrazó. —Feliz cumpleaños cariño. Simplemente no hay Twister ni Pokémon. —¿Cómo te sientes —sus ojos brillaron—, acerca de los tazos? Me miró. —Lo siento, Lucien. Estos son mis amigos. No estoy exactamente seguro de cómo sucedió eso. —Oye —protestó Jennifer—. Es mi cumpleaños. Si quiero disfrazarme como una idiota y hacer que todos coman un cóctel de gambas en celebración de las décadas que me engendraron, esa es mi elección, y ustedes lo apoyarán. —Al menos podrías haberme advertido. He estado tratando de convencer a este hombre de que soy genial. Ella suspiró. —Oh, Oliver. Incluso cuando la palabra genial era genial, la gente genial no la usaba. Si bien ella tenía toda la razón, sentí que al menos debería intentar defender a mi novio ambiguamente falso de sus amigos definitivamente reales. —No es verdad. Bart Simpson dijo genial. —Bart Simpson era un niño ficticio de diez años —señaló el hombre que le había fallado a Rocher correctamente. Brian, ¿verdad? —No estoy seguro —intervino Oliver—. Me siento cómodo siendo comparado con Bart Simpson. Probablemente me iban a abandonar. Pero realmente no hubo otra respuesta. —No te enfades, hombre —dije, exactamente al mismo tiempo que todos los demás. —Sabes —Oliver me pasó el brazo por la cintura—, a Lucien le preocupaba que no tuviera nada en común contigo. Claramente no tuvo en cuenta el hecho de que burlarse de mí es el pasatiempo favorito de todos. Jennifer me lanzó una mirada curiosa.
—¿Lo estabas Luc? A todos nos preocupaba asustar a otro de los novios de Oliver. —No los asustamos. —Este era Brian, de nuevo, en el tono demasiado alegre de alguien a punto de ser un poco más insultante de lo que pretende ser— . Oliver lo hace. —Admito —Oliver se puso tenso a mi lado, así que pensé que era un buen momento para lanzarme a la conversación—, que el vestido de noche me sorprendió. Pero estoy totalmente aquí por... un... lo que sea que sea esto. Jennifer lo pensó por un momento. —Bueno, en realidad no estoy muy segura de qué es. Es una especie de celebración de las cosas que cuando tenía ocho años pensaba que tendría yo a los treinta en el futuro. Excepto que pensé que íbamos a tener esta fiesta en la luna. —Ahora bien. —Peter aplaudió de una manera hostil—. ¿Puedo traerles una bebida a alguno de ustedes? Tenemos Lambrini, Bacardi Breezers, Cointreau, algunas cosas que son realmente agradables. Y Amanda está en la cocina con hidromiel. Parpadeé. —¿Me perdí el boom del hidromiel de los 90? —Somos recreadores —explicó Brian—. Nunca traemos hidromiel. Además, no dijeron qué años 90. Oliver se acercó a uno de los sofás y me acercó a él. —Tomaré una de las cosas que son realmente agradables. —Tú —le di un golpe en la rodilla—, no estás en el espíritu. ¿Qué saborizantes tienes? Peter se animó. —Buena pregunta. Creo que... ¿algunas rosas? ¿Y quizás algunas naranjas? ¿Y posiblemente una naranja ligeramente diferente que podría ser melocotón? —Tomaré la naranja ligeramente diferente. —Ya viene. Y veré qué le pasó a Amanda. —Y Peter —gritó Jennifer—, trae los vol-au-vents. ¿O es vols-au-vent? —Creo que técnicamente… —Una mujer, que se parecía notablemente a Brian, aparte de la barba, Brian tenía la barba, no la mujer, apareció en la puerta—, sería volent-au-vent. Porque vol-au-vent es del francés volar en el viento. Y entonces el plural sería vuelan en el viento, que sería ils volent au vent. La conversación rebotó en la forma en que tienden a hacerlo las conversaciones entre personas que se conocen desde hace demasiado tiempo. Y
aunque no sabía qué fue el "infame incidente de la excavadora" o qué sucedió en el vigésimo octavo de Amanda, me sentí sorprendentemente no excluido. Quiero decir, realicé una breve rutina de gimnasia emocional, recordando cómo me había asustado cuando fuimos a cenar con Alex y Miffy, y siendo un poco protectora de la cercanía que tenía con Oliver en privado. Sobre todo porque tendía a ser tan formal y educado en público. Pero, en realidad, fue agradable verlo feliz y relajado, y rodeado de personas que se preocupaban por él. Finalmente, sonó el timbre y Peter tomó su estación Fererro Rocher. Supuse que iban a ser algunas personas que no conocía porque había recibido un mensaje de Bridge diciendo que estaba a cinco minutos, lo que significaba que estaría al menos una hora más. Llegaron voces desde el pasillo. —Dios, lo siento, llegamos tarde —gritó alguien acerca de dos tonos más elegantes que yo y tres tonos menos elegantes que Alex—. Los gemelos eran un auténtico desastre de mierda. Mierda, por cierto, siendo el operativo... Oh, monsieur, con este Rocher realmente nos estás echando a perder. —Toma eso, Brian. —Probablemente era Peter. —Por favor —continuó el hombre elegante—, por el amor de Dios, tráeme un poco de alcohol. Y ten cuidado cuando cuelgues mi chaqueta. Creo que uno de los pequeños bastardos vomitó sobre eso. —Te lo dije cuando nacieron —otro extraño, esta vez una mujer—. Deberíamos haberlos dejado en la ladera de una colina durante la noche y haber conservado el que sobrevivió. Hubo un aleteo de abrigos y un ruido de zapatos, y Jennifer y Peter regresaron a la habitación, seguidos por un hombre sorprendentemente apuesto con un chaleco color ciruela y una mujer pequeña y redonda con un vestido de lindy-hop de lunares. Oliver, que no estaba tan relajado como para olvidar sus modales, se puso de pie para saludarlos. —Ben, Sophie, este es Luc, es mi novio. Luc, este es Ben, es un padre que se queda en casa y Sophie, que es Satanás. —No soy Satanás —resopló—. Soy Belcebú en el peor de los casos. —¿Jennifer? —Oliver hizo un gesto levemente imperioso—. ¿Quién fue tu último cliente? Sophie puso los ojos en blanco. Claramente habían jugado mucho este juego. —Un refugiado de Brunei, quien habría sido torturado si hubiera sido deportado. —Jennifer levantó su copa de Lambrini en un gesto parecido a un brindis—. ¿Tuyo, Oliver? —Un barman que le robó a un empleador que lo engañó. ¿Tuyo, Sophie? Ella murmuró algo incoherente.
—¿Qué fue eso? No te escuchamos. —Bueno. —Lanzó sus manos al aire—. Era una compañía farmacéutica cuyos medicamentos, permítanme ser muy clara, no se puede probar que hayan matado a ningún niño. ¿Qué puedo decir? Me gustan los clientes que realmente pueden pagar. —Solo para comprobar —pregunté, habiéndome dado cuenta poco a poco de que el hecho de que los amigos de Oliver fueran heterosexuales no era lo único que los hacía diferentes de mis amigos—. ¿Soy la única persona en esta sala que no es abogado ni casado con un abogado? Peter devolvió con reverencia al tambaleante Ferrero Rocher a la mesa de Ferrero Rocher. —Bueno, podrías arreglar eso. Ahora es legal. —Con lo que creo que quiere decir —Amanda levantó la vista del sofá, donde había estado sentada en gran parte encima de su marido—, que sería legal que te casaras con Oliver. No es que sea legal matar a todos los abogados en la sala, independientemente de lo que Shakespeare tenga que decir sobre el tema. —¿Qué? —gritó Peter, cómicamente sorprendido—. ¿Por qué irías allí? Obviamente me refería al matrimonio. No asesinato. —Dime eso de nuevo cuando esos tres hayan estado hablando de jurisprudencia durante tres horas. Oliver se aclaró la garganta, se había puesto un poco rosado. —Sé que están todos muy emocionados porque tengo novio. Pero creo que lanzar la bomba M en esta etapa de mi relación sería una excelente manera de asegurarme de que no tendré uno por mucho más tiempo. —Perdón. —Peter bajó la cabeza—. En realidad no... no quise decir... por favor, no rompas con él, Luc... Toma otro Ferrero Rocher. —Y para que conste —prosiguió Oliver—. El hecho de que tenga el derecho legal de hacer algo no significa que realmente tenga que hacerlo. Especialmente no con alguien con quien he estado saliendo por menos de dos meses. No te ofendas, Luc. Salí dramáticamente de sus brazos. —¿Estás bromeando? ¿Qué voy a hacer con el vestido? Esto se ganó una carcajada proporcionada y me hizo sentir como si me estuviera casando apropiadamente. —¿No deberíamos —Jennifer lanzó a la habitación una mirada severa—, intentar hacer que alguien se sienta cómodo sugiriendo que se casen? Estamos realmente emocionados de que estés aquí, Luc. Y la buena noticia es que solo algunos de nosotros somos abogados.
—Sí. —Ben se estaba sirviendo una copa de buen vino—. Vivo de mi esposa. Es extremadamente moderno y feminista de mi parte. —Y estudié derecho en la universidad —agregó Brian—, con Morecombe, Slant y Honeyplace aquí. Afortunadamente, me di cuenta de que era muy espantoso y que era una mierda, y entré en TI. —En cuanto a mí —comenzó Peter, antes de que el timbre lo interrumpiera—. Esa será Bridget. Jennifer fue a dejarla entrar y Bridge irrumpió en la habitación del frente, todavía quitándose el abrigo, unos segundos después. —No vas a creer lo que ha pasado —gritó. La habitación consiguió a mitad de camino un coro de "Cuidado, Bridge" cuando el dobladillo de su chaqueta atrapó la pila de Ferrero Rocher apilada con amor de Peter y los envió volando, rebotando y rodando por el suelo. Ella se dio la vuelta. —Oh Dios mío. ¿Qué fue eso? —Nada. —Peter suspiró—. No te preocupes por eso. Él, Ben y Tom, que habían seguido a Bridget adentro, comenzaron a recoger los restos de la recepción del embajador. —¿Qué ha pasado? —preguntó casi todo el mundo. —Bueno, realmente no puedo hablar de eso, pero recientemente hemos adquirido un nuevo autor muy prometedor que se especializa en ciencia ficción de alto concepto. Y obtuvo una reseña destacada en Publishers Weekly y todo, y hubo algunas citas maravillosas y la que decidimos publicar la recomendó especialmente a los fanáticos de otro autor más famoso de ciencia ficción de alto concepto. Así que lo pusimos en todos los carteles y hay una gran campaña en todo el metro, está en la portada del libro y es demasiado tarde para cambiar nada. Oliver parecía perplejo de una forma que me hizo querer abrazarlo. —Eso parece absolutamente positivo, Bridget. —Podría ser. —Se arrojó a la silla libre más cercana—. Excepto que el autor más famoso en cuestión fue Philip K. Dick. Y la cita de extracción era, Si te gusta Dick, te encantará esto. Y nadie lo vio hasta que comenzamos a recibir críticas extremadamente decepcionantes en Amazon. Peter levantó la vista de la carnicería de Ferrero Rocher con una expresión entre lúdica y especulativa. —Solo por curiosidad, ¿cómo están las ventas? —Sorprendentemente buenas, en realidad. Creo que podría tener un atractivo cruzado. —Ella me miró—. Oh, Luc, estás aquí.
Le sonreí. —Soy uno más. —No lo creo. —Jennifer Wimbledoned entre Bridge y yo—. Oliver trae a su nuevo novio a mi fiesta, y creo que, finalmente, te adelanté a los chismes de relaciones. Entonces resulta que se conocieron. Bridge miró, y no hay otra palabra para eso, engreída. —Por supuesto. Luc es mi mejor amigo y Oliver es el único otro hombre gay que conozco. He intentado que salgan durante años.
37 Tardaron unos diez minutos, pero al final todos nos las arreglamos para apiñarnos alrededor de una mesa de comedor que estaba estrictamente diseñada para seis, ocho en un empujón, y diez tomando el pelo. —Lo admito —dijo Jennifer mientras acercaba una silla de escritorio desde Dios sabe dónde—. Estaba apostando un poco a que un par de personas cancelaran en el último minuto. Brian colocó su vaso de hidromiel en su posición entre la maraña de cubiertos. —Al menos, pensarías que Oliver ya habría echado a su novio. —Con amigos como tú, Brian —Oliver dio un suspiro que me preocupaba indicaba más que una divertida exasperación—, quién necesita un abogado contrario. En ese momento, Amanda le dio un fuerte codazo a su marido en las costillas. —Sigue con el programa, amigo. Ahora mismo estamos en el espacio feliz por ti. En seis a ocho días, estaremos en el espacio de burlarte. Oliver tenía el espacio suficiente para poner la cabeza entre las manos. —Por favor, deja de ayudar. —De todas formas. —Esa era Jennifer—. Por incómodo que sea esto, me gusta sentir que un poco más de amigos de los que pueden caber en tu mesa es exactamente el número correcto de amigos para tener. Así que quiero agradecerles a todos por haber logrado evitar crisis laborales, emergencias en el cuidado de los niños… Algunas campanas polifónicas sonaron en el bolsillo del pecho de Ben y se puso en pie de un salto, casi golpeando a Tom en la cabeza en el camino. —Maldición. La niñera. Apuesto a que los chiquillos han incendiado la casa. Y, con eso, salió corriendo de la habitación. —… evite principalmente las emergencias relacionadas con el cuidado de los niños —continuó Jennifer. Sophie terminó su vino.
—Cariño, eso no es una emergencia. Esa es nuestra vida ahora. —Te diré algo. —Jennifer hizo este gesto de a la mierda con esto—. Hagamos como si dijera un discurso. Los amo a todos. Comamos. Peter entró navegando desde la cocina con una bandeja de copas de martini llenas de engrudo y lechuga. —Para empezar —anunció con su mejor voz de MasterChef—, cóctel de gambas. Y lo siento, Oliver, pensamos en ti para el plato principal, pero no pudimos molestarnos en hacer un aperitivo vegetariano, así que no pusimos las gambas en el tuyo. —Quieres decir —dijo Oliver—, que empiezo la noche con un vaso de mayonesa rosa. —Guau. Sí, realmente te fastidiamos con eso. Bridge y Tom se habían estado susurrando en voz baja el uno al otro, pero ahora ella miró hacia arriba confundida. —Espera un minuto. ¿Por qué tenemos cóctel de gambas? Nadie ha comido cóctel de gambas en veinte años. Y, en realidad, ¿por qué todos bebemos Bacardi Breezers? —Aparentemente —Sophie se había servido otra copa de buen vino—, toda esta fiesta tiene un tema retro sin consentimiento. Jennifer se retorció tímidamente. —La cuestión es que no quería que la gente se sintiera presionada para hacer disfraces o, bueno, hacer ningún esfuerzo. Así que decidí convertirlo en una sorpresa. Entonces... ¿sorpresa? Nos acomodamos para recordarnos por qué la gente dejó de comer cócteles de gambas. Spoiler: la razón es porque es horrible. Afortunadamente, todos parecíamos estar de acuerdo en eso, por lo que nadie se sintió obligado a comerlo cortésmente de todos modos. —No te preocupes. —Peter comenzó a aclararse a nuestro alrededor—. Creo que el plato principal debería ser comestible. Es la carne de vaca Wellington, excepto Oliver, que recibe hongos Wellington que, para ser honesto, inventamos. Oliver le devolvió su vaso de mayonesa rosa, prácticamente intacto. —Es decir, el plato principal debería ser comestible para todos menos para mí. —Lo siento, Oliver. —Peter lo miró con fingida contrición—. Pero deberías haberte quedado en ser nuestro único amigo gay. Tratar de ser nuestro único amigo vegetariano también es francamente empujarlo. —Sabes —dije—, los hongos suenan encantadores. Si hay suficiente, yo también tomaré un poco.
Bridge hizo un ruido de alegría. —Y solías ser tan gruñón y poco romántico. —Nunca he sido gruñón y poco romántico. De vez en cuando he sido — traté de pensar en algo—, melancólico y cínico. —Y ahora Oliver ha sacado tu malvavisco interior. —Estoy comiendo un hongo, no saltando por las gradas cantando, No Puedo Quitarte Los Ojos de Encima. Jennifer brindó por mí con un Smirnoff Ice. —Bueno en referencia temática. Estábamos sirviendo los Wellington, ambos enormes, cuando Ben volvió luciendo demacrado. —Bébeme. —Se derrumbó junto a Sophie—. En el sentido de dame un trago, no en el sentido de Alicia en el País de las Maravillas. Ella lo bebió. —¿Todo bien, cariño? —Tendremos que darle a Eva otro aumento. El gemelo A desapareció y ella lo buscó por toda la casa, y estaba a punto de llamar a la policía, cuando miró por la ventana y lo vio en la cocina de al lado, entre la cocina y el estante para cuchillos. —¿Supongo que estaba bien? —Por desgracia, sí. Sin embargo, los vecinos están un poco traumatizados. Sophie puso los ojos en blanco. —Les enviaremos una canasta de regalo. Ya sabes, como las últimas tres veces. Seguimos comiendo por un tiempo. A pesar de las advertencias, el hongo Wellington estaba honestamente... ¿bien? Quiero decir, probablemente se habría mejorado con la adición de carne de res, pero, entonces, la mayoría de las cosas lo son. Desafortunadamente, esto también nos llevó a mi parte menos favorita de la experiencia de "conocer los círculos sociales de otras personas". La parte en la que deciden que deben interesarse por ti por el bien de su amigo. —Eres —comenzó Brian—, ¿una especie de... estrella de rock? ¿Es eso cierto? Casi pierdo un bocado de Wellington. —No. No mucho. Mi papá es una estrella de rock. Mi madre solía ser una estrella de rock. Soy como lo opuesto a una estrella de rock. —¿Un planeta de tijeras? —sugirió Amanda después de pensarlo mucho menos de lo que debería haber tomado.
—Eh. ¿Sí? O tal vez... ¿no? —Eso tiene más sentido. Brian se apartó suavemente las trenzas de la barba de la salsa. —No estaba seguro de lo que haría una estrella de rock con Oliver. —¿Qué te pasa esta noche? —Esta no era la voz de Oliver—. Me estás tomando el pelo y en secreto me gusta. —Esta era la voz de Oliver, Estoy muy molesto ahora—. ¿Estás tratando de hacerme ver lo menos atractivo posible frente a un hombre que realmente me gusta? —Ignóralo, Oliver —dijo Jennifer—. Está sobrecompensando por diez años de ser el soltero. Oliver todavía tenía esa mirada remilgada y fría en él. —No estoy seguro de que eso haga que su comportamiento sea aceptable. —Lo siento. —La mesa era demasiado pequeña para movimientos expansivos, pero eso no impidió que Brian lo intentara—. Realmente lo siento. Es solo que has salido con mucha gente y nunca han sido las adecuadas para ti y quiero saber qué hace a este chico diferente antes de que te lastimen de nuevo. —No soy tu hija adolescente —atajó Oliver—. Y pensándolo bien, incluso si yo fuera tu hija adolescente, la forma en que actúas sería profundamente controladora y extraña. —Tiene razón, amigo. —Amanda le dio a su esposo una mirada decepcionada—. Estás siendo un capullo. —Lo siento. Hubo un largo silencio. Hasta que Oliver finalmente suspiró y dijo—: Está bien. Supongo que es dulce que te preocupes. De una manera profundamente inútil. Sentí algo repentino e intensamente. Porque estaba sentado aquí, comiendo la comida de estas personas y bebiendo su Bacardí, viéndolos emocionados y esperanzados de que su amigo, por quien obviamente se preocupaban profundamente y que aparentemente había sido más miserable de lo que yo había notado, finalmente estaba feliz. Y todo el asunto todavía tenía una fecha de vencimiento. Por un tiempo, había estado viviendo tranquilamente sabiendo que probablemente estaría un poco arruinado cuando… si… esto terminara. No se me había ocurrido que eso también podría arruinar a Oliver. —Así que —Sophie cambió de tema con el aplomo y la dignidad de alguien que había bebido demasiado para importarle un demonio—. Si no eres una estrella de rock, ¿qué haces? —Soy un recaudador de fondos para una organización benéfica.
—Oh, por supuesto que lo eres. Oliver, ¿por qué tus novios son siempre tan terriblemente éticos? —No te preocupes. —Le dirigí una sonrisa secreta a Oliver—. No soy ético en absoluto. Solía estar en relaciones públicas antes de que me despidieran por convertirme en la historia. Y ahora trabajo para las únicas personas que me aceptarán. —Eso es mucho mejor. Quédate con este, cariño. Es mucho más interesante que los demás. —Sí. —Oliver arqueó una ceja—. Apaciguar a mi amigo más malvado es exactamente lo que busco en un novio. —Bromeas, pero debería ser. —Su atención volvió a mí—. ¿Qué está tratando de salvar-reducir-prevenir tu organización benéfica? —Eh. ¿Escarabajos de estiércol? Ella parpadeó. —Normalmente esto sería obvio, pero ¿salvar o prevenir? —En realidad —Oliver apretó mi rodilla debajo de la mesa—, son extremadamente importantes desde el punto de vista ecológico. Ellos airean el suelo. —Mis hijos están a seis millas de distancia, he bebido mucho vino y Oliver parece querer que me preocupe por la suciedad. Estoy haciendo lo mejor que puedo, pero —Sophie agitó solícitamente su vaso—, ¿alguien tiene un polvo que pueda pedir prestado porque estoy acabada de salir? La parte de mi cerebro que había estado apareciendo recientemente para trabajar se activó antes de que pudiera detenerlo. —Mira, puedo ayudarte a encontrar un polvo que dar, pero soy muy consciente de que estoy en la fiesta de cumpleaños de otra persona y probablemente no debería estar buscando donantes. —No, por favor pesca a Sophie. —Jennifer me lanzó una sonrisa al otro lado de la mesa—. Tiene mucho dinero y no se lo merece. —Disculpa, trabajo muy duro para mis clientes moralmente en bancarrota. Pero adelante, caridad —Sophie apoyó la barbilla en la palma de su mano y me miró desafiante—, aterriza. Miré fijamente a Sophie a los ojos, maravillosamente juntos a pesar de la cantidad realmente estupenda que había bebido. Por su elección de vestido, le gustaba que la gente la subestimara y, por la forma en que hablaba, le gustaba recordarles que sí. Había una estrategia que probablemente funcionaría aquí, pero era arriesgada. —Está bien —dije—. Supongo que usted dona a organizaciones benéficas exactamente por dos razones, que son las exenciones de impuestos y la de sus
amigos que hacen el bien. Podría intentar explicarte por qué los escarabajos peloteros son una parte vital de la ecología del país, pero claramente no te importa. Y eso está bien. Así que, en cambio, te diré esto: cualquier idiota con una tarjeta de crédito puede dar dinero a cachorros con cáncer o juguetes para niños tristes, pero nada dice, He pensado en mis donaciones caritativas mejor que tú, como dar tu dinero a un insecto ambientalmente vital pero fundamentalmente poco atractivo. En el juego de quién es el mejor en filantropía, gana la persona con la caridad más oscura. Siempre. Y no te vuelves más oscuro que nosotros. Hubo una pausa. Una pausa profundamente incómoda que duró lo suficiente para que me preguntara qué tanto lo había arruinado. Entonces los labios de Sophie se curvaron en una sonrisa de regocijo. —Vendido. ¿Cuánto necesitas? Ben se echó a reír. Y no estaba seguro de adónde ir desde aquí. —Eh. Genial. Genial. Pero dado que estás realmente enojada en este momento, y eres amiga de Oliver, y no quiero que se enoje… conmigo... —Estoy perfectamente feliz —interrumpió—. Déjala sin nada. —Aun así, tengo algo de ética profesional. Puedes llamarme mañana si quieres o puedo llamarte o podemos programar un almuerzo o, ya sabes, hay una gran actividad la semana que viene, donde puedes venir y pasar el rato con gente elegante y tirarnos todo tu dinero si así es como te sientes. —¿Tienes un Dung Beetle Do? —Sí, lo llamamos Beetle Drive. ¿No somos adorables? Otra pausa. —Me siento obligada a señalar —dijo Sophie finalmente—, que te has negado a aceptar dinero ahora porque estoy borracha. Pero me has invitado a una fiesta en la que presumiblemente intentas emborrachar a mucha gente y luego les pides dinero. —Sí, no es poco ético imprimir invitaciones. —Entonces supongo que te veré allí. La mesa estalló en un aplauso levemente sarcástico. —De todos modos —Jennifer comenzó a ayudar a Peter a recoger la mesa— , para traer las cosas de regreso a mi cumpleaños, ¿la gente necesita una pausa antes del postre? Brian se acarició la barba. —Depende mucho de qué postre sea.
