Rae Wilder 02 - Demon Day__trxPR

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Agradecimientos Agradecemos a todas aquellas personas, las cuales con su interés, colaboración y apoyo incondicional se pudo sacar adelante este proyecto. Además, también agradecemos a los lectores, que con su entusiasmo nos dan el ánimo para seguir trabajando en nuevos libros, después de todo, esto es por ustedes.

Staff de Traducción Moderadora: Eli25 Eli25 Rihano Ellie Bautiston

ZAMI Ann!! Daianandrea Dham-love

Looney CyeLy DiviNNa

Staff de Corrección Mishy Nanis Majo2340 ~NightW~

★MoNt$3★ *ƸӜƷYosbeƸӜƷ* Ilusi20 Sirg

Ximeyrami †DaRk BASS† Abrilnya

Revisión y Recopilación Majo2340

Diseño Elizabeth Rose

Sinopsis ae está cayendo en la oscuridad. Sufriendo la muerte de su amiga a mando de las magias oscuras, está llena de odio y venganza. Rastrear a Devlin y a sus seguidores a través del territorio demonio, está forzada a volver a la manada local de cambiantes para ayudar. Engañada en el rescate de la hija del Alfa de la Manada en el Templo, aprende que realmente no es un lugar más peligroso que casa. Breandan —el hada— ha dejado de ser paciente. Quiere que Rae se quede a su lado y rechace cualquier reclamo que no están destinados a tener. Insegura, Rae le niega el derecho a tenerla, pero ¿la urgencia de su naturaleza y la fuerza de su unión la permitirá alejarse? Entonces lleva Tomas, el seductor vampiro que necesita su ayuda. Pero ¿qué exactamente espera de ella, y cuál es el costo por ayudarle al dar la espalda a la vida? Expuesta por la oscuridad y enamorada de la luz, Rae debe elegir su camino, o enfrentar la carga de la Ruptura del mundo una vez más.

Primer Capítulo Traducido por Eli25, Rihano, SOS Eli25, daianandrea. Corregido por ~NightW~

El camino a la satisfacción debería ser claro para alguien con un propósito, todavía limitada en el reino de lo perdido. La pena me ahogaba hasta que jadeaba por aire. Murmuré con pasión. Odio. Quería la cabeza del Alto Señor en una pica. Quería bailar maniáticamente alrededor de su cadáver, y ceder a los oscuros susurros en las esquinas de mi corazón. Nada menos aplacaría el dolor que zumbaba en mi pecho, el carnívoro sentido de pérdida que amenazaba con consumirme. El rocío del amanecer empapaba el bosque, y el humo de las fogatas caía. A penas podía recordar lo que había visto cuando había tropezado a través de Orchard, el Wyld de las hadas, y el lugar de mi nacimiento. Parando en la base de los tres grandes troncos del color de la ceniza, había conseguido un vago sentido de estar rodeada, y un bajo intenso murmullo de sentimientos que me presionaban desde arriba, como susurros de los dioses llamando desde los cielos. Había mirado hacia arriba, aturdida, y jadeé hacia las estrellas caídas dispersas a través del dosel del bosque. En un abrir y cerrar de ojos había atisbado entre el rico verde de las hojas que eran las hadas y sus auras. Un inmediato parentesco floreció en mi corazón y me petrifiqué. Había mirado en sus brillantes caras y había visto exactamente lo que mi llegada significaba para ellos. Las hadas estaban de pie en los porches y en los escalones exteriores de sus casas—árbol aparentemente brillando por la espesa corteza que abrigaba las tres anchas ramas. Los

machos y las hembras llevaban largas túnicas y oscuros pantalones debajo, similares a lo que había visto en la Arboleda, pero esas personas parecían más suaves de alguna manera. Estos no eran guerreros, sino familiares con niños jóvenes y familiares ancianos que me miraban fijamente con expresiones de sobrecogimiento. Las hadas ancianas, con caras arrugadas, y el ensombrecido cabello de puro blanco y gris aturdían mi mente. ¿Cuántos siglos podían haber pasado para que la piel de un hada se arrugara y volviera a ser curvada con la edad? ¿Doscientos? ¿Tres? No es que lo hubiera olvidado, pero eso trajo mi propia edad en cuestión. Yo era... había sido una Discípula de la Secta encontrada en los escalones del Sacerdote, y fui entregada a los Clérigos para convertirme en un protector de la humanidad. Ya Breandan, el chico hada que me había encontrado, alegó que nací antes que él. Doscientos años antes que él. Ahí fue cuando mi madre había partido la llave hacia el grimorio —un poderoso libro de hechizos— en tres amuletos y los escondió con guardianes mágicos. Uno, el amuleto de protección, había sido entregado a mi hermano mayor Conall. El segundo, el amuleto de la sabiduría, me había sido entregado a mí. Al menos, el amuleto de poder, había sido entregado a su sobrino, y heredero de los Wylds de las hadas, Devlin. Si hubiera sido la protección de la llave mi entero propósito quizás no sentiría la necesidad de huir. Quizás podía haber ajustado mi nueva vida como un demonio, un tipo de ser con el que había crecido para cazar y matar si amenazaban la seguridad de mi casa humana. Pero lo que vino con los amuletos por los que casi había muerto era una responsabilidad para usar su poder para proteger y guiar a las hadas, la piedra angular de la raza demonio. Afligida con la pena, tropecé a través del Wyld, me encontré en medio de la gente a la que estaba destinada a proteger mirándome intuitivamente por consuelo. Sacudida y asustada después de la sensacional y violenta partida de su Alto Señor ellos giraron sus caras hacia mí, y sentó el peso de cada mirada —un espeso hinchazón de ansioso conocimiento me suplicaba tranquilizarles. Pero no tenía nada que dar. Nada. Yo era una chica, enfadada, y llena de angustia. ¿Qué esperaban de mí? Observé a su Señor abusar y asesinar a mi mejor amiga. Estuve forzada a observarla sufrir, incapaz de ayudarla con cadenas de hierro drenando mi poder. Alex había sido elegida para no ser nada más que la fuente de pureza, y como un retorcido camino para Devlin regresar a mí. ¿Cómo podían haber esperado algo de mí? No veía nada excepto monstruos. Puntiagudas orejas y monstruosos colmillos en millares de colores y credos alcanzando sus dedos con garras que golpeaban para atraparme y torturarme. Temblando, volví a mí misma y miré alrededor. Me senté en una piscina de agua fría, y las más maravillosas exuberantes flores que había visto nunca florecieron por la mañana a los rayos del sol. El aire era fresco, y olía con entusiasmo. Respiré profundamente, dejando que el frío aire helara mis pulmones cuando mi mente luchaba por la claridad. El aire sabía

dulce y a tierra, y cada ruido no importaba cuan alto o bajo lavara sobre mí como gotas de lluvia, como música. El color era intenso y todo parecía brillar y deslumbrar. Cuando el amanecer pasó y el sol subió más alto en el cielo, el suave resplandor se emitía a través de la intensificada flora. Nunca había experimentado un amanecer así. Cuando estaba en el Templo el sol siempre se replegaba detrás de bajas y oscuras nubes, cubriendo la tierra en un perpetuo crepúsculo. Aquí todo era hecho de luz y de un brillante brillo. Estaba sola en este mágico lugar. Después de que hubiera emergido de la tumba de barro con la que había recubierto a Tomas, mi vampiro, dentro para esconderle del sol que abrasaba su piel, Breandan había dicho unas pocas secas palabras con Conall. Mi hermano me había movido para seguirle detrás gentilmente paseando el cuerpo envuelto de Alex en el altar, en el que ella había perdido su vida. Ignorándole, me había alejado, necesitaba estirar mis piernas y darle sentido a todo lo que había pensado. Fue entonces cuando había ido al centro Wyld de las hadas, y eché un vistazo al resto de mi raza. Sintiendo mi pánico, él había agarrado mi codo y me trajo aquí, a la brillante piscina, y me dejó ir y hacer lo que los señores de las hadas hacen después de una noche como la que habíamos sufrido. Las dos hadas que él había dejado conmigo me habían echado una larga mirada luego me convencieron para acercarme al borde de la piscina. Lentamente, ellos se habían acercado y cuando no me moví o hablé comenzaron sus cuidadosos cuidados hacia mí. Cada toque eran como ligeras plumas y claramente tenían una profunda apreciación de mi espacio personal para que ni una vez me sintiera como siseada por ninguno de ellos. Abrazando mis piernas, y descansando mi barbilla en mis rodillas, les dejé atenderme. Me vistieron en una funda oscura de gasa y ataron flores en mi pelo. Eran atentos y respetuosos, así que me senté tranquilamente dejándoles hacer lo que quisieran. Honestamente, no sabía lo que hacer, o pensar, y molestarme con una gente que rozaba con una suave ropa y flores perfumando el agua parecía estúpido. —Sentí que tenías que curar mágicamente, Lady Sacerdotisa —dijo la anciana mujer hada en una tintineante voz—. No es sensato consentir curando mágicamente demasiado a menudo, pero ¿me dejarías cantarles? Verás que tranquiliza tu mente y revive tu cuerpo. La miré desconfiadamente, pero incluso mantener esa apariencia era demasiado esfuerzo, y me encogí de hombros sin vida. Ella sonrió y sus ojos se arrugaron en los bordes, y me cantó con una suave y cantarina voz. Dejé que las palabras me lavaran, y fue sorprendente cuando comencé a sentirme mejor. Acabando miró fijamente mi cara, y le di una genuina sonrisa, incluso si era una pequeña. Ella me sonrió de vuelta y me dio —con la que me di cuenta era su apariencia— un tipo de orden para ordenar las cosas. Ellos estaban de pie, pero yo permanecí sentada, mirándoles en un vago interés. El hada más anciano se paró.

—Si me necesitas otra vez, mi nombre es Lily. —Ella se movió elegantemente hasta su aprendiz que me miraba intimidada, su cara regordeta rosa—morada—. Y esta es Grace. La chica hada se hundió en semejante reverencia baja que los bordes de su pelo rojo cayeron al suelo del bosque. —Un honor, Lady Sacerdotisa —saludó entrecortadamente, permaneciendo inclinada. —Levántate —espeté incómoda, mi voz crujiendo por la falta de uso. Lily se estremeció delicadamente, sus gestos como el papel se arrugaron. —Serví a su madre y sé que la carga puede ser demasiado. Si me necesita puede buscarme. Con un pequeño asentimiento de su cabeza Lily me dejó en los bordes de la piscina con mis pensamientos, levantando sus manos juntas delante de ella. Grace se arrastraba detrás de ella; la cesta tejida de aceites y ropas apretada en sus manos, suavizándome con una asombrosa mirada sobre sus redondos hombros verdes. Gustándome la paz y la tranquilidad, disfruté la vista del sol subiendo en el cielo, acabando hacia la densa nube cubierta que sabía ahogaría su resplandor hasta el siguiente amanecer. Sospechaba que fuera del Wyld el brillo amarillo del sol sería pálido. Escuché el crujido de las hojas detrás de mí. No era Breandan por lo que podía sentir cuando él estaba cerca. ¿Mi hermano? Fruncí el ceño cuando los grandes pies de Conall entraron en mi visión. —Debemos hablar —ordenó una voz áspera. Y era una orden. Dudaba que esta hada supiera cómo dirigir a otros en una manera casual. —¿Pensaba que habías vuelto a la Arboleda? —Regresé. Por ti. Mis ojos se cerraron a la deriva. —¿Justo ahora, Lochlann? ¿Debemos hacer esto ahora? Él exhaló en alto. —Puedo llegar a comprender cuán difícil puede ser para ti, pero no tengo el lujo del tiempo. Ni tú. —Devlin estará allí durante unos pocos días desde ahora. Morirá por mi mano, y no importa si es hoy o mañana. —Sabes que no puedo permitir eso.

Mis ojos se abrieron y me encogí de hombros, mirando fijamente a la nada. —¿En este punto he dado la impresión de que me importe algo de lo que digas? —Escucharías si él te preguntara. Pero le amas, ¿verdad? —Lochlann se detuvo, esperando mi respuesta. No dije nada—. Tu amor no lo necesito. —Se agachó de rodillas a mi lado—. Necesito tu lealtad, Rae. Necesito tu respeto y… —Agarró mi barbilla y tiró mi cabeza alrededor—, al menos necesito tu completa atención. Me aparté de su agarre y le miré, mi cuerpo retorciéndose a su toque. Su apuesta cara era fría, sin expresión, y sus ojos estrechados al mismo tiempo que los míos. Lochlann era un hada hombre excelente. Era más voluminoso que Breandan, fuerte, y por lo que reuní mucho más viejo. Sus orejas tenían la punta de las hadas y su piel tenía el más débil del matiz verde. No tenía ni rabo ni alas, pero lo que tenía era una poderosa y dominante presencia que tenía que luchar para no sentirme intimidada. Su pelo rozaba sus hombros en olas rubias doradas, y su mandíbula era cuadrada. Lo que más te golpeaba este señor hada era que tenía un ojo verde y otro azul, ambos fríos y maravillosos. Veía mucho de Breandan reflejado a través de esa mirada, y eso me incomodaba. —¿Por qué tú, Breandan, y Maeve parecen tan diferentes? —pregunté—. Conall y yo tenemos el mismo color incluso aunque mi forma de hada es así. —Miré mi cola, girando sobre la tierra por mi pierna—. No es que tampoco comprenda por qué soy de forma diferente. Lochlann me miró durante un rato antes de decir: —Ciertamente, ¿no sabes nada de lo que eres? Me sonrojé. —Solo lo que he aprendido de los Clérigos. Él bufó. —Entonces no sabes nada. Las hadas conciben como la humanidad pero nuestros cuerpos no funcionan igual. —Frunció el ceño—. Los marcadores genéticos no se comportan igual. Todo nosotros nacemos con un propósito y un destino. Todos nosotros solemos tener la piel verde, roja, o ligeros colores de pelo, alas y rabos, pero cuando evolucionamos y nos mezclamos con otras razas nuestra sangre se diluye. Tú y Conall vienen de una antigua línea de sangre, y hay fuerza en tu sangre que desafía el tiempo. Tienes alas y un rabo, prueba de esto. No hemos visto una forma tan pura en mucho tiempo, Rae. Es un gran honor.

Él no había respondido mi pregunta. —¿Y tu familia? Su labio superior se retorció. —Breandan y Maeve nacieron de madres diferentes a la mía. —Y podrían los dioses mantenerlas calientes en su abrazo para toda una eternidad —dijo un alto trino detrás de mí. Un hada, la primera que había mirado a los ojos, saltó hacia nosotros e hizo una reverencia, apretando sus manos detrás de su espalda y dándome una mirada avergonzada. Su pelo hada amontonado sobre sus hombros, y las húmedas y oscuras puntas se deslizaron a través de sus pálidas clavículas verdes. Era delgada, y se movía con una innata gracia para nuestra especie. —Grace cayó ella misma al decirme que estabas aquí, y que te había atendido. Pensaba en comprobarlo para asegurarme que estabas bien. —Los escarlatas iris de Maeve se clavaron entre Lochlann y yo. La tensión entre nosotros era evidente por la manera en que sus cejas se elevaron—. ¿Estás bien? Mis ojos pasaron de estrecharse a una rendija. —Lo estaré —repliqué rotundamente, y descansé mi cabeza de vuelta sobre mis rodillas para observar a las libélulas revoloteando a través de la superficie del agua. Maeve vino a sentarse con las piernas cruzadas a mi otro lado, y suspiró. —Sabes que no tuve elección. Y que hice todo lo que pude por ayudar. Me aseguré que las cadenas no... —Se interrumpió culpablemente. Lochlann se rió. —Sé que la ayudaste, hermana. No estoy enfadado. Ella se recompuso y añadió. —Bien. Breandan siempre es muy gruñón y serio, pero sonríe cuando Rae está alrededor. ¿Puedes creerlo? Breandan sonriendo. Necesitamos mantenerla feliz para que no se vaya y le deje. —Maeve se rió tontamente y jugó con los mechones de hierbas y flores por sus retorcidos pies—. Me alegra ayudarte si eso significa que conseguiré ver a uno de mis gruñones hermanos contentos una vez y durante un rato. —Hablas de alguien en una constante forma de risas tontas. —Había un profundo afecto en la voz de Lochlann cuando le habló y miré fijamente su cara.

Se había suavizado cuando miró a su hermana pequeña. La expresión de afecto era una que no había visto en su cara antes, y eso calentó mi corazón. Todo lo que había visto de él era fruncirle el ceño a Breandan. Había sumido que él era frío con todos, incluso con sus propios parientes. ¿Posiblemente valía la pena seguir a este señor de las hadas? No era como si tuviera muchas opciones. Lochlann me necesitaba, mi aprobación, para convertirse en el Alto Señor de la raza de las hadas, y yo necesitaba decidir antes preferiblemente después si iba a dárselo. Al menos podía hacer esto para asegurarme si le seguía y si él era realmente tan dedicado a su gente como Breandan y Conall profesaban que era. Quizás si no se sintiera como si la mañana fuera una masiva inhalación esperando la exhalación, me quedaría, y aprendería de él. Posiblemente, si no sintiera una necesidad opresiva de irme de este lugar, llegaría a comprenderle mucho mejor. Pero me sentía con una repentina y urgente necesidad de estar sola. —Iré detrás de Devlin —dije tranquilamente. La atención de Lochlann y Maeve cambió hacia mí. Enderezando mis piernas, flexioné mis alas, y giré mi cabeza alrededor de mis hombros—. Traeré el grimorio de vuelta y seguiremos desde ahí. —Sería mejor que te quedaras —dijo Lochlann en una voz moderada. Por el tono podía decir que él era completamente consciente de no sonar como si me estuviera dando una orden—. Ya tengo a Conall atareado con la recuperación del libro de hechizos. Él es mi mejor guerrero y rastreador. —Entonces iré con él —dije simplemente. Tanto como me afectaba la conversación, ya había acabado, y alcancé a través del vínculo a Breandan para descubrir donde estaba. No me llevó mucho tiempo encontrarle, y llevaría menos tiempo para él encontrarme, haciéndome pensar que había estado más cerca de lo que había sabido. Breandan sabía cómo enmascarar el vínculo, y en algún punto tenía que conseguir que me enseñara como. Él caminó desde las sombras de un árbol y paró a la mitad cuando Lochlann se puso de pie abruptamente. Cuando se acercó, un sonrojo caliente se extendió sobre mis miembros, y mis alas revolotearon. Su cuerpo era alto, la cara ilegiblemente maravillosa, y su semblante fiero. Breandan brillaba con una luz plateada que pulsaba debajo de su piel, y hacía que los negros tatuajes cubrieran su delgado cuerpo desde la cabeza a los pies cambiando y moviéndose. Las marcas en su torso eran sensacionales, líneas arremolinadas, e intricados patrones que

ondeaban alrededor de las runas de poder, y conjuros de magia. Como siempre sus ojos atraparon mi atención al principio y mantuvo mi atención más tiempo. Su mirada azul plateada era una prisión que de buena gana soportaría para una eternidad. Eran cautivadores, y más a menudo no entrenados sobre mí. Babear en la compañía de su familia probablemente no eran buenas maneras, así que dejé que mi mirada cayera a la izquierda y disfruté trazando la forma de su oreja, curvada hacia una delgada elipse con una punta afilada. Llevaba oscuros pantalones segmentados, rígidos a través de sus muslos y canillas, pero flexible sobre su cintura, ingle, y la articulación de la rodilla. Los hadas machos no llevan camisas así que sus pechos siempre están tentadoramente desnudos. El suave y duro pecho de Breandan era más tentador que muchos. Con el corazón palpitando —el cual fomentó mi atrevida e íntima mirada— inmediatamente me paré, y esperé pacientemente por él para que me abrazara cuando lo que quería era correr de cabeza a sus brazos, y frotarme sobre él. Se detuvo a unos pasos de distancia y envolvió sus manos alrededor de mis brazos y me atrajo hacia él. Fui de buena gana, mi naturaleza cantando de alegría ante el placer ondulando desde donde su piel tocaba la mía. Fui incapaz de acumular resistencia a pesar de mi confusión interna ante lo fácil que se hizo recibir su toque. Suspirando, rozó sus labios contra los míos. Mi corazón dio un golpe. Calidez. Luz del sol. Mi boca abierta cuando se detuvo un instante para besarme de nuevo, y lo respiré, derritiéndome en sus brazos. El poder de nuestro vínculo estalló y se posicionó alrededor de nosotros como una capa reconfortante. Oh, dioses, era cierto que le pertenecía a él. —Hermano. —La voz de Lochlann restalló como látigo y rompió la dulzura de nuestra reunión. Breandan se tensó y su rostro se suavizó en un lienzo blanco. Parpadeé hacia él, viendo tanto en sus ojos de plata, y preguntándome cómo era posible leer tanto de la forma en que ellos me miraban. Trató de apartarse, pero puse mis manos en sus anchos hombros y apoyé la mejilla en su pecho. No podía evitarlo, y el auge constante de los latidos de su corazón fue el motivo. Exhaló, el sonido fue casi una sonrisa, y envolvió sus brazos alrededor mío, apoyando la barbilla sobre la corona de mi cabeza y balanceándome suavemente con alivio. Hice un pequeño ruido de alegría. ¿Él realmente había esperado que lo alejara? —¿Comprendes que haría cualquier cosa para mantenerte segura, conservarte conmigo?

Con la frente arrugada, confundida, en cuanto a que se refería él exactamente, asentí una vez. Estaba lentamente llegando a entender esto —la necesidad de Breandan de tenerme con él. También la sentía. —Así es —murmuré, y me eché hacia atrás. No había visto a mi hada desde que había salvado a Tomas del sol, y había mucho sentimiento entre nosotros. Afortunadamente, nada de este parecía odioso. Sabía que no tenía a Breandan interponiéndose entre su hermano y yo, más de lo que Tomas sería probablemente ceniza. Lochlann se había preparado para la batalla conmigo y si su habilidad era algo como la de su hermano menor yo habría estado en serios problemas. Ni siquiera sabía si Lochlann podría tocar la Fuente y ejercer la magia. Sin embargo, Breandan me había defendido y dado tiempo para poner a mi vampiro de manera segura en el suelo fresco para descansar hasta que pudiera protegerse a sí mismo de nuevo. Breandan pasó el dedo por el puente de mi nariz, rompiendo mi trance reflexivo. —Bien —concluyó. La voz de Breandan era algo indescriptible. A mis oídos cada sílaba era profundamente sedosa. Estaba segura de que nadie más podía oír la belleza natural de su voz, y de alguna manera extraña me alegré, mientras significara que podría desearla para mí misma. Por encima de su hombro vi a Conall unírsenos y mi ceño se suavizó mientras movía los dedos en un saludo. Ya me sentía mejor, simplemente por tener a mi hada cerca y tocándome. —El vínculo es antiguo y poderoso. —La voz de Lochlann hizo mis hombros encogerse, como si él me hubiera empujado con un palo. Tomó una gran cantidad de mi voluntad no querer suplicarle cuando habló así, pero Breandan ya no parecía afectado y su agarre sobre mí se apretó—. Nunca iría en contra de la voluntad de los dioses y de la magia —continuó Lochlann mientras se acercaba a nosotros—, pero debemos observar lo que el fayrikind espera... que ciertas costumbres se observen y revelen que esta conexión ha sido forjada entre la sacerdotisa y el anterior Guardián Wyld no sería prudente. Lochlann se paró a mis espaldas, tan cerca que podía sentir el calor de su pecho. Me volteé en los brazos de Breandan y me puse hacia adelante, sin gustarme lo cerca que estaba. Sobre mi cabeza, Breandan trabó sus ojos con los de él, sosteniendo su mirada en un largo silencio. Hubo una repentina y palpable presión en el aire. Maeve saltó hacia delante, su mirada revoloteando entre sus dos hermanos.

—Hermano... —Ambos se volvieron hacia ella, como yo, sin saber de qué hablaba. Conall apareció a mi lado, y parpadeé ante su posición protectora, su mano sobre mi hombro, como si se preparara para alejarme de Breandan. Observó a las dos hadas con ojo atento, con sus largos dedos flexionados en mi piel. Contuve la respiración, tensa, no queriendo luchar, pero demasiado temerosa de decir algo que los llevara a discutir. Después de un momento, Lochlann retrocedió dos pasos y continuó suavemente. —Rae, debes ser discreta acerca de tu apego a Breandan. La gente está asustada, confundidas. Tienen mucho con lo que preocuparse, y la última cosa que necesitamos es que ellos pierdan la fe en su nuevo líder antes de que haya incluso accedió al trono. Conall inclinó ligeramente la cabeza y me soltó, pero no retrocedió, mantuvo su postura defensiva. Arqueé una ceja. —¿Trono? —No hemos utilizado el término rey o reina en muchos miles de años, pero el Alto Señor y la Alta Señora son efectivamente de la realeza —explicó Conall, su mirada fija en Breandan. Fruncí mis labios. —Entonces, ¿qué es la sacerdotisa? ¿Dónde encaja en ese acuerdo? Lochlann exhaló duro por su nariz con impaciencia. —Tradicionalmente, la Gran Dama era la sacerdotisa —dijo Breandan en voz baja. —Oh, está bien —dije cordialmente, procesando eso a través de mi mente un par de veces. Tomó un par de compases para que esto hiciera clic y tuviera sentido lo que eso significaba para mí personalmente. Mi ojos se abrieron y aunque no estaba cerca de él, di otro paso más lejos de Lochlann hacia Breandan, la idea de ser suya me hacía sentir mal. —No me siento muy contento tampoco —dijo Lochlann, hosco—. No sólo mi futura reina no me adora, no fue criada como una dama, sino como un guerrero humano. Está unida a mi hermano menor, es voluntariosa, imprudente, y tiene un lazo de sangre con un vampiro. —Cruzó sus brazos sobre el pecho y frunció el ceño sombrío—. Los dioses se ríen de mí. —Pero no puedo... quiero decir, tú sabes que nunca…

—¿Me escogerías sobre él? —Lochlann señaló a Breandan con un movimiento audaz de su mano—. Soy consciente pero eso no cambia nada. Hasta entonces tenemos que darle a la gente un frente unido de donde reunir el valor. No te pediré que te emparejes conmigo hasta que estés lista, o a menos que no haya otra opción. Farfullé y me estremecí mientras trataba de llegar a una manera semi—educada de decirle que tenía una mejor oportunidad de aparearse con una alta diosa que conmigo. Viendo el terror en mi cara y la furiosa respuesta en mis labios, Conall saltó y argumentó: —La unión de la Sacerdotisa de las hadas con el Alto Señor es tradición. —Su mirada rebotó entre los tres inseguro de a quién mirar. Lochlann levantó la mano para que se callara. —Nuestro apareamiento no se discutirá en este momento, pero no voy a permitirte hacer un tonto de mí delante de todos los demonkind. ¿Puedes ser discreta? Pidió lo último no sólo a mí y por primera vez su mirada cayó sobre Breandan quien se estremeció como si fuera un golpe físico. Encontrando la mirada de desprecio de su hermano, sus propios ojos se llenaron de ira, y se puso furioso. Miró a lo lejos, la mandíbula apretándose locamente antes de que apretara los puños, y tragara lo que fuera que quería decir. No me lo tragaría por mi parte eso era seguro. —Podemos tratar de ser discretos. —Estuve de acuerdo—. Pero, por nuestra seguridad, no por tu orgullo. Volví a mirar a mi hada que había recuperado el control de sí mismo, y me regaló una larga y acalorada mirada que se deslizó por un lado de mí, y se frotó por el otro. Mis alas revolotearon y mi respiración se profundizó mientras me hundía en él. El aire entre nosotros se calentó y zumbó con la tensión. Conall se aclaró la garganta y Breandan apartó la mirada, un ligero rubor por sus mejillas. Mi propia cara ardió y dejé salir tembloroso suspiro. Me alejé de sus brazos y abracé mi estómago para hacer mi temblor menos pronunciado. Discreta. Está bien. —Tendrás que hacerlo mejor que eso —dijo Lochlann en una voz firme y tendió su mano hacia mí—. Camina conmigo alrededor de la base de los árboles antes de salir. Anunciaré que acordamos que buscarías el grimorio una vez que te hayas ido.

Maeve, de quien me había olvidado que estaba tan tranquila, resopló después tosió delicadamente detrás de su mano. Ella batió sus pestañas rojo—púrpura ante el ceño fruncido de su hermano. —¿Puedo ir con ellos? —preguntó con su alto trino. —No —respondió Lochlann. Su rostro se arrugó. —Pero yo… —¡No! —ladraron Breandan y Lochlann. Maeve y yo compartimos una larga mirada de sufrimiento. Claramente irritado, Lochlann tendió la mano otra vez, y no se molestó en ocultar su disgusto por mí. No que me importara. Pensé que era reprimido y grosero, por lo que sea. Cautelosamente puse mi mano en la suya, encogiéndome cuando su mano grande envolvió la mía, y encerró mis dedos en un agarre demasiado apretado. Un escalofrío sacudió su camino hacia arriba de su cuerpo y el mío. Conall frunció el ceño ante nosotros. —Los dos parecen incómodos. Lochlann obligó a sus hombros a bajar desde sus orejas, pero yo no podía dejar de inclinarme lejos de él hasta que prácticamente me mantuvo en posición vertical. Suspirando, Breandan pasó los dedos por mi mejilla. La comodidad fue instantánea y mi cuerpo se desbloqueó permitiendo a Lochlann a tirar de mí en posición vertical. Breandan dejó que su mano bajara por mi cuello y a través de mi omoplato antes de darme un suave empujón hacia adelante. Lochlann comenzó a caminar a paso ligero y me encontré tratando de mantener su paso. Él era bastante grande, y dos de sus pasos igualaban a tres de los míos. Pronto los tres troncos de los gigantescos árboles quedaron a la vista, y las auras comenzaron a hacer presión sobre mí de nuevo. Lochlann caminó más lento y me llevó más cerca de su lado. —Sonríe —ordenó entre dientes. Seguimos hasta pararnos, él levantó nuestros puños unidos en lo alto, casi sacándome el brazo, obligándome a ponerme de puntillas tan alto como era. La medida fue recibida con un grito de júbilo de la multitud por encima.

Voces felices cantando alabanzas y barítonos bajos gritando saludos. Tiré de las esquinas de mi boca incluso mientras apretaba los músculos de mi garganta, alejando las ganas de vaciar mi estómago en el suelo por el pánico. No me gustaba esta costumbre mía, la necesidad de vomitar cuando conseguía estresarme, por ansiedad o miedo. Emociones experimenté con preocupante frecuencia, desde que estos demonios llegaron pisando mi vida... ¿o yo tropezando con las suyas? Breandan estaba cerca a mi lado, silencioso, con los ojos bloqueados en la mano de su hermano envolviendo la mía. Una salvaje desesperación quemaba a fuego lento bajo la superficie de su calma que hasta podía ver, Conall mantenía la mitad de su atención en él, y la otra mitad en mí. Parecía satisfecho, y se unió al saludo con mucho entusiasmo, el orgullo rezumando por todos los poros de su ser. Lochlann dejó caer nuestras manos. Antes de que pudiera escurrirme lejos de todos los ojos me tiró cerca de su lado, y se inclinó para murmurar intensamente en mi oído. —Llevas a mi hermano hacia el peligro y no me gusta. Instintivamente, mi cabeza colgó antes de que lo pusiera recta. Entrecerré los ojos hacia él, molesta de que continuara utilizando el poder de su voz para tratar de intimidarme. —Necesitas el grimorio y me necesitas. No lo olvides —le susurré en respuesta—. Estoy haciendo la lo mejor que puedo. Pensando en todas las cosas que considero que estoy haciendo bien. Estoy fingiendo que me gusta tu toque ¿no es cierto? —No tienes idea de lo que debemos enfrentar en los próximos días que vienen como pueblo. Ruego a los dioses solo que no rompas el espíritu de mis hermanos con la perversión que sea que tengas con ese vampiro, sino que el espíritu de mi pueblo como tú eluda sus responsabilidades. —Él se mofaba burlándose—. Pensar que cuando me enteré que habías sido encontrada estaba emocionado de conocer a mi futura pareja. Pero ahora veo que eres exactamente como tu madre, egoísta. Tragué saliva y forcé a retroceder las lágrimas, me negaba a dejar verlas. No era débil. Él no me vería llorar. ¿Yo era egoísta? Bueno, sí. Había sido criada para buscar primero mi propia seguridad. Para cuidar de mí así podría a su vez, cuidar de aquellos que dependían de mí. No podía cambiar lo que era en el espacio de unos pocos días y convertirme en una líder altruista, sin importar cuántas veces me estuviera diciendo que era mi verdadera naturaleza. Sabía quién era para estas personas, y lo que esperaban de mí. Era muy consciente de ello. —Tú crees que me conoces —le dije con una voz tan fría como la suya—. No lo haces.

—Sólo puedo juzgar sobre lo que veo. Y lo que veo en ti, Rae es miedo. Desconfianza. Confusión. ¿Veo maldad? No, pero no veo la pureza que espero de la Sacerdotisa. —No es que pidiera esto. Todos ustedes vinieron buscándome, ¿recuerdas? Mi lengua se entorpeció con las palabras. Eso no era exactamente verdad. Había sido yo, quien se había aventurado más allá de la pared. Era la que había estado metiéndose a los bosques y desobedeciendo la Doctrina de la Secta, las normas establecidas por los sacerdotes que nos mantenían a salvo. Las hadas me habían buscado, pero en el fondo yo había estado buscándolos también. La mirada de Lochlann se lanzó sobre mi hombro. —Y mira lo que pasó cuando el más vulnerable de nosotros te encontró. —Su mirada se volvió dura como el acero, condenándome con el poder a su disposición—. Serás su fin, y eso me rompe el corazón. Su voluntad aplastó la mía, y gruñí. Empujando mi propia influencia como una barrera fue la única cosa que evitó que mis rodillas se doblaran debajo de mí, tan repentino e intenso fue el ataque. Saqué mi mano de su agarre y giré sobre los talones, dejando que mi cola ondulara detrás de mí y lo golpeara en el estómago. Maldiciendo, Lochlann tropezó ante mi golpe inesperado, y resoplé hacia él por encima de mi hombro antes de irme pisando fuerte, haciendo caso omiso al ruego de Conall para quedarme y a la mirada curiosa de Breandan, para decir mi último adiós. Cuando supe que ya no estaba a la vista de la gente, exhalé. Temblando, me froté las manos sudorosas en mis caderas. Esta fricción entre Lochlann y yo no estaba bien. Tampoco lo estaba el engaño por omisión a la personas. ¿Realmente creían que me aparearía con Lochlann ahora que Devlin se había ido? ¿Cómo reaccionarían cuando se enteraran de que tenía un vínculo con Breandan y un vínculo de sangre con un vampiro? Al llegar a la tierra sagrada que Devlin utilizó para sacrificar a Alex, deja que la energía del lugar empapara mis poros. La vibración de la magia era más fuerte aquí me estremecí. Era sólo un lugar, ¿nada de lo que temer, no? Mis ojos se posaron en el altar y el cuerpo envuelto en las enredaderas verdes y las flores que yacían arriba. Parada ante esto, la culpa y la pérdida inundaron mi corazón. Reuniendo mi valor, puse mis manos sobre su pecho. El tenue zumbido de energía del cuerpo fue algo inesperado, y mis manos se alejaron de ella conmocionadas. Con el ceño fruncido, ladeé mi cabeza. Concentrándome, me abrí a la influencia y la envié hacia abajo a la carne fría sin estar segura de lo que estaba haciendo o esperaba encontrar.

—Rae. —La fuerte llamada me trajo de regreso hacia mi propia mente, y la conexión, el sentido de conciencia se perdió. Tragué saliva y miré mis manos y luego al cuerpo. —Creo... sentí como si ella… —No deberías jugar con los muertos. —Breandan tomó mi mano y me alejó del cuerpo de Lex. Permitiéndome ser alejada, negué con la cabeza confusa. —Pero la sentí. —Todos estamos conectados a la fuente en un cierto nivel u otro. Así es como las hadas podemos aprovechar esta energía y buscar en las mentes que no son nuestras. Así es como Lochlann mantiene el rastro de la condición de Maeve y mía. Esa es razón por la que tú puedes sentir a Alex cuando tocas su cuerpo. Toma tiempo para que la energía se desvanezca, después que la vida ha terminado, más aún cuando la muerte es repentina. —Él suspiró—. Rae, ¿en qué cielo piensas que estabas haciendo usando tu magia para invocar tal perversión? Maldita sea. De repente mis dedos de los pies eran lo más interesante para mirar. —Yo… yo no sé lo que—e tú... q—quieres decir... —Mi lengua vuelta un nudo, y mi estómago incómodamente apretado. Evité su mirada mientras de nuevo traté de mentir. —Has intentado hacer un zombi. Mi boca cayó abierta. Estaba ahí fuera, la palabra que ni siquiera me había dicho a mí misma. —Eso no es posible. Es una leyenda narrada por Vodoun para asustar a las brujas y otros demonios. —Aun así, es lo que estabas intentando hacer cuando ella estaba tumbada en el altar inundada de sangre. Lo sentí en el aire. Llamaste a Loa, Rae, y ellos te respondieron. Desafiaste el orden natural y ese no es tu propósito. Me mordí el labio, fuerte. —¿Fuiste tú? ¿Me detuviste? —Si realmente hubieras querido atarla a semejante destino repugnante, te habría dejado terminarlo. —Él levantó su palma para detenerme al hablar—. Pero creo que te detuve a tiempo.

Agarré su mano. —¿Crees? La vi moverse, pero pensaba que era su cuerpo al ser eliminado por la magia. — Miré de vuelta al cuerpo y pensé en la energía que podía sentir en ella. ¿Era posible? ¿Había una manera de traerla de vuelta a mí? Una sombra de una emoción sin nombre pasó por su cara, como nubes sobre el sol, pero se fue en un instante, suavizando esa máscara sin expresión que escondía detrás. —Para completar la resurrección necesitabas encerrar su alma en su cuerpo. No despertaría, sería libre. Mi excitación murió y liberé mi agarre en su mano. Las lágrimas manaron de mis ojos para recorrer mi cara. —La perdí —confesé y restregué mis mejillas—. Ella solo se fue hace unas horas y yo... yo estoy luchando para aceptarlo. No se siente como si se hubiera ido para mí. —Intenté hacerle comprender que su pérdida no era algo que pudiera racionalizar—. Ella nunca debería haber sido arrastrada así. Sufrió. Ellas la humillaron y abusaron de su cuerpo. Quería... quería darle algo de vuelta. —Intentabas darle su vida pero no era por su bienestar. Me sacudí como si él me hubiera abofeteado y le miré. —¿Cómo puedes decirme eso? —Intentabas reanimarla por ti misma. Nadie querría vivir semejante horrible existencia, pude sentir a tu amiga estar tan vibrante como lo más mínimo de alguien. Se habría convertido en una asesina, Rae, y consumida con pensamientos de carne y dolor. Una esclava a las urgencias y a los caprichos de la magia oscura de la que renació. Su carne estaría fría y muerta. Nunca cambiaría o crecería. La habrías dado su vida, pero perderías a la magia que conocías. —No la conoces. Habría estado bien. La habría ayudado, cargándola con buena energía o algo. Miré hacia el interior, buscando respuestas a mis propias preguntas y complicados pensamientos. En realidad, no había pensado en las repercusiones cuando había intentado reanimar a Lex. ¿Se habría convertido en un zombi? Crear y mantenerla viva con magia oscura latiendo en su cuerpo. El conocimiento de cómo crear zombis había muerto supuestamente junto al Vudú; Bokors y Mambos que practicaban el vudú una década antes. La propia madre de Lex fue la última hechicera vudú conocida para la humanidad... cazada por los Clérigos y ejecutada. El poder de su madre era la razón por la que pensé en llamar a

la deidad vudú para salvarla de la muerte. Pero ¿me habría olvidado de Lex? ¿Podía ella haber sido feliz? —Fue egoísta —admití y mis hombros cayeron—. Pero no importa. No funcionó. Juro que nunca lo intentaré otra vez. Cuando dije las palabras la magia crujió, y una pesada fuerza agarró mi cuello y se estableció. Luego el collar de aire desapareció. Parpadeé, situando mis manos alrededor de mi cuello. —Uh, ¿qué ocurrió? Breandan me miró como si estuviera loca. —Hiciste un juramento. Froté mi cuello. —¿Por decir lo juro? —Nuestras palabras están atadas por magia. Si juras hacer algo, debes mantener tu promesa. —Él empujó mis manos, las cuales frotaban mi garganta y las situó a mis costados. Cambié, inquieta. Tiré de mi labio inferior en su lugar, conociendo que el tirón de mi pelo, o acariciar mi nariz sería un precio demasiado grande y fácil para cuan incómoda me sentía. —Esto va mano a mano con todo eso de decir la verdad, ¿cierto? —Él asintió—. Así que si rompe un juramento... —Morirás. Jadeé hacia él luego resoplé. —¿No pensaste en decirme esto antes? Sus hombros se levantaron y cayeron. —No rompería un juramento a la ligera. —Sus ojos se clavaron en el montículo de sombras a nuestro lado luego volvieron a mí—. ¿Has acabado? Gruñí mi desacuerdo, y me alejé de él queriendo llegar a la siguiente parte con rapidez. La cosa a la que me giré era una cripta viva de árboles y hojas. Los troncos de los grandes robles se habían retorcido y sus raíces se habían alzado para entrelazarse juntas tensamente. Estaban compactas y no podía creer que hubiera conectado mi poder a eso del Wyld hada y creara esto.

Breandan dijo que fue porque en esta tierra sagrada mi poder era absoluto. Froté mi pecho para clamar el dolor que el pensamiento trajo a mi corazón. Había sabido eso hacía meras horas, así que mucho podría haber sucedido de manera diferente. Había dejado a mi chico vampiro, Tomas, dormido en su tumba de tierra que había hecho para su seguridad. Él estaba muerto, y no se levantaría hasta el anochecer. Estaba agradecida, porque eso significaba que podía enfocarme en el grimorio y en Devlin. Desde el momento en el que le había conocido, Tomas había sido un ser complicado que no podía comprender. Siempre estaba allí en los flecos de mi atención, pero nunca en el foco. Cuando me había hecho parar —para abrasarme con un beso que me dejó temblando y aturdida— él había entrado en el foco de repente. Había sido lo suficiente para hacer vacilar mi lealtad cuando me enfrenté con la elección de perderle o arriesgar el afecto de Breandan. Pensar en mi vampiro siempre me confundía y me mosqueaba. Tenía una droga adormecedora que afectaba a mis sentidos en partes iguales odiada y querida. Necesitaba ser afilada y definida no confusa e indecisa. Me bufé a mí misma. Pensaría en mi lazo de sangre con Tomas, y mi promesa de ayudarle después. Ni siquiera sabía lo que eso significaba... ¿y si no sabía qué haría la diferencia? ¿Podía romperla? Sabía que mi lazo con Breandan había tirado la duda por mi lazo con Tomas. Devlin había hecho eso perfectamente claro cuando había intentado reclamarme. Miré sobre la cabeza, pasando el denso dosel de árboles, y vi que teníamos nueve horas de sol al menos. Cuando la noche cayera él vendría detrás de mí. Sabía eso como si el martilleo de mi corazón supiera que cuando él estaba cerca era tabú. Tomas no era tonto, y no me preocuparía mucho por lo que ocurriría cuando despertara. Tendría que pasar la mayoría de la noche atrapándonos, y si se las arreglaba para ganarnos —y nos pillaba antes de la puesta de sol— vacilaría. Era cauteloso con Breandan, y por una buena razón. Breandan lo desgarraría en el momento que tuviera la oportunidad. La distancia de Tomas era buena. Tendría tiempo para decidir que era mejor para él y para mí. Por favor, dioses, dejarme encontrar una respuesta. Cuando me había tumbado a su lado en la tumba de tierra, le había abrazado con mis brazos, deslizándome profundamente en la desesperación hasta que mi corazón había llamado a su otra mitad. Mi corazón, a pesar de la angustia, me había dicho qué hacer y qué podía ayudarme. Y él había estado allí esperándome cuando me arrastré. El toque de Breandan era tan suave como la luz virgen del sol en mi piel. Él me había llevado a sus brazos —cuando le dejé— y me dejó pasear alrededor del Wyld de las hadas cuando había necesitado espacio para moverme. En mi corazón, sabía que estaba bien a pesar del hecho de que ansiaba el amor de otro.

Agachada, descansé mi sien en la raíz y clavé mis dedos, clavando las garras, en la desigual superficie. —Tengo que irme. Sé que me seguirás cuando despiertes, así que ten cuidado. Solo... no hagas algo estúpido, ¿vale? —Sabía que Tomas no podía oírme, pero decir las palabras en alto me hacía sentir mejor—. Te ayudaré, Tomas. Dame tiempo y averiguaré una manera de ayudarte a ti y a tu Nido. Breandan vino detrás de mí y presionó sus piernas en mi espalda. —Debemos irnos si queremos tener alguna oportunidad para atrapar a Devlin. Me puse de pie, golpeé la tumba una vez antes de darla mi espalda. —¿Conall? —Estoy aquí, hermana pequeña. Mi hermano caminó dentro del claro, preparado y listo. Brilló, brilló más que cualquier otro que hubiera visto, excepto cuando Breandan y yo sufrimos los efectos de nuestro lazo. Breandan era maravilloso, una cara de fuertes ángulos y planos suaves. Sus ojos eran dorados, un rasgo familiar se parecía a los míos más brillantes. Su largo pelo estaba en una baja cola de caballo que alcanzaba la mitad de su ancha espalda. En pantalones de cuero y suaves botas como Breandan él siempre estaba sin camisa, y llevaba la espada —pegada a su espalda por la espesa cuerda de cuero que recorría su torso. —Devlin no hará esta caza fácil —retumbó él—. El Alto Señor es astuto y muy peligroso cuando está preparado. Devlin se dirigirá al mar de las hadas en la punta de la región. Siempre han sido simpatizantes a su causa. Debemos alcanzarle antes de que les alcance. Debemos viajar fuera del camino del Templo y deslizarnos a través del Orgullo de cambiantes. No creo que sea lo bastante tonto pero podría intentar atravesar a través de las afueras de la ciudad vampiro. Rezo porque no lo haga. —Conall se enfocó solamente en mí—. Rae, si te cansas dímelo. Si crees que oyes, ves, o sientes algo malo dímelo. Si necesitas comer o beber dímelo. Si... —Si respiro demasiado alto te lo diré —dije descaradamente y giré mis ojos hacia él—. Lo haré. Te diré todo. Él asintió una vez. —E intenta mantener el ritmo. —Se movió a mí alrededor para tocar mi hombro brevemente en la distancia forzándome a usar mi vista hada para verle antes de que Breandan me codeara y fuera detrás de él.

Durante la mayoría del día hubo el sombrío, húmedo bosque, mi irregular inhalación cuando luchaba por respirar, y las pisadas del que se llamaba mi compañero cuando corría a mi lado. Corrí a través del bosque lleno de vida, todavía todo cayado con respeto cuando pasábamos resplandeciendo, intimidados por nosotros, con miedo. Sacudiendo mi cabeza hacia como la vida había cambiado, corrí dejando a Breandan un paso detrás para que corriéramos en una fila simple, con Conall a la cabeza. El aire estaba demasiado crispado en mi piel señalando que el viento del invierno se acercaba y los últimos rayos de sol eran perezosos. Devlin estaba al menos a medio día por delante, y su rastro era errático. Apareciendo inesperadamente y luego convirtiéndose aparentemente en débil, o llevando extrañas direcciones. Él estaba intentando apartarnos por supuesto y usaba magia para frenarnos para que pudiera escapar. Cada vez que estaba segura de que había cambiado el curso Conall había estado en desacuerdo y señalaba el camino. En los momentos que parábamos él leía los rastros, escuchaba el viento, y presionaba su oído en la tierra. No nos había llevado mucho salir del territorio de las hadas, y supe el momento en el que lo hicimos. Hubo un sutil cambio en el aire cuando corrimos, una fría onda girando sobre mi piel, y una burbuja de presión saltando como si hubiéramos roto a través de una contención de algún tipo. Más que un fresco dulzor, los olores del bosque se convirtieron en fuertes y espesos. Mi naturaleza se enfurruñó por la pérdida de conexión con la tierra Wyld. El bosque cerca al lado del Templo humano de la tierra de las hadas era brillante y espacioso con una orgía de flores de vivo verde y arbustos. Pero cuando salimos al otro lado del territorio de las hadas la vida de las plantas se apagó, convirtiéndose en mundano, y el espeso brillo de hojas se atrofió en un débil rayo marrón. Los verdosos árboles —las bases cubiertas en un liquen brillante amarillo— estaban retorcidas en tortuosas formaciones. Las cortezas estropeadas y el hongo podrido escalaba hacia arriba devorando la corteza muerta. La sedosa tela de la corteza estropeada colgaba de las ramas de los árboles en tenues grupos, y cuando apartaba alguno de mi camino la secreción se pegaba a mis dedos. El denso dosel descendía, bloqueando la luz hasta que todo tomó el tinte azul eléctrico de mi vista de hada para ver en la oscuridad. Esta parte del bosque no había sido cuidado en algún tiempo, y cuando envié una nauseabunda mirada a Breandan su mirada de respuesta era triste. Los olores decadentes de los árboles caídos. El salvaje y especiado olor del animal me alcanzó antes de que se hiciera claro que había entrado al Orgullo de los cambiantes. El aire era pesado con insinuaciones de heno y tierra. Los árboles delgados, eran grupos de espesos arbustos cuando la línea de árboles desapareció, y mis cejas desaparecieron en la línea de mi pelo. El césped subía a mi pecho y crecía hacia fuera, ondeando, causando que la tierra se ondulara por el aire. Las grises nubes con puntos negros fueron a la deriva lentamente a través del oscuro cielo azul.

Cuando mi pie tomó sus primeros pasos en la pradera de afilado césped se curvó y se abanicó, crujiendo debajo de las plantas de mis pies. El frío barro chapoteaba entre mis dedos y hacía un horrible sonido de succión cuando los liberaba. La ausencia de otras pisadas a mi lado me dio la abrupta conciencia de que los otros dos habían dejado de correr, y estaba brillando por delante sola. Maldiciendo a los dioses, frené a un paso que un humano podía seguir, y me giré alrededor hacia el par de espaldas. Paré muerta cuando sentí la aprensión de correr a través de la corona de mi cabeza con espinas cosquilleando. ¿Había alguien cerca? Levanté una mano con mi sexto sentido desarrollado para ver si alguna aura estaba cerca, y una larga sombra sepultó la mía propia. Duras manos callosas se cerraron alrededor de mi cuello. Instintivamente, mis alas se extendieron, pero estaban entorpecidas por un par de musculosos brazos. Intenté usar mi cola para golpear a quien fuera el que me sujetaba, pero no podía conseguir un golpe apropiado. Los carnosos dedos se cerraron alrededor de mi cuello tensamente. No podía respirar. Abrí mi boca e intenté inhalar. Mis pulmones ardían, y la sangre corría a mi cerebro. El sentimiento de presión aumentó detrás de mis ojos, e hice lo único que nunca debería hacer; me aterré e intenté gritar. Los restos de aire dejaron mis pulmones, y mi atacante apretó mi garganta más fuerte. Mi visión parpadeó e impulsivamente alcancé la Fuente; el silo de energía que estaba en alguna parte y en ninguna, y mía para ordenar. El poder que llamé a mí por miedo se deslizó a través de mis dedos avariciosos. La siguiente vez que mis ojos se abrieron, estaba desorientada, y estaba sobre mi espalda cuando hacía un momento había estado en vertical. Mis párpados lucharon para descender. Pillé destellos de una espesa barba, una larga barbilla, un cuello fornido, y unos enormes hombros. Una pesada mano sujetaba mi hombro hacia abajo. Empujé contra ella, y la boca sobre la espesa maldita barbilla. Clavé mis ojos completamente abiertos e intenté gritar. Nada excepto roncos chillidos salieron. Luché y golpeé con mis piernas. Él era muy pesado. Intenté alcanzar la Fuente otra vez, pero mi terror era demasiado grande. Me llenaba pero no podía pensar qué hacer con él. En todo lo que podía pensar era en “¡ayuda!” El hombre sobre mí olía a sudor añejo y agua estancada... animal caliente. ¿Un cambiante? Su respiración era amarga, como la carne podrida. Sonrió cuando luché. Se inclinó y lamió desde la base de mi cuello a mi sien. Su lengua era áspera, como si la tierra hubiera sido presionada en ella, y me retorcí con la saliva que quemaba mi piel cuando se escurría por mi cuello hacia mi pelo. Me resistí, me retorcí, y le agarré. Lucharía mi liberación de esto. Sabía que pronto estaría demasiado cansada para moverme, pero no podía quedarme tumbada allí. Detrás de mis párpados cerrados vi a Lex, atada y torturada, observando como Devlin y sus compañeros

hadas abusaban de su cuerpo. El horrible recuerdo me dio la última fuente de fuerzas para luchar más fuerte. Hubo un alto crujido y el cuerpo encima de mí se quedó lacio, aplastándome, como si un árbol se hubiera medio caído. Parpadeé hacia el oscuro cielo. Temblando. Hubo un horrible crujido cerca, y un pequeño y afilado lloro de dolor. Giré sobre cuatro patas y me arrastré a través del césped, el barro se deslizaba por mis palmas y rodillas cuando silenciosamente avancé. Alguien agarró mi tobillo. El toque fue como una onda de paz sobre mi cuerpo entero, y me hundí para lanzarme a sus brazos. Breandan me sujetó cerca de él, los brazos tensos alrededor de mi cintura, y enterró su cabeza en mi cuello, su respiración irregular. Mis ojos saltaron sobre las puntas del césped, buscando al hombre barbudo. Dos ataduras le tumbaban en roto desorden. Sus manos y pies habían cambiado a patas de colores leonadas con garras marrones, y su cara se había alargado. Dos oscuros triángulos, orejas, se habían movido encima de su cabeza con tenues mechones de pelo pegado a los bordes. Un rabo corto salía de su parte inferior. Era una grotesca combinación de hombre y bestia. Conall se puso de pie sobre el cambiante muerto, mirando impasible. La sangre manchaba sus manos. Me miró, frunciendo el ceño cuando me vio en los brazos de Breandan. —Nunca te hará daño otra vez —dijo rotundamente. Eso era un eufemismo, pero asentí con la cabeza en agradecimiento. Se lo perdió desde que apartó la mirada de nosotros, su expresión desdichada. Breandan se alejó inclinándose para recorrer con sus manos mi cuello. Hice una mueca. Dolía, mucho. Nos curábamos rápido y podía imaginar que el hematoma ya era un arco iris de color. Después de unos pocos segundos no se sentía mejor, carraspeé: —¿Por qué no se está curando? —Un moretón no es una herida mortal, y la piel no está rota. Esto es nuevo para ti así que no sentirás la diferencia, pero tu cuerpo puede llegar a estar agotado hasta el punto de la muerte si no eres cuidadosa. El uso de la magia es estresante para tu cuerpo y mente, como es la curación. Donde pueda, tu cuerpo conservará los recursos. Desde el… —Apretó su mandíbula—. Desde el ataque del cambiante muerto, tu cuerpo todavía está preparándose para una pelea, o huida. Y has estado corriendo todo el día. Tus reservas no están repletas. —Necesitas ser mucho más consciente de tus alrededores —dijo Conall reprendiendo, y le dio un codazo al cuerpo destrozado en el suelo con su pie.

¿En serio? ¿Él estaba tratando de convertir esto en un sermón? Hice un ruido grosero. —Honestamente, ¿ahora es el momento para una lección? Todo el día había estado lanzando frases confusas y escenarios por mi camino, esperando que “aprendiera” algo sobre ellos. Estaba tomando su papel como mi protector y Mayor seriamente. Me obligué a sentirme amada y apreciada en lugar que ahogada y sobreprotegida. Conall no dijo nada en respuesta, demasiado ocupado buscando sobre el cambiante muerto, y la mirada que Breandan me dio antes que me hizo callar. El pasto estaba principalmente en tonos verdes, pero salpicado de tonos grises y marrones, y las ocasionales flores salvajes con esponjosos pétalos naranjas. La sombra del otoño había arrasado en todo el territorio cambiante, y era mucho. Por lo que podía ver no era más que terreno ondulado. Me perdí en la belleza de mi entorno mientras inhalaba lentamente y tragaba. Mi cara se contrajo en una mueca por lo mucho que dolía. Apoyé mi cabeza contra el hombro de Breandan, entonces froté mi mejilla en su cuello buscando comodidad. —No puedo creer que me atacara. ¿Por qué? ¿Y por qué lo mataste? —le pregunté a Conall quien inclinó su cabeza ante Breandan. Mi hada parecía incómoda. —Conall no lo hizo. Fui yo. —Miré hacia atrás a mi hermano quien literalmente tenía sangre en sus manos—. Tu hermano fue mordido así que le rompí el cuello al cambiante. Él estaba cambiando, y no se estaba sometiendo a mi voluntad. Lo no dicho era que el cambiante me había herido, y estaba claro que una trasgresión tan grande no quedaría impune a los ojos de Breandan. Si la situación fuera a la inversa, no dudaría que haría lo mismo en un latido… si significaba su protección. —Esto no es un buen presagio —dijo Conall, su voz oscura y rabiosa—. Era claramente un centinela mirando por intrusos. Necesitaremos hacer una reparación al Orgullo que proviene de él. —Otra vez —dijo Breandan. Mi temblor se detuvo y me obligué a sacar mi mano de la cintura de Breandan y ponerme de pie. Mis alas se golpearon detrás de mí y mi cola se agitaba de lado a lado. Lo que había sucedido esa mañana me había cambiado de humor, y un corto temperamento a lo largo del día, pero esta última experiencia me dejó nerviosa. Me arranqué las hojas teñidas de negro por la suciedad que estaban en mi cabello, y atrapé el aroma de Breandan antes que me

tocara. Luz solar, tierra y lluvia. Vino detrás de mí y apoyó suavemente sus manos sobre mi hombro, apretó, y luego las deslizó por mi espalda desnuda para pasar por encima de mis alas. Se retorcieron y agitaron con su toque, arrastrándome en un tembloroso suspiro. Dioses, para enamorarte tanto de alguien, de seguro estas condenada a desmoronarte. A desintegrarte porque estás deshecha por cómo te hacen sentir. Continuó, perezosamente vagando hacia mi cintura, agarró mis caderas. Me moví, pero en lugar de dar marcha atrás, me tiré contra él. Mi corazón latía doblemente difícil y suspiré cuando dejó su mano izquierda de mi cadera para sentirla suavemente en mi cuello. —Estoy bien —dije con voz áspera y lo golpeé ligeramente en la parte superior de su muslo con mi cola. Sus dedos cepillaron mi cabello corriéndolo de mi cuello entonces dio un beso en mi punto de pulso. Me dejó ir. —Te creo, pero quiero que te relajes. Estás demasiado tensa. Le di una mirada de dolor sobre mi hombro. No estaba segura si admitir que él fue la causa principal de mi latido irregular sería sensato. Dios sabía lo que iría a hacer. —Quiero terminar con esto —murmuré—. Quiero a Devlin muerto y el libro de vuelta. Ningún cambiante que me agarre con sus manos me va a distraer de eso. Los moretones se curarán, eventualmente. Él suspiró y murmuró: —Esto no va a terminar bien. Mis cejas se juntaron y las curvé para mirarlo a la cara —no estaba segura de lo que quería decir. Miró a Conall, realmente desdichado, y sus labios apretados en una línea fina. Breandan era realmente hábil para ocultar su reacción a las cosas, y tuve que verlo de cerca para ver si estaba loco, enojado o molesto. A juzgar por cómo su mandíbula trabajaba diría que era por loco. —¿Qué? —pregunté, porque era evidente que se había dado cuenta de algo antes que yo—. ¿Qué no estás diciendo? —Traté y no pude mantener la impaciencia en mi voz—. ¿Por qué nos hemos detenido? Miré a Conall; el poderoso guerrero lo suficientemente fuerte como para masacrar a un pequeño ejército de su especie. No dijo nada al principio, y sabía que sería un error empujarlo… nadie lo empujaba.

Irritada y de mal humor esperaba —mano en la cadera— por mi hermano para decirnos qué dirección tomar. Él y Breandan se enviaron entre sí una especie de series de aspecto codificados y se señalaron el uno al otro con sus manos. Mi mirada se lanzó de nuevo al cuerpo rígido del cambiante muerto, la sangre acumulada debajo de su forma retorcida, y me estremecí ante la manera sin esfuerzo en la que habían terminado con su vida. —Si ustedes dos quisieran me podrían moler en una pasta —dije pensativa—. Ambos son guerreros, sin embargo son mis niñeras. ¿No los estoy retrasando? Se calmaron. Abandonaron la conversación en silencio que estaban teniendo y se volvieron hacia mí. El rostro de Conall se quedó perplejo. El de Breandan era suave, sin emociones, y me dijo que estaba experimentando un intenso sentimiento que no quería que yo viera. —Rae —dijo Conall lentamente—. ¿Todavía no entiendes quién eres? —Soy una Sacerdotisa de hadas. —Lo dije con timidez, sabiendo que estaba buscando más, pero no quería insinuar que era más importante que yo. ¡Qué vergüenza sería eso! Mi hermano le lanzó una mirada a Breandan quien inclinó la cabeza y luego vino delante de mí. El calor de su confuso cerebro, me hizo debilitar las rodillas. Miré de reojo su cara y vi una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios. —¿Quién soy para ti? —preguntó. —Uh, mi novio —dije con convicción, y aclaré mi garganta ya que mi voz estaba ronca—. Quiero decir, mi novio estable. —Estaba orgullosa de mí misma porque nunca había dicho esas palabras antes, pero cuando miré hacia arriba la sonrisa en los bordes de su boca, cayó en una mueca. Breandan me miró horrorizado. —Eres mi compañera de vida —corrigió—, y me perteneces. —Conall hizo un pequeño ruido de protesta, a parte de un endurecimiento de la mandíbula, Breandan no lo reconoció—. Soy tu protector. Soy más rápido, más fuerte y más resistente a las lesiones físicas. Más que eso, estamos unidos, por lo que nuestra conexión es fundamental para quienes están. No me puedes dominar y no puedo superarte, porque eres más fuerte, más rápida, y más resistente a las lesiones físicas que yo. Fruncí el ceño, arrugando la cara. —Eso no tiene sentido.

Parecía estar luchando con algo. Se inclinó hacia delante para hacerme lo mismo. Rozando a penas nuestros labios se detuvo y permaneció allí, recobrando la tranquilidad, sin pensar en que buscaba el contacto de su piel con la mía. Deslizando nuestras manos juntas, apretó mis dedos y me mantuvo inmóvil. Casi no podía respirar y perdí la función del cerebro para sentir. Un escalofrío corrió por mi cuerpo hasta las puntas de mi pelo. Chocó contra una perturbación similar que irradiaba de él. Viendo que había captado esta rareza se tambaleó hacia delante, y mi propia vibración se disminuyó, se hizo más débil. Sintiéndolo demasiado sumiso me empujé hacia atrás y sentí mi vibración crecer como la suya retrocedía. —Lo que a uno le falta, el otro crece para llenarlo —murmuré. Estaba determinada a no parecer asustada por lo que Breandan y yo se refería a alguien más, entonces sonreí y agaché la cabeza para que mi cabello me tapara la cara mientras me resistía internamente. La cabeza de Breandan se balanceaba de lado a lado pensando antes que asintiera. —Así es como te encuentras en relación a mí. Lo que no pareces darte cuenta es que los demás están conectados por sangre o magia, son mucho menos potentes. Muchos de nosotros no pueden tocar la Fuente, a pesar de que saben que está ahí, y la pueden sentir. La magia es para nosotros como el aire para respirar… —Y el agua para beber —terminé cogiéndolo mentalmente. Hadas sangrientas y sus patrones de pensamientos sangrientos inquietos. Un dedo se deslizó debajo de mi barbilla hasta la punta de mi cabeza. La mirada de Breandan que le lanzó a Conall hizo que desviara la mirada, el rostro de piedra. El beso que presionó a mis labios fue casto, suave, y terminó con un pellizco malo. Echándose hacia atrás con un hambre que me tomaba en sus ojos. Temblé. Conall, sin embargo, tuvo un gesto de desaprobación estampado en su rostro. Honestamente, él estaba empezando a ponerme nerviosa con todos los ceños fruncidos y miradas nerviosas. —¿Qué? —pregunté, mi voz todavía espesa de deseo. Me aclaré la garganta y levanté la barbilla, luego la bajé de nuevo cuando me di cuenta que probablemente debería estar tratando por docilidad no desafío—. Conall, ¿qué es? Su expresión no fue nombrada muy impresionada. —Creo que tengo que discutir algo contigo. No llegó ninguna otra explicación. En el calor de la mortificación espeté.

—Estamos ocupados. —Sí. Eso es por qué necesito hablar contigo. Hay ciertas costumbres que hay que observar. —Tengo toda la intención de mostrarle a Rae algunas de nuestras costumbres más agradables —dijo Breandan lisamente, pero la mirada que me dio casi me deja jadeando. Aspiré profundamente y cuando exhalé dije: —Estoy lista para una lección de las costumbres ahora. Breandan arqueó una ceja. —¿Deseas aprender? —Uh, si, si eres el único maestro. Conall silbó y se acercó para agarrar mi brazo y tirarme hacia atrás. —Eso es comprensible, está en tu naturaleza sacar lo mejor de ti, pero Breandan ha sido criado por las leyes de nuestro pueblo, y sé que no desea seguir deshonrándote tan descaradamente. Mi hada hizo una mueca como si Conall le hubiera pegado una cachetada. Bajando su cabeza, rompió nuestro obtener —más—de—aquí, y evitó encontrarse con mi mirada. —Perdóname —dijo en voz baja—. Tu Mayor tiene razón; me doy vergüenza y lo hermoso de nuestro vínculo por un comportamiento así. Enderecé mi espalda. En lugar de decirle a Conall que tome una caminata, mi hada se quedó mirando el suelo con sangre como si fuera a desplomarse muerto si me mirara. Conall se aclaró la garganta. —Dices que eres un hada Sacerdotisa, y estás equivocada. Eres la Sacerdotisa de las hadas, sólo puede haber una como tú. Y aunque crees que los poderes que has visto son comunes en muchos, nuestra gente es sencilla, nunca podrá tocar la Fuente, o ser capaz de moverse tan rápido, o ser tan fuerte. Con el tiempo, aprenderás nuestras costumbres. Quienes somos como pueblo. —Son normales —dije sintiendo una punzada de celos—. Todos llegan a vivir una vida normal con ustedes para mantenerlos a salvo. —Ellos te mirarán —dijo Conall solemnemente—. Como todos nosotros. Si mi columna vertebral estuviera más rígida se rompería a la mitad. La presión y la responsabilidad seguían construyéndose, y estaba cansada de eso. No quería nada de esto.

Poniendo a la audiencia en blanco y negro no lo hacía más real para mí, o prepararme para lo que se esperaba de mí. Si había algo que lo hiciera sentir más como un sueño, no, una pesadilla de la que no podía despertar. Una oleada de paz que estaba segura que no era la mía me tranquilizó. Suspiré. Breandan no estaría aquí si esto fuera una pesadilla. —Todo eso no cambia el hecho de que los dos podrían limpiar el suelo conmigo. —Los señalé a ambos, desafiándolos a que lo nieguen. Ellos sabían que era verdad. Claro, yo podría pelear, pero había visto la forma que se movían, y no había forma de que mi formación de Discípula podría igualarla. Breandan resopló, elevando su cabeza. —No te hemos enseñado a utilizar tu cuerpo como fue diseñado. Te enseñaremos cómo aprovechar tu poder, y nadie podrá ser capaz de desafiarte. —Sonrió, deslumbrándome—. Oh, nadie, excepto por mí. —Ni siquiera el Alto Señor —murmuró Conall—. Por primera vez tenemos a una Sacerdotisa que no está vinculada a él. —Todo estará bien —espetó Breandan y le disparó al hada mayor una mirada de maldad—. Rae puede controlarse a sí misma y no necesita que la sofoques. Lo miré fijamente, con los ojos abiertos por la dureza de su tono. Conall no se veía muy perturbado u ofendido, simplemente desinteresado. Entrecerré los ojos. No era la más perspicaz de la gente, pero no estaba ciega tampoco. El trasfondo que estos dos fracasaron tan estrepitosamente de ocultar, fluía en profundidad, y se fue extendiendo hasta lo más fuerte de lo desinteresado. Sabía que tenía que sentir la tensión del día anterior también, después de todo, muchas cosas habían cambiado. Breandan se había separado de su hermano y era considerado un paria. Conall había matado a varios de su clase para darme la retribución por la vida de Lex. Todos teníamos mucho en el hombro y con que tratar. Creo que podría entender si ambos sintieran la herida y la tomaran el uno del otro, pero dioses ¿tenían que ser tan groseros? Gruñendo a mí misma acerca de los malos modales, me alejé y escuché que me seguían. Cuando ya no pude oler al cambiante muerto, me dejé caer en el suelo pensando que el lugar era tan bueno como cualquier otro. —Sigamos adelante —gruñí—. Es evidente que están teniendo una charla caliente y cuando antes lo hagamos más pronto podremos empezar a movernos otra vez.

No hemos tenido todo el tiempo del mundo. Devlin tendría que parar también, pero el Gran Hada Señor era poderosa y complicada. Probablemente sabía que iba a frenar a sus adversarios, y usaría el tiempo para tomar la medida de ventaja como fuera posible. Breandan se hundió detrás de mí y estudié su cara desde la comisura de su boca que parecía extrañamente curvada, como si estuviera luchando contra una sonrisa. Miré más allá de ellos ya que sus sonrisas eran tan raras y sorprendentes. Su risa era más rara, pero cuando lo hacía por diversión valía más la pena la espera. Conall dio un paso ligeramente para sentarse con las piernas cruzadas delante de mí. Sobre el silencio estaba el sonido de los grillos, y un fuerte viento que soplaba a través de la hierba alta, llegándome los aromas terrosos y pequeños sonidos de la vida en el Orgullo. Esperé pacientemente a Conall para empezar, sin hacer nada por preguntarse por qué Breandan no me estaba tocando y por qué parecía dolorosamente consciente de la distancia que había entre nosotros. —Nuestra madre biológica era Sorcha. —Mi hermano comenzó—. Sacerdotisa y compañera de Nyall el Señor Supremo de todo fairykind. Tuve que interrumpirlo. —¿No tenemos un apellido? Quiero decir, me dieron el nombre de Wilder, porque el Sacerdote que me encontró pensó que era algo natural. Mi corazón se apretó cuando pensé en los sacerdotes, luego pensé en el Templo, y todo lo que había dejado atrás. Sentí como una hoja que una vez fue parte de un gran roble, capturada por el viento y llevada hacia lo desconocido. Sabía que estaba destinada a ir lejos, pero extrañaba ser invisible entre otros como yo. Fruncí el ceño. ¿Cuál era el problema? Que no hubiera otros como yo todavía seguía viéndome como ordinaria. Incapaz de entender que no podía pensar o actuar como otros ¿lo hacía porque se suponía que era la única que los demás seguirían? —Somos hadas —dijo Conall como si eso explicara todo—. Reconocemos que hay otros nombres. —¿Pero por qué? Entiendo que hay algunos de nosotros, pero sólo tener un nombre de pila parece… incompleto. —Me encogí de hombros. Conall inclinó su cabeza pensativamente. —Esa es una buena manera para describirlo. Incompleto. —Suspiró, algo que estaba empezando a notar que él hacía mucho, como su tuviera el peso del mundo sobre sus hombros—. Los nombres de familia tienen tanto poder para usarlos hace muchos años.

Somos poderosos aunque todavía vulnerables de muchas maneras. Nos cortamos con una hoja de hierro y sangramos durante días. Nos alimentamos con la baya de Rowan y nos volvemos violentamente enfermos. Demasiado y morimos a menos que nos curemos bajo la luna llena. Fuerza un juramento de suicidio y cortaremos nuestras gargantas o caeríamos muertos si no lo cumplimos. —Frunció el ceño—. Debemos ser feroces para protegernos de quienes nos lastimarían por nuestra naturaleza confiada. —Eso parece extremo. ¿Por qué deberíamos sentirnos incompletos por el miedo al poder? —Hubo un tiempo cuando nuestros nombres familiares eran secretos, y solo conocidos por los parientes. Era una manera de unirnos y mantenernos fuertes. En esa fuerza estaba nuestra debilidad más grande. Fascinada, aprendía sobre la cultura de las hadas —mi cultura— urgiéndole a seguir e inclinada hacia delante. —Por favor, sigue. —¿Sabes que había un vínculo antes? Balanceé mi cabeza. —Ana me lo dijo, sí. Ella dijo que no acabó bien. En el momento que había sentido “bien” fue un entendimiento masivo, pero no había presionado el tema como habría hecho la agitada bruja blanca. Entonces otra vez hizo que Ana se agitara. El término “altamente cuerda” me vino a la mente cuando pensé en la pequeña Vidente rubia. Como manejaba la Visión sin volverse completamente loca estaba más allá para mí. Conall apartó la mirada, la cara tensa. —Fueron consumidos mutuamente y perdieron el control. Estaban atado a dos de las familias más lardas y poderosas. Rompieron la tradición, con razón, y ellos... —Fue incapaz de seguir. Breandan se tensó a mi lado y la tensión se radió a través del espacio entre nosotros. Le miré bajo mis pestañas y vi su cara, claramente molesta. Mi hermano se aclaró la garganta y cuadró sus hombros. —Ellos se dieron mutuamente sus nombres de familia. Mis labios se movieron pero me las arreglé para permanecer tranquila. ¿Eso era lo más monstruoso que hicieron esos dos? Por el amor a los dioses, esas hadas tendrían un melodrama para un buen arte. Intenté mantener la risa de mi voz.

—¿Y? Las cabezas de los chicos se levantaron de repente. Las expresiones gemelas de asombro me dijeron que mi reacción estaba fuera de lugar. Les miré y me encogí de hombros tímidamente. —Parece que no lo comprende —murmuró Breandan. Descansando sus manos en sus rodillas, Conall abrió su boca luego la cerró otra vez. A veces, había una barrera de lenguaje entre esas hadas y yo. Decía cosas y esperaban que simplemente captara el significado. Parecían haber dos significados en cada frase, mil maneras de interpretar lo que se estaba diciendo. Me dolía la cabeza. Me enfoqué e intenté trabajar a través de eso, usar la lógica. Los nombres familiares tenían poder y eran secretos. Histriónico y extraño, si me hubieran preguntado, pero expresando semejante pensamiento solo conseguíamos meterme en problemas, y seguía por mí misma. Las hadas respiraban tradición. Cada cinco segundos esto y eso era tradición. Creo que les ayudaría retener su sentido de propósito, de significado. Justo como la creencia de que todo ser tiene un propósito y un destino —que nuestras vidas estaban fijadas, y era una cuestión de tiempo antes de que el destino tomara su camino. Me preguntaba si ese significado estaba aislado. ¿Lex nunca hubiera querido morir, y era Maeve la que supuestamente estaría muerta en su tumba? ¿Tomas estaba intentando salvar a un Nido que necesitaba extinguirse para un gran propósito? ¿Era el momento de que la raza humana cayera en una leyenda? No podía creerlo. Sabía que la idea de tener un propósito tenía sentido, como atribuirle como estaban estructurados los Wyld y determinar la familia real, y combinar eso con las líneas de sangre; seguramente crearías una soberanía que pasaría el examen del tiempo. Pero solo... eso parecía tan... casual. Ellos dejaban que sus vidas y decisiones estuvieran basadas en pequeños sucesos y señales que podían significar y pertenecer a nada. Froté mi cabeza que comenzaba a ser consciente mentalmente de que estaba perdida. Conall aún estaba sin decir nada, y Breandan me miraba de esa manera intensa sin pestañear que hacía cuando estaba intentando ver dentro de mi cabeza. Sonrió; algo pequeño que pasó por sus labios. Le miré, frotando mi nariz distraídamente. Qué extraño. Era como si él supiera que estaba pensando en él. Ladeando su cabeza, sonrió ampliamente.

Frunciéndole el ceño, volví para separar mentalmente lo que había aprendido y lo trasladé a algo que podía comprender. Las hadas creían que los nombres tenían un poder físico, y contextual sobre ellos. Así que... ¿Dar a alguien tu nombre familiar significaba que tenían tu poder? ¿Era eso? ¿Conall estaba diciendo que darse el nombre familiar mutuamente... —Ellos renunciaron al completo control mutuamente —dije y levanté la mirada, lista para ser alabada por averiguarlo por mí misma—. Se dieron mutuamente algo sagrado para probar su amor. —Bueno, por la blanca mirada de sus caras estaría esperando un rato para todos esos elogios. Suspiré—. Eso sería mal visto por sus familias, creo. —Fue visto como un castigo de muerte —explicó Conall. Mis ojos se abrieron de par en par. —¿Fueron condenados a muerte? Él sacudió su cabeza otra vez. —Huyeron, y fueron encontrados, por supuesto. Eran demasiado jóvenes, y como dije consumidos mutuamente, incapaces de pensar correctamente o funcionar apropiadamente. Fueron llevados de vuelta para el juicio, después de todo su vínculo era claro. —Sus ojos miraron de Breandan a mí—. Es algo que cualquiera profundamente en consonancia con la magia puede sentir y encontrar, único. No había error. —Él suspiró pesadamente, y murmuró algo para sí mismo demasiado bajo para que lo oyera a pesar de mi aguda oído—. Un vínculo es sagrado, desde que te conviertes en una personificación viviente de la Fuente. Se estuvo de acuerdo que no era decisión del Alto Señor decidir sus destinos, y así ellos volvieron al líder espiritual. La Sacerdotisa. Ella les ordenó separarse y mantenerse separados hasta que la naturaleza tomara su curso. Mi corazón era pesado con la pena. —¿Murieron solos? El viento pegó a través del césped como un lamento. —Ellos se llevaron muchas vidas con ellos, al final —dijo Breandan—. Cuando los vinculados son separados el poder aumenta entre ellos. Crece con cada momento que pasa aumentando y fortaleciéndose. Se cree que fueron separados e incapaces de juntarse para liberar la acumulación de poder que eventualmente el vínculo simplemente les consumiría. —Se detuvo, comprobando que le estaba siguiendo, midiendo mi reacción. Pensé en lo que estaban diciendo y una realidad heladora pasó sobre mí. —Ellos se juntaron —dije y me abracé—. De alguna manera, se las arreglaron para unirse y abrir el nexo.

Conall asintió tristemente. —Hubo una vez tres Wyld en esta región, no dos. Los Claros Dorados estaban donde la familia real reinaba. Fue destruida la última vez que una pareja vinculada se juntó y sacudió los cimientos de lo que definíamos como gente. Ese amor podía causar semejante dolor y destrucción... era realmente una lucha para llegar a los términos. Recordé la intensa luz que había explotado del cuerpo de Breandan y el mío cuando habíamos terminado de curar. Conall y Lochlann habían luchado para salvarnos aun olvidándolo para asegurarse que nos tocáramos piel con piel. La luz que explotó cuando nos tocamos, como si su piel hubiera sido tocada por la luz del sol, había quemado a Tomas. —¿Qué le ocurriría a una pareja vinculada separada durante mucho tiempo? —digo días—. ¿A través de semejante vasta distancia que se juntaron en una reunión apasionada? El pensamiento era aterrador y estimulante. —¿Cómo? —susurré—. ¿Cómo pudo haber ocurrido eso? —Se cuenta que el macho estaba protegiendo a su familia y que ella era protegida por la de él. Un simple error puede causar la devastación. La Sacerdotisa estaba más preocupada por mostrar misericordia que morar en la causa de su situación. La hembra vinculada ordenó a los guardias que la dejaran libre. Y ellos lo hicieron —no tuvieron elección. Mi mente estaba aturdida por la complejidad de eso. Como una acción semejante balanceaba los cimientos de una especie y alteraba una manera fundamental de vida. Los amantes se habían dado mutuamente sus nombres familiares como una toma de devoción, y un acto egoísta que destrozaron la confianza de muchas maneras. —¿Es por eso que dejaste de dárnoslos? —Fue considerado lo mejor. No era la única razón, pero si el principio del final. Dejamos que los viejos nombres de poder murieran y los vinculados fueran vistos como un tabú. Hay muchos que intentarías hacerte daño por miedo a lo que tú y Breandan compartís. —El aviso en su voz era claro—. Sacerdotisas largamente pérdidas o no intentarían hacerte daño. Si hubiera sabido... si la bruja blanca me hubiera avisado de lo que podría ocurrir si fueras encontrada y tocada nunca hubiera... —Suficiente —dijo Breandan rotundamente. Mi cabeza se balanceaba una y otra vez entre ellos, más que preocupada ahora. Estaban siendo abiertamente irrespetuosos mutuamente. Breandan recorrió una mano por mi brazo y me estremecí. Quien sabía a cuantos había matado con esas manos. ¿Cuántos mataría para recuperarme si fuéramos separados? Sabía que él estaba intentando distraerme de lo que

había pasado entre él y mi hermano, pero no funcionaría. No podía preguntarles que pasaba, de alguna manera sabía que no me lo dirían y tendrían un acuerdo mutuo para mantenerlo entre ellos. Pero lo averiguaría; averiguaría todo. Me apoyé en mis codos, estirando mis piernas delante de mí para cruzarlas en los tobillos. —Lo comprendo. —Es algo bueno. Estamos empezando a escucharnos claramente, hermana pequeña. —Él parecía muy orgulloso de que me tragara un resoplido de desacuerdo. Conall pegó sus rodillas, la cara se tensó, y se convirtió justo en la belleza que no sabía que un macho podía poseer—. Y ahora aprender la historia de nuestra familia. Nuestra madre era Sorcha. Un hada de semejante belleza y gracia que no tenía nada que ella no pudiera tener u ordenar a alguien. Cuando era un niño, observé a nuestro padre dirigir a nuestra gente cuando los bosques cubrían la tierra. Como un hombre joven le observé mantenernos a salvo cuando los humanos construyeron sus ciudades y destruyeron nuestros bosques. —Su voz era espesa por la emoción—. Aprendimos a mezclarnos. A protegernos con el glamour nosotros mismos para mirar y movernos como ellos para que pudiéramos estar a salvo. Nos reuniríamos en jardines y bosques para retozar y atender a la naturaleza que era dejada. Nuestros números menguaban y nos convertimos en un mito y leyenda para una raza que una vez vivió con nosotros en armonía. —La cara de Conall estaba tensa, con presión—. Las otras razas engendraron que nosotros no éramos tan susceptibles para cambiar. No estaban contentos de esconderse. Me senté y parpadeé. —Espera, ¿engendraron? Conall se sacudió y se enfocó en mi cara más que a media distancia. —Lo siento. Olvidé que no sabes la historia de esas cosas. Rae, todos nosotros venimos de la Fuente. —Ahuecó sus manos juntas—. Al principio de todas las cosas había hadas. De ellas las especies se diversificaron. Por los años de rareza de genética y mutaciones se crearon otra especies enteras para caminar por la tierra. Les amábamos y les guiábamos, les adorábamos a pesar de las diferencias, y sus líneas florecientes. —Ese es el por qué la Sacerdotisa protege el equilibrio. Las hadas fueron los primeros seres. Conall asintió. —Estamos honrados y mágicamente atados a preocuparnos de este mundo. Ese es el por qué nos sentimos tan conectados a él. Por naturaleza. Me deprimí.

—Ana me dijo que Sorcha rompió el equilibrio. Había esperado que ella estuviera exagerando. Conall inclinó su cabeza. —Nuestra familia es... somos los únicos de sangre pura de nuestra línea. Debemos fijar eso. Él sonaba muy cansado cuando dijo eso que me arrastré hacia delante y situé una mano en su rodilla. —¿Debemos? Es nuestra elección. Podemos elegir dejar esta región. Encontrar un nuevo hogar. Él me dio una pequeña sonrisa. —Si no nos quedamos aquí ¿dónde en el mundo podremos escondernos? Este es nuestro propósito y debemos mantenerlo con orgullo y coraje. Me apoyé sobre mis talones, arrancando el césped más corto a mis lados. —No es justo que eches toda esa responsabilidad sobre mí. Comprendo que por la sangre esta cosa de Sacerdotisa sea inevitable, pero porque no puedo pasar mi título a alguien que merezca más la pena. Más... responsable y apropiado. Como, abdicar, o algo. —No funciona de esa manera —dijo Breandan. Miraba sus manos como si sujetaran las respuestas para todas las preguntas—. Somos elegidos, y lo hacemos lo mejor que podemos con lo que nos es dado. —No quiero esto —dije firmemente. Mordiendo mi labio, cerré en puños mis manos sobre mis rodillas. Apretando—. Lo que estoy pidiendo es que ambos dejen la región conmigo. Podemos encontrar un nuevo hogar. No miré a ninguno. Sí, estaba avergonzada, pero estaba más asustada de no preguntar. El poder y la fuerza me habían dejado esa mañana cuando había usado el amuleto de poder. Estaba aterrada por eso. ¿Cómo podía hacer esto? Apenas sabía cómo me sentía la mitad del tiempo. Sin pensar en los cinco minutos que pasaron por mi propia nariz, y más a menudo no concluir que salir corriendo era la mejor manera de resolver mis problemas. Vale, sí, estaba mejor quedándome y luchando, sin dudar si Breandan o Conall estaban en peligro dando cualquier cosa que tuviera para salvarles. Era todo lo que me preocupaba. ¿Podía quedarme y luchar en medio de una raza que aún tenía que llegar a amar? Un dedo levantó mi barbilla. Intentaba no llorar, y aparté la mirada de la mirada conocedora de Breandan. No me quería sentir consolada. —Estaremos contigo —dijo él suavemente.

