Mia Ford - El hijo secreto del multimillonario

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1º Edición Abril 2020 ©Mia Ford & K.M. Bishop EL HIJO SECRETO DEL MULTIMILLONARIO Título original: Billionaire's Secret Baby ©2020 EDITORIAL GRUPO ROMANCE ©Editora: Teresa Cabañas [email protected] Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, algunos lugares y situaciones son producto de la imaginación de la autora, y cualquier parecido con personas, hechos o situaciones son pura coincidencia. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento, así como su alquiler o préstamo público. Gracias por comprar este ebook.

Índice Índice Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Epílogo Si te ha gustado este libro también te gustará

Capítulo 1 Mason Apagué mi portátil y me quedé quieto en el silencio de mi oficina durante varios segundos. Se estaba haciendo tarde, pero no tenía ninguna motivación para irme. Tenía algo de trabajo pendiente, pero tenía que llegar a casa pronto para relevar a la niñera de sus tareas con Jack, mi hijo de cuatro años. Ya estaría en la cama, pero mi trabajo no me permitía llegar antes. Deseaba tener más tiempo para pasarlo con él, pero el negocio nunca dormía, así que yo tampoco. Tenía que estar al tanto de las cosas o todo podría desmoronarse. Era un fanático del control y no podía delegar el poder en nadie más. Además, me encantaba trabajar. Ese sentimiento de logro, de que estoy venciendo a los competidores, nunca me ha abandonado. Es como un fuego que ha estado ardiendo dentro de mí desde que era un niño. Suspiré y me levanté para marcharme de la oficina. Había sido un día bastante productivo. Creé la empresa LunarTech hace unos diez años, cuando todavía era un estudiante universitario. Había sucedido tan rápido, había sido un viaje tan salvaje, que me aturdía pensar que ahora tenía treinta y dos años y ya se había convertido en una gran empresa. Había conseguido todo lo que había soñado. —Bueno, tal vez no todo —murmuré para mí mismo. Bebí un trago de whisky y me quedé un momento mirando por la ventana del edificio de oficinas Skyrise. La ciudad parecía pequeña desde ahí arriba, y me pregunté qué haría esa noche toda la gente que se movía por la ciudad. Me imaginé que la mayoría saldría a divertirse en busca de la felicidad. Yo tuve la suerte de encontrarla a una edad temprana. Había cientos de coches que iban y venían transportando a la gente a diferentes destinos, a diferentes caminos en la vida, y me pregunté a qué aspiraban.

Odiaba admitirlo, pero me sentía solo la mayor parte del tiempo. Me daba cuenta de eso cuando todos en la empresa se marchaban a su casa y yo me quedaba solo en la oficina. Disfrutaba de la paz y la serenidad pero, a veces, deseaba tener a alguien a mi lado. Una mujer. No había salido con nadie en el último año, al menos no en serio. La mayoría de las citas habían sido desahogos sexuales con mujeres con las que no conectaba realmente. Y luego me sentía un poco deprimido. Quería encontrar la conexión, el amor, pero nunca llegaba. Supongo que podría esforzarme más, pero estaba demasiado ocupado con el negocio y con tratar de ser un buen padre. Terminé el whisky y me marché de la oficina. El ascensor me llevó al estacionamiento de la planta baja y caminé hacia mi coche con los pasos resonando en el estacionamiento casi vacío. El aparcamiento era solo para empleados y todavía había gente trabajando en el edificio, pero era tan grande que imponía un poco. Yo sabía cuidar de mí mismo. Desarrollé interés en las artes marciales a una edad temprana y ahora era casi un experto. Las había puesto en práctica unas cuantas veces y la verdad es que me daban bastante confianza. Me metí en el coche y encendí el motor. Salí del estacionamiento y me dirigí a la calle más transitada del centro de Los Ángeles. Era una típica noche en la que el tráfico congestionaba las calles. A menudo pensaba en mudarme de esta ciudad en la que había pasado toda mi vida. Había viajado mucho por el mundo y descubierto otras ciudades que me gustaban más. Tenía una casa en Tampa, Florida, una casa en Seattle y otra en Phoenix, y había vivido en ellas durante algunas temporadas, pero siempre regresaba a mi casa de Salt Lake City. Era demasiado temprano para ir a casa y pensé en pagarle a la niñera un extra porque se quedara un rato más. Mi pequeño ya estaría dormido y solo eran las ocho. Ella entendía que yo trabajaba hasta tarde y nunca se quejaba, pues siempre le pagaba las horas de más como horas extras. Necesitaba hacer algo antes de ir a casa. Eso se había convertido en un ritual para mí, una forma de relajarme por la noche. Cuando no lo hacía me paseaba por casa hasta altas horas de la madrugada sin poder dormir.

Me detuve en el estacionamiento del Sand Bar, el cual frecuentaba varias noches a la semana. No había nada especial en él y, además, prefería beber en casa solo, pero allí estaba Laney Chapman. Laney era hermosa, dulce, divertida y sexy. La había conocido hacía tres meses cuando decidí pasar a tomar unas cervezas. Empezamos a hablar y nos llevamos bien. Desde entonces me había propuesto pasar al menos dos o tres veces por semana para charlar con ella. Sin embargo, todavía no había sido capaz de invitarla a salir. Quería hacerlo y ella parecía interesada, pero no estaba seguro de que fuera el momento adecuado para mí. La realidad era que todavía estaba muy herido. Me había herido la madre de Jack, Tiffany. Tiffany y yo estuvimos juntos unos años y cuando estábamos a punto de casarnos descubrí que me estaba engañando. Tenía mis sospechas por un mensaje de texto que vi de manera accidental en su móvil. No estaba seguro de qué hacer con esa información, pero a medida que comencé a observarla más de cerca noté que Tiffany se desviaba de las rutinas normales, así que contraté a un detective privado para que la siguiera y volvió con las fotografías incriminatorias. Eso era todo lo que necesitaba ver. Le mostré la evidencia y aun así trató de mentirme. La eché de la casa e intentó hacer de mi vida un infierno, pero, finalmente, aceptó que lo nuestro había terminado. Desde entonces, mi corazón había estado tan protegido, tan fuertemente protegido, que tenía miedo de confiar de nuevo. Pensaba que lo que Tiffany y yo teníamos era real, pero resultó no ser así. Nunca podías llegar a saber lo que realmente había en el corazón de alguien. Pero Laney... ella era increíble. Me senté en mi asiento habitual y esperé a que ella se diera cuenta de que estaba allí. El bar no estaba muy concurrido por ser miércoles. Laney terminó de servir a un cliente y entonces me vio. Sus hermosos ojos verdes se fijaron en los míos y sonrió ampliamente. Luego se dirigió a mí con esos andares tan sexys que tenía. Llevaba una camiseta de tirantes y por encima una camisa de franela abierta y atada en la cintura. También vestía unos vaqueros ajustados y rasgados. Ese era su atuendo habitual, una chica rockera que me encantaba. Me recordaba a los años ochenta. Yo

era un niño entonces pero, aun así, era mi década favorita. La música, la moda, las películas... todo era increíble. —Hola, forastero —dijo Laney, mientras se inclinaba sobre la barra frente a mí. Tuve que luchar contra la tentación de mirar su bonito escote. Era exquisita en todos los sentidos. Maldita sea, ¿por qué no podía invitarla a salir de una vez? Esto era ridículo. Nunca había tenido problemas en invitar a salir a una mujer, pero desde lo de Tiffany me daba miedo estar con una mujer con la que sintiera una conexión real. Hasta ahora, la única mujer a la que me había apetecido invitar a salir era a Laney. Lo sentí así desde el momento en que la conocí, y a juzgar por la forma en que interactuaba conmigo, ella también lo sentía. —¿Cómo va todo? —le pregunté. —Oh, va bien —dijo—. Ahora que has llegado tú, mejor. Por fin tengo a alguien interesante con quien hablar. —Apuesto a que le dices eso a todos los tipos que aparecen por aquí. —Bueno, tengo que ganarme las propinas —bromeó. —Ahora en serio, ¿qué tal estás? —Bien. Trabajando. Algunos amigos quieren formar una banda. ¿Te lo dije la última vez? —¿Una banda? Qué bien. No, no lo mencionaste. —Sí, quieren que me una a ellos como guitarrista rítmica. Podría ser divertido. —Suena genial. ¿Lo vais a hacer por diversión o también planeáis dar conciertos? —No lo sé. Supongo que depende de lo buenos que seamos. Lo mismo sonamos como una mierda. —Seguro que no. Iré a veros. —Bueno, ¿y cómo va tu trabajo? Siempre pareces cansado cuando entras aquí. Apuesto a que has estado en la oficina desde las seis de la mañana, ¿no?

—¿Cómo lo adivinaste? —Porque te conozco. ¿Qué vas a tomar esta noche? ¿Lo de siempre? —Sí. Tomó una cerveza y la puso en la barra delante de mí. Agarré la botella y tomé un trago. Me sentí como si todo el día me hubiera llevado a este punto. Empecé a sentir la relajación que me proporcionaba esa maravillosa compañía. —Necesitas salir más y divertirte un poco —dijo Laney—. Estás demasiado tenso. —Oh, ya me divierto a mi manera —dije—. Mi trabajo es mi diversión. —Me di cuenta de lo poco convincente que sonaba eso en ese preciso momento. —Oh, vamos, no puedes hablar en serio. Debería aprovechar esa oportunidad para invitarla a salir, pero estaba demasiado bloqueado. Tendría que esperar hasta sentirme preparado, no quería que ninguno de los dos perdiera el tiempo. —Lo sé. Tendré que trabajar en eso. —dije—. No sabía que tocabas la guitarra. —Solía tocarla hace mucho y luego lo dejé. Ahora he vuelto a practicar porque, en realidad, me encanta. —¿Empezaste a tocar a una edad temprana? —Empecé en el instituto. Unos amigos míos estaban formando una banda y me preguntaron si quería tocar la guitarra. Yo no tenía ni idea pero sí tenía una vieja guitarra que mi tío me había regalado hacía tiempo, así que les dije que podía. Aprendí algunos acordes y me uní a ellos. La banda duró unos tres meses, pero para entonces el gusanillo me había picado. —Eso es genial. Me encantaría oírte tocar alguna vez. —Bueno, cuando quieras. —Sus ojos coquetearon conmigo mientras sonreía. Me encantaba verla sonreír. Tenía esa sonrisa especial que podía derretir hasta el corazón más frío. Y se había apoderado del mío.

—Voy a tomarte la palabra —le dije, mostrándole mi sonrisa. Un cliente la llamó para que le sirviera otra bebida y ella se tuvo que ir. La observé trabajar disfrutando de su cuerpo curvilíneo que se movía de un lado a otro en esos vaqueros ajustados que se amoldaban a su trasero. Maldita sea, era una mujer muy guapa. Tomé un largo trago de cerveza hasta terminarla y Laney me trajo otra. Se apoyó en la barra de nuevo y me miró fijamente. Olí su agradable perfume y suspiré mientras pensaba en inclinarme y besarla. ¿Cómo reaccionaría ella? ¿Me devolvería el beso? ¿Se le permitía hacer eso en el trabajo? Dudaba que le importaran demasiado ese tipo de reglas. Laney era un poco traviesa y eso aumentaba su atractivo sexual. —Bueno, cuéntame, ¿qué tal te van tus relaciones con mujeres? — me preguntó. Me reí. —¿Qué? Ese tema es muy aburrido. —Pero tengo curiosidad. —¿En serio? ¿Lo preguntas porque eres curiosa por naturaleza o porque quieres saber si estoy soltero y sin compromiso? —Me sorprendía lo abiertamente coqueta que se mostraba a veces. —Curiosidad innata —contestó. —Pues… la verdad es que no estoy teniendo ninguna cita. Estoy muy relajado en ese aspecto. —¿En serio? Opino que un buen partido como tú debería salir a divertirse con una chica al lado. Se inclinó un poco más. Los dos podíamos sentir la atracción, pero no era el momento adecuado para mí. Sabía que si buscaba algo más en ella no funcionaría en estos momentos de mi vida. —Gracias por lo de buen partido —dije—. Tal vez algún día lo haga, pero ahora mismo no me apetece. Charlamos un poco más y luego me fui a casa. Sentí una sensación de abatimiento. Quería decirle a Laney lo que sentía por ella, pero estaba

atascado en mis miedos. Esperaba superarlos en algún momento porque no podía dejar de pensar en Laney. Ella era todo lo que siempre había querido en una mujer y tenía el presentimiento de que no era la clase de mujer que engaña a su hombre. Aunque también había creído eso mismo de Tiffany. Era horrible lo mucho que me había cambiado esa experiencia. Me había convertido en una persona completamente diferente en muchos sentidos. Me preguntaba si alguna vez volvería a ser yo mismo.

Capítulo 2 Laney Mientras veía a Mason salir del bar me sentí un poco abatida. Era un gran tipo y yo estaba enamorada de él desde que lo vi por primera vez. Era guapo y carismático, y jodidamente sexy. Además, el hecho de que fuera un hombre trabajador y exitoso era la guinda del pastel. También sabía que tenía un gran corazón aunque fuera una fiera en los negocios. Amaba a su hijo y trabajaba duro para construir su empresa. Lo respetaba mucho. Y sabía que se sentía atraído hacia mí. Era obvio, pero por alguna razón no me había invitado a salir. Había pensado en tomar yo la iniciativa, pero siempre me acobardaba. No temía que me rechazara, porque ya sabía que lo más probable era que me dijera que no. Incluso si decía que sí, sabía que no estaba listo para salir con nadie en serio. Y tampoco estaba buscando nada casual en ese momento. Podía ver lo herido que tenía el corazón. No hablaba mucho de ello, solo que le habían mentido y que había terminado en una desagradable ruptura. Terminé mi turno en el bar y me dirigí a casa. Puse la radio a todo volumen en cuanto encendí el coche y me perdí rápidamente en la música. Era mi mayor liberación. Después de coquetear e intercambiar chistes con los clientes toda la noche con la esperanza de obtener alguna propina, estaba lista para relajarme en el sofá con una cerveza fría y ver algo en la tele que adormeciera la mente. Cuando llegué a casa me detuve en el estacionamiento de mi complejo de apartamentos. Estaba oscuro porque la farola que lo iluminaba llevaba rota seis meses. Me había puesto en contacto con el propietario para hacer algo al respecto y me había dicho que estaban trabajando en ello, pero la farola seguía igual y daba un poco de miedo dirigirse a casa a la una de la madrugada desde el aparcamiento al edificio.

Estaba convencida de que un día un psicópata saldría de las sombras y me atacaría. Había empezado a llevar espray de pimienta por esa razón. No dejaba de pensar en Mason. Me gustaba mucho. Tenía tantas ganas de salir con él… Fantaseaba con que estábamos juntos y una cosa llevaba a la otra. A veces también pensaba en él mientras me masturbaba. ¿Haría él lo mismo? Me acercaba a la puerta cuando mi peor temor se hizo realidad y vi una gran figura saliendo de las sombras. Llevé la mano a mi bolso para coger el espray de pimienta por si fuera necesario, pero no estaba allí. Se me debía de haber caído en el coche. Joder. —Hola —dijo una voz. El hombre entró en la ligera luz que provenía de la puerta abierta del complejo de apartamentos. Reconocí esa voz al instante. El corazón me dio un vuelco. Maldita sea. —Tyler —dije. Tyler Wilkins era mi exnovio. Salimos durante seis meses hasta que me di cuenta de la basura que era y lo dejé. Empezó a acosarme y a decirme que le pertenecía y que los dos estaríamos juntos para siempre. Lo había ignorado tanto como había podido, pero él seguía molestándome. Sabía cuál era mi siguiente paso y estaba preparada para darlo. —¿Qué estás haciendo aquí? —Vine a hablar contigo, nena. ¿Cómo te ha ido el trabajo esta noche? —No es de tu incumbencia. Ya no tienes nada que ver conmigo. —Ahí te equivocas. —Sonrió—. No puedes hacer que me enamore de ti y luego tirarme a un lado como si fuera una herramienta usada que ya no necesitas. ¿Crees que está bien tratar a la gente de esa manera? —Eso no es lo que pasó. Estás loco. El hecho de que estés aquí ahora mismo hablándome de esta manera lo prueba. Busca ayuda. Realmente, la necesitas.

Se adelantó para bloquearme el paso. Me quejé y me quedé allí mirándolo. Se cernió sobre mí con su ira hirviendo a través de sus dientes. —No me llames loco. Si lo estoy es por lo que me has hecho. Esto no ha terminado. ¿Por qué no puedes aceptarlo? —¿Por qué no puedes aceptar tú que sí ha terminado? —Porque te amo y no voy a dejar que tu miedo al compromiso destruya la mejor relación que he tenido. Esto es real. Esta mierda es real. Estamos destinados a estar juntos. No voy a dejar que tu paranoia rompa lo nuestro. ¿Por qué no dejas de jugar a estos estúpidos juegos y admites que me extrañas? Me amas y echas de menos lo que teníamos. ¿Por qué no puedes admitirlo? —Porque no es verdad. Nunca he estado enamorada de ti. Una vez que descubrí que me habías mentido sobre tu pasado y sobre quién eras, me di cuenta de que no podía confiar en ti. Hemos terminado. Ahora apártate de mi camino. —Te vas a arrepentir de esto —dijo. —De lo que me arrepiento es de haber puesto los ojos en ti. Me abrí paso a codazos y abrí la puerta de mi edificio. Dejé que se cerrara detrás de mí para que no me siguiera. Se estaba volviendo más audaz. Estaba empezando a aterrorizarme. Tomé la decisión en ese momento de que necesitaba hacer algo drástico, algo que había estado tratando de evitar. Ya no tenía otra opción. Esto se estaba volviendo peligroso. Tyler se estaba desquiciando y yo tenía mucho miedo de lo que podría hacer si esto continuaba así. Cuando entré en mi apartamento cerré la puerta detrás de mí con llave. La revisé dos veces y luego fui a la nevera, tomé la cerveza y bebí un largo trago. Esta noche iba a beber más de lo que había planeado. Necesitaba el alcohol para quitarme el miedo de encima. Me senté y agarré el móvil para llamar a la policía. Elegí la opción de no emergencia, aunque pensaba que mi situación sí que era una emergencia. Me contestó la voz de una mujer.