—Es una sorpresa. —¿Eso significa que es algo que todos vamos a odiar? —Oh. —Un pensamiento golpeó a Amanda—. ¿Es Angel Delight? Un pensamiento diferente pareció haber golpeado a Ben, quien se estremeció teatralmente. —Si es Black Forest Gateau, me voy. La broma del postre congelado parecía que iba a continuar por un tiempo, lo que un par de personas parecieron leer como una señal para estirar las piernas y tomar descansos para ir al baño. Estaba más o menos feliz donde estaba, pero entonces Oliver se inclinó y me susurró que debería salir un momento. Oh, maldición. No debería haber intentado entablar una conversación con su amiga. ¿Qué diablos me pasaba? Me sentí claramente reprendido y seguí a Oliver hasta el pasillo. —Mira —comencé—, Lo siento yo... En ese momento me presionó contra la pared y me besó. Era justo decir que nos habíamos besado bastante desde que lo pusimos en el menú de novios, pero no había sido así desde mi alboroto relacionado con Guardian. Estaba empezando a pensar que dejarlo lo había desanimado de alguna manera. Y aunque realmente me hubiera gustado volver a cómo habían sido las cosas esa noche en mi sofá, la dulce y aguda certeza de querer y ser querido, había sido cauteloso en no arriesgar mi suerte. No nos las habíamos arreglado para vernos durante la mayor parte de la semana, y era difícil esperar que un chico te mirara como un ser apasionado e intensamente sexual cuando tus dos últimas reuniones habían involucrado llorar en el piso de un baño y una exhibición de esculturas de vidrio. Pero, aparentemente, apoyar moderadamente en una fiesta e intentar hacer que uno de sus amigos le diera dinero a los escarabajos peloteros había funcionado bien. En cualquier caso, estaba aquí para ello. Muy, muy aquí para ello. Como muestra, brevemente, alguien más nos dijo que consiguiéramos una habitación en su camino al baño. Pero a la mierda. Estos no eran besos cualesquiera, sí. Ellos no eran toma o déjalos, toma tu abrigo y lanza besos. Eran todo lo que pensé que nunca podría tener, todo lo que había estado fingiendo que nunca quise, diciéndome que valía la pena, que él estaría allí para mí, me sostendría y no me dejaría llevarlo lejos. Oliver Blackwood me estaba dando todo eso, y yo se lo estaba devolviendo. En el apretón de manos, la presión de los cuerpos y el calor urgente de su boca sobre la mía.
Y cuando se detuvo, todavía no había terminado, porque de alguna manera seguía mirándome, con sus ojos brillantes, mientras sus pulgares rozaban suavemente mis mejillas. —Oh, Lucien. —Yo, eh, ¿supongo que no estás enfadado por Sophie, entonces? —Al contrario, fue muy impresionante. Espero que no tengas una noche terrible. —No, es... realmente agradable... —Les gustas, ¿sabes? —Me besó de nuevo, esta vez más suavemente—. Se nota por la forma en que están siendo unos idiotas. Me reí. —Probablemente también debería presentarte mis idiotas totales. —Me gustaría eso. Quiero decir, si piensas... reflexionaría positivamente sobre ti. —Oliver —me sentía demasiado empalagoso para fulminarlo con la mirada pero lo intenté de todos modos—. Mis amigos saben quién soy. Por supuesto que me reflejarías positivamente. —Perdón. Solo... me alegro de que hayas venido conmigo esta noche. —Yo también. No he tenido un Bacardi Breezer en años. —Hice una pausa, saboreando su reacción—. Y esta parte tampoco apesta. —Bueno, me alegro de haber superado al menos al cóctel de gambas. Lo atraje de nuevo, mordí juguetonamente el borde de su mandíbula, mientras él estaba todo severo y recto. —Deberíamos volver. —En realidad —un leve rubor oscureció sus mejillas—, estaba más bien dispuesto a llevarte a casa. —¿Por qué? ¿No te sientes…? Oh. Oh. —Quiero decir, si estás de acuerdo con eso. No era el momento adecuado. Pero tenía que hacerlo. —Pensé que habías dicho que ese no era el título de tu video sexual. —Mentí. —Soltó una de sus pequeñas toses—. Ahora, veamos si podemos poner nuestras excusas e irnos discretamente. Habiendo conocido a los amigos de Oliver durante diez segundos, no califiqué nuestras posibilidades de correr a casa para tener sexo sin que ellos supieran exactamente lo que estábamos haciendo y comentaran en consecuencia.
Y tenía mucha razón.
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El minicab de origen ético que Oliver llamó tardó demasiado en llevarnos a casa. En parte porque estaba, para usar el término técnico, excitado, pero sobre todo porque, cuanto más pensaba en ello, más nervioso me ponía. Oliver había dejado muy claro que no se tomaba el sexo a la ligera, y yo había hecho una especie de estilo de vida al tomarlo a la ligera. Y, obviamente, en el fondo de mi mente, esperaba que eventualmente se rindiera a mi desnudo carisma animal y me diera sexo, pero ahora que estaba sucediendo... no se sentía como si hubiera pensado que lo haría. Quiero decir, sí, era excitante y sexy, y yo le agradaba, le agradaba mucho, pero ¿y si lo arruinaba? ¿Y si yo no fuera muy bueno? No tenía quejas, pero nadie rechazó una mamada como regalo, así que tal vez, como en cualquier otro aspecto de mi vida, me había dejado llevar por las bajas expectativas de otras personas. Lo que pasaba con las conexiones, lo que me gustaba de las conexiones, era que estaba bastante claro de quién era el trabajo de sacar a quién. Esos "quiénes" son "usted" y "usted mismo" respectivamente. Cuando tú, ya sabes, te preocupabas por alguien, empezaste a preocuparte por confundir tonterías como si fueran buenas para ellos, cómo se sentían y qué significaban. ¿Y si volviéramos a la casa perfecta de Oliver y nos acostamos en sus sábanas perfectas, tuviéramos sexo y estuviera… bien? Le había dicho antes que bien era todo lo que podía esperar de mí y él había dicho que estar bien no era suficiente para él, y ahora tampoco era suficiente para mí, pero ¿y si era todo lo que podía manejar? Oliver era demasiado digno para correr hacia la puerta principal, pero sin duda consiguió moverse rápido. Y apenas habíamos llegado al pasillo antes de que él estuviera sobre mí como si fuera un brownie vegano, lo atraje y nos estábamos besando de nuevo. Lo cual fue genial, definitivamente habíamos logrado besarnos, pero también tomamos todo lo que me había estado estresando en el taxi y lo hicimos horriblemente real e inmediato. Después de todo, se suponía que este era mi bolso. Había pasado años haciendo que mi libertinaje apareciera, entrara y saliera de los periódicos, y sin embargo, aquí estaba con un chico que realmente me gustaba y que realmente quería estar conmigo, y estaba reducida a la sofisticación sexual de una adolescente en una película de John Hughes. Es cierto que en las más de las pocas ocasiones en que me había imaginado llegar a este punto con Oliver, había sido un amante creativo y considerado, y le había dejado boquiabierto con mi asombrosa variedad de movimientos sexuales. En cambio, me aferraba,
aplastaba y hacía gemidos, si soy honesto, un poco vergonzosos. Oh, Dios. Ayuda. Esto no tenía derecho a sentirse tan perfecto. De repente, el peso de Oliver cambió y, por un puñado de horribles segundos, pensé que lo desanimaría de alguna manera. Pero luego me tomó en sus brazos y yo era una combinación tan extraña de alivio y lujuria que, en lugar de preguntarle a qué demonios estaba jugando, envolví mis piernas alrededor de él como un jovencito en una película porno. Con una fuerza que no debería haber encontrado sorprendente dado su compromiso con un estilo de vida saludable, comenzó a llevarme hacia el dormitorio. Fue este momento perfecto de fantasía mágica, justo hasta que se lanzó hacia adelante y me dejó caer en las escaleras. —Uh —dije—. Ay. Con aspecto nervioso y adorable, Oliver se apartó de mí como un minibús en un callejón sin salida. —Lo siento mucho. No sé lo que estaba pensando. —No, no, es genial. Fue brevemente muy sexy y romántico. —No estás herido, ¿verdad? —Estoy bien. Un poco cohibido por ser demasiado pesado para cargar. Había estado bromeando, pero, por supuesto, Oliver se puso terriblemente serio en caso de que me avergonzara y me golpeara accidentalmente. —No se refleja en ti en absoluto. Sobreestimé mi capacidad para manejar las escaleras. —Es bueno saberlo. ¿Ahora dejarás de ser tranquilizador y me tomarás? —Te tomaré, Lucien —se había vuelto todo severo y, por una vez, no me molestó en absoluto—, de la manera que yo elija. Lo miré con los ojos muy abiertos y descaradamente en… lo que fuera que esto fuera. —Tranquilo, no me inscribí en Fifty Shades of Gay. —No, te registraste por mí. Ahora sube las escaleras y súbete a la cama. Yo... ¿subí las escaleras y me subí a la cama? Unos segundos después, Oliver apareció en la puerta, dejando caer su abrigo al suelo. Y, quiero decir, guau. Nunca lo había visto no usar una percha. Debe haber estado realmente metido en esto. ¿En mi? —Lo siento —dijo, sonrojándose un poco—. Nunca pensé… yo… ese eres… tú… —No te disculpes. Es, eh, interesante. Se sonrojó aún más. —De hecho, he querido hacer esto durante bastante tiempo.
—Solo tirando esto por ahí —le fruncí el ceño—, absolutamente podrías haberlo hecho, en cualquier momento. —Supongo que pensé que valía la pena esperar por ti. Maldición. Esperaba que tuviera razón. —No soy la última menta de After Eight. —Bueno, no. —Se unió a mí en la cama, arrastrándose por las mantas como un tigre que hubiera estado en Abercrombie y Fitch—. Si lo fueras, todos seríamos demasiado educados para aceptarte. —Tendría una respuesta ingeniosa, pero estoy un poco distraído en este momento. —Pareces —dijo secamente—, ser notablemente menos intransigente cuando tienes una erección. —Sí, es mi pene de Aquiles. Oliver comenzó a desabotonar mi camisa mientras reía. Lo cual fue, por un lado, bueno porque me acercó más a la desnudez y, por lo tanto, más a la cama. Por otro lado, estaba a punto de estar en topless. Y no era como si Oliver no me hubiera visto antes en topless, pero esta era una de esas situaciones en las que el contexto es todo. Estar desnudo y ser desnudado se sentía distinto y aterradoramente diferente. Normalmente, no me preocupaba especialmente lo que mis parejas sexuales pensaran sobre mi cuerpo, pero normalmente mis parejas sexuales eran extrañas. En un esfuerzo por equilibrar la balanza, le devolví el favor y me di cuenta de que había cometido un tremendo error estratégico. Porque mientras yo me las arreglaba con la genética, la altura y el caminar al trabajo, Oliver se molestó en cuidar de sí mismo. Era el equivalente sexual de alguien que te obsequia un regalo secreto de Papá Noel muy atento cuando sabías que le habías comprado una bomba de baño. —¿Debería ir al gimnasio? —pregunté—. ¿Como siempre? Porque, de lo contrario, tendrás que acostumbrarte a que yo sea monumentalmente promedio. —Eres muchas cosas, Lucien. Pero nunca podrías ser promedio. —No, esto es una cosa física y créeme... —Basta. —Me besó, lo suficientemente fuerte como para sofocar mis protestas, su palma se deslizó sobre la piel expuesta de mi torso y dejó un patrón de fresca calidez—. Eres hermoso. Tan hermoso que no puedo creer que finalmente pueda tocarte. Quería decir algo suave e ingenioso para demostrar que era… suave e ingenioso, y no un montón de melodías. Pero todo lo que logré fue —M… Maldición, Oliver. —Dios. —Su voz se endureció—. Me encanta lo receptivo que eres. Mira...
Sus dedos subieron en espiral por mi brazo y por mi hombro, la piel de gallina surgió a su paso como si estuvieran haciendo una ola de estadio. Traté de hacer un ruido que, de alguna manera, indicaba Sí, así es como soy con todos, ciertamente no solo contigo, pero luego su boca se involucró, poniendo placer sobre placer y más placer, y yo… Demonios. Creo que lloriqueé. —Las cosas —murmuró—, que he soñado con hacerte. Parpadeé. Tal vez podría salvar esto antes de desmoronarme. —¿Por qué? ¿Son sucias? —Nada como eso. Me empujó sobre mi espalda, sus manos desabrocharon mi cinturón y me quitó los jeans, bóxer y calcetines en una ráfaga de eficiencia muy al estilo de Oliver. —Sólo quiero estar contigo. Así. Quiero hacerte sentir cosas. Cosas buenas. Para mí. Me estaba mirando, con esta terrible seriedad, diciendo en serio cada palabra. Y, ya sabes, estaba bien, podía hacer frente a esto, podía tener sentimientos, estaba bien. No importa que esta sensación de desnudez se apodere de mí, extrañamente independiente del hecho de que en realidad estaba desnudo. Y no importa que cada vez que me tocaba era como si me estuviera deshaciendo con ternura. Y definitivamente no importa que necesitaba esto tanto que no estaba seguro de cómo tenerlo. Ahora Oliver se estaba quitando el resto de su ropa, camisa y pantalones y todo lo demás, aterrizando desordenadamente al lado de la cama. Casi había olvidado lo que era por un momento, cómo era que signifique algo: la primera vez que viste a una pareja desnudarse, cómo ambos ganaban y perdían el misterio, la verdad de ellos, todos sus secretos e imperfecciones, superando cualquier fantasía que pudiera haber conjurado. Lo más extraño era que Oliver me había parecido tan irreal al principio. Lo había deseado desde el principio, desde ese horrible encuentro en esa horrible fiesta, pero de la forma en que querrías un reloj en el escaparate de una joyería. Una especie de admiración frustrada por algo distante, perfecto y un poco artificial. Pero en realidad no lo había visto en absoluto. Sólo un haz reflejado de deseos mal pensados. Y Oliver era mucho más que eso: era amable y complicado, y estaba más ansioso de lo que dejaba ver, si su estilo de enviar mensajes de texto era algo que se pudiera seguir. Sabía cómo hacerlo enojar y cómo hacerlo reír, y esperaba poder hacerlo feliz. O tal vez no pude. Quizás estaba demasiado arruinado. Pero Oliver se había quedado conmigo a través de las tonterías de mi padre y el curry de mi madre, me tomó de la mano frente a los periodistas y me dejó soltarlo y agarrarlo por la puerta del baño. Se había convertido en una de las mejores partes de mi vida. Así que iba a intentarlo, demonios.
—Eh —me escuché decir—, yo también quiero ser bueno para ti. No estoy seguro... Se inclinó sobre mí, todo calor y fuerza, y el perfecto deslizamiento de la piel. —Tú Eres. Esto es. —Pero yo… —Shhh. No tienes que hacer nada. Eres suficiente. Eres... Lo miré, sin estar seguro de lo que vendría después. Por la expresión de su rostro, probablemente él tampoco. —Todo —finalizó. Bueno, esto era... nuevo. El tener que lidiar con sentimientos sexuales y emociones al mismo tiempo, formar equipo para dejarlos a todos adoloridos, abiertos y esperanzados. Su boca cubrió la mía, medio beso, medio gemido, y lo rodeé con las piernas para acercarlo más. Parecía encontrar esto alentador, lo cual era bueno porque estaba destinado a hacerlo. Y pronto él estaba uniendo nuestros cuerpos en esta zamba de promesa y sensualidad, su boca dejó pequeños besos temblorosos, y esto fue increíble, como, oh Dios, detente, oh Dios nunca pares, oh Dios, nivel increíble, excepto, por alguna razón, no podía decidir qué hacer con mis manos. Y de repente tuve estos enormes guantes alienígenas flotando al final de mis brazos sin instrucciones claras. Quiero decir, ¿debería haber estado tratando de llegar a su pene? ¿O era demasiado pronto? ¿Le importaba que le acariciaran el pelo, o era extraño? ¿Lo estaba presionando un poco? Vaya, sus hombros estaban realmente definidos. Finalmente me decidí por extender mis palmas con inquietud sobre la espalda de Oliver cuando se incorporó, agarró mis muñecas y las llevó suavemente a la almohada a ambos lados de mi cabeza. Lo cual, ciertamente, no fue del todo descabellado. —Eh —dije. —Perdón. —Un rubor se deslizó por su cuello y por su pecho—. Yo... parece que no puedo evitarlo. Era extrañamente reconfortante ver a Oliver incluso un poco fuera de control. Incluso si fuera de una manera bastante controladora. Y al menos ya no tenía que preocuparme por mis manos, aunque eso podría haber sido una trampa. —Está bien. Creo que me gusta. Quiero decir —dije con una risa temblorosa—, no si vas a sacarte los cueros y empezar a decirme que te llame papá. Me mordió la garganta a modo de reprensión juguetona.
—Oliver, estará bien. Sus dedos se enroscaron alrededor de los míos, inesperadamente tiernos dado que estaba encima y sosteniéndome, mientras se inclinaba para otro beso. Lo empujé, no porque quisiera escapar, sino para sentir lo que era estar... ineludiblemente abrazado. No es horrible, como resultó. Cuando era Oliver. Mis movimientos se volvieron retorcidos. Y me escuché gemir suavemente. Y, Dios me ayude, con necesidad. Lo cual fue aterrador, vergonzoso y extraño. —Por favor, confía en mí, Lucien. —En ese momento, me sentí aliviado y horrorizado al escuchar la vulnerabilidad en la voz de Oliver—. Está bien tener esto. —Entonces, ¿qué vas a comer? —A ti. —Él sonrió, sus ojos destellaron—. Estoy disfrutando tenerte a mi merced. Y fue entonces cuando recordé algo, lo bueno que podía ser, solo estar con alguien. Para que te vean. Y ser suficiente. —¿Qué tal? —Me estreché y lo besé. Bueno, lo mordisqueé—. ¿Menos piedad, más tener? Él gruñó legítimamente. Y las cosas se pusieron tremendamente duras por un tiempo, mi timidez huyó con el autocontrol de Oliver. Hice algunos esfuerzos simbólicos por liberarme, pero él siempre me distraía, con mi nombre en sus labios, o con un toque fresco en un lugar que nunca supe que podría ser tan sensible, y cuando dejó de sujetarme, ya estaba demasiado lejos para darse cuenta. Sólo estábamos él y yo, las sábanas arrugadas y el juego de las farolas a través de las cortinas. Estaba inmovilizado por el puro placer de todo, por el aliento entrecortado de Oliver y el torrente de sus caricias. De sus profundos, profundos besos, incesantes como el cielo en verano. El arrastre y la presión de nuestros cuerpos, el roce del cabello y el deslizamiento del sudor. Y la forma en que me miraba, tierno, feroz, y casi... asombrado, como si yo fuera una persona diferente y mejor. Aunque tal vez, en ese momento, lo era.
39
¿En qué estaba pensando? No solo había aceptado conocer a Jon Fucking Fleming en el momento más ocupado de mi año laboral, sino que ahora me estaba alejando de mi hermoso casi novio que de otra manera me estaría sexando tontamente. Supongo que yo era muy buena persona. Para mi sorpresa, The Half Moon resultó ser uno de esos lugares de cerveza artesanal, todo pared de ladrillos y poco impresionante. Mi papá llegó tarde, no es que realmente hubiera esperado lo contrario, así que me compré una pinta de Monkey's Butthole, que aparentemente tenía notas de mango y piña, y una amargura tostada que perduró hasta el final, y encontré una mesa libre entre las barbas y las camisas de leñador irónicas. Durante un rato me senté allí, sintiéndome como el tipo de persona que sale solo a beber cervezas artesanales lo cual, pensando en ello, probablemente era un pasatiempo perfectamente respetado en la comunidad de bebedores de cerveza artesanal. Por extraño que parezca, esto no fue muy reconfortante. Después de haber pasado la última media década sin cumplir con los plazos y luego decirme a mí mismo que estaba bien porque mis amigos sabían dónde estaban conmigo, me sentí a la vez enojado con mi papá por hacer la misma mierda y enojado conmigo mismo por tomarme tanto tiempo para darme cuenta que era una forma de mierda de tratar a la gente, y también por ser hipócrita al respecto. Mi teléfono vibró. Era agradable saber que Oliver estaba pensando en mí, pero era menos agradable que aparentemente hubiera decidido pensar en mí a través de un hombre blanco, viejo y calvo. ¿Qué diablos? Le envié un mensaje de texto. ¿Asumo que esto es un idiota? Si. ¿Debería tener alguna idea de qué tipo de idiota es? Es un idiota político. Me gustó más esto cuando era un juego coqueto en lugar de una prueba real de conocimientos generales. Lo siento. De alguna manera, Oliver incluso podía hacer que el texto pareciera genuinamente arrepentido. Es Dick Cheney.
¿Cómo se suponía que iba a conseguir eso? Pistas contextuales. Dije que era político. ¿Cuántos Dicks hay en política? Para hacer la broma obvia. Montones. Hubo una pausa. También es un te extraño idiota. Ese es un sabor de idiota muy específico. —Estás aquí —dijo Jon Fleming, que estaba de pie junto a mí—. No estaba seguro de que lo estuvieras. Hablando de eso, escribí, papá está aquí. De mala gana guardé mi teléfono y descubrí, como siempre, que no tenía nada que decirle. —Sí. Si, estoy aquí. —Esto ha cambiado. —Sonaba genuinamente molesto por eso—. ¿Puedo traerte algo del bar? Me quedaba la mayor parte del Monkey Butthole, pero mi padre me había abandonado cuando tenía tres años y hacer que le dijera Monkey Butthole15 a un extraño podría ser la única venganza que obtendría. Le mostré la botella. —Tomaré otro de estos, gracias. Se dirigió al mostrador, obtuvo la última de una serie de pequeñas y molestas victorias simplemente señalando las bebidas que quería y de alguna manera haciendo que el gesto pareciera digno y autoritario, en lugar de absolutamente mezquino. Y luego, luciendo un segundo Butthole y una pinta de Ajax Napalm, volvió hacia mí. Dado que esto claramente no era lo que había estado esperando, y que era la persona de mayor edad en el edificio por unos buenos treinta años, parecía exasperantemente no fuera de lugar. Creo que fue la combinación de todos los demás tratando de vestirse como si hubieran sido estrellas de rock en los setenta y ese horrible carisma lo que hizo que el mundo se formara para él, no al revés. Maldición, iba a ser una velada larga. —No creerías —se sentó frente a mí—, que Mark Knopfler solía actuar allí mismo. —Oh, lo creo. Simplemente no me importa. Honestamente, ni siquiera estoy —de acuerdo, esto era una mentira, pero quería enojarlo un poco—, completamente seguro de quién es. Definitivamente lo había juzgado mal. No solo sabía que lo estaba engañando, sino que tampoco iba a dejar que eso le impidiera darme una larga pero egoísta perorata sobre la historia de la escena musical.
15
Monkey Butthole – en español: Trasero de Mono.
—Cuando conocí a Mark en el 76, él y su hermano estaban sin trabajo y pensando en formar una banda, así que los llevé a ver a Max Merritt y los Meteoros aquí en The moon. En ese entonces, era parte de lo que llamábamos el circuito del baño. El problema con mi papá, bueno, uno de los muchos problemas con mi papá, era que cuando hablaba así, realmente querías escuchar. —¿El qué? —La gran cantidad de lugares sucios como el infierno en todo el país. Pubs, almacenes, ese tipo de cosas. Lugares en los que jugarías por la cerveza, la exposición y el amor por ella. Es donde todos comenzamos el día. De todos modos, llevé a Mark a ver a Max Merritt y los Meteoros, y lo que esos chicos podían hacer con solo dos guitarras acústicas y un teclado eléctrico... creo que fue una verdadera inspiración para él. —Déjame adivinar: tú también le dijiste: Guau, parece que estás en una situación desesperada. Él sonrió. —Así que sabías quién era. —Si, todo bien. Tuve una idea. —Por supuesto, todo es diferente ahora. Hizo una pausa meditabunda y tomó un trago de Ajax Napalm. —Esto en realidad no está mal. Aunque en mi época lo que ustedes llaman cervezas artesanales solíamos llamarla cerveza. —Otra pausa igualmente meditativa—. Entonces las cadenas tomaron el control y las pequeñas cervecerías cerraron, todo se presurizó y estandarizó. Y ahora nos hemos olvidado de dónde venimos, por lo que un grupo de chicos de veintitantos están tratando de vendernos algo que nunca deberíamos haber regalado en primer lugar. —Una tercera pausa. Él era realmente bueno en esto—. Es algo gracioso, el péndulo del mundo. —¿Es así —pregunté, mitad con sinceridad, mitad no—, cómo vas a llamar tu próximo álbum? Él se encogió de hombros. —Eso depende de tu madre. Tu madre y el cáncer. —Entonces, eh, ¿qué pasa con eso? ¿Estás bien? —Espero pruebas. Oh, demonios. Por una fracción de segundo, Jon Fleming parecía un anciano calvo bebiendo cerveza de una elegante botella. —Mira, yo... lo lamento... Debe ser horrible.