—Hasta el final —añadió Conall. Sus palabras tenían tanto amor que aun así dieron un poco de consuelo. —Dime qué hacer. Por favor. Señálame la dirección correcta porque estoy perdida, Conall. Me estoy hundiendo y no pudo salir por mí misma. Algo dentro de mí está muerto, ulcerando. No puedo alcanzar ese lugar donde todo está bien. Veo oscuridad y eso me mata. —Cerré mis ojos—. Lex está muerta; ella está muerta por mí. Maeve casi muere por mí. Breandan casi murió por mí. ¿Por qué no has visto un patrón aún? —Mi voz estaba enfadada al final—. No soy buena para esto. Fallaré. Breandan dijo algo en voz baja hacia mi hermano. Él replicó cortadamente y se puso de pie, dando dos golpecitos en la cabeza ligeramente. El gesto era tan alegre que pensarías que le hubiera dicho que una tormenta estaba golpeando dentro. —Todo estará bien —dijo él. Pareció considerar algo durante mucho tiempo luego su musculoso pecho suspiró con un suspiro—. Rae, el rastro se enfría. El abrupto cambió de conversación me sacudió durante un momento antes de que mi enfado burbujeara y se agitara. —Estás mintiendo. —Incluso cuando dije las palabras me sonrojé, pero mantuve mi mirada desafiante. Las hadas no pueden mentir —excepto para mí, y había dicho eventualmente que estaría unida para no decir nada excepto la verdad. La palabra de las hadas una vez dada era ley. Así que mi afirmación previa había sido grosera. Conall ignoró el comentario, balanceó su mano a través del aire como si barriera su dolor a un lado. —Dame tiempo. —Lanzó a Breandan una mirada amenazante—. Ella necesita dormir. — Entonces se fue.

Segundo Capítulo Traducido por eli25 (SOS), Ellie, andre27xl, Dham—Love, Bautiston Corregido por Mishy

Me quedé detrás de Conall y presioné mis labios juntos. —Encontrará el rastro si tiene que ser encontrado —dijo Breandan después de una tensa pausa—. Nosotros hemos tenido poco tiempo para hablar y estar juntos... ¿me mirarás? Exhalé por la nariz y puse mis manos en puños apretándolas sobre mis rodillas. Me giré para enfrentarle y asentí una vez. Era verdad. No habíamos tenido tiempo para conocernos, y seguramente no haría daño olvidar a Devlin y enfocarme solamente en el chico delante de mí. Sentí la sangre subiendo por mi cuello, y un latido muy fuerte de mi corazón, me di cuenta de que esto podría ser más duro de lo que había pensado. Estaba... avergonzada. Él era intimidante, y aunque debería sentirme cómoda con él cuando intentaba encontrar su mirada mis ojos caían a su regazo. Me incomodaba porque miraba su entrepierna, entonces comencé a pensar en mirarle descaradamente, y tenía curiosidad sobre cuál sería su reacción, así que miraba a propósito. Breandan no habló ni hizo nada. Me observaba tranquilamente, y estaba aparentemente contento con sólo estar sentado conmigo. No podía entender por qué quería “lanzarme” sobre él. La urgencia era crudamente primitiva y me tenía atónita incluso cuando sabía cuan absurdo era un pensamiento semejante. ¿Supuestamente no quería que me besara o acariciara tiernamente? Lo que quería no había manera de que fuera considerado tierno.

No era lo bastante valiente para golpearle tan descaradamente, aún, y mantener enviciada mi propia vergüenza. Escabulléndome al acercarme, de forma brusca, situé mis puños en sus hombros y esperé a que él tomara la iniciativa. Él notó mi silencio y mi duda con una pequeña sonrisa. Arrastró sus dedos sobre la base de mi ala inmovilizada haciéndome jadear y arquearme hacia él. Temblé. Mi cara se cernió delante de la suya, tan cerca que sus pestañas rozaron la curva de mi mejilla. Temblé otra vez. Él parpadeó y preguntó: —¿Estás asustada? Tragué y me sentí incapaz de mantener su mirada, líquida plateada y brillando con diversión. Era un montón de cosas, pero asustada no era una de ellas. —Vas a tener que trabajar por mí —dije sin respiración, y retrocedí hasta que estuve medio agachada. Respiré profundamente y me sentí ligeramente cabezota. Levanté mi barbilla—. ¿Me quieres? Ven por mí. Hubo un golpe cuando él se alejó completamente de mí. Sentí un segundo de pánico que velozmente se convirtió en cautela. Breandan se puso de pie, desenroscándose de su asiento muy lentamente, y caminando hacia delante. Su naturaleza explotó en un chorro de calor y fiera posesión para sofocar la mía en obediencia. Sin estar de acuerdo para inclinarme, jadeando, retrocedí y levanté una mano de advertencia. Él dio otro paso calculado y agarró mi mano. —¿Estás segura de que quieres jugar este juego? —preguntó con una voz ronca que hizo que mis ojos se abrieran ampliamente y que mi estómago se contrajera tensamente. Tenía una manera asilvestrada en él que no había visto antes y sentí su naturaleza acariciando a la mía en una manera que habría sido indecente si él decidiera reflejarlo en el toque como una manifestación física. Llevó mi mano a su boca y besó cada dedo antes de llevar mi dedo meñique a su boca y morderlo gentilmente. —Eres muy hermosa para mí Rae —murmuró y lo hizo otra vez, esta vez más fuerte. Aturdida, intenté atrapar su mirada. —¿Di… dilo? —El tono fuerte de mi voz había tomado una nueva calidad. Era gutural, ronca incluso. Su expresión era intensa y acunó mi cara en sus manos como si fuera delicada, pero no se repitió, y yo estaba más interesada en tocar que ganar. Me moví hacia delante, empujándole hacia atrás sentándole para que pudiera sentarme a horcajadas en su regazo. Mi cara se

sentía caliente pero estaba determinada a ver esto. Inclinándome hacia él, froté mi mejilla contra la suya e hice un suave zumbido en la parte de atrás de mi garganta. La sensación de su firme piel junto con la mía se sentía bien. Me estremecí y me incliné más hacia delante para frotar mi torso entero contra él, consciente de las suaves curvas de mi cuerpo cuando se deslizó contra la rigidez del suyo. Él retrocedió e hice un ruido, mis músculos se tensaron alrededor de los suyos, y actuando puramente por instinto, embelesada por la vista de su piel pulsando débilmente la punta de mi lengua salió rápidamente para deslizarse sobre su lóbulo. Retrocediendo ligeramente para poder ver su rígido perfil, esperé; preocupada por si lo había empujado demasiado. Con una lentitud exasperante, él situó una mano sobre mi cintura y otra en la parte de atrás de mi cuello. Empujó mi cabeza hacia abajo y mis labios encontraron los suyos. Gemí, un sonido que reflejaba el dolor del que había oído hablar —pero nunca lo sentí antes— desplegándose a través de mis labios. Nos besamos suavemente, los labios apenas se tocaban, casi como si él estuviera saboreando. Entonces cambió y Breandan me empujó sobre el césped seco y arañó con sus dientes a lo largo de mi cuello, hombros, recorriendo sus manos sobre mí. Me arqueé hacia él, adorando su peso sobre mí. Él no estaba caliente, su piel ardía, y cuando me tocó el fuego lamió desde sus dedos. Le empujé más cerca, sin querer el más mínimo espacio entre nosotros. Era natural que mis piernas se cerraran alrededor de su espalda por los tobillos, mis manos se metieran por la cintura de sus pantalones. La mano de Breandan levantó mi vestido y golpeó mi ombligo, bajando. Hice un ruido y mordí su labio. Era inexperiencia y mis caricias eran más que una entusiasta búsqueda a tientas, pero no me importaba. Dioses, no me importaba. Entonces él se fue y yo estaba manoseando el aire, las piernas levantadas hacia el cielo. Debía parecer un escarabajo respingón. Él estaba sentado enfrentando una forma apagada de rojo y el cuerpo se estiraba tenso como una cuerda. —Disculpa —dijo él tranquilamente—. No debería haber dejado que las cosas se fueran de las manos. Enfadada, giré sobre mi estómago y levanté una rama. Arañé la punta, y los afilados bordes en el suelo. Apuñalando e insistiendo en la tierra delante de mí con mi mano cerrada en un puño. —Rae... —No lo hagas, Breandan. El dolor aún estaba ahí. ¿Había un interruptor? ¿Por qué aún sentía todo retorcido y cálido?

Suspirando, tiré la rama y me giré sobre mi espalda para poder ver el cielo. Unos pocos pájaros pasaron y vi algo pequeño y peludo trepando su camino al tronco de un árbol. Cerré mis ojos y froté mi cara en el césped, deseando que fuera algo más... prefiriendo a alguien más. El césped pinchaba mi piel haciendo que me picara y liberando una fragancia enloquecedora cuando lo hacían. Me estiré, disfrutando del sentimiento de los músculos en la parte inferior de mi espalda y levantando mis brazos. Había estado apegada muy tensamente contra él, encerrada en una burbuja de gemidos respirados y susurros murmurados, que cayeron allí sintiéndose torpes. La preocupación que sentía siempre que él no me estaba tocando se convirtió en incómoda. Ana la bruja blanca me había avisado de lo que podía ocurrir si estábamos separados por mucho tiempo. No estaba segura de poner sus palabras a prueba. Eso y la historia de la pareja que se habían vinculado antes que nosotros habían asustado mis tonterías. La última vez que el nexo se había abierto entre Breandan y yo, había sido una intensa luz. Sólo habíamos estado separados unos pocos minutos. Sólo los dioses sabían lo que ocurriría si se abría cuando hubiéramos estado separados durante horas. Seguramente necesitábamos practicar siendo separados para ganar algún tipo de control sobre esta conexión entre nosotros. Inhalé a través de mi nariz y exhalé a través de mi boca. Permanecí tranquila y enfocada en estar calmada. Este era un nuevo sentimiento, el querer, pero había pasado años controlando mi naturaleza sin saber lo qué estaba haciendo, qué estaba reprimiendo a mi hada. Esta era sólo otra urgencia que controlar. Breandan tocó mi tobillo ligeramente. El dolor disminuyó y las pesadas preocupaciones me dijeron que le pidiera que se fuera. Apreté los dientes y le ignoré. Era cierto lo que Conall dijo. Me sentía más fuerte, más sana cuando estaba cerca de los bosques. Aquí estaba mi hábitat natural. Aquí, podía dejar que mis sentidos vagaran y que relajaras la constante sujeción de mi naturaleza de hada. Podía ser tan salvaje y fuerte como quisiera. Parpadeé lentamente y mis párpados tardaron mucho tiempo en volver a levantarse. La segunda vez mis párpados se cerraron y se quedaron cerrados. Parpadeé y se abrieron lentamente. Estaba cansada y con esto, me sentí descontenta. Breandan no parecía cansado después de todo y estaba segura de que él había estado levantando mucho más que yo. Y había dedicado más energía. Mis ojos se sentían pesados y pellizqué mi pierna pero no hizo nada excepto dejar un dolor apagado por el sueño. Entonces noté que el sol parpadeaba fuera de la vista, y que mi repentina somnolencia no podía ser completamente natural. ¿La oscuridad me estaba llamando? Me levanté disparada y me balanceé cuando mi cuerpo luchó para que reposara mi pesada cabeza. No quería dormir. Quería seguir despierta, pero la oscuridad me llamaba, estaba segura de eso. Con un pequeño sentido de sorpresa, me di

cuenta de que estaba asustada. Inmediatamente alcancé a situar mis manos en los hombros de Breandan y me sujeté tensamente, mi pasado decidió no tocarle. Con un suave suspiro de alivio, él me empujó sobre su regazo y me sujetó cerca. —Deja descansar a tu cuerpo —murmuró él. —No quiero hacerlo. La última vez que dormí soñé —hice una pequeña pausa—, soñé con Tomas y cuando me desperté él estaba allí. —No estaba asustada de mi vampiro, sino de lo que me ocurriría cuando él estuviera cerca. Me confundía, me hacía girar, y era más fácil si él estaba en algún sitio más. —Eso no ocurrirá otra vez. Yo te tengo, descansa. Presionando un beso en mi sien Breandan me encerró en sus brazos, feliz por mostrar abiertamente su afecto ahora que estábamos solos. Noté que no le gustaba estar sobre mí en compañía de otros. Me preguntaba si era algo de hadas o algo de Breandan. Descansando mi cabeza en su cálido y desnudo hombro mis ojos se cerraron. Escuché su firme latido, sentía el sólido golpe de su corazón debajo de mi palma. El cansancio abrazó mis brazos y piernas y me tiró. Los tentáculos del sueño se deslizaron en mi mente y una ola de cansancio me empujó hacia abajo, dando vueltas, girando en las profundidades de la oscuridad. Entonces corría a través del bosque. No notaba ni el viento en mi cara ni la tierra bajo mis pies. Ese era el problema de estar muerta; no puedes sentir nada más. ¿Cómo se las había arreglado para calentar mi corazón cuando había estado frío durante un siglo? Mi estómago se encogió dolorosamente. Estaba hambrienta, famélica. Mi garganta ardía y mi boca estaba seca como la ceniza. Pensando, me concentré en un latido, fuerte, golpeando la espesa sangre a través de las venas. Respiré profundamente y olí el rastro. Entonces la vi, recogiendo algunas moras. Reí sombríamente. Alguien tan joven y bonita no debería salir para recoger comida. Rápidamente me acerco, con cuidado. Ella no era humana y sería capaz de oír u olerme si hacía un movimientos demasiado repentino. Me moví, más cerca. Su latido sonaba como el trueno. Olía deliciosa y mi boca se hizo agua. Mi estómago se tensó, apretando tensamente. El hambre era tan aguda que pensaba que me conduciría a la locura.

Mis colmillos descendieron y lamí las puntas afiladas. Murmuré con la anticipación de enterrar mis dientes en su cuello y desgarrar la carne. Beber, sorber, y lamer hasta que el ardiente dolor fuera satisfecho. Mis manos temblaban. Necesitaba alimentarme. Con la mano levantada para recoger la mora ella se detuvo, olfateando. Yo estaba de pie tranquilo y en silencio. Ella no me oiría, no respiraba, ni sudaba. No llevaba ningún olor de una fragancia de la tierra mineral que ella atribuyese a una planta del bosque. Ella olfateó profundamente luego se encogió de hombros, y siguió con su recolecta. Escabulléndome hacia delante, no hice ruido. Situé una mano sobre su boca para cubrir su grito y la volteé. Mantuve su mirada aterrada con la mía. Ella se tranquilizó. La sentí relajarse bajo mi agarre y la liberé. “Estás a salvo”, pensé en su cabeza. Su cuerpo temblaba y su mente cambió, luchando para romper mi sujeción. La controlaba y aparté su sentimiento de libertad. “Estás a salvo”, pensé otra vez y la empujé más cerca No perdí el tiempo en mecerla en una calma más tranquila. Las hadas eran fuertes y la compulsión nunca mantenía sus mentes mucho tiempo. Ella fue de buenas a mis brazos y suspiró cuando la mordí. La sangre era húmeda, espesa y sabía rica con un trasfondo a tierra. Bebí con avaricia, ya sintiendo la calidez extendiéndose a través de mi cuerpo entero. Me alimenté de ella y gentilmente descendí con ella cuando su cuerpo resbaló. Su latido comenzaba a disminuir. Seguí, queriendo saborear cada gota. Ella era un hada de sangre pura. Deliciosa. Perdiendo la paz del momento, sentí algo, alguien. Una presencia familiar que conocería durante el resto de mis días. ¿Rae? ¿Ella estaba aquí, conmigo? No. Aparté el sentimiento. Ella me había dejado, se había ido con el hada macho. No la quería, y no me importaba si moría. Sólo estar con ella casi me había costado mi vida. Se suponía que era la salvación. Y eso era lo que hacía que mi corazón sangrara. Una chica tan pura daría su espalda a todos para salvarme. Un asesino, un demonio real atado a su lujuria de sangre, un esclavo al dolor y al deseo. Cómo podía ella querer a algo como yo, no era nada que pudiera

comprender... apenas comprendía la incomprensible necesidad de tenerla cerca de mí, como estaba seguro que lo sentía también. La quería como era, tomarla, y revelar la belleza de la oscuridad que podíamos compartir. Iría a ella. Me la llevaría y la haría mía. Aún podía hacer que funcionara; no necesariamente sería el final si venía conmigo. La chica aún estaba bajo mis manos. Su corazón dejó de latir. *** Mis ojos se abrieron, y miré fijamente el rostro de Breandan. Desde mi posición, podía ver su mandíbula, apretada, sus labios presionados juntos en concentración. Se giró y miró abajo hacia mí, sabiendo que ahora estaba despierta. —Dejaste tu cuerpo —dijo, su voz dificultosa—. Traté de despertarte, pero no regresabas. ¿A dónde fuiste? —Yo... no estoy segura —mentí. Tuve que tragar duramente, ya que mi lengua parecía espesarse cuando dije esas palabras. Sabía exactamente a dónde había ido y lo que había visto, pero sin duda una mentira apaciguadora era mejor que la dolorosa verdad. —Por un tiempo, ni siquiera pude sentirte. Nuestro vínculo fue sofocado por la oscuridad. Las palabras rompieron mi corazón, y lo sostuve junto a mí. —Tú n... n... —Luché contra la mentira—. Nunca me perderás, Breandan. Él se puso tieso. —Se te está haciendo más difícil mentir ahora. Enterré mi cabeza en su hombro. —No quiero lastimarte —dije—. Quiero que sientas que puedes confiar en mí. —Te tomará un tiempo el llegar a acostumbrarte a decir sólo la verdad. —Se detuvo—. Por supuesto, pronto no tendrás otra opción. Sería mejor para ti si intentaras decir sólo la verdad. ¿De acuerdo? —Asentí—. Además —continuó en una voz ligera—. Eres mayor que yo. Debes dar un buen ejemplo. Bufé. —Sí, doscientos años mayor. ¿Cómo funciona eso, otra vez?

Sus cejas se reunieron en su frente. —Eso te molesta. ¡Demonios que sí! Me deslicé de su regazo hacia el suave césped. —No necesitas declarar mi estado de ánimo al mundo entero cada vez que lo descubres. Su cabeza se inclinó. —Ahora estás enfadada. —Rechiné los dientes. Breandan corrió un dedo por el puente de mi nariz, entonces sobre mis labios apretados y mi tensa mandíbula—. Tan enojada... — murmuró. Permitió que su toque vague por el lado de mi cuello, rozando levemente mi clavícula. Tuvo una breve vacilación antes de que su mano continuara bajando para acariciar las curvas entre mis senos. Jadeé. Él rió entre dientes y puso las manos en mis brazos para tirarme más cerca. Sus ojos —dos piscinas de luz iridiscente— vagaban por mis facciones, como si no pudiera escoger en cuál enfocarse. Mi corazón golpeaba en mi pecho mientras su cabeza bajaba y su lengua acariciaba mi labio inferior. Hizo un ruido profundo en su garganta, como el que yo había hecho, pero este parecía casi pedir permiso. Antes de que pudiera pensar en cuán extraño era eso, él presionó sus labios sobre los míos. La mayoría de los chicos quizás habrían sido apacibles, o habrían tratado de empezar suavemente para no asustarme, pero Breandan era una fuerza por sí solo, y había decidido que quería besarme. Su boca se pegó a la mía, entrelazando su lengua con la mía con la suficiente habilidad y delicadeza para tenerme gimiendo en su boca. Instinto. Mientras más me guiaba, más rienda suelta le daba, especialmente si las consecuencias se sentirían tan malditamente bien cada vez. Traté de moverme más cerca, pero las manos que sujetaban mis brazos me mantuvieron quieta. Se alejó un poco para besar el lado de mi cuello. Su atención se había desviado de pasión a algo más. Dijo: —Pareces algo tensa. Me quedé quieta y esperé, y cuando ninguna explicación adicional llegó, contesté: —No importa, por favor, no te detengas. —Dime la verdad. ¿Con quién soñaste? —Sus ojos chispearon, retándome a mentirle. Ruborizándome, me moví inquieta y mi cabeza se inclinó hacia abajo, pero él no soltó su agarre. En vez de sentirme protegida, me sentí sofocada, pero expliqué mi sueño en un suave murmullo, tan verdaderamente como puede. Mientras hablaba, él se volvía cada vez

más tenso. Su agarre en mis brazos dolía, pero yo no quería que me soltara, por lo que no se lo dije. Cuando le conté lo último que pensé, que Tomas me quería y pensaba reclamarme, su cuerpo entero tembló y su agarre se volvió tan doloroso que no pude ocultarlo. Cuando se dio cuenta de ello, se relajó, frotó mis brazos, y hubo una disculpa implícita en su toque. —Esa cosa jamás te tendrá —espetó—. Su tiempo está acabándose. El solo pensar en ellos dos luchando hizo que mi corazón se encogiera hasta el tamaño de una pasa... todo seco y negro. Aún me desagradaba la idea de que Tomas fuera apartado de mí para siempre. Parecía mal... demasiado final. —Desearía que no dijeras esas cosas —dije calladamente—. ¿No puedes ver que así como nuestro vínculo fue imprevisto, también lo es esta conexión que Tomas y yo compartimos? La mirada de Breandan se alejó de la mía, centrándose en algo a la distancia. —Soy el único culpable por ello —murmuró. Fruncía el ceño otra vez, y suspiré y utilicé la yema de mi dedo índice para suavizar los surcos. Un hormigueo del contacto corrió por mi cuerpo y cerré mis ojos brevemente mientras saboreaba la sensación. —Estaba tan ansioso por huir de ti, que no lo presentí. —Me miró, lleno de disculpas—. Si tan sólo hubiera esperado un momento más y me hubiera concentrado en ti en lugar de en cuán inoportunos eran mis sentimientos, entonces habría sabido que él estaba allí. Si te hubiera llevado de regreso al Templo, él nunca habría tenido la oportunidad de…. —Sus ojos se cerraron y susurró—: A veces desearía que él hubiera cedido a sus deseos y te hubiera mordido en el primer momento en que te vio. Si se hubiera derramado simplemente una gota de tu sangre, lo habría sabido y habría regresado. Pero nuestro vínculo era aún tan nuevo, y mi cabeza estaba demasiado confusa... Lo interrumpí, ondeando la mano para alejar sus palabras. —Tú estabas cuidando del amuleto de la protección. Lo entiendo. No se hizo ningún daño. La desesperación en sus ojos fue desgarradora. ¿Cómo podría culparse él por algo que ni siquiera lo involucraba? Entendía que hubiera viejos asuntos entre los vampiros y las hadas, pero Tomas nos había ayudado... lo había ayudado a él. Me incliné hacia delante. —Sé qué piensas que me fallaste. —Coloqué una palma en su mejilla y me aseguré de que sostuviera mi mirada—. Pero no lo hiciste. Nunca lo has hecho, y me temo que nunca lo harás. Eso es lo que hace que tus sentimientos hacia mí sean tan increíbles. No te merezco, y me preocupa que, por mucho que lo intente, jamás lo haga. —Cada día que pasa, me agrada menos ser lo que soy —murmuró más calladamente que antes—, porque sé que deseas una vida diferente. Y sé que no puedo dártela.

—Tú no puedes cambiar nuestro destino. Lo sé. Su mano cubrió la mía y él se inclinó sobre mi palma. Sus pestañas plateadas brillaban contra su cremosa piel. —Pero también sabes que no puedo huir de ello. No está en mi naturaleza el huir, aunque sé que está en la tuya. Tragué. No, no podría huir, mi destino era una esfera de recuerdos que nunca podría dejar atrás. Era la Sacerdotisa, y tenía que devolver a mi especie del abismo de temor en el que había sido arrojado junto con el resto de las especies de demonios. Siempre me asustaba y le decía a cualquiera que escuchara que no podría, que no lo haría. Nunca me puse firme y tomé el control que me ofrecían todos aquellos que prometerían seguirme. Mi temor era una manta que utilizaba para enmascarar la verdad. Yo no tenía motivos para ayudar nadie a menos que eso significara directamente que haría feliz a Breandan. ¿Cuán enfermo era eso? La única razón por la que hacía algo era para impresionarlo... para que se sintiera orgulloso de mí. ¿Cómo podría convertirme en este ser legendario si pensaba únicamente en mi propia felicidad y en la de mi compañero? Breandan era fuerte. Él encaraba todos los desafíos con fría determinación, y no paraba hasta que saliera victorioso. Entraba a cada enfrentamiento bajo sus propios términos, sabiendo que tendría éxito. En cambio, era arrastrada a las situaciones, pateando y chillando como un niño. El mismo Lochlann había dicho que berreaba como uno. Me sonrojé ante el recuerdo. ¿Por qué no había estado lista para luchar y vengar a mi amiga? No debería haber sido Conall quien obtuviera venganza por la vida de Lex, debería haber sido yo. Por lo que, ahora, para hacerme sentir mejor por ello, me apegaba a los talones del Conall mientras él perseguía a Devlin a través de la región, utilizando la necesidad de la Tribu del grimoire como una excusa para evitar mis verdaderas responsabilidades. ¿Cuán vergonzoso y egoísta era eso? Aún peor, ni siquiera ahora podía encontrar que mi corazón se sintiera mal por sentirme y pensar de esa manera. —¿Es por eso que lo salvaste? —¿Qué...? —pregunté, tratando de recoger el hilo de la conversación que había dejado caer. Breandan me miró con una expresión de curiosidad. —¿Salvaste al vampiro porque piensas que su destino está entrelazado al tuyo? —Él ya no sonaba enojado o enfermo, solamente confuso, incluso sospechoso.

Incliné la cabeza ligeramente, mi pelo cayendo sobre mis hombros, tapándome un poco los ojos. —Lo salvé porque me preocupo por él. —Pensé duramente en cómo me sentía, en qué sentía por él—. Él se siente diferente que tú para mí. —Un repentino estremecimiento se deslizó sobre mí—. No te mentiré, él me asusta. Es… peligroso, creo. Pero hay algo que no puedo evitar que me guste de él. Incluso si mi propia naturaleza se estremezca ante lo que él es, su forma de ser me atrae de una manera en la que tú no podrías. —Miré con culpabilidad hacia mi regazo. La sinceridad era buena, pero avergonzaba. —La oscuridad —dijo Breandan, como citando un hecho—. Compulsión. Empujé hacia atrás mi pelo y dejé salir un corto aliento por la nariz. —No funciona con nosotros. —Fui firme en esta convicción—. Él no me puede manipularme de esa manera. —El lazo de sangre te hace vulnerable a él de una manera en que ninguno de nuestra especie lo ha sido antes con uno de los suyos. No puedes estar segura de que lo que sientes es verdadero. Sólo los dioses saben cómo puede manipular o invadir tu mente. —Sus labios se torcieron—. Incluso si pudiera mentir para hacerte sentir mejor, no lo haría. —¿El sentirme atraída hacia su oscuridad me convierte en mala? —pregunté calladamente, temiendo su respuesta—. Quiero decir, Devlin es malo, pero yo no soy mala sólo por querer estar cerca de la oscuridad. No soy mala. —Hubo un largo y pesado silencio—. ¿Verdad? Breandan no dijo nada. Salí fuera del alcance de sus manos y me alejé de él. Caminé en un pequeño círculo, tiré de mi pelo unas pocas veces. ¿Qué? ¿Acaso había esperado que me abrazara y me dijera que soy perfecta y tan inocente como un bebé recién nacido? Por supuesto que no diría nada. Él no podría mentir. ¿Y por qué debería apoyarme o darme permiso para que explorara mi lazo de sangre? ¿Qué macho de valía haría eso? Paré de caminar y me senté frente a él. Él miró hacia arriba, cruzó las piernas, y me llevó hasta su regazo, descansando su brazo sobre mis rodillas. En lugar de concederle que estaba en todo su derecho de luchar por mí, dije: —Desearía que pudieras mentir. —No —contestó—. Desearías poder mentirte a ti misma. —¿No puedes decirme algo para hacerme sentir mejor? —Pasé las manos sobre mis brazos, quitándome la tierra—. ¿O menos sucia?

—Es mi propósito el mantener el orden. No favoreceré una ilusión, incluso si me duele no hacerlo. —No soy una mala persona —dije simplemente—. Merezco que me hagas sentir menos insegura al respecto. He perdido a mi mejor amiga. ¿No puedes complacerme siquiera un poco? Suspiró. —¿Qué podría decirte que te haría sentir mejor después de lo que le sucedió a tu amiga? Miré abajo hacia mis manos, cerradas en puños sobre mis rodillas. —Deberías saber qué decir. Pero, por otra parte, ese es el verdadero problema, ¿no? La verdad es que no me conoces lo suficiente para saber qué decir para hacerme sentir mejor. —Fruncí el entrecejo—. Y no sé nada de ti. No, realmente. ¿Cómo podría sentir algo tan fuerte hacia una persona de la que no sabía nada? Lo había conocido hacía dos días, y no podría imaginar mi futuro y no ver a Breandan en él. Si miraba hacia atrás, no había nada antes de él. Mentalmente, mi mundo estaba rodeado de oscuridad, y él era la brillante luz plateada que me indicaba el camino, manteniéndome segura hasta que pudiera verlo otra vez. —¿Qué quieres saber? —No había impaciencia ni burla en su tono, simplemente necesidad de complacerme y alentarme. Hizo que la idea de preguntarle acerca de él mismo pareciera menos ridícula. —No lo sé. Cosas... —dije y ondeé las manos. Él inclinó su cabeza. —No. No lo sé. Tienes que decírmelo. Resistí el impulso de encogerme de hombros. Me había quedado en blanco. —Podrías darme alguna información. Como... —Finalmente, Breandan y yo estábamos a solas y podíamos hablar, y a mí no se me ocurría una simple pregunta que hacerle. Miré su rostro y pensé en sus labios. Miré sus ojos y me maravillé en cómo eran del mismo color plateado —gris de la luna. Entonces miré abajo hacia su estómago, dejando que mi mirada fuera a la deriva más bajo, sobre su pálida y suave piel y sus músculos marcados, hasta llegar a la cintura de sus pantalones. —¿Rae... amor? Me sobresalté y cerré los ojos rápidamente. Él me llamó “amor”. Me reí tontamente y me sonrojé de placer. Mirándolo, noté su expresión divertida.

—¿Has estado con una chica antes? —Una vez que oí las palabras y me di cuenta de cómo podrían ser interpretadas, me ruboricé aún más, preocupada de que la sangre en mi cabeza fuera la razón por la que me sentía algo mareada—. Quiero decir, ¿has salido con alguien en forma estable? Sus labios se tensaron, sus ojos centellearon. —No comprendo. Demonios no entendía. —Con una chica a la que encontraras especial. Alguien con quien tú quisieras... ya sabes... Hizo un pequeño chasquido. —Oh, ¿una amante? —Las palabras fueron dichas en medio de magia y placer. Se enrollaron alrededor de mí y me acariciaron suavemente—. No, nunca encontré una hembra. “Oh, ¿una amante?” La forma en que lo dijo fue tan confiada y segura. Siempre era tan seguro de sí mismo y de lo que hacía, de lo que había hecho. Mis ojos encontraron los suyos. —¿Y la buscaste? Un pequeño rubor floreció a través de sus pómulos. Miré mientras el color se encendía, completamente cautivada por él. —Por un tiempo, pero no era adecuado para nadie. —Encontró mis ojos—. La razón por la que no lo era es clara. Mis dedos acariciaban su hombro. Me moría por saber todos los detalles jugosos acerca de alguna relación pasada, pero me sentía reacia a empujar demasiado en caso de que preguntara por las mías. Más bien, por la carencia de alguna. —¿Ellas no te gustaban? —pregunté. —Yo no les gustaba a ellas. Me encontraban feo. Mi mandíbula golpeó el piso. —¿Feo? —Golpeé mi palma contra su frente, frunciendo el ceño—. Sé las reglas, pero tienes que estar mintiendo. Al principio, él se quedó perplejo, su rostro en blanco por el golpe. Entonces, una mirada de pura travesura invadió su expresión.

—¿A ti te gusta la manera en que luzco? No había manera de que respondiera a esa maldita pregunta. Girándome un poco, jugué con la piel de mi pierna donde estaba el tajo en mis jeans, y me sentí feliz por el cambio de dirección que le permitió a mis pensamientos. El vestido que llevaba era bonito, pero extrañaba mi propia ropa. ¿Dónde conseguiría ropa ahora? Había una fábrica de ropa detrás de la Pared, por supuesto, pero dudaba que pudiera ir hasta el puesto de distribución, sonreír mostrando mis afilados dientes, y comprarme un atuendo completo. No es que sonriera mucho antes de conocer a Breandan... El chico se había tensado debajo de mí, y era incómodo sentarse sobre alguien que estaba tan relajado como un tablón de madera. Sus ojos estaban fijos en mi mano. Me di cuenta entonces que mi vestido se había subido hasta el comienzo de mis muslos, y mis piernas estaban completamente descubiertas. Su mano había descansado en mi muslo inocentemente, pero ahora lo acariciaba ligeramente. No dije nada. Su tibia palma se movió reduciendo el camino sobre mi pierna, subiendo lentamente. Gemí, sorprendiéndome con la urgencia de mi propia voz, y enterré la cabeza en el hueco de su cuello, respirando su olor. Estaba segura de que estaba impreso en mi cerebro. Olía como a luz del sol, lluvia y naturaleza mezclada con un picante olor masculino que era suyo propio. Tocar era mucho más revelador que hablar. La emoción parpadeó en mi interior cuando pasé mis dedos por su cabellera, amando cómo se sentía su grueso cabello. Parecía que su pelo crecía tan rápidamente como el mío, y no podía esperar para verlo más largo. ¿Sería negro azabache como sus cejas, o tendría mechas tan oscuras que absorberían la luz y resplandecería como plata? Sí. Sí, quería esto. Me sentía insegura de todo lo demás, pero no de esto. Quería estar en sus brazos y amarlo. Quería que me sostuviera y me amara de regreso. Las puntas de sus dedos trazaron las líneas de mi nariz y mi boca. Lo besé. Sus ojos estaban abiertos y ardían en los míos mientras me besaba. Entonces mi boca se separó de la suya, y su lengua se deslizó sobre la comisura de mis labios. Sentí un fuerte hormigueo por todas partes, y mis ojos se cerraron. Su lengua se movía lentamente, explorándome, su sabor muy dulce. Pasando sus manos a lo largo de mi cuerpo, él suspiró, y yo agarré fuertemente sus hombros. Esperé el próximo beso… pero nada sucedió. Abrí mis ojos, borrachos de lujuria, y la realidad se filtró a través de mi feliz neblina. Breandan me miraba extrañamente, su boca presionada en una línea delgada. Levantando mi cuerpo lejos del suyo, saltó arriba elegantemente, girándose lejos de mí, de modo que conseguí una vista tentadora de sus anchos hombros descubiertos y su fuerte espalda. Las marcas a los lados de su cuerpo estaban más frescas, más siniestras en el diseño. Si tuviera que resumirlas en una palabra, hubiera elegido “malvado”. Temblé ligeramente y no por las sensaciones que provocaba bajo mi piel con su toque. ¿Por qué Breandan, la única

persona en el mundo de la cual estaba segura que no tenía oscuridad, tenía tatuajes como esos? Confundida preguntándome por qué ya no nos estábamos tocando me levanté, parada encima mi cola y luego me hundí sobre mis rodillas acariciándolo. Las lágrimas llenando las esquinas de mis ojos dolían y un ligero eco del dolor se disparó sobre mi columna. Breandan me lanzó una mirada y sacudió su cabeza. Paseó por el piso frente a mí. Eventualmente después de pasear quién sabe cuánto se decidió por regresar y mover mi cabeza hacia atrás. La presión de su boca chocando contra la mía casi duele. —Vamos a ver si podemos ayudar a Conall a seguir el rastro —dijo y me dejó allí, ya era un borrón plateado en la distancia. Viendo su rabia irracional retirándose remplazado por el deseo. ¿Se supone que tenía que entender lo que acababa de ocurrir? Salté y me encontré detrás él. Él corrió a toda velocidad a través del Orgullo, la grama a la altura de sus caderas era aplastada por sus botas. Lo perseguí, tan veloz como él y estaba muy enfadada. Antes de que pudiera pensarlo, estaba empujando el suelo y planeando, lanzándome sobre su espalda. Hundí mis dedos dentro de sus dedos desnudos, pasando mis uñas sobre su piel hasta que le saqué sangre, se enganchó en una de mis piernas y me arrastró fuera de él, lanzándome hacia el suelo cubierto de musgo. Se sujetó de mí, inclinando su peso. Se cernió sobre mí; su piel pulsando y sus ojos brillando como un ángel vengador. Hubiera sentido la necesidad de postrarme en el suelo ante él si no hubiera estado tan molesta. Demasiado molesta para estar sorprendida ante mis feroces acciones le mostré mis dientes. Cara a cara con una máscara de rabia se inclinó más cerca. —¡Compórtate! —¿Si estás molesto por la forma en que me comporto por qué no simplemente lo dices? — Intenté empujarlo lejos—. No estoy orgullosa de la forma en que reacciono ante ti pero no puedo evitarlo. Soltó mis caderas y se alejó, sus manos unidas tras su cabeza. Me senté derecha, mis rodillas inclinadas, y sacudí las hojas y la tierra de mi cabello y de mi ropa con rudas manotadas. Se esparció hasta mi vestido y la sacudida lo puso peor. Era un maldito desastre. Breandan se dio la vuelta, con los puños apretados.

—¿Por qué no puedes ver cómo me siento? —Su voz llegó hasta mí suave como las cenizas y llenas de nostalgia—. He dejado mi hogar y le di la espalda a mi familia. Todo lo que he hecho lo he hecho por ti. —Sorprendida lo miré. Mis ojos estaban abiertos y mi boca también. Hizo una mueca de sonrisa por la expresión en mi rostro—. En el momento en el que me rebelé ante ti hice las paces con lo que debía hacer, con lo que debía renunciar. Te pertenezco. Te elegí, siempre lo haré, pero tienes que entender que no todo es lo que parece. Y cuando me alejo de ti es porque no quiero hacer más que quedarme muy cerca de ti. Tú sabes cómo mi familia y la tuya se sienten respecto a nosotros. ¿Por qué continúas dudando de mí? La sensación que inundaba mi pecho era eufórica, pero teñida de vergüenza. No se sentía lo suficientemente bien para él y era frustrante. Era como si usara botas grandes pero mis pies son patéticamente pequeños y no importa qué tan duro intentara correr con ellas sin tropezarme eran simplemente demasiado grandes para mí. Las lágrimas bajaron por los lados de mi nariz. ¿Por qué no era valiente, honesta y desinteresada? Quizás había algo roto dentro de mí haciéndome egoísta y desconfiada. Breandan cayó sobre sus rodillas, tomando mi cabeza con sus manos. Descontenta intenté apartarme, pero me sostuvo rápido y suspiró, secó mis lágrimas. —No me gusta verte llorar. Cálmate, Rae… amor, estaremos juntos. Estamos juntos, ¿de acuerdo? —No me siento con ganas de… Sus ojos pasaron de doloridos a asustados y alertas mientras su cabeza se movía hacia un lado y miraba a través de la planicie. No pudiendo ver nada en la sólida oscuridad empecé de nuevo, necesitando confesarlo todo, cómo me sentía acerca de él. —Breandan, yo… —Silencio. —Colocó un dedo sobre mis labios y cerró sus ojos. Asintió, contento—. ¡Estamos en un escudo! No podremos ser vistos mientras nos quedemos quietos. —Miré hacia la oscuridad preguntándome de qué nos escondíamos—. Un demonio está cerca —me dijo al oído mientras me acurrucaba en su pecho. Respirando profundamente me estiré. Desde que me había convertido en un hada, lo que podía percibir había cambiado inmensamente. Mi consciente podía sentir más allá de un par de metros. Mi mente podía buscar fuerzas vitales a kilómetros de distancia y eso fue lo que hice, empujándome hasta el límite. Empecé. Alguien demasiado naturalizado estaba cerca, un macho.

Se estaba acercando, curioso y precavido. No quería herirnos, era sólo su trabajo ver que fuéramos amigables. Abrí mis ojos y miré alrededor. Mi vista había estado ocupada y había prestado poca atención a nuestros alrededores más allá de ver lo linda que era con sólo un vistazo. Ahora, me concentré y luego vi la línea de grama moviéndose en la dirección opuesta del resto. —El viento vuela hacia el este y trae nuestro olor al Pride —explicó Breandan y señaló la grama—. No es cortés correr en el territorio de otro sin permiso, incluso si lo que buscas es paz. Antes de revelarnos quiero estar seguro de que no quiere herirnos. El maullido de un gato hizo eco a través del Pride y las suaves pisadas acercándose nos encontraron a través del silencio. Una pantera apareció en nuestro campo de visión. Caminó a través de la grama, sin dudarlo. A pesar de lo raro, me relajé y mis rodillas cedieron con alivio. Breandan agarró mi cintura y me deslizó tras él mientras la pantera se detenía y exponía sus afilados dientes en un gruñido vicioso y resoplaba amenazadoramente. Conall simplemente apareció a través del delgado aire y mantuvo sus manos levantadas ante Breandan y el cambiador; gracias a Dios porque parecía que se hubieran desgarrado el uno al otro. Sacudió su cabeza, exasperado. —Es algo bueno que decidiera no explorar demasiado lejos. Siempre estás en problemas, Rae. Le sonreí. Qué injusto. Como si esto fuera de alguna manera mi culpa. Rugiendo, la pantera se adelantó un salto. Sus orejas estaban planas sobre su cabeza y sus pezuñas clavadas en la tierra. Era inmenso, piel negra y me encontré preguntándome cómo diablos no lo había visto en la grama verde. Era más alto que él, subiendo justo bajo mis senos, pero aun así. Después de demostrar su dominio, se dio la vuelta para mirarme y pestañeó. Sus hermosos ojos fueron un detonante que demostraron que en realidad sí tenía recuerdos de él. Reí y mantuve mi mano en alto. Breandan la bajó. —Espera —ordenó y miró al gato con cuidado. No había tomado más oportunidades desde nuestro último encuentro. —Hola —susurré a la pantera—. Puede sonar loco, pero es bueno verte. Caminó hacia delante con cautela, los pelos estremeciéndose cuando Breandan silbó una advertencia. La pantera se escabulló por debajo, bajo el brazo restrictivo de Breandan.

Manteniendo sus ojos fijos sobre mi chico-hada empujó su mano hacia la mía. Sus ojos se deslizaron más cerca y ronroneó. Estaba extrañamente contenta de que él me recordara también. —¿Conoces a este cazador? —preguntó Conall con un rastro de orgullo en su voz. Breandan cambió y los ojos de la pantera se abrieron repentinamente. Gruñó y luego se sentó sobre sus caderas, con la lengua colgando de un lado. Lo acaricié tras las orejas y se quejó alegremente. Breandan se relajó. Se sentó e inclinó su cabeza. —¿Cómo? —Sus cejas levantadas eran suficientes para indicarme que estaba sorprendido, pero luego cambió su expresión a neutral, sus pensamientos escondiéndose de mí. —¿Cómo supiste que era él? Me encogí de hombros. —Es único. Sólo lo supe. Se sintió igual, ¿sabes? —Miré a Conall para dejarle saber que no había olvidado su pregunta—. Nos encontramos en el bosque ayer cuando Breandan me encontró. Las palabras me sorprendieron. ¿Habían pasado sólo dos días desde que había conocido a Breandan y Conall? ¿Había sido en tan poco tiempo que mi vida se había vuelto de cabeza y de adentro hacia fuera? Mi mente se escudó de todo eso. No me haría ningún bien profundizar en esas cosas. Me volverían loca y ya estaba lo suficientemente afectada. —¿Conseguiste el rastro? —le pregunté a Conall apresurada. —Quiero continuar moviéndome. Estoy descansada ahora e incluso dormí. Conall no dijo nada. Nos dio a cada uno una galleta seca y sacó un termo de su cintura. Breandan se comió la galleta seca en una mordida y se inclinó hacia el termo. Miré lo que habían dejado sobre mi palma abierta. No se veía, ni olía, ni se sentía apetitosa. No es que la comida alguna vez pareciera interesante para mí. No me sentía hambrienta, pero algo hueca y la comida sería buena para mi estómago, pero no es como si tuviera una necesidad urgente de comida. ¿Sería grosero preguntarle si tenía una lata de soda escondida en uno de sus bolsillos? Mirando a Conall decidí no hacerlo. La cultura de los hombres pequeños residía en la forma de las hadas, así que simplemente mantuve mis ojos bajos y miré a Breandan a través de mis pestañas.

Ya me estaba viendo. —¿Todo bien? —preguntó educadamente. Apartándome el cabello de la cara, mostré una sonrisa brillante y ahuequé mi mano bajo la que estaba forzada a sostener la galleta seca. —Uh, huh. De verdad no me gusta mucho comer y estoy segura de que hay algo más… — Mientras hablaba le ofrecí la galleta a él, pero una mirada a Conall me mostró más de la misma clase de comida seca sobre su mano—. Sabes, puedo pasar días sin comer nada. Breandan sonrió y luego se inclinó para morder la mitad de la galleta de mi mano. En unos momentos, su dura lengua estaba lamiendo pedacitos y jugos del interior de mis dedos. ¿Jugos? Miré hacia abajo para ver un fluido claro y dorado correr a lo largo de la palma de mi mano. Breandan lamió sus labios y luego me miró de cerca. —¿No te gusta el néctar de miel? Es dulce. —Bueno para ser honesta creo que nunca lo he probado. Estamos acostumbrados a comer mucho pan, leche y agua… y carne —dije pensativa. Con la palabra “carne” los pelos de la pantera se tensaron mientras su lengua rosada se deslizaba fuera para lamer sus labios. Mientras hablaba, le sonreí—. Y bebidas llenas de azúcar para mantenernos activos, ya sabes. Como algo efervescente. —Nosotros tenemos una dieta mucho más variada —dijo Conall luego de una pausa, viendo a Breandan y donde me había lamido la palma de la mano con una expresión severa—. Pero nuestra comida es mayormente pescado y cosas pequeñas. La carne roja nos hace torpes, lentos. La evitamos. Asentí. —Tiene sentido. Como un pueblo escalamos y vivimos en árboles. —Mi voz era reflexiva—. Somos rápidos y ligeros con los pies. Tiene sentido que la comida que debamos comer sea ligera en sustancia pero rica en bienestar. Y explica por qué nunca me gustó mucho la carne. Breandan asintió de acuerdo. Todavía sostenía la galleta en mis manos y estaba empezando a verse rara. Le di un mordisquito y di un murmullo que mostraba mi aprecio por la galleta firme y de trigo y a su centro dulce y pegajoso. Terminé y Breandan me tendió el termo. Me sentí positivamente confiada y lo acepté con una sonrisa. Tomé un trago para probar. Sólo agua. Tragué bastante y miré a Conall. —¿El rastro?

Frotó sus manos contra sus ojos y cuando sacudió su cabeza, su cola de caballo se sacudió tras él. —Está más allá de mis posibilidades. Devlin ha usado magia. Tres rastros distintos pueden ser vistos aquí, todos están fríos y cada uno lleva el olor de Wasp y el de él. Hace menos de una hora, estábamos a medio día de distancia y avanzando. Ahora, parece que estamos días atrasados y perdiendo tiempo. Es un truco, un hechizo y no puedo ver a través de él. Respiré profundamente y le devolví el termo, pasé mi mano sobre mi boca. Algo de sueño, algo de comer y beber y sí me sentí un poquito mejor. Más fuerte. —Entonces seguiremos cada rastro. Uno a la vez. —No —dijo Breandan con forzándose para calmarse. —Aparte del hecho de que sería más que imprudente dejarte sola, Rae —dijo Conall pacientemente—. ¿Qué sucedería si uno de nosotros sí los encuentra? O quizás encontremos más pistas falsas que no podemos navegar solos. El hombre gato siguió sentado cómodamente sobre sus patas y con su cola balanceándolo de lado a lado, volteaba su cabeza lentamente hacia cada uno de nosotros cuando hablábamos. Sus ojos color esmeralda estaban brillantes y precavidos y supe que estaba entendiendo todas las palabras. Su apuesta expresión felina se veía confundida. —Entonces nos seguimos cada uno —gruñí a través de mis dientes—. Elegimos el más posible, lo seguimos por un tiempo y si estamos equivocados regresamos y empezamos de nuevo hasta que lo hagamos bien. —¿Y qué pasa con el tiempo que perderemos mientras hacemos eso? ¿Y si nos encontramos con más rastros que sean falsos? Podríamos pasar días yendo en la dirección equivocada. Abrí mi boca lista para decirle que estaba lista para pasar mi vida entera persiguiendo a Devlin. Luego vi la estupidez en esas palabras y mis hombros se hundieron. Enterré la punta de mi bota en las puntiagudas hojas esparcidas alrededor de mí. Mi voz sonó profunda cuando dije: —Debe haber otra manera. No podemos sólo rendirnos y no sólo por el bien de la venganza. Lochlann necesita el grimoire antes de que pueda empezar a establecer bien las cosas, ¿cierto? Incluso si Conall no cedía ante un comportamiento tan inmaduro —así era la naturaleza de la venganza—, era el guerrero más leal que conocía. Él haría cualquier cosa para mantener seguro a Lochlann, el líder de las hadas, porque creía que lo que debía hacer era lo correcto.

Miré hacia arriba y vi a Breandan mirando a mi hermano, quien le envió una corta mirada de disculpa. —Quizás, hay algo más que podamos considerar. Aunque tiene sus riesgos. —No es una buena idea —dijo Breandan firmemente. Enderezándome, incliné mi cabeza e intenté verme concentrada y valiente, no desesperada al punto de partirle los huesos a alguien. —Dime y lo hago. Conall señaló con su dedo hacia la pantera que se había aburrido estando sentada y que estaba ronroneando frotándose contra mis piernas. —Los cambia-formas. Mi respiración sonó ruidosa en el silencio del momento. Agarré el pelaje en la base de la pantera y lo apreté. —Sí —jadeé, nuevas posibilidades se abrían como un hoyo negro y carnívoro frente a mí. —Una manada de gatos cambia-formas podrían seguir cada rastro y ahorrarnos tiempo. — Caí sobre mis rodillas frente a él—. ¿Puedes tú o tu tipo ayudarnos? —Mi cabeza se levantó hacia Conall—. ¿Cuál es la más cercana? —La manada de Byron es la más cercana y de los Alfas él es el más civilizado. Esta pantera debe pertenecer a su Pride. —Olvidan que he dicho que no. Breandan me envió una mirada intensa que me indicaba que estaba siendo serio. La devolví la mirada con algo extra: “Lo voy a hacer así que apártate.” Gané, por supuesto. No se atrevería a negarme esto. —De acuerdo —dijo simplemente. Sus ojos estaban concentrados en la pantera que se veía más que engreída al estarse escabullendo entre mis piernas. Me tambaleé cuando se recostó. Se corrió para presionarse contra mi cintura, rogando por una dulce caricia. Cambie mis pies debajo de él y accidentalmente le pise la cola. Dejó salir un rugido estrangulado y saltó. Breandan se rió, su profundo barítono se las arregló para sonar. Parecía que el sol que se ocultaba más brillante y su sonrisa me hacía parpadear. Sus ojos plateados me quitaban el aliento y por un momento, estaba perdida, cayendo en la mirada que me barría

amorosamente. El momento cambió, se volvió más cargado y estaba extremadamente consciente de sus cálidas manos en mi cintura, de sus labios a un pequeño vaivén de los míos. Recordé la sensación de su boca, su embriagadora esencia mientras me marcaba como suya. El cambia-formas pellizcó mi pierna y luego enterró sus dientes en el material de mi vestido y tiró. El delgado material se rasgó un poco y luego siguió la pista y se movió hacia delante. —¿Nos llevaras a Byron, cazadora? —preguntó Conall educadamente. El gato balanceaba su cabeza en señal de consentimiento y se acomodó hacia delante, de nuevo hacia lo claro. Giró su cabeza y me miró. Breandan me empujó ligeramente hacia adelante. —Es una invitación Pestañeé, sin entender. —¿Para qué? —pregunté asombrada, y me acerqué hacia la pantera. Tiré del pelaje en su espina de manera juguetona. Era tan suave de tocar y no me importaba que en la realidad estuviera tocando íntimamente un ser que era un hombre en su forma humana. Agrupó sus patas frontales y traseras juntas y brincó hacia adelante, corriendo a una velocidad que hizo que mi boca se abriera. —Para correr —dijo Breandan y me guiñó un ojo un momento antes que Conall y él se fueran también. Después de un latido, me reí y empecé tras ellos. Los pasé rápidamente, y me encontré a mí misma siguiendo sólo la cola del gato. Traté de atraparlo, pero siempre su cola se movía dentro y fuera de mi vista. Mis pies golpeaban la hierba y me encontré corriendo aún más rápido. La tierra era suave y ligera. No como el bosque, donde a veces tenías que saltar y evitar, aquí la tierra era plana y fluía de arriba abajo con gentiles montañas. Mis alas revoloteaban y las extendí ligeramente y así mi velocidad aumentó. Mi cola daba latigazos para equilibrarme cuando creía que me iba a caer, y luego estuve al lado del gato, manteniendo el paso. Sonreí y con un último esfuerzo tomé la delantera, sonriendo mientras lo hacía. Breandan gritó algo; sonaba aterrorizado y miré hacia atrás, frunciendo el ceño. Entraba demasiado en pánico y muy seguido.

Algo café y pesado me golpeó desde un lado, y caí, rodando sobre la puntiaguda hierba. Algo filoso se enterró en mi cadera. Olí sangre, y el punzante dolor en mi lado me dijo que era mía. Me levanté y retrocedí un paso, y siseé, la reacción instintiva. Un lince estaba de pie ferozmente ante mí, con su cabeza abajo entre sus omoplatos. Sus luminosos ojos de color ámbar estaban fijos en mí, y sus bigotes temblaban violentamente. Los mechones en la parte de arriba de sus orejas eran negros y el collar bajo su cuello tenía un brillo blanco. Su pelaje se estrechaba hacia la parte de debajo de su vientre. Saltó sobre mí y me salí del camino, girando para encontrar su siguiente ataque. Gimiendo, se agachó, lista para saltar, pero la pantera patinó hasta detenerse entre nosotros y giró la cara del lince. Él le gruñó, una seria de balidos desafiantes y dominantes. Dirigiéndose hacia adelante, la mordió en el cuello, empujándola hacia el piso. No se resistió y el cambio en su postura fue instantáneo. Bajó su cabeza y gimoteó. Sus orejas presionadas contra su cráneo en sumisión y su cola señalando hacia abajo. La pantera la sacudió fuertemente y su mandíbula se flexionó alrededor de su cuello. Por un momento, temí que la mataría. La dejó ir y respiré. Avanzó hacia mí y con la cabeza me dio un fuerte golpe. Tuve un sentimiento de ira irradiando de él. Presionando una mano a mi lado, la quité para ver una pequeña mancha de sangre, pero mi lado se calentó dolorosamente y sabía que iba a sanar. —Lo siento —dije y me arrodillé para mirarlo en el rostro—. No fue su culpa, y lo lamento. —Bien —dijo Conall. No lo había escuchado llegar. Fui ahí cuando me di cuenta que tenía a Breandan puesto en el piso. Dejé a mi compañero de vida levantarse—. Sabía que querías protegerla, pero no era necesario. La rabia brilló en el rostro de Breandan, antes de que recobrara la compostura. —Tenías razón. Hubiera salido mal si hubiera interferido. Mi rostro estaba sonrojado, un ataque de color que subió por mi cuello y se derramo en mis mejillas. Lo que había hecho era estúpido. Por supuesto, los cambia-formas tendrían muchos centinelas en todas sus fronteras. Perdida en la alegría de correr había olvidado que estábamos cada vez más cerca al corazón de Pride. El lince pudo haberme olido al venir y había reaccionado instantáneamente a lo que podría ser un invasor hostil.

Un mal pensamiento llegó a mí y me hizo decir con alarma. —La manada no va a estar feliz por el cambia-formas muerto, ¿No es así? —pregunté tranquilamente. Agarré el brazo de Breandan, sosteniéndolo hacia mí como si alguien estuviera tratando de apartarlo. —¿No podemos esconder el cuerpo? Como, ¿tirarlo en un foso en alguna parte y borrar su esencia de este lugar de alguna manera? Nadie dijo nada por un buen momento y sabía que mis palabras habían enojado a los chicos hada. Los hombres gato me miraban como si fuera la cosa más fascinante que habían visto. Conall y Breandan honorables, con la culpa, y aunque sabía que veían mi idea como una cobarde, todavía pensaba que era la mejor. Teníamos que ser honestos, no importaba quienes fuéramos en el mundo de las hadas, la manada que estábamos visitando no iba a reaccionar bien. Probablemente tendrían un problema solamente con que estuviéramos allí en primer lugar pero aumenta un muerto de su especie en la mezcla, y las cosas se podrían poner complicadas. No quería tener que persuadirlos que no eran enemigos. La idea de ir en contra de poderosos demonios hacía que me doliera el corazón. Mi garganta me dolía, así que gritar no era una opción para mí. Mi cuerpo se sentía golpeado y fruncí el ceño. Toda la cosa de la sanación sería mucho más útil si pudiera prenderla y apagarla. El mismo Conall no tenía control sobre esa área de la magia. Podía curar a otros pero no a sí mismo. Nuestra reunión se mantuvo quieta por un momento, antes de que la pantera se aburriera, y con un bajo maullido como de gato nos indicara que nos moviéramos. Él tomó el liderazgo de nuevo. El lince se escabulló a su lado, con la cabeza todavía baja en señal de sumisión. Una mirada al rostro de Breandan hizo que hiciera pucheros. —Supongo que quieres controlarme ahora —dije ásperamente y dio un tirón al final de mi cabeza por la irritación. Dejé que mi abusada garganta hiciera más ruda mi voz para recordarle que tenía que ser gentil conmigo. Una pequeña sonrisa se mostró en sus labios. —Sólo un poco. Quejándome conmigo misma, no dudé en entrelazar mis dedos con los suyos. Su piel brillaba aún más y él sonreía. Sentía mis músculos aflojarse y una molesta ansiedad que estaba entera en mi clavícula se liberó. Me relajé y suspiré. Breandan parecía estar experimentando sensaciones similares, ya que cerró sus ojos y recorrió sus hombros. —Así está mejor —dijo, satisfecho, y me apretó hacia él.

Los hombres gato viajaban frente a nosotros, y el lince seguía adelante, pero la pantera se mantenía cerca. Pronto, vi una pequeña casa como una sombra a lo lejos, humo, y capturé un ligero soplo de comida, sudor y animal cálido. Al momento en que quedamos a la vista de la manada, Conall se había movido al frente de mí y se volvió de cierta manera tenso. Nos acercamos más al corazón del Pride —de los cambia-formas— y sentí que podría haber más seres a nuestro alrededor. Sus auras eran intranquilas, violentas e inestables, como si nos vieran como una amenaza. Lo encontraba molesto. Los cambia formas sintieron nuestra esencia, una mezcla de hada, cambia-forma, miedo y sangre. Se acercaron en una manera inquietamente de gato esperando a que llegáramos. Pasamos sin obstáculos, y me pregunto qué hubiera pasado si hubiéramos tratado de venir aquí sin compañía. La pantera se detuvo en frente de un hombre y sumergió su cabeza, hizo un sonido sordo en la parte de atrás de su garganta y su cola golpeó el suelo unas cuantas veces. Breandan cambió así podía estar al frente mío, protegiéndome. Estiré mi cabeza para poder ver alrededor de él. Había pensado que Lochlann, el hermano de Breandan era grande. Este sujeto era masivo, y no había nada suave o delicado sobre él. Era mucho más alto que yo y lucía tan sólido como un árbol. Músculos estaban comprimidos con más músculos, y lucía dos cosas, una tira de ropa alrededor de su cadera que se terminaba a la mitad del muslo, y un collar con una trenza de cuero alrededor de su grueso cuello. Le faltaba un ojo y tenía una cicatriz desde la parte superior de su frente hasta la punta de su mejilla sobre el parpado cerrado. Su cabello castaño estaba cortado cerca de su cabeza, y su barbilla era fuerte, cubierta con una abundante barba. El poder y el dominio irradiaban de él nombrándolo el Alfa Pride. Y lucía enojado. —Alec, cambia —ordenó. El hombre gato se reclinó a su lado y se retorció en la irregular y sucia hierba. Miré, morbosamente fascinada por el cambio. Pronto, deseé no haberlo hecho. No había humo, o movimientos agraciados. No había un cambio instantáneo de animal a humano. Era horrible y feo. En un punto, la pantera era una masa deformada de carne que temblaba y convulsionaba. Su pelaje negro parecía retroceder hacia su piel, lo cual se suavizó para volverse más como de humano. La pantera gruñó; medio humano medio animal. Me estremecí y me encogí hacia Breandan que envolvió sus brazos a mí alrededor. Apreté mis

ojos cerrados y enterré mi cabeza en su pecho sólido. Podía oler sangre, sudor, y algo floral, pero picante hasta el punto que quemaba mi nariz. El calor que provenía del lugar donde el cambia formas estaba era inmenso; como una fogata cerca. Hubo un sonido gutural y fuerte, un crujido, y un chasquido de huesos seguido por el exuberante desgarro de los músculos. Puse mis dedos en mis orejas y cerré mi nariz al contener el aliento. Pasó un minuto y pensé que mis pulmones se quemarían. Breandan tomó una de mis manos y me levantó la barbilla con la otra. Abrí un ojo y fui recompensada con la vista de un chico desnudo y musculoso arrastrándose hacia mí. Frotó su cabeza contra mi mano. Nerviosa, lo palmeé dos veces, estremeciéndome mientras lo hacía y luego retrocedí. Me miró, y reconocí el color de su iris, incluso si estaban de una forma diferente —Lo siento —dijo, de forma áspera—. Toma un momento para que mi cerebro piense como humano y no como gato. —Rae —balbuceé—. Hola. Él sonrió y se levantó. Se tambaleó por un momento, pero una vez que había estabilizado sus piernas, levantó su mano. —Alec —dijo. Miré la mano, y luego a él. —Ah cierto —dijo y sus ojos miraron mis alas, orejas y cola—. Olvidé que a las hadas no les gusta mucho eso de tocar. Sin embargo, parecías sentirte bien conmigo cuando era una pantera. Estaba teniendo un momento difícil. Traté de hablar pero todo lo que salió fue un graznido en señal de aprobación. Una joven chica le pasó a Alec un par de pantalones y le agradeció mientras saltaba en ellos. —Ella es nueva en esto —dijo Breandan ante el incómodo silencio. El chico cambia formas se encogió de brazos. —No hay problema. No cambiamos en frente de extraños seguido. Sé que puede ser atemorizante. Estoy bien, en serio. —Me sonrió y me relajé. Dudando, sonreí de vuelta. —Parecía como si doliera.

Se rió a carcajadas. —Esa es una manera de decirlo. —No es como si pensara… quiero decir, puedo quitarme todo mi glamour sin ningún dolor. ¿Es así cada vez que lo haces? —Sí, apesta, sabes. Sonreí ante su uso de vocabulario de los suburbios. —¿Eres un dwell? —Lo era —dijo—. Hasta que en una luna nueva estaba brotando pelaje y una cola hace unos ocho años. Puedo decirte que, los vecinos no estaban complacidos. Los clérigos vinieron por mí, por supuesto, pero ya me había ido. Asentí fuertemente. —¿Cómo pasaste por el Muro? —Byron me encontró. Me olió una vez que corrí y me encontró pasando la cerca. ¿Qué hay de ti? Alec confirmó que el hombre al frente de nosotros era el Alfa, Byron, no es como si algún otro cambia formas parecía que pudiera luchar con él. Nos miraba cuidadosamente, midiéndonos. Sus fosas nasales se agrandaron, y su boca se retorció en un gesto. Parecía estar casi enfrentándonos, incitándonos. Miré a Breandan, que había estado callado durante todo el intercambio; su miraba estaba fija con la del Alfa. ¿Estaba enojado? Necesitábamos conseguir que estos cambia formas nos ayudaran, no ponerlos en nuestra contra. Le di un codazo en las costillas pero no me hizo caso. Así que estaba distraída cuando dije sin pensar. —Yo era un Discípulo —la inhalación aguda de Alec me hizo reflexionar ante mis descuidadas palabras y sacudiendo la cabeza ante la sospecha que sin duda estaba tomando fuerza en su mente—. No. No estoy aquí para lastimarte. Ves lo que soy. —Mi cola se movió de un lado a otro como prueba que era como él, demonio—. Fui un discípulo que vagó demasiado en el bosque. Pasé el Muro y me perdí. Vi… —Me detuve ahí ante el apretón de Breandan. Suspiré—. El resto es una historia complicada no creo que tenga tiempo considerando que Breandan y su Alfa están teniendo un concurso de no parpadear. Alec miró entre ellos. —Es mejor que no nos metamos. —Él se estiró para alcanzar mi mano, pero me estremecí, y esto hizo alejar a Breandan de su concentración ya que siseó.

Byron gruñó y todo se puso muy tenso. Conall dio un paso hacia adelante y levantó sus palmas. Su presencia era sólida, tranquilizante y balanceó su cabeza respetuosamente hacia Byron. —Me conoces, Alfa. Hemos cruzado nuestros caminos antes y partido como amigos. ¿Por qué actúas así entonces? El rostro del hombre más viejo se retorció brevemente. —Te recuerdo bien, Conall. Un charlador agradable, pero también un buen guerrero. Si las hadas fueran a atacar, ¿no enviarían a los más fuertes de ustedes para probarnos? ¿No olerían nuestras debilidades? Conall parecía sorprendido. —¿Por qué pensarías semejante cosa? No tenemos ningún pleito con ustedes. Byron se rió; una risa que daría a pensar que no tenía cuidado en el mundo, seguro sus palabras no podrían contener semejante amargura. Fui allí cuando apartó su mirada de Breandan y miró a mi hermano. —¿No lo tienen? ¿Ya ha dejado su señor de disparar rayos de fuego a mi gente si nos atrevemos a entrar a los bosques? —No es lo que crees. —Conall sonaba cansado—. Nos hemos separado, Byron. El Gran Señor ha perdido su mente y estamos luchando contra él. —Devlin se ha ido —dije antes que Conall pudiera hablar de nuevo—. Se ha ido y lo estamos cazando. Byron me ignoró. —¿Quieres matarlo, Conall? Sacudí mi cabeza. —No. Yo sí. Hubo un suspiro largo y sufrido del chico hada a mi lado. Los ojos de Byron cambiaron hacia mí, y ladeó su cabeza. Sonrió mostrando unos filosos y amarillos dientes. Se rascó su grisácea barba. —¿Tú? Semejante cosa tan pequeña. —Una cosa pequeña y feroz —agregó Alec y me guiñó el ojo.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Byron a Conall abiertamente. Mi hermano me miró y me encogí de hombros. Parecía que el Alfa tenía dificultades hablando conmigo. —Como dijo Rae, cazamos a Devlin y a sus seguidores. Ha tomado algo importante y lo necesitamos de vuelta. Byron leyó lo que no había dicho. —Has interrumpido tu cacería para venir aquí, lo que significa que tus propios rastreadores han fracasado. —Devlin ha puesto un hechizo. No puedo ver más allá de él. Necesitamos tus habilidades para encontrar el camino correcto. Byron parecía pensar que era divertido. —Ustedes hadas, tan orgullosas y valientes para venir aquí y pedir nuestra ayuda... los felinos que se revuelcan en el lodo. La cara de Conall se endureció. —Las palabras que repites son las opiniones de un hada que está loco. ¿No puedes verlo y aceptar eso, Alfa? Parece que por toda tu charla quieres algo de nosotros. Si no nos quieres aquí podías haberte negado a hablar y enviar a tus centinelas para que nos acompañaran fuera de tu Orgullo. Habla rápido y con claridad. No tenemos tiempo para juegos. La cara de Byron se ensombreció. —¿Crees que este discurso me afectará? —¿Podemos terminar con esto? —pregunté, y di un paso adelante—. Estamos literalmente viajando en círculos. El día se está perdiendo y si no va a ayudarnos nos tenemos que ir. A pesar de que podíamos ver en la oscuridad, Breandan me había dicho que las hadas rastreaban mejor durante las horas del día, cuando eran más fuertes. Estábamos perdiendo el tiempo tirando palabras de ida y vuelta. —Diles, Bryon —exclamó Alec incapaz de controlarse—. Ellos podrían ayudar. La cabeza del Alpha azotó todo, los músculos del cuello hinchados. —Silencio, jovencito.

Alec cerró su mandíbula y parecía incapaz de abrir la boca otra vez. Hizo un pequeño sonido de arrepentimiento y bajó la cabeza. Sentí un impulso inexplicable de abrazarlo para hacerlo sentir mejor. —Alec tiene razón —dijo en el silencio absoluto—. Si estás en problemas, o necesitas ayuda de algún tipo estoy segura de que podríamos ayudar. Cautelosamente inclinada eché una mirada a Breandan para comprobar que no estaba hablando fuera de turno. Su rostro era impasible y tan legible como una losa de piedra. El Alfa decidió ignorarme, mirando más allá de mí como si no estuviera allí. —Vamos, Alfa. Le faltas el respeto a nuestra hembra y te comportas hosco y tú sabes que no puedo permitirlo. ¿No podemos dejar atrás esto? Estás haciendo muy difícil un pequeño negocio. Byron de repente se veía viejo y cansado. —Dices que soy deprimente y difícil, pero ¿por qué debería ser fácil? No tengo hijos y mis hijas han sido raptadas. Mi línea ha terminado y tengo que seguir siendo fuerte para mi Orgullo. Ustedes hadas y sus peleas han lastimado a mi gente. Los vampiros están simplemente locos y los duendes no se preocupan por nada ni nadie. Luchamos para mantener los males de las brujas en la bahía, y aun así se las arreglan para enviarnos maldiciones de lejos. Los seres humanos nos cazan con sus bestias como si fuéramos animales rabiosos, y otras Manadas de cambia formas son hostiles hacia nosotros. Dime, ¿por qué no habría de ser triste y difícil? —Su voz tomó una ventaja repentina e intimidante—. Y huelo que han derramado sangre en mi territorio. La reacción del Orgullo ondulaba hacia el exterior y pronto hubo una mezcla de desconfianza abierta y pedidos de castigo para la Manada caída. Los cambia formas se reunieron a nuestro alrededor y pidieron la muerte de Breandan. Algunos, tan abrumados por la rabia cayeron al suelo y cambiaron. El Orgullo se llenó de calor, y de gritos de agonía, mientras pasaban de humano a animal. Estos demonios no se parecían a nada que hubiera experimentado antes. Eran primitivos y hambrientos de violencia. Agarrando a Breandan por la cintura, no miraba a nadie sin atreverme a hacer contacto visual. Breandan estaba en calma, en silencio, y simplemente sostuvo la mirada de Byron. Conall zumbaba a mi lado y sólo entonces me di cuenta de que Alec nos había dejado y tenía una mano en el hombro del Alfa. Los músculos de sus brazos estaban tensos y murmuró en voz baja en el oído del hombre pero el tono de su voz era urgente. Byron golpeó con el pie carnoso y gritó:

—¡Silencio! La Manada de inmediato se quedó en silencio. Los que estaban en forma humana huyeron, cambiando lejos de él. Algunos de los hombres gato se quejaban, y presionaron sus oídos a la cabeza. Esta Manada sabía respetar a su Alfa. —Habla hada —dijo Byron—. Te doy permiso para moverte libremente en mi tierra y derramar sangre. Enfureces a mi Manada… —Mata a la mujer —se quejó una chica delgada—. Es lo justo. —Estoy en medio de una negociación, Sabine. —Mi padre está muerto —dijo entre dientes—. A la mierda cualquier pacto. La cabeza de Byron giró y fijó sus ojos en ella. —Tu padre era medio loco y lo más probable es que se haya invitado a su propia desaparición. —Estaba segura de que la pupila había cambiado de forma para convertirse en una rendija de gato—. Cálmate, jovencita. La chica flaca, Sabine, retrocedió ante la autoridad de su voz y dio un paso atrás. Algunos de los cambiadores junto a ella se alejaron, se disociaban de la cabeza caliente. —Él puso las manos en lo que es mío, Alfa —dijo Breandan con calma. Habló en voz baja, pero llegó a toda la manada de Byron y a los del círculo interno—. Si hubieras visto lo que vi habrías hecho lo mismo. Byron no dijo nada, se pasó la mano por su barba. —Es su palabra contra la de un cadáver. Las hadas no pueden mentir, pero tú eres alguien complicado, doblando la verdad hasta que se rompe. Haces que una persona escuche una cosa cuando quieres decir otra. Solté a Breandan, quien de inmediato llevó una mano alrededor de mi muñeca cuando di un paso adelante. Conall puso una mano sobre mi hombro, y oí a Alec gruñir en su garganta. Me moví. —Suéltame —ordené—. Puedo lastimarlo tanto como él me puede hacer daño. Conall me liberó, y lo mismo hizo Breandan, pero no antes de dar a mi brazo un apretón de advertencia. Alec trató de transmitir “ten cuidado” con los ojos. Le lancé una mirada tranquilizadora, luego troté hacia el Alfa de la manada. A medio camino dudé de mi plan. Dioses, era enorme. Me detuve unos pasos lejos de él y poco a poco miré, arriba y arriba y arriba hasta que la parte de atrás de mi cabeza me tocó el cuello.

—Hola —dije, a pesar de que había sido presentada antes sentía como si mostrar buenos modales no podría hacer daño. Él me miró. —Eres valiente, pequeña hada. Podría aplastarte como a un insecto, incluso en forma de hombre. Un pequeño impulso de defenderme pero feroz fue tragado por el pensamiento lógico de que en el mundo de Breandan nada de eso me sucederá a mí. Negué con la cabeza. —No hay duda de que eres un poderoso Alfa, pero yo también soy fuerte. Traté de simular algo de la aspereza que había escuchado en la voz de Conall e inflé mi pecho. No creo que en fuera muy convincente. Se echó hacia atrás y se frotó la barba un poco más. —Puedo creerlo. —Brillaron los ojos de Byron con algo que podría haber sido confundido con admiración—. Burbujeante, ¿no es así? —Maldita sea. Después de todo lo que he pasado por decir lo que pienso es mejor echarse y morir. —Mi frustración burbujeó más y tenía una familiar marea creciente de estupidez en mí haciéndome impulsiva—. No debes darte por vencido, por el derecho a la esperanza para un futuro mejor, quiero decir. Le dices a Conall lo difícil que es mantener segura a tu gente, pero es un problema que tienen todos, no sólo tú. Si te rindes tus enemigos ganan. Tu territorio será invadido y destruirán tu Orgullo. ¿Es eso lo que quieres? Estoy seguro de que tus hijas te están esperando, esperando que su Alfa se esté preparando para salvarlas. Si te vieran ahora se avergonzarían. El anciano parecía inhalar el aire suficiente para llenar los pulmones de tres hombres. Su pecho se expandió, y sus ojos cambiaron de forma. Brillaban. —Así sea pequeña hada. Tú me ayudarás a regresar a mis hijas y yo te ayudaré a localizar a tu pícaro Lord. Parpadeé. Entonces mi cara se arrugó por el pánico mientras sostenía mis palmas hacia arriba. —Espera… —Este fuego en mi vientre tú lo creaste. La mejor prueba es que seas tan feroz como tus palabras me hacen creer. Lancé una mirada a Conall, que asintió con la cabeza. Breandan se exasperó, pero también inclinó la cabeza dando su apoyo.

Parecía simple. Salvar a las chicas cambiadoras, desde el Templo y devolverlas a su Orgullo. No veía inconvenientes importantes en este acuerdo. Para nosotros era ganar los mejores rastreadores que la naturaleza tenía para ofrecer. Devlin sería mío y me gustaría tener mi revancha. —De acuerdo —le dije con más confianza de la que sentía. —La palabra del hada es la ley —anunció satisfecho—. Tú me ayudarás a regresar a mis hijas a casa de forma segura, puedo sentirlo. Haciendo una mueca, pensé que ahora no era el momento para mencionar que todavía tenía un margen de maniobra en ese estado particular de la magia. —Y ahora, para hacer frente a la sangre derramada —Byron continuó—. Entiendo por qué has venido tan cerca. ¿Sabes que a diferencia de mis compañeros de manada puedo cambiar por partes? ¿Seguirías acercándote? ¿Es decir que sabiendo qué, un gran armatoste de hombre, si quisiera, podría cambiar su mano carnosa en una pata, y partir la mitad de mi cara en un sólo golpe? Sí, era muy consciente de ello y esperaba que este cambia forma fuera cortés ignorando el olor de mi miedo, que sin duda irradiaba de mí en oleadas. En respuesta, respiré profundo y di un paso adelante. —Tu Hermano de Manada, trató de marcarme —dije. Una oleada de ira retumbó por el vínculo, y un par de respiraciones rápidas ayudaron a calmar mi natural respuesta inmediata. Levanté la cabeza hacia atrás para mostrar mi garganta a Byron. El gesto era de sumisión y de desafío simultáneamente—. Me han enseñado que los cambia forma son los maestros de los rastreadores. Ningún otro ser, humano o demonio, puede igualarlos. Puedo probar que mi vida estaba en peligro. Tu Hermano trató de sofocarme y tomar mi inocencia. Si no crees en los moretones, que duelen como el infierno, gracias por preguntar, cree en lo que tus sentidos te dicen. Byron no perdió el tiempo. Rodeó con sus grandes manos la parte superior de mi brazo y tiró de mí hacia adelante. Enterró la nariz en mi pelo, me olfateó el cuello. Entonces, en vez de inclinarse a oler el muslo donde el cambia forma se sentó a horcajadas, simplemente me levantó por encima de su cabeza, y olfateó el lugar. Satisfecho, con cuidado me dejó y se apartó. —El olor del macho permanece —anunció en voz alta con una voz que no admitía réplica. ¿Qué tonto trata de desafiar a la proclamación de su Alfa de todos modos? Inquieta, sentía la necesidad de un baño caliente—. A partir de las marcas en su cuerpo trató de tomar lo que no era suyo. La atacó por la espalda, que no es un comportamiento digno de un Hermano de la Manada. El hada está diciendo la verdad. Fue una muerte justa.

Exhalé. —Pero no era su lugar. Me di la vuelta. En serio, ¿era un tonto tan tonto como para tomarla allí? Sabine, a quien rápidamente reconocí como la alborotadora, habló de nuevo. —Sus leyes no son nuestras leyes. ¿Les permitirás a estos demonios de fuera de la Manada exhibirse y deshonrar nuestras costumbres? Un gruñido de acuerdo retumbó de la expectante Manada. Presión, casi podía sentirla. Estas personas eran su pueblo y si no estaban conformes, el Alfa debía escuchar. Byron asintió con la cabeza, aunque algo a regañadientes. —Pero sabes que Breandan sólo estaba tratando de protegerme —dije, frustrada por su poca perspectiva—. Le pertenezco, por supuesto que iba a reaccionar así. Luché para pensar en otra manera de salvar esta situación. Necesitaba que estos cambia forma me ayudaran a rastrear a Devlin, por lo que tenía que haber una manera de resolver esto. No quería que Breandan y Conall empezaran a matarlos porque no conducía a nada, y estaríamos de nuevo donde empezamos. Y empezaba a estar a gusto en el Orgullo. —Eso es verdad, así que he tomado mi decisión. El hada Breandan, peleará contra un campeón elegido por los familiares de los caídos. Empecé. —Uh, ¿eso es todo? —Si Byron quería que Breandan matara a otro de su Manada estaba bien para mí. —Te ves feliz —dijo el Alfa para mí, levantando sus cejas tupidas. Me encogí de hombros. —Su pérdida, no la mía. —¿Ah, sí? —Me miró con lástima cuando llamó por encima del hombro—. Sabine, renunció a mi derecho como Alfa de Saúl para nombrar el campeón. Esta carga te corresponde a ti. ¿Qué hombres escogerás para defender a tu padre? La chica flaca caminó hacia adelante y sonrió con malicia. —Alec —dijo en voz alta—. Elijo a Alec nuestro Omega como mi campeón. —¿Qué? —solté, incrédula.

Un estruendoso rugido de la Manada gritando el nombre de Alec apenas se registró en mi mente. Me di vuelta y me precipité de nuevo a donde él, Conall y Breandan estaban de pie. Parecían estar en calma, como si se lo esperaran. Alec me lanzó una mirada cansada y giró sobre sus talones. Mientras caminaba su cuerpo tembló entonces cayó de rodillas. Me di la vuelta, de ninguna manera tenia curiosidad de verlo Cambiar, pero como es con todas las cosas horribles no pude evitarlo y giré hasta enfrentarlo de nuevo para ver. La cara contraída de dolor, Alec se inclinó, convulsionando una vez y luego la columna se agrietó y una gran parte de los huesos sobresalió hacia atrás. La piel se envolvió alrededor del apéndice nuevo y un grueso y oscuro pelo surgió de nuevo por los poros. Sus manos gruesas, se convirtieron en afiladas garras, y la cabeza se giró hacia atrás. Un gruñido salvaje salió de la garganta, la boca y el mentón se alargaron en un hocico lleno de dientes como dagas. La nariz aplastada, mientras las orejas se movían a la parte superior de la cabeza alargada. Ojos grandes y brillantes con un dolor y fervor bestial que me extrañó poder reconocer. Se inclinó por completo, sus brazos transformándose en poderosas patas delanteras terminando en gruesas pesadas patas, así como sus piernas se acortaron y ampliaron, con ondulación muscular compacta. El torso y la cintura abultada se estremecieron mientras su pelo brillante cubría su piel oscura, de ébano negro y brillante de sudor. Los ojos en blanco, el dolor retirándose para dejar una mirada de muerte y pasión cruda. Breandan siseó, bajo y largo, dejando al descubierto sus propios dientes. En lugar de temerle al estar en un peligroso estado mental, di un paso hacia adelante, apresurada por agarrar su cabeza y decir a esa soberbia boca con la mía que era lo más atractivo que había conocido. Breandan se congeló bajo mi tacto y se mostró sorprendido cuando aplasté mi boca con la suya, pero no me hizo retroceder. En su lugar, encontró mi rabia con la suya, sus labios atrevidos tratando de tomar más. Empecé el beso, pero él lo terminó, rompiendo con la boca para besarme en la frente. Sin aliento y enrojecida dije: —No puedes hacerle daño. —Eso —dijo débilmente—: puede ser difícil. Sin duda tratará de hacerme daño. Mire a Alec, que ahora caminaba de un lado a otro en forma de gato. Su rostro elegante centrado, en la zona. Gruñó, el pelo de la espalda parado y las patas rascando los grumos de tierra.

—Siendo así —estuve de acuerdo—. Simplemente no lo mates entonces. Tiré de su cabeza hacia abajo y rocé mis labios a través de él, sonrojándome un rojo más profundo todo el tiempo. Miré sus ojos de plata y perdí el hilo de mis pensamientos. Una pequeña sonrisa jugó en las esquinas de su boca y arqueó una ceja. Parpadeé y lo fulminé con la mirada, no me impresionó con su habilidad para confundirme con sólo existir. —Ten cuidado —le supliqué. La sonrisa se convirtió en una sonrisa descarada, un espectáculo de deslumbrantes dientes blancos. —Está bien. Una sonrisa que iluminaba todo su rostro, y lo hacía resplandecer con luz blanca. ¿Cómo iba a dejarlo cuando me miraba de esa manera? Parecía sentir mi resistencia de dejar su lado del dado que le entregó a Conall, quien me arrastró unos cuantos pasos antes de levantarme, y llevarnos para estar al lado de Byron. Me dejó y me frunció el ceño, sintiéndome toda nerviosa y caliente por el cuello. —Espero que el hada sea fuerte —Byron sonaba divertido—. Alec es el mejor que tengo. Mi Omega, el segundo al mando. —Breandan es un caudillo, era un guardián de la Wylds. Espero que tu Omega no tenga familiares. Byron abrió la boca para protestar luego su rostro palideció al ver la expresión de disculpa en la cara compungida de Conall. Mi hermano estaba seguro de que mi chico hada tenía esto en la bolsa. Antes de que pudiera decirle a los dos que dejaran de hacer luz de la situación, Alec gritó y saltó a la cara de Breandan, cortando las garras.

Tercer Capítulo Traducido por Eli25, looney, zami, KaThErIn, Ann y rihano Corregido por ximeyrami Me puse de pie, lista para tirarme allí dentro. Conall mantenía una mano restrictiva sobre mi hombro, cuando reboté hacia arriba y abajo. Alec embistió hacia delante y Breandan le esquivó fácilmente. Retorciéndose, Alec levantó sus piernas traseras para arrastrarlas a través del torso de Breandan. Sus garras desgarraron la carne dibujando sangre y mi hada rugió. Cuando Alec saltó, hundió sus dientes en el hombro de Breandan, yo golpeé y giré alrededor de Conall para lanzarme a la pelea. Tenía cero idea de lo que iba hacer para ayudar en la situación, solo sabía que no podía quedarme y observar a esos dos chicos desgarrarse mutuamente. Antes de que diera dos pasos Conall estaba delante de mí balanceando su enorme mano hacia mi cara. Intenté bloquearle, pero el balanceó se alteró en medio del vuelo y me sacudió en el estómago. Con realismo, sabía que si quería hacerme daño, Conall podía haberme golpeado bastante fuerte para romper costillas. En su lugar, todo el aire dejó mis pulmones y mis piernas parecieron cerrarse. Pasmada retrocedí y le miré con los ojos abiertos de par en par. Breandan me disparó una mirada superficial por el rabillo de su ojo. Hizo un ruido bajo hacia Conall, y mi hermano giró sus ojos. Vino a mí otra vez y giré otra vez, consiguiendo estar de pie ante él con las manos cerradas en puños. —Qué demonios estás haciendo —siseé. —Hoy aprenderás como luchar. Vino a mí otra vez, con la gracia mortal de una cobra, esta vez su pie voló hacia mi brazo superior, y le bloqueé, apenas. Acabé maniobrando dos pasos al lado del impacto. Conall arrugó su nariz.

—No tienes técnica, ni instinto. Luchas como una humana. Debes usar todos tus sentidos; siente lo que voy hacer antes de que lo haga. —Ahora no es el momento para esta lección —dije seriamente, intentando razonar con él. Señalé a Breandan y a Alex quien alternaba rápidos ataques y mordiscos, para girar alrededor, salir, reagruparse y luego atacar otra vez. El torso de Breandan estaba plagado de arañazos. Juré ante mi propia piel dolorida en los mismos lugares. —Nunca tendrás una distracción más grande que un amigo en peligro —dijo Conall firmemente—. Debes permanecer tranquila y enfocada incluso de cara a perder todo lo que te es más querido. —Bien —dije suavemente—. Tú lo pediste. —Levanté una mano para la magia y me inundó con una blanca rabia caliente. Las cejas de Conall se levantaron por la sorpresa. —Practicaste cuando corrimos. —Infiernos, sí. —Envié una ráfaga de energía dorada en su camino y lo siguió a través con un manotazo de mi puño a su intestino. Antes de que se recuperase, me lancé a su espalda, y pateé su pierna de debajo de él. Conall cayó, pero se retorció para aterrizar sobre la punta de sus pies y las palmas de sus manos. Sus piernas dobladas antes de saltar, el cuerpo curvado en una luna creciente perfecta antes de aterrizar ligeramente sobre sus pies y dispararme una rápida sonrisa. Me reí. —¿Crees que fue bueno? Vino hacia mí, y me tiré hacia atrás, otra vez, y otra vez, irrumpiendo en medio de la pelea de Breandan y Alec, los amuletos rebotaron fuera de mi pecho cuando avancé. Pensaba que el mundo giraba, pero era plenamente consciente de mis alrededores. Antes de que fuese un hada había ejecutado este movimiento pero el mundo había sido un caótico borrón. Ahora lo veía todo. Incluso vi la confusión parpadeando a través de la cara de Alec cuando le pasé, mis piernas arriba en el aire y mi espalda arqueada. Era extraño porque él era un gato medio gruñón, pero aún claro como el día, vi cuan asustado estaba alcanzando sus ojos. Cuando me tiré hacia arriba, haciendo un extraño cuadrado entre nosotros cuatro levanté mi barbilla hacia Conall quien parecía ligeramente impresionado. La mirada de Breandan estaba cerrada sobre mí. La malicia parpadeaba a través de su expresión y me guiñó un ojo. Ante el gesto juguetón, mi boca cayó abierta.