—Quiero solicitar una orden de alejamiento contra mi exnovio. Siempre me está acechando y acosando. Temo que me haga daño. —De acuerdo, le paso con el responsable. Un segundo después otra mujer me atendió y le dije que quería poner la denuncia. —De acuerdo, pero tendrás que venir en persona para formalizarla. —Bien, iré mañana. Tengo miedo a salir de mi apartamento ahora mismo. Puede que todavía esté ahí fuera. —Relájate y quédate al teléfono conmigo. Vas a estar bien. Tenía veinticuatro años y la mujer parecía de mi edad porque tenía la voz juvenil. Además, también tenía un efecto calmante. Me alegré de haber hecho la llamada. —Ahora empieza por el principio y cuéntame qué está pasando. Dime tu nombre. —Me llamo Laney Chapman. —Encantada de conocerte, Laney. Soy Tiffany —dijo ella. Me gustó desde el principio. No estoy segura de por qué, pero sentí una conexión que no suele establecerse por teléfono. —¿Cómo puedo ayudarte? —me preguntó. —Es mi exnovio, Tyler. Me está acosando y me llama sin parar aunque ya he cambiado de número tres veces. También me ha hackeado las redes sociales, y esta noche me ha amenazado en la calle. —¿Lo había hecho antes? —preguntó con tono de preocupación. —Sí —respondí. —De acuerdo. Conseguiremos una orden de alejamiento y si se acerca a ti será puesto bajo custodia policial. —Gracias —dije. Continué contándole todo lo que había pasado y luego la información fue enviada para ser revisada y firmada por el juez. Entonces

la orden de alejamiento sería auténtica y válida, y Tyler recibiría una carta del juzgado impidiéndole acercarse a menos de quinientos metros de mí. Me sentía mucho mejor al cortar la llamada. Ya no me preocupaba si Tyler seguía por aquí o qué podría hacer a continuación. Podían arrestarlo legalmente solo por estar en la misma calle que yo. Fue una pequeña victoria y me sentí mucho más fuerte. Sin embargo, la orden de alejamiento podría tener el efecto contrario… Era mejor no pensar de esa manera. Me encontré deseando que Mason estuviera allí. Podría sostenerme en sus fuertes brazos, protegerme y mantenerme a salvo de gente como Tyler. Podría consolarme y hablarme para hacerme sentir que no estaba sola. Tenía amigos y familia, pero la mayor parte del tiempo estaba sola. Ese es el precio que uno paga por ser un espíritu tan libre. Al final, alejas demasiado a los demás por querer hacer tu camino. Y los echo de menos. ¿Alguna vez Mason me invitaría a salir? Sabía que su ex le había hecho sufrir mucho, y esperaba que un día me dejara ayudarle. Seguro que podríamos ayudarnos mutuamente. A veces necesitaba estar con él con desesperación, y otras dudaba de que fuera una buena idea, aunque, en el fondo, quería estar con él. Esperaba que se diera cuenta de que él también lo quería antes de que fuera demasiado tarde.

Capítulo 3 Mason —Esto está buenísimo. No sé cómo lo hace el chef, pero es una verdadera obra de arte. Eché un vistazo a Dale Crandall, uno de mis viejos amigos, y sonreí mostrándome de acuerdo. —Ya te dije que el salmón estaba delicioso, ¿no? —Desde luego. Gracias por sugerirlo —respondió, mientras se sacaba algo de los dientes con un palillo de madera. Era un hábito un poco molesto, pero con los años ya me había acostumbrado. Estábamos en Spago's, el restaurante del Club de Campo de Silver Falls, en un almuerzo de negocios. Descubrí que Dale era más fácil de persuadir durante el almuerzo, en cuanto tenía la barriga llena se empezaba a relajar. Por lo demás, era una de las personas más cautelosas que había conocido. —¿Cómo están Natalie y los chicos? —le pregunté. Tomé un trago de mi cerveza y me incliné hacia atrás dejando que la comida se me asentara en el estómago. —Oh, están genial. Mallory entrará en la Academia Gilman en otoño. Es una de las mejores escuelas secundarias de la zona, ¿sabes? Está muy valorada y hay que prepararla para Princeton. ¿Y Jack lo está haciendo bien en la escuela? —Está en preescolar. No me preocupa que nadie de Princeton vea su expediente todavía. —No, no puedes pensar así. Tienes que prepararlo desde el principio y aleccionarlo para que persiga el éxito. Me eché a reír.

—No he pensado mucho en ello, pero gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta. Hablando de todo un poco, hay algo de lo que deberíamos hablar. —¿De qué? —El proyecto de Fishmont —dije. —Los centros comerciales están muriendo, Mason. No veo por qué quieres verte envuelto en eso. —Porque estoy seguro de que será una aventura rentable para ambos. —¿Me has escuchado? Te digo que los centros comerciales están muriendo. Me acerqué a él y le di un ligero golpe en el hombro. —Pero nosotros sabemos lo que hacemos. —Se rio y sacudió la cabeza. Yo continué—. Escucha, estamos en un lugar privilegiado, pero tenemos que poner un poco más de dinero para conseguir contratos con tiendas lucrativas. Fishmont tenía tiendas de las que la mayoría de la gente nunca había oído hablar y, además, estaban mal gestionadas. El centro comercial estaba anticuado porque no había sido renovado en casi treinta años. Suspiró y se pasó una mano por el pelo. Luego tomó un buen trago de su bourbon. —Bien, te escucho. ¿Qué necesitas de mí? —Tú eres el inversor, así que necesito que inviertas y que confíes en mí porque haré que tu dinero se multiplique. No hay razón para que estés nervioso. Me encargaré de todo como siempre he hecho en todos nuestros tratos. —Haces que todo suene interesante, pero estás pidiendo mucho dinero. Estaba dispuesto a invertir unos diez millones en ese proyecto, pero ahora estás pidiéndome treinta. Es una locura. —Las grandes tiendas no quieren que sus franquicias se alojen en un agujero en el que nadie compre su mercancía. Quieren compras

compulsivas y un incentivo para que la gente salga de sus casas en lugar de comprar por internet. Quieren inyectar vida en la gente. Esa es la razón por la que los centros comerciales están muriendo, pero yo sé cómo traer de vuelta a la gente. Sé cómo sacarlos de sus casas y llevarlos a las tiendas. —No estoy seguro de por qué confío en ti tanto, pero así es. Hagámoslo. Entremos juntos en este negocio, pero cuento contigo para que me des una gran ganancia. De lo contrario, puede que tenga que hacer que te maten. —Bueno, espero que eso nunca suceda. —Reí. Nos dimos un firme apretón de manos. Conocí a Dale hacía unos ocho años, cuando buscaba inversores para un proyecto inmobiliario que estaba desarrollando, un grupo de condominios. El negocio resultó ser bastante lucrativo y desde entonces habíamos trabajado juntos en otros proyectos. —Muy bien, ahora juguemos un poco al golf —dije. Dale se rio. —Estoy tan lleno que apenas puedo caminar. Pero llévame al campo de golf, mi buen amigo. —Por aquí, capitán —bromeé. Dale es unos diez años mayor que yo y siempre me ha tratado más como un hermano mayor que como un simple socio de negocios. Es un gran tipo. Nos dirigimos hacia el campo de golf donde nos esperaban nuestros caddies con todo el equipamiento. Me encantaba jugar en este campo en particular. Era un reto, pero no a nivel profesional, así que no te hacía sentir como un novato total que nunca había jugado antes. Soy un golfista bastante decente. Además, alivia muchísimo el estrés. —¿Quieres ir primero? —me preguntó Dale cuando llegamos al primer tee.

A lo lejos, la bandera sobre el hoyo me saludaba de un lado a otro. Hacía un día estupendo para jugar al golf. —Claro —dije. Agarré mi driver e hice unos cuantos golpes de práctica antes de alinear el tiro. Esperé, me concentré, y luego golpeé la pelota, que voló lejos y bastante recta hacia el objetivo. Cuando aterrizó me alegré al ver que estaba casi en el green, a unos doscientos cincuenta metros. —Buen tiro —dijo. —Tuve suerte —respondí—. Estoy seguro de que tú lo harás mejor. —En mis sueños. —Se rio—. Pero gracias por el voto de confianza. Lo vi hacer su swing. Su bola fue casi tan lejos como la mía, pero un poco más a la izquierda. Nos subimos al carrito de golf y empezamos a bajar hacia donde estaban nuestras pelotas. —¿Cómo te va? —me preguntó Dale. Sabía a dónde quería llegar. Siempre que estábamos juntos terminaba hablando de ese tema. —Me va bien —le dije. —Bueno, a simple vista parece que lo tienes todo, pero a mí no me engañas, Mason. Sé que sigues sufriendo. Tienes que encontrar una manera constructiva de lidiar con ello. —Eso he hecho y ahora me va bien. Te lo aseguro. —Vale, pero sigues siendo el tío más solitario que conozco. No puedes engañarme. Deberías dejarnos a mí y a Natalie que te organizásemos una cita. Ella tiene unas amigas estupendas que están solteras. —Estoy seguro de que lo son —dije—. Pero no quiero salir con nadie ahora mismo. Puedes creerlo o no, pero así estoy bien. —Pues no te creo. —¿Por qué estás tan empeñado en emparejarme?

—Bueno, eso es más bien cosa de mi esposa, pero yo también me preocupo por ti. Después de lo que te hizo Tiffany entiendo que estés tan indeciso, pero creo que lo mejor para ti es volver a salir con mujeres. Eso curará tu angustia más rápido que cualquier otra cosa. —Bueno, tal vez disfruto un poco de la angustia —dije—. Me reconforta aferrarme a ella. —¿Por qué? ¿Te sientes culpable por algo que ella hizo? Si es así, entonces tienes que olvidar esa idea de inmediato. Tú no hiciste nada malo, así que tienes que dejar de revolcarte en la miseria y dejar de sentirte culpable. Me encogí de hombros. —Lo sé. Pero ahora mismo así es como me siento. Quiero centrarme en mi hijo y en mi trabajo. —Bien, puedo entenderlo, pero te estás equivocando. —No vamos a ponernos de acuerdo en esto. —¿Al menos le has echado el ojo a alguien? ¿Qué hay de la chica sexy del bar de la que me hablaste? Le había hablado de Laney, ¿no? Mierda. Tenía que aprender a guardarme mis pensamientos y sentimientos. —Sí, ella es increíble, pero no estoy listo para hacer ningún movimiento de momento. —¿Pero es soltera? ¿Está interesada? —Uhm, pues… realmente, no lo sé. —Por Dios, ¿de qué diablos habláis entonces? —De lo que sea que se nos pase por la cabeza. Tengo la sensación de que hay algo que no me está contando. —¿Sí? ¿Crees que está casada? Salimos con el carrito de golf y caminamos hacia nuestras respectivas pelotas. —No lo creo.

—Nunca se sabe. Habla con los clientes para ganarse unas propinas, ¿verdad? —Sí. Por eso nunca sé lo que realmente pasa por su cabeza o por su vida. Dale estaba ahora demasiado concentrado en su pelota. La miraba desde todas las perspectivas y trataba de decidir cuál era el mejor abordaje para ese tiro en particular. —Yo utilizaría el palo nueve —dije. Me miró con perplejidad, como si pensara de mí que trataba de sabotear su juego. Eso era ridículo. Dale agarró su palo nueve e hizo su tiro un poco precipitado. Su postura corporal era muy extraña, como si de repente tuviera prisa, pero el disparo no fue malo. Estaba en el green en buena posición, así que tenía que ponerme serio en el juego. Mientras caminaba hacia mi bola me encontré pensando en lo insistente que era Dale con respecto a mi vida amorosa. Los chicos, normalmente, no tenían estas conversaciones profundas sobre sus sentimientos. Pero algo le pasaba a Dale. Me preguntaba si Natalie seguía hablando con Tiffany. Habían sido amigas, pero creo que ya no lo eran después de lo que me hizo Tiffany. Aunque no era imposible. Realicé mi tiro y vi la bola golpear el Green. Dio unos cuantos rebotes y pasó justo al lado del hoyo. Maldición. Demasiado fuerte. —Vaya, tú no eres así —se burló Dale—. No estarás tratando de dejarme ganar, ¿verdad? Odio ese tipo de cosas. Tenía una gran sonrisa en la cara mientras hablaba, y me miraba como tratando de meterse bajo mi piel. Sonreí y me encogí de hombros. No iba a darle la satisfacción de contestarle con sinceridad. —Puede que sí —dije—. Nunca me ganarías a ningún juego si no te diera un poco de ventaja. Prácticamente, podía ver el humo saliendo de sus oídos. Volvimos al carrito de golf y subimos por la pequeña pendiente para acercarnos al green.

—¿Natalie sigue hablando con Tiffany? —le pregunté cuando llegamos a nuestro punto de parada. Pareció incomodarse, pero lo miré a los ojos para que no se escabullera. Cada vez que Dale intentaba mentir, yo lo miraba a los ojos y rápidamente se avergonzaba y retrocedía. No lo dejaba escapar. —Sí, eso creo. Todavía hablan. ¿Y qué? —Bueno, me sorprende, eso es todo. Tiffany nos hizo algo horrible a mí y a Jack, nos traicionó. Pensaba que vosotros no continuaríais siendo amigos de alguien así. Bajé del carrito y localicé mi pelota. Luego realicé mi tiro e hice el hoyo. Estaba jugando bastante bien. —Mira, si Natalie quiere ser amiga de Tiffany es asunto suyo. Yo no tengo nada que decir al respecto. Si me encontrara con ella en la misma habitación sería incapaz de controlar mi rabia y decirle lo que pienso de ella. Estaba mintiendo, pero no me importó. Tiffany era lo último en lo que quería pensar ahora mismo. —Vamos, es tu oportunidad. A ver si puedes hacer esta. Vi a Dale agacharse sobre su bola con esa terrible postura. Se balanceó suavemente, pero de forma descuidada. El palo giró en su mano y la pelota apenas hizo contacto con él antes de que se dirigiera hacia el lado inverso al que tenía que ir. No pude contener la risa y Dale me miró como si quisiera matarme.

Capítulo 4 Laney —Necesito parar. ¡Esto es demasiado doloroso! —grité. Dejé que mis pies golpearan el pavimento unos últimos pasos y luego me detuve por completo. Traté de respirar profundamente, pero mis pulmones estaban demasiado quemados y el aire parecía no llegar a ellos. Me sentí un poco mareada. Sandra se detuvo a mi lado y continuó trotando a mí alrededor. —Vamos, tienes que ponerte en marcha. Solo hemos corrido quinientos metros. Esto es bastante patético. —Sabes cómo motivar a alguien. —Me reí. Suspiró y sacudió la cabeza. —Soy dura contigo porque sé que puedes hacerlo. Cuando Sandra sugirió que empezáramos a correr hacía dos semanas me pareció una buena idea. Quería empezar a ponerme en forma y pensé que también sería una buena forma de aliviar el estrés, pero era más difícil de lo que me había imaginado. Pensé que estaba en mejor forma de lo que realmente estaba. Siempre había sido bastante delgada, aunque con curvas, y no tenía mucho peso que perder, así que pensé que eso jugaría a mi favor. Pero no tenía nada que ver. No tenía resistencia muscular. Tomé un gran trago de mi botella de agua. —Caminemos un poco. Necesito calmarme. Soy una principiante, ¿recuerdas? —Sí, supongo. Pero estoy empezando a aburrirme. —Pues ve acostumbrándote. —Me reí.

—Bueno, cuéntame qué tal te va todo. No hemos hablado mucho esta semana. —He estado muy ocupada. Al final conseguí una orden de alejamiento. Tyler no puede acercarse a mí a menos de quinientos metros o será arrestado. —¡Eso es genial! Me alegro por ti. No puedo creer que hayas esperado tanto tiempo. —Iba a hacerme daño —dije—. Sé que era solo cuestión de tiempo antes de que se volviera más peligroso. No tenía otra opción. —Qué duro, Laney. Me alegro de que lo hayas hecho. —Sí, vino a mi edificio el otro día. Me estaba esperando cuando llegué a casa y me amenazó. Su comportamiento era espeluznante y no podía soportarlo más. Empecé a temer por mi vida. El recuerdo se me vino encima y me puse a temblar. Sandra colocó su mano en mi hombro y me acercó para darme un abrazo. —Oye, está bien. Hiciste lo correcto. Más vale que ese asqueroso no se acerque a ti o irá a la cárcel por mucho tiempo. —Sí, y eso debería hacerme sentir muy bien, pero no es así. No sé si está dispuesto a cruzar ese límite o no, y la incertidumbre me aterra. —Te entiendo perfectamente, pero vivir con miedo no es la forma en que debes afrontar esto. Tienes que sacarlo de tu mente y tomar las precauciones adecuadas por si decide saltarse las reglas. ¿Tienes un arma? —No. Odio las armas —jadeé. —Yo también las odio, pero el espray de pimienta no es suficiente para un tipo como Tyler. ¿Todavía se droga? Puse los ojos en blanco. —Probablemente. Dice estar limpio desde hace seis meses, pero no me lo creo. —Pues tienes que dejar de pensar en que odias las armas y centrarte en que tienes que usarlas para protegerte de ese acosador.

—Sí, eso es cierto. —Las situaciones extremas requieren medidas extremas. —Eso es un cliché. —La mayoría de los clichés son ciertos. Escúchame, puedo conseguirte una pistola y puedes ir al campo de tiro para practicar hasta que te sientas cómoda. Tener un arma te dará mucha confianza. Empezaba a tener sentido. Suspiré y me pasé una mano por el pelo. Me apoyé la mano en la nuca y apreté los músculos tensos. Mi mandíbula también estaba apretada. ¿Por qué me estaba pasando esto? Tyler me lo estaba quitando todo. Mi libertad. Me sentía como si estuviera en una especie de prisión. Me sobrevino una imagen a la cabeza de él viniendo por mí y yo disparándole hasta matarlo. Su sangre volando, su voz gritando, y luego su cuerpo cayendo sin vida a mis pies. Sacudí la cabeza para apartar esa imagen. Esperaba no tener que llegar a ese extremo, pero si él decidía hacerme daño no tendría otra opción que dispararle. La culpa era suya, no mía. No me daba otra alternativa. —Bien —dije—. Hagámoslo. —Estupendo. Iremos después del entrenamiento. Y ahora sigamos corriendo y dejemos de holgazanear. Sandra empezó a correr y yo intenté seguir su ritmo, pero estaba en tan buena forma física que era ridículo. Después, mientras conducíamos hacia la armería y el campo de tiro contiguo donde ella iba dos veces a la semana, sentí que me encontraba un poco mal del estómago. No quería hacer eso, pero tenía que seguir recordándome que yo era la víctima aquí. —¿Cómo te va la vida amorosa? ¿Qué pasó con ese tipo que solía acudir al bar todo el tiempo? ¿Las cosas van bien con él? —Viene unas tres o cuatro veces a la semana, se toma unas cuantas cervezas y coqueteamos un poco. Mason parece un buen tipo. No sé tanto de él como me gustaría, pero lo que conozco me gusta.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —¿Qué quieres decir? —pregunté mientras conducía. —Invítalo a salir ya. —No sé... Sería un poco atrevido para mí. —¿Estoy hablando con tu abuela? No. Ya no estamos en los sesenta. Tienes que ser proactiva hoy en día. Tienes que ir a por lo que quieres y eso incluye a los hombres. Si el tipo no está listo para dar ese paso por sí mismo, entonces no hay nada malo en que lo invites a salir. Sé una rebelde. Yo he dado muchas veces el paso y a los chicos les encanta. —Lo que ocurre es que él todavía está sufriendo por lo que pasó con su ex y no creo que esté listo para tener otra relación. —Eso son suposiciones. ¿Por qué no lo compruebas o sales de dudas? —Lo sé, pero es que me cuesta tanto dar ese paso… ¿me hace parecer una niña pequeña? —No, en absoluto, pero creo que necesitas aprender a regular tus sentimientos un poco mejor. —Tal vez tengas razón. Debería invitarlo a salir y ver qué pasa. Podría hacerlo la próxima vez que venga. —¿Podrías? —Sí. Lo haré. —Me puse nerviosa de solo pensarlo y me sentí un poco tonta. Sandra encontró todo esto muy divertido. —Eres un caso. Tienes que confiar un poco más en ti. —Lo haré. Lo prometo. Me detuve en el estacionamiento de la armería y salí del coche un poco nerviosa. No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar Tyler ante la orden de alejamiento contra él. Me encantaría ver su cara cuando recibiera el aviso. El muy bastardo… Esperaba no volver a verlo y que un día se pudriera en el infierno por el dolor que me había causado. Me había

quitado las ganas de tener otra relación, pero si me convertía en una ermitaña él ganaría la partida. Eso no iba a suceder. Estaba lista para volver a salir y hacerlo con Mason. —Muy bien —dijo Sandra—. ¿Estás lista? —Claro. Vamos. La seguí hasta la tienda y me preparé. Después de ver varias opciones nos decidimos por una ligera pistola muy fácil de llevar. Ahora tenía que solicitar un permiso para llevar el arma conmigo. Tras comprar el arma Sandra me llevó al campo de tiro. Me puse mis protectores de oídos y observé cómo ella disparaba a su blanco hasta vaciar el cargador. Era una gran tiradora. Traté de imitarla, pero fallé miserablemente. —Lleva tiempo y práctica —me aseguró Sandra. Lo intenté una y otra vez. Finalmente, después de una hora más o menos, empecé a cogerle el truco. Cuando nos marchamos de allí me sorprendió lo bien que me sentía. Me notaba más segura, más confiada y mucho más tranquila. Fue maravilloso encontrar esa paz mental.