—Es lo que es. Y me ha hecho pensar en cosas que no he hecho en mucho tiempo. ¿Hace un mes más o menos habría dicho, ¿quieres decir, como el hijo que abandonaste? —¿Cómo qué? —dije en su lugar. —El pasado. El futuro. La música. Casi podía fingir que encajaba en "el pasado", pero no era mucho consuelo. —Verás, es como la cerveza. Cuando comencé, éramos solo niños con grandes ideas tocando guitarras prestadas para cualquiera que quisiera escuchar. Rights of Man grabó nuestro primer álbum en un garaje de ocho pistas estropeado. Luego, los estudios entraron con su música pop y sus bandas de niños de plástico, y toda la suciedad y el corazón se fueron del negocio. Había leído entrevistas con Jon Fleming, había escuchado sus canciones, lo había visto en la televisión, así que sabía que así era como hablaba. Pero era diferente cuando éramos él y tú, y esos intensos ojos azul verdoso te miraban directamente y hacían que pareciera que te estaba diciendo cosas que nunca le diría a nadie más. —Y ahora —prosiguió, con una melancolía legendaria—, estamos de vuelta en los cobertizos y los dormitorios, y la gente está haciendo álbumes con guitarras prestadas en computadoras portátiles rotas y poniéndolos en Soundcloud, Spotify y YouTube para todos los que lo escucharán. Y, de repente, es real de nuevo, y es donde comencé, y donde nunca podré volver. Por una vez, no estaba tratando de ser un idiota. Pero en esta etapa, en contra de mi mejor juicio, estaba realmente interesado. —¿Y cómo encaja The Whole Package en esto? Y por primera vez, la primera vez en la historia, recibí una reacción de Jon Fleming. Miró su cerveza y cerró los ojos durante un largo momento. —No puedo ser lo que era —dijo—, así que tengo que ser otra cosa. Porque la otra opción es no ser nada. Y nunca podría ser nada. Mi agente dijo que Package sería una buena opción para mí: recordarle a mi antiguo público que estuve allí y decirle a un nuevo público quién soy. No es un regreso, es un toque de telón. Está parado en el escenario con las luces apagadas y rogando a la multitud que espere y escuche una última canción. No supe qué decir. Debería haberme dado cuenta de que no tenía que decir nada. Él hablaría por los dos. —Todo el mundo te dice que cuando eres joven piensas que vivirás para siempre. Lo que no te dicen es que cuando eres viejo piensas lo mismo. Es solo que todo comienza a recordarte que no es verdad. ¿Cómo diablos había llegado aquí? ¿Qué se suponía que debía hacer ahora?
—Tú... nunca serás nada, papá. —Quizás. Excepto que miras hacia atrás y ¿qué has hecho? —Como casi treinta álbumes de estudio, innumerables giras, una carrera que abarca cinco décadas, esa vez que le robaste un Grammy a Alice Cooper. —Yo no lo robé. Lo gané de manera justa. —Pareció animarse un poco—. Y después nos dimos una paliza en el aparcamiento. —Ves. Has hecho muchas cosas importantes. —Pero cuando todo vuelva a suceder, ¿quién lo recordará? —No lo sé, la gente, Internet, yo, Wikipedia. —Podrías tener razón. —Habiendo bebido lo último de su cerveza, dejó la botella con un ruido metálico decisivo—. De todos modos, esto ha sido bueno. Debería dejarte ir. —Oh, ¿te vas a ir? —Sí, me esperan en Elton's para una fiesta. Estoy seguro de que tú y... y tu novio también tienen mucho que hacer. De alguna manera, me estaba haciendo sentir resentido por el final de una reunión que había resentido al comienzo. —Está bien. Esto fue algo que hicimos. Mientras se levantaba, me di cuenta de que ni siquiera se había quitado el abrigo. Pero, luego, hizo una pausa y me dio una de esas miradas profundas y conmovedoras que, solo por ese momento, lo hizo todo bien. —Me gustaría hacer esto de nuevo. Mientras todavía hay tiempo. —Estoy bastante ocupado las próximas dos semanas. Tengo un trabajo y es el aniversario de los padres de Oliver. —Después de eso, entonces. Iremos a cenar. Te escribiré un mensaje. Luego se fue. Otra vez. Y no supe cómo sentirme. Quiero decir, estaba bastante seguro de que había hecho lo correcto. Pero, aparte de eso, no estaba muy seguro de qué se suponía que iba a sacar de eso. No había forma de que alguna vez estuviéramos cerca. Cualquier posibilidad de eso se había ido por la ventana cuando me abandonó y no volvería en veinticinco años. Y ahora me detuve a pensar en ello, todavía no había expresado ningún remordimiento por eso, y claramente nunca lo haría. Probablemente nunca tendríamos una conversación que no se centrara enteramente en él. No hace mucho, había sido un motivo de orgullo para mí tomar todo lo que me estaba ofreciendo y metérselo por el trasero. Pero realmente ya no necesitaba hacer eso, y creo que me gustó no tener que hacerlo. Además, el hombre se estaba muriendo. Podría escuchar algunas historias si eso le ayudara a lidiar. La verdad era que Jon Fleming no iba a cambiar y yo no iba a ser importante
para él de la forma en que solía pensar que tenía que hacerlo. Pero estaba llegando a conocerlo. Y estaba llegando a estar allí. Y eso fue algo. Entonces, ¿por qué no tomarlo?
40 El día del Beetle Drive, estaba en la oficina desde las once y en el hotel desde las tres. El seguro y la decoración de la mesa ya había sido ordenado, — el seguro por muchas conversaciones telefónicas estresadas y la decoración de la mesa me mantuvieron despierto toda la noche haciéndolos con Priya y James Royce-Royce— pero me quedé en blanco con la música. Y me decía a mí mismo que a nadie le importaría porque a la gente elegante le gustaba en su mayoría el sonido de sus propias voces cuando Rhys Jones Bowen asomó la cabeza en el cubículo donde yo me ponía frenéticamente mi ropa formal. —Escuché —dijo, sin prestar absolutamente ninguna atención al hecho de que estaba en ropa interior—, que estabas teniendo un problema en el departamento de música. —Está bien. Lo haremos sin él. Tuvimos un cuarteto de cuerdas el año pasado y a nadie le importó. —Bueno, si estás seguro, le diré al tío Alan que no lo necesitamos después de todo. —Siento que me he perdido la mitad de esta conversación. ¿Quién es el tío Alan y por qué lo necesitaríamos o no? —Oh, ya ves, estaba hablando con Becky, la voluntaria, que estaba hablando con Simon, la voluntaria, que estaba hablando con Alex, que estaba hablando con Barbara, quien decía que la banda que querías se había retirado y no podías conseguir un reemplazo. Entonces pensé, ¿por qué no le pregunto al tío Alan? Así que lo llamé y me dijo que él y los chicos estaban en la ciudad de todos modos porque estaban en Songs of Praise y estarían felices de ayudarnos. Me resigné a estar sin pantalones durante el resto del encuentro. —Está bien, Rhys. Una vez más. ¿Quién es el tío Alan? Sabes quién es el tío Alan. Ya te he hablado del tío Alan. Siempre hablo del tío Alan. —Sí, pero nunca te escucho. Él puso los ojos en blanco. —Ah, estaba yo olvidando lo desdeñable que eres. El tío Alan es el director gerente del coro de voces masculinas de Skenfrith. Son bastante importantes en los círculos de coros de voces masculinas.
—¿Y solo estás mencionando esto ahora porque...? —No quería hacerte ilusiones si no se iba a concretar. Me rendí al poder imparable de Rhys Jones Bowen y su aparentemente ilimitado suministro de talentosos celtas. —Bien. ¿Puedes conseguir que se instalen y darles lo que necesiten? Y… —Me di cuenta con un sentimiento de hundimiento que estaba experimentando un momento de genuina gratitud hacia Rhys Jones Bowen. Otra vez—. Gracias. Lo siento, soy desdeñable. Realmente agradezco tu ayuda. —Feliz de complacer. Bonitos boxers, por cierto. ¿Son Markses? Entorné los ojos mirando hacia abajo. —No estoy seguro de rastrear de cerca mis boxers. —Entonces tienes razón. Y con eso, se alejó, presumiblemente para organizar un coro. Regresé mi atención a vestirme y, una vez más, me puse en la posición de yoga necesaria para meter una pierna en mis pantalones sin sentarme, caerme o dejar caer nada en el baño. Entonces Alex irrumpió. —Por el amor de Dios —grité—. No soy un espectáculo erótico. Alex parecía imperturbable. —Eh, pregunta rápida. ¿Sabes ese trabajo que tenía? —¿Te refieres al trabajo de no perder al conde? —Sí, ese trabajo. —El pausó—. Aproximadamente, ¿qué tan inconveniente sería si no lo hubiera liberado al cien por cien en toda la extensión de mis habilidades? —¿Estás tratando de decirme que perdiste al conde? —Solo un poco. No sé exactamente dónde está, pero tengo una lista cada vez más completa de lugares donde no está. —Por favor, Alex. —Practiqué un poco de respiración relajante—. Sólo encuéntralo. Ahora. —Está bien, hombre. Perdón por, eh, interrumpir. Bonitos boxers, por cierto. Muy elegantes. —Vete. Él se fue. Lejos. Y comencé a saltar en un pequeño círculo, tratando de arrastrar mis incómodamente ceñidos pantalones sobre mis inconvenientes piernas largas con sus inconvenientes rodillas dobladas cuando escuché la puerta abrirse de nuevo detrás de mí. —Alex —atajé—. Por favor, puedes irte a la mierda durante cinco minutos.
—Oh, digo —dijo una voz que era mucho mayor que la de Alex, pero no mucho más elegante—. Lo lamento muchísimo. Creo que la cerradura debe estar rota. Aunque ahora que lo mencionas, perdí a un chico llamado Alex. ¿Sabes donde está él? Retrocedí arrastrando los pies, todavía luchando con mis pantalones, para enfrentar al mecenas y donante principal de CRAPP, el conde de Spitalhamstead. —Lo siento mucho, mi señor. Pensé que eras otra persona. —Lo deduje cuando me llamaste por el nombre de otra persona. —Ah, sí. Qué astuto de su parte. —Sin embargo, disfruté de los juramentos. Me gusta un poco de juramentos. —Nos esforzamos por complacer. Si me da diez segundos para ponerme la ropa, lo llevaré arriba y encontraremos a Alex juntos. —No es ninguna molestia. Estoy seguro de que lo localizaré yo mismo. —No, no —insistí—. Estaré contigo en un momento. El conde de Spitalhamstead tenía noventa años, loco de una manera que solo la aristocracia podía estar, y tenía la costumbre de meterse en lo que Alex describió como "rasguños”. La última vez que lo dejamos deambular sin supervisión en Beetle Drive, se había equivocado de camino al entrar en el bar del hotel, había pedido una cantidad obscena de champán “solo para ser educado" y terminó volando a Viena con alguien que conoció. Había fallado por completo en reconocer que era una prostituta. Aparentemente lo pasaron muy bien, pero hizo mella en nuestra recaudación de fondos. Diez segundos más tarde, estaba mayormente vestido y guiando a un compañero del reino en algún lugar vagamente en la dirección de donde tenía que estar mientras me contaba una larga historia sobre un elefante, un monoplano de carreras y la vez que se acostó con Marilyn Monroe. Encontramos a Alex mirando con mucho cuidado dentro de una planta en maceta. —¿Qué...? —comencé, muy consciente de que estaba a punto de hacer una pregunta cuya respuesta tal vez no quisiera escuchar—, ¿estás haciendo? Alex me miró como si hubiera dicho algo profundamente tonto. —Buscando al conde. Obviamente. —¿Y pensaste que lo encontrarías dentro de una planta en maceta? —Bueno, creo que te has hecho quedar como un tonto, porque ahí es exactamente donde lo encontré. —Señaló al conde de Spitalhamstead, que no se había movido de mi lado durante toda la conversación—. ¿Ves?
—Hola, Twaddle —dijo alegremente el conde—. ¿Cómo van las cosas? —Terriblemente incómodo, en realidad. Pretendía estar cuidando a este Earl Chappie. Lo perdí por completo. —Qué mala suerte. Parece que tendrás que conformarte conmigo en su lugar. Por un momento, esto pareció preocupar a Alex. —Bueno, estaba haciendo este pequeño trabajo para Luc. Pero... bueno — se volvió hacia mí con impotencia—, Hilary es una vieja amiga de la familia, así que probablemente será mejor que me ocupe de él si te parece bien. Le di unas palmaditas en el hombro. —Sabes, creo que eso podría ser lo mejor. —Uuuzzzaaa. Victoria para el sentido común. —Alex tomó suavemente el brazo del conde—. Vamos, viejo amigo. Tengo muchos compañeros y amigos para el caso; no hay necesidad de ser sexista, es el siglo XX, simplemente muero por tener una plática contigo. —Maravilloso —respondió el conde—. Rara vez se habla de los escarabajos peloteros ante un público agradecido. Sabes, me volvieron a derribar en los Lords. Bastardos miopes… Me dejé caer contra un pilar cuando desaparecieron en el salón de actos, desde dentro del cual ya podía escuchar los melodiosos sonidos de un coro de voces masculinas entrando en calor con el himno nacional galés. Lo más probable era que esta fuera la última oportunidad que tuviera para agacharme y recuperar el aliento durante el resto de la noche, así que lo estaba aprovechando al máximo. Sin embargo, ajusté mi postura a algo parecido a la respetabilidad porque estaba bastante cerca del vestíbulo, los invitados ya estaban empezando a llegar y "lucir exhausto antes de que empezaras" no era una mirada que inspirara confianza en un recaudador de fondos. Lo cual fue desafortunado porque “estar exhausto antes de empezar” era más o menos como me sentía. Básicamente, sin embargo, estaba bien. Todos habían acudido. Siempre fue así. Y, para ser honesto, fue agradable ver a todo el equipo extrañamente unido en su apoyo a nuestra causa técnicamente importante pero completamente poco glamorosa. Por no hablar del obsequio anual que era Rhys Jones Bowen en traje. Y por “obsequio" quise decir “vulgarmente sutil" porque siempre se las arreglaba para parecer un marxista encubierto. Aunque, hablando de los obsequios de los trajes, no pude resistirme a mirar el pedazo de galán envuelto en esmoquin que acababa de entrar y estaba pidiendo a la recepcionista direcciones para la recaudación de fondos de CRAPP. Y luego inmediatamente me sentí culpable porque ahora tenía un novio posiblemente real. Y luego lo opuesto confuso de culpable cuando me di cuenta de que el pedazo de galán envuelto en esmoquin era mi novio posiblemente real.
Levanté mi mano en un saludo de “definitivamente no estoy abrumado por lo caliente que estás”. Y Oliver se acercó a grandes zancadas en un destello de blanco y negro y hermoso. —Eres ridículamente guapo —le dije, devorándolo con mis ojos—, ¿lo sabías? Me sonrió, todo mandíbula y pómulos. —Normalmente te diría lo mismo, pero en este momento parece que te has vestido en un retrete. —Sí, hay una razón bastante obvia para eso. —Ven aquí. Llegué allí y Oliver hizo algunos ajustes rápidos y correctos en mi ropa que encontré extrañamente sexy a pesar de ser completamente seguro para el trabajo. Incluso rehízo mi pajarita. Y de frente y todo. Tenías que admirar a un hombre con esa coordinación. —Allí. —Se inclinó y me besó castamente. Aparentemente, de alguna manera habíamos pasado de personas que necesitaban practicar cualquier tipo de contacto físico al beso apropiado en el lugar de trabajo, siempre desafiante—. Ridículamente guapo. Probablemente lo estaba mirando patéticamente. —Bueno. No es ridículo. Quizás un poco absurdo. Con la luz adecuada. —Al contrario, Lucien. Siempre eres cautivador. —Bien. Estás navegando peligrosamente cerca del viento aquí. Porque si sigues así, tendré que tener sexo contigo en el armario más cercano, y técnicamente se supone que debo estar haciendo mi trabajo aquí. —Y —otra de sus sonrisas aniquiladoras—, se supone que debo estar ayudándote con eso. —Tengo que ser honesto, tengo cincuenta y cincuenta en el trabajo en este momento. —Sabes que eso no es cierto. Has trabajado muy duro para esto. Suspiré. —Si, está bien. Pero será mejor que me lo pagues más tarde. —Tengo toda la intención. Luego deslizó su brazo alrededor de mi cintura y entramos juntos.
41 El discurso de bienvenida del profesor Fairclough terminó, como siempre lo hizo—: Por favor, dé generosamente porque los Coleópteros son, desde cualquier punto de vista objetivo, más importantes que cualquiera de ustedes. Lo cual, ya sabes, era muy suyo y me gustaba pensar que era parte de la experiencia CRAPP. Quiero decir, ¿en qué otra recaudación de fondos de alto nivel le dirían, en su cara, que vales menos que un insecto? Se puso de pie entre un educado aplauso y luego el tío Alan de Rhys Jones Bowen y el coro de voces masculinas de Skenfrith subieron al escenario y comenzaron a cantar con sentimiento en galés sobre, bueno, no lo sabía porque estaba en galés. —Entonces —me incliné hacia Oliver—, tenemos entre media hora y una hora de trabajo en red antes de la cena. El truco, básicamente, es no parecer que estás tratando de sacar dinero de las personas para que puedan sentirse bien consigo mismas cuando finalmente obtengas dinero de ellas. Él frunció el ceño. —Eso suena bastante fuera de mi conjunto de habilidades. Si te da lo mismo, estaré a tu lado y pareceré respetable. —Sí, y si de vez en cuando pudieras hablarle a la gente de clase media, eso también sería útil. —Entonces, ¿comiste alguna buena quinua recientemente? ¿Ese tipo de cosas? —Perfecto. Suena un poco menos sarcástico. Circulamos. Era principalmente "hola, me alegro de que pudieras asistir, ¿qué tal tu negocio/niño/novela/caballo?" Ese tipo de cosas. Pero de vez en cuando la gente querría detenerme para una conversación más larga, lo que significaba que tenía que presentar mi nuevo novio apropiado pero realmente maravilloso. Me sentí aliviado al ver que, si bien algunos de nuestros mejores donantes —¿cómo puedo decir esto cortésmente?—, se habían mantenido alejados, todavía lo habíamos hecho bastante bien, al menos en términos de participación. Un puñado de nuevos desarrollos, incluidos Ben y Sophie, habían aparecido y, a pesar de todas las posturas, la mayoría de la multitud preocupada por sus valores parecía haber retrocedido, ya sea porque el plan de Alex de alguna manera había funcionado o porque habían mentido desde el principio. Así que gracias por eso, cabrones.
—Adam —dije con bondad—, Tamara. Me alegro de que pudieras llegar. ¿No lucen los dos preciosos? Adam brindó uno de sus asentimientos de reconocimiento. —Gracias. El traje es cáñamo de bambú negro. —Y esto —agregó Tamara, indicando su caftán de seda dorada, fastuosamente hermoso—, es de uno de mis diseñadores favoritos. Es muy nueva, por lo que todavía no habrás oído hablar de ella, pero dirige una empresa social hecha en África y trabaja en estrecha colaboración con artesanos locales que se especializan en técnicas tradicionales. Le brindé mi mejor sonrisa. —Eso es así. —Bueno —Adam casi parecía que nunca había sido un banquero de inversiones—. Ya sabes cómo Tamara y yo creemos en vivir nuestros principios. —Oh, eso me recuerda —dije—. No te he presentado a mi socio todavía. Oliver, estos son Adam y Tamara Clarke. Adam y Tamara, este es Oliver Blackwood. Siguieron apretones de manos, besos al aire y Namasté totalmente unilaterales. —Es un placer conocerte. —Oliver tenía su cara de bueno en situaciones sociales. —Eres la pareja detrás de Gaia, ¿no? Ambos se iluminaron como árboles de Navidad de origen local. —Sí. —La mirada de Tamara se enterneció—. Ha sido toda nuestra vida durante cinco años. Otro asentimientos de Adam. —Nuestra misión siempre ha sido llevar valores éticos al sector de la comida preparada. Apreté la mano de Oliver de una manera que esperaba que indicara “Estoy en peligro real de reírme en este momento" y él me devolvió el apretón de una manera que sugirió que lo entendía. —Eso es muy admirable —murmuró Oliver—. Especialmente teniendo en cuenta cuántas empresas de ese sector tienen valores poco éticos. —Lo sé —respondió Tamara con absoluta sinceridad—. Es terrible. Adam parecía extrañamente distraído considerando que su negocio, y por extensión ellos mismos, siempre había sido el tema de conversación favorito de los Clarke. Entonces noté que su mirada seguía atrapada en mi mano, aún descansando en la de Oliver. Y, ya sabes, eso trajo un pequeño dilema. Porque, desde cierto punto de vista, era mi trabajo hacer que esta gente se sintiera cómoda. Pero, desde otro punto de vista, a la mierda. Había saltado a través de
una pila de aros durante las últimas dos semanas para satisfacer a los Adam Clarke de este mundo, pero no tomarme de la mano con mi novio, mi muy agradable y muy respetable novio al que nadie podría desaprobar, también era un aro muy lejos. Y si Adam y Tamara decidieron llevarse su talonario de cheques a casa porque fueron a una fiesta y vieron a dos chicos que se mostraban un poco afectuosos, bueno, entonces podrían explicárselo a todos sus modernos amigos izquierdistas. —Entonces —se recompuso—, Oliver. ¿Qué es lo que haces? —Soy abogado. —¿Que tipo? —preguntó Tamara. —Criminalista. Eso le valió una risa indulgente de Adam. —¿Del tipo que encierra a gente inocente o del tipo que devuelve a los asesinos a las calles? —Bueno, ambos, pero principalmente del tipo asesino. —Oliver le ofreció una plácida sonrisa—. Yo diría que el dinero me ayuda a dormir por la noche, pero ni siquiera está tan bien pagado. —Si alguna vez necesitas ayuda para encontrar la paz —la seriedad de Tamara podría haber arrancado huesos—, podría ponerte en contacto con varios yoguis excelentes. Antes de que Oliver tuviera que averiguar cómo diablos responder a eso, Adam intervino. —Yo solía estar en una situación muy similar. Quiero decir, sector financiero, obviamente, no legal. Pero Tamara realmente me ayudó a encontrar mi camino. —Gracias —dijo Oliver, con un impresionante aire de intención—. Te buscaré si alguna vez me siento listo. Mostraron agradecimiento, aunque un poco condescendientes, me felicitaron por la autenticidad del coro de voces masculinas de Gales y finalmente nos dejaron ir. Le lancé a Oliver una mirada de “Lo siento, son los peores.” Pero no podía arriesgarme a decirlo en voz alta, por si acaso ellos, o seamos justos, cualquier otra persona me escucharon criticar a algunas personas que estaban a punto de entregarme una suma de dinero muy grande. —No te preocupes. —Se inclinó, de alguna manera logrando susurrar sin parecer sombrío—. Si puedo fingir respetar al juez Mayhew, puedo fingir que me agradan los Clarke. —No deberías tener que hacerlo. —Es exactamente para lo que me necesitabas.
