Patricia Briggs - 06 Mercedes Thompson - River Marked

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Agradecimientos Dark Lady Mizuki

Mausi Rosas

Rihano Fortuna88

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Capitulo 1 Bajo el brillo de las farolas, podía ver que el césped del jardín delantero de Stefan estaba seco amarilleando por el alto calor del verano. Había sido cortado, pero solo con un ojo para adornar las longitud del césped, no para hacerlo estéticamente agradable. Juzgando por los restos de césped muerto en el patio, el jardín había sido dejado para crecer lo bastante largo como para que la ciudad pudiera haber demandado por ser cortado. El césped que permanecía estaba tan seco que lo que fuera que lo hubiera cortado no lo habría hecho otra vez a menos que alguien comenzara a regar. Pisé el freno del Rabbit y aparqué. La última vez que había visto la casa de Stefan, había sido justo en su elegante vecindario. Los patios descuidados no se habían extendido al exterior de la casa aún, pero me preocupaba la gente de dentro. Stefan era fuerte, inteligente, y... solo Stefan —capaz de hablar Pokémon en ASL con chicos sordos, derrotar asquerosos villanos mientras estaba encerrado en una jaula, luego conducir en su VW para luchar a los chicos malos otro día. Era como Superman, pero con colmillos y extrañamente daños morales. Salí de mi coche y caminé por la acera hacia el porche delantero. En el camino de acceso Scooby-Doo me miraba con entusiasmo a través de la capa de polvo en las ventanas del normalmente meticuloso que Stefan cuidaba. Había conseguido el gran perro de peluche para que Stefan fuera con la Máquina del Misterio pintado. No había oído nada de Stefan durante meses, no desde Navidades, de hecho. Había estado liada en muchas cosas, y conseguir que me secuestraran durante un día (lo cual fue un mes para todos los demás porque las reinas duendes pueden hacer eso aparentemente), era solo una parte de eso. Pero durante el mes pasado, le había llamado una vez a la semana y solo conseguí la respuesta de su contestador. La pasada noche, le había llamado cuatro veces para invitarle a una Noche de Películas Malas. Éramos personas tipo normales cuando Adam —mi compañero, prometido, y el Alfa de la Manada del Base del Columbia— estaba fuera de la ciudad por negocios. Adam poseía una firma de seguridad que, hasta recientemente, había acordado primariamente con contratistas del gobierno. Desde que los hombres lobo —y Adam— habían salido al público general, su negocio había comenzado a explotar en otro frentes. Los hombres lobo están visto como gente muy buena en seguridad, aparentemente. Él estaba activamente buscando a alguien más que pudiera hacer muchos de los viajes pero aún no había encontrado a la persona correcta. Con Adam lejos, yo podía poner más atención a las otras personas en mi vida. Había decidido que Stefan había tenido tiempo suficiente para lamerse sus heridas, pero por la apariencia de las cosas, llegaba unos meses tarde. Llamé a la puerta y, cuando no respondió, di la vieja llamada “Afeitado y un Corte de Pelo.” Había recurrido a martillear cuando el pestillo muerto finalmente se movió, y la puerta se abrió.

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Me llevó un momento reconocer a Rachel. La última vez que la había visto, se parecía al póster de una chica gótica desilusionada o una adolescente huyendo. Ahora parecía como una adicta al crack. Había perdido quizás treinta libras que no tenía que haber perdido. Su pelo colgaba suelto, engrasado, y los mechones sin peinar caían sobre sus hombros. Las manchas de máscara goteaban sobre sus mejillas en manchas que caían que habrían hecho crédito en un extra en La Noche de los Muertos Vivientes. Su cuello estaba amoratado, y se sujetaba como si le dolieran los huesos. Intenté no mostrar que noté que había perdido los dos últimos dedos en su mano derecha. Su mano estaba curada, pero las cicatrices aún estaban rojas y furiosas. Marsilia, el Ama de los vampiros de Tri Cities, había usado a Stefan, su fiel caballero, para desbancar a los traidores de su nido, y parte de eso involucraba tomar a su rebaño —los humanos que mantenía para alimentarse— y hacerle creer que estaban muertos para romper sus lazos de sangre con ellos. Ella pareció pensar que torturarles había sido necesario también, pero no confío en los vampiros —excepto Stefan— para decir la verdad. Marsilia no había pensado que Stefan se opondría a ella por usarle a él y a su rebaño una vez supiera que ella lo había hecho para protegerse a sí misma. Él era, después de todo, su leal Soldado. Ella había calculado mal cuan terriblemente trataría Stefan con su traición. Por las miradas, él no se estaba recuperando bien. —Será mejor que te vayas, Mercy, —me dijo Rachel débilmente. —No es seguro. Atrapé la puerta antes de que ella pudiera cerrarla. —¿Stefan está en casa? Ella soltó una respiración irregular. —Él no ayudará. No lo hace. Al menos eso no sonaba como si Stefan estuviera en el peligro del que ella me había estado avisando. Había girado su cabeza cuando la detuve de cerrar la puerta, y vi que alguien la había mordido el cuello. Dientes humanos, pensé, no colmillos, pero las costras subían al lado del tendón entre su clavícula y su mandíbula en un alivio brutal. Empujé con el hombro la puerta para abrirla y entré para poder mirar y tocar las costras, y Rachel se estremeció, replegándose de la puerta y de mí. —¿Quién hizo esto? —Pregunté. Imposible de creer que Stefan dejara que alguien más la hiciera daño otra vez. —¿Uno de los vampiros de Marsilia? Ella sacudió su cabeza. —Ford. Durante un momento me quedé en blanco. Luego recordé al gran hombre que me había sacado de la casa de Stefan la última vez que estuve aquí. Medio cambiado a vampiro y muy loco con eso —y eso había sido antes de que Marsilia hubiera puesto sus garras en él. Un tipo muy, muy, muy asqueroso —y esperé que se hubiera aterrado antes de que hubiera visto a un vampiro. —¿Dónde está Stefan? Tengo una tolerancia muy poca por el drama que acaba con la gente herida. Era el trabajo de Stefan preocuparse por su gente, sin importar que la mayoría de los rebaños de los vampiros existían como aperitivos convenientes, y todas las personas en ellos morían lentamente, muertes asquerosas en un periodo que podría durar tanto como seis meses.

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—No puedes entrar, —dijo ella. —Necesitas irte. No queremos molestarle, y Ford... El suelo de la entrada estaba mugriento, y mi nariz detectaba cuerpos sudorosos, moho, y el amargo olor del miedo. La casa entera olía como a basura amontonada por mi sensitiva nariz de coyote. Probablemente habría olido como a basura amontonada para un humano normal, también. —Voy a molestarle, vale, —la dije con gravedad. Alguien obviamente necesitaba hacerlo. —¿Dónde está? Cuando fue obvio que ella no podía o no respondería, caminé más en el interior de la casa y grité su nombre, ladeando mi cabeza para que mi voz subiera las escaleras. —¡Stefan! Baje tu culo aquí. Tengo un hueso o dos para golpearte. ¡Stefan! Has tenido tiempo suficiente para retorcerte en la auto lástima. O matas a Marsilia—y ayudaré con eso—o bajas. Rachel había recurrido a empujar con su hombro y tiró de mis ropas para intentar sacarme de la casa. —Él no puede salir, —dijo ella con frenética urgencia. —Stefan le hace quedarse. Mercy, tienes que irte. Soy fuerte y dura, y ella estaba temblando con la debilidad y, probablemente, la deficiencia de hierro. No tuve problemas en quedarme justo donde estaba. —Stefan, —grité otra vez. Muchas cosas ocurrieron en un periodo de tiempo muy corto, así que tuve que pensar en ellos después de juntarlos en el orden apropiado. Rachel succionó una respiración de aire y se congeló, su mano en mi brazo abruptamente sujetándome más que alejándome. Pero perdió su agarré cuando alguien me agarró por detrás y me tiró al piano que estaba contra la pared entre la entrada y el salón. Hizo semejante ruido que mezclé el sonido de mi impacto con el dolor de mi espalda golpeando la parte superior del piano. La reacción para innumerables ejercicios de karate evitaron que me entumeciera, y giré para bajar por la parte delantera del piano. No es algo divertido. Mi cara golpeó las baldosas del suelo. Algo se estrelló en una pila floja a mi lado, y de repente estaba cara a cara con Ford, el gran tipo malo que inexplicablemente pareció lanzarse a sí mismo a mi lado, la sangre caía por la esquina de su boca. Parecía diferente de la última vez que le vi, más delgado y más sucio. Sus ropas estaban manchadas con sudor, vieja sangre, y sexo. Pero sus ojos, me miraron momentáneamente, estaban abiertos de par en par y asustados como los de un niño. Entonces una camiseta morada cayó derramándose en los andrajosos pantalones sucios, y el pelo largo, enredado bloqueaba mi visión de Ford. Mi protector estaba demasiado delgado, demasiado despeinado, pero mi nariz me decía que era Stefan casi antes de que mi cerebro supiera hacer la pregunta. Un vampiro sin lavar es mejor que un humano sin lavar, pero no es agradable, tampoco. —No, —dijo Stefan, su voz suave, pero Ford gritó, y Rachel soltó un sonido chirriante. —Estoy bien, Stefan, —le dije, girando rígidamente sobre las manos y las rodillas. Pero me ignoró. —No dañamos a nuestros invitados, —dijo Stefan, y Ford gimoteó.

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Me puse de pie, ignorando la protesta de hombros y caderas doloridos. Tendría moratones mañana, pero nada peor que las gracias al sensei por algunas sesiones brutales de cómo-caer. El piano parecía como si hubiera sobrevivido a nuestro encuentro también. —No fue culpa de Ford, —dije en voz alta. —Él solo estaba intentando hacer tu trabajo. —No sé si era cierto o no; sospechaba que Ford solo estaba loco. Pero estaba dispuesta a intentar algo para llamar la atención de Stefan. Aún agachado entre Ford y yo, Stefan giró su cabeza para mirarme. Sus ojos eran fríos y hambrientos, y me miró como si fuera una completa extraña. Mejores monstruos que él habían intentado intimidarme, así que no me estremecí. —Se supone que debes preocuparte de estas personas, —le dije bruscamente. Vale, me asustaba, lo cual es el porqué estaba insolente. Asústate-y-enloquece no era siempre lo más inteligente. Yo, criada en una manada de hombres lobo, seguramente lo sabía mejor. Pero mirando a Stefan y lo que había ocurrido en su casa me hizo querer llorar —y preferiría estar asustada y loca que hacer eso. Si Stefan pensaba que estaba apenada con él, nunca me dejaría ayudar. El cristianismo era fácil de tomar. —Mírala... —gesticulé hacia Rachel, y la mirada de Stefan siguió mi mano en respuesta a la orden en mi voz, las órdenes las acababa de aprender de Adam. Había unas pocas ventajas de ser la compañera del hombre lobo Alfa. Stefan tiró su mirada de vuelta hacia mí tan pronto como se dio cuenta de lo que había hecho, desnudó sus colmillos en una manera que me recordó a más a un hombre lobo que a un vampiro. Pero el gruñido murió en su cara, y miró a Rachel otra vez. La tensión liberó sus hombros, y miró a Ford. No podía ver la cara del gran hombre, pero el lenguaje de su cuerpo claramente decía “ríndete” en mi vista de entrenamiento de manada. —Merda, —dijo Stefan, liberando su agarre de Ford. —¿Stefan? La amenaza se había ido de su cara, pero también todo rastro de emoción. Parecía casi atontado. —Ve a darte una ducha. Peina tu pelo y cambia tus ropas, —le dije dinámicamente, golpeando mientras aún estaba débil. —Y no te entretengas y me dejes a la misericordia de tu gente mucho tiempo. Te voy a sacar esta noche para ver algunas películas malas con Warren, Kyle, y yo. Adam está fuera de la ciudad, así que hay una abertura. Warren era mi mejor amigo, un hombre lobo, y tercero en la Manada del Base del Columbia. Kyle era abogado, humano, y el amante de Warren. La Noche de Películas Malas era nuestra terapia de noche, pero algunas veces invitábamos a gente que pensábamos que lo necesitaba. Stefan me dio una mirada de incredulidad. —Obviamente necesitas que alguien te golpee con un pincho de ganado para conseguir que te muevas, —le informé con un gesto de barrida que tomó el vergonzoso lugar de su casa y su gente. —Pero me has conseguido a mí en su lugar, tu amigable vecina coyote. Podrías muy bien ceder porque te estaré fastidiando hasta que lo hagas. Por supuesto, conozco a un cowboy que probablemente tiene un pincho de ganado en alguna parte si llega el caso.

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Un lado de su boca se levantó. —Warren es un hombre lobo. No necesita un pincho para conseguir que las vacas se muevan. —Su voz sonaba ronca y sin usar. Miró a Ford. —No va hacer daño a nadie más, —le dije al vampiro. —Pero puedo conducir a mucha gente a la violencia con bastante tiempo, así que deberías moverte. Abruptamente, hubo un sonido de golpe, y Stefan se fue. Sabía que podía teletransportarse aunque lo hacía pocas veces delante de mí. Su gente se sacudió reflexivamente, así que adiviné que no le habían visto hacerlo mucho, tampoco. Me limpié el polvo de las manos y me giré hacia Rachel. —¿Dónde está Naomi? —Pregunté. No podía verla dejando sus cosas en este lugar. —Murió, —me dijo Rachel. —Marsilia la rompió, y no pudimos juntarla otra vez. Creo que fue el colmo para Stefan. —Ella miró escaleras arriba. —¿Cómo has hecho eso? —No quiere que consiga un pincho de ganado, —la dije. Sus brazos estaban abrazados a su alrededor, su mano mutilada claramente visible. Estaba amoratada, mordida, maltrecha —y dijo, —Hemos estado muy preocupados por él. No quería hablar con nosotros, no desde que Naomi murió. El pobre Stefan había intentado acurrucarse y morir porque Marsilia le había vendido —y había hecho lo mejor para tomar los restos de su rebaño con él. Y Rachel estaba preocupada por él. Por él. —¿Cuántos de vosotros estáis fuera? —Pregunté. Naomi había sido una señora fuerte. Si se había ido, no sería la única. —Cuatro. Sin asombrarme de que se veían mal. Cuatro personas no podía alimentar a un vampiro por ellos mismos. —¿Ha estado saliendo de caza? —Pregunté. —No, —dijo ella. —No creo que haya salido de la casa desde que enterramos a Naomi. —Deberías haberme llamado, —dije. —Sí, —dijo Ford desde el suelo, su voz lo bastante profunda para hacer eco. Sus ojos estaban cerrados. — Deberíamos haberlo hecho. Ahora que no me estaba atacando, podía ver que estaba delgado, también. Eso no podía ser bueno en un hombre transformándose de humano a vampiro. Un vampiro novato tiene la tendencia a salir y encontrar su propia comida. Stefan debería haber fijado esto antes de que se pusiera peor. Si hubiera tenido un pincho de reses, podría haber estado tentada en usarlo, al menos hasta que las escaleras crujieron y levanté la mirada para ver a Stefan bajando. Tenía un polvoriento grado en historia por el cual me

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había sentado a través de un número de películas del Tercer Reich, y había hombres que habían muerto en los campos de concentración que eran menos escuálidos que Stefan en la brillante camiseta verde de ScoobyDoo que había rellanado lo justo cuando le había visto llevarla hacía unos pocos meses. Ahora colgaba de sus huesos. Limpia, parecía peor que la primera vez. Rachel dijo que Marsilia había roto a Naomi. Mirando a Stefan, pensé que había estado muy cerca de romperle a él, también. Algún día, algún día estaría en la misma habitación con Marsilia con una estaca de madera en mi mano, y, por el Cielo, la usaría. Si, por supuesto, Marsilia estaba inconsciente, y todos sus vampiros estaban inconscientes, también. Por lo demás, estaría muerta si Marsilia fuera mucho más peligrosa que yo. Aun así, el pensamiento de hundir un afilado trozo de madera en su pecho a través de su corazón me daba una gran alegría. Para Stefan, dije, —¿Necesitas un donante antes de que salgamos? ¿Para que nadie nos hará parar y me hará llevarte al hospital o a la morgue? Él paró y miró a Rachel y a Ford. Frunció el ceño, luego pareció perplejo y un poco perdido. —No. Están demasiado débiles. No hay bastante en ellos para dejar. —No estaba hablando de ellos, Shaggy, —le dije gentilmente. —He donado antes, y estoy de acuerdo en hacerlo otra vez. Los ojos rubí me miraron hambrientamente antes de que él parpadeara dos veces, y fueron reemplazados con ojos como el último trago de cerveza en un vaso con el sol brillando detrás. —¿Stefan? Él parpadeó. Era un efecto interesante: rubí, raíz cerveza, rubí, raíz cerveza. —A Adam no le gustará. — Rubí, rubí, rubí. —Adam donaría él mismo si estuviera aquí, —le dije ciertamente, y enrollé mi manga. Él se estaba alimentando del interior de mi codo cuando mi móvil sonó. Rachel me ayudó a sacar el teléfono de mi bolsillo y lo abrió. No pensé que Stefan lo notara. —Mercy, ¿dónde demonios estás? Darryl, el segundo de Adam en órdenes, había decidido que era su trabajo mantenerme en la línea cuando Adam no estaba. —Hey, Darryl, —dije, intentando no sonar como si estuviera alimentando un vampiro. Mis ojos cayeron hacia Ford, quien nunca se había levantado del suelo pero me estaba mirando con ojos que parecían delicadas gemas amarillas—cetrino, quizás, o ámbar. No recordaba que color habían tenido sus ojos hacía unos pocos minutos, pero creo que habría recordado los ojos originales si hubieran estado allí entonces. Estaba muy cerca de convertirse en un vampiro, pensé. Antes de que pudiera asustarme demasiado, la voz de Darryl interrumpió mis pensamientos. —Saliste a la casa de Kyle hace una hora, y Warren me ha dicho que aún no estás allí. —Es cierto, —dije, sonando asombrada. —Mira. No estoy con Warren aún.

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—Gilipollas inteligente, —gruñó él. Darryl y yo teníamos una relación amor odio. Empezaba a pensar que me odiaba, y hacía algo bonito, como salvar mi vida o darme una charla asombrosa. Decidí que me gustaba, y me rasgaba de nuevo. Probablemente solo estaba confundida como el infierno con él, y está bien, porque el sentimiento es mutuo. Darryl, de todos los lobos de Adam, odia a los vampiros mucho. Si le decía lo que estaba haciendo, vendría aquí con refuerzos, y todos los cuerpos estarían en el suelo. Los hombres lobo hacen todo más complicado que necesario. —He estado viva sin niñera durante treinta extraños años, —le dije en una voz cansada. —Estoy segura que puedo conseguir llegar a casa de Kyle sin uno. —Me estaba empezando a marear un poco. A falta de otro método, golpeé la cabeza de Stefan con la mano que sujetaba el móvil. —¿Qué fue eso? —Preguntó Darryl, y Stefan agarró mi brazo más fuerte. Succioné una respiración porque Stefan me estaba haciendo daño —y me di cuenta de que Darryl había oído eso, también. —Eso fue mi amante, —le dije a Darryl. —Perdóname mientras acabo de quitármelo. —Y colgué el teléfono. —Stefan, —dije. Pero fue innecesario. Me dejó ir, retrocediendo unos pocos pasos, y arrodillándose en una rodilla. —Lo siento, —gruñó él. Sus manos descansaban en el suelo delante de él, los puños tensos. —Sin problemas, —le dije, mirando mi brazo. Las pequeñas heridas estaban selladas, curándose rápidamente por su saliva. Había aprendido más sobre vampiros durante el año pasado o así de lo que había sabido en toda mi vida. La ignorancia había sido la felicidad. Sabía, por ejemplo, que por mis lazos con Adam, no habría repercusiones al dejar que Stefan se alimentara de mí otra vez. Un humano sin esa protección que era comida para el mismo vampiro más de una vez podía convertirse en mascota —como toda la gente en el rebaño: dependientes del vampiro y listos para seguir cualquier orden que les diera. Mi teléfono sonó, y, con ambas manos disponibles para mí, me tomé un tiempo para comprobar el número: Darryl. Vale, habría repercusiones por dejar que Stefan se alimentara de mí, pero tendrían más que ver con Darryl acusándome antes con Adam que con Stefan. Golpeé el botón del lateral de mi teléfono, para quitar el sonido. —Te he metido en problemas, —dijo Stefan. —¿Con Darryl? —Pregunté. —Puedo estar en problemas con Darryl por mí misma —y darle una cachetada en el culo si se pasa mucho de la raya. Stefan se puso de pie, ladeando su cabeza, y dándome una pequeña sonrisa —de repente parecía mucho más como él mismo. —¿Tú? ¿Miss Coyote contra el gran lobo malo? No lo creo. Él probablemente tenía razón. —Darryl no es mi vigilante, —le dije rotundamente. Él bufó. —No. Pero si algo te ocurre mientras Adam está fuera, es Darryl quien aguantará la culpa. —Adam no es tan estúpido, —dije.

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—Darryl no es mi vigilante, —le dije rotundamente. Él bufó. —No. Pero si algo te ocurre mientras Adam está fuera, es Darryl quien aguantará la culpa. —Adam no es tan estúpido, —dije. Él esperó. —Caray Louise, —le dije, y llamé a Darryl. —Estoy bien, —le dije. —Pensaba que Stefan podría necesitar una noche fuera y paré para recogerle. Te llamaré desde la entrada de Kyle, luego puedes llamar a Adam y decirle que estoy a salvo. También puedes decirle que tanto como no tenga a las reinas Fae locas, monstruos del pantano, o violadores con falsas ilusiones de grandeza detrás de mí, puedo cuidarme yo solita. Darryl succionó su respiración. Supuse que era por el comentario del violador, pero me estaba estremeciendo por eso. El hombre estaba muerto, y yo le había matado. Las pesadillas habían parado mayoritariamente, y cuando emergían, tenía a Adam para lucharlas conmigo. Adam es un hombre muy bueno para tener a tu lado en una pelea, incluso si todo lo que estás luchando es un mal recuerdo. —Te olvidas de los vampiros poseídos por demonios, —dijo Stefan en el silencio. Los vampiros, como los hombres lobo, pueden oír conversaciones privadas por teléfono —así como yo, actualmente. He sido bastante cariñosa en el mensaje de texto desde que me trasladé al Cuartel General de la Manada. —Así que lo hizo, —dijo Darryl. Su voz se había suavizado hasta la maleza y la gravilla. —Intentamos darte el aire que necesitas respirar, Mercy. Pero es difícil. Eres tan frágil y... —¿Un sarpullido? —Ofrecí. —¿Estúpida? — Tengo un nuevo y fresco cinturón marrón en karate, y arreglo coches para vivir. Solo en comparación a un hombre lobo soy frágil. —No del todo, —discrepó él, aunque le había oído llamarme tanto sarpullido como estúpida tan bien como un número de otras cosas poco favorecedoras. —Tu habilidad para sobrevivir a cualquier cosa que consigas lanzarte algunas veces nos deja al resto tragando medicación para la úlcera durante los días de después. No me gusta el sabor del Maalox. —Estoy a salvo. Estoy bien. —Excepto por unos pocos moratones de mi encuentro con el piano —y, cuando di un paso, un pequeño mareo por la pérdida de sangre. Darryl no podía pillar mi pequeña mentirijilla. Mientras podía oler las mentiras tan bien como cualquier hombre lobo, él no era el Marrock, quien podía pillar mis mentiras antes de que dejaran mi boca, incluso por teléfono. Además, estaba a salvo —miré a Ford un poco con recelo, pero aún no se había movido de donde Stefan le había lanzado. —Gracias, —dijo Darryl. —Llámame cuando estés en casa de Kyle. Colgué. —Creo que me gustaba más cuando la manada había estado feliz de verme muerta, —le dije a Stefan. —¿Estás listo para salir? Stefan levantó una mano y puso a Ford de pie —y entonces le empujó contra la pared. —Deja a Mercy en paz, —dijo. —Sí, Maestro, —dijo Ford, quien no había luchado después de todo cuando Stefan le empujó alrededor.

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Todo indicio de violencia dejó el cuerpo de Stefan, y apoyó su frente en el hombro del hombre más grande. —Lo siento. Arreglaré esto. Ford levantó una mano y dio unas palmaditas a Stefan en el hombro. —Sí, —dijo él. —Sí, por supuesto que lo harás. Admito que estaba sorprendida de que Ford pudiera decir más que “Golpe Ogg.” Stefan se apartó de él y miró a Rachel. —¿Hay comida en la cocina? —Sí, —le dijo ella. Luego tragó, y dijo, —Podría hacer hamburguesas y comida a los otros. —Eso estaría bien, gracias. Ella asintió, me dio una pequeña sonrisa, y se dirigió a la profundidad de la casa —presumiblemente a la cocina, con Ford detrás de ella como un gran perrito, y perrito realmente grande con dientes afilados. Caminamos hacia la puerta, y Stefan miró alrededor de los restos de su jardín. Paró al lado de la furgoneta, sacudió su cabeza, y me siguió hasta el coche. No dijo nada hasta que estuvimos en la carretera a lo largo del Columbia. —Los viejos vampiros temas de fuga, —me dijo. —No manejamos los cambios también como lo hacíamos cuando éramos humanos. —Crecí en una manada de hombres lobo, —le recordé. —Los viejos lobos no tratan con los cambios muy bien, tampoco. —Entonces, solo por si acaso pensaba que estaba simpatizando con él, añadí, —Por supuesto, normalmente no llevan a un montón de gente que depende de ellos. —¿No lo hacen? —Murmuró él. —Divertido. Pensaba que Samuel casi se llevó a mucha gente con él. Cambié a una velocidad inferior y pasé a una abuela que iba a cincuenta en una zona de sesenta millas por hora. Como el rugido del pequeño motor del Rabbit mi ira se alivió lo suficiente, cambié a una marcha inferior, y dije, —Punto para ti. Tienes razón. Lamento no haber venido antes. —Ah, —dijo Stefan, mirando sus manos. —Habrías venido si hubiera llamado. —Sí hubieras estado en forma para llamar pidiendo ayuda, —le dije, —probablemente no la habrías necesitado. —Así que, —dijo él, cambiando de tema. —¿Qué vamos a ver esta noche? —No lo sé. Es el turno de Warren para elegir, y puede ser bastante impredecible. Vimos la versión de 1922 de Nosferatum la última vez que eligió, y antes fue Perdidos en el Espacio. —Me gusta Perdidos en el Espacio, —dijo Stefan. —¿La película o la serie de TV? —¿La película? Cierto. Había olvidado la película, —dijo él con seriedad. —Era mejor de esa manera.

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—Algunas veces la ignorancia es realmente una felicidad. Me miró, luego frunció el ceño. —El zumo de naranja ayudará con el dolor de cabeza. Así que estaba esperando en la línea de un auto servicio, pidiendo dos zumos de naranja y una hamburguesa por la insistencia de Stefan, cuando mi teléfono sonó otra vez. Asumí que era Darryl puntilloso otra vez, así que respondí sin mirar la pantalla. Algún día iba a dejar de hacer eso. —Mercy, —dijo mi madre, —Me alegro de contactar contigo. Has sido difícil de localizar últimamente. Necesitaba decirte que he tenido problemas con las palomas. Puedo encontrar a gente que tenga pichones, pero el hombre que tenía las palomas acaba de desaparecer. Hoy averigüé que aparentemente también tenía perros de pelea y hace unos años estaba en la cárcel. Mi dolor de cabeza abruptamente empeoró. —¿Pichones? —No la había dicho nada de palomas. Las palomas y los hombres lobo son como un... De ninguna manera, la había dicho nada de palomas. —Para tu boda, —dijo mi madre impacientemente. —Ya sabes, ¿la que tienes en agosto? Solo faltan seis semanas. Pensaba que tenía las palomas bajo control... — Estaba segura que la había dicho nada de palomas, —...pero entonces, bueno, no quería dar dinero a alguien que estuviera involucrado en peleas de perro de todas formas. Aunque quizás, ¿eso no le molestaría a Adam? —Eso molestaría a Adam, —dije. —Me molesta a mí. Nada de palomas. Ni pichones, Madre. Ni pelas de perros. —Oh bien, —dijo ella intensamente. —Pensaba que estarías de acuerdo. Viene de una leyenda de la India, después de todo. —¿Qué hace? —Pregunté con recelo. —Las mariposas, —dijo ella airadamente. —Será maravilloso. Piensa en ello. Podemos liberar globos de helio, también. Quizás un par de cientos. Las mariposas y los globos dorados liberados en el cielo para celebrar vuestra nueva vida juntos. Bien, —dijo ella, su voz breve y determinada, —Será mejor que me ponga a ello. Ella colgó, y miré a mi teléfono. Stefan estaba convulsionando en el asiento del pasajero. —Mariposas, —se las arregló para decir a través de lo ataques de risa impotente. —Me pregunto donde encontrará mariposas. —Sigue y ríete, —le dije. —No eres tú quien va a tener que explicar a una manada de hombres lobo por qué mi madre va a soltar mariposas... —Le dejé fuera de los gritos de alegría otra vez. Era demasiado para esperar que fuera una o dos. No, mi madre nunca hacía algo a medias. Dibujé mil mariposas y, querido Señor ayúdame, doscientos globos dorados de helio. Me incliné hacia delante y golpeé mi cabeza en el volante. —Me voy a fugar. Le dije a Adam que deberíamos hacerlo, pero no quería herir los sentimientos de mi madre. Palomas, pichones, mariposas... van a acabar con un avión con una banda y fuegos artificiales...

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—Una banda en marcha, —dijo Stefan. —Y gaitas con apuestos gaiteros escoceses sin llevar nada excepto sus faldas escocesas. Bailarinas del vientre... hay un número de una compañía teatral de la danza del vientre. Motoristas tatuados. Apuesto que puedo ayudarla a encontrar un oso bailando... Pagué mi comida mientras él aún seguía con nuevas y maravillosas adiciones para mi angustioso día de la boda. —Gracias, —le dije, tomando un gran trago de zumo de naranja, y conduje de vuelta al tráfico. Odiaba el zumo de naranja. —Eres de mucha ayuda. Las ambiciones de mi nueva vida es ver que tú y mi madre nunca estéis solos en una habitación juntos hasta después de que Adam y yo estemos casados. ******* Risas y sangre habían revivido a Stefan tanto o más allá de una observación de Kyle que —Alguien necesita recordar que el modelo de carretera parece no ser muy bueno en los modelos de carretera, —Kyle y Warren no parecieron notar nada malo con Stefan. Ellos también, con tacto, no comentaron el zumo de naranja que normalmente no habría tocado con un poste de diez pies. Agarramos los tres enormes cuencos de palomitas al microondas y nos dirigimos hacia la sala de teatro. Kyle es un abogado de mucho éxito; su casa es lo bastante grande para tener sala de teatro. La casa de Adam también tiene una sala de teatro —pero entonces, es una casa no oficial para toda la manada. A cualquier hora tenemos a un par extra de personas durmiendo. La casa de Kyle solo tiene a Kyle y Warren. Warren estaría feliz de vivir en una tienda en el campo. Kyle prefería las alfombras Persas, las encimeras de mármol, y las sillas de cuero. Eso dice algo —no estoy segura de qué— que están viviendo en la idea de casa de Kyle más que en la de Warren. La elección de Warren para nuestra película resultó ser Sombra del Vampiro, una película de ficción sobre Nosferatum. Alguien había hecho mucha búsqueda en las leyendas sobre las viejas películas y jugó con ellas. En un punto, mirando la cara concentrada de Stefan, dije, en un susurro, —Ya sabes, eres un vampiro. Se supone que no tendrás miedo de ellos. —Alguien, —dijo Stefan con convicción, —que nunca conoció a Max Schreck tendría miedo de los vampiros para el resto de sus vidas. Y le tendrían muerto por derecho. Warren, quien estaba sentado en el suelo en su posición favorita —apoyado contra las piernas de Kyle— golpeó el botón de pausa, se sentó hacia delante, y se giró alrededor para poder ver a Stefan, sentando al otro lado del sofá. Yo, como la única chica, conseguí el nuevo gran reclinado. —¿La película tiene razón? ¿Max Schreck realmente era un vampiro? —Preguntó Warren. Max Schreck era el nombre de un hombre que jugaba a los vampiros en Nosferatum. Stefan asintió. —Schreck no era su nombre real, pero lo usó durante un siglo o dos, para hacerlo. Aterradores viejos monstruos. Realmente aterradores, realmente viejo. Decidió que quería estar en una película, y ninguno de los otros vampiros se sintió como para retarle por eso. —Espera un minuto, —dijo Kyle. —Pensaba que una de las quejas sobre Nosferatum era que todas las escenas con Schreck eran obviamente filmadas a la luz del día. ¿Todos los vampiros no duermen a la luz del día? Kyle, como amante de Warren, sabía más sobre las cosas que saltaban en la noche que muchos humanos, para cuyos vampiros eran monstruos de película, ningún hombre que llevaba las camisetas de Scooby-Doo y

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viviera en casas exclusivas en ciudades reales. No duraría mucho, pensé, antes de que los vampiros salieran. Los hombres lobo habían salido hacía un año y medio —aunque eran cuidadosos sobre lo que decía en público. Los Fae habían salido en 1980. La gente gradualmente aprendía que el mundo es un lugar más aterrador que el razonamiento de los científicos de los pasados siglos les había enseñado a creer. —Morimos durante el día, —dijo Stefan. —Pero Max era muy viejo. Era capaz de todo tipo de cosas, y no me sorprendería saber que podía caminar por el día. Solo le vi una vez —hace mucho tiempo antes de Nosferatum. Asistió a una de las festas del Maestro de Milán, el Señor de la Noche, sin invitación. Era extraño ver a tanta gente poderosa encogida ante alguien sin lavar, vestido pobremente, y alucinantemente feo. Le vi matar a un vampiro de dos siglos con una mirada —solo se desintegró en polvo con una mirada porque se rió de él. El Señor de la Noche, quien era su maestro, era muy vieja y poderosa, incluso entonces —y él no expresó una objeción aunque ella era la más joven de los suyos y la más querida. —¿Schreck aún vive? —Preguntó Warren. —No lo sé, —dijo Stefan, y añadió, medio bajo su respiración. —No quiero saberlo. —¿Siempre fue tan feo, o empeoró con la edad? —Preguntó Kyle. Kyle era maravilloso, y lo sabía. Nunca estaba segura si era realmente vanidoso, o si era una docena de cosas que usaba para camuflar la mente afilada detrás de la cara bonita. Sospechaba que era ambos. Stefan sonrió. —Esa es la pregunta que persigue a los viejos vampiros. Uno no hace preguntas sobre la edad, pero podemos decirla, más o menos. Wulfe probablemente es el vampiro más viejo —más que Max— que he conocido. Wulfe no es ni feo ni monstruoso.—Paró, luego continuó pensativamente, —Al menos no en el exterior. —Quizás fue Fae o parte Fae, —aventuré. —Algunos de ellos son muy... de apariencia poco normal. —Nunca he oído eso de él, —dijo Stefan. —¿Pero quien sabe? Warren golpeó el botón de play y, de alguna manera, sabiendo eso de Max Schreck, quien había jugado al original Conde Orlok, había sido una pesadilla para los vampiros, haciendo películas muy aterradoras —y había seguido completamente adelante. Solo Warren pareció impermeable al efecto. Cuando la película terminó, miró a Stefan. —Vampiro, —dijo sin insultar, —por qué no vienes conmigo a la cocina mientras estos dos miran a través de la alucinante biblioteca de videos de Kyle buscando algo que evite que Mercy corra todo el camino a casa. —¡Hey! —Dije indignada. Él me sonrió cuando se levantó del suelo para estirarse, su larguirucho cuerpo alcanzó el techo bajo los admiradores ojos de Kyle. Warren no era tan guapo como Kyle, pero no era Max Schreck, tampoco, y sabía que estaba jugando para una audiencia. Quizás Kyle no era el único que era vanidoso. —Hey, tú, Mercy, —dijo Warren. —¿Ponemos una segunda película? Stefan está acostumbrado a estar levantado hasta tarde, y tú no tienes a Adam para ir a casa. Encontrad algo más, y Stefan y yo rellenaremos los cuencos de palomitas. Kyle esperó hasta que Warren y Stefan bajaron las escaleras antes de decir, —Stefan parece hambriento. ¿Crees que Warren va a alimentarle antes de volver?

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—Creo, —dije, —que podría ser una buena idea. Ya me mordió antes hoy y estaba empezando a mirarte como si fueras la cena. No creo que Warren permita que Stefan se alimente de ti si lo pregunta, y tú lo consientas. Los hombres lobo son posesivos en ese aspecto. Probablemente mejor si Warren lo hace. Al ser un hombre lobo con una manada, Warren no acabará siendo el buen amigo Renfield de Stefan. Kyle sonrió. —No empieces la conversación si no quieres una respuesta honesta, —le dije, saltando fuera de la silla y examinando una de las estanterías con Blu-Rays, DVDs, y VHS. Cuando Warren y Stefan subieron las escaleras, era obvio para mí que Stefan se había alimentado otra vez. Se movía con algo más cercano a su gracia habitual. —¿No tienes la Novia de Frankenstein? —Preguntó, cuando Kyle levantó El Esqueleto Perdido de Cadavra como nuestra elección para la segunda película. —¿O El Padre de la Novia? ¿Cuatro Bodas y un Funeral? — Me miró. —Quizás ¿El Efecto Mariposa? —Sí, se sentía mejor. Le tiré una almohada. —Cállate. Cállate. Stefan cogió la almohada, me la tiró de vuelta, y rió. —¿Qué pasa? —Preguntó Kyle. Enterré mi cabeza en la almohada. —Mi madre se ha rendido con las palomas para la boda y —aunque no sabía que estuviera en discordia— aparentemente quería pichones. Quiere liberar mariposas y globos en su lugar. Warren pareció adecuadamente consternado, pero Kyle rió. —Es una nueva tendencia, Mercy, —dijo él. —Directo a tu callejón porque se supone que estará basado en una leyenda India. La historia es que si coges una mariposa y susurras tu deseo, luego la sueltas, esa mariposa llevará tu petición a los Grandes Espíritus. Desde que liberas a la mariposa, cuando podía haberla matado o capturado, el Gran Espíritu estará inclinado a ver tu petición favorablemente. —Estoy maldita, —dije a la almohada. —Maldigo a las mariposas y a los globos. —Al menos no son pichones, —observó Warren prácticamente.

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Capitulo 2 —Así que... ¿qué le hiciste a Darryl?— Preguntó Adam mientras cerraba la puerta del lado del conductor de mi Rabbit. Normalmente yo conducía el Rabbit, pero el lobo Alfa no trataba bien con las líneas comerciales de viaje. Tener que confiar en algún extraño para volar el avión había dejado a Adam con una necesidad de control, así que cuando su hija Jesse y yo le recogimos en el aeropuerto, él tenía que conducir. —No le hice nada a Darryl, —protesté. Adam me dio una larga mirada antes de salir dando marcha atrás del estacionamiento y condujo hacia la salida del aparcamiento del aeropuerto. —Paré donde Stefan de camino a la película nocturna, —dije. —Adam, Stefan está en verdaderos problemas. Ha perdido muchos de su rebaño, y no los ha reemplazado. Ellos están muriendo; él se estaba muriendo. Adam alargó la mano para coger mi brazo y lo giró así podía ver el interior de mi codo. Yo también miré la piel perfecta con interés. —Mercy, —dijo Adam, mientras Jesse se reía por lo bajo en el asiento de atrás. —Para de fastidiar. —Es en el otro brazo, —le dije. —Solo un par de marcas. En un día o así, se habrán ido. Tú sabes que no me duelen. Nuestro vínculo de pareja y la manada le impiden conectarse conmigo de la forma que lo haría con un humano. —No me extraña que Darryl estuviera disgustado,— me dijo Adam mientras se detenía en la ventanilla del pago detrás de otro coche. —A él no le gustan los vampiros. —Stefan necesita reunir más gente en su rebaño, —dije. —Él sabe esto, yo sé esto... pero no puedo decírselo así. —¿Por qué no?— Preguntó Jesse. —Porque el rebaño de un vampiro está compuesto de víctimas, —respondió Adam. — Muchos de ellos mueren muy despacio. Stefan es mejor que la media de los vampiros, pero aún son víctimas. Si Mercy le anima a salir a cazar, le está diciendo que aprueba lo que él está haciendo. —Lo cual no hago,— dije incondicionalmente. El conductor del coche de delante de nosotros estaba discutiendo con la señora de los tickets. Yo busqué en el bolsillo de mis vaqueros. —Excepto que es Stefan,— dijo Adam. —Quien no es un chico malo para un vampiro. —Sí,— estuve de acuerdo tranquilamente. —Pero aún es un vampiro.

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La señora de la taquilla aparentemente ganó la discusión porque el conductor le pasó su tarjeta de crédito. Noté que la señora de los tickets tenía un ramillete de globos de helio junto a ella; en el centro había un globo Mylar1 que decía, “¡Feliz Cumpleaños, Abuela!” —Tengo una petición,— le dije a Adam, mientras él le pasó el ticket del parking a la señora en la ventanilla. —¿Qué es esto?— Él parecía exhausto. Este era su segundo viaje este mes al otro del país en el lado opuesto de Washington, y eso se estaba notando en él. Vacilé. Quizás debería esperar hasta que él hubiera conseguido una buena noche de sueño. En el asiento de atrás del Rabbit, Jesse se rió tontamente. Ella era una buena chica, y nos gustábamos la una a la otra. Hoy, su pelo era del mismo marrón oscuro que el de su padre. Ayer, había sido verde. El verde no era un buen color de pelo en nada. Después de tres semanas de un pelo que parecía como de espinacas podridas, creo que finalmente estuvo de acuerdo conmigo. Cuando me levanté esta mañana para ir a trabajar, ella estaba en proceso de teñirlo. El marrón era un tanto más inesperado que el verde que había tenido. —Cállate,— le dije con una severidad fingida. —Sin crujidos del gallinero. —¿Qué necesitas?— Me preguntó Adam. Yo ya me sentía mejor con él en casa —la inquieta ansiedad que era mi constante compañía cuando él estaba fuera había dejado y tomado con él mi muy nervioso sentimiento de caza, también. La señora de la taquilla del aparcamiento asintió y nos hizo señas para que siguiéramos adelante porque habíamos elegido el momento para que Adam hubiera volado bien y hubiera solo estado allí quince minutos —aún en la hora gratis del aparcamiento asignado. Los globos junto a ella hicieron que mi estómago se apretara, especialmente los dorados. —Quiero casarme,— le dije, mientras Adam ponía al Rabbit en marcha, y dejamos los globos detrás nuestra. Él inclinó su cabeza y me miró brevemente antes de volver su atención de vuelta a la carretera. Probablemente su nariz le estaba dando un gusto de lo que yo estaba sintiendo. Sentimientos más fuertes eran vulnerables a la detección cuando vives con hombres lobo. Mi nariz era buena, también, pero todo lo que este me decía era que él había tenido a una mujer sentada a su lado en el vuelo a casa, porque su esencia estaba aferrada a su manga. A menudo nuestro vínculo de unión nos permitía conocer lo que el otro estaba sintiendo o, más extraño, pensando, pero esto no estaba funcionando de esa forma justo ahora. —Estaba bajo la impresión de que íbamos a casarnos,— dijo cautelosamente. —Ahora, papá,— Jesse pegó su cabeza entre los asientos de mi Rabbit. —Ella quiere casarse ahora. Su madre llamó el viernes y ha perdido la esperanza con las palomas... —¿Creía que ya le habías dicho que nada de palomas? —Me preguntó Adam. —...y los pichones, —su hija continuó alegremente. —¿Pichones? —Dijo Adam pensativamente. —Los pichones son bonitos. Y saben muy bien, también. Le di un golpe en el hombro. No fuerte, solo lo suficiente para reconocer su burla. —...pero finalmente decidió que las mariposas serían mejores,— continuó Jesse.

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—Mariposas y globos,— le dije a Adam. —Ella quería liberar las mariposas y los globos. Doscientos globos. Dorados. —Espero que esté intentando conseguir mariposas Monarcas si quiere globos dorados,— dijo Jesse amablemente. —Mariposas Monarca,— dijo Adam. —¿Puedes imaginarte a las pobres cosas tratando de comprender su ruta migratoria desde Tri-Cities? —Tenía que ser parada antes de que destruyera el ecosistema,— le dije, solo medio en broma. —Y solo puedo pensar en una forma de hacerlo. Mi hermana se fugó bajo la presión de organizar su boda con mi madre. Creo que puedo, también. Él se rió —y parecía mucho menos cansado. —Adoro a tu madre,— dijo con honesta satisfacción que bajó su voz a un susurro. —Supongo que preservar el ecosistema de Tri-Cities es una razón válida para tirarse a la piscina. Vamos a casarnos, entonces. Tengo mi pasaporte conmigo. ¿Tienes tu certificado de nacimiento, así podemos conseguir el permiso, o necesitamos ir a casa primero? ******* Fue un poco más complicado que eso, así que nos llevó dos días casarnos. Escaparnos no era tan rápido como solía ser si vivías en las Vegas, creo. Naturalmente, aún podíamos haberlo hecho en uno excepto que yo le insistí al Pastor Arnez para que hiciera los honores. Él había hecho un funeral y dos bodas para esquivarnos. Adam había perdido muchas cosas luchando en Vietnam. Su humanidad y creencia en Dios eran solo algunas de ellas, me dijo. Él no estaba contento con una boda por la iglesia, pero realmente no podía oponerse sin admitir que estaba enfadado, sin incredulidad, él pensaba en Dios. Yo estaba muy contenta de evitar esa discusión por un tiempo. Teníamos la intención de que la ceremonia fuera una cosa pequeña, Adam, Jesse y yo, con un par de testigos. Peter, el sumiso y solitario de la manada, se quedó en la casa hasta el momento preciso por lo tanto estaba presionado en el servicio como testigo. Zee, mi mentor, quien dirigía y manejaba mi negocio mientras estuviésemos fuera en nuestra improvisada luna de miel, de esta forma estaba entrando en nuestros planes casi inmediatamente y reclamando el privilegio de un segundo testigo. A pesar del rumor, los Fae no tenían problemas yendo a la iglesia de cualquier confesión o religión. Es el acero que la antigua iglesia cristiana trajo con ella lo que era mortal para los Fae, no la Cristiandad en sí —sin embargo algunas veces los Fae también olvidaban esa parte. De alguna manera, sin embargo, la voz se filtró entre la manada, y muchos de ellos conseguirían estar en la iglesia el martes por la mañana a la vez que Jesse y yo fuéramos en coche. Adam estaría yendo por separado con Peter en un asentimiento por la tradición. Él había tenido que parar por gasolina, así que Jesse y yo llegamos primero, y cuando aparcamos, había muchos coches familiares en el solar. —La voz viaja rápido,— dije, saliendo del coche. Jesse asintió solemne. —¿Te acuerdas cuando Aurielle estuvo intentando darle una fiesta sorpresa a Darryl? Podríamos haber controlado esto para mantener a la manada fuera si hubiéramos conseguido terminar ayer. ¿Realmente te importa?

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—No,— dije. —No me importa. Pero si hubiera mucha gente aquí, Mamá se va a sentir mal,— mi estómago empezó a tensarse con estrés. Una de las razones para hacer una boda planeada era evitar herir los sentimientos de las personas. Quizás esto no había sido tan buena idea después de todo. Cuando entramos en la iglesia, se hizo evidente que muchos más que solo la manada lo habían averiguado. Tío Mike nos saludó en la puerta —supuse que Zee se lo había dicho. Mirando por encima de su hombro, vi que el viejo camarero había traído a algunos otros fae, incluyendo, un tanto para mi desgracia, a la Chica Yoyo, a quien había visto por última vez comiéndose las cenizas de la reina de las hadas. La Chica Yo-yo no era realmente su nombre, el cual nunca había aprendido, solo lo que ella había estado haciendo la primera vez que la conocí. Era peligrosa, poderosa y se parecía a una niña de diez años con flores en su pelo, vistiendo un vestido de verano. Ella me sonrió. Creo que sabía cuánto me asustaba y pensaba que era divertido. No había tenido la intención de dirigirme formalmente a la isleta. Pero mientras la gente empezaba a llegar, Samuel… el hombre lobo, mi anterior compañero de piso, y hace-mucho-tiempo novio… tiró de mí a un lado y me dio un ramo de flores blancas y doradas. Me apartó el pelo hacia mi oreja izquierda y se inclinó para susurrarme. —¡Genial! Pero vas a tener tus manos llenas con Jesse, ¿no? Un poco más de tres días, y tiene todo organizado. —¿Tres? —dije. —Solo decidimos fugarnos ayer. Él me sonrió y besó mi frente. —Escuché eso el sábado. —Antes de que Adam regresara de la Costa Este. Miré a Jesse—quien me sonrió alegremente, y me dijo moviendo los labios. —Sorpresa. —luego eché una mirada real alrededor. Mientras esperaba a Adam, el atrio de la iglesia había estado adquiriendo un aire festivo mientras las personas sacaban cajas con flores y lazos anchos y blancos —y si no estaba equivocada, algunos de los fae estaban usando magia para añadir sus propios toques. Yo vestía mi vestido de novia, comprado el mes pasado. Había pensado que esto sería extraño, con una ceremonia rápida, pero desde que ya tenía el vestido —una gran cosa espumosa desde la cintura hacia abajo y de forma adecuada blanco plata en la parte superior con mangas estrechas— Jesse había decidido que debería llevarlo. Y Jesse había elegido llevar su vestido de dama de honor porque —¿Qué más llevaría?— No había sospechado nada, probablemente porque me encantaba el vestido y habría aceptado cualquier excusa para llevarlo. Alguien abrió las puertas de la capilla así la gente podría ir sentándose, pero había mucha gente sentada ya. No solo lobos y fae —pude ver a algunos de los contactos de negocios y algunos de mis clientes regulares del taller. Gabriel, mi mano derecha en el taller, y Tony, mi contacto con el Departamento de Policía de Kennewick, estaban sentados cerca el uno del otro. Di un paso más cerca de la capilla, intentando ver a todo el mundo que Jesse había hecho venir a mi fuga. Había muchos de ellos. Samuel me retuvo mientras el atrio se vaciaba hasta que solo estuvimos nosotros, Jesse y Darryl —y el órgano empezó a tocar a Wagner. Jesse, en el brazo de Darryl, guiaba la procesión hacia la entrada del altar. Ella se paró allí, para dejar a mis hermanas Nan y Ruthie, quienes habían estado evidentemente escondiéndose dentro de las puertas de la capilla donde yo no podía verlas, ir delante, acompañadas por Warren y Ben, otros dos de los lobos de Adam. Al frente de la capilla, Adam me esperaba cerca del pastor. Contuve las lágrimas, las sorbí —y Samuel soltó mi brazo. Examiné para ver qué estaba haciendo, pero otro hombre había tomado su lugar.

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—Zee quería tener el honor de llevarte, —dijo Bran, el padre de Samuel, el Marrock quien gobernaba a todos los lobos de cualquier lugar al que yo habría querido ir alguna vez, y el Alfa de la manada de Montana quién me había criado. —Pero yo tenía derecho previo. —Discutieron por un buen rato,—susurró Samuel. —Creo que había sangre en el suelo. Eché una ojeada a la iglesia y me di cuenta de que muchos de la manada de Montana con los que había crecido estaban aquí. Charles, el hermano de Samuel, sentado junto a su compañera, me sonrió. Charles rara vez o casi ninguna sonreía. Sobre ese momento, humillantemente, empecé a llorar. Bran se inclinó más cerca mientras andábamos despacio, y dijo en un escueto susurro que no fuésemos más allá. —Antes de que te empieces a sentir abrumada por lo amables que todos nosotros somos por hacer esto para ti, realmente debes saber algunas cosas. Todo esto empezó con una apuesta… Cuando nos alineamos al frente de la iglesia, tan suavemente como si lo hubiésemos practicado, Bran tenía razón: yo ya no estaba abrumada. Ni estaba llorando. Nan, Ruthie, y Jesse se sentaron a mi lado en la iglesia, junto con Bran, quien aún tenía mi mano. Darryl, Warren, y Ben se alinearon al otro lado, cerca de Adam. Mi madre, la traidora sentada en la hilera delantera de los bancos, mandó a mi padrastro levantarse para prender con alfileres una mariposa Monarca plateada a mi ramo. Él besó mi mejilla, intercambiando un asentimiento con Bran, luego se volvió a sentar al lado de mi madre. Mi madre me dio una sonrisa de alegría y no parecía absolutamente nada como la vil conspiradora que era. —Globos,—le dije moviendo la boca, levantando una ceja para mostrarle lo que había pensado de su subterfugio. Ella discretamente remarcó —y allí, pegados en el techo, había docenas de globos dorados con mariposas plateadas atadas a los cordones. A mi lado, Bran rió —sin duda por mi estupefacta expresión. —Como los fae, —murmuró, —tu madre no miente. Solo te lleva donde te quiere llevar de cualquier manera, todo por tu propio bien. Si esto ayuda, no estás sola; ella vino a mí con un cachorro de coyote para criar, y mira lo que me ocurrió. Al final no la debes cien dólares. —Hiciste bien en apostar contra mi madre,— dije, mientras la música llegaba a su fin, y me llevó hacia Adam. Bran paró en seco, me puso detrás de él, y retó a Adam —y dejó que el peso de su autoridad se sintiera por toda la capilla. Bran podía ocultar lo que era, y normalmente así lo hacía, pareciendo como un hombre joven de músculo enjuto y fuerte sin particular importancia. De cuando en cuando, sin embargo, dejaba que la realidad de lo que era saliera. Bran era un antiguo, un lobo viejo y poderoso. Gobernaba a los lobos de nuestra parte del mundo, y nadie en esta habitación, ni siquiera los humanos, se preguntaban cómo lo podía hacer para que los lobos Alfa le obedecieran. La música del órgano decayó bajo el peso de esto y balbuceó una parada. —Cachorro,— dijo en el repentino silencio, —hoy, te estoy dando uno de mis tesoros. Entiendes que cuidarás apropiadamente de ella. Adam, no visiblemente intimidado, asintió una vez. —Lo haré.

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Luego la amenaza de Bran desapareció, y volvió una vez más a ser un hombre de apariencia joven normal y corriente en un esmoquin gris de un bonito corte. —Ella pondrá tu vida patas arriba. Adam sonrió y, fuera de la esquina de mi ojo, vi a mi madre abanicar su cara —Adam estaba muy bien limpio y, en un esmoquin, estaba impresionante incluso sin la sonrisa. —Lo ha estado haciendo estos pasados diez años, señor,—dijo. —No imagino que cambie dentro de poco. Bran me dejó andar hacia delante, y Adam tomó mi mano. —¿Has perdido dinero últimamente? —Susurré. —¿Parezco estúpido?— Susurró, levantando mi mano a sus labios. —Tengo que dormir de vez en cuando. No supe nada de esto hasta que tu madre me llamó a mi hotel antes de hacerte la llamada sobre las mariposas. Aparentemente había estado hablando con Jesse durante un par de semanas. Tú y yo fuimos los últimos en saberlo. Le miré fijamente, luego miré a la mirada alegre del Pastor Arnez. Tenía que esperar por un funeral, ¡ya lo creo! —No aposté nada, tampoco,— me susurró el pastor. —Mucha gente,— dijo Adam pensativamente —y lo suficientemente fuerte para que incluso los miembros de la audiencia sin dones sobrenaturales pudieran escucharle— tiene fiestas sorpresa de cumpleaños. Tú conseguiste una boda sorpresa. Y, casi como si ellos estuvieran entrenados —lo cual al menos una docena de personas me aseguraron que no era el caso— todos gritaron. —¡Sorpresa! En el breve silencio que siguió, uno de los globos de helio explotó y sus restos, incluyendo una mariposa plateada, bajaron al suelo detrás del pastor. Si fuera un presagio, absolutamente no tendría ni idea de lo que significaba. ******* Hubo un impresionante despliegue de comida y bebida en el sótano de la iglesia, y tomé la oportunidad para arrinconar a mi hermana pequeña Nan. —¿Cómo es que conseguiste fugarte y yo conseguí una boda sorpresa? —La pregunté. Ella me sonrió. —Tienes tarta en la barbilla,— se estiró y lo quitó… mirando alrededor por una servilleta, luego se metió el dedo en la boca para limpiarlo. —Puaj, —la dije. Se encogió de hombros. —Oye, al menos no me lamí primero el dedo. Además, está bien helada, una pena gastarla. Y, en respuesta a tu pregunta, me fugué antes de que mamá y mi suegra se mataran la una a la otra. Una boda sorpresa como esta habría dejado cuerpos en tierra. Conseguiste una boda sorpresa porque mamá, Bran y… algunos otros se sentían culpables. —Culpables,—dije. —Tienes que tener conciencia para sentirte culpable. No creo que mamá sea capaz de eso.

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Nan se rió tontamente. —Puedes estar en lo cierto. Lo de la apuesta no fue culpa nuestra de todas formas; es tuya. Levanté las cejas incrédula. —¿Mi culpa? —Esto empezó cuando todos notamos que tú conseguirías esta... esta mirada-de-ciervo delante-de-los-faros en tu cara mientras nosotros discutíamos la boda, y empezamos a seguirte el juego un poco porque era mucho más imposible de resistir. Habían sido algunas llamadas de teléfono sentimentales de mi hermana. Entrecerré mis ojos hacia ella, y ella se ruborizó por la culpabilidad. —La apuesta en cierto modo solo sucedió,— continuó. —Un día, papá dijo “Diez a uno a que ella sale disparada con Adam antes de que consigas la fecha de la boda.” —¿Papá estaba en esto?— Solía llamar a mi padrastro “Papá.”No es que no le adorara… pero tenía dieciséis años cuando le conocí la primera vez, aunque él y mamá habían estado casados durante al menos doce años en ese momento. Yo empecé a llamarle Curt por su primer nombre y nunca conseguí el hábito de llamarle de ninguna otra forma. —Claro que no,— mi hermana más pequeña, Ruthie, corrió con una galleta en una mano. Nan, alta y de facciones suaves, se parecía a su padre; Ruthie era una miniatura de mamá. Lo que significaba que era pequeñita, guapísima y prepotente. —Papá se horrorizó en cuanto había empezado. Nan, mamá y yo fuimos las primeras en apostar, pero Bran formó parte de este bonito primer momento. Ella casualmente enganchó una copa de ponche de la mesa, y se la quité de las manos y la puse de vuelta. —Aun no tienes veintiuno,— le dije. —El mes que viene,— se quejó. Le sonreí. —Apuestas en mi boda. No consigues ningún favoritismo,— me puse recta. Tenía una idea repentina y muy agradable. —Lobos,— dije, y reforcé mi llamada con un toque en los vínculos de la manada a los que me estaba acostumbrando. No tenía que hablar fuerte, tampoco. Por todas partes de la iglesia los lobos, todos llevando sus caras humanas, reaccionaron y se giraron hacia mí. —Mi hermana Ruthie aún no tiene veintiuno. No hay alcohol para ella,— luego, en caso de que ella no lo cogiese, dije. —Ve a algún lugar cerca de ese ponche o alguna otra copa hoy, y mis lobos interferirán. Ruthie dio una patada al suelo y miró a Nan. —Tú solo espera. Tú también apostaste. Ella se vengará de ti, y yo seré la única sonriendo.— Se fue con un aire ofendido mientras Nan y yo la mirábamos. Nan movió la cabeza. —Algún pobre hombre terminará con ella. Me reí. —Él nunca sabrá en lo que se ha metido. Curt aún cree que nuestra madre es una cosa dulce que necesita su protección, y él es perfectamente feliz con eso,— recordé con retraso que se suponía que estaba enfadada con ella. Fruncí el ceño. —Suficiente con mamá y Ruthie. Vas a decirme cómo seguiste desde la apuesta a la boda sorpresa. —Bien,— dijo, —como dije, es culpa tuya. Cuando ella vio lo estresada que te estabas poniendo con esto, mamá se ofreció a hacer todas las cosas por ti. — Se rió de la expresión en mi cara. —Lo sé. Terrorífico pensamiento, ¿no? Pero obviamente no ibas a disfrutar planeándolo por ti misma, tampoco.

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Ella le dio una pensativa mirada a Bran, quien estaba hablando animadamente con mi padrastro. Mi padrastro era dentista. Bran dirigía hombres lobo. No quería saber lo que tenían en común para conseguir esa excitación. —Así que, de alguna forma, empezamos a incitarte,— dijo Nan, —solo por diversión… y la apuesta solo se puso un poco más seria. Tan pronto como el dinero en juego superó veinte dólares, el instinto competitivo de mamá invalidó su lado maternal. La fecha que mamá eligió para tu fuga era mañana. Así que planeó la cosa de las mariposas y las palomas, pero creo que luego empezó a sentirse mal por privarte de una boda real. Decidió planear la boda sin ti de todas formas. Lo cual prueba que debe tener conciencia, si una pequeña subdesarrollada. Enlistó a Jesse como su mujer en el terreno y consiguió esta boda junto con su usual eficiencia.— Nan tomó un gran sorbo del ponche con alcohol, y sus ojos se aguaron. —Estoy tan contenta de que Todd y yo nos fugáramos,— dijo con sinceridad. —No había forma de salvar los restos. Pero creo que vosotros os merecéis esto, y estoy muy contenta por ti.— Se inclinó hacia delante y besó mi mejilla. Luego susurró. —Él está muy, muy bueno. ¿Cómo manejas eso? —Mocosa,— le dije, y le di un abrazo. —Todd no es exactamente un cero a la izquierda. Ella sonrió con aire de suficiencia y tomó otro sorbo. —No, no lo es. —Él podría serlo,— dijo Ben desde detrás de mí, su acento británico le daba un aire civilizado que no se merecía. —¿Quieres que sea un cero a la izquierda, cariño? Me giré, estando segura de que estaba entre Ben y Nan. —Mi hermana está fuera de los límites,— le recordé. Un destello de dolor vino y se fue de su cara. Con Ben, era aún probable si las emociones eran sinceras o no… pero mis instintos me decían que lo había sido. Así que continué en un tono de burla-reproche. — Ruthie es también demasiado joven para ti, y Nan está casada con un hombre muy agradable. Así que se bueno. Nan también había cogido el destello de dolor, creo. Ella era más blanda que nuestra madre, más como su padre en temperamento tan bueno como parecía. Ella no podía estar de pie teniendo a alguien herido y no hacer nada sobre eso. Ella suspiró dramáticamente. —Todos estos hombres guapos, y yo estoy atada a solo uno. Ben le sonrió. —Si alguna vez quieres cambiar eso… Le di en el costado… el pudo haberse escabullido del camino, pero no se molestó. —Vale,— dijo, alejándose con miedo exagerado. —Seré bueno, lo prometo. Solo no me pegues otra vez. Él lo dijo lo suficientemente fuerte para que toda la gente a mi alrededor nos mirase. Adam empujó su camino a través de la manada y alborotó el pelo de Ben mientras él venía a por él. — Compórtate, Ben. El Ben de que conocía habría gruñido y apartado del cariñoso reto. Este me sonrió y le dijo —No si puedo ayudar, ¿no?— a Adam. Me gustaba Ben. Pero si le cogiera solo en una habitación con Ruthie o Jesse, le pegaría un tiro al instante.

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Es mejor de lo que era la primera vez que vino a la manada de Adam, pero no estaba a salvo. Alguna parte suya aún odiaba a las mujeres, aún nos consideraba como presas. Tan largo como esto fuera verdad, él necesitaba vigilarse. —Hay alguien al que quiero que conozcas,— me dijo Adam, con un asentimiento con la cabeza a Nan. Cogió mi mano y me guió pasando la gigante tarta de boda. Era una cosa preciosa de flores azules y blancas y campanas plateadas… y a pesar de haber sido cortada y servida para todo el mundo, era enorme. Alguien más la había encargado para otra boda y no había pagado por ella, la cual fue la única manera… me había dicho Jesse … en la que ella había manejado la tarta. Quienquiera que lo hubiese encargado originalmente, debía haber estado planeando una boda mucho más grande que esta. Le eché un vistazo al sótano abarrotado de gente e intenté imaginar una boda más grande. —Rápido, ahora,— me dijo Adam, y me empujó por la puerta lateral y subimos las escaleras traseras. —Nos estamos fugando. Salimos al aparcamiento sin ser vistos por nadie. La Pickup de Adam, estaba inexplicablemente enganchada a una enorme caravana articulada que parecía mayor que la casa móvil en la que yo había vivido hasta este invierno, cuando la reina de las hadas la quemó hasta los cimientos, nos esperaba, colocada para una huída rápida. —¿Cuál es la prisa?— Pregunté, mientras Adam me empujaba hacia arriba entrando por el lado del conductor, entrando detrás de mí, y arrancando la camioneta antes de que tuviera la puerta cerrada. —Algunos de los fae tienen una extraña idea de despedir a la novia,— explicó, mientras me movía al asiento del pasajero y él guiaba la camioneta fuera del aparcamiento, —incluyendo, de acuerdo con Zee, secuestro. Decidimos no correr el riesgo de que los sentimientos de Bran pasaran por algo semejante, y Zee prometió correr para interferir por nosotros hasta que estuviéramos fuera. —Me olvidé de eso,— y estaba horrorizada porque lo sabía bien. —Bran y Samuel están probablemente más en peligro que cualquiera de los fae,— le dije. —Algún día, te contaré algunas de las bodas antiguas más espectaculares sobre las que Samuel me habló.—Algunas de ellas hacían que el secuestro pareciera suave. Entré zumbando, ayudándole a ponerse su propio cinturón, y riéndonos otra vez. —En caso de que no lo notases, hay algo muy grande pegado en la parte trasera de tu camioneta. Él me sonrió, sus ojos tan claros y felices como nunca los había visto. —Y esa es mi sorpresa. Te dije que yo planearía la luna de miel. Parpadeé hacia el remolque. —¿Llevando tu propia habitación de motel a cuesta?— Eso se nos echaba encima, más alto que la camioneta… que era muy alta por sí sola… alto y ancho, también, con secciones a lo largo del costado que estaban obviamente pensadas para salirse. —Estoy muy segura de que es más grande que mi viejo remolque. Adam me miró por encima de su hombro y resopló una risotada. —Creo que podría serlo. Esta es la primera vez que lo he visto. Peter y Honey cogieron el remolque y lo engancharon. —¿Es tuyo? —No. Lo pedí prestado. —Espero que no vayamos a ningún lugar con pequeñas carreteras ventosas,— dije. —O pequeños aparcamientos.

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—Pensaba que pasaríamos la noche en este arreglado remolque realmente cerca de una parada de furgonetas que conozco en Boardman, Oregon,— dijo Adam, conduciendo por Highway 395 hacia el sur. —El olor del gasoil y el zumbido de los grandes engranajes para acompañar nuestra primera noche juntos como marido y mujer.— Él se rió de mi expresión. —Solo confía en mí. Paramos en Boardman para cambiarnos nuestra ropa de boda. Dentro, el remolque era aún más impresionante que desde fuera. Adam desabrochó el billón de botoncitos que corrían desde mis caderas hasta mi cuello. Un billón de botoncitos desde mis codos a mis muñecas aún esperaban. Requerían dos manos para desabotonarlos, así que todo lo que podía hacer era mirar alrededor del remolque con asombro. —Es como una bolsa gigante de huecos. Enorme en el exterior, pero aún más grande en el interior. —¿Tu vestido?— Dijo, sonando intrigado. Bufé. —Muy gracioso. El remolque. Sabes sobre las bolsas de bolsillos, ¿verdad? ¿El artículo mágico ingenioso que puede aguantar más cosas de lo que nunca realmente encajaría en bolsas de su tamaño? —¿De verdad? Suspiré. —El artículo mágico de haz creer en Dragones y Mazmorras.— Estiré mi cuello alrededor, y dije, —No me digas que no has jugado a D y M. ¿Hay alguna regla sobre que los hombres lobo no puedan darse un gusto? Él inclinó su frente contra mi hombro y rió. —Pude haber nacido en la Época Oscura...— actualmente él había nacido en los cincuenta, aunque parecía que estaba solo en sus mediado veinte años; ser un hombre lobo detenía y invertía rápidamente el proceso de envejecimiento —...pero he jugado a D y M. Puedo decirte de verdad que Darryl nunca se lo ha permitido, sin embargo. El paintball es su juego. Me llevó un minuto imaginarme a Darryl jugando al paintball. —De miedo,— susurré. —No tienes ni idea. Adam frotó su mejilla contra la mía y volvió a su tarea. —Podría solo desgarrar esto, en vez de desabotonarlo,— dijo diez minutos después. Era una oferta seria, hablando en una voz esperanzada pero condenada. —Lo haces y tendrás que coser todos los botones de vuelta,— le dije. —Jesse está planeando volver a usarlo. —¿Pronto?— Preguntó. —No que yo sepa. —Como sea,— gruñó, —eso no es tan tranquilizador como debería ser. —Gabriel se va a la universidad a Seattle en otoño, —le recordé. —Creo que estás a salvo este año.— Mi mano derecha tenía asuntos con la hija de Adam, y justo ahora él estaba viviendo en la diminuta casa hecha a mano con la que el seguro había reemplazado a mi viejo remolque. Una situación que les hizo feliz a ellos y a Adam inquietarse. A él le gustaba Gabriel, pero Adam era un hombre lobo Alfa… lo que le ponía fuera de la escala de protección de su hija.