Capítulo 5 Mason Estaba aburrido hasta la médula, pero mantuve la sonrisa en la cara mientras recorría el gran salón de banquetes estrechando manos, charlando y, más o menos, besando el culo de la élite rica de nuestra bella ciudad. Debería haber sido un buen momento, pero no estaba de humor para nada de eso. Quería ir a casa y pasar tiempo con mi hijo, leer un buen libro después de meterlo en la cama y quizás tomarme unos cuantos escoceses. A menudo añoraba esos días. Ya no los tenía tanto como antes porque me negaba a rechazar actos como este, que eran buenos para los negocios. Estaba al tanto de que se celebraría el Baile Anual del Briar's Club para recaudar dinero para PETA desde hacía unos meses. Estaba en mi calendario, y estaba listo para dar mi donación y sonreír en la foto. Incluso estaba listo para toda la cháchara de negocios pero, aun así, lo odiaba. Habría sido mejor no asistir solo, pues casi todo el mundo iba acompañado. Podría haber invitado a alguien para que viniera conmigo, pero ni siquiera estaba preparado para hacer eso. Ahora me arrepentía. Podría haberle preguntado a Jessica, que era una amiga. Habíamos sido socios hace unos años en algunos negocios y ahora éramos muy buenos amigos. Aunque era atractiva e inteligente, éramos demasiado diferentes para que surgiera algo romántico. Me sorprendió que no estuviera aquí, ya que ella formaba parte de la comunidad de negocios, de la élite rica. Supongo que había rechazado la invitación. —Tienes que probar esas pequeñas salchichas que andan por ahí. Son excelentes. Joder, me he comido cinco. La voz que hablaba detrás de mí era la de Brandon Myers. Éramos amigos desde hacía unos años. Me di la vuelta y estreché su mano, feliz de ver una cara familiar.

—¿Cómo va todo? —le pregunté. —Bien. ¿Y tú qué tal? —No está mal. Creía que estabas fuera del país. —No. —Sacudió la cabeza—. Volví de Nepal la semana pasada. —Podrías haberme llamado. —He estado muy ocupado. Fue entonces cuando me di cuenta de que una mujer muy bonita se acercaba a él. Llevaba una copa en la mano y sonreía como si estuviera un poco ebria, aunque era hábil guardando la compostura. —¿Conoces a Sylvia? —me preguntó Brandon. —No he tenido el placer —le dije, estrechando la mano de Sylvia. —Encantada —dijo ella. Sí, esa mujer estaba acostumbrada a codearse con la jet set, aunque saltaba a la vista que no era miembro. Más bien parecía una chica de compañía, había visto muchas en ese tipo de eventos. —¿Qué hay de ti? No has venido acompañado… —comentó Brandon. Joder, ya se había dado cuenta de eso. —Sí, he venido solo. Brandon estuvo a punto de poner los ojos en blanco. —Tienes que tomarte un descanso y divertirte un poco. —Se volvió hacia Sylvia—. Este tipo es el número uno en los negocios. Vale su peso en oro. Me incomodaba recibir ese tipo de comentarios. Mucha gente estaba celosa del temprano éxito que había disfrutado. Estaba bien. Podían odiarme todo lo que quisieran. Ya estaba acostumbrado. —Qué interesante —dijo Sylvia. A ella no podría haberle importado menos. Bien. Me aburría esta conversación y la fiesta en general. —Bueno, ha sido genial ponernos al día —dije.

Me fui sin esperar a que Brandon dijera algo más. Me moví por algunas mesas y charlé brevemente con varias personas y parejas que conocía. Esperaba poder irme pronto, aunque no quería que nadie se lo tomara como una falta de respeto, especialmente, cuando tantas de estas personas me habían ayudado a ganar mucho dinero invirtiendo en mis empresas. Y, por supuesto, todos se habían hecho inmensamente ricos con esos negocios. Me dirigía hacia el bar para tomar otro whisky cuando sentí que mi teléfono vibraba. Lo comprobé. Era María, la niñera. Me extrañó y me sentí intranquilo por si le había pasado algo a Jack. Salí del salón de baile y contesté la llamada. —¿María? ¿Qué pasa? —Es Jack. Tiene problemas para respirar. No consigo que se le pase, es una especie de convulsión. Hay una ambulancia en camino. —¡Mierda! ¿Cómo ha sucedido? —Estaba armando un rompecabezas y, de repente, se cayó y comenzó a convulsionar. —Vale, te veré en el hospital. Asegúrate de que lo lleven a St. Joseph's. Llámame cuando estés en la ambulancia. Tenía que llegar al hospital lo más rápido posible. Pobre Jack, tenía tantos problemas de salud… Mi hombrecito había nacido muy prematuro y pasó las primeras semanas de vida en una incubadora. Eso le había dejado algunas cicatrices de batalla y ahora era un niño que se ponía enfermo a menudo. Llegué al hospital unos veinte minutos después. Acababan de traer a Jack y estaban ocupándose de él. —Los paramédicos lo han mantenido consciente —dijo María—. Pero sigue teniendo problemas para respirar y el inhalador no funciona. —Bien —dije. Me acerqué a la recepción y le expliqué la situación —. Acaban de traer a mi hijo y necesito estar con él. —Lo siento, señor —dijo la recepcionista—. Tendrá que esperar. Los médicos están ocupándose de que respire por sí mismo. En este momento

sigue entrando y saliendo de la conciencia. —Mierda. Esperé en el vestíbulo durante media hora y, finalmente, un médico salió para hablar conmigo. —¿Cómo está Jack? —Ahora está bien —dijo el doctor—. Está estable. El doctor tenía unos cincuenta años, era alto y lucía una expresión demacrada en la cara, que estaba cubierta por un grueso bigote. —¿Qué le ha pasado? —¿Ha tenido alguna vez ataques como este? —Eh... no. Nunca ha tenido convulsiones, aunque sí asma severo. —Bueno, no estamos seguros de qué provocó la convulsión de hoy, pero lo mantendremos en vigilancia durante la noche para hacer más pruebas y ver qué descubrimos. —Muy bien ¿Puedo verlo? —Claro. Seguí al doctor hacia una habitación. Jack estaba allí mirándome con su dulce y sonriente cara. Parecía tan inocente y contento, incluso después de todo lo que había pasado. —Hola, amigo —le dije. —Hola, papi —respondió. Me contuve para no estallar en lágrimas, ya que no quería que viera lo preocupado que estaba.

Capítulo 6 Laney Mason entró en el bar un poco después de las siete y parecía más deprimido que nunca. Por regla general, siempre lucía una sonrisa segura, casi arrogante, pero esta noche parecía que algo horrible le había sucedido. Agarré un vaso y vertí en él dos dedos de whisky. Abrí una cerveza para mí y me senté en la barra. Mason se deslizó en su taburete, agarró el whisky y se lo bebió rápido. —Gracias —dijo—. Otro, por favor. —¿Estás bien? —le pregunté mientras se lo servía y él se lo bebía. —No —respondió—. He estado en urgencias con mi hijo desde anoche hasta las seis de la mañana. Me quedé sin aliento. —¿Qué es lo que ha pasado? Me explicó lo de las convulsiones y el ataque de asma. —Ahora está bien. Los médicos no pueden explicar qué causó el ataque pero sospechan que puede ser epiléptico. —Vaya, pobrecito, lo siento mucho. ¿Cómo lo está llevando? —Mejor que yo —dijo—. Está lidiando con todo esto como un soldado de caballería. Yo tengo miedo de desmoronarme. —Los niños son muy resistentes —dije—. Se recuperará bien. Solo tienes que confiar en los médicos. Extendí la mano y tomé la suya. Él miró y me sonrió. Me encantó esa sonrisa. —Gracias.

—No hay de qué. Sentí la chispa entre nosotros en ese momento. Era como una especie de electricidad que fluía entre los dos. Me sentía cerca de él. Me encantaba lo gran hombre y padre que era. Sabía que estaba sufriendo y lidiando con muchos problemas, pero se enfrentaba a ellos con la cabeza bien alta. Era admirable y me atraía mucho el gran corazón que tenía. —¿Jack siempre ha tenido estos problemas? —le pregunté. —Van y vienen, y no han encontrado algo en particular que los desencadene. Nació prematuro y ha tenido que luchar por cada aliento que toma desde entonces. Quizás tenga que luchar el resto de su vida. Eso es lo triste. No hay nada que te haga sentir tan impotente como saber que tu hijo está enfermo y no hay nada que puedas hacer. Odio ese sentimiento. —Le estás dando los mejores cuidados posibles. Por lo tanto, estás haciendo todo lo que puedes hacer. —Gracias. A veces es un poco abrumador, pero es un chico muy duro. Sé que lo superará de una forma u otra. —Claro que lo hará. —Cogí otro vaso para mí y me serví uno doble. Luego me lo bebí de un solo trago—. Por Jack. —Por Jack —dijo Mason. Él también se bebió el suyo. No estaba segura de que fuera el momento adecuado, pero me decidí a entrar en el tema que me ponía tan nerviosa. —Tengo curiosidad. ¿Qué vas a hacer el jueves por la noche? —¿El jueves? No estoy seguro. Supongo que trabajaré hasta tarde, luego vendré por aquí y me iré a casa. Un día más de la semana. ¿Por qué? —Bueno, libro esa noche. ¿Quieres salir a cenar? Parecía sorprendido por la pregunta y no dijo nada durante varios segundos. Sentí la tensión aplastándome el pecho, apenas podía respirar. Maldita sea. ¿Por qué lo había hecho? Él no estaba de humor, aunque pensé que salir podría animarlo un poco. Esperaba no haber cometido un terrible error.

La puerta se abrió en ese momento y sonó el timbre. No hice caso, pues todavía estaba esperando la respuesta de Mason, que estaba tardando demasiado tiempo. De repente, sentí algo. Mi cabeza empezó a girar lentamente hacia la figura que había entrado por la puerta. Era Tyler. Mierda. Tyler estaba allí. Estaba en el bar. Mi bar. ¿Qué demonios? ¿Por qué estaba aquí? Inmediatamente, me volví hacia Big Mike, nuestro de guardia de seguridad, pero no lo vi. Recordé que había salido a almorzar. Joder. No tenía refuerzos. Maldición. ¿Qué estaba haciendo Tyler aquí? Había una mirada de puro odio en sus ojos cuando se acercó a la barra. Se paseó lentamente, se quitó la chaqueta y se acercó a mí dejando claro la furia que emanaba de su cuerpo. Me di cuenta de que iba a hacer algo drástico. —Cuánto tiempo sin vernos —dijo Tyler, con una sonrisa. —¿Qué estás haciendo aquí? Tengo una orden de alejamiento contra ti. Si llamo a la policía irás a la cárcel, ¿entiendes? —Intenté mantener la voz firme, pero estaba temblando. Sentí que mi cuerpo se debilitaba. —Sí, sobre eso… ¿Crees que ese pequeño trozo de papel va a servir para mantenerme alejado? No. Estamos destinados a estar juntos. ¿Por qué coño no lo aceptas? Estaba alzando demasiado la voz. Pude ver que ya estaba un poco borracho además de cabreado. Golpeó la barra con las manos cerradas en puños, como si tratara de demostrar su punto de vista. Retrocedí unos pasos hasta chocar con los vasos que había detrás de mí. Estaba muy asustada. —Hemos terminado. Ya lo sabes. Tienes que aceptarlo. Ahora hay un documento legal en tu contra. —Sí, pero no me va a detener. —¡Sal de este bar! —grité. —Me iré cuando me dé la gana —dijo Tyler. Su arrogancia era tan extrema que la odiaba. El dolor y la miseria por la que me había hecho pasar era suficiente para volver loco a

cualquiera. Deseaba tener conmigo mi nueva arma, pero no la había traído al bar. Maldita sea. —Ya escuchaste a la dama —dijo Mason, que se puso de pie delante de Tyler. Tyler era unos centímetros más alto, pero no estaba tan en buena forma como Mason. Además, una vez me mencionó que era experto en artes marciales. No quería que se involucrara en esto, pero era demasiado tarde. Además, Tyler no era de los que se echaban atrás. Tyler rio. —Vaya, ¿este tipo es tu nuevo hombre o algo así? Bueno, será mejor que le digas que se retire antes de que le den una paliza. El corazón me golpeaba el pecho. Había visto a Tyler en peleas antes y era un auténtico animal. —Mason, está bien. Yo me encargo de esto. Mason no dijo nada, pero tampoco se alejó. De hecho, se acercó a la cara de Tyler. Tyler, por un segundo, pareció hacerse pequeño, pues detecté un poco de miedo en él. Sus ojos perdieron contacto con los de Mason y miraron hacia otro lado. Luego volvió a mirarlo. Se estaba enfadando cada vez más. —Tyler, tengo una orden de alejamiento y vas a ir a la cárcel. Voy a llamar a la policía ahora mismo. ¿Quieres añadir agresión a la denuncia? Agarré mi teléfono y comencé a llamar a la policía. Tyler vio que iba en serio. —Maldita perra —gruñó—. Esto no ha terminado. Solo está empezando. Tyler miró a Mason una última vez y luego salió del bar. Me alegré de que se fuera, aunque sabía que volvería. Cuando contestaron a la llamada me sentí aliviada al instante. Denuncié a Tyler por vulnerar las condiciones de su orden de alejamiento y por amenazarme delante de testigos. La policía iba a arrestarlo. Probablemente, iría a la cárcel y esperaba que fuera durante un largo periodo.

—¿Estás bien? —me preguntó Mason cuándo terminé la llamada. —Sí… estoy bien. —Pero era mentira, estaba temblando—. Gracias, aunque no deberías haber intervenido. —No podía mantenerme al margen. A los macarras como ese hay que darles una lección. Piensan que el mundo es suyo y hay que bajarlos a la tierra de vez en cuando. He tratado con los de su clase antes. —Probablemente, te estés preguntando quién es —dije. —Sí, pero entenderé que sea un asunto privado y que no quieras compartirlo. —No, está bien. Me defendiste. Lo menos que puedo hacer es contártelo. Ese era Tyler, mi ex. Salimos un tiempo y cuando me enteré de que se dedicaba a actividades ilegales rompí con él. Entonces se volvió amenazador y me ha estado acosando desde entonces. El otro día pedí a la policía una orden de alejamiento. —Vaya, siento que te esté pasando algo así —dijo Mason—. Pero haces bien al enfrentarte a él. Has hecho lo que tenías que hacer y has demostrado que no te van a amilanar. Eres muy valiente. Espero poder enfrentar los obstáculos de mi vida con el mismo nivel de coraje. —Oh, estoy segura de que lo harás. Mis problemas palidecen en comparación con los tuyos. Espero que Jack supere sus dolencias. A veces eso pasa con los niños. Enferman y crees que nunca mejorarán, hasta que su sistema inmunológico se reactiva. Solía trabajar como voluntaria en el hospital cuando iba a la universidad y veía cosas así. —Ah, no sabía que habías sido voluntaria en el hospital. —Tampoco sabías que fui a la universidad. ¿Te sorprende que sea tan inteligente? —me burlé. Mason no mordió el anzuelo. Jugó con él. —No quería decir nada... Le golpeé juguetonamente en el antebrazo y fingí estar totalmente ofendida.

—Vaya, eso no está bien. Voy a tener que empezar a servirte bebidas menos fuertes. —Oh, lo siento mucho —dijo Mason—. Cualquier cosa menos eso. Le serví otro whisky y lo coloqué en la barra. Me miró mientras tocaba su vaso. —Gracias por escucharme. Te lo agradezco. Estos últimos meses han sido una locura y me ha venido bien venir aquí y charlar contigo. —Lo mismo digo —dije—. No te estarás poniendo sentimental conmigo, ¿verdad? —Sí, tal vez. —Rio. Revisó el reloj y terminó su bebida—. Será mejor que me vaya a casa y releve a la niñera. —Bien —dije—. Y gracias de nuevo. —No tienes que dármelas —respondió. Salió por la puerta y no lo volví a ver durante casi tres semanas.

Capítulo 7 Mason No dejaba de pensar en Tyler. Ese bastardo. La forma en que le habló a Laney fue detestable, al tratar de intimidarla para que volviera con él. La verdad es que era grande y estaba en forma, pero no tenía nada en el cerebro. Era un idiota y sabía que podría haberlo eliminado. Sin embargo, me alegraba de no haber llegado tan lejos. Lo último que necesitaba era que saliera en las noticias que el rico hombre de negocios Mason Blackburn estaba involucrado en una pelea de bar. Eso no sería bueno para mi imagen, pero, maldita sea, le habría dado una paliza a Tyler. Y él sabía que no iba a intimidarme ni un poquito, por eso se había asustado. Típico de un matón. No iba a ponerse a sí mismo a prueba. Usaba el miedo y la intimidación como sus principales armas, pero si eso no le funcionaba no tenía nada más que lo respaldase, a menos que fuera físicamente superior a su oponente. Me dirigí a casa, que estaba oscura y algo vacía. Sabía que Jack estaría en la cama. Había perdido la oportunidad de arroparlo, pero tenía que trabajar hasta tarde y luego pensé en parar en el bar para charlar con Laney. Era la mejor terapia para mí, y a veces tenía mucho que desahogar. La salud de Jack me estaba destrozando. No estaba seguro de lo que iba a hacer. El estrés de todo esto me estaba asfixiando. María, la niñera, estaba leyendo un libro en la sala de estar poco iluminada. Se asustó cuando entré en la habitación. —Oh, no te oí entrar. —Lo siento. ¿Cómo está Jack? —Está bien, perfectamente normal. Comió bien y se fue a la cama sin problemas.

—Estupendo. —Sin embargo, hay algo que tengo que decirte. Eso no sonó bien, así que me preparé. De repente, deseé tener otro whisky en la mano. Las malas noticias siempre caen mucho mejor si están remojadas en whisky. —Acabo de colgar el teléfono hace un rato. Mi madre está muy enferma. Necesito ir a Wyoming para estar con ella. Tengo que irme mañana por la mañana. Siento mucho hacerle esto, pero no sé cuánto tiempo nos queda antes de que ella deje de saber quién soy. Es un cáncer cerebral. Estado cuatro. Es inoperable y está empeorando cada día. Tengo que ir con ella. Mi corazón se hundió. Me coloqué las manos en las caderas y me preparé y respiré profundamente varias veces. —Entiendo —dije—. Siento que te vayas, pero lo entiendo. Espero que tu madre no sufra, y lamento mucho su enfermedad. Le pagué a María y se marchó. Me quedé solo en la casa, con mi hijo durmiendo en su habitación. ¿Qué iba a hacer ahora? Necesitaba una niñera de inmediato. Necesitaba a alguien en quien pudiera confiar. Agarré el portátil y busqué niñeras cualificadas en internet, aunque iba a ser imposible conseguir a alguien para mañana. Iba a tener que quedarme a trabajar en casa durante unos días, lo cual me agobiaba bastante. Necesitaba distraerme para no estar siempre pensando en los problemas de salud de mi hijo. Fui al mini bar y me serví un vaso de bourbon de tamaño decente. Necesitaba algo para relajarme, de lo contrario, no iba a poder dormir. Tomé asiento y, de repente, se me ocurrió una idea. Brittany. Era mi sobrina, la hija de mi hermana, que tenía quince años. Me gustaba ir a cenar a su casa unas cuantas veces al mes y me pregunté si estaría disponible. Le pagaría bien, mucho mejor de lo que cobraba una niñera. Eso me liberaría un rato y podría ir a la oficina por la tarde, cuando ella y Jack salieran de la escuela. Esperaba que estuviera disponible.