Bueno. ¿No se sintió todo complicado y confuso? Porque tenía razón: tener a alguien que pudiera fingir de manera convincente un interés en mí y mis donantes había sido todo el plan. Pero verlo en acción, especialmente ahora que realmente me gustaba, hizo que todo fuera… desagradable. —Eres mejor que esto. —¿Mejor que qué, Lucien? —Sus ojos brillaron suavemente hacia mí—. ¿Es mejor que ser cortés con las personas que no me importan particularmente en el evento de trabajo de mi pareja? —Eh, —¿sí? Rozó sus labios contra mi frente, ocultando su sonrisa. —Tengo noticias para ti. Para aquellos de nosotros que no nos criaron las leyendas del rock de los 80, esto es solo... la vida. Está bien. Estoy feliz de estar aquí contigo, y luego podemos ir a casa y reírnos de todo. —Cuando volvamos a casa —dije con firmeza—, no habrá tiempo para reír. No tienes idea de lo bien que te ves con esos pantalones... —Oh, maldición. Al otro lado de la habitación, vi con horror que la Dra. Fairclough estaba interactuando con un invitado. Que nunca, nunca terminó bien. Agarré a Oliver por el codo—. Perdón. Ésto es una emergencia. Tenemos que irnos. A medida que nos acercábamos, tratando de no parecer demasiado como si estuviéramos organizando una intervención, me di cuenta de que estábamos aún más fastidiados de lo que pensaba. Porque la Dra. Fairclough estaba hablando a, o mejor dicho, con Kimberly Pickles. Y el problema con Kimberly Pickles, que yo conocía bien por haberla desarrollado concienzudamente a ella y a su esposa durante el último año y medio, es que no le importaban una mierda los escarabajos y muchas otras cosas le importaban una mierda. Cosas en las que sentía muy fuertemente que su socio increíblemente rico estaría mejor gastando su dinero. —...no puedo estar seguro de si está siendo deliberadamente ignorante — estaba diciendo el Dr. Fairclough—, o simplemente ig... —Kimberly. —Entré rápidamente—. Qué gusto verte. No creo que hayas conocido a mi socio, Oliver Blackwood. Oliver, esta es Kimberly Pickles, de quien quizás reconozcas… —Oh, por supuesto —dijo, sin interrumpirme, pero adentrándose sin esfuerzo—. Su reciente miniserie sobre explotación sexual infantil fue notable. Ella sonrió, pero lamentablemente no de una manera “totalmente desarmada" y dijo—: Aww, gracias —con el amplio acento del Estuario que, hace diez años, definitivamente la habría mantenido alejada de la BBC. —Y esta es mi jefa —señalé a la Dra. Fairclough con cautela—. Dra. Amelia Fairclough.
—Es un placer conocerte. —Oliver no se molestó en extender una mano para que ella la estrechara, lo que inicialmente pensé que era inusualmente descortés. Pero debe haberse dado cuenta de que a la Dra. Fairclough (a) no le habría importado una mierda y (b) había visto el requisito de participar en un ritual social sin sentido como una pérdida de tiempo—. Lucien me ha contado todo sobre tu monografía sobre escarabajos errantes. Ella sometió… iba a decir su mirada más intensa, pero sus miradas eran casi todas igualmente intensas. —¿Lo tiene? —Sí. Me preguntaba si podría aclarar algunos de los puntos más sutiles de su relación de comportamiento con las colonias de hormigas. Dios mío. ¿Era así como se sentía el amor? —Me encantaría. —La Dra. Fairclough parecía lo más feliz que la había visto en mi vida. Que no fue mucho—. Pero es un tema complicado y hay demasiadas distracciones aquí. Oliver llevó a la Dra. Fairclough suavemente a un lado en busca de una mejor interacción entre escarabajos y colonia de hormigas discutiendo la ubicación, dejándome inundado de gratitud y, con suerte, en una mejor posición para rescatar a Kimberly Pickles. —Esa Dra. Fairclough —comenzó—, es una verdadera bruja. No era un lenguaje que hubiera usado personalmente, pero podía ver por dónde venía. —Me temo que los académicos pueden ser bastante decididos sobre sus intereses. —No es broma. Realmente advierte que los escarabajos peloteros son más importantes que las personas. Le ofrecí una sonrisa cómplice. —Yo diría que tienes que llegar a conocerla, pero no. Ella realmente lo hace. Ella no le devolvió la sonrisa. —Y realmente crees que está bien, ¿verdad? Que la gente te dé su dinero en lugar de un refugio para mujeres en Blackheath o la lucha contra la mortalidad infantil en el África subsahariana. La cosa es que ella no estaba totalmente equivocada. CRAPP no era una organización benéfica genial, y ni siquiera ocupaba un lugar destacado en esas listas de donaciones efectivas que ayudan a los antropólogos matemáticos nerds a evaluar exactamente cómo salvar la mayor cantidad de vidas por dólar. Pero era mi causa, y lucharía por ella, y por lo que sabía de Kimberly Pickles, le gustaban los luchadores.
—Bueno —dije—, Si trabajara para un refugio para mujeres en Blackheath, habría gente preguntándome por qué la gente debería dar dinero a eso en lugar de la prevención de la malaria o las iniciativas de desparasitación. Y si trabajara para una organización benéfica que tratara de prevenir la mortalidad infantil en el África subsahariana, habría gente que me preguntaría por qué deberían enviar dinero al extranjero cuando ya tenemos suficientes problemas aquí. Se relajó un poco, pero todavía no se lo creía. —Son malditos escarabajos peloteros, amigo. —Lo son. —Le brindé una especie de encogimiento de hombros—. Y aunque son ecológicamente importantes, no voy a fingir que estamos salvando el mundo aquí. Ni siquiera estamos salvando Bedfordshire. Pero su esposa no se quedará sin dinero en efectivo en el corto plazo, y claramente disfruta arrojándolo a cosas un poco tontas que la hacen feliz. —A ella le gusta reírse de ti —admitió Kimberly. —Sí, también lo hace un número sorprendente de nuestros donantes. Es por eso que nunca cambiamos el acrónimo. Bueno, eso y porque la Dra. Fairclough nunca nos dejaría porque siente que es la descripción más precisa y concisa de nuestra operación. Eso la hizo reír como Adele. —Muy bien, pero dile a tu jefe que deje de insultar a las esposas de los donantes. —Lo siento, ¿qué fue eso de insultar a mi esposa? No es el mejor momento para que Charlie Lewis se mueva. La conocí a través de James Royce-Royce, porque ella y James Royce-Royce habían trabajado brevemente para el mismo banco de inversión aterrador haciendo matemáticas terriblemente complicadas con sumas de dinero terriblemente grandes. Tenía la estructura de una nevera, llevaba el pelo como Elvis y tenía gafas como Harry Potter. Y, ahora mismo, no parecía feliz conmigo. —Es nada, nena. —Kimberly se volvió y besó a su esposa en la mejilla—. Solo que el profesor es raro. Charlie suspiró profundamente. —No otra vez. ¿Por qué se molesta en tratar de hablar con bípedos? —Creo —sugerí—, ella siente que se espera de ella. Si te sirve de consuelo, sé con certeza que odia cada segundo. —Tal vez no sea tan horrible como tú, Luc, pero no. —Estoy ayudando. —Charlie sonrió—. Me gusta la idea de que la gente que se enfada con mi esposa se sienta miserable. Kimberly la golpeó cariñosamente en el brazo.
—¿Dejarás de ser un patriarca de los cincuenta? ¿Quién de nosotros se sienta en una oficina todo el día moviendo el dinero de otras personas con un montón de idiotas que fueron a Oxford? ¿Y quién pasó los últimos tres meses entrevistando a coyotes en Centroamérica? —Sí, y has vuelto y una mujer molesta está siendo grosera contigo en una fiesta. —Sí, una fiesta a la que me hiciste venir. Porque todavía quieres gastar dinero en salvar insectos que comen mierda. Esperaba que esto fuera una linda broma de pareja, no el comienzo de una explosión que iba a poner en peligro su relación o, lo que es más relevante para mí, nuestra donación. —Como representante de la comunidad de insectos come-mierda —dije— , estamos muy contentos de que ambas estén aquí. Kimberly hizo un gesto conciliador. —Realmente estoy muy bien. Me gusta el coro de voces masculinas. Hay uno en Bangor que hace muy buen trabajo con los adolescentes desfavorecidos. De acuerdo, estaba bastante seguro de que se había logrado el rescate. Y, en realidad, por lo que sabía de ella, Kimberly no era el tipo de persona que sabotearía una donación caritativa en un ataque de resentimiento. En todo caso, ella era lo opuesto a ese tipo de persona, y en aras de mantener identidades independientes, ella y Charlie tendían a defender de manera muy deliberada diferentes causas. Aun así, había límites. De los cuales “insultar a su esposa en la cara por sus creencias profundamente arraigadas” fue bastante obvio. Es decir, obvio para todos excepto para la Dra. Fairclough. —Déjame dejarte con eso por ahora —dije—. Me encantaría ponerme al día después de la cena. Charlie me dio uno de esos apretones de manos bastardos de la ciudad. —Eso sería espléndido. Si no, almorcemos un poco. Y dale mi amor a James. Siempre hay una vacante para él en CB Lewis. —Servirá. Las dejé discutiendo felizmente sobre sus diversas opciones de vida y tomé una ruta serpenteante pasando por varios otros donantes importantes hasta el rincón en el que la Dra. Fairclough había logrado maniobrar a Oliver. Ella seguía, por lo que yo sabía, hablando de la relación de comportamiento entre los escarabajos errantes y las colonias de hormigas y, si la conociera, no se habría detenido para respirar en los últimos diez minutos. Yo también había estado en la posición de Oliver muchas veces porque la Dra. Fairclough parecía realmente incapaz de comprender que otras personas podrían no encontrar los escarabajos tan fascinantes como ella, y nunca había reunido ni la mitad de aplomo, gracia o sinceridad directa como Oliver estaba mostrando en este momento.
Era tan condenadamente… un emoji de corazón, que de hecho tuve que tomarme un momento. Y luego me di cuenta de que cuanto más tiempo permaneciera en un mar de desvanecimiento, más tiempo tendría que hablar Oliver sobre los insectos. Así que fui a rescatarlo.
42 —... utilizando rastros de feromonas —decía la Dra. Fairclough. Oliver ni siquiera se estremeció. —Oh, qué fascinante. —Si usted está tratando de emplear el sarcasmo, le aseguro que soy bastante inmune a él. Lo pensó por un momento. —No sé cómo responder a eso sin seguir sonando como si estuviera tratando de emplear el sarcasmo. Ella, también, parecía pensar por un momento. —Sí, parece que ha identificado una paradoja difícil. Si ayuda, cuando era estudiante, a mis compañeros de casa les resultaba conveniente hacer esta señal… —Ella le puso un solo dedo en la mejilla—. Para indicar que no debían ser tomados en serio. —Voy a tratar de hacer uso de ella. Pero por favor continúen. —O… —dije rápidamente—, podríamos ir a comer porque ahora están sirviendo comida. Otra pausa reflexiva de la Dra. Fairclough. —No. Prefiero quedarme aquí y hablar con Oliver. —Um... —Creo... —Una vez más Oliver se deslizó en la conversación como... algo lubricado. O tal vez un cisne. Ya sabes, elegante y relajado—. Lucien estaba tratando de informarnos educadamente que tenemos que ir a comer ahora. —Bueno, ¿por qué no lo dijo? —Porque no decir exactamente lo que quiere decir es su trabajo. De lo contrario, habría pasado toda la noche encarando a la gente y gritando “Danos tu dinero” con su voz en alto. —Funcionó para Bob Geldof. —Ella arrugaba la nariz con desdén—. No veo por qué todo tiene que ser tan complicado.
Y con eso, ella se fue a la mesa del personal conmigo y Oliver detrás. La comida era una de las ventajas de Beetle Drive. Los donantes habían pagado mucho dinero por estar aquí, así que no podías escatimar en el catering, y mientras Barbara Clench había intentado brevemente insistir en que debíamos hacer arreglos separados para el personal para que no tuviéramos que desperdiciar buena comida, bueno, nosotros mismos, eso en realidad resultó ser más caro. Tuve que comer muy rápido para poder volver con los invitados, pero como casi siempre era una mierda de la cocina nouvelle, sólo tenía unos tres bocados para pasar por algún curso dado. Todo el mundo ya estaba instalado, sobre todo con sus plus. Alex había traído a Miffy, por supuesto, que se veía deslumbrante en un conjunto que probablemente costaba más que cualquier cosa que yo poseía y que casi con toda seguridad no había pagado. —Encantado de verte de nuevo, ¿Clara Dior? —dijo Oliver, reclamando su asiento. Ella parpadeó. —¿Cómo? Quiero decir que sí. Buen ojo. —Maldición —Me senté exhausto al lado de Oliver—. Necesito hacer presentaciones de nuevo. Barbara Clench me miró al otro lado de la mesa. —Cuida tu lenguaje. —Creo que me quedaré con el inglés, gracias. —Para ser honesto, debería haber sido más amable con Barbara. Sin ella, CRAPP probablemente habría quebrado. Pero odiarnos el uno al otro era todo nuestro trato, y no te metes con un sistema que funcionaba. Le hice un gesto—. Oliver, ella es Barbara Clench, nuestra gerente de oficina. Y su marido, Gabriel. Probablemente lo más impresionante que había visto a Oliver hacer esa noche fue no mirar sorprendido al marido de Barbara Clench, quien fuera un Adonis de pelo dorado de seis pies, unos diez años menor que ella, que parecía genuina y míticamente enamorada de ella. No tenía sentido. No era rica, y la conocía, así que no podía ser su personalidad. ¿Pero, sabes qué? Fue un maldito punto para ella. —Alex y Miffy ya lo sabes. Este es Rhys Jones Bowen. Y... —Rhys siempre traía una cita diferente. No tenía idea de dónde los sacaba—. ¿Lo siento, no creo que nos hayan presentado? —Este es Tamsin. —Rhys hizo su mejor pose de juego-espectáculo—. Ella es de mi clase de Zumba. Traté de procesar eso.
—¿Estás en una clase de Zumba? —Es muy buen cardio. —Ahhh. —Alex hizo un sonido de comprensión lento—. Supuse que se habían conocido en el trabajo. —Alex —dije—, todos trabajamos en el mismo edificio. Y ninguno de nosotros ha visto a esta mujer antes en nuestras vidas. —Sí —Alex asintió lentamente— parecía un poco peculiar. Pero yo tampoco reconocí la del año pasado. Podía sentirme a punto de pasar por encima del precipicio de la actitud estúpida de Alex. Pero, por alguna razón, lo dejé pasar. Y tal vez no quería ser un idiota para mis colegas delante de Oliver, pero, la verdad es que vendrían por mí esta noche. Siempre venían por mí. Si estás utilizando un ordenador portátil o una Tablet, intenta moverte a otra ubicación e inténtalo de nuevo. —Mira —comencé, sin creer lo que salía de mi boca—. Sé que a veces puedo ser… —¿Un total idiota? —Ese era Tamsin. Ni siquiera había conocido a Tamsin. ¿Cómo supo Tamsin que era un completo idiota? Miré a Rhys Jones Bowen. —Rhys, ¿es lo primero que le dices a la gente sobre mí? —Bastante. —Estaba acariciando la barba pensando... En realidad, todavía no había resuelto lo que significaba—. Quiero decir, para ser justos, por lo general digo, "Aparte de eso, él es un tipo bastante decente" inmediatamente después. Pero la gente parece quedarse atascada en la parte de idiota. Por otra parte, no haces nada a favor. —Muy bien. Genial. Como estaba a punto de decir, a pesar de ser un completo idiota, estoy increíblemente orgulloso de todo el trabajo que hemos hecho, y esta noche no habría pasado sin cada uno de ustedes. Así que gracias y… —Tomé un maldito vaso—, este es por ustedes. Todos se unieron con un coro un poco reacio de "por nosotros". Excepto Barbara Clench, que se había estado besando con su marido inquietantemente atractivo y miró hacia arriba después para decir—: Lo siento, Luc, ¿estabas tratando de decirme algo? Mientras terminaba mi pila artísticamente presentada de verduras de temporada y espuma, y preguntándome si podía comerme a alguien más, Ben y Sophie fueron como parte del molino general de pre-postre. —Bueno. —Ella levantó su copa de vino en un brindis por mí—. Nos tienes…
Oliver se puso de pie y besó su mejilla. —Mentiras. Sólo querías otra noche lejos de los niños. —Eso también. En estos días, iría a una recaudación de fondos para la Sociedad para la Abolición de los Gatitos si nos sacará de la casa durante cinco minutos. —Lo tendré en cuenta —dije—, estás pasando un buen rato entonces? Sophie dijo alegremente—: Queridos, les voy a dar todo mi dinero. Estoy teniendo la mejor noche. Un conde de noventa años trató de hacerme ir a Viena con él, una mujer muy extraña me dijo que todos íbamos a morir a menos que aumentara drásticamente nuestra inversión en entomología y, como usted predijo con toda razón, Luc, cuando le dije a mis últimos irritantes amigos que estaba apoyando a un escarabajo de la caridad, juraron con envidiosa virtud. —También puedes —ofrecí—, pujar por un cesto de Fortnum & Mason en la subasta silenciosa. —Al carajo con eso. Voy por el libro de escarabajos. —Ella sonrió al estilo de gato de Cheshire—. Podría dárselo a Bridge para Navidad. —Oh, Soph —Oliver negó—. Eres un ser humano terrible. —Ya no puedes decirme eso. Apoyo a los escarabajos peloteros. Si Sophie y Ben estaban vagando, eso probablemente significaba que yo también debería estar vagando. Medio erguido, me levanté y le ofrecí a Sophie mi silla. —Te dejaré ponerte al día por un rato. —Estoy feliz de acompañarte —dijo Oliver—. Veo demasiado de estos. Los ojos de Ben se ensancharon en indignación. —Maldita sea, no lo hagas. Sé que hemos estado fuera dos veces en dos semanas, pero el cumpleaños de Jennifer fue mi primera noche libre desde que obligamos a los abuelos a tomar a los pequeños para el Día del Boxeo. —¿Qué hay de la fiesta alternativa de San Valentín que Brian todavía insiste en hacer a pesar de que está casado ahora? —Sophie llegó a eso. Estaba en casa porque el mellizo B tenía varicela y el mellizo A estaba a punto de conseguir varicela. Palmeé a Oliver en el hombro. —Tú quédate. Has sido lo suficientemente heroico esta noche. —No digas eso. —Sophie gruñó un ojo—. Le encanta interpretar al héroe, y lo último que necesita es más estímulo.
Oliver le disparó una mirada intensa. —Eso no es cierto. Creo que es importante ser útil. —Es útil, querida, es para perros y llaves inglesas. Los amigos y amantes deberían cuidarte incluso cuando no eres un poco bueno para nadie. —Muy bien. —Di un paso lateral exagerado de una línea de fuego imaginaria—. Ahora definitivamente te lo dejo. Habiéndole dado a su esposa lo que claramente consideraba un período de gracia suficiente, Ben reclamó mi silla. —No te preocupes. Así es como se relacionan. ¿Me das tu postre? —¿Qué? ¿Cómo te atreves? —dije—. Te estás aprovechando del hecho de que es mi trabajo ser amable contigo. —Sí. Absolutamente. Tuve que sacar estiércol de esta corbata para estar aquí esta noche. Creo que merezco otra panna cotta. —Muy bien. Bueno. Puedo ver que lo necesitas más que yo. Se abalanzó sobre mi cuchara. —Oliver ha elegido bien. Deberíamos ser amigos. Le di a Oliver un beso de "sigues siendo mi héroe" y fui a, ya sabes, a trabajar. El resto de la noche se desarrolló sin problemas: los fondos se recaudaron, las cosas se subastaron en silencio, nadie fue demasiado insultado, y logramos atrapar al conde justo cuando estaba a punto de subirse a un taxi a Heathrow con un compañero en cuyos antecedentes no miramos demasiado profundamente. Para cuando limpiamos, empacamos y nos rendimos, eran aproximadamente las dos y dejé que Oliver me llevara a casa en un taxi. —Gracias por esta noche —dije, un poco cansado, apoyando mi cabeza contra su hombro. —Puedes dejar de agradecérmelo, Lucien. —Pero estuviste increíble. Fuiste amable con todo el mundo, y a todo el mundo le gustaste, y hablaste con la Dra. Fairclough y no golpeaste a los Clarkes... —No deberías escuchar a Sophie. —Noté su incomodidad—. No necesito que actúes como... como si esto fuera algo especial. Mi cerebro se estancó, pero estaba demasiado nebuloso para entender con qué. —¿Por qué estamos hablando de Sophie?
—No estamos hablando de ella. No quería que pensaras que yo pensaba que... No lo sé. —Realmente no estoy pensando mucho en absoluto en este momento. Pero esta noche estuvo muy bien para mí, y en parte fue por ti. —Me acordé de otra cosa importante—. También te ves muy caliente en corbata negra. Y en el momento en que lleguemos, voy a... Voy a... Lo próximo que noté fue… bueno que, estaba en la cama, y Oliver se estaba quitando la ropa de una manera trágica y poco erótica. —Ven aquí —Me moví lenta y provocativamente—. Vamos a hacer todas esas cosas sexuales. —Sí. Lucien. Eso es exactamente lo que vamos a hacer. —Bien. Porque eres tan maravilloso... y realmente quiero... y mencioné que te ves muy caliente en esa ropa... Luego abrí los ojos y había amanecido, y Oliver estaba dormido a mi lado, luciendo todo tranquilo y perfecto. Y, por un lado, estaba molesto porque había estado demasiado cansado para tomarlo de seis maneras distintas. Pero allí estaba él, cálido y acurrucado contra mí, abrazándome fuerte, de una manera extrañamente protectora, extrañamente vulnerable. Y, ya sabes, supongo que eso también estuvo bien.
43 —Llama a la puerta —le dije a Alex. —Oh, yo conozco a este. —Hizo una pausa—. ¿Quién es? —La vaca que interrumpe. —La vaca que inte… —Muuu. —¿Qué interrumpe a quién? —continuó mirándome expectante—. Esta es tu parte. —No, no, hice mi parte. —Lo siento, ¿Lo arruiné? ¿Lo intentamos de nuevo? —Honestamente no estoy seguro de que eso ayudará. Verás, y —estaba empezando a tener esa sensación de hundimiento—, ahora que me encuentro teniendo que articularlo, estoy empezando a darme cuenta de que esta fue probablemente una mala elección. La broma de la vaca interrumpida es una especie de subversión del chiste de “Quién es”. —Ah. ¿Quieres decir como Ulysses? —Probablemente. ¿Pero más sobre una vaca y menos sobre... Voy a salir y arriesgarme y decir tristes irlandeses? Alex pensó en esto por un largo momento. —Y por lo que me guían las características estructurales intrínsecas del chiste “Quien es” para anticipar que el remate vendrá después de mi remate de la respuesta esperada sobre "la vaca que interrumpe", pero debido a que la vaca que interrumpe es una vaca que interrumpe, en su lugar remátalo durante dicha respuesta, confundiendo así mis expectativas con consecuencias hilarantes. —Eh. ¿Creo que sí? —Es bastante bueno. —Se inclinó hacia los lados—. Yo digo, Rhys. Ven aquí. La cabeza de Rhys Jones Bowen apareció en la puerta. —¿Qué puedo hacer por ustedes, chicos?
—Llama a la puerta. —¿Quién es? Alex me disparó una mirada conspirativa. —La vaca que interrumpe. —¿La vaca que interrumpe a quién? —preguntó Rhys Jones Bowen. —!Muu! Hubo una pausa. Él acarició su barba. —Oh, me gusta. Es bastante dadaísta. Verás, esperaba que me interrumpieras durante la última línea porque eres una vaca que interrumpe. Pero no lo hiciste, así que me sorprendí, y eso lo hizo gracioso. Voy a estar riendo sobre eso todo el día, lo haré. Ellos hacían esto deliberadamente, ¿no es así? Eran genios malvados que llevaban años jugando conmigo. Antes de que cualquiera de nosotros pudiera volver a lo que divertidamente llamábamos nuestros trabajos, la Dra. Fairclough apareció desde arriba y para mi consternación (pero no para mi sorpresa), Rhys Jones Bowen se detuvo en la puerta y se volvió hacia ella. —Tengo una broma para usted, Doctora F. —anunció. Su respuesta fue sin palabras y desalentadora, pero él no se desanimó. —Llama a la puerta… Para mi sorpresa, ella respondió de hecho a la vez con una reverencia y formal—: ¿Quién es? —La vaca que interrumpe. —Gracias, pero los mamíferos no son mi área de interés. Excelente trabajo anoche, O'Donnell. —¿Muu? —terminó Rhys débilmente. —Gracias —dije, tratando de no sonar como si esa fuera la primera cosa remotamente solidaria que le había oído decir. —Bien. Espero que estén motivados por este refuerzo positivo. Si no, puedo poner un frasco de solución de azúcar en la sala de descanso. —Em, creo que estoy bien. Fairclough literalmente revisó su teléfono. Me preguntaba cuántos segundos había asignado para elegir un interés.