Mi hermano me saludó en el mismo momento que Breandan se lanzaba hacia delante para encontrar la carga de Alec. Hice un salto mortal y él se deslizó debajo de mí. Nuestras caras quedaron a pulgadas la una de la otra. Sus ojos plateados brillaron hacia mí antes de que el amor en ellos fuera remplazado por la dureza cuando su mirada tembló para centrarse en Alec. Aterricé con mi espalda hacia Conall, sin importarme mucho que fuéramos adversarios y miramos cuando Breandan acabó su pelea agarrando la mandíbula de Alec en sus manos. Se sentó a horcajadas en la espalda del cambia-formas y le forzó a tumbarse. El Orgullo cayó en silencio. Y fue, el horror que habían traído sobre ellos mismos. Alec había perdido; su vida era de Breandan para reclamar. Mi corazón latió el doble de tiempo en mi pecho. Él no lo haría. No estaba en su naturaleza. Oh dioses, por favor. Sabía que no podía interferir esta vez. Esta era la ley de la Manada, sin nada que yo, Conall, o Breandan pudiéramos anular. El pensamiento de dejarlo pasó a través de mi mente, porque si nos íbamos, ahora mismo, esta necesidad no ocurriría. Podíamos intentarlo y rastrear a Devlin de otra manera. ¿Merecía la pena la vida de este chico por mi venganza? Presioné mis ojos juntos y esperé por el enfermizo crujido. Hubo una suave, y cálida presión en mi boca. Mi cuerpo entero se relajó y pegué mis brazos alrededor del chico que separó mis labios con los suyos. Le respiré dentro. La luz del sol y la tierra se mezclaron con el débil sabor de sudor salado. La firme piel de su espalda ardía bajo mis palmas. Oí un fiero rugido y mis ojos se abrieron. Breandan me sonrió, y presioné mis dedos en su mejilla, reverente. Las palabras no podían expresar cuan orgullosa estaba de él. Su cara estaba animada con la travesura y tiró su cabeza hacia donde Byron estaba de pie, colocando a un jadeante y debilitado, humano Alec sobre el hombro. —Bailemos —rugió el Alfa. Su Manada levantó el canto cuando me pregunté si habían perdido sus cabezas. Alec tropezó hacia mí con una sonrisa aturdida en su cara. Su oscuro pelo pegado en un torpe macizo de sangre seca y su cuerpo estaba cubierto en una espesa sábana de sudor. Parecía como si hubiera disfrutado de la pelea, tonificándole.

—¿Bailas? —preguntó, sin respiración. Me burlé. —No. Miró a Breandan inquisitivamente. —¿Un hada que no baila? —Sonaba dudoso. Tomando mi mano en la suya Breandan siguió detrás del chico cambiante hacia la hoguera en el centro del Orgullo. —¿Por qué crees que no puedes bailar? —preguntó él. Avergonzada, quería decirle que no me gustaba bailar, y que era tonto simplemente salvar la cara. En su lugar, dije: —Dos pies izquierdos no tienen ritmo. Y no es como si hubiéramos tenido mucha oportunidad. La mayoría de mi tiempo la pasé estudiando como matar demonios. —Me encogí de hombros—. No hicimos nada excepto aprender cómo convertirnos en los mejor en lo que hacíamos. Él bufó. —¿El mejor? Te he visto tirar un puñetazo. Eso no está cerca del mejor para cazar a otros seres. —Me sesgó una mirada—. Encantado te mostraré como usar tu cuerpo. Tartamudeé, intentando pensar en alguna respuesta irritante pero solo me las arreglé para tambalearme detrás de él, guiada por su mano y con una expresión distraída. Así fue como estuve de pie delante del fuego cuando el primer tambor hizo eco en la noche. Un lento y pausado latido que tenía a mi cuerpo entero temblando. El sonido parecía barrer sobre mi piel y ondear hacia la punta de mi cola que se balanceaba traviesamente. Los cambiantes bailaban, tirándose ellos mismos al ritmo; listos para liberar el estrés a través de la risa, música, y movimiento. Una mano dura cogió mi barbilla y giró mi cabeza. Breandan me movió para mirarle. Liberándome, él inclinó su cabeza y señaló hacia sus pies. Era algo simple, este baile. Puntapié un hombro ancho separado, giró hacia las puntas de sus pies luego volvió sobre sus talones. Los tambores eran altos, urgentes, e insistentes. Breandan se mecía sorbe sus talones luego en las puntas. Me miró expectante. Hice lo mismo. Sus labios se retorcieron con el principio de una sonrisa, e hizo el movimiento a la vez que el mío.

Conall estaba a nuestro lado haciendo algo similar, y teniendo un infierno de tiempo a juzgar por la satisfacción relajada que dominaba su expresión habitualmente estoica. Una de las hembras más valientes caminó hacia él, sonriendo tímidamente, y le saludó. Él se unió a ella, aceptando la invitación graciosamente. Bailaron, pero nunca se tocaron. Era como si estuvieran conectados de alguna manera distinta no visible. Los ojos se cerraron, las cabezas tiradas hacia atrás, perdidas en el ritmo. Los miembros de Breandan se entrelazaron con los míos, y continuamos balanceándonos una y otra vez. Nos presionamos juntos en un retorcido cuerpo a cuerpo, y por un rato, nos balanceamos. Nuestros cuerpos retorcidos ligeramente para que pudiéramos mirarnos a los ojos mutuamente. Una señal de temor pinchó en mi pecho al mirarle. Cuando comencé a sentirme débil, aparté la mirada, a través del calor del Orgullo para ver a la Manada completa perdida en el baile de pasión y hambre. Estaba sorprendida de ver a algunos de los cambia formas en forma de gato, las cabezas meneándose al ritmo, las colas curvadas alrededor del aire en patrones flojos y perezosos. Tejían a través de la multitud, las espaldas arqueadas de placer cuando la gente les golpeaba y les acariciaba cuando pasaban. Algunos giraban en la sucia tormenta alegremente ronroneando. Ubiqué a Alec. Estaba cerca de su Alfa, saltando en un suave y audaz movimiento. Los cambia formas bailaban diferente de las hadas. El movimiento era más audaz y más lento en comparación al movimiento sigiloso como el líquido de Conall. Mi visión del baile abruptamente cambió cuando fui levantada en el aire, los brazos de Breandan alrededor de mi cintura. Bajé, y recordé mecerme sobre los talones luego hacia la punta de los pies. Breandan se presionó más cerca detrás de mí, haciendo juego con su cuerpo y las curvas del mío. Estaba tensa ahora; mis ojos abiertos y mi boca separada. —Vamos —murmuró él en mi oído. Hundí mis dientes en mi labio inferior, sintiendo dolor cuando las afiladas puntas se deslizaron por la delicada piel. Nerviosa por la sugerencia de entrar en lo salvaje de mi naturaleza, lamí una gota de sangre cuando un brillo de dolor señaló mi curación. Confiaba en él, el único al que estaba unida, lo hacía. Me relajé y cerré mis ojos. Otra vez, me levantó hacia arriba y el instinto tomó el mando. Mis brazos se levantaron sobre mi cabeza; arqueé mi espalda causando que mis alas revolotearan, y gentilmente pateé mis piernas hacia arriba. Abajo la multitud se regocijó y se juntó. Era un crujido exultante de cuerpos. La tierra estaba mojada con el sudor cuando bailamos. El suelo debajo de mis pies se sacudía. Todo estaba zumbando, disfrutando en el éxtasis colectivo de estar fuera. Libre. Viva. El humo colgaba pesadamente en el aire, mezclándose con el olor del césped mojado y los cálidos cuerpos. Los tambores golpeaban. Más alto, más fuerte. Forzándonos a movernos con salvaje abandono.

Un cosquilleo de placer corrió a través de mi estómago bajo cuando las manos de Breandan cayeron sobre mis caderas y me persuadió para girar con el ritmo. Dejé que mi cabeza colgara hacia atrás y abrí mis ojos perezosamente para mirar el cielo. Las estrellas ya centelleaban sobre el anochecer. El tiempo creció, balanceando mi cabeza al lado. Mis brazos volaron hacia arriba, las piernas golpeando. El gemido sin respiración que salió de mi garganta era cristalino. Un grito melódico infundido con poder. Parecía venir vivo y disparó chispas a través del cielo. Cuando caí el aire silbaba pasando y enfriando mi piel caliente, pero en el momento que mis pies tocaron el suelo estuve envuelta en calor. Breandan me giró alrededor para levantarme y que pudiera cerrar mis piernas alrededor de su sólida cadera. Él recorrió su mano por mi espalda, y besó mi cuello para luego mordisquearlo bruscamente. Mi pulso se aceleró cuando le mordisqueé de vuelta y sentí su pecho retumbando con aprobación. Me bajó y saltó alto en el aire, aterrizando en silencio. Por un momento, me preocupó mi mordisco, y su lujuria le había conducido a la locura. Entonces vi a los machos cambiaformas haciendo lo mismo. Insegura de lo que hacer, observé a las hembras. Observé los extraños patrones de sus miembros con los míos. Cuando los machos chocaron contra el suelo los torsos de las hembras ondearon, sus pechos se levantaron y cayeron, las caderas se sacudieron. Cuando audazmente recorrieron sus manos sobre los hombros de sus compañeras de baile, sonrieron seductoramente, sensualmente buscando sus dedos a través de su pelo antes de girar lejos, las caras levantadas para mirar a sus hombres planear a la vista con poderosos saltos. Sus cuerpos llamaron a sus elegidas para volver a tocar y jugar. Mi brumoso foco estaba de vuelta en mi propio compañero, y cuando Breandan bajó la tercera vez vi la sorpresa revoloteando a través de su cara cuando situé mis manos en su pecho. Con la cara caliente, golpeé sobre la suavidad, la dureza de él cuando mi cuerpo se movió en unas suaves ondulaciones que no había pensado que fueran posibles. Su vacilación de vuelta en mi toque fue breve. Sus brazos me rodearon cuando aceptó mi oferta para unirse más cerca. Sobre sus hombros, noté al cambia formas más joven, el cachorro, estaba siendo alejado por sus madres. Conall ya no estaba bailando, pero nos miraba. Mis ojos parpadearon hacia Alec. Él sacudió su cabeza, evitando los avances de varias jóvenes cambia formas intentando convencerle para bailar. Byron estaba de pie ligeramente en las sombras, los brazos cruzados sorbe su amplio pecho. Asintió una vez a cada joven pareja que lentamente dejaban la luz del fuego, consumidos mutuamente. Caminaron y se besaron cuando cayeron en la venidera oscuridad. Parecía extraño, casi ritualista. ¿Qué baile las madres no querían que vieran sus cachorros? Que Conall o Alec se negaran a tomar parte con las jovencitas hembras... El Alfa debía aprobar las parejas... Los brazos de Breandan se tensaron a mi alrededor, y estaba distraída

por cuan cerca estaba él. Sentí su pecho expandido, tomando una entrada de respiración que llevaba mi olor. El tambor cambió, lentamente a golpes singulares. Fuimos los últimos en dejar el baile. Seguí a mi hada alrededor del círculo en una serie de simples, pero maravillosos pasos que me hicieron olvidar mi confusión, y le sonreí tímidamente. Hundí mi cabeza para que mi pelo cubriera mi cara cuando él me devolvió la sonrisa. Era tan guapo. Ni siquiera la cicatriz que corría a través de su mejilla menguaba su plateada belleza besable. El fuego se profundizó en un rico violeta. Miré al horizonte; fácil en la plana pradera donde el calor del Orgullo cambia formas descansaba. Vi el sol, un arco delgado de naranja sombreado visiblemente en la distancia que ya tenía que marcarse completamente. Mi visión de hada —la cual transformaba el mundo en una visión de azul eléctrico y morado por la noche— no era lo que había cambiado el color del fuego. Cuanto más lo miraba más segura estaba de que podía ver formas desnudas bailando entre las llamas. Un cálido viento me abrazó el cuerpo y me barrió juguetonamente. Él usó magia para mí. Reí y bailé. Feliz, por segunda vez realmente, completamente feliz. Fui consciente de que, ambas veces; había estado en presencia de mi hada. La mano de Breandan alcanzó la mía, y la tomé sin pensar. El brillante brillo de su piel me dejó atónita. Era un faro de luz más brillante que la morada hoguera que rugía ante nosotros. Me empujó hacia él, y más que herir mis ojos, pude ver a través de la luz la gloria de su cara. —Tan maravillosa —dijo él tranquilamente cuando me miró. Mi mirada vio por la suya a la multitud observándonos. Muchos escudaron sus ojos, pero aún miraban a escondidas en nuestra dirección. Intrigada por lo que estaban mirando, ladeé mi cabeza, y me miré. Mis piernas, brazos, pies, y manos brillaban. Pulsando como una estrella dorada contra la vaina de ébano que llevaba. Mi cola se enrolló en un tenso ovillo en la base de mi columna vertebral, y mi corazón comenzó a correr. Me sacudí hacia el toque gentil de Breandan, las puntas de sus dedos apartaron mi pelo de mi cuello y sobre mi hombro el cual agarró. Él vio el miedo en mis ojos cuando sacudió su cabeza. —Aceptarás esto —dijo firmemente.

Su boca capturó la mía y la multitud gritó en deleite, estampando sus pies de alegría. Los gritos de los hombres gato se levantaron en una creciente subida, y un fiero rugido cortó sobre todos ellos. Como un rayo de claridad a través del humo y la pasión, supe lo que estaba haciendo, y lo que estaba sintiendo. Era la unión, aumentando nuestra atracción mutuamente y nuestro atractivo a aquellos a nuestro alrededor. Jadeé, y empujé los labios de Breandan para encontrar los míos cuando él intentó alejarse, sacudido por mi reacción. Le miré, retándole a aceptarme como era, complicada y extraña, indecisa y egoísta. Su cara se suavizó y sus ojos brillaron con la calidez. Las manos de Breandan se deslizaron debajo del dobladillo de mi vestido para golpear la sensitiva piel de la cadera. Le respiré dentro, el olor de la luz del sol y la lluvia, y me presioné más cerca. Luego gimoteé cuando él me aplastó más cerca. Le quería. Él era mío, y le quería. La posesividad se apoderó de mí como un veneno y le clave los dedos en la parte superior del brazo y la espalda. Mío. Podía oír en su corazón que el eco de la reclamación, ya golpeaba contra mi pecho. Mío. Breandan nos condujo a ambos hacia la luz del fuego en el prado del Orgullo y no dije nada. Yo quería esto, le quería a él. Sabía que una vez que fuera hecho, seria increíblemente posesiva, pero mi cuerpo gritaba una necesidad que no podía ignorar por más tiempo. El sentimiento que ardía en la boca de mi estómago se arrastró a través de mis venas, poseyéndome. Nunca había sentido nada remotamente parecido. Sus manos se arrastraban hacia arriba y hacia abajo por mi cuerpo, los dedos profundizando dentro y fuera de mis curvas rítmicamente. Me tendí en la hierba fresca, su glorioso peso presionando contra mí, la piel de su pecho caliente y suave contra mi piel. Breandan se inclinó hacia arriba, se arrodilló sobre mí mirando hacia abajo y con su intensa expresión trataba de hacer un agujero a través de mi ropa. No es que tuviera que hacerlo; el borde de mi falda estaba arrugado y se subió alrededor de mi cintura. Su mirada vago hacia arriba, centrándose en la mía. Parecía tan perdido como yo. Atrapado en trazar y fijo en tocar con los dedos las costuras de mi vestido que, abruptamente aparto de un tirón, al darse cuenta que había cubierto mi cuerpo con el de él. Preparado para besar mi clavícula, se puso rígido y gimió. —Tú eres mía —gruñó. —No —le dije, sin aliento, y con las manos atadas en su nuca para tirar de él hacia abajo—. Eres mío.

La forma en que su lengua se sentía cuando se deslizó sobre la mía era increíble. Me besó intensamente entonces, tirándome sobre él. Me tomó la cara, sus ojos plateados luminosos y una sonrisa torcida. —Tengo algo que te pertenece. —Mis ojos se cerraron y respiré profundamente. Puse mis manos sobre él, acarició mi cara de nuevo con una de sus manos, pero su tono alegre me producía desconfianza. Nada de lo que Breandan dijo era alegre. Él era un demonio con serios brotes maniacos. Esa era su naturaleza de hada y yo tendría que acostumbrarme. Con un suspiro de lo maravilloso que sentía que él me tocara de esa manera, entreabrí un ojo, al sentir su emoción inquieta. —¿De-decías? —pregunté, siendo sospechosa. Su mano se deslizó en el bolsillo y sus dedos vinieron hacia arriba con una cadena de eslabones planos, de oro. Era pequeña, del diámetro de una de mis muñecas y tan delgada como mi dedo pequeño. En cada eslabón fue grabada una runa de poder. Era simple, capturó la luz de la luna y centelleó. —¿Una pulsera, tal vez? Hipnotizada, la toque con la punta del dedo y recibí una descarga. Esta debería haber sido mi primera pista, pero era tan atractiva y brillante. Me olvidé que no me fiaba de él y este bonito adorno se cernía sobre mi dedo, con la boca entreabierta por temor. —Hermoso —suspiré. —Sé qué eres, pero esto no es una baratija. Es un símbolo de tu derecho de nacimiento. Hizo un movimiento borroso, y antes de que pudiera objetar, presionó los eslabones en mi frente. Me sacudí con el metal caliente cortando en mi piel. Escarbé para darle un tirón de mi cara, pero aun así… el… los dientes se hundieron sobre mi frente, el templo del templo. Chillé y salté, usando mis uñas para encontrar un borde libre desde abajo. No, realmente conseguí arañarme mi propia cara. Dolió, así que me detuve y me quedé temblando, aún con los eslabones presionados en mi cabeza más y más calientes hasta que sentí como si mi frente quemara. El fuego se detuvo, hasta que el metal se enfrío contra mi piel. Rodé mis ojos hacia dentro en la medida que podía y pude ver un débil desmayo brillando donde antes brillaban los eslabones. Por lo menos no se habían hundido en mi cabeza por completo. Poco a poco, levanté mis manos en tirones vacilantes y toqué. Mis dedos se deslizaron por el oro aterciopelado, tan resbaladizo que se sentía como mantequilla. Pero entonces me di cuenta de rayas tenues, ah, los símbolos del poder. Me froté los bordes, asombrada por como el metal había cambiado para alisar la piel y viceversa. Mi mano cayó a mi lado y di un suspiro, rezando por tener paciencia. Miré a Breandan tratando de decidir el mejor curso de acción. Podría tratar de golpearle. La palabra importante era “tratar”. Sólo lo había intentado una sola vez, y fallé, nunca estaría cerca. Podría gritarle y sacudirle,

posiblemente lanzarle piedras afiladas. Pero ¿debía molestarme?, ¿debía preguntarle con calma que era esta cosa fusionada en mi frente, y qué significaba? —¿A qué demonios estás jugando? —planté las palmas de las manos sobre su estómago y lo empujé. Se desvió un paso atrás y luchó contra lo que parecía sospechosamente una sonrisa de satisfacción—. No puedes empujar esta cosa sobre mí y esperar que lo acepte. —Si hubiera dicho lo que quería hacer y lo que sucedería, nunca lo hubieras hecho. ¿Por qué no puedes ver que esto no era elección tuya? Su mandíbula estaba apretada, toda la despreocupación se había ido. —Necesitas llegar a un acuerdo con quien eres. Di un pisotón. —No se puede introducir en mí, algo que no soy. —Si no te empujan, no te moverás —dijo con una helada apariencia de tranquilidad—. ¡Tienes que ser fuerte para lo que viene todavía, te entierras en dudas y te escondes detrás de esta fachada de chica sencilla, cuando has nacido una guerrera, un líder! Aparté la mirada, apretando los dientes y haciendo retroceder las lágrimas que brotaban de mis ojos. No hubiera cortado tan hondo si se hubiera equivocado acerca de todo. Seguí tratando de hacerle ver mi punto de vista, pero había tanta evidencia de caer de nuevo. Todo lo que tenía era un sentimiento general de fatalidad. —¿Me lo puedes explicar? —preguntó—. Dime porque estas luchando contra esto. Froté mi nariz, mis ojos reposaron en su perfecta cara y suspiré profundamente. —Sabes lo que eres capaz de hacer, y lo que está más allá de ti, ¿verdad? Quiero decir, nunca tratarías de mover una montaña con la magia porque sabes que se trata de usar más magia de la que puedes usar. —Estaba tranquilo, lo que me dio tiempo para ordenar mis pensamientos y explicar lo que estaba sintiendo—. Bueno, en los últimos días todos me han estado diciendo que estoy destinada a ser la siguiente Sacerdotisa, que me voy a llevar a la raza de hadas a una nueva era, y a dejar todos los conflictos entre demonios y humanos. — Hice una pausa, tratando una vez más de llegar a un acuerdo entre cómo me sentía y lo que significaba. Diciéndolo en voz alta, mi corazón latía dolorosamente y mi estómago hacía volteretas hacia atrás. Solo la idea de toda la responsabilidad me abrumó. Breandan empujó mi cabello a un lado y colocó la palma de su mano cálida y suave en mi nuca. —Lo que tú digas, va a parecerme bien.

Con la respiración acelerada, extendí mis manos hacia fuera, delante de mí, de una manera decidida. —Me conozco, se de lo que soy capaz de hacer y de mis límites. Creo que puedo ayudar a que los demonios y los humanos se unan. Siento eso. —Presioné mi mano contra mi pecho—. Se siente real y fácil de conseguir para mí. Pero más allá de esto… el hecho de hacerme guía espiritual de las hadas… —Lo miré a los ojos—. Yo no los amo como tú. Cuando miro hacia el futuro, no veo nada, pero no soy la que solía ser y creo que tengo un propósito, pero no el que tú y Conall piensan que es. —¿Crecerás para amarlos? —Eso no es cierto y es por eso que lo fórmulas como una pregunta. —Un músculo de su mejilla se estremeció y apretó la mandíbula. —¿Por qué no puedes pasar esto? Aceptar la totalidad de lo que eres. —Porque sé que el camino al que estás tratando de conducirme es equivocado. No soy la persona más inteligente, o la más valiente, pero recientemente he llegado a confiar en mis instintos y cuanto más los escucho más sentido tiene para mí. —Su cara estaba obstinadamente seria y puse mi mano sobre su pecho—. Dime, ¿ha habido alguna sacerdotisa antes que no estuviera destinada al Alto Señor? —Breandan sacudió la cabeza—. ¿No te dirá todo lo que necesitas saber acerca de lo que me depara el futuro? ¿Por qué la magia me ha permitido formar un lazo con otro varón distinto al Alto Señor? ¿No te parece mal? Además, ¿cómo puedo esperar para gobernar junto a Lochlann, cuando apenas puedo soportarlo? —Es difícil, pero él tiene buen corazón. Podemos hacerlo a sus espaldas. Encontraremos la manera. —¿Quieres llevarme con tu hermano? Su ceño estaba fruncido y sus ojos brillaban. —No. Nunca. Eres mía. —Entonces escucha lo que te digo. La Sacerdotisa es siempre la compañera del Alto Señor. Siempre. —No tengo ningún deseo de ser el Alto Señor —dijo Breandan cuidadosamente, sopesando sus palabras—. No deseo ningún daño para mi familia. Mi boca se abrió.

—Yo no estaba sugiriendo que… no me has entendido. —Moví mis manos sobre él—. No significa que debas ser el Alto Señor, aunque estoy segura de que serías genial. —Le dediqué una débil sonrisa—. Estoy tratando de puntualizar, que tú y Conall me siguen inculcando que hay reglas que deben ser seguidas. Esto mantiene todo bajo control, en equilibrio. ¿Por qué se me permite romper las reglas? Su dedo se deslizó por el puente de mi nariz y una sensación de paz se apoderó de mí. —Tú eres especial. Nada de lo que dije iba a pasarle. Apartando mi pelo de la cara, golpeando suavemente con los nudillos en mi frente y de alguna manera, ya acostumbrándome a la sensación del metal frío que exhalaba fuertemente. —No puedo quitar esto, ¿o sí? Siendo cauteloso, observando para comprobar si le haría daño, negó con la cabeza. —No. No hasta que mueras. Pues al infierno, estaba muy apegada a eso entonces. Inclinando mis pestañas, le dirigí una mirada, doblando mi labio hacia él. —¿Puedo, al menos, saber lo que es? —El anillo anuncia que eres la sacerdotisa. Ninguna hada puede considerarte ahora y no saber quién eres. Todos conocerán tu importancia y autoridad sobre ellos. —¿Por qué no me lo diste antes? —No habías aceptado quien eres. Apenas habías oído hablar de tu madre. Conall lo cogió antes de dejar Orchard y juré que te lo daría. Tiré de mi labio inferior mientras pensaba en esto, no podía dejar de tocarlo. Estaba asombrada de la…. De ¿qué? ¿Yo misma? ¿Por qué ahora? ¿Importa? —Esto es importante. Si muero, estarás protegida. —Nunca vas a morir —dije con confianza. Su expresión pasó de la defensiva a la indulgencia. —Hmm. Tomó mi mano y me arrastré tras él. Seguí felizmente, el empuje y la insistencia de esta nueva parte de mí. Era cierto lo que él había dicho que esto nunca acabaría. Aquellos dientes que había sentido mordiendo en mi piel, se habían anclado profundamente. Notando

que él parecía tener en mente una dirección específica más que un paseo aleatorio, comencé a prestar interés a nuestra dirección. Desde que me había convertido en hada, mi sentido de la orientación había mejorado infinitamente. Podía decir cuando la tierra subía y cuando bajaba. Sabía dónde había un lugar rocoso y un lugar denso donde la flora tarareaba con la vida. Aún no me había acostumbrado al zumbido fastidioso que estaba constantemente al borde de mi mente. En algún momento del día anterior había comprendido que lo que veía eran las auras de la gente. Cuando cerré los ojos y estiré mi influencia más allá de mí, había tocado otras mentes receptivas por accidente, no comprendiendo que les fui revelada por el zumbido. Cuando cerré los ojos, pude sentir cosas vivas, y eso era probablemente porque mi sentido de dirección estaba bien. Con Breandan al lado, esto era abrumador. La obligación era una emisión de impulsos que habían colocado en mi piel, contenido por el momento ya que tenía el contacto de la piel de Breandan. La pareja y el sentido de su aura, y justo al estar allí…junto a mi…esto era un problema en sí mismo… él era una distracción. Presionando mis labios, me paré; se balanceó sobre un talón y sonrío cuando se dio la vuelta para cuestionar el tirón. Deje mi mirada vagando por su rostro. No había sacado su glamour a flote, no ahora que estaba acostumbrada a verlo en su verdadera forma. Yo misma no me había arreglado desde que Breandan fue herido. Su pelo estaba corto, y me pregunté cómo le sentaría largo, quizás tan oscuro como sus cejas. Luego estaban su fuerte mandíbula y sus labios firmes. Y siempre sus ojos, cautivando con su iris azul plateado. Brillaban como estrellas bajo su fuerte frente, que arrojaban una sombra que se detuvo en la punta de su nariz ennegrecida. Su piel brillante, cremosa frente a la mía oscura, estaba cubierta de tatuajes de tinta negra. Todavía me sorprendía a mí misma, cuando me sorprendía mirándolos y me tomaba mi tiempo estudiando su significado. Sus brazos y pecho estaban cubiertos de arremolinados diseños intrincados y encantamientos, algunos en idiomas que no había visto nunca antes. Criaturas y flores se extendían a través del pecho y los patrones antiguos parecían brillar y cambiar al tiempo que los miraba. Nunca había visto nada igual. ¿Podría realmente eso protegerlo de la brujería y la magia oscura? Mis ojos se deslizaron hacia abajo, obteniéndolo todo de él. Era tan fácil colgarme de su cara o de su presencia, que me olvidé de apreciar su cuerpo. Era sólido, e irradiaba calor y vida. Sus piernas eran largas y fuertes. Su postura impecable, pero en lugar de buscar lo estoico y lo incomodo, parecía infalible y poderoso. Pertenecerle se sentía más fácil por momentos. Me sonrojé y me mordí los labios, haciendo caso omiso de su arqueo de cejas y su mirada de saber. Su pulgar frotó pequeños círculos

en mi muñeca, mientras esperaba. No parecía importarle cuando lo devoraba con la vista, que a menudo fuera un proceso largo y meticuloso cuya práctica disfrutaba muchísimo. Me aclaré la garganta y pregunté: —¿Dónde vamos? —Oh, hay un lago aquí cerca. Quiero compartirlo contigo. Eso me llamó la atención. —¿Un lago? He visto el río y unas cuantas lagunas, pero nunca he visto un lago… o el mar. —Sin embargo, había visto fotos. —Un día te llevaré. Te gustará el mar abierto. Es suave y huele a sal. Las olas rompen en la playa y hacen espuma suave sobre los dedos de los pies. El agua esta fría, pero refrescante. Limpia. —Realmente me gustará, ¿no? —Me maravilló que algo tan simple como una promesa pudiera hacerme sentir tan cálida en mi interior—. Quiero decir, que no lo estás diciendo para que suene bonito. No contestó, pero estaba lleno de calidez y afecto, una impresión de positividad. Mis oídos se aguzaron para escuchar el “si” que esperaba después de esa sensación. Qué extraño. Sacudí la sensación de pérdida y parpadeé cuando encontré la mirada expectante de Breandan. Era la forma en la que estaba, a la espera, observando, y casi a punto de pedirme que reaccionara. —¿Acabas de decir que si? —pregunté despacio. Mis ojos se ensancharon cuando pensé en las reacciones extrañas o sentimientos que había estado teniendo—. ¿Me has dicho algo así hace un momento? Me atrajo en un abrazo fuerte y me elevó dando vueltas, sonriendo con una sonrisa enorme que me mareaba. —Sólo desde la primera vez que supe que me pertenecías. Al final lo has sentido. —Me soltó con una sonrisa más amplia todavía—. Nuestro vínculo afectivo. Parecía tan completamente feliz que no había forma de que me pusiera quisquillosa por esto o pensara en una razón para estar moleta. —¿Me puedes enviar mensajes a través de la unión?

—Los débiles. Nunca seremos capaces de decir más que unas pocas palabras. Tal vez, si hacemos meditación profunda, seremos capaces de sentir los estados de ánimo de los demás y sus sentimientos, seremos capaces de enviar otras impresiones de cada uno, lo que deseamos, necesitamos. Mi chico hada no era de los que al emocionarse soltaban palabras a borbotones, así que escucharlo tan extasiado sobre este nuevo aspecto de nuestro vinculo, hizo que me emocionara también. —¿Puedo probar? —Oh, sí. —Asintió tan bruscamente que rayaba en entusiasmo—. Prueba. Encogiéndome de hombros, apreté sus manos fuertemente y me centré en la idea de un beso. Enviarle un pensamiento era como tratar de hipo y hablarle a la misma vez. Mi estómago se apretó fuertemente y mi rostro se deformó tanto que no podía ver nada. Hubo una presión débil en mis labios. Mi cara se relajó y abrí los ojos. Tiré mis brazos alrededor de su cuello y me apreté contra él. —Funcionó —canturreé, encantada. Frunció el ceño y rió entre dientes, la cara tensa de cuando intentaba ocultar su decepción. —No. Cabizbaja, me solté de él, y arrugué la nariz, infeliz de no poder aprovechar el vínculo, para algo tan simple, mientras que Breandan, podía enviarme olas de amor y darme respuestas lo suficientemente claras como para que pudiera entenderlas. —Dale tiempo. —Me tranquilizó, pasando un dedo por el puente de mi nariz y luego por mis labios. Mi corazón revoloteaba—. Es posible que sólo puedas utilizarlo en momentos de gran necesidad. Lo que no quiere decir que, yo vaya a estar tan lejos como para que tengas que depender del vínculo. Hizo una pausa y luego se sacudió cualquier pensamiento oscuro de su mente, una breve sombra cruzó por su rostro. —¿De acuerdo? Me apacigüé un poco, dejé que me tirara hacia él, pero seguí intentando, enviarle mensajes, hasta que me dolió la cabeza de tratar de empujar mis pensamientos a través del maldito aire. Vi un destello de luz, y me di cuenta de que el aire había cambiado. Un olor a humedad, como de madera podrida llenó la atmosfera, pero luego se fue.

Una niebla tenue se deslizó a lo largo del suelo, y se elevó hasta que cubrió mi cara con minúscula gotitas, congelándome las mejillas. La hierba comenzó a perder altura, bajando desde mi cintura a las rodillas, hasta que sólo quedó una plana y gruesa alfombra de hojas color ceniza. Las hierbas se transformaron en pedazos de roca, en guijarros color claro, y entonces bruscamente se volvieron agua turbia. Parecía como si no terminara nunca, era un gran charco en el medio de la nada rodeado de helechos y otras plantas a las que les gustaba la humedad. Miré. ¿Serían esas oscuras sombras que se movían por debajo de la superficie escuelas de peces? En las orillas pude ver que los guijarros, se inclinaban, formando una curva pronunciada, que desaparecía en un espejo color zafiro, empañado por la densa niebla. Retrocedí un paso. La última vez que había mirado el agua, había visto mi reflejo. Ya me había acostumbrado a mi forma de hada ahora, no me había quedado otra opción. No importa cuán duramente lo pensara, el final de mi columna vertebral no se iba a caer, ni mis alas se iban a marchitar. Tal vez no me sentiría tan diferente, tan extraña si pudiera ver a otros como yo. Breandan había dicho, que existían hadas de muchas formas y colores. Maeve era un extremo y yo era otro. Creo que debería alegrarme de no ser verde. Tragué saliva, aun no queriendo verme y dije: —Parece frío. Él me miró curiosamente antes de que la diversión apareciera en su rostro. —Tienes magia —dijo como si fuera algo importante que había olvidado. Se quitó las botas y se desabrochó la correa de cuero del pecho. —Y… —Tienes el poder para partir el cielo en dos, y hacer temblar la tierra, y sin embargo ¿eres superada por un poco de agua fría? Echó la cabeza hacia atrás y se rió.

No era esa risa habitual en la que no tenía nada de alegría, o el resoplido de satisfacción que generalmente tenía reservado para mí. Sino un bullicioso grito en voz alta de alegría. Estaba demasiado atrapada en el sonido, como para molestarme por el hecho de que se estaba riendo de mí y no conmigo. Queriendo participar en la broma me reí, pero pronto se convirtió en un chillido estrangulado, cuando él se desabrochó el cordón del pantalón, y tiró de ellos hacia abajo. Aparte la vista ruborizándome furiosamente. Mis dedos se cerraron en un puño, mientas luchaba contra el impulso de dar un brinco. No me avergonzaba de actuar conforme a mis instintos naturales. —¿Me miras por favor? Me atraganté con mi propia respiración. —No puedo. Tomó mi barbilla, y me hizo mirarlo a la cara. —Mírame Mis ojos se posaron hacia abajo, sobre sus anchos hombros, sus duros pectorales y sus muy bien definidos abdominales. Luego más abajo, por encima de su cadera, y me quedé en su ombligo. Dudé, disfrutando como los fuertes músculos de sus caderas, se curvaban hasta la ingle. Mis ojos se deleitaron. Oh, sí. Estaba desnudo. Mi respiración se aceleró y mis manos temblaban. Dios me ayude, NO PODIA DEJAR de mirar. ¿Estaba destinado a ser tan atractivo? ¿No debería sentirme asustada, o toda tímida y retraída? Tragué fuerte, y me dispuse a estudiar una roca cubierta de musgo que estaba en la orilla del rio junto a su pie. Musgo, que interesante... cosa parecida a una planta Riendo en voz baja, me soltó y su pie desapareció de la vista.

Le oí entrar en el agua. Apoyé las manos en mis caderas, luchando por mantener bajo control mi feroz lujuria. Estaba manejando las cosas como si estuviera todo bien, así que yo haría igual. En un mundo ideal, habría estado orgullosa de mi cuerpo. Me hubiera deleitado en lo bien esculpidos que estaban mis miembros, y en como lo afectaban a él. Hubiera ondeado mi vestido, con un movimiento lento y pausado, sacudiendo mi cabello al mismo tiempo y con el mirándome soñolientamente. Entonces con gracia me metería en la piscina, mis dedos rozando el agua, que con mi toque se calentaría, me sumergiría hasta la cintura, y de forma confiada y orgullosa esperaría por él. Con el completamente irreal e inalcanzable escenario, quedando fuera, me quité el vestido con un movimiento brusco y lo lancé a alguna parte detrás de mí. Quedándome al borde de la piscina, introduje un dedo en el agua comprobando que su temperatura estaba cerca del punto de congelación. Mi control sobre la magia era tan temperamental que tenía miedo de que si intentaba calentar el agua la piscina herviría como un caldero. Plenamente consciente de que Breandan estaba sentado cómodamente en el centro de esta, decidí que el riesgo no valía la pena. Maldiciendo mi necio orgullo me zambullí en el agua fría, gritando mentalmente con cada movimiento que hacía, por el agua helada que de a poco iba subiendo por mi piel desnuda, hasta que solo me quedó seco el cuello, la cabeza y mis alas. Mi cola se enroscaba en la base de mi columna vertebral tratando de conservar el calor. Temblando, me crucé de brazos, y lo miré desafiante. —No soy mojigata, y tampoco miedosa —dije castañeando los dientes, levantando la barbilla. —No —respondió él—. Tienes coraje. —Se quedó callado—. Podríamos quedarnos un rato. Volví mi cabeza para verlo mejor. Su mandíbula estaba relajada y con ese ángulo podía ver el brillo en sus ojos plateados mientras me miraba. A pesar de su abrupto cambio de conversación, sabía exactamente qué es lo que quería decir. Apreté más mis brazos a mí alrededor. —Pero… ¿qué hay de Devlin y del grimorio?

Nos miramos el uno al otro. De alguna manera, una enorme distancia había surgido entre nosotros a pesar de que estábamos a solo unos pasos. Algo irrumpió en la superficie del agua, llamando mi atención. No podía decir que es lo que era, pero alcance a ver una aleta en forma de abanico. Se trataba solo un pez ¿verdad? No se podía tratar de alguna cosa viscosa o de una pequeña bestia con muchos dientes. Un ruido de chapoteo, me hizo tragar. Breandan se paró, mirándome, esperando a que lo mirara a él. Lo hice y se encogió de hombros. —Puede esperar —dijo simplemente. Se señaló a sí mismo y luego a mí—. Esto es más importante. —Uh, no creo que Conall esté de acuerdo contigo. Me acarició el pelo, distraídamente envolvió su palma con un mechón. —Tenemos que pensar en una manera de sacar del templo a las hijas del Alpha, sin ser vistos, sin crear alboroto. Esto tiene que ser manejado con cuidado. Si los humanos nos atrapan, usarán esto como excusa para declararnos la guerra. —Podemos hacerlo con facilidad. Sabes que se puede. —¿Ah sí? Contaba los motivos de por qué era tan sencillo con mis dedos. Incomoda, ya que mantenía mi pecho cubierto. —Podemos pasar la pared sin ser detectados. Nos moveremos lo suficientemente rápido para que no nos vean, he visto a Conall hacer esa rara fusión con las sombras. Y sé que tú podrías hacerlo también, incluso con todo el brillo y eso. —Me señalé a mí misma con el pulgar—. He sido entrenada en Subterfuge. Puedo manejar una misión de rescate. Así que no hay manera en que nos vean. Sólo nos falta descubrir en donde las tienen. Mire para ver su reacción. Él frunció los labios. —Parece que te has convertido en un ser bastante invencible. Lo fulminé con la mirada, y le di un golpe en su parte trasera con mi cola. El golpe fue a dar a su muslo. La piel mojada al golpear piel mojada, hizo un sonido divertido, que zumbó en mis oídos haciéndome estremecer hasta la cola. —Lo siento —murmuré ruborizándome.

Dejando escapar un largo suspiro, colocó sus manos en mis hombros y me llevó más cerca de él. Así que me acerqué y me concentré en mirar el extremo puntiagudo de su oreja izquierda. Mis alas se abrían y cerraban sin cesar de tras de mí, con mis brazos inútilmente cruzados entre nosotros, así que los desenrollé. No me quedaba más remedio que tenerlos a los costados de su caja torácica. Mi cabeza llegaba hasta su hombro. Se medio arrodilló y se sentó. Con esta nueva posición, la parte inferior de mis muslos se deslizaba por los muslos de él, haciéndome sentar en su regazo. Dejé de respirar y me quedé quieta, sin estar segura de qué hacer, o de lo que esto significaba, decidí que la mejor acción que podía tomar era ninguna. Esperé sin dejar de mirar su hombro, como si su piel plateada tuviera las respuestas a todas las preguntas del universo, encerrada en los poros. Sus manos se deslizaron por debajo de mis brazos, para encajarse justo en mi espalda baja. Después de un minuto aguantando la respiración, comencé a relajarme de a un músculo a la vez. —Así está mejor —concluyó, y con los pulgares dibujo círculos en mi piel. Mis ojos se cerraron. —Así que tú te pones nervioso si yo me pongo juguetona en la hierba, ¿pero acariciarme estando denudo en el lago está permitido? —Oh sí. No estamos haciendo nada que pudiera comprometer tu virtud, así que cálmate. Cuando mi cara se contrajo, habló de nuevo y pude oír la risa en su voz, pero yo estaba demasiado avergonzada para abrir los ojos y verlo. —Supongo que te preguntas por qué te he traído hasta aquí. Asentí como si entendiera, pero estaba mayormente confundida. —Tienes que acostumbrarte a estar junto a mí. De esta manera habrá menos barreras entre nosotros. Ya no pude soportar… no mirar la expresión con la que hablaba. Mis ojos se abrieron lo suficiente como para darle una mirada seca, dura.

—¿En qué momento la ropa se convirtió en una barrera insalvable? —Cuando te sientes tan avergonzada o asustada, que metes tus manos en los bolsillos, para evitar tocarme. —Frunció el ceño—. Es necesario que me toques, se siente bien y nos hace más fuertes. Dioses encima de mí que me enviaron a este chico, háganme entenderlo. —Pero tú me evitas. A veces. Se me quedó mirando. —Soy un paria, no tengo ninguna tribu, y tú eres un hada de alta cuna. Sería una deshonra para ti, si te tocara cuando aún no estamos emparejados. Tú me puedes tocar siempre que quieras. No estaba segura de entenderlo completamente. ¿Cómo podía ser el amor una deshonra? ¿Por qué podía tocarlo, pero no él a mí? No había sido un problema antes. Sabía que Lochlann quería que fuéramos discretos, pero Conall sabía cómo nos sentíamos el uno del otro. Podía ponerse un poco protector al principio, pero seguramente después de un tiempo, lo superaría. Breandan cambio de tema. —Deberíamos quedarnos aquí por unos días. Descansar y estar juntos. Sus manos eran cálidas. Tan fuertes y suaves. Ellas me distraían demasiado como para poder tratar de adivinar porque de repente el sonaba tan cauteloso. —Mmm, dices… dices que —murmuré. Era más un quejido que un acuerdo. —Te lo dije cuando Lochlann regresó. Que pasaría más tiempo simplemente estando contigo. Él estaba determinado a seguir hablando, así que mantuve un ojo abierto. —¿Quieres que nos quedemos en Pride? —Byron, Conall y yo, hemos armado un plan de rescate, y podrás aprender más de nuestras formas de trabajo. Sobre quién y que eres. Ningún rancho es lo suficientemente grande como para que Devlin pueda esconderse sin que lo encontremos. Tenemos tiempo. Parpadeé, ante la sugerencia de que una arrogante hada del Alto Liderazgo pudiera quedarse en algo cercanamente parecido a un rancho.

Devlin era un extravagante personaje, uno que jugaba con sus propias reglas y que las jugaba bien. Había logrado meter un infiltrado en el templo humano, haciéndolo pasar por un discípulo de la secta durante un mes entero, para ganarse mi confianza, intentando engañarme para que me uniera a él. Era hermoso y apuesto, por supuesto, todas las hadas lo eran a su propia manera. Devlin era tan rubio, que su cabello parecía casi blanco, y tenía hipnotizantes ojos verdes que brillaba aun en ausencia de luz. Sus rasgos eran afilados, impecables y su andar seguro y confiable. Pero también era cruel y tenía un corazón duro, para todos excepto para su compañera de por vida, Wasp. La manipulación era un talento tan profundo que poseía que lo tenía arraigado a los huesos. Sabía que no entregaría el alto liderazgo tan fácilmente a Lochlann Teníamos un camino difícil por delante de nosotros, y lo que Breandan estaba sugiriendo era muy tentador. Él decía que yo necesitaba tiempo, para aceptarme y adaptarme, para decidir qué es lo que quería hacer a continuación. Probablemente podía comenzar a planear un poco, en vez de actuar ante cada explosión que parecía suceder con cada decisión que tomaba. Pasar unos días solo en los brazos de Breandan parecía demasiado bueno para ser verdad, pero a veces cosas normales y buenas les pasaban a las personas. Podría solo divertirme. Podría aprender más sobre los cambiantes, y conocer mejor a Alec. Había sido tan amable y se sentía como si pudiera convertirse en mi amigo, uno de los pocos. Mi corazón se apretó dolorosamente. No, yo no tengo amigos. Mi única amiga está muerta. Miré hacia la superficie del agua, y nos vi. Nuestra piel brillaba. La punta de mis alargadas orejas sobresalía entre una maraña de cabello, que caía hasta mi espalda desnuda y los brazos de Breandan me sostenía fuertemente. Mi cola se movía por sobre mis hombros, y mis doradas alas crujían, Piñones de la anchura de mi muñeca, sostenía la vaporosa y multifacética membrana que constituía el cuerpo principal de mis alas. Cuatro óvalos —los dos superiores más amplios— brillaban en el crepúsculo. Abrí la boca, y vi mis brillantes dientes con forma de colmillos. Mis ojos brillaban como pozos de luz, incluso más cuando las lágrimas se agrupaban en mis pestañas.

Que extraños y raros eran mis ojos. Breandan que brillaba a mi lado, con una mano acunó mi mejilla para que nuestros ojos se encontraran. Había simpatía y compasión en los suyos. ¿Podría ver mi dolor? La otra se movió hasta descansar sobre mi pecho, sus dedos moviéndose gentilmente, mientras cerraba los ojos, sintiendo el latido de mi corazón contra su palma. ¿Podría el sentir mi dolor? Inclinó su cabeza hacia la mía, y bajó la barbilla para besarme. Suspiré y rocé mis labios contra los suyos, respirando su olor a sol y lluvia. Salpiqué agua cuando me acurruqué más cerca del calor y de la comodidad. Los músculos de mis piernas se apretaron, mientras mis brazos serpenteaban alrededor de su cuello atrayéndolo más cerca. Él me observó por el rabillo del ojo cuando froté mi mejilla con la suya, como si temiera que no fuera real o algo así. Sus manos se movieron, por debajo de los piñones de mis alas hasta que llego adonde se unían con mi espalda. Sus manos recorrieron mis alas inferiores e hice un sonido ahogado. Se estremecieron con su contacto. Él se puso tenso, se detuvo y bajo las manos para apoyarlas en mis caderas, largos y poderosos dedos, jugaron con mi piel, aplicando presión. —¿Así que nos quedamos? —preguntó. Estaba tratando de respetarme. Su protección se extendía más allá de lo físico, él quería curar emocionalmente las grietas en mi interior, que sabía se habían vuelto a abrir, y borrarlas desde adentro hacia fuera. Tomé su rostro con ambas manos y lo miré profundamente a los ojos. Él era mi hogar, mi luz en la oscuridad. Podía sentir mi corazón curándose. Me detuve y le di un beso en su apretada mandíbula. —Nos quedamos —acordé suavemente y sonreí. Mis sueños estaban llenos de oscuridad y cosas malditas pero siempre tenía la luz plateada que me rodeaba para mantenerme a salvo. La oscuridad no podría tenerme y era fácil para que mi mente volviera a estar calmada y meterse en un dichoso profundo sueño. Desperté después del amanecer, demasiado caliente, y arropada con toda la seguridad de los brazos de Breandan, mi cabeza servida de almohada por su pecho. Nos habíamos acurrucado juntos sobre la orilla del río y hablamos un largo tiempo en la noche. El rocío era intenso en el aire y el horizonte estaba inundado con densos colores pastel, anunciando la inminente llegada de los soles. Un suave silbato por los helechos reveló a Alec de pie en la penumbra, sacudiendo su cabeza hacia mí, llamándome. Ladeé mi cabeza en pregunta y él sonrió

descaradamente antes de tirar de sus pantalones. Me incliné sobre mis antebrazos luego me di la vuelta terriblemente consciente del hecho de que no estaba con las ropas puestas. No era como antes, cuando era sólo Breandan y yo. Después de un tiempo, había llegado a estar relativamente segura en mi propia piel mientras hablábamos. Ahora simplemente me sentía expuesta. Me rezagué por tierra y me moví más lejos del lado de Breandan y crucé mis brazos sobre mi pecho. Arreglándome para asociar un arrebol con un ceño fruncido, levanté la vista para ver a Alec sujetando con fuerza una mano sobre su boca ocultando su risa. Levantó sus palmas cuando siseé silenciosamente luego se dio la vuelta sobre los talones, golpeando ligeramente sus pies impacientemente. Me agazapé, respiré en la fresca mañana y dejé que el aire frío refrescara mi húmedo cuerpo. Escudriñé la orilla del lago y encontré mi vestido en una pila arrugada a unos pocos pasos de distancia. Al recogerlo unas pocas arañas y hormigas cayeron sobre mi pierna y les di un manotazo, sintiendo un sobresalto, y golpeé el vestido con mis manos para asegurarme de que no hubieran más insectos. Lo deslicé sobre mi cabeza, sentí una picazón en el cuello y arrastré mis dedos a través de mi cabello, que caía en cascada bajo mis hombros en oscuras ondas. Desde que había abrazado mi naturaleza de hada estaba creciendo ridículamente rápido, y me preguntaba cuando se detendría. Escuchando un fuerte suspiro, me di la vuelta para encontrar a Breandan despierto, sentándose con sus antebrazos descansando sobre sus rodillas, mirándome combatir con la maraña en mi cabeza. Su permanentemente expresión nublada y ojos protectores brillaron con efusión y felicidad. Parecía tranquilo más que serio y atormentado. Cerró sus ojos y respiró profundamente antes de ponerse de pie para encontrar sus pantalones. —Iré contigo —dijo él. Desvié la mirada mientras él se ponía sus pantalones y escuché las cadenas de cuero frotarse entre ellas mientras ataba el lazo, lo pisé y lo tiré hacia abajo. —No, quédate aquí y descansa. —Lo besé brevemente en los labios y luego otra vez porque la primera fue tan dulce que me hizo temblar. Ambos suspiramos—. Necesitas descansar y Alec es protección suficiente. Además estamos en territorio Pride, sin demonios erráticos que vengan. Él no pareció convencido. Enlacé mis manos detrás de la nuca de su cuello. —Estaré bien. —¡Vamos, Rae! Dios Santo, ¿Qué estás haciendo? —Alec pisoteó muy fuerte sobre nosotros y tiró de la punta de mi cabello. Ahuyenté su mano cuando lo intentó de nuevo.

—Trae al hada contigo si debes. Vamos a volver al Corazón de Pride de todos modos. —¿Por qué? —pregunté desenredándome de Breandan, que estaba de pie gallardamente y tomó mi mano. Los tres vagamos de vuelta hacia el centro de la Tierra Pride y disfrutamos de la paz de aquel momento. Alec tenía el hábito de hablar hasta que se quedaba sin respiración. Él había exhalado un trago de aire luego de empezar de nuevo, charlando de cómo ellos corrieron a los bordes de Pride en el crepúsculo y el alba, y cómo las hijas del Alpha fueron tomadas. —¿Entonces ustedes estaban conmigo? —interrumpí cuando su cara se volvió de un rosa rojizo de hablar tanto—. ¿Viste quien se las llevó? —No. Las gemelas estaban corriendo juntas en la mañana, pero cuando ellos no regresaron para la caída de la noche Byron supo que algo andaba mal. Me envió para encontrarlas. Atrapé su esencia rápidamente y con ella la de un humano y plata. Encontré un estanque de sangre también. No lo suficiente para sugerir que la herida fuera una fatal, pero lo suficiente para preocuparse. —Él miraba hacia el este, en la dirección del Templo—. Podría haber dos de ellos, pero para tener a cualquiera bajo tu pulgar todo lo que tienes que hacer es amenazar a la otra. Incluso si una de ellas fue capaz de alejarse, no lo haría. Ellas nunca se abandonarían, incluso si eso significa la muerte. —¿Hace cuánto tiempo fueron llevadas? —preguntó Breandan. —Cuatro días. —Alec suspiró y bajó la cabeza. —¿Y no has tratado de evadirlos antes? —cuestioné con incredulidad. Cuando Maeve había sido llevada por los Clérigos ella había estado fuera menos de un día. Había sufrido en sus manos, y temía pensar que estuvieran poniéndole en medio los cambiantes como los decía Alec. No me gustaba pensar que la Secta fuera capaz de tales horrores, pero mis ojos habían estado abiertos al mundo real a mí alrededor. Tenía que aceptar ciertas cosas, no importa cuánto me disgustaran. Ambos Alec y Breandan elevaron una ceja hacia mí. —Intentamos infringir la Pared pero no se acercó. Los humanos tienen armas y balas de plata para acabar con el tórax. Perdimos a dos hombres tratando de excavar un camino por debajo. Con un destello, recordé los gritos de los hombres gato la mañana antes de que hubiera corrido en el bosque y encontrado a Breandan. Algo tan extraño que le había restado importancia como demonios luchando por el territorio era mucho más simple y puro. Me sentí avergonzada. Tanto de lo que había sido enseñada por la Secta estaba mal. La secta era la más grande única autoridad de la humanidad que parecía estar en busca de

orientación y protección. Durante la Ruptura tantos fueron sacrificados y sólo aquellos quienes eran fuertes fueron capaces de defenderse. Muchos huyeron al centro de las ciudades, sabiendo que era sólo cuestión de tiempo antes de que un cambia-formas los olfateara o un vampiro atrapara el olor del ciclo menstrual de las mujeres. Ningún lugar con una alta población era seguro hasta que los tres hombres y cinco mujeres, Sacerdotes habían encontrado la Secta, erigieron el Muro y fijaron a los sobrevivientes más fuertes que pudieron encontrar como guardianes. Ellos habían estado determinados a pelear contra cualquier amenaza y que su supervivencia continuara. Muchos buscaron refugio con aquellos pocos valientes que parecían ser capaces de mantenerse por sí mismos y después de un tiempo eso fue simplemente la manera en que era. Los Sacerdotes nos dijeron qué hacer y nosotros lo hicimos. Ellos nos dijeron qué pensar, qué comer, qué decir, y a su vez ellos nos mantuvieron seguros de los demonios más allá del Muro. Todo eso había cambiado para mí, mis ojos habían sido abiertos y nada nunca sería negro y blanco, como parecía. —Te escuché —confesé—. Desperté y te escuché llamándolos. —Alec me dio una media sonrisa. —Donde quiera que estén, están bajo tierra y es más que probable que en forma humana. Habrían regresado la llamada si nos hubieran escuchado y pudieran responder. —Él sonaba desolado así que toqué su brazo brevemente. —¿Por eso es que estabas en el bosque la primera vez que te encontré? ¿Tan cerca del Muro? Asintió. —Hemos estado tratando de encontrar una debilidad en su defensa por días. Cuando te vi dos veces fui curioso, pero no podía bajar para hablar desde que se suponía que tenía que estar supervisando la actividad Clériga. —Chasqueó los dedos—. Oh, y casi lo olvido. Un vampiro ha sido olfateado varias veces. ¿Sabes algo sobre eso? Byron estaba preocupado respecto a que recorriéramos el territorio solos si teníamos sanguijuelas de que preocuparnos. Breandan no dijo una palabra, y tampoco yo. —Tuve más que problemas suficientes ayer —dije, tensa—. Pienso que si algo más hubiera pasado me hubiera vuelto loca. —Sí, había ignorado completamente su pregunta sobre Thomas, pero en realidad, ¿cómo lo explicaría? Breandan resopló. —Las hadas pura sangre no se vuelven "locos". —Una palabra; Devlin.

—Él es malvado, no loco. —Dilo así —murmuré—. La magia negra y sacrificio humano parece una locura para mí. —Sus oídos temblaron y me frotó un pequeño círculo en la palma de la mano con su pulgar—. No todo es tan negro y blanco como parece. —Secundo eso —agregó Alec antes de volver su atención al camino delante de nosotros. Aunque estaba oscuro, vi algunas figuras moviéndose alrededor. Los cambia formas estaban despiertos para saludar al amanecer. Conall apareció y estaba de pie delante de nosotros, sus ojos parpadearon entre Breandan y yo con curiosidad. Después de unos momentos de inspección, pareció satisfecho y su ceño se suavizó cuando se dio cuenta del círculo en mi frente. Breandan dijo: —Ahora discutimos cómo ayudar a Byron. Mi hermano cruzó sus brazos sobre su pecho e inclinó su barbilla hacia arriba. —De acuerdo. Observé entre ellos cómo se miraban de uno a otro, de arriba a abajo... De acuerdo... ¿Por qué estaban actuando tan nerviosamente entre ellos? Hadas de sangre melodramáticas. —Iré con Alec —solté cuando Breandan abrió su boca para objetar. Cachorros de tigres peleaban trastabillando delante de mí, gruñéndose unos a otros, y unos pocos niños cambia formas en forma humana se lanzaron hacia delante; interrumpiéndolos salvajemente e incitándolos a continuar. Una lince pequeña de color miel se lanzó entre mis piernas, y me hizo tropezar, tratando de no pisar ninguna cola incluyendo la mía. La agarré en mi palma y la puse de pie ligeramente, manteniendo mis alas apretadas en mi espalda. —Cuidado —advirtió Alec detrás de mí y tiró de un extremo de mi cabello para empujarme lejos del camino cuando dos tigres mucho más grandes se abalanzaron adelante; la mitad del cuerpo de un ciervo sujeta en sus mandíbulas mientras se golpeaban entre ellos con las patas. Desconcertada, levanté la vista hacia él con ojos amplios. —¿Puedo salir contigo ahora? —pregunté y señalé sobre mi hombro en la dirección que sabía que Breandan estaba—. Están actuando raro y no estoy en eso. —Rasqué mi rodilla donde descansaba el dobladillo de mi falda—. Y si pudieras mostrarme donde podría negociar por alguna ropa decente te debería una grande. —¿Negociar?

—De acuerdo no tengo ni una moneda; no funciona así en el Templo. Todo lo que se necesita era proporcionado por la Secta. No tengo idea si Conall tiene alguna. Froté mi nariz, consciente de la repentina comprensión de que no tenía manera de alimentarme o vestirme. ¿Dónde dormiría? Cuando estaba en el Campo todo se había hecho para mí, pero había estado tan aparte de eso que no había pensado en preguntar si algo me incumbía. ¿Dónde durmió Breandan cuando estaba aquí? Después de todo, era su casa. —Supongo sería a Conall, se lo pido desde que es la cabeza de la familia —dije lentamente—. Pero como dije él está actuando raro, y he tenido suficiente conversaciones intensas en las que ama arrastrarme. Por ahora. Alec rió. —Puedo adquirir algo de ropa nueva para ti. No usamos monedas aquí tampoco así que no te preocupes de eso. Es el trabajo de comunidad lo que valoramos, y voy a recoger tu cuenta. —Hice una protesta, pero él movió su cabeza con resolución—. Tengo que asegurarme de que ninguna de las mujeres necesite nada y corra al territorio, pero puedes ir si quieres ayudar. Eso sería el pago suficiente. —Movió su cabeza hacia los puestos de ropas y me apresuré a caminar junto a él, por la suave pendiente—. Para ser honesto estoy sorprendido de que ustedes chicos estén dispuestos a esperar aquí por tanto tiempo. La primera vez que llegaste parecía como si estuvieras en apuros. Mi atención se arrebató por la comunidad a mí alrededor. Los cambia formas merodeaban, y aproximadamente la población de Pride marcaba no más que 200. El olor de la carne cocinándose tenía a mi estómago rodando peligrosamente. ¿No comían nada más? —Decidimos quedarnos un tiempo —respondí, presioné una mano en mi estómago y recé por no empezar a vomitar—. Breandan quiere tiempo para planear el rescate de las hermanas de Byron, y bien, yo sólo quiero algún tiempo para respirar. Las cosas se han vuelto locas desde aquellos pasados dos días, y un poco más para enderezar las cosas me viene a la mar de bien. —No lo estás haciendo mal. Cuando cambié la primera vez pensé que había perdido la cabeza. No me tomó mucho averiguar lo que era. —Alec se volvió reflexivo, deteniéndonos en frente de un puesto repleto de cueros y telas—. Sólo los dioses saben qué me habría pasado si Byron no me hubiera llevado. Entre los Clérigo, las hadas, y vampiros no habría durado mucho. —Se sacudió, de pies a cabeza como un gato saliendo de la lluvia. Su cabello oscuro se agitó un poco alrededor y se restregó sus manos en medio de sí mismo agitadamente, enviándome una mirada arrepentida—. Mórbido, sí, lo sé. Entonces, ¿te quedarás en la tierra de Pride? No es como si las hadas pasaran mucho tiempo en presencia de otros demonios. —Señaló a un par de pantalones de cuero y asentí, rebuscando en medio

de las pilas para encontrar un tamaño que me quedara. Tomé un par y me los puse para asegurarme que eran lo suficientemente resistentes, Alec los arrancó de mis manos e hizo un gesto hacia las túnicas. —¿No? —pregunté, fingiendo indiferencia, sin ver a cualquiera de la parte superior que aprovechara mi imaginación. Suspiré. Extrañaba mis camisetas y jeans, pero tenía que salir de este vestido. Estaba repugnante, arrugado y cubierto de barro, sangre y sudor. No era un buen aspecto para mí. —Por naturaleza las hadas son reservadas y orgullosas. De acuerdo, la mayoría de ustedes lo son. Nunca he conocido a ninguno como tú antes. A pesar de que mis manos estaban en la tela áspera de las túnicas, mis ojos se habían enganchado en algo más. Le di a Alec una rápida sonrisa. Y nunca lo harás de nuevo. Yo no era tanto para las ropas, como un Discípulo las fichas que se me daban me permitían recoger lo que necesitaba, lo básico, una vez cada seis meses o por lo tanto de la costurera. A diferencia de otras chicas, nunca había cambiado mi armario, acuchillando los tops y jeans para mostrar más piel. Solamente no me importaba cómo lucía. Pero desde que había conocido a Breandan... No parecer un completo desastre había tomado algo de prioridad. Los tops que no podía dejar de mirar no eran más que brasieres con toda clase de hebillas y correas de cuero colgando de ellos. Alec llamó mi atención y precipitadamente volví a las sensibles túnicas en exhibición, encontrando los tonos beige y plomo menos que encantadores. Alec bajó el escandaloso top y lo meneó sobre la punta de su dedo. Parecía un trozo de repuesto en sus grandes manos. Inclinó la cabeza hacia el encaje en la parte superior de las botas, mirando mis pies desnudos intencionadamente. Rehusándome a distraerme, moví mi cabeza y me incliné más cerca. —No puedo usar eso. —Lo arrebaté de él, pero lo amontonó con los pantalones debajo de su axila, y enganchó mi codo para empujarme delante de la elección de botas. —Lucirá bien en ti. ¿Ahora de qué tamaño son tus pies? Se agachó para atrapar mi tobillo y jaló mi pie hacia arriba. Su cabeza balanceándose de un lado a otro, seleccionó un par de botas de suela blanda. Agarrando los zapatos y aferrándolos a mi pecho, lo miré con el ceño fruncido. —No voy a usarlo. —Giré sobre mis talones para ir a buscar los cinturones. Avanzando despacio me alcanzó, se rió. —¿No quieres verte linda?

—Ese no es el punto. No necesitas mostrarle al mundo entero tu cuerpo completo para estar linda. No necesito bailar alrededor semi-desnuda para que la gente me note... no es que quiera que... de hecho, si la gente me nota menos, mejor. —Entonces ¿por qué cogiste esa túnica? —Me detuve y maldije, lista para volver. Él agarró mi mano y tiró de mí. Buscando a tientas para mantener el agarre de las botas con una mano, refunfuñando para mí misma, lo seguí. Su cabaña era pequeña y un sangriento caos. Las paredes estaban cubiertas de marcas de arañazos y la ropa de cama parecía haber sido atacada por una manada de, bueno, gatos. Alec dejó caer toda mi ropa en el piso y dando un paso hacia afuera para darme privacidad. Rasgué un agujero en los pantalones encima del asiento; que eran menos que bolsillos, lo que hizo las cosas más fáciles. Suspiré; era una vergüenza cometer actos de vandalismo en tan buena obra, pero una necesidad. Me vestí rápidamente mis ojos se prendieron en las vigas de madera, sábanas arrugadas y, en la confusión de pertenencias. Era sencillo, pero acogedor también. Rocas brillantes y hojas secas estaban esparcidas por todos lados, sobre el alféizar de la ventana, apoyadas contra la pared. Cada una estaba tan cariñosamente expuesta que era claro que Alec las había escogido por una razón. Terminé, agarré el vestido libremente en mis manos. Con un rápido pensamiento, estuvo en llamas, y se volvió cenizas. Sacudí el polvo de mis manos. Siendo honesta mi nuevo traje era el más cómodo que había usado nunca. Mis alas eran libres de moverse sin restricción de la tela. El aire en mi espalda, estómago, y hombros era deliciosamente refrescante, siempre sería cálido, parecía una característica de hadas. Los pantalones de cuero moldeaban mis curvas como una segunda piel y abrazaban mis tobillos, metidos en las botas de suela blanda que se sentían como si fueran hechas para mí, atados con una correa arriba de la mitad de mis pantorrillas. La cintura de los pantalones se hendía peligrosamente baja en mis caderas y aunque traté de tirarlos hacia arriba, el problema era la ausencia de material más que ajustarse. Incluso las correas de cuero en la parte superior eran prácticas, mezclados sobre mi parte anterior con una vaina para una daga. Tomando una profunda respiración, frotando mi círculo ansiosamente, miré hacia abajo. Piel, mucha, mucha piel. El calor subió por mi cuello y rasgaba mi garganta como si estuviera saliendo en una erupción. Estaba avergonzada porque estaba sorprendida y orgullosa de que mi cuerpo hiciera tal impresionante demostración en un traje revelador. —No puedo usar esto —murmuré y tiré del deshuesado que se encontraba sobre el centro de mi caja torácica. La puerta se abrió haciéndome dar vuelta con miedo, dejando una

ráfaga de aire con olor a hierbas, y se estrelló con la pared. Alec —los dedos todavía extendidos sobre la puerta—parpadeó en mi dirección con seriedad. Gimió. —Si fuera un animal más pequeño... —Se inclinó hacia adelante para agarrar mi mano y empujarme afuera de la cabaña antes de que pudiera expresar mis protestas. A medida que caminábamos a través del Orgullo, sentí calientes ojos en mí, humanos y felinos. Lentamente, enderecé mi espalda, bajo la influencia de la oleada feroz de orgullo femenino. Demonios, mis caderas se balanceaban, y mi cola ondeaba de lado a lado como en películas coquetas. Permitiéndome sonreír para alegrar mi cara, presté atención a donde se dirigía Alec. Clavé mis talones en la tierra. —Uh, ¿qué estás haciendo? —Él se mantuvo en marcha y deseché los dos agujeros en el suelo. Como no quería arruinar mis nuevas botas, dejé de presionar y tropecé hacia adelante—. Sólo estoy dejando que me lleves porque no quiero mostrarte en frente de los Hermanos Pack, pero por los dioses, Alec. —Bajé mi voz en un susurro furioso—. Si me llevas por ahí vestida así, no te voy a perdonar. Sonrió y siguió caminando, manteniéndome con él. Traté de distraerlo. —Pareces interesado en las hadas. —Deslizó una considerada mirada hacia a mí. —Es mi trabajo. Como el protector de Packs, tengo que ser consciente del peligro. Me detuve. Mi bota enterrada en el duro suelo de tierra compacta otra vez. Esta vez por razones completamente egoístas. —Las cosas están cambiando, Alec. Reuniendo algo de confianza, le miré a los ojos. —No tienes que estar asustado de ir más al bosque o preocuparte sobre lo que un hada puede hacer en caso de que te encuentre. Y que estemos aquí no es algún intento encubierto de aprender de sus debilidades. ¿De acuerdo? Sonrió. —Eres algo especial, tú sabes. Pero no me puedes distraer. Arrugué mi rostro y golpeé su hombro. —Eres vergonzoso para ambos. —Decidido caminó y se quedó en silencio. Traté otra vez—. Um, así que… ¿Por qué los Packs de los cambiadores se segregan como tú lo haces?

Quiero decir, son hombres lobos, hombres osos, hombres pájaros, pero viven separados. ¿Por qué no mezclarse? Se encogió de hombros. —Hemos escuchado de los packs mixtos, pero no puedo ver cómo podrían vivir juntos sin la amenaza constantes de la muerte del más fuerte sobre el más débil. —¿Tú no tienes control de tu naturaleza animal? —Sí, pero es fácil de vencer por el instinto. Una mujer sosteniendo una cesta con armaduras en la cadera oscilaba pasando, su movimiento furtivo gritaba sexualidad felina sin esfuerzo. Al ver la forma sensual con la que se movía, era consciente de mi propia pesada pisada. También me recordó de la danza de la noche anterior. —Uh, así que, ¿las mujeres están protegidas de los hombres de Byron? —Alec ladeó una ceja cuestionando—. La última noche con el baile… él estaba asintiendo la cabeza a las parejas…. —Oh. El Alfa siempre está de acuerdo con el apareamiento. Es una tradición. Encontré esto como un poco de pasión asesina, pero la mayoría son demasiado… involucrados con la mente, son básicamente para pedir permiso para ir a echar un polvo de otros sesos. —Mi boca se abrió. Alec parecía perturbado por mi reacción. Me miró cuidadosamente y sus ojos fueron donde Breandan y Conall se sentaron en su consejo. Sus ojos se volvieron a mí—. Su olor esta todo en ti, pero tú y tu hada no… —Si sabes lo que es bueno para ti, vas a terminar la frase justo ahí. Me ruboricé furiosamente. No podría llamarme tan descaradamente. Esto no era de su incumbencia. El levantó las manos, riendo. —La irritación y la tensión hablan por sí mismas. No voy a decir alguna palabra. —Hizo una mímica cerrando su boca. Asentí con la cabeza una vez, sintiendo mi cara enfriarse. —¿Hay alguna razón porque que no han follado todavía? —¡Alec! Por el sonido de mi voz, la cabeza de Breandan se batió alrededor para mirarme. Hizo el movimiento de levantarse, pero Conall dijo algo que lo hizo congelar y volver a su posición de piernas cruzadas. Se dio vuelta, pero no antes de que yo sintiera la intensidad de su mente en la mía, en busca de cualquier miedo o preocupación que no encontró.

Encontrando nada de presión en su mente dejo la mía y fruncí el ceño. Alec había visto el cambio y se rascó la nuca, su expresión perpleja. Todavía no feliz con el hecho de que el cambiador me llevara allí, apreté su mano hasta que gruñó. Hasta el punto en que el trío de tendones en su brazo salió, y su cara estaba tensa. Apliqué más presión y oí el crujido satisfaciente silenciado por la corteza debajo del dolor. Lo dejé irse y movió su mano, mirándome. Frotando las manos sudorosas en mis caderas, busqué por todas partes, excepto la cara de Breandan. Mi pecho agitado, mi respiración entrecortada con nervios. Hice un ruido impaciente a Alec para seguir adelante. —Voy a correr por el territorio —le dijo a Breandan—. Rae quiere venir conmigo. Pido permiso para cuidar de su pareja hasta que la lleve de vuelta a usted. —Como su Hermano Mayor, estoy de acuerdo en que Rae puede acompañarlo —respondió Conall fácilmente. Me puse en marcha y miré a mi hermano, ladeando la cabeza. ¿Por qué había contestado él? Alec simplemente asintió lentamente e hizo una pausa, esperando. Mi cara se puso más y más caliente. Lagrimas punzaban en mis ojos porque quería que Breandan objetara. Cuan loco era esto. Cuando Thomas hizo que tocara los celos de Breandan fue claro, pero el estrés me había dado dolor de estómago. Pero, ¿estaba secretamente contenta? Después de años de ser ignorada y visto como rara, ¿estaba feliz teniendo a dos chicos peleando por mí? Tal vez ese es el por qué sentí un impulso irracional de golpearlo en el rostro para que me mire. Lo miré fijamente ahora, esperando a que me reconozca. Su mirada se encendió y sus ojos ardieron. Luego miró a Conall y sus labios apretados en una aguda frustración. El silencio se hizo cargo. Byron y Alec compartieron una mirada perpleja. Me volteé y me alejé. Después de unos tres pasos, una ola de calor de gruesa lujuria se derramó sobre mí. Mi paso falló antes de que me contuviera. Tragando saliva, sorprendida por la ferocidad del deseo que me había enviado y no poder ayudarme a mí misma, di un vistazo por encima del hombro. Breandan me guiñó un ojo antes de volver su atención a la conversación en la que Conall y Byron se sumergieron profundamente.

Alec saltó a mi lado y le dirigí una mirada complacida debajo de mis pestañas. —Cállate —murmuré, pero no pude evitar la sonrisa que tiró de mi boca. Ambas palmas chocaron con inocencia. —Sabía que te iban a dejar de alguna manera. —Ante mi mirada de asombro, dijo—: Ahora veo que su cultura es diferente que la nuestra. Conall protege tu honor, y Breandan no puede hablar por ti. ¿Por qué el enigma entonces? Alec abrió la marcha del campo de cambiadores y dentro de la alta hierba. Mientras caminaba, deje que mis palmas acaricien las puntas espinosas. —Lo ha hecho antes —murmuré para mí misma. —A Conall parece que le gusta, pero no le dará su bendición en el apareamiento. ¿Por qué? Mi boca se abrió para negar esto, luego se cerró. Breandan me había defendido abiertamente cuando Lochlann había considerado comerciarme con Devlin por un mes de paz. Y él… fue como una bofetada mental. Esa fue la única vez que habló abiertamente por mí, y el resultado de eso había sido su ruptura de juramento. ¿Le hizo moverse por el miedo de tener que elegir entre su hermano y yo? La verdad y devoción en la acción fue alucinante. ¿Hubo más de lo que había entendido inicialmente? Dioses, no había pensado mucho acerca de nada porque pasó todo muy rápido, pero Breandan había dado la espalda a todo lo que había conocido por protegerme. ¿Qué significa eso? Las hadas eran conscientes de la tradición y tenían un alto concepto del honor. Breandan se había separado de su familia, ¿eso quería decir que ya no era capaz de poner reclamación en mí? Uh—uh. Eso no tenía sentido. El creyó que estábamos destinados a ser, que nació para mí, así que… porque tirar su vida por la borda en una amenaza lejana de un familiar. Por los derechos, Lochlann debe ser el cortejo para mí. Que necesitaba de mí y de mi poder, para ayudar a restablecer el equilibrio y mantener el favor a las personas. ¿Podría haber ordenado a Breandan hacerse a un lado? Había claramente dicho que esperaba que nos emparejemos. No. Juramento o no, Lochlann reserva el derecho de reclamarme sobre Breandan si se convierte en un Alto Señor. Así que no podía ser… no del todo. A Breandan le había molestado eso, él me había visto primero y eso generó el vínculo entre nosotros. Lo había conocido un mes antes de que se supone iba a pasar, así que no estaba sorprendido, ni mucho menos sometido y resignado. ¿Estaba luchando contra el bono? ¿Era esa la razón verdadera porque se acercó más a mí? ¿Esperaba ser interrumpido, así Lochlann podría reclamarme como la ley de hadas lo requiere?

Me detuve en seco y Alec salió de la vista antes de que volviera hacia atrás, mirando en pánico. Al verme congelada con una expresión atónita, no habló. ¿Eso lo que Lochlann y Conall pensaban también? ¿Qué el vínculo podía romperse? Era por eso que me pidió ser discreta y, ¿por qué Conall estaba tan endemoniadamente empeñado en asegurarse que lo estábamos? Mi vínculo con Tomas dejó claro que Breandan y yo podemos todavía separarnos, aunque tengo la impresión de que sería una tortura física y emocional. Eso no puede ser. ¡Breandan no puede dejar que eso suceda! Había roto su juramento para poder tenerme. Era su única opción. No podía quedar bajo el juramente a su hermano y ser mi pareja cuando era su derecho de Hermano Mayor para tenerme. Conall piensa de esta manera, puedo entender hasta cierto punto. Él era la mano derecha de Lochlann y leal hasta en error. A pesar de mi amor por Breandan, trataría de salvarme por su señor elegido. ¿Están Breandan y mi hermano haciéndome algún juego secreto de poder a mis espaldas, de nuevo? Por un lado era Breandan tratando de fortalecer nuestro lazo, y conseguir conocerme, mientras que por otro lado mantener las reglas que da Conall sin opción, ¿excepto para aceptar nuestro tiempo juntos, ya que no es realmente sobrepasar las líneas? Uh, me estaba confundiendo. Pensé en lo que Breandan me había dicho en el lago. Por supuesto, en público no podía jugar su reclamación. Yo podía mostrarle un favor, pero él no pudo mostrármelo. Oh. Tal vez Conall no expresó su desaprobación antes porque no estaba seguro de lo que sentíamos entre Breandan y yo. Cuando nos conocimos, él me había dicho que sentía algo extraño a mí alrededor, pero que no sabía qué era. Cuando se había enterado, Devlin abriendo su grande y estúpida boca tratando de comerciarme por un mes de paz, no había dicho nada para oponerse a nuestra unión. Por otra parte, supón realmente que no era el momento para hablarle de esas cosas. Cuando trató de abordar el tema ayer, me había negado a escuchar, demasiado envuelta en Breandan. Y mi hada era más feliz de estar en la forma de una conversación, después de todo, todavía puedo darle la espalda. Y dejarlo con nada. ¿Cómo no pude ver esto? La tensión entre los dos chicos tenía sentido ahora. Lo mismo hizo la magia de Conall que aparece cada vez que Breandan llega más de dos metros cerca de mí. Él pensaba que me estaba protegiendo. Pero, ¿cuál era el plan de Brandan para hacer esto bien? Él había sido honesto desde el principio y al regreso de Lochlann, me contó que su hermano no estaba feliz. Pero estaba seguro que podía entenderlo, haciendo que nos acepte. Que no parece estar sucediendo, de hecho, todo lo contrario. La idea de estar con Lochlann era horripilante. No le importaba en lo absoluto. Él había admitido abiertamente que mi corazón le pertenecía a Breandan. ¿Se condenaría a sí mismo a una unión infeliz por el bien del Alto Señorío? ¿Dañaría a su hermano más joven de esa manera? Sabía que era sofocante y frío, pero incluso no podía ser tan cruel.

Avancé hasta donde Alec, porque no quería compartir mis revelaciones, hasta que haya trabajado a través de ella unas pocas veces más Habíamos llegado al borde de las praderas y fuimos alegremente saltando por encima de los arbustos bajos y arbustos que, inesperadamente, se dispararon hasta convertirse en árboles jóvenes en el borde del bosque. Alec parecía estar siguiendo un camino específico, ya que nos llevó en una curva, el camino zigzagueante que fue más profundo en el bosque luego de volver otra vez a la hierba. —¿Vas a cambiar? —pregunté distraídamente. —Me quedaré como humano por un tiempo. Mis sentidos no son tan buenos, pero quiero disfrutar de lo que estoy viendo por un tiempo más largo. —Alzó las cejas. No le entendí. —¿No ves como un gato? —No se puede ver el color y tú eres extraordinariamente colorida. Me miró de reojo y solté un bufido. Era relajante la suciedad alrededor con alguien. —¿A dónde vamos? —pregunté, malhumorada. Señaló a través de la hierba en ninguna dirección en particular que pudiera ver; sólo sabía que entraríamos en el bosque de nuevo, y que era lo suficientemente bueno para mí. Respiré profundamente, disfrutando del rico olor de la tierra y cosas verdes. Alec olía bien también, una especie de hierba dulce y cálido animal. Con su cabello oscuro y ojos verdes, no eran feos tampoco, por la forma en que las hembras cambiadoras reaccionaron, bien, lo contrario. Tenía una agradable cabeza cuadrada y se había afeitado. Su vello corporal era negro azabache, al igual que su forma de gato, y era un largo torso y corto de piernas. Byron dijo que él era el Pack Omega, segundo al mando y entendí por qué. A pesar de su juventud tenía aire de comando. Una calma innata. Era agradable estar cerca de él y me alegré de estar aquí, incluso si mi cuerpo ya estaba extrañando el toque de Breandan. Hasta ahora, la fianza no se había vuelto molesta, pero me preguntaba si algún día siempre que necesitara cerca de mi hada, me molestaría. —Tú y el hada son tan extraños. Nunca había visto tus gustos —dijo Alec. Resoplé un suspiro aun cuando sentí una punzada de dolor.

—Ser diferente no es tan malo. —Tu amor es frío, incómodo. Tan extraño. Diría que El Reclamo entre ustedes es más fuerte que cualquier otra cosa que haya sentido alguna vez y eso que no soy de tu especie. —Nunca he oído de esto antes. —Mi ceño fruncido—. ¿El Reclamo? —Es lo que nosotros llamamos al impulso de marcar a nuestra pareja. Una señal para otros que eres pareja de otro. —Sacudió su cabeza mientras caminaba, murmurando para sí—. Un amor frio. —Porque no nos abrazamos y suspiramos al oído —frente a los demás—, ¿nos hace fríos? La conexión entre nosotros va más allá de las palabras o el tacto. Me veo obligada a él y él me pertenece. Me incorporé y miré hacia abajo, incrédula de mi misma. ¿De verdad dije eso en voz alta? —Nunca quise ofender —dijo Alec—. No lo entendía. Como gatos somos abiertos en nuestros afectos. No vemos ninguna vergüenza en la desnudez o excesivas demostraciones de cortejo o pasión. —Se sonrojó—. Si me sintiera medio como apasionado por cualquier mujer que parece sentir lo mismo por mí, no sería capaz de poner mis manos en ella. Su mirada raramente te deja, pero pienso que tiene que ver más con protección que pasión. — Él tomó mi mano y la sostuvo con solemnidad—. Yo no entendía que era tan complicado. Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia. Tampoco lo sabía hasta hace unos momentos. —Breandan es el ejemplo de control. No es que él no quiere tocarme; no debe para asegurarse que Conall… su hermano me necesita para ser…. Eh, nada bueno. Es diferente cuando estamos solos. —A partir de la expresión dudosa en su cara supe que no me expliqué bien. —Somos obligados. Una rara conexión y… —Dudé, recordando de ambos, Ana y Conall acerca de hablar de la unión libre. Esto y el hecho que había dicho a Lochlann que sería discreta sobre mi relación con su hermano. Si Alec nunca habló abiertamente sobre esto con mi hermano—. Tú no puedes decirle a nadie sobre esto. Si lo haces… Apretó mi mano. —Lo juro. Aspiré y con él llegó un torrente de palabras. —Es mágico. Puro poder. Cuando no nos tocamos comienza a construirse y cuando nos tocamos explota entre nosotros. —Pude oír la emoción en mi voz—. No es tan malo cuando

está cerca, a pocos pasos de distancia, pero más lejos, mi piel empieza a picar y mi mente no puede enfocarse en cualquier cosa por más que momentos antes de buscarlo. Es frustrante y emocionante, todo al mismo tiempo. —Sentí una oleada de alivio. Era bueno hablar con alguien. Alec se rió entre dientes. —Si nos encontráramos en cualquier otra circunstancia, me temo, que hubiera caído enamorado de ti. —Sus ojos se volvieron distantes, melancólicos. —¿Quién es ella? —pregunté. Sus ojos se volvieron encubiertos, de expresión nublada. Le fruncí el ceño, crucé las manos por mi estómago—. Mostré mi alma, es tiempo de hacer un ejercicio de fe. Cuando no dijo nada, rodeé mis ojos. —Lo juro, no diré nada. —Una oleada de viento pasó sobre mí, me estremecí. Tan espeluznante—. Feliz ahora. Tienes una promesa de hierro revestido sellada por arte de magia. Vertida. —Ella es… —Parecía perdido en las palabras—. Ella es el sol, la luz de mi corazón. Cuando corro en el bosque me siento más cerca de ella. Bueno, estaba confundida. —¿Ella no es de la manada? Él evitó mis ojos. —No. —¿Hay alguna otra razón que no sea esta el por qué tú no puedes estar con ella? —Ella nunca me ha visto, nunca la dejaría —dijo en una confesión en voz baja—. Ella me va a rechazar. Levanté mi mano. —Por favor, dime que no estás acechando a alguna pobre chica cambia forma como una pantera. —Su silencio me dijo todo lo que necesitaba saber—. ¡Dioses, Alec! El acoso no es sexy. Breandan intentó esa mierda conmigo, y terminé cayendo por un precipicio, y perdiéndome, y… —Me estaba enojando. Respiré hondo—. Deja de atormentar a la chica y hombre levántate. Evitando mis ojos murmuró: —Nunca, en realidad, bueno, la he visto.