MASON: Hola, hermana. ¿Cómo va todo? Fue Barb quien habló al otro lado de la línea. BARB: Hola, Mason, ¿dónde has estado? Trabajando como un loco, seguro. MASON: Sí, pero también me relajo de vez en cuando. BARB:

Me alegra oírlo.

MASON: ¿Cómo está Brittany? BARB: Oh, ella está bien. De hecho, acaba de convertirse en la animadora principal. El equipo empieza a entrenar en dos semanas. Está muy emocionada y tiene mucho talento… Todos esos años de gimnasia han valido la pena. MASON: Me alegro muchísimo. Iré a algunos partidos. Tú avísame cuándo y dónde. BARB: Lo haré. MASON: Escucha, ¿Brittany sigue haciendo de niñera? Acabo de perder a la mía y necesito urgentemente a alguien que cuide a Jack por las tardes después del colegio. BARB: Le preguntaré. Las escuché murmurar y luego Barb me dijo: BARB: Dice que lo hará con gusto, pero solo estas dos semanas. MASON: Está bien. Para entonces habré encontrado una nueva niñera. Dale las gracias y dile que la veré mañana a las tres. Charlamos unos minutos más para ponernos al día y acepté cenar en casa de Barb el domingo. Ella también quería desesperadamente ver a Jack. Tras la llamada ya respiraba un poco mejor. Iba a ir muy apretado las dos próximas semanas, y quizás no pudiera pasar por el bar durante un tiempo. Mierda. Pero no podía hacer otra cosa, mi hijo era mi prioridad. Bebí un trago de whisky y pensé en Laney. Ella significaba mucho para mí. Ahora me daba cuenta. Ya la estaba echando de menos. Quería que tuviéramos una cita real. Quería abrazarla, besarla y sentirla contra mi

cuerpo. Y quería desesperadamente estar dentro de ella. La necesitaba tanto. Apenas podía soportar no estar con ella en ese momento. Y lo peor era que no podría verla durante un tiempo. A lo mejor ella conocía a otro hombre y yo pasaba a un segundo plano. Me preguntaba si yo era importante para ella o si solo era un cliente más. Traté de bloquear esos pensamientos negativos, pero eran persistentes. Me dirigí a la oficina y trabajé un poco en el portátil. Respondí una tonelada de correos electrónicos y luego realicé unas cuantas investigaciones de mercado. Cuando terminé revisé mi agenda e hice algunos cambios para ajustar mi nuevo horario. Se hizo tarde y decidí irme a la cama. Me desnudé y me metí en ella. El modo en que la sábana se deslizó sobre mis genitales fue muy placentero, así que cerré los ojos e imaginé lo increíble que sería notar el cuerpo desnudo de Laney frotándose con el mío. También imaginé que su mano me rodeaba la polla y luego se la llevaba a la boca. Me la acaricié y la saqué de debajo de la sábana. Me acaricié las pelotas con la mano izquierda y la polla con la mano derecha, al mismo tiempo. Me encantaba así, y mi mente se llenó de imágenes de las cosas que Laney le haría a mi polla. Me imaginé su boca abarcando toda mi circunferencia y longitud, y luego tragándosela con ansia, hasta dejarme seco. Sus ojos me miraban llenos de lujuria mientras mi glande se deslizaba hacia su garganta… Me estaba masturbando fuerte y rápido, tan absorto en esa fantasía que no me di cuenta de que estaba a punto de llegar hasta que sucedió. Lancé una potente carga al aire y una sensación de felicidad me inundó de los pies a la cabeza. Agarré algunos pañuelos y me limpié, arrojándolos después a la papelera que tenía en un rincón. Luego cerré los ojos y traté de dormirme. Me pregunté si la hermosa Laney estaría alguna vez en esta cama conmigo, si alguna vez haría realidad mi fantasía. Ella estaba en mis pensamientos desde que la conocí. Incluso cuando estaba trabajando ella entraba en mis pensamientos. Me había tocado profundamente el alma. La quería. La necesitaba.

La amaba. Sí. La amaba. Ya no tenía ninguna duda. Quería que Laney me completara, pues era la única mujer que podía hacerlo.

Capítulo 8 Laney —¿En serio? Miré el inodoro repleto de mierda y casi me atraganté. ¿Cómo diablos había pasado eso? Algunos clientes se las habían arreglado para soltar mierda en todas partes menos en el maldito inodoro. Agh. Di un paso atrás con una mueca de asco. Esto era lo que más odiaba de trabajar en el bar, ya que no era solo una camarera. Era camarera, terapeuta y la jodida limpiadora. Me fui del baño. El bar estaba casi vacío. Solo quedaban unos pocos borrachos habituales, aunque eran poco más de las nueve y el bar no cerraba hasta la una, pero era martes y la noche estaba muerta. —Hey, muchas gracias chicos. Os habéis cagado fuera del retrete. La próxima vez intentar apuntar dentro, ¿vale? Todos me ignoraron. Me puse los guantes de goma y limpié la mierda repulsiva. Diez minutos más tarde el baño estaba limpio, aunque yo me sentía sucia por todas partes. Me las había arreglado para no mancharme, pero el hecho de estar tan cerca me hacía sentir asquerosa, como si tuviera que bañarme en lejía cuando llegara a casa. Estaba tan harta de este trabajo. Antes me gustaba pero, últimamente, había empezado a afectar a mi salud mental. Me deprimía y ya no era feliz. Tenía que empezar a buscar otra cosa. Volví a la barra y me senté. Me serví un vodka con tónica y bebí lentamente. Necesitaba una copa. Mientras miraba a mi alrededor me di cuenta de lo que me faltaba, lo que había hecho que este trabajo me hiciera

infeliz. Mason. No lo había visto en casi tres semanas, desde la noche en que Tyler vino. Tyler había sido arrestado esa noche y ahora se enfrentaba a varios cargos. Estaba en la cárcel. Tendría que testificar en su contra y con suerte iría a la cárcel por una larga temporada por amenazarme, acosarme y perturbar mi paz. Además, poco después también lo acusaron por posesión de drogas. Tenía cocaína y marihuana en su casa. El bastardo. Tyler estaba acabado y yo estaba lista para seguir adelante. Y quería seguir adelante con Mason. Pero él había desaparecido sin más explicación. Sabía que estaba muy centrado en Jack y me preguntaba si todo iría bien. No quería meterme en sus asuntos, pero sentía la necesidad de saber si estaba bien. Tenía su número de móvil desde que colocó su tarjeta de visita en un bote de rifa en el bar. La había guardado y decidí que iba a llamarlo. Necesitaba saber lo que estaba pasando con él. Di vueltas detrás de la barra mientras esperaba a que atendiera la llamada. Estaba muy nerviosa, casi prefería que no contestara para evitar la incomodidad, pero a la cuarta señal escuché su voz. MASON: ¿Hola? Me quedé congelada. Por un momento, olvidé quién era y por qué razón estaba llamando. Me sobrepuse. LANEY: Hola, soy Laney. Se hizo un silencio. Seguro que ya se había olvidado de mí. Apreté los labios. MASON: Hey, ¿cómo te va? Estaba sorprendido e intenté ser natural. LANEY: He pensado en llamarte ya que no te he visto por aquí en las últimas semanas. Quería asegurarme de que tú y Jack estáis bien. MASON: Bueno, he estado hasta arriba de trabajo. Mi niñera se marchó y me causó un grave problema. Todavía no he encontrado a una nueva niñera.

LANEY: Vaya, lo siento. Eso lo explica todo. Es que había pensado que ya no querías pasar más tiempo conmigo. Me arrepentí de decir aquello, ya que parecía como si lo estuviera presionando. MASON: Para nada. LANEY: Eso me hace sentir un poco mejor. Espero que encuentres una niñera pronto. MASON: Yo también, pero la búsqueda no va bien. He entrevistado a unas veinte personas pero ninguna es adecuada para el trabajo. Entonces se me ocurrió una idea. LANEY: ¿Cuánto cobra una niñera? MASON: ¿Cómo? LANEY: Sí, quiero saber cuánto le pagas a una niñera. MASON: Bueno, sería un salario semanal de mil dólares. Las horas varían un poco dependiendo de mi horario. Esa cantidad era mayor que la que ganaba en el bar, incluyendo las propinas. Y el trabajo en sí también era mucho mejor. Estaba cansada de trabajar de noche. Quería volver a la escuela y necesitaba un trabajo que me lo permitiera. El trabajo de niñera podía acomodarse a mis intereses… LANEY: ¿Y qué hay de mí? MASON: ¿Qué quieres decir? LANEY: Para el trabajo de niñera. Mason se quedó callado. Temía que pensara que era una idea terrible, pero mantuve la esperanza. Había que ser optimista. MASON: ¿Quieres ser niñera? Eres una gran camarera… LANEY: Odio ser camarera. Me he cansado de este trabajo y el dinero que ofreces es mucho mayor. Quiero probar algo nuevo. MASON: Vaya, bueno… eso sería genial. Ya te conozco, así que estás contratada si realmente te interesa. ¿Necesitas avisar con dos

semanas de antelación? LANEY: Debería, pero a la mierda. Aaron, el dueño del bar, es un imbécil. Voy a decirle que he terminado, así que puedo empezar mañana. MASON: Eso sería increíble. Mason repasó conmigo los detalles de lo que implicaba el trabajo. Tenía que dejar a Jack en la escuela, recogerlo, alimentarlo, ayudarlo con la ducha, la hora de dormir, de jugar, etc. Todo sonaba bien. De hecho, ya había realizado algún trabajo de niñera cuando estaba en la universidad. Estaba lista para ello. Para lo que no estaba lista era para lidiar con mis sentimientos por Mason. No sabía si él sentía lo mismo que yo, pero estaba desesperada por averiguarlo. Sabía que podría ser un poco incómodo trabajar para él, pero estaba dispuesta a correr ese riesgo. Estaba lista para un cambio en mi vida. Estaba emocionada. Llamé a Aaron y le dije que esa noche era mi última noche. Protestó y me ofreció un aumento, pero corté la llamada. Ya no tendría que aguantar sus órdenes mientras me miraba fijamente el escote. Era un bastardo. No podía creer que hubiera trabajado para él durante tanto tiempo. Esa noche al salir del bar estaba muy satisfecha. Era como soltar una mochila de piedras y sentirme liberada. Ni siquiera había sido consciente de cuánto odiaba ese trabajo hasta que lo había dejado. Llegué a casa y me dejé caer sobre el sofá. Me serví un poco de tequila, agarré el portátil y empecé a buscar a Mason aunque fueran las dos de la madrugada. Era algo que había evitado hacer hasta ahora. Había una gran cantidad de imágenes suyas y pasé la siguiente hora visitando páginas web y blogs que hablaban sobre él. Era fascinante, pero tenía la sensación de que nada de lo que se decía se correspondía con el verdadero Mason. Yo lo conocía mejor que esas personas. Todavía resonaba su voz en mi cerebro. Tenía una voz sexy y ronca, y quería escucharlo otra vez. Lo quería a él. Quería sus manos sobre mí, su boca, y mis manos sobre su musculoso cuerpo. Más tarde, cuando me metí

en la cama, cerré los ojos y lo imaginé a mí lado. Odiaba dormir sola y sabía que Mason era el hombre que podría hacerme sentir ese dulce sentimiento que tanto había anhelado. Metí la mano en el cajón de mi mesilla de noche y saqué mi grueso y largo vibrador. Parecía una hermosa y gran polla. Era glorioso. Lo había usado muchas veces en los últimos meses y siempre me daba grandes orgasmos. Lo lubriqué con la boca e imaginé que estaba chupando la larga y dura polla de Mason. Podía sentirlo pulsando dentro de mí, sus caderas alimentándome con su polla, su mano en la parte de atrás de mi cabeza acariciando mi pelo y guiándome, tratando de forzarme a ir más rápido mientras yo me contenía lo suficiente para volverlo loco. Podía sentir su semen acumulándose en sus pelotas mientras me tragaba su espada de carne y esperaba mi recompensa. Luego, antes de que se corriera, rodaba encima de mí y entraba entre mis piernas. Su duro pinchazo me abría y me llevaba al borde del orgasmo muy pronto. No era capaz de contenerlo. Empujé el vibrador en mi coño con fuerza, estirándome mientras mi coño mojado lo abrazaba y se lo tragaba casi entero. Lo saqué y lo volví a meter repetidamente, moviéndome con lentitud y luego de forma más rápida, a veces suave y a veces más fuerte, mientras cerraba los ojos e imaginaba que Mason estaba ahí conmigo. Estaba encima de mí. Su culo apretado contra mis manos y mis piernas envolviéndole el torso. Era increíble. Estaba al borde. Podía sentir que se acercaba con fuerza. Se me encogieron los dedos de los pies y la pelvis se me curvó hacia arriba mientras me clavaba el consolador en el coño. Mantuve los ojos cerrados y dejé que mis gemidos de placer se me escaparan en voz alta. No tenía razón para estar callada. Estaba tan... cerca... Suspiré fuertemente mientras el orgasmo irrumpía en mi cuerpo y empecé a jadear de placer. —Joder... —me quejé. Saqué el vibrador de mi coño mojado y lo vi gotear. Deseé que la polla de Mason estuviera cubierta de mis jugos en ese momento. Solo lo

quería a él. Tenía que tenerlo. De una forma u otra sabía que iba a ser mío. Me quedé muy relajada. Nada mejor que un orgasmo para inducirte al sueño. Cuando desperté a la mañana siguiente estaba lista para ir a trabajar. Tenía que llegar a casa de Mason a las siete para poder llevar a Jack al colegio. Mi alarma sonó a tiempo y me puse rápidamente en movimiento a pesar de que solo había dormido unas cuatro horas. Era mi primer día y estaba decidida a causar una gran impresión. Me sentía un poco nerviosa mientras conducía hacia la casa de Mason. No dejaba de pensar en la fantasía de anoche y en que pudiera hacerse realidad. Joder… Ya me estaba mojando otra vez pensando en ello, y ese no era el momento.

Capítulo 9 Tres semanas después Mason Laney era una niñera increíble y se llevaba genial con Jack. Me encantaba verlos juntos e incluso llegaba un poco antes a casa para verlos a los dos. No me importaba si luego tenía que trabajar un poco en casa. A los pocos días de empezar a trabajar en casa me di cuenta de que amaba a Laney. Había tratado de ignorar esos sentimientos, y cuando dejé de pasar por el bar me había dicho a mí mismo que solo era un sentimiento pasajero, pero en el momento en que ella había entrado de nuevo en mi vida supe que sí era amor. Era la mujer que había estado esperando. Nunca me sentí tan bien con Tiffany como me sentía con Laney. Jack también se enamoró de Laney de inmediato. Los dos tenían una relación increíble y me di cuenta de que ella amaba a los niños. Tenía un vínculo con ella mucho más fuerte que el que tuvo con Tiffany. Tiffany amaba a Jack, pero lo trataba como una posesión, lo utilizaba para intentar quedar como una madre estupenda de cara a los demás. El vínculo con Laney era genuino, más natural. Sin embargo, por mucho que odiara a Tiffany y tratara de mantenerla fuera de la vida de Jack, ella era su madre y siempre iba a estar cerca de una manera u otra. Lo visitaba una vez al mes durante un fin de semana. No quería que tuviera más contacto con él y había luchado para conseguirlo en los juzgados. Además de engañarme, había descubierto que Tiffany tenía socios cercanos que vendían drogas, y aunque no tenía pruebas de que ella hiciera lo mismo, me temía que la habían arrastrado a ese mundo. Pensé en todo eso mientras entraba en el garaje. Había sido un largo día. Eran las ocho de la noche y la casa estaba tranquila y oscura. Sabía que Jack ya estaría duchado y metido en la cama. Odiaba no poder darle

las buenas noches, pero lo vería más tarde y le diría que lo amaba. No importaba si podía oírme o no. Cerré la puerta del garaje detrás de mí mientras apagaba el motor del coche, y luego entré en la casa. Encontré a Laney sentada en el sofá leyendo un libro. Estaba preciosa vestida con una camiseta y pantalones de yoga que mostraban lo sexys que eran sus piernas. Me resultaba difícil no comérmela con la mirada. —¿Cómo va todo? —le pregunté. Me dirigí al mini bar y empecé a servirme un trago. Un gin-tonic era la recompensa a un largo día. —Todo bien —respondió ella—. ¿Cómo te ha ido a ti en el mundo de los grandes negocios? —Ha estado bien. —Sonreí—. He detectado un poco de sarcasmo, ¿tienes algo en contra del mundo de los negocios? —¿No está lleno de lobos hambrientos de dinero y poder que se aprovechan de todas las ovejas inocentes del mundo? —No, está lleno de tipos como yo que hacen posible que esas ovejas tengan trabajo. —Ella sonrió. Le encantaba burlarse de mí por lo que hacía para ganarme la vida. Laney era antisistema, lo que iba bien con su espíritu rockero. Me senté frente a ella con mi bebida en la mano. —¿Cómo va el tema de la banda? Laney había mencionado que ahora que no era camarera podía dedicar sus tardes a la banda. —Bueno, mis colegas no se comprometen adecuadamente. Es como si pensaran que son lo suficientemente buenos como para tocar en conciertos sin ensayar. Solo tenemos diez canciones pero necesitan trabajo. Apenas podemos tocarlas tres veces sin meter la pata. Nos va a llevar unos meses antes de que estemos listos para tocarlas en directo, aunque ellos piensan que ya estamos preparados. Es ridículo. —Por lo que dices, no es de extrañar que tantas grandes bandas se separen después de un álbum o dos.

—Sí. Estoy tentada a decirles que pasen de mí y buscar otras vías. —¿Qué vías? —pregunté. Tenía mucha curiosidad. Las bandas tocaban en conciertos y grababan álbumes. ¿Había más salidas? Ella me miró como si fuera estúpido. —¿En serio? Necesitas salir de tu pequeña burbuja más a menudo. Hoy en día es mucho más fácil hacer que escuchen tu música. Ahora puede subirse a internet aunque, por supuesto, hay mucha competencia y tienes que esforzarte por sobresalir. —Ah, sí, he oído hablar de ese tipo de cosas. Un amigo mío es empresario en internet. Probablemente, podría darte algunos buenos consejos para lograr visibilidad, posicionamiento y destacar entre los demás. A continuación, le solté un pequeño discurso sobre el funcionamiento de internet y su boca sexy se fue abriendo mientras me escuchaba. —Vaya, sí que sabes de estos temas… Estoy impresionada. Me dan ganas de seguir haciéndote un montón de preguntas. —Hazlas. Soy un libro abierto. —No, es tu turno. Pregúntame —dijo tímidamente. Su lengua se deslizó suavemente por sus labios y me excité como un loco. Tomé un sorbo del gin-tonic y mantuve los ojos en ella. Había dejado su libro y ahora estaba sentada con las piernas ligeramente separadas, como si me estuviera sugiriendo algo. Maldita sea, era muy guapa. —Pues me pregunto… Estuve tentado de llevar la conversación a un terreno más sensual, pues notaba que ella estaba insinuándolo. Tenía dudas de si debía ir por ese camino, aunque quería… ¿y por qué diablos no? —¿Cuándo fue tu primera vez? —le pregunté. —¿Qué? —Abrió mucho los ojos. Fingió estar conmocionada.