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Al final, Adam manejó los botones. Mientras yo colgaba el vestido y lo ponía en el armario (sí, había un armario), Adam se quitaba su esmoquin y se puso unos vaqueros y una camiseta. A menudo no vestía ropa informal así. Excepto cuando estaba trabajando fuera, que normalmente se ponía pantalones de sport y una camisa de botones abrochada que estaban tan sucios como podía estarlo él. Mi camisa limpia y mis vaqueros era ponerme elegante. Yo era mecánico por traspaso, y era algo raro cuando mis uñas estaban limpias. De alguna forma, nosotros encajábamos juntos de todas formas. Él nos compró batidos y hamburguesas (una para mí, cuatro para él) desde el restaurante cercano, llenó el tanque de gasoil de su camioneta, y volvimos a la carretera. —¿Vamos a Portland?— Pregunté. —¿O a las Cataratas Multnomah? Él me sonrió. —Ve a dormir. Esperé tres segundos. —¿Ya hemos llegado? Su sonrisa se ensanchó, y lo último de la normal tensión se fundió de su cara. Por una sonrisa como esa yo… haría cualquier cosa. —¿Qué?— Dijo. Me incline y descansé mi mejilla contra su brazo. —Te quiero,— le dije. —Sí,— estuvo de acuerdo con aire de suficiencia, —lo haces. ******* El Columbia George es un cañón que recorre cerca de ocho millas a lo largo de las Montañas Cascadas, con el Río Columbia cortando por el fondo. Esto es parte del límite entre Washington y Oregón. La mayoría del viaje es en carretera, dividido por la autopista en el lado de Oregón, pero había una autopista en el lado de Washington que recorría la mayoría de la longitud del desfiladero. Aunque la parte oeste del desfiladero es un bosque de lluvia templada, la sección oriental (del este) es estepa rural seca con cebadilla, chamizo blanco e impresionantes acantilados de basalto que algunas veces forman columnas de unión. Adam salió de la autopista en Biggs y tomó el puente por encima del lado de Columbia hasta el lado de Washington. Este puente es en uno de mis favoritos de todos los tiempos. El río es ancho, una milla o cerca de eso, y el puente se arquea con elegancia arriba y abajo del agua a la ciudad de Maryhill. Fue fundada por el financiero Sam Hill (como en “¿Dónde está Sam Hill?”) al principio del siglo veinte. Él había imaginado una comunidad de granjas Cuáqueras2 paradisíacas y llamó a la ciudad como su mujer, Mary Hill. Ella podría haber pensado que era frío, sospecho, si esto no estuviera fuera en medio del desierto con unas dos pulgadas de tierra. No había mucho a la izquierda de la ciudad… unos pocos y pequeños huertos, un par de cercanos viñedos, y un camping que corre por el estado —ninguno de los cuales hacía a Maryhill especial. Pero Sam Hill no había parado con la ciudad. Construyó el primerísimo memorial de la Primera Guerra Mundial, una réplica de tamaño real del Stonehenge visible desde la autopista en el lado del río de Oregón. Giramos una vez al oeste, estábamos sobre el puente, aunque, lejos de Stonehenge y Maryhill. Después de diez o quince minutos bajando una carretera estrecha que cortaba este camino entre el desierto y la ciudad de

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la estepa del Columbia George, llegamos a un camping. Aunque estaba preparado para tener una pulgada de vida, no había nadie dentro. Adam se detuvo en el camino de entrada, tomó una tarjeta de la funda del mapa en su parasol, y le dio un golpe a la caja del control cerca de la puerta. Una luz verde brilló, y la puerta se abrió deslizándola abierta. —Tenemos esto para nosotros solos,— dijo. —Hice alguno de seguridad aquí, y ellos me dijeron que podríamos quedarnos incluso aunque no esté abierto oficialmente hasta la próxima primavera. Estoy seguro de que la ducha en el remolque funciona, pero las que hay en los baños de allí son mucho más grandes. Yo miré alrededor del camping, donde altos robles y arces daban sombra a los espacios cubiertos por grava de los rayos ultravioleta. Los grandes árboles no eran naturales de esta parte del estado, nada más que la hierba verde, verdosa… alguien había gastado mucho tiempo cuidándolos. Adam aparcó en doble fila en una mancha a medio camino entre la piedra gris del cuarto de baño y el río. Me encontré a mí misma con el ceño fruncido hacia uno de los árboles. Debía tener sesenta pies de altura, sus raíces se enterraban profundas en la tierra donde no molestaban el arreglado del camping. —Diez días,— dije. Él sabía cómo funcionaba mi mente. —Zee tiene la tienda,— dijo. —Darryl y su compañera están vigilando a Jesse, quien me dijo antes de que nos fuésemos que no necesitaba niñera. —Para lo que respondiste que ellos eran guardaespaldas, no niñeras,— dije. —Pero ella discutió que los guardaespaldas normalmente no conseguían decirle a la gente que estaban vigilando a qué hora tenían que estar en casa. —Y tú no estuviste allí para la discusión,— se maravilló Adam. —Darryl interrumpió, y dijo, “La familia lo hace”. Y ese fue el final. Así que ¿por qué más estás preocupada? —Stefan,— dije. —Le pedí a Warren para que lo visitara, pero… —Yo tuve una charla con Stefan,— dijo Adam. —A diferencia de ti, mi conciencia no me impide decirle que necesitaba rellenar su rebaño. Uno de sus problemas es que no quiere cazar en su patio trasero, y no puede dejar a su rebaño solo. Ben se ofreció para vigilar a su gente, y Warren debe irse a Portland mañana con Stefan. ¿Algo más? —Diez días,— dije, dándole una gran sonrisa. —Diez días de vacaciones contigo. Sin interrupciones. Adam se inclinó y me besó… y esa fue la última vez que me preocupé por algo durante algún tiempo.

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Capitulo 3 Nadamos en el río, o más bien, yo nadé y Adam se metió hasta la altura del pecho, porque los hombres lobo no saben nadar. Su masa muscular es demasiado densa como para flotar, por lo que se hunden hasta el fondo como las anclas. El camping estaba construido alrededor de un remanso de buen tamaño cuyas aguas eran lo suficientemente rápidas para no estancarse, y lo suficientemente lentas como para ser realmente un buen sitio para nadar. Olivos rusos estratégicamente podados y una selección de arbustos de buen tamaño cuyo nombre desconozco, así como una pendiente de diez o quince metros antes del río, daban a la zona de natación una sensación de privacidad. La temperatura había subido en alguna parte hasta cerca de un centenar de grados Fahrenheit, por lo que el agua se sentía muy bien. Nos salpicamos y sumergimos el uno al otro como un par de los niños, y me reí hasta que tuve que salir y sentarme en la orilla para recuperar el aliento. —Cobarde,— dijo Adam desde el río, con las manos justo por debajo de la superficie donde podía reunir munición para salpicarme. —No es por cobardía,— aseguré jadeando mientras el sol secaba mi cabello, la piel y el traje de baño, todo de una sola vez. —Entonces, ¿qué estás haciendo ahí arriba?— Preguntó él. Abrí los ojos y parpadeé en su dirección. —Mirando la vida silvestre.— Bajé la mirada a la parte media de su torso, donde se desplegaban todo tipo de músculos hermosos. Los hombres lobo rara vez estaban fuera de forma, pero Adam tenía los músculos incluso un poco más marcados que el hombre lobo promedio.— Hay algunos paisajes agradable por aquí,— susurré. Él hizo un sonido suave y cuando levanté la mirada, sus ojos estaban calientes. —Estoy de acuerdo,— dijo él, saliendo al acecho fuera del agua con un propósito. Lancé un chillido y me puse de pie riendo, y algo en el agua detrás de él, captó mi atención. Él se dio la vuelta para ver lo que había llamado mi atención, pero ya no estaba. Pensé que era un leño flotando un poco debajo de la superficie. Era difícil juzgar el tamaño desde esa distancia, pero había sido demasiado grande para ser un pez. Antes de que hubiera presas, algunos de los esturiones eran bastante grandes, hasta llegar a medir casi cuatro metros, si tengo que creerle a Zee. Lo que yo había visto había sido más grande que eso. Pero se había ido y distraje a Adam de su caza. Él estaba mirando hacia atrás y aproveché su momentánea distracción para escapar hacia el remolque. Los hombres lobo son rápidos. Tal vez no tan rápidos como el guepardo, pero más rápidos que los perros lobos. Yo también soy muy rápida. Más rápida que la mayoría de los hombres lobo, así que tal vez no estaba corriendo tan fuerte como podía. O tal vez el sexo motiva a que los machos de cualquier especie recorran trayectos mayores. De cualquier manera, Adam me atrapó antes de que estuviera a medio camino del

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remolque. Sin disminuir la velocidad, me tiró por encima de su hombro y corrió todo el camino de regreso, mientras yo reía como una boba e intentaba esforzadamente respirar. Me aprisionó contra un costado del remolque y se aseguró de que no me importara haber sido capturada después de todo. En algún momento del camino, lo hicimos dentro del remolque y sobre la mullida cama matrimonial que tenía sábanas limpias y nuevas —de hecho, todo el remolque olía a nuevo. Los remolques de este tipo eran caros. ¿Quién de sus conocidos le había prestado un remolque nuevo? Ese pensamiento también me abandonó, y cuando terminamos, yo estaba tan caliente y sudorosa como lo había estado antes de lanzarme al río, el remolque olía a nosotros, y Adam estaba dormido. El emparejamiento es mucho más permanente que el matrimonio. En parte creo que es por eso, que por lo general, si encuentras tu pareja, no va a ser alguien del que necesites divorciarte. El abuso casi no es posible cuando dos personas están conectadas por un vínculo de compañeros, te da un conocimiento de tu pareja que te permite evitar las peleas más desagradables, como las bolas de nieve en la distancia. Y en parte es por eso que esa magia es algo más difícil de tratar que el papeleo legal, y el vínculo de compañeros es como una envoltura mágica. Teniendo en cuenta eso, yo no esperaba que mi boda real me importara demasiado. —Me gusta tenerte usando mi anillo,— dijo Adam, sus ojos amarillos y brillantes asomaban por debajo de sus párpados semicaídos. A veces, el vínculo de compañeros nos daba una visión más clara de uno o del otro. Él parecía estar respondiendo esencialmente a lo que yo había estado pensando, mientras yo me había mantenido en la oscuridad. —Me gusta que la gente con sólo mirarte sepa que has sido conquistada, que eres mía. Cerró los ojos y se echó a reír. —Y sí, sé que ese sentimiento está en el tope de la lista de cosas que según el Movimiento de Liberación Femenino no deben decirse a una mujer moderna. Algo le molestaba, pensé. La últimas dos palabras habían sonado un poco demasiado tensas. —Uhm,— dije, rodando sobre él para poder lamer un hilo de sudor de su pecho, que tenía el sabor de Adam. ¿Quien necesitaba champán? —Será mejor que no te saques tu anillo sin una buena razón,— le dije, dejando que mi coyote interior saliera para que él pudiera verla. Tal vez él necesitaba saber que su posesividad le era devuelta con creces. —Y si tu ex mujer o cualquier mujer medianamente atractiva de trece hasta setenta años se encuentra en el área, debes ser consciente de que no hay razón suficiente para que te quites el anillo. Él se echó a reír, y yo rodé otra vez hasta que estuve de nuevo sobre él. Sin embargo él todavía no estaba bien, no había eliminado lo que le estaba molestando. Nuestro vínculo podía estar hablándole, pero no me dejaba saber todo lo que estaba pasando detrás de sus ojos, lo que lo había puesto sombrío de nuevo. Ese es el problema con la magia. Empiezas a contar con eso, y desaparece debajo de tus pies y te deja trastabillando peor que si nunca la hubieras tenido antes. Así que todo lo que podía hacer, era lo que utilizaban la mayoría de las mujeres para interpretar los estados de ánimo de sus compañeros. Había conocido a Adam durante más de diez años; también había conocido a su ex esposa, Christy. Tal vez su problema radicaba en su primer matrimonio. Ella había sido una gran defensora de la libertad personal, siempre y cuando fuera su libertad. Había estado celosa de la manada; y también celosa de Jesse, su hija. Ella no lo amaba pero quería ser el centro de su mundo y no iba a tolerar otra cosa.

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Tal vez él sentía que estaba tratando de hacer eso conmigo. Tal vez ambos necesitábamos despejar un poco el ambiente, darnos tiempo para lidiar con los cambios. Le di un mordisco ligero en la oreja. —Si fuera socialmente aceptable tatuarte mi nombre en tu frente, lo haría. —Sólo veo mi frente cuando me miro en un espejo,— dijo. —Veo mi mano mucho más a menudo. —No sería para ti,— le dije. —Ya sabes que me perteneces. Es para todas las demás mujeres. Lo justo para advertirles que la palabra incorrecta puede hacer que resulten heridas. Esta coyote tiene colmillos. Su pecho vibró debajo mío, su risa todavía no encontraba el camino de salida y se relajó sutilmente. —Pensé que si te sientes primitivo con todo esto, es justo que sepas que yo también me siento bastante primitiva,— le informé a la ligera. Entonces rodé sobre el borde de la cama y me dejé caer al suelo. Aparté de una patada mi traje de baño, que ahora estaba frío y húmedo. —Sin embargo, debes saber que no puedo trabajar en la tienda con mi anillo a menos que quiera ser conocida como Mercy Nueve Dedos. Y...— dije poniendo mis dedos sobre la huella de la pata justo debajo de mi ombligo —...habiendo conseguido todos los tatuajes que quise, no me tatuaría tu nombre en la frente o algo por el estilo. Él saltó de la cama y se dirigió a su maleta. Abrió la cremallera del bolsillo exterior, sacó una caja plana y me la entregó. La abrí para encontrar una gruesa cadena de oro con una maltratada etiqueta de identificación militar en ella. Hauptman, se leía, Adam Alexander. La última vez que la había visto, había estado con otra igual en una cadena del mismo acero en un cajón de la cómoda de Adam. —Esto es para que pongas el anillo cuando estés en el trabajo,— dijo, tomando la cadena y poniéndola alrededor de mi cuello. A medida que la colocaba, me besaba la parte posterior de mi cuello. Se quedó allí durante un momento, con los dedos apretados en el collar. Él me había dado una de las placas de identificación. Nunca fui soldado, pero soy historiadora. Sé por qué comenzaron a usar un par de placas de identificación. Cuando un hombre moría, y sus compañeros no podían llevar el cuerpo, dejaban una placa con el cuerpo para que cualquier persona que lo encontrara pudiera identificarlo. La otra se utilizaba para informar de su muerte. La placa de identificación significaba más para él que el anillo —por lo que también significaba más para mí. Me di cuenta que la cadena parecía ser lo suficientemente fuerte para que también pudiera usarla cuando corría como coyote. —Tengo que ir a correr,— me dijo, retrocediendo y dándome una palmada ligera en mi trasero desnudo. Sus dedos se demoraron palpando las cicatrices débiles que me habían dejado los perdigones de un ganadero loco por las armas. —¿Quieres venir conmigo? —¿Una carrera larga o corta?— Le pregunté con recelo. A los lobos les encanta correr, pero incluso la mayoría de ellos no aman hacerlo del modo en que lo hace Adam. Se puso la ropa interior, pantalones cortos, calcetines y zapatillas, mientras meditaba mi pregunta. —Larga, — dijo, sonando un poco sorprendido. —Estoy un poco herido por algo...— Dejó que su voz decayera y me dio una pequeña y casi tímida sonrisa que era mueca. —Los instintos del lobo son buenos, pero a veces es difícil de entender lo que te está afectando. Correr ayuda a conectar el lóbulo frontal con la parte posterior del cerebro.

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—¿Eso te ayuda?— Pregunté con repentina ansiedad. Realmente me molestaba cuando sabía que pasaba algo pero no tenía ni idea de dónde provenía. Él se echó a reír. —A veces. A veces sólo me canso tanto que ya no me importa. ¿Te quedas aquí? —Me siento muy relajada,— le dije. Si él tenía que deshacerse de cosas era mejor que yo no fuera con él. — Me quedaré aquí. Pero es mejor que te pongas una camisa, o tu precioso ego causará un accidente si vas corriendo por la carretera y alguien te ve. Él sonrió ante eso, creo que pensó que estaba bromeando. —Tomaré una ducha y leeré hasta que regreses. Para entonces podríamos pensar en la comida, si cocinamos algo o si vamos a cazar. Él dudó. —Adam,— dije, —estamos en el medio de la nada. Nadie que me odie sabe dónde estamos, a menos que Marsilia te haya prestado este remolque. Vete a correr, estaré aquí cuando vuelvas, es una promesa. Él me dio una de sus miradas evaluativas, y a continuación se fue, cerrando suavemente la puerta del remolque detrás suyo. ******* La ducha del remolque no era horrible. Esperaba algo que sólo los pigmeos fueran capaces de usar, pero no estaba mal. Pero no tenía intención de usarla, no con las duchas del camping disponibles. Las duchas del camping deberían ser primitivas. He usado duchas de camping en las que sólo había agua fría y no tenían cortinas, y hubo algunas de las que salí con la sensación de estar más sucia que cuando había entrado. La duchas de este camping eran una cosa totalmente diferente. Todo el edificio tenía aire acondicionado, en un civilizado y frío contraste con la temperatura de puertas afuera. Los pisos eran de azulejo de pizarra. Los espejos en los lavabos tenían marcos de madera tallados a mano. La encimera era una losa de mármol verde oscuro que contrastaba maravillosamente con el bronce de los grifos. Había cuatro cuartos de ducha, todos con los azulejos de pizarra y la grifería en bronce. Nunca había visto un lugar así en un camping —o incluso en un hotel. El chorro de agua salía de una ducha de tamaño gigante montada en el techo, la lluvia era caliente y salía a raudales, llevándose el sudor de mi cabello y la preocupación por Adam de mis hombros. Me quedé allí durante mucho tiempo, y el agua jamás varió de temperatura. Cuando ya estaba arrugada y relajada, me puse unos pantalones cortos y una camiseta que tenía una imagen de un pequeña casa desvencijada en ella. La leyenda decía: Bienvenidos Ladrones. Por favor, no alimentar a los hombres lobo. Jesse la había hecho para mí. En el camino de regreso al remolque, el sol me secó el cabello. Me metí en el remolque, saqué mi libro de mi maleta, y volví a salir para tenderme en el césped y leer hasta que Adam regresara. Él había estado corriendo durante mucho tiempo. Leí durante unos quince minutos y el sonido de algo que raspaba el suelo me sacó de la historia. Levanté la vista pero no había nada más que aves e insectos ante mi vista.

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Volví a mirar la página que había dejado y lo escuché de nuevo. Sonaba como si alguien estuviera frotando la parte inferior de unos zapatos de suela blanda en el pavimento a unos tres metros delante de mí, pero no había nadie en el camino. Respiré profundamente, captando el olor —mi audición es buena, pero mi nariz es mejor. Esperaba el olor de un topo o de una ardilla de tierra, algo que pudiera hacer ruido fuera de la vista. En cambio, el aire trajo el olor a cuero curtido antiguo, humo de fogatas, una bocanada de tabaco, y el inconfundible olor de un hombre desconocido. Dejé el libro y me puse de pie. Al darme la vuelta en un círculo completo y no ver nada, el cabello de mi nuca comenzó a temblar en una forma familiar. Soy una caminante. Esto significa básicamente, que puedo transformarme en un coyote cuando quiera. Eso me da unos oídos y nariz más agudos que el resto de los humanos de la población. Me da la ventaja de la velocidad y puedo sentir a los fantasmas que otras personas no pueden. Había un fantasma aquí. No podía verlo, pero podía sentirlo —y olerlo. El sonido de raspado comenzó de nuevo y, con el sol alto en el cielo, me acerqué a la carretera de asfalto de donde parecía provenir el sonido. Un halcón gritó, aunque el cielo estaba despejado de cualquier tipo de aves rapaces. No fue el único que había oído, ya que todos los cantos de pájaros que habían estado haciéndome compañía mientras leía, cesaron. Tal vez se trataba de un halcón real, pero mi instinto estaba convencido de que no lo era, a pesar de que la mayoría de los fantasmas que había visto eran humanos. El raspado ahora era rítmico, casi como una polka muy lenta. Raspado, raspado, pausa, raspado, raspado, pausa. El olor se hizo más fuerte —y pude distinguir uno más. Coyote. Tuve que permanecer allí durante tres o cuatro minutos, mientras el sonido de la danza se hacía más perceptible, antes de poder verlo. Primero vi su ropa de cuero, y el resto de su imagen se veía oscura y como en sueños. Pero los flecos, el patrón del diseño de sus mangas y los bordes inferiores de sus pantalones de cuero se veían claros y nítidos. Sus ropas de cuero no era de la clase que ves en las ceremonias de powwows. Esas están bien cuidadas, y mayormente son los mejores trajes de su tipo. Es ropa hecha a mano para ocasiones especiales, con hermosos colores brillantes para ocasiones especiales. En cambio, esta vestimenta de cuero parecía que había sido usada el tiempo suficiente como para que le quedara como una segunda piel. Tenía unos parches finos con signos de roce en la parte interna de sus piernas, como si hubiera montado mucho a caballo. La piel estaba más oscura bajo sus brazos y en el triángulo pequeño de su espalda, donde el sudor de la danza se había congregado. Llevaba un cinturón trabajado del que pendía libremente una cola de coyote que llegaba hasta la cadera. Los colores del cinturón estaban desteñidos, y la cola de coyote estaba un poco raída. Empecé a escuchar la música que él danzaba, no era de bateristas místicos o flautistas. Él era el músico, acompañándose con su propia canción, una melodía nasal, sin palabras, que resonaba en mi huesos. Casi al mismo tiempo pude ver sus manos. Eran las manos de un trabajador, las manos de un ranchero, con callos y cicatrices. Las manos de un hombre, pero no de un hombre viejo. Un dedo se había roto y había soldado torcido.

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Su cabello caía en dos gruesas trenzas que terminaban con una tira roja de cuero y llegaban hasta por debajo de los omóplatos. Reconocí algunos de los movimientos de baile de los dos o tres powwows1 a los que había asistido en la universidad, cuando todavía estaba tratando de atrapar mi herencia. Mientras bailaba, él se volvía más y más real a mis ojos y al resto de mis sentidos. Hasta que al fin, si no lo hubiera visto materializarse poco a poco, hubiera jurado que era una persona viva a pesar de que mantenía la cabeza girada hacia otro lado y yo sólo captaba destellos de los rasgos de su rostro. Su danza cambiaba de un ritmo furioso a uno dolorosamente lento y así de nuevo. En todo ese tiempo, su peso distribuyó uniformemente sobre las puntas de sus pies —esta era la danza de un guerrero, llena de fuerza y magia y la promesa de violencia. Él era el guerrero, sin embargo, la naturaleza de la danza no dejaba de ser una celebración alegre. El fantasma dejó de bailar de espaldas a mí, todo su cuerpo se esforzaba por recuperar el oxígeno que había consumido en su baile. Me pregunté cuánto tiempo hacía que él había llevado a cabo su baile en carne y hueso y por qué lo había hecho aquí. —Hey,— dije en voz baja. Hay fantasmas que sólo repiten momentos importantes de sus vidas. Yo estaba bastante segura de que éste era uno de esos, porque los fantasmas que son conscientes de sí mismos y pueden actuar de forma independiente, son más raros —y tienden a interactuar de inmediato. Este tenía todas las características de ser un repetidor, esa danza, llena de pasión y emoción, se veía como si hubiera sido un momento crucial en la vida de alguien. Pero mi voz hizo que sus hombros se pusieran rígidos. Entonces se volvió lentamente hacia mí hasta que me quedé frente al rostro de un hombre que nunca había conocido, pero cuyo rostro era tan familiar como el que yo veía en mi propio espejo, a pesar de que sólo tenía una fotografía suya en blanco y negro de un periódico que informaba sobre su muerte. Mi padre. No podía hablar, no podía respirar. Sentía como si alguien me hubiera aprisionado el diafragma y mis pulmones no pudieran funcionar. Él me miró fijamente, sin sonreír. Poco a poco, casi ceremonialmente, inclinó su cabeza hacia mí. Luego se deslizó en forma de coyote con la misma facilidad y rapidez con que yo lo hacía. El coyote apareció curiosamente más sólido que lo que el hombre había estado. Me miró con la misma mirada audaz que había tenido cuando apareció como humano. Entonces, sin previo aviso, él huyo a través del terreno y se metió en los arbustos que estaban unos doce metros de distancia. En la fotografía, mi padre había estado usando el uniforme de un rodeo de vaqueros—pantalones, una camisa del oeste de manga larga y un sombrero de vaquero. Mi madre, una adolescente en lucha por liberarse de unos padres estrictos, lo había conocido en un rodeo, en el que estaba ganando un premio por dinero en una carrera de barriles con el caballo de su mejor amiga, cuando era más joven que Jesse. No había tenido la oportunidad de decirle que estaba embarazada antes de que lo mataran en un accidente de coche. El nombre que él le había dado era Joe Viejo Coyote. Yo nunca había visto el fantasma de mi padre antes. Él no había venido a mí cuando me escabullí de Montana, huyendo hacia el único hogar que había conocido. No había venido cuando me gradué en la 1 Reunión de Americanos Nativos del Norte. Se realizan bailes, cantos, socializarse y honrar a la cultura Nativa Americana.

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escuela secundaria o en la universidad. No había venido cuando luché por mi vida contra las hadas y los demonios y todo tipo de criaturas desagradables. Él no había venido a mi boda. Busqué las huellas. Me sentía bastante confiada en mi conocimiento de los hombres lobo y menos segura con lo que sabía de vampiros. Las hadas son otra cosa —y sabía que hay otras cosas de las que no sabía nada, algunas de ellas son incomparables, algunas de ellas se mantienen bien ocultas. Había estado segura de que lo que había visto era un fantasma, hasta que tuve un momento para preguntarme cómo era que mi padre, que había muerto a cientos de kilómetros de distancia, en el este de Montana, habría llegado hasta aquí. Se había convertido en un coyote, al igual que yo podía hacerlo, y escapó hacia los arbustos. La mayoría de los fantasmas no necesitan huir, sino que sólo se disipan. Pero no había huellas —y yo sabía cómo rastrearlas. Ni siquiera había huellas en la tierra blanda frente a los arbustos por donde él había corrido. Tenía la piel de gallina en mis brazos a pesar de que todavía hacía calor afuera. ******* —¿Así que no crees que haya sido un fantasma?— Preguntó Adam, y luego tomó un gran bocado de su perrito caliente. En el remolque había una cocina y un horno, pero había un pozo para hacer fuego y una parrilla al costado de nuestro terreno, y habíamos decidido asar los perritos calientes en el hoyo para la cena. Él había corrido hasta el anochecer, se detuvo y me dio un beso sudoroso, agarró la ropa limpia y una toalla antes de dirigirse a las duchas. Para el momento en que regresó, yo había hecho un fuego en el pozo y la comida estaba lista para cocinar. Había sillas de campamento atadas a la parte posterior del remolque, pero de todos modos, nos sentamos en el suelo uno junto al otro. Si no hubiera notado que estábamos cocinando justo al lado del remolque lujoso y sentados en un césped bien cuidado, podría haber pretendido que estábamos realmente de campamento. Esto era como “la versión de la parte buena” del campamento. Podría acostumbrarme a ello. —Umm,— respondí, y luego tragué para poder hablar. —Yo no he dicho exactamente eso, después de todo —mi padre está muerto. Si eso era mi padre, era un fantasma. Pero tal vez era algo más. Hay historias sobre la población indígena sobrenatural, pero muchos de los conocimientos antiguos se perdieron cuando el gobierno trató de asimilar a las tribus de América a la cultura europea. Una buena parte de lo se conoce fue compuesto en el mismo lugar —nadie relata cuentos como lo hace un indio—y ya nadie sabe a ciencia cierta, cuáles de las viejas historias son ciertas y cuáles son falsas. Charles, el hijo medio indio de Bran, nacido en algún momento en los primeros años de 1.800, podría arrojar un poco de luz sobre el tema —pero para mi intensa frustración, él rara vez hablaba de sus raíces nativo americanas. Tal vez podría haberlo presionado, pero Charles era una de las muy pocas personas que realmente me intimidaban. Así que incluso cuando estaba buscando la mitad de mi historia familiar, nunca lo presioné muy fuerte, a pesar de que me hubiera gustado. —¿Crees que pudo haber sido un espíritu local imitando a tu padre?— Preguntó Adam. Había terminado su perrito caliente y estaba cocinando otro. A él le gustaban los suyos quemados por afuera —a mí me gustaban los míos apenas asados.

2 Vocablo alemán para definir el doble fantasmagórico de una persona viva.

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Miré mi perrito caliente mientras se calentaba y traté de fingir que podía creerlo. —Tal vez. Tal vez hay algo así como un extraño doppelganger2 que se aparece a otras personas o una cuerda del arpón de la muerte que va hacia atrás —y aparece después de que un hombre muere, en lugar de hacerlo tres días antes. Adam ladeó la cabeza hacia mí, y luego la sacudió. —Si realmente piensas que era una criatura nativa, deberías llamar a Charles. Adam tenía razón. Si Charles pensaba que realmente estaba problemas, él me ayudaría de la manera que pudiera. Puede que causara miedo, pero él era de mi familia. O algo así. Adam me dirigió una mirada astuta. —A ti simplemente no te gusta la idea de que tu padre te visite, y no sepas por qué. ¿Y por qué Joe Viejo Coyote no se había presentado antes? Maldita sea, me regañé. Sabía bien la razón. Un fantasma no era una persona, sólo era el remanente. Ese fantasma podría ser el fantasma de mi padre, pero él no era mi padre. Había muerto antes de que yo naciera. Pero yo no había sufrido, había sido criada por Bryan y Evelyn, mis padres adoptivos, que me habían amado. Cuando murieron, Bran y el resto de su manada habían intervenido —y luego mi madre. Yo siempre fui amada y no fui maltratada. Era una adulta —así que ¿por qué la visión de un fantasma que se parecía a mi padre me hacía sentir en carne viva? —Está bien,— dije. —Sí. Tienes razón. Si él pudo visitarme en cualquier momento, ¿por qué no lo hizo? ¿Por qué ahora, cuando no lo necesito?— Estaba a punto de creer que no era mi padre. Él puso su brazo a mi alrededor. —Tal vez fue una especie de búsqueda de visión sin la parte del ayuno. Negué con la cabeza. —No, yo ya hice mi búsqueda de visión. Él se apartó para poder ver mi cara. —¿En serio? —Uhm,— contesté. —El verano que Charles me enseñó a arreglar coches. Un día me llevó dentro del bosque. Ayunamos durante tres días, entonces dijo que no me transformara en coyote y me envió a las montañas. —¿Qué viste?— Me preguntó Adam. —¿O se supone que es un secreto? Solté un bufido. —Pienso que es sagrado, no secreto.— Aunque la única persona a la que le había contado lo que vi fue a Charles. —Pero el mío fue bastante raro. Le pregunté a Charles si lo había hecho mal, y él me dio esa mirada...— Traté de congelar mi cara sin emociones en una especie de máscara aterradora y Adam sonrió. —¿Qué te dijo cuando le mostraste esa expresión?— Preguntó él. Sólo un idiota se burlaba de Charles en su cara. Adam me conocía muy bien. —Él me preguntó si había comido algo que me había hecho enfermar,— dije. —A pesar de que él volvió la cabeza y no pude ver su expresión, creo que sonrió. Adam se echó a reír. —Entonces volvamos a tu visión.

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—Correcto,— dije. —Mi visión fue un poco… Charles me dijo que no había ningún modo bueno o malo de tener una visión. Simplemente sucede. Entonces me contó sobre un tipo que tuvo una visión y se enteró de que podía hablar con los espíritus. El Espíritu Ciervo vino a él y le dijo que tenía que servir al Espíritu Ciervo y para ello tenía que vestir sólo de amarillo. O tal vez era azul. Así que, este hombre lo hizo durante unos años hasta que vino el Espíritu Oso y le dijo que había estado hablando con el Espíritu Ciervo y decidieron que debía escuchar al Espíritu Oso. Entonces el Espíritu Oso le dijo que se pintara la cara de rojo y caminara hacia atrás. Cuando el abuelo de Charles, el hombre de la medicina, se reunió con este hombre, había estado caminando hacia atrás durante años y años. El abuelo de Charles oyó la historia del hombre, y le dijo: ‘El hecho de que escuches a los espíritus no significa que tengas que obedecerles.’— Casi se me había olvidado que Charles había compartido esta historia conmigo. Sospecho que era una señal de lo mal que me había sentido por no haber tenido el tipo de búsqueda de visión que yo había esperado —una con águilas y ciervos, que me guiara hacia la iluminación espiritual. —¿Qué pasó? — Preguntó Adam. —Tu perrito caliente está en llamas,— le dije. Sacó la cosa negra del fuego, la golpeó ligeramente contra el suelo y se rompió en pedazos. Agarró otro perrito caliente, lo ensartó en el tenedor y lo metió en la fogata mientras yo me comía el mío. —Mercy, ¿qué pasó con el tipo que caminaba hacia atrás? —Se lavó la cara y comenzó a caminar hacia adelante. Después de unos cinco pasos, tropezó y se rompió la pierna. —Te lo estás inventando,— dijo Adam, acercando su perrito caliente para inspeccionarlo. No estaba negro, así que lo metió de nuevo en el fuego. Levanté mi mano. —Palabra de Scout, esa es la historia que Charles me contó. Puedes preguntárselo a él si no puedes distinguir si estoy mintiendo o no.— Eso era una especie de humillación entre los hombres lobo. Sólo un hombre lobo muy nuevo no era capaz de distinguir la verdad de la falsedad. —Charles dijo que sin embargo, el hombre nunca volvió a caminar hacia atrás. —Tienes que ser un niño para decir ‘Palabra de Scout’,— me dijo Adam. —No. Líder de las Chicas Scouts, aquí.— Apunté mi pulgar hacia mi esternón. —O algo así. Cuando mi madre no pudo hacerlo. De todos modos, tú querías saber sobre mi visión. —Sí. Abrí la boca para contarle una versión divertida pero lo que salió fue diferente de lo que había previsto. —En un momento estaba sentada sola en el medio de un bosque, y al siguiente estaba caminando por un lugar diferente. Todo era gris, casi como una película en blanco y negro, excepto que no había ni blanco ni negro, sólo matices de un gris extraño. No había hierba o árboles, sólo montículos de arena sin fin. Se sentía... vacía. Al igual que las películas de terror post-apocalípticas, ¿sabes? Vacía, pero también aterrada. Podía sentirlo ahora como entonces, la tensión en el pecho me hacía difícil respirar, el cabello de mi nuca se había erizado porque sabía que había algo malo al acecho, observando.

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Adam sacó su perrito caliente del fuego, pero en lugar de comérselo, clavó la parte roma del tenedor en el suelo, y se quedó parado como un ornamento extraño de jardín. Entonces me apretó contra él, y mi tensión se aflojó y pude respirar con normalidad otra vez. —Lo siento,— dije. —No creía que todavía me molestara. —No tienes que contármelo. —No,— dije. —Pero quiero hacerlo.— Me sentí bien. Charles me había dicho que sabría cuando llegaría el momento de compartir lo que me había pasado. Algunas personas necesitan contar su experiencia a todas las personas que conocen, pero la mayoría de nosotros sólo la compartimos con unas pocas personas. —Así que estaba vagando por este lugar desolado. Lo único que podía ver, además de la arena, eran restos de edificios. Al principio, algunos de los edificios eran modernos —altas estructuras de cristal y acero. En aquellos que tenían el cristal roto o quebrado, se veía el acero oxidado. A medida que avanzaba, las ruinas comenzaban a ser de edificios antiguos y casas. Recuerdo claramente haber visto lo que quedaba de una antigua casa victoriana que estaba hundida en un costado como si hubiera sido un casa de muñecas gigante que algún niño había pateado. Luego todo era como algo que ves en una película del oeste, pero décadas más tarde. Postes ennegrecidos de construcciones de adobe a medio enterrar en la arena, postes de amarre y pasarelas rotas con las hierbas muertas sobresaliendo entre ellos. —Soy el único ser vivo en el lugar. —Eventualmente, sólo hay postes de tienda, y estoy caminando por ellos, gritando, llorando, con los mocos goteando de la nariz —todo junto, aunque no sé por qué estoy sufriendo. —¿Qué edad tenías?— Preguntó Adam. —Eso fue después de que Bryan murió,— le respondí. —Justo después, creo.— El simple hecho de hablar acerca de lo que había visto me sacudió, mi mandíbula castañeteaba como si tuviera frío, aunque Adam se sentía cálido y sólido contra mí. Él era real, pero de alguna manera esa visión de hacía tanto tiempo, también era real. —Así que tenía catorce años o algo así. El contárselo a Adam fue casi como volver a vivirlo otra vez. Las emociones habían sido reales y poderosas, tal vez lo más real de toda la visión. —Finalmente, me acerqué a ese coche —un modelo viejo de Ford T enterrado hasta sus ejes. Era muy triste, podía sentir su dolor pesando sobre mi corazón, distrayéndome de todo lo que me había hecho llorar en primer lugar. Puse mis manos sobre él, pero no había manera de sacarlo o arreglarlo. Le expliqué eso al coche, como si pudiera entender lo que le estaba diciendo, porque sentía como si él pudiera hacerlo. Le dije que lo sentía pero que no podía hacer nada más. —Entonces, comenzó a vibrar y a sacudirse bajo mis dedos, hasta que no pude sostenerme más. Tuve que cerrar los ojos frente a la arena que se levantaba y cuando los abrí, estaba sola en un bosque. Me acordé de lo asustada que había estado en el bosque. Mi pulso se aceleró, y la piel de gallina cubrió mis antebrazos. El bosque debió haber sido un gran alivio después del gris muerto en la que había estado. El bosque había sido mi segundo hogar —pero en el segundo bosque de mi visión había observadores escondidos. Observadores peligrosos que no me aprobaban.

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—Era un bosque oscuro. A pesar de que todos los árboles eran coníferas, habían formado un dosel espeso sobre mí, como en una selva tropical. Podía sentir que me observaban, pero no importa lo mucho que mirara, nunca los vi. Mis vigilantes me siguieron mientras yo caminaba. Con el tiempo, empecé a correr como un conejo asustado. Me pareció que había corrido durante horas. Cada vez que desaceleraba, podía sentirlos cerca de mí, así que no me detuve. El recordarlo me hizo sudar y los músculos en la parte trasera de mi cuello se tensaron. —Yo nunca los vi mientras corría. Nunca supe lo que me estaba persiguiendo. Sólo sabía que era la presa en esta carrera y sabía absolutamente que si me atrapaban, estaba muerta. —Miré por encima del hombro mientras corría a toda velocidad a través del bosque y mi pie se tropezó con un árbol caído. Me caí dando tumbos por una pendiente y aterricé a los pies de La-Z-Boy. —¿De un qué?— Preguntó Adam. —Te dije que era extraño. Un La-Z-Boy, una de esas sillas grandes para reclinarse. Esta tenía una etiqueta grande que decía: "La-Z-Boy." Eso debería haber estado fuera de lugar en un bosque, pero en vez de eso, era quien no pertenecía allí.— La silla era naranja y azul a cuadros. Era fea. —Al principio lo único que vi fue la silla, luego pude distinguir que estaba ocupada por un hombre alto, un apuesto indio que no parecía estar impresionado en absoluto por mi presencia. Era gracioso. Podía recordar el color de la silla como si la estuviera mirando, pero no podía recordar la cara del indio o su vestimenta. No creo que me diera cuenta de nada, excepto de sus ojos. —Me puse de pie. Mis jeans estaban rotos, la camisa estaba rasgada, y tenía un rasguño largo y doloroso en mi costado. Tenía palillos en mi cabello. Me sentía como en un lugar al que no pertenecía, en algún lugar donde nadie me quería. Alcé la barbilla y encontré su mirada, cara a cara, aunque sabía en mi corazón que era un estupidez.— El pánico se había ido y fue reemplazado por un hueco vacío que sentí que no podía ser llenado por nada. La mano de Adam se tensó en mi hombro. —Tan pronto como comencé a bajar la mirada, un zorro, un lince y un oso salieron del bosque. Un ave enorme que se parecía a un águila gigante abandonó el cielo, y todos me miraron, pero yo seguía mirando al hombre en la silla. Había sido inexplicablemente horrible, sabiendo que no pertenecía a ese bosque con el indio y los animales. Yo era una extraña, y estaba sola. —Fue algo sensato,— murmuró Adam. —El hombre finalmente dijo: ‘¿Quién eres tú que caminas en mi bosque, mestiza?’ Me di cuenta de que eso no significaba que quisiera saber mi nombre. Él quería saber lo que yo era.— No podía explicarlo correctamente. —La esencia de la persona que yo era. —¿Qué le dijiste?— Preguntó Adam. —Le dije que yo era coyote.— Me aclaré la garganta. —Él se puso de pie. Era mucho más alto que yo, tan alto como los árboles que nos rodeaban y de alguna manera más real que ellos. Sé que es una imagen visual extraña, pero así es como fue. Sin dejar de mirarme, él dijo: ‘Yo soy Coyote.’ Sonaba muy ofendido.

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Contuve el aliento. —Probablemente debería haberle dicho mi nombre. No era la respuesta justa —pero tampoco habría sido la incorrecta. Así que le dije: ‘Muy bien. Puedes ser Coyote. Pero yo soy un coyote.’— Él meditó mi respuesta, y luego se inclinó hacia abajo para susurrar en mi oído.— Me sentí estúpida por esto último. —¿Qué te dijo? —Me dijo: ‘Muy bien. Tú puedes ser un coyote también. Pero eres un pequeña cosa tonta, y yo soy una vieja cosa tonta.’ Y entonces me desperté. —¿Sabes lo que significa?— Me preguntó Adam. Me reí y sacudí la cabeza. —Eso es mentira,— susurró, tirando de mí más cerca. —Significa que no soy suficientemente india,— le dije.—No pertenezco a ninguna parte. Él asó otro perrito caliente mientras nos sentábamos juntos y mirábamos las llamas. —Creo que estás equivocada,— me dijo finalmente. —Eso no sonó como a que Coyote te estuviera rechazando. —Él estaba hablando de mi medio coyote,— dije. Adam sonrió y me acunó un par de veces entre sus brazos. —Debe ser confuso ser medio coyote, medio humana, medio india y medio blanca. Me reí y me sentí mejor. A veces era una buena idea el no tomarme demasiado en serio. —En este momento, las cuatro mitades están muy felices de estar casadas contigo. Tal vez me equivoqué. Tal vez quería decir que deberíamos hacer juego con La-Z-Boys.— Aunque tendríamos que elegir mejor los colores. —Si no sacas del fuego ese perrito caliente muy pronto, te irás a la cama con hambre. —Mmm,— gruñó en mi oído. —Yo pensaba que estar casado significa no irse a la cama con hambre. ******* Volvimos después de un rato y nos quedamos frente al fuego, cocinando el resto del paquete de perritos calientes.

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Capitulo 4 Al día siguiente, dejamos la caravana en el camping vacío —después de todo, Adam se había encargado de instalar la seguridad— y condujimos al otro lado del río, pasando por un pueblo llamado The Dalles y por otro de nombre no menos singular, Hood River, de camino a Multnomah Falls. Una vez alguien me dijo que se trataba de un tramo de diez kilómetros donde las lluvias anuales aumentan dos centímetros cada kilómetro y medio. Cierto o no, no muy lejos de Hood River los arbustos fueron reemplazados por montones y montones de árboles y de otras cosas verdes. Unos kilómetros más adelante, aparecieron las cascadas. Multnomah es la más impresionante, pero hay docenas de cascadas en la montaña Larch, y pasamos la mayor parte del día caminando por los senderos que se extendían de un lado al otro de la ladera de la montaña. Ya que era un buen día de mediados de verano, había mucha otra gente haciendo lo mismo. No me importó la compañía, y tampoco creo que a Adam le importase. Parecía como si fuera una fiesta agradable entre extraños, unidos por la extraordinaria belleza del agua cayendo como sábanas blancas de los acantilados rocosos. Había una sensación de asombro que nos conectaba a todos, nos unía. Los lazos no eran tan reales como los lazos de la manada, pero se sentía como se sentía el comienzo de lo mismo. Fue mágico, algo construido a partir del buen tiempo y alegría. Ese sentimiento de pertenecer a algo más grande que a uno mismo fue el regalo que Adam me dio. Toda mi vida había sido una intrusa: primero un coyote que se crió en una manada de hombres lobo, luego una intrusa sobrenatural en la normal casa de mi madre y finalmente una intrusa que tenía demasiados secretos como para tener amigos de verdad. Era buena encajando, así que nadie se fijaba en mí. Hasta Adam. Con Adam a mi lado, sentí que pertenecía a un sitio, como si él fuera mi conexión al resto del mundo. Y por él, podía ser simplemente una más de esos felices excursionistas que estaban al aire libre pasándoselo bien. Me deshice de la tenue sombra que el recuerdo de mi visión había dejado en mí. India o no, coyote o humana, ya no estaba sola . Algunos de los caminos eran fáciles, incluso con acceso para discapacitados. No muy lejos de Multnomah, dejaron de serlo, y la verdadera diversión empezó. La cima de la montañas está un poco más de cuatro mil metros por encima del sendero, y no mucha parte del ascenso es suave. ******* Escuché el llanto antes de verlos. Pensando que alguien estaba en problemas, eché a correr por el sendero, y Adam corrió detrás de mí. —Cariño, no puedo llevarte.— La voz de la mujer estaba al borde de las lágrimas. —No puedo. Robert, tienes que ser un chico grande y ayudarme. Le siguió una voz de niño, inteligible para mí y entremezclada con sollozos.

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A la vuelta de un recodo nos encontramos con dos personas muy acongojadas. Una mujer agotada de unos cuarenta años y un niño con la cara llena de lágrimas y suciedad. —Hola,— dije. —Suena bastante mal. ¿Qué podemos hacer para ayudar? Ella empezó a rechazar la ayuda —y entonces sus ojos se posaron en Adam y se iluminaron con avaricia, simpatizaba completamente con ella— pero fui más feliz cuando me di cuenta que era la fuerza de su espalda lo que la emocionada y no su cara bonita. Su hijo no estaba tan emocionado como su madre. Robert, como nos informó su madre, tenía ocho años, pero tenía síndrome de Down y desconfiaba tanto de los extraños como un niño de dos años. No le gustaba la idea de que Adam le bajara de la montaña hasta el aparcamiento. Mientras su madre intentaba razonar con él, Adam se puso sobre una rodilla y miró al niño a los ojos. No dijo nada. Pero después de casi un minuto entero, el chico asintió, y cuando Adam se puso de pie, él se subió a la espalda de Adam sin protestar. Todavía no le hacía mucha gracia, pero sabía quién estaba al mando. —Bien,— dijo la madre de Robert atónita. —Adam es bueno dando órdenes,— le dije diciéndole la verdad. —Incluso sin decir nada. Así que Adam se llevó a un muy cansado y malhumorado niño de ocho años, que se había torcido el tobillo, montaña abajo mientras que la madre del niño, incluso más cansada que él, se lo agradecía durante todo el camino. —No sabía que sería tan escarpado,— me dijo la madre del niño cuando Adam estiró un poco las piernas y se puso delante de nosotras. Pensé que era para dejar que ella siguiera con sus incesantes agradecimientos, pero quizás estaba siendo mal pensada. —Robert estaba cansado de estar en el coche. Eugene todavía está lejos, y pensé que podría ser bueno si gastaba algo de energía; así dormiría el resto del camino. Espero que tu joven no se lastime. Robert pesa casi cuarenta kilos. —No te preocupes.— Le aseguré. —Adam estuvo en el ejército. Puede llevar una mochila de cuarenta kilos montaña abajo. Eso también es por lo que sabe la diferencia entre un tobillo torcido, uno roto y un esguince. No iba a decirle que era un hombre lobo que probablemente podría llevarnos a todos montaña abajo si pudiese encontrar una buena manera de hacernos un paquete manejable. Adam había salido a la luz pública como hombre lobo, pero ni Robert ni su madre parecían el tipo de personas que podrían tratar con hombres lobo en este punto de su viaje. La parte del ejército era cierta —no necesitaban saber que su vida en el ejército fue en la época de Vietnam. —De todas formas hazle unas radiografías de su tobillo,— le avisó Adam, quién no tenía problemas para escucharnos. —No soy médico, y los esguinces puedes ser complicados. Cuando llegamos al aparcamiento, Robert se había recuperado excepto por una cojera exagerada. Y su madre había perdido el filo desesperado de su voz. Ella volvió a darnos las gracias, y Robert le dio un beso baboso en la mejilla. —Mi héroe,— le dije a Adam, mientras se alejaban. —¿Te quedas aquí? ¿O te gustaría volver a subir?

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Para mi intenso placer, Adam y yo caminamos durante otro par de horas, luego comimos en Hood River. Nunca había pasado tanto tiempo con él sin interrupciones. Aquí, no había nadie que nos requiriera. Me encantó. Me encantó ver desaparecer el estado de alerta y la tensión de su rostro y cuerpo por tener que cuidar de la manda, de mí, de su hija o de su negocio. Normalmente, Adam lucía como un hombre bien entrado en la treintena —aunque los hombres lobo no envejecían para nada. Para cuando quisimos llegar al camping, se había quitado de encima diez años de preocupaciones y no parecía mucho mayor que su hija. La risa iluminaba su rostro de una forma que nunca había visto antes Yo había hecho esto. Yo. Vale, yo y los bosques y las cascadas de las montañas creadas por Dios. A pesar que parecía que no podía pasar un día sin meterlo en medio de mis problemas. A pesar de que había tenido que luchar contra vampiros, demonios y faes anegados por mi culpa. A pesar de que había tenido que luchar contra su propia manada, era buena para Adam. Le había visto fastidiado, dolorido y triste. Era indescriptiblemente mejo verlo feliz. —¿Qué?— Preguntó, inmediatamente después de terminar con sus nueve onzas de filetes medio crudos. — ¿Por qué me estás mirando así? El pequeño y moderno restaurante que ocupada la antigua Victorian me intimidaba un poco, no es que se lo permitiese ver a alguien, incluyendo a Adam. No creo que haya visto alguna vez algo, excepto posiblemente mi madre, que intimidase a Adam. Pero era algo más que eso. Él encajaba aquí. Había encajado corriendo por los senderos —y llevando al niño por la ladera de la montaña. Para alguien como yo, que había luchado por hacerse con su propio sitio porque no encajaba en ningún, él era... Bueno, la verdad era que él también encajaba conmigo. Aunque, por el aspecto de algunas miradas de muchos de los comensales era obvio que no pensaban lo mismo. Adam podía estar vestido con unos vaqueros normales y una camiseta, pero todavía se veía como si acabara de salir de su trabajo de modelo. Yo me veía como si hubiera estado caminando por las montañas durante todo el día, aunque me había quitado las hojas de mi pelo en el baño del restaurante. Suspiré teatralmente, descansando mi barbilla sobre mis manos y apoyando los codos en la mesa. —Eres demasiado hermoso, ¿lo sabes?— Dije los suficientemente alto como para que la gente que nos había estado mirando de reojo pudiera escucharme. Una impía risa iluminó sus ojos —diciéndome que había notado las miradas. Pero su cara estaba completamente serie, mientras ronroneó. —Entonces, ¿valgo lo que pagaste por mí, nena? Me encantaba cuando me seguía el juego. Suspiré de nuevo, un sonido que he mejorado con mis dedos, un sonido de felicidad y alegría. Le devolvería ese ‘nena’. Iba a ver como lo hacía. —Oh, sí,— dije para la audiencia. —Le dije a Jesse que tenía razón. Ve a por la bestia sexy, me dijo. Si vas a pagar dinero, no te conformes. Echó hacia atrás la cabeza y se echó a reír hasta que se tuvo que enjuagar las lágrimas de la risa de su cara. —Jesús, Mercy,— dijo. —Las cosas que dices.— Luego se inclinó sobre la mesa y me besó.

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Un rato más tarde se echó hacia atrás, me sonrió y se volvió a sentar en su silla. Tuve que recuperar la respiración antes de hablar. —Los mejores cinco dólares que he gastado en mi vida,— le dije con fervor. ******* Todavía se estaba riendo cuando se abrochaba su cinturón de seguridad. —Es bueno que no vivamos en Hood River,— dijo. —No podré volver a aparecer por este restaurante. Cinco dólares. Por Dios.— Adam un caballero criado en los años cincuenta. Intentaba arduamente no maldecir delante de las mujeres. —Me pareció muy divertido cuando la viejita intentó darte veinte dólares,— dije, y él volvió a reírse. —Lo que más me asustó,— él conducía por la carretera de vuelta a nuestro camping, —fue la mujer de la mesa a nuestro lado, que parecía que se lo había tragado todo, incluso después de que todo el mundo se estaba riendo. Ah, Lady Espeluznante. Nos había mirado con los ojos y la boca bien abiertos, y se las había arreglado para tener la cara completamente blanca. Apostaba a que era una completa psicótica —o un fae, lo que a veces era lo mismo. Podía haberla olido —había aprendido como huelen los fae— pero era mi luna de miel. No quería saberlo. —Nunca me voy a aburrir contigo a mi lado,— me dijo Adam. Lo divertido era que sonaba feliz por ello. —¿Quieres ir a correr?— Preguntó Adam, saltando de la cama unas horas después. Nos habíamos tumbado a descansar tras nuestro viaje. No había habido mucho descanso, pero no me iba a quejar. Sin embargo, me dolían todos los huesos del cuerpo y ¿él quería ir a correr? —Ugh,— dije. Eso era lo máximo que podía hacer. Él me sonrió. —Puedes dejarlo pasar. Sacudí la mano con debilidad. —Apuesto que cazo un conejo antes que tú,— dijo. Oh. Él se refería a una carrera. Habíamos llegado al campamento al anochecer, por lo que la oscuridad era total. Oscuridad total significaba que aunque en el improbable caso de que alguien viera a Adam en su forma de hombre lobo, pensarían que era un perro —ayudado por la magia de la manada que hace que la gente vea lo que quiere ver. La magia también funciona a la luz del día, pero la oscuridad ayuda. —Vale, ¿por qué no lo has dicho antes?— Le gruñí mientras saltaba fuera de la cama. Llevaba puesta media camiseta —la mitad izquierda— y mis calcetines. La otra mitad de mi camiseta estaba en la parte más alejada de la caravana. Me llevaría una hora limpiar muy bien la caravana antes de devolvérsela a su propietario o me arriesgaba a pasar vergüenza. Lo cuál me recordó. —¿Oye, Adam?— Tiré la mitad de la camiseta al suelo y me quedé a la pata coja para quitarme un calcetín. —¿Quién nos ha prestado la caravana? Las únicas personas que conozco que podrían habértelo ofrecido son Kyle o Samuel. A Samuel no le gustaría que lo vieran en algo tan... voluminoso. Me dijiste que no es tuya. ¿Kyle se la compró con la intención de complacer el deseo de Warren de ir de camping?

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—El tío Mike. Me quedé congelada, con un pie en el aire. —¿Qué?— ¿Había aceptado algo de un Fae? Adam me estabilizó agarrando mi hombro. —No soy un principiante,— me dijo, con un poco de crítica en su voz. —El tío Mike me llamó y me dijo que había escuchado que estaba planeando llevarte de camping y que tenía una encantadora y pequeña caravana que podríamos utilizar. —¿La tomaste prestada del tío Mike? —El tío Mike la ofreció... ¿Cómo era la frase que dijo? Por los servicios ya prestados. Mercy es necesario que te quites el calcetín o que pongas el pie en el suelo antes de que te caigas. Me quité el calcetín y me apoyé en mis dos pies. —Los Fae nunca dan nada por nada,— dije apresuradamente. —Ni siquiera Zee, y él es mi amigo. Los Fae hacen cosas como hacerte cederles a tu primogénito o la sangre de tu vida por un trozo de chicle, y a la vez hacen que suene como un buen trato. —Cuando el Fae al que le pertenece el camping llamó para ofrecérmelo una hora antes que el tío Mike llamara, estaba muy desconfiado,— me dijo Adam. Su voz había recuperado su tono relajado, pero estaba irritado. Podía decirlo por la forma en que se quitó la camiseta. Podía dejarlo pasar... pero él no conocía a los Fae de la forma en que yo los había llegado a conocer. —Después que el tío Mike llamó,— dijo Adam con paciencia exagerada, —sé que nos quieren aquí por alguna razón. Podía haberlo rechazado —tenía una reserva en San Diego— pero pensé que te gustaría más que un hotel, y a mí me gusta más. Le fruncí el ceño. —No le prometí nada,— dijo Adam con exagerada paciencia. —Necesitas recordar quién eres ahora. No pueden simplemente j...— Dejó de hablar un segundo, luego se tragó su temperamento con esfuerzo —y no tanto como a él le gustaría porque el tono suave le abandonó completamente. —Mercy, no pueden jugar contigo sin jugar conmigo y con la manada completa —y Samuel, y Bran, y Zee— y para el caso, probablemente con Stefan. No sé que quieren. Quizás no nos querían en San Diego —el Tío Mike mencionó específicamente San Diego, y yo no le dije a nadie donde te iba a llevar. Tal vez nos necesitan cerca de casa. Nosotros, los hombres lobo, somos potenciales aliados contra ataques políticos desde que somos el único otro grupo sobrenatural que ha admitido su existencia al público en general. Tal vez hay algo aquí...— Él movió sus manos indicando la zona donde estaba la caravana. —Podría ser algo tan fácil como usarnos como medio de disuasión hacia otros Fae que planean destruir lo que Edythe ha construido aquí. Edythe debía ser el Fae al que le pertenecía este sitio. Por supuesto que era un Fea quién había establecido este camping, con sus grandes árboles y su hierba súper verde. Adam tenía razón. Había olvidado que si los Fae me jodían, estaban yendo contra toda la manada y algo más. Era algo más que un mecánico que arreglaba Volkswagen y se convertía en un coyote porque tenía a Adam, y tenía amigos. ¡Qué diferencia podía hacer uno o dos años!

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Si él lo hubiera dejado ahí, no me habría enfadado. Quizás le habría concedido que tenía razón y que no debería haberme preocupado. Pero no lo dejó estar —porque Adam podía ser maravilloso e inteligente, pero no era perfecto. —Supongo que podría haberme vuelto loco...— él estaba un poco fuera de sí porque nuestro peculiar vínculo aparentemente no estaba funcionando. No sabía que estaba de acuerdo con él. Que había ganado. —O mucho mejor,— dijo, —podría haberte permitido que nos volvieras a los dos locos los últimos días especulando sobre el nefasto complot que Tío Mike había puesto en marcha —Tío Mike, quién ha demostrado ser, al menos, un aliado valioso si no lo consideras un amigo. O podía guardármelo para mí hasta que tu curiosidad ya no pudiera más y me preguntaras, así al menos pudiésemos disfrutar de un par de días de nuestra luna de miel hasta empezar a preocuparnos por que jod...— Su respiración ahora era más pesada y casi había dejado que esa palabra de seis letras saliera de su boca. Me incliné hacia adelante, besé la línea blanca de su mejilla que le salía como si fuera pintura de guerra cada vez que apretaba los dientes, y dije suavemente, —Todo lo que tenías que hacer era decirme que lo tenías todo bajo control, cariño.— Pestañeé recatadamente. —Yo sólo soy la esposa. No tengo que forzar mi pobre cerebro preocupándome por los Fae porque ya estás tú aquí para protegerme. Sip, yo también me marqué un tanto. Él estaba mostrándose condescendiente. Sin embargo, podía admitir cuando tenía razón: ciertamente los Fae no eran los únicos de los que tenía que preocuparse. Fijó los ojos en mí. —Eso no es lo que dije. No pongas palabras en mi boca. Lo rodeé, salté por la puerta abierta de la caravana, y me convertí en coyote antes de que el terminara la frase —ya estaba fuera y corriendo. Pasó un rato antes de que él pudiera seguirme porque a los hombres lobo les lleva mucho más tiempo transformarse. Supongo que podría haberme seguido en forma humana —pero sobre dos pies nunca podría haberme cogido, hombre lobo o no. Además, estaba desnudo. El camping era en su mayoría privado debido a la topografía y la vegetación, pero no totalmente privado. La magia de la manda no podría hacer nada para ocultar a un hombre desnudo corriendo a través del camping. Me aproveché de él y salí antes de que pudiera seguir con la discusión. ******* —¿Comprendes lo que éstas haciendo al casarte con un hombre lobo Alfa?— Me había dicho mi madre hacía unos meses, mientras íbamos a otra tienda de vestidos de novia en Portland. ¿Quién iba a saber que había tantos vestidos blancos? ¿Quién iba a saber que había tantos vestidos blancos horribles? Lo más curioso era que parecía que contra peor era el vestido, más caro era. —Sí, mamá,— dije evitando a un `77 LTD parduzco que era conducido por una abuela que apenas podía ver por encima del salpicadero. —Conozco a Adam desde hace mucho tiempo. Sé en lo que me estoy metiendo. Como si no hubiera dicho nada, mi madre dijo, —Cualquier tipo de Alfa es un mandón. Los hombres lobo son unos bastardos controladores —y un hombre lobo Alfa es mucho peor que eso. Si no te fijas, descubres que estás haciendo exactamente lo que ellos te dicen.

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Hubo algo interesante en su voz, y me pregunté con que frecuencia Bran había conseguido que ella hiciera lo que él quería. Apuesto que no con tanta frecuencia como hubiera querido, pero evidentemente más de lo que a ella le hacía feliz. —Sé como cuidarme.— No estaba preocupada. Adam era dominante —eso era completamente cierto. Pero yo me había demostrado a mí misma que podía oponerme a él si era necesario. —Sé que sabes hacerlo,— dijo mamá con satisfacción. —Pero recuerda, las confrontaciones no son productivas con un Alfa. Sólo perderás —o peor, le harás perder el control. —No me hará daño, mamá. —Por supuesto que no,— dijo ella. —Pero un hombre como Adam, si pierde el control, se sentirá terrible. Se preocupará de que pueda hacerte daño. Y hacerle sentir fatal no es lo que tú quieres.— Ella hizo una pausa, considerando lo que había dicho, luego lo modificó. —A menos que sea útil que se sienta fatal, por supuesto. Aunque la mayoría de las veces descubrirás que no es productivo. Los hombres que se sienten miserables pueden ser impredecibles. Me preguntaba si mi padrastro sabía lo afortunado que era de que ella pensara que lo mejor para sus intereses era que él fuera feliz en lugar de miserable. Probablemente lo hacía, era un hombre listo. —Soy la reina del golpear y correr,— le dije. —Todo satisfacción, ningún peligro. —Bien,— dijo. —Sólo asegúrate de que no te convierte en la pequeña buena esposa. Sólo lo soportaría un tiempo —fuiste la 'pequeña buena hija' en mi casa desde que te mudaste hasta que te fuiste a la universidad. Había un pequeño filo en su voz, como si estuviera herida —que no había sido mi intención en absoluto. Cuando dejé la manada de Bran para vivir con mi madre y mi padrastro, tenía dieciséis años, y ellos ya eran una familia sin mí. No. Ellos eran la familia perfecta sin mí. No había querido molestar. —Pero si lo intentas en el matrimonio,— continúo, —el matrimonio se autodestruirá con el tiempo, y habrá víctimas por todos lados. —Adam no quiere una buena pequeña esposa,— le dije. —Por supuesto que no,— dijo. Pero ella no conocía a Adam tan bien, y supuse que sólo estaba siguiéndome la corriente, hasta que siguió. —Pero se le enseñó a ser un esposo cuando se asumía que la mujer debía ser un a combinación de cocinera/ama de casa/madre a quién era necesario que él cuidara o protegiera. En su cabeza y su corazón él sabe que tú eres su igual, pero sus instintos fueron inculcados hace mucho tiempo. Vas ha tener que ayudarlo con eso y ser paciente con él. Mi madre no sería tan terrorífica si no tuviera razón con tanta frecuencia. Así que en lugar de quedarme a pelear con Adam, huí permitiéndonos calmarnos, y dejar que la herida de su discurso paternalista se aliviara y pudiera pensar. No podía ser paciente cuando estaba enfadada —a menos que estuviera esperando vengarme de alguien, y no estaba tan enfadada. No todavía. Corrí el primer kilómetro y medio tan rápido como pude, luego bajé al trote de un perro.

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No podía permitirle tratarme como a su primera mujer. No podría vivir rodeada de algodón. Pero él sabía eso. Confiaba en él. Lo que me había ocultado no había sido algo de vida o muerte. Él tenía razón. Los Fae no ofenderían al Alfa de la manada del Base del Columbia. Un hombre lobo era una criatura fuerte —pero el verdadero poder de los hombres lobo recaía en las manadas. Podía comprender que quisiera asegurarse que nuestra luna de miel estaba libre de preocupaciones. Vale. Vale. Así que, ¿en qué punto nuestra discusión se convirtió en una disputa que nos dejó a los dos enfadados? Y me dejó con un dolor en el pecho que se sentía como si me hubiera golpeado en lugar de morderme. Ni siquiera se había enfadado de verdad, y yo me sentía miserable. Un conejo apareció justo enfrente de mí. En realidad no tenía intención de cazar, pero si esas estúpidas cosas quieren presentarse para la cena. Con un cambió rápido de velocidad, me lancé en su persecución. ******* Estaba comiendo lo último del conejo cuando Adam se mostró en su gloriosa forma peluda. Adam era un hombre hermoso, y su lobo también era hermoso. Era de los colores de un gato Siamés, aunque con tonos grises azulados que profundizaban para acercarse al negro. Tiró un segundo conejo a mis pies y se tumbó en frente de mí, con la nariz sobre sus patas y sus orejas agachadas. Nada dice mejor que lo sientes como un conejo muerto. Recordé a su primera esposa. Christy le había hecho disculparse muchas veces, disculparse por cosas que no eran culpa suya. No quería una disculpa. Quería saber por qué habíamos tenido una pelea y ni siquiera la había disfrutado. Me gustaba pelearme con Adam. Él se había enfadado primero. Consideré eso. Adam se enfadaba por tres razones. La más común, y mi favorita, era la frustración. Usualmente, cuando Adam se enfadaba conmigo, la frustración era lo que lo iniciaba. La frustración y enfado de Adam conmigo, normalmente empezaba con fuegos artificiales y terminaba de buena manera con un montón de adrenalina liberada y con el paso del tiempo. La segunda razón era si alguien intentaba hacerle daño a alguien bajo su protección. Habíamos concluido que los Fae probablemente no estaban planeando nuestras muertes o un posible secuestro. La tercera razón era el dolor —físico o de otro tipo. Habiendo establecido que no estaba frustrado y tampoco había nadie que estuviera en peligro —debía haberlo herido de alguna forma.