Lo miré fijamente. —¿De qué estás hablando? ¿Cómo puedes estar enamorado de alguien, pero nunca haber puesto los ojos en ella? —Su esencia está en todas partes —espetó él—. En mi cabeza y mi corazón. Pero ya ves, no puedo simplemente mirarla. Yo, no lo sobreviviría. Querría reclamarla y ella me rechazaría. —¿Seguramente puedes emparejarte con una cambiante de otra manada? Él suspiró y miró hacia otro lado. —Eso no importa. Nadie lo entendería. Me callé. Él no quería hablar de eso y yo no estaba de humor para obligarlo. Respiró hondo, el pecho creciendo y expandiéndose. Sin gustarme el silencio, exclamé: —Ojalá pudiera ver el mundo como tú lo haces. Los ojos de Alec se desorbitaron, y él negó con su cabeza hacia mí, desconcertado. —Eres una hada, Rae. Otros demonios no pueden experimentar el mundo como tu clase puede hacerlo. Estás conectada con todo. Enterré mi dedo del pie en la maleza. —No, no lo estoy —confesé en un susurro—. Me siento mejor en el bosque, o cuando estoy cerca de algo verde, sí, pero no los siento. Sé que Conall y Breandan lo hacen, casi le hablan a la tierra. Esta les canta a ellos no a mí. —Negué con la cabeza—. No creo ser esta sacerdotisa que ellos exclaman que soy. Sigo tratando de hacerles ver que traigo nada más que problemas. Pero ellos se ríen y sonríen, mientras se lanzan en peligro mortal por mí. — Golpeé mi pecho—. Voy a hacer que los maten a todos. Y sabes que, voy a decir que te lo dije. Ellos han cometido un error y son tan tercos que no lo pueden ver. —Mierda. —Alec me agarró de ambos hombros mientras arrugaba la nariz ante su lenguaje. La imagen que trajo a mi mente no fue agradable—. Te conozco. La primera vez que nos conocimos, no corriste, o te ocultaste o gruñiste. Te levantaste y me enfrentaste, un gran gato acechando, incluso cuando todo tu cuerpo estaba temblando. Tú me tocaste, me acariciaste, por el amor de los dioses. ¿Por qué hiciste eso? Le sonreí. —Tú eras lindo. Sus labios se curvaron en disgusto.

—Prefiero olvidar que dijiste eso. Tú me tocaste, porque sabías que no te haría ningún daño. Sé esto porque cuando lo hiciste fue como un rayo a través de mi piel, una ola de... de... conocimiento. Una claridad nítida que me permitió tener la certeza de que estaría a salvo contigo. —Se encogió de hombros—. Nunca me he sentido con tal afinidad con nadie más que mi Alfa, y probablemente nunca lo haré otra vez hasta que reclame a mi compañera. Y no soy el único. Hablé con Byron ayer por la noche y dijo que si tú no hubieras estado presente no había manera de que hubiera accedido a alinearse con las hadas. Yo, nosotros, la manada entera siente como que necesitamos protegerte. Y tanto como que me gustaría decir que todo era debido a tu chispeante personalidad y simpatía. — Frunció el ceño y se echó a reír—. Creo que es una reacción química. Tu hermano tiene razón. Eres su Sacerdotisa desaparecida; nuestra sola reacción sugiere que hay más en ti que una chica con alas y cola. Carraspeé. —Todavía me gustaría poder ver el mundo mejor. Sentir mejor las cosas. —Es sólo una falta de concentración, Rae. Eres un poco cabeza de chorlito. Escamosa. Mi boca se cayó abierta. —No soy escamosa. —Cierra los ojos. Hice lo que me pidió. —¿Y ahora qué? —Cállate y quédate quieta. Bueno, podría hacer eso. Estar callada y quieta. No es como que fuera difícil ponerse de pie y estar. Hice un pequeño ruido de molestia. Ellos me trataban como a un bebé. No era tonta. Froté las manos en mis piernas donde el desgaste de mis vaqueros solía estar, con ansiedad. ¿Por cuánto tiempo se suponía que estaría parada? Mi cola golpeó mi hombro, y flexioné las alas, disfrutando de la franja de luz. Me asomé con un ojo abierto y me ruboricé. —¿Cómo diablos era eso de estar callada y quieta, Rae? —Alec se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice—. Tu cola y las alas estaban por todas partes. Tus manos no podían permanecer en un solo lugar. Y mientras estoy seguro de que Breandan disfruta del placer de verte frotar tu propio cuerpo, yo no recomendaría hacerlo en frente de otros machos. Hiciste unos extraños ruidos de zumbidos y tú... bueno... estabas nerviosa. Mucho. —Apretó los labios, moviendo la cabeza con incredulidad—. No es de extrañar que tengas problemas controlando tu magia. ¿No es todo sobre concentrarte y ser paciente? Si no

puedes permanecer totalmente quieta y en silencio por lo menos un minuto, ¿cómo planeas lanzar hechizos? O estar lo suficientemente quieta para rastrear un ratón a través de la maleza en una tormenta. Estaba nerviosa y de color rojo brillante. Él tenía razón, por supuesto, pero aun así era muy vergonzoso. —Nerviosa parece un poco duro. —Él me empujó por el costado, en el hombro, riendo. Le di una palmada en las manos alejándolas, riendo—. Muy bien muy bien, tal vez estoy nerviosa. Para de burlarte de mí y ayúdame. —Ya lo hago —dijo con orgullo—. Cuando puedas aprender a estar tranquila en tu mente y cuerpo, aprenderás cómo controlar tu cuerpo. —Dios, ustedes los demonios apestan. Nunca me dan nada decente. Siempre tengo que alejarme y trabajar en el control, o la paciencia, o la conciencia. —Tiré de mi cabello—. Creo que podría gritar si no aprendo algo que pueda utilizar pronto. Alec dejó de reír y me miró decepcionado. —¿Has considerado que no estás mejorando tan rápido como podrías porque te estás resistiendo a lo que te estás diciendo? ¿Qué pasa si te detienes y escuchas? Si tú intentas lo que te han estado enseñando, aprenderías más y más rápido. —Asintió a sus propias palabras—. Las hadas aprenden rápido. —Aja, lo que sea —gruñí de mal humor y salí pisoteando. Sí, él tenía razón, pero era mortificante que sintiera la necesidad de decirme eso a mí. ¿No escuché lo que estaba diciendo? Mis botas se movían bien en el bosque, y era capaz de moverme con sorprendente facilidad. Escuchando a Alec detrás de mí, cambié a un trote, el cual en un instante se convirtió en una carrera. Escuchándolo empujar detrás, desaceleré, sabiendo que él no sería tan rápido en forma humana. Era fácil olvidar que los cambiantes eran esencialmente seres humanos que habían evolucionado de manera diferente, como las brujas. —Te gusta correr —jadeó Alec a mi lado, se inclinó más con las manos sobre sus rodillas—. Esa fue una carrera a toda velocidad, impresionante, y por mucho que quiera darte tiempo para enfriarte, mi cabeza sería arrancada si cualquier cosa te pasara. —Su mano se posó en mi hombro y me hizo dar vuelta. Parecía mortalmente serio, incluso con el

alto color en sus mejillas haciéndolo lucir juvenil—. Así que no hagas eso de nuevo, ¿de acuerdo? Abriendo mi boca para arremeterle con palabras, tomé un momento para pensar en esto. Apreté los dientes porque él estaba en lo cierto. Maldita sea al infierno. Asentí con la cabeza bruscamente. Alec devolvió el gesto, fue a hablar pero su boca se abrió, y se quedó allí, todo su cuerpo tenso. Sus dedos enterrados dolorosamente en mi hombro y cerró los ojos. Su cabeza dio vuelta y envolvió su mano alrededor de mi brazo para mantenerme quieta. Cambié de posición, las hojas crujiendo bajo sus pies y me gruñó silenciosamente, los ojos brillantes, las pupilas estrechándose. Sus colmillos alargados mientras yo observaba. La nariz aplastada, incluso mientras su barbilla se alargaba y las orejas se empujaban hacia atrás, suavemente curvadas en triángulos. Gruñó una vez más, en cuclillas. No necesitó decirme que el problema estaba cerca porque oí una fuerte toma de aire en el viento y me lancé al suelo. Instintivamente llegué a la Fuente, un sol de luz brillante y calor que se parecía a ninguna parte y a todas partes, un poder que era mío para dominar a pesar de lo tontamente que lo había usado en el pasado. Alec olfateó profundamente, saboreando el aire y estremeciéndose. —¿Cómo llegaron tan cerca? Los centinelas están colocados a través de la frontera del Orgullo. Un casco caído estaba dentro de la distancia de una audición humana normal, y el tibio olor de heno y el caballo curvado en mis narices. Escuché con atención y oí el constante clomp, clomp, clomp de los cascos del caballo. Mi ritmo cardíaco bombeó a doble tiempo y me costó para llegar a un acuerdo con lo que estaba sucediendo. Los Clérigos estaban en la tierra del Orgullo. Me calmé, mi boca seca y el corazón pesado. —A menos que ellos murieran antes se podría dar la alarma. El estruendo que retumbó en el pecho de Alec no era humano. —Voy a Cambiar —jadeó y se encorvó, quitándose los pantalones y dejándolos en un montón arrugado. Los arbustos crujían, y a través de la línea de árboles, los vi. Estaban demasiado cerca. Eché un vistazo a Alec, de vuelta ya cambiando, y haciendo saltar las articulaciones. Su

columna vertebral explotó con las vértebras extras de su cola, y se cubrió con un barrido de piel y cabello. Su boca estaba cerrada y él se estremecía con el esfuerzo de no gritar. Ellos no podían encontrarlo aquí de este modo. Si lo hacían... En un arranque de velocidad, me lancé hacia delante localizando rápidamente a los dos clérigos arrastrando la maleza desde la parte de atrás de los dos sementales monstruosamente grandes. Olfateando el piso a sus pies estaban los perros de presa. Ninguno de ellos reaccionó a mí. Me había movido tan rápido que no me habían visto, ni sus perros me habían olido todavía. Detrás de la parte trasera de un caballo —enredado en una red y arrastrado descuidadamente por el suelo— estaba el cuerpo de un joven cambiante, un tigre. La burbuja de asco y angustia comenzó en mi estómago, subió a mi torso, se abrió camino a la garganta, y estalló en mi boca. Grité, largo y fuerte. Estaba tan horrorizada por el juvenil cambiante muerto que fue fácil proyectar el miedo y el terror en mi voz. Las cabezas de los Clérigos se volvieron hacia mí, las armas de fuego subiendo para apuntar en mi dirección. Salí corriendo. Los perros se abalanzaron sobre mí; ladrando, y las mandíbulas sonando. Mantuve mi velocidad lo suficientemente rápida como para evitar la captura, pero lo suficientemente lenta como para que estuvieran tentados a dar caza.

Los escuché instar a sus corceles al galope mientras me mantenía corriendo, sabiendo que me estaba dirigiendo a algún lugar alto, algún lugar cerca del agua. Maldita sea, una vez más estaba huyendo de los Clérigos, y una vez más, estaba aterrorizada, pero los dioses me ayudaran no les permitiría tomar a Alec como habían tomado a Maeve. Dejando la línea de árboles del bosque, salí rápido de la hierba alta, olí el lago más adelante. El pecho agitado de pánico además del esfuerzo físico, fruncí el ceño cuando vi que los Clérigos estaban parados a lo largo de la orilla opuesta. Me incliné para parar, dando vueltas. El rojo carmesí de las chaquetas era visible detrás de mí, rebotando arriba y abajo tremendamente, así que cambié de dirección y me precipité de nuevo hacia la hierba. Un gruñido feroz atravesó el aire de la mañana, Alec llamando en busca de ayuda. Impulsada por la necesidad de llegar a él y garantizar su seguridad, corrí más rápido, sin preocuparme ya de que si me perseguían no serían capaces de verme y mucho menos de atraparme.

Alec se lanzó sobre un Clérigo, los dientes de marfil al descubierto hasta que desaparecieron en la garganta expuesta del hombre, echando la cabeza hacia atrás para arrancarla. El caballo levantándose como loco mientras el Clérigo rodaba de la silla y estaba muerto antes de caer al suelo. Alec estaba ya un paso más lejos, saltando hacia el próximo intruso que era una mujer, montada en un caballo negro enorme. Su caperuza se había levantado y arrojaba una sombra sobre su perfil. Ella levantó la pistola mientras el caballo bailó debajo de ella, relinchando en voz alta, y sus patas delanteras pateando cuando Alec se abalanzó hacia atrás y adelante, pisando sus espolones. Hubo un fuerte crujido, el olor de la pólvora. Alec gritó —el sonido extrañamente humano. —¡No! Me lancé hacia ellos cuando el caballo pateó a Alec lejos y envió su cuerpo volando por el aire. Él se retorció y cayó sobre sus patas, pero sus piernas se doblaron y su cuerpo musculoso golpeó el suelo. Frunció los ojos cerrados y se estremeció, sangre en el suelo de su costado herido. Cayendo sobre mis rodillas, agarré su cabeza en mi mano y lo palmeé suavemente. Me sentí aliviada cuando sus ojos entrecerrados se abrieron y se enfocaron, irises enjoyados rastrearon al Clérigo detrás de mí. Lancé una mirada por encima de mi hombro y la Dama Clérigo tiró de las riendas para que el caballo retrocediera, su arma estaba apuntando a la cara de Alec. Me quedé inmóvil, pero mi cola goleó detrás de mí como un látigo. —Aléjese de él y siéntese en el suelo —dijo ella calmadamente. No me moví tratando de pensar rápido, pero venían espacios en blanco e imágenes del cerebro de Alec salpicado por todo el piso. Dejé ir su cabeza y lo empujé hacia abajo cuando se esforzó por pararse. Él se quejó, temiendo por mí, y froté detrás de su oído. —No te preocupes —murmuré en voz muy baja para que la Clérigo no escuchara, pero por la forma en que sus oídos giraron hacia adelante Alec escuchó—. Estoy pensando en un plan. De pie me alejé de Alec, mirándola desconfiadamente. —No soy tu enemigo.

Otro caballo trotó detrás de mí, con un Clérigo de expresión soberbia. Ninguno de ellos parecía familiar para mí, ni especialmente memorable de ninguna manera. —Deja el cuerpo del Hermano Ryan, este sólo nos detendrá —dijo él con voz apagada—. Deja al cambiante, el espécimen de tigre es suficiente por ahora. Y tenemos a los otros dos. Toma al hada. Hice una finta a la izquierda y luego me lancé derecho, comprometiéndome a regresar por Alec, tan pronto como hubiera conseguido ayuda. Había tomado no más de tres pasos de carrera cuando algo pasó rozando mi rostro, y algo más se estrelló contra la parte baja de mi espalda. El dolor lanceó a través de mi cuerpo, mis músculos agarrotándose. Mis extremidades salieron de mi control y caí como una piedra. La presión y el dolor aumentaron hasta que pareció que todo mi mundo estaba hecho de fuego eléctrico. Todo se volvió negro.

Cuarto Capítulo Traducido por Eli25, dainandrea, Katfly y SOS Eli25 Corregido por Nanis

Estaba helada, estaba aturdida, y estaba loca. Una afilado, regusto metálico manchaba mi boca, y el olor a orina, y a cosas muertas obstruía mi nariz. Al abrir mis ojos estuve aliviada, y furiosa, al encontrar dos conjuntos de bonitos ojos marrones junto al sol que bronceaba las caras con forma de corazón. —Está despierta —dijo una de las caras—. Denle algo de espacio para respirar. La chica era bonita. Una nariz pequeña, los ojos amplios, y un pelo marrón oscuro. Se agachó cerca de mí, casi protectoramente. Una de moratones decoraban el lado de su cara y su boca amohinada parecía hinchada. Intenté mover mis brazos para arrastrarme hacia atrás, pero me estremecí. Mi cuerpo no hacía nada más excepto seguir tumbado. Sin importar, no quería tumbarme allí como algo muerto, así que me movía sobre mis codos, pero un movimiento más era difícil por una cadena conectada a una oxidada esposa a mi garganta, mi piel estaba hinchada por el contacto. Incómoda en el duro suelo, me escabullí un poco más antes de acomodarme. Entonces asimilé mis alrededores. El techo era bajo y sucio y la sala amplia, con ladrillo rojo desmenuzado. Las velas con pegajosa cera desbordaban por la pared fundiendo brillantes arcos de luz. Las hileras de esposas y cadenas serpenteantes estaban clavadas en paneles de madera en el suelo. Oscuros, parches lustrosos de manchas rojas en el cemento gris en el que me sentaba, y explicaban el olor a muerte. Las ensombrecidas esquinas hacían las paredes curvas, una habitación de muerte y sombras.

Me estremecí, y mis ojos se situaron en los ojos marrones de la chica otra vez. Oh demonios. Estaba viendo doble. —¿Qué... dónde...? —Hice un sonido rudo, apretando mis ojos cerrados para evitar las lágrimas. El pánico no me llevaría a ninguna parte. Tenía que permanecer tranquila y no ver doble. Lo que fuera que había ocurrido, la Sacerdotisa me encontraría y me salvaría de esto... este... lugar. Abrí mis ojos pero poco había cambiado, excepto que una de las chicas de ojos marrones estaba sonriendo ampliamente. —No estás loca, Hada. Somos dos. —Ella asintió su cabeza a la segunda chica de ojos marrones, quien miraba mis alas con una mezcla de fascinación y disgusto—. Esta es Nimah, mi más joven y malcriada gemela. Yo soy Amelia. Parpadeé y sacudí mi cabeza. Podía haber jurado que ella dijo Hada. —Hola —dije aliviada al menos de que no estuviera viendo dos cosas ni estaba oyendo cosas. —¿Por qué olemos a nuestro Alfa en ti? —preguntó Nimah e inclinó su cabeza hacia atrás orgullosamente, como si no esperase menos que una completa e inmediata respuesta de mí. Había tocado algo importante suelto en mi cerebro, estaba segura de ello. —¿Dónde estamos? —pregunté. Dirigí la pregunta hacia Amelia. Ella me sonrió; feliz porque había elegido acabar nuestro intercambio antes de consentir a su hermana. —Estamos en las mazmorras de los humanos bajo el lugar en el que entrenan a los Capuchas. Mordiéndome el labio, ladeé mi cabeza. —¿Capuchas? —Los humanos que llevan las capuchas rojas —dijo ella y tembló—. Los que protegen el Muro. ¿Por qué hablaba como si los humanos fueran algo extraño para ella? —¿Estamos en el Templo? —dije, más allá del alivio. Quiero decir, nunca había oído hablar de esto, o ver este lugar antes, pero eso significaba que había vuelto viva. Esa fue la

última vez que corrí en territorio Demonio. Durante un rato, tuve miedo de que hubiera tropezado con algunos de ellos, los Demonios. Gracias a los dioses estaba a salvo. Juzgando por la falta de luz, y la forma de las paredes estábamos en un profundo subterráneo. Quizás un Clérigo me había encontrado y no quiso alarmar a los otros Discípulos por llevarme al Santuario. La intuición me dijo que era poco probable, ya que estaba esposada. ¿Quizás estaban en el lado seguro? Después de todo era humana, pero quizás tenían miedo de un vampiro me hubiera puesto un glamour, o algo. —¿Qué está pasando exactamente? —pregunté, dejando de intentar mantener alejado el pánico de mi voz. La bola de miedo en mi estómago era dolorosa. Un movimiento cerca en las sombras me hizo tensarme. Entrecerré los ojos y entonces hubo un problema en mi respiración. Una pequeña y desgarbada figura estaba curvada en la esquina, los ojos enormes con agujeros negros por pupilas, tragándose el blanco de sus ojos. Sus labios eran pequeños, y amohinados, y su estructura ósea delicada. Estaba vestido en una túnica raída. Manchada y desgarrada colgando sueltamente de sus hombros y estaba fruncida en sus manos cerradas en puños. Era calvo y enfermizamente delgado. Encorvado, pude ver las vértebras en su espalda sobresaliendo de debajo de su piel amarillenta. Sus dedos eran huesudos y sus mejillas hundidas. Me miró. Pero por los dioses sus ojos eran enormes, dominando la mitad superior de su cara. Acurrucado contra la pared, su cadena esposada estaba enrollada en sus piernas. —¿Hada? Fruncí el ceño, cambiando mi atención de vuelta a las chicas. —¿Por qué sigues diciendo eso? —Descendí mi voz—. Y eso es... eso es un... —Goblin, sí. Un mestizo creo. Le llamamos Runt. —Ella hizo señas hacia él—. Ven aquí, chico. Vamos. Si tal cosa era posible, los ojos del chico goblin se ampliaron en perfectos círculos, y se arrastró más cerca hacia la pared, girando su cabeza hacia sus hombros para esconder la cara. Hizo un débil ruido agudo y resopló. Amelia se encogió de hombros. —No habla. Le han destruido demasiadas veces, creo. Tiene miedo de su propia sombra. Ni siquiera nos dejará intentar tratar sus llagas. Solo come y bebe una vez al día luego se sienta

en su esquina. Realmente es triste. Sería bonito tener a alguien más para hablar. Mi hermana puede ser una puta total. Nimah la golpeó en el brazo, frunciendo el ceño. —Muérdeme, estoy sentada justo aquí. —Sé qué piensas que el mundo entero gira a tu alrededor, pero lo creas o no ni siquiera he mencionado tu nombre, no estaba hablando contigo. —¿Por qué eres horrible conmigo? Incluso cuando éramos cachorros eras mezquina conmigo. —¿Qué parte de “no te hablo” no comprendes? Me aclaré la garganta. —Uh, chicas... —¿Qué? —dijeron y se giraron hacia mí simultáneamente. Mi cabeza flotó, y parpadeé unas pocas veces antes de entrecerrar los ojos. —Me llamaron Hada... Se dispararon extrañas miradas entre ellas. La hermana más joven hizo un movimiento de barrido con su mano hacia su gemela. —Sigue; sé cómo adoras mimar a los rotos. —Toca tus orejas —dijo Amelia. Frunciendo el ceño, hizo lo que dijo, confusa cuando hice lo que me pidió. Toqué mis orejas sobresaliendo de mi pelo. Me congelé y mis dedos tiraron sobre la punta de mis orejas que eran decididamente puntiagudas. Entonces fui consciente de los dos miembros descansando a través de mi espalda y luego el suelo. Era consciente del rabo enroscado sobre mi cintura. Mi corazón latió y apreté mis ojos cerrados. —Yo... me siento mareada... —Jadeé; los recuerdos me golpearon en el estómago y bombardearon mi mente. Mis ojos se abrieron de golpe—. ¡Alec! —grité y me puse de pie. Giré alrededor y me lancé hacia la puerta, un momento después recordé la esposa de hierro. Tiré hasta que me detuvo y perdí el equilibrio. Caí fuerte y golpeé mi cabeza en el suelo. Sentí que la piel en mi sien se abría. —Tranquila, Hada. Si haces demasiado ruido ellos vendrán. —Amelia tocó mi hombro y me encogí de hombros violentamente.

Levantándome sobre mis rodillas, me arrastré lejos de ellas y puse mi espalda contra la pared. Recordé todo. Estaba protegiendo a Alec y había sido cogida por los Clérigos. Me caí por las sondas tazer... ¿cómo pude ser tan estúpida? ¿Por qué no estaba enfocada en lo que estaba pasando a mí alrededor? ¿Cómo demonios llegaron tan lejos en el Orgullo? Algo no estaba bien aquí y necesitaba averiguar qué. —Necesito salir de este agujero —gruñí. —Oh, no te preocupes —dijo Nimah—. Sin duda ellos volverán por ti pronto. Eres el nuevo juguete. —Ella me disparó una sucia mirada, y levantó su nariz—. Ahora que pareces haber vuelto, responde a mi pregunta. ¿Por qué está el olor de nuestro Alfa en ti? —Ella cruzó sus musculosos brazos sobre su pecho tensamente. Distinta a Amelia tenía un flequillo pesado que caía en sus ojos—. Pensaba que olía a Alec, y pareces conocerle, pero es una locura. ¿Por qué su olor persiste en ti? Para ser tan fuerte sería necesario estar la piel en contacto de forma prolongada. —Ella me miró. ¿Era esta chica cambia formas a la que Alec confesó que deseaba Reclamar? Pero él me había dicho que ella no sabía que él existía. —Oh, cállate, Ni. Deja a la pobre chica sola. Un asombroso pensamiento se me ocurrió. —Soy un Demonio —dije y parpadeé. Aún estaba luchando para ajustarme, y aunque esas chicas parecían necesitar algunas respuestas de mí, aún estaba recorriendo algunas cosas a través de mi mente nublada. ¿Dónde estaba Alec ahora? ¿Me estaba buscando Breandan, y cuanto tiempo había estado ahí abajo? Conall seguiría loco. Y con respecto a Breandan... Sí, estaba en granes problemas. —Sí —dijo Nimah, sacándome de mis horribles pensamientos—. Eres un... —no dije nada, aún sorprendida y confusa. Sorprendida, ella miró a Amelia. Se parecían demasiado. Podía encontrar alguna diferencia. —Hada —dijo ella. A la expresión que retorció mi cara, ambas se tensaron y se acercaron mutuamente. Esperaron mi grito, o chillido, pero nunca ocurrió. Las gemelas me observaron, las cabezas inclinadas juntas. Era como si hubiera un espejo pero los reflejos diferían ligeramente. La cara de Amelia era una pizca más redonda y los ojos de Nimah eran una fracción más oscuros. —Deben haberte golpeado con un alto voltaje para que tus recuerdos estén tan mal —dijo Amelia después de una tensa pausa—. No te preocupes, se aclararan pronto.

—Ella aún no ha explicado por qué huele como los miembros de nuestra manada —dijo la joven gemela rotundamente. Recorriendo una mano por su encorvada espalda para consolarla, la voz de Amelia fue fuerte. —Dale tiempo. Ha pasado por mucho. ¿Recuerdas cómo estabas cuando nos trajeron aquí por primera vez? La gemela más joven se contoneó, para conseguir que su hermana retrocediera, pero siguió acariciándola para tranquilizarla. Mis manos volaron arriba y abajo. —Sí, me golpearon demasiado fuerte. —Me golpeé en mi propia frente—. ¿Son las hijas perdidas de Byron, verdad? —Así que conoces a nuestro padre. —Amelia se movió hacia delante, una luz llegó a sus ojos—. ¿Viene por nosotras? Asentí. —Sí. Tenía un trato. Yo las rescataré. —Cuando dije las palabras, me sonrojé—. Quiero decir, uh, iba a rescatarlas antes de que me atraparan, por supuesto. Nimah me estaba observando, la desconfianza llenaba su cara. —No te creo. Nuestro padre nunca pediría al Señor de las Hadas ayuda. ¿E involucrar a una de sus concubinas? No lo creo. Resoplé. —¿Concubina? Dame un respiro. No soy la concubina de Devlin. Mi nombre es Rae, y soy... La puerta se estremeció. Nimah y Amelia instintivamente se deslizaron juntas. Ambas giraron su mirada hacia mí y vi pánico en sus ojos. Incluso Runt se había girado para mirarme, y si era posible, su cara incluso estaba más pálida que antes. La puerta se abrió de golpe y golpeó la pared posterior. Tres figuras con chaquetas carmesí con colas negras estaban de pie en la puerta. Las capuchas sobre sus cabezas, la luz, y mi visión fue suficiente para mí para distinguirlos. Todos eran mucho mayores que nosotros. Hombres. Uno tenía los ojos hundidos y una nariz torcida. El otro era justo y sensacionalmente apuesto, para un humano. El último era rechoncho en constitución y más

fuerte en apariencia; la barba de varios días era visible en su mandíbula y su chaqueta parecía calada. Creí ver un débil rastro de culpa filtrándose a través de su expresión, pero entonces se fue, y su expresión estaba en blanco. Amelia se arrastró hacia delante y se agachó delante de mí. Arqueó su espalda y siseó, sonando como un gato, un gato que estaba enfadado. Nimah vino a mi otro lado. —Bien pensado, Amelia —murmuró ella—. Dejar nuestro suerte con el Hada lo bastante estúpida para dejarse capturar. Los Clérigos caminaron hacia delante y averigüé mi siguiente movimiento. El hierro había drenado mi fuerza, sin duda. Estaba débil, desorientada, y el hedor del metal me hacía tener arcadas, pero había sido entrenada en combate por esos Clérigos. Sabía cómo se moverían y lucharían. Si podíamos aplastarlos, podríamos escapar. No tendría otra oportunidad. Tenía que intentarlo. Ellos necesitaban acercarse. Lo bastante cerca para que estuvieran marcando la distancia. Lo bastante cerca, para que pudiera golpear sus cuellos en una de esas tres manera que había aprendido en Artes Marciales. Maldición, lo bastante cerca para que pudiera morder y arañar la mierda si lo necesitaba. Nunca había matado a nadie antes, y no quería comenzar ahora. Pero que el infierno se congelara si pensaban que iba a morir sin llevarme a uno de ellos conmigo por lo menos. El Clérigo con la nariz torcida sacó algo de detrás de él. Una cuchilla plateada. Nimah y Amelia retrocedieron mientras ambas gruñían, pareciendo llenar la mazmorra con el ruido de una Manada entera de Cambiantes. Runt gimió en la esquina. Sonaba diferente a sus sonidos habituales. ¿Un aviso? El Clérigo blandió el cuchillo plateado caminando hacia delante y las gemelas cambiantes retrocedieron otra vez, ambas sujetando mis hombros para mantenerme con ellas. El toque era como un cuerpo completo hipando y me encogí de hombros para que me soltaran. Odiaba que los extraños me tocaran. En el momento en que sus manos me dejaron, los otros dos Clérigos agarraron mis pies y me arrastraron hacia la puerta. Amelia hizo un sonido alto y ahogado, enfurecido. Aun así, ellos me arrastraron, y hundí mis manos en la tierra a mí alrededor, gruñendo. Moví mis piernas, y si no hubiera estado drenada por el hierro y atada ellos habrían volado con tanta fuerza que estarían muertos. En cambio, era como una niña luchando bajo las manos de sus padres más fuertes. Oí el tintineo de las cadenas, el giro de una llave en la cerradura, y sentí que mis hierros eran retirados. Ya no estaba encadenada al suelo. Los Clérigos soltaron mis pies y giré alrededor, planeando atacar al Clérigo solitario primero y luego enfrentar a esos dos con

Nimah y Amelia a mi lado, pero me moví condenadamente más despacio de lo que había pensado que haría. Por los dioses, estaba cansada. No tenía velocidad, ni fuerza, pero me negaba a creer que no tenía esperanza. Dos pares de pesadas manos aterrizaron sobre mis hombros y me arrastraron otra vez. Runt se tiró a la espalda del Clérigo solitario y enterró sus dientes en su oreja. El Clérigo aulló y giró, intentando sacudirse pero el chico goblin se pegó como un percebe a la espalda del Clérigo y no le soltó. La sangre salpicó contra las paredes cuando el Clérigo gritó y se sacudió, intentando apuñalarlo con el cuchillo. Libre del miedo de ser cortada con plata, Nimah y Amelia volaron hacia mí, pegándose a mis brazos. Los Clérigos apuntaron bien sus patadas que golpearon sus espaldas y brazos, pero me sujetaron. Capté el miedo de Amelia en sus ojos. No por ella misma, sino por mí. Runt voló a través del aire, y golpeó la pared. Se retorció en el suelo, su brazo y pierna torcida en diversos ángulos. Sus ojos llenos de lágrimas cuando me miró. Abrió su boca y un trozo de carne ensangrentada salió. Una oreja. Moviéndose más rápidamente de lo que pensaba que era posible él estaba de vuelta en su esquina, acunando su brazo y pierna. El Clérigo que blandía el cuchillo se tambaleó hacia delante, balanceando la plata hacia las gemelas cambiantes. Sus instintos se hicieron cargo y lo dejaron ir. El Clérigo con la nariz torcida golpeó a Nimah en la cara y la envió a través del suelo. Se golpeó la cabeza y se quedó tranquila. Amelia se volvió loca, con los ojos salvajes le atacó pero él desenfundó el tazer de su cinturón y lo clavó en su pecho. La chica convulsionó y cayó al suelo. Estremeciéndose. El Clérigo mantuvo el tazer hasta que su cuerpo se contorsionó y se retorció casi más allá de lo reconocible. El Clérigo la pateó en el estómago y luego echó para atrás pie y lo estrelló contra su rostro. Ella estaba demasiado quieta. Runt gruñó alto, balanceándose una y otra vez en su esquina, los brazos alrededor de sus piernas y los ojos me miraban vidriosos. Las gemelas cambiantes estaban sin movimiento, pero podía ver que estaban respirando por el polvo que agitaban con sus bocas. Fui arrastrada, pero luché. Me retorcí y giré. Mordí con mis dientes y grité cuando ellos rodearon mi cuello con la cadena y tiraron. Me resistí, sabiendo que si era arrastrada más allá de esa puerta algo terrible me ocurriría. Ellos tiraron de la cadena y mis pies se deslizaron hacia delante. Otra vez empujaron, y tropecé hacia fuera de la puerta. Fui medio llevada y medio arrastrada por un estrecho pasillo, el cual no era más que un túnel sucio. Olía a moho, y la opresión me hizo sentir claustrofobia. Mi Clérigo guardián no me dijo nada directamente, aunque el Clérigo de la nariz torcida detrás de mí se quejó por su oreja perdida.

Dejé de luchar, dándome cuenta de que no conseguía nada. Mi fuerza se desvanecía cuanto más luchaba, y no les estaba afectando. Necesitaba estar tranquila y planear mi siguiente movimiento. Estaba más débil y más lenta de lo que había pensado en un principio. No tenía ninguna magia por la condenada cadena de hierro, justo en mis muñecas, las cuales estaban delgadas y peladas del estrés. Después de unos momentos respirando profundamente, intenté sentir a través del vínculo a Breandan. Casi nada, una débil sensación de desesperación y enfado. Él no se había acercado más desde la última que lo comprobé. ¿Y si estaba en problemas? ¿Y si me necesitaba, mi poder? y aquí estaba yo encadenada y esposada, atrapada por la Secta. Me concentré en el vínculo otra vez, intentando sentir miedo y dolor. No, él no estaba herido o lo habría sentido. Cuando intenté buscar respuestas a través de un vínculo que todavía no entendía a través de una vasta extensión de tierra, noté una oscuridad tambaleante en el borde de mi inconsciencia. Me era familiar y el chico conectado a mí estaba intentando alcanzarme a través de este, llamándome, buscándome. —Tomas —susurré. Una pesada bota aterrizó entre mis omoplatos y salí lanzada por el pasillo. El polvo chocó con mi boca y mi cabeza daba vueltas. —Silencio —gritó el Clérigo de nariz torcida. Me jaló para ponerme de pie y entonces me empujó. Pronto, vi una suave luz más adelante. Mis sentidos estaban embotados, pero sabía que no estábamos más cerca de la superficie. De lo que podía ver, nos dirigíamos cada vez más abajo. Pronto quedó claro que el resplandor de adelante era la luz de las velas. Lisas, paredes blancas, un simple suelo de cemento. La habitación en la que estaba, no había nada aparte de una silla de metal con una pequeña mesa a su lado. Cuando mis ojos se posaron en lo que estaba sobre la mesa me quedé helada. Luego mi mirada se desvió al suelo. Sangre. Di un paso atrás, moviendo mi cabeza, temblando de pies a cabeza. Los Clérigos me agarraron los brazos cuando traté de quedarme en el lugar. Grité. Un rollo de tela apestosa fue metido en mi boca, forzándome a abrir la boca y luego otra más para mantenerla cuando traté de escupirla. En unos momentos, mi boca estaba seca y mis gritos de dolor, apagados.

Estaba tirada en la silla y los grilletes de hierro enganchados en los anillos de hierro en el suelo. El olor metálico de la sangre de los instrumentos flotaba a mí alrededor y conscientemente me ladeé alejándome, presionando mi cabeza en mi hombro. Estaba atada con correas de cuero en la cintura, pecho, y piernas. Las cadenas de hierro estaban de una manera que mantenía mis manos ancladas a los brazos de la silla, con las palmas hacia arriba. Oh, dioses esto era tan malo. Había caído en situaciones horribles antes, pero esta era realmente mala. Traté de parecer valiente. Traté de parecer no afectada y atrevida, pero el ascenso y descenso de mi pecho era demasiado pronunciado para nombrarme cualquier cosa sino completamente aterrorizada. Una figura, pasó en la puerta baja. Su rostro estaba en sombras, pero pude ver que tenía grandes brazos y pantorrillas. Mechones de pelo rizado se habían desplazado debajo de su capa carmesí, que se agitaban con cada paso contra la parte posterior de sus muslos. Sus botas negras estaban atadas en sus rodillas, y sus mangas caían sobre sus manos como un embudo. Dio un paso hacia delante y me encontré con la fría mirada enfocada en mí, retrocediendo cuando el enojo se desató en sus profundidades. —Es posible que no nos temas ahora —murmuró, la voz llena de emoción—. Pero lo harás. Puedes pensar que no te darás por vencida, el resto de tu clase… lo hará. Puedes pensar que te recuperarás de nuestros cortes —dijo entre dientes la palabra—, que no te hemos hecho tanto daño. Mis ojos se cerraron. No quería que me viera llorar. Una vez pensé que este hombre era el mejor de la humanidad, lo creía amable, honorable y bueno. Ahora cuando lo miraba a la cara, veía nada más que muerte. Así que cerré los ojos y pensé en Breandan. Me gustaría pensar en lo bueno, cosas limpias. Una bofetada en mi cara hizo abrir mis ojos. —Presta atención, Demonio —escupió el clérigo Tu. Me sonrojé de rabia, sintiendo el escozor en mi mejilla en la que me había abofeteado. Luché contra la reacción de romper a llorar; tal humillación era como un golpe. En cambio, lo fulminé con la mirada y dejé expresar todo mi odio en algo inhumano. —Sí. Así está mejor. —Se inclinó hacia abajo y colocó sus manos en mis brazos, apretándome dolorosamente—. Muéstranos la criatura debajo de la magia. Así haces mi trabajo mucho más fácil. ¿Conoces nuestras barras, nuestras puñaladas? No los usábamos para hacer mucho bien. Ellos nunca te hicieron mucho daño Hada. —Él tomó un par de pinzas. Sangre y trozos de carne con costra en las puntas—. Sí, ya sé lo que eres. Las alas

lo hacen un poco obvio —terminó secamente. Trajo el instrumento a unas pulgadas de mi cara hasta que fue todo lo que pude ver. Tan fuerte era el olor que casi podía sentir la piel pegada descompuesta al final de las pinzas y debajo de eso el olor fuerte de hierro hizo a mi estómago crujir dolorosamente—. Bueno déjame decirte que en último siglo de supervivencia hemos conseguido dotarnos para que nuestros cortes duelan como el infierno. Un Clérigo fuera de mi línea de visión cerró la puerta. Me gustaría poder decir que ya era de noche a partir de entonces. Honestamente esperaba que fuera negro el pánico para así poder reprimir cualquier recuerdo que pudiera ser demasiado doloroso para recordar. Pero era consciente, consciente de toda la experiencia horrorosa. Seguramente gritaría por días, hacia abajo, en esa caja de color blanco. No importa cuán duro gritara su nombre, no importa lo duro que tratara de llamarlo hacia mí, nunca llegó. Entonces grité a cualquiera, alguien, para salvarme. Cada vez que pensaba en que mi dolor había llegado a su punto más alto, ellos hacían algo que tenía a mi corazón tartamudeando, y mi mente cediendo ante la presión. Sabían cómo causar el máximo daño al mismo tiempo manteniéndome consciente. Cuando casi me desmayaba me disparaban con adrenalina. Había pensado que era el fin, estaba convencida de que la aguja estaba llena de veneno que me quemaría desde adentro hacia fuera. Atascaron el tubo de metal en mi pecho y mi cuerpo se convulsionó. Cuando ya no era seguro el continuar reanimando mi corazón, me inyectaban drogas que me hacían alucinar, reír mientras ellos pelaban la piel de mis nudillos, entonces me hacían regresar a la realidad con golpes de puños y descargas de tazer. Mi cuerpo se curó, pero pronto eligieron herirme con más cuidado. En un momento dado trataron de quitar el anillo de mi frente, pero cuando un Clérigo cargó con magia hasta que sufrió un colapso dejo de intentarlo. La primera vez que me cortaron —una herida superficial en el antebrazo— se había curado al instante, la piel nueva y fresca, más rosada que el resto de mi piel con una pequeña cicatriz donde había sido la herida. Era como si mi cuerpo se burlara de ellos. Los Clérigos lanzaron un gruñido y empezaron a cortar, rebanar, y arrancar hasta que mi cuerpo se rindió, mi sangre corría por mis muñecas y se asentaba en forma de cascada formando una piscina en el piso junto a mis pies descalzos.

Me había roto los huesos de mi cuerpo antes, como un Discípulo, que venía con el territorio de la formación. Pero siempre había sido accidental y una fractura en la muñeca se curaba rápido, incluso si era humana. Piernas, dedos, pies y manos rotas, de tal manera para causar dolor insoportable era una cuestión diferente. Siempre me curaba, un nuevo escrutinio para mutilarme una y otra vez. Recuerdo haber pensado que una especie de horror como este sería mi destino. Que me iban a mantener en esa sala durante una eternidad y me golpearían sin sentido. Luego, cuando mi cuerpo no pudiera curarse más, sus reservas agotadas, y fuera incapaz de extraer energía de la Fuente, ellos me matarían. La idea había traído consigo una gran sensación de alivio. Me iba a morir. No podían atormentarme indefinidamente sin darle a mi cuerpo sustento. Me iba a morir, y en ese momento estaba agradecida por eso. Pero se detuvieron, trayendo el fin a la sesión de tortura, y me devolvieron al calabozo. Ni siquiera me di cuenta de que habían terminado cuando la puerta de hierro se cerró de golpe. Me di cuenta de la ausencia de un nuevo dolor en primer lugar. Luego sufrí la agonía ardiente de las heridas infligidas cuando mi cuerpo debilitado trató de reparar completamente el daño. Gimiendo en el suelo trate de sentir a través de la unión. Estaba atada a Breandan de una manera que desafiaba las leyes de la naturaleza. Él sería capaz de sentir mi angustia, y me seguiría hasta aquí —donde quiera que fuera aquí— a rescatarme. Gemí e hizo doler a mi pecho. Todavía estaba tan lejos. La energía que había reunido se disipó y ahogué un sollozo. ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué no estaba más cerca? Sin duda se habría dado cuenta de que me había ido y sentiría mi ausencia. Ya me sentía más que un problemita, diciéndome ir a buscarlo. Sentí como una picazón insaciable por debajo de mi piel, un hábito de que necesitaba alimentarme para sentirme mejor. Él también lo sentiría, entonces ¿por qué no estaba en camino? —Al diablo con los dioses —dije con voz llorosa. Oí que una de las gemelas estaba a mis pies. No podía abrir los ojos. Estaban cerrados por la hinchazón. —Ayúdame a levantarme. Tráeme esa agua de allí. ¡Oh! Gracias, Runt. Sentí mi cabeza siendo apoyada y el agua estancada corría en mi boca. La ingestión fue dolorosa y después de un tiempo, me detuve y la dejé correr bajando por mi garganta hasta que mi reflejo de nauseas me ahogó. Amelia tocó con una mano mi cuello, controlando la fuerza de mi pulso.

—¿Puedes moverte? —preguntó y apartó el pelo de mi cara—. No tenemos una manta para envolverte o agua disponible para limpiar la sangre. Tu hermosa cara... —su voz se cortó y su respiración se atascó—. Tus alas —susurró. Arrugué mis ojos cerrados ante la mención. La quemazón centrada entre mis omóplatos me recordó lo suficiente de lo que le habían hecho a mis alas. Hubo un ruido y un ligero rasguño arrastrando los pies, como si fueran de mala gana arrastrados. Luego se transformó en el golpe de pasos de que la persona se acercaba. Sentí una ligera presión en mi espalda como si alguien me empujara. Sentí la más suave irritación abrumada por el miedo. Mis párpados se abrieron de golpe y me encontré con una última oleada de energía de la figura que se cernía sobre mí. La sombra chilló y se escabulló hacia atrás. Runt me miraba con miedo en su expresión que se reflejaba en la mía. Después de un momento dejó de temblar. Busqué a tientas detrás de mí hasta que mi mano conectó con la pared curva. Arrastré mi cuerpo dolorido y me apoyé en ella. Puse mi cabeza en mis rodillas, mis brazos alrededor de las espinillas, y me mordí el labio en dolor cuando mis alas se curvaron para envolverme. Huecos de luz se filtraban por los agujeros irregulares en la membrana delgada, los daños causados por los cuchillos de los Clérigos. En lugar de oro brillante parecía un aburrido marrón, desgarrada y rota como un papel arrugado. No hubo lágrimas, mis ojos estaban secos, pero tenían tanta picazón que quemaban, y mi respiración era áspera. Un sollozo ahogado vino desde mi garganta y se hizo eco a través de la mazmorra. Me sentía tan triste y rota que no creía que tuviera la fuerza suficiente para asegurarme de que allí estaba una gran posibilidad de que el fin estaba terriblemente cerca. No me habría movido si él no me acariciara tan suavemente. Era como si una brisa ligera hubiera perturbado mi pelo. Miré hacia arriba y vi los ojos de Runt, tan grandes que parpadeaban hacia mí. Cuando vi sus largas pestañas como espigas, bañadas en lágrimas, en un instante abrí mis brazos y se metió entre ellos para llorar en mi hombro. Esta cosa huesuda en mis brazos era más cómoda de lo que me podría haber imaginado. Era como un alambre de pollo, cavando en mí, y me desplacé un par de veces antes de encontrar una posición que fuera lo suficientemente cómoda para sostenerlo. Aclaré mi garganta y anuncie a la oscuridad. —Sé que él está viniendo por mí. Lo que este deteniendo a Breandan es temporal, pero no puedo esperar. Tenemos que pensar en un plan para salir de aquí. —¿No crees que ya lo hemos intentado? —se burló Nimah.

—Obviamente no se esfuerzan lo suficiente —espeté con lágrimas en los ojos—. No podemos quedarnos aquí. No puedo pasar por eso… otra vez. Amelia susurró: —No creo que ninguno de nosotros podamos. Todos estuvimos en silencio por un largo tiempo después de eso. Pasaron las horas, y con un poco de entusiasmo intercambiamos ideas unos a otros, pero nuestros planes no llegaban a más que llamar a los Clérigos y luchar contra ellos. Cada vez que uno de nosotros nos entusiasmábamos, recordábamos la facilidad con la que nos habían sometido antes de que me hubieran llevado. No podíamos sacar las esposas de nuestros cuellos, debido a que el hierro y la plata drenaban nuestras fuerzas, y abrir las cerraduras estaba fuera de cuestión. ¿Cómo las íbamos a abrir? Tendríamos que luchar obstaculizados por las cadenas, y con menos fuerza de lo que estábamos acostumbrados. No iba a funcionar, todos lo sabíamos. Era… extraño de saber yo tenía el potencial para ser un Demonio invencible, pero ser incapaz de mantener una lucha con un ser humano a causa de un poco de metal. Sabía en mi corazón que Breandan vendría por mí. Simplemente tenía que sobrevivir hasta entonces. La mayor parte del día transcurrió en silencio. Mi cuerpo se curó, fijando los daños hasta el punto de que sólo me dolían un poco, pero pronto dejé de comprobar los lugares donde me habían cortado. Mis dedos seguían encontrando irregularidades en la nueva carne. Cicatrices. Un montón de cicatrices llenando mi piel. Sintiendo lágrimas en mis ojos, entrecorté mi aliento, dejé de pensar en ellas. Estaba viva ¿no? Supongo que debería de estar agradecida por el resto, pero mi mente estaba agitada. ¿Aquí es donde habían mantenido a Maeve cuando se la habían llevado? Quería preguntarles a las gemelas cuando se despertaran, por ahora Amelia y Nimah dormían, acurrucadas, consolándose una a la otra. Runt estaba a mi lado, resoplando de vez en cuando, pero por lo demás tranquilo. Traté de engatusarlo a una conversación varias veces, y si bien estaba claro de que me entendía, no me contestaba. Si los Clérigos lo habían torturado como a mí, podía entender que estuviera mentalmente dañado. Por lo que sabía, los Duendes no sanaban tan rápido, pero eran excepcionalmente fuertes y como bestias. La mayoría eran horriblemente desfigurados, pero Runt parecía humano, en su mayor parte. Sus orejas eran un poco demasiado puntiagudas y sus rasgos un

poco amplios, pero pasables. Su falta de expresión comenzó a frustrarme, ya que no sabía nada de él, tenía muchas preguntas. Recordaba vagamente que Ro, un compañero Discípulo y constante de Lex, había dicho que atrapó un chico—duende escondido cerca de una iglesia en los suburbios el día anterior de que yo conociera a Breandan. ¿Era este Duende el que había agarrado? Amelia había dicho que Runt era un mestizo. ¿Medio humano? ¿Qué estaba haciendo un duende mitad humano viviendo en el medio de los barrios bajos? ¿Estaba perdido? Incluso entonces, ¿cómo en la tierra podría haber conseguido pasar la pared? ¿Fue dejado allí por su familia Demonio? ¿Cómo pasaron desapercibidos por la Secta? Todas esas preguntas quedaron sin respuesta ya que Runt no me hablaba. Una vez más la puerta de la prisión fue abierta, y tres Clérigos se presentaron. Tres de ellos… ¿podríamos manejarlos? Las gemelas cambia formas se enderezaron al instante despiertas y alertas. Runt se acercó más a mí, su mano deslizándose en la mía. Mi corazón golpeaba en mi pecho, pensando en quienes habían llegado. No nos atacaron en este momento, pero el Clérigo que yo había pensado como guapo habló. —Vamos afuera —dijo con firmeza entonces destrabó mis grilletes y tiró de la cadena en la que me encontraba—. Sólo vamos afuera —repitió cuando hizo lo mismo con las gemelas. Dejaron a Runt encadenado, y abrí la boca para preguntar por qué, pero la cerré de nuevo. Nos llevaban fuera, pero ¿por qué? La intuición me decía que por alguna razón el Duende estaría más seguro aquí. Tragué saliva. Si se quedaba aquí era más seguro, ¿qué significaba esto para Amelia, Nimah y yo? Cuando salimos de la cárcel, nos dimos vuelta y caminamos en la dirección opuesta de la habitación blanca. Conscientemente me relajé un poco. Nos estábamos moviendo hacia arriba, cerca de la superficie de la tierra, me di cuenta. En mi entusiasmo aceleré, pasando por alto cuando la cadena alrededor de mi cuello tiró. Llegando al final del pasillo, el Clérigo destrabo la pesada puerta de acero y la abrió. Me apresuré a pasar a través de ella, y una brisa fresca soplaba en mi cara, a través de los mechones de mi cabello. Suspiré de placer. El sol se ocultaba detrás de las nubes, y me decepcioné. De alguna manera, la luz del sol era más fuerte que la oscuridad en mi mente. La necesitaba para ahuyentar el miedo y el dolor, pero no podía alcanzarla. Como si el cielo fuera mío para ordenar las nubes se abrieron y un rayo de luz penetró hasta acariciar suavemente mi rostro y calentarme. Jadeé y dejé que mis ojos parpadearan,

disfrutando del calor y la pureza de la misma. Era el atardecer, el sol se ocultaba, y sin embargo nunca había brillado tanto. Tan perdida estaba en este momento reconfortante, que no sentí al grupo en la parte posterior de mi cabeza hasta que registré la vibración sorda. La luz se cortó y todo estaba completamente oscuro. Pero eso fue porque mis ojos estaban bien cerrados, el cuerpo encorvado, esperando el próximo golpe a la tierra. No fui golpeada de nuevo, sino empujada hacia delante para ponerme a la altura con las otras dos. Chisporroteando fuego desde los tambores que se establecieron junto al camino que serpenteaba alrededor del Templo. Cada uno de ellos oscilaba, viniendo a la vida como el sol en el día. La electricidad era difícil de generar, y la Secta lo usaba únicamente cuando cada opción se había agotado. La mayoría de la luz provenía de la leña en el fuego de los tambores y las velas. La electricidad generada por las turbinas de viento en la tierra de los hombres era para mantener el Muro cargado. Mientras los Clérigos nos llevaron a través de la puerta principal mis ojos se movían sobre los terrenos del Templo y sentí una punzada de nostalgia por la vida que habíamos sido forzados a dejar atrás. El Muro era visible en la distancia, asomándose por el bosque que me llamaba. Fuera —el territorio Demonio— que una vez fue un lugar que no tenía nada, sino terror por una como yo, pero ahora y para siempre, mi casa. Los Clérigos se detuvieron y sacaron las capuchas negras de sus bolsillos. Nimah y Amelia se miraron, con las manos apretadas en puños… dispuestas a morir peleando. Me acordé que Maeve había sido encapuchada cuando Devlin y yo la liberamos cuando había sido tomada por los Clérigos. ¿Tal vez nos llevarían a través del bosque como lo hicieron con ella? Mi corazón se disparó. Sería el lugar perfecto y tiempo para escapar. —Está bien —le dije a las gemelas, y agaché mi cabeza en sumisión. El Clérigo guapo pareció sorprendido, pero colocó la capucha suavemente sobre mi cabeza. No podía ver nada a través del espeso material. Tras una breve pausa mi cadena tiró suavemente y avancé con cuidado, plantando mis pies para no caer y ahogarme a mí misma. Subimos por las escaleras, sobre lo que sentía como piso de mármol y luego bajamos del suelo, a la hierba irregular. Fruncí el ceño, empezando a alarmarme. Bueno… estábamos en el Templo. No fuera, o al lado, o debajo… sino en el patio principal en el centro del edificio principal. Yo había crecido en este lugar y sabía su trazado como la palma de mi mano. ¡Oh! Subimos escalones de madera. Esto era nuevo… el patio, recordé que tenía un camino que se dividía en un óvalo para alojar cinco rocas grandes en el centro,

antes de que el camino se una de nuevo para ir hacia el otro lado. Por el golpe sordo de mis pies en el suelo supuse que estaba en una plataforma de madera. La capucha fue retirada de mi cabeza, parpadee y fruncí el ceño. Siendo la persona más baja del grupo no podía ver más allá de la amplia espalda del Clérigo. Me puse de puntillas para ver por encima de sus hombros. Volví a parpadear, repetidamente, aturdida. Cientos de pares de jóvenes ojos humanos me miraron, y les devolví la mirada. Los Discípulos de la Secta parecían aterrorizados y confusos. Se pararon en formación, en un mar de chaquetas verdes y el pecho agitado. Algunas de las chicas ahogaron sollozos, el miedo se reflejaba en sus caras. Niños Discípulos mostraban sus pechos desnudos bajo el blazer verde, pero la mayoría llevaba puesto jerséis ya los días eran cada vez más frío. Las chicas estaban abrigadas también, pero llevaban sus chaquetas colgadas en el brazo o atada a la cintura para mostrar la parte inferior de su estómago y la espalda tatuada con marcas de protección. —¿Rae? —La voz de Ro era una navaja de afeitar a través de mis tímpanos. No oí odio en su voz, sólo el dolor y la pérdida. Su piel lechosa de color marrón, su pelo de ébano estaba trenzado en trenzas gruesas. Sus ojos bordeados de negro siempre parecía demasiado grandes en su rostro delgado, y su chaqueta estaba abierta para mostrar su pecho desnudo, piercing en el vientre, y las marcas de la tribu. Los vaqueros desgastados y rotos en la rodilla, botas gastadas y desatadas. Parecía confundido. El Clérigo Tu paseaba frente a los Discípulos. —Las mejores lecciones son las que se aprenden en la acción. No es mucho lo que la Secta puede enseñar desde detrás de un escritorio. —Señaló a una caja transparente detrás de él— . Esta es la jaula. Era de unos 20 metros de altura y 30 de ancho colocada sobre la plataforma de madera donde nos encontrábamos. Tenía un pequeño panel con botones fijos a un lado, y cables de remolque colgaban de ella hacia abajo en el suelo. Entrecerré los ojos, y pude ver la tenue silueta de una puerta. Una puerta alimentada por electricidad, ¿por qué? Y bueno, eso era todo. Era sólo una caja de cristal. Okay... —Aquí aprenderán a lo que podrían enfrentarse en el exterior. Una vez al mes, en el Día del Demonio se enfrentarán a nuestro mayor enemigo. Ustedes aprenderá exactamente cuan

aterrador puede ser luchar contra estas criaturas. —Dio la vuelta y alzó la barbilla hacia el par cambia formas—. Vamos a utilizar una de estas para empezar. El Clérigo con la nariz torcida arrastro a Amelia por sus cadenas. Inserto un código en el teclado y la puerta de cristal se deslizó suavemente. Sabía que en el pasado los seres humanos habían hecho cosas mecánicas maravillosas, y tuve que admitir de mala gana que me fascinó. El Clérigo puso a la vacilante Amelia en la caja de vidrio, e hizo un trabajo rápido atándola en el centro. Ella lanzó una mirada preocupada a su alrededor, no muy segura de lo que estaba pasando. El Clérigo salió de la caja, pero la puerta permanecía abierta. —Cambia a Demonio —el Clérigo Tu ordenó. Amelia le enseñó los dientes, se lanzó hacia él avanzando pero la cadena la contuvo. Se esforzó en avanzar, y pude ver el escalofrío de miedo y pánico en sus acciones. Con un suspiro, el Clérigo con la nariz torcida desenganchó el bastón de su cintura, y sus rodillas entrechocaron. El Clérigo Tu hizo un gesto con su mano. —Cambia —repitió. Quería gritarle que hiciera lo que le ordenaba, pero vi la resolución en sus ojos, vi cómo su mandíbula se apretaba por la determinación. Dio un paso atrás y se cruzó de brazos, desafiándolo a que la obligara. Nimah se agitaba a mi lado, pero la plata le impidió llegar lejos o hacer algo más que gruñidos y maldiciones. El Clérigo golpeo a Amelia en la espalda y ella se sacudió. El segundo golpe le sorprendió en la parte de atrás de sus piernas y ella tropezó, pero se mantuvo firme. El Clérigo volvió a mirar a Tu que asintió con la cabeza solemnemente. El Clérigo le lanzo un set de golpes, golpeándola por la espalda, los muslos y los brazos. Amelia intentó maniobrar. Golpeado con sus puños, gritando. Corrió alrededor de la caja, en busca de una salida. Exclamaciones de horror sonaban sobre los gritos de dolor de Amelia provenientes de la multitud que observaba, y unos pocos discípulos lloraron abiertamente. Los ojos de Ro estaban fijos en mí, sin expresión. Discretamente, sus ojos recorrieron el espacio a mí alrededor, pero al no encontrar a quien buscaba se volvió a mí. Yo sabía a quién buscaba y me dolió saber que él no podría nunca verla de nuevo. Un grito estridente llamo mi atención de regreso hacia Amelia.

Estaba encorvada, y sus extremidades y músculos temblaban. El Clérigo seso de golpearla. —¡No! —exclamó Nimah. Amelia gritó, no mentalmente preparado para el cambio y su grito se convirtió en el aullido penetrante de un gato, su boca en fauces y sus brazos y piernas se acortaron, apareció la columna vertebral se agito y arqueo. Su ropa se rompía en tiras a medida que su cuerpo modificaba su masa y densidad. Un grito penetrante provino de la multitud en el momento en que surgía una cola de la parte posterior de Amelia. Ahora gruñía totalmente cambiada en su forma de puma. A pesar de que era más grande que algunos de los cambiadores que había visto en el Orgullo, su rostro se parecía más a la mayoría de los pequeños felinos que los seres humanos tenían como mascotas. Arañando el vidrio, su vientre irregularmente blanco se presionaba contra la jaula, se irguió sobre sus grandes patas traseras, haciendo maniobras para mantener su equilibrio. En repetidas ocasiones golpeaba fuertemente el cristal con sus patas delanteras. Estaba enfurecida, casi desquiciada, arrojando su cuerpo contra las paredes. Cada vez que intentaba saltar la puerta abierta su cadena la detenía. Su cola y pelaje oscuro, escurría como se fuera tinta, de un lado a otro. Podía sentir su enojo. El Clérigo Tu se dio la vuelta para hacer frente a los agitados Discípulos. —Vean. ¿Se dan cuenta de su monstruosidad? —Ya basta —dije—. Los está asustando. A pesar de la suavidad de mi petición todo el patio quedó en silencio. El Clérigo Tu, rápidamente se incorporó y rompió el silencio. —He hablado con los Sacerdotes —dijo con una voz discordante—. Ellos han acordado que estas sesiones leste beneficiaran en las próximas semanas. —No pueden hacer esto —me ahogué horrorizada. —Necesito un voluntario —dijo—. Necesito que uno de ustedes venga aquí para demostrar esta abominación —señalando con el dedo hacia la jaula—, y mostrar quién es la especie superior. —Se hizo el silencio, nadie se movió—. Sé que están asustados, y que parece barbárico... —Eso es porque lo es —dije entre dientes. No me hizo caso.

—Es necesario hacerlo. La protección hacia ellos ha costado vidas. —Su voz se quebró y supe que estaba pensando en Tomas hambriento drenando a la Clérigo, después de esperar por mí en los dormitorios Bayou. Tal vez me habría sentido mal por eso, si ella no hubiera estado en una misión para matarme—. Ustedes han olvidado que cada día tenemos que luchar para mantenernos con vida. Que estamos atrapados detrás de una cerca para alejarnos del peligro. Estos monstruos tienen incluso la habilidad para infiltrarse en el Templo. Me apunto con su dedo de forma acusadora. —Este Demonio se mantuvo oculto a la vista durante años. Tuvo el descaro de aprovecharse de nuestros recursos mientras planificaba como matarnos uno por uno. Hice un ruido como un gruñido, un gemido. Era un sonido extraño que me hizo sentir un poco de vergüenza al hacerlo. —Eso es mentira. —Apreté mis manos en puño de ira—. Si hubiera querido matarles ya estarían muertos. Tengo muchas ganas de rectificar ese error. Mis palabras no eran nada más que la verdad. Nunca había tenido intención de lastimar a nadie. Quería protegerlos. Sus manos golpearon en su pecho. —Incluso ahora ella está allí y me amenaza. —Porque eres un tonto. Está tratando de lavarles el cerebro para que piensen que no tienen más remedio que ser asesinados. —¿A quién van a creerle? ¿A las mentiras de un Demonio? O a alguien como yo, que soy su maestro, su protector. —Más bien eres un incoherente y un loco —le espeté tratando de dar mi punto de vista—. Dioses, no pueden ver que no tienen que escucharlo. Los Discípulos vieron lo que vio Ro. Caí en cuenta de lo que ellos veían. Pelo salvaje, garras en los dedos, alas de una libélula revoloteando en mi espalda, mi cola agitándose de un lado a otro. No era Rae. Veían a un Demonio, algo a que temer y desconfiar. Puse mi glamour, haciéndome parecer humana, pero era una tontería. Ya habían visto mi verdadero yo. —Miren! —gritó el Clérigo Tu y me señaló—. Vean cómo nos engaña. Incómodos murmullos recorrieron la multitud.

Un Discípulo al que reconocí, Jono, caminó hacia delante agresivamente empujando sus gafas en el puente de su nariz, pero el brazo fornido de Ro salió disparado para detenerle. Su expresión era fría, dura. —Yo lo haré —dijo tranquilamente. Con pasos deliberadamente lentos, él caminó hacia el Clérigo Tu. Su camiseta estaba enganchada sobre un hombro, exponiendo las marcas de su pecho. Sus pantalones de tiro bajo mostraban un bóxer estropeado. Ro siempre había sido grande, pero la idea de él yendo contra un were—puma era ridícula. Sentí un picor de disgusto; después de todo él era un humano y yo no había conectado con él más de lo que sabía que mi mejor amiga le había amado una vez. Y había algo más, algo más oscuro acechando debajo de la superficie. —Estás cometiendo un error. —Le miré a los ojos, suplicándole que viera la razón—. Esto no acabará bien. Ro quitó mi agarre y levantó mi cara. —Necesitas mantener tus manos alejadas de mí, monstruo. Sorprendida, retrocedí, ciertamente perpleja por el odio en su mirada. Girando su cabeza él escupió por el disgusto cuando se alejó para mirar al Clérigo Tu, quien le ofrecía un bastón y una pistola. —El Demonio está encadenado con plata. Pon fin a esta amenaza. Palidecí. Ro empujó las armas a un lado. —No las necesito para derrotarla. Él flexionó, girando su cabeza alrededor. Caminó alrededor de la caja de cristal, comprobando a Amelia. Aún encadenada por el cuello ella no hizo nada excepto sentarse en silencio y tranquila, sus ojos llenos con crujiente inteligencia, observándole cuando él la observaba. ¿Había una manera para que pudiera detener esto? Estaba superada en número y para ser honesta, tenía miedo. La multitud me miraba con miedo abierto y desconfianza. Nunca había sido popular, siempre había sido el bicho raro pero nunca había tanto odio dirigido en mi camino. Mi ser estaba sensible a la sensación de hostilidad pulsando desde la multitud. El olor a miedo era picante, ofensivo. Mi naturaleza gritaba, golpeándome para que hiciera lo correcto incluso cuando mi mente buscaba a Breandan otra vez, buscando su consuelo.

Él estaba lejos todavía, se acercaba a mí, sabía que estaba sano y a salvo, donde quiera que estuviera. Me empujé de vuelta al ahora. Tenía algo que hacer, no sólo por Amelia sino por Ro también. Él podría no querer mi ayuda pero iba a conseguirla. Le debía a Lex eso al menos. Podría morir como prisionera, incapaz de vengar su vida, pero podía al menos asegurarme de que alguien la cuidara para que siguiera a salvo. Ro estaba inclinado sobre la caja. Amelia no se movió aunque vi la tensión en sus músculos. Ro dobló sus rodillas, deslizándose alrededor, manteniéndose en las puntas de sus pies, la mirada centrada en el Demonio ante él. Ro no era un chico pequeño. Fácilmente por encima del 1.80, era grande y probablemente pesaba cuatro veces más que yo. Sabía cómo manejarse a sí mismo. No solo hacía que los Discípulos tuvieran naturalmente más fuerza, más velocidad, y cuerpos y mentes más elásticas, el entrenamiento en el Templo estaba designado a afilar esas habilidades. Para convertirlos en Cazadores, y acechadores que podían ir de puntillas con los Demonios en una lucha justa. Pero el simple hecho de la cuestión era que la Secta no había visto el bien de los Demonios que tanto temían. En realidad, sabía que si estaba en una pelea con Ro, él me destriparía con la mano, o yo le mataría con la magia, estaba tentada. Bufé. Si pudiera tocar el foco de la Fuente lo suficiente. En mi estado, envenenada por hierro sería una lucha justa, como ahora con Amelia drenada con plata sus reacciones serían lentas, más lentas de lo normal. Los cambiantes poseían la misma fuerza y las mismas capacidades mentales que como humano, y tenían el mismo poder en su forma como animal. No tenía duda de que Amelia o Nimah podían encontrarse con otros pumas salvajes y los golpearían, pero sería un caso de inteligencia más alta que la fuerza. Si llegaban a estar cabeza con cabeza con un oso, podrían tener un momento difícil. Lo que estaba mirando era a una chica joven que había sido golpeada, humillada, públicamente azotada, envenenada, y ahora estaba siendo forzada a luchar con un chico que estaba cegado por el odio. —Detén esto. —Era una orden. Estaba siendo delicada—. Ahora. El Clérigo Tu sonrió. —¿Y qué vas a hacer? —No tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. —Te capturamos fácilmente. —Sus ojos pasaron a mi anillo pensativamente—. Eres importante para ellos, ¿verdad? Vendrán por ti.

Sabiendo que él estaba detrás de información, apreté mis dientes y no dije nada. Él se burló, cruzó sus manos sobre su pecho. —Tomaré tu silencio como un sí, ¿Está bien? Bien. Quiero que vengan. Ha pasado mucho tiempo desde que nos deshicimos de los de tu raza. —Es de gente como tú lo que tiene difícil defenderse la raza humana —discutí—. Eres patético. Suéltalos de esa caja, ahora. Tu caminó hacia delante y presionó su nariz en la mía. —¿O qué? —Sus ojos eran salvajes, vidriosos. Su mano agarró mi garganta y me empujó más cerca. Mi cuerpo entero se estremeció en disgusto y aparté mi cabeza. Él ladeó su cabeza para susurrar en mi oído—. Deberías estar más preocupada por lo que te ocurrirá una vez seas lanzada de vuelta a tu agujero. Me pregunto cuánto tiempo llevará antes de que consiga que me muestres tus alas otra vez. El helador miedo apretó mi corazón antes de que fuera remplazado por una ardiente rabia, calor, rabia ciega que dio un latigazo a través de mis emociones raídas. —¿Qué es esto? —Hubo una pesada presión en la parte de atrás de mi cuello luego un chasquido. El Clérigo Tu sujetaba la llave al grimorio, mis amuletos en su puño, frunciendo el ceño. Reaccioné antes de que cualquier pensamiento de precaución se hubiera formado. Un hilillo de magia, se reunió antes de estar fuera en el sol, liberándose en un montón de luz y calor. Las cadenas se desenredaron de mis manos, mi cuello, y se enrollaron en el suelo. Mi glamour cayó cuando embestí hacia delante, y un poderoso golpe de mis alas añadió una aplastante fuerza al impacto sacando al Clérigo Tu de la plataforma. Sentada a horcajadas sobre su pecho, mis manos encontraron su cuello un momento después y apreté. —Mis ataduras, Rae —ordenó Nimah—. Rápido, antes de que ellos... Me negué a oírla. No tenía otro pensamiento que desgarrar la cabeza de los hombres del hombre. Levanté su cabeza una fracción del suelo y la golpeé hacia abajo. Sus manos buscaron las mías cuando sus labios se volvieron azules. Hundí mis dedos; satisfecha cuando mis garras perforaron su piel, y la cálida sangre corrió sobre mis dedos. Encontré más difícil de mantenerle abajo desde que estaba débil por el hierro, pero mi rabia y la llamada revivida de magia eran suficiente para que fueran equitativas.

El golpe en mi cabeza la alejó y me dejó tumbada. Recuperándome, giré en cuatro pies y sacudí mi cabeza, siseando cuando una bota me golpeé en un costado. Otra aterrizó en medio de mi espalda forzándome a caer sobre el suelo, y empujando mi cara al frío hormigón. —Es suficiente por hoy —dijo el Clérigo Tu y saltó de pie, una mano en la parte de atrás de su cabeza, la cara roja—. Sepárenla de los otros, y llamen a los Sacerdotes. Tenemos trabajo que hacer.

Quinto Capítulo Traducido por Ellie, Eli25, CyeLy DiviNNa, dianandrea, Looney, Zami y Ann!! Corregido por DaRk Bass

Encadenada, fui arrastrada pateando y gritando de regreso al túnel, sintiendo cómo mis fuerzas se desvanecían por el ambiente hostil. La humillación no se detuvo ahí... ellos tomaron mi ropa. Avergonzada, tiré de mi glamour sobre mí para sentirme menos expuesta. Aún tenía algo de magia débil, y me concentré en tratar de afectar a cualquier cosa menos a mí misma. Al parecer, podía curarme y utilizar mi glamour, pero no podría logar que funcione en nada más por el hierro. Traté de conseguir que el grillete se abriera de mi cuello otra vez pero nada sucedió, mi magia se disipaba en el momento en que tocaba el hierro. Mi estómago cayó. Había malgastado mi única oportunidad con el Clérigo Tu. Tirada en una celda más pequeña que la anterior, mis cadenas fueron sujetadas en grandes anillos de hierro empotrados en el piso. Mientras que los dos Clérigos asignados para vigilarme trabajaban, vi a Amelia —aún en su forma de gato— siendo forzada por el corredor también, los Clérigos pinchándola con batutas eléctricas. Nimah permanecía detrás de ella, gritando e insultándolos, arrastrando a su gemela hacia ella por la piel del cuello para no lastimarla. —Diles lo que quieren saber. Asustada, salté hacia atrás en una posición defensiva. El Clérigo guapo que recordé de antes me miraba a través de la pared con una expresión dura. El otro se había ido, y sólo quedaba él… qué valiente. Se retiró la gran capucha hacia atrás, revelando rizos rubios y una barba ordenadamente recortada. Sus ojos, de un simple marrón, me recorrieron, entonces volvieron a la pared. Se aclaró la garganta, manos detrás de la espalda.

—Él no dejará de lastimarte hasta que haya oído lo que quiere escuchar, así que sólo díselo. Lo observé desconfiadamente, entonces murmuré: —¿Y a ti qué te importa? Su cara se arrugó en una mueca, y se giró hacia mí por un segundo. —Tú crees que me gusta que se me ordene torturar a mujeres. Estás equivocada. Parpadeé. No se me había ocurrido que algunos de los Clérigos quizás estuvieran en contra de lo que me hacían aquí. Aún cautelosa, no hice ningún movimiento para acercarme, pero me relajé un poco, viendo que él no iba a golpearme. —¿Entonces por qué lo sigues? —Para sobrevivir —contestó simplemente. Echando un vistazo sobre su hombro, metió una mano en su chaqueta carmesí y sacó un bollo de pan. Lo colocó en el piso y retrocedió, apuntando hacia él con un gesto. Adelantándome, lo tomé y salté hacia atrás. Él me dio una pequeña sonrisa. —¿Cuál es tu nombre? —Rae —dije, atragantándome con su bondad. Asintió. —Me llamo Samuel. —Suspiró—. Mira, no soy exactamente un pensador, y no me destaco en nada fuera de ser un buen luchador, pero me gusta pensar que soy un buen juez de carácter. —Se detuvo—. No creo que seas mala, o que quieras lastimarme. Sólo pienso... —Sonrió—. Bueno, pensar no es mi fuerte, así que pararé ahora, pero debes comprender que no estás en una buena situación aquí, Rae. Sé que solías ser un Discípulo, recuerdo haberte visto y, honestamente, no puedo decir si estabas aquí para espiarnos o no. —Se encogió de hombros—. Pero de algún modo no lo creo. Echó un vistazo sobre su hombro otra vez. —Será mejor que me vaya. Tu ha llamado a los Clérigos al Concilio, y debo estar allí. Levanté mi cabeza. Los Clérigos sólo se reunían en el Concilio en tiempos de gran peligro. —¿Por qué? —demandé.

Él me miró con cuidado, entonces se encogió de hombros, como si pensara que no podría hacer daño el decirme. —Para convencerlos de evacuar el Templo. Tu cree que vendrán más de los de tu clase por ti, él cree que eres especial. Apartando la mirada, froté mi nariz y mordí el bollo de pan. Aquí es donde nuestra conversación se atascó, porque ya no podría mentir. Samuel se fue sin decir otra palabra. Exhalando, me acomodé en un rincón. Estaba cansada, irritable y, peor aún, me moría por hacer pis, por lo que crucé las piernas y pensé en todas las cosas horribles que le haría al Clérigo Tu una vez que estuviera libre de este lugar atroz. Sintiendo el espacio vacío alrededor de mi cuello, suprimí un sollozo. Había perdido los amuletos, la llave, al grimoire. La única cosa que se suponía debía proteger. Descansando la cabeza sobre mis rodillas, rompí a llorar. No había pasado más de una hora cuando la pesada puerta se movió. Por lo que parecía la millonésima vez, luché contra la cadena alrededor de mi garganta. Estaba desnuda, mugrienta, y cubierta de magulladuras, pero si lograra quitarme esta maldita cosa, podría al menos tratar de luchar contra ellos. Quizá Samuel había regresado para hablar. Quizás podría decirle todo y convencerlo de ayudarme, de que me mostrara cómo escapar. La puerta se abrió, y una débil luz se filtró, iluminando un parche del frío piso. Sintiéndome impotente, me acurruqué en el rincón, apoyando la frente sobre mis rodillas, negándome a mirar hacia arriba. No les daría la satisfacción de verme llorar o gritar. Sentí el paso de una persona acercándose, pero la ira encerrada dentro de mí amenazó con arremeter, así que me alejé, abrazándome a la pared. Mis cadenas tintinearon. No les mostraría ninguna emoción. Una manta fue colocada sobre mis hombros. El grillete alrededor de mi cuello se abrió y cayó al piso. Me alejé aún más. Era una artimaña. Trataban de mostrarme bondad para aprender algo. No me engañarían. Alguien me tomó en brazos, me levantó, y me llevó. Salimos del pequeño cuarto hacia el estrecho pasaje, iluminado sólo por la luz de una vela. Apostaba que me veía como el infierno.

No reconocí el olor de la persona que me llevaba, ni su caminar algo saltarín. Mis ojos estaban aún cerrados, y con una terrible medida de esperanza, entendí que ya no estaba atada con hierro. Mis pies y manos estaban libres, y mis sentidos comenzaban a aclararse. Lentamente, mi cuerpo se curaba a sí mismo, aunque sabía que faltaba tiempo antes de que estuviera listo para ejercer cualquier esfuerzo verdadero. Abrí mis ojos rápidamente y jadeé. Ro sólo vaciló un paso cuando vio que estaba despierta y mirándolo. Yo no había hablado ni había hecho ningún otro ruido, pero probablemente había dejado de respirar y mi rostro se volvía azul, porque él pareció algo preocupado. Suavemente, me dejó en el piso y se giró rápidamente para arrastrar a un Clérigo inconsciente por los pies hacia el calabozo. Cerró la puerta con llave y exhaló una corta risita hueca. Me tomó en sus brazos nuevamente y continuó. Después de un minuto de pesado silencio, preguntó: —¿Estás bien, Rae? —Él no me miró, sino que mantuvo los ojos en el túnel adelante. Dos veces miró sobre su hombro hacia el pasaje oscuro detrás. No dije una palabra. Quería hacerlo, por supuesto, pero era probable que mi boca me metiera en más problemas. Parecía —por sus ojos astutos, su paso inquieto y su actitud escurridiza— que Ro estaba en medio de alguna clase de intento de rescate. ¿Pero cómo sabía dónde me tenían prisionera? ¿Y por qué me rescataba él en primer lugar? Yo era un demonio, y para él eso significaba que era mala. Su enemigo. Cuando había tratado de alcanzarlo antes, me había llamado “monstruo”. —No te lastimaré. Estoy aquí para ayudar, ¿de acuerdo? —Tocó mi espalda en forma tranquilizadora. Me esforcé por ser sensata, pero mi boca ganó. —¿Por qué haces esto? —pregunté en apenas un susurro. Mi garganta estaba áspera y mi boca seca. —Porque es lo correcto. Siempre me agradaste, Rae. Eres rara, eso es verdad, pero Lex tenía razón cuando decía que tienes un buen corazón. Malditos sean los Dioses. Él había dicho su nombre, y las lágrimas fueron instantáneas.

—No llores —dijo Ro, asustado—. Estás a salvo ahora. Odio cuando una mujer llora. Me desgarra por dentro. Sollocé hasta no poder respirar, y los Dioses sabían que yo no debía malgastar ningún líquido de mi cuerpo, pero no podía parar. Oírlo decir eso hizo que los recuerdos de Lex martillearan mi corazón. Era demasiado. No la había salvado, no la había vengado, y ahora ponía en peligro al chico que ella había amado. No podría existir una peor amiga que yo. Ro pateó la puerta metálica adelante de nosotros para abrirla completamente. Ya estaba doblada y columpiándose en sus bisagras, y salimos hacia el bosque. ¿Quién le había hecho eso a la puerta? ¿Había más de una salida del corredor? El sol se ocultaba, pero la débil luz fue suficiente para deleitarme con la naturaleza. Inhalé profundamente, disfrutando del olor a tierra y cosas verdes. Ro trotó hacia delante y se dejó caer en el bosque. Cerré los ojos y busqué a Breandan. Todavía estaba lejos, más cerca que antes, pero aún muy lejos de mí. No lo entendía. ¿Por qué no había venido por mí? No tenía sentido tratar de sentir a mi chico-vampiro. El vínculo de sangre y oscuridad que compartimos parecía funcionar de forma muy diferente del vínculo que tenía con Breandan. Cuando estábamos cerca, podría percibirlo mejor, comprenderlo. Cuando soñaba, la oscuridad me llevaba hacia él, permitiéndome estar con él aún mientras dormía, pero una vez que se desvanecía por la luz del día, nuestra conexión se volvía casi totalmente silenciosa. Tenía a dos chicos-demonios que me reclamaban como suya, pero ninguno de los dos había venido a salvarme. El novio de mi mejor amiga —la que murió por mis acciones insensatas— era el único que lo había arriesgado todo. Claramente, los dioses se reían de mí. —¿Quieres que la sostenga? —preguntó una voz susurrante junto a Ro. —No, estoy bien. —Si tú lo dices... —murmuró. Hubo una pausa—. ¿Qué pasó con su piel? ¿Por qué está cubierta en...? Los latidos de mi corazón enloquecieron, mis ojos se abrieron de golpe y volaron hacia donde la reconocible voz habló. Mi corazón se detuvo.

Gritando de temor, me lancé fuera de los brazos de Ro y me agaché delante de ellos, incapaz de procesar lo que veía. Quitando mi glamour fuera de mí, mis alas se sacudieron. Parpadeé rápidamente y sacudí la cabeza, sosteniendo las manos delante de mí. El mundo tenía un leve matiz púrpura y algunas cosas eran difíciles de ver, pero supe que mis ojos no me engañaban. Podía oler a Ro, una mezcla masculina de limpio sudor y algodón. La persona que me miraba fijamente y sin pestañear era inodora. Viendo el gesto en mi rostro, Ro se paró delante de ella en actitud protectora. Poniendo los ojos en blanco, ella lo empujó fuera de su camino, y él tuvo que luchar para no caer a un lado por su fuerza. —Hola, Rae —dijo suavemente. Mis orejas se movieron en un esfuerzo por oírla—. Tú llamas, y yo vengo. Dominando su perfecta cara ovalada, un par de tristes ojos enmarcados por delgadas cejas me miraban fijamente. Las ondas de cabello que caían sobre sus hombros, en hebras casi traslúcidas, eran salvajes y erizadas. Su cabello era la cosa más animada acerca de ella, todo lo demás estaba quieto como una piedra, completamente inmóvil. Su cuerpo estaba desnudo, excepto por algunas estratégicas hojas tejidas con largos hilos de vid verde. Sus dedos de las manos y de los pies terminaban en perfectas uñas en forma de óvalos cristalinos. Su piel era inmaculada, blanca como un palo de tiza y sin una sola una imperfección, como si alguien hubiera blanqueado todo el color de su piel. Cuando no dije nada, ella sacó la lengua de zafiro hacia mí, entonces frunció los labios haciendo pucheros. Esos labios. Rellenos y curvados, de un asombroso tono azulado. En un humano, ese sería el azul de la muerte. Pequeñas gotitas de agua brillaban en su piel y adornaban su pelo como diamantes, aunque sabía que eso sólo significaba que su cuerpo no emitía calor, de modo que el agua simplemente descansaba sobre ella. Lo que más me impactó es que, en mi forma de hada, podría sentir a otros demonios — podría sentir sus auras—, especialmente estando tan cerca. Pero no sentía nada del ser delante de mí, nada, simplemente un espacio en blanco donde mis ojos me decían que debía estar. Mis orejas se esforzaron por oírla, un latido del corazón, una leve respiración al hablar, el sonido de sus miembros cuando se frotaban juntos en movimiento. No había nada. Ella era un espacio vacío encerrado en carne sin vida. Dio un paso adelante, como si estuviera deslizándose sobre ruedas invisibles. Aspiré una serie de bocanadas de aire, pero no me moví, congelada en el lugar. Se detuvo y se inclinó lentamente, sus ojos mirándome con cuidado, y presionó sus labios en mi mejilla. Toqué el lugar donde me besó. Era tan fría, aún más fría que un vampiro, y eso era decir mucho.

—¿No me dirás hola? —susurró, y de sus ojos comenzó a brotar sangre. El intenso color era rico y vívido contra su piel inmaculada. Su cara se encogió incómodamente mientras trataba de detener el flujo de lágrimas, pero las pesadas gotas rojas corrían por sus mejillas de manzana, contrastando con las runas azules que decoraban con gracia sus pómulos. Esos tatuajes solían ser de color celeste claro, pero en contraste con su piel, parecían eléctricos. —¿Alex? —pregunté calladamente, no pudiendo confiar en mi voz—. Lex, ¿realmente eres tú? —¿A quién más convertiste en zombie? —contestó, y rió ligeramente, hipando por el llanto hasta lograr controlarse. Estaba horrorizada, y sin embargo sentía como si una burbuja de felicidad estallara en mi pecho, y casi me ahogo intentando controlar un sollozo de alegría. —Oh, mis dioses, ¿funcionó? Quiero decir... funcionó. Sus labios se retorcieron en una sonrisa. —Estaba sorprendida también. Lo último que recuerdo es que los demonios cantaban, entonces un fuerte dolor pinchó en mi garganta. —Su mano vagó hacia el área. Una cicatriz ligeramente más oscura estropeaba su piel de tiza—. Entonces todo se volvió oscuro y caliente. Pacífico. Pero yo… me sacudí y comencé a caer. Caí durante una eternidad, hasta que golpeé el piso. —Golpeó ambas palmas juntas, y me estremecí—. Abrí los ojos y era yo otra vez... —se detuvo, luciendo perdida—, pero no era exactamente yo. Ya no tenía un cuerpo para moverme. —Se sacudió, y su rostro se torció en una expresión de locura—. Entonces, lo juro, Rae, tengo recuerdos de cosas que he visto y que he hecho. Pero no podría haberlo hecho... porque estaba muerta, ¿entiendes? Sus ojos brillaron rojos, hambrientos. —No sé lo que son, pero no son míos, esos recuerdos. Ro situó una mano en su mejilla, en su hombro para alejarla de mí. Él la habló en voz muy baja y la susurró cosas tranquilizadoras en su oído. Ella se relajó contra él y dejó de temblar. —Lex yo... —Me desperté en un ataúd de polvo y hojas —dijo ella sobre mí—. Los demonios estaban cerca, pero tenía miedo. Hice lo único que podía hacer. Huí y yo... respondí a la llamada. —¿Qué llamada? —pregunté, confusa. Ella se encogió de hombros.