—Además, elogio su elección del Señor Blackwood. Era de lejos la parte menos insufrible del sábado por la noche. Mantenga una relación con él y traigalo el próximo año. —Sólo para saber —no me gustaba la forma en que iba todo—. ¿Estoy despedido si no lo hago? —No. Pero puedo suspender sus privilegios de solución de azúcar. —En ese momento, su teléfono pitó una alarma—. Espero que todos se sientan valorados como empleados. Ya terminé contigo. Así, tranquilizado sobre mi valor como empleado, me desvié de vuelta a mi oficina y comencé a ocuparme de la limpieza sustancial después de Beetle Drive. Había fotos del evento para depurar y seleccionar, y enviar a Rhys Jones Bowen, para que pudiera agregarlas a la pila de cosas con las que se suponía que estaba haciendo en las redes sociales. Había donadores y, con mi sombrero más mercenario puesto, donaciones para hacer un seguimiento. Pagos que realizar. Disculpas y agradecimientos que se emitirán dependiendo de las circunstancias. Básicamente una cantidad de datos personales para cruzar, y, por razones que no podía articular del todo, estaba seguro de que tenía muy poco que ver con el nuevo y mejorado estilo de gestión de la Dra. Fairclough, me encontré sorprendentemente feliz de seguir adelante. Y también hice una reserva furtiva en Quo Vadis para el día después del trabajo de los padres de Oliver. Lo cual, sí, fue vergonzosamente sentimental. Pero la alternativa era mirarlo en el coche de camino a casa y decirle "Hola, ¿qué tal ser mi falso novio de verdad?" Y eso no se sentía como... ¿demasiado? Por supuesto, podría ser demasiado. Pero dada la elección entre hacer que Oliver piense que no me importaba y hacerle creer que yo era un loco raro, en realidad ambos eran realmente malos. Maldición. Esto fue difícil. El romance fue difícil. ¿Cómo fue tu romance? Además ¿cómo quería Oliver ser enamorado? Pensé en preguntarle a Bridge, pero ella me habría dicho que lo llevara al Sena, sin eufemismos, en un bote de remos a la luz de las velas o salvar a su hermana de ser deshonrada a manos de un elegante vibrador. Y yo tampoco estaba en posición de hacerlo. Además, estaba bastante seguro de que no tenía una hermana. Espera. ¿Oliver tenía una hermana? Me lo había dicho, pero eso fue cuando me importaba una mierda. ¿Creo que había dicho que tenía un hermano? Y fue entonces cuando me di cuenta de lo poco que sabía de él. Quiero decir, sabía que era caliente, agradable, abogado y le gustaba cuando yo le... Bueno, eso definitivamente no estaba ayudando. Pero había conocido a mi madre, y a mi papá, y me había visto llorar varias veces. ¿Cómo terminé siendo el que se expuso íntimamente aquí? Además, estaba a menos de una semana de tener que salir con su familia, y qué novio de mierda iba a ver si no tenía idea de quiénes eran. Y probablemente
el tío Battenberg iba a venir a mí con un "Ah, debes haber conocido a Oliver a través de su equipo de waterpolo" y yo actuaria tipo "¿Qué...water qué?" Bien. Nuevo plan. Demuestra lo mucho que me importa Oliver aprendiendo un mínimo de información sobre su vida. Desafortunadamente, él me distraía de alguna manera. Bueno. Me distraía a de varias maneras. Así que el jueves, poco después de medianoche, me derrumbé sobre el pecho de Oliver, y —lo admito— siendo poco oportuno, dije—: Así que, háblame de tu familia. —Eh —dudó, algo confundido—, ¿Ahora? —No necesariamente ahora. ¿Pero tal vez antes del domingo? Para, ya sabes, ¿conocerlos para ese entonces? Frunció el ceño. —¿Cuánto tiempo has estado pensando en esto? Porque estoy un poco preocupado. —Un par de días… de vez en cuando… —Ya veo. —Es que... Yo... —Maldición. Realmente apestaba demostrar interés—. ¿Pensé que sería agradable? ¿Saber más sobre ti? Normalmente Oliver estaba feliz de que me recostara sobre él el tiempo que yo quisiera, pero él me desplazó un poco, como si me estuviera arrinconando. —No hay mucho más que ya no sepas. —¿Qué? ¿Quieres decir que eres sólo un abogado vegetariano inmaculado con una rutina de gimnasio y una buena línea de tostadas francesas? —¿Te preocupa algo, Lucien? Espero que no te sientas atrapado conmigo ahora que tu evento ha terminado. Me senté como si me hubieran pinchado. —No. Para nada. Me haces increíblemente feliz, y quiero estar contigo. Pero ¿de qué tienes miedo? ¿Cuándo fue la última vez que lloraste? ¿Cuál es tu lugar favorito en el mundo? ¿Qué es lo que más te arrepientes de tu vida? ¿Estás en un equipo de waterpolo? Me miró con cautela, monocromático en la media luz. —No. No estoy en un equipo de waterpolo. ¿A qué viene esto?
¿Honestamente? De gustarle mucho más de lo que estaba acostumbrado a gustarle a alguien. De querer que yo también le guste a él de la misma manera que él a mí. De toda una ola de sentimientos que no podía poner en palabras. —Supongo que estoy nervioso. No quiero parecer un idiota delante de sus padres. —No hay nada de qué preocuparse. —Me atrajo de nuevo a sus brazos, y me uní a él gustoso—. Es una fiesta en el jardín, no una entrevista de trabajo. —De todos modos, tengo que saber un poco. No me vas enviar sin preparación y sin logística ante todos. Pensé que con eso lo convencería. Pero parecía menos emocionado de lo que esperaba. —Muy bien. ¿Qué información crees que es pertinente? —No lo sé. —Qué manera de ponerme en un aprieto, Oliver—. ¿Quién va a estar allí? —Bueno, mis padres, obviamente, David y Miriam. Están en contabilidad. Mi madre solía ser miembro del LSE, pero la abandonó cuando me tuvo. Esto no ayuda. —Me lo dijiste cuando nos conocimos. —No todos podemos ser hijos de infames leyendas del rock. —No, lo sé. Pero ¿cómo son? ¿Tienen algún interés? O, ya sabes, ¿rasgos de personalidad? —Lucien… —Genial, ahora sonaba molesto—. Son mis padres. Mi padre es un golfista entusiasta. Y mi madre hace mucho trabajo caritativo. Mi corazón se hundió. Estaba molestando a Oliver y esto ya sonaba horrible, pero había ido demasiado lejos para alejarme del evento o de la conversación—. ¿Qué hay de tu hermano? ¿Viene tu hermano? —Sí. Christopher estará allí. —Suspiró—. Al igual que Mia. Creo que están volando desde Mozambique. —Tú... —Espero no molestarlo aún mas—. No pareces del todo feliz por eso. —Mi hermano esta bastante... realizado. Me hace pensar en mí. —Estás realizado —señalé—. Eres un maldito abogado. —Sí, pero no voy a zonas de guerra ni salvo vidas. —Te aseguras de que la gente obtenga una representación justa en la corte.
—¿Ves? Ni siquiera tú puedes hacer que suene glamoroso. —Eso es porque yo no soy tú. Cuando hablas de ello, tus ojos se iluminan, y haces que parezca lo más importante del mundo. Y luego quiero hacértelo ahí mismo. Se sonrojó. —Por favor, dime que no dirás nada como eso en la fiesta. —¿Estás bromeando? Ese es exactamente el tipo de cosas que estoy planeando decir en la fiesta. Mi primera línea va a ser: “Hola Miriam, soy Luc, realmente disfruto del sexo con tu hijo". —Puse mis ojos en blanco—. Sé cómo comportarme con gente educada, Oliver. —Perdóname, estoy cansado. Se está haciendo tarde, Lucien, y estaré en la corte mañana. —No, discúlpame. Estoy siendo raro y manteniéndote despierto. A pesar del desastre que habíamos hecho —o probablemente yo había hecho—, de nuestra charla de almohada, Oliver me envolvió y me abrazó como siempre lo hizo. ¿Así que supongo que estábamos bien? Excepto que todavía me sentía un poco inquieto, y no estaba seguro de por qué o de dónde venía. Mucho menos qué hacer al respecto. Y tal vez el problema era que no había un problema, y yo no estaba tan acostumbrado a eso que mi cerebro estaba tratando de crear uno para mí. Vete a la mierda, cerebro. Me acurruqué más cerca de mi inmaculado abogado vegetariano y me dije a mi mismo que durmiera.
44 Cuando Oliver dijo que sus padres vivían en Milton Keynes, supuse que, bueno, vivían en una casa de Milton Keynes. No en una mansión de lujo situada en las afueras de la ciudad, rodeada de un paisaje ondulado hasta donde alcanza la vista. Gracias al miedo atroz de Oliver a llegar tarde, nos habíamos presentado con mucha antelación y habíamos tenido que estar sentados en el coche durante unos cuarenta y cinco minutos para poder llegar a una hora algo apropiada. Y fui súper maduro al respecto y no le dije a nadie que se lo había dicho. Pero, al final, estábamos en un jardín trasero que era lo suficientemente pequeño como para no calificarlo de “terreno”, pero lo suficientemente grande como para celebrar una fiesta absurdamente concurrida. Había banderines, con un tema rubí de buen gusto, y una de esas grandes carpas elegantes, por no hablar de los camareros con bandejas de champán y canapés (ninguno de los cuales era volovanes). La bebida era claramente cara, pero en ese límite perfectamente elegido entre lo evidente y lo ostentoso. Mi corbata ya se sentía demasiado ajustada. Miriam y David Blackwood tenían exactamente el mismo aspecto que se espera de una pareja llamada Miriam y David Blackwood. Es decir, como si la marca Tesco Finest hiciera a la gente: básicamente igual que los demás, pero con un ligero aire de ser ligeramente mejor. Alcancé la mano de Oliver, pero de alguna manera la perdí, mientras trotábamos sobre la hierba hacia donde sus padres estaban charlando agradablemente con un pequeño grupo de personas de entre cincuenta y sesenta años. —Feliz aniversario —dijo, besando a su madre en la mejilla y estrechando la mano de su padre. —Oliver. —Miriam le enderezó la corbata. —Estamos muy contentos de que hayas venido. —Se dirigió a uno de los otros invitados—. Últimamente lo está pasando tan mal en el trabajo que nos preocupaba que no pudiera venir. Oliver se movió ligeramente a mi lado. —El trabajo ha ido bien, madre. —Oh, cariño, estoy segura de que lo estás llevando muy bien. Sólo estoy preocupada. —De nuevo, una mirada a otra persona—. Él no es como su hermano, ya sabes. Christopher prospera bajo presión.
—Lo entiendo, pero estoy bien, de verdad. —Oliver no me empujó del todo hacia adelante, pero tampoco dejó de hacerlo—. Este es mi novio, Lucien O'Donnell. —Oliver es gay —explicó el padre de Oliver de forma servicial al grupo. Le lancé una mirada de sorpresa a Oliver. —¿Lo eres? Nunca me lo has dicho. Diría que mi intento de humor había caído en saco roto, pero eso sugería que tenía de dónde caer. —¿Y a qué te dedicas, Lucien? —preguntó Miriam tras una pausa incómodamente larga. —Trabajo para una organización benéfica que intenta salvar al escarabajo pelotero. —Bueno —por el tono dolorosamente jovial sospeché que este comentario venía de un tío—, al menos no eres otro maldito abogado. Miriam sometió al interlocutor a una mirada fría. —Ya, ya, Jim. Oliver trabaja mucho y no todos podemos ser médicos. —Trabaja mucho devolviendo a los delincuentes a las calles. —La sonrisa de David decía que estaba bromeando. Sus ojos decían que no. Abrí la boca para protestar, pero luego recordé que estaba aquí para ser amable y, habiéndolo visto hacerlo antes, Oliver podía hacer un trabajo mucho mejor defendiendo su profesión de lo que yo jamás podría. —¿Ya ha llegado Christopher? —preguntó—. Probablemente debería saludarlo. —Está dentro con la esposa cambiándose. —David señaló con el pulgar hacia la casa. —Han estado viajando todo el día. —Han estado haciendo labores para ayudar en la catástrofe —añadió Miriam, para quien no estaba seguro. David asintió. —En Mozambique. —Sí, lo sé. —Oliver sonaba extrañamente frágil—. Me envió un correo electrónico. —Aunque —continuó David alegremente—, hará menos ese tipo de cosas ahora que van a formar una familia. Miriam volvió a dirigirse a su pequeña audiencia.
—La verdad es que hasta que Christopher conoció a Mia, nos desesperábamos de poder tener nietos. Abrí la boca y la volví a cerrar. Teniendo en cuenta lo bien que había caído mi broma de antes, no creía que nadie fuera a recibir con agrado que señalara que los homosexuales también podían tener hijos, muchísimas gracias. Además, si Oliver podía aguantar a los Clark, yo podía aguantar esto. No, en serio. Podría soportar esto. —Yo... debería ir a buscar a Christopher. —Y, con eso, Oliver se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la casa. Tuve que perseguirlo. —¿Estás bien? —intenté. Me lanzó una mirada bastante impaciente. —Por supuesto. ¿Por qué no iba a estarlo? —Porque eso fue... ¿horrible? —Lucien, por favor, no seas difícil. Mis padres pertenecen a una generación diferente. Mi madre se preocupa mucho por mí y mi padre tiende a ser muy directo. Me encontré tirando de su manga. —Perdona, mi madre pertenece a esa generación. —Sí, bueno. Tu madre es una persona bastante inusual. —Sí, pero ella... pero ella... —Había algo que necesitaba desesperadamente decirle, algo que estaba seguro de que necesitaba entender, pero no podía saber qué era—. ¿Ella no hablaría con nadie así? Oliver dejó de caminar bruscamente. —Mis padres me criaron. Mi padre trabajó todas las horas que Dios le mandó, y mi madre abandonó por completo su carrera. No quiero tener una discusión contigo, especialmente no aquí, y especialmente no ahora, pero te agradecería que no los insultaras en su propia casa. —Lo siento, Oliver. —Agaché la cabeza—. No era mi intención. Estoy aquí para apoyarte. —Entonces... —hizo un gesto de esta conversación— acepta cómo son las cosas. Esta es mi vida. No es como tu vida. Por favor, respétala. Quise decir que no parecía respetarlo. Pero no me atreví. Acabábamos de llegar al patio cuando una pareja, que por la edad y el contexto supuse que eran Christopher y Mia, entró por las ventanas francesas. Él era definitivamente parecido a Oliver aunque era ligeramente más alto, sus
ojos más azules y su pelo más claro. La combinación de un aspecto ligeramente despeinado y una barba de tres días bien definida daba la impresión de alguien que quería que se supiera que estaba demasiado ocupado salvando vidas como para preocuparse de pequeños detalles como el afeitado. Su mujer, por el contrario, era más bien bajita y guapa, en el sentido de que no se toma nada en serio, y lucía un corte pixie despiadadamente práctico. Oliver asintió de forma extraña. —Christopher. —Hola, Ollie. —Su hermano sonrió—. ¿Cómo está la ley? —Tan bien como siempre. ¿Cómo está la medicina? —Ahora mismo, intensa como la mierda. Estamos agotados y, francamente —su mirada se desvió con resentimiento hacia el césped—, no puedo creer que nos hayan arrastrado hasta aquí para esto. Uno de los párpados de Oliver se agitó. —Bueno, por supuesto que los quieren aquí. Están muy orgullosos de ti. —Pero no tan orgullosos como para que me dejen quedarme donde tengo que estar y hacer las cosas que están orgullosos de que haga. —Sí, sí, todos somos muy conscientes de lo especial e importante que es tu trabajo. No es descabellado esperar que de vez en cuando saques tiempo para tu familia. —Oh, por el amor de Dios, Ollie. ¿Por qué...? —Hola —anuncié. —Soy Luc. Soy el novio de Oliver. Trabajo para una organización benéfica de escarabajos. Encantado de conocerte. Mia se separó de su marido y me estrechó la mano con entusiasmo. —Yo también me alegro de conocerte. Lo siento mucho. Hemos estado trece horas en un avión, lo que sé qué hace que parezca que estoy presumiendo de mi excitante estilo de vida en la jet-set, pero en realidad quiero decir que he pasado mucho tiempo atrapada en una caja de metal. —Dios. —Christopher se pasó una mano por el pelo—. Estoy siendo un idiota, ¿no? —Sí —dijo Oliver—. Lo estás siendo. Christopher soltó un resoplido. —¿Puedo señalar que eres tú el que estaba demasiado ocupado echando pestes de mí para presentar a su propio novio? —Está bien. —Agité las manos en lo que esperaba que fuera una forma de desviar la situación—. Oliver me ha hablado de ti de todas formas. Puedo presentarme yo mismo.
—Ollie te ha hablado de nosotros, ¿verdad? —Los ojos de Christopher brillaron con maldad—. Continúa entonces. ¿Qué ha dicho? Ups. —¿Son médicos? Que han estado en... quiero decir Mumbai pero creo que está mal. Y que son gente muy agradable y que se preocupa mucho por ustedes. —Sí, creo que tal vez dijo una de esas cosas si tienes suerte. —Lo siento, Christopher. —Era la voz más fría de Oliver—. No eres un tema de conversación tan interesante. —Estaría devastado por esa respuesta, excepto que nunca dices nada de nadie. Nos has hablado más de Luc que de tus últimos seis novios y lo único que nos has dicho de él ha sido su nombre. Me llevé una mano al corazón. —Me siento tan especial. —Deberías. —Mia esbozó una sonrisa a través de la tierra de nadie entre los hermanos—. Te mencionó sin que le preguntaran y todo. Christopher me escudriñó de forma un poco incómoda. —No es tu tipo habitual, Ollie. Lo cual es probablemente algo bueno. —Aunque te cueste creerlo —se burló Oliver—, no elijo a mis parejas románticas para complacerte. —Es cierto. —Christopher tenía un buen juego de pausa—. Las eliges para complacer a mamá y a papá. Hubo un silencio profundamente desagradable. —Me he enterado por papá —dijo Oliver plácidamente—, que vas a formar una familia. Hubo otro silencio aún más desagradable. Al final del cual, Mia miró a su cuñado con una mirada furiosa. —Vete a la mierda, Oliver. Voy a buscar una copa. Se largó y se puso a beber. —¿Qué demonios —Christopher se abalanzó furioso sobre Oliver—, está mal contigo, pequeño santurrón de mierda? Oliver se cruzó de brazos. —Era una pregunta perfectamente civilizada. —No, era incitante, y sabes que era incitante. —No habría nada que incitar si dejaras de colgar la posibilidad de los nietos sobre nuestros padres.
—Eso no es... —Oh, lo es absolutamente. No puedes soportar la idea de que no te adoren. Bueno, esto era divertido. Y en cierto modo me había apuntado a cubrir las espaldas de Oliver aquí, pero no creía que eso se extendiera a verlo ser un idiota con su hermano. Quien, para ser justos, estaba siendo igual de idiota. Pero esto se estaba volviendo demasiado. —Saben —me obligué a entrar brevemente en la conversación—, creo que yo también necesito un trago. Y antes de que nadie pudiera detenerme, salí corriendo hacia la carpa grande.
45 Encontré a Mia en una esquina, con una copa de champán en cada mano. —Buen plan —dije, e inmediatamente la imité. Ella me brindó una mirada triste. —Salud. Chocamos nuestras copas dos veces. Bebió rápidamente y optó por unos momentos en silencio. —Creo —dijo Mia finalmente—, que esto podría ser peor de lo habitual. Que Dios me ayude. —¿Hay un habitual? —Tienden a hacerse estallar mutuamente. —Nunca he visto a Oliver actuar de esa manera. —Y Chris sólo actúa de esa manera alrededor de Oliver —Se encogió de hombros—. Es una especie de acuerdo. Terminé mi segunda bebida en un solo trago y me pregunté si aguantaría un tercero. Sinceramente, estaba casi enojado por lo poco que Oliver me había preparado para esto. Pero, al mismo tiempo, pude ver por qué no lo había hecho, y eso solo me hizo sentir lástima por él. —Supongo. —Tuve que ir con cuidado—, que debe ser difícil para Oliver porque está bastante claro que David y Miriam lo tienen mucho más fácil con las opciones de vida de Christopher. —Hah. —Mia bebió de su vaso también. —Bien, tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo. —Ellos definitivamente son colaborativos. —Parecía que Mia estaba siendo tan cuidadosa como yo—. Y se aseguran de que él nunca olvide lo solidarios que están siendo. De todos modos, siento haberle gritado a tu novio. Normalmente no soy tan... En realidad probablemente lo soy, pero al carajo. Los Blackwoods sacan lo peor de mí. —Sí, estoy empezando a pensar que es un patrón. Aunque —añadí rápidamente—, para que conste, David realmente dijo lo de la familia.
Ella pasó su dedo por el cesped perfectamente mantenido. —Por supuesto que lo hizo. Pero seguía siendo facil para Oliver ir allí. —El... él... no parece estar manejando hoy muy bien. —Puedo ver lo mucho que te gusta. Todavía no se siente particularmente indulgente en este momento. —Cierto... Dios, ni siquiera sé cómo preguntar esto. —No es este gran tema sensible. O al menos sólo es sensible porque, desde mi punto de vista, es claro como la mierda. No queremos niños. David y Miriam quieren que tengamos hijos, y parecen pensar que su opinión importa tanto como la nuestra. —Maldición Eso es... maldición. —Especialmente porque ahora es esta guerra fría donde actúan como si fuera sólo cuestión de tiempo y Christopher se siente culpable por decepcionarlos y estoy enojada porque no los convencerá. —Para ser justos, parecen personas difíciles de convencer. Se encogió de hombros. —Oh, siempre ha sido así. Y, obviamente, lo último que quiero es que sienta que tiene que elegir entre sus padres y su esposa. —Bueno. —Sonreí— claramente eres mucho mejor para él que ellos, así que tal vez sería un avance. Eso la hizo reír. —Es una buena idea, pero ha estado tratando de aferrarse a su aprobación durante casi treinta años. Eso no es algo que simplemente puedes superar. —No lo sabría. Mi padre se fue cuando yo tenía tres años. —Y estoy cada vez más contenta de que mis padres sean seres humanos normales y bien estructurados. —Espera. ¿Existen ese tipo de padres? Antes de que pudiera responder, Oliver y Christopher metieron la cabeza en la carpa, observé y me agradó ver timidez. —Ollie tiene algo que decir —dijo Christopher, con un toque más agresivo de lo que la declaración justificaba. Oliver asintió. —Lo siento mucho, Mia. Estaba enojado y me descargué contigo, y no debería haber hecho eso. —Está bien. —Mia agitó una mano—. Sé que Chris estaba siendo un idiota contigo.
—¡Oye! —protestó Christopher—. Se supone que estás de mi lado. —Por el amor de Dios. El hecho de que creas que existen bandos es todo el maldito problema. Con mucho gusto volví con Oliver y metí mi mano en la suya. —¿Quieres... darme un tour tal vez? —Por supuesto, Lucien. Siento haberte descuidado. —En realidad, creo que averiguarás que me escapé de ti. Porque fue como un Tiroteo en el O.K. Corral hace un rato, y pensé que me iba a quedar atrapado en el fuego cruzado verbal. —Soy... Yo... Lo sé. Soy muy consciente de que me estoy comportando mal. —Miró hacia atrás a su cuñada—. Mia, realmente me disculpo. No volverá a suceder. Dejamos la carpa y fuimos por lo que, en otras circunstancias, había sido un agradable paseo alrededor del jardín. Era un día brillante, veraniego, y había bebido champán, y había flores y mariposas, pero Oliver vibraba como mi masajeador masculino sin el lado divertido. —Lo siento —dijo, por milésima vez—. No debería haberte traído aquí. —Vamos, no estoy haciéndolo tan mal. —No, quiero decir. No estoy en mi mejor momento. Y no quiero que me veas así. —Oliver, me has visto tener todo tipo de fenómenos. soportar que seas un poco gruñón en una fiesta en el jardín.