—¿Cuándo fue tu primera vez? —pregunté de nuevo. —Vaya… Has empezado fuerte. Está bien, era mi primer año en la universidad. Tenía dieciocho y fui a una fiesta de la fraternidad. Me enrollé con un chico de mi clase de inglés al que le había echado el ojo. —¿Y luego saliste con él? —No. Él no quiso que volviéramos a vernos. —¿Qué pasó? —¿Qué quieres decir? —Bueno, ¿le rajaste los neumáticos? ¿Hiciste alguna campaña de desprestigio por internet para hacer de su vida un infierno? Se rio. —Me pareció bien. A los dieciocho años no quería una relación. Al final, la universidad no estaba hecha para mí y decidí abandonarla, especialmente, cuando empecé a ganar tanto dinero como camarera. —¿Lamentas haber renunciado? —Un poco, pero no me arrepiento porque no creo que la universidad me hubiera dado lo que realmente quiero hacer con mi vida. La música es mi mayor pasión y supe que quería dedicarme a ella al ver a tantas bandas tocando en los clubes en los que trabajaba. —Es muy interesante. —Su forma de ver el mundo me pareció fascinante—. Desearía tener una visión despreocupada de las cosas. —¿Por qué no puedes? Demonios, eres dueño del mundo, prácticamente. Puedes hacer lo que quieras con tu vida. —Sí, pero no tengo esa libertad. Trabajo demasiado, como puedes ver. Lo disfruto, pero me gustaría tener más tiempo para pasarlo en casa y hacer otras cosas. En fin, es el camino que he elegido. —Espero que algún día puedas frenar un poco. Admiro tu ambición. Yo también soy así, aunque siento que me he desviado. Ahora quiero encontrar la manera de encauzar mi vida y conseguir algunos logros. Siento que se me está acabando el tiempo.

—El tiempo no se acaba, siempre es un buen momento para intentar hacer lo que uno desea. —Me vendría bien un trago —dijo. Eché un vistazo al bar y luego terminé mi gin-tonic. Me levanté y caminé hacia la barra. —¿Qué te apetece? —Lo que sea. Preparé dos gin-tonic y cuando me di la vuelta ella estaba justo ahí, delante de mí con ese aspecto tan sexy y seductor. La deseaba tanto en ese momento. La necesitaba. Quería abrazarla, tocarla, acariciar su cuerpo, pasar mi lengua por su espina dorsal y luego enterrar mi cara entre sus piernas... Me puse duro al instante. Mi erección estaba rozando mis pantalones y causándome un poco de dolor. Un dolor erótico. —Gracias —dijo. Tomó un sorbo de la bebida y luego la dejó en la barra, detrás de mí. Estaba tan cerca... No podía contenerme más, así que me coloqué delante de ella, le coloqué las manos en el cuello y acerqué su rostro al mío. El beso comenzó dulce y luego se volvió mucho más apasionado. Vaya, la sensación fue maravillosa. Sentí que la lujuria y el deseo ardían por todas partes. Empecé a sudar y el pulso se me aceleró. Sus labios eran suaves y estaban húmedos. Su aliento era cálido y dulce. Esperaba que mi polla estuviera pronto entre esos preciosos labios. Había soñado con este momento durante tanto tiempo que el hecho de que se hubiera hecho real me parecía alucinante. La había anhelado tanto. Era como una dulce droga de la que no me cansaba y ahora que la había probado sabía que me volvería insaciable de ella. Sin embargo, tenía que ser paciente y dar los pasos adecuados. No quería asustarla. Y sabía que me estaba adelantando demasiado. Este era un proceso lento y gradual, y si empezaba a precipitarme, seguramente, arruinaría la relación. Me retiré y suspiré. Continué sosteniendo su bonita

cara entre mis manos. Sentí la necesidad de volver a besarla, pero ella se inclinó hacia atrás y dio un paso. Sonrió y me miró a los ojos. —Será mejor que me vaya. Se está haciendo tarde. Mierda. ¿El beso había sido una mala idea? No. No lo había sido. Me había gustado demasiado. Desplacé el peso de un pie a otro. Sentía las piernas débiles y tambaleantes. Los labios de esa mujer me habían quitado toda mi fuerza vital. Deseaba volver a besarla, pero mantuve mis emociones bajo control. Apenas pestañeé. No pregunté por qué. Permanecí estoico, igual que en los negocios. En el momento en el que te dejas llevar por las emociones todo se va a la mierda. —Ok —dije—. Te veré mañana. —Sí, lo harás —contestó ella con una sonrisa sexy. Me echó un último vistazo antes de coger sus cosas y salir por la puerta principal. Apoyé la espalda en ella. Mi cabeza giraba excitada y traté de calmarme. Sentía ganas de correr por toda la casa gritando como un loco, pero continué manteniéndome firme, sobre todo, por mi hijo que dormía arriba. Sabía que los dos habíamos sentido lo mismo mientras nos besábamos, pero habíamos cruzado una línea. Ahora yo era su jefe. ¿Estaba cómoda con esta nueva situación o tenía miedo de que si se iba a pique se quedaría sin trabajo? Yo tampoco había pensado en eso. Maldición. ¿Y si no funcionaba? ¿Sería capaz de mantener a Laney como la niñera de Jack? Lo haría. No era el tipo de hombre que la despediría por algo así, aunque se volvería increíblemente incómodo. Estaba seguro de que sería capaz de ignorar cualquier emoción que estuviera sintiendo y seguir adelante con normalidad. Pero, ¿y si ella era el amor de mi vida? Podría enamorarme profundamente de ella. Me senté en el sofá y terminé mi bebida mientras trataba de distraerme viendo un canal de televisión. Quería llamarla. Quería hablar con ella y ver qué pensaba del beso. ¿Me diría que no volvería a pasar? ¿Diría que había sido un error? Esperaba que no, pero si lo hacía tendría que respetar sus deseos.

Capítulo 10 Laney —Si como un poco más voy a engordar tanto que Mason no me querrá —dije, mientras me llevaba el helado a la boca. —Entonces es que no te merece —dijo Alice. Dio un gran mordisco a su helado y gimió orgásmicamente. Era la persona más divertida que conocía, aunque teníamos pocas cosas en común. Siempre me estaba dando consejos sobre cómo vivir mi vida, y eso era un poco molesto. Acababa de contarle lo del beso de anoche con Mason. Estábamos pasando el rato en nuestro restaurante favorito, Ralph's, en el que hacían los mejores helados y batidos. Ah, y las tartas también estaban de infarto. Intentaba no visitarlo más de una vez a la semana. Apenas era mediodía, así que pensé que era demasiado pronto para calmar los nervios bebiendo. Ardía de deseo desde la noche anterior, desde que Mason me había besado tan apasionadamente. Vaya... qué beso. Lo repetía una y otra vez en mi mente. Besarle era todo lo que había deseado desde que lo vi por primera vez entrando en el bar hacía varios meses. Las ganas habían crecido entre los dos desde entonces y la espera había valido la pena. Ahora lo quería de nuevo. Quería más. Lo necesitaba. Necesitaba esos labios otra vez. Él era perfecto, todo lo que siempre había querido en un hombre. ¿Estaba dejando que se me escapara de las manos? ¿Por qué me fui tan deprisa después de que ocurriera? Debí haberle besado más profundamente y dejar que las cosas progresaran. Él lo quería y yo también. ¿Por qué no lo hice? Joder. Era tan cobarde. —Bueno, si me pongo muy gorda entonces tendré una razón para no seguir con esto —dije.

—Pensé que te había encantado el beso... Has hablado de él sin parar. ¿Es que ha ido algo mal esta mañana entre vosotros? —Bueno, apenas hemos hablado. Llegué un poco tarde y Mason ya salía de la casa para ir a trabajar. —Pues esta noche cuando vuelvas a la casa habla con él de ello. Dile que tienes sentimientos confusos y a ver cómo se siente él. —No puedo hacer eso. Me temo que me dirá que no es una buena idea. Se siente muy vulnerable ahora mismo. —Pues por lo que me cuentas sobre él, no lo parece… Puse los ojos en blanco. —Sí, es muy fuerte, pero a la vez es vulnerable. Me preocupa que me muestre la puerta y tenga que regresar a mi trabajo de camarera, pero todavía me preocupa más enamorarme de él y que él se enamore de mí, porque entonces nos casaremos, tendré hijos y nunca llegaré a nada con mi música. Ya he perdido demasiado tiempo. No puedo permitirme el lujo de involucrarme con alguien ahora mismo. Uf, ¿por qué he tenido que desarrollar sentimientos por él? —Porque eso no se puede controlar —dijo. Me mordí el labio. —Entonces, ¿crees que debería decirle a Mason lo que siento? Estoy muy tentada, pero ¿es el momento adecuado? Él está superando su antigua relación. —Todo lo que puede decirte es que no está listo. —Sí, pero entonces seré yo la que quede expuesta, todo se enrarecerá entre los dos y él se deshará de mí. —Necesitas relajarte. Piensas demasiado en eso y es mejor actuar. Te besó, ¿verdad? —Sí... —Te besó porque quería hacerlo. ¿Y dijiste que se comportó como si tuviera problemas para controlarse?

—Así lo sentí. —Reí. —Pues ahí lo tienes. Sé honesta con él y él será honesto contigo. ¿Cómo va el tema de la banda? —No demasiado bien. No encuentro a nadie que se comprometa, así que estoy ahorrando para comprar un software de grabación que me permita subir mis temas a la red. Después esperaré a que alguien lo descubra y empiecen a escucharlo. —Suena increíble. Tal vez podría ser tu cantante… —¿Sabes cantar? —Bueno, tengo una voz muy interesante… Hizo un ruido de gato y luego me sacó la lengua. Yo me reí y le di otro bocado a mi helado. Tendría que comer verduras el resto del día. Los sacrificios que hay que hacer para disfrutar de un helado. —En realidad, voy a cantar mis propios temas. —Así que lo vas a hacer todo tú misma. —Lo hago bien, excepto tocar la batería. Por suerte, hay sonidos programables que suenan bastante auténticos. —Y cambiando de tema, ¿esta noche te vas a acostar con Mason? —No lo sé. ¡Eso es muy personal! Deberías ocuparte un poco de tus propios asuntos. —Bueno, si no me metiera en los asuntos de los demás no tendría nada de lo que hablar. Eso es un hecho. —Eso no es cierto —suspiré—. Pero sí, si nos volvemos a besar podría terminar durmiendo con él. Sería increíble. —Escuché por ahí que el sexo con un tío con dinero es mucho mejor. —¿Qué? ¿Dónde has oído esas tonterías? —Lo he leído en artículos de revistas, lo he visto en programas de televisión y también lo he escuchado en podcasts. Es un hecho. El sexo es mejor con un hombre poderoso. Y el poder no tiene por qué significar

fuerza física. Pero Mason tiene ambas cosas, ¿verdad? ¿No le bajó los humos a Tyler? —Se enfrentó a él y eso le sumó atractivo. Me encantó ver a Tyler acobardarse. —¿Cómo está manejando ese imbécil la orden de alejamiento? —No muy bien, pero como se atreva a hacer algo más irá a la cárcel por un largo periodo de tiempo. No le conté lo del arma. De momento, quedaría entre Sandra y yo. Alice era una de mis más antiguas amigas y nunca le había ocultado nada tan grande. Cuando se enterara de que tenía un arma y que estaba recibiendo clases de tiro con Sandra —y, por supuesto, se enteraría—, se iba a enfadar un poco. No soportaba que le mintieran. Aunque esto no era mentir; solo le estaba ocultando información. —Pues espero que haga algo —dijo Alice—. No porque le desee daño, sino porque quiero verlo en la cárcel. Eso me alegraría el día. Lo que te ha hecho no está bien. —A mí también me gustaría que volviera a hacer algo, porque si está encerrado podré dejar de mirar por encima del hombro. Lo que me da miedo es que se pase de la raya. ¿Y si me mata? Su cara se llenó de preocupación. Rara vez había visto a Alice tan seria. —¿Crees que es capaz de eso? —Creo que si se dan las circunstancias, todos somos capaces de hacer cosas que nunca pensamos que haríamos. ¿Y si decide que si no puede tenerme tampoco estaré con nadie más? Soy una posesión para él. Así es como siempre me ha considerado y cree que debo ser castigada por haberlo dejado. Está enfermo, y la única manera de estar a salvo es encerrarlo. Alice asintió y terminó su helado. Las dos nos quedamos en silencio durante un rato. En mi cabeza giraban un montón de preocupaciones, pero traté de concentrarme en las cosas positivas. Quería concentrarme en Mason.

¿Qué iba a pasar entre nosotros?

Capítulo 11 Mason —Yo también quiero hablar de ese beso —dije. Estaba sentado en el sofá frente a Laney. Acabábamos de dejar a Jack en la cama y ahora estábamos disfrutando de una taza de café descafeinado caliente. Había pensado en el beso todo el día. Apenas había podido dormir porque tenía muchas ganas de verla. Y ahora Laney y yo estábamos juntos y teníamos tiempo para hablar de lo que había sucedido anoche. Estaba listo para escuchar sus pensamientos y expresar los míos. Quería que sucediera de nuevo. Quería experimentar todo con ella. —De acuerdo —dijo Laney. Ella actuaba con calma y tenía un suave brillo en los ojos. —Me siento muy atraído por ti —dije—. He deseado besarte desde que te conocí. Lo de anoche fue increíble. Sus ojos se abrieron de par en par y expresaron felicidad. Era una buena señal. —Me preocupaba que pensaras que no debíamos volver a hacerlo. Acabo de empezar a trabajar para ti y no quiero hacer nada que ponga eso en peligro. —No tienes que preocuparte por eso. ¿Disfrutaste del beso? —Oh, desde luego. Me encantó. Yo también deseo besarte desde que te conocí. Sin embargo, no estoy segura de lo que quiero en este momento de mi vida. Por un lado, hay metas en la vida que quiero lograr y no quiero sacrificarlas involucrándome en una relación. Pero, al mismo tiempo, no quiero dejar pasar esto. —Te entiendo y estoy de acuerdo contigo.

—Me alegro. —Sonrió. Me levanté y me acerqué a ella. Me senté a su lado y miré sus hermosos ojos. Levanté la mano y pasé mis dedos por su pelo hasta su espalda. Su pelo era tan suave… Me estremecí de anticipación. Apoyé la mano en la parte posterior de su cabeza y me incliné para besarla con suavidad. Ella cerró los ojos y presionó sus labios contra los míos. Me sumergí en el beso fundiéndome completamente con ella. Nuestros labios se abrieron y nuestras almas se unieron. Sentí que la pasión estallaba mientras nos acariciábamos las lenguas. Entonces coloqué la mano en la parte baja de su espalda y empecé a deslizarla bajo su camisa. Ella gimió y yo me excité aún más. Me encantaba la idea de darle placer. Su intensidad aumentaba y quería comprobar hasta dónde podía llegar. Subí la mano hasta llegar a su sujetador. Con un rápido movimiento se lo desabroché y la besé más fuerte. Su lengua se movía salvajemente dentro de mi boca y sus labios se deslizaban sobre los míos como locos. Se retiró de repente. —El dormitorio. Asentí con la cabeza. No estábamos solos en la casa después de todo. La tomé de la mano y la llevé por las escaleras a mi habitación. En cuanto cerré la puerta ella se arrodilló y empezó a tocarme el cinturón. Rápidamente lo desabrochó y también los pantalones, que cayeron al suelo. Después me bajó la cremallera y me agarró la polla sin perder el contacto visual. Gemí fuertemente mientras ella empezaba a acariciarme. Había deseado eso durante tanto tiempo. Deslizó los dedos por el eje hasta que llegó al glande. Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando se metió mi polla en la boca. Sus labios suaves se apretaron alrededor de mi eje y se la fue tragando mis veinticinco centímetros hasta llegar a la base. Cerré los ojos un momento y traté de no desmayarme por el dulce y dichoso placer. Sus manos ahuecaron mis pelotas mientras su boca trabajaba y me chupaba fuerte.

Mi cuerpo respondió involuntariamente y empujé mi polla en su boca cada vez más rápido. Abrió la garganta para tragarme con mayor facilidad, gimiendo en voz alta mientras lo hacía. Fue abrumadoramente intenso. Pensé que podría correrme en cualquier momento. No iba a ser capaz de aguantar esto por mucho tiempo. Sintiendo que estaba a punto de explotar, Laney me sacó de su boca y se puso de pie. Me besó con fuerza en la boca y me mordió la lengua. Yo era masilla en sus manos. Luego se acercó a la cama y se desnudó. Nunca había visto algo tan hermoso. Sus pechos eran grandes y sus redondos pezones estaban erectos. Su piel era suave y estaba bronceada, y tenía un cuerpo tonificado y perfecto. Me concentré en el espacio desnudo entre sus piernas. Su coño húmedo estaba esperándome. Se lamió los labios y se sentó en el borde de la cama. Abrió las piernas y se preparó para mí. Me acaricié un par de veces para asegurar la máxima dureza. Luego me adelanté y me metí entre sus piernas. Me agaché y deslicé el dedo índice profundamente en su coño. Estaba apretado y mojado, totalmente listo para mí. Saqué mi dedo y chupé los jugos. Sabía de maravilla. Cerré los ojos e imaginé lo celestial que sería beberla hasta secarla. Alguna vez me daría el gusto, pero en ese momento mi polla no aguantaba más. Separé los labios de su coño con mi polla y me metí sin esfuerzo. Estaba mojada pero muy apretada. Mi grosor presionó contra sus paredes mientras me abría paso dentro de ella. Una vez dentro me detuve un momento. La encerré en un suave abrazo, la besé y pasé mis dedos por su pelo con afecto. Quería que supiera que la apreciaba y la cuidaba. Esto no era solo follar. No, esto era mucho más importante. Tenía mucho significado. Salí de ella por completo y luego empujé de nuevo hasta enterrarme en su coño. Ella jadeaba y gemía con cada nuevo empuje. Rápidamente, nos acomodamos al ritmo. Ella se apoyó en mí y yo la sostuve más cerca, mi cabeza al lado de la suya mientras me acurrucaba contra su cuello. Besé su suave piel. La chupé. La lamí. Mi polla empezó a bombearla más fuerte. Estaba cerca del orgasmo y por la forma en que movía sus caderas sabía que ella también lo estaba.

Iba a ser épico... —¡Joder! —grité, cuando sentí el semen saliendo de mi polla y llenando su coño. Ella jadeó y sus caderas se alzaron. Entonces sentí que ella también se corría. Su coño apretó mi polla y fue difícil permanecer dentro de ella. —¡Ahhh! —gimió fuertemente en mi oído y la abracé con fuerza. La follé más fuerte aún y su cuerpo se arqueó y tembló violentamente. Finalmente, los efectos del orgasmo se suavizaron y los dos nos relajamos en la cama. Yo sudaba profusamente y estaba cansado, pero me sentía más relajado de lo que me había sentido en mucho tiempo. Y estaba contento, feliz. Había sido perfecto. —Fue increíble —dijo Laney. La miré y sonreí. Luego la rodeé con mi brazo y la acerqué a mí para que se acurrucara. Ella apoyó la cabeza en mi hombro. Cerré los ojos y los volví a abrir mientras miraba el techo. No estaba seguro de adónde íbamos a ir a continuación o de cuánto tiempo iba a durar esto, pero estaba listo para afrontarlo. Luchaba con los problemas de confianza que había desarrollado por culpa de Tiffany, y Laney también lidiaba con los mismos problemas que le había generado Tyler. Ambos teníamos eso en común. Y también teníamos en común que el sexo había sido asombroso.