—Me llamaste. Me desperté, esta vez en mi cuerpo, y tan claro como una campana en mi cabeza te oí pidiéndome que te salvara. No estaba segura de lo que estaba haciendo al principio. —Ella frunció el ceño profundamente, su cara oscurecida—. Todo estaba confuso, y estaba cansada. Deambulé, evitando las cosas vivientes pero no podía comprender por qué. Entonces llegué al Muro y no tuve camino alrededor. Lo escalé... Resoplé. —Tú... lo escalaste... —Así fue cuando supe que estaba muerta, y que era un zombi. Mi madre me dijo que podía tocar el Muro y si no me hacía daño era la Trampa. Con la cabeza girando luché por comprender. —Pero cuando no despertaste pensé que había fallado. Pensé... Breandan pensaba que me detuvo a tiempo. En un movimiento fluido que emborronó la búsqueda de sus dedos a través de su pelo en agitación, su movimiento abruptamente fue a trompicones y agitado. —Esos recuerdos... no eran míos. Eran tuyos. Y no solo recuerdos, sino sentimientos. Cuando dijiste el nombre de Breandan, mi corazón solo... —Su mirada pasó hacia Ro quien sonreía abiertamente. —Ese es el chico que vimos fuera en Teoría Demonio, ¿sí? Guapo. Le fruncí el ceño. Lex giró sus ojos, pero me habló. —Creo que tenías mi alma, Rae. La llevabas contigo. Y cuando la Secta te atrapó y comenzó a... experimentar... me liberaste de alguna manera. —Ella se encogió de hombros—. Me desperté entonces para seguir tu llamada. Quizás llamaste a otras personas también. Miré a Ro. —¿Cómo conseguiste involucrarte? Él golpeó sus dos puños juntos repetidamente y frunció el ceño. —Ella estaba deambulando alrededor del Templo, buscándote. Cuando la encontré no sabía... —Él sacudió su cabeza e hizo un ruido, chasqueando su lengua en el techo de su boca—. Muchas mentiras. No soy lo que crees que soy. —Me miró a los ojos y medio sonrió cariñosamente—. Soy un Vudú, y cuando la encontré supe lo que era, en lo que se

había convertido. No sabía quién lo había hecho... no me habló al principio. Solo parecía como si estuviera intentando averiguar por qué no estaba haciéndome daño. La escondí en el sótano de la Casa Norte, y planeaba llevarla de vuelta a los barrios cuando cayó la noche. Entonces los Clérigos te arrastraron delante de los Discípulos. —Sonrió—. No necesitaba pensar mucho después de averiguarlo. Estaba aterrado de que ella intentara ayudarte y conseguir que la atraparan. Así que... estuve de acuerdo en luchar con el cambia-formas pensando que podía patearla y salvarla. Entonces le dije a Lex lo que estaba pasando y me habló. —La miró—. Cuando la dije que estabas en el Templo, viva, la luz pasó detrás de sus ojos y susurró tranquilamente: “Hada”. —Se rió—. Entonces ella comenzó a ordenarme, y no pude hacer que se callara, o tranquilizarla hasta que estuve de acuerdo en ayudarte. Frotando mi anillo aparté el pelo de mi cara y solté una respiración. —Esta es una historia caótica, Ro. ¿Te diste cuenta de lo que podría haber pasado si Amelia se las hubiera arreglado para conseguir tu cuello entre sus mandíbulas, o si hubiera golpeado con una garra demasiado profundo en tu estómago? ¿No tenían la más mínima prueba del riesgo que tomarías si me ayudabas? Él atizó mi hombro. —Vigilé tu espalda. Golpeé sobre un mechón de mi pelo; convencida de que iba a gritar en su cara cuan despreocupado estaba por arriesgar su vida. —Debemos seguir moviéndonos —dijo Lex con voz apagada y caminando en ese extraño deslizamiento fluido. Dudé, mirando sobre mi hombro. —Tengo amigos ahí. Gente que tengo que ayudar. Ella vagó. —Serán rescatados por las hadas cuando vengan a buscarte. —Uh, pero Breandan puede sentir donde estoy. Si siente que me estoy moviendo, no esperará a comprobarlo. No podemos abandonarles. Ella paró y giró para enfrentarme. Parpadeé porque sus gestos se emborronaron cuando se movía tan rápido. —No quiero luchar —replicó fríamente—. Quiero alejarme de este lugar. Se siente mal ahora. Quiero que sobrevivamos.

—Es solo el Templo. Un destello de algo encerró la rabia que pasó a través de su cara de muñeca. —Se siente mal ahora, algo malvado está ocurriendo aquí, y no quiero volver. Siseé. —Bueno yo sí. Lex gritó, el sonido alto, discordante, y trastornado. Salté, mi boca cayó abierta incluso cuando sus manos volaron a sus mejillas. Su cara se arrulló y sus ojos estaban rojos con sangre otra vez. Dioses, era más espeluznante que Tomas. Ro se acercó a ella con cuidado. —Todo está bien —dijo suavemente. —¿Te preocupas por mí? —susurró y caminó hacia sus brazos. Era maravilloso de ver, su piel terrosa contra el marrón con leche de él. Él la abrazó. —Lo prometo. El sol salió de la vista y me sobresalté cuando Tomas despertó. Estaba cerca. Espantosamente cerca. Casi podía imaginarle saliendo a rastras de su lugar de descanso y tosiendo el polvo. Pero algo que no tenía que imaginarme era un sentimiento distinto al tenerle más cerca, la oscuridad aumentaba. Se acercaba a mí. —Uh, chicos —dije sin estar segura de cómo poner esto delicadamente—. ¿Cómo se sienten con los vampiros? Ro hizo un ruido de disgusto y escarnio. Lex se enderezó. —¿Tomas se acerca? —preguntó ella con una sombra de malvada sonrisa en su cara. Era como si estuviera acostumbrada a que devolviera la sonrisa cuando pregunté. —¿Cómo...

—Te lo dije, recuerdos y sentimientos. Eso que tienes con él es oscuro y complicado —dijo solemne—, y ciertamente extraño, por decirlo. Deberías tener cuidado la oscuridad no... — Se interrumpió, tanto Ro como ella dieron un paso atrás, sus miradas fijas sobre mi hombro. Unos labios fríos presionaron la parte de atrás de mi cuello. Mi pelo fue empujado a un lado cayendo sobre mi hombro cuando Tomas recorrió su boca por el lateral de mi cuello, respirando. Sus manos se deslizaron debajo de los dobladillos de la manta que abrazaba y viajaron gentilmente sobre los moratones que cubrían mis caderas y costados. —¿Cuánto daño te han hecho? —preguntó. —Es soportable —repliqué sin respiración—. Me estoy curando. Me giró en sus brazos para enfrentarle. Miré difícilmente a su barbilla, evitando sus ojos, sin querer ver mi reflejo en ellos, asustada de conectar. Él esperó pacientemente. El silencio se profundizó y se extendió. En lugar de hacerse cómodo, me fastidió, y me alteró hasta el punto que las lágrimas amenazaron con caer. Noté que iba todo de negro otra vez, hasta sus botas. —¿No te quitas la ropas cuando duermes? —Solté luego me sonrojé y tartamudeé para disculparme—. Quiero decir, solo pensaba... tiene sentido que estés desnudo desde que tus ropas se ensuciarían, y no son tuyas. Pero no respondas. —Ondeé mis manos; aún no miré más allá de la suave columna de su cuello—. Lo siento. Pronto, mi mirada se levantó, sobre su fuerte mandíbula cuadrada, firmes y amplios labios, y afiladas mejillas. Paré en su nariz torcida que debería haber sido repulsiva, pero en su lugar era adorable para mí. Su piel era cenicienta, pálida, y fría. Podía sentir la heladora temperatura filtrándose a través de la manta, y temblé con el contraste, como hada corría caliente. Finalmente, alcancé sus ojos que brillaban debajo de sus sobresalientes y amplias cejas. Su pelo negro carbón estaba mojado apartado de su frente y cortado cerca de su cuello. Él tragó fuerte, y observé la bola de su garganta. —Cuando duermo en la tierra... sí es más cómodo y práctico dormir sin ropa. Simplemente las escondo cerca hasta que las necesito. —Una extraña expresión pasó a través de su cara, y hubiera dicho que era vergüenza pero él era un vampiro, y estaban más allá de insignificante emoción. Así que diría que parecía enamorado de la idea de sentirse tímidamente desconcertado—. Dormir en la tierra es una experiencia que me gustaría compartir contigo —dijo formalmente.

Incapaz de encontrar una respuesta apropiada, me aclaré la garganta, y froté mi nariz. Tomas lentamente soltó la manta toscamente tejida, y sin apartar sus ojos de los míos, la abrazó tensamente alrededor de mi torso. Se quitó su camisa, despeinando su pelo, y haciéndole sacudir la cabeza para suavizarlo para luego entregarme el fino y negro material sin palabras. La tomé, mis dedos acariciaron los suyos. —Ta —murmuré. Su cabeza se ladeó con la más ligera inclinación cuando caminó a mí alrededor. —Dense la vuelta —le dijo a Lex y a Ro, quienes asumí lo hicieron sin preguntar, cuando no oí discusión de ninguno de ellos. Tiré la manta, alegre de librarme de sus picantes confines, y paré, dándome cuenta de cuan ridículo era estar totalmente desnuda en un bosque en la noche. En lugar de sentirme avergonzada, me sentía estrafalariamente liberada. Poner el glamour en mis orejas, sentir el olor y el rango de visión fue silenciado cuando una manta de magia me transformó en forma humana. Crují mi nariz; nunca pensé que echaría de menos mi rabo y mis alas. Las hojas crujieron bajo los pies cuando Tomas caminó de vuelta para mirar mi cara. —¿Rae? Simplemente no era lo bastante audaz para no sonrojarme, y agarré la camisa en mi pecho. —Gírate. —No. Parpadeé, luchando una sonrisa. —Uh, ¿gírate por favor? —Encuentro que me gusta mirarte. —Sus ojos pasaron hacia abajo y sonrió, todo dientes, sus colmillos de alguna manera extendidos. Miré detrás de mí y encontré a Ro y a Lex que estaban firmemente caminando a través de los árboles de vuelta al Templo. Lex parecía como un fantasma flotando cuando entró y salió de la vista detrás de los anchos troncos. Tomas tocó mi clavícula. Mi corazón pateó y se aceleró. Intenté difícilmente desacelerarle, pero era una tarea inútil cuando sus manos estaban sobre mí, y me inquieté cuando su suave palma viajó sobre mi estómago, trazando mi cintura, y situándose en mi cadera.

Estar con Tomas no era como estar con Breandan, no del todo. Me sentía audaz, confiada cuando me miraba o tocaba. Podía comprenderle. No era perfecto como Breandan... era imperfecto como yo. Me acercó y se inclinó para murmurar en mi oído: —¿Recuerdas cómo te sentías cuando de sujetaba así antes? —Sus manos estaban ocupadas, y mi boca se secó recordando cómo me había sentido la primera vez que me besó en mi dormitorio en el Templo. Arrastré una repentina respiración, experimentando la visión del túnel. —Nunca lo olvidaré. —El túnel de repente brilló plateado y eran los bordes del mundo que había emborronado todo volviendo a enfocarse bruscamente—. Pero Brean... Con un gruñido, fui empujada hacia atrás hasta que golpeé el suelo, Tomas sobre mí. Estaba furioso, y sentí el picor del miedo reemplazado con la urgencia de la lujuria cuando su mano barrió sobre mi estómago. —No digas su nombre. —Me besó, lleno de fuego y hambre. Sentí un afilado picor en mi lengua y él succionó. Se apartó, temblando, y sus colmillos salieron—. Sabes que no te quiero con él. Cuando miré a sus ojos, sentí algo en mí removiéndose. Resistió la pasión que sentí y picó mi interior como si sus manos con afiladas uñas sacaran mi corazón. ¿Le quería? Sí, le quería, pero ¿sentía por él lo suficiente para darle la espalda a Breandan? Sabía que era una posibilidad, pero mi mente se asustó por eso. No... Sabía lo que quería. El picor en la parte de atrás de mi mente se convirtió en un afilado dolor cuando lo aparté. Él se resistió, frunciendo el ceño. —¿Cuál es la cuestión? —Déjame. —Me retorcí debajo de él y me puse la camisa. Esta se tensó, el borde atrapado debajo de su congelada forma—. ¿Te importa? —Tiré hasta que él cambió su peso. Con las manos temblorosas, me puse la camisa para cubrirme. Puse mis manos alrededor de mi estómago, y tomé una profunda respiración. Mi cuerpo se volvió loco, pero no quería estar así. No quería el miedo de tomar la elección errónea para estropear mi primera vez. Quería tener un corazón claro y conciso cuando me acostara con quien quisiera. Tomas tenía esa manera de hacerme olvidarme a mí misma. Ugh. Yo no hacía las cosas así, así que ¿por qué cuando este vampiro estaba cerca de mí perdía todos los sentidos? —Tú no me quieres —dijo Tomas lentamente mirándome fijamente, sus manos abiertas en su cadera. Su voz era remota, precavida, pero había un rastro de pregunta, esperanza.

Aparté el pelo de mi cara, exhalé afiladamente. —Dioses, lo siento. Con solo tocarte y creo... —Que deberías estar con él —interrumpió. Bien, él lo dijo así que no tenía que hacerlo. Tomas suspiró y se puso de pie suavemente. Con cuidado de no tocarme me forzó a mirar a sus ojos sin fondo—. Y cuando estás con él crees que no piensas en mí. —Eso no era una pregunta. Tropecé en mis palabras, incapaz de mentir. —Eso es... no es cierto. —No completamente. Sus fríos dedos acariciaron a lo largo de mis brazos causando que la piel se pusiera de gallina. —No en la manera que deseo que pienses en mí. Mi instinto estaba mintiendo, pero no podía hacerlo físicamente. Retorcí mis manos en los bordes de su camisa y me estremecí cuando se rasgó un poco bajo la presión. Ya estaba desgastada, y olía a agua fresca y minerales. Olía a Tomas. Toqueteé la tela. —¿Lavaste tu ropa? Él asintió. —En el río. Allí de pie, medio vestida en la presencia de un vampiro fui de repente torpe. En el momento que fuimos separados me había llevado un momento pensar en mis acciones, y había visto cuan extraño había sido mi comportamiento. Cuando había conocido a Tomas no había sido nada para él excepto precavida. Aún la chispa de lujuria que había experimentado en los dormitorios Bayou me habían mostrado un lado excitante y peligroso en nuestra relación. Después de pasar el tiempo con Breandan, sabía que era un lado que no deseaba perseguir mucho tiempo. Oh, había deseo, y quería, pero lo que queríamos no era siempre bueno para nosotros. No podía ser su chica, pero podía sé si amiga. Palpando su pecho, le besé en la mejilla. —Hablaremos —dije y le besé otra vez antes de retroceder—. Aprenderemos todo lo que hay que saber sobre el otro. Te ayudaré, Tomas. Juro que lo haré.

Él no se movió, parpadeó o habló. Se quedó tranquilo, y le sentí retirarse de mí por completo. —¿Tomas? Con un jadeo, él tropezó al retroceder. Sus colmillos estaban bajados y su pecho tiraba. Alarmante desde que Tomas actualmente no respiraba. Situó una mano donde su corazón podría latir y se sacudió violentamente. —¡Tomas! —Ahora estaba preocupada. No es que hubiera sido posible, pero su piel parecía más pálida y una mancha de oscuridad se extendió desde sus pupilas para manchar el blanco de sus ojos negros. Dudé, insegura de porqué él estaba reaccionando tan exageradamente. La oscuridad ya no estaba allí en la esquina de mi mente para tirar y comprender mejor. Aún estaba dentro de mí, podía sentir el vínculo de sangre, pero se escondía de mí. ¿Debería ser capaz de hacer eso —esconderse en mi propia conciencia? Podría haberme enfocado cuan mal estaba ya que Tomas no había gritado y cayó sobre sus rodillas. En dos pasos, ya estaba ahí con él, ignorando la humedad y el polvo. Sus manos agarraron mis muñecas y no supe si él iba a machacarme o la lanzarme. Como fuera él simplemente me sujetó luego cayó hacia delante, su cabeza oscura descansaba en mi regazo cuando su cuerpo entero se estremeció bajo la tensión de su emoción. —Lo elegiste —gruñó y se meció, aparentemente incapaz de estar de pie. Dejó su cabeza caída hacia atrás, la pálida columna de su garganta tensa con la tensión, la luz de la luna golpeando a través de su expresión atormentada. Sus manos se alejaron de mí y golpearon la tierra. Rugiendo su agresión, golpeó el suelo provocando que la tierra cambiara y se abriera, creando curvaturas oscuras donde golpeaba. Mi frío y racional vampiro estaba loco de celos, y su resentimiento y dolor eran palpables. Como seguir golpeando el suelo no facilitó su dolor convirtió sus dedos en rastrillos y arañó abriendo regueros en el suelo. Temblé cuando explotó a mi alrededor, guturalmente gritando en lo que debería haber sido un lenguaje mortal. Recé a los dioses para que nunca volviera a oír semejantes palabras pronunciadas otra vez, tan mal y maldad que sonaban como si rasparan a través de mis oídos, y desgarraran mi alma. En la niebla de su frenesí, situé mis palmas en sus mejillas, y lentamente moví mi cabeza de un lado a otro.

—Necesito que comprendas. —Moví mi mano sobre su cabeza, recorrí mis dedos a través de su suave pelo y luego agarré dos puñados tensamente—. Por favor. —¿Por qué? Dejé caer mi cabeza, incapaz de encontrar su mirada cuando tartamudeé: —Fue un beso, Tomas. No debería haber ocurrido, y nunca lamentaré haberlo hecho como probablemente salvé tu vida. —Lo miré a los ojos—. Si no hubieras tomado mi sangre probablemente habría dejado que Lochlann te matara. Así que no, nunca lo lamentaré, pero soy lo bastante racional para ver que de alguna manera esto que hay entre nosotros —nos señalé a los dos—, nunca funcionará. No cuando yo... —Un vínculo con magia no es amor —soltó él severamente. —¿Y un vínculo realizado por estar embelesado por la lujuria de sangre es mejor? — Presioné mis dedos en su mandíbula, sin confiar en mí misma para tocarle de cualquier otra manera—. En el primer momento que vi a Breandan, él me atrapó. Estaba perdida antes de que me tocara y el vínculo estaba hecho. ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? ¿Cuán aterrada estaba? La primera ver que te vi no sentí nada excepto miedo. ¿No puedes verlo? Nuestro vínculo de sangre fue hecho por sucumbir al deseo no al amor. —Él intentó apartarse de mí, pero agarré su pelo y tiré de su cabeza hacia atrás—. Soy tu amiga, y confío en ti. Así que no arruines lo que tenemos por forzarme a explorar un lado de nuestra relación destinado a fallar. Recuperando algo de calma, me observó en silencio. Sus colmillos ascendieron y sus ojos se aclararon. —Entonces ¿qué me pides, amiga? Me estremecí por la frialdad de sus palabras. —Podía usar tu ayuda. Hice un pacto con un Alfa para salvar a sus hijas. Aún están bajo el Templo. Él parpadeó hacia mí, y nunca podría decir lo que pasó a través de su mente. Tomando unas series de respiraciones, él gruñó y se puso de rodillas. Me ofreció su mano. —Vamos entonces. —Curvé mis dedos alrededor de los suyos y me puse de pie. Me sonrojé cuando él paró y no me soltó—. ¿Podría sujetar tu mano cuando alcancemos a tus aliados? —preguntó tan delicadamente que me encontré asintiendo. Era más rápida que él pero refrené mi velocidad para que pudiéramos correr lado a lado. Parecía que mi vampiro podía moverse más rápido que yo, pero solo por cortos periodos de tiempo. Me preguntaba por qué era. ¿Tenía que ver con cómo se movían sus cuerpos y

cuánta sangre dejaban en sus sistemas? ¿La falta de vínculo de sangre como la falta de velocidad y comida me vincularía? —Has comido —solté. Tomas se inclinó hacia mí para mirar por el rabillo de su ojo. Un tronco talado en nuestro camino y en lugar de bordearlo como había planeado él tiró de mi mano, me levantó en sus brazos, y lo saltó. Mi corazón tronó cuando recordé la sacudida similar de sensaciones de cuando él me había llevado por primera vez. No me soltó cuando caímos al otro lado. Me empujó más cerca y me miró con la expresión más triste en su cara. Usé ambas manos para suavizar las líneas que la problemática mirada causaba, dejando mis dedos en sus audaces e inaceptables gestos. ¿Cómo había pensado que era feo? Tenía carácter, y un aura de encantadora imperfección que solo esos lazos a la oscuridad podían adquirir. Él hizo un ruido sordo bajo en su garganta y se inclinó para deslizar su nariz a lo largo de mi cuello, inhalando profundamente. Me mordí el labio y párpados revolotearon. —¿Rae? —La voz de Lex era suave y de disculpa. Tomas me dejó de pie. Se apartó para quedarse ante el Muro y esperó, mirando el alambre con embelesada atención, haciéndome pensar que él no estaba viendo el Muro actualmente. Mis manos se humedecieron con el sudor incluso cuando mi boca se secó. Había hecho esto antes, así que podía hacerlo otra vez. La sirena solo había pasado la última vez porque mi poder había dado un latigazo inesperado, un efecto colateral de mi agotamiento y la confusión emocional. Lex giró sus ojos y caminó hacia los alambres rojos calientes con la corriente eléctrica. Como una araña arrastrándose por una tela escaló el Muro como si no estuviera enviando descargas de alto voltaje de electricidad en su cuerpo. Ella se curvó y bajó, sus brazos y piernas se movían en un arrastre líquido. Su pelo sin color caía hacia delante y oscurecía su cara. Cuando Lex alcanzó el fondo de la tela de acero caminó hacia delante sobre sus manos, las piernas rígidas en el aire y los pies de punta. Con un extraño tirón su espalda se inclinó y descendió su pie al suelo. Inclinada en un rígido arco a cuatro patas, el estómago enfrentando el cielo, su torso girando su parte superior. Se giró sobre sus talones y nos esperó, el pelo aun cubriendo su cara como un velo hasta que giró su cabeza. Ro se encogió de hombros. —Lo que sea. —Tiró su cabeza hacia los alambres para recordarme lo que supuse nos había creado una abertura. —¿No podemos ir a través de la puerta otra vez? —pregunté. Ro sacudió su cabeza.

—Podrían saber que la usamos. Patrullaran los puntos de entrada en caso de que intentemos usar otra vez. Tenía sentido. Los Clérigos no se arriesgarían a que entramos fácilmente. Desde que nuestra salida no había sido programada sin duda habrían situado guardias en cualquier camino, pero con mi desaparición sabrían que tuve ayuda desde dentro, y no dejarían ninguna oportunidad. Sin pensar en ello mucho, enfoqué mis energías, y envié mi magia a los alambres. Se deshicieron y sonaron dejando un pequeño desgarrón lo bastante grande para que pasáramos a través. Los bordes enfriados pero el color lentamente cayó para profundizar el rojo confirmando que la corriente aún seguía. Había desgarrado la valla entera por la mitad sin duda que la sirena no sonaría —habría roto el circuito completamente— pero de esta manera la electricidad aún tenía un camino para fluir, y el área circundante permanecía benditamente en silencio. Ro fue primero, luego Tomas, y yo seguí. Cerré el rasgón con un fácil pensamiento por encima de mi hombro. Entre el conocimiento de Ro y Lex de los barrios, y los míos las viviendas superiores, nos las arreglamos para determinar un oscuro camino a través de la ciudad humana que guiaba al claro del Templo de la Secta. Corrimos a través de las viviendas superiores, sujetando nuestras respiraciones, y rezando por no ser vistos. Las casa principales abruptamente fueron cabañas dilapidadas cuando cruzamos los barrios. Ro visiblemente se relajó en la profundidad de la casa de su infancia por la que viajamos. Las estructuras de las chozas estaban predominantemente construidas en torcidos marcos de madera llenos de bloques, y cubiertos por plásticos. Las pilas de basura se acumulaban en un enorme rebosante basurero cada veinte pasos o así, y las ratas que chirriaban y se escabullían a través del suelo me hicieron hacer una mueca. Los murciélagos se lanzaban sobre la cabeza y me estremecí, eran peores que los cuervos. No estaba segura de cuando los murciélagos fueron introducidos en la región, pero sabía que no eran nativos. Se habían adaptado al clima y eran condenadamente enormes, más grandes que los cuervos e increíblemente inteligentes criaturas con alas. Una chica joven hurgaba alrededor de una pila de trastos, paró, nos miró fijamente luego agarró una silla con tres patas y trotó, agarrándola como un salvavidas. Hurgar era un estilo de vida de los barrios, y si no eras bueno no sobrevivirías. Sin duda la joven chica tenía planes para comerciar la suave madera y el asiento de tela por comida. Ella había parecido dolorosamente delgada y esperaba que fuera capaz de cambiar lo suficiente para mantenerla durante unas pocas semanas. Las viviendas de los barrios una mezcla de viejas y nuevas culturas humanas y varias paredes de colores de arte atraparon mis ojos cuando brevemente caminamos por la calle

principal. Estaba más ocupada que las viviendas superiores, y corriendo llamaría demasiado la atención. Mucha gente que nos veía tenía sus propios problemas, y giraban su espalda cuando sus ojos aterrizaban en Ro. Su anchos hombros y confiado andar eran intimidantes, pero la dura expresión en su joven cara—evaluando cada sombra oscura de peligro—era suficiente aviso de que no estaba tonteando. Tomas mantuvo su cabeza baja. Alex estaba metida entre Ro y yo, los brazos alrededor de su cuerpo y la espalda doblada. Con mi glamour en mi apariencia humana, aterradoramente asustada, pero humana no obstante, y mi falta de vestido no estaba fuera de lugar aquí. Estaba tranquilo. La oscuridad nos escudaba, y nos mantuvimos cerca de las paredes, evitando pasar demasiado cerca de las fogatas que escupían cenizas y pequeñas motas de madera quemada. Un viejo hombre vestido en trapos y agachado en el pavimento, las manos huesudas movió los fideos en su boca, para mirar. Su cuenco de madera repiqueteó en el suelo. Sus ojos se abrieron de par en par cuando asimiló la apariencia inhumana de Lex, y su boca sin dientes jadeó. Los humanos nacidos aquí eran un bronceado cremoso de color de piel, y generalmente los ojos castaños y el pelo oscuro, como Ro. Una chica alta, blanca como la tiza con pelo traslúcido y marcas en la cara azul eléctrico era algo estrafalaria para contemplar mucho. El hombre viejo nos interrumpió, y una rápida mirada a mi hombro mostró su cojera detrás de nosotros estirando su cuello para intentar conseguir una mejor mirada. Tomas maldijo y paró. Se giró sobre sus talones y aceleró más que el ojo humano para poder ver al viejo hombre. Sujetó con una mano su boca y le metió en la sombra de un edificio. Estaba tranquilo otra vez. Tomas volvió corriendo a nosotros y nos hizo avanzar. Consideré preguntarle si el viejo hombre vivía, pero realmente, no pensaba que pudiera soportar la verdad. Ro paró en una cabaña auto contenida con largas huellas blancas a través de la valla que cortaba la calle. Los cuervos merodeaban sobre la cabeza y fruncí el ceño. Era tarde para que estuvieran volando fuera, y ¿por qué sobre esta choza? Una desnutrida cabra estaba atada a un poste de madera, y una caja de acero con alambre estaba rellena con heno crujiente. El lugar se sentía mal, y noté ratones escabulléndose cuanto más lejos posible para evitar pasar demasiado cerca. Un gato salvaje, brillantemente peludo y negro, nos maulló desde la cima de la valla, y saltó sobre nuestras cabezas para aterrizar en silencio en el suelo, desapareciendo en un callejón opuesto. Estaba completamente trastornada.

—¿Dónde demonios estamos? —demandé. La magia se deslizó sobre mi piel en una manera extraña. Normalmente alcanzaba la magia y la llamaba a mí, pero aquí la magia literalmente colgaba del aire, esperando ser absorbida. Di otro paso hacia la choza y los tentáculos de poder se deslizaron a través de mi cuerpo, los fríos dedos empujaban a través de mí, mirando fijamente a quién, y lo que era. La invasión era sucia y siseé. Tomas murmuró bajo su respiración, dio un paso atrás. Ro deslizó una mirada para seguirle al vampiro, luchando con una sonrisa. —Papa Obe está atado al Loa. Puede ayudarnos. Había oído el nombre antes, pero como muchos lo había olvidado. La Secta se suponía había erradicado a los Vudú años antes. —Él es Bokor —dije, tragando fuerte. Ro se rió oscuramente. —No. Es más que eso. —Llama a los espíritus de la muerte. No comprendía cómo podía ser posible antes de conocer la Fuente, pero he oído que el Vudú es diferente a la magia normal. —Sentí pánico. A mi naturaleza no le gustaba todo esto. El espacio a mí alrededor se sentía mal, innatural. Me giré hacia Ro acusatoriamente—. ¿Por qué nos trajiste aquí? Esto no es como tiene que ser. —¿Y cómo tendría que ser, chica? —La voz me hizo saltar una milla, y me sonrojé, sintiendo el calor subiendo por mi cuello y extendiéndose en mis mejillas. Mi vampiro gruñó y se inclinó hacia delante para envolver los dedos con fuerza alrededor de mi muñeca. —Ah, bueno, quiero decir, es sólo que yo... —Estaba teniendo serias dificultades para encadenar una frase junta, intimidada por la persona en frente de nosotros. El hombre frente a mí, no era joven ni era especialmente hermoso, pero el poder de él irradiaba en oleadas. Su rostro era como una tuerca marrón y el pelo un mechón de color blanco, las cejas una barra de color gris y su barba bien afeitada para cubrir la barbilla y el labio superior. Estaba vestido con una negra túnica raída y andrajosos pantalones de mezclilla. Sus pies estaban desnudos. Era viejo pero había una relación vivaz. Por un lado, se agarró a lo que parecía un bastón de huesos humanos, pero no podía estar segura.

—Yo soy un Houngan —sacudió las palmas abiertas hacia el cielo y las pulseras de perlas en sus muñecas tintineaban discordantes entre sí—. Sirvo al Loa con ambas manos, chica. Hay que caminar por la senda de la luz y la oscuridad para encontrar el balance. Se puede sentir mal para ti, pero eso es porque te mantienes con fuerza a la luz y ves la oscuridad como algo malo y eso te derrota. —Él miró a Tomas. —A pesar de que sospecho que sabes algo de la oscuridad y sus atracciones. Mis labios apretados y no hice caso de la cargada observación. —¿El Loa? —le pregunté—. Habla como si hubiera más de un dios de este nombre. Él hizo un extraño sonido de clic, con la lengua golpeando el techo de su boca una vez que daba una impresión de disgusto. —Incluso los más antiguos seres olvidan las viejas formas. Crees en líneas rectas y desprecias muchas comunas y sirves al Creador, a tu manera. El Loa es nuestro vínculo con la gran deidad chica. Todos tienen símbolos sagrados y rituales que seguimos —él me señaló—. Ustedes hadas solían tener uno que fue marcado con los símbolos de todas las razas y credos. ¿Tiene como uno o ya no existen? Pensé en Breandan y sus marcas. Siempre me había preguntado por qué tenía tantas y lo que significaban. Él me había dicho que le ayudaban a ver la verdad y daban protección... de la brujería y la magia negra. El Houngan se enfocó en mí y luego sonrió desdentadamente. —Pero veo que afirmas algo que se ha perdido. —Sus ojos estaban sobre mi pecho, pero luego ladeó la cabeza, como si alguien hablara en su oreja—. Pero ¿lo has perdido de nuevo... oh... se lo han llevado? Me toqué el cuello, echando en falta el gran peso de los amuletos. —Los amuletos son míos ahora, sí. Yo sé dónde están y voy a volver. —¿Y el grimorio está seguro con el Señor de las Alturas? No podía ser que me sorprendiera más si le hubieran salido alas. Contuve el aliento. —¿Sabe sobre el grimorio? Se inclinó hacia delante su cara amable ahora. —Por supuesto. Ustedes hadas necesitaban una manera de mantenerlo fuera de las manos de las brujas. Mi antepasado y el Mambo de su tiempo les dieron la solución, y se las dio con mucho gusto. El Gran Bois —Loa del bosque— nos ayudó a elaborar el trabajo clave y muy bien que era. El poder de mi pueblo es eficaz contra la brujería, porque se meten en la

oscuridad se alimentan de ella y la usan contra ellos. ¿Quién crees que es la clave del grimorio? La magia de las hadas viene de su conexión con la naturaleza, mediante la elaboración de la Fuente creada por los dioses en el nombre del Creador. No se puede sostener el poder indefinidamente o almacenarlo en talismanes. No es así como funciona su poder. —Tenía una mano en el pecho, con muchas cadenas y adornos colgados. Algunas eran bonitas y otras se miraban simplemente raras. Pies de animales y huesos estaban unidos con cordel de cuero—. Yo también uso la magia, niña, la magia dotada a mí por el Loa. Pero a diferencia de ti no puede aguantarla. Tengo que transferirla a los objetos o en los hechizos. No soy más que un conducto. Así es como funciona mi poder. —Volvió la cabeza a Ro, y él abrió los brazos—. Muchacho, ven aquí y salúdame. Ro estalló en una sonrisa y se encorvó hacia delante. Saltando los pasos y colgando sus brazos alrededor del hombre y le golpeó en la espalda. —Hai, Papa Obe. El hombre le devolvió el abrazo y sonrió mostrando las encías de color rosa. —Hijo mío, lo que aportan a mí puerta, ¿eh? Ro dio un paso atrás y miró al hombre mayor a la cara. —Necesito ayuda. —Se detuvo y miró por encima del hombro—. Y necesito que jures que no le harás daño a mi novia. Papa Obe se frotó la barbilla y los ojos, pensativo. Aunque su expresión era grave había un brillo perverso en sus lechosas esferas. —No es bueno, Ro. No hay ningún futuro con esta. Su tiempo se ha ido y venido. Lo que queda es lo que hay de las hadas. Me señaló con su bastón y me sacudí como si me hubiera pinchado con él. —Eso es lo que tú llamaste en el Loa, ¿no? Me mordí el labio, asintiendo con la cabeza. —No me di cuenta que era una ellas. Sólo... Yo había oído el rumor de que la madre de Lex… —Mama Odette —facilitó el Houngan—. Era una amiga mía. Un Mambo fuerte y una gran fuerza contra las brujas. Me encogí de hombros.

—No sé nada de eso. Se estaba muriendo y yo sabía que mi magia no podría salvarla... así que... miré a otra parte. El Houngan golpeó con su bastón en el suelo, la mano apretada en la parte superior del bastón. —Lo sé, niña. Y el Loa respondió —en realidad algo raro. Tu sangre ancestral es sin duda la razón del por qué. He oído rumores desde el otro lado de que era un regalo para tu madre —miró más allá de mí, más allá del callejón. —¿No vas a venir y saludar a un viejo, chico? Ro se puso en marcha y disparó a Papa Obe una mirada frustrada. Saltó del porche y arrastrando los pies, a la callejuela y desapareció en las sombras. Él y Lex tuvieron una acalorada discusión poco antes de que él apareciera de nuevo, la mano pálida en su única oscuridad. Tenía la cabeza metida en el pecho, el pelo largo cubriéndole el rostro, y su movimiento como madera. Fruncí el ceño. Por lo general, se movía con tanta gracia, pero ahora era como si tuviera tablones de madera en los miembros. Ella llegó a mi lado, y sopló hacia fuera, me envió una daga mirando debajo de sus pestañas incoloras. Me incliné hacia y desde la comisura de los labios le susurre: —¿Qué tal todo? —Ella lo encuentra difícil alrededor de mío —respondió Papá Obe—. Tú no te uniste al dejarla expuesta a la influencia de los demás. —Él chasqueó la lengua. —Peligroso. Miré a Lex, tomando su postura de sumisión y la expresión de terror. —Usted no va a hacer nada con ella ¿verdad? —Sintiéndome cada vez menos y menos contenta con la expresión del nefasto parpadeo en su cara poniéndome delante de Lex para protegerla—. Que quede claro desde el principio, no está bien que usted pueda controlarla ¿me entiendes? La mirada siniestra que había luchado en su rostro fue arrastrada por puro placer. Se echó a reír con un bramido —No soy yo, de quien debes temer chica, sino de ella. Y de sus desagradables brujos. Podrían meterse con tu mente niña hasta que la pierdas. —Él tocó su sien—. Está torcida en algo diabólico, ¿me oyes? La idea de una bruja usando a Lex para el mal me dejó fría. Mi amiga estaba en peligro una vez más a causa de mis errores. Ya era bastante malo que tuviera que vivir con lo que le

había hecho a ella, había muerto, simplemente por saber de mí, pero mis malas decisiones volvían a perseguirla. Ella tuvo que vivir como un monstruo y ahora debe enfrentar el miedo de un día ser controlada por otros. Respiró profundamente. No permitiría que eso suceda. —Entonces muéstrame como protegerla —dije con fiereza—. Enséñame a usar la magia como tú. Él negó con su cabeza. —Demasiado tarde, no puedes hacer nada. Debe cuidarse a sí misma. Fruncí mi ceño y puse mis dientes superiores sobre mi labio inferior, considerando lo que él estaba diciendo. —Ella es la última de su especie, una Mambo —murmuré. —Y una zombi —agregó Ro pensativo. Papa Obe asintió con la cabeza. —Ella tiene el poder, pero no puedo enseñarle cómo usarlo. Soy un Houngan. El hombre no le enseña a la mujer. —Hizo un gesto hacia sí mismo, luego a ella y suspiró—. Mira cómo tengo mi boca. Toda esta charla y estamos evitando lo que es más importante. ¿Por qué has venido aquí, Sacerdotisa? ¿Qué es lo que quieres de mí? Quería a este hombre exactamente en cuclillas. Miré a Ro desde que era su idea. Se enderezó y sacó sus pulgares de sus bolsillos de los pantalones. —Le digo que necesito ayuda. Necesitamos ayuda. Movió su cabeza hacia mí. —Un escondite hasta que su marido y su hermano vengan por ella. El Houngan rió con voz ronca. —Tú eliges venir aquí en vez de esconderte en el interior del Templo. ¿Los Clérigos descubrieron que los Bokor son los que cazaban todos estos años? Los labios de Ro se torcieron. —Ellos saben lo suficiente por ahora.

—¿Vienes hacia mí con la Suma Sacerdotisa de hadas perdida, su amante vampiro y la hija muerta de Mama Odette? —sus cejas se levantaron—. Crees que debería dejarte entrar en mi casa. Ro hizo un mohín. —No tenía muchas opciones, Papa. —Lo sé. Oigo y veo muchas cosas, muchacho. —Dio un paso atrás y señaló a través de la puerta, a la oscuridad de su cabaña. Tomas dio un paso adelante. —¡Alto! —resonó la voz de Papa Obe. Su cabello se levantó, crepitando con electricidad, y la magia se deslizó sobre mi piel haciéndome temblar—. No puedes pasar por aquí, vampiro. —Sus ojos se pusieron en blanco, dejando esferas blancas con finos hilos rojos de las venas en los bordes. “Algo sobre ti apesta a brujería”. Un destello plateado inesperado apareció en los ojos de Tomas. —Cálmate, Houngan. Los ojos de Papa Obe rodaron hacia delante y su mirada lechosa pasó hacia mí. —Quiero ayudar, pero debes entender que no puedo dejarlo entrar. Siento la oscuridad de las brujas. —Por qué —dije, realmente como en una pérdida—. Tomas no le hará daño, lo juro. —Tu palabra es tu juramento, pero la suya no lo es. —La cabeza de Papa Obe bajó para pararse en nosotros debajo de sus pestañas gruesas y cortas—. Los vampiros son cosas delicadas, egoístas. —Sacudió su barbilla hacia Tomas—. No puede entrar. —No te hará daño —dije. —No hay muerto que pueda hacerle daño al siervo de los que tienen el poder sobre la vida misma, hija. El Loa me mantiene a salvo de sus semejantes. Tomas se acercó hasta el hombre. —Estoy aquí para ayudar a Rae. Es tan simple como eso. —Nunca es tan sencillo cuando se trata de su tipo —respondió Papa Obe uniformemente. Esto era ridículo. Parecía que cada demonio tenía problemas con los que no eran de su clase y estaba empezando a frustrarme.

—Suficiente —resoplé, y puse mi mano sobre el pecho de Tomas para empujarlo firmemente un paso atrás. —Tenemos que salir de la calle. Ro nos ha traído aquí porque pensaba que podía confiar en usted y que puede ayudar. Quiero quedarme, pero no quiero tener que preocuparme por Tomas dando vueltas por aquí. El Houngan no dijo nada. Bajó su barbilla, con expresión oscura, y se escabulló fuera del camino. Tomas asintió con la cabeza y lo pasó. Sus hombros relajados y le envió al anciano una mirada impaciente. —Te dije que no represento ningún mal. —Y no había nada malo en estar seguro —respondió. Confundida, miré entre ellos. —Nadie que me signifique el mal puede entrar —explicó Obe y me señaló con la mano hacia delante. La magia flotaba en el aire. Era como una picazón constante entre los omóplatos que no podías rascarte porque si bien podías usar los brazos no tenías nada a la altura de la mano para rascarte este tipo en particular. El aire olía a hierbas. Oliendo, seguí mi nariz y asentí con satisfacción a las hierbas frescas y secas metidas en una armadura de cesta que colgaba en el techo. El piso de madera estaba cubierto de arena suave y oscura. Los granos eran duros contra las plantas de mis pies, y extrañamente cálidos. Ro me tocó el hombro y me dio un par de botas, pantalones oscuros y una túnica de muselina sin mangas. Asintiendo con la cabeza mis gracias, me escondí detrás de una pantalla de tejido en la esquina y rápidamente me vestí. La ropa estaba bien, mejor que la camisa de Tomas, pero el calzado me hizo inesperadamente lagrimear. Las botas de Alec habían sido bastantes bonitas y estas no se podían comparar. Caminando de regreso tiré de la túnica para conseguir que cayera correctamente alrededor de mis alas y puse las manos en la parte superior de la espalda de Tomas. No podía mantener el glamour por más tiempo, me sentía demasiado débil y estrecha. La cabaña era una de las más grandes que había visto en los barrios bajos y una de las mejores conservadas. No es que significara mucho cuando venías a los barrios pobres. Sin embargo, las coloridas tapicerías echas jirones cubrían todo el espacio disponible, y estaban depositadas en las paredes. Cada superficie plana o estante, estaban llenos de frascos de vidrio y botellas cubiertas de polvo viejo. Me incliné a mirar en las turbias aguas grises de una jarra abierta y retrocedí cuando me di cuenta que las cosas blancas que flotaban eran

globos oculares. En una inspección más detallada, todas las ollas tenían algún tipo de parte del cuerpo o de otro tipo y empecé a sentirme débil. Tomas parecía rechazado y se quedó tieso como un pilar en el centro de la habitación, las manos apretadas a los costados. Habían rostros de madera envejecidos, máscaras, clavadas en el techo con la boca abierta y los ojos entrecerrados, rostros condenándonos desde arriba. Sus cejas y barbas estaban pintadas de colores chillones. Los montones de paja estaban atados con un cordel brotado de la cabeza redondeada en una imitación del cabello. Estremeciéndome, rompí el contacto, asustada. Las mantas raídas y las almohadas estaban apiladas en un rincón. Una mesa baja estaba colocada al lado de ellos con vasos sucios y platos abandonados, supuse que era donde dormía y comía. Mis ojos se posaron en la pared del fondo. Di un paso adelante, la boca abierta en asombro ante la belleza. Con un paso más, cogí una extraña vibración y me detuve en seco incluso antes de que Tomas llegara hasta mí. Me agarró de la cola y tiró, obligándome volver a trompicones. Envolvió su brazo alrededor de mis hombros, y no había nada romántico en el gesto, lo que me hizo tener miedo. Un tambor ancho estaba a mi lado, en su borde decorado con runas interesantes. Incapaz de ayudarme a mí misma golpeé mi mano sobre la tensa superficie. El sonido retumbó y se hizo eco en la pequeña choza. Mi mano se calmó antes de volver a tocar la piel seca de nuevo. Me retracté poco a poco sintiendo más que oír los gruñidos de Tomas, y froté la palma de mi mano sudada en mi muslo. —El Tamboulas no te hará daño —dijo Ro después de una pausa y se inclinó a mí alrededor para golpearlo de nuevo. El sonido parecía diferente. Aún se hizo eco, pero era menos potente. Cabizbajo, se encogió de hombros y se arrodilló delante de la pared de colores. Sus cejas y barba estaban pintadas de colores chillones. Los montones de paja atados con un cordel como brotando de cabezas redondeadas en una imitación del cabello. Con un estremecimiento, separe mis ojos de ellos, asustada. Mantas raídas y almohadas estaban apilados en una esquina. Una mesa baja colocada al lado de ellos con vasos y platos sucios y abandonados me hacía suponer que era donde dormía y comía. Mis ojos fueron a parar a la pared del fondo. Di un paso hacia delante, la boca abierta de asombro ante la belleza de ella. Con un paso más, sentí una vibración extraña y me detuve en seco, incluso antes de que Tomas llegara hasta mí. Me tomó de la cintura y tiró de mí obligándome a tropezar de nuevo. Envolvió su brazo alrededor de mis hombros, y no había nada romántico en el gesto, que nació del miedo.

Un amplio bidón estaba a mi lado, su borde estaba decorado con runas interesantes. Incapaz de ayudarme a mí misma, palmeé con mi mano, la superficie tensa. El sonido retumbó y resonó en la choza diminuta. Mi mano se calmó antes de que la piel se secara de nuevo. La retiré despacio, sintiendo en su lugar, los gruñidos de Tomas y me frote la ahora sudorosa palma, sobre el muslo. —Ro será un buen Houngan algún día —Papa Obe agitó su bastón de hueso blanqueado ante él, con tono acusatorio en su voz—. Lo sería ya si viniera a casa con más frecuencia. El santuario que cubría toda la pared trasera capturó mi atención de nuevo aunque no hice ningún movimiento hacia él en esta ocasión. A mi naturaleza no le gustaba la sensación que emanaba. No importaba cuan agradable fuera a mis ojos. —¿Qué es eso? —le pregunté en voz baja con la sensación de que los gritos de alguna manera profanaban la santidad del mismo. —El Hounfour, mi lugar de culto. Echo de menos los días de antes, cuando teníamos templos dedicados a la veneración de Bondaye, el Creador. Honramos a los dioses en el estilo —suspiró Papa Obe y dejo lo que estaba dibujando en el suelo—, pero en los tiempos que estamos, hacemos lo que podemos para estar en comunión con los espíritus. Rezo para que entiendan y nos perdonen. —Inclinó la cabeza y volvió a su tarea de dibujar un patrón en el suelo con su trozo de tiza. Lex y Ro parecían encontrar consuelo en la reflexión de que Hounfour los ayudara. Bueno a mí me dio escalofríos, así que me mantuve alejada igual que Tomas. Papa Obe tiró la tiza en una esquina y se sacudió las manos. Cogió una de las bolsas abultadas que colgaban de su cuello y me la entregó con una reverencia. La hice rebotar en la palma de mi mano. Era importante para ser algo tan pequeño. —¿Qué es esto? —le pregunté con curiosidad. —Mi sangre, huesos de pollo, saliva de gato, la garra de un cambia formas y el doble de madera quemada. Horrorizada, traté de devolvérselo. —Gracias, pero no creo que lo necesite. Sonrió mostrando sus rosadas encías y los dientes perdidos. —Lo quiero de vuelta. Tienes que sostenerlo para la bendición, Sacerdotisa.

Intenté una sonrisa de agradecimiento, pero teniendo en cuenta la risa socarrona de Ro, no creo que lo lograra. Lex se puso a un lado de la capilla con la cabeza echada hacia atrás, y Papa Obe hizo un gesto a Ro, de pie detrás de mí. Tomas no necesitaba provocación para dejarme ir, y se quitó de en medio. Se pegó a la pared y fulminó con la mirada a Papa Obe. No me gustaba verlo así de incomodo, pero dejarle vagar fuera tan incómodo no era la mejor idea. El Vodoun me rodeaba y sentí un dardo de aprehensión. —Uh, ¿qué vas a hacer? Papa Obe sonrió y se puso en mi lugar. —Vamos a pedir al Loa que vele por ti. La magia espesó el aire y el olor de las hierbas se hizo agudo y penetrante. La cesta que colgaba estalló en llamas y el humo resultante de color azul oscuro se deslizó por el aire, moviéndose como si estuviera vivo. Giró alrededor de Papa Obe y le acarició la piel. Agité lejos de mí los zarcillos de humo zafiro que lamían mi cuello y hombros. —Sabes, estoy bien —chillé y agité mis manos con un aire de pánico. —No, ah, les molesta —Ro golpeó el tambor detrás de mí. Salté y me volví en redondo. Lex golpeó otro tambor e hice un trompo de nuevo, mi corazón latiendo irregularmente. Los ojos de Papa Obe rodaron y murmuró en sus manos ahuecadas, aspirando el humo y enviándolo hacia mí. Una enredadera de humo se precipitó en mi boca. Retrocediendo doblada en reverencia, mi cabeza llena de humo hasta que todos mis miembros se sentían pesados. El humo rizado salía de mi boca y me rodeaba, deslizándose sobre cada centímetro de mi piel. Los tambores aumentando constantemente el ritmo. Obe abrió las manos ampliamente y gritó algo en una lengua que no entendí, pero sus palabras golpeaban contra mis oídos dolorosamente, y los tambores me sacudían la cabeza una y otra vez. —Para —murmuré y caí de rodillas, pero el golpeteo continuó. Una ráfaga de viento agitó mi pelo, el humo azul se arremolinó contra mis piernas, y me rozó la cara. Los listones de madera de la cabaña gruñeron y sacudieron el techo chocando contra las bases. Levanté la vista juro que las expresiones de las máscaras del techo habían cambiado, los labios curvándose en sonrisas malvadas y los ojos girando como vórtices una y otra vez.

Me asusté a lo grande y me tambaleé a través de la cabaña con toda la intención de irme. Estaba segura de que las tablas del suelo no debían verse como serpientes marrones. Las elevaciones de arena se deslizaron entre las serpientes dibujadas y algunos granos saltaron a mis ojos. Me picaba y presioné mis dedos en las esquinas de mi nariz, cubriendo mi boca. Seguí moviéndome hacia la puerta. Ro se interpuso en mi camino. —No rompas el círculo —jadeó cerrando los ojos y luego coreó con Obe. Lex no decía nada. Se quedó allí, y me miró con los ojos rojos y una expresión en blanco, golpeando su tambor con golpes repetitivos. Mi boca estaba seca por el miedo y le lancé una mirada de terror a Tomas cuyos colmillos habían asomado y lanzaba miradas sospechosas entre los Vodoun. Tan abruptamente como había comenzado el alboroto, se detuvo, y un impulso repentino de energía oscura se deslizó en mi piel. Temblaba, mis miembros sufrían espasmos sin control hasta que quedé jadeando, con picazón en los ojos. Me estremecí, dándome cuenta de que tenía en la mano la bolsa de huesos y sangre junto a mi pecho. La empuje hacia Obe, que la tomó y la ató a su pecho. —Eso debería darte algún tipo de protección —puso una mano en su oreja—, los susurros me dicen que lo necesitas. No le dije nada. Me volví hacia Ro. —Me gustaría irme por favor. Ahora. Dejo su tambor en el suelo y se secó el sudor de la frente. Las cuentas del final de sus trenzas chocaron entre ellas cuando negó con la cabeza. —Irte, ¿a dónde? Tienes que descansar, Rae. Me envolví la cintura con los brazos y envíe una mirada de disculpa a Papa Obre. Después de todo, en su propia forma espeluznante, estaba siendo hospitalario. —No puedo quedarme aquí. Podemos volver al templo esta noche. Amelia, Nimah y Runt necesitan mi ayuda. La idea de dejarlos abandonados en esa cárcel terrible me revuelve el estómago. A mi naturaleza no le gusta estar aquí. No voy a ser capaz de dormir. Por favor, estoy bien, solo quiero irme. Ro me estudiaba. —Esos demonios valen la pena, ¿eh? Agité la cabeza.

—Hice un trato con su Alpha. Tenemos una oportunidad real de sacarlos con vida y sin que sean vistos a través del túnel si actuamos rápido. Puede ser que ni siquiera hayan encontrado al clérigo escondido en la mazmorra de mi casa aún. Él compartió una mirada con Papa Obe que inclinó la cabeza. Ro crujió su cuello y se encogió de hombros. —Di-so. Si volver es lo que quieres, entonces voy contigo. —Lo siento. No me refiero a que se pongan en más peligro, pero tengo que hacer esto. Ustedes pueden quedarse aquí, seguros. —No. Nos quedamos con ustedes —dijo Lex a mi lado y yo salté llevándome la mano al corazón. —Decidido —dijo Tomas a mitad de camino con la puerta entreabierta. Ro abrazó a su mentor y murmuró su agradecimiento. Obe estrechó la parte posterior de la cabeza y murmuró una oración empujando los dedos en la frente de Ro. Lex inclinó la cabeza ante el Houngan en una muestra de respeto, luego a la izquierda sin mirar atrás. Papa Obe se deslizó delante de mí cuando traté de salir. Al escuchar mi grito sobresaltado, Tomas volvió sobre sus pasos como un rayo y agarró al hombre por la garganta. Papa Obe rodó los ojos hacia atrás de nuevo y las máscaras sacudieron el techo. Las rodillas de Tomas se doblaron y cayó como una piedra. Enfurecida, abrí el Houngan pero él levanto la palma de su mano. —Escúchame, tengo un mensaje desde el otro lado para ti —dijo con calma—, no es algo que suceda a menudo, así que te sugiero que escuches. Saqué mi barbilla hacia afuera y asentí con la cabeza enérgicamente, mi vista saltando de su rostro a la figura rígida de Tomas. —Ama a tu familia y todo estará bien —dijo. El tono de su voz cambio radicalmente. Se hizo más suave y más antigua. Bueno, eso fue muy útil. Yo amo a mi familia; Conall era el más querido para mí. —Ta —murmuré, y me deslicé por su lado. El cuerpo rígido de Tomas se relajó cuando Obe cerró la puerta. Los ojos revolotearon abiertos y se sacudió el aturdimiento, envío una mirada de odio a la cabaña y una acusándome a mí. Con un encogimiento de hombros, le recordé. —Lo agarraste.

Suspiró y se alejó. Le seguí con una sonrisa mordaz. Pasando junto a la cabra me detuve y me mordí el labio. Me miró con tal ingenuidad que me fundí en su interior. Miré a izquierda y derecha, luego desaté la cuerda alrededor de su cuello y di un golpe con el pie, hasta que salió al trote. Con suerte, disfrutaría de un poco de libertad antes de que se encontrara dentro de algunos barrios pobres con hambre y habitara la olla en alguna cocina. Mi mirada se desvió de nuevo a la choza de Papa Obe… mejor que la cabra alimentara a una familia hambrienta que muriera con el cuchillo ceremonial en nombre de la magia negra. Volvimos al templo sin problemas, y estaba tan emocionada acerca de cómo rescatarlos que apenas pensé en lo extraño que era hacerlo de nuevo sin ver a los clérigos de guardia. Sabía que no podía dar a conocer exactamente mi huida para no causar una histeria colectiva, pero aun así ¿nada? Al amparo de la oscuridad nos reunimos en la boca del túnel en el muro del complejo que conducía a las habitaciones bajo el templo de la Secta. Sin disminuir la velocidad, sin decir una palabra, Tomas se agachó en el túnel y desapareció. Apreté mi espalda en la pared y crucé los brazos sobre el pecho. Me deslicé sobre mi culo y sonreí con fuerza. —Lex, ¿lo tienes? —Ella me echó una larga mirada y luego asintió. —No tomara mucho tiempo. Deben estar en una sala más abajo. —Se agachó en el túnel y estaba tan delgada que la oscuridad la atrapó en un momento. Ro salió un poco y se detuvo, ladeando la cabeza hacia mi interrogante. Negué con la cabeza. —El hierro —expliqué agradecida de que hubiera dos motivos por los que no podía ir por ese túnel —las paredes y las puertas están pintadas con él—. Me debilita y voy a ser más un estorbo que una ayuda. Traerlos a fuera y regresar. Voy a seguir a cualquiera que entre aquí después de ti. Ro resopló y se fue. Me senté con la espalda en la pared manteniendo mis sentidos alerta en caso de que volvieran los clérigos de patrulla. El olor del hierro flotando fuera del túnel me hacía sentir verdaderamente mal, y me deslicé más lejos de la abertura para orientar mi nariz hacia la brisa. El miedo de volver a bajar a un pequeño lugar de hacinamiento era estúpido. No podía tener miedo, ¿qué pasaría si Lex o Tomas no hubieran estado aquí? Habría tenido que ir yo misma y tratar con él. Miré hacia el cielo. Todavía teníamos la mayor parte de la noche

para trabajar con ellos. Cuando los sacáramos podríamos ocultarnos en el bosque hasta que supiéramos donde ir. No había duda de que Amelia y Nimah querrían ir a casa, pero la ubicación de Breandan había cambiado. Independientemente de lo que sostenía, se había ido antes de que él se acercara a mí a una velocidad tremenda. A solas con mis pensamientos las dudas se arrastraban de vuelta. Las cosas estaban empezando a tener demasiado sentido para mí. Cuanto más aprendía, más me empezaba a creer que tenía por objetivo inducir a estos demonios de la oscuridad. Tan imposible como parecía, ellos me oyeron y respetaron mi opinión. No importaba cuantas veces metiera la pata o dije algo entupido, aún se volvían hacia mí y confiaban en mi palabra. Aún más preocupante, aunque no pude luchar por ellos y ser la guerrera que necesitaban, todavía imaginé que estaba destinada a ser su Sacerdotisa. Ser una voz de la razón cuando otros condenaban la raza humana era una cosa, ser la líder de toda una raza por milenios, era otra. Un ruido de crujido me llamo la atención y me deslicé en cuclillas para extender mis alas. Hubo una suave maldición, más ramas romperse y me relaje. Conocía esa voz. Me incorporé y pase los brazos sobre mi pecho, disipando mi inquietud. Ana salió de entre los arbustos y se quedó inmóvil cuando me vio. Su cabello rubio estaba trenzado en una trenza compleja y algunos mechones enmarcaban su cara de duende. Ana era pequeña, más baja que yo y la más pequeña del grupo. Llevaba una divertida sombra de ojos azul y pómulos salientes. Ana la Bruja Blanca, era joven y de gran poder, muy poderosa. Podía ver el futuro posible de las personas que miraba o tocaba y era muy conocida por las hadas como la Vidente. Incluso ahora, con los ojos vidriosos mientras me miraba. Ana me había dicho que Breandan y yo éramos abrumadores y que teníamos muchos futuros, cada uno más peligroso que el anterior. Lo que quiera que viera cuando me miró, era ahora su problema. —No deberías estar aquí —murmuró. Arqueé la ceja. —¿Qué demonios estás haciendo aquí Ana? —Entrecerré los ojos—. Sé que vives en la parte alta, estas fuera del camino que lleva al Templo. Ella se desenredó de las ramas atrapadas en su ropa, y se me acercó. Vacilante, rozó las puntas de sus dedos sobre la pared del templo y se estremeció. —Estaba siguiendo la fuerza de la magia negra. Créeme cuando digo que estoy más sorprendida de verte aquí —siguió la línea de sus labios y extendió las manos hacia fuera delante de ella—, estoy aquí porque alguien está trabajando un hechizo. De gran alcance. —¿Alguien lo sabe? —pregunté curiosa.

Sus ojos parpadearon, fuera de foco, e hizo una mueca. —Es posible, pero los profesionales superiores de la brujería no dejan una firma en su fundición y la cantidad de poder lanzado aquí es inmensa. —Ella se encogió de hombros y su mano cayo—, los antiguos miembros de mi grupo tenían tanto poder —se centró en mi repentinamente y su mano se levantó una vez más para sentir el aire, pero esta vez a mi alrededor—. Tienes el hedor de la muerte y tus futuros son confusos a la vista. ¿Qué has estado haciendo? Me acordé de la ceremonia de bendición con una arcada de repulsión. —No lo quieras saber. —Quitando el pelo de mi cara, restregué los dientes de arriba sobre mi labio superior pensativa—. Uh, nunca me di cuenta de que pertenecías a una secta. —Ya no —dijo ella sin problemas—. Lo hacía, por supuesto, pero me fui. ¿No te lo dije? Me encogí de hombros quitándole importancia. —Tal vez. —Así que estas aquí por… los cambiantes. Pensé que ya andarías con Devlin a estas alturas. ¿Qué sucedió con el Grimo…? —Ella parecía preocupada, y se frotó las sienes enfocándose—. Esto es tan extraño. Ya no puedo verlo más. Su camino ya no está entrelazado con el tuyo. El simplemente… se fue —me disparó una mirada perpleja. —¿Qué significa eso? —me miró irritada. —Ya hemos tenido esta discusión antes. No te puedo decir los porque. Solo te puedo decir lo que es y que no es. No me gusta repetírtelo. —Que útil —dije secamente—. Tal vez Breandan lo sepa. —Como sea. No estoy aquí para andar lanzando teorías por ahí contigo. Estoy aquí para… —Se detuvo y ladeó la cabeza mirando a través de mí. Giré los ojos para verla y mis cejas se arrugaron. —Tu estas aquí para… —Aplaudí frente su rostro. Se sacudió, y luego giró su cabeza hacia la apertura del túnel. —Vine aquí para detener la brujería, pero como estas aquí… —Ana retrocedió sacudiendo la cabeza—. Los vampiros están ahí abajo —retrocedió otro paso—. No debería haber venido.

—Quédate —le supliqué y escuché los sonidos que venían del túnel. Un grito ahogado se cortó a mitad de camino. Suaves gruñidos eran ahogados por lo gritos que casi rugían del terror. Cuando ella tomó otro paso, la sujeté con la mirada. —Dijiste que hay brujería aquí, y no estoy segura de poder manejarla por mí misma sin Breandan. —Tomé un profundo respiro—. Así que por favor quédate conmigo. El sonido de abajo del túnel se hizo más fuerte. Escuché cuidadosamente el sonido de muchas personas subiendo a mucha velocidad. Podía oír las fluidas pisadas de Lex, sus dos pies separados casi indistinguiblemente. Los singulares pasos pesados de Ro, estaban un par de pasos detrás de ella. También podía oír lo que parecían ser garras raspando el suelo. ¿Patas? Ojos amarillos brillaron en la oscuridad, antes de que un puma saliera por la entrada del túnel un momento después, pasando por encima de mi cabeza. Amelia. Se volvió para gritarnos triunfalmente, su mandíbula manchada de sangre, se abrió para mostrarnos cuatro filosos caninos curvados hacia adentro. Nimah cayó detrás de su hermana. —Oh —dijo secamente—. Tu otra vez. Lex fue la siguiente en deslizase en la vista, su pecho empapado en sangre. Jadeando la miré. Bruscamente se pasó el dorso de la mano por la boca, se limpió la frente con la otra, pero solo lo empeoró, especialmente cuando metió un ensangrentado dedo en su boca y gimió. —Mmmm. Ro fue el próximo en tambalearse fuera del túnel, viéndose desconcertado, un pálido niño duende estaba unido a su espalda. —No fue tan sencillo esta vez —refunfuñó. Sangre caía por su sien, sus movimientos eran lentos. —¿Dónde está Tomas? —le pregunté y di un paso hacia la boca del túnel, y me detuve. Las paredes comenzaron a cerrarse a mí alrededor, y jadeé, tropezándome hacia atrás. No podía entrar ahí… No podía.

—Tomas —llamé, y mi voz resonó en la húmeda oscuridad. Un gruñido de respuesta y el sonido de botas raspando el suelo, resonó por el pasaje. Tomas apareció desde la oscuridad, un momento después, sus movimientos silenciosos y mortales. El arrastraba a un clérigo por la garganta, sus piernas agitándose mientras rasguñaba la mano de Tomas. Una ráfaga de viento, hizo que la capa carmesí se hiciera hacia atrás, y mi estómago dio un vuelco. —¿Jono? Este chico —que hace tan solo un par de días atrás, era mi discípulo compañero— dio un respingo ante su nombre, y miró hacia mí. Fijándose en mi cola y alas, se burló antes de que sus ojos se salieran de sus orbitas. El agarre de Tomas en su garganta se apretó mientras que con una mano lo levantó en el aire y lo miró fijo, desafiándolo a burlarse otra vez. Superando mi sorpresa, coloqué una mano en el frío brazo de Tomas. —No lo mates. Ya tenemos lo que vinimos a buscar, solo déjalo, y salgamos de aquí. Los ojos de mi vampiro se oscurecieron, lo negro de sus pupilas se extendía para manchar lo blanco. Sacó sus colmillos, y se enterraron el cuello de Jono. Me cubrí la boca con una mano, las lágrimas agolpándose en mis ojos, y sacudí la cabeza. Lex se agachó e hizo un sonido quejumbroso, cacheteando el convulsionante cuerpo de Jono. Cuando Tomas terminó, lanzó el tembloroso cuerpo hacia ella. Ella lo medio atrapó, y se cayó, rodando fuera de la vista, detrás de algunos arbustos. A continuación los sonidos de lagrimeo ahogado comenzaron. Jono gritó, pero fue cortado por un repugnante crujido. Chapoteó y ávidos murmullos de apreciación llegaron antes de que el sonido de succión fluyera por sobre el sonido de mi jadeo horrorizado. El húmedo sonido de carne siendo desgarrada hizo voltear mi estómago.

Me tapé la nariz y los oídos, para no sentir los horribles olores y sonidos. Ro parecía enfermo. Se golpeó la parte posterior de la cabeza con la palma de la mano y la sacudió. Tragando saliva poso sus ojos color avellanas en el piso. Lex salió a trompicones de atrás del arbusto, su piel blanca como tiza, empapada en sangre. Miró entre yo y Ro, con un sentimiento de culpa, intentó borrar la mayor parte de ella, su expresión suplicante. Nuevamente en su intento por limpiarse, solo desparramó más la sangre sobre sí misma. Más molesto aún, era el débil enrojecimiento de su piel, y la relajación en sus hombros, el aspecto de satisfacción en su rostro. Tomas me miraba sin comprender, entonces su mirada se desvío a Ana. Él la miró fríamente por un momento y luego cerró la boca en una delgada línea La bruja se veía horrorizada, y parecía haberse encogido a sí misma. Volvió los ojos hacia mí, y abrió la boca para hablar. La bocina sonó. Mis manos volaron a mis oídos, al igual que las de Nimah y Tomas. Amelia se quejó y frotó la cabeza contra las piernas de su gemela, irritada. La alama era malditamente alta, y yo no era la única que entrecerró los ojos por el dolor. —No nos podemos ir. Breandan está llegando —grité. Ana miró cautelosamente a Tomas y negó con la cabeza. —Rae, lo que está sucediendo dentro de esas paredes es una de las cosas más viles que he sentido. No debemos estar aquí. Confía en mí. Breandan no vendrá aquí, si puede sentir que te has ido. —Pero él cree que los clérigos me tienen, y sabe que no me iría sin los cambiantes. —El enlace… —Es confuso, no lo puedo precisar, como generalmente pasa cuando la presión es demasiado grande. Es como tratar de encontrar una gota de lluvia en un aguacero. Solo sé que es en lo mismo para él. Él no puede sentir exactamente en donde estoy solo la dirección a la que debe dirigirse, y pasara directamente a cualquier peligro que este al acecho en el interior del templo. No puedo arriesgarme a no estar aquí. ¿Qué pasa si me necesita o a mi poder? Presionó los costados de sus palmas en las cuencas de sus ojos.

—Rae… —Estoy de acuerdo con la bruja —dijo Tomas—. No debemos quedarnos. —Nos vamos a quedar —dije en voz alta terminantemente, resistiendo el impulso de pisar con el pie—. Él está viniendo aquí. No lo puedo dejar. —Ellos no entendían que físicamente no podía irme. Me dolía pensar en ir a cualquier dirección que no fuera hacia él—. Además si algo malo está pasando, tenemos que ayudar a los discípulos. —¿A las mismas personas que te cazarían y pondrían una bala en ti? —señaló Ro con furia. Le lance una mirada fría. —No todos son así y lo sabes. Tú no eres asíHinchó el pecho. —Yo soy un Vodoun no es la misma cosa. Aspiré profundamente, rezando por paciencia. Ana elevó las manos al aire. —El momento justo para que te salgan agallas. —Espetó sarcásticamente—. De veras, es perfecto. ¿Qué es lo que tienes en mente? —Bueno, uh, sería útil saber de qué tipo de hechizo estamos hablando. —Se siente como una convocación. El poder está siendo alimentado desde lejos y se vierte en alguien. —Hizo una pausa—. O en muchos alguien. Eso explicaría por qué la reverberación es tan grande —hizo un sonido de frustración—. ¿Por qué no es claro? ¿Por qué las brujas están buscando aquí algo? Es como si buscaran algo. —O a alguien —murmuró Tomas. A pesar de su aparente aversión del uno al otro compartieron una mirada de alarma. A continuación todos los ojos se volvieron a mí. —Ellos lo saben —susurró Ana—, de alguna manera las brujas saben sobre ti y en donde te encuentras. Es lo único que tiene sentido —se volvió hacia Tomas acusadora—. ¿Qué es lo que has hecho? —Nada —Susurró en respuesta. Levanté las dos palmas de mis manos.

—Bueno esto no es culpa mía. De la única bruja que he estado cerca es de ti Ana, qué culpas a Tomas de esto? Él ha estado aquí todo el tiempo.

¿y por

Ana levantó la barbilla. —No pretendas saber todo sobre él, Rae. —No me presiones bruja —gruñó Tomas. Ro respiró profundamente y le tendió una mano a Lex, quien la agarró y presionó contra su cara. Hizo una mueca pero no se apartó. —Oye tenemos que movernos. Estamos expuestos aquí, y ellos buscaran en el muro perimetral y las prisiones. En el mejor de los casos, los clérigos que asesinamos serán encontrados dentro de un par de minutos. —Me miró significativamente—. Tú sabes cómo funciona esto Rae. Como que grité en acuerdo con él, mis emociones de pronto, apretando mis vías respiratorias en un cruel agarre. Mi cabeza se giró en dirección al llamado de sirena, jadeé y temblé. —¿Rae? —llamó Ana, por sobre la alarma, sonando preocupada. Aspiré, y me ruboricé. Mi piel se sentía demasiado pequeña para mi cuerpo, apretada. Pasé una mano por mi vientre, dejando que mis dedos lentamente rozaran la suave tela. Mi aliento se aceleró hasta jadear. Eché mi pelo hacia atrás y recordé la sensación de Breandan, pasando sus manos por mi pelo. Amelia levantó la nariz y olfateó el aire por un momento. Sus ojos vagaron alrededor, antes de detenerse en mí y ronronear. Nimah, asomó la nariz, y olfateó también, entonces me miró extrañada. —Pensé que solo lo de mi especie tenían ciclos de apareamiento… pero ella huele como si estuviera celo. Al escuchar esto mis manos cayeron a mis lados y abrí la boca, pero mi atención fue desviada otra vez.

Mi corazón latía con fuerza, y mis rodillas temblaron. Mis alas se extendieron. Mi cola enrollada en mis piernas, se deslizaba de arriba abajo. Gemí y mis parpados cayeron, mientras me concentraba en un cosquilleante zumbido que se acercaba. —Rae —dijo Ana lentamente con los ojos desenfocados—. ¿Breandan está llegando? ¿Puedes sentirlo a través del vínculo? Asentí débilmente, con un suspiro en su nombre. —Está viniendo. —El irresistible tirón que tenía en todo mi cuerpo me balanceó en la dirección por la que venía. —¿Qué es lo que le pasa? —preguntó Nimah—. Esta más dispersa de lo normal. —Su falta de conciencia es un efecto secundario del vínculo. Ella y Breandan son dos partes de un mismo todo. A medida que se acerquen el impulso de tocarse irá aumentando hasta que, bueno, choquen entre sí y exploten. Él viene hacia ella y ella puede sentirlo. Ese nivel de emoción debe ser una distracción. Juro que solo pensar, en el cuerpo de Breandan bajo mis manos, hacía que mi vientre se calentara. Si hubiera estado en mi cuadro normal, hubiera estado avergonzada de la reacción de mi cuerpo. Me sentía sensible, como si el mero aire cepillando mi piel pudiera causar que yo… Tragué con fuerza. —¿Es esto normal? —Sacudí mis manos, intentado físicamente de alejar las sensaciones bajo mis huellas dactilares—. Siento como si fuera a sufrir una combustión a menos que él… Lo quiero a él, ahora mismo. Aquí en el suelo y luego yo… —me detuve abruptamente ruborizándome furiosamente. —Por favor continúa —dijo Nimah secamente, claramente disfrutando el espectáculo que estaba dando. Ro se rió, Lex parecía perpleja, y Ana tenía las mejillas color rosa, y evitaba mirarme a los ojos. Tomas se quedó en silencio, asimilando esto, viéndose sumamente molesto. —Te lo dije —dijo Ana sacudiendo la cabeza—. Te dije como iba a ser. Me giré y la señalé con un dedo.

—Jamás me dijiste que sería así. Nunca me dijiste que lo querría para… solo… un guh. Lo deseo. —Necesitas calmarte —me ordenó—. No eres buena para nosotros de esta manera. Recorriendo mi cuerpo con las manos, me estremecí, pensando en los labios de Breandan en los míos, sus manos en mi cintura, en mi espalda. Sus caderas moviéndose… Mis ojos aterrizaron en la pared del templo, y luego cayeron. Ana siguió mi mirada y lloriqueó. —¡Espera! Demasiado Tarde, brinqué, batí mis alas compensando el salto, y aterricé silenciosamente en el otro lado. No es un impresionante aterrizaje silencioso importara. Caí justo enfrente de dos clérigos. Ellos saltaron, se miraron el uno al otro perplejos, entonces sacaron sus armas y tomaron la posición de guerreros. Aclamaron inmediatamente y el borde del patio se llenó de Clérigos. —...Así que necesitamos atraparla. —Escuché la agitada voz de Ana del otro lado de la pared, mientras me detenía e intentaba decidir qué era lo mejor para hacer aquí. No quería lastimarlos, pero por la forma en la que avanzaban hacia mí, claramente tenían toda la intención de lastimarme. Lex aterrizó en la espalda de uno de los Clérigos, clavándole los pulgares en los ojos. Tomas apareció por detrás del otro y le quebró el cuello. El grito de que no los mataran murió en mis labios. Era muy tarde. Amelia y Nimah aterrizaron a mi lado; ambas como humanas, y se apoderaron de mis brazos. —Muy lista hada —suspiró moviendo la cabeza. Me moría de ganas de quitarle la sonrisa de su bonita cara, pero, golpearla a ella sería como golpear a Amelia, que si me caía bien. Ro gateó sobre la pared, las desatadas botas pateando salvajemente, con Runt aún colgado de su espalda. Saltó al árbol más cercano, agarrándose de la rama para deslizarse hacia abajo. Runt cayó y golpeó el suelo, pero estuvo de nuevo en sus pies en un instante. La cara de Ana seguía roja por el esfuerzo de la escalada. Ambos pies en tierra firme, caminando calmadamente, se me acercó y puso las manos en sus caderas, frunció el ceño a los Clérigos muertos. Más bien le frunció el ceño a Tomas, quien se había pegado a un

cuello, sorbiendo. Todos lo miramos por un momento más o menos luego se asustó y miró hacia otro lado. Los vampiros eran bastante aterradores. Odiaría tener que tratar con más de uno a la vez, creo que mi corazón no sobreviviría. —Rae, cuando tú y Breandan contacten, ninguno de nosotros debe estar en el área inmediata —dijo Ana. Fijé mis ojos en el horizonte, hacia la dirección que sabía que Breandan venía. Cada pasó que daba aumentaba mi conocimiento de él. Se movía más cerca hacia una hoguera y con cada paso que daba hacia ella la temperatura aumentaba. Justo ahora el calor era un bálsamo en mi piel, calentándose y pronto me quemaría. Necesitaba tocarlo, sostenerlo, lamer… Dedos golpearon mi frente. —Rae, enfócate. —Parpadeé varias veces y miré hacía Ana. Su cara estaba justo en la mía y di medio paso hacia atrás antes que me tomara de los hombros para sacudirme. Dioses, la manera que ella se comportaba me recordaba a mí misma. —Debes esperar antes de conectar. Quieres rasgar su ropa, pero tienes que esperar. Al oír esas palabras, le enseñé mis dientes, burbujeantes de ira. —¿Por qué? Hemos estado separados por mucho tiempo. Él es mío. Mi voz era un gruñido. Ella suspiró. —¿Te escuchas a ti misma? ¿Algo de lo que estás haciendo ahora mismo te parece sano y lógico? Tienes que darnos tiempo para escapar antes de que conecten. No dejes que el vínculo te controle. Contrólalo y debes… En realidad ya no la escuchaba, asentí ardientemente, mis ojos errantes cruzaban el patio, sobre la cabeza de Clérigos amontonados. —¿No lo sientes… —yo gemía y se acercó. —Todo es cada vez más caliente y nervioso dentro de mí. Ana pisó el gran círculo mascullando maldiciones. Tomas dejó caer el cuerpo del Clérigo del que había estado bebiendo al suelo, luego cogió la muñeca de otro. Lex le miraba con avidez, pero Ro tenía un férreo control sobre ella con una expresión pétrea.

—¿Cuál es el gran problema? —preguntó Nimah mirándome—. Ella y el chico se acostaran y ella se relajara. Todas las hembras se vuelven locas una vez cada temporada en el Orgullo; así que en el momento que ellos se emparejen estarán bien. —¿Cuánto hace que ella y Breandan están separados? —Por lo menos —Amelia miró hacia arriba y hacia la izquierda—, diez horas. Ana frunció el ceño, preocupada. —La acumulación de poder comienza desde el momento en que se dejan de tocar. No es tan malo si se separan y mantienen la distancia física relativamente pequeña. Digo, si son cinco minutos del otro durante medio día, puedes ver la chispa cuando se tocan, no hay nada de qué alarmarse. A través de una distancia que estamos buscando en una ráfaga radial cerca de una milla. —¿Ráfaga radial? —Amelia hizo eco, sorprendida. —Y el vínculo reacciona a sus estados emocionales. Si ellos están felices y solo separados en agradables circunstancias, el efecto no sería tan poderoso. Pero con la mente de Rae en tensión, y puedes apostar que Breandan está casi mordiéndose los dedos por falta de contacto con ella… —dejó la oración desvaneciéndose—. En base a lo que he visto hace pocos días, ellos no pueden controlar su vínculo todavía. Un nexo se abrirá y ya que probablemente se centrará en la necesidad del uno por el otro, serán absorbidos en la sensación, no en la magia explotando a su alrededor. Con práctica serán capaces de manipular la conexión para lograr maravillas. Pero eso toma autocontrol. Cuando la presión está en Rae no es tan grande el auto control. —Ella me señaló y su voz era chillona—. ¿Ella luce en control? Justo ahora todo los que van a manejar es una explosión de energía en bruto en la que todos vamos a quedar atrapados. Algo de lo que dijo se filtró en mí. —Estás tratando de decir que si Breandan me toca —a pesar de todo temblaba en anticipación a su contacto—, cuando ustedes estén cerca, eso… —¿Podríamos morir? Sí. Estoy viendo unos caminos donde colisionas sin advertencia y puedo decirte que no es bonito… para nadie más que para ti. Todo lo que veo es oscuridad y podría traducirse vagamente a que estoy muerta. —Váyanse entonces —murmuré. Amelia y Nimah tiempo dieron un paso hacia atrás al mismo tiempo con los ojos muy abiertos. Se miraron la una a la otra y vi el instinto de llegar lo más lejos de mí, en conflicto con su instinto apoyar a la única quien los había rescatado.

Por lo menos cuarenta Clérigos estaban esparcidos por el lado opuesto del patio ahora, nos miraban con recelo. Amelia se giró hacia mí, me agarró los brazos en un apretón de muerte. —¿Por qué has vuelto por nosotros? Me las arreglé para apartar los ojos del mar de color carmesí y fruncí el ceño hacia ella. —He hecho un juramento. —Me encogí de hombros—. Tuve que mantenerlo. —Padre dice que las hadas están obligadas por su magia a mantener su palabra —dijo Nimah a su hermana, pero ella no sonó convencida. Amelia estaba luchando. Dejó mi brazo y miró a los Clérigos, cuyo número aún era mayor. —Las oportunidades de sobrevivir a esto… ¿Por qué has vuelto? —Ella estaba verdaderamente asombrada—. Pudiste correr hacía tu compañero. Runt parpadeó hacia mí también. Tragué saliva. Escuché las mentiras llenar mis oídos, proclamaciones de esto de alguna manera me beneficiaba, pero en verdad, nunca nada acerca de esta situación había sido bueno para mí. Sí, había hecho un trato, pero pude haberlos dejado allí e irme de vuelta al Orgullo. Sabía en mi corazón que la Secta los habría movido y entonces, ¿cómo los hubiéramos encontrado otra vez? No podía dejarlos sabiendo que las cosas horribles durarían… posiblemente pero desde que Tu se enfureció por mi escape. —Fue mi responsabilidad. Me siento… —suspiré—. Me siento responsable de ti. Observó mi rostro en blanco cuidadosamente. Su rostro se suavizó como si hubiera encontrado la respuesta a una pregunta compleja. —Así que tú eres la Sacerdotisa de las hadas que he estado buscando. —Ella se frotó su propia frente. —¿Es eso lo que el dorado en tu cabeza significa? Nunca he visto eso antes. Dudé. —¿Por qué piensas eso? —Somos cazadores que tratamos de mantenernos al margen del lio que ese tipo de demonio ha creado para sí mismo, pero tú eres legendaria. Cada demonio aprendido sobre ti. Eso y Conall el hada han estado buscándote por mucho tiempo.

—Tú sabes de mi hermano —susurré. Ella sonrió. —Mi bisabuela era de mi edad la primera vez que vino a nuestro Orgullo buscando palabras de ti. No había tiempo para pensar en lo que acababa de aprender. Mi pasado era la clave para mi futuro, pero cada vez que buscaba la fuerza y el coraje para mirar hacia atrás, no encontraba nada más que muerte, horror y dolor. Mi cabeza colgaba mientras respiraba la esencia de los tambores de fuego. Era familiar y reconfortante… el olor de las cenizas y el hormigón húmedo. Puntos de fuego con llamas que parecían purpuras rompieron la noche sólida. Las estrellas no brillaban arriba, no había muchas nubes que cubrieran el cielo. —Siento que tengamos que luchar —dije—, pero por favor traten de no matar a nadie, especialmente a los Discípulos. Ellos simplemente no entienden. Los cambiadores llegaron a una decisión y asintieron entre sí. Amelia dijo: —Estamos contigo, Rae. Al volver para salvarnos te has ganado nuestra lealtad. Nuestro Alfa aprobaría esta alianza. Nimah no parpadeó por la decisión rápida de Amelia. Reconoció y respetó las palabras de su hermana, sin lugar a dudas, lo que fue interesante ya que Nimah no parecía seguir a otros sin causar problemas. —Voy a convertirme. —Amelia terminó firmemente y se agachó, su cara retorciéndose en una mueca. —Hadas locas van a conseguir que nos maten —murmuró Nimah y miró a su hermana iniciar su cambio. Su mirada se desvió hacia mí. —Si ella no fuera una mujer Alfa esto habría sido de una manera diferente. Quiero que lo sepas. Me encogí de hombros, mi atención se centraba ya en otros lugares. Demonios, era apenas era consciente del calor abrasador que emanaba del cuerpo tembloroso de Amelia. Su llanto estridente mientras que sus huesos y sus músculos aparecían rasgando, no afecto mi nebulosa lujuria inducida. Una mano helada se posó en mi hombro, y salté.

Lex sonrió las runas en su mejilla se arrugaron. Me había atacado de nuevo. Su movimiento zombi fue tan escalofriante que no pude sentir, oír, u olerla en absoluto. Ella era un vacío. Si alguna vez se volvía a mí, iba a ser una fuerza a tener en cuenta. Su mano se deslizó por mi hombro y se movió hacia delante dirigirse al lado de Ro. Runt deambulaba alrededor del suelo, por sus tobillos mientras el movía el cuello de izquierda a derecha. Saltando de arriba abajo sobre el terreno, Ro cerró sus puños de una manera que mostraba que sabía cómo usarlos y levantó su barbilla de manera desafiante hacía la línea de Clérigos que avanzaban. Le ofrecí mi mano a Runt y complacido colocó su mano fría en la mía. Era tan pequeño y delgado. Pero se aferró a mí con una fuerza que desafió su frágil aspecto. Lo miré profundamente a los ojos y en voz seria dije: —Si muero tú corres, ¿entiendes? —Sus enormes ojos parpadearon hacía mí, luego asintió. Satisfecha, lo dejé ir. No estaba preocupada, él sabía cómo protegerse. Solo esperaba que él fuera capaz de escapar ileso si esto no acababa bien. Amelia había terminado de cambiar y se escabullía de ida y vuelta en de nuestra extraña línea defensiva. Ella era un poco más corpulenta que su hermana gemela, como humanos y en forma de gato, esto se manifestaba en una mayor definición muscular. Nimah permaneció humana, con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos entrecerrados mientras que iba avanzando en la línea de color rojo. Rápidamente, me pregunté qué aspecto tenía ella en forma de gato, y porque de las dos, Amelia siempre cambiaba. Tomas simplemente inclinó su cabeza hacia mí y desapareció en las sombras de la esquina del patio. Los Clérigos sacaron sus armas, los primeros dieron un paso adelante, con sus botas sobre el cemento. Discípulos, perturbados ahora nos miraban desde las sombras, rostros cenicientos y salvajes con la anticipación de lucha. Si ellos decidieran tomar armas y pelear no habría mucho tampoco. Magia o no magia, eran demasiados y no tenía el estómago para usar magia con intención de matar. —Él no lo llegara a tiempo —dije en voz baja, las lágrimas picando en mis ojos. Ana palmeó mi brazo y le resté importancia. Dioses, estas personas y el toque. —Ten fe, Rae —dijo—. Él va a llegar pronto. Él te encontrará. Tomando una respiración profunda, puse mis dos pies a distancia. Saqué fuerza de la confianza inquebrantable de Ana que mi compañero llegaría a tiempo para salvarme para

así poder salvarlo. Hmm. Este no era uno de mis movimientos más inteligentes. Entonces, ¿por qué se sentía como si necesitara estar aquí, justo ahora? Sentí que se acercaba, moviéndose imposiblemente rápido a través de la tierra para llegar a mi lado. Pude sentir la determinación, su único propósito de ponerse en contacto conmigo. Mi cola sonó como un látigo y mis alas, completamente curadas, se extendieron, reflejando un brillo dorado en el suelo ante nosotros. Me agarré a la Fuente, descubrí mis dientes y siseé amenazadoramente. Como un puñetazo en la tripa sentí un golpe de pánico llegando a mi mente. Quédate Quieta.