Creo que puedo
Se puso aún más intenso. —Sabía que no debería haber usado esta camisa. El problema era que él había dicho algo acerca de cada camisa, y se había probado doce, sin hacernos ridículamente anticipados en el proceso. —Por última vez, la camisa está bien. —Me detuve y me giré a su alrededor para que estuviéramos frente a frente—. Sabes, podemos ir a casa si quieres? Me miró como si hubiera sugerido un pacto de asesinato-suicidio. —Apenas hemos llegado aquí. ¿Qué pensarían mis padres? —En este momento, realmente no me importa. Todo lo que sé es que estar aquí te esta haciendo infeliz. —No soy infeliz. Es el aniversario de mis padres. No estoy... manejando las cosas muy bien. No estaba seguro de cómo decirlo—: No estás manejando las cosas muy bien porque tus padres están siendo idiotas contigo.
Ni siquiera estaba seguro de estar en lo cierto. Así que en su lugar dije—: No creo que seas tú. Quiero decir, Christopher tampoco se está cubriendo exactamente de gloria. —Christopher siempre está cubierto de gloria. Al menos en lo que a nuestros padres se refiere. —¿Quieres decir, aparte del hecho de que siguen presionándolo para que tenga hijos cuando claramente él no quiere tenerlos? —Eso es por mí, no por él. Mis padres son muy comprensivos sobre mi sexualidad, pero también soy consciente de que eso ha llegado junto con algunas decepciones. —Mira —alargué las manos—, esto es puramente hipotético porque es demasiado temprano en la relación para esta conversación, pero si quieres niños, puedes tener hijos. —Quieres decir que podría adoptar niños. Eso no es lo mismo. Al menos, no desde la perspectiva de mis padres. Bien, esta era otra lata de problemas agusanados. momento de abrirla.
Y ahora no era el
—Verás, esta es la razón por la que necesitas amigos maricas. Si conocieras a más gays, siempre podrías hacer un trato con una lesbiana. —Si estás tratando de ser gracioso, Lucien, esto es de mal gusto. —Lo siento, tómalo a la ligera. Sólo estoy tratando de decir que puedes vivir tu vida como quieras. Y no debes tener en cuenta las expectativas de tus padres. Y apuesto cualquier suma de dinero que te guste que Chris y Mia están teniendo exactamente esta misma conversación en este momento. Se quedó helado. —Lo dudo mucho. —Oh, por… Un tenedor tintineó contra un vaso y nos desviamos debidamente sobre el patio, donde David y Miriam estaban de pie con cara de hacer un anuncio. Alegre. —Gracias —comenzó David— gracias a todos por venir a ayudar a Miriam y a mí celebrar el aniversario de boda de nuestra Ruby. Recuerdo la noche de hace tantos años cuando entré en nuestra sala común en el LSE, y vi a la mujer más deslumbrante que jamás había imaginado sentada frente a mí. Y me dije a mí mismo, en ese momento, esa es la dama con la que me voy a casar. —Una pausa. Una broma se acercaba, ¿no es así? Rebuscando hacia nosotros como un tren de carga decepcionante—. Y Miriam estaba a dos asientos de ella. Todos nos reímos debidamente. Excepto el tío Jim, que parecía encontrarlo legítimamente hilarante.
—Por supuesto que no nos llevamos en el principio, porque cualquiera que conozca a Miriam sabe que ella es, digamos, una mujer de opiniones fuertes. Pero pronto fue mas cálida conmigo una vez que comencé a fingir estar de acuerdo con ella sobre todo. Otra ronda de risas educadas. Pensé que el tío Jim podría mearse a sí mismo. Durante nuestros cuarenta años de matrimonio, hemos sido bendecidos con dos hijos maravillosos. —Y Oliver y Christopher —murmuré. —… y Oliver y Christopher. Pero, en serio, estamos tremendamente orgullosos de nuestros dos chicos, uno un médico, el otro abogado, pero de alguna manera ninguno de ellos ha hecho dinero sangriento. Risas de nuevo. Tío Jim literalmente abofeteó su muslo. —A lo largo de los años nuestra familia ha seguido creciendo, nuestra adición más reciente es la encantadora Mia, la esposa de Christopher, y también nuestra última mejor esperanza para los nietos debido a que Oliver se ha convertido en una juerga gritona. Sofoqué un suspiro. homofobia.
Verás, está bien porque es el tipo irónico de
—Pero ya basta de los chicos —continuó David—. Porque hoy se trata de Miriam y yo. Y yo, por un momento, no podía pedir una esposa más hermosa. Quiero decir, podría pedir, pero probablemente no conseguiría una. Levantó la copa. —Por Miriam. Obedientemente Miriam se volvió. —Por David. —El discurso de Miriam al menos tenía la virtud de ser corto. —Por David —repetimos todos. Mientras, puse un brazo alrededor de Oliver y busqué un agujero en el que podíamos escondernos.
46 La tarde, bueno, pasó arrastrándose como un perro con gusanos. Lo manejé de pie mansamente al lado de Oliver mientras mantenía breves charlas educadas con varios amigos y parientes. Era aburrido como la mierda, pero habría estado bien si yo no hubiera tenido que verlo cada vez más callado y empequeñecido con cada conversación. Tal vez había bebido demasiado champán, pero honestamente, parecía como si lo estaba perdiendo. Y todo lo que quería era llevarlo de vuelta a casa donde pudiera ser remilgado o gruñón o divertido o secretamente malvado. Donde podría estar mi Oliver otra vez. Eventualmente, terminamos de nuevo en el patio. Miriam y David estaban reunidos alrededor de los muebles de jardín de lujo, y Oliver y Christopher acababan de presentarles su regalo de aniversario conjunto, un par de pendientes de rubí para ella, un par de gemelos de rubí para él, que se había ofrecido con un incómodo sentido de la obligación y recibido con gratitud complaciente. Tiempos divertidos. —Oliver, cariño. —Miriam dio palmaditas en el espacio a su lado—. Es tan agradable poder ponerse al día. —Miró al tío Jim que, de alguna manera, se las ingenió para estar siempre allí—. Apenas nos habla, ya sabes. Al menos con Christopher es porque sabes que está salvando bebés en un pantano terrible plagado de malaria. Oliver se sentó junto a ella. No había ningún lugar para mí, por supuesto, así que me encaramé en su brazo, lo que atrajo una mirada inmediata de desaprobación. Brevemente consideré levantarme por respeto, pero había estado cerca de arruinarlo toda la tarde y acababa de cruzar el límite. —Lo siento, mamá —dijo—. Sé que no estoy salvando bebés, pero he tenido suficiente. Los ojos de Miriam se posaron en mí muy brevemente. —Ya lo veo. ¿Qué le pasó al otro chico? —Andrew y yo terminamos. —Lástima. Parecía un joven tan agradable. —No estaba funcionando.
—Supongo —se detuvo francamente indelicadamente—, es más difícil en tu situación. Quiero decir, tienes que ser muy cuidadoso. —Yo... No estoy seguro de que sea totalmente el caso. —Lo sabes bien, cariño. —Aparentemente era hora de una palmada en la rodilla—. Me preocupo porque soy tu madre. Y ves historias tan horribles en los periódicos. —Estoy bien. Realmente. Creo que Lucien ha sido bueno para mí. —Te ves muy cansado. Sí, eso sería porque apenas durmió anoche. En el aburrido insomnio, girando, yendo a correr a las 3:00 a.m. En lugar de hacer cosas ardientes y emocionantes. —Te dije —una línea había aparecido entre las cejas de Oliver—, estoy bien. Miriam parpadeó rápidamente como para decir—: Estoy tratando de no llorar, pero es difícil porque estás siendo tan horrible conmigo. —No entenderán esto porque nunca tendrán hijos propios, pero es muy difícil para mí verlos no cuidándose a sí mismos. —Por el amor de Dios, Oliver —interrumpió David—. Deja de molestar a tu madre. Oliver se quedó en silencio. —Lo siento, madre. —Ella renunció a mucho por ti. Muéstrale un poco de gratitud. Y ella tiene razón, por cierto. ¿Cuándo fue la última vez que te cortaste el cabello? Antes de que Oliver pudiera responder —esperaba, frente a las pruebas, que les iba a decir a todos que se fueran a la mierda— el tío Jim decidió que era hora de aligerar el estado de ánimo. Palmeando a su hermano en la espalda, desató un coro enfurecido. —Probablemente está demasiado ocupado con su nuevo novio, ¿eh? ¿Eh? De alguna manera Oliver no le dio un puñetazo en la cara. —Lucien ha tenido una función de trabajo importante, así que, sí, hemos estado ocupados. —Bueno, será mejor que tengas cuidado. —Tío Jim palmeó a Oliver de una manera que pensé que estaba destinado a ser cariñoso—. Engorda un poco, y te dejará como el resto de ellos. —No voy a dejarlo —insistí, probablemente un poco fuerte—. Se ve genial. Estamos muy contentos. Su madre luchaba de nuevo con su corbata, suspirando suavemente.
—Tal vez es esta camisa. Sabes que el azul no es tu color, cariño. —Lo siento. —No pensé que sería posible que Oliver se encogiera aún más, pero se encogió aún más—. No quería llegar tarde, así que me vestí con prisa. —Todavía tenemos algunas de tus cosas viejas arriba si te quieres cambiar. Oliver se encogió visiblemente. —No he vivido aquí desde que tenía diecisiete. No creo que haya algo que me entre. Otra risa abundante del tío Jim. —Ven, ¿qué dije? Tienes casi treinta años ahora. Serás un gordo bastardo antes de que te des cuenta. —Deja al chico en paz, James —dijo David con indulgencia. Quien posteriormente no pudo seguir su propio consejo—. De todos modos, Oliver. ¿Cuándo vas a empezar a hacer algo útil con tu vida? Traté de llamar la atención de Oliver, pero él estaba mirando fijamente sus manos entrelazadas. —Bueno, estoy construyendo mi reputación en Chambers y veremos a dónde va desde allí. —Sabes que sólo queremos que seas feliz, cariño. —Esa era Miriam—. Pero, ¿es esto realmente donde quieres estar? Oliver la miró con cautela. —¿Qué quieres decir? —Ella quiere decir —explicó David—, que si esto era realmente lo que querías hacer con tu vida, deberías estar poniendo un poco más de empeño en eso. Estaba hablando con Doug en el club, y me estaba diciendo que ya deberías ser un abogado de la corona. —Eso sería casi sin precedentes. —Eso no es lo que Doug dijo. Dijo que sabía que un hombre de tu edad obtuvo una enfermedad infecciosa el mes pasado. —¿Disculpa? —preguntó Christopher inesperadamente—. ¿Es el mismo Doug que te dijo que no deberíamos aceptar ese trabajo en Somalia porque tendríamos ébola? ¿Es un experto en la ley ahora, así como enfermedades infecciosas? —Miriam resopló—. Entiendo. La gente de tu edad piensa que la gente de nuestra edad no sabe nada. —Eso no es lo que... Oh, olvídalo.
—De todos modos —murmuró Oliver—. Estoy buscando puestos más altos, pero probablemente implicarían salir de Londres. Esto era nuevo para mí. Pero ahora probablemente no era el momento de mencionarlo. También fue extrañamente molesto pensar en Oliver estando en cualquier lugar, pero, bueno, donde estuviera. En esa casa absurdamente bonita en Clerkenwell, que siempre se sentía como si olía a tostadas francesas, incluso cuando no lo hacía. David cruzó los brazos sobre su pecho. —No pensé que te había criado para ser alguien que renuncia, Oliver. Casi al mismo tiempo su esposa dijo—: ¿Qué haremos si nuestros dos hijos se alejan? Vas hacia el norte, ¿verdad? Siempre dijiste que querías ir al norte. —No voy a ir a ninguna parte —dijo Oliver desesperadamente. Si el suspiro de decepción de David hubiera sido más exagerado, se habría desmayado por falta de oxígeno. —Sí, somos conscientes de eso, hijo. Ese es exactamente el problema. —Por el amor de Dios. ¡Basta! —Oh, socorro. Ese era yo y realmente deseaba que no hubiera sido yo. Pero todo el mundo estaba mirándome, así que ya estaba un poco comprometido—. ¿No pueden ver que lo estás molestando? Hubo uno de esos silencios que te hicieron perder los gritos. Entonces Miriam me miró con lo que me sorprendió darme cuenta de que era un desprecio real. —¿Cómo te atreves a decirnos cómo hablar con nuestro propio hijo? —No lo hago. Sólo estoy señalando lo obvio. Lo que es, estás haciendo que Oliver se sienta mal sin razón. —Detente, Lucien. —David se puso de pie, quien carecía de cierta cantidad de impacto porque era casi un pie más bajo que yo—. Lo hemos conocido por mucho más tiempo que tú. No sirve de nada echarse atrás ahora. —Sí, y eso no cambia el hecho de que están siendo idiotas. Miriam hizo gesto de usted casi me hizo llorar de nuevo. —Oliver, ¿qué diablos te poseyó para traer a este hombre a nuestro hogar? No hubo respuesta de Oliver. Lo cual fue bastante justo porque, honestamente, me estaba haciendo la misma pregunta. —Déjalo en paz. —Yo... maldición... En realidad podría haber rugido—. Bien, no te gusto. Bueno, ¿adivina qué? No me importa. Me importa el hecho de que hayas invitado a mi novio a una fiesta en el jardín y parece que están
decididos a torturarlo. Y claramente es demasiado amable o ha sido demasiado golpeado durante años con esta mierda para decirles que se vayan a la mierda, pero yo no… así que... ¡Váyanse a la mierda! No estoy seguro de qué reacción había estado esperando. Quiero decir, obviamente habría estado bien si se hubieran dado la vuelta y hubieran dicho—: Dios, tienes razón, nos iremos y replantearemos todo nuestro sistema de valores, pero creo que ese barco había zarpado desde el punto en el que les dije que se fueran a la mierda. —Fuera de mi casa —ese fue David y, en contexto, sin respuesta irrazonable. Lo ignoré, y se levanto de la banca para enfrentarme frente a Oliver. No quiso mirarme. —Siento haberlo arruinado. Y lamento haber dicho "mierda" tantas veces. Especialmente cuando has sido tan increíble cada vez que te he necesitado. Es sólo que —dije en un aliento tembloroso— eres el mejor hombre que he conocido. Y no puedo sentarme y ver a otras personas hacerte dudar así. Incluso si son tus padres. Finalmente, levantó la vista, con los ojos pálidos e ilegibles a la luz del sol del verano. —Lucien... —Está bien. Me voy. Y no tienes que venir conmigo. Pero quiero que sepas que... que eres genial. Y no sé cómo alguien podría pensar que no lo eres, ya sabes, genial. Y... como... —Esto era imposible. Hubiera sido imposible si hubiéramos estado solos en una habitación oscura. Y aquí estábamos con media docena de personas mirándonos— tu trabajo es... genial y realmente eres... excelente en lo que haces. Y te ves genial de azul. Y... —Tenía la sensación de que esto podría haber ido mejor—. Sé que no soy tu familia y sé que sólo soy un chico pero espero que puedas creer que me preocupo lo suficiente como para que... creas... lo que estoy diciendo de ti ahora. Porque es... verdadero. Tenía la intención de decir mi discurso y salir de allí con la cabeza alta y con lo que quedaba de mi dignidad. Pero, sí. No sucedió. Me asusté. Y corrí como el infierno.
47 No había llegado muy lejos, ni siquiera hasta el punto de tener que preocuparme de cómo iba a salir de Milton Keynes, cuando escuché pasos. Me volví a ver Oliver alcanzándome rápidamente. En serio, fue vergonzoso lo en forma que el estaba y yo no. No tenía idea de lo que estaba pensando, en parte porque todo el mundo tiene la misma cara cuando esta corriendo, pero principalmente porque no había manera de decir cómo había tomado lo que dije. El hecho de que había venido por mí era una buena señal, ¿verdad? Bueno, a menos que quisiera hablar conmigo por ser grosero con sus padres. —Oliver, yo —comencé. —Vamos a casa. ¿Eso significaba "vamos a casa porque me has hecho ver que mis padres son emocionalmente abusivos y no tengo que soportarlo" o "vamos a casa porque me has avergonzado tanto que literalmente tenemos que salir de la ciudad"? Incluso su cara de no correr no estaba ayudando. Sin saber realmente qué más hacer, me subí al coche y apenas había puesto mi cinturón de seguridad en su lugar cuando Oliver se alejó, con la clase de desprecio imprudente por la seguridad con la que normalmente estaba asociada con, bueno, conmigo. Llegamos a la mitad del final de la carretera con Oliver notablemente superando la velocidad que se supone que se respeta en un área construida y prestando mucho menos atención al limite del carril que incluso yo no estaba cómodo con eso. —Eh… Deberías… Se desvió para evitar un ciclista entrante y grité. —Bien, me estas asustando. Con un chillido y un sonido de engranajes, Oliver envió el coche hasta el borde de la carretera y golpeó los frenos bruscamente. Luego dobló los brazos sobre el volante, puso la cabeza contra ellos, y estalló en lágrimas. Maldición. Por un segundo o dos, traté de hacer esa cosa británica donde pretender que nada malo está sucediendo con la esperanza de que se solucione rápida y amigablemente, y entonces nunca tendrías que hablar de ello de nuevo.
Excepto que Oliver estaba llorando, y no paraba de llorar, y este era definitivamente un trabajo de novio, uno que, como un aspirante a novio, yo estaba fallando. No nos ayudó que estuviéramos en un coche, los dos de manera responsable usando cinturones de seguridad, así que ni siquiera podía abrazarlo adecuadamente. En su lugar, me limité a acariciar su hombro como si hubiera llegado tercero en una carrera de sacos de la escuela primaria. Y desesperadamente quería decir algo de apoyo, pero "no llores" era una mierda tóxica, "está bien llorar" era condescendiente, y "eso, así", nunca había hecho que nadie se sintiera mejor en la historia de las emociones. Eventualmente Oliver me estrechó la mano y se volvió hacia mí. Tenía esa mirada roja, hinchada de lágrimas serias a su alrededor, lo que me llenó de un deseo desesperado de hacer todo mejor para él. —Desearía —dijo, con un esfuerzo valiente para sonar como Oliver—. Me gustaría que no hubieras visto eso. —Oh Dios mío, está bien. Todo el mundo llora. —No eso. Bueno, un poco de eso también. Es... es... todo. —Suspiró—. Me he portado terriblemente hoy. —No fuiste tú quien le dijo a todo el mundo que se fuera a la mierda. —No... Yo... Te agradezco que hayas intentado hablar por mí. Pero nunca debería haberte puesto en esa posición. Reduje el espacio entre nosotros y le quite el cabello de sus ojos pegajosos. —Todo el trato era que vendrías a mi trabajo, y yo vendría a lo de tu familia. —Y si yo... si lo hubiera hecho mejor, habría sido... mejor. —Hizo una pausa—. Sabía que a mi madre no le gustaría esta camisa. —Al demonio con la camisa. Y, y sé que suena mal fuera de contexto, pero al demonio con tu madre. —Por favor, deja de decir eso. Sé que hoy fue difícil, pero realmente quieren lo mejor para mí. Y sigo decepcionándolos. —Oliver, eso es lo más equivocado que he oído. —Hice un intento un tanto inútil de sonar tranquilo y racional—. Estoy suponiéndolo, pero ¿alguna vez has ido a cualquier lugar con tus padres sin que tu madre tenga alguna queja u otra cosa sobre lo que llevas puesto? —Ella tiene estándares muy altos. —Tal vez. O tal vez ella está —y estoy teniendo problemas para poner esto de una manera no juiciosa—, tal vez ella se ha metido en el hábito de criticarte y no ha prestado atención a lo mucho que te frustra. Sus ojos se llenaron de lágrimas frescas. Vamos, adelante.
—Ella no está tratando de molestarme. Ella está tratando de ayudar. —Y, ¿sabes qué? Puede ser. Pero tú no necesitas ese tipo de ayuda, y tratar de hacer que tu pienses que lo necesitas es... es... horrible. Y ni siquiera me hagas empezar con tu padre. —¿Qué le pasa a mi padre? Quiero decir, sé que es un poco inconformista, pero nunca ha sido violento, siempre ha estado allí, ha apoyado a Christopher con la escuela de medicina y a mí con lo del bar. —Sí, nada de eso le da el derecho de llamarte juerga gritona delante de sus amigos. —Estaba bromeando. Siempre ha estado bien con mi sexualidad. —Literalmente lo usó como un remate. —Lucien, ya me siento bastante mal por esto. —No deberías ser el que se siente mal —insistí—. persona.
Eres una buena
—Pero no tan buen hijo. —Sólo para los estándares de idiotas desafortunado como para tenerlos de padres.
eres
lo
suficientemente
Escondió su rostro, y tuve una horrible sensación de que estaba llorando de nuevo. —No quiero hablar más de esto. Bien. Apesto para consolar a alguien. Me encantaría fingir que me había convertido estratégicamente en el tipo malo, así que Oliver tenía a alguien que no fuera a sí mismo con quien estar enojado pero, en primer lugar, no lo había hecho. Acababa de arruinarlo. Y, en segundo lugar no estaba funcionando de todos modos. Le di unas palmaditas de nuevo porque fue lo más exitoso que había hecho esa tarde. —Lo siento. —Seguí acariciándolo—. Lo siento mucho. Y estoy aquí para ti. Y, ya sabes, expresa tus sentimientos. Como sea que necesites expresarlos. Expresó sus sentimientos por... bastante tiempo. Eventualmente levantó la cabeza. —Me gustaría —dijo—. Podría tomar un sándwich de tocino. —Eso... —Mi entusiasmo aquí era probablemente un poco inapropiado, pero estaba muy contento de poder ayudar de alguna manera—. Puedo hacer eso. —Quiero decir, excepto que soy vegetariano. Pensé en esto un momento.
—Bien, pero en una agricultura industrial es malo, piensa en la huella de carbono? —¿Eso hace una diferencia? —Bueno. —Continué, con la esperanza de hacerlo bien. Se sintió como algo que Oliver diría, y pensé que el lo apreciaría. —Si estás evitando la carne porque estás tratando de reducir el efecto negativo general de comer carne en el mundo, entonces lo que realmente importa no es lo que comes, es lo que se come. De hecho, ni siquiera importa lo que se come, importa lo que se compra. Se sentó. Resulta que ser emocionalmente solidario no era tan eficaz como darle un ejercicio intelectual. —Podría hacer el caso de que uno debe sin embargo asumir la responsabilidad de su propio comportamiento, pero seguir adelante. —Bueno, ya tengo tocino en mi nevera. Que ya ha sido comprado, por lo que cualquier contribución que está haciendo a la no sé, el complejo industrial de carne curada o lo que sea, ya se ha hecho. Así que, ahora no importa técnicamente quién se lo come. —Pero si como tu tocino, sólo comprarás más. —Prometo que no. Juramento Pinkie. Me dio una mirada de desaprobación. —¿Juramento Pinkie? ¿Eres americano de repente? —Bien, con una mano sobre mi corazón, espero morir, con una salchicha atorada en mi ojo? Pero tienes que admitir que estoy ganando aquí. Además es muy buen tocino. Es, como, ético, de campo libre y esa mierda. De Waitrose. —Estoy seguro de que hay un defecto en alguna parte de tu argumento. No estoy pensando muy claramente en este momento. —sus labios enroscados hacia arriba muy débilmente— Realmente quiero un poco de tocino. —Para que conste, hago un increíble sándwich de tocino. Tengo un truco de la vida. —Tal vez estoy demostrando mi edad, pero recuerdo cuando los llamamos trucos de vida “maneras de hacer las cosas”. Definitivamente estaba en la reparación. —Sí, y tengo una excelente manera de cocinar tocino. Cállate. —No debería hacer esto... —Oh, vamos. Quieres un sándwich de tocino. Por favor, déjame hacerte un sándwich de tocino.
Se quedó en silencio durante un largo momento. No había anticipado el gran problema que esto iba a ser para él. —Bueno —dijo finalmente— está bien. Pero tienes que prometer no comprar más tocino durante quince días. —Si eso es lo que se necesita... está bien. Se secó los ojos y enderezó su corbata, relajando las manos de nuevo con el aire de alguien que había superado el deseo de arar en la carretera. Y para mi alivio, nos llevó a casa muy, muy sensatamente. En cuanto a mí, creo que me habían expulsado de Milton Keynes de por vida. Y todas las vacas de hormigón del mundo no podrían traerme de vuelta.