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Fijé los ojos en él. Normalmente, Adam es bastante sencillo. Es una de mis cosas favoritas de él. Averiguar por qué estaba enfadado debería haber sido mucho más fácil. Había intentado protegerme, y yo objeté. Hacíamos eso todo el tiempo, y rara vez se enfadaba al menos hasta que lo hería. Había intentado asegurarse de que nuestra boda y luna de miel fueran divertidas. Había pensado que me preocuparía por tomar prestada la caravana de Tío Mike, pero que también me lo pasaría mejor aquí que en una luna de miel normal. Se había enfadado cuando pensó que yo iba a enfadarme por no decirme lo de la caravana. Era su creencia de que me enfadaría por eso lo que le había herido. Moví mis caderas a una posición más cómoda e intenté pensar como Adam —una persona muy inteligente poseída por la testosterona. Primero —él sabía que me enfadaría si me ocultaba algo grande, pero eso no heriría sus sentimientos. Y de repente comprendí lo que había ocurrido. Me levanté y pasé sobre mi pieza de caza, y luego sobre la suya. Lamí su hocico —y luego volví a la forma humana. —Haces muchas suposiciones,— le dije. —Toma nota: por lo general funciona mejor si esperas a que haga algo estúpido para enfadarte conmigo. Adam me miró. No podía decir en qué estaba pensando. —La construcción de un matrimonio es un proyecto en curso,— le dije. —Y ambos cometeremos muchos errores por el camino. Estaba preocupada por el préstamo de la caravana. Pero después de pensármelo medio minuto, supe que nunca tomarías algo prestado de un Fae sin asegurarte de que pudieras controlar las consecuencias.— Resoplé. —Te enfadaste porque pensaste que no confiaría en que supieras la diferencia. No es justo. No es justo en absoluto. —Yo, siempre confío en ti para las cosas importantes.— Le sonreí. —Pero sé que eres mejor persona que yo. Aun así, creo que mi fragilidad no significa que me debas una disculpa por hacer algo que yo haría, así que todavía tenemos que discutir que tipo de información no me concierne. Ahora era él quien tenía la vista fija en mí. —Correcto,— dije como si él hubiese hablado. Hacía frío estando desnudos baja el sol que se ponía, así que me tumbé sobre él y dejé que me mantuviese caliente. —Sé que lo que dije antes te sacó de quicio —pero fui provocada. No hay excusas, ni de mi parte ni de la tuya —pero me quedo con el conejo por consideración. Sin embargo, si intentas de nuevo hacer cosas condescendientes, ni siquiera un conejo gordo y jugoso va a impedir que tengamos una discusión. Como era injusto que yo fuera la única que podía hablar, volví a cambiar a la forma de coyote. Y ya que tengo la política de aceptar regalos de buena gana, me comí su conejo. Además, pelearme siempre me daba hambre, y no había chocolate a mano. Él pensó que era divertido que me comiera el segundo conejo sin aceptar sus disculpas —así que estábamos bien de nuevo. Esperaba que tuviéramos muchas más peleas, y la mayoría las buscaría. La vida con Adam no iba a ser aburrida. *******

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Nos estábamos dirigiendo de vuelta al camping cuando encontramos un bote. En el camino de ida, no había corrido siguiendo el río. En lugar de eso, había seguido una de las cordilleras que se alineaban a lo largo del cañón, evitando las pocas casas y viñedos dispersos por aquí y por allí, y Adam había seguido mi rastro. En el camino de vuelta, por el contrario, corrimos por la orilla del río. Era luna nueva, sólo una porción en el cielo, y las estrellas se reflejaban en el agua negra. La carretera del lado de Oregón siempre estaba llena, y esta noche no era la excepción. De nuestro lado, el lado de Washington, estaba mucho más tranquila: el río era ancho, el ruido de los coches a lo lejos era una sinfonía que acompañaba a los sonidos de la noche. Uno de esos sonidos era el de un barco chocando contra la orilla. Me detuve porque este no era sitio donde me hubiera esperado encontrar un bote. Tan pronto como puse mi atención sobre el bote, pude oler la sangre y el terror —las secuelas de la batalla. Una mirada a Adam me dijo que él también se había dado cuenta. La piel de su espina dorsal se encrespó aunque permaneció en silencio. El bote estaba escondido bajo dos o tres árboles y algunos arbustos que crecían a lo largo de la orilla. Por lo que podía ver, y me acerqué más de lo que Adam podía, era un pequeño bote de pesca, un bote normal, del tipo que pueden usar dos o tres personas para pescar. Suficientemente pequeño como para remar, aunque tenía un pequeño motor por la parte de fuera. No podía ver el interior del bote debido a la maleza, pero podía oler el miedo de un hombre y escucharle hablar. —No dejes que me encuentre. No dejes que me encuentre.— Una y otra vez, muy bajito, apenas un susurro. No fui capaz de entender sus palabras exactas hasta que estuve a tiro de piedra del bote, y tenía muy buen oído. El choque del bote contra las rocas por la suave subida y bajada de las olas era más fuerte que su voz. Salí de entre la maleza y miré a Adam a los ojos. La desnudez iba a ser difícil de explicar, y sabía lo que esos arbustos iban a hacerle con mi piel. Pero a Adam le llevaba mucho tiempo cambiar, y estaría igualmente desnudo —y si de lo que fuera que este hombre estaba asustado volvía, el lobo de Adam era nuestra mejor defensa. Tal vez otra persona no habría asumido automáticamente que fuera lo que fuera de lo que este hombre estaba asustado requeriría de un hombre lobo para enfrentarlo. No había hombres lobo por los alrededores, los vampiros tendían a ser más monstruos urbanos, y la reserva Fae estaba a una hora al otro lado de Tri-Cities —a unos trescientos kilómetros o más de nosotros. Pero la magnitud del terror que él todavía sentía me hacía pensar que no estaba siendo una paranoica. Cambie a humana. —Hola,— dije. —El del bote. ¿Estás bien? La voz del hombre no se alteró. No había hecho caso a mis palabras en absoluto. —Creo que tendríamos más suerte acercándonos por la orilla del río,— le dije a Adam. —Ese bote todavía flota. Si está tan malherido como creo que está por toda la sangre que estoy oliendo, será más fácil si no intentamos acercarnos a través de la maleza. El claro más cercano de la orilla del río estaba a unos nueve metros corriente abajo. El sol se había puesto, y el agua estaba helada. Me tropecé con una gran roca del fondo del río y me causó una gran sensación cuando me caí. También hice algo de ruido, —el agua demasiado fría es agradable en la piel caliente cuando no estoy a la expectativa de algo que me hace rechinar los dientes. El hombre en el bote gritó —por la ronquera de su voz, no era la primera vez que gritaba esta noche. —Está bien,— le dije poniéndome de pie. —Estás a salvo.

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Dejó de gritar, pero no creo que fuera porque me había comprendido. Algunas veces el miedo es demasiado grande para eso —tanto que tu ser se centra tanto en la supervivencia que no nota nada más al lado. Me ha pasado un par de veces. Las rocas bajo mis pies eran afiladas, pero una vez que estuve metida hasta la cintura, mi peso no hacía que me apoyara tanto. Si hubiera ido corriente abajo en lugar de corriente arriba, podría haber nadado en su lugar. Adam se paseaba infelizmente arriba y abajo por la orilla del río. Los árboles colgaban sobre el río y la orilla se adentraba hacia ellos. Encontrar un camino, a través de la maleza que se había arremolinado en un pequeño remanso al lado del bote, me obligó a rodear un manojo de plantas que no había visto hasta que estuve en medio de ellas. Mi vista es bastante buena por la noche, pero el río era un velo negro impenetrable, y había algo que se ocultaba bajo la superficie. Odiaba no ver. ¿Quién sabía realmente lo que había en el Columbia? Algo rozó mi pierna con algo más de fuerza que el resto de malas hierbas, y me hizo soltar un involuntario chillido. Adam, invisible desde el otro lado del árbol, gruñó. —Lo siento, lo siento,— le dije. —Estoy bien. Simplemente se me enganchó la pierna con una de las plantas. No puedo ver ni una maldita cosa bajo el agua, y entre eso y este tipo que sólo huele a miedo me hicieron saltar. Lo siento. La estúpida planta era persistente. Se aferró a mi pantorrilla mientras me acercaba al bote, resistiendo mi medio intento para quitármela. La tendencia de algunas plantas de agua a enredarse alrededor de brazos y piernas de nadadores desprevenidos es una de las principales causas de ahogamiento. Sin embargo, me recordé a mí misma, que tenía los pies sobre el fondo del río, por lo que esto sólo era irritante. Nada para entrar en pánico. Me olvidé de la planta tan pronto como agarré un lado del bote y me puse a la tarea. Mis ojos apenas veían el costado de la embarcación, así que no pude ver bien al hombre herido. —Está bien,— le dije. —Te sacaremos de aquí. Di un tirón de prueba del bote, pero ahora tenía el agua hasta el pecho, y la corriente amenazaba con dejar de hiciera pie. Cuando empujé el bote, fui yo quién se movió. Cambié mi agarre, moviéndome más cerca de la proa. Si empujaba el bote en la dirección en la que fue diseñado para moverse en lugar de lado a lado, debería requerir mucho menos esfuerzo. Como último recurso, podría subirme y usar el motor —pero las ramas de los árboles estaban sólo unos centímetros por encima, y en realidad no quería hacerme rasguños subiendo al bote. Escuché algo y levanté la cabeza. Cuatro pequeñas cabezas asomaban por encima del río a una docena de metros del bote. Nutrias. Genial, esto era simplemente genial. Justo lo que necesitaba esta noche. —Nutrias,— le dije a Adam, mis dientes empezaron a castañear por el efecto del agua. —Si me pongo a chillar, es porque las nutrias vienen hacia mí.

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Él gruñó, un sonido bajo y amenazante, y las cuatro cabezas desaparecieron. No fue tan tranquilizador como podría haber sido. Pero no había dientes afilados clavados en alguna de las partes de mi cuerpo que estaban bajo el agua, por lo menos no todavía. La única cosa que me estaba agarrando era la maldita hierba, que todavía estaba envuelta fuertemente alrededor de mi tobillo. Tenía una amiga que una vez nadó con nutrias de mar frente a la costa de California. Dijo que fue una experiencia increíble. Aparentemente eran compañeras regulares de los buceadores de la zona, juguetonas y adorables. Jugaban de manera un poco brusca —los buceadores que nadaban con ellas regularmente a menudo tenían que reemplazar sus trajes de neopreno de más de medio centímetro porque los dientes y garras de las nutrias eran afiladas— pero la mayoría de los buceadores decían que merecía la pena. Las nutrias de río son más pequeñas e incluso más adorables que sus primas oceánicas. También tienen el dulce temperamento de un tejón con resaca. No me habría preocupado mucho —yo también tengo los dientes afilados cuando quiero. Pero ahora mismo estaba en su entorno y no en el mío. No las podía ver. O peor para mí, tampoco podía olerlas o escucharlas. Podía esperar su ataque o podía salir pitando del río. Di un buen tirón de la parte delantera del bote y me las arreglé para persuadirle de moverse un poco. Metro o metro y medio más, y lo tendría donde la corriente del río podría empujarlo en la dirección que yo quería que fuese. El hombre del bote comenzó a dar golpes. Me llevó un segundo darme cuenta que no era presa del pánico — él había optado por la fuerza del motor. A medida que el súbito ruido del motor rompía en la noche, me agarré al bote tan fuertemente como pude y dejé que mis pies se separaran del fondo del río. El bote se tambaleó hacia delante, y la planta alrededor de mi tobillo me apretó dolorosamente, y por un segundo sentí como si... Pero no es como si las malas hierbas se resistiesen, y el bote me alejó fuera de su control y me llevó unos cinco metros aguas abajo antes de subirme al bote. Para cuando él volvió a colapsar, su mano se despegó del timón justo cuando yo lo agarré. Me equilibré en el asiento y dirigí el bote de vuelta a la orilla, donde Adam iba y venía. El hombre agarró mi brazo, y casi me tira del bote antes de que me apoyara contra él. Si hubiera llevado zapatos puestos, mis pies se hubieran deslizado por la madera mojada, y habría aterrizado sobre él. —Tengo que salir,— dijo. Su piel era tan oscura como la mía —ahora que finalmente había podido verlo bien, me di cuenta que también era indio— y todavía tenía los labios pálidos. —Tengo que llegar a la orilla,— le grité por encima del ruido del motor. —Antes de que mueras desangrado. Se produjo un crujido cuando la proa del bote golpeó la orilla, luego un poderoso tirón cuando Adam agarró la cuerda que yo no había visto o que de otra forma habría usado. Nos arrastró y sacó del agua hasta estar completamente fuera del agua. Adam vino sobre mí. —Estoy bien,— dije. —Revísale. Él se elevó sobre el lado del bote para mirar dentro. Yo me levanté al mismo tiempo. Ya fuera por la pérdida de sangre o por el shock de ver a un enorme lobo, con grandes dientes afilados, había podido con nuestro hombre, quién estaba sangrando la mitad de su pie derecho, inconsciente.

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Adam miró de mí hacia él —y luego se fue. En esa breve mirada me dijo que me quedará aquí mientras iba a por ayuda. Los lobos se comunican mucho más claramente que los humanos en una emergencia. Adam se encargaría de todo, pero probablemente estábamos a ocho kilómetros o más del camping. Eso le llevaría diez minutos llegar hasta allí, quizás diez más para transformarse de nuevo en humano si se forzaba. Yo no tenía ni idea donde estaba el hospital más cercano o el tiempo que tardarían en llegar hasta el hombre. Adam tendría que averiguarlo. Con el sol poniéndose, el aire era frío, el río estaba frío y tanto el hombre herido como yo estábamos mojados y helados. Pero no había nada que pudiera hacer es ese momento. Lo empujé hacia el fondo del bote y apoyé el pie dañado sobre el travesaño de madera que hacia a la vez de asiento. La herida estaba chorreando sangre, lo que me parecía extraño. Tal vez el frío fuera útil, incluso si era peligroso. Estaba debatiéndome entre los beneficios de cambiar a coyote y compartir el calor que mi pelaje mojado haciéndonos ganar frente a intentar averiguar como conseguir quitarle la camisa mojada y usarla para vendarle el pie si tener un cuchillo. Ambas cosas probablemente eran inútiles o peor... cuando escuché el zumbido de un motor en el agua. Luces de seguimiento estaban bordeando el río y se detuvieron en el bote blanco en el que yo estaba de pie. Agité los brazos para llamarlos hacia la orilla. Hubo voces emocionadas, pero no podía decir lo que estaban diciendo porque el sonido de su motor ahogaba cualquier significado. Un bote pequeño, pero mucho más elegante y moderno, con luces se acercó velozmente a nosotros. La ayuda estaba aquí. A menos que fueran los chicos que habían cortado el pie del hombre. Y no llevaba nada más que las placas de identificación de Adam. Ah, bueno, eso no podía ayudar; mi modestia no tenía importancia frente a la vida de un hombre. El bote no había llegado completamente a la orilla cuando tres hombres se tiraron al río. Uno de ellos agarró la cuerda, y en cuanto lo hizo, el cuarto hombre, que había permanecido de pie en el bote, apagó el motor y también saltó. —¿Benny? —¿Faith? Y —¿Quién eres tú? Poco a poco se presentaron como Hank y Fred Owens, Jim Alvin y Calvin Seeker —fueron presentados por Jim Alvin, posiblemente el mayor, aunque sólo Calvin podía ser calificado como joven. Fue sólo después que los hermanos Owens sacaran el botiquín de primeros auxilios y empezaran a curar al hombre herido que me di cuenta que todos —la víctima, yo y los cuatro rescatadores del bote— éramos indios. Jim Alvin estaría en los sesenta y tantos y olía a humo de leña y a tabaco viejo. Calvin estaba entre los últimos años de la adolescencia y el principio de los veinte. Hank y Fred creo que tendrían mi edad, y su apariencia era lo suficientemente semejante que bien podrían haber sido gemelos, aunque Hank no hablaba nada. No sé si me hubiera percatado de sus placas del ejército si no acabara de recibir las de Adam. Pero aun así me habría dado cuenta que tenían algún tipo de entrenamiento de emergencia por la eficiencia de sus movimientos y su concentración tan pronto vieron a Benny Jamison.

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Benny era el hombre herido. Jim me interrogó —pero todas sus preguntas fueron con voz suave y tranquila— mientras que los hermanos Owens hacían lo posible por salvar a Benny. —¿No hay señales de alguien más?— Me preguntó, después de decirle como Adam y yo habíamos encontrado el bote —y como Adam había vuelto corriendo al camping para conseguir ayuda y me había dejado allí para hacer lo que pudiera. —No.— Apreté más a mi alrededor la manta que me habían dado. Benny se despertó brevemente cuando empezaron a vendarle el pie con una venda. Sonaba como si le doliera. Jim suspiró. —La hermana de Benny, Faith, estaba con él pescando. Se suponía que estarían en casa para cenar. Julie, la esposa de Benny, llamó a Fred esta noche cuando Benny no respondió al teléfono. Ya habíamos atracado, pero los Jamison son buena gente. Volvimos a poner el bote en el agua y empezamos la búsqueda. ¿De qué tribu dices que eras? No lo había dicho, a pesar que ellos se habían presentado diciéndolo. Todos eran de Yakama (con los tres, aunque el pueblo era llamado Yakima) Nation. Los hermanos Owens eran Yakama. Jim Alvin era Wishram y Yakama, al igual que Calvin Seeker. No pienso en esos términos de mí misma. Era una caminante y mecánico, lo que ya era más que suficiente para mantenerme alejada de otras personas. Era la compañera de Adam, lo que me conectaba a él y al resto de la manada. Tenía frió y estaba cansada. Me llevó demasiado tiempo recordar. —Pie negros,— dije, luego me corregí a mí misma. —Pies negros. —¿No sabes lo que eres?— Preguntó Calvin, hablando por primera vez —aunque me había estado observando desde que desembarcaron. Casi había olvidado que estaba desnuda hasta que vi su cara justo antes de que me tirasen la manta de lana. Supongo que el desinterés cortés era demasiado pedir para todo el mundo. Tres del grupo no eran malos. —Nunca conocí a mi padre, mi madre es blanca. Él le dijo a mi madre que era de Browning, Montana,— le dije. La lana estaba haciendo un buen trabajo calentando la piel que cubría. Estar desnuda, envuelta en un manta, rodeada de extraños no solía importarme. Quizás si Calvin hubiera dejado de mirar las partes de mi cuerpo que no cubría la manta, no me habría importado. Estando así las cosas, hice todo lo posible para mantener a Jim entre Calvin y yo. —Así que creciste con los blancos,— dijo Calvin con tono de desaprobación. Debería haberles dicho que era hispana y que los indios de mi linaje eran sudamericanos y desconocidos. La mitad de mis clientes creían que era hispana. Diciéndoles que era hispana me hacía sentir como si fuera menos una mentira que decirle que era india. Como si afirmara unas raíces que no estaban allí. —Browning, Montana, te hace un Pies negros,— me dijo Jim amablemente. —Piegan. La Sangre y la Siksika son Pies negros. Lo sabía. Simplemente no había salido de mi boca.

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—¿Qué estás haciendo aquí fuera? Es un lugar extraño para salir a correr a esta hora de la noche.— Jim no dijo desnuda. No tenía que hacerlo. —Chico,— dijo abruptamente Calvin. —No hagas que tu madre se avergüence de su hijo. La boca del joven se tensó, pero alejó su mirada de mí. Hace unos años su mirada no me habría molestado de la forma que lo hacía ahora. Pero las cosas que había ocurrido desde entonces me hacían sentir incómoda al estar medio desnuda rodeada por cuatro extraños —cinco si contaba a Benny, cosa que no hacía. —Me acabo de casar,— le dije, recordándole a mis nervios que Adam estaría de camino ahora mismo. Si algo ocurría, y no había razón para pensar que pasaría algo —ya que me habían dado la manta para cubrirme sin decir nada— Adam estaría aquí antes que ocurriera demasiado. No caería en la trampa de asumir que todos los hombres son malos —pero no habría sido humana si no fuera cautelosa. —Estábamos nadando. —Algo bueno para Benny,— dijo Jim. —Hemos estado aquí dos veces. Habría amanecido antes de haber visto el bote bajo los árboles. Y al amanecer habría sido demasiado tarde para él. Fred (podía distinguirlo porque llevaba una camisa de franela roja, y Hank llevaba una gris) dejó a Benny con su hermano y se acercó. Evidentemente había estado escuchando porque dijo, —Llamé al 911, Jim, y ellos ya habían recibido la llamada de tu marido. Hay una ambulancia en camino. Le dije al operador que llevaríamos a Benny a la carretera. Será un viaje duro. La carretera está sólo a unos dos kilómetros en línea recta, pero es un terreno horrible para una caminata rápida en la oscuridad. Pero ellos tendrían que hacer dos veces el trayecto que nosotros necesitamos hacer una vez. —¿Qué hay de llevarlo en el bote?— Preguntó Calvin. Fred negó con la cabeza. —Podríamos llevarlo más rápidamente al hospital de esa forma —pero la ambulancia tendrá personal médico. Él necesita muy urgentemente tratamiento médico, y el tiempo es importante. Si entra en shock, podríamos perderlo —pero cuando entré en calor, el pie va a sangrar como una fuente. —Lo que tú y Hank penséis que es lo mejor,— dijo Jim, que parecía tomar las decisiones.

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Capitulo 5 La única maleza o árboles en esta parte del barranco que no estaba cultivada —muy poco del suelo a ambos lados del río estaban cultivados— estaba justo en el río. La mayor parte de nuestra caminata era en el basalto cubierto por la maleza Bromus tectorum, ningún paseo horrible si hubiera tenido zapatos. Habría sido mejor si pudiera haber cambiado en coyote, pero no conocía a estos hombres —y no tengo el hábito de decirles a todos lo que soy. Demasiadas cosas malas le pasaban a la gente que admitía demasiado abiertamente lo que eran sin un poderoso grupo detrás de ellos —y algunas veces incluso con un grupo poderoso detrás de ellos. Había sobrevivido durante mucho tiempo, manteniendo la cabeza baja y mezclándome, no iba a cambiar eso sólo para que mis pies descalzos se sintieran mejor. Los hermanos Owens y Calvin se turnaron para llevar a Benny. Jim lideró el camino y llevaba un par de bengalas con las que parar la ambulancia. Todos, excepto el que estaba llevando a Benny, llevaban linternas, lo cual ayudó un poco a estropear mi visión nocturna. Yo cerraba la marcha —aunque todos habían sugerido que me quedara abajo en el río. Podría haber hecho eso, ¿pero y si se encontraban con Adam? En circunstancias normales, estarían perfectamente seguros. Pero Adam tuvo que hacer dos cambios rápidos esta noche, y experimentó una serie de factores de estrés. Había sido obligado a abandonarme desnuda y vulnerable. Benny había tenido mucho miedo —además de toda la sangre y el dolor. Adam no era un ser humano y no lo había sido durante mucho tiempo. Su control era muy bueno —pero esta no era una buena noche para que él se encontrara con personas extrañas cargando a un hombre herido y sangrando. Por lo que insistí en ir con ellos. Podríamos haber estado a un kilómetro de la carretera, pero ese kilómetro era todo por el costado de una muy empinada colina que estaba cortada con acantilados de basalto que variaban desde sesenta centímetros a sesenta o noventa metros de altura. Con el primer tipo tuvimos que trepar, con el segundo trabajamos nuestro camino rodeándolo. Habíamos llegado a la mitad de mi confusa cuenta cuando Adam nos alcanzó. Era humano y estaba vestido, pero sus ojos eran de color amarillo brillante por la adrenalina y el dolor de sus cambios apresurados. Me entregó una mochila, y dijo, —Ropa, zapatos, y primeros auxilios.— Su voz era un gruñido bajo, y su mano temblaba. —Gracias,— le dije. —Estoy a salvo con ellos.— Me di cuenta que creía eso ahora, y fue un alivio.

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—¿Puedes llevar a Benny hasta la carretera a esperar a la ambulancia?— Sería peligroso, toda esa sangre. Pero los hombres estaban cansados, y la gente cansada da pasos en falso. Adam no miró directamente a ninguno de los extraños —así que ellos no tuvieron la oportunidad de encontrarse con sus ojos. Eso era bueno y malo. Eso me dijo que todavía estaba en control —pero que no confiaba en sí mismo para permanecer de esa manera. Tomó a Benny de la espalda de Hank, sin una palabra, acunando al hombre herido como un bebé —lo que mantuvo el pie de Benny más arriba, aunque era una forma un tanto más difícil de llevar a una persona inconsciente que la del bombero que los hermanos Owens había estado utilizando. Hank no luchó con Adam —solo se mantuvo muy quieto, aunque sintió en cuanto peligro estaba. Adam levantó la cabeza una vez, luego echó un vistazo a todos los hombres antes de salir corriendo hacia la carretera en una carrera contra reloj. — ¿Quién demonios era ese?— Preguntó Calvin. Tenía que haber tenido una idea clara de quién era —después de todo, Adam me había traído ropa. Lo qué él quería decir, pensé, era cómo Adam corrió por el costado del cañón llevando a Benny a una velocidad que habría hecho honor a un corredor olímpico. —Ese era mi marido,— le dije con indiferencia al aire lleno de adrenalina mientras abría la mochila y sacaba mis pantalones vaqueros. —Es un hombre lobo —y Hank fue lo suficientemente inteligente como para no hacer un problema al confiarle a Benny. El estado de Adam no era un secreto, aunque todavía había una gran cantidad de hombres lobo que escondían lo que eran. Adam era casi una celebridad en Tri—Cities, aunque esperábamos que la fascinación por él moriría. No haría daño a Calvin y los demás saber lo que era —y tal vez les daría un poco de cautela cuando lo alcanzáramos. Ponerme mis vaqueros fue un trabajo lento porque todavía estaba un poco húmeda, pero el calor se sentía maravilloso. Él había empaquetado una camiseta que olía a Adam, haciendo que se doblaran mis rodillas, y era más caliente que cualquier cosa que hubiera traído. Quité el polvo a mis doloridos y sangrantes pies y los metí en un par de calcetines, y luego en los zapatos deportivos. El cielo. Levanté la mirada para ver a los cuatro hombres mirándome. —No miréis sus ojos si podéis evitarlo —ha tenido un día difícil,— les dije. Luego, con la manta en una mano, salí detrás de Adam, dejando a los demás seguirnos como quisieran. Habían sido rápidos y seguros frente a los problemas de su amigo. Se habían recuperado de lo del hombre lobo muy rápido. Adam nos estaba esperando a la orilla de la carretera cuando lo encontré. Había colocado al hombre herido a unos pocos metros, donde había una gran piedra que había usado para mantener la pierna de Benny elevada. —Hola.— Extendí la manta sobre Benny y la envolví a su alrededor. —¿Cómo lo estás llevando, Adam? —No muy bien,— admitió sin mirarme. —Necesito matar a alguien.— Creo que estaba tratando de ser gracioso, pero le salió en serio.

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Podía escuchar a los demás acercarse. Mis pies estaban maltratados, zapatos o no, y mi pantorrilla dolía donde la planta acuática había sido retirada de manera tan brusca. No había hecho el mejor tiempo hasta la carretera y, sin Benny volviéndonos lentos, evidentemente ellos habían sido capaces de acelerar bastante. Me puse de pie y me dirigí a Adam. —Aquí no vas a matar a nadie,— le dije con tranquila urgencia. —Estos hombres estaban buscando a Benny aquí. Son los buenos, por lo que no puedes matarlos. Adam todavía no estaba encontrando mis ojos, pero se echó a reír, y sonaba realmente divertido. —No debería. —No deberías, ¿qué? — No debería matarlos, Mercy. No que no puedo. Puse mi frente sobre su hombro. —Es lo mismo para ti,— le dije con confianza. Él respiró hondo y se volvió para encontrarse con los cuatro hombres que se acercaban a nosotros un poco cautelosamente —porque no eran estúpidos. —Hola,— dijo él, su voz seguía siendo un gruñido y sobre una media octava más baja de lo habitual. —Soy Adam Hauptman. Alfa de la manada del Base del Columbia. —Jim Alvin,— dijo Jim, dando un paso adelante. Les había dicho que no lo miraran a los ojos, pero él lo hizo mejor que eso. Tal vez fue suerte, tal vez sabía algo de los hombres lobo o solo de los animales salvajes, pero volvió uno de sus hombros hacia adelante y ladeó la cabeza hacia los lados y hacia abajo sumisamente incluso mientras le tendía una mano. —De la Nación Yakama. Gracias por la ayuda. Benny es un buen hombre.— Me di cuenta de que Adam no tenía la información de las líneas de sangre tribal que yo tenía. —¿Sabes lo que le pasó?— Preguntó Adam, después de darle una breve sacudida a la mano de Jim. Su ojos tenían el ominoso amarillo, brillante del lobo, bajo la iluminación de sus linternas. —No tengo ni la más remota idea,— dijo Jim. Fred Owens se paró. Su cabeza estaba baja, también, pero estaba mirando la cara de Adam. —He visto todo tipo de muertes. Un oso puede morder medio pie de un hombre en la forma en el que Benny fue mordido. Un oso o algún otro carnívoro grande. Fue un reto, de alguna especie, y contuve mi respiración. La tensión se relajó de los hombros de Adam, y de repente sonrió. —¿Crees que mordí su pie? Infiernos, Marine, me acabo de casar. Tengo cosas más importantes que hacer. —Barracuda,— dijo Hank ante el repentino silencio. —Parece una barracuda... o tal vez un tiburón tigre. Tienen esos dientes extraños que se ven atrás y adelante. —El Columbia,— dijo Jim lentamente, —es de agua dulce.

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—Los tiburones tigre han sido encontrados hasta en cursos de agua dulce,— insistió Hank. —No hasta arriba pasando las presas,— dijo Fred. —¿Cómo supiste que fui Marine? Los ojos de Adam eran marrón miel ahora, no del todo su habitual color chocolate amargo, pero más seguro que antes. —Es más fácil que detectar a un policía,— dijo Adam. —Puede que también lo tenga tatuado en la frente.— El hizo una pausa y luego dijo, —Ayuda que todavía estés usando tus chapas de perro. —Tú no eres Marine. Adam movió la cabeza. —Ranger del ejército. Nunca pude nadar, y desde que me convertí en hombre lobo, soy casi inútil en el agua. —¿Podría su pie haber quedado atrapado por una de esas viejas trampas de dientes?— Preguntó Calvin, hablando por primera vez. —Me pareció algo así. —No he visto una de esas cosas siendo utilizada desde que era niño,— dijo Jim. —Y era ilegal entonces. Pero tienes razón. Esto podría hacer ese tipo de daño. —Una trampa para osos no atraparía a dos personas,— dijo Hank. Adam podría haberse ganado a Fred con su compañerismo militar, pero el otro hermano Owens todavía estaba dudoso. —¿Dónde está Faith? —Tenía miedo de algo.— Fruncí el ceño al hombre inconsciente. —Realmente miedo. Pero no era a Adam. Fred asintió con la cabeza bruscamente a su hermano. —Ningún Ranger sería lo suficientemente estúpido como para dejar un testigo vivo. Al parecer, él sintió que dejaba a Adam fuera de sospecha. Hank parecía menos seguro y se pasó la mano a lo largo de sus costillas como si le dolieran. Tal vez estaba algo tenso de llevar a Benny por la colina, o tal vez era algo reflejo. En ese momento, la ambulancia, seguida por el coche del sheriff, se detuvo. Con una velocidad practicada, el personal EMT puso a Benny en una camilla, y la ambulancia rugió hacia el hospital más cercano. El oficial tomó los nombres y declaraciones. Parecía conocer a los otros hombres, y, por su lenguaje corporal, todos se llevaban muy bien. Cuando Fred le dijo que Adam era un hombre lobo, el oficial se tensó y pasó su linterna sobre nosotros. Su mirada me rozó y luego se detuvo. —Estás sangrado,— me dijo. Apuntó con su linterna a mi pierna —y maldición si él tenía razón. Subí mi pantalón. Había sentido mucho frío, y mis pies habían sido tan maltratados, que realmente no había estado prestando atención. Dolía, pero no había conectado eso a los daños reales. Y había mucho, de verdad. Algo había arrancado la piel de mi pantorrilla y tomado un poco de carne con ella. Se veía realmente como una desagradable quemadura de cuerda. —Me vi atrapada en algunas malezas al vadear el barco de Benny,— dije. —Benny golpeó el motor mientras yo me aferraba a la embarcación y tiró de mí soltándome.

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—Eso no se ve como algo que haría una mala hierba,— me dijo Fred, iluminando con su linterna la herida. —Algunas de esas plantas bajo el agua pueden ser filosas y cortarte algo, pero eso se parece más a que te liberaste de una cuerda de cáñamo. —Hay todo tipo de basura en ese río,— dijo el ayudante. —Afortunada no se quedó atrapada en aguas profundas. La ambulancia está en uso, pero podría llevarte al hospital. —No,— dije. —Es desagradable, pero estoy al día con mis vacunas. En su mayoría sólo necesita limpieza y vendaje, y tenemos el material para hacer eso. Adam se había arrodillado para conseguir una buena mirada. Lo escuché tomar una respiración profunda, y luego acercarse. Después de un minuto, sacudió la cabeza y se levantó. —Creo que he olido algo raro, pero no hay forma de decir que una cuerda pudo asentarse en el río. El comisario tragó, habiendo recordado lo que Adam era.—¿Vosotros cuatro podéis llevar su bote de regreso? Vale. Dejad el barco de Benny ahí, y conseguiremos gente para echar un vistazo y ver lo que nos dice. Sobre todo, tendremos que esperar hasta que Benny pueda contarnos lo que le pasó a Faith y a su pie. En este punto, supongo que es algún tipo de accidente. —Vi a un hombre atacado por una barracuda una vez,— dijo Adam. Miró a Hank. —Estoy de acuerdo en que se parecía mucho al pie de Benny.— Miró a Calvin. —No es una trampa de metal. Esas viejas trampas de mandíbula están construidas para hundirse y sujetar al animal, no para ir todo el camino a través del hueso. Una trampa para osos podría aplastar un pie, y había algo de aplastamiento en el pie de Benny —pero sobre todo estaba cortado. Algo con dientes filosos fue tras él. —No hay barracudas en el Columbia,— dijo Fred. Pero no sonaba como si estuviera discutiendo. —No hay tiburones, ni otra cosa, para el caso. A mí me parece como algo que podría hacer una pieza de maquinaria agrícola. Pero nunca me he encontrado una empaquetadora o cosechadora en el río. Mi pierna, una vez que la había notado, empezó a picar. Parecía como si se hubiera hecho más daño de lo que se hizo, pero en este momento, picaba. Tal vez me había metido en algunas ortigas o algo mientras estaba corriendo alrededor con las piernas descubiertas. Adam me miró. —Tengo que llevar a Mercy al campamento.El comisario dijo, —Vosotros, chicos, id a buscar su barco y volved a casa. Sr. Hauptman, puedo llevarlo a usted y a su esposa de vuelta a su campamento para que pueda hacerse cargo de ella. Tenía miedo de Adam. Cuando llegamos al coche, el olor de su miedo llenaba el aire. No creo que un humano se hubiera dado cuenta, sin embargo, un poco de miedo no molestaría a Adam. Tenía un montón de experiencia tratando con gente temerosa. En el momento en que llegamos al campamento, el comisario estaba sumido en una discusión acerca del impacto que sería un segundo camping en la zona de Maryhill.

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—Lo que realmente necesitamos aquí es un buen restaurante o dos.— La voz del comisario mostraba su opinión. —El museo tiene una tienda de comida agradable, y hay un par de lugares en Biggs, pero siempre están rebosantes con el tráfico de la carretera. Tiene que conducir todo el camino hasta Goldendale, The Dalles, o Hood River a por verdadera buena comida. Esos son demasiado difíciles de encontrar para el turista de negocios atraído por el museo o el Stonehenge. Me imagino que perderemos muchos negocios, porque no tenemos suficientes lugares para comer. Él se detuvo en las puertas y nos dejó salir. —Apreciaría si ustedes, amigos, se quedan por aquí unos pocos días en caso de que necesitemos preguntarles alguna otra cosa. —Estábamos planeando hacerlo,— dijo Adam. —Pero si usted nos necesita, tiene mi móvil. Él se marchó, y yo le dijo a Adam, —Harías mejor no dejar que Bran vea cuan diplomático y tranquilizador puedes ser cuando quieres. Te hará dar vuelta al país y dar discursos sobre cómo los hombres lobo son agradables y no asustan en absoluto, también. Adam sonrió y me levantó. —Shh,— dijo él. No discutí. La quemazón no se había ido, pero el dolor había aumentado en el corto trayecto al campamento. Además, llevarme, no era tanto esfuerzo para un hombre lobo. —Oye,— le dije. —Has estado jugando al héroe vestido de mula todo el día. Primero, Robert, luego Benny, y ahora yo. Me bajó en frente de la caravana y abrió la puerta para mí. Cuando me senté en el sofá de cuero, encendió las luces interiores y enrolló la pierna de mi pantalón hasta la rodilla. En la brillante luz de la caravana, parecía mucho peor de lo que se había visto. Una cosa amarilla y sangre estaba incrustada en el corte, lo cual era cerca de una pulgada de ancho y más profundo de lo que había pensado. El primer indicio de aparición de moretones estaba comenzando a mostrarse por encima y por debajo del corte, y los bordes se habían hinchado. Adam bajo su nariz en mi pierna y olfateó otra vez. Tomó una toalla mullida de un armario y la puso encima de su pierna. Luego apoyó mi pantorrilla sobre su muslo y vertió fuego líquido sobre el corte. Conozco a algunas personas que afirman que el peróxido de hidrógeno no duele. Bien por ellos. Odio la cosa. Salté cuando el peróxido de hidrógeno golpeó y me encogí en el sofá, mientras esto continuaba burbujeando ferozmente. Adam utilizó la toalla húmeda para limpiar mi pierna, y luego olió de nuevo. —Eso no fue una cuerda,— gruñó él. —Había algo cáustico o tóxico en lo que fuera que te agarro —puedo olerlo. —¿Es por eso que pica?— Pregunté. —Probablemente.— Me dio un par de pastillas de una botella en el kit. —¿Qué es esto? —Antihistamínico,— dijo. —En caso de que la inflamación sea una reacción alérgica. —Si tomo estas, estaré dormida en tres minutos.— Las tomé de todos modos.

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La necesidad de arrastrar mis dedos hacia el corte y rascarlo era casi insoportable tan pronto como la quemadura del peróxido de hidrógeno había desaparecido. —Tenemos que llamar a Tío Mike,— dije en una pequeña voz. No quería comenzar a discutir de nuevo. Él debió haberlo escuchado en mi voz, porque me dio unas palmaditas en la rodilla. —Llamaré tan pronto como salga de aquí, pero dudo que Tío Mike nos haya enviado aquí para esto. —Solo para que quede claro,— dije. —No te comprendo, ¿vale? Los Owenses y tú estáis pensando que hay algún tipo de pescado que se comió el pie de Benny. —Es demasiado pronto para hacer suposiciones,— dijo Adam. —Tal vez se detuvieron en tierra para almorzar y se encontraron con un oso. —¿Hay algún oso por aquí? —Probablemente aquí no,— reconoció Adam. —Pero hasta donde estuvimos caminando podría. No se dijo lo lejos que Benny consiguió llevar su barco desde el ataque inicial. —Entonces, ¿fue eso lo que agarró mi pierna?— Pregunté. —Eso es algo que Tío Mike podría saber,— dijo Adam. —¿Cuántas de esas nutrias viste? Parpadeé, mi cerebro comenzaba a nublarse ya por el antihistamínico. Nutrias. Me senté un poco más erguida. —Esas no eran nutrias de río. — Sus cabezas eran un poco diferentes en forma. No había prestado mucha atención a eso en el momento. Adam asintió. —Vi una cuando llegué al barco. ¿Qué te apuestas a que son una especie europea? Los hombres lobo no son los únicos cambiaformas en Europa. —He oído hablar de selkies y kelpies2,— dije. —Pero no nutrias cambiaformas. —Tampoco yo,— dijo Adam, con el ceño fruncido hacia mi pantorrilla. —Pero los selkies interactúan mucho con la gente. Los Kelpies son más raros, me han dicho, pero aterradores. Puedes ver por qué habría historias sobre ellos. Las nutrias no dan miedo. Así habla el hombre que no había estado desnudo en el río con ellas. Pueden ser pequeñas, pero son ágiles y malas. Hubo un golpe en la puerta, y Adam y yo la miramos en estado de conmoción. La puerta hacia la autopista estaba cerrada, y no estaba tan lejos de la caravana como para que no hubiéramos escuchado a alguien parar allí. Me miró, y yo negué con la cabeza —no había escuchado a nadie llegar, tampoco. Adam metió la mano en su equipaje, retiró silenciosamente una pistola y se la metió en la parte posterior de su pantalones, tirando de su camiseta por encima. El golpe silencioso vino de nuevo.

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—¿Quién es?— Preguntó Adam. —Soy Gordon Seeker, el abuelo de Calvin, Sr. Hauptman. Él dijo que su esposa se lastimó tratando de ayudar a Benny, que es un joven amigo mío.Adam abrió la puerta con cautela. Dio un paso atrás, y vi al hombre en la puerta por primera vez. Su voz no había sonaba vieja, pero no creía que hubiera visto a alguien mucho mayor fuera de una casa de reposo. Los penetrantes ojos marrones me miraron con una cara que parecía como si se hubiera quedado fuera en el sol, para secarse, demasiado tiempo. La piel como carne seca y el cabello blanco recogido en una suave trenza francesa que bajaba por su espalda. Llevaba gafas de concha y pequeños tacos de oro en sus orejas. Su espalda estaba doblada, y sus manos estaban curvadas por la artritis, los dedos estaban de suerte y los nudillos ampliados. Pero sus movimientos fueron sorprendentemente gráciles mientras entraba en la caravana sin invitación. Llevaba unos vaqueros y una sencilla camiseta roja debajo de una chaqueta de los Redskins. No estoy segura de si era un fanático del fútbol, o si la llevaba como una declaración, o si era sólo algo para mantenerse abrigado del aire fresco de la noche. Sobre su hombro llevaba una de esas bolsas de cuero que debería verse como una cartera, pero no lo hacía. En sus pies estaban la pareja más espeluznante de botas de vaquero que he visto alguna vez —y eso es decir algo, porque vengo de tierra de vaqueros, y los vaqueros usan algunas cosas realmente llamativas. Las botas eran de un brillante rojo lápiz labial, cada una con una bandera de los Estados Unidos de cuentas en rojo, blanco y azul en la parte superior. Olía a aire fresco y tabaco. Sin embargo, su tabaco no había salido de un cigarrillo. Una pipa tal vez —algo sin todos los aditivos que hacen que los cigarrillos huelan tan mal. Me recordó al fantasma de mi padre. —Él me habló de usted, señor Hauptman,— dijo el Abuelo de Calvin. —Ha pasado mucho tiempo desde que vi a un hombre lobo. No hay muchos de ellos en esta parte del país. Y esta debe ser su esposa, Mercedes…— Entonces él me miró y contuvo el aliento. —Tú,— dijo él. —No te esperaba. Calvin dijo que era una Blackfeet casada con un hombre lobo americano.Debería haberme preguntado cuántas mujeres Blackfeet se asociarían con un hombre lobo, ¿no? Me había preguntado qué te pasó.— Él entrecerró los ojos. —No te pareces al Viejo Coyote. Oh, puedo ver algo en tus ojos y en tu color, pero pareces más americana de lo que había esperado. Había conocido a mi padre. De repente, antihistamínico o no, no tenía sueño en absoluto. Sin embargo, hubo una desconexión entre mi lengua y las preguntas que se agolparon a través de mi cabeza. Miré a Adam. Sus ojos estaban entrecerrados, y su expresión era neutral. Su lenguaje corporal, dijo, —¿No es interesante? Vamos a ver lo que hace. El anciano miró a mi pierna y silbó. —Eso se ve mal. Malvado Río ha vuelto con seguridad.— Él se sentó a mi lado y abrió la bolsa que no era un bolso y sacó un bulto envuelto en una bufanda de seda. Lo abrió y comenzó a cantar. Si nunca has escuchado la música nativa americana, es difícil expresar la sensación. A veces hay palabras, pero Gordon Seeker no utilizó ninguna. La música fluía hacia arriba desde su pecho y resonaba en sus senos —al igual que la música hecha por la danza del fantasma de mi padre. Siempre cantando, Gordon Seeker sacó una vela de cera de panal hecha en casa y la encendió.

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Pareció como si la encendiera con magia, pero por lo general puedo sentir cuando alguien usa la magia. No vi una cerilla aunque podía olor a azufre. Olfateé con desconfianza y me sonrió y me di cuenta de que le faltaba uno de sus dientes frontales. Sin dejar de cantar, levantó su mano vacía y cerró los dedos. Luego abrió la mano, y sostenía una cerilla quemada. Luego sacó un segmento de hoja y lo sostuvo en la vela. Fue seco y luminosamente rápido. Lo dejó ir, y me tensé para agarrarlo antes de que quemara la caravana, pero las llamas consumieron la hoja antes de que llegara a la alfombra, dejando sólo un puñado de ceniza y una sorprendente cantidad de humo. Reconocí la planta por su olor cuando no había reconoció la hoja. Tabaco. Supongo que no fumaba pipa. Gordon se inclinó hacia adelante y expulsó el humo del tabaco y la vela hacia mi pierna. El sonido no pareció afectar a su canción. Él inclinó la cabeza, y sólo pude ver uno de sus ojos. Y en su ojo vi a un ave rapaz que parecía algo así como un águila. Era tan oscuramente emplumado que al principio pensé que era un águila dorada, lo cual, a pesar del nombre, a menudo se ve casi negra, pero se movía de manera diferente. Cerró los ojos, sopló de nuevo, y cuando su ojo se abrió, era brillante y depredador —pero también era sólo un ojo sin el que ningún pájaro volaba. Decidí que el antihistamínico que había acabado de tomar debía haberme estado afectando más de lo habitual. Él abrió un frasco y tomó algo de un ungüento amarillo y lo extendió en la marca que la no-cuerda de cáñamo-ni-una mala hierba había dejado en mi pierna. El alivio fue casi de inmediato. Dejó de cantar, se limpió los dedos grasientos en sus pantalones vaqueros. Luego apagó la vela. Adam me miró. —Se siente mucho mejor. —¿Magia?— Preguntó Adam a nuestro visitante. El anciano sonrió. —Tal vez.— Todavía tenía la pequeña jarra de barro y la inclinó hacia mí. —O tal vez es el Bag Balm3. Yo lo uso en todos mis cortes y quemaduras. —Había pensado que el bálsamo me había olido familiar. Él le había añadido algo a este, pero la base era definitivamente Bag Balm. Mi madre adoptiva había utiliza el Bag Balm como un remedio para todo, también. Tenía una lata de esto en el trabajo. — Entiendo que tus pies recibieron una buena paliza, también. ¿Por qué no los sacas donde podamos verlos? —¿Cómo me conoces?— Pregunté, sacándome mis zapatos y calcetines. Adam había decidido juzgar a este frágil anciano como una posible amenaza. Podía decirlo porque había dado un paso hacia atrás fuera de su alcance. Estaba parado en guardia, dispuesto a hacer lo que las circunstancias requirieran, confiando en mí para manejar el resto. Asimismo, yo confiaría en su juicio sobre la amenaza.

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Nuestro oponente podría ser un hombre viejo, pero ambos, Adam y yo, habíamos vivido en torno a cosas muy antiguas que eran peligrosas. No subestimaríamos a este hombre que olía a tabaco, humo de leña... y magia. No era magia de hadas, así que no lo había notado de inmediato .Era más dulce y sutil, aunque no creo que fuera menos potente. Charles olía un poco a esto algunas veces. El anciano me sonrió y agarró el pote de ungüento. —¿Y cómo no sabría que Mercedes Thompson, es quien está casada con Adam Hauptman, Alfa de la manada del Base del Columbia? Él hizo la cosa de no mentir muy bien. Hay muchas otras criaturas que saben cuando estás mintiendo. Algunas de las hadas, hombres lobo, algunos de los vampiros —y yo. El arte de no mentir, sin decir la verdad es una habilidad valiosa si tienes que tratar con personas que son Otros. Él no había sabido quién era yo cuando entró en la caravana. Pero me había echado una mirada, y su sorprendido reconocimiento había sido genuino. —Sabes lo que soy,— dije, repentinamente segura de esto. Los latidos de mi corazón se levantaron junto con el entusiasmo. Él sabía lo que era y quien había sido mi padre. —Usaré este bálsamo en tus pies,— dijo él. —Parecen con ampollas.— Él inclinó la cabeza hacia Adam sin aparta sus ojos de mí. —¿Tienes algo para que un anciano beba? —Soda o zumo de manzana. —¿Cerveza de raíz?— La voz del anciano estaba esperanzada. Adam sacó un trapo de un cajón cerca del pequeño fregadero y lo empujó. Luego abrió el pequeño refrigerador y sacó la lata plateada, manejándola por encima del hombro de Gordon. Él me lanzó el paño húmedo y luego regresó a su auto impuesto puesto de observación. Me limpié los pies. Mi pantorrilla aún estaba dolorida, pero no era el latido profundo en el hueso, y no había picazón. Se sentía como una quemadura de cuerda y nada peor. Había habido algún tipo de magia en lo que fuera que había cortado mi pantorrilla, la magia que el anciano había anulado. Soy inmune a un montón de magia —pero no a toda. Por lo general, mientras peor es la magia, menos probable es que sea inmune. El anciano abrió la lata de refresco y se lo bebió. Se lo bebió todo sin respirar. Cuando yo era niña, solíamos decirle a la gente que poder beber una lata o una botella hasta secarla la mataría. Lo habíamos intentado mucho, pero el único que lo podía hacer era uno de los chicos mayores. Me había olvidado de su nombre. Murió antes de que yo saliera de Montana —una víctima del Cambio. Gordon Seeker y yo podíamos intercambiar palabras durante toda la noche —yo me crié en una manada de hombres lobo; sabía cómo no-mentir, también.

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Sin embargo, a veces ser directa era más útil. —Soy una caminante,— le dije al anciano mientras frotaba su mágico Bag Balm en mis pies. —¿Cómo sabías lo que era? Él se rió, golpeando sus manos sobre sus muslos. —¿Es eso cómo te llaman?— Dijo. —Después de esas abominaciones en el sur, ¿supongo? No vas por ahí vistiendo la piel de aquellos que mataste, ¿verdad? ¿Cómo puedes ser un caminante de piel, entonces? Abominaciones.— Susurró entre dientes, y el sonido de un silbido un poco como el aire se escapó por el espacio donde el diente no estaba. —No un caminante de piel sino un cambiaformas, como tú. Coyote, ¿verdad? Ai.— Sacudió la cabeza. — Coyote trae el cambio y el caos.— Su cabeza se inclinó hacia los lados, y parecía como si estuviera escuchando a alguien que no podía oír. Eché un vistazo a Adam, pero estaba frunciendo el ceño al anciano. Gordon Seeker se echó a reír. —Mejor que la muerte y la destrucción, sin duda —pero aquellos que a menudo siguen cambian de todos modos. Muy bien.— Los ojos que él volvió hacia mí eran febrilmente brillantes. Extendió la mano y tocó mi pierna lesionada. —La marca del río. Esto significa para seres su siervo, algo bueno que los coyotes no sean buenos sirvientes. Pero significa más que eso. Esto me dice que mañana tienes que ir al Museo Maryhill. Disfruta del arte y el mobiliario construido por la reina extranjera —y luego ve a ver lo que tienen en el sótano. Al mediodía, conocerás a mi nieto menor en el Lago Horsethief, y te llevará a ver a Ella Quien Ve. Sabía que era Ella Quien Observa sin embargo, en realidad, no la había visto nunca en persona. Ella era el más famoso de los pictogramas en el Lago Horsethief. —Los recorridos sólo están abiertos los viernes,— comentó Adam. —A las diez de la mañana. El viejo gruñó. —Los indios van en cualquier momento que quieran, es nuestro hogar.— Él me tocó. —Ella es India, no importa lo que crea. Mi nieto es indio. Los dos pueden llevar a un lobo inglés que pertenece a una chica coyote india. Se estiró y lanzó la lata vacía de gaseosa a Adam, que la cogió. —Hora para este viejo indio se vaya.— Me miró de nuevo. —Si vas a usar las palabras del hombre blanco para describirte a ti misma, 'Avatar' es más preciso que ‘caminante’. Tomó su bolsa y señaló el bote pequeño con la barbilla. —Es mejor que mantengas eso, hermana pequeña. Un coyote se lastimará mucho si corre con lobos. Y luego se marchó. Adam y yo esperamos, conteniendo el aliento, pero ni escuchamos pisadas, ni coche ni bote. Después de un momento, me quité la ropa y tomé la forma de coyote —y tuve un cambio más en mí esta noche. Pero era mejor que cambiara yo que Adam. Él abrió la puerta de la caravana y salió detrás de mí mientras yo ponía la nariz en el suelo y rastreaba el aroma del viejo. Se había dirigido hacia el río y no por el camino.

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Lo seguí hasta el pequeño remanso donde Adam y yo habíamos jugado en el río. Cerca de tres metros de la bajada al área a la playa, el olor de Gordon Seeker y la huella de sus botas de vaquero solo desaparecían. ******* —¿Qué piensas? ¿Era un fantasma?— Le pregunté a Adam, mientras él frotaba mis pies al tiempo que yo estaba sentada en el sofá. Le había dicho que estaban bien. Pero él me ignoró e insistió en limpiarlos de nuevo después de que había vuelto de correr, a pesar de que había estado sobre las patas y no sobre los pies descalzos. No me dolió tanto como debería haber dolido, porque el ungüento había sanado los cortes de menor importancia mejor que cualquier mundano Bag Balm podría haber hecho. Todo lo que había quedado era todo un montón de magulladuras. —Creo que hay más entre el cielo y la tierra, Horacio,— dije. —Por lo general, puedo decir si alguien es un fantasma. O si no puedo, nunca lo he averiguado. ¿Qué pasa contigo? —Olía como a humo de leña y depredador,— dijo Adam. —Respiraba, y pude oír su corazón bombear. Si tuviera que adivinar, no diría que un fantasma. Pero, en realidad, nunca he visto un fantasma, así que es sólo una suposición. Un fantasma fue la primera explicación que se me ocurrió por su acto de desaparición. —¿Nunca has visto un fantasma?— Yo los veía todo el tiempo, así que olvidaba las pocas veces que otras personas podían percibirlos. —No. Entonces, ¿qué crees que era Gordon Seeker? —Sabes,— le dije, —hay una vieja costumbre india que Charles me contó una vez. Si un visitante llega a tu cabaña y admira algo en voz alta, se supone que debes dárselo. Charles dice que hay tres razones para la costumbre. La primera,— levanté un dedo, —es porque la generosidad es una virtud que se anima. La segunda,— puse otro dedo, —es para enseñarte a no ser demasiado apegado o muy orgulloso de las cosas. Familia, amigos, comunidad son importantes. Las cosas no lo son. ¿Puedes adivinar la tercera? Él sonrió. —Charles me dijo eso una vez. Ten cuidado a quien invitas a tu casa. No pensé en eso hasta después de que Seeker ya se encontraba en la caravana. Tal vez era la versión india de una bruja. Medico brujo. —Charles dice que los curanderos y las brujas no son muy parecidos. Mi pierna picó y me levanté la pierna del pantalón y contemplé el arañazo. —La marca del río,— dijo Adam, tocando la marca ligeramente. —Él fue tan malo como los fae,— me quejé. —No contestó nada y sólo nos dejó con más preguntas. Adam besó mi rodilla, lo cual no debería haberle hecho nada a mi pulso. Quiero decir —la rótula está lejos de ser una zona erógena que yo sepa. Pero era Adam, así que mi ritmo cardíaco aumentó muy bien. Puso mis pies en el suelo. —El ungüento mágico hizo su trabajo. No creo que necesites otra aplicación esta noche. Tengo la extraña sensación de que puedes necesitarla más tarde. Hablando de los fae, sin embargo, cuando comenzamos a encontrar personas desaparecidas y ensangrentadas, es probablemente el momento de hacerle a Tío Mike una llamada y ver lo que nos dice al respecto.

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Sacó su teléfono móvil y marcó el número de Tío Mike. Oí el sonido de la música a todo volumen, y alguien respondió en córnico. —Soy Hauptman,— dijo Adam. —Consigue a Tío Mike,— comenzó a pasearse a todo lo largo de la caravana como hacia algunas veces cuando estaba en el teléfono. Yo levanté los pies —descansándolos en la toalla para mantener limpio el sofá. Sin mis pies en el suelo, Adam tenía un medio paso extra para dar. Mis ojos caían, y tuve que luchar para mantenerlos abiertos. Hubo varios clic, y la música murió abruptamente, como si Tío Mike hubiera tomado una extensión más tranquila. —Adam,— dijo. —Felicidades. ¿Y por qué estarías llamándome mientras estás en tu luna de miel? —Nutrias,— dijo Adam. —Más precisamente, nutrias que parece que estarían más a gusto en el Antiguo País y que huelen a glamour. Él lo había percibido, también, entonces. Ese pequeño pedacito de magia cuando yo estaba tratando de sacar el bote de debajo del árbol. No había sido Benny o el barco. Las nutrias eran la segunda mejor opción. Hubo un breve silencio y luego Tío Mike dio un suspiro de alivio. —Ellos están ahí, entonces. Edythe nos dijo que nadie de su gente los había visto por un tiempo. —¿Es por lo cual Edythe y tú nos enviasteis aquí? Tío Mike se aclaró la garganta. —No exactamente. Edythe tiene corazonadas a veces. Una de ellas fue cuando un ex esclavo romano llamado Patrick vino a Irlanda. A todos nos gustaría que lo hubieran matado justo como ella aconsejó —salvo que probablemente sólo habría significado que la Iglesia habría enviado a otra persona, y habría un San Aiden o Conner en vez de San Patricio. Los precursores a menudo son como ese dragón de siete cabezas al que le crecían tres nuevas cada vez que una se cortaba. —La hydra,— dijo Adam. —Ese. De todos modos, ella no tiene esos momentos muy a menudo, quizás no más de una vez por siglo. El último fue justo antes de que el Monte Santa Elena estallara. Después de ese asunto de Patrick, todos la escucharon. Hace una semana me dijo que tenía el presentimiento de que podría ser una buena idea si tú y Mercy ibais de luna de miel a su campamento y echabais un vistazo a lo que las pieles nutria había estado haciendo. —¿Qué han estado haciendo?— Adam había dejado de caminar y se veía cauteloso. Edythe, quienquiera que fuese, tuvo una premonición una vez hace un siglo más o menos —y había tenido una de nosotros estando aquí. Eso sonaba mucho más grave que un hombre perdiendo el pie por un oso o fantasmas bailando al lado del río, no importaba lo mucho que me hubieran afectado. —Sobreviviendo, evidentemente.— La voz de Tío de Mike repentinamente era sombría. —Lo cuál es mejor de lo que nos habíamos temido. Los piles nutria no son como los selkies, quienes son sus parientes más cercanos. Hay otros fae que usan formas de nutria, pero en realidad no están emparentados con los pieles nutria. Por un lado, el piel nutria no interactúa bien con la gente. Trajimos a todos los que fueron dejados en la reserva de Walla Walla y los soltamos en nuestras aguas.

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—No tenéis aguas ahí,— dijo Adam, pellizcándose el puente de la nariz. —Fue una de las cosas de las que el gobierno se aseguró —no tener agua que pudiera correr entrando a ninguna de las reservas.— Él no estaba discutiendo. Solo estaba diciéndole a Tío Mike que ambos sabían que había algo extraño pasando en la reserva Walla Walla. El agua corriente se suponía que mejoraba los poderes de un número de faes. Estaba sorprendida de que alguien en el gobierno —que no fuera fae— conociera esa joyita. Había sido una precaución inútil, sin embargo. He visto océanos en la reserva donde ellos, de alguna manera, se las habían arreglado para abrir puntos de entrada hacia Underhill. Esa era una de las cosas que no podía decirle a Adam —o a cualquier otra persona. Lo había prometido, y a los que sufrirían si rompía mi promesa incluido mi mentor, Zee, así que mantuve la boca cerrada. —Tenemos lagunas,— dijo Tío Mike, sin mentir incluso mejor que lo que Gordon Seeker lo había hecho. — Pero no fueron suficientes. Así que Edythe compró un pedazo de matorral del desierto y lo convirtió en un campamento. —Y soltaron a las nutrias aquí. —La piel de nutria. Edythe tenía un santuario construido para ellos cerca de la piscina natural. Ellos deberían haber sido felices allí, pero desaparecieron de la misma, y no hemos sido capaces de encontrarlos durante cerca de seis meses. Ninguno de ellos tenía buena salud cuando los pusimos ahí, y asumimos que habían muerto hasta que de repente Edythe decidió enviaros a vosotros. —Háblame de los pieles nutria,— dijo Adam. —Deberías sentir un espíritu afín con ellos,— le dijo Tío Mike. — Ellos son cambiaformas que pueden tomar forma humana, aunque su verdadera forma es la nutria. Como seres humanos, tienden a parecerse a alguien con autismo severo. En el pasado, muchos fueron quemados en la hoguera. —¿Mataban personas?— Preguntó Adam. Hubo una pausa bastante larga. —No por comida,— dijo tío Mike. —Ni lo hacen los hombres lobo. Sin embargo, hay cuerpos donde hay manadas. ¿Hay cuerpos donde hay pieles nutria? —No del tipo que llamaría la atención,— dijo Tío Mike. —Son territoriales. A veces las personas se ahogan cerca de las guaridas de los pieles nutria. —Y tú los pusiste cerca de la piscina natural. —La cual está protegida por runas y magia,— soltó Tío Mike. —Ellos ni siquiera podían ahogar a un bebé en ese pozo. Pueden nadar y pescar, pero no puede perjudicar a nadie allí dentro. —Así que se trasladaron a donde podían,— dijo Adam. —Los encontramos a unos pocos kilómetros río arriba. ¿Se supone que debemos detenerlos?

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—No os necesitaríamos para eso.— La voz de Tío Mike era impaciente. —Hay siete de ellos. Podrías comértelos para el almuerzo y tener hambre para la cena.Tienen muy poca magia propia a pesar de que son inteligentes, con lo que tienen, y cooperan entre sí. Cuando había cientos de ellos, eran peligrosos. Hay faes con forma de nutria que son poderosas, pero están de regreso en el Viejo Mundo y portándose bien. —Los pieles de nutria son faes menores,— le dije a Adam. No hacía mucho tiempo, había leído un libro sobre las hadas, escrito por una fae mujer. Me llevó un tiempo recordarlos porque habían conseguido la más ligera mención. —Solían ser muy comunes, pero no son poderosos. Probablemente ningún problema más real que las nutrias. Las nutrias de río suelen evitar a la gente, lo cual es bueno para las personas. —Ah, ¿es Mercy esa a la que oigo? ¿Qué dice ella? Eso no quería decir que Tío Mike no pudiera oírme. Tal vez solo no quería que Adam y yo supiéramos que él podía oír lo que decíamos. Sin embargo, Adam cortésmente repitió mis palabras a Tío Mike. —Se suponía que las pieles de nutria serían amable y útiles,— añadí. —Correcto,— estuvo de acuerdo Tío Mike. —Ser cazado hasta casi la extinción cambia mucho las cosas. Sin embargo, no son lo suficientemente grandes como para amenazar seriamente a nadie. A menos que estuviera herido e indefenso, como Benny lo había estado. —Pregúntale a Tío Mike si serían capaces de hacer lo que algo le hizo a los pies de Benny,— dije. No podía ver cómo podían, pero sería estúpido no preguntar. Después de que Adam transmitiera mi pregunta, Tío Mike dijo, —No. Podrían ser capaces de cortar un dedo del pie o de la mano. Podrían matar a alguien, supongo, al igual que una nutria de río regular podría hacerlo bajo las circunstancias adecuadas. Sin embargo, sería porque abrieron una arteria.— Entonces astutamente, dijo, —Más o menos como un coyote podría matar a un hombre lobo.— Lo cual había hecho —y no planeaba hacerlo de nuevo en ningún momento. Pura suerte no es algo con lo que cuente. —¿Y Edythe pensó que era importante que echáramos un vistazo a las siete pieles nutria?— Dijo Adam. Tío Mike hizo un ruido neutral. —Sus premoniciones no son específicas a las hadas,— dijo él. —Algo malo va a suceder a menos que vosotros os las arregléis para detenerlo. O no. Sus predicciones no son perfectas.— Su voz sonó muy seria. —Tenéis que entenderlo. Esto no es un favor que estéis llevando a cabo para las hadas. No tiene nada que ver con las hadas en absoluto. Solo vimos que estáis en el lugar correcto. —Está bien,— dijo Adam con frialdad. —Lo haremos a tu manera por ahora. Vamos a discutir esto de nuevo cuando Mercy y yo regresemos. Él colgó el teléfono. —Estaba equivocada,— dije. —¿Sobre qué?

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—Gordon Seeker no fue tan malo como las hadas. Al menos no tramó nuestra presencia en un desastre. —¿Crees que siete hadas del tamaño de una nutria con muy poca magia significan un desastre? —No,— le dije. —Pero algo malo está por venir. No suena como que Edythe tenga premoniciones sobre resguardar tu dedo del pie o incluso de algún pobre tipo consiguiendo su pie amputado. Y Tío Mike lo sabía cuando nos envió aquí.

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Capitulo 6 Una de las razones por las que no me gusta tomar antihistamínicos se debe a los sueños. Nunca tienen ningún sentido, pero son lentos y difíciles de sacudir al día siguiente. Esa noche soñé que estaba encerrada en piedra. No importa lo duro que luché, no importa lo duro que peleé, no me podía mover. Me puse hambrienta, y no hubo tregua, ninguna forma de saciar el gran apetito de mi cautiverio. Soñé que al final fui liberada, y me di un festín con una nutria que me llenó más de lo que usualmente debería, apaciguando mi hambre durante un momento. Así que no me comí las otras nutrias que nadaban a mi alrededor. Ellas se parecían a las nutrias que me habían visto sacar el bote de Benny del atolladero. Me desperté con la boca seca y la sensación de muerte inminente, sensación que no me era desconocida después de que había tomado antihistamínicos. Me sentí de la misma manera después de los ataques de los vampiros, demonios, o de los ataques de los fae, también. Después, porque, al no ser clarividente, nunca sabía cuando la espada de Damocles iba a caer. No importaba que supiera muy bien que el sueño no significaba nada. No hacía falta ser un Carl Jung (médico psiquiatra, psicólogo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis) para ver de dónde habían venido las nutrias. Y sospeché que la sensación de encarcelamiento era el efecto del propio antihistamínico, que me dejó inactiva. ¿El hambre? Eso fue aún más fácil. Había estado saltando de humano a coyote ayer, eso haría a cualquier persona tener hambre. Casi emparejaba el apetito de Adam cuando nos sentamos a desayunar cocinado —completamente en la civilizada cocina integral. —Pesadillas, — dijo él con total naturalidad. El vínculo de emparejamiento claramente le había dado la perspicacia en un tiempo inadecuado otra vez. —¿Alguna vez vamos a ser capaces de controlar el vínculo de emparejamiento cuándo hace eso?— Pregunté, engullendo el sofrito de carne dorado tan rápido como pude, sin tener que babear por el lado de mi boca. —¿Conseguiste todo el asunto? Él sonrió y asintió con la cabeza. —Las nutrias y todo. Al menos te comiste una de ellas. — Él comía casi tan rápido como yo, pero era mejor en eso. Al menos yo realmente prestó atención, nunca noté como llegaba la comida de su plato a la boca. No era tanto una cuestión de velocidad sino de modales exquisitos y distracción. —¿Cómo está tu pierna y los pies?—Preguntó el cuando fregaba. Adam había cocinado, por lo que yo limpiaba.