Sexto Capítulo Traducido por Eli25 y Rihano Corregido por Abrilnya

Los ojos se ampliaron y giré para buscar la fuente del ruido. Conocía su voz, su presencia, pero nunca le había sentido tan fuerte en mi mente antes. Un Clérigo gritando cayó desde el cielo, y golpeó el suelo en el centro del jardín con un alto golpazo, los brazos y las piernas extendidas. Esto en sí mismo habría causado una reacción de asombro, pero Conall estaba agachado sobre su pecho cuando levantó al Clérigo del suelo como un trineo creado para alborotar. El pelo oscuro de su amplio pecho desnudo fluía a través de sus hombros. Sus piernas musculosas estaban cubiertas con placas de cuero oscuro grabadas con hojas, y una correa de cuero aseguraba su espada en su espalda. Un Clérigo medio loco de la rabia se tiró hacia él y una pequeña bola de fuego apareció en la mano de Conall. La envió hacia el hombre con un amplio movimiento de tiro y colisionó con su cara en una ducha de chispas y sangre. Conall tranquilamente desenfundó su espada y sonó un gemido ululando en el cielo. Entonces dejó sus piernas separadas y se abrazó. La pared de Clérigos rugió de furia y surgieron hacia delante. Un remolino de fiero y miembros verdes cayeron para quedarse detrás de mi hermano. Maeve, con un arco en la mano, vestida en una armadura más elegante y más oscura que la de Conall, siseó a la línea de Clérigos. Apuntó su arco y envió una flecha volando en un suave movimiento fluido, hundiéndose como una sonda tazer, fue volando sobre las cabezas de los Clérigos como una pistola cuando su flecha le atravesó. Una pantera con el largo pelo blanco la seguía, y frotó su cuadrada cabeza y flanco de ébano a través de la espalda de sus pantorrillas.

Un puma macho, su cuerpo entero ondeando con músculo bajo el moteado pelo amarillo dorado, siguiéndole. El hombre gato, echando un ojo, tenía sedosos mechones resaltando de las puntas de sus orejas, y su boca abierta ampliamente para liberar un alto cordel de enfurecidos gruñidos. Amelia tiró hacia atrás su cabeza y gritó. Amontonó su miembro y juntó sus garras traseras, cortas, afiladas resonando rompiendo su garganta. Nimah parecía fiera a su lado balanceando de un lado a otro sus dedos curvados en garras. Las gemelas cambia formas se echaron una mirada mutuamente, de vuelta al macho puma, y saltaron hacia su Alfa. Lex se lanzó detrás de ellos, una raya blanca de muerte. Ro le siguió un momento después. Los demonios se lanzaron a sí mismos sobre la línea exterior de Clérigos, decidiendo la lucha y protegiéndome. Un Clérigo cayó demasiado cerca hacia las sombras y fue tirado de vuelta a la oscuridad. No apareció otra vez. Estaba espantada por eso, ellos, todos ellos me protegían. ¿No se suponía que era de la otra manera? Incluso cuando me inquieté por la seguridad de esos que luchaban por mí, fue el hada que se lanzó entre los Clérigos desde el tejado del Santuario lo que capturó mi total e inmediata atención. Los hombres que cayeron en rojas capas estaban lanzando gritos desde el tejado por un borró de negro y plata para aterrizar fuerte en el hormigón con un golpe enfermizo antes de que se movieran tranquilamente. Saltaron y aterrizaron protectoramente delante de los otros. Breandan. Abrí mi boca para llamarle pero la magia espesó el aire y fue prácticamente empujado abajo por mi garganta. Era asqueroso, vil, y tuve arcadas. No era la única afectada. La mano de Ana cubrió su boca y agarró su estómago. Incapaz de tomar la magia se alejó arremolinándose. Los Discípulos se sorprendieron, batiendo sus ropas y agarrando sus caras. En inquietante sintonía cayeron en silencio y tranquilos. A una señal escondida como uno caminaron hacia delante, pequeños cuchillos, y bastones descolgados de sus cinturones. Sus caras estaban vacías, como si las personalidades que les animaban no estuvieran allí ya. —Que Dios nos ayude —respiré.

—El hechizo —Ana suplicó indefensa—. Al menos sabemos todo lo que la magia oscura era por ahora. Lancé miradas desde los Discípulos, hacia los Clérigos, sobre los demonios, luego de vuelta a Ana. Dejé mi mandíbula. Ciertamente, desde el momento en el que vi a los Discípulos de pie en las afueras del jardín había decidido lo que estaba haciendo. Me tiré de vuelta sobre mis talones. —Oh, gracias a los dioses. Vas a quedarte fuera del peligroso camino. —Ana sonaba más allá de aliviada—. ¿Te gustaría intentar meditar conmigo para preparar el toque de Breandan? En algún futuro eso ayudará... —Sus ojos se desenfocaron—. Au, Rae. ¿De verdad? Agarrando su mano, la arrastré conmigo unos pocos pasos para que estuviéramos contra la pared para detener cualquier cosa que viniera detrás nuestra. Agachada saqué mi preocupación sobre mi labio. No iba a zambullirme en la pelea y a ser una molestia, pero eso no significaba que no pudiera ayudar de otra manera. —Los salvaré, Ana. Sé lo que soy. Ella señaló a los Discípulos cercanos a nosotras que intentaban rajar a Nimah con una cuchilla retocada. —Rae, enfrenta los hechos. Están aquí para matarnos —discutió ella. La chica cambia formas lo tiró con una pesada mano y se movió. Hice crujir mi nariz y sacudí mi cabeza. —La magia negra a un lado, creo que están en sus cabezas. No comprenden lo que realmente está ocurriendo. Solo necesito mostrarles que no somos el enemigo que han estado diciendo que somos. Nimah corrió de vuelta hacia nosotras cuando dos rápidos movimientos tiraron de su túnica y bajaron sus pantalones. Me sonrojé y me enfoqué en su cara. El cuerpo desnudo y temblando ella se movió hacia mí forzosamente. —Conocía tu ñoño plan de “no hagas daño a ningún Discípulo” era estúpido —siseó ella—. Mira el abrigo de Melia. Se ha estado deslizando una docena de veces intentando mutilar en lugar de matar.

Me estremecí cuando le dijo al puma que agarrara a alguien de los Clérigos por la mitad cuando su Alfa agarró al otro y ambos tiraron. La sangre chorreó como una fuente. —Por favor abstenerse de tomar miembros —añadí. Ella me miró. —¿Por qué te quitas la ropa? —preguntó Ana curiosamente con las mejillas rosas. Nimah deslizó una mirada astuta. Melia va a cambiar a humana para compartir su energía. Necesitará ropas, y yo cambiaré y tomaré su lugar. —Su voz tomó su suave tono—. Ana, ¿tu magia será bastante para conseguir que los humanos jóvenes retrocedan? La bruja blanca la sonrió y sintió el aire con sus palmas. —La magia aquí es fuerte, una poderosa oscura. Tendremos suerte si sobrevivimos a esto, ser empujada en dos direcciones a la vez sería agotador incluso para una mente de hada. — Me miró expectante—. ¿Hay alguna oportunidad de que la unión lo facilite un poco? Cerré mis ojos y me mordí mis labios. —No —respiré y toqué con una mano mis labios pensando en los suyos. —Bueno no eres un completo cuenco de locura —murmuró Nimah. Brillé hacia ella, pero mi atención volvió a lo que Ana dijo. —Este hechizo. Algo no está bien en él. Solo los Discípulos han sido afectados, pero no me han atrapado, Lex, o Ro, y son Discípulos también. —No eres humana, no debes lealtad a nadie excepto a ti misma, y esos viejos lazos se han roto. Y tus amigos apestan a hierbajos y magia negra, eso significa que solo puedes un Vo... Su mirada se desenfocó. Estremeciéndose, miró al suelo a mis pies con horror. Volvió a sí misma. Ana chocó contra mí y nos envió al suelo. Nimah ya estaba sobre nosotras. Aterricé fuerte sobre mi espalda, aplastando un ala debajo de mí y sintiendo mi cola atrapada debajo de mi cuchilla de hombro, y grité. Tres perversas afiladas dagas se deslizaron en el aire sobre mi cabeza. Con los ojos como platos miré al cielo de la noche. Luego moví mi cabeza para ver la longitud de mi cuerpo. Señalé al Clérigo que casi me había apuñalado, e intenté no sentir satisfacción cuando las fauces de Amelia se cerraron alrededor de su cuello y desgarraron su yugular cuando sus garras delanteras se hundieron en su pecho. Me giré hacia Ana que temblaba.

—Muy cerca —susurró ella. La muerte ya no me asustaba. Había rezado por ella, y ahora la veía como una amiga que ya había conocido. Mi voz era tranquila cuando dije: —¿Estabas diciendo? Ella me disparó una dura mirada y soltó la respiración lentamente. —El hechizo tiene de objetivo a los Discípulos leales a la Secta. Me puse de pie y escaneé la carnicería ante mí. Nimah arrastró a Ana por el brazo cuando miró hacia donde Amelia estaba tirada lejos del a pelea con su Alfa cerniéndose sobre ella protectoramente, liquidando a quien se acercara demasiado. —Tengo que ir —Nimah tiró su hombro corriendo hacia ellos. Ana y yo nos evaluamos mutuamente en silencio. —Es un hechizo, eres una bruja. Rómpelo —dije. —No creo que tenga el tipo de poder —contó Ana. Frunciendo el ceño, señalé a Zoe por el rabillo del ojo, el pelo morado y los ojos azules salvajes, trepando su camino a través de los cuerpos de los Clérigos para alcanzarme. —Usar mi magia ahora mismo sería peligroso y lo sabes, Ana, así que no. —Eres la Sacerdotisa hada, Rae. Nadie es tu mecha para tu crudo poder. Solo tienes que enfocarte. —Ella paró, se tambaleó hacia la oscura expresión en mi cara. Sus ojos pasaron a Zoe y la impaciencia retorció sus labios. —Bien, ¿estoy demasiado ocupada para que puedas hacerlo por favor? —Necesitaré tiempo para enfocar mis energías. Esto se llevará todo lo que tengo —gruñó con el aire de una mártir. Asentí afiladamente, sin apartar mis ojos de Zoe. Era alucinante. Mis ojos estaban en ella, mis oídos estaban en Ana, pero mi otro sentido se había extendido a través del jardín del Santuario. Podía sentir a todos los que me importaban. Estaba la testaruda chispa de Maeve, herida, pero entera, y un burbujeante silbido de oro que era Alec cerca de su lado. Un punto negro indicaba a Lex, y un placentero zumbido teñido con oscuridad cerca de lo que era Ro. Podía incluso sentir a las gemelas cambia formas, idénticos puntos brillantes de determinación, y

a Byron, el brillo naranja rodeándoles y protegiéndoles. Una brillante luz blanca resplandecía un rastro en el centro indicando nada menos que a mi hermano, Conall. Runt era una mancha de calidez marrón lanzada aquí y allí. Mi atención se quedó en la pesada nube de oscuridad pulsante que era Tomas, pero la alejé. Más querido que la oscuridad era el rubor de plata, un resplandor que ondeaba a través de las masas, y rodeaba todo. Podía sentir a los otros; las brumosas, nubladas y confusas conciencias de los Clérigos y los Discípulos, pero nadie era tan querido como los demonios que les luchaban. Mi sentido extra me dio la paz de la mente para enfocar todas mis energías en alguien delante de mí. Ana se arrodilló y giró su cara hacia el cielo. Levantó sus manos hacia arriba y cantó algo. Sacó una enmohecida daga de la banda de la cintura de sus pantalones, Zoe sonrió cruelmente haciendo que su cara de alguna manera se animara, pero la sonrisa no encontró sus ojos. Tenían una mirada vidriosa. Se sentía mal. Desnudé mis dientes hacia ella en amenaza, siseando cuando caminó más cerca. La voz de Ana se hizo más alta. —¡Purga la oscuridad y mantén la luz! Zoe se movió. Todos los Discípulos se movieron, y sus ojos temblaron como si alguien les hubiera golpeado en la parte de atrás de sus cabezas. El breve interludio pasó y siguieron luchando. Sacudiéndolo de Zoe avanzó a por mí otra vez. —¿Ana? —ladré sobre mi hombro. —No es lo bastante fuerte —jadeó ella—. Lo intentaré otra vez. Zoe me atacó, salvaje y descoordinada. Era demasiado fácil. Estampé mi puño en su cara y ella cayó como una piedra. Estremeciéndome como hice, arrastré su cuerpo inerte hacia donde Ana estaba arrodillada. —Mantén un ojo en ella —ordené y giré alrededor hacia el sonido de botas acercándose en el hormigón. Antes de que pudiera alejarme Ana agarró mi tobillo. —No es un hechizo —respiró ella. Me soltó y señaló los párpados de Zoe. Sus pupilas estaban contraídas en pequeños agujeros—. Mira sus ojos. Es un maleficio. Ha maldecido al Templo entero. Creo que puedo romperlo. Estreché mis ojos hacia ella.

—¿Él? —pregunté afiladamente. Ella me disparó una fría mirada. —Dame tiempo, Rae. Sujetando los brazos de Zoe con sus rodillas, se levantó y deslizó un cuchillo del interior de su bota. Sacó hierbas, huesos, y runas de una bolsa sobre su cintura y las dejó en el suelo a su lado. Levantando la mano de Zoe, la pinchó con una cuchilla y apretó para sacar algo de su sangre. Un Clérigo corrió hacia nosotras y salté para bloquearle desde donde Ana intentaba tratar con Zoe. El Clérigo balanceó su bastón hacia mi cabeza y me tiré y rodé. La longitud entera del acero chisporroteó y crujió con electricidad. Un roce de eso en mi piel y estuvo sobre mí. Atacó otra vez y perdió. Giré, pateando su pierna de debajo de él, y cuando su peso cambió abruptamente agarré sus hombros y le empujé para que golpeara su cabeza en el frío suelo. Otros tres nos localizaron y salieron de la pelea principal. —Por amor a Dios, Ana — chillé—. Corre. La chica vio a nuestros atacantes y comenzó a tirar más que situar las hierbas juntas. —Llamo a los poderes de la luz y la creación... —La voz de Ana cantó fuerte a través de los sonidos de muerte y violencia. Me levanté del suelo con mi pie destacado para impulsarme hacia el aire. Mi pierna trasera rotó alrededor hacia delante y azotó el frente. Mi talón impactó en la pared de pecho y lo usé como plataforma para empujar, girar y tirar mi cuerpo como una fuerza sobre mi otro atacante. Aterrizamos fuerte, él sobre su espalda. Unas manos de acero me levantaron y se tensaron alrededor de mi pecho. Mis alas estaban atrapadas torpemente en mi espalda y grité. Un puño golpeó al lado de mi cabeza y juro que vi las estrellas. Una raya de destellos blancos pasaron y oí un crujido. Estaba libre. Me giré pero el Clérigo ya estaba tirado como una piedra cuando palpé mi cabeza, el mundo estaba torcido. Me giré para darle las gracias a Lex pero ya se había ido. Una cuchilla que estaba sobre el objetivo que era mi pecho falló por pulgadas, y un corte sangraba en mi hombro hacia la parte interior del codo. Succioné un jadeo de aire a través de mis dientes por el escozor. Llevando mi rodilla para conectar con la carne suelta entre sus piernas, el Clérigo se arrugó en agonía.

Otra vez, fui a darle las gracias a Lex, pero las palabras murieron en mis labios. Ella estaba dominando a dos Clérigos. Agarrando un ensangrentado montón de pelo que estaba elegantemente posicionado a través de su pecho para equilibrar —perfectamente compuesta y arreglada como un pájaro mortal. Su pierna se levantó extendida y rompió de atrás a delante, golpeando a un Clérigo que se acercaba con la fuerza suficiente para que sus pies se alzaran del suelo. Pilló a otro de vuelta en su viaje. Saltó y aterrizó con él, ella encima. Aturdido él intentó ponerse de pie pero su peso le mantuvo abajo. Observé con horror como ella le acechaba, piernas, y brazos moviéndose como una araña, resoplando en su pecho antes de que ella se levantara y se lanzara hacia delante para romper su cuello. Entonces enterró sus dientes en su mejilla y desgarró su carne. Tuve arcadas y caí de rodillas. —No lo vi —susurré—. No lo vi. Respirando profundamente, medio vomité inhalando y teniendo arcadas secas hasta que tuve que presionar mis ojos cerrados. —... Y me encuentra la oscuridad que une a esas personas. —La voz de Ana era tranquila, firme cuando trabajaba en su hechizo—. Muéstramelo y disípalo de este lugar. Por mi poder, por mi derecho... Ligeramente fuera del lateral de la pelea estaba cambiando. Los Clérigos estaban perdiendo. Busqué a Breandan. Cuando le encontré jadeé alto y temblé. La velocidad, la fuerza era increíble. Él bailaba sus formas con una cara de muerte. Cuatro ya tumbados rotos a sus pies. Caminó hacia un lado y empujó el talón de su palma hacia arriba, golpeando una nariz. Chorros de sangre acompañaron el sonido del hueso roto. El Clérigo cayó, muerto antes de que golpeara el suelo. Sin tiempo entre medias, él cerró el espacio entre él y otro. Podría haber estado abrazando a un amante cuando sus brazos abrazaron a su enemigo. Sus manos encontraron algo y un rápido giro sacó al Clérigo del centro y lanzó al hombre a través de una pared a través del patio. El último Clérigo estaba de pie cerca fintando durante unos pocos momentos y Breandan se lanzó hacia delante con todo su pecho. El poder zumbó desde su ser y el aire crujió. La cara oscura y retraída era lo más aterrador que había visto nunca. El Clérigo voló. Un parpadeo de irritación a través de la cara de Breandan y el Clérigo salió volando hacia arriba con una fuerza oculta y golpeó su cabeza primero en un edificio antes de caer sin ninguna ceremonia en el suelo. Justo como yo le había buscado, él me buscó. Sus ojos siguieron el reguero de sangre en mi costado, goteando por mis dedos y su lánguido cuerpo se tensó. Sus ojos fueron hacia mi cara.

Levanté una mano hacia él pero un inesperado tirón me empujó en la otra dirección. Mis ojos saltaron sobre el patio y allí en el centro estaba el Clérigo Tu. Estaba de pies en la plataforma con la caja y gritó a los Discípulos para seguir adelante. ¿No se había dado cuenta de que estaban fuera de control? ¿Estaba tan cegado por el odio que no podía ver el verdadero mal en marcha? Alrededor de su cuello colgaba la llave —mis amuletos. Siguiendo el zumbido de poder ignoré esos que giraron a mí alrededor, cayendo delante de mí. Ignorando el grito de Breandan saltó la barricada, salté todas las manos que me alcanzaron para aterrizar delante de él, gruñendo. Arranqué la llave de su cuello. —Esto me pertenece. Positivamente estaba lista para descuartizarle. No estaba sedienta de sangre, no estaba en mi naturaleza, pero algunas personas lo habían conseguido. Salté sobre él. Él giró conmigo y me pateó fuera. Tomé el golpe hacia mi estómago y golpeé contra una pared. Eso escoció, pero apenas registré cuan extraño era, ser herida por una pared. Estaba enfocada, mis ojos nunca dejaron al Clérigo. Retorciendo para estar sobre mi estómago, surgí hacia arriba poniéndome de pies y cerrando las manos en puños. Le siseé, observando cómo se ponía de pies lentamente, sonriendo. Estreché mis ojos. No era la reacción que esperaba. Reaté los amuletos alrededor de mi cuello, feliz de que suspirasen y reajustaran sus ondas de poder para cubrirme. Aún, las ondas se sentían inestables, y decaían, dejándome expuesta. No tenía tiempo para morar en esta preocupante rareza ya que el Clérigo Tu consiguió afianzar su paso. Cambié de un lado a otro, lista para él. Cuando había sido golpeada en la abandonada sala blanca, había soñado con este momento, un tiempo cuando sería libre para golpearle en sumisión. No. No le quería matar; estaba más allá de eso, superior para semejante grosería. Le quería de rodillas y que me mirase con terror y reverencia. Ver que era mejor que él y oírle saber que estaba equivocado sobre mi raza. Dio el paso final luego paró. Sonriendo, presionó su mano en un panel de cristal y entró en la caja cuando la puerta se deslizó hacia abajo y nos encerró dentro. Me tensé completamente, mi corazón golpeaba mi pecho. Estaba en una caja. Una caja pequeña cortando de todo y de todos. ¡No, no, no!

Necesitaba salir. Quería salir. Giré y me lancé hacia la pared a la que había sido lanzada. La golpeé, ignorando la sangre que manchaba el cristal cuando lo hice. Los bordes de mis palmas sangraban y crepitaban. Sin palabras por la rabia, mi grito fue un gemido. Aporreé el cristal. Necesitaba salir, libre de ese lugar. Era una caja y necesitaba estar libre. El aire era succionado hacia fuera. Mi garganta estaba tensa y el sudor rompió en mi ceja bajando por mi cuello. El pecho subía y bajaba, caí de rodillas y me levanté para arañar un agujero en la parte inferior. La sólida madera crujió bajo mis garras, pero cuanto más profundo excavaba más cristal veía. Aterrada conseguí con esta frenética excavación hasta que Breandan golpeó al otro lado de la caja. Separó sus manos en el cristal y habló. No podía oírle; estaba tranquilo a parte de las profundas respiraciones del monstruo detrás de mí. Tranquila. El sentimiento era una instrucción. Infiernos no. Infiernos. No. No lo haría —no podía— estar tranquila aquí. Las lágrimas bajaron por mi cara, emborronando todo cuando lloriqueé. Él empujó el cristal, pillándome con la guardia baja. Ladeó su cabeza, su expresión fiera y decidida. Me arponeó con sus ojos, levantando su barbilla. Supe lo que estaba diciendo; llorar no ayudaría. Escribiendo en el suelo arrodillado y suplicando ser liberada no ayudaría. Necesitaba recomponerme y luchar. Hipando, succioné. Mis miembros inferiores temblaban pero controlé el miedo, volviéndolo a presionar hasta que fuera una burbuja de dolor baja en mi pecho. Podía convertirme en un caos histérico después, cuando estuviera a salvo y fuera de la vista. Los ojos de Breandan se clavaron sobre mi hombro y su cara se puso blanca. Me tensé y giré lentamente. El Clérigo Tu estaba de pies con las piernas separadas y la cara retorcida por el disgusto. Su chaqueta carmesí estaba salpicada de sangre y cantaba en los bordes. Uno de los negros sellos no estaba y una manga entera había sido rasgada, revelando un brazo rajado.

Me giré alrededor para presionar mi espalda en la pared, tomando lentamente respiraciones acompasadas.

El instinto para lanzarme hacia él y morderle y arañarle luchando con el miedo extenuante de que este hombre me había encerrado en un agujero y me cortó una y otra vez... levantándome intravenosamente para que él pudiera torturarme y atormentarme. Todo estaba bloqueado por la primordial urgencia de huir. Era buena corriendo. Pero no había a donde correr, estaba atrapada en esta caja y eso me trajo de vuelta al hecho de que no podía salir y que iba a morir atrapada como un animal herido. Estaba allí de vuelta, en la oscuridad... completamente sola. El golpe en el cristal detrás de mí hizo que mis ojos se abrieran de golpe. No estaba sola. Breandan estaba detrás de mí; él estaba allí. Necesitaba levantarme, ponerme de pies, y luchar. Intenté poner mi expresión dura y sin miedo. El efecto probablemente estaba arruinado desde que estaba encogida de miedo. La mano del Clérigo Tu brevemente se deslizó detrás de su espalda luego descansó a su lado. —Pensaba que escaparías de mí —dijo tranquilamente, los nudillos blancos donde agarraba la pistola. Levantó el cañón para apuntarlo hacia mi cara—. Oh, cuan loco estaba. Esta vez no cometeré el error de mantenerte con vida. Su dedo apretó el gatillo, pero yo moví el culo, usando golpe de velocidad agarrarme a su espalda y enterrar mis dientes en su cuello. ¿A los vampiros les gustaba hacer esto? ¿Ansiaban la vil sangre salada entrando en sus bocas? Era espesa, pegajosa, y sangrientamente asquerosa. Abracé mi mandíbula hacia abajo, llevando un máximo dolor, y flexioné mis garras, resistiendo la urgencia de sonreír cuando se hundieron más profundo en la carne de su abdomen. El Clérigo Tu no iba a caer fácilmente. Me golpeó fuerte en el costado. Gruñí pero me mantuve, sus codos no aterrizaban con bastante fuerza para doler. Cambiaba las tácticas y agarró mi pelo, y tiró con todo lo que tenía. Grité, mis dientes soltaron su cuello y desgarraron su piel cuando lo hice. Me alejó de él y aterricé fuerte sobre mi espalda, escupiendo una bocanada de sangre cuando lo hice, mi estómago estaba revuelto. Oh dioses, ahora no era el momento de ponerse enferma. Tuve arcadas secas una, dos veces haciendo un sonido de arcadas de disgusto antes de ponerlo bajo control. Un cuchillo destelló en su palma cuando se zambulló encima de mí, rugiendo por el enfado. Aparté mi cabeza para evitar la punta lanzada a mi ojo. Él lanzó puñetazos y patadas sobre mí cuando siseé, mordí, y arañé, demasiado salvaje para pensar en una pelea apropiada. Girando la graciosa postura, luché por mi vida; los dientes y las uñas me harían bien. Me las arreglé para clavarme debajo de sus rodillas —retorciéndome y maldiciendo— él cortó con la cuchilla a través de mi espalda. Grité al ardor instantáneo e intenso. Me cambió y me arrastré para lanzarme hacia delante, solo para conseguir que la cuchilla fuera con toda la

fuerza a mi hombro. Gritar no describía el fuerte grito que desgarró mi garganta cuando la punta de la cuchilla agujereó mi piel y luego se hundió, los bordes radiando un intenso ardor a través de mi brazo y costado. Mi brazo se torció y mi mejilla golpeó la madera. Breandan golpeó con sus puños el cristal, en silencio rugiendo de frustración. Observé como el hierro erosionaba su piel y dejaba manchas de sangre. El Clérigo Tu me rodeó, los ojos inyectados en sangre y locura, desenfocados. Su brazo se balanceó en la visa y vi que tenía un nuevo tatuaje, una runa de poder notando su nuevo rango en la jerarquía de la Secta. Sacudí mi cabeza por la incredulidad, mentalmente preparándome para el siguiente ataque. Necesitaba enfocarme y tomarle como una Sacerdotisa no un animal rabioso como había sido. Ahora si solo pudiera hacer que mi cuerpo entero dejara de temblar... —¿Sacerdote? —pregunté con tranquila convicción. —Esos viejos hombres han visto que necesitan a un guerrero como yo. —Señaló un dedo y lo giró una vez en el aire sobre su cabeza—. ¿Te gusta la caja? Fue construida para tus demonios. Partículas de plata y hierro han sido incrustadas en la superficie para debilitarte. —Se encogió de hombros—. A menudo me pregunto si estábamos perdiendo nuestro tiempo en semejante cosas pero ahora... su verdadero valor ha sido probado. —¿Realmente crees que esto es algo de valor? Crees que porque me atrapaste aquí eres un guerrero —me burlé y esta vez fue fácil invocar la emoción. La idea era irrisoria. Tiré mi cabeza hacia Breandan, aun intentando golpear un agujero a través del cristal—. Este es un guerrero. Mi hermano, el Mayor de mi familia es un guerrero. Yo soy una guerrea. Demonios, Runt el goblin es más guerrero que tú. Tú eres un maldito lunático. Me embistió. Giré fuera de su camino, pero su pesada bota aterrizó en mi hombro malo, dejándome sin respiración. Otra patada en mi estómago me hizo acurrucarme en una bola, las lágrimas en mis ojos. Sin aliento, fui levantada. El Clérigo Tu retorció mi brazo detrás de mi espalda y el punzante dolor fue suficiente para hacerme gritar. Recogió la pistola y presionó el cañón en mi mejilla. Las partículas de hierro alrededor de la montura crepitaron cuando tocaron mi piel. Breandan excavó en la pared de cristal con una daga, pero no estaba yendo muy lejos desde que el hierro drenaba su fuerza de hada. Retrocedió y un torbellino redondo azul de fuego apareció delante de él y lo lanzó hacia el cristal. Se disipó sin dejar un arañazo. Tres bolas de llamas azules más grandes de tamaño golpearon en la caja en una rápida sucesión pero no ocurrió nada. La cara de Breandan era oscura por la rabia y gritó a Ro quien buscaba el panel de control para abrir la puerta.

Levanté mi barbilla, negándome a tener miedo. Giré mi cabeza, el hierro quemaba un rastro a lo largo de mi clavícula cuando lo hice, y centré mi mirada en la de Breandan. El tiempo se detuvo y vi desesperación en sus ojos. Lucha. Su voz se hizo eco en mi mente. Estaba muy cansada, débil. No podía hacer nada más. No era lo bastante fuerte para seguir luchando durante una vida que no estaba siquiera segura de que quisiera. Algo tan grande como ser la Sacerdotisa de las hadas era demasiado grande para mí... demasiado grande para Rae. Ro dejó de intentar abrir la caja y gritó al Clérigo Tu a través del cristal, golpeando sus palmas contra él. Ladeó su pierna para patear el panel en un intento para conseguir abrir la puerta. Mi derrota, mi aceptación del final había hundido a Breandan de rodillas. Por favor. Él presionó su palma en el cristal. Por él. Mi respiración quedó atrapada en mi garganta y oí que mi propio corazón se detenía. Breandan intentaba con desesperación convencerme para luchar otra vez. Sabía de quién hablaba. ¿Cómo no podía verlo, no saber cuan absolutamente encaprichada y devota era? Mis ojos casi se cerraron pero se abrieron de golpe cuando el miedo de morir en la oscuridad en lugar de disfrutar de la luz plateada vino a mi mente. Con la respiración de la muerte bajando por mi cuello una y otra vez, reconocí la verdad de que estaba demasiado aterrada para decirlo en alto. Viviría por él, y por ningún otro. Nadie más tendría semejante llamamiento, y no por el vínculo, sino por quien era él. El chico que arriesgaría su vida para salvar a un vampiro que odiaba para hacerme feliz. El que daría su espalda a todo lo que había conocido para tener una oportunidad de estar conmigo. —Por ti —susurré cuando mis ojos se cerraron. El Clérigo Tu respiró en profundidad, oí su dedo deslizarse sobre el gatillo para apretarlo. El hombre estaba disfrutando de mi muerte antes de que hubiera ocurrido. Pensándolo bien yo había hecho lo mismo con él. El dolor explotó delante de mis ojos. ¡Egoísta! Lucha. No fue en alto, sino sin desmayos, y sin reservas el venerado murmullo del presente del momento de mi muerte. Tonificada y furiosa por la emoción me alimenté a través del

vínculo, me puse de pies, más rápido que la luz, y giré en la bola de mi pie. Jadeé. Tu miró hacia el espacio vacío de sus manos. Golpe. Retorcí su mano. Chasquido. La pistola explotó. No vi la bala rasgar a través de su piel. La oí. La carne de su estómago se hundió y golpeó su espalda esparciendo sus intestinos en el cristal de detrás. Los ojos abiertos como platos, la cara grabada por la sorpresa cuando se tambaleó hacia atrás. La pistola repiqueteó en el suelo. Tropecé hacia atrás, apenas registrando mi propio movimiento, mi mente luchando por controlar mi cuerpo. Supe el último pensamiento que pasó a través de su mente. Esta muerte no tenía que haber sido la suya. Estaba muy seguro de que sería la mía; que él había ganado. Los chicos buenos siempre ganan ¿verdad? Los demonios hadas con símbolos del mal presionado en sus frentes no podían derrotar a un dechado de virtud como él. —Estás equivocado —dije—. Soy mejor persona que tú, y estabas equivocado. Él se deslizó sobre sus propios intestinos y golpeó el suelo con un golpe apagado. No se levantaría otra vez. Las lágrimas amenazaron con caer y las forcé a retroceder. Nunca antes había tomado una vida y no la disfruté, pero no podía negar que estaba forzadamente satisfecha. Mi hombro ardió en dolor y lo roté para ayudar a curarse la suave herida que pronto sería nada cuando mi cuerpo curase. Estaba cubierta de dolores aunque nada presionaba tanto como el de mi corazón. Necesitaba salir de aquí. Caminé hacia la pared y apoyé mi frente y las palmas contra este, oyendo un pequeño tintineo cuando mi anillo golpeó el cristal. Dioses, estaba cansada, pero más fuerte a su lado, incluso con el hierro filtrado en el cristal. La magia salió disparada de mis dedos, alimentada por el vínculo. Di una triste risa. Tan simple. Si hubiera abierto el vínculo en primer lugar... si hubiera comprendido lo que Breandan estaba realmente intentando decir cuando estaba envuelta en pánico lo podía haber hecho desde el primer momento cuando fui atrapada. El cristal repicó, una alta nota de sonido antes de romperse, una tela de araña corriendo a los largo de la nubosa superficie. La caja se destrozó, y el cristal llovió sobre nosotros en plateados filosos que herían nuestra piel y se situaban en nuestro pelo y ropas como copos de nieve mortales.

El vínculo abruptamente aumentó en urgencia hasta que fue un dolor agudo. La lujuria me había devuelto lo que quería. Temblé, y me mordí el labio, sabiendo que él iba a tocarme, y sabiendo que simplemente me rompería en pedazos una vez lo hiciera. Breandan gruñó y levantó una mano. A lo lejos, como si oyera a través de la niebla un fiero rugido sonó en mis oídos. Conall saltó a la vista y chocó contra Breandan. Sentí el chorro del cambio del aire cuando mis dedos de hada se acurrucaron en mi brazo —las chispas chisporrotearon entre nosotros cuando él casi me tocó— antes de que se fuera. El ataque de Conall les llevó a ambos lejos de mí y vaciaron un cráter de polvo cuando golpearon en el suelo y patinaron a través de este. Él giró con mi hermano intentando clavarle en el suelo. Tropecé hacia delante; el vínculo era una cadena de acero que me tiraba más cerca, mi propia necesidad me empujaba a conectar. Pero cuando Conall tiró del brazo de Breandan su hombro se torció. El silencioso grito de Breandan cambió su enfoque a su propio dolor, cambiándolo, y permitiéndome la suficiente distancia para romper las ataduras irresistibles y recuperándome por mí misma. Un picor de energía giró sobre mi piel y la magia descendió para situarse cerca. Fruncí el ceño. Se sentía débil, una piscina de poder que pude empuñar sin pensar. Recordé. Ana. Su hechizo reunía fuerza. Conall y Breandan en un sumiso candado, y por los pensamientos que era capaz de recoger para ayudar a mis amigos, me giré y salté fuera de la plataforma. Cuando corrí de vuelta a donde había dejado a Ana, los Clérigos nos atacaron tropezando, sus ojos fijados en el cuerpo al lado del anillo de cristal que había hecho la caja. El más cercano a Ana conseguí notar que los rudimentarios Clérigos estaban divididos entre tenerme miedo a mí, o lo que fuera que estuviera haciendo la bruja blanca. Enfadada por cuánto tiempo me estaba llevando alcanzarla, salté; golpeando mis alas dos veces para navegar a través del resto del patio veinte pies en el aire. El viento silbó en mis oídos y golpeó mi pelo hacia atrás cuando caí y aterricé en un silencioso golpe. Mi rabo se agitó sobre mi cabeza y metí mis alas cerca de mi espalda. Ana estaba de pie rígida, los brazos abiertos de par en par y los rubios mechones se agitaban sobre su cara por el viento. Su cuerpo ardía en llamas negras que lamían el espacio a su alrededor y la protegían como un escudo.

Los Discípulos la rodeaban, las caras retorcidas más allá del reconocimiento, pero seguían, dudosos. Tomas paseaba sus ojos centrados en los Clérigos a mí alrededor. Una espeluznante magia sofocó la luz revertida y la aplastó hasta que se formó una silueta alta y esbelta. Cada pulso de magia que fluyó lo hizo más denso hasta que pude averiguar que la figura era un hombre. Tomas retrocedió. Retrocedió hasta una sombra, agachándose y desnudando sus colmillos. Su oscuridad le tapó hasta que no vi nada excepto sus ojos rojos brillando débilmente. —Listo, brujo —siseó Ana y las hierbas ardieron en enfermizas llamas verdes—. A bheith imithe —gritó ella y con una onda de su mano ordenó una ráfaga de viento para llevarse con el hechizo el humo de la cara de la figura fantasmal. El cuerpo de sombras aumentó regularmente en poder y potencialmente hasta que sus bordes borrosos bruscamente se enfocaron. Transparente y envuelto en oscuridad ignoró a Ana, y su cabeza cubierta lentamente se giró hasta que me miró directamente. Su cabeza se ladeó en un saludo y di un paso hacia delante. Un brazo cubierto se levantó hasta que la ropa-sombra cayó, y una palma fuerte me detuvo en mi camino. La voz que me saludó era suave y de tono reverente. —Feicim tú, deirfiúr. —Volvió a mirar a Ana—. Hija, no puedes desterrarme. —La figura suspiró—. Gach gur éirigh idir linn go bhfuil dearmad a dhéanamh. Mi niña, ven a casa. Tu Aquelarre te echa de menos. —La voz era melódica y giró sobre mí suavemente. No había oído una voz tan atractiva a menos que viniera de los labios de un hada. Ana palideció. —Ní féidir liom ar ais. Estoy con mi familia —susurró ella de vuelta. La figura crepitó con poder y desaprobación. —Aparta de mi camino. No tengo deseos de hacerte daño, pero eres la única que puede empujarme. Noté la mano de Ana sangrando, la sangre caía de sus dedos laxos en su altar. El charco de sangre que se formaba debajo de las llamas verdes hervía y se volvía negro cuando observé. La bruja blanca parecía incapaz de apartar la mirada de la figura encapuchada. Levantando una mano con mis sentidos fui capaz de sentir fácilmente la unión entre ella y el poder oscuro del brujo. Por supuesto que ella no podía desterrarle. Era sangre, la fuerza de la vida de todas las cosas lo que alimentaban a este brujo. Ella había intentado desterrar

a alguien de su propia raza, pero en lugar de vencer con su poder la figura se alimentaba para ser más fuerte. Podía verlo, su poder succionaba el de ella, haciéndola más débil por momentos. Ana había tenido razón. No debería haber sido ella la que lanzara el hechizo de contención. En cinco pasos, llegué a su lado y le arrebaté la daga de su puño flojo. Deslicé la cuchilla curvada a través de mi antebrazo profundamente, gruñendo por el dolor. La sangre fluyó como un río y sentí un ligero momento de mareo. La siguiente vez la deslizaría por mi palma que era más seguro. Sentí la magia sujetándome en un vicio como agarre y comenzó a succionar en energía restante. Sin haber liberado la presión del vínculo con Breandan, o haberme recargado después de mi horrorosa experiencia con el Clérigo Tu, estaba débil y seguía debilitándome. Sujetando mi ensangrentado brazo sobre las llamas verdes mascullé. —Mi sangre —agarré la mano de Ana para abrirla—. Su sangre. —Ella se estremeció e intentó apartarse, pero la sujeté conmigo cuando mis rodillas cedieron. Deslicé el hombro de Zoe tirando la daga lejos y situé nuestras manos empapadas en sangre sobre el corte—. Su sangre. Genial, ¿ahora qué? —Por mi poder por mi derecho —murmuró Ana en mi oído, sus ojos centrados desafiantes en el brujo. —¡Por mi poder! ¡Por mi derecho, yo... La magia negra me golpeó en la cara. Me ahogué en mis palabras, la cabeza cayó hacia atrás. Ana agarró mis hombros y me situó derecha. Buscando en la bolsa de su cintura sacó alguna porquería verde que una vez me dio de comer antes y lo forzó a pasar por mis labios presionados. Sabiendo que necesitaba energía tragué y una ola de magia curativa cayó sobre mí. El fantasma tembló, y holgada capucha cayó hacia atrás para revelar a un fascinante hombre apuesto con pelo oscuro con mechones rubios miel. Tenía brillantes orbes blancos por ojos con asombrosos iris dorados, multifacético como joyas. Una sonrisa divertida curvaba sus labios cuando su mirada descansó en mis alas. Su expresión estaba llena de desprecio y completa auto confianza. Miré a Ana quien se encogió a mi lado. Miró la imagen rajada de él, la misma nariz, y las suaves cejas marrones con una frente alta y distintos picos de viuda. De alguna manera,

mientras la cara de Ana estaba cubierta en una enfermiza sábana de sudor, la suya estaba seca como la ceniza, y contraída por la rabia cuando la miró otra vez. Corriendo para reunir mi ingenio y tratar con todo lo que me rodeaba, inhalé lentamente, enfocándome en terminar el hechizo. ¿Qué se suponía que debía decir a continuación? Ana no estaba en forma para estar de pie dejándome sola. Exhalé afiladamente y levanté mi barbilla. Reuniendo la magia hacia mí, la lancé a través del aire en lanzas de brillante luz, cortando a través de la oscuridad. Esta giró como cuerdas vivientes, agitándose y pulsando con energía. Manteniéndolo simple parecía funcionar para mí y simplemente siseé. —¡Vete! Él gritó, las manos volaron fuera de sus lados —e implosionó. Las partículas de pizarra gris se fueron en su estela girando en un torbellino y alzándose hacia el cielo. Cuando alguien, un Discípulo gritó —un grito torturado y de lloriqueo— destrozaron su piel. Primero, uno cayó temblando, otro, los brazos y piernas pateando, y otro convulsionando, cuando el vicioso humo se filtró por sus oídos, ojos, y bocas para reunir una nube de veneno sobre nuestras cabeza. —Rae —la voz de Ana estaba estrangulada—. Quémalo —se ahogó. Ella se dobló y situó sus manos sobre su cabeza—. Limpia el cielo con fuego. —Levantó su voz y lo infundió con tanto poder que sonó alto y claro. Gritó—: ¡Aguanta! Conall, Breandan, y Alec tiraron a sus oponentes, parados, y la miraron. Entonces sus ojos se volvieron hacia mí. Mis alas se desplegaron —brillando con un brillante dorado— un faro atroz en la locura que nos rodeaba. Aún las cuerdas de poder serpenteaban a mí alrededor como un escudo protector y brillante. Alec agarró a las gemelas cambiantes —ambas aún en forma de gato con un nervioso Runt entre ellos— por el pescuezo y les empujó hacia el suelo. Para mi sorpresa él gritó a Maeve quien estaba ocupada con dos Clérigos, las flechas de su arco volaron a una velocidad por la que luché seguir. Uno venía detrás de ella cuando deslizó su arco detrás de su espalda, la cuerda descansaba a través de su pecho, pareciendo inconsciente del peligro de detrás. El Clérigo levantó su pistola y Maeve alcanzó detrás para agarrarle por la muñeca y lanzándose hacia delante ella misma le envió volando a través del patio como una bola de cañón. Golpeó en dos de sus aliados con sudario carmesí en el camino mientras Maeve ágilmente giraba para ponerse de pies. Estaba tan enfocada que no oyó a Alec gritándole cuando preparó su arco otra vez.

Barrí mis manos en un gracioso óvalo —usando el aumento y el movimiento mantenido para ayudarme a enfocarme. Las cuerdas de poder golpeaban a mí alrededor acelerando sobre mis hombros y entre mis piernas para girar en una bola. Giraron y se enrollaron, fundiéndose en una esfera cristalina que explotó en llamas doradas. Alec corrió a través del patio hacia Maeve. Breandan corrió hacia mí hasta que Conall le abordó, abrazando con sus manos sus tobillos para que él se tambaleara y cayera. Conall golpeó su cabeza en el suelo y sentí su oscura inconsciencia. Tiré de la Fuente. Como si mi cuerpo entero inhalara, el poder era succionado por los poros de mi piel y zumbaba. La nube crecía, doblando su tamaño. Tomando una profunda respiración —murmurando oraciones para que arder— tiré más y más profundo hasta que lo sentí como si estuviera metida de cabeza en lava fundida. Mi piel estaba tan caliente que el sudor caía por mi espalda chisporroteando. Mi boca se secó y la humedad de mis ojos se evaporó dejándolos picantes. Con un grito de rabia, tiré mis brazos abiertos y liberé mi poder en una cuchilla de brillante luz que falló a Alex cuando él se zambulló a por Maeve y la tiró al suelo pero levantando una nube entre los dos. La bruma tembló —los rojos y naranjas escribieron en una armonía aduladora—, entonces emergieron de vuelta juntos, y profundamente en un rico rubí que manchaba los cielos. La tierra estaba bañada en un brillo rojo haciéndola parecer que todos nosotros habíamos sido arrastrados al infierno y salido de allí. El aire se agitaba y fustigaba pasando a una fiera velocidad. —¡Rae! No podía haberte dicho quien gritó mi nombre. El viento era demasiado alto. De pie, escudé mi cara con mis manos y avancé, anulando mi cuerpo para poder cortar a través de la pared de viento. Subí la barricada de piedra, mi pie se deslizó solo una vez cuando escalé la polvorienta roca. Alcancé la cima de las piedras, y dejé mis dos pies cargando con la amplia separación. Me agaché cuando un Clérigo gritó sacudiendo el cuerpo volando al pasar, hacia arriba, y fue succionado en la espiral de viento. Viendo que era Samuel me sacudí hacia delante y agarré su tobillo, canalizando la magia en la piedra debajo de mí para anclarnos. Tirando de él, tomé su cabeza en mis manos, y le forcé a abrir sus ojos y mirarme. —Baja y corre —le ordené en una voz tranquila—. Saca a los otros de aquí. Él asintió repetidamente, sus rizos rubios se batían en el viento. —Ven conmigo.

Fruncí el ceño; no tenía tiempo para verle bajar a salvo. —No puedo. Confía en mí si pudiera ir contigo lo haría, pero mi lugar está aquí. Ve. Él bajó sin otra palabra y le observé para asegurarme que alcanzaba la parte inferior. La corriente de aire se invirtió, succionándose a sí mismo, y la nube giró y giró alrededor hasta que la forma de un clavo estrecho. La luz agrietaba el cielo y el trueno giró. Un alucinante chorro de lluvia cayó en mi cuerpo. Pasmada retrocedí, los brazos aleteando en círculos hasta que recuperé el equilibrio. Froté mis manos sobre mi cara, apartando el húmedo y pesado pelo que azotaba mi cuello y hombros de manera que no podía ver. El túnel de viento descendió sobre mi cabeza y tocó el suelo, bloqueando todo y a todos de la vista. Estaba inquietamente tranquilo, el viento un rugido distante de fondo. Podía oír mi propio pánico jadeando cuando estaba de pie, esperando, ansiosa. Estaba intentando luchar, sabía que no debería dejar... No podía ver lo que estaba intentando luchar. Hubo un pulso de energía por encima de la cabeza. Mi cabeza se levantó de golpe, y miré el follón, buscando. —No puedes derrotarme —alegó una voz simpáticamente detrás de mí. Giré sobre mis talones e intenté retroceder, pero el brujo agarró mi garganta en su mano y apretó. Balanceé mi puño en un puñetazo, pero mi mano navegó directa a través de él. Estaba hecho de la nada excepto de sombras y humo. —Es mi poder el que te sujeta no mi cuerpo. —Ladeó su cabeza hacia mí y frunció el ceño como si debiera haber comprendido eso. Sus cuencas orbitales estaban huecas y su boca se abrió en un tamaño anormalmente grande. Me inhaló, más bien mi esencia, y gemí cuando el mundo giró y se tambaleó. —El Alto Señor no tiene nada tuyo, ¿verdad? Ní fheadfadh sé seasamh in aghaish mo fhéadfadh. Pero tú... eres poderosa, Rae. —Se rió cuando dijo mi nombre y no pude evitar que mis ojos se abrieron de par en par. Me puso más cerca y susurró en mi oído—. Sí, sé tu nombre, Sacerdotisa. —Escupió la palabra—. ¿Sabes el mío? —La mano de sombra en mi garganta se tensó. Puntos negros bailaron a través de mi visión—. ¿Sabes quién soy? Soy el que va a destruir todo y a todos a los que amas. Tu tiempo ha terminado; solo que no te has dado cuenta aún. —Su poder giró sobre mí, intentando asustarme en sumisión—. Y al que está atada para... hmm... ¿te gustaría saber su destino?

Mis ojos se abrieron de golpe completamente y mi naturaleza destelló. Furiosa. Rabiosa. Quien fuera este hombre había cometido un error. Casi me tenía. Casi. Pero había cometido el último error al amenazar a la persona por la que moriría. Cuando vino para protegerme siempre dudé, siempre pensé dos veces en tomar una vida. Pero nadie sería capaz de amenazar a Breandan sin ser aniquilado. Este brujo iba a aprender eso. Lo que debería y podía hacer hizo todo más claro. Llamé a la magia a mí y la lancé a través del amuleto de poder. Lo sujeté con fuerza y rápidamente que pensé que mi cabeza explotaría por la presión. Entonces toqué el amuleto de protección, y sentí que su sujeción se aflojaba, cuando enfoqué mi fuerza en el siempre presente zumbido de energía del amuleto de sabiduría. Era incomparable en su belleza, y sentí la magia superior para competir la influencia de los dioses en sí mismos estando bajo control. El amuleto de sabiduría me regaló habilidad para pensar en separar los canales. Protegerme, canalizar la Fuente, y ser consciente de que Breandan estaba cerca, listo para ayudar si le necesitaba. Cerré ese canal de pensamiento. Era lo bastante fuerte para manejar esta tarea sola, y cuanto más me enfocaba en nuestro vínculo más me succionaba. Levanté una mano esta vez y le agarré por la garganta. Mi mano no pasó a través de él — era capaz de sujetarle. Era como poner más de su espíritu de lo que fuera que era en esta forma para poder tocarle. Entonces algo extraño ocurrió. Reconocimiento. Era como mirarme a mí misma en el espejo pero con gestos diferentes. —Te conozco —susurré. La sorpresa en su cara se reflejó en la mía. Él gruñó luego cerró sus ojos y desapareció. Reapareció a pocos pasos, y levantó su mano. Un suave borde de luz celeste aumentó en su palma. La luz revoloteó hacia mí y me envió un escudo de magia para sofocarlo, pero antes de que mi hechizo pudiera tomar efecto, la luz se rompió en docenas de bifurcaciones. Grité cuando me golpearon en el pecho y quemó la piedra debajo de mí. Retrocedí jadeando por respirar y temblando. No había dolor. Había esperado que mi piel chisporroteara, pero más que una inconsolable agonía se sentía como mariposas bailando en mi pecho, alas aleteando a través de mi piel. El brujo comenzó, a retroceder. Murmurando un conjuro, me observó con embelesada atención. Un rayo de luz golpeó el suelo a mi lado. Mi cabeza voló hacia atrás cuando otro recorría desde el cielo negro a la tierra y me golpeó justo en la frente. La luz me miró, golpeó el suelo, y se desintegró. Mi mano voló a mi anillo, ahora caliente y ardiendo en mí ceja. Se enfrió cuando aparté mi pelo de mis ojos con una mano temblorosa.

El brujo frunció sus labios. —Interesante —murmuró y su voz se hizo eco profundamente. Después de varios golpes de mi corazón pateando mi pecho por el miedo, y que la adrenalina hiciera que mi cuerpo entero temblara, se hizo claro que no habría trauma posterior de dolor tampoco. El escudo Vudú me protegió. Ajustando mi mandíbula, levanté mi barbilla y ardí con determinación. Paseando hacia delante levanté ambas manos, incrementando mi paso en un salto cuando una brusca bola de fuego destelló. Lancé los restos de mi fuerza—física y emocional—arrojando la esfera ardiente a él cuando barrió su mano en un arco gracioso y conjuró una vorágine de fuego líquido. Ambos orbes de magia colisionaron y sonaron como un choque de rocas. La avalancha de poder explotó con un temblor de tierra bramando al resonar, y se expandió en un hongo de deslumbrante destellos de luz violeta con espirales de azul y cortes de verde. Fui tumbada, volando la cabeza primero fuera de la barricada a través del borde de viento y luz cuando cayó en la nada. La figura ensombrecida perdió la forma; su oscuridad se fusionó en la brisa y giró alejándose. —Feicfidh mé thú go luath, deirfiúr —su seductora voz golpeó en mis oídos cuando se fue. Ingrávida, sin dirección, navegué hacia atrás hasta que caí en el suelo. Mi cabeza cayó, rebotando, luego hice un movimiento extraño cuando caí sobre mí misma y me tumbé en un estruendo montón sobre mi costado. Estaba sin movimiento, mirando el cielo, observando cómo las nubes se alejaban para revelar la brillante luna. El brujo se había ido. Su oscuridad se había ido. Lo sentía. Mi asfixia se relajó pateando, y tosí, mi cuerpo entero temblaba por su fuerza. Mi cabeza colgaba a un lado, y mis alas se agitaban nerviosamente en mi espalda. —Au —murmuré. Ya mi naturaleza arañaba mi piel desde dentro a fuera, demandando que me levantara y le encontrara. Entonces hubo un sobre-poder de necesidad desde el vínculo que me empujaba a buscarle. Estaba cerca, muy cerca. Tumbada en semejante proximidad a él era como si alguien presionara carbón caliente en mis poros.

Me senté mirando alrededor, buscando. Astillas de madera, piedras, y trozos de escombros caían de mi pelo, y ropas, pero no me importaba. No podía pensar o enfocarme en nada más. Mi naturaleza había aumentado en potencia desde que nos habíamos separa al principio, y ahora demandaba encontrarle, sin más esperas. Sobre los claros de humo, los Discípulos se levantaban, mirando alrededor perplejos. Alguien aún se agachaba en el suelo mirando el cielo con expresiones aterradoras en sus caras. Los ignoré. No hubo más distracciones. Nada más por lo que tuviera que preocuparme o enfocarme. Ya había hecho mi parte. El Clérigo Tu estaba muerto y sus seguidores se estaban replegando. Había derrotado al brujo y disipado la magia negra del Templo. Las gemelas cambiantes estaban libres y sin duda se reunirían con su Alfa. Mis ojos se cerraron, no había más distracciones, ni más peligros para enfrentar o luchar. Dejé que mis instintos me guiaran, sintiendo mi pulso acelerarse cuando mi mirada lo buscó. Cerca. Él estaba cerca. Allí. Mis ojos se centraron en los suyos, cuando se puso de pie, victorioso en su propia batalla. Conall luchó por ponerse a cuatro patas delante de él, el cuerpo balanceándose. Inhalé en un siseo, su único olor a tierra y luz solar, y desnudé mis dientes. Mío. Me balanceé hacia delante y embestí solo para golpear en algo que no se movía. Sin ver nada, intenté correr alrededor pero no había fin. Temblé y aporreé con mi puño contra eso. La barrera de aire podría venir de mi propia fuerza, pero aguantando, no me dejaría pasar. No es que estuviera preocupada, Breandan me había visto y estaba listo para correr. Unos momentos más y estaría en mis brazos. Todo mi enfoque estaba en mi amor cuando unas chispas doradas salieron disparadas delante de él y atraparon su hombro. Plantado de pies, Conall apenas falló el golpe de Breandan a su cabeza. Mi chico hada gruñó —intentando sacudirse su agarre— pero Conall le sujetó firmemente. —Espera, Rae —dijo una voz dolorida desde detrás de mí. Ana se movió en mi línea de visión y había una mirada fiera de concentración en su cara.

Ella murmuró algo bajo su respiración. Un hechizo. La siseé, y levanté una mano con mi propia magia, sabiendo que si llegaba a la fuerza fruta podría destrozar en trozos cualquier hechizo que me lanzara. Justo ahora, ella era mi enemigo más grande. Me alejaba de él. ¿No había hecho suficiente? ¿No había pasado por bastante ya? ¿No me había ganado el derecho aún de sentir sus manos sobre mí? Solo quería sujetarle. Empujé mi magia en el escudo. Tembló, pero se mantuvo. Otra vez, tiré mi magia a la pared, pero se mantuvo. Enfurecida, la golpeé con mis puños y mente. Las grietas, podía sentirlas, y golpeé más fuerte. —¡Corre! —gritó Ana al desmayarse. Sus ojos giraron hacia atrás en su cabeza. Conall giró hacia mí, posiblemente con la esperanza de intentar razonar. Con una mirada a mi cara, soltó a Breandan, y se lanzó hacia donde la bruja blanca temblaba en el suelo. Recogió a Ana en sus brazos y se alejó corriendo. Tres pumas estaban calientes en sus talones, uno con un chico goblin en su espalda. Breandan golpeó lo que fuera que Ana había levantado para sujetarme. Los Clérigos retrocedieron, alarmados por la inmediata evacuación de demonios, y corrieron alejándose, agarrando a los Discípulos cuando se iban. Ahora los dos golpeamos a la barrera, y se debilitó, ondeando bajo la tensión. Más grietas, enormes grietas. Encontré el último nudo en el hechizo que Ana lanzó y lo rasgué. Antes de que pudiera ordenar mis propios miembros para agarrarle, sus manos estaban sobre mí, en mi pelo recorriendo mi espalda. El vínculo abruptamente aumentó por la urgencia, y mi corazón se paró, las rodillas fallaron. El cosquilleo corrió a través de mi cuero cabelludo, la parte de atrás de mis piernas, y mis brazos. Las corrientes de magia corrieron a través de mi piel chisporroteando contra la misma carga eléctrica que saltaba de Breandan. Colisionando, el poder sonó una y otro vez entre nosotros aumentando hasta que alcanzó un punto de ruptura. Nos agarramos juntos soltando una adormecedora presión. Temblé incontrolablemente luego eché mi cabeza hacia atrás e inhalé en un jadeo. Breandan gruñó cuando nuestros cuerpos se rebelaron y una intensa luz salió de su cuerpo y el mío, tan brillante que quemó mis ojos. Los cerré, gritando cuando la tierra retumbó, lanzándonos hacia el lateral. Las ondas de poder pulsaban de mí, golpeando en olas de fuerza radiando de Breandan. Ambos emergiendo en aplastantes olas de energía lo bastante fuertes para destruir todo lo que estaba en su camino.

Mi cabeza cayó hacia delante y caí en los brazos de Breandan, los cuales temblaban. No podía enfocarme en nada excepto él. Ni en lo que estaba ocurriendo, no en la aterradora magia que explotaba a nuestro alrededor. Mis dedos se hundieron en él, no le dejaría ir. Breandan ignoró el caos y me empujó más cerca. Mi cuerpo se sacudió, empujando contra sus manos necesitaba más. Jadeé en su boca cuando la luz continuó fluyendo de nosotros en una devastación creciente de calor. Mi corazón vibró en mi pecho, la sensación rugía a través de mis costillas y bajaba por mi espalda. Frenética, la sangre corría en mis venas, y el amor que latía de él hacia mí era clamoroso. Me enderecé para estar más cerca, excitada por la necesidad de fusionarme con él, esperando montarle. Era extraño, y escalofriante, pero dioses, solo quería colarme en su piel. Sus manos recorrieron mi espalda, apretando mi cintura, y tirando de mí más cerca tanto que nuestras caderas se trabaron. Él me hacía sentir pequeña, frágil y preciosa. Sus dedos extendidos a través de mi piel trazando patrones. Trazó mis cicatrices. La vergüenza y el casi odio a mí misma fue algo muy poderoso. Tan poderoso, que me las arreglé para apartarme de lo que yo más quería. Me aparte y me tambaleó hacia atrás, las lágrimas ardiendo en mis ojos. La luz atenuada aunque el suelo no dejó de temblar. Furiosa conmigo, con mis feas cicatrices, lo miré y reduje mis ojos a ranuras. Breandan se puso de pie y tropezó conmigo, sus manos aun corriendo por mis costados. ¿Cómo podía él todavía quererme cuando me veía así? El edificio en el borde del patio detuvo mi escape, y me tapé la cara con las manos, manteniendo mis ojos cerrados para tratar de bloquear su luz. —No me toques —murmuré. Mi voz tembló y las lágrimas amenazaban con caer, —no me mires. —Rae, amor, eres hermosa —su voz era ronca mientras se esforzaba por concentrarse. Mis manos cayeron de mi cara en estado de conmoción. ¿Cómo era posible que él mintiera sin caer muerto? Su confusión ante la expresión de horror en mi cara era clara. Sus ojos vidriosos atenuados mientras luchaba por controlarse, sus dilatadas pupilas contraídas. Toda esta evidencia de su pérdida completa de control sólo sirvió para enfurecerme más. Estaba perdido en la sensación, y yo estaba demasiado consciente de mi misma para permanecer en ese lugar con él. Me golpeé en el pecho.

—No, no lo soy. —Lo golpeé una vez más, el contacto de alguna manera suave e irritante al mismo tiempo. Él lanzó un gruñido—. Lo era antes, era hermosa, pero ahora soy... soy… Le di una bofetada. Cuatro marcas de garras desde la mejilla hasta la barbilla lo tuvieron siseando bruscamente. Se puso de pie rígido, sin retroceder ante mi golpe, pero sus ojos resplandecieron como fragmentos de cristal brillando mientras las cortadas curaban dejando la piel suave. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Yo no era vanidosa, ni me importaba antes lo que parecía, pero nunca había sido fea. Ahora, mi piel estaba cubierta de cicatrices que no podía soportar sabiendo que él amaba lo que yo una vez y nunca volvería a ser. —¿Cómo pudiste dejarlos hacerme esto? Él se estremeció esta vez. Su cabeza se movía lentamente hacia adelante y hacia atrás como si estuviera diciendo que no a una pregunta que no le había hecho. —Tú aceptarás esto. Nos aceptarás. Me tropecé con los escombros a mis pies, perdí el equilibrio en el suelo inestable, y golpee la parte trasera de mi cabeza contra algo. La necesidad de abrazar a Breandan fue tan intensa que tenía que luchar para mantenerme enfocada en mover mi boca para hablar. —Vete. —Te pertenezco. —La mandíbula de Breandan apretada como si él también luchara contra el impulso de tocarme—. Donde vayas, te seguiré. Siempre te seguiré. —No —escupí—. Yo quiero que te… —Me atraganté con las palabras. —Tú me quieres. —De espaldas contra la pared, no tenía ningún lugar a dónde ir y dónde esconderme. Sus manos se estrellaron contra el ladrillo a cada lado de mí. Él agachó la cabeza hacia abajo, la expresión desgarrada. Sus dedos excavaron en el ladrillo rojo oscuro y le sacaron profundas ranuras—. Acéptanos, Rae. Oh, basta de esto. Sólo acéptame. —¿No me ves? —susurré. Sus ojos me miraron con detenimiento. El pulgar rozó sobre una cicatriz moteada que corría desde el centro de mi mejilla derecha hasta la clavícula. Él tomó todo de mí y sentí asco. Bajé la cabeza y fallé al ahogar un sollozo. Su naturaleza golpeó contra la mía propia como un tambor, fuerte, audaz e implacable. —Realmente deseas saber lo que veo. —Hizo una pausa y esperé por las palabras que me aplastarían—. Veo nada... excepto a la única por la que yo moriría. La única por la que destruiría el mundo —murmuró—. No veo nada más que a mi Rae.

Él me quería, sin condiciones, y sin la más ligera de las dudas. Mi corazón latía contra mi caja torácica en atrevidos y singulares golpes que hacían que mi pecho doliera. Mis ojos cerrados, pero esto solo aumentó mi percepción de él. Le dio un simple jalón a mi cuerpo. Quería sostenerme, y su cuerpo pedía a gritos el contacto tan fuerte como el mía. Mis manos frotaron mis muslos, desviándose hasta rozar mis caderas. El sentimiento creció, enrollado alrededor hasta que se removió en mi propia piel. Todo lo que tuve que decir fue... —De acuerdo. Se volvió completamente inmóvil. Luego, con un salvaje gruñido de triunfo la boca de Breandan se estrelló contra la mía. Mi necesidad por él escaló hacia un frenesí y enterré mis dedos en su pelo, suspiré de placer mientras la presión cambió. Ya no estaba presionando hacia abajo en mi desde todos los ángulos, pero había aumentado adentro retorciéndose bajo mi piel. Ahora tenía que apaciguar el vínculo que me unía con mi compañero. Me desplegué, abriéndome como una flor silvestre a la luz del sol. Su luz del sol. Mis pensamientos se rompieron, esparcidos como susurros en el viento antes de que ellos saltaran juntos y me empujaron más alto, enviándome espontáneamente pensamientos de cómo nos veríamos, cuerpos entrelazados, y manos ávidas deslizándose sobre la piel desnuda. A través de nuestro vínculo nos conectamos al deslizar carne sobre carne y los jadeos a través de los labios húmedos fueron intensificados al ser alimentados por la reacción de cada uno a cada golpe, cada caricia sin sentido. Su cuerpo delgado brillaba bajo mis manos, dura carne nacarada. Trazó sus fuertes manos sobre mis curvas como si yo fuera delicada, entonces simplemente se apoderó de mis muñecas, clavándolas a mi costado, y me abrazó mientras me miraba hacia adelante, ofreciendo todo. Mis estruendosos latidos de corazón corrieron más rápido con cada toque y caricia. Cada gemido sin aliento tenía a nuestra conexión aumentando e incrementándose en intensidad. El mundo estaba inundado de color translúcido. Salpicaduras de rojo chocaron con el azul violento y el brillante púrpura. La sensación se convirtió en un sonido, el suave suspiro de su mano mientras soltaba mi muñeca y agarraba la cintura. Sus pensamientos, un tormento físico que maltrataba mis sentidos.

Sus ojos, por lo general de color azul plateado y brillante, eran de un opaco y sencillo cobalto, y sin llama. Me abracé a la locura, sin pensar en cuán indignante era que yo pudiera necesitarlo más que el aire arrastrado a mis pulmones, que era liberado en un estremecedor aliento mientras sus dientes rozaban mi cuello. La oscuridad dentro de mí latía, amenazando con borrar la luz. La aparté de mí, alejándome de bienvenida frialdad, y arrojándome a las llamas hedonistas de la luz de Breandan. Su boca rozó mi barbilla y se trabó con hambre en la mía. Me apretó contra la pared. Al mostrarse dominante, mi naturaleza estalló y respondió convirtiéndose en sumisa y maleable. Mi cuerpo se volvió lánguido, aún, los músculos tensos fácilmente manejables. Su mano viajó hacia abajo para rozar mi pecho. Di un grito ahogado y me jaló hacia su abrazo. Yo, igualmente, quise cubrirme y sacar mis ropas. Él me dejó ir, inconscientemente, ofreciéndome la opción. Até mis dedos alrededor de su cuello. Al final, su beso ardiente me deshizo. Podía sentir su hambre mientras su lengua azotaba la mía, sin embargo, sus manos me destrozaban con tanto cuidado que me sentí segura como nunca lo había estado. Pronto mis pantalones estaban empujados más debajo de mis caderas. Pateé una pierna del pantalón sacándola, demasiado absorta para preocuparme de la otra, y busqué a tientas los cordones en la cintura de Breandan. Su boca encontró la mía de nuevo. Él me levantó y envolví mis piernas alrededor de su cintura. La fricción entre nuestros cuerpos era desesperante, tortuosa. Mi respiración profunda y sus ojos vidriosos. Sin embargo, su movimiento era lento, casi como que lo que estaba pasando estuviera rompiendo sobre él. Estaba demasiado hambrienta para esto para reducir la velocidad. Si desaceleraba, empezaríamos a pensar. Pensar era malo, muy malo. De hecho, si pudiera sentirme así para siempre en lugar de alguna vez tener un único y coherente pensamiento de nuevo, eso estaría malditamente bien. Agarré su cabeza y lo jalé de regreso hacia mí. Nuestros dientes se estrellaron dolorosamente juntos y gruñó, pero se reacomodó a sí mismo y tomó el control. Profundizó el beso y agarró mis caderas, jalándolas para inclinarse hacia atrás y mírame a los ojos. ¿Lista? Su voz estaba pesada con deseo en mi mente. Le respondí con mi cuerpo. Apreté las piernas mientras mi estómago se anudaba de miedo y anticipación. Breandan me besó.

Lloré de dolor y placer mientras él se empujaba hacia adelante. Me eché hacia atrás, rompiendo el beso y mirándolo con los ojos abiertos. Dolía. Mis manos vueltas puños sobre sus hombros y me inmovilicé. Maldita sea. Lágrimas pinchaban la esquina de mis ojos y traté de exhalar, pero el aire estaba atrapado en mi garganta. Por los dioses, esto dolía, pero mi amor por él era suficiente para adormecer el dolor, y no tenerme atacándolo en un estado de pánico. Estaba tensa, arrastrada de mi pedestal inducido por la lujuria al choque de esto, la bienvenida invasión de mi cuerpo. Breandan se movió y su lengua dio un golpecito para deslizarse a través de mi labio inferior. Luego me besó, presionando suavemente sus labios con los míos, como si quisiera absorber todo el dolor y el sufrimiento por mí. Este sencillo gesto me había relajado lo suficiente para que una llamarada de fuego atravesara mi cuerpo y volviera mis rígidos músculos en gelatina por la llamarada de calor sanador que fue rápidamente seguida por una onda de placer. El dolor había desaparecido. Él lo había arreglado hermosamente, y una sensación, caliente y profunda me empujó a un lugar donde nunca me había atrevido a esperar vislumbrar. No antes de que esta hada llegara a mi vida y cambiara todo. Sentí nuestro vínculo ampliarse, revolotear y luego contraerse, encerrándose a sí mismo apretadamente en el centro de mí, encadenando mi alma a él por el resto de mi vida. Me hizo feliz, contenta y nada pudo hacer el momento más perfecto o maravilloso. La espalda de Breandan onduló bajo mis manos. Jadeando, me eché hacia atrás. Él gimió, y apoyó su frente contra la mía. Su cuerpo se estremeció violentamente antes de caer abatido mientras un fuerte sonido de rasgadura fue casi ahogado por el grito áspero, que dio en mi hombro. Observé en completa conmoción y asombro cuando alas, de un gris luminoso tan pálido que coincidía con la plata blanquecina de sus ojos, se desplegaban desde la espalda de Breandan. Ellas se desplegaron, ondeando detrás de él. Pesadas y anchas eran como las mías, sus muchos segmentos brillando y la luz a través de la red de venas azuladas. Ellas eran de fina gasa pero absorbían la luz de la luna, intensificada, y arrojándola de nuevo en un prisma de brillante luz. Breandan brillaba como el sol. Cuando sus alas se habían extendido a toda su longitud él vaciló, y nos deslizamos por la pared algo mientras él jadeaba. Agarré su cara entre mis manos y la salpiqué de besos, con lágrimas en mis ojos. Mi cola serpenteó alrededor de su muslo antes de entrar en contacto con la suya, y me reí de alegría, jalando de la punta en broma. Breandan rió entonces empujándonos de nuevo hasta la pared y me apoyé en sus brazos. Aplastó sus labios sobre los míos, y le devolví el beso con la misma ferocidad.

El placer calentando la parte baja de mi estómago creció, volviéndose más caliente. Era difícil respirar, más difícil pensar directamente. Su beso barrió cualquier duda de que esto estaba destinado a ser. La forma en que decía mi nombre mientras se movía dentro de mí me dejó adolorida por su amor. Adolorida, delirante, y ebria de pasión rayé mis uñas por sus costados. Él mordió mi hombro lo suficientemente duro para extraer la sangre y gemí. Atrapada entre la espada y la maldita pared mi cuerpo estaba bajo un asalto de sonido, tacto y gusto. Mmmm, el gusto. Lamí sus hombros y arrastré una bocanada de su olor, la luz del sol, el suelo, y un desenfreno natural que me hablaba en un susurro. Todo era extraño. Estaba muy emocionada con la excitación de esto. Sabiendo que lo que hicimos fue romper las reglas, pero que iba a pasar a pesar de todo. Mis dedos hormigueaban y mi estómago se apretó. Él estaba en la zona, perdido en mí. El placer tomó un acento fuerte y repentino al reino de lo increíble. Con los ojos muy abiertos, mis dedos flexionados entonces mis manos se agarraron sobre sus hombros apretadamente incluso mientras mis músculos se contraían. Él hizo una pausa y se mantuvo tenso, esperando. Tomó una serie de cortas respiraciones agudas y todo su cuerpo tembló mientras él se movió. Ese pequeño cambio de sus caderas hizo todo más apremiante. —Hazlo —jadeé—. Soy tuya. —Me incliné hacia delante para morder su labio inferior. Él se impulsó hacia adelante de nuevo y rugió, empujándose y enviando mi cuerpo a la deriva hacia atrás. Rozando mi mejilla sobre la pared detrás de mí, estallé, y mi grito fue silencioso. La presión explotó debajo de mi piel, dejando felizmente mi cuerpo sin peso y hormigueando. Aunque mis ojos estaban muy abiertos, no veía nada más que un resplandor brillante. Un colorido arco iris teñido con azul eléctrico y púrpura, una violenta explosión de brillo y chispas, un arco iris nublado de poder que aspiró el aire para empujarlo en una respiración poderosa. Di un grito ahogado. Volviendo a mí misma, el suficiente aire en mis pulmones para llevar el sonido, grité, el sonido cristalino impregnado de pasión. Luz. Calor. Color. Sonido. La melódica trituración de metal chasqueando y el desmoronamiento piedra se escuchó bajo el rugido de su corazón corriendo con el mío. Temblando, mi cuerpo entero se sacudió. Todo agitado y revuelto. El suelo se estremeció en un tumulto, el edificio tembló, la pared detrás de mí desapareció. Una sacudida repentina vibró con tanta fuerza que mis dientes castañetearon.

La luz explotó en frente de mis ojos. Juro que la tierra se movía y gemía debajo de nosotros y todo se estremeció. El mundo se vino abajo a nuestro alrededor y no me importaba. Yo estaba caliente en sus brazos, a salvo. Estábamos juntos, nuestros cuerpos en paz y entrelazados. Hundí mi cabeza en el hombro de Breandan y froté mi mejilla contra la curva mientras sus alas se cerraron a mí alrededor. La luz menguada era completamente oscura.

Séptimo Capítulo Traducido por Eli25, Ann!!, Ellie, Daianandrea, Dham—Love y Zami Corregido por Ilusi20

Al principio ninguno se movió, nuestros pechos subían y bajaban. El alivio que producía tal reunión era demasiado grande como para soportarlo. Con la cara entusiasmada, Breandan agarró mi cuello y empujó mi cabeza hacia delante para presionar su frente con la mía. Mis manos, cerradas en deshonrados puños, descansaban en su pecho. Cuán fácil me había preparado para renunciar a esto en la jaula. —Todo lo que eres me pertenece —dijo en tono áspero, envolviéndome en sus brazos y aplastándome contra él—. Eres mía. Sus alas se flexionaron detrás de él, y las miró pensativamente. Su cola se retorció alrededor y luego se balanceó de un lado a otro resueltamente. —Oh —dijo e hizo un bajo ruido de diversión en su garganta. Brevemente recordé cómo había reaccionado cuando conseguí mis alas y cola. Había gritado, y había sido necesaria una bofetada para calmarme. Mi hada simplemente dijo: “Oh”. Me puso de pie, manteniendo un tenso agarre en mi cintura. Su mirada era suave, acariciadora, y la plata luminosa había vuelto. Le miré, sin aliento y aturdida. Entonces mis ojos se alejaron de su cara y evité que mi estómago se desplomara. El Templo humano ahora solo era un recuerdo. Devastación. La pared detrás de mí no estaba. El Santuario no estaba. El patio no... estaba... nada excepto pilas de escombros, algunos trozos no eran más grandes que mi puño.

Mi boca se abrió cuando miré fijamente a través del polvo establecido para tapar la ruina que nos rodeaba. ¿Esto era lo que nuestro amor —nuestro vínculo— tenía que ofrecer al mundo, la completa aniquilación de todo lo que se atreviera a cruzarse por su camino? A medida que la neblina aclaraba, mis acciones antes de nuestro encuentro volvían a mí. De repente, me importaba otra vez. Con un destello enfermizo de claridad me vi a mí misma, con la mirada salvaje, y locura lanzando mi magia hacia Ana mientras se tambaleaba sobre sus rodillas, intentando proteger a la gente para que pudieran escapar de nosotros. Así que, ¿era esto? Me había reducido a nada más que luchar por necesidad y hasta que consiguiera arreglar el vínculo. ¿Cómo demonios se suponía que controlaríamos algo así? ¿Qué habría ocurrido si Ana, Conall, o alguien no hubiera podido escapar a tiempo? Oh dioses. Semejante vínculo no debería ser posible, y menos ser manejado por alguien como yo. —Vamos a destruirlo todo —susurré. Breandan respiró profundamente y pareció casi preocupado cuando vio lo que quedaba del Templo. —Esto no es discreto —murmuró—. Trataremos con las consecuencias, juntos. Su agarre en mi cintura se tensó y me estremecí. Lochlann se volvería... loco. Breandan hizo un sonido de frustración y se arrodilló para desenroscar mis pantalones y ayudarme a ponérmelos. Descansé mis manos sobre sus hombros y me sujeté. Levanté mi cabeza, y una pequeña sonrisa tiró de las esquinas de mi boca ante la idea de nosotros, juntos, cayendo. Tomas estaba de pie en el borde del patio mirándonos. Sus manos estaban flojas a sus lados y no fui capaz de ver su cara, que de no estar congelada en una expresión de ira, habría pensado que estaba relajado. Sus ojos eran negros, las cejas estaban fruncidas, y los labios retraídos mostrando sus colmillos. La sangre corría por su barbilla y su ropa estaba desgarrada donde había sido golpeado. Había perdido la hambrienta y demacrada mirada, y sus mejillas estaban más rellenas que hundidas. Se había alimentado bien y se veía mucho mejor. —Acaba de llegar —murmuró Breandan cuando empujó mis pantalones sobre mis caderas. Me acercó y me besó la ceja—. No vio nada. —Vio lo suficiente como para dolerle —repliqué tranquilamente.

Caminando alrededor de Breandan di un paso hacia Tomas, pero su mirada de enfado se convirtió en una de angustia y sacudió su cabeza. Se alejó rápidamente hasta que dio una vuelta y se escondió detrás de las ruinas de un edificio. Aún estaba bastante cerca, podía sentir la oscuridad consolándole, pero su mensaje hacia mí era claro, así que respeté sus deseos, y no corrí detrás de él. Entrelacé mis dedos con los de mi hada y reposé mi cabeza en su hombro, disfrutando la sensación de tenerlo. No me sentía culpable por Tomas, ni lo lamentaba, pero sí me entristecía que hubiese terminado así, y despreciaba que él nos hubiera visto a Breandan y a mí de esa manera poco después de haberle dejado clara la manera en la que me sentía. Le había dicho exactamente lo que Breandan significaba para mí y mi conciencia estaba limpia. Me preocupaba por Tomas profundamente, pero no lo bastante para considerar darle mi espalda a Breandan. No otra vez. Nunca en esta vida le haría pasar por la incertidumbre de nuevo. De los escombros y el humo llegaron más demonios conocidos y exhalé tan fuerte que todo mi cuerpo se desplomó. Oh dioses, gracias. Fue la figura agachada deambulando detrás de las gemelas cambiantes —quienes aún desnudas y en forma humana lucían feroces— la que llamó mi atención al principio. Tenía un ojo negro, un labio partido, y unos pocos moretones a través de sus costillas, pero aparte de eso estaba ileso. Se empezó a dirigir hacia mí dando tumbos, pero paró abruptamente cuando se enfocó en Breandan de pie a mi lado sujetando mi mano. Mi hada suspiró. —Rae, ¿debes hacerte amiga de cada demonio descarriado que encuentras? Parpadeé hacia él inocentemente. Dándome una mirada exasperada, Breandan extendió su brazo. Runt huyó y corrió alrededor de él para alcanzarme. Tocó con su cabeza mi hombro, y palmeé su polvorienta calva cariñosamente. Estaba muy orgullosa de él —había luchado como un demonio. Breandan giró sobre sus talones con agilidad y ofreció su brazo otra vez, arreglándoselas para enviarme una mirada desdeñosa incluso cuando dijo suavemente: —No te haré daño, pero si tienes miedo de mí esto no funcionará. Tendré que enviarte lejos. Fruncí el ceño.

—Él solo... Levantó su palma para silenciarme. —Esto depende de ti, duende. Sólo los más fuertes pueden quedarse con nosotros. Runt tocó a Breandan, y lentamente enderezó su espalda y alzó su barbilla. Mis ojos se ampliaron cuando vi a Runt alcanzar su altura máxima —mi altura— y hacer una extraña inclinación de cabeza hacia Breandan. Parpadeó su enormes ojos como orbes hacia mí, extendiendo sus espesos labios en una fea sonrisa antes de que su cuerpo se curvara otra vez sobre sí mismo, y caminara tranquilamente hasta quedarse al lado de Amelia. Byron había venido a respaldar a sus hijas y situó una mano en sus hombros. Las líneas de tensión que habían estado alrededor de su boca se habían suavizado de alguna manera. La cicatriz que cortaba a través de su ojo se arrugó cuando hizo una breve, pero ligera sonrisa, encantado de tener a sus hijas a salvo. Alec y Maeve deambulaban detrás. Él la tenía a salvo en sus brazos, y saltó de una enorme pila de ladrillos, aterrizando pesadamente. Ella se rió, apretando sus ojos cerrados, y abrazando su cuello para sujetarse, sus piernas pateaban gentilmente. Se veían bien por lo que podía decir. Alec tenía un espeso y oscuro punto rojo en la esquina de su sien, y algo en su pelo, su hombro izquierdo estaba empapado en sangre. Por lo demás, parecía bien. Maeve se veía mejor, sólo estaba sonrojada y le faltaban algunos pedazos de armadura. Al menos Alec se las había arreglado para encontrar algunos pantalones. Byron y las gemelas cambiantes estaban completamente desnudos, y tuve que enfocarme en sus caras para evitar sonrojarme. Nadie más parecía molesto. Claramente, los demonios no tenían el mismo tema con la desnudez como yo, pero supuse que era por mi educación humana. Los ojos de Omega se ampliaron cuando notó la piel verde de Maeve y su ardiente cabello. Sus labios se abrieron lentamente y sus rojos iris se centraron en los de él, que estaban brillando en admiración. —Infiernos —murmuré—. ¿Cómo vamos a explicarle esto a Lochlann? Breandan me miró y luego miró a su hermana. Se encogió de hombros. —No comprendo. Ondeé mi mano hacia donde Maeve y Alec se miraban mutuamente —completamente absortos en nada y en nadie, excepto en ellos. Alec sonrió y Maeve se sonrojó atractivamente.

—¿Maeve? —llamé sin poder quitar la sonrisa de mi cara—. ¿Qué estás haciendo aquí? Me sonrió y me devolvió el saludo con una pequeña mano borrosa debido a que la sacudió muy rápido. —Cuando Breandan y Conall supieron que habías sido tomada enviaron a Alec para solicitar a Lochlann seguidores para ayudar a rescatarte. Así que aquí estoy. Estaba aturdida. —¿Lochlann te envió? Ella se encogió de hombros y apartó la mirada. —Eres importante, Rae. —Me volvió a mirar, sonriendo malvadamente—. Y realmente necesitabas ser rescatada. Alec bufó y ella le codeó. —Ella los está engañando a todos —Maeve dio un grito ahogado. Se alzó en sus brazos e intentó poner sus manos sobre su boca—. No llegué más lejos que a las afueras antes que ella se preocupara por mí y me hiciera decir por qué estaba en la tierra de Wyld —Alec la acomodó en sus brazos y luego le hizo cosquillas en sus costados. Ella chilló y movió sus piernas mientras reía—. Me obligó a decirle todo lo que sabía. Cuando obtuvo lo que necesitaba de mí se fue y tuve que esforzarme para seguirla. —La atrajo a su pecho, sonriendo, y ella lo abrazó a cambio. Nimah estrechó sus ojos hacia ellos y se movió hacia delante. Amelia cogió sus hombros, y la gemela más joven se congeló, haciendo un mohín. —Creo que es suficiente —dijo Breandan—, Lochlann no habría enviado a nuestra hermana. —Soy lo suficientemente mayor como para poder tomar mis propias decisiones —dijo Maeve abruptamente en su alto y serio timbre—. Es mejor de esta manera, Breandan. Lochlann aún está molesto con ustedes. —Su mirada se balanceó entre nosotros, descansando en las alas de Breandan—. Y ahora que el vínculo está sellado se sentirá traicionado. —Su pequeña mano ondeó hacia el daño a nuestro alrededor—. Esto no es discreto. Alec tosió en su pelo, pero vi la sonrisa que intentaba esconder. Fruncí el ceño. —Lo intentamos. Quiero decir, Lochlann tiene que aceptar esto, ¿verdad? Puedo comprender que esperaba que eligiera quedarme a su lado como su compañera, que

rompiera el vínculo. Pero el simple hecho es que no quería hacerlo. —Miré a Breandan—. Mi corazón estaba perdido en el momento en que vi a Breandan. Nada ni nadie puede cambiar eso. Está hecho. Y estaba feliz, contenta. No tenía dudas de que esto era lo que tenía que ser. —Nada que haga le hará pensar bien de mí —Breandan sonaba tan triste que tomé su mano, y nuestro vínculo le animó. La chica hada no tenía la más mínima idea de cómo estaba influyendo en su triste estado de ánimo. —Que los dioses sean malditos, hermano, debes tragarte tu orgullo y disculparte. Siempre eres un testarudo. Tú eres quien está equivocado esta vez, no él. Alec jadeó, y otra vez le hizo cosquillas a Maeve, haciéndola romper a carcajadas a mitad de lo que estaba diciendo. Los ojos de Breandan se estrecharon cuando se notó lo que estaba fluyendo entre los dos jóvenes demonios. —No —dijo él como si la palabra fuera una orden que pudiera detener el afecto que estaba creciendo entre ellos y que sería rastreado inmediatamente. Dio un paso hacia delante y hundí mis talones para detenerlo de un tirón. —Oh, demasiado tarde —repliqué secamente y atrapé su mano con las mías antes de que pudiera alejarse—. No somos los únicos pegados mutuamente. Me alegraba por ambos. Sin duda, Maeve era el misterioso amor olvidado al que Alec se había estado refiriendo. Era fácil ver lo que el Reclamo estaba haciéndoles a ambos y perturbarlo estaría mal. Breandan atrapó mi mirada y la suya estaba ardiendo, acarició mi cara incluso cuando su pulgar frotaba el interior de mi palma. Unas botas pisando fuerte rompieron nuestro momento de paz cuando Conall avanzó hacia nosotros para quedarse a pocos pasos. Su mirada vagó sobre mí con preocupación e hizo una mueca con su boca. Estaba cubierto de manchas de sangre y sus largos mechones de cabello oscuro estaban fuera de su cola de caballo y estaban regados alrededor de su cara y cuello. Le aseguré sin palabras que estaba bien, y toqué el dorso de su mano gentilmente, y con una evidente disculpa en mis ojos por asustarlo tanto. Ana colgaba como un costal sin fuerzas de su hombro y tenía la cara pálida y exhausta.