50 —Genial —le dije a Alex. Levantó la vista con alegría. —Oh, ¿estamos haciendo un chiste? Qué más da. No hemos hecho uno en años. —Correcto. ¿Cuál es la letra del alfabeto favorita de un pirata? —Bueno, supongo que el marinero promedio del siglo XVIII no habría sabido leer y escribir, así que probablemente la mayoría de ellos no habría tenido una. —Punto justo. Pero, aparte de eso, si pensaras en un pirata de películas genéricas, ¿cuál sería su letra del alfabeto favorita? Arrugó la nariz. —Puedo decir honestamente que no estoy seguro. A veces intentas adivinarlo con este chiste. A veces no. —Podrías pensar que sería arrrrrr —expliqué con mi mejor voz de pirata—, pero mi primer amor siempre será el mar. Hubo un largo silencio —¿Por qué pensaste que sería R?16 —preguntó Alex—. Quiero decir, pirata comienza con una p. Al igual que el saqueo, el pillaje, el robo, el corsario y Puerto Príncipe17. —Arrrrrrrrrrr. Como un pirata. —No, pirata comienza con p. Mi teléfono comenzó a sonar. Gracias a Dios. Respondí cuando volvía a mi oficina. —Luc —gritó Bridge—, hay una crisis.
16
Juego de palabras en inglés. Ar es la pronunciación en inglés de la letra R, similar al sonido arrrr de un pirata 17
En inglés todas las palabras que menciona inician con la letra Pirate, plunder, pillage, purloin, privateer, Pourt au Prince, de nuevo hace alusión a un juego de palabras.
¿De qué se trataba esta vez? ¿Habían vendido accidentalmente los derechos de una película por cinco frijoles mágicos? —¿Qué pasa? —¡Es Oliver! De repente estaba prestando atención. —¿Está bien? ¿Qué ha pasado? —Se está mudando a Durham. Está allí ahora mismo. Tiene una entrevista de trabajo mañana por la mañana. Habíamos roto. Y yo había llegado a un acuerdo con la ruptura, de acuerdo, era una especie de mentira, pero me estaba moviendo en una dirección hacía ese término. Aun así, en mi corazón seguía sintiendo que iba a vomitar. —¿Qué? ¿Por qué? —Dijo que quería un nuevo comienzo. En algún lugar lejano. Estaba muy inclinado a entrar en pánico. Pero esto no sonaba como Oliver. —Bridge, ¿estás completamente segura? Le encanta lo que hace. Y, si tuviera que elegir una palabra para describirlo, no sería impulsivo. —Ha estado extraño durante años. Sé que se supone que no debo hablar de ustedes con el otro, pero esto es una emergencia. —Ciertamente es extraño —estuve de acuerdo—. Pero no sé qué se supone que deba hacer al respecto. —Tienes que detenerlo, obviamente. Quiero decir, es tu culpa por dejarlo ir en primer lugar. Ay. No está bien, Bridge. —No lo dejé ir. Le rogué que se quedara. Incluso hablé de mis sentimientos y me dejó de todas formas. Ella suspiró fuertemente. —Oh, ambos pueden ser tan desesperantes a veces. —Eso es injusto. Lo intenté de verdad. —Entonces inténtalo de nuevo. —¿Otra vez? ¿Cuántas veces quieres que me lance a un chico que no me quiere? —Más de una vez. Y sabes que te quiere. Siempre te ha querido, Luc. Me desplomé en la silla de mi escritorio, activando accidentalmente el modo de inclinación y casi me resbalé debajo de mi estación de trabajo. —Tal vez. Pero se ha convencido a sí mismo de que no puede funcionar, y no sé cómo hacerlo cambiar de idea.
—Bueno, yo tampoco. Pero sentarse ahí mientras él huye al Norte probablemente no sea un buen comienzo. —¿Así que quieres que haga qué? Tomar un tren rumbo a Durham y pararme en el centro de la ciudad gritando Oliver, Oliver, te amo en la remota posibilidad de que me escuche? —O —sugirió—, podrías ir a Durham y encontrarte con él en el hotel en el que se aloja, lo cual sé porque me lo dijo, y luego podrías decirle, Oliver, Oliver, te amo a la cara. También... oh, Dios mío, lo amas totalmente. Te lo dije. Esto va a ser lo mejor de la historia. —No, es una idea terrible. Y Oliver pensará que soy muy espeluznante. Pensó en esto por un momento. —¿Y si voy contigo? —Creo que eso se verá más espeluznante. —Voy a ir contigo. Mi teléfono vibró siniestramente. Y el grupo WhatsApp, Puente sobre Aguas Turbulentas, cobró vida con un mensaje del puente en cuestión. TENEMOS QUE LLEVAR A LUC A DYRHAM *DURHAM ¡¡¡POR EL VERDADERO AMOR!!! Esta es tu manera de pedir mi camioneta, ¿no? No, escribí rápidamente. SÍ UNA CAMIONETA DE EMERGENCIA ¡WOW! Ojalá, viniera James Royce-Royce, alguien que le enseñara a nuestra Bridget un nuevo meme. Esto se estaba saliendo de control, y sólo había siete mensajes. Miren todos bien. Nadie necesita ser llevado a ningún lado. Por favor, sigan con sus vidas. Gracias y buenas noches. Y, por supuesto, una hora más tarde, después de haberme tomado un día de descanso en el que esperaba que alguien se preocupara por mí o me detuviera, estaba sentado en la parte trasera de la camioneta de Priya, con Bridget, Tom y los James Royce-Royce. —¿Qué están haciendo? —pregunté—. Tienen trabajos, algunos de ellos bastante importantes. No pueden querer conducir cinco horas hasta Durham sólo para ver cómo me rechaza un abogado. —No —Priya miró por el espejo retrovisor—, estamos todos preparados para eso. Es porque nos preocupamos diagonal, te odiamos.
—Esto es lo más romántico que has hecho, Luc querido —dijo James Royce-Royce—. No nos lo perderíamos por nada del mundo. Me quedé boquiabierto. —Y vas a.… estar ahí de pie y mirar mientras yo... mientras yo... —Le dices a Oliver que lo amas —ofreció Bridge. —Mientras intento pedirle a un chico que ya me ha rechazado que salga conmigo. —Tienes razón. —Gracias a Dios que Tom estaba de mi lado—. Quedarse de pie y mirar sería un poco ridículo. Paremos para un merecido descanso y comamos unas palomitas primero. Priya sonrió. —Me gustaría chocar los cinco ahora mismo, pero me gusta demasiado mi camioneta como para quitar las manos del volante. —Ni siquiera sé qué le voy a decir —murmuré—, y, Bridge, si me dices que le diga una vez más que lo amooooooo, te empujaré de este vehículo. Eso me hizo ganar un Bridget mohín nivel siete. —No seas malo. Te estoy apoyando. Y, además, Te amo es todo lo que deberías decir. —Estoy bastante seguro de que no funciona así. —Es todo lo que Tom tuvo que decirme. —Para que conste —ese era Tom—. Dije muchas otras cosas. Sobre lo mucho que sentía haberme enganchado con su mejor amigo, sin ofender, Luc. Puse los ojos en blanco. —Está bien. Dime en la cara el error que soy. —El punto es —interrumpió Bridget—, que no importa porque no estaba escuchando nada después de la parte de Te amo. Tom se rio y la acercó. —Te amo. —Ey. —Priya golpeó el volante—. La única persona a la que se le permite tener sexo en mi camioneta es a mí. Me refiero a mí, y a quien quiera que me esté tomando. —Sí, lo habíamos deducido, querida —comentó James Royce-Royce—. De lo contrario estarías en el asiento trasero haciéndote una paja masiva. Priya frunció el ceño en el espejo. —Gracias por esa especulación sobre la escala de mis hábitos masturbatorios.
—¿Preferirías que dijera una pequeña paja? ¿Una micro paja? ¿Una paja? Me cubrí la cara con las manos. —He cambiado de opinión. Estoy caminando hacia Durham. —No te preocupes. —Bridget me dio una palmadita de consuelo—. Va a estar bien. A Oliver le gustas mucho. Y a ti te gusta mucho él. Han sido muy malos en hacer que el otro se lo crea. —En realidad había hecho un gran trabajo convenciéndome. Hasta el punto de que dijo que se había terminado y se fue de mi apartamento. —Está asustado, Luc. —Sí, lo entiendo. Acredítenme con algo de inteligencia emocional. —Pero también tienes que entender que ha pasado toda su vida tratando de ser el hijo y el novio perfecto, y nunca parece funcionar para él. Hice un ruido enojado. —Sí, tampoco para mí. Le presté atención mientras estábamos saliendo. La diferencia es que sus padres son unos imbéciles. Y sus novios, supongo, también han sido unos capullos. —Algunos de ellos eran bastante agradables. Los novios, quiero decir. Sus padres son horribles y me odian. —Oh, ¿cómo puede alguien odiarte, Bridget? —preguntó James RoyceRoyce, con una falta de sarcasmo casi inhumana. Lo pensó por un momento. —Parece que se enfadan mucho cuando llegas tarde. Y no es que llegue tarde a propósito. Las cosas surgen. Una vez pedí un Malibú y una Coca-Cola en una fiesta, y me miraron como si hubiera pedido un vaso de sangre de bebé. —Si. —Asentí—. Suena como ellos. —Así que puedes ver —continuó Bridge—, por qué no es muy bueno en las relaciones. Aunque Oliver no estaba aquí, y fue la crítica más leve posible, sentí una extraña necesidad de defenderlo. —Era increíble cuando estaba conmigo. Es el mejor novio que he tenido. —Eso —ofreció Priya—, es porque eres un desastre romántico titánico con estándares increíblemente bajos. Lo miré fijamente. —Sabes que en realidad sólo salimos contigo por tu camioneta. —Deja de hacer bromas. —Bridge golpeó con su puño el objeto sólido más cercano que era, desafortunadamente, yo—. Esto es importante. Estamos resolviendo la vida amorosa de Luc, y sus bajos estándares no son el problema.
Estaba a punto de protestar por no tener estándares bajos. Pero estaba en este lío porque les había dicho a mis amigos que necesitaba literalmente a alguien cualquiera que saliera conmigo. —Entonces, ¿cuál es el problema? —No puedes sentirte cerca de alguien —dijo Bridge—, cuando pasas todo el tiempo tratando de ser lo que crees que ellos quieren. —Pero él es lo que quiero. —Excepto que entonces recordé a Oliver diciéndome que no era quien yo pensaba que era—. ¡Oh, maldición! ¿No lo es? Las cejas de Priya hicieron algo muy agresivo. —Estamos a un tercio del camino a Durham, amigo. Más vale que así sea. Estaba tan confundido. O tal vez no lo estaba. Tal vez todo eso de las expectativas, las pretensiones y quiénes eran realmente las personas era tanto humo y mierda. Y tal vez había hecho un trabajo terrible mostrando a Oliver que lo que me hacía feliz no era el corte en V o las tostadas francesas o la carrera socialmente aceptable: era... él. Tal vez era así de simple. —Sí —dije—. Es él.
51 Probablemente decía algo sobre el sentido del humor de Oliver, incluso cuando aparentemente estaba en medio de una crisis existencial, que había elegido quedarse en un lugar llamado Honest Lawyer Hotel18. Por mi falta de conocimiento o interés histórico, parecía una casa de carruajes convertida, con ventanas de guillotina, techos de tejas inclinadas y chimeneas. Había un árbol en plena floración en el frente, lo que lo hacía, en teoría al menos, un gran lugar para tratar de enamorar a alguien de nuevo en tu vida. Y, para el caso, el condado. Pusimos la camioneta en el estacionamiento y nos amontonamos por la puerta principal, sin que pareciera sospechoso de ninguna manera. —Um. Hola —le dije al hombre de traje detrás del escritorio, quien francamente, y justamente, parecía ya haber tenido suficiente de mi mierda. —¿Puedo ayudarle? —Una pausa—. ¿A alguno o a todos ustedes? —Estoy buscando a Oliver Blackwood. Creo que se está quedando aquí. Tenía esa expresión de cansancio que la gente de la industria de servicios tiene cuando les pides que hagan cosas que definitivamente no son su trabajo. —Me temo que no puedo darle información sobre los huéspedes. —Pero —me abalancé—, es un huésped. —No puedo darle información sobre si alguien es un huésped o no. —No es una estrella de cine ni nada de eso. Sólo es mi exnovio. —Eso no hace ninguna diferencia. No estoy legalmente autorizado a decirle quién se hospeda aquí. —Oh. Bien. ¿Por favor...? —No. —He recorrido un largo camino. —Y —para darle crédito al recepcionista, estaba siendo mucho más paciente de lo que yo habría sido— ¿trajiste a toda esta gente contigo? —Somos un apoyo moral —explicó Bridget.
18
Hotel Abogado Honesto
—Si conoce a este hombre —dijo el recepcionista lentamente—, ¿no tendría su número de teléfono? —Supongo que me preocupaba que no lo respondiera. —¿Pero pensaste que le parecería bien que aparecieras en su hotel sin avisar y con un séquito? Me aparté del escritorio de recepción. —Bridge, ¿por qué pensaste que este plan funcionaría? —Demuestra que estás yendo más allá. —Avanzó para unirse a mí—. Demuestra lo mucho que te importa. —Sí. —Esa era Priya—. Estoy llegando a la conclusión de que esto demuestra que no lo pensaste bien. —Tengo que estar de acuerdo —dijo el recepcionista. Tímidamente, saqué mi teléfono y llamé a Oliver. Brincó el buzón de voz, pero como no había ningún mensaje que pudiera dejar, colgué rápidamente. —Creo que podría estar evadiéndome. El hombre del escritorio se cruzó de brazos de manera presumida y reivindicativa. —Ves, por eso no damos información sobre los huéspedes. —Pero esto es, como, amor y ese rollo —intenté. —Esto es, como —el recepcionista estaba visiblemente impasible—, mi trabajo y ese rollo. —No te preocupes —gritó Bridge—. Lo llamaré. Nadie me evade. James Royce-Royce adoptó una postura desesperada. —Lo he intentado, calabaza. Pero nunca aceptas un no por respuesta. —Una vez me dejó treinta y siete mensajes de voz consecutivos, —coincidió James Royce-Royce—, sobre una tienda que había encontrado y que todavía cobraba 15 peniques por Freddos. —¿En serio? ¿Dónde? —preguntó el recepcionista. Bridge le dio una mirada altiva. —Lo siento, no estoy en libertad de dar esa información. —¿Puedes por favor —me esforcé mucho en parecer tranquilo y en control—, llamar a Oliver por mí? —No te preocupes. —Bridge ya estaba hurgando en su bolsa—. Yo me encargo de esto. Seré increíblemente sutil. —Bueno —dijo Priya—, estamos jodidos.
Hubo una breve pausa mientras Bridge desbloquea su teléfono. Y tenía razón: Oliver no la estaba evadiendo. Lo cual fue bueno dadas las circunstancias, pero también me hizo sentir como una mierda. —Hola —trinó, no, seré honesto, sonó totalmente convincente—. Sólo pensé en reportarme sin motivo... No, todo está bien... No, no hay crisis... ¿Cómo está Durham...? ¿Cómo que no estás en Durham...? Oh. Eso es lindo... Ha sido encantador hablar contigo. Adiós. —Bien. —Miré a Bridget, recordándome que era mi mejor amiga, y no deseabas que tu mejor amiga cayera en una alcantarilla abierta y muriera—. ¿Qué fue eso de que no estaba en Durham? —Aparentemente —Bridge se retorció—, cambió de opinión. Sobre el trabajo. Y, obviamente, debe haber cancelado su habitación de hotel también. —No puedo confirmar ni negar eso —confirmó el recepcionista—. Pero por favor, váyanse. Priya levantó las manos. —Ustedes, cabrones, me deben una cena. O voy a conducir de vuelta por mi maldita cuenta. —¿Puede al menos dejar de jurar en el vestíbulo? —preguntó el recepcionista en el tono quejumbroso de un hombre que, a estas alturas, tomaría lo que pudiera conseguir. —El restaurante de aquí parece perfectamente aceptable —dijo James Royce-Royce—. Al parecer todos sus ingredientes se obtienen de un radio de 32 kilómetros del hotel, y me gustaría un buen trozo de carne local. —Pregunta rápida. —Me volví hacia el recepcionista—. ¿Ir a comprar la cena en su restaurante lo haría menos o más odioso con nosotros? El recepcionista se encogió de hombros. —En este momento, lo que más quiero es que te alejes de mi escritorio. —Hurra. —Bridge hizo un baile de verdad—. Aventura gastronómica. Ella y yo terminamos dividiendo la cuenta entre los dos, ya que esto había sido enteramente su idea y, teóricamente, para mi beneficio. Después de haber comido los aperitivos, los platos principales, los postres, y Priya hubiera pedido café, nos metimos en su camioneta y empezamos el viaje de vuelta a casa, siempre la peor parte de cualquier viaje por carretera, especialmente uno con un gigantesco anticlímax en el medio. —Es una buena señal en realidad. —Como siempre, Bridge fue la primera en romper un miserable silencio perfectamente satisfactorio. James Royce-Royce levantó su cabeza del hombro de James Royce-Royce. —Continúa, cariño. Gira esta para nosotros.
—Bueno, ¿no lo ves? Estaba tan triste cuando rompió con Luc que tuvo que huir al otro lado del país. Pero cuando pensó en la realidad de dejarte atrás, no pudo hacerlo. —Alternativa —dije—, estaba en un mal momento porque acababa de salir de una relación extraña, no del todo falsa y sus padres habían sido unos imbéciles con él, así que pensó en hacer algo dramático. Entonces se dio cuenta de que era estúpido, porque su casa, su trabajo y todos sus amigos están en Londres. Donde es perfectamente feliz sin mí. Tom había estado medio dormido en la esquina, pero ahora se sentó. —¿Es posible que haya un punto medio aquí? Como que tal vez el que Oliver quiera volver con Luc no tiene nada que ver con que quiera mudarse a Durham? —¿Así que estás diciendo —miré a Tom por encima del hombro de Bridge—, que Oliver no es feliz o infeliz sin mí porque soy completamente irrelevante? —No. Digo que tú podrías ser irrelevante para un conjunto muy específico de decisiones. —Eso no es cierto —protestó lealmente Bridge—. Estoy segura de que Oliver no habría buscado trabajo al otro lado del país si no hubiera roto con Luc. Hice un gesto de arruinarlo todo. —En cualquier caso, no importa. Intenté hacer lo del gran gesto. Y todo lo que hice fue desperdiciar unas diez horas del tiempo de todos. —El tiempo que se pasa con los amigos —opinó James Royce-Royce—, nunca se pierde. Y la carne era excelente, aunque un corte muy pequeño para mi gusto. Los ojos de Priya brillaron en el espejo. —Mi tiempo ha sido desperdiciado. Al igual que mi gasolina. —Te reembolsaré la gasolina. —¿Y qué hay del sexo que podría estar teniendo ahora mismo? —Bueno... —pestañeé—. Te reembolsaría por eso también, pero no estoy realmente calificado. Esta fue tu idea, Bridge. Te corresponde a ti. Chilló. —Yo tampoco creo que esté cualificada. —Bien —dijo Priya—, ¿podemos dejar de hablar de mi sexualidad como si fuera un puesto de entrada en Deloitte? Nos disculpamos. Después de lo cual, Bridge volvió a mi vida amorosa sin problemas. —Será mejor que no te rindas, Luc.
—Ni siquiera respondió a mi llamada. —Sí. Esa es otra buena señal. Si no le importara, estaría bien para hablar contigo. —Ya hemos pasado por esto. No sabía lo que iba a decir en el hotel de Durham. No sé qué habría dicho si hubiera contestado el teléfono. Y no sabré qué decir si de repente aparezco en su puerta a las diez de la noche. —Oh —jadeó Bridge—. Es una idea maravillosa. Priya, conduce hasta la casa de Oliver. Priya frunció el ceño otra vez. —Claro. Escribiré La casa de Oliver en mi navegador, ¿de acuerdo? —Está bien. Tengo su dirección. —Esta es mi camioneta. No un maldito Uber. —A Oliver no le gustaba usar Uber —me escuché decir—. Pensaba que sus prácticas comerciales no eran éticas. —¿Sabes qué más no es ético? —Priya respondió—. Hacer que tu única amiga surasiática te lleve a todas partes. —Ooh —James Royce-Royce comenzó—. No había pensado en la óptica de eso. Podría tomar el volante si quieres. Priya sacudió la cabeza. —Nadie tiene sexo en mi camioneta excepto yo. Nadie conduce mi camioneta excepto yo. —Entonces deja de quejarte de que te hacemos llevarnos a sitios —me quejé. —Podrías, por ejemplo, conseguir tus propio auto. —¿Con el tráfico constante? —James Royce-Royce parecía genuinamente sorprendido—. Y el estacionamiento sería una pesadilla. Además, querido corazón, tú eres quien eligió una carrera de transporte de chatarra. —Soy una escultora, no un recolector de basura. Cerré los ojos. Podrían seguir así casi indefinidamente. Y había tenido, por decirlo suavemente, un largo día, hecho más largo por su absoluta inutilidad. Quiero decir, probablemente fue para mejor que Oliver no revolviera toda su vida al azar en un momento de... lo que sea que haya sido ese momento. Y, en realidad, yo mismo había tenido ese tipo de momentos, y nunca fueron una buena señal. Pero, en términos de mi relación, falsa o no, o falta de ella, no me dejó en ninguna parte. Al menos si hubiéramos encontrado a Oliver en Durham, podría haber sido todo.
—No, por favor no te vayas, vuelve conmigo. —Mientras que si tratara de hablar con él ahora, sólo tendría que ser como—: Hola. —Y no podía ver que eso fuera una historia de amor para siempre. Vaya. Esto apestaba. Apoyé la cabeza contra la ventana, me dejé adormecer por el zumbido del motor y el reconfortante ruido ensordecedor de mis amigos discutiendo.
52 —Estamos aquí. —Bridget me empujó con entusiasmo. Me froté los ojos, muy contento de estar en casa. —Gracias, maldición. Estoy hecho polvo. —Siento tanta lástima por ti —dijo Priya arrastrando las palabras—. Tener que dormir en la parte de atrás mientras te transportaba a y desde Durham en una búsqueda inútil. —Lo siento. Lo siento. La próxima vez que tengas que levantar algo pesado, te daré menos excusas para ayudarte. —Salí de la camioneta, buscando a tientas mis llaves en el bolsillo. Entonces me di cuenta de que estaba en Clerkenwell—. Oye, espera. Aquí no es donde vivo. Bridget cerró la puerta de un tirón y la cerró con llave antes de bajar la ventanilla lo suficiente como para que pudiera escucharla. —No, es donde lo hace Oliver. ¿No te acuerdas? Dijimos que te traeríamos aquí. Sí. Sí, lo habían hecho. —No estuve de acuerdo con esto. —Resiste. Es por tu propio bien. Nos lo agradecerás cuando tengas ochenta años y un millón de nietos. Golpeé el costado del vehículo. —Déjenme entrar, malditos cabrones. Esto no es gracioso. Priya golpeteó la ventana delantera. —Tienes razón. No lo es. Las manos fuera de la pintura. —Por el amor de Dios. —Agité mis brazos, sin atreverme a arriesgarme a la ira de Priya—. Estoy bastante seguro de que esto es legalmente un secuestro. —Oooh —gritó Bridget—. Oliver es un abogado. Llama a su puerta y pregúntale. —No voy a despertarlo en medio de la noche para hacerle una pregunta falsa sobre si mis amigos han cometido un delito grave en mi contra. —Sólo intentaba dar una historia plausible que pudieras usar para seguir diciéndole que quieres volver a salir con él.