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Meneé mis dedos de los pies descalzos e hice unas curvas de rodilla profundas. —La pantorrilla duele un poco, pero los pies están muy bien. ******* —¿Estamos haciendo esto porque Gordon Seeker nos lo dijo?— Le pregunté a Adam, cuando nos llevó la corta distancia al Museo de Arte Maryhill. —Tenía la intención de venir esta mañana, — respondió lentamente. —Pero tengo que admitir que tengo curiosidad. Puse mi mano en su muslo, y dije, —Podríamos ir a casa —o conducir hasta Seattle, Portland, o incluso a Yakima y encontrar un buen hotel. — Miré hacia fuera de la carretera y hacia abajo sobre el río. Desde donde estaba la carretera, el río se veía pequeño y relativamente domado. —Tengo la sensación de que si nos quedamos, las cosas podrían ponerse interesantes. Él me dio una rápida sonrisa antes de volver a mirar al camino. —¿Ah, sí? ¿Qué te ha dado esa sensación? ¿Las personas que reciben mordiscos en sus pies? ¿El fantasma de tu padre? ¿Un indio viejo y misterioso, que desaparece en el río sin una señal de cómo se fue? ¿Tal vez la chica Yo-yo de la profecía del Apocalipsis? —¿La chica Yo-Yo?— Grité. —¿Edythe es la chica Yo-Yo? ¿La chica Yo-Yo nos ha enviado aquí? Mostró los dientes. —¿Tienes miedo ya? ¿Quieres ir a un lugar seguro? No podía evitarlo. Puse mi mejilla contra su brazo y se echó a reír. —No va a ayudar, ¿verdad?— Dije después de un momento. —Acabábamos de entrar corriendo en Godzilla o el Vampiro del Infierno. Los problemas sólo te siguen a todas partes. Él frotó la parte superior de mi cabeza. — ¡Eh! Problema. Vamos a averiguar lo que tu misterioso indio quería que supiéramos. ******* En Seattle o Portland, el Museo Maryhill habría sido un bonito museo. En medio de la nada, era espectacular. Los motivos eran de color verde y bien cuidados. No vi a ninguno de los pavos reales cuando entramos desde el estacionamiento a la entrada, pero podía oír y oler bien. Le había visto desde la carretera al otro lado del río mientras conducíamos hacia aquí y desde Portland, pero en realidad nunca había estado en él antes. La primera vez que alguien trató de hablarme sobre el museo, pensé que estaba loco. En medio del este del estado de Washington, a un centenar de kilómetros de Portland, a ciento cincuenta kilómetros de Tri-Cities, el museo contenía los muebles de la reina de Rumania de la época Victoriana y el trabajo de Auguste Rodin. Esa fue la primera pregunta que respondía el folleto que nos entregaron en la puerta principal. Sam Hill, el financiero y constructor de carreteras, de ciudades y de este museo, que estaba destinado a ser su casa —era amigo de Loïe Fuller. Loïe Fuller era una bailarina de los primeros años de 1900, famosa en Europa por su innovador uso de la tela y los velos, y era una amiga de la realeza y de los artistas, sobre todo María, Reina de Rumania, (quien diseñó los muebles como un hobby) y el escultor francés Auguste Rodin. Así llegó el mobiliario de la reina de Rumania y una buena colección de tamaño natural de esculturas de Rodin a la mitad de la nada.

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Dado su aislamiento, esperaba que Adam y yo fuéramos los únicos en el museo, pero me equivoqué. En la primera sala, donde exhibían los muebles y objetos variados de la corte de la época Victoriana, había varios grupos de personas. Un par de mujeres de edad avanzada, una familia de cinco miembros que incluía un cochecito, y una pareja de mediana edad. La habitación era lo bastante grande para no parecer del todo llena. Encontré los muebles tallados muy hermosos, pero duros e incómodos —de aspecto más adecuado para una producción teatral que como algo que tienes en tu sala de estar. Tal vez unos cojines suavizarían los contornos cuadrados y los harían más atractivos. El resto de la planta fue entregada a una colección de pinturas mostradas en una serie de habitaciones comunicadas entre sí. Adam y yo nos separamos en la primera sala de las pinturas, por caminos diferentes en torno a la obra de arte. La mayoría de las pinturas eran muy buenas, si no espectacular, hasta que llegué a una pieza realizada por un pintor conocido. Debí haber hecho un ruido debido a que Adam se deslizó a mi lado y puso su cara en mi cuello. —¿Qué?— Preguntó Adam, manteniendo la voz baja para no molestar a los otros visitantes. —¿Ves eso?— Dije, dándole un codazo hacia la pintura que estaba viendo. No era la pintura más hermosa en la habitación, por mucho no lo era. También había otras más detalladas, incluso mejor ejecutadas, pero me habló de una manera que las otras no. Aquí entre los paisajes Ingleses y Griegos, retratos de damas y las flores silvestres, los vaqueros parecían un poco fuera de lugar. Adam se inclinó hacia adelante, se presionó con más fuerza contra mí, sin ser demasiado flagrante, para leer la información en la placa. Solté un bufido hacia él con consternación fingida. —Puedo ver que no eres un verdadero occidental, o lo habrías reconocido de inmediato. —No, señora,— dijo él con suavidad, aunque pude ver un hoyuelo asomando. Me encantó su hoyuelo —y me encantó aún más cuando se dejó caer en el acento de su juventud. Me encantó especialmente su fuerza cálida en mi contra. Yo era demasiado fácil. —Soy un sureño. —Al igual que la mayoría de los vaqueros que pintó,— dije. —Occidente estaba poblada por sureños, que no querían pelear en la guerra entre los Estados —o que llegaron aquí después de haber perdido. Eso, mi querido lobo inculto, es un vaquero de Charlie Russell —convertido en artista. Sin él, la historia de Montana, no sería más que una nota al pie en una novela de Zane Grey. Charlie dibujó lo que vio —y vio un montón. No es un romántico, sino un verdadero realista. De vez en cuando, algún viejo ranchero de Montana todavía encuentra algunas de sus acuarelas enrolladas y olvidadas en el barracón. Como ganar la lotería, sólo que mejor. Los hombros de Adam temblaron. —Siento pasión,— dijo, su voz suave con la risa, haciéndome cosquillas en la oreja mientras hablaba en ella. —¿Pero es el arte o la historia quien te habla? —Sí,— dije, temblando. —Te mostré la mía. ¿Cuál es tu favorita? Se apartó y me dirigió a una pintura en la pared de al lado. La mujer estaba sentada en una cueva, una cascada oscura a la izquierda y detrás de ella, una piscina de agua a sus pies. Lo extraordinario de la obra era la luminiscencia de la figura central que consistía en una alquimia del color y textura de su piel y de la tela de su vestido en conjunto con la forma de su pose. Soledad era su título.

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Esta no tenía nada de la suciedad y la aspereza de los detalles que me atrajo en la pintura de Russell. Esta mujer no tenía que levantarse y lavarse la ropa y preparar la cena. Sin embargo. . . —Bueno,— dije. —No me cansaré de ver eso en una pared, también. Pero te lo advierto, que se verá extraño al lado de mi Russell Charlie. Me besó en la oreja y se echó a reír. La exposición del indio americano estaba en el sótano. Sam Hill había, aparentemente, recolectado las canastas de los nativos americanos al igual que sus obras de arte. Montones y montones de canastas. Con los años, otras cosas se habían añadido —algunas fotografías increíbles, por ejemplo, y grandes rocas rupestres. Sin embargo, el efecto general fue de un millón de canastas y algunas otras cosas también. Aquí, también, no estábamos solos. Una familia en el piso de arriba estaba examinando los petroglifos (son diseños simbólicos grabados en rocas). La mayor, una niña, se desprendió de sus padres y puso su cara contra una de las vitrinas de plexiglás (es una marca protegida para vidrio orgánico). Había una mujer india de mediana edad por su cuenta. Su rostro era serio, aunque era una cara que era más cómoda con una sonrisa que con severidad. Había líneas de risa y el tiempo cerca de sus ojos y boca, y toda su atención estaba en Adam y en mí. Eso me hacía sentir un poco incómoda por alguna razón. Así que me aparté de las tallas de piedra cerca de la puerta de entrada a las canastas, poniendo la espalda hacia la mujer. Las cestas eran extraordinarias. En algunas de ellas, los diseños de los animales casi figuras de palo eran sorprendentemente poderosas en una forma que no hubiera creído posible con la estilización extrema tal como lo requiere el tejido. —Es algo bueno que yo no haya nacido en ese entonces,— le dije a Adam. —Tomé un curso de arte en la universidad, y uno de los proyectos fue tejer un canasto. La mía parecía una especie de hamaca desproporcionada completa con agujeros. Nunca podría haber obtenido el controlador de estancia en ambos lados al mismo tiempo. Pero ni siquiera mi historia impulsada por la pasión podía mantenerme interesada en el millón y la duodécima cesta, por muy bien hechos que estuvieran —y superó a Adam por muy poco. Estas no eran los tipos de cestas utilizadas a diario. La mayoría se hicieron para vender a coleccionistas y turistas. Me recordó a una de mis profesoras de historia que lloraba la pérdida de las cosas cotidianas. Cada museo, dijo, había vestidos de novia y un montón de vestidos de bautizo, trajes ceremoniales investidos de cuentas o un alce con dientes usados solamente en la ocasión más especial. La gente no guardaba el vestido de la abuela para el trabajo o las pieles de caza del abuelo. No podía menos que preguntarme lo que Gordon Seeker había querido que viéramos aquí. La familia había circulado —podía oír a los niños que hablaban en el vestíbulo fuera de esta sala de exhibición. No vi a la mujer que había estado mirándonos. Hice una pausa por el gran pedazo de piedra cerca del vestíbulo que conducía al resto de los objetos expuestos del sótano. Había varios bloques de piedra, con petroglifos cortados en sus superficies, en la sala. De una, un ave depredadora gigantesca me fulminaba con la mirada. —Me pregunto cuando fue hecho esto,— dije, dejando que mis dedos volaran sobre la piedra.

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Podría haberla tocado —otros tocaban las rocas grises— pero no podía hacerlo completamente. Como si la presión de mis dedos pudiera dañarlo, cuando cientos y tal vez miles de años de viento y lluvia no lo hicieron. —Y cuanto tomó para esculpirlo. —Éstos fueron tomados del sitio original cuando el río fue represado, y el cañón en el cual estaban fue inundado,— dijo Adam pensativamente, leyendo la pequeña placa al lado del objeto expuesto. —Me imaginaría que fue esculpido hace tiempo, o verías más brusquedad del proceso de creación. Mil años casi seguramente. Podrían ser diez mil, supongo. Teníamos bocadillos en la tienda de comestibles del museo, directamente al lado del objeto expuesto de Rodin, entonces nos dirigimos al Lago Horsethief, a aproximadamente quince millas al Oeste del museo. ******* Janice Linne Morrison era maestra de tercer grado y fotógrafa. Sus fotos nunca harían gracia a un museo, pero amaba hacer álbum de recortes de sus aventuras. Esta aventura, en particular, necesitaba crear un álbum de recortes como hobby porque ella estaba infelizmente segura de que su vida estaba a punto de desintegrarse. Se habían detenido en el área de picnic del Columbia para el almuerzo —y después de eso serían restaurantes hasta llegar a la casa de los padres de Lee en Wyoming. Todos habían comido, los restos de los alimentos fueron empaquetados para servir de bocadillos durante el camino, y los niños jugaban en las rocas. Lee estaba en el coche atendiendo una llamada telefónica. No estaba segura de cuando notó por primera vez las llamadas telefónicas, tal vez después de la salida de la escuela y estaba en casa con más frecuencia. Su esposo trabajaba desde su casa, y no era raro que él recibiera llamadas de negocios y las tomara en privado. Pero esas llamadas entraban a la misma hora todos los días —once y cuarto. Cuando terminó la llamada telefónica, él haría un gran esfuerzo para hacer cosas buenas por ella—ese tipo de cosas que alguien haría si se sintiera culpable. Más críticamente, él no encontraría sus ojos, no inmediatamente después de una de las llamadas. Ni que tuviera un corredor de apuestas o alguien al lado. Después de sus vacaciones, ella podría hablar con él sobre esto —lo que quería era guardar todos los recuerdos posibles. No podía enfocar a ambos chicos con la cámara con la luz adecuada, por lo que se quitó las sandalias y se metió dentro del agua unos pocos metros y lo intentó de nuevo. La luz golpeó la pantalla digital, por lo que tenía que utilizar el visor regulador y poner la cámara en su ojo. Todavía no estaba muy bien. Necesitaba un poco más de campo de visión. Dio un paso más atrás —y no hubo nada debajo de sus pies. Al caer hacia atrás, algo se enganchó a su pierna y la corriente la arrastró. Luchó durante un momento más, después se calmó. Pacífica. El agua se precipitó junto a ella y tomó todas sus preocupaciones. Unos ojos verdes la examinaban con interés, mientras que algunos tentáculos de color claro aleteaban formando una franja alrededor de su afilada nariz que la acariciaba. Abrió su boca, y vio los dientes largos puntiguados antes de que una ola la atrapara y la apartara. Ella no quería alejarse de la criatura, pero no tenía voluntad de luchar contra su necesidad. Se tambaleó fuera del agua, tosiendo y ahogándose por el agua que había tragado. La sangre goteaba de una herida profunda que envolvía todo el camino alrededor de su muslo justo debajo de la línea de sus pantalones cortos. Le dolía la cabeza y le quemaban los ojos, pero estaba tranquila y más feliz de lo que nunca había estado antes. Eso la quería.

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—Mamá, mamá, ¿te encuentras bien?— Un niño —su joven hijo, pensó, ¿cómo se llamaba? —la agarró del brazo. —¿Estás bien? ¿Dónde esta la cámara? Alargó la mano y le tomó la mano y también tomó la mano del niño pequeño que no había dicho nada. Él sólo llevaba su calzoncillo de entrenador y un zapato. En otra ocasión, ella sabría que un zapato le habría molestado. Pero ahora nada le molestaba. —¿Janny?— Un hombre la interrumpió antes de que llevara a los chicos al río, y ella frunció el ceño. Su marido, eso era quién era. —Janny, ¿Qué es lo que te pasó? ¿Estás bien? Él no le permitiría llevarse a los niños, lo sabía, entonces les dejó ir hasta que entendiera cual debería ser el nuevo plan. —¿Janny?— Su voz era suave, dulce, y por alguna razón, eso la hizo enfadar de verdad. —Janny, estás sangrando. ¿Te has caído en el río? —Es necesario quitar las manchas de sangre, —dijo ella. Su voz salió un poco confusa, pero no pensó que eso importara. —¿Me puedes ayudar? Él la siguió hasta el río, a pesar de que no estaba contento con ella. —Probablemente no sea saludable, Janny. Hay agua en el coche. Mientras él discutía, ella le llevó más y más profundo. El monstruo le tomó a pocos metros de donde ella había caído, lo arrastró hacia abajo tan rápido que no tuvo tiempo de gritar. —¿Papá? Los chicos se quedaron de pie en la orilla, y cuando ella tomó sus manos otra vez, ellos la siguieron. El hábito de obediencia y confianza era más fuerte que sus instintos. —Mercy. —¿Mamá, qué pasó? — Quiso saber el chico mayor. —Mercy, despierta. —Papá fue a nadar, — dijo ella con una sonrisa pacífica. Eso quiso Janny, pero no había sido suficiente, entonces Janny había sido enviada de vuelta a por más. Pero el monstruo todavía tenía hambre. —¿Por qué no vamos a nadar con papá? ******* Abrí mis ojos, consciente de que estaba respirando demasiado rápido y que babeaba en la pierna de Adam. —Lo siento,— dije aturdidamente. —No pensaba dormirme. —Te mantuve despierta demasiado tarde,— dijo Adam en un tono que no era en absoluto compungido. “Satisfecho” podría ser una palabra mejor. Satisfecho. No habíamos estado viviendo célibes antes de que nos casáramos, pero era difícil conseguir mucha intimidad cuando Adam era el Alfa de una manada y tenía una hija adolescente. Tal vez deberíamos comprar un remolque para nuestro propio uso. —Concilia el sueño mientras puedas,— siguió Adam. —No conseguí el efecto completo esta vez, pero sonó a otra pesadilla.

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—Oh sí,— estuve de acuerdo. El sentimiento enfermo en mi estómago no se marchaba muy rápidamente. — Escalofriante en cámara-lenta no-puedo-parar-esto. Creo que la pequeña conversación de Gordon sobre el corte en mi pierna me tiene pensando en viejas películas de miedo. Los coyotes no son buenos esclavos, había dicho directamente al mismo tiempo que había dicho que yo estaba marcada por el río. Lo había olvidado en la singularidad de su visita, pero esto debía haberse pegado en mi subconsciente y dado mi pequeño episodio glacial. Me preguntaba qué era lo que él pensaba que había marcado mi pierna. Tal vez alguien nos diría más esa tarde. —Asumo que no estamos allí aún, no he dormido mucho tiempo. —Aproximadamente diez minutos,— dijo él. —Aquí está nuestro parque. —Esto no dice Lago Horsethief,— le dije a Adam, cuando él apagó el motor junto a la carretera hacia el río, y comenzamos a bajar un camino largo, que doblaba suavemente después de pasar una señal que decía, — Parque Estatal de las Colinas del Columbia. —Nombre impuesto en 2003,— me dijo Adam. —Tanto los estados como el Estudio geológico estadounidense están dando nombres geográficos por todas partes. Sólo pregunta a Bran. Él continuará mientras quieras escuchar sobre Jackass Creek —afirma que conoció al idiota después de que ser llamado así. —Es bueno que el Estudio geológico estadounidense no hable francés, o lo volverán a llamar el Magnífico Tetons,— dije Adam se rió. —Sabes sólo faltaban los tramperos franceses cuando los nombraron, ¿o no? El paseo por el parque nos llevó por delante de un cementerio indio que todavía estaba siendo usado — podría hablar sobre todos los globos y artículos dejados en las tumbas. Esto parecía casi como una fiesta de cumpleaños que había continuado allí, y todos los invitados se habían marchado sin llevarse sus regalos. Había una alta alambrada alrededor del cementerio con carteles de “No pasar” en él. Puedo ver fantasmas. Pero nunca realmente he visto uno en un cementerio. Los cementerios son para los vivos. En mi experiencia, los fantasmas tienden a andar en los mismos sitios que solían hacerlo mientras estaban vivos. Entonces, ¿qué estaba haciendo mi padre en un camping al lado del Columbia aquí fuera cuando se suponía que él era de Browning, Montana? Calvin Seeker se apoyaba contra una alambrada cuando aparcamos el coche en una parte de grava al lado de un muelle para barcos. Parecía cansado y de mayor edad de la que aparentaba la anoche anterior —como en los veinte. Sin moverse, nos miró cerrar el coche y cruzar el camino. La alambrada en la cual se apoyaba corría hasta que se encontrara con el ferrocarril que bordeaba el agua, entonces seguía la vía del ferrocarril fuera de nuestra vista alrededor de los acantilados. Había una señal detrás de Gordon, pero no podía leerla.

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—El tío Jim me dijo que la encontrara aquí al mediodía,— dijo él, un poco más cortésmente de lo que su postura indicada. —Voy a ser su guía turístico, por lo visto. —Muchas gracias,— dije. Se encogió de hombros. —No es ninguna molestia. A veces me ofrezco como voluntario para guiar a los turistas por el pueblo durante los días de verano. Él arrastró su zapato en la suciedad y le dio a Adam una mirada cautelosa. —¿Cómo logró ponerse en contacto con el Tío Jim? Él me lo contó mientras estábamos esperando en el hospital para ver cómo lo estaba haciendo Benny, pero no le vi coger su teléfono, y sé que usted no recibió su número de teléfono mientras estábamos esperando a la ambulancia ayer por la noche. —No lo hicimos,— dijo Adam. —Hemos hablado con su abuelo. Calvin se alejó de la valla y se quedó con la espalda recta, los ojos un poco abiertos. —¿Mi abuelo?— preguntó en tono sorprendido. —¿Cuál? —Se llama Gordon Seeker,— dije. —Llegó la noche pasada, dijo que su tío le había enviado. Él me dio algunas cosas que realmente me ayudaron con mi pierna. —Ah, ese abuelo.— No parecía muy contento, y yo estaba bastante segura de que era el pensamiento de Gordon Seeker lo que le había sacudido de la cerca. —Lo debería haber sabido. —¿Pasa algo?— Preguntó Adam. —Algo siempre está mal, cuando el abuelo Gordon agita el agua,— dijo Calvin. Me miró, luego miró a Adam. —Hombre Lobo, ¿eh? Adam asintió. —Está bien. Bueno, si el abuelo Gordon le envió, también yo haré esto un poco diferente. ¿Dijo por qué os ha enviado? —Él negó con la cabeza antes de responder. —¿Qué estoy haciendo? Por supuesto que no. Prefiere vernos a todos corriendo como pollos cuando el zorro se asome. Supongo que piensa que es gracioso. —¿Usted estaba en el hospital ayer por la noche?— Pregunté. —¿Benny estará bien? ¿Le dijo lo que pasó? —Sí,— dijo Calvin. Miró contra el sol, y el pequeño gesto me dejó ver el parecido familiar entre él y el anciano que había venido a mi caravana. —Benny sobrevivirá. Creo que. . . Creo que debería contarle su historia después de haber jugado al guía si no le importa. No sé si tendrá más sentido de esa manera, pero al menos sabrá por qué quería que usted viniera aquí. —Nos frunció el ceño a Adam y a mí. —No estoy seguro de por qué piensa que es importante que usted sepa todo. Podría preguntarle al tío Jim, pero sólo un tonto le pregunta algo el Abuelo Gordon: Él sólo podría contestar. Miró hacia otro lado del río como si buscara inspiración, y cuando volvió a hablar, su voz era baja. —Mi tío Jim es un hombre de medicina. Corre en la familia, por lo general en las líneas de los hermanos. Ninguno de sus hijos tiene la capacidad de ser lo que es, y tampoco lo hizo su padre. Pero su tío lo hizo. Funciona así.

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—¿Es Gordon un hombre de medicina?— Pregunté, tratando de averiguar el linaje. La respuesta debía ser no, si Gordon era su abuelo, y compartía su apellido —a menos que Jim fuera el tío de Calvin por el lado de su madre. Que, de pronto pensé, era probable, ya que no compartían apellidos. —¿La noche es oscura?— Calvin sonrió abiertamente, que privó a su cara de su molde malhumorado y lo hizo parecer agradable. —Tal vez. Tal vez no. Depende de lo que para usted signifique y en los ojos de quien. Él es algo, eso es seguro. De todos modos, yo soy el aprendiz de tío Jim. Comenzaré este viaje justo como si ustedes fueran un par de turistas, pero si lo estoy haciendo bien, algunas cosas podrían cambiar a lo largo del camino. —Él se aclaró la garganta, pareció un poco avergonzado, y dijo, — Como la inspiración me golpea. O no. —Así que.— Tomó una respiración profunda. —Bienvenidos a esta tierra sagrada. Hablar en voz baja y tened respeto mientras estén aquí, por favor. Hace veinte años, lo cercamos y lo cerramos a forasteros debido al vandalismo. Pero eso no hizo feliz a nadie porque esos que se quedaron atrás para compartir las historias de aquellos que nos han precedido son esos que están ahora. Así que se tomó la decisión que fuera accesible, pero en circunstancias específicas. Si vienen por su cuenta...— —Hizo una pausa y me miró, y cuando siguió, había perdido el flujo experto de su voz. —Ustedes estarían probablemente bien. Usted parece india. Pero hay gente aquí que entra sin permiso y consigue encarcelamientos; somos serios acerca de mantener este lugar seguro. Se volvió y comenzó a caminar por un sendero, y lo seguimos a través de la puerta. Era casi como estar en un laberinto salvo que los setos eran muros de lava y rocas enormes. —Este es el sendero Temani Pesh-wa,— dijo Calvin, liderando el camino, aunque realmente no había necesidad de un guía porque la ruta era evidente. —Lo que significa 'escrito en roca'. Los pictogramas aquí fueron probablemente pintados entre quinientos y hace mil años. Nos llevó por una pendiente bastante ligera, hablando mientras caminábamos. —En tiempos más tempranos, había muchos indios en este área. Lewis y Clark mencionan detenerse muy cerca de aquí, y de sus diarios, la gente estima que había casi diez mil indios en las cercanías. Realmente sabemos que uno de los muchos pueblos estuvo allí. Él señaló de vuelta el camino por el que habíamos venido, donde, en la distancia, una parte doblada de tierra sobresalía en el río. De sus bordes, los acantilados de basalto caían varios cientos de pies al agua. No podía decir desde donde estábamos si había un cuerpo de agua entre nosotros y la tierra a la cual él había señalado. La masa de tierra parecía como a un gran pastel de boda, completo con una segunda capa, mucho más pequeña en el centro. Justo cuando me giraba para volver a mirada a Calvin, noté que no éramos los únicos en el camino. La mujer nativa americana que había estado en el Museo estaba tomando una bifurcación en el camino que no habíamos tomado. Justo cuando yo miraba, ella se cruzó detrás de un gran grupo de rocas y desapareció en el paisaje. —Dos veces al año ellos celebraban un potlatch,— estaba diciendo Calvin, — una fiesta, a la que invitaban a gente de cerca y de lejos. Como parte del potlatch, jóvenes hombres y mujeres de doce o trece años podrían realizar sus búsquedas de la visión. Posteriormente, vienen aquí para grabar un recordatorio de sus búsquedas de visión sobre la roca.

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Nos llevó hasta una pared de basalto de acantilados —un pequeño acantilado en comparación con el que había señalado. Se detuvo pero no dijo nada, por lo que busqué. Me llevó un momento entender lo que estaba viendo, a pesar de que había estado buscándolos. La pintura antigua mezclada en el acantilado rocoso como si perteneciera allí, y yo fuera la forastera.Tan pronto como vi uno, vi que estaban por todas partes. Había docenas, o al menos partes de docenas. Algunos de ellos eran claramente identificables como humanos o diversos otros animales. Otros eran imposibles de descifrar, porque algunas de las pinturas se habían vuelto demasiado débiles o porque cualquier simbolismo que habían utilizado era demasiado extraño para mi entender. Había algunos símbolos que eran evidentes —como el agua que fluía era una serie de líneas onduladas paralelas. Algunos eran menos evidentes: un destino de rojo y blanco, líneas largas onduladas, círculos.Pasé cerca, mis manos detrás de mi espalda como un niño al que se le ha dicho no tocar. Hace cientos de años alguien estaba donde estaba yo y tocó con sus dedos la roca. Hace quinientos años. Hace mil años. Tuve la extraña idea de que Bran el Marrock había estado vivo cuando éstas fueron pintadas. Hace quinientos años estaba segura que él lo estaba. Estaba casi segura de un millar. Sin embargo. Me pregunté si la chica o chico de hace mucho tiempo que había pintado de color rojo y blanco había conocido cuánto tiempo se mantendría su obra de arte, el último testamento que alguna vez había pisado la tierra. A mi lado, Adam se puso rígido y respiró hondo. Se volvió lentamente, hasta que miró hacia donde habíamos estado parados unos minutos antes. Seguí su mirada hasta que lo vi, también. Agachado sobre un promontorio rocoso que cubría la parte inferior del camino, un halcón de cola roja nos miraba. Al igual que los pictogramas, pertenecía a ese lugar. Pero había algo extraño en su interés en nosotros. Me recordó un poco demasiado a la mujer en el museo. El pájaro echó a volar y pasó sobre nuestras cabezas antes de virar sobre el río, y luego fuera de la vista. Mientras la veía, me di cuenta de que el malestar que sentí me recordó a mi búsqueda de la visión y los animales que me habían cazado, haciéndome indeseada, hasta que había llegado a Coyote. Una búsqueda de la visión como la de todos los artistas de hace largo tiempo. Tal vez, pensé en la fantasía repentina, debí dibujar a La-Z-Boy en una de las rocas. De alguna manera, estaba bastante segura de que nadie entendería que no estaba vandalizando —sólo continuando la tradición. Si Calvin no hubiera estado allí, tendría que habérselo dicho a Adam. Miré por encima de él y lo encontré mirando a Calvin con los ojos dorados que bailaban con el temperamento. Puse mi mano sobre su brazo. Los ojos dorados no eran buenos, cuando estábamos entre amigos. Adam puso su mano sobre la mía y dio un paso así estaba entre Calvin y yo. —En la educación permanente como hombre de medicina, ¿alguna vez has oído hablar de personas que puedan cambiar a una forma animal, Calvin?— Preguntó con una voz sorprendentemente civilizada. Fruncí el ceño a Adam y le di a su brazo un apretón invisible. Yo no conocía a Calvin; no había ninguna razón para hacerle preguntas sobre lo que yo era. Algo había ocurrido que me había perdido mientras mis ojos habían estado en el halcón, y no estaba segura de lo que era.

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Sea lo que fuere, Adam estaba muy enfadado con Calvin. Me pregunté si me tiró detrás de él para protegerme —o para impedirme proteger a Calvin. —No,— dijo Calvin —lo que fue un error. Debía haber aprendido cómo no mentir de su abuelo. Además, sabía suficientes leyendas nativas americanas para saber que había muchas historias sobre personas que se convierten en animales y animales en personas, de eso se trataba. Y él sabía acerca de Adam, quien era sin duda una persona que se transformaba en un animal. Adam sonrió, mostrando sus dientes. No podía verle hacerlo, pero el rostro de Calvin me dijo que tenía suficiente claridad. Adam había puesto su rostro civilizado y Calvin vio la real. —No se puede mentir a los hombres lobo,— le dije al joven. —Podría haber gritado, “Si pero no quiero que me pregunte al respecto.” Calvin tragó, su miedo pulsaba en mi nariz como un perfume. —¿Mercy?— Preguntó Adam. Él iba en algún lugar con esto —y yo confié en él tanto como en su mal genio. Los Hombres Lobo son monstruos. Crecí con ellos, y amo a Adam —y él nunca me haría daño. Lo que no se aplica a personas que no le importan. Cuanto más rápida sea la situación —cualquiera que fuera la situación— era apaciguada, de la forma más segura para todos. Algunas veces la información puede ser conseguida cuando el opositor conoce todo sobre el tema de todos modos. Era lo que Adam me había estado pidiendo —decirle a Calvin lo que era. —Puedo convertirme en coyote,— dije. —Mi madre dice que debo haberlo heredado de mi padre. La mandíbula de Calvin se cayó, entonces su cara se congeló. —Su madre era una mujer blanca,— dijo él urgentemente. —Usted no puede convertirse en coyote. —Puedo, también,— dije indignadamente. Era algo para mí decirle que estaba mintiendo —sabía que tenía razón. Era algo completamente diferente para él decirme que yo estaba mintiendo. —No puede. —Puedo. —No puede. —Puedo, también. —Mercy,— dijo Adam con exagerada paciencia teñida de humor. Él sabía que yo lo hacía a propósito. Eso estaba bien porque él ya no estaba enfadado. —No puede,— dijo Calvin. —Ya basta, los dos. Ninguno tiene cinco años. — Él echó un vistazo a Calvin. —Él respondió lo que yo quería saber de todos modos. Ese halcón no era un animal natural, y éste lo sabía.

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Nadie lee el lenguaje corporal como un hombre lobo, pensé. Y entonces me di cuenta de lo que estaba diciendo Adam. La sangre se disparó desde mi cabeza tan rápido que tuve que andar de lado para mantenerme de pies —y al lado había tres pies de ladera. Adam me tiró hacia atrás al camino antes de que lograra caerme. —¿Bien?— Preguntó. Asentí, aunque no estaba segura de que fuera cierto. Nunca había conocido a otro de mi especie. Después de más de treinta años, había llegado a asumir que ya no quedaban otros, que yo era la única. También había dado por sentado que serían coyotes al igual que yo. ¿Acaso el anciano no me había dado a entender eso la noche anterior? Él había sabido que yo era un coyote, y yo sólo le dije que era una caminante. No sabía mucho acerca de ser una caminante. Sólo lo que Bran me había dicho, y él no sabía mucho más —o me había dicho sólo lo que quería. Había crecido pensando que lo segundo era cierto, pero en el último año había llegado a creer en lo primero. —Ella es una caminante, — le dijo Adam a Calvin. —Discutir que eso no puede ser no ayuda, y tampoco las discusiones. Eso lo sé, porque fui mordido y transformado por un jefe de una banda de forajidos en Vietnam. Incluso hasta hoy, no sé de ningún hombre lobo que viva en Asia... hay cosas por allí a las que no les agradamos y puede hacer que su disgusto sea mortífero. Sin embargo, él era un hombre lobo y Mercy se transforma en coyote. No se puede discutir contra los hechos. Sólo tienes que aceptarlo y superarlo. ¿Ese era tu abuelo? Si Gordon Seeker era un caminante que se convertía en un halcón de cola roja, eso explicaría la razón por la que era capaz de desaparecer de manera tan eficaz. Aun así, debería haber quedado una pila de ropa donde él había cambiado, pero el ser un caminante respondía a la mayoría de mis preguntas. —El Abuelo Gordon cambia, — dijo Calvin. Parecía estar chupando un limón mientras me miraba fijamente. Tampoco mentía bien. Tal vez era algo que los hombres de medicina aprendían cuando eran mayores. Tenía la sensación de que su tío Jim podía eludir la verdad y ser tan escurridizo como cualquier otro fae, y había visto que su abuelo podía hacer lo mismo. ¿Así que por qué habían enviado a Calvin con nosotros? A menos que quisieran compartir sus secretos con nosotros. Y la razón por la querían que lo supiéramos estaba vinculada con Gordon Seeker, la profecía de Edythe la Chica Yo-Yo, y todo lo que le había sucedido a Benny y a su hermana, por lo que Calvin quería esperar hasta más tarde para decírnoslo. Algún día, conoceré alguna criatura sobrenatural que me diga todo lo que debo saber por adelantado y de forma directa, pero por las dudas —pero no voy a esperar aguantando la respiración. —Ese halcón no era Gordon, — dijo Adam, que podía distinguir una verdad a medias tan bien como yo. — ¿Quién era? Si Gordon podía cambiar, y el halcón no era Gordon, entonces había tres de nosotros. Tres caminantes. Gordon sabía de mí, de mi existencia, y la única razón por la que lo había conocido fue por una casualidad. Una que preparó la Chica Yo-Yo, pero no por ningún deseo de su parte. Muy bien, si no habían querido tener nada que ver conmigo, yo les extendería la misma cortesía. Calvin me miró un momento y luego dejó caer su manos en señal de rendición. —Coyote, ¿eh.? Tal vez eso explica algunas cosas más acerca de por qué el abuelo Gordon quería que vieras esto. — Se restregó la cara.

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—Mira. Deja que te lleve a ver a —La Que Vigila —no sé si ella es algo que tienes que ver o no. Tío Jim no fue muy franco pero ella es el mejor y más conocido de los pictogramas. Luego te llevaré a ver los petroglifos. Te voy a contar la historia de Benny y te daré el número de teléfono del tío Jim, y podrás llamarlo si necesitas saber cualquier otra cosa, ¿de acuerdo? Eso sonaba lo suficientemente justo para mí, y Adam asintió con la cabeza. Él se dio vuelta y nos llevó de vuelta hasta donde el camino se bifurcaba y seguimos por el sendero que había tomado la mujer que había visto antes. Había más dibujos en frente de la roca por donde pasábamos. —No hay líquenes en los lugares donde están los pictogramas, — comentó Adam. Calvin asintió con la cabeza. Se había calmado mucho, y su temor ya no me dolía más como para perseguirlo. —Así es. De alguna forma lograron dejar un área desnuda y mantenerla limpia durante mil años. Quizás fue algo tan simple como raspar la roca para alisarla. El liquen necesita una cierta cantidad de rugosidad para crecer. Hay algunas áreas de roca desnuda que obviamente han sido despejadas, — señaló él. —Pero no tienen nada en ellas. Tal vez alguien mezcló mal la pintura, o no pudieron utilizarlas. Puede verse un poco de pigmento en algunas de las partes desnudas con la luz correcta. —¿Sabes a cuál de las tribus que vivían aquí pertenecen esas pinturas? — Preguntó Adam. Calvin negó con la cabeza. —Cuando vinieron los europeos, todo el mundo se trasladó. Muchos grupos y algunas pocas tribus se extinguieron por completo. La mayoría de las tribus mantuvieron su historia en forma oral, y muchas de esas historias se han perdido. Tenemos algunas buenas suposiciones, como también las otras tribus, y sus conjeturas y las nuestras no siempre van en el mismo sentido. Dimos la vuelta en una esquina por la misma senda descendente en la que la mujer había desaparecido. Pude oler su aroma. El sendero corría paralelo a una cerca. Del otro lado de la cerca estaban las vías del ferrocarril que corrían a lo largo del río. La cerca y el camino terminaban abruptamente y nos dejaron arrinconados entre la cerca y una pared de roca basáltica. Sobre la roca, mirando hacia el río Columbia, estaba el pictograma más grande y más claro que yo había visto. Parecía que había sido elaborado una década atrás en vez de hacía siglos. La Que Vigila se parecía a la cara de un mapache. Tenía dos orejas puntiagudas en lo alto de su cabeza, y su boca estaba abierta en una amplia sonrisa. Una mancha de color negro desteñido se encontraba en el centro de su boca. Pudo haber sido una lengua o un intento muy viejo de encubrir algo, pero sea lo que fuese, parecía fuera de lugar en el resto de la cara. Pude distinguir vagamente el sitio donde habían sido dibujados unos colmillos en la boca —y apostaba a que mucho tiempo atrás, cuando era más evidentes, no se veía tan amigable. La mayoría de los pictogramas que habíamos visto eran figuras más rígidas y toscas, de dos dimensiones. Esta tenía profundidad y verdadero arte. —Hay un montón de historias sobre La Que Vigila, —dijo Calvin. Abrió la boca y se detuvo. —Pero no es por eso que es importante venir aquí. — Él se sobresaltó, como si se hubiera sorprendido a sí mismo con lo que había dicho. —¿Por qué no nos cuentas la historia, de todos modos? — Propuso Adam. —Tenemos tiempo. Calvin miró inquieto por encima de su hombro, pero no había nadie detrás nuestro. —Está bien. — Él respiró profundamente. Está bien. Era una historia de Coyote, así que supuse que era apropiado, ¿no? Una de las varias acerca de cómo ella había llegado aquí —una de las tantas que yo conocía como historias de Coyote.

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—Un día, Coyote vino caminando por el Columbia y se encontró con este poblado indio. Él caminó entre la gente, pero no pudo encontrar a su líder. Así que se acercó a una anciana que estaba haciendo una trampa para peces. ¿Dónde está tu jefe? — Le preguntó. —‘Tsagaglalal, La Que Vigila, es nuestra líder.’ — dijo la anciana. —‘Ella está en lo alto de la colina.’—Así que Coyote vino a este lugar y encontró a una mujer de pie justo donde nosotros estamos ahora. —¿Qué estás haciendo aquí? — le preguntó a ella. —Tu gente está abajo, en el pueblo. —Estoy vigilando, — le dijo ella. —Vigilo para ver que mi pueblo tenga suficiente para comer. Vigilo para que tengan buenos hogares en los que dormir y vigilo para que estén a salvo de sus enemigos. —Coyote pensó que eso era algo bueno. Entonces él la tomó y la lanzó contra esta roca para que pudiera mantener la vigilancia sobre su pueblo para siempre. —Apuesto a que hay más en la historia, — dijo Adam. —Coyote no la habría arrojado contra la roca a menos que ella hubiera hecho uno o dos comentarios sabelotodos. —Bien, — dije, porque él había estado mirándome. —Supongo que si yo estuviera haciendo mi trabajo, y algún extraño se acercara y comenzara a hacerme preguntas, podría estar tentada a decirle algo un poco desagradable. — Le había dicho un poco de esas cosas a Adam durante los últimos años, y vi en sus ojos que él también lo estaba recordando. —Tal vez sea así, — dijo Calvin. —Dejad que os lleve hasta los petroglifos. Él echó a caminar por la senda y vacilé. Volví a mirar el rincón en el que casi había quedado atrapada y tomé una bocada profunda de aire, pero no olí su aroma. Había captado su aroma en la bifurcación del camino, y no pudo haberse ido por ningún otro lugar. Aunque ella hubiera pasado por encima de la valla, debería haber dejado su aroma tras de sí. —¿Alguno vio a la mujer que estaba caminando en el sendero unos pasos detrás de nosotros? — Pregunté. Tal vez ella era el halcón que habíamos visto. —¿Qué mujer? —Preguntó Calvin. Adam negó con la cabeza. —¿A quién viste? —A la mujer del museo, la que estaba en la exhibición india que estaba expuesta allí, — le dije a Adam, esperando que él también la hubiera visto. Adam se daba cuenta de las cosas. Parte de ello es por ser hombre lobo, pero creo que mayormente es por el tiempo que fue miembro de una patrulla de reconocimiento de los Ranger en las selvas de Vietnam. —Una familia, — dijo él. —Padre, madre y tres hijos. —Y una mujer de mediana edad nativa americana que llevaba una camisa de color azul brillante con un par de guacamayos bordados en la espalda, — le dije. —Ella olía a menta y a café. Él negó con la cabeza. —Yo no la vi. Él había pasado caminando junto a ella. —¿Qué significa eso? — Preguntó Calvin.

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—No estoy segura todavía, — dije. Calvin no podía oler una mentira. Se podía ver en su rostro que creyó lo que le dije. Apuesto a que su tío Jim se hubiera dado cuenta. Adam me miró de forma penetrante. Había demasiadas cosas en danza. Muchas de estas cosas eran misteriosas y no tenían ningún sentido en absoluto. Y había otros dos caminantes, y al menos uno de ellos sabía todo acerca de mí antes de conocernos. La mujer desaparecida era algo demasiado misterioso. Aunque estaba bastante segura de que ella era mi misterio y no era algo preparado por Gordon Seeker o cualquier otra persona que había conocido allí. —¿Por qué no vamos a ver los petroglifos y así entonces podrás hablarme sobre Benny? — Le dije a Calvin en tono sombrío. —Voy a ver si la mujer encaja en algún sitio. No era culpa suya. Tenía la sensación de que él estaba aún más en la oscuridad que Adam y yo. Alguien estaba jugando y yo estaba cansada de eso.

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Capitulo 7 Los pictogramas se pintan sobre cualquier superficie. Los graffiti callejeros son pictogramas, pero usualmente el término se refiere a las pinturas hechas por los hombres antiguos. Los petroglifos están esculpidos en la roca. Requieren mayor esfuerzo, y lleva mucho tiempo crearlos. Al igual que los exhibidos en el museo, los petroglifos del Lago Horsethief estaban en trozos de roca que claramente habían sido tallados en rocas más grandes. A diferencia de los del museo, éstos estaban cercados —y podían ser vistos pero no tocados. El primer petroglifo que vi en el Lago Horsethief se veía como una piña. Calvin no ocultó una mueca cuando le dije. —Antes de que el río Columbia fuera embalsado en 1959, el río era angosto y profundo aquí, no era la cosa amplia y mansa que es ahora. Había saltos de agua, las Celilo Falls. Tenemos fotos. El joven se quedó mirando fijamente hacia el río. — Yo no había nacido en esa época, ni siquiera mi madre había nacido. Algunos de los más ancianos todavía se lamentan por el viejo río como si fuera un ser vivo que murió. —Los cambios son duros,— dijo Adam. —Y no importa mucho que el cambio sea para mejor o peor. El joven lo miró. —Así es. Algunos de los cambios fueron buenos, otros no tanto. Esto solía ser un cañón. Algunas personas dijeron que había más petroglifos en las paredes del cañón que en cualquier otro lugar en el mundo. Yo no lo sé, pero había muchos. Cuando estuvo claro que los diques estaban en marcha, se esforzaron en salvar tantos como les fue posible. Estos estuvieron exhibidos en el dique antes de que fueran traídos aquí, otros están en el museo, supongo que debe haber una gran cantidad en colecciones privadas — las tribus les pidieron a las personas que fueran y tomaran todo lo que pudieran mientras pudieran cuidarlos. Los que quedaron en el cañón están bajo el agua, y supongo que estarán allí para siempre. Caminábamos mientras él hablaba. Al igual que los dibujos en la roca, el tallado era primitivo. Algunos, como el del hombre piña, eran como esos dibujos en los que tratas de adivinar lo que dibujó un infante. Algunos de ellos eran un extraordinario desafío estilístico. Yo podría haber permanecido mirando el águila durante una hora o más, pero fue una roca que contenía una hilera de ovejas de montaña la que me dio la pista de algo. —Que me condenen,— dije. — Por eso él nos envió a mirar las cestas. El hombre me miró. —Bueno, quizás no,— concedí, pensando en la mujer que nos había mirado en el museo y luego nos había seguido por los pictogramas. — Pero esos animales parecen como los tejidos en las cestas. Si el único arte que jamás has visto está en las cestas y mantas tejidas, cuando decides tallar algo, harás que parezca como las cestas. —Mientras estemos aquí, puedes escribir a las publicaciones de antropología y contarles tus teorías,— dijo Adam. Entrecerré mis ojos en su dirección. — Aguántate eso. Voy a escribir una tesis doctoral. Luego podré hacer lo que hacen la mayoría de las otras personas con doctorados en antropología.

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—¿Qué hacen?— Preguntó Calvin. —No necesitas alentarla,— dijo Adam serio, pero sus ojos estaban risueños. —La misma cosa que hacen las personas con doctorados en historia,— dije. —Arreglan coches o sirven patatas fritas y hamburguesas pésimas. — Esta es una de las que mi tío me dijo que te señalara,— dijo Calvin. La roca se había quebrado pero dos de las piezas habían sido unidas cuidadosamente. El rostro de la criatura parecía un zorro —un zorro mutante con dientes muy grandes y tentáculos, el cuerpo se parecía al de una serpiente. Era como un cruce entre un dragón chino y un zorro con los dientes de una anguila lobo. —No pudimos averiguar mucho de éste cuando hicimos las pictografías,— dijo Calvin. —Puede que haya sido esculpido hace diez mil años por los primeros habitantes o hace unos cien años. No sabemos el significado de lo que representaba, pero tenemos un nombre para eso, lo llamamos el diablo del río. Los ojos eran ávidos, inteligentes y hambrientos. Los había visto antes. Eran los que ojos verdes brillantes en el agua que había visto en mi sueño. Pestañeé y los ojos sólo eran ojos, no importa cuán ávidos parecieran, sólo estaban esculpidos en la roca. Pero sabía que los había visto. —Ahora,— dijo Calvin alegremente, mientras Adam me miraba con ojos centelleantes. — Hay una historia de Coyote sobre un monstruo que vivía en el Columbia en la época de los primeros habitantes, antes de que llegaran aquí los humanos. Traté de tranquilizar a Adam con una sonrisa, él debió haber sentido mi súbito reconocimiento del monstruo en la roca. Le dije moviendo los labios — Más tarde.— Él asintió con la cabeza. Fue un sueño, me recordé enérgicamente. Sólo un sueño. Por suerte Calvin pasó por alto todo el intercambio. —Este monstruo,— dijo él, — devoró a todos los habitantes que vivían en el río, devoró a todos los que pescaban en el río. Con el tiempo, nadie tenía permitido acercarse al río, así que solicitaron ayuda al Gran Espíritu. Él envió a Coyote para que viera lo que había pasado. —Coyote bajó por el río y vio que nada vivía cerca del río. Mientras estaba mirando, vio emerger del agua a un gran monstruo. —Ah,— gritó, —estoy tan hambrienta, ¿por qué no bajas aquí así puedo comerte? — Eso no le pareció una buena idea a Coyote, así que subió por la colina donde podía pensar. —Hee, hee,— dijeron sus hermanas que eran bayas en su estómago. —¿Que eran qué cosa?— Pregunté cuando fui sacada sorprendentemente de mi pánico por el par de hambrientos ojos verdes de mi sueño. —Esta es la versión educada,— me dijo Calvin. —Puedes preguntar por ahí, si es que quieres conocer la versión grosera. También es grosero interrumpir al que relata las historias. —Perdón.— Traté de imaginarme de qué manera unas bayas que eran hermanas en el estómago de Coyote podían tener una versión grosera. —¿Por qué os estáis riendo?— Preguntó Coyote.

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—Nosotras sabemos algo que deberías saber,— dijeron sus hermanas. —Pero no te lo vamos a contar porque te reservarás el crédito sólo para ti, como siempre haces.— Pero ellas eran sus hermanas, y Coyote era muy persuasivo. Les prometió que esta vez les iba a decir a todos quiénes habían sido las responsables de tan astuto plan. Finalmente ellas le dijeron lo que tenía que hacer. Siguiendo sus consejos, él tomó nueve cuchillos de pedernal, una bolsa de cecina, una piedra, una antorcha y algunas plantas de artemisa, y descendió hacia el río. —Ven a comerme,— le dijo al monstruo, y éste lo hizo. En cuanto comenzó a tragarlo, él usó el pedernal y la piedra para prender la antorcha dentro del monstruo, donde estaban todos los habitantes originarios que habían sido devorados. Ellos estaban muy hambrientos, no habían comido desde que habían sido engullidos por el monstruo. También estaban helados, porque el interior del monstruo estaba gélido, al igual que el río en el exterior. —Coyote encendió la artemisa y compartió su cecina con ellos. Le dijo a los primeros habitantes que él iba a matar al monstruo. Después les dijo que ellos tendrían que salir de la bestia como pudieran. Entonces él tomó el primer cuchillo de pedernal y comenzó a escarbar en el corazón de la bestia. No había escarbado mucho en la carne dura cuando el primer cuchillo se rompió y tuvo que sacar el segundo. El segundo cuchillo se rompió, el tercero y el cuarto, hasta que finalmente sacó el último, pero éste cortó el corazón del monstruo. —¡Corran! Dijo a la gente atrapada. —Salgan de aquí. —Y ellos lo hicieron, escaparon de las profundidades del monstruo como pudieron, saliendo de su boca, de sus agallas y de su trasero. —Pensé que ésta no era la versión grosera,— dije. Calvin hizo una mueca y continuó. —Castor fue el último en irse. Él apenas alcanzó a escapar del esfínter de la bestia, y por eso es que el rabo del castor es plano y no tiene pelo. Gruñí. —Finalmente sólo estaban Coyote y el monstruo en el río, y Coyote tenía la ventaja. —Te dejaré vivir,— dijo Coyote, — sólo si prometes que no volverás a comerte a nadie de nuevo.— El monstruo lo prometió y Coyote lo dejó ir. El derrotado monstruo del río se hundió hasta el fondo del Columbia y no se volvió a saber nada de él. La gente le hizo una fiesta a Coyote en agradecimiento, y él comió dos veces más que cualquiera. —Cuéntanos,— dijo la gente. —¿Cómo es que apareciste con ese plan tan inteligente? —Y Coyote olvidó las promesas que había hecho porque es vano y olvidadizo, y reclamó para sí todo el crédito por haber rescatado a las personas. Calvin terminó su historia y se dio la vuelta para mirar al diablo del río suspendido en la roca. — No hay modo de asegurar que el diablo del río y el monstruo de la historia de Coyote sean la misma bestia, se me dijo que les contara la historia después de que vieran la roca. — ¿Y sobre Benny? — Recordó Adam. —Él estará bien,— dijo Calvin.

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—Físicamente. La policía le está haciendo pasar un mal rato porque les dijo que no recordaba lo que había pasado o dónde está su hermana, y los doctores están teniendo problemas en entender lo que le ocurrió a su pie. Pero Benny no está hablándoles porque no es asunto de ellos y de ningún modo lo entenderían. Calvin se apoyó contra la valla que protegía los petroglifos y nos miró. — No veo qué tiene que ver eso con ustedes y por qué mi tío y mi abuelo piensan que eso tiene que ver con ustedes. Quiero decir, entiendo la razón por la que él piensa que ustedes no salieron corriendo como locos cuando empezamos a contarles la historia de los monstruos del río que devoran personas. ¿Pero esto es asunto suyo? — Buena pregunta,— estuve de acuerdo. —Estaría feliz si alguien tuviera algunas respuestas. —Háblanos sobre Benny,— dijo Adam, quien solía tomar la responsabilidad del mundo sobre sus hombros. Si había algún problema y pensaba que podría ayudar, lo haría. Calvin lo miró como si estuviera viéndolo por primera vez. Quizás él también había escuchado de la buena disposición de Adam para poner su vida en la línea de fuego por un montón de personas que no conocía. Después de un largo e incómodo momento, dijo, —Benny le dijo a mi tío que él y Faith estaban allí afuera pescando, tal como normalmente hacen en el verano. Ellos habían atrapado muchos pescados ayer y estaban por recoger todo cuando algo golpeó la red de Faith tan fuerte que ella pensó que se había enganchado en algún desperdicio. Pudo haber cortado el sedal, pero ella y Benny son buenas personas, no les gusta dejar los anzuelos y los sedales en el río si no tienen que hacerlo. Una camioneta estaba entrando en el estacionamiento cerca de la de Adam. Estaba maltratada, lucía tres colores añadidos a la pintura base naranja brillante y el motor ronroneaba como un león feliz. —Mi tío,— dijo Calvin innecesariamente, ya que podíamos verlo salir de la camioneta. — Quizás todos nosotros podremos conseguir respuestas. Adam miró sobre su hombro y luego miró a Calvin. — Entonces, ¿qué es lo que hizo Faith? Calvin, al igual que la mayoría de la personas, obedeció al tono de voz de Adam sin siquiera pensarlo, y continuó la historia mientras su tío se aproximaba. —Ella enrolló el carrete y el sedal continuó regresando y se reclinó sobre el bote. Benny estaba inclinándose por el otro lado para que el bote no se volcara, así que no pudo ver lo que ella estaba haciendo. Pero ella dijo, ‘Hay algo grande en el sedal, Benny. Parecen tentáculos. ¿Qué es lo que supuestamente… Jim dejó que la voz decayera, y luego dijo directamente,— Y la siguiente cosa que Benny supo fue que Faith estaba en el agua. Él saltó detrás de ella, y algo embistió su pierna —supone que ahí fue donde su pie desapareció. El agua comenzó a hacer espuma y tuvo la impresión que había algo realmente grande en el agua. Faith salió a la superficie, y él la agarró del brazo y con la otra mano se agarró de la regala del bote. Ella abrió sus ojos y le dijo, ‘Hay tanta paz aquí,’ luego sus ojos se quedaron fijos. Benny había visto morir personas anteriormente, así que sabía que ella estaba muerta. En ese momento, él se dio cuenta que no había quedado nada de ella debajo de sus costillas. Así que tomó una decisión inteligente y soltó su cuerpo para poder saltar dentro del bote. Se tendió en el fondo y sintió que algo golpeaba y sacudía el bote por todos lados. Él ha ido a pescar tiburones en el océano, y dijo que se sentía como cuando hay un pez allí afuera que es mucho más grande que tu bote. En algún momento él se desmayó y se despertó a ratos hasta que ustedes lo encontraron.

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Jim hizo una pausa y nos miró a Adam y a mí. —Después de que escuché su historia, llamé a Gordon Seeker porque él sabe más acerca de esta clase de cosas que nadie que conozca. Él escuchó la historia de Benny y decidió que ya nada podía hacerse, pero fue hasta el nuevo camping para investigar al hombre lobo. Sea lo que fuera que él encontró en su remolque lo convenció de que ustedes estaban justo en medio de esto. Parte de eso parece ser que ustedes…— él centró su mirada en mí —…ahora están marcados por el río. Lo que sea que eso signifique. Él no sonaba ni remotamente tan amistoso como la última noche. Pero eso parecía algo natural, aunque era humano, y sus maneras alegres se exteriorizaban para que todos lo vieran, Jim Alvin tenía todos los sellos distintivos de un alfa, y nosotros éramos los intrusos en su territorio. —Así que,— dijo él con tono grave, — ahora que ustedes saben lo que nosotros sabemos, ¿qué es lo que ustedes saben? — Nosotros le contamos algunas cosas a Calvin,— dijo Adam. — ¿Por qué no nos das a Mercy y a mí un poco de tiempo para ordenar lo que sabemos, y haremos lo mismo? Tenemos suficiente comida como para un ejército. Traigan a Gordon y a cualquiera que crean que necesitamos conocer y vengan a nuestro camping en dos horas. Les daremos comida y hablaremos. ******* Cuando regresábamos en el coche al campamento, Adam dijo, —¿Te interpreté mal o tú sabes más que yo acerca de esto? —Pienso que decir que conozco más sería inapropiado,— dije. —¿Será que tengo una mayor ventaja en el campo de acción de las cosas? Él profirió un sonido entre un gruñido y un refunfuño. Durante treinta extraños años, yo había estado sola. En una temporada, pertenecía a Adam y él a mí. A veces el alivio de eso era un poco más de lo podía soportar. —La mujer que vi en el museo y en el Lago Horsethief, sospecho que es Faith, la hermana de Benny. Ella pudo, supongo, ser un fantasma ocasional, pero parecía estar muy interesada en nosotros, y no en conectarse con nosotros de algún modo. La hermana de Benny es la mejor candidata, le pediré una descripción suya antes de decírselo, si es que piensas que debo hacerlo. Lo único que provocará que sepan quién es ella, es confirmar que está muerta, pero pienso que la historia de Benny es lo suficientemente clara. — Estoy de acuerdo,— dijo Adam. —Probablemente si ella no reaparece, no hay razón para traerla a colación. —Además,— le dije mirando hacia la pequeña huerta por la que estábamos pasando porque no quería que Adam viera mi rostro, — si ellos tienen un caminante, él debería ser capaz de verla perfectamente y ella podría hablarle. Pero Adam me conocía, y él puso una mano en mi rodilla. —Gordon probablemente es un caminante. —Cierto,— estuve de acuerdo. —Y él supo de ti antes de venir a nuestro campamento. Lo único que no sabía es que tú ibas a estar conmigo hasta que te vio.

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—Sí,— estuve de acuerdo. El río tenía desparramada tal cantidad de botes de pesca, que hacían parecer pequeñas el par de barcazas que iban río arriba. —Ellos te dejaron para que fueras criada por una manada de lobos,— dijo él. —Se lo perdieron. ¿Hubieras preferido tenerlos a ellos, o a Bran y a su manada? Él tenía puesto el par de gafas oscuras que a veces usaba para conducir. Solía usarlos más frecuentemente cuando los lobos todavía estaban tratando de ocultar lo que eran. Y su rostro lucía tan anodino como su voz. —Tienes una irritante manera de señalar lo obvio,— dije tocando su brazo para hacerle saber que estaba bromeando. Una de mis cosas favoritas sobre estar emparejada y ahora casada, era que tenía que tocarlo cada vez que quería —y cuanto más lo tocaba, más quería hacerlo. —Es bueno que lo encuentres obvio,— dijo él. —Quizás Gordon y los otros caminantes tienen sus razones para mantenerse apartados, pero ya no tiene importancia. ¿Quién piensas que es el segundo caminante, el halcón? ¿Jim? —Puede ser,— dije, pensando intensamente. —Pero no tengo ninguna medicina mágica, es casi lo opuesto, porque la magia no funciona en mí como lo hace en los demás. Supongo que puede que él sea las dos cosas a la vez. También pudo ser alguien que todavía no hayamos conocido como humano. —¿Qué es lo que tanto te molestó del petroglifo del diablo del río?— Él giró y entró a los terrenos del camping y metió la tarjeta en el dispositivo que abría la puerta. —Todo lo que capté fue tu conmoción. No pude captar otra cosa. —¿Recuerdas la pesadilla que tuve camino al Lago Horsethief?— Dije. —Vi algo que pudo haber inspirado un dibujo como ese.— Y le conté lo que recordaba del sueño. Para el momento en que terminé, estábamos en el sitio de nuestro campamento. Adam no dijo nada durante un rato, y le ayudé a preparar la comida para un número desconocido de personas. —¿Sueles tener sueños como ese? ¿Sobre personas que no conoces? —No,— dije. —Normalmente las personas que conozco se bastan por sí mismas para engendrar un buen número de pesadillas sin tener que inventarme alguna. Él dejó de hacer lo que estaba haciendo y sacó su teléfono mágico. Bueno, el teléfono no es mágico, pero hacía cosas que a mi ordenador le costaban. —Bien,— dijo él. —Tenemos señal. ¿Cuál era el nombre de tu maestra? ¿Lo recuerdas? —Janice Lynne Morrison,— dije. Él me miró un poco sorprendido por mi rápida respuesta. Yo tenía problemas recordando los nombres de las personas que debería conocer. Una infortunada cantidad de mis clientes eran nombrados por Zee y por mí como Escarabajo Moteado Amarillo o Colectivo Azul y había tenido que revisar mis papeles de trabajo para estar segura de los nombres de las personas que había conocido durante años. Me encogí de hombros. —El horror tiene su modo de hacer que las cosas se adhieran. Él tecleó ligeramente en su teléfono mágico durante un rato. Si yo tuviera un teléfono así de complicado, tendría que haber traído a Jesse para manejar la maldita cosa.

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—Hay una Janice Lynne Morrison que enseña en tercer grado de una escuela en Tigard, uno de los suburbios de Portland,— dijo Adam con el ceño fruncido. Él giró el teléfono así yo podía ver la pantalla. El rostro que me miraba era delicado y demasiado formal. —Es ella,— dije, y mi corazón se hundió hasta mis pies. —¿Por qué estoy soñando con gente real, Adam? ¿Por qué estoy soñando con sus muertes?— Me aferré a su muñeca porque necesitaba sostenerme en algo sólido. —¿Es un sueño verdadero? No suelo tener sueños reales. ¿Acaso vi el futuro y debería advertirle de algún modo?— Sabía que estaba balbuceando, pero le estaba balbuceando a Adam. A él no le importaba y no pensaría que estaba esperando una respuesta de su parte. Él cerró su teléfono y con su mano libre me sostuvo tan firmemente como lo necesitaba. —No lo sé,— dijo él. —Pero hallaremos la respuesta. Advertirle de algo sin más información no va a ser de ninguna ayuda. La gente tiende a no tomarse demasiado en serio las advertencias sobre monstruos que van a devorarlos. Especialmente cuando provienen de unos completos extraños. —Eso es verdad,— dijo Gordon seriamente mientras caminaba rodeando el remolque. —Es por eso que aquellos que conocen cosas deben sonar misteriosos. Es como pescar. El misterio del cebo, la verdad del anzuelo —es por eso que a veces duele. —El pez termina muriendo,— dije con tono áspero. —No es el final que deseamos,— dijo Gordon con un suspiro. —Pero siempre es una posibilidad.— Hoy vestía vaqueros y una camisa. Me miró. —¿Quién era tu padre, Mercedes Thompson? —Hauptman,— dijo Adam con tono gélido. —Mercedes Athena Thompson Hauptman. —Joe Coyote Viejo,— dije, recostándome un poco contra Adam y relajé mi mano sobre su muñeca. Ambas eran señales de que estaba bien y que no necesitaba que me protegiera, por mucho que lo apreciara. —Ajá,— dijo Gordon. —Muerto en un accidente de coche y rematado por vampiros. Le dije que conducía esa cosa demasiado rápido pero él rara vez escuchaba un buen consejo. ¿Sabes lo que era tu padre? —Sólo golpéame en la cabeza y ponme en tu canasta con el resto de las truchas muerta,— dije. —Ve al grano. Él me sonrió. —A algunas personas les gustar pescar, — dijo Adam con tono áspero. —Sea necesario o no. Gordon se rió. Tenía una buena risa. —Yo hago lo que hago. A pesar de eso, a veces en la refriega se gana mucho más de lo que no podría obtenerse de otro modo. Luego sus gestos risueños desaparecieron de su rostro. —A veces los peces salen lastimados. Te contaré una historia mientras preparas la comida para las personas que están viniendo. Seremos tres más, aparte de los que estamos aquí.— Él sonrió cuando fruncí el ceño. —Soy un hombre viejo. Y a los hombres viejos les gusta ejecutar actos misteriosos. Hablé con Jim hace diez minutos. Los hermanos Owen y él están viniendo hacia aquí. Calvin fue mandado a vigilar en el hospital, Benny está mostrando signos de no estar tan bien como habían pensado previamente. Él continúa tratando de salir de la cama y tuvieron que atarlo.

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En ese momento pensé en Janice Morrison, a quien nunca me gustaría ver internándose en el río con sus niños revoltosos. —¿Qué es lo que sabes de aquellos que son como tú, Mercy? — Preguntó Gordon. —No sé mucho. Adam pasó a nuestro lado y nos miró de forma penetrante, luego se fue hacia la parrilla y llenó la chimenea de papel de periódico y carbón. Él nos concedía la ilusión de la privacidad porque Gordon obviamente quería hablar conmigo —pero él escucharía. Ese cerco de protección suyo me molestaba. Pero una de las cosas que había aprendido en los últimos meses, era que eso corría en ambos sentidos. Cualquiera que tratara de lastimar a mi lobo tendría que lidiar conmigo. Puede que fuera un coyote de 60 kilos, pero jugaba sucio. Gordon gruñó en aprobación. —Hace un tiempo atrás, Coyote vino a una aldea donde el jefe tenía una hermosa hija. Coyote se camufló como un cazador joven y atractivo. Él mató un ciervo, se lo puso sobre sus hombros, y se lo llevó al jefe como regalo. —Jefe,— dijo, — déjame cortejar a su hija para que sea mi esposa. —¿Esa es la versión educada? —Pregunté con tono seco. Gordon sonrió mostrando la dentadura frontal faltante pero no detuvo su relato. —El jefe no sabía que era Coyote quien miraba a su hija. —Cazador,— dijo el jefe, —puedes cortejarla, pero es mi hija quien elige a su marido. Entonces Coyote comenzó a cortejar a la hija del jefe. Él le trajo comida fresca, pieles de animales y flores hermosas. Ella le agradeció por cada uno de sus regalos. Finalmente, Coyote fue con el padre de ella y le dijo, —¿Qué regalo puedo traerle que la impresione lo suficiente como para tomarme como esposo? —Pregúntale a mi hija,— dijo el jefe. —Entonces Coyote el cazador fue con la hija y le preguntó cuál era el regalo que más quería. —Lo que más quisiera es un estanque de aguas tranquilas donde poder bañarme en privado,— dijo ella. — Así fue que Coyote fue hasta un sitio tranquilo en los bosques, y construyó un estanque en la base de un salto de agua. Él desvió la corriente para que fluyera hacia la cascada y cayera dentro de la charca. Cuando la hija del jefe vio el estanque, accedió a casarse con Coyote, que todavía estaba con su aspecto de cazador. Ella le dio la bienvenida a su estanque y se rieron y jugaron allí hasta que los bosques repiquetearon con su felicidad. El anciano hizo una pausa. —Pienso que ya tuvimos suficiente de la historia, termina en forma trágica, como normalmente sucede cuando dos personas tan diferentes se aman.— Había una nota filosa en su tono que decía que su última frase obviamente no se refería a Coyote y a la hija del jefe. Le fruncí el ceño. —Montones de personas que tienen más influencia sobre nosotros que tú han hecho esa observación y tampoco les hicimos caso. —¿Qué sea un hombre lobo o un angloamericano es lo que te molesta? — Preguntó Adam, trayendo una bolsa de hamburguesas de la caravana. Además de esa pregunta, él no nos prestó atención mientras pasaba en dirección a la parrilla.