—¿Puedo bajar ahora? —chilló ella. Rompiendo el contacto visual conmigo, la bajó cuidadosamente, y lo primero que hizo fue sacarnos la lengua a ambos. Se sacudió el polvo y cruzó sus brazos sobre su pecho, viéndose aún caliente, molesta, y avergonzada. Lex me atravesó antes de que pudiera disculparme. Su piel blanco calizo estaba salpicada de carmesí desde la barbilla hasta la cintura y estaba sirviéndole de apoyo a Ro. Uno de sus brazos estaba sobre su hombro, y parecía como si hubiera ido al infierno y vuelto. Tenía un profundo corte en su ojo del que se estaba filtrando sangre, y parecía que tuviera dislocado el hombro debido al curioso ángulo que tenía el brazo. Con cada paso, él gruñía de dolor y apretaba sus dientes. Ella lo dejó sobre un trozo de pared que había sobrevivido a la explosión y él dio un respingo cerrando los ojos con dolor. Me lanzó una sonrisa sangrienta por encima de su hombro haciendo sentir a Ro confortable. Cuando se estableció relativamente, tiró de su brazo y empujo su cuerpo hacia atrás. Hubo un fuerte crujido y Ro aulló de dolor. Lex se giró sobre sus talones mientras él maldecía, y luego se acomodó y cruzó sus piernas. Ella reposó su barbilla en la palma de su mano mientras que él saltaba maldiciendo a todo tipo de dioses y creaciones. Seguro. Todos mis amigos estaban sanos y salvos. Mis ojos se cerraron brevemente y envié una pequeña oración de gracias. Los dioses tuvieron que estar escuchando para que hayamos salido prácticamente ilesos. Habíamos eliminado la peligrosa amenaza y aún podíamos pelear un día más. Sí, mis oraciones habían sido escuchadas. Las gemelas cambiantes estaban libres y de regreso con su padre como lo había, eh, planeado, y podríamos volver a la cacería de Devlin. Esta vez teníamos el peso entero del Orgullo detrás de nosotros. Pero primero, tenía que resolver algunos cabos sueltos. Giré mi barbilla hacia la esquina del patio. —¿Qué vamos a hacer con ellos? —le pregunté a Breandan. Los Discípulos cubiertos de polvo, se juntaron y se refugiaron en una esquina. Unos cuantos que estaban inconscientes o peor debido al uso de los Clérigos, habían sido arrastrados al centro y estaban siendo sacudidos o despertados a punta de bofetadas. Al entrecerrar mis ojos, pude notar con alivio que Samuel estaba entre ellos, ayudando a sus compañeros heridos. Los Discípulos no sabían si ver a Breandan, a los escombros que solían ser su hogar, o a mí. Me sentí culpable de nuevo. El Templo había sido destruido hace pocos días y todavía estaba tan desorientada como ellos, había estado devastada, asustada. Mi confusión sin

duda, se habría convertido en ira hacia los demonios que lo habían hecho. Debían de estar muy asustados. Los Sacerdotes y jóvenes Discípulos habían sido evacuados durante mucho tiempo por la orden del Clérigo Tu, así que las únicas muertes serían de aquellos con quienes habían luchado mis amigos y habían tenido la mala suerte de que les arrancaran con una cuchilla o garra el lugar equivocado. Les pedí que no fueran duros, pero Conall, Breandan y Maeve no había oído mis palabras y habían lanzado todo un mundo de dolor sobre ellos. Los Discípulos me miraban como si fuera a masticar sus cabezas en cualquier momento. Suspiré. ¿Valía la pena tratar de hablar con ellos de igual a igual? Tal vez si explicaba lo que estaba pasando lo entenderían. Ellos deben haber sentido el hexágono situado y luego levantarlos. Los ojos de Breandan se habían empañado con confusión y preocupación. —Rae, amor… —¿Ahora nos vas a matar, demonio? —llamó una enojada voz a través del espacio. Zoe se sentó frotándose la cabeza y mirándome como si todos sus problemas fueran sólo por mi culpa. Y eso no era justo. Había vivido un infierno para proteger a los Discípulos, y a ella incluida. Por los Dioses, pisoteé el piso y grité hacia ella: —Bien, así que te di un ojo negro. Y mi hada y el vampiro destruyeron la mitad de Bayou. Y claro, aplasté el Santuario. —Hice una pausa—. Bueno, está bien, todo el Templo. Pero esto no es realmente TODO por mi culpa. Y técnicamente, salvé tu desagradecido culo. — Levanté dos dedos—. ¡Dos veces! El rostro lleno de pecas de Zoe lucía ansioso, pero sus ojos se desataron con ira. Lex había reducido su dominio sobre Ro y le lanzó una mirada a Zoe que hizo que pasara de tez rosa con ira a pálido con miedo. La hambrienta mirada en la cara de Lex me hizo tomar una respiración profunda. —No —dije y con fuerza para cualquiera que se atreviera a desafiarme, expliqué—. Lex, estamos dejando que se vayan. —Ellos no nos habrían dejado vivir —jadeó Ro. —No importa. Ellos no deberían estar aquí, en primer lugar. —Mis ojos recorrieron los terrenos del Templo—. Dioses, ¿qué es lo que estaban pensando los sacerdotes al permitir

al Clérigo Tu traerlos aquí? —Empujé mi cabello fuera de mis ojos, y mi cola golpeó el suelo una vez más con determinación—. Los estamos enviando lejos. Lex les frunció el ceño a ellos y a mí, pero asintió, y luego se agachó al lado de Ro, lamiéndose sus labios. Me estremecí, nauseabunda. Todavía estaba teniendo un tiempo difícil aceptando su nueva naturaleza sanguinaria, y era perturbador que no pudiera darle su simpatía a los Discípulos. Ella solía ser uno. Suspiré. Había hecho esto a ella y ¿sabía todas las consecuencias que su trasformación traería? Breandan movió mi barbilla y me hizo mirarlo. Parecía que era el único suficientemente valiente como para desafiarme. Sabía todos los argumentos que él podía usar. Toda la lógica y estrategias de batalla que decían que dejar a enemigos con razones para odiarnos, sanos y salvos, era imprudente y arriesgado. Que podría causar más problemas en el futuro y que podría lamentarlo al final. Todos estos argumentos, lógicos como eran, no quitaban el hecho de que matarlos sería bárbaro, y eso teníamos que cambiarlo. Cuando era humana, había sido rechazada y se burlaban de mí, nunca me mezclaba ni era parte de “la multitud”. Sin embargo, había sido llevada y criada por estas personas. Viviendo como una humana, vi el mundo de una forma en la que siempre lo haría. Había tantas cosas buenas en ellos, y el aferrarme a los pensamientos de cómo Lex solía ser, de la bondad de Samuel, y de cómo los Sacerdotes habían asegurado mi futuro cuando era una bebé, fortaleció mi resolución. Los protegería yo misma como un asunto personal. Miré hacia abajo hasta que Breandan asintió en aceptación. Tomando mi mano, se volvió para enfrentarlos. —Se pueden ir —gritó, su voz amplificada por arte de magia salió con una fuerza melodiosa—. Recuerden la bondad que hoy les ha sido mostrada. —Hizo un gesto hacia mí—. Si no fuera por ella estarían muertos. —O comidos —murmuró Lex bajo su respiración. Los Discípulos no necesitaron que fuera dicha otra palabra. Lloriqueando entre ellos, se levantaron y tropezaron, distanciándose en un grupo muy unido, saltando y gritando a cada sombra. Zoe mantuvo su cabeza en alto y su espalda erguida, moviéndose con lentos y decisivos pasos. Y ella no era la única. Los verdaderamente duros y fuertes de ellos simplemente miraron sobre sus hombros y se alejaron tranquilamente. De aquellos pocos restantes vendría luego una ola de odio, pero eso era preocupación para otro día y una que sabía que podía manejar. La clave para poder tratar con los humanos era consiguiendo a los Sacerdotes. Sabía que simplemente estaban llenos de miedo y confusión. Tenía que llegar a ellos de alguna manera y hacer que me escucharan.

—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo, Rae. Ellos podrían volver para pelear —dijo Ro. Me froté la cabeza. —Sé que todos piensa que estoy cometiendo un error al dejarlos ir, pero no somos los demonios sedientos de sangre que ellos piensan que somos. —Lex rió y hubo una fuerte carcajada por parte de Ro. Me mordí el labio para evitar sonreír en respuesta; su inapropiado humor era contagioso—. Si actuamos como seres sin corazón acreditaremos las mentiras de los verdaderos monstruos como el Clérigo Tu. —Bien dicho. Una vez que tengamos el grimorio todo cambiará para bien —dijo Conall firmemente—. Usamos el hechizo, eliminamos a Devlin y los ponemos a ti y a Lochlann en sus lugares legítimos. Lo demás vendrá por su cuenta. —No lo sé, Conall —dijo Maeve con su alto timbre de voz. Alec le sonrió, haciéndola sonrojar del placer con manchas púrpuras en sus mejillas—. Después de lo que hemos visto aquí, ¿todavía crees que usar brujería es la mejor solución? Al principio estaba de acuerdo de todo corazón, pero ahora… después de ver a Rae luchando para hacer frente a esa oscuridad… no… no estoy segura de que usar el grimorio de las brujas sea la mejor solución. Casi me pierdo el significado de lo que había dicho, pues había estado concentrada en las espaldas de los Discípulos que se estaban retirando. Samuel miró sobre su hombro hacía mí, bajó la cabeza y luego se fue. —Uh, espera. —Me concentré y fruncí el ceño mientras repetía las palabras de Maeve en mi cabeza—. El grimorio de brujas… ¿Quieres decir que el libro fue escrito por brujas? Las hadas se quedaron en silencio. Papa Obe me había hecho pensar más en el significado del libro de hechizos desde que explicó que el Vodoun había ayudado a mantenerlo lejos de las brujas, pero no me di cuenta porque las brujas lo querían hasta ahora. Me quedé viendo cómo Lochlann usaba el grimorio para buscar una manera de tomar el Alto Señorío de Devlin, manejándolo con las reglas de las hadas, esencialmente, con el libro de las hadas, aunque ese no era el caso. El libro tenía un papel más importante, especialmente si las brujas lo habían escrito. Se hizo con magia que contenía oscuridad. Eso explicaba por qué las brujas estaban interesadas en encontrarme, y por qué su atención había caído en el Templo. Ellas querían el libro de vuelta y yo tenía la llave, los amuletos. Conall me miró pidiéndome disculpas y algo avergonzado. Entrecerré mis ojos y miré lentamente a cada uno de los rostros. Maeve se veía desconcertada y decidida, pero también avergonzada. Como siempre, la única en la oscuridad y teniendo revelaciones era yo.

Después de un minuto de silencio, encontré mi voz y solté la mano de Breandan para alejarme de él. —¿Se enloquecieron? ¿Iban a intentar derrocar a Devlin del trono usando brujería? — Conall se estremeció ante el poder de mi voz. Bien. Porque estaba enojada—. ¿Por qué no fui informada de esto? —No queríamos asustarte —explicó Breandan—. Lo único que sabías de la brujería es que es una práctica perversa. —Pues porque lo es —dije furiosa—. Ellos se alimentan de oscuridad ¿Y ustedes quieren usarla para derrocar al Gran señor de las hadas? —El Vodoun usa magia negra, Rae —Breandan señaló a Lex, quien se veía algo culpable—. Usaste el orden natural para salvar a tu amiga. Llamaste al Loa y usaste el arte oscuro para traerla de vuelta. ¿No eran tus intenciones buenas y nobles? Sacudí mi cabeza. —Estás torciéndolo todo. Lo que hice no fue un accidente, pero no fue exactamente intencional tampoco. Reaccioné en un momento de dolor. Breandan me fulminó con la mirada. —Nuestras acciones fueron intencionales y cuidadosamente planificadas, pues era lo que se consideraba mejor para las hadas. Viste lo que Devlin nos hacía. —Un error no anula otro —dije firmemente—. Ana me contó que Devlin podía ser derrocado con un hechizo del grimorio, pero no entendí las implicaciones de lo que estaba diciendo. —Lo miré con intencionalmente—. Una vez me contaste que Devlin podía ser derrocado por mayoría de votos. Tontamente asumí que ambos estaban relacionados. Él ya estaba sacudiendo la cabeza. —Las personas no pueden votar contra él. Están muy asustados y no se puede votar sin que esté presente. Ha sido el señor por siete siglos Rae, y el Gran Señor por dos siglos. Incluso si le temen, lo respetan. Ellos no votarán en su contra. —A ver si entiendo, ¿Tu familia… —Me giré hacia Conall para incluirlo en mi sentencia— … y la mía decidieron encabezar una rebelión contra su legítimo soberano que aún sigue en el poder porque la gente lo respeta aunque le teman? Todos desviraron la vista de mí y obtuve mi respuesta. Estaba llena de ira. No era lo que me habían hecho creer que estaba sucediendo. —Me mintieron.

—No —dijeron Breandan y Conall al mismo tiempo. Hice un movimiento de impaciencia con mi mano. —Bien, pero tú torciste todo para hacer que pareciera que Devlin era un malvado tirano al que era necesario derrocar o arruinaría al mundo entero. Las palabras de Devlin volvieron a mí: ¿No lo ves, Rae? Los rebeldes siguen siendo parte de mi Tribu y lo serán hasta el día en que ya no gobierne… puede que no estén de acuerdo conmigo y que fomenten la rabieta de Lochlann y me desafíen por un tiempo, pero no importa… Breandan se excedió en su lugar… dio la espalda a una tradición de miles de años… No seas tonta, tienes la oportunidad para salvar a muchos de los nuestros… el legado de nuestros antepasados fluye con fuerza por tus venas, y puedes ayudarnos a estar juntos de nuevo… somos hadas y estamos obligados a mantener nuestros juramentos de magia… toma tu lugar legitimo en mi Tribu, podemos poner fin a esta disputa. Toda la sangre se drenó de mi cabeza y me balanceé. Breandan dio un paso hacia adelante para ayudarme, pero se tambaleó hacia atrás. Si me tocaba podría abrumarme y hacer que me costara mucho trabajo pensar. Haría más difícil pasar a través de la red de verdades a medias que me habían dicho para manipularme. —Quería las mismas cosas que ustedes. Quería que lo ayudara a juntar a la raza de nuevo. Él mismo me lo contó y las hadas no podemos mentir. Prácticamente me rogó para que lo ayudara y no lo escuché porque todos ustedes me habían convencido de que él era malvado. Breandan cortó el aire con un rápido movimiento de su mano, como si quisiera borrar las palabras y la desconfianza que generaban entre nosotros. —Has visto lo que ha hecho. No cometas el error de ver nuestras acciones como inmorales. Él es veneno. Cerré mis puños y los sacudí hacia él. —Ser malo y ser un líder dominante son dos cosas malditamente diferentes. Lo que empiezo a entender es que Lochlann decidió que sabía lo que era mejor para toda la raza de las hadas, y en su lugar la dividió. —Me giré hacia Conall—. Tú me dijiste que nuestra familia tenía que arreglar el lío, pero lo único que hemos hecho es empeorarlo. Conall sacudió la cabeza violentamente, su cola de caballo se movió de un lado a otro, su rostro estaba angustiado. —Esto debía hacerse. Él volvió las cosas intolerables. Se volvió sospechoso de todo y de todos.

—Claramente, tuvo un razón para hacerlo —borboté. —Él nos apartó de los otros demonios en vez de utilizar su influencia para llevarnos hacia una nueva era —se opuso Conall—. Nos estaba matando. Incluso ahora, sus palabras sonaban razonables, y no podrían ser nada más que la verdad, pero ahora sabía que eran sólo un lado de la historia. Puse las manos sobre mis orejas. —Ya basta. Paren de hablar. Breandan me tocó esta vez. Tiró de mis manos y mantuvo sus largos dedos envueltos alrededor de mis muñecas. —Tuvimos que recurrir a medidas extremas para eliminar una amenaza extrema. Lo que hicimos se mantenía en la línea entre lo que está bien y lo que está mal, pero nunca la cruzamos. Fue mi intención el dar mi cuerpo para proteger a las personas. Estoy cubierto de símbolos y conjuros de poder que han sido protegidos por milenios y transmitidos de un hada elegida a otra. Me ayudan a ver, me indican mis acciones. Te juro que hacíamos lo correcto. Quise apartarlo de mí, y esa fue mi intención cuando mi mano se apoyó con fuerza contra su pecho desnudo, pero al instante en que lo toqué, sentí cómo la rabia creciente fluía fuera de mi cuerpo y era reemplazada por una misteriosa calma. Casi reverentemente, tracé las marcas que zigzagueaban por su torso. Él se estremeció y giró su espalda hacia mí a medida que mis dedos se deslizaban sobre su piel, alrededor de sus costillas, arremolinándose y retorciéndose con la tinta que marcaba su piel con curvas atrevidas y atrayentes. Solía preguntarme por qué me parecían de alguna manera siniestras, y ahora tenía mi respuesta. Breandan estaba cubierto de tatuajes que representaban la luz y la oscuridad. Mi hada era una combinación de ambas, y yo que lo había considerado tan bueno y virtuoso. Me ruboricé. Algunas de las cosas que él había hecho no eran realmente virtuosas, y la mayor parte de ellas me involucraba a mí. Inspiré profundamente, sabiendo que en el momento en que me alejara de él, la claridad se desvanecería y todo se volvería un garabato confuso a través de mi comprensión. Sería un desorden, y no sabía si poseía la sabiduría necesaria para ver a través de ello. Retrocedí y dejé que mis manos dejaran su piel, lamentando inmediatamente el perder la conexión. Breandan flexionó sus músculos y me dio una mirada sobre su hombro antes de girarse para encararme completamente. Inmovilizándome en el lugar con la intensidad de su mirada, me tomó entre sus brazos y me tiró hacia él. Mis ojos fueron hacia Conall, de pie a un lado,

luciendo estresado y culpable, pero demasiado distraído como para decir algo acerca de cómo Breandan me sostenía. Con su tibia mano sostuvo mi mejilla de forma que mi mirada estuviera fija en la suya. —Perdóname —dijo humildemente e inclinó su cabeza en reverencia—. Debí haber mostrado más fe en ti. Sólo quería hacer lo correcto. Sostuve su nuca con una mano y dejé que la otra tomara la cintura de sus pantalones para unir su cuerpo al mío. Sus ojos quemaban con llamas de plata, y tragó fuertemente. Por una vez, no parecía preocupado de que alguien más estuviera cerca. Lucía resuelto. Enfocado. Lo supe por las sensaciones que me envió a través del vínculo: un resplandor, una luz dorada que me representaba a mí en su conciencia. Toda su atención estaba fija en mí, y era algo intenso y conmovedor. Por supuesto que lo perdonaría, pero otras personas tendrían que trabajar un poco más para obtener mi perdón. Presentía que había algo más en este lío. —Ana —dije, y rápidamente moví mi cabeza hacia ella—. Ven aquí. Vaciló, sus ojos azules estaban sospechosamente húmedos mientras caminaba hacia mí. Mis alas se desplegaron, revoloteando en irritación. Eran más grandes que antes. Cuando aparecieron por primera vez, eran mucho más pequeñas, adorables incluso. Ahora podía sentir sus extremos aterciopelados cepillando el centro de mis muslos, y las puntas subiendo tan alto que salían de mi campo visual. Sin embargo, Ana venía a un paso muy lento. —¡Ahora! —gruñí. Breandan rozó sus labios en mi sien. —Se buena. —Me besó otra vez y retrocedió. Mi labio superior retrocedió en una mueca. ¿Se buena? El rostro de la bruja blanca estaba ruborizado cuando se paró delante de mí. ¿Cuánta diferencia podría hacer un pequeño dato en una relación? Entendí por qué Ana estaba tan resuelta en ayudar a las hadas, y por qué el hechizo para romper el maleficio sobre los Discípulos había salido tan horriblemente mal antes de que ella se involucrara. —Eres descendiente del brujo, ¿no es verdad? Y no sólo porque es el Padre de tu Aquelarre, sino que tienen una relación de sangre. Te pareces demasiado a él, así que no intentes mentirme. Sus hombros se desplomaron. Ella asintió.

—Sí —susurró—. Soy la Primera Hija de Cael. Padre del Aquelarre Blackthorne. La miré fijamente. Esos nombres no significaban nada para mí, pero tuve la clara sensación, por la forma en que los otros se tensaron, que no eran nombres dignos de ser llevados con orgullo. —¿Por qué no me lo dijiste? —Sus ojos se nublaron, y chasqueé mis dedos en su cara—. No te atrevas. Mantente centrada en mí e ignora todo lo demás. Ella envió una mirada asustada a Breandan, quien comenzó a hablar, pero yo sostuve arriba una mano. —Tú ya has dicho suficiente. Entiendo por qué hiciste lo que hiciste, y veo cómo de alguna extraña manera pensaste que estabas protegiéndome. Pero ella puede mentir y lo ha hecho. Breandan tomó mi mano, y me la sacudí de un tirón. Él suspiró. —No es su culpa. Yo le pedí que no te lo dijera. Que no le dijera a nadie quién es. Mantuve mis ojos en Ana. —Dime lo que sucedió. Ella tocó su estómago con una mano. —Tú viste las cicatrices. —Sus ojos encontraron brevemente los míos, y su expresión se arrugó por la pena—. La Tribu me atrapó, y Wasp me torturó para obtener información acerca de los planes de Cael. —Ya escuché esta historia. —Me detuve, pensativa—. Una versión alterada, sin dudas, pero… —Lo que no te dije antes es la verdadera razón por la que le he dado mi lealtad a las hadas. —Me dijiste que eras de los barrios altos… Ana hizo un sonido de irritación. —No, tú asumiste eso, y no te corregí. Mi cola chasqueó de un lado a otro en irritación. Ana tuvo que dar un paso al costado para evitar ser azotada por la punta. Respiré hondo. —Pero me dijiste acerca de los demonios que se ocultan detrás de la Pared. —Los demonios se ocultan a plena vista detrás de la Pared. —Se encogió de hombros, como si esto fuera de conocimiento común—. Hay humanos mezclados con duendes, brujas

y cambia formas. Aunque no tienen la suficiente herencia como para ser marcados como demonios. Muchos de ellos probablemente no se dan cuenta que descienden de un sobrenatural. Las hadas siempre han tendido a permanecer dentro de su propia raza, pero los acontecimientos recientes no serían la primera vez que un hada se ha unido a otro ser fuera de su especie. Tu propia madre se apareó con un humano. Empuñando mis manos, las miré, como si ellas sostuvieran todas las respuestas. —¿Estás diciendo que quizás yo tenga más familiares en algún otro lugar? Esta vez, Breandan tomó mi mano. Desplegó mis dedos y acarició mi palma. —Te pediré que olvides cualquier pensamiento de encontrar a más familiares. No te dará más que dolor. ¿De acuerdo? Como siempre, él hablaba certera y firmemente. Ya no me molestaba. Era mejor aplastar una tonta esperanza que permitir que hiciera raíces y creciera sin razón. Aun así, luchaba contra todo esto porque no lograba comprender los tiempos en que había ocurrido. —¿Por qué no he envejecido? Tú crees que lo que dices es la verdad, entiendo eso, ¿pero no debería tener doscientos años de recuerdos? ¿O lucir físicamente más vieja de lo que luzco? —pregunté. Breandan acarició una de mis alas, entonces siguió la curva hasta su nacimiento en la parte baja de mi espalda. —Físicamente, aún estás creciendo. —Entonces sus propias alas se flexionaron, y los rincones de su boca formaron una sonrisa—. Al igual que yo. Cuando alcanzamos la madurez, nuestro envejecimiento se ralentiza drásticamente. Combina eso con nuestro temperamento, y comenzamos a pensar maduramente, pero nos mantenemos… jóvenes en apariencia. Nuestras mentes se refrescan a sí mismas para quitarse la apatía y el aburrimiento que viene con una muy larga vida. ¿Entiendes? Cabeceé. En realidad, ¿qué más podría hacer? ¿Echarme a llorar? Breandan me sonrió, y fue una recompensa más que suficiente para contener mis lágrimas. —¿Recuerdas lo que hiciste cuando luchábamos contra Devlin? —Mi propia sonrisa se deslizó fuera de mi cara. Un estremecimiento me recorrió cuando recordé aquella sensación de ser tomada para luego ser arrojada en otro lugar. —De algún modo, yo nos moví del bosque hacia la vieja iglesia. Breandan asintió.

—Ninguna otra hada pensaría en hacer tal cosa. Por lo general, no tenemos el poder suficiente, por lo que no es físicamente posible para nosotros. Sin embargo, tú no sólo te transportaste, sino que también a Devlin y a mí, sólo por instinto. Por la expresión de admiración en la cara de Conall, supe que eso era algo grande. Miré a Breandan especulativamente. —Tú no parecías sorprendido en aquel momento. Su rostro se arrugó con diversión. —¿Cuántas veces me he visto sorprendido ante ti? ¿Cuántas veces lo ha hecho Conall, Devlin o Maeve? No es algo que experimentamos a menudo. Y cuando nos sentimos sacudidos, nos ajustamos tan rápidamente que tendrías suerte de ver siquiera una sombra de ello. —Acarició con sus manos el espacio entre mis alas, y me estremecí—. Sospechamos que Sorcha hizo algo semejante cuando Devlin y sus guerreros la persiguieron luego de que rompiera los amuletos y te llevara lejos. Sólo que creo que no funcionó de la misma manera. Conall se estiró para tocar mi hombro, pero entonces se contuvo y miró abajo hacia sus pies. —Nuestra madre era poderosa. Hermosa y poderosa de maneras que ni siquiera su propia familia entendía verdaderamente. Cuando eso sucede, quienes somos sensibles a la magia la sentimos zumbando en nuestros huesos. —Sus ojos se cerraron ante el recuerdo—. Todo se detuvo y se volvió silencioso. Un silencio tan fuerte que ensordecía. Por la manera en que se paró, sus brazos tensos y sus orejas retorciéndose, era como si hubiera regresado allí, recordando. Él me había dicho una vez que de pequeño se había asomado para verme en mi cuna. Mis ojos se nublaron mientras las implicaciones de ello se volvieron claras. Él sonrió ligeramente, y cuando abrió los ojos, ya estaban fijos en mí. —Te he buscado durante mucho tiempo, hermanita. Me alegra saber que no te fallé. No podía encontrarte porque no estabas allí para ser encontrada. Me estremecí, sacudiendo mi cabeza. ¿Realmente trataban de decirme que mi madre había utilizado su magia para realizar una apertura en el tiempo y dejarme en la puerta de un sacerdote del Templo? No, era imposible. —Me cuesta aceptar esto —admití—. Quiero decir, no puedes estar hablando en serio. Mi hermano tocó mis amuletos brevemente.

—¿Qué somos nosotros, Rae? ¿Qué fue lo primero que te enseñé acerca de la magia? —Que es energía. Él asintió. —Energía que fluye y conecta todas las cosas. Cuando tú y Breandan se tocan, ¿cómo se manifiesta su vínculo para ti? Tragué. —Luz —dije tentativamente—. Luz ardiente. Conall sonrió, pero su sonrisa no le llegó a los ojos. Vi una gran tristeza en ellos, y supe que él nunca aceptaría completamente que yo hubiera elegido a Breandan por sobre Lochlann. —Y no hay poder en esta tierra que se mueva más rápido o más lejos —explicó—. ¿Entiendes ahora? Ana me había dicho que cuando el vínculo se afianzara completamente, Breandan y yo llegaríamos a convertirnos en una Fuente propia, y que podríamos esgrimir un poder insuperable. Habíamos visto un poco de sus capacidades destructivas en el Templo, ¿pero qué pasaría si una porción más pequeña de ese poder, digamos la mitad, se concentrara en moverse tan rápidamente como la luz? ¿Podrías moverte tan rápidamente que pareciera que cambias de una ubicación a otra en un parpadeo, como lo había hecho? Moverte tan rápidamente que tu energía pasara a través, alrededor, y fuera de cualquier barrera. ¿Era mi magia así de poderosa? Ana podía ver el futuro… de alguna manera. Imágenes fantasmas jugaban constantemente en su mente durante sus horas de vigilia. Pero ella sólo podría centrarse en un futuro posible a la vez, y a menudo se perdía de muchos. No creía que ella mintiera sobre lo que veía, o que ocultara algunas de sus visiones. ¿Podría utilizar su Visión para obtener una mayor ventaja? Digamos, si ella me dijera un hecho futuro, y yo tratara de moverme lo bastante rápido para saltar justo en él... ¿Podría regresar después? Hablé con lentitud, aún devanando con las posibilidades. —Entonces si me concentro lo suficiente puedo moverme a través… Breandan me miró con tal violencia, sus ojos pasaron de plata a negro. Me envió una ola de precaución tan fuerte que me llegó como un golpe físico y me tambaleé hacia atrás. Mis oídos sonaron y mi estómago se sacudió peligrosamente. Dioses, a este ritmo no quedaría nada dentro de mí.

—Olvídate de eso —rugió Breandan y se apoderó de mis brazos para sacudirme toscamente—. Lo único que puedes lograr es no pasar al otro lado. Cada hada es única y ninguna hace lo mismo de la misma manera. —Bajó la voz y se estremeció mientras se esforzaba por controlar su reacción—. Tendrías que tratar de que no podamos predecir lo que te sucedería. —Nuestra madre murió, Rae —dijo Conall suavemente como una explicación de la terrible ira de Breandan—. Fue encontrada muerta en un círculo de hierba quemada y tú te habías ido. —Mi hermano se encogió de hombros sin esperanza—. Simplemente… desapareciste. Su magia se había consumido en el viaje de regreso. La única razón por la que sabíamos que todavía estabas viva fue que cuando pasaron los años, ninguna Sacerdotisa nueva nació. Cuando nos había transportado, apenas había sido capaz de pararme y pensar con claridad. Intentarlo otra vez probablemente me habría matado… como había matado a mi madre. Oh, Conall. Mi corazón estaba herido por él. Todo y cada uno que él amaba, la vida que una vez había tenido, simplemente desapareció durante la noche. Toda mi vida había pensado que mi familia me había abandonado, pero parecía como si hubiera sido forzada a abandonarlos. Amelia me había dicho que Conall había visitado a su abuela buscándome. Que se había aferrado a la esperanza de que estuviera viva y que me iba a traer de vuelta al lugar donde correspondía entre la gente. Había asumido la vergüenza de la familia, la carga de nuestro legado. Hijo de la asesina que rompió el equilibrio y alejó la esperanza de restaurar el reino de las hadas. Sólo podía haber una Sacerdotisa y como yo estaba todavía con vida, durante doscientos años, la raza de las hadas estuvo sin su líder espiritual. No es de extrañar que nos quebráramos y perdiéramos. Peor aún, cuando ella fue encontrada no sólo fue egoísta, temeraria, y alocada, sino que no se había apareado con el Gran Señor. Se enamoró de su hermano menor. Y no fue cualquier apareamiento antiguo, fue una peligrosa unión que sacudió los cimientos de su raza un milenio antes; su Sacerdotisa perdida, quién derramó sangre para los vampiros, y los humanos que querían que se fueran. ¿Cómo iba a reparar esos daños? Necesitaba tiempo para aprender y crecer pero ellos me necesitaban ahora. Las cosas estaban ocurriendo ahora y como siempre yo era reacia, o demasiado miedosa como para lanzarme a lo que temía y perderme a mí misma. Lochlann era una mierda, pero él hizo lo que creía que era lo mejor. Al igual que Conall. Había visto a Lochlann como un líder que quería traer un cambio positivo. ¿Si yo hubiera estado en sus zapatos, no habría hecho lo mismo? —Lo siento —le dije a Conall en silencio y antes de que me convenciera de lo contrario, envolví mis brazos alrededor de su cintura. Él era tan grande y voluminoso que me tomó un

poco de esfuerzo por mi parte. Apoyé ligeramente mi cabeza sobre su pecho—. Lo siento, te dejé y tuvimos que pasar nuestra infancia solos. Conall envolvió sus brazos alrededor mío y enterró su cabeza en mi pelo. —Todo estará bien —dijo ásperamente. Hubo un suave golpe de botas tratando de caminar en silencio y mis ojos se abrieron de golpe. —Ana —dije con firmeza y ella se quedó inmóvil, mirando tímidamente por encima de su hombro. —Tú y yo estamos muy lejos de haber terminado. —Me desenredé de los brazos de Conall y esperé con los brazos sueltos a mis costados. Mis alas se flexionaron y extendieron de nuevo y la bruja tragó audiblemente—. ¿Tu padre te envió a espiar a las hadas? Ana levantó su barbilla. —Sí, mi trabajo era estar cerca de Devlin. Y usar mis Visiones para convencerlo de que estaba de su lado. Iba a regresar después de un mes y reportar todo lo que sabía. —Ese mes había venido y se había ido, y aun así ella estaba aquí. Eso hablaba por sí mismo—. No quiero ser como él, Rae. ¿Seguro que puedes entender eso? No querer ser como tus padres… yo no… encajo. —Sus ojos se llenaron con lágrimas—. No me someto a la oscuridad como ellos. —Pero de ahí es de donde viene tu magia, no es así —le dije—. Se supone que los seres humanos nunca deberían ser capaces de tocar la Fuente y usar su magia. El Vodoun puede usar magia, porque su poder no viene directamente de la Fuente, sino del Loa. Sólo pueden infundir otros objetos con poderes mágicos y es por eso que utilizan amuletos y fetiches o los cuerpos de aquellos que han fallecido. Todo se juntó. Una clara comprensión de cómo cada raza estaba conectada y cómo usan las fuerzas que nos rodean. Toqué los amuletos alrededor de mi cuello y miré a Lex desde la esquina de mi ojo, quien asintió con su cabeza lentamente. —No pueden manifestarse como las hadas y las brujas pueden —seguí adelante, confiando en que estaba en lo correcto. Había aprendido que el temperamento de un hada tenía una profundidad que lo hacía complejo. Estábamos regidos casi enteramente por el instinto y nuestra naturaleza. Nos ayudaba a adaptarnos a las cosas rápidamente, pero la humanidad no se ajustaba bien a los cambios repentinos de los que no tenían el control. Eran apasionados, de carácter fuerte, resistente pero obstinado y decidido. Su naturaleza colectiva no podía manejar el poder, y siempre eligieron recorrer el camino de la izquierda.

—Pero eres una excepción —solté en voz alta y mis ojos se ampliaron—. ¡Por tus Visiones! No tienes que elegir un camino, porque en cierta forma los caminas a todos. Eres capaz de elegir tu propio destino. Triunfante, le sonreí. Las lágrimas corrían por sus mejillas, y mi sonrisa se fue de mi cara. Ana se arrodilló frente a mí y bajó su cabeza. Nimah empezó a avanzar, pero Amelia retuvo a su gemela. No entendía muy bien lo que pasaba entre las tres, pero realmente no tenía tiempo para preocuparme por eso. Nerviosa, agité mis manos. —Bueno, no llores —chirrié, presa del pánico. Miré a Breandan en busca de ayuda y me sonrojé más. Su cara era una mezcla de orgullo y suficiencia. Sin duda, mi episodio de lucidez ayudó a demostrar a todos los presentes que no importa lo mucho que proclamaran que no sabía lo que estaba haciendo, yo nací para hacer esto… mi sabiduría era algo que no provenía del paso de los años, sino de quién era. —Me he sentido tan sola y tan mal por irme de mi familia —dijo Ana—. Y en un momento hiciste que mi elección valiera la pena. —Ella me sonrió entre lágrimas. Abrí mi boca para repetir mi deseo de que se parara de una infernal vez, pero algo que se movió en el borde del patio, sobre los escombros, llamó mi atención. Mis ojos se entrecerraron con resentimiento. En serio, la loca hada de mierda con pelo de serpientes, y una afinidad peligrosamente natural con los cuchillos ¿había venido aquí? Wasp era compañera de vida de Devlin, y le era leal por completo. ¿Él estaba aquí? ¿Por qué Ana no vio esto? Mi mirada se precipitó más allá de las sombras de donde había surgido. Entrecerré los ojos aún más cuando nadie apareció detrás de ella, y siseé, mi cabello crujiendo con el poder que había convocado, mis alas desplegándose. Breandan se paró protectoramente frente a mí, sus alas arqueadas hacia fuera para protegerme. Parpadeé por esto y me sentía descontenta. Me había llevado horas lograr usar mis alas sin caerme y aún me caía. —Estoy sola —dijo Wasp en la voz rasposa que yo recordaba, y dio un paso adelante en los pálidos rayos de la luna. Breandan y Conall me miraban, esperando una respuesta. Me encogí de hombros. En mi calma aceptación, la tensión en el aire descendió, pero todavía era tensa. Un recuerdo de esta chica tirando de la nuca de Lex cruzó por mi memoria, pero antes de que pudiera decir algo en torno a su unión, un grito de rabia rompió el silencio.

Un rayo de color blanco golpeó a Wasp. Ella giró con un salto silencioso y comenzó a patear el estómago de Lex cuando la chica-zombie se abalanzó sobre ella de nuevo. Lex aterrizó torpemente mientras que Wasp se agachaba con soltura. Ella ladeó su cabeza. —Ellos te hicieron una zombie. —Se rió sin alegría y sin perder un instante dirigió su mirada hacia mí—. Eres patética. —Suficiente —ladró Conall. Tomó el tembloroso cuerpo de Lex y le dio unas palmaditas en la cabeza como si fuera su mascota preferida. Ro llegó a su lado y permaneció ahí, cauteloso del hada. Conall los dejó y se volvió hacia Wasp, cruzando sus enormes brazos a través de su torso e inclinando su cabeza, disgustado—. No son precisamente amigos. Deberías mostrar respeto. Wasp entrecerró sus ojos ante él. Se enderezó. —Según la ley de las hadas soy la líder aquí. —Echó su cabeza hacia atrás de una manera majestuosa, pero vi un atisbo de duda rompiendo su intocable fachada—. No me harán daño. Soy la compañera del Gran Señor. Dejé escapar un suspiro, harta de su postura, y rodeé a Breandan. —¿Crees que eso significa algo para mí? Sus labios se fruncieron. —Tú no eres mi Sacerdotisa, que insípida excusa para alguien de la realeza. —Y tú no eres mi Gran Dama —le contesté fácilmente. No podía ofenderme con la falta de respeto a un título al que no le tenía aprecio—. Tienes suerte de todavía estar de pie en una sola pieza. Las hadas no se molestarán en hacerte daño, pero aquí hay cambiadores que estoy segura de que quieren venganza por cómo los trataron tú y Devlin. —Mis ojos se encendieron para mirar sobre su hombro y apreté los labios pensativamente—. Esto es… si una bruja no lo hace en primer lugar. Breandan suspiró y en un parpadeo estaba detrás de Wasp, capturando un delgado brazo a medio balanceo, y sosteniéndolo firmemente. Wasp se tambaleó hacia atrás, con los ojos llenos de sorpresa, pero mantuvo su boca cerrada. Asintió con la cabeza, con el cuello rígido, dándole las gracias a Breandan quien no respondió. Mi hada me lanzó una mirada de consternación y le devolví una mirada sin expresión. Luchó con una sonrisa.

—Mantendré la paz de ustedes —él murmuró. Agarró el cuchillo de las manos de Ana y meneó la cabeza ante ella. Entregando el mango del cuchillo primero y dijo—. Esto no es lo que eres. Ella le arrebató el cuchillo y lo devolvió a su bota. —Ella me hizo daño. —Una rara mirada de vulnerabilidad afirmó la expresión de Ana, y sus ojos brillaron con lágrimas—. Me duele, y quiero hacerle daño. Los dedos de Breandan le secaron una lágrima. —Sabes que no es la solución. Tragó saliva y sorprendentemente me miró de vuelta. Dudé, pero la astilla rozaba la presión en el borde de mi mente, habló a mi sensibilidad. Negué con la cabeza. —Él tiene razón. Ella tendrá que pagar por sus crímenes. —Mi voz se endureció—. Y prometo que su castigo será más que adecuado por el dolor que causó. Pero incluso sé que matándola no conseguirás nada. —Especialmente si ustedes tontos desean tratar de terminar el intento de rebelión sin sentido —Wasp reunió su valor y se puso la mano en la cadera. Sus rizos se erizaron y sus ojos escarlata se enfriaron mientras cruzó su mirada con Breandan—. Los vampiros tienen a Devlin. Lo quiero de vuelta y tú, chico, tú y tu insípida compañera me van a ayudar. Haciendo caso omiso de su venenosa lengua, Breandan y Conall parecían alarmados. —¿El grimorio? —preguntó Conall—. ¿Tienen el libro? —Oculto —respondió entonces chasqueó la lengua a sus miradas expectantes. Sacudió sus manos hacia todos nosotros con descarada burla—. No por mí, tontos. Mi hada susurró, —Lo dice alguien que es lo suficientemente idiota como para pasar a través de una ciudad de vampiros. —No teníamos otra opción, estábamos tratando de perder a los que nos cazaban. —Lo miró mordazmente—. Los vampiros nos tendieron una emboscada al pasar por el centro de la ciudad, y nos arrinconaron. —Su hermoso rostro se arrugó por el dolor y su piel verde bosque palideció—. Estaba separada de Devlin y los otros fueron asesinados. Sólo Loki y yo salimos con vida. Todos los demás estaban drenados. Volvimos durante el día con la intención de liberarlo, pero el Nido es… más de lo que esperábamos.

Fruncí el ceño y miré a Breandan que no reaccionó con el nombre de Loki. Pensé que había matado a las hadas guerreras leales a Devlin. Recordé vagamente sus ojos en blanco y peinado rojo Mohawk1. —¿Qué tan grande? —preguntó Conall. —Cuatrocientos fuertes por lo menos. Sin incluir a aquellos que pasaron a la clandestinidad en otras partes de la ciudad. —Mentira —intervino Alec y lo miré. Me había olvidado que él estaba allí junto a Bryon que todavía tenían sus brazos fornidos alrededor de sus hijas. Maeve estaba escondida debajo del brazo de Alec y me sonrió con timidez antes que su mirada viajara hasta el cambiante una vez más, sin molestarse en ocultar su adoración. Demonios, cuando las hadas caemos, caemos duro—. Ningún Nido es tan grande —terminó Alec. Wasp se volvió a mirarlo. Con un pequeño gesto de sus irises rubí ella había tenido su medida y se burló, colmillos marfil brillando en la luz del día. —Soy una guerrera, pequeño gato. Puedo infiltrarme en un Nido y robar alguna cosa de esos muertos con los ojos cerrados. Sé lo que vi. —Volvió su atención a Breandan y con una sonrisa cruel y seductora, curvó un lado de sus labios en un puchero. Resistí el impulso de arrojarme a ella y arrancarle sus ojos—. Sabes que estoy diciendo la verdad. Lo juro. — El aire se espesó con magia mientras dijo las palabras. Conall suspiró pesadamente, su gran pecho inflándose y colapsando, hundiendo sus hombros. —Esto es no está bien. Los humanos se reagruparan y no hay duda de que declararán una guerra abierta. Nuestra raza está fracturada, y hemos perdido el grimorio —Conall se giró hacia Wasp y fue sinceramente apologético—. No hay tiempo para esto. No desearía que Devlin estuviera en esta situación sobre ningún ser viviente, pero no podemos… —Pero tenemos nuestra arma —interrumpió Wasp irritablemente, y movió su barbilla hacia mí—. Por más inútil que parezca, ella es lo único que necesitamos. Les lanzamos su poder a ellos, nos dispersamos, y los confundimos. Estarán tan ocupados mordiendo cada sombra que se mueva y tratando de descifrar como poner sus labios en el hermoso cuello de ella que no tendrán que preocuparse por Devlin. —No —dijo Breandan, con los ojos distantes. —Déjame ser clara —Wasp dio un paso y se paró en el centro del grupo como si dirigiera una asamblea de sus seguidores—. Estoy aquí porque no tengo elección. Claramente Rae es la siguiente Sacerdotisa, puede que los dioses libren de otro linaje de sangre de Sorcha. 1

Mohawk: Tipo de peinado punk.

Como si no hubieran causado, y no estuvieran causando suficientes problemas, pero esto no es algo a lo que puedas decir “no”. Es su propósito. El Gran Señor ha sido capturado y ella es la única con suficiente poder para sacarlo de allí vivo. Y ya que no son más que una chusma de niños, no es sorprendente que estén reacios a marchar con las personas de sentido común. No hay duda de que se puede decir que no les importa un bledo si cada uno de ustedes muere mientras que eso signifique que Devlin regresará a mí y nuestra gente de manera segura. —Ella nos miró a la cara a cada uno, marcándonos silenciosamente como predecibles—. Vamos allí y lo sacamos. Ese es el fin de la cuestión. No hay discusión, no preguntas, y nada de adulación por una débil tonta que está demasiado asustada como para poner las necesidades de otros por encima de las de ella. —Sus palabras estaban dirigidas a mí y la miré—. No se les puede permitir a los vampiros mantener a nuestro Señor sin ninguna brutal represalia. Breandan simplemente… se encogió de hombros, sin verse afectado por su explosión. —Nunca voy a perdonar empezar una guerra por tu pareja. —Y yo no permitiré que nuestra raza se disminuya y muera mientras tú neciamente tratas de proteger la tuya. Esto es inevitable. Los vampiros se están moviendo en nuestra contra y tú estás demasiado ciego por el deseo como para verlo. —Wasp sacudió su cabeza, con los labios torcidos con disgusto—. No puedo creer que yo sea quien te señale esto, ¿Pero no has considerado que Devlin no quiere ser pareja de Rae? Ustedes dos podrían estar juntos, aceptados como son y tener un lugar en la tribu si el Gran Señor permanece. —Ella me hizo señas—. Intenta mentir y decir que eso no es lo que quieres. —Ella nos miró a los dos llena de especulación, luego comprendió y su rostro se suavizó. Era hermosa cuando su rostro no estaba ceñido. Su piel era más oscura que la de Maeve, más como las hojas del árbol Fir y su cabello era más abundante y más grueso. Era alta, casi tan alta como Breandan y sus músculos estaban definidos con velocidad y fuerza—. Puedo decirte que no tienes que tratar con el mundo de tu hermano. Eres una marginada. —Ella sonrió, sus labios verdes se retrajeron—. ¿Hiciste esto por la Sacerdotisa? Porque por ley tendría que estar con Lochlann y si tú permanecieras bajo juramento tendrías que hacerte a un lado y mirarlo reclamarla. —Breandan no dijo nada pero lanzó una mirada preocupada hacia mí. Wasp se rió, con un chillido ululante que hizo a más de una persona contonearse de dolor—. Admitiré que me sorprende que Lochlann permitiera que esto llegara tan lejos. Podría haber sido poderoso con ella a su lado. —Su risa se convirtió en una risita—. Entonces supongo que no tenía elección. Todos somos unos tontos enamorados. —No. Lochlann nunca retrocedería, no es su manera de actuar. La única manera sería que él… No permitiré que ningún daño llegue a mi familia. —La mandíbula de Breandan se tensó—. Lochlann nos dejara… —Con un jadeó se detuvo. Tomó unos cuantos respiros de refuerzo. Lo que fuera que iba decir no lo creía y eso lo hacía una mentira.

Me moví más cerca de él, preocupada. —¿Qué hacemos? —pregunté en el tenso silencio. —Por los dioses, ¿siempre es tan necesitada? —preguntó Wasp, incrédula—. ¿Cómo lo soportan? Breandan puso sus dos manos al lado de mi cuello y dejó que cayeran, tranquilamente. —Regresaremos para enfrentar a mi hermano. Tendremos el grimorio de vuelta, y mientras tanto nos prepararemos para la guerra. —Me sacudí y lo miré ansiosamente—. Los humanos no se detendrán o mostraran piedad. Es nosotros o ellos. —Sus manos pasaron brevemente por las cicatrices en mis hombros y brazos—. Y yo nos escojo. Mi ceja se arrugo, estaba enojada. —Esto no puede ser. No borraras una especie sino dos. Los vampiros morirán porque… necesitan la sangre humana ¿no es así? Recuerdo leer que la sangre humana es su fuente de alimento natural. Así que si la población humana se extingue… El silencio colectivo me dijo todo lo que necesitaba saber sobre lo que ellos pensaban de ese riesgo potencial. —Muchos están en peligro —dijo Conall para cubrir la molestia—. Lochlann necesita saber esto. Con Devlin fuera, él es el Gran Señor. —No está fuera —dijo Wasp enojada—. Ha sido capturado y todo lo que debemos hacer es salvarlo. Tu bajo señor no tiene el trono todavía. Wasp caminó hacia a mí, con un brillo acerado en su mirada. Mantuve mi espalda derecha y no le mostré miedo aunque mi corazón estaba saltando. Yo sabía que podía escucharlo, ellos podían escucharlo todo pero bloqueé mis articulaciones y me puse rígida para evitar temblar. Sus ojos se echaron sobre mí con curiosidad. —Lindas cicatrices. Casi pone mi trabajo en vergüenza. Quien pensaría que los humanos podrían ser tan calificados y creativos. Envolví mis brazos alrededor de mi torso, manteniéndome rígida. Hubo murmullo por parte de Breandan, pero no se movió. Sabía que me estaba dando espacio para fijar mi propio terreno, pero justo ahora no me importaría que él destripara su rostro, porque por la agitación y las sacudidas en mi estómago no iba a servir para nada más que inclinarme en alguna esquina.

—Entonces… —Wasp continuó casualmente—. ¿Utilizaron pinzas en tus alas o un hierro de marcar? Mi estómago se cerró dolorosamente. Girando, caí sobre mis rodillas y vomité. Había una pequeña mano en mi cabeza, deslizando una suave y tranquilizante mano por mi espalda. Mirándome con preocupación, Maeve golpeó mi espalda. Aparté la mirada, asentí que estaba bien. Una ola de vergüenza me tenía agachada y las lágrimas punzaban en mis ojos. Así que no solamente estaba desorientada, sino era una inadaptada, y estaba llena de cicatrices. Era débil del estómago y me consideraba cobarde por querer que encontráramos una manera no violenta de terminar el odio de sangre entre humanos y demonios. Aplasté mis dedos en el duro suelo sucio. Ya no me sentía fuerte. Todo estaba tan arruinado. Había sido buscada para guiar y dar fuerza y apenas podía abstenerme de saltar a mi propia sombra. Pero no importaba lo mal que me sintiera, o lo avergonzada o insegura que estuviera, tenía un trabajo que hacer. Uno en el que había tenido éxito. Podía ser valiente hasta que me sintiera valiente. Por lo menos, podía mostrar coraje incluso cuando me sentía terrible por dentro. —Tranquilos —dije en voz alta. El escándalo que gruñía detrás de mí se detuvo hasta morir. Levantándome me limpié la mugre de mis rodillas y manos. —Ah, la delicada habla —escupió Wasp. —Bruja —chilló Lex y se lanzó hacia ella con los dedos como garras pero Ro la agarró rápidamente por la muñeca y la tiró de espaldas. Amelia gruñó y se puso en frente de Wasp. Lo más sorprendente es que Nimah estaba allí también —entre su gemela y Ana— luciendo como la más feroz de las tres. Conall y Breandan parecían estar por irse a los golpes, como siempre. Mi hermano hizo unos gestos tranquilizantes, advirtiendo a Breandan para que se moderara mientras miraba a Wasp torvamente. Alec parecía bastante enojado también, pero fue contenido por Maeve, su esbelta verde mano lo agarraba firmemente. Tuve menos de un momento para reconocer la sorpresa en su expresión y el anhelo en la de ella. Runt estaba positivamente animado —lanzándose alrededor entre sus piernas— inseguro de si morder, pero la manera en que sus ojos seguían aterrizando en Wasp me dijo que tenía una buena idea de dónde empezar.

Estos demonios estaban allí por mí, estaban listos para pelear por mí. Rae el bicho raro, quien estaba indecisa, asustada de hacer un mal movimiento o decir algo incorrecto. Ninguno de ellos me había visto de manera diferente cuando habían visto mis cicatrices, la mutilación de mi piel. Breandan me llamó hermosa. Sí, me molesto mucho cuando cometo un error, pero ellos siempre están allí para ayudarme a reponerme. Para ayudarme a salvarme, así podría salvar a otros. ¿Y no podía crecer y tragarme mis inseguridades? —Yo sé que a veces parezco, débil, o asustada. Y tienen razón. Estoy asustada casi todo el tiempo y sé que cometo errores. —Encogí y arrugué la nariz—. Muchos errores… pero les aseguro que lo estoy intentando, y mejoraré. —Reuniendo confianza, solté un aliento—. Lo que está pasando aquí no es todo sobre mí, así que no lo hagan todo sobre mí. Hay algo gigante y un mundo entero a punto de desaparecer. Lo que decidamos aquí formará nuestro futuro, y el de todas las especies, humanos y demonios. Ambas son importantes. —El grupo entero parecía perplejo. Los ojos se habían abierto; las respiraciones se volvieron más fuertes mientras ampliaban sus perspectivas. Me estaban escuchando. Con toda la atención, me sonrojé, y metí mis manos en mi túnica—. Entonces, uh, mejor… Em… quiero decir… —Me enderecé y levanté mi barbilla—. Necesitamos tomar las malditas buenas decisiones en la primera ronda. —Silencio—. ¿No están de acuerdo? —Terminé con la voz baja. —Puedo ir a conseguir a Kalcifer —se ofreció Nimah—. Podríamos necesitar algunos músculos si en realidad consideramos enfrentarnos con los vampiros. Agradecida de que algo de la atención fuera desviada de mí, asentí entusiastamente y luego pregunté curiosamente: —¿Quién es Kalcifer? —Un hombre lobo —aclaró—. Aunque sólo será útil un par de días. El ciclo de la luna los estropea bastante. Malditas brujas y sus maldiciones. Sólo imaginen, estar atados al ciclo lunar, incapaces de controlar su cambio. —Su cabeza se sacudió con simpatía—. La manada de Kal está a dos días al Sur. Hibernaron en la cima de la región antes del mar. Aparentemente allí arriba hay hadas con las que la manada ha tenido problemas. Estará de malhumor pero nos perdonará. Ro hizo un sonido de confusión. —Los lobos son solitarios.

—Los lobos enteros tal vez, pero para los cambia formas el lema es que la seguridad está en los números. Sé que si les decimos de la amenaza de los humanos nos ayudaran. —Kalcifer es temperamental —reflexionó Byron, frotando su barba—. Alec irá en su lugar. El chico cambiante se puso rígido, su mirada pasaba de su Alfa a Maeve y luego al suelo. Sus labios se curvaron con lo que no había dicho. No quería enviar a Maeve de vuelta con Lochlann. No cuando los humanos estaban rondando en busca de venganza, pero no podía desobedecer abiertamente a su Alfa sin explicar sus razones por no querer ir con su plan. —Estoy pensando… —Aclaré mi garganta mientras Byron me miraba como una piedra—. Maeve no debería ir por su cuenta a traer a Lochlann. —Levanté mi barbilla. Un poco más arriba y no sería capaz de ver más allá de mi nariz—. De hecho, digo que no lo hará. —Está bien, Rae —Maeve me dio una pequeña sonrisa—. No estoy asustada. Le hubiera creído si su voz no hubiera tambaleado. —No. Necesitas un acompañante y lo lamento pero tu hermano se queda conmigo. —Lancé una mirada hacia Breandan y me ruboricé ante la mirada de placer que se cruzó por su rostro—. Y no estoy lista para regresar a ninguno de los Wylds todavía. Necesito ir por Devlin. Esto fue enfrentado con silencio. Luego Wasp dijo: —Finalmente, algo de lealtad. Ana, con los ojos fijos en Wasp dijo desconfiadamente. —El futuro de Devlin ya no está atado al tuyo, Rae. No puedo verlo más, y estoy bastante segura que eso quiere decir que él… —Ella mantuvo la mirada en Wasp quien se quedó rígida ante sus palabras—. Bien, no creo que debas ir. La ciudad de los vampiros te acercará mucho al aquelarre de mi padre. Breandan me atrajo hacia él y frotó su mejilla contra la parte superior de mi cabeza, suspirando. —No puedes ir a la ciudad de los vampiros y buscar al Gran Señor de las hadas que quiere tu poder. Es un poco menos que el suicidio. Y Ana tiene razón. No te dejaré fuera de mi vista y no voy a ir a ningún lugar cerca de esa ciudad. —Su gran imparcialidad me enojaba, pero le deje mantener su rara manifestación de afecto y posesión. Se sintió bien, y este no era el momento o el lugar para discutir con él. Ignorándolo tanto a él como a la bruja dije:

—Alec acompañará a Maeve. —Me asomé sobre Breandan para apuntar a Byron con mi mirada, mostrándole lo sería que estaba—. Después de todo lo que he hecho por ti insisto que lo hagas. Byron se puso rojo, hinchó sus sonrojadas mejillas y su ancho pecho. —No tengo que hacer nada por ti hada. —¿Y qué hay acerca del negocio? —preguntó Amelia. Ella fue cara a cara con su padre—. Creo que el trato era que Rae nos salvaba y luego la ayudarías a rastrear a su señor hada. — Ella cruzó sus manos sobre el pecho—. El hada fue encontrada sin ayuda de la Manada. La deuda que tenemos por este negocio no ha sido pagada. Lo menos que podemos hacer es darle a la joven chica hada un acompañante a casa. —Rae me salvó —agregó Alec suavemente—. Si los Clérigos no me hubieran atrapado ella no… —Avergonzado se negó a mirarme—. Sus cicatrices son culpa mía… ella ha sufrido… se lo debo. Byron reprimió con la mirada a su segundo al mando, y luego volvió su enorme cabeza hacia su hija mayor, con la expresión transformada en admiración. —Has hablado sabiamente cría, estoy de acuerdo. Alec exhaló, y la radiante sonrisa que él y Maeve compartieron, hizo que mi corazón rodara por mi pecho. Nimah, también se veía satisfecha. —Voy a ir a buscar a Kalifer. —Sus ojos se detuvieron brevemente en Alec y Maeve—. Ya no soy necesaria aquí. Tú no puedes dejar al Grupo papá, y Amelia tiene asuntos en otros lugares. Ella parpadeó rápidamente. —¿Los tengo? Nimah sonrió y balanceó la cabeza en dirección a Runt. —Secundo a Rae, eres la única que puede controlar la peste. Necesitamos al menos intentar pedir a los duendes su ayuda. Amelia frunció los labios. —Veo tu punto. Ellos son fuertes. —Se aclaró la garganta y se ruborizó—. También me gustaría un escolta. Sus ojos se lanzaron a Ana, quién ahora tenía sonrosadas sus cerosas mejillas y le sonreía tímidamente.

—Supongo… —comenzó la bruja, sus pequeñas manos retorciéndose en agitación—. Que también podría ir. Sé algo de magia, y mis Visiones nos mantendrían alejadas del peligro. —Buena idea —dijo Breandan, y me miró, arqueando una ceja. —¿Qué es lo que vas a hacer? —preguntó Byron curioso—. Dudo que vayas a la Ciudad de los vampiros. Tu compañero parece decidido al respecto. Hice un grosero sonido, pero no lo contrarié. No tenía duda que Breandan prefería morir antes que dejarme ir a la Ciudad de los vampiros. —Lo sé, supongo que me haré útil a mí misma entrenándome. Necesito tener mi magia bajo control, para tener alguna oportunidad al enfrentarme al brujo con el que me encontré hoy. Arrugué la nariz. La idea de enfrentarme de nuevo a Cael, no me atraía en absoluto. El escudo de Papa Obe, había hecho maravillas con su magia negra, pero dudaba que fuera a durar por más tiempo, y un brujo con su poder, encontraría la manera de descifrarlo. Necesitaba aprender más sobre el padre del aquelarre. ¿Cómo encajaba él en todo esto? Tenía muchas preguntas que hacerle a Breandan y a Conall, pero este no era ni el momento ni el lugar. Podía confiadamente suponer que como el grimorio era un libro de brujería, ese Cael lo quería para alguna especie de fin malévolo. A pesar que tenía el libro casi a su alcance, aún necesitaba la llave, la cual colgaba de mi cuello. Era solo cuestión de tiempo antes de tener que enfrentarme a él de nuevo… ¿O había algo más en todo eso también? A diferencia de la hadas, cuya magia estaba estructurada de acuerda a las reglas de un compromiso, tenía la certeza que un brujo no tendría problema en simplemente tomar el amuleto de mí. El Clérigo Tu, había demostrado eso. Entonces ¿por qué el brujo enfocaba su mente en el templo, anunciándose a sí mismo y a sus intenciones, cuando perfectamente podía tener el elemento sorpresa? Podría haberme quitado el amuleto incluso antes de que yo supiera qué es lo que pasaba. Más importante ¿Por qué sentía como que lo conocía? Yo aún no tenía la historia completa y comenzaba a molestarme. Había una enorme pieza del rompecabezas que me estaba perdiendo. Estaba tan cerca, y al mismo tiempo, tan lejos. —Necesito de alguna manera descubrir cómo contrarrestar los efectos del hierro, o cómo almacenar magia en mí— dije en voz alta—. ¿Es eso posible sin un amuleto o un encanto?

Esperaba que la respuesta fuera respondida por Conall, pero me di cuenta que él no estaba a mi lado. Eché un vistazo a los escombros buscando a mi hermano, mi maestro, preguntándome por qué había estado tan callado por tanto rato. Alec silbó para llamar mi atención, señaló con el pulgar por sobre su hombro. Conall estaba durmiendo parado. Su cabeza se inclinaba, y ladeaba ligeramente hacia un lado, con su pecho subiendo y bajando en un ritmo constante. La rebosante risa de Ana me hizo estallar en un ataque de risa. Descansando mi cabeza en el pecho de Breandan, podía sentir su propio cuerpo sacudirse en una carcajada reprimida. Wasp aplaudió en irritación. —¿Qué hay de mi compañero? ¿O lo han olvidado? Mi carcajada se detuvo y fue reemplazado por una sonrisa sombría. —No, recuerdo el problema de Devlin bastante bien. Tengo una idea. Alejándome de Breandan, busqué a través de la oscuridad. Me sumergí en ella, y sintiendo el lazo de sangre lo llamé. Desearía poder haberle dado su espacio, pero simplemente no teníamos tiempo. Me giré en el momento en que Tomas salió de las sombras. Nuestro círculo se expandió, abiertamente receloso del vampiro en el centro. Di un paso, y estiré la cabeza hacia el otro lado del patio que llevaba al desolado templo. Tomas caminó fuera del círculo y lo seguí. Breandan tomó mi mano, sus ojos entornados y presos del pánico. —Necesitamos una alianza con los vampiros —lo calmé—. Lo sabes. Peligroso. La palabra llegó en una ola de emoción. Celos. Esta fue una advertencia que hizo a mi naturaleza retorcerse en disconformidad. Le envié de regreso una silenciosa oleada de tranquilidad. Había mucho entre Tomas y yo, estaría bien, y él tenía que ver eso. Breandan me dejó ir, sus dedos soltando su agarre de a un dedo a la vez, a regañadientes —De acuerdo —dijo rotundamente. Mis ojos se posaron en Conall. —¿Le encontrarías un lugar para que duerma? Lejos de aquí, no podemos quedarnos.

—Todos necesitamos descansar antes de tomar caminos separados —dijo pensativo—. Encontraré algún lugar. —Oh, mi corazón se llenó ante su mirada. Confianza, una cosa hermosa. Él sonrió, mostrando sus colmillos y luego me tironeó de regreso hacia él—. Bésame —demandó. Le di una tímida mirada, por debajo de mis pestañas. —¿En frente de todos? Agachó la cabeza, para pasar la punta de su lengua sobre mis labios. Inhalando rápidamente, revoloteé mis alas, mientras me presionaba contra él. Fieramente aplasté mis labios contra los suyos. Alejándome, sus ojos se ampliaron, y ardieron con la llama plateada que amaba. Me sonrojé, y le di una mirada desafiante, la cual devolvió e intensificó. Me besó otra vez, y pasé una mano alrededor de su espalda. La otra sujetaba en un puño su oscuro cabello, ahora formando una cresta en su cabeza. Se escuchó un no muy sutil carraspeo de garganta, risitas y largos suspiros sufridos que se convirtieron en murmullos quejosos acerca de las muestras públicas de afecto. —Rae basta —ladró Conall inesperadamente, para nada sonando dormido. Con una ensordecedora relajación de su ceño, se encogió de hombros impotentemente, mirando de aquí para allá—. Tal vez, ya ni siquiera importe ahora que el vínculo esta sellado. Me sacudí lejos de Breandan, sintiéndome culpable, y me tropecé. Mis alas flexionadas, se enderezaron y se acomodaron perfectamente contra mi espalda. Sabía que Conall nos otorgaría su bendición a mi unión con Breandan, pero ya estaba hecho ahora. Sorprendentemente el lazo de sangre, aún estaba ahí. Brandan había estado seguro de que se rompería cuando nos vinculáramos, pero tenía el presentimiento de que estaría unida a Tomas de por vida, y desde que él era inmortal, eso significaba más o menos por el resto de mi vida. Breandan colocó una galleta en mi mano. —Come —me ordenó y se alejó, señalándole a los demás que lo siguieran. Le di un coletazo a Alec, cuando me dio unos vergonzosos pulgares arriba y siguió a Maeve. Troté detrás de Tomas, sonriendo, y ruborizándome furiosamente, me aferré a la maldita galleta como si fuera un regalo de los dioses.

Octavo Capítulo Traducido por Eli25, Ann!! y Rihano Corregido por Sirg

Caminamos sin hablar durante un rato, Tomas tomó mi mano después de unos pocos pasos. Me mordí la lengua cuando mi boca se abrió para decirle que no pensaba que fuera una buena idea. Él solo estaba sujetando mi mano. Nada malo ocurriría porque alguien sujetaba mi mano. —Gracias por no irte —dije tranquilamente. Él paró y miró a la calle vacía. A lo que no podía decir que parecía mirar más allá. —No puedo irme. Necesito tu ayuda. Asentí lentamente. Me dolía admitir que su fría admisión para quedarse porque necesitaba algo de mi dolor. Me golpeé mentalmente. ¿Ese no había sido siempre el caso con Tomas? Él siempre había necesitado algo de mí. Cuando pensaba en ello objetivamente así como con Breandan... al principio. La diferencia era ahora que él ya no necesitaba algo de mí. Él me estaba guiando a tomar las elecciones correctas, ayudándome a llevar a cabo mis decisiones. Pero la comparación no era justa. Todos querían algo de alguien. Rastrillando mi labio inferior a través de mis dientes, le miré y aparté la mirada. De vuelta otra vez entonces miré a su pecho. —¿Estás sangrando? —Me curaré. Asentí tres veces sintiéndome demasiado incómoda. —¿Tienes hambre? Quiero decir, ¿puedes comer comida sólida después de todo? Tengo una galleta. —Ofrecí la galleta hacia él—. Tiene néctar en el medio. No es repugnante; es dulce de una manera terrosa.

Él sonrió incómodamente. —Cualquier cosas excepto la sangre me hace enfermar. —Oh. —Miré mi palma luego me encogí de hombros y metí la galleta en mi boca y la tragué. Incluso con el líquido central, hizo que mi lengua se secara sin agua para bajarla. Adivinaba que era bueno tener algo en mi estómago. No tenía hambre después de todo, pero mentalmente me sentía mejor al comer. Limpié las migas de mi boca y me sentí ruda por comer delante de él—. ¿Seguro que estás bien? Su agarré en mi otra mano se tensó. —¿Rae? —No había paciencia en su tono. —Vale, vale. —Tiré de mi labio inferior antes de situar mi mano en su hombro en lo que esperaba fuera una manera amistosa y platónica—. Necesito que traigas al líder de tu nido de vuelta aquí. —Me paré y me forcé a mirarle a los ojos—. Por favor. Él ladeó su cabeza y cambió para enfrentarme. —Deseas conocer a mi Reina. —¿Por qué? ¿Reina? Los vampiros realmente llamaban a sus líderes Reina. Había reverencia en la voz de Tomas cuando había hablado así que me tragué mis jugosas marcas sobre el título. Solo porque estaba siendo llamada Lady Sacerdotisa torpemente no significaba que otros no aprobaran ser nombrados por el título que su jerarquía les proporcionaba. —Bueno, estábamos de acuerdo que una reunión entre los demonios sería la mejor decisión para qué hacer con la Secta y las Brujas. Deberíamos trabajar juntos para encontrar una solución pacífica al caos que tenemos. Si seguimos divididos todo continuará perdiendo el control. —¿Qué me prometes? Dejé de juguetear y lo miré. —Te estoy ayudando, aunque no de la manera que esperabas. Sus cejas se fruncieron, los labios se retorcieron por el enfado. —Me has dado tu palabra. —Breandan no quiere que vaya —dije bruscamente—. No puedo, vale. —¿Le permites controlarte de esta manera? Apreté mis dientes y aplasté la rebelde voz que gritaba que él tenía razón.

—Sé que estás ansioso por lo que está ocurriendo a tu raza, pero no estás privado de comida. —No gracias a ti. Ahora estaba loca. Intenté apartar mi mano de la suya pero él la sujetó. Intentar discutir con alguien mientras aprieta tu mano como un salvavidas era difícil, pero me las arreglé para mantener mi voz mordaz cuando dije: —Créeme cuando digo que he hecho más por ti de lo que nunca haría por nadie. Breandan nunca ha recibido la misma fe ciega que te he dado y él está unido a mí por la magia. He guardado tu secreto sobre las hadas que drenaste hace dos días. —Él se sacudió hacia atrás y llegué a su cara—. Sí, lo sé. Lo vi. Lo sentí. —Mi pecho tronaba—. Si no me importara lo que te ocurriera se lo habría dicho a Breandan o a Conall, y ni siquiera podría haber detenido lo que ellos te habrían hecho. —Respiré entrecortadamente a través de mi nariz, controlando las urgencias de lo que quería hacerle por tomar la vida de las chicas—. Sigue matando gente y mientras pueda perdonarte una vez, incluso dos no puedo simplemente ignorarlo o pretender que no ha ocurrido. —Mi voz descendió peligrosamente—. Si no me importara, Tomas, te habría dejado arder a la luz del sol. Arriesgué todo, todo, dando mi espalda a mi raza cuando te salvé. No te atrevas a ignorar u olvidar lo que he hecho por ti. Estaba claro por la mirada en blanco en su cara que él estaba sin palabras. Hizo un rápido movimiento con su mano libre. —Esta es tu elección. —Nunca hubo una. Esto es lo que soy y me niego a huir de ello. Me consideró en silencio. —Has crecido. Su mano estaba fría cuando golpeó mi mejilla. Su tacto envió un temblor por mi espina y ya no supe si era lujuria, o mi naturaleza retrocediendo de él. Lentamente y con gran tensión Tomas me abrazó y me empujó hacia su pecho. —Volveré a mi Nido, a lo que sea que el destino me espera, pero... por favor —susurró sobre mi cabeza—. Por favor haz esto por mí. Tú sabes lo que quiero, lo que necesito de ti. Tenerte conmigo es algo que nunca me atreví a soñar. Hace dos noches, no quería despertarme en la realidad donde le habías elegido por encima de mí, pero lo comprendo. Ahora solo te pido que vengas para ayudarme a salvar mi Nido, a mi familia. Él sonaba tan triste y desconsolado que hizo que mi corazón tirara. Mi convicción flaqueó. —Dioses, Tomas, lo que me haces...

Trabajando mi labio inferior en mi boca intenté tomar la decisión que me dejaría tener a Breandan como mi compañero, y a Tomas como mi amigo... lo que significaría que podía ir a su Nido mediando por los demonios, y decir las palabras que les harían ayudarnos. ¿Tomar este tipo de elección por todos me haría la Sacerdotisa que creían que estaba destinada a ser? Mi corazón se hundió. Pero realmente no creía que estuviera destinada a ser la Alta Sacerdotisa de las hadas. ¿Ese es el por qué era tan difícil para mí? ¿Había una manera de convencer a Breandan para que me dejara viajar con Tomas a la ciudad vampiro? ¿Creería que mi deseo de destruir a Devlin había sido sofocado por mi deseo de ayudar a traer la paz? Devlin moriría a mis manos antes de que Lochlann fuera nombrado Alto Señor llevando a toda la raza al caos, veo eso ahora y no traeré más daño. Pero mi conducta en el pasado había sido tan tonta y auto absorta por las oportunidades de Breandan creyendo que eran escasas. Creo que podía jurar con la magia... No, no podía ir. Estaba demasiado cerca de donde Ana dijo que el Aquelarre de Brujas estaba localizado, y Breandan tenía una buena idea de que iría al ido de un vampiro sin él. Dudaba que Tomas estuviera de acuerdo en llevar a mi hada con nosotros, o protegerle si las cosas se pusieran mal cuando estuviéramos allí. Más que eso, sabía que Breandan quería volver al Wylds de las hadas. Quería ver a su hermano y estar en la presencia del Tribunal. Podía comprenderlo. Una parte secreta de mí ahora ansiaba ver la tierra Wyld también. —Quédate entonces —solté—. Quédate conmigo. Te mantendré a salvo, y puedes mostrar a todos lo que eres realmente. Serás una gran ayuda. Encontraremos a alguien más para ver a la Reina. Sé que es mucho pedirte, pero creo que podríamos hacer que funcione. Sus hombros se sacudieron y un sonido pardo salió de su pecho. —No puedo merodear a tu lado como una sombra en silencio, y esconderme cuando tus amigos y compañero intentan matarme. No acabará bien, Rae. Llegaría el momento cuando tu hada y yo choquemos, y ni siquiera tú podrías detener el resultado final. El resultado final, uno de ellos muerto, robados de mí para siempre. El pensamiento de Breandan encontrando su final a manos de Tomas era inconcebible, e iba contra todo lo que sabía, y quería saber. Cuando vi la reunión enfadada de Breandan y Tomas, vi su final —el final de mi vampiro. Cerré mis ojos, y retorcí mis manos en puños detrás de mi espalda dejándole ir físicamente cuando supe que tenía que hacerlo emocionalmente. Aun así susurré: —No te vayas.

—Mi Rae, mis rayo de sol —murmuró y me abrazó tensamente—. Debo hacerlo. No puedo estar en medio. —Mis manos revolotearon por sus costados. Le di un apretón luego le liberé y le hice liberarme situando mis manos en su pecho y empujándole. Mi decisión estaba tomada y mi corazón latía con fuerza por el dolor. —Juro que ayudaré a los vampiros como mejor pueda, Tomas. —Me abracé—. Pero no puedo ir. Él nunca me perdonará si abuso de su confianza de esta manera, y honestamente no creo que ir contigo sea lo correcto. Me siento como si fuera necesitada aquí, y tengo que comenzar a confiar en mí misma, en mi propia intuición. Admito que iré a tu Nido algún día, pero no ahora. Mi propia gente me necesita ahora. —Un cuervo cantó. El sonido era alto y desenvuelto. Siempre había cuervos alrededor del Templo, viles carroñeros. Esperé a que Tomas reaccionara con enfado, pero se quedó tranquilo, y quieto. Apartó la mirada y asintió suavemente. —Que así sea. —Las palabras fueron disparadas tan suavemente que mis oídos se retorcieron y se estiraron para captarlas. Tomas giró su infinita mirada hacia mí, y la pequeña sonrisa que había levantado mis labios cayó a su compuesta aceptación. Sus frías manos descansaron sobre mis mejillas y con el contacto fui succionada en el infinito, cayendo en él. La oscuridad dentro de mí se retorció, más y más alrededor de mi mente hasta que pensé que explotaría. Y... quería moverme... movernos a algún otro lugar. No podía entender a donde quería que nos llevara. Así la oscuridad me guiaría, mostrándome adónde tenía que ir. El familiar sentimiento de estar extendida, de ser separada por la magia bombardeó mis sentidos. Fruncí el ceño. Esto estaba mal… Ligeramente, recordé que era más fácil que la última vez, y me deslicé a través de la apertura, empujando la oscuridad conmigo de un lugar a otro. Mi estómago se revolvió, queriendo estar vacío, pero respiré a través de eso. Tomas tiró de mi mano para hacerme caminar hacia delante... Pero no quería estar aquí... y... me preguntaba por qué me guiaba de esta manera. Pasamos el montón de edificios dilapidados y sentí un temblor de miedo. Las ventanas estaban rotas y pensé que podía ver los ojos brillantes mirándome fijamente desde la penumbra. Una niebla fantasmal crecía a lo largo del suelo de hormigón y las luces titilaban y morían en extraños puntos en la distancia. El aire se había secado de repente, olía a cenizas. Como si algo se estuviera moheciendo, y fuera demasiado viejo y putrefacto el olor había envejecido más allá de un particular hedor que podías llamar o comparar a algo más. Caminamos más allá, entrando en los coches quemados, y el destrozado pavimento y me pregunté por qué si los vampiros querían al mundo tan desesperadamente, ¿los mandaron al infierno? ¿Por qué luchar tan fieramente por algo y dejarlo caer en ruinas? ¿Por qué se alejaron cuando la Ruptura acabó y se retiraron a las profundas ciudades abandonadas

como esta para cazar presas? La devastación en esta ciudad era mínima, pero había un siniestro y desagradable parecido en ello. —No creo que debamos ir más lejos —dije sin pensar. Literalmente sin pensar. Mi mente estaba casi vacía, en blanco. Los recuerdos al azar y los pensamientos sonaron alrededor, pero no había nada debajo excepto una nube de oscuridad. Dejé de caminar, mis pensamientos eran menos confusos. Había un alto zumbido en mi oído. Aparté mi mano de la suya, presioné mis palmas en mi cabeza y empujé, esperando quizás que la presión liberase lo que fuera que estaba causando este mal sentimiento en mí. Tomas acarició con su mano mi frente. La frialdad era refrescante y miré a sus ojos sin fondo, sintiendo algo de paz. —¿Cómo te sientes? —preguntó compasivamente y frotó mis hombros. Era tonta, muy tonta, y aquí él estaba siendo todo valiente y fuerte. Sacudí mi cabeza. —Bien. Creo que hoy... toda la pelea y el uso de la magia me está pasando factura. — Respirando dejé que tomara mi mano otra vez y apreté la suya gentilmente por ser tan atento y considerado por mis necesidades—. Sé que como un hada no necesito dormir mucho, pero me ayuda a mantener las cosas en orden. Algunas veces está pasando tantas cosas a mí alrededor que me siento perdida, ¿sabes? Quiero decir, sé que echo de menos muchas cosas... y Breandan dice que debo empezar a ser más consciente de... —Frunciendo el ceño cerré mi mano en un puño y me golpeé en la cabeza. Mi mano golpeó algo duro, y toqué el metal presionando mi piel. Qué extraño—. Uh, todo está confuso. —Ven. Una vez que lleguemos al centro de la ciudad podrás descansar. Su voz era luz, pero pensé que lo oí romperse al final. Mis sentidos me dijeron que el amanecer estaba lejos por horas, pero comprobé el cielo de todos modos. No estaba exactamente en buen estado de memoria, ¿tal vez mis sentidos estaban apagados también? El cielo estaba completamente negro. —¿Estás bien? —le pregunté preocupada—. Pareces algo tenso. Él sonrió, sus colmillos saliendo mientras levantaba mi mano para besar mi muñeca. Presionó el beso en las venas que encontró ahí. —Lo puedo estar —murmuró. Un dardo de miedo y disgusto se disparó en la parte baja de mi espalda y saqué mi mano lejos. Luego, estaba instantáneamente arrepentida por la mirada de asombro que vi en su cara. —Lo siento. Yo… —lo alcancé, pero paré antes de que lo tocara, de alguna manera, en el fondo sabiendo esto no debería tocarlo. No con amor. Mi amor pertenecía a…

Mordiéndome el labio comencé a caminar, no segura de porque mi cuerpo temblaba cuando Tomas se puso a caminar a mi lado. Había una tierra blanda a mi izquierda y salté, incluso Tomas aceleró el paso y se adentró más en la ciudad. Mis ojos se movían a través de los edificios de paredes planas y traté de penetrar las densas sombras que se cernían sobro la superficie. Pude ver en tonos de azules y morados en la oscuridad, pero era casi como si mi mirada pasara a través de cualquier cosa que no quería ser visto en las sombras. ¿Había realmente docenas de ojos enrojecidos hambrientos mirándome a dentro de la oscuridad desde los callejones? Nos apresuramos a entrar más a la ciudad, sentí mi magia siendo empujada hacia mí misma, comprimida dentro de mi cuerpo y mi corazón se aceleró. Habían más corriendo detrás de nosotros, y lancé una mirada temerosa por encima de mi hombro. Me tragué un grito viendo las pesadas figuras encorvadas detrás de nosotros. Una sonrisa maniática y vi el brillo de colmillos. —Hay vampiros detrás de nosotros —susurré a Tomas y tiré de su mano para conseguir su atención, la cual está centrada en un punto más adelante y había sido así por los últimos diez minutos. —¿Confías en mí, Rae? —La voz de Tomas era suave, y la oscuridad dentro de mí se suavizó por encima de mi naturaleza, estaba agitada, quisquillosa y diciéndome que algo estaba mal aquí. ¿Por qué estaba aquí de nuevo? Venir aquí era probablemente la peor idea que he tenido. Era mi idea venir aquí, ¿no? ¿Dónde estaba Breandan y porque no estaba conmigo? Espera. Definitivamente no quería que viniera aquí, pero él nunca me dejaría venir aquí sin su protección. O ¿tal vez pensó que Tomas era protección suficiente para mantenerme a salvo? Tragué difícilmente y miré detrás de mi espalda. Más vampiros —docenas de ellos— deambulando detrás de nosotros como líquidos escurridizos. Uno se lanzó por adelante, dando alaridos y gritando como lo hizo. Corrieron rápidamente cruzando la calle maniáticamente y pasando de sombra a sombra lo único que vi fue un pecho desnudo y vaqueros rasgados. El golpe de pies descalzos en el concreto aumento, mi pelo se erizó en la parte de atrás de mi cuello. La luna brillaba y cuando uno de los vampiros pasó a través de la luz vi un escuálido cuerpo hambriento cubierto en mugre y suciedad. Respirando con dificultas, tropecé, pero agité mis alas y me encontraba bien. Esto no era bueno. —No creo que se suponga que debería estar aquí. Tomas apretó mi mano.

—¿Confías en mí? —repitió en tono firme. Sonó como que estuviera preguntando por el bien de esto y que simplemente debería decir sí. Confiaba en él, ¿no es así? ¿Por qué iba a estar aquí si no lo era? Decidí venir aquí con él ¿verdad? —Yo… —Un fuerte chillido de placer atravesó la noche y mis ojos giraron, buscando la boca que repiqueteó—. Yo… Algo helado rozó mi nuca. Una risa loca resonó en mis oídos antes de que un vampiro desgarbado apareciera delante de mí. Me detuve en seco, mi mano escapándose de Tomas y le oigo maldecir cuando otro se deslizó detrás del primero, empujándolo a él para conseguir una mejor vista de mí, babeando. Tropezando de nuevo, me acordé de quienes estaban detrás de mí entonces me di la vuelta para ver lo que estaba haciendo, que era nada. Bueno, estaban colectivamente limpiándose la baba de sus barbillas, y pasando la lengua por sus labios, cuando ellos me miraron de arriba abajo con hambre, pero peor que eso, ellos seguían ahí. Retrocediendo, sujete mis manos y traté de caminar alrededor del vampiro. Bloqueó mi camino. Palpitando, sudando traté de ir al otro lado y él se sacudió para bloquearme de nuevo. Aterrada, me acerqué a la Fuente y me armé con energía. Solo en mis dedos. El vampiro abrió sus brazos a su ancho y giró su cabeza de lado a lado una vez, luego sonrió mostrándome sus dientes, sus colmillos fuera. Yo estaba acostumbrada a los colmillos extendidos de Tomas, pero él tenía todos sus dientes, a diferencia del que tenía delante mí, que olía como si se bañara en aguas de desagüe. Mi estómago se redujo cuando se echó a reír extrañamente, y se lanzó hacia adelante haciéndome retroceder. Lo hizo otra vez y me dio la clara sensación de que estaba jugando conmigo, riéndose de mí. Justo como me habían dicho, a los vampiros les gusta hacer eso cuando están cazando. Hubo un gruñido de dolor y el vampiro más pequeño —quien había estado tratando de conseguir una mejor vista de mi— voló hacia mí y me agaché para dejarle navegar por arriba y chocara contra quienes estaban detrás de mí. El vampiro que estaba jugando conmigo giró, y tuvo el puño de Tomas en su cara. Se dejó caer de rodillas y chilló, luego se echó para atrás cuando Tomas levantó su mano otra vez y gruñó. Rastreando de vuelta, el vampiro salvaje me dio un amplio margen y se estremeció cuando Tomas dio un paso hacia mí para ofrecerme su mano. La tomé y dejé que me tire en sus brazos. Me sacudía tan fuerte que apenas podía soportar el pararme. Los vampiros no estaban en mal estado. A pesar de que un hada sabía, que si un vampiro fuerte tenía suerte me podría acabar. Ellos eran poderosos, horrorosamente fuertes y casi tan rápidos como las hadas. Estos también estaban completamente locos y la locura tenía una manera de prestar adicionales para un cazador. Y yo, una bolsa de sangre sabrosa, estaba parada en medio de ellos, mi corazón latía con fuerza.

—Cálmate —dijo Tomas suavemente y acarició la parte trasera de mi cabeza. Respiró hondo—. Libera tu dominio en la magia, Rae, no te traerá nada más que dolor por aquí. Está bien, estas a salvo. Ellos se dejaron llevar, porque hueles bien. Sosteniéndome sobre el rumbo de calma en su voz, dejé mis manos en la Fuente y en su lugar me aferré a él. Solo la angustia, que fue rápidamente silenciada por la oscuridad, estuve deseando que fuera alguien más. El único quien me llena de luz de plata… pero no estaba aquí. ¿Por qué no está aquí otra vez? —¿Te he mencionado que tus vampiros son espeluznantes? —Me moví hacía atrás para poder mirarlo a la cara, mis ojos todavía grandes con miedo—. ¿Los conoces? El asintió, luego se concentró sobre su hombro. —Vamos. Estamos casi ahí. Me tomó la mano de nuevo; envolviendo sus dedos de forma segura alrededor de las mías y miró con cara de desprecio una vez más a los vampiros detrás de nosotros. La niebla de incertidumbre se había reducido en mi rostro de miedo, la claridad va entrando con un efecto secundario de la adrenalina preparándome para pelear o correr. Bueno… nada de mi situación actual tiene algún sentido. En lugar de sentirme indiferente ante esta vez, me hizo sentir incomoda, y preocupada acerca de lo que estaba pasando. —Tomas, yo… yo decidí venir aquí contigo, ¿verdad? —Sí. —¿Por qué Breandan no vino con nosotros? —Miré hacia abajo, a nuestras manos unidas. Estaba confundida y cautelosa—. ¿Por qué no está aquí conmigo? Creo que debería estar aquí. —No. Mantente en movimiento, Rae. Mi ceño fruncido, me dolía mucho la cabeza. —Pero… ¿Dónde? ¿A dónde vamos? —Tomas aceleró el paso—. Quiero decir, nosotros hablamos acerca de ver tu Nido, porque necesitábamos hablar con los vampiros. Necesitamos estar unidos. —Mis palabras eran correctas, necesitábamos estar unidos, pero porque habían sonado y se sintieron inseguras. Más de la niebla se despejó y parpadeé aun cuando el camino se abrió hacia afuera y delante de nosotros estaba un largo edificio de Piedras grises. Docenas de escalones en una pendiente de gente llegaron hasta la puerta grande de madera flanqueada por gruesas columnas redondas. Grabado en la piedra había pequeños animales peludos y flores, e incluso las representaciones en la piedra parecían escalofriantes.