Capítulo 12 Laney Me senté con mi guitarra y me froté los ojos. Había trabajado en esta nueva canción durante las últimas cuatro horas. Pensé que estaba saliendo bastante bien. No quería dejar de trabajar, pero estaba cansada. Además, necesitaba comer algo. No había desayunado. Me sorprendió no tener mucho apetito desde que Mason y yo gastáramos energía anoche. No podía creer que, finalmente, hubiera sucedido. Y volvió a suceder más tarde. De repente, me había despertado y me había encontrado la cara de Mason entre mis piernas, saboreándome. Su boca era experta. Sabía exactamente cómo darme placer. Me estaba enamorando de él. No podía evitarlo. Lo necesitaba. No podía pensar en otra cosa. Incluso mientras trabajaba en mi música pensaba en él y las canciones terminaban tratando sobre mis sentimientos. Eso estaba bien, porque siempre eran mejores cuando eran reales. Fui a la cocina y me hice un sándwich. Era raro estar en casa de Mason cuando él no estaba, pero me dijo que me sintiera como si estuviera en la mía aunque Jack estuviera en el colegio. Sentada frente a mi sándwich decidí llamar a Alice. Últimamente, salíamos mucho. Era divertido hablar con ella, sobre todo, de mi vida amorosa. Cuando me contestó le conté todo lo que había pasado. ALICE: ¡Oh, vaya! Es impresionante. No estaba segura de si lo harías, pero es fantástico. ¿Y cómo fue? LANEY: Fue genial. Fue increíble. —Reí—. No... no puedo creer que haya sucedido. ALICE: Necesito encontrar un hombre así —dijo. LANEY: ¿No ibas a salir con…? ¿Cómo se llama?

ALICE: ¿Chad? No, eso se acabó. Me ha dejado, el asqueroso. LANEY: ¿Por qué? ALICE: Está saliendo con Becky Gifford, por eso. Quiero envenenar a esa tía. Me reí. LANEY: Bueno, es su problema si no se ha dado cuenta de lo increíble que eres. ALICE: Gracias. Entonces, ¿qué pasará ahora entre vosotros? LANEY: ¿Qué quieres decir? ALICE: Bueno, ¿vais en serio o solo os divertís? LANEY: No lo sé. Solo hemos pasado una noche juntos. Lo único que sé es que me siento de maravilla. ALICE: Eso es fantástico, aunque creo que deberíais tener más claro hacia dónde vais. LANEY: No. Yo estoy bien tal y como estoy. Acabamos de empezar y no hay razón para presionarnos. Lo único que dejamos claro es que pase lo que pase entre los dos, no afectará a nuestra relación laboral. ALICE: Supongo que es lo correcto. Bueno, me alegro de que me hayas puesto al corriente de todo. LANEY: Necesito a alguien con quien hablar de esto. Es emocionante, pero también es un poco estresante. ALICE: Oye, ¿y cuándo voy a conocer a este tipo? LANEY: Espero que pronto. ALICE: Yo también —bromeó. Las dos reímos. LANEY: Hablaré contigo más tarde. Tengo que irme pronto —le dije. ALICE: De acuerdo.

Terminé el almuerzo y volví a trabajar en la canción. Pronto llegó el momento de recoger a Jack. Amaba a ese niño. Era tan dulce, un rayo de sol. Le había tomado mucho cariño. Estaba feliz de poder llenar el vacío dejado por su madre. Todavía la veía una vez al mes, aunque por lo que había intuido, Mason intentaba quitarle ese privilegio porque Tiffany se estaba relacionando con gente desagradable. Recogí a Jack de la escuela. Era una bola de energía. En un momento dado le habían realizado la prueba de TDAH, pero había dado negativo. El psicólogo infantil había dicho que estaba muy inquieto porque su madre no estaba cerca todo el tiempo. Tenía miedo a perder a todos los que eran importantes para él. Cuando volvimos a la casa le preparé a Jack un sándwich. Luego jugamos con sus camiones de juguete y vimos algunas películas de Disney. Le preparé la cena, lo bañé y lo acosté. Estaba triste porque Mason no estaba en casa para arroparlo, pero estaba tan cansado que se durmió enseguida. Volví abajo y me preparé una taza de té mientras seguía leyendo. Me encantaban esas horas de la noche. Era un placer sentarse con un buen libro en lugar de servir a un montón de borrachos con ganas de pelea. Estaba metida en la historia cuando Mason llegó a casa. Instantáneamente, perdí el interés en el libro y lo dejé en la mesa. Él estaba guapísimo. Alto y atlético, su cuerpo parecía haber sido tallado en algún tipo de piedra bajo sus trajes pulcramente confeccionados. Era un maravilloso espécimen de hombre. Había esperado ese momento durante todo el día y por fin había llegado. Me pregunté si él también habría deseado que llegara. —Hola —dijo Mason al entrar. Dejó su maletín y se quitó la chaqueta antes de ir a la cocina para tomar una cerveza del frigorífico. —Hola. —¿Cómo te ha ido el día? —me preguntó, al volver a la habitación. —Bien. —¿Jack está dormido? ¿Se ha portado bien hoy?

—Está dormido y sí, se ha portado bien. Se puso un poco triste antes de dormir porque no estabas en casa, pero se lo expliqué. —Estupendo. Odio no poder verlo todas las noches antes de que se duerma. Cuando termine con este nuevo negocio trataré de tener más tiempo libre. Solo espero que lo entienda. —Ahora es pequeño, pero algún día entenderá que lo que haces lo haces por él. Colocó la cerveza en la mesa de café y me cogió la mano. Me levanté y comencé a derretirme. Oh, era tan increíble... No podía pensar con claridad cuando estaba con él. —Te he echado de menos —dijo—. Mucho. —Yo también. Se inclinó y me besó, y yo dejé que toda la tensión acumulada durante el día se liberara en ese momento. Su boca sabía tan bien. Era firme y húmeda, y me moría por probar su lengua de nuevo. Ansiaba volver a tener su polla entre mis labios y también entrando en mi coño con fuerza. Y ahora estaba a punto de suceder. Sus manos estaban en la parte baja de mi espalda y me sujetaban contra él. Su tacto me hacía sentir segura y protegida. Me sentía cuidada. No estaba sola. Había hecho tantas cosas sola en mi vida que era increíble tener a alguien que se preocupara por mí. De repente, me tomó en sus brazos y me llevó por las escaleras. Llegamos al dormitorio y cerró la puerta tras nosotros. Me llevó a la cama y me bajó los vaqueros junto con las bragas. Estaba mojada y mi coño palpitaba de deseo por él. Joder, lo deseaba tanto dentro de mí. Mi respiración se convirtió en suaves jadeos de anticipación. Masajeó mi raja con la dura cabeza de su polla. Esperé pacientemente, pero estaba sintiendo tanto placer que creí que podría explotar en cualquier momento. Entonces empujó y acepté cada pedazo de su enorme polla dentro de mí. —¡Joder! —gemí.

Mason me tiró del pelo mientras me follaba por detrás con pasión. Era increíble. Todo mi cuerpo estaba al borde del orgasmo mientras la lujuria me invadía. No dejaba de pensar en la imagen de su polla y en lo grande que era, y sentí que iba a correrme muy fuerte. Me agarré a la cama para tratar de estabilizarme, pero rebotaba con cada fuerte empujón de Mason. Me sujetó el pelo con más fuerza y trató de sostenerme mientras me golpeaba con su polla. —¡Voy a correrme! —Intenté no gritar demasiado alto, pero ya no tenía el control. Estaba muy cerca. Apreté las sábanas y mi cabeza se movió hacia adelante y hacia atrás. No podía hablar. Mi garganta estaba demasiado paralizada por la tensión. La felicidad estaba inundando mi cuerpo. —Sí, eso es... ven por mí, nena... Oh, esto es delicioso para mi polla... Me encantaba escuchar el diálogo de Mason. Me excitaba como una loca. Saber que nos dábamos tanto placer me llevó a querer ordeñarle la polla. Entonces me folló tan rápido y tan fuerte como pudo. —¡Sí! Mason gruñó detrás de mí cuando su polla empezó a temblar. Luego disparó su semilla caliente dentro de mí. Fue una sensación maravillosa. Sabía que era arriesgado, y yo no quería quedarme embarazada ahora mismo, pero el hecho de coquetear con el peligro también me excitaba. Me abrazó fuertemente por detrás. Su boca encontró la mía y me besó mientras giraba mi cabeza hacia él. —Vaya... no puedo dejar de pensar en ti... en esto... Te anhelo todo el tiempo —dijo Mason. —Yo también. Yo también, cariño. Nos tumbamos y nos relajamos. Me acurruqué en sus brazos sintiendo su dulce energía masculina. Me encantaba estar con él. Y aunque odiaba admitirlo estaba enamorada de él. ¿Cómo había sucedido tan rápido?

No estaba segura, pero no quería pensar en eso ahora mismo, solo quería disfrutar lo que viniera. Había esperado este tipo de relación apasionada durante toda mi vida y ahora que la había encontrado no iba a hacer nada para arruinarla. Solo de pensar que había dudado de estar con él por mi carrera musical… Ahora no veía ninguna razón para que esto interfiriera.

Capítulo 13 Mason —Estás preciosa —dije. Laney me miró con sus preciosos ojos y sonrió. Luego me envolvió los hombros con sus brazos. Su cara desprendía luz. Me encantaba verla feliz. Me encantaba hacerla feliz. Y ella me hacía muy feliz también. Cada vez que me miraba o me sonreía mi mundo se volvía mucho más brillante. —Gracias. Tú también estás muy guapo. Estoy a punto de sacarle los ojos a la rubia si no deja de mirarte —dijo, haciendo un gesto de cabeza. Miré hacia donde ella indicaba y vi a la mujer que me observaba. Miré a Laney y puse los ojos en blanco. —Pagaría por ver una pelea de gatas. Creo que podrías ganarla. Laney se rio y sacudió la cabeza. —No esta noche. Estoy tratando de ser civilizada. Este mundillo es nuevo para mí. Había decidido tener una cita romántica con Laney esa noche. Era viernes y acababa de dejar a Jack para que pasara su fin de semana con Tiffany. Era la primera noche que estábamos a solas desde que habíamos empezado a vernos. Que Jack estuviera con Tiffany me intranquilizaba. Me preocupaba que ella estuviera demasiado metida en las drogas. No entendía cómo se las arreglaba para mantener su trabajo en el departamento de policía. Pronto esperaba tener suficientes evidencias para quitarle a Jack permanentemente. Odiaba que perdiera el contacto con su madre. La amaba y un chico necesitaba a su madre, pero si ella lo ponía en peligro —aunque fuera sin querer— tenía que hacer todo lo posible para protegerlo. Haría cualquier cosa por la seguridad de mi hijo.

Nos pusimos a bailar después de los postres, y noté una expresión extraña en su cara. Esperé mientras la música suave y romántica nos envolvía, pero como no decía nada le pregunté. —¿Qué pasa? —Nada. —Sacudió un poco la cabeza. —¿Seguro? Ella suspiró. —Me estaba preguntando si es demasiado pronto para decir esas tres palabras en una relación. Me sorprendió un poco su reflexión. —Bueno, eso depende de lo que sientas. A los sentimientos no hay que ponerles fechas. Lo mejor es expresarlos y no tener miedo a que la otra persona sienta lo mismo o no. —¿Y si te dijera que creo que me estoy enamorando de ti? ¿Es una locura? Mi corazón se saltó un latido. Me aclaré la garganta mientras seguíamos bailando. —No, no creo que eso sea una locura. Me miró con los ojos llenos de esperanza y las lágrimas comenzaron a brotar, pero eran lágrimas de felicidad. Alcé su barbilla hacia mí con el dedo y le sonreí. —Siento lo mismo, me estoy enamorando de ti. Tenía miedo de confesártelo porque me sentía perdido y no quería hacerte daño, pero te amo desde que te vi por primera vez en el bar—. La besé suavemente, disfrutando del afecto mutuo—. Te amo —repetí suavemente. La sostuve cerca de mí para susurrarle esas palabras en el oído, al tiempo que le acariciaba el cuello. Su pelo largo y suave rozó mi cara. Ella era mi ángel. —Yo también te quiero —dijo—. Dios, te amo tanto… Bailamos un rato más antes de volver a mi casa.

—Voy a servirnos unas copas. ¿Por qué no me esperas en el jacuzzi exterior? —le pregunté. —Te espero. —Sonrió ella. Agarré un cubo, lo llené con hielo y luego metí unas cuantas botellas de cerveza. Laney ya estaba dentro del jacuzzi. El agua burbujeaba y ella estaba desnuda. Me puse duro al instante. —Parece que has empezado sin mí —dije. —Hace mucho frío ahí fuera. ¿Por qué no te quitas la ropa y te unes a mí? —Ahora mismo. Lentamente me quité la ropa hasta quedarme desnudo. Mi polla estaba rígida y erguida. Miré alrededor y me pregunté si alguien podría verme. Lo dudaba. No había vecinos cerca y tenía una valla alta en esa parte de mi propiedad. Laney agarró una cerveza y bebió unos sorbos. Luego la dejó cuando me acerqué a ella. Mi polla estaba delante de su cara. Era una oportunidad demasiado buena para desperdiciarla. Antes de que me diera cuenta se había metido mi polla en la boca y empezó a chuparme fuerte, llevándome hasta el fondo de su garganta con facilidad. Gimió con deseo, como si fuera la cosa más maravillosa que jamás había probado. Moví mis caderas ligeramente y puse mis manos en ellas para estabilizarme. Entonces empujé más fuerte y mi polla presionó su garganta. Ella sorbió aún más fuerte, antes de sacársela y agarrarla con las manos. Sus manos me apretaron, tenía los dedos delgados y suaves. Me sentí en la gloria e intenté controlarme para no correrme, pero ella era tan buena… Fue difícil. De repente, se metió mis pelotas en la boca y empezó a chuparlas y lamerlas. Iba de una a otra y yo me retorcía de placer. Era demasiado y sabía que no iba a durar mucho a ese ritmo. Me aparté y le dije: —Tengo que follarte ahora mismo. Sonrió y se escabulló en el agua caliente. Entré en el jacuzzi y arrastré a Laney hacia mí. La besé con fuerza y le metí la lengua en la

garganta. Ella gimió con deleite y sorpresa. Me metí entre sus piernas para sentir su tensión. Estaba tan mojada. Su coño temblaba al tocarla. La puse de espaldas a mí, contra un costado de la bañera. Luego me deslicé detrás de ella, encontré su punto más dulce y entré en ella desde esa posición. Ella se onduló y se inclinó hacia atrás para agarrarse. Era maravilloso. Apenas podía respirar en ese momento. La mezcla de agua caliente y la tensión caliente de su cuerpo fue suficiente para hacerme perder el conocimiento. Le agarré el pelo y la apreté con fuerza mientras enterraba mis caderas en sus nalgas. Empujé mi polla con fuerza hacia ella, haciendo una pausa al final de cada empujón. Ella gemía más fuerte y su cuerpo temblaba contra mí. Su coño me estaba apretando, creando ese delicioso agarre en mi polla para ordeñarme. Pensé en la posibilidad de que se quedara embarazada. No era algo que hubiéramos planeado, pero tampoco hacíamos nada para evitarlo. Si el universo pensaba en bendecirnos con un maravilloso niño, yo estaba de acuerdo. Sabía que Laney sería una madre increíble. —¡Me corro! —grité. La dulce presión crecía en mi polla hasta que salió disparada de mí. Empujé profundamente dentro de Laney y me mantuve ahí, estremeciéndome de placer mientras soltaba cargas de mi dulce semen. Laney pegó sus caderas contra mí y cuando terminé mi orgasmo noté que su cuerpo empezaba a temblar. —¡Oh, joder! —gritó, al tiempo que movía sus caderas tan rápido como podía. Me preparé. Yo estaba muy sensible tras mi orgasmo y ella no paraba de rebotar sobre mi polla. Sentí su coño agarrándome y apretándome. Fue glorioso. Cuando terminó su orgasmo le di la vuelta, la besé y la abracé con fuerza. Seguí moviendo la polla dentro de su dolorido coño, y ella gimió y me susurró palabras dulces al oído. —Te amo —susurré—. Te amo, nena, mi ángel, mi amor... —Yo también te quiero.

Nos besamos de un modo cariñoso y dulce. Nos sentíamos como si fuéramos uno, como si nuestras almas se fusionaran. Sabía que este era el tipo de amor que había estado buscando toda mi vida. Y ahora tenía la suerte de tenerlo. Nos quedamos así durante un rato, calentándonos en el resplandor de nuestro amor y en el calor de las aguas del jacuzzi. Los chorros se arremolinaban a nuestro alrededor acariciando nuestros cuerpos mientras nos aferrábamos a ese dulce abrazo. Sabía que había encontrado mi felicidad, esa que había estado buscando toda mi vida. Finalmente, había sucedido. Aquí estaba. —¿Qué deberíamos decirle a Jack? ¿Cuándo deberíamos decírselo? —pregunté. —¿Te refieres a que ahora soy algo más que su niñera? ¿Que estamos juntos? ¿Crees que lo entenderá? —Creo que deberíamos ir despacio, para facilitarle las cosas. —Estoy de acuerdo.

Capítulo 14 Laney Corrí para hacer el último kilómetro de los cinco que corría todos los días. Desde hace poco me he dedicado a mejorar mi salud. Empecé corriendo un kilómetro y mi objetivo final era llegar a los ocho kilómetros diarios. También había empezado a levantar pesas. La mayoría de las veces lo hacía en mi apartamento, pues me había comprado un juego de mancuernas y un banco plano a un precio muy barato. Cada vez me sentía más fuerte. Además, también me estaba viniendo de maravilla para mi salud mental. Quería estar preparada por si Tyler aparecía y tenía que defenderme. Terminé la carrera y me detuve para recuperar el aliento. Sentía que mis pulmones iban a explotar. Había empezado a correr en una pista de una escuela secundaria local hacía unas tres semanas. Una amiga mía era profesora y me dijo que podía correr allí. Tammy me había dicho que la mitad de los profesores usaban las pistas por la mañana temprano, aunque yo corría a esa hora y no había visto a nadie más por ahí, excepto a algunos chicos del equipo de atletismo. Agarré mi botella de agua y tomé un gran trago. Sentía que los pulmones me ardían y tenía un extraño dolor en el costado que dolía como el infierno, como una especie de cuchillo invisible que me penetraba la carne. Traté de respirar adecuadamente mientras regresaba a mi apartamento. Estaba deseando ver a Mason. Me había quedado mucho en su casa últimamente, pero acordamos que sería más fácil para Jack si yo también dormía en mi propia casa de vez en cuando. No estábamos preparados para que Jack nos entendiera como pareja. Llevaría tiempo llegar a ese punto. En este momento, Jack y yo aún nos estábamos acostumbrando el uno al otro.