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—Los lobos comen coyotes,— dijo Gordon, pero por su lenguaje corporal pude deducir que nuestro matrimonio realmente no le molestaba en uno o en otro sentido; él sólo disfrutaba revolviendo el caldero. Si no hubiera sido un anciano, tendría algunas cosas desagradables que decirle al respecto. —Sí,— observó Adam en forma indiferente. —Lo hago. Sí. Esa era la idea que acudió a mi mente. Y él incluso ni se había ruborizado cuando lo dijo. Quizá Gordon se había perdido el doble sentido. Pero él le hizo una mueca risueña a Adam. —¿Sabes…—le dije en tono casual—…que los Pies Negros cuentan historias del hombre viejo pero no historias de Coyote? El tramposo de los Lakota es Iktomi —la araña— aunque más que en el simple caos, tiende a aterrizar en el lado del mal. El anciano sonrió en forma sagaz. —Eso es porque Coyote anda en muchas formas.— Y sacudiendo una mano en mi dirección dijo, —El caos nunca es simple a menos que tú seas Coyote. —¿Qué tiene que ver esa historia conmigo?— Pregunté sin esperar en realidad una respuesta. —La hija del jefe, que fue por un tiempo la esposa de Coyote, tuvo una hija, y ella pudo caminar como coyote y como humana, como también pudieron hacerlo sus hijos. —Entonces soy descendiente de Coyote, y ese halcón rojo que nos seguía de cerca y que vimos en…—de algún modo no dudaba de que Gordon sabía eso, — ...es descendiente de Halcón. —Ajá,— dijo él. —Un caminante, — él le puso un énfasis deliberado en el único término que yo conocía para lo que yo era; avatar hubiera sonado como algo perteneciente a un juego de varios jugadores de Internet, o cubierto por una pantalla azul y dentro de una película,— Eres un descendiente de un apareamiento entre un mortal y un inmortal. Pero ha pasado mucho tiempo desde que caminaban libremente entre nosotros, y hace muchos años que el único modo de que nazca uno, es que ambos padres sean descendientes de ese tipo de parejas. —Esa es la razón por la que Calvin estaba tan seguro que yo no podía ser una caminante,— dije. —Mi madre, hasta donde sé, es del oeste de Europa, mayoritariamente de ascendencia alemana e irlandesa. —Ajá,— estuvo de acuerdo Gordon. —No tengo dudas de eso. Por eso te pregunté si sabías quién era tu padre. Yo había escuchado lo que él quería de mí y no sabía porque él estaba decidido a jugar conmigo, pero era suficiente. Mi padre no había tenido nada que ver con lo que sea que había atacado al pobre Benny y a su hermana. Gordon Seeker, sea lo que fuera, no era nada para mí. —Él era un vaquero de rodeo,— dije. Si hubiera estado en mi forma de coyote, habría tenido mis orejas aplastadas hacia atrás. —Montaba toros y era bastante bueno en eso. Mi madre estaba montando el caballo de una amiga y trataba de ganar suficiente dinero para sobrevivir. Él le brindó un lugar para quedarse durante un tiempo. Murió en un accidente de coche antes de que mi madre siquiera supiera que estaba embarazada de mí. Adam miraba desde la parrilla. Sus ojos amarillos descansaban en el anciano con frialdad y desapasionamiento. Tragué aire y traté de no enloquecer o dejar que este extraño me lastimara con una historia más vieja que yo. Las emociones parecían pasar más fácilmente a través del vínculo de emparejamiento que las palabras o los pensamientos. Estaba aprendiendo a controlarme un poco más, ahora que Adam también podía sentirlas.

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—Sí,— dijo Gordon gentilmente. —Por supuesto que estoy seguro de que estás en lo cierto. Joe el Viejo Coyote murió hace treinta y tres años en una autopista estrecha del este de Montana.— Él levantó la vista. — Ah, aquí están. Saqué la tarjeta de la camioneta. —Voy a dejarlos entrar,— dije y escapé al trote. Lo que él hombre había implicado al decir eso estaba errado. Por un momento estuve tentada a creer —a creer que mi padre todavía estaba vivo, porque Coyote moría todo el tiempo sólo para renacer a la mañana siguiente. Después sólo tuve que recordar que había visto a su fantasma danzando para mí. Mi padre estaba muerto. Me estiré y mi trote se tornó por completo en una carrera, y dejé que la velocidad despejara mi cabeza. Abrí la puerta para Jim, quien tenía a Fred y Hank Owens, sentados a su lado. —Salta a la parte de atrás,— mencionó Jim, una vez que la camioneta había pasado la puerta y estaba del lado de los terrenos del campamento. —Te llevaré. Yo no había viajado en la parte trasera de una camioneta Pickup desde que era una niña y todavía era divertido. Salté antes de que él se detuviera, sólo para ver si aún podía hacerlo. Aterricé sobre mis pies dejándome rodar por un momento hacia atrás y luego me enderecé de nuevo sobre mis pies. Era una cuestión de sincronización. Mi padrastro me había enseñado como hacerlo después de que me hubiera atrapado tratando de imitarlo. —Enseñarle como hacerlo bien, evitará que se rompa su tonto cuello,— gruñó él mientras mi madrastra Evelyn se quejaba, —Es algo menos pernicioso que prohibirle que lo haga, porque eso no funcionará. Él había sido estupendo. ¿Y si el anciano pensaba que mi padre era Coyote? Mi padre había sido Bryan, el hombre que me había criado. Era él quien había estado allí para mí cuando lo necesité, hasta que Evelyn murió y no fue capaz de sobrevivir a su pérdida. Después de eso, yo había tenido a Bran. Si Bran y Coyote hubieran luchado, yo hubiera apostado mi dinero por Bran. El pensamiento me hizo recuperar mi usual aspecto risueño. Me limpié el polvo del trasero y Adam rodó sus ojos hacia mí, mirándome como a su hija cuando hizo eso. —Apuesto a que Bran te hubiera gritado por hacer una cosa como esa,— dijo él, pero no sonaba demasiado molesto. —No lo había hecho en mucho tiempo,— admití. Él se rió, me alborotó el cabello y le dio la bienvenida a nuestros invitados. Comimos hamburguesas, patatas fritas y macarrones salados. Hablamos un poco del clima, del río, de vivir en Washington, de vivir en Montana, de vivir en la milicia, adquiriendo en consecuencia un poco más de conocimiento sobre la personalidad de las personas que habían sido unas extrañas hasta hacía unas pocas horas. Comer había sido un ritual entre aliados desde hacía casi tanto tiempo como el que había habido personas, y todos estábamos bien enterados del subtexto. Me di cuenta de que Gordon Seeker, no hablaba mucho. Sólo se reclinó hacia atrás en la silla de camping y observó con una mirada ávida que me recordó un poco a la del diablo del río. Él me atrapó mirándolo y sonrió como el gato de Cheshire.

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—Creo,— dijo Jim finalmente, mientras arrojaba su plato de plástico vacío al canasto de la basura, —que deberíamos presentarnos a nosotros mismos de nuevo. Conocer a tus aliados es algo bueno. Yo soy Jim Alvin de la Nación Yakama. Mi madre era Wish-Ram, mi padre Yakama, y poseo la magia pequeña de la gente. — Tomó asiento en el banco de la mesa de picnic donde había comido y se giró hacia los hermanos Owens. —Fred Owens,— dijo Fred, aunque su hermano estaba sentado junto a Jim. — Retirado del Cuerpo de Infantes de Marina de los Estados Unidos.— Él miró a Adam y sonrió. — Halcón de Cola Roja cuando me conviene. Ranchero. —Hank Owens,— dijo su hermano. —Retirado del Cuerpo de Infantes de Marina de los Estados Unidos. Ranchero. Soldador. Halcón de Cola Roja cuando le conviene a él. Él cabeceó hacia su hermano. Evidentemente era una broma de familia porque su hermano sonrió un poco. —Fue Fred quien no dejó que Calvin se ocupara del asunto a su manera. —Dejamos a Calvin…— comenzó Jim a explicar, pero Gordon lo interrumpió—… en el hospital, ya se lo conté. Había un poco de tensión entre Jim y Gordon que me recordó a cuando hay dos Alfas en una habitación. Puede que fueran aliados, incluso amigos, pero estaban a la expectativa del más ligero signo de debilidad o de agresión por parte del otro. —Adam Hauptman,— dijo mi esposo, que estaba sentado en la segunda de nuestras sillas de camping. — Alfa de la Manada del Base del Columbia. Dado de baja con honores del Ejército en 1973. Pareja y esposo de Mercedes Thompson Hauptman. En mi tiempo libre dirijo una firma de seguridad. Jim lo miró sorprendido. Yo también estaba sorprendida. Puede que los hombres lobo hayan salido a la luz, pero el público no conoce todo. Y una de las cosas que Bran no le estaba contando al público acerca de los hombres lobo, era que ellos eran inmortales. —Hace mucho tiempo,— observó Fred. —Vietnam,— dijo Hank. —Tú eras Ranger en Vietnam. Desde mi puesto de observación en la hielera, miré el rostro de Adam. Él me había ofrecido la silla —pero yo odio las sillas de camping. Diez minutos y mis pies se quedaban dormidos. ¿Qué estaba planeando? Si Bran se enteraba, no estaría contento. Pero Adam siempre tenía una razón para hacer lo que hacía. Yo normalmente lo descubría unos cinco años después del hecho. Parecía que él estaba observando a Gordon. Quizás era algo tan simple como reconocer que todos íbamos a compartir secretos antes de que esto terminara. —Fea época,— dijo Jim. Adam inclinó su botella de agua hacia Jim, luego la llevó hacia arriba como golpeando el ala de un sombrero imaginario y me miró. —Mercedes Thompson Hauptman,— dije, obediente a su mirada que indicaba que él quería que yo continuara. — Mecánica de VW. Caminante Coyote emparejada con Adam Hauptman.

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—Gordon Seeker,— dijo Gordon. —Pero el nombre indio cambia de tiempo en tiempo. He tenido otros. Trabajo un poco con la curación, un poco con la magia, un poco de aquí y de allá. Cuando era joven era un cazador poderoso, pero ha pasado un largo tiempo desde que fui joven.— Le dio vistazo a Adam. — Quizás incluso uno más largo que cuando éste era tan joven como parece. — Bien,— dijo Adam, cuando fue obvio que el anciano había dicho todo lo pretendía decir. —Jim y Calvin nos contaron algunas cosas esta tarde. Mencionaron que tenemos un monstruo en el río que ha matado a por lo menos una persona —aunque es improbable que la cuenta se detenga en la hermana de Benny. Dejadme contaros algunas cosas que no sabéis, algunas de las cuales podrían no tener que ver con nuestro problema actual. Él les habló acerca del cambio de destino de nuestra luna de miel que causaron los Fae, incluyendo la profecía de Edythe la Chica Yo—yo y esas pieles nutrias que habían sido trasladadas al Columbia. Fred frunció el ceño y miró fijamente a Jim. — Te dije que esas nutrias que vimos parecían extrañas. Sus cabezas tenían una forma incorrecta. —Las vi,— dijo él y su voz les restó importancia. —La profecía es una muleta débil para apoyarse sobre ella. —¿Has conocido a Edythe?— Pregunté con voz interesada. —Brevemente. ¿Siempre se ve como una niña de diez años? Gordon elevó sus cejas, y yo pensé que la respuesta debería haber sido sí. Le sonreí graciosamente. —Las hadas son engañosas. Cuanto más débiles e inofensivas parecen, es probable que sean más peligrosas. Edythe es probablemente el monstruo más espeluznante en una balsa de monstruos espeluznantes. No desecharía nada de lo que ella diga. Y no estoy segura de considerar a esas especie de nutrias como inofensivas…— incluso aunque nuestro contacto con los Fae parecía estar haciéndolo, —…son muy inteligente. —Ellas no están devorando personas,— observó Fred. —Eso no lo sabes,— dije al mismo tiempo que Adam decía, —Todavía. Él me sonrió. —Admitiré que no parecen ser parte de esto —pero no me gusta que estén aquí. Ellas estaban observando a Mercy cuando sacó a Benny fuera del agua. —Tengo algo más que agregar,— dije. Y justo se levantó un poco de viento, y la hermana de Benny, Faith, se sentó junto a mí en el borde de la hielera. Yo miré a los demás —a Fred, Hank y Gordon, quienes suponía que estarían como yo— expectantes… no sé. Demostrando alguna especie de señal de reconocimiento. Pero ninguno saltó y exclamó el nombre de la mujer muerta, parecía que ni siquiera la veían. Ni aún Gordon Seeker. — Lo quiere a él,— dijo ella. Ella no me estaba mirando. Ella estaba mirando a Hank. —¿A quién? —Pregunté.

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—Benny.— Ella suspiró. —Fui una estúpida. Sé que no debo inclinarme sobre el bote sobre un agua como esa. Pero él también fue un estúpido. Yo puedo nadar. Debería haberse quedado en el bote. Pero no. . . Es como el cocodrilo en Peter Pan, tiene un pedazo tuyo y quiere toda la carne. —Lo mantendremos a salvo,— le dije a ella. Todo el mundo estaba mirándonos —o al menos a mí. Adam estaba parado y sosteniendo su mano en alto, para que los otros no me interrumpieran. Podría no ser importante —algunos fantasmas podían ser increíblemente testarudos, pero a veces ante un sonido agudo o un movimiento súbito, ellos desaparecían como conejos. —No sé si puedes mantenerlo a salvo,— dijo ella apenada. —Ya sabes, en la historia, todos los primeros habitantes que el monstruo del río había devorado, revivieron después de que él murió. — Pensé que Coyote lo había dejado vivir. Finalmente ella se giró hacia mí y sonrió. No parecía una sonrisa que debía estar en el rostro de una mujer muerta. Ella tenía una buena sonrisa. — Hay muchas versiones de esa historia. Cuando era un niño pequeño, Calvin siempre relataba aquéllas en las que todos vivían. Ella se puso de pie y caminó hacia la parrilla, sus dedos pasaron a través del enrejado, y se apoyaron en el carbón que estaba por debajo. —Ten cuidado, — me dijo y su mirada estaba en el carbón. —Cuando marca a alguien, ellos le pertenecen. Ella miró a Hank de nuevo. —Siempre fue él para mí, ¿sabes? Desde la escuela secundaria. Pero jamás tuvo ojos para mí.— Ella se dio la vuelta hacia mí súbitamente alarmada. —No le digas eso. Él no merece sentirse culpable. — No lo haré,— le aseguré. — Y no creas tampoco en la versión del indio misterioso de Jim. Él obtuvo un doctorado en psicología y enseñó en la Universidad en Seattle hasta que se retiró el año pasado. Ella puso de nuevo las manos sobre la parrilla, pero esta vez no anduvo sobre el enrejado, las mantuvo sobre el metal caliente, tocando ligeramente la parrilla con sus dedos, como si estuviera fascinada porque podía hacerlo sin quemarse. Yo quería ir y sacarla de allí, aún sabiendo que eso ya no podría lastimarla nunca más. Ella miró fijamente a los hermanos Owens. —Y Fred entrena caballos de rodeo. Está comenzando a hacerse un nombre por sí mismo. Hank trabaja con él en la parte comercial, ayudándolo con los balances de los libros. —¿Por qué me estás contando todo esto?— Pregunté. —Para recordarlo,— susurró ella. —Diles que no me llamen por mi nombre, no quiero permanecer aquí de este modo. Dile a Benny que estoy bien. Dile que recoja flores por mí y que las ponga en la tumba de mamá este año. Yo jamás había lidiado anteriormente con un fantasma tan coherente. Generalmente ellos ni siquiera advertían mi presencia. Los pocos que lo hacían realmente no parecían saber que estaban muertos. —Se lo diré,— le prometí, sintiéndome inútil por no poder hacer que esto fuera más fácil para cualquiera.

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Ella levantó la mirada y encontró mis ojos —en los que pude ver un destello de un verde violento, el color de los ojos del diablo de río. —Eso ve lo que tú haces. Y ella desapareció. Adam, que estaba mirándome, dejó caer su mano y encontró mi mirada. —Gracias,— dije. —¿Qué diablos fue eso?— Gruñó Hank. —¿Con quién estabas hablando? —Pensaba que todos los caminantes podían ver a los muertos,— dije. —Por eso es que los vampiros no nos quieren. —¿Vampiros? — Dijo Fred. —¿Hay vampiros? Jim se rió. — No todos los caminantes son como tú, Mercy. No más de dos hombres visten la misma camisa al mismo tiempo. Miré a Gordon. —Esa no es mi carga,— me dijo Gordon. — Además, yo no soy un caminante. ¿A quién viste? Calvin había dicho que Gordon podía tomar forma animal, y él no había mentido. Aun así, había otras personas que podían cambiar de forma en las historias de los americanos nativos. En vez de continuar inquiriendo sobre lo que él era, respondí a su pregunta. —Ella no quiere que utilicéis su nombre, ¿pero podríais darme una descripción de la hermana de Benny, antes de que os diga lo que ella me dijo? Querría asegurarme de que estoy hablando de la persona correcta. —No, — dijo Jim fríamente. — Dinos como se veía ella y te diremos si estás en lo correcto. Bueno, podía hacerlo. —Es un poco más baja que yo y es musculosa. No son músculos naturales sino del tipo que se logra con alguna clase de trabajo físico o deporte. Tiene una pequeña cicatriz en la parte delante de su oreja izquierda,— puse mi dedo donde estaba la cicatriz. —Ella tenía una página Web,— dijo Hank en forma hostil. — Su foto está allí. —Esto,— dijo Adam abruptamente, —no va a funcionar de esa manera. Si no creéis que Mercy ha visto a la hermana de Benny, nada de lo que diga va a convenceros. —Ella le dijo a Calvin que una mujer los siguió al Lago Horsethief, — Jim arrastró la suela de su bota en la tierra. —Le contó que la mujer vestía una camisa azul oscura con un par de guacamayos en la espalda antes de que yo le contara que la hermana de Benny había estado con él en el bote. No puedo ver que ganaría ella al fingir que podía ver a Fa…— balbuceó un poco y cambió las palabras — …la hermana de Benny en este punto. —Ella adoraba esa camisa,— murmuró Hank. —Se consiguió una máquina nueva para bordar, una que podía hacer calados elegantes. Esa camisa fue la primera cosa que hizo con esa máquina.

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—Benny le hizo pasar un mal rato con esos malditos loros,— dijo Fred. —Cacatúas blancas.— Él se rió y sacudió la cabeza. Pensé que me habría gustado Faith si la hubiera conocido mientras vivía. —¿Qué es lo que dijo? — Preguntó Adam. —Dijo que eso había probado a Benny y quería el resto. Le dije que nosotros lo mantendríamos a salvo, pero no estaba convencida de eso. — Miré fijamente a los hombres sentados en el banco de la mesa de picnic. — Aparte de eso sólo unas pocas cosas —y un mensaje para Benny. Ella quiere que sepa que está bien y que quiere que él ponga por ella flores en la tumba de su madre este año. Enrollé el pantalón de mi pierna para mostrar a todos la marca que tenía. La sangre y el pus habían desaparecido, pero todavía había una costra marrón oscura rodeando mi pierna. Me picaba un poco pero no la había tocado. —Marcada por el río, dijiste, — le dije a Gordon. —¿Qué significa eso? Él cruzó una de las botas escarlatas sobre la rodilla opuesta y frunció los labios. Pero antes de pudiera decir algo, hubo un chasquido cortante de una pistola, y junto a mí, Adam pegó un salto.

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Capitulo 8 Hank sostenía la pistola como si supiera lo que estaba haciendo. Eché a correr hacia él, pero no importa lo rápido que me moviera, tenía que atravesar tres metros y medio, y él sólo tenía que apretar el gatillo. Pero no fui la única que se movió —su hermano golpeó la pistola de Hank mientras disparaba por segunda vez. Fred agarró la pistola y apuntó hacia el suelo, donde Hank hizo su tercer disparo. —¿Qué estás haciendo? ¿Hank? Para. Hank no hizo un cuarto disparo porque cogí el palo, con el que casi me había tropezado, como un bate de beisbol y lo golpeé en la parte posterior de la cabeza, dejándolo frito. No me habría importado si hubiera muerto —y bien podría haberlo hecho porque el palo que cogí era el bastón mágico de los fae que me había seguido —y me sigue siguiendo— desde la primera vez que lo encontré. No importa que no tenga pies o que no esté vivo, es antigua mágica fae y eso, aparentemente, es suficiente para que se arrastre en pos de mí como un perro fiel. A pesar de que era grácil y esbelto, en definitiva era pesado y de plata. Bien podría haber golpeado a Hank en la parte posterior de la cabeza con una tubería de plomo. Lugh nunca hizo algo que no pudiera ser usado como un arma, el hombre roble me había dicho hace un tiempo que había utilizado el bastón para matar a un vampiro muy desagradable. Lugh era un antiguo héroe de los Tuatha de Danann, lo buscaría después. Si el hombre roble tenía razón sobre los orígenes del bastón, predijo el nacimiento de Cristo y algo más. Podría ser incluso más viejo que Bran. Tiré el artefacto que ya había sido viejo cuando Colón puso por primera vez un pie en las Bahamas como si fuera basura, y fui al lado de mi compañero antes de que nadie más se moviera. Hank había disparado a Adam. Adam ni siquiera se había movido. Se acababa de derrumbar sobre la estúpida silla de camping. Eso me dijo que era malo. Muy malo. Podía oler su sangre. Cuando llegué a Adam, Gordon estaba al otro lado, cogiendo a Adam de la silla con una facilidad que ningún hombre mayor podría ser capaz de imitar. Adam era pesado y tenía músculos sólidos, incluso en su forma humana, y Gordon no pesaría ni la mitad que Adam. Aunque no parecía que lo ralentizara. Arranqué la camiseta de Adam para poder ver el daño. Había un agujero limpio con un hueso sobresaliendo de su cuerpo. Las buenas noticias eran que su corazón todavía estaba latiendo porque la sangre estaba siendo bombeada. Las malas noticias eran que no existía agujero de salida y había demasiada sangre.

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—No hay orificio de salida,— murmuró Gordon. —Me di cuenta,— dije brevemente. —Tengo que sacarla ya. — No sabía si era plata o plomo, pero tenía que asumir lo peor. Todos sabían que Adam era un hombre lobo, y las balas de plata era la tradición más común. Salí corriendo a la camioneta y a por el botiquín super exhaustivo-para-cuando-se-desata-un-infierno que estaba detrás del asiento trasero en tres mochilas. Una de ellas tenía un kit quirúrgico. Uno tenía vendas de todos los tamaños. Otro tenía varios ungüentos y parafernalias de primeros auxilios. No paré a adivinar cuál era cada una, aunque tenían un código de colores. Los cogí todos y volvía con Adam. Los tiré junto a él y me arrodillé junto a su cabeza —mientras Gordon usaba una cuchilla negra muy pequeña, pero de aspecto malvado, para cortar la piel porque la herida de entrada ya había empezado a cerrarse. Esto podían ser buenas noticias; las heridas de plata tendían a curarse lentamente, como nos ocurre al resto de nosotros. —Agarrarlo, — gruño Gordon. —Jim, Fred —Hank vivirá. No está muerto. Venid aquí. Si se despierta, vamos a necesitaros a todos. —Está despierto,— les dije. —Va a seguir despierto. Probablemente sería mejor que todo el mundo se mantenga alejado. Notaría principalmente a extraños y eso provocaría una pelea —y nosotros cuatro no seríamos capaces de sujetarlo si decide que no quiere ser sujetado. No estoy segura si Fred o Jim se habían movido hacia nosotros cuando Gordon los llamó, pero estaban lejos después de decirles eso. La inconsciencia no era una buena señal, pero era útil para sacar la bala. Encontré una explicación para ello cuando giré su cabeza y descubrí un corte sangrante en su sien, donde le había alcanzado el segundo disparo. Ya se estaba curando, así que esa bala, al menos, era de plomo. Incluso así, si Hank hubiera disparado a Adam en la frente con ella, todavía había un gran posibilidad de matarlo. Estaba en deuda con Fred porque no había sido lo suficientemente rápida. Acaricié el rostro de Adam con mis dedos, donde él me olería y sabría que lo estaba cuidando, luego me giré para ver lo que estaba haciendo Gordon. Adam estaba consciente; podía sentirlo. Pero estaba confiando en mí para ayudarlo mientras él hacia lo que podía por mantener su cuerpo vivo. Aunque la primera bala hubiera sido de plomo, era necesario sacarla o Adam se pondría más enfermo que un niño en Halloween durante días hasta que supurase. No fue hasta entonces que me di cuenta que el cuchillo que Gordon estaba usando no era una cosa de juguete, pintado de negro lo hacía parecer militar. Era un cuchillo de verdadera obsidiana. Los cuchillos de piedra, recordé inconscientemente de Antropología 101, eran más afilados y frágiles que la mayoría de cuchillos de acero. Para mí, más importante que la rareza del cuchillo era que Gordon parecía saber lo que estaba haciendo. —¿Has quitado muchas balas?— Pregunté sólo para asegurarme. Miré las mochilas hasta que encontré el kit quirúrgico, una sonda y un par de pinzas. Los miró cuando se los tendí. —Normalmente lo hago con los dedos,— me dijo. La infección no era una preocupación para los hombres lobo —o aparentemente para Gordon.

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—Una sonda y las pinzas hacen menos daño cuando tienes que profundizar,— le dije firmemente. —Puedo hacerlo yo si tú no quieres. Había sido muy espabilada en mi vida evitando sacar balas de la gente, y no me hacía ilusiones de que fuera buena haciéndolo. Pero con pinzas sería mejor que Gordon con los dedos. Me sonrió con los dientes separados y cogió la sonda. —Tienes que trabajar deprisa en un hombre lobo,— dije. —La curación es bastante rápida,— gruñó, introduciendo el instrumento dentro de la herida que había reabierto con el pequeño cuchillo extraño. —Buenas noticias, creo, siempre y cuando saquemos la bala. —Eso pasa en los hombres lobos dominantes,— dije. —Y no muchos llegan a ser dominantes.— Gracias a Dios. A pesar de sus palabras anteriores, parecía que sabía lo que estaba haciendo. —Has usado una sonda antes. Intercambió las manos, sosteniendo la sonda con su izquierda y cogiendo las pinzas con la derecha. —Sólo unas cien o doscientas veces,— dijo cerrando los ojos. —La tengo. Está contra su hombro. Las balas de plata no surgen como hongos, como lo hacen las balas de plomo. Si hubiera atravesado a Adam, habría dejado un agujero limpio de entrada y uno igual de limpio de salida. La bala que Gordon disparó a Adam estaba aplastada y, sin duda, había rebotado en el interior y desgarrado músculos y órganos. Más doloroso pero infinitamente menos letal. Tan pronto como la mano de Gordon acabó, me sequé las manos en los vaqueros y saqué el teléfono para llamar a Samuel. —¿A quién estás llamando?— Preguntó Gordon. —A un médico amigo mío,— dijo. —Y suyo. Una mano agarró el teléfono, y Adam dijo con voz ronca, —No. No hasta que sepamos qué está pasando. — Se sentó, usando los músculos de su estómago y no sus brazos. Él no lo hizo por las consecuencias —mover su hombro todavía sería doloroso un rato. Él miró a Gordon. —Gracias por la cirugía. Parece que es la extracción más rápida que me han hecho. Gordon levantó una ceja. —¿Dice eso a menudo? Si es así, te recomiendo un cambio de estilo de vida. Adam sonrió para reconocer el punto de Gordon, pero cuando habló, era de otra cosa. —Dijiste algo anoche sobre los marcados por el río —sobre cómo Mercy no sería una buena esclava. ¿Qué hay de especial sobre esa marca? ¿El diablo del río lo hace? Le dolía; podía sentir cuánto. Pero no iba a mostrarlo en público. —Los marcados por el río,— dijo Gordon. Miró hacia donde Fred estaba explorando la parte trasera de la cabeza de Hank.

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—Veo por qué lo estás preguntando. Hubo un lugar dónde vivió un grupo de indios. 'No vayáis a ese pueblo; están marcados por el río', decía la gente. 'Si vas allí, no regresarás. Alimentarán al río contigo.' Todas las personas de ese pueblo llevaban una marca marrón en sus cuerpos, obedecían al hambre del río en todo. He olvidado el resto de la historia. —Revisa a Hank,— dijo Adam, su voz sólo un poco más entrecortada de lo normal. —No me parece el tipo de persona de disparar primero, negociar después. Incluso los locos de los marines normalmente necesitan una razón para apretar el gatillo. Fred no protestó por el insulto, sólo le quitó a Hank los pantalones y la camiseta —y encontró una supurante herida marrón oscura en la espalda de Hank que se parecía mucho a la de mi pantorrilla antes de que Gordon y su pomada hubieran actuado. Me subí el pantalón. —Se parece a la que yo tengo. —Podría haber pasado cuando llegó a tierra con nuestro bote anoche,— dijo Jim. —No dijo nada sobre estar herido —pero Hank es así. ¿Los caminantes coyote son inmunes a los efectos? Gordon gruñó. —Evidentemente, este caminante coyote. Y cuando Hank gruñó y empezó a moverse, Jim añadió, —Tengo una cuerda en la camioneta. — Y saltó a buscarla. —No queremos a la manada aquí, — me dijo Adam muy tranquilamente, pensé que explicando por qué no me había dejado llamar a Samuel. —Primero —los lobos no se llevan bien con el agua. Segundo —piensa en lo que esa cosa podría hacer con una manada de hombres lobo. —¿No pararía eso la magia de la manada?— Pregunté. Si el diablo del río podía controlar a Hank, otro caminante, quizás no era mi parte caminante la que había impedido afectarme. Quizás era la manada, o incluso mi vínculo de compañeros con Adam. Adam sacudió la cabeza. —Quizás. Pero no estoy dispuesto a correr el riesgo. No a menos que las situación se vuelva mucho más desesperada. —Te recuperas rápido, — dijo neutralmente Jim mientras regresaba con la cuerda. —Los hombres lobo lo hacen, — dije, y recordé que uno de los efectos secundarios de la rápida recuperación era una necesidad, incluso mayor que la habitual, de comer. Adam necesitaba comer carne —mucha, contra más cruda mejor. Estaba manteniendo el control, lo que no podía ser fácil, con su herida expuesta a todos estos extraños, posibles hostiles. Los lobos alfa no pueden permitirse este tipo de debilidades. Él ocultaba su dolor muy bien, pero todos sabían que había sido disparado y podían ver la sangre. —Traeré algo de comida,— le dije. —No,— dijo Adam agarrándome el brazo antes de que pudiera irme. —Todavía no. Primero terminaremos esta reunión. No quería mostrar ninguna debilidad más delante de estas personas. Supongo que puedo comprenderlo, pero no me hacía gracia. Pero era un alfa, y yo era su compañera. Ya discutiría con él en privado... Vale, ¿a quién quería engañar? Discutiría con él en frente de la manada. Pero no delante de extraños. Bueno, no cuando estaba herido.

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Él miró a los otros, que mayoritariamente estaban trabajando para atar a Hank con la cuerda de Jim. Gordon había ido a supervisar a los demás. Adam levantó su mano sana hacia mí, y dijo en voz baja, —Échame una mano. Lo hice, e intenté no mostrar la cantidad de fuerza que requirió ponerlo de pie. Caminó —sólo un poco tieso — hacia la mesa de picnic y apoyó la cadera en ella. Aparentemente, estaba satisfecho con el trabajo que había hecho Fred porque no dijo nada hasta que Fred había terminado de atar como un cerdo a su hermano. Es difícil atar a una persona para que no pueda escapar. Cuando tenía unos 10 años, un grupo de críos de Aspen Creek, inspirados por alguna película u otra cosa, pasamos todo un mes atándonos unos a otros durante el recreo con las cuerdas de saltar hasta que llegó Bran y lo detuvo. Probablemente no le habría importado si no hubiéramos dejado a Jem Goodnight atada a los columpios después de sonar el timbre. Nos sentimos justificadas, ya que Jem nos dijo que ninguna chica podría atarlo de tal forma que no pudiera escapar. —Las chicas,— había dicho, —no pueden hacer nudos. Nos llevó tres recreos hacerlo bien, pero después de media hora trabajando en ello, había sido necesario el cuchillo de Bran para liberar finalmente a Jem. Yo podía atar cabos, chica o no. Bryan, que había sido marinero en un antiguo velero, me había enseñado desde la primera vez que me até los cordones. El teléfono de Adam sonó, y echó un vistazo a la pantalla antes de responder. Con una mueca lo abrió y dijo, —Estoy bien, Darryl. Sólo un malentendido. — La conexión con la manada a veces podía ser una molestia, como cuando Adam había sido disparado y no quería que la manada viniera corriendo. —Estás herido,— dijo la voz de Darryl, y creo que la única persona que no lo oyó fue Jim. —Es mínimo. —Sentimos como si hubieras sido disparado,— dijo secamente Darryl. —Sé cómo se siente una bala. ¿Tuviste un malentendido en tu luna de miel que acabó contigo recibiendo un disparo? Podemos estar allí en un par de horas. —Fue un malentendido,— gruñó Adam, hablando más bajo, como si eso hiciera a Darryl más obediente. — Quedaros dónde estáis. Te llamaré si te necesito. Hubo una pausa. —Déjame hablar con Mercy. —¿Quién es el alfa? — La voz de Adam era una pequeña amenaza. —Tú,— le dije, y le arrebaté el teléfono de la mano. —Pero esto es una venganza por hacer que el pobre Darryl cuidara de mí cuando estabas en D.C. Hola, Darryl. Fue disparado por una 50mm en el hombro, plomo. Ahora mismo no estamos seguros de lo que está pasando, pero la emoción ha acabado por esta noche. Si te necesitamos, te llamaremos. Aparecer ahora podría no ser una buena idea. —¿El jefe está bien? —Gruñón,— que era la abreviatura de herido, que no lo diría, y Darryl lo comprendería. Los lobos nunca admiten como de malheridos están. —Pero está bien. Estamos a salvo y no hay necesidad de un rescate.

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—Suficientemente bueno. Mantendré todo listo por si hay algún cambio. —¿Cómo está Jesse?— Pregunté. —¿Ha estado yendo a fiestas y viviendo la vida salvaje?— Jesse era un buen cambio de tema porque Adam y Darryl se relajaron tan pronto como Darryl respondió. —Se tiñó el pelo de naranja y tiene cuerdas moradas brillantes,— dijo en un tono moderadamente horrorizado e intrigado a la vez. —Supuse que como lo hace cuando Adam está aquí, no me mataría. ¿Sabe que teñirse demasiado podría hacer que su pelo se volviera verde? Solté un bufido. —Su pelo era vede. ¿Lo echas de menos? —Lo olvidé,— dijo. —Quizás no tener hijos es una buena idea después de todo. Dile al jefe que aquí todo está bien. —Lo haré,— dije. —Buenas noches. Le tendí de vuelta el teléfono al lobo que era mi compañero. —Se quedarán en casa. Cogió el teléfono sin decir una palabra, pero pude ver asomando su hoyuelo. Jesse desconcertando al gigante e intelectual, que era el segundo de Adam, era algo bastante divertido en lo que pensar. —Lo siento,— dijo Adam a los otros. —Asuntos urgentes, a menos que queráis estar en la boca de los hombres lobos. —¿Él sabía que estabas herido?— Preguntó Fred. —Es de la manada,— le dijo Adam. Luego, tal vez para evitar preguntas sobre cosas que Bran no quería que el público supiera sobre los hombres lobo, continúo rápidamente, —Lo que necesitamos averiguar es qué hay en el río. ¿Cuánto daño está haciendo esa criatura? Realmente no tenemos muchos datos para seguir, a parte de un montón de historias de miedo sobre monstruos. Como único representante aquí de los monstruos… es mi obligación asegurarme que estamos mirándolo desde una perspectiva objetiva. Lamento que la hermana de Benny fuera asesinada y Benny herido. Sin embargo, la gente es herida por — dudó,— también por ataques de osos. Sólo porque algo es peligroso, no lo hace malvado. ¿Estaba defendiendo su territorio? ¿Tenemos razón al pensar que es una sola bestia? ¿Cómo de inteligente es? ¿Se puede negociar para mantener a salvo a la gente? ¿Debemos matar a la última o casi última de su especie porque ha asesinado a un mujer y herido a su hermano? ¿Hay alguna forma de solucionar esta situación sin más muertes? Cuando eres un hombre lobo, pensé, es un poco difícil señalar a otro depredador y gritar “Es un monstruo aterrador, ¡matarlo! ¡Matarlo!” Me froté la pantorrilla, aunque en ese momento no me estaba picando. Los ojos de Hank estaban abiertos, pero no dijo nada o miró a alguien. En lugar de eso, echó un vistazo al río con una intensidad que me estremeció. —Tengo un amigo en le Patrulla del Río,— dijo Fred. —Puedo averiguar cuántas bajas se han producidos en el río.— Él miró a Gordon. —¿Hay alguna historia sobre como las personas se liberan de esa marca? Gordon negó con la cabeza. —No lo sé. Pero preguntaré.— Miró a Adam. —No es algo con lo que pueda negociar, señor Hauptman. Es el Hambre. —Soy un hombre lobo,— le dijo Adam. —También habría dicho eso la gente sobre mí hace un siglo.

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—Esto,— dijo Gordon, — no es tan benigno como un hombre lobo o un oso pardo. Fred, arrodillado en el suelo al lado de un hermano atado como un cerdo, frunció el ceño repentinamente hacia Gordon. —Pensé que habías venido con ellos,— inclinó la cabeza hacia la caravana, por lo que se refería a Adam y a mí, —Hasta que te nombraste a ti mismo como el abuelo de Calvin. Pero el padre del padre de Calvin Seeker está muerto. Yo conozco al padre de su madre. ¿Cómo es que tú eres su abuelo? Gordon sonrió, la hendidura de su frente lo hacía parecer tan indefenso como de repente estuve segura que no lo era. —Soy un hombre viejo,— le dijo a Fred. —¿Cómo debería recordarlo? —Responderé por Gordon,— dijo Jim, aunque no sonaba entusiasmado o seguro. —Y también lo haré por Calvin. Pienso que deberíamos llevar a Hank al hospital, dónde puedan revisarlo. No parece mejorar. —Le di bastante fuerte,— dije, casi disculpándome, que era lo mejor de lo podía hacer teniendo en cuenta que había disparado a Adam. —No me di cuenta que había agarrado el bastón, y no otro palo, hasta después. —Comprensible,— dijo inesperadamente Fred. —Mi esposa cogería un bate de beisbol contra alguien que me disparara. —Lo tiene,— dijo Jim. —Lo recuerdo. Esa vez también fue Hank, ¿no? —No tenía intención de hacerlo,— dio Fred. —Fue en Irak, la Tormenta del Desierto. Lo sorprendí de centinela y me disparó. Luego lo golpeé durante un mes. Cuando apareció en mi casa para ver como estaba, mi Molly lo persiguió por todo el patio delantero con el bate de mi chico hasta que lo golpeó en el trasero. Lo bueno es que es un bate de plástico, o ahora Hank no podría caminar. ******* Se fueron. Jim, Fred y Hank se montaron en la camioneta de Jim con Hank atado y colocado tan cómodamente como era posible en la parte de atrás de la camioneta, con su hermano estabilizándolo. Monté con ellos para dejarlos salir, y cuando volví, Adam estaba solo. Estaba de pie —creo que estaba preocupado por si se sentaba y no podía volver a levantarse. —Comida,— le dije. Pero negó con la cabeza. —No. Ducha. Luego comida. Después de comer, querré dormir. No puedo dormir seguro cubierto de sangre y arriesgarme a que el lobo se despierte sin mí y entre en pánico. Estaba preocupado por estar demasiado débil como para no poder controlar a su lobo. Para el lobo, toda esa sangre despertaría su parte defensiva y estaría listo para luchar. Tenía razón, la oscuridad ocultaba la peor parte, pero no se podía negar que tanto él como yo estábamos cubiertos por su sangre. —Está bien,— dije y me apresuré al interior de la caravana para coger ropa limpia y toallas. Volví y le hice entrar en la camioneta porque —No puedo llevarte si te desmayas.— No discutió mucho, lo que me demostraba lo malherido que estaba. Nos duchamos juntos en el vestuario masculino, porque fue hacia dónde se dirigió y, bueno, no había nadie más en el camping, así que ¿importaba a qué vestuario fuéramos? El vestuario masculino era marrón en lugar de verde, pero tenía las mismas enormes duchas con enormes cabezales de ducha. Al final de la ducha, se apoyaba completamente en mí.

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—Tal vez debería haberme lavado sólo con un paño húmedo y cambiado de ropa,— admitió. La marca en su pecho, dónde Gordon había abierto para sacar la bala, estaba rojo encendido, pero se curaría tan pronto como el resto de daños. Transformarse en lobo, comida y dormir le sentaría bien. —Mercy,— dijo. —Estaré bien. Me controlé a mí misma porque ya estaba lo suficientemente preocupado por mí al tener que dejar salir a su lobo. —Lo siento. Sé que lo estarás.— Gruñí un poco, no en serio, sólo lo suficiente para que supiera que no estaba feliz. —No me gusta esto de que estés herido. Y me gusta aún menos que pudo haber sido peor. —Bien.— Levantó la cabeza del agua. —Trataré de asegurarme que siempre te sientas así. Mi madre solía amenazar con disparar a mi padre. Apenas podía mantenerse en pie y estaba bromeando. Le mordí el hombro. —Comprendo porque ella podía tener esa tentación. Te diré algo. Si me vuelves tan loca como para tener que apuntarte con un arma, apuntaré justo entre tus ojos. —Entonces, ¿no lo sentiría? — Preguntó. Lo volví a morder, pero gentilmente, sólo un roce de mis dientes. —No. La bala sólo rebotaría en tu cabeza dura. Se echó a reír. —Aves del mismo plumaje, Mercy. Si Hank hubiera cargado su arma con balas de plata, nunca más habría podido oír esa risa de nuevo. Hace dos años, las balas de plata significaban que alguien tenía que fabricarlas, yo había hecho las mías. Después que los hombres lobo salieran a la luz pública, repentinamente la gente podía comprar balas de plata en el Wal-Mart. Los polis no estaban muy contentos por ello, ya que la plata funciona muy bien perforando chalecos antibalas, pero sin legislación, cualquiera que quisiera gastarse 30 dólares podía conseguir una. Hank sabía lo que Adam era, y aun así su arma había estado cargada con plomo. Para mí, eso indicaba que no había estado planeando disparar a Adam —o realmente estaba en bancarrota y no podía permitirse 30 pavos. Se me ocurrió otra pregunta. ¿Por qué había disparado a Adam en lugar de a Fred, Jim, Gordon o a mí? Asumiendo que estaba bajo el control del diablo del río o lo que fuera, quizás él o ello o todos ellos habían decidido que el hombre lobo era la mayor amenaza. Podía comprender ese razonamiento por lo menos en cuanto a Fred y a mí se refería. ¿Quién se preocuparía por un halcón y un coyote cuando hay un hombre lobo en la fiesta? La premonición de la Chica Yo-yo indicaba que Adam era importante. Quizás el diablo del río sabía el por qué. Apoyé a Adam contra la pared de la ducha y lo sequé tan rápido como pude. Le eché un vistazo mientras hacía lo mismo y me vestía. —Podrías cambiar ahora,— le sugerí.

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Negó con la cabeza. —No hasta que coma. El lobo está fuera de quicio. No puedo protegerte y hay peligro alrededor. Es demasiado fácil hacerte daño cuando estoy así. Bufé de forma poco elegante. —¿Yo, frágil? Has dado con la mujer equivocada. Yo no me rompo, reboto. Además, somos compañeros, ¿lo recuerdas? Tu lobo no me hará daño. —Eso no siempre es verdad,— gruñó mientras le ayudaba con unos pantalones de chándal. —Pregunta a Bran. No voy a correr el riesgo. —Vale,— dije. —Volvamos a la camioneta,— dije. —Camisa,— insistió. —Nadie te va a ver la marca y saber que has sido herido.— Que no dijera que nadie se daría cuenta de lo mal que estaba Adam fue algo asombroso. La fuerza de voluntad estaba bien y todo eso, pero hay límites. —De todas formas no hay nadie aquí para verte excepto yo. —Camisa,— insistió. La discusión estaba tomando energías que ninguno de nosotros tenía. Así que agarré la camisa que había traído y le ayudé a ponérsela. La camisa de seda italiana se veía un poco extraña con los pantalones de chándal, pero ¿quién lo iba a ver? De vuelta en la caravana, se sentó en la pequeña mesa y comió con una intensidad feroz y silenciosa. Le di la última hamburguesa y los filetes descongelados antes de empezar con las cosas congeladas. Felizmente, había un microondas en la Caravana de las Maravillas. Cuando acabé de cortar la carne congelada, vi la velocidad a la que estaba comiendo y supe que no sería suficiente. Por lo que hice tortitas en la pequeña y maravillosa cocina y tuve una pila de tortitas calientes esperando por él cuando acabó con la carne congelada. Me miró cuando se las puse delante, pero se comió las tortitas con el mismo ritmo constante que se había comido el resto de alimentos. La carne era mejor, pero las calorías eran las calorías. Terminó antes de que yo pusiera la última mezcla en la sartén, poniendo el plato a un lado para así saberlo. —Vale,— dije. —Cambia ya. —Tienes que irte,— dijo. —Va a ser doloroso. Dame unos veinte minutos. Salí y esperé fuera cinco minutos mientras nuestro vínculo me permitía saber exactamente lo herido que estaba. El cambio, para los hombres lobo, ya era lo suficientemente malo cuando no estaban heridos. Cinco minutos fue todo lo que pude soportar. No podía ayudarlo, pero tampoco podía dejarlo sólo. —Voy a volver a entrar,— le dije, así no pensaría que era un extraño. La única concesión que hice por seguridad fue sentarme en la parte más lejana de la caravana hasta que el lobo estuvo sobre sus cuatro patas. Empezó a temblar por los últimos estremecimientos del cambio y se detuvo bruscamente. Debía haber dolido. —Hora de irse a la cama,— le dije firmemente. —¿Necesitas ayuda?

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Estornudó hacia mí, luego trotó por las escaleras hacía la cama sólo con un ligero problema al andar. Si yo no hubiera estado allí, probablemente habría sido una cojera, pero que estuviera molestándose en ocultarlo era una buena señal, iba a estar bien. Me subí a la cama y me instalé a su lado, tocándolo con cuidado. Pero él se acercó más con un suspiro de impaciencia, por lo que dejé de preocuparme de hacerle daño. Tras un momento, nos cubrí con las mantas. Él no las necesitaba, pero yo sí. La noche era cálida. También debería tener calor, especialmente enrollada en el gran pelaje de Adam. Pero tenía frío. Esperé hasta que se durmió para empezar a temblar. Podría haber muerto. Si Fred hubiera sido medio segundo más lento o Hank medio segundo más rápido. Mío. Él era mío, y ni siquiera la muerte lo alejaría de mí —no si yo podía evitarlo. ******* Estaba bastante segura que estaba soñando cuando salí de la cama, dejando a Adam durmiendo bajo una pila de mantas. Parecía tener calor, con su larga lengua expuesta al aire, así que le quité las mantas de encima. Me puse mi ropa y seguí la extraña compulsión que me sacó de la caravana y hacia el río. Debía ser muy tarde porque sólo había unos cuantos camiones en la carretera al otro lado del Columbia. En el extremo oeste de la piscina había una gran formación rocosa. La escalé y me senté en la cima, con los pies colgando sobre el borde. Mis dedos estaban a 3 metros por encima del río, que se precipitaba misteriosamente hacia el Pacífico. Cuando el hombre subió y se sentó a mi lado, no me asusté. Su rostro estaba en la sombra, sostenía algo para mí —una brizna de hierba. La cogí y me la metí en la boca. Por su silueta, pude ver que estaba masticando otra, las semillas del extremo se balanceaban tranquilamente en el aire. Una pareja de palurdos a la luz de la luna. Podía haber sido casi romántico; en lugar de eso era pacífico. Debimos estar sentados allí en completo silencio durante diez minutos antes de que él dijera, —No estás dormida, lo sabes. Saqué la hierba de mi boca y la arrojé al río —o eso es lo que quise hacer. Una ráfaga pérdida de viento la atrapó y en su lugar voló hacia la orilla del río donde estaba la piscina natural. —¿No debería sentir la necesidad de gritar y correr?— Pregunté. —¿Deberías? — Sonó medianamente interesado. —No. — Lo consideré. —Aunque estoy bastante convencida de que probablemente estoy soñando. — Disculpándome me encogí de hombros. —A pesar de tu afirmación de que no lo estoy. Miró la media luna y entrecerró los ojos en ella, como si pudiera ver algo en ella que yo no podía. — Supongo que es porque estabas dormida cuando te pedía que salieras aquí. No sabía si funcionaría. No puedo hacer muchas cosas de las que solía hacer. Aunque no estoy mintiendo. Estás completamente despierta.

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La luna iluminó la cara de un hombre que había muerto hacía más de treinta años. Un hombre que había sido un fantasma, bailaba para mí a plena luz del día. Era guapo y joven, con un aire de cuidado-soy-un-demonio que era obvio incluso en tan poco espacio de tiempo. —¿Eres mi padre? — Pregunté. Negó con la cabeza, el movimiento enfatizado por la hierba de su boca. —No. Lo siento y todo eso. Pero tu padre fue Joe Viejo Coyote. — Lo pronunció como dos sílabas en lugar de tres. Kye-ota no Kye-oat-ee. — Murió en un accidente de coche y un lío con un par de vampiros. A ellos no les gustan mucho los caminantes, y él les gustaba menos que la mayoría. Yo pensaba que sabía porque nadie excepto yo había visto el fantasma esta noche. Si puedes ver fantasmas a la luz del día, puedes descubrir donde duermen los vampiros sin importar la magia que usen para esconderse. Siempre lo había atribuido a ser una caminante, pero los otros caminantes no podían, tal vez había algo en lo que Gordon Seeker había influido fuertemente. —Oh, eso,— dijo, como si yo hubiera hablado en alto. —Sólo porque puedas ver algo no significa que lo tengas. Habría pensado que alguien que vive con hombres lobo lo sabría. Quiero decir, ¿quién, excepto un idiota, vería a un hombre lobo y pensaría “un perro”? Aún así lo hacen. —Es la magia de la manada,— le dije. Asintió con la cabeza. —Algo es. Seguro. Pero aun así. Los caminantes ven fantasmas, pero esos dos se enseñaron a sí mismos a no ver muertos hace bastante tiempo en “una galaxia muy, muy lejana”. Un hombre no puede luchar en una guerra si no puede ver a los muertos y aun así mantener la cordura. Así que hicieron su elección. —¿Viste La guerra de las Galaxias?— Pregunté. —Joe lo hizo,— respondió como si eso tuviera sentido. —Le encantó. Una historia indios-y-vaqueros donde los indios son los chicos buenos y todos pelean con espadas. —¿Indios y vaqueros? — Pregunté mientras procesaba la primera parte de la frase. Soltó un gruñido. —Piensa en ello. El bien frente al mal. El enemigo tiene mejor armamento y parece imposible de derrotar —los invasores europeos. Los buenos chicos son pocos y se restringen a unos pocos héroes valientes con una extraña conexión con La Fuerza. Indios. Nunca había pensado de esa forma, pero suponía que podía ver a lo que se refería. Por supuesto, la gente también decía que “Puff, the Magic Dragon” era sobre drogas. Para mí, La Guerra de las Galaxias era la ópera del espacio y “Puf” una canción de niños que habla sobre crecer y dejar tus sueños atrás. —¿Qué pasa con los Ewoks?— Pregunté. —¿No se supone que son los indios? Me sonrió, sus afilados dientes brillaban blancos bajo la luz de la luna. —No. Los indios no son adorables y peludos. Los Ewoks eran un buen producto de marketing. Tomé una bocanada profunda del aire de la noche y le olí. El fantasma que había bailado para mí, que luego se había convertido en coyote.

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—¿Por qué bailabas? Pensaba que eras un fantasma. —Ese fue un fantasma,— dijo. —Ese era Joe. Estaba preocupado porque te estabas dirigiendo al peligro.— Me dirigió una mirada divertida. —No es como si no hubieras estado en varias situaciones peligrosas desde que naciste. Pero esta es diferente porque me llamaron por alguna razón. Las cosas que tienen que ver conmigo tienden a ser caóticas —y el caos puede ser fatal para espectadores inocentes. —No soy un espectador inocente,— le dije. —Pero él es tu padre. Tiene derecho a preocuparse. —¿Qué significa el baile?— Pregunté. —No es un hechizo,— dijo. —Algunas danzas son un hechizo, como la danza de la lluvia o la danza de los espíritus. Esta era una danza de celebración. Un indio podría describirla como “Mira, Apistotoki, aquí está mi hija. Mírala. Ve su gracia y belleza. Preserva a esta hija mía.”— Me miró de forma astuta. —O podría describir la danza como “Mira, Dios, ve lo que hice. Muy atractiva, ¿eh? ¿Podrías echarle un ojo? Para mí. Esa danza había sido para mí. —Cuéntame,— dije, tragándome los sentimientos que se estaban revolviendo en mi interior. Había tanto que necesitaba saber, y esta podía ser mi única oportunidad. —Háblame sobre Joe Viejo Coyote.— Pasaba algo raro. Alguna conexión entre mi padre y Coyote, y no podía comprenderla. Las preguntas directas no funcionaban muy bien; quizás podría conseguir algo si me iba por las ramas. Y tal vez podría aprender más sobre mi padre que lo que mi madre había sido capaz de decirme. El hombre que se parecía a mi padre gruñó. —Era un jinete de rodeos. Esperé, pero parecía que era todo lo que iba a decir. —Ya sabía eso,— le apunté. —No era un Pies Negros. Ni tampoco un Pie Negro. Eso era información nueva. —Le dijo a mi madre que lo era. —No.— Negó con la cabeza. —No. Estoy bastante seguro que le dijo que era de Browning. Todo lo demás son conclusiones suyas. —¿Era de Browning? — Pregunté. Me dolía el corazón, y no estaba segura de por quién. ¿Por mi madre que había sido demasiado joven? Quizás. —Estaba aburrido y sólo,— dijo con una timidez socarrona. —Así que quizás me decidí a ser otro tipo un tiempo. Quizás. Joe hizo su entrada en un bar en Browning. Dio vueltas por ahí con otros de su pueblo durante un tiempo, luego entró al rodeo.— Hizo un ruido de satisfacción. —El caos hace su agosto en un rodeo. A él también le encantaba. Amaba los olores, amaba el dolor tras un buen rodeo, amaba la lucha con los toros, sobre todo porque aquellos toros se lo pasaban bien con él. Ellos enfrentaban su fuerza contra él. Podría haberlos montado durante horas, y ellos podrían haberme matado después. Pero Joe, era diferente. Algunas veces ganaba; algunas veces lo hacían ellos. Como contar golpes. Él cumplía las reglas, y lo amaban por ello.

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¿Coyote había decidido ser Joe Viejo Coyote? Entonces, ¿por qué dijo que no lo era y hablaba de Joe Viejo Coyote en tercera persona? —Entonces, Joe nació en Browning,— dije lentamente. —Podría decirse,— estuvo de acuerdo Coyote. —Joe inicialmente lo hizo. —Joe fue una persona en la que te convertiste,— dije como si estuviera segura, y él asintió. —Exactamente. —Así que fuiste Joe Viejo Coyote, pero Joe no eras tú. —Más o menos.— Coyote tocó el suelo con las manos. —La explicación de estas cosas no es dónde residen mis talentos. Yo creé a Joe, luego viví en él hasta que murió. Él no era yo, y yo no era él, pero ocupamos la misma piel durante un tiempo. Mientras Joe caminó por esta tierra, yo caminé con él —aunque él nunca lo supo. Simplemente había cosas por las que no se preocupaba mucho, como su niñez. Cuando murió, yo renací como yo —y él murió. Tal vez porque era de noche, tal vez era porque estaba sentada a la luz de la luna al lado de Coyote, pero de repente todo tuvo sentido. Como ese bicho oculto en la película Los hombres de negro, Coyote había llevado el traje de Joe. A diferencia del traje humano del bicho, Coyote había tenido una vida propia. —¿Joe fue real? Coyote asintió. —Y también lo es su fantasma —incluso aunque ese sea yo. Tomé la firme decisión de no cuestionar esa afirmación. Estaba sintiendo que lo comprendía, y el fantasma de una persona real que realmente no era una persona me volvía a sacar del juego. —Si había nacido en Browning,— le dije a Coyote, —quizás eso lo hace un Pies Negros. Piegan.— De repente me di cuenta de dónde había conseguido Joe su nombre, y eso me hizo sacudir la cabeza. —Los Pies Negros cuentan historias sobre el Hombre Viejo, ¿no? Él es un tramposo. Es el Cuervo y los Lakota en esa parte del país que cuentan historias de Coyote. Para los Pies Negros, el Hombre Viejo juega la parte del Coyote. El Hombre Viejo y Coyote. Viejo Coyote. Joe, porque sólo es otro Joe. El hombre a mi lado se río, un sonido débil y complacido. —Tal vez eso lo hace un Pies Negros. Algo, de todas formas. Le gustaba Browning, sabían cómo divertirse, los indios en Browning. —Y luego conoció a mi madre.— Mi padre una creación del aburrimiento de Coyote. O quizás la soledad. Eso debería haberme hecho sentir menos persona, pero de alguna forma no lo hizo. Mi padre siempre había sido esa persona irreal para mí, una foto en blanco y negro y unas cuantas historias que mi madre me había contado. Lo había visto bailar, había escuchado ecos de su voz en la de Coyote. Coyote echó la cabeza hacia atrás y río, y escuché los aullidos arriba y abajo por su garganta, llamando a su risa. —Marjorie Thompson. Marji. ¿No era ella algo?— Hubo una especie de reverencia temerosa en su voz. — ¿Quién hubiera pensado que una cría sería tan difícil sin ser duro? Si alguien hubiera podido vencer a Joe, habría sido Marji. De todas formas, él pensaba que ella era la única.

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—Pero los coyotes no tienen compañeros de por vida, ¿no? — Intenté mantener mi voz neutral. —Él lo habría hecho,— dijo Coyote. —Oh, lo habría hecho. La amaba demasiado. Su voz, sincera y profunda, me impactó. Tuve que frotarme los ojos. —Si la hubiera conocido antes, no habría matado al nido de vampiros más allá de Billings,— dijo después de un rato. —Pero tenían que ser asesinados, y él estaba allí. Joe siempre pensó en sí mismo como un héroe, ya sabes —no el tipo de héroe que yo soy, pero sí del tipo de Luke Skywalker. Rescatando a las princesas, matando a los diabólicos villanos. Miró hacia el agua, y dijo, como si fuera un nuevo descubrimiento, —Tal vez de ahí te viene a ti. Siempre asumí que simplemente era demasiado La guerra de las Galaxias, pero quizás era genético.— Después de pensarlo un momento, negó con la cabeza. —No. Sé de dónde vienen sus genes. Creo que debe haber sido por La guerra de las Galaxias. —¿Los vampiros? – Dije con firmeza. —Exacto. Sabía que matarlos haría que los vampiros fueran tras él, pero no estaba muy preocupado porque sólo se trataba de él. Y luego llegó Marji, y no pensaba en nada. Especialmente nada sobre vampiros. No hasta que vio a un par de ellos hablando con ella una noche. En ese momento empezó a pensar mucho en los vampiros. Dejó que le echaran un vistazo para despistarlos y los alejó en una alegre persecución. Lo estaba haciendo bastante bien hasta que se le reventó una rueda. Arrojó con un gesto violento el trozo de hierba y cayó en el río. —No sé si los vampiros lo planearon o no. Pero lo encontraron cuando estaba atrapado y le mataron. La historia hizo que me doliera el corazón, pero no de mala manera. Más como una herida que acababa de ser limpiada con agua oxigenada o betadine. Picaba, pero pensé que al final se curaría mejor. —Entonces, cuando mi padre murió, ¿te fuiste? — Pregunté. —Sólo yo,— dijo. Estuvimos sentados en silencio otro rato; quizás los dos llorando a Joe Viejo Coyote. El hombre que se parecía a mi padre rompió el silencio. —No sabía de tu existencia. —Lo sé. Mi madre me lo dijo. —Yo no supe sobre ti hasta mucho después. Entonces paré a inspeccionarte. Parecías feliz corriendo con los lobos. Parecían desconcertados —que es como debería ser cuando un coyote juega con lobos. Así que supe que estarías bien.— Me miró. —Eso es lo que me dijo Charles Cornick cuando me vio observándote. Me mandó el recado embalado con una pulga en la oreja.— Sus ojos sonreían aunque su cara estaba completamente seria. —Terrorífico, ese. —Ya lo creo,— le dije con sinceridad. Río. —No para ti. Es un buen hombre. Sólo un mal hombre tiene que temer a un buen hombre. —Ja,— dije. —Obviamente nunca has sido pillado haciendo algo que Charles desaprueba.

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Nos volvimos a sumir en el silencio. —¿Qué puedes decirme sobre la cosa del río? — Le pregunté finalmente. Hizo un sonido desagradable. —Puedo decirte que ella no es una pobre criatura incomprendida. Gordon tenía razón. Ella está Hambrienta, y no estará satisfecha hasta que consuma al mundo. Ella. Eso respondía a muchas cosas. Había sólo una. Esto parecía más manejable que un enjambre de monstruos que podían morder a una mujer por la mitad y hacer que un hombre disparara a Adam. —¿Cómo es de grande?— Pregunté. Me miró y se metió la lengua en la mejilla. —¿Sabes? Esa es una buena pregunta. Creo que deberíamos descubrirlo. Y me tiró al río.

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Capitulo 9 El agua estaba helada y cerrándose sobre mi cabeza, cubriéndome en el silencio y la oscuridad. Por un momento, el impacto de la caída, el frío y la enorme sorpresa, congelaron mis músculos, y no podía moverme. Entonces mis pies golpearon el lecho del río, y el movimiento de alguna manera despertó cada nervio gritando con urgencia. Me empujé hacia arriba, saliendo a la superficie y tomando aire. Podía oír su risa. Hijo de puta. Lo mataría. No me importaba si era Coyote o el hijo de Satanás. Él era un hombre muerto que caminaba. Golpeé hacia afuera nadando tratando de salir del apuro, a pesar que significaba luchar contra el río. Pero por la próxima milla río abajo, más o menos, la orilla del río era la cara del acantilado, y no quería quedarme en el río para siempre: había un monstruo aquí en alguna parte. Un niño pequeño que caminaba por la orilla podría vencerme, a pesar de los progresos hacia adelante que hice. Sólo era una nadadora buena, con fuerza pero sin técnica. Fue suficiente para vencer el flujo lento del Columbia, pero no por mucho. Dos nutrias asomaron la cabeza a mi lado y gruñí hacia ellas. De alguna manera sabiendo que eran Faes, las hacia menos una amenaza que las nutrias de río reales, aunque esperaba lo contrario de verdad. Estaba demasiado ocupada luchando contra el río como para preocuparme de ajustar mis creencias de acuerdo a la realidad. Ellas desaparecieron bajo el agua durante unos minutos antes de que una apareciera de nuevo, mirando mi lento progreso con evaluación serena. —Nadaría más rápido si yo fuera tú,— observó Coyote. La furia alimentó mis golpes, y finalmente lo hice alrededor de la curva y en la poca profundidad del agua más lenta. Nadé hasta que el agua estaba hasta mi cintura y me tambaleé hacia la orilla sobre mis pies. Coyote se metió en el agua hasta las rodillas y se detuvo a mirarme. —¿Qué has averiguado?— Preguntó. —Que eres un idiota,— le dije, mi voz vibraba involuntariamente con el frío. —Que en… Algo estaba envuelto alrededor de mi cintura y me tiró, y tenía la cabeza bajo el agua otra vez. Luché, hundiendo los pies en el fondo, pero me atrajo lentamente hacia el agua más profunda. Me las arreglé para sacar mi cara fuera del río y jadear por aire. Tan pronto como llegó el oxígeno a los pulmones, grité el nombre de Adam con un volumen que habría hecho honor a una actriz de películas clase B de una película de terror.

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Coyote agarró mis muñecas, y luego cambió su agarre hasta que sus brazos se envolvieron alrededor de mi torso. Empezó a tirar de mí hacia la orilla, y las hebras alrededor de mi cintura se apretaron hasta que ya no pude respirar. —Vamos a ver qué pescamos,— murmuró sin aliento en mi oído. —Debe ser interesante. No había oído a Adam. De repente, no era más que una sombra de piel y colmillos. Cerró la boca en algo justo debajo de la superficie del agua, y su peso sobre la cosa que me envolvía nos sacudió a Coyote y a mí fuera de nuestros pies dándole la espalda al río. Las cintas ya demasiado apretadas me soltaron, entonces Coyote me agarró del brazo y tiró de mí hacia arriba. —Corre,— dijo. Pero miré a mi alrededor por Adam. No lo iba a dejar en el río con el monstruo. El lobo golpeó mi cadera, sano y salvo, así que dejé a Coyote sacarme del río y corrí con él lo más rápido que pude hasta la orilla de la empinada cresta que separaba la playa para nadar del resto del campamento, Adam mantenía el ritmo con nosotros. Coyote nos mantuvo corriendo alrededor de cuatro grandes zancadas en la hierba antes de darse la vuelta. El río estaba tranquilo y negro, la superficie ocultaba cualquier cosa que hubiera debajo. A mi lado, Adam rugió un desafío que habría hecho honor a un oso pardo. Coyote se unió en un grito agudo que me dolieron los oídos, su cara exuberante y riendo. Algo húmedo y blando rodó por mi pierna y cayó sobre mi pie descalzo. Parecía un trozo de manguera contra incendios, si la manguera contra fuego se hiciera de las cosas que hacen los gusanos gomosos cubiertas de pelo corto, la plata brillaba a la luz de la luna. Uno de los extremos era irregular, el que Adam había cortado, y el otro era estrecho, luego se amplió en una bola del tamaño de una pelota de softball. Algo más, ni lobo ni coyote, bramaba como un toro enfurecido. Y el diablo del río se rebeló a sí mismo. . . a sí misma, si pudiera creer en Coyote. Y hasta se puso de pie, como una cobra encantadora de serpientes. Aunque su cuerpo se parecía a una serpiente gigante, la impresión general que tuve fue, como lo había estado viendo en el petroglifo, de un dragón chino. Un enorme dragón chino, descomunal y gigantesco. Su cabeza sin duda podría haber inspirado el petroglifo. Era triangular, como la de un zorro, con enormes ojos verdes. Rodeando la cabeza en la base de su cráneo, como un collar de serpientes o como los pétalos de una flor, largos tentáculos retorcidos y se retorcían como una ola, no precisamente al unísono, pero no de forma independiente, tampoco. En la parte superior de su cabeza dos cuernos de color negro brillante, retorcidos y enrollados hacia atrás, como una oveja de montaña. Desde el frente, se parecía mucho a que tenía un par de orejas. El impacto total de su color era silenciado por la luz de la luna, y aunque pude ver aquí y allá, un toque de verde y oro, en su mayoría se limitó a plata y negro. Abrió la boca y dejó escapar un segundo rugido furioso. Apagados por el agua, empequeñeció los aullidos de Adam, al igual que en mayor parte empequeñeció a nosotros tres. Pero no fue el sonido lo que me asustó.

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La parte delantera de su boca estaba llena de largos y puntiagudos dientes —como los del petroglifo. Dientes diseñados para arponear y mantener a su presa. Sus dientes posteriores eran muy desagradables. Sin muelas, pero si dientes con forma de serrucho. Los dientes que podían cortar los pies de un hombre, y ella ni siquiera se daría cuenta hasta que los ingiriera. Ella se arrojó hacia nosotros, y su cabeza cayó con un impacto que casi me tiró de mis pies otra vez. Sus tentáculos extendidos hacia delante... —La tierra es mía,— dijo el Coyote. —Aquí no reinas. Todavía no, y no en la vida.— Dio un paso entre nosotros y ella, de pronto tenía cuchillos largos con dientes de sierra en sus manos. —Solo inténtalo. Solo inténtalo. Su cabeza en la tierra, sacudió sus tentáculos traseros y le gritó a él, un malvado sonido agudo, mientras que ella nos daba una visión de cerca y personal de los dientes afilados. De repente, ella giró la cabeza hacia atrás, al río, más rápido de lo que una cosa tan grande debería haber sido capaz de moverse, y desapareció en el agua tronando y llevando grandes olas a la costa. Coyote se volvió hacia mí. —Que grande. Abrí la boca. Tenía frío y estaba mojada, mi cintura quemaba donde el demonio del río me había agarrado y no tenía nada que decir. Esperó para que yo encontrara algunas palabras, luego se encogió de hombros y caminó hacia la hendidura que había dejado en el suelo a unos cinco metros de nosotros. —Son unos dos metros de un lado de la mandíbula a la otra,— comentó. —Tres metros de donde comienza la cabeza hasta la punta de la nariz. Más o menos. Adam le veía con las orejas clavadas, y luego me olió cuidadosamente. Cuando se sintió satisfecho de que no estaba demasiado dañada, me refunfuño. —No fue mi idea,— protesté. —Él me tiró. El gruñido se convirtió en un rugido a todo pulmón, y Adam dio un paso hacia Coyote, la cabeza agachada y la boca mostrando el generoso tamaño de sus dientes de marfil. No tenía la intención de enviar a Adam tras Coyote con mi respuesta. No había tenido la oportunidad de hacerle saber a Adam con quién estábamos tratando, no es que le importara a él de todos modos. Cogí a Adam por el collar en la parte posterior de su cuello en una solicitud silenciosa de compostura. —Tranquilízate lobo,— dijo Coyote distraídamente, haciendo sonar el “lobo” como un insulto. —Yo no hubiera dejado que la criatura le hiciera daño. —¿En serio?— Le pregunté dudosamente. —¿Qué podrías haber hecho al respecto, si me hubiera cogido un poco más rápido? —Algo,— dijo sin darle importancia. —Mira toda la información que hemos logrado reunir. Oye, ¿has visto a las nutrias? Nunca he visto nutrias que se parezcan a esas. —Son Faes,— le dije. Él gruño. —Nunca es una buena idea dejar caer por accidente especies introducidas, sin saber lo que estás haciendo.