—Para. —Tiré mi mano de Tomas y froté mi sien, manteniendo mis ojos en él—. ¿Qué está pasando Tomas? Mi mente está… no está bien. Me faltan recuerdos, como si estuvieran cubiertos en humo que no puedo ver a través. —Incluso diciendo las palabras me ayudaron a disipar algunas sombras en mi mente—. ¿Qué me estás haciendo? —susurré—. Lo que sea que le estás haciendo a mi mente, detente. La cara de Tomas se arrugó en pánico. —Rae… ¿Dónde estaba Breandan y porque la mirada en los ojos de Tomas se siente como una de las feas cosas oscuras arrastrándose por mi piel? Busqué la conexión, se vio sacudida cuando mi conciencia de Breandan golpeó como una espiral de alambres y se estiró, y pude identificar que era malo para él estar tan lejos. Mi ritmo cardiaco saltó y me hiperventilé. —En este momento —grité—. ¡Fuera de mi cabeza! —Tomas me atrapó la barbilla entre sus dedos fríos. —No luches contra esto. Me empujó hacia adelante para besarme más o menos. En el contacto con la niebla espesa, aumentó el control en mi mente otra vez. Sus colmillos estaban fuera y rebanó mi labio inferior, su lengua lamió la sangre que corría con avidez, pero incluso eso lo hizo distraídamente, su atención estaba en otra parte. Su influencia trató de empujar abajo otra vez, trató de nublar mi mente, pero resistí, dándome cuenta que estaba manteniéndome de esa manera. Lo aparté, mi mano tapando mi boca mientras él se salió hacia atrás. Hizo un sonido de frustración. —Esto va a ser difícil para ti de entender. No quiero que sientas algún dolor innecesario. Acéptame de nuevo en tus pensamientos. —¿Puedes imaginar si fuera del tipo celoso? Creo que me has reemplazado, amor. —La voz venía de arriba y mis ojos bailaron por los escalones de piedra hasta que aterrizó en una alta, curvilínea mujer; con rizos marrones oscuros que rozaban su barbilla en la parte delantera y el cascada hasta los hombros a la espalda. Vestida con una túnica sin mangas, vaqueros destrozados y los pies descalzos, bajo los escalones hacia nosotros con una expresión intensa. Sus enrojecidos ojos nunca dejaron mi rostro y la intensidad de su parpadeante mirada fue la más penetrante y desequilibrada que he sentido en mí. Inhaló profundamente y su boca se separó cuando dos colmillos grandes cayeron. —Te envié por un humano, Tomas. Me traes un hada. —Ella no sonó enojada, más que considerando ira y simple fastidio con curiosidad apática. Tomas no dijo nada, pero la

expresión de licitación que tenía en su rostro mirando a la vampiresa, me había puesto extremada ansiosa sobre mi situación actual. —Gwendolyn —murmuró—. Estoy en casa. —Te extrañé —ella dijo sin ningún tipo de emoción real aun caminando firmemente hacia mí. El aire a su alrededor estaba perturbado, como el espacio circundante a su cuerpo hizo no querer acercarme demasiado. Avancé poco a poco hacia atrás para sentir mis alas en forma ajustada a mi espalda y la cola para golpear acurrucándose en mi hombro agitada. La oscuridad envuelta alrededor de su forma era mala, el tipo pegajoso desagradable. La oscuridad que envolvía a Tomas nunca se había sentido mala para mí, su oscuridad era limpia, pero la de ella era siniestra e irradiaba malevolencia. Mi naturaleza me empujaba a correr, para atacar. Para hacer algo, cualquier cosa, pero solo me quedé allí porque mi sorpresa que era demasiado grande y francamente, mis miembros se sentían como si estuvieran pegados al piso. Cual sea la compulsión de Tomas había forzado en mí, no me había liberado todavía. Incluso si pudiera reconocer mis reacciones y recuerdos no eran como debían ser, no me atreví a dejar ese lugar. Tomas dijo: —¿Dónde está Daphne? Llegando a él sus ojos me dejaron. La comisura de su boca se levantó mientras su atención se desplazó exclusivamente a Tomas. —Tu mascota esta alrededor de algún lugar por aquí. Ella tiene el hábito de aparecer en el más extraño de los momentos en los lugares más extraños. Creo que es tu conjunto para espiarme, ¿no? —Su voz se endureció al final y la cara de Tomas tomó una mirada inocente en blanco. La oscuridad que lo rodeaba se mezcló con la de ella y fueron una. Ella deslizó una mano alrededor de su cintura y la otra empuño su cabello, tirando de su boca para encontrarse con la de él. Aturdida, me detuve y miré fijamente a distancia, mi mente confundida, mi estómago enfermo. Levante mi mano para… ¿qué? No estaba segura, tal vez por ella… pero Tomas se retiró de su beso, agarró mi muñeca, deslizó la otra alrededor de mi cintura y me llevó a estar delante de él, como si me ofreciera para la inspección. Su cabeza vino a posarse en mi hombro, como si fuera una caricia. La vampiresa se rió, y su mirada vagó sobre mí, curiosa. Ella le dio a Tomas una sonrisa con dientes llena de anticipación y entusiasmo. —Esta es ella... la que vi. Recuerdo sus ojos dorados, pero pensé que se suponía que era una humana.

—Y así era hasta hace unos días. Era surrealista. Hablaban de mí sobre mi cabeza como si no estuviera allí. Los ojos del vampiro se iluminaron y ella me miró. —Tiene una historia que contar por lo que veo. —En pocas palabras, sus ojos se cerraron e inhaló y exhaló un suspiro lujurioso—. Hada pura sangre, delicioso. —Dio un paso más y tomó mi cabeza entre sus manos. Tiré una vez sin mucho entusiasmo, no me gustaba el contacto, pero ella miró profundamente en mis ojos—. Soy la reina aquí, dime todo lo que sabes —ordenó, y sus pupilas se contrajeron. Parpadeé, agarré sus muñecas delgadas, y las alejé de mi cara. —No. Y no me toques. —Miré por encima del hombro—. ¿Tomas? ¿Qué. Infiernos. Está. Pasando? —Sacudí la cabeza, todavía sin comprender lo que estaba viendo. —¿Qué?... No entiendo cómo... ¿Qué estás haciendo? Gwendolyn miró de Tomas a mí, y de nuevo tantas veces y tan rápidamente, que su cara se puso borrosa. —Ella se está liberando de tu compulsión, ¿verdad? Pero no se dobla a la mía... ¿por qué tú puedes...? —El disgusto en su cara hizo que su nariz puntiaguda se torciera de una manera fea—. No. Dime que no es verdad. —No esperaba que esto sucediera —rechinó Tomas y de la tensión en su rostro, no podía decir si estaba avergonzado o preocupado—. Y no me arrepiento. La conexión fue la única razón de que mi compulsión trabajara sobre ella. Incluso ahora la combate. Ella entrecerró los ojos. —Ya sea que lo esperaras o no, no explica cómo forjaste un lazo de sangre con esta chica en el mes en que has estados ausente cuando nosotros hemos estado juntos durante casi un siglo. Nuestra unión no fue forzada y nunca hemos experimentado.... —Su cabeza giró y me desnudo con una mirada—. ¿Qué pasó entre mi compañero y tú, hada? Miré a Tomás y su expresión no me dijo nada. —Un beso —le dije, estúpidamente. Apretando los labios en una línea tensa él hizo un movimiento restándole importancia con la mano. —Lo que ha sucedido entre Rae y yo no te concierne. El cuerpo de Gwendolyn tembló con rabia reprimida y la oscuridad comenzó a borrar la parte blanca de sus ojos.

—¿Tú... no....? —Ella sonaba como si estuviera siendo estrangulada. El pecho subiendo y bajando en saltos tensos, sus manos blancas y huesudas convirtiéndose en garras, e incluso mientras veía el hilo de su calma saltar y sus labios retroceder, Tomás se deslizó delante de mí. Ella agarró su hombro, clavando sus uñas en este, pero él envolvió su mano alrededor de su garganta. —Cálmate —le ordenó—. No significa nada. Ella lo golpeó y él liberó su garganta para jalarla hacia él. Tomás murmuró algo suave en el oído de Gwendolyn, entonces ella se asustó completamente, arañándolo para poder llegar a mí. Hizo gruñidos mezclados con gritos rabiosos y sus ojos oscuros rodaban locamente. Tomás luchó para mantenerla en su abrazo, pero se las arregló para acariciarle el pelo mientras me veía temblar. Las esquinas de su boca bajaron cuando leyó el miedo en mi cara. Bueno, ¿qué esperaba? Ya no estaba completamente bajo su compulsión y esta situación daba más miedo por el momento. Durante todo el tiempo no me había movido, pero sinceramente no tenía idea de qué hacer. Me acordé de traernos aquí usando magia, y me di cuenta que no estábamos cerca de un bosque. Vampiros hambrientos rodeándome para corretearme como una presa por las calles de una ciudad desconocida, no era una opción, y ¿a dónde iba a correr? Mis sentidos estaban confusos por la compulsión de Tomas, y no estaba totalmente segura de que todavía pudiera mover mis pies. El vínculo entre Breandan y yo se mantenía extendiéndose hacia la nada, luego, fluía sobre mí con toda su fuerza, como si él se acercara, pero lo ignoré, mientras no pudiera confiar en lo que sentía. Tragué con fuerza y obligué a mi corazón a detenerse de hacer una fiesta a través de mi pecho, sin dudar que era como una campana de la cena para los demonios que me habían atrapado. El fuego loco en los ojos del Gwendolyn se enfrió y su expresión de rabia se desvaneció. Tomas dejó a la Reina del Nido ir y sin dudarlo, ella se escabulló hacia mí, rodeándome, midiéndome. La ignoré y lágrimas silenciosas se extendieron corriendo por mis mejillas. Los últimos vestigios de la compulsión se estaban desvaneciendo y liberó mis emociones. Ellas regresaron con toda su fuerza, el miedo y la traición completa. La oscuridad estaba en todas partes, todavía retorciéndose y moviéndose a través de mí porque estaba atada a Tomas por la sangre. Él me había traído aquí hasta estos hambrientos y locos vampiros. El aliento helado hacía cosquillas en mi oreja y dedos fríos rozaron la parte de atrás de mi cuello. —¿Buscas a alguien? —preguntó en voz baja Gwendolyn.

¿Podía sentir mi magia? Mis ojos se cerraron, y negué con la cabeza, en respuesta a su pregunta, sino en negación de toda la situación. Los vampiros que habían seguido a Tomás hasta aquí me miraban abiertamente con hambre, con añoranza. Donde quiera que miraba habían colmillos a la vista y las lenguas serpenteabas sobre los labios resecos. Algunos estaban incluso salivando, y aparté la mirada del placer carnal que vi al acecho en las profundidades de sus ojos sin fondo. Encontré mi voz. —Tomás, ¿por qué has hecho esto? Gwendolyn se rió y tiró de un mechón de mi cabello y me estremecí, mis manos revoloteando para alejarla. Tomas no me respondió. Miró entre nosotras, y suspiró, como si nosotras lo complicáramos y le molestara. Mi mente aún no estaba llegando a un acuerdo con lo que él había hecho. —Pero yo confié en ti. —Me volví a mirarlo a la cara, mi confusión, y el terror evidente—. Confío en ti, Tomas. Gwendolyn sonrió y fue a pararse frente a mí bloqueando vista de él —torciendo un mechón de su cabello alrededor de su dedo medio. —¿Estás tan desesperada por creer que no has hecho nada malo que te niegas a ver lo que él es? Contuve el aliento. Mi corazón se estrelló en mi pecho, el cual estaba dolorosamente contraído. —No lo creo. —Me incliné rodeándola para buscar los ojos de Tomas—. Sé que estás molesto por Breandan —murmuré—. Pero no había otra opción y tú sabes eso. No había otra opción para mí. Tomas finalmente se movió de nuevo. Se llevó con el hombro a Gwendolyn, quien lo empujó juguetonamente, y lentamente puso sus manos frías en mi cara para enmarcarla con cuidado. Su pulgar acarició por encima de mi labio inferior. Las comisuras de sus ojos sin fondo estrechadas. —Sé que nunca entenderás por qué hice esto —dijo con seriedad—. Lo siento, por todo, pero tenía que traerte aquí, Rae. Tuve que hacerlo. —Él me dejó ir, y me tambaleé hacia atrás. Gwendolyn mordió la punta de su dedo sucio tímidamente y se rió. —Hada tonta.

Mis piernas cedieron, y caí de rodillas. Las lágrimas cayeron sobre el concreto gris como la lluvia, haciendo un charco oscuro debajo de mí. Presioné mi frente en el suelo, queriendo nada más en ese momento que acurrucarme y morir. Decepción. Todo lo que Tomas había hecho era un truco, una estratagema para traerme hasta aquí. La risa de Gwendolyn y de su nido me quemó, se hizo eco a través de los fríos y vacíos edificios para ser ampliada y lanzada de regreso a mí, enfureciéndome. Me sacudí levantándome, llena de fuego y determinación. Una rabia tan consumidora que me temía que me ahogaría si no la aplacaba con sangre. Me sumergí profundamente en la Fuente hasta que esta llenó mi ser con luz incandescente y luego: ¡Nada! Lo intenté de nuevo canalizando mi energía y manifestar una bola de fuego, pero no pasó nada. Tambaleándome retrocedí, un aterrorizado grito de horror fue arrancado de mi garganta mientras repetidamente tratado de usar mi magia. No podía manejar la energía que me fue entregada como mi derecho de nacimiento. El aliento disparado de mis pulmones, y miré mis manos, deseando llenarlas con fuego. Mi cabeza se levantó y le envié a Tomas una mirada llena de odio. Levantó una ceja espesa y oscura. —¿Recuerdas lo que te dije, Rae? Que algunos vampiros solían ser capaces de tocar la Fuente antes de que ellos cambiaran —dijo con frialdad, e inclinó la cabeza hacia Gwendolyn, que sonreía a escondidas. —Ninguna magia para ti —intervino ella y agitó su dedo. Aferrarme a la Fuente me estaba poniendo inquieta así que la solté, y me centré en la reina de los vampiros. Ella tenía algo de poder, esto pude sentirlo, pero no lo suficiente como para manejar un hechizo lo suficientemente grande como para retenerme. —No eres lo suficientemente poderosa como para lanzar este hechizo —le dije—. ¿Quién lo hizo? La expresión animada se drenó de su rostro hasta que todo lo que quedó fue la mirada en blanco sin esfuerzo en la que todos los vampiros parecían tan buenos. —Creo que deberías estar más preocupada acerca de lo próximo que sucederá. —Su mano acarició el costado de su garganta y su lengua se asomó sobre un colmillo. Los vampiros que nos rodeaban dieron un paso adelante y la anticipación se hizo tan espesa en el aire que podía saborearla.

Parpadeé y Gwendolyn estaba detrás de mí, tirando de mi cabeza hacia un lado, los colmillos rasparon mi garganta. Sin embargo, mientras las puntas de sus colmillos pinchaban mi piel, envolví la mano en los rizos que rozaban mi muñeca y tiré con fuerza. No había manera en el infierno de que ella me estuviera mordiendo. Su cabeza retrocedió y la liberé solo para correr a súper velocidad directo a las manos esperando de Tomas. Ante el contacto, la oscuridad apareció de nuevo y mi cuerpo quedó inerte, apático y sin peso. Tomas me levantó como una muñeca de trapo. —Te prometo que no dolerá —susurró—. Me ocuparé de ti. Me estremecí y esperé por el dolor. No tenía fuerzas para luchar, mi mente estaba agotada de luchar contra su compulsión, y mi cuerpo estaba simplemente confundido de todas las señales contradictorias que estaba recibiendo. Honestamente, mi espíritu se sentía roto, y no podía inducirme a luchar. Todo lo que dejaría para Breandan era una promesa de por siempre, de que lo había amado, y lo habría amado, siempre. Oh dioses denle fuerza. Tenía que creer que él estaría bien. Iba a sufrir, pero al final, Lochlann le daría una vida digna. Conall se llenaría de rabia, pero era lo suficientemente sensible como para saber que querría que vigilara a mis amigos. De una manera retorcidamente enferma, este fin fue mi decisión. Si no hubiera actuado como una tonta y terminado vinculada a Tomas, él nunca habría sido capaz de traerme aquí. Moriría en los brazos de mi chico-vampiro, y traté de no sentirme ambivalente al respecto, pero me encontré carente de miedo. La verdad era que todavía me sentía como si la muerte hubiera sido aplazada para mí. Era una conclusión inevitable a la que tendría que hacer frente antes de lo que algunos habían pensado. Abracé la muerte en los brazos de uno al que podría haber amado... yo estaba bien. Tomas hundió sus dientes en mi garganta y contuve un aliento entre mis dientes, pero por lo demás estaba inmóvil. Apreté mis ojos e hice puños mis manos en su camisa, tratando de desgarrar el alivio de su abrazo. Él me bajó al suelo, y vi a los otros amontonarse más cerca, ávidos por una probada. La luz de la luna fluyó hacia abajo, y mis alas revolotearon mientras mis ojos se cerraron. Una brisa fresca llevó el olor de las cosas verdes, y el olor mineral de Tomas. Suavemente, con reverencia y cuidado, mi vampiro se alimentó de mí hasta que mi corazón tartamudeó.

Noveno Capítulo Traducido por Bautiston Corregido por ★MoNt$3★

Al abrir los ojos, suspiré hacia el techo de piedra. Mi mente estaba clara, todo claro también, y sabía que había sido capturada. Una vez más. Esta vez era nada más que a mi propia estupidez a la que tenía que agradecerle. Olfateé, traté de sentir dónde estaba, en lo alto, o más abajo, y sentí alivio cuando noté que no había viajado lejos del último lugar en donde estuve consciente. Arrugué la nariz. Olía horrible, tan mal que podía probar la decadencia. Rodé hacia mi lado, ignoré la figura que había sentido en la esquina cuando me desperté, y toqué con la mano mi cuello. La piel era tierna pero estaba completamente curada. Toqué los dos arañazos levantados de la piel y cerré los ojos recordando cómo se sentía tener los colmillos clavados en la piel y la sangre de uno siendo succionada. No, esa parte no era un sueño tampoco. —Nuestras marcas de mordidas dejan cicatrices. —La voz de la esquina dudó. Maravilloso, como si necesitara más de esas. Mis manos sudorosas golpearon con fuerza en el duro piso. —¿Por qué siempre me encuentro en estas situaciones incómodas? ¿Por qué las mazmorras no vienen con mantas y cojines? Me desplacé sobre mis manos y rodillas, arqueando mi espalda, me saqué de encima la rigidez para levantarme sobre mis rodillas. Me levanté y giré los hombros. Cuando abrí los ojos Tomas se paró frente a mí, los ojos insondables y aparentemente llenos de vida. Respiré lentamente.

—¿Por qué estás aquí? —Para protegerte. Me mordí el labio inferior. —¿De la reina vampiro? —Asintió una vez. Me sonrojé furiosamente—. ¿Por qué importa? —Vi la forma en que me miraba cuando se dio cuenta de que tenemos un lazo de sangre. Es sólo cuestión de tiempo antes de que me drene, ¿no? Esto era igual al infierno, pero tenía curiosidad. Para todos los propósitos importantes, me había traicionado, pero entonces ¿por qué estaba aquí al acecho en las sombras como un bicho raro? —Nadie se alimentará de ti, por mí. —Oh, no te gusta compartir. —Estreché mis ojos—. A menos que tengas algo que quiera oír te sugiero que te vayas. Verte me está haciendo sentir mal. Su mano se levantó como si me fuera a tocarme, pero la dejó caer libremente a su lado. —Me odias. —¿Qué te parece? —espeté, y me moví a su alrededor para poner mis manos en la puerta. No de hierro, sólo madera. Tenía una cerradura oxidada. Fruncí el ceño y abrí los sentidos. Bueno, no había hierro cerca. Fruncí mis cejas hacia él sobre mi hombro—. Es como si estuvieras esperando que me quede aquí. —Sí. —Fue la respuesta sin pretensiones. El olor rancio de mi prisión me daba arcadas de nuevo. —¿Qué es ese olor… —Mis ojos se posaron en el cuerpo retorcido en la esquina. Mi corazón se hundió a mis pies y mi rostro enrojeció de ira—. ¡Oh dioses! —Tragando saliva mis ojos se movieron nerviosamente a los suyos—. ¿Por qué has hecho esto? Tomas miró el cuerpo en la esquina. —Eso no fue obra mía. Él y sus seguidores entraron en la ciudad y Gwendolyn defendió su territorio. No hay duda de que tenía hambre también. Mi boca se abrió y todo lo que pude ver fue una cadena de eventos fuera de control que me llevó a este momento. ¿Fue culpa mía? No... Él había venido aquí para escapar de sus propias locas acciones. Saber esto no hizo que la visión delante de mí fuera más fácil de llevar. —¿Tienes alguna idea de lo que has hecho?

El cuerpo explicaba por qué Devlin había desaparecido inesperadamente de mi futuro, del futuro de todos. Simplemente no tendría uno nunca más. En este momento de dolor, no pensaba en la carrera de las hadas, sino en Wasp. Estaría devastada. Infiernos, loca sería una mejor descripción. Me acordé de Devlin hablando de su vida como compañeros. La forma en que la locura había desaparecido de sus ojos para ser reemplazada por la adoración. No la habría dejado, por nadie. ¿Y si ese hubiera sido Breandan tendido y ella yo? Giré a su alrededor con lágrimas en los ojos. —Eres malo, sin corazón… En un movimiento borroso, Tomas presionó su frente a la mía y me apoyó contra la pared. Mis muñecas fueron puestas a mi lado mientras uno de sus muslos se deslizaba entre mis piernas hasta que mi pie se levantó del suelo. —No. No, tengo un corazón y es tuyo. Incluso tengo un alma, aunque es posible que te preguntes esto, a pesar que de buena gana te hice esto pese al lazo que compartimos. Has puesto tu confianza en mí, me dotaste de fe, de esperanza, de que era limpio en la oscuridad. Te manipulé y te presioné. Enredé tu mente hasta que fue confusa y flexible. — Volví la cabeza mientras el cuchillo en mi corazón era retorcido por sus palabras, pero él simplemente se apretó con más fuerza en mí y me habló al oído—. Debes saber que siempre tuve la intención de traerte aquí, porque no podría imaginar perder el amor que perdura dentro de mí por alguien como tú. —Aturdida, giré mi cabeza para poder ver su rostro. Me miraba con atención, su mirada inamovible competía con mi propia mirada inquebrantable, justo a su medida—. Lo que sea que pienses de mí, incluso si no te atreves a confiar en otra palabra que salga de mi boca, te ruego que creas esto. Me soltó las muñecas y se relajó. Mis pies tocaron el suelo y mi corazón tronó en mi pecho. Mis manos levantadas, cayeron. ¿Qué sentí? No la misma necesidad abrumadora de unirme que me golpeaba cada vez que Breandan se aproximaba demasiado. No la llamarada de necesidad, y de deseo, que me atacaba antes de que Breandan y yo nos tocáramos. Extendí la mano de nuevo, saliendo de mí, y mis palmas se deslizaron sobre su rostro fresco y cerré los ojos. Cuando mi piel tocó la suya, no había un doble sentido de plenitud y pasión sin aliento. Había algo allí. La misma chispa que permitió que el lazo de sangre se formara entre nosotros. Era caliente, brillante, y cuando traté de tocarlo o verlo con más claridad me quemó. ¿Es posible que esta cosa no sea para entender o soportar? ¿Cómo llegó hasta allí

en primer lugar? ¿Por qué es Tomas de mi agrado, pero no lo suficiente como para superar lo que sentía por Breandan? ¿Por qué me atrajo hacia él, entonces en última instancia, aquí? A este Nido donde una vez más mi vida pendía de un hilo. —No te entiendo —susurré. La frustración dio paso a la ira porque simplemente no podía entender lo que había entre nosotros. Sabía que debía odiarlo, pero no lo hacía—. No nos entiendo. Pareció triste cuando quité mis manos. —No tienes que hacerlo. Te protegeré, Rae. Lo creas o no, no fuiste traída aquí por la sangre. Gwendolyn tiene un plan, pero el Nido tiene hambre, y van a hacer todo lo posible para probarte. Pocos tienen algún control y la situación sería... mala para ti. Así que sólo me alimento de ti y los demás se alimentan de mí hasta que descubra lo que Gwen ha planeado. —Movió la cabeza hacia el cadáver destrozado y seco de Devlin—. Eso es más de lo que puedo decir de él. —Qué suerte la mía —dije y puse mis manos en él. Las dejé deslizarse desde su cuello hasta el pecho. Manteniendo el contacto visual, empecé a jugar con la clavícula y arrastré mis garras por el pecho, destrozando el tejido de la parte superior, y borbotones oscuros de sangre brotaron, mi sangre. Silbé y le mostré los dientes, ya que me gruñó—. Nunca me probarás otra vez. Eso te lo juro. Como era de esperar la magia espesó el aire. Tomas suspiró y sus ojos se oscurecieron. —No quiero que te mueras. Siseé. —Como me toques. —No seas así. —Me tocó la mejilla y giré la cabeza, disgustada de que mi corazón siguiera reaccionando a su toque—. Podemos hacer que esto funcione. Giré mi cabeza para mirarlo. —Eres un iluso si piensas que Breandan no está en camino hasta aquí con un ejército para destruirte. Los labios del vampiro se levantaron con una sonrisa. —¿Lo hará? El último recuerdo que tiene de ti, es caminando dentro de la oscuridad, conmigo. El vampiro con el que compartes un lazo de sangre. —Se inclinó para susurrar en

mi oído, su aliento fresco haciéndome cosquillas en el cuello—. Eres compañera de un hada, pero sigues teniéndome atado. ¿Por qué crees que es? Mi convicción se agitó durante menos de un latido, y no hice caso de su insistencia sobre la importancia del lazo de sangre. —No te dejes engañar. Breandan sabe que soy suya. —Sacudí la cabeza con lástima—. Cuando llegue el Nido está terminado. Infiernos, voy a ayudarle a estacarlos a todos en el sol con una sonrisa. —Disparé a su garganta y ni siquiera se echó hacia atrás, no se inmutó. Sus brazos me encerraron y me golpeó la cabeza contra la pared, molesto con la situación. —Palabras atrevidas, sin embargo, aquí estamos. Podrías matarme si quieres. —Fijó la mirada en el círculo que enmarcaba mi rostro—. Sacerdotisa. ¿Por qué no lo haces? Mátame y luego camina por esa puerta. Levanté la barbilla. —Aléjate. —Su labio se torció pero hizo lo que le pedí. Empujando el pelo de mis ojos mi mano bajo para tocar el oro sobre mi frente—. Espero más de mí misma. No voy a ser una asesina sin sentido. Valgo más que eso. —Hice una pausa en mi mente—. Entiendo que el Nido se muere de hambre y me simpatizan, siempre lo harán, pero no puedes mantenerme aquí. Debes dejar que me dejen en paz. Si tengo que pelear a mi manera para salir de aquí no habrá nada que pueda hacer para detener a los demás de venir aquí. Me miró pensativo, un pilar de la oscuridad, los brazos sueltos a los costados y la postura de mayor seguridad. —Realmente has madurado. —Volvió la cabeza hacia la puerta, que chirriaba abierta. Olí y arrugué la nariz ante el olor seco y mohoso que saturó todo. Una chica vampiro entró en la habitación, agitando su mirada entre nosotros con curiosidad. Sus ojos eran de un color marrón oscuro y habrían sido más bien mediocres si no hubieran tenido una forma muy inusual, dos óvalos delgados con unas ridículamente largas y rectas pestañas del color del trigo seco. Tenía delgadas trenzas rubias platinadas y una sorprendente piel bronceada cubierta de pecas y cejas oscuras. Vestida con pantalones vaqueros cortados, botas y una camisa verde oscuro a cuadros tenía la misma flaca, hambrienta mirada que todos los vampiros tenían, aunque tenía un poco de color en las mejillas. Respiró hondo, la cabeza echada hacia atrás, y la nariz apuntando en mi dirección. A medida que sus ojos se abrieron, sus colmillos salieron, y me di cuenta de una brecha bastante amplia entre sus dos dientes delanteros. Se asustó, y colocó una mano sobre su boca, dando una mirada culpable a Tomas.

—Está bien Daphne —dijo con dulzura, le sonrió y abrió ampliamente sus brazos. La joven me lanzó otra mirada antes pisar de lleno en la habitación, cerrando la puerta detrás de ella con firmeza. Voló hacia a Tomas y le echó los brazos alrededor, metiendo la cabeza bajo los suyos. —Te extrañé. —Su voz era ligera, delicada, y si era honesta, encantadora, suave y ronca. Pero estaba furiosa, y sentí una punzada de celos por lo que la percibí como inapropiada, entrecortada y débil. —¿Y tú eres? —pregunté fríamente, abriendo agujeros en la parte posterior de su pequeño cráneo. Me miró por encima de su hombro haciendo una mueca delicada. Se desenredó de Tomas, y me dio un saludo diminuto. —Gwendolyn dijo que eras una mal hablada, pero Tomas dice que eres agradable cuando eres feliz. Me ha dicho todo sobre ti, y mientras Gwen es mi Reina, le obedezco a él, sobre todos los demás. —Su cabeza se inclinó hacia un lado y las trenzas cayeron hacia delante— . Te voy a excusar por tu desagrado, ya que la situación en la que te encuentras es poco hospitalaria. —Su tranquilidad y amable saludo me puso de los nervios. Jadeando, me crucé los brazos sobre el pecho con fuerza. Me dio una sonrisa sincera y bella—. No soy tu enemigo, Rae. Mi cola enroscada alrededor de mis piernas, azotaba mi muslo con irritación. Me concentré en mantener mis alas bien ajustadas a la espalda, negándome a dejar que esta chica me engañara para aceptarla. Tomas se acercó a mí. —Daphne es como una hermana para mí —dijo tranquilizador y me acarició la espalda con la mano. Evité un segundo ataque dando un rápido paso al costado y fruncí el ceño. Luego de ordenarle que no me toque, lo azoté de la cabeza a los pies con mis ojos, por lo que la repugnancia se filtraba por cada uno de mis poros. Daphne rió disimuladamente detrás de su mano. —Ay, ay está enojada contigo. Tomas soltó una carcajada y se pellizcó la frente. Lo miré fijamente. Nunca lo había visto así. Casi parecía... feliz. Volví la mirada de odio a Daphne que me sonrió como si fuéramos las mejores amigas de sangre.

Asentí con la cabeza al cuerpo de Devlin. Cuando se trataba de Wasp diciendo lo que había pasado no tenía ninguna duda de que la mujer hada estaría comiendo de la palma de mi mano si eso significaba vengarle. —¿Puedes deshacerte de eso? —Y era un “eso”. Devlin ya no estaba allí, no en el cadáver putrefacto. El Gran Señor se había ido, y aunque me hubiera gustado sentir dolor, no sentí nada, sino un vago sentimiento de pesar. A pesar de que el Gran Señor no hubiera sido un mecenas del mal como había creído una vez, había matado a mi amiga, la había sacrificado. Ahora entendía por qué había necesitado un sacrificio puro para invocar la magia oscura. Había estado tratando de usar la fuente de magia del brujo contra él. Devlin había sido de un gran peligro reuniendo poder... no es de extrañar que me haya perseguido con tanta terquedad. —Por supuesto —respondió Tomás, rompiendo mis pensamientos sentimentales, y le hizo una seña a Daphne. Ella levantó la cosa apestosa por encima del hombro, sin dudar, y en un abrir y cerrar de ojos se fue por la puerta, cerrándola. —Lo siento. —Tomas no sonaba sincero en absoluto, o particularmente molesto de que su voz sonara falsa—. No sabía que estaba aquí, y no quería correr el riesgo de moverte con Gwendolyn tan inquieta... —¿Qué? —Comencé con sarcasmo—. ¿La aparición de Devlin no fue parte de tu plan maestro? —No, no lo fue. Cuando me fui de aquí estaba preparado. Sabía que no querrías venir conmigo. Cuando te conocí y me di cuenta de que eras tan vulnerable, pensé que sería fácil convencerte de que me acompañaras aquí. No sabía que eras un demonio, ni alguien de tanta importancia para la gente fae. No tenía idea de que me encontraba en medio de un levantamiento de hadas. ¿Cómo podría? Esto es un lío que no había previsto. —Entonces, ¿por qué no diste marcha atrás? —Levanté las manos para golpearlas contra mis muslos—. No puedo ver a dónde vas con esto, Tomas. No tiene ningún sentido. De hecho, es una estupidez, si me preguntas. ¿Has arriesgado todo para traerme hasta aquí, y para qué? —Para ellos —gritó—. Te dije que nos estamos muriendo aquí. No hay nada para comer, y uno a uno a mi familia se vuelve loca, devorados desde dentro por su sed de sangre. Se atacan uno al otro, entonces se enfurecen cuando la sangre no satisface su hambre. No podemos sostenernos entre nosotros, debe ser la sangre de otro tipo, o nuestras mentes se rompen. Lo mire fríamente.

—¿Así que viajaste desde tan lejos para agarrar a un ser humano? ¿Cómo si eso cambiara algo? Un cuerpo humano no tiene sangre suficiente para alimentar a un Nido de cientos de personas. —Gwendolyn tuvo una visión. Vio que traerte aquí nos salvaría. No sé cómo, pero estaba lo suficientemente segura para que quisiera probar. Nunca se equivoca. —Es una perra llena de mierda que me quiere muerta. Me has traído hasta aquí para morir. —Sus hombros se encorvaron con cada palabra que le grité—. Bien podrías drenarme y hacerme lo que le hiciste a él. —Mi pecho se agitó y luché contra las lágrimas—. ¿Por qué tienes que ser tú? ¿Por qué no podría haber sido Daphne o Gwendolyn las que vinieran por mí? ¿Por qué me hiciste pensar que…? —me ahogué y me negué a terminar. Tomas giró sobre mí, la cara lívida. —Tenía que ser un hombre porque eso es lo que Gwen vio influir en tu simpatía. Tenía que ser yo, porque los otros machos no eran lo suficientemente sanos para la tarea. ¡Y tenía que ser hecho en secreto en caso de que Cael nos descubriera! —En el momento en que las palabras salieran de su boca se congeló. Me quedé helada luego incliné la cabeza hacia él lentamente. —¿El brujo? ¿Estás trabajando para el Aquelarre Blackthorn? Tenía los hombros caídos y su rostro adquirió una expresión vencida. —La brujería de Cael ha mantenido nuestro Nido bajo su pulgar desde hace algún tiempo. Burlándome con una risa incrédula, aparté el pelo de mis ojos y mis garras rasparon mi círculo recordándome quién y qué soy. —¿Por cuánto tiempo es “cierto tiempo”? Tomas hizo un gesto desdeñoso con la mano. —Menos de 200 años. Cael es mayor que yo, pero ¿cómo se las ha arreglado para prolongar su vida y mantener su juventud? Se desconoce. Las brujas tienen una esperanza de vida humana. Él es un misterio. Di un paso atrás, simplemente en estado de shock. Busqué la pared detrás de mí hasta que mis dedos presionaron contra la piedra fría y húmeda. Me apoyé contra ella y gemí. Tomas estaba a mi lado en un instante, pero se abstuvo de tocarme. —La ruptura —jadeé. Los saltos de comprensión teniendo lugar en mi mente eran inmensos, y el cuarto comenzó a girar—. La clase Vampiro no la empezó.

—No. Fuimos obligados a una esquina y no tuvimos más remedio que hacer lo que nos dijeron. Mi cabeza se movió hasta inmovilizarlo con una mirada. —Ana me dijo… Tomas levantó la mano y su expresión se movió con lo que habría sido una cara de disgusto entre humanos. Dado que era vampiro parecía un tic nervioso. —La bruja blanca puede decir mentiras, Rae. Te olvidas de que no es hada como tú. Es una Blackthorn, un ser poderoso nacido del linaje de Cael, del aquelarre más influyente en esta región. A pesar de que es diferente de sus parientes la bruja blanca se inclinará a su autoridad si la capturan en su trampa. Es su manera de seguir la palabra del Padre del Aquelarre, instintivo. A diferencia de los vampiros donde la lealtad se debe ganar en la sangre. —Hizo una pausa, pensativo—. Sin duda, cuando me vio venir les advirtió a ti y a Breandan en mi contra. Incluso entonces había tratado de ponerte en contra de mí. —Rió sin humor real—. El hada y yo estábamos destinados a odiarnos el uno al otro. Gemí y me llevé la mano a la garganta, sintiéndome físicamente enferma. ¿Ana podría haber mentido para proteger a su familia? ¿Estaba influida por la necesidad de defender a su padre, incluso cuando trataba de luchar por lo correcto y lo bueno? Me miró a los ojos y me dijo que los vampiros habían comenzado la ruptura. El evento mundial en el que todo el mundo creía que los vampiros atacaron a los primeros seres humanos y el resto de los demonios se vieron obligados a luchar desde que la humanidad se volvió contra ellos también. ¿Sabía la verdad? ¿Que estaban bajo la influencia de Cael? Sabía que había guardado cosas de mí a petición de Breandan, pero seguramente, ¿él no podía saber acerca de esto? Vomité seco y me incliné, apoyando mis manos en mis rodillas mientras luchaba por recuperar mi equilibrio. Más preguntas sin respuestas a mano. Todo lo que aprendí, fue un paso más cerca de nada. Me movía hacia los lados, lanzando a través de las sombras medias verdades y mentiras. ¿Cómo iba a saber lo que tenía que hacer cuando no podía confiar en las acciones de las personas más cercanas a mí? ¿Era cada acción una cubierta para un fin nefasto? ¿No se preguntan si Devlin se había convertido a la magia negra en la desesperación, para su protección? Parecía que había dagas ocultas y lanzas a la espera de cada paso. Satisfecho de que no iba a vomitar, ni tirar cualquier néctar me dijo: —Esto cambia las cosas. —Me levanté y me sacudí el pelo hacia atrás. Que había dejado de crecer, y me llegaba a la mitad de la espalda. Esto hacia que mi cabeza se sintiera pesada, pero olía como el bosque, y era un consuelo en este lugar frío y húmedo. La expresión de

Tomas era curiosa. Mi lengua quemaba mientras añadí—: Esto hace que tu especie valga la pena el luchar. —Lo miré a los ojos y el placer aplastó las rodillas temblorosas que tenía cuando lo hice, temiendo ver la forma en que me hizo sentir—. Cuéntame todo. La puerta se abrió. Daphne entró y la cerró detrás de ella. Se giró y se aplastó contra de ella, con los brazos abiertos. —Gwendolyn —susurró antes de que la puerta se abriera empujándola hasta que ella y la puerta golpearon contra la pared. La reina de los vampiros se pavoneó en la sala, tirabuzones rebotando, golpeando los pies desnudos en el suelo sucio. Estaba destinada a ser una entrada casual, y apestaba a una desesperación silenciosa. Los vampiros tenían un movimiento líquido que va más allá de la mera gracia. No puntal, que se desliza, por lo que su actitud impertinente parecía forzada. Tenía las manos en los bolsillos traseros de sus pantalones vaqueros andrajosos y su clavícula sobresalía dolorosamente. Gwendolyn parecía mal alimentada. Las cuencas de sus ojos estaban hundidas y su piel pálida, cenicienta, aunque fuera un vampiro. Aunque nada de esto disminuía su impresionante belleza natural, y tomó una gran cantidad de voluntad no tirar mi glamour en un intento lamentable para cubrir mis cicatrices. Daphne gruñó y salió de detrás de la puerta, frotándose la mejilla. Gwendolyn vio la cercanía de Tomas a mí en una mirada prolongada, las delgadas cejas se arquearon con exagerada lentitud, incluso mientras el fuego ardía en el fondo de sus ojos. En lugar de alejarse de mí, Tomas se movió delante y ladeó la cabeza en una muestra de respeto. —¿Amor? —preguntó con un deje de impaciencia. Sonrió y le tendió una mano sucia, con las uñas mordidas en muñones desiguales. —Tenemos un visitante —ronroneó. Tomas se puso rígido y la cabeza de Daphne se giró y lo miró. Todo su cuerpo cambió al modo de batalla, incluso las trenzas parecían rígidas, pero con el menor movimiento de la mano de Tomas, relajó su postura. Me lanzó una mirada triste, luego desvió la mirada al suelo donde el cuerpo de Devlin había estado tendido. Mi sangre se heló. ¿Estaba el brujo aquí por mí ya? Levanté la barbilla. Lo había enfrentado antes y volvería a hacerlo. No importa si estaba cansada, emocionalmente agotada, incapaz de usar la magia, y luchando por mantenerme erguida. Lo había enfrentado antes y salí con vida. No hice caso de la voz en mi cabeza que susurraba con miedo que no había dañado al brujo, sino que me había dejado ir por su propia voluntad con un mensaje de despedida...

—Feicfidh mé thú ir Luath, deirfiúr2 —murmuré. No sabía lo que significaba, pero se sentía como que quería decir que pensara en ello, en él, hasta nuestro próximo encuentro. Un sonido extraño de palmadas llamó mi atención. Gwendolyn hundió sus talones lejos de mí. —¿Labhraíonn sí an teanga ar an witches3? —escupió Gwendolyn a Tomas—. Dúirt tú liom go bhfuil sí eolas beag4. —Níl sí ar Cael’s Coven5 —respondió Tomas con una voz suave—. Calma sios6. —¿Entiendes lo que dije? —pregunté bruscamente. —Tenemos una alianza con el Aquelarre Blackthorn —dijo Gwendolyn rodando extrañamente los ojos—. Por supuesto que hablamos la lengua de sus encantamientos. —¿Alianza? —repetí—. Tomas no lo hace parecer tan voluntario como eso. —Porque no lo es —confesó Daphne—. El dominio de Cael sobre nosotros se hace más fuerte día a día. —Puso una mano sobre su estómago, que gruñía—. No sé si podríamos sobrevivir sin él, si lo intentamos. Nos envía sangre, sangre hechizada que nos mantiene lo suficientemente llenos para hacer su trabajo sucio. Es la única razón por la que estamos vivos. Dioses, las cosas empeoraban. Mis manos se hicieron puños por la ira. —Dime lo que significa. —La mirada que Gwendolyn me dio fue muy grosera y satisfecha de sí misma. Esta reina de los vampiros era un poco decepcionante ya que había visto lo insegura que era. Empujé hacia atrás mis dientes, entendiendo por qué Breandan sucumbía a la costumbre tan a menudo. La presión ayudó a aliviar la ira y la frustración construyéndose detrás de mis globos oculares—. No es gran cosa. Dímelo demente… —Te veré pronto, hermana —espetó Daphne—. Eso es lo que significa, Rae. Gwendolyn le dio una bofetada. Siseé y ella gruñó tambaleándose hacia adelante, pero Daphne ya estaba en frente de mí, mostrando los colmillos, los ojos brillando negros. Feicfidh mé thú ir Luath, deirfiúr: En irlandés: nos veremos pronto, hermana. Labhraíonn sí an teanga ar an witches: ¿Habla el lenguaje de las brujas? 4 Dúirt tú liom go bhfuil sí eolas beag: No dijiste que tenía conocimientos. 5 Níl sí ar Cael’s Coven : Del Aquelarre de Cael. 6 Sios: Cálmate. 2 3

—Basta —dijo Tomas con voz dura. Daphne se enderezó y bajó la cabeza. Gwendolyn olfateó y se cruzó de brazos, se echó hacia atrás sobre sus talones mientras me daba una mirada. Yo sobre todo, fruncí el ceño y miré a Tomas para la confirmación de lo que había dicho. Él asintió con la cabeza. —¿Eso es todo? —murmuré—. Pero no tiene sentido. No soy parte de su aquelarre y… —Y gracias a los dioses por eso —dijo Gwendolyn, recuperándose plenamente de su rabia repentina, se irguió más alta—. Bueno, mi consorte y sus leales subordinados han hablado de más otra vez, por lo que veo —dijo, dando a su compañero una mirada letal—. No importa, estas cosas pueden ser tratadas. Vamos, él está esperando, y la noche se termina. Gwendolyn esperó hasta que Tomas apretó la mano extendida. Salieron de la habitación, pero no antes de que su mirada oscura cubrió a Daphne por breves momentos, y ella devolvió la mirada con un gesto de indescifrable profundidad. Me hizo señas para caminar, y ya que no tenía más remedio, lo hice. Subimos por una escalera empinada, estrecha y cerrada en un largo pasaje, de techos altos. La pintura de las paredes estaba descamada y las esquinas del papel tapiz amarillento curvadas hacia abajo casi hasta el suelo en algunos lugares. El olor seco y mohoso era intenso. Olía como vampiro y mi naturaleza retrocedió, disgustada. Y por una vez, no luché contra el sentimiento. Noté que el edificio estaba vacío de vida aparte de nosotros. ¿Dónde estaba el resto del Nido? No había seres humanos para cazar ¿A dónde habían ido todos? —¿Somos los únicos aquí? —le pregunté Daphne en un murmullo que logró hacer eco en voz alta por el pasillo vacío. Tomas miró hacia atrás, sus ojos dos pozos negros, ilegibles. —Sí —dijo Daphne en voz baja en mi oído, sus fríos labios tan cerca que rozaron mi oreja—. El Nido ha sido enviado a buscar el grimorio. Cael logró descubrir que el Alto Señor de las Hadas está escondido en algún lugar de la ciudad. —Sus ojos se lanzaron hacia delante a la parte posterior de la cabeza oscura de Gwendolyn—. Pero no lo van a encontrar —dijo con un dejo de emoción—. Ellos nunca lo encontrarán. Salimos del edificio en la calle desierta, donde Tomas se había alimentado de mí. Las gotas de lluvia salpicaron mi cara, y parpadeé, limpiándolas de mi nariz, y aspiré profundamente. Me detuve a medio respirar con mi corazón latiendo fuerte.

La luz del sol. Podía oler la luz del sol.

Décimo Capítulo Traducido por Eli25 Corregido por *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*

Breandan estaba solo. Estaba de pie en la base de los escalones de piedra con sus manos en puños, la cabeza hacia atrás, y los ojos cerrados. Era magnífico. Su delgado y tenso cuerpo ardía con luz plateada. Sus tatuajes negros estaban perfilados descarnadamente contra su piel pálida, y los tensos bordes negros parecían brillar. Sus alas descansaban estrechamente contra su espalda, y su cola se balanceaba perezosamente a través del aire. Respiraba profundamente, esto lo podía decir por la estable caída y subida de su pecho aunque lo que saboreaba en el aire no lo podía decir. La expresión enfadada en su cara era intensa, y cuando su cabeza cayó hacia delante bruscamente, abrió sus ojos, y se enfocó completamente en nuestro vínculo. Su mirada se convirtió en un arma que voló a través del aire y arponeó a Tomas, quien tropezó medio paso atrás. La lluvia caía pesadamente y empapaba nuestras ropas. Mi pelo estuvo pegado a mi cabeza en cuestión de momentos, y el agua corría desde la punta de mis dedos en pequeños arroyos, goteando pasando salvajemente cuando temblé. Loca de alegría por el alivio me tambaleé hacia delante luego paré, estremeciéndome, esperando que alguien me agarrara. Nadie me detuvo. Disparé una amplia mirada hacia Daphne. Ella intentó sonreír, pero se desvaneció de su cara dejando un frunce de preocupación. Sus ojos miraron a Tomas y se entrecerraron por el dolor. Yo también miré a mi vampiro y vi que él miraba a Breandan con una mirada de resignada aceptación que intentaba esconder con desafío. Di un paso más confiado, y cuando nadie se movió corrí hacia delante. Cuando pasé a Tomas, ignoré el escalofrío de nostalgia que pareció chisporrotear entre nosotros, y salté bajando los escalones de la casa. El agua de la lluvia corría en mí

como un río superficial hasta que me tranquilicé en el último escalón, mi corazón latiendo salvajemente. La mirada de Breandan aún estaba fija en Tomas, pero le sentí saludándome con diversión. A través del vínculo, sentí cuan asustado había estado por mí, y cuan alegre estaba ahora que estaba cerca. Volviendo mi concentración a los demonios detrás de mí, me enfoqué en él y solo él. Tuve que reprimir mi naturaleza y levanté la mano. Su mano ya estaba allí, y nuestros dedos se enlazaron para agarrarse tensamente. Un pulso de luz bailó a través de nuestras palmas e iluminó la oscura calle brevemente, pero no más. No era nada excepto un destello de luz indefensa. Suspiré. Mis ojos se cerraron y la paz me arrolló. Su presencia era un bálsamo que me revivió y me refrescó. Suspirando, dejé mi mano caer a mi lado y así hizo él. Entonces su enfoque volvió hacia dentro, y mi percepción de él se desvaneció completamente fuera de existencia. Estaba tan sorprendida por la inesperada desconexión que perdí mi sentido de la dirección —ya que Breandan actuaba como mi centro de existir—y me tropecé en el último escalón. Él caminó a mi lado y tuve que usar mi cola para estabilizar mi movimiento vacilante. Enderezándome, miré entre él y esos que estaban de pie por encima de nosotros. De alguna manera en medio de mi inconsciencia, vislumbré una advertencia. La muerte de uno de mis amados vino sobre mí, y era ineludible. La luz destelló por encima en una bifurcación de brillante luz realzando a los vampiros desde detrás para que parecieran sombras malévolas doradas con un brillo más oscuro que la noche. El trueno explotó y la tierra se sacudió, aún la profunda reverberación no cubrió la repentinas y escalofriantes risas de Gwendolyn. —No hada, no ocurrirá —dijo Tomas afrontando la nada—. Este es mi territorio. En esta tierra yo decido como se resolverá esto. —Tenemos un resultado que fijar —replicó Breandan. Los hombros del vampiro se levantaron en lo que podía ser pasado como un encogimiento de hombros. —Tus costumbres no significan nada para mí. La lluvia caía tan fuerte que el agua en el hormigón corría por encima de mis botas. Mis ropas estaban pegadas a mí incómodamente, y me aparté el pelo de la cara, limpiándola bruscamente cuando lo hice. Las nubes destellaban con millares de colores, y bajo mi confusión, sentí una sacudida de excitación por el clima. Mi naturaleza zumbó, mi piel se puso de gallina, y me estremecí.

—Ya veo —dijo Breandan después de una pausa, y un destello de irritación a través del vínculo fue abruptamente borrado por la nada—. Solo una cosa se puede hacer. Mi hada se giró para enfrentarme y se inclinó hacia la cadera, una mano presionada en su corazón. Tomas se movió hacia delante. —No —gruñó. Gwendolyn parpadeó con una falsa inseguridad, y puso una mano en su brazo. —Para. —El gruñido se interrumpió y su cabeza cayó en sumisión a su Reina. Gwendolyn se inclinó en la enmohecida verja y se rió. —Sacerdotisa. Nunca tuvimos la oportunidad de luchar como los guerreros que somos, pero vivo con la esperanza de que serás victoriosa para que podamos reunirnos en el campo de batalla. —Ella hizo una pausa, su mirada brevemente cambió a su compañero quien estaba de pie rígidamente a su lado—. Eso es si convenzo a mi consorte para retractar su reclamo sobre ti como su juguete. —Ella rió locamente, los tirabuzones se balancearon, y los dioses no querían que arañaran el mohín de su cara. No es que entendiera completamente lo que estaba ocurriendo a mí alrededor, pero justo entonces, estaba completamente perdida. Miré a Breandan para respuestas para saber qué demonios estaba pasando. Él observaba a Tomas con una fiera concentración como si estuviera esperando algo. Me cansé de leer las expresiones de los vampiros y terminé más confusa al ver que Daphne parecía aterrada, y Tomas ansioso. Aunque sabía que Gwendolyn estaba loca, el centelleo en sus ojos parecían anticipatorios más que maniáticos. ¿De qué demonios estaba hablando la Reina? ¿Qué estaba pasando? Breandan estaba aquí a mi lado, él vino a salvarme, y sus lunáticos subordinados estaban dispersos por la ciudad buscando el grimorio. Yo estaba por escapar y la reacción de Tomas de alguna manera tuvo sentido, Daphne parecía extraña de alguna manera, pero mi principal preocupación era Gwendolyn. Ella parecía feliz, jovial, incluso. Me giré hacia Breandan para evaluar su reacción, y fue la única razón por la que vi su puño volando hacia mi cara. Me agaché, más como si mis piernas cedieran de la sorpresa, y golpeé el suelo con un frenético chapoteo. Su patada llegó un momento después, crujiendo en el hormigón cuando aterrizó entre mis piernas. Me levanté a cuatro patas antes de girar hacia atrás, y me puse de pies. Doblé mis rodillas y levanté una mano, la palma hacia arriba. —¡Breandan!

Él caminó con pasos largos; con los ojos abstraídos y fríos como piedras. Él tomó nota de mi movimiento, buscando una debilidad. Estaba luchando contra mí. Dio un paso amagado hacia mí, su hermosa maravillosa cara grabada con una decisión mortal, y no tuve elección excepto saltar hacia atrás. Breandan vino a mí otra vez, la cara en blanco por la emoción. Estaba aterrada. Absolutamente, el corazón parado, aterrado. Eso era todo lo que podía hacer para evitar que me golpeara. Girando sobre mis talones, me giré para alejarme. ¿Estaba huyendo? ¡Demonios sí! Estaba huyendo. No estaba igualada a él físicamente, y la magia no era buena para mí aquí. Podía agarrarlo, pero no ocurrió nada cuando intenté usarlo. Breandan se zambulló sobre mi cabeza, clavada en una intrincada voltereta de giros para aterrizar con un suave brinco delante de mí, con la expresión despectiva. Disparé una mirada salvaje a los vampiros que nos observaban. Tomas estaba inclinado hacia delante con aprensión. La piel parecía demasiado estirada en su cara cuando me miró. Breandan embistió hacia mí otra vez y esta vez golpeó mi brazo cuando me moví fuera de su camino. Grité, mi brazo dolía en la articulación, y me desplomé. No comprendía lo que estaba ocurriendo. ¿Qué me había perdido? ¿Me dio una señal encubierta o intentó trasmitirme su plan a través del vínculo, pero la había perdido, demasiado ocupada en Gwendolyn? Breandan lentamente vino hacia mí y me levantó. Mi corazón tartamudeó de alivio. Entonces tiró por encima de la cabeza, balanceándome alrededor, y me lanzó. Golpeé los escalones de hormigón con un alto golpazo, y sentí como mis huesos chascaban, se estremecían, y se fundían intentando escapar a través de mi carne. Me quedé tumbada allí durante unos pocos golpes antes de girar hacia mi costado. Solo una vez que mi cuerpo se encendió con calor y curó —mi sangre volviendo a mis extremidades en vez de correr alrededor de mis orejas y bloquear el áspero dolor de mi propia respiración— hizo que el instinto gritara y me repusiera. Me arrastré en cuclillas, la cola azotando de lado a lado provocando que el aire zumbara. Mis alas se levantaron, moviéndose, y me enderecé levantando mis puños. Algo similar al orgullo parpadeó en su expresión, pero sacudí el sentimiento de que me había perdido algo. No era bueno tener esperanza cuando estaba claro que Breandan había tomado su elección y me había abandonado.

Antes de que mi hada pudiera poner sus manos sobre mí otra vez Tomas apareció, un fantasma rodeado en una nube de humo. Agarró mi brazo, giró, retirando mi peso corporal como si fuera una pluma, y me lanzó a través del espacio fuera del peligroso camino. Las alas atraparon el viento y aterricé en mis pies, derrapando a través del suelo resbaladizo por la lluvia, girando, y tambaleándome para parar. Tomas gruñó amenazadoramente, los colmillos desnudos y los ojos negros. —Estoy aquí, hada. Haz lo peor. —Se acuclilló en el suelo, el cuerpo compacto ligeramente pasando de manera ágil por el lateral para no estar confinado. Breandan ladeó su cabeza casi imperceptiblemente, como si dijera “ya era hora”. Tenía lo que quería, forzar a Tomas a una pelea, para defenderme. El anciano vampiro y el joven hada se rondaron mutuamente. Los cielos sonaron y la luz centelleó a través de la noche en fieras varas de azul y morado. ¿Por qué cuando la muerte se acerca, el mundo aguanta la respiración? Cautela. La Madre Naturaleza percibía el peligro que las fuerzas de esos demonios personificaban, mientras el aire se calmaba, y después de un trueno, estaba tranquilo. Llegó a mí en un enfermizo ataque de claridad. Era esto. Esta pelea determinaba mi futuro. El momento crucial que me enviaría a un camino o a otro. Había pensado que el momento ya había llegado y pasado cuando enfrenté a mi propio demonio personal, un humano que había venido para representar todo lo odiado y malo en el mundo. Cuan equivocada estaba. Amor, no odio, me definiría, y no había nadie más querido que los demonios ante mí. Breandan se movió primero, azotando para curvar un gancho hacia la mejilla de Tomas. El vampiro esquivó y se deslizó alrededor de su espalda para golpear en su nuca. Con una rápida respiración, las manos cerradas en puños, di tres largos pasos y me zambullí con una serie de patadas que Breandan tomó en el lateral de la cabeza. Mi pierna se retrajo para que mi talón golpeara la suave carne de la garganta de Tomas. Era difícil controlar mi cuerpo desde que todo estaba mojado, y había poco agarre, pero aun así me las arreglé para ejecutar mis movimientos con bastante velocidad y fuerza para hacer daño. Salté hacia atrás, balanceándome en el punto, lista para terminar esto. Me lancé a la pelea, rechazando, y pateando, sabiendo que no tenía elección pero seguí. Ambos chicos me apartaban, lanzándome lejos, y deslizándome detrás de ellos cuando aterrizaban golpeándose uno al otro. Siempre me volvía a deslizar en la riña, haciendo lo mejor para detenerles, hacerles ver que no tenía que terminar así. No debería haber sido posible. Debería haber sido aporreada, pero allí estaba, y en un chaparrón de posturas, les forcé a saber que era una contendiente igual en este conflicto.

Tenían que luchar conmigo otra vez y eso complicaba las cosas. Tenían que ser conscientes de hacerme daño mientras infligían un daño fatal al otro. Mi sentido de auto preservación estaba anulado por un enfado fiero. Quería desgarrarles a ambos. Destrozar sus cabezas en la pared y golpearles hasta dejarles sin sentido para tener mi camino. Estaba observando a esos tontos cortándose mutuamente, y estaba cansada de esa estupidez de celos de una gran manera. Incluso cuando le golpeé en el estómago, Breandan golpeó justo a mi alrededor y luego se balance, derribándose sobre Tomas. El vampiro cambió sus tácticas. Se mantuvo bajo. Sus puñetazos se alternaban entre ganchos a la cara y golpes de manos flojas. Pero entonces saltó, toda la longitud del cuerpo, y fue derribado un indirecto giro que aterrizó en la frente de Breandan. Aturdido, él se tambaleó. Tomas siguió el movimiento para ir a su cuello, los colmillos brillando, los puños volando. Agarrando la muñeca de Tomas cuando pasaron por mi torso, le di un golpe a mi vampiro que le hice maniobrar hacia los laterales; su brazo se dobló de una manera equivocada y crujió. Él cayó de rodillas con un grito de dolor. Giré alrededor de Breandan, inestable en sus pies, y me lancé hacia él con un grito de rabia. Mis tobillos se cerraron detrás de su cuello y me lancé hacia atrás. Mis manos golpearon el suelo, y con todo lo que podía, empujé mis rodillas a mi estómago. Su peso suavemente cambió desde mis pantorrillas a mis muslos y los músculos del estómago luego se liberaron completamente cuando la gravedad tomó el mando. Él fue lanzado y golpeó sobre su espalda. Mi cuerpo inclinado, los codos discordantes cuando aterricé fuerte sobre mi pecho, mi trasero alzado en el aire. Liberé mis tobillos y separé mis pies para mantener el equilibrio. Me había llevado un mes entero del entrenamiento de Discípulo para aprender ese movimiento y nunca pensé que le encontraría uso. Me lancé saltando con fuerza y me senté a horcajadas en él, pero retorció sus caderas para desmontarme. Se empujó hacia delante para que cayera hacia atrás y golpeé la parte de atrás de mi cabeza en el hormigón, sin suavizarse con algo excepto el agua de la lluvia. Giramos en una neblina indistinguible tan rápido como era nuestro movimiento. Medio girando él ganó la ventaja, su habilidad para el combate era superior a la mía, lo cual no era nada más que instinto frenético. Agarró mis muñecas y tiró de mi brazo en alto por mi espalda. Aullé por el dolor y sacudí mi cabeza. Hubo un alto crujido y mi muñeca se liberó. La parte de atrás de mi cabeza vibraba, pero cuando me levanté, vi que su dolor era peor que el mío. Su nariz estaba torcida y sangrando. Tirada extrañamente y curada cuando golpeó su antebrazo sobre sus labios para limpiar la sangre. Sin darle un momento para

respirar atrapé sus orejas, le di un rodillazo en las costillas, y llevó mi pie fuerte a la parte de atrás de su rodilla, sintiendo como la articulación se estremecía bajo la presión. Todo esto logrado a la velocidad inhumana de la que había pensado que solo los guerreros como Conall poseían. Jadeando por aire, retrocedí un paso, y abrí mi boca para hablar. Breandan se lanzó y colisionó con el vampiro, cuyo brazo roto se había colocado de vuelta en su lugar, y ya estaba corriendo hacia delante para encontrarle a medio camino. Yo estaba a medio paso por detrás. Golpeé a Breandan en el cuello causándole un gorjeo extraño cuando giré alrededor para plantarme yo misma delante de él protectoramente cuando Tomas intentó maniobrarle en un choque para sujetarle. Agarrando al vampiro por su pelo negro como el carbón, clavé mi puño en su plexo solar. Giré en un círculo sobre mi pie, y con mi espalda hacia él golpeé mi codo en su nariz y luego en su estómago. El doble golpe acabó con una velocidad y brusquedad más allá de mi propia comprensión. Sus pies dejaron el suelo y voló hacia atrás. Montó su propia oscuridad como una ola, girando mortalmente en el aire, y aterrizando en silencio. Se bufó de mí, con el cuerpo entero temblaba de rabia. Me lancé a la oscuridad intentando apelar a su mejor naturaleza. Era una espesa y asadora nube. Aumentaban los bordes borrosos pero estaban más presente de lo que lo había sentido nunca. Me llamaba, la siniestra profundidad me seducía. Breandan intentó usar mi pausa para su ventaja y pasó corriendo. Batí mis alas dos veces y me levanté del suelo. Le pateé en el estómago y otra vez en la parte superior de su pecho con el otro pie, subiendo por su cuerpo, usando el poder de los impactos para girar y aterrizar en un golpe con mi pierna izquierda extendida para expulsar el ímpetu que me quedaba. Mi hada retrocedió aturdido y me miró torvamente. El pecho subía y bajaba, levanté mi mano hacia él y supliqué con mis ojos. Las palabras no podían expresar los sentimientos que sentía, así que envié una súplica con una ola de amor. Por favor. La súplica golpeó una pared y se disipó. Breandan desistía dejándome influir en su decisión cuando se trataba de mi vampiro. La razón había huido de este lugar. El aire crujía con la intensidad radiando de los tres, poder elemental puro y potente. Ningún chico parecía listo para dejarlo y yo ya había pasado la racionalidad. Tirité del enfado. La fuerza y la velocidad estaban físicamente cargadas a través de mis venas.

Breandan alejó su mirada del vampiro para posarse en mi cara. Su mandíbula se movía, pero nunca redujo la tensión en su cuerpo. Vio en mis ojos que estaba en esto hasta el final como él. Lo comprendió. Yo no retrocedería, no ahora, ni nunca. La aprensión apareció en sus ojos cuando me miró, rápidamente volvió la presión por el frío cálculo. Enfoqué mis habilidades mentales en la barrera que él había levantado para mantenerme fuera de su mente.

Giré hacia nuestro vínculo, lanzándome en él como nunca lo había hecho antes. Levantando la mano con los dedos mentales para pasar las barreras y trincheras que él había creado a través de su sique para mantenerme fuera. Fui succionada por un canal de emoción metida con las intenciones detrás de sus acciones. Un destello de conocimiento ardió en el ojo de mi mente cuando los celos y el odio que él sentía por Tomas me golpeó. Mi naturaleza jadeó con aprobación. Arrastrándome de vuelta, las botas hicieron un suave ruido raspó cuando los calmé. Mis rodillas se doblaron y salté de un lado a otro. Era súper consciente de todo. El bajo gruñido de Tomas que nunca había dejado sus labios sonaba alto en mis orejas. El corazón de Breandan latía en su caja torácica, corriendo con la emoción de la oportunidad de matar a este rival por mi corazón. Los tres nos medíamos mutuamente y el admitíamos que esta pelea terminaría todo. Si Breandan conseguía una mano por encima, Tomas moriría. Si el vampiro se las arreglaba para hundir sus colmillos en el cuello del hada, podría drenarle en segundos. La sangre corría en mis oídos cuando la resolución de este momento me barrió. Ninguno de ellos retrocedería así que tenía que ganar esto. Si no, perdería a uno para siempre. Oh dioses. Una burbuja de pánico tenía lágrimas amenazando por caer. No. Necesitaba estar tranquila y enfocada. Tenía que usar lo que había visto y manipularlo para mi ventaja. Breandan tenía ventaja con su puño izquierdo y siempre se balanceaba a la izquierda si se presentaba una oportunidad. Los colmillos de Tomas y su habilidad para encubrir sus siguientes movimientos en la oscuridad eran sus armas más grandes. Breandan había difícilmente anticipado su siguiente golpe así que tenía que tomar los golpes y propinar los suyos propias con la suficiente fuerza para esquivar al vampiro. Ambos estaban cegados por el hecho de que se odiaban mutuamente, y eran descuidados ejecutando sus bloqueos defensivos. Querían atacar, avanzar, y causar dolor. Ambos estaban enfocando sus energías en la ofensiva más que en defender sus puntos vitales. Breandan se acercó, igual que Tomas. No tuve elección que moverme hacia delante también. Nuestro círculo se cerraba paso a paso hasta que estuvimos a un mero salto.

—Rae —gruñó Tomas—. Debes dejar este lugar. —Estoy de acuerdo —dijo Breandan simplemente. Sus ojos eran grises opacos, las pupilas dilatadas. Mi barbilla se levantó cuando un repentino golpe de viento azotó mi pelo a mi cara. —No lo haré. Los tres estábamos de pie, tensos, conscientes. Silencio. ¿Quién haría el primer movimiento? ¿Quién sería el que comenzara el principio del final? Tomas lo hizo primero, una ráfaga embistió y golpeó. En cámara lenta, observé como el pie de Breandan salió disparado y le tocó en la mandíbula. El puño del hada se balanceó hacia mí y reaccioné, dándome cuenta una fracción de segundo después que su otro brazo se dirigía a mi torso. Su palma abierta conectó con la parte superior de mi cuerpo incluso cuando su puño izquierdo pasó por mi cabeza cuando me tiré para evitarlo. Había confiado en mis instintos y mis instintos habían estado equivocados. Mi mente dio vueltas cuando el final de esta pelea se hizo horriblemente clara para mí. Por los dioses, era imposible. Nadie, nada, podía moverse tan rápido. El golpe en mi pecho vibró en todo mi cuerpo. La fuerza me envió por los aires, volando hacia atrás hasta que golpeé los escalones del edificio en el momento que ellos se doblaban hacia delante. Con incalculable velocidad e invencible gracia, incluso cuando volé a través del aire, las piernas de Breandan salieron disparadas en una doble patada que tiró a Tomas a la izquierda y luego instantáneamente a la derecha. Tomas se arrugó en el suelo en una complicada extensión de miembros. Mi hada estaba sobre él y la lluvia caía en su cuerpo inerte, un gancho izquierdo a las costillas, un golpe directo a la cara. Finalmente, agarró la cabeza del vampiro con ambas manos y golpeó sus frentes juntas. La cabeza de Tomas rebotó en el suelo y hubo un sonido vacío al crujir. La sangre salpicó, más allá del reconocimiento, él se estremeció. Siseando, Gwendolyn aterrizó delante de mí. Antes de que sus dedos con garras pudieran agarrar mi garganta, Daphne saltó sobre su espalda. Hundió sus dientes en la garganta de su Reina, atacando, largas trenzas se sacudían locamente cuando enterró sus colmillos más profundos. Gruñendo ellas cayeron hacia atrás enredadas. Gwendolyn intentó arañar la cara de Daphne, pero la chica apartó su cabeza jadeando, la sangre goteaba por las esquinas de su boca y su garganta. Incluso cuando sus ojos se agitaron por el placer, ella golpeó la cabeza de Gwendolyn contra el hormigón en un poderoso empuje que hizo crujir el pavimento. Saltó hacia arriba y arrastró a la Reina vampiro de vuelta a los escalones de piedra por esos oscuros tirabuzones a los que ella estaba tan encariñada, golpeando su

cabeza en cada saliente para causar el máximo daño. Las piernas de Gwendolyn se sacudieron y gritó en altos decibeles con ira. Mi corazón se saltó un latido antes de comenzar a golpear erráticamente. El balance del poder cambió y Breandan llenaba la calle con la influencia de la magia que me faltaba. Luché con él, intentando agarrar de vuelta el poder, pero había acabado. Su poder había aumentado para llenar el vacío que brevemente me había dejado. Con las manos agarrando la camisa de Tomas, Breandan levantó al inerte vampiro sobre sus rodillas. Se balanceó y Breandan abrazó con sus largas manos su cabeza, los dedos presionaban en su piel. Sus alas desplegadas, brillando plateadas, hasta que se extendieron completamente de su cuerpo. Mi chico hada brillaba como el sol, un espectro de luz. Tenía miedo, estaba aterrada, de lo que ocurriría a continuación. Me arrastré tambaleándome sobre mis pies. Mi cuerpo me gritaba que me volviera a tumbar, pero apreté mis dientes y di un paso inestable. Ya el vínculo tiraba de mí, la urgencia de tocar a mi otra mitad brilló para convertirse en algo desesperado. ¡No! Lo combatiría. No sería vencida esta vez. La cara de Tomas se curaba rebelando los audaces e inusuales gestos que me habían aturdido la primera vez que le conocí. Agarré mi pecho y apliqué presión a la puñalada, arrancando la agonía que juro era más de lo que mi corazón podía manejar. —Por favor —murmuré tan tranquilamente que mis labios podrían no haberse movido. Mi cabeza se balanceó lentamente de derecha a izquierda—. No hagas esto. —Los ojos de Breandan estaban descontrolados. Su naturaleza salvaje y agravada, lista para destruir—. Espera —levanté mis manos y solté una entrecortada respiración—. Solo espera. Suéltale. Dejaremos este lugar y nunca miraremos atrás. —Él sacudió su cabeza causando que mi corazón latiera y se agitara. Una lágrima cayó por mi mejilla, deslizándose por mis labios y cayendo de mi barbilla. Sin duda, se perdió en la fría lluvia que azotaba mi cara—. No lo hagas. No hagas esto. Espera. —No —rugió él—. He dejado de ser paciente. Ya no comprendo ni me importa. Me perteneces. Estaban vinculados y esto es el final. El agarre de Gwendolyn en el escalón se tensó hasta que el metal rugió y se retorció. Daphne la sujetó por el pelo y la tensión en su cara era horrible de ver. Sus ojos estaban centrados en Tomas y estaban llenos de pena y aceptación. La Reina del Nido intentaba arrastrarse hacia delante, pero Daphne tensó su agarre en los puños llenos de tirabuzones que sujetaba, y tiró su cabeza hacia atrás.

Gwendolyn no tuvo elección excepto quedarse agachada como estaba. La barra se retorció bajo su fuerza cuando retorció sus manos. —Déjalo, hada —dijo con tono áspero en pánico. Sus ojos pasaban de mi hada a su consorte—. Te dejaré ir. Les dejaré ir a ambos. Las fosas nasales de Breandan llamearon, pero ni una vez sus ojos se apartaron de mí. —Esto tiene que ocurrir porque él nunca parará. ¿No lo comprendes, Rae? Él nunca dejará de esperarte. No viviré con el miedo de que él pueda apartarte de mí. Eres mía y no puede haber otro. El lazo de sangre te dejará abierta a él el resto de tu vida. Te dejé a salvo de él una vez, y aún te persiguió, te llevó más cerca del peligro. Una vez tu luz se apagó completamente y pensé que él había... —se interrumpió—. Casi moriste. No puedo permitir que esto continúe. — Abruptamente, la mente de Breandan tocó la mía. Él se movió cuando sintió la oscuridad que me conectaba a lo que vio como un enemigo. Abiertamente retrocedió cuando se retorció dentro de mí, susurrándome para abrazar la maldad, para salvar a mi vampiro. —Rae, ¿recuerdas lo que te dije? —preguntó Tomas urgentemente—. Nunca supe lo que ocurriría. No sabía que lo amarías. —Me miró severamente, los ojos suplicando perdón—. Créeme. —Él levantó una mano y sus delgados dedos se curvaron en el aire como si golpeara mi cara. Abriendo mi boca para darle lo que necesitaba, mis palabras se quedaron en mi garganta. Corrí hacia delante y agarré su mano, presionándola en mi pecho sobre mi corazón. —No puedo decirlo —sollocé—. No puedo darte una mentira. Lloré, incapaz de expresar lo que sentía por él, sabiendo que no era suficiente, ni lo que necesitaba oír. Respirando, mi corazón estaba roto, y el sonido que se ahogaba en mi garganta era inhumano. No, no podía darle a este demonio mi corazón porque no me pertenecía ya. Nunca lo haría otra vez. Y no podía darle una mentira para darle paz. De alguna manera, podía darle una verdad. —Pero te creo —susurré. Desde los ojos rojos de Tomas, charcos sin fondo de tinta negra, fluyó la satisfacción. Él se estaba diciendo adiós. Que estuviera a salvo y que este era su final. —Tranquila ahora —murmuró y apartó una lágrima. Memoricé el sentimiento de su fría mano, sabiendo que sería la última vez que me tocaba. Poniéndome de pie, dejé su mano deslizarse por la mía. Centré los ojos en Breandan quien torcía su mandíbula, la expresión fría. Él no cedería, ni retrocedería cuando hubiese aliento

en su cuerpo. La vida de Breandan por la de Tomas. Era un cambio... uno que no estaba de acuerdo a hacer. Esta vez no podía ser la que salvara a mi vampiro. Se acabó. Retrocediendo de ellos, mantuve la mirada en Breandan; invocando lo último de mi fuerza para soportar el final de esos pasos, pero en el último momento me rompí, y observé lo que ocurrió. Observé, como mi hada agarraba la cabeza de Tomas en las manos que brillaban con luz plateada. Entonces la arrancó.

Epílogo Traducido por daianandrea Corregido por majo2340

Recuerdo

flashes. Dolor. Gritos. Chillidos escalofriantes arrasaron a través de mis

tímpanos, y ahogaron mis gritos de temor. Mi corazón se pinchó de emoción, y de astillas. Había estado lista, preparada, y aun así mi mundo se sacudió, tembló, se desplomó. Entonces estuve extendida en el suelo mientras mis piernas me fallaban hasta quedar retorcidas, sus fuerzas abatidas por el shock. No importó cuánto grité, cómo salvajemente negué con la cabeza, cómo rápidamente mis alas revoloteaban. El bramido de Breandan mientras dejaba caer la cabeza de Tomas fue salvaje y triunfante. Ahora el relámpago lo perfiló. El trueno retumbó a través del cielo y él volvió a rugir, pero el final estaba teñido con miseria y pena. El desconsolado llanto de Gwendolyn parecía interminable, sepulcral, mientras se arrastraba hacia el lado de Tomas. Agarró su ropa y tiró su cuerpo sin cabeza hacia ella, cubriéndose a sí misma sobre él. Su cuerpo se estremeció cuando ella extendió una mano hacia la cabeza que yacía boca abajo a unos pocos pasos. Daphne permaneció inmóvil, con la cabeza inclinada, moviendo los labios en una oración silenciosa. Breandan pasó por encima de la Reina de los vampiros y cruzó la distancia que se cernía sobre mí. Me agarró y me abrazó. Su naturaleza estaba saciada y rodó sobre la mía con toda comodidad. Dejé de gritar, y miré a su cara todavía luchando… no… incapaz, para comprender lo que había presenciado. La ausencia de la oscuridad de Tomas era dura. La fría claridad de su muerte me alcanzó y me sacudió. Mis ojos se posaron en el cuerpo decapitado tirado debajo de Gwendolyn. Se quedó mirando a la nada, la cara floja y aturdida.

Las lágrimas emborronaban mi visión y jadeé, bloqueada en el aire, en mis propias lágrimas. No podía respirar. No podía pensar. La oscuridad en el borde de mi disminuida visión. Como el agua clara lava una mancha, un resplandor azul plateado floreció, y negué con la cabeza para tratar de detener la purificación. Lloré, pero estaba atrapado en mi pecho, una burbuja de dolor hinchada, y presionaba en mi corazón, restringiendo el ritmo errático. Dolía. Oh, Tomas. Una incredulidad que entumecía se arrastró a través de mis piernas y brazos, succionando todo sentimiento, toda esperanza. Mis ojos ardían tanto que los cerré apretándolos, y metí mis puños en mi estómago —manteniéndome a la vez. —La Reina —Breandan murmuró, cansado—. Tengo que… —No —murmuró Daphne—. Ella no es ningún peligro para nosotros en este momento, y además, Cael no le permitirá vivir mucho tiempo una vez que descubra que Rae estaba aquí. ¿Está bien? —preguntó y sonaba como si hablara desde abajo de un largo túnel ventoso—. Estoy fuera de práctica con este tipo de cosas, siendo inmortal y todo, pero ella parece afiebrada. —No deberíamos habernos demorado aquí —dijo Breandan silenciosamente. Suspirando, su pecho se agitó contra mi cuerpo—. Es demasiado para ella. Déjame pasar. Había una presión leve y fresca en mi frente. —Ella está ardiendo. —Es como nos lamentamos. —Sus brazos se apretaron alrededor mío—. Su cuerpo y su mente están luchando para aceptar la pérdida. Soportará el dolor y vivirá. Ahora déjanos pasar. —Voy con ustedes. Breandan estaba en silencio antes de decir con voz curiosa. —Paraste a la Reina del Nido de lastimar a mi Rae. ¿Por qué? —¿Así que viste eso? —preguntó secamente. —¿Por qué? —Tomas me dijo todo acerca de ella mientras dormía fuera de los efectos de su alimentación. —Su delicada mano presionó de nuevo contra mi frente, tratando de enfriarme—. Ella es especial, ¿no? Incluso si no me hubiese explicado quién era ella, todavía siento la necesidad de ayudarlos. Él me dijo que era probable que la siguieras hasta aquí, y que lo desafiaras. Él sabía que las posibilidades de enfrentarse contigo y sobrevivir eran escasas. Quería tratar de protegerla lo mejor que pudo, tanto, que me la dio. —Daphne suspiró pesadamente y podía imaginarme su trenza rubia-blanca que le caía sobre sus

hombros mientras enderezaba su cabeza—. Y en cuanto a por qué no te estoy atacando… entiendo lo que ha sucedido aquí. Lo acepto. Tomas sabía que pese a la promesa de Rae, cuando el lazo de sangre se formara, probablemente sería el final de él. Ella tenía un gran compañero de hadas, por supuesto, todo había terminado para él. Él la había traído aquí para tratar de… tan solo… tratar de ver si había la más mínima posibilidad de hacer que funcione. Pero tú y yo sabemos que no era más que una cuestión de tiempo antes de que Gwendolyn la matara. Incluso con la protección de Tomas añadida a la mía nunca podríamos contener un Nido entero, y Rae no puede usar la magia en esta ciudad por los encantamientos de Cael. Lo mejor fue que viniste por ella. Breandan se quedó callado por mucho tiempo. Me deslicé más en la oscuridad. —Soy su protector —dijo. —Sí, y no estoy tratando de robar eso de ti, pero juré que guardaría su cuerpo con el mío. Tomas es… Tomas se ha ido, pero cumpliré mi promesa. Nunca he sido una persona que cree en el destino, pero creo que podría ser mi llamado para protegerla. Y eso es lo que voy a hacer te guste o no. —No tengo nada contra tuyo. —A pesar de que crees que no tengo nada contigo es porque ella no lo hace. —Daphne tocó mi mejilla suavemente. —¿El día que ella lo haga? —¿Fue humor en su tono de voz? ¿Breandan hablando hacia un vampiro y sonando divertido? —En ese día espero que estés listo para ver cómo un guerrero de mi especie pelea. Pero la manera en que Rae siente por ti… no creo que vaya a tener que hacerte daño todavía durante mucho tiempo. —Si la traicionas… —Nunca —respondió Daphne con fiereza entonces instó en el mismo aliento—, pero no tengo tiempo para convencerte de eso. Tenemos que irnos. No podemos estar aquí cuando regrese el Nido. Tenemos que llevar a Rae fuera de la ciudad. Cael se pondrá furioso cuando descubra que ella estuvo aquí y Gwendolyn la mantuvo fuera de él. Enviará al Nido para encontrarla, y tenemos que estar lejos de la ciudad. Seguros, así puede descansar. No tenemos mucho tiempo, y tendré que encontrar un lugar para descansar durante el día. —Su seguridad es mi principal preocupación, pero yo… —Breandan maldijo a los dioses por lo bajo—. Tengo que encontrar el grimorio. Mi hermano lo necesita. Daphne exhaló bruscamente.

—Yo tengo el grimorio. Su cuerpo se tensó. —¿Cómo sucedió? —¿Quién crees que capturó al Gran Señor? —Daphne sonaba orgullosa, feroz—. Soy la cazadora del Nido. Ningún otro de mi clase me puede igualar en una lucha equitativa. Breandan estuvo en silencio durante lo que pareció una eternidad. —Él le dio tu protección. Le dio su vida inmortal. —Apretó el agarre que tenía en mí mientras enterraba su cara en mi cuello y respiró profundamente—. Él la amaba. —No fue una pregunta, sino una lamentable declaración que hablaba de los hechos. —Sí. Sí lo hizo. Breandan frotó su mejilla en mi cien. —Intenté advertirle —murmuró—. No quise que ella lo viera… él no me dejó elección. La mano fresca de Daphne arrastró mi pelo de mi cara. Temblando por el frío, fruncí mis ojos estrechándolos entre sí y me acurruqué en el calor de Breandan. —Las palabras que digas nunca harán que sea menos doloroso para ella —dijo Daphne bruscamente—: Recuerda eso. Mi hada ahuecó mi rostro con su mano y presionó besos hacia mis párpados, mis mejillas, y mi frente. Agarré sus muñecas, sintiendo su pulso constante y fuerte bajo mis dedos. Tomas me había amado y me traicionó. Él me trajo a su Nido para que su familia pudiera alimentarse de mí. Para ser revivido mientras yo desvanecía. El demonio había roto mi corazón en dos. Se ató a mí en sangre entonces dio su espalda a la confianza que le había dado. Era un vampiro, un depredador oscuro que nunca fue mío, que siempre había pertenecido a otro. No importa lo que sentí por mí, él había hecho su elección. Al final él había escogido, a su familia… y con razón. No puedo mantenerte conmigo, Tomas. Que debas quedarte terminará conmigo. No sería capaz de respirar por el dolor de tu pérdida. No puedo ocultarme en las sombras de tu oscuridad. Y elijo no hacerlo. La oscuridad se disipó con un suspiro. El resplandor pulsó; llenándome de calor y amor tan luminoso, que amenazó con cegarme. Por breves momentos, mis ojos se abrieron y alcancé a ver los ojos de plata líquida.

—Estoy contigo —suspiré. La boca de Breandan cepilló a través de mi mandíbula y la punta de su lengua reunió mis lágrimas, como si perderlas por otro le causara dolor. —Más allá de siempre —murmuró y apretó sus labios a los míos. El sonido de los gritos de vampiros percibiéndose más cerca tenía a mi corazón latiendo irregularmente. Después eso había sido sólo un recuerdo de la oscuridad.

Demon Dark Las frágiles emociones de Rae están empezando a trastornarla. Lochlann demanda que ella mantenga el vínculo con su hermano en secreto, y los deberes de Alta Sacerdotisa amenazan con aplastar su naturaleza rebelde, disminuyendo su brillo. Breandan es su guerrero, su luz en la oscuridad, pero incluso él no puede esperar proteger a Rae de su propia sangre, y los extremos que su necesidad por poseerla le empujan a hacer. En desacuerdo con su raza, luchando con su propio propósito, él lucha por su reclamo en Rae para ser honrado. El brujo reúne poder, y la tierra está intranquila. El mal de Cael contamina todo lo que toca, y el cielo arde rojo, un heraldo de la guerra. Pero algo en él arrastra a Rae, obligándola a buscarle. Rae debe romper los hierros de la muerte para abrazar su destino. Debe convertirse en la Sacerdotisa demonio para gritarlo, y blandir la magia que es suya por nacimiento. U observar desde los brazos de su amor cuando el mundo perece en llamas.

Biografía Penélope Fletcher 23 años, nació en Londres, y vive con su prometido. Quería escribir algo que valiera la pena recordar. Sospechaba que le llevaría mucho tiempo. Escribió Fantasía, la cual caía mucho en los jóvenes lectores adultos, pero recientemente ha dado un paso más, hacia el borde de adultos para incluir el Romance Paranormal. Escucha más que habla, y salta de un pensamiento a otro bastante rápido. Adora sonreír, las pequeñas cosas de la vida la deleitan, y tiene un serio problema de adicción con las latas de Coca Cola. Llegó a ser una Autora Independiente en Octubre del 2010, y su libro debut es Demon Girl.
Rae Wilder 02 - Demon Day__trxPR

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