Me di una ducha rápida y luego comí un poco de avena para el desayuno. Echaba de menos despertarme con Mason. Me había acostumbrado a sentirlo a mi lado mientras dormía y a despertarme con la visión de su atractiva cara. Lo amaba tanto. Desearía estar con él todo el tiempo, vivir juntos. Tal vez incluso… Matrimonio... ¿estaba pensando en el matrimonio? Todavía estábamos viviendo las primeras etapas de estar juntos, pero nuestros sentimientos progresaban rápidamente. Estábamos enamorados. No había ninguna duda para ninguno de los dos. A veces me parecía un poco aterrador. No sabía si estaba preparada para algo tan sólido en mi vida, pero los dos éramos personas independientes y seguiríamos teniendo nuestra propia identidad. Estaba a punto de salir por la puerta cuando sonó mi teléfono. El número que aparecía en la pantalla no estaba en mi agenda, pero decidí contestar. LANEY: ¿Hola? DESCONOCIDA: ¿Qué se siente? Era una voz femenina. No me sonaba familiar, pero había algo en ella que me impactó. LANEY: ¿Cómo? DESCONOCIDA: ¿Qué se siente al estar con el hombre de otra? No supe qué responder. Me quedé aturdida por la acusación. ¿Qué demonios estaba pasando? LANEY: ¿De qué estás hablando? DESCONOCIDA: ¡Puta estúpida! ¡Mason es mi maldito hombre! ¿Me entiendes? Si no te apartas y lo dejas en paz, haré de tu vida un infierno. Destrozaré tu mundo. ¿Queda claro? LANEY: ¿Quién diablos eres y con quién crees que estás hablando? —pregunté enfurecida. DESCONOCIDA: Maldita...

LANEY: ¡Escucha, a mí nadie me amenaza! ¡Descubriré quién eres y haré que te arrepientas de haber llamado a este número! La línea se cortó. Estaba furiosa, temblaba de rabia. Un psicópata como Tyler me asustaba, pero ¿una mujer? No había conocido a una mujer en mi vida a la que le tuviera miedo. Mason me preguntó al cabo de un rato, cuando llegué a su casa. —¿No tienes ni idea de quién ha sido? —No. No reconocí su voz. ¿Conoces a alguna mujer que pudiera acusarme de tal cosa? Sacudió la cabeza y yo lo analicé tratando de encontrar alguna pista. ¿Era posible que estuviera viendo a alguien más? No. Descarté la idea al instante. Era absurdo. Nunca lo haría. Lo sabía. Entonces sus ojos se iluminaron. —Tiffany. —¿Tu ex? —Sí. Yo no le daría importancia. Intentaré averiguar si es ella la que está detrás de esto. Todavía piensa que volveremos a estar juntos algún día. —Bueno, no puedo culparla. Eres imposible de superar. Yo no podría. Se inclinó y me besó. —Te amo. Llegaré al fondo de esto. No te preocupes. Que tengas un buen día. Intentaré llegar a casa un poco más temprano esta noche y si me entero de algo te llamaré. —Gracias, cariño —dije. Mason se fue y me quedé sola con Jack, que estaba arriba tratando de vestirse. Subí a ayudarle. Tenía que desayunar e ir a la escuela. Mientras ayudaba a Jack pensé en Tiffany y en lo trastornada que debía de estar para pensar que tenía una oportunidad de volver con Mason.

Llevé a Jack a la escuela y volví a casa de Mason para trabajar en mi música. Ganaba mucho dinero como niñera a pesar de que Jack estaba en la escuela la mitad del día y el resto del tiempo su cuidado era mínimo. Fue entonces cuando me di cuenta de que Mason me pagaba tanto dinero porque se había enamorado de mí, y cuando le sugerí la idea de ser la niñera de Jack vio la oportunidad de no dejarme escapar. Intenté concentrarme en la música en la que estaba trabajando, aunque la llamada de esa mujer no dejaba de molestarme. Por más que trataba de decirme a mí misma que no debía estar asustada, lo cierto era que ese episodio me estaba desequilibrando. No iba a permitir que esa mujer me echara de la vida de Mason. Lo amaba y él me amaba a mí. Pensé que algún día me propondría matrimonio. Era algo en lo que había estado pensando mucho últimamente. Le diría que sí en un abrir y cerrar de ojos. Lo sabía. Era el hombre perfecto para mí y lo amaba. Y también amaba a Jack. Quería esta vida y sentía que Mason y yo estábamos destinados a estar juntos. Trabajé toda la mañana y luego decidí pedir una pizza para el almuerzo. Me moría de hambre. Pedí una grande y me terminé cada miga, pero seguí sintiendo hambre, así que metí unos tacos en el microondas. Me sentí un poco incómoda cuando se hizo la hora de ir a recoger a Jack de la escuela. Tenía la sensación de que me estaban observando. De vez en cuando iba hacia las ventanas y miraba hacia afuera con la esperanza de hallar lo que me hacía sentir así, pero no había nadie. La maldita llamada telefónica había logrado irritarme y ponerme nerviosa. Joder. Tenía que controlarme. De ninguna manera iba a dejar que una idiota me arruinara el día y la forma en que me sentía. No sería una víctima.

Capítulo 15 Mason —¡Esa maldita zorra! —grité mientras conducía. Golpeé el volante e intenté resistir el impulso de estampar el coche contra una pared de ladrillos. Estaba tan cabreado. Esa maldita mujer estaba tratando de arruinar lo mejor que me había pasado en la vida después de Jack. No podía creer que hubiera caído tan bajo, pero sí, se trataba de Tiffany. Un amigo mío del departamento de policía había investigado la llamada telefónica y había confirmado que estaba hecha con el móvil de Tiffany. Era lo que me temía. Ahora iba de camino a su casa con la idea de enfrentarme a ella. La destruiría como volviera a intentar destruir mi vida ahora que había encontrado la felicidad. Me detuve frente a su puerta y eché un vistazo. El lugar estaba tranquilo, pero sabía que ella estaba allí. Su pequeño coche estaba estacionado en la entrada. Salí del coche y me acerqué a su pequeño porche. Llamé a la puerta pero nadie contestó. Probablemente, había un montón de mierda ilegal esparcida por la casa. Jack decía que nunca veía nada raro, pero solo tenía cuatro años y era muy fácil entrenar a un niño de su edad para que dijera lo que su madre quería que dijera. Agarré mi móvil y lo puse en mi bolsillo delantero para grabarlo todo en video. Quizás podría utilizar el material para quitarle sus derechos sobre Jack. Él necesitaba padres estables en su vida. Volví a llamar, un poco más suave esta vez. Podía oír ruido dentro, como si Tiffany estuviera tratando de deshacerse de alguna evidencia. Quizás dejase caer una denuncia anónima sobre ella. La policía podría

hacerle un test de drogas al azar y pillarla desprevenida. Lo hacían regularmente. La puerta se abrió y apareció ella con los ojos un poco adormecidos. Tal vez drogada. —Qué agradable sorpresa —dijo ella—. ¿Qué te trae por aquí? —Creo que lo sabes. —Oh, creo que puedo arreglarlo. —Sonrió coqueta, al tiempo que extendía la mano hacia mi entrepierna. Le impedí que me tocara. —¡Corta el rollo, Tiffany! Sé que llamaste a Laney y que la amenazaste. ¿En qué estabas pensando? ¿Intentas arruinar mi relación? ¿Cómo supiste de nosotros? —Vaya, tantas preguntas, tantas acusaciones. ¿De qué demonios vas? No he hecho nada malo. Su voz era robótica y sarcástica. Quería estrangularla. Empecé a apretar los dientes para controlar mi rabia. Esa zorra sabía cómo tocarme las narices. —No me vengas con ese rollo. Tú la llamaste y la acosaste, ¿vas a admitirlo? Aunque la policía no pueda hacer nada, pienso arruinar tu trabajo y hacer que te despidan. —¿Acaso el acoso es un crimen? —Así que lo admites. —No admito nada —dijo—. Insisto en que no he hecho nada. —Puedes quedarte ahí y mentirme a la cara todo lo que quieras, pero sé que lo hiciste aunque no pueda probarlo. No vas a arruinar mi relación. Y conseguiré que te quiten tus derechos sobre Jack. Sonrió y puso los ojos en blanco. —No me asustas. Ahora dime que no me echas de menos. Quieres que vuelva a montar esa polla tuya hasta machacarla. —Se acercó a mí. Olía a alcohol—. Echas de menos tener una mujer de verdad para esa verga.

—Deja a Laney en paz. No vuelvas a llamarla nunca más. ¿Me entiendes? —Claro —dijo—. Que tengas un buen día. Me cerró la puerta en la cara y me fui. La odiaba. Ella me había hecho pasar por un infierno, primero engañándome, luego mintiéndome, después peleando conmigo por la custodia de Jack y exponiéndolo a drogadictos y traficantes, y ahora pretendía arruinar mi relación con Laney. Me subí al coche y salí a la carretera. Tenía que alejarme de ella antes de decir o hacer algo de lo que me arrepintiera. Ojalá pudiera entrar en su casa para obtener alguna evidencia. Lo único que se me ocurría era ponerme juguetón con ella, pero antes prefería arder en el infierno. ¿Cómo podía haberla querido? Por eso daba miedo enamorarse. Algunas personas vendían de ellas lo que les interesaba y cuando te dabas cuenta ya era demasiado tarde. Sin embargo, sí que creía conocer a Laney. Sentía que ella era la indicada y que era tal y como aparentaba. Que no escondía nada. Creía en ella. No podía vivir con miedos. Tenía que superarlos y confiar en que Laney era la mujer maravillosa que parecía. La amaba tanto. Haría cualquier cosa para protegerla y para proteger lo que teníamos. No iba a permitir que Tiffany la afectara. Cuando regresé a casa, Laney estaba trabajando en su música y decidí tomarme el resto del día libre. Estaba cansado. —Hey, ¿todo bien? —me preguntó. —Sí. Esa llamada telefónica... fue Tiffany. —¿Lo admitió? —No, pero está claro que fue ella. —¿Y crees que parará? —Espero que sí. De lo contrario, lo utilizaré en los tribunales. Solo necesito pruebas para demostrar que es una madre no apta. —Las encontrarás.

—Siento mucho que te hayas visto involucrada en su mierda. Me siento mal. Como si fuera mi culpa o algo así. —No lo es, tú no eres el responsable. Hay muchos locos por ahí sueltos, así es la vida. —Eres genial —dije. La sostuve cerca de mí y la besé en la boca. Sus labios tenían un sabor dulce, cálido y cariñoso. Sentí que mi cuerpo respondía. Me estaba poniendo muy duro y el cuerpo me comenzó a temblar. Laney me devolvió el beso con la misma pasión y sus manos comenzaron a tocarme hasta que descansaron en mi trasero. Me apretó el culo a través de los pantalones mientras nos dirigíamos al sofá. Le di la vuelta rápidamente e hice que se inclinara. Luego me desabroché rápidamente los pantalones y me agarré la polla. La presioné contra sus redondas nalgas. Me detuve un momento para saborear las emociones que corrían por mi cuerpo, y le susurré al oído: —Te amo. Luego entré en su coño apretado y húmedo. Ella gimió mientras lo hacía. Me sorprendió lo mojada que estaba. Su vagina me abrazaba con fuerza mientras empujaba hacia dentro y hacia fuera de ella. Iba a llenarla de semen. Quería verlo goteando de su coño. Bombeé más fuerte y más rápido. Iba a soltar una buena carga. Podía sentirlo venir. Mi polla se salió de ella y tanteé el camino para volver a metérsela, pero me di cuenta de que estaba presionando su ano. Me detuve un momento y un pensamiento me golpeó. Sí... lo quería... —¿Alguna vez te han dado por el culo? —le pregunté. —No... —Lo quiero... ¿me dejas intentarlo? Se lo pensó un momento y luego sonrió ampliamente. —Sí, ¡haz lo que quieras! Me agarré la polla por la base y se la metí en su apretado ano.

—¡Aaahh! —gimió en voz alta, con sorpresa y placer. Seguí introduciéndome en ella hasta la base. Me quedé quieto un momento y le agarré las caderas que ella empezó a mover hacia delante y hacia atrás. Era alucinante. Increíble. Ya había hecho sexo anal unas cuantas veces, pero nunca me había dado tanto placer. Moví mi polla hacia la izquierda y hacia la derecha ligeramente para sentir las diferentes texturas de ese nuevo orificio. Hacía tanto tiempo que no lo hacía… y ahora lo hacía con la mujer que amaba. Empecé a follarla más fuerte, moviéndome a un ritmo más regular. —Oh, mierda... esto es delicioso... —gimió Laney. Me encantaba que le gustara. Esto me impulsó a follarla aún más fuerte. No pasó mucho tiempo antes de que me corriera. Me puse tenso y solté un enorme rugido de placer. Mi polla se estremeció y comenzó a bombear su apretado culo llenándolo con mi semen. Ella gimió casi más fuerte que yo. Cuando terminé le toqué el clítoris. Estaba grande y duro, listo para provocarle un orgasmo. Seguí metiendo mi polla en su culo mientras la acariciaba con los dedos y empezó a convulsionar de placer. Cuando terminó se desplomó sobre el sofá. Suavemente, saqué mi polla de su culo y miré fijamente el estrecho y abierto agujero de esa hermosa entrada. Un poco de mi semen salía de él. Fue lo más sexy que había visto en mi vida. Ella me miró y luego sonrió. Me uní a ella mientras descansaba sobre su espalda. La sostuve cerca de mí. La amaba tanto que quería pasar todas las horas del día a su lado. —Eso no me lo esperaba —dijo. —Sí, fue un impulso. —Pues ha sido bastante bueno. —Estoy de acuerdo. Ha sido íntimo y primitivo, justo lo que necesitaba. —La besé y le pasé los dedos suavemente por el pelo. —Todo va a ir bien, ¿verdad? —me preguntó. —Por supuesto. No dejes que Tiffany te preocupe.

—Estoy preocupada por nosotros. Te quiero. Y no quiero que esto termine nunca, pero ¿estoy esperando demasiado? Todavía no nos conocemos tan bien. —Tenemos todo el tiempo por delante. —Lo sé, pero es que... Nunca antes había sentido algo así y tengo miedo de que se evapore. —¿Por qué te sientes así? ¿Acaso piensas que no mereces ser tan feliz? —Tal vez. —Bueno, pues que sepas que te mereces lo mejor del mundo. Solo tienes que creerlo y no darles voz a tus miedos. Me sentí como si me estuviera convenciendo a mí mismo. No estaba seguro de dónde habían salido esas palabras, pero eran adecuadas para ambos. Mientras las lágrimas fluían de los ojos de Laney, sostuve su cara en mis manos y la besé suavemente. La amaba, pero a menudo ese amor se convertía en excitación y ya estaba duro otra vez. Ella sintió mi erección rozando su estómago y la acarició suavemente con el dedo mientras yo continuaba besándola. Sus labios se abrieron y su lengua salió para saludar a la mía. Iniciaron una hermosa danza y se arremolinaron una y otra vez. Laney se sentó en el sofá y colocó las nalgas en el borde. Luego agarró mi polla y se la llevó a su ano. Mientras la besaba penetré su puerta trasera por segunda vez. Un coro celestial sonó para nosotros dos mientras nos envolvía una euforia de felicidad.

—Se levanta la sesión.

El juez bajó el mazo y se retiró rápidamente por la puerta de su despacho. Yo me quedé aturdido. Me volví hacia mi abogado Dave Watson y lo miré con curiosidad. —¿Acaba de suceder eso? —Puedes apostar que sí. —¿Jack es mío? —Jack es tuyo. Abracé a Dave ignorando su apretón de manos. —¡Sí! Eres un genio. —Solo hago mi trabajo, amigo mío —dijo Dave. —Eres el mejor. No puedo agradecértelo lo suficiente. —No es necesario dar las gracias. La justicia ha ido por el camino correcto. —¡No te saldrás con la tuya! ¡Bastardo! Tiffany me gritó desde el otro lado del pasillo. Su abogado y un alguacil trataban de evitar que saltara sobre mí. Estaba muy enfadada. Habían pasado dos semanas desde que hizo la primera llamada a Laney. Eso había puesto en marcha una cadena de eventos. Tras mi visita Tiffany comenzó a llamar a Laney diariamente, así que hice que un investigador privado interviniera su coche y la siguiera. No fue difícil grabarla en video ni conseguir un audio incriminatorio en el que amenazaba a Laney con darle una paliza. Ignoré a Tiffany y salí por la puerta. Todo había salido bien. Era un gran día. Apenas podía esperar a darle a Laney las buenas noticias. LANEY: ¡Es genial! —gritó por teléfono cuando la llamé para decírselo—. Estoy tan feliz. MASON: Tenemos que celebrarlo. Quiero encontrar una niñera y llevarte a cenar.

LANEY: ¿Qué tal si nos llevamos a Jack? Así será una verdadera celebración. MASON: Me gusta esa idea —dije—. Laney, te quiero. Este es el comienzo de nuestras vidas y todo irá como la seda a partir de ahora. LANEY: Yo también te quiero. —Rio. Salí del juzgado sintiéndome muy bien, aunque todavía persistía la sensación de que Tiffany no se había conformado. Bueno, si intentaba hacer algo iría a la cárcel. Había presentado una orden de alejamiento en mi nombre y el de Laney. Si violaba ese acuerdo sería encerrada durante al menos un año en la cárcel del condado. Allí era donde ella pertenecía. Tiffany necesitaba dejar las drogas antes de que le ocurriera algo trágico. Estaba desperdiciando su vida. ¿Por qué no lo veía? Esa noche Laney y yo llevamos a Jack a un gran restaurante. Le encantó. Mi niño estaba adorable en su pequeño traje con corbata. Y fue muy educado, estaba creciendo rápido. Cuando llegamos a casa lo acostamos y se durmió rápidamente. Entonces Laney y yo sacamos el champán. No pasó mucho tiempo antes de que nos encontráramos en el dormitorio, bajo las sábanas. Y fue una experiencia increíble. A la mañana siguiente me desperté sintiéndome mejor que nunca. Era cuestión de tiempo antes de que hiciera oficialmente la pregunta. Esperaba que dijera que sí.

Capítulo 16 Laney Seis semanas después Miré la hora mientras caminaba hacia el estacionamiento. Solo tenía una hora y media para llegar al médico. Antes tenía que llevar la compra a

casa y luego tenía que preparar algunas cosas para la cena de esa noche. Después iría a ver al médico. Era imperativo. Me preguntaba si estaba buscando excusas para cancelar la cita. Probablemente. Me daban miedo los médicos y lo que me pudieran decir. Estaba embarazada. Lo sabía desde hacía unas semanas. Me había hecho un test de embarazo casero que lo confirmó, y ahora tenía que ir al médico para estar completamente segura. A veces las pruebas caseras daban falsos positivos. Pero yo sabía que no era así. Podía sentir que estaba embarazada. Debí haber sabido que iba a suceder tarde o temprano. Pero esperaba que fuera más tarde. Me hacía feliz ser madre, pero el momento no podía ser peor. No tenía tiempo para ser madre ahora mismo. ¿Y cómo se sentiría Mason al respecto? Mason era un padre increíble, quería mucho a Jack, pero me había dicho repetidamente que no quería más hijos. No quería pasar por los sustos de salud que había pasado con Jack. Era demasiado estresante. Jack mejoraba a medida que crecía, pero los primeros años iban a pasarle factura. Intenté explicarle que la situación de Jack no tenía por qué repetirse aunque volviera a tener un hijo prematuro, ya que eran problemas poco comunes. Él lo sabía pero, aun así, le daba miedo. ¿Cómo iba a manejar esto? No quería que se viera obligado a criar a un niño que no quería solo porque me amaba. ¿Y si me decía que me marchara con mi hijo? Lo había pasado tan mal con Tiffany que me aterraba que la historia se repitiera, aunque yo no tenía nada que ver con ella. Sin embargo, tenía miedo de lo que pudiera pasar. Cada vez que pensaba en ello estallaba en lágrimas. Me estaba destrozando la cabeza pensando en todo esto, y la única manera de enfrentarlo era contándoselo. Estaba a mitad de camino hacia el coche cuando vi la sombra que venía hacia mí desde el lateral. Me giré y dejé caer la bolsa de la compra al suelo para esquivar el golpe que Tiffany pretendía darme en la cabeza. Tenía una mirada asesina. Pasó corriendo por delante de mí con el impulso de su golpe fallido, entonces levanté la rodilla y la golpeé debajo de las costillas.