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Y retomó el paso de las distancias, caminando directamente hacia el agua. Yo no podría haber llegado tan cerca del río en ese momento, incluso si mi vida dependiera de ello. —Asumiendo,— dijo Coyote —que golpea como una serpiente, se puede estimar que golpeó con la mitad de la longitud de su cuerpo.— Levantó un dedo como si quisiera impedir una protesta imaginaria. —Sí, ya sé que un tercio es probablemente más preciso, pero creo en errar en el lado de la precaución. Por sorprendente que pueda ser para algunas personas. Se detuvo con el agua hasta las rodillas y contó de nuevo caminando de regreso a nosotros. —Esto no es bueno,— murmuró. —Es más grande de lo que yo recuerdo. Supongo que podría haber crecido, o mi memoria es defectuosa.— Frunció los labios y frunció el ceño en el suelo ensangrentado. —Diez metros desde donde me detuve hasta aquí,— dijo. —Eso significa que entre veinte y treinta metros de largo. Bastante grande. Sus ojos viajaron por mi mojada y desaliñada persona y cayó sobre el trozo de manguera de incendios viscosa a mis pies. —¡Ah!— Dijo, trotando hacia mí. —Bueno. Pensé que podría haberse perdido en el río.— Llegó y recogió la pieza del demonio del río. —Me siento como si estuviera perdida en una película de anime,— le dije, cuando Coyote tomó la cosa. — Uno de los tentáculos del monstruo.— La mayoría de ellas eran solo para adultos y terminan con una gran cantidad de personas muertas. Coyote frotó la cosa que sostenía con los dedos, luego me sacó la camisa con una mano, haciendo caso omiso del gruñido de Adam y mí, —Hey. Efectivamente, había un remolino de carne dañada por todo el camino dos veces alrededor de mi cintura. Yo había tenido miedo de mirar, porque esas heridas realmente dolían. Parecían quemaduras por ácido, decidí. —Mmm,— dijo, dejando caer hacia abajo mi camisa fría y húmeda sobre las quemaduras —no sirvió de nada, a pesar de que el frío debería haber funcionado como un anestésico. Tomó el tentáculo con ambas manos y lo sostuvo en alto, comparándolo conmigo, y vi de lo que él se había dado cuenta. El trozo que sostenía era de aproximadamente medio metro de largo y se había envuelto dos veces alrededor de mi cintura. —Debe ser elástico.— Empezó con sus puños juntos y tiró de él hasta que tuvo sus brazos abiertos. —Sí. Elástico, está bien. ¿Qué más necesitamos saber? Sacó un cuchillo del bolsillo de sus pantalones —uno más pequeño, menos amenazante que el cuchillo que había usado en el monstruo. —Los dientes del hombre lobo, evidentemente, son lo suficientemente afilados como para hacer una impresión,— murmuró. —¿Pero el acero?— La hoja rebotó fuera de la cosa gomosa y pegajosa. —Aquí,— dijo. —Sostén este extremo en el suelo aquí.— Me agarró la mano y me hizo arrodillarme y mantener un extremo de los tentáculos, mientras que él lo extendía. Con la tensión y la tierra sólida debajo de eso, se las arregló para pegar el extremo de la cuchilla a través de la carne. —Está bien. El acero no es una buena arma, — dijo. —Es bueno saberlo.

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El cuchillo pequeño se fue para ser sustituido por un cuchillo más grande e irregular. Al igual que el de Gordon, el cuchillo era de obsidiana. No era tan grande como la primera vez como había pensado, pero no era pequeño, tampoco. Cortó en la piel dura muy bien. —Ah,— dijo. —Incómodo porque estas cosas son un dolor, y se rompen. Pero al menos todavía funcionan. Él me miró. —¿Cómo están tus manos? Bajé la vista hacia ellas. —Frías. Húmedas. ¿Bien? Él gruñó y se puso de pie, metiendo el trozo de tentáculo en su cinturón. —Como había pensado. Cualquier cosa que hiciera que se detuviera fue tan pronto como Adam la mordió —de lo contrario, lo estaría sintiendo ahora. Significa que es magia en lugar de veneno o ácido o algo más. Me alegro por ti y Adam, es malo para nosotros, me temo. —¿Por qué?— Adam me permitió utilizarlo como palanca para ponerme de pie. Sus orejas estaban hacia atrás, y mantenía sus ojos en Coyote de una manera que me hizo sentir nerviosa. —Porque yo puedo hacer esto.— Coyote me sacó la camisa y puso su mano en mi vientre desnudo. Un fresco frío se extendió desde sus manos —y las quemaduras desaparecieron, dejando sólo mi tatuaje de la huella de una pata. Se agachó para tomar un buen vistazo a mi barriga y me sonrió. —Coyote. Genial el tatuaje. —Es una huella de la pata de un lobo,— dije con frialdad, dando tirones a mi camisa bajándola. —Todavía enfadada por el inesperado chapuzón, ¿eh?— Dijo, gimoteando un poco, un ruido que habría sido más en una casa, viniendo de una garganta canina. —Todo en nombre de la información. —¿Por qué el componente mágico es malo para nosotros?— Pregunté. Me miró como si fuera idiota. —Porque tenemos a un monstruo de 20 a 30 metros que matar y usa magia. Tuve una idea. —¿Puedes arreglar a Hank como esto? Él negó con la cabeza. —No. Él no es uno de los míos. Pero conozco a alguien que puede hacerlo. Vamos a necesitar ayuda aquí, chicos. Frunció los labios y golpeó sus pies con impaciencia. —Lo sé. Necesitamos a Jim Alvin y a su compañero, ese chico Calvin, para reunirse con nosotros en el Stonehenge a medianoche mañana. Dile que traiga a Hank. Voy a decirle lo que tiene que hacer, pero él no va a creer en mí. Es triste que un hombre de medicina crea en los hombres lobo, fantasmas y vampiros y no quiera creer en Coyote, pero eso es lo que es en estos días. —Yo no tengo su número. —¿Dónde está tu móvil?

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—En la caravana. Él agarró mi mano y sacó un rotulador de su bolsillo vacío y escribió un número de teléfono en mi mano. — Aquí. Llámale por la mañana. Si no lo haces, pensará que soy sólo un sueño. Él me dio un golpecito en la cabeza, haciendo caso omiso del gruñido de Adam. —Ve adentro y entra en calor.— Movió las cejas a Adam. —Apuesto a que sabes cómo hacerla entrar en calor, ¿eh? Adam tenía unos dientes muy blancos y grandes, y le mostró la mayoría de ellos a Coyote. Coyote veló sus ojos y mostró los dientes a cambio. —Adelante. Sólo inténtalo. Estás fuera de tu liga. Le toqué la nariz a Adam y le fruncí el ceño a Coyote. —Deja de acosarlo —o llamaré a mamá. Coyote se congeló, su cara blanca, y casi me sentí mal —excepto que había estado amenazando a Adam. Después de un momento, él inhaló. —Nos vemos en Stonehenge,— dijo, y se marchó sin mirar atrás. Casi estábamos todo el camino a la caravana cuando vi lo que Adam había hecho. —Guau,— dije. Un cohete que estallara fuera de la ventana no podría haber hecho más daño. La ventana y su marco estaban tostados, y un poco de la chapa exterior se había doblado hacia arriba. Por lo menos todos los cristales estaban en el exterior. —Ten cuidado de no pisar la metralla,— le dije, tomando el camino más largo alrededor de la caravana para mantenerlo alejado de ella. Mis tenis podían estar húmedos, pero eran a prueba de algunos fragmentos de cristal. En la caravana, me desnudé de mis ropas mojadas y las puse en el saco con la ropa ensangrentada de antes. —Voy a necesitar ropa,— le dije, ordenando a través de mi maleta. Cuando me di cuenta, Adam había empezado a cambiar de regreso a humano, así que cogí ropa interior limpia y una camiseta y le dio algo de espacio. Después de vestirme, encontré una toalla lo suficientemente grande como para cubrir el marco de la ventana rota y la pegué usando algunas de las cintas de primeros auxilios de los equipos, porque no pude encontrar ninguna cinta adhesiva. Llevo un par de rollos de cinta adhesiva en todos mis coches. La cinta de primeros auxilios no era el tipo adecuado, sin embargo. Este era el material que necesita un WD-40 para quitar la piel una vez que la cinta estuviera fuera. Tenía la esperanza de que la gente de reparación fuera capaz de quitarlo sin dañar el remolque adicionalmente. Si se mantiene, pensé, notando que una mancha de sangre había caído en la alfombra —podría haber venido de cualquier número de cosas en las pasadas 48 horas— podríamos estar comprando la caravana pronto. Mientras yo estaba mirando la mancha, Adam habló. —Pudiste haber muerto.— Su voz era áspera por el cambio.

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—Como tú cuando Hank te disparó,— le dije, tratando de no sonar a la defensiva cuando él no me había gritado. Todavía. Adam no era el único que tenía que aprender a no enfadarse por algo que no había sucedido. Él no era completamente humano todavía. Se arrodilló en el suelo alfombrado en el otro lado de la caravana, con la cabeza agachada mientras esperaba lo último del cambio. Incluso cuando terminó, se quedó allí, de espaldas a mí. —No puedo. . . — Comenzó, entonces, lo intentó de nuevo. —Cuando te oí gritar, pensé que sería demasiado tarde. —Viniste,— le dije en voz baja. —Viniste, y estoy bien. Cuando te dispararon, habría matado al hombre que tomó tu vida y no me importaría. Ni siquiera sabiendo que no era su culpa me habría hecho sentir mal por eso.— Tomé una respiración profunda. —Y cuando supe que ibas a estar bien, quería gritarte por no ser más rápido, por no ser invencible. —¿Qué demonios estabas haciendo en ese río?— Todavía no me miraba, y su voz se había reducido aún más. —Tratar de salir de él tan rápido como podía,— le aseguré fervientemente. Podía sentir sus emociones, una maraña enorme que no podía descifrar, excepto para sentir el poder cavernícola de las mismas. —Adam, no puedo prometer que no me meteré en problemas. Los he controlado la mayor parte de mi vida, pero estos dos últimos años han compensado por ello. Parece que los problemas me siguen a todas partes, esperando para golpearme con un bastón de hierro. Pero no soy estúpida. Él asintió con la cabeza. —Está bien. Muy bien. Puedo lidiar con no soy estúpida. —Pero todavía no se daba la vuelta. Y luego añadió en voz baja: —O eso espero. Después de un momento, dijo, —Yo no estoy siguiendo la pista a través de la mayor parte de todo esto. ¿Ese fue Coyote? ¿El Coyote? —Eso es lo que dijo, —y me inclino a creer en él.— Hice una pausa. —También parece que es... o algún aspecto de él era... mi padre. Es complicado. No lo entiendo, la mayor parte, pero tuve que pensar un poco de lado para hacerlo. Adam se echó a reír. No fue una gran carcajada, pero era una de verdad. —Lo apuesto. Adam estaba tratando de bajar la ira del lobo. Traté de encontrar algo que decir que no me hiciera daño y no hacerlo enfadar. —Creo que Coyote jugaba a ser humano es por eso que soy una caminante, a pesar de que mamá no es india, — dije. —Tu padre no está muerto,— dijo. —Tu madre va a estar… —Sí,— estuve de acuerdo, aclarando mi garganta, y tratando de parecer casual. Mi padre no estaba muerto y era él. ¿Si realmente si siquiera tenía un padre? Mejor pensar en mi madre.

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—Por mucho que tengo esta necesidad urgente de regresárselo a mamá por orquestar nuestra boda sin consultarme, no puedo hacerle eso, — dije, mirando mis pies descalzos. Habían estado en el interior de los zapatos mojados durante el tiempo suficiente para ganar esa apariencia arrugada y de color cadavérico. — Ella realmente amó a Joe Coyote Viejo y... Curt es maravilloso. Pero Joe, él la rescató, él la apreciaba. Pensé en la voz de Coyote, mientras hablaba con mi madre, y agregue, —No estoy segura de que Curt pudiera competir con el hombre que recuerda, tal vez incluso Joe no podría. Y Joe está muerto, realmente muerto.— Me aclaré la garganta. —En realidad no era Coyote, sólo un traje que Coyote llevó durante un tiempo. Real para sí mismo y para todos a su alrededor, pero al final era una construcción, y Coyote... Mamá lo deduciría con el tiempo. Pero en el momento en que ella lo hiciera, Curt tal vez no esté alrededor esperando. Adam se puso de pie y se acercó a mí. Puso los brazos a mi alrededor. No dijo nada, sólo me abrazó. —Mi vida solía ser normal,— dije en su hombro. —Me levantaba. Iba a trabajar. Arreglaba unos cuantos coches, pagaba unas cuantas facturas, y nadie trataba de matarme. Mi padre había muerto, mi madre estaba a una distancia de seis horas en coche —que incluso podría manejar para hacer que el viaje fuera ocho o nueve horas si trabajaba en ello. —Discutías con tu vecino de la valla trasera,— dijo Adam, su voz muy suave. —Y le miraba cuando él no estaba mirando,— estuve de acuerdo. —Debido a que de vez en cuando, especialmente después de una cacería de luna llena, él se olvidaba que yo podía ver en la oscuridad, y corría desnudo en el patio trasero. Se echó a reír en silencio. —Nunca me olvidé de que podías ver en la oscuridad,— admitió. —Oh.— Pensé en ello durante un tiempo. —Eso es bastante bueno. No del todo para mi Rabbit que se erosiona lentamente, pero consigues puntos por eso. Adam era una persona limpia y ordenada, el tipo de hombre que entra en una habitación y endereza las pinturas. Durante años he usado el trasto de coche en mi patio trasero para vengarme del prepotente patio trasero y de vengar las despóticas órdenes que tenía que seguir. Tenía que seguirlas porque no eran sólo prepotentes —eran inteligentes. Cuando estaba molesta sobre todo, me gustaba eliminar neumáticos —nunca los cuatro— y dejar el maletero abierto, o una de las puertas, sólo para molestarlo. Él, evidentemente, había corrido alrededor desnudo para molestarme. Pensé en eso un momento más. —Gracias por los años de entretenimiento,— dije. —No hay problema,— respondió con voz grave. —Ahora que estamos casados, ¿vas a hacer algo con ese coche finalmente? ¿Cómo arrastrarlo a la basura o almacenarlo en alguna parte fuera de la vista? Tomé una respiración profunda —y los pulmones parecían estar funcionando bien con lo horrible de mipadre-que-no-era-mi-padre del nudo en mi estómago que se había ido. —Voy a pensar en ello,— le dije. —Tal vez deberías ponerlo en tu lista de Lo que quiero para Navidad. —¿Estás bien ahora?— Preguntó. —Estoy bien.

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Apretó los brazos a mi alrededor y me levantó de mis pies. —¿Mercy?— Gruñó en mi oído. Envolví mis piernas alrededor de su cintura. —Sí,— dije. —Yo también. Adam pudo haber muerto la noche anterior. Pude haber muerto hacía veinte minutos. No estaba dispuesta a perder ni un momento más. En algún momento de la noche besó el tatuaje de la huella de pata y rió. —¿De verdad le dijiste a Coyote que se trataba de una huella de lobo? —Para ti, es una huella de coyote,— dije con firmeza. —Para él, es una huella de lobo. Sólo yo y mi artista del tatuaje lo sabemos con certeza. ******* Me desperté por la mañana con el sonido del gruñido del estómago de Adam en mi oído. —Lo siento,— dijo. —Demasiados cambios y los alimentos no son suficientes. Le di unas palmaditas en la barriga dura y la besé. —Pobrecito,— dije. —¿Adam no te trata bien? No te preocupes. Voy a alimentarte. Mi cabeza rebotó cuando Adam se echó a reír. —Vamos a buscar un lugar para desayunar y comprar algunas provisiones.— Y luego me demostró que incluso cuando él estaba distraído, todavía me escuchaba. —Y algo de ropa para ti. ******* Mientras me vestía, me di cuenta del número escrito en la palma de mi mano y me acordé de que tenía que hacer una llamada telefónica. —¿Sí?— La voz de Jim era cautelosa. —Coyote me dijo que te llamara,— le dije. —Me dijo que no ibas a creer que era real, a menos que yo lo hiciera. El hombre en el otro lado del teléfono ni siquiera respiraba. Adam me sonrió mientras se abotonaba la camisa. —¿Cómo está tu marido?— Preguntó Jim educadamente. —Él está bien.— Incluso la marca roja se había ido. El que tan rápido una herida cicatrizaba variaba de lobo a lobo y de herida a herida. Como Alpha, Adam tendía a sanar más rápido que la mayoría. Yo esperaba que eso cambiara ya que estábamos tan lejos de la manada, pero evidentemente no era así. —¿Cómo está la cabeza de Hank y el pie de Benny?— Pregunté.

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—Hank está bien. Una vez lo tuvimos lejos de ti, pareció recuperarse un poco. A pesar de que tiene una conmoción cerebral, no es tan mala.— Se aclaró la garganta. —Fred le dijo al médico que Hank tuvo una caída. El médico parecía pensar que podría implicar un tubo o una barra de hierro, pero Hank le dijo que fue una caída, también. Fred mantiene un ojo sobre él. Benny se ha tranquilizado desde que trató de levantarse y salir por segunda vez. Parece perfectamente feliz. —¿Así que nos reuniremos en Stonehenge? Coyote parecía bastante seguro de que podía hacer algo por Hank. —Suenas muy casual sobre encontrarte con Coyote,— dijo. —Tal vez los dos acabamos de tener un sueño. —Tú eres el hombre de medicina,— dije. —Debes saberlo mejor que eso —y ser casual, también.— Tal vez eso no era justo. —Con el tiempo, de todos modos. Estoy casada con un hombre lobo, y he conocido a Baba Yaga. Por lo menos Coyote no vuela alrededor en un mortero gigante. —¿Baba Yaga? No. No quiero saberlo.— Suspiró Jim. —Tal vez debería volver a la escuela para enseñar sobre los locos en lugar de ser uno. Sí. Voy a verte a ti y a tu marido en Stonehenge a medianoche. El monumento se supone que debe estar cerrado por la noche, pero tengo algunos contactos. Las ceremonias sagradas indias por lo general funcionan, pero tengo un par de trucos más bajo la manga si los necesito. ******* Adam no estaba de acuerdo con ir al Wal-Mart. —Hay un nuevo almacén en The Dalles,— dijo con un toque de severidad cuando entramos por las puertas del edificio. —¿Todavía se llaman grandes almacenes?— Pregunté en voz alta, y luego lo descarté. —No importa. WalMart es el recinto de felices compras para un reto financiero. Y para aquellos que arruinan la ropa diariamente. No me importa acerca de las copias de camiseta de hasta cinco dólares. Y destruir un pantalón vaquero de veinte dólares duele menos que uno de ochenta dólares. Él gruñó, y realmente lo miré. Las luces brillantes sobre nuestras cabezas parpadeaban y dieron a su piel una apariencia ligeramente verde. Eso era un fallo de las bombillas baratas, pero la tensión en su cuello y la expresión de caza eran diferentes. Había demasiados extraños, demasiados olores, había demasiados sonidos. Una persona paranoica —o un lobo Alfa— podría sentirse como si no pudiera asegurarse de que nadie lo sorprendiera en un lugar como Wal-Mart. —Oye,— le dije, al llegar a una parada. —¿Qué tal si compro aquí, y tú te diriges a la tienda y comes algo? ¿Iré de compras en paz, y me puedes recoger en cuarenta y cinco minutos? Él negó con la cabeza. —No voy a dejarte aquí sola. —La única cosa que me quiere matar está en el río,— le dije, tratando de mantener mi voz baja, pero la

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mujer empujando un carrito junto a nosotros, me dio una mirada extraña. —He estado de compras en el WalMart durante la mayor parte de mi vida, y nunca he sido asaltada en uno.— Estreche mi mirada en él aunque la mantuve enfocada en su barbilla. —Mientras que no sean demonios, Fae, o monstruos del mar, puedo cuidar de mí misma bastante bien. No estoy indefensa. — Y de repente me importaba mucho que no me tratara como a una tonta que necesitaba ser protegida en todo momento, alguien por quien debes estar alrededor esperando ser rescatados. Lo vio en mi rostro, creo, porque respiró hondo y miró alrededor. —Está bien. Está bien. Me puse de puntillas y lo besé en la mejilla. —Gracias. Él me devolvió el beso. No en la mejilla. En el momento en que me había recuperado lo suficiente para procesar la información, lo vi salir por la puerta, y todo el mundo a la vista me estaba mirando. Me sonrojé. —Nos acabamos de casar,— anuncié, entonces me sentí aún más estúpida, así que me apresuré a escapar a los pasillos. El Wal-Mart en Hood River no era tan grande como cualquiera de los tres en TriCities. Pero tenía pantalones vaqueros y camisetas, y eso era todo lo que me preocupaba. Agarré cuatro camisetas de colores oscuros y tres pares de pantalones vaqueros del tamaño adecuado y me dirigí a los probadores. No tenía necesidad de probarme las camisetas, pero nunca compro vaqueros sin probármelos en primer lugar. No importa el tamaño que dicen que son —algunos tienen una forma diferente que otros. La trabajadora de los probadores me dio una mirada aburrida, me entregó un plástico “6” y un “1”, y me envió adentro. Al parecer, estaban fuera del “7”. El único ocupante de otra de las habitaciones era una madre agobiada y su hija adolescente discutiendo sobre lo ajustados que eran los pantalones de la chica. Se quedaron en el área más grande en el centro de dos hileras de habitaciones pequeñas, frente a un espejo grande. —Están muy bien mamá,— dijo la chica en un tono sufrido muy utilizado por los adolescentes en todas partes, probablemente se remonta a los albores del tiempo. —Solo siéntate y el trasero se descoserá, al igual que le pasó a tu tía, Sherry, cuando estábamos en la escuela secundaria. Ella nunca consiguió dejarlo ir. —Sherry es una tía... Bueno, de todos modos, yo no soy la tía Sherry. Se trata principalmente de lycra, mamá. Se supone que caben apretados. Mira. Me apreté pasando a la chica, que estaba haciendo flexiones profundas de rodilla. Encontré una habitación vacía, y luego me desconecté. No sé acerca de la gente normal, pero si hubiera querido, podría haber escuchado las conversaciones de todos en la tienda. Tuve que aprender pronto a ignorarlos o me habría vuelto loca. Adam prestaba atención a todo ese ruido, porque estaba preocupado por la seguridad, pero a mí no me preocupaba lo suficiente como para soportar el malestar. El primer par de pantalones vaqueros tenía un bulto extraño hasta la mitad de mi muslo de la pierna izquierda. Traté de darle la vuelta para ver si era sólo mi imaginación, pero el bulto de la pierna izquierda, se quedó donde estaba. La adolescente y su madre habían salido de los vestuarios, cuando salí a mirarme en el espejo más grande, así que lo tuve todo para mí. A menos que misteriosamente me hubiera ganado un bulto en el lado de mi muslo, había un problema con estos pantalones.

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Volví a mi cuarto y me los quité. Entonces me miré en el espejo más pequeño para asegurarme de que no había mutado de repente. Para mi alivio, sin los vaqueros, mis muslos parecían iguales. La marca del río estaba todavía ondulada en torno a mi pantorrilla —me gustaría recordar preguntarle a Coyote si podía deshacerse de eso, también. El segundo se ajustó mejor, sin protuberancias extrañas, y mi trasero no se veía más grande de lo que debería —pero tenía bolsillos falsos en la parte delantera. Yo utilizo mis bolsillos. Sin bolsillo en los vaqueros es sólo ligeramente menos irritante que la ropa interior. El tercer par no encajaba, así como el segundo lo hacía, pero tenía bolsillos que funcionaban. Podía vivir con ellos. Si me molestaban demasiado, acabaría llevándolos a trabajar hasta que fueran rasgados y llenos de grasa lo suficiente hasta no sentirme mal por tirarlos a la basura. Tenía quince minutos para pagar y salir al estacionamiento. Colgué los rechazados y me puse mis pantalones propios. Me los estaba abotonando cuando algo se dejó caer en mis hombros, encorvándome sobre mis hombros, golpeando mis rodillas. Tuve una fugaz visión de una hoja en el espejo y cogí la mano que la sostenía, incluso mientras caía. Sacudí la cabeza hacia atrás muy fuerte y tiré de la mano hacia adelante al tiempo —conectando con alguna parte del cuerpo que también era dura, una barbilla, pensé, aunque no podía estar segura. Su mentón, ya que era el cuerpo de una mujer el que me había golpeado. Golpeé la muñeca en el banco de madera que estaba a lo largo de la pared del fondo, y el cuchillo de hoja de bronce se cayó de la mano. Dejé mi agarre sobre ella, cogí el cuchillo y lo arrojé hacia atrás a través del agujero en el techo del que había venido. No quería ser capturada con un cuchillo en las tiendas Wal-Mart. Era la esposa del Alfa de la manada del Base del Columbia —un cuchillo de combate no era una actividad aceptable. Si ella trataba de arrastrarse hasta allí y lo tomaba, aprovecharía el tiempo para salir corriendo a la tienda principal, donde las cámaras podrían tomarme a mí misma defendiéndome contra un enemigo armado. —La dejaste ser,— dijo. —Quien lo encuentra, se lo queda. Ella nos pertenece. ¿El diablo del río? Pensé, pero no tuve oportunidad de preguntarle. Ella ignoró el cuchillo y se lanzó contra mí. Dejé que el impulso nos tirara y nos llevó a la zona más grande entre los vestuarios. El gran espejo me mostró su cara —era la extraña mujer que había estado mirando a Adam y a mí el día antes de ayer en el restaurante. Yo tenía razón. Ella había sido una fae —más específicamente una fae del tipo agua, porque olía a ella. Apostaría a que era una de las nutrias. Luchaba como una nutria, también. Acercándose —al interior— rápida y furiosa, tratando de llegar a mi garganta con las uñas y los dientes. Afortunadamente para mí, no estábamos en el agua, y ella no era una nutria sino una fae —a pesar de que olía a ambos. El Glamour nunca ha tenido sentido para mí. Es una especie de magia que usan los fae para cambiar su apariencia. De acuerdo con Zee, la capacidad de utilizar el glamour es lo que hace a un fae, otro tipo de fae u otro tipo de cosa que usa la magia. Glamour es una ilusión —pero no. Porque con el glamour, una nutria de veinticinco libras es una mujer de ciento cuarenta libras. Las tácticas que funcionan muy bien para una nutria no funcionan tan bien para un ser humano, ni siquiera un ser humano con un cuchillo —sobre todo porque tengo un cinturón marrón en karate. Yo no estaba indefensa. La idea de que Adam nunca más me dejaría sin un cuidador, si me lesionaba, me determinó a ganar esta lucha.

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En el par de minutos que ocupamos, terminé con un montón de golpes —incluyendo lo que iba a ser un ojo morado impresionante donde ella me abalanzó con un pomo de la puerta —un labio partido y sangrado por la nariz. Por otro lado, le rompí la nariz, y mientras ella se agarraba, le di una patada muy buena en las costillas. Si no tenía una costilla rota, tenía uno o dos fisuras, que debían ralentizarla algo. Escuché los pasos detrás de mí y el rostro enrojecido de la ex aburrida señora de los probadores apareció. Cuando nos vio, exclamó, — ¿Qué está pasando aquí? La mujer nutria gritó, no de terror, sino con ira. Luego se convirtió en una nutria y corrió de la pared hacia el techo y se fue. Como el olor de la mujer fae se desvanecía desde aquí hasta donde estaba, me volví hacia la empleada. Su boca se abrió muy poco atractiva mientras miraba hacia el techo. —No se os paga lo suficiente para hacer frente a esto,— le dije con firmeza. No tomé prestada la autoridad de Adam por temor a que le preocupara, pero sé cómo suena y puedo imitarlo cuando tengo que hacerlo. —Se ha ido y no volverá.— Miré a mi alrededor, y con excepción de un hueco en los paneles de yeso donde la rodilla había golpeado la pared, no había ningún daño adicional. Había sangre por todas partes, pero estaba apostando a que el Wal-Mart tenía productos de limpieza para obtener todo tipo de cosas fuera de sus alfombras. Agarré los pantalones vaqueros que quería, así como las camisetas. Puse la camiseta más oscura encima para limpiarme la nariz. No había sido un duro golpe, y había dejado casi de sangrar. —Voy a ir a pagar esto,— le dije. —Puede poner los otros pantalones vaqueros de donde son, a continuación, llame a alguien para limpiar. Salí como si supiera lo que estaba haciendo y pagué por la ropa —con dinero en efectivo por lo que no había ningún nombre que hubiera quedado atrás-en-la-escena-del-crimen. El empleado estaba demasiado ocupado mirando mi labio partido para notar que una de las camisetas estaba ensangrentada. Cuando tomé el recibo, me di cuenta de una migración general hacia los probadores por parte de los empleados. Por lo menos uno de ellos parecía lo suficientemente mayor para ser una persona de autoridad. Le sonreí a la empleada y traté de parecer inocente, tomar mis bolsas, y hacer una escapada rápida. —Cariño,— dijo la cajera, que era de la mitad de mi edad. —Debe deshacerse de ese hombre. No tiene que aguantar ser un saco de boxeo. —Fue una mujer,— le dije. —Y tiene toda la razón. Caminé rápidamente fuera de la tienda y seguí mi camino a través del estacionamiento cuando llamé a Adam. —Vi una tienda de sándwiches en el centro comercial mas allá del Wal-Mart,— le dije. —Nos encontraremos allí. —Es un poco temprano para el almuerzo,— dijo. Habíamos desayunado poco antes de que me hubiera dejado en el Wal-Mart. —Eres un lobo,— le informé. —Puedes comer en cualquier momento. —¿Qué hiciste?

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Oí una sirena y esperaba que no fuera alguien que viniera a buscarme. Hice mi caminata un poco más ágil. —Tuve una pelea con mi novia, al parecer.— Colgué el teléfono antes de que pudiera preguntarme nada más. La buena señora en la tienda de sándwiches había sido feliz por llenar una bolsa de plástico con hielo y aceptó mi historia sobre una novia celosa, con un oído comprensivo (mantuve mi anillo de boda oculto). Ella me hizo dos sándwiches de pollo grandes, pagué por ellos y un par de zumos. Cuando Adam conducía, yo estaba mirando los coches de policía en la tienda del Wal-Mart —debió haber sido un día lento— con la bolsa de hielo envuelta en mi nueva camiseta negra manchada de sangre. Las manchas de sangre sobre una camiseta negra nueva era más una cuestión de textura y de olor que de color. —Creo que deberíamos volver al campamento,— le dije. Sacó el hielo de mi ojo y echó un buen vistazo antes de que me dejara ponerlo de nuevo. Luego examinó mis manos, y tomó la mano libre hacia sus labios para poder besar los moretones. Él me llevó a la camioneta y abrochó mi cinturón. Fue algo bueno que no hubiera muchos coches en el estacionamiento, o nunca hubiera conseguido volver al gran camión. Nunca he tenido ese problema con mi Rabbit. Él no dijo nada, sólo condujo un cuarto de milla hacia la rampa de la carretera en silencio. Lo hice la mayoría hasta The Dalles antes de que rompiera. —No conocía a nadie que me quisiera matar cuando hice que me dejaras sola. —Olí a un fae,— dijo neutralmente —acusando. Por eso había besado mis nudillos. —Ella me saltó en el probador,— le dije a regañadientes. Sabía que después de que el pomo de la puerta golpeó mi ojo, no iba a ser capaz de ocultar la lucha de Adam. No es que realmente hubiera estado pensando en mantener el ataque en secreto, había sido sólo una opción que quería mantener abierta si podía. —Creo que fue una de las nutrias —y era la mujer extraña del almuerzo del día antes de ayer. —¿Has dejado el cuerpo?— Me preguntó. —Ningún cuerpo,— le dije. —No estaba tratando de matarla. Y una vez que me deshice de la navaja, estaba bastante segura de que no podía matarme. No era más fuerte que un ser humano normal.— Pensé un momento. —No lo creo, de todos modos. Tan pronto como el empleado vino, ella regresó a su glamour y volvió a ser una nutria y salió por el techo. Podría haber usado la magia para llegar hasta allí, pero las nutrias son bastante ágiles. Él apretó la nariz. Entonces se echó a reír. —Creo que demostraste tu punto,— me dijo. —Puedes cuidar de ti misma. —¿Me pregunto por qué las otras nutrias están tratando de matarme?— Dije. —No creo que vayamos a llamar a los fae para que nos ayuden contra el demonio del río,— dijo Adam. — Creo que lo más probable es que se puede venir abajo en el lado equivocado.

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—¿Estabas pensando en buscar a los fae por ayuda?— Pregunté. Ayuda era aún peor que un favor. Él me dirigió una mirada exasperada. —Dije que no lo haría. —Sonó como si hubiera sido antes de que me atacaran. —Estás tratando de distraerme,— dijo. —No lo necesitas. No voy a gritarte, porque fuiste atacada — especialmente desde que ganaste la pelea. —Ella se escapó,— le dije. —Sin el cumplimiento de su propósito. Eso es perdiendo en mi libro. Especialmente desde que te deshiciste de su cuchillo antes de que ella lo metiera en ti. Le di una mirada cautelosa, pero, honestamente, no parecía molesto. —Mercy,— dijo, —en una lucha justa entre casi iguales, te voy a apoyar en todo momento. Son los demonios, vampiros y demonios de los ríos los que me preocupan, y estoy trabajando en eso. Yo podría vivir con eso, si él podía.

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Capitulo 10 A diferencia del Museo Maryhill o a quien ella observaba, Stonehenge era un lugar en el que había estado muchas veces en los últimos años. Está justo en el camino a casa de mi madre en Portland. Sam Hill había estado diciendo que el Stonehenge en Salisbury había sido utilizado para el sacrificio humano y decidió que era un monumento en memoria de los hombres que fueron sacrificados en la Primera Guerra Mundial. Adam y yo aparcamos el vehículo junto a un huerto desierto junto al río y caminamos sobre la colina y el valle hasta el lugar alto, donde la vanidad de Sam Hill miraba hacia el barranco. Nunca pude decidir si Stonehenge era bella, espiritual, o simplemente una rareza en carretera. Sin duda, era impresionante —un enorme réplica de tamaño exacto hecha en cemento de un lugar a medio mundo de distancia. El Stonehenge original tenía cerca de unos mil seiscientos años construido. El que está en Maryhill tomó un poco más de diez años en completarse. Se trata de un monumento en memoria de trece jóvenes del Condado de Klickitat que murieron en una guerra hace casi cien años, un testimonio silencioso de un hombre que supo soñar en grande, y, me habían dicho, una colección de sitios mágicos de gran poder para esos que sabían cómo acceder a este. Yo siempre había tomado ese último bocado con un grano de sal. Después de todo, habría pensado que un lugar de poder habría atraído a las brujas o algo más desagradable (y no hay mucho más desagradable que una bruja negra), y en todos los años que había estado visitando, nunca había visto nada peligroso. La otra razón por la que había dudado era porque soy bastante buena en la detección de la magia —y nunca había sentido nada más mágico que mi garaje. En la noche, era diferente. En el momento en que mi pie aterrizó en el área aplanada alrededor del monumento, pude sentir el pulso de la magia bajo mis pies. Adam lo sintió también —aunque los hombres lobo no suelen sentir otra magia que la suya. Levantó la cabeza y tomó una profunda respiración. —Pensé que esto era un lugar muy público para ser de reunión, — le dije a Adam. — Puedes ver desde aquí todo el camino sobre el río en la carretera principal. De pronto, sin embargo, el deseo de Coyote de reunirse aquí tiene más sentido. He oído hablar de las líneas de ley desde antes de que yo pudiera caminar —Bran puede ser un hombre lobo, pero entiende el funcionamiento de la magia, incluso si no practica la brujería o la hechicería por sí mismo. Hice una pausa, frunciendo el ceño. — No creo que él lo haga, de todos modos. He estado aquí mucho a lo largo de los años, y esta es la primera vez que he sentido la magia. —¿Las líneas de ley? — Dijo Adam. —Puedo sentir algo.

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Cerró los ojos e inhaló, como si tratara de recoger un poco más que lo aislado que sus sentidos pueden darle. —Líneas de ley, ¿no? Se siente como alguien acariciando mi pelo en la dirección equivocada. —¿Es algo bueno o malo? — Le pregunté. Él soltó un bufido. — Sin coqueteo. Estamos aquí por negocios. Habíamos llegado temprano; mi marido, el eterno táctico, había determinado que sería lo mejor por supuesto. Me gustaban esas dos palabras juntas. "Mi" y "esposo". —¿Por qué estás sonriendo? — Preguntó él. Se lo dije, y él sonrió, también. — No tienes remedio, — dijo. —No tienes remedio. Se supone que debemos estar consiguiendo la configuración del terreno, no haciéndonos ojitos el uno al otro. Supongo que no hará mucho daño, sin embargo, puesto que ya ha sido explorado. — Puso su brazo alrededor mío y asintió con la cabeza hacia el alto anillo de piedra exterior de Stonehenge, donde una pareja de halcones posados, nos observaba. —Ah, — le dije. —Pero, ¿son exploradores enemigos o amistosos? — Amistosos, — dijo Jim Alvin, saliendo de las sombras como… bueno, como un buen explorador indio. —Hank encontró que como halcón puede resistir mejor al demonio del río, así que pensamos que sería más seguro para todo el mundo si se quedaba en su forma emplumada. Se necesita mucho para acercarse sigilosamente a un coyote —contra el viento, en silencio, y envuelto por la oscuridad y la quietud. De la cara inexpresiva de Adam, sabía que él no había percibido a Jim, tampoco. Extendí la mano e incliné un sombrero imaginario hacia él. —¿Son todos los médicos brujos tan expertos en husmear alrededor como tú? —Pregunté. En una de esas casualidades que ocurren de vez en cuando, Calvin llegó pisoteando por el camino de grava, haciendo tanto ruido como cualquier humano posiblemente podría. — ¿Tío Jim? ¿Estás por aquí? Aparqué el coche donde me dijo…— Él tropezó con un lugar desigual en el camino. — ¿Y por qué no podemos usar linternas otra vez? ¿Porque queremos romper nuestros cuellos? — Eso último lo dijo en voz baja, no estoy segura que él pretendiera que nadie más escuchara. —No todos nosotros, — dijo Jim innecesariamente. —¿Dónde estás? — Preguntó Calvin. No podía vernos a pesar de que no estábamos a más de doce metros de distancia, y la media luna iluminaba la noche. Traté de imaginar que sería como pasear por la noche, medio ciego a todo a tu alrededor. Vulnerable. Con razón la gente busca monstruos en la oscuridad.

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—Estamos aquí, — dijo Jim, y Calvin cambió su trayectoria. Casi a la mitad del camino, nos vio. Lo pude ver en su cuerpo. Evidentemente, su tío también podía hacerlo. —Los Hauptman ya están aquí. Hank y Fred están a la espera en el monumento. Calvin apretó el paso. —Todo el mundo está temprano. ¿Tenemos que esperar hasta la medianoche? —Vamos a ver. La tierra es rica esta noche, — dijo Jim. —Esperando por nosotros. —La naturaleza aborrece el vacío, — le dije. — ¿Por qué no hay cosas desagradables aquí chupando esta magia? —Porque es nuestra, — dijo Calvin. —Lo chamanístico —¿no es accesible a una bruja, mago, o hadas? —Le preguntó Adam en un tono fascinado. —He oído de este tipo de lugar, pero nunca con detalle. Supuse que serían lugares ocultos. —No es accesible para otros tipos de usuarios de la magia sin algún trabajo, — dijo Jim. —Y más tiempo del que a ellos se les permite —este es un lugar muy público. Mi abuelo limpió un aquelarre. Quemó toda la ciudad para hacerlo, y Maryhill nunca se recuperó —pero no lo han intentado de nuevo. No estoy seguro de que las hadas no puedan acceder a él; pero, si lo hacen, probablemente pueden encontrar un lugar cercano que sea más privado y casi tan poderoso. Las líneas de Ley son líneas, ellas no sólo se detienen en un solo lugar. Por lo que he oído, un mago no sería lastimado para nada, pero no he visto ninguno aquí. —El poder estaba aquí antes de Stonehenge, — dijo Calvin, —Pero la construcción parece hacerlo más accesible. Hay un par de lugares cerca de aquí que fueron lugares más tradicionales de poder y probablemente eran mejores antes de que Sam Hill construyera esto aquí. —¿Coyote te dijo lo que quería que hicieras con toda esta magia? — Le pregunté. —¿Coyote? — Preguntó Calvin, —¿Quién es Coyote? —Coyote, — dijo Jim con sequedad. Calvin sonrió con incertidumbre, parpadeó un par de veces, y luego pareció que lo entendía. —¿Coyote? Entonces él me miró. —Ella conoce Coy…— El se detuvo a media palabra, mirándome fijamente. —Maldita sea, — dijo con asombro. —Oh, caliente maldición. —Cuida tu boca, muchacho, — dijo Jim. —Extraña mi…— Calvin aguantó la última palabra. —Ese es el porque. Es por eso que tú eres una caminante cuando tu madre es blanca. Coyote es tu maldito padre. No sé por qué su reacción me ofendió. —No. Se de muy buena fuente que Coyote no es mi padre. Mi padre era un jinete de toro Pies Negro que murió en un accidente de coche antes de que yo naciera. — No estaba completamente segura de que Coyote no fuera mi padre —pero sabía que él no lo creía y —yo no lo iba a proclamar si él no me estaba reclamando. Calvin me frunció el ceño.

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—Yo no soy, — dije claramente a través de mis dientes apretados, —la hija de Coyote. Jim tomó una respiración profunda. —Me alegro de que eso se aclare. Sí, Coyote me dijo lo que quería que hiciera. Está todo instalado en el interior del círculo. —Vamos a verlo, entonces, — dijo Adam. Tomó a Calvin por el brazo y le dijo, —Sígueme. Me mantendré a tu paso. Pasamos por la piedra del talón, un monolito de casi cuatro metros de alto sólo un poco al noreste del resto del monumento y bajo el anillo continuo de cemento formado de piedra que era el borde exterior del Stonehenge. Miré con cautela cuando pasamos por debajo de la losa de cemento donde ambos halcones se alzaban. Estaba a casi cinco metros por encima de nuestras cabezas, y mi coyote interior estaba seguro de que no estaban lo suficientemente lejos. Eran fuertes, también, la fina textura de la grava no era propicia para la tranquilidad. —Los halcones cazan durante el día. — El agarre de Adam en Calvin se había desplazado hacia arriba hasta que él sólo puso una mano en su hombro —pero me estaba hablando a mí. —Así como Hank no tiene un arma de fuego, el lobo triunfa sobre al halcón en la noche. Uno de los halcones gritó un insulto de vuelta, y Adam sonrió, una expresión que estaba tan llena de desafío como el grito del halcón. —En cualquier momento, halcón, — dijo él. —En cualquier momento. Él estaba molesto todavía por recibir un disparo, pensé. Ahora que lo pienso, yo no estaba muy contenta por eso, tampoco. —Calvin y yo llegamos hace una hora, — estaba diciendo Jim, ignorando el intercambio antes de la pelea, —Y colocamos lo que necesitábamos con linternas. Coyote fue bastante firme acerca de la tecnología moderna no visible para la ceremonia. — Él miró a Calvin, y estaba segura de que podía ver en la oscuridad mucho mejor que su sobrino. —Las linternas fueron mencionadas en particular. Pero soy un hombre viejo y un gran creyente en ‘el trabajo mejor, no el más duro’, por lo que vinimos con la camioneta. Stonehenge consistía en la piedra del talón, un par de círculos concéntricos —el primer anillo de piedras de dintel sujetado por piedras de pie, el segundo un anillo de monolitos —tal vez de ocho o nueve metros de altura— y un patio interior. El patio interior estaba formado de alguna manera como una herradura con la entrada y salida apuntando al noreste -un taco de piedra, de hecho. La montuna más externa de la herradura estaba delimitada por cinco enormes conjuntos de piedras, cada una hecha de dos piedras de pie que sujetaban una piedra sobrepuesta. Siempre me recordaron a esos ganchos usados para la construcción del mobiliario con una pequeña banda y largas piernas. Había dos en cada lado de la herradura y una en el centro; todas ellas eran más altas que el anillo exterior, y el centro era aún más alto. Dentro de esas enormes esculturas de roca había otro conjunto de monolitos, seguidos de un patrón de herradura. Encima de todos los monolitos, tanto en el patio interior como en el exterior, había gordos, claros contenedores de cristal que protegían las blancas velas, gordas y sin encender dentro de ellos. Las mechas de la velas estaban mayoritariamente ennegrecidas, indicando que habían sido usadas antes.

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Delante de las más alta de las enormes cosas como gancho de cemento-pretendiendo-ser-roca, había un altar ―ocho o diez pies de largo por tres pies de ancho y dos pies de alto. Unos pocos pies por delante del altar, la madera para una pequeña fogata había sido reunida encima de lo que parecía un círculo de dos-pulgadas de espesor de gruesa grava, mucho más oscura y más gruesa que la grava ya allí. Me incliné para tocarlo, y Jim habló. ―Mañana por la mañana, cuando podamos ver, vendremos a limpiar, ― me dijo. ―La grava hará más fácil borrar cualquier signo de fuego. No queremos dar a nadie idea y tenemos un montón de adolescentes encendiendo fogatas aquí por la noche. Eso también asegurará que el fuego no se extienda. El pasto se queda en esta época del año, pero no quiero ser el responsable. Adam había subido a un monolito para echar una mirada más cercana a las velas, un casual ascenso que insinuaba la fuerza que mantenía para comprobarlo. Él cayó al suelo y sacudió sus manos. ―Difícil de encender desde aquí abajo. ―Guardamos el taburete que usaba para ponerlas allí arriba. ―Calvin se había quedado cerca de Adam pero me seguía echando furtivas miradas. Entonces él frunció el ceño. ―¿Mercy? ¿Eso es un ojo negro? Levanté la mano para tocarlo. ―Ella tuvo una pelea en el Wal-Mart, ―dijo Adam. Alguien que no le conociera probablemente no oiría la diversión en su voz. ―¿Qué? ―Fue atacada en el Wal-Mart. ―Deberías haber visto a la otra mujer, ―dije. Noté que habíamos perdido a alguien. ―¿Dónde estás Jim? ― Me había hablado solo hacía un minuto. Había pensado que el ruido de la grava evitaría que se escabullera alrededor. Aparentemente, había estado equivocada. ―Se fue a lavarse y cambiarse, ―dijo Calvin. ―Hay un pequeño edificio allí, se usaba como tienda para los turistas, pero ha estado cerrada durante unos pocos años ahora. Jim tenía una llave. Será mejor que empiece a encender las velas. Eso lleva un rato. ―Podemos ayudar. ―Adam sacó un encendedor de su bolsillo. Adam no fumaba, pero estaba preparado para un nuevo nivel entero. ―Solo tengo un taburete, ―se disculpó Calvin. ―Eso está bien. ― Adam se movió detrás de mí, agarró mis caderas, y me levantó sobre su cabeza y encima de sus hombros. ―Hey, ―dije indignada. Habría sido un poco más suave si me hubiera avisado primero. Como fuera, tuve que levantarme un poco para equilibrar. Él esperó hasta que estuve lista, luego me dio unos golpecitos en la cadera.

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―No necesito un taburete de un escalón, ―dijo Adam, caminando hacia uno de los monolitos y levantando el encendedor. ―Tengo a Mercy. Incluso con los tres trabajando en ello, encender las velas llevó mucho tiempo. Nunca había notado cuantas de ellas había antes. Más de treinta, pensé, quizás incluso cincuenta. Cuando estábamos en ellos, había un aire navideño proveniente de docenas de velas blancas. Por casualidad o designio, encontramos a Calvin en la última piedra de pie, justo al lado del altar. Adam me dejó en el suelo mientras Calvin terminaba de encender la última. En poco tiempo, la magia en el suelo había aumentado, y saltó hacia mí como una entusiasta llama cuando mis pies golpearon la grava. Me quedé pasmada un poco, y Adam, probablemente pensando que aún estaba sin equilibrio, puso una mano en mi hombro para estabilizarme. Calvin bajó del taburete. ― Llevaré esto al aparcamiento. Mientras tanto, Tío Jim me pidió que te dijera que necesita que tomes la forma de tu bestia. ―¿Sabes lo que nos ha hecho Coyote? ― Pregunté. Calvin descendió sus ojos. ― No. Resoplé antes de que él pudiera decir algo. ― No te molestes. Eres sin duda el peor mentiroso que he conocido nunca. Bien por ti. Pero podrías mantenerlo en mente y compensarlo. Cultivar un aire misterioso y no responder a las cosas que podrían tentarte a mentir. ― Eso era lo que Bran decía. Incluso Bran no podía mentir a un hombre lobo. No pensaba que él pudiera de todas formas. ―¿Cuánto tiempo tenemos? ―Preguntó Adam. ―Los caminantes podrían ser capaz de destellar entre las formas, pero me tomo más tiempo. ―No lo sabía. Lo siento. Deberías habértelo dicho antes de empezar a encender las luces. ―Si nos quieres aquí, nos esperarán, ―le dije a Adam. ―Sí, ―estuvo de acuerdo Calvin. ―Estoy bastante seguro que esta ceremonia os necesita a ambos. ―Él dio un paso alejándose de nosotros, luego paró. ―Hey, Fred me dijo que preguntaste por las muertes en Columbia. Me pidió que lo comprobara, así que pregunté a un amigo mío que es policía en el río. Me dijo que en las pasadas tres semanas hubo veintiséis personas que se suponían cayeron entre el John Day Dam y el The Dalles, sin incluir a la familia de cuatro que informaron que se perdió esta tarde cuando su coche fue encontrado en el parque estatal en el lado Oregon del Columbia. Hay más gente que hemos perdido en el río en los pasados cinco años combinados. ―¿Qué familia? ―Pregunté. ―Un corredor de bolsa y su esposa que es profesora de escuela elemental y sus dos hijos pequeños, ―me dijo. ―Lee y Janice Morrison. ―El sueño había sido real. Podía haber hecho algo por eso. Seguramente podía haber hecho algo.

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―Eso es cierto. ¿Viste el papel hoy? La mano de Adam estaba sobre mi hombre. ―¿Cuánto tiempo han estado perdidos? ―Preguntó él. ―Dos días. Antes de mi sueño. Había visto algo que había ocurrido en el pasado. Sin oportunidad de hacer algo. Debería haberme hecho sentir mejor, pero no lo hizo. ―Creo, ―dijo Adam suavemente, ―que es seguro decir que esto es algo que necesita ser perseguido y asesinado. Calvin asintió. ―Lo bueno es que hay un equipo del FBI trabajando en la idea que tenemos algún tipo de asesino en serie suelto. Han estado tranquilos bastante; no quieren alentar al asesino o al pánico. Mi amigo estaba bastante interesado en por qué estaba preguntando. Le dije que era por Benny y Faith. ―Me miró. ― De esa manera no le estaba mintiendo. ―Vamos a cambiarnos, ―dije. No quería pensar en Janice y su familia ya. Se habían ido, y no había nada que pudiera hacer por ellos. ******* Habíamos estado en casa con la manada de lobos alrededor, acabábamos de desnudarnos y cambiar, pero no estaba cómoda desnuda delante de extraños ya. Incluso si había estado de acuerdo en hacerlo, Adam no cambiaría en público. Bran había pedido a los lobos abstenerse de cambiar donde otros podían verlo. Los hombres lobo eran maravillosos ―pero el cambio es terrible. Sin sentido por asustar a la gente con lo que no eran, dijo Bran, cuando los lobos estaban intentando ser mansos para las cámaras de las noticias. Así que dejamos Stonehenge y subimos a la caída justo detrás, la cual nos escondía efectivamente de Calvin, Hank, y Fred ―tanto como los halcones se quedaron en el lado más alejado del monumento. Aún así, estábamos expuestos. No había árboles cerca, y podíamos ver todo el camino al río y más allá de la carretera ―millas y millas. La oscuridad aseguraba que nadie que bajara aquí actualmente pudiera vernos, pero se sentía como si pudieran. Al lado de Adam, quien estaba haciendo lo mismo, me quité las ropas, doblándolas tensamente para desalentar a algunos bichos atraídos por las cálidas sobras. Rellenó mis calcetines en mis zapatos. ―Me quedaré humana hasta que hayas cambiado, ―le dije. Así podía proteger su espalda o correr para interferir si tenía que hacerlo. Cambiar a coyote no era ningún coste. Podía hacerlo varias veces en un día, pero eventualmente me agotaba. También podía quedarme en humano durante mucho tiempo ―meses si tenía que hacer. Los lobos son diferentes. Los hombres lobo son llamados por la luna. Tienen que cambiar durante la luna llena, y es más duro para ellos controlar al lobo durante ese tiempo, también. De alguna manera, muchos hombres lobo solo cambian durante la luna llena ―dos o tres días al mes. El cambio es doloroso y toma mucha energía. Cambiar más de un par de veces estaba más allá de la mayoría de las habilidades de los lobos. Adam había estado cambiando mucho más que eso últimamente.

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Su cambio era mucho más lento de lo normal ―y parecía como si fuera mucho más doloroso, también. Me senté a su lado en el acolchado de mis ropas dobladas. Quizás debería haberme dejado las ropas puestas, pero desde, esta noche, al menos, no estaba mojada, no hacía frío. Me quedé cerca de él, pero no muy cerca como para tocarle inadvertidamente y le doliera. El pulso de la magia de Stonehenge estaba aumentando más, como un latido de corazón. Pensé que se estaba haciendo más fuerte, también, pero podría haber sido porque estaba sentada en la tierra. Mi propio corazón se aceleró un poco hasta que siguió latiendo con la magia. No era incómodo, solo desconcertante. ―¿Mercy? ―Llamó Calvin. ―Aún no, ―le dije. ―¿Cuánto tiempo? ―Tanto como lleve, ―gruñó Adam, su voz ronca y profunda cuando estaba atrapado a medio camino entre lobo y hombre. El flujo de magia paró, como si le hubiera oído, luego tomó su latido otra vez. No me gustaba eso. ―¿Estás bien? ―Pregunté, muy tranquilamente. Él no dijo nada, lo cual lo tomé como una respuesta suficiente. Su respiración se hizo más laboriosa hasta que comencé a estar seriamente preocupada por él. ―Es la magia de la tierra, ―dijo Coyote, sentándose a mi lado en el lado opuesto a la lucha de Adam. Adam gruñó, un ronco y doloroso sonido que no era sin embargo una amenaza. ―No duele para ti y los tuyos, ―le dijo Coyote. ―Me quedaré protegiéndote. Ellos se suponen que te pidieron que cambiaras antes de venir aquí. Supongo que las instrucciones llegaron confusas en la traducción de Jim a Calvin. La Madre Tierra no hace cambios fácilmente― ese es un aspecto del agua o las llamas, pero no debería hacerlo imposible. Imposible no era bueno ―pero abotoné mis labios porque incluso si supiera que intentarlo y la voluntad jugaban una parte en cualquier tipo de magia. No tiene sentido poner dudas en la cabeza de Adam hasta que realmente fallara en el cambio. ―¿Qué vamos hacer esta noche? ―Pregunté a Coyote para darme algo más en lo que pensar. ―Probablemente perder nuestro tiempo. ―Él no me miró pero miraba sobre el mundo que se extendía más debajo de nuestros pies. Noté que él raramente me hablaba directamente. La mitad del tiempo se sentía como si él se dirigiera al aire abierto en su lugar. ―¿Y si no estamos perdiendo el tiempo? ―Esperé un minuto, intentando no escuchar la lucha de Adam porque él no quería que le oyera. Podía sentir la claustrofobia de pánico que estaba reprimiendo. No podía afrontarme para aterrarme, tampoco. ―Vamos, Coyote. No es un secreto porque incluso Calvin lo sabe.

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Él rió, golpeando su pierna. ―Punto para ti. Bien. Bueno. Esperaba pedir una pequeña ayuda. No somos lo que fuimos una vez, y algunos de nosotros nunca fuimos mucho para interferir con la gente. Pero Raven tiene curiosidad, y Otter debería sentir que él tiene algo para estacar. ―Paró, mirándome, y continuó, ―Bonitos ojos negros, Mercy. Sobre el reflejo, Otter podría estar en el lado equivocado. Eso sería desafortunado. ―¿Vas a llamar a otros como tú? ―Pregunté. ―No hay otros como yo, ―devolvió. ―Nadie tan apuesto o fuerte. Nadie tan inteligente o hábil. Nadie con tantas historias que contarles. ¿Quién traería el fuego para que la gente pudiera tostar su comida y mantener calientes en invierno? Pero espero llamar a los otros, sí. ―¿Otros qué, exactamente? ―Pregunté. ―¿Qué tipo de criatura eres tú? ―Los fae, algunos de ellos, se habían asentado como residentes antes en Europa como deidades. Las historias de Coyote nunca tenías ese sentimiento hacia ellos. Coyote era un poder pero no uno que pidiera ser adorado. ―¿Has leído a Platón? ―Preguntó él. ―¿Y tú? ―Devolví porque la idea de Coyote de leer La República o la Apología era absurda y de alguna manera totalmente creíble por sus muchas tonterías. ―Estás familiarizada con su teoría de las formas, ―continuó Coyote sin responder a mi pregunta. ―Que nuestro mundo no es real sino un reflejo de la realidad. Y en el mundo real había arquetipos de cosas que existen en nuestro mundo, el cual es como podemos ver una silla que nunca hemos podido ver antes, y dice, ‘Hey, mira. Eso es una silla.’ Porque en el mundo real, hay un objeto que es el epítome de las sillas. ―Usaba mi graduado de historia dos veces al año lo necesitara o no. ―Bastante cerca, ―estuvo de acuerdo él. ―Soy la realidad de todos los coyotes. El arquetipo. El epítome. ―Él sonrió en la oscuridad. ―Tú eres solo uno de mis reflejos. ―Ellos deberían haberte llamado Narciso, ―le dije, intentando no estremecerme a los sonidos que Adam hacía. ―Demasiado malo que no seas el enemigo que necesitamos derrotar. Podríamos sacarte un espejo para que te admiraras en él. ―Y entonces ellos no te llamarían Mercy ya, ―dijo él. ―Tu nombre sería La Que Atrapó a Coyote. ―Él levantó una mano y tomó mi mano, y dijo en voz baja, ―No durará mucho. Pero yo esperaría hasta que él te invite a mirar antes de mirar sus ojos. ―¿Tus hermanas realmente son bayas en tu estómago? ―Le pregunté. ―Ah, ― dijo él con alegría. ―Necesitas encontrar a alguien que te enseñe las versiones rudas de mis historias. Son mucho más entretenidas. La modestia me impide contar historias sobre mí mismo. Me reí, cuando él quería decir eso. ―Mis hermanas no me hablan ahora mismo, ―terminó él con gran ―y sospechaba completamente fingida ―dignidad, ―así que no importa lo que son.

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A mi lado, Adam se levantó con un gruñido. Descendí mi cabeza para mostrar que no era una amenaza. Después de un mal cambio, pasarían pocos minutos antes de que Adam tuviera que desatar a su lobo. Para mi sorpresa, Coyote inclinó su cabeza también. ―Me gusta este hombre, tu marido, ―me dijo. Quizás era una explicación. ―Él me habría atacado por ponerte en peligro ―incluso aunque el lobo sabía exactamente lo que era. Y aún, cuando le pediste que tuviera paciencia, él lo hizo. Es apropiado que los hombres escuchen el consejo de las mujeres. ―¿Cómo tú escuchas a tus hermanas? ―Dije, cuando el lobo puso su nariz justo debajo de mi oreja. Ladeé mi cabeza para darle mi garganta. Los afilados dientes acariciaron contra mi piel, y me estremecí. ―Mujer prudente, ―estuvo de acuerdo Coyote. ―Pero algunas veces prepotente y fácil para irritar. Creo que necesitan desarrollar sus sentidos de la diversión. No están de acuerdo conmigo, así que quizás no sean tan prudentes como todos, ¿eh? Adam se sacudió fuerte, sus orejas haciendo un sonido de aleteo―una señal. Me giré para mirarle, y él sacudió su nariz hacia el monumento. Cambié a mi coyote ―el cual pareció tomar un poco más de esfuerzo de lo normal ―y seguí a Adam a la colina, Coyote caminaba a nuestro lado. Al menos él no era Baba Yaga o Chica Yoyó, pensé. ******* Gordon estaba hablando tranquilamente con Calvin y Jim cuando entramos en los círculos de la herradura. Jim estaba descalzo, vestido en unos nuevos pantalones oscuros y una camisa de manga larga que parecía ser azul en la luz de las velas, aunque los ojos de mi coyote no siempre eran de confianza con el color de la noche. Las botas de Gordon, por ejemplo, parecían negras, pero creía que probablemente serían las mismas botas rojas que había llevado el resto de las veces que le habíamos visto. Él llevaba una camisa de franela sobre una camiseta sencilla. ―Estaba empezando a pensar que era hora de irme, ―dijo Gordon fríamente, cuando nos acercamos. ―La magia de la tierra no es lo mejor para un cambio cuando eres un hombre lobo, ―dijo Coyote. ―Lo cual es el porqué le dije a Jim que se asegurase que él era un lobo cuando llegó aquí. ―Te dije que le dije a Mercy que trajera al lobo, ―dijo Jim, sonando irritado. Yo estaba empezando a pensar que todos sonaban así después de un rato tratando con Coyote. Los ojos de Calvin se abrieron de par en par, y pareció como si esperase que Jim fuera golpeado por la luz. Coyote solo rió. ―Mercy, ve a sentarte en el altar, ¿vale? ―Él miró a halcones. ―Vosotros dos sentaos a su lado. Gordon no pareció sobrecogido o sorprendido por Coyote, tampoco. ―Lo que sea que hagas delante de Hank, el río malvado lo verá.

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―Déjala mirar, ―dijo Coyote indiferentemente. ―Pero si nada más ocurre esta noche, creo que puedo conseguir asegurar a Hank. Los halcones me deben unos pocos favores. Salté encima del altar al lado de los halcones un poco dudosa. Había una placa de bronce encima, pero estaba demasiado desgastada para leerla en la oscuridad. Adam saltó a mi lado y se acurrucó alrededor de mí protectoramente, manteniendo la moles de su cuerpo entre yo y los otros depredadores. ―Adam, ―dijo Coyote, ―al no ser Azteca, no vamos a sacrificar a tu esposa en el altar. Ella no puede tocar el suelo. De alguna manera, Lobo debería responder esta llamada, sería desastroso si tu cabeza estuviera más alta que la suya. Normalmente él se muestra en forma humana o como humana, pero es el que a menudo prefiere su piel de lobo. ¿Te importaría tomar una posición justo delante del altar, entre este y el fuego? Adam gruñó silenciosamente a los halcones, un claro aviso, y se deslizó fuera del altar para sentarse donde Coyote le había pedido. Las cejas de Gordon se habían levantado casi a su pelo blanco. ―¿Un Coyote educado? Coyote gruñó algo en una lengua extraña. ―Pensaba que eras su padre, ―dijo Gordon plácidamente. ―Eso no le hace tu hijo por matrimonio. ―Dilo, entonces, ―dijo Coyote, ―le respeto y no me imagino entrar en medio de una pelea de perros esta noche si puedo evitarlo. Ahora déjanos hacer esto. Él cambió. Su cambio fue incluso más rápido que el mío, pensé, aunque no podía estar segura. Entre un parpadeo y el siguiente, había un enorme coyote del tamaño de un San Bernardo. Él caminó hacia el monolito que estaba en un borde de la herradura y saltó encima de él. Gordon parecía amargado, luego se convirtió en el águila más grande que había visto en mi vida, y había visto algunas águilas doradas enormes. Como un pájaro, de pie era más alta que el hombre que había sido. No podía decir de qué color eran sus plumas aunque parecían como si fueran varias formas más oscuras que los halcones. Entones extendió sus alas, y me di cuenta que Gordon no era un águila después de todo. Ningún águila tenía una envergadura tan grande. ―Thunderbird, ―dijo Calvin con respeto. ―El abuelo te dijo que eras Thunderbird, pero eso fue cuando él me llamaba por el nombre de mi padre más a menudo. Thunderbird. El pájaro se inclinó hacia delante y frotó esa perversa forma afilada golpeando contra el lado de la cabeza de Calvin. Desde que la cabeza de Calvin se quedó en sus hombros, tuve que asumir que era un gesto de afecto. Con un movimiento que era medio salto y medio vuelo, él aterrizó en el monolito opuesto a Coyote. Él hizo que la posición de la piedra pareciera mucho más pequeña. Gordon, quien era Thunderbird, codeó la vela hasta que estuvo situada donde él quería. La luz de la vela envolvió a sus plumas en un cálido chocolate oscuro. Se mecía una y otra vez un poco, estirando sus alas, luego situándose silencio.

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Calvin sacó y giró una alfombra, un pequeño tambor, y una bolsa cuajada de cuero sin curtir. El cuero sin curtir ―escondite sin curtir― era más comúnmente usado por los Indios sencillos que los Indios de la meseta como los Yakama, pensé. De alguna manera, supuse que un médico podía usar lo que fuera para ejecutar lo que quería hacer. Calvin dejó la bolsa a un lado del preparado pero aún-sin-encender hoguera. Entonces, con gran formalidad, él desenrolló la alfombra, alineándola con el altar de piedra. Tomó el tambor con él y se sentó al lado de Adam. Jim se quedó de pie delante de la alfombra y cerró sus ojos. Parecía como un orador, pero si él lo hacía causado la magia para asentarla y tomar nota ―podía sentirlo a través del cemento del que colgaba. Él caminó hacia la alfombra y levantó una mano sobre la madera apilada. ―Bosque, ―dijo él, ―quien se tragó la llama de los Seres Fuego, es hora de arder. Cuando el pequeño fuego ardió en llamas, Adam se estremeció un poco, pero no pareció sorprender a Calvin o a Jim. Jim dio un pequeño asentimiento a Calvin, quién comenzó a tocar el tambor. Al principio tocó con un simple, golpe de una mano. No era un sonido firme sino tentativo e irregular ―hasta que cogió el golpe de la magia que corría debajo de nosotros. Él se quedó con eso durante un rato, luego comenzó a acelerar, poniendo énfasis en el simple golpe con notas elegantes. Cuando la magia siguió sus añadidos, cambió la cadencia a un ritmo conductor y sincopado. Y la magia siguió su guía. El viento eligió ese momento para levantarse y tirar el humo del fuego a mis ojos. Parpadeé pero debí haber conseguido algunas cenizas con el humo. Poniendo mi hocico encima de la piedra, restregué mi cara con mis garras. Eso ayudó. Levanté mi cara tan pronto como pude ver ―y estaba sola.