Todavía estaba gesticulando. —Oh tantas... muchas cosas. En primer lugar, no es una historia plausible. En segundo lugar, no compensa el hecho de que me hayas dejado en la calle a medio camino de Londres de donde vivo. Y, en tercer lugar, lo más importante, no quiere salir conmigo. —Estabas dispuesto a hacer esto en Durham. ¿Por qué no estás dispuesto a hacerlo aquí? —Porque —grité—, he tenido tiempo de darme cuenta de la terrible idea que es. Ahora déjame volver a esta furgoneta antes de que los vecinos de Oliver llamen a la policía. Priya comenzó a bajar su ventanilla. —No te atrevas a llamar a mi camioneta una furgoneta. —Lo siento mucho. Claramente esa distinción es lo que más importa en este momento. —Lucien —dijo Oliver, detrás de mí—, ¿qué estás haciendo? Maldición. Maldición. Maldición. Maldición. Maldición. Me giré, tratando de parecer normal e indiferente. —¿Sólo de paso? En mi camino de regreso de... ¿un viaje? —Si sólo estás pasando, ¿por qué estás parado afuera de mi puerta, gritando como un loco? ¿Y por qué hay una camioneta llena de gente mirándote hacerlo? Lo miré sin poder hacer nada durante lo que pareció ser demasiado tiempo. Llevaba un pijama de rayas y una de sus camisetas lisas y excitantes, y tenía aspecto ligeramente cincelado de cuando lo conocí. Lo hacía lucir un poco como un extraño. —Estoy tratando de pensar en una buena excusa —le dije—. Pero no puedo. —Entonces —se cruzó de brazos—, ¿por qué no intentas decirme la verdad? Bueno, no podría ser peor que—: Pasé con todos mis amigos para hacerte una pregunta legal. —Bridget me dijo que te mudabas a Durham. Así que fui a Durham. Para decirte que no vayas a Durham. Pero resultó que no estabas en Durham. Estabas en tu casa. Parecía tener problemas para procesar esto. Lo que hizo que fuéramos dos. —¿Es por eso qué llamaste antes? —Eh. Sí.
Hubo un largo silencio. —No... no voy a ir a Durham. —Sí. Me di cuenta de eso cuando no estabas en Durham. Otro silencio aún más largo. —¿Por qué —preguntó lentamente—, te importa? —No lo sé. Es que... no quería que estuvieras en Durham. Quiero decir, a menos que realmente quisieras estar. Pero, creo... no es que sea mi lugar... probablemente no... quieras, eso es. Estar en Durham. Me estaba dando esta mirada de qué demonios te pasa. —Sí, Lucien. Por eso no fui. —Sí, pero solicitaste un trabajo de verdad. Reservaste un hotel de verdad. Lo que significa que debió haber sido bastante serio durante un tiempo. —Yo estaba… O más bien —se ruborizó un poco—, tuve un momento de querer estar en otro lugar. Lejos de todos a los que he decepcionado. —Por el amor de Dios —protesté—, no has decepcionado a nadie. —No parecías sentirte así la última vez que hablamos. Agité los brazos con exasperación. —No puedo creer que me hagas defender tu derecho a dejarme. Pero no me decepcionaste. Acababas de tomar una decisión que no me gustó. No es lo mismo. Creo que tomaste la decisión equivocada, pero no es tu trabajo hacerme feliz a mí, o a tus padres, o a nadie más. Un coro de —beso, beso, beso —salió de la camioneta. Estoy bastante seguro de que Bridge lo empezó. Me di la vuelta y les di mis más dura mirada. —No es el momento. Realmente no es el momento. —Lo siento, Luc, cariño. —James Royce-Royce se inclinó desde el lado del pasajero y sacó la cabeza por la ventanilla—. Es difícil escuchar desde esta posición, y parece que hemos malinterpretado el lenguaje corporal. —Definitivamente lo han hecho. —Si no es una pregunta demasiado intrusiva —dijo Oliver—, ¿por qué has traído a todos tus amigos a mi puerta? —Yo no los traje, ellos me trajeron a mí. Tienen la idea de que si aparezco y te digo lo mucho que me importas, caerás en mis brazos y viviremos felices para siempre. Pero, francamente, han subestimado salvajemente lo jodido que estás. Su expresión de Rueda de la Fortuna a través del dolor, el alivio y la ira, se mostró antes de finalmente conformarse con la resignación.
—Bueno, me alegro de que finalmente me veas con claridad. ¿Puedo asumir que estás de acuerdo en que estás mejor sin mí? —Que se joda una cabra, Oliver, no. Sé que no siempre te he tenido, y sé que ha habido muchas veces en las que he sido un idiota contigo sin querer... y también muchas veces en las que sólo he sido un idiota... pero nunca me ha gustado el chico que crees que deberías ser. Me gusta el chico que eres. —¿Ahora es un buen momento? —preguntó Bridget desde la camioneta. —No —volví a decir—. No, en absoluto. —Bien. Lo siento. ¿Puedes avisarnos? —Realmente no puedo. De hecho, me están rechazando otra vez. —No te voy a rechazar —interrumpió Oliver, haciendo un valiente esfuerzo por ignorar el hecho de que accidentalmente había traído una audiencia—. Pero tienes que entender que no soy alguien con quien la gente se queda. Intento e intento ser una buena persona, y un buen compañero, pero nunca es suficiente. Y nunca será suficiente para ti. —Dile que tienes estándares increíblemente bajos —sugirió Priya. —No tengo estándares increíblemente bajos. Bueno, sí. Pero no es relevante aquí. —Me puse de espaldas a la camioneta y me enfrenté a Oliver—. Mira, estás súper equivocado. No puedo responder por tus relaciones pasadas, pero... lo que crees que aleja a la gente es lo que la deja entrar. Y, Dios, sueno como una publicación inspiradora de Instagram, pero no dejar entrar a la gente es lo que los aleja. —Lo que los aleja —Oliver tenía esa expresión tensa y ceñuda— es que dejo que las cosas se me escapen. Mis padres lo ven. Lo han visto. Cuando estaba contigo, no me cuidaba. Comía demasiado, hacía poco ejercicio, me apoyaba en ti más de lo que debía. Y Dios, esas escenas a las que te sometí con mi familia y después. No es eso lo que quería ser contigo. —Oh, Oliver. ¿No has escuchado ni una palabra de lo que he dicho? No estaba contigo porque tenías un corte en V y ningún problema. —Incluso como dije, no sonaba del todo bien—. De acuerdo, al principio lo estaba. Pero me quedé porque eres... Demonios, iba a decir perfecto. Pero no eres perfecto y nadie es perfecto y no tienes que serlo. —Por supuesto que nadie es perfecto, pero yo puedo ser mejor. —No tienes que ser mejor. Eres todo lo que quiero ahora mismo. —¿Puedo recordarte que iniciaste esta conversación diciéndome lo jodido que estoy? Eso no puede ser algo que quieras. —Absolutamente puede. —Me has visto tener un mal día, Lucien. Eso no significa que me conozcas. Me reí.
—Oh, no tienes ni maldita idea. Cuando nos conocimos, estaba demasiado ocupado ahogándome en mi propia mierda como para prestar mucha atención a la tuya, pero la escondes mucho menos de lo que crees. —No estoy seguro de que me guste a dónde va esto. —Complicado. Literalmente pediste esto. Eres remilgado, inseguro, tenso y usas un lenguaje pretencioso porque tienes miedo de cometer errores. Eres tan controlador que mantienes tus plátanos en un gancho separado y un complaciente con gente tan terrible que raya en lo autodestructivo. Lo cual es extraño porque también estás convencido de que sabes lo que es mejor para todos y nunca se te ocurre preguntarles. Eres engreído, condescendiente, y te adhieres rígidamente a un conjunto de éticas que no creo que hayas pensado tan bien como pretendes. Y honestamente creo que podrías tener un pequeño desorden alimenticio. Por el cual probablemente deberías ver a alguien, por cierto, ya sea que salgas conmigo o no. —Pensé que habías venido aquí para intentar recuperarme de nuevo. No para aclararnos a ambos por qué soy lo último que necesitas. —Luc, lo estás haciendo todo mal —gritó Bridge—. Se supone que debes decirle que es maravilloso, no que apesta. Mantuve mi mirada en Oliver. —Eres maravilloso. Pero tienes que creer que no me gustas a pesar de todo... todo eso. Me gustas porque eres tú, y todo eso es parte de ti. —Voy por todo—. Y, de todos modos, no me gustas... quiero decir, me gustas, pero probablemente deberías saber que yo también te amo. Por el rabillo del ojo, vi a Bridge literalmente golpear el aire. —Sí. Mejor. Oliver, sin embargo, se quedó en silencio. Lo que no parecía una buena señal. Así que seguí hablando. Lo que probablemente también era una mala señal. —Y sé que estás en un lugar extraño en este momento. Y yo estaba en un lugar extraño cuando empezamos esto. Pero estoy en un lugar mucho mejor ahora, y eso es en parte por ti, y en parte por estos imbéciles. —Señalé a mis amigos que todavía tenían sus narices pegadas a las ventanillas como cachorros en venta—. La cosa es que, incluso entonces, cuando lo arruiné, y afrontémoslo, lo arruiné mucho, supe en cierto modo que hacíamos lo correcto. Y seguí regresando a ti y tú seguiste aceptándome. Porque tú también lo sabías. Y esta vez, odio decirlo, pero tú eres el único que la ha arruinado. Y sigo volviendo a ti porque sigo pensando que somos lo correcto. Entonces, ya sabes, es hora de que hagas tu parte.
De acuerdo, incluso mis amigos estaban callados. Y mi estómago se sentía como si estuviera a punto de caer al centro de la tierra. Siguió sintiéndose así durante mucho, mucho tiempo. Esto era todo. Este fue el momento en el que entendió lo que decía, y me rodeó con sus brazos, y me dijo—: Lo siento, Lucien, —dijo Oliver—. No es lo mismo. Luego se dio la vuelta, volvió a su casa y cerró la puerta.
53
—Sabes —dijo Bridget, mientras Priya nos llevaba en coche a Shepherd's Bush—, realmente pensé que iba a ir mejor. Suspiré y me limpié los ojos. —Sé que lo hiciste, Bridge. Por eso te amamos. —No entiendo. Son perfectos el uno para el otro. —Sí. Ambos estamos perfectamente desordenados. —De formas complementarias. —Si fuera complementario, no me habría abandonado y luego me habría dejado de pie en el umbral de la puerta cuando le rogué que no me abandonara. En ese momento James Royce-Royce intervino. —No quería sacar el tema. Pero no estoy seguro de que haya manejado la situación tan bien como pudo. Quiero decir, comenzar con “Aquí están todos tus defectos personales y, por cierto, creo que tienes un trastorno alimentario” posiblemente no sea la mejor manera de lograr un tono romántico. —No —Bridge metió la cara entre los reposacabezas—. Eso pensé en ese momento, pero era lo correcto. Oliver necesita saber que es amado pase lo que pase. —Veo lo que estás diciendo —James Royce-Royce asintió sabiamente—. Pero creo que si lo que querías comunicar era que lo amaban sin importar qué, debiste haber ido con “Oliver, eres amado no importa qué”. Me acurruqué más en la esquina. —No aprecio masivamente la autopsia de mi absoluto fracaso romántico. —Tonterías, James. —Priya, por supuesto, había elegido ignorarme. Pero ella parecía estar ampliamente de mi lado—. La gente no cree en cosas solo porque se las dices directamente. Si lo hicieran, el arte visual sería completamente inútil. De lo contrario, andaría escribiendo cosas como “El capitalismo tiene problemas importantes” y “Fantaseo con las chicas” en las paredes. —Deja de distraerte. —Eso fue Bridge. Sin sorpresa—. El punto es que necesitamos un nuevo plan. Cerré mis ojos.
—No. Más. Planes. —Pero, Luc, has estado mucho mejor desde que estás con Oliver. Y no quiero que te pongas triste y vuelvas a aparecer en los tabloides. En su defensa, no era una preocupación irrazonable. Después de todo, eso era exactamente lo que había sucedido la última vez que rompí con alguien que me importaba. Quiero decir, aparte del pequeño detalle de que Oliver no me había vendido a una columna de chismes de tercera categoría por una suma de dinero insultantemente pequeña—. Gracias por cuidarme, Bridge. Pero a riesgo de sonar como una heroína de los noventa, no necesito un hombre que me complete. —Me completas, cariño —dijo James Royce-Royce a James Royce-Royce. Miré la parte de atrás de sus cabezas. —Vaya manera de socavar mi punto, chicos. —Lo siento, me quedé atrapado en el momento. —¿El momento en que mi relación se desmorona? Los hombros de James Royce-Royce se encorvaron con una mueca de dolor. —Oh cielos, eso me hace parecer bastante egoísta, ¿no? —Mira —dije—, estar con Oliver ha sido muy bueno para mí. Me ha ayudado a resolver muchas cosas. Y estoy seguro de que en el futuro podré tener una relación sana y funcional con alguien agradable. Pero, por ahora, todavía estoy realmente molesto. Así que, por el amor de Dios, deja de ser feliz conmigo. El mensaje pareció llegar y todos se sintieron compasivos y miserables hasta que volvimos a mi apartamento. Donde anuncié mi intención de pasar las próximas horas bebiendo y sintiendo lástima por mí mismo. —Puedes unirte a mí si quieres, pero has estado atrapada contigo todo el día, así que, honestamente, no me importa si prefieres irte a casa. Priya se encogió de hombros. —Estoy dentro. Será como en los viejos tiempos. —Lo siento querido —James Royce-Royce ya estaba llamando a un Uber—. Mi esposo y yo tenemos que ir y ser felices en algún lugar. —Y tengo un vuelo temprano —agregó Tom—, a un lugar del que no puedo hablar para hacer algo de lo que no puedo hablar. —Me quedaré. Significa que llegaré tarde al trabajo mañana, pero tengo flexibilidad y estoy segura de que pueden sobrevivir sin mí durante… —ella miró su teléfono—. ¡Oh, maldición, me han despedido! Por un momento, realmente no estaba pensando en mis propios problemas.
—Maldición. Bridge. Lo siento mucho. ¿Fue…? —Falsa alarma. Ha habido un incendio. Y la mitad de la primera tirada de Estoy fuera de la oficina. Por favor, reenvíe cualquier trabajo de traducción a mi dirección de correo electrónico personal, se ha esfumado. Tengo que ir y ocuparme de esto ahora mismo. Todos nos separamos, excepto Priya que me siguió hasta mi apartamento, hizo un comentario apropiadamente grosero sobre lo sorprendida que estaba de que yo hubiera logrado mantenerlo limpio, y luego inmediatamente comenzó a asaltar la cocina en busca de alcohol. No puedo decir que fui una buena compañía, pero fue agradable tenerla allí, y me dejó llorar mientras bebía sin parecer incómoda ni tratar de consolarme, que era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Nos metimos en la cama a las tres de la mañana, porque ella no estaba en posición de conducir y yo no estaba en posición de estar solo. Lo que significaba que ambos nos despertamos cuando sonó el timbre un par de horas después. —¿Quién diablos es ese? —gimió Priya. El zumbido continuó. —Bueno —Me di la vuelta con lágrimas en los ojos—. Normalmente diría que tú, pero estás aquí. O Bridge, pero probablemente todavía está lidiando con un almacén lleno de libros en llamas. El zumbido continuó. Ella robó mi almohada y la puso sobre su cabeza. —Es el maldito Oliver, ¿no? No había nadie más que pudiera ser. Pero no pude entender cómo sentirme al respecto. Se suponía que esto me haría feliz, ¿verdad? Pero también me estaba poniendo muy nervioso y me daba dolor de cabeza. El zumbido continuó. —Tienes ocho segundos para lidiar con eso —me dijo Priya—, antes de que lo atraviese. —No tengo un taladro. —Entonces encontraré algo pesado y puntiagudo, y haré lo mejor que pueda. —Sí, creo que eso destrozaría mi depósito de seguridad. —Entonces —gruñó—, será mejor que abras la maldita puerta. Me tambaleé fuera de la cama y entré en la sala de estar. —Hola —dije, levantando el auricular como si temiera que pudiera morderme.
—Soy yo. La voz de Oliver era un poco ronca, aunque probablemente menos rota que la mía. —¿Y? —Y yo... vine a verte. ¿Puedo subir? —Eh, hay una lesbiana diminuta y enojada en mi cama. Así que no es un buen momento. Hubo una pausa. —No estoy seguro intercomunicador.
de
querer
tener
esta
conversación
por
un
—Oliver. —Las lágrimas, el alcohol, un viaje por carretera de diez horas y una falta crónica de sueño habían convertido mi cerebro en queso de coliflor—. No estoy seguro de querer tener una conversación en absoluto. Dado, ya sabes, todo. —Entiendo. Pero... —Hubo una pausa ansiosa y necesitada—, ¿por favor? Oh, maldición. —Está bien. Bajaré. Bajé. Oliver estaba en la puerta de mi casa, vestido para el trabajo, con círculos oscuros debajo de los ojos. —Está bien —dije—. ¿Qué? Me miró durante un largo momento. —¿Sabes que no estás usando nada más que un par de calzoncillos tipo bóxer con temática de erizo? Bueno, lo estaba ahora. —He tenido una noche difícil. —Ya somos dos. Se quitó su gran abrigo de abogado de cachemira y me envolvió con él. Obviamente, el orgullo exigía que no lo dejara, pero, habiendo finalmente restaurado mi reputación, lo último que necesitaba era que me fotografiaran en calzoncillos o que me metieran cargos de indecencia pública. Conociendo mi suerte, me quedaría atrapado con el juez Mayhew. Oliver respiró temblorosamente. —Siento despertarte. Pero yo... quería decirte que estaba equivocado. Sería un buen momento para decir algo alentador y emocionalmente generoso, pero me acababan de sacar de la cama después de dos horas de sueño.
—¿Qué parte? —Todo ello. Especialmente cuando dije que no era lo mismo. Porque lo fue. —Se quedó mirando el pavimento, o posiblemente mis pies descalzos—. Estaba conmocionado y molesto y me alejé, y luego estaba demasiado avergonzado para retroceder. Eso me sonaba demasiado familiar como para poder condenarlo, aunque realmente quería hacerlo. —Entiendo. Estoy herido y enojado como el infierno, pero lo entiendo. —Ojalá no te hubiera hecho daño. —Yo también pero —me encogí de hombros—, aquí estamos. Hubo un largo silencio. Oliver parecía un poco inseguro y atormentado, pero aún así no estaba dispuesto a ser particularmente útil. —¿Lo decías en serio? —preguntó finalmente. —¿Decir en serio qué? —Todo lo que dijiste. Estaba empezando a darme cuenta de que hacía mucho eso, pedir que repitieras expresiones de afecto como si no pudiera creer que lo había escuchado bien. —Sí, Oliver. Lo dije en serio. Por eso lo dije. —¿Crees que tengo un trastorno alimentario? Sería mejor que no hubiera venido hasta aquí, haberme despertado y expuesto a la posibilidad muy real de que Priya no me dejara volver a mi apartamento para hablar sobre mi percepción de su salud mental. —No lo sé. Quizás. No soy un profesional médico. Pero estás tan comprometido con la salud que a veces parece poco saludable. —También has notado que soy muy controlador. Tal vez sea solo un síntoma de que estoy tenso en general. —¿Es esto realmente de lo que quieres hablar ahora? —No —admitió, frunciendo el ceño—. Estoy siendo cobarde de nuevo. Lo que realmente quería preguntar es... ¿lo decías en serio cuando dijiste que... ya sabes? —Cuando dije —para alguien a quien no le gustaba hablar de sentimientos y mierda, las palabras salieron fácilmente por una vez—. ¿Que te amaba? Él asintió, algo avergonzado. —Por supuesto que te amo. Por eso aparecí en la puerta de tu casa y me convertí en un completo idiota. Otra vez.
—Eh —Oliver se movió—. Espero que sea obvio, pero en caso de que no lo sea… Estoy en tu puerta ahora. Y también me siento bastante tonto. —Tú no eres el que está en ropa interior. —Se veía increíblemente perdido, y yo... yo era un maldito idiota que no podía soportarlo—. Oliver —dije—, ¿tienes algo que quieras decirme? —Muchas cosas, apenas sé por dónde empezar. —¿Qué tal si comienzas con la que claramente necesito escuchar? —Entonces —me lanzó una mirada asombrosa, toda dignidad y vulnerabilidad mezcladas juntas—, estoy enamorado de ti, Lucien. Pero parece poco adecuado. Siempre pensé que era, ya sabes, TE AMO la parte importante. Excepto que cualquier idiota podía decir eso y muchos de ellos ya lo habían hecho. Solo Oliver lo seguiría con “Pero no parece adecuado”. A mi pesar, sonreí. —Has olvidado mis estándares increíblemente bajos. —Todavía tengo mucho que resolver en este sentido —murmuró—. Pero me has ayudado a darme cuenta de que, muy a menudo, los estándares son una mierda. Bueno. Eso fue incluso mejor que “Pero difícilmente parece adecuado”. Lo besé. O me besó. No sabría decir quién lo había iniciado. Pero no importaba. Todo lo que importaba era que nos estábamos besando. Te extrañé. (Besos) Y te quiero. (Besos) Y somos mejores besándonos juntos. Y besos que se sentían como disculpas. Y besos que parecían promesas. Y besos que podrían ser mañana y pasado y pasado mañana. Después, el cielo se iluminó con la nueva luz del sol, prístino, azul e interminable. Y nos sentamos en el umbral de mi puerta, con las rodillas y los hombros tocándose, mientras Shepherd's Bush se agitaba adormilado a nuestro alrededor. —Probablemente debería decirte —me dijo Oliver—, que he pensado mucho en lo que dijiste. Sobre mí y mis padres y... cómo vivo mi vida. Lo miré con un poco de preocupación. —No exageres. No estoy seguro de haber manejado bien nada de eso. —No estoy seguro de que haya una buena manera de manejarlo. Pero confío en ti y eso me dio perspectiva. Por supuesto, todavía no estoy seguro de qué hacer con esa perspectiva, pero ayuda. —Bueno, si te lleva menos de veintiocho años, lo estás haciendo mejor que yo. —No es una competencia. Y de hecho —él soltó una risa suave y ligeramente amarga—, parece que veintiocho años está bien.
—La familia es difícil. Pero sabes que me tienes, ¿verdad? Eh, no como reemplazo. Pero, como, una ventaja. —Eres más que una ventaja, Lucien. Eres integral. Oh, mi corazón palpitó. Y ni siquiera estaba siendo sarcástico. Se movió nerviosamente a mi lado. —Soy consciente de que esto podría ser bastante pesado de escuchar, pero sigues siendo lo que más he elegido para mí. Lo que es más exclusivamente mío. El que me trae la alegría más profunda. —Uuuf.. —El viejo yo habría corrido una maldita milla—. No estoy seguro de sentirme agobiado. Me siento... asombrado de poder ser eso para ti. Pero estoy dispuesto a hacerlo. —Me atraes desde hace mucho tiempo. Desde que te vi en esa horrible fiesta y parecías tan increíblemente libre. Aunque creo que fue bastante patético por mi parte aceptar ser tu novio falso. —Oye —señalé—, te pedí que fueras mi novio falso. Eso es mucho más patético. —En cualquier caso, no estaba preparado para la verdad sobre ti. Me retorcí, algo encantado, pero también increíblemente avergonzado. Porque yo todavía no era bueno con los sentimientos y aparentemente Oliver tenía muchos de ellos. Y supongo que yo también. —Lo mismo digo, nene. —No minimices esto, Lucien. Has hecho cosas por mí que nadie había hecho antes. —¿Qué, quieres decir, correr a Durham sin ningún motivo? —Me has visto. Me defendiste. Luchaste por retenerme. A través de los ojos de Oliver, estaba empezando a parecer una persona bastante genial. —Demonios. No haces nada a medias, ¿verdad? Las comisuras de sus labios se levantaron. —En caso de que no te hayas dado cuenta, tú tampoco. Apoyé la cabeza en su hombro y él me rodeó con un brazo. —Sabes, no estoy muy seguro de cómo realmente somos novios. —Supongo que nos comportamos de forma muy parecida a cuando éramos novios falsos. Parecía funcionar para nosotros. —Bien —Eso fue más simple de lo que esperaba—. Hagamos eso entonces.
—Siempre pensé —Oliver me acercó más—, que mis relaciones anteriores fracasaron porque no me esforcé lo suficiente. Pero sospecho que tenías razón y me estaba esforzando demasiado. Me sentí seguro al bajar la guardia contigo porque podía decirme a mí mismo que no era real. Pero ahora lo es y... bueno... estoy llegando a la conclusión de que podría estar increíblemente aterrorizado. —Yo también —dije—. Pero vamos a aterrorizarnos juntos. Deslicé mi mano en la de Oliver y nos sentamos un rato en silencio. Y estaba bastante seguro de que así era como se sentía el amor: borroso, aterrador, confuso y lo suficientemente ligero como para llevarte como una bolsa de Tesco19 al viento.
19
Tesco - cadena de tiendas británica multinacional de comestibles.
Sobre el Autor Alexis Hall es una especie de escarabajo pelotero nativo de Reino Unido. Persiste en mantener una dieta de hojas muertas y pastel Jaffa, y el estatus de sus conversaciones fueron recientemente actualizadas a menos preocupación sobre la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.