El bate cayó al suelo y me abalancé sobre él, pero Tiffany fue sorprendentemente rápida. Se giró, agarró el bate y luego intentó volver a golpearme. Esta vez me rozó el brazo y yo aproveché para alzar la pierna y soltarle una patada en el costado de su cabeza. Dejó escapar un gemido repugnante y cayó al suelo, aunque su locura estaba en llamas y la sangre le salía de la nariz. Se tambaleó para ponerse de pie e intentó un nuevo asalto. —¡Voy a matarte, puta! —rugió Tiffany. De repente, vi un movimiento a su espalda. Era un guardia de seguridad que venía corriendo para ayudar. Antes de que Tiffany pudiera juntar las fuerzas para correr hacia mí, él la agarró por detrás y el bate cayó al suelo. —¡No! ¡No! —gritó ella—. ¡Tengo que matarla! —¡Se acabó! —gritó el guardia. Otro guardia se le unió unos momentos después y juntos pudieron controlar a Tiffany. Iba a ir a la cárcel. La pesadilla con ella había terminado. Todavía estaba en shock por lo que acababa de pasar. Había intentado matarme con un bate. Tuve suerte de que no se me acercara con un arma. Respondí a todas las preguntas de la policía para que reconstruyeran los hechos, y luego fui al médico aunque llegué bastante tarde. Mis planes para una buena cena se habían arruinado, así que tendríamos que pedir pizza, lo que haría muy feliz a Jack. Cuando llegué a la consulta del doctor y me senté en la sala de espera lo sucedido empezó a afectarme mucho. Las lágrimas empezaron a brotar por mi cara y me sentí asqueada. Habían intentado asesinarme y todavía estaba esperando a que Tyler hiciera algún movimiento. Solo quería que me dejaran vivir en paz. ¿Por qué no podía ser feliz? Me llevaron a una sala de examen unos diez minutos después. Le conté a la enfermera lo de la prueba de embarazo casera, me tomó los signos vitales y me dijo que el médico vendría pronto.

Mientras esperaba me puse a temblar. Deseaba habérselo dicho a Mason. Tal vez podría llamarlo ahora y explicárselo, y él se apresuraría a estar a mi lado mientras el doctor me daba la noticia. No quería estar sola, quería compartir ese momento con él. Sin embargo, sabía que sería un gran error. Seguro que me diría que no quería ser el padre de un segundo bebé y nuestra relación terminaría. Eso sería todo. No podría manejar eso. No. No podría manejarlo en absoluto. Tenía que pasar por esto sola. El doctor vino pronto y se reunió conmigo. Me explicó cómo era la prueba. Me sacaron un poco de sangre y les di una muestra de orina. Poco después se confirmó que estaba embarazada. Yo ya lo sabía. Podía sentir que iba a ser madre. Salí de la oficina llorando. No sabía qué hacer. Me sentía fatal. Mientras me ponía al volante del coche supe lo que iba a hacer. Estaba decidida. Tenía que irme. Tenía que dejar la ciudad y tenía que dejar a Mason. No podía soportar la idea de que me dejara porque el embarazo era un obstáculo para nosotros. Él ya había dicho que no quería tener más hijos Tenía que marcharme. Esa noche, después de que Jack se acostara, le dije a Mason: —Tenemos que hablar. —Bien —dijo con cierta preocupación. —Lo dejo —dije. Se detuvo un momento y luego me miró. —Vale... ¿ya no quieres ser la niñera de Jack? —No es eso. Amo a Jack. Pero hay algo de lo que tengo que ocuparme, un negocio familiar que tengo que atender. No estoy segura de cuánto tiempo me llevará o cuándo volveré. —Eso suena serio —dijo—. ¿Dónde está ese negocio familiar?

—Está en Cleveland. —Maldición, ¿tan lejos? Bueno, de todas formas puedo ir allí de vez en cuando hasta que se solucione y ayudarte, cariño. Me rompió el corazón que me llamara así. Tenía que ser fuerte. Tenía que seguir con el plan. Estaba haciendo lo correcto. —Bueno —suspiré—. Gracias, pero tengo que hacer esto sola. —Está bien, subiré a verte tan a menudo como pueda —dijo—. No te preocupes. Haremos que esto funcione. —No, no creo que sea posible —dije—. Al menos por ahora. Necesitamos poner las cosas en espera. No te he contado todo sobre mi familia y tampoco puedo hacerlo ahora mismo. Es demasiado personal. Lo siento. Sé que esto no tiene sentido, pero confía en mí. Así es como tiene que ser. —Pero... no entiendo. Esto es una locura. ¿Por qué tenemos que dejarlo por un tiempo? —Es muy difícil de explicar ahora mismo. Tengo que ir a casa y hacer las maletas. Me voy a primera hora de la mañana. Estaré en contacto. Te quiero. Con esa explicación salí por la puerta y me metí en mi coche. Mason estaba en el umbral con cara de desconcierto. ¿Qué estaba haciendo? Me metí en mi coche y arranqué el motor. Luego me apresuré a bajar la carretera tan rápido como pude. Odiaba lo que estaba haciendo, pero no había otra alternativa.

Capítulo 17 Mason Tres meses después —¡Esta es una excelente noticia! ¿Estás seguro de que es ella? Estaba de los nervios mientras esperaba su respuesta. Después de tanto tiempo estaba a punto de descubrir dónde estaba mi ángel, mi Laney. Tenía que hablar con ella. Tenía que ver lo que estaba haciendo y por qué había decidido dejarnos a Jack y a mí. No tenía sentido para mí. Tenía que haber una razón, pero ¿qué había pasado para que ella se escondiera de mí? Esa pregunta me había estado volviendo loco durante tres meses seguidos. —Sí, estoy seguro. Te enviaré el video que grabé —dijo Jeremy Ainsley, un detective privado que había contratado para encontrar a Laney. —Es ella —dije, mientras el video llegaba y comenzaba a reproducirlo—. ¡Sí! Es ella. ¿Y está en Boulder? ¿Qué demonios está haciendo allí? Me dijo que se dirigía a Ohio. —Te quería lejos de ella. La he encontrado al rastrear una tarjeta de crédito. —¡Gran trabajo! Gracias de nuevo. —¿No te has dado cuenta de dónde está en esas imágenes? Miré otra vez el video. —¿Una tienda de bebés? ¿Por qué iba a...? Entonces todo cobró sentido. Observé mejor a Laney y vi que su barriga estaba un poco abultada. Además, estaba comprando ropa y accesorios de bebé. Dios mío... —¿Está embarazada?

—Eso parece. —Rio Jeremy. —Jesús, no me lo creo. —Felicidades. —Gracias. Tengo que ir con ella. —La mejor de las suertes. Terminé la llamada e, inmediatamente, hice una maleta rápida. Llamé a la actual niñera de Jack, Stacy, y le pregunté si podría quedarse un par de noches si fuera necesario. Necesitaba que se quedara con Jack. Ella vino de inmediato y me dirigí a Boulder. Si conducía durante toda la noche podría llegar allí al mediodía de la mañana siguiente. No estaba tan lejos de Salt Lake City. Conduje toda la noche sin descanso. Ni siquiera estaba cansado, lo cual era lo más extraño. Estaba demasiado nervioso. Necesitaba encontrar a mi dulce Laney. Quería abrazarla y decirle cuánto la amaba. No podía permitir que pensara que tenía que cargar con todo eso ella sola. Tenía que ser el bebé. Eso fue lo que la asustó. Le dije que no quería pasar por eso nunca más, que no quería tener otro hijo. Y era cierto, pero eso fue antes de que existiera ese bebé. Por supuesto, amaba a mi hijo. No lo conocía y ya estaba enamorado de él. Y estaba enamorado de Laney. La había extrañado tanto. Comencé a buscarla a la semana siguiente de que se fuera, pues una vez que se marchó dejó de comunicarse conmigo. Cambió su número de teléfono, canceló sus redes sociales e incluso su familia no sabía dónde estaba, al menos, la familia que me habían presentado. Estaba seguro de que lo sabían, pero no querían contármelo. Admiraba su lealtad. Todo ese tiempo tratando de localizarla y me había devanado los sesos pensando por qué se habría ido. Hablé con sus amigas, sus antiguos socios del bar, la gente con la que tocaba música, cualquiera que pudiera saber algo. Y todo eso me había llevado a un callejón sin salida. Ahora, después de contratar a un profesional, tenía las respuestas que buscaba. Le había llevado seis semanas encontrarla y sentía que le debía a Jeremy

mucho más de lo que me había cobrado. Le compensaría de alguna manera. Finalmente, llegué a Boulder al mediodía del día siguiente. Tampoco fue difícil encontrar la casa de Laney. Cuando llegué allí descubrí que estaba loco de ansiedad y sentía una gran tensión nerviosa. Tenía que calmarme antes de hablar con ella. No podía culparla. Había hecho lo que pensó que era correcto, lo que pensó que yo le habría pedido que hiciera. ¿Realmente he sido tan insensible sobre sus deseos y necesidades? Nunca le pregunté si algún día querría tener hijos propios. Egoístamente, asumí que Jack sería suficiente. Sabía que amaba a Jack, pero Laney merecía tener sus propios hijos biológicos algún día. Llamé a la puerta y esperé unos segundos, pues ella abrió rápidamente. Ahí estaba. Mi ángel. Vaya, estaba guapísima. Su expresión era de total desconcierto. Estaba conmocionada y confundida. No esperaba volver a verme.

Capítulo 18 Laney Esto no estaba sucediendo. No estaba aquí. No podía ser... pero estaba... sí, estaba justo delante de mí. Estaba en carne y hueso ante la puerta de mi casa. No podía creerlo. No podía creer que esto estuviera sucediendo. —Hola, Laney —dijo Mason. Oh, su voz. Extrañaba su dulce, profunda y masculina voz. Echaba de menos todo de él, no podía dejar de pensar en Mason desde que me había ido. Cada día me recordaba a mí misma que había cometido un error, pero me daba miedo volver a casa y admitir que me había equivocado. Él me había encontrado. —Estás muy guapa —dijo Mason. —Gracias. Tú también. —Sonrió. —¿Puedo entrar? Necesito hablar contigo. No estaba segura de si debía dejarlo entrar, pero no pude evitarlo. Di un paso atrás y le abrí la puerta. —Claro. —Cerré la puerta tras él y fuimos hacia el sofá. —Cariño —dijo Mason—. Te he echado mucho de menos. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste? Sentí las lágrimas cayendo con fuerza por mi cara. —Lo siento. Tuve que hacerlo. Me enteré de que estaba embarazada y sabía que eso lo arruinaría todo. No podía soportar decírtelo y enfrentarme a las consecuencias, así que me inventé eso de tener que dejar la ciudad. Lo siento mucho. Debí haber sido lo suficientemente fuerte para

decirte la verdad, pero tenía miedo de ver esa mirada de decepción y asco en tu cara. —¿De verdad pensaste que te echaría de mi vida por esto? —No estaba segura, pero me imaginé que aunque intentaras hacer lo correcto, con el tiempo llegarías a tu límite y me pedirías que me fuera. Y no podía soportar esa idea. —Deberías haberme dado una oportunidad —dijo Mason—. Pero entiendo tu miedo. Fui insensible. No pensé en todas las implicaciones de lo que decía cuando te dije que no quería tener hijos. Me equivoqué. Lo siento. Debí haber hablado contigo. Debería haberte explicado mejor las cosas. Y deberías haber sentido que podías venir a mí y hablar de ello. Fue mi culpa. Siento mucho hacerte creer que tenías que irte. —Yo también lo siento. Ojalá me hubiera quedado a hablar contigo. Me he arrepentido todos los días desde entonces. —Te quiero —dijo Mason—. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar. —Yo también te quiero. Te he echado mucho de menos. —Me sequé las lágrimas. —¿Podemos empezar de nuevo? Por favor, vuelve a casa conmigo. —Por supuesto. No puedo esperar a volver a casa. —En ese caso, tengo algo que preguntarte —dijo él. —¿Qué es? Mason se arrodilló y sacó un anillo de su bolsillo. Me quedé en shock y pensé que iba a derretirme. Entonces lloré de alegría al ver de cerca el tamaño de la piedra engarzada en ese anillo. Era precioso. —Laney, ¿me harías el honor de ser mi esposa? —me preguntó. —Sí, por supuesto que me casaré contigo. Te quiero. Me besó fuerte en la boca y luego me puso el anillo en el dedo. El ajuste era perfecto y era el anillo más bonito que jamás había visto. Brillaba tanto que podía vernos a los dos reflejados en él.

—Tú eres mi todo —dijo Mason. Entonces me besó profundamente y el mundo dejó de existir. Éramos solo él y yo. Por fin estábamos juntos de nuevo. Y juré mientras nos besábamos que nunca dejaría que nada tan estúpido como el miedo se interpusiera entre nosotros otra vez. Hablaría siempre con Mason y resolveríamos las cosas juntos. De repente, Mason me llevó al dormitorio e hizo que me tumbara en la cama. Me metió la mano debajo de la falda y me bajó rápidamente las bragas. Me subió la falda por encima de la cintura para exponerme y luego sacó su polla y la colocó en mi entrada. Con un ligero empuje se metió dentro de mí. Al principio fue despacio, dejándome conocer su polla después de una larga ausencia. Era tan grande que si no empezaba lento podía doler un poco, aunque conocía mi cuerpo demasiado bien y sabía cómo follarme. —Oh, joder... —gemí mientras Mason golpeaba mi coño con su magnífica polla. La fuerza de cada embate era suficiente para hacerme volar, pero él me sostuvo en la cama para que no me pudiera mover. Ya estaba a punto de llegar. Estaba tan cerca... —Ven por mí, nena... ven... —me suplicó. Era todo lo que necesitaba oír. Mi orgasmo me golpeó duro y vi estrellas girando alrededor de la habitación durante varios segundos. Mason continuó bombeándome incesantemente durante los siguientes minutos, hasta que finalmente llegó al clímax dentro de mí. Me corrí dos veces más antes que él. Había esperado mucho tiempo este momento y ahora sabía que nunca más estaría sin Mason. Lo que teníamos era demasiado fuerte. Debería haberlo sabido antes y debería haber confiado en él. No lo hice y casi me costó todo.

Epílogo Laney Seis meses después —Eres un tramposo —dije—. No puedes jugar sin hacer trampa, ¿verdad? —¿De qué estás hablando? No he hecho ninguna trampa —dijo Mason. Sacudí la cabeza. —No, lo siento. Esa no es la respuesta correcta. —Si pudiera rebobinar este momento te darías cuenta de que te equivocas. Estábamos jugando al golf y Mason estaba convencido de que tenía más puntos que yo. Le aseguré que no había hecho ese increíble tiro en la primera parte del juego que él pensaba que había hecho, pero era tan competitivo que no había manera de que diera su brazo a torcer. Era una de esas cosas que me volvían loca de él. Me encantaba su espíritu competitivo. Se negó a retroceder incluso después de demostrarle que había perdido. Él no lo veía así. Deseaba tener ese tipo de confianza a prueba de balas. A mí me faltó confianza y por eso me fui de su lado. Todavía me maldecía por haber hecho aquello. No obstante, ahora se había convertido en una anécdota que algún día podríamos contarles a Jack y a su nueva hermana Abby. Se reirían de ello y quizás algún día compartirían la historia con sus hijos. Me encantaba pensar en el futuro de esa manera. Me hacía sentir muy serena y tranquila. Me daba seguridad y me encantaba saber que estábamos construyendo una familia. Esperaba que todas nuestras esperanzas y sueños resultaran como queríamos.

Mason y yo estábamos de luna de miel en los Cayos de Florida. Era un lugar al que siempre había querido ir. No estaba segura de por qué, pero quería ir a Florida y ver los Cayos desde que era una niña. Yo estaba trabajando duro para que mi álbum llegara al público lo antes posible. En este momento, solo estaba subiendo canciones tan pronto como las grababa, y la verdad es que lo disfrutaba incluso más que tocando con una banda. Era divertido y no tenía que soportar discusiones con el resto de la banda. Podría haber ido genial con una banda, pero los músicos suelen tener egos asquerosos y eso siempre se interpone en el camino. —Bien, lo dejaremos en la tarjeta de puntuación, ya que no estoy seguro de cómo cambiarlo electrónicamente, pero siempre y cuando tú y yo estemos de acuerdo en que hice ese otro punto. —Ok. Bien —suspiré—. Te lo daré, pero no puedes ser tan competitivo todo el tiempo. A veces está bien jugar sin pensar en el resultado. —Ya conoces al hombre con el que te casaste —dijo él. Cogimos nuestras cosas y empezamos a irnos. —¿Qué quieres hacer ahora? —le pregunté. —Bueno, está esa obra que dijiste que querías ver. Comienza en unas dos horas y después podemos ir a cenar. ¿Qué quieres hacer en estas dos horas? —Me gustaría que tratases de adivinarlo —comenté. —Oh, ¿así que quieres jugar a las adivinanzas? De acuerdo, soy todo tuyo, nena. Guíame. Mason me dio una palmada en el culo y yo no pude mantener la cara seria. Empecé a reírme. Era tan malditamente adorable. Solo llevábamos casados una semana y media, pero el matrimonio era algo fantástico. Los niños se habían quedado en casa con los padres de Mason para que pudiéramos disfrutar de nuestra luna de miel. Mason me siguió hasta el coche y antes de entrar me agarró por la cintura y me apretó contra él. Entonces me besó larga y profundamente.

—¿Qué te ves haciendo durante los próximos sesenta años más o menos? —me preguntó. —No estoy segura, lo único que sé es que quiero estar a tu lado para entonces. —Eso suena estupendo, cariño. El futuro era largo y hermoso.

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Soy un padre soltero con necesidades. También soy un agente de la DEA que tras recibir cuatro balas, se da cuenta de que podría dejar a su hija sola en el mundo. Por eso he decidido dejarlo todo y volver a mi pequeña ciudad natal, para empezar de nuevo. Pero no esperaba encontrarme con Jenny. La chica flaca e inocente que se ha convertido en una voluptuosa belleza. Jenny, cuyos hermosos ojos derriten mi corazón... y mi alma. Aunque no esperaba que Jenny también necesita mi protección. Haré todo lo que esté en mi mando para hacerla mía y para mantener a las dos mujeres de mi vida seguras y felices. Quizá esto se convierta en nuestro feliz para siempre. ¿Quién sabe?

Enamorarme de mi nuevo jefe nunca fue el plan. Simplemente sucedió. Cliff era controlador, frío y extremadamente desagradable. Si no fuera por el hecho de que era extremadamente sexy, habría odiado a ese hombre. Pero había algo más ahí... Pude sentirlo. Y cuando una cosa llevó a la otra y mantuvimos relaciones en su oficina, sabía que esto era lujuria a otro nivel. Era cuestión de tiempo que esa lujuria se convirtiera en amor... ¿Pero cuánto estaba dispuesto a dar?

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