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Capitulo 11 Me puse de pie aterrada, el golpe del tambor de Calvin aún fuerte —pero el vínculo entre Adam y yo era fuerte y tranquilizador. Me daba valor para quedarme donde estaba, tomar una profunda respiración, y mirar alrededor para ver si podía averiguar lo que había ocurrido a todos los demás. El fuego ardía, las velas estaban encendidas, y el cielo de la noche sobre la cabeza estaba claro y estrellado. De alguna manera, había una espesa niebla al nivel del suelo, y no podía ver nada más allá del anillo exterior del borde circular. En ese momento me di cuenta que estaba en forma humana, llevando las ropas que me había quitado y cuidadosamente doblado hacía poco rato. Se sentían reales bajo mis dedos —incluso la ligera aspereza donde había derramado un poco de mostaza en mis pantalones esa tarde. Pero estaba bastante segura que era una visión. No podía pensar en ninguna otra razón para que aún pudiera oír el tambor. El pelo de punta en la parte de atrás de mi cuello me dijo que de alguna manera, alguien me estaba observando. No podía oírles u olerles, pero podía sentir los ojos en mí. Quizás estaban esperando una invitación. —¿Hola? —Hola, Mercedes. Me giré alrededor y encontré que había cuatro mujeres caminando a través de las rocas juntas más largas. Todas iban vestidas en idénticos vestidos blancos de boda completos con flecos y dientes de alce. Sus pies estaban descalzos y callosos, y el pálido polvo de la ligera grava gris cubría sus pies como si hubieran estado caminando un largo tiempo. Olían a limpio y mordaz, como salvia o hamamelís, pero más suave que cualquiera. No era una experta en gentes nativas, a pesar de un trozo de herencia buscada mientras estaba en la universidad. Pero estaba suficientemente bien versada para saber que cada una de ellas era de una tribu muy diferente, a pesar de sus gestos demasiado-maravillosos-para-ser-real. La primera mujer me parecía Navajo o Hopi —o quizás incluso Apache. Su piel era más oscura que cualquiera de las otras, y sus gestos eran suaves. Llevaba su pelo al estilo Princesa Leia en un moño a cada lado de su cabeza, lo cual pensé era un estilo tradicional Hopi— el estilo de uno de los Pueblos Indios, de cualquier manera. La segunda mujer tenía las mejillas redondeadas y bajas de los Inuit, y sus ojos se arrugaban hacia mí en una manera amistosa. Su pelo estaba separado en dos trenzas tensas que colgaban por sus hombros. La tercera mujer parecía como alguien de una de las Tribus Sencillas, aunque no podía señalar exactamente lo que me hacía pensar así. Su cara era un poco más suave que las dos primeras, su mirada clara y penetrante. Como la segunda mujer, llevaba su pelo en un par de trenzas, pero las suyas colgaban pasando su cintura. Tenía pendientes de hueso en sus orejas —la única de las cuatro que llevaba joyería de algún tipo.

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La cuarta mujer llevaba el pelo oscuro apartado cuidadosamente de su cara, pero por lo demás era libre para volar a medio camino por su espalda. Era espeso y áspero, como la melena de un caballo salvaje. No podía decir de qué gente era, excepto que era India. Sus gestos eran afilados, su nariz estrecha, y sus labios llenos. Era la que habló primero. —Mercedes no es un nombre Indio apropiado. —Su tono, como sus palabras, eran críticas, pero no emocionalmente. Había esperado oír semejante tono de una mujer en un mercado mirando la fruta. Ella frunció sus labios brevemente, evidentemente considerando mi nombre. —Es mecánico. Debería llamarse Arregla Coches. La primera mujer, la que podría haber sido Hopi, sacudió su cabeza. —No, hermana. Portadora de Cambios. La mujer que parecía una de los Indios Sencillos pero no lo bastante Cuervo, Pies negros, o Lakota, frunció el ceño con desaprobación. —Imprudente Coyote Quien Corre con Lobo. Podríamos acortarlo a Mujer Comida. La alegre mujer Inuit rió. —Mercedes Que Arregla Volkswagens, te hemos traído para vernos desde que nuestro hermano no nos traería para verte. —¿Su hermano? —Pregunté cuidadosamente. Aún estaba de pie en el altar, lo cual me hizo mirarlas hacia abajo. Eso se sentía extraño, así que caminé hacia la tierra y la magia en el suelo inmediatamente giró en mis tobillos para curiosear. —Coyote, —dijeron ellas al mismo tiempo, mientras la mujer Inuit me ayudaba para no caerme. No pude evitar pensar que sería algo malo sentarme en el suelo si solo de pie tenía tanto efecto. Me senté en el altar y levanté mis pies. —No podemos decir el futuro, —dijo la mujer de gestos afilados cuya tribu no podía situar después de todo. —Pero sabemos lo que nuestro hermano está planeando. Le dirás que es muy peligroso, pero ¿también es en lo único en lo que podemos pensar que pudiera funcionar? —¿Qué está planeando? —Pregunté. —Podemos decírtelo aquí. —La Mujer Inuit se sentó a mi lado pero dejó sus pies en el suelo. —Pero él no puede decírtelo hasta que se libre de sus espías. Ese es el por qué actualmente te trajimos aquí —eso, y que queremos echarte una mirada. Él que Ve Espíritus— le conoces como Jim Alvin —ha abierto este camino entre nosotros durante un corto tiempo. Coyote necesitaba privacidad para hablar a los otros, a Hawk y Raven, a Bear y Beaver, y al resto. Nosotras decidimos que tú deberías saber lo que él dice. —Malvado Río, —dijo la mujer posiblemente Hopi-Navajo, —es una criatura que vive en tu mundo y en el nuestro al mismo tiempo. En el nuestro es inmortal, pero puede ser asesinada en el tuyo. Una vez esté muerta, no podrá volver a menos que sea invocada. Pero en ese momento regresará más grande y más peligrosa que antes. La última vez nuestro hermano la enfrentó, la atrapó más que matarla con la esperanza de que fuera más efectivo de lo que matarla había probado. —Decidí que era Hopi, y cuando lo hice, sus gestos cambiaron solo un poco hasta que no hubo posibilidad de que fuera algo más. —¿Quién invocaría a esa cosa? —Pregunté.

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Ella sonrió una pequeña sonrisa secreta, del tipo que siempre me hace querer golpear a Bran. —Si gustas. — Ella ladeó su cabeza, y dijo, —Malvado Río está Hambriento porque vivir entre mundos para esos sin un soporte en alguno es costoso. Ella debe consumir comida para ambos aspectos: carne para la carne y para el espíritu. La mujer Hopi continuó, —Toda vida es extendida con posibilidades. Las semillas tienen posibilidades, pero todas sus mañanas son cogidas por el patrón de su ciclo vital. Los animales tienen posibilidades que son más grandes que un abeto o un hoja de césped. Aun así, para la mayoría de los animales, el patrón del instinto, los patrones de sus vidas, son muy fuertes. La humanidad tiene un rango más grande de posibilidades, especialmente al muy joven. ¿Qué niños crecerán para estar ahí? ¿Con quién se casarán, a quién creerán, que crearán? La creación es una semilla muy poderosa de posibilidades. La mujer Sencilla que no era ni Lakota, Cuervo, o Pies Negros dijo, —Malvado Río se alimenta de las posibilidades. La Mujer Inuit levantó su mano para situarla en el hombro de su hermana. —Ella se alimenta de la muerte de esas posibilidades. Por esta razón, debe alimentarse de la gente más que de animales, los animales más que a las plantas. Pero lo mejor de todo es que adora alimentarse de niños. —Se alimenta del final de las posibilidades, —corrigió la mujer Sencilla —Shoshone, decidí. Me parecía Shoshone. Ella sonrió como si me hubiera oído pensar en voz alta. Era una gran sonrisa, como la de su hermano. —Cuanta más grandes las posibilidades, más saciado está su hambre. Cuando está llena, debe digerir su presa tanto aquí en el mundo de los espíritus como también en el mundo de la carne. Mientras está haciendo eso, es vulnerable. —Coyote y su especie —Hawk, Bear, Salmon, Wolf, Thunderbird, y los otros— tienen más posibilidades que incluso un recién nacido. —La mujer Cherokee se giró en un gracioso círculo como si rodeara todo lo que Coyote y esos como él eran. —Si Coyote puede persuadirles lo suficiente para permitir a Malvado Río consumirles, ellos podrían ser suficientes para forzar al río malvado a comer de más. Y estará indefensa hasta que les digiera a todos. —Mientras ella está indefensa, alguien necesita matarla. —La hermana Inuit me miró con sus grandes ojos oscuros, y supe, con un sentimiento de hundimiento, de quién estaban hablando. —¿Qué pasa con Fred o Hank? —Pregunté. Adam no podía hacerlo. Su fuerza podría hacerle un candidato mejor, pero los hombres lobo no nadan. No arriesgaría a Adam en el río. —Son vulnerables a la malvada marca del río, —dijo ella. Entonces paró y dirigió mi pensamiento sin voz. —No sé sobre el hombre lobo. Solo, él sería como los otros, pero su manada podría mantenerle a salvo... —O ella podría ganar a la manada entera. —La mujer Hopi sacudió su cabeza. —No. Eso no sería sensato. El agua no es el elemento de los hombres lobo después de todo es un elemento de cambio. La Mujer Shoshone dijo, —Ella debe morir, entonces. Cuando coma, aumentará en poder. Si no muere antes de digerir semejante comida como nuestro hermano probará, será mucho, mucho más destructiva que ahora. —Y un bombardeo aéreo, —dije. —O armas nucleares. Sé que la gente podría ser capaz de conseguir a un ejército para esto. —Bran podría. Él podría no estar fuera —pero sabía cómo conseguir cosas cuando quería hacerlo.

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La Mujer Hopi sacudió su cabeza. —No. Las armas modernas no las dañarán. Solo lo más simple, un símbolo de la tierra que sea opuesta a su agua: un cuchillo de piedra. —Nuestro tiempo se termina ahora, —dijo la Mujer Cherokee. —Debes volver. La Mujer Shoshone tocó mi mejilla. —Dile a nuestro hermano que sea prudente, que no tenemos más palabras de sabiduría que añadir a las suyas. —Él dice que no le habláis, —dije. Ella rió, pero era una risa triste. —Coyote normalmente no miente, pero algunas veces lo olvida. Es él quién está enfadado con nosotras. Le dinos un aviso que no le gustó, y enloqueció. La Mujer Cherokee estrechó sus ojos hacia mí. —Le dijimos que nada bueno vendría al dejar al Viejo Coyote Joe tomar a la mujer Anglo en su cama. La Mujer Inuit sonrió y tocó mi pierna. —Obviamente, estábamos equivocadas. —Coyote es como el malvado río, —dije. —¿Cierto? Camina en ambos lugares. Así que ¿por qué no come cualquier cosa a la vista? —Coyote camina en un mundo a la vez, — me dijo la Mujer Cherokee. —Él puede hacer eso sin estar atrapado porque nosotras le esperamos aquí, y tú y sus otros descendientes le anclan allí. —Coyote comprende que el Universo es todo uno. —La voz de la Mujer Shoshone era indulgente. —Coyote, —dijo secamente la Mujer Hopi, —no se preocupa mucho por comprender algo, lo cual es el por qué comprende tanto. —¿Qué ocurrirá cuando el malvado río se los coma? A Coyote y los otros. —En las historias, Coyote moría y renacía al día siguiente, pero había un aire de resignación que colgaba en esas mujeres que insinuaban algo más nefasto esta vez. Ellas intercambiaron miradas que no pude leer. —No lo sabemos. —La Mujer Inuit miró fuera de la niebla que nos rodeaba. —Como te dije, no se nos permite conocer el futuro. Solamente damos consejos. —Podría ser que es la última vez para que Coyote camine en tu mundo, —dijo la Mujer Cherokee en una voz baja. —Ha cambiado mucho, es imposible saber qué significan esos cambios. —Hay alguien que no camina en ambos mundos ya. —Los ojos de la Mujer Shoshone brillaron con lágrimas. —Malvado Río está en ambos mundos y también puede enviarles descuartizados al universo. —No te preocupes por lo que no puede ser cambiado. —La Mujer Hopi se sentó en el suelo y golpeó mis tenis. —Incluso si Coyote no renace con el sol de la mañana, siempre hay esperanza en un nuevo amanecer. Ahora vamos, hermanas, es hora de enviarla de vuelta. —Creo que se parece a mí, —dijo la Mujer Shoshone. —¿Qué pensáis? *******

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Y sus palabras aún sonaban en mis oídos cuando me encontré de vuelta en dónde había comenzado. El tiempo había pasado —podía decirlo porque Jim estaba de rodillas en la alfombra alimentando el fuego con hojas de tabaco. Cantaba, las palabras ininteligibles para mis oídos, pero no extrañas. Adam lamía mi nariz, luego la mordisqueó —él había notado que no estaba, entonces. Le preguntaría después si mi cuerpo había desaparecido conmigo o si solo me había esperado allí. Le acaricié para dejarle saber que estaba bien. Uno de los halcones —Fred y Hank eran fuertes para hablar aparte cuando eran humanos; como halcones me figuraba podían tener una oportunidad cincuenta-cincuenta —revoloteaban sus alas y gritos suavemente. Aparentemente le estaban molestando. Adam saltó al altar donde yo estaba sentada y caminó hacia mí con sus patas delanteras. Él descendió su cabeza y mostró al halcón sus dientes. Ambos halcones se retiraron al lejano borde del altar porque ninguno era estúpido, y quizás porque Adam tenía los dientes más grandes. Miré primero a Jim, quien parecía estar muy enfocado en su canción y en alimentar el fuego con las últimas hojas de tabaco, luego a Coyote y Gordon —quienes no estaban. Adam lamió mi oreja, luego se tumbó entre los halcones y yo. Sus patas delanteras colgaban sobre la parte delantera del altar, y sospechaba que sus patas traseras estaban fuera del otro borde. Los tres pies de cemento que era el ancho del altar era generoso para mí pero no lo suficiente para sujetar a un hombre lobo completo. Jim cerró sus ojos y levantó su mano derecha. Cuando cerró su puño, el golpe del tambor paró — y con él, el pulso irresistible de magia. Era como si alguien hubiera tirado el tapón a un club nocturno, y toda la música parase. De repente como si alguien hubiera cerrado de golpe la puerta, Stonehenge era tan mundano como un modelo exacto de un almanaque neolítico podía ser. Sin magia, sin misterio, solo un monumento de cemento gris que de repente tenía más gente dentro de lo que había cuando el tambor había estado sonando. Gordon y Coyote en sus formas humanas estaban de pie delante de los monolitos por los que habían comenzado a salir por encima. Entre nosotros y ellos, seis hombres Indios que nunca había visto antes se alejaban de los monolitos. Un hombre, que parecía no más mayor que Calvin, tenía un traje de tres piezas. Adam me había enseñado a reconocer los trajes buenos, y este era varios cientos de dólares muy bueno. Otro, como Gordon, llevaba una apariencia moderna de cowboy, aunque estaba moderado un poco. Botas marrones, pantalones, camisa tono tierra desgarrada, y un estilo marrón Montana (borde estrecho) sombrero de cowboy. El pelo gris hierro estaba trenzado tensamente y caía sobre sus hombros y casi a sus rodillas. Los otros cuatro llevaban atuendo nativos tradicionales, aunque diferente a las hermanas de Coyote, ninguno de los dos estaba vestido del mismo modo. Había dos en cuero de caza de estilos ligeramente diferentes. El más mayor, cuya cara estaba arrugada y el pelo blanco le hacía parecer a Gordon como un hombre joven, llevaba cuero que era casi tan pálido como la piel de ante de las hermanas de Coyote habían llevado. Excepto por el fleco alrededor de las costuras del hombro, su cuero era muy sencillo. Los cueros del otro hombre eran de un rico marrón oscuro con ornamentadas púas alrededor de su escote. Había manchas en sus ropas, como si hubiera salido a cazar muchas veces llevando esa camisa en particular y los pantalones ajustados.

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El tercer hombre vestido de nativo llevaba pantalones ajustados de cuero, pero su camisa suelta estaba hecha de patrones rojos a cuadros y atados con un cinturón de cáñamo que terminaba en un fleco del cual diminutas campanas de latón estaban atadas. Su pelo estaba cortado recto alrededor de su mandíbula. El cuarto tenía una ropa roja abrazada alrededor de su cabeza, casi como un turbante, desde el cual quizás una docena de parduscas plumas rojas estaban pegadas. Llevaba un taparrabos salpicado que alcanzaba sus rodillas por delante y detrás. Su camisa era un rasgón de algodón que parecía haber sido abultado por la mano más que por la máquina por la ligera irregularidad del tejido. Conseguí realmente una buena mirada a su camisa porque caminaba justo hacia el altar y agarró al halcón más cercano a mí, una mano limitando los malvados talones. Tiró al pájaro fuerte contra su cuerpo, atrapando sus alas con su brazo, y el afilado pico con su mano. —Así que, —dijo él, su voz pesadamente acentuada. —Ella intenta robar la voluntad de mi halcón. —Como te dije, Hawk, —dijo Coyote. —¿Puedes arreglarlo? El hombre que sujetaba al pájaro le dio a Coyote una fría mirada con los ojos tan afilados como los del animal del que tomó su nombre. El halcón dejado atrás hizo un suave sonido, como un pajarito en el nido. —No te autorizo, Coyote. Siempre has estado más preocupado por la gente de dos piernas que por la gente peluda. —Estaba pidiendo ayuda. ¿Te habrías negado a la petición del Gran Espíritu? Hawk bufó. —Lo hiciste antes. Y mira lo que ocurrió. —Él dejó ir los talones del halcón para hacer un gesto de barrido. No importaba porque Hawk estaba débil en su agarre. —Hay coches y carreteras, puentes y casas hasta que la tierra no pueda respirar. Habría sido mejor detener al Gran Espíritu con la primera gente. Coyote se burló, solo un poco. —Como estoy seguro que le dirías. —Te lo estoy diciendo, —dijo Hawk. Él levantó una mano y agarró un puñado de polvorienta y pequeña grava. La tiró al aire, y el viento lo atrapó, lo sujetó. Él sujetó al pájaro sobre su cabeza, y el viento golpeó el montón de tierra a través del halcón, quien gritó cuando le golpeó. Él tiró al pájaro al aire, dando a Coyote otra mirada fría, y desapareció. El pájaro cayó, y Hank aterrizó en un montón humano desnudo en el suelo. Desnudo significaba que era fácil ver que la marca no estaba. A mi lado, Fred, también en piel humana, despejó el altar y fue a su hermano. Jim, ahora situado en la alfombra y pareciendo cansado pero fascinado, se movió hacia su aprendiz, y Calvin salió en una carrera, presumiblemente a por ropas, pero no estaba segura. —Hawk es impetuoso, —dijo el hombre en el traje. —Y no me gusta estar de acuerdo con él. —Su casual mirada viajó alrededor de Stonehenge con dulce curiosidad. Pasó sobre Adam y sobre mí, luego volvió. Los pálidos ojos azules que parecían extraños y de alguna manera completamente bien en esa cara de oh-tanAmericano-Nativo se enfocaron en Adam. —Ah, —dijo él, andando de la misma manera sin tonterías que Adam usaba para cruzar una sala atestada de gente. —Este es el hombre lobo.

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Adam lentamente se puso de pies y se sacudió ligeramente. Cuando se puso de pies encima del altar, su cabeza estaba a nivel con la clavícula del hombre con el traje —quien podría ser Wolf. —He oído hablar de tu especie, —dijo Wolf. Yo miré a los otros hombres allí, pero parecían ser felices dejando a Wolf tomar el centro del escenario como Hawk había hecho hacía un momento. —Hombre lobo. —Wolf frunció el ceño. —Había pensado en una abominación cuando lo oí al principio. El lobo atrapado en la misma piel que un humano —siempre opuesto el uno al otro. Y de alguna manera abominable. Pero al mirarte. Eres maravilloso. Eso pensaba yo, también. —¿Cuál es esa diferencia de nuestro caminantes? —Preguntó Coyote en un tono interesado. —Ellos llevan ambos espíritus, también. —No, —dijo Wolf ausentemente, aún perdido en su examen de Adam. —En nuestros descendientes, solo hay un espíritu que se expresa o en forma humana o en forma animal. Esa es la diferencia. El lobo es mío, y el hombre después de todo. Y aún funciona. Él tocó a Adam, y lo sentí a través de nuestro vínculo, sentí al lobo de Adam venir hacia delante para encontrar a Wolf. Adam era receloso pero no alarmado, ni dominante ni dominado. Las manos de Wolf viajaron por toda la cabeza de Adam y cuello, como un juez en un espectáculo de perros. Adam no mostraba señal de que le molestara aunque a mí me molestaba. Adam era mío. —El depredador perfecto, —ronroneó Wolf, inclinándose hacia delante y frotando su mejilla posesivamente contra la mejilla de Adam. Podría haber soltado un ladridillo disgustado. Wolf me miró con los fríos ojos azules, y su boca se curvó en los comienzos de un gruñido. —Esa es mía, —dijo Coyote. Su tono era casual, pero había acero detrás que convirtió el simple comentario en un aviso. Wolf miró a Coyote y levantó una mano para aplastarme con el dorso de su mano —y Adam cogió esa mano en sus dientes. Wolf giró hacia atrás con un siseo, y Adam liberó su mano— pero había sangre. Él no estaba gruñendo lo suficiente, pero había dejado su posición clara. —Ves esto, —dijo Wolf. —Abominación. Los lobos no corren con coyotes. —Es un romance tan viejo como el tiempo, —calmó Coyote. —Las reglas son establecidas para la buena sociedad. Pero tan pronto como haces una regla, alguien siente la necesidad de romperla. Si eso ayuda, muchos hombres lobo se emparejan con humanos. Incluso peor, pensaría, con uno de mis coyotes. Wolf dio un paso hacia Adam. —¿Es tu compañera?

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No podía decir si eso lo hizo mejor o peor, y no creo que Wolf lo supiera, tampoco. Su mano ya había sangrado suficiente. Adam no había hecho más que romper a través de la piel. Eso había sido un aviso y no un intento real para herir a Wolf. Me gustaría pensar que Adam era lo suficiente inteligente para tomar algo como Wolf —pero tenía miedo de que no fuera cierto, no si él pensaba que Wolf me haría daño. Lamenté ese gruñidito de posesión incluso aunque estaba bastante segura de que lo haría otra vez en las mismas circunstancias. No me gustaba que nadie excepto yo tuviera sus manos sobre él. Había sido posesivo el toque de Wolf, y Adam me pertenecía. —Las has dejado con la marca del río, —dijo el Indio cowboy en ropas del tono de la tierra. Su voz era sedosamente suave y maravillosa. —Lo hice, Snake, —dijo Coyote. —Porque he matado al malvado río antes, ella no puede apoderarse de Mercy como hace con todos los demás. Pero Mercy ahora es algo que como ya hemos probado puede llamar su atención y llevarla a donde la queramos con una orden bastante corta. Al malvado río no le gusta que su presa se aleje de ella, y la quiere de vuelta. —Él me miró. —Hay muchas millas de agua entre Las Dalles y John Day. Y no la había llevado más de diez minutos encontrarme cuando Coyote me tiró al río. Él había tenido razón: habíamos aprendido mucho de eso. Calvin había vuelto de donde fuera que hubiera ido. Tenía un par de mantas, las cuales se las dio a Fred y a Hank. Hank tomó una con un asentimiento de agradecimiento; pero Fred solo volvió a cambiar a un halcón y voló para colgarse cerca de una de las velas en una piedra cercana que estaba de pie. El hombre mayor en cuero blanco de caza dijo, — Creo que podría ser mejor dejar al Malvado Río hacer su camino. Cuando ella se haya comido al mundo entero, podría hacer uno nuevo. —Suenas muy seguro, —dijo Gordon en una voz interesada. —¿Verdad? No creo que sea tan fácil después de todo. El hombre mayor le gruñó, un sonido grande y estruendoso que era de alguna forma adecuado viniendo de ese fiero cuerpo viejo. —Amigo Bear, —dijo Coyote. —Cambiar no es malo. Cambiar es solo cambiar. Alarmante para esos de nosotros que nos marchamos, luego volvemos después de un largo tiempo, sí. Pero no es malo. —Mira la polución. —Bear tomó una respiración como si pudiera oler la toxicidad que había a cientos de millas de alguna parte. Mi nariz es muy buena, y habría dicho que se estaba tirando un farol si hubiera podido hablar. —Las carreteras, los ferrocarriles. Mira las casas encima de las casas que destruyen cazando suelo y dejando solo una diminuta fracción de árboles libre. Wolf ha dicho que la Madre Tierra no puede moverse debajo del cemento y el acero, y yo digo que tiene razón. —Hay cosas que son malas, —dijo Coyote. —Pero hay cosas malas también. Tiempos de hambruna. Tiempos de congelación. Tiempos de enfermedad. Hay cosas buenas aquí. —Él ondeó una mano hacia Wolf. —Mira las ropas que llevas. Ese traje es seda y lana tejida en una moda que no era posible hace unos pocos siglos. Todo cambio trae cosas malas y cosas buenas para reemplazar a las cosas malas y buenas que había antes. Es natural mirar atrás y decir que era mejor antes —pero eso no lo hace verdadero. Diferente no es peor. Es solo diferente.

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—Hay algo de verdad en lo que dices, Coyote. —Wolf estaba acariciando su traje de chaqueta con la misma posesividad que había mostrado hacia Adam. —No me gusta eso, —dijo el hombre en el curo más oscuro; sonaba infeliz y preocupado. —Bobcat. —A Coyote le gustaba. Podía decirlo por el tono en su voz. —Hay buenos suelos de caza aquí; solo tienes que encontrarlos —como siempre era cierto. El sol aún es cálido, y las flores aún huelen dulce. —Deberías llevarle a Disneyland, —sugirió Gordon. —O yo podría. Me gusta Disneyland. El humano puramente contingente había estado muy tranquilo hasta este punto. Pero ahora Calvin habló. — Si le das una oportunidad, creo que encontraría que no es tan horrible. El hombre con el cinturón con las campanas de latón puso un brazo alrededor de Bobcat. —El problema es este, Bobcat. Las cosas cambian tanto si las quieres como si no —a menos que estés muerto. —Su voz era ronca, como un fumador de tres-paquetes-al-día-durante-veinte-años. —No mantengas tan fuerte el pasado que te mató con él. Él miró a Coyote. —No hay sentido en esto. Todos estamos de acuerdo en hacer lo que pediste, o no estaríamos aquí. ¿Dónde y cuándo? —Cuando Raven diga, —estuvo de acuerdo Coyote formalmente. Entonces describió cómo encontrar nuestro campamento de una manera que los cuervos, linces, lobos, serpientes, y osos pudieran encontrarlo. Cuando estaba terminando, dijo. —Para entonces, cuanto antes mejor, creo. ¿Mañana? —Después de oscurecer, —dijo Jim. —Calvin dice que el FBI está buscando al que sea responsable en el campo de matanza que este río ha convertido. No quieres que ellos se muestren en un mal momento. — Él miró a Raven, y dijo, —Los guerreros con bastones explosivos que son marcados por el río es una mala idea. Raven le sonrió. —Sé cómo es el FBI, —le dijo Jim. —Coyote no es el único que aún se pasea. Mientras ellos estaban hablando, los otros se habían ido. Algunos de ellos parecían alejarse caminando, pero vi que Wolf desaparecía, probablemente porque lo hizo mientras aún estaba mirando a Adam. Quien me pertenecía. —Gracias, Raven, —dijo Coyote, después de una rápida mirada para ver que los otros espíritus animales, incluyendo a Gordon, se habían ido. —Todos podríamos morir para siempre mañana, viejo amigo, —dijo Raven. —Pero será interesante, de todas formas. ******* Adam y yo nos fuimos para cambiar y vestirnos, también —pero yo era la única en hace algún cambio. La mirada aterrada de Adam encontró la mía cuando me estaba poniendo mis pantalones. —Aguanta, —le dije. —Iré a por ayuda. Me puse mis ropas, pegué mis zapatos a mis pies, y agarré las ropas de Adam tan rápido como pude. Entonces salté de vuelta a la colina, esperando que el condenado de Coyote no hubiera desaparecido ya como el resto de ellos.

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Porqué estaba muy segura que Coyote sabía algo sobre los hombres lobo era un misterio para mí, pero parecía cierto. Él había sabido que Adam tendría problemas para cambiar cuando la magia de la tierra estuviera cantando. Todas las velas estaban apagadas. Jim y Calvin se habían ido; Fred y Hank se habían ido antes de que nos dirigiéramos fuera para cambiar. Stonehenge parecía desierto. —¿Coyote? —Llamé. —¿Mercy? Había estado casi seguro que se había ido, pero él y Raven habían aparecido sentados en el altar jugando a las cartas en la oscuridad. Difícil de creer que no les hubiera visto, pero Coyote era de ese tipo, así que no me preocupé por eso. Tenía otras cosa en mi mente. —Adam no puede cambiar de vuelta. ¿La magia de la tierra habrá hecho algo que evite que cambie? —¿No puede cambiar a humano? —Coyote dobló su mano de cartas y las dejó en la placa de bronce, dándonos su completa atención. —Eso es incómodo, es tu luna de miel. —Él no puede cambiar, —dije, ignorando la última frase. —¿Es la magia de la tierra? ¿Los efectos pasaran después de que nos vayamos de aquí? Coyote lo consideró. —La magia de la tierra no haría nada a menos que esté dirigida por un chamán, y creo que le gustas a Jim. Raven dio a su cabeza un movimiento como de pájaro. —No fue Jim, y no fue la magia de la tierra. —Su voz no dejó ninguna duda. —Tu hombre lobo mordió a nuestro Wolf, ¿recuerdas? Raven me sonrió, una gran expresión cálida que era infinitamente tranquilizadora aunque no podía pensar en alguna razón por la que debería confiar en él. —Wolf se toma cosas así personalmente. Pero no es alguien que se aferra a sus enfados, tampoco. —Su cara llegó a ser un poco pensativa. —No como Owl. Coyote bufó. —¿Él aún guarda rencor por eso? Eso ocurrió hace mucho, mucho tiempo. —¿Cómo iba a saber que era su cosa favorita? —Los ojos de Raven brillaron con luz de estrellas. —Era brillante. —Él me miró. —Pero era pesado, así que lo tiré al océano. Fue un accidente. —¿Pensáis que es algo que hizo Wolf? — Tenía un buen agarre en el collar alrededor del cuello de Adam. Era un hábito que había desarrollado en los pasados pocos meses porque lo encontraba tranquilizador. Adam no parecía preocupado o nervioso, pero no lo estaría, no delante de gente que esencialmente eran extraños. Yo estaba preocupada y nerviosa por ambos. Un hombre lobo puede quedarse en lobo durante un rato. Un par de días, sin problemas. Unas pocas semanas... bueno, no es muy bueno, pero muchos de ellos estarían bien después. Los meses eran posibles — uno o dos. Después de eso, sería todo un lobo sin humano. Samuel el hijo de Bran había experimentado eso, y su lobo se había comportado de lo más civilizado durante un par de semanas sin perderlo, asombrando a todos. Era poco probable que Adam, quien no había visto su primer siglo, pudiera hacer lo mismo.

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—¿Cuánto tiempo? —Pregunté. Coyote suspiró. —Mercedes, toma poder arrastrar al lobo de Adam tan fuertemente que su mitad humana no puede cambiar. Nosotros... Ninguno de nosotros tiene tanto poder de ese tipo aquí ya, lo cual es probablemente por lo que Wolf lo hizo: para mostrar que él no se puede jugar con él. —Coyote miró a Adam. —Podría haberte matado si lo hubiera deseado. Habría sido muy fácil. Después de la batalla de mañana, debería estar muy sorprendido si el castigo de Wolf no cae. Sería fácil estar enfadado con él —pero él y los otros han estado de acuerdo en sacrificarse. Es, creo, improbable que él vuelva a este lugar pronto después de eso. —O nunca, —estuvo de acuerdo Raven tranquilamente. Él había recogido todas las cartas y dejó un patrón solitario. Araña, pensé, o alguna variante. —Así que dale su dignidad y no te preocupes. —Gracias, —les dije a ambos. Comencé a avanzar, luego recordé algo. —Hey, ¿Coyote? Él acababa de recoger las cartas otra vez y estaba en medio de barajar. —Sí. —Tus hermanas me dijeron que te dijera que pensaban que tu plan era bueno. —¿Te dijeron cuál era? —Él volvió a barajar, pero había una rapidez en su movimiento que me dijo que estaba sintiendo algo fuerte. —Sí. —Tomé una profunda respiración. —Un débil vinculo aquí, creo. Pero lo haré bien. Él sonrió. —Sí, espero que lo hagas. ******* Cuando algo me despertó de un profundo sueño en medio de la noche, asumí que era Coyote otra vez. Esta vez desperté a Adam, también. —Alguien me quiere fuera, —le dije, golpeando mi cabeza. —Creo que Coyote podría querer hablar otra vez. Cuando salí de la cama, tropecé con el bastón. Lo recogí gentilmente, en lugar de maldecirlo, y lo apoyé contra la pared. Maldecir a los artefactos antiguos parecía un poco desaconsejable. No es algo que hubiera hecho a menos que hubiera considerado cuidadosamente todos los posibles efectos. Adam y yo hicimos nuestro camino al agujero de la piscina, de dónde venía la llamada. Pero no era Coyote. Fuera en la oscuridad pude verla —o al menos despertarla. El agua turbia burbujeaba y giraba cuando ella nadaba en perezosos círculos. Mercedes Thompson. Su voz estaba en mi cabeza. Me senté en el suelo con un golpetazo, con la débil esperanza de que eso lo hiciera de algún modo más difícil para ella llevarme al agua. Coyote había sido muy precipitado al declararme inmune a sus encantos. Quizás ella no podía hacerme ahogar a mis propios hijos —y Jesse, gracias a la diosa, estaba a miles de millas de distancia. Pero podía llamarme a ella, y ella podía hablarme.

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Pensé tan fuerte como pude, Vas a morir. Mercedes, dijo ella otra vez, su voz como un líquido frío en mi cabeza, dándome la madre de todos los dolores de cabeza helados. ¿Me estás escuchando? ¿Ves lo que quiero que veas? —¿La oyes? —Pregunté a Adam. Él miró hacia el río. —No. —Le acaricié, luego golpeé mi cabeza. —Está aquí. Sus dientes brillaron blancos en la oscuridad. MacKenzie Hepner tenía ocho años hace cuatro días. Ella se suponía fue tentada con su hermano pequeño, pero algo la había despertado. Ella hizo autostop en camisón y caminó al agua fría. En su brazo podía ver la marca que esas hierbas habían dejado cuando fue a nadar demasiado lejos en el río, y su padrastro tuvo que nadar y rescatarla. Eso la hizo reconsiderar cómo se sintió con su padrastro. Él no la había gritado ni siquiera, solo la abrazó. La llevó un rato averiguar que él tenía miedo, también... ¿Ves lo que quiero que veas, Mercedes? Mi respiración comenzó a llegar en tragos aterrados. No solo había soñado con el enfermizo destino de Janice y su familia. El malvado río me había alimentado con los detalles después de todo. Quizás eso no había sido a propósito. Quizás. Pero habían sido reales, y esta niña de ocho años MacKenzie era real, también. Escondí mi frente contra Adam y le dije lo que estaba ocurriendo, dándole las palabras cuando ella me daba las palabras, describiendo el resto. Él gimió infeliz. Gesticula hacia mí si ves lo que quiero que veas. ¿La viste? Evidentemente, ella no podía leer mis pensamientos. Como Bran, solo podía empujarme cosas. Los pies de MacKenzie estaban entumecidos, y las rocas hacían profundos cortes. Ella no debería estar aquí fuera en el río en la oscuridad. Ella sabía que iba contra las reglas... Ondeé mi mano débilmente. No quería saber nada más sobre una niña que estaba caminando hacia el río y ser comida. La dejaré vivir. —Dice que dejará a la niña vivir, —le dije a Adam. Él siguió, creo, antes que yo, porque embistió hacia arriba y la gruñó —a mí, luego me saltó con una cadera en una clara orden de volver a la caravana. Sentí su risa. Ella había visto la reacción de Adam. Sabía que la había oído.

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Trato. Un trato. Un trato. Tú por ella. Ven a morir esta noche, y dejaré a la niña pequeña y a su hermano pequeño vivir. Adam se plantó entre el malvado río y yo. —Ella ofrece un trato, —le dije. —Yo por la niña pequeña —y aparentemente su hermano. Si muero, ellos no lo harán. Adam me miró, su corazón en sus ojos. —Ella tiene ocho años, —le dije. —Solo. Ayer su padrastro probó que él podría estar bien. Ella estuvo de acuerdo en darle una oportunidad. Tiene un hermano más pequeño que podría ir con ella. —Tragué. —¿Qué harías tú, Adam? ¿Morirías para que esa niña pequeña pudiera vivir? Sabía la respuesta —y por su lenguaje corporal, él también. Entonces miró al monstruo fuera del agua y volvió a mí con una oscilación en sus orejas. Él no podía hacerlo porque ella no le quería. Yo no podía hacerlo, tampoco. Sin importar cuanto quisiera hacerlo. Sin mí, el plan de Coyote no funcionaría. —¿Mentiría? —Dije, mientras el malvado río cantaba sus promesas en mi cabeza. —Yo valgo más para ella que la niña, creo. Ella sabe lo de Coyote y su interés en mí, y eso la preocupa. Pero ¿después que esté muerta? ¿Ella mantendría su palabra? ¿Quién lo sabría? —Ella mantendría su palabra. —Coyote llegó para estar de pie al lado de Adam. —No puedo dejarte hacerlo, de ninguna manera. —Lo sé. Tus hermanas dejaron claro que me necesitabas. Adam aulló otra vez. —Te hablaré sobre ellas, —prometí. Me había olvidado dejarle saber lo que había ocurrido; ambos estábamos cansados. Elige, Mercedes. —Para un antiguo mal, ella habla espantosamente bien el inglés, —dije. —Ha estado comiendo gente de habla inglesa. —Coyote se sentó a mi lado. —¿Puedes oírla? —Pregunté. Él sacudió su cabeza. —No. Ella no puede marcarme. —¿Podrías salvarla? —Le pregunté a Coyote. —¿Podrías salvar a esa niña pequeña? ¿No grabarías el camino por las aguas para fluir y mover montañas? Raven cuelga las estrellas. —Eso fue hace mucho tiempo, bajo la dirección del Gran Espíritu, —dijo él, sonando triste. —Yo soy yo mismo aquí. —¿Por qué no se encarga el Gran Espíritu de esto?

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—¿Por qué debería Él? —Preguntó Coyote. —Todo esto son muertes mortales. La muerte no es algo malo. Lo que sería malo sería vivir sin retos. Sin conocer la derrota, no podemos saber que es la victoria. No hay vida sin muerte. —Me gusta mucho más mi dios que el tuyo, —le dije. —¿No lo sabes, niña? Él es uno y el mismo. —Coyote observaba al malvado río esperando mi respuesta. — El Gran Espíritu nos ha dado nuestros sentidos y nuestro valor. Él envía ayudantes y consejeros. Él me envió a ti, ¿verdad? Hablé con mis hermanas esta noche. Fue algo bueno. —¿Puedes salvar a esa niña? —¿Sabes dónde está? —En un campamento cerca del río, —dije. Pero ¿era un campamento? Había muchos lugares en los que solo podías acampar. —No. —Entonces no. —Maldición, —dije. Tú o ellos mueren. Trato. Tú mueres, ellos viven. —¿Hay alguien más que pudiera tomar mi lugar? —Pregunté. —Nadie que conozca. Fue una sorpresa para mí que no estuvieras controlada por su marca. Eres la única criatura que es completamente de este reino que he visto resistirla. —Si no estuviera aquí, ¿qué harías? Él suspiró. —Uno de nosotros tomaría tu lugar. Pero solo habría siete de nosotros quien puede o ayudaría. Creo que era el momento de venir cuando el Gran Espíritu nos envió de vuelta al mundo otra vez, confiando en tareas para realizar. Pero muchos de nosotros fuimos heridos cuando los Europeos barrieron a través de aquí. La enfermedad se llevó a muchos de nuestros hijos, luego los vampiros señalaron a esos que se las arreglaron para sobrevivir y trajeron más muerto hacia ellos... —Él suspiró. —Nos permitieron retirarnos y lamer nuestras heridas —y para muchos eso llevará al Gran Espíritu fisgonear en sus guaridas seguras. —Él se rascó su pie desnudo en el suelo, girando una roca una docena de pies. —No mentiré. Podríamos no haber hecho suficiente para lo que necesitamos, incluso contigo. ¿Sin ti? —Él sacudió su cabeza. Mercedes. La demanda fue enfadada e impaciente. Recogí una roca y la tiré al río como mi respuesta. Cobarde por salvarte al coste de una niña. Deberías ver lo que has hecho. Aprendí mucho en los siguientes quince o veinte minutos. Aprendí que el hermano pequeño de MacKenzie se llamaba Curt, como su padrastro. Él tenía cuatro años —y estaba marcado como MacKenzie, así que no lucharía cuando su hermana le llevara en su cadera al río. Como un trato especialmente para mí, creo, el malvado río liberó su agarre de sus mentes antes de matarles. Pero quizás era porque los gritos de MacKenzie habían desgarrado a sus padres de su intento y entraron en el agua detrás de ellos. Aprendí que podía haber intercambiado mi vida por la vida de cuatro personas. Cuatro.

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Capitulo 12 No dormí. ¿Cuál era el punto? Podría tener pesadillas mientras estaba despierta así como cuando estaba dormida. Había tomado la decisión correcta, la única decisión. Pero esto no hizo un poco más fácil vivir con las muertes de cuatro personas que podría haber salvado. Alimenté a Adam, y cuando él me gruñó, me alimenté, también. Tenía que guardar mi fuerza. Si cuatro personas hubieran muerto para darme una posibilidad de ayudar a matar al Malvado Río, no fallaría porque no hubiera comido. A eso de las 5:00 a.m., cuando el primer asomo pálido del amanecer tocó el cielo, Adam y yo entramos en la furgoneta y nos dirigimos a Stonehenge. Sin Adam para conversar no había mucho que hacer, lo que nos volveríamos locos si nos quedábamos en el camping. Stonehenge tenía que ser limpiado. Yo podría hacer eso y ahorrarles a Jim y Calvin un poco de trabajo. Habían sido casi las 2:00 a.m. cuando nos había pillado la mañana, y Jim había parecido como un hombre que había estado montado a caballo con fuerza y guardado en un sitio mojado. Yo no esperaba que él llegara hasta una hora más civilizada. Pero él y Calvin llegaron aproximadamente diez minutos después de que finalmente encontrara el taburete de paso para estar lo suficientemente alto como para quitar las velas de la parte superior de las piedras. Ejercicios de barra en cuarenta y cinco monolitos (las conté mientras contemplaba como bajar las velas) me había parecido demasiado exigente enérgicamente cuando tenía un monstruo para matar más tarde. Calvin me saludó con la mano y se metió en la parte trasera de la furgoneta para coger dos cajas. Él saltó otra vez y trotó mientras Jim bajaba de la furgoneta y cerraba la puerta. —Hey,— dijo Calvin. —No esperaba...— Vio a Adam y se detuvo en seco. —Uhm. ¿Qué le pasa? Incluso los lobos felices son escalofriantes a plena luz si sus ojos te permiten ver realmente lo que son. Adam no era un hombre lobo feliz. —Wolf se ofendió con la mordedura,— dije. —Por lo que Adam no puede cambiar a humano ahora mismo. — Mierda, — dijo Calvin. — Eso apesta — y el hombre está en su luna de miel.— Entonces su cara enrojeció más oscuro con la vergüenza. Eso no fue lo que le puso los pelos de punta de Adam, aunque le hablé sobre las hermanas de Coyote después de que Coyote se fuera. Y susurrando muy tranquilamente cual era el plan para matar al monstruo. Adam no podía hablar para decirme lo que pensaba. Sabía que él entendió que era el mejor plan que podríamos llegar a tener. También sabía que no le gustaba. En absoluto. Increíble lo qué el lenguaje corporal puede transmitir.

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—Coyote está seguro de que es temporal,— le dije, consiguiendo la vela inmediatamente inferior, mientras Calvin empezó a ponerlas en las cajas que había traído. Las cajas eran como las que las compañías de mudanzas usan para empaquetar vasos, con secciones de cartón que mantiene cada una de las velas separadas de las demás. —Eso sí, no le mires a los ojos, ¿de acuerdo? Necesitamos aproximadamente una hora y media para limpiar el lugar y darle el aspecto que tenía antes de que hubiéramos llegado. Lo más difícil fue quitar la grava oscura gruesa y dejar la grava pálida mucho más fina. —Podrías haber usado un tablero de madera contrachapada, — le dije a Jim, quien estaba sentado sobre el altar criticándonos a Calvin y mí mientras recogimos la grava pieza por pieza y las poníamos en una carretilla. —No,— dijo. —No podría haberlo hecho. El fuego tenía que descansar en la tierra. Incluso la grava estaba engañando un poco. —La próxima vez...— Incluso Calvin el siempre alegre se estaba haciendo el gruñón. —La próxima vez voto porque pongamos el fuego en la tierra. Voy a cavar después y poner grava fresca que coincida con las originales en la cima. Jim gruñó. —Esto es más trabajo. Lo hicimos así durante unos años hasta que empecé a hacerlo de esta manera. —¿Qué pasa con un saco de yute?— Pregunté. —Algo poroso pero no pierde un tejido que la grava grande puede dejar pasar. O utilizar grava que combine mejor con lo que ya está aquí. —Puede funcionar,— coincidió Jim. —Pero entonces, ¿qué debería usar para mantener a mi aprendiz ocupado? Supongo que podría hacer lo que mi maestro hizo y enseñarle a bordar. —Recogeré la grava, tío, gracias, — dijo Calvin dócilmente. El curandero se rió. —Pensé que podrías sentirte de esa manera. Me detuve en la gasolinera de Biggs y compré un par de conos de helado de plátano y fresa y un cuaderno. Comimos el helado en la furgoneta hasta que Adam había terminado con su cono de fresa porque no podía alimentarme a mí, a Adam y conducir al mismo tiempo. Mientras conducía de vuelta por el puente, todavía lamiendo mi helado de plátano, pude ver el camping Maryhill, lleno de tiendas de campaña, remolques y vehículos recreativos. ¿Había estado MacKenzie alojada allí con su familia? ¿O habían estado en algún lugar más privado? No había notado a otros campistas. Pero si hubiera sido el camping Maryhill, Coyote podría haber sido capaz de llegar a ella a tiempo para salvarla, mientras yo mantenía ocupado al Malvado Río. Si hubiera estado en el camping Maryhill, y hubiéramos sabido dónde se encontraba. Volví al campamento y empecé a escribir. Una carta a mi madre y otra para cada una de mis hermanas. Yo no, por supuesto, mencioné a Coyote. Una larga carta a Samuel y Bran. Una carta a Jesse. Una carta a Stefan. Una gran cantidad de páginas que tendría que quemar si sobrevivía a la noche. Jesse llamó al teléfono de Adam mientras estaba a medio escribir la carta. Él me trajo su teléfono para que yo pudiera responderle — después un poco torpe respondí.

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—Necesito a mí padre,— dijo Jesse alterada. —Ahora. —Él no puede hablar.— Adam puso su hocico en mi pierna. —No me importa. Que tome el teléfono en el baño. —Es un lobo, Jesse,— le dije pacientemente. —Él no puede hablar. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? —¿Por qué es un lobo?— Dijo ella, sonando sorprendida. —Es tu luna de miel. —Jesse. Por mucho que me gustaría hablar de mi luna de miel contigo, ¿qué necesitas? —Es Darryl,— se lamentó. —Está imposible. Auriele me deja de hacer una cosa u otra, y él dice que no puedo ir de compras. Mi tienda favorita tiene una venta de cuatro horas, desde el mediodía hasta las cuatro, y él no me deja ir. Jesse, que yo supiera, nunca se había preocupado por las compras. Había otras cosas que le preocupaban, y se me ocurrió sólo uno de ellas que pusiera ese tono frenético en su voz. —Gabriel quiere hacer algo,— interpreté. —¿Tal vez una película? Darryl sería un inconveniente, y pensaste que si hacías algo que él no pudiera hacer contigo, te dejaría hacerlo sin él. —Darryl está justo aquí, ¿sabes?— Dijo ella. —Tu padre podría haber comprado tu historia, pero lo dudo,— le dije. —¿A dónde vas? —Darryl critica las películas,— dijo. —En voz alta. Durante la película, y Gabriel... Gabriel había cambiado en el último año y medio. Había sido expulsado de su casa por una madre que amaba (y que lo quería de vuelta, eso era parte del problema) y mantenido en cautiverio por una reina de las hadas. Cosas así cambian a una persona. Mayormente era un poco más cauteloso y mucho más sombrío. Gabriel estaba viviendo en la casa que sustituyó a mi viejo remolque, así que él y Jesse ahora eran vecinos. Pero había perdido la confianza de que todo iba a salir bien, una vez que había visto a los monstruos siendo monstruos. Alrededor de algunos de los hombres lobo él era muy... cauteloso. A Adam no parecía molestarle, pero a Darryl creo que sí. —¿Qué hay de Kyle y Warren?— Le pregunté. Warren tenía que lidiar con todas esas señoras-de-voy-contraél y era tan bueno en ocultar a su lobo dominante como Bran. La gente tendía a gustarle Warren, y él y Gabriel se llevaban muy bien. Hubo un breve silencio. —Kyle es importante, Mercy. Él y Warren no pueden perder el tiempo para ir a ver una película con un par de niños. Me reí, y Adam estornudó. —¿Has oído eso, Darryl? Kyle es importante. —Es bueno saber que alguien es importante aquí,— gruñó. No estaba enfadado, sin embargo. Darryl tenía un doctorado y trabajaba en un centro de estudios financiado con fondos federales como analista de cosas demasiado complejas para los cerebros de la gente. Él y su compañera, Auriele, se habían convertido en

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niñeras de hecho de Jesse cuando su madre se fue porque los hombres lobo femeninos eran pocos y distantes entre sí: La manada de Adam sólo tenía dos. Y Darryl era el segundo al mando de Adam, un lobo más que listo para acabar con cualquier persona que pudiera intentar hacer daño a la hija del Alfa de la manada del Base del Columbia. —Voy a llamarlos,— dijo Darryl. —Ahora que sé cuál es el problema. Podrías habérmelo dicho, Jesse. —No quería herir tus sentimientos,— murmuró Jesse. —No es que no le gustes. —Sé exactamente de qué se trata.— Era la voz de Darryl tan profunda que retumbaba. —Está bien. No me importa asustar a la gente. Sobre todo no me importa asustar a tus novios. —¿Todo bien ahora?— Pregunté. —Supongo,— dijo Jesse. —Si Kyle y Warren no puede ir, consulta con Samuel y Ariana. —Lo haré,— dijo Darryl. —Te quiero, Jesse.— Seguí casual. —Hasta luego.— Probablemente. Quizás. La muerte de MacKenzie con ocho años de edad a las primeras horas de la madrugada de esta mañana había tomado el borde de mi optimismo habitual. — Dile a Papá que mejor no pase la luna de miel entera en forma de lobo, — dijo Jesse. — Os quiero. Adam había estado leyendo mi carta. Finalmente me di cuenta de cómo colgar su teléfono, luego lo miré a los ojos. —No estoy pensando en morir,— le dije. —Pero, Señor Siempre Preparado para Cualquier Cosa, hay algunas cosas que me gustaría decirle a la gente si lo hago. Como los amaba. Como alguien tenía que vigilar a Stefan, quien todavía no parecía estar haciéndolo demasiado bien. Warren había llamado con una actualización hacía un par de días e informó que la gente de Stefan parecía estar mejor. Stefan había reunido un par de personas en Portland, pero aún estaba demasiado delgado. Warren y Ben caían por turnos en casa de Stefan y veían que se alimentaba, pero esto era un arreglo temporal. Y alguien tenía que esperar unos diez años más, luego localizar a los niños crecidos que pertenecían a ese camionero pobre quien había sido acusado por los asesinatos cometidos por un vampiro y decirles que él no se había vuelto repentinamente loco y mató a un montón de personas inocentes. Ese tipo de cosas necesitan ser atendidas si yo no estaba allí para hacerlo. Adam estaba inquieto y enfadado, así que le envié a cazar algo. Quizás matar algo le haría sentirse mejor. Yo escribí la carta mientras él no estaba. Cuando terminé, me acosté en la cama y traté de averiguar alguna otra forma de resolver este desastre. Llamar a los hombres lobo en busca de ayuda estaba descartado. Las hadas... Zee era mi amigo. Podría llamar a Zee. Lo consideré. ¿Era una buena idea?

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No si el Malvado Río podía marcar a los fae, me di cuenta. Los fae no eran a prueba de magia. Yo había visto a una reina hada forzar a otra fae a adorarla — y algunas de ellas habían sido bastante poderosas. Y si el Malvado Río podía sobornar a Zee... Sólo he visto a Zee sin su glamour un par de veces, y fue impresionante. Más impresionante fue la manera en que el otro fae lo trató: con cuidado, con respeto, incluso de los mismos Señores Grises. Si tenía que obedecer al Malvado Río, no sería algo bueno. Entonces. Coyote y su familia iban a ser comidos. Y que el Cielo les ayudara a todos los demás si no mataba al monstruo. Yo iba a nadar e intentaría matarlo con un cuchillo de pedernal — que por lo visto Coyote me proporcionaría. Un equipo de buceo podría estar bien. Me pareció recordar… Fui al banco en la cocina y tiré encima el cojín y lo dejé al lado. La parte superior del banco abierto, revelaba dos juegos completos de equipo de buceo. Los había notado cuando exploraba el remolque, y ahora esto me hizo preguntarme solamente cuánto había visto la chica Yo-yo en su visión. No habría sido Adam quien los puso allí. Conozco a un par de hombres lobo adictos a la adrenalina que usan inhalador, pero ninguno que use tanque de oxigeno. No es necesario, estrictamente hablando, ser capaz de nadar cuando se bucea con botellas de oxigeno, donde el hundimiento es controlado por bandas de peso y un chaleco lleno de aire. Saqué un par de calcetines de agua que parecían ser de mi tamaño y el par más pequeño de aletas. El snorkel lo dejé donde estaba. Mi viejo compañero de la universidad se había pasado todo el verano tratando de enseñarme a bucear. Demostramos que las aletas aumentaban mi velocidad en el agua y que el snorkel disminuía considerablemente la posibilidad de que me ahogara. Hank Owens llamó cuando estaba cerrando el compartimiento debajo del banco y preguntó por Adam. —Está fuera corriendo, — le dije. —Le puede dar mis disculpas, señora. Es la primera vez que le he disparado a un civil. — Usted no le disparó a propósito, — le dije. —No hay disculpa alguna, señora,— dijo suavemente, —porque le apunté con mi arma y le disparé. Eso es como ‘a propósito’ si así fue. Sentí que podíamos discutir todo el día. —Está bien. No creo que le debas una disculpa. Él no cree que le debes una disculpa, pero le diré que se la ofreciste. ¿Cómo te va? Aquella cosa de arena-y-gota que Halcón te hizo no tenía un aspecto muy agradable. —No, señora. Pero estoy bien. —Genial. —Gracias por transmitir mi mensaje, señora. —No hay de qué.

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Cuando Adam volvió, había decidido que el plan de Coyote tenía tantas posibilidades como cualquiera y estaba tan preparada como podría estarlo. —¿Atrapaste algo?— Le pregunté. Él negó con la cabeza. Luego sacudió todo lo demás. —Hank llamó para disculparse por dispararte. Él aplastó sus orejas. —Eso es lo que le dije. Pero parecía sentir la necesidad, así que le dije que te lo iba a decir. Yo había hecho todo lo que podía. Si nos quedábamos aquí, todo lo que haría sería caer en una mala racha y lo más probable era que Adam se me uniera. —Hey, ¿Adam? Vamos a salir a almorzar.— Este podría ser mi último día en la tierra, y me negaba a pasarlo abatida. Incluso si hubiera tenido que dejar morir a cuatro personas esta mañana para preservar mi vida. Tragué saliva para bajar por mi garganta. Adam ladró de acuerdo con mi propuesta y me acompañó a la furgoneta. Comimos comida para llevar. La mayoría de los restaurantes no dejaban entrar perros. Nos dirigimos al primer lugar bonito que vi y comí tacos con flores floreciendo por todas partes. Las gaviotas sobre todo nos dejaron solos por Adam. Cuando terminamos de comer, até en un fardo la basura, puse mi cabeza sobre Adam y me dormí, absorbiendo el calor del día como un bálsamo para mi alma. Y no soñé nada que yo recuerde. Me desperté con Adam lamiendo mi cara — se sentía un poco caliente. No me quemé mucho con el sol, pero quedarse dormido en medio de una calurosa tarde de verano podría hacerlo. Me toqué la cara con las yemas de los dedos, pero no parecía dolorida, sólo tibia. —Deberías usar protector solar si vas a dormir fuera. Algún día puede que no tengas un padrino de hadas para venir a cuidarte de las quemaduras. —Coyote se sentó junto a nosotros, masticando un trozo de hierba. —¿Estás lista? No sé cuánto tiempo había estado allí, pero el sol estaba casi abajo. Me senté. La hora de la cena se había ido y venido, pero no tenía hambre. El hombre lobo sería otro asunto. —Adam necesitará más comida,— le dije, mirándolo de reojo. —Pero sí, estoy tan lista como lo voy a conseguir. —¿Por qué me miras de esa manera?— Preguntó. —No sabía que también jugaras al hado padrino. —Es una cosa secundaria,— dijo modestamente, saltando sobre sus pies. —Vamos a buscar algo de comer. *******

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Coyote montó en el asiento trasero y se comió dos veces lo de Adam —y eso era decir algo. —Te he conseguido cuchillos, —dijo él, lamiendo la sal de la última patata frita de sus dedos. —¿Cuchillos? —Sí. La última vez hice esto, tomé nueve cuchillos, así que te traje veinte. Son de obsidiana —ten cuidado de no cortarte mientras estás en ello. Mis hermanas hicieron las fundas y los cuchillos, así que están tan afilados como cualquier cuchillos que haya visto. Recuerda, la obsidiana es frágil y no aguanta un filo para siempre, lo cual es el porqué te traje tantos. —Está bien, —dije. Me di cuenta que no había mentido a Coyote de vuelta en el pequeño aparcamiento: estaba lista. La siesta en el sol con el latido de corazón de Adam en mi oreja me había estabilizado, me había dado coraje. Tuviera éxito o fallara, lo haría lo mejor para asegurarme que el malvado río muriera esta noche. Eso era lo que todos podíamos hacer. ******* Había siete de ellos esperándonos en nuestra caravana. Evidentemente, Hawk había decidido ayudar también. Se habían acomodado dentro y se sirvieron comida, bebida, y —por lo que parecía— cada dulce del lugar. Parecía como una invasión de piratas. Si hubiera sabido que les gustaba, habría traído de vuelta un par de docenas de donuts. La oscuridad estaba cayendo. Nadie dijo mucho, pero cuando el sol tocó el horizonte oeste, las ropas desaparecieron cuando se vistieron en viejos trajes de guerra. Como los viejos clanes de los Scots, para muchas de las tribus de los Americanos, la guerra significaba estar tan cerca de la desnudez que no les importa. La edad aparente caía, y los espíritus animales quienes salieron hacia el río conmigo llevaban cuerpos tan suavemente musculosos como cualquier hombre lobo. Ellos también eran peludos o emplumados como demandaban sus aspectos, y sus cabezas eran de bestias —sus verdaderas formas, tan maravillosas y extrañas como nada que hubiera visto. Eso me recordaba a los dioses egipcios; nunca había pensado en la similitud antes. Estaban armados, también — todos excepto los pájaros, quienes lucharían la batalla desde el aire en sus formas animales. No había sacrificios pasivos aquí. Ellos irían a luchar, pero ninguno de ellos parecía creer que no se hundirían. Todos conocían al malvado río mejor que yo. Yo llevaba la parte superior de mi viejo traje de baño azul con una suave funda de cuero con cuchillos de obsidiana. La funda me abrazaba como una cómoda faja de Miss América o una de esas viejos cinturones de balas para bandoleros. Los cuchillos estaban metidos dentro y sujetos tensamente por el pálido, bien curtido cuero de la funda. No parecían un gran trato como un cuchillo normal —o incluso los cuchillos que Coyote había lanzado para conducir al malvado río de vuelta al agua. Estos eran cuchillos como el que Gordon había usado para sacar la bala de Adam. Usarlos sería más como usar la cuchilla de los cuter que algo más. No había mango, solo una despuntada forma que era segura para sujetar y una forma muy afilada para cortar. Encima de la bandolera llevaba una de las camisas de vestir grises de Adam. No tenía sentido publicar nuestros planes. Coyote me asintió, y yo caminé dentro del río. Adam paseaba infeliz una y otra vez en la orilla justo más allá de dónde el malvado río había aterrizado, así él estaría fuera de su alcance. Él no había estado feliz por acordar que se quedaba fuera del río, pero no era estúpido. No podíamos arriesgarnos a que ella pudiera controlarle como hizo con Hank.

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El plan era que me quedara a salvo hasta que fuera mi turno para actuar —pero aun así necesitábamos que fuera el cebo que la atraería. Habíamos decidido, Coyote y yo, que no debería ir más lejos de la profundidad de la rodilla, lo cual me ponía a quince pies de la orilla. Tan cerca, Coyote estaba seguro que podría agarrarme antes de que ella me empujara a aguas más profundas. La profundidad de la rodilla significaba que la marca del río en mi pierna estaba debajo del agua por completo. Raven fue a los cielos para ver si podía situarla desde el aire cuando ella viniera, aunque era poco probable. La noche oscura del río no entregaba sus secretos fácilmente. Yo estaba lista. Diez minutos vinieron y se fueron. No ocurrió nada. Nada excepto que me estaba congelando. Y asustada porque no soy estúpida. En alguna parte en este río había un monstruo quien me quería comer, y yo la estaba retando a hacer justo eso. Miré a la orilla, pero nadie parecía impaciente —excepto Adam. Incluso con el, no era tan impaciente como gruñir de frustración. Raven se agitó, y yo me agité de vuelta antes de que la sensación de no tener nada que vigilara mi espalda me hiciera girarme alrededor otra vez. —Ella no es estúpida, — me murmuré cuando miré al oscura agua. —Se estará preguntando qué estoy haciendo en el río otra vez después de lo de esta mañana. —Intenté ponerme dentro de su cabeza. —Yo no vine a ella para salvar a un niño, pero ahora estoy tonteando en el agua. ¿Esta mujer es meramente estúpida? Se lo preguntará. ¿Mercedes es el cebo para una de las trampas de Coyote? Él la mató antes, pero es más fuerte ahora y él más débil. Incluso si es un trampa, ¿De qué tiene miedo? —Esperaba que ella fuera más arrogante que sospechosa. —Quizás puede sentir al equipo de asalto en la orilla. —Pensé en eso durante un minuto. —Pero eso no debería preocuparla. Ninguno de ellos cree que tengan la oportunidad de matarla. Probablemente ella no creo que ellos puedan, tampoco. Su fatalidad me había sorprendido un poco. Conozco un poco sobre guerreros y testosterona —y Coyote y sus amigos eran de los primeros y definitivamente de los segundos. Los buenos guerreros comprendían cómo calcular el riesgo, pero también tendían a golpear sus pechos y a fanfarronear un poco. Coyote seguramente no parecía evitar fanfarronear, pero nadie estaba prediciendo la victoria aquí. Después de media hora, decidí que la profundidad de la rodilla no estaba funcionando. Tomé una profunda respiración y la aguanté, escuchando intensamente al río. Nada —o al menos nada que pudiera distinguir de los sonidos normales. El problema era que había demasiado ruido. El agua acariciando la orilla, los pájaros nocturnos y los insectos cazando comida o compañeros, incluso las carreteras funcionaban para camuflar todos los sonidos que el malvado río pudiera hacer. Miré más allá de la orilla y la imaginé allí fuera, observándome y esperando. Di otro paso, sintiendo el suelo bajo mis pies comenzando a decrecer. Otro paso, y abruptamente estaba a la profundidad de la cintura. Desde la orilla, Adam aulló. Me giré alrededor y les saludé para mostrar que el movimiento había sido voluntario. —La profundidad de la rodilla no está funcionando, —dije. —Pensé en intentar un poco más profundo. — Dos pasos fue todo lo que había dado —aún estaba bastante cerca de la orilla.

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La cabeza de una nutria salió a diez pies de mí, pareciendo petulante. No podía herirme aquí en el área de nado, de acuerdo a Tío Mike. Pero donde estaban las nutrias, estaba el malvado río bastante a menudo. Perdí los nervios y me giré para volver —y algo se abrazó alrededor de un tobillo y me arrastró a través del agua como un bote de ski acuático. Algo que podría haber sido la mano de Coyote rozó la mía, luego había desaparecido. Extendí mi cuerpo hacia fuera, intentando crear tanta resistencia como podía, incluso cuando hurgué en la camisa de Adam, intentando abrirla lo suficiente para conseguir los cuchillos. Sabía lo que ella estaba haciendo; la había visto hacerlo con los otros. Yo no tenía intención de ser su comida, pero no estaba segura de que tendría tiempo para hacer algo para detenerlo. Tenía que intentarlo. Si moría primero, toda la incitaba sería un riesgo. Así que me concentré en el consejo que Sensei Johanson me había dicho una vez sobre cual era lo primero y la manera más importante para ganar un combate en artes marciales: “Estate preparada.” El malvado río me había tirado profundo debajo de la superficie, y estaba oscuro. La estaba observando, y no veía nada —pero sentí el cambio en las corrientes del agua cuando abrió su boca. Tú, te consumiré con mucho placer, me dijo el malvado río. Y luego sabré como me desobedeciste cuando ningún otro mortal lo ha hecho. Aprenderé y sabré crecer más fuerte. ¡Mercy! Era Adam, su voz un rugido en mi cabeza aplastando sus palabras así que pude moverme otra vez. Más por suerte que por habilidad, aunque estaba intentando sentir algo a lo que pudiera agarrarme, mi pie libre atrapó el lado exterior de un diente que era más largo que mi tibia, y agarré otro diente superior con mi mano izquierda y me detuve, arqueando mi cuerpo lejos de ella. Mercedes. Su voz era un aullido de dolor al que no podía responder, no si quería salvarme. Recordé, de ver su cabeza sobre el agua, que los dientes en la parte delantera de su boca eran puntiagudos y sobresalían casi como las plumas de un puercoespín. También eran largos, y esperaba que no pudiera abrir su boca lo suficiente para engullirme tanto como mantuviera mi pie abrazado en el lado exterior de su mandíbula inferior y mi agarre en el diente superior. Haces las cosas más difíciles de lo que deberían ser, me dijo ella. Estás atrapada y no puedes alejarte. Ella cerró sus dientes con malvada rapidez —pero yo soy malvadamente rápida, también. Me curvé y me enderecé con ella. El agua ayudaba también. Cuando cerró bruscamente su boca, el agua fue expulsada. Ella cambió de táctica e intentó usar su tentáculo para sacudirme. Noté que este se acercaba a ella, el tentáculo parecía estar operando un poco menos eficiente, como una banda de goma que estaba demasiado floja. Eso podía sujetarme, me podía arrastrar —pero no podía empujarme. No sabía porqué ella no intentaba agarrarme con otro tentáculo. Quizás solo estaba demasiado enfadada ahora mismo. Pero cuando lo hiciera, estaría muerta. Si esto se estancaba por mucho tiempo, estaba muerta de todas formas. Mis habilidades no se extendían a respirar en el agua, y había estado bajo el agua durante un rato.

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En una sacudida particularmente fuerte, tomé una oportunidad y dejé de resistirme con mis piernas. Ella estaba tirando tan fuerte que tiró de mis piernas hacia arriba pasando sus dientes superiores. Había tirado tanto que pronto se dio cuenta de lo que había hecho, pero demasiado tarde. Ya me había dejado lo suficientemente suelta como para girar mi pierna atrapada en el tentáculo alrededor de uno de los largos dientes puntiagudos de delante de su boca. Al siguiente momento ella tiró de su tentáculo, tirándose ella misma a sus dientes en lugar de mi pierna. Todo bien y genial, pero si no conseguía aire pronto, toda la habilidad en el mundo no me ayudaría. Me moví hasta que estuve encima de su hocico en lugar de delante de él. Me las arreglé para abrir la camisa de Adam mientras ella me estaba arrastrando hacia ella, y ahora deslicé un cuchillo fuera de la bandolera y lo deslicé en el tentáculo justo alrededor de mi tobillo. Sus tentáculos debían haber sido extremadamente sensitivos. Justo como hizo cuando Adam me liberó, ella sacó su cabeza del agua. Desde que yo estaba encima, el movimiento me catapultó fuera del río, fuera de su cabeza, y en el aire. Aterricé a quince pies de dónde había comenzado y me sumergí de vuelta en el agua. Ella me había lanzado río arriba, así la corriente me llevaría de vuelta hacia ella. Rompí la superficie otra vez justo en el momento que ella se soltó con un alarido que hirieron mis oídos. Me vio y cayó de vuelta en el agua, desapareciendo bajo la superficie. Nadé tan rápido como pude, pero, sin ser un pez, estaba segura que iba a ser la comida. Algo agarró mis hombros y grité, levantando la mano para agarrar lo que fuera que me estaba sacando del agua. Seguí gritando cuando la boca abierta del malvado río apareció en la superficie debajo de mis pies, los cuales ahora estaba a cinco pies en el aire. Mis manos se cerraron alrededor de dos huesos fuertes como el acero cubiertos de plumas que solo podían ser las piernas de un pájaro depredador muy, muy grande. Mi comida, mi comida. ¡Ladrón! La voz del malvado río en mi cabeza me hizo tensar mi agarre en las grandes piernas del pájaro y detuve mis pies tan lejos como pude. Él no debería haber sido capaz de soportar mi peso, incluso tan grande como era —y con sus alas extendidas, era enorme. Pero no solo era un Thunderbird —era Thunderbird— y yo supuestamente hacía una diferencia. El malvado río rompió la superficie pero calculó mal su golpe porque Thunderbird bajó en picado en el último momento. Ella se hundió donde estaba en momento antes cayendo y estrellándose en el río como una ballena abriendo una brecha. Thunderbird me llevó al borde del río y me tiró, gentilmente, cerca de dónde Adam debería haber estado esperando. Y no estaba. —Adam, — grité, limpiando el agua fuera de mis ojos. Ella no podía tenerlo. Él era mío. Me quedé pasmada en una carrera hacia el río en el momento que Adam emergió, golpeándome y empapándome más con el agua de su pelaje. Le insulté. —Tenías que quedarte fuera del agua, — le dije a través de la arenilla, con los dientes castañeteando. —Si ella te consigue, no tendrá que molestarse en matarme —puede hacer que tú lo hagas. Eso me asustó. Comprendía por qué lo había hecho, lo comprendía visceralmente, pero tenía que quedarse fuera del río. Intenté girar de debajo de él, pero una gran garra en mi hombro me sujetaba y me gruñó. Fue cuando me di cuenta que no estaba tratando con Adam. Adam sabía por qué tenía que quedarse fuera del agua. Pero el lobo no lo comprendía, y el lobo se había apoderado.

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No teníamos tiempo para esto. Tenía que conseguir mis aletas y estar lista para nadar a dónde fuera que el malvado río fuera cuando estuviera comatosa. Oí el grito de guerra —alguien lo había hecho por ella. —Adam, —dije. —Deja que me levante. En su lugar, él se tumbó encima de mí. Maldito Lobo. Si Adam hubiera estado en su forma humana, el lobo nunca habría llegado a esto más que poner una mano encima. Pero sabía cómo tratar con esto —si me clamaba, él también lo haría. Él estaba respondiendo al frenético latido de mi corazón y a mi miedo cuando él me estaba viendo siendo arrastrado bajo el agua. Él no me había visto luchar bajo el agua con algo que no podía ver, dónde solo podía sentir esos afilados dientes y —eso no iba a ayudarme a tranquilizarme después de todo. Cerré mis ojos y busqué ese lugar tranquilo que había aprendido a encontrar en el dojo. Entraba hábilmente cuando trabajaba en motores y cuando trataba con clientes infelices. Llevó más de lo que debería porque no podía evitar escuchar los sonidos de la batalla que no podía ver, pero eventualmente mi pulso disminuyó, y estuve relajada debajo de Adam. —Vale, —le dije. —Estoy bien. Necesito que te quites de encima de mí antes de chapoteé. El lobo gruñó. —Adam, —dije bruscamente. —Déjame ir. Él cerró sus ojos amarillos y tomó una profunda respiración. —¿Adam? Cuando sus ojos se abrieron era Adam quién me miraba. Se puso de pies y retrocedió. —Gracias, —dije, poniéndome de pies con un poco menos de gracia de lo que quería. Fuera del río estaba pasando un frenético festín. Había sangre en el agua; podía olerla incluso aunque no podía verla. Podía oír los gritos de los pájaros —Hawk, Raven, y Thunderbird cuando atacaron desde arriba, pero el malvado estaba demasiado lejos en medio del río. Incluso con mi visión nocturna, tenía problemas para ver lo que estaba pasando. Agarré mis calcetines de agua y las puse en mis pies, ignorando la dura lágrima que limpiaba la sangre en los pies con el que me las arreglé para abrazar los dientes del malvado río. La luchar se estaba moviendo gradualmente hacia el pequeño agujero de natación, y sentí la atención de Adam enfocada cuando averiguó lo que ella estaba haciendo. Nuestro vínculo me permitió comprenderlo, también: ella los estaba arreando hacia la cala porque no quería que nadie se escapara, y le haría más fácil localizar las partes de los cuerpos si perdía algo. Eso haría mi trabajo más fácil, también.

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Estaba preocupada de que no fuera capaz de conseguir que Adam me dejara volver al agua. Estaba bastante segura de que estaría aterrada— Ella estaba lo bastante cerca para ver sus brillantes ojos verdes —lo cual significaba que Adam y yo estábamos lo bastante cerca del río. —Vamos, —dije. —Déjame... Hubo un tremendo salpicón y su cabeza se impulso fuera del agua. Lanzó sus dientes hacia un hombre con una cabeza canina. Abrió su boca cuando un simple tentáculo le arrancó los dientes que le empalaron. Ella le tiró al aire, y, echó su cabeza hacia atrás, atrapándole en sus dientes traseros y mordiéndole a trozos. Adam cayó, como una marioneta cuyas cuerdas fueron cortadas. Coyote aulló un tributo. Ella se había comido a Lobo. No sabía lo que le había ocurrido a Adam. Estaba respirando, su corazón era firme —solo estaba inconsciente. Me arrodillé a su lado, buscando alguna herida, cuando el dolor me recorrió, y comprendí porqué había caído. Mi piel estaba en llamas, y sentí como si alguien hubiera echado agua hirviendo sobre mí. Grité, tropezando con mis pies. Y esta vez fui yo, las lágrimas se deslizaban por mi cara mojada, quien aulló un tributo —y Coyote quien murió. No duró mucho después de eso. Creo que cuando estaban todos vivos, habían sido capaces de acosarla, de enfrentar las fuerzas de los otros. Pero cuando murieron, perdieron la habilidad de distraerla. Raven murió intentando mantener vivo a Snake —la distracción permitió que Snake condujera su lanza profundamente en su costado, pero no lo bastante profundo. Observándola, me di cuenta porqué solo me había agarrado con un tentáculo —solo podía usar uno de ellos a la vez. Los tentáculos inútiles burbujeaban sobre su cabeza como si tuviera un espeso pelo de alambre. Ella se zambulló encima de Snake, y no le vi otra vez. Los únicos que parecían estar resistiendo eran Thunderbird y Hawk. Thunderbird se zambulló como un F-15, golpeando con ambos talones extendidos. Le había visto marcar un profundo surco en su nariz unos pocos momentos antes. Pero esta vez, ella batió su tentáculo alrededor de sus piernas y se hizo con él en el aire y le metió en el agua. De repente ella gritó —ni ella ni yo mientras ella estaba concentrada en zambulló abruptamente. Durante un superficie, bamboleando gentilmente debajo de él.

habíamos visto a Hawk, y se las había arreglado para sacarle un ojo Thunderbird. Pero los talones de Hawk estaban pegados, y ella se momento, el río estuvo tranquilo, y Thunderbird flotaba solo en la con la corriente. Entonces desapareció bajo el agua, metido por algo

Espera hasta que ella aparezca y aún está tranquilo, me había precavido Coyote cuando se comió un par de hamburguesas en el asiento trasero de la furgoneta —un grasiento sándwich en cada mano. Si no somos suficientes para poder ponerla boca arriba, no tiene sentido que mueras, también. Le había preguntado qué hacer si ella no reaccionaba de la manera que él esperaba.

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Quizás entonces podría ser la hora de traer cabezas nucleares, había dicho él. Para todo eso hubo una sonrisa en su cara, y había estado bastante segura que él no había estado bromeando. Desgarré la camisa de Adam. Cuando vi la sangre, me di cuenta que Thunderbird había abierto un buen corte bajo un brazo cuando me rescató. Bajo las circunstancias, no iba a quejarme. Comprobé el cinturón de cuchillos. Había unos pocos cuchillos perdidos, pero aún tenía ocho. Con esperanza, eso sería suficiente. Me metí en el río hasta la profundidad de la rodilla, entonces me puse las grandes y brillantes aletas rosas. Y entonces esperé, casi en el mismo punto que había esperado antes. Había esperado que el agua consiguiera el olor de la carnicería a un mínimo, pero podía oler la sangre. Algo golpeó mi rodilla, y caí hacia atrás intentando alejarme en mis torpes aletas, aterrizando con un salpicón en mi costado. La bandolera se sacudió y agarré a la nutria con una mano y la tiré tan lejos como pude antes de ponerme de pies. Comprobé el cinturón, pero parecía estar bien excepto por la marca de un mordisco en un borde. Aún había ocho cuchillos. Una larga y pálida forma apareció en la superficie a diez pies de mí. Agitándose perezosamente una y otra vez cuando la corriente lo atrapó. Estaba disfrutando una y otra vez, entonces su cabeza apareció —la mitad de su cabeza de todas formas, el resto oculto debajo del agua— un ojo hacia el cielo y su boca abierta ampliamente. Finalmente, su cuerpo salió, sin vida y enorme. De verdad, realmente enorme. Estaba bastante segura que era más largo que la estimación de Coyote de noventa extraños pies. Hora del espectáculo. Caminé, ignorando al piel nutria que me estaba rodeando. Si ellos podían atacarme antes de esto, lo harían. Lo que fuera que el fae hubiera hecho a esta cala, estaba sirviendo a mi propósito ahora. Tan pronto como el agua fue lo bastante profunda, me sumergí hacia delante y dejé las aletas hacer el trabajo de llevarme hacia el malvado río. Había esperado tener que perseguirla río abajo, pero su glotonería por el último mordisco de carne la mantuvo en un lugar estancado de la cala de natación. No estaba preocupada por mi tarea —pero si tenía éxito, podría significar que tendría un tiempo mucho más fácil para volver a Adam. Noté que había destellos de luces en la gran carretera —alguien había visto un altercado aquí, pensé. Sabríamos que había una buena oportunidad de que la gente lo notara eventualmente. Si la mataba, entonces no importaría. Si no lo hacía, probablemente eso la daría una pila entera de víctimas, pero no me preocuparía. Coyote podría, solo podría, volver de la muerte —pero yo no lo haría. Su cuerpo flotaba a tres pies sobre la superficie del río, la aleta pectoral hacia arriba en el aire. No podía llegar a él desde la parte inferior. Nadé alrededor de su cabeza —porque era el camino más corto— pero intenté no mirar demasiado cerca de su boca abierta. Su ojo malo, el ojo que Hawk había golpeado, era el único que podía ver. No sé cuanto tiempo estará aletargada, me había dicho Coyote de camino aquí. Ni siquiera tengo una buena conjetura. Todo lo que podemos hacer es alimentarla todos los que podamos y esperar que sea suficiente. Entonces él había sonreído. Ella podría dormir durante una semana digiriéndome solo a mí.

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Algo rozó contra mí, y me giré para mirar, esperando una piel nutria. Pero solo era una pluma. Una pluma tan larga como mi antebrazo adjunta a un trozo de piel y atrapada entre sus dientes. Nadé más rápido. Su parte superior era más áspero que su parte inferior. Podría haber sido capaz de escalarlo, pero no tenía que hacerlo. Una lanza hundida profunda en su carne me dio una manera más fácil para subir. Me quité las aletas y las dejé en el río antes de comenzar a subir. Su piel estaba fría y débilmente mocosa. Olía a pescado y magia. Había pensado que tendría grandes escamas, pero eran pequeñas, incluso más finas que una trucha en su parte inferior. En su espalda, eran más como una serpiente. Puse mi mano en la base de su aleta pectoral y medí cuatro palmos, entonces saqué uno de mis cuchillos y hice el primer corte. Mantuve mi respiración cuando la piel se separó de mala gana, pero ella estaba tranquila como la muerte. Si no fuera por el débil pulso debajo de mis rodillas y el revoloteo de sus branquias a tres pies delante mía, podría haber pensado que ya estaba muerta. El primer cuchillo lo hizo a través de la piel dura antes de perder su filo. No lo noté al principio, perdiendo el precioso tiempo arrastrando la roca torpe contra su carne sin escudar. En el cuarto cuchillo, mi corte fue casi a un pie de profundidad y dos veces más amplio. Lo abrí para meter mi rodilla en la fisura mientras acuosa sangre rosa llenaba la parte inferior. Tuve que parar y vaciarlo un par de veces para que pudiera asegurarme que el cuchillo estaba aún cortando. Tienes que hacerlo lo bastante ancho para llegar a su corazón, me había dicho Coyote. Ella no tiene costillas —es un pescado. Pero no las necesita. Su carne está hecha de magia como la mayoría de la carne. Ese es el porqué el acero no funciona, es el porqué las balas no funcionan, es el porqué una granada no funcionaría. No estoy seguro de que una bomba nuclear funcionase —pero sería interesante intentarlo. Por supuesto, después nadie podría usar el agua de ese río durante cientos de años o así... Las nutrias nadaban alrededor, tirando de sus tentáculos y haciendo algo con magia —podía sentirlo. La magia fae se sentía diferente en mí de la magia que mantenía al malvado río vivo. Ellos estaban intentando despertarla. Seguí mirando a la playa, pero Adam no se había movido. ¿Qué estás haciendo, Mercedes? Su voz sonó en mi cabeza, y me congelé, segura de que había fallado, que ella estaba despierta. No eres lo bastante fuerte para la tarea que estás haciendo, dijo ella. Deberías haber venido a mí esta mañana y dejar que esos niños vivieran. Al menos entonces tu muerte significaría algo. El tejido bajo mi cuchillo se estaba levantando con el latido de su corazón, una señal, Coyote me había dicho, que estaba cerca. Cambié a un nuevo cuchillo —tenía tres— y seguí trabajando. Mis manos estaban frías y entumecidas, y me había cortado un par de veces. Al menos había un corte que necesitaría puntos si sobrevivía. La nueva cuchilla se rompió. La tiré a una de las piel de nutria y lo golpeé en la cabeza. Esta me gorjeó, y saqué mi lengua cuando agarré otro cuchillo. Quedaban dos.

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No es suficiente, Mercedes, dijo ella. No es lo bastante suficiente. Pobre Coyote murió en vano y se llevó con él el último de los espíritus guerreros que caminaban en nuestra Madre Tierra. Fallaste, pero no te preocupes —no vivirás con tu fallo. Este cuchillo se atascó. Y entonces solo quedó uno. ¿Se había movido debajo de mí? Lo saqué y seguí trabajando. Sería suficiente o no. El tobillo que ella me había agarrado latió con fuerza a la vez con el latido de su corazón. La cadera adjunta a ese tobillo dolía débilmente —debía tener un tirón muscular en él. El corte bajo mi brazo ardía cada vez que movía mi mano. Y el tejido se separó, exponiendo su corazón. No se parecía a ningún corazón que hubiera visto antes —era negro y veteado con gris, y la magia era tan fuerte que escocía en las puntas de mis dedos. No te atrevas a apuñalar su corazón. Coyote había masticado durante un momento, entonces tragó. Es demasiado duro. Necesitas ir al tejido conectivo. Eso hice. Había cuatro redes de cartílago que sujetaban al corazón en su lugar. Una vez me encargué de eso, las venas y las arterias eran bastante suaves y las pude sacar con mi mano desnuda, o así me había asegurado Coyote. Situé mi cuchillo en la primera de las redes —y justo en ese momento, ella despertó.

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Capitulo 13 Ella no despertó del todo— o al menos no se había herido lo suficientemente mal como para que no pudiera reaccionar inmediatamente. Lo primero que hizo fue estirarse. Cuando lo hizo, su aleta pectoral revoloteó y golpeó su mano, golpeando el cuchillo de mi mano. Observé como golpeaba el agua y desaparecía. La piel de nutria se retiró del todo en un semicírculo a quince pies de ella. Debajo de mí ella se estremeció, y la mitad de la parte trasera de su cuerpo desapareció debajo del agua. Iba a tener que saltar y conseguir nada si quería una oportunidad para sobrevivir a esto. Sí, Mercedes, deberías correr ahora, dijo ella. Me gusta perseguir a mi presa. En su lugar, agarré los bordes de su piel y hundí mis dedos en ella tanto que no podría quitármela. Coyote murió para darme esta oportunidad, y le había fallado. MacKenzie, quien nunca crecería más de ocho años y cuatro días, había muerto para darme esta oportunidad, y la había fallado a ella y a su familia. Faith Jamison había venido a mí, y también la había fallado. Les había fallado a todos. Pero estaban muertos; no les importaría. A Adam le importaría. No iba a dejarlo sin una pelea. No con Adam esperándome. Un simple tentáculo volvió y golpeó mi tibia con un estallido, y el dolor no me tocó. Aplané mi mano justo cuando tuve que romper una tabla y golpear su corazón. Mi forma fue succionada porque estaba intentando quedarme quieta como un resbaladizo pescado que no estaba cooperando, y podría golpearla también con una de las plumas de Thunderbird. Levanté una mano y empujé en su corazón con mis dedos y no conseguí nada excepto un dulce golpe de magia que sentí como si hubiera agarrado una valla eléctrica. Necesitaba un arma, algo que pudiera penetrar el río de magia malvada, y todo lo que tenía era mis manos desnudas. Su lucha despertó empujándome bajo el agua, haciendo obvio, como si necesitara que me lo recordasen, que si cambiaba a un coyote para ganar dientes, nunca me las arreglaría para quedarme con ella lo suficiente para hacer algo. No estaba ni siquiera segura de que pudiera cambiar a coyote—Coyote estaba muerto. No tenía nada. Estaba arriba y abajo del agua otra vez cuando perdido pensamiento acarició a través de mi conciencia. Lugh nunca hizo nada que no pudiera ser usado como un arma, había dicho el hombre roble. Quizás tenía un arma. Salta, urgió el malvado río. Corre. Nada a la orilla. Podría incluso dejarte hacer todo el camino si nadas lo bastante rápido. O quizás decidiré que vivir con tu fallo sería un castigo más digno de lo que has intentado aquí.

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Abrí mi mano, y dije, —Vamos. Ahora. Te necesito. —Entonces alcancé detrás de mi cadera y agarré el bastón de plata-y-roble. El malvado río se retorció, y la sección en la que estaba se levantó brotando fuera del agua. Usé la fuerza de su movimiento para ayudar a la mía cuando apuñalé con la punta del báculo. Cuando lo metí en el corazón, vi los bordes plateados reformados en una punta de lanza. La punta se deslizó seis pulgadas en su corazón y se detuvo como si hubiera golpeado algo sólido. Cuando comenzamos a caer al agua, el malvado río de retorció, girando hacia arriba. Todo el metal en la punta se calentó con blanco caliente. Mis pies se deslizaron fuera del manchado lateral del malvado río, y el instinto me hizo agarrar el bastón con todo lo que pude, incluso cuando el calor quemó mis manos. Dudé sobre si podía sujetarlo en otro segundo, pero un segundo fue todo lo que tomó. La punta comenzó a cambiar relativamente al monstruo, y pensé que mi peso lo estaba sacando, pero una mirada frenética me mostró algo más, justo antes de que el agua se cerrase sobre mi cabeza. La punta había succionado el calor de su carne, volviendo su corazón negro a un blanco hielo. El peso de mi cuerpo había dado más arranque al bastón; el corazón se rajó y cayó lacio del cuerpo del malvado río. De alguna manera, terminé bajo el malvado río, y me llevó al fondo, lo cual no era demasiado profundo. Me moví y tiré para salir de debajo de ella—sería demasiado irónico terminar muerta después de todo esto, muerta en menos de seis pies de agua. Perdí el rastro del bastón, pero eso estaba bien: volvería. Una vez estuve libre, me llevó casi demasiado decidir cual camino era arriba. Finalmente fui relajada y asumí que arriba era la dirección en la que flotaba. Salí a la superficie eventualmente. Si hubiéramos estado más profundos, no podría haberlo hecho. Había trozos de hielo fundiéndose en el agua. Apestaban a magia y sangre y evité tocarlos cuando nadé muy lentamente de vuelta a la orilla. Cuando el agua era demasiado poco profunda para nadar, me arrastré. Ponerme de pies era demasiado trabajo. Luché fuera del agua y encontré y encontré un último esfuerzo para conseguir llegar a donde Adam estaba tumbado. Con una mano enterrada en su espeso pelo, tuve el suficiente coraje para girar y mirar al malvado río. Ella aún estaba flotando, su cuerpo moviéndose con el movimiento del agua. La herida que le había hecho aún estaba allí; no se estaba curando. —Adam, —dije a su cuerpo inconsciente. —Adam, lo hicimos. Puse mi frente sobre su costado y me dejé creer. —Debería dejarte vivir, —dijo bruscamente la voz de un hombre, inconscientemente haciendo eco de las palabras del malvado río—o quizás la había oído, también. Levanté la mirada para ver a un hombre de pie entre yo y el río. Sus gestos estaban todos equivocados, como un mal dibujo. Casi humano, pero no lo suficiente. Llevaba un par de pantalones secos y una sudadera WSU, pero sus pies estaban descalzos. Tenía una barba recortada que era un color ligeramente más oscuro que su pelo. Aunque había todo tipo de emociones en su voz, no había ninguno en su cara. Era peculiarmente blanca, como una fuerte forma particularmente de autismo: un rasgo, decidí, con dos ejemplos para sacar, eso debía ser común en todas las pieles nutria.

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—¿Qué? —Le pregunté estúpidamente porque sus palabras no tenían bastante sentido. —Tú desangraste a una de las creaciones de Lugh en el corazón de una criatura incluso más vieja y más mágica que el bastón, —dijo él. —Debería dejarte vivir con lo que has hecho. Pero debes pagar el precio por matar a nuestra criatura, a quién despertamos a un gran coste de su profundo sueño. Estaba demasiado cansada para esto. Me dolía. No había ninguna parte de mí que no doliera, pero especialmente mi mano donde había golpeado el corazón del malvado río. Actualmente, ambas manos latían perversamente por agarrar la punta mientras estaba caliente. La pierna que el río malvado había golpeado con su tentáculo dolía, demasiado, ese tipo de dolor profundo que me decía que había sufrido un daño real. También estaba sangrando de una colección de cortes y tajadas. Se me ocurrió tardíamente que mi fatiga provenía de la pérdida de sangre tanto como de la energía que había gastado para matar al malvado río. —La despertasteis. —Me pude sentar, le dije a mi cuerpo firmemente. Protestó, pero finalmente me las arreglé. Iba a levantar también mis piernas, demasiado, pero, después del primer intento para hacerlo, decidí dejarlas dónde estaban por el momento. —Nos llevó dos meses y toda nuestra magia—y ¿acabas de matarla? Una arrogante alimaña interfiriendo en algo que no es asunto suyo. —Él estaba sujetando algo en su mano derecha, pensé, pero no podía decir qué porque estaba ligeramente detrás de él, y no podía hacer que mi cuerpo se moviera otra vez para ver qué aún estaba allí. —Es cierto, —estuve de acuerdo. —La maté. Parecía lo apropiado para hacer en el momento—cuando estaba matando a mucha gente. ¿Por qué la liberasteis? —Ella era nuestra, —dijo él indignadamente. —Estaba durmiendo en nuestra casa. —Él paró, contemplando eso, creo, aunque era difícil leerlo a través de su cara. Cuando habló otra vez, su voz era un suave cantar. — Tan maravillosa y mortal, era mi señora. La despertamos para ver su belleza viva—y, cuando la suplicamos hacerlo, ella cazó humanos hasta que todos nos alimentamos de la riqueza de su caza. Era todo lo que nuestros corazones podían desear. Nos alimentaba y nosotros a ella. Era nuestra arma de perfecta venganza. El siguiente roce le hizo vibrar un poco, y más gente salió de los arbustos. Uno de ellos era una mujer que me había atacado en el Wal-Mart, y estaba sujetando su cuchillo de bronce. Estaba llorando, lo cual parecía realmente extraño en su blanca cara. Tío Mike dijo que había siete de ellos, pero solo vi seis. —Debería haber uno más de vosotros, ¿no? —Pregunté. —Uno fue sacrificado cuando nuestra Diosa vino a la vida, —dijo el hombre. Pensé en el sueño que había tenido, en el que me había comido una nutria. Había sido marcada por el río entonces. Nunca se me ocurrió que ese sueño, también, había sido un sueño real. Detrás de él, todas las bocas de las pieles nutria se movieron al mismo tiempo, como si estuvieran vocalizando sus palabras cuando él les habló. Llevaban con ellos un aire de amenaza que no era completamente propia para el armamento que llevaban.

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Había un gran hombre en el grupo. Le noté porque sobre su hombre llevaba un gran, oscuro, y brillante palo con forma de algo como un golf club. No recordaba ver una cachiporra en la carne antes. —Él murió, nuestro hermano, exaltado por el regalo que su sacrificio trajo a su gente. —El hombre barbudo que aparentemente era el interlocutor por todos ellos paró otra vez. No parecía ser una afección por énfasis, sino algo integral en su habla. Quizás estaba traduciendo, o quizás sus pensamientos eran así de lentos. —Y tú has arruinado eso. Él balanceó lo que fuera que había estado sujetando detrás de su espalda hacia mí sin mucha advertencia. Pero había estado vigilando algo pequeño, y me puse de pies, mi peso completo en mi pierna buena. Atrapé la cuchilla de la espada de bronce con el bastón que había estado tumbado justo debajo del cuerpo de Adam en lugar de enterrado en el malvado río porque era donde lo necesitaba tener. Dolía. Si no hubiera estado tan preocupada por Adam, quien era incapaz de protegerse, dudo que pudiera haberlo hecho. Incluso, sabía que era inútil. Había seis de ellos y solo yo magullada, dañada. Pero había hecho una promesa en mi carta a Adam, y estaba determinada a mantenerla. La espada de bronce voló con una luz naranja y rota. Cual fuera la magia que había mantenido no estaba lista para tratar con el bastón de Lugh. Entonces algo realmente desconcertante ocurrió. El bastón enterró de repente y otra vez la afilada punta en la garganta del piel de nutria sin mi ayuda. La embestida me hizo forzarme a caer fuerte sobre mi pierna mala. Podría haberme desmayado un poco después de eso. Abrí mis ojos y me encontré cara a cara con el barbudo piel de nutria, mi mejilla descansando en su sucia y cálida sangre. Él se estaba riendo de mí cuando murió. Mis oídos comenzaron a funcionar entonces, y me di cuenta que había una batalla detrás de mí. Oí el apenado, gruñido más suave de Adam, el que usaba solo cuando estaba más allá del enfado. El poder de su rabia levantó mi alma con su singular toque: ninguno de los piel nutria sobreviviría a esta noche. Él estaba despierto, y eso significaba que estaba a salvo. Comencé a girarme, pero debía haber pasado algo realmente malo con mi pierna porque en el momento que intenté moverla, me desmayé otra vez. Cuando abrí los ojos otra vez, estaba mirando a la nutria muerta en lugar de un hombre muerto. Su sangre aún estaba cálida, así que no podía haber estado fuera mucho tiempo. No había sonido detrás de mí, pero sabía muy bien que intentaría girarme. —¿Adam? —Pregunté. Mi voz era débil y tenía ese temblor pesado en ella. Cuando nadie respondió, no pregunté otra vez. El cansancio debería haberme entumecido, pero me dolía demasiado para eso. Debería haber estado triunfante, pero me dolía demasiado para eso, también. Por un breve instante, tuve miedo de que la piel de nutria le hubieran herido de alguna manera. Alcancé el vínculo entre nosotros con todo mi corazón—y le encontré cerca, cambiando de lobo a hombre. El alivio, me dejó estable para esperarle, absorbiendo su miedo por mí, su rabia, y su amor con algo cercano a la euforia. Si podía sentir todo eso, no estaba muerta, y eso parecía un logro tan sorprendente como nunca había alcanzado. *******

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Debí haber dormido durante un poco porque la sangre bajo mi mejilla se había enfriado y había unas manos gentiles recorriéndome. —Adam, —dije. —Necesitas ponerte algunas ropas antes de que esos oficiales de policías lleguen aquí. — Había estado oyendo sus sirenas acercándose durante unos pocos minutos. —Shh, —me dijo. Y como si una cortina hubiera sido lanzada, pude sentir sus ferviente necesidad para asegurarse que estaba bien. Él había sonado muy tranquilo, muy sensato—cuando no estaba con ninguna de esas cosas. —¿Por favor? —Él necesitaba algo para ayudarle, o iba a matar a quien viniera a una docena de pies de mí. Algunas veces el pensamiento se me había ocurrido con Adam vestido tan civilizado en su traje de seda y tallado como un escudo contra lo salvaje en él. Además, si la policía se mostraba para encontrar a Adam desnudo, iban a tener algún tipo de fuerte reacción —y Adam necesitaba que todos estuvieran tan tranquilos como fuera posible. Él dudó. —Estoy bien, —le dije. —Realmente lo estoy. —Intenté moverme, entonces recordé lo que había dicho. — Vale. Estoy herida, y creo que mi pierna está rota. Y quizás mi mano. Pero no voy a desangrarme hasta morir, y creo que tendremos un momento más fácil con la policía y el FBI y quien sea el que caiga sobre nosotros si llevamos pantalones. —No quiero dejarte aquí, —dijo él. —Y no te trasladaré sin mi vistazo más cuidadoso. —Si no puedes ponerte unos pantalones y estar de vuelta aquí en un minuto, estaría sorprendida, —le dije. Entonces tuve una brillante idea. —No quiero que nadie excepto yo te vea desnudo, —le dije, un poco sorprendida de que fuera verdad. —No cuando no puedo defender mi reclamo. —Era estúpido, y lo sabía— pero también sabía que lo comprendería. —Maldición, Mercy, —dijo él—y entonces estaba corriendo. Me encontré sonriendo cuando oí la puerta de la caravana abrirse y me di cuenta que estaba sonriendo en la cara de la piel de nutria cuyos ojos estaban nublados con la muerte y cuya sangre hacía un terreno pegajosos bajo mi cara. Mañana, tendría pesadillas por esto, quizás. Pero esta noche, él estaba muerto, y yo no. Eso era suficientemente bueno para mí. Era algo bueno que el piel de nutria aparentemente volviera a la nutria cuando morían. Si la policía hubiera venido aquí y encontraban a seis cuerpos humanos, podríamos haber tenido muchos problemas. El bastón hundido en mis costillas, y lo saqué de debajo mío, respetándolo con seriedad. Había averiguado lo que había hecho al bastón a tiempo. ¿Cuan malo podía ser? El hombre roble lo había usado para matar a un vampiro, y no había cambiado. En lo que fuera que el bastón se había convertido, no podía ser tan malo como el malvado río. *******

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El resto de esa noche fue algo confusa. Adam, vestido solo en un par de pantalones, me examinó cuidadosamente para asegurarse que no tenía algo dañado que empeorase con el movimiento. Entonces me recogió y me llevó sobre las sillas de acampada, donde había dejado una de las mantas para arroparme. Llamó a su oficina y les abrió remotamente la puerta y dejó entrar a los policías—quienes estaban reunidos fuera de la puerta como avispas en su nido. Él estaba limpiando mi cara, muy gentilmente, cuando la policía entró y todo tipo de coches de oficiales condujo hacia nosotros. Adam hizo la charla, insinuando muchas cosas-no-ciertas sin mentir. Todos estaban bastante tensos cuando Adam se presentó como el Alfa de la Manada del Base del Columbia. Pero parecían encontrarlo perfectamente aceptable al oír que unas pocas personas creían que la reciente racha de muertes en el río no era el trabajo de un humano asesino en serie sino de un monstruo real. En el interés de privacidad, él les dijo, que no podía revelar quien le llamó. Uno de los hombres del sheriff murmuró, —Cuando le conocí al principio, estaba con Jim Alvin y Calvin Seeker. — Por sus palabras, estaba bastante segura que él era quien nos había llevado a nuestro campamento cuando encontramos a Benny, pero no podía verle con un ojo, el otro estaba cerrado. Al sonido del nombre de Jim, todos los policías locales parecieron prudentes y libres de hacer preguntas. Uno de ellos murmuró, —La medicina de los hombres Nativos Americanos, —a los agentes del FBI, y de repente nadie le hizo a Adam ninguna pregunta más sobre por qué estábamos aquí. Aparentemente, nadie quería crear un incidente con la Nación Yakama. Al menos los oficiales sabían sobre la magia, piel nutrias fae, y Coyote, lo más probable que atribuyeran a todas las muertes a una criatura prehistórica—había oído decir a uno del FBI esa frase cuando hablaba por su móvil a alguien— y se fue a casa. Más importante para mí en este punto, ellos me dejaría ir a casa, también. Cerré mi ojos bueno, y cuando lo abrí, Adam tenía una taza cacao caliente y me estaba haciendo beber. Le preocupé por despertarme hasta que conseguí el primer bajar el primer trago. Sabía realmente bien, y estaba caliente. —¿Dónde están todos los demás? —Pregunté cuando terminé porque parecía muy difícil que estuviéramos solos. —Mirando al malvado río. —Adam dejó la taza a un lado y me besó gentilmente en la frente. —Estaban bastante excitados cuando se dieron cuenta que aún estaba ahí tumbado. Tuvieron tres minutos antes de que te llevara a la sala de urgencias. Él estaba aguantando a la civilización por la piel de sus dientes. Un compañero apropiado sería sumiso y servil hasta que se recuperase. —No quiero ir al hospital, —gemí. No quería moverme al menos en cien años ahora que estaba caliente finalmente. Si no me movía, no me dolía. Mucho. —No tienes elección. —Su voz era oh-tan-tranquila, pero podía sentir la enorme tormenta que había detrás de todo ese control.

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—Maté al asqueroso monstruo. Creo que debería poder decir no, —le dije. Para mi vergüenza, las lágrimas inundaron mis ojos. Tuve que parpadear rápido para hacerlas retroceder. Estaba acabada, no merecía irme después de todo. No podía golpear nada más esta noche. —Estás en shock, —dijo él en tono grave. —Necesitas puntos en media docena de lugares, y tu pierna está rota. ¿A dónde crees que deberías ir? —¿A casa? Él suspiró, inclinándose, y descansando su frente en la mía durante un momento. —Te llevaré a casa mañana, —prometió. —Esta noche, vas a ir a la sala de urgencias. ******* Ellos cortaron mi viejo traje de baño en el hospital, donde una doctora con ojos cansados y un par de enfermeras (uno de ellas un hombre) frotaron, suturaron, graparon, y a parte de eso abusaron de mi cuerpo. Les hice dejar las placas de perro de Adam en mi cuello. La doctora y ambas enfermeras flirtearon desvergonzadamente con Adam aunque él ahora llevaba una camisa y zapatos con sus pantalones. Pero Adam no parecía notarlo, así que estaba bien. En el momento que el sol salió, tenía una brillante funda rosa en mi pierna y órdenes de tener que comprobarla por el médico ortopédico ASAP. La tibia estaba seguramente rota, así como mi rótula, y los rayos-X también mostraron un sombra de apariencia sospechosa en mi tobillo. Tenía más puntos que una muñeca Ann Andrajosa y las manos vendadas como una momia. No solo estaba rota mi mano derecha, sino ambas manos fueron deslizadas, cortadas, y quemadas. Tenía los dos ojos negros. El primero era el retazo de la pelea en el Wal-Mart. No tenía ni idea cuando ocurrió el segundo. Quizás fue cuando el malvado río me lanzó después de matarla, o antes de eso, cuando estaba flotando alrededor. No sentí cuando ocurrió, y no lo sentía ya porque también tenía la mejores drogas en el universo conocido. Estaba muy feliz y no me importaba mucho que mi pierna aún doliera. No eran solo las drogas lo que me hacían feliz; la marca del malvado ría se había ido. Una vez estuve herida, Adam perdió el suave borde en su voz que tanto me preocupaba, y sus ojos se oscurecieron hasta que se acercaron a su color habitual. Por supuesto, una vez estuve bastante herida, también estaba bastante preocupada por que Adam perdiera el control y matara a alguien que había sentido mal últimamente. —Hey, —le pregunté a Adam, cuando tomó el papel que la enfermera le entregaba, —¿esto es el hospital al que llevaron a Benny? Así Adam me llevó a través del hospital en una silla de ruedas para visitar a Benny. Cuando llegamos a su habitación, Benny estaba durmiendo profundamente en su cama, una mujer de apariencia cansada estaba dormitando en una silla de apariencia cansada, y Calvin estaba sentado en el ancho alfeizar de la ventana mirando el amanecer. Una de las ruedas de la silla hizo un chirrido; eso llamó la atención de Calvin. Giró su cabeza, luego remendó la casi caída de la ventana. —¿Qué te ocurrió? —Preguntó. Entonces, su expresión se aligeró, dijo fieramente, —¿Lo hiciste?

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—Estamos sin un monstruo, —dije, accidentalmente caminando a la mujer en la silla—y Benny, también. —El remedio del dolor, —murmuró Adam en explicación a algo. Creo que era por las risitas. —Cuando puedas ver, acabar con el monstruo fue algo ganado por un margen muy pequeño. —Cuéntame, —dijo Benny. Así lo hice. Al mismo tiempo—casi donde estaba intentando subir al malvado río, creo—Adam se sentó en el suelo al lado de la silla y apoyó su frente contra mi muslo. Había otra silla en la habitación, así que no estaba bastante segura de por qué se había sentado en el suelo. Las drogas habían entumecido nuestro vínculo, así que me llevó un momento sentir el miedo enfermizo que le sacudió. —¿Bastón? —Preguntó Calvin, distrayéndome de la angustia de Adam. Parpadeé hacia él. No podía recordar si el bastón se suponía era un secreto o no. —Es un viejo artefacto fae que se acerca a ella mientras arriesgaba su cuello para salvar a un fae que conocía, —murmuró Adam, y pude sentir que no estaba feliz por recordarme intentando salvar a Zee, tampoco. —Era un amigo, —le recordé. —¿Ella hace cosas así todo el tiempo? —Preguntó Calvin, mirando a Adam con respeto. Adam levantó su cabeza, y sus ojos estaban amarillos otra vez—pero su voz era solo un poco ronca. —Para ser justos, normalmente no es culpa suya. No comienza las cosas. —Pero parece que las termina, —dijo la mujer que sujetaba la mano de Benny. Yo me arriesgaría y asumiría que ella era su esposa. Debía haberlo dicho en alto porque ella asintió. —Sí. Lo soy. Tengo que darte las gracias a ti y a tu marido por salvar a Benny. —Él se salvó a sí mismo, —dije con sorpresa. —¿Nadie te contó la historia? Fue inteligente. —Y tuve suerte, —dijo Benny. —Si no me hubierais encontrado cuando lo hicisteis, habría muerto. Me incliné hacia delante. —¿Te dijeron lo que tu hermana me dijo? —Jim lo hizo, —dijo Calvin. —¿Quiere que ponga flores suyas en la tumba de mamá, o a pa... a mi hermana? —La voz de Benny era un poco confusa. Quizás le estaba dando tranquilizantes, también. —No lo sé, —le dije. —Quizás deberías a ambos. —¿Terminaste la historia? —Preguntó Calvin, un poco lastimeramente. —Habías terminado de lanzar el último cuchillo y apuñalaste al malvado río con un artefacto fae que se convirtió en lanza. —Cierto. — Así que les conté cómo su corazón se había convertido en hielo, y el bastón quemó mi mano. — Y entonces nadé de vuelta a la orilla.

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—¿Con una pierna rota? —Preguntó Adam. —Un truco bastante bueno, huh, —dije con aire de suficiencia. —Realmente drogas buenas. —La voz de Calvin fue seca. La cara de Adam estaba escondida contra mi pierna otra vez. Esta vez tenía una mano alrededor de mi tobillo bueno. La otra mano apoyada en el azulejo del suelo. El azulejo crujió con un pop. —Vas a cortarte, —le reprendí. Él levantó su cabeza. —Tú me vas a matar. Succioné mi respiración. La repentina oleada de miedo que sentí por ese pensamiento rompió a través de la mirada feliz que había estado disfrutando. —No digas eso. Adam, no me hagas eso. —Shh, —dijo él. —Lo siento. No llores. Todo está bien. —Él se puso de rodillas a mi lado, limpiando mis mejillas con sus pulgares. —Los hombres lobo son fuertes, Mercy. Yo no soy el que casi muere esta noche. —Él succionó una respiración. —No lo hagas otra vez. —No lo hice a propósito, —gemí miserablemente. —No quería casi morir. —Son las drogas, —dijo Benny sabiamente. —Me hacen decir cosas equivocadas, también. —¿Así que ocurrió a las— cómo las llamaste? ¿Piel nutria? —Preguntó Calvin. Desde que ya les había contado lo del bastón, les dije lo que había hecho al piel nutria y lo que el piel nutria había dicho sobre ello. —Puedes preguntarle a Zee lo que piensa. —Adam había recuperado suficiente control para que sus ojos fueran el marrón chocolate habitual. Me consideró un momento, y añadió, —Después, cuando no estés tan feliz. Él podría no comprender las buenas drogas. —Podría no comprenderme al matar a uno de los seis últimos piel nutria. Se suponía que serían siete, pero creo que malvado río se comió a uno de ellos cuando despertó. —Bostecé. —No creo que matarles fuera suficiente cómo Tío Mike tenía en mente cuando nos dijo que les comprobásemos. —No lo sé, —dijo Adam. —Tío Mike puede ser bastante indirecto cuando quiere. —Los Señores Grises podrían venir detrás mía. —Le fruncí el ceño a Adam. —Eso podría volver para morder a la manada. Los Señores Grises no siempre son muy precisos sobre dónde apuntan su ira. —Si la ira de los Señores Grises aterriza en la manada, estaré feliz de reclamar ese crédito. Tú mataste a uno de ellos, y yo mataré al resto. —La fiera satisfacción chisporroteó en su voz. Toqué la curva de su mandíbula con mi mano rota. —Bien. No me sorprendería si alguien del cuerpo cuenta que será atribuido al monstruo que actualmente es suyo. Eso sonaba como si se hubieran comido a la gente de alguna manera. —Ella les había estado alimentando, a los piel nutria me había dicho. Y ellos la habían estado alimentando a ella. Muchos de los fae habían comido una vez u otra carne humana. Sospechaba que la piel nutria era el tipo de fae se comían gente. —Ellos estaban limitado a no hacer daño a nadie en el área de baño del campamento—y se alejaron de allí.

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—¿Quién es Tío Mike, y qué son los Señores Grises? —Preguntó Calvin. —Podrías decírselo también, —le dije a Adam. —Es un hombre médico y debería saber cosas como esa. ******* Adam nos llevó de vuelta al campamento. Una vez allí, me arropó en una manta en el asiento del pasajero de la furgoneta, la cual había dejado encendida con el aire acondicionado en marcha. El aire acondicionado era para mí, y estaba bastante segura que la manta era para él—el escudo que él deseaba ponerme a mi alrededor, a Jesse, y a la manada, para que no resultáramos heridos. —Podemos esperar hasta mañana para irnos, —le dije. —Pareces cansado. Yo no estoy tan mal como parezco. Él me besó. —Mercy, —dijo él, —estás un poco bastante mal de lo que pareces. Estuve allí cuando ellos hicieron el trabajo de reparación. Las drogas que te dieron en el hospital estarán fuera pronto, y los reemplazos no son ni de cerca tan buenos. Te quiero en casa cuando eso ocurra. Este campamento está lleno de reporteros y todo tipo de personal oficial que quieren estudias al Monstruo del Río Columbia. Realmente no quiero pasar una noche aquí. Pero más importante, — él hizo un sonido que era medio un suspiro y medio una risa, luego susurró en mi oído, —Tengo miedo de lo que ocurrirá si nos quedamos un día más en nuestra luna de miel. Lo daremos seis meses, y te llevaré a alguna parte—San Diego, Nueva York—demonios, incluso París, si es a dónde quieres ir. Pero necesito llevarte a casa hoy. Él cerró la puerta y salió a recoger nuestro campamento. Dormité un poco antes de que el sonido de una furgoneta me despertara. Había mucho coches y furgonetas conduciendo dentro y fuera—Adam no se había molestado en cerrar la puerta después de salir del hospital. Pero el estruendo de esos motores era familiar. Tuve que parpadear varias veces para aclarar mi visión y confirmar que era de hecho la furgoneta de Jim Alvin. Paraba varias veces a lo largo del camino a nuestro campamento, hablando a varios oficiales. Tenía una sonrisa en su cara, así que esperaba que fueran gente que conocía. Aparcó su furgoneta, luego paró para hablar con Adam un rato, también. Finalmente, llegó a la furgoneta en la que estaba y abrió mi puerta. Echó una buena mirada y silbó a través de sus dientes. —Calvin me dijo que pensaba que habías muerto por la piel de tus dientes—y creo que podría ser la única piel que hayas dejado. —¿Has visto a Coyote? —Pregunté. La sonrisa en sus ojos murió. —No. Pero sabes que él tampoco se mostraría otra vez o más si está en otro campamento jugando con sus amigos. Coyote siempre se va al final. —¿Otro campamento? —Con la gente que se ha ido antes que él, —dijo él. —¿Qué pasa con Gordon Seeker? —Se irá también al final, Mercy. —Él golpeó el lado del marco de la puerta ligeramente con un nudillo. — Quiero darte las gracias por hacer lo que yo no pude.

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Parpadeé hacia él un poco, clasificando a través de mis pensamientos confusos hasta que encontré el que quería. —Eso nos llevó a todos. —Sí, —estuvo de acuerdo él. —Pero yo aún tengo dos piernas buenas y la mayoría de mi piel. —Muy cierto, —le aseguré con seriedad. —No siento ningún dolor ahora mismo. Él me miró intensamente, luego sonrió. —¿De qué tribu eres, Mercedes Athena Thompson Hauptman? —Pies Negros, —le dije, la respuesta salió automáticamente. —¿Quién te dijo la parte de Athena? Él sonrió misteriosamente. —Algunas cosas son mejor mantenerlas en secreto. ¿Pies Negros, eh? ¿Estás segura que no es Pie Negro? Le fruncí el ceño. —Creo que te llevas algo precioso a casa contigo de este viaje, —me dijo él. —Recuerda quién eres. Buenos sueños, Mercy. Te llamaré si veo a Gordon o a Coyote si tú haces lo mismo. —Está bien. —Cerré mis ojos porque ya no durarían mucho más abiertos. —Si tu coche no funciona, llévamelo. Él rió y cerró la puerta. ******* Adam tenía razón sobre las drogas: cuando se pasaron y se las reemplazó por las plastillas de las botellas de plástico amarillo no hicieron tan buen trabajo. —La próxima vez que vaya a matar monstruos, —le dije cuando llegamos a la cuidad, —deberías hacer mejor trabajo para detenerme. Él tomó mi mano vendado y la besó. —Te prometo que no haré eso. La próxima vez, que pillemos a un monstruo que no viva en un río o en el océano, y seré de más ayuda. —Vale. —Paré y pensé en ello. —No quiero una próxima vez. Él suspiró. —Yo, tampoco. Si hubiera podido moverme sin gemir, me habría apoyado contra él. Me decidí por dejar mi mano en su muslo donde él la había puesto. —Pero si la hay, —le dije, —y las pruebas sugieren que la habrá —preferiría luchas con monstruos contigo que con alguien más en quién pueda pensar. —Tengo que hacer una confesión, —me dijo. —Quería esperar hasta que estuvieras un poco más cerca de tu habitual peso de lucha, pero no creo que funcione. —Encontraste una bonita camarera, y ahora quieres el divorcio, —dije.

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Él rió. —No. Pero buscaré una a la siguiente oportunidad disponible. —Genial. Encontré a un enfermero apuesto, pero creo que tú le gustabas más que yo. —En serio, —dijo él. —Hice algo que no debería hacer. Aún me estaba sintiendo un poco confusa, así que no estoy segura de si mi repentina perspicacia vino de nuestro vínculo de compañeros o del hecho de que él sonaba un poco demasiado como mi madre cuando le dijo a mi hermana pequeña que había encontrado su diario y lo leyó. Desde que le había dicho a Nan que no debería escribir algo que no quisiera que alguien lo leyera, había estado sorprendida por cuan molesta estaba mi madre. Resultó que Nan se figuró que si alguien iba a leerlo a hurtadillas, se merecían lo que conseguían. La llevó cerca de diez minutos convencer a mamá de que no estaba tratando con drogas para pagarse un aborto. —Leíste las cartas, —dije, haciendo mi mejor sonido de ofendida. —Leí la carta que me escribiste. Bostecé, y eso arruinó mi fingida indignación. Golpeé alguna parte de él que pude alcanzar. —Está bien, —le dije. —Tenía tu nombre. Condujimos durante un rato más antes de que él hablara otra vez. —Yo también te quiero. Le sonreí son abrir mis ojos. —Sé que lo haces. Dormité un poco, y, antes de saberlo, habíamos llegado al camino de entrada de la casa de Adam. Alguien tendría que retractarse de algo, pero no sería yo, así que decidí no preocuparme por ello. La pantalla de la puerta de entrada se abrió, y Jesse salió entusiasmada. —Papá. Hey, papá. ¿Por que estáis en casa tan temprano? Alguien de tu oficina vino y dejó un gran paquete que dice hay una silla de ruedas en el garaje. ¿Para qué es eso? ¿Por qué conseguimos una silla de ruedas? Abrí mi puerta y contemplé las dificultades de bajar al suelo mientras Adam abrazaba a Jesse. Si hubiéramos estado en mi Rabbit, podría haber bajado por mí misma, porque mi Rabbit no tenía tres pies y medio de caída al suelo. No es que me hubiera hecho mucho bien. No iba a ir a ninguna parte por mí misma de todas formas. Jesse levantó la mirada, y su mandíbula cayó abierta. —Papá, —dijo ella en una voz horrorizada, —¿qué le hiciste a Mercy? ******* Tío Mike no estaba feliz cuando le llamé a la mañana siguiente y le dije que matamos a todos los piel nutria. Aunque escuchó cuando le dije lo que habían hecho. Le di un inventario del daño a mi persona (había tomado todo excepto el calmante sobre la encimera y me estaba sintiendo ñoña) —¿Cuántos puntos? —Preguntó él cuando estaba pensando. —Ciento cuarenta y dos, —le dije. —Y cuatro grapas. Y todos pican.

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No era tan malo cuando tenía una distracción. Desde que no podía hacer nada, eso significaba hablar a la gente. Estaba en casa sola ahora mismo —lo cual era el porqué había decidido llamar a Tío Mike e informarle. —Y sabes, cuando tienes una mano rota y un gran corte bajo tu brazo, las muletas no funcionan, y tampoco una silla de ruedas a menos que tengas a un compinche para llevarte. Mi mano buena está quemada, así que no puedo ni siquiera ir en círculos. —Creo que lo expondré a los Señores Grises como suicidio por el hombre lobo, —dijo él después de un largo momento de silencio. —Todos que te hacen daño delante de Adam es demasiado estúpido para vivir. —Adam solo mató a cinco de ellos. Yo maté al otro. —Paré. —Vale, no completamente. Estaba sujetando el bastón cuando le maté. Hubo una larga pausa. —¿Oh? Le dije que usé el bastón para matar al malvado río, lo que la piel nutria me había dicho después, y cómo el bastón le había matado. —¿Sofocaste al bastón de Lugh en la sangre de un Antiguo Monstruo Americano? —¿Metí la pata? Él suspiró. —¿Qué más habría que hacer? Si no lo hubieras usado, estarías muerta —y habría un monstruo suelto comiéndose a la gente. Pero no voy a negar que no es bueno. La violencia provoca violencia — especialmente cuando hay magia involucrada. —¿Qué debería hacer con él? —¿Qué puedes hacer? Intentar no matar a nadie más con él. —¿Puedo entregártelo? —No era que tuviera miedo de él —ni siquiera sabía qué estaba mal con él. Era que había fallado al mantenerlo a salvo. Debería irse con alguien que le cuidara mejor. —¿Intentamos eso antes, recuerdas? —Dijo Tío Mike. —No funcionó. —El hombre roble lo usó para matar a un vampiro. ¿Por qué eso no le hizo nada? —No lo sé, —dijo Tío Mike. —Pero si tengo que adivinar, sería porque no era el bastón del hombre roble — era tuyo. Propósito y propietario son magia bastante poderosa. —Oh. —Recordé lo último que necesitaba hablar con él. —Sobre tu caravana. ¿Tienes un chapista favorito? Si no, conozco a unos pocos. ******* Seis días después estaba navegando por los canales en la TV de la habitación del sótano cuando oí a alguien pisar en la cima de la escalera. —Largo, —dije.

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Estaba cansada de todos, lo cual era descortés por mi parte. Pero no me gusta ser dependiente —se me pone malhumorada. Necesitaba a alguien para llevarme escaleras arriba y abajo. Necesitaba a alguien para ayudarme a salir y a entrar. Incluso necesitaba a alguien para ayudarme en el cuarto de baño porque ninguna de las puertas del cuarto de baño eran lo bastante grandes para una silla de ruedas. No había sido tan malo cuando Adam estaba aquí, pero tuvo que irse hace dos días y atender algún desastre en Texas. No se habría ido, excepto que tuviera algo que ver con alguna instalación secreto del gobierno, y era el único en la compañía con autorización lo bastante alto para tratar con eso. Hoy estaba particularmente deprimida cuando fui a la cita del médico donde había esperado conseguir un andador —y en su lugar me había dicho que tenía que quejar descansar la pierna completamente durante al menos dos semanas. Warren me había llevado a mí y mi silla de ruedas escaleras abajo y luego procedió a merodear. Finalmente le pedí que me dejara sola en una manera de la que me tendría que disculpar cuando estaba sintiendo pena por mí misma —y cuando Jesse llegó a casa de su cita, porque me había dejado mi móvil en mi abrigo, el cual estaba escaleras arriba en la cocina. El único teléfono en el sótano estaba bajo el tercer escalón. Para rematarlo, mi pierna había protestado a todos los abusos y ahora no dejaba de latir. El acetaminofen no lo estaba cortando. Así estaba sentada delante de la TV con mis ojos goteando, y no quería ningún testigo. Los pies en la escalera siguieron viniendo. Se suponía que estaba sola en la casa, pero la casa de Adam generalmente tiene miembros de la manada mostrándose a todas horas. —Dije... —Largo, —dijo Stefan. —Te oí. No incrementó su velocidad, lo cual era amable por su parte porque me dejó limpiarme los ojos antes de que pudiera verme. —Me daría la vuelta, —dije con algo de amargura, —pero mis médicos me dicen que no tengo dañadas mis manos, y que tendré cicatrices si sigo así. Así que no puedo ni siquiera girar alrededor en círculos ya. Stefan caminó alrededor delante de mí y apagó la TV así que la sala quedó envuelta en la oscuridad. Él se agachó para estar a la altura de mis ojos. —Warren me llamó tan pronto como el sol se ocultó, —dijo él, acariciando mi pelo apartándolo de mi cara con sus pulgares. —Dijo —y cito— ‘Es hora de pagar, Stefan. Lo estamos intentando, pero estamos fuera de opciones. Levanté mi barbilla. —Estoy bien. Puedes decirle a Warren que pueden tomarse todos el resto del fin de semana libre. No tienen que estar pegados alrededor y encargarse de mí. Estaré bien. — Había averiguado una manera para llevarme a mí y a mi pierna dentro y fuera del cuarto de baño por mí misma. De alguna manera. —Mercy, — dijo él gentilmente. —No es que no quieran ayudar —no pueden. Les has dicho a todos que te dejaran sola. Con Adam fuera, eres el poder más alto en la manda, y no pueden contradecirte. Warren me dijo que te estaban dejando con miembros de la manada por lo que no podía estar feliz. Eso nunca me había ocurrido. Y explicaba porqué Auriele y Darryl no habían vuelto, incluso después de enviarles un correo disculpándome por gritarles. Sé que los correos de disculpas son poco convenientes, pero era la única manera de la que podía asegurarme que no les gruñiría algo más.

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—Necesitas decirles que pueden volver a la casa y hablar contigo —y ayudarte a hacer lo que sea que necesites. Justo como tú les ayudarías a ellos si lo necesitaran. Warren me pidió explicar que seguramente comprende la necesidad de hablar bruscamente y gruñir un poco. Disgustada por mi estupidez, asentí. —Pero no esta noche, —dijo él. —Esta noche me tienes a mí. ¿Te gustaría ir a dar un paseo? Aún hace bastante calor fuera. Traje algunos juegos si lo prefieres. Creo que eres parcial en Guerra de Barcos. Suspiré con resignación. —Tengo que ir al cuarto de baño. Él me arrastró dentro y fuera sin vergüenza —por su parte de alguna manera. Entonces me llevó a dar un paseo por el río. Me llevó porque el suelo era demasiado rugoso para una silla de ruedas. Podía haber sido incómodo, pero no puso atención en la forzada intimidad, así que yo tampoco. Había estado intentando ser un problema tan pequeño como fuera posible, así que la única vez que había estado fuera desde que volvimos de Maryhill era para ir a las citas del médico. —Pareces mejor, —le dije. Era cierto; aún estaba delgado, pero ya no parecía un fiambre dejándose llevar. —Hice un viaje a Pórtland la semana pasada y traje a un par de personas, —dijo él, sonando triste. Los vampiros no hacían daño a su rebaño, la gente que mantenían para su reserva de animales, en su propio territorio. —Intenté encontrar gente que pensaba que se mezclaría con el resto, pero aún estamos teniendo negociaciones territoriales. Necesitaba un poco más, pero esperaré hasta que las cosas se asienten. Warren dijo que él y Ben estaban felices por continuar siendo comida hasta que no les necesite más. Golpeé su hombro. —Odio ser dependiente, también. Eso fastidia. Él dio una risa compungida. —Pareces estar en el mismo bote, ¿no? Supongo que debemos trabajar en ser graciosos y agradecidos hasta que podamos hacerlo por nosotros mismos. Algún día la rueda del destino nos pondrá en una posición para ser útiles para ellos, y recordaremos cuan fácil es dar ayuda que es aceptada. Ahora, ¿por qué no me hablas de tus aventuras? He oído bastante de Warren, por supuesto, pero prefiero conseguir la historia de la fuente cuando fuera posible. Así que él caminó y yo hablé hasta que estuve ronca y helada. Entonces volvimos dentro y jugamos a Guerra de Barcos. ******* —B-7,—dije. —Fallo. —Él se estaba regodeando porque estaba trabajando su camino en mi último y más grande barco, y yo aún estaba buscando sus dos barcos patrullas de dos piezas. —C-2. —Golpeado y lo sabes, —gruñí. Él me miró, entonces sus ojos se enfocaron sobre mi hombro. —D-4, —dijo Coyote. Stefan se puso de pies, y dijo, —¿Quién eres? — Al mismo tiempo que giraba mi silla alrededor a pesar de mis manos cicatrizadas, y dije, —Me alegro de verte. Estábamos preocupados.

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—Por supuesto que lo estabais, —me dijo Coyote. Me miró durante un momento. —Mercy, ¿qué te hiciste? —Río Malvado y piel nutria, —dije. Su pulgar acarició bajo mi ojo, y lo levantó. —Estás goteando, Mercy. Quizás necesita unos pocos puntos más. Reí y me limpié la cara. —Todos mis puntos se quitaron hacer más de cuatro días. Pensaba que estabas muerto. —Lo estaba, —dijo él. —Ese era el plan. ¿No recuerdas? ¿Por qué tienes a un vampiro en tu sótano? —Él estrechó sus mirada hacia Stefan, y con oculta hostilidad enfermiza dijo, —Los vampiros matan a los caminantes. —Mercy, —dijo Stefan, —¿este es Coyote? —Sí, —estuve de acuerdo. —Stefan, te presento a Coyote. Coyote, te presento a Stefan Uccello. Es un amigo mío. La mirada de Coyote se volvió notablemente más fría. —Te recuerdo. Stefan me sonrió. —No he batallado con ningún caminante durante ciento de años o más. Pero creo que sería mejor que me fuera hasta que tu invitado haya terminado. ¿Tienes tu móvil? —Lo levanté; él lo había recuperado cuando entramos de nuestro paseo. —Llámame cuando se vaya. Le prometí a Warren que no te dejaría sola. Le diré que dijiste que podía volver mañana. —Gracias, —dije, queriendo decirlo. Besó mi mejilla, ignorando el gruñido gutural de Coyote. Luego desapareció. Coyote se enderezó, miró el lugar donde había estado el vampiro. —Nunca he visto a uno de los bebedores de sangre hacer algo así antes. —Stefan es especial, —estuve de acuerdo. —Me alegra que hayas vuelto. ¿Cómo están los otros, ya sabes? Coyote tomó la silla de Stefan y se sentó con un gruñido. —Thunderbird —Gordon Seeker — fue el único que me forzó a retirarme. Ambos nos sorprendimos. No hay más caminantes Thunderbird, y estábamos seguros que nunca volveríamos con nadie anclado a él. Solo vamos a mostrarte que no importa lo mayor que seas, vivir puede sorprenderte aún. ¿Tienes algo de comer? Han pasado unos días. —En la nevera, —le dije. —Sírvete tú mismo. Lo hizo. Me llevó a mí y a mi silla de ruedas a la cocina y se hizo un enorme sándwich, vertió un vaso de leche, y se sentó conmigo. Le hablé sobre matar al río malvado y a la piel nutria. También le conté cuan preocupada había estado por el bastón. No había hecho nada desde que mató al piel nutria, pero había una impaciencia, una sombra de violencia, que parecía acechar a su alrededor. Lo había notado cuando estaba más inquieta, el bastón normalmente

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estaba en alguna parte cerca. Quizás era mi imaginación —no se lo había dicho a Adam, por ejemplo, sin mejores pruebas. Pero Coyote corría más en instintos que en lógica, así que pensaba que él lo comprendería. Creo que esperaba que él tuviera algún tipo de sugerencia para mí, pero solo escuchó y asintió mientras comía. Incluso le habló sobre arreglármelas con una mano rota y una pierna rota mientras una manada de hombres lobo intentaba cuidar de mí a pesar de mí misma, y él al reírse le salió leche por la nariz. Mi pierna aún dolía, mis puntos aún picaban, y Adam aún estaba en Texas, pero de alguna manera me sentía mucho mejor. Coyote me contó unas pocas historias sobre sí mismo. Usó la versión grosera, también. El humor loco no debería ser divertido para alguien a la edad de veinte años —y entonces solo a la mitad masculina de las especies. Pero de alguna manera era diferente cuando Coyote lo decía, tan astuto e inocente al mismo tiempo. Se inclinó hacia delante y tocó mi nariz. —Estás cansada. Será mejor que me vaya. —Pásate otra vez, —le invité. Coyote miró alrededor de la cocina, luego me miró. —Ya sabes, creo que lo haré. — Se puso de pies y, detrás de mi espalda, dijo, —Esto es muy bonito. Me giré tanto como pude en mi silla de ruedas y vi que él había recogido el bastón, el cual debía haber estado acechando alrededor. Le dio un balanceo Charlie Chaplin. —No creo que haya visto algún gravado más elegante o inteligentemente tallado, —dijo él. Entonces me miró y sonrió, esperando a que lo comprendiera. —¿Te, —dije cuidadosamente, recordando lo que Charles me había enseñado sobre invitados y cosas que admiraban, —importaría acertarlo? Me ha encantado durante muchos días, como tú —lo cual lo hace un regalo adecuado para semejante invitado honorable y bienvenido. Él me sonrió como si excepcionalmente hubiera sido inteligente. —Pero consiguió un peco de peligro recientemente, ¿sí? Deberemos tener aventuras maravillosas, este bastón y yo. Le había dado la espalda al fae bastante a menudo cuando vine al principio —y siempre había vuelto. Pero de alguna manera, pensé que se quedaría con Coyote. —Cuídate, —le dije. —Y dile a tu hermana ‘hola’ de mi parte. —Lo haré, —prometió, abriendo la puerta trasera. Paró en el umbral y se giró hacia mí. —Dile a tu compañero que espero que te cuide, —gruñó. —Lo haré. —Sonreí un poco. —Diviértete. —Oh, lo haré, —dijo Coyote. Cerró la puerta, pero oí lo último de todas formas. —Siempre lo hago.

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Carta de Mercy a Adam Queridísimo Adam, Si estás leyendo esto, creo que significa que no lo pretendí esta vez. Maldición. Realmente estaba preocupada por esto, y si hubiera habido cualquier manera de salir de esto, la hubiera encontrado. Las palabras no son mi fuerte, no cuando es la hora de decirte cómo me siento —pero ya lo sabes. Soy mucho mejor con las acciones que explicándome. Creo que es porque no pienso en palabras contigo. ¿Cómo puedo reducir lo que siento por ti en meras letras en una página? “Te quiero” no parece lo bastante grande de alguna manera, y todo lo demás que intenté (puedes ir a través de esa pequeña lata de basura bajo el fregadero si quieres ver los borradores de esta carta) suena como una poesía realmente mala, lo cual es incluso peor, así que lo dejaré en unas simples palabras. Te quiero, Adam. Quiero que sepas que luché para volver a ti. No tomé el camino fácil para salir. No lo dejaré. Luché esta muerte porque te tenía esperándome en la orilla. Si hubiera sido posible arrastrar esta penosa carne mortal de vuelta a ti, lo habría hecho, si tuviera que arrastrarme para hacerlo. Hubiera caminado a través del Infierno para volver a ti, y solo fallé por la debilidad de mi cuerpo, no de mi corazón. No apartes a Jesse. Ella te necesita más de que lo quiere admitir. Te dije que cazaras a una mujer que te quisiera, pero encontré que no soy lo suficiente persona para hacer eso. Así que, ¿no sientas culpabilidad cuando lo hagas, vale? Y no la dejes esperando durante años (como a mí) porque creo que eres demasiado viejo, demasiado Alfa, demasiado lo que sea. Solo asegúrate de que ella te atesora apropiadamente. Te quiere, Mercy

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Próximo libro:

La vida de la cambiante Mercy Thompson es tranquila, al menos lo suficiente para que pueda enfocarse en cuestiones mundanas como las rebajas del Viernes Negro. Pero a su vuelta, Mercy es incapaz de contactar con su compañero el Alfa Adam Hauptman, o con los otros miembros de su manada. Todo lo que ella sabe es que Adam está enfadado y dolorido. Con los hombres lobo luchando una batalla política para ganar la aceptación del público, Mercy teme que la desaparición de Adam podría estar relacionada -y que él y la manada están en serio peligro. Superada y por su cuenta, Mercy podría estar forzada a buscar ayuda de los aliados más insólitos: el nido de vampiros.

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Patricia Briggs - 06 Mercedes Thompson - River Marked

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